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Actas del X Congreso Internacional
de Historia de la Lengua Española
Entidades organizadoras

A H
L E

Entidades patrocinadoras

Entidades colaboradoras
Actas del X Congreso Internacional
de Historia de la Lengua Española
Zaragoza, 7-11 de septiembre de 2015

Editadas por
María Luisa Arnal Purroy
Rosa María Castañer Martín
José M.ª Enguita Utrilla
Vicente Lagüéns Gracia
María Antonia Martín Zorraquino

Volumen I

Institución «Fernando el Católico»


Excma. Diputación Provincial de Zaragoza
Zaragoza
2018
Publicación núm. 3626
de la Institución «Fernando el Católico»
Organismo autónomo de la Excma. Diputación de Zaragoza
Plaza de España, 2 • 50071 Zaragoza
Tels.: [34] 976 28 88 78/79
E-mail: ifc@dpz.es
https://ifc.dpz.es
© Asociación de Historia de la Lengua Española
ISBN: 978-84-9911-500-9 Obra completa
ISBN: 978-84-9911-498-9 Tomo I
Depósito legal: Z 1363-2018
Printed in Spain. Impreso en España
por Editorial Cometa, S. A., Zaragoza
COMITÉ DE HONOR DEL CONGRESO

Presidente
D. Javier Lambán Martínez
Presidente del Gobierno de Aragón

Vocales
D. Íñigo Méndez de Vigo y Montojo
Ministro de Educación, Cultura y Deporte
D. Antonio Cosculluela Bergua
Presidente de las Cortes de Aragón
D. Gustavo Alcalde Sánchez
Delegado del Gobierno en Aragón
D. Pedro Santisteve Roche
Alcalde-presidente del Ayuntamiento de Zaragoza
D. Fernando García Vicente
Justicia de Aragón
D. Marcial Marín Hellín
Secretario de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades
Dña. M.ª Carmen Vela Olmo
Secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación
Dña. Pilar Alegría Continente
Consejera de Innovación, Investigación y Universidad del Gobierno de Aragón
Dña. María Teresa Pérez Esteban
Consejera de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón
D. Juan Antonio Sánchez Quero
Presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza
D. Manuel José López Pérez
Rector Magnífico de la Universidad de Zaragoza
D. Vicente Jiménez Zamora
Arzobispo de Zaragoza
D. Darío Villanueva Prieto
Director de la Real Academia Española
VIII

D. Humberto López Morales


Secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española
D. Víctor García de la Concha
Director del Instituto Cervantes
D. Manuel Serrano Bonafonte
Presidente del Consejo Social de la Universidad de Zaragoza
D. Luis Miguel García Vinuesa
Vicerrector de Política Científica de la Universidad de Zaragoza
Dña. Concepción Lomba Serrano
Vicerrectora de Cultura y Política Social de la Universidad de Zaragoza
D. Eliseo Serrano Martín
Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza
D. Carlos Forcadell Álvarez
Institución «Fernando el Católico» (Excma. Diputación Provincial de Zaragoza)
D. Javier Giralt Latorre
Director del Dpto. de Lingüística General e Hispánica de la Universidad de Zaragoza
D. Ramón Abad Hiraldo
Director de la Biblioteca Universitaria de Zaragoza
IX

COMITÉ CIENTÍFICO DEL CONGRESO

Presidente
Dr. D. Humberto López Morales
Asociación de Academias de la Lengua Española

Vocales
D. Pedro Álvarez de Miranda
Universidad Autónoma de Madrid
D. José Antonio Bartol Hernández
Universidad de Salamanca
D. José Jesús de Bustos Tovar
Fundación Menéndez Pidal
D. Rafael Cano Aguilar
Universidad de Sevilla
Dña. Gloria Clavería Nadal
Universidad Autónoma de Barcelona
Dña. Concepción Company Company
Universidad Nacional Autónoma de México
D. Rolf Eberenz
Universidad de Lausana
D. Javier Elvira González
Universidad Autónoma de Madrid
Dña. M.ª Teresa García Godoy
Universidad de Granada
D. José Luis Girón Alconchel
Universidad Complutense
D. Johannes Kabatek
Universidad de Zúrich
D. Emilio Montero Cartelle
Universidad de Santiago de Compostela
D. Antonio Narbona Jiménez
Universidad de Sevilla
D. Antonio Salvador Plans
Universidad de Extremadura
D. Juan Pedro Sánchez Méndez
Universidad de Neuchâtel
X

COMITÉ ORGANIZADOR DEL CONGRESO

Dña. María Luisa Arnal Purroy


Universidad de Zaragoza
Dña. Rosa M.ª Castañer Martín
Universidad de Zaragoza
D. José M.ª Enguita Utrilla
Universidad de Zaragoza
D. Vicente Lagüéns Gracia
Universidad de Zaragoza
Dña. María Antonia Martín Zorraquino
Universidad de Zaragoza

BECARIOS Y ESTUDIANTES COLAborADORES

Elena Albesa Pedrola


Gemma Carreras Esparza
Ana María Conde Castañer
María José Gallucci
Víctor Herráiz Abad
Pilar Miguel Casanova
Mateo Montes Fano
Helena Ríos Rodríguez
Julia Salamero Sesé
Beatriz Yus del Río
ÍNDICE DEL VOLUMEN I

Presentación.............................................................................................. 1

Lección inaugural

Federico Corriente: La cultura medio-oriental, nuestra asignatura pen-


diente................................................................................................... 7

Acto conmemorativo de la publicación de la


Segunda Parte del Quijote (1615)
Aurora Egido: El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Qui-
jote...................................................................................................... 29

Lección de clausura

Rocío Caravedo: Variación y cambio desde una perspectiva sociocog-


nitiva................................................................................................... 67

Ponencias
José Antonio Bartol Hernández: La expresión de la irrealidad condi-
cional: hubiera dado vs. habría dado.................................................. 99
Mónica Castillo Lluch: La historia de la lengua española vuelve por
sus fueros............................................................................................ 129
Gloria Clavería Nadal: Contribución a la historia de los procesos de
adaptación en los préstamos del español moderno........................... 157
Carlos Garatea Grau: Guamán Poma de Ayala: la historia de una
variedad americana............................................................................ 193
José Ramón Morala Rodríguez: Variación diatópica y etimología en
léxico del Siglo de Oro....................................................................... 215
Beatrice Schmid: Judeoespañol y español: los vaivenes de una compleja
relación............................................................................................... 239
XII Índice

Mesas redondas

Centenario de la Revista de Filología Española


Coordinadora: Pilar García Mouton
María Antonia Martín Zorraquino (moderadora): Ante los cien años
de la Revista de Filología Española................................................... 265
M.ª Teresa Echenique Elizondo: La lengua y el estudio de su historia:
cien años de proyección e impulso de nuestro patrimonio filoló-
gico..................................................................................................... 273
Pilar García Mouton: La Revista de Filología Española: tradición y
presente............................................................................................... 291
Alberto Montaner Frutos: La evolución del concepto de filología desde
la Revista de Filología Española........................................................ 303

Nuevas perspectivas en el estudio histórico de la lengua española

Coordinador: José Luis Girón Alconchel


José Luis Girón Alconchel: Gramaticalización y gramatización en la
historia del español............................................................................ 321
María José Martínez Alcalde: Nuevas perspectivas en la relación entre
los estudios de historiografía lingüística e historia de la lengua
española.............................................................................................. 331
Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta: Incorruptibles curvas: apuntes
sobre la difusión de los cambios morfosintácticos............................ 345

Comunicaciones
Sección 1. Fonética, fonología y grafemática históricas

Carlos Folgar: PĚLLE > pielle > piel. ¿Un superviviente de la apócope
extrema?.............................................................................................. 381
María Heredia Mantis: Las sibilantes en la obra de Mateo Alemán:
¿una cuestión de seseo o de ceceo?................................................... 393
Dolors Poch Olivé: La entraña fonética del español según Tomás Nava-
rro Tomás............................................................................................ 411
Assumpció Rost Bagudanch: El ʒeísmo, ¿un paso más en la evolución
yeísta?................................................................................................. 427
Juan Pedro Sánchez Méndez: La doble (o triple) perspectiva en la inves-
tigación en torno a la ortografía y los usos gráficos en la documen-
tación hispanoamericana colonial..................................................... 447
Hiroto Ueda: Tendencias cuantitativas de la abreviatura en el español
medieval y moderno............................................................................ 463
Índice XIII

Sección 2. Morfología y sintaxis históricas

Esther Álvarez García: Simplificación del sistema de relativos: análisis


diacrónico........................................................................................... 481
Montserrat Batllori, Elisabeth Gibert-Sotelo e Isabel Pujol: Cam-
bios aspectuales en la evolución de los verbos psicológicos del
español................................................................................................ 497
Robert J. Blake y Carlos Sánchez Lancis: La alternancia de modo en
las subordinadas sustantivas: el caso de esperar en la historia del
español................................................................................................ 513
José Luis Blas Arroyo y Margarita Porcar Miralles: «Tiene tanto
temor a la mar que creo no lo hará»: variación en la sintaxis de
las completivas en los Siglos de Oro................................................. 531
Cristina Buenafuentes de la Mata: «E fincaron las tiendas assaz
çerca de sos enemigos»: el cuantificador asaz en la historia del
español................................................................................................ 549
Inés Carrasco: La especialización de donde no como locución con valor
hipotético............................................................................................ 567
Ángel Cervera Rodríguez: Formalización del predicado verbal en Rin-
conete y Cortadillo, de Cervantes...................................................... 585
Concepción Company Company: Adverbios cortos y adverbios largos en
el español. Una comparación gramatical interna diacrónica........... 603
Santiago del Rey Quesada: Latinismo, antilatinismo, hiperlatinismo y
heterolatinismo: la sintaxis de la prosa traducida erasmiana del
Siglo de Oro........................................................................................ 623
Rodrigo Flores Dávila: Estudio diacrónico de la preposición a en locu-
ciones adjetivas nominal + a + nominal............................................ 647
M.ª Teresa García-Godoy: El discurso directo en el Corpus diacrónico
del reino de Granada (CORDEREGRA, 1492-1833). Nuevos datos
sobre el pronombre usted................................................................... 663
Blanca Garrido Martín: Los conectores específicos de adición en la
prosa alfonsí: un ejemplo de variación sintáctico-discursiva en la
lengua del siglo XIII........................................................................... 679
Claudio Garrido Sepúlveda: Las tradiciones discursivas de los roman-
ceamientos bíblicos: análisis de conectores consecutivos y oraciones
condicionales...................................................................................... 697
Jaime González Gómez: Origen e historia de al lado (de): ¿un reanálisis
inadvertido?........................................................................................ 715
Anton Granvik: Sobre la diacronía de la construcción encapsuladora
en español: un análisis colostruccional y (un poco) más allá.......... 731
Anton Granvik y Carlos Sánchez Lancis: Un acercamiento cuantitativo
a la periodización en la historia del español.................................... 751
XIV Índice

Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga: La expresión de la poste-


rioridad inmediata: mantenimiento, pérdida y renovación de nexos
y variación diatópica.......................................................................... 767
Silvia Hurtado González: Análisis del gerundio compuesto a partir de
textos periodísticos de finales del siglo XIX y principios del XX....... 787
Ahmed Kaddour: Hacia un análisis morfológico de los hispanismos
argelinos............................................................................................. 799
Mallorie Labrousse: Dos diasistemas iberorrománicos occidentales en
contraste: el caso de la estructura art+pos+N en español y portu-
gués, del siglo XIII al siglo XVI.......................................................... 817
Cristina Matute Martínez y Teresa María Rodríguez Ramalle: Los
adverbios y la periferia izquierda de las construcciones de gerundio
en español medieval........................................................................... 835
Dorien Nieuwenhuijsen: La propagación de por en construcciones pasi-
vas perifrásticas con complemento agente explícito. El factor del
aspecto verbal..................................................................................... 851
Christopher J. Pountain: Sustantivos de género «ambiguo»: ¿adjuncio-
nalización de una categoría morfológica redundante?..................... 867
Matthias Raab: Verbos parasintéticos del castellano oriental del siglo
XV........................................................................................................ 883
Pedro Ángel Ramírez Quintana: El sujeto paciente presente de la pasiva
perifrástica en español. Acercamiento diacrónico............................. 893
Ana Serradilla Castaño: De «asaz fermoso» a «mazo guapo»: la evo-
lución de las fórmulas superlativas en español................................. 913
Rena Torres Cacoullos y Miguel Ramos: Expresión variable de los
pronombres de sujeto: diferencias entre él y ella.............................. 931
M.ª Rosa Vila Pujol y Eva Martínez Díaz: La presencia del predicativo
en los inicios del castellano............................................................... 949
Anne C. Wolfsgruber: Los valores de se: nuevos datos de una visión
comparativa de las lenguas medievales............................................. 965
Presentación

La organización del X Congreso Internacional de Historia de la Lengua


Española era una vieja aspiración de los discípulos de aquellos maestros
(Tomás Buesa, Félix Monge) que tanto influyeron con sus enseñanzas en
nuestra vocación filológica. Aceptamos este reto con ilusión, guiados por
el aforismo que, con tanta agudeza, desentrañó Baltasar Gracián en su
Oráculo manual y arte de prudencia (1647): «Tratar con quien se pueda
aprender; sea el amigable trato escuela de erudicion, y la conversacion
enseñança culta; vn hazer de los amigos maestros, penetrando el vtil del
aprender con el gusto del conversar. Alternase la fruicion con los entendi-
dos, logrando lo que se dize, en el aplauso con que se recibe, y lo que se
oye en el amaestramiento».
Desde el 7 al 11 de septiembre, Zaragoza congregó a casi trescientos
estudiosos de la historia de la lengua, jóvenes y no tan jóvenes, que ense-
ñaron y aprendieron en buena armonía en el céntrico, cómodo y hermoso
Edificio Paraninfo de la Universidad de Zaragoza y también en la Sala de
la Corona del Gobierno de Aragón, en el Palacio de la Aljafería, sede de las
Cortes de Aragón, y en la cercana Facultad de Economía y Empresa donde
se celebraron algunas sesiones. Y aún pudieron los congresistas acercarse
al monasterio de Veruela y recorrer el barrio mudéjar de Tarazona, al pie
del Moncayo, y, por supuesto, conocer los muchos atractivos que posee
nuestra ciudad. La Biblioteca Universitaria de Zaragoza preparó con fondos
propios, al hilo de nuestra convocatoria, una esmerada exposición que, con
el título de Tesoros de la lengua castellana, mostró a los congresistas –y
después a la ciudad de Zaragoza– una selección de obras datadas en los
siglos XVI, XVII y XVIII que guarda celosamente en sus anaqueles.
Al provecho de las ponencias, de las mesas redondas y de las comuni-
caciones, al interés de los distintos enfoques metodológicos y de la variedad
2 Presentación

de temas tratados, han de añadirse dos felices circunstancias que concurrie-


ron en la cita zaragozana de los historiadores de la lengua: de una parte, la
conmemoración, en el año 2015, del cuarto centenario de la publicación de
la segunda parte del Quijote, de tantas resonancias aragonesas; de otra, el
primer centenario de la Revista de Filología Española, surgida en el seno
del Centro de Estudios Históricos, con todo lo que implica para el desarrollo
de la vertiente histórica en el estudio de la lengua española. No debemos
olvidar otro hecho singular: la celebración del Congreso en Zaragoza fue
sin duda acicate para que un estimable número de intervenciones abordara
el análisis de las fuentes documentales aragonesas, de manera que esas
aportaciones pudieron disponer de sección propia. Ni tampoco olvidaremos
que en Zaragoza, tras muchos años al frente de la Asociación de Historia de
la Lengua Española, Humberto López Morales cedió esta responsabilidad
que con tanto acierto desempeñó a José Jesús de Bustos Tovar, ahora ya
—lo expresamos con tristeza— recordado maestro. Recuerdo que también
dedicamos a Manuel López Pérez, rector de la Universidad de Zaragoza en
la etapa de preparación del Congreso, que desde los primeros momentos
apoyó nuestra iniciativa con enorme entusiasmo.
En nuestro empeño para organizar el X Congreso Internacional de
Historia de la Lengua Española hemos tenido el apoyo de numerosas ins-
tituciones públicas y privadas. Sin su ayuda no hubiéramos llegado a buen
puerto: la Universidad de Zaragoza y, de manera especial, la Facultad de
Filosofía y Letras y nuestro Departamento de Lingüística General e His-
pánica; el Banco Santander y la Fundación Biblioteca Virtual «Miguel de
Cervantes Saavedra»; la Institución «Fernando el Católico»; IberCaja; el
Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de nuestra ciudad; Telefónica y El
Corte Inglés; la Fundación CAI y el Ayuntamiento de Tarazona. Gracias
también a la Asociación de Historia de la Lengua Española por haber con-
fiado en nosotros y a los miembros del Comité científico del Congreso que
han velado por la calidad de las colaboraciones presentadas. Y a Carmen
Guallar y a su equipo, por las facilidades que nos ofreció para instalarnos
en el Edificio Paraninfo. Y al nutrido grupo de nuestros estudiantes y beca-
rios que, generosamente, colaboró con nosotros durante la celebración del
Congreso.
Al volver la vista atrás, los organizadores de esta décima cita trienal de
la Asociación de Historia de la Lengua Española nos sentimos satisfechos
del esfuerzo realizado, y en nuestra memoria quedarán el interés con que
fueron acogidas por los asistentes las distintas actividades programadas, y
también la armonía —tratar amigablemente con quien se pueda aprender—
Presentación 3

en que todos convivimos durante aquellos primeros días de septiembre del


año 2015. Ahora estas Actas —que pronto aparecerán en formato digital—
legan a la posteridad como fruto perdurable el trabajo desarrollado durante
esos días. Y hacen pensar con optimismo en el futuro de nuestra Asociación,
que ya es depositaria de cientos y cientos de contribuciones, de indudable
trascendencia para el avance de nuestra disciplina.

María Luisa Arnal Purroy


Rosa M.ª Castañer Martín
José M.ª Enguita Utrilla
Vicente Lagüéns Gracia
María Antonia Martín Zorraquino
Lección inaugural
La cultura medio-oriental, nuestra asignatura pendiente

Federico Corriente
Universidad de Zaragoza
Real Academia Española

Resumen. Los estudios tradicionales de préstamos árabes al castellano y otras


lenguas hispano-romances, como los excelentes de Dozy/Engelmann y Eguílaz y
Yanguas, hasta llegar a la última contribución importante y relativamente reciente
fuera de España, la de Kiesler, se han centrado casi siempre en voces registradas
por la literatura medieval y moderna, con escasa atención al patrimonio oral. Sin
embargo, los estudios de árabe andalusí y los escasos testimonios gráficos de su
folclore, junto a los esfuerzos de las últimas décadas en calcular el alcance de su
influencia en sus homólogos castellanos, catalanes, gallegos y portugueses, han
permitido detectar y atribuir a sus etimologías árabes un considerable número de
voces, expresiones y partes de canciones, usadas a diario por todos, a pesar de
su oscuridad y falta de transparencia en cuanto a verdadero sentido y origen lin-
güístico. Este artículo se propone explicar algunos de esos casos, atribuyéndolos,
al menos en parte, a la influencia de ayas y arrieros moriscos, que transmitieron
sus dichos a los vecinos cristianos.
Palabras clave. Contacto lingüístico, préstamos árabes a las lenguas hispano-ro-
mances, origen árabe de voces, expresiones y fragmentos de canciones en caste-
llano, catalán, gallego y portugués.

Abstract. Traditional studies of Arabic loanwords in Castilian and other Hispanic


Romance languages, such as the excellent works of Dozy/Engelmann and Eguílaz
y Yanguas, down to the last significant and relatively recent contribution outside
Spain by Kiesler, have most of the time dealt with items recorded in writings
of medieval and modern times, and paid little or none attention to oral heritage.
However, the studies of Andalusi Arabic and the few remaining witnesses of its
folklore, in connection with renewed efforts in the last decades to gauge the extent
of its influence upon its Spanish counterparts, in Castilian, Catalan, Galician and
Portuguese, have allowed the detection and attribution to its etymological Arabic
origins of a large number of lexical items and expressions and parts of some
songs, used by everybody every day in colloquial speech, but dark or thoroughly
8 Federico Corriente

inexplicable, as far as their original meaning and linguistic background are con-
cerned. The main goal of this paper is to explain those cases and attribute them,
at least partially, to the role of Moorish nurses and mule-drivers, who transmitted
their peculiar jargons to their Christian neighbours.
Keywords. Lingüistic contact, Arabic loanwords in Castilian and other Hispanic
Romance languages, Arabic origins of lexical items, expressions and parts of
songs in Castilian, Catalan, Galician and Portuguese.

Se nos viene sugiriendo, y nos ha parecido preferible hacerlo ahora


desde una perspectiva lúdica, utilizando datos irrebatibles, pero sobre todo
el buen humor, decir a nuestros compatriotas que aún puedan o quieran
ignorarlo, que la lengua, la cultura y la personalidad españolas actuales
no son una mera continuación de ingredientes exclusivamente europeos,
Grecia, Roma, cristianismo, en la medida en que este llegó a europeizarse,
tribus germánicas y otras, etc., sino que, además, albergan un fuerte com-
ponente semítico, en alguna parte hebreo, pero predominantemente árabe,
y traído por el Islam, aun sin ser siempre de su cuerda. Ese ingrediente, al
que llamaremos medio-oriental, porque tiene componentes desde egipcios
y mesopotámicos hasta anatólicos, ha resultado indeleble y característico,
hasta límites que no todos pueden imaginar o aceptar, y que otros tratan
de minimizar pensando, a veces bienintencionadamente, que esas cosas
eran normales «entonces», en la Edad Media, y que no han condicionado
seriamente nuestra abrumadora occidentalidad, marcada por la Reconquista
o rechazo casi integral precisamente a dicho componente, la conquista y
colonización americanas, nuestra gran empresa de proyección universal, y
la tormentosa relación con la Europa transmontana.
Desde luego, pocos españoles cultos ignoran que todas nuestras lenguas
romances albergan algunos centenares de palabras árabes, y esto no solo
en el caso de las más meridionales, castellano y portugués, sino incluyendo
también desde el gallego ceibe ‘libre’ (< ár. and. sáyib ‘suelto’)1 a la sabrosa
escalivada catalana (< ár. and. qalíb ‘brasa revuelta para asar’). Pues aquí
no hubo reductos «puros», aunque los mismos académicos se hagan un
lío con el número de los arabismos2, cosa realmente secundaria, pues lo
importante no es cuántos son, sino cuáles y qué conceptos expresan, y
estos no son precisamente meros neologismos, designaciones de nuevos

1
Vid. Corriente (2003: 280, s. v. ceiba, y 206-207, s. v. alqueive; 2008: 166 y 225).
2
Asunto este, así como otros de naturaleza estadística, competentemente tratado por
Kiesler (1994).
La cultura medio-oriental, nuestra asignatura pendiente 9

productos, sino a menudo voces del núcleo léxico central del idioma, lle-
vadas adonde no llegó la espada del Islam por los mozárabes, cristianos
arabizados en lengua y cultura, con la que revitalizaron y civilizaron a sus
agrestes correligionarios que resistían en el Norte, llevándoles la educación
que, a la postre, les daría la victoria. Los aun algo mejor informados saben
que la primera literatura castellana en prosa, impulsada por Alfonso X,
estuvo casi exclusivamente constituida por traducciones del árabe, que de
esta lengua también hubieron de servirse los europeos que en la Baja Edad
Media quisieron conocer la cultura y las ciencias clásicas, casi extinguidas
por los bárbaros del Norte y la enemiga del cristianismo precarolingio,
bibliófobo e iconoclasta, y que la supremacía cultural islámica, científica
y técnica, que no moral ni espiritual, no empezaría a atenuarse hasta el
Renacimiento que, incidentalmente, tampoco hubiera sido posible sin esa
fase anterior que lo preparó entre los siglos XII y XIV.
Por hablar solo de elementos materiales, que todo el mundo entiende,
hace unos diez siglos los europeos habían prácticamente olvidado cómo
hacer grandes obras de arquitectura, aunque empezaban a utilizar la teja por
algo llamada árabe para techar edificios menos solemnes; vestían y calza-
ban toscamente, salvo los privilegiados que podían pagarse importaciones
orientales; tenían una dieta pobrísima, no solo en carnes, sino también en
frutas y verduras, por no hablar de condimentos; andaban muy escasos de
medicina, música y diversiones, que hubo que importar del vecino meri-
dional; y, ¡oh dolor!, aún no sabían hacer alambiques para destilar alcohol
con que alegrar sus grises ocios: como en las tabernas más ínfimas y tristes,
aquí no había sido vino o cerveza. Por supuesto, ninguna de estas cosas fue
inventada, ni siquiera siempre admitida por el Islam, pues las religiones no
se ocupan del bienestar material de sus seguidores ni, mientras son algo
sensatas, tratan demasiado de impedirlo, pero llegaron a Europa traídas
por gentes de sus aledaños, y no siempre los más ortodoxos pero que, eso
sí, musulmanes, judíos o cristianos más o menos convencidos o fingidos,
desde un principio habían tenido la lengua árabe como su vehículo principal
de expresión, haciéndola una de las solo cinco que han sido universales
durante más de mil años, junto al griego, latín, sánscrito y chino. No hubo
otras y, de momento, tampoco las iguala ninguna más moderna.
Sin embargo, son muchos los españoles, o simplemente, occidentales,
a los que les cuesta reconocer esa deuda. Recordamos una anécdota prota-
gonizada nada menos que por don Claudio Sánchez Albornoz, historiador
brillante y muy meritorio, así como hombre de honor, que prefirió el exi-
lio al servicio de una dictadura, pero entre cuyos méritos no entraba una
10 Federico Corriente

perfecta ecuanimidad en su aceptación de los ingredientes de la cultura


hispánica. En el año 1981 publicamos dos profesores de la Universidad de
Zaragoza la traducción de un volumen del fundamental historiador anda-
lusí Ibn Ḥayyān3, que arrojó luz sobre centenares de cuestiones de nuestra
historia medieval, y secuencias. Pero de todo cuanto allí se daba a conocer,
que no era solo historia, sino también literatura, sociología, numismática,
filosofía, religión, etc., etc., a don Claudio le llamó particularmente la
atención una lamentable anécdota de la crueldad de ʿAbdarraḥmān III, en
ese caso, contra una esclava de su harén que lo había ofendido y a la que
hizo decapitar, lo que le servía al gran profesor para advertir a las españolas
actuales del peligro de simpatizar con el Islam y contribuir a volverlo a traer
a nuestras tierras. «¡Ojo, andaluzas!», se llamaba el artículo y, con las inevi-
tables diferencias de nivel cultural, compartía el espíritu de una llamada
telefónica que recibimos, en otra ocasión, tras publicar un artículo sobre los
arabismos del aragonés, en que se nos acusaba de «estar contribuyendo a
volver a traer la dominación islámica». Ya se sabe, se empieza reconociendo
méritos al enemigo y encontrando gracia a estas cosas, y se acaba retajado
y enturbantado, privado de jamón, vino y sepultura en sagrado.
Pero no hablemos de lo que pasó hace tantos siglos, y cómo se lo toman
algunos, porque nos hemos prometido hacer este trabajo desde un ángulo
tan divertido como sea posible, y no hay chistes tan longevos. Lo que
vamos a contar, porque no lo sabe casi nadie, ni los que se consideran más
cultos, y resulta mucho más revelador curiosamente que unos centenares
de vocablos y unos miles de progresos técnicos, de tan vistos y disfrutados
ya olvidados, es que hay dos cosas muy actuales de nuestra cultura, y tan
características que nos distinguen del resto de Occidente y nos acercan
muchísimo a nuestro pasado no tan lejano, compartido con el mundo árabe:
a saber, nuestro folclore —incluida su porción infantil—, del que es parte
nuestro refranero; y nuestro sistema de ternos, léase tacos, entre los que
abundan las palabras que constituyen tabú lingüístico que, rogamos se nos
disculpe, nos vamos a permitir violar alguna vez, por exigencia del guion.
Por empezar con las llamadas palabrotas, ternos o tacos, un sector mal
visto de nuestra lengua, a menudo de indudable mal gusto, pero sin el que
parece no nos sabríamos desenvolver en nuestra charla cuotidiana, hace ya
algunos años que publicamos un artículo (Corriente 1993: 282-291), en el
que pasábamos revista a lo que había sucedido tras la conquista islámica y

3
Se trata de la Crónica del califa ʿAbdarraḥmān III an-Nāṣir entre los años 912 y
942 (al-Muqtabis V), editada por Viguera/Corriente (1981).
La cultura medio-oriental, nuestra asignatura pendiente 11

hasta el presente con los nombres de órganos sexuales, funciones sexuales


o escatológicas, agentes y pacientes, con el resultado curioso de compro-
bar que el árabe andalusí había mantenido su vocabulario en esta área,
pero también adoptado parte del romance, debido a que la crianza de los
niños estuvo por algunas pocas generaciones a cargo de madres que en un
principio conocían poco y mal el árabe, aunque, siglos más tarde, tras la
Reconquista, el castellano recibiría a su vez parte de ese léxico, de origen
romance meridional o árabe, pero que, en cualquier caso, le era ajeno, a
veces traducido. Que huevo sea nombre vulgar del testículo en castellano,
como en árabe vulgar (bayḍah), puede explicarse por una fácil metonimia
que ha podido ocurrir simultáneamente en varias partes del mundo sin
contacto en este punto, pero que lo que en árabe andalusí se llama farḫ
‘pollo’ sea lo mismo en castellano, con cambio de género, y en portugués
perú (‘pavo’) no parece ser casual: para el mismo concepto, zupo y cipote
son arabismos derivados del malsonante zu/ibb, en el segundo caso trufado
con un sufijo aumentativo romance que denuncia una fase bilingüe. Algo
similar sucede con el homólogo órgano femenino, que también recibió
muchos nombres, a veces eufemismos sucesivos, como es característico
de toda terminología tabú, árabe, protorromance u otra cosa, entre ellos el
metonímico fitónimo catalán figa, calco semántico del eufemismo árabe
ya clásico tīnah, y su homólogo exeufemismo castellano chocho, que pasó
del protorromance al árabe y, al parecer, no a través de este, sino parale-
lamente al castellano (Corriente 2003: 287), algo parecido a lo que ocurre
con picha, del andalusí píčča, de origen bajo-latino (ibid.: 412), ambos
actualmente desenfadados vocativos en la Bahía de Cádiz para dirigirse a
mujer u hombre, respectivamente, en términos muy familiares, cosa que
ya hacían los beduinos antes del Islam, coincidencia curiosa, diciendo yā
hanu 4. En cambio, cuando se usas sus equivalentes en otras lenguas, v. gr.,
inglés o francés, el término resulta gravemente insultante, con connotacio-
nes de estupidez o fatuidad, que tampoco faltan en castellano a veces, como
en el doble uso de pijo, o en las formas de haba, usadas en Aragón como
tonto (de)l haba, y en las dos lenguas vernáculas de Valencia —dialecto
valenciano del catalán y castellano— como faba.

4
En realidad, un antiguo demostrativo que, por eufemismo, vino a significar los
órganos sexuales de ambos sexos, y llegar luego a ser tan obsceno en la acepción femenina
que los gramáticos lo suelen omitir al mencionar los «seis» sustantivos de flexión especial,
convirtiéndolos en «cinco» (vid. Corriente 1971: 120; 1993: 284, n. 7).
12 Federico Corriente

A este respecto, la presencia obsesiva de la vulva, concretamente


de la madre, en el léxico tabú de los insultos del castellano, contrasta
de nuevo con la ausencia de tal referente en las lenguas europeas exte-
riores a la Península Ibérica. Esta obsesión con la relación establecida
entre la respetabilidad, léase honra de la mujer, en especial la madre, y
sus órganos y relaciones sexuales, por mucho que nos suene a nuestra
sociedad más conservadora y calderoniana, no parece haberse engendrado
en los cercanos páramos de Castilla, sino en los de la lejana Península
Arábiga, como lo demuestra la similitud de las expresiones usadas, la
pervivencia de algún término clave y su evolución semántica, a veces
sorprendente, pero siempre con circunstancias coadyuvantes que apuntan
al pasado islámico y arabófono, que los mozárabes, pronto arabizados,
sin duda trasladaron a las tierras cristianas a las que emigraron y saca-
ron del atraso, dando a tales expresiones curso de siglos y condición de
característica de la personalidad hispánica. Los diccionarios árabes más
clásicos nos informan de que los beduinos de Arabia se insultaban de la
forma más grave diciéndose fī ḥiri ummika ayr ‘en la vulva de tu madre
hay un pene’5, lo que en Alandalús había sido abreviado a un escueto ‘la
vulva de tu madre’, como es frecuente también entre nosotros hasta hoy,
y evolucionado de insulto a expresión de admiración: ese es el origen
de nuestro caramba (del andalusí ḥírr úmmak), aunque simultáneamente
eufemismo de carajo, que lo ha contaminado fonéticamente en su pri-
mera parte, voz latina que tomaron los andalusíes del viejo romance
hispánico. Pero hay más: dispensando el complemento, la mera vulva
se convirtió en terno, algo que sonaba como herre, cuando no se usaba
su traducción romance más vulgar, que aparece ya en una ḫarğa como
KÓNNO (Corriente 1997: 302-303 y n. 95) y que los arrieros moriscos,
segundos grandes transmisores de léxico y conceptos árabes a la sociedad
hispánica tras la Reconquista, continuaron usando cuando ya hablaban
casi exclusivamente castellano, como expresión de enojo o insistencia.
Tal es el origen de nuestro herre que herre, que algunos escriben ya sin h
y conectan equivocadamente con el nombre de la letra homófona; por el
mismo motivo, se decía entrar con haches y erres del que recibía malas
cartas en el juego, porque las saludaba con ese exabrupto de enfado, y

5
Vid. un testimonio poético, y no mera cita lexicológica, de este uso en Bencherifa
(1971-1975: 434). También la frase árabe umṣuṣ baẓra ummi + ka ‘ve a chupar la vulva
de tu madre’ parece haber engendrado el grosero reenvío castellano en idéntica dirección,
en boca de arrieros moriscos y, luego, los demás de parecido registro.
La cultura medio-oriental, nuestra asignatura pendiente 13

no decir haches ni erres, que la Academia, generalmente displicente con


lo árabe, interpreta como ‘no hablar cuando conviene’, pero que primero
debió significar ‘no decir lo inconveniente’, o sea, tal grosera voz.
También es notorio el exagerado uso entre los ternos del castellano
y otros romances hispánicos de reflejos del latín fŭtUĕre, sin paralelo
fuera de la Península Ibérica, en estructuras que a menudo resultan semán-
ticamente incomprensibles. No nos referimos, claro está, a su uso como
sinónimo vulgar de perjudicar, lo que se da muy a menudo también en
otras lenguas, debido a una juntura semántica con la violación como forma
extrema de humillación —por conquistadores o delincuentes— de mujeres
y hombres, sino a su extraño uso como interjección de asombro o enojo,
o sea, ¡joder! o ¡jodo! Una vez más, algo que oímos a diario en nuestras
latitudes parece continuar los usos de la Arabia preislámica, en la que ḫuḏ
+ hu ‘tómalo’ era la voz que acompañaba al golpe asestado al enemigo con
intención mortífera que sonaba así, y que sigue sonando lo mismo o muy
parecido en la mayoría de los modernos dialectos árabes: lo que era un grito
de cólera evolucionó a interjección de asombro, que aquí fue entendida
como el imperativo de aquel malsonante verbo, sustituible por el infinitivo,
que hoy predomina. En algunas regiones de España, sin embargo, aún se
oye la vieja expresión en su antigua total extensión ¡jodo, petaca!, que
refleja lo que en árabe (ḫuḏ + hu biṭāqa) quería y quiere aún decir (‘¡tómalo,
por fuerza!’), o sea, te guste o no, sin ningún sentido sexual6. Curiosamente,
este es también el origen de otro vulgarismo nunca entendido, el castellano
¡manda huevos!, en que se encuentran el andalusí muy deformado atmattáʿ
‘disfruta(lo)’, y el viejo castellano huevos, o sea, por fuerza, como en el
v. 83 del Poema de Mío Cid. Otras expresiones de germanías son albaire
‘testículo’ < andalusí albáyḍa ‘huevo’, caire ‘pago de la ramera’ < andalusí
qá‘ida ‘regla’, bederre ‘verdugo’ < andalusí bidírra ‘con azote’, balhurría
‘canalla’, antífrase del andalusí balḥurríyya ‘con nobleza’ y, simplemente
de bajo registro, gilipichi, en principio ‘hermafrodita’ < andalusí ḥírri píšši
‘poseedor de vulva y pene’, y paja ‘masturbación’, a través del romanda-
lusí, del latín pascĕre ‘apaciguar’.
Otro interesante ejemplo de las vueltas que pueden dar las cosas en el
mundo clandestino del lenguaje tabú es la manera en que parece haberse

6
Recientemente nos informaba don Santiago Miralles, ministro consejero de la Emba-
jada de España en Túnez, de haber oído a su abuelo, don Santiago Huete, de la región
de Toledo, una variante, ¡jodo, minina!, que reflejaría, suponemos, el andalusí ḫuḏ + hu
mínnina ‘tómalo de nuestra parte’.
14 Federico Corriente

engendrado el giro echar o pegar un polvo, o sea, practicar un coito, que


nos suena como totalmente latino, y fonéticamente lo es, como veremos,
pero no por ello menos ininteligible si no tenemos datos que solo pueden
venir de la cultura arabófona que hubo y sigue subyaciendo en las lenguas
hispánicas en nuestros días. No hay tal polvo, como sustancia desmenuzada,
sino una pronunciación viciada, muy característica de los moriscos, que no
distinguían bien la /b/ y la /p/, de una palabra latina que conocemos bien,
vulva, para nosotros cultismo, pero que debió ser vulgar en la Bética, por-
que pasó al andalusí búlba con ese mismo sonido (Corriente 1997b: 61),
a veces perdiendo la marca de femenino, cambio de género no infrecuente
en los órganos sexuales por polaridad (estudiada por la sociolingüística:
cf. pija, -o, figa, higo, etc.). Los andalusíes decían en su dialecto árabe
‘ganarse una vulva’, de donde probablemente la sustitución por pegar,
quizás de sustrato portugués, o sea ‘coger’, y por echar o tirar, que son
verbos comodines en la formación de giros castellanos y de otras lenguas7.
Otras veces un giro de origen árabe no ha sido considerado grosero, pero
ha sobrevivido en forma opaca, sin ser entendido salvo globalmente, como
a trancas y barrancas (del andalusí atrakkán barrámka ‘arrincónate con
la yegua (para defenderte de enemigos superiores)’, a troche moche (del
andalusí tújib ma wajáb ‘aunque exija ella cuanto sea debido’, dicho de
las compensaciones onerosas por un divorcio muy deseado por el marido),
cháncharras máncharras (del andalusí ját jára ma ját jára ‘que si vino una
vecina, que si no vino’), etc.
En todos estos casos, el hecho de que los moriscos fueran un segmento
dominado y desprestigiado de la población ha determinado el carácter de
registro ínfimo de estos giros, al tiempo que influido poderosamente en su
mantenimiento expresivo y característico dentro de él, que a menudo los
acaba convirtiendo en exclamaciones (v. gr., ¡coño!, ¡carajo!, ¡joder!, todos
ellos latinismos, cuyo sentido expletivo actual, sin embargo, solo explica el
uso árabe andalusí). Apenas se reflejarán tales voces en registros literarios
durante varios siglos, pero, ahí han estado y ahí están, como testimonio
poderoso de que las consecuencias culturales de Alandalús no se han ago-
tado, ni sus aportaciones a la cultura hispánica, tanto las más solemnes y
aplaudidas como las más desenfadadas y temperamentales, incluso grose-
ras, que no nos caracterizan menos en una visión de conjunto.

7
En cuanto al vulgarismo follar, vid. su interpretación como calco semántico en
Corriente (2003: 323).
La cultura medio-oriental, nuestra asignatura pendiente 15

En cuanto al refranero, es bien sabido, porque lo han estudiado sabios


árabes como el egipcio Al-Ahwānī y el marroquí Binšarīfa8, y entre noso-
tros García Gómez9, que buena parte de nuestros refranes son meras traduc-
ciones bastante literales de otros árabes, operación en la que el Marqués de
Santillana, por ejemplo, tuvo bastante parte. Por ejemplo: Cuando la barba
de tu vecino veas pelar, pon la tuya a remojar (< in raʾayta liḥyata ğārika
tuntaf, iğʿal liḥyataka fi lbalal); Caballo que vuela, no quiere espuela (<
in raʾayta ḥimāraka yamšī lā tazidhu naḫsa); Al freír será el reír (< iḏā
ğiʾta taqlī, sawfa tadrī); En tierra de ciegos, el tuerto es rey (< alʾanqar fī
bilādi lʿumyi yusammà aba lʿuyūn); Más vale pájaro en mano que ciento
volando (< ʿuṣfūrun fi lfumm ḫayrun mina lʾiwazzi fi lkumm); Hambre que
espera hartura no es hambre ninguna (<ğūʿun yuhaddidu biššabʿi laysa
ğūʿā); Cada cosa en su tiempo, y nabos en adviento (< kullu šayʾin fī waqtin
ḥattà lballūṭu fī yunayr); Ojos que no ven corazón que no siente (< man
ġāba ʿani lʿayni ġāba ʿani lqalb); En barbas de hombre astroso se enseña
el barbero nuevo (< yataʿallamūna lḥiğāma fī ruʾūsi lyatāmà); Nace de la
huerta lo que el hortelano no siembra (< yanbutu fi lğinān mā lā yazraʿuhu
lğannān); Nota que el jarro no es bota (< laysa yuġlaṭu fī zziqqi biqullah);
y así más de un centenar de los refranes más usados hasta hoy.
Lo árabe tiene también su representación en los personajes míticos de la
paremiología y el folclore, como la famosa Axa (= ʿĀʾišah), generosa («Axa
no tiene que comer y convida huéspedes»), terca («Si vos Axa, yo Alí») o
deshonesta («Haja la enlodada, ni viuda, ni casada»), también reflejada en
el refranero sefardí10, o en el mismísimo Jaimito de los chascarrillos pro-
caces, que parece catalanizar el más primitivo portugués Joãozinho, fácil-
mente identificable con el Ğuḥā de las tradiciones árabes, el de la «estaca
de Roa», que estudiara Fernando de la Granja (1984). Bien es verdad que
refranes y chistes fácilmente cruzan fronteras, traducidos por individuos
bilingües y viajeros, pero las coincidencias de nuestro elenco paremiológico
con el árabe son demasiadas para atribuirlas a mera vecindad geográfica,
sobre todo con los antecedentes conocidos de nuestros centenares de ara-
bismos y otros efectos de la convivencia secular.

8
  No solo en su citada edición del refranero de Azzağğālī, sino particularmente en
su obra, Tārīḫ alʾamṯāl walʾazğāl fi lʾandalus walmaġrib [Historia de los refranes y los
cejeles en Alandalús y Marruecos], publicada en 2006.
9
  V. gr. García Gómez (1977: 375-390), dentro de una larga serie de artículos dedi-
cados a paremiología hispano-árabe.
10
Vid. en Corriente (2000: 73-74, s. v. Jáša) las referencias a Martínez Kleiser (1953),
Eguílaz (1886) y Nehama (1977).
16 Federico Corriente

No menos interesante y nutridamente representada es la contribución


andalusí a la terminología hispánica de los juegos, nanas y canciones
infantiles. Juegos como el alquerque (< ár. alqirq), especie de tres en
raya, y el recodín, recodán, reconocimiento de disfraces desde posición
inmóvil (< and. raqidín húm, ráqid ánt ‘echados están, echado estás tú’),
ambos de origen persa, el aleleví (< ár. yā alā llāʿibīn ‘¡eh!, jugadores’)
u orí (< and. awrí ‘haz ver’), o sea, el escondite; el alhiguí (< ár. alḥiq¸
‘alcánzalo’) o alaluya (< and. ya ʿala llúl ‘¡a la golosina!’), o sea, la
rebatiña; el gua de las canicas (< ár. zadwah); el zafaforate, juego que ha
sobrevivido en Navarra, en el cual se rivaliza en tapar agujeros en el barro
con pellas de la misma sustancia; y el murciano chinchemonete o chin-
cherinete, o sea, el juego de pídola, estos dos últimos de nombre parcial
o totalmente romance (< and. ṣafá lfurāṭ ‘se acabó el agujero o forado’,
y *ČÍNČE LOMBÍT / RENÍT ‘cíñete los riñones / lomitos’), nos recuerdan
que, así como la baraja parece invento judío localizable en el Rosellón
para cumplir con la prescripción talmúdica de jugar y emborracharse en
Purim, los niños de Alandalús durante mucho tiempo tuvieron también
más y mejores juegos y juguetes que los del Norte cristiano, como es
lógico en una sociedad más rica y variada y que, como vemos, tampoco
fue exclusivamente monolingüe en árabe, sino que practicó simultánea-
mente el romance del sur hasta el siglo XII. La transferencia de estos tér-
minos parece atribuible, sobre todo, a las ayas moriscas, frecuentemente
empleadas tras la Reconquista por los señores cristianos, lo que, como
en el caso de sus correligionarios arrieros, titiriteros, músicos y juglares,
y alguna que otra prostituta, como la Lozana Andaluza (vid. Corriente
2010: 51-72), dejó en manos de los segmentos ínfimos y residuales de la
sociedad andalusí las últimas posibilidades de perpetuarse en palabras de
registro bajo y costumbres populares dentro de la hispánica. Que fueron
aprovechadas en cuanto se pudo.
Sin embargo, las grandes sorpresas de esa heroica resistencia a la desa-
parición por parte de dicha herencia las vamos a encontrar en nuestras
canciones populares, casi siempre infantiles, en frases y conjuntos temáti-
cos probablemente insertados por esas mismas ayas, cuando no sea toda la
canción resultado de una traducción de originales que no nos han llegado.
Comencemos, al azar, por la canción «Elisa de Mambrú»:
A Atocha va una niña, carabí,
a Atocha va una niña, carabí,
hija de un capitán,
carabí, hurí, carabí hurá.
La cultura medio-oriental, nuestra asignatura pendiente 17

Prescindiendo del a primera vista opaco carabí, hurí, carabí hurá, el


caso de esta canción es el de una hermosa niña, que muere enseguida, no
se nos dice cómo, y es llevada a enterrar y, yendo en una caja de oro, con
tapa de cristal,
encima de la tapa, carabí,
encima de la tapa, carabí,
dos pajaritos van,
carabí, hurí, carabí hurá.

La tragedia está servida, y ello permite inmediatamente entender las


voces enigmáticas como las frases árabes andalusíes kárbi urí, kárbi yurá
‘mi desgracia está a la vista, mi desgracia se verá’. Si dejamos volar un poco
la imaginación y nos fijamos en el motivo final, un cierto conocimiento de
las costumbres y creencias árabes antiguas nos hace pensar, no en pajaritos
canoros, cantando el pío, pío, sino en la lechuza ululante (hāmah) que, se
creía, era en realidad el alma del asesinado, que clamaba venganza y no
callaba hasta obtenerla. ¿Por qué dos pajaritos, si la muerta es una? Tal vez
porque llevaba en sus entrañas una segunda criatura, y ello orienta la inter-
pretación de la canción hacia el romance de un «crimen de honra»: la bellí-
sima Elisa de Mambrú (¿o es ʿĀʾiša, hija de Mabrūk?), la del hermoso pelo,
peinado con peinecito de oro y horquillas de cristal, ha sido seducida por un
amante, tal vez el mismo cantor que se lamenta de su terrible desgracia, pero
ha de dejar la venganza a poderes no terrenales, pues es su agraviado padre,
el capitán Mabrūk, quien ha lavado su honor, con barbarie tan calderoniana
como agarena. Cosas que pasaban y, por desgracia, siguen pasando, aquí y
allá. Actual, mal que nos pese, como los abominables «crímenes de género».
Pero, ahora, toda la canción tiene un sentido, y hasta una moraleja conforme
a ciertas costumbres, a saber, que las muchachas han de cuidar su honra, y
no poner a los hombres de la familia en tan duros trances. Y no hace falta
ser multicultural, ni indiferente a la barbarie, para entender los contrapuestos
sentimientos que entran en juego en esa tragedia.
La siguiente canción, donde algunas variantes tienen texto ininteligible,
es una de las más populares entre las infantiles españolas, a saber, la del
señor don Gato. En una de dichas variantes el texto reza:
Sentado en silla de oro
estaba el señor don Gato
con unas medias de seda
y unos zapatitos blancos:
ate y ale pum, ate y ale pum.
18 Federico Corriente

A continuación recibirá una interesante propuesta de boda, que le pro-


duce tanta alegría que se cae y sufre un serio accidente del que, mal tratado
por médicos, muere. Posteriormente, cuando le llevan a enterrar «por la
calle del pescado», al olor de las sardinas, «el gato ha resucitado», que para
eso tienen ellos siete vidas. Esta versión no ofrece más problema que la
frase enigmática que, nos parece, vuelve a entenderse muy bien en árabe
andalusí: até iléh búm ‘le vino un búho’, habitual heraldo en el folclore
árabe de las malas noticias, y en realidad lo era, bajo apariencia de boda
prometedora, puesto que el anuncio produjo tan fatal desenlace. Pero más
llamativa, como confirmación definitiva de que el contexto folclórico es
árabe, si nos equivocáramos en esa dirección, es la versión alargada en
una de cuyas estrofas el gato tiene tiempo de hacer un extraño testamento
en que dice:
Madre mía, si me muero,
no me entierren en sagrado,
ponedme en un campo verde,
donde paceré a mi agrado.

Este tema es familiar a los conocedores de la literatura árabe, tanto


la preislámica como la posterior, y no puede estar ahí por azar. Son casi
las mismas palabras del poeta preislámico Abū Miḥğan, de la tribu de
Ṯaqīf:
Cuando muera, entiérrame junto a una viña, cuyas cepas rieguen mi alma tras
mi muerte.
No me entierres en desierto, pues temo que cuando muera, ya no podré probarlas.

Fue imitado por el persa universal ʿUmar Ḫayyām en sus rubāʿiyyāt,


por el cordobés Ibn Quzmān en su cejel núm. 90/5-6:
Cuando muera, mi modo de enterramiento
sea yacer bajo las cepas en viña,
pámpanos juntadme de mortaja encima,
y a la cabeza un turbante de sarmientos.
El demonio convoque allí a todo amigo:
invocádmelo tanto sentados como de pie,
y quien coma racimo de uvas,
entierre en mi tumba el escobajo11,

y hasta a lo divino por algún místico:

11
Vid. nuestra traducción en Corriente (1996: 245 y n. 4).
La cultura medio-oriental, nuestra asignatura pendiente 19

Enterradme bajo mi cepa, muerto pero sentido:


repetidme su nombre, que es mi anhelo la hija del racimo,
hacedme de sus pámpanos mortaja, y fúnebre ablución
de su jugo y, claramente a sus pies, cavad mi tumba
(atribuido al granadino Aššuštarī, núm. *3*, pp. 143 y 296)12,

antes de llegar a nuestro clásico tabernario:


Cuando yo me muera,
tengo ya dispuesto
en mi testamento
que me han de enterrar
en una bodega,
dentro de una cuba,
con un grano de uva
en el paladar.

Pero actualmente sabemos que todo arrancó de una interpretación árabe


pagana de la costumbre de los etíopes cristianos, incluso los emigrados
a Arabia, de plantar viñas en sus tumbas, simbolizando su fe en la resu-
rrección, puesto que los sarmientos rebrotan cada primavera, pero enten-
dida por los beduinos burdamente, como propósito de garantizarse el grato
vino hasta ultratumba. Nuestro gato, pues, hereda un antiguo y polifacético
bagaje cultural, y el morisco que introdujo aquí este motivo era, sin duda,
una persona compleja y hasta algo contradictoria a quien, por una parte, no
apetecía el panorama de una sepultura en el cementerio de los cristianos y,
por otra, no le desagradaba la perspectiva de una eternidad con vino, cuyo
consumo, particularmente por los musulmanes en Alandalús, nunca pudo
impedirse, por mucho que lo intentaran los ortodoxos, responsables, con
todo, de la sustitución de la vid por el campo verde.
En cuanto a nanas, sector poco estudiado de la cultura popular, hemos
recientemente sugerido que una expresión como nana, nanita, ea refleje el
árabe andalusí nám inta nam, áya ‘duérmete tú, duerme, ea’.
Pocos españoles desconocerán el estribillo de la canción infantil «Yo
tengo un castillo, ¡matarile, rile, rile!» («¿Dónde están las llaves […], en
el fondo del mar […], ¡matarile, rile, rile, ro, chimpún!»), pero no se les
ocurre preguntarse qué quieren decir esas voces extrañas o por qué estas
canciones infantiles suelen tener esas frases sin sentido. Conviene hacerlo,
y resulta que en este caso, ante la pérdida de las llaves, necesarias para

12
Vid. nuestra traducción en Corriente (1988: 245 y n. 4).
20 Federico Corriente

entrar en el castillo, se recurre a una manera de encontrarlas, algo así como


la promesa a san Antonio o a san Cucufato entre nuestras abuelas. No se
menciona por su nombre —no hay que olvidar que la Inquisición vigilaba
a los moriscos y perseguía prácticas heterodoxas, sobre todo en las comu-
nidades que consideraba más sospechosas—, pero es obvio que se recurre
a un adivino o, en designación árabe, zahorí, masculino o femenino, como
los mencionados varias veces en las ḫarağāt de siglos anteriores13, el cual
o la cual se toman su tiempo antes de emitir veredicto, haciendo los nece-
sarios cálculos astrológicos, y provocan el apremio en árabe andalusí: ma
tarí li, ríli, ríli, rúd, ğíd, BÓN, o sea, ‘lo que vas a adivinar, adivínamelo,
adivínamelo, contesta; bien, bueno’, la última palabra en romance, una
vez más apuntando al bilingüismo reinante entre los moriscos, o incluso
sus antepasados muladíes. Algunas versiones son un poco más largas, y
empiezan con ambo, hato, que parece corrupción de a muʿaṭṭal ‘¡so lento!’.
¿Quién no conoce la canción popular de «las ovejuelas»? Estas ovejue-
las que se cuidan solas, no necesitando pastor, personifican a la muchacha
atrevida que pide al amante que no vaya a ningún sitio sin ella, y que se la
lleve, lo que resultaba totalmente procaz en las sociedades conservadoras
de no hace tantos años, a ambos lados del Mediterráneo. Pero, ¿dónde está
la pista islámica o, digamos mejor, morisca? Como siempre, en la palabra
a primera vista ininteligible y en los temas reconocibles en la lírica anda-
lusí de siglos anteriores, en este caso, la referencia similar de la ḫarğa
núm. 24 de la serie hebrea («Si te cuidases de mí, hombre de bien, me
llevarías contigo»)14 y del estribillo «acitrón, tira del cordón», que cierra
cada estrofa, y que escapa a nuestra comprensión actual, en principio. A
menos que recordemos la ḫarğa de un muwaššaḥ andalusí, que hace años
editábamos así:
Deja mi brazalete,
y aflójame el cinto,
mi amado Aḥmad,
sube conmigo a la cama,
timidón mío,
acuéstate desnudo15.

13
V. gr. la adivina de H2 (vid. Corriente 1997a: 309).
14
Ibid.: 322. Los diccionarios árabes transmiten en una versión más cruda las palabras
de una mujer al marido que parte: iḥmil ḥiraka aw daʿ ‘llévate contigo la vulva que te
pertenece, o déjala libre’ (Al-Fayrūzābādī s. a.: vol. I, 601).
15
Vid. al respecto Corriente (1997a: 155 y n. 38).
La cultura medio-oriental, nuestra asignatura pendiente 21

De manera que el cordón del que la niña pide se tire es el de sus zara-
güelles, para soltarlos, y el extraño acitrón es el aumentativo romance de
la palabra andalusí sattár, que significa ‘discreto, modoso’, para provocar
zahiriendo al amante tímido, que no toma la iniciativa, ni la secunda con
la deseada diligencia. Otras veces, ese raro acitrón es sustituido por alirón,
que aquí no viene a cuento, aunque es también voz de origen árabe, con
la que se anunciaban las subastas y otras novedades de interés público, de
donde nos viene el actualísimo futbolero «¡alirón, alirón, el Atleti cam-
peón!», o sea, ‘¡se anuncia, se anuncia!’. Ya no podemos estar tan seguros
de si, en la variante «arrión, trencilla y cordón, cordón de Valencia, etc.»,
lo que la impaciente pide es un tironazo violento que arríe, o sea, la des-
poje rápidamente de los impedimentos de ropa, o si son meramente voces
sustitutorias deturpadas, realmente sin sentido. Lo cierto es que la vigilancia
moral era mucho más estricta en el periodo morisco que en la edad de oro
de Alandalús, las Taifas, cuando las libertades de conducta parecen haber
estado mucho menos restringidas la mayor parte del tiempo; y ello hace que
después las expresiones sean mucho más discretas y claras solo al iniciado,
que ya sabe cómo las gastaban las y los amantes de Alandalús, a juzgar
por el testimonio de los poetas llamados «procaces» (muğğān). Sabemos
que el cordobés Ibn Quzmān fue una vez a la cárcel por sus atrevimientos
poéticos, de la que le sacó un príncipe almorávide, amigo o admirador, que
le libró de una ejecución por la inquisición islámica, pero podemos afirmar
que bajo su hijuela cristiana no habría escapado de la hoguera por tanta
irreligiosidad e inmoralidad pública ufanamente proclamadas.
De hecho, los mensajes pueden ser lo bastante crípticos como para no
ser claramente descifrables: esto es lo que sucede con la canción que dice:
Mi abuelo tenía un huerto,
que criaba muchos nabos,
tralará […],
también tenía un borrico,
que llevaba al mercado,
tralará […],
le salieron dos gitanos,
tralará […],
le robaron el borrico,
y le dejaron los nabos,
tralará.

Aquí la frase árabe andalusí está bastante clara, tará lalláh ‘mira, por
Dios’, pero los motivos visibles o disimulados no lo están. Habituales cho-
22 Federico Corriente

ques en los caminos entre arrieros moriscos y gitanos errantes, de los que
hubo gran afluencia en el siglo XVI, no extrañan, pero la simbología de
asno y nabos, a menudo relacionados con el miembro viril, no pasa de
ser una posibilidad, como lo es que el tricotí del estribillo de la «chata
Mirigüela» refleje una bravata de poeta andalusí, tarí qúwwati (‘mira qué
expresividad la mía’).
Algunas veces el entorno morisco era más atrevido o temía menos a
la Inquisición por algún motivo, como podía ser la protección que algunos
señores daban a sus súbditos contra ella, de manera que nos encontramos
con voces que podían ser tildadas de inmorales, y expresiones que habrían
parecido heréticas y traído funestas consecuencias a los autores o cantores.
Este parece ser el caso de la canción infantil que lleva el estribillo «¡Ay,
chúngala, cata ca chúngala, ay chúngala, cata, cachón!», con que terminan
todas las estrofas, tras la primera que dice:
Anoche me salió un novio
y lo puse en el fogón;
el gato se lo ha comido,
creyendo que era un ratón,

donde la moza proclama su escaso aprecio por el novio oficial, impuesto


por la familia, pues prefiere gobernar sus propios amoríos, como en el
eufemístico dicho andaluz En mi cuerpo y mi zaranda, nadie manda. La
copla termina con una estrofa que revela la conocida, y habrá que decir,
justificada falta de fe de los moriscos en los santos y sus milagros, y eso
que por mucho menos se acababa en la hoguera:
Dicen que Santa Teresa
cura a los enamorados;
la Santa será muy buena,
pero a mí no me ha curado.

No es un mero resabio anticristiano de moriscos: es sabido que la


razonable desconfianza en la eficacia de los remedios religiosos contra los
males de amores formaba ya parte de la tradición liberal de los autores
y medios que producían las ḫarağāt, una de las cuales (la núm. 30 de la
serie árabe) dice, una vez corregida la mala traducción que ha circulado
por décadas: «Madre, la sura Yāsīn [del Corán] no sirve para la locura [de
amor], sino que, si voy a morir [de esta], tráeme como jarabe a Abū Ğaʿfar,
y así sanaré» (vid. Corriente 1988: 197-198). He aquí, pues, una tradición
andalusí más no abandonada en estos contextos, y lo mismo puede decirse
La cultura medio-oriental, nuestra asignatura pendiente 23

de ese estribillo que, en nuestra interpretación, es subido de color y bilin-


güe, respondiendo al árabe andalusí «ay šúnn walláh, cata qué šúnn walláh,
cata qué šúnn», o sea, ‘¡Qué regazo, por Dios, mira qué regazo, por Dios,
mira qué regazo!’, donde regazo es, naturalmente, eufemismo por zonas
más bajas. Elogio que hoy nos puede parecer algo grosero, pero en perfecta
consonancia con el cejel 142 de Ibn Quzmān, donde también se junta la
rechifla de la religión con la procacidad, según tradujimos: «Su talle es tan
flaco como mi fe, mas son las caderas cual Gibralfaro, y en torno ves el
hoyuelo del higo, por debajo» (vid. Corriente 1996: 336).
Pero lo que roza el milagro, dentro de lo inverosímil o, al menos, muy
improbable en el contexto de estos mensajes de siglos pasados, que nos
advierten del absurdo de creernos libres o alejados de nuestro segundo
componente cultural, es lo que hemos descubierto muy recientemente en
una canción, esta vez no infantil, pero sí universalmente conocida en nues-
tro país, cuyo estribillo reza «A la lima, al alimón, que te vas a quedar
soltera». ¿Qué hace ahí una lima, fruta o herramienta? ¿Qué es el alimón,
del que los diccionarios nos dicen que es hacer algo entre dos personas, en
particular, torear? Nuestros académicos, incluso algunos arabistas que lo
han sido, aunque nunca simultáneamente lingüistas, no han podido jamás
desentrañar tales misterios, por mala suerte o escasa convivencia con los
niveles bajos de las cocinas de la cultura arábigo-islámica. Se trata sencilla-
mente de la fórmula, en árabe clásico, como lo requería la función oficial,
de los pregoneros andalusíes hace ya bastante más de mil años: alā ʿalima
lʿālimūn ‘¡ea!, sepan cuantos han de saber…’. Lo confirma, por si alguien
lo dudara, alguna otra canción popular como la que dice «alalimó, alalimó,
que se rompió la fuente». Es obvio, por otra parte, que el juego de niñas
llamado alalimón, en que actúan cogidas de la mano, repitiendo esta voz,
con la que anuncian varias cosas, es el origen de la expresión «toreo al
alimón», donde ya no se anuncia nada, y de ahí, el hacer algo al alimón,
o sea, en pareja.
Concluimos, para no alargarnos en lo que trata de ser ligero y no aburrir,
diciendo que compartimos con Portugal la singularidad, única en Europa
Occidental, de ser al mismo tiempo, en muchas cosas y para muchas cosas,
casi todas positivas, latinos y medio-orientales. Es nuestra herencia, porque
lo decidieron hace muchos siglos nuestros antepasados, cristianos, judíos
o musulmanes más o menos convencidos, pero todos voluntariamente par-
tícipes durante siglos en una misma cultura, alta y baja, que se expresaba
fundamentalmente en árabe y que a la misma restante Europa le abrió las
puertas de su brillante futuro, las del Renacimiento y la Ilustración, y a
24 Federico Corriente

nosotros, particularmente, esta tan peculiar hacia nuestra cultura popular.


Que lo sepamos entender, apreciar y aprovechar es otra cosa, y depende
mucho de la inteligencia y talante de cada cual: lo que no puede haber es
pretensión de ignorarlo, sin sentar plaza de ignorante, porque se nos pone
delante de los ojos a cada paso si no los cerramos, y entonces tropezaremos.
No confundamos el obligado reconocimiento de la verdad histórica con
su contrario, el celo misionero y mendaz que propugna la aceptación incon-
dicional de cualquier fe y el abandono de la razón. Los ilustrados hemos
siempre de estar más de acuerdo con Voltaire que con ninguna nostalgia
de la antirrazón pero, precisamente en cuanto tales, debemos decir que, si
esencialismo y racismo son absurdos y desentonan en cualquier lugar del
mundo, en la Península Ibérica, además, son ridículos y contrarios a lo que
hace muchos siglos, incluso milenios, es nuestra esencia y nuestra peculiar
«raza». Aquí vinieron y se quedaron todos: el fenicio y otros cananeos, el
griego, el romano, el germano, el árabe y el bereber, y no hemos terminado.
Quien lo dude, dese una vuelta por algunas zonas de nuestro país y barrios
de nuestras ciudades, o por la trastienda de las lenguas y culturas hispá-
nicas, y verá que el proceso continúa y sigue produciendo consecuencias.
O recuerde que Andalucía, o sea, Alandalús, y Egipto son las dos únicas
regiones del mundo que pueden blasonar de tener nombres procedentes de
la primera lengua que tuvo escritura, hace cinco mil años, y que segura-
mente existía ya hace diez mil, la lengua egipcia en la que Alandalús quiere
decir ya, sintomáticamente, ‘el Sur de Occidente’ (vid. Corriente 2008b).
Nuestra inequívoca y fundamental pertenencia a Occidente no requiere
que reneguemos de otros ingredientes importantes de nuestra cultura y per-
sonalidad, con un dañino empeño en no superar al menos el aprobado en
esa asignatura pendiente que tenemos con la vecina cultura medio-oriental.

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Acto conmemorativo de la
publicación de la
Segunda Parte del Quijote (1615)
El diálogo de las lenguas en la
Segunda Parte del Quijote

Aurora Egido
Universidad de Zaragoza
Real Academia Española

Muchas voces veremos renovadas


Que el tiempo destructor borrado había;
Y al contrario, olvidadas
Otras muchas que privan en el día;
Pues nada puede haber que no se altere,
Quando el uso lo quiere,
Que es de las lenguas dueño, juez y guía
(Horacio, Arte poética).

Resumen. El tema del plurilingüismo en las obras de Cervantes y particularmente


en el Quijote, cuya segunda parte se analiza en el presente trabajo, representa a lo
vivo la imparable ascensión de las lenguas romances respecto al latín durante el
Renacimiento. Frente al castigo de Babel, Cervantes, siguiendo en parte las teorías
de Bembo, Erasmo y Damasio de Frías, entre otros, valoró positivamente no solo
la variedad idiomática, sino la riqueza supuesta por la traducción. Anticipándose
al poliglotismo del Persiles, el camino hacia Barcelona de don Quijote y Sancho
ofrece, en ese sentido, toda una reflexión sobre las lenguas en contacto y sobre
la preeminencia del uso, convirtiendo el español en una lengua para el diálogo
con las demás lenguas.
Palabras clave. Cervantes, Don Quijote de la Mancha II, plurilingüismo.

Abstract. The subject of multilingualism in the works of Cervantes and particu-


larly in Don Quijote, the second part of which is analyzed in this paper, vividly
depicts the inexorable rise of the romance languages with respect to Latin during
the Renaissance. In considering the punishment of Babel, and partly following
the views of Bembo, Erasmus and Damasio de Frías, among others, Cervantes
positively appraised not only the idiomatic variety but also the richness put forth
by its translation. Pre-empting the polyglotism of Persiles, the path toward Bar-
30 Aurora Egido

celona taken by Quijote and Sancho offers, in this sense, an entire reflection on
languages in contact and on the pre-eminence of their use, rendering Spanish a
tongue for dialogue with other languages.
Keywords. Cervantes, Don Quijote de la Mancha II, multilingualism.

Una de las lecciones humanísticas más relevantes del Quijote tal vez
sea aquella donde se sustenta que «la discreción es la gramática del buen
lenguaje, que se acompaña con el uso»1. Cervantes había aprendido de
Horacio que es en el uso común donde reside el arbitrio y la fuerza del
hablar y del escribir bien, pues, como dijo Quintiliano, el uso es el «autén-
tico maestro del lenguaje»2. Esos modelos clásicos fueron seguidos por
Lorenzo Valla, Juan de Valdés y otros humanistas del siglo XVI, que se
apartaron de la ratio (norma) y se acogieron a la consuetudo (uso)3.
Pero sobre la discreción o el arte de elegir Cervantes tuvo un buen refe-
rente en el Diálogo de las lenguas, obra de su amigo Damasio de Frías, quien,
tras el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés, abrió nuevos caminos al plu-
rilingüismo4. Dicho proceso lo había plasmado en Italia Sperone Speroni en
su Dialogo delle lingue, donde consideró, como anteriormente hiciera León
Bautista Alberti, que el italiano era un idioma capaz de transmitir los más
altos pensamientos, propiciando así el prestigio de las lenguas vernáculas5.

1
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha. Ed. de Francisco Rico, Madrid,
Real Academia Española-Asociación de Academias de la Lengua Española, 2004, p. 694,
por la que citaremos. Rosenblat (1971: 56 y sigs.), ya señaló la frecuencia de la palabra
discreto y sus derivados en el Quijote, mostrando el paso del buen gusto de Isabel la
Católica y el buen juicio de Castiglione y Valdés a la discreción. Y véase Egido (2011).
Este trabajo es continuación de otro anterior que hemos publicado sobre el mismo tema
(Egido 2007a: 25-41).
2
Así lo había afirmado Alessandri d’Urbino (1560: fol. 38v): «Mi risolvo a dire che
in cio non è altra ragione che l’uso commune nel qual come disse ben Horatio flacco con-
siste l’arbitrio & la forza del parlare & dello srivire bene». Téngase en cuenta que el Arte
poética de Horacio o Epístola a los Pisones había sido traducida en 1519 en endecasílabos
blancos por Vicente Espinel, amigo de Cervantes, junto a sus Diversas rimas.
3
Véase Sánchez Salor (2002: 329). El usus loquendi consuetudine aparece en la
Retórica a Herenio, en Cicerón y en las Institutiones quintilianistas, donde cualquier sermo
debía sujetarse a la ratio o gramática, a la auctoritas, a la vetustas y al uso o consuetudo.
4
Asensio (1975: 219-234) analizó la relación del Diálogo de las lenguas con el de
Speroni (Vinegia, 1550) y con las ideas de Hurtado de Mendoza, en coincidencia con
Joachim du Bellay, que también creía en la capacidad de las lenguas vulgares para la
especulación filosófica.
5
Véase Nelson (1981: 429-456). Para el Dialogo delle lingue (1542) de Speroni y su
idea de que el griego y el latín ya habían muerto y había que apoyar las lenguas vernáculas,
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 31

Asentada la capacidad de las lenguas romances en relación con el latín,


el diálogo entre ellas ofrecía numerosos campos para un debate que se enri-
quecía no solo con las traducciones, elogiadas por Pietro Bembo y muchos
otros, sino con la enseñanza de dichas lenguas a través de nuevas gramáticas
y vocabularios, como el de Cristóbal de las Casas (1570) entre el castellano
y el toscano6. El Humanismo impulsó el aprendizaje de lenguas extranjeras,
empezando por los propios reyes y sus consejeros, habida cuenta de que sus
cancillerías eran plurinacionales y políglotas, como señaló Headley (1983:
32 y sigs.) a propósito de las recomendaciones que hizo al respecto Carlos
V al príncipe Felipe7. La Europa humanística tendió no solo a identificar
lengua y estado, sino a vincular la lengua al desarrollo de su literatura8.
Aparte habría que considerar cuanto supuso el descubrimiento de las diver-
sas lenguas de América y el largo camino iniciado por los Reyes Católicos
en la defensa de la lengua española9.
Por otro lado, no deja de ser curioso que el mismo año en el que apa-
rece la Segunda Parte del Quijote, Ambrosio de Salazar publicara en Rouen
una Gramática en diálogos para saber perfectamente la lengua castellana,
donde, a dos columnas bilingües, abría el camino de esta a los lectores
franceses. Se trataba de un diálogo en el que las cuestiones lingüísticas se
entreveraban con otras relacionadas con la historia, la política, la religión
y las costumbres, tratando de atenuar el demonizado problema del pluri-
lingüismo, surgido «por sobervia» en la torre de Babel10.

véase Heller Roazan (2008: 55); y Vasoli (1996: 263), sobre la conciencia de identidad lin-
güística en Italia a principios de ese siglo. Respecto a Francia, es bien conocida la Déffense
et illustration de la langue françoyse de Joachim du Bellay (1549).
6
Tuvo doce ediciones en Venecia entre 1576 y 1622. Forma parte de la tradición ini-
ciada por Nebrija, respecto al latín, de los diccionarios bilingües. Véase Acero (1991: 7-14).
7
Y véase Gil Puyol (2013: 89-91), además de los estudios clásicos de Asensio (1960:
399-413) y Elliot (1994). El término «lengua común de España» fue utilizado por Herrera
en sus mencionadas Anotaciones de 1580. Y véase Ruiz Pérez (1987: 35).
8
Véase por extenso Taboada (1989: 77-95), quien lo analiza desde Valdés y la Gra-
mática de la lengua vulgar de España de Bartholomé Gravio (1519) a Damasio de Frías,
Aldrete y Correas. Y véase la bibliografía recogida por Pedro Ruiz (1987).
9
Romera-Navarro (1929: 204-255) ya destacó, en ese amplio panorama, la temprana
aparición del Universal vocabulario en latín y romance (1490) de Alonso Fernández de
Palencia.
10
Véase Salazar (1615: 6). La Gramática en diálogos iba dirigida al rey de Francia y
de Navarra. Sobre el error moral del plurilingüismo y su impronta en Góngora y cuantos
mezclaban palabras latinas, griegas o mahometanas, como censuró Jáuregui, véase Río
Parra (2005: 27-47); y para su trasfondo religioso, Samarin (1972).
32 Aurora Egido

Recordemos que la nostalgia por la lengua perfecta y única subsistió


a lo largo del Siglo de Oro como un modo de afrontar los problemas de la
diversidad idiomática. La huella del tratado de Erasmo De lingua (1525)
fue decisiva en todo lo referido a la búsqueda de una lengua común que
asumiese en el fondo la moral y la fe cristianas, aunque estas pudieran
expresarse en idiomas diversos11. Para Erasmo, la verdadera confusión
babélica no era en realidad lingüística, sino religiosa.
La teología agustiniana de la lengua derivó, a través de la traducción
que Bernardo Pérez de Chinchón hizo de La lengua (1533) de Erasmo, en
una defensa del castellano; una lengua que, por otra parte, había asumido,
como hemos apuntado, los problemas subyacentes a la pluralidad lingüís-
tica americana. Cervantes no hizo referencia directa a ello en el Quijote ni
en El Persiles, pero su acercamiento a los cronistas de Indias, que practi-
caron la búsqueda de la lengua perfecta en la convivencia de las lenguas y
en el valor de la traducción, fue a todas luces evidente12.
Ambrosio de Salazar, al igual que Cervantes, no solo destacó en su
mencionada Gramática la variedad de lenguas existentes en el mundo, sino
la influencia de unas en otras, así como la importancia del uso, y el valor
que los escritores daban con sus obras a la lengua de su nación13.
El ejemplo no es único, sino que se incardinó, como señaló Taboada
(1989: 77-95), en una corriente iniciada por Nebrija y los gramáticos rena-
centistas, que quisieron demostrar el origen latino de las lenguas romances,
probando a un tiempo que «una lengua era tanto más perfecta cuanto más
se asimilaba, o se parecía, a la lengua latina, y, en otros casos, a la griega
o a la hebrea».
No deja de ser curioso, en este sentido, que el erasmista João de Barros,
al elogiar el portugués en su Diálogo em louvor da nossa linguagem (1540),

11
Tratamos de ello en Egido (1996: cap. I) y particularmente en Egido (1998a: 11-34).
Y véase el prólogo de Palenzuela (2000) a su obra Los hijos de Nemrod. Babel y los escri-
tores del Siglo de Oro.
12
Véase, entre otros, Castañeda (1990: 30 y sigs.) En ese sentido, hay una luminosa
ausencia respecto al papel de España en relación con el plurilingüismo americano y europeo
en el estudio de Eco (1994). Para las derivaciones lingüísticas de la teología de la lengua
y Babel, sigue siendo fundamental la obra de Borst (1955-1973).
13
Véase al respecto Salazar (1615: 7 y 21 y sigs.), quien también comenta las elegan-
cias del griego, del latín y de otras lenguas, así como la influencia del árabe en el vulgar
español (ibid.: 31 y sigs.). Salazar recoge además un sinfín de refranes, considerando
capital su aprendizaje. Y véase Terracini (1964: 135) para la progresiva afirmación de la
existencia de un pasado literario español.
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 33

quisiera sustituir la tríada hebreo-griego-latín por una nueva, formada por


el italiano, el francés y el español14. Y ello en una época en la que el cas-
tellano se hace «lengua universal» y menudean los tratados de todo tipo
para su aprendizaje como lengua extranjera15.
El parangón del Quijote con las opiniones de los gramáticos de su
tiempo merece atención detenida, pues lo cierto es que Cervantes se ocupó
no solo de las cuestiones de la lengua, como la ya mencionada de su ori-
gen, sino de la identificación de lengua, raza, religión y estado, o de la
dignidad de las lenguas en relación con su literatura. En esto, como en
otros planos, su figura se distancia de aquel «ingenio lego» con el que lo
bautizó Tomás Tamayo de Vargas en 1624 y que han sostenido muchos otros
críticos desde distintas perspectivas hasta el día de hoy16. En el caso que
nos ocupa, Cervantes demostró que estaba al cabo de las questione della
lingua, pero, como acostumbra, trasvasó el plano teórico para imbricarlas
en el diario vivir.
El Quijote, en este sentido, tal vez sea el crisol de la interrelación
entre filología, literatura, historiografía e historia de la lengua, que, según
Bahner (1966: «Prólogo»), España demostró a otros efectos a lo largo
del siglo XVI. Cervantes fue además un ejemplo entre los muchos espa-
ñoles que, como Juan de Valdés, vivieron fuera de España y estuvieron
en contacto con otras lenguas17. En todo caso, él fue consciente de que la
variedad lingüística no terminaba en los límites de la península, sino que
se ampliaba, dentro y fuera de ella, en el contacto oral y escrito con otras
lenguas. Dentro del paradigmático diálogo de las lenguas llevado a cabo
por los humanistas, él convirtió el castellano en una lengua de diálogo con
las demás, mostrando la variedad que la lengua propia ofrece a tenor de las
circunstancias y de las personas que la emplean en su constante uso. En

14
Barros (1959: 22 y sigs.). Téngase en cuenta que la excelencia del portugués, here-
dero del latín, no planteaba ningún problema nacionalista con el castellano (ibid.: 77). Su
Diálogo está íntimamente ligado a su Ortografía y a su Gramática de la lengua portuguesa.
15
Véase Alonso (1943: 39, 43-44). Y véanse p. 21 y sigs. de esa monografía para la
frecuencia de los términos «idioma español», usados en el extranjero como instrumento
nacional, frente a «idioma castellano» en el XVI.
16
Menéndez Pelayo, Valera, Francisco de Icaza, Américo Castro, Francisco Ayala y
Francisco Rico, entre otros muchos, han debatido sobre ello. Para dichos términos, véanse
Merimée (1947: 452-455) y Montero Reguera (1993: 330-334).
17
Laplana (2010: 38-39), en su cuidada edición del Diálogo de la lengua de Juan
de Valdés, dice que este no hubiera escrito tal obra de no haber vivido en Italia y de no
haber conocido las questione della lingua, acercándose a Bembo y a sus mencionadas
Prose della volgar lingua.
34 Aurora Egido

el Quijote, como en el Arte nuevo de hacer comedias de Lope de Vega, se


prueba y comprueba a todos los niveles que el famoso verso de Serafino
Aquilano («E per troppo variar Natura è bella») también se podía aplicar
a las cuestiones de la lengua.
Respecto al latín, el Quijote encierra en sus dos partes, a pequeña escala
y siempre a lo vivo, las reflexiones que sobre él hicieron los humanistas y
los gramáticos de su tiempo, lo que equivalía a volver a Nebrija, a Valdés
y a Pérez de Oliva, respecto a la capacidad de la lengua vernácula para
igualarse con él18. Dicha pretensión no era ajena a otras lenguas, como
mostró Pietro Bembo respecto al italiano en sus Prose della volgar lingua
a principios del siglo XVI19. Recordemos que las lenguas vulgares, y entre
ellas el castellano, fundamentaron su dignidad en la necesidad de mostrar
su autonomía frente al latín y al griego20. Se trataba de una batalla que los
preceptistas creían ganada, al considerar que, gracias a sus autores, el caste-
llano estaba ya a la altura de la latinidad21. El asunto fue desde luego capital
en la literatura, pues afectó a toda una legión de seguidores de Góngora,
que quisieron acercar su lengua poética al latín. Pero Cervantes corrió por

18
Sobre las ideas de Oliva en relación con las excelencias de las lenguas vernáculas,
véase Pineda (1997: 25-44). Entre los interlocutores de su discurso, vence el que mejor
habla. El asunto no atañía solo a las lenguas romances, pues también los retóricos del
Renacimiento inglés trataron de que su literatura fuera parangonable a la de Grecia y
Roma, influyendo poderosamente en la teoría poética de la persuasión. Véase Clarck (1922:
cap. VII), donde trata de William Webee y de su Discourse of English Poetry (1586), así
como de la influencia de los humanistas italianos al respecto.
19
Véase en Opere del Cardenale Pietro Bembo. Tomo Secondo (1729: I, 4v) la dedica-
toria de Pietro Bembo al cardenal Messer Giulio, donde parte de la diversidad de lenguas y
hace un análisis comparativo entre las romances, sustentado en los clásicos y en los grandes
escritores italianos, como Bocaccio y Petrarca (ibid.: 55 y sigs.). Las conversaciones de
las Prose nelle quali si ragiona della Volgar lingua (1525) debieron iniciarse hacia 1502
y muestran posturas contrastadas sobre la dignidad del latín y la vileza del vernáculo.
Para Bembo, las lenguas, pese a sus diferencias, pueden regirse por un buen gusto común.
Véase Nelson (1981: 434 y 444-447). Para la dignidad del italiano y las Ellegantiae de
Valla en relación con la degeneración del latín y el problema de la lengua en Italia, véase
Fernández López (1999: 66 y sigs.).
20
Véase Ferreras (2008: 435-438; y 481 para el Diálogo de la dignidad del hombre
de Pérez de Oliva) y Egido (2001).
21
Ferreras (2008: 441-443) recuerda cómo Miranda Villafañe, en sus Diálogos de
la phantástica philosophia, criticó el excesivo respeto por el latín y el griego, así como
la vanidad de quienes presumían sin motivo de saber latín, como tantas veces recuerda
el Quijote. Bahner (1966: 66, 183) ya señaló el arraigo de la idea de Pietro Bembo en su
Prose della lingua volgare, al considerar el italiano como si se tratara del latín. No se podía
hablar de la existencia de una lengua si no se acreditaba con obras literarias.
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 35

otros derroteros, reacio a los usos del cultismo a ultranza, tratando de que
la literatura castellana (y, por ende, la suya propia) se convirtiera en clásica
por sus propios medios y sin forzar las telas del idioma, tal y como ya lo
había conseguido Garcilaso22.
Por otro lado, recordemos cómo el Brocense, que tenía un sentido
dinámico del lenguaje, había dicho en su Minerva (1587) que el latín era
lengua propia para escribir y pensar, pero no para hablar; sobre todo tal
y como se desprendía del usado por aquel entonces23. El maestro salman-
tino fue mucho más allá de Vives y de su pretensión de convertir el latín
en lengua universal, consciente además, como Juan Maldonado y otros
muchos, de la decadencia de su enseñanza en España24. Tal vez por ello,
humanistas como Aldrete o Jiménez Patón, entre otros, abogaron por un
«clasicismo vulgar» sustentado en una literatura propia, parangonable con
la de la Antigüedad clásica25.
La Elocuencia española en arte (1604) de este último estaba impreg-
nada de un sentido nacionalista en el que, además, la elocución iba unida
a la acción. Su perspectiva sobre el uso indiscriminado de la lengua del
Lacio recuerda claramente a la que vemos en El Quijote, cuando habla del
yerro en el que caen «algunos que con un poco de gramática que estudia-
ron, meten vocablos Latinos en quanto hablan fuera de propósito, que en

22
Recordemos que Sperone Speroni criticó a los cultiparlantes que se mofaban del
italiano como lengua inferior al latín, según Nelson (1981: 440). Y véase Blecua (2004:
1115-1122).
23
Sobre Francisco Sánchez de las Brozas, seguidor de Scaligero y Ramus, véase
Breva-Claramonte (1983: 237). A juicio de Juan Gil, en el prólogo a Eustaquio Sánchez
Salor (2002), el Brocense se inspiró en las Elegantiae Linguae Latinae (1597) de Lorenzo
Valla a la hora de luchar contra la barbarie de las gramáticas medievales. Este último, que
estuvo en la corte de Alfonso V en Nápoles, se basó en los usos gramaticales de los mejores
autores de la Antigüedad (ibid.: 312 y 327, en particular).
24
Véanse Asensio/Alcina (1980) y Carrera de la Red (1988: 28 y sigs., 43-44, 77 y
92-94 en particular). El Brocense inició el planteamiento del latín como lengua muerta
(ibid.: 170). Esa perspectiva también la mantuvieron Bembo, el Brocense y Pietrus Ramus.
Véanse Sánchez Salor (2002: 342-352), el Conde de la Viñaza (1893: XII y sigs.), Rome-
ra-Navarro (1929: 208) y Serés (2004: 8-11).
25
Carrera de la Red (1988: 154-158 y 164). Y véase Ynduráin (1982: 9-34) para la
irresistible ascensión del castellano. Por otro lado, la presunción de cultura que conllevaba
el uso ocasional del latín en la prosa castellana aparece en los preliminares de la Segunda
Parte del Quijote, como muestra la aprobación de José de Valdivielso (citando a Pausa-
nias y a Cicerón) y la dedicatoria de Cervantes al Conde de Lemos, con un lexicalizado
Deo volente. Véase Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, pp. 538 y 547 en la
edición por la que citamos.
36 Aurora Egido

la propiedad de nuestro romançe discordan y suenan mal tanto, que hacen


donaire y tornan algunas vezes pasatiempo de ello»26.
La portada Del origen y principio de la lengua castellana ò romance
que oi se usa en España (1606) de Bernardo Aldrete, llevaba un lema en
hebreo, griego y latín, como expresión simbólica del origen y genealogía
de la lengua castellana27. Pero su concepción de esta no era otra que la de
servir de intérprete para «que tuviesse compañía con los hombres mediante
la comunicación, i trato»28. Y a dicho fin útil se encaminó la mencionada
obra, al entender que el latín había sido lengua de unificación frente a
la diversidad babélica, como lo sería más tarde el castellano, su directo
descendiente.
La dignidad de este venía avalada por quienes lo habían levantado a
la altura del latín en las diferentes disciplinas, pues, como dijo Miranda
Villafañe, «nuestra lengua castellana muy suficiente es para manifestar
conceptos como la latina», considerada ya esta virtualmente desaparecida29.
Desde esos y otros presupuestos humanísticos, lo cierto es que, con el uso
directo u oculto de los clásicos y con los latines entreverados del Quijote,
casi siempre con efectos cómicos, Cervantes pretendió mostrar el para-
digma de una lengua de unidad a semejanza del latín clásico y que pudiera
competir con este30.

26
Citamos La Elocuencia española en arte a través de la edición de Marras (1987).
Véase Fernández López (2001: 514-522), quien alude a la dignificación de la lengua
española de Jiménez Patón y al desdoro de no tener una retórica que estuviera a su altura.
27
El libro iba dedicado a Felipe III y formaba parte de la identificación entre lengua,
imperio y religión.
28
Ibid. Véase el prólogo, donde habla del «justo castigo de la confusión de lenguas»,
por cuya diversidad se siguieron odios y guerras. Aldrete justifica la publicación de su libro
en Roma, donde, según dice, tuvo su origen la lengua de Castilla. La obra, que analiza
el origen latino del castellano (p. 87 y sigs.), habla también de su extensión en América,
partiendo de que «los vencidos reciben la lengua de los vencedores venciéndoles con las
armas» (p. 138). Bien conocida es su concepción política del asunto: «Las lenguas son
como los Imperios, que suben a la cumbre, de la qual como van caiendo no se vuelven a
recobrar» (p. 185). Para él, hablar castellano era, en cierto modo, hablar latín (pp. 186-190).
Y véanse p. 367 y sigs. sobre la dignidad literaria del mismo. Para el tema, en España y
América, véanse los estudios recogidos por Valle (2013).
29
Véase Miranda Villafañe (1582), quien dice que la lengua castellana se habla «en
todo lo más de España, porque la Portuguesa, y la Catalana, y Valenciana, que en alguna
cosa discrepan de la castellana, son en effecto dirivadas del Romance».
30
Cervantes iría más lejos en El Persiles, al destacar la universalidad del castellano
en parangón con la que ofreciera el latín en la Antigüedad, insertándolo en un ideal de
unidad religiosa que, sin embargo, no aparece con tanta obviedad en el Quijote. Véase Egido
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 37

Él pensaba, como la mayor parte de los humanistas, que «las reinas


de las lenguas» eran el griego y el latín (p. 1032), aunque dejara aparte el
hebreo y se centrara a cambio en el árabe, como luego veremos. Al igual
que en la Primera, en la Segunda Parte del Quijote será el latín referencia
de cultura y motivo recurrente de comicidad. Sansón Carrasco demuestra
por ello su condición de bachiller, aludiendo al Arte Poética de Horacio con
una frase ya topificada: «aliquando bonus dormitat Homerus»31. Esa doble
perspectiva, de afán cultista y vis cómica, aparece también en el «bene
quidem» (p. 597) con el que don Quijote aconseja a Sancho su vuelta a
casa para hablar con su mujer.
El mismo caballero andante marca distancias numerosas veces usando
el latín, como se aprecia particularmente en el episodio de don Diego
Miranda, donde además se alude a la cultura latina y griega de su hijo32.
Claro que el uso de la tradición clásica sin fundamento lo encarnó Cervan-
tes en la figura del Primo, que andaba preparando un Ovidio español y un
Suplemento de Virgilio Polidoro (p. 735), lleno de saberes inútiles.
Aunque lo más singular al respecto es sin duda la afirmación de don
Quijote: «Todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron
en la leche, y no fueron a buscar a las extranjeras para declarar la alteza
de sus conceptos» (p. 667). Al defender el griego y el latín como lenguas
maternas, usadas por Homero y por Virgilio, el caballero andante defendía
sin duda a quienes escribían en la lengua vulgar propia, incluso si esta
no descendía directamente de la latina. De ahí su consejo de «que no se
desestimase el poeta alemán porque escribe en su lengua, ni el castellano,
ni aun el vizcaíno que escribe en la suya» (ibid.), avalando, con tal afirma-

(1998b: 107-134). Sobre la utopía cristiana de la lengua en Bernardo José de Aldrete, frente
a las ideas de Cervantes en La Numancia, véase Beck (2013: 479-490) y Lledó-Guillem
(2015: 191-207).
31
Recordemos además cómo ya en el prólogo a la Primera Parte se burla de las citas
latinas (pp. 10-11), añadiendo: «Y con estos latinicos y otros tales os tendrán siquiera por
gramático, que el serlo no es de poca honra».
32
Pp. 665-666. En un momento dado, don Quijote se refiere a «cuando no se ha de
estudiar pane lucrando» (p. 666) y recoge un «Est Deus in nobis» de los Fastos VI.5 de
Ovidio (p. 667). Anteriormente, al hablar don Quijote de la sepultura de Adriano en el
castillo de Santángel en Roma, dice que lo llamaron moles Hadriani (p. 607). Rosenblat
(1971: 14 y sigs.) ya analizó la actitud de Cervantes ante el latín en el Coloquio de los
perros y en el Quijote (I, caps. XX, XXV; y II, caps. II, VII, XVI, XXV, XXVIII, LI,
LXII, LXVIII, etc.), señalándolo como lengua materna de los romanos. Cervantes criticó
la mezcla de español y latín por vanidad erudita, al igual que Erasmo y Jiménez Patón en
su Elocuencia española.
38 Aurora Egido

ción, incluso el ejemplo de esta última, aunque no tuviera apoyo literario


aparente.
El tratamiento, siquiera leve, del latín en el mencionado episodio del
Caballero del Verde Gabán, que tenía en su casa «libros en romance y en
latín» (p. 664), se repite en el episodio de maese Pedro, quien, hablando
con don Quijote, suelta un «operibus credite et non verbis, y manos a la
labor» (p. 750) como signo de una cierta cultura no exenta de gracia en el
hablar33. Más adelante, en la aventura del rebuzno, Sancho asegurará: «Mi
señor don Quijote de la Mancha […] es un hidalgo muy atentado, que sabe
latín y romance como buen bachiller» (p. 765). Grado que el susodicho
corroborará después al decir a su criado: «Y dad gracias a Dios, Sancho,
que ya que os santiguaron con un palo, no os hicieron el per signum crucis
con un alfanje» (p. 767)34.
El diálogo entre don Quijote y Sancho los sitúa precisamente en esa
diferencia cultural y social que marca el conocimiento o no de la lengua
latina, como cuando en la aventura del barco encantado aquel enmienda el
vocablo logicuos del escudero:
Longincuos —respondió don Quijote— quiere decir ‘apartados’, y no es maravilla
que no lo entiendas, que no estás tú obligado a saber latín, como algunos que
presumen que lo saben y lo ignoran (p. 773).

Pero será en el episodio aragonés de los duques donde don Quijote


mostrará su cultura latina con la palabra demostina, que explicará a la
duquesa en los siguientes términos:
Retórica demostina —respondió don Quijote— es lo mismo que decir retórica de
Demóstenes, como ciceroniana de Cicerón, que fueron los dos mayores retóricos
del mundo (p. 799)35.

33
Rosenblat (1971: 14 y sigs.) ya destacó la defensa de la lengua vulgar de España
frente al latín en el episodio del Caballero del Verde Gabán (II, cap. XVI). Bahner (1966:
11, 23 y 39) señaló la rivalidad entre las naciones para acercar su lengua al latín, lo que
conllevaba la idea del carácter unitario de cada una de ellas y la necesidad de crear una
gramática propia. Y véanse p. 42 y sigs. para la idea en Nebrija, Valdés y otros.
34
Strosetzki (1997: 358-359, 361 y 375) recuerda cómo Baltasar de Céspedes, en su
Discurso de las letras humanas llamado el Humanista (1600), dijo que este debía saber
latín y griego, pero no hebreo, mostrando además la utilidad del latín para entenderse con
los extranjeros y para interpretar a los clásicos. El latín y el griego formaban parte de los
Studia Humanitatis. Véase Carrera de la Red (1988: 44).
35
Téngase en cuenta que Márquez Villanueva (2005: 235 y sigs.), más allá de la locura
positivista de adscribir a Pedrola y a los Villahermosa el episodio de los duques, creía que
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 39

La interlocutora, que lee y muestra cierto grado de cultura, al igual


que su esposo —buenos conocedores ambos de la literatura clásica y caba-
lleresca (p. 801 y sigs.)—, parece sin embargo en ese momento no saber
latín. Carencia tal vez femenina, pero que, en el caso de Sancho, le llevará
al uso del latín macarrónico en la estancia ducal usando un abernuncio, en
lugar del abrenuncio sacado del latín eclesiástico por don Quijote (p. 826)36.
La «sabrosa plática» que mantienen amo y criado en el castillo ducal no
tiene desperdicio, pues apunta incluso a la elección entre un término «feo
y torpe» como regoldar, frente al más clásico de erutar, que se impondría
discretamente con el tiempo, pese a los «regüeldos» espirituales y prosaicos
usados por Baltasar Gracián en El Comulgatorio y en El Criticón37.
Respecto al episodio de la Ínsula Barataria, no podían faltar en ella
los latines con los que los médicos diagnosticaban y hasta curaban a los
enfermos, ya fuera con un «¡Absit!» de abstención o aplicando un aforismo
de Hipócrates38. La Segunda Parte del Quijote se irá así salpimentando
de latines, dando testimonio de una tradición vinculada a la educación
religiosa, como el «dubitat Augustinus» (p. 936), proveniente de los deba-
tes eclesiásticos (p. 936), o el «stultorum infinitus est numerus» (p. 574),
sacado del Eclesiastés. Pero el latín irá cediendo paso a la presencia de
otras lenguas conforme los andantes se encaminen a Barcelona.
Allí surgirá, sin embargo, con toda su gracia, en el sarao burlesco de
las damas catalanas en casa de don Antonio Moreno, donde estas reque-
brarán a hurtadillas a don Quijote, que las espantará con un «¡Fugite partes
adversae!» (p. 1026) para quitárselas de encima. El griego y el latín apare-
cerán además en el debate sobre la traducción del episodio de la imprenta
barcelonesa al que aludiremos luego, donde Cervantes afirma la dificultad
que entraña semejante ejercicio.

este fue un particular «menosprecio de corte» cervantino, vinculando la aventura del barco
encantado a la burla literaria de la stultifera navis.
36
Pero véase más adelante lo que señalamos en el cap. 39 p. 846. Paradójicamente
la duquesa, que no entendía el significado de demostina, es capaz sin embargo de citar
unos versos de la Eneida (II.6-8): «quis talia fando temperet a lacrimis», o sea, «¿quién al
narrar tales cosas podrá contener las lágrimas?». Cervantes es consciente de la extensión
del castellano en esas tierras aragonesas. Sobre ello, véanse Enguita/Arnal (1995: 151-195).
37
Don Quijote, tras calificar negativamente regoldar, dice: «Y así, la gente curiosa,
se ha acogido al latín y al regoldar dice erutar y a los regüeldos, erutaciones» (p. 872).
Sancho asiente: «Erutar diré de aquí adelante» (ibid.).
38
«¡Absit!» —dijo el médico— (p. 901). Y véase el aforismo de Hipócrates, a propó-
sito de unas perdices que, en el original hipocrático, se aplicaba al pan: «Omnis saturatio
mala, perdices autem pessima».
40 Aurora Egido

Al final de la obra, el latín aflorará de nuevo en el capítulo LXXI,


cuando, ya de vuelta a casa, don Quijote lo emplee en paridad con el uso
que del refranero hace Sancho, encarnando así la distancia social y cultural
que mediaba entre ambos39. Cervantes da de este modo buena cuenta de
los usos corrientes de un latín aplicado a veces sin conocimiento ni causa
y con resultados risibles. Como lo hacía un tal Monleón respondiendo a
todo lo que le preguntaban con un «Deum de Deo», sacado del Credo, que
él traducía tranquilamente por «Dé donde diere» (p. 1088)40.
Lo cierto es que el acomodo del latín eclesiástico al lenguaje ordina-
rio persiste hasta el final del Quijote, como el reiterado «¡Malum signum!
¡Malum signum!» (p. 1094), aplicado a la liebre que huye perseguida por
unos cazadores con sus galgos, mientras Dulcinea no aparece. El libro se
cierra además con un lexicalizado «Vale», fórmula latina de despedida, que
no deja de ser un socorrido y tópico adiós a los lectores del libro.
Al igual que en la Primera Parte del Quijote, de todas las lenguas,
salvado el latín, las referencias al árabe destacan en la Segunda; y ello,
gracias no solo a las historias de Ricote y Ana Félix (en paralelo con la
de Zoraida), sino al imperativo mayor de Cide Hamete Benengeli, primer
autor de la obra. No es extraño, por ello, que las alusiones a dicha lengua
aparezcan desde el principio, cuando en el capítulo II Cervantes corrija el
«Cide Hamete Berenjena» de Sancho, aclarando que «los moros son amigos
de berenjenas» y que Cide, «en arábigo, quiere decir ‘señor’» (p. 565)41.
Tales referencias no dejan de tener connotaciones negativas, pues se nos
dice en el Quijote que a Sancho «desconsolóle pensar que su autor era moro,
según aquel nombre de Cide, y de los moros no se podía esperar verdad
alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas» (p. 566). De
esta forma, la lengua ya no implicaba únicamente una carga cultural, relativa
al «autor» de la obra en cuestión, sino que acarreaba implicaciones raciales
y morales inequívocas. El asunto trascendía además al plano novelesco, pues
el origen de tal autor dejaba en tela de juicio la veracidad del relato.

39
Véase el gratis data (p. 1083) o las palabras de un don Quijote que peca tanto con
los latines como su escudero con los refranes: «No más refranes, Sancho […], que parece
que te vuelves sicut erat: habla a lo llano, a lo liso» (p. 1088).
40
Cuestión aparte es la emulación de las fuentes clásicas en el Quijote, objeto de
numerosos estudios, entre los que cabe destacar los de Cuartero (2013: 403-416) y Schwartz
(2013: 33-49). Y véase Barnés Vázquez (2009).
41
La presencia de Cide Hamete es mayor en la Primera que en la Segunda Parte,
según Jurado Santos (2012: 411-412), quien ha señalado además la ambigüedad y el juego
narrativos que ofrece su figura (ibid.: 417). Y véase Vincent (2006a: 105-118).
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 41

Por otro lado, Sansón Carrasco añadía al asunto la necesidad de traducir


del arábigo las hazañas de don Quijote escritas por Cide Hamete «en nuestro
vulgar castellano para universal entretenimiento de las gentes» (p. 567). Pers-
pectiva, esta, que agranda la extensión de los lectores en romance, sin quitar
por ello méritos a un «autor» arábigo o morisco, que menciona a Alá tres
veces al ver que don Quijote y Sancho ya están en camino y que, por tanto,
no solo maneja otra lengua, sino que además no es cristiano (p. 601)42. El
planteamiento no es baladí, sobre todo porque la obra que tiene el lector en sus
manos es una traducción a una lengua «cristiana», pero que convive con la de
quienes hablan y escriben la arábiga, y que se ha dejado penetrar por ella. Así
ocurre con los «lelilíes» que, «al uso de moros cuando entran en las batallas»
(p. 818), se oyen en el episodio de la cacería de los duques aragoneses43.
La terminología árabe alcanza también al episodio del puerto de Barce-
lona, donde se alude a «dos toraquis, que es como decir dos turcos borra-
chos» (pp. 1037-1038), con una palabra, toraquis, que, según Federico
Corriente, es una variante que «parece resultado de la aplicación de dicho
sufijo a ciertos plurales colectivos árabes»44. La voz acarrea, en este caso,
un alto sentido despectivo, que apela a la presencia de los escopeteros tur-
cos que había en el bergantín de la costa barcelonesa, y su mera referencia
trasluce además un nuevo episodio, como el de las galeras, en el que la
traducción se hace necesaria45.

42
Más adelante habrá una nueva alusión al «cronista» Cide Hamete y al «traductor»
de la historia. En el capítulo XLIV el tema de la traducción se mantiene, haciéndose refe-
rencia a que el traductor había sido fiel a lo escrito por dicho autor.
43
El grito reaparecerá de nuevo en el episodio de Barcelona, cuando entran en ella
don Quijote y Sancho. Corriente (2003) registra liilíes, leilíes (‘griterío festivo guerrero de
los musulmanes’). Era palabra asimilada al castellano, al igual que algazara.
44
Véase en Corriente (2003) la voz torqui ‘turco’. Ya en el Cancionero de Baena
aparecen los términos turquis y turquino. Rico/Forradellas (2004: 1256), en su edición de
Don Quijote de la Mancha, cuestionan la opinión de Corriente (2003) respecto a los tora-
quis borrachos, pero la opinión sobre los turcos en El Persiles es igualmente despectiva.
Para la valoración de los ataques a los turcos en esas obras, cabe tener en cuenta que ya
Luis Vives (1526) había criticado dicha insolidaridad entre los príncipes cristianos desde
una perspectiva pacifista y unificadora claramente cristiana. Véase Coroleu (1998: 314),
quien señala también el desarrollo de dicha corriente y las distintas posturas respecto al
latín y a la lengua vernácula en España.
45
«Preguntó el general quién era el arráez del bergantín, y fuele respondido por uno
de los cautivos en lengua castellana (que después pareció ser renegado español): Este man-
cebo, señor, que aquí veis es nuestro arráez» (p. 1038). Recuérdese además que Sancho, al
salir de la ínsula, dice: «Así dejaré de irme como volverme turco» (p. 957), trasluciendo
una animadversión cervantina que también trasluce El Persiles y otras obras.
42 Aurora Egido

El episodio de Ana Félix mostrará todas las capas superpuestas por un


arráez que ni es turco, ni moro, ni renegado, sino mujer cristiana46. Pues
nos encontramos ante una Ana Félix-Arráez que, por el traje, aparenta ser
hombre moro, turco y renegado, pero que, cuando cuenta su historia al
virrey, descubre que, bajo su apariencia varonil, esconde el testimonio de
una nación, una lengua y una religión. Cervantes prueba además que ambas
se maman en la leche de la madre, lo mismo que se adquieren las buenas
costumbres paternas, siguiendo una idea agustiniana, como ya apuntó Leo
Spitzer47. De este modo, la fe, la lengua, las virtudes y hasta la hermosura,
se identifican con la lengua castellana y con la religión cristiana.
Sin entrar en el menudo del episodio en relación con la expulsión de
los moriscos, lo cierto es que este se presenta como encrucijada de reli-
giones y lenguas, ya no solo por Ana Félix, sino por el caballero Gaspar
Gregorio, un cristiano que aprende a hablar árabe por amor, que acompaña
a su amada en el destierro y hasta se mezcla con los moriscos haciéndose
su amigo (pp. 1040-1041)48.
Marcados tales presupuestos, el paso de Gaspar Gregorio a Berbería y
su asiento en Argel ya no necesitará precisiones lingüísticas, pero sí reli-
giosas y morales, pues los turcos aparecen como seres bárbaros y dados
a la sodomía, lo que favorece un nuevo travestismo lingüístico y sexual
pero, en este caso, a la inversa del llevado a cabo por Ana Félix49. De este
modo, los disfraces que encubren la identidad de los personajes se trasladan
constantemente al terreno lingüístico.
La conocida ambivalencia con la que Cervantes se expresa acerca de la
expulsión de los moriscos, también tratada en El Persiles y en el Coloquio
de los perros, alcanza, en el episodio de Ana Félix, resonancias lingüísti-

46
Para los distintos niveles de comunicación de dicho episodio, véase Neuschäfer
(1998: 638-639), quien cree se trata de dos historias intercaladas como la de Roque Guinart.
47
«Tuve una madre cristiana y un padre discreto y cristiano, ni más ni menos; mamé
la fé católica en la leche, críeme con buenas costumbres, ni en la lengua ni en ellas jamás
a mi parecer, dí señales de ser morisca» (pp. 1039-1040). Sobre la idea agustiniana de
que la religión, como la lengua, se maman con la leche de la madre, véase el clarificador
trabajo de Spitzer (1995: 135-187).
48
Téngase en cuenta que la expulsión de los moriscos fue objeto de debates en la
monarquía hispánica en 1614, cuando se liquidó el proceso. Sobre ello, Vincent (2013:
39-51). Los del Valle de Ricote se exiliaron en diciembre de 1613 y enero de 1614. Vincent
prefiere el término mudéjares antiguos para calificar a estos.
49
El plurilingüismo de Argel también se reflejó en El Persiles, según Hegyi (1999:
225-239); y véase Egido (1998b).
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 43

cas y religiosas respecto a aquellos, dejando nuevamente en situación de


inferioridad absoluta a los turcos50.
En la Segunda Parte del Quijote gravitan esas dos historias que al final
se entrecruzan, como son las de Ricote y su hija Ana Félix, que terminan
por encontrarse tras un largo peregrinaje, permitiendo que, después de su
exilio, ambos se queden en España (ella, «hija tan cristiana y padre, al
parecer, tan bien intencionado», p. 1052). Regreso, este, que, junto al de
don Gregorio, será favorecido por don Antonio Moreno y el virrey, entre
otros barceloneses que pondrán un feliz final de comedia a una historia
llena de visos trágicos y tortuosas peregrinaciones por tierras extrañas. En
el encuentro de Ana y Gregorio sobrarán sin embargo las palabras, pues
el silencio fue allí el que habló por los dos amantes y los ojos fueron las lenguas
que descubrieron sus alegres y honestos pensamientos (ibid.).

Como ocurre con el latín, el árabe también aparece al final de la Segunda


Parte, ofreciendo toda una lección de filología sobre algunas palabras que
se habían asentado en la lengua castellana. Pues, tras discurrir don Quijote
sobre los controvertidos albogues («unas chapas a modo de candeleros
de azófar, que dando una con otra por lo vacío y hueco hace un son…»,
p. 1062), dice:
Y este nombre albogues es morisco, como lo son todos aquellos que en nues-
tra lengua castellana comienzan en al, conviene a saber: almohaza, almorzar,
alfombra, alguacil, alhucema, almacén, alcancía y otros semejantes, que deben
ser pocos más; y solos tres tiene nuestra lengua que son moriscos y acaban en í,
y son borceguí, zaquizamí y maravedí; alhelí y alfaquí, tanto por el al primero
como por el í en que acaban, son conocidos por arábigos (p. 1062)51.

50
Al igual que haría con sentido despectivo en El Persiles, Cervantes dice en el epi-
sodio de Ana Félix, que «la demás chusma del bergantín son moros o turcos» (p. 1041),
mientras ella, llorando, solicita del visorrey que la deje morir como cristiana. Véanse
pp. 1052-1053, donde Cervantes hace un alegato a favor de don Bernardino de Velasco,
conde de Salazar, a quien el rey encargó la expulsión de los moriscos, lo que, según él,
llevó a cabo con misericordia y justicia; y la nota 22 de la p. 1053, donde se contrastan
otras opiniones muy distintas de Cervantes sobre el tema.
51
Según Corriente (2003: s. v. albogue), Cervantes confunde un instrumento de viento,
de origen oriental, como el albogue, que aparece ya en el Libro de Buen Amor, vv. 1223-
1224, especie de flauta doble y que él creyó estaba formado por unas chapas de latón
semejantes a crótalos. Téngase en cuenta que España contaba con el Vocabulista arábigo
en lengua castellana de fray Pedro de Alcalá (Granada, 1501). Y véase Vidal Castro (2008:
319-345).
44 Aurora Egido

Se pespunteaba así un sutil tejido histórico, político, religioso, social e


incluso sexual, relacionado con las lenguas en contacto y referido al árabe
«morisco», lengua de la que, en definitiva, provenía el libro que el lector
estaba leyendo, traducido a otra como el castellano, que estaba a su vez
preñada de voces arábigas con las que el narrador se deleita indicando su
procedencia52.
Muerto ya don Quijote, Cervantes no olvidará sin embargo al «autor»
de la obra, Cide Hamete Benengeli, que guardó para siempre el nombre
del lugar de la Mancha donde nació el ingenioso caballero para que todas
las villas y lugares se disputaran el origen, «como contendieron las siete
ciudades de Grecia por Homero» (p. 1104). Que fuera finalmente el pru-
dentísimo Cide Hamete quien dialogara con la pluma que había pergeñado
sus hazañas cerraba, como un ouroboros, las páginas de una obra en la que
la creación y la traducción terminaban por ser uno y lo mismo.
Por otro lado, la mencionada historia de Ana Félix confluye con la
de su padre Ricote, que capítulos atrás había mostrado una peregrinación
forzada hacia el norte de Europa, lo que conllevaba, como en el caso de su
hija, no solo disfraces y encubrimientos, sino la aparición, en este caso, de
la lengua alemana en los espacios de un episodio no exento de misterio53.
Así se desprende de la extrañeza ante otro idioma de don Quijote y San-
cho cuando topan con seis peregrinos extranjeros con sus bordones, que
enseguida delatan, por una sola palabra, lo que pretenden:
Todos juntos comenzaron a cantar en su lengua lo que Sancho no pudo entender,
si no fue una palabra que claramente pronunciaba «limosna», por donde entendió
que era limosna lo que en su canto pedían (p. 960).

Pues cuando Sancho les dio pan y queso, y ellos dijeron: «¡Guelte!
¡Guelte!» («¡Dinero!, ¡dinero!»), los peregrinos declararon su origen ale-
mán, lo que desencadenó un diálogo por señas con uno de ellos, que le
mostró la bolsa, aunque finalmente se descubriera que este no era otro sino
el morisco Ricote, disfrazado de «moharracho» y «transformado de morisco
en alemán o en tudesco» (ibid.).
Uno de los alemanes, con la alegría de vaciar la bota junto al resto,
utiliza además la lingua franca, una mezcla de varias lenguas románicas,
que incluso el propio escudero llega a compartir:

Sobre el asunto, véase, entre otros, Solá-Solé (1974: 209-222).


52

Véase Westerveld (2007). Dicho Valle era mudéjar por excelencia, con apenas un
53

4% de cristianos viejos, según Vincent (2013).


El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 45

Español y tudesqui, tuto uno: bon compaño.


Y Sancho respondía.
¡Bon compaño, jura Di!54.

El encuentro de culturas y lenguas diversas se plasma no solo en la


interlocución, sino en las costumbres, como la del «manjar negro que dicen
que se llama cavial» (p. 961) que comen los alemanes. Pero aquí se trata,
como vemos, de algo más que una cuestión de lenguas en contacto, pues
aparece un problema más agudo en el que el paradigma lengua-raza-patria
se muestra en carne viva a través de la figura del morisco Ricote, expulsado
por fuerza de España y que ha emigrado, como tantos otros, a Alemania
para preparar la posterior salida de su familia55.
Cervantes mostró, a través de este morisco encubierto, los avatares de
aquellos de su raza que, paradójicamente, comprobaron que era en Berbería
y África donde peor los trataban, anhelando, por ello, el regreso a la que
consideraban su patria:
Y es el deseo tan grande que casi todos tenemos de volver a España, que los más
de aquellos, y son muchos, que saben la lengua, como yo, se vuelven a ella y
dejan allá sus mujeres y sus hijos desamparados: tanto es el amor que la tienen;
y ahora conozco y experimento lo que suele decirse, que es dulce el amor de la
patria (p. 964).

El camino hacia Alemania, donde se vive con «libertad de conciencia»,


pasando por Italia y Francia, no acaba ahí, pues Ricote ha vuelto para res-
catar el dinero que dejó enterrado y volver a Alemania, no sin antes ir por
Valencia a Argel para recoger a su mujer y a su hija56. La vida itinerante
entre Europa y África de los moriscos expulsados y el contacto de lenguas,
religiones y culturas se incardinan en la historia de Ricote y en la de Ana

54
P. 962 («Español y alemanes, todos uno. Buenos camaradas […] ¡Buenos amigos,
juro por Dios»). Sobre la lingua franca en la obra, véase Spitzer (1955: 135-187). En cuanto
a guelte o gueltre, en la ed. coordinada por Rico (2015: 1166) se anota: «del alemán u
holandés Geld; en germanía adopta la forma gueltre».
55
Ricote explica a Sancho la vida que ha llevado tras el decreto de expulsión (10 de
julio de 1610 y, por tanto, posterior a la Primera Parte del Quijote), aunque antes se les
conminara a que lo hicieran voluntariamente. La expulsión se ejecutó en un arco que va
de 1609 a 1613. Téngase en cuenta (p. 961) que muchos de los moriscos huidos volvieron
en 1612. Miranda Villafañe (1582: fol. 3) habla sin embargo de los males derivados de
la lengua de los moros que conquistaron los reinos de España, refiriéndose además a la
prohibición de Felipe II para que no se hablara la lengua «llamada arábiga o algarabía».
56
«Libertad de conciencia» tiene aquí el sentido de permisividad excesiva, por alusión
a los países protestantes (p. 964, n. 28).
46 Aurora Egido

Félix como un problema mucho más complejo que el que planteaban las
gramáticas y las preceptivas literarias de la época de Cervantes. Sobre todo
a la hora de identificar los conceptos de nación y lengua, cuando la religión,
la raza y hasta el sexo andaban de por medio57.
La vida de las lenguas y el contacto entre unas y otras aparecen en el
Quijote con esas ansias de cambio y renovación a las que Horacio apelaba
en la Epístola a los Pisones, VII, recordando lo que ocurre con las hojas
de los árboles, que van cambiando a tenor de las estaciones, sin que por
ello cambien sus raíces. Las lenguas, en cualquier caso, van unidas al uso
de las personas que las hablan, según su origen, o se plasman en las obras
de quienes las escribieron o tradujeron para entendimiento de muchos. Y
en ese proceso a lo vivo, donde el imperativo del uso es más poderoso que
el de los césares, Horacio también le sirvió a Cervantes de modelo no solo
porque había dado por buenas en el latín las voces derivadas del griego,
sino porque consideró que la inserción de vocablos nuevos o extranjeros
debía hacerse siempre con prudencia y tiento58.
La Segunda Parte del Quijote, escrita a la par que El Persiles, ofrece, en
el plano lingüístico, numerosos paralelos con este. Sobre todo en lo referido
a la comunicación gestual y verbal entre personas de distintas lenguas, así
como en el papel de la traducción, creando desde el principio un marco
de verosimilitud íntimamente ligado a la acción, al espacio y al decoro de
los personajes. Pero sobre todo mostró hasta qué punto, desde Homero,
los viajes, las peregrinaciones y hasta la caballería errante suscitaban un
sinfín de encuentros con gentes de distinta procedencia y lengua59. Gracias
a ello, la narración progresaba en la encrucijada de los caminos, fundiendo
géneros, estilos y lenguas.
Cervantes conocía muy bien la susodicha defensa del vulgar que se
había originado en Italia a partir de Dante, propiciando una corriente huma-

57
Véanse Arriaga de Lassel (2008: 329 y sigs.), y los estudios recogidos sobre Cer-
vantes y el Islam (ibid.: 327-404; 405 y sigs. para El Persiles).
58
Horacio, en la edición de Iriarte (1777: 8-9), comparó además, las voces que se
toman de otras lenguas con las monedas extranjeras que se acuñan de nuevo y adquieren
otro valor.
59
Sobre ello, Egido (1998b). Recuérdese que, en el prólogo del Viaje de Turquía,
Cristóbal de Villalón invoca a Homero en estos términos: «Ayúdame a cantar, ¡oh musa!
Un varón que vio muchas tierras y diversas costumbres». Véanse al respecto ese y otros
ejemplos en Martinell et al. (2000: 110 y sigs.). En este catálogo, no faltan la gestualidad
ni la presencia de intérpretes, guías e intermediarios, así como el reclamo de numerosos
ejemplos cervantinos y referencias a la pluralidad lingüística como consecuencia de Babel.
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 47

nística que se decantaría por su emancipación del latín60. Dejando aparte


la influencia de los escritores italianos en el Quijote, lo cierto es que, al
igual que ocurriera en la Primera Parte, no podía faltar, en el itinerario de
don Quijote hacia Zaragoza y más tarde hacia Barcelona, la mención del
italiano, también presente en El Persiles, cuyo destino era Roma. Y así,
términos de lingua franca, como los del episodio de Ricote, aparecen en
el del titiritero maese Pedro, un «hombre galante, como dicen en Italia, y
bon compaño» (p. 745), que andaba por la Mancha de Aragón con su reta-
blo y su mono. Al verlo, don Quijote le pregunta, usando un giro italiano:
«Dígame vuestra merced, señor adivino: ¿qué peje pillamo? ¿Qué ha de
ser de nosotros?» (p. 746).
Tales palabras preceden al momento en el que el susodicho titiritero
relata la historia de don Gaiferos y su esposa Melisendra en la ciudad de
Sansueña, donde aparecen las torres de la Aljafería. «Sacada de las crónicas
francesas y de los romances españoles que andan en boca de las gentes y
de los muchachos de las calles» (p. 751), Cervantes muestra con ello hasta
qué punto la letra que acompañaba a los títeres, como las novelas de caba-
llerías que nutrían el magín de don Quijote y el propio libro, se basaban
en fuentes escritas más allá de las fronteras españolas, además de ser fruto
de la tradición oral autóctona61.
En este caso, como ocurre en el de los moriscos encubiertos Ricote y
Ana Félix, el titiritero tuerto y disfrazado no es otro que Ginés de Pasa-
monte, que había compuesto un gran volumen contando sus bellaquerías y
que se había pasado al reino de Aragón para ocultar sus delitos.
En los episodios por esas tierras, no falta además un «¡Tarde piache!»,
con el gallego piache, del verbo piar, cuyo uso ya habían registrado en el
habla castellana Timoneda en su Portacuentos o Covarrubias en su Tesoro
de la Lengua castellana o española62. El Quijote dará muestras de otras

60
El Humanismo fue el directo responsable de la emancipación del vulgar, aunque
al principio se decantara por resaltar las facultades creadoras del latín. Véase McLaughlin
(2000: 269-294), quien parte de la plurilingüe Hipnerotomachia Poliphili (1499) de Fran-
cesco Colonna y del apogeo de la influencia humanística sobre la literatura vernácula. Y
véase en particular Gómez Moreno (1994).
61
No olvidemos que se trataba de una internacional caballeresca, cuyos héroes litera-
rios e históricos procedían de los más variados países. La historia de don Gaiferos transcu-
rre, como es bien sabido, «en la ciudad de Sansueña, que así se llamaba entonces la que hoy
se llama Zaragoza» (p. 751). Sansueña viene de Sansoigne, es decir, Sajonia (ibid.: n. 3).
62
Rico anota: «¡Tarde te quejas!» (p. 1031), expresión coloquial para indicar que
alguien llegó tarde o no se halló a tiempo en un negocio o pretensión. Ya lo recogió Timo-
48 Aurora Egido

lenguas en el camino interminable hacia Zaragoza, donde se recrea una


nueva y pastoril Arcadia en la que se alude a dos églogas: «una del famoso
poeta Garcilaso, y otra del excelentísimo Camoes en su misma lengua por-
tuguesa» (p. 991), tal y como las habían aprendido las disfrazadas pastoras.
Estas las podían recitar supuestamente con igual familiaridad en español y
en portugués, considerado entonces una de las lenguas de España63.
Como quiera que la existencia del autor apócrifo desvía la meta zara-
gozana de don Quijote, este decide por fin no poner los pies en Zaragoza
con motivo de las justas del arnés que en aquella ciudad solían hacerse
todos los años, y elige «el más derecho camino para ir a Barcelona sin tocar
Zaragoza» (p. 1004). El cambio es crucial a todos los efectos, incluidos
los lingüísticos, pues en el camino de ida a esa ciudad aflorarán, como ya
hemos visto, nuevas lenguas y, entre ellas —no podía ser de otra manera—,
el catalán.
El encuentro con el bandolero Roque Guinart y sus «escuderos» de
origen gascón presupone el entendimiento del castellano por parte de todos,
pero Cervantes da señas inequívocas de que estos hablan también otra
lengua. La descripción de este bandolero generoso y prudente, al que don
Quijote consideraría su parigual (p. 1014), contrasta con la de los gascones,
«gente rústica y desbaratada» (p. 1012), mostrando, como en el caso de
los turcos, connotaciones negativas vinculadas al origen geográfico. Los
gascones ofrecen un claro contraste con la nobleza de Roque Guinart, que
portaba «cuatro pistoletes (que en aquella tierra se llaman pedreñales»,
p. 1008), aclaración terminológica que acrecienta una vez más la verosi-
militud del relato.
Obviamente, y al igual que ocurre en El Persiles, Cervantes recreaba un
ámbito lingüístico concreto con apenas una o dos palabras en la encrucijada

neda en su Portacuentos, e iba unido al relato del huevo empollado y los dos vizcaínos.
Véase Hernández Valcárcel (2002: 208). Covarrubias (1611), a propósito de piar, dice:
«Proverbio: “Tarde piache”, el que no habló con tiempo». Se emplea para señalar que
alguien pide una cosa fuera de tiempo o llegó tarde. Véase Suazo Pascual (1999: núm.
316). También lo recogió, entre otros, Martín Sarmiento en 1739. En el DRAE, piache,
tarde: «Del gallego tarde piache, tarde piaste, frase que la tradición atribuye a un soldado
que, al tragarse un huevo empollado, oyó piar al polluelo».
63
En ese sentido, no deja de ser curioso que las referencias a Garcilaso y a Boscán se
den también en el camino de vuelta de Barcelona, cuando, tras el encuentro con Tosilos, don
Quijote y Sancho se topan con las pastoras y el caballero expresa su deseo de convertirse
junto a Sancho en pastores. Allí recuerda al «antiguo Boscán», que se llamó «Nemoroso»,
rubricando una amistad entre el poeta toledano y el catalán (p. 1061), que se hizo legendaria
desde la publicación en común de sus Obras en Barcelona (1543).
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 49

de caminos, donde el caballero y el escudero encuentran a dos capitanes


de infantería que tenían sus compañías en Nápoles e iban a Barcelona, y
de ahí a Sicilia (p. 1015)64. En este caso, le basta constatar en catalán la
catadura de los enemigos del bandolero para que el lector perciba la lengua
en la que los gascones se expresan, cuando exclaman:
¡Viva Roque Guinart muchos años, a pesar de los lladres que su perdición pro-
curan! (p. 1016).

Pero, por si eso fuera poco, el autor precisa y traduce para los lectores
lo que allí se hablaba, dejando una pequeña señal para hacer más creíble
el cambio lingüístico:
Uno de los escuderos dijo en su lengua gascona y catalana: «Este nuestro capitán
más parece frade que bandolero» (p. 1017).

Esa verosimilitud se amplía en la carta de conducto que Roque da a


don Quijote y Sancho para unos amigos que viven en Barcelona, y que el
narrador transcribe, aludiendo a las luchas intestinas que había en Cataluña
entre los bandos de «Niarros» y «Cadells» (p. 1017)65. Pues, por lo demás,
don Quijote y Sancho no tienen ningún problema a la hora de darse a
entender cuando llegan a dicha ciudad, tal y como lo suponía ya en 1559,
a otros efectos, el Anónimo de Lovaina (tal vez aragonés) en su Gramática
de la Lengua Vulgar de España66.

64
Con ellos iba la mujer del regente de la Vicaría de Nápoles que, según Riquer,
podía corresponder a la dama A. de Quiñones, que fue sorprendida realmente junto a sus
acompañantes por unos bandoleros cuando se encaminaba a Barcelona en 1610 (p. 1015,
n. 49). Téngase en cuenta el paralelo con El Persiles de este episodio, al aparecer dos
peregrinos que van a Roma, y a los que Guinart no solo no les roba, sino que les da dinero.
Cervantes prefirió hablar de los bandoleros catalanes, silenciando a los aragoneses, que
curiosamente utilizó el duque de Villahermosa para imponer su autoridad en Benabarre.
Tampoco quiso acordarse del bandido noble Lupercio de Latrás, que también ofreció sus
servicios a dicho duque. Sobre ello, Colás/Salas (1976: 79-146) y Casey (2001: 173, 267).
65
Los nyarros o nyerros y los cadells dividían la sociedad catalana en dos bandos.
Véase Torres (1993) y Casey (2001: 268; y 274-275 para el término pedreñales, arma mortal
cobarde y alevosa). Cervantes transcribe Monjuí por Montjuich en p. 1037; inserta, sin
embargo, como hemos visto, la palabra portuguesa frade ‘fraile’, en lugar de la catalana
frare.
66
El Autor anónimo de la Gramática de la Lengua Vulgar de España, pensada para
extranjeros, recoge las cuatro lenguas: vascuence, árabe, catalán y la «lengua vulgar de
España», que se habla y entiende generalmente en toda ella (1559: 6). Respecto a la
catalana, dice «es verdaderamente francesa, i trahe su origen de la provincia de Gascoña,
dela mui antigua ciudad de Limojes». Dice se habla en Cataluña, Valencia, Mallorca,
50 Aurora Egido

Creado con dichas pinceladas el ámbito lingüístico del catalán, Cervan-


tes hace que don Quijote y Sancho entren en Barcelona al grito de «¡Trapa,
trapa, aparta, aparta!» (p. 1018), que gritan los corredores que salían de la
ciudad al son de chirimías y atabales la víspera de San Juan67. Expresiones,
estas, que andaban por distintas piezas teatrales y cancioneriles de la época.
Pero en Barcelona no vuelve a hacerse referencia directa al catalán, y no
deja de ser curioso que sea un «castellano» (p. 1024) anónimo el que lea el
rótulo que llevaba colgado a la espalda don Quijote para ser el hazmerreír
de los viandantes.
Si en el camino hacia dicha ciudad se intensifican las referencias al uso
de lenguas distintas al castellano, es en ella, como ya hemos visto, donde se
multiplicará el efecto en la susodicha historia de Ana Félix, agrandándose
particularmente, respecto al toscano, en el episodio de la imprenta, a pro-
pósito del libro Le bagatele (vale decir, Le bagattelle), que allí se imprimía
(p. 1031). El momento es capital, pues constituye la cúspide teórica de todo
El Quijote en lo referido a la práctica de la traducción que lo conforma
desde sus primeras líneas. Y es entonces cuando descubrimos además que
el caballero andante no solo habla «algún tanto del toscano», sino que se
precia de «cantar algunas estancias del Ariosto» (p. 1032), probando así su
doble conocimiento, oral y escrito, de esa lengua68.
Tras la cuestión del significado de una obra como Le bagatele, cuyo
título no está exento de ironía, don Quijote mantiene con su traductor un
sustancioso diálogo que es toda una formulación teórica y práctica sobre
la traducción, sostenida fundamentalmente por el caballero andante. Este,
después de que el traductor vierta piñata por olla, le dice:
Yo apostaré una buena apuesta que adonde diga en el toscano piache, dice vuesa
merced en el castellano place, y adonde diga più, dice más, y el su declara con
arriba y el giù con abajo (pp. 1031-1032).

Menorca, Ibiza, Cerdeña «y aún en Nápoles». El Anónimo de Lovaina alaba los escritos
de árabes y catalanes en prosa y verso. Según Balbín/Roldán (1966: «Prólogo»), su autor
era aragonés. Hubo otra Gramática de la lengua vulgar de España publicada también en
Lovaina en 1559.
67
Alín/Barrio (1997: 258) recogen las expresiones «atrapa, atrapa» y «aparta, aparta»
en entremeses y mojigangas de varios autores, además de en la comedia El capellán de
la Virgen de Lope de Vega: «Afuera, afuera / aparta, aparta, aparta / que entran a recoger
sortija / labradores de la Sarga». Para esos capítulos barceloneses, remitimos a Egido (2007:
91-132), donde ya planteamos la cuestión del plurilingüismo. Y véase Riquer (1989) y
Micó (2004).
68
  Vid. al respecto Egido (2005a: 40 y sigs.; 2005b: 2-6).
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 51

Tras el asentimiento del anónimo traductor a tales correspondencias


léxicas, don Quijote se extiende sobre su idea de la traducción a través de un
conocido discurso en el que parece minusvalorar el papel de quien se ocupa
en trasladar «bagatelas». Salvado el respeto por quienes traducen del griego
y del latín, el caballero andante afirma que traducir de una lengua a otra
Es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se ven las
figuras, son llenas de hilos que las escurecen y no se ven con la lisura y tez de la
haz; y el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución, como no le
arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel (p. 1032).

Cervantes no desprecia taxativamente, por boca de don Quijote, el


ejercicio de la traducción, aunque lo haga cuando se aplica sin necesidad a
obras aparentemente inútiles, pues valora la que hizo Cristóbal de Figueroa
con el Pastor Fido o Jáuregui con la Aminta, «donde felizmente ponen
en duda cuál es la traducción o cuál el original»69. Su postura no distaba
mucho, en realidad, de la sostenida por Valdés en el Diálogo de la lengua,
cuando afirmó:
Y aun porque cada lengua tiene sus vocablos propios y sus propias maneras de
dezir, ay tanta dificultad en el traducir bien de una lengua en otra, lo qual yo no
atribuigo a falta de la lengua en que se traduze, sino a la abundancia de aquella que
se traduze, y assí unas cosas se dizen en una lengua bien que en otra no se pueden
decir assí bien, y en la mesma otra, otras que se digan mejor que en otra ninguna70.

El autor del Quijote corroboró con discretas pinceladas no solo la con-


vivencia de distintas lenguas en una ciudad como Barcelona, que era una
ventana abierta al Mediterráneo, sino la riqueza de unas imprentas donde se
publicaron numerosos libros en italiano, que también se guardaban, como
ha señalado Manuel Peña, en sus bibliotecas particulares71. Estas gozaban

69
P. 1031. La versión de Il Pastor Fido de Guarini se publicó en Nápoles en 1602,
y en Valencia en 1609. Sería decisiva en todo lo referido a la mezcla tragicómica y otras
novedades experimentadas por Cervantes y por Lope de Vega. Respecto a la Aminta de
Tasso, Jáuregui la tradujo en 1607. Es curioso ver cómo el traductor cervantino de Le
bagatele piensa hacerse rico gracias a ello, sin entrar en otras consideraciones.
70
Valdés (2010: 230). Y véase García Yebra (2005: 277-283).
71
Véase Peña Díaz (1997: 67 y sigs.), quien niega su decadencia cultural en términos
absolutos, aunque la hubiera en relación con las letras catalanas, por el incremento de los
libros impresos en castellano a finales del XVI. La cultura italiana estuvo muy presente
en el ambiente lector barcelonés desde las primeras décadas de ese siglo (ibid.: 76 y 165 y
sigs.). Cervantes había leído la traducción del Orlando de Ariosto por Jerónimo de Urrea
(Barcelona, Claudi Bornat, 1564), según Peña (ibid.: 196), y el episodio cervantino de la
imprenta mostró, entre otras cosas, que «el toscano en Barcelona era un idioma familiar».
52 Aurora Egido

igualmente de traducciones a otras lenguas, por no hablar de las ediciones


en catalán y en castellano, incluida la apócrifa Segunda Parte del ingenioso
hidalgo don Quijote de la Mancha72.
La idea de Cervantes sobre la traducción se alejaba en parte de la
opinión de Garcilaso que, en su carta introductoria a la versión de El Cor-
tesano de Baltasar de Castiglione, hecha por Boscán, llegó a decir que es
«tan dificultoso el traducir un libro como hacerlo nuevo». Su postura se
acercaba mucho más a la de Lorenzo Valla y otros humanistas que no creían
tan alto el ejercicio de romancear73. Sobre todo si se trataba, como en este
caso, de obras de poca monta. Cervantes continuó, en ese episodio, una
larga trayectoria en la que, por decirlo con el título de la obra de Mario
Alessandri de Urbino, se estableció Il Paragone della lingua Toscana et
Castigliana desde las perspectivas más diversas74.
Cervantes, como tantos escritores de su tiempo, no solo debía com-
petir con los clásicos latinos, sino con una riquísima tradición literaria en
lengua toscana que trató de superar constantemente. Esta, según Fernando
de Herrera, era una lengua «florida, abundosa, blanda i compuesta», pero
también «libre, laciva, desmayada i demasiadamente enternecida i muelle
i llena de afectación». Una lengua, en definitiva, a la que superaba la
española, por «grave, religiosa, onesta, alta, manífica, suave, tierna, afec-
tuosíssima i llena de sentimientos, i tan copiosa i abundante, que ninguna
otra puede gloriarse desta riqueza i fertilidad más justamente»75. Téngase
en cuenta que las Anotaciones de 1580 a Garcilaso de Herrera, así como
su poesía, fueron criticadas por Damasio de Frías, que le afeó sus extran-

72
Para la edición y difusión de libros en latín, italiano, francés, catalán y castellano,
véase Peña (1996). Aparte de los clásicos grecolatinos, dominaban en las bibliotecas par-
ticulares las obras publicadas en catalán, castellano e italiano.
73
Véase Comellas Aguirrezabal (1995: 227); y, asimismo, sobre la idea de este autor
en torno a la traducción, cercana a la fidelidad exigida por Leonardo Bruni en De recta
interpretatione (ibid.: 230 y sigs.). Céspedes creía en la fidelidad al original y en la crea-
ción de un estilo.
74
Alessandri d’Urbino (1560). Dedicado a don Antonio D’Aragona, duque de Mon-
talto, analiza las semejanzas entre ambas lenguas tanto en la fonética como en la ortografía
y la gramática.
75
Véase la cita de Fernando de Herrera en sus Anotaciones (1580) a Garcilaso en
Terracini (1968: 148-200). Terracini analiza la desigual comparación de Herrera entre las
lenguas toscana y española, inclinándose obviamente por la segunda. Herrera (apud Inoria/
Reyes Cano 2001: 188-189) elogió la alteza y la agudeza de la lengua española, creyendo
era posible llegara a la cumbre del griego y del latín.
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 53

jerismos y un estilo lleno de préstamos de otras lenguas, manteniendo al


respecto una discreción pareja a la de Cervantes76.
Este plantea y desarrolla en la Segunda Parte del Quijote las cuestio-
nes de la traducción en su estancia barcelonesa, centrándose curiosamente
en las dos lenguas, el italiano y el árabe, con las que más había estado en
contacto a lo largo de su vida. Y lo hace en una ciudad costera por la que
él, como tantos otros, había pasado en sus viajes allende los mares77.
Más tarde, en la aventura de los cerdos, don Quijote cantará en caste-
llano unos versos adaptados de Gli Assolani de Bembo (p. 1067). Después,
en el camino de vuelta a casa, la estancia en el castillo de los duques mos-
trará de nuevo reminiscencias de poetas italianos y castellanos, aludiéndose
en él a unos versos de las Églogas de Garcilaso, con alguna huella del
Orlando furioso (p. 1071). De esta forma, y como en caja china, el autor
del Quijote ponía de nuevo en práctica, dentro de la novela, la función
narrativa de la traducción.
El procedimiento contaba con un precedente de excepción: La lozana
andaluza en lengua española muy claríssima, compuesto en Roma, por
Francisco Delicado, cuyo plurilingüismo ha sido estudiado detenidamente
por Frago (1988: 41-66). La obra, tantas veces traducida, cumplió además
y de forma directa con la larga historia de las ediciones en varias lenguas
de las obras españolas78.
Ni que decir tiene que la coexistencia entre el italiano y el español
gozaba de una riquísima tradición que ya estuvo presente en los prelimina-
res napolitanos de la Propalladia (1517) de Torres Naharro79. Nos encon-

76
Béhar (2011: 159-195). Esa lucha contra la afectación también la libraron Lucas
Gracián Dantisco en su Galateo Español y el propio Cervantes en el Quijote (II, cap. xxvi).
Góngora, sin embargo, continuó por el camino herreriano, en ese y otros aspectos.
77
A su salida de Barcelona, don Quijote cita, en español, unos versos del Orlando
furioso (p. 1059), que también había mencionado en el capítulo III de la Primera Parte,
cerrando un círculo. Sobre el paso de ilustres pasajeros por los puertos de Barcelona y
Palamós, véase Martín Roig (2012: 69-82).
78
Véase Corriente (2003: 51-72), quien desmonta la tesis lingüística criptojudía,
señalando se trata de moriscos que conviven en Roma con connacionales de la judería; y
Lucía Mejías (1996: 7-17). Otro curioso precedente, pero que tal vez no llegó a manos de
Cervantes, por estar prohibida por la Inquisición, es la obra, publicada en 1523, de Pedro
Manuel de Urrea, Peregrinación de las tres casas sanctas de Jherusalem, Roma y Santiago.
Y véase Egido (2005: 2-6).
79
Sánchez García (2013: 1-33). Paolo Giovio señaló que el marqués de Pescara, que
se acomodó a las costumbres y a la lengua de los españoles, quiso imponer esta en los
ámbitos napolitanos, incluido el ejército. En los preliminares se parangona el vulgar de
54 Aurora Egido

tramos así ante una «imagen refleja», propia del viaje de ida y vuelta que
la traducción ofrece entre unas lenguas y otras, como ha señalado María
de las Nieves Múñiz:
Ogni immagine nazionale nasce, per opposizione o per analogía dal riflesso spe-
culare di altre all’interno di un sistema di compensazioni binarie80.

Excepción hecha del pequeño discurso sobre la traducción y cuanto ella


conlleva en el origen mismo de la obra, Cervantes inserta en el Quijote el
problema de las lenguas en el decurso de la narración, creando, como en El
Persiles, un ámbito de verosimilitud, ensayado ya en otras obras anteriores,
y que adquiere toda su viveza en los diálogos, cuando las lenguas propias de
quienes hablan entran en contacto. En ese sentido, los diálogos cervantinos
producen en el lector el mismo efecto que confirma Sancho cuando dice a
don Quijote: «La conversación de vuestra merced ha sido el estiércol que
sobre la estéril tierra de mi ingenio ha caído» (p. 632).
La variedad lingüística de la Primera Parte del Quijote se amplió sin
duda en la Segunda, donde se prosigue además el papel que el lenguaje
gestual y la traducción conllevan en el fenómeno comunicativo. Desde La
Galatea al Persiles, pasando por sus Novelas Ejemplares y por sus Come-
dias y Entremeses, Cervantes asentó la riqueza de la variedad idiomática e
incluso los cambios que se producen en el uso de la lengua propia a tenor
de las circunstancias y de las personas81. En ese arco, el Quijote reflejará los
múltiples matices que supone la variedad lingüística en todos los planos, así
como la dignidad de las lenguas, cualesquiera que estas sean. Vinculándo-
las siempre al uso que de ellas hagan las personas en cada situación dada,
Cervantes demostró que las lenguas, como los caballeros andantes, están
siempre en movimiento, cruzándose en los caminos unas y otras, más allá
de cualquier frontera que se les ponga por delante.
Pero volviendo al principio de la Segunda Parte del Quijote, no deja
de ser curioso que el licenciado Márquez Torres salude en la aprobación de
la misma, firmada el 27 de febrero de 1615, el libro de un autor aplaudido

Torres Naharro con el griego y el latín por Mesinerius I. Barberius. Torres Naharro, en su
dedicatoria a dicho marqués, nos ofrece además un curioso precedente del linaje fundado
por Dulcinea en el Quijote, al decir que fue voluntad de este «començar linaje más que de
allegar linajes, esperando más gloria de la virtud propia que de la apelativa, y más claridad
de sus ojos que de los ajenos».
80
Múñiz Múñiz (2012: 15). Y véanse pp. 20-21 sobre las traducciones entre ambas
lenguas en el siglo XVI.
81
Menéndez Pidal (1966: vol. II, 7 y sigs.). Y véase Canonica (1991: 19-42).
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 55

en España, Francia, Italia, Alemania y Flandes (p. 539). Ello era además
un síntoma de la extensión del castellano por esas tierras y, en todo caso,
prueba de que la fama universal (pensemos hoy en el caso de Borges) se
alcanza gracias a la traducción82.
Pero lo más significativo y gracioso es sin duda la dedicatoria del propio
Cervantes al conde de Lemos, donde afirma que el emperador de la China le
había escrito en lengua chinesca una carta diciéndole le enviase la obra «por-
que quería fundar un colegio donde se leyese la lengua castellana y quería
que el libro que se leyese fuese el de la historia de don Quijote» (p. 547)83.
Cervantes va más lejos, en este caso, que en El Persiles, donde al final
justifica el conocimiento que sus protagonistas nórdicos tenían del caste-
llano y otras lenguas de los países por donde pasaron, gracias a un colegio
plurilingüe creado en tierras septentrionales. Pues aquí no solo desplaza a
lejanos espacios chinescos el ejercicio del castellano, sino que lo identifica
con el del mismo Quijote que, cual si se tratara de una profecía, ha ter-
minado por convertirse en modelo del idioma y en el libro más traducido
después de la Biblia.
Don Quijote de la Mancha se igualó así a la saga de la caballería
andante que él mismo enumerara al principio de la Segunda Parte en el
diálogo con el cura, a través de los nombres de Amadís de Gaula, Palmerín
de Inglaterra, Lisuarte de Grecia, Felixmarte de Hircania y un larguísimo
etcétera al que pertenecía la internacional caballeresca. Pero él los aventajó
a todos al convertir su apelativo «de la Mancha» en el lugar universal del
idioma español de la literatura84.
Las ansias de inmortalidad del libro de Don Quijote se superponen en
esta Segunda Parte a las del mismo Cervantes, que asienta, desde los ini-
cios, junto a la universalidad del castellano, la que propicia su traducción
a otras lenguas, haciéndole decir a Sansón Carrasco:

82
Márquez Torres aporta además el testimonio de Bernardo de Sandoval, tío del duque
de Lerma, que avalaba el éxito de las obras de Cervantes entre los caballeros franceses
(ibid.: 539-540).
83
Recordemos que de Catay, al norte de China, provenía Angélica (p. 560), como
sabía bien don Quijote, recordando a Ariosto (pp. 556-557).
84
Pp. 556-557. Y véase también el diálogo con Sancho de esta Segunda Parte, cap. II.
Sobre el paradigma «la lengua de Cervantes», Rojo (2004: 1122-1130), en la edición que
manejamos de Don Quijote de la Mancha, pp. 1122-1130. Como dijo Canavaggio (2014:
73-82), la pluralidad lingüística de esta y otras obras suyas, así como las dificultades que
supone la comunicación con personas que hablan otras lenguas, es consecuencia clara de
su propia experiencia vital.
56 Aurora Egido

Tengo para mí que el día de hoy están impresos más de doce mil libros de la tal
historia: si no dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso, y
aún hay fama que se está imprimiendo en Amberes; y a mí se me trasluce que
no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzga (p. 567)85.

Y así fue.

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85
P. 567. En realidad, de la Primera Parte se habían publicado en 1615 tres edicio-
nes en Madrid, dos en Lisboa y Bruselas, una en Valencia y otra en Milán, junto a dos
traducciones al inglés y al francés.
El diálogo de las lenguas en la Segunda Parte del Quijote 57

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Lección de clausura
Variación y cambio desde una
perspectiva sociocognitiva

Rocío Caravedo
Università degli Studi di Padova

Resumen. El propósito de este trabajo es extender a la diacronía del español,


específicamente al cambio lingüístico, un enfoque que parte originariamente de la
percepción de los hablantes en el estudio de la variación sincrónica de la lengua
(Caravedo 2014). La perspectiva perceptiva, i. e. sociocognitiva, permite rein-
terpretar tanto la variación (ligada naturalmente al cambio) como la invariación,
normalmente estudiadas de modo separado en la tradición disciplinaria. En la
primera parte se delimitan los conceptos centrales de este enfoque, mientras que
en la segunda se aplican a fenómenos específicos que han sufrido cambios a lo
largo del tiempo y del espacio.
Palabras clave. Lingüística diacrónica, enfoque sociocognitivo y perceptivo de
la variación, variación y cambio lingüístico en español.

Abstract. The purpose of this study is to extend to diachronic evolution of Spanish


a perceptual approach that has been previously developed for the study of syn-
chronic variation (Caravedo 2014). The perceptual (i. e. sociocognitive perspec-
tive) enables the reinterpretation of variation (normally associated with change)
and invariation as well, which have been commonly separated as independent
phenomena in traditional linguistics. The first part of this study is devoted to
the definition of the central theoretical concepts of the perceptual oriented view,
while the second one is an application of these concepts to specific phenomena
that have undergone change across space and time.
Keywords. Diachronic linguistics, sociocognitive and perceptual approach, lin-
guistic variation and change in Spanish.

El conjunto de reflexiones que propongo en esta ocasión tiene su


fuente en una investigación anterior en la que se ha desarrollado esta
68 Rocío Caravedo

perspectiva en relación con la variación sincrónica del español actual


(Caravedo 2014)1. En el trabajo mencionado, se aborda la variación
poniendo en primer plano la percepción de los hablantes con el pro-
pósito de observar, desde una perspectiva distinta de la canónica, los
fenómenos ya estudiados tradicionalmente teniendo en cuenta de modo
exclusivo la producción de los hablantes. Resulta natural extender esta
reflexión a la visión diacrónica y, por lo tanto, a la problemática ligada al
cambio lingüístico, que no es sino una manifestación de la variación en
la coordenada temporal. En este sentido, es pertinente averiguar el papel
que desempeña la percepción y, concomitantemente, la cognición de los
hablantes en la evolución de una lengua. Lejos de pretender el desarrollo
de una teoría del cambio, se tratará simplemente de presentar una línea
reflexiva de carácter hermenéutico, a partir de un enfoque distinto del
tradicional aunque conectado con este, que pueda echar nueva luz sobre
los fenómenos ligados a la historia de la lengua. A partir de este objetivo,
la presente exposición se articulará en dos grandes partes. En la primera,
se expondrán los principios elementales de conceptualización, mientras
que la segunda estará dedicada a la aplicación de estos principios a fenó-
menos específicos de la historia del español.

1. Principios de conceptualización
1.1. El término «sociocognitivo»
Empezaré aclarando el sentido adjudicado al término sociocognitivo.
En primer lugar, el prefijo intenta diferenciar este enfoque del de la lingüís-
tica cognitiva a secas, que no se plantea como prioridad la fenomenología
de la variación, aun cuando sus principales representantes reconocen la
importancia del carácter social del lenguaje en la cognición (cf. Langacker
1987, 1997)2. Pero la principal función de este compuesto léxico reside en

1
Resulta pertinente aclarar que tal enfoque no se identifica con los estudios de acti-
tudes ni con los desarrollados en la línea de la dialectología perceptiva (cf. Preston 1999),
aunque sin duda alguna estos implican la percepción. Si bien el enfoque propuesto aquí
valida tales estudios, intenta abarcar un campo más amplio que el correspondiente a los
juicios valorativos de los hablantes, en el sentido de que sostiene que la variación misma se
configura a través de la percepción selectiva de los hablantes, que implica tanto la atención
como la desatención en la producción de los hechos variables.
2
Aunque en la etapa fundacional de la lingüística cognitiva no hubo un pronuncia-
miento sobre el estatuto de la variación sociolingüística, Langacker (1997: 229) establece
que no existe una restricción programática del enfoque cognitivo en la aplicación a los
aspectos social, cultural o discursivo del lenguaje. Véase la crítica al uso del término social
de parte de Langacker, en Caravedo (2014: 19).
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 69

situar en primer plano el carácter comunitario y, en este sentido, histórico,


del proceso de conocimiento de una lengua y no solamente de su uso. La
cognición del lenguaje no proviene de una mente autónoma o asocial, como
algunas escuelas lingüísticas lo han sostenido. Recientes investigaciones
neurológicas han coincidido, por distintos caminos, en asignar a la función
social una área asentada fisiológicamente en el cerebro, que coexistiría con
las demás funciones mentales (cf. Edelman 1989, 1992; Damasio 1994;
Locke 1995; Schumann 1997). Edelman alude a un componente innato
denominado socioestático (socioestatic), que tendría su asiento en el cere-
bro y que se referiría específicamente a la capacidad de interrelación social
entre los seres humanos (Edelman 1989, 1992).
Por otro lado, la existencia de las llamadas neuronas-espejo (neuroni
specchio), descubiertas en los años noventa por un grupo de investigación
de la Universidad de Parma, dirigido por Giacomo Rizzolatti, supone un
gran paso en la teoría del conocimiento. Este grupo observó que ciertas
neuronas que se activan cuando el sujeto produce una acción motora, se
ponen simultáneamente en funcionamiento de la misma manera en la mente
del sujeto que observa esta acción sin haberla cumplido (Rizzolatti/Siniga-
glia 2006). Este descubrimiento es de gran importancia para comprobar la
génesis de la naturaleza social del lenguaje porque permite detectar una raíz
neurológica y biológica de la actividad mimética en el hombre (cf. Tomase-
llo 2008). Como no cabe duda de que tal actividad resulta fundamental para
la adquisición del lenguaje, la socialización se presenta como el camino
ineludible en el origen del lenguaje. A partir de estos descubrimientos, lo
social no puede ya seguir siendo considerado como factor externo (como
se sostiene incluso entre sociolingüistas) o, peor aun, como sinónimo de
estrato o de clase. Siendo propiedad esencial, no contingente de la mente
humana, lo social interviene de modo decisivo en los procesos cognitivos
que se ponen en marcha tanto en la adquisición del lenguaje como en el
conocimiento lingüístico desarrollado posteriormente y, como es obvio, en
el uso de la lengua.
Pero hay un hecho fundamental que no debe marginarse. Y es que el
carácter social considerado como componente mental está indisolublemente
unido a la condición histórica del lenguaje. El factor temporal no es una
dimensión independiente o prescindible, que deba añadirse al estudio del
lenguaje. Antes bien, no se trata de un mero factor, sino de una propiedad
de la dimensión humana ligada a la caducidad y a la temporalidad exis-
tenciales. En este sentido, no es posible ni siquiera imaginar una visión
histórica asocial o una visión social independiente de la historia. Estas
70 Rocío Caravedo

consideraciones generales bastan para justificar la aplicación de un enfoque


sociocognitivo a la diacronía.
1.2. El lugar de la percepción en el estudio de la variación
En el estudio de la variación asignamos un lugar privilegiado a la
percepción por varias razones. La primera reside en reconocer que esta
constituye el instrumento esencial de cognición de una lengua, en el sentido
de que permite conectar la mente con el objeto de conocimiento. Se trata de
un proceso complejo de captación tanto sensorial como conceptual de una
lengua, que se despliega y se desarrolla gradualmente, no solo durante la
etapa adquisitiva en los primeros años de vida, sino que continúa de modo
latente durante toda la vida del individuo.
La segunda razón, no menos importante, para dar prioridad a la per-
cepción nace de la comprobación empírica de que los fenómenos de varia-
ción no tienen una naturaleza objetiva autónoma, sino que dependen de la
manera como son observados por los hablantes, y esto resulta patente en la
investigación, como lo ejemplificaré más adelante, en la que se ha demos-
trado que formas consideradas como únicas en la producción se comportan
de modo diverso según los espacios sociales en que se dan. Privilegiar la
percepción supone un cambio radical respecto del tratamiento de los fenó-
menos lingüísticos, tradicionalmente abordados de modo monolítico, como
si se derivaran exclusivamente de la producción. Desde esta perspectiva, se
considera que los fenómenos de variación se dan en una doble dimensión:
son hechos que se exteriorizan en la producción, pero cuyo valor intrínseco
proviene de cómo son percibidos. Es, por lo tanto, un error estudiar de modo
exclusivo la producción sin tener en cuenta la percepción.
Una característica esencial de la percepción es su carácter subjetivo. La
subjetividad tiene que ver con el hecho de que todo acto perceptivo supone
de alguna manera el funcionamiento de un criterio de selección individual,
que pone en primer plano determinados rasgos de un objeto, mientras que
difumina y descarta otros. Se pone en funcionamiento un fenómeno de aten-
ción en relación con algunos fenómenos y, simultáneamente, de desatención
respecto de otros (cf. Preston 2013)3. En lo que se refiere al lenguaje, el
fenómeno de percepción es naturalmente más complejo que cuando se

3
En términos distintos, si bien compatibles con el concepto de percepción que utilizo
aquí, Preston desarrolla el concepto de regard (que puede ser consciente o inconsciente)
definiendo la percepción como «the process through which a specific instance of language
regard arises based on the perception of particular linguistic input» (Preston 2013: 94).
Para una interpretación de este concepto, véase Caravedo (2014: 58).
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 71

dirige a la visualización de objetos de diferente naturaleza, dado que el


canal sensorial involucrado es primariamente el auditivo, aunque de modo
secundario en la evolución cognitiva entrará en juego el visual, a través de
la escritura. Sin embargo, la sensorialidad auditiva es la fuente primaria de
acceso al lenguaje, si bien ostenta características diversas respecto de otros
tipos de percepción auditiva. Así, a diferencia de lo que ocurre con otros
tipos de sonoridad, la percepción en materia lingüística va más allá de la
mera captación fónica, dado que implica una dimensión conceptual precisa,
que, en cierta medida, se presenta codificada. Por esta razón, la selección
perceptiva lingüística no es de carácter absolutamente individual, sino que
está guiada por preferencias colectivas que hacen posible la inteligibili-
dad, de modo que se trata de una subjetividad social. El postulado sobre
la subjetividad es perfectamente coherente con la condición normativa de
las lenguas, presente ya en las lecciones de los grandes maestros de la
lingüística (sin pretensión de exhaustividad, baste mencionar a Saussure
1916, Jakobson 1976 y Martinet 1975), a las que se añaden propuestas de
filosofía del lenguaje, como la de Searle (1995). Este último autor sostiene
que el lenguaje de modo global es ontológicamente subjetivo, como los
demás hechos sociales de carácter institucional (cf. Searle 1995: 59-78). A
pesar de estos antecedentes, el principio de subjetividad aplicado a las len-
guas no ha sido insertado explícita y coherentemente en la argumentación
lingüística y en la investigación fenoménica (cf. Caravedo 2006a, 2006b).
El carácter subjetivo de la percepción de los hablantes, que la convierte
en un acto selectivo tiene, sin duda, incidencia, no solamente en el uso
sincrónico sino en la problemática del desarrollo de una lengua. En efecto,
esta selección subjetiva, que —como hemos sostenido— no es un recurso
meramente individual sino que está a la vez orientado colectivamente, da
pie a las divergencias que se producen en las variedades de una lengua,
las cuales se intensifican en el tiempo y dan lugar al cambio. La actividad
perceptiva constituye, pues, una acción conjunta, por lo tanto social más que
individual, que conduce a modificaciones —aunque de modo no reflexivo
ni planificado— y que, realizada en la interacción comunicativa, se fija de
modo variable en el tiempo y en el espacio en que discurre la lengua; por
consiguiente, es determinante en la configuración histórica de esta.
1.3. Reinterpretación de los conceptos: invariación, variación y cambio
La problemática sociocognitiva que nos hemos propuesto desarrollar
someramente en relación con el cambio, exige reinterpretar tanto el con-
cepto de variación, en su natural conexión con el cambio, como el de
invariación, que no suele relacionarse con este. Si existe consenso en que
72 Rocío Caravedo

la variación es un fenómeno gradual que precede al cambio, a la invariación


no se suele asignar ningún papel en el cambio, aun cuando es un hecho
conocido que los fenómenos en un momento invariantes han sufrido modifi-
caciones en el tiempo. A esta desconexión entre invariación y variación han
contribuido las escuelas lingüísticas a través del desarrollo de tradiciones de
investigación independientes, incluso contrapuestas, difíciles de conciliar,
a menos que se reformulen los postulados primarios4.
Ahora bien, en el presente trabajo sostendré que tanto la invariación
cuanto la variación son constitutivas del objeto y, en este sentido, están ínti-
mamente implicadas en la historicidad y, de modo específico, en el cambio,
por varias razones que desarrollaré seguidamente5. En primer lugar, ambas
están vinculadas con la cognición, en la medida en que la percepción del
hablante está preparada para captar y adquirir tanto los aspectos que varían
como los que no varían en su comunidad y en el periodo en que le toca
vivir. En segundo lugar, la invariación y la variación son modificables y
terminan conectadas internamente en el propio proceso de transformación,
como lo ejemplificaré, lo que es una prueba patente de que no se trata de
fenómenos autónomos y permanentes, que ostenten una de las dos condi-
ciones siempre. Por último, la variación no constituye un hecho distinto
o separado de los demás hechos de sistema, como normalmente se ha
sostenido desde las visiones que privilegian la homogeneidad sistemática,
y se continúa sosteniendo en algunos sectores, sino que es una dimensión
relativa a la de la invariación, definible y determinable respecto de esta. En
consecuencia, si el cambio es transformación de un estado de cosas prece-
dente, obligatoriamente implicará tanto a las entidades invariantes como
a las variantes, de tal manera que ambas deben ser analizadas de modo
articulado en sus alcances estructurales y cognitivos. En esta reflexión voy

4
Este cambio de actitud se observa, por ejemplo, en corrientes como la generativista,
cuyos principios centrales se fundan en la determinación de la esencia del lenguaje a
través del descubrimiento de elementos o factores universales, de modo que los aspectos
de la variación de las lenguas particulares eran considerados marginales o superfluos.
Últimamente esta corriente se ha abierto a la consideración de los elementos variables. No
obstante, en relación con estos, sería deseable una formulación explícita sobre el carácter
intrínseco de esta variación en la mente humana.
5
Mostramos acuerdo con la visión expresada por Oesterreicher (2006), quien deslinda
con claridad los alcances de la historicidad de las lenguas, la cual no debe identificarse
exclusivamente ni con la diacronía ni con el cambio. El autor hace hincapié en que la
historicidad incluye los hechos simultáneos del sistema, de modo que involucra también
la variación estable y asimismo —precisamos aquí— la invariación.
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 73

a poner, pues, en primer plano esta dinámica interna, con la finalidad de


abordar el cambio como modificación tanto del estatuto de la invariación
como de la variación, de modo que ninguna de las dos constituye propiedad
permanente de los fenómenos. Con el propósito de entender esta relación,
será necesario redefinir de modo explícito cada uno de los dos conceptos
para evitar ambigüedades interpretativas. Y para ello, sin abandonar total-
mente las definiciones tradicionales de los términos de invariación, de
variación y de cambio, más bien partiendo de ellas, introduciré algunos
reajustes necesarios.
Tradicionalmente las definiciones de invariación y variación parten
del carácter sígnico del lenguaje y de la condición bilateral de los signos.
Aceptando este punto de partida, que se sitúa en el centro de la definición
tradicional del lenguaje y sobre el cual existe un amplio consenso más allá
de las diferencias de escuela, la invariación se definiría como la correspon-
dencia absoluta (categórica) de un solo significante y un único significado;
es decir, cuando no existen alternativas, ni de orden material ni conceptual
dentro del signo mismo en cualquier plano lingüístico. Por otro lado, la
variación, en la definición estructuralista que, por lo demás, no ha sido
modificada por la más moderna sociolingüística laboviana, se produce por
el desajuste de esta relación sígnica, y se expresaría en la existencia de
materialidades distintas (significantes) que remiten a un mismo significado.
Como bien se sabe, esta inalterabilidad del significado, emparentada con
las teorías monosémicas del signo, es el principio fundamental en la defini-
ción tradicional de la variación sincrónica (continuada en la más moderna
sociolingüística), y no se suele poner en tela de juicio de modo explícito,
ni siquiera cuando se aborda la diacrónica6.
Pero esta definición es a todas luces insuficiente, porque se refiere de
modo exclusivo a las diferencias en el orden material. Nadie puede ignorar
el hecho evidente de que la variación se presenta también en el plano del
significado sin alteración concomitante del significante, es decir, de su
materialidad, y que gran parte de los cambios de una lengua proviene de
asignar diferentes significados a las mismas formas materiales. No cabe

6
En efecto, las teorías monosémicas sostienen la simbiosis absoluta entre significante
y significado, tal como se desprende de planteamientos como los de Saussure (1916) o los
de Hjelmslev (1961), de modo que cualquier variación en el significado supondría que no se
trata del mismo signo. Cf. la visión de Heger (1974) al respecto, y un análisis de las distintas
corrientes de pensamiento con amplia bibliografía en torno a esta cuestión, en Rivarola
(1991: 83-90). Un estudio crítico sobre la concentración exclusiva en la variación de los
significantes equivalentes semánticamente ha sido desarrollada en Caravedo (2014: 21-46).
74 Rocío Caravedo

abundar en esta cuestión obvia y, más bien, se impone corregir explícita-


mente la inexactitud, ampliando el concepto canónico de variación para
incluir no solo las alternativas comprobadas en el orden material, también
las que se presentan en el conceptual, en que la materialidad es la misma
y es el significado el que alterna. Esta condición binaria de la variación
aplicada a ambos planos sígnicos, separada o conjuntamente, convierte el
cambio en un fenómeno de reestructuración o de recreación de signos lin-
güísticos, tanto en la dimensión material como en la conceptual. De acuerdo
con lo dicho, en la parte aplicativa de este trabajo me concentraré —como
lo he hecho en otra ocasión (Caravedo 2008, 2016)— exclusivamente en
los fenómenos sintácticos que comportan variación o cambio en el plano
conceptual del signo sin modificación de su fisonomía material7.
Es necesario aclarar los alcances del concepto de cambio que será uti-
lizado en este trabajo. El sentido común lleva a intersectar este concepto
con el de variación, en la medida en que todo cambio comporta variación
o toda variación es una forma de cambio, lo que parecería una considera-
ción razonable. No obstante, hay que tener en cuenta que si todo cambio
presupone la variación, no se da siempre la relación inversa, pues se puede
presentar una variación inmovilizada que no llegue a cristalizarse en un
fenómeno de cambio o, incluso, un cambio que suponga la adición de un
elemento que no esté en alternancia con otro. En consecuencia, es necesario
mantener de modo operativo las diferencias entre variación y cambio para
entender el comportamiento de los fenómenos. Para lograr este objetivo se
impone un deslinde estratégico; esto es, no ontológico, entre dos sentidos
—estrecho y amplio—, en la consideración de los cambios específicos,
con el propósito de evitar confusiones en el análisis de los fenómenos par-
ticulares que conduzcan a definir como cambio lo que es solo variación,
o viceversa. Así, en el sentido estrecho se identificará el cambio como
resultado consolidado, comprobable retrospectivamente, mientras que en el
sentido amplio se incluirá todo el proceso anterior, después de haber iden-
tificado el resultado. En este caso, tanto la variación como la invariación
pasarían a ser consideradas como fases de un decurso. En este sentido, la
diferenciación entre resultado y proceso no es mutuamente excluyente, y
sirve básicamente para confirmar si una variación específica ha conducido

7
A propósito del cambio sintáctico, Ridruejo recomienda el estudio de los cambios
funcionales en el orden del contenido más que en el orden material (Ridruejo 1990: 95 y
sigs.). Véase una propuesta distinta que privilegia el significante en la descripción objetiva
en Luquet (2012: 138).
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 75

o no a una transformación en un punto determinado del sistema. La ventaja


operativa de esta diferenciación de sentidos reside en separar los fenómenos
en que se ha producido un cambio consumado, de los que pueden registrar
variación estable en el sistema de la lengua, sin ocasionar cambio alguno.
En la parte aplicativa se verán los problemas que pueden surgir de no
diferenciar con claridad ambos sentidos.
Ahora bien, el sentido estrecho de cambio como resultado tiene algu-
nas restricciones de carácter epistémico. Solamente puede ser observado
en la diacronía (como ya lo había advertido Coseriu 1978); esto es, en la
comparación de estados temporales, y solo retrospectivamente en la meta-
lengua. Una visión distinta fue propuesta por Weinreich, Labov y Herzog
(1968) y, posteriormente, desarrollada con un instrumental cuantitativo de
tipo probabilístico elaborado por Labov (1994, 2000, 2010). Según esta
visión, el cambio puede verificarse en la sincronía, a través de lo que
Labov llama tiempo aparente, comprobable empíricamente en la diferencia
generacional y, en este sentido, incluso observable desde un punto de vista
prospectivo. Pero un análisis de esta naturaleza, si bien legítimo para otro
tipo de objetivo indagatorio, solo permite observar la variación anticipa-
toria del cambio, la cual puede o no concretarse en un cambio específico
en el futuro. Las diferencias generacionales que se presentan como prueba
empírica por excelencia del cambio en la sincronía (ya intuidas por Gauchat
1905 y Martinet 1975, entre otros), en sentido estricto, no son observaciones
sincrónicas, en la medida en que, aunque coexistan, se trata de periodos
temporales sucesivos correspondientes al tiempo vital de los individuos
que se someten a confrontación y, por lo tanto, suponen ya una visión de
la sucesividad más que de la simultaneidad. En consecuencia, en sentido
estricto, el cambio en sus efectos solo puede observarse en la diacronía (sea
larga o breve); es decir, desde una percepción científica (o que la simula),
que se vale de una operación epistemológica de comparación. El hablante
no es consciente del cambio en la propia ejecución, ni lo percibe, a menos
que adopte el rol de observador dentro de un discurso metalingüístico.
Y esto había sido intuido incluso por Saussure (1916) y reafirmado por
Coseriu (1978)8.

8
La no conciencia del cambio en su propia ejecución ha sido desarrollada también en
la teoría del cambio de Keller (1994), llamada teoría de la mano invisible (invisible hand
theory), término tomado de la teoría económica del filósofo Adam Smith (Smith 1759).
Keller subraya la intencionalidad no consciente del hablante en la producción del cambio,
propia de los fenómenos del tercer tipo (cf. también Lüdtke 1986). Véase asimismo la
76 Rocío Caravedo

Teniendo en cuenta todo lo afirmado, el cambio en el sentido estrecho


se define como el resultado de la conversión de la variación en invariación.
Aunque sea curioso y hasta paradójico que el cambio, siendo en sí mismo
un fenómeno de transformación, lleve a la invariación, por otro lado resulta
compatible con un principio de continuidad de las lenguas en que no se
suspende la intercomprensión entre los hablantes. En la visión diacrónica no
solo está, pues, implicada la variación, sino más bien una interacción entre
invariación y variación, como fases, sean coexistentes, sean progresivas o
regresivas, que solo se pueden confirmar en el análisis retrospectivo.
1.4. La cognición y los conceptos de invariación, variación y cambio
Siguiendo con la lógica de nuestro enfoque toca preguntarse: ¿Qué
relación tienen la variación y la invariación con la cognición del hablante?
¿Y cómo se interrelacionan con el cambio desde el punto de vista sociocog-
nitivo? Como se acaba de mencionar, tanto la invariación como la variación
forman parte de la cognición; no son solo propiedades de los fenómenos
mismos y, por lo tanto, están internamente conectadas en la mente del
hablante. Obviamente la percepción de los hablantes, aunque sea arbitraria,
juega aquí un papel protagónico. De modo específico, nos detendremos
en el carácter cognitivo de la variación, que es crucial para comprender la
problemática del cambio, como lo veremos, si bien ha sido muy descui-
dado incluso en los modelos variacionistas canónicos. No obstante, resulta
indiscutible que no toda variación forma parte del conocimiento de un
hablante, de modo que será preciso diferenciar entre variación cognitiva y
variación no cognitiva.
La variación cognitiva, como lo indica el término, refiere a las posibi-
lidades conocidas por un mismo hablante. Esta precisión, aunque parezca
obvia, resulta pertinente en la medida en que existe una variación que el
hablante puede desconocer como, por ejemplo, la variación diatópica o
diastrática de una lengua, que es de carácter extraindividual, no necesa-
riamente cognitivo, situada exclusivamente en la dimensión histórica y
perceptible solo mediante el contraste de las diferencias. Resulta relevante
establecer este deslinde entre variación cognitiva y no cognitiva en el estu-
dio diacrónico, dado que solo la primera estaría implicada directamente en
el cambio, en el sentido de que este proviene de alternativas que forman
parte del conocimiento de un hablante. Por el contrario, la variación no

crítica de Kabatek (2012: 80) a esta teoría, quien avala la formulación de una teoría del
cambio concreto que parta del uso comunicativo de los hablantes.
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 77

cognitiva no puede intervenir directamente en el cambio, puesto que lo que


no se conoce no puede ser objeto de transformación.
Ahora bien, la diferencia entre lo cognitivo y lo no cognitivo referida
a la variación no se mantiene inmutable. Es más, la variación no cogni-
tiva puede adquirir el estatuto de cognitiva, siempre que se den —claro
está— las circunstancias propicias. En este sentido, cualquier hablante
puede llegar a conocer alternativas que desconoce en su variedad verná-
cula, a través de información cultural o exposición a distintos tipos de
discurso, y puede incorporar a su conocimiento algunos aspectos de la
variación (fonética, morfosintáctica, léxica), proveniente de regiones de
habla española que no son el propio lugar de origen. Sin embargo, en
primera instancia, las variantes aprendidas en el contacto comunicativo
o receptivo no constituyen realmente alternativas cognitivas en la actua-
ción lingüística de quien no es originario de esas regiones. Por ello, tales
variantes nunca serían reproducidas en su discurso, excepto en casos
de contacto migratorio en que se adoptan, incluso conscientemente, las
variantes propias de la comunidad receptora en la que se debe interactuar.
En este último caso, la percepción vuelve a desempeñar un papel prota-
gónico, que ha concitado nuestra atención en varios estudios (Caravedo
2009, 2010a, 2010b, 2014).
Por otro lado, la variación cognitiva puede dejar de serlo cuando se
pierde alguna de las alternativas en juego o se crean otras nuevas, de modo
que es posible afirmar que se ha producido un cambio en el propio sis-
tema de variación. Estas circunstancias no contradicen el postulado general,
según el cual la variación cognitiva es antecedente directo del cambio.
Y esto ocurre incluso en el caso de asunción de las alternativas de una
variedad ajena en un contexto migratorio, dado que la inserción de los
inmigrantes en una nueva comunidad supone que incorporen primero a
su cognición las nuevas alternativas antes de reproducirlas en el discurso.
De otra parte, donde mejor se revela la variación cognitiva y el ejerci-
cio de la percepción es en la dimensión diafásica, cuando las alternativas
covarían con diferencias discursivas o estilísticas, en la medida en que
el hablante puede ser consciente de las diferentes opciones que elige en
distintas situaciones comunicativas, y ser capaz de regularlas, de modo
que la percepción de los distintos valores de estas se expresa de modo
nítido en el momento de la elección. La variación diafásica representa,
como bien se sabe, el caldo de cultivo del proceso de cambio, como
se ha comprobado ampliamente en la línea de estudios sobre el carác-
ter concepcional de la oralidad y la escritura (Koch/Oesterreicher 1985;
78 Rocío Caravedo

Oesterreicher 1996) y sobre el papel de las tradiciones discursivas (cf.


Jacob/Kabatek 2001).

2. Aplicación
Con los presupuestos elementales desarrollados en las líneas preceden-
tes, pasemos a ver de qué manera las consideraciones conceptuales que,
dadas las limitaciones naturales que impone la exposición, hemos tratado de
simplificar pueden aplicarse a fenómenos específicos de la historia atando
los puntos centrales de la reflexión anterior.
En primer lugar, es preciso diferenciar por lo menos tres modalidades
básicas en que se puede dar la relación entre invariación y variación en la
producción de un cambio, que pasamos a enumerar, definir y, finalmente,
ejemplificar.
A. La primera modalidad indica el cumplimiento total del proceso de
cambio hasta llegar a un resultado; es decir, una primera fase de invariación
(1), la cual en una segunda fase (2) se transforma en variación, para final-
mente convertirse en invariación nuevamente (3), que quedan representadas
en el siguiente esquema:
1. Invariación.
2. Variación.
3. Invariación.
B. La segunda modalidad consiste en la estabilización de la variación
con sus alternativas en juego, sin evolución hacia la invariación (es decir,
la fijación en la fase 2). Habría que precisar (lo cual supone una decisión
que dejamos, por ahora, pendiente de discusión), si la transformación de
la invariación en variación supondría ya de alguna manera un cambio.
Naturalmente, en un sentido amplio, no técnico y hasta trivial, que no ha
sido adoptado aquí, toda variación es ya una forma de cambio y viceversa.
Pero un postulado de esta naturaleza lleva a un círculo vicioso que no
permite caracterizar el tipo de fenómeno que se encuentra en el foco de
estudio, al cancelar la diferencia entre variación y cambio. Por lo tanto,
operativamente la variación no será considerada como cambio (en sentido
estrecho) en la esquematización de esta modalidad que se representa del
siguiente modo:
1. Invariación.
2. Variación.
C. Finalmente, la tercera modalidad, la más compleja, comprende una
combinación de las dos primeras en la misma coordenada temporal; es
decir, por un lado, se da el término de las tres fases del proceso (como en
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 79

la modalidad A) y, por otro, la estabilización de la variación (como en la


modalidad B):
Modalidad A Modalidad B
1. Invariación. 1. Invariación.
2. Variación. 2. Variación.
3. Invariación.
Esta tercera modalidad, la más problemática en el sentido de que reúne
las dos primeras modalidades, constituirá el foco de la atención, con el
objeto de ilustrar de modo crítico la validez de la presente propuesta socio-
cognitiva. Sin embargo, empezaré ejemplificando las dos primeras moda-
lidades, en la medida en que están íntimamente conectadas con la tercera.
No se nos escapa la posibilidad de que una forma lingüística sea ori-
ginariamente polisémica; esto es, que desde sus orígenes se presente como
forma variable y en este sentido pueda, a la larga, bien convertirse en
invariable a través de la eliminación de las alternativas en juego, bien
mantenerse como variable reteniendo los valores primigenios. Si bien no
ejemplificaré en esta ocasión tal posibilidad, podría caber en un sentido
virtual en el esquema de modalidades propuestas en este trabajo. Así, la
mencionada posibilidad supondría como punto de partida (o primera fase)
la variación en vez de la invariación.
2.1. Primera modalidad
La primera modalidad (A) correspondería al término del proceso de
cambio, confirmado en el análisis retrospectivo (sentido estrecho) de modo
unitario para toda la lengua. Esta modalidad es ampliamente comprobable,
dado que un buen número de fenómenos de la lengua en los diferentes
planos analíticos ha completado este proceso, inmovilizándose en la rela-
ción uno a uno entre significante y significado de modo categórico, i. e.
como un fenómeno de invariación, lo cual supone el desarrollo de una
base cognitiva compartida entre los miembros de una misma comunidad
lingüística. Para propósitos ilustrativos utilizaré los nexos subordinantes,
que han concitado nuestra atención anteriormente, particularmente ricos
desde el punto de vista descriptivo, en la medida en que se colocan en una
zona fronteriza entre morfología y sintaxis, constituyen el armazón de la
construcción del discurso y atañen, además, al cambio de significado con
inalterabilidad del significante, que he puesto en el centro de la reflexión
(Caravedo 2008). Como se sabe, los nexos causales del tipo puesto que,
dado que, comoquier que, etc., con valor concesivo en el español medieval,
se convirtieron con el paso del tiempo en causales estrictos a través de una
larga etapa intermedia, si bien transitoria, de concurrencia de ambos valo-
80 Rocío Caravedo

res, conforme a la documentación que sirve de base empírica para verificar


la validez del primer esquema:
1. Invariación: concesivo.
2. Variación: concesivo + causal.
3. Invariación: causal.
De acuerdo con el esquema anterior, que se ciñe a la documentación
existente, en la fase de invariación (1) se daba solo el valor concesivo. En
la segunda fase (2) se presenta la variación, a través de la adición de una
alternativa de orden conceptual, que no se daba en la primera. Finalmente
en la tercera (3), se produce la eliminación del valor concesivo originario y
la asunción del añadido; es decir, del causal, de modo que se llega a la fase
conclusiva de conversión de la variación en invariación nuevamente, tal
como hemos definido el cambio en la primera parte, aun cuando el resultado
privilegie un valor distinto al teóricamente originario (pero puede ocurrir
naturalmente que se vuelva a este valor). La investigación empírica en la
que me baso (especialmente Rivarola 1976, Narbona 1983, Herrero 2005,
Eberenz 2004 y Girón 2004) permitiría documentar, de modo aproximativo
tres periodos, que corresponderían a las tres fases de nuestro esquema9:
1.ª fase: invariación (valor concesivo documentado en el periodo de
los siglos XIII-XV, si bien —según Rivarola ibid.: 66— la construcción
con significado concesivo «empieza a tener vigencia a fines del XIV y
especialmente en el XV». Eberenz 2013: 631 corrobora esta información10):

9
Obviamente los esquemas constituyen solo generalizaciones subordinadas al estado
de la investigación, de modo que se apoyan en una documentación limitada que no aspira a
la exhaustividad, en la medida en que el funcionamiento de tales esquemas se hace mediante
ejemplificación, lo que supone una práctica selectiva, que tiene como único objetivo mos-
trar la validez de estos en la evolución de los fenómenos particulares. Así, si los datos
allegados aquí fueran refutados por nueva documentación, la validez de los esquemas no se
alteraría, dado que estos pueden comprobarse empíricamente con muchos otros fenómenos.
Los esquemas simplemente revelan una posibilidad (entre otras) de dirección evolutiva.
10
Este mismo autor consigna un uso esporádico del valor causal en el Cuatrocientos
(cf. Eberenz 2013: 630), aunque no consigna testimonios de este uso. Hay que contar,
pues, con la inevitable limitación cuantitativa y cualitativa de la naturaleza de los datos
del pasado, como bien lo advierte Narbona (2013: 1015). Por lo tanto, si se encontrara
documentación con el valor causal coexistente, el fenómeno vendría considerado de natu-
raleza variable en sus orígenes. La posible existencia del valor causal en el Cuatrocientos
no invalida el hecho de que otros fenómenos sigan las fases de la modalidad A (cf. supra,
n. 8). En todo caso, en lo que respecta a nuestro ejemplo, Herrero (2005: 350) corrobora
los datos de Rivarola (1976), en los siguientes términos: «Originariamente [puesto que] fue
por lo tanto una conjunción utilizada para la introducción de oraciones concesivas (tanto
con indicativo como con subjuntivo)».
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 81

Puesto que andes de pie, e te vistas de saya escura, e te eguales a los pobres […]
do los ligamientos, do las palmadas, do la escupina, do los açotes, do la cruz, do
la muerte? (La estoria de los quatro dotores de la santa iglesia. Ed. de Friedrich
Lauchert, Halle, 1897, apud Rivarola 1976: 66).

