Clase 135 - Trasfondo Del Nuevo Testamento

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 27

TRANSFONDO DEL NUEVO TESTAMENTO.

Como intérpretes responsables, debemos seguir estudiando el


mundo que está detrás del texto para entender mejor el mundo del texto
y aplicarlo a nuestra vida. -Lidija Novakovic

INTRODUCCIÓN

El Nuevo Testamento representa una colección de 27 libros


individuales escritos en griego durante el primer siglo d. de J.C. Los
libros no están organizados cronológicamente, sino temáticamente,
aunque sigu en el esquema básico secuencial de los eventos que
abordan. Al principio hay cuatro Evangelios que describen la vida,
muerte y resurrección de Jesús. Les sigue Hechos, que explica el
nacimiento de la iglesia y la extensión de su misión a partir de Palestina
a través del mundo grecorromano.

La sección siguiente contiene las cartas de los apóstoles: trece


atribuidas a Pablo, una anónima (Hebreos), y siete a otros apóstoles y
sus asociados. Estas contienen reflexiones teológicas sobre el
significado de la historia de la salvación que culmina en Jesucristo y dan
consejos éticos a los creyentes. La colección concluye apropiadamente
con Apocalipsis, el cual ofrece un vistazo del mundo venidero.

El orden en que se escribieron estos documentos difiere de esta


disposición. Lo más probable es que las cartas de Pablo representen el
material más antiguo; incluso dentro de ese mismo grupo, el principio
de organización no fue cronológico sino el de su longitud decreciente.
La redacción de los Evangelios fue precedida por décadas durante las
cuales las historias de Jesús se transmitieron oralmente; finalmente se
escribieron para preservar sus palabras y hechos para las generaciones
futuras, fortalecer la fe de comunidades cristianas específicas,
ayudarlas a entender mejor el significado del ministerio de Jesús y
asistirlas para llevar las buenas nuevas a los no creyentes.

Cada Evangelio ofrece una perspectiva diferente de la vida de


Jesús, aun cuando Mateo, Marcos y Lucas muy probablemente fueron
literariamente interdependientes. Hoy en día, la mayoría de los
estudiosos creen que Marcos se escribió antes que los demás, pero
Mateo fue colocado al principio del Nuevo Testamento porque enfatiza
el vínculo entre el Antiguo Testamento y el ministerio de Jesús.

El Nuevo Testamento pertenece a un tiempo y una cultura muy


distintos de los nuestros. Las fuentes de este período son abundantes:
incluyen los escritos de Josefa; las obras de Filón; varios libros del
período inter testamentario (apócrifos y seudo epigráficos); documentos
rabínicos tales como la Mishná, la Tosefta, los Midrashim y el Talmud;
escritores clásicos griegos y romanos; y el Nuevo Testamento en sí. Por
otra parte, numerosas excavaciones arqueológicas han enriquecido
nuestro conocimiento del estilo de vida y las costumbres de aquellas
sociedades.

Los autores del Nuevo Testamento escribieron a lectores que


vivían en la misma cultura, por lo que incluso cuando se referían a
eventos que tuvieron lugar en regiones diferentes -como explicar a una
audiencia gentil que vivía en Asia Menor el ministerio de Jesús y sus
seguidores locales- solo había que aclarar unos pocos términos. Para
los lectores modernos, este sentido de proximidad cultural se perdió por
completo. Para entender correctamente el mensaje del Nuevo
Testamento ("el mundo del texto"), debemos estudiar el contexto
histórico de los escritos que queremos analizar ("el mundo que está
detrás del texto"). Esto incluye el entorno histórico, social y religioso de
los autores bíblicos, sus lectores y los personajes sobre los que
escribieron.

Al mismo tiempo, debemos ser conscientes de que, a pesar de


nuestra falta de conocimiento del medio ambiente del primer siglo, no
nos acercamos al texto completamente en blanco. Por ejemplo, la
mayoría de nosotros hemos oído al menos algo sobre los fariseos, los
saduceos y el sistema judío de sacrificios, ya sea de nuestro pastor, en
una clase de estudio bíblico o mediante la literatura cristiana popular.
Sin embargo, es lamentable que a menudo estos canales reafirmen
ciertos estereotipos cuestionables. En lo que sigue, trataremos de
abordar estos temas reseñando los aspectos más relevantes del
contexto cultural del Nuevo Testamento, con el propósito de
esquematizar el mundo en el que Jesús vivió y en el que la iglesia
primitiva continuó su ministerio.

PANORAMA HISTÓRICO

La mayoría de los eruditos bíblicos hoy día reconocen que no


había una clara distinción entre el judaísmo palestino y lo que lo
rodeaba; la Palestina del primer siglo estaba impregnada y mezclada
con ideas y prácticas helenistas. Esto se remontaba a Alejandro Magno,
cuyos intentos por tender un puente entre el Occidente y el Oriente puso
a Palestina en contacto directo con el mundo griego. (Es cierto que ya
había contactos entre el judaísmo y el helenismo en la antigua era persa
-un período caracterizado por la autoridad absoluta del sumo sacer-dote
que duró desde el regreso del exilio en 538 a. de J.C. hasta la conquista
de Judea por Alejandro en 332- pero no hubo influencia mutua). La
influencia helenista, especialmente mediante la lengua griega, continuó
hasta el comienzo del siglo dos a. de J.C; el cambio más significativo en
esta dirección vino cuando los seléucidas tomaron el control de Judea
en 198.