2.ª fase: variación (coexistencia del valor causal con el concesivo apro-
ximadamente en los siglos XVI-XVII)11.
Valor concesivo en Valdés:
Pugés, por higa, usan algunos, pero por mejor se tiene higa, puesto que sea ver-
gonçoso fruto (Juan de Valdés, Diálogo de la Lengua, p. 128. Ed. de Juan M.
Lope Blanch, Madrid, 1969, apud Rivarola 1976: 129).

Valor causal en el Quijote, donde se encuentran ambos significados,


aunque el concesivo es reconocido como más frecuente. Transcribo un
ejemplo del valor causal:
y como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles,
llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho
vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos. Y puesto que aunque los
conocía no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco alja-
miado que los leyese (Quijote, parte I: 217, Ed. de Francisco Rodríguez Marín,
Madrid, 1969, apud Rivarola 1976: 130).

Cuando la alternancia es un caso de variación cognitiva, esto es, cuando


un mismo hablante posee ambas alternativas, la elección de un valor en
vez del otro puede volverse consciente, de modo que el hablante percibe
las diferencias en relación con determinados contextos o registros. Ante el
binarismo conceptual referido a una sola forma material, resulta natural
que surjan preferencias por un valor en lugar del otro. Así, Rivarola (ibid.:
131) consigna la preferencia por el concesivo en Cervantes y en Tirso, lo
que aminora la frecuencia de apariciones del uso causal. Textualmente:
En otros autores, en cambio, ocurre lo contrario: predominante es el uso causal y
esporádico el concesivo (así por ejemplo, en Alarcón, Rojas, Zorrilla, Calderón).

11
No obstante, Girón (2013: 883) presenta puesto que (junto con dado que, no embar-
gante que, no obstante que) con valor concesivo más frecuente en los Siglos de Oro. La
menor frecuencia de ocurrencia de puesto que en relación con otros nexos como maguer
que, pero que, comoquier que, está documentada en Rivarola (1976) y Montero (1992).
Este último estudioso presenta información cuantitativa de las apariciones de los dife-
rentes nexos concesivos en la etapa medieval, en la cual puesto que tiene 34 apariciones
en el corpus utilizado, que representan el 14 por ciento en relación con los demás nexos
(cf. Montero ibid.: 113).
82 Rocío Caravedo

El uso causal termina por imponerse, si bien el concesivo se resistía a desapare-


cer: en un Auto tardío de Calderón (La vida es sueño, 1673), encontramos aún
un caso de puesto que concesivo […]. Pero en los dramaturgos de fines del XVII
y comienzos del XVIII (Salazar y Torres, Bancés, Cañizares) puesto que es ya
exclusivamente causal.

La fase de variación cognitiva resulta determinante para entender las


mutaciones posteriores. La coexistencia de ambos valores en la mente del
hablante puede dar lugar incluso a una interpretación ambigua concesiva /
causal en el mismo enunciado, como en el siguiente ejemplo:
Resolviéronse el Duque y la Duquesa de que el desafío de don Quijote hizo a
su vasallo por la causa ya referida pasase adelante; y puesto que el mozo estaba
en Flandes, adonde se había ido huyendo, por no tener por suegra a doña Rodrí-
guez, ordenaron de poner en su lugar a un lacayo gascón, que se llamaba Tosilos
(Quijote, p. 321 y sigs., apud Rivarola 1976: 130-131)12.

3.ª fase: desaparición del valor concesivo, manteniéndose solo el valor


causal que se presenta desde el XVIII y se estabiliza en la actualidad, de
modo que el proceso de cambio se ha cumplido, en este caso, con un resul-
tado invariable para toda la lengua, con lo cual se verifica la conversión
de la variación en invariación (cf. Rivarola 1976: 131; Herrero 2005: 351).
Interpretando los datos precedentes respecto de los planteamientos
esbozados en este trabajo, el partir del cambio como resultado en sentido
estrecho nos permite asegurar que, con respecto a este fenómeno, la varia-
ción ha sido efectivamente una fase antecedente de este, que ha dado lugar a
la invariación y, por lo tanto, ese decurso hace posible reconstruir el proceso
total. Aunque parezca obvio, es importante explicitarlo, dado que existen
muchos fenómenos en que no se completa esta dirección evolutiva. En esta
reflexión resulta oportuno destacar que las llamadas fases son, en realidad,
un continuum sin cortes, y deben ser entendidas como un resultado abs-
tracto a posteriori, más bien esquemático, de los análisis comparativos entre
diversos estados, subordinados a la investigación documental de carácter
limitado y provisional; en otras palabras, no tienen realidad psicológica.

12
Hay diferencia de opiniones respecto de esta interpretación. Rodríguez Marín (nota
en la ed. del Quijote, 1964) se inclina por la interpretación concesiva con las siguientes
palabras: «¿No será adversativo, como suele, y elíptica la locución? (“[…] y puesto que
el mozo estaba en Flandes […] para que esto no fuese obstáculo, ordenaron […]”)». En
cambio, a Rivarola, aunque observa que no está excluida la interpretación concesiva, le
parece «poco plausible» (cf. Rivarola 1976: 130, n. 20).
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 83

Si la percepción está en juego, es solo analítica / retrospectiva, en vez de


ejecutiva / prospectiva.
Resulta pertinente poner ciertas reservas al carácter transitorio de la
fase intermedia, la cual es solo efecto de una visión panorámica; es decir,
no es real. La supuesta transitoriedad no lo es en modo alguno para los
hablantes, si tenemos en cuenta el amplio periodo en que el valor causal
estricto confluyó con el concesivo y formaba parte del significado de esta
forma material. En otras palabras, aproximadamente seis generaciones de
hablantes (tres siglos) contaban en su sistema cognitivo con ambas posi-
bilidades, independientemente de la frecuencia en que ocurría una sobre
otra13. ¿Cuándo y por qué abandonaron una de ellas? ¿Qué papel tiene la
percepción en este delicado juego? En primer lugar, entre cada una de las
fases, es posible suponer solo a posteriori que se han ido verificando míni-
mas modificaciones que no suponían verdaderas rupturas del significado
de la forma anterior, sino mínimos desplazamientos conceptuales que no
son objeto de la percepción directa del hablante. De allí la posibilidad de
una conjunción de valores en el mismo enunciado, como en el pasaje del
Quijote arriba citado. Desde el punto de vista cognitivo, la desaparición del
significado concesivo implica que los hablantes en algún momento (impo-
sible de precisar) han dejado de tener la concesividad como alternativa de
la causalidad, a pesar de la afinidad lógica que las asocia14. Que ha habido

13
Para los efectos de esta reflexión no consideramos el valor estilístico formal o lite-
rario reconocido de puesto que como concesivo, al punto de definirse como cultismo, en
la medida en que no resulta pertinente en la lógica de la argumentación propuesta en este
trabajo. Véase Rivarola (1976: 129), quien señala que puesto que, «de uso muy esporádico
en el s. XIV, esta conjunción fue cobrando vigencia en la lengua literaria cultista del s. XV.
Pero tampoco en este siglo pasó de ser un instrumento ocasional de variación estilística para
la expresión concesiva ya dominada por aunque». Este autor cita asimismo el testimonio
de Vallejo (1924: 404), en relación con cuatro ejemplos encontrados en La Celestina: «La
partícula puesto que, usada concesivamente, es un cultismo. En su vida estilística, por
tanto, su empleo es consciente y responde a un deliberado propósito estilístico». De hecho
incluso actualmente en su valor causal, puesto que constituye un nexo mayormente usado
en registros formales. Pero lo que nos interesa en esta ocasión no es tanto el valor diafásico
de las alternativas cuanto la evolución de los significados mismos a través del tiempo, y la
manera como se van desplazando conceptualmente de modo gradual ocasionando cambios
en los contenidos sígnicos.
14
Tal afinidad ha sido señalada por Rivarola (ibid.: 13) en los siguientes términos: «A
juzgar por los autores que usan la conjunción repetidamente, en esta época parece haber
predominado la conjunción no hipotética con indicativo. Este predominio puede haber
abierto el camino a los empleos causales de puesto que (cf. 2.7.1)». Las afinidades lógicas
han sido también observadas por Bartol (1986: 211-216) y por Montero (1992: 117, n. 29).
84 Rocío Caravedo

en algún momento un cambio perceptivo resulta indudable, lo que avala la


subjetividad del fenómeno, en el sentido de que en la actualidad este nexo
ya no sería admitido discursivamente con el valor concesivo originario. Esto
hace posible conjeturar que para que el cambio ocurra, el hablante debe de
haber dejado de percibir las variantes como meras alternativas, captando
matices distintivos entre ellas que antes no eran distinguidos (cf. el carác-
ter selectivo de la percepción al que me he referido en la primera parte de
la exposición), cuando no, concentrando la percepción en una sola de las
variantes, desenfocando la otra, y condenándola al olvido, como ocurre
con el significado concesivo en nuestro ejemplo. La etapa final del cambio
marca un límite entre la pérdida de un conocimiento y la asunción de otro,
pero este límite escapa, al menos por ahora, a la observación.
El análisis de la concurrencia de las alternativas en relación con un
mismo enunciado, es decir, con un solo hablante (variación cognitiva) en
el estudio de los nexos subordinantes permite postular una zona limítrofe
discursiva en que las variantes no se distribuyen complementariamente
sino que se entrecruzan. Se trata de una suerte de zona borrosa de carácter
conceptual que hace posible la variación (Caravedo 2008). La zona borrosa
forma parte del saber del hablante y ha tomado distintas direcciones en la
historia de la lengua, bien ha terminado en un cambio drástico, bien se
ha estabilizado como variación. En el primer caso, se encuentran puesto
que, dado que y muchos casos que se han concretado a favor de uno de
los valores, generalmente el innovador. En el segundo, se encuentran otros
nexos subordinantes: locativos como donde, o temporales, como cuando,

Este último autor señala que: «Entre las causales y las concesivas existe la misma relación
que entre éstas y las condicionales. En las tres, hay una relación de implicación que, en
las concesivas, no se cumple». Desplazamientos análogos entre la concesividad y otros
valores son analizados por este estudioso (Montero ibid.: 118). Posteriormente, Herrero
(2005: 350) señala la conexión entre valores en el siguiente fragmento: «Originariamente
fue por lo tanto una conjunción [puesto que] utilizada para la introducción de oraciones
concesivas (tanto con indicativo como con subjuntivo). Recuérdese que entre la causativi-
dad y la concesión, la diferencia básica está en que el hecho (de carácter causal) aducido
por la subordinada junto a la principal sea eficaz (causal) o no (concesiva), objeción que
no impide el cumplimiento de la principal, de ahí que haya casos fronterizos entre causa-
tividad y concesividad, o que históricamente un nexo, perdiendo o ganando el rasgo de +
operante, + efectivo en la oración que introduce haya podido pasar de un valor a otro».
Elvira (2013: 469) señala asimismo las relaciones entre concesivas y causales. Sin duda,
tales afinidades son válidas desde el punto de vista lógico, pero no llegan a explicar por
qué en unos casos (como puesto que) se abandona una de las alternativas, mientras que en
otros no, como lo veremos más adelante.
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 85

mientras, después de que y otros más, en los que la confluencia de valores


se da en la diacronía y se sigue presentando en la actualidad sin resolverse
en un cambio. La existencia de zonas borrosas puede, pues, favorecer, pero
de ningún modo garantizar el tránsito de una fase a otra en todos los casos.
2.2. Segunda modalidad
Detengámonos brevemente en la segunda modalidad (B), que supone
la estabilización de la variación. Esta ocurre con una multiplicidad de fenó-
menos en que la variación constituye un hecho fijo, sin progresión hacia el
cambio, de aquí la necesidad de separar el sentido amplio del estrecho. Lo
curioso es que esta aparente detención del proceso no ocurre solamente con
fenómenos diferentes a los comentados en la modalidad A, lo que podría ser
esperable, sino que se documenta también en relación con fenómenos con
características sintácticas similares; a saber, los nexos subordinantes que
se mueven entre significados causales, concesivos, condicionales, en que
están implicados también los temporales y los locativos. Así, por ejemplo,
los de carácter temporal, que alternaban desde sus orígenes con valores
causales, concesivos, condicionales, como lo revelan diversos estudios (sin
pretender la exhaustividad: Eberenz 1982; Méndez 1995; Herrero 2005;
Bartol 1988; Montero 1992), siguen manteniendo en el español actual las
mismas fluctuaciones, sin que estas lleven a una desaparición del valor
primario, como ocurrió con otros nexos. He seleccionado algunos ejemplos
para ilustrar la permanencia de las fluctuaciones en el español actual del
valor concesivo, causal o condicional en formas temporales como cuando:
et quando por todo esto non lo dexase, que lo devía dexar por la reyna, su muger,
et por un fijo muy pequennuelo que dexara (El Conde Lucanor, 57, apud Méndez
1995: 283) [concesivo].
Y quando la edad de Zorobabel y el estado de los iudíos en ella uviera sido feliz,
cierto es que no lo fue con el estremo que el propheta aquí muestra (Fray Luis de
León, De los nombres de Cristo, 172-173, apud Herrero 2005: 228) [concesivo].
Quando bien lo que dezís sea assí, no dexaré de scusarme, porque me parece cosa
fuera de propósito (Juan de Valdés, Diálogo, 122) [concesivo].
Yo estaba absolutamente sola, no tenía prácticamente amigos allí y sin embargo
tuve una acogida, increíblemente afectiva de parte de personas que no tenían
ninguna relación. Y a mí me llamó la atención […] descubrir otra faceta si se
quiere de un pueblo cuando aparentemente son fríos (español moderno, apud
Caravedo 1989: 204) [concesivo].
Et dioles enxienplo de la candela que quando estudiese baxa, non daua tamanna
lunbre commo ssi studiese alta (Alfonso X, Setenario, 116, apud Méndez 1995:
281) [condicional].
Quando Dios non lo quiere, non val composición (Libro de Alexandre, 497c, apud
Méndez 1995: 282) [condicional].
86 Rocío Caravedo

dicen que les robamos el proyecto, no les robamos el proyecto porque nunca fue
proyecto de ellos, o sea fue una decisión tomada por la fundación, y no es robar
cuando no había sido de ellos (español moderno, apud Caravedo 1989: 214)
[causal / condicional].

¿Por qué en unos casos se elimina la variación entre valores contiguos


(como la fluctuación concesivo / causal en relación con puesto que), mien-
tras que, en otros, esta persiste de modo sistemático en el tiempo y no se
da la misma evolución; es decir, los hablantes no eliminan una alternativa?
Es evidente que no son valores objetivos ni lógicos los que entran en juego.
La percepción de los hablantes no se adapta a la realidad objetiva de un
fenómeno, sino que es, como hemos dicho, selectiva / subjetiva. No está
sujeta a una lógica general: capta unas formas de determinada manera y
las admite, mientras que deja pasar otras de modo inadvertido, sin que
intervenga el razonamiento. Si, valiéndonos de una conjetura, en el espa-
ñol actual apareciera de modo abrupto el valor concesivo en relación con
la forma puesto que (pero no con cuando, en que sí se puede dar) sería
considerado como anómalo, y no sería aceptado como alternativa de la
causalidad, si bien esta posibilidad se presentó durante tres siglos en que
coexistían, según los datos, ambos valores. Esta realidad exige buscar otro
tipo de razonamiento para los procesos que se detienen en la variación y
que no evolucionan hacia el cambio.
2.3. Tercera modalidad
Como punto final, especialmente crítico y conflictivo, nos detendremos
en la tercera modalidad (C). Esta plantea mayores problemas descriptivos,
en la medida en que involucra la variación no cognitiva, en este caso de
tipo diatópico, que comúnmente ha sido tratada como marginal en las teo-
rías lingüísticas, pero que dista mucho de serlo, y que en principio, como
hemos conjeturado, no interviene directamente en el proceso de cambio.
En esta modalidad se dan dos situaciones simultáneas en el tiempo: por
un lado, la invariación (como en la modalidad A, ejemplificada con puesto
que) y, por otro, la variación estable (como en la modalidad B, ilustrada
con cuando). Para ejemplificar la modalidad (C) servirá un fenómeno de
tipología análoga a los comentados, la locución conjuntiva ya que. Empe-
cemos con la percepción científica: los estudios diacrónicos trazan un solo
cuadro evolutivo para el español, que va desde el valor originario tempo-
ral, con una fase intermedia en que co-ocurre con el causal y una tercera
fase en que desaparece el valor temporal originario, y se convierte en una
invariante causal, que representaría el estado actual de la lengua española.
Si así fuera, deberíamos circunscribir el proceso a la primera modalidad,
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 87

en que se consolida el cambio con una invariante, como ha sucedido con


puesto que, a través de una fase de alternancia entre los valores temporal /
causal, según quedaría representado en el siguiente esquema:
1. Invariación: temporal (siglo XIII).
2. Variación: temporal + causal + condicional + concesivo en un mismo
hablante y, a veces, en un mismo enunciado (siglos XV-XVI).
3. Invariación: causal (siglo XVII).
La cronología documentada en las tres fases es aproximadamente la
siguiente: el valor temporal se encuentra desde mediados del siglo XIII,
según los datos ofrecidos por Bartol (1988: 154-158) y posteriormente por
Herrero (2006: 826), quienes adelantan en dos centurias la documentación
de Rivarola (1976: 149), que partía del siglo XV. La fase de variación
que incluye más de una alternativa (causalidad, concesividad y —menos
frecuentemente— condicionalidad) se empieza ya a documentar desde el
siglo XV para terminar siendo común en el XVI. En el XVII el valor causal
comienza a ser el prevalente, el cual termina imponiéndose en el español
actual, a través de la eliminación de los valores alternantes (temporal, con-
dicional y concesivo). Reproducimos los textos utilizados por los autores
citados:
enbiaron a Gomez Nuños e Gonçalo Matheos al rrey, que era en Vitoria, quel
pidiessen merçed, quel pidiessen que los moros fuesen en su servicio: e ya que
los dineros mucho menester los avie, que embiase luego a Avila a cojer la fon-
sareda (Crónica de la población de Avila, de 1255, apud Bartol 1988: 154-158)
[temporal].
Ia que vistes a los Egiptos, non los veredes de oy adelant (Fazienda de Ultramar,
del siglo XIII, 71.12-13, apud Herrero 2006: 826) [temporal].
& quando el uido que no podie escapar. & que por aquella ferida morrie pensso
ensi mismo como se podrie uengar ensu muert ya que ensu uida nosse hauie
podido uengar (CORDE: Juan Fernández de Heredia, Gran Crónica de España I,
del siglo XIV, apud Herrero: 828) [causal].
Et ya que tantos males ellos huuiessen por Crasso no res menos ellos amauan e
aujen plazer de ueyer lo & de escucharlo (Juan Fernández de Heredia, Plutarco II,
del siglo XIV, apud Herrero: 828) [concesivo].

Lo significativo de estos testimonios reside en que si solo tomamos


en cuenta la variación cognitiva, la situación presentada casaría perfecta-
mente con la primera modalidad; esto es, una primera fase de invariación,
en que se daba solo el valor temporal, una segunda de variación en que se
presentaban distintas alternativas y una tercera, en que se vuelve a la fase
invariante con un solo valor, aunque distinto del originario, i. e. el causal.
Sin embargo, esta coincidencia es solo aparente, pues esta situación solo
88 Rocío Caravedo

representa parcialmente el sistema del español en el sentido histórico. Así,


en otro gran sector de la comunidad hispánica (hasta ahora localizado en
México, si bien he recogido algunos datos, por ahora escasos, de Venezuela,
de modo que podría naturalmente ocurrir en otros lugares), este mismo
nexo mantiene el valor temporal originario, además del causal. Y no se
trata de habla rural o diastráticamente inferior, sino de habla aceptada por
todos los hablantes sin distinciones sociales, documentada tanto en el cor-
pus del habla culta de México (Lope Blanch 1971) como en el del habla
popular (Lope Blanch 1976), y analizada cuantitativamente por Herrera
Lima (2002)15. Además, un espigueo realizado en el CREA y el CEMC, ha
permitido corroborar estos usos:
Bien, ¿tu nombre cuál es? Pulguito uno i-ele-hache. Bien, gracias, Alfonso.
Bueno, pues, ya que han escuchado vamos a hacer alguna otra estación. Gracias,
¿alguna otra estación en el Mercado de Pulgas? Adelante (CREA/Noticias, 1999)
[temporal].
Pero finalmente llegamos a ese acuerdo y establecimos todos los candados y
controles para un padrón confiable, y ya que está hecho nos salen con que ahora
se vote sin padrón, que casi el diez por ciento posible de votantes no se registren
previamente (CREA/Sesión pública de la Cámara de Senadores/formal) [temporal].
El día que lo conocí me di una peleada con él, ya que nos peleamos, entonces le
caí muy bien, eso sí (CEMC) [temporal].
Le pones sal, un poquito de royal, y ya que creas tú que está, agarras un vaso
con agua […] (CEMC) [temporal].
ya luego que está muy hirviendo, hirviendo, hirviendo, entonces se le pone bas-
tantito azúcar, muchito azúcar, ya que está resequito, entonces va sacando sea en
cuadritos o […] (CEMC) [temporal].
de ese que le nombramos chile negro, se muelen. Entonces ya que está molido con
su pimienta, su clavito, su ajito en manteca se moja en el chile, verdad?, luego
ya que tiene su carnita de pollo desmenuzadita […] entonces se le va poniendo
[…] (CEMC) [temporal].
son dos clases de manteca, las bates, ya que está bien batida la manteca, se la
pasas a […] (CEMC) [temporal].

Es importante señalar que el valor temporal de este nexo en México


no excluye el causal, aunque se trata en muchos casos de una causalidad
limítrofe con la temporalidad. Hay algunos casos en que se da la ambiva-
lencia interpretativa, como en los ejemplos siguientes:

15
Este corpus forma parte del Proyecto de Estudio de la norma culta de las prin-
cipales ciudades hispanoamericanas, que lleva el nombre de su creador, Juan M. Lope
Blanch, digitalizado posteriormente por Samper, Hernández y Troya (1998); será citado
como Macrocorpus.
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 89

consecuentemente, entonces, ya que me había iniciado compré libros en inglés y


toda la cosa (Macrocorpus, México, 6) [ temporal / causal].
Bueno se hacen estudios preliminares. Por ejemplo, de pruebas piloto, lo que…es
decir… ya que se tiene la formulación, se prueba en animales, para hacer pruebas
biológicas, si puede existir alguna irritación […] y se puede así en esa forma, pues
sacar un producto al mercado, ¿verdad?, ya que ha sido comprobado totalmente
de que funciona en el laboratorio (Macrocorpus, México, 9) [temporal / causal].

¿Cómo interpretar estos usos en la historia de la lengua? Asignarlos a


la segunda fase de variación, correspondiente a la modalidad (A), constituye
una conjetura más bien débil, dado que no hay muestras en la documenta-
ción vigente de que la alternancia esté en camino de eliminación a favor
de uno solo de los valores. No habría razón, pues, para interpretar este uso
como fase transitoria, aplicando el sentido estrecho de cambio consolidado.
Por otro lado, describirlo como arcaísmo o como fenómeno marginal o
externo a la historia del sistema español (como ha ocurrido) terminaría
siendo arbitrario y contrario a la realidad.
Sin embargo, estos datos adquieren sentido si se pone en juego la pers-
pectiva que he propuesto, en la medida en que esta permite reconocer el
desarrollo de sistemas de conocimiento paralelo no coincidentes entre los
hablantes de la misma lengua (esto es, distinta cognición de la invariación y
de la variación), en razón del carácter subjetivo / selectivo, que hemos seña-
lado como propio de la percepción. En lo que se refiere a nuestro ejemplo,
una parte de la comunidad del español, digamos, el espacio A, actualmente
solo conoce una invariante cuyo significado es causal. En este espacio, las
alternativas (segunda fase de variación), si bien existieron durante varios
siglos, se eliminaron a favor de una sola posibilidad invariante (como en la
primera modalidad), de modo que en este caso, desde una visión retroactiva,
podemos asegurar que se ha tratado de una fase transitoria, lo que avala la
importancia de diferenciar el sentido estrecho del cambio. Pero no podemos
decir lo mismo respecto del espacio B: aquí es la concurrencia de ambos
valores la que forma parte del sistema cognitivo estable de los hablantes;
es decir, estos no poseen una unidad invariante, en lo que atañe al signo
ya que. Y, más bien, disponen de una zona conceptual amplia, con zonas
borrosas que permiten la fluctuación y, por lo tanto, resulta tan natural
la aparición del valor causal como del temporal, valor este último que se
percibe como anómalo solamente si se parte del sistema cognitivo de la
variedad ajena. No obstante, percibir como anomalía la variedad del otro
resulta natural porque forma parte de un principio general de la percepción,
según el cual esta entra en juego cuando un uso no se reconoce como propio;
90 Rocío Caravedo

esto es, cuando es considerado ajeno por el hablante. En otras palabras,


la diversidad se percibe de modo sobredimensionado si se desvía del pro-
pio uso habitual. En estas circunstancias surge la valoración, bien positiva
bien negativa, si la forma distinta es asociada a un tipo de hablante, a un
grupo o a un estilo, de modo que termina siendo imitada o rechazada. En
cambio, el hablante que posee la forma en cuestión no la autopercibe, ni
es autoconsciente del uso distinto.
Resulta pertinente señalar que el hecho de que en el español de América
se herede a partir del siglo XVI la alternancia entre varios significados, no
ha implicado una evolución unitaria en todo el espacio americano, lo que,
dicho sea al pasar, va en contra de la concepción estereotípica del español
de América considerado en bloque. Así, por ejemplo, en lo que se refiere
al Perú, el otro Virreinato de la época, aunque en el XVI se daba también
el valor temporal junto con el causal, el temporal desapareció totalmente
del español hablado en este país, coincidiendo con la evolución del español
peninsular. En cambio, México (y esto vale para cualquier otro lugar en que
se mantenga el uso temporal) no ha corrido la misma suerte16.
El hecho de que en la misma comunidad lingüística en una parte se
haya producido un cambio hacia la invariación y, en la otra no, revela que
la percepción de las formas y, por lo tanto, la cognición tanto de la inva-
riación como de la variación de parte de los hablantes se ha diversificado
en relación con la misma lengua. En otras palabras, no se pueden tratar
ni el cambio ni la variación, ni siquiera la invariación, teniendo como
referencia un sistema uniforme. Resulta evidente la bifurcación cognitiva
entre los espacios hispánicos, la cual no guarda relación con la bipartición
español de España frente a español de América, que sigue siendo utilizada
de modo simplista. Si bien diacrónicamente se puede identificar un estadio
temporal coincidente en ambos espacios, las diferencias de percepción
social, que se han ido desarrollando de modo independiente sociocultu-
ralmente, se han concretizado en una evolución distinta, no solamente
en lo que a este fenómeno se refiere, sino a muchos otros más de orden

16
Aunque naturalmente en el siglo XVI en esta zona se presentaba el uso temporal
compartido con las demás zonas hispánicas, como se documenta en la entrada corres-
pondiente a ya, en Company y Melis (2002: 947): «[…] los conquistadores que estaban
quexosos, ya que [cursiva nuestra] se hallaron, pidieron liçencia al liçenciado Marcos de
Aguylar» (doc. 3, 3v, Ciudad de México, 1526). He encontrado datos adicionales en el
CORDE que corroboran la coexistencia de los valores temporales y causales en el siglo
XVI (cf. Caravedo 2016).
Variación y cambio desde una perspectiva sociocognitiva 91

sintáctico y léxico17. Por consiguiente, es fundamental tener en cuenta


la diversidad de patrones cognitivos en el espacio, no solo referidos a la
consabida variación, sino también a la invariación, a la hora de interpretar
los fenómenos particulares.
No obstante, la tendencia muy extendida en muchos estudios diacró-
nicos ha sido utilizar como referencia solo el valor de una parte de la
comunidad (en el ejemplo desarrollado, el causal), presentado como la fase
final del cambio, de modo que el otro queda no declaradamente, sino de
modo implícito, como marginal o, peor aun, desviado, lo que induce a una
asimetría analítica. El que los fenómenos sean subjetivos naturalmente no
implica que la percepción científica de ellos tenga que serlo. Si se parte del
principio de la subjetividad ontológica, no epistémica, de los fenómenos,
que hemos propuesto aquí, las diferencias de cognición social pasan a ser
características naturales, más que desviaciones del sistema. En la percep-
ción científica hay que cuidarse de que las diferencias diatópicas, en tanto
no cognitivas para el descriptor, terminen siendo consideradas diastráticas,
como sucede con tantos fenómenos propios de distintas regiones hispánicas,
no solo hispanoamericanas, sino también peninsulares, en que la unidad
de medida sigue privilegiando la cognición de una sola comunidad, en
este caso la castellana central. Es evidente que la evolución lingüística del
español se ha separado en puntos muy específicos del sistema (natural y
felizmente no en todos), produciendo resultados heterogéneos en cada uno
de los espacios sociales, en que se desenvuelven organizaciones diversas
con sus propios moldes perceptivos transmitidos de generación en gene-
ración, y modificados de modo independiente. Este ejemplo, que no es el
único en la evolución (hay muchos otros en diferentes planos lingüísticos,
que tendrían que redescubrirse o reinterpretarse con otra óptica), permite
ver hasta qué punto se deben tener en cuenta en el análisis diacrónico de
los fenómenos los distintos modos de percepción social.
¿Por qué en unas sociedades se perciben fenómenos que pasan desaper-
cibidos en otras, aun cuando poseen idéntica fisonomía material? ¿Por qué

17
Cf. la posición de Bustos Tovar (2012: 211) en relación con la historia de la lengua,
que sería compatible con un enfoque sociocognitivo como el aquí presentado. Textual-
mente: «Una semántica histórica con base cognitiva (lo que obliga a conocer el universo
ideológico, social, cultural económico, etc.) y pragmática es indispensable para ir comple-
tando la historia del español en el XVI (podría decirse también de otras épocas críticas de
la historia de la lengua española). El marco del análisis discursivo, en cuanto interacción
de procesos ideológicos y lingüísticos será indispensable para realizar esta tarea». Para una
propuesta centrada en la pragmática, véase Ridruejo (2002).
92 Rocío Caravedo

ciertas alternativas del sistema no han evolucionado en una dirección, mien-


tras que otras sí, a pesar de que los fenómenos comparten características
objetivas y hasta entornos lingüísticos idénticos? ¿Qué específicas circuns-
tancias han conducido a un cambio de dirección perceptiva en los diferentes
espacios, y a la consiguiente asunción de un nuevo conocimiento? Son pues
cuestiones relevantes, pendientes de respuesta si se incorpora la dimensión
sociocognitiva, como principio descriptivo si no explicativo, en la reflexión
sobre la invariación y la variación de las lenguas.

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Ponencias
La expresión de la irrealidad condicional:
hubiera dado vs. habría dado

José Antonio Bartol Hernández


Universidad de Salamanca

Resumen. En el presente trabajo se analiza la evolución del uso de las formas


verbales hubiera dado y habría dado en la apódosis de las condicionales irreales,
es decir, con valor dedissem. Para ello, hemos confeccionado un corpus con las
documentaciones que de las dos formas verbales aparecen con este valor en el
CORDE desde el siglo XIII hasta mediados del siglo XIX. En el análisis se presta
atención a las prótasis con las que se combinan (forma y significado).
Palabras clave. Sintaxis histórica, oraciones condicionales.

Abstract. This paper will deal with the evolution of the use of the verb forms
hubiera dado and habría dado in the main clause (apodosis) of unreal conditional
sentences in Spanish, that is, those with DEDISSEM value. To this end, we have
prepared a corpus with the appearances that these two verb forms have with this
particular use in the CORDE from the thirteenth century to the mid-nineteenth
century. In this analysis, we will pay attention to the subordinate clauses (protasis)
with which they combine (form and meaning).
Keywords. Historical syntax, conditional sentences.

1. Introducción
1.1. Exposición del tema
En la actualidad la expresión de la irrealidad referida al pasado (dedis-
sem) está reservada de forma casi exclusiva a las formas verbales habría
dado y hubiera dado. Y en la variación entre una y otra parece que es
la forma habría dado la que cuenta con mayor uso cuando se trata de la
irrealidad condicional. Así lo pone de manifiesto el estudio de De Sterck
(2000: 215):
100 José Antonio Bartol Hernández

Aunque las formas en -ria, -ra, -se con el verbo haber (con participio de pasado)
en contextos de indicativo (condicional) son equivalentes desde el punto de vista
cualitativo, cabría precisar que en términos de frecuencia la variación entre ellas
no es libre, sino que el factor apódosis propicia el uso de -ría, desfavorece el uso
de -ra y rehúye el uso de -se (cursiva mía).

Ahora bien, esta situación de uso es muy moderna. A lo largo de la


historia de nuestra lengua el contenido dedissem ha sido expresado, ade-
más de por las dos formas verbales ya mencionadas, por otras como daría,
diera, daba, había dado, diese, da, diste o hubiese dado. Algunas de las
cuales, en especial las tres primeras, han tenido un gran protagonismo en
determinadas épocas.
En esta intervención me centraré en la evolución de los usos dedis-
sem de hubiera dado y habría dado desde el siglo XIII a mediados del
XIX, época esta en la que como veremos se va conformando el uso actual.
1.2. El corpus
Para realizar este estudio he confeccionado un corpus con los ejemplos
que de estas dos formas verbales aparecen en el CORDE. Hasta 1600 he
tenido en cuenta todas las documentaciones; a partir de 1601 solo las de
España, debido a la gran cantidad de apariciones de la forma hubiera dado.
Ante las peculiaridades de esta investigación, no me valía la creación de
un corpus basado en un muestreo por muy representativo que este pudiera
ser, ya que corría el riesgo de que los usos poco frecuentes (como los de
habría dado con valor dedissem en algunas épocas) no fueran detecta-
dos. Era necesario, por ello, utilizar un corpus lo más amplio posible para
que, mediante un método de cribado pudieran manifestarse el máximo de
documentaciones, y tuviéramos así un panorama más ajustado a la realidad.
El CORDE de la RAE es el banco de datos que me ha parecido más
idóneo por su amplitud.
1.3. Terminología
Me referiré a los tipos de oraciones condicionales mediante los esque-
mas latinos más frecuentes para su expresión. Así, hablaré de condicionales:
— si haberem, dedissem. Aquellas en las que la prótasis se refiere
al presente (un presente pancrónico, general) y la apódosis al pasado: «si
tuviera dinero, me habría comprado el coche».
— si habuissem, dedissem. Las condicionales en las que tanto
prótasis como apódosis se refieren al pasado: «si hubieras ido al cine, te
habría gustado la película».
Soy consciente de que la diferencia entre un tipo y el otro no siempre
está clara en los textos. Lo que llevó a investigadores como Mendeloff
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 101

(1960) a juntar los dos tipos en el segundo. Yo mantendré la distinción,


aunque en algunos casos tendré que recurrir al rótulo de dudosas, que
deben entenderse como casos en que he sido incapaz de decantarme por
uno u otro tipo de condicionales.
Para finalizar este preámbulo, es de justicia que diga que mi exposi-
ción debe mucho, como se verá, a autores como Mendeloff (1960), Rojo/
Montero (1983), Montero (1989), Keniston (1937) y Nowikow (1993),
entre otros.

2. Siglo XIII
En la primera mitad del siglo XIII (Rojo/Montero 1983), daría es
con un 52,5% de uso la forma verbal más utilizada para expresar la idea
dedissem. Diera es con un 28,6% la segunda. Las dos formas compuestas
hubiera dado y habría dado representan, respectivamente, el 10,6% y el
6,5% de los usos. Entre todos los esquemas utilizados para los dos tipos de
condicionales, si haberem, dedissem o si habuissem, dedissem,
destaca si tuviese, daría con 56 documentaciones, un 46% del total1.
Los datos de la segunda mitad del siglo cambian considerablemente
(cf. Rojo/Montero 1983; periodos 1251-1284-1325). La forma más fre-
cuente para la expresión dedissem es diera (77,6%), seguida muy lejana-
mente de hubiera dado (11,2%); daría, por su parte, solo alcanza un 5,7%
(7 ejemplos). Habría dado no aparece2.
Los datos sobre el uso de hubiera dado y habría dado en el siglo XIII
que he obtenido en el CORDE los podemos ver en el siguiente cuadro:

1
Ahora bien, ya hace tiempo (Bartol 1989) señalé mi opinión de que en algunos de los
ejemplos mencionados daría se refiere al presente (darem) y no al pasado (dedissem).
Si estoy en lo cierto, ello supondría rebajar el porcentaje de daría, pero no cambiaría el
hecho de que daría y diera son las formas verbales preferidas en este periodo.
2
Semejantes son los datos que podemos extraer de Mendeloff (1960), aunque en este
caso trata de forma conjunta los siglos XII y XIII, y no establece etapas en este último:
daría 45,4%; diera 36,8%; hubiera dado 6,13% y habría dado 4,9%.
102 José Antonio Bartol Hernández

Prótasis hubiera habría


SI HABUISSEM Si hubiese tenido 10 8
Si hubiera tenido 3
Si tuviese 16 3
Si tuviera 6
Si 0 12 1
Total 47 12
SI HABEREM Si tuviese 4 4
Si 0 1
Total 4 5
TOTALES 51 17
PORCENTAJES 75% 25%
Cuadro 1. Hubiera dado / habría dado. Siglo XIII.

Desde el primer momento, como ya se apreciaba en los datos de Rojo/


Montero, la forma compuesta en -ra supera claramente en el uso a habría
dado (reparto de uso 75%/25%); especialmente en las condicionales si
habuissem, dedissem.
Hubiera dado aparece en un buen número de textos, y de tipología
variada: junto a los textos en verso de Berceo, el Libro de Apolonio o el
Libro de Alexandre —obra en la que la relación de uso de las dos formas
compuestas es de 10/6 a favor de hubiera dado—, también se encuentra en
textos históricos en prosa como la Estoria de España o la General Estoria.
Los 17 ejemplos de habría dado, en cambio (Bartol 2012), se circuns-
criben a 11 obras, la mayoría obras en verso de la primera mitad del siglo.
No aparece en las obras alfonsíes3.
En cuanto a la prótasis con la que se combinan estas apódosis, hay que
señalar que hubiera dado se combina tanto con prótasis en -se (77%)4,
como en -ra (23%); y tanto con formas simples (obligatorias para habe-

3
Soy consciente de que algunos ejemplos presentan dudas debido, por un lado, a los
problemas de transmisión y/o edición de los manuscritos; por otro a los problemas de inter-
pretación derivados de la polisemia de los verbos haber y ser (cf. Bartol 2012). En todos
los casos, he preferido mantener la adscripción cronológica que aparece en el CORDE,
contrastada con lo que se señala en el Diccionario filológico de literatura medieval. Textos
y transmisión. Además, el uso de habría dado en los siglos XIV y XV no hace pensar que
pueda haber habido influencia de la norma de estos siglos sobre los textos copiados del XIII.
4
A diferencia de lo que será norma en los siglos siguientes.
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 103

rem) como con compuestas, con preferencia por aquellas, incluso cuando
se refieren al pasado (22/13).
Habría dado, por su parte, presenta un uso más restringido, ya que solo
se combina con prótasis en -se, una característica que veremos hasta el siglo
XIX. Y prefiere las formas compuestas a las simples (8/2) en la prótasis.

3. Siglo XIV
En este siglo, según los datos que nos proporcionan Mendeloff (1960)
y Rojo/Montero (1983), el valor dedissem se expresa casi de forma exclu-
siva por medio de la forma verbal diera (83% de casos en el primero; el
93 % de 1326 a 1400 en los segundos).
De hubiera dado Rojo/Montero señalan tres ejemplos: dos en El Caba-
llero Zifar (primera mitad) y uno en Otas de Roma (segunda). Mendeloff,
por su parte, señala algunos ejemplos de dabas, diste, dieses y de darías.
Los datos obtenidos en el CORDE sobre el uso de las dos formas com-
puestas pueden verse en el siguiente cuadro:

Prótasis hubiera habría


SI HABUISSEM Si hubiese tenido 1
Si hubiera tenido 2
Si tuviese 2 2
Si tuviera 11
Si 0 16
Total 32 2
SI HABEREM Si tuviese 1
Si tuviera 2 1
Si 0 1
Total 4 1
DUDOSAS Si tuviera 1
Si 0 1
TOTALES 38 3
PORCENTAJES 92,6% 7,31%
Cuadro 2. Hubiera dado / habría dado. Siglo XIV.

Lo primero que destaca es el poco uso de ambas formas verbales (38/3),


en especial de habría dado, hecho que hay que relacionar con el abrumador
predominio de la forma diera.
104 José Antonio Bartol Hernández

En segundo lugar, en este siglo aumenta la ventaja en el uso de hubiera


dado sobre habría dado (92,7%/7,3%). Parece claro que se estaban impo-
niendo las formas verbales en -ra.
Los tres usos de habría dado pertenecen (Bartol 2012b) a tres obras:
la Crónica del moro Rasis, traducción del árabe (Historia de los Reyes de
Al-Andalus, de Ahmad ibn Muhammad al-Razi) realizada en la primera
mitad del XIV (cf. Gómez Redondo 2002); la Crónica de Alfonso X de
Fernán Sánchez de Valladolid escrita a mediados de siglo; y el Diálogo
de Epicteto y el emperador Adriano, traducción del latín de hacia 1400.
La mayoría de las 38 apariciones de hubiera dado se dan en obras de
la primera mitad del siglo (Libro del cavallero Cifar, Cuento muy fermoso
de Otas de Roma (traducción), Libro de los estados, Crónica de los veinte
Reyes, Gran Crónica de Alffonso XI). Los cuatro ejemplos de la segunda
mitad se concentran en torno al año 1400 y en todos los casos se trata de
traducciones, algunas de ellas conservadas en códices del XV, por lo que
he estado dudando si incluirlas en este siglo o en el siguiente5.
En cuanto a las prótasis, las dos formas verbales se combinan en la
mayoría de los casos con formas simples en la prótasis (17/4 con hubiera
dado y 3/0 con habría dado), incluso en los casos de referencia al pasado
(13/4 hubiera dado y 2/0 con habría dado).
Así mismo, la apódosis en hubiera dado manifiesta una clara preferen-
cia por las prótasis en -ra (16/4), mientras que habría dado las prefiere
en -SE (2/1).
Hay que señalar, para terminar el análisis de este siglo, que en los
cuadros anteriores no se han tenido en cuenta los usos que aparecen en
las obras del aragonés Fernández de Heredia, que como ya he señalado en
otra ocasión (Bartol 2012b) se desvía en este aspecto de lo que podríamos
considerar como la norma castellana. En sus obras recogidas en el CORDE

5
Tratado de plantar o enjerir árboles o de conservar el vino. BNM. Ms. 10211
(1385-1407). La edición del CORDE fue realizada por Pedro Sánchez Prieto. Traducción
de la obra latina en torno a 1300 de un tal Godfridus, De plantationibus arborum et de
conservatione vini (cf. Martí Escayol 2009: 131-164). Esta autora dice que es un texto
castellano aragonés de entre 1385 y 1407.
Biblia romanceada. Real Academia de la Historia, 87 (ca. 1400). Códice de media-
dos del XV, la primera mano; la segunda de la segunda mitad (cf. Sánchez Prieto 2002).
Traducción de las Décadas de Tito Livio (Pero López de Ayala, ca. 1400). Se sigue la
edición de Curt J. Wittlin, Barcelona, Puvill, 1982. Es una traducción de un texto francés
con la ayuda del texto latino (cf. Wittlin 1999: 233-240).
Biblia ladinada I-i-3 (ca. 1400). Códice del siglo XV.
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 105

he encontrado 167 casos de habría dado, frente a solo 11 de hubiera dado


(93,8%/6,2%).
Los datos de las obras de Fernández de Heredia son muy diferentes
también en lo que atañe a las prótasis con las que se combinan las dos for-
mas verbales. Por un lado, hay una clara preferencia de habría dado por las
formas compuestas para la expresión habuissem. Por otro, se prefieren
las prótasis en -se tanto con hubiera dado como con habría dado.

4. Siglo XV
La expresión de dedissem está ligada en el siglo XV, según los datos
de Mendeloff (1960), a la forma verbal diera (84,6%). También documentó
casos esporádicos de daría (3), daba (2) y hubiera dado (1).
Mis datos sobre el uso de las formas compuestas en la apódosis son
los siguientes:

Prótasis hubiera habría


SI HABUISSEM Si hubiese tenido 21 10
Si hubiera tenido 28 1
Si tuviese 2 2
Si tuviera 30 5
Si 0 8 2
Con poco que hubiese tenido 1
Salvo por 2
En otra manera 1
Total 93 20
SI HABEREM Si tuviese 8 9
Si tuviera 9 1
Si tenía 1
Si 0 1 1
Total 18 12
TOTALES 111 326
PORCENTAJES 77,6% 22,4%
Cuadro 3. Hubiera dado / habría dado. Siglo XV.

6
Quedan fueran de este cómputo tres casos de habría dado en condicionales no
irreales, otros cuatro casos dudosos en la interpretación de apódosis sería muerto y uno
de sería fallescida (Bartol 2012b).
106 José Antonio Bartol Hernández

Lo más destacable es el aumento en el uso de habría dado respecto


de su rival, que le lleva a un porcentaje de uso similar al del siglo XIII. En
Bartol (2012b) relacioné este aumento con dos hechos: por un lado, con las
traducciones (ya hemos visto algunos casos en los siglos anteriores), que
favorecen la aparición de habría dado; por otro, con el origen oriental de
los autores (también se aprecia en los siglos XIII y XIV).
Ahora bien, el primero de los hechos no es exclusivo de la forma habría
dado, también se aprecia en los usos de hubiera dado, como ya hemos
señalado en el XIV y también se puede ver en el siglo XV.
Utilizan habría dado con valor dedissem un importante grupo de
autores en obras de temática variada7. Hubiera dado aparece también en
una gran variedad de textos, entre los que destacan las crónicas8 y las tra-
ducciones (doce de los textos en los que aparece lo son)9.
Lo más frecuente es que en los textos en que se documenta habría
dado también aparezca hubiera dado y que esta supere a la otra en número
de documentaciones. Tal es el caso, por ejemplo, de Homero Romanzado
(Juan de Mena, 5/1), Historia de la linda Melosina (10/1). Ahora bien, es
de destacar la existencia de un grupo de obras en las que habría dado es
más utilizada que hubiera dado, bien porque esta última no se documenta
—Cancionero Juan Fernández de Íxar, Libro de las paradojas (El Tostado),
Laberinto de Fortuna (Juan de Mena), Refundición de la Crónica del Hal-
conero (Lope Barrientos), Cárcel de Amor (Diego de San Pedro), Católica
impugnación del herético libelo (Fray Hernando de Talavera), Catilina

7
Rodríguez del Padrón (Bursario), El Tostado (Libro de las paradojas), Antón de
Zorita (Árbol de batallas), Juan de Mena (Homero romanzado, Laberinto de fortuna), Gar-
cía de Salazar (Istoria de las bienandanzas), Hernando del Pulgar (Crónica de los Reyes
Católicos), Garci Rodríguez de Montalvo (Amadís de Gaula I y II), Diego de San Pedro
(Cárcel de Amor), Fray Hernando de Talavera (Católica impugnación del herético libelo),
Vidal de Noya (Catilina), Fray Vicente de Burgos (Traducción del Libro de Propietatibus)
o García de Santa María (Traducción de la Corónica de Aragón).
8
Crónica de Don Álvaro de Luna, Crónica incompleta de los Reyes Católicos, Cró-
nica de los Reyes Católicos (Hernando del Pulgar), Crónica de Enrique IV, Crónica de
los Reyes Católicos (Alonso de Santa Cruz).
9
Lope de Ayala, Caída de príncipes; Traducción de Lanzarote del Lago; Alonso de
Cartagena, Traducción de De Officiis de Cicerón; Juan Rodríguez del Padrón, Bursario;
Enrique de Villena, Traducción y glosas de la Eneida. Libros I-III; Antón de Zorita, Árbol
de batallas, de Honoré Bouvet; Juan de Mena, Homero romanzado; Traducción de las
donas de Francesc Eiximenis; Traducción de la Teseida de Boccaccio; Fray Alonso de San
Cristóbal, Libro de Vegecio de la caballeria; Alonso de Palencia, Tratado de la perfección
del triunfo militar; Fray Vicente de Burgos, Traducción del Libro de Propietatibus Rerum.
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 107

(Vidal de Noya), Traducción de la Corónica de Aragón (García de Santa


María), etc.— bien porque la supera en documentaciones (Documentación
medieval de la Corte del Justicia de Ganaderos de Zaragoza 1472-1479,
3/1). En la mayoría de los casos se trata de una o dos documentaciones.
En lo relativo a las prótasis, hay que señalar un aumento de las formas
compuestas, que superan a las simples en la expresión habuissem (61,7%
con hubiera dado; 61% con habría dado). Por otro lado, mientras que
hubiera dado se sigue combinando mayoritariamente con prótasis en -ra
(67,7%), la forma habría dado sigue prefiriendo las prótasis en -se (75%).
Finalmente, ya en este siglo encontramos oraciones irreales introdu-
cidas por nexos diferentes a si. Pero solo con apódosis en hubiera dado:
(1) ¡ E cómmo serás sañudo contra ty mismo quando verás que, con poca de pena,
de penitençia que ouieses pasada en esta vida, ouieras rredemido de toda la
pena del infierno! (1448. Traducción del Libro de las donas de Francesc
Eiximenis).
(2) E antes que le preguntasen por qué non lo pusieron en obra, da causa d’ello,
diziendo que lo ovieran fecho, salvo por el fortunado tiempo que los destorvó
(1427-1428. Enrique de Villena, Traducción y glosas de la Eneida. Libro I).
(3) E a seis días de marzo del año siguiente entregaron al Rey el reyno de Cas-
tilla, e fizieron grandes fiestas e torneos e justas; las quales ouieran sido más
alegres e mayores, e duraran más, saluo por aver seído ferido en la justa don
Álvaro de Luna (ca. 1453. Crónica de Don Álvaro de Luna).
(4) La primera, que fue rreuelado a los Santos Apóstoles La primera, quando
lo mudaron por espeçial rreuelaçión del Santo Espíritu, que en otra manera
non lo ouieran osado mudar (1448. Traducción del Libro de las donas de
Francesc Eiximenis)10.

5. Siglo XVI
La expresión dedissem en este periodo sigue ligada fundamental-
mente a la forma verbal diera, que según los datos de Keniston (1937) tiene
un porcentaje de uso del 87%; mientras que en la investigación de Nowikow
(1993) el porcentaje es de 80,95%. Los dos autores señalan que la segunda
forma verbal en importancia de uso es daba (8,6% en Keniston y 7,1% en
Nowikow). El uso de las formas compuestas (habría dado y hubiera dado)
es, según los dos estudiosos, escaso. Keniston no documenta el condicional
compuesto, mientras que Nowikow encuentra solo tres ejemplos (0,9%). El
pluscuamperfecto de subjuntivo aparece en cuatro ocasiones en el análisis

10
Un ejemplo anterior, del siglo XIV, en las obras de Fernández de Heredia.
108 José Antonio Bartol Hernández

del norteamericano (2,2%), y algo más en el del polaco (18, 5,3%). El


porcentaje en la segunda mitad del siglo es algo superior (5,6%).
El cuadro siguiente refleja las documentaciones que he encontrado en
el CORDE 11:

Prótasis hubiera habría


SI HABUISSEM Si hubiese tenido 17 11
Si hubiera tenido 141 2
Si tuviese 3 1
Si tuviera 159 7
Si tuvo 1
Si 0 13 2
Cuando hubiese tenido 1
En caso de que tuviese 1
A tener 11
A haber tenido 3
De tener 1
Teniendo 1
De otra manera 4
En tal caso 2
Sino que 1
Sin 1
Total 357 26
SI HABEREM Si tuviese 25 32
Si tuviera 130 7
Si 0 17 1
Cuando tuviera 1
Como tuviese 1
Que tuviese 1
A tener 11
Teniendo 2
De otra manera / Otramente / 3 211
De otra suerte

11
Si 0, habría dado en Bartol (2012b).
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 109

Sin 1
Sino / Salvo por 2
Total 192 44
DUDOSAS Si tuviera 18
Si tuviese 1 2
Si 0 2
Sino por 1
A tener 1
Teniendo 1
Total 24 2
TOTALES 573 72
PORCENTAJES 88,8% 11,2%
Cuadro 4. Hubiera dado / habría dado. Siglo XVI.

Se aprecia un aumento notable de la diferencia de uso de las dos for-


mas verbales a favor del pluscuamperfecto de subjuntivo. Ahora bien, si
analizamos los datos por autores y/u obras, podemos sacar algunas con-
clusiones importantes.
Existe, como es obvio dados los datos del cuadro anterior, un buen
número de obras que prefieren el uso de hubiera dado. Es el caso, por
poner unos ejemplos, de Juan Boscán en su Traducción del Cortesano
de Castiglione (1534), que utiliza siete veces hubiera dado por solo una
de habría dado; el de Diego Ortúñez de Calahorra, Espejo de príncipes y
caballeros [El caballero del Febo], 1555 (40/9); o el de Jerónimo Zurita,
Anales de la Corona de Aragón, 1579 (29/1).
En otros casos encontramos un uso más igualado entre las dos formas
verbales. Por ejemplo, Juan de Valdés en su Diálogo de la lengua (1535-
1536) utiliza una vez cada una; lo mismo que hace Lope de Rueda en su
obra Pasos (1545-1565); Juan Pérez en Breve tratado de doctrina (1560) las
utiliza en tres ocasiones; Jerónimo de Urrea en la Traducción de «Orlando
furioso» de Ludovico Ariosto (1549) emplea quince veces hubiera dado
por trece de habría dado.
Finalmente, hay un grupo de diez obras en las que solo se usa el
condicional compuesto con valor dedissem. El número de ejemplos es,
sin embargo, pequeño. Un ejemplo de habría dado (ninguno de hubiera
dado) he documentado en las siguientes obras: Historia de las Indias (Fray
Bartolomé de las Casas, 1526-1527), La lozana andaluza (Francisco Deli-
110 José Antonio Bartol Hernández

cado, 1528), Colloquio de Antronio y Magdalia (Alfonso de Virués, 1532),


Colloquio de Erasmo (Luis Mejía, 1532), Summa de Philosophia natural
(Alonso de Fuentes, 1547). Dos ejemplos encontramos (ninguno de hubiera
dado) en Diálogo de Mercurio y Carón (Alfonso de Valdés, 1529), Batallas
y quinquagenas (Gonzalo Fernández de Oviedo, 1535) y Plática manual de
artillería (Luis Collado, 1592). Tres en Los siete libros de Diana12 (Jorge
de Montemayor, 1559) y en Diálogo de la verdadera honra militar (Jeró-
nimo de Urrea, 1566). La obra en la que más casos he encontrado (7) es la
Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo,
que se convierte así en el autor del XVI que más utiliza habría dado con
valor dedissem.
Entre las obras que utilizan habría dado destacan, una vez más, las
traducciones y/o la relación con Italia de la obra o de los autores. Entre
las primeras, además de las ya señaladas, están también la Instrucción de
la mujer cristiana, traducida por Juan Justiniano (1528) del libro de Juan
Luis Vives escrito entre 1524-1528, y la Traducción de la Historia etiópica,
de Fernando de Mena.
La relación con Italia se manifiesta de dos maneras: bien en que los
autores pasaron temporadas importantes de su vida en Italia, bien en que
la obra fue publicada en ese país.
Ambas situaciones aparecen en Francisco Delicado, que vivió en Italia
y cuya obra La lozana andaluza se publicó en Venecia; o en el portugués
Jorge de Montemayor, autor de Los siete libros de Diana, que pasó sus
últimos años en Italia. En Venecia y en Valencia se imprimió por primera
vez la obra hacia 1559. También está en esta situación el militar y escri-
tor aragonés Jerónimo de Urrea, que vivió en Italia largas temporadas13.
También vivió en Italia Juan de Valdés y allí escribió su obra Diálogo de
la lengua.
Entre los que vivieron en Italia podemos citar también a fray Bartolomé
de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y Francisco López de Gómara.
La forma hubiera dado, como hemos visto en otras épocas, no tiene
tantas restricciones de uso, y aparece tanto en obras de caballería, en las
que es muy frecuente (Tristán de Leonís, Palmerín de Olivia, Traducción

En esta obra aparece un caso de hubiera dado.


12

De este autor aragonés se recogen tres obras en el CORDE: Diálogo de la verda-


13

dera honra militar, publicada en Venecia en 1566; la traducción de Orlando furioso de


Ludovico Ariosto (1549); y Primera parte del libro del invencible caballero don Clarisel
de las Flores. Solo en esta última no aparece habría dado.
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 111

de Tirante el Blanco…, Floriseo), como en crónicas, cartas, pleitos, come-


dias, libros de geografía, traducciones, cancioneros, obras de religión… La
utilizan todo tipo de autores: Boscán, Fray Antonio de Guevara, Cristóbal
de Villalón, Fray Luis de Granada, Juan de Valdés, Teresa de Cepeda y
Ahumada, Timoneda, Bernal Díaz del Castillo, San Juan de la Cruz, Gón-
gora, Fray Luis de León, Miguel de Cervantes, Quevedo, Vicente Espinel,
Lope de Vega, Mateo Alemán.
En cuanto al uso en la prótasis de las formas simples o compuestas,
vemos que con habría dado se siguen prefiriendo las formas compuestas
cuando se refieren al pasado (58,3%/41,7%). Con hubiera dado se aprecia
un aumento de las formas compuestas que prácticamente igualan a las
simples (48,1%/51,9%).
Con hubiera dado en la apódosis siguen predominando las prótasis
en -ra (tuviera, hubiera tenido 90,7%), mientras que con habría dado el
predominio es de las prótasis en -se (75%).
En cuanto a los tipos de prótasis, lo que llama más la atención es el
gran aumento de las prótasis que se combinan con estas formas verbales de
valor dedissem (15 prótasis diferentes con hubiera dado; 11 con habría
dado). Encontramos por primera vez casos de construcciones de preposi-
ción + infinitivo: a tener, utilizada tanto con valor de pasado como con
valor de presente, a haber tenido (pasado), de tener (pasado). Todas ellas
con apódosis en hubiera dado. También algún ejemplo de teniendo, y de
prótasis introducidas por conjunciones diferentes de si: cuando, como, que,
en caso de que…
(5) y las cintas no se pudieron romper porque eran de fibra de cáñamo crudo;
y el guardabrazo le hubiera caído completamente a no ser por el cor-
dón de seda (1517. Anónimo, Traducción de Tirante el Blanco de Joanot
Martorell).
(6) Informar a S. M. cómo, a no haber suscedido las cosas en el Perú de tan
mala disistión después que Vaca de Castro vino a las gobernar, que segund
la diligencia que he tenido y maña que me he dado en hacer la guerra a los
indios y en enviar por socorro, e lo que ha gastado e perdídoseme por este
efecto, hubiera descubierto, conquistado y poblado hasta el Estrecho de
Magallanes e Mar del Norte, e hobiera ya en esta tierra dos mill hombres
más de los que hay para lo poder haber efetuado (1550. Pedro de Valdivia,
A sus apoderados en la Corte [Cartas que tratan del descubrimiento y
conquista de Chile]).
(7) Y fue esta victoria tal que con ella se alcanzó la paz y reposo de aquel reino
por haberse cerrado el camino que ningún potentado de Italia pudiese preten-
der como hubiera podido de poner la mano en aquel reino con el favor del
112 José Antonio Bartol Hernández

marqués y de la parcialidad que le seguía (1579. Jerónimo Zurita, Anales de


la Corona de Aragón. Segunda parte).
(8) E porque soy cierto que, siendo su Santidat informado de la verda, no huuiera
atorgado el dicho jus patronado al dicho arcobispo de Saliz, vos ruego y
mando que, por virtut de la creença que vos inuio, le fagays larga relacion de
todo lo sussodicho (1501. Anónimo, Don Fernando al embajador en Roma,
exponiendo que Vicente Jaquinto…).
(9) ni asimismo puedo entender que el Zubiaur tenga comunicacion con ninguno
destos Ministros para habérselo asegurado, porque estoy cierto que cuando
fuera así me hubiera advertido dello (1581. Bernardino de Mendoza, Carta a
su Majestad [Cartas relativas a Bernardino de Mendoza]).

6. Siglo XVII
El estudio realizado por Nowikow (hasta 1662) nos muestra que durante
el siglo XVII la expresión dedissem estuvo ligada a las siguientes formas
verbales:
— diera sigue siendo la forma verbal preferida para la expresión
dedissem. Hasta 1662 esta forma verbal alcanza el 71,3% de uso; lo que
supone un descenso significativo (7 puntos) respecto del siglo anterior.
— hubiera dado constituye la gran novedad. Por primera vez alcanza
un porcentaje de uso superior al 20% (20,7%).
Y es que algo estaba cambiando, como se manifiesta más claramente
si nos centramos en la última etapa de las analizadas por Nowikow (1641-
1662) y el periodo 1663-1700 analizado por Bartol (2005, 2006). En el
periodo 1641-1662 el uso de hubiera dado ya alcanza el 30,3% de los
empleos (frente al 61,8% de diera). Y en el periodo 1663-1700 hubiera
dado ya supera a diera en el uso dedissem con un porcentaje del 55%
(frente al 37% de diera). Parece, pues, que asistimos al final de un pre-
dominio que se inició en la segunda mitad del XIII y que llegó a alcanzar
porcentajes superiores al 80%.
Los datos que nos ofrece el CORDE (solo España) sobre el uso de
hubiera dado / habría dado son los siguientes:

Esquema hubiera habría


SI HABUISSEM Si hubiese tenido 8 1
Si hubiera tenido 178 1
Si hubiere tenido 1
Si tuviese 2
Si tuviera 93 3
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 113

Si tiene 2
Si tenía 1
Si 0 1
Sin que hubiera tenido 1
Como hubiera tenido 1
A tener 21
A haber tenido 32
De tener 1
De haber tenido 1
De otra manera 4
Otro modo 1
Sin 6
Total 255 5
SI HABEREM Si tuviese 4 4
Si tuviera 160 1
Si 0 2
A tener 44
Teniendo 1
De otra manera / suerte 5
Sin 3
Total 217 5
DUDOSAS Si tuviera 20
A tener 12
De otra manera 1
Sin 1
Total 34 –
TOTALES 601 10
PORCENTAJES 98,4% 1,6%

Cuadro 5. Hubiera dado / habría dado. Siglo XVII.

El aumento del uso de hubiera dado al que nos hemos referido supuso
como contrapartida, el descenso de la otra forma compuesta, que obtiene el
porcentaje de uso (respecto de hubiera dado) más bajo de toda la historia
del español (98,4%/1,6%).
114 José Antonio Bartol Hernández

Habría dado prácticamente desaparece de los textos. Solo he encon-


trado diez ejemplos14. Pero aunque son muy pocos, creo que paradógi-
camente demuestran la pervivencia en el habla de habría dado para la
expresión dedissem.
Dos de los ejemplos los encontramos en la obra de Sebastián de Cova-
rrubias, Suplemento al Tesoro de la lengua española castellana (1611) y
se trata de traducciones:
(10) P
 linio lib. 7, cap. 28, De fortitudine dice estas palabras: Haud minora forent
Manlio Capitolini decora, ni perdidisset illa exitu vitae [y no habrían sido
menores los honores para Manlio Capitolino si no los hubiese perdido con
el fin de su vida (VII.28.103)] (1611. Sebastián de Covarrubias, Suplemento
al Tesoro de la lengua española castellana)15.

Otra obra en la que aparece habría dado es el Vocabulario de refranes


y frases proverbiales (1627) de Gonzalo Correas: «Si tal fuese lo rroto
komo lo deskosido, no avría nada perdido». En esta obra no he encontrado
ningún ejemplo de hubiera dado.
Otros autores, con obras de diferentes temas, que utilizan el condicional
compuesto en la apódosis son: Luis Cabrera de Córdoba16 en Relación de
las cosas sucedidas (1) y en Historia de Felipe II, rey de España (1, pero
dieciocho casos de hubiera dado); Francisco de Luque Fajardo, en el tra-
tado Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos (1603), un ejemplo de
habría dado, ninguno de hubiera dado; Pedro de Valencia, Discurso acerca
de la moneda de vellón (1605), un ejemplo de habría dado, ninguno de
hubiera dado; Miguel de Cervantes Saavedra (1613), El celoso extremeño,
un ejemplo de habría dado, otro de hubiera dado; Diego de Saavedra
Fajardo, República Literaria (1613-1640), un caso de habría dado, otro
de hubiera dado; finalmente, Bernabé Cobo, Historia del Nuevo Mundo,
un caso de habría dado frente a dieciséis de hubiera dado.
Con la apódosis en hubiera dado lo normal es que la prótasis también
se exprese con una forma -ra (97%). Los pocos ejemplos de habría dado
se reparten entre prótasis en -se y prótasis en -ra.
Por otro lado, aunque todavía es frecuente el uso en la prótasis de for-
mas simples para expresar pasado, ya es mayoritario el empleo de formas

He documentado otros cinco ejemplos de habría dado con valor dedissem, no


14

condicionales (Bartol 2012a).


15
En la misma obra utiliza en una ocasión hubiera dado para expresar dedissem.
También es una traducción.
16
Vivió en Nápoles como escribano del Gran Duque de Osuna.
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 115

compuestas (61,2%/38,8% con hubiera dado). En el caso de habría dado,


los pocos ejemplos presentan gran igualdad.
En las prótasis vemos la consolidación de la construcción a + infinitivo
(110 casos, 18,67% de las hubiera dado), solo por detrás de las prótasis en
hubiera tenido o tuviera. De + infinitivo solo aparece dos veces:
(11) d e manera que no resolvió quedarse desta parte de la villa, que de hacerlo
hubiera imposibilitado con mucha facilidad los socorros de que el fuerte
necesitaba (1635. Duque de Lerma, Copia de carta del duque de Lerma
para S. M. de Goch).

También son de destacar los usos de de otra manera, modo, suerte que
alcanzan en conjunto once ejemplos:
(12) E
 s propio de la sabiduría y poder de Dios, tratar con la misma certeza lo
futuro, que lo presente, y poner nombre a las cosas que son, y a las que no
son: (como dixo san Pablo) de otra manera huviera sido imprudente acuerdo
repartir las heredades antes de conquistar la tierra (1612-1625. Fray Juan
Márquez, El gobernador cristiano).

7. Siglo XVIII
Según los datos de Bartol (2005, 2006a y 2006b) para la expresión
dedissem en la apódosis condicional la forma verbal hubiera dado es la
más utilizada en el siglo XVIII, siguiendo una tendencia que ya aparece
a finales del XVII, y alcanza un porcentaje de uso del 82,3%, quedando a
gran distancia diera, que en este siglo ya solo llega al 4,5%.
El cambio producido en favor de la forma compuesta para la expresión
dedissem es total, y en apenas 50 años.
Los datos en contraste entre hubiera dado y habría dado los vemos
en el siguiente cuadro:

Esquema hubiera habría


SI HABUISSEM Si hubiera tenido 270 5
Si hubiese tenido 111 1617
Si tuviera 19
Si tuviese 7
Si tiene 2

17
Incluido un ejemplo de si hubiere tenido que parece una errata.
116 José Antonio Bartol Hernández

Si tenía 1
Si había tenido 1
Si 0 2 1
Siempre que tuviese 1
Como hubiese tenido 1
Como hubiera tenido 1
Con (poco) que hubiera 2 1
tenido
A haber tenido / El haber 55 2
tenido
De haber tenido - 1
Con haber tenido 2
A tener 36
De tener 2
Habiendo tenido 2
Teniendo 2
Tenido 1
De no 1
A no 2
De / En otra suerte / modo 6
En tal caso 1
De lo contrario 5 1
Sin 27
Total 558 29
SI HABEREM Si tuviera 47 6
Si tuviese 32 5
Si 0 1
A tener 22 2
Con tener - 1
A no 1
De no 1
Otro que 2
Sin 12
Total 118 14
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 117

DUDOSAS Si tuviera 6
Si tuviese 2
A tener 2
Teniendo 1
De otra suerte 1
Sin 1
Total 13 –
TOTALES 677 43
PORCENTAJES 94% 6%
Cuadro 6. Hubiera dado / habría dado. Siglo XVIII.

Los datos del cuadro, en el que se aprecian unas diferencias de uso de


las dos formas compuestas aún enormes (94%/6%), prueban dos cosas: a)
el pleno y extenso uso de hubiera dado. Podemos decir que es a principios
de este siglo (o finales del anterior) cuando esta forma verbal adquiere el
predominio en la expresión dedissem18; y b) habría dado presenta un
claro repunte en el uso con respecto al siglo anterior.
Lo normal, como ya hemos visto en otras épocas, es que en aquellas
obras y/o autores en que se documenta habría dado también se encuentre
—y con más frecuencia— el uso de hubiera dado. En algunos casos la dife-
rencia es muy grande, como por ejemplo en el Eusebio de Pedro Montegón
(1786), en el que la relación es de 63 a 1, o en La campaña de las terceras
(1779-1784) de Antonio de Ulloa (42/3). Pero también nos encontramos
con algunos textos en los que se prefiere la variante habría dado. En seis
es la única que aparece, cinco de ellos son cartas, una carta anónima al
virrey del Perú de 1715, y cuatro del político y economista asturiano Pedro
Rodríguez de Campomanes dirigidas a diferentes coetáneos entre los años
1752 y 177219. Parece que es el estilo informal de la carta lo que ayuda,
al menos en este autor, al uso de habría dado, ya que en su obra Bosquejo
de política económica española utiliza solo hubiera dado (3), mientras que
en las cartas prefiere habría dado (5/3)20.

18
Esta forma verbal es exclusiva en autores como Cadalso, Leandro Fernández de
Moratín, Nicolás Fernández de Moratín, Forner, García de la Huerta, Tomás de Iriarte, el
Padre Isla, Mayans y Siscar, Romero Alpuente, Samaniego, Torres Villarroel y Trigueros.
19
Carta a Francisco Pérez de Soelmonte (1752), Carta a Felipe Samaniego (1752),
Carta a Francisco Craywinkel (1760) y Carta al Marqués de Pombal (1772).
20
  En las cartas que le remiten otros coetáneos es exclusivo el uso de hubiera dado.
118 José Antonio Bartol Hernández

El único texto, no carta, en que aparece habría dado y solo una vez es
el Reglamento de pesca y navegación:
(13) p ues a haverse hecho al Duque de Medina-Celi, relacion exacta, no la havria
adoptado (1763. Anónimo, Reglamento de pesca y navegación).

Hay otras dos obras en las que las documentaciones de hubiera dado
y habría dado aparecen muy igualadas: Las frioleras de Ramón de la Cruz
(1764), con un ejemplo de cada una; y el Informe de la Sociedad Económica
de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de la ley
agraria… (1794) de Jovellanos, con cinco ejemplos de cada forma verbal21.
Feijoo, con una obra recogida en el CORDE que ocupa una franja cro-
nológica de treinta años, prefiere claramente el uso del pluscuamperfecto
de subjuntivo, aunque en alguna época también utiliza el condicional com-
puesto. Así, en las entradas correspondientes a los periodos 1726-1730,
1726-1739 y 1753-1756 solo utiliza las formas hubiera dado, mientras
que en los años 1733 y 1734 y 1740-1750 alterna el uso de las dos formas
verbales, aunque con un uso mayor de hubiera dado.
En cuanto a la estructura de las prótasis, nos encontramos con que
el valor pasado (habuissem) se expresa mayoritariamente por formas
compuestas. Con habría dado solo aparece un caso de pasado expresado
por la forma simple tuviese («siempre que tuviese»); con hubiera dado esta
posibilidad ha quedado relegada al 13,6%22.
En cuanto a las preferencias por las formas en -se o en -ra en la pró-
tasis, mientras que hubiera dado se combina preferentemente con prótasis
en -ra (69,3%), con habría dado se prefieren las prótasis en -se (63,6%).
Por otro lado, la forma hubiese tenido recupera gran parte del uso que
había perdido en los dos siglos anteriores. Combinado con habría dado
alcanza un uso mayoritario del 55% del total de condicionales si habuis-
sem, dedissem. Con la apódosis en hubiera dado, el uso de la prótasis
hubiese tenido está aún lejos del de hubiera tenido, pero alcanza ya un por-
centaje sobre el total de irreales de pasado del 20%; hubiera tenido el 48,9%.
La construcción de preposición + infinitivo continúa con un uso
frecuente tanto para referirse al presente como al pasado: un 17,7% con
hubiera dado y un 13,9% con habría dado.

21
Hay otros dos textos de Jovellanos (informes) incluidos en el CORDE (ya comien-
zos del XIX) y en ellos alterna también el uso de las dos formas verbales.
22
Se incluyen tanto las formas verbales personales simples, tuviera, tuviese, tenía…,
como las impersonales, tener, teniendo, tenido).
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 119

8. Siglo XIX
Las dos formas verbales más utilizadas en la primera mitad del XIX
son ya las formas compuestas hubiera dado y habría dado, las mismas que
en el español actual.
En el periodo analizado (1801-1850) los porcentajes de uso de las dos
formas verbales es del 78,7% hubiera dado y del 21,3% habría dado, muy
semejantes a los de los siglos XIII y XV (cf. Cuadro 7), aunque un análisis
por tramos cronológicos pone en evidencia un aumento constante en el
uso de habrá dado. En el primer cuarto del siglo la relación es de 85,4%
/ 14,6%; mientras que en el segundo cuarto es de 76% / 24%. Y si solo
tenemos en cuenta el decenio 1841-1850 el uso de habría dado alcanza
el 37,5%, aumento relacionado con la obra de Alcalá Galiano (Memorias,
1847-1849), que utiliza mayoritariamente habría dado (65/10).

Esquema hubiera habría


SI HABUISSEM Si hubiera tenido 302 63
Si hubiese tenido 127 81
Si hubiere tenido 1
Si tuviera 17 2
Si tuviese 1 6
Si tiene 6
Si ha tenido 2
Si 0 8
Como hubiese tenido 1
Como hubiera tenido 1
Sin que tuviese 1
A haber tenido 45 6
A tener 34 3
De haber tenido 6 4
De tener 1
Con haber tenido 1 1
Con tener 1
Tenido 10 5
Habiendo tenido 7 1
Teniendo 12 12
120 José Antonio Bartol Hernández

Otro que él 1
En otro caso (ocasión) 2
En tal caso 5
Con tal… 2
Con solo sust. 1
De otro modo (manera) 8 2
Sin sustantivo 48 8
Total 648 197
SI HABEREM Si tuviese 42 15
Si tuviera 76 6
Si tuviere 1
Si tengo 1
Si tenía 1
Si 0 3
Con tal que tuviese 1
Teniendo 1 1
Tenido 1
A tener 16 2
De tener 2
Con tener 2
Sin tener 1
En (tal, el, cuyo) caso 8
De otra suerte (manera, 5
modo)
Otro que 3
Sin sust. 15 1
A menos de tener, hubiera 1
dado
Total 174 31
TOTALES 842 228
PORCENTAJES 78,7% 21,3%
Cuadro 7. Hubiera dado / habría dado. Siglo XIX.
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 121

También en este periodo (cf. Bartol 2014), hay un buen número de


autores que solo utilizan la forma hubiera dado (Bretón de los Herre-
ros, Campoamor, Alberto Lista, Martínez de la Rosa, Meléndez Valdés y
Zorrilla, entre otros) o que utilizando las dos dan un uso predominante a
hubiera dado (Fray Francisco Alvarado, Ayguals de Izco, Duque de Rivas,
Espronceda, Larra, Mesonero Romanos, Manuel José Quintana, Romero
Alpuente o Juan Valera).
Pero también podemos observar que hay dos autores que solo utilizan
la forma habría dado. El eclesiástico ilustrado catalán Felix Amat de Palou
i Pont, y el militar, explorador, naturalista oscense Félix de Azara. Este
último, en su obra Apuntamientos para la Historia Natural de los páxaros
del Paragüay y Río de la Plata (1802-1805) utiliza la forma habría dado
con valor dedissem en cinco ocasiones por ninguna de la forma hubiera
dado. Hay que reseñar que la obra fue publicada primero en francés.
Y nos encontramos con otros cuatro autores que, utilizando las dos, se
inclinan claramente por habría dado: el gaditano Antonio Alcalá Galiano en
sus obras Apuntes para la historia del alzamiento del ejército de Ultramar
en 1820 (1821) y Lecciones de Derecho Político (1843-1844) solo utiliza
habría dado, mientras que en sus Memorias (1847-1849) emplea sesenta y
cinco veces habría dado por diez de hubiera dado, en total 76/10; los otros
son el bilbaíno Juan de Olavarría, Memoria dirigida a S. M. sobre el medio
de mejorar la condición física y moral del pueblo español (1833-1834); el
sevillano Joaquín Francisco Pacheco (Lecciones de derecho político, 1845);
y Fernán Caballero (La gaviota, 1849). Como vemos, hay gran variedad en
los temas de las obras, por lo que debemos pensar que se trata de opciones
personales.
En cuanto a la prótasis, el uso de las formas simples para el valor de
pasado es ya escaso; solo un 10,5% en el caso de apódosis hubiera dado
y un 15,7% en el de habría dado.
En lo relativo al uso en la prótasis de las formas verbales en -se o en
-ra se sigue apreciando una clara diferencia en el comportamiento de las
dos formas verbales: las prótasis en -ra son mayoritarias con hubiera dado
(69,8%), mientras que habría dado prefiere las prótasis en -se (59,7%).
También es destacable el abundante uso de las prótasis formadas con
el esquema preposición + infinitivo, tanto para expresar presente como
pasado: 104 casos con hubiera dado (16%) y 21 con habría dado (16,7%).
122 José Antonio Bartol Hernández

9. Algunas conclusiones
Tras el análisis anterior, podemos reagrupar los datos para poder sacar
algunas conclusiones:
9.1. General
Hubiera dado es a lo largo del periodo analizado forma más utilizada
que habría dado para la expresión dedissem en la apódosis condicional.
Esta superioridad es especialmente abrumadora en los siglos XIV, XVII y
XVIII23.
Habría dado presenta una evolución con altibajos; tras tener un 25% de
uso, respecto de hubiera dado, en el siglo XIII (aunque con más propiedad
habría que hablar de la primera mitad de ese siglo), desciende en el XIV,
se recupera algo en el XV, y vuelve a descender durante los siglos XVI,
XVII y XVIII, para recuperarse ya de forma definitiva en el XIX (21,3%),
en especial a partir de su segundo cuarto. Pero en ninguno de los siglos
analizados llega al 25% alcanzado en la primera mitad del XIII.
Otro dato importante que hemos ido señalando a lo largo de la expli-
cación es que desde el siglo XV encontramos textos y/o autores que se
inclinan por el uso de habría dado.
Con estos datos parece claro que, tal y como ha señalado el profesor
Veiga en varias ocasiones, especialmente en (1999: 279), ambas formas
verbales (también habría dado) no desaparecieron de la lengua, sino que
fueron simplemente arrinconadas por las convenciones del español escrito
de las diferentes épocas. En el caso de habría dado hubo textos —las
traducciones— y autores —relación con Italia— que la mantuvieron viva
en los siglos XV-XVIII. A través de los datos que hemos analizado, parece
evidente que esta forma verbal es la que estuvo más alejada del uso escrito
hasta dar la impresión de que en algunos momentos de la historia había
desaparecido. Es ella la que parece ir todo el tiempo a remolque de hubiera
dado hasta al menos la segunda mitad del XIX.

23
Con la excepción de la amplia obra de Fernández de Heredia, como hemos visto.
La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 123

Cuadro 8. Hubiera dado / habría dado. Siglos XIII- XIX.

9.2. Prótasis
Habría dado se combina principalmente con prótasis en -se. Esto es
así hasta el siglo XIX, cuando se aprecia un acercamiento entre los usos
de las dos. Hubiera dado, por su parte, se combina mayoritariamente con
prótasis en -ra, salvo en el siglo XIII.

Cuadro 9. Habría dado. Prótasis en -se o -ra.


124 José Antonio Bartol Hernández

Cuadro 10. Hubiera dado. Prótasis en -se o -ra.

En cuanto al uso de formas simples o compuestas en la prótasis refe-


ridas al pasado, también hemos visto diferente comportamiento de las dos
apódosis. Mientras que habría dado se combina preferentemente, salvo en
los dos siglos con menor uso, XIV y XVII, con formas verbales compuestas,
hubiera dado no muestra esta preferencia hasta el siglo XV, pero en el XVI
vuelven a ser mayoritarias (por muy poco) las simples.

Cuadro 11. Habría dado. Prótasis en formas simples / compuestas.


La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 125

Cuadro 12. Hubiera dado. Prótasis en formas simples / compuestas.

9.3. Prótasis de preposición + infinitivo


Desde el siglo XVI se hacen frecuentes las prótasis de preposición +
infinitivo con hubiera dado, tanto con valor de presente como de pasado.
Con habría dado no he documentado la construcción hasta el XVIII. En el
cuadro siguiente se pueden ver los datos obtenidos y los porcentajes sobre
el total de usos de cada una de las apódosis.

XVI VII XVIII XIX


Hubiera Hubiera Hubiera Habría Hubiera Habría
dado dado dado dado dado dado
Total 26 110 117 6 104 19
Porcentaje 4,7% 23,4 % 17,3% 18,2% 12,6% 8,3%
Cuadro 13. Usos de preposición + infinitivo en la prótasis.

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La expresión de la irrealidad condicional: hubiera dado vs. habría dado 127

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La historia de la lengua española vuelve por sus fueros

Mónica Castillo Lluch


Université de Lausanne

Resumen. En este estudio, en primer lugar, se traza la historia de las ediciones


modernas de fueros medievales españoles desde principios del siglo XX hasta la
actualidad, prestando un interés particular a la práctica de las ediciones de varian-
tes y paralelas con estos textos. Se señala la necesidad de revisar las ediciones más
antiguas, de (re)plantear la datación de esos manuscritos y de analizar su lengua.
En segundo lugar, se pasa revista a la investigación lingüística sobre los fueros
medievales, íntimamente ligada a la edición de los textos y con todavía mucho
campo por cubrir. Para finalizar, se presentan los resultados de un estudio sobre
el orden de palabras en dieciséis fueros, que revelan un comportamiento sintáctico
desigual entre los textos, solo explicable por factores externos.
Palabras clave. Fueros, historia de la edición, sintaxis histórica, orden de pala-
bras, corpus electrónicos.

Abstract. This study aims, firstly, to trace the history of modern editions of medie-
val Spanish fueros from the early twentieth century to the present day, paying
special attention to the practice of producing variorum and parallel editions of
these texts. The argument will show the need to review the oldest editions, to
revise the dating of the manuscripts and to analyze their language. Secondly,
it follows an account of the linguistic research made on these medieval fueros,
which is closely linked to the edition of the texts and yet leaves room for further
investigations. Finally, results are presented of a word order study in sixteen
fueros, thereby revealing a different syntactic behaviour among the texts, expli-
cable only by external factors.
Keywords. Fueros, history of the edition, historic syntax, word order, electronic
corpora.

Es para mí un honor y un privilegio que la Asociación de Historia de


la Lengua Española me haya invitado a pronunciar una conferencia en este
X Congreso en Zaragoza, además en el maravilloso palacio de la Aljafería, y
130 Mónica Castillo Lluch

le estoy enormemente agradecida por esta oportunidad. Me planteo abordar


una serie de cuestiones relacionadas con el estudio filológico y lingüístico
de los fueros. Empezaré rememorando las ediciones modernas de los fueros
en las que basamos los historiadores de la lengua nuestros análisis, así como
los estudios que hasta ahora configuran nuestro conocimiento lingüístico de
esos textos, atendiendo, además, a algunos problemas que pueden plantear
los fueros para la lingüística de corpus. Tras estos contenidos historiográ-
ficos, expondré algunos resultados de mi investigación sobre la sintaxis de
los fueros romances del siglo XIII.

1. Los fueros y sus ediciones


El primero de los aspectos que conviene considerar al tratar de los
fueros desde una perspectiva lingüística es el de las ediciones de estos
textos que habitualmente manejamos los historiadores de la lengua espa-
ñola. Atendiendo a estas ediciones con el fin de evaluar su validez hoy, se
descubre una parcela importante de la labor filológica llevada a cabo con
textos iberorromances medievales en el siglo XX, que merece ser recordada.
El núcleo inicial de ediciones que aún son hoy las de referencia se gesta
en el Centro de Estudios Históricos en las primeras décadas del siglo XX
(López Sánchez 2006). El primero de los objetivos de la Junta para la
Ampliación de Estudios con la creación del Centro en 1910 consistía pre-
cisamente en «investigar las fuentes, preparando la publicación de edicio-
nes críticas de documentos inéditos ó defectuosamente publicados (como
crónicas, obras literarias, cartularios, fueros, etc.)» (JAE 1912: 131). En
el Palacio de Bibliotecas y Museos el Centro disponía, junto con la «Sec-
ción de Orígenes de la lengua española» (después llamada «Sección de
Filología») de Menéndez Pidal, de la «Sección de Instituciones sociales
y políticas de León y Castilla», que inicialmente dirigió el historiador del
derecho Eduardo Hinojosa. Los objetivos de estas dos secciones eran en
ocasiones convergentes, pues, según la memoria de la Junta para Amplia-
ción de Estudios de 1910/1911 (JAE 1912: 134-135), la sección de Hino-
josa tenía el cometido específico de recopilar e interpretar los fueros y los
documentos medievales, en tanto que la sección de Menéndez Pidal se
planteaba «el estudio filológico de los primeros monumentos de la lengua
en los diversos dialectos leonés, castellano y aragonés para la publicación
de una Crestomatía del español antiguo» (JAE 1912: 138). Los fueros eran
por tanto un objeto «a medias» entre ambas secciones, lo que explica que
los editores fueran indistintamente filólogos e historiadores del derecho.
Además, un efecto de la convivencia de aquellos investigadores fue que
La historia de la lengua española vuelve por sus fueros 131

las ediciones de los historiadores del derecho tienen muy a menudo una
factura paleográfica que las hace casi indistinguibles de las que podría
haber realizado un lingüista.
Entre los juristas destaca la labor de Rafael Ureña, quien publicó una
primera edición en 1907 en colaboración con otro catedrático de derecho
de la Universidad Central de Madrid, Adolfo Bonilla, del fuero de Usagre.
Declaraban ambos en su introducción (Ureña/Bonilla 1907: X): «El conte-
nido de este fuero es interesante y extenso, y su lenguaje castellano, entre-
mezclado de frases redactadas en latín bárbaro, tiene capital importancia, no
sólo para el estudio histórico de la técnica jurídica, sino para el conocimiento
de la evolución de nuestros romances ibéricos». Esta obra aspira por tanto
a servir como fuente tanto a historiadores del derecho como de la lengua
(objetivo que compartirán los otros juristas editores del centro1), y aunque
el manuscrito conservado del fuero de Usagre es único, en ella apunta ya
la vocación de realizar ediciones de variantes, pues, por el vínculo de este
fuero con el de Cáceres, se considera «oportuno señalar, cuidadosamente,
las variantes que ambos Fueros presentan» y establecer un índice con sus
concordancias, además de reproducir el Fuero latino de Cáceres y los capí-
tulos del romanceado ausentes en el de Usagre (Ureña/Bonilla 1907: XI).
Con esta práctica se abrirá una senda para las ediciones posteriores, al igual
que lo hará la siguiente edición de Ureña, esta vez en solitario, en 1911,
del fuero de Zorita de los Canes. Esta puede considerarse de hecho, como
obra fundacional de este periodo, por la visión programática que tiene, pues
ofrece un listado de los manuscritos y ediciones de los fueros más destacados
y hace un llamamiento a otros investigadores para la realización de ediciones
pendientes: concretamente, las de los fueros de Sepúlveda, Salamanca, Soria
y Cáceres. De nuevo es esta una edición de variantes en la medida en que
se indican minuciosamente las correspondencias entre el fuero de Zorita, el
latino de Cuenca y el romanceado de Alcázar, en lo que Ureña (1911: 47)
modestamente anuncia como unas «sencillas y breves anotaciones» (aparato
de la edición), que constituirán una investigación preparatoria de su edición
magna, que le ocuparía aún 25 años más: la del fuero de Cuenca (1936).
Pero antes de atender a aquella edición monumental, vuelvo atrás, a
los años inmediatamente posteriores a la edición del fuero de Zorita, para
reseñar el trabajo editorial que en la sección de Filología del Centro de Estu-
dios Históricos habían estado realizando Américo Castro y Federico Onís

1
Cf. también Galo Sánchez, ed. del FSoria (1919: XIII): «El valor jurídico y lingüís-
tico del Fuero exigía una edición íntegra y cuidada».
132 Mónica Castillo Lluch

de los fueros leoneses de Zamora, Salamanca, Ledesma y Alba de Tormes,


publicados en 1916. Fue esta una edición proyectada en dos volúmenes, de
los que el segundo, que debía contener un estudio lingüístico de aquellos
fueros, no llegó a realizarse. Tal estudio debería también haber precisado
la datación de los diferentes manuscritos editados, sobre la que apenas se
pronuncian los dos filólogos en el primer tomo.
Ese mismo año, el entonces profesor auxiliar de historia del dere-
cho de la Universidad de Zaragoza, Miguel Sancho Izquierdo, publicaba
su memoria de doctorado supervisada por Ureña: la edición del fuero de
Molina de Aragón, oponiendo, en columnas paralelas, las versiones que
de este fuero ofrecen los dos manuscritos que lo conservan y añadiendo
en aparato de variantes las lecciones de otros manuscritos menores. Tres
años más tarde, en 1919, Galo Sánchez presentaba su edición del fuero de
Soria, esta también paralela, con los manuscritos A (el principal por más
antiguo), B (posterior), y los fragmentos L y M en el aparato de variantes.
En 1924 Galo Sánchez junto con Claudio Sánchez-Albornoz y José María
Ramos Loscertales fundan el Anuario de Historia del Derecho Español,
en cuyas páginas se irán sucediendo ediciones y estudios fundamentales
también sobre los fueros. Ramos Loscertales en el número 2 del Anuario
(1925) publicará una recopilación de fueros medievales aragoneses, en
1927 editará el fuero de Jaca extenso y póstumamente (1956) el fuero de
Viguera y Val de Funes. En los años 20 editan otros fueros alumnos del
Centro de Estudios Históricos, como Manuel Albareda y Herrera en 1926
el fuero de Alfambra, o en 1924 el de Guadalajara el hispanista norteameri-
cano Hayward Keniston, a quien podemos imaginar realizando una estancia
en Madrid e investigando en el Centro, ya que de otro modo difícilmente
podría haber documentado las notas que informan las páginas 20 a 28 de
su edición dedicadas a comparar variantes textuales del fuero de Guadala-
jara con otras de una larga lista de fueros2. En 1932 editó Agustín Millares
Carlo el fuero de Madrid, con un estudio jurídico de Galo Sánchez y un
glosario de Rafael Lapesa, en lo que fue la primera de las ediciones hecha
en colaboración por especialistas de diferentes disciplinas.
La edición del fuero de Cuenca firmada por Ureña en 1935 es dentro
de esta etapa sin duda la más sofisticada y monumental: es una edición de
variantes ejemplar por su laboriosísimo acopio de fuentes: dos latinas, la
forma «primordial» y la «sistemática», dos romances: el códice de Valencia

Entre otros, los fueros de Usagre, Soria, Medinaceli, Jaca, Sepúlveda, Alcalá y
2

Brihuega (algunos de ellos todavía sin publicar en la época).


La historia de la lengua española vuelve por sus fueros 133

y el fragmento de Cuenca, y además la redacción del fuero de Iznatoraf. Y


también es un modelo por su lograda visualización en columnas paralelas
de todas estas versiones.
El interés en ese primer tercio del siglo por editar los fueros ha de
interpretarse en relación con las preocupaciones e ideología de los maestros
del Centro de Estudios Históricos, promotores de estas ediciones. Rafael
Ureña «creía que la historia del Derecho estaba por hacer» y pensaba que
«el conocimiento de la historia (del derecho) contribuiría a reforzar la unidad
nacional del país», que él «veía seriamente amenazada por los nacionalis-
mos» (López Sánchez 2006: 385). Este espíritu historicista de Ureña se
inspira en la Escuela Histórica del Derecho alemana y se articula perfecta-
mente con el historicismo que conocemos de la Escuela de Filología3. Por
otro lado, el empeño de todos estos editores de fueros, tanto juristas como
lingüistas, en incluir aparatos de variantes o en realizar ediciones paralelas
encontraría lógica explicación en la propia naturaleza de los fueros, que
conduce al curioso investigador al cotejo de todo el entramado de textos
conservados de la misma tradición. Pero además, merece la pena recordar
los fundamentos intelectuales de estas publicaciones, y así, creo que no
resulta baladí preguntarse qué interés le veía, por ejemplo, el editor del
fuero de Molina a editar los dos testimonios de ese texto —y no solo el
más antiguo— y a incluir, asimismo, un aparato con las variantes de los
otros cuatro manuscritos. Esta visible preocupación ecdótica se refleja en
la introducción de Sancho Izquierdo (FMolina 1916: 11, n. 1), en la que
declara que tiende a una edición «crítica», que es producto intelectual muy
distinto de la edición paleográfica. Se hace eco, de hecho, de una declaración
también de Rafael Ureña en la introducción a su edición del fuero de Zorita
(Ureña 1911: XXXVI), donde este reivindica el valor científico de la edición
crítica frente a la paleográfica, para él puramente mecánica. Es probable que
estas reflexiones se inspiren en las nuevas teorías ecdóticas difundidas por
Lachmann, pero, además, el enfoque que se adoptó en el Centro de Estudios
Históricos con otros objetos de estudio «tradicionales», como los dialectos
o el romancero no fue distinto: las variantes, todas, merecían el interés del

3
López Sánchez (2006: 385) apunta que Ureña «convencido de que el desarrollo
de la historia del Derecho en países como Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia había
contribuido de manera decisiva a la configuración de su unidad nacional, vindicó un movi-
miento parecido para España». Y cita a Ureña: «¿Y dónde se puede observar esa lenta y
misteriosa elaboración del espíritu nacional, dónde se manifiesta sublime, hermosa y llena
de majestad y de vida el alma española, sino en la sorprendente evolución progresiva de
su derecho?» (López Sánchez 2006: 385).
134 Mónica Castillo Lluch

científico, y de ahí el afán de Menéndez Pidal por considerar cada «detalle de


un cuento popular, cada cláusula de un fuero municipal, independientemente
del conjunto, para poder formarse una idea exacta de la difusión geográfica
en la novelística popular o en la costumbre jurídica» (apud Abad 2007: 24).
A este espíritu empirista se suma, además, la propia tradición de las
ediciones de fueros anteriores a las del pasado siglo. En efecto, si echamos
la vista atrás, nos parecerá admirable que ediciones emprendidas en el
siglo XVIII, como la del Fuero Juzgo de la Academia, publicada en 1815,
tuvieran la ambición de recoger, junto con el manuscrito de Murcia —que
los académicos consideraron el codex óptimus entre todos los antiguos por-
que pensaban que Alfonso X se lo había regalado personalmente a aquella
ciudad—, un aparato de variantes (lingüísticas y textuales) de otros veinte
manuscritos, constituyendo una edición bedierista en toda regla avant la
lettre; también podemos comprobar que la del Fuero Real publicada por la
Real Academia de la Historia en 1836 se basó en doce manuscritos, de los
que se recopilan variantes en el aparato a pie de página; o incluso que la del
fuero de Avilés realizada por Aureliano Fernández-Guerra en 1865 presenta
ya la disposición paralela de textos que tanto se practicará en lo sucesivo.
El corpus de ediciones que acabo de presentar anteriores a la guerra civil
sentó las bases de una tradición que luego fue seguida en el extranjero por
algunos hispanistas que se especializaron en la edición de fueros, así como
por filólogos y lingüistas españoles más jóvenes que después continuaron
completando el catálogo de ediciones que quedaban por realizar. Además del
ya citado Keniston, entre los hispanistas que dedicaron parte de su carrera
a la edición de fueros, hay que mencionar, en primer lugar, al romanista
sueco Gunnar Tilander, que se especializó en los textos forales aragoneses
con sus ediciones de los fueros de la gran peste de 1348 (1935, 1959), de
los fueros de Aragón (en 1937), de los fueros de la Novenera (en 1951) y
del Vidal Mayor (en 1956; reeditado, por cierto, en 2012 por un equipo de
historiadoras de la Universidad de Zaragoza), además de las que promovió
entre sus discípulos, como la del fuero de Teruel de Max Gorosch (1950) o
la del fuero de Estella de Gustaf Holmér (1963). También a las redacciones
forales aragonesas se dedicó el hispanista francés Maurice Molho, quien,
con la idea de realizar un estudio de la lengua del fuero de Jaca, se vio
embarcado en la edición de siete manuscritos de la tradición de este fuero,
que salió a la luz en 1964. Otro hispanista que se entregó apasionadamente
a la edición de fueros y de otros textos jurídicos medievales a partir de los
años 60 fue Jean Roudil. De él hemos de recordar la edición del fuero de
Baeza, en la versión del manuscrito del archivo municipal de esa ciudad (que
La historia de la lengua española vuelve por sus fueros 135

publicó en 1962), y en la del manuscrito 8331 de la biblioteca del Arsenal


(publicada en 1963), así como la de los fueros de Alcaraz y de Alarcón (en
1968). En esta Roudil dispone «sinópticamente» los textos de los dos fueros
de la Extremadura castellana, además de las variantes del fuero de Alcázar.
Lo particular en el caso de Roudil es que en lo sucesivo conceptualiza las
ediciones de variantes como un modelo ecdótico ineludible tratándose de
ediciones de fueros y de textos jurídicos medievales, que lleva a sus últimas
consecuencias en la edición múltiple, que constituye su última obra, de las
Flores de Derecho de Jacobo de Junta. Desde luego, en la práctica de Roudil,
la edición de variantes no aspira a ser edición crítica o base para una edición
crítica, sino precisamente todo lo contrario.
Volviendo a las ediciones que se realizaron en la Península después
de la guerra, cuando el régimen franquista había reestructurado en el CSIC
los centros y laboratorios de la desmantelada Junta para la Ampliación de
Estudios, destacan dos a cargo de Emilio Sáez: la del fuero de Coria (en
1949) y la del fuero de Sepúlveda, que reclamaba Ureña en 1911, y que se
editará en 1953, en una edición colectiva muy ambiciosa acompañada por
un estudio histórico-jurídico de Rafael Gibert y otro lingüístico de Manuel
Alvar. La última de las que Ureña echaba en falta, la del fuero de Cáceres,
tuvo que esperar a 1974 para ser publicada por el historiador del derecho
Pedro Lumbreras Valiente. Ese mismo año de 1974 Juan Gutiérrez Cua-
drado editaba el fuero de Béjar y cinco años después, junto con Mariano
Peset y Josep Trenchs, firmaba la publicación del fuero de Úbeda, hito
importante en la investigación de los fueros de la familia de Cuenca, pues
el estudio preliminar hecho mano a mano por el filólogo y el historiador
del derecho constituye un estado de la cuestión acerca de esos textos empa-
rentados y aporta una hipótesis de stemma fundamentada en una serie de
laboriosísimos cotejos textuales.
De la familia de Cuenca las últimas ediciones publicadas corresponden
al fuero de Plasencia (en 1979) por Pedro Arroyal Espigares4, a los fueros
de Villaescusa de Haro y Huete por María Teresa Martín Palma (en 1984) y
al fuero de Sabiote (en 1994), por Pedro Porras. Por otra parte, fueron ree-
ditados el Fuero Real por Gonzalo Martínez Diez en 1988 y tres años más
tarde por Azucena Palacios, y el manuscrito de Murcia del Fuero Juzgo en
2002, por un equipo de investigadores de la Universidad de Murcia dirigido
por José Perona. Las ediciones forales más recientes son las realizadas por

4
Después se mencionarán las varias ediciones de este texto que se sucedieron en el
espacio de una sola década.
136 Mónica Castillo Lluch

María Jesús Torrens del fuero de Alcalá (del viejo en 2002 y del nuevo en
20115), acompañadas por estudios filológicos y lingüísticos y, en el caso de
la segunda, también histórico-jurídicos. En cuanto a las ediciones en curso
actualmente, hay que saludar la que Ángeles Líbano está realizando del
fuero viejo de Vizcaya, con la ambición de organizar su tradición manus-
crita, y asimismo la dirigida por Carmen Isasi del fuero nuevo de Bizkaia
(consultable en línea en el portal Foru Ondarea, <foruondarea.net>) y que
consiste en una edición múltiple que muestra paralelas y alineadas cinco
transcripciones con marcación TEI de variantes textuales y siguiendo los
criterios filológicos de CHARTA. El mismo objetivo de realizar una edición
múltiple de los diversos manuscritos que conforman la tradición textual del
Fuero Juzgo es el que mueve a José María García Martín. Tanto él como
Ángeles Líbano nos presentarán esos proyectos en este congreso.
A la pregunta de si son las ediciones del siglo pasado aún válidas para
la mayoría de nuestros análisis lingüísticos, pueden responder solo defini-
tivamente aquellos especialistas que de nuevo manejan el manuscrito en
cuestión y pueden apreciar en detalle la calidad de la edición. Esto es lo
que hizo María Ángel Rosso Jiménez en 1998 con el fuero de Guadala-
jara y consideró necesario reeditar este texto superando los errores de la
edición de Keniston y de las transcripciones que Francisco Layna y Julio
González habían hecho posteriormente del ms. B (Rosso Jiménez 1998:
14). En cuanto a la edición de Ureña del fuero de Cuenca, por poner otro
ejemplo, Gutiérrez Cuadrado/Peset (1979: 17, FÚbeda) la juzgan como
bastante fiable, lo que es refrendado por la reedición facsímil que de ella
publicó la Universidad de Castilla-La Mancha en 2003. Si ahora nos fija-
mos materialmente en la primera edición de Ureña y Bonilla del fuero de
Usagre, advertimos que, aunque en esta no se da una transcripción paleo-
gráfica (los desarrollos de abreviaturas, por ejemplo, no aparecen desta-
cados), sí pretende ser bastante conservadora ortográficamente (de hecho,
ellos mismos señalan: «hemos conservado cuidadosamente la ortografía
fantástica que le caracteriza», FUsagre, Ureña/Bonilla 1907: XIV); pero
pese a que superficialmente esta edición parece satisfacer las exigencias de
un historiador de la lengua que no investigue sobre grafía, qué duda cabe
que convendría revisar de modo más pormenorizado su tenor, y de paso
atender a detalles importantes que Ureña y Bonilla no pudieron resolver:
la fecha de escritura del texto y la datación del manuscrito están aún hoy
por precisar y la mezcla de latín y romance por analizar.

5
Disponibles en el portal Andrés de Poza, <andresdepoza.com> [abril 2016].
La historia de la lengua española vuelve por sus fueros 137

Toda edición es una lectura, con lo que eso supone de margen de error
y, si no es indispensable editar cuatro veces el mismo texto, como sucedió
con el fuero de Plasencia entre 1979 y 19876, en lo que manifiestamente
se debió a la descoordinación de aquellos editores, sí sería conveniente
revisar la fiabilidad para el lingüista de los textos establecidos en aquellas
ediciones antiguas. A veces esa revisión conduce a desestimar la necesi-
dad de una nueva edición, como ha sucedido con la nueva publicación
del fuero de Baeza realizada en 2010 a cargo de María Antonia Carmona,
que reproduce la edición que Roudil publicó en Holanda cincuenta años
antes, pero acompañada de un estudio histórico-jurídico actualizado y, lo
que es fundamental para nosotros, también de un análisis codicológico
y paleográfico que corrige la datación del ms. que apuntaba Roudil y la
anticipa del siglo XIV al XIII. También en 2003 se ha reeditado la edición
de Maurice Molho del fuero de Jaca, con un volumen adicional de estudios
histórico-jurídicos y una introducción a su estudio lingüístico por María
Antonia Martín Zorraquino y María Luisa Arnal Purroy.
Personalmente, he tenido oportunidad de comparar la encomiable
edición del manuscrito de Murcia del Fuero Juzgo que publicó en 1815
el equipo de ilustrados académicos, con la que hicieron de ese mismo
manuscrito los colegas de la Universidad de Murcia dos siglos después,
y he podido apreciar algunos cambios menores, pero que pueden tener
incidencia en un análisis lingüístico. Me limitaré a comentar, como ejem-
plo, tres tipos de variantes concentrados en una ley muy breve (libro 3,
título 1, ley 8): gráficas: entre i corta e j larga; morfosintácticas: entre las
formas los y les del pronombre de objeto directo; o incluso algunas varian-
tes textuales entre las dos ediciones (aquí, final de la ley: «lo dexen», en
vez de «cuemo deven»), porque la RAE introduce otra lección (a veces,
como en este caso, se nos informa del cambio en el aparato de variantes,
pero en otras ocasiones lamentablemente se introduce la lección de otro
manuscrito en el cuerpo de la ley sin avisar). Como era de esperar y se
puede apreciar cotejando el manuscrito de Murcia, la más fiel es la edi-
ción moderna; pero, además, lo que ha permitido esa edición, gracias al
estudio del manuscrito hecho por García Díaz (2002: 22) es precisar que
este debió de ejecutarse en 1288.
Con estas reflexiones pretendo concluir que no estaría de más volver
a abrir manuscritos ya editados o cuyas variantes han quedado relegadas

6
Cf. Arroyal Espigares (1979), Postigo Aldeamil (1981-1982), Majada Neila (1986)
y Ramírez Vaquero (1987).
138 Mónica Castillo Lluch

a algún aparato de los que hemos visto. Una opción posible sería incluir
una serie de fueros en las ediciones que publica CHARTA, lo cual se ha
planteado ya en las reuniones de esta red. Y esto quizá podría hacerse tam-
bién en colaboración con los colegas del Hispanic Seminary of Medieval
Studies, que ofrecen ya una serie de transcripciones de fueros en línea. De
ese modo dispondríamos de textos que seguirían los mismos estándares
filológicos, que se prestarían por su formato electrónico a futuros cotejos
con herramientas informáticas que podrían ayudarnos a un conocimiento
más argumentado de su filiación, y, de paso, se podrían revisar aspectos tan
esenciales como el de la datación de los manuscritos, pues se da el caso de
que ediciones notables carecen de tal información.
Me permito ilustrarles la utilidad de revisar las ediciones antiguas con
algunos datos de uno de los ms. del Fuero Juzgo, el manuscrito Vitr. 17-10
de la Biblioteca Nacional de España cuya edición estoy terminando. Este
manuscrito, conocido de los académicos y designado en su edición de 1815
como Toledo, ha podido ser fechado recientemente por la historiadora Rosa
María Rodríguez Porto (2013) en torno al año 1302.
El Fuero Juzgo plantea numerosas incógnitas, y entre ellas hay una
fundamental relativa a la unicidad del texto. Nos consta que Fernando III
prometió a los cordobeses después de la conquista de la ciudad el Liber
Iudicum trasladado al romance. Pero ¿existió un solo texto de la ley visi-
gótica en romance? ¿O junto con aquel que prometió Fernando III a los
cordobeses en 1241 hemos de imaginar que hubo otros anteriores e incluso
posteriores? Cuestiones como estas llevan más de dos siglos formuladas
explícitamente por el jesuita erudito Andrés Burriel (*1719-†1762) y des-
pués también por Morel Fatio (1875: 27). Burriel parece que, al estudiar
varios manuscritos del Fuero Juzgo a mediados del s. XVIII, dio por sentado
que existían al menos dos versiones distintas, una de tiempos de Fernando
III y otra de época alfonsí, y precisa que esta se encontraría en el manuscrito
de la Iglesia de Toledo designado con el núm. 4:
El padre Andrés Burriel, laboriosísimo investigador de nuestras antigüedades, y
determinadamente de las pertenecientes a la legislación tanto civil como ecle-
siástica, da por asentado que hay dos versiones distintas, una hecha en tiempo
del santo Rey Don Fernando en virtud de su mandato, y otra por su hijo el rey
Don Alonso. Esta dice que se contiene en un códice de la santa iglesia de Toledo,
escrito en el siglo XIII y señalado con el número 4, que es puntualmente uno de
los que ha tenido presentes la Academia para su edición, y dice también que en
ella pulió y corrigió Don Alonso la versión de su padre (Lardizábal en su discurso
de la edición del Fuero Juzgo de la RAE 1815: XXXVII-XXXVIII).
La historia de la lengua española vuelve por sus fueros 139

Creo que Andrés Burriel estaba en lo cierto, ahora queda demostrarlo


con argumentos definitivos. Al editar ese manuscrito que la RAE designa
como Toledo 4 me parece haber localizado algunos detalles que tienen su
razón de ser en el marco de la ideología política y del universo intelectual
alfonsí. Expondré ahora solo tres particularidades de ese manuscrito —que
comparte, por cierto, con otros dos manuscritos antiguos del Fuero Juzgo,
los denominados Escorial 1 y Malpensa 2 en la edición de la RAE—.
En primer lugar, frente al manuscrito de Murcia y al resto de la tradi-
ción, donde al iudex del Liber Iuidiciorum le corresponde el término juez,
a lo largo de los folios de este manuscrito Toledo 4 es el término alcalde
el preferido, precisamente el mismo que utilizan en el Fuero Real el equipo
de redactores alfonsíes. La coincidencia en esta forma alcalde puede inter-
pretarse como el reflejo en ambos casos de la nueva política centralista de
Alfonso X, que utilizó la figura del alcalde real para garantizar al rey el
monopolio de la administración de justicia en el conjunto del reino, frente a
los tradicionales jueces y alcaldes locales (cf. González Jiménez 2008: 368).
En segundo lugar, en este manuscrito, tras el preámbulo y precediendo al
Libro 1, se interpola una digresión sobre la ordinatio del fuero, en la que se
expone y analiza con delectación el aparato organizativo de los contenidos
del libro, como un arte gracias al cual uno puede encontrar lo que busca
en él «sin trabajo y sin afan» (fols. 15r-16). Se nos precisa que el Libro se
divide en partidas que son padrones y las partidas a su vez se dividen en
títulos, que son diferencias y, por último, los títulos en rúbricas numeradas,
que son capítulos y que, mediante esta operación, los sabios antiguos «non
dexaron ende cosa que non ordenassen en su orden» (fols. 14vb22-23). La
segmentación de los libros es un procedimiento con gran tradición en la
Antigüedad y en la Alta Edad Media, y en textos jurídicos era un disposi-
tivo bastante habitual. Lo que es nuevo, como ha expuesto Fernández-Or-
dóñez (2010), es que la ordenación en capítulos, Alfonso X la aplicará,
siguiendo la nueva tendencia escolástica, al conjunto de su producción en
prosa sin excepción, acompañando la rigurosa división ramificada del texto
de títulos descriptivos y realzándola en los códices gracias a un sofisticado
sistema decorativo. Conociendo la afición de Alfonso a estos dispositivos
de ordinatio en sus libros, entiendo que esta digresión del ms. Vitr. 17-10,
puede asociarse también a la ideología alfonsí. Por último, considerando
las transformaciones que se operan en el Fuero Real cuando este utiliza
materia de la ley visigótica, en el sentido de favorecer las finanzas reales,
subiendo las multas a veces hasta el doble (por ejemplo, FJuzgo 8, 4, 25 y
FReal 4, 6, 3), y atribuyendo una proporción de las mismas invariablemente
140 Mónica Castillo Lluch

superior al rey, en una ley como la «De las cosas de los privados e de los
de la corte que non sean enagenadas» (libro 5, título 4, ley 20) también
tenemos la sensación de que la versión del ms. Vitr. 17-10 corresponde a una
resemantización de esta ley acorde con las necesidades propias del reino de
Alfonso X. Concretamente, el inicio de esta ley corresponde a una fórmula
fuerte de propaganda regia en el ms. Vitr. 17-10: el principio de que hay
que cuidar más lo colectivo que lo propio (ms. Murcia: «Si nos devemos
aver cuydado de aguardar las cosas proprias, mucho mas devemos guardar
e acrecentar las cosas que son de comun»), se convierte en que hay que
cuidar más lo del rey que lo colectivo (ms. Vitr. 17-10: «Sy nos devemos
aver cuydado de guardar las cosas del comun, mucho mas devemos guardar
e acrescentar las cosas que son del rey»).
Estos y otros aspectos de este manuscrito, que coinciden solo, como ya
he dicho, con otros dos de toda la tradición, apuntan a una redacción con
retoques de época alfonsí. Pero aquí estoy adentrándome en cuestiones que
serían secundarias en relación con otra de las incógnitas, probablemente la
más central de la historia del Fuero Juzgo: la datación de la que podemos
considerar como la redacción romance que mandó realizar Fernando III,
como refleja el fuero breve de Córdoba de 1241. Precisamente, la datación
en los manuales de historia de la lengua de este texto fue algo que me
intrigó mucho al principio de mis investigaciones. Lapesa, en su Historia
de la Lengua, le asigna la fecha de 1260 por lo que me parece ser una
confusión del «texto» con un «testimonio», además leonés (concretamente
el correspondiente al que aparece en la Crestomatía de Menéndez Pidal,
catalogado de versión leonesa de 1260). Sea como fuere, existen pruebas
textuales indirectas de que una redacción romance del Fuero Juzgo existía
al menos en 1255, pues el Fuero Real contiene formulaciones en algunas
leyes que se han tomado de toda evidencia del Fuero Juzgo y no del Liber.
La revisión de esta fecha y de otros aspectos de la historia de la redacción
romance de este fuero se expondrán como estudio introductorio a la edición
que estoy preparando del manuscrito Vitr. 17-107.

2. Estudios lingüísticos de los fueros


Es ya momento de relacionar lo hasta aquí expuesto con la investiga-
ción lingüística. Y esa relación es obvia, consiste en la ecuación de que
a mejores ediciones o mejor conocimiento de esos textos corresponden
interpretaciones lingüísticas más acertadas o incluso no erróneas.

7
Puede consultarse ya Castillo Lluch (2011a, 2012 y 2016).
La historia de la lengua española vuelve por sus fueros 141

No es este el espacio para reseñar el conjunto de estudios lingüísticos


que se han realizado sobre los fueros. De hecho, cuando comencé a prepa-
rar esta conferencia y decidí que en su primera parte ofrecería una visión
historiográfica de conjunto, se me ocurrió que podría ser útil crear un portal
web que recogiera esa información con más detalle y de modo actualizado.
Ese portal, Fueros medievales <fuerosmedievales.es>, nacido el verano
de 2015, está pensado como una herramienta para los historiadores de
la lengua que se interesen por los fueros; en él se encuentran datos para
cada fuero acerca de las ediciones, manuscritos, datación, cómo aparece en
CORDE, estudios lingüísticos relacionados y también apunto los estudios
que en mi opinión quedan por hacer sobre ese fuero.
Me limitaré entonces ahora a recordar que entre las fuentes de estudio
lingüístico, los historiadores de la lengua española han priorizado tradicio-
nalmente para la época medieval las literarias, historiográficas y notariales.
Al presentar los fueros el inconveniente de una difícil localización espacial
y temporal, por su compleja tradición textual, no han entrado fácilmente en
ese canon de la historia lingüística. Como prueba, se puede aducir que, del
conjunto de artículos que se han publicado en las actas de este congreso,
que ascienden a unos mil cuatrocientos (desde el primer congreso hasta el
octavo), solo seis se han dedicado especialmente a textos forales. Aun así,
los fueros han atraído ocasionalmente el interés de los especialistas, dando
lugar a estudios clásicos como los de Lapesa (2000) sobre los fueros del
siglo XII de Avilés, Valfermoso de las Monjas, Villavaruz de Rioseco y
Madrid, o los de Ariza (2009) sobre estos mismos fueros y otros más de
esa centuria escritos en latín con algunas formas romances8. En cuanto a
los fueros del siglo XIII, hemos de referirnos a los estudios dedicados a
la lengua de cada texto por sus editores o colaboradores en las ediciones.
Lo más habitual es que las propias ediciones se acompañen de glosarios
de variable ambición lexicográfica. Ya la edición de 1815 del Fuero Juzgo
de la RAE incluía uno, perfeccionado en 1905 por Manuel Rodríguez, un
erudito gallego. Muchas son las ediciones que incluyen vocabularios de
los fueros (las de Avilés, Guadalajara, Sepúlveda, Aragón, Teruel, Estella,
Baeza, Alcaraz y Alarcón, Plasencia, Béjar, Úbeda, Cáceres, Zamora…) y
otros se publican independientemente de aquellas, como los realizados por
Pilar e Inés Carrasco en 1997 sobre los fueros leoneses editados por Castro

8
Santa Eugenia (León, 1165), Villa Alfonso y Venefaragues (Zamora, 1157), Carva-
lleda (Zamora, 1187), Benavente (Zamora, 1167), Cornudilla (Burgos, 1187), Oña (Burgos,
1190), Celaperlata (Burgos, 1200) y Tafalla (Navarra, 1157).
142 Mónica Castillo Lluch

y Onís. Una bibliografía muy completa de los estudios léxicos forales se


encuentra en la página del Seminario de Madison <http://www.hispanicse-
minary.org/lsmst/>. La investigación sobre otros aspectos de la lengua de
los fueros cuenta con títulos sobresalientes como los que firman Manuel
Alvar para el de Sepúlveda (Alvar 1953) y el de Salamanca (Alvar 1968),
Juan Gutiérrez Cuadrado (1974) sobre el de Béjar, Ángeles Líbano sobre el
Fuero General de Navarra (1977), Pilar Carrasco sobre el de Zamora (1987),
César Hernández Alonso (1988) sobre el Fuero Real, M.ª Vaquero (1990)
sobre el de Plasencia; para el Fuero Juzgo los de Pilar Díez de Revenga
(2002) y José Perona (2002), para los fueros de Alcalá de Henares los
de María Jesús Torrens (2002, 2011), y para el fuero de Jaca el de María
Antonia Martín Zorraquino y María Luisa Arnal Purroy (2003).
Como acabo de comentar, una ojeada a los índices de las actas de este
congreso de historia de la lengua española arroja una lista muy breve de
estudios dedicados expresamente a los fueros. Apenas seis títulos a lo largo
de los ocho juegos de actas debidos en su mayoría a colegas especialistas
ya citados hace un instante. Pero, evidentemente, los fueros como parte del
corpus de un estudio lingüístico están más representados: entre el quinto y el
octavo congreso, unos cuarenta artículos de las actas incluyen datos o refe-
rencias a fueros9. Y lo más habitual, desde que existen corpus electrónicos,
es que se citen a partir de estos, particularmente del CORDE, que alberga
más de ochenta títulos de fueros, entre breves y extensos, latinos y romances.
Desde luego, la ventaja de las consultas automáticas en un corpus
como el CORDE es incuestionable, pero no está de más poner a prueba
la fiabilidad del instrumento. A este respecto, hay que decir que, por lo
general, las ediciones volcadas en este corpus son las que se consideran
filológicamente más fiables. Sin embargo, la datación que se atribuye en
el CORDE a los fueros merece ser considerada con muchas reservas, pues
no se ha adoptado un criterio homogéneo a la hora de establecerla.
La datación de los fueros es uno de los aspectos más intrincados para el
filólogo, por la naturaleza evolutiva de estos textos: los promulga un rey en
versión breve en latín (por ejemplo el FZorita Alfonso VIII en 1180), otro
los confirma unas décadas o un siglo después añadiendo disposiciones lega-
les nuevas (este mismo FZorita fue confirmado en 1218 por Fernando III),
se hacen extensos y se romanizan y pueden ser objeto a su vez de diversas
confirmaciones con cambios. Por último, pueden haberse conservado en
diversos manuscritos.

9
Agradezco a Clara Morales Moreno su ayuda con estas búsquedas.
La historia de la lengua española vuelve por sus fueros 143

El estudio de la cronología de los fueros ha ocupado a renombrados


historiadores del derecho en estudios famosos, por lo general muy comple-
jos, y en la mayoría de los casos esa cronología no se puede reducir a una
única fecha. Simplificando, en la historia de los fueros hay que distinguir
al menos cuatro momentos importantes, que revisten más o menos interés
para nosotros, los historiadores de la lengua. En primer lugar, desde una
perspectiva estrictamente histórica, una fecha clave es la de la concesión
del fuero a una villa por parte de un rey o de un señor en el momento de
la repoblación de la localidad y de su comarca. En esa fecha, el fuero con-
cedido puede corresponder a un fuero breve que más tarde conocerá una
versión extensa, la cual en muchos casos originariamente fue redactada en
latín; esa versión latina se romanceará generalmente en el transcurso de la
segunda mitad del siglo XIII. De este texto se producirán una serie de copias
de las cuales algunas han llegado hasta nosotros. De todas estas fechas la
primera es esencial para los historiadores, mientras que para los historia-
dores de la lengua son las dos últimas las que merecen mayor atención.
Como es bien sabido, en el CORDE se registra la «fecha de escritura».
¿Pero de escritura de qué en este caso? El problema en lo relativo a los
fueros es que estas fechas no se tratan en este corpus, como ya he anunciado,
de manera uniforme. En algunos casos, como en el del fuero de Soria, la
fecha registrada es la fecha de la primitiva redacción del Forum Sorie, fuero
extenso en latín (ca. 1196), cuando lo que el corpus está ofreciendo es la
versión romanceada del XIII —datada con más precisión en un reciente
estudio de Martínez Diez (2006) tras 1274—, conservada en testimonios
del siglo XIV, según la descripción de Galo Sánchez en su edición de 1919.
Lógicamente, la datación que ofrece el CORDE es muy problemática, pues
resulta ser la de otro texto, redactado, además, en otra lengua y en otra
época. En estudios de lingüística de corpus esto conduce a contabilizar
como propios del siglo XII, fenómenos que en verdad corresponden a una
realidad dos siglos posterior. Si nos fijamos ahora en el fuero de Béjar, la
«fecha de escritura» dada (ca. 1290-1293) corresponde a la que Gutiérrez
Cuadrado (1974: 26) en su edición propone para el texto de la redacción
romance, no a la del manuscrito editado (fecha a la que Gutiérrez Cua-
drado no alude). Lo mismo hay que interpretar con la fecha ca. 1250-1260
del Fuero Juzgo, pues en una consulta personal a Jerry Craddock, él me
comunicó que el manuscrito tenía una escritura gótica que bien podía ser
del siglo XIII como de siglos posteriores. En otros casos, como en el del
fuero de Teruel, la fecha indicada de ca. 1300 corresponde a la atribuida
por Max Gorosch al códice A que él edita. Lo mismo sucede con la fecha
144 Mónica Castillo Lluch

1300-1330 del Fuero general de Navarra: es la del manuscrito editado


por Sánchez-Prieto (2004). Por último, si nos interesamos por el fuero
de Avilés, lo que encontramos en el CORDE no es ni siquiera una fecha
correspondiente a un texto ni a un testimonio, sino la que se considera
fecha de concesión del fuero por Alfonso VII, 1155, cuando la copia que
se conserva es de fecha bastante posterior, del último tercio del siglo XIII.
Basten estos pocos ejemplos para que tengamos presente este pro-
blema al estudiar la lengua de los fueros a partir del CORDE y también
para confirmar que reexaminar las ediciones existentes permitirá afinar y
corregir datos importantes que tienen una consecuencia directa en nuestras
investigaciones lingüísticas.

3. La sintaxis de los fueros


En lo que sigue me dedicaré a exponer los resultados de un estudio
sobre la sintaxis de un conjunto de fueros romances del siglo XIII o princi-
pios del XIV (Castillo Lluch 2015b). Este nivel de la gramática es sin duda
el menos atendido por los estudiosos de la lengua de los fueros y a mí me
ha interesado profundizar en el análisis de la posición del verbo, que ya
exploré en un primer artículo sobre la sintaxis de los fueros de Alcaraz y
de Alarcón (Castillo Lluch 1996-1997). Mi propósito es comprobar hasta
qué punto se registra la posición final en las oraciones hipotéticas de estos
textos y formular una interpretación de estos datos.
Sería muy reductor asimilar el discurso de los fueros a listas de enun-
ciados directivos, a meras disposiciones con la forma si p → entonces q,
pues hay fueros muy distintos entre sí y algunos de ellos encierran diversas
modalidades discursivas, como la expositivo-argumentativa, por ejemplo en
la ley del Fuero Juzgo 3, 1, 4 («Que las mugieres de grand edad que non
casen con los omnes de pequenna edad»), que establece que «siempre las
mugieres de menor edad se casen con los barones de mayor edad» previa
exposición de las razones: la primera, natural, por las consecuencias que
puede tener para la descendencia; en segundo lugar, se expone que los
casamientos que no respetan esta ley se producen por codicia y contravienen
el orden social; y por último, por la superioridad natural del hombre a la
mujer. En ocasiones, las disposiciones legales adoptan un estilo narrativo,
como sucede en la siguiente formulación del fuero de Jaca, comentada en
su estudio por Martín Zorraquino/Arnal (2003: 345-346):
Moltas uegadas esdeuen que hom ua a selua comunal e comença de tayllar algun
arbre que a obs e laxa-la no del tot tayllada. Ven puxas un altre ad aquela selua
La historia de la lengua española vuelve por sus fueros 145

metexa e troba aquest arbre que l’altre auia començat de tayllar [et] taylla-lo del
tot e falo portar. Sobre aço uen l’altre que l’auia començat de tayllar e uol-lo rete-
nir dicent que la començo primerament de tayllar e lo synnala. / Sobr’aço dic lo
fuer: que aquel qui del tot lo taylla [et] lo gitta en terra, aquel la deu auer (A 83).

En este caso, como vemos, la circunstancia a la que se aplica la ley se


formula relatando un suceso frecuente en un estilo narrativo y después se
indica lo que estipula el fuero en tal situación.
Con estos dos ejemplos pretendo no dejar una imagen muy simplista
de la sintaxis de los fueros, si bien no cabe duda de que en la mayoría
de ellos los esquemas sintácticos más frecuentes son los que asocian un
hecho supuesto a una disposición legal, lo cual se codifica con una relativa
hipotética o una subordinada condicional o temporal asociada a una princi-
pal que expresa la disposición. Las subordinadas condicionales y relativas
hipotéticas son las estructuras en las que he analizado el orden del verbo
con respecto al objeto nominal, partiendo del siguiente corpus:

FECHA DEL TESTIMONIO LEYES


FUERO
ANALIZADO ANALIZADAS
Zamora ms. de 1289 96 (entero)
Salamanca s. xiii 351 (entero)
Béjar 1290-1293 (fecha de la redacción 350 (parcialmente)
romance)
Plasencia finales del s. xiii (ca. 1297) 350 (parcialmente)
Usagre finales del xiii 350 (parcialmente)
Sepúlveda 1300 254 (entero)
Alcalá anterior a 1247 305 (entero)
Zorita finales del s. xiii o principios del xiv 350 (parcialmente)
Soria ms. A del xiv (ca. 1301-1310) 350 (parcialmente)
Molina de Aragón ms. M de finales del s. xiii 207 (entero)
Teruel ms. A de finales del xiii o principios 350 (parcialmente)
del xiv
Alarcón finales del s. xiii 350 (parcialmente)
Alcaraz 1296 350 (parcialmente)
Baeza último cuarto del s. xiii 350 (parcialmente)
Juzgo ms. de Murcia de 1288 libros 3 a 8
(parcialmente)
Real finales del s. xiii o principios del xiv libro 3 (parcialmente)
146 Mónica Castillo Lluch

He recogido sistemáticamente las ocurrencias del orden VO y OV


mediante una lectura completa de hasta 350 leyes de los diferentes fueros
—sin recurso a búsquedas automáticas, sino mediante recuento manual, de
modo bastante pretecnológico y artesanal—, llegando a los resultados que
quedan expuestos en las siguientes Tablas (primero aparecen las relativas
hipotéticas —las estructuras más numerosas en estos fueros— y después
las condicionales)10:

10
El número total de estructuras analizadas (enunciados con verbo + objeto directo
nominal) figura en el eje de abscisas, tras el nombre de cada fuero; en el interior de las
barras se indican los porcentajes del orden OV y VO.
La historia de la lengua española vuelve por sus fueros 147

Haciendo abstracción de las diferencias entre los dos tipos de oracio-


nes, se pueden apreciar en estos gráficos tendencias y contrastes llamativos.
De los dieciséis fueros estudiados se distingue un grupo orientado fuerte-
mente hacia una sintaxis OV (Alcaraz, Plasencia, Baeza, Teruel, Alarcón y
Zorita); uno intermedio, más equilibrado (Alcalá, Zamora, Molina, Usagre);
y un tercero que se inclina más bien (Salamanca, Real, Sepúlveda y Soria)
o de modo extremo (Béjar, Juzgo) hacia el orden contrario VO. Ante estos
datos, nos planteamos como primer interrogante por qué muchos de estos
fueros presentan valores tan elevados de verbo final, cuando en el romance
del siglo XIII el 80% de esas estructuras subordinadas tiene un orden VO11.
La pregunta que se impone inmediatamente después es a qué se deben las
diferencias sintácticas entre los diversos fueros, y cómo explicar los con-
trastes más extremos, o sea que el fuero de Alcaraz presente casi un 90%
de relativas con verbo final y el Fuero Juzgo apenas un 2%.
Para la primera pregunta pienso que la clave está en la tradicionalidad
discursiva. No creo que sea muy discutible que las cotas anómalas de esta
sintaxis de verbo final responden al interés por parte de los prácticos juristas
redactores de estas leyes de mantener un vínculo fuerte con la tradición
jurídica inmediatamente anterior escrita en latín. Se trata de una sintaxis
latinizante emblemática del género, fiel al precepto ciceroniano de que para
que las leyes tengan más autoridad deben estar redactadas en un lenguaje
arcaizante. Asimismo, no es casualidad que esa sintaxis arcaizante se apli-
que a las prótasis de las condicionales y de las relativas hipotéticas, que son
las piezas más tradicionales de estos textos (cf. FPlasencia 88: «Todo omne
que a otro narizes taiare peche C mrs.»). De hecho, hay que subrayar que
las principales se formulan en todos los fueros (latinizantes o no) con el
verbo en posición media y no final, como se ve en este enunciado también
del fuero de Plasencia (85): «Toda mugier que assi fuer fallada con otri,
taienle las narizes». Observamos, pues, que cuando se trata de la prótasis,
el verbo tajar sigue a los dos complementos, pero en la apódosis, el OD
va pospuesto y hasta podría decirse que un enunciado con el orden contra-
rio en la apódosis («las narizes taienle»), es ajena a la gramática de estos
textos. Por supuesto, me apresuro a decir que siempre puede haber alguna
excepción12 y también de paso añado que la anteposición del objeto directo

11
Cf. Castillo Lluch (2015b: 286, n. 8).
12
Cf. FTeruel 230: «De cabo, si el debdor dará cableuador et al plaço de los IX días
non pagará o en la ujlla non será, el cableuador todo el debdo y el coto de los V sueldos
pague, si fuere manjfiesto».
148 Mónica Castillo Lluch

se da independientemente de si este es ligero o pesado, como muestra el


ejemplo siguiente: «Do a uos en fuero que el uecino de Molina que caua-
llo et armas de fuste et fierro et casa poblada et mujer et fijos en Molina
touiere non peche ninguna cosa» (FMolina 64, 1-6).
El hecho de que la gramática del verbo sea diferente en la prótasis y
en la apódosis, además de a razones tipológicas que arrancan del propio
latín, podría deberse a razones retóricas: al leer, o incluso escuchar, pues
no olvidemos que los fueros escritos de la Extremadura castellana se fijan
a partir de una extensa tradición oral, la distinta gramática (OV en la pró-
tasis y VO en la apódosis) permitiría el procesamiento inmediato de los
enunciados, ya como supuesto, ya como disposición, y eso gracias a su
forma. Resulta interesante, en cualquier caso, que algunos fueros, como
el de Teruel, presenten verbo final casi exclusivamente en la prótasis de
enunciados hipotéticos (condicionales, relativas hipotéticas y temporales
hipotéticas) y no en las estructuras principales de las disposiciones, ni en
subordinadas completivas, relativas determinativas u otras.
Para la segunda pregunta sobre por qué existe tanta diferencia sintác-
tica entre los diversos fueros, deben buscarse las razones en la particular
historia textual y tradición escrituraria correspondiente a cada uno de esos
textos. La sintaxis tan radicalmente romance del Fuero Juzgo, ¿no podría
deberse a que su redacción vulgar la promueve oficialmente un rey cas-
tellano y se decide no emular la sintaxis latina, igual que no se tendió al
latinismo ortográfico o léxico bajo Fernando III y Alfonso X? La idea
puede ser discutible, pero el dato de un 2% de verbos en posición final en
los periodos relativos hipotéticos analizados quizá merezca una hipótesis
fuerte como esta13.
Me parece interesante comentar algún detalle más en relación con la
gramática de estos fueros. Si nos fijamos en los que pertenecen al grupo
más equilibrado, intriga saber si existe alguna razón de tipo informacional
o discursivo que explique la alternancia entre OV y VO en los enuncia-
dos tratados. Puedo decir que las exploraciones en busca de razones en
la estructura de la información se revelan bastante estériles (cf. Castillo
Lluch 2015b). La anteposición de los OD nominales al verbo no responde
a focalizaciones o a topicalizaciones de modo sistemático, ni siquiera ten-
dencialmente, y muchas veces la única explicación parece ser la estilística
de la variatio. Es curiosa, no obstante, una tendencia que puede manifes-
tarse de modo bastante consistente en algunos fueros, que parece que la

13
Desarrollo esta hipótesis en Castillo Lluch (2011a).
La historia de la lengua española vuelve por sus fueros 149

rentabilizan discursivamente. Se trata de que cuando hay una secuencia


con una suposición, seguida de una contrapresuposición, se produce una
alternancia de orden entre ambas en lo que parece funcionar como un
mecanismo icónico en algunos casos bastante regular. Lo más habitual
es que en la contrapresuposición se presente la estructura con frontaliza-
ción. Esto se observa con objetos directos («Todo clérigo de Molina que
ouiere fijos, sean herederos et si fijos non ouiere, hereden sus parientes»,
FMolina 75-14-17), pero también se producen inversiones en estructuras
atributivas («et si fuere malo sea preso et en la cibdad retenido. Si malo
non fuere, uayase en paz», FPlasencia 270) o entre auxiliar y participio
de formas compuestas («Los hermanos que non ouieren partido et alguno
dellos murier, hereden del sus hermanos e si partido ouieren, hereden del
el padre o la madre», FMolina 76-11-16). Es esta una tendencia que si se
aprecia en algunos fueros, como en el de Molina, de modo particularmente
llamativo, en otros no se da tan sistemáticamente («..si casa ouiere. Et
si casa non ouiere…», FPlasencia 213; «…si parientes non ouiere. Et si
parientes ouiere…», FPlasencia 248).
Me atrevo a mostrarles aún un efecto más de la sintaxis singular de
estos textos. La anteposición al verbo de OD complejos —con varios sus-
tantivos coordinados— se produce en ocasiones solo parcialmente, de modo
que parte del OD se encuentra en posición preverbal y parte pospuesta al
verbo: «Et si el muerto fijos o njetos non ouiere o hermanos casados &
ouiere padre o madre, amos biuos, hereden todos sus bienes» (FSoria 320).
En este enunciado «hermanos casados» no ha subido con el resto del objeto
a la posición preverbal, dando lugar a un sintagma discontinuo, fenómeno
relativamente frecuente en los textos forales (cf. FZamora 25, 26, 30, 33,
39…), que pone de manifiesto posibilidades sintácticas de la lengua medie-
val aún muy poco estudiadas (cf. Castillo Lluch 2011b; Batllori 2015).
Es tiempo ya de terminar. Lo haré refiriéndome a un lugar común que
uno descubre leyendo las introducciones de la mayoría de las ediciones
antiguas a las que he hecho referencia en esta ponencia: aquellos editores
expresan algo que nosotros no expresaríamos hoy con tinta impresa, o al
menos no lo haríamos del mismo modo. Rafael Ureña, Miguel Sancho, Galo
Sánchez, confiesan en un registro que hoy suena intimista, que las tareas
que han emprendido superan sus fuerzas. Imaginar a Ureña, a Roudil, a
Gutiérrez Cuadrado trabajando como colosos para culminar sus proyectos
y con una disciplina que les permitiera organizar, ellos sí artesanalmente y
sin más tecnología que registros de fichas, todo ese caudal de variantes y de
información que manejaron, me parece que incita a seguir aportando más a
150 Mónica Castillo Lluch

todos los que ya fueron sus logros. Por eso y porque estoy convencida de
que lingüísticamente hay todavía mucho que hacer en este campo, me ha
sido muy grato hoy invitarles a volver por nuestros fueros.

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Contribución a la historia de los procesos de
adaptación en los préstamos del español moderno*

Gloria Clavería Nadal


Universitat Autònoma de Barcelona

Resumen. Durante los siglos XVIII y XIX se producen abundantes procesos de


préstamo léxico en el español. La lengua que mayor número de préstamos pro-
porciona al español es, sin ninguna duda, el francés; además, se empiezan a tomar
préstamos del inglés y de otras lenguas que a menudo presentan estructuras for-
males sustancialmente distintas a las características estructurales del español. A
estos hay que sumar los préstamos de las lenguas clásicas, siempre presentes en
la historia de las lenguas románicas. El estudio tiene como objetivo el análisis de
los procesos de adaptación formal que acompañan a la adopción de estos elemen-
tos léxicos a través de su recepción en fuentes lexicográficas de los siglos XVIII
y XIX. Se analiza un conjunto de fenómenos vinculados a la estructura silábica
con el propósito de reconstruir las tendencias evolutivas que se verifican en las
adaptaciones en el español moderno como base de explicación del español actual.
Palabras clave. Préstamo léxico, sílaba, adaptación, español moderno.

Abstract. During the eighteenth and nineteenth centuries, there are many loanword
processes in Spanish. Without any doubt, French is the language that provides
more number of loans; also, English and other languages begin to be a source of
lexical borrowing, often with formal structures substantially different of Spanish
structural properties. Furthermore, the classical Languages loanwords are always
present in the history of Romance languages. This paper aims to analyze the
adaptation processes with lexicographical data of the eighteenth and nineteenth
century. The study examines a set of phenomena related to the syllable structure

* Esta investigación se ha desarrollado gracias a las ayudas de la DGICYT (núm. de


referencia FFI2014-51904-P) y del Comissionat per Universitats i Recerca de la Generalitat
de Catalunya (núm. de referencia SGR2017-1251). Agradezco la atenta lectura y los útiles
comentarios de José Manuel Blecua, M.ª Rosa Lloret y Dolors Poch.
158 Gloria Clavería Nadal

in order to reconstruct evolutionary trends in the adaptation processes of Modern


Spanish as a base explanation of current Spanish.
Keywords. Loanword, syllable, adaptation, Modern Spanish.

1. Introducción
Uno de los mecanismos de evolución del componente léxico de las len-
guas de todos los tiempos se halla en la incorporación de elementos de otras
lenguas. Este proceso está presente en mayor o menor medida en la historia
de la lengua desde las épocas más remotas y bien puede observarse en los
distintos capítulos de obras como la ELH, en las gramáticas históricas, desde
Menéndez Pidal (1977) hasta Penny (1993), o en la reciente monografía
de Dworkin (2012), por citar algunos estudios generales en los que estas
unidades léxicas se encuentran agrupadas según la lengua de procedencia.
Este mecanismo de ampliación del léxico tiene tendencia a generar
cierta reacción crítica ya que a menudo es juzgado desde un punto de
vista proteccionista y purista como una «invasión» (Gutiérrez Cuadrado
2006). No me detendré en esta cuestión sino en un aspecto de lingüística
interna que entraña la incorporación de préstamos en el español moderno:
los procesos de adaptación formal que experimentan al integrarse en el sis-
tema que los toma. En este caso, el sistema de acogida es el español y será
objeto de análisis la lengua de los siglos XVIII y XIX, considerada como
base diacrónica del español contemporáneo, pues no se puede entender la
variación actual sin atender a sus orígenes.
En el terreno de la adaptación, conviene recordar la perspicaz observa-
ción de Emilio Lorenzo al valorar la situación del anglicismo a mediados
de los años cincuenta del siglo pasado:
Lo que podríamos llamar norma general ha sido hasta hace aproximadamente dos
siglos la siguiente: en el léxico, transcripción fonética; en morfología y sintaxis,
fidelidad a los usos españoles. Si quisiéramos dar una explicación a este criterio,
la encontraríamos en un hecho simple: insuficiente conocimiento de la lengua
acreedora y escasa práctica de la lengua escrita, lo mismo la nacional que la
extranjera (Lorenzo 1996: 93).

Estas palabras se referían a dos siglos que comprendían aproxima-


damente desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX;
durante este periodo el español no ha dejado de acrecentar su léxico
con elementos de variada procedencia y estructura a la vez que fueron
cambiando las condiciones externas del préstamo, pues se ha verificado,
en el caso del inglés, un aumento del contacto lingüístico y también un
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 159

incremento progresivo del conocimiento de la lengua de origen. Todo


ello explica que, aunque chelín y marketing o shock sean anglicismos
con unas características semejantes (shilling, marketing, shock), muestren
un tratamiento sustancialmente distinto, ya en la grafía ya en las caracte-
rísticas fonético-fonológicas y morfofonológicas. Chelín es un préstamo
relativamente antiguo, documentado en textos y diccionarios desde el siglo
XVIII1, que ha experimentado unos cambios (la consonante inicial, el final
de la palabra en -ín y la acentuación oxítona) determinados por el hecho
de que el vocablo fue tomado por conducto del francés chelín (Lorenzo
1996: 394; García Yebra 1999: 39). En cambio, marketing o shock man-
tienen la forma escrita de la lengua original como reflejo de la tendencia
en progresivo aumento hacia la incorporación sin adaptación, al menos en
la escritura (Gómez Capuz 2001). Esta preferencia, que actualmente com-
parten las lenguas modernas de nuestro entorno más inmediato (francés,
italiano, portugués, catalán), se refleja en los observatorios de neología y
es ratificada desde la observación de la lengua de los medios de comu-
nicación (Cabré et al. 2001; Gómez Capuz 2001: 39; Marazzini/Petralli
2015; Clavería 2015). Dentro de esta propensión deben contemplarse los
cambios introducidos en el Diccionario de la lengua española de la Real
Academia Española en sus últimas ediciones (RAE 2001, RAE 2005, RAE
2014) y la identificación de los préstamos sin adaptar, los denominados
«extranjerismos crudos», con una marca tipográfica (cursiva). La presencia
de este tipo de voces en el idioma está bien atestiguada desde hace años
en otros diccionarios, más cercanos al uso.
1.1. Objetivos y metodología
Intentaré en esta contribución reconstruir y desentrañar cómo se gesta
el inicio del cambio al que aludía Emilio Lorenzo. Para ello, el análisis del
préstamo léxico se va a realizar no tanto teniendo en cuenta la procedencia
sino desde una perspectiva transversal, ya que los préstamos, a pesar de
poder ser de distinto origen y tener distintos cauces de entrada, pueden
compartir los mismos fenómenos.
Por el hecho de tratar del léxico, será necesario atender de manera
particular a cada palabra, pues desde el punto de vista lexicológico hay que
conocer la historia de cada vocablo y, solo a partir de ahí, se puede intentar
determinar las tendencias generales en el desarrollo. La imagen pidaliana

1
Vid. las formas antiguas chelines / esquelines / schelines / chilin / schelins / shelines
/ schelin en Gómez de Enterría (1996). Cf. Páramo García (2003: 129-130). Las formas
con squ- podrían explicarse por un origen germánico (DECH, s. v. jirón).
160 Gloria Clavería Nadal

de las hojas y la corriente resulta en este caso perfectamente aplicable


(Menéndez Pidal 1980: 531).
Para realizar el análisis, se ha partido de un conjunto de elementos
léxicos procedentes del DECH, completados con la documentación extraída
de los diccionarios de los siglos XVIII y XIX2, y de fuentes documenta-
les variadas. Evidentemente, la documentación lexicográfica no suele ser
la primera documentación del término, aunque así aparezca en algunos
diccionarios como el DECH (Blecua/Clavería 1999), sino que, como ya
advirtió Álvarez de Miranda (2006: 1230-1231), no representa más que el
reconocimiento temprano o tardío de la difusión que ha alcanzado un neo-
logismo. La incorporación de nuevas voces a las diferentes ediciones del
Diccionario de la Real Academia Española suele indicar que el elemento
léxico en cuestión ha recorrido una parte importante del camino de difusión
y se encuentra ya bien asentado, no en vano los estudios sobre la neología
que se desarrollan actualmente toman como criterio identificador de las
innovaciones léxicas el hecho de que no aparezcan en ciertos diccionarios.
En el panorama lexicográfico del español moderno, el Diccionario cas-
tellano (DC) de Esteban de Terreros se configura como una ventana abierta
al español del siglo XVIII por su apego al uso y por su amplio criterio en la
incorporación del vocabulario, en general, y de neologismos, en particular.
La relación del DC con la traducción (Álvarez de Miranda 1992a; Azorín
2006; Gómez de Enterría 2008; Clavería 2010) lo hacen también interesante
para nuestros propósitos, pues, como ha notado acertadamente Echevarría
(2001: 69), «su indagación lexicológica arranca entonces de la noción ya
acuñada en otro idioma». Justamente en este marco, se refiere Terreros a
los procesos de adaptación y a la conveniencia de su aplicación:
procuro para mitigar la disonancia que pudiera hacer, dar á la voz forastera una
terminacion castellana siempre que es dable; y si no se puede acomodar en un
todo; ni la terminación latina, ni la griega disuenan demasiado en nuestro idioma,
acostumbrado ya á ellas en muchas voces; y en fin si estas son tales que no per-
mitan mudanza, como sucede en algunos de los idiomas bárbaros de América,
Persia, el Norte, Turquía y la India, es preciso pasar por encima de esta barbaridad
que nos trahe la noticia de un objeto que no ha sido posible sacarle sin ella al
público («Prólogo» DC, XV).

Pese a esta voluntad de adaptación, se encuentran en el DC muchos


términos que por sus características formales resultan valiosos para trazar la

2
Cito las distintas obras lexicográficas consultadas a través del NTLLE y excuso su
relación en la bibliografía por motivos de espacio.
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 161

historia de los procesos de adaptación de los préstamos. Su amplio criterio


de selección léxica se revela en el acopio de voces «que usan los cultos,
y tienen yá admitidos algunos sabios» (Terreros 1771: b3) y así se reco-
gen détail / detaille por detalle, desert / dessert, ambigú, parterre, rang /
rango, deshabillé, toileta / toaleta, coqueta, rendez-vous / randevú, club,
redingote / ridingot o yacht / yac / yacte / yac, entre otros; también figuran
en la nomenclatura terreriana voces vinculadas a los vocabularios científi-
cos y técnicos, terreno en el que se estaba llevando a cabo la importación
de palabras como bismuth, zinck, espato o cobalt (cf., por ejemplo, Díez
de Revenga/Puche 2012; Garriga 1996-1997; Florián Reyes 1999; Gómez
de Enterría 1996). Muchos de estos términos irán siendo admitidos, con
mayor o menor celeridad, en el Diccionario de la lengua castellana de la
Real Academia Española; en general, siempre en la forma más acorde a las
propiedades del español. La comparación, por tanto, nos asistirá al trazar
la historia de la adaptación.
La Academia, durante buena parte del periodo estudiado, da la espalda
al neologismo, y muy especialmente al neologismo de sabor extranjeri-
zante, a través del rechazo a su inclusión en el Diccionario, un principio
claramente formulado en el «prólogo» de la novena edición (RAE 1843).
Rehúye, y así lo expresa en los prólogos (Alvar 1993b), toda innovación
«pasajera» con lo que no son muchos los neologismos que logran traspa-
sar el cedazo académico. En la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo,
muestra mayor disposición por aceptar las innovaciones léxicas, actitud que
se empieza a manifestar a partir de la undécima edición del Diccionario
(RAE 1869), un periodo de notable renovación en las tareas lexicográficas
de la Academia y que dará como fruto el cambio de rumbo que se percibe
en las tres ediciones de finales de siglo XIX (Clavería 2016). Pese a ello,
las fronteras de la admisión léxica, sustentadas en criterios de carácter
filológico y purista, están muy presentes y aún se refuerzan, como intentaré
demostrar en este estudio. Un buen ejemplo de esta actitud se halla en la
palabra rango (del fr. rang3), una voz que ya figura en el DC de Terreros
(rang / rango) y que también registra Salvá en su Nuevo diccionario de
la lengua castellana de 1846 con la marca lexicográfica de neol. Por ser
considerado galicismo innecesario (cf. Baralt 1995), no aparece recogido el
término en el Diccionario de la Academia hasta la decimoséptima edición
(RAE 1947), por mucho que lo defendiera Saralegui en el propio Boletín
de la Real Academia Española en 1923.

3
Salvo que se indique otra fuente, utilizo para la información etimológica el DECH.
162 Gloria Clavería Nadal

2. Los préstamos y las lenguas de origen. Préstamo de transmisión


simple y préstamo de transmisión compleja
Desde el siglo XVIII, el acrecentamiento del léxico del español sigue
las vías de ampliación propias de las lenguas modernas con un notable
contingente de voces cultas importadas de las lenguas clásicas (latín o
griego) o creadas con formantes de esta procedencia. Además, el francés,
durante los siglos XVIII, XIX y hasta la primera parte del siglo XX, y el
inglés, muy especialmente desde mediados de siglo XX, son los dos con-
ductos básicos a través de los cuales el español recibe gran parte de la
innovación léxica de carácter exógeno. Existen, asimismo, préstamos de
otras procedencias: por ejemplo, los de lenguas geográfica y culturalmente
cercanas como el catalán, el gallego y el portugués, en cuya relación léxica
con el español queda aún mucho por investigar; de menor importancia en
esta época son los préstamos del italiano (Álvarez de Miranda 2009). No
atenderé aquí, salvo en algunos aspectos marginales, al complejo vínculo
que se traba entre español y lenguas indígenas americanas, pues tiene una
cronología, amplitud y condiciones de desarrollo que habría que tratar de
manera pormenorizada.
Tan importante para la investigación de la historia del léxico es el
establecimiento de la lengua de origen del préstamo como la reconstruc-
ción de las vicisitudes desde esta lengua de origen hasta el español. De
ahí la distinción entre «étimo inmediato» y «étimo último» aplicada al
anglicismo por Pratt (1980: 170-185), una distinción que ha tenido cierta
fortuna en los estudios posteriores (Gómez Capuz 1996: 1300). La cues-
tión es relevante desde el punto de vista histórico por cuanto en los siglos
XVIII y XIX el francés no solo se configura como la lengua de la que
proceden multitud de préstamos cuya base etimológica es propiamente
francesa sino también de otros muchos vocablos que pasan por una forma
mediadora de esta lengua en su tránsito al español (cf. chelín). Este tipo
de transferencia es fácilmente rastreable en la información que atesora el
DECH o el Diccionario de galicismos prosódicos y morfológicos de García
Yebra (1999); así ocurre en la palabra vagón, procedente del inglés wag-
gon a través del francés wagon; en ducha, del francés douche y este del
italiano doccia; en drusa, del alemán druse, a través también del francés
(DECH; García Yebra 1999). El establecimiento o reconstrucción de esta
transmisión compleja (Clavería 1991) resulta relativamente fácil cuando
la lengua intermediaria ha dejado una huella indeleble como en chelín; en
otros casos, sin embargo, la mediación puede resultar más o menos difícil
de probar o de establecer, y así ocurre en el internacionalismo café, prés-
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 163

tamo del turco (y en esta lengua del árabe) que llega al español a través
del italiano o del francés (DECH; cf. Álvarez de Miranda 2009: 16-17).
Esta complejidad del proceso de transmisión queda evidenciada en otros
muchos casos: las pesquisas histórico-etimológicas de agio (Rainer 2005)
o de control (Ariza 1983), aparte de muchas de las modélicas monogra-
fías de Colón (2002), en las que se persigue desentrañar las enrevesadas
vicisitudes de la historia de las palabras. En este sentido, cabe destacar
también la función mediadora del portugués, en especial como «transmisor
de orientalismos» (Salvador 1967: 171-174) y de voces pertenecientes a
las lenguas indígenas americanas como mangostán, bambú, tapioca o tapir
(DECH; Schmid 2006: 1790).
No hay que olvidar, además, que las lenguas modernas —a partir
del siglo XVIII frecuentemente a través del francés o del inglés— acu-
ñan nuevas palabras con elementos grecolatinos. Este tipo de léxico es
fácilmente adaptable al español (Pensado 1999: 4430-4431), tanto por su
constitución como porque existen unos cauces bien establecidos para el
traspaso de unidades de este origen. Así sucede con ebonita, del inglés
ebonite, derivado de ebony ‘ébano’, formado sobre el latín ebenus y el
griego ebenos; con aluminio, del inglés aluminium, a partir del latín alu-
men, -inis. La misma procedencia se encuentra en muchos términos cultos
transmitidos al español a través del francés como se percibe claramente
en la monografía de Álvarez de Miranda (1992b) sobre el vocabulario
de la Ilustración. Además, es posible rastrear cadenas complejas entre
francés e inglés como la que existe en la palabra corporación, admitida
en la sexta edición del Diccionario académico (RAE 1822) con la marca
de neologismo y para la que el DECH supone un posible conducto francés
desde su origen inglés.
En el estudio histórico de los préstamos, interesa también atender a la
creación de dobletes, un concepto muy querido en la gramática histórica
tradicional aplicado frecuentemente al léxico de origen latino y a su trans-
ferencia a las lenguas románicas (Gutiérrez 1989). En el dominio de los
préstamos de otras lenguas, es posible identificar un mismo origen último
para voces que suelen pertenecer a distintos estratos cronológicos y pre-
sentan diferente resultado: bufete y bufet del francés buf(f)et; jefe y chef
del francés chef; o tonel, un préstamo del francés antiguo documentado ya
desde el siglo XIII (DECH), frente a túnel que corresponde al inglés tunnel,
cuyo origen en esta lengua es también el francés.
164 Gloria Clavería Nadal

3. La variación y los procesos de adaptación


Los préstamos suelen experimentar un proceso de adaptación con el
fin de ajustarse a las propiedades estructurales de la lengua receptora. Esta
adaptación afecta a todas las facetas de la estructura fonológica y refleja
las restricciones segmentales, fonotácticas, suprasegmentales y morfofo-
nológicas de la lengua que los toma (Kang 2011). Los préstamos, pues,
pueden generar variación lingüística desde múltiples puntos de vista: existe
la variación generada en el propio proceso de adopción con la convivencia
de formas de distinto signo, unas más cercanas al original, otras con mayor
o menor aclimatación a las propiedades de la lengua recipiendaria; puede
haber también convivencia entre formas vinculadas al canal de la transmi-
sión: el escrito, muy importante en el léxico culto, y otras vinculadas al
canal oral. La variabilidad inicial puede desaparecer con la aclimatación o
se puede mantener durante un largo periodo e incluso puede consolidarse.
Si el proceso de adaptación no es completo, se pueden generar como
efectos (Gómez Capuz 2001: 10) fenómenos lingüísticos divergentes con
respecto al funcionamiento y a las propiedades estructurales de la lengua
de acogida, una circunstancia que también acrecienta la variedad interna,
aunque no se puede olvidar que las lenguas naturales viven en la variación.
En el terreno de los cultismos resulta evidentísimo y su «entrada masiva»,
en palabras de Pensado (1999: 4430), «origina[n] alternancias morfofo-
nológicas al reaccionar con las palabras autóctonas» con la consiguiente
complicación estructural.
Hay que considerar, además, que en el proceso de adaptación intervie-
nen también factores de carácter extragramatical como pueden ser el grado
de bilingüismo (Gimeno/Gimeno 2003), el canal del préstamo y la posible
influencia de las convenciones ortográficas y de las decisiones normativas
(Kang 2011). La grafía adquiere en nuestro caso una importancia funda-
mental por cuanto para los estudios del pasado se constituye en la base del
análisis; conviene advertir, por tanto, que una forma escrita no adaptada
puede enmascarar una pronunciación más o menos adaptada.
En el español moderno todos los factores mencionados se presentan
y guían el tratamiento de los préstamos de la más variada procedencia.
Los fenómenos de adaptación, su presencia o ausencia, se vinculan muy a
menudo a las características fonotácticas del sistema y tienen que ver con
la distribución de los sonidos y fonemas dentro de la palabra, en especial
en relación con la estructura silábica. En este sentido, mantiene su validez
la llamada de atención realizada por Catalán en su magnífico trabajo sobre
la evolución de la estructura silábica:
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 165

si la tendencia a estructurar fonológicamente una lengua según unos ciertos


paradigmas silábicos (o aún de acuerdo con unidades de expresión superiores)
requiere mucha mayor atención que la que tradicionalmente se le ha prestado en
las fonologías diacrónicas, todavía me parece de mayor importancia el historiar
las modificaciones sufridas, dentro de una lengua histórica, por su organización
silábica. Y, sin embargo, pocos capítulos de la fonología han sido tan descuidados
como este (Catalán 1989: 77).

Así pues, en el marco de la sílaba, por un lado, y de la peculiar rela-


ción entre grafía y pronunciación, por otro, se intentarán analizar algunos
fenómenos relacionados con la adaptación de los préstamos y sus conse-
cuencias en los siglos XVIII y XIX. La exposición seguirá el orden derivado
de la propia estructura silábica distinguiendo entre posición inicial de sílaba
(§ 3.1) y posición final de sílaba (§ 3.2).
3.1. Posición inicial de sílaba
En la posición inicial de sílaba se registran en los ejemplos estudia-
dos combinaciones de consonantes ajenas a las propiedades del léxico
patrimonial.
3.1.1. Inicios con sC
Dentro de las agrupaciones de dos consonantes en posición de inicio
silábico destaca la distribución formada por el segmento /s/ + consonante,
tradicionalmente denominada s líquida, una combinación que tenían el latín
y el griego (Bergua 2004: 47) y que se encuentra en un buen número de
lenguas modernas. Este tipo de estructura silábica desapareció en la evolu-
ción del latín al español4, de manera que los préstamos con este inicio son
adaptados mayoritariamente con la prótesis de una /e/ inicial y redistribu-
ción heterosilábica de las dos consonantes contiguas (NGLE 2011: § 8.6k).
Esta agrupación ha pasado a ser imposible (Pensado 2000: 476) en español,
a diferencia de lo ocurrido en francés a partir del siglo XV (Sampson 2005
y 2010) y, en los préstamos de variada procedencia que tienen un inicio de
palabra en /sC/, la adaptación fonético-fonológica es forzosa.
En la escritura, las grafías sC- tienen larga tradición (cf. Sánchez-Prieto
1998a: 137) y el Diccionario de autoridades las recoge como forma única
en algunas palabras (scenographia) o como variante alternante en otras
(ciencia-sciencia5, escéptico-sceptico, esperma-sperma). Más adelante, sin

4
También al francés, al portugués y al catalán a diferencia del rumano e italiano
(Heinz 2014: 91-92; Sampson 2005 y 2010).
5
Nótese que en este caso la solución implica la simplificación del grupo consonántico
latino (cf. Cano 1988: 99).
166 Gloria Clavería Nadal

embargo, en la primera edición de la Orthographia española (RAE 1741)


se propone eliminar el uso de la s líquida porque «es imposible la pronun-
ciación» y se defiende su conservación solo en determinadas situaciones6.
A lo largo de toda su historia, el español ha recibido numerosos prés-
tamos con este tipo silábico y la adaptación fonético-fonológica es siempre
la misma (Gómez Capuz 2001: 31). La adaptación gráfica varía en función
de múltiples motivos. En los siglos XVIII y XIX, los préstamos con esta
distribución muestran adaptación gráfica y fonológica en voces de variada
procedencia en su codificación lexicográfica (escarpado, escoltar o espi-
neta, del italiano; esplín o estronciana, del inglés; o espato, de procedencia
alemana). La situación, sin embargo, ha variado sensiblemente en los últi-
mos años, ya que a partir de la segunda mitad del siglo XX se ha producido
una proliferación de préstamos con esta combinación consonántica en su
forma gráfica; el mismo Diccionario de la Academia registra actualmente
scooter, spa, spam, spanglish, sparring, sponsor, sport, spot 1 y 2, spray,
sprint, stabat mater, stand, standing, statu quo, stock, stop, striptease, ya
como variante única ya como forma alternante (escúter, espanglish, espray,
esprint, estand, estriptis) en sus últimas ediciones (RAE 2014; cf. DEA).
3.1.2. Otras combinaciones consonánticas iniciales
Los cultismos o el léxico formado con elementos cultos han generado
también, aunque de manera más restringida, la aparición de agrupaciones
consonánticas en posición inicial de palabra totalmente ajenas al compo-
nente patrimonial y a las combinaciones propias del español. Generalmente
son voces que proceden del griego (Bergua 2004: 46) y que han tenido
distinto tratamiento a lo largo de la historia del español moderno; así, en la
NGLE (2011: §§ 8.6i-j) se menciona la existencia de grupos binarios del tipo
cn-, gn-, mn-, pt- y ps- para los que se observa que, aunque mantienen «la
forma gráfica compleja, se pronuncian con inicio simple» de acuerdo con
las propiedades de la estructura silábica del español. Estos grupos iniciales
están ya presentes en la documentación lexicográfica examinada para los
siglos XVIII y XIX; algunos de ellos tienen larga tradición en la historia de
la escritura y se han ido ampliando en el siglo XX, aunque siempre dentro
de unos límites bien precisos.

6
Así puede leerse: «Los apellidos, y nombres de dignidades de otras naciones, y los
nombres propios de países, y lugares extrangeros, de los quales usamos alguna vez en
nuestros escritos solo por la precisión de nombrarlos, si tubieren s líquida en sus idiomas,
se escribirán con ella en el nuestro» (RAE 1741: 197-207; cf. Rosenblat 1951: LXXV).
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 167

Se trata de un pequeño núcleo de palabras entre las que se encuentran


los elementos pseudo-, psico- en cuya codificación lexicográfica alterna la
conservación con la simplificación del grupo inicial con predominio de la
primera solución7.
La combinación gn en posición inicial se ha mantenido en algunas
voces bien documentadas con anterioridad al siglo XVIII como gnomon y
gnomónica; y se halla también en algunos términos que recoge el padre
Terreros y que se incorporan a los diccionarios de la Academia en el siglo
XIX: gnómico (DC y RAE 1884)8, gnomo (DC y RAE 1884), gnosticismo
(DC y RAE 1884), gnóstico (DC y RAE 1869), y el descriptor botánico
gnetáceo (RAE 1899)9. A estos se añade gneis, procedente del alemán gneis,
una palabra que es admitida en el diccionario académico en la undécima
edición (RAE 1869) como neis / gneis.
Por su parte, la combinación de dos consonantes nasales mn, propia
del griego, se mantiene en la forma escrita de la familia léxica de μνήμων:
mnemónica (DC; Salvá 1846; RAE 1884), mnemotecnia (RAE 1869), mne-
motécnica (RAE 1869), mnemotécnico (RAE 1869), y mucho más tarde
mnemónico (RAE 1984)10.
A lo largo de la historia de la escritura, algunas agrupaciones conso-
nánticas han desaparecido; buen ejemplo de ello son los grupos pn y pt,

7
Pseudo- aparece en el Diccionario de autoridades y en el DC de Terreros reco-
nocido como un elemento compositivo propio del latín, del griego y del español; en el
siglo XIX, el lema es recuperado en la forma adaptada seudo a partir de la cuarta edición
del diccionario académico (RAE 1803), mientras que desde mediados de siglo se admite
la alternancia gráfica seudo / pseudo (RAE 1852). También los compuestos con psico-
empiezan a aparecer muy tímidamente en la lexicografía del siglo XIX: el sustantivo
psicología se halla en el Diccionario de Núñez de Taboada (1825) y varios miembros de
la familia léxica figuran en el Diccionario de Salvá (1846) con simplificación del grupo
inicial (sicología, sicológico, sicólogo); de mediados de siglo data su recepción en la
lexicografía académica (RAE 1852) con preservación de la grafía culta inicial. Durante el
siglo XX se produce un notable acrecentamiento de la familia léxica de psico- (cf. Lapesa
1996: 373-374), que mantiene como sello de identidad el grupo consonántico inicial pese
a que en la decimoctava edición (RAE 1956) el diccionario académico admite también
las formas simplificadas.
8
Se facilita en el paréntesis la primera documentación lexicográfica de la palabra; en
algunas ocasiones se complementa con documentaciones de otras procedencias.
9
Se admite desde RAE 1956 una forma adaptada con reducción del grupo consonán-
tico inicial (netáceo, nómico, nomo, nomon, nomónica, nosticismo, nóstico), con lo que se
incrementa la variabilidad gráfica.
10
También en estos casos desde la decimoctava edición del Diccionario de la Aca-
demia (RAE 1956) se incluye una variante simplificada.
168 Gloria Clavería Nadal

que en la lexicografía del siglo XVIII era posible encontrar en palabras


como pneumático (Diccionario de autoridades hasta RAE 1803) y ptísica,
ptísico, ptisis, ptinge, ptisana (Diccionario de autoridades y DC). En todos
estos casos acaba por imponerse la forma simplificada11.
No hay que olvidar, además, algunos compuestos cultos con x inicial
que empiezan a ser admitidos en el diccionario académico en la segunda
mitad del siglo XIX: por ejemplo, xilografía, xilográfico y xilórgano (RAE
1869) o xifoides y xifoideo (RAE 1884), xilófago (RAE 1899). Aunque
mantienen la grafía original, la pronunciación corresponde a [s] (Valencia
1966: 102-103).
Ocasionalmente, además, hay conservación gráfica de grupos conso-
nánticos iniciales en préstamos de otras procedencias, así ocurre con <cz>
en palabras como czar, czarevitz, czariano, czarina cuya historia ha trazado
Blanco (2008). Aunque las formas simplificadas (zar / zaritza / zarevitz /
zariano) aparecen en el Diccionario de autoridades y en el DC de Terreros
porque «En España comúnmente no suena ni la T, ni la C de estos nombres,
y así lo escribimos como se pronuncia, Zar, Zarina, si alguno quisiere darle
otro sonido á la voz, podrá escribir Tzar, ó Czar, &c como le parezca, y
pronuncie» (DC, s. v. zar). Se introducen, sin embargo, en época posterior
variantes conservadoras del grupo inicial: czar (RAE 1780), czarina (RAE
1780), czarevitz (RAE 1884), czariano (RAE 1884).
3.1.3. La grafía w: préstamos sin adaptar y la ampliación del abecedario
Estrecho vínculo entre grafía y pronunciación se presenta en los emprés-
titos que incluyen este elemento, un «préstamo gráfico del español» que
constituye una excelente ilustración del «problema de la relación sistema
gráfico-sistema fónico» en palabras de Santiago (1989: 41).
Reflejando el modo tradicional de adaptación, Terreros incluyó esta
grafía en su DC con el comentario de que «no son letras usadas en Castilla
sino tomadas del Norte; pero siendo preciso por no carecer de algunas voces
que se escriben con ellas, las usamos aquí. El sonido de ellas en nuestro
idioma, es el de la primera u vocal, y el de la segunda v consonante que
hiere á la vocal que se sigue». Incluyó Terreros bajo esta letra una vein-
tena de voces: nombres propios (Wac, Woda / Wota / Goda, Wurscayto),
medidas (wague, waje, waque, werst), y un pequeño grupo de conceptos

11
Pt se encuentra actualmente en tecnicismos como pterodáctilo (RAE 1936), pterido-
fito-teridofito (RAE 1956), ptosis (RAE 1970). Cn aparece en algún término de la botánica
y de la zoología: cneorón y cnidias del DC de Terreros y, en el siglo XX, cneoráceo (RAE
1956) y cnidario (RAE 1992).
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 169

de variado tipo (walona, walones, walro, wamas, wampum, wamcabeco,


wich, wiclefismo, wiclefista, wiloc, wirschaf, woecianos).
Los avatares de la letra uve doble / doble uve o, para América, ve
doble / doble ve en el Diccionario y en la Ortografía académicas fueron
seguidos por R. Santiago en un excelente trabajo publicado en el Boletín de
la Real Academia Española en 1989. En las voces analizadas en la presente
investigación, puede observarse que la difusión de formas sin adaptación
motiva que en la undécima edición del Diccionario (RAE 1869) se admita
por primera vez la w como letra, acompañada del comentario siguiente:
«Con este carácter, que, por no ser necesario, no se incluye entre las letras
de nuestro alfabeto, se han escrito y se escriben en castellano algunos nom-
bres propios y otras palabras, que pronunciamos como si la v doble fuera
sencilla» (RAE 1869). Figuran bajo esta letra diez entradas con remisión
a una forma adaptada con v- o con uv‑: wagon (vagón); waguemaestre
(uvaguemaestre); walí (valí); wals (vals); wándalo, la (vándalo, la); wisi-
godo, da / wisogodo, da (visigodo, da); whist (vist); además de un par de
gentilicios que constan sin equivalencia con v- (weimarés, sa; westfaliano,
na). Esta edición del Diccionario (RAE 1869) incluye, por tanto, formas
gráficas no adaptadas de palabras que ya aparecían en ediciones anteriores
con v/uv (vals, uvaguemaestre, vándalo, visigodo). En la edición siguiente
(RAE 1884) se eliminan las dobles variantes en favor de las más cercanas
a las características patrimoniales españolas y los gentilicios adoptan una
forma con v-; la palabra whist-vist, el juego en el que se ocupaba Valera
según su propia correspondencia (CORDE, 1896) o María Juana Bueno de
Guzmán en Lo Prohibido (Rodríguez Marín 2005: 493), desaparece de la
nomenclatura del Diccionario12. Esta edición, además, contiene mención
expresa a la uve doble en la letra v que es caracterizada como «Letra de esta
figura (W), no comprendida en el abecedario castellano por no ser necesa-
ria en él. Suele emplearse únicamente en algunos nombres de personajes
godos de nuestra historia y en voces de origen extranjero; como Wamba,
wals, westfaliano, etc. Por regla general debe sonar como la v» (RAE 1884).
No es hasta la decimoquinta edición (RAE 1925) cuando se reincorpora
al Diccionario esta letra de la que se señala que «no pertenece propia-
mente a la escritura española, pues en ella es sustituída por la v sencilla»
(RAE 1925). La única palabra que incluye es wat, introducida ya en el
Suplemento de la edición anterior (RAE 1914). Esta situación se mantiene
hasta la edición de 1970 en la que se admiten una decena de voces que

12
Se mantiene en el Diccionario manual en las ediciones de 1927, 1950 y 1989.
170 Gloria Clavería Nadal

principian con esta grafía —algunas de ellas ya aparecían en el Diccionario


con una forma adaptada (vagneriano, valón, vatio, veimarés, velingtonia,
vestfaliano, volframio)— y se reconoce la existencia de articulaciones
con u semiconsonante en vocablos de procedencia inglesa (Washington,
washingtoniano, RAE 1970, s. v. w). Las dos últimas ediciones del Dic-
cionario (RAE 2001 y 2014) han crecido con palabras tan habituales en
nuestra vida cotidiana como web y wifi, aparte de walkie-talkie, walkman,
wéstern o windsurf; muchas de ellas figuran con la marca tipográfica
de extranjerismo y tienen articulación como vocal satélite o consonante
dependiendo del contexto (NGLE 2011: § 8.6d-e); aumentan, sin embargo,
los ejemplos de articulación con diptongo inicial en los anglicismos (cf.
Jiménez et al., en prensa).
3.1.4. La difusión del fonema /ʧ/ en posición de ataque silábico inicial
de palabra
Un nada desdeñable efecto de la adaptación de los préstamos puede
provocar la aparición de un segmento en una posición determinada. La
prepalatal africada sorda surge en español fundamentalmente a partir de la
evolución del grupo consonántico heterosilábico latino /kt/, como principal
origen, además de otras agrupaciones latinas para las que remito a Cano
(1988: 105). Como señaló con acierto Pensado (2000: 478), desde los oríge-
nes del español la prepalatal africada sorda puede ocupar la posición inicial
de palabra a través de su presencia en préstamos de variada procedencia
junto a evoluciones de carácter interno13.
Un paseo por las 180 entradas de la letra CH- del DECH, además de
los casi mil (987) sublemas iniciados con este fonema, permite descubrir el
incremento progresivo de esta distribución a través de préstamos: por ejem-
plo, los galicismos chambra (fr. [robe de] chambre), champán-champaña
(fr. Champagne), chantaje (fr. chantage), chaqué (fr. jaquette), chaqueta
(fr. jaquette) y, cuando el francés actúa de transmisor de palabras de otros
orígenes, chacal (fr. chacal < turco), chacó (fr. schako < húngaro), chal
(fr. châle < persa), chorlo (fr. schorl < alem.); los lusismos chopa (prob.
port. choupa), chubasco (port. chubasco); los anglicismos champú 14 (ingl.
shampoo < hindi), chelín (ingl. shilling), cheque (ingl. cheque, grafía bri-
tánica, o check, grafía americana), chéster (ingl. Chester), cheviot (ingl.

13
Me refiero a los cambios esporádicos conocidos como trueques; por ejemplo, cho-
rizo, chico o chistera (Alonso 1947; Michelena 1975).
14
El término champú ya aparece en la publicidad de la prensa tanto barcelonesa como
madrileña de finales de siglo.
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 171

cheviot); o los indigenismos americanos como chaco (quechua) y los prés-


tamos con /ʧ/ e incluso otras consonantes iniciales del nahua, por ejemplo,
chayote o chicalote (Hernández 1998); también se registran préstamos de
otras lenguas como chamerluco y chibuquí (del turco), chimpancé (de una
lengua «del África Occidental», DECH15) o chotis (del alemán).
En muchos casos se corresponde este segmento con un fonema prepa-
latal fricativo sordo en la lengua de origen (Pottier 1967; Lorenzo 1996;
Rodríguez González 1999: 114; Gómez Capuz 2001; Schmid 2006: 1793),
un fonema que, aunque existió en el español antiguo, al evolucionar a
la velar fricativa, motivó que la prepalatal africada sorda se configurara
como el elemento más próximo a los segmentos fonológicos de origen. Se
refuerza, de este modo, su frecuencia de aparición en posición inicial en
español moderno y de todo ello se deriva el diferente resultado entre jefe
y chef.
3.1.5. Los procesos de reforzamiento
En cualquier componente léxico del español, existe en posición inicial
de sílaba, especialmente inicial de palabra, una tendencia al reforzamiento
de la vocal satélite [u]. En el dominio de los indoamericanismos el DC de
Terreros hace acopio de algunos términos que ilustran esta tendencia. Así,
se recogen palabras como güipil frente a huipil-güipil (RAE 1984); guacas
o huacas (huaca, RAE 1899, y guaca, RAE 1925); güiro (Salvá 1846 y
RAE 1925, huiro en RAE 1925). Estos ejemplos reflejan la variación que ha
generado la adaptación del segmento /w/ del náhuatl que desarrolla una /g/
epentética de reforzamiento (NGLE 2011: § 8.6d; Jiménez et al., en prensa),
especialmente ante /a/ y en menor medida ante /i/ (Hernández 1998: 16-17).
Se trata de un tipo de proceso que puede darse en la pronunciación de pala-
bras de cualquier origen, un fenómeno bien documentado en la historia del
español en el diptongo ue en posición inicial (Lapesa 1981: 468; Granda
1966: 61-62). En el siglo XIX y en el terreno de los anglicismos ya Cuervo
(1939: § 997), en sus Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, se
refería a guafe, equivalente al inglés wharf ‘muelle’, y Lapesa (1996: 403)
anotaba guáter como pronunciación del anglicismo váter; las múltiples
variantes orales de sándwich, documentadas desde la segunda mitad del
siglo XVIII (Fernández García 1972; Lorenzo 1996: 380-381), reflejan el

15
Posiblemente por conducto del francés. En el DECH se señala que «es probable
que se tomara de alguna obra de Historia Natural en latín, donde la grafía chi- se leyó
erróneamente como igual a či- o ši-». Según el TLFI en francés es un préstamo de una
lengua indígena del Congo.
172 Gloria Clavería Nadal

mismo proceso en posición inicial de sílaba interior. Más recientemente,


Gómez Capuz (2001: 30-31) ha verificado esta tendencia en la vida de los
anglicismos en el español oral y Jiménez et al. (en prensa) registran gua-
sapear16 en el español del siglo XXI. En este sentido, conviene recordar
que la forma normativa escrita güisqui (RAE 1984) refleja la existencia de
este proceso fonológico; esta variante, sin embargo, genera rechazo en un
internacionalismo que también tiene la pronunciación sin el reforzamiento
velar (cf. DEA).
3.2. Posición final de sílaba
La distribución de las consonantes en posición de coda (final de palabra
o final de sílaba interior) presenta importantes restricciones en la historia
del español y el comportamiento de los préstamos es fundamental para la
comprensión de su evolución.
3.2.1. Los grupos cultos y los procesos de adaptación
El léxico culto, de origen clásico o creado con elementos de esta pro-
cedencia, no deja de crecer en el español moderno. Este tipo de palabras
puede contener los denominados «grupos cultos», unas combinaciones de
consonantes características del léxico de esta adscripción genealógica cuya
característica primordial es la aparición de consonantes en posición de coda
ajenas a las distribuciones del léxico patrimonial.
La doble pervivencia del léxico latino ha provocado que muchas
familias léxicas hayan experimentado una escisión de sus característi-
cas en patrimoniales (leche-lechero, ocho) y cultas (lácteo, octavo). En
este último grupo puede ocupar la posición de coda un amplio elenco
de consonantes a diferencia del léxico patrimonial; buena muestra de
ello son apto, obtener, ábside, cápsula, subconsciente, advertir, adquirir,
atmósfera, étnico, acto, amígdala, dogma, signo, perenne y también codas
complejas como constante, abstracto, transgresor, ejemplos entresacados
de la Fonología española de Alarcos (1981: §§ 124-126bis; cf. NGLE
2011: § 8.7v).
Estas combinaciones van haciéndose cada vez más frecuentes, al menos
en la lengua escrita, ya desde la Baja Edad Media a través tanto de los
cultismos como de la propia evolución de la historia de la escritura (Cla-
vería 1991; Sánchez-Prieto 1998a; Satorre Grau 1989; Ramírez Luengo
2011). Los tratados gramaticales de los siglos XVI y XVII muestran posturas
encontradas en el criterio grafemático que se debe adoptar en su tratamiento

M.ª Rosa Lloret me indica que es forma admitida por la RAE, cf. <https://twitter.
16

com/raeinforma/status/519201746015756288>.
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 173

(Rosenblat 1951; Esteve Serrano 1982; Satorre Grau 1989; Clavería 1991;
Medina Morales 2006); y reciben espaldarazo definitivo a partir del siglo
XVIII con la fijación ortográfica de la Academia (Lapesa 1981: §102.1;
Catalán 1989). De este modo y como ha señalado Sánchez Prieto (1998b:
459-460), la enseñanza y la lectura pudieron actuar «de correa de trans-
misión entre la escritura y la fonética ordinaria». En cualquier caso, el
léxico del español moderno sigue enriqueciéndose con elementos cultos que
pueden integrar estas combinaciones consonánticas, al menos en la iden-
tidad gráfica de la palabra. Los diccionarios estudiados permiten verificar
este desarrollo con la progresiva recepción lexicográfica de un aluvión de
voces con estas características gráficas y fonotácticas: por ejemplo, étnico
(RAE 1780), adscribir (RAE 1803), abducción (Capmany 1805; Salvá 1846;
RAE 1884), cápsula (RAE 1817), amígdala (RAE 1884), obturación (Salvá
1846; RAE 1884), etc. En este marco debe ser comprendida la aparición
de consonantes no patrimoniales simples (§ 3.2.2) o agrupadas (§ 3.2.3),
especialmente en final de palabra tanto en los cultismos como en palabras
de otros orígenes.
3.2.2. Codas simples
Se refuerza la aparición de obstruyentes en posición final de sílaba
tanto a través de los cultismos como a través de su aparición en palabras
de otras procedencias.
En los primeros se difunden palabras con -t final que proceden de una
tercera persona del verbo y que pertenecen al mundo del comercio como
superávit (Diccionario de autoridades), déficit (DC y RAE 1822 en el Suple-
mento como «Voz puramente latina») y accésit (RAE 1832)17.
En el caso de los préstamos de procedencia no latina, aunque existía
una fuerte tendencia a la adaptación del final consonántico con la epéntesis
de una vocal, los diccionarios del siglo XVIII y XIX registran voces con
finales consonánticos con obstruyente que correrán distinta suerte a lo largo
de su historia. Buen ejemplo de ello es la palabra club, recogida por Terreros
como voz propia de una realidad inglesa («llaman en Inglaterra á lo que
en Madrid tertulia, ó junta de personas de gusto»). El vocablo se incorpora
al elenco académico en el Suplemento de la octava edición (RAE 1837),
una edición que, aunque no se caracteriza por una gran ampliación léxica,

17
Cf. Gómez de Enterría (1996), que aporta documentaciones textuales de 1763 y
1795 para accésit y desde 1785 para déficit. Tienen, además, este mismo final voces pro-
pias del ámbito religioso como fiat, magnificat (ya en el Diccionario de autoridades) o
stábat (RAE 1899).
174 Gloria Clavería Nadal

admite algunos préstamos sin adaptación como fagot, frac y la alternancia


bambú-bambuc. Figura club en los textos desde principios de siglo XIX
(1811, CORDE) y desde muy pronto se documenta alternancia en el plural
entre clubs, frecuente en textos peninsulares desde la primera mitad del
XIX (CORDE, 1820-1823; Muro Munilla 1985: 95), y clubes, que aparece
en fecha temprana en América (1812, CORDE); la alternancia se mantiene
actualmente (NGLE 2009: I, § 3.4t).
Otro de los términos con las mismas características fonotácticas y de
documentación lexicográfica temprana es el galicismo frac cuyo origen
último podría ser el inglés (DECH). La voz fue utilizada por Larra en la
forma plural fraques18 y se incorpora al Diccionario académico también en
la edición citada anteriormente (RAE 1837)19. La palabra se documenta en
los textos del CORDE desde el último tercio de siglo XVIII con considera-
ble variación: frac-fraque-fracs-fraques (cf. Muro Munilla 1985: 120-121).
Cabe reparar en el hecho de que Salvá (1846) se inclina por fraque con la
sabia argumentación de que «Es usado por algunos, y su terminación mas
española que la de frac».
Documentación temprana presenta yate, que en sus variantes no adap-
tadas (yacht / yac) aparece ya en el DC de Terreros con información que
remite a repertorios lexicográficos anteriores al referirse a las posibles for-
mas de adaptación: «Sobr. Dicc. escribe en Cast. yacte. V. y Herre. Dicc.
Otros dicen en Cast. yaque, y se puede muy bien castellanizar así». Yacte,
por su parte, figura en el Diccionario del gallego Núñez de Taboada (1825),
mientras que yate, en consonancia con fraque, es la variante elegida por
Salvá (1846). Pese al camino trazado por la lexicografía no académica
desde mediados de siglo XIX, el Diccionario de la Academia (RAE 1869)
incorpora la palabra como yacht, una elección que suscita críticas como la
de Gómez de Salazar (1871: 48): «Se ha puesto la palabra yacht de difícil
e inconveniente pronunciación, y no yate usada por la Marina hasta en
los libros de su profesión» (cf. Jiménez Ríos 2013: 156). En la edición
siguiente, sin embargo, figura el sustantivo en la forma yate, con la etimolo-
gía correspondiente («Yate. [Del inglés yacht]»). El término se mantiene con
abundante variación en los textos de finales del siglo XIX y principios del
siglo XX (Fernández García 1972). El cambio de elección de la Academia

En CORDE se hallan tres apariciones del plural fraques que pertenecen a textos
18

de Larra y un caso anterior (1816-1817, Sánchez Barbero, Francisco, Diálogos Satíricos


[Poesías]).
19
Fraque figura en RAE 1925.
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 175

es significativo por cuanto en las dos últimas ediciones de siglo, como se


ha podido observar en el comportamiento sobre la w-, se percibe un giro
hacia la preferencia por las formas adaptadas.
Los ejemplos anteriores reflejan el germen de una alternancia entre
adición de vocal final con una resilabificación de la palabra y un final
CV (clube, fraque, yate), un mecanismo de adaptación que había actuado
durante gran parte de la historia del español, y el inicio de otro tipo de
tratamiento de los préstamos con conservación de la estructura con coda
silábica final, al menos en la grafía (club, frac, yacht), que a buen seguro
se correlacionaba con una gran alternancia en la pronunciación desde la
elisión de la consonante hasta una pronunciación más o menos relajada.
Este cambio se percibe claramente en los préstamos del francés. Ya Pottier
(1967: 141 y sigs.; cf. Varela 2009) estableció las vías de adaptación foné-
tica, morfológica y semántica de estos empréstitos en los que aparece una
tendencia hacia los finales silábicos del tipo CV, generalmente con adición
de vocal a la forma francesa (comandante < commandant, jefe < chef). Esta
tendencia, sin embargo, en español moderno se hace más débil. Así, en el
caso de las palabras con terminación en -et y, según señala Schmid (2006:
1793), si hasta el siglo XVIII «se integran con la terminación -ete» —p. ej.,
corchete (fr. crochet), billete (fr. billet) o banquete (fr. banquet)—, en el
siglo XIX aparecen otras posibilidades de adaptación como se refleja en
la alternancia minuete (DC y RAE 1803) / minué (RAE 1803), del francés
menuet (DECH, s. v. menguar20). Este mismo esquema de adaptación con
pérdida de la consonante final se manifiesta en corsé (fr. corset, en RAE
1780 como «voz nuevamente introducida del francés» y DC), cabriolé (fr.
cabriolet, DC y RAE 180321), bidé (fr. bidet, 1820 (DECH); Salvá (1846)
con marca de neologismo; RAE 189922), quinqué (fr. quinquet, Salvá (1846)
como neologismo; RAE 1884).
Otras voces cuya difusión parece posterior (documentación de finales
del siglo XIX) se inclinan por mantener la consonante francesa final, por

20
Cf. minueto (RAE 1970) del italiano minueto. La forma minuet aparecía en el Dic-
cionario de autoridades en la voz paspié: «Danza nuevamente introducida, que tiene los
pasos de Minuét, con variedad de mudanzas. Es voz Francesa» (cf. Desporte 2000: 170).
Actualmente, minuete está marcado como poco usado.
21
Para la prenda de vestir femenina, la acepción relacionada con los coches aparece
registrada en el Suplemento de la octava edición (RAE 1837).
22
Documenta el DHLE de 1936 una forma plural bidetes en L. Moratín, Obr. Póst.,
ed. 1868, t. I, p. 427. Aparece bidet en la correspondencia de J. Valera (CORDE).
176 Gloria Clavería Nadal

ejemplo cabaret, carnet, chalet, parquet 23, para las que existen formas nor-
mativas sin consonante final que, según la documentación del CORDE, son
más tardías. En el siglo XX, por tanto, se ha generado una alternancia entre
-é/-et con preferencia por los finales consonánticos tal como se desprende
de los datos aportados por Alvar Ezquerra (1993a).
Esta evolución de los propios procesos de adaptación genera dobletes
del tipo bufete, documentado en la segunda mitad del siglo XVI (DECH;
Varela Merino 2009: 735 y sigs.), frente al posterior bufet (Diccionario
Manual 1927-1950; RAE 2001) y bufé (RAE 1984); corchete (fr. crochet),
documentado ya en los diccionarios de Nebrija y Palencia (DECH), frente
al crochet de los textos del siglo XIX al margen de la norma lexicográfica,
y así en la Regenta doña Rufina de Robledo tenía el crochet y la lectura
de novelas como ocupaciones matutinas (CORDE)24.
El inventario léxico manejado en esta investigación refleja la tendencia
hacia la aclimatación con final vocálico epentético durante los siglos XVIII
y XIX: bloque (fr. bloc, 1612 (Varela Merino 2009), RAE 1884); garante (fr.
garant, en el Diccionario de autoridades como «voz francesa, introducida
modernamente en nuestra lengua», lo que concuerda con la documenta-
ción de 1699, Varela 2009: 1312-1313); inglete (fr. anglet, Diccionario de
autoridades); intérlope (fr. interlope, 1762 (Gómez de Enterría 1996), RAE
1869); lingote (fr. lingot, DC; Salvá 1846; RAE 1869); lote (fr. lot, 1793
(CORDE), Núñez de Taboada 1825; Salvá 1846; RAE 1852); queche (fr.
caiche < ingl. ketch, DC; RAE 1884); bote (fr. antic. bot < ingl. med. bot,
Diccionario de autoridades). Este mismo patrón de epéntesis de una vocal
final muestran voces de otras procedencias como coque (ingl. coke, cok,
RAE 1869), coque (RAE 1899), coac / coaks / quac (Gómez de Enterría
1996; Fernández García 1972), có (aprox. 1835, Lorenzo 1996: 159-160);
bismuto (alem. Wismut, desde 1765 como bismut / bismuth, Gómez de
Enterría 1996), bismuth (DC), bismuto (RAE 1817)); espato (alem. Spat,
espato DC; Núñez de Taboada 1825; RAE 1832); penique (anglosajón pen-
nig, DC; Salvá 1846; RAE 1899; peniques en la documentación del XVIII,
Gómez de Enterría 1996). A estos se puede añadir la voz yate, analizada

23
Carnet (solo en el Diccionario Manual 1927-1950) / carné (desde RAE 1970);
chalet (Diccionario Manual 1927-1983; RAE 1936) / chalé (RAE 1956); parqué (RAE
1970) / parquet (Diccionario Manual 1927-1950); cabaré (Diccionario Manual 1989;
1992) / cabaret (Salvá Suplemento 1879; Zerolo 1895; DHLE 1936; Diccionario Manual
1983); ballet (Diccionario Manual 1927-1983; RAE 1992).
24
La variante adaptada tardía croché aparece recogida en la lexicografía del siglo XX
(Diccionario Manual 1927-1989; RAE 1984).
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 177

con anterioridad. Cabe recordar, además, que Cuervo (1939: § 21) se refiere
a un tiquete (ingl. ticket) para el billete del ferrocarril que continúa siendo
de uso general en América (Diccionario de americanismos) frente a la
variante peninsular con elisión tique.
A lo largo del siglo XIX los diccionarios empiezan a recoger un reducido
grupo de palabras de variada procedencia y características que manifiestan
en su forma escrita un final consonántico, generalmente con obstruyente:
junto a club se puede encontrar complot (fr. complot, 1612/1835 y 1788
(CORDE); RAE 1869); fagot (fr. antic. fagot, RAE 183725); pailebot(e) (ingl.
pilot’s boat, pailebot/e, Domínguez 1853; RAE 1884); paquebot(e) (ingl.
packboat, paquebot (Diccionario de autoridades), paquebote (Salvá 1846;
RAE 1852), paquebot / paquebotes en la documentación del siglo XVIII,
Gómez de Enterría 1996); vermut (alem. Wermut, RAE 1899); calambac
(fr. kalanbak de origen malayo26, DC y RAE 1822); coñac (fr. Cognac,
coñac 1851, cognac 1861 (CORDE); RAE 1914); bistec-bisteque (ingl. beef-
teak, biftec 1850 (DECH); RAE 1884); rosbif (ingl. roast-beef, med. s. XIX
(DECH); RAE 1884).
También se produce un incremento de palabras con -m final, general-
mente de base latina, llegadas al español por diversos conductos: ultimá-
tum (Núñez de Taboada 1825 y RAE 184327) o el famoso álbum (Salvá
1846 con la marca de neologismo y RAE 1869), al que Larra (1972) había
dedicado un espléndido artículo, de forma latina pero de origen alemán
y tomado por conducto del francés (DECH), para el que alternaban en el
siglo XIX álbums, álbumes y álbunes28. A estos se pueden añadir tedeum
(DC como te-deum y RAE 1817), vademécum (RAE 183229), memorándum
(Domínguez 1853; RAE 1869), máximum (Salvá 1846; RAE 1869), míni-
mum (Domínguez 1853; RAE 1869), desiderátum (RAE 1884), médium
(RAE 1884). Los vocablos con -m final, especialmente -um, han adquirido
cierta naturalización en español a través de palabras de uso coloquial como
mare mágnum (RAE 1803), pandemónium (Domínguez y RAE 1925), fac-
tótum, con la marca familiar ya en la décima edición del Diccionario de

25
Vid. el NDHE en el que se postula que viene del italiano pero con influjo del francés
fagot ‘haz de leña, conjunto de cosas envueltas juntas’.
26
Cf. etimología en RAE 2014.
27
Cf. ultimato en textos de H. Ascasubi (CORDE) y Bretón de los Herreros (Amu-
nátegui 1921: 160).
28
Estas formas se documentan en el CORDE en textos del siglo XIX y en Muro
Munilla (1985: 90-91).
29
Ya en textos literarios del siglo XVII (CORDE).
178 Gloria Clavería Nadal

la Academia (RAE 1852); hay que contar asimismo con su presencia en


voces onomatopéyicas (pum (DC y RAE 1884) y posteriormente cataplum,
pataplum o pimpampum). Se manifiesta alternancia entre la conservación
de -m y la adaptación en -n final en algunos arabismos. Así, figura haren
(fr. harem) en Núñez de Taboada (1825), pero ya Salvá (1846) registra la
variación consonántica final («harem ó haren») y se manifiesta del mismo
modo en los diccionarios académicos desde la undécima edición («harem o
haren», RAE 1869). Esta variación aparece también en los textos (CORDE),
con preferencia progresiva por n final (CREA). Conviene recordar, además,
la variación imán / imam ya presente en el DC, una palabra incorporada
en la decimotercera edición del Diccionario de la Academia (RAE 1899)
como imán. La variante con -m final cobra nueva actualidad en la segunda
mitad de siglo XX, lo que se refleja en la revitalización o reintroducción
de imam (RAE 1984), reforzada por el inglés imam.
Contrastan los ejemplos anteriores con la pronta adaptación de la dis-
tribución patrimonial de las nasales en posición final de palabra en otros
casos, como ron, del inglés quizá, según el DECH, con intermediación del
francés (rum en el DC, ron en RAE 1803)30. En suma, pese al incremento de
la nasal bilabial en posición final, la pronunciación con centralización ([n])
es firme31, un fenómeno que no puede desvincularse de la alternancia entre
n final (procedente de una m) y la presencia de m en formas derivadas o
flexionadas de la palabra Adán-adamita / adámico (Terreros; RAE 1884)32.
3.2.3. Codas complejas
Se presentan también en la documentación lexicográfica de la época
estudiada palabras con coda compleja en posición final.
Por un lado, se registran voces latinas con un final consonántico del
tipo Cs como bíceps (lat. BICEPS, 1782 (DECH); RAE 1884); tríceps (lat.
TRI + CEPS, RAE 1899); fórceps (lat. FORCEPS, Salvá 1846; RAE 1884);
tórax (lat. THORAX, -ACIS, textos del siglo XV como torax-thorax-toraz
(DETEMA); toraz en el DC; torax en Núñez de Taboada (1825) y RAE 1869);
clímax (lat. CLIMAX, -ACIS, 1837 (DECH); Salvá 1846; RAE 1869); ántrax

30
Cf. condón (RAE 1992) del inglés condom, nombre del inventor del preservativo
en el siglo XVIII (DECH), que ya aparece en un texto de Nicolás Fernández de Moratín
(CORDE, 1771-1777, El arte de putear).
31
Cf. Pensado 1999: § 68.4.2.1. M.ª Rosa Lloret lo detecta en la pronunciación actual
del navegador Tom-Tom, realizado popularmente como [tonton] o nombres propios como
David Beckam.
32
Cf. sobre este asunto Pensado (1999: § 68.4.4.1) y Amunátegui (1921: 153 y sigs).
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 179

(lat. ANTHRAX, 1537 (DECH); DC; RAE 1884); cóccix (lat. COCCIX, 1871
(DECH); Domínguez 1853; RAE 1899).
Por otro, figuran palabras como lord (ingl. lord) en el DC de Terreros
como «nombre inglés», con la observación de que en «Cast. se suele decir
milorde», lo que demuestra la existencia opcional de la epéntesis (también
recoge milor, milord, y milorde). Lord se incorpora en el Diccionario de la
Academia en la séptima edición (RAE 1832), y en la novena (RAE 1843)
se añade junto al lema la observación de «pl. lores», un comentario que
desaparece en 1884. Este plural es de documentación antigua (1581 en
Carta a su Majestad de Bernardino de Mendoza, CORDE). La existencia
de todas estas variantes alternantes refleja el tratamiento que recibió un
anglicismo relativamente antiguo.
Vals es otra de las primeras palabras extranjeras con coda compleja que
aparece en el Diccionario (RAE 1843) en el que se indica que «el baile y
su nombre son modernos y de origen alemán».
Dentro de la terminología de carácter científico destacan cuarzo, cobalto
y cinc por su distinto comportamiento. Mientras que cuarzo (fr. quartz <
alem. quarz, RAE 1817) y cobalto (alem. kobalt, DC en la variante cobalt,
cobalto RAE 1817) muestran adaptación del final con epéntesis vocálica, el
alemán zink que, según el DECH, se recibió por conducto del francés (zinc)
no experimentó este proceso. Los términos se hallan documentados en los
textos de especialidad y de divulgación desde el siglo XVIII (Gómez de
Enterría 2001: 1771-1773) con distintas formas (cf. quarz / cuarzo, zinc /
cinc / zinck (DC) y zinco en L. Proust (1791, Anales del Real Laboratorio
de Química de Segovia I, CORDE). Este último fue admitido en la quinta
edición del Diccionario académico (RAE 1817) en la variante zinc33; quizá
en él prevaleció la forma sin epéntesis para mayor diferenciación con el
numeral.
La adaptación por medio de un proceso de epéntesis con resilabifi-
cación de la palabra y generación de estructura CV se manifiesta en otras
voces como ponche, del inglés punch, que ya aparece en el Diccionario
de autoridades y en el DC, aunque en las traducciones del siglo XVIII es
posible encontrar formas menos adaptadas (Páramo García 2003). Quiosco,
del turco, seguramente a través del francés (DECH), aparece como kiosko
en RAE 1869, kiosco en la edición siguiente (RAE 1884) y, finalmente,
quiosco en la última edición del siglo (RAE 1899). El mismo tipo de com-

33
Hay también variación en la consonante inicial (c/z) y a partir de la undécima
edición (RAE 1869) se admite la variante cinc.
180 Gloria Clavería Nadal

portamiento se manifiesta en malta (ingl. malt34, RAE 1899 y malt en tex-


tos del XVIII, Gómez de Enterría 1996) o yarda (ingl. yard, Salvá 1846;
RAE 1869), una palabra que ya recoge Terreros en su DC en la variante no
adaptada yard como reflejo del plural yards, registrado en las traducciones
de la segunda mitad del siglo XVIII (Páramo García 2003, s. v.).
Los finales ingleses en -ing, hoy tan en boga (Lorenzo García 2007;
Vigara Tauste 1999), son adaptados con simplificación en chelín (DC; Salvá
1846; RAE 1899), pudin (DC; Salvá 1846), budín (Zerolo 1895 como ame-
ricanismo; RAE 1925) o con epéntesis en pudingo (Núñez de Taboada 1825;
Salvá 1846), un vocablo para el que Páramo García (2003) y Fernández
García (1972) atestiguan una importante variación. Mitin, por su parte, se
registra en algunos diccionarios en el siglo XIX (Gaspar Roig 1855 y Zerolo
1895 en la forma meeting, mitin en RAE 1914) y aparece desde 1865 con
abundante polimorfismo (Fernández García 1972 y Zamora Vicente 1986).
Conviene no olvidar, además, que otros préstamos, aunque fueron de
uso frecuente, no llegaron nunca al diccionario; así ocurre con una palabra
tan del gusto de Valera, Pérez Galdós o Clarín como confort (Rodríguez
Marín 2000, 2005).

4. Los préstamos y la evolución lingüística


El recorrido realizado por los siglos XVIII y XIX muestra un estrecho
vínculo de carácter evolutivo con la situación actual y permite confirmar
que los préstamos se manifiestan como una de las fuerzas dinámicas de la
lengua por su relación con la variación lingüística y con el cambio. Se ha
podido comprobar que en los procesos analizados, aunque los préstamos
son de procedencias diversas (latín, francés, inglés, etc.), pueden imprimir
a la lengua una misma dirección. Por ejemplo, la ampliación progresiva
de las posibilidades fonotácticas del español, en especial en la posición de
coda silábica, que venía de atrás con los cultismos, se reafirma a partir del
siglo XVIII y se amplía con préstamos de otras procedencias.
Los ejemplos extraídos del valioso DC de Terreros muestran una len-
gua en toda su variación con cierta tendencia a la falta de adaptación de
los finales consonánticos; con el tiempo, sin embargo, la mayoría de estas
palabras acaba consolidándose con una forma adaptada (bismut-bismuto,

34
Adaptado según el DECH «a la forma del lat. maltha ‘especie de asfalto’ (empleado
alguna vez en castellano; vid. Terr. o a la del nombre geográfico Malta, con los cuales no
tiene relación etimológica. Quizá se tomó por conducto del fr. malt [1702], lo cual explicaría
el género masculino»; cf. Varela (2009) sobre esta cuestión.
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 181

yact-yate, cobalt-cobalto, pero club, cinc). A lo largo del siglo XIX las
unidades léxicas con estas características fonotácticas se irán haciendo más
frecuentes. Se origina con ello un cambio en las tendencias evolutivas del
idioma hacia una estructura silábica distinta tanto en posición interior de
palabra, abonada por la forma normativa de los cultismos, como en posi-
ción final, sobre todo a través de préstamos de variada procedencia; amén
de otros elementos léxicos como las onomatopeyas, los nombres propios
o las «recientes» siglas (Lapesa 1996: 422-459). La presencia de estas
consonantes en posición final se integra en el funcionamiento general de
la coda silábica cuya realización puede variar enormemente en la diatopía
con una acusada tendencia a los procesos de relajación (Alonso 1974; Heinz
2010, 2014).
Desde el punto de vista interno, el comportamiento de los procesos de
adaptación en ataque y coda analizados muestran las divergencias naturales
de dos posiciones fonológicamente distintas (fuerte-débil, prominente-no
prominente, cf. Jiménez et al., en prensa). En posición inicial de palabra y
de sílaba, la epéntesis de e- ante sC- se mantiene de manera obligatoria pese
a la grafía de la palabra y los grupos consonánticos iniciales no patrimo-
niales tienen un carácter muy residual y pertenecen fundamentalmente a la
escritura; la extensión del fonema palatal africado sordo en posición inicial
o la combinación [(g)u̯V-] muestran la tendencia al reforzamiento propia
del ataque silábico. La posición de coda manifiesta un comportamiento
distinto y mucho más variable tanto desde la fonética y la fonología como
desde la morfología (Lloret 2016).
Si desde el punto de vista fonológico a menudo se ha considerado
que los fenómenos analizados formaban parte de la periferia del sistema
lingüístico (Heinz 2010, 2014), actualmente se parte de la idea de que los
procesos de adaptación pueden revelar ciertos aspectos del funcionamiento
de las lenguas al margen de la oposición entre centro y periferia (Fábregas
2003). Según Kang (2011), en posición inicial existe una tendencia hacia
la epéntesis, lo cual se verifica en el tratamiento de las combinaciones en
ataque silábico s+C, que ha permanecido invariable a lo largo de la historia
del español (Colina 2009: 122-123; Bonet 2006; Sampson 2005, 2010). En
la adaptación en posición de coda, sin embargo, existe una mayor diversi-
dad, de manera que tanto pueden presentarse procesos de epéntesis como
de elisión; en español parece que a lo largo de la historia se ha sustituido
la preferencia por la epéntesis (bufete, paquete, ponche) por el predomi-
nio de los procesos de relajación con posibilidad de elisión completa del
segmento (club, bufe(t), complo(t) o vals; cf. Gómez Capuz (2001: 35-39)
182 Gloria Clavería Nadal

para el español actual). Así, se ha llegado a postular que la epéntesis en


posición final de palabra ha dejado de funcionar como proceso en español
(Colina 2003 y 2009; LLoret/Mascaró 2006; Bonet 2006).
Los ejemplos de falta de adaptación de la parte final de la palabra
(conservación de consonantes no patrimoniales) rastreados en siglos XVIII
y XIX constituyen la abertura de una «brecha», en palabras de Lorenzo,
que se va a ir agrandando desde finales del XIX y que va a tener conse-
cuencias morfológicas importantes, pues va a provocar una gran variación
en la formación del plural de este tipo de palabras. Este fenómeno recibió
atención especial en «Dos notas sobre la morfología del español actual»
(Lorenzo 1980), en el que se planteaba la existencia de «un nuevo esquema
de plural» para estos finales consonánticos. También Lapesa en 1977 (1996:
422-459) hacía una pequeña historia del fenómeno notando sus implica-
ciones morfológicas.
Efectivamente, la acumulación de voces con estas características fono-
tácticas motiva que a principios del siglo XXI la Nueva gramática de la
lengua española, en el capítulo dedicado a la sílaba (NGLE 2011: cap. 8),
establezca una distinción entre el sistema tradicional en el que se incluye
el léxico patrimonial, en terminología propia de la gramática histórica, y
todas las palabras de otros orígenes conformes a las características fono-
tácticas del español —por citar ejemplos ya señalados por Lapesa (1996:
403), hall, gol, bol o bar—; frente al léxico cuya estructura formal contiene
consonantes y agrupaciones consonánticas en posición de coda que son el
resultado de préstamos sin adaptación del final silábico (apto, tungsteno,
club, álbum o bíceps). En este incremento han participado ciertos estratos
léxicos: los cultismos, a la cabeza durante toda la historia del español y,
a la zaga, los préstamos de otras procedencias, en especial en los últimos
dos siglos (Heinz 2010 y 2014).
Este fenómeno, junto con la importación de un plural -s para los finales
en consonante, ha generado un comportamiento léxicamente estratificado
de las reglas de formación del plural, algo que puede percibirse en su
descripción gramatical. Así, Ambadiang (1999: § 74.3.3.5) trata de «la
flexión de número en los préstamos»; en la NGLE (2009: I, §§ 3.2-3.4) se
distingue entre «reglas generales» (§ 3.2), por un lado, y, por otro, el «plural
de las voces de origen no castellano», en una caracterización a través de
la procedencia de cierta inexactitud histórica; bajo este rótulo se separan
los «latinismos» (§ 3.3) de los «préstamos de otras lenguas» (§ 3.4). En
la descripción del plural de estos dos apartados puede percibirse la gran
variación generada en las palabras con finales consonánticos ajenos a las
Contribución a la historia de los procesos de adaptación 183

consonantes propias del léxico patrimonial. Aquel club que ya encontrába-


mos documentado en el siglo XVIII continúa mostrando un patrón alternante
en el plural en el siglo XXI (clubs / clubes, cf. NGLE 2009: I, § 3.4t); a
complot corresponde complots; se menciona, además, la existencia de una
variante con elisión compló cuyo plural es complós (NGLE 2009: I, § 3.4n;
cf. Lliteras/Hernández 2008). En algunos casos la variación antigua ha
evolucionado hacia una mayor homogeneidad: si en el siglo XIX alter-
naban álbums, álbumes y álbunes35, se ha impuesto finalmente el plural
con -es (NGLE 2009: I, 3.3h). En general, sin embargo, en la enmarañada
y compleja casuística de la formación del plural de este tipo de voces, se
percibe la preponderancia que ha ido adquiriendo el plural en -s, que puede
alcanzar incluso a voces con finales consonánticos «patrimoniales» (fans,
NGLE 2009: I, 3.4b).
Naturalmente, esta evolución aparece entremezclada con factores de
carácter externo: en la historia trazada, la ortografía y las decisiones norma-
tivas tienen una importante participación, de manera que en los fenómenos
estudiados interviene como uno de los agentes externos la Academia y su
acción normativa. También ha variado ostensiblemente el conocimiento
de ciertas lenguas extranjeras (Álvarez de Miranda 2005: 1053; Gimeno/
Gimeno 2003).
Durante buena parte del siglo XIX la Corporación rechazó la innova-
ción léxica foránea, sobre todo la de carácter extranjerizante. Se produjo,
sin embargo, cierta evolución a lo largo de la centuria: las tres últimas
ediciones del siglo (RAE 1869, 1884 y 1899) estuvieron presididas por
una firme voluntad de ampliación léxica y de codificación lexicográfica
de los principales progresos sociales, científicos y técnicos. Es entonces
cuando la Academia, para enfrentarse al neologismo, intenta encontrar
unos criterios en los que basar la selección y la sanción del nuevo léxico.
Los principios que utilizó fueron la discriminación entre neologismo
necesario y el innecesario y, por tanto, reprobable y rechazable, una
cuestión bastante debatida a raíz de la puesta en marcha del proyecto del
Diccionario de neologismos; también se diferenció entre neologismo bien
formado, acorde tanto con criterios etimológicos como con las caracterís-
ticas sistemáticas del español, y el mal formado y rechazable (Clavería
2016). Estos principios explican algunos cambios que se registran en las
últimas ediciones del Diccionario del siglo XIX. Por ejemplo, aunque se

35
Recuérdese que Menéndez Pidal (1977: 212, n. 1) señalaba que álbums era la forma
usual. Cf. Pensado (1999: 4451) sobre la frecuencia de álbunes.
184 Gloria Clavería Nadal

aceptan cok y yacht en la undécima edición (RAE 1869), se sustituyen por


coque y yate en la edición siguiente; el tratamiento de w- sigue también
el mismo derrotero (§ 2.1.3). Episodio significativo para la historia de las
adaptaciones es el de las unidades de medidas eléctricas que a finales del
siglo XIX fueron establecidas con denominaciones de carácter eponímico.
En los textos de la época figuran formas no adaptadas del tipo ampere,
farad, ohm, volt o watt junto a otras como volta o faradia (Moreno
Villanueva 2012); en el Suplemento de la última edición del siglo XIX
(RAE 1899) son admitidas estas palabras con una forma hispanizada en
-io (Clavería 2016), de manera que se incorporan al elenco académico
los sustantivos amperio, culombio, faradio, julio, ohmio, vatio y voltio.
El español se diferencia de las otras lenguas románicas36 en la forma
adoptada para estos términos por la adaptación gráfica y la adjunción del
final en -io, por analogía con otras voces especializadas procedentes de
una terminación latinizada (potasio, magnesio, aluminio). Aunque estas
formas provocaron bastante debate, han alcanzado una notable difusión,
pese a que en la edición siguiente (RAE 1914) se admitieron como varian-
tes propias de la nomenclatura internacional las formas más cercanas al
original: amper (ampère a partir de RAE 1956), coulomb, farad, joule,
ohm, vat (watt a partir de RAE 1970) y volt. Las propuestas de adaptación
de carácter normativo, pues, pueden acentuar la variación lingüística,
algo que continúa sucediendo actualmente (cf. Giménez Folqués 2011)
y genera una tensión permanente entre distintas opciones de tratamiento
de los préstamos.
En suma, el estudio del comportamiento de los préstamos en torno a la
estructura silábica en los siglos XVIII y XIX ha proporcionado la oportu-
nidad de observar el nacimiento de la variación actual y también el surgi-
miento de las posturas normativas con la consiguiente tensión entre ambas.

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36

lomb, farad, joule, ohm, watt, volt.


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Guamán Poma de Ayala: la historia
de una variedad americana

Carlos Garatea
Pontificia Universidad Católica del Perú

En circunstancias como esta, no acostumbro hablar sobre los resortes emocio-


nales que sostienen la elección del tema que estoy a punto de exponer. Lo
habitual es que me limite a los agradecimientos y a uno que otro juego verbal
con el ánimo de captar la atención y despertar la curiosidad. Esta vez quiero
salirme un minuto de esas costumbres para decir que, desde la primera letra del
título hasta la última de las conclusiones, dedico este trabajo a dos entrañables
amigos y maestros, ambos miembros de esta Asociación. Me refiero, primero, a
José Luis Rivarola, querido amigo desde que fui su alumno hace más de treinta
años y a cuyas investigaciones debe mucho lo que sabemos sobre los orígenes
lingüísticos de Hispanoamérica; el segundo, Wulf Oesterreicher, quien, si no
fuera por la mala jugada que le hizo la salud, estaría aquí, estimulándonos con su
inteligencia, su picardía y esa irrefrenable y contagiosa energía que le conocimos
y admiramos muchos de los presentes y que podemos sentir en sus indiscutibles
aportes teóricos. Dedico, pues, a modo de homenaje y reconocimiento, a José
Luis y a Wulf, este texto y, desde aquí, en alta voz, les agradezco todo lo que
hicieron por nuestra disciplina, por nuestra comunidad científica y, en especial,
por devolvernos la fe en la amistad.

Resumen. La Nueva Corónica y Buen Gobierno (1615) de Guamán Poma de


Ayala es una singular y notable crónica americana, escrita por un indígena bilin-
güe, quechua-español, durante la implantación del Virreinato del Perú. En este
trabajo se explora el reflejo del contacto de lenguas, la diversidad de registros y
tipos textuales presentes en la obra y cómo distintos niveles lingüísticos de las
lenguas involucradas afloran y conviven en la prosa de un cronista bilingüe. En
suma, se muestra el complejo y dinámico proceso seguido en la consolidación
de la variedad andina de español.
Palabras clave. Guamán Poma de Ayala, variedades lingüísticas, contacto de
lenguas, español de América, textos coloniales.
194 Carlos Garatea

Abstract. Nueva Corónica y Buen Gobierno (1615) by Guaman Poma de Ayala


is a unique and remarkable American chronicle, written by a bilingual, Quechua-
Spanish indigenous person, during the establishment of the Viceroyalty of Peru.
This work explores the reflection of the contact of languages, the diversity of
registers and textual types present in the work and how different linguistic levels,
of the two languages involved, emerge and coexist in the prose of a bilingual
chronicler. In short, it shows the complex and dynamic process followed in the
consolidation of an American variety of Spanish.
Keywords. Guam Poma de Ayala, linguistic varieties, contact of languages, Span-
ish America, colonial texts.

El eje de este trabajo recae en la figura y en la obra de un notable cro-


nista andino: Felipe Guamán Poma de Ayala y su Nueva Corónica y Buen
Gobierno, una extensa historia de 1180 páginas y 397 dibujos, concluida
en 1615 en los Andes peruanos, mientras que, al otro lado del mar, en
España, salía de prensa la segunda parte de Don Quijote. La coincidencia
no podía ser más feliz 400 años después para un Congreso de Historia de la
Lengua Española porque, si la novela de Cervantes nos ofrece sus páginas
para ingresar en el español de los siglos XVI y XVII, la crónica andina nos
invita a conocer otra historia, otro contexto, pero con el mismo protago-
nista: la historia de la lengua española en contacto con lenguas y culturas
hasta entonces ignoradas; la historia de poblaciones quechuahablantes que,
contra su voluntad, adoptan el español como vehículo de comunicación y
medio de sobrevivencia; la historia de un puñado de indígenas que nacidos
en una comunidad sin escritura aprende a leer y escribir en una segunda
lengua, alejados de la enseñanza oficial y antes de que abran los colegios
para hijos de la nobleza inca; en suma, otra historia, otra perspectiva pero
la misma lengua. Juntas han formado y forman parte del complejo y aciago
entramado social de mi país, el Perú, donde se mantiene una deuda secular
con las culturas indígenas que enriquecen el territorio y nuestras vidas. La
crónica de Guamán Poma de Ayala nos permite conocer una etapa de la
historia del español narrada desde el lugar y la competencia de quienes
lo aprendieron a costa de la lengua materna y de quienes sirviéndose de
la lengua importada, y no obstante los diversos grados de bilingüismo
alcanzados, dieron cara a las exigencias comunicativas que trajo consigo
la administración colonial, el ejercicio del Derecho y la prédica de una fe
que impuso un Dios y otras maneras de concebir el mundo, las cosas y las
relaciones humanas.
En este contexto, hago mías algunas ideas de Rivarola y Oesterreicher
y las convierto en hilos conductores de mi análisis por la pertinencia que
Guamán Poma de Ayala: la historia de una variedad americana 195

tienen para explorar el español de Guamán Poma de Ayala y el contacto


de lenguas que registra la prosa de este indio bilingüe. Veinte cinco años
atrás, José Luis señaló que
una historia de la lengua, en sentido amplio y comprensivo, no es sólo el registro
de los fenómenos de cambio o una comparación de estados sucesivos […]. Es
también una historia de los hablantes y de su hablar, de los textos y de los esti-
los […], de los fenómenos sociales, políticos y culturales que han motivado la
difusión o la inhibición de los cambios; una historia, asimismo, de la conciencia
metalingüística que manifiestan los hablantes […]. [Por otra parte] Entiendo el
problema [del contacto] no sólo como una cuestión referida a la relación entre
sistemas lingüísticos, centrados en las formas en que se han producido los fenóme-
nos de interferencia o en la naturaleza de los préstamos […], planteo el problema
como el establecimiento de un nuevo orden de relaciones comunicativas […] [y]
también como el de la vivencia que han tenido los individuos y los grupos acerca
de esos mismos conflictos (Rivarola 1990: 157 y 125).

Si de esta manera Rivarola entiende la historia de la lengua, Oeste-


rreicher propone algunos conceptos que permiten explicar los fenómenos
verbales en su dimensión comunicativa y conceden una perspectiva integral
al análisis, aspectos de primera importancia cuando, a través de la escritura,
se explora y describe el contacto de dos lenguas, por ejemplo. El año 2007,
reclama Wulf:
Hay que contar con un nuevo tipo de historia: la historia no de una lengua sino
de un espacio geográfico y comunicativo en el que coexisten en una forma muy
variada y a veces conflictiva diferentes idiomas (Oesterreicher 2007: 39).

Y al año siguiente, agrega que


la variación lingüística en una lengua histórica se relaciona sistemáticamente
con ciertos dominios comunicativos y diferentes tradiciones discursivas […].
Las tradiciones discursivas, con su perfil concepcional matizado además por la
competencia escrita de los autores, seleccionan y filtran el uso de los fenómenos
lingüísticos (Oesterreicher 2008: 241).

Pues bien, la crónica de Guamán Poma de Ayala es un texto conce-


bido como una extensa carta dirigida al Rey de España, Felipe III, con el
propósito de denunciar los abusos e injusticias cometidos por misioneros,
corregidores, escribanos y otros representantes de la administración colo-
nial contra la población andina. Guamán Poma recurre a su segunda lengua
para elaborar un discurso creíble, verosímil, que dé al monarca argumentos
y pruebas suficientes para corregir un mundo que, a juicio del cronista, está
«al revés» porque no se cumple con la ley ni con los principios de cristia-
196 Carlos Garatea

nismo promovidos por la Corona y la Iglesia. El texto, escrito en español,


aunque no solo en español, como luego mostraré, tiene este perfil general:

Y, este otro, combina texto y dibujo:

A simple vista, la obra adquiere un contorno heterogéneo que oscila


entre usos gráficos fácilmente equiparables a los producidos en Europa,
durante siglos, y otros que, más bien, parecen reflejar la voluntad del autor
Guamán Poma de Ayala: la historia de una variedad americana 197

de aprovechar al máximo cada página o, en ocasiones, sencillamente son


enmiendas introducidas luego de una primera redacción o arreglos pen-
sados para la posterior impresión del manuscrito. Dicho sea de paso: el
texto nunca fue impreso y tampoco llegó —al menos no hay noticias— al
Rey. Estuvo —digamos así— «perdido» durante trescientos años hasta que
terminó en la Biblioteca Real de Dinamarca1, donde fue «descubierto» a
inicios del siglo XX y donde es conservado en buen estado y a salvo de
piratas.
Para analizar integralmente el texto y valorar el tipo de registro y la
variación que refleja la prosa del cronista, me parece oportuno tomar la
siguiente pregunta que, desde la perspectiva del historiador de la lengua,
remite a la pragmática del texto, a la lengua y, lógico, a la estrategia discur-
siva elegida por el autor. La pregunta es la siguiente: ¿Cómo logra Guamán
Poma definir su voz como autoridad aceptable para su público europeo
y, a la vez, plantear sus demandas a esa autoridad desde su condición de
autóctono andino? (Adorno 1989: 129).
Pienso que la respuesta a la pregunta de Adorno exige observar ine-
vitablemente la lengua y la pericia discursiva del cronista. Dicho de otro
modo: exige atender su competencia lingüística en español y el tipo o los
tipos de discurso que usa e integra en su obra. Lo que está en juego es un
principio pragmático: elabora un discurso en función del destinatario, del
contenido y del contexto. Aquí el emisor es un indio bilingüe del XVI; el
destinatario es el Rey; el medio corresponde a su segunda lengua, también
las tradiciones discursivas; pero el contenido no. El contenido tiene otro
origen. Es andino y fue conservado en tradiciones orales quechuas y, por
tanto, aunque sea obvio decirlo, es ajeno a la cultura irradiada e impuesta
en el Perú desde la captura de Atahualpa en 1532. No debe olvidarse que el
quechua careció de escritura. Era una lengua de transmisión oral. De manera
que, en la crónica, hay un doble esfuerzo verbal y cognitivo: dominar un
segundo sistema gramatical y dominar un discurso escrito concebido en
categorías y funciones de otra cultura.
En esa sobreposición de lenguas y tradiciones, donde el español es
la lengua privilegiada, se ubica, a mi juicio, la razón por la que la obra
y la competencia lingüística de Guamán Poma de Ayala nos ofrecen otra
etapa de la historia del español americano. Era un indio que se presentaba
como cristiano devoto, probablemente calificado como «indio ladino», tér-

1
Todas las referencias a la obra proceden del siguiente sitio público y de acceso
gratuito: <www.kb.dk/permalink/2006/poma/info/es/frontpage.htm>.
198 Carlos Garatea

mino que en la nomenclatura colonial adjetiva a un indígena competente


en español, cristiano en creencias e hispanizado en costumbres (Adorno
1992). Pero ladino connota también valores negativos: conductas sinuo-
sas, artimañas, individuos de poca confianza, maliciosos. Obviamente no
era término de autoidentificación sino, más bien, de uso habitual entre los
conquistadores para hablar sobre los indígenas que mostraban signos de
aculturación o cuyo comportamiento revelaba cierto dominio del sistema
colonial, por lo general en el ámbito jurídico y eclesiástico. En ocasiones,
conservar u obtener privilegios o excepciones tributarias, por ejemplo, fue-
ron algunos de los propósitos de esos «indios ladinos». Guamán Poma
explicita el valor negativo del término cuando narra la manera en que los
corregidores rechazan a los curacas o caciques: «A un yndio laladino (sic)
le echa del mundo y lo castiga cruelmente, deziéndole ladinejo» (782/796).
Y, en otra ocasión, cuando menciona el catolicismo indígena, recuerda
que sus paisanos eran injuriados y castigados por curas y doctrineros del
siguiente modo: «Y todo lo dicho estorua los padres y curas de las dotrinas
y castiga, deciéndole: santico ladinejo» (824/838).
Pues bien, los dos fragmentos son buenos ejemplos de apropiación
del discurso colonial con la finalidad de elaborar una denuncia sirviéndose
de categorías que pertenecen al receptor del texto. Téngase en cuenta que
Guamán Poma no escribe para los indios ni para los mestizos, aunque
tampoco los excluya. Su destinatario principal es el Rey de España. Digo
«principal» porque podría afirmarse que escribe para quien tiene alguna
responsabilidad en la burocracia colonial, sea administrativa, jurídica o
eclesiástica y puede ayudar con la reforma moral de los colonizadores y
la digna cristianización de los indígenas (cf. Adorno 1978: 141). No es
un propósito sencillo, ciertamente. Tuvo Guamán Poma conciencia de las
exigencias retóricas que le imponía un texto tan ambicioso. No se limita
a informar como hace la historiografía normalmente. Quiere producir un
efecto en el lector, persuadirlo, y, lo más importante, que el efecto beneficie
a la población andina sin traicionar al Rey ni atentar contra el cristianismo.
Y, el medio para conseguirlo, es la lengua española, su segunda lengua.
De la bibliografía extraigo los seis elementos más comentados e inter-
calo algunas observaciones que permiten apreciar el texto integralmente,
su complejidad y el lugar que le corresponde en la historia del español
americano:
Primero, a diferencia del Inca Garcilaso, Guamán Poma rara vez cita
los escritos que aprovecha. Hay sin embargo huellas de obras religioso-di-
dácticas españolas y misioneras y del pensamiento teológico jurídico desa-
Guamán Poma de Ayala: la historia de una variedad americana 199

rrollado por Francisco de Vitoria y sus colegas de Salamanca (cf. Adorno


1989: 86; Abbott 1996; Cárdenas 2001 y 2004)2.
Segundo, combina el modelo religioso de la guía de confesores, el del
sermón, la retórica jurídica, el informe administrativo tipo relación y un
nutrido repertorio de narraciones expresadas mediante la forma de testi-
monios y diálogos (cf. Poupeney 1996: 192; Garatea 2010 y 2014; López
Grigera 2001).
Tercero, debido al intento polémico del autor, el discurso religioso le
sirve más eficazmente que las crónicas de Indias como modelo de argumen-
tación por el efecto que tiene en el destinatario, sea a través de recursos y
estilos que buscan persuadir al receptor o propiciar una conducta, en oca-
siones, como era habitual, a través de la amenaza y el miedo (cf. Adorno
1989: 103 y sigs.; Quispe 2006)3.
Cuarto, el análisis textual revela que fray Bartolomé de Las Casas y
fray Luis de Granada están entre sus autores favoritos (cf. Adorno 1989:
85; Quispe 2004).
Quinto, la obsesión que expresa el texto por la legalidad burocrática
hace pensar que se trata de un indígena formado como escribano: intro-
duce petitorios, cita normas, ordenanzas, cartas privadas, cartas formales,
testamentos, licencias, «testigos de vista» y vocabulario del ámbito forense
(cf. López Baralt 1982: 479 y 1995; Cárdenas 1997 y 2001; Guerra 2003).
Sexto, en las ocasiones en que se dirige a los indígenas les pide —en
verdad, les ordena, como quien promulga una ley— que aprendan las ora-
ciones que escribe en quechua.
Quiero mostrar aquí un ejemplo del último punto: un pasaje claramente
prescriptivo, un conjunto de normas que fija los deberes de la población
indígena, y que parece escrito teniendo al edicto de modelo textual. Nótese,
por cierto, que el fragmento empieza con cada el día, forma por entonces
anticuada en la lengua general, proveniente del medieval cadaldía, aparen-

2
Adorno (1989: 109): «Mientras la historia es una ciencia cuyo fin es el conocimiento
del lector, la retórica tiene como objetivo la acción de los oyentes […]. De ahí podemos
ver por qué Guamán Poma eligió la retórica del sermón como método discursivo, sobre
todo en los prólogos; es el estilo por excelencia de la persuasión. Queda todavía ver la
relación de éstos con los capítulos que acompañan, y si la prosa de Guamán Poma forma
o no un sistema discursivo».
3
«La elección de la retórica eclesiástica se explica: primero, aprovecha la “primera
arma” del predicador: el valor persuasivo de la retórica de la amenaza; segundo, coordina
el principio de la doctrina cristina, articulado por fray Luis, y el programa de reforma
colonial propuesto por Las Casas» (Adorno 1989: 105).
200 Carlos Garatea

temente todavía plausible en el discurso jurídico. Primero ofrezco la —diga-


mos así— «norma» en español y luego la indicación en quechua sobre el
rezo del rosario; añado de inmediato la traducción al español y reproduzco
el facsímil para que se aprecie el ejemplo tal como lo encuentro en la obra:
Cada el día, aunque tenga grandes trauajos mayormente los yndios deste rreyno,
an de sauer en su lengua general de quichiua, a de rrezar primeramente a la
Santícima Trinidad medio rrozario que son:
Pichica chunga mita Muchaycuscayqui María, pichica Yayaycucta tucuychanqui.
Quimza Yayaycu, quinza Muchaycuscayqui Mariata, quimza Ynincanchictauan
rrezanqui… [cincuenta veces el Avemaría, y terminarás con el Padrenuestro cinco
veces. Debes rezar tres Padrenuestros, tres Avemarías, tres Credos…] (826/840).

La mención a la «lengua general», concepto difundido en los Andes


por el Tercer Concilio Limense (1582-1583), que promovió el quechua
cuzqueño como variedad de prestigio, y el uso de cada el día4, perseve-
rante en el discurso forense y empleado aquí en una prosa que carece de
interferencia de la lengua materna del autor, al lado de una instrucción
escrita en quechua, plantean, en pocas líneas, no solo el saber expresivo
y textual del autor sino los niveles de registros, las lenguas e, incluso, las
tradiciones, que interactúan, se sobreponen e intersectan para conformar
juntas el sentido general del texto. De ese modo, a mi juicio, se muestra la
formación de una variedad americana: un enrevesado y complejo proceso
en el que las unidades y tradiciones de la lengua española ocupan un nuevo
espacio, adaptándose y respondiendo a las necesidades comunicativas que
encuentran en el camino, en comunidades que poseen otras lenguas y cul-
turas. Todo redunda, claro está, en la habilidad y en la pericia discursiva

4
En la crónica coexiste cada el día, con cadaldía y cada día. Esta variación no fue
exclusiva del cronista, también está presente en la obra de Santa Cruz Pachacuti. Ambos
autores, en proporciones distintas, parecen registrar un proceso de cambio más extendido.
Este dato no deja de ser interesante porque señala la participación del español empleado
y conocido por indígenas bilingües en procesos generales de cambio. Me ocupé de las
formas referidas, de su presencia y sus contextos de aparición en textos escritos por indí-
genas bilingües en Garatea (2010: cap. 2). La presencia en tipos textuales provenientes del
mundo jurídico fue señalada por Eberenz (2000: 412).
Guamán Poma de Ayala: la historia de una variedad americana 201

de un indígena bilingüe del XVI: el autor del texto. Volveré luego sobre
este punto.
Hago un paréntesis porque no quiero dejar de referirme a otra huella
de la formación y de la cultura de Guamán Poma. Me refiero a la reflexión
que hace sobre el estilo: ¿por qué se detiene en el estilo? Y: ¿qué habrá
entendido por estilo, en su segunda lengua? Difícil saberlo. Tal vez simple-
mente trata de cumplir con un tópico habitual en sus lecturas castellanas. Lo
cierto es que, al empezar la crónica, asegura reproducir una carta fechada
en 1586, escrita por su padre y dirigida al Rey de España con la intención
de presentar al monarca el manuscrito y expresarle su beneplácito por con-
siderar que se trata —siempre según la supuesta carta del padre— de una
historia útil y veraz. Como si concediera una licencia de impresión, el padre
respalda al hijo ante la Autoridad, toma distancia de la fantasía y remite a la
confiabilidad de las fuentes: «rrelaciones y testigos de vista». La remisión
recuerda de inmediato a los procesos judiciales. Reproduzco las líneas del
pasaje que se refieren al estilo, las que acogen los formulismos de inicio
y fin propios de la tradición epistolar y las que refuerzan la veracidad de
la historia (5/5 a 7/7):
S[acra] C[atólica] R[eal] M[agestad]: Entre las cosas questa gran prouincia destos
rreynos a prosedido útiles y prouechosos al seruicio de Dios y de vuestra Mages-
tad, me a parecido hazer estima del engenio y curiucidad por la gran auilidad del
dicho mi hijo lexítimo, don Felipe Guaman Poma de Ayala […] por rrelaciones
y testigos de uista que se tomó de los quatro partes destos rreynos de los dichos
yndios muy biejos de edad de ciento y cincuenta años […]. Y que el estilo es
fázil y graue y sustancial y prouechoso a la santa fe católica y la dicha historia es
muy uerdadera como conbiene al supgeto y personas de quien trata […] a quinze
del mes de mayo de mil quinientos ochenta y ciete años.
S[acra] C[atólica] R[eal] M[agestad], bezo los rreales pies y manos a vuestra
Magestad, su umilde bazallo,
don Martín de Ayala (rúbrica).

Si la mención a los «testigos de vista» remite a un precepto, amplia-


mente usado en la tradición forense, otro es el origen de los adjetivos que
gradúan su idea sobre el estilo: «fazil y grave y sustancial y provechoso».
Desde Cicerón, el estilo que más conviene a la historia es el que asegura que
la prosa fluya armoniosamente. Debe ser también ameno para garantizar
su función pedagógica, que es a lo que tal vez alude el autor con los tér-
minos «sustancial» y «prouechoso» (Guerra 2003: 10). No hay que olvidar
las ideas de fray Luis de Granada en este contexto. Pero si la importancia
asignada aquí al estilo puede llevarnos a las lecturas castellanas del autor,
202 Carlos Garatea

el tema puede tener otra dirección que no hay que pasar por alto. En el
Virreinato existieron documentos —digamos— «oficiales» que promovie-
ron el «cuidado» en el modo de usar la lengua. Pienso, por ejemplo, en las
instrucciones retóricas, verdaderos razonamientos estilísticos, que contiene
el Proemio del Tercero catecismo y exposición de la doctrina cristina por
sermones para que los curas y otros ministros prediquen y enseñen a los
indios y a las demás personas, conforme a lo que se proveyó en el santo
concilio de la ciudad de lima de 1583, texto publicado en 1584, en Lima.
No tengo cómo afirmar que el texto cayó en manos de Guamán Poma, pero,
como tampoco puedo negarlo, me limito a citar la tercera indicación del
Proemio, en la que los adjetivos «fazil y grave y sustancial y provechoso»
parecen sintetizados; cito para decir que el interés por el estilo tuvo vigencia
en el ambiente intelectual que frecuentó el cronista a fines del siglo XVI:
Tercero aviso es del modo de proponer esta doctrina, y enseñar nuestra fe: que sea
llano, sencillo, claro y breve, quanto se compadezca con la claridad necesaria; y
así el estilo de Sermones, ò Plàticas para Indios se requiere ser facil, y humilde,
no alto, ni levantado. Las clausulas no muy largas, ni de rodeo. El lenguaje no
exquisito, ni términos afectados, y mas a modo de quien platica entre compañeros,
que de quien declama en teatros.

Dicho esto, creo que lo señalado demuestra la pertinencia de las ideas


reunidas en la cita inicial de Rivarola sobre las dimensiones inherentes a
la historia de la lengua: registros, estilos, contextos y conciencia de los
hablantes; lo visto también da la razón a Oesterreicher: la importancia del
espacio geográfico, del espacio comunicativo y de las tradiciones discur-
sivas. Como la crónica se sitúa en la segunda parte del siglo XVI, vale
decir, cuando el contacto con las lenguas andinas empezó a dejar huellas
en la escritura, los razonamientos de Rivarola y Oesterreicher ofrecen la
perspectiva necesaria para valorar integralmente el texto y reconocer que
la imagen del momento dista de ser homogénea y previsible. Por el con-
trario, la heterogeneidad es la norma; no el desorden ni la improvisación.
A mi juicio, esa heterogeneidad revela cómo en una variedad (si existe
algo así) no solo hay un sistema gramatical (en este caso, dos) sino que
hay también niveles y estratos de lengua (siempre más de uno), además
de un repertorio de tradiciones discursivas que el hablante (bilingüe o no)
emplea para comunicarse en función de contextos y propósitos inmediatos.
Nada de ello es secundario ni puede descartarse en el estudio del español
colonial. Al mismo tiempo, el texto confirma —vale la pena tenerlo pre-
sente— que el contacto es algo más problemático y denso que un contexto
Guamán Poma de Ayala: la historia de una variedad americana 203

limitado a unidades discretas que se encuentran en el espacio; la formación


de una variedad es un proceso imposible de someter a límites y fronteras
claros y absolutos. Su estudio requiere integrar dimensiones que teórica-
mente pueden diferenciarse, pero que en la práctica aparecen entrelazadas
y sobrepuestas; describirlo y, sobre todo, comprenderlo reclaman tener en
cuenta las dimensiones internas y externas que motivan la presencia (y la
ausencia) de unidades de lengua. Veamos por qué.
Hace unos años, la profesora Rosario Navarro Gala (2002 y 2003)
hizo un minucioso recuento gramatical de los fenómenos presentes en la
obra de Guamán Poma de Ayala que me libera de incidir en ellos5. Solo
mencionaré unos cuantos porque me ayudan a trazar el escenario de cruces
y proyecciones que acabo de mencionar. La prosa de Guamán Poma trae,
en los siguiente niveles, casos como:
1. Fonético-fonológico:
a) Alternancia vocálica: pricidente, dilicada, prenzeza; ubidencia,
ydúlatra, curiusedad.
b) Formas arcaicas y modernas: nengún / ningún, prencipales / prin-
cipales, defunto / difunto.
c) Panhispanismos:
Reforzamiento velar: guerfanos, guebos, guerta / aguelos.
Variación ortográfica (¿propia de un bilingüe?): hechiceros, hechese-
rias, hicheseros, hechesirías.
2. Morfológico:
a) Concordancia género y número: en sus pueblo; buen cristianos.
b) Concordancia de número sujeto y verbo: otros caualleros seguirá el
camino; ellos castiga.
c) clíticos: estando dormiendo lo come (la coca); le enterraron en la
yglesia mayor [a Topac Amaro Ynga]; no las quite gouernación [a
los indios].
d) Duplicaciones: por quererse hazerse más señor y rrey; se quiso
alsarse como se alsó.
3. Léxico:
a) Quechuismos: mitas, papa, quinua, chasqui.
b) Indigenismos no andinos: ají, chicha.
c) Efecto paródico: licensiasnos, proculadrones.

5
Para una caracterización general del español andino remito, entre otras, a las obras de
Cerrón Palomino, Escobar y Rivarola incluidas en la bibliografía final. Para otros asuntos
asociados a su registro escrito, puede consultarse Garatea (2011, 2013 y 2016).
204 Carlos Garatea

4. Fraseología: y se emborracha hasta caer de culo.


Estos —y otros muchos fenómenos— aparecen en nuestro autor. Junto
a ello, el lector puede reconocer que el autor, en ocasiones, opta por escri-
bir en quechua; por ejemplo, cuando menciona o traduce cantos, rezos o
cuando se dirige a un probable lector indígena:
Yaya Pacha Camac, uanazac yaya. Cay soncuypa yuyascanmi [«Padre creador
del mundo, voy a escarmentar. Padre, es la memoria de mi corazón»].

Otras veces, las interferencias son tan fuertes que sufre el sentido y la
coherencia del texto español:
Es como y de la manera que de como de los Colla Suyos (296/298).
Al que llura más, a ésa les enborracha y ueue más y toma más rración de carne
y de comidas. Y a la maystra del cantar y tener buena bos de llorar, ésa le caue
una pierna de carnero. Todo son borracheras (290/292).

En ocasiones, desaparecen las interferencias y Guamán Poma ofrece


una escritura cuya disposición y enunciación podría corresponder a un
monolingüe culto. En el siguiente ejemplo, formula una pregunta retórica,
típica del sermón, usada con propósitos pedagógicos:
Y ancí, Dios mío, ¿adónde estás? No me oyes para el rremedio de tus pobres,
que yo harto rremediado ando. Y ancí, ¿cómo an de ueuir casados y multiplicar
los yndios? (1103/1113).

Visto el conjunto, el resultado es que el texto contiene grados distintos


de competencia y ofrece un continuum entre las lenguas involucradas, es
decir, es posible reconocer niveles de solvencia idiomática que acercan los
ejemplos al español o al quechua o permanecen en una zona intermedia en
la que la interferencia es clara. Algo parecido debía suceder en la vida dia-
ria, en el ámbito del contacto oral, el más extenso y decisor en la formación
de la variedad andina: indígenas con grados desiguales de bilingüismo. No
resulta veraz pensar un contexto homogéneo, ni una situación de contacto en
el que toda la población participe del mismo modo o tenga el mismo grado de
exposición a la lengua extranjera. La diversidad resulta más verosímil y ella
no hace sino confirmar que, además de la diversidad de registros y tradicio-
nes que coincidieron en el tiempo y en el espacio, hubo niveles distintos de
competencia idiomática, tanto en la oralidad como en la escritura. Hoy no es
muy distinto. Su reconocimiento conlleva hacerse cargo del contexto y de las
condiciones comunicativas para definir el estatus de los hechos de lengua que
traen los textos. Lo que parece mostrar la crónica es un indígena cuya notable
Guamán Poma de Ayala: la historia de una variedad americana 205

competencia verbal le permite controlar y variar su discurso en función de las


exigencias que le impone el desarrollo y la progresión temática de la historia.
Hay momentos para usar un tipo textual; y, momentos para usar otro.
Si nos atenemos a la grafía, puede verse aquí el ejemplo que traía un
grado alto de interferencia:

Y en cambio, este es el de la pregunta retórica:

Parece tratarse de la misma letra. Es igual a la que trae el ejemplo que


sigue y en el que se ve cómo el paso de una lengua a otra es marcado con
un corchete. En el ejemplo, el corchete incluye la combinación el quien por
el que o por un simple quien, con sentido generalizador, frecuente en textos
que evocan situaciones recurrentes o dan normas de conducta, sirviéndose
de paralelismos sintácticos como éste (cf. Eberenz 2000: 331):

Que los yndios en este rreyno quando comensare a comer o a zenar en la plaza
pública o en sus casas, que diga estas oraciones en su lengua cantada: Santa
cruspa unanchanrayco, aucayconamanta quispichiuaycu, Dios apuyco [el quien
digere la dotrina… [yapaq churip…
[Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro]
(828/842).
Todo indica que Guamán Poma de Ayala tuvo clara conciencia de la
empresa que se propuso y un notable dominio de los medios textuales a su
disposición. A los ejemplos que llevan a esa conclusión, puede añadirse el
empleo del «diálogo»6, recurso pedagógico asentado en la tradición euro-

6
Para la dimensión historiográfica y verbal del diálogo, como tipo textual, remito
a los dos trabajos de Santiago del Rey Quesada señalados en la bibliografía; desde otra
perspectiva, para Guamán Poma, cf. Poupeney Hart (1996).
206 Carlos Garatea

pea; en ocasiones, el texto sigue el patrón de los interrogatorios judiciales,


apoyado en citas indirectas, pero, en otras, prefiere simular que reproduce
lo oído, evita la cita, y marca el cambio de turno con una breve línea hori-
zontal en el texto, como sucede en el pasaje citado a continuación, en el
que, por cierto, no hay rasgo quechua alguno ni huellas de interferencia
idiomática:
Señor don Alexandro Farfán, vuestra merced, ¿quántos mayordomos echa vuestra
merced en los yndios que tiene?
Señor, yo echo en el tributo un español mayordomo que él cobre […].
Y, señor, ¿cómo lo a de sustentar vuestra merced quatro españoles? […].
Señor, ya ellos sauen cómo an de biuir. Todos los pueblos le ciruen y gana
doblado (715/729).

Son muchas las veces que el autor cambia de una tradición discursiva
a otra, o que incorpora en su discursos unidades verbales de acuerdo a lo
esperable en el tipo de texto que emplea en su argumentación. Pero no solo
en el texto sino también en los dibujos:

COREÓN, HATVN CHASQVI [postillón principal], churo chasque [mensajero de


caracol] / perro de ayuda / ‘Despacho a su Magestad deste rreyno’. / en este rreyno
// hatun chaski / chitru chaski (811/825).

En este simpático dibujo, por ejemplo, tenemos un mensajero, un


chasqui, lo confirma el título quechua, acompañado de su perro; lleva
un cartelito en la mano izquierda en el que se lee «un despacho a su
magestad», conocidísima formula epistolar de la distancia comunicativa,
obviamente impuesta en el Virreinato peruano, que responde a relaciones
y jerarquías sociales y administrativas ajenas a la historia andina, pero
que, en este dibujo, si bien mantiene la funcionalidad señalada, es usada
Guamán Poma de Ayala: la historia de una variedad americana 207

en otro contexto cultural y para referir a una estructura administrativa


diferente.
Por otra parte, ya he mencionado la importancia del discurso jurídico y
del sermón. El caso que quiero citar es el de unas inverosímiles ordenanzas
que el autor atribuye a los incas. No solo es fácil de reconocer su estructura,
en disposición, marcadores y el modo imperativo del verbo principal, sino
que adicionalmente Guamán Poma hace de intermediario entre el mundo
español y el incaico traduciendo al quechua los cargos coloniales que men-
ciona en las ordenanzas. Visto desde otro ángulo, se puede decir que adopta
lengua, discurso y tradiciones discursivas europeas para dar cuenta de un
pasado incaico que nunca existió. Cito:

que ayga escriuano público de cada pueblo». A éstos les llamaron llactapi qui-
pococ camachicoccuna, mandoncillosa. «Yten: Mandamos que ayga escriuano
rreal o nombrado». A éstos les llamauan caroman cachasca quipococ [contador
enviado lejos], Pabri ynga. «Yten: Mandamos que ayga contadores mayores». A
éstos les llamauan Tawantin Suyo hucho tasa yma hayca uata quillatauan quipo-
coc yupacoc, curaca churicona.

Páginas atrás, cité una carta ficticia —digamos, formal—, dirigida


al Rey. He aquí otra, pero esta vez con voseo. Se trata de una supuesta
carta dirigida por el padre Antón Fernández de Peralta a un indio cristiano,
recriminándole su desempeño como curaca. Reproduzco las líneas que me
permiten insistir en el cambio de estilo y añado un breve fragmento para
atestiguar la intencional aparición del voseo:
La carta que le escriuió a don Juan Capcha al pueblo de Uruysa el dicho padre
Antón Fernandes de Peralta, padre de Lara Mate, dize ací:
Hijo:
Espantado estoy que un curaca tan honrrado como bos aya hecho una cosa tan
mal hecha como huyros y hazer capítulos de mentiras contra buestro padre. Fuera
208 Carlos Garatea

desto, de huyr bos de aquí cienpre que bengo a este pueblicillo de quatro yndios
que tenéys mayormente, no os haziendo yo la menor cosa del mundo y querién-
doos como a mi hijo, beníos luego cin que ayáys otra cosa que yo [o]s prometo
como hombre de bien de rregalaros y seruiros y no hazer mal nenguna […].
Buestro padre,
Antón Fernandes de Peralta (779/793).

Cabe decir que el autor introduce voseo en pasajes muy concretos: en


los prólogos, prácticamente en todos, y en citas —directas o no— en las
que el emisor es un sacerdote o una autoridad colonial, es decir, alguien
que representa al poder. Este dibujo lo muestra aún mejor. Representa el
diálogo de un indio, un cacique, con un corregidor, a quien el indígena lleva
unos obsequios en señal de tributo. El indio habla en quechua; el corregidor
responde en español y vosea:

«Cayllata señor corregidor ricuchicomuyqui. Chasquipullauay» [«Señor corregi-


dor, he venido a mostrarle esto. Por favor, recíbalo»]. / «¿Por qué no trays buenas
gallinas y capones y carneros a buestro corregidor? Bos me lo pagarés por éstas».
/ en este rreyno (790/804).

También al campo de las formas de tratamiento corresponde el pro-


ceso que, primero, Rosenblat (1964) y, luego, Lope Blanch (2003) califi-
caron de «hidalguización». De acuerdo con ellos, los colonos que tomaron
posesión de las tierras americanas tuvieron un particular interés en ser
reconocidos socialmente. Sabemos que no es algo exclusivo de la época.
Pero, por entonces, en cuanto obtuvieron tierras y esclavos, se sintie-
ron merecedores de un tratamiento que diera cuenta del nuevo estatus.
Proliferaron el uso de don y doña antepuesto a los nombres. Rosenblat
lo definió como un proceso de nivelación igualadora hacia arriba. Hay
innumerables ejemplos que confirman la hipótesis de Rosenblat y que
Guamán Poma de Ayala: la historia de una variedad americana 209

dan luces sobre las variables sociolingüísticas que llevaron las formas
verbales en esa dirección. A Guamán Poma no le fue ajeno el proceso.
Sus referencias demuestran que percibió el fenómeno y que, además, tuvo
elementos suficientes para discernir en torno a la pertinencia de las citadas
formas de tratamiento cuando recaían en mestizos que hacían lo posible
por ascender socialmente y por ser reconocidos como don Fulano de tal.
Dicho de otra manera: no se trata ahora de colonos, sino de indígenas que,
en el siglo XVI, se nombran a sí mismos mediante las formas españolas
que proliferaban entre los recién llegados. Con ellas, los indígenas quieren
cambiar de estatus y tener mayores posibilidades de ganar privilegios en la
administración colonial. Es el mundo indígena apropiándose del universo
simbólico adscrito a unidades verbales españolas. El autor es consciente
del abuso en el empleo y da cuenta de ello mediante juicios y ejemplos
como los siguientes.
En este primero describe las condiciones para merecer el uso de don:
Y ancí en esta uida, las dichas pulperas y mesoneras, panaderas se llaman
doña Fulanas y los figones y rrufianes, ladrones, salteadores, borrachos, judíos,
moros, picheros se llaman don Fulano. Para llamarse don, a de ser cristiano
biejo y caballero y de buena sangre, que tenga título para ello de su Magestad
(788/802).

En este segundo se ocupa de la pérdida del privilegio. Lo hace mediante


una sintaxis más quebrada que la del ejemplo anterior e incluye esos inme-
recidos usos entre los testimonios de que el «Mundo está al revés»:
ay muchos «don» y «doña» de yndio bajo mitayo. ¡Qué buen don Juan Mundo-al-
rreués conbida al borracho! Tanbién será otro borracho él como ellos, deshonrra
de su mesa del padre en este rreyno (604/618).
está el mundo al rreués: yndio mitayo se llama don Juan y la mitaya doña Juana
en este rreyno (762/778).

Cito dos casos más en los que los indios e indias principales merecen
la forma honorífica, pero la pierden si se casan con alguien que no tiene el
mismo estatus. Son dos ejemplos que claramente retratan un pequeñísimo
aspecto del contexto inmediato y de las relaciones estamentales de la época
entre los indios peruanos7:

7
Cabe mencionar que las diferencias aludidas se ven retratadas en los dibujos que
acompañan los pasajes citados mediante el tipo de vestimenta o las exageraciones que
incluye cada retrato.
210 Carlos Garatea

Es que la muger, hija lexítima o natural uastarda, doña Francisca, doña Juana, ci
se casa con yndio mitayo o esclabo, es ella esclaba y mitaya (788/802).
Éstas son allicac curaca guarmi. A de tener todas las honrras y priminencias
dichas ellas y sus hijas y ermanas. Ci no se casan con gente baxa y se se casa
con su ygual merese toda la doña […] (760/774).

Termino. Difícil desligarse del contexto, de la creatividad y de la com-


petencia cuando exploramos los primeros años del español americano; me
parece imprescindible considerar esas magnitudes cuando de por medio hay
un intenso contacto de lenguas, como el que se dio y se da en el Perú. La
historia del español peruano está en ese tejido de modelos, innovaciones y
silencios. Es cierto que, en toda lengua, los niveles universal, histórico y
particular pueden ser analizados de manera independiente y abstracta. Pero
se trata de una abstracción, un artificio. Lo que traen los documentos son
intersecciones y confluencias, siempre de acuerdo con las necesidades y
propósitos expresivos de los usuarios, sean o no bilingües. Creo que debe-
mos hacer lo posible por contar con toda esa arquitectura cuando analiza-
mos la historia del español americano. Su olvido está muchas veces detrás
de posiciones indigenistas e hispanistas que resultan incapaces de ver el
maridaje de nuestra lengua con otras lenguas y culturas en América o de
reconocer la creatividad y la competencia de millones de indígenas que
adoptaron el español y lo encauzaron en otro espacio social y geográfico.
Por lo general, esa ceguera alienta exasperantes posiciones ideológicas.
La crónica de Guamán Poma tiene la virtud de mostrarnos los distintos
planos de la realidad verbal. Fue también mérito de Cervantes, por cierto.
Don Quijote es una singular y notable muestra de variedades y recursos
lingüísticos que perfilan las locuras y el sufrimiento del ilustre caballero
andante. Sin sugerir comparación alguna, Guamán Poma hace lo mismo
pero al otro lado del mar, en los Andes, con otro mundo. Pienso que el
cronista nos pone así ante la necesidad de recuperar los contextos. No como
recurso declarativo que enumera elementos y variables que se mantienen
fuera del discurso, sino como dimensiones que se integran en el texto y
definen su función, su pertinencia y su calidad. Muchas veces hablé sobre
esa necesidad con José Luis Rivarola y Wulf Oesterreicher. Ambos fueron
lúcidos representantes de una lingüística integral, de base filológica y, por
ende, textual. Los dos tuvieron clara conciencia sobre la determinación de
los entornos en los usos de una lengua. Este trabajo es apenas una modesta
invitación a continuar en esa perspectiva.
Guamán Poma de Ayala: la historia de una variedad americana 211

Bibliografía
Abbott, Don Paul (1996): Rhetoric in the New World. Rhetorical Theory and
Practice in Colonial Spanish America, Columbia, University of South
Carolina.
Adorno, Rolena (1978): «Las otras fuentes de Guamán Poma: sus lecturas caste-
llanas», Histórica 2/2, 137-158.
— (1980): «Redacción y enmendación del autógrafo», en Guamán Poma (1980
[1615]), Nueva corónica y buen gobierno. Edición crítica de John V. Murra y
Rolena Adorno, México, Siglo XXI, XXXII-XLV.
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Variación diatópica y etimología en
léxico del Siglo de Oro∗

José R. Morala Rodríguez


Universidad de León

Resumen. Este trabajo se centra en la importancia de las fuentes notariales para el


estudio de la lengua del Siglo de Oro. Concretamente, las referidas a los diversos
tipos de relaciones de bienes, con una variada representación del léxico de la vida
cotidiana en la época. Si añadimos el hecho de que los documentos notariales
regularmente están datados y localizados, el resultado es un material especial-
mente rico para el estudio de la variación diatópica del léxico. En este caso, a
partir del corpus CorLexIn, hacemos un recorrido por la representación de voces
orientales como vánova o cerraja, de otras como llares, con las implicaciones
que tiene la distribución antigua para su explicación etimológica, o de un grupo
de derivados de fraile (frailesco, fraileño, frailengo, frailego, frailar) y el reparto
geográfico que presentan estos sinónimos.
Palabras clave. Corpus lingüísticos, historia de la lengua española, léxico, varia-
ción diatópica, Siglo de Oro.

Abstract. This essay focuses on the importance of notarial sources for the study
of the Spanish language in the Golden Age, specifically those concerned with
different types of property inventories, which contain extensive lexical evidence
of that period’s daily life. The fact that notarial records have been dated and
located regularly enhances these materials’ interest for the study of diatopic lexical
variation. We have drawn our data from CorLexIn, in order to trace originally
Eastern words like vanova or cerraja plus others like llares, incorporating their
distribution in old times in order to explain their etymologies. Attention has also
been paid to a group of derivatives of fraile (frailesco, fraileño, frailengo, frai-
lego, frailar) and their geographical distribution.
Keywords. Linguistic corpora, history of the spanish language, diatopic variation,
golden age, lexicon.

* Para la realización de este trabajo se ha contado con la financiación del Ministerio


de Economía y Competitividad al proyecto con número de referencia FFI2012-31884.
216 José R. Morala Rodríguez

1. El Corpus CorLexIn
Con el propósito de disponer de fuentes diferentes a las convencio-
nales para la época del Siglo de Oro, un grupo de investigadores de las
universidades de León, Burgos y Oviedo llevamos ya unos años trabajando
en un corpus realizado a partir de un determinado tipo de documentación
notarial. Los documentos seleccionados son únicamente aquellos textos
que caben bajo el título genérico de relaciones de bienes y que presentan,
por tanto, una gran riqueza léxica: inventarios, tasaciones, cartas de arras,
partijas, testamentos, etc. en los que el objetivo jurídico es la descripción
detallada de los bienes de una persona o institución. El corpus documental,
que puede considerarse homogéneo en cuanto a la tipología de los textos
y con escasa variación diacrónica pues se centra mayoritariamente en el
siglo XVII con una menor aportación del XVI, se ha diseñado para tratar
de acoger la variación diatópica que presenta el castellano de la época,
atendiendo muy especialmente al léxico, con una información que, en cierto
modo y salvando las distancias, se asemeja a la que para el siglo XX nos
proporcionan los atlas lingüísticos con los que la comparación es inevitable.
El resultado de este proceso es el Corpus Léxico de Inventarios (Cor-
LexIn), de consulta abierta en la web1 del Nuevo Diccionario Histórico,
que en este momento supera ya el millón de palabras transcritas a partir
de documentos procedentes de archivos generales, provinciales y locales
de todo el ámbito hispánico, tanto español como americano, aunque el
trabajo está más avanzado en el área peninsular, que es en la que aquí me
voy a centrar. El corpus no está cerrado y seguimos incorporando nuevos
documentos por lo que cualquier conclusión que se extraiga siempre estará
sujeta a revisión en la medida en que aumenten los datos manejados. No
obstante, tanto el millón de palabras disponible en este momento como
otros muchos textos que han sido leídos parcialmente, aunque no se hayan
incorporado al corpus transcrito, conforman una muestra suficientemente
sólida como para comprobar la aportación novedosa que un fondo docu-
mental limitado como este puede hacer a otros corpus mucho más amplios
y generales como son el CORDE o el CDH.
Como hemos puesto de manifiesto ya en diversas ocasiones (Morala
2012b y 2014a), los materiales reunidos documentan tanto innovaciones

1
La consulta del corpus en línea puede hacerse en la web del NDHE <www.frl.es>.
La información relativa al proyecto, con indicación de los trabajos desarrollados, archivos
visitados, legajos vaciados, un índice de voces estudiadas y la versión en línea de los
trabajos publicados, puede verse en <http://corlexin.unileon.es/>.
Variación diatópica y etimología en léxico del Siglo de Oro 217

léxicas como arcaísmos que en el registro literario han podido ya desa-


parecer, voces patrimoniales que, en el mejor de los casos, se registran
en los diccionarios —cuando lo hacen— pero que no aparecen en cor-
pus convencionales y, sobre todo, son capaces de reflejar con bastante
detalle la variación diatópica del léxico en el siglo XVII. En definitiva, el
CorLexIn se ha mostrado como un corpus específico que puede contri-
buir a la lexicografía y dialectología históricas con un material original y
valioso, especialmente en todo lo relativo al léxico de la vida cotidiana y
a la variación diatópica de la lengua en el pasado.

2. Variación diatópica
Es justamente esta posibilidad que nos ofrece la documentación nota-
rial, no solo de datar cronológicamente, sino también de localizar geográfi-
camente los textos reunidos, lo que le da un valor añadido al corpus sobre
el que trabajamos. Por esta vía, es posible determinar con un cierto grado
de precisión el ámbito de uso que una palabra tiene en la lengua cotidiana
dentro de esta fase histórica del castellano. Una localización que no siempre
coincide con la que nos dan los repertorios léxicos y atlas lingüísticos actua-
les y que puede contribuir a fijar mejor distintos aspectos de la lexicografía
diacrónica. Veamos ahora dos palabras, vánova y cerraja, cuyo ámbito de
uso histórico presenta alguna particularidad reseñable.
2.1. Vánova
Vánova figura en el DRAE con esta grafía desde finales del siglo XIX
(1884), siempre como voz propia de Aragón y con el sentido de ‘colcha
o cubierta de cama’. Anteriormente, lo hizo bajo la grafía bánova, que se
registra ya en Autoridades, donde se indica que «es voz usada en Aragón
y tomada del catalán». En la edición de 2001 pasó a identificarse única-
mente como voz de Huesca y con la marca de «rural». En el DECH (s.
v. vánova) se identifica como voz aragonesa, compartiendo área de uso
con el occitano y el catalán, y se aportan ejemplos de textos medievales.
Mucho más por extenso trata el propio Corominas en el DECat esta voz,
que explica como resultado del latín tardío GALNĂPE ‘manta’ (DECat,
s. v. vànova).
En nuestro corpus, es un término que aparece en los inventarios del
ajuar doméstico con relativa frecuencia. Lo más interesante es que los datos
del CorLexIn dibujan en el siglo XVII un área de uso más amplia, no ya solo
la correspondiente a la provincia de Huesca, sino que sobrepasa también
los límites de Aragón. Hay, como cabría esperar, ejemplos en inventarios
aragoneses:
218 José R. Morala Rodríguez

(1) vna bánoua de cáñamo […] vna bánoua de cáñamo […] vna bánoua
(Huesca, 1654).
(2) dos bánobas, quatro delantecamas, diez mantas (Quicena, Hu-1656).
(3) dos colchones, dos mantas y vna bánuba (Calatayud, Z-1641).

No obstante, por el oeste, estos se extienden también por la ribera


navarra del Ebro, alcanzando incluso hasta Alfaro, en La Rioja, y, hacia el
sur, aparecen igualmente ejemplos en las áreas de Almansa (Morala 2012a:
318-319) y Villena, ambas en el límite entre Albacete y Alicante2:
(4) vna bánoba colchada de algodón (Tudela, Na-1641).
(5) vna bánoba de cáñamo, piñonada, empeñada en doze reales (Tudela,
Na-1641).
(6) una bánoba de cotonina3 con su guarnición (Cortes, Na-1644).
(7) dos sábanas y vna almoada; vna manta blanca; vna bánoba (Buñuel,
Na-1645).
(8) vna bánuba de cotonía nueba con su flocadura (Arnedo, LR-1639).
(9) una banoba blanca de labores (Almansa, Ab-1640).
(10) una banoba frisada con randa a el redor (Almansa, Ab-1651).
(11) vna bánoba blanca, noventa reales (Sax, A-1636).
(12) vna bánoba confitada en setenta y siete reales (Sax, A-1639).
(13) vna vanua y un paramento en duçientos reales (Sax, A-1639).

Además de la variante con cierre de la vocal átona /o/ en /u/, bánuva,


que se registra en los ejemplos de Calatayud y Arnedo —un fenómeno
ampliamente extendido en la documentación de la época (Morala 2012c:
557-558)—, la variante vanua documentada en Sax presenta pérdida de
/-b-/, una forma que quizá haya que relacionar directamente con el catalán,
dominio en el que, en los textos históricos, se prefiere vanua a vànova
(DECat, s. v. vànova). No obstante, la pérdida de /-b-/ en determinados
contextos en los que aparece junto a la vocal /u/ es frecuente en algunas

2
Como es fácil de entender, no es posible determinar si este islote de vánova situado
al sur es de origen aragonés o catalán, dada la coincidencia de uso de vánova en ambos
dominios. Una explicación similar tendrá otro ejemplo localizado en una carta de dote de
Vera (Almería) de 1540 en la que se registra «una vánova» (Vivancos 2013: 346).
3
Esta forma cotonina —coincidente con el catalán— es una variante léxica que tam-
bién ha de marcarse diatópicamente como oriental, pues aparece en textos de Teruel, la
ribera navarra o Almansa, en Albacete, en un área que coincide con la de vánova: «vara
y media de manteles de cotonina listados» (Tortajada, Te-1641), «once baras y media de
cotonina estrecha» (Tudela, Na-1641), «vn bestidico de cotonina» (Almansa, Ab-1640). La
forma castellana cotonía, voz de origen árabe y bien representada en el resto del corpus,
se define en el DRAE como ‘tela blanca de algodón labrada comúnmente de cordoncillo’,
mientras que cotonina es «tela gruixuda i llistada de cotó» en el DIEC.
Variación diatópica y etimología en léxico del Siglo de Oro 219

voces4 y, para el caso de vánova, está documentado también en Aragón


tanto en textos medievales como en recopilaciones dialectales modernas
(DECH, s. v. vánova).

Figura 1. Distribución de vánova.

2.2. Cerraja / cerradura


El DRAE da cerraja sin ningún tipo de notación remitiendo, sin más, a
cerradura. En el DECH (s. v. cerrar) se dice que esta voz, procedente del
bajo latín SERRACŬLUM5, figura ya en Berceo y es frecuente en el periodo
medieval y clásico, pero que hoy resulta anticuada o dialectal, dando a
continuación algunos ejemplos en aragonés.
No entro en la distribución que este término pudo tener en la etapa
medieval, pero los datos procedentes de los inventarios con los que conta-
mos dibujan para el Siglo de Oro una zona de uso bien delimitada que se
circunscribe al ambito oriental del castellano norteño, además de al área
aragonesa6. Citado generalmente como parte de arcas, cofres o baúles y,

4
En los inventarios del XVII, por ejemplo, está relativamente extendida la variante
taurete en vez de taburete.
5
Pese a su parecido formal y funcional, cerraja nada tiene que ver etimológicamente
con cerrojo, alteración de berrojo por influjo de cerrar, resultado del latín vulgar *verrŭ-
cŭlu (DECH, s. v. cerrojo).
6
Una muestra más de las isoglosas internas del castellano analizadas por Fernández
Ordóñez, quien señala que, además de contar con un eje central, con frecuencia el cas-
tellano opta en el lado oriental por soluciones comunes con Navarra y Aragón, mientras
que en las provincias occidentales coincide con las del antiguo Reino de León (Fernández
Ordóñez 2011: 32-60).
220 José R. Morala Rodríguez

en menor medida, de armas de fuego, el término aparece regularmente en


Aragón, extendiéndose, al igual que ocurría en el caso anterior, a Navarra:
(14) una pistola con sus cerraxas (Barbastro, Hu-1654).
(15) dos pilas de tener aceyte […] la una de ellas con su cerraja y llaue; una
arca de pino, vieja, con su cerraja (Ayerbe, Hu-1614).
(16) tres arcas de pino con sus cerrajas y llaues (Cuarte, Hu-1653).
(17) una arca de pino uieja sin cerraja ni llabe […] un cofre de quero, viejo,
sin cerraja ni llabe […] vna arca de pino grande con su çarraga y llabe
(Sobradiel, Z-1614)7.
(18) otra arca bieja sin cerraja ni llaue; una arca de nogal con su cerraja y llaue
(Teruel, 1652).
(19) vn calderico de pastor bueno; vna çerraja (Villalba Baja, Te-1641).
(20) una cerraja con su llabe (La Puebla de Valverde, Te-1612).
(21) tres arcas muy biejas sin çerrajas, ni llabes […] vna conporta de tener pan
con su cerraja y llabe (Tafalla, Na-1641).
(22) otra arca, con su cerraja y llaue […] otra arca, con su cerraja y llaue […]
vna arca de pino con su cerraja y llaue (Tudela, Na-1641).
(23) una arca con su cerraja y llabe […] un arca grande con su cerraja y llabe
(Cortes, Na 1645).
(24) tres arcas con sus çerrajas y llaues (Tudela, Na-1645).
(25) cinco arcas de pino, quatro de pino con sus llabes y cerrajas (Eslava,
Na-1631).
Sin embargo, frente a lo que hemos visto para vánova, que —por su área
de expansión— puede considerarse como un aragonesismo claro, en este caso
nos encontramos con una voz que ocupa regularmente una zona del castellano
norteño en su franja oriental. Cerraja se usa, con mayor o menor presencia
de su correspondiente sinónimo cerradura —con el que en ocasiones con-
curre en el mismo documento—, en el oriente de Cantabria y de Burgos, en
documentación del País Vasco y, de forma más regular, en La Rioja o Soria:
(26) tres puerteçuelas con sus çerrajas (Oñate, SS-1617).
(27) nuebe cajas de madera […] las seis con sus cerrajas y llaves (Berástegui,
SS-1676).
(28) tres arcas grandes, biejas, con sus cerrajas y llaues (Vitoria, 1638).
(29) una caxa pequeña de robre debaxo con su çerraja y llaue y bisagras […]
las dichas caxas y bancos con sus cerraxas y llaues y bisagras (Vicuña,
Vi-1640).
(30) dos arquillas con sus cerrajas y la una con su llaue (Ruerrero, Campoo,
S-1660).
(31) dos arcamesas con sus çerraxas y llabe […] dos arcas de robre, la una con
su çerraxa (Villar, Soba, S-1619).

7
En este caso, con asimilación de /e/ hacia /a/.
Variación diatópica y etimología en léxico del Siglo de Oro 221

(32) vna arca de pino sin çerradura ni llabe; vn cofre con vna cerraxa, sin llabe
(Puentedura (Covarrubias), Bu-1655).
(33) una zerraxa viexa […] otras dos zerraxas, viexas, sin llaues […] otra arca
[…] sin zerraduras (Hacinas, Bu-1681).
(34) vna arca de pino vieja, con su çerraja e llabe […] vna arca de robre vieja,
con su llave e çerraja […] vna arca de aya de las de Castrobiejo, con su
çerraja e llave (Navarrete, LR-1545).
(35) vna arca de pino con su çerraja (Alfaro, LR-1646).
(36) otra harca de pino biexa, sin zerraxa (Santo Domingo de la Calzada,
LR-1626).
(37) tres arcas de madera biexa, la una sin cerraxa (Soria, 1637).
(38) un arcabuz con su zerraja (Zárabes, So-1638).
(39) un arcaz de pino biexo con su zerraja (Noviercas, So-1653).

Fuera del área indicada carecemos de ejemplos en la zona central y


occidental del castellano de la meseta norte, donde se usa regularmente
cerradura (Palencia, Valladolid, Ávila o Segovia, además del occidente de
Burgos y de Cantabria). Igualmente, en la mitad sur, frente a la forma general
cerradura, cerraja solo se registra en algún punto aislado en la documenta-
ción de Cuenca y de Almería, una distribución que, para esta área meridional,
recuerda la de algunos aragonesismos, como la que hemos visto en el caso
de vánova: «dos zerrojos pequeños y vna zerraja» (Cuenca, 1690), «vna
cerraja nueva grande con su llave y pie de cabra» (Almería, 1659).

Figura 2. Distribución de cerraja ‘cerradura’.

En consecuencia, puede decirse que en el siglo XVII estamos ante una


voz aragonesa pero también castellana, aunque sea únicamente como voz
222 José R. Morala Rodríguez

regional y no de ámbito general. Teniendo en cuenta que cerraja ‘cerradura’


es un término registrado ya por Nebrija, que en Autoridades se ejemplifica
con un texto de Quevedo y que en el CORDE8 figuran un buen número de
ejemplos —aunque la mayoría corresponden a su homónimo cerraja ‘ver-
dura’— la conclusión que se puede extraer es que, al menos en el registro
popular, esta voz presenta ya en el siglo XVII un claro declive —si es que
realmente fue general antes— y su ámbito de uso se ciñe únicamente a una
zona del castellano nororiental.

3. Variación diatópica y etimología: llares


La variación diatópica es uno de los recursos de los que habitualmente
echa mano la lexicografía histórica para explicar la evolución del léxico.
La posibilidad de fijar los distintos tipos de variantes, no ya de la época
actual, sino la que refleja la documentación en el pasado, es uno de los
argumentos más utilizados para formular hipótesis sobre la etimología de
tal o cual palabra.
En este sentido, un corpus como el CorLexIn, en cuyos textos se regis-
tran regularmente los bienes materiales de una persona o institución y para
el que disponemos de un casi inabarcable número de documentos, por lo
general perfectamente localizados en el tiempo y el espacio, supone una
buena oportunidad para hacer un estudio diatópico del léxico en una deter-
minada etapa de la lengua. Vamos a detenernos en un ejemplo ilustrativo
de la necesidad que tiene el filólogo de conjugar criterios diatópicos y
diacrónicos para explicar la evolución del léxico. Me refiero a llares. Para
unos, es necesario recurrir al leonés para explicar la forma a la que llega,
mientras que, para otros, puede interpretarse desde el propio castellano.
Lo que me interesa, más que entrar en la discusión etimológica de este
vocablo, es fijar la distribución geográfica de la palabra en este estadio
histórico de la lengua y, en la medida en que esto lo facilite, aportar mate-
riales que permitan confirmar o desechar algunas de las hipótesis manejadas
sobre su evolución histórica.

8
Cerraja o cerraxa aparecen en el CORDE con un abundante número de ejemplos,
si bien muchos de ellos remiten a libros medicinales que usan una forma homónima refe-
rida a una verdura comestible o a la expresión «agua de cerrajas», ambos recogidos en el
DRAE. En cualquier caso, aparece en algunos inventarios —no siempre suficientemente
localizados—, pero también en autores clásicos como Góngora, Quevedo o Ruiz de Alar-
cón, aunque en este caso habría de tenerse en cuenta la influencia que pudo tener el que
figurara en un diccionario como el de Nebrija. No deja de ser significativo que Covarrubias
no la registre.
Variación diatópica y etimología en léxico del Siglo de Oro 223

El DRAE recoge la voz llar desde la edición de 1884 y solo a partir de


la edición de 1956 separa sus acepciones en dos entradas diferenciadas:
una, en plural y sin marca dialectal, con el sentido de ‘cadena de hierro
para colgar la caldera sobre el fuego’, y otra en singular y circunscrita a
Asturias y Cantabria, con el sentido de ‘fogón, lar’. La acepción que aquí
nos interesa es la primera de las mencionadas, regularmente usada en plural.
Ambos resultados, aunque tengan el mismo origen, son dos términos distin-
tos. Con la acepción que aquí interesa llares aparece ya en Nebrija y, en el
CORDE y en el CDH, hay ocurrencias en inventarios notariales pero también
en autores como Juan del Encina, Lucas Fernández e, incluso, Calderón.
No creo que haya muchas voces a las que se les dedique tanto espacio
en el DECH. Si en la primera edición la entrada contaba con una extensión
convencional, en la segunda, Corominas y Pascual dedican una larga exposi-
ción para rebatir los argumentos expuestos por García de Diego (DEEH, s. v.
olla)9 en contra de su idea inicial de que llares, con el sentido de ‘cadena’,
arraigó en Asturias y en Salamanca y de ahí se propagó a otros lugares más
alejados, lo que explicaría la palatalización de /l-/ a partir del étimo latino
lar, es decir, explican el término castellano a través del leonés. Entre otros
argumentos, Corominas usa el de la geografía lingüística: «los llares o cade-
nas del hogar son un enser propio del Norte de España, y aunque se emplee
en partes del Centro y aún algún punto del Sur, de una manera general es
ajeno a la casa andaluza y del mediodía español» (DECH, s. v. lar). Por su
parte, Fernández-Ordóñez la considera palabra castellana, añadiendo que «no
parece probado el origen asturleonés» (Fernández-Ordóñez 2011: 30, n. 26).
No entro en el resto de argumentos usados en una y otra hipótesis,
pero como ambos recurren a la distribución geográfica del término creo
que puede ser interesante ver cómo aparece nombrado este objeto en los
inventarios del siglo XVII y qué distribución presenta.
3.1. Variantes formales en el corpus
Llares, en plural, es la forma más extendida en el CorLexIn, pero hay
algunas variantes formales de ámbito local que resultan de interés y que
paso a enumerar. En Navarra10 se presenta bajo la forma lar / lares, admi-

9
García de Diego (DEEH, s. v. olla) propone un derivado de olla, ollar, que luego
por aféresis perdería la vocal inicial para dar llar y llama la atención sobre la inexistencia
de llar ‘cadena’ justamente en las zonas donde la palatalización de /l-/ es una evolución
regular, es decir, el área asturleonesa.
10
La situación actual que refleja el ALEANR (mapa 1488) para Navarra es muy
similar: la forma mayoritaria es lar, si bien con frecuencia la /l-/ se ha aglutinado con la
del artículo precedente.
224 José R. Morala Rodríguez

tiendo tanto singular como plural, alternando femenino y masculino y con


mantenimiento de /l-/ inicial sin palatalizar: «vnos morillos de yerro para la
lunbre y vna lar tanvién de yerro» (Tafalla, Na-1641), «unos lares y unas
truébedes» (Pamplona, Na-1640), «vnos lares del fuego pendientes en la
chimenea» (Eslava, Na-1631).
La misma forma aparece ocasionalmente en un legajo de Zamora, si bien
en este caso, dado que lo habitual es llares —que figura incluso en el mismo
documento—, se tratará de un fenómeno de ultracorrección por el que el
amanuense trata de evitar la palatalización de /l-/ que consideraría dialectal11:
«un candil y unas lares […] vn candado, dos llares y vna texuguera» (Tábara,
Za-1688), «vnas lares en quatro reales» (Ferreras de Arriba, Za-1690).
Por su parte, en la comarca de Salas de los Infantes, al este de Burgos,
aparece regularmente la forma en singular, llar. Finalmente en Valdeón, en
el ángulo nororiental de León, alternan las variantes llares y llarias:
(40) una llar de cozina, de yerro (Hacinas, Bu-1681).
(41) una llar y morillos […] una llar de cozina, de yerro (Carazo, Bu-1680).
(42) unas llares de hierro (Soto de Valdeón, Le-1649).
(43) unas llarias de hierro (Soto de Valdeón, Le-1647).
(44) un arca y dos escaños, una mesa, unas llarias de hierro (Caldevilla, Le-1645).
(45) un badil y dos cuchares y unas llares de hierro (Caldevilla, Le-1649).

Para el resto de los ejemplos localizados, la forma que se registra de


modo invariable es llares, regularmente usada en plural, con la única sal-
vedad de que, frente a la forma mayoritaria en femenino, hay zonas en las
que se usa en masculino. Tal ocurre en Cantabria12, donde es forma única
en la documentación disponible. También aparecen ejemplos en masculino
en el norte de Palencia y de Burgos y en La Rioja y, de forma más dispersa,
por el resto del territorio13:

11
El cambio para este mismo fenómeno se muestra igualmente en la documentación
de Zamora con los términos dialectales referidos al terreno llama y llamera, generalmente
con esta forma, pero que, en ocasiones, se escriben también como lama o lamera: «otra
tierra, digo llamera […] linda con llameras de […] otra lama más auajo […] linderos,
lamas de […] una tierra con su llamera […] otra llamera con su tierra […] la lama, de un
carro de yerua» (Ferreruela de Tábara, Za-1688).
12
Pese a que la variante que sistemáticamente aparece en Cantabria es llares, en
masculino, el ALECant (mapa 726) recoge una mayor variedad léxica y, respecto a llares,
figura tanto llares como llar, además de otras variantes minoritarias.
13
Llares en masculino se documenta de forma aislada, por ejemplo, en Toledo o en
Málaga: «vnos llares de hierro» (Navahermosa, To-1638), «unos llares, en ocho reales»
(Puebla de Peñarubia (Teba), Ma-1699).
Variación diatópica y etimología en léxico del Siglo de Oro 225

(46) vnos llares de chimenea (Guriezo, S-1669).


(47) unos llares de fierro (Reinosa, S-1657).
(48) vnos llares de yerro (Potes, S-1679).
(49) unos llares; dos morillos de la chiminea (Puebla de Arganzón, Bu-1628).
(50) vnos llares (Cardeñuela Riopico, Bu-1642).
(51) unos llares de yerro buenos (Valderrábano de Valdavia, Pa-1642).
(52) unos llares de yerro pequeños y de cozina (Santurde, LR-1666).
(53) unos llares de cocina, en diez reales (Avellanosa, LR-1656).
3.2. Distribución geográfica de «llares»
La distribución geográfica de las distintas variantes de llares es uno de
los argumentos usados a la hora de adscribir el término a una u otra pro-
cedencia. Por ello, resulta del mayor interés analizar el reparto geográfico
que presenta esta voz en nuestro corpus para tratar de conocer cuál sería la
distribución diatópica que tendría en el Siglo de Oro. Lo haremos de forma
pormenorizada respecto a las diferentes áreas estudiadas.
En primer lugar, el término es de uso habitual en la documentación
procedente de los archivos de Cantabria, País Vasco, Burgos, La Rioja,
Segovia y algo menos frecuente en los de Palencia, Valladolid, Ávila o
Soria, es decir, el territorio de lo que podemos considerar lingüísticamente
la Castilla norteña histórica:
(54) los llares de cocina, de ualor de doze reales (Elorrio, Bi-1678).
(55) un trasfuego con sus llares de yerro (Vitoria, 1639).
(56) una suerte de cassa que es en la cocina, con sus llares (Salcedo, Campoo,
S-1658).
(57) en la cozina de la dicha cassa, vnos llares de yerro (Pesaguero, Liébana,
S-1664).
(58) vnas llares muy biexas y rotas (San Millán de Juarros, Bu-1642).
(59) unos morillos de yerro al fuego; más otras llares de yerro sueltas (Ciadon-
cha, Bu-1656).
(60) unas llares nuebas (Alfaro, LR-1646).
(61) unas llares de yerro muy hordinarias (Lumbreras, LR-1687).
(62) unas llares de yerro grandes (Segovia, 1659).
(63) dos pares de llares (Prádena, Sg-1643).
(64) vnas llares de yerro (Otero de Guardo, Pa-1654).
(65) unas llares (Medina de Rioseco Va-1646).
(66) unas llares (Soria, 1642).
(67) unas trébedes y unas llares de ierro (Ávila, 1653).

En los archivos de las provincias de Castilla-La Mancha el uso decrece


pero, aun así, aparece un número de ejemplos suficiente para considerar que
esta voz, salvo en el caso de Albacete en cuyo archivo no se han localizado
casos, se extiende por prácticamente toda la región:
226 José R. Morala Rodríguez

(68) vnas llares de eslabones, con su pala y argolla arriba (Guadalajara, 1625).
(69) unas llares traídas, quatro reales (Guadalajara, 1625).
(70) dos pares de llares grandes (Cuenca, 1622).
(71) unas llares de yerro medianas (Villamayor, Cu-1694).
(72) unas llares (Talavera, To-1620).
(73) vnas llares (San Martín de Pusa, To-1532).
(74) unas llares en diez reales (Manzanares, CR-1665).
(75) vnas tenazas; vnas llares en quinze reales (Manzanares, CR-1666).

Más al Sur, el uso de llares presenta una distribución similar y, además


de Extremadura que analizo más adelante, se registran ejemplos de forma
más o menos variable en Murcia, Jaén, Málaga, Granada o Almería, un
territorio este último del que el DECH indica expresamente que carece de
ejemplos y para el que tampoco da datos el ALEA14:
(76) vnas llares; vnas tréuedes grandes (Moratalla, Mu-1632).
(77) vnas treuedes; vnas llares; vna caldera grande nueba (Caravaca de la Cruz,
Mu-1654).
(78) vnas llares y un morillo; vnas trébedes (Bailén, J-1673).
(79) tres pares de trébedes; vnas llares; vn morillo (Alcalá la Real, J-1648).
(80) unas llares en seis reales […] se le entrega las llares (Mijas, Ma-1671).
(81) unos llares, en ocho reales (Puebla de Peñarubia (Teba), Ma-1699).
(82) vn badil, dos pares de tenaças, vnas parrillas y unas llares, todo de yerro
(Baza, Gr-1662).
(83) un pesso, llares y dos cacicos (Huéscar, Gr-1660).
(84) unas llares y quatro asadores de hierro (Montefrío, Gr-1661).
(85) vn peso y unas llares y unos peines de marañas (Granada, 1636).
(86) unos hierros, y un gancho y unas llares (Zurgena, Al-1649).

He dejado a propósito para el final la distribución de esta voz en la


franja del occidente peninsular pues, en buena parte, aquí debería residir la
explicación de si se trata de un occidentalismo o leonesismo en castellano,
como se admite en general y resume en su trabajo Corominas. De norte a
sur, el uso de este término en las fuentes que manejamos presenta un com-
portamiento bien distinto. Si en la documentación de las provincias más
meridionales (Zamora, Salamanca, Cáceres y Badajoz) se registra regular
y abundantemente en las relaciones de bienes, en las dos más norteñas
(Asturias y León) es término poco menos que desconocido y, desde luego,
de uso muy localizado:

Los datos del ALEA (mapa 712) indican igualmente una dispar presencia de llares
14

que, de cualquier modo, es una respuesta que está presente en todas las provincias, excepto
en la de Almería.
Variación diatópica y etimología en léxico del Siglo de Oro 227

(87) unas llares y dos cazos viejos (Riofrío de Aliste, Za-1688).


(88) unas llares del ogar en cinco reales (Ferreruela de Tábara, Za-1688).
(89) unas llares de yerro (Ciudad Rodrigo, Sa-1611).
(90) vnas llares de hierro (La Alberca, Sa-1665).
(91) vn badil y unas llares de yerro (Madroñera, Cc-1648).
(92) tréuedes y un gato y llares (Jaraíz de la Vera, Cc-1670).
(93) un caldero grande de fuego y sartén y las llares (Puebla de la Calzada,
Ba-1665).
(94) unas llares, un badil, unas muelles, un morillo (Segura de León, Ba-1659).

La situación en las dos provincias norteñas del dominio, Asturias y


León, es, sin embargo, bien distinta. En Asturias no se registra ningún caso
de llares y, en cambio, aparecen varios ejemplos calamiyera o clamiyera15,
del latín vulgar cremac’lum (DECH, s. v. cremallera), étimo que deja
también resultados en otras zonas del norte peninsular, con voces como
caramillera (Cantabria)16 o cremallos en Aragón17:
(95) vn escaño, vnas calamiyeras (San Román (Piloña), As-1680).
(96) vn caldero de yerro con más vnas calamiyeres de yerro (Landrio, Las
Regueras, As-1665).
(97) una caldera con sus calamilleras (Oviedo, 1634).
(98) unas calamiyeras de yierro (Oviedo, 1634).
(99) vnas clamijeras18 de hierro (Cuerres (Ribadesella), As-1622).
(100) unas calamiyeres y un pichete de estaño, de azumbre (Miera, Grado,
As-1618).
(101) unas calamiyeres […] las calamiyeres en seis reales […] las calamiyeres
y caldera, en ocho reales (Siero, As-1619).
(102) vna ferrada y vnas calamiyeres […] se apreçiaron unes calamiyeres en
seis reales […] se le da las calamiyeres (Siero, As-1631).

En el caso de León, ocurre algo similar, si bien el término dominante


es otro. En los documentos de esta provincia, lo que encontramos, en la

15
En un documento procedente del Archivo Histórico de Asturias pero referido a
Ribadeo, ya en Lugo, figura también la variante gramallera: «vna gamallera de hierro
vsada que se alla en la cozina» (Ribadeo, Lu-1733).
16
Aunque no hay restos de esta variante en el ALECant (mapa 726), en el CorLexIn
aparece al menos en una ocasión: «unas caramilleras viejas de fierro en que se pone la
caldera» (Santander, 1656).
17
La mayor parte de los puntos de Huesca en el ALEANR (mapa 1488) registran la
forma cremallo o cremallos. En nuestro corpus tenemos un ejemplo: «unos cremallos de
yerro, del fuego» (Barbastro, Hu-1654).
18
Esta forma, con grafía «j», seguramente no es más que el resultado de una caste-
llanización gráfica de la esperable clamiyeras que se registra en asturiano oriental (DGLA,
s. v. calamiyeres).
228 José R. Morala Rodríguez

mayor parte de León, no es llares, sino el término pregancias o alguna de


sus variantes formales (preganzas, bergancias, breganzias):
(103) unas preganças de hierro (Villablino, Le-1670).
(104) unas preganzias (Palacios del Sil, Le-1640).
(105) unas pregançias que están en dos pedazos (Molinaferrera, Le-1698).
(106) unas breganzias de yerro de la lunbre (Carrizo de la Ribera, Le-1654).
(107) unas bergancias de yerro buenas (Riego de la Vega, Le-1675).
(108) unas pregancias de yerro pendientes en la cozina de dicha casa (Gradefes,
Le-1687).
Todo el centro y el occidente provincial19, llegando incluso con el
último ejemplo citado a la margen derecha del río Esla, ya en la zona orien-
tal de la provincia, es territorio ajeno al término llares. Tan solo aparecen
ejemplos de llares de forma regular en el Valle de Valdeón, en Picos de
Europa, donde alterna con llarias según se indicó arriba, zona a la que se
añaden puntos aislados de la franja más oriental de la provincia:
(109) unas llares, tres calderos, uno bueno y dos rotos (Soto de Valdeón,
Le-1648).
(110) unos llares de yerro vuenos (Villamol, Le-1637).
(111) unas llares de yerro en ocho reales (Fresno de la Vega, Le-1638).
(112) unas llares […] tasadas en ocho reales (San Cipriano de Rueda, Le-1685).
El panorama que presentan Asturias y León en la documentación del
siglo XVII no es diferente del que se deduce de los textos medievales20 o
del que registran los repertorios léxicos actuales21.

19
Entre los documentos allegados por González Ferrero (2015: 154-155) para el área
de La Bañeza, en León, figuran un buen número de casos de berganzas y abregancias
—entre otras variantes—, pero tampoco aquí aparece llares.
20
No es propósito de este trabajo entrar en la documentación anterior al Siglo de Oro,
pero resulta revelador el hecho de que ni en la documentación medieval del monasterio de
Sahagún, ni en la de la catedral de León figure el término llares. Antes bien, en este último
corpus documental figuran en varias ocasiones tanto pregancias (con variantes como pre-
ganças, pregançie, pregantiis) como clamayeras (clameyeras, clamiyeras), generalmente
citadas a continuación de las calderas. Hay un documento especialmente significativo, un
testamento original —realizado en León en el año 1271— de un canónigo leonés en el que
primero aparece pregancias en una manda testamentaria y, más adelante, el mismo objeto se
denomina como clamayeras cuando establece una relación general de los bienes que posee y
que ha ido donando en las mandas anteriores. Es decir, ambos términos se usan claramente
como sinónimos dentro del texto: «E mando a Marina Pélaz, mía criada […] dúas calderas
—ela mediana e ela menor— e elas pregancias […]. Esto ye elo que yo he porque se cunpla
este mío testamento […] iii calderas, unas clamayeras» (Ruiz Asencio 1994: doc. núm. 2311).
21
El DGLA registra una larga serie de voces (calambión, clamiyeres, gamayera, pre-
gayera, pregancies, gayeru, etc.) con el significado de ‘llares’, pero esta forma no aparece
Variación diatópica y etimología en léxico del Siglo de Oro 229

Si pasamos todos los datos reunidos a un mapa de la Península en el


que se localicen los ejemplos por provincias y archivos en los que se registra
el uso de llares en el CorLexIn para el siglo XVII, el resultado sería este:

Figura 3. Distribución de llares.


3.3. Conclusión
A la vista de los datos expuestos, una primera conclusión que se deduce
es que, en la documentación del Siglo de Oro que hemos manejado, care-
cemos de cualquier indicio de la existencia de la variante ollar propuesta
por García de Diego y en la que basa buena parte de su hipótesis etimoló-
gica. Es posible que una mala interpretación de las formas en masculino,
presentes sobre todo en el área Cantabria-Burgos-La Rioja, o de las formas
en singular llar del oriente de Burgos —en las que es posible establecer un
corte del tipo una llar / un allar—, sea lo que ha propiciado esa variante
no documentada en los inventarios y de la que solo es posible hallar algún
ejemplo aislado en el ALEANR para La Rioja y Teruel22.

como tal entre las entradas del diccionario. Únicamente, puede citarse un llarias ‘cadena’,
realizado con yeísmo, yarias, en la zona suroriental del Principado, justamente en la ver-
tiente asturiana correspondiente a la zona en la que en León se registra igualmente llarias.
Por su parte, Le Men recoge en León tanto la forma gramallera y sus variantes gramalleira,
garmalleira, ramallera, etc. en leonés occidental (Le Men 2007: 182-183) como un amplio
abanico de variantes formales de pregancias o abregancias que se localizan por práctica-
mente toda la provincia (Le Men 2002: 116-119). De llares —o su variante llarias— con
el sentido que aquí nos interesa hay solo unos pocos registros que mayoritariamente se
documentan en el área nororiental de la provincia (Le Men 2007: 468-472).
22
Se trata de puntos aislados que cuesta trabajo creer que representen la forma original
como proponía García de Diego. Más bien parecen alteraciones sobre la forma general: el
ollar (LR-102, LR-103) y ollar (Te-308).
230 José R. Morala Rodríguez

Por otra parte, la única zona en la que no encontramos la palatal /λ-/


es la de Navarra. Para el resto, se utilice la variante que se utilice, siempre
está presente /λ-/, un asunto de interés, pues es una de las claves que se ha
utilizado para fijar su posible origen occidental.
La mera localización de los ejemplos aporta algunos datos que
—aunque no sirvan para precisar una interpretación etimológica— al menos
deberían permitirnos comprobar la veracidad y adecuación de algunos de
los datos manejados en las hipótesis etimológicas más conocidas:
a) Fente a la idea de Corominas de que se trata de una voz casi exclu-
sivamente norteña y que es ajena a Andalucía, vemos que los ejemplos
aparecen en buena parte de la mitad sur peninsular y de manera fehaciente
en el extremo suroriental peninsular, lo que no favorece la idea de que
estemos ante un leonesismo en castellano.
b) La idea, propiciada por la palatalización de /l-/, de que se trata de
una forma leonesa se corresponde mal con la distribución de los ejemplos:
salvo en una mínima franja limítrofe con el castellano, en Asturias y León
—donde el objeto aparece referenciado constantemente a lo largo de los
siglos— se utilizan otras voces de diferente origen (preganzas, clamiye-
ras) mientras que llares, con el sentido de ‘cadenas del hogar’, es poco
menos que desconocido. Dicho de otro modo: el reparto geográfico de
esta voz no coincide con el patrón habitual que presentan los leonesismos
en castellano.
c) En realidad, a la vista del mapa estamos ante un ejemplo muy apro-
piado de la idea pidaliana de la expansión del castellano en forma de cuña
invertida, no solo por la figura que dibuja el mapa, sino por el hecho de que
es justamente en la zona norteña del castellano donde con más frecuencia
está presente la voz en el corpus que utilizamos, hasta el punto de que,
si hubiera que buscar un área en la que se hubiera originado la solución
llares, habría que colocarla, más que en el área asturleonesa, en el entorno
de Cantabria, Burgos y Palencia. Otro problema bien distinto sería, en este
caso, explicar la palatalización de /l-/23.

23
Respecto a la palatalización de /l-/ en Cantabria, se han señalado restos aislados
únicamente en la zona más occidental de la región, cerca de la frontera con Asturias y
León (Nuño Álvarez 1999: 186-187). No obstante, García Arias (2012: 56) señala la abun-
dancia de topónimos con /l-/ palatalizada a lo largo de toda la región y, en otro trabajo
anterior (García Arias 2010: 18), llama la atención sobre algunos restos de este fenómeno
que alcanzarían incluso al norte de Palencia y al occidente de Vizcaya, en la comarca de
Las Encartaciones. A esos ejemplos puede añadirse otro caso que hemos recogido en el
CorLexIn en la parte más oriental de Cantabria: «la metad de vna cassa con su llagar»
Variación diatópica y etimología en léxico del Siglo de Oro 231

4. Adjetivos derivados de fraile


Dada la tipología de las relaciones de bienes, podría pensarse que el
corpus resulta aprovechable únicamente para estudiar sustantivos referidos
a los objetos de la cultura material de la época. Efectivamente, esa es la
mayor aportación de un corpus de estas características, pero no es menos
cierto que constituye también una importante fuente para el estudio de los
adjetivos, especialmente los que hacen referencia a la calidad, al tamaño,
a su composición, al estado de uso o a cualquier otro rasgo necesario para
identificar o valorar los bienes inventariados (Morala 2014b).
Entre los materiales que hemos manejado, un caso elocuente nos lo
proporciona la serie de adjetivos, derivados todos ellos de fraile a partir de
distintos sufijos, que en el DRAE se definen en su mayoría con la acepción
bastante vaga de ‘perteneciente o relativo a frailes’ y sin marca diatópica.
Con esta definición se registran en el repertorio académico24 frailego, frai-
leño y frailesco —los dos últimos, además, con la marca de «coloquial»—,
a los que hay que añadir frailengo —para el que se remite a frailego— y
frailero ‘propio de frailes’.
De todos ellos, el más antiguo en los repertorios lexicográficos es
frailesco, que aparece ya en Covarrubias (‘cierta color de paño pardo, de
que los padres Franciscos visten’). El resto, salvo frailero25 y frailengo

(Guriezo, S-1676). Esta palatalización antigua de /l-/ podría explicar el resultado llares en
esta zona, sin necesidad de recurrir a una evolución asturleonesa que, como hemos visto,
no se corresponde con la distribución geográfica del vocablo.
24
El DRAE incluye igualmente frailuno —este con sentido despectivo, además de
coloquial— que no trato aquí, pues carecemos de ejemplos en nuestro corpus. Con otro
origen, pero con un significado similar a los de esta serie, ha de considerarse el adjetivo
francisco ‘franciscano’. Además de los casos en los que se utiliza con sentido propio
(«frailes franciscos»), encontramos varios ejemplos en los que se utiliza referido a diversos
tipos de tela en expresiones idénticas a las de los derivados de fraile: «la mi saya nueba
de picote françisco» (Toro, Za-1608), «un jubón y basquiña y escapulario de estameña
françisca […] otra basquiña y jubón de estameña francisca» (Ávila, 1654), «un vestido
de estameña francisco» (Segovia, 1663).
25
En este caso, estamos ante una voz más tardía y con una definición algo diferente
al resto de los adjetivos analizados. Se registra esta voz por primera vez en el DRAE de
1817 como ‘el que es muy apasionado por los frailes’. Solo en 1925 se añade la acepción
de ‘propio de los frailes; sillón frailero’. En el CORDE, el primer ejemplo con este sentido
es de 1872 («zapatos fraileros»), mientras que los siguientes son ya del siglo XX. En el
CDH se registra frailero en algún otro ejemplo de inicios del siglo XIX. Aunque se sitúa
fuera de los límites temporales que utilizamos en nuestro corpus, cabe señalar un ejemplo
de frailero anterior a las fechas citadas, con el añadido de que, como en el resto de los casos
que analizamos, se refiere a un efecto textil: «dos cabeceras fraileras» (Sócovos, Ab-1804).
232 José R. Morala Rodríguez

que no se registran en el NTLLE hasta el DRAE de 1817, se incluyen ya en


Autoridades, donde se definen por el color del hábito franciscano26.
En cuanto a la documentación histórica, la búsqueda en el CORDE
—salvo en el caso de frailesco— nos ofrece solo algunos ejemplos aislados. A
la vista de su escasa presencia en el CORDE, podría deducirse incluso que el
resto de derivados son meras variantes ocasionales, construidas según las reglas
de derivación del castellano, pero sin mayor arraigo en el léxico hispánico.
Sin embargo, en el CorLexIn, todas estas formas —además lógica-
mente de frailesco— están lo suficientemente representadas como para
poder analizar con detenimiento su uso histórico27. De un modo genérico,
puede decirse que, en los textos del corpus, los ejemplos hacen siempre
referencia a distintos tipos de tela, ya sea por el color de las prendas, ya
por otras características que los asemejan a las de los hábitos religiosos,
pues generalmente se utilizan para calificar paños bastos y poco elabora-
dos. Además, los datos del CorLexIn permiten fijar criterios diatópicos que
explican la preferencia geográfica por uno u otro de estos derivados, sin
que se aprecien otras diferencias de significado entre ellos. En cualquier
caso, en ninguno de los ejemplos registrados cabe la marca de «coloquial»
a la que actualmente se adscriben en el DRAE.
4.1. Frailesco
La considerada como forma más general, pues al menos a ella remiten
el resto de los derivados en varias ediciones históricas del DRAE, es también
la más frecuente en la documentación que hemos manejado. A diferencia
del resto de las voces de la serie, es igualmente la variante menos marcada
diatópicamente, pues los ejemplos aparecen repartidos por prácticamente
todos los archivos de la Península de los que tenemos documentación:
(113) vna cortina entera con su çielo de picote fraylesco, traydo y biejo (Tolosa,
SS-1633).
(114) vna pieza de estameña frayresca de Sariñena (Tudela, Na-1641).
(115) un juuón de estameña fraylesca (Medina de Rioseco, Va-1643).

26
En Autoridades, el término de referencia, frailesco, se define como ‘lo pertene-
ciente a frailes. Aplicase regularmente al color mezclado de blanco, azul y negro, como
el de los Padres de San Francisco’, mientras que los dos ejemplos que se aducen remiten
igualmente a ‘paño frailesco’.
27
No me detengo en las variantes formales que presentan estas voces en el CorLexIn:
la presencia de los fonemas /l/ y /r/ y la facilidad con la que se confunden entre sí, así como
la presencia de la semivocal /i/, supone que encontremos en la documentación variantes del
tipo flairengo, flarengo, frairengo, frairesco, además de las meramente gráficas (fraylesco,
frayleño…).
Variación diatópica y etimología en léxico del Siglo de Oro 233

(116) una mantica de cama, frairesca, bieja (Teruel, 1625).


(117) nueve varas de picote frailesco (Talavera, To-1620).
(118) vnos cuerpos de estameña frailesca (Madroñera, Cc-1648).
(119) unas enaguas de paño frailesco (Caravaca, Mu-1654).
(120) otro vestido de paño frailesco (Huelva, 1611).
(121) dos bestidos, uno de paño de color de pasa y otro frailesco (Baza, Gr-1660).

4.2. Fraileño
Este derivado, que en el CORDE presenta tan solo dos ocurrencias28, se
registra en nuestro corpus con un número mayor de casos. La característica
más interesante que muestra su recuento es el hecho de que todos ellos se
localizan en el área central, con ejemplos relativamente abundantes en la
documentación de los archivos de Ávila y Segovia, sin que de momento
encontremos otros fuera de este ámbito:
(122) un saiuelo de paño fraileño […] un mandil de paño fraileño nuebo (Ávila,
1653).
(123) un bestido entero de paño fraileño (Arévalo, Áv-1651).
(124) ropilla y ferreruelo de paño frayleño […] vn ferreruelo fraileño bueno
(Piedrahita, Áv-1651).
(125) beinte y dos baras de sayal fraileño (El Espinar, Sg-1657).
(126) el ferreruelo de paño fraileño […] el vestido de paño fraileño (El Espinar,
Sg-1657).
(127) dos baras y media de tramado fraileño (El Espinar, Sg-1659).
(128) otra basquiña de paño frayleño (Santa María la Real de Nieva, Sg-1652).

4.3. Frailego
En este caso, la documentación en el CORDE presenta igualmente un
exiguo número de ocurrencias29. En cuanto a la forma, es la que presenta
una mayor variabilidad, incluyendo un caso en el que podría identificarse
el sufijo -iego, en vez de la forma -ego que aparece en el resto, pero que
probablemente responde a un desplazamiento de /i/, como en flariego. La
variante frailiego no está registrada en el diccionario académico:
(129) dos baras de estameña fraylego (Autillo de Campos, Pa-1654).

28
De fraileño, el corpus académico registra únicamente dos ejemplos: una «ropilla
fraileña» en La pícara Justina (1605), ejemplo este en el que se apoya Autoridades, y
«xerguillas frayleñas» en unas Relaciones del Reino de Toledo (1575-1578).
29
En el CORDE, entre los ejemplos históricos, la variante figura únicamente en un
texto de Lope de Vega («sayales frailegos») y en la descripción del plumaje de una perdiz
(«el cual es de color gríseo o frailego») en el Arte de Ballestería y Montería (1644). Una
forma similar, ahora bajo la variante flairego, aparece en inventarios de moriscos de estas
mismas fechas (Perdiguero 2012: 340).
234 José R. Morala Rodríguez

(130) vnas medias frailegas bastas (Cebreros, Áv-1652).


(131) otro mandil de estameña flariego (Aguilafuente, Sg-1623).
(132) una vara de paño fraylego […] dos baras de paño fraylego (Atienza,
Gu-1640).
(133) un manteo fraylego (Atienza, Gu-1642).
(134) vna ropa de paño fraylego (Molina de Aragón, Gu-1616).
(135) un par de manteos fraylegos (Atienza, Gu-1640).
(136) una basquiña de sayalete frayliego picada con olandilla morada (Talavera,
To-1620).
Como puede verse, en nuestro corpus, sin que sean excesivos, hay un
mayor número de ejemplos, con la particularidad de que se distribuyen
todos por la zona centro de la Península, coincidiendo parcialmente con el
área de expansión de la variante fraileño que hemos visto arriba, si bien
en este caso se registra en un área sensiblemente mayor. Como es lógico,
este solapamiento conduce a que en alguna ocasión coincidan ambos en
el mismo documento: «vnos balones de paño fraileño […] unas medias
frailegas bastas» (Cebreros, Áv-1652).
4.4. Frailengo
De entre este grupo de sinónimos, frailengo es el más tardío en entrar en
el DRAE pues, pese a que el resto se registran ya desde Autoridades, frailengo
solo lo hace a partir de la edición de 1817. El DRAE lo considera únicamente
una variante formal de frailego, a cuya entrada remite. Al solitario caso que
aporta el CORDE («vestidos de color frailengo», datado a comienzos del
siglo XVII) sumamos estos ejemplos procedentes de nuestro corpus:
(137) otra basquiña de paño frailengo (Oñate, SS-1617).
(138) dos baras y quarta de roncalés frailengo; bara y quarta de roncalés frailengo
(Durango, Bi-1643).
(139) vn capote de paño flarengo […] vn calçón y ropilla de paño flairengo […]
vn mantillo de (140) paño flairengo […] vnas medias de paño flairengo
[…] gergilla frairenga (Vitoria, 1639).
(140) vna mantilla de flairengo buena (Salcedo, Campoo, S-1658).
(141) vn covertor flayrengo, en doçe reales (Palenzuela, Pa-1646).
(142) otro jubón y basquiña de estameña fraylenga (Valderas, Le-1647).
(143) una basquiña de estameña frailenga (Villalpando, Za-1652).
En este caso, el área de distribución de frailengo es prioritariamente
el norte y el occidente de la Península. No obstante, a estos ejemplos del
País Vasco, Cantabria, Palencia, León30 y Zamora ha de añadirse algún otro

Para León pueden añadirse un par de ejemplos más de frailengo en un corpus


30

documental del s. XVII procedente del área suroccidental de la provincia, corpus en el que
únicamente se registra esta variante (Gómez Ferrero 2015: 408).
Variación diatópica y etimología en léxico del Siglo de Oro 235

más alejado, como ocurre en un documento del archivo de Guadalajara en


el que frailengo concurre con el esperable frailego: «treynta y dos baras
de paño fraylengo […] vn delantal verde y una vara de paño fraylego»
(Atienza, Gu-1640) .
Tal vez circunstancias como la de este último ejemplo llevaran a pensar
—como sugiere el DRAE— que frailengo no es más que una variante de
frailego, pero, a tenor de los ejemplos vistos en ambas series, todo indica
que tanto uno como otro son derivados autónomos de fraile al igual que
el resto de los estudiados. En este caso, estaríamos ante el sufijo -engo,
uno de los pocos restos morfológicos de origen visigótico que pasaron al
castellano (Lapesa 1980: 121).
4.5. Frailar
Junto a estas formas, registradas todas ellas en el DRAE, hay al menos
otro derivado que no aparece como tal en el repertorio académico ni recoge
el CORDE y que, en nuestro corpus, solo se registra de forma ocasional.
Se trata del adjetivo frailar, forma esta que en el DRAE figura desde 1817,
pero únicamente con valor verbal ‘dar el hábito de fraile a alguno’, marcado
ya en ese momento como «antiguo», valor verbal con el que figura en el
CDH en un texto de hacia 1540. En el ejemplo procedente de La Rioja que
registramos en CorLexIn, frailar se usa como adjetivo con el mismo valor
que los diversos derivados vistos hasta aquí:
(144) «nueue baras y una quarta de estameña fraylar apolillada» (Arnedo,
LR-1639).

4.6. Conclusión
La suma de los ejemplos analizados nos permite extraer varias conclusio-
nes sobre el uso histórico de este grupo de sinónimos definidos en el DRAE
como ‘perteneciente o relativo a frailes’, a los que la norma académica actual
acompaña, en la mayor parte de los casos, con la marca de «coloquial».
En primer lugar, el uso de esta serie de derivados en el corpus
—siempre referido a telas que, bien por el color, bien por su elaboración,
se asemejan a las de los hábitos de los religiosos— carecen de relación con
la marca de «coloquial» que tienen hoy día. Se trata de un uso claramente
denotativo que, por otra parte, es el esperable en textos marcadamente des-
criptivos como son las relaciones de bienes sobre las que trabajamos, un
significado que coincide con el que se registra para las primeras apariciones
de estas voces en el repertorio académico.
En segundo lugar, un corpus específico como este es capaz de ofrecer
en determinadas parcelas del léxico un mayor número de ocurrencias de
236 José R. Morala Rodríguez

las que ofrecería un corpus general, aunque este sea mucho más amplio.
Salvo en la variante no marcada, frailesco, así lo hemos comprobado en el
resto de los ejemplos. Incluso en algún caso (frailar) nos permite localizar
una voz no descrita aún. En cualquier caso, nuestro corpus permite cali-
ficar este grupo de palabras como de uso habitual en el léxico cotidiano
del siglo XVII.
Finalmente, al tratarse de un corpus en el que los documentos están
necesariamente ubicados en un lugar concreto, el análisis del modo en el
que se distribuyen geográficamente los ejemplos ofrece también la posi-
bilidad de marcarlos con criterios diatópicos. Mientras que frailesco es la
forma más extendida geográficamente y también la más abundante, el resto
de las variantes tienden a concentrarse en determinadas zonas, por lo que
podrían calificarse, además de como sinónimos, como variantes diatópicas
de frailesco.

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Judeoespañol y español: los vaivenes
de una compleja relación

Beatrice Schmid
Universität Basel

Resumen. Desde una perspectiva histórica, cuando el judeoespañol era una lengua
completa y no se encontraba en ninguna situación de subordinación con respecto a
la lengua común, los sefardófonos se consideraban hablantes de español con toda
naturalidad. El sentimiento de pertenencia lingüística ha cambiado precisamente
desde el momento en que el judeoespañol entró en contacto con el español nor-
mativo. A lo largo de los últimos cien años estos contactos se han multiplicado
y el judeoespañol ha sufrido una intensiva rehispanización. Sin embargo, a pesar
de numerosos indicios de la pérdida de autonomía lingüística, en la actualidad los
sefardófonos prefieren el glotónimo ladino y se esfuerzan en destacar la entidad
propia de su lengua. En esta contribución se propone una serie de reflexiones
sobre esta compleja relación entre el judeoespañol y el español, teniendo en
cuenta aspectos glotonímicos, historiográficos, lingüísticos y sociolingüísticos.
Palabras clave. Judeoespañol, ladino, historia de la lengua, rehispanización, acti-
tudes lingüísticas, glotónimos.

Abstract. From a historical perspective, when Judeo-Spanish was a complete


language and didn’t confine itself to a situation of subordination with respect to
the common language, the Sephardic speakers considered themselves speakers of
Spanish naturally. The feeling of linguistic belonging changed precisely from the
moment on that Judeo-Spanish came into contact with normative Spanish. During
the last one hundred years these contacts have increased and Judeo-Spanish has
gone through an intense process of rehispanization. Nevertheless, despite of
numerous signs of the loss of linguistic autonomy, nowadays Sephardic speakers
prefer to use the glottonym Ladino and to stress the own entity of the language.
In this contribution we will tackle a series of reflections on this complex relation
between Judeo-Spanish and Spanish, considering glottonymic, historiographical,
linguistic and sociolinguistic aspects.
Keywords. Judeo-Spanish, Ladino, history of language, rehispanization, language
attitudes, glottonymes.
240 Beatrice Schmid

0. Introducción
Llama la atención que en la actualidad suelen hablar de lengua sefardí
justamente los estudiosos que defienden de manera explícita su inclusión
en el ámbito de los estudios hispánicos y que aquellos que se esfuerzan
en destacar la entidad propia del judeoespañol, que ellos prefieren llamar
ladino, no ven ningún inconveniente en ponerse bajo el techo del Instituto
Cervantes. Por otra parte, en los siglos pasados, cuando el judeoespañol
se desarrolló como una lengua completa y elaborada1 y no se encontraba
en situación de subordinación con respecto a la norma o «buen uso» del
español común, los sefardófonos se consideraban simplemente hablantes
de español, precisando a veces «español levantino», «español oriental» o
«muestro español»2. La conciencia lingüística y los sentimientos de per-
tenencia lingüística empezaron a vacilar justamente a partir del momento
en que el judeoespañol entró en contacto con el castellano moderno y los
hablantes comenzaron a cuestionar esta relación y a desarrollar actitudes
a favor o en contra del español, actitudes que a menudo tenían más que
ver con España que con la lengua. A lo largo de los últimos cien años las
actitudes han ido cambiando, los contactos se han multiplicado y, en las
últimas décadas, el mundo globalizado y los espacios virtuales, han hecho
que adquieran nuevas dimensiones.
En las páginas que siguen plantearé una serie de reflexiones sobre
la relación entre judeoespañol y español desde una perspectiva histórica.
Obviamente se trata de una relación muy compleja y polifacética y soy
consciente de que la selección de los aspectos a los que voy a prestar
atención es arbitraria y personal.

1. Denominaciones y rótulos
En primer lugar, a modo de introducción, propongo un rapidísimo reco-
rrido por la historia de la investigación sobre el judeoespañol a través de
los títulos de algunos estudios representativos de determinadas escuelas
o corrientes. A menudo los glotónimos que utilizan los autores y los títu-
los que ponen a sus trabajos resultan reveladores de cómo relacionan el
judeoespañol con el español.

1
En el sentido del término alemán Ausbausprache (Kloss 1952, 1967, 1976; Muljačič
1986).
Me limito aquí al judeoespañol de Oriente, es decir, el que se desarrolló en las
2

ciudades en torno al Mediterráneo oriental en el territorio que entonces formaba parte del
Imperio otomano. No tendré en cuenta, por lo tanto, el judeoespañol norteafricano.
Judeoespañol y español: los vaivenes de una compleja relación 241

1.1. Los estudios lingüísticos sobre el sefardí empiezan a finales del


siglo XIX y principios del XX de la mano de romanistas y dialectólogos
como el rabino austro-húngaro Moritz Grünwald, el austriaco Julius Subak
y el francés Léon Lamouche. Esas publicaciones pioneras llevaban títulos
como: «Über den jüdisch-spanischen Dialekt als Beitrag zur Aufhellung
der Aussprache im Altspanischen»3 (Grünwald 1882), «Zum Judenspanis-
chen» (Subak 1906) o «Quelques mots sur le dialecte espagnol parlé par
les Israélites de Salonique» (Lamouche 1907). Estos autores relacionan
el sefardí con el español mediante el adjetivo correspondiente (spanisch,
espagnol); los títulos de Grünwald y Lamouche lo califican explícitamente
como dialecto. Por otro lado, los términos compuestos jüdisch-spanisch y
judenspanisch, así como la precisión «parlé par les Israélites» hacen refe-
rencia a la comunidad de hablantes, señalando así que no se trata de un
dialecto meramente diatópico. El término Judenspanisch y su traducción al
español (judeo-español ~ judeoespañol) se propagaron sobre todo gracias
a las publicaciones de Max Leopold Wagner. Junto con judéo-espagnol en
francés y judeo-spanish en inglés se convirtió pronto en el glotónimo más
empleado en los estudios lingüísticos durante el siglo XX.
Además, es sintomático que el título de Grünwald relacione el judeoes-
pañol con el español antiguo. Dado que los estudiosos buscan en el judeoes-
pañol una especie de museo del español medieval o prerrenacentista, se
interesan en primer lugar por sus rasgos conservadores. Suelen centrarse en
las modalidades más conservadoras, como era habitual en la dialectología
de la época, y prestan poca o ninguna atención a los rasgos innovadores
del sefardí. Así contribuyen a forjar la idea del judeoespañol como variedad
arcaizante, o incluso como español fosilizado de la época de Nebrija4, idea
que se mantendrá tenazmente durante gran parte del siglo XX y que incluso
hoy no está completamente erradicada.
La posición de la investigación sobre la lengua de los sefardíes en la
primera mitad del siglo XX, con su enfoque romanístico-dialectológico,
se puede resumir en las palabras de Abraham Yahuda, quien al final de su
reseña del primer libro monográfico sobre el judeoespañol de Wagner, las

3
El título significa literalmente: «Sobre el dialecto judío-español, a modo de contri-
bución al conocimiento de la pronunciación en el español antiguo».
4
El mismo Wagner (1930: 16) lo formula así: «El viajero español que llega a Adrianó-
polis o a Salónica y oye por todas partes la conversación española de los numerosos judíos
que allí habitan, puede verse transportado de repente al Zocodover del Toledo medieval o
a la Alcaicería de la Granada morisca».
242 Beatrice Schmid

Beiträge zur Kenntnis des Judenspanischen von Konstantinopel de 1914,


concluye:
Del estudio de la obra de Wagner, como de los trabajos de Subak, Lamouche,
Danón [sic] y otros, se deduce que la lengua de los sefardíes, no obstante llevar
más de cuatro siglos viviendo entre distintos pueblos y emigrando de un país
a otro, sigue ostentando su auténtico carácter español, siendo su estudio, por
consiguiente, de principal importancia para el conocimiento del español y de sus
dialectos (Yahuda 1915: 370).

1.2. En la segunda mitad del siglo, sobre todo en los años 1970 / 1980,
se prestó atención a la lengua de los sefardíes en el ámbito de la interlingüís-
tica judía, aplicando el marco teórico elaborado por Max Weinreich a partir
de los estudios del yídish. Los estudiosos de esta escuela dan preferencia
a la denominación djudesmo / judezmo, por no contener ninguna alusión
al español, como en general prefieren glotónimos como yidish, yahudit o
yevanic en vez de judeo-alemán, judeo-árabe, judeo-griego, etc. (cf. Wexler
1977: 163, n. 3). La posición de esta corriente se refleja en títulos como los
siguientes: «Ascertaining the position of Judezmo within Ibero-Romance»
(Wexler 1977), «A Comparative Linguistic Analysis of Judezmo and Yid-
dish» (Bunis 1981) o «An Introduction to Judezmo» (Gold 1987).
Para los judeolingüistas, como los llamó Jacob Hassán (1995: 118), el
judeoespañol es, ante todo, una lengua judía. Desde su punto de vista no
es un dialecto secundario del castellano desarrollado después de la expul-
sión, sino que ellos postulan la existencia de un judezmo medieval o por
lo menos una evolución particular ya antes de la expulsión. Según uno de
los modelos de Wexler (1977: 172, esquema IIb), el judezmo incluso se
habría desarrollado de un hipotético judeo-latín vulgar, de modo paralelo y
en contacto con el castellano, pero sin relación de filiación directa5:

5
Véase ahora la visión diferenciada en Wexler (2006: 69).
Judeoespañol y español: los vaivenes de una compleja relación 243

1.3. Georg Bossong (1991), en el trabajo titulado «Moriscos y sefar-


díes: variedades heterodoxas del español», separa la cuestión cultural-reli-
giosa de la «genealogía» lingüística. Según el punto de vista de Bossong,
el judeoespañol es una variedad del castellano, pero al mismo tiempo per-
tenece a la «alianza lingüística»6 de las judeolenguas. A diferencia del
castellano «ortodoxo», que pertenece a las lenguas de la «alianza lingüística
cristiana occidental»7, el judeoespañol «forma parte de la alianza lingüística
de los idiomas judaizados y hebraizados, como el judeoalemán, judeoárabe
o el judeopersa, y naturalmente como el arameo babilónico y palestino
[…]» (Bossong 1991: 369). En este sentido, Bossong tiende el puente entre
el punto de vista de los romanistas y el de los judeolingüistas.
1.4. Los investigadores de la escuela española de estudios sefardíes
suelen preferir el término sefardí (lengua sefardí o español sefardí), como
se observa, por ejemplo, en los títulos de las publicaciones de dos maes-
tros desaparecidos: «La lengua sefardí y su evolución» (Riaño 1993) y «El
español sefardí (judeoespañol, ladino)» (Hassán 1995). En el primero de
estos artículos la profesora Riaño define la lengua sefardí como «la lengua
hispánica de los judíos sefardíes, entendiendo por tales los judíos oriundos
de España» (Riaño 1993: 84). No obstante, admite que, después del proceso
de rehispanización que el sefardí ha experimentado en el siglo XX, «hoy
sí podemos decir que los restos de judeoespañol que aún quedan vivos
son como una variedad “dialectal” del español» (Riaño 1993: 101). En un
trabajo posterior afirma de manera contundente: «Primero fue dialecto del
castellano, luego lengua independiente y ahora otra vez dialecto» (Riaño
1998: 234).
1.5. En los años que van del siglo XXI, afortunadamente, se han incre-
mentado y se han diversificado los estudios lingüísticos sobre el judeoespa-
ñol. Se podrían mencionar muchos títulos, pero para terminar este recorrido
me limito a citar un título programático de Aldina Quintana, una lingüista
que se ha ocupado sobre todo de la variación interna en judeoespañol:
«El judeoespañol, una lengua pluricéntrica al margen del español» (Quin-
tana 2010). Quintana, en estudios anteriores, siguiendo a Coseriu, había
definido el judeoespañol como un «dialecto histórico del castellano que
ocupa la posición de dialecto secundario, como el andaluz, el canario o las

6
Expresión que Bossong propone para traducir el término alemán Sprachbund.
7
En estas lenguas «las relaciones genéticas y las culturales se refuerzan mutuamente.
El cristianismo latinizado las empapa en todos los niveles y cubre un área central de su
estructuración semántica» (Bossong 1991: 369).
244 Beatrice Schmid

diferentes variedades del español de América», aunque «la comunidad de


hablantes de judeoespañol no hace uso de esa norma ejemplar que ejerce
como elemento unificador entre todos los demás dialectos históricos del
castellano» (Quintana 2006: 77). Más recientemente, en el mencionado
artículo de 2010, dedicado específicamente al estatus del sefardí con res-
pecto al español común, llega a sostener que el judeoespañol desarrolló su
propio diasistema con sus propios estándares, por lo cual «quiebra la unidad
fundamental del español» sobre la que vigila la RAE (Quintana 2010: 34),
y que, por lo menos desde el siglo XVIII, tiene «estatus de lengua fuera
del marco del estándar hispano y se ubica claramente fuera del diasistema
del español» (ibid. 2010: 51).
En lo que sigue voy a examinar en qué consiste esa independencia del
sefardí y la supuesta salida del judeoespañol fuera del diasistema del espa-
ñol, así como el vaivén sugerido por la profesora Riaño. Sin embargo, mi
objetivo principal no es determinar si el judeoespañol es lengua o dialecto,
más bien me interesa cómo evolucionan, cómo van cambiando las relacio-
nes entre ambas modalidades, teniendo en cuenta también la percepción
de los hablantes.

2. Alejamiento
2.1. La primera fase (siglos XVI-XVII) se caracteriza por una creciente
distancia entre el español de los sefardíes y las demás variedades, debido
a la evolución lingüística divergente, puesto que todas las variedades del
castellano evolucionan en esta época, aunque de manera distinta.
Después de la expulsión de España y su asentamiento en el Impe-
rio otomano, los sefardíes vivían en comunidades con relativa autonomía,
gracias a la forma organizativa del Imperio basada en el concepto de la
coexistencia por separado de los grupos étnico-religiosos, lo cual posibilitó
el mantenimiento de su identidad religiosa y cultural, conservando sus ins-
tituciones comunitarias, sus escuelas, sus costumbres y su lengua española.
Así, dentro de las comunidades, el romance sigue siendo el medio de
comunicación habitual, en situación de diglosia con el hebreo; pero fuera
de las comunidades se hablan otros idiomas, sobre todo el turco otomano,
la lengua vehicular del Imperio. El uso del idioma propio (el español) queda
así reducido a la comunicación interna, básicamente oral, desconectado de
la comunicación con otros hispanohablantes y de la producción cultural
en español. En esta situación de limitación a la comunicación con otros
sefardíes y a los registros orales, no sorprende que, por un lado, el idioma
evolucione libremente, sin ser frenado por el así llamado «buen uso» o
Judeoespañol y español: los vaivenes de una compleja relación 245

por los modelos escritos, y que desarrolle tendencias inherentes al español


oral que en España son rechazadas precisamente por ese «buen uso». Por
otro lado, el idioma de los sefardíes queda al margen de los cambios que
experimenta el español en otras partes.
Cuando en el siglo XVIII el español se estrena como lengua literaria
entre los sefardíes otomanos, aparece ya con sus principales características,
de modo que puede ser considerado como judeoespañol. A este respecto son
interesantes las observaciones sobre la lengua que hacen algunos autores
sefardíes de la época.
Ya‘acob Julí, iniciador y primer autor del Me‘am Lo‘ez, la obra magna
de la literatura sefardí, en la introducción al Me‘am Lo‘ez del Génesis,
publicado en Constantinopla en 1730, justifica la elección de la lengua
familiar, el español (en vez del hebreo), diciendo que es la única lengua que
el pueblo entiende. Asimismo, afirma que, aunque existen algunas obras
en español, los sefardíes de Oriente no las leen porque la lengua es difícil
de entender para ellos dado que están escritas
con modos de hablas españolas que para la ĝente de estas partes de Turquía y
Anadol y ‘Araḅistán son muy caras y ceradas, y ansí los más de la ĝente están
sin meldar [‘leer’] ninguna lición. Ubifrat [‘y en especial’] el libro que hiźo el
rab raḅí Mošé Almosnino ź»l que se llama Reǵimiento de la vida, que es un libro
muy lućio, pero sus hablas son muy ceradas8.

Con estas palabras Julí se refiere a Moisés Almosnino, autor sefardí del
siglo XVI nacido en Salónica en 1518. Entre sus obras en español destacan
el Regimiento de la vida (de 1564) y la Crónica de los Reyes otomanos
(de 1567). Estas obras están escritas en letra hebraica, por supuesto, pero
en una lengua que apenas muestra diferencias con el español peninsular de
su época, cosa que a nadie sorprenderá si se tiene en cuenta que su autor
pertenece a la primera generación de sefardíes nacidos en el Imperio oto-
mano. De las palabras de Julí se desprende que entre mediados del siglo
XVI y comienzos del siglo XVIII, momento en que escribe Julí, el idioma
de los sefardíes se ha alejado tanto de aquel español renacentista que la
lengua de Almosnino resulta difícil de entender.
De la segunda mitad del siglo XVIII tenemos el testimonio de David
Atías, autor de La güerta de oro, una obra miscelánea impresa en 1778 en
Livorno. Atías, nacido en Sarajevo, pero establecido en Italia, escribe para
sus correligionarios en el Imperio otomano. Según Ángel Berenguer (2004:

8
Cito según Romero (1992: 84); los corchetes son míos.
246 Beatrice Schmid

120) el autor «se propone transmitir el entusiasmo por las ciencias y los
saberes prácticos de los pueblos occidentales a los sefardíes de Oriente».
Al igual que Julí, Atías se muestra preocupado por utilizar un lenguaje
comprensible y claro, tal como explica en el prólogo de la obra:
percurí más que pude a declarar las mis avlas en lingua levantina para ser enten-
dido de vós y de todos, siendo [‘porque’] sé que ay mucha hente que non entienden
la verdadera lingua española, siendo ay en ella muchas avlas fuertes [‘difíciles’]
y entravicadas [‘enrevesadas’] que nacen de la lingua latina y taliana9.

Atías no se refiere a la evolución diacrónica como Julí, pero distingue


entre dos variedades del español: «la lingua levantina» y «la verdadera lin-
gua española». Esta última, según Atías, es difícil de entender para muchos
sefardíes de Oriente.
A la hora de interpretar estos testimonios hay que tener en cuenta que
la comprensión es un criterio subjetivo. No hay que olvidar que en la pri-
mera mitad del siglo XVIII, cuando escribe Julí, la dificultad se debía, por
lo menos en parte, a la falta de costumbre de leer en español. Asimismo,
es preciso recordar que «la verdadera lingua española», a la que se refiere
Atías, se escribe en letras latinas, poco habituales para los sefardíes oto-
manos. No obstante, como se puede observar en los dos breves fragmentos
citados, la lengua misma de los autores del siglo XVIII se presenta como una
variedad claramente diferenciada y que ostenta ya los rasgos característicos
del judeoespañol oriental10.
2.2. Son varias las causas que motivaron la evolución divergente del
judeoespañol en comparación con las demás variedades del español. Entre
los principales factores cabe destacar: la configuración de la koiné inicial, la
situación sociolingüística en el contexto otomano, la desconexión del «buen
uso» común, la influencia del hebreo como adstrato cultural, la ausencia
del influjo del latín, los diferentes contactos lingüísticos y diferencias en
la adaptación del léxico a las nuevas realidades.
Ya se ha aludido a la especial situación sociolingüística dentro de las
comunidades sefardíes en el Imperio otomano y al aislamiento con la con-
siguiente desconexión de la norma común. Esta particular situación lleva,
por un lado, a innovaciones debidas a tendencias inherentes al idioma y,

9
Cito según Berenguer (2004: 120); los corchetes son míos. Es de suponer que las
mencionadas «avlas fuertes y entravicadas» son los cultismos e italianismos renacentistas.
10
Por ejemplo, en el texto de Atías, la conjunción causal siendo o el turquismo semán-
tico fuerte (‘difícil’). Para un resumen de los rasgos característicos, véase Schmid (2008:
54-64).
Judeoespañol y español: los vaivenes de una compleja relación 247

por otro lado, al mantenimiento de formas y estructuras que las demás


variedades han desechado o relegado al subestándar. Pero antes habría que
destacar que el mismo punto de partida es diferente en comparación con las
variedades americanas que se configuran durante la misma época, puesto
que el judeoespañol se constituye a través de un proceso de koineización
en el que toman parte, en mucho mayor grado, los demás romances penin-
sulares, tanto los del este de la Península, el catalán y el aragonés, como
también el portugués. Luego cabe mencionar la subyacente influencia del
hebreo como adstrato cultural, que es constante, aunque más evidente en
algunas épocas que en otras. En cambio, el judeoespañol no participa en
la relatinización que experimenta el español durante el Renacimiento ni
en la incorporación de innumerables cultismos a partir del siglo XVI. En
general, los préstamos que se van integrando en la lengua son de proce-
dencia distinta: el judeoespañol los toma del turco otomano, del italiano
(sobre todo del veneciano) y del griego, como principales idiomas del
comercio en el Mediterráneo oriental, así como de otras lenguas habladas
en el territorio otomano, mientras que el español de España y de América
en esa época incorpora voces amerindias, lusismos procedentes de África
y Asia, italianismos (pero de otros ámbitos semánticos), etc. En el caso de
los sefardíes, la adaptación del léxico a las nuevas realidades se manifiesta
sobre todo en el enriquecimiento en determinadas esferas como el comer-
cio. A diferencia de las variedades americanas, donde se trata sobre todo
de nombrar las realidades de la naturaleza, el judeoespañol es una lengua
urbana: los sefardíes se asentaron casi exclusivamente en las ciudades,
de ahí que se constate un empobrecimiento del léxico patrimonial (i. e.
hispánico) relacionado con el campo, la naturaleza, la flora y la fauna. Se
mantienen las palabras genéricas como árvol o páxaro / paxarico, pero se
pierden muchos vocablos más específicos. En caso de necesidad estas lagu-
nas posteriormente se suplen con palabras turcas, palabras de los idiomas
vecinos o, en la época moderna, términos franceses que se introducen a
través de la lectura y la traducción.

3. Emancipación
3.1. La emancipación del judeoespañol a partir del siglo XVIII tiene dos
vertientes. Por un lado, la lengua familiar (el español, que ya puede consi-
derarse judeoespañol) empieza a asumir funciones reservadas hasta ahora
al hebreo. La literatura en judeoespañol surge cuando algunos rabinos,
ante el creciente desconocimiento del hebreo, deciden superar la diglosia
lingüística e instruir al pueblo publicando obras fundamentales del judaísmo
248 Beatrice Schmid

en su lengua familiar. Por otro lado, ante la falta de modelos de referencia


españoles disponibles, el español sefardí empieza a desarrollar sus propios
modelos y, gracias a la difusión de libros impresos en judeoespañol, se
propagan estos modelos entre los sefardíes otomanos. Para desarrollar una
cultura escritural en judeoespañol, los autores, traductores e impresores
debieron consolidar los usos lingüísticos, particularmente las convenciones
gráficas, elaborar los recursos sintácticos y discursivos propios de la len-
gua escrita y ampliar el vocabulario. Esta primera fase de la elaboración
de la lengua literaria se realiza siguiendo modelos estilísticos hebreos y
aprovechando el hebreo como fuente principal para la neología. Así, por
ejemplo, en la cita de Julí es sintomático que en pocas líneas hallemos
dos conectores tomados del hebreo para estructurar la argumentación11:
meḥamat que (‘por causa que’) y ubifrat (‘y en especial’). Los textos del
siglo XVIII, originales y obras traducidas del hebreo, permiten constatar no
solo que el sefardí era, en efecto, una modalidad lingüística diferenciada,
sino que dejan entrever la existencia de unas normas de uso que desde
los centros más importantes de producción escrita (Salónica y Estambul)
se extienden hacia las zonas periféricas. El Me’am Lo‘ez, al que ya se ha
aludido, gozó de una extraordinaria difusión y fue de especial importancia
para la conformación del gusto de los lectores, llegando a convertirse en
una especie de norma suprarregional del judeoespañol literario.
3.2. Desde mediados del siglo XIX, la apertura hacia Europa y el pro-
ceso de modernización que se iniciaron en el Imperio otomano supusieron
para los sefardíes, entre otras influencias occidentales, la introducción de
nuevos géneros literarios, de una literatura no religiosa, a menudo de carác-
ter popular y hasta trivial, en judeoespañol. Al mismo tiempo tuvo lugar un
verdadero boom de la actividad periodística en esta lengua. En definitiva, el
judeoespañol se impuso como principal lengua escrita al mismo tiempo que
se multiplicó el número de lectores (y por primera vez también de lectoras),
gracias a una reforma de la educación con la alfabetización de amplios
sectores de la sociedad sefardí. A finales del siglo XIX el judeoespañol es
primera lengua y principal medio de comunicación —oral y escrita— de
los sefardíes orientales. En varias ciudades levantinas existen importantes
centros sefardíes, la producción literaria y periodística en sefardí vive una
época de florecimiento y se representan piezas teatrales en judeoespañol.
La ampliación del repertorio textual viene acompañada, necesariamente,
de la modernización del idioma y la elaboración de nuevos registros y for-

11
Cf. Hassán (1995: 132), García Moreno (2004: 356-361) y Schmid (2008: 64-67).
Judeoespañol y español: los vaivenes de una compleja relación 249

mas discursivas. Para ello se utilizan como modelos y fuente de recursos


lingüísticos las nuevas lenguas de contacto occidentales, en primer lugar, el
francés12. A diferencia de la primera elaboración lingüística, de orientación
hebraizante, que aumentó la distancia entre el español sefardí y la lengua
común, esta nueva orientación hacia modelos occidentales disminuye la
distancia. La modernización del vocabulario, que no solo es ampliación
sino también sustitución de turquismos y hebraísmos por cultismos inter-
nacionales grecolatinos, refuerza este acercamiento. El judeoespañol en la
época moderna se vuelve más europeo y románico.
3.3. El judeoespañol de los siglos XVIII y XIX, por sus usos sociales
y culturales y por el grado de elaboración lingüística, se puede considerar
como un idioma completo en el sentido de Lamuela (1994) y como Aus-
bausprache en el sentido de Kloss (1952, 1967, 1976). También se puede
hablar de autonomía con respecto al español peninsular ya que, debido al
aislamiento, seguía su propia evolución y desarrollaba sus propios mode-
los, sus estilos y registros, de modo que, sin duda, existía un diasistema
judeoespañol.
Si este diasistema es una parte, aunque periférica o marginal, del gran
diasistema español o si queda fuera de este es otra cuestión. De todas for-
mas, los sefardíes seguían considerándose hablantes del español, aunque,
[s]ean los que fueren los criterios puramente lingüísticos y fijándonos sólo en los
sociolingüísticos y culturales, entre el español y el sefardí en su época de plenitud
no se daban las condiciones de centralidad y dependencia que determinan las
relaciones entre lengua y dialecto (Hassán 1995: 132).

Aparte de los parámetros más o menos objetivables, tiene también una


especial importancia la conciencia lingüística de los hablantes y sus sen-
timientos hacia su idioma, «la interpretación de los hechos de lengua por
el sujeto hablante mismo», tal como lo expresó Galmés de Fuentes (1964:
128): «El carácter dialectal de un idioma se manifiesta primordialmente
por el sentimiento de inferioridad de quien lo practica, que considera a su
habla como perteneciente a un estrato cultural más bajo que el de la lengua
general».
Tanto la situación sociolingüística como la conciencia lingüística de los
sefardíes, así como sus sentimientos hacia su idioma, empiezan a cambiar
a partir de las últimas décadas del siglo XIX.

12
En algunas regiones también el italiano y el alemán. La influencia del español
empieza algo más tarde y depende más de factores individuales.
250 Beatrice Schmid

4. Reencuentro
4.1. A finales del siglo XIX y principios del XX, es decir, en la misma
época en la que la dialectología románica «descubre» el judeoespañol,
desde España se reanuda el contacto con aquellos «españoles sin patria»13,
gracias a informes de diplomáticos establecidos en el Imperio otomano o
noticias de viajeros14 y, sobre todo, a la campaña prosefardí del senador
Pulido.
En cuanto a la lengua, los españoles que llegan a los Balcanes, a Saló-
nica, Esmirna o Estambul quedan encantados de oír allí un romance que
les suena a castellano medieval. Lo que primero les llama la atención es
la pronunciación, que inevitablemente evoca asociaciones con la lengua
antigua. Así lo dice explícitamente el hijo de Pulido, que cursaba estudios
de Medicina en Viena, en una carta de 1903: «Desde Viena hasta Constan-
tinopla se encuentra repartido un número de judíos que no bajará de dos
millones y cuyo idioma es el castellano antiguo» (citado en Garzón 1992:
XII). Más gráficos son los términos que usa Manuel L. Ortega al relatar el
testimonio del periodista murciano Juan Pujol Martínez: «Juan Pujol nos
cuenta cómo, en uno de sus viajes por Oriente, oyó en labios de un sefardí
la lengua castellana medieval viva, como una momia que hubiese hallado
su alma errante, después de muchos siglos de quietud»15.
De este modo el tópico del arcaísmo (cf. supra § 1.1) fue corroborado
y empezó a popularizarse en España, a menudo acompañado de un tono
paternalista, pero en general con connotaciones positivas. Un ejemplo ilus-
trativo es el siguiente pasaje de una carta de Unamuno a Pulido:
Y para nosotros ¡qué ecos de pasados días, qué antiguas frescuras, que [sic]
remembranzas de mocedad no nos trae esa habla española, de tan dulces caden-
cias, de los judíos españoles de Oriente! En esa habla […] tenemos un reflejo de
nuestro viejo y robusto romance antes de la profunda transformación que sufrió
en el siglo xvi. Esa lengua es la lengua de nuestros primitivos, esa lengua es la
lengua de la España juvenil16.

Por otro lado, para los sefardíes el reencuentro con el español de España
significa en primer lugar enterarse de que su español no es el «vero espa-
ñol», sino una modalidad anticuada.

Cf. el título del libro de Ángel Pulido (1905): Españoles sin patria y la raza sefardí.
13

Véase al respecto Martín Asuero (2005 y 2007).


14

15
Manuel L. Ortega, Los hebreos en Marruecos, Madrid, 1919, citado en Díaz Mas
(1997: 103); la cursiva es mía.
16
Carta de Unamuno citada en Pulido (1905: 105).
Judeoespañol y español: los vaivenes de una compleja relación 251

4.2. Este reencuentro acontece precisamente en un momento de crisis


de identidad. Después del desmembramiento del Imperio otomano, mul-
tiétnico y multilingüe, donde habían vivido más o menos autónomos como
una de muchas minorías, los sefardíes ahora tienen que integrarse en nuevos
estados como Serbia, Bulgaria o Rumanía, en los que la lengua nacional
constituía un elemento fundamental de identidad. En esta nueva situación
sociolingüística17 surge un debate sobre la conveniencia de mantener el
(judeo)español o de abandonarlo, o bien a favor de la lengua del país
(que de todos modos era imprescindible), o bien a favor del francés u otro
idioma internacional (más útil y de más prestigio), o bien a favor del hebreo
(propagado como lengua nacional judía por el movimiento sionista). El
tópico del arcaísmo del judeoespañol se difunde, pues, justo cuando los
sefardíes están cuestionando la conveniencia de transmitir el idioma a los
hijos o de sustituirlo por otro. Esta controversia dejó numerosos ecos en
la prensa sefardí18.
Así, por ejemplo, en los primeros meses de 1894 el periódico El Amigo
del Puevlo de Belgrado publica una serie de cartas de lectores sobre el
tema «La lingua española»19. Como muestra transcribimos algunos breves
pasajes de tres contribuciones20.
En una carta del 30 de enero de 1894 titulada «La lingua materna» un
tal R. F. se expresa contra el mantenimiento del idioma tradicional de los
sefardíes:
Para mośotros la lingua española es una lingua ajena y con poca cencia […].
Cuando la havla española no mos puede haćer dar a entender ni con un conher-
mano muestro de dos partes contrarias de la Serbía, Bulgaría y Nemŝiya cuando
ansí una havla tiene tantos yeros y provinĉialismos que un vero español no la
puede entender, entonces ¿para loqué prime detener ansí una lingua? (AmP 1893-
1894: 201).

17
Sobre los principales factores que llevarían al declive del judeoespañol oriental,
véase Schmid (2007: 17-26).
18
Sobre la cuestión de la lengua en la prensa existen varios estudios, entre otros, los
de Romero (2010a, 2010b) y Bürki (2010).
19
Nótese que las expresiones «lingua española» y «havla española» se refieren al
sefardí.
20
Para la transcripción empleo el sistema de la revista Sefarad, ligeramente simpli-
ficado: <ś, ź, ć> = [z], <j, gei> = [ʒ], <š, ǰ, čh> = [ʃ], <ĵ, ĝ> = [ʤ], <ŝ, ĉ> = [ts], <b> =
[b], <v> = [v], <ḥ> = [h] o [χ]; los demás grafemas se leen como en castellano seseante
y yeísta.
252 Beatrice Schmid

Por el contrario, un tal Š. R. en su contribución «Torna por la lingua


española», fechada el 23 de febrero de 1894, opina que «el aleǰamiento del
ešpañol21 es dañośo para muestra nación» y continúa:
Tocante a la religuión, lingua y otras cośas que tocan especialmente a los interesos
de muestro puevlo, yo estó de idea que mośotros ĵidiós devemos tener enfrente
de estas cośas unos prinĉipios conservativos, que se reśumen ansí: guadrar todas
las prácticas religuiośas, fueros y uśos antigos en teniendo conto del espirito
del tienpo! […]. En esto entra ý la lingua ešpañola que mos aúna con el resto
de muestros hermanos sefaradim del Oriente. A la fin dećimos que de la lin-
gua ešpañola tenemos ý un provecho material y es que con su ayudo puedemos
anbeźar más liviano ciertas linguas bivas menesterośas por muestras partes (AmP
1893-1894: 248-249).

Los argumentos a favor y en contra que leemos en estos pasajes son


los que se repiten en casi todas las cartas. Los argumentos recurrentes a
favor del mantenimiento del judeoespañol son: la tradición, su función
como elemento de cohesión entre los sefardíes de Oriente y su carácter
románico, cuyo conocimiento ayuda a aprender otras lenguas occidentales.
En cambio, en las posiciones en contra del judeoespañol se suele aducir
que este idioma carece de valor identitario, de prestigio y de utilidad: en
el fondo no es la lengua propia de los judíos sino la que los antepasados
tomaron de los españoles, es un jargon anticuado, no apto para la cultura,
la ciencia y la vida moderna, y corrompido por tantos préstamos regionales
que ni los sefardíes de diferentes regiones se entienden mutuamente ni los
españoles pueden entenderlos.
Este último aspecto es el que preocupa especialmente a M. Ḥasón de
Vidin (Bulgaria). En una larga carta en defensa del judeoespañol protesta
contra el término despectivo jargon y asegura que no existe ningún pro-
blema de intercomprensión con los «veros españoles», como él mismo ha
podido comprobar:
Sovre esto repondo yo que esto non es enteramente verdad, lo que mośotros
havlamos non se puede llamar jargón […], ya mos podemos dar a entender con
veros españoles. Yo tuve ocaśión de corešpondiarme con el redactor de el jurnal
«La Ilustración» de Madrid. Yo escriví a este siñor simple y puro según estó agora
escriviendo —naturalmente con letras latinas—, y la preva que ya me entendió
muy bien es que respondió a mi demanda con una letra la cuala ý yo la entendí
muy bien (AmP 1893-1894: 276).

21
Entiéndase «el abandono del judeoespañol».
Judeoespañol y español: los vaivenes de una compleja relación 253

Como prueba de que el español de España no presenta ningún problema


de comprensibilidad para cualquier sefardí mínimamente instruido el autor
cita algunas líneas del prólogo a la 9.ª edición del DRAE y pregunta:
Demandamos agora: ¿Cuál ĵidió español (alomenos un poco instruido) no entiende
estas fraśas de ariva? Que la havla es pura y vera español se puede pensar cada
uno siendo es la Academiya de la España que la está havlando! ¿Cómo se puede
dećir dunque que loque mośotros havlamos no es español sinon un jargón? Esto
sería una idea sin baśa y raźón (AmP 1893-1894: 277).

En realidad, los lectores de El Amigo del Puevlo no tienen la posibilidad


de leer el español académico y comprobar que lo entienden. La redacción
del periódico no solo reduce las muestras a un breve pasaje de cuatro líneas,
sino que las imprime en las habituales letras rashíes, explicando en nota:
«Muestro honorado corespondente trae este pasaje y tres otros con letras
latinas, mośotros acortamos y traemos solo el primer, pensando que solo
con él ya se alcanza el escopo del escrividor. N. d. l. r.» (AmP 1893-1894:
277). Además, al transcribir el texto en letras hebreas, la redacción sefar-
diza la fonética: seis se convierte en /seʃ/, cesado en /sesado/, mejorar en
/miʒorar/, muchas en /munʧas/, etc. Así se presenta el texto académico,
aljamiado y sefardizado (AmP 1893-1894: 277):

En casi todas las cartas en este debate sobre la lengua, sean a favor o
en contra del judeoespañol, observamos una actitud de sumisión frente al
español peninsular y la expresión de una relación centro-periférica, es decir,
el reflejo de una redialectalización. Con el reencuentro se inicia, además, el
nuevo acercamiento a las demás variedades del español, la rehispanización,
o sea, el proceso de disminución de elementos diferenciales y su sustitución
por los del español general.

5. Vuelta bajo el techo común


5.1. La presencia de elementos de evidente procedencia del español
estándar se observa ya a comienzos del XX en la lengua de varios autores,
entre ellos figuras tan importantes para las letras sefardíes como Alexan-
dre Ben Guiat, Aharon de Yosef Hazan o Abraham A. Cappon. Aunque
254 Beatrice Schmid

fueran una minoría los hispanófilos22 declarados es indudable que en esa


época el judeoespañol estuvo dando los primeros pasos en el camino de
la rehispanización.
En algunos casos excepcionales la rehispanización fue consciente e
intencionada. Es el caso de los partidarios de la aproximación del judeoes-
pañol al español peninsular por razones prácticas y/o ideológicas, como el
periodista, dramaturgo y poeta Abraham A. Cappon, que proponía recu-
rrir al «vero español» para la modernización y el enriquecimiento de la
lengua literaria y periodística23. Sin embargo, si la rehispanización se ha
venido acelerando a lo largo del siglo XX ha sido de manera más o menos
involuntaria e inconsciente, debido al contacto directo o indirecto con
hispanohablantes.
5.2. Como consecuencia de la dispersión secundaria, es decir, los movi-
mientos migratorios desde los asentamientos tradicionales hacia diferentes
países de Europa y América, muchos sefardíes entraron en contacto con
otras variedades hispanas.
La lengua de los que se asentaron en países hispanoamericanos se
diluyó pronto en la modalidad de su nuevo lugar de residencia, aunque
muchos hayan conservado durante algunas generaciones ciertos rasgos o
expresiones sefardíes que pueden activar en su español. Asimismo, en la
lengua de los que se establecieron en Estados Unidos y sus descendientes, la
presencia del español tuvo sus efectos. Su judeoespañol —que pronto pasó
al segundo plano ante el inglés— se hispanizó rápidamente en contacto con
la lengua de los numerosos hispanohablantes. Pero también en Israel los
sefardófonos entraron en contacto con inmigrantes hispanoamericanos. En
las últimas décadas se añade el incremento de la movilidad internacional
y del turismo, la globalización de los medios de comunicación, así como
la difusión internacional del español como segunda lengua. El profesor
Hassán (1995: 132) sospechó ya en los años noventa que ya no quedaba un
sefardí sefardófono que no haya estado en contacto directo con hablantes
de español, o que no conozca el español moderno por lo menos de oídas
por la radio, el cine o gracias a las telenovelas.
Desde la segunda mitad del siglo XX la mayoría de los hablantes dise-
minados por todos los continentes son personas mayores, quienes recuerdan

22
Pulido (1905: 108 y sigs.) clasifica a sus corresponsales en «anticastellanistas, ó
hispanófobos», «dialectistas, ó autonomistas», «oportunistas, ó eclécticos» y «castellanis-
tas, o hispanófilos».
23
Véase Schmid (2010: 107 y sigs.).
Judeoespañol y español: los vaivenes de una compleja relación 255

el judeoespañol como lengua de su niñez, pero por la falta de práctica tienen


un repertorio lingüístico reducido y limitado a determinados temas. Los
que saben algo de español recurren a él para llenar lagunas léxicas, y en
la conversación con personas no familiares tratan de «mejorar» su ladino
hispanizándolo. Por otro lado, los jóvenes sefardíes muestran mucho interés
por el español, pero prefieren estudiar el español estándar, no la variedad
«anticuada» de los abuelos o bisabuelos. A este respecto es muy ilustrativo
este texto que publicó César Antonio Molina (2007) cuando era director
del Instituto Cervantes:
No hace mucho, en Estambul, visitaba a la comunidad sefardí. En la redacción
de uno de sus diarios y revistas, escrito en ladino, mantuve un encuentro con
los redactores. La subdirectora acababa de regresar con sus hijos de un viaje a
Nueva York y venía encantada, porque se habían dado cuenta de que con aque-
lla «antigualla de lengua que hablaban en familia desde tiempos remotos» se
habían entendido con montones de gentes. Ahora actualizaban su judeoespañol
en nuestras clases24.

5.3. Gracias a los movimientos por preservar el judeoespañol, en las


últimas décadas se ha incrementado mucho su uso escrito, sobre todo en
internet. De hecho, en la actualidad es probablemente un idioma más escrito
que hablado. Asistimos, pues, a una tercera fase de elaboración y moder-
nización de registros escritos. A falta de modelos lingüísticos dentro del
judeoespañol actual, el español estándar se ha convertido en modelo de
referencia para la lengua escrita, como se observa en el siguiente texto
de la revista Akí Yerushalayim, firmado por la Autoridad Nasionala del
Ladino (2007), que constituye un ejemplo ilustrativo del judeoespañol de
comienzos del siglo XXI:
Una idea muy impresionante de la rika kreasion literaria djudeo-espanyola fue
dada en la ekspozision «Suenyos en Espanya-500 Anyos de Livros en Ladino»,
organizada por la Autoridad Nasionala del Ladino i mostrada por primera vez en
1999, en la Feria Internasional de Livros de Yerushalayim, i despues en 7 sivdades
de Espanya onde desperto un grande intereso i resivio komentarios muy elojiozos.
Al kumplir los 20 anyos de las relasiones diplomatikas entre Espanya i Israel, la
Autoridad Nasionala del Ladino desidio de renovar i aktualizar la ekspozision,
metiendo un mas grande aksento sovre las relasiones kon Espanya i el mundo
ibero-amerikano. La intension es de amostrarla en primero en Israel, i despues
en Espanya i otros paizes mas.

24
En Babelia (3 de marzo de 2007); la cursiva es mía.
256 Beatrice Schmid

Si hacemos abstracción de la grafía y de las conocidas particularidades


fonéticas25, son pocos los rasgos diferenciadores: las formas onde y amos-
trar por donde y mostrar, el adjetivo antepuesto grande sin apócope, la
marca genérica en intereso y nasionala, el adverbio emprimero ‘primero’
(¡escrito en primero!), el infinitivo introducido por de («desidió de reno-
var») por influjo francés, y la expresión «meter un más grande aksento»,
que también podría ser un calco del francés.
Por otro lado, si comparamos el texto con el judeoespañol usual en
la primera mitad del siglo XX, el acercamiento al español común se hace
patente en la preferencia por la construcción o la forma compartida con el
estándar en casos donde en judeoespañol coexistían varias posibilidades,
por ejemplo, en prima vez ~ primera vez, muy impresionante ~ muncho
impresionante o Feria Internasional ~ Feria Internasionala. Asimismo,
registramos sueños en vez de una de las formas castizas esfueños o eshue-
ños, intensión en vez de entisión o intisión, en España ~ entre España ~
con España donde el judeoespañol prefería la España con artículo, o el
gerundio metiendo donde el judeoespañol de hace cien años prefería la
construcción preposicional en metiendo. También son debidas a la lengua
estándar la perífrasis al + infinitivo («al cumplir los 20 años») así como
la construcción «y otros más». En general, es sintomático que el texto se
podría trasladar palabra por palabra al español estándar, ya que en el plano
oracional y discursivo sigue el modelo común. Igual que en la mayoría de la
producción escrita en judeoespañol que se encuentra en internet, los rasgos
diferenciadores pertenecen a la superficie gráfico-fonética.
Donde el judeoespañol rompe radicalmente con su tradición sefardí,
pero sin acercarse al español, es en la grafía, un aspecto superficial desde el
punto de vista lingüístico, pero de enorme importancia en la percepción de
mucha gente: el ladino contemporáneo ya no se escribe con letras hebraicas.
No obstante, también la nueva ortografía con letras latinas es heterodoxa,
aunque ya no de «alianza lingüística de los idiomas judaizados» en el sen-
tido de Bossong, sino de alianza anglosajona.

6. Conclusión
En definitiva, hay numerosos indicios de la pérdida de la autonomía lin-
güística del judeoespañol y de su regreso bajo el techo del español común.
Por otro lado, a fin de subrayar la independencia se recurre a dos marcas

Las sibilantes sonoras en djudeo-, ekspozision, elojiozos, paizes, etc. y la fricativi-


25

zación de /u/ implosiva en sivdades.


Judeoespañol y español: los vaivenes de una compleja relación 257

simbólicas, que son las habituales en casos de secesionismo lingüístico: el


glotónimo (ladino) y la ortografía.
A modo de resumen y conclusión, quisiera terminar estas reflexiones
acerca de las relaciones entre el español y el judeoespañol con unas palabras
de Iacob Hassán (1995: 132), quien nos ofrece otra metáfora más:
Tras varios siglos de haber sido lengua de cultura autónoma, los restos vivos de la
lengua sefardí, cual pecios a la deriva en los espacios siderales, son atrapados por
la fuerza de gravedad del español y entran en su órbita como dialecto, recorriendo
el camino opuesto al de tantos dialectos que acaban por convertirse en lengua.

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Mesas redondas
Cien años de Filología Española
Ante los cien años de la Revista de Filología Española

María Antonia Martín Zorraquino


Universidad de Zaragoza

Resumen. Se trata de mostrar los principios que inspiraron la creación de la


Revista de Filología Española, profundamente vinculados a la visión de la Filo-
logía de don Ramón Menéndez Pidal, visión original, que combina el estudio de
la lengua con la investigación de la historia de la civilización, de la cultura, de la
literatura y que parte siempre del análisis de los textos, literarios y no literarios,
rigurosamente editados. Asimismo, se ofrecen ejemplos concretos que prueban
la fidelidad de la revista a dichos principios a lo largo de cien años, y, al mismo
tiempo, su capacidad de integrar las corrientes renovadoras en los estudios filoló-
gicos. Finalmente, se ofrece una breve introducción a los tres textos que integran
la Mesa Redonda dedicada a los cien años de la Revista de Filología Española.
Palabras clave. Centenario de la Revista de Filología Española, Revista de Filo-
logía Española.

Abstract. The principles that inspired the creation of the Revista de Filología
Española are described as deeply related to Ramón Menéndez Pidal’s perception
of Philology, an original one, since it combines the study of language with the
study of the history of civilisation, of culture, of literature, and it is always based
on the analysis of strictly edited texts (literary and non-literary ones). Several
examples are offered that prove the fidelity of the Revista de Filología Española
to its foundational principles over a hundred of years, and, at the same time, its
capacity to integrate the new trends of Philology into its contents. Finally, a brief
introduction about the three texts that are included in this roundtable meeting
dedicated to the Revista de Filología Española is made.
Keywords. Centenary of the Revista de Filología Española, Revista de Filología
Española.