Por esa época, ciertos segmentos de la sociedad judía se sintieron


cada vez más atraídos a la cultura griega. La fuerza propulsora del
partido prohelenista fue la casa de Tobíadas, aristócratas de Jerusalén
con un poder financiero significativo. Para ellos, la constitución
teocrática judía, el particularismo y el aislamiento del resto del mundo
eran una carga que había que superar mediante el proceso de
helenización. Para lograr este objetivo, primero influenciaron a Jasón,
hermano del sumo sacerdote Onías III, para que comprara el cargo de
sumo sacerdote al rey seléucida Antíoco IV (Epífanes) y obtuviera
permiso para un gimnasio estilo griego en Jerusalén. Sin embargo,
Jasón no fue un helenista extremo; los de la casa de Tobíadas pronto
se mostraron insatisfechos con él y lo reemplazaron con Menelao, un
laico incompetente.

Con esto, el conflicto entre las dos familias influyentes (la de Onías
y la de Tobíadas) se hizo evidente. El apoyo público mayoritario para la
reforma helenística de Jasón comenzó a derrumbarse con Menelao, y
la tensión condujo a una guerra civil; esto contribuyó significativamente
a que Antíoco emitiera un decreto en 167 a. de J.C. en el que prohibió
obedecer la ley judía, guardar el sábado, circuncidar a los infantes e
impuso prácticas como sacrificar a los ídolos y comer cerdo. Los que se
negaron fueron perseguidos.

En la revuelta subsiguiente, Matatías y sus cinco hijos dirigieron a


los hasidim O-os judíos piadosos y ortodoxos que se opusieron
firmemente al proceso de helenización) y los convencieron de renunciar
a ciertas prescripciones, tales como combatir en sábado. Judas, cuyo
sobrenombre era Macabeo ("martillo"), fue el primer líder de la
insurrección. Originalmente, sus móviles eran predominantemente
religiosos, basados en un celo por la ley; su meta inicial se logró en 164
con la Redificación del templo y el nuevo edicto de Antíoco V en 163
que restablecía el derecho anterior de los judíos a vivir de acuerdo con
sus leyes ancestrales. Sin embargo, Judas y sus hermanos siguieron
una lucha ahora más ambiciosa: lograr la independencia política
completa de los seléucidas.

En 152, Jonatán, hermano y sucesor de Judas, llegó a ser


gobernador militar y sumo sacerdote. Su hermano Simón, quien lo
sucedió, finalmente consiguió la libertad política y fue nombrado rey en
143. Desde ese momento hasta que Pompeyo conquistó Jerusalén en
63, los asmoneos (el nombre de la familia de los macabeos) estuvieron
en el poder, unificando los oficios de rey y sumo sacerdote. En cuanto
al alcance territorial, las campañas militares expandieron las fronteras
del estado judío al norte y al sur de Judea, hasta alcanzar casi la
extensión de los reinos de David y Salomón en el siglo noveno a. de
J.C.
La revuelta macabea tuvo consecuencias tremendas.
Positivamente, impidió la introducción del politeísmo y preservó el
monoteísmo. En consecuencia, se mantuvieron los rasgos
característicos judíos, y se reafirmó su supervivencia política y religiosa
entre las naciones. Entre los resultados negativos, se incrementó el
aislamiento israelita y se desarrolló el antisemitismo. Además, los judíos
llegaron a ser extremadamente sensibles respecto a la ley y al templo.
Un nuevo celo contribuyó significativamente al crecimiento de
facciones, donde los distintos grupos afirmaban ser los verdaderos
intérpretes de la ley y acusaban a los demás de anarquía o apostasía.

Aunque se recuerda a los macabeos como campeones de la


independencia política y religiosa de los judíos, su dinastía los
asmoneos) se percibió cada vez más como opresiva. La conexión entre
elementos religiosos y nacionales fue tan intensa y compleja después
de la guerra que impidió que surgiera una crítica teológica constructiva.
Cualquier intento en este sentido tendía a ser malinterpretado y
comparado con la apostasía judía durante el conflicto.

Además, ni aun la lucha violenta de los macabeos contra la cultura


griega pudo eliminarla; el helenismo entró por la puerta de atrás
mediante el lenguaje, las ciudades griegas de Palestina, las costumbres
paganas de los gobernantes asmoneos, y ciertamente Herodes el
Grande. La influencia helenista fue más penetrante en la Diáspora
(dispersión de población judía que vive fuera de su patria), pero su
impacto en el área inmediata israelita no podía negarse.

La dinastía asmonea llegó a su fin debido a la incapacidad de


Hircano II y Aristóbulo II, dos hijos de la reina Salomé Alejandra, para
resolver la disputa de quién heredaría el trono a su muerte. A invitación
de ellos, el general romano Pompeyo entró en Jerusalén en 63 a. de
J.C.; pese a que a su llegada se dirimió temporalmente la lucha entre
los hermanos, los romanos no tenían la intención de partir. De ahí en
adelante, su presencia se convirtió en la característica política
dominante en la Palestina del primer siglo.

Después de la muerte de Herodes en 4 d. de J.C., el emperador


Augusto dividió el reino en tres partes y las asignó a sus tres hijos:
Herodes Arquelao recibió Judea, Samaria e Idumea, que constituían la
mitad del reino de su padre; a Herodes Antipas se le dio Galilea al norte
y Perea al este del Jordán; a Herodes Felipe le tocaron las regiones
norte y este del mar de Galilea. Debido a su brutalidad e incompetencia,
Arquelao fue depuesto en 6 d. de J.C., y, excepto por un período muy
corto (41-44), estos territorios permanecieron bajo el gobierno romano
directo hasta que estalló la revuelta judía del 66. El reino de Antipas
duró mucho más, hasta 39, cuando también fue depuesto y exiliado.