Los organizadores del X Congreso Internacional de Historia de la Len-


gua Española celebrado en Zaragoza en septiembre de 2015 hemos querido
266 María Antonia Martín Zorraquino

que en él estuviera presente el centenario de la fundación de la Revista de


Filología Española, pese a que, en realidad, sobrepasamos en un año la
efeméride. Pero la relevancia de esta publicación periódica para el estudio
de la historia del español y, sobre todo, su importancia esencial dentro de
la Escuela Española de Filología, nos determinaron a consagrar una Mesa
redonda a su recuerdo.
La Revista de Filología Española fue fundada en 1914 por don Ramón
Menéndez Pidal en el marco del Centro de Estudios Históricos, integrado
en la Junta para Ampliación de Estudios, creada en 1907 y presidida por
don Santiago Ramón y Cajal.
Según testimonio de don Tomás Navarro Tomás, como recoge José
Manuel Blecua Perdices (Alcina/Blecua 1975: 173-174 y notas), la revista
procedía de un primer proyecto de publicación que se iba a denominar
Cuadernos de Trabajo del Centro de Estudios Históricos y que debía reunir
colaboraciones de todas las Secciones del Centro. Sin embargo, durante
su estancia en Alemania, como becario de la Junta para Ampliación de
Estudios (1912-1913), Navarro Tomás captó pronto, a través de la corres-
pondencia que mantenía con don Ramón, que este deseaba una revista de
publicación regular y de índole totalmente filológica, como algunas de las
más relevantes que se editaban en Alemania sobre Filología Románica, o
sobre algunas lenguas románicas en particular.
Así, Navarro Tomás, a la sazón en el Phonetisches Laboratorium de
Hamburgo, mantuvo importantes contactos con el entonces joven hispa-
nista Fritz Krüger, quien le proporcionó muy valiosa información editorial,
en particular sobre la Revue de Dialectologie Romane, establecida en el
Vorlesungsgebäude de aquella ciudad. Navarro Tomás pudo revisar tam-
bién, al parecer, la Zeitschrift für Französische Sprache und Literatur a
la que consideraba la de mayor prestigio de entre las revistas filológicas
románicas de su tiempo «por la organización de sus secciones y por su pre-
sentación tipográfica» (ibid.). De modo que, cuando regresó a Madrid, en
1914, «pertrechado de notas y de impulso juvenil» (ibid.), apoyó de forma
determinante que en el ánimo de don Ramón se definiera concretamente
la idea de la Revista de Filología Española, dedicada enteramente a temas
de filología hispánica, y que acogiera secciones, esenciales, de reseñas de
libros y de información bibliográfica metódica.
De hecho, la revista ha sido fiel a dicho formato hasta el presente.
Publica secciones fijas de estudios, miscelánea, notas bibliográficas, en
las que se estudian extensamente y se enjuician los últimos libros sobre la
materia. En cada volumen aparece también una extensa bibliografía.
Ante los cien años de la Revista de Filología Española 267

En los primeros números de la revista dicha sección bibliográfica aco-


gía referencias de lingüística, con estudios gramaticales del ámbito de las
lenguas románicas y, en particular, del hispánico, con títulos sobre ortogra-
fía y paleografía, fonética, morfología, sintaxis, lexicografía y semántica; e
incluía también apartados dedicados a la métrica, la dialectología, la geo-
grafía lingüística, la enseñanza del idioma, la literatura general, la literatura
comparada, la historia de la literatura española, los escritores hispanola-
tinos, los diversos géneros literarios (lírica, épica, narrativa, teatro, etc.),
la crítica literaria, la enseñanza de la literatura, el folclore y la literatura
popular. E incorporaba igualmente referencias de obras bibliográficas, de
historia de la civilización, de instituciones, de arqueología y arte, de his-
toria local, viajes, etc. Estaba claro, pues, como indica Alberto Montaner
Frutos en el texto que leyó en la Mesa redonda que aquí se publica, que
la revista reflejaba una concepción de la filología bifronte: la dedicación
al estudio lingüístico, de todas las manifestaciones lingüísticas (literarias
y no literarias), y, por otra parte, al estudio de la conexión de cada lengua
con la historia, las instituciones, la cultura (incluidas las manifestaciones
literarias) en el que se inscribe cada lengua.
Desde el primer número de la revista está clara igualmente la voluntad
de ofrecer ediciones cuidadosamente rigurosas de los primeros textos del
castellano y de otros dialectos románicos peninsulares. Así, el volumen de
1914 incluía la edición y el estudio, preciosos, de don Ramón Menéndez
Pidal sobre «Elena y María. (Disputa del clérigo y el caballero). Poesía
leonesa inédita del siglo XIII».
Apenas diez años después, en 1924, se percibe el respeto y la sol-
vencia internacionales de los que goza la publicación: el tomo XI, por
ejemplo, contiene el trabajo de W. Meyer-Lübke «La sonorización de las
sordas intervocálicas latinas en español» y el de Leo Spitzer «Port. choscar,
chuscar, etc. Comparación de voces en portugués, castellano y algunas
voces de otros dialectos hispánicos». Los estudios sobre temas literarios,
lingüísticos o dialectales son una constante. Así, en la revista aparecerán
trabajos como el de S. Gili Gaya (en 1924) sobre «Influencia del acento y
de las consonantes en las curvas de entonación», y como «El soneto con
estrambote en la literatura española» (de Erasmo Buceta en el tomo XXI,
en 1934), o como «Análisis fonético del valenciano literario» (de Tomás
Navarro Tomás y Manuel Sanchis Guarner, también en el tomo XXI, en
1934). En plena guerra civil, como relata María Teresa Echenique Elizondo
en su texto para esta Mesa Redonda, gracias al inmenso esfuerzo de Tomás
Navarro Tomás y Rafael Lapesa, y también de Dámaso Alonso, se publica
268 María Antonia Martín Zorraquino

el tomo XXIV, en 1937, que incorpora, por ejemplo, «La terminación ‘-i’,
por ‘-e’ en los poemas de Gonzalo de Berceo» (de Gunnar Tilander), o «El
juicio de Carlos V acerca del español y otros pareceres sobre las lenguas
romances» (de Erasmo Buceta).
Como relatan Pilar García Mouton y María Teresa Echenique Elizondo,
tras la guerra civil, la revista continúa publicándose (en el seno del CSIC),
y es clara la voluntad de don Ramón Menéndez Pidal en mantener su exis-
tencia. Es entonces también cuando Amado Alonso comienza a publicar
la Revista de Filología Hispánica en Buenos Aires. (Pilar García Mouton
comenta estos dos últimos datos en el texto que aquí aparece).
A partir de los años cincuenta, los jóvenes filólogos de la posguerra
se hacen presentes, con sus respectivas preocupaciones investigadoras, en
la revista. Así, en la década entre 1954 y 1964, aparecen los nombres de
Diego Catalán, Manuel Alvar, Martín de Riquer, Antonio Badía Margarit,
Joan Veny, Gregorio Salvador, Germán Colón, Antonio Llorente, Fran-
cisco Marsá, José Roca Pons, Francisco López Estrada, Fernando González
Ollé, Ricardo Navas Ruiz, Antonio Quilis, y tantos otros, pero también,
por supuesto, siguen publicando los viejos maestros, como el propio don
Ramón Menéndez Pidal. Algunos de los nombres citados destacan con
frecuencia por su contribución, siempre muy importante, en la reseña de
libros y revistas. En el tomo XL, en 1956, por ejemplo, colaboran en la
revista bibliográfica Manuel Alvar, Francisco Marsá, Juan Bastardas Parera,
Alfredo Carballo Picazo o Antonio Badía Margarit. Y en el análisis de
revistas, lo hacen Manuel García Blanco, Francisco López Estrada, Martín
de Riquer, Antonio Badía Margarit y Manuel Alvar.
En 1964 se dedican muchas páginas a conmemorar los cincuenta años
de la fundación de la revista. En el volumen se recuerdan los nombres de
los redactores y de los colaboradores. Se incluye la bibliografía de Menén-
dez Pidal.
En la década de los setenta se pueden leer reseñas de los que ya son
nuevos jóvenes filólogos: Rogelio Reyes, Luis Iglesias Feijoo, José Car-
los de Torres, Luciano García Lorenzo, y otros, que comparten páginas
con quienes son ya maestros consagrados: Antonio Llorente Maldonado
de Guevara y Manuel Alvar. La labor de revisión bibliográfica de Llorente
será constante durante muchos años.
A partir de 1975 se hacen más presentes los estudios de descripción gra-
matical sincrónica; en ese año, por ejemplo, se publican «La coordinación
adversativa en español: aspecto sincrónico», de Ana María Echaide; «En
torno a los verbos perifrásticos del español: un análisis sintáctico transfor-
Ante los cien años de la Revista de Filología Española 269

macional», de Jan Schroten, o «A propósito de las restricciones de orden


en las secuencias de clíticos en español», de Salvador Bastida. Junto a
dichos trabajos, se incluyen «La métrica en los Autos Sacramentales de
Bances Candamo», de José Pérez Feliu, o «Aspiraciones del humanismo
español del siglo xv: revalorización del Prohemio e Carta de Santillana»,
de Francis Ferrie.
La renovación parcial de los encargados de las reseñas bibliográficas
se va haciendo patente a lo largo de los años ochenta y noventa. Como
siempre, junto a los maestros ya citados (Llorente, Alvar, Quilis), apa-
recen los jóvenes estudiosos: Pilar García Mouton, María Jesús Lacarra,
Carlos Alvar, Manuel Alvar Ezquerra, María Luz Gutiérrez Araus, Marga-
rita Lliteras, Pedro Benítez Pérez, M.ª Ángeles Álvarez Martínez, Rafael
Rodríguez-Ponga, Francisco Moreno Fernández, Pedro Martín Butragueño,
Isabel Molina Martos, Juan Carlos Conde López, Luis Albuquerque…
Ya bordeando el nuevo milenio la revista ofrece abundantes muestras
de la fidelidad a sus principios filológicos fundacionales y, precisamente
por ello, refleja igualmente la ampliación de las orientaciones teóricas:
por ejemplo, la pragmática lingüística, la sociolingüística, o las nuevas
corrientes de la crítica literaria. Junto a estudios dialectales (por ejemplo,
sobre las denominaciones correspondientes a algunas lexías de la lengua
estándar en áreas de Zamora, Salamanca y Ávila —aludo a un artículo de
Antonio Llorente Maldonado—), se recogen también artículos sobre lite-
ratura medieval (por ejemplo, un trabajo de Rafael Beltrán sobre las bodas
sordas en Tirant lo Blanc y La Celestina), pero también trabajos inscritos
en la pragmática lingüística (aplicada, por ejemplo, a los tiempos verbales
—aludo a un artículo de Graciela Reyes—).
El volumen XCIV, de 2014, por aportar un último ejemplo, ofrece
«La supervivencia de deber de + infinitivo en el español moderno
(ss. XVIII-XX)», de José Luis Blas Arroyo y Javier Vellón Lahoz, al lado
de «Del ‘teatro de sombras’ islámico a los títeres, pasando por los ‘retablos
de maravillas’», de Federico Corriente; o junto a «La influencia latino-ro-
mánica en la estructura morfológica nominal de la lengua vasca», de José
Fernando Domene Verdú, al lado de «Dos sonetos bubosos entre Mateo
Alemán y Vicente Espinel. Edición crítica y estudio», de Luis Gómez Can-
seco. O «Las funciones pragmático-discursivas de en este sentido», de Ana
Llopis Cardona.
Creo que los tres autores que protagonizan la Mesa redonda que publi-
camos insisten en lo que acabo de subrayar: la Revista de Filología Espa-
ñola ha dado prueba a lo largo de cien años (y podemos sentirnos profunda-
270 María Antonia Martín Zorraquino

mente satisfechos y orgullosos de esa pervivencia), de una sabia fidelidad a


la tradición, a los principios que inspiraron su creación en 1914, y, al mismo
tiempo, de una inteligente comprensión de las transformaciones experi-
mentadas por los estudios filológicos durante ese siglo, combinando acer-
tadamente, de forma equilibrada, la tradición y la innovación filológicas.
El lector encontrará en los textos que ofrecen Pilar García Mouton,
María Teresa Echenique Elizondo y Alberto Montaner Frutos tres visiones
complementarias de esa acertada combinación.
Pilar García Mouton sintetiza, en su contribución, la evolución de la
RFE, señalando los principios que fundamentaron su creación; su primera
plenitud en los años 20 y en la primera mitad de los treinta; la difícil etapa
de la guerra civil y de los primeros años de la posguerra; la renovación
de los años cincuenta y décadas siguientes, hasta el final de los años 80,
cuando el CSIC presionó para que la revista se ajustara a las característi-
cas exigidas a las revistas internacionales, sobre todo la puntualidad en la
publicación, la inclusión de resúmenes en inglés, y, a partir del siglo XXI,
la rigurosa adaptación a las publicaciones de mayor solvencia e impacto (lo
que la revista cumple hoy en día). García Mouton da cuenta explícita de la
exposición que ella misma coordinó junto a Mario Pedrazuela Fuentes en
el espacio cultural Conde-Duque, en Madrid, entre julio y septiembre de
2015, y cuyos contenidos quedaron reflejados y comentados en el catálogo
correspondiente, con el título de La ciencia de la palabra. Cien años de
la «Revista de Filología Española», publicado por el Consejo Superior
de Investigaciones Científicas. García Mouton da cuenta igualmente de la
nueva forma de publicación que hoy conoce la revista (disponible en la
Red) y, asimismo, del esfuerzo que se ha llevado a cabo para digitalizarla,
lo que se ha conseguido ya a partir de los números publicados desde 1954.
María Teresa Echenique Elizondo, a su vez, se centra en la aportación
de la revista para el estudio de la historia de la lengua española durante cien
años, valorando positivamente la proyección y el impulso que ha logrado al
respecto. Echenique Elizondo subraya la íntima relación de la publicación
con la obra de Menéndez Pidal, destacando la evolución del pensamiento
de don Ramón, su originalidad, dentro de la filología europea, y la reno-
vación total que supuso para los estudios de Filología en España y, con
ello, de la propia revista. La autora subraya especialmente la continuidad
en la edición de esta; la sabia combinación de fidelidad a la tradición y de
renovación en los estudios de historia de la lengua que cifra; la importante
aportación de sus números, con sus secciones siempre relevantes, más la
publicación de sus anejos, con monografías esenciales para la disciplina.
Ante los cien años de la Revista de Filología Española 271

Da cuenta de que, desde su inicio, la revista trató de cumplir dos objetivos:


la elaboración de un corpus como fundamento para la reconstrucción de la
historia de la lengua (corpus de textos literarios y de textos no literarios),
y la investigación sobre la historia de la lengua española sobre la base
documental recolectada, con una visión de la interpretación de la historia
plural, para la que la dialectología, la geografía lingüística, la historia de la
civilización, de la cultura, de la literatura, de la sociedad, etc., y no solo la
descripción lingüística, en todos los niveles del análisis de la lengua, eran
necesarias. Echenique Elizondo cierra su trabajo indicando que los cien
años de la RFE dejan un gran legado para el siglo XXI.
Finalmente, Alberto Montaner Frutos se ocupa de la evolución del
concepto de filología desde la Revista de Filología Española. Como ya he
comentado, el autor muestra que la revista, de acuerdo con el pensamiento
de don Ramón Menéndez Pidal, concibió el estudio filológico como una
investigación bifronte, siguiendo en ello una posición sobre la Filología que
puede rastrearse en los diccionarios académicos desde fines del siglo XIX,
pasando por la edición de 1914, hasta asentarse en la de 1925, de suerte
que conviven en los estudios filológicos españoles la orientación más cla-
ramente lingüística y otra histórico-literaria y, aún más amplia, histórico-
cultural. Para el autor, siguiendo a Fernando Lázaro Carreter, la edición
y estudio del Cantar de mio Cid se inscribiría en la segunda orientación,
mientras que los Orígenes del español (ambas, obras señeras de Menéndez
Pidal) se enmarcaría en la primera. Si bien las dos entran plausiblemente
en el ámbito de la Filología.
Los tres protagonistas de la Mesa redonda que aquí incluimos ofre-
cen una relevante bibliografía. Por supuesto, son copiosas las referencias
sobre la trayectoria de los estudios filológicos en los últimos cien años.
Me atrevo a recordar que Catalán (1974) constituyó en su momento un
título esencial y que, en concreto, para la Revista de Filología Española,
la referencia de García Mouton (2012) representa una referencia prece-
dente muy ilustradora. Por último, solo quiero destacar también que, en las
fechas de 2007 y 2010, conmemorativas del centenario de la fundación de
la Junta para Ampliación de Estudios y del Centro de Estudios Históricos,
respectivamente, vieron la luz importantes y extensas publicaciones sobre
ambas instituciones (aparecen recogidas en los textos de las dos autoras y
del autor que aquí se publican).
272 María Antonia Martín Zorraquino

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La lengua y el estudio de su historia: cien años de
proyección e impulso de nuestro patrimonio filológico

M.ª Teresa Echenique Elizondo


Universitat de València

Resumen. Se condensa aquí la atención centenaria prestada a la historia de la


lengua española por la Revista de Filología Española (RFE), fundada en 1914
por Menéndez Pidal, pronto consolidada como heraldo europeo del patrimonio
filológico hispánico. Como publicación propia de la rama de Filología del Centro
de Estudios Históricos de Madrid, sus comienzos se sitúan en la sede de Almagro,
luego en Medinaceli, antes y después de la guerra civil, y, ya en época reciente,
en el edificio de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC en Albasanz. Tras los
difíciles avatares de la guerra civil, a lo largo de una centuria la RFE ha recogido
ininterrumpidamente los frutos de un programa de investigación sólido y riguroso,
trazado en sus inicios con visión de perdurabilidad y de proyección internacional.
Palabras clave. Revista de Filología Española, historia de la lengua española,
Filología española, Centro de Estudios Históricos.

Abstract. The centenary attention to the History of Spanish language by Revista


de Filología Española (RFE) is concentrated in this paper. Established in 1914
by Menéndez Pidal, the RFE was soon well consolidated as the European leader
of the Hispanic philological heritage. As a self-publication of the area of Phi-
lology of the Centro de Estudios Históricos based in Madrid, its beginnings are
situated in Almagro, passing by Medinaceli before and after the Spanish Civil
War. Recently, it is located in the building of Human and Social Sciences of the
CSIC in Albasanz. After all the vicissitudes of the Spanish Civil War, the RFE
has gathered all the fruits of a strong and meticulous research and work without
interruption during all the century. After all, the RFE has been founded with an
idea of perpetuation and an international impact and projection.
Keywords. Revista de Filología Española, history of the Spanish language,
Spanish Philology, Centro de Estudios Históricos.
274 M.ª Teresa Echenique Elizondo

Es esencial remontarse a la creación del Centro de Estudios Históricos


en 1910 para situar debidamente la significación de la RFE en sus comien-
zos. El Centro, creado por real decreto de 18 de marzo de 1910 tras supe-
rar circunstancias desfavorables en años anteriores (López Sánchez 2006:
30-45), nació con el deseo de investigar sistemáticamente el pasado nacio-
nal, con voluntad de fundar escuela y de extenderla por las universidades
españolas y extranjeras, «como organismo dependiente en la forma de la
Junta para Ampliación de Estudios, aunque, como todas sus criaturas, inde-
pendiente en su funcionamiento práctico» (Varela 1999: 229). La sección
de Filología se convirtió pronto en el germen de la Escuela de Menéndez
Pidal, Escuela de Madrid o Escuela del Centro de Estudios Históricos,
muy activa a lo largo del siglo XX (Catalán 1974: 22-32; Abad 1990: 16).
La reactivación filológica impulsada por Ramón Menéndez Pidal había
dado ya entonces importantes frutos: la gramática histórica y la dialectología
habían recibido sólido cimiento tras la publicación por Menéndez Pidal del
Manual de gramática histórica española en 19041 y El dialecto leonés en
1906, al tiempo que consolidaba la edición de textos con fundamento firme:
además del Poema del Cid en 1899, la Disputa del alma y el cuerpo y el
Auto de los Reyes Magos, ambas obras en 1900, y la Razón de Amor en 1905,
entre otros, en 1906 había publicado la Estoria de España de Alfonso X con
el título Primera Crónica General de España, y entre 1908 y 1911 salieron
los tres volúmenes del Cantar de Mio Cid. Texto, gramática y vocabulario.
La concreción de los objetivos que entonces se hicieron explícitos
sigue teniendo hoy actualidad: investigar las fuentes documentales, tanto
de documentos inéditos o publicados sin garantía de fiabilidad (crónicas,
obras literarias, cartularios o fueros) como de monografías, glosarios, obras
literarias o filológicas en el campo de la lengua española, y disponerlas
adecuadamente para su publicación (López-Ocón 2015: 21-22); iniciar en
los métodos de investigación a grupos reducidos de alumnos2; organizar

1
En rigor, el título de la primera edición fue Manual elemental de gramática histórica
española, que desde la 4.ª edición de 1918 (corregida y aumentada) pasó a titularse Manual
de gramática histórica española (Catalán 1974: 24). Esta obra fue la llave de acceso
al análisis global del estudio histórico-lingüístico del español concebido con amplitud
hispánica integral: es de sobra conocido el interés de esta escuela por otras modalidades
hispánicas, incluida la lengua vasca, al tiempo que, en la otra cara de la moneda, el
vascólogo Luis Michelena reconoció repetidas veces la deuda filológica que hacia esa
obra tenía su Fonética histórica vasca.
2
La investigación filológica se concebía como algo limitado a pocos estudiosos, entre
otras cosas porque no suscitaba entusiasmos colectivos. Cosa distinta era el traspaso de
La lengua y el estudio de su historia 275

trabajos de campo; fomentar la relación con los pensionados por la Junta


dentro y fuera de España, preocupándose por su inserción académica y
laboral, y recogiendo, al propio tiempo, los frutos de su investigación;
formar una biblioteca y establecer relaciones e intercambios con centros
análogos de otros países (Catalán 1974: 26; Varela 1999: 229; López-Ocón
2015: 21-22).
Todo ello conformó un ideal de investigación riguroso y sólido, con
firme base en los testimonios históricos, pues la atmósfera del momento
confería valor científico a los datos documentados. Guiado metodoló-
gicamente en un principio por el positivismo diacrónico y el idealismo
vossleriano, fue luego superado por una concepción según la cual habría
una estrecha vinculación entre la evolución lingüística de un pueblo y su
historia general (Portolés 1983: 153), que sería finalmente abducida por la
conexión entre lingüística y literatura emanada de la estilística.
La de Filología fue una de las siete primeras secciones en que ini-
cialmente se dividieron las Humanidades, si bien «desde el comienzo,
la rama de Filología se había alzado con el predominio» y «Menéndez
Pidal, su director, era a la vez presidente de todo el conglomerado» (Varela
1999: 230), teniendo como secretario a Tomás Navarro Tomás. El Centro
había comenzado a funcionar en los fríos sótanos del entonces Palacio de
Bibliotecas y Museos (Varela 1999: 230; López-Ocón 2015: 31). Después,
«[h]acia 1920, el Centro emigró a regañadientes hacia un hotelito de la

los resultados de esa investigación a la sociedad, cosa que sí quedaba contemplada en la


inquietud propedéutica. Estrechamente vinculada a ella debe entenderse la aplicación con
fines pedagógicos, entre 1922 y 1935, de obras literarias clásicas publicadas por el Centro
de Estudios Históricos, donde, junto a los nombres de Menéndez Pidal, Luis Santullano o
Federico Ruiz Morcuende y otros, destacan nombres femeninos como María Goyri, Jimena
Menéndez Pidal, Margarita Mayo o Josefina Sela. No es una observación menor recordar la
paulatina incorporación de la mujer al ámbito de trabajo y estudio filológico en medio de un
clima social que no favorecía su presencia, como ha quedado de manifiesto en la reciente
exposición dedicada a «Mujeres en vanguardia. La Residencia de Señoritas en su centenario
(1915-1936)» en el Pabellón Transatlántico de la Residencia de Estudiantes. Leoncio
López-Ocón (2015: 46) relata la creación en 1932 de la sección denominada Ar­chivos
de Literatura Contemporánea, inicialmente formada por Pedro Salinas y «auxiliado por
María Galvarriato y José María Quiroga Pla», y recuerda, citando a Mario Pedrazuela,
que a ese equipo se incorporarían posteriormente otros colabora­dores como Guillermo
de Torre, Vicente Llorens o María Josefa Cane­llada (Pedrazuela 2010: 105), lanzando la
revista Índice Literario (se publicó entre 1932 y 1941), «una importante publicación que
suponía una apuesta del Centro por aproximarse al conocimiento de la producción cultural
contemporá­nea, pues en ella se informaba de las novedades literarias españolas casi mes a
mes, dado que la revista publicaba diez números al año» (López-Ocón 2015: 46).
276 M.ª Teresa Echenique Elizondo

calle Almagro: dos pisos, sótano y buhardilla; angosta residencia de pare-


des blancas y suelos deslucidos, con un simulacro de jardín, pobremente
enverjado » (Varela 1920: 230).
No es ocioso contrastar esta descripción, seguramente muy exacta, con
las animosas palabras de Lapesa:
No conocí los tiempos iniciales del Centro, la época heroica en que los trabajos
se hacían en los sótanos de la Biblioteca Nacional. Cuando en 1925 empecé a
frecuentarlo, el Centro estaba instalado en un modesto hotelito de la calle Alma-
gro, hoy desaparecido. Lo rodeaba un descuidado jardín, grato en su abandono
(Lapesa 1992: 26).

La fotografía de ese palacete convertido en hotel se ha recogido en


el catálogo de la reciente exposición celebrada en Madrid entre julio y
septiembre de 2015 con motivo del centenario de la RFE3; allí comenzó la
elaboración de la Historia de la lengua española, a la que la RFE ha dado
y sigue dando cobijo hasta el día de hoy, antes del traslado en 1930 del
Centro de Estudios Históricos a Medinaceli, a la que sería su última sede
(custodiada con grandes dificultades y responsabilidad difusa durante los
años de la guerra, no por ello sin quejas, por Rafael Lapesa4).
Menéndez Pidal colaboraba desde fines del siglo XIX en numerosas
revistas españolas y europeas, y seguramente encontró en ello el estímulo
que le condujo a crear una revista propia del Centro, para lo cual contó en
sus inicios con el activo apoyo de Navarro Tomás y Américo Castro (Pérez
Pascual 2015: 93-97). Además de la publicación periódica, la Revista de
Filología Española dio lugar a las «Publicaciones de la Revista de Filología
Española»5.

3
La publicación del catálogo se debe a Pilar García Mouton y Mario Pedrazuela
Fuentes, eds. (2015). La fotografía mencionada se encuentra en la página 33.
4
En carta de 9 de julio de 1938 a D. Rubén Landa, escribe Lapesa: «Por otra parte,
el Delegado del Ministerio insinuó en una entrevista de hace días la idea de que hubiera
en el Centro un verdadero Director accidental. Yo, aunque la Comisión Delegada me haya
llamado así en la correspondencia oficial, ni acepté tal cargo ni me considero con méritos
para desempeñarlo» (Z/RLM/1/25 de la correspondencia archivada en la JAE-Residencia
de Estudiantes). Pese a todo, Rafael Lapesa defendió con determinación los materiales allí
depositados (eso sí: «con las solas armas de las palabras, únicas que poseíamos»).
5
«Casi desde sus comienzos, la Revista de Filología Española estuvo acompañada por
dos colecciones: Anejos y Publicaciones. En los Anejos se recogían aquellos estudios que,
debido a su profundidad y extensión, no tenían cabida en la Revista y exigían una publicación
aparte. En esta colección apareció Orígenes del español, de Menéndez Pidal, Contribución
al Diccionario Hispánico Etimológico, de García de Die­go, El dialecto de San Ciprián de
Sanabria, de Fritz Krüger, El pensamiento de Cervantes, de Américo Castro, La lengua
La lengua y el estudio de su historia 277

La proyección europea no se hizo esperar. En la correspondencia entre


Leo Spìtzer y Hugo Schuchardt (1910-1927) queda reflejado el ámbito en
que nacía y crecía la RFE en aquellos años. Mencionemos como curiosidad
que en 1920 Spitzer prestó a Schuchardt sus propios ejemplares de la RFE
de los años 1916-1920 (ni siquiera existían fotocopias en aquellos años) con
calurosa recomendación de trabajos de Menéndez Pidal y Castro (Echeni-
que 2007). También en esa correspondencia se menciona la inviabilidad de
la traducción al español del Schuchardt-Brevier que el propio Menéndez
Pidal había prometido por carta a Schuchardt6.
Tras el traslado a Medinaceli llegó «[e]l verdadero esplendor» (Varela
1999: 230): «La sección de Filología, con 27 miembros, seguía siendo de
lejos la más numerosa» (ibid.: 231), pues una nueva generación había ido
incorporándose al Centro en los años veinte. En colaboración con la Junta,
el Centro planificó con cuidado su apertura al exterior mediante confe-
rencias y cursos en España y en otros países: Dámaso Alonso en Oxford,
Federico de Onís en Columbia primero y luego en el Instituto de las Españas
en Nueva York, García Solalinde en la Universidad de Wisconsin, Amado
Alonso en Buenos Aires; creó, también, una red de lectorados y cátedras
(unas 30) incluso en Tokio y Osaka (Varela 1999: 230).
Hacia 1918 el propio Castro había alabado en la RFE a Hugo Schuchardt
resaltando sus duras críticas a las doctrinas y métodos neogramáticos7. En
1923 se informaba, también en la RFE, sobre la realización de los trabajos
preparatorios del ALPI, y Orígenes del español (1926) era positivamente
valorada por Spitzer (1929: 352-353) tres años después de su aparición,

poética de Góngora, de Dámaso Alonso, por citar algunos. En la colección de Publicaciones


tuvieron cabida traducciones y manuales. Se inauguró la colección con la obra de Meyer-
Lübke Introducción a la lingüística románica, traducida por Américo Castro; también
fue una traducción, en este caso por el pro­pio autor, la Introducción al latín vulgar, de
Grandgent. Entre los manua­les podríamos destacar el Manual de pronunciación española,
de Navarro Tomás, La versificación irregular de la poesía castellana, de Henríquez Ure­ña,
La oración y sus partes, de Rodolfo Lenz o Poesía juglaresca y juglares, de Menéndez
Pidal» (Pedrazuela 2015: 78).
6
Lo cierto es que Montesinos, encargado de esta tarea, no llegaría a tenerla lista nunca
en condiciones, pese a haberse comprometido a ello y haber recibido, incluso, el dinero
correspondiente, como le reconviene Américo Castro, según consta en correspondencia
conservada en el Fondo José Fernández Montesinos (Sección de Filología, JAE, Archivo
del Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC). Américo Castro se muestra «muy
irritado» por el resultado y le pide, con el refuerzo manuscrito de Tomás Navarro Tomás,
que revise a fondo la traducción, tarea que nunca llegó a buen puerto.
7
En el artículo «Hugo Schuchardt» publicado en la RFE de ese año.
278 M.ª Teresa Echenique Elizondo

por citar algunos ejemplos. La conjunción de todo ello contribuyó a que,


en el contexto europeo, los años veinte se convirtieran en la década de
estabilización institucional del hispanismo en las universidades alemanas
(Briesemeister 2006: 31).
El trasvase e influjo entre los miembros de la escuela de Madrid y el
hispanismo germánico tenía lugar en ambas direcciones. En 1927 la reha-
bilitación de Góngora retumbó con gran eco en el hispanismo internacional
en general y en el centroeuropeo en particular, que, al interés de amplitud
hispánica en el estudio filológico, añadía la románica en sentido pleno
con atención al elemento latino inserto en albanés y beréber, al italiano o
al francés, esto es, el estudio románico integral (Echenique 2007; García
Mouton 2012). Por esta dimensión panhispánica y panrománica denominó
Diego Catalán (1974: 39) a la RFE «el órgano de los romanistas de Madrid»,
señalando que competía ventajosamente con las mejores revistas especia-
lizadas europeas, al tiempo que añadía:
La escuela del «Centro» no solo contaba con la fecunda actividad de Menéndez
Pidal, sino también con una segunda generación de especialistas de no menos
sólida preparación, en que se destacaban los nombres de A. Castro y T. Navarro8.
Desde comienzos de los años 20 se abría ya camino una tercera generación de
maestros formados en la cantera de Menéndez Pidal, de Castro y de Navarro
Tomás: la de Amado Alonso y Dámaso Alonso9. Además, el «Centro» había dado
acogida a otros filólogos de formación independiente, como V. García de Diego. La
biblioteca especializada, que en pocos años había logrado reunir el «Centro», los
ficheros y colecciones de materiales acumulados, así como la continuada dedica-
ción de los maestros, seguían atrayendo a nuevas generaciones de jóvenes deseosos
de encontrar un ambiente de trabajo10. Indudablemente, se había logrado establecer
los fundamentos de una escuela de investigación perdurable (Catalán 1974: 39).
Apoyado en estos pilares básicos de la disciplina, el plan de trabajo pro-
gramado por Menéndez Pidal para la rama de Filología en el Centro resulta
aún hoy válido y explica, al mismo tiempo, justamente su perdurabilidad
después de transcurridos cien años de creación de la RFE, que se convirtió

8
A lo que añade, en nota al pie: «Junto a Castro y Navarro merecen honrosa mención
el menos activo F. de Onís y los más jóvenes A. García Solalinde y S. Gili Gaya» (Catalán
1974: 39, n. 69).
9
Y añade en nota: «Y no mucho después, en el tránsito de los años 20 a los 30, se
preparaba ya una nueva hornada, la de P. Sánchez Sevilla, R. Lapesa y los encuestadores
del ALPI. El “Centro” servía también de centro de atracción para lingüistas inicialmente
formados en otras escuelas, como J. Corominas, A. Steiger, G. Tilander, G. Sachs, etc.»
(Catalán 1974: 39, n. 70).
10
Catalán cita en nota un trabajo de Lapesa como fuente para todo ello.
La lengua y el estudio de su historia 279

en aglutinante de la incorporación a España de la Filología que se cultivaba


entonces en Europa, por una parte, y para la proyección del patrimonio
hispánico (en toda su amplitud: no solo el castellano) fuera de nuestras
fronteras, tanto a Europa como a Estados Unidos, por otra: la revista iba a
constituir el principal heraldo en la difusión y recepción de las tareas filo-
lógicas hispánicas. Lo cierto es que ahí quedó sembrado el germen de una
escuela que iba a dar frutos insospechados con el paso del tiempo, como
ha sido el caso del Instituto de Estudios Medievales de Wisconsin, gracias
a la labor inicial de Antonio García Solalinde, tal como recientemente ha
señalado con claridad y conocimiento Ángel Gómez Moreno (2015)11.
Los objetivos de la Escuela se ensancharon en la RFE y siguen en gran
medida, aún hoy, en el punto de mira de los estudiosos de la historia de
la lengua, claro está que con la necesaria actualización. Podemos seguir
su estela hasta el momento actual repasando la forma en que quedaron
concretados en la etapa fundacional:
1. Elaboración de un corpus como fundamento para la reconstrucción
de la historia de la lengua, considerada exigencia previa al estudio de cual-
quiera de sus parcelas. La planificación incluía:
a) Textos no literarios: documentos lingüísticos de España12, fueros,
glosarios, crónicas, obras de historiografía13, la General Estoria por Sola-

11
«Como tantas otras veces, las actividades del equipo de Kasten y Nitti se basaban en
ideas de Solalinde que, a su vez, remitían a Menéndez Pidal» (Gómez Moreno 2015: 158).
12
El volumen I dedicado al Reino de Castilla se publicó como anejo de la RFE,
recordatorio que nos conduce a la gestación de Orígenes del español. Como el propio
Menéndez Pidal explica en el prólogo «Al lector» (p. X): «la primera edición de este
trabajo se comenzó a imprimir en abril de 1923 y se terminó en julio de 1926. En tan largo
transcurso de tiempo el plan y hasta el título de la obra se mudaron. Empecé pensando
hablar brevemente del “Español en los siglos X y XI”; pero al reparar cada vez más en el
carácter muy arcaizante del lenguaje notarial del siglo X, cambié el título sustituyéndolo
por el que ahora va en la portada». Amado Alonso denominó a Orígenes del español en
la RFE «la obra cumbre de la Filología Románica», recogiendo en ese calificativo la
visión panrománica, y con mayor razón por tanto, panhispánica, que Menéndez Pidal le
confería desde la cátedra de Filología Románica que ocupaba (aunque inicialmente la
denominación fuera otra). Esta visión ha encontrado firme asiento académico. Vino más
tarde, para corroboración de lo dicho, la preparación de los documentos de Aragón: los
Documentos lingüísticos del Alto Aragón publicados por Navarro Tomas en Nueva York en
1957 (150 documentos aragoneses comprendidos entre los años 1255 y 1494), fue lo que
logró salvarse de la edición realizada por el propio Navarro Tomás antes de 1936, perdida
tras la destrucción de la Imprenta Hernando durante la guerra civil.
13
En la actualidad, buena parte de la obra de Diego Catalán y su investigación en
torno a las crónicas medievales (edición y estudio con incidencia en la historia de la lengua,
280 M.ª Teresa Echenique Elizondo

linde, El Enquiridón de Erasmo por Dámaso Alonso y otros14, sin olvidar


las fuentes historiográficas que Amado Alonso rescató para su obra De la
pronunciación medieval a la moderna en español, aún hoy inacabada, cuyos
trabajos preliminares se publicaron justamente en la RFE15.
b) Textos literarios como la Razón de amor (publicada en 1905 en la
RFE) o la Historia troyana editada por Ramón Menéndez Pidal como anejo
XVIII de la RFE (1934) y tantos otros16.
No es cierto, por tanto, que los historiadores de la lengua (y cultivado-
res de la Filología en general) de la primera mitad del siglo XX basaran la
historia de la lengua en textos literarios, prescindiendo de textos no litera-
rios. Como recordó la profesora Aurora Egido en su disertación, filólogos
como Menéndez Pidal, Dámaso Alonso, Rafael Lapesa, Lázaro Carreter,
Emilio Alarcos, Manuel Alvar, etc., se manejaban con igual dominio en el
campo de la lengua y en el de la literatura y en ambos fueron maestros.
Sí lo es, en cambio, que el Centro, pese a haber contado con filólogos que
trabajaban con maestría pareja en ambos dominios, no llegó a construir una
teoría y obra sólidas en el campo de la Crítica textual17.

y también a la inversa, esto es, con la posibilidad de recibir sus beneficios) ha quedado
en tierra de nadie, o sería quizá más exacto decir «en tierra de todos». En este punto su
obra apenas ha comenzado a dar los primeros frutos (Fernández-Ordóñez, Bustos, Campa,
citados extensamente por el propio Catalán 1997) de lo que deberá ser en el futuro una
fecunda línea de investigación.
14
Vid. una relación muy completa de todo ello en López Sánchez (2006: 325-330).
15
Campo asumido después sin delimitación clara y hoy distribuido en las áreas de
Lengua española, Literatura española o Lingüística general.
16
Puede verse una panorámica general de lo que la RFE representó antes del 36
en la recuperación de textos literarios y la consiguiente eclosión de estudios de carácter
eminentemente histórico en López Sánchez (2006: 307-325).
17
«Este encuentro del todo inesperado entre Alonso —el “maestro joven”, según
definición lapesiana— y Lapesa —que tiempo después Alonso emparejará con Marañón
y Menéndez Pidal como “héroes de nuestros días”— alrededor del texto del Rimado de
Palacio, con la vivacidad expresiva despreocupada y confidencial del primero, aporta por un
lado un ejemplo más de cómo la ecdótica, con sus métodos, vínculos y rigor terminológico,
era un universo extraño a la filología española aunque por cierto no ignorado [la cursiva
es mía], y por otro lado confirma el hecho indiscutible de que sabiduría, agudeza y buen
sentido no solamente crítico pueden no conceder ventajas excesivas al cientifismo de la
ecdótica en los tantísimos momentos de apuro que asaltan al editor. La ingente y sutil
labor de Lapesa sobre el texto del poema del Canciller lo atestigua de manera ejemplar»
(Di Stefano 2010: 25; dos páginas después, Di Stefano señala «algunas conjeturas más
convincentes de Lapesa» frente a los editores posteriores de la obra).
La lengua y el estudio de su historia 281

No, los filólogos de la escuela nunca prescindieron de textos no lite-


rarios. Son, por el contrario, gran parte de los lingüistas actuales quienes
han prescindido de los textos literarios (con consecuencias sobre las que
hay que reflexionar profundamente), si bien, por fortuna, en todo tiempo
han existido y existen planteamientos abiertos e integradores heredados
del pasado.
Eso sí, la necesidad de elaborar corpus de trabajo sigue siendo hoy
una prioridad y se ha convertido en exigencia fructífera, como queda de
manifiesto en iniciativas individuales además de institucionales, tanto para
textos y documentos como para obras con intención codificadora (ADMYTE,
CODEA, CORDE, NTLLE y un largo etcétera). Por su parte, la publicación de
otros fueros, documentos y textos jurídicos ha conocido larga trayectoria.
Fue un logro de entonces llegar a un acuerdo en la presentación formal para
su publicación, inseparable del valor otorgado a las grafías en la lectura de
textos de otras épocas, llevado a la práctica por los miembros de la Escuela
de Madrid. Hoy el estudio de las manifestaciones escritas (tipos de letra,
escribanos y su distribución geográfica…) ha tenido un gran avance en el
campo de la historia de la lengua (véase, como ejemplo, Sánchez-Prieto
2011), pero, tras haberse perdido la tradición en la cadena filológica, se
hace necesario partir de un planteamiento pluridimensional integrador y
sistemático de los estudios parciales que sobre historia de la pronunciación
y sobre fonología evolutiva se han ido publicando en los últimos años a la
hora de reconstruir la pronunciación castellana de tiempo pasado (Eche-
nique Elizondo/Pla Colomer 2013). Sin duda, el predominio de la sintaxis
en los estudios de historia de la lengua a lo largo de los últimos 30 años
ha contribuido a la desatención de otros campos.
La edición de textos literarios, por su lado, ha tenido espléndida profu-
sión y se ha logrado el engarce adecuado con problemas y métodos univer-
sales, bien es verdad que ahondando las diferencias tras la ya mencionada
separación administrativa entre las áreas de lengua y de literatura.
2. Historia de la lengua como construcción o, mejor, como reconstruc-
ción sobre la base documental recolectada. La propia obra de Menéndez
Pidal Historia de la lengua española (2003), publicada treinta y cinco
años después de su muerte, muestra los materiales que había ido reuniendo
a tal fin, vertebrando una historia de la lengua sólida e imperecedera en
sus líneas generales. Del plan de trabajo concebido por Menéndez Pidal,
que impregna el estudio histórico de la lengua en la RFE a lo largo de su
trayectoria centenaria, se desprende constancia sobrada tras la publica-
ción póstuma de sus materiales. El plan de trabajo integral establecido por
282 M.ª Teresa Echenique Elizondo

Menéndez Pidal quedaba caracterizado por su amplitud hispánica (que le


llevó a remontarse hasta la época prerromana) y resultaba afianzado por las
relaciones científicas mantenidas con el Institut d’Estudis Catalans, Eus-
kaltzaindia, etc. El ALPI es muestra de esa amplitud hispánica (frustrada,
como sabemos, en su ejecución, pero no en su planificación), al igual que
la edición de documentos lingüísticos y textos.
Huelga decir que Rafael Lapesa, inmerso en la misma escuela y por
encargo expreso de Navarro Tomás, elaboró la Historia de la lengua espa-
ñola que ha servido de guía al hispanismo durante más de setenta años.
En su correspondencia Lapesa va enumerando carta a carta las dificultades
de todo orden a las que se enfrenta diariamente para cumplir tal objetivo
que le impide avanzar en la obra, a lo que Navarro responde siempre apre-
miándole para que la concluya. No es difícil suponer que Navarro Tomás,
desde Valencia, animara en esta tarea a Lapesa como medio para ayudarle
a superar la situación que vivió en el Madrid de la guerra18 y para que, al
propio tiempo, no se rompiera la cadena de continuidad con las tareas del
Centro. Lo consiguió finalmente y la obra salió en 1942 (Martín Zorraquino
2011 y Echenique Elizondo/Pla Colomer 2013: 71-73).

18
Escribe Lapesa en 1937: «Para sostener la publicación de las revistas [del Centro] ha
habido que luchar con dificultades de toda índole. La más grave es la falta de papel. Además
la Imprenta Hernando, donde se tiraba la RFE y también Emerita, quedó destruida por un
bombardeo de aviación. Todo ello, y la repartición de los colaboradores entre Valencia
y Madrid, así como las vacilaciones en determinar la ciudad donde habían de publicarse
ambas revistas, han contribuido al retraso que actualmente arrastran, principalmente la
RFE».
El 12 de junio de 1937 escribe Lapesa a Navarro: «Querido don Tomás: He comenzado
en Madrid el curso intensivo para estudiantes de Bachillerato […]. Es extraordinario el
espíritu de la gente de Madrid. La noche anterior a la inauguración del curso fue horrible
por el bombardeo, uno de los más intensos habidos en el curso de la guerra. Alrededor del
Instituto cayeron muchos proyectiles. ¿Querrá Vd. creer que al día siguiente no faltaba un
chico de los matriculados?». Y añade a renglón seguido: «Le agradeceré que me diga qué
le parece del proyecto de contenido para el 4.º número de la Revista (RFE)», etc.
Y el 13 de junio de 1938: «De momento, desconectados los de Madrid y los de
Valencia, no hay medio de entendernos para nada. La RFE sigue parada y con más de un
año de retraso…».
Del archivo de la Fundación Menéndez Pidal hay una carta de Tomás Navarro desde
Valencia (de 12 de mayo de 1937) en la que dice a don Ramón: «Están aquí Montesinos
y Dámaso Alonso y, aun cuando carezcamos de muchos elementos, nos esforzaremos en
mantener la continuidad de la Revista (RFE). Hemos traído también a Valencia a Bonfante
para que se ocupe de la continuidad de Emerita». Así se salvó la continuidad de la RFE
en años difíciles.
La lengua y el estudio de su historia 283

Porque esto es lo que la RFE ha representado y representa: la continui-


dad con los objetivos de los maestros al seguir las directrices de un plan que
mantiene su interés incluso hoy. Prueba de ello es que se acaba de anunciar
la publicación del fichero de sintaxis de Menéndez Pidal conservado en la
Fundación que lleva su nombre. Avanzo también, a mi vez, el proyecto de
publicación del conjunto de ficheros de trabajo de Lapesa, que, como es
sabido, está custodiado en la Biblioteca Valenciana de San Miguel de los
Reyes juntamente con su legado. En ambos corpus se sustenta buena parte
de la filología española del siglo XX, sobre la que Diego Catalán escribió
una obra esencial que abarca desde los comienzos del siglo XX hasta los
años setenta (Diego Catalán 1974); quedó inacabada, pues la segunda parte
anunciada en el prólogo de la obra no se llevó a cabo. Alguien debería
continuarla. En ella leemos: «Esta concepción de la íntima unidad de la
lengua, historia y cultura sobrevivirá al “Centro de Estudios Históricos” y,
explícita o implícitamente proclamada, seguirá modelando hasta hoy día la
producción de los más dispares descendientes de la escuela filológica de
Menéndez Pidal» (Catalán 1974: 41)19.
El estudio histórico de la lengua ha sido también inseparable del cul-
tivo de la dialectología histórica20, y de espectacular puede calificarse la
cartografía dedicada a la geografía de las variedades del español como
desarrollo del ALPI.
García de Diego había definido en 1950 el castellano como «complejo
dialectal» (primero en la RFE de 1916 y finalmente en su artículo de 1950
también en la RFE), que González Ollé, en su libro El habla de la Bureba.
Introducción al castellano actual de Burgos (1964), asimila y recrea (y
recoge en su bibliografía). Dice textualmente, tras haber recopilado datos
en una detenida encuesta de campo:
A pesar de la falta de estudios parciales previos, hay datos suficientes para poder
afirmar con seguridad la carencia de uniformidad idiomática en el territorio de
la actual provincia de Burgos, pese a su cohesión histórica. De modo que algu-
nos de sus rincones presentan rasgos que no solo no cabe adscribir al castellano
vulgar, sino que ofrecen indudable carácter peculiar dentro del área burgalesa, en
relación, por el contrario, con otras áreas dialectales. García de Diego ha aludido

19
Hay que entender por «hoy día» los comienzos de los años setenta.
20
En López Sánchez (2006: 307-325) hay asimismo una buena panorámica de lo
que la RFE significó en sus comienzos para la dialectología, la geografía lingüística, la
lexicografía y otras disciplinas conexas.
284 M.ª Teresa Echenique Elizondo

reiteradamente a ellos en sus citados estudios y pueden señalarse algunos otros


(González Ollé 1964: 14)21.

No es en absoluto cierto que la escuela de Menéndez Pidal haya consi-


derado el castellano de forma unitaria22. El propio Lapesa dibujó la variedad
contenida en él; en sus trabajos en torno a la contienda de normas en el
castellano medieval mostró la existencia de variedades sobre las cuales
Alfonso X seleccionó y determinó su propio modelo de la lengua castellana,
y ha señalado siempre la existencia de variación, que hizo extensiva incluso
al estudio histórico de la fraseología23. La misma concepción se encuentra
en época ya más cercana a nosotros en el establecimiento de isoglosas
internas en la lengua castellana a propósito de cuestiones de morfosintaxis
histórica (Fernández Ordóñez 1994)24.
Los trabajos sobre etimología, onomástica, léxico y lexicografía en el
Centro, juntamente con su proyección, han sido convenientemente valora-
dos por Esther Hernández en la RFE de 2012, dando cuenta de la riqueza de
proyectos. El estudio sobre el cultismo léxico medieval llevado a cabo por
José Jesús Bustos (anejo de la RFE 1974) es el testigo que recoge la labor
precedente, sin olvidar el Glosario de Lapesa, pendiente aún de publicación
en su totalidad. La proyección de los trabajos de lexicografía, amplia y de
gran trascendencia, ha sido en buena medida asumida en tiempos recientes
por la propia Real Academia Española.
Así pues, la Revista de Filología Española ha significado cien años de
proyección e impulso de nuestro patrimonio filológico dentro y fuera de
España, que puede sintetizarse, bien como tradición y novedad en el estudio
de nuestro patrimonio filológico, bien como clasicismo e innovación en

21
El habla de la Bureba: introducción al castellano actual de Burgos encontró cabida
en los anejos de la RFE, en tanto que El habla de Quintanillabón (Burgos) del mismo
autor se publicó en la RDTP (1953). El análisis de este destino diverso nos desviaría de
nuestro propósito en estas páginas.
22
«[L]a escuela filológica española, obviamente influida por la tradición pidalina, ha
sostenido no solo que el reunificado reino de Castilla y León (y no de León y Castilla)
hablaba fundamentalmente una misma lengua, el castellano, sino que esa variedad romance
era en esencia uniforme» (Fernández-Ordóñez 2001: 399).
23
«Las locuciones viven en variantes […]. De las innumerables modificaciones que
experimentan en el coloquio sólo una parte mínima llega a la escritura» (Lapesa 1992: 85).
24
Esta autora ha desarrollado amplia y ejemplarmente la cartografía de los espacios
peninsulares aplicándola a sus trabajos, siendo uno de los últimos eslabones en establecer la
continuidad entre la concepción contenida en el proyecto originario del ALPI y la utilización
de sus datos por Diego Catalán en trabajos de sobra conocidos.
La lengua y el estudio de su historia 285

su tratamiento, juntamente con la creación de las redes internacionales del


Hispanismo, que situaron nuestro legado filológico a la altura de su tiempo.
Hoy, la Historia de la lengua, concretada en las historias de las lenguas
románicas, que tuvo sus brillantes comienzos en el siglo xix y ha preten-
dido más tarde ir consolidando sus avances sobre la base firme del conoci-
miento de los hechos lingüísticos registrados en su variada periodización,
tiene como objetivo el establecimiento de periodos de transformación en
la cadena diacrónica que puedan ser convenientemente explicados a la luz
de las especulaciones lingüísticas que se han ido formulando en el ámbito
teórico. De hecho, la Filología ha sido siempre consciente de que no hay
pasado sin interpretación de textos que abarcan, desde las ruinas lingüísti-
cas25, es decir, desde los testimonios fragmentarios conservados mediante
los cuales es posible restituir críticamente (lo que equivale a reconstruir)
etapas pretéritas de una lengua, hasta textos completos, que nunca nos
parecen suficientes.
Se ha impulsado la delimitación de periodos en la historia de la lengua,
modelando un periodo para la época del Descubrimiento o acuñando con
caracterización firme el perfil de un primer español moderno, y se ha inten-
tado una periodización basada en criterios actualizados procedentes del
terreno lingüístico y conjugándolos con otros que provienen complemen-
tariamente del campo histórico-literario. Han venido después los muchos
y excelentes trabajos sobre el periodo medieval en toda su extensión y los
siguientes, con la deuda contraída con estudios importantes conveniente-
mente recogidos, a la par que armoniosamente articulados en la historia de
la lengua española de Lapesa (1981), después continuada y completada en
trabajos múltiples compilados en Rafael Cano (2005) o Concepción Com-
pany (2006-2015) y otros proyectos más nuevos (MORPHISPAM), que, por
fortuna, no faltan. En los últimos años se ha valorado como determinante
para el cambio morfológico y sintáctico el otoño de la Edad Media y se
comienza a vislumbrar en la transición del español clásico al moderno el
momento clave para la cristalización de numerosos procesos de gramatica-
lización, al tiempo que se subraya la riqueza que para la historia lingüística
y la variación está contenida en el español americano.
Ahondando por este camino, y teniendo en cuenta que a partir de los
años sesenta la historia de la lengua volvió a tener su centro nuevamente
en la Universidad, lo que adquiere especial relieve a partir de 1975, se

Entendiendo por «ruina», en el sentido filológico de raíz germánica, todo texto, por
25

humilde que sea, a partir del cual es posible extraer una información histórica.
286 M.ª Teresa Echenique Elizondo

ha llegado a reconstruir la fonología histórica, la morfología y la sinta-


xis históricas en sus principales líneas de evolución, así como también la
onomástica, la sociolingüística y la dialectología históricas (con especial
referencia a la relación con otras modalidades y teniendo en cuenta el
contacto de lenguas como motor de cambio lingüístico), la lexicografía
y fraseología históricas, y hasta se ha llegado a delinear el camino de la
pragmática histórica o el coloquio en su dimensión diacrónica, sin olvidar
el espectacular avance que está experimentando el estudio historiográfico
de la lengua española. De todo ello hay reflejo en la RFE.
Tras haber recogido testimonios de etapas primeras (glosas, inscrip-
ciones, documentos de apariencia o realidad latina o latinizada…) hasta
textos extensos en que se entremezcla una polifonía de voces, registros y
niveles de lengua, y sin olvidar que incluso la oralidad del pasado hay que
recrearla sobre la base de la documentación escrita, la Nueva Gramática de
la Lengua Española de la RAE y la ASALE ha atendido convenientemente
a la dimensión histórica de la lengua, para lo que cuenta con el apoyo de
diferentes corpus que, espectaculares en sí mismos, repercuten positiva-
mente en el conjunto de la obra. Esta espléndida realidad actual contrasta
con los estudios de historia de la lengua llevados a cabo a lo largo de casi
una centena de años sobre las bases de la indagación individual o propia,
sobre los textos que se iban editando (muchos de ellos, así como los tra-
bajos, en anejos de la RFE).
La existencia de estos corpus no impide la elaboración de otros de fac-
tura propia. De cualquier modo, manejar un corpus para el trabajo histórico,
ya sea propio o ajeno, sigue siendo una herencia de la escuela de Menéndez
Pidal. Conviene observar, en todo caso, que un corpus no es, o no debería
ser, solamente un mero almacén de datos a los que el investigador recurre
en busca de un ejemplo necesario para su trabajo, pues cada ejemplo se
inserta en un texto que se ha producido en un momento histórico determi-
nado y tiene un valor filológico intrínseco que no hay que olvidar, esto es,
un valor textual que forma parte del universo filológico.
Digamos por último que el panorama de continuidad de lo hecho en
la filología hispánica puede encontrarse en la bibliografía publicada por
Mariano Quirós García y Ana Segovia Gordillo en la RFE y no deja de
resultar llamativo que las fichas bibliográficas tan insistentemente recla-
madas por Lapesa en su correspondencia para los números de los años de
la guerra de la RFE le hayan sido restituidas en la bibliografía de Rafael
Lapesa cuidadosamente recopilada y publicada por Javier Satorre también
en la RFE (2008).
La lengua y el estudio de su historia 287

El carácter perdurable, quién sabe si no imperecedero, del plan de


trabajo y su factura bien hecha es lo que caracteriza a la RFE y a su estu-
dio concreto de la historia de la lengua española. No hay duda de que la
RFE ha contribuido a ello en muy gran medida, aunque también es verdad
que la RFE ha sido y es y, sobre todo, tiene que ser, mucho más que eso,
pues los cien años de realidad de la RFE nos han dejado un legado para
el siglo XXI.

Final
Diego Catalán (1982: 18) afirmó con contundencia que, a mediados
del siglo XIX, «los Pirineos constituían el límite meridional de la Ciencia
lingüística europea». Al filo del milenio España experimentó un profundo
cambio en el terreno filológico gracias al impulso de Ramón Menéndez
Pidal, que en 1899 ganaba por oposición la cátedra de Filología comparada
de las lenguas latina y española de la Universidad Central y se convertía
después en titular de la cátedra de Filología románica. Toda la época dorada
del hispanismo de los años veinte aflora en la RFE, cuidadosamente impresa
y excelentemente planificada. Su contemplación nos devuelve a un pasado
que ya no regresará, pero sigue siendo sólido cimiento de la Filología.
Hemos asistido estos días a la comprobación de que también esta Filo-
logía se había interesado por otros espacios lingüísticos, en los que el ara-
gonés ocupa en este congreso lugar de honor. Vicente Lagüéns, al presentar
ciertas preguntas que Tomás Navarro planteaba ya en su trabajo de Tesis
doctoral sobre Heredia, nos hacía comprender que aún no hemos dado cima
a muchos de los objetivos iniciales entonces planteados, y añadía: «Todavía
estamos en eso», porque todavía estamos indagando en interrogantes que
habían preocupado al propio Navarro (como ha quedado de manifiesto en
la sección dedicada al aragonés en este Congreso).
Sí, todavía estamos en eso. Falta aún mucho para cumplir los objetivos
que la RFE se marcó hace ahora 100 años. Pero hoy, con el progreso habido
en el conocimiento y métodos, así como en las herramientas de estudio
filológico, y tras la recuperación académica y científica de las diversas
filologías peninsulares, sería ya posible el cultivo de una Filología hispánica
en su más pleno sentido; eso sí, una Filología como marco de referencia
amplio para que cada cual pudiera dedicarse a aquello hacia lo que sintiera
más próximo sin ser excluyente en dirección alguna, al estilo de la ofrecida
por la RFE en su etapa fundacional, que hoy, claro está, necesariamente
debe actualizarse y reactivar, con ello, su concepción de la historia de la
lengua española para los próximos cien años.
288 M.ª Teresa Echenique Elizondo

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26
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vía digital a través del CSIC.
La lengua y el estudio de su historia 289

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La Revista de Filología Española:
tradición y presente

Pilar García Mouton


Instituto de Lengua, Literatura y Antropología
Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Resumen. Estas páginas recorren los aspectos principales que estructuraron la


exposición La ciencia de la palabra. Cien años de la Revista de Filología Espa-
ñola, comisariada por Pilar García Mouton y Mario Pedrazuela, que en el verano
de 2015 conmemoró en Madrid el centenario de la RFE. El catálogo, publicado
por el CSIC, contextualiza las diferentes etapas en la historia de la revista y su
papel fundamental en la modernización de los estudios filológicos en España.
Palabras clave. Centenario, Revista de Filología Española, exposición, historia
de la RFE, estudios filológicos, La ciencia de la palabra, catálogo.

Abstract. These pages cover the main issues that articulate the exhibition La
ciencia de la palabra. Cien años de la Revista de Filología Española, curated
by Pilar García Mouton and Mario Pedrazuela, which, in the summer of 2015,
celebrated the centenary of the RFE in Madrid. The catalogue, published by the
CSIC, contextualizes the different stages in the history of the journal and its crucial
role in modernizing philological studies in Spain.
Keywords. Centenary, Revista de Filología Española, exhibition, history of the
RFE, philological studies, La ciencia de la palabra, catalogue.

En primer lugar quisiera agradecer la invitación a participar en el


X Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española con esta mesa
redonda sobre el centenario de la Revista de Filología Española (RFE), gra-
cias a la generosidad de María Antonia Martín Zorraquino y de José María
Enguita, y a la de los responsables de la Asociación de Historia de la Lengua
Española. Y también mostrar un agradecimiento especial a María Teresa
Echenique y a Alberto Montaner por acompañarme en esta Mesa Redonda.
292 Pilar García Mouton

Este es un centenario atípico porque, en realidad, la Revista de Filolo-


gía Española cumple más de cien años. Un centenario de 101 años, ya que
la RFE nació en un año difícil, en 1914. Y el hecho de que una publicación
de esta naturaleza cumpla más de un siglo es motivo de alegría.
Desde 1987 he estado vinculada a la Revista de Filología Española:
hasta el año 2000 fui secretaria de la revista con Manuel Alvar como direc-
tor; después, hasta 2003, con Antonio Quilis, y durante los últimos diez
años la he dirigido con la inestimable ayuda como secretaria de María Jesús
Torrens, que a partir de 2015 es su nueva directora. Son muchos años de
trabajo científico y editorial en los que, con los miembros del Consejo de
Redacción y del Consejo Asesor, nos hemos esforzado por mantener los
lazos que unen la revista con la tradición filológica en la que nació.
Esa es la base de la exposición La ciencia de la palabra. Cien años
de la Revista de Filología Española, que he organizado con Mario Pedra-
zuela, un joven investigador del CSIC, y ha acogido el espacio cultural
Conde Duque del Ayuntamiento de Madrid. Se inauguró a finales de julio
y puede verse allí, en la Sala Sur del Conde Duque, hasta el día 27 de sep-
tiembre de 2015. Nuestro objetivo ha sido destacar el papel de la RFE en
la modernización de los estudios filológicos y recorrer su evolución hasta
llegar a este año 2015.
Esta exposición ha sido posible gracias al apoyo de la FECYT (Funda-
ción Española para la Ciencia y la Tecnología), el Ayuntamiento de Madrid,
el Consejo Superior de Investigaciones Científicas —especialmente la
Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Socia-
les— y la Fundación Ignacio Larramendi. Hemos contado también con la
colaboración de la Real Academia Española, Radio Televisión Española, la
Residencia de Estudiantes, la Filmoteca Valenciana y la Biblioteca Valen-
ciana. Y con la de muchas personas que creyeron en el proyecto y nos han
ayudado a desarrollarlo.
La exposición está estructurada en torno a tres grandes secciones: la
primera dedicada al Centro de Estudios Históricos (CEH), a su director,
Ramón Menéndez Pidal, y a sus principales colaboradores; la segunda,
centrada en la Sección de Filología, recorre sus proyectos más importan-
tes, mientras que la tercera detalla el nacimiento, el desarrollo y la historia
de la Revista de Filología Española, con sus distintas etapas: su brillante
arranque, sus dificultades en la posguerra, su recuperación posterior y su
evolución hasta la era de la difusión en la red. Se incluyen tres audiovi-
suales anteriores a la Guerra Civil que permiten conocer a aquellos inte-
lectuales —el fragmento de ¿Qué es España?, «La colmena científica»,
La Revista de Filología Española: tradición y presente 293

Figura 1. Cartel de la exposición.

dedicado al Centro de Estudios Históricos de la Junta para Ampliación


de Estudios, donde nació la revista—, algunas de sus investigaciones de
campo —bailes folclóricos de Cantabria y Asturias, y una película sobre
la recogida del azafrán en La Roda, grabados en el contexto del Archivo
de la Palabra y las Canciones Populares—, más una emotiva entrevista de
Jesús Hermida a Tomás Navarro Tomás grabada en 1974, cuando ya había
cumplido noventa años.
Hemos privilegiado el papel histórico de la RFE como órgano de difu-
sión de los trabajos de los filólogos del Centro de Estudios Históricos,
como escaparate de la investigación que hacían «para mantener activamente
una participación necesaria en la discusión de los problemas actuales de
la filología», como nexo con los colegas extranjeros, como instrumento
de difusión bibliográfica hacia el mundo hispánico y como vehículo de
actualización y dinamización de la Filología Española.
294 Pilar García Mouton

Navarro Tomás escribía en 1922:


la revista ha conseguido constituirse en un instrumento de trabajo que no sólo
representa una parte considerable de la actividad del Centro de Estudios Históri-
cos, sino que es además un órgano de comunicación regular y constante entre los
eruditos españoles y extranjeros que se preocupan del estudio de estas cuestiones
(Navarro 1922)1.

Porque estaban convencidos de que así conseguían «entre la Sección


y las personas o Corporaciones que se dedican á estos mismos estudios,
una comunicación regular que sólo se logra eficazmente por medio de una
publicación periódica».
Es evidente que en esta exposición resultaban imprescindibles nombres
que seguimos pronunciando con respeto: Ramón Menéndez Pidal, Tomás
Navarro Tomás, Américo Castro, Amado Alonso, Federico de Onís, José
Fernández Montesinos, Rafael Lapesa, Dámaso Alonso, y tantos otros. Los
nombres importantes de la Filología Española que se agruparon en torno a
la revista y la nutrieron con sus trabajos, sus reseñas, la importante biblio-
grafía que construyeron, las Noticias que difundían en las últimas páginas
de cada trimestre y los anuncios de las traducciones y los libros que iban
publicando para poner al día la ciencia española.
Hemos reunido las revistas que sirvieron de inspiración a Menéndez
Pidal y a Navarro Tomás para decidir cómo sería la suya, la de la Sección de
Filología, así como los primeros números de la RFE, que permiten seguir su
evolución tipográfica y científica. Aunque nunca figuró como tal, sabemos
del ímprobo trabajo de Navarro Tomás como gerente por difundirla, por
conseguir suscripciones (la primera, la de Unamuno) y de su esfuerzo por
hacerla rentable a través de la venta, de los intercambios y de los libros
enviados para reseña (Pérez Pascual 2015: 100-101). El tres de agosto de
1914, pocos meses después de publicarse los primeros cuadernos de la RFE,
Navarro escribe a Menéndez Pidal: «Hemos hecho un trato con el editor
de la Romania el cual publicará en su revista una página para anunciar la
nuestra y nuestros libros, a cambio de una página en la Revista de Filología
Española donde él pueda anunciar lo suyo».
La RFE nutría, como ha seguido haciéndolo, la biblioteca del Centro,
una biblioteca en la que hemos estudiado muchos de nosotros. En la memo-
ria que Navarro Tomás escribe sobre la revista en 1922, señalaba: «Entre

Tomo las citas de esta memoria de Navarro Tomás de 1922; de la siguiente, de


1

1923; y de las cartas, de las transcritas por José Ignacio Pérez Pascual (2015: 91-141) en
su capítulo del catálogo.
La Revista de Filología Española: tradición y presente 295

Figura 2. Imagen completa del cartel original de Giménez Caballero.

los 85 cambios que actualmente tenemos puede decirse que figuran todas
las revistas importantes sobre estas materias a las cuales sería necesario
estar suscriptos si el Centro no las recibiese por ese medio. La suma a que
ascendería el coste de estas suscripciones sería 1659 pesetas».
Es evidente que sus responsables tenían especial empeño en demostrar
que la revista no era deficitaria. Por esta memoria de Navarro Tomás sabe-
mos que, aunque fueron aumentando las suscripciones y los intercambios,
en 1923 tuvieron que reducir la tirada para ahorrar y que, si bien los autores
externos cobraban a cinco pesetas la página, los del Centro no cobraban.
Como curiosidad, señala Pérez Pascual (2015: 105-107) que entre quienes
más habían «cobrado en 1922 figuran Vicente García de Diego, con 270
pesetas, y Pedro Henríquez Ureña, con 157»; al año siguiente los que más
cobraron fueron Erasmo Buceta, José Fernández Montesinos, Fritz Krüger,
Leo Spitzer y Max L. Wagner.
296 Pilar García Mouton

Los materiales conservados en el CCHS del CSIC, en el Archivo de


José Fernández Montesinos, que fue secretario de la revista, han permitido
mostrar cómo se hacía materialmente, cómo entregaban sus originales los
autores, cómo corregían sus pruebas Menéndez Pidal, Navarro Tomás, Spit-
zer, etc., y ofrecer una muestra de aquellas galeradas. Desde el principio,
en la edición de la RFE se tuvo a gala un exquisito cuidado editorial que
hemos procurado mantener.
Como es lógico, la exposición destaca lo más visual —el despacho
de Menéndez Pidal; los aparatos, algunos portátiles, del entonces revo-
lucionario Laboratorio de Fonética de Navarro Tomás; los discos y las
fotografías del Archivo de la Palabra, y los fondos inéditos, especialmente
los pertenecientes al Fondo Rodríguez-Castellano, del Atlas Lingüístico
de la Península Ibérica; las colecciones de textos; los materiales de estu-
dio de los cursos para profesores extranjeros de español, con las fotos de
algunos cursos, etc.—, todo entretejido en torno a la revista en la que se
iba reflejando el avance de las investigaciones (García Mouton/Pedrazuela
Fuentes 2015).
La imagen de la exposición está tomada de un conocido cartel de
Giménez Caballero que representa su visión del universo intelectual espa-
ñol a finales de los años veinte del siglo pasado. En ella, al Sol de Urgoiti,
dibujado como un verdadero sistema solar, contrapone el de ABC de Luca
de Tena, con una franja lateral derecha titulada «la nebulosa de la Acade-
mia», algunos cometas destacados como Valle Inclán y, en medio de todo,
varios planetas, el mayor el de Menéndez Pidal y la Revista de Filología
Española con sus satélites: Navarro Tomás, Castro, Albornoz, Serís, Reyes,
Onís, García de Diego, Solalinde, Montesinos, Dámaso Alonso, Amado
Alonso, etc.
Hago un inciso para agradecer a la Editorial CSIC la publicación, en un
tiempo récord, del catálogo, un catálogo que no está pensado para seguir
al pie de la letra la exposición, sino para contextualizar sus contenidos. El
catálogo, que acaba de ponerse a la venta, reúne la mayor parte del mate-
rial gráfico de la exposición y está compuesto por los siguientes trabajos:
Leoncio López-Ocón se ocupa de «La dinámica investigadora del Centro
de Estudios Históricos de la Junta para Ampliación de Estudios» (pp.
19-53); Mario Pedrazuela redacta el capítulo titulado «La modernización
de los estudios filológicos en España: la Sección de Filología del Centro
de Estudios Históricos» (pp. 55-89); José Ignacio Pérez Pascual hace una
«Breve historia de la Revista de Filología Española» (pp. 91-141); Ángel
Gómez Moreno se centra en «La Edad Media en la Revista de Filolo-
La Revista de Filología Española: tradición y presente 297

gía Española» (pp. 143-174); Pilar García Mouton se encarga de «Los


trabajos del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica y la Revista de
Filología Española» (pp. 175-208); Mariano Quirós, el nuevo secretario
de la revista, estudia la importancia que los filólogos del CEH daban a
la bibliografía en «“El pueblo que se aísla no tiene derecho a vivir”. La
sección de Bibliografía de la Revista de Filología Española (1914-1937)»
(pp. 209-240), y Carlos Domínguez firma unas páginas sobre «El Boletín
de la Real Academia Española (BRAE)» (pp. 241-255), publicación coe-
tánea de la RFE.
La Revista de Filología Española adoptó desde el principio un sobrio
diseño tipográfico que, en la medida de lo posible, se ha mantenido, a
pesar de los cambios de los institutos del CSIC en los que se ha editado:
el Instituto «Miguel de Cervantes», el Instituto de Filología, el Instituto
de la Lengua Española y actualmente el Instituto de Lengua, Literatura y
Antropología. Y también a pesar de los cambios que el Servicio de Publi-
caciones del CSIC impuso a partir del volumen LXXVI (2006), porque con
tenacidad conseguimos conservar sus señas de identidad.
Aunque pronto contaron con contribuciones de los mejores filólogos
extranjeros, la primera RFE se concibió como órgano de difusión de la
Sección de Filología, y se hizo básicamente a partir de los trabajos de
Menéndez Pidal y de su equipo. En otros sitios he señalado que los actuales
criterios para establecer la calidad de las publicaciones científicas valo-
rarían negativamente el hecho de que casi toda la revista la firmaran los
colaboradores del CEH y, sobre todo, sus responsables; por suerte en aquel
momento «nuestras revistas se ganaban en el terreno científico un prestigio
que era su capital, el que las situaba en una posición determinada, y las
redes de relaciones profesionales y la adecuación de las investigaciones a
la línea de la revista justificaban la nómina de sus autores» (García Mouton
2012: 294). Los cuadernos trimestrales «permitían seguir los avances en los
temas en los que la Sección de Filología, con su director Ramón Menéndez
Pidal al frente, volcaba sus intereses filológicos para investigar en lengua,
literatura e historia los orígenes y el desarrollo de la cultura peninsular
identitaria» (García Mouton 2010: 576).
Muchos años después, al recordar el trabajo hecho, escribía Navarro
Tomás (1968-1969: 22-23): «En 1936, al cesar en su labor, el Centro había
producido un extraordinario número de publicaciones y tenía en marcha
empresas de eminente interés. Sólo la Revista de Filología contaba ya con
22 volúmenes».
298 Pilar García Mouton

Para llegar a imprimir el último de aquellos veintidós volúmenes


lucharon denodadamente Tomás Navarro Tomás, desde Valencia, y Rafael
Lapesa en Madrid. La correspondencia conservada resulta muy expresiva
(Pérez Pascual 2015)2:
Hemos salvado el cuaderno de la Revista de Filología Española que había
quedado en la encuadernación de la Imprenta de Hernando. Vamos a hacer su
reparto en estos días. Además estamos preparando otro cuaderno que se va a
componer en Valencia. Están aquí Montesinos y Dámaso Alonso y, aun cuando
carezcamos de muchos elementos, nos esforzaremos en mantener la continuidad
de la Revista. La normalidad en Valencia es completa y se podría trabajar si
tuviéramos aquí los materiales del Centro (carta de Navarro a Menéndez Pidal,
21/1/1937).
Estoy de acuerdo con usted en que es necesario aumentar el número de páginas
impresas para el cuaderno próximo elevándolas hasta las ciento doce (siete plie-
gos) que ordinariamente le damos. Le he enviado unas reseñas de Rosenblat. Tal
vez resultan más extensas de lo necesario dada nuestra costumbre. Como verá
usted yo he tachado algunas líneas y aun así me parece que quedan demasiado
largas. En todo caso en las circunstancias actuales está justificado que proceda-
mos con un criterio algo más amplio. Aún seguiré enviándole otras reseñas pero
no serán bastantes para llenar las páginas que faltan hasta los siete pliegos. Creo
que convendría incluir en ese mismo cuaderno el artículo de Buceta, Juicio a
Carlos V, que según dice usted hace doce galeradas. Con esto y con las reseñas
podría quedar el cuaderno completo.
Para el cuaderno próximo habrá bastante original con un abundante manojo de
notas etimológicas de Spitzer que tenemos aquí y con la Propaladia de Moñino
que se ha hecho tres veces más extensa de lo que era. Acaso convenga que ponga
usted sus notas etimológicas en el cuarto cuaderno para que no se junten con
las de Spitzer en el siguiente. En este caso tal vez podría retirarse el artículo de
Buceta para el cuaderno primero sustituyéndolo por el de usted.
Si acaso se decidiese usted a corregir por si mismo las pruebas de Espinosa
podríamos ganar tiempo pero supongo que es darle demasiado trabajo con lo
ocupado que le tendrán los exámenes (carta de Navarro a Lapesa, 31/5/1937).

En mayo de 1937, Lapesa había informado a Navarro de que «[a]caban


de llegar las pruebas de la Revista» (carta de Lapesa a Navarro, 20/5/1937);
pero necesitaban papel para imprimirla, para el interior y para la cubierta
(«Hacemos gestiones para enviarles las nueve resmas de papel que necesi-
tan para el cuarto cuaderno», carta de Navarro a Lapesa, 31/5/1937):
Terminada la impresión en Madrid del tomo XXIV, cuaderno 4.º, de la Revista de
Filología Española, el delegado de la Junta en el Centro de Estudios Históricos ha

2
Las transcripciones de las cartas las tomo de las de Pérez Pascual en el catálogo.
La Revista de Filología Española: tradición y presente 299

solicitado de esta comisión el envío urgente de papel para las cubiertas de dicha
revista. Adquirido este material en Valencia, ruego a V. I. se digne dar las órdenes
necesarias para el traslado a Madrid de los dos rollos que están dispuestos en
esta Secretaría con aquel objeto (oficio dirigido al Subsecretario de Instrucción
Pública, 7/7/1937; JAE/164-305, 431/59, cit. por Pérez Pascual 2015:115).

Finalmente, según consta en la contracubierta del último cuaderno del


tomo XXIII (1936), este se imprimió en julio de 1937. Cuenta Navarro que
poco después los bombardeos destruyeron la imprenta:
El último cuaderno, con el que quedó interrumpida hasta después de la guerra
civil, se publicó bajo el bombardeo de Madrid, pocos días antes de que la imprenta
de la Editorial Hernando en que se confeccionaba fuera destruida por los cañones
antirrepublicanos (Navarro Tomás 1968-1969: 22).

Preocupado por el retraso de la revista, Navarro escribe desde Valencia


a Menéndez Pidal en julio del 37. En diciembre le cuenta a Dámaso Alonso
cómo intenta retomarla:
Como la revista se encuentra muy atrasada me parece que debiéramos todos hacer
un esfuerzo para hacer avanzar los cuadernos que ya debieran haberse publicado.
Lapesa nos señala para avergonzarnos la regularidad del Archivo de Arte. Creo
que somos bastantes para hacer que la Revista se ponga al día si nos decidimos en
serio a normalizar este asunto. Hable usted con Alarcos, Moñino, Gili, Millares y
demás compañeros y díganme lo que hayan acordado. ¿Qué original tiene Alarcos
para los cuadernos próximos? Veo la preocupación, perfectamente justificada del
amigo Larrea por lo que se refiere al futuro de la Revista (carta de Navarro a
Dámaso Alonso, 21/12/1937).

Sabemos lo que pasó después. Y conocemos la carta de Amado Alonso


a Menéndez Pidal, del 8/3/1939, sobre el incierto futuro de la revista, sugi-
riéndole «que bien podría, objetivamente hablando, salvarse la RFE publi-
cándola fuera: Buenos Aires-Nueva York. Desde luego nada de dar a su
publicación ninguna significación antisituacional. Sólo seguir nuestra labor
científica […]. Espero en mi alma que no sea (o fuere) ningún peligro para
usted seguir siendo su director». Y que Menéndez Pidal contestó diez días
después, el 18/3/1939, con una larga carta en la que decía: «Yo agradecería
infinito a usted, y a los demás amigos, si quieren no amargarme más de
lo que estoy (como espero de su bondad que querrán), que no hagan nada
que dificulte la pacificación».
Fue entonces cuando Amado Alonso decidió fundar la Revista de Filo-
logía Hispánica, editada en el Instituto de Filología de Buenos Aires, la
revista hermana de la primera RFE que publicó ocho volúmenes entre 1939
300 Pilar García Mouton

y 1946. Obligado Amado Alonso a abandonar Argentina, fue la Nueva


Revista de Filología Hispánica, fundada en México en 1947, con el apoyo
de Alfonso Reyes, la que mantuvo la tradición del CEH.
Después del volumen correspondiente al año 37, cerrado en 1940 con
dos equipos distintos, la RFE reaparece en 1941. Los años de García de
Diego como responsable resultan olvidables. En el volumen XXXI (1947),
junto a artículos de filólogos que ya habían colaborado en ella antes de
la guerra (Leo Spitzer o Samuel Gili Gaya), aparecen trabajos de Manuel
Alvar, Emilio Alarcos Llorach y Fernando Lázaro Carreter, una nueva gene-
ración que apenas rondaba los veinticinco años. Dámaso Alonso sería quien
impulsó los cambios, ya que reforzó su línea científica e intentó abrir la
revista al exterior y «al exilio exterior e interior (coincidiendo en el tiempo
con la tímida apertura protagonizada en el plano educativo y científico
por el ministro Joaquín Ruiz Jiménez)». De hecho, en 1949 Manuel San-
chís Guarner firma un trabajo en la RFE; en 1950 Menéndez Pidal publica
«Modo de obrar el sustrato lingüístico» y al año siguiente «Chamartín»;
en el volumen XXXV (1951) publica Amado Alonso «Identificación de
gramáticos españoles clásicos» y en el de 1952 aparece un texto póstumo
suyo («“O cecear cigano de Sevilla”, 1540»), junto a la necrológica que le
dedicó su amigo Dámaso Alonso.
En 1954 se produjo el cambio de equipos y es al año siguiente cuando
se lee en el volumen XXXIX la primera nota explícita sobre el sistema de
evaluación en la revista: «La publicación de los artículos en la RFE, previo
informe de dos lectores, especialmente designados para cada trabajo, la
acuerda la Redacción». En 1964 celebran los cincuenta años de la revista
y se publica en el tomo XLVII, «Medio siglo de la Revista de Filología
Española», con una extensa bibliografía de Ramón Menéndez Pidal. En los
años 70 se observan claras irregularidades en la edición: a veces se publican
con normalidad los dos números al año; otras, uno; o, como ocurre en los
años 1974-1975, se reúnen dos años en uno. A esta situación debieron con-
tribuir «sin duda, los problemas de salud de Dámaso Alonso, pero también
el cambio en la consideración académica de la disciplina y la aparición de
nuevas revistas» (García Mouton 2012: 292), lo que motivó que el número
de originales disponibles disminuyese considerablemente. En el volumen
LX, correspondiente a los años 1978-1980, se anuncia el cese de Dámaso
Alonso, por razones administrativas, y cambios inminentes. Como bien
apunta Pérez Pascual (2015: 132), «Quizás la confusión que rodea esos
momentos explique que la desaparición de don Tomás Navarro, en 1979,
no mereciese un obituario en la revista a la que dedicó tanto esfuerzo».
La Revista de Filología Española: tradición y presente 301

Manuel Alvar, subdirector desde 1967, aparece como director a partir


del volumen LXI (1981), con Concepción Casado Lobato como secretaria.
Comienza otra etapa de la RFE, en la que —son palabras de Alvar— se
trataba de «recuperar a los hombres que, por causas ajenas a la ciencia,
quedaron separados» de ella y de «dar continuidad a la obra de Menéndez
Pidal y sus discípulos y heredar, sin ruptura, todo lo que prestigió a la cien-
cia filológica de España» (Alvar/García Mouton 1988: 2003). Poco a poco
la revista fue recuperando puntualidad, con dos entregas al año. En 1987
cambian significativamente el organigrama y la presentación formal de la
RFE, y se nombra secretaria a Pilar García Mouton. Fue en esos años cuando
empezó a dejarse sentir la presión del CSIC para que la revista se adecuara a los
criterios internacionales que se exigían a las publicaciones periódicas especializa-
das. Además de conseguir una estricta puntualidad, hubo que conjugar el trabajo
científico de edición con la introducción de pequeños cambios formales necesarios
(resúmenes y palabras clave en inglés, cabeceras de identificación determinadas,
etc., etc.) (García Mouton 2012: 293).

En 1999 se producen modificaciones en la RFE y, desde el volumen


LXXX (2000), Manuel Alvar deja su puesto a Antonio Quilis, cuyo nombre
como director se mantiene en la cabecera hasta el número de 2005, pese a
haber fallecido en 2003. A partir de entonces dirige la revista Pilar García
Mouton. El volumen LXXVI, de 2006, aparece algo transformado en su
aspecto externo, como ocurrió con las demás revistas del CSIC. Y desde
2007 empieza a funcionar una versión electrónica de la RFE que va a per-
mitir leer y descargar contenidos de los números publicados desde 1954,
mientras las nuevas entregas sufren un corto embargo de seis meses antes
de ofrecerse en acceso libre. En este entorno, la revista «ha experimentado
un aumento sustancial en el número y en la calidad de los originales que
recibe, lo que en parte se puede atribuir a su indexación en los principales
índices internacionales» (García Mouton 2012: 293).
La RFE ha tratado de «equilibrar el respeto a la tradición» con las
transformaciones experimentadas por los estudios filológicos:
el concepto mismo de «Filología», fragmentada hoy en temas lingüísticos y temas
literarios, ha perdido en parte aquella aura de prestigio que lo rodeaba cuando
Menéndez Pidal y sus discípulos eran reclamados desde Estados Unidos; el pres-
tigio se ha desplazado hacia enfoques teóricos mucho más orientados hacia la
sincronía y la lingüística teórica (García Mouton 2012: 294).

La tradición en la que se enmarca la Revista de Filología Española


es bien conocida. La Filología actual ya no es la misma, pero sí lo es el
302 Pilar García Mouton

interés por su proyección histórica y por el rigor en el trabajo científico.


Siempre es bueno volver la vista atrás, conocer nuestra historia y a quienes
la hicieron, y contarla. La exposición La ciencia de la palabra. Cien años
de la Revista de Filología Española repasa el camino de los filólogos que
fundaron la revista y la hicieron crecer, al tiempo que muestra su entorno
y sus principales logros. Como señalamos en la inauguración, después de
cien años, nos sentimos cercanos a ellos y herederos de aquel entusiasmo
suyo por hacer avanzar, con una visión social y aplicada, la ciencia de la
palabra, la Filología.

Bibliografía
Alvar, Manuel y Pilar García Mouton (1988): «Revista de Filología Española»,
Romanische Forschungen, 100, 197-203.
García Mouton, Pilar (2010): «La Revista de Filología Española», en Mar-
tin-D. Glessgen et al., «Tribune Libre-Débat», Revue de Linguistique Romane,
74, 565-587.
— (2012): «La Revista de Filología Española en el contexto románico», Critica
del testo, XV/3, 287-296.
— y Mario Pedrazuela Fuentes, eds. (2015): La ciencia de la palabra. Cien años
de la Revista de Filología Española, Madrid, CSIC.
Navarro Tomás, Tomás (1968-1969): «Don Ramón Menéndez Pidal en el Centro
de Estudios Históricos», Anuario de Letras, 7, 9-24.
Pérez Pascual, José Ignacio (2015): «Breve historia de la Revista de Filología
Española», en Pilar García Mouton y Mario Pedrazuela Fuentes, eds., La cien-
cia de la palabra. Cien años de la Revista de Filología Española, Madrid,
CSIC, 91-141.
La evolución del concepto de filología desde
la Revista de Filología Española*

Alberto Montaner Frutos


Universidad de Zaragoza

Resumen. Ni Menéndez Pidal ni sus discípulos ofrecieron de modo programático


una definición de Filología. Al abordar la concepción de la misma que inspiró la
Revista de Filología Española es preciso guiarse por fuentes indirectas y, sobre
todo, operar por inducción a partir de la política editorial de la propia publica-
ción. A partir de ahí, se puede establecer la evolución de dicho concepto desde
la fundación de la revista hasta la actualidad, poniéndola en relación con otras
reflexiones teóricas al respecto.
Palabras clave. Filología, epistemología, Ramón Menéndez Pidal, Centro de
Estudios Históricos, Revista de Filología Española.

Abstract. Neither Menéndez Pidal nor his disciples offered a programmatic defi-
nition of Philology. When approaching the conception of the discipline which
inspired the Revista de Filología Española, it is necessary to be guided by indirect
sources and, above all, to operate by induction based on the editorial policy of
the publication itself. From there, it is possible to establish the evolution of this
concept from the foundation of the journal until now, putting it in relation with
other theoretical reflections on the matter.
Keywords. Philology, Epistemology, Ramón Menéndez Pidal, Centro de Estudios
Históricos, Revista de Filología Española.

Cuando apareció la Revista de Filología Española sus promotores no


sintieron la necesidad de hacer ninguna declaración de tipo institucional

* El presente trabajo se inscribe en las actividades del Proyecto de I+D del Programa
Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia del Ministerio
de Economía y Competitividad (con cofinanciación de fondos FEDER) FFI2015-64050-P:
Magia, Épica e Historiografía Hispánicas: Relaciones Literarias y Nomológicas.
304 Alberto Montaner Frutos

en la que se determinase el campo de trabajo hacia el que se proyectaba la


nueva publicación ni concretase qué entendían por filología1. Para Ramón
Menéndez-Pidal y sus inmediatos discípulos esto resultaba, sin duda, una
obviedad que los eximía de escudriñar un concepto que ni a los especialistas
ni a la mayor parte del público culto del momento les suscitaba particulares
dudas. Para esas fechas, al menos, los filólogos españoles considerarían
indudablemente correcta en sus aspectos fundamentales la definición que
la Real Academia Española había modificado en la edición de 1884 de su
diccionario de referencia y que se mantenía en la de ese mismo año 19142:
Filología. (Del gr. φιλολογία) Estudio y conocimiento del lenguaje y de cuanto
pertenece a la literatura o bellas letras, y aun a otros ramos del humano saber.
|| Particularmente y con más frecuencia, estudio y conocimiento de las leyes
etimológicas, gramaticales, históricas y lexicológicas de una o varias lenguas. ||
comparada, o comparativa. Lingüística.

La redacción de esta entrada combina dos planteamientos que convi-


vían y, hasta cierto punto, competían en el ámbito intelectual del cambio
de siglo. La primera acepción, inspirada por Valera y, hasta cierto punto,
por Menéndez Pelayo, asume un planteamiento de raigambre humanística,
pero acentuando el componente lingüístico que caracteriza la filología deci-
monónica. La segunda está, junto a la remisión final, directamente basada
en esta última, particularmente en su formulación neogramática, y segura-
mente fue propugnada por otro académico, Francisco de Paula Canalejas,
hoy menos conocido, pero influyente y polémico en su momento. Aunque
no propiamente incompatibles entre sí, esta dualidad de planteamientos,
uno con un neto componente histórico-literario y otro específicamente lin-
güístico, van a condicionar el devenir de la disciplina e incluso a provocar
algunos equívocos.
Interesa, a este respecto, la siguiente consideración de Lázaro Carreter
(1968 [1953]: 187): «La edición y estudio del Cantar de Mio Cid, reali-
zados por Menéndez Pidal, son una buena muestra de trabajo filológico;
los Orígenes del español, del mismo autor […] deben ser clasificad[o]s
como trabajos lingüísticos»3. Sin duda, la edición pidaliana del Cantar de

1
Sobre la disciplina véase, en orden ascendente de concreción, Rubio Tovar (2004),
Portolés (1986), Abad Nebot (2010) y García Mouton (2007).
2
Para un análisis de esta definición y de la postura de compromiso que representa,
puede verse Montaner Frutos (2010, especialmente pp. 173-179).
3
Las obras a las que se refiere son: Ramón Menéndez Pidal, Cantar de mio Cid: Texto,
gramática y vocabulario, Madrid, Bailly-Baillière e hijos, 1908-1911; reimpresión con
La evolución del concepto de filología desde la rfe 305

mio Cid es un acabado modelo de lo que se podía entender por filología


al amparo de la primera acepción definida en el DRAE, incluso más allá
del planteamiento sustentado por sus promotores. En efecto, en esa obra
señera se unen la lingüística diacrónica puesta a punto por el comparatismo
de inspiración darwinista en la línea de Schleicher4; una ecdótica no lach-
manniana practicada en las limitadas condiciones del codex unicus5, pero
teniendo debidamente en cuenta la tradición indirecta (tras una filiación de
las crónicas alfonsíes que comenzaría a desbrozar la selva textual de refun-
diciones, versiones y adaptaciones)6 y una historiografía literaria atenta no
solo, como venía siendo el uso, a las circunstancias externas (que en este
caso inciden sobre todo en las coordenadas espaciotemporales de composi-
ción), sino, de forma capital, al funcionamiento interno del texto literario.
El resultado, como es bien sabido, consiste en una precisa edición
paleográfica, a la que las revisiones posteriores, incluso con las técnicas
más modernas, no han podido aportar más que correcciones de detalle
(cf. Montaner 2009); una edición crítica mucho mejor fundamentada y
mucho más coherente con los mecanismos internos del texto que todas las
que la precedieron (e incluso que varias de las que la sucedieron, por más
que hoy no podemos aceptar todos sus fundamentos), un estudio históri-
co-lingüístico que sigue siendo válido en muchos aspectos (cf. Rodríguez
Molina 2018) y otro histórico-literario que, aunque demasiado vinculado a la

adiciones, Madrid, Espasa-Calpe, 1944-1946; y Orígenes del español: Estado lingüístico


de la Península Ibérica hasta el siglo XI, Madrid, Centro de Estudios Históricos, Junta
para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1926 (Anejos de la Revista
de Filología Española, 1); 2.ª ed. corregida y aumentada 1929; 3.ª ed. muy corregida y
aumentada, Madrid, Espasa-Calpe, 1950.
4
A este respecto, téngase en cuenta que el darwinismo de Schleicher ha sido matizado
por Maher (1966).
5
Menéndez Pidal fue ajeno tanto a la aplicación del método lachmanniano hecha por
Gaston Paris (pese al influjo del romanista francés sobre el español) como a la discusión
teórica suscitada por Joseph Bédier. Por ejemplo, la preferencia de don Ramón por un
codex optimus en el caso de la Estoria de España alfonsí (publicada como Primera Crónica
General de España. Edición de Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Bailly-Baillière, 1906
[Nueva Biblioteca de Autores Españoles, 5]), se debe más bien a la procedencia del
escriptorio regio del usado como base (los mss. escurialenses Y-i-2 y X-i-4), que a criterios
estrictamente ecdóticos. En esa misma edición, el empleo de otros testimonios manuscritos
responde a una actitud ecléctica propia de la tradicional emendatio ope codicum y no a
la aplicación de un stemma, ni siquiera como elemento de control, en la línea de Bédier.
6
Vid. Catalán (1997). Los trabajos pioneros de don Ramón sobre este tema fueron
«El Poema del Cid y las Crónicas Generales de España», Revue Hispanique, XVI (1898),
435-469, y Crónicas generales de España, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1898.
306 Alberto Montaner Frutos

concepción romántica de la épica, sigue siendo útil, así como una anotación
(por vía del vocabulario anejo) que reformulaba la tradición humanística
del comentario bajo un prisma más arqueológico, propio del historicismo
positivista, aunque iniciado ya desde planteamientos románticos7. Mucho
después de su aparición, el propio don Ramón consideraba, con justeza,
uno de los méritos esenciales de la versión inicial de su edición y estudio
del Cantar de mio Cid el haber sabido «considerar inseparables la historia
lingüística con la historia literaria (crónicas métricas, poesía épica) y con
la historia política y social (personajes, instituciones, sucesos)»8.
Este planteamiento, que entroncará, en el seno del Centro de Estudios
Históricos, con la corriente de Historia de las Civilizaciones en la línea de
la Kulturgeschichte germánica que practicaban los integrantes de la sección
de Historia9, responde también a un planteamiento cuyo influjo no hará
sino acrecentarse en la labor de los discípulos de don Ramón. Me refiero
a la corriente conocida por método de «las palabras y las cosas» (Wörter
und Sachen), que postula la necesidad de estudiar la historia de la lengua
en paralelo a la historia de la cultura, como única aproximación capaz de
explicar las transformaciones del léxico, más allá de las modificaciones del
significante debidas a la acción de las «leyes» fonéticas. Estos postulados,
desarrollados por autores que Menéndez Pidal conocía muy bien, como
Gottfried Baist y Wilhelm Meyer-Lübke (cf. Pérez Pascual 1998: 32), están
en la base de lo que será la semántica y constituyen una de las principales
innovaciones frente al mecanicismo e inmanentismo de los neogramáticos,
una postura que se da también en la filología pidaliana:

7
Recuérdense a este respecto las grandes obras de Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc,
Dictionnaire raisonné de l’architecture française du XIe au XVIe siècle, París, Bance-
Morel, 1854-1868, y Dictionnaire raisonné du mobilier français de l’époque carlovingienne
à la Renaissance, París, Vve A. Morel et Cie., 1858-1875 (cuyos respectivos contenidos
desbordan ampliamente la arquitectura y el mobiliario). De hecho, don Ramón utilizó el
segundo diccionario para el vocabulario contenido en el volumen II de su edición.
8
Citado por Pérez Pascual (1998: 36). La frase no se refiere estrictamente a la edición
de 1908-1911, sino a su versión inicial, que había ganado el concurso convocado por la Real
Academia Española en 1893, pero se le puede aplicar aún con más razón a la publicación
posterior. Sobre el concurso académico y los planteamientos filológicos de don Ramón en
ese momento, puede verse Montaner Frutos (1999).
9
López Sánchez (2007). Como señala en la página 123, «El CEH se caracterizó
también por una amplia práctica historiográfica, es decir, la historia de España podía y
tenía que ser descubierta a través de su lengua, su arte, su Derecho y cualquier otro tipo
de manifestación de su civilización».
La evolución del concepto de filología desde la rfe 307

El sentido general más característico de la obra lingüística que cumplieron Menén-


dez Pidal y sus discípulos directos fue el de la falsación del positivismo estricto
mediante la apelación a los factores históricos, culturales, de serie literaria, etc.,
que inciden en la historia idiomática. Por supuesto lo lingüístico existe en sí en
buena medida —pues consiste en un código comunicativo inmanente—, pero
no existe sólo en sí, sino en una situación elocucional, histórica, geográfica…
Además de códigos, las lenguas son tradiciones, manifestación de cultura, etc.
(Abad Nebot 2010: 92).

Ahora bien, el hecho de que la edición del poema cidiano sea un expo-
nente paradigmático de lo que Menéndez Pidal y sus discípulos podían
entender como la máxima expresión de la filología no significa que, desde
la perspectiva coetánea, los Orígenes del español no lo fuesen también, pese
a que se ocupasen exclusivamente de cuestiones lingüísticas (de fonética
histórica, en particular). Esto se debe, tanto a la mencionada ambivalencia
conceptual de la filología como a que ambas orientaciones (la literaria y
la más lingüística) se adscribían en este momento a un común paradigma
historicista y no es de extrañar que, en el ámbito de la Junta para Ampliación
de Estudios, la Sección de Filología formase parte del Centro de Estudios
Históricos.
Del mismo modo, en la Revista de Filología Española, publicación del
Centro, conviven sin tensiones una orientación filológica con otra histó-
rico-literaria y en parte histórico-cultural, en sentido amplio, como ya he
mencionado. De hecho, en el primer número de la revista aparece incluso
una aportación al vocabulario jurídico de corte netamente institucionalista,
realizada por Pedro González Magro, uno de los discípulos de Sánchez
Albornoz10. Así pues, la línea de trabajo de la RFE podría calificarse de
armónicamente ecléctica, sobre la base común del rigor establecido en el
ámbito académico por los criterios del empirismo y el historicismo positi-
vistas11. Este eclecticismo tampoco es meramente continuista, pues supone,

10
El autor señala que «Este artículo constituye la introducción a un mapa de estas
instituciones próximo a publicarse en el Centro de Estudios Históricos» (González Magro
1914: 378, n. 1). El mapa se publicó, en efecto, y puede verse reproducido en Puig-Samper,
ed. (2007: 134).
11
A menudo se resalta sobre todo el segundo aspecto, pero la atención al dato
documental primario no puede desligarse de la actitud positivista en el ámbito de las ciencias
experimentales, que a su vez se traduce en la importancia de la encuesta de campo tanto en
el ámbito literario (siendo patente el caso del romancero) como en el lingüístico (sobre todo
en dialectología). Un paso más allá se sitúa la introducción de la fonética experimental, que
llevará a la publicación del célebre e influyente trabajo de Tomás Navarro Tomás, Manual
de pronunciación española, Madrid, Centro de Estudios Históricos, Junta de Ampliación e
308 Alberto Montaner Frutos

en especial en el estudio lingüístico, una verdadera ruptura metodológica


con lo que venía siendo su práctica en España. A cambio, se produce cierta
persistencia temática y (sobre todo en el análisis literario) también de tra-
tamiento. Esto es comprensible, habida cuenta de que, salvo, precisamente,
por la incorporación de técnicas propiamente filológicas, la historiografía
literaria no había conocido una renovación equiparable a la lingüística.
Esta combinación de actitudes respondía a un planteamiento cons-
ciente de Menéndez Pidal, pues se daba ya en la Sección de «Filología e
Historia Literaria» que el mismo don Ramón había dirigido previamente
en la Revista Crítica de Historia y Literatura Españolas, Portuguesas e
Hispano Americanas. Esto se aprecia hasta en la estructura de la revista,
la cual seguía muy de cerca la disposición de Cultura española (iniciada
en 1906), revista en la que Menéndez Pidal y otros integrantes del Centro
de Estudios Históricos habían colaborado con frecuencia y de la que aquel
supervisaba igualmente la sección filológica12. Tal organización interna era
la siguiente: en primer lugar los estudios o artículos de fondo, a continua-
ción unas notas o artículos menos extensos de tipo misceláneo, luego la
sección bibliográfica, repartida entre las reseñas y un repertorio de nove-
dades clasificado temáticamente, y, ya al final del volumen, una serie de
informaciones breves.
En todo caso, el planteamiento pidaliano que preside la labor de esta
primera generación de filólogos españoles propiamente dichos (formados
de manera organizada en el marco de los estudios universitarios) no se
limitaba a heredar los de sus inmediatos predecesores en el estudio de
ambos campos, el de la literatura y el de la lengua. En efecto, en la labor
del Centro de Estudios Históricos la combinación de lingüística e historia
literaria poseía un nuevo enfoque, puesto que se conjugaban y se aprove-
chaban recíprocamente, en lugar de actuar en paralelo. Esta actitud tiene
su reflejo directo en la elaboración de ediciones filológicamente cuidadas,
tanto en su fijación textual como en su anotación, cuyo modelo último lo
proporcionaba la mentada editio maior del cantar cidiano, pero que también
produjo versiones para su circulación entre un público más amplio, en lo
que Menéndez Pidal y su equipo se mostraron fieles a la voluntad peda-
gógica y regeneracionista de la Institución Libre de Enseñanza, sobre todo

Investigaciones Científicas, 1918; ed. corregida y aumentada, 1926 (Anejos de la Revista


de Filología Española, 3).
12
Cf. Pérez Pascual (1998: 102) y, con más detalle (para ambas revistas citadas),
Albiac Blanco (2010).
La evolución del concepto de filología desde la rfe 309

mediante la prestigiosa colección de Clásicos Castellanos de La Lectura,


que luego se difundiría durante medio siglo gracias a Espasa-Calpe, que
había tomado el relevo en 1930 (cf. Marco García 1992). El ejemplo lo
dio el propio maestro, que publicó su editio minor del Cantar de mio Cid
en 1913 y, más tarde, preparó una versión revisada aparecida en 1944 y
reimpresa en numerosas ocasiones13.
Otro aspecto diferencial era el papel otorgado a la filología como base
y no como (mero) resultado del estudio histórico, de modo que aquella
proporcionase un sustento seguro para la fase heurística, estableciendo la
crítica de los testimonios textuales como paso previo a la aplicación de una
hermenéutica historiográfica. Además, la historia literaria se ofrecía (aun-
que fuese implícitamente) como un modelo para la propia interpretación
histórica, a partir de un enfoque más cultural que político. Este plantea-
miento dará lugar a una nueva obra paradigmática de Menéndez Pidal, La
España del Cid, en 192914. Es esta una obra que en la actualidad suelen
mirar con cierto desdén los historiadores profesionales, pero que, pese a sus
notorios problemas de apreciación (en particular su profunda incompren-
sión de la figura de Alfonso VI y su anacrónica percepción retrospectiva
de España en clave esencialista y, al mismo tiempo, castellanocéntrica)15,
supuso un cambio capital en el panorama historiográfico de la época. Esto
se debe a que, por un lado, se basaba en una escrupulosa crítica de fuentes
(por más que hoy no se suscriba la prelación de las mismas allí establecida),
con una finura prácticamente sin precedentes en el ámbito hispánico, y por
otra, procuraba trascender la mera reconstrucción narrativa de los hechos
para abordar un verdadero ensayo de comprensión histórica de una época,
como subrayó Maravall:
La España del Cid […] es todo menos una biografía […]. Es la Historia de
España entera la que se refleja en sus páginas, toda una amplia situación histórica
presentada, a efectos de construcción sistemática, sobre el centro de imputación

13
Ramón Menéndez Pidal (ed.), Poema de Mio Cid, Madrid, La Lectura (Clásicos
Castellanos, 24), 1913; ed. revisada, Madrid, Espasa-Calpe, 1944; 15.ª ed. [reimpresión],
1980.
14
Ramón Menéndez Pidal, La España del Cid, Madrid, Plutarco, 1929. El texto
fue muy ampliado en su 4.ª ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1947. Después no experimentó
grandes cambios, pero sí continuos retoques, hasta la 7.ª ed., aparecida póstumamente en
Madrid, Espasa-Calpe, 1969, lo que revela la constante sintonía de don Ramón con sus
planteamientos en esta obra.
15
Véase al respecto García Isasti (2004). Incide tangencialmente en este punto Juaristi
(2010).
310 Alberto Montaner Frutos

de un personaje cardinal […]. Lo que sí, en cambio, nos ofrece esta obra es una
utilización al máximo de los puntos de vista de la Historia del pensamiento en
el plano de la Historia general […]. Y de este modo la Historia no resulta un
puro capricho hazañoso, sino una continuidad dotada de sentido (Maravall 1960:
106-108)16.

No parece casual que la elaboración de esta obra coincida con un


notable cambio en la definición de filología en el diccionario académico,
que refleja el parecer de don Ramón y sus discípulos al llegar al primer
cuarto de siglo17. El tenor de la nueva entrada lexicográfica es el siguiente:
FILOLOGÍA. (Del lat. philologĭa y éste del gr. φιλολογία.) f. Estudio científico
de una lengua y de las manifestaciones del espíritu a que ella sirve de medio de
expresión. || 2. Estudio científico de la parte gramatical y lexicográfica de una
lengua (Real Academia Española 1925).

Lo primero que destaca en esta redacción es la repetición de científico,


lo que responde a un planteamiento bien arraigado en el Centro de Estudios
Históricos:
La Historia, la Filología, el Derecho y el Arte que fueron investigados en el Centro
de Estudios Históricos tenían, más allá de su programa científico, la misión de
construir ciencia española que fuese capaz de entregar a España y a los españoles
las claves de su trama histórica como nación […]. Creando verdadera ciencia
podría romperse de forma definitiva con los modos de trabajar propios del siglo
XIX y que no habían contribuido de manera definitiva al desarrollo científico del
país. […] a lo largo de los años veinte tanto la vida intelectual como administra-
tiva del centro experimentó un definitivo ímpetu que contribuyó decisivamente
a su consolidación como institución científica de vanguardia en la investigación
humanística en España (López Sánchez 2007: 123-125).

Esta exigencia de cientificidad al mismo tiempo depende y se sustenta


en los aspectos señalados anteriormente: atención al dato primario y con-
trastable18, crítica de fuentes, formulación de principios lingüísticos y de
tendencias literarias e históricas. No es casual, sin embargo, que desapa-

16
Véanse además las pp. 89-99, sobre «el cambio en la manera de entender la Historia»
y «de hacer Historia» que se deben a Menéndez Pidal.
17
Sobre la formación de la decimaquinta edición del diccionario académico y el
papel de los filólogos del CEH, véanse Pérez Pascual (1998: 170) y Montaner Frutos
(2010: 183-184).
18
En adición a lo señalado arriba, recuérdese el preámbulo puesto por don Ramón a
la sección de textos con que se abren los Orígenes del español: «Viendo que los romanistas
[…] aducían sin recelo ni reserva documentos mal copiados en épocas tardías, sentí la
necesidad de acudir exclusivamente a los pergaminos originales de los siglos X y XI» (p. 1).
La evolución del concepto de filología desde la rfe 311

rezcan de la definición la referencia expresa a las leyes y el tono histori-


cista de corte neogramático. Por otro lado, la unión en la misma frase de
dos palabras tan aparentemente opuestas como ciencia y espíritu tiene un
referente más concreto (aunque no totalmente desligado de él) que el viejo
Volksgeist que los románticos creían encontrar en el «genio» de la lengua o
en las producciones del «pueblo», muy particularmente en la epopeya. Se
trata, en efecto, del programa sobre las humanidades formulado en torno
al cambio de siglo de modo destacado, pero no único, por Dilthey, cuya
pretensión era penetrar en el espesor espiritual de los fenómenos (véase
especialmente Dilthey 1961 [1910]).
Tal postura, abiertamente opuesta a la de los neogramáticos, implica un
radical rechazo a aplicar el modelo interpretativo de las Naturwissenschaf-
ten o ciencias naturales a las Geisteswissenchaften o Wissenschaften von
Menschen (ciencias del espíritu, ciencias humanas), tales como filosofía,
psicología, historia o filología, que, a su juicio, no podían basarse, como
las primeras, en la explicación de los fenómenos en términos de causa y
efecto o del paso de lo general a lo particular, sino mediante el estableci-
miento de las relaciones entre la parte y el todo tomado en conjunto, que es
lo que conduce a la Verstehen o comprensión. Habida cuenta de que para
Dilthey (1924), en la estela de Hegel, el Geist o espíritu no constituye una
realidad oculta ni un principio intelectual abstracto, sino que se refiere a
la vida del individuo en su concreto contexto socio-histórico, el filósofo
alemán proponía combinar un enfoque basado en la psicología individual
con otro de tipo socio-histórico, para alcanzar la comprensión de los tex-
tos y los autores en sus contextos. De ahí la importancia de los conceptos
de Erlebnis o experiencia de vida (de un autor dado) (Dilthey 1906) y de
Weltanschauung o cosmovisión (Dilthey 1931), es decir, su percepción del
mundo a la hora de analizar las obras literarias y, en general, los fenómenos
culturales, lo que se manifiesta en el interés de Dilthey y su escuela por
abordar el estudio biográfico de los autores, si bien en términos de biografía
espiritual y no meramente factual19.
La forma en que la recepción de estos principios se advierte tras el
cambio de redacción de la voz filología en el DRAE no es coherente solo
con la trayectoria de Menéndez Pidal, sino con la de varios de sus discípu-

19
Puede verse un resumen de los planteamientos de Dilthey en Maravall (1960: 37-41).
Téngase en cuenta, no obstante, que el espiritualismo antipositivista venía influyendo en
el pensamiento hispánico mucho antes de la recepción de Dilthey; vid. Abad Nebot (2010:
92-95).
312 Alberto Montaner Frutos

los. Quizá el caso más obvio sea el de Américo Castro20, quien, habiéndose
previamente dedicado a trabajos de dialectología y a editar a varios clásicos
españoles21, publica en ese mismo año de 1925 una obra tan innovadora
en muchos aspectos como la dedicada a la cosmovisión cervantina22. Sin
embargo, en su movimiento de la superficie material de los fenómenos
hacia su profundidad espiritual, el planteamiento de Dilthey se alejaba de
la fundamentación lingüística de la filología. Por ello, no será este género
de biografía moral el que triunfe en el seno de la escuela pidaliana, sino
la adopción de la estilística como modo de análisis e interpretación de las
obras literarias en tanto que, precisamente, «manifestaciones del espíritu»23,
pero sin abandonar sus constantes de minuciosidad y rigor científico ni
mucho menos su faceta lingüística24.
Esta modalidad la desarrollará sobre todo la siguiente promoción de
discípulos de don Ramón, que corresponde ya a la Generación del 27, pero
el maestro no dejó de cultivarla en trabajos como el dedicado a la lengua del
siglo XVI25 y, sobre todo, en su inacabada Historia de la lengua española26.

20
Respecto de esta etapa inicial de don Américo y la insuficiencia que suponía para
él la indagación filológica estricta, véase Abad Nebot (2010: 102-104).
21
Baste citar dos de sus publicaciones en el CEH: Américo Castro y Federico de
Onís, eds., Fueros leoneses de Zamora, Salamanca, Ledesma y Alba de Tormes, I: Textos,
Madrid, Centro de Estudios Históricos, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones
Científicas, 1916; Francisco de Rojas, Cada cual lo que le toca y La viña de Nabot. Ed. de
Américo Castro, Madrid, Centro de Estudios Históricos, Junta para Ampliación de Estudios
e Investigaciones Científicas, 1917.
22
Américo Castro, El pensamiento de Cervantes, Madrid, Centro de Estudios
Históricos, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1925 (Anejos
de la Revista de Filología Española, 6).
23
La filiación de la estilística hispana queda bien de manifiesto en el hecho de
que el volumen primero de la Colección de Estudios Estilísticos dirigida por uno de los
discípulos predilectos de Menéndez Pidal, Amado Alonso, fuese el de los integrantes de
la llamada Escuela de Munich: Karl Vossler, Leo Spitzer y Helmut Hatzfeld, Introducción
a la estilística romance. Traducción y notas de Amado Alonso y Raimundo Lida, Buenos
Aires, Universidad, 1932.
24
Vid. Fernández Retamar (2003 [1958]) y Vázquez Medel (1987: 171-183).
25
Ramón Menéndez Pidal, La lengua de Cristóbal Colón. El estilo de Santa Teresa y
otros estudios sobre el siglo XVI, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1942 (Col. Austral, 280). Se
trata de un avance de la propia Historia de la lengua española, citada en la nota siguiente.
26
Ramón Menéndez Pidal, Historia de la lengua española. Ed. de Diego Catalán,
Madrid, Real Academia Española-Fundación Ramón Menéndez Pidal, 2005, 2 vols. Aparte
del libro referenciado en la nota precedente y de algunos capítulos sueltos publicados en
vida por el autor en forma —por así decir— provisional, solo una de sus secciones había
aparecido previamente en forma de libro: Ramón Menéndez Pidal, La lengua castellana
La evolución del concepto de filología desde la rfe 313

El modelo planteado por Menéndez Pidal en esta última responde a un


designio muy semejante al que animó los trabajos abordados en vísperas de
la fundación de la Revista de Filología Española, mediante la combinación
de la lingüística diacrónica y de la historia literaria, solo que ahora esta se
aparta en mayor medida del modelo decimonónico de Menéndez Pelayo,
para transitar por una vía mucho más cercana al estudio del lenguaje. Como
ha señalado Mainer (2005), «para Menéndez Pidal éste era, sin duda, el
lugar del lenguaje: expresión de una comunidad que se modula al ritmo de
la vida de ésta. Y esto fue, por supuesto, la herencia del legado positivista,
modificado radicalmente por Karl Vossler y el idealismo lingüístico, pero
también fue lo vivido por el autor en su práctica nacional cotidiana»27. Este
mismo planteamiento será el que sustente la historia del español de Rafael
Lapesa28, perpetuando de este modo los planteamientos del maestro y, con
ellos, su concepción de la filología, que ha inspirado toda la trayectoria de
la Revista de Filología Española.
Dicha concepción queda en muy buena parte reflejada en los aspectos
en los que Gumbrecht (2003) ha situado los «poderes» de la filología, no
ya como sinónimo de la suma de estudios literarios y lingüísticos, sino
como una particular forma de realizar los primeros. Según dicho autor, la
filología se caracteriza por la presencia de las siguientes operaciones: la
identificación de fragmentos, la edición de textos, la redacción de comen-
tarios a los mismos y su historificación (es decir, su situación en una pers-
pectiva histórica), así como, fiel a su voluntad humanística, la enseñanza.
Sin duda, don Ramón y sus discípulos del Centro de Estudios Históricos
habrían suscrito esta caracterización, pues, en conjunto, describe muy buena
parte de sus actividades, en particular las del maestro, que practicó todas
esas operaciones. Sin embargo, el planteamiento de Gumbrecht omite un
aspecto importante en la práctica de la filología en la estela pidaliana (y
en otras escuelas europeas), que es el lingüístico, lo que Lázaro Carreter
(1968 [1953]: 187) había formulado así:

en el siglo XVII. Ed. de Diego Catalán y prólogo de Rafael Lapesa, Madrid, Espasa Calpe,
1991 (Col. Austral, A-208).
27
Las reflexiones de Vossler (1904) sobre esta cuestión han de sumarse a otros influjos
(cuyo grado y modalidad está por determinar), como el de Croce, en quien Vossler se
inspira, o el ya mencionado de Dilthey (compárese lo dicho en la nota 19).
28
Rafael Lapesa, Historia de la lengua española. Prólogo de Ramón Menéndez
Pidal, Madrid, Escelicer, 1942; 9.ª ed. revisada, Madrid, Gredos, 1981. Sobre el influjo
del idealismo lingüístico en esta obra y, en general, en los estudios literarios de Lapesa,
véase Mainer (2010).
314 Alberto Montaner Frutos

Modernamente, amplió su campo, convirtiéndose además en la ciencia que estu-


dia el lenguaje, la literatura y todos los fenómenos de cultura de un pueblo o de
un grupo de pueblos por medio de textos escritos […]. El interés por la lengua
hablada, de un lado, y de otro el comparatismo […] dieron origen a una nueva
ciencia, la Lingüística, con la que, de hecho, frecuentemente se confunde la Filo-
logía. Ambas ciencias estudian el lenguaje, pero de distinto modo. La Filología
lo estudia con vistas a la mejor comprensión o fijación de un texto; la Lingüís-
tica, en cambio, centra exclusivamente su interés en la lengua, hablada o escrita,
utilizando los textos, cuando existen y se los precisa, sólo como modelo para
conocerla mejor.

Esta distinción (aunque ajena, como se ha visto, a Menéndez Pidal


y a sus discípulos) es la que fundamenta (adecuadamente, a mi juicio) la
separación efectuada por Lázaro Carreter entre la edición del Cantar de mio
Cid como obra filológica y los Orígenes del español como obra lingüís-
tica. En efecto, puestos a no emplear filología con el sentido lato que se le
otorgaba antes de que el estructuralismo, primero, y el postestructuralismo,
después, tendiesen a arrinconarla29, parece que lo que mejor caracteriza el
modo filológico de acercamiento a los textos es esa peculiar articulación
de lo lingüístico y de lo histórico-literario en el esfuerzo por presentar
(mediante la ecdótica, como subdisciplina filológica)30 y por explicar las
obras literarias o, en general, la producción escrita de una cultura o un
periodo determinado31. Puede, entonces, producirse la adecuada antiperís-
tasis entre el plano más práctico del establecimiento y aclaración del texto
y el más teórico de su comprensión como fenómeno histórico, cultural y,
específicamente, literario.

29
Puesto que de hecho, tanto la New Philology de Nichols (1990) como la Postphilology
de Rojinsky (2007), lo que hacen es oponerse a la filología, en lugar de refundarla de algún
modo; vid. Mancini (2000).
30
Vid. Trovato (2014: 39-46).
31
A ello yo añadiría de buena gana el pensamiento crítico, como motor de todo
el procedimiento, tal y como expresa Rodríguez-Velasco (2014): «In these [Aristotelian]
Problems about philology, thinking is dynamic, and prefers putting forth stories, myths, and
becoming an art of the proof, a way to bear witness. If I read correctly, thinking actively,
dynamically also prefers, in the end, a philology of the philosopher than a philology of the
orator, because the philosopher is the one with the capacity of actually creating complex
concepts that are, at the same time, intellectual and public —like, for instance, what is
injustice, or what is tyranny. All these ideas seem at the very least an interesting line of
inquiry into the formation of a debate on philology».
La evolución del concepto de filología desde la rfe 315

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histórico de la lengua española
Gramaticalización y gramatización
en la historia del español*

José Luis Girón Alconchel


Universidad Complutense de Madrid

Resumen. La gramaticalización es creación de morfemas a partir de lexemas


en construcciones y contextos específicos del discurso, y también asignación
de nuevas funciones gramaticales a morfemas y construcciones sintácticas ya
existentes. La gramaticalización parte de una colocación y concluye en una lexi-
calización o entrada en el lexicón. Por tanto, el certificado de la conclusión o
persistencia de los procesos de gramaticalización y lexicalización se halla en
la gramatización (grammatisation en francés según Auroux) de sus resultados,
esto es, en su codificación en gramáticas y diccionarios. Así, gramaticalización,
lexicalización y gramatización son procesos interrelacionados y, a su vez, están
fuertemente vinculados a la historiografía lingüística y al análisis de la difusión
de los cambios morfosintácticos en los grandes corpus. Ejemplificamos con la
interjección ¡Tijeretas!
Palabras clave. Gramaticalización, lexicalización, gramatización, historiografía
lingüística, lingüística de corpus, lingüística histórica, historia del español.

Abstract. Grammaticalization is creating morphemes from lexemes in construc-


tions and specific discourse contexts, and also assigning new grammatical func-
tions to already existing morphemes and syntactical constructions. Grammati-
calization starts from collocation and finishes in lexicalization or entry into the
lexicon. Therefore, a certification of the conclusion or persistence of grammati-
calization and lexicalization processes is found in the grammatization (grammati-
sation in French, according to Auroux) of their results. Thus, grammaticalization,
lexicalization and grammatization are interrelated processes and, at the same time,
are strongly linked to linguistic historiography and the analysis of the extension

* La realización de este trabajo se encuadra en el Proyecto de referencia FFI2012-


31427, Procesos de gramaticalización en la historia del español (IV): gramaticalización
y textualización, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO).
322 José Luis Girón Alconchel

of morphosyntactic changes in large linguistic corpora. We provide example with


the interjection ¡Tijeretas!
Keywords. Grammaticalization, lexicalization, grammatization, linguistic histo-
riography, corpus linguistics, historical linguistics, History of the Spanish language.

1. La gramaticalización es una de las herencias metodológicas más


eficaces legadas por los neogramáticos a la lingüística histórica contem-
poránea (Campbell 1993). La Historia de la lengua española no es una
excepción. Basta echar un vistazo a las últimas Actas publicadas —ya
penúltimas— de nuestros congresos, las del Congreso de Santiago.
Allí se reúnen, al menos, 26 trabajos, entre ponencias, comunicaciones,
una mesa redonda y un póster —todo ello referenciado en el Anexo—, que
tratan de gramaticalización, no solo de la llamada «gramaticalización pro-
totípica» (la que crea morfemas nominales y verbales: el artículo definido,
como tal y como afijo flexivo en los relativos compuestos el cual y el que;
el artículo indefinido; los adverbios en -mente; los futuros y condiciona-
les románicos, los tiempos compuestos y otras perífrasis verbales…), sino
también de la «gramaticalización no prototípica», en la que uno o varios
signos, en construcciones sintácticas de estructura variada —desde comple-
mentos circunstanciales y adverbios hasta oraciones— se gramaticalizan,
bien como marcadores del discurso que categorialmente son locuciones
adverbiales o interjecciones (encima, en el fondo, al fin y al cabo, a lo
mejor, por añadidura, efectivamente, total, ¿para qué?, tijeretas, ojo), bien
como pronombres, determinantes y adverbios de diversa naturaleza (no sé
quién, pero también no sé qué, no sé cuánto; un montón de libros; quizá,
etc.), o como preposiciones (mediante, durante), etc.
Todos estos trabajos constituyen un material muy valioso que muestra
la fecundidad de la gramaticalización para la historia del español y, en
algunos casos, también, la importancia empírica de esta para la evolución
teórica de la propia gramaticalización.

2. Me voy a limitar —al menos, en una primera intervención— a poner


de manifiesto cómo los tres temas de esta mesa redonda —gramaticaliza-
ción y gramatización, historiografía lingüística y difusión de los cambios
lingüísticos— están interrelacionados.
La gramaticalización es creación de gramática a partir del discurso
(Lehmann 2002). La gramática que se crea a partir de inferencias contex-
tuales amplía la ya existente: es nueva gramática, pero no una creación ex
Gramaticalización y gramatización en la historia del español 323

novo. Ello es debido a que la gramaticalización se produce en los márgenes


de las categorías, unas categorías que son prototípicas.
Las creaciones gramaticales por gramaticalización a veces son ver-
daderas innovaciones: por ejemplo, el condicional romance, los tiempos
compuestos y muchos marcadores del discurso; otras veces son solo reno-
vaciones del significante: así, el futuro cantaré; y, en fin, algunas otras
veces son meros refuerzos de los significantes: el demostrativo aquel y las
formas alargadas antiguas aqueste y aquesse.
Pues bien, estas creaciones por gramaticalización tienden a ser codi-
ficadas, más tarde o más temprano, en las gramáticas y diccionarios. Esta
codificación es una verdadera «revolución tecnológica», a la que Auroux
(1994) ha llamado gramatización.
En principio, gramatización designa —en el Renacimiento— la aplica-
ción del metalenguaje de la gramática latina a la descripción gráfico-foné-
tica, gramatical y léxica de las nuevas lenguas romances. Pero el término
puede comprender también esa codificación, gramatical y lexicográfica, en
cualquier periodo de la historia de una lengua.
Ahora bien, la gramaticalización como creación de gramática nueva, de
gramática emergente, que puede, a veces, durante siglos, convivir, coexistir
y solaparse con la gramática desinente, produce variación lingüística, es
decir, oposiciones funcionales esencialmente variacionales. Y para descri-
bir y explicar con un mínimo de coherencia y exhaustividad el origen y la
difusión de esos cambios gramaticales que producen variación lingüística
hay que trabajar con una adecuada lingüística de corpus.
De modo que la gramaticalización (creación de gramática a partir del
discurso), lo mismo que un tipo de lexicalización (consistente en crear
léxico a partir del discurso), reclaman la gramatización (codificación de
esas creaciones en las gramáticas y en los diccionarios); y la gramatización
nos sitúa en la historiografía lingüística; y gramaticalización, lexicaliza-
ción, gramatización e historiografía lingüística demandan el análisis de la
difusión de los cambios en corpus convenientemente diseñados. Y todo
ello es hoy un contenido importante de la historia de la lengua española.

3. Pondré un solo ejemplo de la interrelación de gramaticalización (con


la lexicalización y la gramatización incluidas), historiografía lingüística y
lingüística de corpus. El caso de la interjección ¡tijeretas!, estudiado por
Martín Zorraquino (2012, en el Anexo).
Según esta autora, la interjección impropia ¡tijeretas! es el resultado
de la gramaticalización de un constituyente de la oración Tijeretas han
324 José Luis Girón Alconchel

de ser. El cambio Tijeretas han de ser > ¡tijeretas! es gramaticalización


porque hay un reanálisis que implica el paso de una oración atributiva de
modalidad deóntica, integrada por constituyentes de significado concep-
tual (Tijeretas han de ser) a una «expresión idiomática con valor operativo
o de uso: una réplica que indica que se impone pertinazmente una opinión
o propuesta a la del interlocutor». Así se crea una interjección secundaria
o impropia (¡tijeretas!) que puede significar «una réplica enfatizadora de
la porfía en la propia opinión o propuesta» o, en un segundo reanálisis,
«adquirir el sentido de una refutación o de una negación» (Martín Zorra-
quino 2012: 2310).
De modo que uno de los constituyentes de la oración se ha gramatica-
lizado como interjección. No es la primera vez que esto sucede. Muchas
interjecciones son resultados de la gramaticalización de oraciones en las que
figuraban como constituyentes: venga, anda, vamos (Castillo Lluch 2008),
vaya (Octavio de Toledo 2005 [2001-2002]), quiá, ca, qué va (Herrero
2014), ojo (Suñer/Tirado 2012), etc.
Algunos constituyentes de esas oraciones pierden identidad fonética,
semántica y funcional; y pierden variabilidad morfosintáctica; pero ganan
cohesión, hasta el punto de que pueden llegar a la univerbalización (así,
quiá y cá < qué ha de + infinitivo). Cuando la pérdida de la identidad y
de la variabilidad llega al grado cero para todos los constituyentes oracio-
nales menos para uno —caso de venga, vaya, ojo y tijeretas—, entonces
el parámetro de la cohesión queda, lógicamente, cancelado.
Pero para que se haya producido este macroproceso de cambio ha sido
necesario que los hablantes hayan repetido con frecuencia esa oración.
Dicho de otro modo, la oración, o expresión, en cuyos constituyentes se
han producido los cambios complejos de pérdida de identidad fonética,
semántica y funcional (hasta el grado «cero» en muchos casos), de pér-
dida de variación morfosintáctica y de ganancia de cohesión, ha tenido
que conocer una situación previa de colocación o lexicalización débil, a
partir de la cual se produce la gramaticalización. Y la gramaticalización
concluye cuando su resultado es objeto de una lexicalización fuerte. En los
casos que nos ocupan, cuando las interjecciones mencionadas entran en
el lexicón. Así pues, el certificado de la conclusión definitiva del proceso
de gramaticalización y lexicalización se obtiene cuando los diccionarios y
los inventarios gramaticales de interjecciones gramatizan o codifican esas
nuevas piezas léxico-gramaticales.
Si volvemos a tijeretas, nos encontramos con que la gramaticalización
de esta interjección se ha podido originar en la frase Tijeretas han de ser,
Gramaticalización y gramatización en la historia del español 325

que está lexicalizada, no débilmente, sino fuertemente, porque está reco-


gida, o sea, gramatizada, en los diccionarios académicos desde el de Auto-
ridades [Aut] a la 23.ª ed. del Diccionario de la lengua española (DLE),
donde s. v. tijereta, encontramos decir tijeretas: locución verbal coloquial
poco usada, ‘porfiar necia y tercamente sobre cosas de poca importan-
cia’; y también tijeretas han de ser: expresión coloquial, ‘úsase para dar
a entender que alguien porfía necia y tenazmente’. Es decir, estamos ante
dos locuciones fuertemente lexicalizadas (productos de sendos procesos de
lexicalización) y, además, gramatizadas en el diccionario.
Desde luego, parece perfectamente posible que un proceso de grama-
ticalización pueda empezar en una locución plenamente lexicalizada; o
sea, que la locución lexicalizada y gramatizada Tijeretas han de ser haya
sido el disparadero del proceso de gramaticalización que ha acabado en la
interjección ¡tijeretas! (la cual no está, por cierto, gramatizada en la 23.ª
ed. del DLE).
Pero también es posible que esa interjección ¡tijeretas! haya sido pro-
ducto de la gramaticalización de decir tijeretas, o, tal vez, de otras coloca-
ciones o locuciones débilmente lexicalizadas que, incluso, podrían estar en
el origen de las locuciones fuertemente lexicalizadas y, además, gramatiza-
das, Tijeretas han de ser y decir tijeretas. En este punto aparece la cuestión
de la difusión de los cambios morfosintácticos, cuestión analizable en la
consulta de los grandes corpus.
El trabajo de Martín Zorraquino parte de la descripción que hace don
Julio Casares de tijeretas y de Tijeretas han de ser, expresiones originadas,
según el ilustre académico, en un cuento popular que recoge Covarrubias:
Un proverbio ay que dize: Han de ser tixeretas, fingiendo que una muger muy
porfiada, viniendo de las viñas con su marido, puso a estos clavículos otro nombre,
que debía de ser común en aquella tierra; ella porfió mucho, que no se avían de
llamar sino tixeretas; el marido, entrando en cólera, la echó de la puente abaxo en
un río y ella iva diziendo: Tixeretas han de ser; y quando ya no pudo hablar sacó
el braço, y estendidos los dos dedos de la mano, le dava a entender que avían de
ser tixeretas [Covarrubias, s. v. tigeretas].

Nótese que, con respecto a tijeras, tijereta tiene ya un sentido figurado:


«Cada uno de los zarcillos que por pares nacen a trechos en los sarmientos
de las vides» (DLE, s. v.).
Bien, yo, desde luego, no me he dedicado a buscar tijeretas en los
corpus. Pero, cuando leí el trabajo de Martín Zorraquino, me acordé inme-
diatamente de un cuento del Corbacho, que reproduzco:
326 José Luis Girón Alconchel

Otra muger era muy porfiosa e con sus porfías non dava vida a su marido. Un día
imaginó cómo, con toda su porfía, le daría mala postrimería el marido, e dixo:
«Muger, mañana tengo conbydados para çena. Ponnos la mesa en el huerto a rri-
bera del rrío, de yuso del peral grande, porque tomemos guasajado». E la muger
asý lo fizo; puso la mesa luego e aparejó byen de çena, e asentáronse a çenar. E,
traýdas las gallinas asadas, dixo el marido: «Muger, dame agora ese cañivete que
en la çinta tyenes; que este mío non corta más que maço». Respondió la muger:
«Amigo, ¿dónde estáys? ¡Que non es cañivete, que tiseras son, tiseras!». Dixo el
marido: «¡Agora en mal punto del gañivete me hazes tiseras!». La muger dixo:
«Amigo, ¿qué es de vos? ¡que tiseras son, tiseras!». Desque el marido vido que
su muger porfiaba e que su porfía era por demás, dixo: «¡Líbreme Dios desta
mala fenbra; aun en mi solaz porfía conmigo!». Diole del pie e echóla en el rrío.
E luego començó a çabullirse so el agua, e vínosele en miente que no dexaría su
porfía aunque fuese afogada: ¡muerta sý, mas no vençida! Començó a alçar los
dedos fuera del agua, meneándolos a maneras de tyseras, dando a entender que
aún eran tiseras, e fuese el rrío abaxo afogando [Corbacho: 199].

Tal vez este tiseras son, tiseras de mediados del siglo XV —y quizá de
mucho antes—, empleado en su acepción primera de instrumento cortante,
opuesto a cañivete (‘cuchillo pequeño’), pudiera ser la expresión en la que
se produjera el diminutivo y luego la acepción figurada de ‘zarcillo de la
vid’, y que, repetida tradicionalmente y con una alta frecuencia, disparara,
por una parte, los procesos de lexicalización de las locuciones decir tije-
retas y Tijeretas han de ser y, por otra, el proceso de gramaticalización de
la interjección ¡tijeretas!
Apoyan esta hipótesis dos hechos. Primero, en tiseras son, tiseras, la
tematización y reiteración de tiseras y, sin duda, la entonación característica
con que se enunciaría esta frase están muy cerca de la modalidad deóntica
de Tijeretas han de ser. Segundo, el Diccionario de Autoridades lematizó
tixeretas, definiéndolas como diminutivo de tixeras, «Las tixeras peque-
ñas», y distinguiendo esta acepción de la de zarcillos de la vid.
Pero ¿Chi lo sa? De lo que no cabe dudar es de que, por un lado, un
manejo adecuado de los cada vez más voluminosos corpus que enriquecen
las bases documentales de la Historia de la lengua española y, por otro, la
investigación en las fuentes que proporciona la historiografía lingüística,
podrían quizá alumbrar esta y otras muchas cuestiones semejantes.

4. Dicho esto, me parece que podemos sacar algunas conclusiones muy


provisionales que tal vez puedan animar el debate:
4.1. Es verdad que no todo es gramaticalización, como a veces parecen
dar a entender algunos trabajos, pero es un hecho que gramaticalización
Gramaticalización y gramatización en la historia del español 327

es, en primer lugar, el cambio por el que un lexema, dentro de una deter-
minada construcción, se convierte en morfema (trabado o libre: desinencia,
preposición, conjunción, adverbio o interjección, precisamos); en segundo
lugar, gramaticalización es también el cambio por el que un morfema o
palabra gramatical, o una construcción sintáctica (un complemento circuns-
tancial, una oración), en determinados contextos, asume nuevas funciones
gramaticales (Girón Alconchel 2014: 12).
4.2. La gramaticalización y la lexicalización comparten ciertos pará-
metros (Lehmann 2002; Brinton/Traugott 2005): los signos que se grama-
ticalizan y los que se lexicalizan pierden identidad formal, semántica y
funcional, pierden variabilidad morfosintáctica y ganan cohesión. Así que
desde este triple punto de vista —identidad, variabilidad y cohesión— es
lo mismo lo que ha sucedido en sinvergüenza o sin papeles y lo que ha
pasado en sin embargo, aunque en los dos primeros casos hablemos de
lexicalización y en el tercero de gramaticalización.
4.3. La gramaticalización comienza en una colocación o lexicaliza-
ción débil y concluye en una lexicalización fuerte (Girón Alconchel 2008).
Lexicalización, en el sentido de entrada en el lexicón. Y entendemos por
lexicón un continuum con un polo léxico y un polo gramatical. No existe,
pues, frontera estable ni infranqueable entre los dos polos de ese continuum.
4.4. La gramatización o codificación en las gramáticas y monogra-
fías gramaticales y en los diccionarios levanta acta de los procesos de
gramaticalización concluidos y también de aquellos no concluidos que se
han estabilizado. Por eso los futuros y condicionales analíticos —dar selo
hemos, combidar le yen— nunca fueron gramatizados por las gramáticas
renacentistas y esta fue la certificación implícita de su defunción (Girón
Alconchel 2005).
4.5. Por otra parte, la incompleta extensión del artículo definido en
español —a diferencia de lo que sucede en francés— ha dado lugar a lo
que Kabatek (2012, en el Anexo) ha llamado «gramaticalización negativa»:
el proceso de gramaticalización que se desarrolla en el espacio categorial
que no llena la gramaticalización («positiva») no concluida. En español el
sustantivo escueto es gramaticalización «negativa», según este autor. Esta
gramaticalización negativa, junto a la positiva, es necesaria para descubrir
las oposiciones funcionales del sistema histórico, la sistematicidad histó-
rica de la lengua. Pero si se puede hablar de gramaticalización negativa
en este caso, es porque esa gramaticalización negativa también ha sido
gramatizada, como prueba la codificación del sustantivo escueto en las
gramáticas del español.
328 José Luis Girón Alconchel

4.6. Las perspectivas de historiografía lingüística y de difusión del


cambio morfosintáctico, como se manifiesta en los grandes corpus, son
imprescindibles para asegurar, en la medida de lo posible, las explicaciones
por gramaticalización en la historia del español, como, por otra parte, se
viene haciendo con éxito desde hace ya algún tiempo. De modo que las
«nuevas perspectivas en el estudio histórico de la lengua española», de las
que se habla en esta mesa redonda, son solidarias y muy prometedoras. Les
invito a reflexionar sobre ello.

Anexo
Trabajos sobre gramaticalización en Actas del VIII Congreso Interna-
cional de Historia de la Lengua Española (ed. de Emilio Montero Carte-
lle, Santiago de Compostela, Meubook, 2012) analizados para esta mesa
redonda:
Artigas, Esther y Rosa Vila: «Cuidar (de) + “verbo infinitivo” en español medieval:
procesos de gramaticalización» (II, 2005-2016).
Azofra Sierra, M.ª Elena: «Elementos espaciales en la gramaticalización de mar-
cadores discursivos» (II, 2017-2028).
Bartens, Angela y Anton Granvik: «Gramaticalización y lexicalización en la for-
mación de locuciones preposicionales en español e italiano» (II, 2029-2046).
Castro Zapata, Isabel María: «Del participio a la preposición. Procesos de grama-
ticalización de durante y mediante» (I, 721-733).
Company, Concepción: «Reanálisis múltiple, gramaticalización e incertidumbre
categorial en la formación de los adverbios en -mente del español» (I, 301-314).
Elvira, Javier: «Gramaticalización y lexicalización: ¿opuestos, paralelos, conver-
gentes…?» (I, 315-325).
Espejo Muriel, M.ª Mar y Rosa M.ª Espinosa Elorza: «Quiçab, quiçá, quizá» (I,
749-760).
Fernández Sanmartín, Alba y Marcos García Salido: «De adverbio oracional a mar-
cador del discurso. Los casos de naturalmente y a lo mejor» (II, 2127-2138).
Garachana, Mar: «Discurso y gramática en el empleo de e(t)-y en textos medie-
vales» (II, 2139-2152).
Garcés Gómez, María Pilar: «El proceso evolutivo de los marcadores al fin y al
cabo y al fin y a la postre» (II, 2153-2166).
— «Estudio diacrónico de los marcadores discursivos para su descripción en un
diccionario histórico» (II, 2689-2701).
García Pérez, Rafael: «Marcadores aditivos de refuerzo argumentativo en un dic-
cionario histórico: por añadidura e incluso» (II, 2179-2192).
Girón Alconchel, José Luis: «Los relativos compuestos españoles y su interés para
la teoría de la gramaticalización» (I, 57-75).
Gramaticalización y gramatización en la historia del español 329

Herrero Ingelmo, José Luis: «Total, ¿para qué?: un resumidor singular» (II,
2229-2238).
Ibba, Daniela: «Algunas precisiones sobre el proceso de gramaticalización de
maguer (que)» (II, 2251-2264).
Kabatek, Johannes: «Nuevos rumbo en la sintaxis histórica» (I, 77-100).
Manzano Rovira, Carmen: «Gramaticalización y variación lingüística de los
nexos consecutivos de manera e intensidad-manera. Siglos XIII a XVI» (II,
2289-2300).
Martín Zorraquino, M.ª Antonia: «Tijeretas han de ser > ¡tijeretas! Revisión de
un proceso de gramaticalización» (II, 2301-2311).
Pozas Loyo, Julia: «Aportación al estudio del artículo indefinido en español medie-
val y clásico» (I, 1073-1084).
Rivas, Javier e Ivo Sánchez-Ayala: «Procesos de gramaticalización en el desarrollo
de las aportaciones reactivas: el caso de efectivamente» (II, 2363-2374).
Romani, Patrizia: «La sintaxis del participio en los tiempos compuestos del cas-
tellano medieval» (I, 1113-1124).
Sánchez Lancis, Carlos: «Gramaticalización y concatenación de preposiciones en
la historia del español: la preposición de» (II, 2393-2404).
Sánchez Jiménez, Santiago U.: «Acerca de no sé qué: gramática y pragmática»
(I, 1135-1146).
Suñer, Avel·lina e Irene Tirado: «La expresión interjectiva ¡ojo!: gramaticalización
y herencia argumental» (II, 2429-2439).
Verveckken, Katrien: «Gramaticalización y gramática de construcciones: el caso
de los nombres cuantificadores y/o categorizadores» (II, 2453-2464).
Villegas Pinto, España: «Gramaticalización de partículas modales en documentos
andinos coloniales» (II, 2465-2475).

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venga, anda y vamos», en Concepción Company y José G. Moreno de Alba,
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ñola, Madrid, Arco Libros, vol. ii, 1739-1752.
330 José Luis Girón Alconchel

Corbacho: Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera (Corbacho). Ed.


de Marcella Ciceri, Madrid, Espasa-Calpe, 1990.
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Lehmann, Christian (2002): «New reflections on grammaticalization and lexica-
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vuelta? La gramaticalización de vaya como marcador y cuantificador», Anuari
de Filologia, 23-24, 11-12, 47-71.
Nuevas perspectivas en la relación entre
los estudios de historiografía lingüística
e historia de la lengua española*

María José Martínez Alcalde


Universitat de València

Resumen. La delimitación entre historia de la lengua e historiografía lingüística


como disciplinas diferenciadas dentro del ámbito de los estudios diacrónicos
resulta hoy evidente; pero también es evidente el carácter complementario de sus
investigaciones. El desarrollo de los estudios historiográficos sobre los tratados
que se han ocupado de la codificación de la lengua española puede proporcionar
nuevas perspectivas a la investigación sobre su evolución histórica. Se trata aquí
de establecer una reflexión en torno a la utilización de estos tratados como fuente
de datos para el estudio de la historia de la lengua, teniendo en cuenta las apor-
taciones de los estudios gramaticográficos. Se plantea también la consideración
de la lengua utilizada en estas obras como un tipo de tradición discursiva, así
como las diferentes opiniones sobre la incidencia de estos tratados en la evolución
interna de la lengua y su utilización como criterio de periodización.
Palabras clave. Historia de la lengua española, historiografía lingüística, grama-
ticografía, tradiciones discursivas, periodización.

Abstract. The delimitation between history of language and linguistic historiogra-


phy as distinct disciplines within the field of diachronic studies is evident today;
but it is also evident the complementary nature of their research. The development
of historical studies on treaties that have dealt with the coding of the Spanish
language can provide new perspectives to research on its historical evolution.
Some reflections on the use of these treaties as a source of data for the study

* Este trabajo se inscribe dentro del Proyecto de investigación Fraseología de la


lengua castellana en su diacronía: desde los orígenes hasta el siglo XVIII (FRASLEDIA),
con referencia FFI2013-44682-P dentro del Programa estatal de fomento de la investigación
científica y técnica de excelencia del Ministerio de Economía y Competitividad (Subpro-
grama de generación del conocimiento).
332 María José Martínez Alcalde

of the history of the language are offered in this work, taking into account the
contributions of the grammaticographic studies and also raises the consideration
of the language used in these works as a kind of discursive tradition. Different
opinions on the impact of these treaties in the internal evolution of the language
and its use as a criterion for periodization are also shown.
Keywords. History of Spanish language, linguistic historiography, grammatico-
graphy, discursive traditions, periodization.

1. Historia de la lengua e historiografía lingüística del español:


disciplinas complementarias con objetivos diferenciados

La historiografía lingüística del español ha tenido un desarrollo cre-


ciente a partir de los años 80 y 90 del siglo xx y esto se ha reflejado en
el ámbito académico, tanto en la docencia como en la investigación, con
una producción bibliográfica ya abundantísima. En 1995, ocho años des-
pués de la fundación de la Asociación de Historia de la Lengua Española
(AHLE), se constituyó la Sociedad Española de Historiografía Lingüística
(SEHL) y, desde entonces, la convivencia de ambas sociedades ha servido
para mostrar la delimitación de dos disciplinas diacrónicas con objetivos y
metodologías diferenciados, pero también con evidentes conexiones1, como
puede observarse en las Actas de sus respectivos congresos. En las de la
AHLE, se encuentran trabajos que utilizan los tratados para la codificación
del español2 y en las de la SEHL, artículos sobre procesos históricos de
gramatización que afectan a diferentes niveles de la lengua y a distintas
categorías gramaticales. Por otra parte, obras historiográficas de conjunto
sobre la historia de la codificación del castellano, como la coordinada por
Gómez Asencio (2006, 2008, 2011a), dan cabida a estudios realizados desde
la perspectiva de la historia de la lengua.
Intentaremos ofrecer a continuación algunas reflexiones en torno a la
relación entre ambas disciplinas a la luz de las nuevas aportaciones de la
historiografía lingüística.

1
De las que da cuenta también la creación en 1999 de la AJIHLE (Asociación de
Jóvenes Investigadores en Historiografía e Historia de la lengua española) y los contenidos
de su revista Res Diachronicae.
2
Aparecen incluidos en las secciones correspondientes los diferentes niveles lingüís-
ticos o bien en apartados generales del tipo Historia de la lengua literaria, Historia de
la lengua, Historia externa de la lengua española o Historia de la lengua y lingüística
histórica.
historiografía lingüística e historia de la lengua 333

2. Gramáticas, diccionarios y ortografías como fuentes para el estudio


de la historia de la lengua

2.1. H
 istoriografía e historia de la lengua frente al proceso de
gramatización
La utilización de gramáticas, diccionarios y ortografías como fuentes
documentales para el estudio de la historia de la lengua española, tiene,
como es bien sabido, una larga e ilustre tradición desde los trabajos de
Rufino José Cuervo (1893 y 1895-1898) y Amado Alonso (1976 [1955],
1969). Se trata, además, de fuentes peculiares, ya que, al tratar sobre la
propia lengua, invitan a confiar en su carácter testimonial sobre usos y
normas que, con suerte, se presumen cercanos a las huidizas variantes de la
lengua oral. Sin embargo, las cautelas sobre esos testimonios son también
evidentes y no han pasado inadvertidas para los historiadores de la lengua.
Las gramáticas toman como objeto la lengua, pero no necesariamente
para describirla, sino para «reduzirla en artificio y razón», como ya indicaba
Nebrija en la primera gramática del castellano. Muestran la lengua some-
tida a un proceso de gramatización (Auroux 1994) y aquí la historia de la
lengua se encuentra con la historiografía lingüística y, concretamente, con
la gramaticografía, que, como explica Swiggers, estudia la técnica histórica
utilizada para reduzir en artificio una lengua:
La gramática, que aparentemente es un ‘dato natural’, es una técnica histórica
y conceptualmente definida, para describir una actividad humana; en ella una
modelización viene aplicada a un conjunto de fenómenos lingüísticos. La mode-
lización conlleva una organización macroestructural y microestructural y algunas
decisiones; está vinculada a tres tipos de estrategias: estrategias analíticas, estra-
tegias de presentación, y estrategias con miras a la asimilación de la gramática.
Más allá de esta modelización y de las estrategias correlativas la gramática está
condicionada por ciertos factores ‘materiales’ como el contexto cultural, la estruc-
tura lingüística de la(s) lengua(s) descritas, y el sistema de escritura utilizado
(Swiggers 2014: 722).

El proceso de gramatización responde, por tanto, a unas estrategias


específicas y da lugar a un producto sujeto al devenir histórico. Los estudios
gramaticográficos pueden contribuir, dentro de las investigaciones sobre
historia de la lengua, a la adecuada valoración del carácter documental
de la información que proporcionan unas obras elaboradas sobre modelos
y técnicas que condicionaban desde su estructura general hasta la clasi-
ficación de las categorías gramaticales, la elaboración de paradigmas y
ejemplos, etc. Obras que presentan unos datos lingüísticos adaptados a las
exigencias de un modelo explicativo / didáctico que, durante siglos, tuvo
334 María José Martínez Alcalde

una finalidad propedéutica enfocada a la enseñanza del latín, lo que afectó


a las estructuras y al metalenguaje de los tratados y habría que ver, en cada
caso, si a la propia realidad de la lengua codificada.
La atención a las gramáticas españolas se centró, en principio, en
las obras de los Siglos de Oro, desde Nebrija a Correas, pasando por las
destinadas a hablantes extranjeros (con especial atención a las escritas en
castellano, como las gramáticas anónimas de Lovaina de 1555 y 1559 o
la de Cristóbal de Villalón de 1558) y saltando a continuación a la deno-
minada etapa académica. Quedaron, así, en un primer momento, fuera
de foco y catalogadas explícita o implícitamente como de menor interés
doctrinal y documental, obras como la gramática de Juan Villar (1651), la
última publicada en España en el siglo XVII, que entendemos hoy desde
una nueva perspectiva historiográfica gracias a los trabajos de Martínez
Gavilán (2008a, 2008b). Tras esta etapa, la atención se trasladaba a la
obra de la Real Academia Española, más incluso que al estudio específico
de sus obras en el marco de una tradición codificadora que era todavía
insuficientemente conocida.
La investigación historiográfica en general y la gramaticográfica en
particular hacen hoy difícilmente aceptables afirmaciones referidas, de
manera general, a las antiguas gramáticas del castellano, a los gramáti-
cos de la tradición o a la llamada gramática tradicional, por citar algunas
denominaciones todavía habituales, y permiten matizar ciertas afirmaciones
de conjunto relativas, por ejemplo, al carácter descriptivo o prescriptivo
de los tratados o al tipo de ejemplos que en ellos aparece. No puede con-
siderarse, así, que la madurez de la lengua o las grandes transformaciones
lingüísticas fueran causas inmediatas de la aparición de las gramáticas de
las lenguas vulgares ni de la evolución posterior de estos tratados; tampoco
que la disponibilidad de textos literarios tuviese como consecuencia su uti-
lización en estas obras, ya que el uso de un corpus de este tipo forma parte
de las estrategias de un cierto modelo gramaticográfico. Así, por ejemplo,
la presencia de un amplio número de citas, sobre todo de autores españoles
del XVI, en el Arte del romance castellano de Benito de San Pedro (1769)
no se encuentra en otros tratados gramaticales publicados en las mismas
fechas, como los de Benito Martínez Gómez Gayoso (1769 [1743]), Sal-
vador Puig (1770) o la primera Gramática de la Real Academia Española
(1771). La obra de Benito de San Pedro es, en este aspecto, un precedente
de otras del XIX, como las de Vicente Salvá y Andrés Bello, en las que,
sin embargo, el cuerpo de textos citados tiene ya una función diferente
(Lliteras 1997; Quijada 2008, 2011).
historiografía lingüística e historia de la lengua 335

Los estudios gramaticográficos obligan a reflexionar también sobre


otras cuestiones, como el valor documental de los ejemplos. Auroux (1996:
110-111) destaca su papel fundamental en el proceso de gramatización y
advierte sobre su sorprendente estabilidad en el tiempo y sobre su paso
de una lengua a otra, ya que no pretenden describir la lengua, sino ofre-
cer «una representación escogida» de ella. Los ejemplos representan usos
lingüísticos posibles y adecuados de la lengua; pero, sobre todo, con un
marcado grado de autonimia, se representan a sí mismos como testimonio
de una manera de concebir la realidad lingüística sobre modelos no siem-
pre extraídos del uso actual de la lengua codificada. Desde la perspectiva
historiográfica, Lliteras (1997: 60) ha estudiado el papel instrumental de
los ejemplos respecto a la teoría gramatical en las gramáticas castellanas, al
menos hasta bien entrado el XIX, y ha observado que su finalidad no es, o
no solo es, proponer un criterio de corrección, sino que tienen, sobre todo,
la tarea de «formular la generalización descriptiva, la regla gramatical que
permite interpretar el funcionamiento de las categorías». Lo prioritario, por
tanto, es la adecuación del ejemplo a la construcción teórica, que puede ser
ajena a la propia lengua al partir de los modelos de las gramáticas latinas,
pero también de las hebreas en los siglos XVI y XVII, de las francesas más
adelante, etc.
En esta misma línea de investigaciones historiográficas se encuentran
las relativas a la importancia que adquiere, a lo largo del XIX, el estudio
de la sintaxis y la práctica del análisis de oraciones, tanto en tratados
españoles como americanos, abordado en el proyecto de investigación
ANAGRAMA dirigido por M.ª Luisa Calero, frente a la limitación del
apartado sintáctico en las gramáticas de siglos anteriores. Por otra parte,
la necesaria integración de aspectos históricos e historiográficos se ha
puesto en práctica, por poner algunos ejemplos próximos, en la historia
de la pronunciación castellana elaborada dentro del proyecto HISPRO-
CAST dirigido por M.ª Teresa Echenique en la Universidad de Valencia y
actualmente en los trabajos del proyecto FRASLEDIA, que dirigimos M.ª
Teresa Echenique y yo misma, centrado en el estudio de la fraseología del
español en su diacronía, así como en el proyecto PROGRAMES, dirigido
por José Luis Girón.
2.2. Textos gramaticales y tradiciones discursivas
Además de la utilización de las obras gramaticales, ortográficas y lexi-
cográficas como fuente de datos, se ha planteado también, desde una pers-
pectiva histórica, el estudio de la lengua de los gramáticos y la posibilidad
de que constituya un tipo particular de tradición discursiva.
336 María José Martínez Alcalde

En palabras de Kabatek (2005: 157-18), el rasgo que define las tradi-


ciones discursivas es «la relación de un texto con otro texto anterior: una
relación temporal a través de la repetición […] de una forma textual» y de
la comunicación de un contenido, teniendo en cuenta que «solo una com-
binación particular de una serie de elementos produce la inserción de un
texto en una TD». Cabe preguntarse si, en el caso de los textos dedicados a
la codificación gramatical, puede constatarse esa particular combinación de
elementos lingüísticos que da lugar a una TD. Parece evidente que se trata de
textos producidos a partir de las premisas de un molde histórico-normativo
social e históricamente establecido, como han mostrado también, desde su
perspectiva, los estudios historiográficos; pero está por establecer la exis-
tencia de unos elementos repetitivos que permitan distinguir y tipificar una
particular elaboración lingüística. Rafael Cano (2008) abrió el camino al
estudiar desde esta perspectiva las gramáticas castellanas del siglo XVI con
objeto de saber si llegaron a construir una lengua especial o si generaron
una tradición discursiva. Tras un análisis de la terminología, los modos de
construcción sintáctica y la fraseología utilizados en ellas, constataba la
existencia de una tipología textual de gramáticos, o metalingüística, rela-
cionada con sus contenidos y objetivos, pero advertía que «para constatar la
existencia de una “tradición discursiva” a través de constantes lingüísticas,
sería necesario contrastar su continuidad y su evolución en textos de los
siglos siguientes» (Cano 2008: 105). Se abre, así, un tipo de estudio histórico
que puede beneficiarse de la aportación de la historiografía lingüística del
español y de las facilidades de acceso a un corpus cada vez mayor de trata-
dos gramaticales, ortográficos y lexicográficos a través de portales como la
Biblioteca Virtual de la Filología Española de Manuel Alvar, la Biblioteca
Virtual Miguel de Cervantes, el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua
española, accesible en la página de la RAE, la biblioteca del portal Con-
trastiva, la bibliotecas virtuales de la BNE y de distintas universidades, etc.
Se ha apuntado que el concepto de tradición discursiva «puede conside-
rarse como un eslabón entre las llamadas “lingüística externa” e “interna”»
(Jacob/Kabatek 2001: VIII) y podría decirse que esta es la situación de los
propios textos destinados a la codificación dentro de los estudios de his-
toria de la lengua. Más allá de su consideración como disciplina aplicada,
suministradora de datos primarios sobre estados de lengua, los estudios
de historiografía lingüística aportan información relativa al contexto prag-
mático de las obras (autores, destinatarios, objetivos o finalidad práctica),
condiciones históricas y sociales de producción, relaciones de filiación
intertextual, teniendo en cuenta la existencia de textos de referencia y series
historiografía lingüística e historia de la lengua 337

de textos (Hassler 2002), etc. Es decir, frente a su consideración como


texto-objeto descontextualizado, pueden contribuir al necesario proceso de
recontextualización (Oesterreicher 2001, 2012) que supone situar la lengua
de un autor dentro de la tradición en la que se inscribe como gramático,
lexicógrafo u ortógrafo y de las premisas (¿también lingüísticas?) impuestas
por esa tradición.

3. Historiografía lingüística y periodización de la historia de la


lengua española: contraste de datos y propuestas

La consideración de los tratados gramaticales como fuente documental


lleva a otra cuestión: su posible incidencia en la evolución interna de la
lengua y, consecuentemente, su posible utilización entre los criterios para
la periodización de esa evolución. Las opiniones sobre esta cuestión son
dispares y van de la confianza al escepticismo, con matices que afectan,
sobre todo, a la época considerada.
Hasta el último cuarto del siglo XVIII, son muy pocas las gramáticas
españolas dirigidas a los propios hablantes, tienen escaso éxito editorial y
un valor propedéutico enfocado al aprendizaje del latín, lo que, como se
ha apuntado, influye de manera efectiva en el proceso de gramatización. A
partir de aquí, cabe plantearse si estos tratados influyeron en la evolución
de la lengua en su época o si es el historiador actual quien las utiliza para
marcar etapas al considerarlos como testimonio de los usos lingüísticos
de un periodo, al menos en alguna de sus variantes. Todo ello teniendo en
cuenta el carácter de las propuestas de periodización como construcciones
históricas en las que el punto de vista del investigador se impone sobre el
objeto, con las consiguientes implicaciones ideológicas, aunque resulten úti-
les tanto desde el punto de vista didáctico como metodológico (Echenique/
Martínez 2013: 37-42).
Es posible que, como ha apuntado Cano (2000: 191), «la labor de los
gramáticos tuviera menos relevancia que, por ejemplo, la de los retóricos
en la configuración de la lengua clásica». Al hilo de esta duda, podemos
plantearnos otras cuestiones. ¿Contribuyeron los gramáticos de esta etapa
a configurar un cierto modelo de lengua? ¿Tenían posibilidad de conse-
guirlo con un sistema de enseñanza que durante siglos no contó con leyes
reguladoras y en el que el estudio teórico de la gramática castellana no
parece haber tenido lugar de forma específica? ¿Sirvieron de modelo o
se sirvieron del modelo de la lengua culta o literaria? ¿Qué nos dicen la
escasez de obras o las afirmaciones de los propios autores sobre la falta de
acuerdo normativo en materias de cuya enseñanza en las aulas sí tenemos
338 María José Martínez Alcalde

noticias, como la ortografía castellana? La perspectiva de los historiado-


res sobre la posible influencia de estas obras en la evolución de la lengua
parece cambiar con la aparición de los tratados académicos, dada la unidad
normativa conseguida finalmente por la institución, especialmente visible
en el aspecto ortográfico; pero tampoco en esto hay unanimidad.
Son conocidas las propuestas de Marcos Marín (1980) sobre la exis-
tencia de sucesivos procesos de reforma en la historia del español. De un
modo más general, dentro de la conocida como Escuela española de lin-
güística o Escuela lingüística española, y de acuerdo con su consideración
de factores internos y externos en el estudio de la historia de la lengua,
la aparición de los tratados para la codificación del castellano es una de
las notas que caracteriza el llamado tradicionalmente español clásico o
de los siglos de oro. En esta línea, Girón (2005: 885) señala que el espa-
ñol medio o español clásico transcurre entre 1492, año de aparición de la
Gramática castellana de Nebrija, y 1726, fecha tomada «como símbolo»
por el comienzo de la publicación del Diccionario de autoridades. Este
periodo, para el que también considera otros factores histórico-políticos
y literarios, se caracteriza por «una evolución lingüística muy intensa»3 y
por una labor de selección y fijación como resultado de dos factores: la
imprenta y la codificación gramatical o gramatización. A partir de 1726, y
hasta 1815, comenzaría una primera etapa «de fijación académica» en la
que Girón (2008: 2252) distingue dos subperiodos, antes y después de la
publicación de la primera gramática de la RAE (1771), uno de ellos «más
cercano a la lengua clásica (1726-1771)» y otro «más volcado a la lengua
moderna (1771-1815)». Octavio de Toledo (2007, 2008) extiende esta etapa
hasta 1825, denominándola primer español moderno, o español moderno
temprano. Para este último autor, es un periodo definido por la concen-
tración de un número considerable de cambios internos, pero también por
la presencia de una nueva dinastía y por transformaciones científicas y de
mentalidad, de manera que, en la línea de la distinción de Lapesa (1996)
entre español moderno y contemporáneo, se diferencia tanto del español
clásico precedente como del español moderno tardío o precontemporáneo
tras el primer cuarto del siglo XIX.

3
Considera asimismo que en esta etapa, entre 1492 y 1726, «se ha estabilizado el
núcleo duro de la gramática (la morfología)» y «se van estabilizando —en procesos aún
no concluidos del todo— las zonas intermedias entre el núcleo y la periferia (gramatica-
lización de los tiempos compuestos, determinación del SN, marcación de las principales
funciones oracionales, etc.)».
historiografía lingüística e historia de la lengua 339

En el marco de una larga reflexión sobre la periodización en la historia


de la lengua española, la consideración de las gramáticas como «objetos
altamente simbólicos a los que se atribuye un gran poder regulador» ha sido
destacada por Eberenz (2009: 193-194), quien considera que, en el caso del
español, «se suele sobrevalorar su influencia social, por lo menos en lo que
se refiere a los tratados publicados antes de la fundación de la Real Acade-
mia». Los tratados de esta institución parecen suponer un punto de inflexión
en la posible influencia normativa; pero, refiriéndose a la delimitación del
llamado español moderno, Sánchez Lancis (2012: 39-40) se plantea «hasta
qué punto factores de tipo externo como la fundación de la Academia fueron
realmente tan determinantes en la configuración y estabilidad del idioma,
al menos en relación a su evolución interna». Y, sobre todo, como señalaba
Méndez (1999) en su estudio sobre la historia de la norma del castellano,
desde cuándo se dio esta influencia y con qué instrumentos contó4.
Las referencias al carácter más simbólico que real de las fechas de apa-
rición de los primeros tratados académicos como límites en la periodización
apuntan a su doble carácter monumental y documental. También a lo que
Oesterreicher (2011: 318) denominó teleología invertida, que supone «la
utilización de datos estrechamente seleccionados y prefigurados por una
perspectiva ex post»: en este caso, la perspectiva que parte de la unificación
normativa finalmente conseguida por la Academia. Una unificación que
fue el resultado de un proceso complejo ligado a los cambios sociales y
políticos y, de forma particular, a la evolución de la legislación educativa
en España y en América, desarrollada, además, de manera diferenciada
para la gramática y la ortografía, con propuestas muy diversas que han
recibido una mayor atención en los últimos años dentro de los estudios
de historiografía lingüística. Contamos hoy con análisis detallados de la
evolución estructural y doctrinal de los tratados académicos5 y su extensión
en la enseñanza, que dio lugar a los consiguientes procesos de manuali-
zación de los textos con fines didácticos (García Folgado 2013). Parece

4
Méndez propone estudiar la incidencia de las disposiciones normativas de la RAE en
la lengua literaria y en la lengua culta en general. El éxito es evidente en la normalización
ortográfica, «pero muy poco se sabe de la fijeza normativa alcanzada en otros ámbitos
gracias a la labor académica». Cf. Martínez Alcalde (2002, 2010 y 2012).
5
Cf. Garrido Vílchez (2010), Gómez Asencio (2011) o Gaviño (2010, 2015), por citar
solo algunos de los más recientes realizados desde una perspectiva historiográfica en los
que pueden encontrarse amplios estados de la cuestión, con referencias a la tradición de
trabajos sobre las obras académicas de autores como Fernando Lázaro Carreter, Ramón
Sarmiento, etc.
340 María José Martínez Alcalde

necesario, por tanto, tener en cuenta la información proporcionada por la


historiografía lingüística sobre la extensión de las doctrinas académicas
al menos hasta el segundo cuarto del XIX, e incluso después, teniendo en
cuenta los procesos de independencia de los países americanos y sus leyes
en materia educativa, con datos como la difusión, entre 1831 y 1847, de
la Gramática de Vicente Salvá, constituida en modelo, a veces único, de
decenas de gramáticas y compendios para autores principalmente colom-
bianos, chilenos y venezolanos (Lliteras 1992: 29).
En cualquier caso, dentro de esta línea de complementariedad entre los
estudios históricos e historiográficos, es evidente la utilidad de comparar
la lengua de las gramáticas con la de los textos literarios y no literarios de
las diferentes épocas (Girón 1996: 298). En esta línea se sitúan trabajos
como el de Octavio de Toledo/López Serena (2015), que contrasta la norma
codificada en sus prescripciones gramaticales por Salvá y Gómez Hermo-
silla con la de su novela Irene y Clara, posible traducción o adaptación de
una obra francesa. Como resultado de este contraste, los autores constatan
«la heterogeneidad de las formas no ya solo diatópica, diastrática o diafá-
sicamente marcadas, sino incluso ejemplares vigentes en el primer español
moderno» (Octavio de Toledo/López Serena, 2015: 171); pero este tipo de
investigación pone de manifiesto, por otra parte, hasta qué punto los datos
ofrecidos en las gramáticas no responden sin más a un modelo «general-
mente aceptado» de lengua ejemplar, sino al criterio gramaticográfico de
sus autores. Frente al acto de fe en la intención del gramático de describir
la lengua y/o prescribir los usos correctos, hay que considerar el peso de su
actitud doctrinal, en gran medida independiente de la propia lengua como
conjunto de variantes e incluso de los usos del propio gramático cuando
no está elaborando un tratado gramatical. Es decir, se observa, como se
ha puesto de manifiesto desde los estudios historiográficos, el carácter
autorrepresentativo de las formas lingüísticas codificadas en este tipo de
obras, aunque, evidentemente, no sean contradictorias con usos concretos
o variantes de la lengua viva en algunos de sus registros.

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Incorruptibles curvas: apuntes sobre la
difusión de los cambios morfosintácticos*

Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta


Universidad Autónoma de Madrid

Resumen. El empleo de corpus electrónicos, generalizado con el cambio de siglo,


ha modificado sustancialmente el modo de hacer morfosintaxis histórica, susci-
tando (entre otras cosas) un mayor interés por las evoluciones que ocupan toda
la historia lingüística del español y por las correspondientes curvas de evolución
diacrónica. Sin embargo, son escasas las reflexiones teóricas acerca de los factores
que determinan la difusión de los cambios que tales curvas retratan. Este trabajo
se centra en las posibilidades que ofrece la abundancia de datos disponibles hoy
día para un mejor conocimiento de los fenómenos de escasa frecuencia, de los
fenómenos recesivos y del estatuto diasistemático de los fenómenos sujetos a
cambio, conocimiento que a su vez resulta determinante en multitud de ocasiones
para una cabal comprensión del éxito o fracaso de dichos cambios e invita, por
otra parte, a establecer con mayor detalle su variada tipología.
Palabras clave. Cambio morfosintáctico, difusión, curvas evolutivas, gramatica-
lización, variación diasistemática.

Abstract. Over the turn of the 21st century, the use of data from large electronic
corpora has changed research on Spanish historical syntax, spurring interest in
long-range evolutions and the shape of the correspondent diachronic curves. How-
ever, general reflections on diffusion and the factors that drive and influence it
are still pretty much lacking. In this paper, I reflect on the research possibilities
laid open by the availability of such large masses of data, focusing particularly

* La investigación que sustenta este trabajo se inscribe en los proyectos nacionales


de investigación Diccionario histórico de las perífrasis verbales del español: gramática,
pragmática y discurso (II). Perífrasis temporales y aspectuales (FFI2016-77397-P) y Pro-
cesos de gramaticalización en la historia del español (V): gramaticalización, lexicalización
y análisis del discurso desde una perspectiva histórica (FFI2015-64080-P). Agradezco a la
amabilidad de Mar Garachana la atenta lectura previa de un primer borrador.
346 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

on new knowledge on syntactic change brought about by the study of low-fre-


quency phenomena and of recessive changes, as well as on the exploration of
changes conditioned by dialect contact and textual traditions. I conclude with
some remarks on the general typology of diffusion in syntactic change.
Keywords. Morphosyntactic change, diffusion, S-shaped curves, grammaticaliza-
tion, dialectal variation, textual variation.

Las siguientes páginas requieren, creo, de una disculpa previa —digá-


moslo así— propter divagationem mentis ad plura. En ellas recojo las
observaciones que hice en una mesa redonda cuyos componentes, según
el designio —acertado, en mi opinión— de su coordinador, nos esfor-
zamos por trazar un estado muy somero de la cuestión y por proponer
algunas posibles sendas de exploración futura (que quizá estarán, cuando
se publiquen estas actas, ya más que trilladas) acerca de aspectos de la
investigación diacrónica aún necesitados de mayor atención por parte de
los especialistas. Elegí el asunto de la difusión del cambio (morfo)sintáctico
(frente al mucho más tratado de la innovación en ese mismo ámbito) por
parecerme este, precisamente, un campo apenas desbrozado —al menos, de
forma medianamente sistemática— hasta la fecha. Mis apuntaciones solo
pretendían ser un acicate para la discusión en aquel foro, y mi idea nunca
fue publicarlas; pero la invencible amabilidad con que los editores de este
volumen han sabido ejercer la proverbial insistencia aragonesa me lleva a
tratar de darles forma, mal que bien, en lo que sigue. Son varios los blancos
a que tiro, y acaso no atine del todo en ninguno: mi esperanza es que el
lector pueda, con todo, encontrar en alguna revuelta de este baturrillo tal o
cual observación capaz de atraer su interés por ahondar en un terreno para
el que apenas contamos, a día de hoy, con algunas exploraciones zahoríes.
1. Es cosa conocida que el estudio histórico de la (morfo)sintaxis del
español ha ido ganando terreno a lo largo de las últimas cuatro décadas
hasta alcanzar una posición claramente dominante dentro de la investiga-
ción diacrónica (cf. entre otros Cano 1991, 1995, 2000; Company 2005;
Girón 2005, 2006; Kabatek 2012), lo que ha tenido un reflejo muy inme-
diato en el predominio constante de trabajos de ese ámbito en las actas de
los congresos de la AHLE, celebrados a partir de 19871. Si en dichas actas

1
Ya Cano (1995: 324) señaló el mayor peso de las comunicaciones sobre morfo-
sintaxis histórica en las dos primeras actas de estos congresos, preponderancia que se ha
mantenido e incluso acentuado en actas sucesivas. Según cálculos de Company (2017),
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 347

se pasa revista a las contribuciones de la sección de Morfología y Sintaxis


históricas basadas en la recolección personal de datos (esto es, en datos no
meramente acopiados de publicaciones especializadas previas) y se dividen
estas en función del periodo que estudian, el resultado es el que ofrece la
Tabla 1, que permite extraer de forma intuitiva dos conclusiones principa-
les: la masa de trabajos dedicados exclusivamente a la lengua medieval ha
ido menguando de forma constante; y, en cambio, se han multiplicado los
trabajos que contemplan toda la evolución histórica de la lengua («holocró-
nicos»), con un salto cuantitativo muy apreciable a la altura del VI Congreso
(Madrid, 2003).

Congreso Lengua Lengua


Lengua Estudios
(año de las clásica moderna
medieval holocrónicos
actas) (ss. XVI-XVII) (ss. XVIII-XIX)
I CIHLE (1988) 25 (80,5%) 5 (16%) 0 1 (3%)
II CIHLE (1992) 38 (77,5%) 7 (14%) 1 (2,5%) 3 (6%)
III CIHLE (1996) 17 (77%) 0 1 (1%) 5 (22%)
IV CIHLE (1998) 22 (63%) 6 (17%) 0 7 (20%)
V CIHLE (2002) 21 (57%) 9 (24%) 1 (3%) 6 (16%)
VI CIHLE (2006) 25 (46%) 5 (9%) 2 (4%) 22 (41%)
VII CIHLE (2008) 18 (37,5%) 4 (8%) 4 (8,5%) 22 (46%)
Total (277) 166 (60%) 36 (13%) 9 (3%) 66 (24%)
Tabla 1. Estudios basados en la recolección personal de datos incluidos en la
sección de Morfología y sintaxis históricas de las actas de los primeros siete
congresos de la AHLE (1987-2006).

Son varias, seguramente, las causas de estas dos evoluciones comple-


mentarias, pero sobre todas ellas, en mi opinión, cabe destacar dos: cierta
proclividad creciente a realizar (y a aceptar como válidos) estudios de largo
alcance cronológico basados en un número muy reducido de fuentes (gene-
ralmente consideradas representativas en razón de su canonicidad literaria o
cultural) para cada etapa; y, sobre todo, el manejo cada vez más abundante
de las grandes masas de datos accesibles a través de corpus informatizados.

a la morfosintaxis se ha dedicado, en las nueve actas hasta ahora editadas, el 29% de las
contribuciones (437 de 1514), frente al 22% (339/1514) de la lexicología y semántica y
—a bastante distancia ya— el 19% (286/1514) de la historiografía e historia de la lengua,
que forman las tres secciones de mayor peso.
348 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

Compendia oportunamente ambas tendencias Rolf Eberenz, añadiendo una


advertencia acerca de uno de los peligros que implican:
Disponemos de un canon de textos, la mayoría de ellos «literarios», entre los
cuales seleccionamos dos o tres obras por siglo para estudiar los datos que nos
interesan […]. Los corpus digitalizados y las herramientas informáticas permiten
análisis tanto estadísticos como lingüísticos de creciente precisión. Sin embargo,
la información pletórica almacenada en los ordenadores conlleva un peligro, pues
sus datos tienden a convertírsenos en una masa amorfa que nos incita a perder
de vista la variación entre diferentes textos y dentro de una misma obra (Eberenz
2009: 189).

De los corpus electrónicos, ha sido el CORDE, sin duda, el que ha


tenido mayor impacto en la disciplina. Así lo sugiere la Tabla 1, pues el
gran salto adelante de los trabajos holocrónicos se produce a compás del
acceso generalizado a ese corpus, estrenado con el siglo. El CORDE, desde
luego, ofrece al investigador sirtes variadas en que encallar, y no solo del
tipo mencionado por Eberenz: se han señalado, por ejemplo, tanto la falta
de calidad filológica de una parte de los textos disponibles como los pro-
blemas de datación (pues esta se fija en la fecha de composición original
de las obras y no en la de los testimonios, a veces mucho más tardíos, en
que se basan las ediciones reproducidas), de recuperabilidad de los datos
(asunto especialmente importante en las búsquedas sintácticas) y de dis-
tribución de la masa textual, con periodos mucho mejor representados que
otros2. Pero, a pesar de estos inconvenientes, es indudable que el CORDE
ha supuesto, como señala su principal impulsor, una verdadera «revolu-
ción instrumental» (Rojo 2012: 433-434) que ha transformado la disciplina
desde su misma base, es decir, desde el acceso a los datos. Así lo indica
con evidencia la observación de los treinta y seis trabajos de morfosintaxis
presentados al último congreso de la AHLE (Cádiz, 2012; actas de 2015),

2
Para estos aspectos, cf. ya Lucía (2003) y, más recientemente, Garachana/Artigas
(2012), Lleal (2013), Kabatek (2012, 2016), Octavio de Toledo (2016a) u Octavio de
Toledo/Rodríguez Molina (2017). Con todo, el CORDE manifiesta muchos de estos proble-
mas en menor proporción que otros corpus competidores, en especial el Corpus del Español
de Mark Davies, que presenta ventajas en cuanto a las posibilidades del lenguaje de consul-
tas, pero también más lagunas textuales y menor cuidado filológico: para el cotejo crítico
de ambos corpus, cf. Davies (2009) y Rojo (2010), así como, con aportaciones en torno
a fenómenos concretos, Nieuwenhuijsen (2009) o García Salido/Vázquez Rozas (2012).
Para las características generales del CORDE, cf. además Sánchez/Domínguez (2007) y
Rojo (2012); para las posibilidades de su explotación con fines sintácticos, cf. por ejemplo
Sánchez Lancis (2009), Buenafuentes/Sánchez Lancis (2012) y Octavio de Toledo (2016a).
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 349

de los que tan solo una cuarta parte (9/36) se ha realizado sin recurso a
un corpus electrónico, mientras son más de la mitad (19/36, 53%) los que
se basan en el CORDE3. En una rama de la lingüística tan dependiente del
análisis de conjuntos de datos, esta modificación instrumental ha traído
consigo, pues, una notable reorientación de los objetivos: en apenas veinte
años, los especialistas parecen haber pasado de centrar sus preocupaciones
en el conocimiento detallado de la morfosintaxis medieval (con escasas
incursiones en otras épocas) a preocuparse en buena medida por el trazado
y el análisis de las trayectorias holocrónicas (las «curvas» evolutivas) de
los fenómenos que estudian.
Puesto que la cantidad exponencialmente superior de datos disponibles
y las transformaciones de forma y fondo que ha suscitado su explotación
han supuesto una de las más sustanciales modificaciones que ha conocido
la morfosintaxis histórica del español en estos últimos años, dedicaré las
próximas páginas a glosar, antes que los inconvenientes4, las ventajas de
semejante abundancia, dividiéndolas convencionalmente (pues, en la prác-
tica, las dos categorías se solapan con frecuencia) en las de tipo cuantita-
tivo, como la posibilidad de explorar fenómenos de muy baja frecuencia
(§§ 2-3) o la de establecer trayectorias evolutivas más precisas (§ 4), y las
de carácter cualitativo, como la oportunidad de captar correlaciones entre
esas trayectorias mejor perfiladas (§§ 5-7) o la de asentar con datos más
firmes el estatuto variacional de un fenómeno, en términos, por ejemplo,
de adscripción diatópica o de tradicionalidad discursiva (§ 8).

3
Otros seis trabajos (17%) utilizan el Corpus del Español de Davies, en la mitad
de los casos (3 de 6) junto al CORDE. Son cuatro (un 11%) los trabajos que se sustentan
en el CODEA, y dos estudios (5,5%) recurren al corpus Biblia Medieval (en uno de los
casos, junto al CODEA). Solo dos trabajos emplean el método holocrónico de seleccionar
únicamente dos o tres obras por siglo, en un caso con el complemento del CORDE. De
los estudios realizados sin un corpus electrónico, la gran mayoría (6 de 9) aborda exclusi-
vamente el español medieval, lo que muestra que las excepciones al empleo de dicho tipo
de corpus responden en general a la pervivencia del método más tradicional de recogida
de datos con miras al estudio de la lengua anterior a 1500. A efectos de la comparación
con la Tabla 1, la mayoría de las contribuciones sobre morfosintaxis del IX CIHLE son de
carácter holocrónico (17 de 36, un 53%): les siguen las centradas solo en la Edad Media
(14, un 39%), y son tan residuales como de costumbre las dedicadas a la lengua clásica (3,
un 8%) y moderna (2, un 6%); estos datos, pues, confirman la continuidad de las tendencias
recientes observables en la Tabla 1.
4
A ellos me he referido en Octavio de Toledo (2014a, 2016a), Fernández Alcaide
et al. (2016) o Rodríguez Molina/Octavio de Toledo (2017), trabajos a los que remito al
lector interesado.
350 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

2. Gracias a un corpus como el CORDE resulta ahora posible estudiar,


pongamos por caso, la construcción de ínfima frecuencia en que un infini-
tivo se antepone al auxiliar tener, ya con un clítico intermedio (1c) o sin él
(1a, 1b), con la preposición de junto al infinitivo (1a) o sin ella (1b, 1c)5.
El Gráfico 1 (cf. Octavio de Toledo 2016b), que traza la evolución de estos
distintos esquemas, muestra, principalmente, dos cosas: que la frecuencia
de la construcción creció de manera sostenida mientras existió (esto es, de
mediados del siglo XV a 1650, aproximadamente: véase la línea más gruesa,
que representa en porcentaje la proporción sobre el conjunto de casos de
la construcción para cada periodo); y que entre fines del Cuatrocientos y
mediados del siglo XVI se produjo un rápido incremento del empleo en
exclusiva del esquema sin preposición y con clítico, formalmente análogo
al (mal) llamado «futuro analítico» cantarlo he (véanse la línea continua
más fina y la discontinua de trazo largo); además, con esa transformación
formal se emparejó otra distribucional, pues experimentó un incremento
igualmente rápido la presencia de la construcción en el arranque de las
oraciones principales, lo que de nuevo la asemeja crecientemente a los
futuros y condicionales analíticos, prácticamente restringidos a esa clase
de contextos6.
(1a) non solamente a su coamante de dar tyene, mas a otras çyento ha de con-
tentar (Alfonso Martínez de Toledo, Corbacho, 1438 [ms. de 1466]).
(1b) ¿quién pensar pudiera que así las fuerças de mi propósito enflaquecer
tenían? (Diego de San Pedro, Arnalte, ca. 1480, 124).
(1c) no puedo más, seguirle tengo; somos de un mismo lugar (Quijote, II, 33,
906).

En definitiva, la observación de estas trayectorias apoya la idea de que


en los albores del español clásico se produjo, mediante el esquema de (1),
un tímido intento de sustitución léxica del futuro analítico (tener en lugar de
haber, ya casi abandonado como verbo posesivo) del mismo tipo de la estu-
diada por Garachana (2011) para la perífrasis deóntica con infinitivo (tener
de INF por haber de INF). Ahora bien, para que dicha sustitución léxica
fuera posible, los hablantes aún debían de poder reconocer de algún modo
un elemento autónomo en el formante final de cantarlo he (como ya sugirió

5
A través de búsquedas exhaustivas en el CORDE pueden recuperarse hasta 367
casos; cf. Octavio de Toledo (2016b).
6
Para el comportamiento sintáctico y otras propiedades de los futuros y condicionales
analíticos, cf. sobre todo Castillo (2002), Company (2006), Girón (2007), Bouzouita (2011),
Octavio de Toledo (2015a) y Batllori (2016).
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 351

Gráfico 1. Valores porcentuales (para cada periodo) de varios parámetros y


frecuencia global relativa para los esquemas con infinitivo antepuesto a tener.

Anipa 2000); a su vez, esta idea refuerza el análisis —defendido, conviene


recordarlo, por Nebrija— del «futuro analítico» no como un extraño «futuro
interrumpido», sino como una auténtica perífrasis, semejante a las formadas
con otros predicados modales, con los que también fue relativamente común
la anteposición o «frontalización» del infinitivo (acompañado de clíticos,
en su caso: decirlo {debo / puedo / quiero}) hasta 1660. Desde esa fecha,
todo el haz de construcciones con el infinitivo ante el verbo modal flexio-
nado prácticamente desaparece (cf. Octavio de Toledo 2015a), incluida
la auxiliada por tener, a pesar de que, como muestra el Gráfico 1, en el
momento de su extinción no parecía mostrar síntoma alguno de declive,
sino más bien de expansión. Así, la pérdida de las secuencias INF (+ clítico)
+ verbo modal (incluida cantarlo he), parece haberse dado de manera casi
catastrófica (cf. Bernárdez 1994; López García 1996, 2011), posiblemente
porque su motivación última no esté en un cambio gradual como la progre-
sión de los entornos de proclisis, sino en una reconfiguración relativamente
rápida de la estructuración informativa en la periferia izquierda oracional,
que restringió notablemente, entre fines del XVI y mediados del XVII, la
presencia de sintagmas focalizados sin valor contrastivo a la izquierda del
verbo principal (cf. Mackenzie 2010; Sitaridou 2011; Sitaridou/Eide 2014;
Batllori/Hernanz 2015; Batllori 2016). Sea ello como fuere, no carece de
interés —y esto es lo que más me interesa subrayar aquí— que algunas de
las pruebas más contundentes del carácter perifrástico de cantarlo he, de
su solidaridad con un conjunto amplio de construcciones que responden a
una configuración común básica y del modo en que se produjo la pérdida
352 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

conjunta de todas ellas provengan, precisamente, de un pequeño grupo de


esquemas de frecuencia insignificante como los de (1), cuyo estudio siste-
mático difícilmente podría haberse emprendido sin el recurso a un gigan-
tesco corpus digitalizado. El estudio de los fenómenos de baja frecuencia
puede tener, por tanto, un impacto que rebasa con mucho su mero interés
descriptivo y abre las puertas, en ocasiones, a la formulación de nuevas
hipótesis sobre la evolución de conjuntos amplios de fenómenos.
3. Por lo demás, el interés por los cambios escasamente documentados
modificará también, según creo, nuestro modo de abordar la extracción de
datos, empujándonos más allá de la búsqueda en corpus convencionales
(y por convencionales entiendo, en este contexto, controlados y cerrados,
con un número finito —por grande que sea— de fuentes seleccionadas
con ciertos criterios por una instancia concreta). Cuando del CORDE (o su
sustituto reciente, el CDH), el Corpus del Español, el CODEA+, el COR-
DIAM o la herramienta de búsqueda de la Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes (por mencionar solo los principales corpus consultables en línea
que permiten explorar el español no solo medieval, sino también posterior)7
solo sea posible extraer un puñado de datos acerca de una construcción o
esquema sintáctico, los investigadores cada vez seremos más proclives,
probablemente, a la rebusca de más datos en un repositorio abierto (pues
su incremento es constante) y no mediado (en el sentido de que las obras
descargadas no se eligen en función de criterios filológicos, sino, si acaso,
bibliológicos)8 de testimonios sustancialmente originales (y no interveni-
dos por la acción de un editor moderno) como Google Libros. En esa
plataforma pueden encontrarse, por ejemplo (y quizá no sea baladí decirlo
en las actas de un congreso celebrado en tierras aragonesas) decenas de
ejemplos que confirman, con la seguridad que dan los detalles de los origi-

7
Para un listado más exhaustivo de los corpus disponibles en red, cf. Kabatek (2016:
15-16).
8
En efecto, en ese portal digital se encuentran con frecuencia todos aquellos libros
antiguos de un determinado fondo que los bibliotecarios han decidido escanear en función
de su accesibilidad, grado de conservación, fecha o lugar de impresión, pertenencia a tal
o cual colección, calidad o importancia librarias, etc., sin prestar en cambio atención a la
calidad «literaria» de tales obras, lo que diversifica notablemente su tipología. Para los
efectos de los prejuicios filológicos (y, en particular, de los adoptados a partir de la histo-
ria de la literatura) sobre los textos estudiados y disponibles en ediciones filológicamente
fiables, cf. sobre todo Pons (2006) y Montaner (2011). Las principales características de
un corpus auténticamente representativo para los intereses de la lingüística histórica han
sido descritas por Kabatek (2013).
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 353

nales acerca del lugar de edición (y, en ocasiones de sus responsables), el


carácter exclusivamente oriental del uso preposicional de bajo + SN (bajo
la cama) durante el español (pre)clásico (2a, 2b) (cf. Octavio de Toledo
2015b), mostrando a su vez que no es trivial (sino, al contrario, urgente)
el esfuerzo de extender las investigaciones de tipo dialectal a las fuentes
impresas y a los siglos modernos.
(2a) Mi marido está baxo la cama (Exemplario contra los engaños y peligros
del mundo, Zaragoza, 1493).
(2b) Estavan baxo el árbol confundidos hombres y brutos (Baltasar Gracián,
Criticón, II, 205).

Por otra parte, y en la estela de investigaciones pioneras como las de


Morala (2002) o García de Paredes (2011), ha comenzado ya la pesquisa
de fenómenos de baja frecuencia (que lo son, en muchas ocasiones, por su
evidente marcación diatópica o diafásica, con la consiguiente dificultad de
aparición en corpus dominados por obras ajustadas a los correspondientes
estándares de prestigio de cada época) en el más amplio e irrestricto de
los corpus posibles, es decir, en el ancho mar de Internet, a impulsos de
un motor de búsqueda que arroja datos de toda índole, cuya correcta dis-
criminación y contextualización requiere de no poco esfuerzo filológico.
No es difícil, sin embargo, encontrar perlas en ese mar profundo de las que
la consulta de los corpus convencionales apenas ofrece un destello lejano.
Así, un solo ejemplo en España del cuantificador algotro en el CORDE
(3) encuentra refrendo como rasgo extremeño (lo era Felipe Trigo) y del
occidente manchego (mucho más que andaluz, como sostiene el DRAE) si
se atiende a sus manifestaciones geográficamente asignables en el motor
de búsqueda Google; y, por mencionar (así sea solo de pasada) las posibi-
lidades de estos medios para la investigación del léxico, la voz mengajo,
sin apariciones en CORDE/CDH ni en CREA/CORPES XXI, pero ya presente
como murcianismo en Autoridades, confirma su adscripción dialectal (con
tendencia a extenderse hoy día por el oriente manchego) mediante el mismo
tipo de búsquedas. El Mapa 1 ofrece, justamente, los resultados de algotro
(hacia el oeste, en tonos más oscuros) y mengajo (hacia el este y sureste,
en tonos más claros) obtenidos en búsquedas directas a través de Google
cuyas condiciones, restricciones y limitaciones he expuesto en otro lugar
(Octavio de Toledo 2016c): es esta la ocasión, en cambio, de destacar en
qué medida estas nuevas fuentes de información están destinadas a faci-
litar nuestro acceso a elementos lingüísticos de difícil seguimiento hasta
la fecha y, con ello, a modificar nuestra visión de muchos fenómenos que
354 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

hasta ahora hemos descartado por residuales o marginales y que, de nuevo,


pueden arrojar luz sobre la evolución de procesos más amplios: la génesis
occidental de algotro, por ejemplo, condice perfectamente con la expan-
sión de oeste a este de otro indefinido con alg-, alguien, con la escasez o
ausencia de algo hacia el oriente o con la presencia en gallego y portugués
de otras formaciones con alg-, como algures.
(3) Unas cosa las vide yo mesmo, por mis ojo; algotras de endenantes, y de las
que hición los tres en la ermita con aquellas probe (Felipe Trigo, Jarrape-
llejos, 1914).

Mapa 1. Resultados españoles geográficamente localizables de la búsqueda en


Google de algotro (círculos y triángulos) y de mengajo (óvalos y cuadrados);
apud Octavio de Toledo 2016c.

4. En cuanto al establecimiento de curvas evolutivas más precisas, no es


mi intención referirme aquí a las mejoras técnicas (como las posibilidades
que abre al análisis multifactorial el manejo del lenguaje de programación
R: cf. por ejemplo Bivand et al. 2013; Arnold/Tilton 2015) y de cálculo,
particularmente en el ámbito de la estadística inferencial (cf. para ello,
con aplicación a la historia del español, el espléndido libro de Rosemeyer
2014). Me detendré, en cambio, en dos aspectos complementarios que se
me antojan de mayor calado teórico: de un lado, trabajos como el del pro-
pio Rosemeyer (2014) acerca de la extinción de la construcción activa con
ser + participio, el de Marco/Marín (2015) sobre la expansión de estar +
participio o el ya clásico de Rodríguez Molina (2004) sobre la difusión de
haber + participio muestran a las claras, con una enorme cantidad de datos,
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 355

que la progresión o regresión de esos auxiliares en los entornos estudiados


se produce en función de su progresiva adopción o rechazo por parte de
grupos concretos de predicados (por ejemplo, los participios que indican
existencia o aparición de estado, como permanecer o suceder, pierden antes
la posibilidad de combinarse con ser; los participios de verbos de transfe-
rencia, como dar, se asocian antes y en mayor medida que otros al esquema
con haber; y el gran salto adelante de estar + participio coincide en buena
medida con su adopción por parte de los predicados psicológicos de objeto
experimentante, como preocupar); puesto que en todos estos casos parece
darse la conocida difusión o regresión de los esquemas sintácticos impli-
cados según una curva logística o curva en forma de S (cf. Kroch 1989;
el Gráfico 2 muestra, a modo de ilustración, el declive de ser + participio
con valor resultativo), cabe preguntarse si existe una asociación entre dicha
clase de curva y una forma concreta de extensión (y retracción), la mediada
por la permeabilidad léxica.

Gráfico 2. Evolución de la frecuencia relativa de la construcción resultativa con ser


+ participio (tomado de Sánchez Marco et al. 2012).

Por otro lado, naturalmente, es posible que, en realidad, la difusión


mediante una curva en S sea la única posible para el cambio sintáctico,
como han afirmado recientemente Blythe/Croft (2012) (cf. también Neva-
lainen 2015), quienes achacan esa peculiar curvatura a la valoración que
experimenta la variante en términos de prestigio dentro de una comunidad
de hablantes, si bien con total independencia de cuál sea la estructura social
de esta:
356 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

the overall structure of the trajectory of a language change [is] an S-curve, no


matter how it [is] propagated through grammatical contexts, words, speakers,
texts, geographical regions, or social classes. This overall trajectory appears to
be determined by differential weighting of variants (replicator selection) (Blythe/
Croft 2012: 294).

Además de la difusión léxica («through words»), estos autores men-


cionan explícitamente otra modalidad de difusión a través de elementos
lingüísticos, la de tipo sintáctico («through grammatical contexts»). Este
parece ser el caso de la expansión de hemos en detrimento de habemos,
según otra curva sinuosa que va desenroscándose principalmente a lo largo
del español clásico (Gráfico 3; cf. Bustos/Moreno 1992; Rodríguez Molina
2012). El proceso parece claramente guiado por la progresiva extensión
de hemos desde su entorno sintáctico de origen en castellano (el formante
final de los futuros analíticos: cantarlo hemos) a la perífrasis formal y
—sobre todo— semánticamente afín haber de INF, y de ahí, en una fase
sucesiva, a los perfectos con haber + participio, menos relacionados tanto
formal como semánticamente con los citados esquemas, pero igualmente
perifrásticos. Así lo sugieren los datos de la Tabla 2, procedentes del
recuento exhaustivo de los ejemplos disponibles en el CORDE entre 1500
y 1530, precisamente el tramo en que hemos experimenta su pronunciado
auge inicial: en ella puede observarse que, si bien en términos globales
hemos y habemos exhiben frecuencias similares (el 50% del total para
cada forma), existe sin embargo una asociación mucho mayor de hemos
con haber de INF (el 70% de los ejemplos de esta perífrasis adopta la
forma corta, mientras solo la prefiere el 41% de los ejemplos de haber
+ participio) y una especial retención de habemos en los usos posesivos
o plenos, los más alejados (por el carácter no auxiliar de haber en estos
entornos) del contexto original.

Gráfico 3. Evolución de la frecuencia proporcional (en porcentaje) de hemos (curva


ascendente) frente a habemos (curva descendente) a lo largo del español (pre)clásico.
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 357

hemos habemos TOTAL


Futuro analítico 165 (100%) 0 165
Haber de + INF 358 (70%) 154 512
Haber + PP 594 (41%) 853 1447
Uso posesivo 32 153 (83%) 185
Σ 1149 (50%) 1160 (50%) 2309
Tabla 2. Frecuencias de uso (totales y en porcentaje) de hemos y de habemos en
cada uno de los contextos sintácticos en que pueden figurar. Datos del CORDE
para el periodo 1500-1530.

También Rosemeyer (2016), por ejemplo, observa una expansión


mediante contextos sintácticos en la competencia de ser y haber por los
entornos reflexivos9. Procesos como estos corroboran la importancia que
tiene la extensión mediante relaciones de semejanza entre contextos sin-
tácticamente afines durante el proceso de actualización de un cambio a
medio o largo plazo, como ha sugerido De Smet (2012, 2013). Lo que
más nos interesa aquí, sin embargo, es que no resulta seguro que esta
clase de extensión sintáctica se comporte, en términos de difusión, exac-
tamente igual que la extensión léxica. La curva del Gráfico 3, en efecto,
no posee a primera vista las características típicas de una curva en S, con
un comienzo y un final suaves y una zona intermedia más pronunciada;
al contrario, parece existir una fase central de relativa estabilidad, tras
un impulso inicial y una generalización final bastante rápidas. La razón
puede estar en que la curva en S responde a la naturaleza misma de la
difusión léxica: apenas unas pocas lexías adoptan el cambio al principio;
puesto que las conexiones semánticas entre elementos léxicos son de tipo
reticular, grupos enteros de lexías interconectadas se suman en cascada,
con efecto acumulativo o de «bola de nieve», en las fases intermedias;
y al final quedan únicamente algunos reductos aislados de resistencia, lo
que explica el menor ritmo de extensión en la última fase. Sin embargo, la
extensión puramente sintáctica (syntactic context expansion; cf. Himmel-
mann 2004: 32-33) puede proceder de forma más irregular: en un cierto

9
«[L]a expansión de la frecuencia de uso de haber + PtcP en el período 1425-1524
dependió completamente de la expansión de haber + PtcP a los nuevos contextos sintácti-
cos. La relevancia de este resultado reside en el hecho de que permite una hipótesis sobre
las causas de la sustitución de ser + PtcP por haber + PtcP en el español: el análisis sugiere
que la expansión de haber + PtcP hacia los contextos de uso previos de ser fue causada
por el factor sintáctico de la reflexividad» (Rosemeyer 2016: 499).
358 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

momento, la variante puede acceder a varios contextos simultáneamente


(o sucesivamente, pero en un tiempo muy corto) y expandirse entonces
a gran velocidad; una vez alcanzados todos los entornos disponibles, sin
embargo, su progresión puede estancarse, pues, a diferencia de lo que
ocurre en la difusión léxica, no recibe necesariamente el impulso de la
adopción sostenida por parte de un número creciente de miembros de
una clase paradigmática (host-class expansion; cf. de nuevo Himmelmann
2004: 32-33); hasta aquí, naturalmente, la trayectoria es precisamente la de
una curva en S (pues hay que contar con una larga fase previa en que la
variante en expansión está ceñida a su entorno de origen, en este caso los
futuros analíticos); pero la existencia de una fase acelerada de mutación
final —esto es, de abandono o arrinconamiento diasistemático de una de
las variantes en competencia, de acuerdo con la tipología de fases del
cambio propuesta por Coseriu (1983: 55)—, debida con toda probabilidad
a la actuación de una preferencia consciente por parte de los hablantes,
supone una llamativa diferencia. Cierto es que la propuesta de Blythe/Croft
(2012) se refiere no solo a las curvas en S «puras», sino también a aque-
llas evoluciones «compatibles» con una curva en S (Blythe/Croft 2012:
293), esto es, las trayectorias que, como la del Gráfico 3, contienen una
curva logística en la fase crucial que lleva de la difusión temprana de una
solución o esquema a su coexistencia equilibrada con otra(s) variante(s) en
competencia10. Con todo, la observación de otras trayectorias correspon-
dientes a fenómenos de extensión sintáctica podría contribuir a precisar
hasta qué punto las diferencias observadas respecto de la extensión léxica
son generalizables a un conjunto amplio de evoluciones.
5. El establecimiento de un número cada vez mayor de curvas de fre-
cuencia suficientemente precisas invita, precisamente, a compararlas entre
sí, ejercicio que puede desvelar correlaciones hasta ahora escasamente
exploradas. El proyecto GRADIA, al que pertenezco11, ha investigado la
evolución de un conjunto amplio de perífrasis modales, cuyas trayectorias

10
Es, al menos, lo que cabe suponer, pues los autores no se detienen particularmente
en este asunto. Sí reconocen, sin embargo, que entre los casos que estudian se encuentran
varios en que se produce, en lugar de una tendencia a la generalización final, una «reasona-
bly stable variation with the variants fluctuating around a mean percentage value» (Blythe/
Croft 2012: 280), configuración que de todos modos subsumen dentro de las curvas en
S, de donde cabe inferir que el ritmo de la generalización final, si es que se da, carece de
importancia en la consideración de una trayectoria como curva en S.
11
Puede consultarse su página electrónica en la dirección <http://gradiadiacronia.
wixsite.com/gradia>.
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 359

pueden verse en el Gráfico 4. Llama la atención, por ejemplo, que tanto


el auge como el declive de haber de INF se relacionen inversamente no
solo con la curva de deber (de) INF (lo que en principio resulta esperable,
dada la naturaleza deóntica de ambas), sino también con la de poder INF,
hecho que sugiere la entrada de haber de INF en una competencia por la
expresión de valores epistémicos, más frecuentes con esta perífrasis de lo
que suele pensarse (cf. Garachana/Hernández Díaz 2016). En cambio, el
incremento de tener que INF, perífrasis a la que se ha achacado tradicio-
nalmente la regresión de haber de INF, no parece menoscabar directamente
el uso de esta última construcción hasta los albores del siglo XX, lo que
puede tomarse como indicio de que, al menos en origen, una y otra no
competían en exceso por los mismos valores (tener que INF surge como
perífrasis claramente obligativa; cf. Garachana 2016).
El Gráfico 4 ayuda, por otra parte, a entender la importancia de la
coevolución en haces de construcciones formal y semánticamente afines,
esto es, la posibilidad de que una determinada trayectoria se vea impulsada
(o frenada) por el devenir de otras en su mismo ámbito de variación (enve-
lope of variation). Los efectos de la coevolución se dejan sentir también,
por ejemplo, en la perífrasis con infinitivo antepuesto cantar(lo) tengo
(cf. de nuevo el Gráfico 1): la curva que indica la presencia de clíticos en
el esquema crece con fuerza hasta mediados del siglo XVI, indicando una
clara convergencia con cantarlo he, construcción en que el clítico es obli-
gatorio; pero esa tendencia convergente no se completa, sino que la curva
se estabiliza e incluso decae claramente en el siglo XVII, probablemente
porque la construcción con tener abandona el modelo del «futuro analí-
tico» (en clara recesión ante el asedio, sobre todo, de la solución enclítica
cantarelo) y comienza a asimilarse a las secuencias analogas con deber,
poder o querer, en las que el clítico es posible, pero no necesario (Octavio
de Toledo 2016b). Lo que me interesa dejar aquí apuntado, en cualquier
caso, es que la formulación de tales hipótesis viene directamente sugerida
por la comparación de trayectorias evolutivas, ya describan estas la evolu-
ción de fenómenos enteros (Gráfico 4) o de comportamientos sintácticos
particulares para un fenómeno dado (Gráfico 1): sin la observación de las
curvas de frecuencia, estas nuevas posibilidades de análisis no se hubieran
presentado fácilmente a los estudiosos.
Por otro lado, la trayectoria de haber de INF en el Gráfico 4 lleva a
preguntarse si también los fenómenos que en un determinado momento
entran en recesión siguen siempre, durante la fase regresiva, una curva
descendente en S (cf. por ejemplo el Gráfico 2). Blythe/Croft (2012) no se
360 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

Gráfico 4. Evolución de las frecuencias relativas (por millón de palabras) de nueve


perífrasis modales (elaboración de Malte Rosemeyer sobre datos de los miembros
del proyecto GRADIA).

ocupan de este tipo de cambios a partir del momento en que llegan a su


punto culminante:
there are […] changes in our survey that appear to stop and go in reverse. These
may be interpreted as changes following an S-curve trajectory that are then inte-
rrupted; we do not analyze such changes here (Blythe/Croft 2012: 279).
Como muchos otros investigadores, Blythe/Croft (2012) se interesan,
pues, exclusivamente por las características de la difusión exitosa. La ten-
dencia a ocuparse solo de la fase ascendente de los cambios es común, por
ejemplo, con las observaciones hechas acerca de la relación entre grama-
ticalización y frecuencia:
As long as frequency is on the rise, changes will move in a consistent direction
[…]. When a grammaticalization construction ceases to rise in frequency, various
things happen, but none of them is the precise reverse of the process (Bybee
2011: 77).
El incremento de frecuencias, pues, es síntoma de gramaticalización,
pero quedamos enteramente ayunos acerca de cómo debe interpretarse el
declive en términos de ese modelo del cambio morfosintáctico. Puesto que,
en principio, nada obliga a asumir que los cambios que llegan a generali-
zarse (es decir, los que alcanzan la fase de mutación coseriana) sean más
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 361

abundantes que los que fracasan a medio camino, parece evidente que los
estudios de gramaticalización aún no han logrado formular una visión de
la difusión que no sea parcial y sesgada, por circunscrita a la fase temporal
en que el elemento o esquema gramaticalizado se expande12.

6. Pero no solo las fases recesivas plantean dudas acerca de la gene-


ralidad de las curvas en S13. La extensión del artículo ante oraciones com-
pletivas encabezadas por que (Gráfico 5; cf. Lapesa 1984; Herrero 2013;
Octavio de Toledo 2014a) muestra un patrón de difusión que difícilmente
cabe asimilar a una función de ese tipo, sino más bien a una curva exponen-
cial, con un comienzo prolongado y suave y un incremento particularmente
brusco a continuación, y sin una tercera fase de crecimiento moderado
(nótese que, después de alcanzar un máximo, el fenómeno se vuelve regre-
sivo, retrocediendo, esta vez sí, según un patrón en S).

Gráfico 5. Difusión del artículo ante oraciones con que en frecuencias ponderadas
por periodos. Datos del CORDE.

12
Por lo demás, como señala Nevalainen (2015), la presencia de curvas en S en las
fases recesivas requiere de explicaciones adicionales de tipo sociolingüístico, a diferencia
de lo que ocurre en las fases expansivas, donde esa clase de trayectoria resulta esperable:
«If the outcome is expected (with the benefit of hindsight, for example), the diffusion of
linguistic change along an S-shaped curve does not necessarily call for an explanation, but
a change reversal normally does».
13
Dejo aquí deliberadamente al margen el caso de los fenómenos que Company (2017)
denomina cambios continuos, esto es, aquellos que evolucionan sin que en su difusión
o regresión existan cambios de ritmo apreciables entre la fase inicial, la intermedia y la
final. Para otra clase de objeciones a la pretendida universalidad de la difusión sintáctica
mediante trayectorias en S, cf. Denison (2003) o Winter-Froemel (2014).
362 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

Blythe/Croft (2012) descartan explícitamente la existencia de este tipo


de trayectoria:
To our knowledge there are no clearly documented cases of a change going toward
completion that follows […] an exponential curve (either slow start with a rapid
completion and no tapering off, or an immediate rapid increase followed by a
slow completion rate) (Blythe/Croft 2012: 280).

Conviene decir enseguida, desde luego, que se trata de un tipo de curva


extremadamente infrecuente, cuyo mayor interés reside en que obliga a
preguntarse si esta clase de difusión no surge solo en ciertas circunstancias
especiales. La respuesta es, en mi opinión, afirmativa: la construcción del
Gráfico 5 surge a partir de una extensión del artículo como marca sintáctica
desde un esquema afín preexistente, en el que el artículo figura ante una
oración de infinitivo en que este tiene claro valor verbal (cf. Torres 2009).
El «contagio» del artículo a las completivas con que se produce, como se
aprecia en el Gráfico 6, en el momento de mayor frecuencia de la cons-
trucción con infinitivo (indicado en el gráfico por una barra de color más
claro), que cuando entra en declive parece arrastrar igualmente al desuso a
la construcción derivada con artículo ante que. El esquema del Gráfico 5
cunde, pues, al calor del éxito de otro formal y semánticamente afín que le
sirve de construcción de apoyo (supporting construction; cf. De Smet/Fis-
cher 2017), fenómeno no raro, pues se encuentra igualmente, por ejemplo,
en la extensión (semántica, esta vez) desde un valor exceptivo a otro adver-
sativo exclusivo de la secuencia nexual sino es (cf. Octavio de Toledo 2008):
como muestra el Gráfico 7, el valor adversativo aflora abruptamente en el
momento de mayor éxito del esquema exceptivo y se hunde, a continuación,
con forma de S, al ritmo que marca la regresión de la construcción matriz.

Gráfico 6. Artículo ante infinitivos verbales (datos del CORDE, infintivos con a- y r-).
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 363

Gráfico 7. Evolución de las frecuencias ponderadas de sino es con (a) valor


exceptivo (sino es 1: no se casan sino es con permiso) y (b) valor adversativo
(sino es 2: no son pobres sino es ricos) a partir de los datos del CORDE.

Es posible, pues, que nos hallemos ante un tipo específico de difusión


que, dada la dependencia que muestra la construcción derivada de aquella de
la que surge, podríamos denominar «parasítica». En este tipo de extensión
a nuevos valores semánticos o esquemas sintácticos, propia al parecer de la
gramaticalización secundaria (la que afecta a elementos o secuencias que ya
poseen valor gramatical; cf. sobre todo Traugott 2002; Norde 2012; Breban
2014, 2015), podría darse la aparición de curvas exponenciales, que por lo
tanto serían sintomáticas del modo de expansión y recesión propio del proceso
que Haspelmath (2004) denomina retracción (Gráfico 8), esto es, la aparición
y posterior eliminación de una función (en el sentido de emparejamiento de
significante y significado con valor propio) situada en el extremo de una cadena
de gramaticalización (para cuya estructura característica, cf. Heine 1992).

Gráfico 8. Gramaticalización en cadena y retracción según Haspelmath (2004: 33).

En cualquier caso, la formulación de esta hipótesis, necesitada desde


luego de ulterior comprobación en la evolución de fenómenos semejantes,
364 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

es de nuevo posible merced a la observación de las correlaciones entre


curvas que describen las trayectorias de fenómenos afines.
7. La correlación de trayectorias puede aplicarse igualmente, por
ejemplo, a la comprobación de la hipótesis formulada por Postma (2010),
según la cual un cambio fracasado relativamente residual (por sus bajas
frecuencias a lo largo de toda su evolución) puede, no obstante, actuar
como detonante (parcial, al menos) de otros cambios de mayor calado. La
superposición cronológica de las curvas parece confirmar, por ejemplo, la
intuición de Lapesa (1984: 542-543) de que la presencia del artículo ante
interrogativas indirectas pudo estimular su extensión a las completivas con
que (Gráfico 9; cf. Octavio de Toledo 2014a); a su vez, estas completivas
con artículo pudieron favorecer la difusión de la secuencia homófona14 el
que como relativo compuesto (Gráfico 10), posibilidad propuesta por Girón
(2004) que suscita la pregunta adicional de hasta qué punto desempeñan
un papel importante en el cambio gramatical los efectos de replicación de
secuencias ya conocidas para el hablante, que se asientan en su competencia
y pueden servir de modelo analógico para el procesamiento y la producción
de secuencias nuevas (priming; cf. Szmrecsanyi 2005; Jaeger/Rosenbach
2008; Cesario 2014; Torres 2015). Este interesante mecanismo, por otra
parte, podría también estar detrás de las extensiones a lo largo de continuos
de gramaticalización comentadas en el apartado anterior.

Gráfico 9. Curvas de frecuencias ponderadas para las construcciones ART+Q (me


explicó el cómo lo hacían, curva de perfil bajo) y ART+C (te agradezco el que
vengas, curva con pico de frecuencias en el siglo XVIII). Datos del CORDE.

Si bien, desde luego, no homofuncional; sin embargo, la homonimia, incluso parcial,


14

puede ser un potente motor de cambio; cf. en este sentido Espinosa (2008).
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 365

Gráfico 10. Curvas de frecuencias ponderadas para AC (banda rayada) y los


relativos compuestos no oblicuos (banda lisa) y oblicuos (banda punteada oscura).
Datos del CORDE.

8. Finalmente, en lo que atañe a la oportunidad de mejorar nuestra


caracterización diasistemática de los cambios (para la necesidad teórica
de hacerlo, cf. por todos Fernández-Ordóñez 2011 para los aspectos diató-
picos y Eberenz 2009 o Kabatek 2012 para los diastráticos y diafásicos),
los grandes corpus nos permiten dar de nuevo en poco tiempo importantes
pasos hacia delante. Así, si Rodríguez Molina (2012) pudo demostrar, a
partir de un amplio corpus de elaboración personal arduamente recolec-
tado, que la reducción temprana (es decir, anterior a 1450) de habemos en
hemos en los tiempos compuestos es un fenómeno oriental (Mapa 2), una
consulta de los grandes corpus iberorrománicos en red permite establecer
rápidamente que la reducción es asimismo madrugadora hacia el occidente
(en los usos posesivos y la perífrasis modal con infinitivo, puesto que los
tiempos compuestos no son propios de estas variedades: Mapa 3), y que la
restricción sintáctica de hemos a los «futuros analíticos» hasta mediados
del Cuatrocientos es, por tanto, un fenómeno que afecta únicamente al
castellano central.
Por otro lado, el estudio de la adopción de un cambio a través de tradi-
ciones discursivas no es solo una exigencia metodológica en una investiga-
ción verdaderamente histórica en cualquier sentido no trivial de ese califica-
366 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

tivo15, sino que puede llegar incluso a proveer la clave de la propagación de


un fenómeno, como parece ocurrir con el esquema en que el cuantificador
negativo nada se antepone al verbo finito (nada sé frente a la alternativa más
frecuente no sé nada, con concordancia negativa), esquema que cunde y se
hunde en función del grado de seguimiento de una norma sintáctica impor-
tada de la escrituralidad y la gramática latinas, pues en esa lengua no existe
concordancia negativa y el cuantificador negativo equivalente a nada suele
aparecer ante el verbo (nihil scio); como he tratado de mostrar en Octavio
de Toledo (2014b), la adopción de esta norma puede seguirse, a partir de su
éxito entre los primeros humanistas del Cuatrocientos castellano, a través
de géneros y entornos culturales de producción muy concretos, hasta que
el Romanticismo, como parte de su rechazo de la retórica clásica, inicia un
abandono de este esquema que se prolonga hasta hoy día (Gráfico 11). El
ejemplo de este fenómeno sugiere, por otra parte, que puede sacarse gran
rédito no solo descriptivo, sino también explicativo del seguimiento dete-
nido de la tradicionalidad discusiva (cf. Kabatek 2015; Winter-Froemel et
al. 2015; Varga 2015) asignable a un elemento o esquema a lo largo de su
trayectoria histórica, empeño seguramente más rentable para los intereses
de la morfosintaxis histórica que el del establecimiento más o menos taxó-
nomico de tradiciones discursivas individuales a las que tratar de adscribir
tales o cuales rasgos morfosintácticos (supuestamente) característicos.
9. Soy consciente de haber presentado, a lo largo de estas páginas,
muchos más dilemas que soluciones. Quisiera, con todo, terminar plan-
teando una última posibilidad (que concibo más bien, en realidad, como un
desiderátum): quizá empecemos a estar en disposición de ir sentando las
bases de una tipología de la difusión, distinguiendo, por ejemplo, las cur-
vas regulares en S que cabe esperar como producto de la expansión léxica
de otras, posiblemente menos uniformes en sus fases finales, asociadas a
la difusión sintáctica (§ 4); separando ambas, claro está, de las fases de
ascenso que no parecen seguir el trazado de una función logística (§ 6);
considerando no solo la dinámica de dichas fases de ascenso, sino también
la de las fases de regresión, hasta ahora apenas atendidas (§ 5); y, en todo
caso, perfilando las formas específicas de difusión que se producen en

15
Así lo recordó con frecuencia el añorado Wulf Oesterreicher; valga un solo ejem-
plo: «la pregunta por las estrategias de creación y las llamadas vías de gramaticalización
debería siempre ir seguida de preguntas acerca de las vías discursivas de difusión y de
adopción sucesiva de estas innovaciones por parte de los hablantes» (Oesterreicher 2006:
146; énfasis original).
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 367

Mapas 2-3. Puntos donde se localiza la forma breve hemos antes de 1450 según los
datos de Rodríguez Molina 2012 (arriba) y puntos adicionales localizables a través
de los corpus en red CORDE, CODEA+, TMILG y CICA (abajo; datos occidentales
indicados con triángulos).

consonancia con manifestaciones concretas del cambio lingüístico, como


ocurre con la clase de propagación que he denominado «parasítica», cuya
posible relación con la extensión y retracción en el extremo de las cadenas
de gramaticalización cabe contraponer, por ejemplo, a una forma de propa-
gación en que la aparición de un nuevo esquema se difunde a expensas de
la pervivencia de los esquemas afines que lo preceden, a los que sustituye.
Es lo que ocurre en la evolución del nexo temporal ínterin ‘mientras’, que
desde el momento de su aparición desplaza aceleradamente no solo a su
368 Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

Gráfico 11. Proporción porcentual del esquema del tipo nada sé (respecto de
la suma de casos con el del tipo no sé nada: % antep.), de los textos en que la
anteposición de nada supera el 50% (% tx ant. > 50%) y de los textos en que no se
da ningún caso de anteposición (% ant. = 0%). Datos del CORDE.

competidor nexual ínterin que, sino también a las locuciones conjuntivas


en (el) ínterin que (Gráfico 12; cf. Octavio de Toledo 2007). Tal forma de
difusión podría denominarse, por ejemplo, «fagocítica» o «caníbal», y de
este modo podría ir formándose un catálogo en que a formas específicas
de cambio se corresponden modos particulares de difusión16.

Gráfico 12. Evolución de los usos relacionales de ínterin (lo acabaremos (en (el))
ínterin (que) los demás llegan). Datos porcentuales sobre los testimonios del CORDE.

16
Amplío con más detalles esta propuesta en Octavio de Toledo (2016a).
Incorruptibles curvas: apuntes sobre la difusión de los cambios 369

Puesto que no parece que en esta clase de investigación quepa proce-


der de otra forma que por tanteo y error, tratando de comprobar en otros
cambios la validez y generalidad de las correlaciones entre trayectorias
observadas hasta ahora en un número escaso de fenómenos, será irreme-
diable que los primeros tanteos se acompañen de un número no pequeño
de errores. A mi juicio, sin embargo, el esfuerzo merece la pena: la alter-
nativa es contentarse con modelos de difusión que, como el de las curvas
en S, ofrecen un corsé demasiado estrecho para dar cabida a todos los
cambios en trance de expansión, no toma en consideración las fases últi-
mas (regresivas o no) de las trayectorias y no permite correlacionar tipos
de cambio con modos de difusión, amén de que sus valedores, a pesar de
atribuir esa peculiar curvatura a la (inter)acción social de los hablantes,
no parecen proclives a explorar con más detalle cómo puede manifestarse
la difusión de cada cambio individual en los distintos niveles del edifi-
cio variacional (cf. Koch/Oesterreicher 2011 [1990]) y hasta qué punto
puede atribuírseles una tradicionalidad discursiva concreta. Las curvas
en S tienen, sin duda, el encanto de la elegante sencillez y uniformidad,
pero también suscitan en el historiador de la lengua el deseo de rehuir
(en los casos en que parezca razonable) su monotonía en busca de la lábil
y quebradiza heterogeneidad que, probablemente, es tan consustancial a
la difusión de los cambios lingüísticos como a cualquier otra actividad
social humana. Como en el mar implacable de Guillén (tan cercano al
de Valéry)17, las curvas incorruptiblemente regulares impiden apreciar,
desde la distancia, la dinámica cambiante de la espuma; su hermosura,
por tanto, es en parte estéril, porque también la teoría del cambio, tan
abstracta, se aflige.

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17
Empleo a continuación pro domo mea —vayan de antemano mis disculpas— los
siguientes versos del poema «Esfera terrestre», de Cántico, el primero de los cuales da
igualmente título a este trabajo: «Incorruptibles curvas / sobre el azul perfecto, / que niega
a los deseos / la aparición de espuma» (vv. 5-8) y «¡Desierta / refulgencia! La esfera, /
tan abstracta, se aflige» (vv. 18-20). Cito por la ed. de Óscar Barrero Pérez, Barcelona,
Tusquets (Col. Fábula), 2008, p. 44.
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Comunicaciones
Sección 1. Fonética, fonología y grafemática históricas

pĕlle > pielle > piel. ¿Un superviviente


de la apócope extrema?

Carlos Folgar
Universidad de Santiago de Compostela

Resumen. Intentamos averiguar el motivo por el cual el sustantivo piel (procedente


del latín pĕlle) ha pasado a la lengua clásica y moderna con pérdida consolidada
de la vocal final /-e/. La primera tarea consiste en una revisión de la situación de
esta palabra en castellano medieval, etapa en la que conviven la forma etimológica
pielle y la variante acortada piel, esta última con apócope extrema (y consiguiente
despalatalización de la consonante que ha pasado a posición implosiva). Para
justificar el triunfo de la variante apocopada, recurrimos a una explicación de
naturaleza fonética, consistente en la aplicación de una ley fonética de reducción
de sonidos palatales contiguos: en pielle la acumulación de cuatro unidades pala-
tales se puede resolver no mediante la simplificación del diptongo sino gracias
a la apócope vocálica extrema y a la despalatalización de /λ/. Cuando la nueva
forma singular piel actúa como modelo para la formación del plural analógico
pieles (en perjuicio del etimológico pielles), la acumulación de cuatro palatales
sucesivas se resuelve definitivamente en esta palabra.
Palabras clave. Apócope, palatales, reducción de sonidos, ley fonética, castellano
medieval.

Abstract. We try to discover the reason why the substantive piel, whose origin
is Latin pĕlle, has come into Classical and Modern Spanish with loss of the
final vowel /-e/. Our first task will be to analyse the situation of this word in
medieval Castilian. We find that in the medieval stage of the language there is
coexistence between the etymological variant pielle and the short variant piel,
the latter with extreme apocope and subsequent depalatalization of the new final-
position consonant. How can we explain the apocopated variant’s victory? We
consider it acceptable to rely on the following phonetic explanation: medieval
382 Carlos Folgar

Castilian speakers apply a phonetic law for adjoining palatal sounds reduction.
In pielle the series of four palatal units can be advantageously solved through the
extreme apocope and the depalatalization of /λ/ (but not by means of simplifying
the diphthong). In the following stage the plural form pieles is created by analogy
with the new singular form piel, so that the old series of four palatal phonemes
is finally left out of this lexical item.
Keywords. Apocope, palatal, sound reduction, phonetic law, medieval Castilian.

1. Introducción
La apócope extrema es uno de los fenómenos fonológicos más caracte-
rísticos del castellano medieval. Sin embargo, la verdad es que, durante el
período en que tuvo vigencia —siglos XI, XII y XIII—, la apócope extrema
nunca llegó a eliminar completamente a las variantes con /-e/ conservada,
las cuales siguieron apareciendo, en mayor o menor proporción, en los tex-
tos y documentos de aquel período. Esta convivencia de formas apocopadas
extremas (noch, siet, fuert, huest, dixist, ciertament…) y plenas (noche,
siete, fuerte, hueste, dixiste, ciertamente…) se resuelve definitivamente
cuando, a finales del siglo XIII —o, en todo caso, a comienzos del XIV—,
las opciones con pérdida vocálica extrema acaban por desaparecer, mante-
niéndose únicamente las formas con vocal final en la lengua de fines de la
Edad Media (y también, por supuesto, en las etapas históricas siguientes)1.
Esta es la que podríamos llamar la paradoja de la apócope extrema: se
trata de un hecho lingüístico de enorme relevancia pero —permítasenos
la expresión, quizá no demasiado afortunada— «condenado» al fracaso.
Aun así, es cierto que algunas palabras medievales con apócope
extrema lograron sobrevivir y pasar a la lengua moderna2, en detrimento
de sus variantes plenas, que se perdieron (por ejemplo, pronombre perso-
nal elle > él) o, si se conservaron, tuvieron que soportar el alomorfismo
con la forma apocopada (como sucede con el adjetivo calificativo grande
/ gran)3. Uno de esos supervivientes de la apócope extrema del Medievo

1
No está de más indicar que los restos de apócope medieval que perduran en los
siglos XIV y XV (por ejemplo, en los pronombres personales átonos o en ciertas formas
verbales de 1.ª o 3.ª personas del singular) no son casos de pérdida vocálica extrema sino
normal, tal como esperamos haber demostrado en Folgar (2012: 333-337). Desaprobamos,
en consecuencia, la clasificación como casos de «apócope extrema» que hace Pla Colomer
(2013: 133) para formas verbales como val, diz, tien o entendier, que él encuentra en el
Rimado de Palacio, de Pedro López de Ayala.
2
Ya lo señaló Menéndez Pidal (1904: § 633).
3
Sobre la apócope de este adjetivo en la lengua del siglo XIII, cf. Folgar (2002).
pĕlle > pielle > piel. ¿Un superviviente de la apócope extrema? 383

es el sustantivo que queremos analizar en este trabajo: piel (< pĕlle).


Nuestro objetivo consiste, pues, en buscar qué motivo o motivos hubo para
que precisamente en este vocablo y no en otros triunfase la forma corta,
carente de final vocálico.

2. Datos sobre el sustantivo pielle / piel


La etimología de este sustantivo es clara. Procede del latín pĕllis,
sustantivo de la 3.ª declinación, de género femenino. Partiendo, por tanto,
del caso oblicuo del latín tardío pĕlle, obtenemos, por evolución fonética
regular, la forma castellana medieval pielle4, que finalmente desemboca,
por razones no suficientemente aclaradas todavía, en piel.
Partimos, pues, del hecho de que en esta palabra, a la vista del étimo
latino pĕlle, lo esperable es la conservación de la vocal final /-e/. Esta
afirmación queda garantizada por lo que ha sucedido en el portugués pele,
con vocal final. En efecto, según los datos que suministra Williams (1938:
§ 462-3), cuando en la evolución al portugués la vocal [-e] latinovulgar sigue
a una geminada lateral [-ll-], lo regular es que la geminada se simplifique y
que la vocal final se mantenga, v. gr. valle > vale, mŏlle > mole ‘blando,
flojo, suave’, ĭlle > ele (pronombre personal). Por el contrario, si la vocal
final latinovulgar [-e] va precedida de una lateral [-l-] simple, no geminada,
entonces dicha vocal cae por apócope normal (siempre que se encuentre
en posición final absoluta de palabra, claro está), tal como evidencian los
resultados de fĭdēle > fiel, padūle (por metátesis en palūde) > paul
‘pantano’, amābĭle > amável, quale > qual, etc. (en oposición a sus
respectivos plurales fiéis, pauis, amáveis, quais).
2.1. Su paradigma morfológico
Conviene, antes de continuar, exponer cuál era en el castellano medie-
val el paradigma morfológico de este sustantivo, que presenta oposición
de número pero no de género. La inexistencia de un diccionario histórico
de nuestra lengua dificulta, como es sabido, la realización de indagaciones
diacrónicas como la que ahora nos incumbe. La consulta del diccionario
etimológico —especialmente del DECH de Corominas/Pascual— nos per-
mite en ocasiones suplir esa deficiencia. En el caso del lexema que nos
ocupa la información que ofrecen Corominas/Pascual (1980-1991: s. v. piel)
es escasa pero no inútil, en verdad. Nos indican (amén de la etimología
de la palabra, como es obvio) que en los primeros textos medievales en

4
Lapesa/García (2003: s. v. pielle) localizan una ocurrencia de pielle en un documento
del año 939, de la iglesia de Valpuesta.
384 Carlos Folgar

castellano coexisten ya las variantes pielle y piel en singular, aunque no


aportan mayores especificaciones sobre el asunto (y tampoco cabía esperar
que lo hiciesen, considerando el tipo de obra lexicográfica de que se trata).
El recurso al Corpus diacrónico del español (CORDE) sí nos suministra
información reveladora a este respecto. En un lapso temporal que va desde
1200 hasta 1350, los datos son los siguientes:
a) Formas de singular: este corpus recoge tan solo seis ejemplos de la
forma plena pielle5, en tanto que la apocopada piel alcanza un total de 92
ocurrencias, a las que debemos sumar incluso otra más, que se presenta
bajo la grafía piell, con terminación consonántica de naturaleza palatal y
caída de la vocal final6.
b) Formas de plural: la forma etimológica pielles es ahora la mayori-
taria, con 42 apariciones, si bien la variante pieles no resulta infrecuente,
ni mucho menos, pues se encuentra en 28 ocasiones.
A partir de estos datos obtenidos del corpus de la Real Academia Espa-
ñola es lícito establecer una generalización, a pesar del inevitable riesgo de
simplificación que toda generalización conlleva7. Podemos afirmar que el
paradigma morfológico «normal» —por así decirlo— de este sustantivo en
castellano medieval consta de singular piel y plural pielles. En contra de lo
que podría parecer, no se trata de un paradigma irregular. Antes al contra-
rio: se atiene a un esquema morfológico perfectamente vivo en la lengua
medieval, en el cual entre la forma de singular de un sustantivo del tercer
tema morfológico y la de plural hay no solo una diferencia sino dos. La
primera diferencia, como es obvio, viene dada por la adición del alomorfo
marcador del plural; la segunda diferencia radica en alguna alteración sufrida
por la consonante final del singular. Se trata de un modelo morfológico
similar —si bien no totalmente idéntico, si somos estrictos— al que mues-
tran tanto un sustantivo con apócope normal como sing. verdat / verdad,
pl. verdades, como otro con apócope extrema, como sing. naf, pl. naves.
Ninguno de los tres sustantivos a los que nos estamos refiriendo ahora, en
los que se percibe alternancia consonántica entre el singular y el plural,
puede en rigor ser catalogado como morfológicamente irregular o anómalo8,

5
El último es de 1329, del Testamento de Toribio Pérez.
6
Este ejemplo único de piell no resulta en absoluto despreciable, pues se localiza en
la primera parte de la General estoria alfonsí.
7
Los datos que aducía Pensado (1999: 392) confirmaban ya el predominio de la
variante piel para el singular y la alternancia entre pieles y pielles en plural.
8
La opinión contraria es defendida por Urrutia Cárdenas/Álvarez Álvarez (1983: 89).
pĕlle > pielle > piel. ¿Un superviviente de la apócope extrema? 385

y no se pueden catalogar así porque el castellano actuó de maneras opuestas


en las dos opciones que ofrece el primer parámetro de la «jerarquía de la
apócope» establecida por Sánchez Miret (2001: 437-438), a saber: en caste-
llano la apócope, tanto normal como extrema, se puede producir si la vocal
afectada está en posición final absoluta, pero nunca ocurre si la vocal de la
sílaba final va seguida por consonante implosiva9 (v. gr. parĭĕte > pared,
pero parĭĕtes > paredes, nunca *pareds o *parets). En consecuencia, los
eventuales efectos que la apócope vocálica tenga sobre la consonante que
pasa a ser final de palabra nunca afectarán a los plurales. Dicho de otra
manera: en la lengua del Medievo un plural pielles no presupone forzosa
ni automáticamente un singular pielle.
2.2. Su evolución fonética
Al paradigma piel-pielles se llega mediante la aplicación de diversas
evoluciones fonéticas. Los manuales de gramática histórica que tratan sobre
este sustantivo —que no son todos, ni mucho menos— se muestran unáni-
mes. En obras como las de Ariza (1989: 150), García de Diego (1951: 189),
Lathrop (1980: §§ 95a, 133b) y Penny (1991: 80-81) se nos explica que, si
por cualquier circunstancia cae la /e/ final absoluta, entonces la palatal /λ/
(procedente de la simplificación y palatalización de la -ll- latina) trans-
forma su articulación palatal en alveolar: pĕlle > pielle > piell(e) > piel.
Hasta aquí, por tanto, hay acuerdo entre los filólogos.
En consecuencia, la duda no se refiere al motivo de la caída de la /e/
final absoluta: dicho motivo no es otro que la apócope (extrema, en este
caso). La duda se refiere a la(s) causa(s) por la(s) que ha triunfado en el
vocablo piel la variante con pérdida vocálica extrema, siendo que práctica-
mente en todos los demás sustantivos aconteció justamente lo contrario10,
esto es, quedó desechada la forma corta en beneficio de la forma plena.
Aclarar esta incertidumbre es el propósito fundamental del siguiente apar-
tado de nuestra comunicación.

3. Hipótesis explicativas
Por ser piel un sustantivo con significado léxico y capacidad sintác-
tica plena para funcionar como núcleo de un sintagma nominal, carece de
fundamento suponer que el triunfo de su forma apocopada se deba a los

9
La correcta interpretación de la apócope extrema medieval se beneficia de las
enseñanzas que se sacan de esa jerarquía, según exponemos en Folgar (2014).
10
Con alguna que otra excepción adicional, como aimante / aimant > imán, de la que
no podemos ocuparnos en este momento.
386 Carlos Folgar

efectos de la posición proclítica (cf. Pensado 1999: 394), al contrario de


lo que aconteció con otras palabras, como mīlle > mill > mil, grande
> grand > gran o sanctu > sant > san. Descartada tal opción explica-
tiva, Torreblanca/Blake (2002: 437) intentan una explicación que atiende
a parámetros de semántica gramatical, y sugieren que el triunfo de piel
guarda relación con su frecuente empleo en el singular en su calidad de
sustantivo de materia.
Hemos de decir que juzgamos sensata la justificación aportada por
los dos hispanistas citados. Es lógico, en efecto, suponer que la aparición
mayoritaria de este sustantivo en el número singular haya contribuido a la
fijación de la forma apocopada, la cual, como hemos comprobado gracias
al CORDE, asume la inmensa mayoría de las ocurrencias (más del 90%) de
este sustantivo en singular. Esto es verdad. No obstante, no estamos com-
pletamente seguros de que la hipótesis de Torreblanca/Blake logre justificar
por qué en singular es tan frecuente la variante apocopada piel y tan escasa
la variante plena pielle. Dicho con otras palabras: es innegable que piel es
la opción mayoritaria en singular, pero la pregunta es: ¿por qué lo es? Ante
esta duda, a la explicación que dan Torreblanca/Blake —que entendemos
correcta, como hemos manifestado— pretendemos sumarle otra hipótesis,
de naturaleza bastante diferente, que pasamos a desarrollar a continuación.
En consecuencia, nuestra argumentación partirá del hecho de que la
explicación de Torreblanca y Blake, que es cierta (repetimos, ya por última
vez), no da cuenta automáticamente de que haya sido piel y no pielle la
forma triunfante (mientras que, por ejemplo, en otros sustantivos —de
naturaleza semántica diferente, eso sí— como cal y calle < calle, val y
valle < valle o fuel y fuelle < fŏlle ocurrió justamente lo contrario)11.

11
Interesa hacer alguna aclaración a propósito del desarrollo histórico de valle. Su
resultado regular en español ha sido valle, con mantenimiento de la vocal final, y en
ello se comprueba un comportamiento opuesto al que ha experimentado pĕlle. Ahora
bien, a partir de valle también ha sobrevivido la forma apocopada val, empleada como
elemento toponímico en nombres de lugar del tipo Santibáñez del Val, Castrillo del Val
o Grandival (< grande valle), que son pequeñas poblaciones situadas en la actual
provincia de Burgos y a las que aluden Torreblanca/Blake (2002: 436). Tal forma val ha
venido a coincidir fonéticamente con el resultado del mismo sustantivo latino valle
en otros topónimos, dotados de estructura sintáctica distinta, como Valdefresno (León),
Valdecabras (Cuenca), Valfermoso de Tajuña (Guadalajara) o, en Valladolid, Valbuena de
Duero (< valle bŏna, con conservación del género femenino etimológico del sustantivo
latino; cf. Corominas/Pascual s. v. valle). En cualquiera de estos cuatro últimos topónimos
el elemento inicial Val- ha perdido su vocal /e/ por efecto de la posición intertónica que
dicha vocal ocupaba en la cadena sintáctica. Dicho de otra manera: en nombres de lugar
pĕlle > pielle > piel. ¿Un superviviente de la apócope extrema? 387

Nosotros pensamos que la explicación adecuada de por qué piel eliminó


a pielle tiene que ver con la combinatoria de fonemas que muestra ese sus-
tantivo. En él hay cuatro elementos palatales sucesivos, en el orden: vocal
/i/ + vocal /e/ + consonante /λ/ + vocal /e/. Este es un contexto fonético que
nos recuerda mucho a otro, en el que tenemos constancia de una reducción
de elementos. Nos referimos, por supuesto, a la secuencia -iello / -iella, con
sus respectivos plurales, en la cual, según es bien sabido, se produjo, ya en
época medieval bastante temprana12, la eliminación de la vocal palatal /e/ (cf.
castĕllu > castiello > castillo, sĕlla > siella > silla, etc.). Sin entrar
ahora, evidentemente, en la consideración detenida de esta reducción del
diptongo /ie/, nos limitaremos a señalar que podemos interpretarla como un
caso de disimilación eliminadora de un elemento palatal que se encuentra
precedido y seguido por sendas unidades de su misma naturaleza articulato-
ria13. Lo importante en este momento para nuestro propósito es que, si esa
disimilación eliminadora ha ocurrido en un contexto fonético de acumulación
de tres palatales, con mucha más razón podemos suponer que se haya pro-
ducido el mismo fenómeno en una palabra como pielle, en la que coexisten
ya no tres sino hasta cuatro palatales. La diferencia, por supuesto, estriba en
que en pielle no hay necesidad de eliminar la vocal tónica y es preferible
que el sonido suprimido sea aquel que es realización de la vocal final /-e/,
que no tiene la función de marcar el género gramatical de este sustantivo.
Entonces, la aplicación de la apócope extrema al vocablo medieval
pielle se convierte en un mecanismo idóneo para alcanzar la reducción del
número de elementos palatales. Llegamos así a la forma piell, en la que

como Valdefresno no se ha producido apócope de vocal final sino síncopa de vocal medial.
En cualquiera de estas dos circunstancias, tanto si ha habido apócope como si ha habido
síncopa, conviene recalcar que la variante val, desprovista de /e/, no ha conseguido pervivir
como nombre común sino únicamente como componente de un nombre propio de lugar.
Queda claro, por consiguiente, que hay más divergencias que similitudes entre los derivados
castellanos de pĕlle y valle.
12
El siglo XI, según indica Ariza (2004: 313).
13
Nuestra confianza en la explicación de base fonética no nos impide percibir la
actuación coadyuvante de algunos factores de naturaleza morfológica en esta reducción
de -iello a -illo. En efecto, tal como ha expuesto Malkiel (1976: 761-768), en ese proceso
reductivo del diptongo ha intervenido la analogía con otros diminutivos como -ito, -ico
e -ino, todos ellos dotados de vocal /i/ tónica, y asimismo ha actuado la alternancia, en
los pretéritos de las conjugaciones segunda y tercera, entre las variantes fiziste / fizieste,
fizimos / fiziemos, fizistes / fiziestes, con predominio de las formas con vocal simple /i/,
que en definitiva es la que había surgido por evolución fonética o por analogía a partir de
los étimos latinos correspondientes.
388 Carlos Folgar

tiene lugar después la despalatalización —es decir, alveolarización— de la


nueva consonante implosiva /λ/, lo cual nos conduce finalmente a piel. Al
triunfar el singular acortado piel, el plural, que lógicamente estaba aquejado
del mismo problema de sobreabundancia de sonidos palatales, fue rehecho
a partir del singular: pĕlles > pielles → pieles14.
Nuestra argumentación, basada en lo que podemos denominar «ley
fonética de disimilación de palatales contiguas», tiene la ventaja de dar
cuenta de otros dos hechos históricos, relacionados también con este sustan-
tivo piel. En primer lugar, creemos que justifica adecuadamente por qué fue
pĕlle y no otros sustantivos con la misma terminación el que experimentó
el triunfo de la forma apocopada. En efecto, en calle < calle y valle <
valle la vocal acentuada es /a/, así que no hay más que dos elemen-
tos palatales en contigüidad y esa no es, evidentemente, una combinación
donde se pueda producir la disimilación. Por su parte, en otros vocablos
como fuelle < fŏlle y el adjetivo muelle < mŏlle encontramos de nuevo
acumulación de sonidos palatales, en este caso tres, pero parece que tres
no es un número lo suficientemente alto como para activar la mencionada
ley fonética disimilatoria (salvo, como hemos dicho, en terminaciones de
gran frecuencia de uso en la lengua medieval, como -iello / -iella). En
todo caso, pielle es el único lexema medieval que conocemos que cumple
las dos siguientes condiciones15: a) coexistencia de cuatro palatales; y b)
posibilidad de aplicación de la apócope extrema, y no nos parece casual la
imposición definitiva de la variante reducida piel.
El segundo hecho diacrónico que queremos mencionar atañe a palabras
formadas por derivación a partir del lexema latino pĕllis. En alguno de
estos derivados, como son pelliça o pellico, no ha llegado a producirse
la presencia de cuatro palatales sucesivas, de manera que no ha habido
necesidad alguna de proceder a su reducción. Si esto es así, ¿por qué no
se ha aplicado entonces la ley fonética de disimilación en otras palabras
derivadas, como pelleja o pellejo, que en la lengua medieval sí ofrecían
la concurrencia de cuatro sonidos de articulación palatal? Podría dar la
impresión de que pelleja o pellejo contradicen la argumentación que hemos
venido desarrollando, pero en realidad entendemos que no es así. Está claro
que la respuesta a la pregunta anterior tiene que ver con la configuración
silábica de esas palabras, en las que no resulta posible, por obvias razones

14
Cf. Lapesa (1980: 30) y Torreblanca/Blake (2002: 437). Ejemplos de estas formas
en el castellano alfonsí pueden verse en Kasten/Nitti, dirs. (2002: s. v. piel).
15
Pero téngase en cuenta, no obstante, el apartado 4 de este trabajo.
pĕlle > pielle > piel. ¿Un superviviente de la apócope extrema? 389

de combinatoria de fonemas, eliminar la vocal átona de la sílaba inicial


ni tampoco se puede suprimir la vocal tónica. En tales circunstancias, la
activación de la ley fonética de disimilación queda bloqueada y la forma
fónica de ese par de sustantivos derivados ha de permanecer forzosamente
inalterada. Aquí se ha aplicado un principio evolutivo que podemos enun-
ciar así: la existencia de circunstancias fonotácticas que sean propicias para
que ocurra un determinado cambio fonético no garantiza automáticamente
que dicho cambio fonético se produzca, pero el hecho inverso de que no se
den circunstancias fonotácticas favorables para la activación de un cambio
fonético sí impide claramente que dicho cambio tenga lugar. En el caso
que nos ocupa, diríamos que, para que se lleve a efecto la disimilación
eliminadora de palatales, no basta que haya varios elementos palatales
sucesivos. La contigüidad es condición necesaria, pero no suficiente. La
disimilación solamente ocurrirá si, además de la condición de contigüidad,
existe asimismo la opción de suprimir algún sonido sin que resulten dañadas
las exigencias impuestas por la fonotáctica del idioma.
Retornamos, pues, a la pregunta que consta en el título de este trabajo.
¿Es piel un superviviente de la apócope extrema? Sí, lo es. Lo es…, pero
con matices, con alguna salvedad. Aclarémonos: es lo que podríamos llamar
un «superviviente colateral», dado que en esta palabra la pérdida vocálica
extrema fue utilizada como recurso para la solución de un problema fono-
táctico de acumulación de palatales. Probablemente esto explica la tan
escasa presencia de la forma plena pielle en la documentación medieval: en
esta palabra ha habido apócope extrema, sí, pero también algo más. Como
desenlace de este proceso, el vocablo piel terminó por integrarse en el grupo
de palabras medievales, no muy amplio pero tampoco despreciable, con
terminación en -iel, grupo al que pertenecían el sustantivo miel, el adjetivo
fiel, los antropónimos Daniel y Gabriel, e incluso la 3.ª persona singular del
imperfecto de indicativo en -ié (solamente en verbos de las conjugaciones
segunda y tercera) cuando iba seguida del clítico apocopado l’, por ejemplo:
diziel, queriel, escriviel, pidiel, etc16. A este grupo pertenecen asimismo los

16
En teoría, también forma parte de esa lista la 3.ª persona de singular del condicional
(de cualquier conjugación verbal) seguida del mismo clítico apocopado l’. Se trataría de
formas como dariel ‘le daría’. Sin embargo, la realidad es la contraria, por dos razones: a)
si el condicional se encuentra inserto en una cláusula dependiente (llamémosla subordinada
si queremos emplear un término, en verdad bastante impreciso, de la gramática tradicional),
el pronombre átono tiene que ir necesariamente antepuesto a la forma verbal (ejemplo:
«dixo quel darié gualardón»); y b) si el condicional aparece en una cláusula que no depende
sintácticamente de ninguna otra y que no se encuentra negada ni encabezada por adverbio,
390 Carlos Folgar

topónimos a los que haremos una breve referencia en el apartado siguiente


—y último— de nuestra comunicación.

4. Apéndice. Otros posibles casos de -ielle > -iel


El mencionado artículo de Torreblanca/Blake (2002) ofrece una nove-
dosa explicación del surgimiento, desarrollo y resolución de la apócope
extrema del castellano medieval. No podemos acometer ahora el análisis
de las ideas defendidas por estos autores, que en términos generales no nos
resultan convincentes17, pero sí es justo que les reconozcamos el gran mérito
de haber llamado la atención acerca de otros elementos léxicos sujetos a la
pérdida extrema de /-e/ y que han sobrevivido en la lengua moderna con
la variante apocopada, es decir, con terminación consonántica. Se trata de
nombres propios de lugar que permiten suponer la misma evolución que
hemos visto para el sustantivo piel, esto es, -ielle > -iel.
Efectivamente, Torreblanca/Blake (2002: 436-437) proponen, pensa-
mos que con acierto, que el mismo proceso fonético de caída de vocal final
y despalatalización de consonante ha sucedido en topónimos como Gumiel,
Villamiel o Valdeburiel, pertenecientes a la actual provincia de Burgos, en
vista de que en documentos medievales esos nombres de lugar se presentan,
entre otras posibilidades, bajo las formas Gomielle, Villaimielle y Valle de
Virielle, respectivamente. Los mencionados lingüistas entienden que en
topónimos actualmente terminados en -iel es lógico pensar que la vocal
final perdida ha sido /-e/ (procedente, con toda probabilidad, de la /-i/ de un
genitivo latino de posesor) y no /-o/, como se ha afirmado tradicionalmente.
Nosotros añadiremos que topónimos de esta índole no se encuentran tan
solo en territorio burgalés, por supuesto. En el resto de Castilla también
existen, y aquí nos bastará mencionar Villamuriel (Palencia), que remonta,
sin ninguna duda, a la frase sustantiva villa Maurelli, con un genitivo
(que expresa el posesor) en función de modificador del núcleo del sintagma,
Villamarciel (Valladolid), que también es fácil deducir que proviene de la
frase villa Marcelli, con la misma estructura sintáctica que el ejemplo
anterior, o Curiel (asimismo en la provincia de Valladolid), procedente tal
vez de un genitivo *Caurelli (¿dim. de Caurus?).

entonces el pronombre átono no suele ir —que sepamos— enclítico sino mesoclítico (por
ejemplo: «si pudiesse, dar le ié gualardón»). Esto quiere decir, en definitiva, que una
combinatoria verbo-pronominal del estilo de dariel ‘le daría’ contraviene las normas
acentuales que regían la colocación de los clíticos en castellano medieval.
17
Esperamos exponer nuestras críticas a estos autores en una próxima publicación.
pĕlle > pielle > piel. ¿Un superviviente de la apócope extrema? 391

Si la idea defendida por los dos hispanistas citados es correcta, y efec-


tivamente así lo creemos18, esos topónimos confirman la aplicación, en
la etapa medieval, de lo que en esta comunicación hemos llamado «ley
fonética de disimilación de palatales contiguas», expuesta a propósito de
la evolución pielle > piel. Concluyendo: nos reafirmamos en la idea de
que en elementos léxicos de esta naturaleza no solamente se ha producido
apócope de tipo extremo sino que también ha habido reducción de sonidos
palatales acumulados en contigüidad.

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18
Naturalmente, esto no quiere decir que todos los topónimos con terminación en -iel
provengan de un genitivo latino, por medio de la caída de /-e/. Quiere decir, sin más, que
para el caso concreto de los topónimos burgaleses aducidos por Torreblanca y Blake sí
resulta aceptable dicha procedencia. En este sentido, la hipótesis planteada por estos dos
hispanistas puede y debe entenderse como una simple posibilidad explicativa y no como
la única explicación posible.
392 Carlos Folgar

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Las sibilantes en la obra de Mateo Alemán:
¿una cuestión de seseo o de ceceo?

María Heredia Mantis


Universidad de Huelva

Resumen. El caso de Mateo Alemán es, posiblemente, único entre los escritores
de los Siglos de Oro: además de construir su obra literaria, deja por escrito sus
ideas lingüísticas sobre el castellano en su Ortografía Castellana (1609). Una de
las cuestiones lingüísticas en torno a este autor que más ha despertado el interés
de filólogos e historiadores de la lengua es su sistema de sibilantes. Reconoce el
propio autor: «lo que yo mas advierto es, en lo que tambien conosco que yerro
algunas vezes con descuido, porque me buelvo al natural como la gata de Venus,
i pecado jeneral en los Andaluzes, de que no ſe an escapado los caſtellanos todos,
poner ç por ſ, i z por ç, ò alrevez» (1950: 104). Sin embargo, sus palabras no dejan
clara esta cuestión: ¿era Alemán seseante o ceceante? Partiendo de las anteriores
propuestas al respecto de otros lingüistas como Amado Alonso, Rafael Lapesa o
Manuel Alvar, realizamos un estudio gráfico y fonético de las consonantes sibi-
lantes (/s/, /z/, /ŝ/, /ẑ/) en dos obras de Mateo Alemán, el Guzmán de Alfarache,
incluyendo ambas partes, y la Ortografía Castellana, para poder dar respuesta a
la pregunta planteada.
Palabras clave. Mateo Alemán, ceceo, seseo, sibilantes, Guzmán de Alfarache,
Ortografía Castellana, estudio grafemático, fonética histórica, fonología histó-
rica, ideas lingüísticas.

Abstract. The situation of Mateo Alemán is possibly unique among writers of


the hispanic Golden Age: in addition to building his literary work, he wrote his
linguistics ideas about the Castilian language in its Ortografía Castellana (1609).
One of the linguistic issues surrounding this author that has aroused the interest
of philologists and historians of language it’s his system of sibilants. The author
himself concedes that he usually gets distracted and returns to his habit, very
common among the people of Andalusia: to change ç instead of s and z instead
of ç, or viceversa. However, his words don’t clarify this question: was Mateo
Alemán seseante (to pronounce [dz] and [ts] as [s]) or ceceante (to pronounce
394 María Heredia Mantis

[s] as [dz] or [ts])? Based on the previous proposals of other linguists as Amado
Alonso, Rafael Lapesa or Manuel Alvar, we make a graphematic and phonetic
study of the sibilant consonants (/s/, /z/, /ts/, / dz/) in two works Mateo Alemán,
the Guzman of Alfarache, including both books, and the Ortografía Castellana,
to resolve the question.
Keywords. Mateo Alemán, ceceo, seseo, sibilants, Guzman of Alfarache,
Ortografía Castellana, graphematic study, historical phonetics, historical pho-
nology, linguistics ideas.

1. Planteamiento inicial
El estudio que presentamos surge a partir de una primera lectura atenta
de la Ortografía Castellana (1609), escrita en Sevilla, quizá parte en Lis-
boa, y terminada y publicada ya en México. Esta ortografía, como otras de
su época, no se limita a establecer un procedimiento para escribir correc-
tamente, sino que además aborda cuestiones fonético-fonológicas respecto
a la correspondencia entre grafías y fonemas, y cuestiones pedagógicas
acerca de la enseñanza de la escritura. A este respecto, una de las cuestiones
más relevantes es lo que Alemán propone para las grafías correspondientes
a los fonemas sibilantes, s para el fonema fricativo alveolar sonoro, ss para
el fonema fricativo alveolar sordo, z para el fonema fricativo o africado
dental sonoro y ç para el fonema fricativo o africado dental sordo. En este
texto, Alemán se declara conscientemente confundidor de las grafías, como
pasaba de manera generalizada en Andalucía:
Lo qª yo mas advierto es, en lo qª tambien conosco qª yerro algunas vezes con
descuido, porque me buelvo al natural como la gata de Venus, i pecado jeneral
en los Andaluzes, de qª no ſe an escapado los caſtellanos todos, poner ç por ſ, i
z por ç, ò alrevez.

No deja nada claro qué tipo o tipos de confusión son de los que peca,
ya que escribir ç por s sería çeçeo, mientras que escribir z por ç, o ç por
z, es una simple confusión de sonoridad entre sibilantes del mismo par, y
al revés, s por ç sería seseo. Tras esta declaración, podemos comprobar en
pocas líneas el fenómeno del que habla Alemán:
[…] diziendo à la braza braça, ò al contrario; qª la braza, es la qª llamamos ascua, qª
se haze de la lumbre; i a la braça, es una medida de dos varas, qª se mide con los
braços abiertos. Caça, es de aves ò animales de la tierra; i caſa en la qª vivimos.

En este párrafo vemos que lo primero que ha hecho nuestro autor ha


sido escribir brasa con z, es decir, z por s, zezeo, en la misma explicación
Las sibilantes en la obra de Mateo Alemán 395

que realiza del fenómeno, y muy posiblemente sin intención de equivo-


carse, ya que la intención comunicativa era ser lo más didácticamente claro
posible.
En esta Ortografía Alemán no describe los sonidos correspondientes a
las grafías s y z, la z ni siquiera aparece en su capítulo de las consonantes,
y sentencia que la única manera de distinguirlos es por el oído. La articu-
lación que describe es la de la ç, diciendo que se pronuncia con el interior
de la lengua en los dientes altos. Este primer hecho ya es indicativo de sus
problemas con dichas letras. Por otra parte, en su apartado sobre la letra s
rechaza el uso de la doble ss alegando que nuestra pronunciación no admite
consonantes dobles, por lo que podemos suponer que él mismo no la utili-
zaba por no distinguir entre sordas y sonoras. También es probable que no
distinguiera por su sonido entre /ŝ/ y /ẑ/, ya que no deja una descripción
de las diferencias entre estos fonemas.
Como podemos ver, esta Ortografía propone, a grandes rasgos, escri-
bir como hablamos, entre otras razones porque resulta más pedagógico
a la hora de aprender la lengua y más significativo de la pronunciación
de las palabras. En este sentido, es heredera del principio que siguieron
ortografías anteriores, como la de Nebrija, el tratado de Juan de Valdés o
el de Cristóbal de Villalón, aunque es, posiblemente, hasta su fecha el más
extremo en aplicar dicho principio. A esta le seguirán otras ortografías y
tratados sobre la lengua con posiciones menos extremas pero en la misma
línea, como la de Jiménez Patón, o más extremas, como la de Correas. No
podemos olvidar que esta corriente de pensamiento lingüístico no fue la
única propuesta en los siglos XVI y XVII, sino que otros tantos escritos
lingüísticos reflejan una opinión contraria, escribir como se escribía en
su origen latino o griego, una postura etimologista que en algunos casos
puede llegar a ser también extrema. Ejemplos de esta postura fueron los
tratados de Alejo Venegas, el anónimo Vtil y breve institution para apren-
der los principios y fundamentos de la lengua hespañola, el de Antonio de
Torquemada, Pedro de Madariaga, Gonzalo Bravo, José Casanova o Juan
de Palafox y Mendoza.

2. Estado de la cuestión
2.1. Las sibilantes en 1590-1610
Antes de presentar nuestro estudio, quisiera hacer un rápido recorrido
por el panorama propuesto para las sibilantes a finales del siglo XVI, de
manera que nos podamos hacer a la idea de qué sistema de sibilantes tenían
los hablantes de Andalucía occidental en los años 1590-1610. El foco de
396 María Heredia Mantis

origen propuesto para el ceceo y el seseo andaluces es la ciudad de Sevi-


lla, pero los estudiosos muestran diversos puntos de vista sobre el origen
y desarrollo de estos fenómenos. Parece claro, a partir de lo que se dice
respecto al seseo en los escritos de la época, que el fenómeno andaluz
no tiene nada que ver con el valenciano, el cual simplifica estos fonemas
en el apicoalveolar sordo /s/, mientras que el seseante andaluz realizaría
el fonema /s/ con articulación dorsoalveolar (la llamada ese sevillana) o
coronal (ese cordobesa). Sin embargo, el debate ha sido muy polémico en
muchos puntos.
Amado Alonso (1951a, 1951b) proponía que el ceceo (çeçeo y zezeo)
fue anterior al seseo, pero Ariza (1996) nos mostró que existen gran canti-
dad de ejemplos que permiten afirmar la existencia de seseo desde finales
del siglo XV. Alonso (1969) y Mondéjar (1991) defendieron que primero
se habrían fricatizado las africadas dentales z /ẑ/ o /dz/ y ç /ŝ/ o /ts/ antes de
ensordecerse, mientras que otros argumentan con ejemplos de principios de
siglo XV el ensordecimiento de las sibilantes en el norte de la península.
También Alonso (1951a y 1951b) propuso que la fricación de z fue anterior
a la de ç. Sin embargo, el estudio más reciente de Cano (2013) demuestra
que no hay pruebas para defender esto.
Se ha mantenido la hipótesis de Alonso (1951c) respecto al timbre
ciceante: todavía el fonema fricativo dental sordo /ŝ/ era dental y no inter-
dental, timbre que adquirirá a finales de siglo XVII, mucho después de la
muerte de nuestro autor. Respecto a la relación entre fenómenos, encontra-
mos posturas contrarias: Amado Alonso (1951a) sostenía que el actual seseo
y el actual ceceo fueron poligenéticos, es decir, se originaron de manera
independiente, mientras que Diego Catalán (1957) defendió que seseo y
ceceo tuvieron un mismo recorrido, todo era parte del mismo fenómeno
fonético. Tampoco encontramos acuerdo respecto al origen del fenómeno,
ya que Catalán (1982) y Pascual (1988) sostenían que el cambio fonético
comenzó en el norte con el ensordecimiento de sibilantes, el cual llegó al
sur y siguió su desarrollo. Sin embargo, Frago (1989a y 1989b) sostiene
que el reajuste se originó en el sur, y luego pudo o no afectar a la norma
norteña. Ya hemos señalado la existencia de ejemplos tempranos de seseo
y ceceo. Las razones que motivaron el cambio tampoco quedan muy cla-
ras, pero posiblemente no se debiera solo a razones estructurales como las
propuestas por Martinet (1951).
Por tanto, partimos de la hipótesis de que en 1590, cuando Mateo
Alemán comienza a escribir, ya se ha producido tanto la fricatización de
la serie dental como el ensordecimiento de ambas series, por lo que el
Las sibilantes en la obra de Mateo Alemán 397

resultado de los fenómenos de confusión de sibilantes, seseo y çeçeo o


zezeo pudieran ser o bien el que propone Catalán (1982), el par dental ç/z,
o bien un único fonema sordo, /s/ dorsoalveolar o coronal para el seseo
y /ŝ/ dorsodental para el çeçeo. Recordemos que la articulación propuesta
para estos dos fonemas es muy próxima entre sí, siendo para el alveolar
con la lengua más adelantada que para la s castellana, y para el dental con
la lengua en la punta de los dientes. Así lo propuso Lapesa (1957: 88): «El
estado actual de las sibilantes andaluzas hace suponer que no hubo un tipo
de articulación único, y que la fricación, sorda en la c, ç, sonora al principio
en la z, fue en unos individuos corono-dental, en otros predorso-dental, y
en otros corono-dento-interdental o predorso-dento-interdental». Podemos
verlo resumido en esta imagen (Lapesa, 1957: 70).

Sin embargo, antes de comenzar cualquier estudio grafemático debe-


mos recordar las indicaciones de aquellos que ya han explorado con ante-
rioridad este tipo de estudios. Narbona/Cano/Morillo (2003) señalaban al
respecto: «Las grafías no ayudan a distinguir seseo de ceceo, que alguien
utilice una letra más que otra en confusiones puede indicar que sea la
que se ajusta a su pronunciación, pero también puede indicar un intento
vano de ultracorrección. Tampoco podemos afirmar con fundamento que la
variación entre “ceceo” y “seseo” se hiciera con las mismas realizaciones
fonéticas que hoy». Hay que andar con sumo cuidado antes de concluir si
un hablante sesea, o çeçea, o zezea, especialmente si nos movemos, como
es el caso, en el registro culto de la lengua. Mateo Alemán fue un hom-
bre letrado, que si bien no terminó sus estudios, al menos inició algunas
carreras, frecuentó círculos cultos en Salamanca y Madrid, y en Sevilla
anteriormente estudió, presumiblemente, en el entorno de Juan de Mal Lara.
Como ya sabemos, era consciente de sus problemas dialectales, y aunque
no se avergonzaba de reconocerlo, posiblemente prefiriera evitar cometer
errores escriturales. Quisiera mencionar rápidamente dos apuntes que al
398 María Heredia Mantis

respecto realiza Cano (2013). Por una parte, si el seseo dental es propio
de las lenguas románicas, es lógico que llame más la atención al caste-
llano el ceceo que el seseo. Esto podría explicar por qué en la época no se
hablaba del seseo sevillano, aunque sabemos que existía y aunque se diera
un fenómeno similar en Valencia. Por otra parte, existe la posibilidad de
que la indistinción dental-alveolar se desarrollara antes que la indistinción
de sonoridad, por lo que existirían con anterioridad el çeçeo de sordas y el
zezeo de sonoras. En nuestro estudio tendremos en cuenta esta posibilidad.
2.2. Las sibilantes en Mateo Alemán
Son tres los fenómenos que podríamos encontrar en el análisis de las
obras seleccionadas, los cuales definimos rápidamente: el seseo, cambio
de /s/ por /ŝ/ y /ẑ/; el çeçeo, cambio de /ŝ/ por /s/ y /z/; y el zezeo, cambio
de /ẑ/ por /z/ y /s/. Esta es la terminología que utilizó Catalán (1957) y que
todavía sigue vigente en Cano (2013). Nuestras hipótesis son: la primera,
que Alemán fuera seseante; la segunda, que fuera çeçeante; la tercera, que
fuera zezeante; y la cuarta, que fuera distinguidor.
¿Qué han propuesto otros investigadores hasta el momento? Ante las
muestras obvias de confusión que se aprecian en la Ortografía Castellana,
gracias entre otras cosas a que no teníamos una edición modernizada de
la misma hasta la última de Francisco Ramírez Santacruz (2014) para
las Obras Completas, y a que la edición de la que disponíamos hasta el
momento era la paleográfica de José Rojas Garcidueñas, Amado Alonso
(1951a) sostiene que braza por brasa, loza por losa y consejo por concejo
son erratas del impresor. Sin embargo, años después (Alonso 1969) reco-
noce que Alemán realizaba trueques de c por s, lo que podríamos llamar
çeçeo. ¿Es esto cierto? De entrada, no disponemos de ejemplos de este tipo,
ya que braza y loza son de z por s (zezeo), y consejo de s por ç (seseo).
Manuel Alvar (1982) señala que la diferencia que Alemán observaba entre z
y ç era respecto al modo de articulación, fricativa la una y africada la otra.
Esto podría encajar con las teorías propuestas. Sin embargo, declara que
Alemán debía de ser seseante por el hecho de ser sevillano de la capital.
Catalán (1982) apunta que es difícil creer que realmente Alemán escuchara
diferentes la ç y la z, debido a que no ofrece ninguna descripción articu-
latoria de la segunda. Por el contrario, podemos pensar, como Alvar, que
el hecho de que le dedique apartados distintos sea significativo de cierta
diferencia acústica. Después de tantos juicios de valor en ausencia de datos,
Frago (1993: 255) reconoce la necesidad de adentrarse en los textos de
Mateo Alemán antes de seguir ofreciendo opiniones. Esto fue lo que hizo
sin quererlo el editor del Guzmán de Alfarache (2012) al cotejar edicio-
Las sibilantes en la obra de Mateo Alemán 399

nes originales. Luis Gómez Canseco observó que «La segunda parte tiene
como rasgos ortográficos singulares un seseo irregular, pero dominante,
y, sobre todo, un ceceo casi sistemático en los ejemplares revisados por
Mateo Alemán, que coincide con el testimonio paralelo de la Ortografía
Castellana» (2012: 924).
En consecuencia, este repaso por estudios anteriores nos hace pensar
que en las obras de Alemán encontramos o bien çeçeo o bien zezeo, fenó-
menos que el editor ha podido considerar ceceo.

3. Estudio
3.1. Metodología
Para este estudio hemos recurrido a los siguientes textos. En primer
lugar, hemos examinado la Ortografía Castellana (1609) en la edición
paleográfica de José Rojas Garcidueñas, contrastada con el documento
73.G.12 de la Österreichische Nationalbibliothek de Viena, edición de 1609,
que se encuentra en línea en Google Books. El estudio estadístico se ha
realizado sobre el Guzmán de Alfarache, concretamente sobre la edición
de la Primera Parte de 1602 de la imprenta de Juan de León de Sevilla
(llamada D en la edición de 2012) y la edición de la Segunda Parte de
1605 de la imprenta de Pedro Craesbeeck de Lisboa (llamada C en la edi-
ción de 2012). Hemos seleccionado estas dos ediciones porque fueron las
últimas que revisó el propio Mateo Alemán. Como señala Gómez Canseco
(2012) en su estudio del texto, Mateo Alemán era un escritor sumamente
cuidadoso con sus impresos, por lo que revisó las ediciones tres veces para
la primera parte y dos para la segunda. Consideramos que estas ediciones
revisadas pueden darnos datos más significativos que las prínceps. Frente
a la ausencia de autógrafos, esta es la mejor opción.
La metodología empleada ha sido la propia de la lingüística de cor-
pus, extrayendo de los mencionados textos las palabras en las que se han
encontrado trueques seseosos, çeçeosos y zezeosos. Por las características
del texto, para la Segunda Parte de la vida de Guzmán de Alfarache hemos
recurrido a un análisis de variantes textuales en comparación con las que
ofrecen las dos ediciones anteriores que revisó el propio Mateo Alemán,
la de 1604 impresa en Lisboa por Pedro Craesbeeck (llamada A) y la de
1605 impresa en Lisboa por Antonio Álvarez (llamada B).
3.2. Datos y resultados
De la sección preliminar (la dedicatoria a Francisco de Rozas, el texto
al vulgo, el texto al discreto lector, la declaración para el entendimiento
del libro, los poemas y la tabla) y del primer capítulo del primer libro de
400 María Heredia Mantis

GdA1 extraemos todas las palabras que contengan algún fonema sibilante
dental o alveolar y realizamos un estudio grafemático para contabilizar
los trueques de sibilantes que presentan, no sólo los seseosos / ceceosos,
sino también las confusiones entre sorda y sonora. El siguiente gráfico y
la siguiente tabla muestran los resultados.

Figura 1. Trueques de sibilantes en GdA1.

Figura 2. Recuento de fenómenos de trueque en GdA1.


Las sibilantes en la obra de Mateo Alemán 401

Vemos que, de un total de 643 palabras que contienen consonantes


sibilantes, el 67,02% de las mismas están correctamente escritas, y el
29,23% presentan la grafía c cuando el sonido representado debe ser una
ç, por lo que se ajustan igualmente a la norma ortográfica. Por tanto, un
95,25% de las palabras no presentan ningún fenómeno de confusión de
sibilantes. El 4,74% restante se distribuye en confusiones puntuales de
sorda por sonora y viceversa, salvo en un único caso en el que encontra-
mos s por z, concretamente en la palabra vasa por baza. Es un caso excep-
cional, y que además aparece escrito correctamente en las tres ediciones
anteriores revisadas por Alemán. Interpretamos estos datos concluyendo
que Mateo Alemán no confundía las sibilantes en GdA1, ya sea porque
las escribe «como le suenan al oído», o porque el impresor corrigiera
adecuadamente. La lectura de GdA2 nos muestra en este sentido los mis-
mos usos escriturales que los de GdA1, por lo que no hemos realizado
este mismo procedimiento. Para corroborar esta hipótesis será necesario
examinar algún capítulo de GdA2 de similar extensión, así como de otras
obras del autor.
Respecto a los trueques seseosos, çeçeosos y zezeosos de GdA1,
encontramos siete casos en toda la novela: dos veces la palabra vasa por
baza, la cual aparece en las anteriores ediciones revisadas por el autor
como baça (con confusión de sonoridad) o baza; maça por massa, la
cual aparece en otros lugares de esta obra escrita correctamente; ciciones
por accesiones, pero el término cición está recogido en el DRAE como
‘calentura intermitente que entra con frío’, sentido que tiene en este texto;
mazcan por mascan; y çaraza por sarasa, cuyo origen etimológico es
incierto, el cual sea probablemente ceraza (‘ungüento’), por lo que podría
ser forma etimológica. Esto nos deja con que, de las siete ocurrencias,
en las que encontramos distintos tipos de trueques, tan solo la de maz-
can por mascan podría tomarse como válida. Sin embargo, los escasos
datos en un texto tan amplio (263 folios) no pueden ser tomados como
representativos.
No ocurre esto con GdA2. Tras la extracción de todas las palabras del
texto que muestran trueques seseosos, çeçeosos y zezeosos, estos son los
datos que obtenemos:
402 María Heredia Mantis

Figura 3. Palabras con trueques seseantes, çeçeantes y zezeantes en GdA2.

Figura 4. Recuento de palabras con trueques seseantes, çeçeantes y zezeantes en GdA2.


Las sibilantes en la obra de Mateo Alemán 403

Comprobamos que, frente a las siete palabras halladas en GdA1, tene-


mos 453 palabras, una cifra bastante más significativa. Observamos en
el gráfico que la mayoría de estas palabras (54,9%) presentan trueques
zezeantes (z por s), a este tipo le sigue el trueque seseante s por z en posi-
ción implosiva (17,64%). Tras estos, en menor medida, encontramos el
trueque çeçeante ç por s, y un tipo concreto que hemos llamado sç por ss,
concretamente en el lema necescitar, el cual puede considerarse un subtipo
del trueque ç por s, que tendría un valor total de 18,73%, una proporción
levemente superior al tipo anterior. Sin embargo, la lectura del texto y el
análisis de las palabras extraídas nos permite comprobar que no nos encon-
tramos con 453 palabras con raíces léxicas distintas, sino que muchas de
ellas se repiten. Por ello, repetimos el análisis, pero solo contando cada lema
una vez, sin tener en cuenta cuántas veces se repite ni con qué morfema
gramatical, salvo que esto sea un hecho pertinente.

Figura 5. Lemas con trueques seseantes, çeçeantes y zezeantes en GdA2.


404 María Heredia Mantis

Figura 6. Recuento de lemas con trueques seseantes, çeçeantes y zezeantes


en GdA2.

Observamos que las proporciones que corresponden a los fenómenos


encontrados varían sustancialmente. En primer lugar, vemos la reducción
drástica del número total, de 453 a 141. Esto quiere decir que trabajábamos
en la gráfica anterior con más de 300 repeticiones de palabras ya computa-
das. El fenómeno más común sigue siendo el trueque zezeoso z por s, pero
ahora representa el 45,83%. En segundo lugar, seguimos encontrando el
fenómeno seseoso s por z pero en posición implosiva (21,52%). En cambio,
el fenómeno çeçeoso de ç por ss, sumado al fenómeno también çeçeoso
sç por ss (en el cual solo tenemos dos lemas, necescidad y discenciones),
se ve reducido al 11,1%. Cobran un poco más de fuerza el fenómeno de
seseo ss por ç (5,55%), el fenómeno también seseante de s por z (4,86%),
los cuales suponen juntos el 10,41%, y el fenómeno zezeoso z por s en
posición implosiva (4,16%). Para hacernos una idea, podemos ver un último
cuadro con su respectiva gráfica en el que observamos la proporción de los
tres fenómenos planteados en las hipótesis, teniendo solo en cuenta una
repetición por unidad léxica.
Por tanto, los elementos léxicos con los que hemos trabajado señalan
que la mayoría de los fenómenos son de tipo zezeante (51,42%), seguidos
de fenómenos seseantes (34,28%) y, finalmente, los menos habituales serían
los çeçeantes (14,28%). Sin embargo, comprobamos que hemos encontrado
trueques que responden a todos los tipos de fenómenos propuestos. Las
palabras más habituales encontradas en GdA2 son las siguientes:
Las sibilantes en la obra de Mateo Alemán 405

Figura 7. Proporción de fenómenos en lemas de GdA2.

Figura 8. Recuento de proporción de fenómenos.

a) z por s: forçozo, pezar, riza, bezar, abrazar (brasas), zelozo, guzano,


azir, quezo, sezo, cazcaras.
b) s por z: cosinero, gosando, susias, paresca, conosca, nasca, ofresca,
ajedres, Beatris.
c) ç por ss: Brucelas, cenzillo, toçer, ecencia, necescidad, accessor
(assessor), discensiones / discenciones (dissensiones).
d) ss por ç: alsase, ensima, ansiano, senço.
e) Otros: assecho / acecho, susediesse (suçeder), boçar (bosar).
Algunas de estas palabras en algunas de sus apariciones han sido
repuestas, es decir, aparecieron en la primera edición, pero no en la segunda,
y se han restituido para la tercera. Esto se da con muchos de los casos
encontrados a partir de la página 600 aproximadamente, es decir, a partir
de la última cuarta parte del texto. Otro hecho significativo observado
en el análisis de variantes es que en el tercer libro de GdA2 muchas de
estas palabras, como necesidad o censo, aparecen correctamente escritas
en varias ocasiones. Al ser circunstancias coincidentes podríamos pensar
que las últimas páginas han pasado por un mayor número de revisiones que
los capítulos precedentes. Sin embargo, al ser mayor el número de lecturas
repuestas que de palabras escritas correctamente, podemos pensar que fue
Alemán el último revisor.
406 María Heredia Mantis

Si observamos los ejemplos de seseo, çeçeo y zezeo presentes en la OC,


a saber, franceza, asperesa, vasiarlo, niñes (niñez), carescamos, isquierda,
cosinero, conosca, desapasible, jusgamos, bezan y bezare (ambos del verbo
besar), encontramos que hay unidades léxicas que presentan el mismo true-
que en ambas obras, concretamente cosinero, conosca y beza(r). Podemos
ver, pues, que Alemán parecía ir bien encaminado cuando propuso como
solución al seseo / ceceo la composición de un diccionario léxico en el que
se escriban las palabras correctamente.
En definitiva, observamos una serie de aspectos que deben ser tenidos en
cuenta a la hora de extraer conclusiones. En primer lugar, encontramos una
mayor cantidad de cambios z por s, es decir, de fenómenos zezeantes. Hemos
comprobado que suponen el 50% de trueques. Por otra parte, los trueques se
repiten en las mismas palabras, por lo que se pueden considerar dependientes
de lemas concretos. Esto nos lleva a pensar que el fenómeno del seseo, el del
çeçeo y el del zezeo, ya sean parte de un mismo fenómeno o fenómenos distin-
tos, sea una cuestión léxica. Ya hemos mencionado que encontramos todo tipo
de trueques, seseosos, çeçeosos y zezeosos. Sin embargo, hay escasa confusión
entre sordas y sonoras, a pesar de que en OC Alemán da a entender que no
encuentra distinción entre s/ss y z/ç. Esto lo hemos comprobado especialmente
con el primer estudio de GdA1, aunque también vemos que, de entre todos los
trueques de GdA2, un 6,23% muestra fenómenos de confusión entre sordas
y sonoras. Finalmente, hemos de tener en cuenta que GdA1 era su primera
obra: esto puede explicar por qué no se encuentran confusiones de ningún tipo,
exceptuando los siete casos aislados mencionados. El editor Gómez Canseco
(2012) atribuye esos pocos casos de seseo a los cajistas sevillanos.

4. Conclusiones
Estos análisis podrían indicar que Mateo Alemán era predominante-
mente zezeoso. Sin embargo, la confirmación de esta hipótesis no debe
ser automática por el hecho de ser el tipo de fenómeno más frecuente. Los
otros trueques podrían indicar, especialmente, dos hechos: por un lado, un
fenómeno de ultracorrección a sabiendas del zezeo propio, ya que, como
señala Guitarte (2001), los ceceantes también sesean, y por eso cecear
significó «trocar s/ss por z/ç y viceversa»; por otro lado, la presencia de
los tres tipos de fenómenos podrían indicar la convivencia entre trueques
debidos a la ausencia de norma lingüística, es decir, que Mateo Alemán
realmente fuera todas las cosas a la vez. Esta hipótesis es muy difícil de
sostener, ya que estos fenómenos grafemáticos indican hechos fonéticos
del habla, pero a la larga conllevan un cambio profundo, un reajuste del
Las sibilantes en la obra de Mateo Alemán 407

sistema fonológico, por lo que hemos de proponer la reducción fonológica


a un único fonema. Por tanto, la conclusión lógica que se puede extraer es
que Alemán solo poseía en su sistema fonológico una única sibilante sorda
de articulación fricativa, la cuestión es el punto de articulación. Este punto
estaría en una posición intermedia entre la s y la z castellanas, descripción
que coincide con la s sevillana pero también con la z zezeante (/ş/ o /ẑ̧/),
y que Alemán dudaría a la hora de representar gráficamente, de ahí que
utilice todos los grafemas, que hasta siglos antes correspondían a fonemas
distintos, para representar un único sonido, ya que ni siquiera tenía claro
cuántos sonidos era capaz de distinguir fonéticamente.
Hemos comprobado, por otra parte, que la indistinción tiene un carácter
eminentemente léxico, lo cual apoya estudios anteriores sobre el seseo que
muestran la necesidad de estudiar este fenómeno como léxico.
Para finalizar, quisiera plantear algunas cuestiones que merecen un estu-
dio más profundo. Mateo Alemán era sevillano de la capital, por eso Alvar
(1982) lo consideró seseante. Cabe preguntar, ¿su comunidad de habla eran
ciertamente los sevillanos de la capital o los del Aljarafe? Su biografía (Cros
1971) siempre nos indicó lo primero, pero habría que repasar los datos
biográficos para descartar la segunda opción, la cual encaja más con los
resultados obtenidos. Otra posibilidad es que en la misma Sevilla todos estos
fenómenos convivieran, y fuera una cuestión diastrática. Para comprobarlo,
sería necesario un estudio sociolingüístico en profundidad, en la línea que
esboza al respecto Medina Morales (2005), pero que para el seseo / ceceo no
termina de dejar claro. En esta línea, cabe también la posibilidad de que el
seseo sevillano de aquella época tuviera un peso menor (porcentualmente) al
actual, siendo aun así un fenómeno presente. Por tanto, no sería tan extraño
que un sevillano çeçeara / zezeara. De hecho, esto tendría más sentido que
plantear que sea una cuestión diastrática, ya que sabemos que Mateo Ale-
mán pertenecía si no a la clase alta sí a la media, dedicado a profesiones
liberales y matriculado en estudios (universitarios) varias veces. Se plantea
así la necesidad de analizar el resto de las obras de Mateo Alemán (a saber,
San Antonio de Padua, Ortografía Castellana, Sucesos de don fray García
Guerra y oración fúnebre, Regla de la cofradía, Informe Secreto y otras
obras menores) para confirmar o refutar estas conclusiones.

Bibliografía
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408 María Heredia Mantis

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La entraña fonética del español
según Tomás Navarro Tomás

Dolors Poch Olivé


Universidad Autónoma de Barcelona

Resumen. Este trabajo estudia el desarrollo de los conceptos actualmente denomi-


nados base de articulación o ajustes articulatorios en la obra de Tomás Navarro
Tomás. En él se analizan documentos de trabajo no publicados del autor, el texto de
su discurso de ingreso en la Real Academia Española (El acento castellano, 1935) y
la versión de dicho discurso publicada en 1946 en los Estudios de fonología española.
Palabras clave. Historia de la fonética española, base de articulación, ajustes
articulatorios.

Abstract. This paper studies the development of the concepts currently called
basis of articulation or articulatory settings in Tomás Navarro Tomás’ work. The
article analyses the author’s unpublished work documents, the text of his inaugu-
ral speech at the Real Academia Española (El acento castellano, 1935) and the
version of that discourse published in 1946 in Estudios de fonología española.
Keywords. History of the Spanish Phonetics, Basis of Articulation, Articulatory
Settings.

1. Introducción
El discurso de ingreso de Tomás Navarro Tomás en la Real Academia
Española (1935) versa, como es sabido, sobre El acento castellano. Su autor
aclara, en las primeras páginas del mismo, qué entiende por acento en ese
contexto: «[…] el efecto de conjunto que resulta de los diversos elementos
fonéticos de la lengua en su dinámica habitual, o sea en su modo de pro-
ducirse y combinarse» (1935: 11). Y, más adelante, añade:
Estudiar el acento de una lengua es buscar el secreto de su entraña fonética […].
No se ha dado aún la fórmula cabal del acento de ningún idioma. La fonética,
412 Dolors Poch Olivé

hasta ahora, se ha ocupado principalmente del estudio individual de los sonidos


articulados dentro del reducido campo de la palabra aislada. Son escasos los
trabajos dedicados al estudio del mecanismo fonético de la lengua en la frase y
en el discurso (1935: 12).

Así, el autor utiliza el término acento para referirse a una dimensión


superior que engloba un conjunto de características, relacionadas con el
mecanismo global de la articulación, que individualizan a cada lengua ante
las demás. Uno de los objetivos del texto de su discurso consiste en inten-
tar establecer cómo puede contribuir la Fonética a establecer de forma
científica los parámetros que configuran la entraña fonética, el acento, de
una lengua.
En el año 1964 B. Honikman, en un estudio ya clásico sobre la mecá-
nica general de la articulación, afirma:
In the study of spoken language, especially in that branch dealing with pronun-
ciation generally and articulation particularly, it would seem that though in our
analyses of numerous languages we have described in great or lesser detail the
formation of their individual sounds (as well as intonation, rhythm, stress and
other phonetic features), yet there is an elusive aspect of articulation which, up
to the present, of not totally neglected, has not received the attention it merits.
I refer to what is here termed the articulatory setting of a language (ibid.: 73).

La autora señala después qué entiende por articulatory settings:


[…] the overall arrangement and manoeuvring of the speech organs necessary for
the facile accomplishment of natural utterance […] it is the fundamental ground-
work which pervades and, to an extent, determines the phonetic character and
specific timbre of a language. It is immanent in all that the organs do (ibid.: 73).

Como puede apreciarse Navarro Tomás y Honikman se refieren a


la misma clase de fenómenos y señalan la necesidad de estudiarlos. El
artículo de Honikman, para la mayoría de los autores (por ejemplo Laver
1978, Jenner 1997 y Gil 2005) representa la fijación de la terminología y
la elaboración moderna de un concepto que ha llamado la atención, durante
siglos, de quienes se han interesado por la articulación de los sonidos del
habla. El texto de Navarro Tomás, pues, se inscribe en esta tradición y
representa, como se estudiará, un intento de buscar una explicación cien-
tífica de un fenómeno tratado frecuentemente de forma subjetiva espe-
cialmente por los autores literarios. Poch (2015) estudia la contribución
del autor a la configuración de la fonética experimental como disciplina
científica desde la perspectiva de la elaboración de conceptos y formas
de razonamiento.
La entraña fonética del español según Tomás Navarro Tomás 413

2. Los conceptos de acento, base de articulación o ajustes articulatorios


Señala Laver (1978) que, si bien fue B. Honikman quien en 1964 acuñó
el término articulatory settings, actualmente generalizado, para referirse a
los ajustes articulatorios propios de cada lengua, pueden encontrarse refe-
rencias al concepto general en autores del siglo XVII e, incluso, en San
Isidoro de Sevilla quien, según Fromkin/Rodman (1973: 230), señala:
All the Oriental nations jam tongue and words together in the throat, like the
Hebrews and Syrians. All the Mediterranean peoples push their enunciation
forward to the palate, like the Greek and the Asians. All the Occidentals break
their words on their teeth, like the Italians and Spaniards (Laver 1978: 2).

Los principales autores de los siglos XVII y XVIII en cuyas obras


pueden encontrarse comentarios y observaciones sobre la mecánica general
de la articulación, según Laver (1978: 2-6), son: John Wallis (en 1653),
John Wilkins (en 1668), William Holder (en 1669), Christopher Cooper
(en 1685), Joseph Aickin (en 1693), James Greenwood (en 1711 y 1737),
Anselm Bayly (en 1794), John Herries (en 1773) y Noah Webster (en 1789).
Sigue señalando Laver (1978: 6-8) que durante el siglo XIX, fonetistas
como Sweet, Sievers, Storm, Jespersen y Viëtor se interesaron también por
estas cuestiones, especialmente en el ámbito de la enseñanza de lenguas
extranjeras, y Félix Franke adoptó el término Artikulationsbasis en un tra-
bajo que se publicó póstumamente en 1889. Dicho término fue utilizado
amplia y rápidamente por todos los autores mencionados y se ha difundido
en inglés como Basis of articulation (Laver 1978: 7) y en español como
base de articulación; y así lo emplea, en algunas ocasiones, Navarro Tomás.
La noción de Articulatory settings ha desplazado actualmente la deno-
minación tradicional a partir del mencionado artículo de Honikman (1964)
que
[…] approach to a concept of a setting characterizing the pronunciation of a lan-
guage emphasizes two particular aspects. These are to do firstly with the highest
common factor in the various segmental articulations of a language, and secondly
with the need a to give a statistical weighting to the contribution of individual
segments to a settings on the basis on their frequency of occurrence in the spoken
language (Laver 1978: 10).

Jenner (1997) señala que pueden encontrarse también predecesores


de las ideas de Honikman en la tradición germánica. Se trata de autores
(algunos de ellos, como se ha visto, citados también por Laver 1978)
que, si bien utilizan el término Artikulationsbasis se refieren, desde el
punto de vista conceptual, a los fenómenos generales de la articulación que
414 Dolors Poch Olivé

determinan, globalmente, las características de una lengua determinada.


Así, además de a los mencionados por Laver (1978), el trabajo de Jenner
menciona las aportaciones de Vockerath (1925) y Zacher (1960; 1997:
22-23). Se configura así una tradición amplia de autores que se interesan
por estos problemas que proceden del ámbito científico anglosajón y del
ámbito germánico; Jenner lamenta que, habitualmente, solamente se tenga
en cuenta la tradición anglosajona ignorando a los precursores procedentes
del ámbito germánico.
En el dominio de la lengua española, durante el siglo XX se da una
situación parecida a la que se produce en las demás lenguas, pues algunos
autores mencionan la importancia de la base de articulación pero los pri-
meros estudios sistemáticos sobre estos aspectos de la fonación no se llevan
a cabo hasta los últimos años del siglo XX y en los primeros del siglo XXI
de la mano de Juana Gil (2005 y 2007).
Esta autora resume bien los problemas terminológicos y su relación con
los conceptos a los que los diversos estudiosos quieren hacer referencia:
en las páginas que siguen […] la base de articulación característica de un idioma
se concibe […] como un término que recubre el conjunto de ajustes articulatorios
preparatorios previos a la emisión del habla y que se ejecutan y se mantienen a
largo plazo en el decurso de las emisiones. En este sentido, la expresión española
base de articulación no es del todo afortunada. En inglés, hace ya tiempo que las
denominaciones basis of articulation o articulatory basis han caído en desuso y se
prefiere hablar, en su lugar, de phonetic settings o tendencias fonéticas subyacen-
tes en cualquier emisión producida en una lengua dada. El cambio terminológico
es sin duda oportuno, dado que setting es un vocablo implícitamente dinámico o
activo en tanto que basis es esencialmente estático. También en castellano con-
vendría introducir una nueva denominación más acorde con el significado que
se desea transmitir. Así que, puesto que entiendo la noción como un mecanismo
descriptivo que integra y reviste aspectos diversos, sugiero que podría hablarse
de una cualidad fonética general o de una disposición fonética general resultante
de los diferentes ajustes articulatorios a medio o largo plazo (Gil 2005: 221).

Y precisa a continuación que esta noción, en palabras de Honikman,


que no en vano es, hasta el momento, la fonetista que con más detenimiento
ha hablado sobre la base, «[…] no comprende simplemente las articulacio-
nes particulares de los sonidos individuales de una lengua, sino que es más
bien el nexo de estos hechos aislados y su ensamblaje», el «secreto de su
entraña fonética» como decía Navarro Tomás (Gil 2005: 221) y como se
ha indicado también al comienzo de este trabajo.
Así, independientemente de la terminología empleada, la preocupación
por los ajustes articulatorios está presente en las reflexiones de numero-
La entraña fonética del español según Tomás Navarro Tomás 415

sos fonetistas a lo largo de la historia de la disciplina. El término acento


empleado por Navarro Tomás como hilo vertebrador de su discurso de
ingreso en la Real Academia Española constituye una manifestación par-
ticular de este problema y a él consagra dicho texto que, como se ha men-
cionado, se propone analizar objetiva y científicamente «el secreto de la
entraña fonética del español». Queda así de manifiesto la existencia de una
preocupación por este problema en el ámbito de la fonética española y la
actualidad de la reflexión del autor pues, como se ha indicado, se centra
en interpretar en términos y conceptos propios de una disciplina científica
las impresiones subjetivas formuladas por autores de diversa procedencia
sobre las características articulatorias globales del español.

3. Las versiones del texto de Navarro Tomás


El discurso de Navarro Tomás se publicó en 1935 con motivo de su
ingreso en la Real Academia Española y fue editado, de nuevo, con el
mismo título, en 1946 en el volumen Estudios de fonología española. Esta
versión contiene algunas modificaciones, generalmente ampliaciones, con
respecto al texto original. Además, en el archivo personal del autor, que
se conserva en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de
Madrid (BH MSS 302, 303 y 304), figuran los siguientes materiales:
a) 35 páginas de notas manuscritas sin fechar tituladas Impresiones
sobre el acento, una pequeña parte de las cuales fueron incluidas por Nava-
rro Tomás en su discurso académico.
b) una versión manuscrita de El acento castellano que coincide en gran
medida con el texto de 1935.
c) una versión mecanografiada idéntica a la impresa como texto del
discurso.
El conjunto de este material revela el gran interés del autor por el
problema de los ajustes articulatorios puesto que la documentación de la
que se dispone abarca desde unos años antes de 1935 hasta 1946. Las
tachaduras y reformulaciones que aparecen en los textos manuscritos y el
hecho de que la versión que aparece en los Estudios de fonología española
presente modificaciones y añadidos con respecto a las anteriores constituye
un indicio del continuo interés de Navarro Tomás por los aspectos genera-
les de la articulación. El estudio de estos textos permite comprender cómo
abordó conceptualmente el autor esta cuestión independientemente de los
problemas terminológicos que su estudio plantea y que se han presentado
en el apartado anterior.
416 Dolors Poch Olivé

4. Las ideas contenidas en El acento castellano


Como señala Álvarez de Miranda (2011), los discursos académicos se
atienen a una estructura establecida que no ha variado en muchos años: el
elogio del predecesor, el discurso propiamente dicho del académico entrante
y el breve discurso de recepción por parte de un miembro de la Corporación.
El texto que nos ocupa se ciñe a esta estructura y la parte que se estudia
en este trabajo es la correspondiente al tema que desarrolla el académico
entrante, Navarro Tomás en este caso.
El texto se inicia con unas reflexiones generales sobre el hecho de que
una lengua viva es un instrumento sonoro definido por un acento, un tonillo
o un dejo (1935: 11) que la caracteriza y cada lengua suena a su manera
(1935: 13), de ahí la atribución a las lenguas de una serie de rasgos subje-
tivos que poco tienen que ver con las descripciones que realiza la Fonética.
El italiano se considera armonioso y vehemente; el francés conversable,
refinado y flexible; el inglés apagado, siseante e impreciso; y el alemán
áspero y duro (1935: 15). A continuación el autor centra su atención en el
español, tradicionalmente calificado de sonoro, varonil y poseedor de un
tono de dignidad (1935: 18), y aduce un importante número de referencias
y citas procedentes de los autores literarios en los que se caracteriza de
esta forma a la lengua española. Se trata de una larga lista de referencias
que se inicia recogiendo las observaciones de Carlos V acerca del español
y abarca, especialmente, las opiniones de escritores de los siglos XVIII y
XIX españoles y extranjeros.
El espíritu científico y el rigor de Navarro Tomás se ponen de relieve en
las reflexiones que siguen a las constataciones realizadas sobre las formas
subjetivas de caracterizar el acento castellano, puesto que su razonamiento
le conduce a plantear que las observaciones de los escritores, que son
coincidentes en su visión subjetiva de la lengua española, deben basarse
forzosamente en las características fonéticas de la misma en su conjunto.
Igual ocurriría con las otras lenguas cuya articulación, concebida de forma
global, poseería una serie de rasgos que las diferenciarían y, en su conjunto,
producirían la impresión subjetiva formulada en los textos literarios. Nótese
que este planteamiento es idéntico al de los fonetistas de la segunda mitad
del siglo XX (Honikman 1964, por ejemplo) que intentan determinar cuá-
les son los ajustes articulatorios propios de cada lengua. La idea que guía
la reflexión del autor es que lo subjetivo intenta describir determinados
aspectos de la realidad y que estas observaciones no son fantasías, sino que
procuran reflejar una serie de fenómenos que los hablantes perciben y que
no han conseguido describir de otra forma. Los instrumentos conceptuales y
La entraña fonética del español según Tomás Navarro Tomás 417

terminológicos de la Fonética pueden ayudar a explicar científicamente por


qué cada lengua es distinta de todas las demás y qué mecanismos globales
utiliza la articulación que conducen a que así sea.
Para Navarro Tomás, desde el punto de vista de la ciencia fonética, la
sonoridad de la lengua castellana (pues el interés del autor se articula alre-
dedor de esta variedad del español) estaría relacionada con la articulación
de las vocales y justifica su afirmación comparando los sistemas vocálicos
de diversas lenguas románicas, lo que le permite establecer que, en español,
las vocales abiertas son las más frecuentes, que su grado de perceptibili-
dad es muy elevado y que, además, su articulación es muy estable (1935:
19-20). Como puede apreciarse, estas observaciones no se refieren exclu-
sivamente al inventario de segmentos vocálicos que posee el español, sino
que abarcan otras características de los mismos tales como la frecuencia
de aparición de cada uno y, sobre todo, la forma global mediante la que se
articulan, pues la estabilidad en su timbre implica una determinada forma
de gestionar los movimientos articulatorios.
El carácter varonil del español vendría determinado, desde el punto de
vista fonético, por las características del acento prosódico, en cuyas mani-
festaciones desempeña un papel preponderante la intensidad y, por tanto,
la forma de actuar de los órganos de la cavidad torácica que son capaces
de administrar adecuadamente la salida del aire para distinguir las sílabas
marcadas de las no marcadas (1935: 22). Así, de nuevo, una serie de ajustes
articulatorios de carácter general que afectan globalmente a la producción
de los enunciados en su conjunto estaría directamente relacionada con algu-
nas de las características que distinguen al español de otras lenguas.
Finalmente, la base fonética del tono de dignidad se encontraría en la
entonación propia del español:
En el movimiento melódico de la conversación o del discurso el castellano no
desarrolla escalas ascendentes y repetidas como el francés, ni giros ampliamente
ondulados como el italiano, ni inflexiones descendentes como el inglés, ni líneas
quebradas y angulosas como el alemán. El castellano sitúa el tono en la altura
que corresponde a cada grupo melódico y lo sostiene, como en equilibrio, en el
mismo nivel aproximadamente, dentro del cuerpo de dicho grupo. La entonación
castellana no se compone de escalas, arpegios ni ligaduras, sino de notas pro-
longadas, relativamente uniformes, acordadas entre sí por intervalos regulares.
El orden y compás de estos movimientos y la pureza y sobriedad de estas líneas
dan al acento castellano su pausada armonía y su señoril distinción (1935: 26).

Igual que en los casos anteriores, Navarro Tomás no se refiere aquí


al perfil específico de cada una de las curvas melódicas correspondientes
418 Dolors Poch Olivé

a las diversas modalidades de expresión en español, sino a una serie de


características de carácter muy general que afectan al conjunto del sistema
entonativo.
El autor considera así que, desde la perspectiva de la Fonética, visión a
la que intenta traducir o volcar las impresiones subjetivas vertidas especial-
mente en las obras literarias que se han convertido en estereotipos carac-
terizadores de la lengua española, «la armonía del español es el efecto
total en que se combinan proporcionalmente el timbre claro y lleno de las
vocales, el temple medio de las consonantes, el movimiento regular de la
intensidad espiratoria y el giro suave, sobrio y mesurado de las inflexiones
musicales de la voz» (1935: 30).
Navarro Tomás reflexiona más adelante sobre las variedades del espa-
ñol, es decir, sobre qué significa fonéticamente hablar de acento andaluz,
acento catalán, acento gallego o acento hispanoamericano y explica que
en el acento andaluz «la articulación es más blanda que en castellano, la
intensidad espiratoria más débil, el ritmo más rápido y el tono más agudo»
(1935: 30). Con respecto al acento gallego apunta que
se distingue por su ritmo lento y su dulzura melodiosa […]. La base de articulación
gallega, intermedia entre la castellana y la portuguesa, se inclina hacia la parte
posterior de la cavidad bucal […], su rasgo melódico más saliente consiste en la
frecuente repetición de un movimiento de la voz en que el tono, empezando la
frase o el grupo fónico en una nota relativamente aguda, desciende con inflexión
suave y ondulada en las sílabas siguientes (1935: 31).
Y, por su parte, el acento catalán «se pronuncia con poderosa resonancia
de amplia abertura bucal… Imprimen cierta dureza al catalán la tensión de
sus consonantes finales, el esfuerzo relativo de su impulso espiratorio y el
ímpetu de su entonación» (1935: 32).
En este repaso a los ajustes articulatorios propios de las distintas varie-
dades del español se refiere, en último lugar, al acento hispanoamericano,
del cual afirma que es muy diverso al de España y alerta, sin entrar en
descripciones particulares, de la falacia de utilizar esta terminología, pues
la diversidad de acentos en América es muy grande (1935: 32-33).
Señala también que se puede hablar de un acento individual de cada
hablante en el que desempeña una función importante el timbre de la voz
y está relacionado, por tanto, con las características psicofisiológicas, pero
también con el medio social y la personalidad de cada hispanohablante
(1935: 34-35).
Los ajustes articulatorios de una lengua, su base de articulación o
su acento abarcarían, pues, las características generales de la misma que
La entraña fonética del español según Tomás Navarro Tomás 419

afectarían a todos sus hablantes. Existiría, además, otra serie de ajustes que
serían propios de cada una de las variedades y las distinguirían entre sí:
El acento idiomático, una vez constituido en norma social, impera dentro de su
campo sobre las tendencias individuales, y se impone aun a aquellas personas de
carácter diferente del que sirvió de fundamento a tal modo de expresión. Se hereda
el acento como los demás hábitos, formas y materiales del idioma (1935: 36).

Y, finalmente, una serie de ajustes individuales acabaría de configurar


el modo de articular de cada individuo, que compartiría rasgos con el resto
de hablantes a la vez que presentaría algunas características propias que
configurarían una suerte de idiolecto.
Como también señalan los fonetistas del siglo XX (véase especialmente
Gil 2005 para el caso del español), para Navarro Tomás aprender una lengua
extranjera consiste en pasar «de un acento a otro, cambiar de base para
situarse en el ambiente propio de cada lengua» (1935: 36). Solamente así
conseguirá un estudiante extranjero acercar su pronunciación a la de los
hablantes nativos de la misma:
Es cosa de todos conocida que cuando se habla una lengua extranjera nada se
rebela tanto a someterse y dejarse sustituir como el acento de la lengua materna.
Aprendemos a emplear, en lugar de las palabras, combinaciones y giros de la
lengua propia, las formas correspondientes del idioma extranjero, pero no acer-
tamos, sino a costa de gran esfuerzo, a disimular unos hábitos acentuales que
practicamos inconscientemente, para reemplazarlos por los del idioma que trata-
mos de hablar (1935: 43).

La conclusión del discurso de nuestro autor es muy clara a este res-


pecto: «El acento no está en las palabras ni en las frases sino en la manera
de decirlas» (1935: 44) y, como se ha indicado, uno de sus afanes es con-
seguir explicar de forma objetiva y utilizando un lenguaje científico en
qué consiste el acento, la base de articulación o los ajustes articulatorios
del español.

5. Las observaciones sobre el acento anteriores a 1935


Las notas manuscritas de Navarro Tomás que se encuentran en la
Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid (BH MSS
302, núm. 9), que llevan por título Impresiones sobre el acento, constitu-
yen un conjunto de 35 páginas en las cuales el autor reflexiona sobre las
características generales de las lenguas peninsulares y sobre el acento de sus
hablantes cuando se expresan en español (acento gallego, acento catalán,
acento andaluz, etc.).
420 Dolors Poch Olivé

Las observaciones se inician con una serie de consideraciones de carác-


ter general sobre el acento entre las cuales cabe destacar especialmente las
relativas al estudio de lenguas extranjeras:
En el estudio de lenguas extranjeras la experiencia demuestra que por bien que
se conozca la gramática, el vocabulario y hasta la pronunciación de los sonidos
peculiares de un idioma, el manejo de tal idioma resulta deficiente mientras no se
domina su acento. Pero este dominio es acaso la más grave dificultad que dicho
estudio presenta. Cuando todo parece logrado, el acento sigue aun resistiéndose
al forastero el cual, por su parte, no deja de percibir que hasta que no vence este
último obstáculo no entra francamente en la intimidad de la lengua que trata de
adquirir ni en la del medio en que dicha lengua se habla (BH MSS 302, núm. 4,
p. 2).

Y añade en nota:
Sólo irónicamente ha podido decirse que el conservar el acento nativo cuando se
habla una lengua extranjera es en cierto modo un hecho plausible como afirma-
ción de la propia personalidad. Extendiendo este criterio a los demás aspectos del
lenguaje podría ser un excelente pretexto para disculpar toda clase de defectos
fonéticos y gramaticales. De la falta de dominio del acento de un idioma no
pueden resultar sino molestias y mortificaciones en el trato con los naturales del
mismo y una forzosa limitación en la apreciación de los efectos más delicados de
la expresión oral en el idioma referido (BH MSS 302, núm. 4, p. 2, n. 1).

Nótese que esta cuestión es analizada también, a finales del siglo XX,
en algunos de los trabajos más importantes de Flege (1988, por ejemplo)
y Piske/MacKay/Flege (2001), quienes estudian la cuestión del foreign
accent, es decir, en qué consiste el «acento extranjero» en el habla de una
lengua por parte de los no nativos.
Pasa a continuación Navarro Tomás a ocuparse de las lenguas penin-
sulares y se refiere, en primer lugar, al gallego. Los autores literarios, igual
que en el discurso de ingreso en la Real Academia Española, constituyen
una fuente de información importantísima, puesto que poseen gran cantidad
de informaciones sobre los modos de hablar que revierten en la caracte-
rización de los personajes de sus obras. El autor las recoge y, a partir de
ellas, concluye que
el gallego ofrece como rasgos fonéticos característicos una marcada tendencia a
cerrar el timbre de las vocales finales […] y de otra parte el uso ordinario de una
disposición articulatoria velarizada, engolada y hueca, que en grado más o menos
marcado da a las palabras una resonancia grave y posterior […]. La práctica de
la lengua nacional y la larga residencia fuera de Galicia llegan a borrar de la
pronunciación de los gallegos instruidos las inflexiones melódicas y las vocales
La entraña fonética del español según Tomás Navarro Tomás 421

cerradas de su región, pero apenas atenúan ese peculiar engolamiento que parece
formar parte de la base de articulación fonética de los naturales de esa región
(BH MSS 302, núm. 4, p. 7).

Pasa a ocuparse a continuación del acento portugués, señalando su


semejanza con el acento gallego debido a las características similares de
ambas lenguas.
El catalán y el valenciano centran después su interés y, sobre el acento
catalán, indica que
con su timbre claro y sonoro, por exceso de impulso fonético resulta un poco
áspero y rudo. No se muestra únicamente este efecto en catalán por la tensión y
dureza de ciertas consonantes finales de palabra. Afecta de un modo general al
esfuerzo articulatorio, a la plenitud de las resonancias y al ímpetu de la entonación
(BH MSS 302, núm. 4, p. 10).

Y, en contraste con el catalán, el autor apunta que «el valenciano resulta


menos enérgico, de articulación más flexible y de modulación más suave»
(BH MSS 302, núm. 4, p. 11).
Finalmente, Navarro Tomás concluye con una reflexión global sobre
los ajustes articulatorios que determinan los acentos del oriente y del occi-
dente peninsular cuando sus hablantes se expresan en español:
entre las lenguas del oriente y occidente de la Península, aparece como rasgo
común a unas y otras el timbre velarizado y hueco a que ya se ha hecho refe-
rencia con relación al gallego y portugués. Aun cuando dicho rasgo fonético no
presente exactamente en catalán y en valenciano el mismo matiz que en las otras
dos lenguas citadas, el hecho es que tanto en unas como en otras constituye un
elemento articulatorio de carácter y efecto semejantes. El timbre hueco del cata-
lán y del valenciano llena la boca con resonancia plena y total. El del gallego y
portugués hace efecto más oscuro, hondo e interior. En el primer caso el hecho
parece producirse por la tendencia o inclinación habitual a ensanchar la cavidad
anterior de la boca recogiendo hacia atrás el cuerpo de la lengua. En el segundo
caso la impresión es, por lo que el oído indica a falta de datos más precisos, que
la modificación principal del timbre tiene lugar en el fondo de la boca entre la
parte posterior de la lengua, las fauces y el velo del paladar (BH MSS 302, núm.
4, p. 13).

El acento andaluz, caracterizado primero a partir de las observaciones


de los autores literarios, puede describirse en términos fonéticos, según
Navarro Tomás, mediante la relajación con la que se articulan sus sonidos,
especialmente las consonantes, la rapidez de su pronunciación (BH MSS
302, núm. 4, p. 17) y sus cualidades melódicas puesto que, «las inflexio-
nes melódicas del habla andaluza son ágiles y vivas, describen amplios
422 Dolors Poch Olivé

intervalos, se elevan en ligeras escalas, se detienen y extienden en giros


agudos, caen con gracia y suavidad» (BH MSS 302, núm. 4, p. 20). Y el
autor concluye diciendo que los rasgos propios de este acento son: «La
abundante pérdida de sonidos, la suavidad y rapidez de la articulación, el
predominio de las vocales sobre las consonantes y la delicadeza y vivacidad
de las inflexiones melódicas» (BH MSS 302, núm. 4, p. 22).
Las observaciones más interesantes que realiza Navarro Tomás sobre
el acento hispanoamericano son las relativas a la imposibilidad de carac-
terizarlo en las fechas en las que recoge estos apuntes de trabajo. Después
de algunos comentarios sobre el tema dispersos en las obras literarias,
afirma:
Todo esto es suficiente para rebatir la común opinión sobre la uniformidad foné-
tica del hispanoamericano y al mismo tiempo para hacer ver la impropiedad de
considerar indistintamente el habla de todos los países hispánicos de América en
el mismo grado de semejanza respecto a la pronunciación andaluza. Se necesita
evidentemente determinar de una manera concreta el carácter y la localización
geográfica de cada una de las diferencias indicadas así como de los demás fenó-
menos análogos para darse cuenta de las diversas zonas lingüísticas que sea
posible distinguir en la América Española y para orientarse con el debido funda-
mento en el complejo problema del origen de los caracteres dialectales de cada
una de dichas zonas […]. La forma del movimiento musical en la pronunciación
hispanoamericana varía tanto de unas comarcas a otras que sería aquí aún más
aventurado que en ningún otro caso tratar de representar el conjunto bajo un tipo
general (BH MSS 302, núm. 4, p. 29).

Las últimas notas contenidas en estos apuntes se refieren al acento


castellano, del cual afirma el autor que «sobre la base de una gran unifor-
midad en sus rasgos esenciales, no deja de presentar diferencias de acento
que distinguen y caracterizan a los naturales de determinados pueblos o
comarcas» (BH MSS 302, núm. 4, p. 32). Y apunta, a continuación, los
rasgos que considera más importantes en las zonas de La Mancha Baja
y Madrid.
Estas páginas manuscritas sobre el acento de algunas variedades del
español de la Península Ibérica constituirán, como se ha indicado, una
pequeña parte del discurso de ingreso a la Real Academia Española. En
estas notas aparece, de forma explícita en algunos pasajes, el concepto de
base de articulación del español y de algunas de sus variedades y el intento
de describirlo de forma objetiva mediante términos fonéticos intentando
«traducir» a lenguaje científico las observaciones que se encuentran dis-
persas en las obras literarias. Estas páginas, pues, pueden considerarse
La entraña fonética del español según Tomás Navarro Tomás 423

como un embrión de una reflexión que alcanzará mucha mayor amplitud en


sus reformulaciones posteriores mediante un razonamiento más refinado
y la aportación de numerosos datos que apoyarán la visión de Navarro
Tomás.

6. La versión manuscrita y la versión mecanografiada del discurso de


la Real Academia Española
La versión manuscrita del discurso de ingreso en la Real Academia
Española que figura entre los papeles conservados en la Universidad Com-
plutense coincide enteramente, en lo referente a estructura, ideas y con-
ceptos, con la impresa en 1935 que se ha comentado. No obstante, se
detectan en ella algunas diferencias de detalle que afectan a precisiones
en la redacción o a observaciones en los márgenes que el autor decidió no
incluir en su discurso. Por su parte, la versión mecanografiada coincide
totalmente con la publicada en 1935. Podría, tal vez, tratarse de la copia
que Navarro Tomás preparó para entregarla al impresor que editaría el texto
completo. El estudio detallado de dichas diferencias, así como de las que
pueden observarse en la versión de 1946 que se comentará a continuación,
por razones de espacio no pueden detallarse aquí y constituyen el objeto
de un trabajo que está actualmente en fase de preparación.

7. La versión publicada en los Estudios de fonología (1946)


El texto publicado en 1946 coincide en cuanto a estructura, ideas y
contenido global con el del discurso de ingreso en la Real Academia Espa-
ñola (1935), aunque Navarro Tomás introdujo en él algunas variaciones en
la redacción y lo enriqueció con algunas citas y referencias que no figuran
en la versión de 1935, como señala el propio autor en la nota 1 (p. 108).
La información añadida por Navarro Tomás a su texto en la versión de
1946 tiene como objetivo pulir y perfilar con mayor precisión sus ideas
con respecto al acento (entendido como el conjunto de los ajustes arti-
culatorios). En los años que se extienden entre 1935 y 1946 el autor sin
duda siguió reflexionando sobre esta cuestión y sus otros trabajos y sus
lecturas le llevaron a recoger datos, notas y observaciones sobre la cues-
tión del acento. Ello es especialmente evidente en sus comentarios sobre
el acento hispanoamericano, mucho más ricos que en el texto de 1935. El
hilo conductor de su razonamiento es el mismo que el de sus notas y textos
manuscritos y su discurso de ingreso en la Real Academia Española, pero
su visión se ha enriquecido con el paso del tiempo, sus reflexiones y las
nuevas lecturas realizadas.
424 Dolors Poch Olivé

8. Conclusiones
La conclusión más importante que se desprende de este trabajo es que
estos textos de Navarro Tomás deben considerarse como un importante
eslabón, dentro de la tradición de los estudios de Fonética del español, en
la cadena de trabajos realizados por diversos fonetistas de ámbito interna-
cional sobre el problema de la base de articulación, los ajustes articulatorios
o el acento, como denomina don Tomás a esas características globales de
la articulación responsables de que una lengua «suene» globalmente de una
forma determinada y lo hagan también sus variedades.
Como se ha mostrado, los fenómenos que estudia y describe el autor
son los mismos por los que se interesan los fonetistas de la segunda mitad
del siglo XX y del siglo XXI que persiguen establecer cuáles son los par-
ticulares ajustes articulatorios de cada lengua y de las variedades de las
mismas. Esas respuestas que ya buscaba Navarro Tomás cuando afirmaba
que no se conocía todavía la fórmula cabal del acento en las distintas len-
guas siguen sin haberse encontrado en su totalidad. Se ha avanzado mucho
en el conocimiento de estos ajustes articulatorios en inglés, en francés y
en alemán y se ha trabajado también sobre el español, pero no se tienen
todavía datos fiables para todas las lenguas.
Debe señalarse también que, como ya apuntaba don Tomás, en el marco
del aprendizaje de la pronunciación de las lenguas extranjeras es funda-
mental que los alumnos realicen una serie de ajustes articulatorios que se
correspondan con los utilizados por los hablantes nativos de la lengua que
estudian. Es muy cierto que, si consiguen hacerlo, pueden hablar como
los nativos. Pero, desgraciadamente, estamos todavía lejos de saber cómo
conseguirlo.
Finalmente, en el marco global del estudio de la historia del desarrollo
de la Fonética en España, debe señalarse que la intención de Navarro Tomás
en sus notas, en su discurso de ingreso en la Real Academia Española y en
el texto publicado en 1946 es explicar en los términos científicos propios
de la ciencia fonética una serie de conceptos que tradicionalmente habían
sido caracterizados mediante adjetivos de carácter diverso utilizados por
viajeros o escritores que intentaban explicar la impresión que su oído per-
cibía cuando escuchaban a los hispanohablantes. Desde esta perspectiva, el
trabajo de Navarro Tomás debe valorarse como una más de sus ejemplares
y rigurosas contribuciones al desarrollo de la Fonética como disciplina
científica en el ámbito hispanohablante.
La entraña fonética del español según Tomás Navarro Tomás 425

Bibliografía
Fuentes documentales
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versidad Complutense de Madrid, BH MSS 303, núm. 24a.
— El acento castellano. Discurso de ingreso en la Academia de la Lengua Espa-
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1935), Universidad Complutense de Madrid, BH MSS 303, núm. 24b.
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Referencias
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eds., Actas del IX Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española,
Madrid, Iberoamericana-Vervuert, vol. I, 537-550.
El ʒeísmo, ¿un paso más en la evolución yeísta?

Assumpció Rost Bagudanch


Universitat de les Illes Balears

Resumen. La aparición de realizaciones fónicas fricativas (rehiladas) para el


yeísmo se ha asociado tradicionalmente a determinadas áreas dialectales meri-
dionales; sin embargo, no es extraño detectar su presencia en el habla de locutores
que no pertenecen a estas variantes, lo que apuntaría a la extensión del fenómeno
y, en consecuencia, al avance del proceso yeísta. En este trabajo se ha llevado a
cabo un experimento en fonética acústica con el que se ha analizado la produc-
ción de seis informantes centropeninsulares, tres yeístas y tres distinguidores. Los
resultados permiten advertir que la presencia de soluciones rehiladas es común en
todos ellos. El comportamiento de la variación observada apunta no solo a que se
trata de sonidos inherentes al idioma (aparecen en distribución complementaria)
sino que hace posible señalar una posible explicación al cambio de paradigma
desde el sistema distinguidor al yeísta.
Palabras clave. Fonética y fonología española, ʒeísmo, cambio fónico, variación
fonética.

Abstract. Traditionally, fricative and affricate solutions for Spanish yeísmo have
been described in some meridional dialects; however, it is possible to detect
them in speakers from other zones. This would point to an evolution in the
yeísmo change. In this article, we conducted an acoustic experiment to analyse
the phonetic production of six centropeninsular speakers, three of them yeístas
and three of them distinguishers. Results show that all of them produced fricative
and affricate variants in all the analysed contexts. The observed variation allows
us to state that this kind of sounds are inherent to Spanish and that they arise
due to context conditions (complementary distribution). Moreover, its behaviour
permits to venture a possible explanation for the change from a distinguishing
system to a yeísta one.
Keywords. Spanish phonetics and phonology, ʒeísmo, sound change, phonetic
variation.
428 Assumpció Rost Bagudanch

1. Introducción
Hablar de yeísmo es hacerlo, muy frecuentemente, de un cambio foné-
tico-fonológico que consiste básicamente en la desfonologización de /ʎ/
en favor de /j/1. En la mayor parte de las definiciones del fenómeno se
suele comentar que el resultado son soluciones de tipo aproximante palatal2
que, en algunos contextos, pueden coexistir con otras que presentan rasgos
fricativos, africados o incluso oclusivos. De hecho, se suele incluir una
explicación aparte para determinadas áreas dialectales americanas, en las
que estas variantes fricativas y africadas serían las triunfadoras frente a las
aproximantes (baste consultar Montero Curiel 1991: 12-13; Quilis 1993:
319-324; García Mouton/Moreno Fernández 1994: 147-148; NGLE 2011: §
6.4; o Peña Arce 2015). Esta fase más avanzada del cambio es la que se ha
dado en conocer como ʒeísmo; de hecho, siguiendo a Moreno Fernández
(2005: 984-985), se trataría de la última etapa dentro del cambio yeísta.
La del «rehilamiento», si se quiere emplear la terminología de Navarro
Tomás (1934: 274), quien hacía referencia con esta expresión a sonidos
que presentaban fricción en su producción acústica.
Como ya se ha advertido, las soluciones de esta clase se han asociado
muy a menudo con el habla de determinadas zonas del dominio lingüís-
tico, concretamente de algunos de los llamados dialectos meridionales. En
efecto, se consideran características, por ejemplo, de una parte muy impor-
tante del territorio argentino3 y se está estudiando su avance en aquellas
que conservaban otras variantes para los mismos contextos fonológicos.
Sin embargo, cada vez es menos extraño advertirlas en hablantes de otras

1
En este trabajo se va a seguir el mismo criterio que en Kochetov/Colantoni (2011:
314), quienes consideran que la forma fonológica de la consonante puede ser la africada
o la aproximante. En nuestro caso, nos decantamos por la segunda opción, mayoritaria en
la variante peninsular que se analiza. Sin embargo, a diferencia de ellos, se va a emplear
el símbolo que el Alfabeto Fonético Internacional (AFI) proporciona para la consonante
aproximante palatal, es decir, [j] en vez del propuesto por Martínez Celdrán/Fernández
Planas (2007).
2
Para la naturaleza fonética de la consonante «ye», véase Martínez Celdrán (2015).
3
En este aspecto, es necesario mencionar que la realidad de este país no es homogénea
sino que las realizaciones de los grafemas <ll> y <y> presentan una distribución diversa en
función de la región. Para una revisión más detallada y reciente, cf. Fontanella de Wein-
berg (2005) o Colantoni/Hualde (2013), o Chang (2008) y Rohena Madrazo (2013) para
estudios sobre el avance de las soluciones fricativas sordas en ciertas capas sociales. Una
descripción de las palatales argentinas que permite hacerse una idea clara de las caracte-
rísticas articulatorias de esta clase de sonidos puede verse en Kochetov/Colantoni (2011).
El ʒeísmo, ¿un paso más en la evolución yeísta? 429

zonas que nada tienen que ver con las áreas ʒeístas, lo que, simplificando
mucho, podría apuntar a un cierto avance en la evolución.
Este hecho resulta interesante no solo porque se trata de un cam-
bio importante en el sistema fonológico del español contemporáneo sino
también por otra cuestión que, desde hace unos años, viene poniéndose
en valor: los cambios en marcha y la variación sincrónica son un buen
campo de pruebas para poder entender procesos diacrónicos (cf. Ohala
1974; Harrington 2012; Stevens/Harrington 2014). En efecto, los datos del
fenómeno yeísta muestran paralelismos importantes con los que se debie-
ron de producir en determinados contextos de yod segunda en su cambio
a la consonante fricativa velar sorda actual, una evolución en que también
se dieron etapas intermedias de tipo rehilado procedentes, según algunos
autores, de un estadio anterior aproximante palatal (cf. Lapesa 1981: 167)4.
La interacción de estos planos ha de hacer posible comprender cómo debió
de darse la evolución histórica pero también puede aportar luz sobre el
cambio actual y los cauces que puede seguir.
Los objetivos que nos marcamos aquí, pese a que se hará referencia
al cambio diacrónico mencionado arriba, son algo más modestos que las
ideas generales enunciadas anteriormente. De hecho, se trata de profundizar
en la naturaleza del yeísmo para comprobar si este provoca la aparición
de soluciones con rasgos fricativos como posibles variantes alofónicas en
el contexto fonológico tradicionalmente asociado a la lateral palatal. Así,
en primer lugar, interesa determinar si hay variación en la realización de
la lateral palatal y de la consonante aproximante palatal. De ser así, se
comprobará si parte de estas variantes se corresponde con sonidos de tipo
fricativo o, al menos, con sonidos que presenten algún grado de fricción.
Por otra parte, también se quiere averiguar si, en el caso de que se detecten
soluciones rehiladas, estas se organizan en distribución complementaria o
bien responden a una situación de variación libre.
En definitiva, se parte de dos hipótesis complementarias. En primer
lugar, se presume que ni la realización fonética del contexto lateral palatal
ni la del aproximante palatal son realmente uniformes y que se va a advertir
variación fonética en ambos. Además, se entiende que parte de las posibles
soluciones van a responder a fonos con fricción, con diferentes grados de

4
Cabe recordar que las fases de la evolución propuestas suelen corresponder a este
esquema: [li̯] > [ʎ] (lat. vg.) > [j] (prerrom.) > [ʒ] / [dʒ] (CM) > [ʃ] (s. XVI) > [x] (ss.
XVI-XVII). Para una revisión sintética de los puntos polémicos de la misma según los
autores más relevantes de la bibliografía especializada, cf. Rost (2011: 138-148).
430 Assumpció Rost Bagudanch

tensión. Para demostrarlo va a haber que analizar acústicamente muestras


tanto de lateral palatal como de aproximante palatal. En segundo lugar, se
cree que las variantes acústicas de tipo rehilado no van a aparecer distri-
buidas de forma aleatoria sino que su aparición vendrá condicionada por
el contexto fónico. Para ello, se van a analizar las diferentes realizaciones
fonéticas detectadas en función de variables tales como el tipo de segmento
precedente y siguiente o la posición en la palabra.
El artículo se va a organizar de la siguiente manera: en el apartado 2
se va a dar cuenta de la metodología empleada para el estudio fonético,
cuyos resultados se exponen en la sección 3. En ella, se han detallado
los datos obtenidos del análisis de locutores distinguidores en § 3.1 y los
correspondientes a informantes yeístas, en § 3.2. Finalmente, en el apartado
4 se ofrece una breve discusión y las conclusiones del estudio.

2. Diseño experimental
Para poder corroborar o falsar las hipótesis enunciadas, se ha elaborado
un experimento fonético que se centra en la obtención de muestras de habla
para su análisis acústico. En este caso, se ha recurrido a un corpus de habla
espontánea con grabaciones de una hora de duración, aproximadamente.
Se ha preferido un corpus de este tipo con el fin de intentar reproducir una
situación de comunicación natural, que es en la que se producen los cambios
en el sistema lingüístico. Otro tipo de corpus hubiera permitido controlar
mejor los casos y las variables pero, por el contrario, hubiera supuesto un
estilo de habla más encorsetado y alejado de la naturalidad.
Se acudió a 6 locutores, tres de ellos yeístas y tres distinguidores; en
este último caso, seguían manteniendo el contraste fonológico entre lateral
palatal y aproximante palatal tanto en sus producciones lingüísticas como
en la percepción. Se trata de locutores centropeninsulares de mediana edad
(entre 45 y 60 años) sin relación con hablantes meridionales cuyo contacto
pudiera condicionar sus opciones fónicas.
Las grabaciones se realizaron en una habitación silenciosa y sin eco,
con la grabadora Olympus LS-10, y en formato .wav. El análisis de las
muestras se llevó a cabo con el programa Praat (v. 5.3.76). En este aná-
lisis se tomaron en consideración todas las ocurrencias de lateral palatal
y aproximante palatal fonológicas presentes en palabras léxicas5. De este

5
Se prefirió descartar los ejemplos hallados en la conjunción copulativa o en el pro-
nombre de primera persona en caso nominativo porque se pueden emplear en disfluencias
y, en estos contextos pragmáticos, pueden alterar algunas de sus características acústicas.
El ʒeísmo, ¿un paso más en la evolución yeísta? 431

modo, como puede apreciarse en la Tabla 1, se han analizado 423 casos


de lateral palatal fonológica y 86 de aproximante, lo que supone un total
de 509 ocurrencias6.

Locutores distinguidores Locutores yeístas


total
loc. 1 loc. 2 loc. 3 loc. 1 loc. 2 loc. 3
/ʎ/ 79 59 66 83 82 54 423
/j/ 15 13 18 6 21 13 86
total 94 72 84 89 103 67 509
Tabla 1. Número de casos analizados para cada locutor analizado.

En el análisis se han tenido en cuenta cuatro variables: el tipo de rea-


lización fonética en función de las características acústicas del segmento,
la forma fonológica a la que corresponde cada sonido, el acento y los con-
textos fónicos precedente y siguiente. Estos últimos se consideran impor-
tantes porque, a tenor de la bibliografía consultada y de algunos trabajos
previos, parece que la combinatoria de sonidos puede incidir en el tipo de
alófono obtenido (cf. Martínez Celdrán/Fernández Planas 2007: § 2.2). El
acento, por su parte, también puede ser relevante, puesto que la posición
tónica tiende a favorecer un mayor cuidado en la articulación de los sonidos
(hiperarticulación) y la átona parece facilitar los procesos de lenición, den-
tro de los que se suele enmarcar el yeísmo (cf. Recasens 1999).
Los datos obtenidos se han procesado con el paquete estadístico SPSS
(v. 21). Al tratarse de datos nominales, para comprobar el papel de las
variables sobre la distribución de los alófonos, se ha recurrido a tablas
de contingencia y, a partir de ellas, a pruebas de X2 y V de Cramer, que
indican la existencia de relación entre variables categóricas y su robustez,
y a modelos loglineales, que muestran si hay interacción entre más de dos
variables en el caso de tablas mayores a 2x2. También se han tomado en
consideración los residuos tipificados corregidos (AR), puesto que muestran
si la diferencia entre la frecuencia de casos obtenida y la esperada por el
modelo estadístico es significativa. En caso de que lo sea, los valores son
mayores a 1.96 o menores de –1.96.

6
En este trabajo se va a emplear, hasta cierto punto, la dicotomía entre lateral pala-
tal y aproximante palatal fonológica por una cuestión de comodidad en la explicación de
los resultados, no porque se crea que los hablantes yeístas mantengan este binomio en su
sistema.
432 Assumpció Rost Bagudanch

3. Resultados
Los primeros resultados obtenidos demuestran que la realización de
las consonantes lateral palatal y aproximante palatal fonológicas no es
homogénea en ninguno de los dos grupos de locutores. Vamos a comenzar
exponiendo lo hallado en los informantes distinguidores para seguir con
los yeístas.
3.1. Resultados en los informantes distinguidores
3.1.1. Distribución de las realizaciones fonéticas
Como se puede observar en la Figura 1, se han detectado 8 realiza-
ciones fonéticas diferentes para la lateral palatal y 4 para la aproximante.
En el caso de la lateral fonológica, la mayor parte de las ocurrencias
corresponde a casos de lateral palatal fonética [ʎ]7 (más de un 67% de
los ejemplos); sin embargo, también aparece una cantidad no desdeñable
de casos de aproximante [j]8 (12.3%), seguida en orden de frecuencia por
aproximantes fricativizadas [jʒ]9 (7.4%), unos pocos casos de fricativa
prepalatal sonora [ʒ]10 (2.5%) y de africada palatal [d͡ʒ]11 (casi un 3%),
así como un caso de oclusiva [ɟ]12 y otro de un elemento semivocal palatal

7
La lateral palatal se caracteriza, acústicamente, por ser un sonido periódico, con
estructura formántica, y presenta transiciones breves y bruscas. Su segundo formante la
distingue de la lateral alveolar y se sitúa alrededor de los 1900-2000 Hz, habitualmente (es
el indicador de la palatalidad), mientras que el primero (indicador del modo de articulación),
suele ubicarse a unos 350-370 Hz, más bajo que en una consonante [l] (cf. Quilis 1993: §
10.2; Ladefoged/Maddieson 1996: 194).
8
La aproximante palatal también es un sonido periódico y, en consecuencia, también
presenta estructura formántica pero sus transiciones son, por lo general, mucho más largas
y suaves que en [ʎ]. Su primer formante se sitúa a frecuencias más altas que en la lateral
palatal atendiendo a trabajos previos (cf. Rost 2015: 423-426).
9
En algunos casos, las consonantes aproximantes presentan trazas de fricción en una
parte del segmento no superior a la mitad de su duración total. Se ha considerado que se
trata de realizaciones fricativizadas, es decir, a medio camino entre un sonido periódico
y un ruido, entre aproximante y fricativo. Sería el primer paso hacia alófonos rehilados.
10
Hablamos de un alófono de este tipo si la naturaleza periódica del sonido desaparece
y solo se detecta energía desordenada a lo largo de un rango de frecuencias, habitualmente
a partir de los 2000 Hz.
11
Se trata de sonidos en los que, antes de la turbulencia, de la fricción, se produce
un cierre de los articuladores, un breve silencio, lo que configura una consonante africada
típica (cf. Ladefoged/Maddieson 1996: 90). Como presentan una fase de fricción, también
entrarían en nuestro catálogo de soluciones rehiladas.
12
Se trata de los casos en que la consonante presenta una fase de silencio (cierre de
los articuladores) seguida de una barra de explosión que corresponde a su abertura brusca
debido a la presión del aire acumulado tras estos.
El ʒeísmo, ¿un paso más en la evolución yeísta? 433

[i̯]13. Asimismo, se advierten elisiones de la consonante en un 6.4% de


los casos.
En cuanto a la aproximante, el número de variantes fonéticas es más
reducido, lo que apuntaría a un segmento algo más estable aunque el tamaño
reducido de la muestra (46 ejemplos frente a 204 de /ʎ/) no permite afirma-
ciones categóricas en este sentido. Lo que sí es interesante es que el tipo de
manifestaciones coincide en parte con las anteriormente expuestas, aunque
con una frecuencia de aparición algo distinta. Aquí priman las ocurrencias
de aproximante palatal (casi el 80% del total), seguidas también, en orden
de frecuencia, por los casos de aproximante fricativizada (15.2%), alguno
de africada palatal sonora (2.2%) y más de un 4% de ejemplos de elisión
de la consonante.

Figura 1. Gráfico de sectores que muestra la frecuencia en las ocurrencias


de los distintos alófonos de /ʎ/ y de /j/ en los locutores distinguidores.

Si agrupamos los alófonos que presentan alguna forma de fricción, a


saber, aproximantes fricativizadas, fricativas plenas y africadas, se advierte
que prácticamente un 13% de los ejemplos de lateral fonológica y más de un
17% de aproximante fonológica responden a este tipo de segmentos. Esto
proporciona un dato interesante: los informantes distinguidores producen
sonidos «rehilados» tanto como variantes de /ʎ/ como de /j/ y, aunque el

13
Se corresponden a dos casos en que la consonante ha tomado la naturaleza de un
elemento semivocálico (entendiendo semivocal tal como lo hace el AFI o buena parte de la
bibliografía en fonética y fonología reciente), algo que se advierte porque, aunque presenta
coincidencias con las características acústicas de la consonante aproximante, en este caso
la amplitud del sonido es mayor.
434 Assumpció Rost Bagudanch

volumen de casos no es excesivamente elevado, sí resulta significativo por


cuanto habitualmente no se suelen reseñar realizaciones de esta clase en
hablantes distinguidores.
3.1.2. El papel del contexto
Una vez establecidas las categorías fonéticas posibles, se pasa a com-
probar cuáles son sus contextos de aparición y si hay algún factor que
condicione la presencia de un alófono u otro. Lo primero que se ha com-
probado es si la correspondencia con contextos de lateral palatal y apro-
ximante palatal fonológicas tiene consecuencias en el tipo de soluciones
fonéticas detectadas. Como era esperable en este tipo de informantes, el
contexto fonológico condiciona el tipo de realización fonética, aunque se
trata de una relación de una robustez moderada (X2=102.693, p<0.0001;
V=0.641, p<0.0001). Esto nos ha llevado a tratar separadamente los resul-
tados de los casos en que la forma fonológica es lateral de los que es
aproximante.
En los casos de lateral fonológica, la aplicación de las pruebas estadís-
ticas, en especial del modelo loglineal, muestran que hay dos variables que
contribuyen a la aparición de determinadas realizaciones fonéticas en detri-
mento de otras. La primera de ellas es el elemento fonético que precede a
la consonante (X2=172.173, p<0.0001; V=0.411, p<0.0001). Como se puede
ver en la Figura 2, hay algunas cuestiones relevantes. Los ejemplos de [j]
se dan básicamente tras vocal palatal (22 de los 25 casos documentados),
algo que también ocurre con las elisiones. En cuanto a las realizaciones
de tipo rehilado, se observa que la aproximante fricativizada es muy poco
frecuente en este contexto y se da en un porcentaje significativamente más
alto tras consonantes continuas (en realidad, fricativas: AR=5.7) y significa-
tivamente más bajo tras vocales palatales (AR=-2.6). La fricativa prepalatal
también es significativamente más frecuente tras consonantes fricativas, lo
que implica que hay más volumen de casos de lo estadísticamente espe-
rado (AR=3.9). Curiosamente, la africada palatal solo aparece en posición
intervocálica, principalmente tras vocal central, y jamás tras palatal14. De
todos modos, hay que tener en cuenta que la estadística se basa en solo 5
ejemplos de fricativa y 6 de africada.

Atendiendo a los residuos tipificados corregidos, su comportamiento es estadística-


14

mente relevante tras vocal central (AR=2.4) y tras vocal palatal (AR=-2.3).
El ʒeísmo, ¿un paso más en la evolución yeísta? 435

Figura 2. Gráfico que sintetiza la frecuencia de ocurrencia de cada realización


fonética en función del segmento precedente.

Estos datos parecen esbozar un panorama en el que la mayor parte de


las soluciones con rasgos de fricción (76.9%) presentan una cierta tenden-
cia a darse tras consonantes que también lo poseen. En cualquier caso, las
rehiladas parecen inhibirse tras vocales palatales, que son las que favore-
cerían realizaciones aproximantes propiamente dichas y elisiones. De todos
modos, es importante señalar que, según nuestros datos, estas rehiladas
aparecen principalmente en posición intervocálica: solo un 26.93% son
postconsonánticas.
Los modelos también señalan el acento como una variable que influye
en el tipo de realización fonética obtenido, aunque debe subrayarse que esta
influencia es muy débil (X2=14.680, p<0.040; V=0.268, p<0.040).
Lo que permiten comprobar los datos es que, a excepción de la oclusiva
palatal, la práctica totalidad de las realizaciones fonéticas detectadas son
más frecuentes en sílaba átona que en sílaba tónica (cf. Figura 3). El caso
de la aproximante palatal llama especialmente la atención, ya que 23 de
los 25 ejemplos detectados se dan en contexto inacentuado15. Lo mismo
ocurre con el único caso de semivocal. Se trata, como decíamos, de una
posición en la que hay una mayor tendencia a la relajación articulatoria,
lo que explicaría la aparición de estas variantes. Es curioso que haya más
casos de lateral palatal en sílaba tónica de los que el modelo estadístico

15
Los residuos tipificados corregidos indican que el número de casos en sílaba átona
es significativamente mayor al esperado (AR=3.1) mientras que los que concurren en sílaba
tónica son significativamente menos habituales (AR=-3.1).
436 Assumpció Rost Bagudanch

esperaría; de hecho, esta diferencia es significativa (AR=2.4). En términos


generales, se puede decir que hay un cierto equilibrio entre las ocurrencias
en contexto acentuado e inacentuado (41.3% y 58.7%, respectivamente).

Figura 3. Gráfico que sintetiza la interacción del acento con el tipo de realización
fonética obtenida.

En el caso de las soluciones rehiladas, se advierte una situación diversa


que solo puede explicarse como tendencias, puesto que los resultados no
son estadísticamente significativos en ninguna de ellas. Se observa que
tanto la aproximante fricativizada como la fricativa son más habituales
en posición átona, aunque la africada muestra un equilibrio perfecto en
sus ocurrencias: la mitad en cada contexto. Hay que tener en cuenta que
solo disponemos de 6 casos, lo que también hace que haya que tomar con
cautela estos datos. Sin embargo, estos son coherentes con el hecho de
que las realizaciones africadas son menos relajadas, lo cual haría com-
prensible que tendieran a darse en contextos tónicos. Como puede verse
supra en la Figura 3, el único caso de oclusiva se da precisamente en
esta posición.
En resumen, un contexto inacentuado parece favorecer las soluciones
aproximantes, pero no se puede decir que condicione de forma determinante
la aparición de realizaciones fricativizadas, fricativas o africadas.
Por otra parte, si la forma fonológica es una consonante aproximante,
ninguna de las variables tomadas en consideración parece tener incidencia
en el tipo de alófono detectado. En general, hay que decir que el escaso
número de ejemplos de /j/ fonológica supone un problema al hacer la esta-
dística. Los resultados, por lo tanto, hay que tomarlos con precaución.
El ʒeísmo, ¿un paso más en la evolución yeísta? 437

3.2. Resultados de los informantes yeístas


3.2.1. Distribución de las realizaciones fonéticas
En los informantes yeístas el comportamiento es bastante similar a
lo que se documentaba con los distinguidores, salvo por la presencia del
sonido lateral palatal (cf. Figura 4). Nuevamente, al que debía haber sido el
contexto de la lateral palatal fonológica le corresponden 8 variantes foné-
ticas y al propio de la aproximante palatal, 5. En ambos casos, la solución
mayoritaria es un segmento aproximante palatal (56% en un contexto y
67.5% en el otro). En los dos, la segunda variante en orden de frecuencia
es una aproximante fricativizada. En ambos se detectan algunos casos de
fricativa prepalatal sonora y en ambos existen elisiones, 13.4% en uno y 5%
en el otro. Sin embargo, en la lateral fonológica se advierten, además, un
caso de oclusiva palatal de doble articulación [ɟ͡j ], uno de oclusiva palatal
propiamente dicha y otro de semivocal palatal.

Figura 4. Gráfico de sectores que muestra la frecuencia en las ocurrencias


de los distintos alófonos de /ʎ/ y de /j/ en los locutores yeístas.

Con estos datos en la mano, hay que subrayar de nuevo la presencia


de variantes rehiladas en ambos contextos fonológicos; en este caso, en
lo que hubiera sido la lateral, se elevan al 25.5% del total y, en la aproxi-
mante, a un 27.5%, un volumen de ejemplos muy similar. Se nota, por lo
tanto, un aumento de 10 puntos en estas soluciones respecto a los locutores
distinguidores.
3.2.2. El papel del contexto
Al igual que con los locutores distinguidores, se ha procedido a analizar
los contextos de aparición y las variables que pueden condicionar la pre-
438 Assumpció Rost Bagudanch

sencia de uno u otro alófono. Al contrario de lo que ocurría con ellos, no se


advierten diferencias significativas en el comportamiento de las realizacio-
nes fonéticas en función de una supuesta diferencia en la forma fonológica
original (X2=5.957, p<0.545). Como era de suponer, estos hablantes ya no
distinguen subyacentemente entre una lateral y una aproximante fonoló-
gica: se trata, en todos los casos, de un único fonema. Por este motivo, los
resultados se van a tratar conjuntamente.
Nuevamente, la aplicación del modelo loglineal indica que hay dos
variables que se relacionan de forma predominante con la variación fonética
hallada; las mismas que para los locutores distinguidores en el caso de /ʎ/
fonológica: el contexto precedente y el acento.
En lo que se refiere al contexto precedente, la estadística indica que,
pese a haber relación con el tipo de solución fonética, se trata de una rela-
ción débil, mucho más que en los locutores distinguidores (X2=111.352,
p<0.0001; V=0.295, p<0.0001). ¿Qué resulta significativo de todo ello? En
primer lugar, se destaca que la oclusiva palatal de doble articulación se da
primordialmente tras consonante o tras pausa (3 de los 4 casos detectados)16.
También es interesante que se documenten casos de elisión en posición
postpausal17. Asimismo, también resulta significativo que la aproximante
no se encuentre nunca en esta posición (AR=-2.6).
En cuanto a las realizaciones rehiladas, se destaca que, de los únicos
tres casos que aparecen tras consonante fricativa, dos correspondan a una
solución aproximante fricativizada, y la tercera es oclusiva palatal de doble
articulación (AR=2.2). Asimismo, es estadísticamente relevante la detec-
ción de casos de africada tras consonante líquida (AR=3.3) y tras pausa
(AR=2.4), contextos tradicionalmente asociados con el refuerzo articula-
torio, aunque sigue prefiriendo seguir a la vocal central. En el caso de la
fricativa, no se revelan tendencias claras más allá de ser más habitual en
contexto intervocálico.
En resumidas cuentas, aunque es complicado establecer un patrón
claro, hay tendencias que recuerdan someramente lo observado en el caso
de la /ʎ/ en hablantes distinguidores: la aproximante fricativizada aparece
en los casos de una consonante fricativa precedente y, en contexto intervo-
cálico, se da preferiblemente tras vocal central y lo mismo se puede aducir
de la africada, que suele aparecer tras vocal central o bien en posiciones

16
AR=4.5 tras consonante continua, AR=4.5 tras consonante no continua y AR=3.4
tras pausa.
17
En el límite de lo considerado significativo por el modelo estadístico: AR=1.9.
El ʒeísmo, ¿un paso más en la evolución yeísta? 439

de refuerzo articulatorio. También la fricativa prepalatal sigue siendo más


abundante tras vocal central en posición intervocálica. Las elisiones, por
su parte, siguen dándose mayoritariamente tras vocal palatal (24 sobre 30
casos). Para un resumen gráfico de estos datos, véase la Figura 5.

Figura 5. Gráfico que sintetiza la relación existente entre el tipo de segmento


precedente y la realización fonética obtenida.

En lo que respecta al acento, la situación es parecida: hay rela-


ción entre este y el tipo de alófono, pero se trata de una relación débil
(X2=22.397, p<0.002; V=0.296, p<0.002). Pese a ello, se advierte que
la frecuencia de la realización aproximante palatal en sílaba átona es
significativamente mayor de la esperada y, de hecho, supone casi el 71%
de las ocurrencias (AR=2.7). Este mismo comportamiento se da en los
casos de semivocal y de oclusiva palatal de doble articulación, que solo
aparecen en contexto inacentuado, aunque estadísticamente no se pueda
refrendar (cf. Figura 6).
En lo que respecta a las soluciones rehiladas, se puede observar un
cierto equilibrio en los ejemplos de africada palatal sonora (3 en sílaba
tónica y 4 en átona), pero lo interesante aquí es que tanto la aproximante
fricativizada como la fricativa prepalatal resultan significativamente más
frecuentes de lo esperado en posición tónica, algo que resulta muy claro
en la variante fricativa18. En consecuencia, la tendencia es la contraria a la
detectada en los locutores distinguidores en los casos de lateral fonológica,
mientras que el comportamiento de la aproximante propiamente dicha y de
la semivocal resulta análogo.

18
AR=2.5 para [jʒ] en posición tónica y AR=3.2 para [ʒ] en ese mismo contexto.
440 Assumpció Rost Bagudanch

Figura 6. Gráfico que resume la interacción entre acento y realización fonética


obtenida.

Resumiendo brevemente lo expuesto hasta aquí, se puede señalar que,


en general, es complicado poder establecer la existencia de factores que
permitan determinar de forma inapelable la realización acústica de la conso-
nante palatal. Pese a ello, en el caso de los locutores distinguidores cuando
la forma fonológica es la lateral palatal, y en los locutores yeístas, es posible
advertir que el contexto fónico previo a la consonante y el acento tienen
una cierta relevancia a la hora de poder describir comportamientos. La
situación que se dibuja a partir de los datos apunta a que las soluciones de
tipo rehilado se dan preferentemente tras vocal central, de encontrarse en
contexto intervocálico, o bien tras consonantes fricativas. En cambio, las
elisiones y las realizaciones como aproximante palatal abundan tras vocales
palatales y también parecen verse favorecidas por contextos átonos.

4. Discusión y conclusiones
Así pues, en este trabajo se ha podido comprobar la existencia de una
variación importante en todos los contextos fonológicos analizados y se
ha podido demostrar que parte de estos alófonos responde a realizaciones
que presentan algún tipo de fricción. En este sentido, es relevante advertir
que estas variantes no son privativas de los informantes yeístas sino que
se dan también en hablantes distinguidores y en contexto de lateral palatal
fonológica, aunque en estos son menos abundantes que en aquellos.
Por otra parte, también se ha podido advertir que el contexto de lateral
fonológica presenta mayor riqueza alofónica que el de aproximante, lo que
sugiere una mayor inestabilidad y, por lo tanto, una mayor predisposición
al cambio.
El ʒeísmo, ¿un paso más en la evolución yeísta? 441

En vista de estos resultados, la aparición de realizaciones rehiladas no


parece obedecer a un fenómeno puramente dialectal sino que se trataría
de soluciones intrínsecas de la variación en el sistema, una variación poco
relacionada con el locutor, puesto que estas mismas soluciones se detectan
en todos los informantes analizados. Es interesante subrayar que se trata-
ría de variantes que tienden a aparecer tras consonantes fricativas, lo que
implica un cierto de grado de coarticulación con sonidos adyacentes. No
obstante, es obvio que, en determinadas áreas dialectales, estas soluciones
se han visto favorecidas por factores externos, como el contacto con otros
sistemas lingüísticos (especialmente si gozan de prestigio social), lo que
habrá acarreado que se hayan acabado imponiendo sobre otras variantes
alofónicas posibles (cf. Fontanella de Weinberg 1987). Lo relevante es que
no se trata de sonidos «importados», sino que están presentes en español.
Otro aspecto relevante que merece la pena resaltar es que estos resulta-
dos permiten intuir un comportamiento bastante interesante de las variantes
fonéticas posibles en el yeísmo. En el caso de los locutores yeístas, se ha
advertido que los alófonos tienden a una cierta distribución complemen-
taria, condicionada por el segmento precedente y el acento. En el caso de
los distinguidores, si la forma fonológica es lateral palatal, se nota una
tendencia similar, pero si se trata del contexto de aproximante fonológica
las distintas soluciones se presentan en variación libre, en general. Si se
aplica esta información al proceso de cambio, da la sensación de que la
evolución no se limita a la desaparición de una solución fonética concreta
sino en una reorganización del contexto de aproximante palatal, que absorbe
la que correspondía, en un principio, a la lateral fonológica (cf. Figura 7).
La variación libre de /j/ fonológica del sistema distinguidor se reorganizaría
incorporando la distribución complementaria de /ʎ/ al sistema yeísta.
Lógicamente, esta idea no deja de resultar atrevida a la vista de la
escasez de informantes y de casos fiables, especialmente para /j/, lo que
no permite hacer afirmaciones tajantes ni aventurar unas conclusiones más
sólidas: se trata de una primera aproximación a esta cuestión. Para seguir
avanzando en ello, para empezar, habría que aumentar el número de locu-
tores y realizar un estudio que abarque distintas franjas etarias, lo que daría
una perspectiva mucho más fiable de los mecanismos del cambio.
No obstante, los datos obtenidos animan a aventurar algunas reflexio-
nes sobre el cambio diacrónico. Como se ha descrito hasta aquí, se advierte
en español centropeninsular una cierta tendencia al rehilamiento que se
explicaría en parte por la coarticulación con sonidos fricativos precedentes.
Esta tendencia parecería reproducir, al menos de forma incipiente, la propia
442 Assumpció Rost Bagudanch

Figura 7. Gráfico que resume lo que podría haber sucedido en la evolución desde el
sistema distinguidor al sistema yeísta.

de otras zonas dialectales19, en las que hoy en día la fricativización está


sufriendo un ensordecimiento hacia variantes del tipo [ʃ], que parecen ser
las triunfadoras (cf. Chang 2008; Colantoni/Hualde 2013; Rohena-Madrazo
2013). Estos paralelismos, como se insinuaba al inicio de este trabajo, no
acaban en el cambio sincrónico, sino que pueden establecerse con respecto
al cambio histórico de los grupos c’l, g’l, t’l y lj. Según Menéndez Pidal
(2005: 369-370), ya en los siglos x-xi, la solución en Castilla para estos
grupos era una consonante fricativa sonora [ʒ] (o africada palatal sonora)20,
procedente o bien de una aproximante palatal o bien directamente de la
lateral palatal, según distintos autores.
Teniendo en cuenta que los resultados tanto del experimento presentado
aquí como de trabajos previos21 apuntan a que una de las variantes alofónicas
más frecuentes para /ʎ/ es precisamente [j] (por delante de otro tipo de mani-
festaciones acústicas), nos decantamos por defender la existencia del estadio
aproximante previo a la solución medieval fricativa. El comportamiento de
otras variantes románicas, que presentan una evolución [ʎ] > [j], apoyaría
esta tesis22. El paso a una realización fricativa en época medieval, como se

19
En este sentido, basta fijarse en la pronunciación de ciertos locutores o actores de
doblaje que, aun produciendo su discurso en español estándar, suelen rehilar, especialmente
en situaciones de énfasis, no solo en posición inicial de palabra, sino también en posición
interna y contexto intervocálico.
20
Lleal (1992) no difiere mucho en su cronología de la aparición de la fricativa, que
sitúa en época del primitivo romance castellano; sin embargo, Meyer-Lübke (1974: 468)
reconoce que no es fácil datar el momento concreto en que se hace efectivo el rehilamiento
y solo comenta que la palatal castellana se habría dado ya en el siglo xi.
21
Cf. Rost (2011, 2017).
22
Es conocido el caso del francés y, atendiendo a Meyer-Lübke 1974: 465), lo mismo
se ha dado en la Italia central y alta, así como en valaco.
El ʒeísmo, ¿un paso más en la evolución yeísta? 443

comentaba anteriormente, podría haberse desencadenado por cuestiones coar-


ticulatorias, por la influencia de un segmento fricativo previo: la asimilación
de los rasgos acústicos de fricción podría haber supuesto el reanálisis de la
consonante, que se identificaría como fricativa y ya no como aproximante.
Recasens (2015: 24) afirma que buena parte de los cambios tienen su origen en
este tipo de situaciones, que él asocia a alteraciones de naturaleza articulatoria:
la coarticulación debida al contexto puede dar pie a que la producción fonética
se modifique y, en consecuencia, el oyente puede interpretar el input como un
nuevo fonema. En términos de Blevins (2004: 32), se trataría de un caso de
cambio por azar, es decir, por reanálisis y recategorización de los elementos de
la cadena fónica debidos a la ambigüedad fonológica del estímulo23. En este
sentido, falta un estudio perceptivo que permita acabar de refrendar esta idea.
No obstante, no hay que perder de vista que este no es el único con-
texto en que se advierten las soluciones con fricción, sino que un volumen
importante de ocurrencias se da en posición intervocálica. De hecho, pese
a que estadísticamente se podía hablar de una cierta distribución comple-
mentaria, la robustez de la relación entre contexto fonético y realización
alofónica no resulta tan fuerte como para obviar la existencia de ocurrencias
que parecen obedecer más bien a una cierta variación libre (un conjunto
de realizaciones posibles asociado a una forma fonológica concreta, según
la teoría de ejemplares; cf. Pierrehumbert 2001). El rehilamiento en con-
textos no condicionados fonéticamente por la presencia de otra consonante
fricativa parece apuntar más a lo que en términos de Blevins (2004: 32-33)
se conoce como un cambio por selección. En estos casos, ante la variación
en la realización de un determinado fonema, el receptor de la señal puede
reinterpretar como forma fonológica lo que para el emisor era una variante
alofónica; de este modo, se produciría también un reanálisis y una recate-
gorización susceptibles de modificar el sistema fonológico. La cuestión es
cómo el receptor puede optar por una forma distinta de la del locutor. La
frecuencia de aparición de determinadas variantes (en este caso rehiladas)
frente a otras (no rehiladas) podría dar la clave para ello.
Atendiendo a Pierrehumbert (2001), el cambio se explicaría por un paula-
tino aumento en el uso de determinadas variantes fonéticas frente a otras, que
van cayendo en desuso: en los datos expuestos, se observa que el porcentaje
de ejemplos con fricción aumenta en los hablantes yeístas respecto a los dis-
tinguidores. Estos últimos suponen el equivalente a la fase de palatalización

23
Cf. Lindblom et al. (1995) para un análisis de los roles de hablante y oyente en
los cambios fónicos.
444 Assumpció Rost Bagudanch

en la evolución, mientras que los segundos encarnan ya la etapa siguiente,


que va a desembocar en [ʒ]/[dʒ]. Como se comentaba anteriormente, es
necesario un análisis con más locutores para poder calibrar hasta qué punto
las realizaciones rehiladas pueden llegar a ser abundantes en hablantes con
este perfil; sin embargo, no sería descabellado pensar que en habla natural,
especialmente en determinadas situaciones discursivas, este tipo de manifes-
taciones acústicas puedan incrementarse. Nuestra propia experiencia como
hablantes puede traernos a la memoria la pronunciación rehilada en sujetos
que, en principio, no presentan este rasgo atendiendo a su procedencia y/o
comunidad de habla (véase la nota 20). En cualquier caso, la extensión de
este tipo de soluciones también sería gradual en el lexicón, puesto que segu-
ramente se generalizaría antes en unidades léxicas más frecuentes24.
De hecho, Blevins (2004) contempla la posibilidad de que el cambio
obedezca a varias vías complementarias, por lo que podría pensarse que,
en esta situación (/j/ > /ʒ/), las soluciones con rasgos de fricción, posibles
en varios contextos fonéticos, fueran reinterpretadas como forma subya-
cente (selección), algo que se vería reforzado por su predominio tras otras
consonantes fricativas, motivado por coarticulación (azar).

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Cf. Bybee (2002) para una explicación más detallada de las cuestiones relacionadas
24

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La doble (o triple) perspectiva en la investigación
en torno a la ortografía y los usos gráficos en la
documentación hispanoamericana colonial

Juan Pedro Sánchez Méndez


Université de Neuchâtel

Resumen. La relación entre usos gráficos manuscritos y tipográficos de los docu-


mentos coloniales se ha empleado tradicionalmente para la identificación histórica
de rasgos dialectales y, a su vez, ha servido de base desde la que, en el plano
fonético y fonológico, se ha emprendido la reconstrucción del espacio de varia-
ción de las distintas regiones que conformaban la América colonial. Proponemos
aquí tres perspectivas en el estudio de esta relación, cada una con sus propias
características: 1) las grafías y su interacción con el nivel oral que, a través de
las cacografías, permite testimoniar un cambio lingüístico; 2) las grafías y su
interpretación en el nivel de la norma o tradición ortográfica y sus características
en la América colonial, y 3) las interacciones entre tradiciones ortográficas y
manifestaciones de la oralidad.
Palabras clave. Fonología histórica hispanoamericana, fuentes documentales
coloniales, ortografía en América colonial, usos gráficos, tradiciones ortográficas.