El reino de Felipe, medio hermano de Arquelao y Antipas, terminó


con su muerte en 34. Como no tuvo hijos, su territorio fue añadido a la
provincia romana de Siria, pero Calígula, quien llegó a ser emperador
romano en 37, lo dio entonces a Herodes Agripa, sobrino de Felipe y
nieto de Herodes el Grande. Después de la deposición de su tío Antipas,
Agripa recibió también Galilea y Perea. En 41, el emperador Claudio,
sucesor de Calígula, añadió Judea y Samaria al reino de Agripa, con lo
cual en ese momento abarcó toda la zona que había sido gobernada
por su abuelo, Herodes el Grande. Su reino terminó al morir
repentinamente en 44 (ver Hech. 12:20-23). Roma tomó control directo
de sus territorios.

Estos cambios políticos afectaron directamente la vida de Jesús,


quien nació en Belén de Judea antes del final del reinado de Herodes el
Grande; creció y llevó a cabo gran parte de su ministerio en Galilea,
gobernada por Herodes Antipas; y fue ejecutado en Jerusalén, regida
por el prefecto Poncio Pilato. Además, algunas de las persecuciones
más severas en Jerusalén ocurrieron durante el reinado de Herodes
Antipas, quien ejecutó a Jacobo, hijo de Zebedeo y hermano de Juan,
poco antes de la Pascua de 44.

El año 66 marcó el inicio de una revuelta de gran alcance de los


judíos palestinos contra Roma. El emperador Nerón envió tropas bajo
el mando de Vespasiano para aplastar el levantamiento. Esto se logró
básicamente con la caída de Jerusalén en 70, aun cuando la caída de
Masada (74) señaló el cumplimiento de la misión. La captura de
Jerusalén fue seguida de una masacre en masa y una destrucción
inmensa de la ciudad, incluyendo el templo.

ASPECTOS SOCIOECONÓMICOS DEL JUDAÍSMO


PALESTINO

El origen de los habitantes de Galilea no está del todo claro. Es


una región que llegó a ser parte del estado judío en el siglo dos a. de
J.C. mediante la expansión militar de los asmoneos. Algunos eruditos
afirman que descendían de los antiguos israelitas, los habitantes del
reino del norte que no fueron desplazados por los asirios después de la
caída de Samaria en 722 a. de J.C.; supuestamente conservaron su
creencia en Yavé basada en el Pentateuco, aunque desarrollaron sus
propias costumbres no compartidas por los de Judea. Otros niegan su
origen israelita y afirman que no eran predominantemente judíos.

Una explicación más convincente, apoyada por Josefa y la


arqueología, consiste en que la población étnicamente diversa de
GaWea se convirtió al judaísmo por los asmoneos. Una ligera variante
de este punto de vista es que, tras la invasión asmonea, Galilea fue
repoblada por inmigrantes predominantemente judíos que provenían de
Judea.

En cualquier caso, los galileos en el tiempo de Jesús reconocían


a Jerusalén como su centro religioso y seguían sus costumbres,
especialmente respecto a la pureza ritual. Sin embargo, es significativo
que GaWea tenía una considerable presencia gentil, especialmente en
sus ciudades. Séforis -su centro administrativo, ubicado a 7 km de
Nazaret, donde Jesús creció- y Tiberias, la subsiguiente capital
construida por Herodes Antipas cuando Jesús era joven sirve como
ejemplos.

Galilea era predominantemente una sociedad agraria,


acentuadamente estratificada. A la cabeza de la jerarquía estaba
Herodes Antipas, quien había asegurado un ingreso anual de Galilea y
Perea, sus territorios. Recibía el apoyo de la clase aristócrata leal,
compuesta de ricos terratenientes, llamados herodianos (Mar. 3:6;
12:13; Mat. 22:16); además, Marcos menciona a "sus altos oficiales, los
tribunos y las personas principales de GaWea" que asistieron a celebrar
su cumpleaños (Mar. 6:21). Estos, al parecer, también lo apoyaban.
Los Evangelios señalan con frecuencia la asociación escandalosa
de Jesús con los publicanos, oficiales menores del sistema burocrático,
que trabajaban para las estructuras gobernantes recaudando impuestos
para Antipas o para los romanos. Dado el sentimiento político y religioso
de la época, no es de extrañar que las clases bajas los detestaran y los
puristas religiosos, como los fariseos, los despreciaran.

En la parte inferior del estrato social estaban los campesinos, ya


fueran pequeños propietarios o jornaleros de las haciendas. El aumento
de los impuestos había empobrecido a los antiguos propietarios;
algunos eruditos insisten incluso en que la población entera podía
dividirse entre los que tenían y los que no tenían, lo cual encendía
disturbios sociales, el crecimiento de la deuda, el bandidaje y las
protestas populares.

Los Evangelios notan con frecuencia que Jesús enfocó su


ministerio en las áreas rurales y evitó los grandes centros urbanos; es
muy probable que muchos de sus oyentes estuvieran casi o
completamente empobrecidos. Su proclama sobre los pobres y su
llamado a confiar en el cuidado providencial que Dios tiene por todos
atrajo a muchos desamparados que habían perdido toda esperanza de
que las cosas mejoraran.