Abstract. The relationship between typography and graphics uses in colonial


documents has been traditionally used for historical identification of dialectal
features and, in turn, has provided the basis from which, in phonetic and
phonological level, has undertaken the reconstruction of space variation in the
different regions that conformed the colonial Latin-America. We propose here
three perspectives in the study of this relationship each one with its own features:
1) the graphics and their interaction in the oral level through the data showing a
linguistic change; 2) the spelling and its interpretation at the level of the standard
or traditional spelling and its character in Colonial Latin-America, and 3) the
interactions between orthographic traditions and manifestations of orality.
Keywords. American Spanish historical phonology, documentary colonial linguis-
tic sources, spelling in colonial Latin-America, graphics uses, spelling traditions.
448 Juan Pedro Sánchez Méndez

1. Introducción
La relación entre usos gráficos manuscritos y tipográficos de los docu-
mentos coloniales se ha empleado tradicionalmente en la investigación de
la historia de la lengua española para la identificación histórica de rasgos
dialectales (cf. Rivarola 2001: 109) y, a su vez, ha servido de base desde
la que, en el plano fonético y fonológico, se ha emprendido la reconstruc-
ción del espacio de variación en las distintas regiones que conformaban la
América colonial. De esa manera se ha intentado describir cómo se produjo
la conformación fonológica de Hispanoamérica desde el mismo momento
en que el español se implantó en el Nuevo Mundo. Estos temas ya los he
tratado en otros trabajos (cf. Sánchez Méndez 2012 y 2013), si bien se hace
necesario retomarlos una vez más aquí para completar, precisar e incluso
corregir parte de lo que decía en ellos a la luz de los datos aportados por
la bibliografía y mi propia investigación1.
Los principales problemas que la ortografía de los documentos colo-
niales plantea a la investigación se agrupan en torno a la interpretación de
las grafías y cacografías y el correcto conocimiento de la ortografía de la
época. El intento de reconstruir la historia de la pronunciación de épocas
pasadas se ha de basar necesariamente en el estudio correcto de las grafías,

1
Hace tiempo, en Sánchez Méndez (2012: 144 y 2013: 558), formulé la hipótesis
de que quizás la ortografía en la Hispanoamérica colonial debió de adquirir una especial
complejidad que la dotaría de unas características propias durante esta época. Hoy tendría
que matizar y replantearme nuevamente esta hipótesis. En este sentido, Ramírez Luengo
(2015b: nota 12), con datos, la refuta y observa, en la línea de Frago (2002, 2007 y 2010),
que las diferencias (ortográficas) entre España e Hispanoamérica fueron de grado en el
seguimiento de una tradición común. Señala, asimismo, que me equivoco y que no explicito
ni aporto datos empíricos que demuestren mi idea de esta supuesta especial complejidad.
Sin embargo, me limitaba solo a realizar una mera hipótesis, en absoluto una afirmación.
Es verdad que los datos que aduce Ramírez Luengo la refutan tal y como la formulé, pero
también es cierto que lo hace parcialmente como demostraré a lo largo de este trabajo, pues
mi interés cuando la realicé iba por otros derroteros, lejos de implicar algunos aspectos
ajenos que este investigador me atribuye. Tiene razón en que debería haberlo precisado
o explicitado mejor. El hecho es que es justo reconocer que el autor aporta datos muy
interesantes que me han hecho reflexionar y replantearme nuevamente mi idea y, en este
sentido, la profundización en esta dirección, la revisión de otros datos que hice en otros
lugares y algunas de las ideas que expondré deben mucho a sus observaciones en este y
otros trabajos suyos. Al contrario, disiento de mi colega cuando observa, en otro lugar
(Ramírez Luengo 2013: 167, nota 12), que es «un grave desenfoque» o un «aserto confuso»
mi afirmación (cf. Sánchez Méndez 2012: 150) de que no se pueden atribuir como propios
o exclusivos de una región rasgos lingüísticos que están presentes también en sociolectos
de otras regiones distintas. Es algo que me parece obvio.
La doble (o triple) perspectiva en la investigación 449

a partir de las cuales se realizan las inferencias. Sin embargo, como ha


puesto de manifiesto Echenique Elizondo (2012: 111), la interpretación de
la realidad fonética subyacente al análisis de las grafías todavía carece de
una elaboración sistemática y actualizada para la historia de la pronuncia-
ción castellana. Esto es particularmente válido para el caso de la ortogra-
fía hispanoamericana colonial y lo que podamos deducir de ella, en cuya
investigación, salvo excepciones a las que aludiré en seguida, se ha hecho
evidente la carencia de una unidad metodológica extensa.
Lo habitual ha sido interpretar las cacografías ignorando u obviando
las consideraciones ortográficas de la época. Como señaló Rivarola (2001:
112-113), es necesario «relativizar interpretaciones demasiado directas res-
pecto del valor de las grafías más bien aisladas como indicios del nivel oral
y subrayar la necesidad de analizar un conjunto de prácticas gráficas, antes
de otorgar un valor sintomático a tal o cual uso desviante en relación con
un canon». Esto no significa, ni mucho menos, que no existan ya impor-
tantes trabajos en torno a la ortografía de los documentos coloniales, que
permiten establecer los parámetros en los que debería moverse la historia
de la ortografía del español en conjunto y, a su vez, muestran también la
importancia de tener en cuenta las tradiciones ortográficas a la hora de
interpretar los datos de los documentos. Pueden consultarse al respecto
los trabajos de Frago (2002, 2007 y 2010). De especial importancia son
las observaciones y estudios sobre ortografía hispanoamericana que a lo
largo de estos años ha venido realizando Ramírez Luengo (2012a, 2012b y
2013), cuya consulta es necesaria para cualquier estudio sobre la historia de
la pronunciación hispanoamericana. Asimismo, señalan o apuntan a vías de
investigación muy interesantes. Por su parte, es necesario tener en cuenta
las observaciones que realizó Rivarola (2001: 20-26) en torno a las grafías,
su interpretación, las limitaciones que presentan y las tradiciones ligadas a
ciertos documentos y escribanos. A ello se une un conjunto heterogéneo y
disperso de pequeños artículos dedicados a las grafías en los documentos
indianos o a las características de su producción y elaboración, como, entre
otros, el de Carrera de la Red (2006).

2. La doble (o triple) perspectiva en la evaluación de las grafías


En muy buena medida, la correcta interpretación de las grafías implica
plantearse primariamente los problemas acerca de la relación fonema-so-
nido-grafema (cf. Rivarola 2001: 22; Echenique Elizondo 2012). Se deben
deslindar convenientemente la ortografía y la pronunciación. Sistema grá-
fico de la lengua y sistema fónico, aunque indisolubles, son dos siste-
450 Juan Pedro Sánchez Méndez

mas distintos, cada uno con sus principios teóricos y métodos de estudio,
como ha puesto de manifiesto Echenique Elizondo (2012). Lo gráfico es
un reflejo de lo oral y el estudio de las grafías se debería basar ante todo,
y primariamente, en el conocimiento exacto de la fonética que estas grafías
representan. Así, se debería conocer adecuadamente la evolución fonética
de la lengua en el momento de la expansión americana del español y ver
en qué medida la escritura se ajusta a ella.
Hay, pues, dos perspectivas diferentes que conviene tener en cuenta a
la hora de considerar las grafías de un determinado documento. En reali-
dad, se trataría de dos propósitos distintos. Una cosa es hacer una historia
de la pronunciación para lo que se han de deducir determinados hechos
fonéticos y fonológicos dialectales o de cambio a partir de los usos gráfi-
cos, que obviamente se inscriben en una tradición compartida en mayor o
menor grado en Hispanoamérica y España, y otra, realizar una historia de
la ortografía hispanoamericana, donde precisamente el interés versará en
describir y, si es posible, explicar esa tradición más o menos compartida
y su desarrollo, como demuestra Ramírez Luengo (2015b). Por un lado,
tenemos lo que podríamos denominar, grosso modo, un nivel de uso o nivel
oral. Esto es, la cuestión de describir cómo lengua hablada y ortografía se
distanciaron progresivamente, lo que permite «juzgar la identidad idiomá-
tica dialectal de quien escribía» (cf. Rivarola 2001: 115) y así dar cuenta,
por ejemplo, de fenómenos de desfonologización como el seseo o el yeísmo.
Por el otro lado, está el tema de las normas y las tradiciones ortográficas y
las características que, frente a España, asumieron en la América colonial.
En este caso los usos en los documentos se atienen a las normas recibidas
y se esconden las particularidades orales del escribiente. De este modo se
podría estudiar la manera en que se fue gestando la norma ortográfica del
español y seguir, por ejemplo, cómo y cuándo se incorporaron las normas
académicas a lo largo del mundo hispánico o la historia particular de cada
grafía.
Desde una perspectiva de conjunto, incluso se podría señalar un tercer
nivel mixto entre uno y otro, esto es, el de determinar la manera en que
usos orales y su repercusión gráfica se interfieren o se complementan con
las tradiciones y normas ortográficas. Veamos cada una de estas tres pers-
pectivas con algo más de detalle y ejemplo para el caso de los documentos
coloniales hispanoamericanos.
2.1. Las grafías y su interacción con el nivel oral
La ortografía y los usos gráficos que muestran los documentos ameri-
canos (al igual que los peninsulares) sigue, en sus principios básicos, los
La doble (o triple) perspectiva en la investigación 451

de la cancillería castellana, esto es, la que arranca de la tradición medieval


instaurada por Alfonso X y que ya no respondía, desde finales del siglo xv,
a hechos de pronunciación reales tras la transformación del sistema fonoló-
gico y la aparición de nuevos fonemas, junto con la desaparición de otros
(cf. Lapesa 1981: § 102.2). Esto se dio, a su vez, en un marco general de
carencia de unas normas ortográficas cerradas de alcance general (Frago
2002: 151). La consecuencia fue la anarquía gráfica en la mayoría de los
documentos. Como señala Rivarola (2001: 115), a diferencia de la imprenta,
los usos gráficos de los manuscritos eran mucho más heterogéneos y caó-
ticos en algunas de sus partes dado el alcance parcial de la normatividad
ortográfica y el desequilibrio creciente entre el sistema tradicional y la rea-
lidad oral del que escribía. Todo escribano debía luchar contra su realidad
oral e imponer su mayor o menor conocimiento de la norma ortográfica tra-
dicional y sus consideraciones personales hacia esta. Rivarola (2001: 115)
observa con acierto que hay una diferencia notable entre práctica ortográ-
fica parcialmente encubridora y usos delatores no solo de determinados
cambios fonético-fonológicos, sino también de consideraciones culturales
o tradicionales, fueren cuales fueren estas, y de usos meramente idiosin-
crásicos o idiolectales. Son tres cosas que conviene distinguir claramente
en todo estudio histórico de la pronunciación.
Frago (2002: 158) rechaza la consideración de que la ortografía en la
época fuese caótica. Admite que la falta de una norma uniforme y efectiva
propiciara la variación ortográfica, pero esto no significa en su opinión caos
ortográfico, sino coexistencia de viejas tradiciones, que coincidían en sus
aspectos fundamentales y divergían en los menores o más periféricos. Es
decir, que las diferencias entre los usos gráficos americanos y peninsulares
fueron más bien una cuestión de grado en el apego a una tradición ortográ-
fica común y en las preferencias en uno y otro lado del atlántico por ciertos
usos gráficos (cf. Frago 2010: 120). En similar línea se expresa Ramírez
Luengo (2013 y 2015b). El autor estudia los textos de la época y observa
ciertas regularidades y reiteraciones en el uso de las grafías que parecen
estar determinadas por distintos factores, lo que le lleva a matizar la idea de
incoherencia y uso anárquico de los usos gráficos. Además, utilizando cor-
pus de documentos similares de dos regiones, vasca y boliviana, Ramírez
Luengo (2015b) demuestra, incluso, que las tradiciones ortográficas, los
usos gráficos y las tendencias conducentes a una estandarización ortográ-
fica parecían ser las mismas en todo el ámbito hispánico, sin que hubiera
variación geográfica significativa en los cambios que se iban produciendo
en la ortografía.
452 Juan Pedro Sánchez Méndez

Estamos de acuerdo parcialmente con lo que señalan estos dos autores,


como no podría ser de otra manera dados los datos concluyentes que ofre-
cen. En efecto, como demuestran, las tradiciones ortográficas, el empleo
de determinadas grafías, los elementos fosilizados que remiten a viejas
prácticas ortográficas, la decadencia de unas grafías a favor de otras que
se abren cada vez un paso más seguro en los escritos, la preferencia por
determinadas grafías cultas fueron los mismos a ambos lados del Atlántico.
Sin embargo eso no significa que no hubiese caos, pues lo había, aunque
no debería llamarse ortográfico sino gráfico. Efectivamente, en los docu-
mentos de los siglos coloniales hay anarquía o caos gráfico en el sentido
señalado, entre otros, por Lapesa (1981: § 102.2) o por Rivarola (2001:
115). Lo que aducen Frago y Ramírez Luengo hay que circunscribirlo a las
tradiciones ortográficas, y no a los usos gráficos en los que se refleja (o se
trata de ocultar) la oralidad del que escribe. La tradición ortográfica fue la
misma con diferencias de grado, pero los documentos muestran de manera
clara que, por ejemplo, el empleo de las cinco antiguas grafías sibilantes
<s/ss>, <c, ç/z> era anárquico entre los escribanos y escribientes en los
que aparece ya la indistinción entre sordas y sonoras y se ha producido
también la neutralización seseante (o ciceante). Un mismo fonema oral
podía recibir en los documentos de, digamos, el Quito colonial del siglo
XVI, cualquiera de estas cinco grafías y es fácil comprobar que el uso de
estas o bien es indistinto, aleatorio e inconsistente (esto es, caótico: en un
mismo documento podemos encontrar: necezario, neçesario, necesario,
nezezario, neçeçario, neseçario, etc.), o bien responde a preferencias cul-
turales o personales. Otra cosa es que esas cinco grafías fueran simplifi-
cándose en el uso de manera más o menos sincronizada en todos lados. En
resumen, la existencia de esas grafías, su uso y su paulatina desaparición
y regulación final no fue, en absoluto, caótica. Las normas ortográficas
estaban ancladas en una tradición común. Lo anárquico se daba cuando
se intentaba reflejar en la ortografía distinciones fonológicas (o nuevos
fonemas) que ya no existían.
Es más, y continuando con el seseo y la distinción, la situación en
algunos lugares, como la Lima colonial, debió de ser más compleja que en,
por ejemplo, Madrid o Sevilla. Y al decir compleja me refiero a que, como
señaló Rivarola (2001: 23 y sigs., y 2005: 803 y sigs.), en un mismo lugar,
junto con los seseantes no distinguidores, mayoritarios, existió igualmente
también un grupo minoritario de hablantes criollos distinguidores. Ambos
grupos compartirían la misma tradición ortográfica en la que mostrarían
en conjunto distintos grados de apego con la española tradicional, pero en
La doble (o triple) perspectiva en la investigación 453

unos habría un uso consistente y regular de las grafías distinguidoras y en


los seseantes, un empleo anárquico.
Ahora bien, en el nivel en que la oralidad se manifiesta o se delata a
través de los usos gráficos es conveniente distinguir entre los diversos facto-
res que condicionan los usos gráficos, ya que hacen referencias a realidades
de naturaleza muy distinta y no conviene mezclarlos. No es admisible la
carencia de discernimiento, esto es, la no consideración de que no todas
las cacografías son iguales o, incluso, si a veces se trata verdaderamente de
cacografías que delatan una evolución o cambio, y sin tener en cuenta que
los usos gráficos no pueden interpretarse igual en todos los testimonios.
Hay que distinguir aquellos usos gráficos que documentan fenómenos del
habla de los que testimonian hechos de lengua. En el caso de los escri-
bientes semicultos se trataría de lo que Oesterreicher (1994) denominaba
competencia escrita de impronta oral. Hay que deslindar entre cacografías
como hechos de habla y cacografías como hechos de lengua.
2.1.1. Las cacografías como hechos de habla
Se trata de datos que no reflejan cambios fonológicos, no van más allá
de lo fonético o se circunscriben al individuo, sus relaciones y problemas
con la grafía y su dominio mayor o menor de la ortografía. Para la correcta
interpretación de los textos antiguos, es necesario plantearse previamente
los problemas acerca de la relación que se establece entre fonema y la
imagen que se pudiera tener de este. Es evidente que esta correlación era
distinta entre los hablantes escribientes de los diferentes sociolectos, espe-
cialmente en aquellos con deficiencias o poca práctica en la escritura. La
escritura tiene sus propias leyes y, como señaló Sánchez-Prieto (2008a:
169), ciertas cacografías, junto a otras «patografías», se deben a la per-
cepción particular o variable de la imagen acústica de las palabras. Se ha
comprobado, especialmente en el caso de las palabras de menor circulación,
que esta imagen se perfila en la práctica de escribirla y verla escrita2.
Por lo tanto, en el caso de muchas cacografías que se testimonian en
los documentos hay que partir de la imagen mental que los individuos
tienen de los sonidos de su propia lengua y de los patrones psicológicos

2
Sánchez-Prieto (2008: nota 20) refiere un interesante estudio sobre encuestas léxicas
realizadas a estudiantes de tercero y cuarto curso de enseñanza secundaria en España. En
él se ofrecen abundantes testimonios de usos ortográficos y cacografías que no responden
a una pronunciación real, sino a la representación mental que tienen los estudiantes de los
sonidos de su lengua, del discernimiento de ellos, y de su correspondiente reflejo en la
ortografía (alzombra ‘alfombra’, ballador ‘bañador’, azapata ‘azafata’, etc.). Es la visión
escrita de las palabras la que contribuye en buena medida a la fijación de la imagen fónica.
454 Juan Pedro Sánchez Méndez

y grafomotrices que explicarían las características del que escribe y que


no podrían adscribirse a ningún fenómeno fonético-fonológico particular.
Esto es más evidente cuanto menor es la formación y el dominio gráfico
del que escribe, lo que pondría de manifiesto no solo fenómenos propios
de la oralidad, sino, en el proceso complejo que va de la palabra hablada
a la escrita, su propia capacidad de discernir entre sonidos de la lengua y
la imagen que tiene de estos y de las palabras a las que no está habituado.
Por su parte, en el caso de individuos más cultos, las cacografías lejos de
serlo no tendrían por qué responder a ningún patrón de pronunciación o
fonología determinado, sino que estos individuos pueden ser conscientes
de la etimología de una palabra e imponerla, a pesar de cual sea su pro-
nunciación real o figurada.
Así pues, hay que tener en consideración lo que acabamos de ver a la
hora de sacar conclusiones a partir de algunas cacografías como, por citar
algunos ejemplos a modo de ilustración, impernentes (por impertinentes)
o intente (por intendente) etc., que revelan más probablemente palabras
aún no fijadas en la mente del que escribe o un simple error de escritura,
especialmente si testimonios como estos son esporádicos y no aparecen en
otros documentos de otros individuos de la misma época.
2.1.2. Las cacografías como hechos de lengua
Se trata de usos gráficos que reflejan una oralidad que revela cam-
bios fonético-fonológicos en marcha. Como decíamos, muchos estudios
de historia de pronunciación americana se basan en la interpretación de
las grafías de los textos con especial atención a aquellas que rompen las
normas ortográficas, las cacografías, para, a partir de ellas, detectar un
cambio lingüístico y extraer conclusiones sobre la presencia, evolución y
desarrollo posterior de un determinado caso de pronunciación.
En general, es lo que más interesa estudiar ya que nos permiten infe-
rir la evolución fonológica, a la vez que ciertos hechos atingentes a la
norma, por cuanto determinados rasgos de pronunciación se expandirán,
retrocederán o serán sustituidos por otros en función de consideraciones
sociales como el prestigio a ellos asociado. La lengua llegó a América con
un sistema que conocía multitud de variantes sin que todavía ningún centro
de prestigio impusiera una normal clara (cf. Pascual 2000: 75 y sigs.), y
describir esta historia es ver cómo esta variación se prolongaba en el caso
americano y alcanzaba unos resultados coincidentes o divergentes en mayor
o menor medida en cada región según sus circunstancias socio-culturales
e históricas y según la manera en que se produjo el proceso de reestructu-
ración patrimonial señalado por Rivarola (2001: 80 y sigs.).
La doble (o triple) perspectiva en la investigación 455

Sin embargo, a la hora de describir la historia de la pronunciación his-


panoamericana no debe concebirse esta como algo lineal, ni debería basarse
exclusivamente en dar cuenta de determinados hechos de manera atomista,
sin ponerlo en relación con otros fenómenos y sin una consideración sisté-
mica de los hechos lingüísticos. Muy al contrario, hay que tener en cuenta
que los usos lingüísticos se dan en un espacio de variación determinado
que se ha de intentar reconstruir, en la medida de lo posible, y todo espacio
de variación se define a partir de la existencia de un estándar que sirve
como modelo a partir del cual se confrontan las variantes (cf. Oesterreicher
2009). Se ha de incluir, por tanto, la dimensión diastrática. La posibilidad
de incluir la variación diastrática en el estudio de un determinado fenómeno
de pronunciación a partir de los documentos coloniales ya la demostró Cock
(1969), cuando analizó por extenso la evolución y extensión del seseo en
el Virreinato de Nueva Granada desde sus orígenes y lo puso en relación
con los distintos grupos sociales que aparecían en los documentos que le
sirvieron de base, lo que le permitió obtener conclusiones muy interesantes.
Un modelo de aproximación más moderno que incorpora la sociolingüís-
tica en el examen del uso gráfico de documentos del siglo XIX lo ofrece
Almeida Cabrejas (2014), en textos españoles, y Ramírez Luengo (2015a),
para Bolivia.
El hecho es que a partir de los documentos coloniales podemos tes-
timoniar y seguir, en parte y hasta donde esos mismos documentos y las
grafías lo permiten, los diferentes procesos y cambios fonético-fonológicos
y su expansión o retroceso social. Se trata de documentos que pertenecen
a una tradición escrita y que, como señala Rivarola (2001: 111-115), han
sido escritos por alguien con mayor o menor dominio de la ortografía, que
expresa una procedencia dialectal, un nivel sociolingüístico y una formación.
En los documentos americanos intervienen individuos con dispar dominio
de la ortografía, que representarían a distintas clases sociales, lo que implica
una comunidad de individuos que producen un continuum de documentos
en los que se aprecia desde un mayor a un menor control de la ortografía,
que bien impedirían o bien promoverían la presencia en grados diversos de
eventuales características dialectales y orales, más cercanas a la realidad
lingüística de quien escribe que a la que refleja la ortografía tradicional.
Veamos ahora algunos ejemplos, entre otros muchos, que se podrían
aducir en los que es conveniente adoptar una visión amplia (y cauta) de
las grafías. Hay usos gráficos que pueden delatar o evidenciar un proceso
de cambio oculto y que conviene recoger y distinguir. Uno de ellos es el
de los grupos cultos consonánticos. Gran parte de los cultismos latinos
456 Juan Pedro Sánchez Méndez

entraron en castellano durante el siglo XV y luego pervivieron en la len-


gua adaptando su fonética a los hábitos de la pronunciación castellana en
detrimento de la latina. De esta forma, y por las referencias de los gramá-
ticos de la época, sabemos que en los siglos XV y XVI se omitían estos
grupos y se decía efeto, dino o conceto. Si aparecían en la ortografía, era
generalmente por prurito etimológico. Durante los siglos XVI y XVII aún
no se había llegado a una solución general, lo que implicaba una «lucha
entre el respeto a la forma latina y la propensión a adaptarlos a los hábitos
del pronunciación romance» (Lapesa 1981: § 94). La situación recogida
en los documentos muestra esta tendencia a la no realización de los grupos
latinos, lo que explica también las abundantes ultracorrecciones gráficas
cuando se intenta vestir la escritura de una palabra con su ropaje latino y
sospechamos que estas ultracorrecciones debieron darse en todos lados (a
imitación o siguiendo el uso peninsular), en grado diverso.
También la ausencia de grafías puede ser indicio de cambio lingüístico
o presencia de la oralidad, aunque es siempre un asunto difícil de dirimir
que requiere de una buena dosis de prudencia y apoyo de datos concomitan-
tes y análogos. Un ejemplo son los testimonios de la aspiración y pérdida de
[-s] implosiva a partir de testimonios en los que se constata la ausencia de
la grafía: cantamo, una pocas, etc. El problema radica en precisar hasta qué
punto debe ser interpretada la ausencia de -s como indicio de su aspiración
o pérdida. Torreblanca (1989: 289) ha cuestionado de manera convincente
que la ausencia de -s pueda interpretarse como indicio de aspiración o
pérdida en documentos andaluces y americanos, y aduce errores similares
en textos en los que no cabe sospechar esa aspiración y pérdida.
2.2. Las grafías y su interpretación en el nivel de la norma o tradición
ortográfica
Los documentos coloniales también nos pueden servir de fuente para
poder establecer una historia de la ortografía del español, de cómo se
constituyó y de los usos gráficos imperantes en cada época. En este tema
hay mucho por hacer, pues, normalmente, la presencia de Hispanoamérica
es muchas veces obviada en los estudios historiográficos. En este ámbito
es necesario destacar las contribuciones que al respecto han hecho Frago
(2002, 2007 y 2010) y, sobre todo, Ramírez Luengo (2010, 2013, 2014
y 2015b), no tanto por los datos que aportan, que también, como por el
modelo que constituyen, a fin de establecer los parámetros en los que debe
moverse la investigación. Además, las conclusiones que aportan ofrecen
elementos de reflexión muy interesantes que obligan a la revisión de algu-
nos postulados y la adopción de otras perspectivas de estudio.
La doble (o triple) perspectiva en la investigación 457

Para la ortografía y los usos gráficos que muestran los primeros docu-
mentos americanos aún desconocemos en gran medida, como reconoce
Rivarola (2001: 20-21), cuál era la ortografía normativa que llegó tras la
Edad Media al siglo xvi y cómo se transmitía o enseñaba a individuos que
luego mostrarán un dispar dominio de esta, dejando traslucir en diverso
grado sus particularidades dialectales (e idiolectales), según su distinto nivel
de formación y educación. Asimismo, la práctica impuesta por la imprenta
y la circulación de libros impresos debieron ejercer un importante papel
posteriormente en la consolidación de las tradiciones ortográficas en todo
el mundo hispánico. La imprenta, dada la situación de variación ortográfica
de la época al quedarse obsoleto el sistema gráfico alfonsí, asumió pronto
un carácter regulador, reacio a las innovaciones (cf. Rivarola 2001: 114).
Asimismo, desde el lado preceptivo aún no hay estudios de qué reper-
cusión tuvieron (si la tuvieron) en la Hispanoamérica colonial, y según qué
textos y contextos, las polémicas ortográficas que se daban en la Península
entre los que proponían una ortografía más cercana a la fonética y los que
preferían respetar la grafía tradicional, con los consabidos matices perso-
nales. En cualquier caso, las propuestas ortográficas de Andrés Bello, en el
siglo XIX, que se alinean con la tradición anterior más fonetista, no debie-
ron nacer ex nihilo. Desconocemos asimismo, las ideas que la Ilustración
hispanoamericana anterior a Bello tenía al respecto de la ortografía. Por
otro lado, tampoco sabemos aún cómo se fueron incorporando las distintas
normas ortográficas que propuso la Real Academia a partir de la publica-
ción de la primera Ortografía en 1741. Sánchez-Prieto (2008b) se muestra
escéptico en cuanto al alcance que las propuestas académicas pudieran
tener en España antes de su imposición obligatoria en la enseñanza, ya
bien entrado el siglo XIX. Cabría aplicar, quizás, las mismas reservas para
el caso americano, aunque no sabemos apenas nada al respecto y es algo
que merecería un estudio detallado. Lo más probable es que los docu-
mentos de la administración colonial mostrasen una situación similar a la
de los peninsulares contemporáneos, con idéntica impermeabilidad a los
postulados ortográficos que aparecían periódicamente en las publicaciones
académicas. Esto es (y lo que se señala no es más que una conjetura), que
los documentos de la administración hispánica durante estos siglos quizás
desarrollarían una estandarización propia y similar en todos lados en cuanto
a los usos gráficos: determinadas preferencias por unas grafías en detri-
mento de otras, mantenimiento de unas mismas tendencias gráficas, usos
compartidos de grafías cultas como <ph>, <th> <ch>, o permanencia de
una determinada solución gráfica particular en ciertas voces, por ejemplo,
458 Juan Pedro Sánchez Méndez

los topónimos y antropónimos. Cómo se acopló luego a esta corriente la


preceptiva académica y que pasó con Hispanoamérica, ya independiente en
la parte final del proceso, es algo que está pendiente de estudio.
No es mi deseo conjeturar sobre lo que no disponemos aún de datos,
pero no deja de llamar la atención que el mantenimiento de las tendencias
gráficas fuera prácticamente el mismo en todo el mundo hispánico, como
demuestra Ramírez Luengo (2015b) en cuanto a la desaparición de la grafía
<ç>. Esto implica que, al menos en el nivel de la escritura y su ortografía,
la estandarización americana se movió con parámetros y tiempos diferentes
a la realidad oral. Dicho de otro modo, se ha discutido notablemente en
la bibliografía sobre el influjo que las cortes virreinales ejercieron en sus
zonas de influencia para, por ejemplo, eliminar o suavizar los rasgos más
meridionales de sus hablas, o para la erradicación total o parcial del voseo.
Asimismo, una característica de Hispanoamérica con respecto a la Penín-
sula es que, en general, los cambios lingüísticos que llegaron ya en marcha
a América, tendieron allí a seguir existiendo sin resolverse hasta fechas muy
posteriores a las de la Península. En cambio, los cambios lingüísticos que
se inician desde fines del siglo XVII no solo se resuelven con rapidez en
Hispanoamérica, sino que ofrecen resultados bien divergentes, bien radica-
les respecto de España. No es este el patrón que sigue la ortografía de los
documentos, que muestran unas corrientes de estandarización progresiva
ajena a los vaivenes de las cortes virreinales y su influencia. Independien-
temente de lo apartado que estuviera un lugar, parece que las tradiciones
gráficas eran las mismas con algún pequeño desfase. No descartamos aquí
la influencia de la imprenta y de los libros que en gran volumen llegaban
de España y se distribuían por todos lados para explicar esta diferencia.
2.3. Las interacciones entre tradiciones ortográficas y manifestaciones
de la oralidad
Concluimos con este tercer nivel. Sería interesante verificar en qué
medida las tradiciones graficas condicionaban o se imponían a las mani-
festaciones de la oralidad y viceversa. Dicho de otro modo, del lado de
las tradiciones ortográficas, cabe preguntarse si hubo una misma tradición
compartida en todos lados para representar los fonemas (y alófonos) que se
iban produciendo tras los ajustes profundos del sistema fonológico del Siglo
de Oro. Por ejemplo, en el caso de la velarización de la palatal fricativa
sorda /ʃ/ y su confluencia, en algunas regiones, con la aspirada /h/ proce-
dente de [f-], ¿recibió o creó una misma tradición gráfica para representarla
en todos lados, y más considerando que se trata de un fenómeno ajeno a
la pronunciación septentrional? En algunos estudios se parte de que fue
La doble (o triple) perspectiva en la investigación 459

así, por ejemplo, cuando se recurre al uso de la grafía <h> no culta. Ahora
bien, debemos ser cautos en este último caso y desconfiar de la polivalencia
del grafema <h> y de ejemplos como hentil o hente (junto a gente, xente,
jente) como testimonios de aspiración de la velar, como hace Fontanella
(1992: 56-57), por cuanto la h puede representar un fonema palatal (Pascual
1993: 50) o, como señala Rivarola (2001: 25), también es posible que se
trate de un intento de poner en grafía la velarización de /ʃ/ que estaba en
pleno proceso de consolidación. Asimismo, también a propósito de este
fonema, surge la cuestión de si se adaptaron en todos lados y de manera
unánime las mismas tradiciones gráficas a la hora de mostrar los cambios
fonético-fonológicos en sus resultados intermedios. Es difícil poder docu-
mentar el paso de /ʃ/ palatal a /x/ velar y sus grados intermedios, por cuanto
no existía grafía para representarlo. Rivarola (2001: 197) documenta una
variante intermedia, hoy viva en Chile, en textos peruanos de mediados del
siglo XVI gracias a grafías como <xi> en mexias u oxias. Desconocemos
si se trata de una innovación gráfica peruana colonial u obedecía a una
tradición común y compartida de los documentos hispánicos.
Finalmente, también el estudio de las tradiciones ortográficas podría
utilizarse a fin de dilucidar una determinada pronunciación. Veamos un
ejemplo: es difícil poder señalar con seguridad solo a partir de los usos grá-
ficos cuándo comienza una determinada confusión, como el yeísmo, testi-
moniado desde época temprana en América (cf. Parodi 1977). Es más difícil
aún descubrir una pronunciación dialectal característica de una región. Es
lo que ocurre con la pronunciación rehilada (< /y/), que se puede escuchar
en algunas zonas americanas, donde no se distingue /λ/ y /y/ o donde se
distinguen como /y/ y /ž/, respectivamente. El yeísmo se puede documentar
a partir de las confusiones gráficas. Pero ¿cómo atestiguar el paso de /y/ a
/ž/? Para el caso del español bonaerense, Fontanella (1992: 58) indica que
la /y/ tenía ya una pronunciación rehilada del tipo /ž/ desde fines del siglo
XVIII, en convivencia con la variante no rehilada, basándose en ejemplos
de un sainete gauchesco de este período en el que se reproduce la palatal
sonora portuguesa /ʒ/ con la grafía /y/: yente, suyecto. Sin embargo, cabe
una interpretación alternativa desde la tradición gráfica, que invalidaría el
supuesto reflejo de rehilamiento. Habida cuenta de que a fines del siglo
XVIII ya no existía en español el sonido palatal sonoro /ʒ/, ni el sordo /ʃ/,
convertido ya en una velar quizás tipo /x/, es evidente que no se podían
usar las grafías <g> para presentar los sonidos portugueses en un texto en
español, ya que se leerían con valor velar, y por ello es muy posible que
se utilizara para ello el grafema más próximo <y>.
460 Juan Pedro Sánchez Méndez

3. A modo de conclusión
Como hemos visto, a la hora de investigar la historia de la pronun-
ciación hispanoamericana contamos con los datos que se pueden inferir a
partir de los usos gráficos de los manuscritos coloniales, la mayoría de ellos,
propios de la administración española. Ahora bien, a la hora de evaluar las
grafías hay que tener en cuenta que se deben deslindar convenientemente
la ortografía y la pronunciación. Sistema gráfico de la lengua y sistema
fónico, aunque indisolubles, son dos sistemas distintos, cada uno con sus
principios teóricos y métodos de estudio. Lo gráfico es un reflejo de lo oral
y el estudio de las grafías se debería basar, ante todo, en el conocimiento
exacto de la fonética que estas grafías representan.
Por su parte, hay que distinguir tres niveles de análisis. Por un lado,
en el nivel de la oralidad, los usos gráficos son susceptibles de testimoniar
determinados hechos propios de un determinado dialecto o de una determi-
nada evolución lingüística. Aquí se produce muchas veces anarquía gráfica,
por cuanto se han producido cambios fonológicos a los que la ortografía era
ajena. A su vez, y dentro de este nivel, conviene no mezclar las cacografías
producto de hechos de habla con aquellas que muestran hechos de lengua.
Por otro lado, en el nivel de las grafías y su interpretación en el nivel de
la norma o tradición ortográfica, los estudiosos demuestran que hubo tra-
diciones gráficas y procesos de estandarización que presentaban tan solo
diferencia de grado en el mundo hispánico. Finalmente, está pendiente un
análisis más profundo desde la doble perspectiva de ambos niveles, esto
es, mostrar las interacciones entre tradiciones ortográficas y orales y sus
consecuencias.

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Tendencias cuantitativas de la abreviatura
en el español medieval y moderno*

Hiroto Ueda
Universidad de Tokio

Resumen. Expondremos las características histórico-sociales de la abreviatura


española y sus razonamientos con los datos de los corpus lingüísticos: 1) CODEA
(Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1700) del GITHE (Grupo de
Investigación de Textos para la Historia del Español, Universidad de Alcalá);
y 2) nuestro Corpus LEMI (Letras Españolas en Manuscritos e Impresos). En
los dos corpus, uno de documentos notariales y otro de obras literarias, hemos
notado que se repiten los mismos tipos de abreviación: 1) la nasal en la posición
final de sílaba: co<n>ve<n>to; 2) la conjunción q<ue> y sus variantes for-
males: achaq<ue>, desq<ue>, aq<ui>, q<ua>ndo, etc.; 3) «vocal + r» y «r +
vocal»: ap<re>ciado, au<er>; 4) el artículo definido <e>l, siempre detrás de
una preposición: d+<e>l, con+<e>l, etc.; 5) la preposición d<e>. En todos estos
datos comprobamos la continuidad de uso convencional de las formas y voces
abreviadas, lo que demuestra el destacable carácter sociocultural de la escritura,
más que la intención de los escribanos de ahorrar tiempo y material o de buscar
las formas de percepción fácil.
Palabras clave. Abreviatura, español medieval y moderno, uso convencional.

Abstract. We will expose the historical and social characteristics of the Spanish
abbreviation and their reasoning with the data of the linguistic corpus: 1) CODEA
(Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1700) de GITHE (Grupo de Inves-
tigación de Textos para la Historia del Español, Universidad de Alcalá); and 2) our
LEMI Corpus (Letras Españolas en Manuscritos e Impresos). In both corpus, one
of notarial documents and another of literary works, we have noticed that the same

* Agradezco a Pedro Sánchez-Prieto, de la Universidad de Alcalá, y a María Jesús


Torrens Álvarez, del CSIC, la ayuda prestada durante este estudio. Mi agradecimiento es
también para la profesora Ana Isabel García, de la Universidad de Tokio, quien me ha
ayudado revisando mi español y dándome opiniones como especialista en lingüística espa-
ñola. Este trabajo ha sido subvencionado por JSPS KAKENHI Grant Number 24520453.
464 Hiroto Ueda

types of abbreviation are repeated: 1) the nasal in the final position of syllable:
co<n>ve<n>to; 2) the conjunction q<ue> and its formal variants: achaq<ue>,
desq<ue>, aq<ui>, q<ua>ndo, etc.; 3) «vowel + r» and «r + vowel»: ap<re>-
ciado, au<er>; 4) the definite article <e>l, always behind a preposition: d+<e>l,
con+<e>l, etc.; 5) the preposition d<e>. In all these data we verify the continuity
of conventional use of the abbreviated forms and words, which demonstrates the
remarkable sociocultural character of the writing, more than the intention of nota-
ries to save the time and the material or to look for the forms of easy perception.
Keywords. Abbreviation, medieval Spanish, modern Spanish, conventional use.

1. Introducción
Al observar antiguos textos españoles nos encontramos con la dificul-
tad de leer frecuentes formas abreviadas. Algunas son fáciles de identificar;
por ejemplo, la q con una lineta representa la conjunción o el pronombre
relativo que y coveto sería convento con las dos enes suprimidas. No pasa
lo mismo con formas tales como dha, nro, ta, etc., que son dicha, nues-
tro, tierra, respectivamente. Nuestra pregunta inicial es si existen algunas
tendencias numéricas de estas formas compendiadas. En este estudio hare-
mos un repaso de las explicaciones históricas y funcionales presentadas en
estudios anteriores; a continuación las comprobaremos en textos literarios
y notariales, y finalmente reflexionaremos sobre las razones de su uso en
el español medieval y moderno.

2. La abreviatura y sus razones


Según los estudios anteriores, el origen de la abreviatura latina medie-
val se remonta a la escritura taquigráfica de Tirón, liberto de Cicerón del
siglo I1. Al invento de la taquigrafía romana sucede la escritura de Nota
juris que se remonta al siglo II, que es anterior a la abreviación de los
nomina sacra2. Imaginamos que Tirón, inventor del sistema taquigráfico

1
Schiaparelli (1986: 32): «[…] quando i nomi sacri passarono nel latino, la contra-
zione era già conosciuta dai Romani e largamente usata nella scrittura tachigrafica tironiana,
[…]». Véanse también Millares Carlo (1932: 54-60) e Higounet (1955: 107-112).
2
Schiaparelli (1986: 42): «il sistema abbreviativo latino del Medioevo è il medesimo,
nei suoi caratteri generali, che fu già adottato nelle notae iuris, le quali ebbero origine,
probabilmente nel II secolo dopo Cristo, dalle sigle e dale note tachigrafiche»; Millares
Carlo (1932: 57): «[…] De la escritura tironiana pasó el sistema a la escritura común, es
decir, a las Notae iuris, cuyo origen se remonta por lo menos al siglo II de J. C., época en
que la jurisprudencia romana alcanzó su máximo desarrollo, y es, por lo tanto, anterior a
la aparición de los antiguos Nomina Sacra».
Tendencias cuantitativas de la abreviatura en el español 465

latino, necesitaba escribir lo más rápidamente posible y encontró la manera


de suprimir algunas partes de la palabra, supuestamente recuperables según
la forma y el contexto.
Higounet (1955: 107) explica que el uso amplio de la abreviatura,
que ocupa un lugar importante en la escritura medieval, era un medio
para ahorrar tiempo de trabajo y espacio en el pergamino3. Ruiz (1922:
185) se remonta a sus orígenes: «En sus orígenes cabe suponer un deseo
de ganar espacio, particularmente cuando se trataba de textos destinados
a ser expuestos sobre materiales resistentes y/o costosos». Efectivamente,
Torrens (2002: 94) explica el uso de la abreviatura debido a la carencia de
espacio en las rúbricas y final de línea del Fuero de Alcalá, así como Pellen
(2005: 13) en la Gramática Castellana de Nebrija, junto con otro factor,
que es la «lectura fácil». También hay que tener en cuenta el tipo de letra,
puesto que la «escritura gótica del siglo XIII en sus variantes documental y
libraria se caracteriza por la economía gráfica» (Sánchez-Prieto 1998: 92).
Y dentro de la escritura gótica, la cantidad de abreviaturas varía, además,
según el género y la lengua misma del texto4. Para Martínez de Sousa (2014:
187-189), las razones de la tendencia a expresarse concisa y, al mismo
tiempo, concreta y económicamente son las de ahorro de espacio y tiempo.
Por otra parte, se ha cuestionado la teoría basada en la economía escri-
tural. Citamos primero la explicación de la RAE y ASALE (2010: 565-566):
Tradicionalmente se ha venido considerando que su uso [de la abreviación] res-
pondía a la necesidad de ahorrar tanto en material de escritura como en tiempo
y esfuerzo a la hora de escribir, aunque esta explicación no resulta suficiente si
se tiene en cuenta que a menudo conviven en la misma inscripción o manuscrito
formas abreviadas junto a formas ornamentales que suponen un considerable
derroche de medios.

Para nosotros, la convivencia de las formas abreviadas y las orna-


mentales no contradice la explicación basada en la necesidad de ahorro de
espacio, sino más bien la corrobora: el escribano recurriría a la abreviatura

3
«Le trait qui tient une place importante dans l’histoire de notre écriture: le très large
emploi des abréviations, moyen de gagner du temps et de ménager le parchemin».
4
Derolez (2003: 187) afirma que los textos litúrgicos y literarios utilizan mucho
menos la abreviación y los manuscritos vernáculos, comparados con los latinos, contienen
relativamente poca cantidad de ella: «[…] the degree of abbreviation is far less in liturgical
and literary manuscripts. Since the abbreviation system was developed for Latin texts and
exploits features of the spelling and word-formation of that language, it is not surprising
that vernacular manuscripts contain only a small quantity of abbreviations».
466 Hiroto Ueda

precisamente por la falta de espacio causada por las rúbricas ornamentales,


como bien explica Torrens (2002: 93-94).
La segunda objeción presentada a la teoría basada en la economía
de trabajo y espacio proviene de Floriano Cumbreño (1946: 104-108) y
Núñez Contreras (1994: 107-108), cuyas obras citaremos ampliamente por
la importancia que creemos poseen a la hora de reflexionar sobre las razones
del uso de la abreviatura. La primera cita pone reservas a la teoría anterior
y la segunda propone una nueva:
La escritura de palabras abreviadas se ha explicado por razones que no resultan
totalmente satisfactorias para todos los casos: ahorro de tiempo, economía en el
material usado para escribir, mayor rapidez en el acto de escribir y su consiguiente
esfuerzo menor cuando se escribe. No resultan totalmente satisfactorias porque
en muchos casos la realidad demuestra que escribir una palabra abreviadamente
puede llevar más tiempo y exigir más atención que si se escribe con todas sus
letras; tampoco el ahorro de materia escriptoria resultaría considerable si para
cualquier texto se hiciera la experiencia de sustituir las abreviaturas por sus corres-
pondientes letras (Núñez Contreras 1994: 107).
[…] la representación frecuente de una misma palabra facilita su lectura por la
visión de sus elementos más representativos más que por el reconocimiento de
todos ellos y que en el acto de leer se producen la «pausa de fijación» y el «tramo
interespacial». […] las letras inicial y final se leen con más facilidad y rapidez
que las intermedias. […] el ojo percibe sensorialmente sólo las letras más carac-
terísticas y la totalidad de la palabra y no uno a uno los signos individualizados
que la componen (ibid.: 108).

En cuanto a la repetición de una misma palabra, Floriano Cumbreño


(1946: 106) destaca la importancia que posee la frecuencia de uso:
La palabra de uso frecuente se repite en lo escrito. Esta repetición constante
facilita su percepción, es decir, su reconocimiento, no por la visión total de sus
elementos, sino solamente de aquellos que impresionan primordialmente, y esto
hace que su expresión pueda ser simplificada mediante la supresión de todo aque-
llo que no es estrictamente necesario, por no ser esencialmente significativo; no
por rapidez, ni por ahorro de tiempo, sino, simplemente, por abandono instintivo
de lo que se considera superfluo.

Para comprobar la validez de estas teorías basadas en los estudios de la


psicología perceptiva5 y en el abandono instintivo de elementos frecuentes,

5
También Ruiz (1992: 185) trata el tema de la lectura facilitada: «El hábito de leer
compendiadamente agiliza el proceso de captación del mensaje. De hecho, existen testi-
monios de la época que confirman cómo las abreviaturas introducen un factor de rapidez
en la interpretación de un texto».
Tendencias cuantitativas de la abreviatura en el español 467

nos planteamos un estudio sobre las formas y propósitos de la abreviatura


medievoespañola. Utilizamos nuestro corpus lingüístico del siglo XIII hasta
el XIX, constituido mayoritariamente por obras literarias con añadidura de
un fuero, una biblia traducida, una gramática y un prefacio de diccionario.
La cuestión que nos planteamos principalmente es si realmente la abre-
viatura medieval era para el ahorro del trabajo del escritor y del espacio
del pergamino o del papel, o más bien para la facilitación de la escritura y
lectura. Nos preguntamos igualmente si podrían existir otras razones en la
elección de formas abreviadas en oposición a las plenas.

3. Material y herramientas
Para el estudio histórico de la escritura española, hemos seleccionado
las siguientes obras del siglo XIII hasta el XIX, en intervalos más o menos
equidistantes, con proporción igual de cuatro obras en cada siglo. Contamos
con imágenes que ofrecen bibliotecas y estudios anteriores. Con la ayuda
de las transcripciones existentes preparamos nuestros propios materiales de
estudio con la mayor precisión posible de distinción gráfica de las letras
medievales y modernas. Hemos denominado el corpus LEMI: Letras Espa-
ñolas en Manuscritos e Impresos (véase Fuentes documentales).
La cantidad de palabras, separadas por el espacio, donde hemos hecho
el cálculo tanto de las formas plenas como de las abreviadas, varían de la
manera siguiente:

Obra Palabra plena Palabra abreviada Total


Cid 3777 822 4599
Fazienda 4762 874 5636
Alcalá 4618 909 5527
GE 3895 1317 5212
Alexandre 3826 855 4681
Lucanor 3810 1783 5593
Troyana 4210 1099 5309
LBA 3530 1245 4775
Alba 5016 463 5479
Especulo 4072 1006 5078
Gramática 4091 563 4654
Celestina 3969 569 4538
468 Hiroto Ueda

Sumario 4814 322 5136


Diálogo 4105 555 4660
Lazarillo 4849 295 5144
Casada 5579 138 5717
Quijote 5064 165 5229
Buscón 4936 93 5029
Criticón 5154 143 5297
Instante 4880 4 4884
Austria 4477 7 4484
Autoridades 4948 4948
Picarillo 5113 4 5117
Delincuente 5264 5264
Ortografía 5067 5067
Diablo 5080 5080
Sombrero 5058 5058
Perfecta 4751 4751
TOTAL 128 715 13 231 141 946
Figura 1. Palabras plenas y abreviadas en su cronología.

4. Análisis e interpretaciones
En principio exponemos nuestra conclusión hipotética, a la que hemos
llegado tras los análisis siguientes:
Las formas abreviadas en las obras manuscritas medievales serían pro-
ducidas por el carácter social del uso de las letras y palabras en cuestión,
establecidas en la norma escritural de la época. Al lado de las razones
basadas en su uso como medio para ahorrar tiempo y material, y en un
intento intuitivo de facilitar la lectura con formas de fácil percepción, pro-
ponemos poner atención en la tradición heredada de las letras latinas, que se
mantenía para no inflingir la interpretación visual dentro de la continuidad
cronológica y la homogeneidad social de la escritura.
A continuación expondremos estas características histórico-sociales y
sus razonamientos basándonos en los datos comprobados en la sección
anterior.
4.1. Documentos notariales y textos literarios
En los cuadros siguientes se observa que nuestro corpus LEMI, mayori-
tariamente constituido por obras literarias, a diferencia del corpus de docu-
Tendencias cuantitativas de la abreviatura en el español 469

mentos notariales (CODEA), no ofrece una variación tan rica de formas


abreviadas como describen los estudios de paleografía española (Muñoz
Rivero 1889; Millares Carlo 1932; Morterero y Simón 1979; Martín Mar-
tínez 1996; Derolez 2003). A nuestro modo de ver, los escritores o copistas
de las obras literarias no sentirían la misma obligación de seguir com-
pletamente las normas de los documentos jurídicos, que tradicionalmente
respetaban las formas establecidas tanto latinas como romances.

Figura 2. CODEA (Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1700).

Figura 3. LEMI (Letras Españolas en Manuscritos e Impresos).

Desde luego, en el caso de los fueros (Torrens 2002: 94) y libros impre-
sos (Pellen 2005: 102-107), la condición espacial del pergamino o del papel
era imponente. Para el ajuste del fin de la línea de las páginas impresas, la
abreviación de las <n> finales y de q<ue>, más frecuente que otras formas
abreviadas, fue utilizada, lo que se observa también en las figuras siguientes
de los posteriores libros impresos (Lazarillo y Don Quijote).

Figura 4. Lazarillo.

P: (1) PUes ſepa U<ueſtra> M<erced> a<n>te todas coſas (2) q<ue> a mi lla-
ma<n> Laʒaro ∂<e> Toɾmes (3) hijo ∂e Thome Go<n>çales y ∂e Anto(4)na Pereʒ
naturales de Tejares, al(5)dea ∂e Salama<n>ca […].
470 Hiroto Ueda

Figura 5. Don Quijote.

P: (8) EN Vn lugar de la Mancha, de (9) cuyo nombre no quiero acor(10)darme,


no ha mucho tiempo (11) que viuia vn hidalgo de los de (12) lança en aſtillero,
adarga anti(13)gua, rozin flaco, y galgo corre(14)dor […].

El principal método del ajuste de la línea es naturalmente el corte


silábico de la palabra, por ejemplo, al-dea (Lazarillo); acor-darme, anti-
guo, corre-dor (Don Quijote). Y como apoyo a este remedio se recurre a
la abreviación: U<ueſtra>, M<erced>, a<n>te, q<ue>, llama<n>, ∂<e>.
Cuando no hay necesidad no se abrevia, sino que se presenta la forma
plena: ∂e.
La misma técnica se utilizaba también en los manuscritos medievales,
como los Fueros (Alcalá) y Libros de Alfonso X (GE). Sin embargo, no
vemos tal necesidad en los planos más espaciosos en Cid, Alexandre, LBA
o Diálogo; y ahí también siguen utilizando las formas abreviadas.
4.2. Tipos principales
Hemos observado todas las formas abreviadas y hemos notado que en
la mayoría de las voces se repiten los mismos tipos de abreviación. Con
exclusión de las pocas formas lexicalizadas, que trataremos más adelante,
básicamente podemos clasificarlas en los cinco tipos siguientes: 1) nasal en
la posición final de sílaba, por ejemplo, co<n>ve<n>to; 2) frecuente uso
de la forma q<ue> (conjunción o relativo) y la misma forma utilizada tanto
con la misma función como de un léxico distinto: achaq<ue>, desq<ue>,
incluidas otras variantes formales: aq<ui>, q<ua>ndo, etc.; 3) «vocal +
r» y «r + vocal»: ap<re>ciado, au<er>; 4) el artículo definido <e>l,
siempre detrás de una preposición: d+<e>l, con+<e>l, etc.; 5) preposi-
ción d<e>. El cuadro siguiente muestra la distribución de las formas en
las obras tratadas6:

Para los detalles de las tendencias numéricas de estos tipos de abreviación, véase
6

Ueda (en prensa).


Tendencias cuantitativas de la abreviatura en el español 471

Figura 6. Tipos de abreviación en su cronología.

De este cuadro de distribución deducimos que existe cierto grado de


continuidad en el uso de formas abreviadas a través de las obras desde el
Cid (s. XIII) hasta el Diálogo de la lengua a mediados del siglo XVI, con un
auge en Lucanor (s. XIV). A partir de mediados del siglo XVI el descenso
es notable. La única excepción que se destaca en esta continuidad cronoló-
gica es Alba (1433), una biblia decorada traducida de la versión hebrea del
Antiguo Testamento. A pesar del abrupto descenso de frecuencia en Alba7,
podemos afirmar que se observa una uniformidad entre obras cronológica-
mente cercanas. Este hecho nos lleva a pensar en su convencionalismo o
norma social, que respetarían los autores al escribir las formas en cuestión.
Se trata de tres formas léxicas con algunas extensiones: q<uV>, <e>l y
d<e> y dos secuencias gráficas, una de vocal más n implosiva y otra una r
más vocal y la misma en orden inverso, siendo ambas categorías sumamente
frecuentes. Sabemos que unas formas anómalas, es decir, marcadas, pueden
ser conservadas y precisamente lo mismo pasa con estas formas abreviadas,
anómalas y frecuentes, socialmente admitidas a través de siglos8.

7
Torrens (2002: 94) explica los casos de códices de lujo: «dentro de cada modalidad,
la clase y tema del manuscrito condicionan los tipos de abreviaturas, así como su cantidad;
en este sentido, son sin duda los códices de lujo los más reacios a compendiar».
8
En Ueda (2013) hemos intentando utilizar las formas abreviadas para la datación de
los documentos notariales no fechados.
472 Hiroto Ueda

Un curioso caso es e de el, <e>l, que resultaría simplemente una gra-


fía difícil de reconstruir por parte del lector. Efectivamente este artículo
determinado no se abrevia sin apoyo de una preposición anterior: d+<e>l,
con+<e>l, en+<e>l, etc. Ahora sí que recibiría un consenso social en el
uso de la abreviatura, sin correr riesgo de resultar incomprensible.
4.3. Variación de monosílabos
En la sección anterior hemos visto que se presenta gran cantidad
de formas con una ene implosiva, dentro de la cual se cuentan unas
voces monosilábicas como bie<n>, co<n>, do<n>, gra<n>, no<n>,
que compiten con las plenas. Curiosamente otras palabras también de
una sílaba son reacias a la abreviación: en, sin, vn, según vemos en el
cuadro siguiente.

Figura 7. Variación de monosílabos.

¿Por qué razón se observa tal diferencia entre los dos tipos de monosí-
labos? Si la abreviatura fuera exclusivamente el medio para el ahorro mate-
rial, estas formas frecuentes deberían ser acortadas para ganar más espacio.
Para la lectura fácil, tampoco habría problema de reconocimiento gráfico
en la forma abreviada. A nuestro modo de ver, se trata de una convención
escritural respetada socialmente a lo largo de los siglos tratados. Prueba
de ello es que comprobamos la misma escasez de abreviaturas de en, sin,
vn en los documentos notariales del CODEA. Las formas latinas a partir de
las cuales se establece la norma escritural no ofrecen las abreviaturas en
Tendencias cuantitativas de la abreviatura en el español 473

sus formas correspondientes, sino en formas peculiares: in > i, sine > sn


de s(i)-n(e), según Lindsay (1915: 113, 291), y el mismo autor no ofrece
casos de unus. Por esta razón suponemos que no se activaron las formas
abreviadas españolas correspondientes: *e<n>, *si<n>, *v<n>.
4.4. Voces particulares
Aparte de las formas abreviadas sumamente frecuentes tratadas en la
sección anterior, contamos con algunas palabras sueltas que también presen-
tan unas formas acortadas: n<uest>ro9, v<uest>ro, t<iem>po, t<ierr>a;
y una sacra nomina: x<pis>to con su derivación adjetival, x<pis>tiano10.

Figura 8. Voces particulares.

Aquí también comprobamos cierta continuidad de uso de las voces


compendiadas entre las obras principalmente medievales, lo que demuestra
su convencionalidad social. Sin el acuerdo de una norma, no es pensable
la pura coincidencia de estas formas que se repiten en distintas ocasiones.
Si la abreviatura se practicara solo por razones de economía de tiempo del
escritor y de espacio del plano de escritura, contaríamos con más casos de
la abreviatura lexemática.

9
Lindsay (1915: 153) dedica una sección al símbolo peculiar del latín noster (voster)
en la Península, donde desde el principio se presentaba el patrón de n<ost>r: «in Spain nri
is the earlier type for the oblique cases, although ‘noster’ is nsr and not nrr».
10
Según Lindsay (1915: 402) la forma proviene de la contracción griega: «The Greek
contraction Χρ(ιστό)ς was reproduced in xps (xpi, epo, etc.) […]. The symbol xps is so
universal in Latin MSS. of our period (and other periods) that examples are superfluous».
474 Hiroto Ueda

5. Consideraciones finales
Martínez Sousa (1991: 41-43) divide la historia de la ortografía espa-
ñola en tres períodos: 1) «Período fonético», desde los orígenes del caste-
llano hasta la segunda mitad del siglo XVI; 2) «Período anárquico», desde
la segunda mitad del siglo XVI hasta principios del siglo XVIII; 3) «Período
académico», desde la fundación de la Real Academia Española (1713) hasta
el presente. En cuanto a la cuestión de la abreviatura, nos tocan las pri-
meras dos épocas. En la primera, «los inicios de lo que habría de ser la
ortografía española se hallan en la General Estoria de Alfonso X […]. La
lengua latina de la que se deriva ejerce una fuerte influencia en la naciente
ortografía castellana, especialmente debido a que quienes empezaban a
escribir en romance eran los mismos que escribirían en latín» (ibid.: 41-42).
Precisamente aquí encontramos nuestra respuesta al porqué de la abrevia-
tura española. Nuestra hipótesis consiste en dar peso a la norma escritural
heredada de notae juris latinas reflejadas en el uso general de abreviaturas
en documentos notariales de la época.
En el siguiente «período anárquico», desde la segunda mitad del siglo
XVI hasta principios del siglo XVIII, también observamos una continuidad
en la práctica de la abreviación, ahora con un notable descenso. Martínez
Sousa (ibid.) describe que en el Siglo de Oro, cuando circulaba una gran
cantidad de libros de distintos géneros, los autores utilizaban sus propios
modos de escritura. Por otra parte, aun en aquel tiempo caracterizado de
anárquico, hemos observado el modo braquigráfico bastante unificado, tanto
de los cinco tipos frecuentes (4.2), como de voces particulares (4.3), donde
hemos observado unas coincidencias enormes entre los autores. Pensamos
que el recurso de la abreviación no correspndía a la transcripción foné-
tica literal, sino al uso habitual de determinados vocablos (q<ue>, d<e>,
n<uest>ro, v<uestr>o, t<iem>po, t<ierr>a, x<prist>o) o de vocablos que
contienen ciertas letras en común (n final o combinación de una vocal y r).
Ciertamente la teoría sensorial de Floriano Cumbreño (1946: 104-108),
citada y apoyada por Núñez Contreras (1994: 108), sobre la facilitación de
la lectura por medio de las letras inicial y final es plausible (apdo. 2). Lo
que nos hace pensar es si de la lectura preferencial de las letras inicial y
final surgirían directamente las abreviaturas en cuestión. Veamos los casos
concretos. Por ejemplo, la forma actual de S<eño>r aparece cinco veces
al lado de otros cinco ejemplos de forma plena (Sen<n>or) en nuestro
corpus LEMI, concretamente en Diálogo (Juan de Valdés) del siglo XVI.
Los ejemplos siguientes muestran la imagen copiada y nuestra transcripción
paleográfica de la parte en cuestión:
Tendencias cuantitativas de la abreviatura en el español 475

Figura 9. hablar. y el S<enno>r Co<riolano> como buen cor=(tesano) [3r-11].

En el resto de los casos no aparecen las formas abreviadas, sino siempre


las plenas: Cid 7 casos, Fazienda 28, Alcalá 5, Alexandre 5, Diálogo 6;
en total, 51 casos. En el corpus enorme del CODEA hemos encontrado la
forma abreviada tan solo seis veces, todas en el siglo XVI: Madrid 1508;
Valladolid 1520, 2 casos; Guadalajara 1549; Sevilla 1591, 2 casos. Parece
ser que la forma contraída nació en la norma común de documentos y libros
del siglo XVI, puesto que los dos corpus ofrecen pruebas coincidentes.
A nuestro modo de ver, el destacamiento de la parte inicial y de la final
podría proceder de la tradición medieval de tales formas compendiadas
como n<uest>ro, v<uest>ro, t<iem>po, t<ierr>a, x<prist>o, que hemos
visto en 4.4.
Los tratados de la abreviatura suelen distinguir dos tipos: «suspen-
sión», empezando con la de los praenomina latinos: C = Gaius, CN =
Gnaeus; y «contracción», siempre con la letra final (Núñez Contreras
1994: 119-121). Según Millares Carlo (1932: 58-59), el punto (.) era el
signo propio de la abreviatura por suspensión (ss. I-III), anterior a la lineta
(-) que empezó a ser utilizada para la abreviatura por contracción a partir
del siglo IV. De modo que, desde el punto de vista histórico, es innegable
la importancia de las dos partes, inicial y final, de la palabra. No obstante,
insistimos en que la parte inicial posee más peso informativo que la final
en las palabras contraídas. Sería por esta razón por la que la abreviatura
por suspensión es anterior a la de contracción, que empezó probablemente
por la necesidad de un medio material más de apoyo. Así, desde el punto
de vista informativo, la parte inicial lleva más información distinguidora
que el resto y, probablemente por esta razón, casi nunca se suprime en
las formas abreviadas.
Por otra parte, un caso curioso es el de <e>l, que hemos visto en 4.2,
donde comprobamos que el no se abrevia solo (*<e>l), sino que necesita
un apoyo inicial de preposición: a+<e>l, d+<e>l, en+<e>l. Estamos ante
una perfecta estructura de contracción constituida de parte inicial y final,
con la que suponemos que la sociedad general de escritores llegaría a un
acuerdo implícito.
Muñoz y Rivero (1889: 67-68) explicaba el origen de la abreviatura
latina en los párrafos siguientes:
476 Hiroto Ueda

El deseo de hacer más veloz la escritura y de encerrarla en el menor espacio


posible, produjo desde los primeros tiempos de la escritura el empleo de las
abreviaturas, que, usadas en un principio con parsimonia, llegaron a multiplicarse
prodigiosamente en los últimos siglos de la República romana (p. 67).
En los documentos españoles, sin embargo, el uso de las abreviaturas se manifes-
taba en decadencia desde el siglo XIV y se hizo raro en el siglo XVI y más aún
en el XVII (p. 68; cursiva nuestra).

En la primera parte, habla del método taquigráfico empezado por Tirón


del siglo I. Ahí sí que la velocidad de escribir puede ser la razón principal
del uso de la abreviatura, mientras que el ahorro de espacio es cuestionable
en los libros manuscritos con espacio relativamente amplio (Cid, Alexandre,
LBA, Diálogo). En cuanto a su decadencia descrita en el segundo párrafo,
tenemos la misma impresión de las épocas posteriores, pero en 4.1 hemos
comprobado su inicio no precisamente en el siglo XIV, que constituye
el apogeo tanto en el amplio corpus del CODEA como en nuestro corpus
reducido de LEMI, sino en un siglo posterior, el XV. En esta ocasión no
hemos indagado los procesos del desuso notables a partir del siglo XVI.
Sin embargo, pensamos que se trata de la tendencia general de la sociedad
intelectual, que intentaba establecer una norma de ortografía, clara y razo-
nable, con compromisos de tradiciones e invenciones, que culminaría con
la fundación de la Real Academia Española (1713).

Bibliografía
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www.lafaziendadeultramar.com> [septiembre de 2014]. M-G.

11
El corpus está colocado en «LETRAS-web»: <http://lecture.ecc.u-tokyo.ac.jp/~-
cueda/letras/> [enero de 2016].
12
Los años de las obras medievales son los supuestos en estudios de la literatura
española. Las siglas M e I representan Manuscrito e Impreso, respectivamente. G es sigla
de letra gótica y H de humanística. Hemos recogido las primeras 20 000 letras, aproxima-
damente, contando desde el inicio de la obra.
Tendencias cuantitativas de la abreviatura en el español 477

[Alcalá] Anónimo, Fuero de Alcalá, ca. 1230 (fols. 1r-17v). Edición y estudio de
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478 Hiroto Ueda

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Tendencias cuantitativas de la abreviatura en el español 479

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ces de continuidad y de suavidad», II Congreso Internacional sobre el Español
y la Cultura Hispánica en Japón, Instituto Cervantes de Tokio (3 de octubre
de 2015).
Sección 2. Morfología y sintaxis históricas

Simplificación del sistema de


relativos: análisis diacrónico*

Esther Álvarez García


Universidad de León

Resumen. El objetivo de este artículo es analizar la simplificación del sistema


español de relativos. Son varios los autores que se han interesado por estudiar
dicho fenómeno, pero la mayoría de ellos sigue un enfoque sincrónico, com-
parando el número de casos del pronombre que vs. otros relativos en un único
momento temporal. Sin embargo, un enfoque sincrónico no permite abordar esta
problemática. Es por ello por lo que en el presente trabajo hemos comparado
estadísticamente la frecuencia de uso de los relativos en seis momentos tem-
porales distintos. Los resultados muestran que ciertos relativos han sufrido una
disminución significativa de su frecuencia de uso; sin embargo, otros presentan la
misma frecuencia en las diversas diacronías analizadas. Teniendo esto en cuenta,
no podemos considerar que este fenómeno de simplificación afecte por un igual
a todos los relativos, tal y como se ha hecho hasta el momento.
Palabras clave. Relativos, simplificación, análisis diacrónico, estudio de corpus.
Abstract. The aim of this paper is to analyse the simplification of the Spanish
relative pronouns. Previous studies have analysed this phenomenon, but the
majority of them are based on a synchronic approach, comparing the number
of occurrences of the Spanish pronoun que vs other relativizers in just one time
period. However, a synchronic approach does not clear up this problem. Bearing
that in mind, we have conducted a corpus-based study, comparing statistically
the frequency of all the Spanish relative pronouns in six different time periods.
Whilst the frequency of certain relativizers has decreased significantly, others are
used with the same frequency rate across the different analysed time periods. In

* Este trabajo forma parte de un proyecto de investigación financiado por el Ministerio


de Educación, Cultura y Deporte a través del Programa de FPU.
482 Esther Álvarez García

consequence, it seems that this phenomenon of simplification does not influence


all Spanish relative pronouns in the same way as it has been claimed.
Keywords. Relative pronouns, simplification, diachronic approach, corpus-based
study.

1. Introducción
1.1. La simplificación del sistema de relativos
La Nueva gramática de la lengua española reconoce la existencia de
ocho relativos diferentes en el español actual: que, el cual1 , quien, donde,
cuando, como, cuanto y cuyo (NGLE: § 44.1b). Ya en esta obra, al igual
que en otras anteriores (Alcina/Blecua 1975; Brucart 1999; Marcos Marín
et al. 1999), se hace referencia al uso cada vez más frecuente o general del
pronombre relativo que (NGLE: § 22.4h) y a la disminución en la frecuen-
cia de uso de otros relativos (ibid.: § 22.5a). Esta preferencia a favor del
pronombre que no parece darse solo en aquellos contextos en los que dicho
relativo alterna libremente con otros, sino también en aquellos en los que, a
priori, el uso del pronombre que no sería el más adecuado. Este es el caso,
por ejemplo, de la relación de posesión que marca el relativo cuyo entre su
antecedente y su consecuente. En principio, ningún otro relativo podría ocu-
par este contexto, pero en la actualidad son numerosos los casos en los que
aparece el pronombre que estableciendo esa misma relación de posesión2:
(1a) A mí me contó una periodista de este país, que no voy a decir su nombre,
que volando estaba iba a coger el avión de Miami y se encontró con Julio
Iglesias (CREA, oral, radio).

1
Existe cierta controversia en torno a si el cual es una única unidad léxica o una
combinación de dos unidades independientes: artículo + pronombre cual. De hecho, en
la NGLE la Academia muestra cierta incongruencia en el análisis de este relativo. Así, en
determinados apartados considera que este pronombre posee únicamente flexión de número
(op. cit.: § 22.1d), defendiendo, por tanto, la tesis de que se trata de una combinación
sintáctica de dos segmentos. Sin embargo, en otros apartados la Academia considera que
el cual posee variación de género y número (ibid.: § 22.4m-n), defendiendo así la idea
de que artículo y pronombre forman una única pieza léxica. En nuestro caso hablaremos
siempre del relativo el cual.
2
El uso del pronombre que en sustitución del determinante cuyo no parece ser un
fenómeno tan novedoso, ya que se registran varios casos de esta alternancia en épocas
anteriores del español. Iglesias Casal (1996: 189) señala varios ejemplos de los siglos XV
y XVI en los que el relativo cuyo es sustituido por que + posesivo o por de + que o el cual.
Por tanto, lo novedoso no sería el uso de estas estructuras en sustitución de cuyo, sino la
gran frecuencia con la que hoy en día parece llevarse a cabo dicha sustitución.
Simplificación del sistema de relativos: análisis diacrónico 483

(1b) A mí me contó una periodista de este país, cuyo nombre no voy a decir,
que volando estaba iba a coger el avión de Miami y se encontró con Julio
Iglesias.

Otros ejemplos de esa preferencia por el pronombre que serían los


siguientes:
(2a) Yo los he visto allí en Miajadas, que tienen unas cámaras de nieve (COSER,
CampoLugar, Cáceres, 1023).
(2b) Yo los he visto allí en Miajadas, donde tienen unas cámaras de nieve.
(3a) Las campañas denunciadas han continuado publicándose en el día de ayer,
en que se inicia el período electoral (CREA, Estrella [Esp.], 21-01-2004).
(3b) Las campañas denunciadas han continuado publicándose en el día de ayer,
cuando se inicia el período electoral.
(4a) La Seguridad Social hace lo que puede para que los pacientes los conozcan
(CREA, oral, radio).
(4b) La Seguridad Social hace cuanto puede para que los pacientes los conozcan.

En todos estos ejemplos el tipo de antecedente (humano, locativo, tem-


poral, etc.), así como el tipo de oración relativa (especificativa / explicativa)
permiten emplear un relativo distinto del pronombre que. Sin embargo, los
hablantes parecen utilizar este último de forma más natural o espontánea.
Ello no quiere decir que el uso del pronombre que sea erróneo o incorrecto
en estos casos, sino solo más frecuente. Dada la alta frecuencia de uso que
parece estar alcanzando que en el español actual, ciertos gramáticos con-
sideran que el resto de relativos podrían estar en peligro de extinción, lo
que les lleva a hablar de una simplificación del sistema de relativos: «que
emerge como un archipronombre relativo» (Hare 1999: 214).
1.2. Estudios previos
Como señalamos previamente, determinadas obras gramaticales ya
hacen alusión a una simplificación del sistema de relativos, pero en ellas
no se lleva a cabo ningún estudio empírico que demuestre dicha preferencia
por el pronombre que. No obstante, podemos señalar una serie de trabajos
que se centran de manera exclusiva en estudiar este fenómeno. Dichos estu-
dios podrían ser divididos en tres grupos en función de sus características
y también de sus limitaciones.
En un primer grupo incluimos aquellos estudios en los que se habla de
simplificación pero sin analizar la frecuencia de uso de los relativos. Este es
el caso, por ejemplo, de Álvarez Martínez (1987). Esta autora estudia el uso
de los relativos el cual y cuyo, centrándose en dos aspectos principales. Por
un lado, dichos relativos no pueden aparecer en contextos en los que antes sí
era posible su uso: el cual ya no puede funcionar como adjetivo y cuyo ya no
484 Esther Álvarez García

puede ser sustantivo. Por otro, respecto a la consideración de Cuervo de que


es más natural el uso de el cual en estructuras como «El punto hasta el cual
llegó» (ibid.: 84), esta autora afirma que, en la actualidad, es más frecuente y
natural el uso del pronombre que en esas mismas estructuras: «El punto hasta
el que llegó» (ibid.: 84). Apoyándose únicamente en estos dos argumentos,
Álvarez Martínez concluye que los relativos el cual y cuyo se encuentran
en un claro retroceso y que, por tanto, habría una simplificación. A nuestro
modo de ver, sin embargo, estos argumentos no son suficientes para hablar de
simplificación, principalmente, porque se apoyan en la intuición subjetiva de
la lingüista sobre el uso de los relativos, pero en ningún momento se realiza
un estudio de la frecuencia de uso de los mismos. Solamente a través de un
análisis de este tipo podemos demostrar si estas unidades son hoy en día más o
menos frecuentes y concluir, en consecuencia, si existe o no una simplificación.
En un segundo grupo se sitúan aquellos trabajos en los que se estudia la
variación de los relativos analizando su frecuencia de uso pero sin diferenciar
contextos. Dentro de este grupo podemos señalar el estudio de Soler Monreal
(2001), quien analiza la frecuencia de uso de los relativos en el discurso cien-
tífico-técnico, obteniendo los siguientes resultados: que 82,4%; donde 4,79%;
como/el cual 4%; cuyo 3%; quien (80 casos); cuando (64 casos); cuanto (4
casos). A partir de estos datos, la autora considera que existe una simplifica-
ción a favor del relativo que, el cual es «la forma más frecuentemente utilizada
entre los relativos del español» (ibid.: 171). A pesar de que este estudio ya
parte de un análisis empírico, los resultados no son del todo válidos, ya que
no se tienen en cuenta los contextos de aparición y alternancia de los rela-
tivos. No todos los relativos pueden alternar en los mismos contextos. Por
ejemplo, el pronombre que puede introducir relativas especificativas sin grupo
preposicional, contexto en el que no puede alternar con ningún otro relativo:
«El libro que me prestaste» («*El libro el cual me prestaste»). Obviamente,
si en un contexto solo puede aparecer un determinado relativo, no podemos
considerar que en él haya o vaya a haber una simplificación, ya que esa es la
única posibilidad que ofrece la lengua. Por tanto, es fundamental diferenciar
los contextos de aparición de los relativos y comparar solo aquellos en los
que, realmente, exista alternancia entre estas unidades.
En el tercer grupo incluimos aquellos estudios que superan las limita-
ciones de los anteriores: 1) se analiza la frecuencia de uso de los relativos
a partir de estudios de corpus; y 2) se diferencian los diversos contextos de
aparición de estas unidades. El problema que presentan ahora estos estudios
es un problema metodológico y para demostrar la importancia de este aspecto
vamos a comparar dos trabajos diferentes que versan sobre la alternancia de
Simplificación del sistema de relativos: análisis diacrónico 485

relativos. González Díaz (2006), en su comparación de la frecuencia de uso


de donde vs. que, obtiene los siguientes resultados: que 54,21% y donde
45,79%. A partir de la observación de estos datos, la autora concluye que
existe una preferencia a favor del pronombre que. Por su parte, Navarro
(2006) compara la alternancia de diversos relativos y, concretamente, en
el contraste de como vs. que obtiene los siguientes datos: que 54% y como
46%. A partir de la observación de estos porcentajes, el autor concluye que
no existen diferencias en la frecuencia de uso de ambos relativos y que, por
tanto, no habría una preferencia o una simplificación a favor de ninguno de
ellos. Ahora bien, si nos fijamos, los datos que se manejan en uno y otro
caso son muy similares entre sí: en el estudio de González Díaz son nueve
puntos porcentuales los que separan que de donde y en el caso de Navarro
son ocho. A pesar de esta gran similitud, los autores llegan a conclusiones
completamente opuestas: en el primer estudio se considera que existe una
preferencia a favor de que, mientras que en el segundo no. Estos resultados
no parecen ser muy coherentes y muestran la gran debilidad de su método de
trabajo, basado en la mera observación y en el establecimiento de conclusio-
nes a partir de la intuición del lingüista. Sin embargo, este no es un criterio
válido cuando trabajamos con datos cuantitativos (cf. Álvarez García 2015).
A los problemas presentados por estos estudios, habría que añadir uno
más en el que todos incurren. Y es que estos autores hablan de simplifica-
ción de los relativos a partir solo de un análisis sincrónico. Sin embargo,
analizar la frecuencia de uso de los relativos en un único momento temporal
solo demuestra la preferencia de los hablantes por uno u otro elemento en
esa sincronía, pero en ningún caso demuestra que exista una simplifica-
ción. Hablar de simplificación implica que aquel elemento lingüístico que
se esté estudiando presente en la actualidad una frecuencia de uso menor
que en momentos temporales anteriores y ello solo se demuestra a partir
de un análisis diacrónico3. A este respecto, tenemos constancia solamente
de dos estudios en los que se lleve a cabo un análisis de este tipo: Verdonk
(1993) y Carrasco et al. (2012). Ambos estudios superan así el problema de
la sincronía; sin embargo, siguen presentando otras limitaciones, principal-

3
De hecho, si tenemos en cuenta solo una perspectiva sincrónica, podríamos decir que
esa simplificación de los relativos ya se da en épocas anteriores. Así, López Ruano (2011)
muestra que ya en el siglo XVI el pronombre que era el más productivo (58% de apari-
ciones), no habiendo diferencias, por tanto, con el uso actual de los relativos. Ello implica
que la constatación de una simplificación o de un aumento en la frecuencia de uso de una
determinada unidad lingüística no se consigue de manera sincrónica sino diacrónicamente.
486 Esther Álvarez García

mente, la falta de un criterio sistemático que demuestre que las diferencias


halladas son significativas y no meramente aleatorias.
Con estos antecedentes, el objetivo que nos planteamos en nuestro estu-
dio es analizar la simplificación del sistema de relativos, intentando superar
los problemas presentados por los estudios previos. Para ello, 1) partiremos
de la frecuencia de uso de los relativos que nos ofrecen los estudios de cor-
pus; 2) analizaremos dicha frecuencia en diversos momentos temporales, de
manera que adoptaremos una perspectiva diacrónica; y 3) emplearemos una
metodología apoyada en análisis estadísticos para contrastar la frecuencia
de uso de los relativos, lo que nos ofrece ese criterio sistemático que viene
faltando en este tipo de estudios.

2. Metodología
2.1. Corpus
Para obtener las frecuencias de uso de los diversos relativos construi-
mos un corpus en el que contemplamos seis momentos temporales distintos:
1950-1959, 1960-1969, 1970-1979, 1980-1989, 1990-1999 y 2000-2009.
En cada uno de estos momentos temporales analizamos 200 textos diferen-
tes, tomados todos ellos de los corpus académicos CORDE, CREA y CORPES
XXI 4. Todos estos textos cumplen una serie de características formales:
1) reflejan el uso del español europeo; 2) pertenecen a un registro escrito;
3) proceden de libros y de artículos periodísticos; y 4) recogen literatura no
ficticia. En total, han sido analizadas cerca de 250 000 palabras, las cuales
se distribuyen de la siguiente manera:

Diacronía Número de palabras


1950-1959 41 086
1960-1969 41 032
1970-1979 41 239
1980-1989 40 956
1990-1999 41 130
2000-2009 40 634
total 246 077
Tabla 1. Número de palabras analizadas en cada diacronía.

En concreto, los textos desde 1950 a 1974 proceden del corpus CORDE; los textos
4

desde 1975 a 2000 proceden del corpus CREA; y los textos de última diacronía (2001-2009)
proceden del CORPES XXI.
Simplificación del sistema de relativos: análisis diacrónico 487

Como podemos comprobar, el número de palabras en cada diacronía


no es exactamente el mismo, por lo que analizamos si este era un fac-
tor que pudiese influir en la mayor o menor frecuencia de los relativos
a través de los años, resultando ser no significativo (τb = –0,33 p >0,05;
τc = –0,33 p >0,05).
2.2. Análisis
Como ya señalamos previamente, ciertos estudios sobre la simplifica-
ción de los relativos no diferencian los contextos de aparición y alternancia
de estas unidades, lo que constituye un problema de base. No en todos los
contextos es posible la alternancia entre relativos, sino que hay casos en
los que la lengua solo nos permite emplear una determinada unidad. En
dichos casos, por tanto, no podremos hablar de preferencia o de simplifi-
cación a favor de uno u otro relativo, ya que siempre debemos utilizar el
mismo. Teniendo esto en cuenta, una vez creado el corpus, analizamos los
relativos de todos los textos, clasificándolos en función de su contexto de
aparición. Por cuestiones de espacio, no describiremos de manera individual
cada uno de estos contextos, pero los criterios que hemos considerado para
dicha clasificación son los siguientes: 1) tipo de oración relativa; 2) tipo de
antecedente (contenido semántico y presencia / ausencia); y 3) presencia o
ausencia de un grupo relativo, ya fuese preposicional, adverbial o nominal
(NGLE: § 22.3).
Una vez obtenidas las frecuencias de uso de cada uno de los relati-
vos, analizamos si había diferencias entre las diversas diacronías. Todos
los estudios previos se apoyan en la mera observación de porcentajes
(o del número de casos) para establecer conclusiones sobre la preferen-
cia o simplificación a favor de uno u otro relativo. Sin embargo, como
ya demostramos, la mera observación del lingüista no es un criterio
sistemático cuando trabajamos con datos cuantitativos. Es por ello por
lo que el criterio que nosotros hemos empleado a la hora de comparar
las frecuencias de uso de los relativos es el que nos ofrecen los análisis
estadísticos. En concreto, la prueba estadística que hemos aplicado es el
test de Kendall (Gries 2010). Dicho test mide la correlación entre dos
variables: una variable dependiente y una variable independiente. En
nuestro caso, la variable dependiente es la frecuencia de uso y la variable
independiente, el momento temporal. Lo que intentamos medir así es
si la mayor o menor frecuencia de uso de los relativos es una variable
que está relacionada o que depende del momento temporal. Si existe
una relación positiva de dependencia entre dichas variables, estaremos
ante un aumento de la frecuencia de uso del relativo en cuestión. Por
488 Esther Álvarez García

el contrario, si la relación entre dichas variables es negativa, estaremos


ante una disminución.

3. Resultados
A continuación, presentaremos los resultados de nuestro análisis dia-
crónico sobre las frecuencias de uso de los relativos, los cuales han sido
agrupados en función de una serie de patrones de comportamiento. Es
importante señalar que en dicho análisis hemos contabilizado solamente los
casos en los que los relativos aparecen en contextos con variación.
3.1. Disminución de la frecuencia de uso
En el primer grupo incluimos aquellos relativos que presentan una
disminución significativa de su frecuencia de uso a lo largo de los años.
Dichos relativos, por tanto, son hoy en día menos frecuentes que en momen-
tos temporales anteriores.
a) El cual (τb = –3,18 p <0,05; τc = –3,18 p <0,05): ya existen diferen-
cias significativas en la frecuencia de uso de el cual entre la última década
y los años 70 (z = –11,53 p <0,05), lo que implica que no es necesario ir tan
atrás en el tiempo para hallar una disminución significativa de la frecuencia
de uso de este relativo, sino que esta ya se da a partir de los años 70.

Gráfico 1. Frecuencia de uso de el cual.

b) Como (τb = –11,25 p <0,05; τc = –11,25 p <0,05): no solamente


presenta una disminución significativa de su frecuencia de uso, sino que,
además, en las dos últimas décadas no hay ninguna ocurrencia del relativo
como en el contexto en el que alterna con el pronombre que. Ello muestra
el escaso uso de este relativo en dicho contexto en el español actual.
Simplificación del sistema de relativos: análisis diacrónico 489

Gráfico 2. Frecuencia de uso de como.

c) Cuanto (τb = –12,12 p <0,05; τc = –12,12 p <0,05): los análisis a


posteriori muestran que esta disminución ya es significativa entre los años
80 y la actualidad (z = –10,94 p <0,05).

Gráfico 3. Frecuencia de uso de cuanto.

d) Cuyo (τb = –5,62 p <0,05; τc = –5,62 p <0,05).

Gráfico 4. Frecuencia de uso de cuyo.

3.2. Misma frecuencia de uso


En el segundo grupo incluimos aquellos relativos que no presentan
diferencias significativas en su frecuencia de uso a lo largo de los años, ya
sean positivas o negativas. Esa inexistencia de diferencias significativas
implica que estas unidades se emplean en la actualidad con la misma fre-
490 Esther Álvarez García

cuencia de uso que en momentos temporales anteriores, por lo que no se


verían sometidas ni a un aumento ni a una disminución. La variación que
hallamos, por tanto, es meramente aleatoria.
a) Quien (τb = 0,24 p >0,05; τc = 0,24 p >0,05).

Gráfico 5. Frecuencia de uso de quien.

b) Cuando (τb = 1,63 p >0,05; τc = 1,63 p >0,05).

Gráfico 6. Frecuencia de uso de cuando.

3.3. Aumento de la frecuencia de uso


En el último grupo incluimos aquellos relativos que presentan un
aumento significativo de su frecuencia de uso a lo largo de los años. Estos
relativos, por tanto, son más frecuentes hoy en día que en décadas anteriores.
a) Donde (τb = 3,03 p <0,05; τc = 3,03 p <0,05): el relativo donde
parece presentar cierta variación a lo largo de los años; sin embargo, existe
un incremento continuado de su frecuencia de uso, llegando a ser signifi-
cativo desde los años 70 hasta la actualidad (z = 5,72 p <0,05).
Simplificación del sistema de relativos: análisis diacrónico 491

Gráfico 7. Frecuencia de uso de donde.

b) Que: la tesis que subyace a la simplificación del sistema de relativos


implica que el pronombre que aparece cada vez con mayor frecuencia en
sustitución del resto de relativos. Teniendo esto en cuenta, lo ideal sería
que esa menor frecuencia de uso de ciertos relativos se correspondiese con
una mayor frecuencia de uso del pronombre que. Sin embargo, el análisis
de dicho relativo muestra una disminución significativa de su frecuencia a
lo largo de los años (τb = –4,76 p <0,05; τc = –4,76 p <0,05).

Gráfico 8. Frecuencia de uso de que.

Hay que considerar, no obstante, que en el análisis previo hemos


tenido en cuenta todas las ocurrencias del pronombre que en cualquiera
de los contextos en los que alterna con alguno de los otros siete relativos.
Sin embargo, no todos estos relativos presentan una disminución en su
frecuencia de uso; hay algunos que se emplean con la misma frecuencia
a lo largo de las diversas diacronías (quien y cuando) y otros, incluso,
presentan un aumento (donde). Es por ello por lo que sería más adecuado
tener en cuenta solo los casos en los que el pronombre que alterne con
relativos que, realmente, presenten una disminución significativa de su
frecuencia.
492 Esther Álvarez García

Gráfico 9. Frecuencia de uso de que vs. el cual, como, cuanto y cuyo.

El pronombre que parece presentar, de nuevo, una disminución signifi-


cativa de su frecuencia de uso (τb = –4,76 p <0,05; τc = –4,76 p <0,05), lo
que falsaría la hipótesis de que este es cada vez más frecuente que el resto
de relativos. No obstante, debemos señalar otro dato de vital importancia
y que podría justificar, en parte, los resultados obtenidos. En la sustitución
de los relativos cuanto y cuyo por el pronombre que obtenemos en muchos
casos una relativa especificativa sin un grupo preposicional, adverbial
o nominal que lo preceda. En principio, en este tipo de oraciones solo
es posible el uso del pronombre que (NGLE: § 22.4d, 22.4ñ), de manera
que es uno de esos contextos en los que no habría variación y, por tanto,
no ha sido contabilizado en nuestro análisis de la frecuencia de uso de
que. Sin embargo, hay casos en los que el pronombre que en una relativa
especificativa sin grupo relativo sí puede ser sustituido por relativos como
cuanto o cuyo:
(5a) Denunció a los vecinos que viven en el inmueble.
(5b) Denunció a cuantos vecinos viven en el inmueble.
(6a) En la empresa trabajan personas que tienen nacionalidad japonesa.
(6b) En la empresa trabajan personas cuya nacionalidad es japonesa.

Estos ejemplos muestran que hay casos en los que ciertos relativos
pueden sustituir al pronombre que en relativas especificativas sin grupo
relativo. Sin embargo, en el presente estudio no hemos tenido en cuenta
estas ocurrencias del pronombre que, principalmente, por la dificultad que
entrañe identificarlos de manera correcta. En consecuencia, los resultados
aquí presentados sobre el pronombre que no son del todo definitivos y sería
necesario un análisis más profundo sobre el comportamiento del mismo.
De hecho, si analizamos la frecuencia de uso del pronombre que solo en la
última década, este presenta un aumento significativo (τb = 4,89 p <0,05;
τc = 4,89 p <0,05). Por tanto, es posible que sí haya un aumento de la
Simplificación del sistema de relativos: análisis diacrónico 493

frecuencia de uso de este pronombre aunque los datos aquí presentados


no lo confirmen de manera unánime por los motivos que hemos apuntado.

Gráfico 10. Frecuencia de uso de que 2001-2009.

4. Conclusión
Generalmente, los estudios que han abordado el fenómeno de la sim-
plificación del sistema de relativos consideran que este se generaliza por un
igual entre todos ellos. Sin embargo, los resultados de nuestro análisis de
frecuencias muestran que este fenómeno es más complejo de lo que hasta
el momento se ha considerado. Así, hay ciertos relativos que presentan una
disminución significativa de su frecuencia de uso a lo largo de los años: el
cual, como, cuanto y cuyo. Sin embargo, no todos los relativos presentan
tal disminución. Los relativos quien y cuando no muestran diferencias
significativas en su frecuencia de uso, lo que implica que los hablantes
emplean dichos relativos con la misma frecuencia a lo largo de los años
analizados. Asimismo, el relativo donde presenta un aumento significativo
de su frecuencia de uso, de manera que hoy en día es más frecuente que
en momentos temporales anteriores. Teniendo en cuenta esta situación,
no podemos considerar que todos los relativos se vean sometidos a una
simplificación, sino que solamente aquellos que, realmente, presenten una
frecuencia de uso significativamente menor a lo largo del tiempo esta-
rían afectados por este fenómeno. Por su parte, aquellos relativos que se
empleen con la misma frecuencia o que, incluso, presenten una frecuencia
mayor no estarían sometidos a ningún tipo de simplificación. Por tanto, y
a diferencia de lo visto en trabajos previos, la simplificación del sistema
de relativos no es un fenómeno homogéneo, sino que es un fenómeno que
afecta en mayor o menor medida a unos relativos que a otros.
Una cuestión aparte es si la disminución en la frecuencia de uso de
determinados relativos se debe a que estos son sustituidos cada vez con
mayor asiduidad por el pronombre que. En principio, esta hipótesis es plau-
494 Esther Álvarez García

sible, ya que el relativo que parece presentar un aumento en su frecuencia


de uso, por lo menos, en los últimos años. Así, el uso cada vez más fre-
cuente del pronombre que en contextos en los que podrían utilizarse otros
relativos justificaría la disminución de la frecuencia de uso de estos últimos.
De hecho, si tenemos en cuenta la tendencia natural de las lenguas a una
economía lingüística, esta sustitución por el pronombre que sería lógica, ya
que este carece de rasgos semánticos que limiten su campo de actuación,
de manera que puede aparecer en un mayor número de contextos: en relati-
vas especificativas o explicativas, con antecedentes inanimados, humanos,
locativos, temporales, modales…, precedido por un grupo relativo o sin él,
etc. Es, en definitiva, una unidad más funcional. No obstante, no podemos
dejar completamente de lado la posibilidad de que existan otros factores que
influyan, igualmente, en la disminución de la frecuencia de uso de determi-
nados relativos, causando así ese fenómeno de simplificación.

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Cambios aspectuales en la evolución de
los verbos psicológicos del español*

Montserrat Batllori, Elisabeth Gibert-Sotelo e Isabel Pujol


Universidad de Girona

Resumen. Este trabajo se centra en el estudio diacrónico de los verbos psicológicos


clasificados como clase 3 por Belletti y Rizzi (1987) y analiza su comportamiento
aspectual. Se establece una clasificación de los verbos de esta clase en tres gru-
pos: a) los que en latín ya podían entrar en estructuras inacusativas con dativo;
b) verbos latinos que no desarrollaron el uso inacusativo con dativo hasta el
romance; y c) verbos de creación romance. Se propone que los distintos orígenes
etimológicos de los tres subgrupos que conforman esta clase determinan en gran
medida sus características sintácticas y aspectuales.
Palabras clave. Verbos psicológicos, cambio diacrónico, estructura eventiva, pre-
dicados stage-level, predicados individual-level.

Abstract. This paper focuses on the diachronic study of the psychological verbs
classified by Belletti and Rizzi (1987) as 3rd group and it analyses their aspectual
behaviour. Besides, we divide them, at the same time, into three different types:
a) those that could be used in unaccusative configurations with a dative object;
b) Latin verbs that did not develop the unaccusative structures with datives until
Romance; and c) verbs of Romance genesis. We put forward that the different
etymological origins of these three subclasses determine their syntactic and aspec-
tual characteristics to a great extent.
Keywords. Psychological verbs, diachronic change, event structure, stage-level
predicates, individual-level predicates.

* Este trabajo ha sido financiado por los proyectos de investigación FFI2011-


29440-CO3-02 (Periferias y cambio lingüístico: descripción, teoría y aplicaciones) y
FFI2014-56968-C4-4-P (Variación en la interficie morfología-sintaxis), del Ministerio de
Ciencia e Innovación y el Ministerio de Economía y Competitividad, respectivamente; y por
una beca del Programa de Formación de Profesorado Universitario del Ministerio de Edu-
cación, Cultura y Deporte (FPU12/01445). Asimismo se enmarca dentro del programa de
Suport als Grups de Recerca (2014 SGR 1013) financiado por la Generalitat de Catalunya.
498 Montserrat Batllori, Elisabeth Gibert-Sotelo e Isabel Pujol

1. Introducción
1.1. Objetivos
En este trabajo se pretende profundizar en las características aspectua-
les de los verbos psicológicos y en las peculiaridades de su evolución desde
una estructura activa, como las de (1), a un tipo de construcción estativa,
como las de (2).
(1a) para dar mayor claridad para que todos lo gusten y entiendan (CORDE:
Juan de Arfe y Villafañe, Varia Conmensuración para la Escultura y la
Arquitectura, 1585).
(1b) Antes —dijo Sabino— lo procuran y lo apetecen con ardor grandísimo
(CORDE: Fray Luis de León, De los nombres de Cristo, 1583).
(2a) No le gustó el mancebo, que con mortales ansias le buscaba en sus ojos
(CORDE: Lope de Vega, Pastores de Belén, 1612).
(2b) los que no se han criado con esta opinión, no le apetecen (CORDE: José de
Acosta, Historia natural y moral de las Indias, 1590).

Nos centraremos básicamente en el grupo de verbos psicológicos cla-


sificados como clase 3 por Belletti y Rizzi (1987), cuyo patrón se incluye
en (3):
(3) EXPERIMENTANTE (dativo) verbo TEMA / CAUSA (nominativo)
(3a) A Pepe le gusta el café.
(3b) A Gustavo le pesa que su hermano no se case.

Mostraremos que, al pasar de un esquema activo transitivo a una con-


figuración estativa inacusativa, el verbo recibe un tipo de interpretación
[±delimitada] espaciotemporalmente que ponemos en relación con la dis-
tinción entre predicados stage-level e individual-level (vid. Carlson 1977).
Asimismo, se ilustrará que el cambio experimentado por estos verbos desde
estructuras transitivas o pronominales a configuraciones biactanciales ina-
cusativas vino impulsado por su uso en construcciones pasivas; y que la
generalización de estos verbos en estructuras inacusativas con dativo res-
ponde a la preferencia de la lengua española por las expresiones inacusa-
tivas en detrimento de las activas.
1.2. Caracterización de los verbos de la clase 3 del español actual
En lo referente a la tipología de los verbos psicológicos, Belletti y
Rizzi (1987) establecieron la existencia de tres grupos diferenciados en las
lenguas románicas, que se corresponden con los esquemas de (4) a (6)1:

Como bien dicen Fábregas y Marín (2015), hay una serie de verbos que expresan o
1

conllevan un estado mental (como pensar o respetar) que no pueden considerarse psicoló-
Cambios aspectuales en la evolución de los verbos psicológicos 499

(4) EXP (nom.) verbo TEMA / CAUSA (acus.). Clase I. Sujeto = EXP
(4a) Juan teme a María → Juan la teme.
(4b) Ana y Juan temen los rayos → Ana y Juan los temen.
(5) TEMA / CAUSA (nom.) verbo EXP (acus.). Clase II. OD = EXP
(5a) La delincuencia preocupa a Elena → La delincuencia la preocupa.
(5b) Los niños preocupan a María → Los niños la preocupan.
(6) EXP (dat.) verbo TEMA / CAUSA (nom.). Clase III. Dat. = EXP
(6a) A Julia le gusta la lluvia / / A María le gusta el chocolate.
(6b) A Gustavo le gustan las novelas de suspense.

Como puede observarse, los verbos que se apartan de manera clara del
esquema verbal transitivo en español actual son los de la clase 3 —vid.
(6)—. En ellos, el sujeto formal —con papel temático TEMA / CAUSA— no
coincide con el sujeto lógico —con papel temático EXP(erimentante)—.
Son construcciones de indeterminación formal del experimentante de la
acción y presentan cierto grado de impersonalización. Los verbos pertene-
cientes a este grupo en español actual son2:
(7) 
agradar, desagradar, apetecer, placer, doler, gustar, importar, pesar, repug-
nar y antojarse.

Hay consenso general en señalar que los predicados de este grupo del
español actual deben considerarse estados (Cano Cambronero 2013: 106)3.
En este estudio vamos a centrarnos en examinar las propiedades aspectua-
les de los verbos de la clase 3, tratando de dilucidar si se comportan de la
misma manera que los de las clases 1 y 2. Con este propósito, la sección
2 se dedica al examen de la evolución de los verbos de la clase 3, puesto
que, como se demostrará a continuación, los distintos orígenes etimológicos
de los verbos que conforman esta clase determinan en gran medida sus
características sintácticas y aspectuales. La sección 3 analiza la naturaleza
aspectual de estos verbos a partir del contraste de sus características aspec-
tuales con aquellas atribuidas por Fábregas y Marín (2015) a los verbos de
las clases 1 y 2. Por último, la sección 4 recoge las conclusiones.

gicos porque no se acomodan a ninguna de las tres clases de construcciones mencionadas


anteriormente en (4), (5) y (6).
2
La lista que proponemos coincide parcialmente con la propuesta por Vanhoe (2002:
121, ejemplo 219) para los verbos de la clase de {AGRADAR}.
3
Véase Cano Cambronero (2013: § 2.3.3.1) para un resumen de los resultados a que
llegan los últimos estudios sobre este tipo de verbos.
500 Montserrat Batllori, Elisabeth Gibert-Sotelo e Isabel Pujol

2. Origen etimológico y evolución de los verbos de la clase 3


Si examinamos detenidamente cada uno de los verbos de esta clase,
observamos que pueden clasificarse en tres grupos claramente diferen-
ciados en función de su origen etimológico y de su evolución posterior:
(I) verbos latinos de la segunda conjugación que admitían patrones ina-
cusativos con dativo; (II) verbos creados en latín que no desarrollaron los
usos con dativo en patrones inacusativos hasta el romance; y (III) verbos
de creación romance que acabaron adoptando el patrón inacusativo con
dativo.
2.1. Verbos de la clase 3, grupo (I)
Agrupa los verbos de la segunda conjugación que admitieron cons-
trucciones con dativo en patrones inacusativos desde el latín: PLACEO y
DOLEO. Las gramáticas latinas los describen como intransitivos o neutros
que podían construirse con un complemento en dativo y podían presentar,
además, un uso impersonal. En su paso al romance, estos verbos adoptaron
desde los orígenes la construcción inacusativa propia de los verbos psico-
lógicos. En romance, pesar (< pensare) se sumará a este grupo desde los
orígenes. Por consiguiente, el antecedente de la construcción romance en lo
referente a los verbos del primer grupo corresponde a los ejemplos latinos
de (8). Como puede verse en (9), en romance la construcción inacusativa
con dativo se halla ya en el Çid. Se observa, además, que el descendiente
de penso a partir de la acepción de ‘ponderar, considerar’ se suma desde
los inicios a este tipo de estructura.
(8a) placuit [sujeto castra defendere] exercitui ‘defender el campamento complació
al ejército’ (Pinkster 1990: 23).
(8b) animus mihi dolet ‘me duele el alma’ (Plauto, Merc., 2.3.54).
(9a) A muchos plaze de tod esta cort (Çid, v. 3427).
(9b) Mucho pesa alos de Teca & alos de Teruel non plaze (Çid, v. 625).
(9c) Fiera cosa les pesa desto que les cuntio (Çid, v. 2310).

2.2. Verbos de la clase 3, grupo (II)


El segundo grupo de verbos incluye, por una parte, (i) (re)pugno
(intransitivo o neutro latino que fue transitivo en sus acepciones medieva-
les) e importo (verbo transitivo o activo cuyas primeras documentaciones
se atestiguan a partir del siglo XV); y, por otra, (ii) los verbos transitivos
como gusto o appeto.
(i) Si bien en latín los usos de pugno distaban considerablemente
de los de los verbos que acabamos de describir en I (vid. Puebla Man-
zano 2001), debe tenerse en cuenta que en una de sus acepciones podía
Cambios aspectuales en la evolución de los verbos psicológicos 501

construirse con genitivo y dativo de persona. Es evidente que el cambio


semántico que nos llevó de ‘oponerse o repeler’ a ‘mostrar asco’ no se
dio en latín. De todas formas, la posibilidad de que se construyera con
un tema en genitivo y un dativo de persona quizás pudo determinar su
evolución semántica posterior hacia el campo de la emoción o experiencia
con el cual algunos verbos activos latinos como pigeo o pudeo formaron
en latín construcciones inacusativas con TEMA en genitivo y sujeto lógico
en acusativo, por ejemplo, véase (10)4.
(10) me non solum piget stultitiae meae sed etiam pudet ‘no solo me aflige mi
estupidez, sino que me avergüenzo de ella’ (Cic. de Dom., 29; Woodcock
1959: 167).

Los datos históricos del español, sin embargo, apuntan hacia una evo-
lución más similar a la de gusto o appeto. En el CORDE, la docu-
mentación de repugnar muestra que desde 1100 a 1550 tiene el valor de
‘rechazar’ y se atestigua en construcción transitiva (y, en ocasiones, con
leísmo de persona masculino), y en pasivas perifrásticas, como en (11a ) y
(11b) respectivamente. La construcción inacusativa se atestigua a finales
del siglo XVI, véase (11c).
(11a) E
 t si por ventura alguno quisiere resistir diziendo el contrario, levantado con
spiritu de contençion, non le repugnamos, ca non somos fijos de contençion
nin la Iglesia non tiene por costumbre de contender (CORDE: Alonso Fer-
nández de Madrigal, El Tostado, Libro de las paradojas, 1437).
(11b) quando perseguían a los apóstoles por la doctrina que dauan, la qual tanto
más creçía quanto más ellos e su dotrina eran repugnados (CORDE: Her-
nando del Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos, 1480-1484).
(11c) Pero aunque a estos septentrionales les repugna la filosofía y las demás
ciencias que las demás ciencias que hemos dicho, viéneles muy bien las
matemáticas y astrología, por tener buena imaginativa (CORDE: Juan Huarte
de San Juan, Examen de ingenios para las ciencias, 1575-1588).

En cuanto a importo, verbo transitivo latino, en una de sus acep-


ciones podía construirse con dativo. En la etapa medieval este verbo no
se usa hasta época tardía. Como muestra (12a), el significado de las pri-
meras documentaciones es ‘conllevar, implicar’ y, a finales del siglo XV
se atestigua ya un valor más cercano a la construcción inacusativa propia
de los verbos psicológicos (12b). A inicios del siglo XVI encontramos ya

4
Como es bien sabido, el desmoronamiento del caso morfológico en el paso al
romance propició la interpretación de muchos acusativos como dativos y viceversa.
502 Montserrat Batllori, Elisabeth Gibert-Sotelo e Isabel Pujol

una construcción inacusativa donde el verbo muestra un valor claramente


psicológico (12c).
(12a) las reglas que se toman de las cosas contenidas en las vrinas & dexando
aparte lo que importa el nombre de vrina; lo qual se dira mas claramente
adelante (CORDE: Anónimo, Traducción del Compendio de la humana
salud de Johannes de K., ca. 1400-1500).
(12b) ¿cuál costa de Normandía o de Guiana la soportaría sin importarle daño
çofrir? (CORDE: Anónimo, Discurso político: los embajadores de María
de Borgoña, 1477).
(12c) por mi seguridad, poco m’ importa (CORDE: Juan Boscán, Poesías, ca.
1514-1542).

(ii) Respecto a gusto y appeto, se construyeron como transitivos en


latín, véase (13), y desarrollaron acepciones semánticas nuevas en el paso al
romance. Como muestra la documentación de Gaffiot, appeto tuvo tam-
bién acepciones intransitivas, pero nos interesa especialmente la acepción
4 ‘desear’, puesto que será el origen de las formas romances posteriores.
Así pues, partimos de construcciones como las que se muestran en (13):
(13a) q ui numquam […] uitae gustauit amorem (Lucr., 5.179) ‘el que nunca ha
experimentado el amor’.
(13b) bonum appetere ‘apetecer el bien’.

Las acepciones medievales de gustar son diversas (‘saborear’ en 14a,


‘probar, tomar, beber o comer’ en 14b), pero básicamente observamos que
se trata de un verbo transitivo, a excepción de la construcción con de que
todavía mantenemos en la actualidad, vid. (14c). Concretamente, el hecho
de que se den estructuras pasivas reflejas, como en (14d), o pasivas perifrás-
ticas, como en (14e), demuestra la transitividad de dicho verbo y evidencia
que todavía no se trata de un verbo psicológico. Los primeros ejemplos de
construcciones inacusativas con gustar datan de la primera mitad del siglo
XVI, como se ve en (14f).
(14a) p or buena fe yo ove gostado la dulçor et ove sabor della (CORDE: Calila
e Dimna, 1251).
(14b) E dieronle a beuer uino mezclado con fiel, e quando lo gosto no lo quiso
beuer (CORDE: Anónimo, El Evangelio de San Mateo, 1260).
(14c) nin han bevido de sus amargos bevrages, nin han gustado de sus viandas
amargas (CORDE: Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera,
Corbacho, 1438).
(14d) Calpari ‘vino nueuo que se saca dela cuba para sacrificar conello ante que
se guste’ (CORDE: Alfonso de Palencia, Universal vocabulario en latín y
en romance, 1490).
Cambios aspectuales en la evolución de los verbos psicológicos 503

(14e) & se perdiessen o se enpeorassen ante que fuesen gustadas o pesadas o


medidas (CORDE: Anónimo, Siete Partidas de Alfonso X, BNM I 766, 1491).
(14f) pues créeme, que antes que tú le gustasses, ya me tenía a mí harta (CORDE:
Gaspar Gómez de Toledo, Tercera parte de la tragicomedia de Celestina,
1536).

En lo referente a apetecer, a diferencia de lo que ocurre con gustar,


la construcción transitiva sigue vigente todavía en el español moderno y
contemporáneo de numerosos hablantes, como se muestra en (15a) y (15b).
Tal como ocurría con gustar, este verbo se atestigua en construcciones
pasivas reflejas como la de (15c). De todas formas, aunque escasas, las
primeras documentaciones de construcciones inacusativas se remontan al
siglo XVI, como ilustra (15d).
(15a) y no siempre me queda el sosiego interior que apetezco (CORDE: Fran-
cisco de Treviño, Carta a Rodríguez Campomanes. Epistolario de Pedro
Rodríguez, 1765).
(15b) y que no apetezco estar en las páginas de los periódicos (CREA: Cambio
16, núm. 970, 25 de junio de1990).
(15c) como que nada se apetece tanto, por los que miran como agravio (CORDE:
Anónimo, Reglamento de pesca y navegación, 1763).
(15d) porque sin duda al que mal hace la luz no le apetece ni le aplace (CORDE:
Cristóbal de Virués, Historia del Monserrate, 1588).
Podemos establecer, pues, que en los verbos que se usaron transitiva-
mente en la etapa medieval parece iniciarse un proceso de gramaticalización
en lo referente a la construcción inacusativa que estamos estudiando, que en
algunos casos concluye en torno al siglo XVI (como en gustar o repugnar),
mientras que en otros (como en apetecer) parece ser posterior, a pesar de
iniciarse en la misma época.
2.3. Verbos de la clase 3, grupo (III)
El tercer grupo de verbos incluye verbos de creación romance (deno-
minales), que tempranamente desarrollan el patrón inacusativo con dati-
vo-experimentador: antojar(se), agradar. Respecto a agradar, verbo de
formación romance a partir del sustantivo grado ‘voluntad, gusto’ (del lat.
tardío GRATUM ‘agradecimiento’, y este del lat. GRATUS, -A, -UM ‘agra-
dable’, ‘agradecido’; vid. DECH, s. v. grado); el Dicc. Hist. (1960-1996)
menciona, en primer lugar, las diferentes acepciones de la forma pronomi-
nal con complemento preposicional, que son las que documentamos más
tempranamente:
(16a) A
 gradós Ezechias con estos mensageros (Almerich, Fazienda de Ultra Mar;
Dic. Hist., s. v. agradar).
504 Montserrat Batllori, Elisabeth Gibert-Sotelo e Isabel Pujol

(16b) d áualas a algún su capellan o algún su clérigo de que se agradaua (GConq.


Ultramar; Dicc. Hist., s. v. agradar).

Desde comienzos del siglo XIV y hasta el siglo XVI, documentamos


el verbo agradar en construcciones pasivas perifrásticas, como se mues-
tra en (17). Roberts (2007: 157-160) comenta que en inglés los cambios
sufridos en las construcciones pasivas influyeron en la evolución de los
verbos psicológicos de esta lengua a construcciones activas. Batllori
(2012) observa que de manera inversa a lo que ocurrió en inglés, en
español este tipo de pasivas perifrásticas inacusativas se abandonaron
para dar paso a las construcciones inacusativas propias de los verbos
psicológicos. Sugerimos, por tanto, que las estructuras inacusativas
correspondientes a las pasivas perifrásticas o reflejas son el paso previo
a las estructuras inacusativas con dativo de los verbos psicológicos de
la clase III.
(17a) e porque ayan buen amorio entre los dichos concejos e los buenos deudos
sean agradados hordenamos e establezemos en racon de nuestras hazeras
e de nuestros terminos en como nos debemos mantener e usar (CORDE:
Anónimo, Concordia-Acuerdo (Documentación de la cuadrilla de Cam-
pezo), 1313).
(17b) La Reina era tan agradada de cómo él servía, que lo no dexava quitar
delante su presencia (CORDE: Garci Rodríguez de Montalvo, Amadís de
Gaula, libros I y II, 1482-1492).

El uso de agradar en construcciones inacusativas con dativo no se


atestigua hasta el siglo XIV. El primer ejemplo que documentamos (tanto
por fecha de la obra como por manuscrito) es el que reproducimos en
(18a). A partir del siglo XV, el verbo agradar es productivo en este tipo de
construcciones, como se ve en los enunciados de (18b) y (18c):
(18a) las nuestras fenbras non se afeitan porque non agraden a ellas (CDH:
Alfonso de Villasandino, Poesías, Cancionero de Baena, ca. 1465).
(18b) el mj fillo caro leal muyto me agrada (CORDE: Anónimo, Libro del Tesoro,
1400-1425).
(18c) A mí me agrada mas que se junte con lo que prezede (CORDE: Juan de
Valdés, Comentario o declaración familiar y compendiosa, 1557).

En definitiva, podemos considerar que el uso de agradar en construc-


ciones inacusativas con dativo estuvo precedido y fue impulsado, en nuestra
opinión, por el uso de dicho verbo en construcciones pasivas. De hecho,
hasta inicios del siglo XVI hallamos ambas estructuras, lo cual es esperable
en todo proceso de cambio lingüístico:
Cambios aspectuales en la evolución de los verbos psicológicos 505

(19a) todos eran. del muy agradados & contentos (CORDE: Anónimo, Crónica
Troyana, BNM 1733, 1490).
(19b) todas las cosas que me paresç[er]ía que le avían agradado (CORDE: Anó-
nimo, Relación de Colón del viaje a Cuba y Jamaica, 1495).

Antojarse es también un verbo de creación romance. Se creó a partir


del nombre antojo, cuyo origen está en la expresión latina ante ocŭlum
‘delante del ojo’. Según se refleja en el Diccionario Histórico y hemos
comprobado en el CORDE, este verbo, del mismo modo que agradar, se
documenta primeramente con un uso pronominal y sin complemento dativo.
En estos primeros usos su valor básico es ‘encapricharse, sentir antojo
respecto a algo o alguien’:
(20) Fue Josep de genta fechura; e antós’ dél la mugier de Furtifar, e dixo: «Iaz-
comygo» (Dicc. Hist., Fazienda Ultra Mar Almerich5, ca. 1220).

De todas formas, en la documentación escrita tenemos pocos ejemplos


de este primer uso pronominal. Las formas más frecuentes tanto en el
CORDE como en el CDH y en el Diccionario Histórico ya son las cons-
trucciones inacusativas con dativo.
(21a) M
 ars es planeta caliente e seca, […] mete todo su coraçón en fazer sus
cosas, non manda a ssí quando es sannudo ni torna su mano de fazer lo que
s’ le antoia (Dicc. Hist., Lib. Estrellas, 1254).

(21b) E
 llas de salto s’enojan / quando están más sin enojos, / y en lo que se des-
enojan, / cien cosas se les antojan (Dicc. Hist., Mexía, Canc. gen. 1511,
ca. 1480).

Como se demuestra al examinar la evolución de los verbos pertene-


cientes a los tres grupos que hemos establecido dentro de los verbos de
la clase 3, el paso previo a las estructuras inacusativas con dativo propias
de los verbos psicológicos de esta clase son las estructuras inacusativas
correspondientes a las pasivas perifrásticas o reflejas. El cambio, pues,
parece estar directamente relacionado con la expresión de la inacusativi-
dad y la reestructuración de los usos de la pasiva perifrástica medieval. Al
restringirse la distribución de la pasiva perifrástica, aumenta la difusión
sintáctica de las construcciones reflejas (pasiva e impersonal) y también
de la estructura inacusativa que nos ocupa.

5
La forma antó de este ejemplo responde al pretérito indefinido del verbo antojar.
506 Montserrat Batllori, Elisabeth Gibert-Sotelo e Isabel Pujol

3. Análisis
Como se ha dicho en la introducción, al igual que el resto de ver-
bos psicológicos, los verbos de la clase 3 denotan estados. Los trabajos
centrados en la investigación aspectual (entre otros, Carlson 1977; Krat-
zer 1995; Maienborn 2005; Marín y McNally 2005, 2011) distinguen dos
tipos de predicados estativos: los predicados stage-level y los predicados
individual-level. Los predicados stage-level expresan estados episódicos
o propiedades accidentales, es decir, predicados estativos que están tem-
poralmente acotados, como por ejemplo estar enfermo. Los predicados
individual-level expresan estados más o menos permanentes o propiedades
inherentes, esto es, predicados estativos que no están acotados temporal-
mente, como por ejemplo ser alto6.
De acuerdo con esto, en esta sección examinaremos la naturaleza esta-
tiva de los verbos de la clase 3. Fábregas y Marín (2015) establecen que
los verbos psicológicos con sujeto experimentante (clase 1, p. ej. amar,
odiar) son predicados individual-level; mientras que los verbos psicológi-
cos con objeto experimentante (clase 2, p. ej. preocupar) son predicados
stage-level que incluyen un límite inicial del estado. Por consiguiente, los
verbos de la clase 2: (i) son compatibles con modificadores temporales que
permiten identificar este límite, como tan pronto como o en cuanto (22a);
(ii) concurren con desde (22b); y (iii) pueden formar parte de oraciones
que restringen la cuantificación temporal (22c).
(22a) Tan pronto como / En cuanto te aburras, nos vamos.
(22b) La Navidad deprime a María desde 2002.
(22c) Cuando / Siempre que / Cada vez que algún problema obsesiona a Carmen,
se va a pasear.

Estos autores, sin embargo, no analizan las características aspectuales


de los verbos psicológicos de la clase 3. Teniendo en cuenta la clasificación
que hemos establecido en el epígrafe 2 a partir del origen y de la evolución
sintáctica de los verbos de esta clase, podemos observar que el primer
grupo (verbos que en latín clásico o tardío ya podían entrar en estructuras
inacusativas con dativo: placer, doler y pesar) son compatibles con tan

6
En la tradición española se suele distinguir entre estados transitorios y estados
permanentes. Esta terminología es habitual en los estudios dedicados a las distinciones
existentes entre ser (asociado en la mayoría de sus usos con los predicados individual-level,
i. e. con estados transitorios) y estar (asociado en la mayoría de sus usos con los predica-
dos stage-level, i. e. con estados permanentes) —vid. Fernández Leborans (1999), Marín
(2000), entre muchos otros—.
Cambios aspectuales en la evolución de los verbos psicológicos 507

pronto como y en cuanto, como evidencia (23); permiten ser modificados


con desde, como ilustra (24); y admiten las estructuras que restringen la
modificación temporal, como se ve en (25)7. Es decir, el primer grupo de
los verbos de la clase 3, que son los que entran en estructuras inacusativas
con dativo desde el latín, responden positivamente a todas las pruebas, por
lo que podemos establecer que se trata de predicados stage-level.
(23a) Tan pronto como / En cuanto te plazca comer, iremos a un restaurante.
(23b) Tan pronto como / En cuanto te duela la pierna, ve al médico.
(23c) Tan pronto como / En cuanto te pese haber cometido este pecado, Dios te
perdonará.
(24a) ?A Juan le place comer desde 1997.
(24b) A María le duele la pierna desde el mes de enero.
(24c) A Fernando le pesa haber cometido este pecado desde que tuvo su primer
hijo.
(25a) Cuando / Siempre que / Cada vez que le place comer, va al restaurante.
(25b) Cuando / Siempre que / Cada vez que le duele la pierna, va al médico.
(25c) Cuando / Siempre que / Cada vez que a Fernando le pesa haber cometido
un pecado, va a confesarse.

Los verbos que conforman el segundo grupo que hemos establecido


(aquellos verbos de creación latina que no desarrollaron el uso inacusa-
tivo con dativo hasta el romance: repugnar, importar, gustar y apetecer),
muestran un comportamiento desigual respecto a las pruebas utilizadas para
determinar si son stage-level o individual-level. Como se ve en (26), gustar,
repugnar e importar son incompatibles con los modificadores temporales
tan pronto como y en cuanto, mientras que apetecer sí admite este tipo de
modificación temporal. Por lo que respecta a la modificación con desde,
todos la permiten, como puede comprobarse en (27). Finalmente, los ejem-
plos de (28) ponen de manifiesto que tanto repugnar como apetecer aceptan
estructuras que restringen la modificación temporal, al contrario que gustar
e importar. Con todo, parece ser que los verbos de este segundo grupo son
en su mayoría predicados individual-level, a excepción de apetecer, que se
comporta claramente como un predicado stage-level.
(26a) *Tan pronto como / En cuanto te guste leer novela negra, iremos a la librería.
(26b) *Tan pronto como / En cuanto le repugnen las acelgas, saldremos del
restaurante.

7
Por razones de extensión, en este trabajo aplicamos las pruebas de aspectualidad
a los verbos de la clase 3 en sus usos contemporáneos. Dejamos para futuros estudios la
comprobación de dichas pruebas en estadios diacrónicos.
508 Montserrat Batllori, Elisabeth Gibert-Sotelo e Isabel Pujol

(26c) * Tan pronto como / En cuanto te importen las apariencias, dejarás de ser
feliz.
(26d) Tan pronto como / En cuanto te apetezca el zumo, te lo tomas.
(27a) A Luisa le gusta leer novela negra desde 2004.
(27b) A Jorge le repugnan las acelgas desde el día en que le sentaron mal.
(27c) A mi prima le importan las apariencias desde que se casó.
(27d) A Marta le apetece el zumo desde esta mañana.
(28a) * Cuando / Siempre que / Cada vez que a Luisa le gusta leer novela negra,
va a la librería.
(28b) ?Cuando / Siempre que / Cada vez que a Jorge le repugnan las acelgas,
vomita.
(28c) *Cuando / Siempre que / Cada vez que a mi prima le importan las aparien-
cias, se comporta de manera extraña.
(28d) Cuando / Siempre que / Cada vez que a Marta le apetece un zumo, se lo
toma.

El tercer grupo de los verbos de la clase 3 (los verbos de creación


romance que desarrollaron el patrón inacusativo con dativo tras un uso
pronominal: agradar, antojarse) no son tampoco un grupo homogéneo
por lo que respecta a su naturaleza eventiva: mientras que agradar no se
acomoda a la modificación temporal con tan pronto como y en cuanto,
antojarse la admite, como se observa en (29). Tanto agradar como anto-
jarse pueden estar modificados por desde, como se ve en (30); pero las
estructuras cuando, siempre que, cada vez que, que restringen la acotación
temporal, solo las acepta antojarse, como ilustran los ejemplos de (31).
Así pues, las pruebas para determinar la naturaleza estativa de estos dos
verbos parecen indicar que agradar es un predicado individual-level que
denota estados o propiedades más o menos permanentes, y antojarse es un
predicado stage-level que especifica estados episódicos.
(29a) *Tan pronto / En cuanto te agrade el chocolate, iremos a merendar.
(29b) Tan pronto como / En cuanto se te antoje comer fresas, iré a comprártelas.
(30a) A Jaime le agrada el chocolate desde que aprendió a fabricarlo.
(30b) A Claudia se le antoja comer fresas desde que está embarazada.
(31a) * Cuando / Siempre que / Cada vez que a Jaime le agrada el chocolate,
vamos a merendar.
(31b) Cuando / Siempre que / Cada vez que a Claudia se le antoja comer fresas,
voy a comprárselas.

Así las cosas, resulta interesante observar que los verbos psicológicos
de la clase 3 son una clase aspectualmente heterogénea que incluye predi-
cados individual-level (que es la clase aspectual de los verbos psicológicos
Cambios aspectuales en la evolución de los verbos psicológicos 509

de la clase 1) y predicados stage-level (que es la clase aspectual de los


verbos psicológicos de la clase 2).
Teniendo en cuenta la clasificación que hemos establecido en el epí-
grafe 2 a partir del origen y de la evolución sintáctica de estos verbos,
podemos observar que el primer grupo (verbos heredados que en latín
ya podían entrar en estructuras inacusativas con dativo) son stage-level
desde los orígenes hasta la actualidad. Los que adoptan estructuras inacu-
sativas en romance (i. e. los del grupo II: los verbos latinos que entraron
en romance como transitivos y no desarrollaron el uso inacusativo hasta
entrado el siglo XVI; y los del grupo III: verbos de creación romance cuyos
primeros usos eran pronominales) no son homogéneos actualmente y en
algunos casos parecen haber pasado de ser stage-level a ser individual-le-
vel8. Esta evidencia diacrónica parece apuntar hacia el siguiente itinerario
de gramaticalización:
(32) estructura transitiva activa > estructura pasiva/pronominal estativa >
estructura inacusativa estativa stage-level > estructura inacusativa estativa
individual-level.

Los verbos heredados directamente del latín con estructura inacusa-


tiva (grupo I), se conservan como predicados stage-level; mientras que
los verbos que desarrollan las estructuras inacusativas en romance (gru-
pos II y III) parecen dar un paso más en este itinerario de gramaticali-
zación y acaban denotando predicados individual-level. Cabe mencionar
que el mantenimiento como predicados stage-level de los verbos apetecer
(grupo II) y antojarse (grupo III) (que, según la predicción que acabamos
de hacer, deberían haberse gramaticalizado como predicados individual-le-
vel) se explica por su naturaleza morfológica: apetecer cuenta con el sufijo
incoativo -ecer, y antojarse incluye la partícula -se, que puede asociarse
con la incoatividad (p. ej. dormir vs. dormirse; vid. De Miguel y Fernández
Lagunilla 2000: 37, entre otros estudios).
Dejamos para investigaciones futuras el estudio pormenorizado de la
relación entre el itinerario evolutivo de los verbos psicológicos hacia estruc-
turas inacusativas y la naturaleza aspectual de estos predicados.

8
Tal es el caso del verbo agradar, cuyo participio se documenta abundantemente
con el verbo estar hasta finales del siglo XVIII, construcción imposible en el español
actual (recuérdese que la concurrencia de los participios de los verbos psicológicos con el
verbo estar es una prueba de la naturaleza stage-level de estos predicados; vid. Fábregas
y Marín 2015).
510 Montserrat Batllori, Elisabeth Gibert-Sotelo e Isabel Pujol

4. Conclusiones
En este trabajo se han examinado los verbos psicológicos clasificados
como clase 3 por Belletti y Rizzi (1987), que es la clase que ha recibido
menos atención hasta la fecha. Desde el punto de vista sincrónico, las inves-
tigaciones se han centrado mayoritariamente en los verbos de las clases 1 y
2; y desde el punto de vista diacrónico se han examinado mayoritariamente
algunos de los verbos transitivos latinos que entraron en construcciones
inacusativas a partir del siglo XVI, pero no existe ningún estudio diacrónico
que analice el comportamiento aspectual de esta clase de verbos en todo
su conjunto9.
En lo referente a la evolución, hemos establecido una clasificación
de esta clase de verbos y hemos distinguido tres grupos: a) verbos que en
latín ya podían entrar en estructuras inacusativas con dativo (o sea, here-
dados: grupo I)10; b) verbos latinos que no desarrollaron el uso inacusativo
con dativo hasta el romance (concretamente, hasta entrado el siglo XVI:
grupo II); y c) verbos de creación romance (grupo III).
Tras examinar los datos históricos, consideramos que podemos relacio-
nar la evolución de los verbos transitivos latinos a construcciones inacu-
sativas con dativo, con la evolución de la inacusatividad en español. Ello
incluye tanto la reestructuración de los usos de la pasiva medieval como
la generalización de las estructuras reflejas. El hecho de que los usos de
la pasiva medieval se restrinjan a un menor número de contextos hace que
deban generarse nuevas estructuras para la expresión de la inacusatividad; y
esto conlleva la difusión de la pasiva impersonal o refleja y la adopción de
las estructuras inacusativas objeto de nuestro estudio por parte de algunos
verbos. Podríamos considerar que se trata de un itinerario de gramaticali-
zación desde estructuras activas hasta estructuras inacusativas.
Una vez analizada la evolución histórica de estos verbos, hemos dedi-
cado el último apartado a ver cómo responden estos verbos sincrónicamente
a las pautas para definir su aspecto léxico. Así, hemos comprobado que no
se acomodan homogéneamente ni a los predicados SL ni a los predicados
IL, sino que son una clase heterogénea: los descendientes del latín son
SL y los verbos que adoptan las construcciones inacusativas en romance

9
Sí ha habido algún estudio que se ha centrado en el orden de palabras de estos
verbos (vid. Elvira 2014).
10
Incluimos aquí pesar porque desde los orígenes adopta el mismo patrón que estos
verbos y, por tanto, puede pensarse que en latín tardío o, como dice Corominas, en bajo
latín ya mostraba estas características.
Cambios aspectuales en la evolución de los verbos psicológicos 511

parecen ser IL, a excepción de aquellos cuya morfología impone una lec-
tura incoativa: apetecer y antojarse. Sin embargo, el estudio histórico nos
permite trazar el itinerario de gramaticalización de este subgrupo tal como
se ha visto en (32).

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sic Press-Bolchazy-Carducci Publishers.
La alternancia de modo en las subordinadas sustantivas:
el caso de esperar en la historia del español*

Robert J. Blake
University of California, Davis
Carlos Sánchez Lancis
Universidad Autónoma de Barcelona

Resumen. El presente trabajo estudia la evolución sintáctica del modo de la subor-


dinada sustantiva que aparece con el verbo esperar a partir de su presencia en
tres corpus (CORDE, CORPUS DEL ESPAÑOL y CREA), con el fin de establecer
las distintas etapas de su alternancia y los diferentes elementos lingüísticos que
lo condicionan, así como para constatar la progresiva gramaticalización del sub-
juntivo como expresión sintáctica de la subordinación en español. A partir de
este análisis, se puede comprobar claramente una notable presencia del modo
indicativo (sobre todo, uso con el futuro) durante la época medieval y gran parte
del español clásico, etapa esta última en la que ya se empezará a observar un
claro incremento de un empleo del subjuntivo, que se irá consolidando sobre
todo en español moderno, con el predominio en el siglo XX de las formas en -ra
frente a las de -se.
Palabras clave. Cambio lingüístico, verbo esperar, verbos de emoción, modo
subjuntivo, subordinación, variación sintáctica.

Abstract. In this study, we examine the variations in mood choices associated


with the verb esperar over the course of time as documented in three corpora:
CORDE, CORPUS DEL ESPAÑOL and CREA. While the use of the indicative mood
after esperar was frequent in the Medieval period (especially, the use of the future
indicative tense), the subjunctive becomes the overwhelming choice by the 20th

* La presente investigación ha sido parcialmente financiada con una ayuda del


MICINN y FEDER (núm. de ref. FFI2014-56968-C4-2-P y FFI2017-87140-C4-1P) y de
la CIRIT del Comissionat per Universitats i Recerca de la Generalitat de Catalunya (núm.
de ref. 2017 SGR 634).
514 Robert J. Blake y Carlos Sánchez Lancis

century, with a preference for the -ra forms over the -se forms for instances
of the past subjunctive. This diachronic pattern of mood choices with the verb
esperar forms part of a larger pattern of mood variations with verbs of emotion
or comment.
Keywords. Language change, esperar, verbs of emotion, subjunctive mood,
subordination, syntactic variation.

1. Introducción
El verbo esperar (del latín spērāre ‘esperar, tener esperanza’), en su
uso transitivo, presente en español desde los orígenes del idioma, posee la
particularidad de alternar el modo del verbo de la subordinada sustantiva
que rige. Esta variación modal, según señalan Corominas y Pascual (DECH,
s. v. esperar) parece depender, en un principio, tanto del significado del
verbo como de la variante dialectal: esperar, con el sentido de ‘tener espe-
ranza’, preferiría en el español peninsular el modo subjuntivo, sobre todo
en las oraciones negativas como en «espero que no haga frío esta Semana
Santa», mientras que el español de Argentina optaría corrientemente, según
estos autores, por un tiempo futuro en modo indicativo, como en «espero
que no hará frío». Los distintos significados que le otorga el diccionario
académico a este verbo en su variante transitiva son los siguientes: «espe-
rar. […]. tr. 1. Tener esperanza de conseguir lo que se desea. || 2. Creer
que ha de suceder algo, especialmente si es favorable. || 3. Permanecer en
sitio adonde se cree que ha de ir alguien o en donde se presume que ha de
ocurrir algo. […]» (DLE, s. v. esperar).
Como indican la RAE y la ASALE (2009: §§ 25.5g-h), aspectos como
el grado de seguridad, la vehemencia o la implicación del hablante en la
situación descrita (mayor en el modo indicativo que en el subjuntivo),
harían elegir el futuro de indicativo frente al presente de subjuntivo en estos
casos, aunque valores como la incertidumbre o la conjetura («espero que
habrá podido hacer el examen») también están presentes aquí.
Esta situación actual de alternancia modal en ciertos verbos como espe-
rar es un reflejo de un comportamiento sintáctico mucho más antiguo, que
se daba principalmente con un grupo de verbos que expresaba certeza,
incertidumbre, duda o negación y, sobre todo, comentario, como señala-
ron ya hace tiempo Jensen/Lathrop (1973: 54) en su conocido estudio e
inventario del empleo del subjuntivo en la época medieval, para los que
«la generalización posterior del uso del modo subjuntivo después de los
verbos de ‘emoción’ se debe considerar como una tendencia hacia la uni-
La alternancia de modo en las subordinadas sustantivas 515

ficación de un grupo semántico de verbos que, desde el comienzo, muestra


relativamente poca cohesión» (traducción nuestra).
El presente trabajo estudia la evolución sintáctica del modo de la subor-
dinada sustantiva, introducida por la conjunción que, que aparece con el
verbo esperar, a partir de su presencia en dos corpus diacrónicos del espa-
ñol [Corpus del español (CE) de Davies y Corpus diacrónico del español
(CORDE) de la RAE] y un corpus sincrónico (CREA), con el fin de establecer
las distintas etapas de su alternancia y los diferentes elementos lingüísticos
que la condicionan, así como para constatar la progresiva gramaticalización
del subjuntivo como expresión sintáctica de la subordinación en español. A
partir de este análisis, se podrá comprobar claramente una notable presencia
del modo indicativo durante la época medieval (siglos XIII al XV) y gran
parte del español clásico (siglos XVI y XVII), etapa esta última en la que
ya se empezará a observar un claro incremento de un uso del subjuntivo,
que se irá consolidando sobre todo en español moderno (siglos XVIII al
XX). Asimismo, la preferencia por las formas del subjuntivo del pasado en
-ra (frente a -se) no se hace norma hasta el siglo XX.

2. Esperar que en corde


2.1. Español medieval
La construcción esperar que no se documenta en CORDE hasta casi
la mitad del siglo XIII, a pesar de que este verbo ya existe, como se ha
indicado antes, desde los orígenes del español:
(1) Esto uos fazemus por amor que uos auemus e por esperantia que speramus
que faredes bien eno monesterio de Sancti Ysidro (CORDE: 1245-1264.
Anónimo, Carta de encomienda [Colección Diplomática del Monasterio
de Carrizo]).

Si nos atenemos al verbo de la oración completiva subordinada sustan-


tiva introducida por la conjunción que, se observa en el periodo medieval
una gran variedad tanto de tiempos verbales como de modos, como se
recoge en los siguientes ejemplos:
(2) E sy quieres que engendren fembras. espera que faga viento de medio dia
& […] (CORDE: 1380-1385. Ferrer Sayol, Libro de Palladio. BNM 10211.
ESPAÑA) (Presente de subjuntivo).
(3) Mucho me seruireys en que la dicha permutacion se faga luego, sin spe-
rar que mas sobrello vos haya de screuir (CORDE: 1496. Anónimo, Don
Fernando a Garcilasso de la Vega… ESPAÑA) (Presente de subjuntivo con
haber de).
516 Robert J. Blake y Carlos Sánchez Lancis

(4) Señor capitán, esperá que con ayuda de Dyos yo lo concluyere byen y […]
(CORDE: ca. 1492. Anónimo, La corónica de Adramón. ESPAÑA) (Futuro
de subjuntivo).
(5) […] andudo de gujsa que njnguno non era çertero de esperar que el vençiese
(CORDE: 1284. Alfonso X, General Estoria. Quinta parte. ESPAÑA) (Imper-
fecto de subjuntivo con -se).
(6) Assí que en todas maneras esperaba que le socorrieran, o todos o algunos
dellos […] (CORDE: ca. 1453. Anónimo, Crónica de Don Álvaro de Luna.
ESPAÑA) (Imperfecto de subjuntivo con -ra).
(7) […] e feches cada dia e esperamos que daredes d’aqui adelant maorment
pora […] (CORDE: 1290. Anónimo, Cesión de unos palacios [Documentos
Lingüísticos Navarros]. ESPAÑA) (Futuro de indicativo).
(8) […] e mandóles bever d’aquella agua a todos, esperando que Nuestro Señor
querié mostrar allí algún […] (CORDE: ca. 1275. Alfonso X, General Esto-
ria. Primera parte. ESPAÑA) (Imperfecto de indicativo).
(9) Dizen que fue un ombre muy rrico e esperava que avia de tener sus rrique-
zas en el otro […] (CORDE: ca. 1400-1421. Clemente Sánchez de Vercial,
Libro de los exemplos por A. B. C. ESPAÑA) (Imperfecto de indicativo con
haber de).
(10) Pero también me lo haría yo, si estos necios de sus criados me hablasen
entre día; ¡pero esperan que los tengo de ir a buscar!) (CORDE: ca. 1499-
1502. Fernando de Rojas, La Celestina. Tragicomedia de Calisto y Melibea.
ESPAÑA) (Presente de indicativo).
(11) mas bien so yo seguro e espero que lo que de uos codiçio, que lo he avn
de ver (CORDE: ca. 1270. Anónimo, Historia troyana en prosa y verso.
ESPAÑA) (Presente de indicativo con haber de).
(12) Mas aquellos qui leuauan los escudos de argent lo confortauan en la batalla
esperando que ninguno no podria estar contra ellos por esto que todos eran
hombres uiellos adoctrinados de Felipo & de Alexandre (CORDE: 1379-
1384. Juan Fernández de Heredia, Traduccción de Vidas paralelas de Plu-
tarco, I. ESPAÑA) (Condicional).

Sin embargo, tal variedad no se presenta de forma proporcional en


todos los casos ni en todos los siglos, ya que en romance medieval hay una
cierta preferencia tanto por un determinado modo como por unos tiempos
muy concretos, como se constata en la Tabla 11:

Los datos que se recogen en la Tabla 1 corresponden al total de ejemplos de esta


1

construcción encontrados en el CORDE en el español medieval.


La alternancia de modo en las subordinadas sustantivas 517

Indicativo
Subjuntivo Subjuntivo Pasado Indicativo Indicativo
CORDE Presente Condicional
Presente (-se / -ra) Presente Futuro
(haber de)
7 9 (22,5%) / 2 (5%) 1 1 10 10
S. XIII
(17,5%) = 11 (27,5%) (2,5%) (2,5%) (25%) (25%)
15 63 (54,3%) / 3 (2,6%) 1 1 4 29
S. XIV
(12,9%) = 66 (56,9%) (0,9%) (0,9%) (3,4%) (25%)
71 93 (27,3%) / 3 (0,9%) 11 11 108 44
S. XV
(20,8%) = 96 (28,2%) (3,2%) (3,2%) (31,7%) (12,9%)
En total = 93 165 (33,2%) / 8 (1,6%) 13 13 122 83
497 (100%) (18,7%) = 173 (34,8%) (2,6%) (2,6%) (24,5%) (16,7%)

Tabla 1. El desarrollo del subjuntivo / indicativo después de esperar* que… en


español medieval en CORDE.

A partir de los datos anteriores, se ve claramente, por un lado, que el


subjuntivo, con un 53,5% del total de casos hallados, es el modo preferido,
de forma general, en la completiva subordinada sustantiva durante este
periodo, frente al modo indicativo con un 29,7% y el condicional con un
16,7%. Y en relación al tiempo verbal, el imperfecto de subjuntivo, en su
variante -se, con un 33,2% del total de ejemplos, sería el más frecuente,
seguido del futuro de indicativo con un 24,5%, el presente de subjuntivo
con un 18,7% y el condicional con un 16,7%. Por contra, el presente
de indicativo, con un 2,6% respectivamente tanto en su forma sintética
como en la forma perifrástica haber de, y el imperfecto de subjuntivo
con la desinencia -ra con un 1,6%, serían los tiempos menos frecuentes.
Por lo que respecta al análisis por siglos, se observan algunas diferencias
en comparación con los datos anteriores. Así, el siglo XIII presenta un
comportamiento un tanto peculiar, ya que aunque el tiempo verbal más
frecuente sigue siendo el imperfecto de subjuntivo en su conjunto (27,5%),
tanto el futuro de indicativo (25%) como el condicional (25%) presentan
una frecuencia de casos muy similar, seguidos del presente de subjuntivo
(17,5%). Ciertamente este siglo posee un número de casos muy minoritario
en comparación con el conjunto global (40 ejemplos de 497, que apenas
representan el 8% del total), por lo que no sería suficientemente repre-
sentativo a nivel gramatical. Por su parte, el siglo XIV, con el 23,3% de
casos totales (116 ejemplos), nos proporciona también una visión peculiar,
ya que el modo subjuntivo es el de mayor frecuencia con creces (69,8%
de casos totales), seguido del condicional (25%), apareciendo el modo
indicativo (5,2%) de forma casi residual. En este siglo destaca sobre todo
518 Robert J. Blake y Carlos Sánchez Lancis

el imperfecto de subjuntivo con -se (54,3%), mientras que el presente de


subjuntivo solo tiene un 12,9%. Finalmente, el siglo XV presenta también
una distribución un tanto particular, pues aunque el modo mayoritario
sigue siendo el subjuntivo (49%), el modo indicativo aporta el 38,1% de
casos, seguido del condicional con solo un 12,9%. Sin embargo, es de
señalar que en esta centuria el tiempo preferido es significativamente el
futuro de indicativo (31,7%), seguido del imperfecto de subjuntivo con
-se (27,3%), el presente de subjuntivo (20,8%), el condicional (12,9%) y
el presente de indicativo (6,4%).
Si se realiza un análisis en conjunto de la evolución de la presencia de
un determinado modo o tiempo verbales en la época medieval, se constata
que a lo largo de estos siglos se produce una evolución en esta construcción,
pudiendo establecerse dos etapas. La primera iría hasta el siglo XIV, en la
que el modo subjuntivo sería el preferido, con el imperfecto de subjuntivo
con -se como tiempo mayoritario, seguido del condicional y del presente de
subjuntivo. La segunda etapa, propia del siglo XV, comportaría un cambio
importante al introducirse con gran fuerza el futuro de indicativo como
tiempo claramente predominante, aunque el modo subjuntivo continuaría
predominando con las formas con -se del imperfecto de subjuntivo y las
del presente de subjuntivo, estos dos últimos tiempos más equilibrados,
complementados también con las formas del condicional.
2.2. Español clásico
En el español clásico se vuelve a encontrar sin problemas ejemplos
del verbo esperar seguido de una subordinada sustantiva precedida por la
conjunción que. Nuevamente, tanto el modo subjuntivo como el indicativo,
así como una variedad de tiempos verbales, pueden aparecer en la oración
completiva, como se observa en los siguientes ejemplos:
(13) Los que hablan en la jornada de Denia, dicen que se espera que el prior
de San Juan tome en aquel puerto la posesion de general de la mar, y que
resida allí la capitana […] (CORDE: ca. 1599-1614. Luis Cabrera de Cór-
doba, Relación de las cosas sucedidas en la corte de España desde 1599
hasta 1614. ESPAÑA) (Presente de subjuntivo).
(14) Quedó Leonora viuda, llorosa y rica; y cuando Loaysa esperaba que cum-
pliese lo que ya él sabía que su marido en su testamento dejaba mandado,
vio que dentro de una semana se entró monja en uno de los más recogidos
monasterios de la ciudad (CORDE: 1613. Miguel de Cervantes Saavedra, El
celoso extremeño [Novelas ejemplares]. ESPAÑA) (Imperfecto de subjuntivo
con -se).
(15) Mas quando se esperó que nuestros agradecidos peregrinos le saludaran
con incessables aplausos y le veneraran con afectos de admiración, fué
La alternancia de modo en las subordinadas sustantivas 519

tan al contrario, que antes bien se vieron enmudecer, llevados de una


impensada tristeza, nacida de estraña novedad (CORDE: 1653. Baltasar
Gracián, El Criticón. Segunda parte. ESPAÑA) (Imperfecto de subjuntivo
con -ra).
(16) si bien se entiende y se espera que estos accidentes se le habrán recrecido
de algun resfriado con la mudanza del traje, y así lo juzgan los médicos
(CORDE: 1659-1664. Anónimo, Noticias de la Corte. ESPAÑA) (Futuro de
indicativo).
(17) que en tal caso podía Su Majestad casarle con su hija y hacerle General
en las fronteras de Africa, donde esperaba que daría tales muestras de su
valor, que el mismo castigo haría loable el delito que le puso en tan gloriosas
ocasiones (CORDE: 1619. Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, El caballero
puntual. Segunda parte. ESPAÑA) (Condicional).
(18) […] cosas que, como el mismo Cicerón añade, aun no las suelen hacer
los que en breve esperan que les puede venir succesor, y asi se tuvo por
ofendido é injuriado en ella (CORDE: 1648. Juan de Solórzano y Pereira,
Política indiana. ESPAÑA) (Presente de indicativo).
(19) […] e de los más e más principales de sus reinos y Estados en el cerco
de Pavía, o si vieran lo que se espera que ha de obrar Dios en vuestra
buena ventura e invicto nombre (CORDE: 1535-1557. Gonzalo Fernández
de Oviedo, Historia general y natural de las Indias. ESPAÑA) (Presente de
indicativo con haber de).

Sin embargo, la distribución de modos y tiempos verbales de la ora-


ción subordinada en la época clásica no se corresponde totalmente con la
medieval, como se constata a partir de los datos recogidos en la Tabla 22:

Indicativo
Subjuntivo Subjuntivo Pasado Indicativo Indicativo
CORDE Presente Condicional
Presente (-se / -ra) Presente Futuro
(haber de)
35 48 (32%) / 3 (2%) 5 9 38 12
S. XVI
(23,3%) = 51 (34%) (3,3%) (6%) (25,3%) (8%)
25 5 (8,3%) / 1 (1,7%) 2 4 18 5
S. XVII
(41,7%) = 6 (10%) (3,3%) (6,7%) (30%) (8,3%)
En total = 60 53 (25,2%) / 4 (1,9%) 7 13 56 17
210 (100%) (28,6%) = 57 (27,1%) (3,3%) (6,2%) (26,7%) (8,1%)

Tabla 2. El desarrollo del subjuntivo / indicativo después de esperar* que…


en español clásico en CORDE.

2
Los datos que se recogen en la Tabla 2 no equivalen al total de ejemplos de esta
construcción encontrados en el CORDE en el español clásico, ya que han tenido que ser
filtrados dada la gran cantidad de casos del verbo esperar que existe en este periodo.
520 Robert J. Blake y Carlos Sánchez Lancis

Como se puede observar, si nos atenemos a los datos globales, el modo


subjuntivo, a la hora de expresar la subordinada sustantiva, continuaría
siendo mayoritario con un 55,7% del total de casos, pero, a diferencia de
la etapa anterior, el presente de subjuntivo, con un 28,6%, no solo sería
el tiempo más frecuente en este modo sino también en el conjunto total
de tiempos verbales. A continuación le sigue por frecuencia de empleo el
imperfecto de subjuntivo con un 27,1% en su conjunto, si bien la forma
más usual continúa siendo la que posee la desinencia -se (25,2%) frente
a la muy minoritaria con -ra (1,9%). Y, finalmente, dentro del grupo de
las variantes más utilizadas, estaría el futuro de indicativo con un 26,7%,
forma que desde su clara irrupción en el siglo XV continúa teniendo un uso
muy destacado durante todo el español clásico. Por lo que respecta al resto
de tiempos, el condicional baja en cuanto a su frecuencia (8,1%), la cual
se mantiene proporcional durante los dos siglos, y en cuanto al presente
de indicativo, si bien en su conjunto llegaría a un 9,5% del total de casos,
resulta muy significativo que la variante más utilizada sea la perífrasis
modal de obligación con un 6,2%, mucho más cercana a la idea de futuro
que a la de presente.
Por otra parte, si se realiza el análisis de los datos siglo a siglo, se
observan algunos cambios importantes. En primer lugar, por lo que respecta
al siglo XVI en contraste con el siglo XV, el modo subjuntivo vuelve a ser
mayoritario con un 57,3% del total de casos, y el imperfecto de subjuntivo
(34%) con la forma -se (32%) vuelve a ser el tiempo predilecto. A conti-
nuación se encuentra el futuro de indicativo con un 25,3%, el tiempo más
destacado del modo indicativo (34,6% del total), ya que las formas del pre-
sente de indicativo apenas llegan al 9,3%, siendo el 6% del total las formas
perifrásticas modales de obligación con haber de. Por contra, no sucede lo
mismo con el presente de subjuntivo, tiempo que mantiene su vitalidad con
un 23,3%, mientras que el condicional continúa disminuyendo en cuanto a
su utilización con un 8%. En segundo lugar, en relación al siglo XVII, se
produce un cambio muy significativo, ya que, si bien el modo subjuntivo
continúa siendo el de mayor frecuencia con un 51,7%, no ocurre lo mismo
con el imperfecto de subjuntivo, que desciende a un escaso 10% (8,3% del
total de las formas con -se), y es el presente de subjuntivo el tiempo que
pasa a liderar la frecuencia de empleo con un destacado 41,7%. Por su parte,
el futuro de indicativo continúa como el segundo tiempo más frecuente con
un 30%, seguido del presente de indicativo con un 10% (6,7% del total
para la variante perifrástica de obligación) y, finalmente, del condicional
con un 8,3%.
La alternancia de modo en las subordinadas sustantivas 521

Como se puede constatar, a lo largo de estos siglos, y de manera des-


tacada a finales del español clásico, la expresión de la idea de futuro por
parte de la oración completiva adquiere un mayor peso, una mayor visuali-
zación, ya sea representada por un tiempo claro de futuro de indicativo, en
donde el valor temporal es más importante que el modal, ya por un modo
claro de presente de subjuntivo, en donde el valor modal es más importante
que el temporal. En definitiva, la lengua española desarrolla dos varian-
tes alternativas para expresar una misma información gramatical, como se
comprobará más adelante.
2.3. Español moderno
Finalmente, en el español moderno tampoco hay problemas para hallar
casos del verbo esperar seguido de una oración subordinada sustantiva
introducida por la conjunción que, como se puede ver en los siguientes
ejemplos:
(20) –Es el perillán más acabado no he visto en mi vida. Seguramente espera
que le indulten; pero se lleva chasco. El Gobierno no está por indultos
(CORDE: 1877. Benito Pérez Galdós, El terror de 1824. ESPAÑA) (Presente
de subjuntivo).
(21) […] porque teniendo noticia de que estaba nombrado nuevo comisario, espe-
raba que con su posesión se restituyese la tranquilidad a aquella comunidad,
la que con efecto se consiguió con su arribo (CORDE: 1745-1756. Conde de
Superunda, Relación… de los principales sucesos de su gobierno. PERÚ)
(Imperfecto de subjuntivo con -se).
(22) […] se prendió una lucecita roja, el muchacho se apoyó en la pared, puso el
telegrama en el bolsillo y entró a silbar el estribillo de El Adiós del Marinero
mientras esperaba que el ascensor subiera (CORDE: 1973. Angélica Goro-
discher, Bajo las jubeas en flor. ARGENTINA) (Imperfecto de subjuntivo
con -ra).
(23) –Y ¿no podéis comprender que el bien es más hermoso que el mal? /
–Es cierto. / –¿No esperáis que si alguna vez, de buena fe, seguís el
camino de la virtud y la amáis, acaso podéis encontrar la más grande
y grata de las dichas humanas, la paz del hogar doméstico? (CORDE:
1862. Emilio Castelar, La hermana de la caridad. ESPAÑA) (Presente de
indicativo).
(24) No te echo de mi casa por lástima, porque espero que todavía has de arre-
pentirte y me has de pedir perdón (CORDE: 1885-1887. Benito Pérez Gal-
dós, Fortunata y Jacinta. ESPAÑA) (Presente de indicativo con haber de).
(25) Tarea grande ha sido en esta parte la del Ministro que suscribe, y confia-
damente espera que algun dia se hará plena justicia á la buena voluntad
con que en esta materia ha obrado (CORDE: 1870. Laureano Figuerola,
Memoria relativa al estado general de la Hacienda… ESPAÑA) (Futuro de
indicativo).
522 Robert J. Blake y Carlos Sánchez Lancis

(26) […] pues sólo tiraba Fedreman en aquel conflicto a salir quanto antes al
valle de Vpar, esperando que su benigno clima sería el único remedio
a tantos males, como lo experimentó luego que pisó sus fértiles cam-
piñas […] (CORDE: 1723, José Oviedo y Baños, Historia de la con-
quista y población de la provincia de Venezuela. 1.ª parte. VENEZUELA)
(Condicional).

Sin embargo, la distribución de frecuencias de los modos y los tiempos


verbales de la oración completiva no siguen necesariamente los mismos
esquemas vistos en los siglos anteriores, como se puede observar en la
Tabla 33:

Indicativo
Subjuntivo Subjuntivo Pasado Indicativo Indicativo
CORDE Presente Condicional
Presente (-se / -ra) Presente Futuro
(haber de)
17 6 (18,2%) / 1 (3%) — 1 7 1
S. XVIII
(51,5%) = 7 (21,2%) (3%) (21,2%) (3%)
35 21 (21,4%) / 10 (10,2%) 1 1 20 10
S. XIX
(35,7%) = 31 (31,6%) (1%) (1%) (20,4%) (10,2%)
72 34 (15,6%) / 58 (26,6%) 1 — 40 13
S. XX
(33%) = 92 (42,2%) (0,5%) (18,3%) (6%)
En total = 124 61 (17,5%) / 69 (19,8%) 2 2 67 24
349 (100%) (35,6%) = 130 (37,3%) (0,6%) (0,6%) (19,2%) (6,9%)

Tabla 3. El desarrollo del subjuntivo / indicativo después de esperar* que…


en español moderno en CORDE.

Si se realiza un análisis en conjunto del español moderno (siglos


XVIII, XIX y XX), la impresión general a partir de los datos de la tabla
anterior es que, por una parte, el modo subjuntivo, con un 72,9% del
total de casos, ha pasado a ser claramente en esta época el modo prefe-
rido para expresar el predicado de la oración completiva (cf. 53,5% en
español medieval y 55,7% en español clásico). Además, el tiempo verbal
mayoritario vuelve a ser el imperfecto de subjuntivo con un 37,3% (cf.
34,8% en español medieval y 27,1% en español clásico), aunque el pre-
sente de subjuntivo le sigue a muy poca distancia con un 35,6%, por lo
que ambos tiempos mantienen un cierto equilibrio al igual que sucedía

Los datos que se recogen en la Tabla 3 no equivalen al total de ejemplos de esta


3

construcción hallados en el CORDE en el español clásico, ya que se han tenido que filtrar
debido a la gran cantidad de casos del verbo esperar que existe en este periodo.
La alternancia de modo en las subordinadas sustantivas 523

en el español clásico. En el caso del presente de subjuntivo, los datos


demuestran que es el tiempo verbal que más peso ha ganado a lo largo de
las distintas etapas históricas (cf. 18,7% en español medieval y 28,6% en
español clásico), por lo que el predominio del modo subjuntivo obedece
en gran manera a este incremento en su empleo. Por otra parte, los datos
globales mantienen el futuro de indicativo con un 19,2% (cf. 24,5% en
español medieval y 26,7% en español clásico) como tercera opción en esta
clase de construcciones, aunque el resto de tiempos de este modo pasa a
tener una existencia más bien testimonial con un 1,2% para el presente
de indicativo. Por consiguiente, como se puede observar, la alternativa al
modo subjuntivo se presenta claramente mediante el futuro de indicativo.
Finalmente, el condicional continúa presente en esta clase de estructuras
con apenas un 6,9%, pero posee un progresivo y continuo descenso si se
compara con los anteriores periodos (cf. 16,7% en español medieval y
8,1% en español clásico).
Por otro lado, si se efectúa un estudio siglo a siglo de los datos obte-
nidos, se puede realizar observaciones muy interesantes. Así, si bien el
predominio del modo subjuntivo en la completiva es general en toda esta
etapa, no lo es la correlación de tiempos que lo componen. De este modo,
en el siglo XVIII se constata una presencia muy mayoritaria del presente de
subjuntivo con un 51,5% del total de casos, continuación en cierto modo
del siglo anterior con un 41,7%, mientras que el imperfecto de subjuntivo
solo llega al 21,2% (18,2% con las formas con -se y 3% con las formas
con -ra), cifra idéntica a la del futuro de indicativo con también un 21,2%.
El condicional y el presente de indicativo, con un 3% respectivamente,
apenas tienen presencia en esta centuria. Estos datos se repiten más o
menos en el siglo XIX, aunque con variaciones significativas. En este
siglo vuelve a ser mayoritario el empleo del presente de subjuntivo con
un 35,7%, pero su uso desciende notablemente respecto al siglo anterior
y se equipara más al del imperfecto de subjuntivo con un 31,6%. Sin
embargo, en este último tiempo verbal hay que destacar que, aunque la
forma de mayor incidencia sigue siendo la variante con -se con un 21,4%,
por primera vez en toda la historia los casos con -ra poseen un porcentaje
significativo con un 10,2%, ya que anteriormente difícilmente llegaban al
2% (cf. 1,6% en español medieval y 1,9% en español clásico). Y respecto
al futuro de indicativo, este tiempo se mantiene como la tercera opción
con valores similares a los del siglo anterior con un 20,4% (el presente
de indicativo casi no aparece con un 2%), seguido del condicional con un
10,2%. Por último, en el siglo XX continúa siendo muy clara la elección
524 Robert J. Blake y Carlos Sánchez Lancis

del modo subjuntivo por parte de la oración completiva con un 75,2% del
total de casos (cf. 72,7% en el siglo XVIII y 67,3% en el siglo XIX), pero
en esta ocasión el tiempo seleccionado en mayor grado es el imperfecto
de subjuntivo con un 42,2%, frente a un 33% del presente de subjuntivo.
De estos últimos datos nos llama la atención el hecho de que el aumento
del número de casos del imperfecto obedece básicamente al crecimiento
y predominio de las formas con -ra (26,6%) frente a las acabadas en -se
(15,6%), aspecto evolutivo fundamental en el uso de las variantes morfo-
lógicas de este tiempo en la historia del español. A continuación se halla
el futuro de indicativo con un 18,3%, el cual conserva de forma estable
los índices de frecuencia de uso de esta época (cf. 21,2% en el siglo XVIII
y 20,4% en el siglo XIX). Y, finalmente, aparecen algunos casos en con-
dicional con un 6%, mientras que el presente de indicativo sigue sin tener
apenas presencia (0,5%).
Como se desprende del análisis pormenorizado de los datos de la Tabla
3, el aumento de la utilización de las formas con -ra del imperfecto de sub-
juntivo a partir del siglo XIX, y de manera muy destacada en el siglo XX,
va a ser el componente determinante para que el modo subjuntivo, junto
con las formas de su presente, sea el elemento característico del predicado
de las oraciones subordinadas sustantivas completivas introducidas por la
conjunción que, que complementan el verbo esperar. Junto a este factor,
el tiempo verbal del futuro de indicativo se consolida también, aunque con
una presencia mucho menos destacada por los datos obtenidos, como una
variante sintáctica alternativa al modo anterior.

3. Esperar que en el Corpus del español (Davies)


Después de analizar esta construcción sintáctica en el CORDE, creemos
que puede ser interesante contrastar los resultados obtenidos con los que se
pueden ver en el Corpus del español (CE) de Davies. Este último corpus,
al estar lematizado y categorizado gramaticalmente, permite, en principio,
realizar búsquedas completas de los distintos modos y tiempos verbales que
complementan al verbo esperar en las oraciones completivas estudiadas.
Los datos obtenidos se recogen en la Tabla 4:
La alternancia de modo en las subordinadas sustantivas 525

Indicativo
CE Subjuntivo Subjuntivo Pasado Indicativo Indicativo
Presente Condicional
(Davies) Presente (-se / -ra) Presente Futuro
(haber de)
6 17 (34%) / 2 (4%) 9 1 11 4
S. XIII
(12%) = 19 (38%) (18%) (2%) (22%) (8%)
5 2 (14,3%) / 1 (7,1%) 3 -- 2 1
S. XIV
(35,7%) = 3 (21,4%) (21%) (14,3%) (7,1%)
16 11 (17,5%) / 4 (6,3%) 18 2 7 5
S. XV
(25,4%) = 15 (23,8%) (28,6%) (3,2%) (11,1%) (8%)
102 88 (26,7%) / 4 (1,2%) 16 30 70 19
S. XVI
(31%) = 92 (27,9%) (4,9%) (9,1%) (21,3%) (5,8%)
100 24 (9,2%) / 6 (2,3%) 39 36 49 6
S. XVII
(38,5%) = 30 (11,5%) (15%) (13,8%) (18,8%) (2,3%)
124 59 (21%) / 5 (1,8%) 7 12 64 11
S. XVIII
(44%) = 64 (22,8%) (2,5%) (4,2%) (22,7%) (3,9%)
150 90 (19,6%) / 46 (10%) 8 12 129 23
S. XIX
(32,7%) = 136 (29,6%) (1,7%) (2,6%) (28,2%) (5%)
477 27 (3,7%) / 167 (23%) 33 -- 16 4
S. XX
(65,9%) = 194 (26,8%) (4,5%) (2,2%) (0,5%)
En total 980 281(13,8%) / 235(11,5%) 133 93 247 73
= 2042 (48%) = 516 (25,3%) (6,51%) (4,55%) (12,1%) (3,57%)
(100%)

Tabla 4. El desarrollo del subjuntivo / indicativo después de esperar* que…


en el Corpus del español de Davies.

Si bien el análisis de los datos del CORDE no se ha podido hacer de


forma exhaustiva en todas las etapas históricas debido a las limitaciones
que posee el aplicativo de consulta, la comparación con los datos del CE
de Davies nos permite ciertamente su validación, con algunas pequeñas
diferencias. Como se puede observar, en la Tabla 4 se constata de nuevo el
predominio, prácticamente en todos los siglos, del modo subjuntivo frente
al indicativo: 50% en el siglo XIII, 57,1% en el XIV, 49,2% en el XV, 58,9%
en el XVI, 50% en el XVII, 66,8% en el XVIII, 62,3% en el XIX y 92,7%
en el XX. Destaca, al igual que sucedía en CORDE, el gran aumento de la
frecuencia de empleo del modo subjuntivo en español moderno en general
y de forma particular en el siglo XX. Sin embargo, en relación al tiempo
predominante con este modo, con excepción del siglo XIII, el presente de
subjuntivo se muestra como el tiempo preferido en todos los siglos y de
manera muy destacada sobre todo en los siglos XIV, XVII, XVIII y XX.
Estos datos, que coinciden en parte con los del CORDE, excepto en el siglo
526 Robert J. Blake y Carlos Sánchez Lancis

XX debido a la ausencia de la contabilización de los ejemplos del CREA


como se verá más adelante, reafirman de nuevo la irrupción de este tiempo,
y este modo, como la forma más característica para la expresión de la idea
de futuridad en la oración completiva. Además, el surgimiento y predominio
de la formas con -ra frente a las formas con -se del imperfecto de subjuntivo
a partir del siglo XIX y principalmente del XX, también queda demostrado
en este corpus. Por otra parte, en relación al modo indicativo, si bien el
presente tiene una presencia bastante destacada durante el español medieval
(sobre todo en el siglo XV con un 31,8%), es a partir del español clásico
y sobre todo del español moderno cuando aparece el futuro de indicativo
como una clara alternativa a la construcción con subjuntivo (21,3% en el
siglo XVI, 18,8% en el XVII, 22,7% en el XVIII y 28,2% en el XIX), aunque
en el siglo XX, con solo un 2,2%, se convierte junto al resto de formas no
subjuntivas como una variante residual. En este último caso, los datos del
CORDE señalaban una progresiva disminución del empleo de este tiempo
a partir del siglo XV, pero lo mantenía con unos índices de frecuencia
bastante aceptables hasta el siglo XX inclusive, a falta de su análisis en el
CREA. Por último, los datos del uso del condicional con el verbo esperar
muestran un empleo no muy elevado, más propio de la época medieval y
principios del español clásico, con un índice de frecuencia mucho menor
que el resto de tiempos y modos verbales.
En conclusión, los datos del CE de Davies corroboran en su mayor
parte las observaciones realizadas a partir del análisis del CORDE. Por con-
siguiente queda de nuevo muy clara la existencia de una lucha a lo largo de
la historia entre las formas de subjuntivo y de indicativo en el predicado de
la oración completiva con el verbo esperar, así como la dicotomía entre la
preferencia, por un lado, por el modo subjuntivo con sus correspondientes
formas temporales y, por otro, por el futuro de indicativo como tiempo ver-
bal característico. Finalmente, a partir del análisis de los datos anteriores,
se podría señalar la existencia de una clara frontera temporal en el siglo
XVI, entre el español medieval, en el que el modo subjuntivo y el modo
indicativo podían alternar con mayor libertad en esta construcción, frente
al español clásico y sobre todo el español moderno, en el que el modo
subjuntivo es claramente el preferido y se complementa básicamente con
el futuro de indicativo.

4. Esperar que en Crea


Como complemento al análisis anterior tanto en el CORDE como en el
CE de Davies, consideramos que los datos del CREA, dada su gran exten-
La alternancia de modo en las subordinadas sustantivas 527

sión, nos pueden permitir completar la visión de la evolución del predicado


de las completivas sustantivas introducidas por que con el verbo esperar.
De este modo, se podrá constatar cuál es la situación de esta construcción
en español actual, y si los datos del CE de Davies referidos al siglo XX
que diferían de los obtenidos en el CORDE, pueden ser ratificados o no
por los del CREA. En primer lugar, la obtención de casos de este tipo de
construcción con el verbo esperar no presenta ningún problema, como se
muestra en los ejemplos siguientes:
(27) Se espera que con éste aborde la cuestión de las negociaciones para reducir
la presencia militar de EE. UU. en España (CREA: 1984. PRENSA, El País,
02/12/1985: Los ministros de Defensa de la OTAN […]. ESPAÑA) (Presente
de subjuntivo).
(28) Yo tampoco esperaba que Maldonado fuera a sacar nunca aquella cuestión
a relucir (CREA: 1985. Fernando Fernán Gómez, El viaje a ninguna parte.
ESPAÑA) (Imperfecto de subjuntivo con -ra).
(29) El enviado especial del Gobierno de París, Charles Barbeau, regresó anoche
a la capital francesa tras haber mantenido conversaciones con los dirigen-
tes de todas las tendencias políticas del archipiélago, y se esperaba que
informase inmediatamente de sus conclusiones al primer ministro, Laurent
Fabius (CREA: 1984. PRENSA, El País, 01/12/1984: Temor a que la situación
conduzca a […]. ESPAÑA) (Imperfecto de subjuntivo con -se).
(30) –Te diré lo que puedo, hasta ahora; espero que muy pronto te enterarás del
resto (CREA: 1991. José Luis Najenson, Memorias de un erotómano y otros
cuentos. ARGENTINA) (Futuro de indicativo).
(31) Si bien hubiera sido utópico esperar que la indisciplina característica de
conductores y peatones se corregiría de un día para el otro, se comprobó
que […] (CREA: 1992. PRENSA, La Nación, 06/07/1992: El tránsito, aún
díscolo. ARGENTINA) (Condicional).

Sin embargo, la distribución y frecuencia de aparición de los distintos


modos y tiempos verbales sí comporta una diferencia bastante signifi-
cativa con respecto a los datos obtenidos en el siglo XX en el CORDE,
aunque no tanto con los del CE de Davies, como se puede observar en
la Tabla 54:

4
Los datos que se recogen en la Tabla 5 no equivalen al total de casos de esta
construcción encontrados en el CREA, ya que se han tenido que filtrar debido a la gran
cantidad de ejemplos del verbo esperar que hay en este periodo.
528 Robert J. Blake y Carlos Sánchez Lancis

Indicativo
Subjuntivo Subjuntivo Pasado Indicativo Indicativo
CREA Presente Condicional
Presente (-se / -ra) Presente Futuro
(haber de)
En total 189 12 (4%) / 92 (30,6%) 1 -- 4 3
= 301 (62,8%) = 104 (34,6%) (0,3%) (1,3%) (1%)
(100%)

Tabla 5. El desarrollo del subjuntivo / indicativo después de esperar* que…


en español actual en CREA.

Lo más significativo del estudio de este corpus es la constatación de


que el modo subjuntivo pasa a ser en la actualidad en este tipo de construc-
ciones la norma para todo, con preferencia principalmente por el presente
de subjuntivo con un 62,8% y en segundo lugar por las formas con -ra
del imperfecto de subjuntivo (30,6%) frente a las muy minoritarias formas
con -se (4%). Las construcciones con futuro o presente de indicativo y con
condicional tienen una presencia casi testimonial. De este modo, no solo
se completan los datos del CORDE sino que también se ratifican los vistos
en el CE de Davies.

5. Conclusiones
Los tempranos ejemplos que se dan de (1) a (12) ponen en claro que
el español antiguo permitía mucha variación en cuanto a la sintaxis con la
matriz esperar que…; es decir, le ofrecía al hablante la posibilidad de usar
tanto el modo subjuntivo como el indicativo, con el futuro, en especial,
siendo una alternativa muy viable. El notable aumento de ejemplos con la
expresión he de… / has de… / ha de… / etc. deben considerarse como parte
de los datos con usos del futuro también, aunque ahora queda relegado
como un rasgo del lenguaje arcaico.
La razón de esta preferencia para el futuro quizás se vea en la observa-
ción de los gramáticos que señalan una función aproximativa (vid. Casta-
ñeda 2004 y Camacho 2013) para el futuro (un evento todavía no real pero
muy posible o cercano a la experiencia del hablante: p. ej., ¿Dónde está
Miguel? → Estará enfermo), por lo que no debe sorprender la existencia
en la lengua medieval de un continuo entre algo desconocido pero posible
(los tiempos del indicativo: el presente, el futuro, el condicional) frente a
otro evento virtual y poco probable (el modo subjuntivo), según el contexto
y el criterio personal del hablante. Más tarde, los posibles usos del indica-
tivo se restringieron severamente a partir del siglo XX, sin dejar rastro del
presente de indicativo, por lo menos en el CE de Davies. De manera que
La alternancia de modo en las subordinadas sustantivas 529

ya entrando en el siglo XX, el uso del subjuntivo no solo se hace la norma


con verbos como esperar sino que se vuelve una marca de futuridad en
toda cláusula subordinada completiva, adverbial y adjetival, dejándole a la
lengua académica un cuadro sintáctico unificado:
(32) Espero / Quiero que me llames (completiva).
(33) Cuando me llames, te lo indicaré (adverbial).
(34) No conozco a nadie que me llame tanto en casa (adjetival).

La lengua moderna ha consolidado la práctica de juntar este verbo


matriz, esperar, con una cláusula subordinada en el modo subjuntivo para
expresar los eventos virtuales tanto posibles como improbables o impo-
sibles, lo cual sigue un declarado patrón con otros verbos de comentario,
incertidumbre, duda o negación que también registran variaciones modales
en la lengua de la actualidad: por ejemplo, ser lástima que…, lástima que…,
alegrarse (de) que… (tema cuyo análisis a fondo queda todavía por hacer).
En el discurso indirecto de eventos recontado (o sea, el pasado), la forma
del subjuntivo del pasado -ra, poco frecuente en el español antiguo, parece
imponerse por fin como la variante de preferencia en el siglo XX.
Queda por investigar su difusión dialectal en el mundo hispano, tema
para otro momento. Desde luego, las variaciones que observan Corominas y
Pascual (DECH, s. v. esperar) en el español argentino pueden ser un reflejo
del desarrollo histórico de la lengua española, o sea, un arcaísmo sintáctico
de algo muy aceptado en las épocas anteriores, que muy a menudo forma
parte del contexto americano. Todo esto muestra la importancia de estudiar
los usos coloquiales (frente a las normas prescriptivas del español acadé-
mico) dentro del marco diacrónico, porque lo que se considera incorrecto
puede ser un vestigio de las normas de las etapas anteriores. En definitiva,
la historia siempre deja huella.

Bibliografía
Camacho Guardado, Lorena (2013): «La enseñanza del modo desde una perspec-
tiva cognitiva», en Actas del XLVIII Congreso Internacional de la AEPE: «El
español en la era digital», Jaca-Valladolid, AEPE-Campus Encuadernaciones
S.L., 133-149.
Castañeda Castro, Alejandro (2004): «Implicaturas generalizadas de cantidad en el
rendimiento de algunas formas y oposiciones del sistema verbal español», Lan-
guage Design: Journal of Theoretical and Experimental Linguistics, 5, 79-103.
CE: Mark Davies, Banco de datos. Corpus del español, Provo, Brigham Young
University, <www.corpusdelespanol.org> [junio-julio de 2015].
530 Robert J. Blake y Carlos Sánchez Lancis

CORDE: Real Academia Española, Banco de datos. Corpus diacrónico del español,
<www.rae.es> [junio-julio de 2015].
CREA: Real Academia Española, Banco de datos. Corpus de referencia del español
actual, <www.rae.es> [junio-julio de 2015].
DECH: Joan Corominas, con la colaboración de José Antonio Pascual (1980-1991),
Diccionario crítico etimológico, castellano e hispánico, 6 vols., Madrid, Gredos.
DLE: Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española
(2014), Diccionario de la lengua española, Barcelona, Espasa Libros, 23.ª
edición.
Jensen, Frede y Thomas A. Lathrop (1973): The Syntax of the Old Spanish Sub-
junctive, La Haya, Mouton.
NGLE: Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española
(2009), Nueva gramática de la lengua española. Morfología y sintaxis, 2 vols.,
Madrid, Espasa Libros.
«Tiene tanto temor a la mar que creo no lo hará»:
variación en la sintaxis de las
completivas en los Siglos de Oro*

José Luis Blas Arroyo y Margarita Porcar Miralles


Universitat Jaume I

Resumen. A partir de un corpus de textos cercanos al polo de la inmediatez comu-


nicativa, en el presente estudio ofrecemos los resultados de un estudio variacio-
nista acerca de la presencia / ausencia de que en completivas dependientes de un
verbo de entendimiento, creer. La supresión es especialmente significativa en los
contextos donde la proximidad entre los verbos principal y subordinado es mayor,
y donde, por consiguiente, parece más prototípica la propia relación subordinante.
Asimismo, ciertos tiempos verbales favorecen la elisión, en particular el presente
de indicativo en el caso de creer y el futuro en el verbo de la completiva, una com-
binación especialmente frecuente en los textos epistolares. Y lo mismo sucede,
aunque con diferente rango explicativo, con la persona gramatical (creo + 3.ª p.)
y la polaridad positiva. Por el contrario, la presencia del nexo es más acusada
en los demás contextos, así como en aquellos entornos estilísticos caracterizados
por una deliberada intensificación formular por parte del emisor. Estos resultados
demuestran que, lejos de tratarse de un fenómeno aislado, la elisión del enlace
subordinante debió de ser una variante muy extendida en el español clásico, no
solo por sus elevadas frecuencias de uso, sino también por su amplia difusión
entre los contextos discursivos más frecuentes, lo que aleja este hecho sintáctico
de otros fenómenos de variación más esporádicos.
Palabras clave. Subordinada completiva, verbo de entendimiento, variación gra-
matical, variacionismo, inmediatez comunicativa, lingüística de corpus, español
de los Siglos de Oro.

*  El trabajo se incluye dentro del Proyecto de investigación Variación y cambio


lingüístico a través de textos de inmediatez comunicativa: un proyecto de sociolingüís-
tica histórica financiado por el Ministerio de Economía y competitividad (Ref. FFI2013-
44614-P; 2014-2016) y la Universitat Jaume I (Ref. P1·1B2013-01; 2013-2015).
532 José Luis Blas Arroyo y Margarita Porcar Miralles

Abstract. From a corpus made entirely of immediacy communicative texts,


in the present study we provide the results of a variationist study about the
presence / absence of que in subordinate clauses depending on an understanding
verb, creer (‘believe’). The deletion of que is especially significant in contexts
where the proximity between the main and the subordinate verbs is greater, and,
consequently, where the relation of subordination itself seems more prototypical.
Moreover, certain tenses favor elision, in particular the present indicative (creer)
and the future (in the verb of the completive), a verbal combination especially
frequent in the epistolary texts. And the same happens with the grammatical
person (creo + 3.ª p.) and the positive polarity. On the contrary, the presence
of que is more pronounced in the opposite contexts, as well as in some stylistic
environments characterized by a formular intensification by the writer. These
results demonstrate that, far from being an isolated trait, the elision of que must
have been a widespread phenomenon in classical Spanish, not only by the high
frequency of its use, but also for its wide diffusion among the most frequent
contexts in discourse.
Keywords. Completive subordinate clause, verb of understanding, grammati-
cal variation, variationism, communicative immediacy texts, corpus linguistics,
Golden Age Spanish.

1. Introducción
La presente contribución forma parte de un proyecto de investigación
en sociolingüística histórica para el estudio de la variación y el cambio lin-
güístico entre el español clásico y el contemporáneo (siglos XVI-XVII). En
ella ofrecemos los principales resultados de un estudio variacionista sobre la
presencia/ausencia del nexo subordinante que en completivas dependientes
de un verbo de entendimiento, en concreto creer. Si bien en la bibliografía
se ha dejado constancia de esta alternancia con verbos declarativos e inte-
lectivos tanto en la Edad Media, muy minoritaria (Sanchis Calvo 1991: 544;
García Cornejo 2006: 234-235; Serradilla 1997: 215), como, sobre todo, en
los Siglos de Oro (Keniston 1937: § 42.5; Cano 1984: 234; Bravo 1987:
108; Martínez Ortega 1999: 169 y sigs.; Folgar 1997: 380), igualmente se
ha señalado que este fenómeno de variación no ha recibido la atención que
merece en la lingüística histórica (Girón 2004: 879). De hecho, poco es lo
que sabemos acerca de los factores que contribuyeron a la extensión de la
variante elidida tanto en la matriz lingüística como social1.

1
Por razones de espacio no podemos incluir en este trabajo un apartado dedicado a la
evolución y conformación histórica de esta estructura desde el latín al periodo clásico. Remi-
timos, para ello, al Estado de la cuestión (§ 2) que se recoge en Blas Arroyo/Porcar (2016).
«Tiene tanto temor a la mar que creo no lo hará» 533

Los resultados obtenidos en nuestro estudio demuestran que, lejos de


tratarse de un fenómeno aislado o fruto de veleidades estilísticas, la elisión
del nexo debió de ser una variante muy extendida en el español clásico, con
cifras globales que compitieron de cerca con la variante estándar, asociada
al empleo de la conjunción2.

2. Corpus y Metodología
En nuestro proyecto hemos compilado un corpus compuesto entera-
mente por textos cercanos al polo de la inmediatez comunicativa (Oeste-
rrreicher 2004). La mayor parte de estos textos corresponde a cartas de
naturaleza privada sobre los temas más diversos (familiares, comerciales,
instrumentales, mundanos, etc.), así como, en menor medida, a obras auto-
biográficas (diarios, memorias, autobiografías, etc.) escritas por individuos
de diferente condición social3.
Trabajar con este tipo de escritos y, en particular, con cartas privadas,
se ha convertido en los últimos tiempos en una herramienta cada vez más
habitual y apreciada en los estudios diacrónicos. Y es que, como han desta-
cado diversos autores (Oesterreicher 2004; Okulska 2010; Danilova 2012;
Elpass 2012), se trata de textos que no solo contienen abundantes detalles
autobiográficos, sociales y culturales que los hacen especialmente útiles
para profundizar en la matriz social de los procesos de variación y cambio
lingüístico, sino que, al mismo tiempo, muchos de ellos se concibieron
ajenos a las maniobras de planificación inherentes a la lengua escrita y, por
ello, se encuentran concepcionalmente más próximos al español vernáculo
que otras tradiciones discursivas más formales.
El conjunto de obras reunidas para la presente investigación supera los
dos millones de palabras, con un reparto equilibrado entre los dos siglos.

2
En estas páginas no se consideran otras estructuras sintácticas diferentes en cuanto
a la forma, pero afines en cuanto al significado, y que han tenido su vigencia desde los
orígenes del idioma. El motivo principal es su nula o escasa incidencia en los textos que
componen el corpus de estudio de la presente investigación: apenas tiene relevancia la
construcción con infinitivo (cuatro ejemplos entre casi ochocientas ocurrencias de la varia-
ble) y ninguna representación la llamada transitividad preposicional. En efecto, como se ha
señalado, «el español del Siglo de Oro tendía a manifestar una única forma subordinante,
indicadora de rección, en las oraciones completivas» (Cano 1985: 88).
3
Para el siglo XVI, especialmente, contamos asimismo con una pequeña represen-
tación de testimonios judiciales, como los recogidos por Eberenz/De la Torre (2002) en
las actas de la Inquisición. En Blas Arroyo/Porcar (2016) se incluye un apéndice con la
relación completa de las obras que integran el corpus.
534 José Luis Blas Arroyo y Margarita Porcar Miralles

En total, el corpus da voz a más de mil individuos, si bien el número de


estos es significativamente mayor en el siglo XVI que en el XVII.
El estudio se inspira en los principios y métodos del variacionismo
lingüístico, que, como es sabido, pretende explicar el modo en que ciertos
contextos favorecen o desfavorecen la elección de una determinada forma
lingüística o variante, en detrimento de otras que sirven para expresar un
mismo contenido referencial o funcional. Para ello, pone a prueba una
serie de hipótesis acerca de la incidencia de ciertos parámetros estructu-
rales y no estructurales que interpreta como potenciales factores condi-
cionantes en un análisis estadístico multivariante. Este se realiza mediante
un análisis de regresión logística para el que hemos elegido el programa
Goldvarb X, habitual en los estudios de variación lingüística (Tagliamonte
2006).
En el presente trabajo nos ocupamos exclusivamente de la incidencia de
factores estructurales, inicialmente considerados en la matriz lingüística de
la variación. Estos son de naturaleza gramatical (grado de adyacencia entre
los verbos, persona y número —creer y verbo de la completiva—, tiempo/
modo —creer y v. completiva—, tipo de construcción verbal —cláusula
regente y subordinada—, carácter pronominal —creer y v. completiva—,
posición del sujeto y sintaxis del sujeto de los dos verbos —cláusula regente
y subordinada—), semántica (modo de acción del v. completiva, polaridad)
y discursiva (presencia de que en el cotexto previo inmediato a creer,
intensificación formular). Procedemos seguidamente a la ejemplificación
y explicación detalladas de aquellos factores que se han revelado signifi-
cativos en el programa de regresión4.