A pesar de que los samaritanos (los habitantes de la región


situada entre GaWea y Judea) formaban una comunidad religiosa
distinta, se les definía principalmente por su historial étnico y social. Los
judíos los consideraban extranjeros y evitaban todo contacto social con
ellos.
Según 2 Reyes 17, Josefo y los escritos rabínicos, después de
que los asirios derrotaron al reino del norte en 722 a. de J.C., deportaron
a muchos israelitas y los reemplazaron con gentiles. A diferencia de los
vecinos de Judea, que conservaron su identidad étnica oponiéndose a
los matrimonios mixtos, los vestigios de las tribus del norte generaron
una descendencia étnicamente diversa y desarrollaron también un
cierto sincretismo religioso.

Los componentes principales de la teología samaritana no diferían


mucho de la corriente principal del judaísmo: adoraban al Dios único de
Israel, tenían un fuerte sentido de la elección, reconocían la ley de
Moisés y observaban rígidamente el sábado, la circuncisión y las fiestas.
Sin embargo, no reconocían el templo de Jerusalén como el centro de
la vida religiosa; construyeron el suyo en el monte Gerizim, en la
localidad de Siquem, el antiguo santuario del norte que destruyeron los
asmoneos.

Los samaritanos solo reconocían el Pentateuco como Escritura, y


su versión no armoniza completamente con la aprobada por los judíos.
Como los samaritanos no reconocían otros libros del Antiguo
Testamento, no sorprende que su esperanza escatológica se centrara
en la promesa de Dios de enviar a un profeta como Moisés (Deut. 18:15,
18), el Mesías llamado Taheb. Juan indica que cuando Jesús viajaba de
Judea a Galilea, no evitaba pasar por Samaria ni interactuar con sus
habitantes.

Esto no solo sorprendió a sus contemporáneos judíos -incluyendo


a sus discípulos- sino también a los mismos samaritanos Juan 4:7-42).
Judea y su capital, Jerusalén, contribuyeron significativamente al
sentido de unidad de los judíos del siglo uno. EI templo como centro de
la adoración fue el punto de gravitación de los judíos palestinos) los de
la Diáspora. La mayoría de los israelitas que no vivían en Jerusalén la
visitaban al menos una vez al año durante la celebración de la Pascua,
cuando el número de peregrinos podía elevar la población de la ciudad
de 80.000 a 300.000. El templo, magníficamente restaurado por
Herodes el Grande, también funcionaba como institución financiera que
manejaba una enorme riqueza creada por la recaudación del impuesto
del templo (obligatorio para todo varón judío), otras donaciones y
depósitos privados. Las excavaciones arqueológicas han puesto al
descubierto muchos grandes edificios que muestran que la aristocracia
de Jerusalén vivía rodeada de lujos. En el otro lado del espectro
socioeconómico estaban los pobres y los campesinos; la disparidad
creaba descontento social y contribuyó significativamente a incrementar
varios tipos de crisis, especialmente en la región rural de Judea.

Además, los habitantes de Judea tuvieron que enfrentar las


arduas realidades de la dominación extranjera. Desde 6 d. de J.C.
fueron gobernados directamente por los prefectos romanos, que
residían en Cesarea, en la costa, pero controlaban Jerusalén mediante
las unidades militares situadas permanentemente allí, así como sus
visitas personales durante las fiestas y en otras ocasiones. Judas de
Gamala se sublevó en respuesta al censo que ordenaron los romanos,
cuando comenzaron a gobernar Judea, por temor a que esta medida
aumentara los impuestos e hiciera más onerosa la carga económica. La
rebelión de Judas fue reprimida brutalmente por los romanos; lo
derrotaron a él y a sus seguidores e incendiaron Séforis, donde Judas
se había apoderado de un arsenal romano. Según Josefa, Judas de
Gamala fue el fundador de la llamada "cuarta filosofía": grupos armados
que valoraban apasionadamente la libertad.

Otras turbulencias que estallaron ocasionalmente y finalmente se


convirtieron en una amplia rebelión contra Roma en 66 d. de J.C. fueron
parcialmente instigadas por los gobernadores romanos, que eran
insensibles al sentimiento religioso judío y aprovechaban toda
oportunidad para satisfacer su codicia. Poncio Pilato, prefecto de Judea
durante el ministerio público de Jesús, fue el primero de los gobernantes
que agravaron la enemistad con los judíos. Los cuatro Evangelios
reportan que él, como representante de la jurisdicción romana de Judea,
tuvo la última palabra en el juicio de Jesús y, finalmente, lo condenó a
muerte.

PRÁCTICAS Y CREENCIAS RELIGIOSAS DE LOS JUDÍOS

El orden un tanto inusual de las palabras en el título de esta


sección indica que la característica más importante del antiguo judaísmo
no era el sistema doctrinal, sino su estilo de vida, es decir, no la
ortodoxia, sino la ortopraxis. Esto no significa que el contenido de las
convicciones religiosas fuera irrelevante, ya que forma la base de la
práctica religiosa. La segunda característica más importante del
judaísmo del primer siglo era su diversidad: diferentes grupos tenían
diversos conceptos de lo que significaba ser judío y vivir según la
voluntad de Dios. Josefa, por ejemplo, menciona cuatro "sectas" o
"escuelas de pensamiento": fari-seos, saduceos, esenios y la "cuarta
filosofía", revolucionarios como los zelotes, que abogaban por una
resistencia activa contra Roma. Los Evangelios reflejan este estado de
cosas al mostrar cómo Jesús a menudo participaba en controversias
con sus contemporáneos. Sin embargo, de esto no se desprende que
estos grupos estaban en desacuerdo en cada punto de práctica y
creencia: todos compartían un núcleo común que los Evangelios
asumen, pero no especifican, centrándose más bien en las diferencias
con el fin de explicar la singularidad del mensaje de Jesús.

Por otra parte, la existencia de grupos diferentes en la Palestina


del siglo uno no significa que toda la población estaba dividida en
partidos. De acuerdo con algunas estimaciones, basadas en los escritos
de Josefa, había un pequeño número de saduceos, unos 4.000 esenios
y aproximadamente 6.000 fariseos, lo que sugiere que la mayoría de la
gente común no estaba afiliada. Nuestra discusión de la teología y la
práctica religiosa de los judíos comenzará con el núcleo común que
compartían.

JUDAÍSMO COMÚN

La opinión predominante en el antiguo judaísmo era que debía


haber un solo templo -en Jerusalén- y que solo ahí debían ofrecerse
sacrificios. El templo tenía varias áreas organizadas según niveles
progresivos de santidad que regulaban la admisión de los distintos
grupos. La razón subyacente de tal división era el entendimiento de que
la presencia de Dios habitaba en el lugar santísimo, al que solo podía
entrar el sumo sacerdote una vez al año, el día de la expiación.

El atrio de los sacerdotes estaba reservado para los sacerdotes


que servían en el templo; el atrio de Israel este reservado para los
varones judíos; el atrio de las mujeres era ocupado por ellas y los niños;
al atrio exterior lo llamaban atrio de los gentiles. Los sacerdotes y los
levitas hereditarios eran responsables de preparar y realizar los
sacrificios. Estimaciones basadas en Josefa sugieren que en el siglo
uno había aproximadamente 20.000 sacerdotes y levitas. La sangre y
la grasa de los animales se quemaban, y si bien la carne se utilizaba
como alimento, ocasionalmente animales enteros se destinaban al altar.

Las leyes de la pureza que tenían poco impacto en la vida


cotidiana, pero regulaban primordialmente el acceso al templo, en su
mayor parte no eran idénticas a las leyes morales. Más bien señalaban
un cambio de estatus con respecto a la vida, la muerte y la reproducción.
Por ejemplo, tocar un cadáver haría que una persona fuera ritualmente
impura y no apta para el culto del templo; cuando se atendía a los
muertos, era necesario pasar por un proceso de purificación ritual para
poder adorar en el templo.

Otras causas típicas de impureza ritual eran el parto, la


menstruación, las hemorragias y la emisión de semen. En la mayoría de
los casos, la limpieza ritual requería tomar un baño de agua por
inmersión.

Según Éxodo (23:17; 34:23) y Deuteronomio 16:16, se requería la


celebración de tres fiestas anuales:

1. La Pascua, en recuerdo del éxodo de Egipto;

2. la fiesta de las Semanas, también llamada Pentecostés o día


de los primeros frutos, en honor a Dios, a quien pertenece la tierra y
cuida bondadosamente de su pueblo; y
3. la fiesta de las Cabañas o los Tabernáculos, al final de la
cosecha.

Sin embargo, es dudoso que un judío promedio del primer siglo


pudiera hacer más de un viaje anual a Jerusalén. A pesar de que se
esperaba que solo los varones celebraran las fiestas, frecuentemente
las mujeres y los hijos los acompañaban, como ocurrió en la celebración
de la Pascua que se describe en Lucas 2:41-51, cuando el niño Jesús
y su madre acompañaron a José.

Los que participaban en las fiestas disfrutaban de la buena


comida, la música y la danza, si bien la celebración del día de la
expiación requería ayunar. El celebrante principal era el sumo
sacerdote, que en esa ocasión presentaba ofrendas por el pecado en
beneficio del pueblo y rociaba la sangre de los animales sacrificados en
el lugar santísimo.

En sus casas, los judíos adoraban a Dios recitando la Shemá


(Deut. 6:4, 5), orando cada día, estudiando las Escrituras, observando
el sábado, comiendo alimentos autorizados por la ley y circuncidando a
sus hijos. También se reunían una vez por semana en las sinagogas o
por las casas para estudiar las Escrituras y orar. Jesús (Mar. 1:21; Luc.
4:16-30) y Pablo (Hech. 13:15) a menudo enseñaban en las sinagogas.

Detrás de estas prácticas había una teología común cuyo


componente principal era un monoteísmo estricto; esto significaba que
no había tolerancia para adorar a otros dioses. Los judíos creían que
Dios creó al mundo y lo gobierna, y que sus hechos son visibles en la
historia humana. También creían que Dios escogió a Israel e hizo un
pacto con su pueblo al darles la ley, obligándolos a vivir en obediencia
a su voluntad expresada en los mandamientos.

FARISEOS

Tradicionalmente se considera a los fariseos como representantes


de un judaísmo legalista, arrogante e hipócrita, y quienes condenaron a
Jesús a la muerte. Sin embargo, estudios recientes enfatizan su
dedicación sincera a la ley expresada por deseo de aplicarla a la vida
cotidiana. Es lamentable que no haya sobrevivido ninguno de sus
escritos anteriores a la destrucción de Jerusalén.