3. Resultados y análisis
3.1. Resultados globales
Los datos de nuestro estudio muestran que, en los Siglos de Oro, la
elisión del nexo en la completiva con el verbo creer representa una variante
muy extendida, con cifras elevadas (43%; n= 340) que la sitúan cerca de la
variante estándar (57%; n= 439). Por tanto, no se puede considerar este un
fenómeno aislado y circunscrito a tradiciones discursivas de mayor distan-

4
Para facilitar el análisis multivariante, todos los factores considerados inicialmente
fueron objeto de un primer análisis de frecuencias. Este nos permitió descartar un número
importante de ellos, bien por la asociación (cuasi) categórica con una de las variantes, bien
por todo lo contrario, esto es, la distribución de las variantes de manera muy similar en
los respectivos contextos.
«Tiene tanto temor a la mar que creo no lo hará» 535

cia comunicativa. Tampoco puede calificarse de rasgo estilístico buscado


conscientemente por el autor, ya que en este caso hablamos de voces muy
diversas. Los españoles que escribieron epístolas o redactaron documentos
que no exigían una significativa elaboración en la escritura alternaban en
el uso las construcciones flexivas con conjunción que y sin ella.
En la Tabla 1 ofrecemos los datos globales obtenidos tras el análisis
multivariante, cuyas principales implicaciones teóricas reservamos para el
último apartado. Debido a razones de espacio, en lo que sigue limitamos
nuestra atención a aquellos factores seleccionados como significativos. En
todo caso, ello no significa que algunas diferencias que no han alcanzado el
umbral de significación en el presente estudio no pudieran hacerlo ante un
corpus más amplio, dadas las limitaciones muestrales que, como veremos,
ofrecen algunos contextos especialmente restringidos.

Total N: 791
43% Media corregida:
Log likelihood = -455.643 .42
Significación = 0.03
P. % Total, n
Grado de adyacencia verbos
Adyacentes .60 55 534
Resto .29 20 244
Rango 31
Tiempo/modo (creer)
Presente indicativo .55 48 662
Resto .27 15 129
Rango 28
Tiempo/modo (v. completiva)
Futuro indicativo .58 54 318
Otros .54 45 135
Presente indicativo .40 32 249
Condicional .34 25 36
Rango 24
Persona (creer + v. completiva)
(1.º p.s.) creo + (3.ª p.) verbo completiva .54 50 509
Resto .39 30 282
Rango 15
536 José Luis Blas Arroyo y Margarita Porcar Miralles

Polaridad oracional
Afirmativa+Afirmativa .53 48 595
Afirmativa+Negativa .44 32 109
Resto .37 30 78
Rango 16
Intensificación formular
Intensificados .30 25 76
Neutros .52 45 715
Rango 22

Tabla 1. Contribución de diversos factores lingüísticos en la elisión del nexo


subordinante en completivas dependientes del verbo creer (Goldvarb X).

3.2. G
 rado de adyacencia entre el verbo creer y el verbo de la com-
pletiva
Con este factor evaluamos la distancia entre el verbo creer y el verbo
de la completiva como potencial condicionante de la presencia / ausencia
del nexo. Para su codificación hemos considerado, por un lado: a) aquellos
casos en los que tan solo una —el caso de (1)— o ninguna palabra —(2)—
media entre los dos verbos; y, por otro, b) el resto de ejemplos, en los que
varias palabras se interponen entre los dos núcleos verbales, como en (3).
Considerado aisladamente, el factor aparece como el más robusto de todos
los considerados (rango 31):
(1) … aunque no tendría por dañoso librarme así de don Fernando de la Cerda,
que creo Ø no es de la Junta (Diario del marqués de Osera).
(2) Bien creo Ø abréis hecho v[uestr]as diligencias para si pasa esto así (Die
Korrespondenz spanischer Emigranten aus Amerika, 1492-1824).
(3) …yo lo pagaré acá y aún lo haré tan hombre que no creo Ø ninguno de sus
hermanos los de Perú lo serán tanto ni tan presto (Die Korrespondenz spa-
nischer Emigranten aus Amerika, 1492-1824).

La adyacencia del verbo regido al regente puede ponerse en relación


con el grado de dependencia o integración sintáctica de la oración comple-
tiva. Así, se ha señalado que la cláusula con un marcador de integración
presenta mayor autonomía sintáctica que la que no lo lleva (Rodríguez
Espiñeira 2000). Por el contrario, si falta ese marcador, en nuestro caso
que, tendería a utilizarse otros procedimientos que incidieran en esa rela-
ción subordinada, como el orden de los elementos en la frase. Además, la
dependencia entre el verbo creer y la completiva podría hallarse intuiti-
vamente más clara en la mente del hablante en aquellos casos en los que
«Tiene tanto temor a la mar que creo no lo hará» 537

ambos verbos se hallan próximos, lo que favorecería la elisión del nexo


encargado de marcar dicha relación.
Los resultados avalan estas hipótesis ya que se observa una relación
directa entre la proximidad de ambos verbos y la ausencia del nexo: cuanto
más próximos se encuentran estos, mayores son las probabilidades de
ausencia de que (.60; 55%); justo lo contrario que cuando entre ambos
verbos se interponen otras palabras (.29; 20%).
3.3. Tiempo, modo y persona
Dado el extraordinario desequilibrio muestral entre los tiempos en que
aparece el verbo creer en el corpus, para el análisis de este factor tan solo
hemos tenido en cuenta dos grupos. Por un lado, se encuentran las formas
de presente de indicativo, como las de (4), que por sí solas representan una
proporción abrumadora del corpus (84%; n= 662). A ellas se enfrentan los
demás paradigmas de la conjugación —representados aquí por (5)— con
cifras absolutas mucho más residuales, salvo el presente de subjuntivo (n=
56) y las formas no personales (n= 56). Otros tiempos apenas alcanzan
cuatro o cinco ocurrencias cada uno, en el mejor de los casos.
(4) … ser alferez desta çiudad y regidor hofiçio de mucha onra creo por este
fin Ø no yra a españa tan presto y como Pedro de ançures sea es (Cartas de
particulares en Indias del siglo XVI).
(5) …en lo de la fuerza, bien creeré Ø entenderán no la hubo (Diario del duque
de Osera).

El presente de indicativo no solo es el más frecuente en el corpus,


sino que, al mismo tiempo, es el que más favorece la elisión del nexo
subordinante (.55; 48%), mientras que dicha elisión es mucho más rara en
los demás paradigmas (.27; 15%). A este respecto es revelador comprobar
cómo, con el presente de subjuntivo, la variante elidida apenas alcanza el
16% (n= 9), cifras que todavía descienden más entre las formas no perso-
nales (14%; n= 8), por no hablar de la asociación casi nula con la variante
de otros tiempos como el futuro (con un único ejemplo) o el pasado simple
(ninguno). En estos casos, no obstante, una representación muestral tan baja
impide sacar conclusiones más sólidas.
La frecuencia con que aparece el presente de indicativo no es en abso-
luto ajena al carácter y finalidad comunicativa de los textos epistolares que
dominan el corpus de estudio. En estos, el remitente y sujeto conceptualiza-
dor suelen coincidir (yo creo) y, además, en ellos se simultanea el proceso
de la escritura —de ahí el tiempo presente— con el proceso intelectivo
que lleva a pronunciarse sobre la realidad factual de lo contenido en la
538 José Luis Blas Arroyo y Margarita Porcar Miralles

proposición completiva5. Por todo ello, no sorprende que el 82% (n= 642)
de las ocurrencias del corpus corresponda a la primera del singular, como
las de (6):
(6) … y como pedro de ançures sea escrivano lo mismo porque con sus ofiçios
no [1.ª p. s.] creo Ø yran a españa tan presto como quisieran (Cartas de par-
ticulares en Indias del siglo XVI).
(7) Juan de villegas le dixo señor vuestra merced crea que todo lo que yo conçer-
tare con vuestra merced… (Documentos para la historia del español de
Venezuela).
(8) …es los dichos françesce que le rrobaron y estaban apoderados de los presos
cree el testigo Ø hizieran qualquiera maldad ansi en quemar esta santa ygle-
sia… (Documentos para la historia del español de Venezuela).
(9) Y que tú crees Ø puedo socorrerte, y que resistiéndome yo en lo poco que tengo
no consigo el gradarte, sino el que la necesidad te haga quejoso me obliga
a sumo desconsuelo y aflicción (Carta del duque de Osera a su hermano).

En otros casos, minoritarios por las razones expuestas (18%; n= 144),


el remitente se refiere a la creencia u opinión de otras personas o llega a
impersonalizar el sujeto de esa creencia (se cree). Las cifras más nutridas
de este apartado pertenecen a las de la 3.ª persona del singular, tanto las
empleadas en la alusión cortés al interlocutor, como en (7) (7.4%; n= 58),
como aquellas otras que refieren a una tercera persona propiamente dicha,
como en (8) (6.2%; n= 49). Los demás paradigmas —representados en
(9)— quedan todavía a mucha más distancia, con apenas una decena de
ocurrencias cada uno.
Además de su baja representación muestral, otro elemento que parece
unir a todas estas formas diferentes de la 1.ª persona del singular es una
reserva hacia la variante elidida considerablemente mayor que la mostrada
por el yo de la enunciación6. En efecto, mientras que el 45% de los sujetos
de creer que corresponden a la 1.ª persona eliden a continuación el enlace
subordinante, tan solo un 20% lo hacen en el resto de paradigmas. Ahora

5
Frente a los epistémicos, representados por saber, los predicados doxásticos produ-
cen efectos atenuadores sobre el valor veritativo de la proposición. Como subraya Haver-
take (1991), verbos como pensar, opinar o creer atenúan la fuerza de la aserción que
expresa el hablante para permitir que el oyente se pronuncie de otro modo. Suponen, por
tanto, una forma de aseveración cortés, muy apta para este tipo de epístolas dirigidas a un
superior o familiar, siempre en tono conciliador o de cooperación comunicativa.
6
Una reserva que, en algún caso, llega a ser categórica, como sucede con la 2.ª per-
sona del plural, cuyas nueve ocurrencias en el corpus aparecen sistemáticamente acom-
pañadas del enlace subordinante.
«Tiene tanto temor a la mar que creo no lo hará» 539

bien, si ello es así, ¿por qué esta vez el factor no es seleccionado por el
programa de regresión?
La razón hay que encontrarla en el comportamiento irregular de esa
1.ª persona, en apariencia tan favorecedora de la elisión, en su cruce con
otros factores. Si nos limitamos a aquellos que han sido seleccionados como
significativos (Tabla 2), comprobamos, efectivamente, cómo la incidencia
de la persona queda muy disminuida en algunos contextos.

Factores 1.ª p. s. Resto


Grado de adyacencia % N % N
verbos
Adyacentes 58 264 33 25
No adyacentes 25 44 6 6
Tiempo/modo (creer)
Presente indicativo 49 305 38 15
Resto 21 4 13 14
Tiempo/modo
(v. completiva)
Futuro indicativo 55 158 19 5
Otros 51 56 39 12
Presente indicativo 40 72 13 9
Condicional 29 9 0 0

Tabla 2. Frecuencias de elisión del nexo tras el cruce entre la persona / número del
verbo creer y tres factores seleccionados como significativos por Goldvarb X.

De acuerdo con lo esperado, los porcentajes de elisión con la 1.ª per-


sona superan a los del resto en todos y cada uno de los cruces establecidos.
Sin embargo, una mirada atenta a esa primera persona revela un compor-
tamiento muy dispar entre unos contextos y otros dentro de cada factor.
Así, la elisión del enlace en los entornos de adyacencia (ver § 3.2) es
ciertamente elevada (58%). Sin embargo, este índice no es muy diferente
del alcanzado por los contextos adyacentes en solitario (55%) y, lo que es
más revelador, se desploma en los no adyacentes, donde apenas alcanza el
25%. Y algo similar sucede si se analizan los demás cruces. De este modo,
observamos que las cifras de la 1.ª persona con el verbo creer en presente de
indicativo (49%) apenas igualan las obtenidas por este último aisladamente
(48%), pero vuelven a hundirse en el resto de paradigmas de la conjugación
(21%). Por último, el mismo esquema se repite en la tabulación cruzada
540 José Luis Blas Arroyo y Margarita Porcar Miralles

con los tiempos de la conjugación del verbo subordinado, con un orden de


frecuencias que es idéntico al que veíamos más arriba: futuro → otros →
presente → condicional.
En suma, las elisiones son especialmente favorables con la 1.ª persona,
pero solo en determinados contextos, justamente aquellos que resultan más
explicativos de la variación.
Otro de esos cruces es, precisamente, la interacción con la persona y
número del verbo de la completiva. Si la sobreabundancia de la 1.ª persona
como sujeto de creer tiene su explicación, como hemos visto, en la propia
esencia del acto comunicativo epistolar o autobiográfico (el remitente/autor
cree X), no es de extrañar que las proporciones de ese paradigma en el verbo
de la subordinada sean ahora mucho más reducidas (apenas un 10%) y que,
como contrapartida, dicha posición privilegiada pase a ser ocupada por la 3.ª
persona. De este modo, ejemplos como los de (10), en los que se reproduce
el esquema (yo) creo + (3.ª p) verbo completiva, no son solo especialmente
frecuentes en el discurso (representan el 69% del total), sino que, al mismo
tiempo, favorecen levemente las elisiones (.54; 50%), frente al resto de
combinaciones, como las de (11) que las desfavorecen (.39; 30%).
(10) …tanbien [1.ª p. s.] creo Ø [3.ª p. s.] yra en esta flotilla marcos perez (Cartas
de particulares en Indias del siglo XVI).
(11) …y yo os screvi viniesedes a madrid a tratar de ello quando esta reçibais
[1.ª p. s.] creo Ø yo q [2.ª p. p.] terneis desp[a?]chado las dos cosas q pido
(Cartas de particulares en Indias del siglo XVI).

3.4. Tiempo y modo del verbo de la completiva


Si durante el periodo medieval se ha dicho que la elisión del nexo
subordinante tiene lugar preferentemente cuando el verbo de la comple-
tiva está en subjuntivo (Girón 2004: 879; Serradilla 1997: 215), los datos
de nuestro estudio no solo confirman que esta elisión se produce también
cuando el verbo de la completiva va en indicativo, sino, más aun, que: a) el
fenómeno es especialmente frecuente en este contexto modal, ejemplificado
en (12) (en el 45% de todos casos en indicativo se suprime la conjunción);
b) lo es más incluso que en subjuntivo (13), cuyas ocurrencias solo propi-
cian la supresión del enlace en el 31% de las ocasiones:
(12) S ebastián de Alcudia quedó por heredero de las casas, el cual creo Ø os
escribe (El hilo que une).
(13) …dias despues este lo lleba tan encargado de mi ermana y de mi sobrina q
creo Ø yo no yçiera mas ql ara lleba orden para q si el galeon se detubiere…
(Cartas de particulares en Indias del siglo XVI).
«Tiene tanto temor a la mar que creo no lo hará» 541

Con todo, estas diferencias frecuenciales, que suponen sin duda un dato
a tener en cuenta en la historia de esta construcción, ya que contradicen lo
que suponíamos hasta ahora, no resultan estadísticamente significativas en
la muestra actual. Y ello porque un análisis detenido de este factor revela
que la variación realmente significativa tiene lugar no entre los dos modos
verbales (indicativo vs. subjuntivo), sino entre algunos de los paradigmas
de la conjugación.
A este respecto, el análisis inicial de frecuencias nos alertó acerca de
la notable tendencia a la elisión entre las formas del futuro de indicativo
(.58; 54%), tanto simples como compuestas —ejemplos (14) y (15)—,
siendo estos, además, dos de los tiempos mejor representados en el corpus
(n= 328).
(14) Y lo prençipal dello será venir a verme y después por el interese, porque
creo Ø será mucho (Cartas del proceso Díaz de la Reguera).
(15) Por la vía de Salamanca os escrebí largo, la cual creo Ø habréis ya visto
(En el nombre del hijo).

Esta sobrerrepresentación del futuro tiene de nuevo una justificación


semántico-pragmática asociada al tipo de tradiciones discursivas que inte-
gran el corpus. No en vano, en los textos epistolares el hablante manifiesta
su opinión sobre una serie de hechos que cree acontecerán con una pro-
babilidad elevada en un futuro más o menos cercano, tal vez aquel que
culmine con la llegada a las Américas de un familiar, la recepción de una
herencia, etc.
Por el contrario, la supresión del enlace es menor en las ocurrencias
del presente de indicativo —como las de (16)—, otro tiempo especialmente
bien representado en el corpus (n= 249). Con todo, esta renuencia a la eli-
sión es todavía mayor entre las formas del condicional (17), un paradigma,
esta vez, poco frecuente en la muestra analizada (n= 36). Entre ambos
extremos se sitúan otros tiempos de la conjugación, con una representación
igualmente discreta, pero con índices de supresión cercanos entre sí, y situa-
dos ligeramente por encima de la media. En este grupo, representado en
(18), intervienen formas del pasado tanto del indicativo —pretérito perfecto
e imperfecto de indicativo, pasado simple— como del subjuntivo (pretérito
imperfecto) (n= 135). En último lugar se sitúa un conjunto heterogéneo de
tiempos de la conjugación, ejemplificados en (19), cuya ocurrencia en el
corpus es casi residual (el resto de las formas del subjuntivo, así como las
formas no personales del verbo), por lo que resulta imposible establecer
tendencias distribucionales mínimamente fiables:
542 José Luis Blas Arroyo y Margarita Porcar Miralles

(16) A sus deudos y señores, sus padres, dará vuesa merced sus vesamanos porque
creo Ø no escriuen ellos por ser mocos, avnque les he dicho que escrivan
(Cartas desde la otra orilla).
(17) Encargar a vuestra merced lo que cumple, cómo deue viuir y tratar y trabajar,
no creo Ø acertaría a dezillo ni sería necesario (Cartas desde la otra orilla).
(18) …ir en gran secreto, y tenían razón por mi honra, porque tales dos tiros no
creo Ø los ha errado nayde (Correspondencia de la Infanta Archiduquesa
Doña Isabel Clara Eugenia).
(19) …llegara estubiera el dinero en esta çiudad y en primera flota fuera, mas yo
creo Ø baya tarde (Cartas de particulares en Indias del siglo XVI).

Descartadas estas últimas del análisis multivariante por los motivos


señalados, los datos confirman la significación de este factor y una jerarquía
explicativa en la que las formas del futuro de indicativo aparecen en cabeza
de los condicionantes favorables a la elisión del nexo (.58; 54%), seguidas
de cerca por el grupo de tiempos del pasado (.54; 45%). Por el contrario,
tanto los casos de presente (.40; 32%), como, más aún, los del condicional
(.34; 25%) se alían preferentemente con la variante plena.
3.5. Polaridad
La variación en torno a la presencia/ausencia del nexo de la com-
pletiva en los Siglos de Oro se ve condicionada también por la polaridad
oracional, por la que distinguimos entre contextos afirmativos y negativos.
Este factor es relevante ya que interacciona con el modo del verbo de la
completiva. La construcción afirmativa hace interpretar el contenido de
la subordinada con mayor fuerza asertiva, mientras que la negación resta
o mitiga este valor asertivo al contenido de aquella. Con todo, sabemos
que la forma negativa permite a su vez dos interpretaciones, según que el
alcance del elemento se limite a la principal, es decir niegue la creencia
del sujeto, o a la frase entera, hecho que, según una constante en la des-
cripción gramatical, puede condicionar el modo verbal de la subordinada
(indicativo o subjuntivo) a tenor de matices que implican la actitud del
hablante respecto del grado de verdad de lo que sabe (Delbecque/Lamiroy
1999: 2008-2009).
Para el análisis de este factor, las ocurrencias del corpus se codifican
en tres grupos diferentes en función de las siguientes combinaciones:
a) Afirmativa principal + afirmativa subordinada, como en el ejemplo
siguiente:
(20) …porque creo Ø abra ya sabido como nro señor fue servido de llebar a pablo
guerra no dire mas sino que dexo dos myll pesos para sus hijas (Cartas de
particulares en Indias del siglo XVI).
«Tiene tanto temor a la mar que creo no lo hará» 543

b) Afirmativa principal + negativa subordinada:


(21) …despues que vm desta tierra hizo avsencia ningª suya he visto – bien creo
Ø como fue tan desgraçiado con su hermano no querra acordarse de los a
(Cartas de particulares en Indias del siglo XVI).

Resto de combinaciones, en las que el elemento negativo precede al


verbo de la principal. En estas se plantean, como hemos visto más arriba,
cuestiones sintácticas de alternancia modal, ya que el verbo de la subor-
dinada puede aparecer en subjuntivo (22), pero también en condicional
(23) o indicativo (24), secuencias a menudo no coincidentes con la norma
del español actual. De hecho, de las 81 ocurrencias de la variable en estos
últimos contextos, 67 (83%) corresponden a formas del indicativo y solo
siete (8%) a las del subjuntivo, modo canónico en el presente estadio de
lengua:
(22) … que no podemos creer Ø que un hombre de tanta verdad e tan buen trato
que tal cosa tuviera… (Conversaciones rigurosamente vigiladas).
(23) …y me tiene tan alcanzada y perdida en pensar cada hora en ella que no
creo Ø os la podría a ratos enviar… (El hilo que nos une).
(24) …mas yo, por no perder lo que acá tengo, no me determino ni creo Ø me
determinaré (Cartas de la otra orilla).

Pese a figurar entre los factores con un rango explicativo más bajo
(16), la polaridad se revela también como un parámetro condicionante de
la variación. En cabeza de los factores que favorecen la elisión se sitúa la
polaridad afirmativa (.53; 48%), una construcción claramente mayoritaria
en el corpus (76%; n= 595). En una posición intermedia, aunque con una
incidencia levemente desfavorecedora, quedan aquellos enunciados en los
que la polaridad negativa afecta a la subordinada (.44; 32%). Por último,
cierran la lista los contextos en los que la negación alcanza también al
predicado doxástico, los cuales desfavorecen de forma todavía más clara
las elisiones del nexo (.37; 30%). A este respecto, es revelador que de las
siete ocurrencias de este contexto con el subjuntivo en la subordinada (no
creo (que) venga), ninguna lleva asociada la supresión del nexo. Con todo,
los porcentajes de supresión ascienden cuando el verbo de la subordinada
aparece en indicativo (33%; n= 21), aunque a distancia también de los
entornos afirmativos.
3.6. Intensificación formular de la aserción
En el género epistolar es habitual descubrir secuencias caracterizadas
por un contenido formular más o menos rígido. Desde luego estas son más
frecuentes en las cartas de contenido oficial, administrativo o comercial,
544 José Luis Blas Arroyo y Margarita Porcar Miralles

pero incluso en aquellas de naturaleza privada, como las que aquí nos
ocupan, es frecuente encontrar secuencias estereotipadas cuya formulación
contrasta con las abundantes dosis de espontaneidad y creatividad de que
hacen gala estas cartas, en las que bullen afectos trasladados al papel, a
veces desde miles de kilómetros de distancia. Así, el carácter más repeti-
tivo y menos original surge prototípicamente en las secuencias de apertura
y despedida de las cartas, pero tampoco escasean otros entornos que se
prestan al uso de colocaciones, frases hechas, etc.
A este tipo de secuencias pertenecen las que consideramos bajo este
epígrafe, y que tienen como cometido reforzar la epistemicidad débil de
creer. Esta interpretación epistémica firme conlleva la utilización de una
serie de expresiones que acompañan al verbo de entendimiento y que se
repiten, a menudo, en los textos. Así ocurre, por ejemplo, con enunciados
muy frecuentes como los de (25), en los que el verbo aparece inmediata-
mente seguido o precedido por adverbios como verdaderamente, cierto o
bien (siendo Bien creo que la fórmula intensificadora mayoritaria). Del
mismo modo, el verbo creer forma parte también de estructuras colocati-
vas en las que se coordina a otros verbos de entendimiento como pensar,
confiar, etc., como en (28), o lexías como tener por cierto (27):
(25) B ien creo Ø habrá v. m. resebido a Hernando de Salazar también fletó un
barco… (Cartas del proceso de Díaz de la Reguera).
(26) …Yo creo y confío Ø no licuará vuestra merced la menor parte de tan buena
obra (Cartas desde la otra orilla).
(27) …este testigo cree y tiene por cierto que al dicho Sancho Briseño se le die-
ron algunos indios (Documentos para la historia del español de Venezuela).

En este tipo de enunciados el hablante, sin llegar a garantizar la verdad


de la proposición —lo cual daría a entender que el sujeto sabe con certeza
lo que afirma—, se muestra más comprometido con ella. Pues bien, esta
intensificación se revela como un nuevo factor significativo, en el que
sobresale el importante freno que para la elisión del nexo subordinante
representan los contextos formulares (.30; 25%). Ello nos pone sobre la
pista de que tal vez un cierto freno a la espontaneidad en el discurso con-
lleva asimismo un uso más ligado a la variante plena, más conservadora y
probablemente estándar en la época.

4. Conclusiones
Recogiendo una tradición compartida por otras lenguas romances, y
que se inicia en el latín vulgar, en el español de los Siglos de Oro las
«Tiene tanto temor a la mar que creo no lo hará» 545

subordinadas completivas dependientes de ciertos verbos de entendimiento


como creer eliden el nexo subordinante en numerosas ocasiones. De esta
variante vernácula, que alterna con profusión con la forma estándar aso-
ciada al empleo de la conjunción que, la lingüística histórica se ha ocupado
escasamente, quizá como consecuencia de la tradicional vinculación de esta
última con los textos literarios y demás tradiciones discursivas formales.
Sin embargo, en un corpus compuesto íntegramente por textos más cercanos
a la inmediatez comunicativa, como el compilado para la presente ocasión,
las cosas parecen distintas, y revelan que, en pleno español clásico, la forma
que compitió con intensidad con la variante elidida.
Ahora bien, los datos de esta investigación muestran también que la
difusión por el sistema lingüístico de dicha variante se produjo de una
manera irregular, y que una serie de factores estructurales la condiciona-
ron fuertemente. Entre estos, los hay de naturaleza discursivo-estilística,
como el carácter intensificador de algunos contextos formulares propios de
la lengua escrita (colocaciones, frases hechas…), que inhiben la variante
elidida y potencian el empleo de la conjunción. Junto a estos se adivinan
otros de naturaleza sintáctico-cognitiva, y así hemos visto cómo la elisión es
especialmente activa en los contextos donde la proximidad entre los verbos
principal y subordinado es mayor, y donde, por consiguiente, parece más
prototípica la propia relación subordinante.
Con todo, quizá el resultado más destacable sea el hecho de que en
la difusión de la variante elidida ha podido influir de manera significativa
la propia frecuencia en el discurso de ciertos contextos7. No en vano, en
muchos de estos, llega incluso a superar a la forma estándar y en otros se
queda a la zaga por muy poco. Así ocurre, por ejemplo, cuando el verbo
de la completiva está en futuro, un entorno especialmente frecuente, como
vimos (43% del total). Y más aún con las secuencias de adyacencia entre
los verbos (69%), la polaridad afirmativa (76%) y la conjugación del verbo
creer en presente de indicativo (84%). Incluso la combinación entre la 1.ª
primera persona del singular y la 3.ª persona de la completiva, prototípica
en estos textos (69%) alienta también las elisiones.

7
Al hablar de contextos más o menos frecuentes no lo hacemos en términos absolutos
—obviamente, el futuro es una forma mucho menos frecuente que el presente, tiempo no
marcado por excelencia en la mayoría de los textos—, sino relativos, esto es, en relación
con la unidad lingüística analizada. Y en ese sentido, hemos comprobado cómo en el
corpus analizado el futuro de la completiva dependiente de un verbo de entendimiento
supera incluso al presente, dada la naturaleza de los textos epistolares y memorialísticos.
546 José Luis Blas Arroyo y Margarita Porcar Miralles

Paradójicamente, estos resultados contradicen los obtenidos en investiga-


ciones previas durante el mismo periodo histórico. Así, en diversos estudios
sobre la alternancia en el seno de las perífrasis modales de infinitivo, hemos
comprobado cómo la difusión de las variantes marcadas tiene lugar preferen-
temente desde los contextos menos frecuentes a los más frecuentes, ocupados
estos últimos de forma mayoritaria por las formas canónicas, más tradiciona-
les (Bybee 2006). Así ocurre en el español clásico con variantes como deber
de + infinitivo (con respecto a deber + inf.) (Blas Arroyo/Porcar 2016), tener
que + inf. (vs. tener de) (Blas Arroyo/González 2014), o cualquiera de estas
con respecto a la perífrasis por excelencia en el español clásico, haber de +
inf. (Blas Arroyo/Porcar 2014). En la mayoría de estas variables, la difusión
de las variantes minoritarias ofrece el mismo patrón distribucional, con una
invasión progresiva desde los puntos del sistema más marginales hacia los
más recurrentes, en un proceso más o menos dilatado en el tiempo y que en
algún caso acabaría, incluso, truncándose (el caso de deber de).
Como decimos, el panorama que ofrecen los datos del presente estudio
es diferente. Y sin embargo, para completarlo se hace imprescindible un
análisis más profundo, que escapa a los objetivos de este trabajo. En ese
sentido necesitamos averiguar cuál es el perfil cronológico de este fenó-
meno de variación: ¿se trata de una variable estable? o, por el contrario,
¿muestra algún tipo de evolución? Del mismo modo hay que seguir inda-
gando en el plano estilístico, que apenas hemos esbozado en estas páginas:
¿cabe imaginar la existencia de diferencias significativas entre cartas de
diferente tenor o en las que aparecen implicadas relaciones jerárquicas
diversas entre remitentes y destinatarios? Y por último, aunque no por ello
menos relevante: si aceptamos que la variación diafásica es un reflejo de
una variación más profunda en el plano social: ¿son esperables diferencias
diastráticas entre grupos de diferente extracción social?
Se trata, sin duda, de cuestiones interesantes a las que esperamos poder
dar respuesta tras una investigación ya en curso.

Bibliografía
Blas Arroyo, José Luis y Juan González (2014): «¿Qué tengo que / de hazer?:
variación y cambio lingüístico en el seno de las perífrasis de infinitivo a partir
de textos escritos de impronta oral en el español clásico», Studies in Hispanic
and Lusophone Linguistics, 7/2, 241-274.
— y Margarita Porcar (2014): «De la función a la forma: la influencia del contexto
variable en la selección de las perífrasis modales de infinitivo en el primer
español clásico», Anuario de Lingüística Hispánica, 30, 9-49.
«Tiene tanto temor a la mar que creo no lo hará» 547

— (2016): «Patrones de variación y cambio en la sintaxis del Siglo de Oro. Un


estudio variacionista de dos perífrasis modales en textos de inmediatez comu-
nicativa», RILCE. Revista de Filología Hispánica, 32/1, 47-81.
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«E fincaron las tiendas assaz çerca de sos enemigos»:
el cuantificador asaz en la historia del español*

Cristina Buenafuentes de la Mata


Universidad Autónoma de Barcelona

Resumen. Según señala la Nueva gramática de la lengua española (NGLE 2009:


vol. i, § 20.7b), asaz es un adverbio evaluativo de escaso uso en la actualidad,
salvo si se emplea en sentido arcaizante o irónico. Partiendo de su escaso trata-
miento desde el punto de vista diacrónico (Serradilla 2005; Camus 2009; Espinosa
2010), en esta investigación se analiza la naturaleza y los valores de asaz a lo
largo de la historia del español a partir de su presencia en el Corpus diacrónico
del español (CORDE), con el objetivo de arrojar más luz sobre este cuantificador
desde el punto de vista diacrónico.
Palabras clave. Asaz, cuantificadores, diacronía.

Abstract. The Nueva gramática de la lengua española (NGLE 2009: vol. i, § 20.7b)
says that the quantifier asaz is an evaluative adverb with little use in current
Spanish. However, this quantifier barely been studied from diachronic point of
view (Serradilla 2005; Camus 2009; Espinosa 2010). For this reason, the aim of
this paper is analyse the evolution of quantifier asaz in the history of Spanish,
taking its presence in the Corpus diacrónico del español (CORDE). Thus, this
research wants to contribute to the history of Spanish quantifiers in general and
in particular to the adverb asaz.
Keywords. Asaz, quantifiers, diachrony.

*
La investigación necesaria para llevar a cabo este trabajo ha sido posible gracias
a la ayuda de la DIGICYT para los proyectos Historia interna del Diccionario de la
lengua castellana de la Real Academia Española en el siglo XIX: 1817-1852 (núm. de
referencia FFI2014-51901-P) y Variación en la interfaz sintaxis-discurso (núm. de refe-
rencia FFI2014-56968-C4-2-P), y al apoyo del Comissionat per Universitats i Recerca de
la Generalitat de Catalunya concedido al Grupo de Lexicografía y Diacronía (núm. de
referencia 2017 SGR1251).
550 Cristina Buenafuentes de la Mata

1. Introducción
Como es bien sabido, en la evolución del latín al español, la clase
semántica de los cuantificadores experimenta numerosos cambios
mediante los que, o bien se amplía el inventario de las piezas que pue-
den actuar como tales (véase el caso de harto, un adjetivo que pasa a
emplearse como cuantificador, o de bastante o suficiente, que también
pasan a aumentar el inventario de esta clase de elementos), o bien se
reducen sus posibilidades quedando su uso restringido a un área dialectal
(como el caso de puro ‘muy’) o a un registro concreto o llegando incluso a
su práctica desaparición. En este último caso, se hallaría asaz en español.
Se trata de un elemento de origen latinovulgar (< ad satis ‘suficiente-
mente’), transmitido al español por conducto occitano, lengua en la que
ya poseía los valores cuantificadores de ‘suficiente’ y ‘mucho’ (dech:
s. v. asaz). Según el dech, se tomó este extranjerismo con la intención
de dotar al sistema de un equivalente culto para el popular mucho que
permitiera precisar más en la cuantificación hacia el significado de ‘can-
tidad considerable’, aunque menor que la expresada por mucho (Llamedo
Paniella 2014: 39).
Su primera aparición, a tenor de los datos del corde, se encuentra
ya a inicios del siglo XIII, pese a que el dech sitúa su primera documen-
tación en Berceo, y Camus (2009: 912) a mediados del siglo XIII. Su uso
se extendió muchísimo durante la Edad Media, sobre todo en el siglo XV,
por lo que Cuervo (1953-1994: s. v. asaz) señala que es «voz comuní-
sima en castellano antiguo». Aunque ya Valdés rechaza su empleo en su
Diálogo de la lengua por existir otros términos «más usados y [que] han
adquirido la opinión de mejores vocablos», según los datos del corpus, es
a partir del siglo XVII que asaz retrocede a favor de harto y, sobre todo,
de los más recientes bastante y demasiado. En la actualidad, según señala
la ngle (2009: vol. I, § 20.7b), asaz es un adverbio evaluativo de poco
uso, salvo si se emplea en sentido arcaizante o irónico. Así, partiendo
de su escaso tratamiento desde el punto de vista diacrónico (Serradilla
2005; Camus 2009; Espinosa 2010), en esta investigación se analiza el
comportamiento de asaz a lo largo de su historia a partir de su presencia
en el Corpus diacrónico del español (corde). Se han analizado un total
de 5049 ejemplos extraídos del corde1 con el objetivo de arrojar más

1
Se han eliminado los casos ambiguos y aquellos en los que no podía realizarse una
interpretación del valor del cuantificador. Con todo, se considera que la cifra es lo sufi-
cientemente representativa para el análisis.
«E fincaron las tiendas assaz çerca de sos enemigos» 551

luz sobre las características y la naturaleza de este cuantificador desde el


punto de vista diacrónico.

2. Análisis diacrónico del cuantificador asaz


2.1. Características generales
Desde el punto de vista de su naturaleza gramatical, asaz, al igual que
otros cuantificadores, tal y como señalan Cuervo (1953-1994: s. v. asaz) y
Meilán García (1991: 55), no solo puede ser categorialmente un adverbio
(1a), sino también un adjetivo (1b) y un pronombre (1c):
(1a) no pesa mas que media dragma, pero son assaz pesadas segund su quantidat
(Alfonso X, Lapidario, ca. 1250).
(1b) Et en esto he oído atan maravillosas et tantas fazañas, que es asaz conpli-
miento para se guardar omne et de se aperçebir (Anónimo, Calila e Dimna,
1251).
(1c) & leuaron muchas uigas. & grandes & mucha madera de las naues que
tenien assaz (Anónimo, Gran Conquista de Ultramar, 1293).

Esto se halla estrechamente relacionado con la diferente clase de cuan-


tificación que puede expresar asaz, ya que cuando su categoría es adverbial
se situaría dentro de los cuantificadores de grado, pudiendo ser en algunos
casos un mecanismo para realizar el grado superlativo (Serradilla 2005),
mientras que, cuando se trata de un adjetivo o pronombre, pertenecería a
los cuantificadores indefinidos de tipo evaluativo, según la clasificación
de Camus (2009: 885).
Pese a realizar las funciones propias de un adjetivo o de un pronom-
bre, el cuantificador asaz no presenta formalmente marcas de flexión, por
lo que no manifiesta la concordancia con su modificado o con su refe-
rente. Esta invariabilidad en la forma2 se aprecia durante toda su historia
y podría considerarse un factor que contribuyó a fijar seguramente su
mayor empleo como adverbio. De hecho, los datos del corpus arrojan dos
cuestiones relevantes: en primer lugar, que asaz como adverbio se empleó
durante toda la historia del español mucho más que cuando funcionaba
como adjetivo y, en segundo lugar, que es precisamente el adverbio asaz,
no el adjetivo, el cuantificador que ha pervivido con cierto uso hasta el
español moderno:

2
Las variantes que se documentan son exclusivamente de tipo ortográfico.
552 Cristina Buenafuentes de la Mata

Asaz s. XIII s. XIV s. XV s. XVI s. XVII s. XVIII s. XIX s. XX


Total casos corpus 351 578 2552 1035 156 50 232 95
Adjetivo3 52 121 701 200 21 0 10 6
Adverbio 260 396 1639 741 123 48 220 89
Estructura partitiva4 32 44 141 87 12 1 2 0
Tabla 1. Distribución temporal de asaz en función de su categoría gramatical.

Desde el punto de vista semántico, asaz también presenta una gran


complejidad. Habitualmente, para dar cuenta de su significación se
emplean otros cuantificadores, sobre todo suficiente, bastante y mucho.
Así, la significación de asaz se halla entre la abundancia (abundante-
mente, mucho, muy), pudiendo indicar también el exceso (sobradamente,
demasiado, excesivamente) y la suficiencia (bastante, suficiente, harto).
De hecho, desde el punto de vista lexicográfico5 se aprecia esta variedad
de valores:

‘muy, muy mucho,


‘abundantemente’

‘mucho, muchos’

suficientemente’

‘excesivamente’
‘en abundancia,

sobradamente’
Obra lexicográfica

‘demasiado’
muchísimo’
‘suficiente,
‘bastante’

‘sobrado,

‘harto’

Covarrubias (1611) ✓
Autoridades (1726-1739) ✓ ✓ ✓
Autoridades (1770), drae (1780U), ✓ ✓ ✓
drae (1783U), drae (1791U), drae
(1803U), drae (1817U), drae (1822U),
drae (1832U), drae (1837U), drae
(1843U), drae (1852), drae (1869U)
Terreros (1786) ✓ ✓
Núñez Taboada (1825) ✓ ✓ ✓

3
Los datos no incluyen su empleo como pronombre.
4
Se han incluido también estructuras analógicas introducidas por la preposición de
seguida de adjetivos, adverbios o sintagmas nominales formados por adjetivo y sustantivo
como términos de la preposición (asaz de desdichada, asaz de cerca, asaz de gran linaje).
5
Las obras consultadas son los diccionarios monolingües que recoge el Nuevo tesoro
lexicográfico de la lengua española (ntlle), junto con las dos últimas ediciones del
drae (2001 y 2014).
«E fincaron las tiendas assaz çerca de sos enemigos» 553

Salvá (1846) ✓ ✓ ✓ ✓
Castro y Rossi (1852) ✓ ✓ ✓
Domínguez (1853) ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
Gaspar y Roig (1853) ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
drae (1884U), Zerolo (1895), drae ✓ ✓ ✓
(1899U), Pagés (1902), drae (1914U),
drae (1925U), drae (1927M), Toro y
Gómez (1901), Alemany (1917), drae
(1936U), drae (1939U), drae (1947U),
drae (1956U), drae (1970U), drae
(1984U)
Rodríguez Navas (1918) ✓ ✓
dh (1933), drae (1950M), drae ✓ ✓ ✓
(1983M), drae (1989M)
drae (1992U), drae (2001U) ✓ ✓ ✓ ✓
drae (2014U) ✓ ✓ ✓
Tabla 2. Significados de asaz en la historia lexicográfica.

Pese a esta divergencia de significaciones, a partir del análisis de los


casos hallados en el corpus, es posible afirmar que los significados de asaz
durante toda su historia han sido, por un lado, ‘mucho’ (véanse ejemplos 1b
y 1c), y, por otro lado, ‘muy’ (véase ejemplo 1a). Este último significado
sería el que presenta asaz cuando es de categoría adverbial y modifica a
un adjetivo o a otro adverbio. De hecho, tal y como ha señalado Serradilla
(2005), este empleo de asaz es una de las posibilidades analíticas para
realizar el grado superlativo en español. Sin embargo, es posible encontrar
escasos ejemplos en los que asaz presenta el significado de ‘suficiente o
bastante’, que recordaría a su significación etimológica. En estos casos, el
contexto puede indicar que este es un sentido posible:
(2a) Ca tu eres asaz para dar a mj fuerça a dezjr las estorias de rroma por mjo
dictado. (Alfonso X, General Estoria. Quinta parte, 1284).
(2b) Muchos dellos an, otrossi, tan grant cobdiçia & tan grant miedo que non
ternan que comer, que non quedan de pedir, maguer tengan assaz para aquel
dia (Martín Pérez, Libro de las confesiones, 1500).

Pese a estos casos, el análisis del corpus arroja que existen muchos
con el significado de ‘mucho’ o ‘muy’. Si bien la proximidad semántica
es evidente, no debió ser idéntica a tenor de algunos ejemplos en los que
asaz se coordina con mucho y con muy:
554 Cristina Buenafuentes de la Mata

(3a) Mas los padres, creyendo que en la muchedunbre abría asaz e mucho de
saña voluntariosa, aborrescieron las sañas e malenconías que fazían (Pero
López de Ayala, Traducción de las Décadas de Tito Livio, ca. 1400).
(3b) E por quanto en las arengas e prólogos que los estoriadores pasados de las
dichas Corónicas fizieron en ellas está contenido, asaz e muy complidamente
hordenado e tratado (Anónimo, Crónica de Juan II de Castilla, 1406-1411).

Para concluir con esta caracterización general, se debe señalar la res-


tricción diafásica en el uso de este cuantificador. Casares advierte que
«asaz pertenece a la lengua escrita y es impropio de la conversación […]
y en un libro de estilo casticista, asaz pasaría completamente inadvertido».
Así pues, en la actualidad, asaz tiene un uso escaso ligado a registros de
formalidad alta o a una intención arcaizante o irónica (ngle 2009). De
hecho, el dech señala el valor culto de este occitanismo desde su impor-
tación al español, aunque también añade que «no puede asegurarse que
tuviera siempre este matiz en la Edad Media, aunque es posible dado el
origen extranjero del vocablo». Los datos del corpus no permiten llegar a
comprobar si, efectivamente, el cuantificador tuvo uso fuera del lenguaje
culto, ya que la mayoría de textos que lo configuran son literarios6. Sin
embargo, se documenta su empleo en fragmentos dialogados y en docu-
mentación notarial que reproduce declaraciones de testimonios, tipos de
discurso más cercanos a la oralidad.
En el español actual, se han documentado ejemplos en Google© que
indicarían su uso fuera del ámbito literario, pues aparecen en textos de
carácter divulgativo y de formalidad baja, aunque en todos ellos asaz acom-
paña a un adjetivo para efectuar el grado superlativo:
(4a) El apio protección a desanimarse el colesterol, y es utilizado como un
supresor del hambre, puesto que es asaz bajo en calorías y rico en hebra
(http://pierdekilitos.info/index.php/2015/06/05/los-mejores-alimentos-
para-bajar-de-peso/ [5 de junio de 2015]).
(4b) Hay un poco de todo; TN asaz económicos, y (sic) inclusive IPS más
caros (http://www.androideiphone.com/nueve-monitores-que-deberias-
tener-en-cuenta-si-decides-pasarte-al-4kuhd.html [9 de julio de 2015]).

6
De los textos de nuestro corpus, el 13% son textos escritos en verso y el 87% están
en prosa. De los textos en prosa, el 33% corresponde a textos historiográficos (1473 casos),
el 24% a textos científicos y técnicos (1074 casos), el 21% a textos novelísticos (913
casos), el 9% a textos didácticos (380 casos), el 5% a textos jurídicos (216 casos), el 4%
a textos religiosos (201 casos) y otro 4% a otras tipologías textuales (169 casos). Para la
clasificación textual, se ha adaptado la que se emplea en el corde.
«E fincaron las tiendas assaz çerca de sos enemigos» 555

2.2. A
 saz como adjetivo / pronombre o como cuantificador indefinido
evaluativo
Desde las primeras documentaciones de asaz ya a principios del siglo
XIII, este cuantificador aparece ejerciendo las funciones propias de un adje-
tivo. Como señala Camus (2009), este cuantificador puede aparecer delante
o detrás de su modificado. Sin embargo, a tenor de los datos extraídos del
corpus, durante los siglos XIII y XIV, no parece existir una preferencia en
cuanto a la posición de asaz, ya que se atestigua un número semejante de
casos para cada posición. A partir del siglo XV, se produce un claro aumento
de la anteposición del adjetivo al sustantivo, que continúa en la centuria
siguiente, hasta que, en el siglo XVII disminuye drásticamente el empleo
de asaz como adjetivo, independientemente de su posición, como se puede
observar en la siguiente tabla:

Siglo Antepuesto Pospuesto Siglo Antepuesto Pospuesto


XIII 19 20 XVII 14 2
XIV 49 53 XVIII 0 0
XV 567 66 XIX 3 4
XVI 169 17 XX 5 0
Total Antepuesto 826 Total Pospuesto 162
Tabla 3. Distribución por siglos del adjetivo asaz según su posición7.

El auge de la anteposición durante toda la historia de asaz y concreta-


mente durante los siglos XV y XVI, puede deberse a que en latín el adjetivo
precedía al sustantivo, lo que enlazaría con el valor culto de asaz, que ya
se ha señalado. De hecho, su movilidad es tal que incluso puede aparecer
separado del sustantivo al que modifica por otros elementos:
(5a) Finque todo lo al, la estoria sigamos, / del pleito de la reina en esso enten-
damos; / merçed al Crïador, sólo dezir podamos, / assaz emos razón, materia
que digamos (Anónimo, Libro de Alexandre, 1240-1250).
(5b) Alexandre castigo uos que escusedes quanto pudieredes matar an uuestras
iusticias que asaz auedes en prision uengança o en otras muchas penas que
podedes fazer (Anónimo, Poridat de poridades, ca. 1250).

Los casos más extremos en cuanto a la movilidad de asaz son aquellos


en los que se sitúa delante del sintagma preposicional donde se inserta el

No se han tenido en cuenta en este cómputo los textos en verso por si la rima podía
7

ejercer influencia en la posición del cuantificador.


556 Cristina Buenafuentes de la Mata

sustantivo al que modifica (ejemplos 6a) o cuando se antepone a sustan-


tivos precedidos del artículo determinado (ejemplos 6b), como se observa
a continuación:
(6a) e estovimos en nuestra cena asaz con alegría según el tiempo que agora
tenemos (Pedro de Corral, Crónica del rey don Rodrigo o Crónica sarra-
cina, ca. 1430).
(6b) Dióle asaz la plata y oro que para esto era menester (Francisco Cervantes
de Salazar, Crónica de la Nueva España, 1560).

Este comportamiento podría constituir una analogía con la tendencia al


adelantamiento de los cuantificadores que se produce en español medieval
y clásico (cf. Camus 2009), fenómeno que se produce mayoritariamente
cuando asaz es adverbio y que se analizará en el siguiente apartado (§ 2.3).
Un poco más tardía, de mediados del siglo XIII, es la primera aparición
de asaz como pronombre. La misma movilidad presenta el uso pronominal
de asaz, por lo que puede aparecer delante (7b) o detrás (7a) del verbo
cuando funciona como su complemento8:
(7a) Ond vos respondemos que segunt los enemigos eran assaç y ovo acorro
(Anónimo, De Don Juan Manuel a Jaime II, 1305).
(7b) E ellos dixieron que auian dos cuchillos. E el respondio como aquel que
sabia todas las cosas: & dixo que asaz auia (Anónimo, Siete Partidas de
Alfonso X, 1491).

Aparte de su gran movilidad, asaz se caracteriza también por combi-


narse con el indefinido otro (8a), y con otros indefinidos (8b):
(8a) & mucha gente del tio & otros asas se vinjeron para el lo(s) sopieron que
era suelto (Ruy González de Clavijo, Historia del gran Tamorlán, 1406).
(8b) La gente quedó muy consolada e muy espantada, e algunos asaz con mucha
pérdida (Pedro Carrillo de Huete, Crónica del halconero de Juan II, 1454).

Que asaz pueda aparecer delante o detrás del indefinido otro, acercaría
su comportamiento, no solo desde el punto de vista semántico, sino también
funcional, al cuantificador mucho, que también permite esta doble posición,
según señala Camus (2009: 916).
Finalmente, es muy frecuente que el pronombre asaz participe en
estructuras de tipo partitivo. No es algo exclusivo de este cuantificador,

8
Cuando ejerce la función de sujeto siempre se sitúa delante del verbo: «Et asaz sera
para ty de oyr los peligros que al tu magno ponpeo acaesçjeren» (Alfonso X, General
Estoria. Quinta parte, 1284).
«E fincaron las tiendas assaz çerca de sos enemigos» 557

sino que se da también con otros cuantificadores no universales (Camus


2009: 921). De hecho, más de la mitad de los casos hallados en el corpus
(concretamente 264 de los 422, es decir, el 62,5%) reflejan esta estructura.
Prácticamente en todos ellos el cuantificador se antepone a la construc-
ción partitiva (9a), pero también se atestiguan algunos ejemplos en los
que incluso se puede hallar el verbo principal entre el cuantificador y la
estructura partitiva (9b) o el cuantificador detrás de la estructura partitiva
(9c), lo que muestra, de nuevo, la gran movilidad de este elemento:
(9a) & dixieron les que en aquell plazo. los leuarien a tal tierra. o fallarien a saz
de uiandas & todo lo que ouiessen mester (Anónimo, Gran Conquista de
Ultramar, 1293).
(9b) que non solamente los troyanos padesçieron vençidos, mas aun de los
vençedores morieron asaz por fuertes acaesçimientos (Enrique de Villena,
Traducción y glosas de la Eneida, 1427-1428).
(9c) determinaron de traer destas especias, de cada cosa un poco, e del clavo asaz
(Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias,
1535-1557).

2.3. Asaz como adverbio o como cuantificador de grado


Cuando asaz es adverbio, conviene realizar una diferenciación en fun-
ción de la categoría gramatical de su modificado. Solo cuando modifica a
adjetivos (participiales o no) y a adverbios9, asaz aporta la significación
de ‘muy’, por lo que es un mecanismo superlativizador (el 69,1% de los
casos). En el resto, asaz sería un modificador oracional con el significado
de ‘mucho’10.

asaz adv. s. XIII s. XIV s. XV s. XVI s. XVII s. XVIII s. XIX s. XX


modificador
oracional 157 158 476 160 26 7 20 3
‘mucho’
grado superlativo
89 219 1028 505 91 41 195 85
‘muy’
Tabla 4. Distribución temporal del adverbio asaz en función de su significado.

9
Se ha documentado un caso en el que asaz modifica a un sustantivo con el signi-
ficado de ‘muy’, pero en este ejemplo el sustantivo se comportaría como un adjetivo: «E
como era asaz niño, tenía gran deseo de fazer guerra a los moros» (Pedro de Escavias,
Repertorio de príncipes de España, 1467-1475).
10
No se han tenido en cuenta las estructuras perifrásticas en las que interviene un
participio, dado que algunas de ellas pueden ser ambiguas en cuanto a su significado, tal
y como se examina después.
558 Cristina Buenafuentes de la Mata

La primera documentación del uso de asaz como adverbio es de


principios del siglo XIII, concretamente de la Fazienda de Ultramar
(Espinosa 2010: 135). La primera documentación en el corpus como
adverbio de grado superlativo se produce un poco más tarde, en la obra
Semejanza del mundo de 1223, y se encuentra delante de otro adverbio
terminado en -mente. Pocos años más tarde, aparece como modificador
también de adjetivos (Libre dels tres reys d’Orient, obra en verso de ca.
1230-1260).
En las dos significaciones, asaz vuelve a caracterizarse por su gran
movilidad. Así, se puede colocar delante del verbo (10a) o detrás (10b),
pero también en el interior de la forma compuesta de un verbo conjugado
(10c) o de otra construcción perifrástica (10d):
(10a) B
 ernaldo tomose entonces a sonrrisar. & dixo les. Non uos pese. que assaz
ganastes agora (Alfonso X, Estoria de Espanna II, 1270-1284).
(10b) E en saliendo tristan dela camara lanço el rrey un golpe a tristan que le
corto enel manto asaz & tristan lo firio enla cabe[ç]a (Anónimo, Cuento
de don Tristán de Leonís, ca. 1313-1410).
(10c) Et quando Sçipion pensso quel los hauia assaç tirados afuera segunt el
conssello que auian ouido / la ora con toda la caualgada Romana el sen fue
apres massimissa (Juan Fernández de Heredia, Gran crónica de España,
1385).
(10d) y para satisfacer a este deseo, con tierna hedad, con tienpo sospechoso,
dexó la tierra donde nasció y se crió, tierra tal, que no se puede asaz loar
(Anónimo, Cortes de Santiago y La Coruña de 1520, 1520).

Lo más frecuente es que asaz se sitúe delante del elemento modificado.


Así, cuando aparece con un adjetivo que modifica a un sustantivo, tanto si
el cuantificador se antepone, se pospone o se inserta en medio de ambos
elementos, lo mayoritario es que modifique al adjetivo y que, por tanto, se
realice la superlación del adjetivo.
(11a) S
 eñor, dame consejo por alguna manera, / embíame tu gracia por alguna
carrera, / es pora Ti tal fecho cosa assaz ligera; / nadé todo el mar, ¿morré
enna ribera? (Gonzalo de Berceo, Los milagros de Nuestra Señora,
1246-1252).
(11b) Curio el desdentado, assaz capitán famoso, viniendo de Tarento contra
Pyrrho […] (Fray Antonio de Guevara, Libro áureo de Marco Aurelio,
1528).

Los datos extraídos del corpus (véase Tabla 5) reflejan que, ante una
estructura con anteposición del adjetivo al sustantivo, asaz mayoritaria-
mente se antepone también, para aparecer al lado de su modificado. Son
«E fincaron las tiendas assaz çerca de sos enemigos» 559

escasísimos los ejemplos en los que aparece pospuesto o entre el adjetivo y


el sustantivo. Esta circunstancia cambia si la posición del adjetivo respecto
al sustantivo es pospuesta. En estos casos, el cuantificador se sitúa mayo-
ritariamente entre el sustantivo y el adjetivo, lo que nuevamente visualiza
que se prefiere situar asaz delante del adjetivo al que modifica aunque
este modifique, a su vez, a un sustantivo. Finalmente, es de destacar que,
a medida que la posposición del adjetivo al sustantivo se hace la posición
no marcada en español, también se hace más frecuente la aparición de asaz
entre el sustantivo y el adjetivo.

adjetivo + sustantivo sustantivo + adjetivo


anteposición posposición en medio anteposición posposición en medio
s. XIII 8 2 0 0 0 4
s. XIV 29 1 0 0 1 11
s. XV 119 3 5 1 0 162
s. XVI 39 4 9 2 1 87
s. XVII 5 1 1 0 0 18
s. XVIII 9 1 1 0 0 5
s. XIX 6 0 0 0 0 68
s. XX 2 0 0 0 0 36
Tabla 5. Distribución temporal de la posición de asaz en la construcción
adjetivo + sustantivo / sustantivo + adjetivo.

Sin embargo, en algunos casos se hallan ejemplos de oraciones ambi-


guas, ya que no se puede saber cuál es el elemento al que modifica el
cuantificador. Así, asaz puede ser un adverbio y modificar al adjetivo apor-
tando el significado de ‘muy’, o bien puede complementar al sustantivo
comportándose como un adjetivo con el significado de ‘mucho’:
(12) mays sy nos quisiermos rresponder segund el vuestro dicho, asaz faremos
grand locura [‘muy grand locura’ ~ ‘mucha grand locura’] (Anónimo, His-
toria troyana en prosa y verso, ca. 1270).

La misma ambigüedad se produce en los verbos compuestos con el


verbo ser y un participio, tal y como señala Serradilla (2005: 381), y tam-
bién en otras construcciones perifrásticas con participio, ya que el verbo
principal aparece frecuentemente entre el adverbio de grado y el participio
al que modifica. Este hecho provoca en algunos casos que haya anfibolo-
560 Cristina Buenafuentes de la Mata

gía en el alcance de la cuantificación del adverbio de grado, ya que puede


modificar al participio o hacerlo a nivel oracional:
(13a) c a vna vil soldadera seria asaz desonrrada [127 e] de yr asy beuir en hueste,
commo yre yo, mesquina [‘muy deshonrada’ ~ ‘es deshonrada mucho’]
(Anónimo, Historia troyana en prosa y verso, ca. 1270).
(13b) Dixo Sócrates: «Pues asaz tenemos mostrado, según aquesto, que todas las
cosas contrarias son fechas de los contrarios» [‘muy mostrado’ ~ ‘tenemos
mostrado mucho’] (Pero Díaz de Toledo, Traducción del Libro llamado
Fedrón, de Platón, 1446-1447).

La frecuencia en la anteposición del cuantificador cuando modifica a


adjetivos o a adverbios, puede llevarse al extremo cuando se produce lo
que Camus (2009: 931) denomina adelantamiento del cuantificador. Este
fenómeno, que también se produce cuando asaz es adjetivo (vid. ejemplos
de 5 y 6), consiste en que el cuantificador «se sitúa fuera y por delante de
la construcción a la que pertenece, normalmente una frase adverbial o adje-
tival, menos habitualmente el conjunto de la FN en que la frase adverbial
o adjetival está inserta»:
(14a) Mas assaz les costó caro este comer e gelo vendió bien el nuestro Señor por
dar enxienplo a los golosos e a los garganteros (Anónimo, Un sermonario
castellano medieval, 1400-1500).
(14b) –Si yo bien vos no conozco —dixo el Rey—, assaz es el mundo grande;
andad por él y catad quien os conozca (Garci Rodríguez de Montalvo,
Amadís de Gaula, 1482-1492).

Como señala este autor y como se constata a partir de los datos extraí-
dos del corpus, ya no hay testimonios de este fenómeno a partir del siglo
XVI. Solo documentamos un caso en el siglo XIX que debería ser dese-
chado, pues precisamente reproduce un discurso del rey de los antiguos
reinos de León y Castilla del siglo XV11. De hecho, tal y como señalan
Octavio/Sánchez (2009: 1059), se acaban imponiendo en la historia del
español aquellas estructuras en las que «los cuantificadores se hacen obli-
gatoriamente adyacentes al elemento cuantificado».

11
«A esto vos respondo (dijo el Rey) que asaz está bien proveído, e los que tienen
pleito pendiente que prosigan su derecho» (Manuel Colmeiro, Introducción a las cortes
de los antiguos reinos de León y Castilla, 1883-1884).
«E fincaron las tiendas assaz çerca de sos enemigos» 561

Siglo Antepuesto Pospuesto Adelantamiento del cuantificador


s. XIII 41 9 7
s. XIV 159 15 11
s. XV 826 30 67
s. XVI 423 15 20
s. XVII 60 2 4
s. XVIII 32 1 0
s. XIX 159 5 1
s. XX 73 1 0
Total 1773 78 110
Tabla 6. Distribución por siglos del adverbio asaz ‘muy’ según su posición12.

El cuantificador asaz es también especial dentro del paradigma de los


cuantificadores, ya que se puede combinar con otros del mismo tipo (bas-
tante, suficiente o harto). Este hecho se da tanto cuando el otro cuantifica-
dor es de categoría adjetiva (ejs. 15) y, por tanto, aparece complementando
a un sustantivo, como cuando es un adverbio (ejs. 16):
(15a) pues asaz suficiente prueua paresce ésta para probar que non todo lo que
se quema se consume é gasta, nin todo lo que se duele puede morir (Pero
Díaz de Toledo, Diálogo é razonamiento en la muerte del marqués de
Santillana, 1458).
(15b) Y aunque esto fuera causa asaz bastante, / La agrava mas el prodigioso
efeto / De ver que está la armada circunstante / Confusa y puesta en un
terrible aprieto (Juan Rufo, La Austriada, 1584).
(15c) que él lo había hecho muy gallarda y valerosamente, y había ganado asaz
harta honra en aquel día (Ginés Pérez de Hita, Guerras civiles de Granada.
1.ª parte, 1595).
(16a) E por ende, los que levaron los dos niños pusiéronlos en una cueva llena de
agua que segunt su pensamiento era asaz suficient para morir e ser anegados
en ella dos criaturas (Pero López de Ayala, Traducción de las Décadas de
Tito Livio, ca. 1400).
(16b) –El asno es assaz bastante para levar al padre y fijo, y parece que ha mayor
piedad del asno que de su hijo (Anónimo, Vida de Ysopo, ca. 1520).
(16c) o porque quizá les hacían aquellos indios por mandado de los españoles
algún daño, como habemos visto desto asaz harto (Fray Bartolomé de las
Casas, Apologética historia sumaria, 1527-1550).

12
No se han tenido en cuenta en este cómputo los textos en verso por si la rima podía
ejercer influencia en la posición del cuantificador.
562 Cristina Buenafuentes de la Mata

De hecho, sorprende que pueda aparece junto con el cuantificador


mucho (adjetivo o adverbio), que es de idéntica significación que asaz.
Como se puede observar a partir de los ejemplos (17), el orden de apari-
ción entre estos dos cuantificadores es indiferente, pero ambos siempre se
sitúan en posición de postdeterminante o de expansión del núcleo, según el
esquema de Camus (2009: 947). La aparición simultánea de ambos cuanti-
ficadores podría llevar a considerar que en estos casos se realiza una doble
cuantificación con el objetivo de reforzar la cuantía de lo expresado:
(17a) &
 seran ayuntadas las riquezas de todas las yentes de aderredor. Oro. &
plata. & uestidos muchos assaz (Alfonso X, General Estoria IV, ca. 1280).
(17b) E lanzarote y en otro dia fue la rreyna al rrey quando salia de mjsa E
galeote y lançarote conella E de otros muchos asaz caualleros (Anónimo,
Traducción de Lanzarote del Lago, ca. 1414).
(17c) Esto sólo para el Rey, sin lo que vino para particulares registrado y sin lo
que vino por registrar, que suele ser asaz mucho (José de Acosta, Historia
natural y moral de las Indias, 1590).

Como ya se ha señalado, asaz también se emplea como mecanismo


para llevar a cabo el grado superlativo. En este sentido, este cuantificador
no rechaza su intervención como cuantificador de grado en estructuras
analíticas y sintéticas ya comparativas, como las de 18:
(18a) – Señor conde —dixo Patronio—, una muger fue que avié nonbre doña
Truana et era assaz más pobre que rica (Juan Manuel, El Conde Lucanor,
1325-1335).
(18b) e sobre ellas están en lo alto las casas armadas según atrás se dixo de
Abrayme, e assaz mayores, e donde están muchos vezinos juntos (Gon-
zalo Fernández de Oviedo, Sumario de la natural y general historia de las
Indias, 1526).

En la misma línea, es posible atestiguar su aparición también con


estructuras tanto sintéticas como analíticas del grado superlativo, como,
por ejemplo, los adjetivos con el sufijo -ísimo o adjetivos precedidos de
los adverbios muy o bien:
(19a) q uanto mas seyendo los otros destruydos. ffuera la bien andança delos
xpistianos muy grande asaz (Anónimo, Crónica de veinte Reyes, 1325).
(19b) De otra qüistión assaz bien escura / cobdiçio también ser çertificado
(Alfonso de Villasandino, Poesías, en el Cancionero de Baena, 1379-1425).
(19c) la otra que Vuestra Señoría la mande examinar en el primer capítulo que
en esa su Villa de Benavente se celebrare, pues en él se ajuntan personas
asaz doctísimas (Fray Toribio de Benavente, Historia de los Indios de la
Nueva España, 1536-1541).
«E fincaron las tiendas assaz çerca de sos enemigos» 563

Se puede documentar incluso tres elementos superlativizadores en la


misma construcción (muy, mucho y asaz):
(20) Nin piensan cómmo asaz es muy mucho dapñosa / la ora de la muerte, amarga
e espantosa (Pero López de Ayala, Rimado de Palacio, ca. 1378-1406).

Este tipo de construcciones refleja claramente una doble e incluso tri-


ple intensificación. Serradilla (2005: 377) ya hizo notar este hecho, que no
solo afecta a asaz, sino también a otras estructuras que se emplean como
mecanismos para la superlativización. Según explica la autora, estas cons-
trucciones son posibles porque se produce un desgaste del valor superlativo
de alguna de las fórmulas (sintéticas o analíticas) empleadas, lo que hace
necesario reforzar ese valor a través de otro recurso. Sin duda, en estos
casos también interviene la intencionalidad del hablante que quiere enfati-
zar lo máximo posible lo expresado incluso más allá del grado superlativo13.
Finalmente, uno de los rasgos particulares de asaz, que lo acercan al
adverbio muy, es que puede aparecer modificando a otros adverbios. En la
mayoría de los casos, se trata de adverbios en -mente, pero también destaca
su combinación con los adverbios mal y bien (seguidos habitualmente de
una forma participial, aunque no siempre). Con menor frecuencia se ates-
tigua como modificador de adverbios de lugar (sobre todo lejos, cerca o
lueñe) o de tiempo (aina o antes), y de locuciones adverbiales.
Su posición prácticamente siempre es antepuesta al adverbio, aunque
se encuentran escasos ejemplos de posposición:
(21a) E
 t porque el regno de Navarra fincara sin rey un tiempo endrezolo el flaca-
miente asaz (Anónimo, Crónica de los estados peninsulares, 1305-1328).
(21b) No contento con esto, por mostrar bien asaz el amor que a Cortés tenía y
cómo deseaba en todo complacerle, invió criados de dos en dos (Francisco
Cervantes de Salazar, Crónica de la Nueva España, 1560).

En ocasiones, asaz puede aparecer antepuesto a un sintagma prepo-


sicional, principalmente encabezado por de. Tal y como señala Serradilla
(2005: 380), se trataría de construcciones que reflejan una clara analogía

13
Pons (2012: 163), al analizar la construcción doble muy -ísimo, llega a la conclusión
de que tal estructura vino motivada por la necesidad de «ajustar la naturaleza elativa de
la nueva terminación latinizante», es decir, como una manera de dotar de mayor inten-
sificación al sufijo frente a muy. Cabría profundizar también en otras combinaciones de
estructuras superlativas como las que se han mostrado para poder llegar a desentrañar las
causas de esta posibilidad de coaparición en la lengua antigua antes de la censura normativa
y si ello se halla relacionado con los mecanismos de elación (Pons 2012).
564 Cristina Buenafuentes de la Mata

con las estructuras partitivas que se han analizado cuando asaz era pro-
nombre. En nuestra opinión, contribuyó a esta analogía la formación de
oraciones atributivas en las que la preposición era obligada y en las que
además el término de la preposición estaba constituido por un adjetivo y
un sustantivo, como las de (22):
(22a) E
 sta uictoria fue assaç de buen ayre por que nosse fizo tanta crueldat como
enla preçedent (Juan Fernández de Heredia, Gran crónica de España, 1385).
(22b) & asy lo hizo ca le dio por marido vn omne asaz de pequeño linaje de
tierra de persia tenjendo que maguera la sangre Real (Pero López de Ayala,
Caída príncipes, 1402).

El valor adjetival de este sintagma preposicional en el seno de una


estructura atributiva sirvió de paso previo para el empleo de asaz de fuera
de dichas estructuras partitivas, pasando a acompañar adjetivos y adverbios
(asaz de enemigos → asaz de flaco entendimiento → asaz de hermosa).

3. Conclusiones
El análisis diacrónico del cuantificador asaz refleja claramente la
reducción de las construcciones en las que podía participar, la pérdida de
sus valores funcionales y la fijación de su posición, lo que permite explicar
su prácticamente desaparición en la actualidad. Así, de poder funcionar
como adjetivo / pronombre y adverbio, a partir del siglo XVII se limita
esta posibilidad casi con exclusividad a la categoría adverbial, favorecido
este hecho por la ausencia de flexión de este cuantificador que lo acerca
más a los adverbios que a los adjetivos y pronombres. Y, dentro de este
valor adverbial, es a partir del siglo XVII y sobre todo del XVIII, que asaz
evidencia un retroceso de su uso como modificador verbal y se emplea
casi siempre para realizar el grado superlativo acompañando a adjetivos
(participiales o no) y a adverbios. Esto va ligado a la reducción de las
estructuras en las que podría participar. Como se ha mostrado, asaz podía
acompañar a sustantivos, adjetivos, adverbios y otro tipo de estructuras,
como, por ejemplo, construcciones partitivas con sustantivos precedidos
de preposición (que, por analogía, acabaron por construirse también con
adjetivos y adverbios como términos de preposición). Todas ellas quedaron
reducidas paralelamente a la desaparición de asaz como adjetivo / pronom-
bre a partir del siglo XVII.
Los datos diacrónicos han dado cuenta también de que uno de los ras-
gos más destacables de este cuantificador es su gran movilidad. De hecho,
parece ser uno de los pocos cuantificadores no universales que se docu-
«E fincaron las tiendas assaz çerca de sos enemigos» 565

menta en más posiciones diferentes y de los pocos que puede coaparecer


con otros cuantificadores sean estos del mismo tipo (bastante, suficiente,
harto, mucho) o no (otro, algún, poco). Sin embargo, la tendencia mayo-
ritaria durante toda su historia, con diferencia, es la situación del cuantifi-
cador delante del elemento cuantificado, a lo que pudo contribuir también
el adelantamiento del cuantificador fuera de la frase a la que pertenece,
aunque tal posibilidad desapareciera a partir del siglo XVI.
Desde el punto de vista semántico, pese a la variedad de significados
que lexicográficamente se le suele atribuir, el análisis diacrónico muestra
que en la mayoría de los ejemplos aporta el significado de ‘muy’ y de
‘mucho’, aunque parece que el valor semántico no sería idéntico entre asaz
y estos otros dos cuantificadores, sino que habría un ligero matiz, quizás
relacionado con la elación o intensificación de la cuantificación. También se
ha mostrado que es posible hallarlo en estructuras analíticas y sintéticas ya
comparativas y superlativas, lo que mostraría su valor como refuerzo de la
gradación adjetival, al igual que sucede con otros cuantificadores de grado.
En definitiva, el análisis diacrónico de asaz demuestra su gran vitalidad
durante los siglos XV y XVI, auge que no fue suficiente para imponerse a
sus competidores. Su carácter culto, que con los siglos fue convirtiéndose
en arcaico, pudo contribuir a su limitación en el uso a la lengua literaria,
aunque pueda usarse fuera de ella para mostrar el empleo de un discurso
instruido, tal y como se ha documentado en ejemplos actuales.

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566 Cristina Buenafuentes de la Mata

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luto en el adjetivo: las perífrasis sustitutivas del superlativo», Cauce: Revista
de Filología y su Didáctica, 28, 357-386.
La especialización de donde no como
locución con valor hipotético

Inés Carrasco
Universidad de Málaga

Resumen. El objetivo de este trabajo es presentar la historia temporal de donde no


en las oraciones condicionales elípticas, valiéndonos principalmente de los datos
proporcionados por el corpus CORDE. Pretendemos establecer la cronología de
esa locución y determinar si existe alguna dependencia respecto de determinadas
Tradiciones Discursivas. El corpus base del análisis está estructurado en 11 cortes
cronológicos y está formado por un total de 406 ejemplos extraídos de 196 tex-
tos literarios y no literarios desde 1400 hasta 1950. Analizaremos asimismo las
locuciones de no y cuando no, paralelas de donde no en cuanto que sirven para
modificar la polaridad del enunciado.
Palabras clave. Morfología y sintaxis históricas.

Abstract. The aim of this paper is to present the temporal history of donde no
in elliptical conditional sentences, making use of data provided by the cor-
pus CORDE. We intend to establish the chronology of that phrase and deter-
mine whether there is any dependence on certain Discursive Traditions.
The basis of the analysis corpus is structured in 11 chronological sections and
consists of a total of 406 examples in 196 literary and non-literary texts from
1400 to 1950. Also analyze locutions de no and cuando no, parallel in that they
serve to modify the polarity of the statement.
Keywords. Historical morphology and syntax.

1. Preliminares: las condicionales elípticas


Frente a la estructura arquetípica condicional con la presencia de los
núcleos verbales correspondientes en condicionante (prótasis) y condicio-
nado (apódosis), existen otras variaciones de carácter averbal tanto en el
condicionante como en el condicionado (Keniston 1937: 421; Contreras
568 Inés Carrasco

1963: 49, 56; Montolío 1999: § 57.7). En lo que se refiere al condicionante


sin núcleo verbal explícito, se trata de una variante de la estructura ora-
cional <si + verbo>, originada por el recurso de la elipsis total, lo que da
lugar a las proformas del tipo si no, donde no, de no, de lo contrario, etc.,
llamadas procondicionantes (Polo 1971: 148), prótasis elípticas (Montolío
1999: 3711-3713) o profases (Porcar 1993: 42).
El fenómeno de la elipsis para la contraposición de dos periodos hipo-
téticos está documentado desde el latín1 y ha sido muy usado en todas las
épocas del español como recurso de carácter económico que dota al discurso
de un gran dinamismo2.
Nuestro objetivo en esta comunicación es analizar las estructuras con-
dicionales averbales introducidas por la locución donde no a partir de los
datos proporcionados por el corpus CORDE y otras fuentes secundarias
como son algunos estudios realizados en torno a las estructuras condicio-
nales, sus valores y las distintas formas de expresión. Pretendemos ahora
establecer la cronología de esa locución y determinar si existe alguna
dependencia respecto de determinadas Tradiciones Discursivas.
El corpus base del análisis está estructurado en 11 cortes cronológicos y
está formado por un total de 406 ejemplos extraídos de 196 textos literarios
y no literarios desde 1400 hasta 1950.
Analizaremos asimismo las locuciones de no y cuando no, parale-
las de donde no en los procedimientos para modificar la polaridad del
enunciado.

2. Los nexos de las condicionales elípticas


El paradigma de los nexos utilizados por los hablantes con la capacidad
de modificar la polaridad de enunciado ha ido cambiando a lo largo de la
historia de la lengua3.
Si no es el que ha dominado de forma constante y el más productivo
(Montolío 1999: 3713). Su significado es ‘de otra suerte o de lo contrario’
(DCR, s. v. si g – α α) y existen testimonios desde el año 1055: «Et si

1
Para la locución si non en latín, vid. Bassols (1976: II, 275-279), Llorens (1929:
152-161) y Meyer-Lübke (1974: III, 785).
2
Vid. al respecto Menéndez Pidal (1976: 365-366, 397).
3
Hay distintas formas de denominar a estos elementos: conectores condicionales
complejos (CCC) (Montolío 1999: § 57.6.3); anunciadores, señaladores o índices de la
condicionalidad (Polo 1971); locuciones conjuntivas condicionales (NGLE 2010: 914).
Sobre la diversidad de designaciones, vid. Porcar (1993: 35).
La especialización de donde no como locución con valor hipotético 569

esciset sua calida sana; et si non, quomodo persolbissent illos montes»4.


Menéndez Pidal (1976: 366-367) aporta una extraordinaria documentación
referida en gran parte a la tradición foral. También se encuentra de forma
frecuente en el Cantar de Mio Cid y así sucesivamente hasta la actualidad5.
Otras formas son las expresiones adverbiales de otra manera, de otra
suerte y otramente6, que sustituyen el condicionante e «indican que, de no
darse las circunstancias supuestas en la condición, no tendría lugar lo que se
dice en la oración condicionada» (Mondéjar 1966: 238). Asimismo, de no,
cuando no y donde no, que pertenecen al grupo de los «elementos conjun-
tivos de puro valor histórico» (Mondéjar 1966: 240) y con un significado
bastante similar, si bien la trayectoria de cada una de ellos no tiene por
qué haber sido paralela. Los procesos que subyacen en su formación están
relacionados con la elipsis y la subsiguiente gramaticalización.
Antes de centrarme en el estudio de donde no, de mayor vitalidad que
los otros dos en las épocas pasadas, presentaré de forma esquemática lo
referente a de no y cuando no.
2.1. De no
Expresión condicional que sigue todavía vigente en algunos países
hispanoamericanos. Es coloquial y muy común en Argentina, pero tam-
bién se encuentra en Ecuador, Colombia (Kany 1969: 350) y en todas las
capas de la lengua del Perú (Contreras 1963: 99). En España, los ejemplos
documentados por Cuervo (DCR, s. v. de 2f) son construcciones con de no
+ infinitivo. Solo hay un testimonio del siglo XIX en construcciones elípti-
cas7. Esta locución ha pasado a formar una unidad entre sus dos miembros
(denó) por la fusión de ellos de acuerdo con el proceso de coalescencia o

4
Año 1055. Pámanes. Resolución de un pleito entre Gómez Díaz, conde de Liébana
y Carrión, y Gutierre Alfonso, conde de Cea y Tordesillas. Apud Menéndez Pidal (1972:
31, 378).
5
Vid. García García (1986: 360-361) sobre los casos de construcciones condicionales
elípticas con si no en la Primera Crónica General. Para las construcciones con se non en
el Fuero de Zamora, vid. Carrasco (1987: 398). Para los ejemplos de esta locución en la
primera mitad del XVI, vid. Keniston (1937: 421).
6
Para algunas de las expresiones adverbiales equivalentes a cláusulas condicionales
documentadas en el siglo XVI: de otra manera, de otra suerte, en tal caso, otramente,
vid. Keniston (1937: 420). Montolío (1999) nos habla de sintagmas procondicionantes
especializados en variar la polaridad del enunciado precedente: de lo contrario, de otro
modo, de no ser así.
7
«El hilo de la horrible trama fue cogido; y fortuna, porque de no, al cabo de poco el
mundo hubiera sufrido un cataclismo espantoso» (J. Balmes, El protestantismo comparado
con el Catolicismo, Barcelona 1844, 56 (4.57), apud DCR, s. v. de 2f.
570 Inés Carrasco

morfologización, identificado como el último estadio de la gramaticaliza-


ción (vid. Garachana 1997: 142).
Los datos obtenidos del análisis de CORDE indicarían el poco arraigo
de esta locución en el español, aunque sobrevive hasta en el último periodo
considerado en escritores como Benavente8 o Maura9. Se aprecia que el
incremento, aunque escaso, a partir de mediados del XVIII procede de la
existencia de documentación perteneciente a Hispanoamérica: Perú, Chile,
Uruguay, Ecuador y Colombia, que es donde se sigue usando con más
frecuencia, según informaba Kany (1969).

1401-1450 0%
1451-1500 0%
1501-1550 0%
1551-1600 1,78% (1/1)
1601-1650 12,5% (7/4)
1651-1700 10,7% (6/6)
1701-1750 10,71% (6/2)
1751-1800 12,5% (7/7)
1801-1850 14,28% (8/8)
1851-1900 25% (14/10)
1901-1950 12,5% (7/3)
Total 56/41
Cuadro 1. Evolución cuantitativa de de no.

2.2. Cuando no
Sobre cuando con valor condicional en oraciones con núcleo verbal hay
ejemplos en todas las lenguas románicas (Meyer-Lübke 1974: III, § 645). En
español, desde la época medieval hasta la actualidad, existen evidencias de
cuando en estructuras en las que se mezcla el valor hipotético con el signifi-
cado temporal que, por lo general, no desaparece del todo (Alcalá Alba 1983:

8
1908: «Y cuando estaban toos bien comíos y bien bebíos, cogen a mi bisabuelo, me
lo suben encima de una mesa, y ende allí subío como estaba y que había de decir como
ellos: ¡Viva Francia y vivan los franceses! ¡Y viva el rey de los franceses!. Que de no, y
le mataban» (J. Benavente, Señora ama).
9
1900-1928: «Quizás entonces el escarmiento hiciese más cuidadoso al usufructuario;
y, de no, a su tiempo serían reclamables también los deméritos venideros, que por ser tales,
no cabe exigir de presente» (A. Maura, Dictámenes, II, 117).
La especialización de donde no como locución con valor hipotético 571

203). La locución cuando no predominó fundamentalmente en los siglos


XVI y XVII (Keniston 1937: 421-422; Contreras 1963: 99; Mondéjar 1966:
243)10. Los datos de CORDE permiten establecer las líneas respecto del uso
y vida de la locución con valor condicional. Para las dos etapas primeras de
nuestra segmentación (1401-1450; 1451-1500) no existe documentación. En
esos primeros momentos los ejemplos que se encuentran son de condicionales
no elípticas, antecedentes de las que tratamos. En el siglo XVI comienza un
discreto uso de la locución para ampliarse su difusión en la primera mitad del
XVII bajo la pluma de autores como Cervantes, Lope, Góngora. Languidece
entre mediados del XVII y mediados del XIX para volver a recuperarse desde
ese momento hasta la última época analizada, de la mano de escritores como
Valera, Galdós, Clarín, Pereda, Pérez de Ayala, Unamuno o Salinas.

1401-1450 0%
1451-1500 0%
1501-1550 1,22% (4/2)
1551-1600 4,60% (15/13)
1601-1650 16,8% (55/39)
1651-1700 1,84% (6/5)
1701-1750 0,3% (1/1)
1751-1800 4,29% (14/8)
1801-1850 3,37% (11/6)
1851-1900 10,42% (34/30)
1901-1950 7,05% (23/19)
Total: 326/69
Cuadro 2. Evolución cuantitativa de cuando no.

2.3. Donde no
Los procesos por los que el adverbio donde se convierte en un nexo con
valor condicional no son específicos del español, sino que se producen también
en algunas lenguas románicas como, por ejemplo, en italiano (Meyer-Lübke
1974: III, 709). Se trata de un proceso de cambio de carácter semántico ocu-

10
Algunos de los ejemplos recogidos por R. J. Cuervo (DCR, s. v. cuando) pertenecen
a Santa Teresa o a Cervantes: «Ansí que su Majestad moverá á quien torne por vosotras, y
cuando no, no será menester» (Sta. Ter., Cam. perf., 15); «Con lo cual se debía de contentar
el rey mi suegro que hubiere de ser, y cuando no, la infanta me ha de querer de manera
que á pesar de su padre me ha de admitir por señor y por esposo» (Cerv., Quij., 1.21).
572 Inés Carrasco

rrido por transferencia conceptual, por el que se pasa de lo espacial y temporal


a lo nocional (Polo 1971: 76; Company 2003). Iríamos de unos significados
menos complejos a otros que revisten mayor complicación conceptual. En
el caso de donde (o sus variantes antiguas do, onde) se cumple la evolución
semántica canónica de ‘lugar’ > ‘tiempo’ > ‘noción abstracta’ (Herrero 2005:
210-212)11. El empleo de donde para expresar condición (junto a la dimensión
de tiempo y otras relaciones ocasionales)12 cuenta con una importante exten-
sión geográfica (Kany 1969: 452). Estos usos han sobrevivido en el español
de ciertas zonas de América en estratos poco cultos (Contreras 1963: 99)13.
Cronológicamente, se tiene documentación de donde (do) con valor
condicional a partir de la segunda mitad del siglo XV. Para el siglo XVI,
Keniston (1937: 400) señala la identificación de donde (y cuando) con si:
«that they may introduce conditions that are contrary to fact».
2.3.1. Evolución de la locución donde no
A partir de los usos condicionales de donde se originó la locución donde
no, convertida en procondicionante por el proceso de elipsis, que ya hemos
comentado14. Este cambio constituye un caso de metonimia sintagmática
(Polo 1971), similar al que algunos investigadores han detectado en el
análisis de otros cambios gramaticales en los que el contexto es un factor
fundamental para explicar los significados no explícitos15. Los entornos
desde los que se originó la gramaticalización de donde no son aquellas
estructuras protéticas con núcleo verbal. En la prosa foral medieval se
documentan a partir de los usos en los que la condicional retoma lo dicho
antes. En principio son prótasis no elípticas con onde y donde16. Los ejem-
plos continúan en el español preclásico en textos cronísticos (DCR, s. v.
donde) y en el español aúreo17.

11
Vid. también Meyer Lübke (1974: III, 722) y Espinosa (2010: 386).
12
Sobre el desarrollo de los valores espaciales y temporales de (d)onde, vid. Elvira
(2006).
13
Para los procesos de gramaticalización que afectan a los adverbios de lugar, vid.
García/Góngora (2008).
14
Frente a lo que opina Kany (1969: 452) sobre que «el donde condicional debe de
haber sufrido la influencia de la frase elíptica donde no que fue ampliamente usada en el
sentido de ‘en el caso que no’ o ‘de lo contrario’»), creo que la dirección fue en sentido
inverso, como ha señalado Herrero (2005: 212).
15
Vid. al respecto Elvira (2005: 72), Company (2003: 39) y Santos/Espinosa (1996).
16
«Los pennos que prindaren los andadores, donde non dieren los alcalldes manifiesto,
respondan por ellos» (FLedesma, 1252, § 67).
17
Así en el siguiente ejemplo del Guzmán de Alfarache: «donde no sea esto, se podria
mal esperar ningun buen suceso» (Alf. I, 85, 21), apud Keniston (1937: 400).
La especialización de donde no como locución con valor hipotético 573

2.3.2. Documentación y cronología de la locución en prótasis averbales


En su estudio de esta locución, Mondéjar (1966: 241-242) señala que
es prácticamente imposible encontrar en los primeros siglos de nuestra
literatura —siglos XII, XIII, XIV— algunas oraciones condicionales intro-
ducidas por donde. Cuervo (DCR, s. v. donde) aduce suficiente documen-
tación, pero en su mayor parte es de la época clásica. También este mismo
autor documenta un ejemplo en Calila18, que de momento constituye el
dato más antiguo de esta expresión y que se usa continuando otra oración
previa condicional con si19. Es significativo que el primer ejemplo de esta
locución se recoja en una obra de carácter didáctico en la que se aprecia esa
función discursiva en textos de discurso referido o indirecto: «Dile que nos
emiende el tuerto que nos fizo; é si lo ficiere, bien; donde non, aparejarnos
hemos para lidiar con él» (DCR, s. v. donde)20. Para el período anteclásico
hay algún ejemplo de Santillana: «Envió á Rabsaqui por su mensagero al
rey Ezechias é á todo el pueblo, requiriéndoles é amonestándoles que se
le diessen é quél los resçebria á vida; é donde non, que generalmente los
pornia á espada» (p. 86, apud DCR, s. v. donde)21.
La formación de los córpora ha permitido poder manejar una mayor
cantidad de datos, pero las conclusiones de esas apreciaciones realizadas
por Mondéjar parece que podrán mantenerse con ciertas matizaciones. Los
resultados obtenidos de las indagaciones en el CORDE son las siguientes:
De 1300 a 1400 no hay ningún ejemplo. La primera fase que establece-
mos como punto de partida es la correspondiente al período 1400-1450, con
solo dos testimonios pertenecientes al final de ese segmento (1441 y 1450).
El uso de la locución se inicia realmente en el periodo comprendido
entre 1451 y 1500 con 26 ejemplos. Entre 1501 y 1650 se considera el
período de mayor representatividad.
A partir de la segunda mitad del XVII se reduce drásticamente el uso
de la locución, que pasa casi inadvertida en el siglo XVIII y mitad del XIX

18
Aunque es una traducción de la época alfonsí (1251), el manuscrito más antiguo es
de fines del siglo XIV o del siglo XV (DCR: I, LVII).
19
«A menudo el hablante utiliza en contextos coloquiales esta proforma protética tras
una oración condicional previa, a fin de imaginar una situación hipotética desde una doble
perspectiva, tanto en el caso de que (no) se cumplan unas condiciones, como en el caso
contrario. La estructura “<si p, q>, <si no, q>”, constituye un mecanismo de exposición
ciertamente frecuente» (Montolío 1991: 47).
20
Vid. para el valor condicional de esta frase, Herrero (2005: 212).
21
Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, Obras, Madrid, 1852. Cuervo
señala que en esa edición hay obras que no pertenencen al Marqués (DCR: I, LXV).
574 Inés Carrasco

para presentar un ligero repunte a mediados del XIX y llegar hasta el XX


con algunos escasos testimonios.

1401-1450 0,48% (2/2)


1451-1500 6,25% (26/15)
1501-1550 23% (96 /39)
1551-1600 29,8% (124/45)
1601-1650 27,4% (114/41)
1651-1700 4,6% (19/10)
1701-1750 0% (0/0)
1751-1800 0,7% (3/3)
1801-1850 0,48% (2/1)
1851-1900 2,4% (10/7)
1901-1950 4,80% (20/3)
Total: 416/166
Cuadro 3. Evolución cuantitativa de donde no.

Gráfico 1. Porcentajes de donde no.

3. Las Tradiciones Discursivas vinculadas con la locución donde no


La consideración de las Tradiciones Discursivas o los diferentes regis-
tros y soportes textuales en los que se documentan las formas se ha demos-
trado que puede ser de gran importancia para observar cómo se comporta
La especialización de donde no como locución con valor hipotético 575

y evoluciona la gramática (Company 2008; Kabatek 2008). Para el caso


concreto de las condicionales, en estudios precedentes (Montero 2006) se
ha puesto de manifiesto la relación de los recursos sintácticos con las Tra-
diciones Discursivas y el tipo de discurso predominante en ellas.
En el siguiente cuadro presentamos un resumen del número de obras
dentro de cada tipología en las que se usan las condicionales elípticas con
donde no.

Obras Documentos Tratados y Cartas y


Historiografía
literarias notariales ensayos relaciones
1401-1450 2 0 0 0 0
1451-1500 2 8 5 0 0
1501-1550 12 13 7 4 3
1551-1600 10 15 14 0 6
1601-1650 12 12 12 4 1
1651-1700 2 2 6 0 0
1701-1750 0 0 0 0 0
1751-1800 1 0 0 2 0
1801-1850 0 0 0 1 0
1851-1900 1 0 3 3 0
1901- 1950 0 0 0 3 0
Totales 42 50 47 17 10
Cuadro 4. Donde no en las TD (CORDE).

Gráfico 2. Tradiciones Discursivas.


576 Inés Carrasco

3.1. Análisis de los datos de cada segmento temporal


I) Los dos ejemplos de la primera mitad del XV inician los testimonios
en el corpus CORDE de las procondicionantes con donde no. Pertenecen
a la lengua poética, pero insertados en variedades discursivas propias del
diálogo argumentativo. Existe un yo que va planteando determinadas situa-
ciones introducidas con si y con donde. En la prótasis se retoma algo de
lo dicho previamente y en la apódosis se introduce la consecuencia que
podría derivarse de no hacerse lo que el interlocutor plantea: una promesa
o un consejo. Por ejemplo:
E si bien me fizïeres / si no, tanto se me da, / que propuesto tengo ya / de ser
tuyo si me quieres / e donde no, sin enganyo, / te juro qu’en todas maneras / lo
seré, aunque no quieras (p. 106)22; No dexéys vuestra porfia, / aquí vo, / que vos
será mal contado, / ca vos avrés alegría; / donde no, no mostrés ningún desgrado
(p. 189)23.

II) En el segmento de 1451-1500 se incrementa la presencia de las


condicionales con donde no. Hay 26 ejemplos en 15 textos repartidos entre
la historiografía, relatos breves, ordenanzas y documentos notariales, pre-
ferentemente en las cartas de súplica o recomendación, en las que predo-
minan las variedades discursivas de carácter argumentativo:
Fazemos vos saber que nos tenemos mucha gana en que el dean de Taracona,
sobrino de nuestro secretario mossen Coloma, no sea mas molestado sobre su
deanado por mossen Lobera, su aduersario […]. Rogamos vos, con quanta affec-
cion podemos, que luego vos lo fagays venir, y le dedes nuestra carta, y, por
quantas maneras pudierdes, trabajeys con el que assi lo faga; que faziendo, sin
duda el vera por la obra que librara mejor; donde no, desenganyadle, de forma
que conosca que nos ha de desseruir mucho en ello… (§ 195)24.

III) Entre 1501 y 1550 se aprecia ya el despegue de la locución. Aparece


registrada en 39 textos con un total de 96 ocurrencias. El número de docu-
mentos notariales que testimonian la expresión es importante (13) en rela-
ción con los demás textos, integrados por representantes de las más variadas
Tradiciones Discursivas: relatos de prosa literaria (12), historiografía (7),
tratados y ensayos (4), cartas y relaciones (3). De entre los autores más
destacados de este período señalamos a Pedro Luján. El siguiente fragmento

22
1440: Juan de Dueñas, Poesías (Cancionero de Palacio).
23
1450-1480: Juan de Mazuelas, Poesías (Cancionero de Gómez Manrique).
24
1496: Fernando encomienda al cardenal de Santa Cruz gestione que mosén Lobera
deje de molestar al deán de […].
La especialización de donde no como locución con valor hipotético 577

de carácter expositivo tiene la particularidad de que aquí la locución no


continúa, como en anteriores ejemplos, expresiones que sirvan de anclaje:
Para mantener la casa poco aprovecha lo que la mujer labra ni hila, sino que
también es menester que el marido afane, sude, y trabaje; donde no, crea que o
se ha de padecer gran necesidad, o que la cosa se proveerá a costa de la honra
del marido, y de la persona de la mujer (§ 792)25.

Fray Antonio de Guevara usa la expresión en Menosprecio de corte


(1 ocurrencia) y en sus Epístolas familiares (7 ocurrencias). Así, en el
siguiente texto, se concluye la argumentación con un ruego expresado con
dos período condicionales contigentes formados cada uno con equilibradas
prótasis y apódosis para, a continuación, plantear la hipótesis contraria a
través de donde no:
Y porque en materia tan odiosa no es razón que la pluma ande ya desmandada,
concluyo esta letra con deciros y rogaros que si os quisiéredes avisar y de aquí
adelante emmendar, yo seré el dichoso y vos, señor, el mejor librado, y donde
no, obligóme a teneros por deudo, mas no por amigo (§ 160)26.

Alfonso de Valdés lo usa en modalidades discursivas de discurso


referido27:
Y hecho esto, el Emperador se leuantó y llamó a sí al Rey d’armas de Francia, al
qual dixo que dixesse al Rey su señor que le restituyesse todos sus súbditos que
después del concierto de Madrid contra razón y justicia hauía hecho o permitido
prender y maltratar; donde no, que él trataría los súbditos del Rey que están en
sus reynos como él tratasse los suyos (§ 299)28.

IV) El segmento comprendido entre 1551-1600 es el mejor represen-


tado. Reúne un total de 124 ejemplos distribuidos en 45 textos. Continúa
el predominio en las obras de tradición documental notarial (15) junto con
los tratados de carácter historiográfico (14), seguidos por la prosa litera-
ria (10) y cartas (6). Dentro de la prosa literaria destacamos el siguiente
fragmento dialogado del Lazarillo, imbricado en el discurso narrativo, en
donde se puede apreciar el uso del nexo donde no con un valor ecoico de
recuperación de un anterior donde, bajo el que subyace ese doble valor
espacial-condicional:

25
1550: Pedro Luján, Diálogos matrimoniales.
26
1521-1523: fray Antonio de Guevara, Epístolas familiares.
27
Para los subtipos dialogales de tradición renacentista y clásica, vid. Bustos (2000).
28
1529: Alfonso de Valdés, Diálogo de Mercurio y Carón.
578 Inés Carrasco

Y porque vea Vuestra Merced a cuánto se estendía el ingenio deste astuto ciego,
contaré un caso de muchos que con él me acaescieron, en el cual me paresce
dio bien a entender su gran astucia. Cuando salimos de Salamanca, su motivo
fue venir a tierra de Toledo, porque decía ser la gente más rica; aunque no muy
limosnera. Arrimábase a este refrán: «Más da el duro que el desnudo». Y venimos
a este camino por los mejores lugares. Donde hallaba buena acogida y ganancia,
deteníamonos; donde no, a tercero día hacíamos Sant Juan (p. 15)29.

V) La primera mitad del siglo XVII (1601-1650) recoge 114 ítems en


41 textos. Hay un leve descenso, pero de poca trascendencia. Los repre-
sentantes de este período siguen siendo mayoritariamente los documentos
de carácter notarial junto con los ensayos historiográficos. En cuanto a
los autores literarios, tenemos que subrayar que entre los usuarios de la
locución se encuentran Lope de Vega, López de Úbeda, el Inca Garcilaso,
Quevedo o Miguel de Cervantes. Este último autor nos deja testimonios en
varias de sus obras, como en las novelas ejemplares (La española inglesa y
La Gitanilla), o en el Quijote. Así, en un texto dialogado entre don Quijote
y los labradores:
Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís;
mostrádnosla, que, si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena
gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es
pedida. -Si os la mostrara —replicó don Quijote—, ¿qué hiciérades vosotros en
confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis
de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla,
gente descomunal y soberbia. Que ahora vengáis uno a uno, como pide la orden
de caballería, ora todos juntos, como es costumbre y mala usanza de los de vues-
tra ralea, aquí os aguardo y espero, confiado en la razón que de mi parte tengo
(Quij., I, 68)30.

O en este ejemplo de diálogo argumentativo entre Sancho Panza y su


señor:
Y, así, procuraba y pugnaba por desenlazarle; viendo lo cual Sancho Panza,
se puso en pie y, arremetiendo a su amo, se abrazó con él a brazo partido y,
echándole una zancadilla, dio con él en el suelo boca arriba, púsole la rodi-
lla derecha sobre el pecho y con las manos le tenía las manos de modo que
ni le dejaba rodear ni alentar. Don Quijote le decía: -¿Cómo, traidor? ¿Con-
tra tu amo y señor natural te desmandas? ¿Con quien te da su pan te atreves?
-Ni quito rey ni pongo rey —respondió Sancho—, sino ayúdome a mí, que soy

1554: Lazarillo de Tormes. Ed. de Francisco Rico, Madrid, Cátedra, 1994.


29

1605: Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Ed.


30

de Francisco Rico, Barcelona, Crítica, 1998.


La especialización de donde no como locución con valor hipotético 579

mi señor. Vuesa merced me prometa que se estará quedo y no tratará de azotarme


por agora, que yo le dejaré libre y desembarazado; donde no, aquí morirás, trai-
dor, enemigo de doña Sancha. Prometióselo don Quijote y juró por vida de sus
pensamientos no tocarle en el pelo de la ropa y que dejaría en toda su voluntad
y albedrío el azotarse cuando quisiese (Quij., II, 1118)31.

VI) La segunda mitad del XVII (1651-1700) inicia el descenso drástico


en el uso de donde no con un total de 19 ejemplos en 10 obras, en su mayor
parte historiográficas. Destaca el gusto por esta locución de fray Francisco
de Santa Inés (1676) en su Crónica:
Pero sembrar los de un barangay en las tierras del otro, de ninguna manera se
permitía, ni menos pasarse á vivir, mayormente hombre casado ó mujer casada,
sino era pagando cierta cantidad de oro, y dando un convite público á su barangay:
y donde no, era ocasión de guerra entre los barangayes32.

VII) El siglo XVIII es la época de la decadencia. En su primera mitad


hay cero ocurrencias en el corpus CORDE.
VIII) En la segunda mitad del siglo XVIII se produce una recuperación
en tres escritores, Fernández de Moratín33, Gaspar Melchor de Jovellanos34
y José Donato de Austria35, con un ejemplo de cada uno. En los textos
expositivos de los dos últimos autores se aprecia quizás un significado
espacial, de manera que el único testigo de esta época lo tendríamos en
Fernández de Moratín.
IX) La primera mitad del XIX presenta 2 ejemplos de Manuel José
Quintana (1832)36.
X) La segunda mitad del XIX supone un aparente gusto por este nexo.
Existen 10 testimonios en 7 obras de carácter técnico: estudios gramaticales
de Andrés Bello; la Historia de los heterodoxos españoles de Menéndez y

31
1615: Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Ed.
de Francisco Rico, Barcelona, Crítica, 1998.
32
1676: Fray Francisco de Santa Inés, Crónica de la provincia de San Gregorio
Magno en las Islas Filipinas. Ed. de Leandro Corrales, Manila, 1892.
33
1771-1777: Nicolás Fernández de Moratín, Arte de putear. Ed. de Isabel Colón y
Gaspar Garrote, Archidona, Aljibe, 1995, pp. 171-172.
34
1794: Gaspar Melchor de Jovellanos, Informe de la sociedad económica de Madrid…
Ed. de José Lage, Madrid, Cátedra, 1982.
35
1800: José Donato de Austria, Memoria sobre la necesidad y utilidades de la
construcción de un camino carretero desde Veracruz a M… Ed. de Javier Ortiz de la
Tabla Ducasse, Sevilla, CSIC, 1985.
36
1832: Manuel José Quintana, Vidas, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes,
Universidad de Alicante, 2003, p. 111.
580 Inés Carrasco

Pelayo y otros tratados relacionados con la historia de Chile. La hipótesis,


por tanto, no es la de un resurgimiento sino la de que es un uso ligado en
gran medida a zonas donde esta locución estuviera más viva. En el caso
concreto de Bello, es uno de los gramáticos que recoge esta locución con
valor condicional37. La última década del XIX es de cero ocurrencias.
XI) En la primera mitad del siglo XX existe también escasa representa-
tividad: 20 casos repartidos en tres obras de tratadística (oratoria; un misal;
tratado sobre los moriscos).

3. Conclusiones
El estudio del procondicionante donde no a partir de la documentación
de CORDE nos ha permitido establecer las principales fases de la historia
de esta locución . Su etapa principal abarca todo el siglo XVI y la primera
mitad del XVII. A partir de esa época sufre algunos altibajos hasta el español
actual en donde sobrevive como rasgo de marcación diatópica reservado a
los usos del español hispanoamericano.
Las otras dos locuciones que constituyen formaciones paralelas en
cuanto a su formación por elipsis tuvieron menor arraigo. Cuando no se
difunde en la primera mitad del siglo XVII y a partir de entonces entra en
un período de letargo hasta su reaparición a mediados del siglo XIX con
los ejemplos de escritores literarios como Valera, Clarín, Galdós. Sobre de
no, su presencia en la historia del español está marcada por su discreto uso
con índices muy bajos si bien de forma constante hasta la época actual,
particularmente en zonas del español de América, donde alcanza el último
estadio de gramaticalización mediante la fusión de los dos miembros de
la locución. Estos elementos no han triunfado plenamente en el sistema
lingüístico dentro del paradigma de los procondicionantes frente al término
competidor por excelencia en estos contextos, si no, elemento desde el
principio de alta frecuencia de uso, que es una de las circunstancias que
intervienen en la rutinización y que da estabilidad al sistema. Una de las
razones que podría estar en la base del escaso éxito de estas locuciones sería
la calidad de opacidad de los signos, lo cual conlleva lecturas ambiguas y
su consecuente caída en el uso de estos elementos.
Nos hemos interesado asimismo por la vinculación de donde no con
los contextos y las Tradiciones Discursivas más favorables. Su presencia se
advierte en textos de carácter formal con predominio de los que se integran
en las tradiciones de carácter notarial, jurídico e historiográfico y dentro de

37
Vid. Gómez Asencio (2001: 312).
La especialización de donde no como locución con valor hipotético 581

ellas se da la vinculación con las variedades discursivas de carácter argu-


mentativo, los textos dialogados o en las reproducciones de los discursos
referidos, todos ellos próximos a situaciones de inmediatez comunicativa.
Bibliografía
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Formalización del predicado verbal en
Rinconete y Cortadillo, de Cervantes

Ángel Cervera Rodríguez


Universidad Complutense

Resumen. El mundo narrativo que presenta Cervantes en Rinconete y Cortadillo


está inmerso en un ambiente hiperrealista. En la obra se refleja el mundo de Moni-
podio y el del hampa de Sevilla en forma de cuadros o escenas. A lo largo de la
narración se nos da cuenta de una amplia diversidad discursiva, donde la palabra
es la protagonista junto con los personajes y, dentro de ella, el verbo constituye
el centro de atención del narrador. Para acentuar la importancia de lo verbal en
la presentación orgánica de los cuadros, la acción de la novela se mueve en el
ámbito de la oralidad mediante la interlocución comunicativa entre los personajes
y en el de la escritura mediante la narración y la descripción.
Palabras clave. Narración, predicado, verbo, perífrasis, locución y formalización
verbal.

Abstract. The narrative world Cervantes presents Rinconete y Cortadillo is


immersed in a realistic environment. The work reflects the Monipodio world
and the underworld of Seville in the form of pictures or scenes. Throughout the
narration is given account of a wide diversity of discourse, where the word is
the protagonist along with the characters and, within it, the verb is the Centre of
attention of the Narrator. To emphasize the importance of verbal in the organic
presentation of the pictures, the action of the novel moves in the field of orality
through the communicative dialogue between the characters and the writing
through the narration and description.
Keywords. Narration, predicate, verb, periphrasis, speech and verbal formalization.

1. Introducción
El discurso que teje la narración de Cervantes en Rinconete y Corta-
dillo crea la abigarrada vida social de un tropel de personajes que repre-
senta el ambiente de hampa en el que viven, donde la palabra, en general,
586 Ángel Cervera Rodríguez

y el verbo, en particular, dinamizan la trama y avivan un relato oralizado


mediante construcciones sintácticas amplificadas. El marco es narrativo,
acompañado de descripciones, pero sobre todo del diálogo, que actúa como
recurrencia interactiva entre los diversos personajes a los que el narrador
da voz recurriendo a los verbos de lengua, como preguntar, decir, añadir
o proseguir, por un lado, y responder y replicar, por otro. A su vez, intro-
duce el discurso directo e indirecto, como sucede en el ejemplo siguiente:
(1) Y preguntandole al asturiano que auian de comprar, les respondio que sendos
costales pequeños, limpios o nueuos (228).

En él se combina la interrogativa indirecta en la primera parte y el


estilo indirecto en la segunda. Aun así, lo que se pretende en este trabajo
es identificar la configuración del predicado verbal, además de conocer el
grado de formalización del verbo como auxiliar integrante de perífrasis o
formando parte de una expresión fraseológica gramaticalizada. Esta pro-
yección formalizadora del predicado verbal se produce normalmente, como
apunta Ruiz Gurillo (1997: 103), al aglutinarse los complementos en torno
al verbo en un proceso de fraseologización1.

2. Indicadores personales del predicado verbal en Rinconete y


Cortadillo2
La novela Rinconete y Cortadillo se inicia con un diálogo aparente-
mente informal, donde el narrador (locutor) da la palabra a diversos enun-
ciadores con la marca pronominal «yo» (enunciador hablante) como sujeto
de la enunciación3, que adquiere protagonismo en relación discursiva con
el «tú» (enunciador receptor). Así, la interlocución se convierte en el motor
de la historia a través del habla de los personajes.

1
La fraseologización es definida por Ruiz Gurillo (1997: 103) como el proceso por
medio del cual, gracias a la fijación en algún grado y en ocasiones a la idiomaticidad,
parcial o total, se constituye una unidad fraseológica.
2
Los ejemplos van precedidos de número arábigo correlativo entre paréntesis. Al
final, se indica la página, también entre paréntesis. Aunque se han manejado otras ediciones
—entre ellas las Obras completas de Miguel de Cervantes, Aguilar, 2003, t. I, pp. 673-
694—, se ha optado citar por la edición digital de Rodolfo Schevill y Adolfo Bonilla (1922
[1612]): Obras completas de Miguel de Cervantes Saavedra. Novelas exemplares, t. I,
Madrid, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002, pp. 208-328.
3
La enunciación, según Ducrot (1980: 33), es el acto de producir un enunciado,
producto de ella, donde se manifiesta lo explícito, lo implícito y la referencia. Y los
enunciadores son distintas voces que se manifiestan en el discurso.
Formalización del predicado verbal en Rinconete y Cortadillo 587

2.1. Marcas de identificación de los personajes


Hay un constante interés por señalar las identidades de los personajes,
principalmente las de los protagonistas, Rincón y Cortado, dando mues-
tras de total verosimilitud. Para ello, recurre a la estructura atributiva, al
presente de indicativo del verbo ser y al pronombre de primera persona
para confesar su lugar de procedencia (2), y al posesivo para hablar de su
origen, de la consideración y de la actividad de su padre (3); en otros casos,
concurren los pronombres personales y los posesivos de primera persona
(4), ejemplo este en el que Cortado explica mediante el verbo en pasado
su origen bajo y el ambiente familiar hostil:
(2) 
Yo, senor hidalgo, soy natural del Fuenfrida (214).
(3) 
Mi nombre es Pedro del Rincon, mi padre es persona de calidad, porque es
ministro de la santa Cruzada (214).
(4) 
Mi padre es sastre; enseñome su oficio, y, de corte de tisera4, con mi buen
ingenio, salte a cortar bolsas; enfadome la vida estrecha del aldea y el des-
amorado trato de mi madrastra (218).

Hay también frecuentes referencias autobiográficas de los interlocuto-


res a lo largo de la novela, como manifiesta Rincón en (5), en donde se parte
de un deíctico anafórico (desto) para referirse a lo dicho con anterioridad
y explicar, a continuación, el aprendizaje de trucos y embustes en el juego
de naipes mediante el pasado, para luego acercarse al momento narrativo
mediante el presente en una forma comparativa:
(5) Fuera desto, aprendi de vn cozinero de vn cierto embaxador ciertas tretas de
quinolas, y del parar, a quien tambien llaman el andaboba, que assi como
v. m. se puede examinar en el corte de sus antiparas, assi puedo yo ser
maestro en la ciencia vilhanesca (216).

Además, el carácter expresivo de los personajes se manifiesta a través


de procedimientos coloquiales reflejados en perífrasis y expresiones fra-
seológicas, como muestra de la sabiduría popular procedente del ambiente
social que envuelve a los personajes. En (6) se combina la perífrasis de
futuro y de posibilidad con la conjetura referida al pasado; y en (7) se utiliza
una expresión hecha con un sentido de menosprecio:
(6) Lo que yo sabre dezir dessa bolsa, es que no deue de estar perdida, si ya
no es que v. m. la puso a mal recaudo (232).
(7) Con su pan se lo coma, dixo Rincon a este punto (234).

4
La expresión cortar tijera tiene un valor metafórico, al utilizarse con el sentido de
‘robar’.
588 Ángel Cervera Rodríguez

2.2. Marcas de identificación social de los personajes en el habla


Es importante observar la identificación del estrato social reflejado
a través del habla de los personajes, puesto que, como señala Beviglia
(2010), «las identidades sociales de las personas se construyen, se mantie-
nen y se cambian a través de los discursos». Precisamente, al interpretar
la expresión, se entra de lleno en el entramado de las relaciones sociales,
identidades y conflictos que mueven a los personajes, como se muestra en
la confesión de Rincón (8), en la que, además de indicar su origen, habla
bien de su padre por la actividad que desempeña en presente atemporal:
(8) Mi padre es persona de calidad, porque es ministro de la santa Cruzada,
quiero dezir, que es bulero, o buldero, como los llama el vulgo (214).

Además, se constata en este ejemplo el deseo clarificador del narra-


dor al recurrir a expresiones reformuladoras o explicativas, como sucede
con la construcción verbal quiero decir, que repite con frecuencia, y la de
conviene a saber, equivalente a es decir, como en (9), donde, además, la
construcción verbal lleva el nexo a, equivalente actualmente a es a saber:
(9) No hazer oficios menores en todo aquel año, conuiene a saber, no lleuar
recaudo de ningun hermano mayor a la carcel ni a la casa, de parte de sus
contribuyentes (264).

Y también recurre a fórmulas de insistencia mediante la tautología


con indicadores personales, al repetir dicho en la misma expresión para
intensificar la idea en boca del «mediano»:
(10) Assi es, respondio el mediano, pero yo he dicho verdad en lo que he dicho,
porque mi tierra no es mia, pues no tengo en ella mas de vn padre (212).

2.3. Interés por el cuidado del lenguaje y la selección del verbo


Las dos modalidades de la lengua, oral y escrita, están muy presentes a
lo largo de la novela. La oralidad actúa como forma interactiva y dinamiza-
dora de la narración, en tanto que la escritura responde a la idea cervantina
de que el mundo se regula por lo escrito que perdura en el tiempo, como se
constata en la referencia al «libro de memoria». Por esta razón, Cervantes
resalta el lenguaje hablado y escrito asociándolo al ambiente que rodea a
los personajes, como se refleja en el pasaje de entrada de Rincón y Cortado
en el mundo de Monipodio, donde se reconoce que los protagonistas deben
aprender la lengua de germanía, jerga propia de la profesión de ladrón en
el entorno picaresco en el que se desenvuelve la cofradía de Monipodio,
como se ve en (11):
Formalización del predicado verbal en Rinconete y Cortadillo 589

(11) Y porque se que me han de preguntar algunos vocablos de los que he dicho,
quiero curarme en salud y dezirselo antes que me lo pregunten. Sepan voa-
cedes, que quatrero es ladron de bestias; ansia es el tormento; rosnos los
asnos, hablando con perdón (244).

En este ejemplo se habla de la necesidad de aprender el lenguaje de


germanía respondiendo a posibles preguntas sobre su necesidad mediante
la perífrasis de obligación y el pronombre de primera persona (me han de
preguntar), al tiempo que se dirige apelativamente a los receptores (sepan
voacedes), definiendo los vocablos de la villanesca mediante el presente de
indicativo (es). De este modo el narrador utiliza los tiempos y las personas
verbales en relación con el momento de la enunciación en que actúan los
interlocutores que intervienen en el acto comunicativo.

3. Configuración sintáctica del predicado verbal en Rinconete y


Cortadillo
3.1. El verbo, centro de la frase y del discurso
El verbo se constituye en núcleo organizador y estructurador sintáctico,
a la vez que es portador semántico y centro del desarrollo temático por su
proyección argumentativa, al ser núcleo de oración y de predicado. Ade-
más de utilizar verbos de significado variado —lengua, voluntad, temor,
pensamiento, movimiento, percepción, naturaleza, etc.—, estos suelen estar
expuestos a cambios en relación con la estructura sintáctica que conforman
predicados amplificados integrados y enunciados con fines discursivos, de
lo que es consciente Cervantes en la elección del tiempo, la perífrasis, la
construcción verbal y la complementación verbal, como en (12), donde
aparecen perífrasis de posibilidad representadas por el verbo de modali-
dad poder, pero también y, además, por los tiempos verbales utilizados, el
imperfecto de subjuntivo (pudiesse trauar) y el condicional (podría venir),
que refuerzan el carácter modal de posibilidad:
(12) Y querria ver si pudiesse trauar juego con ellos, aunque fuesse de poca
cantidad, que de alli podria venir a mucha […] (322).

Y aunque históricamente se han ido configurando nuevas formaliza-


ciones verbales, no siempre conforman agrupaciones unitarias, como en
(13), donde servir constituye subordinación respecto del verbo principal
se dieron, con intercalación de elementos nominales:
(13) En esto, Cortado y Rincon se dieron tan buena maña en seruir a los cami-
nantes, que lo mas del camino los lleuauan a las ancas (224).
590 Ángel Cervera Rodríguez

Es un hecho que el verbo por sí solo puede funcionar como oración,


como dice Alarcos (1994: 137), puesto que en él se combina un signo
de referencia léxica (predicado) y otro complejo de referencia gramatical
(sujeto gramatical), aunque forma una estructura argumental, constituida
por «predicado (operador) + argumentos» o por valencias, en terminología
del funcionalista Tesnière (1966: 238 y 259). Así, podemos ver construc-
ciones del tipo (14), donde la perífrasis verbal está formada por el verbo
auxiliar de movimiento ir + nexo a + verbo sensorial ver de tipo transitivo,
por lo que exige un complemento (CD):
(14) Hecho esto, se fueron a ver la ciudad (226).

Por eso mismo, el verbo no solo está expuesto a la amplificación, como


reconoce Lapesa (1960: 220), sino también a la formalización sintáctica del
predicado en su proyección pragmático-narrativa. Según esto, el verbo cons-
tituye una unidad autónoma de la que arrancan construcciones amplificadas
en forma de subordinadas sustantivas de infinitivo unitarias con verbos, como
querer, que, aun conservando el valor volitivo, forma con la complementa-
ción una construcción verbal metafórica, como en (15), que responde a una
expresión hecha con el significado de ‘prevenir un mal antes de que ocurra’:
(15) 
Quiero curarme en salud y dezirselo antes que me lo pregunten (244).

Y, a veces, el verbo, como núcleo de predicado, se utiliza con sentido


explicativo, como en (16), en que se responde negativamente a la pregunta
y se complementa con una serie de propuestas en forma disyuntiva:
(16) ¿Y con solo esso que hazen, dizen essos señores, dixo Cortadillo, que su
vida es santa y buena? Pues ¿que tiene de malo?, replicó el moço: ¿no es
peor ser hereje o renegado, o matar a su padre y madre, o ser solomico?
Sodomita, querra decir vuesa merce, respondio Rincon (246).

En líneas generales, las construcciones dominantes en Rinconete y Cor-


tadillo son las enunciativas, como en (17), aunque también hay expresio-
nes interrogativas, generalmente de tipo informativo, como en (18), cuya
respuesta va acompañada de una fórmula de tratamiento de cortesía; y
exclamaciones, como (19):
(17) Esso juro yo bien, añadio Monipodio, y de la boca me quitaste, Chiquizna-
que amigo, todo quanto aqui has dicho (310).
(18) ¿Es vuessa merced por ventura ladron? Si, respondio el, para seruir a Dios
y a las buenas gentes (242).
(19) ¡Que bien esta en la cuenta el señor!, dixo Chiquiznaque (308).
Formalización del predicado verbal en Rinconete y Cortadillo 591

Cervantes utiliza no solo el indicativo, sino también el subjuntivo e


imperativo para la configuración de construcciones verbales, como en (20),
con carácter modal optativo:
(20) Ni somos de Teba ni de Murcia, dixo Cortado, si otra cosa quiere, digala,
si no, vayase con Dios (238).

Pero normalmente el predicado se ensancha sintácticamente porque


constituye una estructura argumental que incluye la función que ejercen
las categorías y las proposiciones que inciden en su núcleo, donde pueden
aparecer formalizaciones frecuentes de construcciones verbales y perífra-
sis verbales de modalidad diferentes, como en (21), donde se recurre a la
perífrasis modal de obligación ha de parezer, a la iterativa torno a jurar
y a la incoativa començose a encolerizar, junto a construcciones verbales
fraseológicas (lançaua fuego por los ojos):
(21) No hay leuas conmigo, replicó Monipodio, la bolsa ha de parezer, porque
la pide el alguazil, que es amigo y nos haze mil plazeres al año. Tornó a
jurar el moço que no sabia della. Començose a encolerizar Monipodio de
manera que parecia que fuego viuo lançaua por los ojos con verbos diversos
(266).

En cualquier caso, se observa la tendencia a la estructura sintáctica


amplificada en la que se combina la coordinación con la subordinación
adjetiva, sustantiva y causal.
3.2. Variedad de construcciones sintácticas en Rinconete y Cortadillo
Cervantes, como heredero del pensamiento renacentista, se interesa por
el manejo natural y culto del lenguaje. Y, como buen narrador, ensancha y
amplía la frase, por lo que hay un dominio de la coordinación, la subordi-
nación y el periodo largo. Dentro de este desarrollo adquiere protagonismo
el verbo. Y, aunque no siempre las funciones sintácticas se corresponden
con el régimen del verbo, es en el predicado donde radica, según Lapesa
(1968: 220-221), la tendencia de Cervantes a la amplificación sintáctica.
Prácticamente están presentes todos los tipos de construcción sintáctica,
desde la más simple y abreviada hasta la más compleja y extensa, pasando
por la yuxtapuesta y coordinada; si bien domina la subordinación sustantiva
de estilo directo e indirecto a través de la intervención de los personajes que
actúan como enunciadores del relato. Esto demuestra la capacidad narrativa
de Cervantes que, a pesar del recurso al estilo amplificado, mantiene la
amenidad del relato, con procedimientos sintácticos tan diversos como el
de la utilización de constricciones simples (22) y coordinadas copulativas
592 Ángel Cervera Rodríguez

(23) o disyuntivas (24), en este caso con valor contrastivo equivalente a


‘o de lo contrario’:
(22) Ven aca, Ganchuelo, ¿estan puestas las postas? (258).
(23) Rincon abrio la mano, y mostrole los tres quartos (232).
(24) Assi se hara, o no quedará de mi pedaço, replicó Monipodio (260).

Asimismo, es frecuente el uso de subordinadas de infinitivo con nexo


introductorio (de, a, en) o sin él, dando lugar a veces al dequeísmo (25) y
al queísmo (26):
(25) Respondió que el oficio era descasado y de que no se pagaba alcabala (147).
(26) […] cuanto más que no hay quien nos mande hacer esta dili­gencia, a causa
que nunca nos confesamos (161).

Al igual son muy frecuentes las sustantivas de estilo directo, como en


(27) o (28):
(27) Sea en buen ora, dixo el otro (218).
(28) ¿Y con solo esso que hazen, dizen essos señores, dixo Cortadillo, que su
vida es santa y buena? (246).

Igualmente está presente la sustantiva en estilo indirecto (29) e inte-


rrogativa indirecta (30):
(29) Y assi les aconsejo que vengan conmigo a darle la obediencia (240).
(30) Y auiendosela ya dado secretamente, veys aqui do buelue el estudiante
trasudando y turbado de muerte; y viendo a Cortado, le dixo si a caso auia
visto vna bolsa de tales y tales señas (232).

A veces, aparece la repetición del nexo que, como un componente de


apoyo expresivo y narratológico, como en (31), donde hay un compromiso
de ayuda al interlocutor en el caso de que se cumpla la condición.
(31) Y díjole que si quería servir, que él le sacaría de aquel batido oficio (248).

Y es habitual la subordinación adjetiva en el proceso explicativo y


descriptivo de escenas, como en (32) y (33), complementada en el primer
caso con el uso del gerundio con valor temporal, el que completivo, el
imperfecto y el indefinido, y en el segundo por el presente de subjuntivo
con valor apelativo, el que completivo y el presente de indicativo.
(32) Y viendo que tardaua, se atreuio Rincon a entrar en vna sala baxa, de dos
pequeñas que en el patio estauan (248).
(33) Pero escuchemos lo que quieren cantar nuestros musicos, que parece que
la Gananciosa ha escupido, señal de que quiere cantar (300).
Formalización del predicado verbal en Rinconete y Cortadillo 593

Pero, además de las subordinadas sustantivas y adjetivas, son también


constantes las adverbiales de modo (34), tiempo (35), causa (36), compa-
ración (37), concesión (38), condición (39) y finalidad (40):
(34) (Los naipes) con los quales he ganado mi vida por los mesones y ventas
que hay desde Madrid aqui, jugando a la veintiuna (216).
(35) Riose el soldado, cargole muy bien, mostrole la casa de su dama, para que
la supiesse de alli adelante y el no tuuiesse necessidad, quando otra vez le
embiasse, de acompañarle (230).
(36) No quiso la Cariharta passar su gusto en silencio, porque, tomando otro
chapin, se metio en dança, y acompañó a las demas, diciendo (302).
(37) […] quanto mas que no ay quien nos mande hazer esta diligencia (246).
(38) […] aunque v. m. los vee tan astrosos y maltratados, vsan de vna marauillosa
virtud con quien los entiende, que no alçará, que no quede vn as debaxo
(216).
(39) […] si no lo sabes, que a lo que se quiere bien, se castiga (284).
(40) Y diziendo esto, se quitó el sombrero y boluio las espaldas para yrse (308).

A todo ello se unen las construcciones con gerundio —con y sin nexo
introductorio— con diferentes valores temporales, modales e incluso como
marcadores discursivos, como en (41), en donde se ponen de manifiesto
la concurrencia de lo narrativo con el empleo del indefinido y las marcas
descriptivas por las aposiciones, enumeraciones, el uso del imperfecto y el
conector espacial explicativo por donde:
(41) Entraron con él dos mozas, afeitados los rostros, llenos de color los labios…:
señales claras por donde, en viéndolas Rinconete y Cortadillo, conocieron
que eran de la casa llana (178).

4. Formalización verbal en Rinconete y Cortadillo


4.1. Perífrasis verbales
La perífrasis es uno de los procedimientos sintácticos más vivos de la
lengua utilizado por Cervantes. Se trata de una formalización gramatical
muy frecuente en las construcciones sintácticas en Rinconete y Cortadillo.
Probablemente el afán de narrar de modo activo y expresivo contribuye
a que se produzca la proliferación de perífrasis verbales en la obra, con-
sideradas por la NGLE (2011: 160) como combinaciones en las que un
verbo auxiliar se une a un verbo auxiliado, construido en forma no per-
sonal, sin dar lugar a dos predicaciones distintas. Para Hernández Alonso
(1975: 231), las perífrasis responden a «sintagmas verbales compuestos,
muy expresivos, que contienen un significado principal y un matiz nacido
de la conjunción de dos verbos en uno». Eso sí, la cohesión entre las dos
594 Ángel Cervera Rodríguez

formas verbales permite que los pronombres átonos que complementan a


la segunda se puedan anteponer a la primera, al tiempo que se constata
que hay verbos que adquieren un alto grado de formalización sintáctica en
su proyección pragmático-narrativa, como en (42), donde concurren una
perífrasis aspectual incoativa y otra durativa junto a una construcción verbal
con sujeto concertado (conviene saberlos):
(42) 
Comencemos a andar, que yo los yre declarando por el camino, respondio
el moço, con otros algunos, que assi les conuiene saberlos, como el pan de
la boca (242).

Así pues, las perífrasis verbales son construcciones en las que el verbo
auxiliar pierde su carácter semántico propio en favor del verbo auxiliado for-
mando una expresión unitaria. Cuando el verbo conserva parte de su signifi-
cado, se puede considerar como una perífrasis en proceso de lexicalización,
aunque a veces los límites no están nada claros, sobre todo en aquellos casos
en los que el auxiliado va en infinitivo. El Esbozo (1973: 444), refiriéndose
a la perífrasis verbal, señala que «cuando un verbo forma parte de determi-
nadas perífrasis o sintagmas fijos que pueden afectar a todas las formas de
su conjugación, se producen en el significado del verbo ciertos matices o
alteraciones expresivas». En Rinconete y Cortadillo se muestra una amplia
variedad de perífrasis de infinitivo, gerundio y participio, aunque las más
frecuentes son las aspectuales y modales de infinitivo. Algunas están total-
mente consolidadas en la lengua y otras están en proceso de formalización.
4.1.1. Perífrasis de infinitivo
Las perífrasis de infinitivo presentan la acción en potencia de realiza-
ción (in posse), por lo que expresan una idea prospectiva o de futuro. En
Rinconete y Cortadillo aparecen más de 28 verbos distintos actuando como
auxiliares de perífrasis de infinitivo o formando parte de construcciones
con infinitivo, que son las más frecuentes, como la aspectual incoativa (43-
44), la aspectual ingresiva (45-46), la aspectual iterativa (47), la aspectual
frecuentativa (48) y las de carácter privativo (49) o resultativo (50), que
presentan un claro valor perlocutivo:
(43) Mas apenas auian començado a dar assalto a las naranjas (278).
(44) Sossieguense, que yo le saldre a hablar (264).
(45) Vuessas mercedes se queden a la puerta, que yo entrare a ver si está des-
ocupado (246).
(46) Luego se pusieron los dos a jugar a la veyntiuna con los ya referidos naipes
(220).
(47) Todos le boluieron las gracias; tornaronse a abraçar Repolido y la Cariharta,
la Escalanta con Maniferro, y la Gananciosa con Chiquiznaque (322).
Formalización del predicado verbal en Rinconete y Cortadillo 595

(48) […] se suelen llamar polaynas (212).


(49) Serian los del almuerço hasta catorze, y ninguno dellos dexó de sacar su
cuchillo de cachas amarillas, si no fue Rinconete (278).
(50) Luego determinaron de comprar los instrumentos necessarios para vsalle,
pues lo podian vsar sin examen (226).

Son también frecuentes las perífrasis de modalidad de obligación con


haber de + infinitivo (51), haber + infinitivo (52, en donde se elide el nexo
que) o tener de + infinitivo (53, con nexo de en lugar de que):
(51) Por fuerça se ha de passar adelante (210).
(52) No ay dudar en esso, replicó la Gananciosa (286).
(53) La estrena no sera mala, porque estoy de ganancia y enamorado, y tengo
de hazer hoy banquete a vnas amigas de mi señora (230).

Asimismo, las de posibilidad, con deber de + infinitivo (54) y poner


+ infinitivo (55, en donde el condicional refuerza la modalidad del verbo
poder):
(54) Esso es ello, pecador de mi, respondio el estudiante, que la deui de poner
a mal recaudo, pues me la hurtaron (232).
(55) […] en verdad que me podria examinar de maestro, sino que la corta suerte
me tiene arrinconado» (212).

Hay, además, una amplia variedad de agrupaciones verbales formadas


por verbo + (a, de) + infinitivo, gramaticalizadas o en proceso de gra-
maticalización. Gili Gaya (1970: 106) distingue entre perífrasis y frases
verbales. Por su parte, Alarcos (1994: 259) considera que la frontera viene
determinada por particularidades semánticas: «si el verbo auxiliar conserva
su referencia de sentido, no hay perífrasis; si se modifica o anula, se trata
de perífrasis». Así lo vemos con echar (tr.) de + infinitivo y traer (tr.) a
+ infinitivo (56), mandar (tr.) + infinitivo (57), enseñar (tr.) a + infinitivo
(58), hacer (tr.) + infinitivo (59), irse (intr.) a + infinitivo (60), obligarse
(tr.) a + infinitivo (61), procurarse (tr.) de + infinitivo (62), querer (tr.) +
infinitivo (63), saber (tr.) + infinitivo (64), saltar (tr.) a + infinitivo (65), ver
(tr.) + infinitivo (66) y venir (intr.) a + infinitivo (67). Se trata de construc-
ciones verbales formadas por verbo (tr. o intr.) + (nexo) + infinitivo, cuyo
verbo inicial no ha perdido su significado, aunque contribuye al significado
conjunto de la construcción:
(56) 
Y aun temer el dia que sus culpas les auian de traer a morar en ellas de
por vida; echaron de ver los muchos muchachos de la esportilla, que por
alli andauan (226).
596 Ángel Cervera Rodríguez

(57) Su guia les mandó esperar en vn pequeño patio ladrillado (248).
(58) […] me enseñó a cortar antiparas, que como v. m. bien sabe (212).
(59) Porque tenemos de costumbre de hazer dezir cada año ciertas missas por
las animas de nuestros difuntos y bienhechores (256).
(60) Tambien topé, dixo el viejo, en vna casa de posadas en la calle de Tintores
al Iudio, en habito de clerigo, que se ha ydo a possar alli (322).
(61) Era algo ladronzillo, le auia tomado la bolsa, y que el se obligaua a saberlo
dentro de pocos o de muchos dias (238).
(62) Despidiendose del, le dixo que a la tarde procurasse de verle en aquel mismo
lugar (238).
(63) Querria saber, hijos, lo que sabeys, para daros el oficio (258).
(64) Y tambien, si fuere menester, sabremos tocar los cascabeles (296).
(65) Mi padre es sastre; enseñome su oficio, y, de corte de tisera, con mi buen
ingenio, salté a cortar bolsas (218).
(66) Y mire no se ensanche por verme hablar tan manso (294).
(67) Vengo a dezir a vuessas mercedes como agora, agora, topé en Gradas a
Lobillo el de Malaga, y dizeme que viene mejorado en su arte de tal manera
(320).

4.1.2. Perífrasis de participio


Las perífrasis de participio expresan acción acabada o terminada (in
esse). Hay gramáticos que no las consideran perífrasis; no obstante, la
NGLE (2011) mantiene el concepto tradicional de perífrasis de participio,
aunque restringido a los auxiliares estar, tener y llevar. En estos casos
muestran concordancia con el sujeto. En Rinconete y Cortadillo son muchas
las construcciones verbales que se han formalizado mediante verbos que
actúan como auxiliares acompañados de participio, el cual proporciona un
valor aspectual terminativo con estar (68), hallar(se) (69), quedarse (70),
ser (71), tener (72), traer (73), venir (74) y ver (75):
(68) Vio que en otra estaua escrito (312).
(69) Passó adelante Rinconete, y en otra hoja halló escrito: Memorial de agrauios
(314).
(70) Cortadillo se quedó confirmado con el renombre de Bueno (270).
(71) Y pague luego lo trabajado; y si fuere seruido que se le de otra al amo, de la
cantidad que pueda lleuar su rostro, haga cuenta que ya se la estan curando
(310).
(72) […] tengo socarrado todo el coraçon (298).
(73) Traia cubierta vna capa de vayeta casi hasta los pies, en los quales traia
vnos çapatos enchancletados (252).
(74) Venia descabellada, y la cara llena de tolondrones (180).
(75) No aya mas, enojada mia; por tu vida que te sossiegues, ansi te veas casada
(292).
Formalización del predicado verbal en Rinconete y Cortadillo 597

4.1.3. Perífrasis de gerundio


Las perífrasis de gerundio presentan una acción, un proceso o un estado
de cosas en curso o en desarrollo (in fieri). Todas ellas son «aspectuales»,
aunque hay diferencias en los significados que expresan y en las restric-
ciones a las que están sometidas. Son varios los verbos que actúan como
auxiliares de perífrasis de gerundio en Rinconete y Cortadillo: acabar (76),
estar (77), ir(se) (78), proseguir (79), quedarse (80-81), seguir (82), venir
(83) y volver (84). Todas estas perífrasis expresan acción continuada:
(76) Y aplicandosele a los labios, de vn tiron, sin tomar aliento, lo trasego del
corcho al estomago, y acabó diziendo: De Guadalcanal es (274).
(77) Y pague luego lo trabajado; y si fuere seruido que se le de otra al amo, de la
cantidad que pueda lleuar su rostro, haga cuenta que ya se la estan curando
(310).
(78) O que nos ordena y manda, que se va haziendo tarde y va entrando el calor
mas que de paso (318).
(79) El sahumerio le perdonariamos, respondio el estudiante, y Cortado prosiguio
diciendo (234).
(80) Tres centinelas quedan auiçorando, y no ay que temer que nos cojan de
sobresalto (258).
(81) los dos se quedaron esperando a la puerta (248).
(82) Siguio la Gananciosa cantando (302).
(83) Y venian sudando la gota tan gorda, que era vna compassion verlos entrar
hijadeando y corriendo agua de sus rostros, que parecian vnos angelicos
(272).
(84) Chiquiznaque y Maniferro no sabian si enojarse, o si no, y estuuieronse
quedos, esperando lo que Repolido haria, el qual, viendose rogar de la
Cariharta y de Monipodio, boluio diciendo (298).

4.2. Expresiones, locuciones y refranes


La unidad fraseológica se define como grupo de palabras lexicalizado
que muestra una estabilidad sintáctica y semántica, además de adquirir un
significado trasladado, es decir, idiomático. Dentro de ellas, las unidades
sintagmáticas verbales —locuciones o bien colocaciones­— están consti-
tuidas por V + SN, muchas de las cuales, como puede verse en (85), con
el significado de ‘desechar o descartar’, han alcanzado un grado de forma-
lización tan alto que se han lexicalizado y pertenecen así a lo que Coseriu
(1986) llama «discurso repetido»:
(85) En aquel parage dio al traste con quinze escudos de oro (266).

Para Casares (1992: 170), la locución es la combinación estable de dos


o más términos que funcionan como un elemento oracional, cuyo sentido
598 Ángel Cervera Rodríguez

unitario consabido no se justifica, sin más, con una suma del significado
normal de los componentes. Las locuciones se relacionan con frase pro-
verbial, refrán, dialogismo, modismo o forman parte de las «expresiones
pluriverbales», como las denomina la Academia. Aun así, la mayoría de los
paremiólogos, como Zuluaga (1980), Corpas (1996) o Ruiz Gurillo (1997)
distinguen entre las expresiones idiomáticas, caracterizadas por su fijación e
idiomaticidad5, y las unidades sintagmáticas nominales y verbales, solo por
su fijación, aunque, para Zuluaga (1980: 124), toda expresión idiomática es
fija y la idiomaticidad presupone la fijación. Tradicionalmente se ha tratado
de delimitar el concepto de locución, considerada por Casares (1992: 268-
170) como unidad inalterable y dotada de unidad de sentido. En esta línea,
Corpas (1996: 50-51 y 88) señala que las locuciones no constituyen enun-
ciados completos ni actos de habla, sino que funcionan como elementos
oracionales —dotados de fijación interna, unidad de significado y fijación
externa paremática— equivalentes a sintagmas. Esta idea es compartida por
García-Page (2008: 27-33), al referirse a ellas como unidades fraseológicas
constituidas por rasgos de fijación, idiomaticidad e institucionalización.
Al explicar las locuciones verbales, Casares (1992: 177-178) se refiere
a ellas como una clase que ofrece el aspecto de una oración transitiva,
intransitiva o predicativa, donde el verbo copulativo es necesariamente
parte integrante de la locución. Pero no siempre las funciones sintácticas se
corresponden con el régimen del verbo establecido. Eso sí, el auge actual
de los estudios fraseológicos en la lingüística aplicada no se corresponde
claramente con el escaso espacio dedicado a la fraseología diacrónica-
mente, como señala Echenique (2003: 545). De todos modos, en Rinconete
y Cortadillo es frecuente el uso de locuciones —expresiones fijas y refra-
nes— constituidas por V + locución nominal (86), adverbio (87), sintagma
nominal (88 y 89), sintagma preposicional (90), pronombre (91), adjetivo
(92) o participio (93):
(86) Acogieronle de buena gana (220).
(87) Toda esta licion tomaron bien de memoria, y otro dia, bien de mañana, se
plantaron en la plaça de san Saluador (228).
(88) Sin desplegar los labios y sin dezir esta boca es mia (262).
(89) Que quiera enojar ni hazer burla de otro amigo (298).

5
A diferencia de la idiomaticidad, la lexicalización se produce cuando un sintagma se
convierte en unidad léxica, por lo que conlleva una cierta idiomaticidad o especialización
significativa. Y la fraseologización es un proceso por el que, gracias a la fijación —parcial
o total—, se constituye una unidad fraseológica.
Formalización del predicado verbal en Rinconete y Cortadillo 599

(90) Quiero curarme en salud y dezirselo antes que me lo pregunten (242).


(91) Tenganle, no se vaya, que hara de las suyas; ¿no veen que va enojado (298).
(92) […] confessemos llanamente que no teniamos blanca, ni aun çapatos (220).
(93) Fuesse muy satisfecho el cauallero (312).

A todas estas formalizaciones hay que añadir el amplio número de


enunciados existentes en Rinconete y Cortadillo, que actúan como uni-
dades independientes unitarias. Algunas de estas expresiones son propias
del lenguaje de germanía que permite retratar a los personajes mediante
el uso de frases hechas y sentencias (94-95), expresiones coloquiales (96-
97), refranes (98-99) y otros formulismos sociales (100-101). En todas
estas construcciones hay referencias a costumbres sociales, a la sabiduría
popular, a tradiciones, al habla coloquial y al mundo religioso:
(94) […] el ojo no me miente (212).
(95) Con su pan se lo coma, dixo Rincon a este punto; no le arriendo la ganancia;
dia de juyzio ay, donde todo saldra en la colada (234).
(96) Pues sea en buen ora, dixo Monipodio (322).
(97) Y cumplirase al pie de la letra, sin que falte vna tilde (316).
(98) Conuiene que se cumpla aquel refran que dize: No es mucho que a quien
te da la gallina entera, tu des vna pierna della (268).
(99) Prosiguio Chiquiznaque, dezir: quien mal quiere a Beltran, mal quiere a su
can (308).
(100) y seruiremos a vs. ms. en todo quanto nos mandaren (222).
(101) Cosa nueua es para mi que aya ladrones en el mundo para seruir a Dios
y a la buena gente (242).

5. Algunos aspectos lingüístico-estilísticos en el predicado verbal


Cervantes no solo narra la historia de Rinconete y Cortadillo, sino
que la moldea y la ambienta con descripciones escénicas que convier-
ten la obra en un alarde de lengua y de elevado estilo literario, siempre
marcado por la naturalidad, la expresividad y la sabia combinación de
las modalidades dialógica, narrativa y descriptiva. No obstante, conviene
resaltar algunos de los rasgos llamativos de su estilo, como los siguientes:
el empleo del verbo ser con valor de ‘estar’ (102), que viene de antiguo,
según señala Lapesa (2000: 787); el uso de estar con significado de
‘tardar’ (103); el empleo del imperfecto de indicativo por el condi­cional
(104); el uso del pronombre de cortesía vos entre iguales (105); el recurso
al hipérbaton (106); el asíndeton (107); el recurso a la coordinación copu-
lativa (108); el uso de constantes estructuras sinonímicas como recurso
descriptivo (109); el empleo de correspondencias (110), y el uso de formas
tautológicas (111):
600 Ángel Cervera Rodríguez

(102) Que el domingo sera aqui sin falta (320).


(103) Que más estaras tu en contarle que yo en hacerte vengada (186).
(104) Bien podía borrarse esa partida —dijo Maniferro—, porque esta noche
traere finiquito della (208).
(105) […] mas tomadla vos, Rincón, por lo que puede suceder (250).
(106) ¿Las manos había él de ser osado ponerlas en el rostro de la Cariharta?
(290).
(107) Llegaron también de los postreros dos bravos y bizarros mozos, de bigotes
largos, sombreros de grande falda, cuellos a la valona, medias de color,
ligas de gran balumba, espadas de más de marca, sendos pistoletes cada
uno en lugar de dagas (264).
(108) Sus compañeros le detuvieron y aconsejaron que no fuese (244).
(109) Ciertas tretas de quínolas, y del parar, a quien también llaman el aldaboba
(240).
(110) Porque los del uno eran alpargates, tan traídos como llevados, y los del
otro, picados y sin suelas (234).
(111) Al boluer que boluio Monipodio (270).
Asimismo, el dominio del lenguaje se refleja en: la recurrencia léxica
de verbos, aunque también de sustantivos, adjetivos o participios, como
en (112); el recurso de la reformulación mediante formas de rectificación
o corrección lingüística (113), y la utilización de constantes formas com-
parativas (114):
(112) Todos voacedes han hablado como buenos amigos, y como tales amigos
se den las manos de amigos (298).
(113) Ya sabemos aqui, dixo Cortadillo, señor Monipodio, qué quiere dezir
ansias, y para todo tenemos animo (262).
(114) […] y a pedirte perdon de todo lo passado, rindiendosete como vn cordero
(286).

Así pues, en la lengua de Rinconete y Cortadillo se combina armó-


nicamente el componente culto y el habla popular y jergal, sin que falten
usos arcaizantes. Por ello, puede afirmarse que la habilidad lingüística y
el ingenio literario de Cervantes le han servido para construir una historia
de sencilla intriga, pero cuajada de un diálogo intenso, de descripciones
llenas de vida y de un auténtico alarde verbal.

6. Conclusión
El narrador inicia la obra con una presentación y sigue con un diálogo,
que se convierte en la guía que mueve a los personajes para crear un mundo
de oralidad. Por eso juega Cervantes constantemente con los verbos decir,
repetido más de 100 veces, y responder, utilizado en más de 60 ocasiones,
como en (115):
Formalización del predicado verbal en Rinconete y Cortadillo 601

(115) Assi es, dixo a esto el Repolido. Pero mire v. m., señor Monipodio, lo que
nos ordena y manda, que se va haziendo tarde y va entrando el calor mas
que de paso. Lo que se ha de hazer, respondio Monipodio (318).
De este modo el relato sigue una proyección discursiva dialógica,
dotada de variedad y formalización verbal, que actúa como hilo conductor
de la acción y de la trama argumental. Por eso, cabe decir que, a través de
la diversidad de formas verbales empleadas, Cervantes diseña un marco
narrativo dinámico y ameno en Rinconete y Cortadillo, gracias a su capa-
cidad creativa y dominio lingüístico, que le permiten retratar la sociedad
de su tiempo con un español clásico y moderno a la vez.

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602 Ángel Cervera Rodríguez

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furt, Peter Lang.
Adverbios cortos y adverbios largos en el español.
Una comparación gramatical interna diacrónica

Concepción Company Company


Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen. La diferencia entre adverbios cortos, vámonos rápido, y adverbios


largos, vámonos rápidamente, se ha establecido, tradicionalmente, en términos
sociolingüísticos, dialectales y de gramática histórica externa. Este trabajo hace
un acercamiento desde otra óptica: la gramática histórica interna. Compara dos
pares mínimos de adverbios cortos y largos, en dos periodos del español, siglos
XVIII y xx-xxi, finales e inicio, respectivamente. El análisis cualitativo y cuanti-
tativo del corpus muestra que adverbios cortos y largos ponen de relieve aspectos
gramaticales distintos: los cortos retienen «memoria» de su categoría adjetiva
originaria y ello determina su comportamiento sintáctico: mayor adyacencia o
cohesión verbal, mayor aparición en contextos con elevada nominalidad y menor
complejidad sintáctica eventiva. Los largos pueden aparecer en los contextos de
los cortos, pero pueden y suelen tener menor cohesión verbal, mayor diversidad
léxica nominal y sucesión de nominales no vinculados entre sí, y suelen aparecer
en eventos mucho más complejos.
Palabras clave. Adverbio corto, adverbio largo, adverbio adjetival, adverbios en
-mente, marcación, adyacencia, complejidad eventiva, nominalidad.

Abstract. The traditional analysis of short and long adverbs, vámonos rápido /
vámonos rápidamente, has been done from a sociolinguistic perspective, from
a dialectal one, and from an external historical point of view also. This paper
adopts a different perspective: historical internal grammar perspective. The paper
compares two minimal pairs of short and long adverbs in two periods of Spanish,
the 18th and the 20th-21st centuries. The paper shows that a short adverb keeps
«traces» of its original adjective category, and for that reason, to recategorize as
an adverb, it needs more cohesion with the verb, it needs a rigid relative v-adverb
order, and it needs to appear in contexts having a greater number of nominals and
a lesser event complexity, as compared to long adverbs.
604 Concepción Company Company

Keywords. Short adverb, long adverb, adjectival adverb, -mente adverb, marked-
ness, event complexity, adjacency, nominality.

1. Introducción
Las construcciones del tipo «respire hondo», «váyase derecho», «llego
rápido», «yo redacto directo en la máquina», con un adverbio adjetival
modificando a un verbo, y las del tipo «salió rápidamente», «yo redacto
directamente en la máquina», con un adverbio en -mente modificando a
un verbo, han sido objeto de numerosos análisis sintácticos y semánti-
cos, sincrónicos y diacrónicos, pero casi siempre de manera separada, sin
realizar una comparación de sus similitudes y diferencias sintácticas. Un
análisis comparativo gramatical estricto de dos pares de adverbios, rápido
~ rápidamente / infinito ~ infinitamente, es justamente el objetivo de este
trabajo. Para fines operativos, denominaré a los primeros adverbios cortos
y a los segundos adverbios largos.
La información existente sobre estas dos clases de formas adverbiales
es, como digo, abundante. Los siguientes puntos resumen los aspectos más
importantes vertidos en la bibliografía de los últimos veinte años1.
1. En español, como en la mayoría de lenguas romances, los adverbios
cortos y los largos tienen una distribución muy similar y ambos codifican,
en términos generales, un «mismo» espacio funcional de la modalidad de
manera: «váyase rápido» ~ «váyase rápidamente»; «entremos directo al
problema» ~ «entremos directamente al problema»; «Cierto, no me había
percatado» ~ «Ciertamente, no me había percatado». Sin embargo, hay
distribuciones complementarias o excluyentes, en las cuales, a veces la
construcción gramatical está codificada mediante el adverbio corto úni-
camente: «respire hondo» / *«respire hondamente»; «lo tengo claro» /
*«lo tengo claramente»; «Listo, ya está agendado» / *«Listamente, ya está
agendado»; a veces solo por el adverbio largo: «lo cree firmemente», *«lo
cree firme», y a veces es bastante dudoso cuál de los dos adverbios codi-
fica la construcción aceptada, si no es que la gramatical: «hable fuerte» /

1
Cf., entre muchos otros, para adverbios cortos en sincronía, Hummel (2000, 2012,
2013a, 2013b), Suñer/Di Tullio (2001), Abeillé/Godard (2004); para adverbios cortos en
diacronía, Hummel (2014). Para adverbios largos en sincronía, Kovacci (1999), rae-
asale (2009: §§ 13 y 30); para adverbios largos en diacronía, Company (2012a, 2012b,
2014); Hummel (2013c). Para adverbios en latín, Karlsson (1981), Tarriño (2009) y Ricca
(2010), entre otros.
Adverbios cortos y adverbios largos en el español 605

?«hable fuertemente», «me da igual» / ?«me da igualmente». Sigue siendo


un tema pendiente de la gramática del español, hasta donde sé, investigar
por qué ciertos pares de adverbios tienen distribución afín y por qué otros
pares se excluyen.
2. Los adverbios cortos y largos difieren en alcance o ámbito de la
modificación. Los primeros modifican, fundamentalmente, al verbo o tie-
nen un alcance extraoracional-discursivo; los segundos pueden modificar
al verbo, al sustantivo, al adjetivo, al adverbio, al predicado, además de
operar también en un nivel extraoracional-discursivo. Es decir, los cortos
son menos flexibles que los largos en cuanto a las categorías y tramos
textuales modificados.
3. Los adverbios cortos tienen una mayor cohesión o adyacencia con el
verbo y casi siempre se posponen a este; los largos tienen mayor movilidad
posicional y mayor flexibilidad en el orden relativo respecto del verbo.
4. Los dos tipos de adverbios se forman sobre adjetivos latinos, pero
a partir de distinto caso. Los cortos se forman, básicamente, con el nomi-
nativo-acusativo neutro; se conocen en la bibliografía como «acusativos
adverbiales»: «dulce ridere», «multum te amamus»; los largos se forman a
partir de una fn latina en ablativo: adjetivo en ablativo + sustantivo mente
en ablativo: simulata mente, furiata mente.
5. Cortos y largos tienen distinta profundidad histórica: mucho mayor
la de los primeros. Los cortos son, posiblemente, el modo más usual
de codificar la modalidad adverbial de manera en latín, aunque había
otras estrategias morfológicas y sintácticas. Los largos son una innova-
ción romance, pero se documentan contextos puente o críticos, es decir,
con dos interpretaciones simultáneas, nominal y adverbial, ya desde
Virgilio.
6. El problema esencial de los adverbios cortos es su muy huidizo esta-
tus categorial. ¿Son adverbios?, ¿son adjetivos?, ¿son adjetivos adverbiali-
zados?, ¿son adverbios adjetivales? Las muchas denominaciones empleadas
para caracterizarlos son síntoma indudable de una gran incertidumbre cate-
gorial. Hay trece etiquetas, al menos, en la bibliografía especializada: «adje-
tivo» (Hummel 2015), «adverbio adjetival» (Kovacci 1999: 707-719; rae-
asale 2009: § 13.4; Ledgeway 2011: 35), «adjetivo adverbial» (Hummel
2012: cap. 2; 2014: § 7.1; Company en prensa), «adjetivo adverbializado»
(Hummel 2007, 2014; Medina y Alarcón 2013), adjetivo en función adver-
bial» (Kühner/Stegmann 1912-1914: I.234; Bassols 1956: I.174; Hengeveld
1992: 62-65; Tarriño 2009), «adjetivo desnudo» (bare adjective) (Suñer/Di
Tullio 2001), «adverbio deadjetival» (Medina/Alarcón/De la Mora 2014),
606 Concepción Company Company

«adjetivo invariable» (Abeillé/Godard 2004), «adverbio simple» (Medina/


Alarcón/De la Mora 2014), «adverbio corto» (rae-asale 2009: § 13.8f;
Medina/Alarcón 2013), «adverbio no derivativo» (Giegerich 2012: 344),
«adjetivo no flexivo» (Giegerich 2012: 343); «complemento ligero» (Abei-
llé/Godard 2004).
7. El problema esencial de los adverbios largos es el estatus del forma-
tivo -mente y el grado de gramaticalización del constructo (Torner 2005;
Company 2012b, 2014), pero existe absoluta certeza respecto del estatus
categorial del constructo, al punto de que son referidos y ejemplificados
como los adverbios paradigmáticos de manera en el español. La prueba de
que carecen de conflicto categorial es que solo han recibido cuatro deno-
minaciones, todas con la palabra adverbio: «adverbio derivado» (Medina/
Alarcón/De la Mora 2014), que es una etiqueta especialmente empleada
en la tradición no romanística; «adverbio largo» (Medina/Alarcón/De la
Mora 2014), «adverbio de manera», que es la denominación más usual
(Kovacci 1999: 700 y sigs.; rae-asale 2009: § 30.7; Company 2014; y
muchos otros), y «adverbios en -mente» (Company 2012a, 2014, y otros
muchos autores).
8. Adverbios cortos y largos tienen distinto rango sociolingüístico, tex-
tual y dialectal. Los cortos son empleados, mayormente, en lengua popular,
lengua oral y español americano. Los largos tienen mayor empleo en lengua
culta, lengua escrita y no están especializados dialectalmente. Dentro del
español americano, cuanto más al sur nos movemos en la geografía de
Hispanoamérica, más se emplean, al parecer, adverbios cortos.
Sin embargo, como ya comenté al inicio de esta introducción, son casi
inexistentes las comparaciones gramaticales, de pares mínimos en corpus
real, que atiendan las respectivas distribuciones de adverbios cortos y lar-
gos y los contextos de aparición de unos y otros. La única excepción que
conozco es la del par mínimo solo-solamente, que ha sido analizada en
extenso por Hummel (2012: 264 y sigs.; 2014).
El objetivo de este trabajo es, como dije, comparar dos pares de adver-
bios cortos y largos, rápido ~ rápidamente e infinito ~ infinitamente, y
realizar un análisis diacrónico interno, para, mediante una comparación
estricta, aportar algo de luz sobre las diferencias y similitudes gramaticales
de ambos tipos de adverbios modales. No es el objetivo de este estudio
analizar diferencias o similitudes dialectales, ni de soporte textual, ni de
estilo ni de registro sociolingüístico. Este trabajo es complementario del de
Company (en prensa), y su finalidad es probar la hipótesis interna planteada
en ese texto en un corpus ligeramente distinto.
Adverbios cortos y adverbios largos en el español 607

Además de esta Introducción, el trabajo está organizado en cinco apar-


tados. En el 2 presento el corpus base del análisis y los criterios para
conformarlo. La sección 3 contiene la hipótesis y algunas preguntas de
investigación. El apartado 4 expone brevemente las valoraciones generales
resultado de la comparación gramatical interna y diacrónica. La sección
5, la más extensa, está dedicada al análisis comparativo estricto de tres
variables independientes, para probar la hipótesis. Cierran unas conclusio-
nes en el 6.

2. El corpus
El corpus está conformado por dos periodos, siglos xviii y xx-xxi,
a partir de los datos contenidos en dos corpus, el Corpus diacrónico del
español (corde) para el primer siglo y el Corpus de referencia del espa-
ñol actual (crea) para el segundo, ambos pertenecientes a la Real Aca-
demia Española (<www.rae.es>). Para el xviii, analicé el siglo completo
(1700-1799) y para los siglos xx-xxi, restringí el análisis a solo quince
años (1990-2005), ya que son numerosísimos los casos de rápido en los
treinta años que abarca el crea. Seleccioné cualquier país, cualquier
género textual y solo lengua escrita en el crea, con el fin de hacer más
comparables los datos de español dieciochesco y español contemporáneo
y evitar que el soporte oral de muchos documentos del crea añadiera
una variable por ahora no deseada en el análisis interno gramatical que
me propongo.
Para el fichado, fueron seleccionados todos los casos de rápido e infi-
nito que funcionaban como adverbios en ambos corpus en los dos periodos,
y, por muestreo al azar, elegí solamente 75 adverbios de rápidamente y 75
de infinitamente en cada periodo, con el fin de poder cumplir el objetivo
del trabajo, a saber, hacer una comparación de las dos clases de adverbios
de manera, y no hacer un análisis propiamente de las muchísimas docu-
mentaciones de los dos adverbios largos. El Cuadro 1 muestra la base
cuantitativa del análisis. Aunque no son muchos datos, considero que 475
ejemplos, 175 de cortos y 300 de largos, constituyen una evidencia intere-
sante para arrojar luz sobre la comparación gramatical interna de los dos
tipos de adverbios, haciendo a un lado, como ya dije, variables de índole
externa, tales como el dialecto, el soporte textual, el estilo de autor, el tipo
de registro sociolingüístico, etcétera.
608 Concepción Company Company

Rápido Rápidamente Infinito Infinitamente


XVIII 43 75 50 75
XX-XXI 71 75 11 75
TOTAL 114 150 61 150
Gran Total: 475. Cortos: 175 / Largos: 300
Cuadro 1. Corpus.

Seleccioné estos dos pares de adverbios porque son casi opuestos en


cuanto a su naturaleza semántica adjetiva. El par rápido ~ rápidamente es
‘muy adjetivo’, en el sentido de que admite gradación con gran facilidad:
muy rápido ~ muy rápidamente, bien rápido ~ bien rápidamente, y también
admite comparación fácilmente: lo hizo tan rápido ~ rápidamente como
pudo. El par infinito ~ infinitamente es, en cambio, casi no-adjetivo, ya
que no admite gradación: *muy infinito, *?muy infinitamente, ni tampoco
comparación: *lo miró tan infinito ~ infinitamente como pudo. De hecho,
la palabra infinito es prácticamente un sustantivo en el español actual, tal
como consigna el diccionario de la rae-asale y son esporádicas sus
documentaciones adjetivas.
El primer periodo elegido para la comparación es el siglo xviii porque
en él ya son bastante comunes los adverbios cortos en todo tipo de textos y
soportes, como se puede apreciar en los ejemplos de (1a, b)2, y porque ya
hay documentación relativamente abundante de español americano (1c, d),
de manera que queda bastante nivelada tanto la representación dialectal del
fenómeno estudiado —sin que las diferencias dialectales sean objetivo de
este análisis—, como su comparabilidad entre los dos periodos:
(1a) Derramese como el agua el corazón para que se vea claro lo que ay dentro
(Francisco Garau, El sabio instruido de la Gracia, 1703, España, corde).
(1b) Proseguid, pero hablad algo más quedo, / pues bien sabéis que no es moda
/ hablar claro ni hablar recio (Ramón de la Cruz, El sordo y el confiado,
1764, España, corde).

2
Y, efectivamente, no solo son comunes en el siglo xviii, sino que se emplean,
ocasionalmente, en usos y distribuciones que resultan un tanto anómalas para el español
actual, como en el siguiente ejemplo: «Vamos claro(s), señor Inca, ¿cuántas preguntas de
éstas me ha de hacer Vm.?» (Alonso Carrió de la Vandera, Concolorcorvo, El Lazarillo de
ciegos caminantes, ca. 1775, Perú, corde), motivo por el cual el editor de Concolorcorvo
altera el original, convirtiendo el adverbio corto claro, una forma no concordante, en un
adjetivo claros, concordado con el sujeto del verbo vamos: «vamos claros».
Adverbios cortos y adverbios largos en el español 609

(1c) Truenos, y vuela rápido Idomeneo (Eusebio Vela, Comedia nueva de Si el


amor excede al arte, ni amor ni arte a la prudencia, 1713, México, corde).
(1d) Día 2, lunes. Amaneció claro, el viento calma: a las 10 llamó al NO y se
continuó la charqueada (Ignacio de Pasos, Diario de una navegación y
reconocimiento del río Paraguay, 1790, Paraguay, corde).

3. La hipótesis
El cambio lingüístico, como es sabido, es la suma de continuidades
y discontinuidades. Por ello, un determinado comportamiento gramatical
sincrónico refleja siempre antiguos patrones estructurales y semánticos,
ya que las formas lingüísticas mantienen su significado básico, general y
esquemático por siglos y mantienen su capacidad sintáctica también por
siglos, así sea debilitada o decolorada. Es decir, las formas de la lengua
guardan por siglos «memoria» o «huellas» de su naturaleza categorial
originaria y son el contexto y la diversidad de selecciones y distribuciones
los medios que propician nuevas funciones y hacen que las formas cam-
bien. Las formas no cambian por sí solas sino a través de distribuciones
y contextos específicos.
El punto de partida para el análisis diacrónico es que la polisemia no
es inherente a las formas lingüísticas sino que sus distintos valores y dis-
tribuciones vienen dados por las diversas posibilidades distribucionales y
contextos en que aquellas pueden entrar. Sería una polisemia de contextos,
más propiamente una polifuncionalidad contextual, y no una polisemia de
formas. Sigo en estos planteamientos a Company (2012, 2014a, 2014b),
Hummel (2012, 2013a, 2013b, 2014), Trousdale (2012) y Waltereit (2012),
entre otros.
Con base en este planteamiento teórico, la hipótesis sustentada en este
trabajo es la siguiente: los adverbios cortos guardarán huellas de su natura-
leza adjetiva originaria3, de modo que para recategorizarse como adverbios
de manera, deberán tener o guardar una distribución típica de adverbios,
esto es, deberán aparecer casi siempre adyacentes al verbo, deberán tener
más cohesión con este y guardarán un orden relativo (casi) rígido con
respecto al verbo, v-adv. Asimismo, debido a su naturaleza y significado
adjetivos originarios, los adverbios cortos aparecerán en contextos con
mayor incidencia de nominales y/o relevancia nominal que los adverbios
largos, porque la función originaria de un adjetivo es modificar sustantivos.

3
De hecho, un análisis no infrecuente para los adverbios cortos es que son simples
adjetivos en una función no atributiva y no predicativa (Hengeveld 1992; Hummel 2013a,
2015).
610 Concepción Company Company

Y a causa de su naturaleza y significado adjetivos originarios, su capacidad


para entrar en eventos u oraciones complejas será más restringida que la
de los adverbios largos, ya que aquellos están focalizados en los nominales
participantes del evento y no en el evento mismo.
Los adverbios largos, por el contrario, sobrepasaron el estatus de fn
hace mucho tiempo, son adverbios plenos, con morfología propia y unívoca
de su categoría. Por ello, tendrán una distribución y capacidad contextual
más flexible o no marcada, comparados con los adverbios cortos.
En resumen, la hipótesis de este trabajo es que adverbios cortos y
largos no son similares sino que construyen un sistema adverbial binomial
complementario: los primeros son el polo marcado del binomio y tienen,
por ello, restricciones sintácticas; los segundos constituyen el polo no
marcado, y por ello tienen menos restricciones distribucionales o care-
cen de ellas. Es decir, como no marcados, son indiferentes a una selec-
ción sintáctica específica4. Este planteamiento deriva de un postulado de
trabajo muy simple, presente en muchos acercamientos de la gramática
funcionalista: a formas distintas corresponden siempre sintaxis y signi-
ficados distintos.
Con los planteamientos anteriores, espero poder contestar dos pregun-
tas de investigación. Una, ¿cuál es la motivación gramatical de un hablan-
te-escritor para seleccionar, en un mismo estado de lengua, un adverbio
corto en unas ocasiones y un adverbio largo en otras?, y dos, ¿hay dife-
rencias diacrónicas en el intervalo de 200 años?

4. Algunos resultados generales del examen del corpus


Antes de entrar a los resultados de la comparación diacrónica gramati-
cal, me parece interesante exponer algunas observaciones generales sobre
el comportamiento de ambos adverbios, resultado del fichado, examen y
análisis del corpus.
En primer lugar, en el corpus no se documentan pares mínimos estric-
tos, del tipo vamos rápido ~ vamos rápidamente, me alegra infinito ~ me
alegra infinitamente, constantemente referidos en estudios sincrónicos y
gramáticas de referencia del español. Sí aparecen los dos pares adverbiales
analizados con unos mismos verbos, pero en contextos y situaciones infor-

4
Marcación es entendida aquí en un sentido sintáctico-semántico, como presencia o
ausencia de restricciones, o más propiamente, como mayores o menores restricciones, y
no en el sentido morfológico de ausencia o presencia de una marca gramatical, como sería
el caso de singular frente a plural.
Adverbios cortos y adverbios largos en el español 611

mativas completamente diferentes. Por tanto, la lengua en su uso real arroja


información distinta y complementaria de la vertida en estudios basados
únicamente en la competencia lingüística de un investigador.
En segundo lugar, el corpus confirma lo bien sabido en trabajos sobre
adverbios, que hay diferencias gramaticales y distribucionales importantes
según las distintas bases léxicas adjetivas; esto es, los dos adverbios cortos
entre sí no se comportan de manera idéntica y tampoco los dos adverbios
largos entre sí.
En tercer lugar, las diferencias gramaticales derivadas de diferencias
léxicas son mayores en los adverbios cortos que en los largos. A mi modo
de ver, ello se debe a que el morfema -mente gramaticaliza explícitamente
la categoría adverbial y «estabiliza» el comportamiento de los adverbios
largos entre sí, como subclase.
En cuarto lugar, el camino diacrónico de ampliación de alcance pos-
tulado en bastantes trabajos, por el cual los adverbios de manera se suelen
mover desde modificadores del verbo (vadv) a modificadores del predi-
cado o modificación intraproposicional (advip) y a marcadores o partí-
culas del discurso (pd), vadv > advip > pd (Traugott 1995 y Hummel
2013a, entre otros), no se documenta con todos los adverbios cortos, pero
sí con los largos. Infinito no se documenta en la última fase diacrónica:
nunca funciona como pd; rápido, en cambio, se documenta en las tres
fases diacrónicas.
En quinto y último lugar, algunos adverbios, pero no otros, manifies-
tan cierto grado de fijación sintáctica en la concurrencia con unos ciertos
mismos verbos. En general, ese grado de selección sintáctica verbal es
mucho mayor en los cortos que en los largos, pero hay notables diferencias
internas entre sí y hay también diferencias diacrónicas notables entre ellos.
Así, infinito ha adquirido estatus de colocación con verbos psicológicos
o de emoción: agradecer, alegrar, celebrar, padecer, pesar, congratular,
importar, sentir. Infinitamente no está colocado en la misma medida, ya
que, además de los verbos psicológicos, se construye frecuentemente con
otros verbos, casi siempre de naturaleza estativa, factitiva y causativa, como
ser, estar, exceder, contener, hacer u obligar. Rápido y rápidamente tienen
una sintaxis más libre, ya que no están asociados a verbos específicos en
la misma medida en que lo está infinito. Sin embargo, rápido se construye
fundamentalmente con verbos de movimiento, volar, volver, ir, (a)travesar,
mientras que rápidamente admite casi cualquier tipo de verbo; de hecho,
rápidamente es el adverbio que tiene la sintaxis más libre de los cuatro
analizados en este trabajo. Diacrónicamente, el grado de fijación en la selec-
612 Concepción Company Company

ción verbal es mayor en el siglo xviii que en el xx-xxi, lo cual parece


contravenir los postulados del cambio gramatical de que las formas con el
paso del tiempo se mueven de menor a mayor fijación. Sin embargo, creo
que esta «mayor fijación» del xviii no se debe tanto a un comportamiento
gramatical, sino al hecho de que la diversidad de temas y el número de
textos contenidos en los corpus base del análisis es menor en el siglo xviii
que en el español actual.

5. Análisis de tres variables independientes


La variable dependiente del análisis es el contraste adverbios cortos
vs. adverbios largos. Las variables independientes aquí analizadas son tres:
1. adyacencia al verbo; 2. nominalidad, y 3. complejidad estructural del
evento5.
5.1. Adyacencia al verbo
Por adyacencia, como su nombre indica, entiendo que adverbio y verbo
van juntos sin que ningún otro constituyente de la oración interrumpa esa
secuencia sintagmática. La adyacencia puede ser preverbal, posverbal o
en interposición entre los constituyentes de una perífrasis, como se ve en
los ejemplos de (3). En (2) y (3) aparece ejemplificada la adyacencia con
adverbios cortos y largos, respectivamente; en (4) y (5), la no adyacencia
con cortos y largos, respectivamente.
(2a) Representa un cóndor que de rápido se levanta un cabrito (Santiago de
Cárdenas, Nuevo sistema de navegar, 1762, Perú, corde).
(2b) Aprendió muy rápido. Con modulada voz leía frente a los contertulios de
su padre (Enrique Serrano, De parte de Dios, 2000, Colombia, crea).
(2c) Atendíase al gusto, y se escusaba el gasto. Ahora todo se atropella. Se
aumenta infinito el gasto, aun sin contemplar el gusto (Benito Jerónimo
Feijoo, Theatro crítico universal, 1728, España, corde).
(2d) Por otra parte, sentía infinito abandonar la empresa comenzada (Francisco
Javier Clavijero, Historia Antigua de México, 1780, México, corde).
(3a) ¡Ay, cuán rápidamente se propaga nuestra rüina! (Juan Ignacio González
del Castillo, Poesías, ca. 1795, España, corde).
(3b) Había perdido el interés en mi mundillo académico de reflexión pausada
y continua […], y lo abandonaba rápidamente (Edmundo Paz Soldán, La
materia del deseo, 2002, Bolivia, crea).

Para la medición estadística de la significatividad de estas tres variables, y otras,


5

en un corpus más amplio en cantidad de pares de adverbios y de número de ejemplos, cf.


Company (en prensa).
Adverbios cortos y adverbios largos en el español 613

(3c) Durante el proceso digestivo, las bacterias intestinales separan la molécula


de carbohidrato de la isoflavona, que es rápidamente absorbida (José Anto-
nio Argente, Frutoterapia y sojaterapia, 2003, Argentina, crea).
(3d) Y como el tiempo… se puede dividir infinitamente, se puede ir deduciendo
successivamente, sin término (Benito Jerónimo Feijoo, Theatro crítico uni-
versal, 1729, España, corde).
(4a) Si hacemos el diagnóstico rápido y le suministramos la medicación corres-
pondiente, podemos reducir este porcentaje (ABC Color, 31-10-2000,
España, crea).
(4b) Que todo esto me enfada a mí infinito (José Francisco de Isla, El Cicerón,
1774, España, corde).
(4c) Abunda oy infinito de canela. Es menester probar que también entonces
abundaba (Benito Jerónimo Feijoo, Theatro crítico universal, 1734, España,
corde).
(5a) porque no hay madera ni aun resina alguna que haga detonar el salitre tan
rápidamente como el carbón puro (Luis Proust, Anales del Real Laboratorio
de Química, 1791, España, corde).
(5b) Podríamos quedarnos hablando sobre los recursos infinitamente (Jorge
Bucay, El camino de la autodependencia, 2002, Argentina, crea).

El Cuadro 2 abajo presenta los resultados cuantitativos de esta varia-


ble. Puede verse en él que ambos tipos de adverbios aparecen casi cate-
góricamente en posición adyacente, arriba de 90% en promedio, pero
se aprecia que los adverbios cortos son más rígidos que los largos en
adyacencia en los dos periodos analizados, con un 6% / 9% de diferencia
porcentual a favor de no adyacencia en los largos, lo cual corrobora lo
esperado por la hipótesis, que los cortos se mantienen más que los largos
en el orden no marcado de un adverbio de manera, esto es, pegado al
verbo (Company 2014). Los datos del corpus confirman, en lo esencial,
el análisis tradicional para adverbios cortos, a saber, que la adyacencia es
uno de sus rasgos definitorios: «la unidad que forma el verbo con el adje-
tivo desnudo no se puede romper» (Suñer/Di Tullio 2001). Sin embargo,
los datos de lengua en uso real obligan a matizar el postulado de que la
cohesión de verbo y adverbio corto «no se puede romper», ya que hay
un número pequeño, pero no desdeñable, de ejemplos que exhibe cierta
flexibilidad en cuanto a la adyacencia verbal, como «hablad algo más
quedo» de (1b), o «hacemos el diagnóstico rápido» (4a), «me enfada a
mí infinito» de (4b). No se observan cambios diacrónicos en ninguno de
los dos pares de adverbios analizados.
614 Concepción Company Company

Cortos Largos
XVIII 97% (90/93) 91% (137/150)
XX-XXI 99% (81/82) 88% (132/150)
Cuadro 2. Adyacencia al verbo.

5.2. Nominalidad
El concepto de nominalidad es entendido en este trabajo como la pre-
sencia de un sustantivo relevante, y posiblemente otros asociados a él, en
la oración en que aparece un adverbio (corto o largo). A su vez, el con-
cepto de ‘sustantivo relevante’ está muy próximo al de ‘tópico’, como una
entidad importante que se constituye en el tema de la narración (Givón
1988; Büring 1999; Jacobs 1999). Lo esperado, acorde con la hipótesis
planteada arriba en § 3, es que en las oraciones con adverbios cortos haya
un sustantivo relevante y que puede haber otros sustantivos directamente
relacionados con aquel. La razón es que los adverbios cortos ejercen una
especie de «atracción» nominal, porque guardan huella o «memoria» de
su naturaleza adjetival originaria. Dado que un adjetivo tiene como fun-
ción primaria modificar a un sustantivo, los adverbios cortos, en cuanto
que adjetivos invariables refuncionalizados como adverbios, aparecerán
en entornos nominales más fácilmente que los largos. No se trata, en este
caso, de la modificación de un sustantivo, sino de que se crea un entorno
de nominalidad mediante la presencia de uno o más sustantivos que son
importantes para la predicación. El concepto de ‘nominalidad’ está próximo
a la idea de «adjectival boundedness» de Paradis (2001), como un ámbito o
espacio de nominales ligados entre sí; si bien la autora emplea la expresión
solo para contextos estrictamente nominales y adjetivales, no adverbiales.
Los adverbios largos, por su parte, dado su carácter de adverbios no res-
tringidos, indiferentes o no marcados para contextos específicos, podrán o
no aparecer asociados a nominalidad relevante.
El Cuadro 3 abajo muestra los resultados cuantitativos de la compa-
ración. Puede observarse que ambos tipos de adverbios están asociados a
nominalidad, arriba de 75%, asociación que es lógica, porque casi cual-
quier evento (excepto los impersonales puros) tiene argumentos nomina-
les y complementos nominales. Sin embargo, el Cuadro indica que existe
una mucha mayor asociación a nominalidad con los adverbios cortos,
91% en promedio vs. 76% de promedio en largos. La diferencia porcen-
tual a favor de adverbios cortos en oraciones de elevada nominalidad es
de 15%, bastante significativa. Diacrónicamente, los cortos debilitaron
Adverbios cortos y adverbios largos en el español 615

ligeramente su vínculo con nominalidad, 94% > 88%, mientras que los
largos no cambiaron en lo esencial su comportamiento ante esta variable:
77% > 75%.

Cortos Largos
XVIII 94% (87/93) 77% (116/150)
XX-XXI 88% (72/82) 75% (112/150)
Cuadro 3. Oraciones con un nominal relevante.

Los ejemplos de (6) presentan los contextos típicos en que suelen con-
currir los adverbios cortos. Puede apreciarse en ellos que no solo aparece
un sustantivo importante sino que, por lo regular, hay otros sustantivos
semánticamente relacionados con el principal. Así, en (6a) hay un nominal
relevante que es el pronombre personal él, cuyo referente ha sido intro-
ducido desde varias oraciones antes; todas las oraciones subsecuentes lo
tienen como sujeto, travesando, vio, de manera que el nominal tiene per-
sistencia referencial. Además, se establece una relación de todo-parte en la
primera oración en que él funciona como sujeto: él-experta vista, relación
que refuerza el entorno de nominalidad. Por lo tanto, un pronombre perso-
nal individuado, más persistencia referencial, más una relación semántica
parte-todo confirman la asociación del adverbio corto rápido a entornos
nominales. La misma relevancia y persistencia presentan los otros ejemplos
de (6). En (6b) Gilsón, sujeto, tiene una relación de agente-actividad con
el nominal vuelta, o mejor, con el constructo verbo-nominal darse vuelta;
en el ejemplo aparece además un nominal, habitación, precedido por una
anáfora posesiva su, anclada en el sujeto Gilsón, su habitación, confirmán-
dose de nuevo el entorno nominal en que aparece el adverbio rápido. En
(6c) el nominal relevante es fuego, que aparece referido de nuevo mediante
anáforas, este, el poco, y en el contexto hay un par de nominales, espanto
y daño, que remiten al efecto del nominal principal fuego. El mismo efecto
de nominalidad relevante y ligada a otros nominales vemos en (6d): hay un
sujeto ‘yo’ codificado mediante la morfología de primera persona y varios
nominales asociados metonímicamente a aquel en cuanto que son producto
de una actividad suya, cartas contestaciones, letra, mi dictado, actividades
que van destinadas a otro nominal, Gefe; además hay varios pronombres
átonos, les (acusativo), le, que ligan la relación entre los sustantivos, de
manera que el adverbio infinito califica a un verbo relacionado con una
cadena de nominales y de anáforas vinculadas.
616 Concepción Company Company

(6a) Entonces él por las armadas filas tendió la experta vista, y travesando
rápido los inmensos batallones, vio el orden de los suyos (Gaspar Melchor
de Jovellanos, Traducción del primer canto, 1768-1778, España, corde).
(6b) Cuando Gilsón miró a esta periodista, se dio vuelta y caminó rápido a su
habitación (La Nación, 16-11-2000, Costa Rica, crea).
(6c) tuvieron que hacer fuego. Aunque éste fue dirigido de modo que más sirviera
de espanto que de daño, el poco que se hizo enardeció infinito al pueblo
(Conde de Fernán Núñez, Vida de Carlos III, ca. 1790, España, corde).
(6d) Me puse a la obra y estendí los borradores de las cartas contestaciones, que
se las enseñó al Gefe, que le gustaron mucho; les puse en limpio y mi letra
le gustó infinito, sobre todo el laconismo y exactitud de mi dictado (Pedro
Ortiz-Armengol, Aviraneta o la intriga, 1994, España, crea).