Nuestras fuentes principales son el Nuevo Testamento, Josefa y


la literatura rabínica como la Mishná, la Tosefta y el Talmud, un estudio
cuidadoso de los cuales genera una imagen más comprensiva. Incluso
el Nuevo Testamento, que usualmente describe a los fariseos como
críticos hacia las prácticas de Jesús -como su indiferencia ocasional
hacia el sábado y las leyes de la pureza- tiene huellas de una valoración
positiva de ellos. Por ejemplo, el Evangelio de Lucas menciona una
ocasión cuando ellos parecen preocupados por la seguridad de Jesús
(13:31), y relata dos casos cuando algunos fariseos lo invitaron a comer
(7:36; 14:1); el Evangelio de Juan menciona a Nicodemo, un fariseo que
no solo fue atraído por la enseñanza de Jesús, sino que se convirtió en
creyente (3:1-21; 7:50, 51; 19:39). Juan también menciona las actitudes
positivas de algunos de ellos hacia Jesús y su enseñanza (9:16); si el
discurso de Gamaliel que se registra en Hechos 5 representaba la
opinión de al menos algunos de los fariseos de Jerusalén, parece que
adoptaron una posición tolerante hacia el desarrollo rápido del
movimiento cristiano.

El origen de los fariseos es incierto, pero la mayoría de los


académicos los consideran como descendientes espirituales de los
hasidim, que ejercieron una importante influencia política bajo los
asmoneos hasta que tuvieron dificultades con Juan Hircano (134-104 a.
de J.C.). Su declinación continuó durante el reinado de Alejandro aneo
(103-76), quien ejecutó a muchos de ellos por crucifixión. Recuperaron
poder político cuando lo sucedió su viuda, Alejandra Salomé (76-67),
pero fueron rechazados una vez más por Herodes el Grande, quien al
principio estuvo en buenos términos con ellos, pero después hubo un
enfrentamiento cuando predijeron el final de su reino.

No sabemos del alcance de la influencia de los fariseos en el siglo


uno d. de J.C., dado que Josefa guarda silencio sobre su participación
política entre 63 a. de J.C. y 70 d. de J.C. Algunos estudiosos creen que
continuaron funcionando como un grupo de interés que se esforzó por
reformar la sociedad. Otros sostienen que se apartaron de la vida
política y formaron algo así como clubes privados; se reunían en
comidas en las que se implementaban las leyes estrictas de la pureza.
Una imagen más equilibrada toma en cuenta la afirmación de Josefa de
que la gente común los tenía en alta estima, pero subraya su falta de
fuerza política colectiva como miembros de la clase gobernante o como
fuerza social dominante.

En otras palabras, eran ideológicamente populares, pero carecían


de influencia política. Tenían un papel descollante en las sinagogas y
compartían en diferentes actividades de los escribas, especialmente
con respecto a asuntos legales. Su influencia parece haber sido mucho
mayor en Galilea que en Judea.

Los relatos de los Evangelios respaldan este punto de vista. El


lector atento notará que aun cuando los fariseos funcionan como la
principal oposición al ministerio de Jesús en Galilea, prácticamente
desaparecen como grupo público en las crónicas de su arresto, juicio y
muerte en Jerusalén. En este sentido, se los menciona explícitamente
solo en el Evangelio de Juan (18:3); Mateo, Marcos y Lucas
prácticamente no dicen nada de su participación directa en estos
eventos.

La estructura social y económica de los fariseos puede definirse


así: la mayoría no eran aristócratas, sino laicos dedicados
unilateralmente a la ley. Por otra parte, la literatura existente solo
menciona varios casos en los que ciertos fariseos también eran
sacerdotes dedicados al servicio del templo; algunos eran pequeños
propietarios y otros, negociantes y comerciantes. En conjunto, eran
laicos que estudiaban las Escrituras por su cuenta y así formaban sus
puntos de vista. En lo que sigu e, mencionaremos solo sus conceptos
distintivos, pero hay que tener en cuenta que compartían con sus
contemporáneos muchas creencias ya descritas como judaísmo común.

Los fariseos estaban especialmente preocupados con las leyes de


la pureza. En Marcos 7:3, 4 se afirma: ... los fariseos ... si no se lavan
las manos hasta la muñeca, no comen porque se aferran a la tradición
de los ancianos. Cuando vuelven del mercado, si no se lavan, no
comen. Y hay muchas otras cosas que aceptaron para guardar, como
los lavamientos de las copas, de los jarros y de los utensilios de bronce
y de los divanes.

La referencia de Marcos a la "tradición de los ancianos" concuerda


conla observación de Josefo: que los fariseos seguían ciertas normas
dictadas por las generaciones anteriores que no estaban registradas en
la ley escrita. Esta preocupación comúnmente se expresaba en la
afirmación de que los fariseos creían en la igualdad de la ley oral y
escrita. En la época de Jesús había dos grandes subgrupos: (1) Los
seguidores de Hillel, cuyo enfoque era más liberal y adaptable a las
circunstancias cambiantes, y (2) los discípulos de Shamai, el oponente
de Hilel, más literal y conservador.

Los fariseos creían en una vida futura y, según Hechos 23:8, en


la resurrección de los muertos. Josefo explica esto a su audiencia
grecorromana como la creencia en la inmortalidad del alma que pasa a
otro cuerpo después de la muerte, y que será recompensada
eternamente si vivió virtuosamente o sufrirá el castigo eterno si vivió
perversamente.

Josefo también afirma que los fariseos creían en el destino y el


libre albedrío, pero no explica cómo ambos se relacionan. Pablo, un
judío de origen fariseo, afirma simultáneamente la providencia de Dios
y la responsabilidad humana. Por ejemplo, en Romanos 8:29, 30,
menciona la presciencia de Dios y la predestinación de los que ha
llamado conforme a su propósito; dos capítulos más adelante enfatizan
los actos de la voluntad, como escuchar y creer en la proclamación de
Jesucristo (1 O: 14-17).
SADUCEOS

A pesar de que las fuentes principales de información sobre los


saduceos son las mismas que para los fariseos (el Nuevo Testamento,
Josefa y la literatura rabínica), la reconstrucción de sus creencias y
prácticas tiene un carácter ligeramente distinto: toda la información
acerca de ellos proviene de sus adversarios. De aquí que nuestra
descripción no puede ser objetiva ni exhaustiva. Como ocurre con los
fariseos, solo recalcaremos su carácter distintivo.

Los saduceos eran la aristocracia sacerdotal asociada con el


templo, aun cuando solo algunos eran en realidad sacerdotes.
Vinculados con los sumos sacerdotes mediante el matrimonio u otras
relaciones sociales, centraban su interés en la vida política y
representaban la nobleza, el poder y la riqueza. Disfrutaban del apoyo
de la clase política, pero no del público en general. Junto con la
desaparición de los representantes de la aristocracia, los saduceos
como grupo dejaron de existir después de la destrucción del templo.

Josefa afirma que los saduceos juzgaban con dureza e insistían


en la ejecución literal de la ley del talión: "Ojo por ojo y diente por diente".
También añade que eran groseros y bruscos con sus compañeros. Su
teología tenía tres rasgos sobresalientes:

1. Reconocían como única autoridad la Torá escrita y


rechazaban la ley oral.

2. Negaban la resurrección de los muertos.

3. Afirmaban el libre albedrío.


Por lo general se asume que la primera característica explica la
segunda, es decir, rechazaban la resurrección porque eran literalitas
bíblicos, pero el asunto era ciertamente más complejo. Muy
posiblemente su contentamiento con la existencia terrenal no
estimulaba el pensamiento en la vida después de la muerte; esto creaba
el marco interpretativo de su comprensión de las Escrituras.

La información que proporciona el Nuevo Testamento confirma la


evaluación de Josefa. Tanto Marcos 12:18-27 (y pasajes paralelos)
como Hechos 23:8 afirman que los saduceos no creían en la
resurrección. A su vez, Hechos 4:1-6; 5: 17, 18 los describe como
líderes de la persecución de los primeros cristianos en Jerusalén.

PESHER

La característica única de la interpretación de Qumrán es que las


profecías bíblicas se aplicaban a la situación histórica concreta del
grupo, es decir, a las personas concretas situadas en la historia. En ese
sentido la interpretación de Qumrán comparte muchas similitudes con
los escritos del Nuevo Testamento.

ESPERANZAS ESCATOLÓGICAS JUDÍAS

Muchos libros de texto afirman que la mayoría de los judíos del


primer siglo esperaban al Mesías. Sin embargo, este tipo de evaluación
de la evidencia disponible es muy cuestionable. Los documentos del
judaísmo antiguo demuestran que solo ciertos círculos, que no deben
asociarse con algún partido o grupo particular, abrigaban esperanzas
escatológicas y que estas eran muy diversas.
Las variaciones incluían la expectativa del fin del presente orden
mundial, la restauración de Israel como nación o el sometimiento y la
expulsión de los gentiles; su característica común es una diferencia
cualitativa entre presente y futuro. La era venidera estará marcada por
la erradicación universal y permanente del mal, y la soberanía cósmica
y eterna de Dios.

Los eruditos del pasado tendían a leer todos los textos


escatológicos como mesiánicos, sin tener en cuenta si mencionaban
alguna figura salvadora que pudiera llamarse propiamente "Mesías". Sin
embargo, algunas visiones del fin de los tiempos no incluyen a ningún
libertador escatológico o, si lo hacen, tal personaje puede ser un profeta,
sacerdote, rey o Dios mismo. Las referencias a un futuro rey davídico
son mucho menos frecuentes de lo que uno podría esperar.

En general, en el texto original, el término Mesías se reserva para


un redentor ungido de los últimos tiempos llamado en realidad "el
Mesías". Aun así, la aplicación de este criterio no debe ser mecánica los
antiguos documentos judíos son diversos y contienen varias
designaciones para un libertador futuro). Este personaje incluso puede
considerarse como mesiánico si poseemos evidencia de que la
designación actual se asoció con el término Mesías.

Por ejemplo, las secciones primera y última de 1 Enoc (1-35, 85-


105), escritas entre el siglo dos a. de J.C. y el nacimiento de Jesús,
hablan del juicio venidero y el eón futuro, pero no mencionan ningún
personaje mesiánico. Sin embargo, en la sección central principal
(37:71), conocida como las parábolas de Enoc, escrita en el siglo uno
d. de J.C., el agente del juicio de Dios es un personaje trascendente que
combina los atributos y las funciones del rey davídico y del Hijo del
Hombre de Daniel.

En el Testamento (Asunción) de Moisés, del siglo uno d. de J.C.,


los agentes del juicio final son un ángel principal y Dios, en vez de un
Mesías humano. El apocalíptico 4 Esdras, escrito después de la
destrucción de Jerusalén (70 d. de J.C.), incluye la expectativa del
Mesías, identificado como un descendiente de David, que muere
después del reinado de 400 años, cuando la tierra vuelve al silencio
primigenio antes de la resurrección y el juicio.

Otro libro apocalíptico, 2 Baruc, escrito poco después, contiene


tres pasajes que asocian los acontecimientos del fin de los tiempos con
la aparición del Mesías. Sin embargo, no resulta clara la relación exacta
entre el reino mesiánico y el esperado mundo futuro de incorrupción.
Además, hay completo silencio respecto a la humanidad y el linaje
davídico del Mesías, quien es probablemente un personaje
trascendente.

En general, se supone que la comunidad de Qumrán creía en la


venida de dos Mesías: el sacerdotal (el Mesías de Aarón) y el
principesco (el Mesías de Israel). Sin embargo, los pasajes que abordan
esta cuestión no son homogéneos. Por ejemplo, en la Regla de la
Comunidad encontramos el locus classicus del concepto de los dos
Mesías (el de Aarón y el de Israel), aunque el texto no explica qué
llevarán a cabo. No obstante, todos los pasajes mesiánicos del
Documento de Damasco contienen la frase "Mesías de Aarón e Israel",
que deja abierta la cuestión de si se dan a entender aquí dos Mesías o
si esto podría reflejar una creencia de que ambos linajes, el sacerdotal
y el principesco, concurren en una persona.

Los Salmos de Salomón, una colección de 18 salmos, escritos


probablemente después de que Pompeyo conquistara Jerusalén en 63
a. de J.C., es el escrito judío más antiguo que aplica la palabra Mesías
como término técnico a un libertador de la línea davídica, a quien
también se llama por primera vez Hijo de David. El capítulo 17 de esta
colección, que critica a los asmoneos por haber usurpado el trono de
David, contiene una oración por un rey davídico basada en la promesa
que Dios le dio a David in 2 Samuel 7:12-16.

Se espera que él purgue a Jerusalén de los gentiles, expulse a los


pecadores, destruya naciones criminales y reúna al pueblo santo. Sin
embargo, el Mesías no destruirá a sus enemigos mediante "caballos o
arcos", sino con la palabra de su boca. Su poder proviene de la
obediencia a Dios y no es, pues, un gobernante soberano ni obra por su
cuenta, sino según la voluntad de Dios. Solo Dios sabe cuál es el tiempo
de su venida; será sin pecado, y su santidad y pureza serán la medida
de su autoridad y los instrumentos de su poder. Su pueblo también será
santo porque no habrá injusticia entre sus integrantes. En ese sentido,
él es el rey perfecto.

En vista de la diversidad de las esperanzas escatológicas de los


judíos, no es de extrañar que los contemporáneos de Jesús tuvieran
dificultad para discernir su identidad mesiánica. Los que escribieron los
Evangelios emplearon varios términos para explicar su carácter
mesiánico, porque su vida en lo esencial no se correspondía con las
expectativas populares.
La muerte de Jesús en la cruz fue particularmente ofensiva para
los judíos, porque no se esperaba que los ansiados libertadores
mesiánicos murieran de una manera tan vergonzosa. Siempre debemos
tener en cuenta que el término Mesías sufriente es un oxímoron y
expresa la locura de las afirmaciones cristianas (1 Cor. 1:23); sin
embargo, al resucitar a Jesús, Dios ha mostrado que, paradójicamente,
el que fue crucificado como "Rey de los judíos" era en verdad el
esperado Mesías real que ha cumplido las profecías del Antiguo
Testamento.

ASPECTOS RELIGIOSOS Y SOCIOECONÓMICOS DEL


MUNDO HELÉNICO

Cuando el movimiento cristiano primitivo se extendió desde suelo


palestino al mundo helénico, se encontró con circunstancias religiosas
y sociales ligeramente diferentes. Ideas como el concepto del Mesías
eran ininteligibles para el público más amplio y tenían que ser
explicadas. Estas personas eran politeístas que adoraban a diferentes
dioses; muchos creían en la magia y servían a los espíritus del
inframundo. Las religiones mistéricas gozaban de mucha popularidad,
especialmente los misterios de Eleusis y los cultos de Isis y Osiris, que
prometían profundas experiencias místicas a los iniciados.

Al mismo tiempo, había una importante población judía esparcida


en Asia Menor, Grecia y Roma. Según el libro de Hechos, cuando Pablo
comenzaba su actividad misionera en nuevos lugares enseñaba en las
sinagogas a las que acudían no solo judíos de la Diáspora, sino también
gentiles atraídos por el judaísmo, temerosos de Dios y prosélitos.
Ambos grupos estudiaban la ley judía y seguían sus mandamientos; los
temerosos de Dios no aceptaban la circuncisión, mientras que los
prosélitos sí. En cualquier caso, Pablo esperaba que los gentiles
conversos tuvieran ya o adquirieran un conocimiento básico de las
Escrituras judías para que entendieran el significado de la vida, muerte
y resurrección de Jesús.

La sociedad grecorromana se caracterizaba por sus estructuras


jerárquicas y relaciones claramente definidas entre los grupos. En la
familia, que incluía padres, hijos y esclavos, el padre (paterfamilias) era
la cabeza del hogar. El ideal era un patriarca benévolo que gobernara
con justicia y equidad. Se esperaba que la esposa aceptara la religión
de su esposo y no siguiera sus propias creencias.

La esclavitud estaba generalizada, pero como los esclavos eran


legalmente propiedad de sus dueños, disfrutaban de ciertos privilegios
sociales: muchos recibían una educación esmerada, se les permitía
tener propiedades y muchos esperaban su emancipación. Su estatus
social, honor individual y sus oportunidades económicas dependían del
estatus de sus amos.

También podría gustarte