Los ejemplos de (7) presentan contextos típicos de adverbios largos.


Puede observarse en ellos que, por lo regular, hay competencia de nomina-
les distintos en vez de persistencia de un nominal relevante, pero también
pueden aparecer en contextos de relevancia y persistencia nominal. En
(7a), tres sustantivos, madera, resina y carbón, compiten para detonar
rápidamente un nominal no asociado semánticamente a ellos, salitre. El
mismo efecto se aprecia en (7b): ausencia de un único nominal relevante y
copresencia de sustantivos no asociados desde un punto de vista semántico,
gobierno, economía, destino, trabajo, horas, ocupaciones. Y lo mismo en
(7c), aunque aparece inicialmente el sustantivo acción y una anáfora ella,
inmediatamente después aparecen varios nominales contrapuestos, igno-
rancia, legos, ciencia, religiosos.
(7a) porque no hay madera ni aun resina alguna que haga detonar el salitre tan
rápidamente como el carbon puro (Luis Proust, Anales del Real Laboratorio
de Química, 1791, España, corde).
(7b) El gobierno francés de Jospin es el que más rápidamente se dio cuenta de
que la economía moderna multiplica el destino del trabajo e implica mejor
salario con menos horas en más ocupaciones (Carlos Fuentes, En esto creo,
2002, México, crea).
(7c) y acción de que se alegró infinitamente Pizarro, porque con ella quedó la
ignorancia de un lego secular al cubierto de la ciencia de un religioso (Juan
de Velasco, Historia del reino, 1789, Ecuador, corde).

En resumen, los ejemplos de (6) y (7) indican que los adverbios cortos
no solo aparecen en entornos de nominalidad relevante, sino que, además,
son contextos de fuerte persistencia de tópico, bien porque una misma enti-
dad nominal se mantiene como sujeto a lo largo de varias oraciones, bien
porque se producen relaciones metonímicas de diverso tipo entre aquella y
otros sustantivos, parte-todo, actividad-resultado, o bien porque aparecen
Adverbios cortos y adverbios largos en el español 617

sumadas estas dos estrategias. Los adverbios largos, por su parte, aunque
pueden aparecer en esos mismos contextos, suelen hacerlo en contextos
con nominales en competencia, no vinculados semánticamente entre sí6.
5.3. Complejidad del evento
Por complejidad del evento entenderé el número y tipo de oraciones
sintácticamente relacionadas con la oración que contiene el adverbio, sea
este corto o largo. Como menor complejidad, clasifico una oración simple,
yuxtaposición y coordinación; como mayor complejidad, clasifico todo tipo
de subordinadas, no solo las subordinadas estrictas, las completivas, sino
todo tipo de relaciones circunstanciales. Lo esperado es que los adverbios
cortos aparezcan en oraciones menos complejas porque están especializa-
dos para aparecer en contextos con nominales. Los largos son indiferentes
al grado de complejidad estructural del evento.
El Cuadro 4 a continuación muestra la asociación cuantitativa de adver-
bios cortos y largos a la menor complejidad del evento. Se observan dife-
rencias cuantitativas grandes entre cortos y largos; en promedio, los cortos
aparecen en el 86% de los casos en eventos de complejidad menor vs. el
66% para largos, es decir, hay un 20% a favor de cortos para aparecer en
contextos de menor complejidad eventiva. Diacrónicamente, aumenta la
aparición de cortos en eventos poco complejos: 83% > 89%. Este incre-
mento de menor complejidad puede ser señal de que afianzaron su sintaxis
en menor complejidad, o señal, como creo, de que el modo de escribir a
fines del siglo xx e inicios del xxi se hizo sintácticamente menos elabo-
rado, con mayor aparición de punto y seguido y párrafos menos extensos.
Los largos, por el contrario, disminuyeron muy ligeramente su aparición en
eventos menos complejos, es decir, aumentaron ligeramente la complejidad
eventiva.

Cortos Largos
XVIII 83% (77/93) 68% (102/150)
XX-XXI 89% (73/82) 65% (112/150)
Cuadro 4. Menor complejidad del evento.

6
La muy frecuente aparición de adverbios cortos en contextos imperativos, respire
hondo, hable más alto, señalada en la bibliografía como una característica de los adver-
bios cortos, confirma la relevancia nominal asociada a ellos, ya que el oyente-interlocu-
tor, segunda persona sujeto del imperativo, ocupa posiciones altas en las jerarquías de
topicalidad.
618 Concepción Company Company

La simplicidad del evento preferida por los adverbios cortos, 86% y


89%, en los siglos xviii y xx-xxi, respectivamente, motiva la aparición
de estos adverbios en oraciones muy simples, construcciones a manera
de fórmulas y frases hechas: respire hondo; váyanse derecho; me alegra
infinito. Asimismo, la menor complejidad eventiva propicia que los cortos
sean los adverbios idóneos para la lengua oral y registros populares, o
considerado otro ángulo con el mismo resultado: la lengua oral no elabora
eventos complejos y por ello emplea más adverbios cortos.
Los ejemplos de (8) y (9) presentan las oraciones típicas en que apa-
recen adverbios cortos y largos, respectivamente, en el corpus. En (8) son
oraciones simples con un sujeto y casi ningún otro constituyente oracional:
«vuela rápido Idomeneo», «los cotilleos corren rápido», «padezco infi-
nito», «me alegré infinito». El punto al final de los ejemplos indica que
ahí acaba el párrafo y que el escritor inicia otro tema. En cambio, en (9),
es posible apreciar que los ejemplos son mucho más largos, con varias
oraciones relacionadas sintácticamente.
Merece la pena señalar que uno de los aspectos más llamativos a la
hora de realizar un fichado de adverbios cortos y largos es la muy distinta
extensión que requieren unos y otros para completar el sentido del ejemplo:
muy breve en los adverbios cortos, muy extensa en los adverbios largos,
tanto con los dos pares adverbiales aquí estudiados como con otros pares
de adverbios (Company en prensa).
(8a) Truenos, y vuela rápido Idomeneo (Eusebio Vela, Comedia nueva de Si el
amor excede al arte, 1713, México, corde).
(8b) La urgencia del mono no te hará desistir de la paciente espera. Los cotilleos
corren rápido (Sabino Méndez, Corre, rocker, 2000, España, crea).
(8c) mis nervios me quieren mal, y aun con el gran cuidado que tengo, padezco
infinito en el verano (Leandro Fernández de Moratín, Cartas, 1796, España,
corde).
(8d) De los que quedaban en Gibraltar no conocía ninguno y me alegré infinito
(Pedro Ortiz-Armengol, Aviraneta, 1994, España, crea).
(9a) Si alguno fuera al padre letor con este cuento, bien sé yo que no lo había
de contar por gracia. Porque (sobre abundar de un humor escolástico flavo-
bilioso que, hiriendo en un momento las fibras del celebro, se comunicaba
rápidamente al corazón por el nervio intercostal, con movimiento crispato-
rio, y de aquí, por una instantánea repercusión…) (José Francisco de Isla,
Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, 1758, España,
corde).
(9b) la haría más atractiva y con enorme sentido para el educando porque rápi-
damente comprendería que está informándose de algo que él conoce y que
encuentra cada día (Umbral 2000, 10-2000, Chile, crea).
Adverbios cortos y adverbios largos en el español 619

(9c) Pero lo que me importa infinitamente más es, que las Sagradas Letras nos
insinúan lo mismo que en el assumpto dixeron los antiguos philósophos
(Benito Jerónimo Feijoo, Cartas eruditas, 1753, España, corde).
(9d) Los resultados de estudios de medición demuestran que las industrias de la
nueva economía gastan infinitamente menos petróleo que el esquema del
industrialismo (Excélsior, 19-09-2000, México, crea).

6. Conclusiones
Hemos visto que adverbios cortos y largos se disputan, sin duda, el
mismo espacio funcional de la modalidad, pero son sintácticamente distin-
tos, porque a formas distintas corresponden significados y distribuciones
distintas.
El análisis cualitativo y cuantitativo del corpus muestra que adver-
bios cortos y largos ponen de relieve, de perfil o en perspectiva, como se
conoce en la gramática cognitiva, aspectos gramaticales distintos: los cortos
retienen «memoria» de su categoría adjetiva originaria y ello determina el
comportamiento sintáctico: mayor adyacencia o cohesión verbal, mayor
aparición en contextos con elevada nominalidad y menor complejidad sin-
táctica eventiva. Los largos pueden aparecer en los contextos de los cortos,
pero pueden y suelen tener menor cohesión verbal, mayor diversidad léxica
nominal y sucesión de nominales no vinculados entre sí, y suelen aparecer
en eventos mucho más complejos.
En suma, los adverbios cortos son el polo marcado del binomio adver-
bial, porque requieren una sintaxis especializada, mientras que los largos
son no marcados para un tipo particular de sintaxis.

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Latinismo, antilatinismo, hiperlatinismo
y heterolatinismo: la sintaxis de la prosa
traducida erasmiana del Siglo de Oro*

Santiago del Rey Quesada


Universidad de Sevilla

Resumen. En el estudio del latinismo sintáctico, en cuyo marco se han investigado


para el castellano fenómenos como el accusativus cum infinitivo, las construc-
ciones absolutas o las subordinadas de como + subjuntivo, la traducción desde el
latín ha sido considerada una de las causas más recurrentes que justifica su pre-
sencia en la lengua romance. Sin embargo, no pasa desapercibido que en muchos
textos traducidos las estructuras latinizantes son más fácilmente reconocibles en
los pasajes en los que el intérprete no realiza una traducción directa del latín.
Tomando como corpus un conjunto de traducciones erasmianas del siglo XVI y
otros textos no traducidos a manera de tertium comparationis, el propósito de
este trabajo es intentar dilucidar hasta qué punto el latinismo tiene explicación
en la labor traductora y calibrar la presencia de otros fenómenos asimilables
conceptualmente al latinismo que han recibido una atención deficitaria hasta el
momento por parte de los historiadores de la lengua, como el antilatinismo, el
hiperlatinismo y el heterolatinismo.
Palabras clave. Latinismo sintáctico, traducción, Siglo de Oro, erasmismo.

Abstract. Translation from Latin is supposed to be one of the most common


reasons to justify the presence of syntactic Latinate phenomena in texts typically
investigated in Hispanic studies, such as accusativus cum infinitivo (AcI), absolute
constructions and subordinate clauses with como + subjunctive. However, the
fact that Latinate structures often occur more in many passages of translated text
where translators don’t directly translate from Latin does not go not unnoticed.

* Este trabajo forma parte del proyecto de investigación Tradiciones discursivas,


tradiciones idiomáticas y unidades de análisis del discurso en la historia del español
moderno (FFI2014-51826-P).
624 Santiago del Rey Quesada

The aim of this paper is to clarify, as far as it is possible, to what extent syntac-
tic Latinate structures in the target text are motivated by translation practices.
Thus we will be able to check the existence of other phenomena conceptionally
related to latinism such as Anti-Latinism, Hyper-Latinism and Hetero-Latinism,
all of them having been usually forgotten in this research field. For this purpose
a corpus of sixteenth-century Erasmian translations and other translated texts of
this period have been analysed.
Keywords. Latinate syntax, translation, Siglo de Oro, Erasmism.

1. Introducción
El estudio del latinismo sintáctico adolece aún de una asombrosa desa-
tención en el marco de la hispanística. Si, por tomar un caso paradigmático
de influencia latinizante en las lenguas románicas, al estudio del accu-
sativus cum infinitivo (AcI) se le dedicaron monografías muy tempranas
para el francés y para el italiano (Stimming 1915 y Schwendener 1923,
respectivamente), su consideración para el español se limita a unos pocos
artículos (cf. especialmente Pountain 1998; Pons Rodríguez 2007, 2008;
Sitaridou 2009) y tesis recientes (cf. Sitaridou 2002). Y la situación no
es más alentadora para el resto de fenómenos sintácticos latinizantes1. Es
cierto que al quejarme de esta situación estoy incurriendo en un tópico de
la sintaxis histórica española, pero no es menos cierto que otras parcelas
del saber lingüístico, particularmente el léxico, han sido más frecuente-
mente transitadas, particularmente en lo que atañe a la adquisición de un
vocabulario culto mucho más abundante llegado a las lenguas neolatinas a
partir de la traducción de textos filosóficos, teológicos y técnicos (cf. Bustos
1974; Azofra 2006: 68; Veiga Díaz 2005: 220 y sigs.). En efecto, en la Edad
Media, el latín como adstrato lingüístico —o comoquiera que se denomine
a esta relación— intervino decididamente en los denominados procesos de

1
Aunque el caso del AcI es revelador por lo que concierne a la prelación temporal en
su estudio, la mayoría de los fenómenos tradicionalmente considerados latinizantes (cf. una
nómina aproximativa en Pons 2015) no ha recibido tratamiento particularizado y extenso
en ninguna de las lengua romances, con la excepción de las construcciones participiales
y gerundiales (cf. sin afán de exhaustividad, Müller-Lancé 1994 para el francés y De
Roberto 2012 para el italiano) y el orden de palabras (cf. Canaes e Mariz de Pádua 1960
para el portugués y López Izquierdo/Castillo Lluch 2015 para el español). Tampoco otros
cuya naturaleza textual pocos autores —aún— han relacionado con el carácter culto de la
construcción, como la pasiva perifrástica, que, nos parece, podría incluirse en esta nómina
(cf. en apoyo de esta hipótesis, que por razones de espacio no podemos desarrollar aquí,
Romero Cambrón 2005-2006: 696-69 y Garachana 2016).
Latinismo, antilatinismo, hiperlatinismo y heterolatinismo 625

elaboración lingüística por los que se crearon nuevas tradiciones discursivas


o se desarrollaron otras con escaso tiempo de vida en la cultura vernácula.
En este sentido, la traducción ha sido aducida como responsable del cambio
lingüístico que se produce desde arriba2, en la medida en que esta actividad
puede considerarse motor o catalizador del cambio lingüístico3.
A pesar del deficiente número de estudios sobre el latinismo en sinta-
xis, se han apuntado interesantes observaciones al respecto. De este modo
ha sido posible determinar diferencias que atañen, por un lado, a la época:
mientras que los inicios de las prosas nacionales (cf., para el italiano, Segre
1952: 144; y Cano Aguilar 1992: 187, para el castellano) tienden a distan-
ciarse del latinismo sintáctico, épocas como el Humanismo y el Renaci-
miento4, en su ansia de imitación de la excelencia estilística clásica y de
sometimiento a los preceptos de la retórica, sucumben a la incorporación
de giros sintácticos a veces violentos para la lengua vernácula5. Por otro, se
observan también diferencias en el comportamiento de los autores origina-
les y de los traductores según se dediquen a una u otra tradición discursiva:
mientras que los textos técnicos son más proclives a la incorporación de

2
Sobre este tipo de cambios cf. Jacob/Kabatek (2001) y Pons Rodríguez (2006, 2010).
3
«Primero llega la tradición de los textos y después se elaboran los medios lingüísticos
apropiados para poder recrearla en la lengua nueva. En el estudio de la historia de una
lengua, la penetración de una nueva tradición discursiva siempre abre una brecha y crea
una especie de “desorden” hasta que los hablantes la coloquen “en su sitio” y encuentren
y fijen los medios lingüísticos que luego asociarán a ella. Son estas circunstancias las que
en el eterno juego entre tradición y creatividad innovadora, permiten que ésta predomine
sobre aquélla, y son, por lo tanto, momentos que merecen la atención primordial de los
historiadores de la lengua» (Kabatek 2001: 123).
4
Está asentada la idea en la bibliografía de que esta época corresponde
paradigmáticamente a los siglos XIII-XV para el italiano (cf. Segre 1952), XIV-XVI para
el francés (Albrecht 1995) y, sobre todo, siglo XV para el castellano, todas ellas, por
lo demás, épocas en que se produce una eclosión de la actividad traductora, de ahí que
el latinismo se asocie tan frecuentemente con esta tarea. En todo caso, es sabido que
las delimitaciones cronológicas no siempre son exactas. Por ejemplo, para el castellano
no existe una ruptura en este sentido entre el siglo XV y el XVI, por más que hacia la
segunda década de este último empiecen a triunfar los preceptos erasmianos de estilo de
acuerdo con el ideal del «escribo como hablo» (cf. Pons Rodríguez 2006: 1568; Del Rey
2015b: 212-218). De hecho, no hay que esperar que en la prosa erasmiana no se puedan
encontrar latinismos porque se procure una prosa acorde a dicho ideal, sobre todo teniendo
en cuenta que en la época de la que tratamos todavía se mantiene con fuerza el tópico de
la inhabilidad de las lenguas romances para expresar las ideas con la elegancia de estilo
propia de la lengua latina.
5
Cf. Aschenberg (1994: 133), López Grigera (2004: 702) y Pons Rodríguez (2006:
1565).
626 Santiago del Rey Quesada

latinismos, los textos literarios lo son menos6. Además, ciertas tradiciones


se caracterizan por la presencia de ciertos tipos de latinismos frente a otras
(narración vs. diálogo, por ejemplo).
Si dejamos por el momento de lado los condicionamientos contextuales
y de época, por lo demás esenciales a la actividad traductora, veremos que
existen opiniones diversas en torno a la idea de la presencia de latinismos en
los textos traducidos, lo que supone nuestro especial interés en este trabajo.
Y estas ideas se refieren a muy diferentes períodos de las lenguas romances.
En principio, la lógica del investigador lo lleva a pensar que un texto tradu-
cido del latín es más susceptible de incorporar latinismos (me limito ahora
exclusivamente al terreno de la sintaxis) que los textos no traducidos, pues
en el primer caso el traductor se enfrenta directamente con estructuras que,
incluso asimiladas inconscientemente dado el alto grado de conocimiento de
la lengua fuente, pueden ser trasplantadas, voluntaria o involuntariamente,
al texto meta. De esta forma, no debe extrañar que numerosos autores se
hayan referido a este hecho como un apriorismo que guía sus reflexiones. Así
se expresaban ya en el primer cuarto del siglo XX autores como Stimming
(1915: 131-132), y más tarde también Blatt (1957: 145), Lorian (1968: 1265)
para el francés y para el español más recientemente Azofra7.
En el lado opuesto de la argumentación, numerosos autores han llegado
a la conclusión de que las traducciones no son necesariamente los textos
más latinizantes de una lengua. Es conocido el consciente alejamiento de las
estructuras imitativas del texto fuente en las versiones alfonsíes (cf. Cano
Aguilar 1989 y Castillo Lluch 2005) y también el escaso número de lati-
nismos en los inicios de la prosa italiana (cf. Segre 1952: 65-66). Podría-
mos suponer que existe un deseo consciente en los inicios de las lenguas
romances por crear un tipo de discurso emancipado de lo latino, capaz de

6
Cf. Lorian (1968: 1271), Albrecht (1995: 21), Elvira (1996: 265), Arroyo Vega (2002:
2) y Castillo Lluch (2008: 299).
7
«[L]as construcciones latinizantes son especialmente frecuentes en las versiones de
obras latinas, que están muy sometidas al influjo del modelo directo» (Azofra 2006: 68).
Idea repetida en Azofra (2009: 106). Por supuesto, no se trata en ningún caso de opiniones
maximalistas ni definitivas. El mismo Stimming (1915: 131) reconoce que la construcción
de accusativus cum infinitivo que estudia aparece también en casos en que los traductores
no traducen directamente del latín. Lorian, por lo demás, es el introductor del concepto de
antilatinismo (cf. infra), para referirse a los numerosos casos en que los traductores emplean
una estructura sintáctica autóctona que evita el latinismo y, en fin, Azofra da cuenta de casos
en su estudio sobre el participio de presente en el Omero romançado de Juan de Mena en los
que las estructuras latinas no se trasplantan e incluso ofrece ejemplos en los que aparecen
cuando no existe correspondencia con el original (cf. infra nuestro concepto de hiperlatinismo).
Latinismo, antilatinismo, hiperlatinismo y heterolatinismo 627

expresar ideas con mecanismos sintácticos propios, sin necesidad de recu-


rrir a los esquemas cultos que ofrecían los modelos latinos. Pero incluso en
una época de admiración plena de la cultura clásica como el Humanismo
y el Renacimiento, cuando las literaturas vernáculas europeas ya contaban
con una no desdeñable andadura, para una lengua como la castellana opina
Russel (1985: 61) «que es un error querer atribuir a las traducciones un papel
de importancia en el desarrollo del estilo latinizante que es rasgo caracterís-
tico de la prosa original y de la poesía del Cuatrocientos peninsular». Por
descender a un caso más concreto, tampoco Pountain (1998: 172) encuentra
indicios de que el AcI sea más frecuente en la traducción del latín8.
La mayoría de los asertos y opiniones que acabamos de mencionar
no responde a un análisis cuantitativo de textos que refrende las diversas
posturas. Nuestro propósito a lo largo de las siguientes páginas es contri-
buir al intento de responder a la pregunta de si el latinismo sintáctico es
efectivamente frecuente en las traducciones del latín mediante la muestra y
el análisis cuantitativo de una serie de datos y ejemplos. Para ello es con-
veniente determinar si el latinismo sintáctico es más frecuente en los textos
traducidos del latín que en los no traducidos, de ahí la necesidad de análisis
comparativos con corpus comparables (cf. Baker 1995), idealmente textos
traducidos y textos no traducidos de un mismo autor, pues así podremos
observar diferentes maneras de proceder en un mismo escritor según actúe
como traductor o como creador de textos.
Por supuesto, los resultados del análisis presentan limitaciones en vir-
tud de la época y de la extensión del corpus, que está constituido por
cuatro obras en prosa de dos autores de filiación erasmista: Alonso Fer-
nández de Madrid, Arcediano del Alcor, y Bernardo Pérez de Chinchón.
Las obras traducidas, ambas de Erasmo9, correspondientes a cada uno son
el Enquiridion o Manual del cavallero christiano (1526) —la proporción
de texto analizada alcanza un total de ca. 23 550 palabras— y La lengua
de Erasmo nuevamente romançada por muy elegante estilo (1531) —parte
analizada ca. 23 550 palabras—, respectivamente. Los textos originales son

8
Otros muchos investigadores de textos traducidos se han referido al hecho de que
estos presentan características menos latinizantes que los textos originales. Cf. Brucker
(1977: 339), Banciotto (1979: 69), Bérier (1988: 236), Cavallero (1992: 73), Burrus (1994:
152) y Pons Rodríguez (2012).
9
Por cuestiones de espacio, no puedo disertar en esta contribución acerca del problema
que podría alegarse respecto del diferente estatuto que probablemente se atribuyera al latín
renacentista frente al clásico también en lo que toca a la construcción sintáctica del discurso
y su capacidad «evocadora» en las prácticas del intérprete.
628 Santiago del Rey Quesada

la Silva palentina (ca. 1536-1539) de Alonso Fernández de Madrid —ca.


23 550 palabras analizadas— y los Diálogos cristianos (1535) —ca. 23 550
palabras— de Bernardo Pérez de Chinchón. Como parte de texto original
también hay que considerar el prólogo a las traducciones en ambos autores
—ca. 4085 palabras en el Enquiridion y ca. 3460 en la Lengua.
Antes de comenzar con la exposición de los resultados obtenidos, con-
viene advertir de que no hay absoluta homogeneidad en el corpus en cuanto
a la selección de tipos de texto, pues en él se mezclan escritos de contenido
teológico, una obra dialógica y una crónica. Sin embargo, todas las obras
seleccionadas coinciden, en gran medida, por ejemplo en la acumulación
de anécdotas históricas. El diálogo de Pérez de Chinchón es en realidad un
texto de carácter marcadamente monológico que incorpora extensos frag-
mentos de tratados teológicos del mismo autor. En fin, puede notarse una
presumible unidad de estilo entre los textos traducidos y los no traducidos
escogidos, en tanto que se ha privilegiado la identidad de autor sobre la
pertenencia de los textos a una misma tradición discursiva10.

2. Delimitación y tipología del latinismo sintáctico


No es fácil determinar el objeto de estudio cuando hablamos de lati-
nismo sintáctico ni hay acuerdo absoluto entre los estudiosos acerca de qué
fenómenos particulares deben ser integrados bajo este marbete terminoló-
gico. Según Dardano (1963: 86), para que un esquema pueda ser tildado
de latinizante debe haber otras formas de expresión equifuncionales en la
lengua. Blatt (1957: 139-140) establece cuatro criterios para determinar
la probabilidad de la influencia de la sintaxis latina en una determinada
construcción, aunque se limita a esbozar situaciones hipotéticas de plausi-
bilidad para calificar una construcción sintáctica como latinizante. Lorian
sí ensaya una definición de latinismo sintáctico para el francés que, sin
embargo, aspira a ser aplicable a cualquier lengua romance:
[L]e latinisme constitue une régression syntaxique, un retour à une construction
perdue ou délaissée par le roman commun et par l’ancien français lui-même,
mais reprise à un certain moment du développement de la langue. Le premier
signe distinctif serait donc la réapparition plus ou moins subite de la construction
latine. Les deuxième et troisième marques sont le provisorat de la construction,

No obstante, no nos pasa desapercibido que un corpus comparable tendría que estar
10

compuesto por tipos de texto semejantes en su naturaleza discursiva, característica que


no se halla con facilidad cuando se pretende analizar la producción literaria de un mismo
autor en el siglo XVI.
Latinismo, antilatinismo, hiperlatinismo y heterolatinismo 629

et son isolement au sein de la conformation structurale de la langue […]. Enfin,


quatrième signe spécifique, le caractère savant (Lorian 1968: 1263-1264)11.

Al final del apartado precedente hemos reivindicado la conveniencia de


utilizar corpus comparables para el estudio del latinismo sintáctico. En este
marco, propongo a continuación una clasificación de tipos de latinismos que
ensaya una cobertura tentativa de todas las posibilidades de interferencia12
que pueden darse en corpus de esta índole:
1. Utilizamos el término latinismo A para referirnos a calcos efectivos
en el texto meta (TM), es decir, cuando existe una motivación directa en
el modelo latino, texto fuente (TF), que redunda en un latinismo en la tra-
ducción, como en (1)13:
(1) Naturae est interire corpus, quod etiam si nullus occidat, tamen non emori
non potest (Enchiridion: 6).
(1’) Cosa natural es morir el cuerpo14, el qual, aunque ninguno le mate, al fin es
forçado que muera de suyo (Enquiridion: 120).

2. Reservamos el término latinismo B para aludir a los latinismos que


encontramos en los textos con total independencia del modelo latino, lo
que ocurre básicamente en tres supuestos posibles dentro de los corpus
comparables:
2a. En las obras originales, donde, en principio15, no existe modelo al
que achacar la construcción latinizante (2):

11
De entre las varias objeciones que podrían hacérsele a esta propuesta, quizás sea
el carácter provisional atribuido a la construcción latinizante la parte más cuestionable de
la definición, pues impediría considerar como latinismos las construcciones absolutas y,
en el plano morfosintáctico, también el superlativo sintético en -ísimo. Para una revisión
actualizada del concepto de ‘latinismo sintáctico’ y de los problemas que plantea, remito
a Mastrantonio (2017) y a Del Rey (en prensa b).
12
Por razones de espacio, no puedo detenerme en explicar las concomitancias que
presenta esta clasificación con la propuesta por Kabatek (1997) reelaborando ideas y
conceptos de Weinreich (1967 [1953]) y Coseriu (1977). Baste decir que el fenómeno del
latinismo A se relaciona con la interferencia positiva de trasposición, el hiperlatinismo y
el heterolatinismo con la interferencia positiva de hipercorrección y el antilatinismo con
la interferencia negativa de divergencia (cf. Del Rey 2016a).
13
En la terminología de Schmitt (2000: 1067), podríamos equiparar este latinismo a
lo que el autor denomina Übersetzungslatinismus.
14
Para estos casos de «infinitivo subordinado a la latina», en terminología de Cano
Aguilar (1992: 194), y sus problemas de adscripción como AcI tradicional, cf. Del Rey
(2016a: 94, n. 20).
15
Todas las reservas son pocas, sobre todo al hablar de textos antiguos, donde el
concepto de originalidad no puede equipararse a la total independencia de textos anteriores
630 Santiago del Rey Quesada

(2) el papa se guardaba bien de no ir aquella [sic] peregrinación, mas, como un día
fuese a decir misa en Roma a la capilla de Santa Cruz que llaman Jerusalén,
sintióse herido de muerte (Silva: 128).

2b. En los prólogos de las traducciones, en los que tampoco puede


hablarse de influencia directa de la fuente latina (3):
(3) toda aquella maravillosa y efficacíssima16 dotrina suya, que en su santo Evan-
gelio nos quedó escrita para su immitación (Enquiridion: 94).

2c. En fragmentos dentro de la traducción que no tienen corresponden-


cia en el texto latino (adiciones, paráfrasis, reformulaciones, digresiones,
etc.), como en (4):
(4) At illa fabulam protinus in vulgus efferens ridiculos concitauit tumultus
suamque futilitatem denobilitauit. Pueri continentiae honos habitus est (Lin-
gua: 63).
(4’) las mugeres nunca solían venir a demandar nada al senado, y espantados de
la demanda tan loca y fea que trayan, inquirieron qué motivo avían tenido
para aquello, y sabida la cosa, riéronse bien dellas, y establescieron que
no entrasse ningún muchacho en el senado sino Papyrio que tam bien avía
sabido callar los secretos que allí se tratavan (Lengua: 54).

3. Siguiendo la terminología de Lorian (1968: 1278), utilizaremos el


término antilatinismo para referirnos al uso de un esquema o característica
morfosintáctica propia de la norma más general de la lengua meta (LM)17
cuando en el TF exista un fenómeno morfosintáctico que podría haber
resultado en un calco —o latinismo A— (5):

que sirvan como modelo, sino que, muy al contrario, numerosas obras pueden ser descritas
como auténticas compilaciones de fuentes clásicas y romances, ya conocidas, ya perdidas.
Dado el carácter historiográfico de la Silva palentina, por ejemplo, obra tenida en cuenta
para este estudio, es difícil saber hasta qué punto muchos de los pasajes no son traducciones
más o menos libres de otras crónicas a las que tendría acceso el Arcediano, pero tal
incógnita merecería una indagación más pormenorizada en la que lamentablemente no he
podido detenerme.
16
Aunque no se trata propiamente de un latinismo sintáctico, sino morfológico, he
rastreado la presencia del superlativo sintético en el corpus por ser uno de los fenómenos
latinizantes más estudiados para la lengua española y porque su contrapartida antilatinizante
sí responde a motivaciones sintácticas: muy + adjetivo.
17
Es decir, se trataría de una solución más vernácula que el correspondiente latinismo.
No obstante, somos conscientes de los problemas que plantea el criterio de vernacularidad
aplicado a estadios de lengua del pasado reconstruidos a partir de los textos.
Latinismo, antilatinismo, hiperlatinismo y heterolatinismo 631

(5)  teste Iob, milite longe tum exercitatissimo tum inuictissimo (Enchiridion:
94).
(5’) según lo afirma aquel muy exercitado en ella y nunca vencido caballero Job
(Enquiridion: 111).

4. Acuñamos para el análisis el término de hiperlatinismo (cf. Del Rey


2015a: 86, n. 168) con el que aludimos a la presencia de una estructura o
fenómeno latinizante en el TM cuando no se da correspondencia directa
con el esquema del TF del que es traducción18 y, por lo tanto, no existe
motivación (6, 7):
(6) Has tantas varietates vnicum illud plectrum effingit ac reddit in diuersarum
gentium compluribus linguis (Lingua: 32).
(6’) Pues todas estas variedades este solo instrumento de la lengua las pronuncia,
y lo que más es, en diversíssimos lenguajes (Lengua: 19).
(7) Quid eadem [aqua] ad scatebram elicita nisi mysterium erutum atque expla-
natum? (Enchiridion: 112).
(7’) ¿Qué cosa es manar el agua de sus venas acá fuera, sino declararse los
misterios y secretos maravillosos escondidos debaxo della [?] (Enquiridion:
132).

5. Aunque se trata del fenómeno más esporádico, hablaremos de hete-


rolatinismo cuando una estructura o característica sintáctica latinizante en
el TM se corresponda en el TF con un fenómeno sintáctico latinizante de
naturaleza diferente; es decir, no se produce calco de la estructura sino
trasposición del carácter culto del esquema. Dependiendo de si se parte
del latín para recopilar las distintas soluciones del fenómeno o de si de
cada ocurrencia en castellano se busca la fuente romance, tendremos dos
opciones. Por ejemplo, para cum / como + subjuntivo:
5a. Puede ocurrir, como en (8), que la estructura de cum + subjuntivo
produzca otras estructuras sintácticas latinizantes, como una construcción
absoluta en el TM:
(8) pauci credunt, paucissimi formidant, qum sit haec mors illa morte tanto
atrocior (Enchiridion: 7).
(8’) muy pocos la creen y muy menos la temen, siendo esta muerte tanto más
cruel que la otra (Enquiridion: 100).

18
Buridant (2000: 10) se refiere a este fenómeno mediante la designación de
«latinisation interne». De «latinismos espurios» habla Russel (1985: 48). Con frecuencia,
el carácter latinizante achacado a determinadas traducciones se debe a la presencia de
hiperlatinismos y no de latinismos (cf. Morrás 1990: 354; Campos Souto 2001: 377; Gil
2012: 185).
632 Santiago del Rey Quesada

5b. Al contrario, otras estructuras sintácticas latinizantes en el TF pue-


den corresponder a un esquema de como + subjuntivo en el TM (9’):
(9) Ita Cleomenes, Anaxandridae filius, Argiuis ipsum vt periurum et impium
lacerantibus, ‘Vobis quidem’, inquit, ‘in manu est maleloqui, at mihi in manu
est malefacere’ (Lingua: 62).
(9’) Desta manera Cleómenes, hijo de Anaxandrides, como los argivos le mote-
jasen de perjuro y como dizen acá de erege, respondió: «En vuestra mano
está el maldezir, y en la mía el malhazer» (Lengua: 53).

6. A pesar de que no se trata del siguiente fenómeno en este trabajo,


una clasificación completa del latinismo en el ámbito de la traducción
debe incorporar como posibilidad de análisis el translatinismo, que ocurre
cuando una estructura o fenómeno latinizante en una lengua romance A es
asumido como latinismo en una lengua romance B (10):
(10) Muchas vezes acontesce assi mouerse a vna cosa la voluntad de dos hom-
bres, estando en diuersos lugares, y aun acordarse el vno del otro a vn
mismo tiempo (Coloquios, Pedro Mejía, 1547: Vr).
(10’) Spesse uolte accade, mouersi à una cosa stessa la uolontà de gli huomini,
essendo in diuersi luoghi, & ancora ricordarsi l’uno dall’altro in un medes-
imo tempo (Dialoghi, Pietro Messia, 1557: 93).

3. Una breve muestra estadística


Tras realizar el recuento de los diferentes fenómenos analizados —AcI,
construcciones absolutas, superlativos en -ís(s)imo y estructuras de como +
subjuntivo—, obtenemos resultados reveladores de acuerdo con los pará-
metros de comparabilidad que posibilita un corpus como el descrito en el
primer apartado de este trabajo.
3.1. Si nos detenemos en los datos obtenidos para el AcI19, observamos
(cf. Gráficos 1 y 2) que se trata de un fenómeno ampliamente documentado
en ambos textos latinos analizados, el Enchiridion y la Lingua. Mientras
que en el caso de Bernardo Pérez de Chinchón hay un mayor número
de AcI en el texto original que en su traducción, el Arcediano incorpora
un número ligeramente superior de AcI —en solución mayoritariamente
hiperlatinizante— en su versión del Enchiridion que en su Silva palentina
(teniendo en cuenta que 6 de las 45 ocurrencias documentadas aquí corres-
ponden al prólogo). La desproporción entre las cifras del TF y del TM es
muy llamativa sobre todo en el caso de la Lengua de Pérez de Chinchón:

Sobre las dificultades de delimitación de este fenómeno sintáctico, cf. Del Rey
19

(2016a: 94-96).
Latinismo, antilatinismo, hiperlatinismo y heterolatinismo 633

Gráfico 1. Recuento de AcI en el Enchiridion de Erasmo, en su traducción


y en la Silva palentina del Arcediano del Alcor.

Gráfico 2. Recuento de AcI en la Lingua de Erasmo, en su traducción


y en los Diálogos de Bernardo Pérez de Chinchón.

3.2. Las construcciones absolutas de participio20 son igualmente más


numerosas en el texto latino (cf. Gráficos 3 y 4); por lo que respecta a los
textos castellanos, en este caso se produce la situación inversa: Fernández
de Madrid (Gráfico 3) utiliza más construcciones absolutas en el texto
original que en la traducción, mientras que en la versión de Pérez de Chin-
chón (Gráfico 4) se contabilizan 3 ocurrencias más que en los Diálogos.
El carácter historiográfico de la Silva palentina puede explicar la relativa-

20
Por cuestiones de espacio, dejamos de lado aquí las estructuras absolutas de
gerundio, que consideramos fenómeno igualmente latinizante, aunque más asentado en el
idioma ya desde la época alfonsí (cf. Octavio de Toledo 2017), es decir, se trataría un grado
de latinización más débil (cf. Del Rey 2016b: n. 33; Del Rey en prensa a).
634 Santiago del Rey Quesada

mente elevada cifra de estas estructuras en la obra. Por su parte, la Lengua


romanceada por Pérez de Chinchón, aunque tampoco ajena a la anécdota
histórica, se muestra mucho más comedida en este sentido:

Gráfico 3. Recuento de construcciones absolutas de participio en el Enchiridion


de Erasmo, en su traducción y en la Silva palentina del Arcediano del Alcor.

Gráfico 4. Recuento de construcciones absolutas de participio en la Lingua de


Erasmo, en su traducción y en los Diálogos de Bernardo Pérez de Chinchón.

3.3. Los adjetivos en -ís(s)imo en las obras castellanas, sin acercarse a


los resultados obtenidos para el latín (cf. Gráficos 5 y 6), son tímidamente
superiores en los textos traducidos, si bien en estos los ejemplos de super-
lativo sintético no representan siempre casos de latinismo A, sino también
de hiperlatinismo. Es muy llamativo el empleo predilecto por parte del
Arcediano del Alcor en el prólogo a su traducción del Enchiridion (cf. Grá-
fico 5), pues en apenas una extensión asimilable a 4085 palabras hay más
superlativos sintéticos que en toda la traducción (ca. 23 550 palabras):
Latinismo, antilatinismo, hiperlatinismo y heterolatinismo 635

Gráfico 5. Recuento de superlativo -ís(s)imo en el Enchiridion de Erasmo,


en su traducción y en la Silva palentina del Arcediano del Alcor.

Gráfico 6. Recuento de superlativo -ís(s)imo en la Lingua de Erasmo,


en su traducción y en los Diálogos de Bernardo Pérez de Chinchón.

3.4. Los resultados que para las estructuras de como + subjuntivo arro-
jan los Gráficos 7 y 8 evidencian una gran divergencia entre un autor y
otro, así como entre los dos textos latinos analizados. En efecto, mientras
que en el Enchiridion solo se contabilizan 22 casos de cum + subjuntivo,
la Lingua presenta 136 casos, sin duda por el carácter narrativo de esta
última frente al expositivo-doctrinal de aquel. Se observa (cf. Gráfico 8) que
Bernardo Pérez de Chinchón es permeable a la incorporación de este meca-
nismo subordinativo, pues hasta en 61 ocasiones se documenta la estructura
en la traducción de la Lengua, en una gran proporción como latinismo A
(cf. Gráfico 9), aunque el antilatinismo es la solución con un porcentaje más
destacable de entre las posibilidades de traducción de la construcción en la
versión castellana. En el Arcediano del Alcor (Gráfico 7), sin embargo, se
continúa la tendencia más general: mayor proporción del fenómeno latini-
zante en el texto original que en la traducción, a lo que sin duda también
contribuye la naturaleza historiográfica de la Silva palentina:
636 Santiago del Rey Quesada

Gráfico 7. Recuento de cum / como + subjuntivo en el Enchiridion de Erasmo,


en su traducción y en la Silva palentina del Arcediano del Alcor.

Gráfico 8. Recuento de cum / como + subjuntivo en la Lingua de Erasmo,


en su traducción y en los Diálogos de Bernardo Pérez de Chinchón.

Gráfico 9. Resultados de cum + subjuntivo y tipos de como + subjuntivo en la


traducción de la Lingua de Bernardo Pérez de Chinchón.
Latinismo, antilatinismo, hiperlatinismo y heterolatinismo 637

3.5. Si nos fijamos exclusivamente en el texto de las traducciones


y efectuamos un recuento general de los resultados obtenidos sumando
los datos de cada uno de los fenómenos considerados en ambas versio-
nes (cf. Gráficos 10 y 11), se comprueba que el porcentaje con diferencia
más llamativo en ambas traducciones es el correspondiente al antilatinismo
(68% en el Enquiridion y 74% en la Lengua), seguido por el hiperlatinismo
en el Enquiridion (10%) y el latinismo A (11%) en la Lengua, debido en
gran parte a la aceptación en esta versión de la estructura de como + sub-
juntivo. En el Enquiridion, sin embargo, el latinismo A solo consigue una
representación del 9%, menor aún que la del latinismo B (10%). El hete-
rolatinismo, como fenómeno marginal, solo obtiene un porcentaje del 3%
en el Enquiridion y del 5% en la Lengua. El hiperlatinismo en esta última
traducción también consigue un porcentaje no desdeñable (9%):

Gráfico 10. Tipos de latinismos en la traducción del Enchiridion del


Arcediano del Alcor.

Gráfico 11. Tipos de latinismos en la traducción de la Lingua de


Bernardo Pérez de Chinchón.
638 Santiago del Rey Quesada

Los resultados globales demuestran cierta uniformidad en la actitud


que los autores adoptan a la hora de enfrentarse a la producción de las
obras traducidas y originales, aunque por supuesto se perciben diferencias
interesantes entre ellos en la acomodación de determinadas estructuras. Los
gráficos y datos expuestos en este apartado nos permiten extraer una serie
de conclusiones interesantes respecto del análisis realizado.

4. Conclusiones
Las conclusiones presentadas en este último apartado son necesaria-
mente provisionales de acuerdo con las limitaciones del corpus de las que
advertimos. Igualmente, hay que tener en cuenta que tan importantes como
las ideas colegidas del análisis son las preguntas que este deja abiertas para
el futuro.
1. En primer lugar, se ha insistido en la necesidad de considerar el
latinismo sintáctico como un fenómeno en el que se implican diferentes
actitudes según se trate de textos originales o textos traducidos. Claro que
tampoco en este aspecto tal desiderátum está exento de problemas, pues
se ha advertido de que muchas obras originales se basan (a veces muy de
cerca) en fuentes latinas, de ahí la importancia del fenómeno de la traduc-
ción como capítulo pendiente para la historia de la lengua.
2. Los datos recogidos en los cuadros presentados y en otros que, por
cuestiones de espacio, ha sido obligado omitir, revelan que, en las traduc-
ciones, el antilatinismo es el fenómeno, de entre los relacionados en el § 2
de este artículo, más representado.
3. El análisis de los diferentes fenómenos latinizantes contemplados en
este trabajo —AcI, construcciones absolutas de participio, superlativo en
-ísimo y estructuras de como + subjuntivo— pone de manifiesto diferencias
atribuibles a los estilos de autor —Alonso Pérez de Madrid, Arcediano del
Alcor, y Bernardo Pérez de Chinchón— y también distinciones que se rela-
cionan con las contingencias de la tradición discursiva en cada caso. Este
último aspecto explica, por ejemplo, que el encadenamiento de anécdotas
históricas en la Lingua de Erasmo haga disparar la estadística de cum +
subjuntivo en el TF y de como + subjuntivo en el TM de Pérez de Chinchón.
4. Si apartamos la estadística de como + subjuntivo en la traducción de
este último autor, las soluciones en ambos escritores apuntan en la dirección
de que las tendencias latinizantes aparecen mayoritariamente con indepen-
dencia del modelo latino, es decir, cuando no hay una motivación directa.
Esta conclusión es sin duda sorprendente sobre todo si pensamos que, a
la hora de traducir, el autor podría dejarse llevar sin más por la estructura
Latinismo, antilatinismo, hiperlatinismo y heterolatinismo 639

del TF y trasplantarla al TM, dado que se trata de soluciones igualmente


posibles en su propia concepción de la norma culta —lo que confirma
la mayoritariamente superior presencia de latinismos en las obras origi-
nales—. ¿Por qué, entonces, ocurre esto? Las posibles respuestas a tal
pregunta son sumamente complejas, dado que intervienen, por un lado,
cuestiones de estilo difíciles de solventar sin la confirmación misma del
autor y, por otro, probablemente también las (meta)teorías sobre traducción
vigentes en la época, de las que poca información nos ha llegado (cf. Del
Rey 2013). No obstante, aventuramos algunas hipótesis plausibles, ninguna
de ellas absolutamente convincente:
a) El hecho de que se encuentren muchos latinismos B en pasajes inter-
polados y adiciones nos ha llevado a pensar que, quizás, de esta forma los
escritores intentaban «camuflar» la intromisión hecha en el discurso origi-
nal mediante una sintaxis latinizante. Pero esta razón no explica por qué se
dan tantos hiperlatinismos que se corresponden con estrategias sintácticas
de otro tipo en el original, es decir, que no aparecen en fragmentos añadidos.
b) Otra hipótesis puede servir de manera tentativa: la de que tal manera
de proceder esté relacionada con la práctica escolar de la traducción en la
época. Tal vez los autores cultos aprendían a traducir del latín utilizando
estructuras romances más generales a la norma (antilatinismos), se conte-
nían en el uso de latinismos y recurrían al hiperlatinismo cuando ninguna
de las prácticas de traducción aprendidas tenía razón de ser en un fragmento
dado, dando así rienda suelta a su prurito latinizante. Pero, ¿por qué no
es entonces mucho más elevado el porcentaje de latinismo B en los textos
originales?
c) Cabe plantear otra pregunta en esta sucesión de hipótesis: ¿tenían
las estructuras tradicionalmente tildadas de latinizantes más arraigo en la
norma de la época de lo que se ha pensado? Si esto fuera efectivamente
así, sin embargo, ¿por qué se dan entonces tantos casos de antilatinismo?
Además, si existen diferentes grados de integración de los diversos tipos
de latinismos en el sistema en distintas épocas, ¿por qué las estructuras
latinizantes no aparecen más frecuentemente cuando hay una motivación
directa del latín?
d) En fin, las traducciones son discursos en los que las relaciones de
interferencia entre un sistema de lengua A y un sistema de lengua B son
gestionadas conscientemente por el traductor. La mayor presencia de antila-
tinismos en las traducciones puede ser reflejo de cierta predilección por los
fenómenos que se corresponden con la interferencia negativa de divergencia
(Kabatek 1997), es decir, el deseo de evitar estructuras comunes al sistema
640 Santiago del Rey Quesada

de la lengua A (castellano) y al de la lengua B (latín) privilegiando las que


son exclusivas de la lengua A; aplicado a nuestro análisis sintáctico-traduc-
tológico, la interferencia negativa de divergencia también se aplica a los
casos en los que en la lengua A (TM) se emplea una estructura que también
existe como posibilidad sistemática en la lengua B (TF) pero que, en un
contexto concreto, se revela como una construcción (equifuncional o no)
conscientemente diferente a la empleada en la lengua de partida. En este
sentido, las textos traducidos proporcionan un marco de análisis idóneo
para el estudio de este tipo de interferencia, de por sí difícil de constatar en
situaciones prototípicas de contacto lingüístico. Pero, ¿es efectivamente la
interferencia negativa la tendencia más importante en traducciones de otras
lenguas, de otras épocas21 y de otras tradiciones discursivas? Responder a
esta y a las anteriores preguntas requiere un proyecto de gran envergadura
que todavía no ha sido ni siquiera emprendido. Confiamos en que futuros
estudios vayan aclarando las fascinantes incógnitas que suscita el fenómeno
de la traducción en diferentes épocas del idioma.

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21
Sí parece responder a la misma tendencia la práctica de la traducción en las obras
historiográficas de Alfonso X (cf. Castillo Lluch 2005 y Del Rey 2016a).
Latinismo, antilatinismo, hiperlatinismo y heterolatinismo 641

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Estudio diacrónico de la preposición a en
locuciones adjetivas nominal + a + nominal

Rodrigo Flores Dávila


Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen. En este trabajo analizo la profundidad histórica de construcciones adje-


tivas formadas mediante estructuras que siguen una pauta nominal + a + nominal,
del tipo camisa a rayas, corbata a cuadros, pañuelo a tiras, etc. Estudio, de forma
particular, tres aspectos relevantes en la conformación de estas construcciones:
a) la presencia o ausencia de un complemento de nombre encabezado mediante la
preposición de, posible contexto motivador en la creación y difusión de esta clase
de estructuras adjetivas; b) los rasgos léxicos del nominal rector; y c) los rasgos
léxicos del nominal regido, ambos factores determinantes en estos usos adjetivos.
Palabras clave. Preposición a, locución adjetiva, complemento de nombre.

Abstract. This paper aims at analyzing the historical depth of adjectival structures
which resort to patterns such as the following: noun + a + noun, as in camisa
a rayas, corbata a cuadros, pañuelo a tiras. Three main aspects are to be ana-
lyzed as for their significance in the building of these structures: a) the presence
or absence of a noun phrase complement followed by the preposition de, likely
to be the motivating context behind the emergence and dissemination of such
adjectival structures; b) the lexical features of the noun introducer; and c) the
lexical features of the noun followed by a prepositional phrase; both b) and c)
are thought to determine such adjectival usages.
Keywords. Preposition a, adjectival expressions, noun phrase complements.

1. Introducción
La preposición a puede caracterizarse como uno de los elementos gra-
maticales que ha adquirido, a lo largo de la historia del español, un mayor
número de funciones no etimológicas y, por lo tanto, también ha ganado
presencia significativa en muy diversos contextos de uso. Constituye una
648 Rodrigo Flores Dávila

de estas innovaciones funcionales la secuencia a + nominal empleada como


una estrategia más para formar construcciones adjetivas en español. De
este modo, el esquema con la pauta nominal + a + nominal, tal como en
los ejemplos de (1a), compite con formas propiamente adjetivas, como en
los casos de (1b), u otros esquemas adjetivales con otra preposición, como
en (1c).
(1a) Las corbatas a rayas no son una mala opción (José María López-Galiacho,
Manual del perfecto caballero, 2001, España, CORPES).
Almorzó allí, solitario y rodeado por las camisas a cuadros de los camio-
neros (Juan Carlos Onetti, El astillero, 1961, Uruguay, corde).
(1b) sobre la barriga reposaba una sobria corbata rayada (María Dueñas, El
tiempo entre costuras, 2009, Madrid, gb).
Su pantalón de mezclilla y su camisa cuadrada estaban maltrechas, sucias,
como si tuviera días con la misma vestidura (Arturo Villaseñor, Patrón
familiar, México, gb).
(1c) Era un hombre gordísimo y trajeado, que llevaba una corbata de rayas
(Mayra Montero, El capitán de los dormidos, 2002, Cuba, crea).
Sobre su cabeza llevaba un sombrerillo blando, ladeado, y en su carnoso
pescuezo, corbata de cuadros rojos y amarillos (Benito Pérez Galdós, El
caballero encantado, 1909, España, corde).

El análisis del esquema nominal + a + nominal tiene interés, por lo


menos, desde cuatro perspectivas de análisis: formal, funcional, sintácti-
co-semántico y diacrónico. Desde un punto de vista formal, ejemplos como
los de (1a) resultan interesantes puesto que se alejan del esquema básico
recurrente de la preposición a, que es, a saber, verbo + a + nominal. Como
expondré más adelante (véase § 4), la preposición a suele responder, en la
mayoría de sus funciones gramaticales y a lo largo de la historia del español,
a un esquema con un elemento rector verbal, de modo que resulta innovador
el uso de la secuencia a + nominal introducida mediante un nominal rector:
nominal + a + nominal.
Por lo que toca al carácter funcional, este fenómeno es llamativo ya
que la preposición a + el nominal subsecuente —rayas y cuadros, en los
casos de (1a)— cubre una función adjetiva y modifica al nominal rector
—corbatas y camisas, respectivamente—; entra, asimismo, en competencia
con otros mecanismos bien cimentados del español que cumplen con la
función adjetiva.
Con respecto al interés sintáctico-semántico, el corpus analizado para
este trabajo muestra que uno de los contextos propiciadores de aparición
del esquema a + nominal es, tal como mostraré más adelante (§ 5), la pre-
sencia de un complemento de nombre pospuesto al nominal rector. De igual
Estudio diacrónico de la preposición a en locuciones adjetivas 649

modo, los datos dejan ver que la semántica léxica de los nominales rectores
presenta una alta dispersión léxica y, en contraparte, la semántica léxica
de los términos nominales muestra una dispersión léxica muy baja (§ 6).
En términos diacrónicos, resulta interesante la escasa profundidad his-
tórica del empleo de a como formadora de construcciones adjetivas, no
obstante algunos ejemplos en etapas tempranas. De modo más específico,
en el lapso que abarca del siglo xiii al siglo xviii son pocos los casos
que siguen el esquema nominal + a + nominal. Posteriormente, a partir del
siglo xix, se registra un periodo de activación y proliferación del esquema.
Este uso innovador de a es, sin duda, un ejemplo más de la multiplicidad
funcional y formal que la preposición a ha adquirido a lo largo de la his-
toria del español.
Esta investigación tiene como objetivo principal analizar bajo una
perspectiva diacrónica las construcciones adjetivas formadas mediante el
esquema a + nominal. Los objetivos específicos son tres: a) Estudiar el
contexto sintáctico adyacente a las estructuras de a + nominal, en particular,
la presencia de un complemento de nombre encabezado por la preposición
de. b) Mostrar los principales rasgos léxico-semánticos del introductor
nominal. c) Dar cuenta de los principales rasgos léxico-semánticos del
término nominal.
Cabe señalar que este estudio tiene como base una serie de trabajos
anteriores sobre la preposición a (Flores 2013; Company/Flores 2014), e
intenta aportar información hasta ahora no conocida sobre construcciones
con la pauta nominal + a + nominal, con base en nuevos corpus específicos
para su análisis.
La estructura de este texto se divide en seis apartados, además de esta
introducción. En el apartado 2, expongo el corpus base de la investigación
y los criterios empleados para su conformación. El apartado 3 constituye
un breve estado de la cuestión de los aspectos ya tratados en otros estu-
dios. En el § 4 analizo los datos en perspectiva diacrónica. El apartado 5
aborda la presencia de un complemento adnominal como factor motivador
del cambio. El apartado 6 está dividido en dos secciones; en la primera
presento el análisis léxico de los nominales rectores y en la segunda el de
los nominales regidos. Cierran unas conclusiones en § 7.

2. Corpus
Los datos para este trabajo proceden de cinco corpus electrónicos:
a) Corpus Diacrónico del Español (corde); b) Corpus de Referencia del
Español Actual (crea); c) Corpus del Español del Siglo xxi (corpes);
650 Rodrigo Flores Dávila

d) Hemeroteca Digital (hd), y e) Google Books (gb). La búsqueda de


los datos tiene una amplia profundidad histórica: inicia en el siglo xiii y
concluye en el siglo xxi.
Cabe señalar que, además del corpus específico, empleo datos obteni-
dos de un corpus adicional, establecido para una investigación general de
la preposición a, con un total de 1390 casos (Company/Flores 2014: 470).
El propósito de este corpus es verificar y establecer el comportamiento
de la estructura nominal + a + nominal frente al conjunto de estructuras,
funciones y valores semánticos de esta preposición.
La metodología empleada para el establecimiento de los datos com-
prende dos aspectos principales: a) una búsqueda exhaustiva del esquema
nominal + a + nominal, desde el siglo xiii hasta el siglo xviii; y b) debido
al incremento abrupto de casos a partir del siglo xix —sostenido en los
siglos xx y xxi—, un muestreo aleatorio sistemático de 75 casos para
cada uno de los últimos tres siglos. El resultado cuantitativo final de la
búsqueda en el corpus base es de 275 ejemplos con el esquema nominal
+ a + nominal.

3. Breve estado de la cuestión


El esquema nominal + a + nominal como estrategia para formar expre-
siones adjetivas ha sido tratado de manera escasísima en la bibliografía
especializada, tanto en perspectiva sincrónica como diacrónica. Algunas
obras gramaticales consignan este fenómeno, aunque de manera somera
y centrándose básicamente en las funciones de las expresiones formadas
mediante tal esquema. Asimismo, existen unos pocos trabajos que atienden
a construcciones del tipo nominal + a + nominal, con un énfasis especial
en su aparente estatus de galicismo. Expongo, a continuación, algunos de
los aspectos primordiales en el análisis de este fenómeno.
Por lo que toca a los aspectos funcionales y formales, la estructura a
+ nominal es analizada como una frase o sintagma preposicional empleado
para crear formas adjetivas complejas, denominadas locuciones adjetivas
(Blanco Escoda 2006: 238; NGLE 2009: vol. I, § 13.18c; Moliner 2012: 29).
De este modo, las formas adjetivas complejas cumplen con las mismas
funciones que las formas adjetivas simples (Gross 1991: 163-168). Así,
los ejemplos en (2a) y (2b) son equivalentes, respectivamente, a los casos
en (3a) y (3b).
(2a) Había otras motos, y un joven con una camisa a cuadros (Juan Marsé,
Últimas tardes con Teresa, 1996, España, corde).
Estudio diacrónico de la preposición a en locuciones adjetivas 651

(2b) La calle de Prim tiene (hoy remendado) un elegante pavimento a rombos de
granito y pórfido (Fernando Chueca Goitia, El semblante de Madrid, 1951,
España, corde).
(3a) lo único extraño es el deambular nocturno del mandatario, con pijamas
cuadriculadas (Rafael Loret de Mola, Marta, 2003, México, corpes).
(3b) Son frecuentes los materiales de construcción como el pavimento romboidal
y las tegulae (Archivo de prehistoria levantina, 1975, España, gb).

Desde una perspectiva formal, tal y como puede verse en los ejemplos
anteriores, las construcciones adjetivas complejas aparecen siempre pos-
puestas al nominal que modifican. En estos casos no es posible cambiar
el orden hacia el margen izquierdo, como sí puede realizarse, bajo ciertas
condiciones, con las formas simples (4).
(4) cubría de tinta los ofendidos y cuadriculados papeles (Ana María Matute,
Obra completa, 1971, España, gb).
el príncipe Felipe con romboidal corbata en la misma tonalidad que favorece
tanto a Letizia (Tiempo de hoy, 11/12-2004, España, gb).

Si bien en los ejemplos anteriores existe equivalencia entre los adje-


tivos complejos (2) y los correspondientes adjetivos simples (3), en otros
casos resulta difícil formalizar tal equiparación, básicamente, por no existir
o no documentarse una forma simple que cumpla con las características
semánticas expresadas mediante la forma compleja; véanse los ejemplos
de (5).
(5a) Apareció una mujer con un turbante a lunares (Sylvia Iparraguirre, La
orfandad, 2010, Argentina, corpes).
(5b) el paño de adelante es de piqué blanco a tiras plegadas (Anónimo, El Correo
de la Moda, 18-05-1875, España, hd).

Como puede verse, en algunos casos los adjetivos simples pueden for-
marse morfológicamente a partir de la base nominal. De este modo, en (5a),
un adjetivo equivalente es alunarado; en cambio, en (5b), es sumamente
complicado realizar esta operación morfológica, puesto que el nominal que
conforma el adjetivo complejo, tiras, está a su vez modificado por otro
adjetivo, plegadas.
Por lo que toca a los aspectos semánticos, si bien las construcciones
con el esquema a + nominal son consideradas locuciones adjetivales, estas
no suelen estar consignadas en los diccionarios. En efecto, se atribuye el
valor semántico expresado en estas construcciones a la preposición a, en
cuyo caso se explica que en estos usos a expresa «el modo o la forma de
un objeto» (Lara 2010: s. v. a).
652 Rodrigo Flores Dávila

Otro de los aspectos relevantes es que tanto el elemento nominal


rector como el elemento nominal regido suelen estar restringidos léxi-
camente. En términos más concretos, en la estructura nominal + a +
nominal, el primero de los elementos suele hacer referencia a una prenda
de vestir o al material con que estas se elaboran, tal y como se ve en los
ejemplos de (2a) y (5a). No obstante, existen, aunque en menor medida,
otros elementos léxicos en esta posición, véase (2b). Por su parte, el
segundo elemento nominal expresa el modo o la forma de un objeto, por
lo que la restricción léxica que aquí se expresa se concentra en disposi-
ciones formales de algún conjunto de elementos, por ejemplo: cuadros,
líneas, rayas, manchas, etcétera.
Una de las características frecuentemente señalada, aunque no com-
probada, es la condición de galicismo de estas construcciones. En términos
generales, se ha dicho que se trata de una estructura apartada del uso tra-
dicional del español, y que expresiones tales como calcetines a rombos o
mantel a cuadros «afectan» la sintaxis de la lengua por suplantar la estruc-
tura formada mediante la preposición de, calcetines de rombos o mantel de
cuadros (cf. Guasch 1951; Davis 1968; Martínez Centeno 1969; Company/
Sobrevilla 2014)1. Con base en lo anterior, son muchos los trabajos de orden
prescriptivo que desaconsejan el uso de esta secuencia; baste como ejemplo
el tratamiento que da a estas expresiones una obra del Instituto Cervantes
(2013: 221): «Las construcciones del tipo “sustantivo + a + sustantivo”
solo son aceptables cuando el complemento acompaña a un derivado de
un verbo de acción que mantiene su carácter verbal». Se asume, en este y
otros trabajos, que las formas correctas se expresan únicamente mediante
la preposición de (cf. Kany 1945: cap. 10).

4. Diacronía de a + nominal
Desde una perspectiva diacrónica, la formación de locuciones adjetivas
conformadas mediante nominal + a + nominal ha sido caracterizada como
una más de las nuevas rutinas en las que entró la preposición a, de ahí que
su profundidad histórica sea escasa. La principal innovación se presenta,
justamente, en el nominal introductor, puesto que la preposición a, como
he mencionado supra, sigue un esquema básico de verbo + a + nominal.

Para otras alternancias entre las preposiciones a y de en el esquema nominal +


1

preposición + nominal, véase el trabajo de Poloniato de Partnoy (1964), en el cual describe


algunos usos propios del español colombiano, pero de alcance a otras variantes. Para este
mismo tema, véase también Flórez (1967).
Estudio diacrónico de la preposición a en locuciones adjetivas 653

En efecto, puede comprobarse en el Cuadro 1 que el esquema a + nominal


suele estar encabezado, durante la diacronía del español, por un elemento
rector verbal, y en mucha menor medida por uno nominal.
Verbo Nominal Otras Total
xiii 97% 2% 1% 442
xvii 89% 7% 4% 427
xxi 86% 10% 4% 521
Cuadro 1. Categoría introductora de a en el corpus adicional2.

El cuadro 1 muestra la baja frecuencia de uso de la estructura nomi-


nal + a + nominal. Deja ver, asimismo, un incremento constante y no
desdeñable de los introductores nominales: 2% > 7% > 10%; no obstante,
las cifras absolutas son muy bajas; a saber, 8 > 31 > 52. Cabe señalar
que, además del esquema que aquí analizo, con un nominal escueto en
la posición regida (nominal + a + nominal), en este corpus adicional se
incluyen otros esquemas con un nominal no escueto, tal como ejempli-
fican los casos de (6).
(6a) completaba su tradicional corte de pelo a lo Grace Jones con una coleta de
casi un palmo (El País, 01-12-1989, España, crea).
(6b) Hay huevos a la mexicana, quesadillas, frijolitos, fruta (Eloy Urroz, Las
plegarias del cuerpo, 1994, México, crea).

Si bien las construcciones ejemplificadas en (6) se acercan formal y


funcionalmente a las estructuras que conducen el análisis que aquí pre-
sento, no son, desde una perspectiva léxico-semántica, totalmente similares,
puesto que el llenado léxico en los casos con nominal escueto está prácti-
camente limitado a una serie de entradas léxicas durante toda la diacronía
del español, tal y como mostraré más adelante (§ 6.2); en contraparte, los
nominales no escuetos tienen una gran libertad de llenado.
Por lo que respecta a la diacronía de la función adjetiva de las cons-
trucciones con a + nominal, el Cuadro 2 muestra los resultados obtenidos
en el corpus base de esta investigación, únicamente para los siglos que van
del xiii al xviii.

2
La información de este cuadro está tomada directamente de Company/Flores (2014:
470).
654 Rodrigo Flores Dávila

xiii 1
xiv 2
xv 5
xvi 12
xvii 7
xviii 13
total 40
Cuadro 2. a + nominal en función adjetiva.

El Cuadro 2 refleja una bajísima frecuencia de uso en todos los cortes


cronológicos; la suma total es únicamente de 40 casos en un corpus con
una búsqueda exhaustiva para un periodo de casi 600 años, y aunque puede
constatarse un aumento, este no es consistente ni representativo.
Las primeras documentaciones que arroja el corpus muestran dos
características principales o definitorias en los primeros siglos: en primer
lugar, la posibilidad de no adyacencia entre los elementos que componen el
esquema (7a); y, en segundo lugar, la estabilización del esquema mediante
la repetición de una misma rutina expresada en un ejemplo reiterado múl-
tiples veces en los primeros cortes cronológicos (7b).

(7a) diol vna tan grand ferida con ella en el escudo que traya, a flores, el canpo
de oro e las flores de azul, que gelo paso de la otra parte (Anónimo, Historia
troyana en prosa y verso, 1270, corde).
(7b) escripto en pergamino de cuero seellado con su seello de promo pendiente
por filos de seda a colores (Anónimo, Privilegio rodado de Alfonso xi, 1335,
corde).

El análisis del primer ejemplo muestra que la secuencia a flores cum-


ple con la función adjetiva de escudo; prueba de ello es que al modificar
el orden de los elementos no existe agramaticalidad: «diol vna tan grand
ferida con ella en el escudo a flores [que traya]». Evidentemente, el orden
tal y como aparece en el ejemplo (7a) está condicionado por el resto de la
información, «el canpo de oro e las flores de azul». Por su parte, en (7b) se
muestra un ejemplo con un importante número de registros en el corpus, en
cuyo caso el nominal rector es seda y el nominal regido colores. Se trata
de una expresión que aparece documentada con frecuencia desde el siglo
xiv hasta el siglo xvi.
Por otro lado, el corpus deja ver que a partir de la segunda mitad del
siglo xvi hay una mayor variedad léxica tanto en el nominal rector como
en el nominal regido, así puede comprobarse en los ejemplos de (8).
Estudio diacrónico de la preposición a en locuciones adjetivas 655

(8) Tengo dos corços que una oveja cría, de pelo blanco a manchas (Fray Luis
de León, Traducciones clásicas, ca. 1550-1580, España, corde).
Los Avalos tenian por armas un castillo dorado en campo azul con orla a
trozos blancos y colorados (Anónimo, Relaciones histórico-geográficas-es-
tadísticas, 1575-1580, España, corde).
Otra saya de tavi pajizo, a quadros, con dos cueras (Anónimo, Relación y
memoria de las joyas de Ana de Austria, 1615, España, corde).

A partir del siglo xix las documentaciones del esquema adjetival a +


nominal se incrementaron abruptamente; así, por ejemplo, solo en crea se
pueden documentar más de 500 locuciones adjetivas encabezadas mediante
la preposición a, seguida de un nominal3. Si bien este hecho está condicio-
nado, en cierta medida, por un aumento de documentos especializados en
el ámbito de la moda, procedentes del corpus de la Hemeroteca Digital, no
deja de ser llamativo el repentino incremento en la frecuencia de uso. El
corpus de la hd incluye una serie de revistas, diarios, boletines, gacetas,
etc. en los que se incluye léxico con múltiples referencias a atuendos, indu-
mentos o material de confección, que propicia la aparición de las locuciones
adjetivas con a + nominal (9).
(9) Les citaré vestidos de percal que se componen de un guardapiés con trage a
lunares o a listas (Anónimo, La Moda Elegante, 30-06-1869, España, hd).
Trage escocés, que consta de una falda de popelina a cuadros negros dobles
(Pamela, El Ángel del Hogar, 30-04-1865, España, hd).

Por último, es muy probable que gracias a la difusión cotidiana de la


estructura a + nominal a través de los medios impresos, en los siguientes
siglos las locuciones adjetivas gozaran de amplia aceptación y se expan-
dieran aún más a otras clases léxicas, particularmente en los nominales
introductores (10).

(10) En la noche del 4 al 5 del corriente se salio de casa de su amo un perro
mastin, de color pardo oscuro a manchas (Anónimo, Diario de Avisos de
Madrid, 07-10-1845, España, hd).
Tiene unos enormes testículos de rombos a colores (Fernando del Paso,
Palinuro de México, 1977, México, corde).

3
Tal y como señalé en el § 2, debido al importante aumento de casos de la estructura
adjetiva a + nominal, y para los fines cuantitativos y cualitativos de esta investigación,
incluí en el corpus solamente un número representativo del total de los casos registrados
en los siglos xix, xx y xxi.
656 Rodrigo Flores Dávila

En resumen, bajo la perspectiva diacrónica, el corpus aquí analizado mues-


tra que la estructura adjetiva con la preposición a carece prácticamente de
empleo en los seis primeros siglos que conforman la investigación (xiii-xviii).
Es a partir del siglo xix cuando se registra un aumento considerable en el uso
de estas construcciones adjetivas, incremento que se sostiene en el siglo xx y
en los primeros años del siglo xxi. Además del crecimiento en términos dia-
crónicos, puede observarse un aumento en la diversificación léxica del nominal
rector, a la vez que restricciones en el nominal regido, de ahí que el análisis
posterior esté dirigido en buena medida por estas variables de análisis.

5. Contexto motivador
El corpus analizado muestra que uno de los contextos propiciadores
de la estructura adjetiva a + nominal es la adyacencia de un complemento
de nombre encabezado mediante la preposición de. El cuadro 3 muestra la
presencia de este complemento durante los primeros cortes cronológicos
establecidos en el corpus base de esta investigación4.

xiv 100%
xv 100%
xvi 67%
xvii 86%
xviii 62%
Cuadro 3. Adyacencia de un complemento de nombre con de.

El cuadro anterior deja ver que en los siglos que van del xiv al xviii
la estructura adjetiva a + nominal tiene como contexto la adyacencia de
un complemento del nombre introducido mediante la preposición de (11).
(11a) con sello de plomo pendiente en filos de seda a colores (Anónimo, Proceso
judicial, 1414, corde).
(11b) pantalón y camisa de lienzo a cuadros blancos y azules (Anónimo, El Con-
ciso, 26-09-1812, España, hd).

En el Cuadro 3 se puede observar que en los dos primeros cortes cro-


nológicos, siglo xiv y siglo xv, la totalidad de los ejemplos presenta un
complemento de nombre adyacente al nominal rector. En los tres siglos

4
He decidido no incluir en este análisis el único ejemplo consignado en el siglo xiii,
puesto que se trata de un caso excepcional y porque no presenta una estrutura similar al
resto de los ejemplos. El total de casos que aquí estudio es de 39.
Estudio diacrónico de la preposición a en locuciones adjetivas 657

posteriores, hay un descenso considerable de los complementos de nombre:


67% > 86% > 62%. La interpretación y el análisis de este hecho es que, en
las primeras etapas, el complemento del nombre con de es uno de los con-
textos motivadores en el origen del esquema adjetivo a + nominal, puesto
que establece una restricción para el aditamento de locuciones adjetivas
encabezadas también con la preposición de. Así pues, son preferibles las
formas saya de tela a cuadros, camisa de popelina a rayas azules, frente
a saya de tela de cuadros, camisa de popelina de rayas azules, puesto que
con la primera opción, con la preposición a, se evita la duplicación de
elementos encabezados por la preposición de.
La información cuantitativa expuesta en el Cuadro 3 contrasta con los
datos obtenidos para los siglos xix, xx y xxi, en los que la presencia
del complemento del nombre encabezado por la preposición de disminuye
considerablemente5. El Cuadro 4 muestra los porcentajes para cada uno de
estos siglos.
xix 43%
xx 11%
xxi 11%
Cuadro 4. Adyacencia de un complemento de nombre con de.

Los datos cuantitativos del Cuadro 4 confirman un decremento conti-


nuo en la presencia de un complemento de nombre adyacente al esquema
adjetivo con a + nominal que venía presentándose en los siglos preceden-
tes. La disminución más abrupta se da a partir del siglo xx y se conserva
así en el xxi; puede verse en los ejemplos de estos siglos la ausencia del
complemento de nombre encabezado mediante la preposición de (12).
(12) Ronald se apoyó contra la puerta. Pelirrojamente en camisa a cuadros (Julio
Cortázar, Rayuela, 1963, corde).
El padre de Saturnina tenía puesta una camisa a rayas con un moño azul
(Noemí Ulla, El ramito y otros cuentos, 2001, Argentina, corpes).
A la luz de la evidencia diacrónica, la estructura adjetiva a + nomi-
nal parece estar propiciada en sus primeras etapas por la presencia de un
complemento de nombre encabezado mediante la preposición de. Poste-
riormente, las locuciones adjetivas con a dejaron de depender de la concu-
rrencia del complemento de nombre, por lo que se desprendieron de este
contexto motivador.

5
Cabe recordar que en este caso el universo de ejemplos es de 225 casos, 75 para
cada uno de los tres siglos analizados en esta segunda etapa del corpus.
658 Rodrigo Flores Dávila

6. Diversidad léxica
Las construcciones adjetivas con la pauta a + nominal que aquí analizo
se distinguen, además de por su contexto motivador, por tener restriccio-
nes léxicas tanto en el nominal rector como en el nominal regido. A con-
tinuación, presento algunas de las principales características para ambos
elementos; presto, además, especial atención al factor diacrónico.
6.1. Diversidad léxica del nominal rector
En términos generales, la diversidad léxica del nominal rector es sig-
nificativamente alta. El corpus arroja un total de 110 lexemas diferentes en
un universo de 265 ejemplos; esto es, aproximadamente un nuevo lexema
por cada dos ejemplos registrados. En efecto, existen 77 lexemas con una
única documentación, tales como cachucha, cojín, dalmática, escudo,
estola, gabán, jubón, orla, tacuche, uniforme, etc. No obstante, los intro-
ductores más frecuentes en el corpus son camisa, con 25/265 casos; traje
con 15/265 y vestido con 13/265.
La información antes expuesta puede apreciarse de mejor modo en la
Gráfica 1; en ella puede verse tanto la distribución como la dispersión léxica
de los nominales rectores en las construcciones adjetivas con a + nominal.
Debido al alto número de lexemas nominales diferentes, la columna de la
Gráfica 1 muestra solo algunos ejemplos; en la fila se expresa el número
absoluto de documentaciones para cada uno de estos nominales.

Gráfica 1. Diversidad léxica del nominal rector.


Estudio diacrónico de la preposición a en locuciones adjetivas 659

Como puede verse en la gráfica anterior, en general, existe una muy


alta dispersión léxica de los nominales que pueden introducir o regir esta
clase de locuciones adjetivales. No obstante, estos nominales se constriñen
semánticamente en unos pocos campos semánticos, a saber, hacen refe-
rencia a prendas de vestir, materiales de confección, etcétera. Finalmente,
desde una perspectiva diacrónica, en los primeros cortes cronológicos, del
siglo xiii al xviii, el nominal introductor con mayor uso de empleo es hilo,
mientras que en los siglos que van del xix al xxi es camisa.
6.2 Diversidad léxica del nominal regido
Por lo que toca al nominal regido, la diversidad léxica de este se res-
tringe únicamente a 14 lexemas, en un universo de 265 ejemplos; este hecho
contrasta y se contrapone con la dispersión léxica del elemento rector. En
el caso del nominal regido solamente hay 5 lexemas con documentación
única, ejemplificados en (13).
(13) Los Avalos tenian por armas un castillo dorado en campo azul con orla a
trozos blancos y colorados (Anónimo, Relaciones histórico-geográficas-es-
tadísticas, 1575-1580, España, corde).
vieron que las daba un hombre vestido, al parecer, de un sayo negro jiro-
nado de carmesí a llamas (Miguel Cervantes de Saavedra, Segunda parte
del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, 1615, España, corde).
unas [cotonías] a líneas y flores (Anónimo, Diario Noticioso, 12-02-1760,
España, hd).
Vestido de lanilla azul a grandes tablas (Anónimo, La Guirnalda, 20-08-
1883, España, hd).
solo los motivos a grecas simulando falsos ojales son negros (Anónimo, La
Moda Elegante, 06-09-1921, España, hd).
El Gráfico 2 que a continuación presento muestra de manera más clara la
distribución y dispersión léxica de los nominales regidos en las construcciones
adjetivas con a + nominal. La columna corresponde a los nominales consig-
nados en el corpus, y la fila al número de documentaciones de cada nominal.

Gráfica 2. Diversidad léxica del nominal regido.


660 Rodrigo Flores Dávila

La gráfica anterior deja ver que el léxico de los nominales regidos se


concentra en unos pocos lexemas. En términos porcentuales el 81% de estos
nominales se distribuye de la siguiente manera: cuadros 45% (118/265),
rayas 26% (70/265) y listas 10% (26/265).
En perspectiva diacrónica, resulta interesante que 9 de los 14 lexemas
se registran desde los orígenes de esta construcción. En los siglos que van
del xiii al xviii el nominal rector con mayor empleo es colores. Por su
parte, en los siglos que van del xix al xxi es el nominal cuadros el más
frecuente. Por último, la concentración léxica de los nominales regidos se
concentra de modo casi exclusivo en un campo semántico con el que se
expresan disposiciones formales de algún conjunto de elementos: cuadros,
rayas, listas, lunares, por mencionar algunos.

7. Conclusiones
En este trabajo he presentado un análisis diacrónico de estructuras
adjetivas con la pauta nominal + a + nominal. La información obtenida
muestra que si bien existe una gran profundidad histórica, las documenta-
ciones en los siglos que van del xiii al xviii son escasas. Asimismo, se hace
evidente que existe un periodo de activación y proliferación del esquema,
que corresponde al siglo xix. Durante el siglo xx y los primeros años del
siglo xxi, la frecuencia de uso se mantiene. Con base en los supuestos
anteriores, principalmente la profundidad histórica, habría que replantearse
la afirmación repetida en la bibliografía con respecto al estatus de galicismo
de las estructuras del tipo camisa a rayas, corbata a cuadros, etcétera.
He señalado, además, que la adyacencia de un complemento de nombre
encabezado mediante la preposición de podría ser un contexto motivador de
las estructuras adjetivas con a, puesto que aquellas implican restricciones
para incrustar locuciones adjetivas encabezadas con la preposición de; en
otras palabras, el esquema nominal + a + nominal surge como una estra-
tegia para evitar la repetición de dos elementos encabezados mediante de.
Finalmente, la diversidad léxica del nominal rector es muy alta, aunque
restringida a contextos semánticos específicos. En contraparte, los nomi-
nales regidos presentan muy baja diversidad léxica e, igualmente, están
restringidos a ciertos campos léxico-semánticos.

Bibliografía
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Estudio diacrónico de la preposición a en locuciones adjetivas 661

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662 Rodrigo Flores Dávila

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El discurso directo en el Corpus diacrónico del
reino de Granada (CORDEREGRA, 1492-1833).
Nuevos datos sobre el pronombre usted

M.ª Teresa García-Godoy


Universidad de Granada

Resumen. El Corpus diacrónico del español del reino de Granada (CORDEREGRA)


se cimenta en la lengua no literaria del periodo 1492-1833. Principalmente, este
corpus se compone de tres tipos textuales: protocolos notariales, cartas y pleitos
criminales. Estos últimos suelen incluir declaraciones de testigo, en las que se
reproducen literalmente las palabras propias o ajenas (discurso directo). Toda
vez que en la investigación del pronombre usted se han privilegiado las fuentes
del teatro clásico, este trabajo se propone estos dos objetivos: a) presentar las
evidencias empíricas del pronombre en el CORDEREGRA; b) determinar las dife-
rencias evolutivas del pronombre usted en la lengua literaria y en la no literaria
de los siglos XVII y XVIII.
Palabras clave. Historia del español, morfología histórica, evolución del pronom-
bre de respeto, lingüística de corpus, corpus archivísticos.

Abstract. The CORDEREGRA or Corpus Diacrónico del Español del Reino de


Granada (Diachronic Corpus of Spanish in the Kingdom of Granada) comprises
sources of non-literary Spanish in the period 1492-1833. The texts in this corpus
belong mainly to three text types: notarial records, letters, and criminal suits. The
latter frequently include witness depositions which reproduce their words verba-
tim or the way that they in turn reproduced the words of others (in direct speech).
Given that research about the pronoun usted has commonly been centred around
the sources provided by Spanish classical drama, the present work’s goals are
twofold: a) to present empirical evidence of the use of the pronoun in the texts of
CORDEREGRA; b) to determine the differences in the evolution of the use of usted
between literary and non-literary sources during the XVII and XVIII centuries.
Keywords. History of Spanish, historical morphology, evolution of formal pro-
nouns, corpus linguistics, archival corpora.
664 M.ª Teresa García-Godoy

1. Introducción
La aparición del pronombre de respeto usted, derivado del honorí-
fico vuestra merced, constituye un tema central de la historia de la lengua
española. Desde los trabajos pioneros de la filología (Pla Cárceles 1923a y
1923b) hasta los más recientes de la sintaxis histórica (Sáez Rivera 2006;
Koch 2008; De Jonge/Nieuwenhuijsen 2009), en la diacronía de usted se
destaca la fase de univerbación del sintagma en pronombre. Este estadio
evolutivo manifiesta un acusado polimorfismo, sobre el que se ha funda-
mentado la reconstrucción del cambio fonético vuestra merced > usted. Las
formas amalgamadas (vuested, etc.), resultantes de la fusión del sintagma,
se han atestiguado en la comedia aurisecular y se aducen como estadios
de pronunciación previos al nacimiento de usted. El diagrama diacrónico
(vid. Figura 1), trazado por Pla Cárceles (1923a: 280), incluye dos líneas
sucesorias en la genealogía del pronombre de respeto a partir de las formas
vuesarçed (> voarçed … > vuçed > uçed) y vuesansçed (> vuesansted … >
vusted > usted). Dicho esquema evolutivo, que integra diecisiete variantes
teatrales, ha venido considerándose el árbol geneaológico oficial del pro-
nombre de respeto (cf. De Jonge 2005: § 7.6; De Jonge/Nieuwenhuijsen
2009: 1651; García-Godoy 2015: 677).
Con independencia del paradigma teórico desde el que se aborde el
cambio vuestra merced > usted, el proceso de univerbación constituye
un objetivo axial en los estudios previos, puesto que permite formular
hipótesis cronológicas sobre el nacimiento del pronombre de respeto y
la estandarización de la forma usted, en detrimento de las variantes poli-
mórficas previas. Casi de forma unánime, los investigadores establecen
que es en el siglo XVII cuando se desarrolla la biografía de usted. Pero,
recientemente, se ha señalado la importancia del periodo moderno (siglos
XVIII y XIX) en la diacronía del pronombre de respeto y se postula un
ritmo más lento en la difusión del cambio gramatical (García-Godoy 2012;
Cabal Jiménez 2013).
El arbol genealógico de usted, en lo atinente a su fundamentación
empírica, presenta grandes debilidades teóricas y filológicas, al haberse
cimentado exclusivamente en fuentes teatrales, no siempre editadas con
fiabilidad paleográfica. Desde el punto de vista teórico, el género discursivo
se esgrime como un factor relevante en el estudio del cambio lingüístico
(Company 2008) y adquiere especial importancia en la diacronía del tra-
tamiento de merced (Koch 2008). A este respecto, resulta esclarecedor el
análisis de Ly (2001) sobre el determinismo retórico de los tratamientos
alocutivos en el teatro clásico español. Así, el tuteo latinizante, plasmado en
El discurso directo en el Corpus diacrónico del reino de Granada 665

las obras teatrales del Siglo de Oro, obedece al código retórico del género
dramático y, en modo alguno, representa la generalización del pronombre
tú en la lengua no literaria de la época (Ly 2001: 13 y 15)1. Ly demues-
tra, fehacientemente, las divergencias entre el código sociodramático y el
código sociolingüístico en el paradigma de los tratamientos honoríficos
auriseculares. Por consiguiente, la historia teatral del tratamiento de merced
presenta un importante sesgo teórico, al obviar los fenómenos de variación
y cambio condicionados por la tradición retórica, particularmente intensa
en el teatro en verso. Por ello, no resulta aventurado pensar que las fuentes
teatrales puedan cobijar una imagen sesgada del cambio vuestra merced
> usted, en lo atinente al proceso de univerbación. Los estudios previos
no permiten responder a la pregunta que constituye el hilo conductor del
presente estudio: ¿el árbol genealógico de usted se circunscribe solo al
género dramático?
Por otra parte, los problemas de fiabilidad filológica minan la base
empírica literaria, muy privilegiada en la investigación diacrónica del
pronombre usted. El principal escollo lo encontramos en las ediciones
modernas de la abreviatura vmrd. (o sus variantes vmd., vm., etc.), con
la que, mayoritariamente, se escribió el tratamiento de merced en todos
sus estadios evolutivos (García-Godoy 2012: 118-125). Como es sabido,
en la historia del español se entronizó la norma escrituraria abreviada
para los sintagmas honoríficos. En el caso que nos ocupa, casi consti-
tuye una rareza documentar en escritura plena el sintagma vuestra mer-
ced, el pronombre usted y los desgastes fonéticos que lo precedieron. En
las fuentes teatrales editadas modernamente, la convención métrica de
la rima suele ser el principal parámetro considerado por el editor para
desatar «creativamente» la abreviatura vmrd. El hecho de que, lingüís-
ticamente, la fase de univerbación del pronombre se haya reconstruido
sobre variantes del editor literario, distintas de las del autor2, siembra de
dudas la mayoría de los estudios previos, inclusive aquellos basados en
el corpus académico CORDE, en el que se incluyen ediciones de escasa

1
Para el siglo XV Eberenz (2000: 98-100) también señala que algunos tipos textuales
latinizantes exhiben el mismo tuteo generalizado, ajeno a los usos sociales de la época.
2
Pla Cárceles ya advierte de estos problemas de fiabilidad filológica, incluso en
ediciones con vitola académica. Así, en la edición que en 1911 hace Cotarelo de una obra
de Hurtado de Mendoza (Getafe), incluida en su Colección de entremeses, el Secretario
de la RAE adopta vuçé «guiado por las Obras del autor, publicadas en 1728», cuando en
la edición de 1621 de Getafe, conservada en el Museo Británico, Pla Cárceles reconoce
no haber visto vuçé sino buesarçed (Pla Cárceles 1923a: 262, nota 3).
666 M.ª Teresa García-Godoy

fiabilidad filológica. Atendiendo a estos problemas, el análisis aquí pro-


yectado obvia cualquier interpretación de la abreviatura vmd. y se centra,
exclusivamente, en las formas pronominales inequívocas, atestiguadas
en una nueva base empírica no literaria (corpus CORDEREGRA). Como
se muestra en el apartado 4, los nuevos hallazgos documentales del pro-
nombre de respeto se han localizado, sobre todo, en el tipo textual autos,
en aquellos pasajes en que los testigos, en la vista oral, rememoran lite-
ralmente lo expresado en el lugar del delito (parte declaratoria de pleitos
criminales).
En este trabajo se postula que, durante su primer siglo de vida, el pro-
nombre de respeto manifiesta una fuerte dependencia del discurso directo.
En consecuencia, aquellas tipologías textuales que, por tradición retórica,
inhiben el discurso directo, durante siglos, no fueron permeables a la forma
usted (y sus variantes). Esta, aun en el siglo XVIII, se considera una forma
fuertemente vinculada con la lengua hablada, según advierten los gramáti-
cos ilustrados (Sáez Rivera 2006: 2904-2907).
Por discurso directo entendemos aquel que reproduce de manera literal
las palabras propias o ajenas, sin la presencia de un nexo que conecte una
oración sustantiva de objeto directo con la oración principal (RAE-ASALE
2009: 3273). Únicamente los verbos de determinadas clases semánticas
(dicción, comunicación) pueden introducir el discurso directo, que mani-
fiesta, por lo general, una sintaxis libre (Cano 2000: 103; Barraza 2014:
3054), propia de la lengua oral. El siguiente ejemplo del CORDEREGRA
(1) ilustra un uso de usted en discurso directo:
(1) 1665 [Unos salteadores de camino roban y dan muerte a Antonio Jorge]. Bio
que el dicho onbre estaba baqueteando todabía la escopeta y por dos beçes
dijo: «al que se meneare, matarlo». Y así que acabó y metió la baqueta, por
miedo de que no lo matase si lo biera, se bolbió a tapar la cara, y así que lo
iço, dijo el dicho onbre cano: «¿dónde van?», y sus compañeros del testigo
rrespondieron: «a Ronda», y él dijo: «benga el dinero»; y Antón Moreno,
qu’estaba acostado junto a el testigo, dijo: «be usted aquí unos quartos que
traygo» (Calderón 2015b: 183).
El fin principal de este trabajo es explorar, por primera vez, la fase de
univerbación del cambio vuestra merced > usted en un corpus de documen-
tos no literarios, fechados entre 1600 y 1800. Como objetivos secundarios
se formulan estos dos: 1) identificar las variantes formales del pronombre
de respeto, compartidas por la lengua literaria y no literaria; 2) reformular la
cronología del proceso de univerbación, atendiendo a las nuevas evidencias
del polimorfismo dieciochesco del pronombre.
El discurso directo en el Corpus diacrónico del reino de Granada 667

Además de la presente introducción, este trabajo se compone de seis


apartados. En primer lugar, se describe el corpus. A continuación (apar-
tado 3), se ofrece un sucinto balance bibliográfico. Seguidamente, se
presentan los ejemplos del pronombre de respeto en el corpus. En el
apartado 5, previo a las conclusiones, se analiza el polimorfismo literario
y no literario de usted. El trabajo finaliza con las referencias del corpus
y la bibliografía.

2. El corpus
El presente estudio se basa en el Corpus diacrónico del español del
reino de Granada (CORDEREGRA). Este incluye documentación histórica
del periodo 1492-1833, lapso en el que se desarrolla la etapa cristiana del
antiguo reino nazarí. Territorialmente, dicho reino comprende las actuales
provincias de Almería, Granada y Málaga. El lapso 1492-1833 coincide,
además, con la historia de la Real Chancillería de Granada, institución
señera en la historia judicial de España, cuya jurisdicción abarcaba el terri-
torio sur peninsular desde el río Tajo (Calderón/García-Godoy 2009; Cal-
derón 2015a y 2015b).
El tamaño del CORDEREGRA es de, aproximadamente, medio millón
de palabras y se compone de documentación archivística inédita, transcrita
con criterios de paleografía estrecha y con rigor filológico3. Las dos grandes
tipologías textuales de este corpus son los inventarios de bienes (protocolos
notariales) y las declaraciones de testigo (autos, probanza, sumaria infor-
mación). Aunque minoritariamente el corpus también incluye muestras del
género epistolar que, en ocasiones, aparecen intercaladas en los pleitos.
Como ya se ha indicado, para el presente estudio se explorarán solo
aquellos documentos del CORDEREGRA fechados entre 1600 y 1800, ciclo
clave para analizar el polimorfismo del pronombre de respeto.

3
El corpus está disponible en línea en <http://www.corderegra.es> y sus 500 000
palabras presentan esta distribución cronológica: siglo XVI: 100 000 palabras; siglo XVII:
127 000 palabras; siglo XVIII: 255 000 palabras y siglo XIX (hasta 1833): 15 000 palabras
(Calderón 2015: 11). La versión actual del CORDEREGRA contiene la edición paleográ-
fica y su primera revisión filológica. Los documentos están siendo objeto de una segunda
revisión, motivo por el cual portan hoy la marca de agua «borrador». Aproximadamente
al 5% de los documentos del CORDEREGRA se les ha aplicado los criterios de edición de
la red científica CHARTA, dirigida por Pedro Sánchez-Prieto. Tales documentos del COR-
DEREGRA se han incorporado al corpus CHARTA. En este trabajo, para facilitar la lectura
de las citas del CORDEREGRA, se han eliminado algunos diacríticos de la paleografía
estrecha y se han incluido los actuales signos de puntuación.
668 M.ª Teresa García-Godoy

3. Estado de la cuestión
Diacrónicamente, el proceso de univerbación del sintagma vuestra mer-
ced constituye un episodio fundamental en la investigación del pronombre
de respeto singular. Un denominador común de los estudios previos es ofre-
cer el inventario de variantes polimórficas que preludian la aparición de
usted. A este respecto, Pla Cárceles (1923a) inaugura un modelo de diagrama
diacrónico, entronizado en la bibliografía de los siglos XX y XXI. En ese dia-
grama cada variante pronominal representa un eslabón evolutivo en la línea
sucesoria de los desgastes fonéticos experimentados por vuestra merced,
desde 1575 hasta 1675, aproximadamente (Pla Cárceles 1923a: 261-263; De
Jonge/Nieuwenhuisen 2009: 1646). En buena medida, la no modificación
del estado de conocimientos sobre el polimorfismo del pronombre obedece
a que siempre se ha explorado el mismo tipo de fuentes literarias.
En las primeras investigaciones diacrónicas sobre el pronombre de res-
peto, el inventario de variantes polimórficas de usted se determina, funda-
mentalmente, para reconstruir el cambio fonético del tratamiento de merced
en la escena clásica. Son estudios realizados a comienzos del siglo XX y, ya
entonces, se cuestiona tanto la verosimilitud lingüística de ciertas variantes
teatrales, como el orden que Pla Cárceles les otorga en la línea evolutiva
de decrementos fonéticos de vuestra merced (Navarro Tomás 1923). En las
investigaciones más recientes (De Jonge 2005; De Jonge/Nieuwenhuijsen
2009), ese mismo inventario de variantes fonéticas se inserta en un nuevo
paradigma teórico que investiga el proceso de gramaticalización de vues-
tra merced (tratamiento nominal) en usted (tratamiento pronominal). No
obstante, con independencia del horizonte epistemológico adoptado, los
estudiosos del cambio vuestra merced > usted acuden a la fase de univer-
bación, principalmente, para formular hipótesis cronológicas que permitan
responder a estas dos preguntas: ¿cuándo nace la variante que logra estan-
darizarse (usted)? y ¿cuándo se extingue el polimorfismo del pronombre y
se generaliza la forma usted?
Cronológicamente, el año de 1620 se viene considerando la fecha de
nacimiento del pronombre usted, desde el trabajo pionero de Pla Cárceles
(1923b). Dicha datación se funda en un uso teatral, atestiguado en la obra
El examinador miser Palomo, de Hurtado de Mendoza. Según reconoce Pla
Cárceles, en la edición valenciana de dicha obra se documenta la impresión
más temprana conocida de la forma usted (2). Por su parte, De Jonge/Nieu-
wenhuijsen (2009: 1646), basándose en el corpus CORDE, retrasan casi una
década la datación de usted en el teatro aurisecular y aducen un ejemplo de
La dama duende de 1629, sin que se pueda determinar si ese uso corresponde
El discurso directo en el Corpus diacrónico del reino de Granada 669

al autor (Calderón de la Barca) o al editor moderno (Williamsen)4. El corpus


académico, actualmente, corrobora esa vinculación de la lengua teatral con
las primeras documentaciones de usted (ca. 1620), aunque la poca fiabilidad
filológica de las ediciones del CORDE impide establecer cronologías seguras.
En la lengua no literaria no existen evidencias del pronombre de respeto
hasta la segunda mitad del XVII. En García-Godoy (2015: 679) se aducen
usos tempranos de usted, fechados entre 16615 y 1673, procedentes de edi-
ciones paleográficas rigurosas de documentos coloniales. En los pleitos de
la América virreinal, las primeras documentaciones datan de 1672 en Santo
Domingo (Gutiérrez Maté 2012: 1898) y de 1673 en México (Melis/Rivero
Franyutti 2008: 266). Indicadores cronológicos similares se confirman en
documentos análogos de España. Calderón documenta usos tempranos del
pronombre de respeto en pleitos de la Real Chancillería de Granada, fecha-
dos entre 1663 y 1665 (Calderón 2015: 67, 181)6.
En definitiva, el estado actual de la investigación indica un desfase de
unos treinta y dos años (una generación, aproximadamente) entre la data-
ción de usted en el género dramático (1620-1629) y en la documentación
histórica (1661-1673).
(2) Mesonero: Por cierto, usted, Dios le bendiga
trae tan gran comisión…
Palomo: Como barriga,
iba a decir el bien barbado huésped.

4
Se trata de la edición de Williamsen de La dama duende, publicada en 1995 en la
Universidad de Arizona.
5
La primera documentación colonial de usted se atestigua en la correspondencia
amorosa del reo Luis de Vargas con Francisca del Castillo. Estas cartas secretas, incautadas
en el proceso judicial, constituyen un verdadero hallazgo documental, porque, excepcio-
nalmente, reflejan el alejamiento del canon retórico abreviado (vmrd., etc.), implantado
férreamente por los escribanos de la época. En el español peninsular, los primeros usos
epistolares de usted que se conocen datan de 1755, pero proceden de la correspondencia
oficial y no tienen el carácter secreto de dichas cartas amorosas (García-Godoy 2012: 139).
6
Los ejemplos aducidos por Calderón constituyen las primeras documentaciones del
plural ustedes (1663) y del singular usted (1665) en el corpus CORDEREGRA. De este
corpus procede también el uso de 1653, aducido por García-Godoy (2015: 679): «¿Qué
me quiere ute onbre que no me dexa?». Dicho uso se documenta en un pleito malagueño,
seleccionado y transcrito por la Dra. Paula Martos García, como se indica en García-Godoy
2015: 690 (véase el documento [Cerón]). En el proceso de revisión del corpus CORDE-
REGRA, se ha revelado esta otra lectura diferente: «Qué me quiere este onbre que no me
dexa». Por tal motivo, se descarta este ejemplo malagueño.
670 M.ª Teresa García-Godoy

Por otra parte, el estado actual de conocimientos tampoco permite


responder, de forma contundente, a esta segunda pregunta sobre la bio-
grafía del pronombre de respeto: ¿cuándo cesa la contienda de variantes
polimórficas y se inicia la estandarización de usted? Lapesa (2000: 320),
según sus datos teatrales, defiende un «incremento de la difusión de usted
en los últimos decenios del XVII y primeros del XVIII». Por su parte,
De Jonge/Nieuwenhuijsen (2009: 1644), con la base empírica literaria del
corpus CORDE, sostienen que la generalización de los pronombres debió
culminarse en el siglo XVII. Como ya se ha mencionado, ambas formula-
ciones sobre el ritmo de generalización de usted se establecen a partir de
su natalicio oficial: si la primera documentación impresa de usted data de
1620 (Pla Cárceles 1923a), cabe suponer que cuando dicha forma es octo-
genaria o bien se haya incrementado su difusión (Lapesa 2000: 320) o bien
se haya generalizado totalmente (De Jonge/Nieuwenhuijsen 2009: 1644).
En estos y en otros trabajos previos ha pasado inadvertido el hecho de
que, todavía en el siglo XVIII, el pronombre de respeto presenta fuertes res-
tricciones discursivas en géneros tan fundamentales como el epistolar (Gar-
cía-Godoy 2012: 146-147). Hasta el último tercio del setecientos, no existen
evidencias de que usted se haya convertido en forma estándar en la corres-
pondencia general. No obstante, se desconoce cuántas variantes pronominales
estuvieron involucradas en esa estandarización epistolar de usted y en la de
otras tipologías documentales. La univerbación de vuestra merced en los
géneros no literarios constituye un vacío investigador en los estudios previos.

Figura 1. Polimorfismo del pronombre en el teatro aúreo


(Pla Cárceles 1923a: 280; De Jonge/Nieuwenhuijsen 2009: § 15.2.5).
El discurso directo en el Corpus diacrónico del reino de Granada 671

4. Evidencias del pronombre de respeto en el corpus


Los investigadores del cambio vuestra merced > usted señalan las
dificultades reconstructivas de la fase de univerbación en la lengua no
literaria del siglo XVII, en la que apenas existen evidencias de las formas
pronominales. En su estudio, De Jonge/Nieuwenhuijsen (2009) incluyen tan
solo dos ejemplos no literarios de usted, hallados en un juicio mexicano de
1694. La nueva base empírica aquí explorada nos proporciona ciento cinco
ocurrencias del pronombre de respeto, fechadas en el lapso 1662-1798. En
la Tabla 1 se contabilizan todas las evidencias pronominales del corpus,
tanto las formas de singular (74) como las del plural (31). En este trabajo
nos centraremos principalmente en las primeras, con el fin de responder a
estas dos preguntas: ¿qué tipología textual favorece la presencia de usted
y sus variantes en los siglos XVII y XVIII? y ¿cuántas ocurrencias del pro-
nombre se manifiestan en discurso directo?

1600- 1625- 1650- 1675- 1700- 1725- 1750- 1775-


TOTAL
1625 1650 1675 1700 1725 1750 1775 1800
osted 1/10 1/105 15,25%
osté 4/9 5/20 2/10 2/5 10/105 (16/105)
ostedes 2/38 2/9 1/20 5/105
usted 15/38 3/9 2/5 7/23 27/105 62,8%
usté 1/20 6/10 1/5 2/23 1/105 (66/105)
vsted 3/20 12/105
ustedes 21/38 3/20 25/105
vstedes 1/10 1/105
vusted 3/20 3/105 4,7%
busted 2/20 2/105 (5/105)
V. 1/20 4/23 5/105 4,7%
(5/105)
Vd. 8/23 8/105 7,6%
(8/105)
Tabla 1. Formas del pronombre de respeto en el corpus CORDEREGRA (1600-1800).

En lo atinente a la clase textual, los ejemplos del pronombre en el


corpus se concentran, mayoritariamente, en las declaraciones de testigo.
Limitándonos a las formas de singular, observamos que 60 de las 71 ocu-
rrencias se atestiguan en dicha tipología textual. Esta tendencia se constata
en las dos centurias objeto de estudio: los ejemplos del pronombre docu-
mentados en los pleitos suponen el 100% en el siglo XVII y el 77,5% en el
672 M.ª Teresa García-Godoy

siglo XVIII. En menor medida, usted aflora también en el género epistolar


del corpus desde 1795. En efecto, 11 de los 71 ejemplos del pronombre de
respeto singular se documentan en la correspondencia. Llama la atención
el hecho de que los primeros usos epistolares de usted daten de 1795,
cuando dicha forma cuenta con una trayectoria centenaria en otros géneros
textuales del corpus.
Respecto del tipo de discurso, merece destacarse que el 89,5% de los
ejemplos pronominales del corpus se documentan en discurso directo. Con-
tabilizadas tanto las formas de singular, como las de plural, resulta muy
significativo que desde 1665 hasta 1795 todos los usos del pronombre de
respeto se documenten en discurso directo.
Por último, el CORDEREGRA evidencia un perfil escriturario propio de
las formas pronominales, divergente del canon de escritura abreviada del
sintagma, al que venimos aludiendo. Como refleja la Tabla 2, tan solo 13
de las 105 evidencias pronominales exhiben la innovadora abreviatura (V.,
Vd.)7 que, inequívocamente, se vincula con la forma usted. La escritura
plena del pronombre de respeto, durante su primer siglo de vida, se revela
como una tendencia claramente mayoritaria en el corpus.

5. La univerbación de vuestra merced: el polimorfismo literario y no


literario del pronombre de respeto
Como ya se ha mencionado, el ritmo de estandarización de usted se ha
determinado atendiendo a la fecha de extinción de otras variantes polimór-
ficas en el teatro clásico. Esa fecha se establece en torno a 1700, frontera
temporal del cambio vuestra merced > usted en la mayoría de los estudios
previos. Pero si la lengua literaria y la no literaria arrojan diferentes evi-
dencias empíricas sobre la contienda de variantes pronominales y sobre
la longevidad de determinadas formas, la hipótesis cronológica sobre la
estandarización de usted debería revisarse.
Según las evidencias del corpus CORDEREGRA, quince de las diecisiete
formas integradas en el árbol genealógico de usted podrían haber tenido
solo vida literaria. En efecto, el polimorfismo del pronombre en el corpus
se manifiesta en estas tres formas: vusted (3), usted (1) y (4), osted (5),
con la variación ortográfica reflejada en la Tabla 1. Todo parece indicar
que la genealogía oficial del pronombre usted se ha establecido sobre pro-

7
Todos los ejemplos epistolares del corpus, fechados entre 1795 y 1798, se documen-
tan con la innovadora abreviatura del pronombre V(d). Para la diacronía de esta abreviatura,
véase García-Godoy 2015: 670-671 y 683.
El discurso directo en el Corpus diacrónico del reino de Granada 673

nunciaciones univerbales cuyo hábitat natural fue, casi exclusivamente, la


escena clásica.
(3) 
Declaración de Antonio Palencia, vecino de Motril, Granada [Granada
1715]. […] bino el dicho don Miguel Ximenes [y] dijo al pressente escriuano:
«compadre, deme vusted por testimonio de cómo el señor alcalde mayor
saca el pescado de donde yo lo estoy repartiendo, que yo beré lo que he de
aser». Y dicho señor alcalde maior dijo: «dele busted uno o treinta testi-
monios que lo que yo he mandado se ha de aser» y dicho don Miguel dijo:
«yo tengo la jurisdiccion económica y no busted», repitiendo muchas veses
con palabras descompuestas (CORDEREGRA).
(4) 
Declaración de Luis de Herrera Murillo, vecino de Vélez Málaga [Vélez
Málaga 1722]. […] y el dicho Dn Francisco llegó a el rreferido Dn Alonso
y le dixo: «ya esto se acabado, detenga usté a sus hijos, que mi hermano
ya está detenido» (CORDEREGRA).
(5) 
Declaración de Cristóbal García Montalvo, vecino de Tahal [Almería 1692].
Y este testigo le respondió: «no be osté que eso no es conciencia, que si dan
vna queja en la chanzillería los an de destruir a ostedes» (CORDEREGRA).

En la Tabla 2 puede comprobarse cómo tan solo dos variantes son


compartidas por la lengua literaria y la no literaria: uste(d) y vuste(d).
Asimismo, se constata que la forma oste(d), de gran presencia en el corpus
explorado, falta en el diagrama evolutivo de Pla Cárceles (1923a) y tam-
bién en el más reciente de De Jonge/Nieuwenhuijsen (2009). No obstante,
en la contienda de variantes del corpus, la forma oste(d) se erige en el
rival directo de usted, tanto por el número de casos (16/105), como por su
longevidad casi centenaria (1662-1753). Si en este lapso contabilizamos
las formas en os- del singular y del plural, estas representan el 22% de las
variantes pronominales. Resulta llamativo que las formas osted(es), opa-
cadas por el teatro aurisecular, se atestiguen tempranamente en los pleitos
criminales no solo de España, sino también de América. En el CORDERE-
GRA, la primera documentación data de 1662 (plural ostedes), mientras que,
en la documentación colonial, se fecha en 1672 (singular osted) (Gutiérrez
Maté 2012: 1898-1899).
La variante vusted merece un análisis especial por dos motivos. En
primer lugar, los ejemplos dieciochescos del CORDEREGRA constituyen
los únicos hallazgos conocidos de vusted en la documentación histórica
peninsular. En segundo lugar, en los estudios previos, se magnifica la bio-
grafía de vusted en el teatro, por constituir el antecedente inmediato del
actual pronombre de respeto. Es decir, en la línea sucesoria de desgastes
univerbales que experimenta vuestra merced, el paso vusted > usted se
674 M.ª Teresa García-Godoy

conceptúa el último eslabón evolutivo de este cambio morfosintáctico (Pla


Cárceles 1923a: 269; De Jonge/Nieuwenhuijsen 2009: 1639). La pérdida
de la última forma en v- se viene interpretando como un indicio inequí-
voco de estandarización de la forma actual (usted), fechada en las últimas
décadas del siglo XVII. La biografía literaria de vusted en el teatro se ha
establecido entre 1614 y 1668, según el corpus CORDE. Consecuentemente,
si la defunción de las formas en v- se certifica ya en el último tercio del
XVII, se postula que la estandarización de usted se había completado en esa
misma fecha. Pero esta cronología sobre la estandarización del pronombre
de respeto colisiona no solo con dichas evidencias dieciochescas de vusted
en la lengua no literaria, sino también con los testimonios metalingüísticos
de la historiografía lingüística: desde 1623 (gramática de Juan de Luna)
hasta 1739 (primer diccionario académico), se suceden las noticias sobre
la vitalidad de vusted, sin restricciones de uso (García-Godoy 2015: 678).
En definitiva, el polimorfismo del pronombre perdura en el corpus
hasta mediados del siglo XVIII, en el que coexiste el mencionado triplete
de formas. Entre 1675 y 1725, usted no es la variante predominante en
los documentos del corpus. Pero desde el primer tercio del siglo XVIII, de
forma muy significativa, se incrementa el uso de dicha variante, que logró
estandarizarse.

Teatro áureo Doc. histórica


(s. XVII) (ss. XVII-XVIII)
oste(d) √
uçed √
uste(d) √ √
voaçed √
voarçed √
vosasted √
vuaçed √
vuarçed √
vuçed √
vuasted √
vueçed √
vuerçed √
vuesarçed √
vuesançed √
El discurso directo en el Corpus diacrónico del reino de Granada 675

vuesansted √
vuesasted √
vuested √
vuste(d) √ √
Tabla 2. Variantes formales del pronombre de respeto en
fuentes literarias y en el CORDEREGRA.

6. Conclusiones
En la nueva base empírica de este trabajo se constatan estas tres nove-
dades sobre el cambio vuestra merced > usted en los siglos XVII y XVIII:
a) la inestabilidad formal del pronombre no se circunscribe a la comedia
clásica, sino que se extiende a otros géneros textuales; b) la fase de univer-
bación de vuestra merced en la lengua literaria se manifiesta en diecisiete
variantes, mientras que en la lengua no literaria solo se documentan tres
formas (vusted, usted, osted); c) en las fuentes teatrales clásicas el polimor-
fismo del pronombre se extingue hacia 1668, mientras que en las fuentes
archivísticas se prolonga, al menos, hasta 1752.
Por otra parte, en esas dos centurias, queda demostrada la gran depen-
dencia del pronombre de respeto al discurso directo. Este determina la
presencia de las formas pronominales en los diferentes tipos textuales del
corpus. Consecuentemente, los géneros que, por tradición retórica, inhiben
el discurso directo no permiten documentar el cambio vuestra merced >
usted. Así, los protocolos notariales del corpus no ofrecen ninguna evi-
dencia del pronombre de respeto. Este, por el contrario, sí aflora, primero,
en las declaraciones de testigo (1663-1665) y, muy posteriormente, en la
correspondencia de particulares (1795-1798). Efectivamente, en los pleitos
del corpus, todos los ejemplos del pronombre se documentan en discurso
directo y presentan variación formal. Por el contrario, la correspondencia no
refleja ese polimorfismo pronominal y solo el 8,3% de los usos epistolares
del corpus se atestiguan en discurso directo. Según parece, el género episto-
lar no fue permeable a las formas pronominales hasta la segunda mitad del
XVIII, centuria clave para la estandarización de usted en la lengua general.
Por consiguiente, la futura investigación histórica del pronombre de
respeto habrá de considerar estos condicionamientos de los géneros textua-
les y reformular las hipótesis cronológicas teatrales, que han establecido la
biografía de usted entre 1620 y 1700. Las nuevas evidencias del pronombre
en la lengua no literaria ofrecen una datación más tardía para el nacimiento
de la forma usted (h. 1663-1665) y para la extinción del polimorfismo.
676 M.ª Teresa García-Godoy

El estadio de variación vuste(d) / uste(d) / oste(d) persiste en el CORDE-


REGRA hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Todo parece indicar que
la «literaturización» del tratamiento de merced, en el siglo XVII, sustenta
el árbol genealógico oficial del pronombre de respeto en la historia de la
lengua española.

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Los conectores específicos de adición en la
prosa alfonsí: un ejemplo de variación sintáctico-
discursiva en la lengua del siglo XIII*

Blanca Garrido Martín


CEU «Francisco Maldonado» de Osuna-Universidad de Sevilla

Resumen. En este trabajo nos proponemos revisar el uso de los conectores aditi-
vos específicos en siete obras del scriptorium alfonsí, clasificadas no solo temá-
ticamente, sino también discursivamente. Tras el análisis de estas obras y su
comparación con otras contemporáneas de similar caracterización discursiva y
temática, llegamos a la conclusión de que el tipo de texto determina la aparición
y frecuencia de estos conectores y que el scriptorium alfonsí, de manera general,
supone una muestra de la prosa elaborada del siglo XIII. En consecuencia, obser-
vamos que para el estudio de estos (y otros) conectores es necesario valorar la
heterogeneidad interna del corpus alfonsí, pero también la homogeneidad relativa
del conjunto respecto al resto de textos de la época.
Palabras clave. Español medieval, conectores, adición, variación, sintaxis, dis-
curso, Alfonso X, siglo XIII.

Abstract. The aim of this chapter is to analyse the usage of different connectives
for addition in seven texts from Alfonso’s scriptorium. For this purpose, our
corpus has been sorted not just according several themes, but also according the
type of discourse shown. As a result of our study, we can claim that the type of
discourse makes a conditional on the appearance and frequency of these specific
connectives. Moreover, we can affirm that the scriptorium as a whole can be
considered as an example of the elaborate prose in the 13th century. As a conse-
quence, if we want to comprehend the usage of this (and other) connectives in

* Este trabajo se integra en el proyecto I+D del Ministerio de Economía y Competi-


tividad La Escritura Historiográfica en Español de la Baja Edad Media al Renacimiento:
Variantes y Variación (FFI2013-45222). Quiero agradecer a Mónica Castillo Lluch, Lola
Pons Rodríguez y Javier Rodríguez Molina sus sugerencias para la elaboración primera
de este trabajo, de cuyos errores soy la única responsable.
680 Blanca Garrido Martín

this century, it is compulsory to weigh up the heterogeneity in Alfonso’s texts and


their relative homogeneity versus other similar contemporary texts.
Keywords. Medieval Spanish, connectives, addition, variation, syntax, discourse,
Alfonso X, 13th century.

Introducción
Los estudios en lingüística histórica de los últimos años han venido
incorporando nuevas teorías que nos ayudan a explicar los fenómenos de
cambio lingüístico que tienen lugar en el devenir de la lengua, teniendo en
los últimos años gran aceptación las justificaciones de tipo discursivo (por
ejemplo el concepto de tradición discursiva o la estructura informativa
del texto).
Sobre la lengua del siglo XIII y, concretamente, sobre la alfonsí, existen
numerosos trabajos que ahondan en una caracterización de las unidades
lingüísticas mediante la descripción de sus usos; sin embargo, pocos com-
paran un número relativamente elevado de obras1 aportando datos cualita-
tivo-cuantitativos para contrastar la variación lingüística dada y justificán-
dola por su pertenencia a un modo o (sub)género discursivo.
En este trabajo analizaremos la variación sintáctico-discursiva existente
entre siete obras del inventario regio atendiendo a algunos aspectos de la
ilación lógica. Para ello, emplearemos un primer apartado en delimitar el
marco teórico y la metodología que aplicaremos al corpus de obras anali-
zadas (§ 1); a continuación, ofreceremos los datos extraídos y analizare-
mos la variación existente entre los textos según no solo el mecanismo de
ilación puesto en marcha, sino también las preferencias específicas sobre
los conectores específicos que la desempeñan y la pondremos en contraste
con otros textos contemporáneos (§ 2), para así exponer las conclusiones
finales de nuestro estudio (§ 3).

1. Marco teórico, metodología y corpus


1.1. Marco teórico: variación y heterogeneidad en los textos alfonsíes
Los trabajos basados en el análisis del discurso con textos históricos
son ya bastante comunes en la literatura científica de ámbito hispánico.
Gracias a ello, podemos encontrar información valiosísima para conocer
las características lingüísticas de los distintos periodos de la historia de la

1
En este sentido, suelen preferirse en los estudios las composiciones históricas y
jurídicas del scriptorium alfonsí, más ligadas a la figura del monarca.
Los conectores específicos de adición en la prosa alfonsí 681

lengua española. A este respecto, la lengua del siglo XIII ha sido una privile-
giada, pues sobre ella versan numerosos trabajos de gran calidad científica;
concretamente, varios se han ocupado de la caracterización lingüística de
los textos producidos en el seno del scriptorium alfonsí (Elvira 1993 y
2000; Cano Aguilar 1996; Fernández-Ordóñez 2008-2009, entre otros). A
este respecto, se han publicado interesantes estudios sobre la elaboración
de los tipos de discurso del castellano del siglo XIII que constatan que la
denominada «hipótesis de la parataxis» o del «primitivismo sintáctico»
debe ser superada2. Por tanto, la construcción del discurso alfonsí no se
inserta en una evolución lineal desde la sintaxis suelta a la trabada, sino
que el recurso a unos mecanismos lingüísticos u otros depende de varios
factores, a saber, las preferencias del autor, las características lingüísticas
del texto fuente que versiona la obra regia y el tipo de discurso. Estos son,
desde luego, fundamentales para la comprensión de la complejidad y hete-
rogeneidad lingüística presente en la producción literaria del Rey Sabio,
por lo que deberemos tener en cuenta estas causas de variación a la hora
de realizar cualquier análisis valorativo de la lengua alfonsí.
En los últimos años los investigadores han terminado en coincidir en
que otro parámetro determinante para la elección de una construcción u otra
en el texto tiene que ver con el tipo de discurso, pues según las necesida-
des comunicativas del autor en las distintas partes en que pueda dividirse
una obra (prólogos, partes narrativas o expositivo-argumentativas, exempla
didácticos, etc.), el redactor elegirá una expresión lingüística u otra3.

2
Esta teoría tiene como punto de partida el trabajo de Badía Margarit (1960). Cf. las
revisiones de estas ideas en Harris-Campbell (1995), Cano Aguilar (1998, 2001a y 2001b).
«[N]uestros textos nos hablan de distintas tradiciones con distintos ritmos y distintas inten-
ciones, que coinciden en un momento de la historia del idioma, pero cuyos “tiempos”
pueden no ser los mismos» (Cano Aguilar 2001b: 141).
3
Cf. Cano Aguilar (1996, 2001a y 2001b) como análisis ejemplares sobre la lengua
del siglo XIII alfonsí y pre-alfonsí. Otro aspecto muy interesante es el de la función de
los textos: en concreto, las obras alfonsíes sirvieron al Rey Sabio como un instrumento
para la estandarización del castellano (Fernández-Ordóñez 2004), concretamente las his-
toriográficas. Esta intención estandarizadora por romanceamiento (Pons Rodríguez, 2010:
84) se ve reflejada en un rechazo de las formas latinistas en pro de los romanceamientos
en las estorias; de hecho, Castillo Lluch (2005) ha rastreado esa diferenciación respecto
a los documentos jurídicos, más fieles a la fuente latina. Además, también deberíamos
tener en cuenta que todo afán del monarca en la composición de sus obras es que estas
sean totalmente claras lingüísticamente y sumamente explicativas, es decir, que no quepa
la más mínima duda acerca de lo que se está exponiendo, hecho que propicia la aparición
de mecanismos de cohesión sintáctico-discursiva.
682 Blanca Garrido Martín

A los avances sobre la variación en la lengua mencionados supra


hemos de sumar un nuevo concepto proveniente de la lingüística de las
variedades alemana y que, creemos, podemos añadir a los factores ya
expuestos: la tradición discursiva, es decir, «los moldes histórico-nor-
mativos, socialmente establecidos, que se respetan en la producción del
discurso» (Koch 2008). Su utilidad para entender la composición discur-
siva de los textos medievales ha sido probada en diversos trabajos de la
literatura especializada de los últimos diez años (cf. Iglesias Recuero 2000a
y 2000b; Kabatek, 2001, 2005 y los trabajos incluidos en Kabatek, ed.,
2008; así como Pons Rodríguez 2009 y Vincis 2009). De esta manera, nos
planteamos que la pertenencia de las distintas obras alfonsíes a una carac-
terización discursiva determinada, ya veremos en qué términos, ayudaría
a explicar la aparición o no de un esquema oracional-discursivo concreto
y, además, si existen preferencias por un conector u otro. Por tanto, par-
timos de la misma hipótesis de trabajo que en Kabatek (2005: 168): «los
esquemas de junción de un texto […] son síntomas para determinar la
tradición discursiva a la que el texto pertenece».
En cuanto a las preferencias del autor, estas son difíciles de rastrear
y determinar cuando abordamos el estudio de los testimonios medievales
debido a que las características lingüísticas que tomamos como propias
del autor pueden ser, en realidad, propias del copista del manuscrito que
estemos estudiando. Esta situación se complica aún más con la tradi-
ción textual de la producción alfonsí, que cuenta con numerosas copias,
redactadas en ocasiones por distintas manos de diversa procedencia
geográfica4.
Por otro lado, no debemos perder de vista la lengua que reflejan las
fuentes, la cual el elaborador del texto-meta, en este caso el redactor del
scriptorium alfonsí, puede asumir de manera fiel o modificar por com-
pleto, determinando así el uso, entre otros aspectos, de los conectores5. Este

4
No nos extenderemos aquí con referencias bibliográficas sobre las tradiciones
textuales de las obras alfonsíes; sí señalaremos que como ejemplos de detección y aná-
lisis de esas variaciones intratestimoniales, son imprescindibles los análisis de Fernán-
dez-Ordóñez (2002) y Montejo (2005). Además, cabe mencionar que solo en ocasiones
tenemos el privilegio de contar con distintas etapas composicionales de la mano de los
autores, donde, además de rasgos propios, podemos observar correcciones de versio-
nes anteriores determinadas por diversas circunstancias, como ha estudiado Octavio de
Toledo (2006 y 2011).
5
El estudio contrastivo con las fuentes, iniciado por Badía Margarit (1958-1959 y
1960), parece ser especialmente útil en el caso de los mecanismos de ilación sintáctica
Los conectores específicos de adición en la prosa alfonsí 683

aspecto es de gran relevancia en el caso concreto de la General Estoria o


la Estoria de Espanna, textos —sobre todo el primero— extremadamente
heterogéneos en cuanto a sus múltiples modelos y variedad de compila-
dores. Pero incluso podríamos rizar el rizo y pensar que, aunque sepamos
qué fuente utilizó el texto que estudiamos, no es tan fácil determinar qué
testimonio de la fuente sirvió como modelo, por lo que las posibilidades
de variación pueden ir multiplicándose cada vez que insertemos un nuevo
texto intermedio.
1.2. Corpus y metodología
Para llevar a cabo la clasificación de nuestro corpus, seguiremos la
propuesta de López Serena (2011), quien matiza el término de tradición
discursiva ampliando el esquema propuesto por Koch (2008), que adapta
a su vez la conocida tripartición coseriana de los niveles de la lengua,
no solo añadiendo la tradición discursiva como un componente histórico,
sino diferenciando entre la lengua histórica particular y las formas dis-
cursivas independientes de aquella, que pueden concebirse en un plano
superior, el del sistema histórico, es decir, como género; o como una
subdeterminación en el plano de la norma histórica, esto es, como tra-
dición discursiva 6:

(cf. Rodríguez Toro 2003, Castillo Lluch 2005 y Calvo García 2009 para casos concretos
de la prosa alfonsí. Para un ejemplo de transformación textual en el siglo XV, cf. Pons
Rodríguez 2008).
6
Por su parte, en el plano universal, perteneciente a la actividad de hablar, se
incluirían los modos universales de discurso, «posibilidades universales de la actuación
lingüística, y determinados fundamentalmente por la finalidad de la interacción comu-
nicativa, estipulados con un nivel de abstracción tan alto como para constituir, efectiva-
mente, universales antropológicos» (López Serena 2011: 85). Estos serían históricamente
representados por los distintos géneros y, como subgéneros, por las posibles tradiciones
discursivas condicionadas por las circunstancias sociohistóricas. No obstante, si bien es
cierto que, de manera general, un texto puede ser insertado dentro de un modo discursivo
concreto, debemos tener presente que en realidad la obra en cuestión incluye distintos
modos dependiendo de las partes en que se subdivide: es un hecho que una historia es
un relato narrativo, pero el prólogo que antecede a dicha narración será más bien argu-
mentativo. Así pues, señalaremos en los casos pertinentes cuántas de las ocurrencias
totales extraídas en nuestro análisis se corresponden con esas subdivisiones más o menos
comunes a todos los textos.
684 Blanca Garrido Martín

NIVEL DOMINIO TIPOS DE REGLAS


universal actividad del hablar reglas elocucionales
histórico lengua histórica particular sistema reglas idiomáticas
norma reglas propias de cada
norma consuetudinaria en
particular
formas género sistema reglas discursivas
discursivas funcionales, constantes,
independientes constitutivas del género
de las tradición norma reglas discursivas
idiomáticas discursiva propias de las diversas
subdeterminaciones
históricas que pueda
presentar un género
actual/individual discurso
Figura 1. Los géneros y las tradiciones discursivas como formas discursivas
históricas (López Serena 2011: 79). Cursiva en el original, con la que la autora
expresa los nuevos conceptos introducidos al esquema propuesto por Koch (2008).

Los motivos de esta adaptación son que, según López Serena, tradicio-
nalmente se ha empleado el término tradición discursiva de manera un tanto
abusiva para delimitar los tipos de textos, sin atender a si estos pertenecían
al plano del sistema histórico (género) o de la norma (tradición discursiva).
Por tanto, hemos de distinguir los géneros «o modelos históricos para la
construcción de discursos, definidos por el conjunto mínimo de rasgos cons-
tantes que sea imprescindible para el reconocimiento del género como tal»
de las tradiciones discursivas (o textuales), la determinación subsidiaria
del género determinada por las diferentes normas de realización posibles,
es decir, son «subdeterminaciones históricas de los modelos textuales más
generales que constituyen los géneros, y que sirven de cauce expresivo a
la realización de estos determinados géneros en el seno de comunidades
sociohistóricas particulares» (López Serena 2011: 86). Creemos que estas
matizaciones son de gran importancia para comprender mejor el funciona-
miento de la lengua, determinada por dichos moldes textuales regidos por
las normas de construcción de un discurso histórico concreto, en este caso,
en la Castilla del siglo XIII.
Por ello, nos hemos propuesto tratar las distintas piezas que componen
nuestro corpus no solo como distintos modos de discurso (MD: narrativo,
expositivo, argumentativo…), sino también en términos de género (tipo) y
Los conectores específicos de adición en la prosa alfonsí 685

tradición discursiva (TD, subtipo) para analizar la variación en la expresión


de la ilación transfrástica en los distintos discursos mediante los conectores
específicos más comunes.
De esta manera, hemos escogido siete obras del scriptorium alfonsí de
diferente materia con una media de dos obras cada una: para la temática
científica, hemos estudiado el Libro de las cruzes (Lc) y Lapidario (Lap);
para la histórica, las primeras partes de la Estoria de Espanna (EEI) y la
General Estoria (GEI); para los asuntos jurídicos, la Primera Partida (PP)
y el Fuero Real (FR); y, por último, hemos analizado el Libro de los juegos:
acedrex, dados e tablas (Lj) como entretenimiento7:

Modo
Obras Tradición Núm. de
Fecha Materia discursivo Género
alfonsíes Discursiva palabras
prevalente
Libro de las 1259 Científica Descriptivo Enciclopedia Inventario 135 867
cruzes científico-
astrológico
Lapidario 1277-1279 Científica Expositivo Tratadística Tratado 104 776
científico-
mágico
Estoria de 1270-1274 Histórica Narrativo Composición Crónica 259 440
Espanna I histórica general
General 1270-1280 Histórica Narrativo Composición Crónica 556 163
Estoria I histórica universal
Fuero Real 1254 Jurídica Expositivo- Código Fuero 53 934
argumentativo legislativo
Primera 1256-1263 Jurídica Expositivo- Código Tratado 157 444
partida argumentativo legislativo jurídico
Libro de 1283 Lúdica Instructivo Instrucciones Reglas de 54 196
los juegos: juego
acedrex,
dados e tablas
Figura 2. Corpus de obras según la clasificación propuesta por López Serena (2011).

7
Esta clasificación se asimila a la empleada en CORDE: Ciencias exactas, físicas y
naturales: Astronomía (Libro de las cruzes); Ciencias exactas, físicas y naturales: Geología
(Lapidario); Historia y documentos: Historiografía (Estoria de España y General Estoria);
Derecho: Ordenamientos y códigos legales (Fuero Real y Primera partida); y Sociedad:
Deportes y juegos (Libro de los juegos: acedrex, dados e tablas).
686 Blanca Garrido Martín

Además del cotejo completo de estas obras, hemos aplicado a nuestro


análisis un corpus de control para determinar hasta qué punto las tendencias
lingüísticas descritas se circunscriben a la producción alfonsí y a una TD
concreta8.
Por otra parte, hemos escogido para este trabajo un esquema ilativo del
discurso, la adición, y hemos registrado los conectores específicos utiliza-
dos para expresar estos sentidos. El inventario total de estas unidades es
el siguiente: assimismo, aun, demás, otrosí, también. Con esta selección,
hemos intentado aportar una muestra representativa con algunos de los
conectores más utilizados en la prosa alfonsí que impliquen cierta com-
plejidad sintáctica. Es cierto que existen trabajos previos que ya recogían
estas formas: unos son trabajos que incluyen una descripción general de la
ilación sintáctica en la prosa alfonsí o el siglo XIII; otros definen elementos
concretos de algunas obras señaladas determinando que hay diferencias que
hacen descartar una explicación cronológica a favor de una de naturaleza
discursiva; concretamente, sobre la ilación extraoracional o transfrástica
alfonsí y sus conectores hallamos ejemplares análisis como los de Ridruejo
(1993) y Cano Aguilar (1996). Sin embargo, es de resaltar que la proyección
—esto es, presencia u omisión— de los conectores y el número de ocurren-
cias dependerá, como veremos, de la obra en cuestión y sus características
textuales, por lo que se hace necesario un análisis cualitativo-cuantitativo
que sistematice esa diferenciación interna de la prosa alfonsí, así como
una evaluación de las causas que pueden propiciar la aparición o no de
un determinado esquema sintáctico-discursivo y la predilección de unos
conectores frente a otros.

8
Tanto para el despojo de nuestro corpus como para la comparación con otras obras
coetáneas, hemos consultado las ediciones en papel que hemos considerado de mayor
fiabilidad y representatividad de la lengua, si bien no hemos despreciado las versiones
electrónicas para extraer los datos generales, ya fuesen las transcripciones llevadas a cabo
por Madison, ya fuesen corpus electrónicos, especialmente el académico CORDE. Nuestro
criterio para aprovechar estos soportes, teniendo en cuenta sus limitaciones y problemas, es
que en el caso de los conectores estos inconvenientes son relativamente reducidos, sobre
todo si los comparamos con los que hallaríamos si quisiésemos estudiar la representación
gráfica o la fonética y fonología. Para la representación de los conectores analizados,
recurriremos a una archiforma, concepto propuesto por Octavio de Toledo (2002) como
componente englobador que incluye todas las variantes gráficas y morfosintácticas que
una unidad lingüística pudiera presentar, las cuales hemos tenido en cuenta a la hora de
realizar las búsquedas electrónicas.
Los conectores específicos de adición en la prosa alfonsí 687

2. El análisis de algunos conectores ilativos lógicos en la prosa alfonsí


2.1. La adición
Los conectores aditivos9 más utilizados en el corpus alfonsí son otrosí,
demás y aun con independencia de la obra10. De estos tres conectores, el
más empleado con diferencia es otrosí, independientemente de la obra:
demás y aun aparecen, como veremos, con una frecuencia muy inferior a
otrosí11. En cualquier caso, este es un hecho que no debe sorprendernos,
pues en la bibliografía sobre los conectores aditivos se coincide en que este
es el más general no solo en los textos alfonsíes (Cano Aguilar 1996: 307),
sino, de manera general, en la prosa desde los inicios de la lengua hasta
aproximadamente el siglo XIV, pues su uso decrece durante la centuria
del Cuatrocientos (Eberenz 1994: 3-5). Cabe decir que en sus usos como
conector a menudo aparece combinado con un e(t) discursivo (1-3):
(1) E otrossi las yentes que son dentro en la parte meridional, que son los
ethiopes et los que se aiuntan a ellos, otrossi no an regnado (Lc, 6r).
(2) E otrossí mezclado con agua e untando con ella las postemas calientes […]
presta mucho e tuelle la dolor e sanan (Lap, 211).
(3) E otrossí el canto que salié d’aquel caramiello fecho de las cañaveras de
Siringa con que cantava Mercurio atrayé los omnes con su dulcedumbre
(GEI, 318).
(4) Otrosí mandamos que ninguno non diga mal del rey después que fuere
muerto (FR, 7).

9
Estos conectores cuentan con algunos estudios específicos, como los de Ridruejo
(1993), Eberenz (1994), Espinosa Elorza (1995), Cano Aguilar (1996) y Azofra Sierra
(2012).
10
Hallamos solo una ocurrencia de asimismo, pero no parece tener valor conjuntivo:
«Luego que ell Emperador Claudio ouo bien affirmado el su regno. perdono por siempre
a todos quantos le fizieran algun mal. o dixieran alguna cosa contra el. Este claudio era
much escaso assi mismo. & compannero a los otros. E no querie quel llamassen emperador»
(EEI, 73v). Además, son anecdóticos los registros de también como enlace conjuntivo, pues
su aparición no supera el 2%.
11
EEI (88%, 340/397), GEI (82,5%, 1521/1842), FR (92,5%, 74/80), PP (83,4%,
387/464), Lap (64,9%, 150/231), Lc (90,9%, 40/44), Lj (100%, 50/50). Del análisis aquí
realizado no se concluye una adscripción dialectal al uso de estas formas: si bien a simple
vista pareciera que los textos orientales muestran una mayor preferencia por el uso exclusivo
de otrosí: FR, Lc, Vidal Mayor, también encontramos varios contraejemplos, como el Fuero
de Alcaraz, oriental pero con un porcentaje igualado de ambos conectores, o el Fuero de Usa-
gre, occidental pero con uso exclusivo de otrosí. Además, en palabras de Fernández-Ordóñez
(2004: 408): «No parece, pues, que el corpus prosístico alfonsí favorezca nítidamente ningún
modelo lingüístico acotado dialectalmente», aunque puedan detectarse algunas características
gráficas, fónicas, morfológicas y sintácticas (Fernández-Ordóñez 2008-2009: 170).
688 Blanca Garrido Martín

Demás es el segundo conector más utilizado en los textos jurídicos, con


mayor frecuencia de uso en la PP (9,69%, 45/464) que en el FR (5%, 4/80):
(5) Sabor deue auer todo xpistiano; de fazer almosna. ca esta es cosa que plaze
mucho a dios. & demas desata los pecados (PP, 29v).
(6) demandando gelo alguno daquellos del monasterio o ouiesse a entrar si ante
fuesse sabudo quel ordenen; nol deuen dar ordenes sagradas. & demas deuen
le echar daquel logar ol cogieren (PP, 59r).

Como ya comentaba Cano Aguilar (1996: 306), este conector se utilizó


especialmente para la conexión de explicaciones, de justificaciones, por lo
que es pertinente que su mayor uso en el corpus de obras alfonsíes se dé
en los textos con un modo de discurso más argumentativo, algo caracterís-
tico de los textos legislativos, ciertamente. Además Azofra Sierra (2012:
357) registra en el siglo XIII un aumento de la frecuencia de demás como
aditivo con preferencia en los textos legislativos. Así pues, el MD al que
pertenecen estos textos parece favorecer la aparición de este conector. Sin
embargo, este hecho exige de algunas matizaciones: el menor índice de
aparición en el FR en comparación con la PP puede explicarse por la TD a
la que pertenecen ambos textos, pues es de suponer que el tratado, en tanto
que un tipo de texto más elaborado, cohesivo y extenso que un fuero, puede
tener mayor variedad y frecuencia de enlaces conjuntivos. Efectivamente,
si observamos otros fueros de la época de una extensión similar, como el
Fuero de Usagre12, encontramos un comportamiento parecido: registramos
tan solo casos de otrosí, ninguno de demás ni aun como enlaces conjuntivos.
Sin embargo, si consultamos otros fueros más extensos, nos percatamos de
que los índices de aparición de demás, si bien siguen siendo menores que
los de otrosí, son considerablemente mayores que en el fuero e, incluso,
que en el tratado alfonsí: otrosí aparece entre un 47% (32/68), un 57,8%
(133/230) y un 62,7% (116/185) de las ocasiones en el Fuero de Alcaraz,
el Fuero Juzgo y el Fuero de Úbeda respectivamente; las apariciones de
demás ascienden a un 41% (28/68), un 39% (90/230) y un 25,9 %(48/185).
Por otra parte, si nos fijamos en las otras obras de nuestro corpus, demás
no aparece nunca con una frecuencia mayor al 7%, registrado en la EEI,
y otrosí puede ser incluso el único conector aditivo en otros textos, como
en el Lj. Los tratados científicos del colaborador alfonsí Rabí Zag mues-
tran asimismo una preferencia clara por otrosí como conector, arrojando
más de un centenar de ocurrencias en esta función, mientras que tan solo

12
34 701 palabras según el CORDE.
Los conectores específicos de adición en la prosa alfonsí 689

hallamos un caso de demás y ninguno de aun. Parece ser entonces que el


conjunto de obras del scriptorium alfonsí presenta una frecuencia de uso
de demás más baja que otras composiciones contemporáneas de similar
configuración textual.
Algo parecido ocurre con aun, el menos común de los tres conectores,
como ya señalaba Cano Aguilar (1996). De él hallamos pocos registros13,
algunos más en sendas crónicas universal y general:
(7) Et de guisa aluoroço toda la huest por aquel fecho; que todos fueron mouidos
contra aquellos diez. & tollieron los ende luego. & aun diz la estoria que
fueron iusticiados (EEI, 54v).
(8) Peró dize Josefo en el tercero capítulo que el cuervo que falló toda la tierra
cubierta de agua, e aun diz que se tornó all arca a Noé (GEI, 57-58);

y en los tratados, ya sea el jurídico (PP), ya el científico (Lap):


(9) quieren se egualar con ellos; faziendo entre si posturas & cotos en despre-
cio de los prelados. & de sancta eglesia. E esto fazen cuemo en manera de
descomulgacion […]. & aun fazen otras posturas que son sin razon & sin
derecho (PP, 69r).
(10) e su vertud es atal que fuyen ant’ella las moscas e toda mala reptilia, e aun
dixieron más los sabios, que se arriedran del que la trae consigo los diablos
(Lap, 142).

Alguna vez coaparece con demás en redundancia aditiva:


(11) e que maguer quisiessen quel non pudiessen facerir que si a su sobrina
soltara a tomar cual casamiento quisiera que así lo fiziera a ellas como a
su sobrina, e aun demás que si en algo le quisiessen ý travar que les podrié
ella luego dezir (GEI, 266).
(12) E cuemo quier que otros degrados ha en sancta eglesia. segund que dize
adelante; estas meiorias an los obispos sobre los otros. & aun demas que
ellos pueden ordenar clerigos. & cossagrar crisma. & altares. et eglesias. &
calizes. & cruzes. & bendezir uestimientas (PP, 23v).

Cabe destacar que en el Lap alcanza un 27,7% (64/231) de aparición


como conector aditivo de las distintas características de las piedras. Nue-
vamente, la aparición de aun en esta obra se justifica por la TD en cues-

13
En cualquier caso, su localización se hace difícil incluso para el lingüista, ya que,
como afirma Cano Aguilar (1996: 303-304): «No es fácil muchas veces delimitar ante qué
función de aun, conectora o focalizadora, nos encontramos […] pero parece que el paso
a conector, y el abandono del papel de focalizador, tiene su inicio en la colocación del
adverbio, no sólo a principio de oración, sino ante el verbo».
690 Blanca Garrido Martín

tión: el Lap es un texto más elaborado y extenso, con mayor porcentaje


de construcciones aditivas que otros de la misma materia, como el Lc de
nuestro corpus: 320 (0,30%) respecto a la extensión de la obra, frente a
106 (0,07%) en el Lc. Además, en el Lc todavía hallamos en los prime-
ros diez folios, correspondientes a los capítulos del primero al quinto,
una redacción tratadística donde la sintaxis tiene un mayor número de
conectores; por el contrario, a partir del capítulo sexto, predominan los
listados, la descripción pura con copulativas («En la segunda figura es
Mars en la tercera casa») de figuras entre las que la junción no se realiza
mediante conectores aditivos, sino mediante enumeraciones yuxtapuestas o
con e:
(13) En la primera figura destas son saturnus & iupiter en la tercera casa. mars
en la .via. En la segunda figura son saturnus et iupiter en la tercera casa.
mars en la .xija. En la tercera figura son Saturnus et iupiter en la nouena
casa. mars en la .via. En la quarta figura son Saturnus et iupiter en la .ixa.
casa . et mars en la xija. Et depues camyaron las figuras en esta otra manera
(Lc, 17v).

En resumen, parece una tendencia general en el scriptorium alfonsí


rechazar demás y aun como conectores aditivos en beneficio de otrosí,
especialmente en los textos menos elaborados discursivamente y menos
extensos, mientras que en los tratados y crónicas, los más elaborados, es
más probable que conectores de un uso más restringido en este corpus, y
en el siglo XIII de manera general, aparezcan, al igual que ocurre con otros
conectores específicos para la ilación lógica. Esto se observa especialmente
en aquellas TD que cuentan con otros textos para su comparación, como
los fueros o los códigos legales en general. Cabe señalar a este respecto
que, si observamos la documentación notarial de la época14, la presencia
de otrosí sigue siendo elevada (80%, 242/300), pero demás muestra más
ocurrencias que en el corpus alfonsí (18,6%, 56/300).
Si el análisis contrastivo lo extrapolamos a la poesía del siglo XIII,
concretamente al mester de clerecía, observamos que en Berceo los perio-
dos se unen por yuxtaposición, ni siquiera «la copulativa e(t) inicia ningún
período» (Cano Aguilar, 2001: 128). Curiosamente, en las pocas ocasio-
nes en que este investigador detecta conectores aditivos en las obras de

14
Para la consulta de la documentación, cf. CODEA. Tomando concretamente los
datos de este corpus, observamos de nuevo porcentajes similares a los del scriptorium
alfonsí: otrosí aparece el 80% de las ocasiones, seguido de demás, y aun apenas se registra
en un par de casos.
Los conectores específicos de adición en la prosa alfonsí 691

Berceo, estos son demás, en cabo y aun, este presente solo en pasajes
dialogados; es de destacar a este respecto la ausencia del más general en
la prosa, otrosí.
Finalmente, cabe decir que estas particularidades discursivas no ocu-
rren solo con la junción aditiva, sino también con la expresión de la causa-
lidad y la finalidad: en sendos estudios, Iglesias Recuero (2000a y 2000b)
determina la preferencia de ca, al menos en algunas tradiciones textuales,
a una diferencia de registro: mientras ca es utilizado en un registro culto y
en la lengua escrita, que sería el preferido en situaciones coloquiales, cuya
representación documental es bastante escasa, como ya adelantaba Cano
Aguilar (1998: 28). En cuanto a los conectores finales, Iglesias Recuero
(2000b: 224) considera un rasgo propio de la prosa alfonsí, no tan general
en el siglo XIII, la preferencia estilística por los conectores consecutivos
más sancionados por el uso en la escritura medieval, probablemente por
ser considerados más cultos, como onde, segundo conector por índice de
frecuencia en la PP (28,85%, 131/454), la GEI (27,62%, 266/963) y el
FR (27,27%, 9/33). Efectivamente, si realizamos una búsqueda general en
CORDE, observamos que las composiciones alfonsíes se sitúan en los pri-
meros puestos de registro de onde, siendo concretamente ambas crónicas y
los fueros, entre los que cabe destacar el Fuero Juzgo, las TD que prefieren
esta construcción, preferencia que invita a un análisis más profundo de las
conexiones textuales en nuestro corpus alfonsí.

3. Conclusiones
Cabe concluir de este análisis que la aparición de un conector u otro
en un texto concreto puede darse por diversas causas, sobre todo discur-
sivas, como las preferencias autoriales y la tradición, el género o el modo
discursivo; a estos factores, con frecuencia, debemos añadir la variación
diasistemática de los textos de una época determinada. Por ello, el estudio
aislado de la producción textual alfonsí, incluso teniendo en cuenta varias
tradiciones discursivas, se revela necesario, pero insuficiente: a pesar de su
heterogeneidad, el conjunto de obras en prosa del scriptorium regio puede
ser concepcionalmente clasificado como un discurso culto y elaborado, por
lo que para contrastar sus características lingüísticas es necesario, a su vez,
compararla con composiciones más cercanas a la oralidad y la inmediatez
comunicativa y no tanto a la escrituralidad y el lenguaje culto para delimitar
mejor las diferencias textuales dadas en el siglo XIII.
692 Blanca Garrido Martín

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Las tradiciones discursivas de los
romanceamientos bíblicos: análisis de conectores
consecutivos y oraciones condicionales*

Claudio Garrido Sepúlveda


Universidad Autónoma de Barcelona

Resumen. Este trabajo tiene como propósito aplicar y optimizar las ventajas meto-
dológicas del modelo de las tradiciones discursivas (TD) en el estudio histórico
de la lengua de los primeros romanceamientos bíblicos (siglos XIII al XVI). En
concomitancia, el estudio consta de dos fases: una bibliográfica y otra aplicada.
En la primera, se reflexiona sobre los criterios más rentables para la observación
discursiva de la lengua de la traducción bíblica. En la segunda, se aplican aquellos
criterios en el estudio estadístico de algunos datos lingüísticos y sus respectivos
contextos discursivos. En concreto, 1) se analiza una muestra representativa de los
conectores consecutivos de tres traducciones bíblicas representativas de los siglos
XIII, XV y XVI, y 2) se revisa una lista exhaustiva de las oraciones condicionales
registradas en el corpus Biblia medieval. De esta forma, se coligen contribuciones
tanto en relación con las TD de los romanceamientos bíblicos como a propósito
de la utilidad del modelo teórico en el estudio histórico de la subordinación y de
la ilación extraoracional.
Palabras clave. Tradiciones discursivas, Biblia medieval, oraciones condiciona-
les, conectores consecutivos.

Abstract. This paper seeks to implement and optimize the methodological advan-
tages of the discursive traditions’ (DT) model in the historical study of the lan-
guage of the first Bible translations (13th c.-16th c.). Accordingly, the study consists
of two phases: a theoretical phase and an applied one. In the former section, we
reflect on the most profitable criteria to observe discursively the language of
Bible translation. In the latter, those criteria are applied in the statistical study of

* Este trabajo ha sido desarrollado en el marco de una estancia de investigación en la


Universidad de Heidelberg patrocinada por la beca Förderlinie I del Iberoamerika-Zentrum
(IAZ).
698 Claudio Garrido Sepúlveda

some linguistic data and their discursive contexts. Specifically, we analyse 1) a


representative sample of consecutive connectors of three representative Bible
translations from 13th, 15th, and 16th centuries, and 2) a comprehensive list of
conditional sentences from Biblia medieval. Thus, we develop contributions con-
cerning the Bible translations’ DT and the adequacy of the theoretical model in
the historical study of subordination and discourse markers.
Keywords. Discursive traditions, medieval Bible, conditional sentences, consec-
utive connectors.

1. Preliminares
Desde los clásicos trabajos de Morreale (1960) y de Sánchez-Prieto
(1989 y 2002) —entre otros— y, en especial, a partir del año 2008, con la
puesta en marcha del corpus Biblia medieval (Enrique-Arias, dir., 2008),
una considerable cantidad de estudios diacrónicos se ha beneficiado de las
ventajas metodológicas de estudiar la lengua de las antiguas traducciones de
la Biblia. Entre estas ventajas, destaca la gran diversidad discursiva que hay
en aquella biblioteca que es la Biblia, hecho que adquiere mayor relevancia
en vista de que la Biblia es uno de los principales libros de los cuales se
ha tenido conciencia, a través de la historia, de la variación genérica entre
sus secciones de libros. Por lo mismo, se puede postular que el traductor
era consciente de que, además de traducir palabras, estaba trasuntando un
género a la lengua romance. Por otra parte, la traducción bíblica ha acom-
pañado los momentos decisivos de la estandarización del castellano en sus
primeras fases: el siglo XIII, el XV y el XVI. En vista de tales ventajas,
la pregunta que orienta el curso de este trabajo ha sido ¿de qué modo se
pueden optimizar las ventajas discursivas de los romanceamientos bíblicos?
Y a modo de respuesta, se propone que el modelo teórico de las tradiciones
discursivas (TD) constituye un excelente marco explicativo a partir del cual
se pueden optimizar dichas ventajas.
Por lo mismo, dos son los objetivos perseguidos: 1) determinar y explo-
rar algunas de las TD existentes en las traducciones bíblicas realizadas
hasta el siglo XVI, y 2) configurar una pauta analítica a partir del modelo
de las TD. El estudio consta de dos fases, una bibliográfica y teórica, y otra
aplicada y comprobatoria. La primera fase (vid. § 2) versa sobre cómo apro-
vechar el modelo teórico de las TD en el análisis diacrónico de la lengua de
las antiguas traducciones bíblicas. Para esto, se ha emprendido un estudio
de las TD, así como de la lengua de los romanceamientos y de su trasfondo
histórico (cf. Avenoza/Enrique-Arias 2005). En la segunda fase (vid. § 3),
eminentemente exploratoria, se observó estadísticamente la relación entre
algunos datos lingüísticos y sus respectivos contextos discursivos. En con-
Las tradiciones discursivas de los romanceamientos bíblicos 699

creto, se analizaron conectores consecutivos —ilación extraoracional— y


oraciones condicionales —ilación interoracional—.

2. TD y romanceamientos bíblicos
De las actuales teorías que abordan el cambio lingüístico, el modelo
de las tradiciones discursivas es, sin duda, uno de los que más interés ha
suscitado entre los romanistas, en especial los de la escuela alemana here-
dera de los postulados coserianos (cf. Oesterreicher 1997; Jacob/Kabatek
2001)1. En el mismo centro de este modelo se encuentra la aguda idea
de que la historicidad de los textos es diferente de la historicidad de la
lengua. Este hecho plantea el siguiente problema: dado que el acceso a la
lengua histórica viene mediado por los textos y sus tradiciones, no se puede
simplemente asumir que un determinado fenómeno de variación lingüística
registrado en un texto particular reproduce la evolución de la lengua. Ante
esta dificultad, el modelo intenta ensayar una solución que, expresado de
manera llana, consiste en la formulación de un puente metodológico que
permite explorar el recorrido histórico-discursivo de los cambios que llegan
a afectar al sistema de la lengua.
En cuanto al concepto mismo de tradición discursiva2, es importante
evitar reducirlo u homologarlo a la noción de género, como si se tratase tan
solo de incluir la variable discursiva en el análisis estadístico. Si bien los
tradicionales géneros pueden considerarse TD, estas abarcan mucho más
que el espectro de los géneros. Es por ello que autores como Peter Koch
han dicho que las TD pueden ser tan multiformes como una «editorial,
novela, small talk, chiste; estilo llano, manierismo; diferentes tipos de actos
lingüísticos como bautizar, prometer, etc.» (Koch 2008: 54)3. Para el con-
cepto de tradición discursiva no es determinante la longitud y complejidad

1
López (2006: 998 y sigs.) ofrece «una breve síntesis historiográfica de las princi-
pales herramientas teóricas y metodológicas elaboradas desde el enfoque estructuralista
para el estudio de la variación» y allí sitúa las tradiciones discursivas, como otro aporte
más de la Lingüística de las Variedades que emerge de la Escuela de Friburgo, entre cuyos
exponentes destacados están Peter Koch, Wulf Oesterreicher, Brigitte Schlieben-Lange y
Johannes Kabatek. En el entorno hispanoamericano, el modelo comenzó a difundirse a
partir del libro editado por Jacob/Kabatek (2001).
2
Las definiciones más extendidas figuran en Oesterreicher (1997: 20; 2011: 889) y
en Kabatek (2005a: 159; 2007: 338).
3
Esta laxitud, por cierto, ha sido objeto de críticas, como aquellas que se formulan en
los trabajos de López (2007 y 2011). La misma autora, además, propone una nomenclatura
más especializada.
700 Claudio Garrido Sepúlveda

estructural —de ahí que sirvan de ejemplo estructuras tan variadas como
el saludo o la novela—. Lo que resulta determinante es el anclaje de una
estructura en una tradición o pasado textual caracterizado por la existencia
de reglas discursivas que se han ido configurando en el tiempo.
Así pues, este concepto ha activado una señal de alerta sobre el modus
operandi en los estudios de lingüística histórica. Y hoy se considera que la
tarea de identificar las TD que conforman los textos de un corpus histórico es
crucial y apremiante si lo que se persigue es una acuciosa interpretación de
los datos, pues de lo contrario las descripciones, aparentemente lingüísticas,
bien podrían tratarse de casos de homologación de aspectos variacionales
propios de una TD con aquellos que afectan al sistema (cf. Kabatek 2005a).
El siguiente es un boceto metodológico (vid. Tabla 1), elaborado fun-
damentalmente a partir de la pauta analítica que Kabatek (2005b: 32) deno-
mina «enfoques». En él se acoplan, además, algunos aportes de la teoría de
la elaboración de la lengua y de los perfiles concepcionales que ha sido
desarrollada por Koch/Oesterreicher (2007 [1990]). Cada ítem de la pauta
será desplegado en relación con los romanceamientos bíblicos medievales
con el fin de argumentar qué tradiciones discursivas hay en ellos y cómo
estudiarlas.

Fase Desglose
I. Configuración de TD a) Origen y desarrollo de la(s) TD a través de la historia del
a través de la historia español.
b) Reconocimiento (análisis filológico, apoyo de otras
disciplinas, intertextualidad).
II. Descripción de TD4 a) Tipo (monogenéticas o plurigenéticas, tipología clásica).
b) Evocación.
c) Composicionalidad (sintagmática o paradigmática).
c) Interferencias (positivas o negativas).
d) Características lingüísticas y textuales.
III. Relación entre TD e Secuencia: innovación > adopción > difusión > generalización.
historia de la lengua
IV. Relación entre TD y a) Descripción del perfil concepcional de la(s) TD.
elaboración de la lengua b) Ponderación de su influjo en el proceso de escrituralización.
Tabla 1. Boceto metodológico para el estudio de TD.

En vista de la indisoluble relación de aquel parámetro de descripción denominado


4

constelación pragmática (cf. Kabatek 2005b: 38) con la elaboración de la lengua, se ha


optado por transferirlo de la fase II a la IV.
Las tradiciones discursivas de los romanceamientos bíblicos 701

La fase I consiste en situar la o las TD en la historia de la lengua


española. Para esto, es elemental el apoyo en la filología y en disciplinas
extralingüísticas. Siguiendo estos principios, los teóricos de las TD han
enfatizado que, a fines del siglo XII y con gran despliegue en el XIII, se
produce una masiva incorporación de TD en las lenguas vulgares debido
a la promoción de estas como vehículos adecuados para la profusión del
saber y la cultura (cf. Kabatek 2005b y 2005c). Y en este marco, uno de
los mecanismos fundamentales por los cuales eran trasplantados aquellos
moldes discursivos que le conferían al castellano el estatus de lengua de
cultura fue precisamente la traducción y la importación de modelos textua-
les foráneos (tanto temas como formatos) (Kabatek 2001: 100; 2005b: 34;
2006: 476-480; 2012: 91). Precisamente este es el marco en que hay que
situar el interés por traducir la Biblia.
Para identificar adecuadamente las TD bíblicas que comienzan a for-
jarse a partir de entonces es preciso examinar la historia de las biblias
romanceadas, lo que se sabe de las comunidades de traductores y de
su trasfondo histórico-cultural, de los destinatarios, de las relaciones de
parentesco entre los romanceamientos, etc. Este examen revela que lin-
güistas, filólogos e historiadores reconocen la existencia de dos grandes
momentos en la traducción bíblica medieval (cf. Avenoza 2008; Enri-
que-Arias 2009): el primero corre paralelo a la difusión del saber en
lengua vulgar de los siglos XII y XIII. A este periodo pertenecen las
siguientes traducciones enlistadas en la Tabla 2. Estas, a excepción de la
traducción contenida en la Fazienda de Ultramar, tienden a ser traducidas
a partir de la Vulgata.

Romanceamiento bíblico Fecha


Salterio bilingüe prealfonsí fines del siglo XII
Fazienda principios del siglo XIII
Biblia prealfonsina mediados del siglo XIII
General Estoria segunda mitad del siglo XIII
Tabla 2. Traducciones del periodo alfonsino.

Luego, durante el siglo XV, se sucede el segundo periodo. Este es el


más fecundo en cuanto a traducciones bíblicas medievales. En lo funda-
mental, se caracteriza por el interés de los nobles, religiosos y eruditos por
acceder a los textos bíblicos en lengua romance, y por la participación de
especialistas judíos en la traducción. A este periodo pertenecen los roman-
702 Claudio Garrido Sepúlveda

ceamientos consignados en la Tabla 3, todas obras de la primera mitad del


siglo XV y romanzadas a partir del hebreo.

Romanceamiento bíblico Fecha


E3 primera mitad del siglo XV
Pentateuco de E19 primera mitad del siglo XV
E7/E5 primera mitad del siglo XV
Biblia del Marqués de Santillana primera mitad del siglo XV
Biblia de Arragel primera mitad del siglo XV
Profetas anteriores del códice Oxford primera mitad del siglo XV
Tabla 3. Traducciones del periodo judaico.

Ahora bien, fuera de los límites temporales de la Edad Media, otro


momento de gran valor para la historia de la traducción bíblica es el que
se articula en torno a la reforma protestante del siglo XVI. Dicha actividad
tiene sus primeros vagidos en las traducciones de Juan de Valdés en su
Diálogo de doctrina cristiana (1529) y se consolida con la versión conocida
como Reina-Valera. A este momento pertenecen las traducciones indicadas
en la Tabla 4.

Romanceamiento bíblico Fecha


Diálogo de doctrina cristiana (Juan de Valdés) 1529
Salmos (Juan de Valdés) ca. 1537
Nuevo Testamento (Francisco de Enzinas) 1543
Epístolas paulinas (Juan de Valdés) 1556-1557
Salmos (Juan Pérez de Pineda) 1557
Revisión del Nuevo Testamento de Enzinas (Juan Pérez de Pineda) 1557
Biblia del oso (Casiodoro de Reina) 1569
Revisión de la Biblia del oso o Biblia del cántaro (Cipriano de Valera) 1602
Tabla 4. Traducciones del periodo protestante.

Dadas las diferencias histórico-culturales entre estos periodos, podría


sugerirse la existencia de tres TD vinculadas con las tres corrientes de
traducción: es decir, una tradición alfonsina (siglo XIII), otra tradición de
raigambre judía (siglo XV) y otra de impronta reformada (siglo XVI). Se
puede aducir que cada una de estas corrientes se configura en comunidades
que comparten motivaciones, ideales, criterios de traducción, destinatarios,
Las tradiciones discursivas de los romanceamientos bíblicos 703

etc. E incluso aquellos casos en que se documenta una leve ruptura o


hibridismo en relación con la tradición no dejan de evidenciar un anclaje
o filiación por el que la TD es evocada. Por ejemplo, la Biblia de Arragel
no por ser la más innovadora con respecto a la lengua fuente, deja de per-
tenecer a la TD judaica del siglo XV. Esta distinción, no obstante, requiere
ser matizada por el hecho innegable de que hay una unidad estructural a
través de todos los romanceamientos bíblicos y que, en un sentido amplio,
la reproducción de un lenguaje bíblico ya evoca una sola TD.
La fase II consiste en la descripción de las TD que ya han sido situadas
en la historia de la lengua. En cuanto al criterio de la tipología5, además de
los tres tipos de TD ya reconocidos en función de criterios historiográficos
y filológicos, hay que prestar atención a la ingente diversidad discursiva
bíblica. En un primer nivel, están los géneros textuales que ya desde la
fijación de la Septuaginta, ponderados como tales, sirvieron de criterio para
agrupar en secciones los libros del Antiguo Testamento6. En este sentido,
están los libros del pentateuco, eminentemente legislativos y narrativos;
los libros históricos, también de prosa narrativa; los libros poéticos; los
libros sapienciales y los libros proféticos. Todos estos géneros son la cris-
talización de tradiciones discursivas cuyo origen y desarrollo se remonta
a las antiguas civilizaciones del oriente próximo, y se trata de distinciones
connaturales al texto de las cuales se ha tenido conciencia durante siglos.
En un segundo nivel, hay que notar que dentro de secciones o libros ya
concebidos como pertenecientes a una de estas tipologías puede conjugarse
toda una serie de otras estructuras menores o subgéneros y diversos actos
de habla7. Se trata de un verdadero paradigma abierto en que tienen lugar
parábolas, fábulas, listas, genealogías, instrucciones, enigmas, preguntas
retóricas, credos, cánticos, citas, saludos, despedidas, diálogos, peticiones,
promesas, maldiciones, bendiciones, lamentaciones, arengas, prólogos,
resúmenes, oraciones, edictos, juramentos, mandamientos, etc. Y en cada
una de estas estructuras puede asomarse una tradición discursiva. Por otra
parte, en un sentido mucho más amplio, la lengua bíblica en general —sin
importar la corriente de traducción o el grado de traducción, sin importar el

5
En este trabajo tan solo se desarrollan los criterios conocidos como tipología y
composicionalidad, pues solo estos han sido aplicados en el análisis (vid. § 3).
6
Por cierto, no se quiere decir con esto que el reconocimiento de los géneros surja
en la Septuaginta. Ya en las antiguas tradiciones talmúdicas y en la misma disposición del
Tanaj hebreo se presupone una distinción de géneros.
7
Tanto Kabatek (2001: 98-99) como Koch (2008: 54) incluyen los actos de habla
dentro de la multiforme taxonomía de posibles tradiciones discursivas.
704 Claudio Garrido Sepúlveda

periodo, sin importar el género y subgénero— ya es una TD en sí misma,


puesto que evoca un pasado textual cuyo arquetipo es la Biblia misma o,
más bien, los autógrafos.
Debido a la misma diversidad discursiva, la superposición (o compo-
sicionalidad paradigmática) y la sucesión (o composicionalidad sintagmá-
tica) de géneros o subgéneros en los textos bíblicos es muy habitual, por lo
que pudiera representar una barrera para el análisis: hay narraciones dentro
de marcos poéticos, poesía dentro de la argumentación, argumentación en
marcos narrativos, argumentación y narración en marcos proféticos, etc. Por
tanto, la consideración de la variable de género en las biblias romanceadas
debería ser abordada de tal modo que aquellas superposiciones y sucesiones
discursivas fuesen atendidas.
En virtud de estas consideraciones, en la Tabla 5 se dispone una pro-
puesta de esquematización de la diversidad de TD bíblicas que adopta como
principal criterio respetar aquellas propiedades discursivas intrínsecas a los
textos bíblicos. Se trata, por tanto, de una adaptación del modelo de tal
forma que las categorías teóricas no sean más que un reflejo de las condi-
ciones discursivas connaturales al texto.

Nivel Tipo Ejemplo Composicionalidad


I Lengua bíblica en Cualquier estructura que evoque
general el arquetipo bíblico —traducida
o no traducida—
II Corriente de La Biblia del oso en tanto
traducción traducción del periodo Sintagmática o
protestante paradigmática
III Género Histórico
IV Estructura Diálogo
V Acto de habla Promesa
Tabla 5. Diversidad de niveles de TD en los romanceamientos bíblicos.

La fase III del boceto metodológico (Tabla 1) concentra la principal


solución que se ha formulado, desde el modelo de las TD, para superar la
aparente sima que hay entre la historicidad de los textos y la historicidad
de la lengua. Se trata de un mecanismo de exploración de lo idiomático
en lo discursivo que consiste en estudiar el cambio lingüístico poniendo
atención a sus fases de innovación en una TD, adopción en la TD, difu-
sión a otras TD y, a la postre, generalización en la lengua (cf. Kaba-
tek 2005a; Oesterreicher 2003; especialmente, Koch 2002 y 2008). El
Las tradiciones discursivas de los romanceamientos bíblicos 705

siguiente diagrama sintetiza este recorrido discursivo-idiomático de los


cambios lingüísticos.

Es importante apuntar que tal secuencia no solo sirve explicar los fenó-
menos de ganancia, sino también de pérdida, pues estos, al igual que las
innovaciones, primero afectan a una o a un grupo de TD con la ruptura
de una regla discursiva (o deshabitualización); dicha ruptura comienza a
extenderse a otras TD y a generalizarse en la lengua histórica una vez que
se pierde el estatus de regla idiomática (desidiomatización). Esta secuencia
es el principal soporte teórico de la fase analítica que será presentada en
la sección § 3.
La fase IV invita a reflexionar sobre cómo la adopción de TD de la
distancia comunicativa contribuye en la elaboración de la lengua, es decir,
el proceso de escrituralización. En la lingüística de las variedades se ha
argumentado que cada TD manifiesta un perfil concepcional, esto es, un
conjunto de características que permiten ubicarla en la gradiente que va de
la proximidad a la distancia comunicativa (cf. Koch/Oesterreicher (2007
[1990]). En el caso de los romanceamientos bíblicos, todas las TD mani-
fiestan una clara cercanía hacia el polo de la distancia comunicativa, o sea,
se trata de tipologías concepcionalmente escriturales. Pero eso no signi-
fica que sea inviable el estudio de la oralidad concepcional en tradiciones
textuales del medio gráfico. En este sentido, es importante entender que,
aunque todas las TD bíblicas son más próximas al polo de la escrituralidad,
en algunas de estas afloran propiedades distintivas del polo opuesto. Esto
ocurre básicamente en la prosa narrativa cada vez que se insertan diálogos,
706 Claudio Garrido Sepúlveda

oraciones, actos de habla y discursos públicos, entre otros, articulados en


estilo directo, con predominio de la primera y segunda persona gramatical,
y en cuyo entorno discursivo se simulan o evocan situaciones pragmáticas
propias de la oralidad. Esta presencia de lo oral en lo escrito constituye
una veta de gran rentabilidad para la lingüística histórica y a la fecha casi
no ha sido explorada en los romanceamientos bíblicos.

3. Elementos de cohesión inter- y extraoracional en los romanceamientos


bíblicos
En las exploraciones que se presentan a continuación, se ha trabajado
con la cohesión inter- y extra oracional fundamentalmente por dos razo-
nes: primero, puesto que los teóricos del modelo han postulado que en los
mecanismos de ilación es donde puede observarse mejor la incidencia de
las TD (cf. Kabatek 2013: 22). Y segundo, porque es de interés teórico
realizar estudios comparativos entre hechos sintácticos estructuralmente
próximos, pero diferentes, con miras a identificar si es que hay algunos
dominios de la sintaxis que son más propensos que otros a la incidencia
de las TD. La primera exploración fue hecha en una muestra representativa
(270 ocurrencias) de los conectores consecutivos de tres romanceamientos:
la Biblia prealfonsina del siglo XIII; la Biblia del Marqués de Santillana
del siglo XV; y la Biblia del Oso del siglo XVI. En la segunda exploración
se registró una elevada cantidad de prótasis condicionales introducidas por
si (3093) en las biblias no fragmentarias del corpus Biblia medieval 8. A
continuación, expongo algunas observaciones con el fin de evidenciar la
rentabilidad del enfoque tradicional-discursivo cuando se trata de estudiar
la traducción en los albores de la norma castellana.
3.1. Conectores consecutivos9
Las fases que mejor pueden ser documentadas a través de los roman-
ceamientos bíblicos son las de adopción y difusión, es decir, el recorrido
de habitualización por el que los cambios llegan a configurar reglas dis-
cursivas. Por ejemplo, en el análisis de conectores consecutivos, he podido
atestiguar la habitualización de por ende como marcador discursivo óptimo

8
A saber, la Biblia prealfonsina (E6/E8), la General Estoria (E3, E5/E7), La Biblia
del Marqués de Santillana (E4/BNE) y Arragel.
9
Los datos aquí presentados fueron procesados en detalle en Garrido Sepúlveda
(2017). Para dicho análisis se trabajó a partir de las principales investigaciones sobre
conectores consecutivos ya publicadas (cf. Narbona 1978; Mendoza 1992; Cano 1996-1997
y 2002; García 1998; Iglesias 2000). En especial, se acuñó la terminología y clasificación
propuestas por Herrero (2003a, 2003b y 2005).
Las tradiciones discursivas de los romanceamientos bíblicos 707

en la expresión de la consecutividad en textos líricos del siglo XIII: el 96%


(22/23) de ocurrencias figura en textos poéticos, tal como se observa en
los siguientes ejemplos:
(1a) El coraçón d’eillos alonguest de castigamiento y, por ende, non serán enalça-
dos (Job 17:4, Biblia prealfonsina).
(1b) Siempre ponía a Dios delante míos ojos, car adiestro de mí está, por que yo
non sea movido. Por ende, alegrosse mío coraçón y gozosse mío cuerpo y
la mi carne moró en segurança (Salmo 16:8-9, Biblia prealfonsina).

Algo similar acontece con los conectores consecutivos conformados


por los adverbios temporales pues y entonces, que manifiestan una clara
proclividad a ser empleados en la argumentación (15/16) y en la narración
(7/7) respectivamente, y ambos carecen de funcionalidad en el texto lírico
desde el siglo XIII al XVI.
De igual forma, las biblias romanceadas poseen gran potencial meto-
dológico para el estudio inverso, es decir, la deshabitualización por la que
un rasgo lingüístico pierde vigencia o vitalidad en una TD. En este sentido,
se documentaron casos en que determinados nexos muy rentables en una
TD llegan a ser inoperativos a través del tiempo en el mismo contexto dis-
cursivo. Esto ocurre, por ejemplo, con el uso de la conjunción y con valor
consecutivo, que experimenta un retroceso gradual en la medida en que
es suplantado por mecanismos más especializados en la expresión de la
consecutividad. Dicho retroceso es más notorio en el texto lírico que en el
texto narrativo. Por lo mismo, la deshabitualización de este rasgo sintáctico
exhibe diferentes grados en función de la TD.
3.2. Oraciones condicionales10
En cuanto a las calas de oraciones condicionales, se compilaron 3093
esquemas introducidos por si. 1133 son del siglo XIII, y 1960 del XV.
Respecto de la cifra total, las prótasis con estructura si tuviere representan
el 63% (1955/3093). Las opciones a esta estructura tienden a ser si tiene
y si tuviese, con un 20% (626/3093) y un 5% (152/3093) del total, respec-

10
La tradición de estudios de la estructura condicional en perspectiva histórica es
bastante prolífica. Los estudios se remontan al trabajo de Gessner (1890) y han versado,
en lo fundamental, sobre las combinaciones modo-temporales de las formas verbales de la
prótasis y apódosis de los esquemas dependientes de si (cf. Mendeloff 1960; Harris 1971 y
1986; Rojo/Montero 1983; Cano 2014). En perspectiva discursiva, solo ha habido trabajos
que examinan los nexos condicionales (cf. Julián Mariscal 2012). En Garrido Sepúlveda
(2015) figura un estado de la cuestión de la reestructuración de las oraciones condicionales
desde el latín al castellano medieval.
708 Claudio Garrido Sepúlveda

tivamente. Además de analizar la conjugación del verbo de la prótasis, se


observaron los contextos discursivos. En esta oportunidad, se distinguieron
los siguientes entornos: legislación, diálogos, profecía, poesía y sabiduría
—correspondientes al nivel III de la Tabla 5—.
Si bien el esquema si tuviere es mayoritario en todos los romancea-
mientos y en todos los periodos, hay una mayor presencia de este en el
texto legislativo. En ambos siglos, tal fórmula constituye el 86% (293/339
y 548/638 respectivamente) de las oraciones condicionales incrustadas en
texto legislativo. Es interesante el hecho de que el texto poético es el más
reticente al empleo de esta estructura. De hecho, hay un marcado descenso
en su aparición: del 56% (91/163) en el siglo XIII baja al 16% (40/258) en
el XV. Desde un punto de vista meramente cuantitativo, las opciones que
cubren el espectro de si tuviere en este contexto son si tiene, si tuviese y
si tuviera.
Algo interesante también ocurre en la General Estoria (GE). En el texto
legislativo se manifiesta una gran disminución en el uso de si tuviere frente
a la Biblia prealfonsina. Del 98,2% (167/170) baja al 74,6% (126/169).
Y esto se corresponde con un repunte del uso del esquema si tuviese que
alcanza el 23,1% (39/169). Al revisar los ejemplos, puede notarse que la
principal razón por la que se registra esta sustitución es debido a que GE
transforma el texto legislativo en prosa cronística. Y el principal recurso
que se utiliza es el traspaso a discurso indirecto, tal como se refleja en el
siguiente ejemplo:
(2a) Mas, si fuere de ovejas su oblación y de mansas cosas, si quier macho si
quier fembra, ofresca sin manzilla (Levítico 3:6, Biblia prealfonsina).
(2b) E mandó que si el sacrificio fuesse de cabras, quier maslo quier fembra, que
otrossi le catasse por sano de miembros y de cuerpo (Levítico 3:6, GE).

A raíz de este hecho, bien podría argumentarse que la transformación a


estilo indirecto —que, por cierto, incluye el distanciamiento de la fórmula
condicional con si tuviere— era ensayado como un modo de abandonar el
ámbito discursivo del texto legislativo y de acercarse a las reglas discursivas
de la prosa narrativa.
Finalmente, es sabido que en el proceso de subjuntivización del plus-
cuamperfecto latino AMAVERAM, su aparición en prótasis condicionales
desempeña un papel decisivo. Al respecto, el análisis discursivo del corpus
Biblia medieval permite observar que en el siglo XIII la forma romance
amara solo aparece una vez, pero en el XV la cifra asciende a 63 apariciones
y en estas ya se observa su equivalencia modal con el subjuntivo amase.
Las tradiciones discursivas de los romanceamientos bíblicos 709

De estos usos modalmente irreales, es llamativo el hecho de que si tuviera


se inscribe casi exclusivamente en diálogos (52%, 33/63), poesía (17%,
11/63) y profecía (22%, 15/63), tal como ocurre en los siguientes ejemplos:
(3a) 
Diálogo: Y dixo: mis hermanos fijos de mi madre eran. Vivo es el Señor,
si les dierades vida, que non vos matara (Jueces 8:19, E3).
(3b) 
Poesía: Si mi pueblo oyera de mí y Irrael en mis caminos andudieran, en
poco sus enemigos quebrantaran y contra sus enemigos tornara mi mano
(Salmo 81:14-15, E3).
(3c) 
Profecía: Si mudara el indiano su cuero y la onça sus manchas, así podréis
vos fazer bien, que sois abezados a fazer mal (Jeremías 13:23, Santillana).

En estos últimos géneros —poético y profético—, hay un grado de


identidad bastante agudo, pues en la lengua de origen la profecía es eminen-
temente poética. Es curioso que el diálogo, por una parte, y la poesía junto
a la profecía, por otra, ostenten un perfil concepcional diferente: la primera
TD es más cercana a la oralidad concepcional en tanto que la segunda es
más próxima a la escrituralidad concepcional. Y ambas proporcionan un
terreno fecundo para el empleo de si tuviera con su nuevo valor modal.
Este dato aporta un antecedente hasta ahora casi desconocido en cuanto a
las tradiciones discursivas en que si tuviera tiende a exhibir el valor modal
de irrealidad en su proceso de generalización en la lengua.

4. Alcances
Si bien las calas exploratorias emprendidas en este estudio, al presente,
siguen siendo someras —y, en efecto, suscitan más retos que conclusio-
nes—, sí que han permitido comprobar la rentabilidad heurística del modelo
de las tradiciones discursivas en el estudio de la lengua de los romancea-
mientos bíblicos. Más de un filón se asoma bajo este lente de observación:
la adopción, difusión y generalización de estructuras; el recorrido discur-
sivo de fenómenos de ganancia o de pérdida; la posibilidad de estudiar los
perfiles concepcionales de las TD y su rol en el proceso de escrituralización
de la lengua; el estudio de lo oral en lo escrito, entre otros.
Asimismo, la ocasión de comparar dos diferentes ámbitos de la sinta-
xis —la cohesión interoracional y la cohesión extraoracional—, a priori,
parece sugerir que el influjo de las TD no es más marcado en un dominio
que en otro; no parece ser una diferencia tanto de grado como de tipo. En
el contexto condicional, las reglas discursivas tienden a aflorar más en la
combinatoria modo-temporal de las formas verbales de la prótasis y de la
apódosis, en tanto que, en los marcadores del discurso, son estas mismas uni-
710 Claudio Garrido Sepúlveda

dades las que manifiestan propensiones discursivas. No obstante, esta com-


paración no da pie a generalizaciones mayores y, por ende, sigue siendo un
reto pendiente el de indagar más sobre las relaciones entre TD y gramática.
Además de ensayar el modelo en algunas estructuras lingüísticas, se ha
reflexionado sobre cómo adaptar el modelo en el análisis diacrónico de la
lengua de las biblias romanceadas. En este sentido, la distinción de varios
niveles de TD en virtud de las propiedades intrínsecas a los textos bíblicos,
asienta un precedente metodológico para futuras investigaciones. Resta,
por tanto, seguir profundizando en la comprensión tradicional-discursiva
de los procesos históricos de la sintaxis que se asoma en estos notables
esfuerzos por trasuntar, al naciente romance, los patrones textuales y los
modi dicendi de textos tan relevantes para el Occidente medieval y rena-
centista como la Biblia.

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Origen e historia de al lado (de):
¿un reanálisis inadvertido?*

Jaime González Gómez


Universidad de Sevilla

Resumen. Frente a la tradicional consideración de al lado (de) como una locución


construida en torno al sustantivo lado siguiendo el productivo patrón <a + artículo
+ sustantivo (+ de)>, proponemos en este trabajo un análisis alternativo sobre su
origen, que pasa por considerar las formas ad latus, allatus (de) y al·lados
(de), bien documentadas todas ellas en la documentación notarial burgalesa de
los siglos xii y xiii, como sucesivas etapas de su evolución. Este proceso habría
dado lugar, en última instancia, a un reanálisis que segmenta la forma al·lados
como a + el + lados y no como el resultado de la asimilación -dl- > -ll- en la
forma latina. La posterior creación de un singular analógico, proceso común a
numerosas voces latinas de género neutro, habría dado, finalmente, nuesto actual
al lado (de).
Palabras clave. Al lado (de), renálisis, morfología y sintaxis históricas, fraseolo-
gía, locución adverbial, locución preposicional, documentación notarial.

Abstract. Although traditionally the phrase al lado (de) has been analysed as a
phrase built around the substantive lado following the very productive pattern <a
+ article + noun (+ de)>, we propose in this paper an alternative analysis of its
origin: we consider the forms ad latus, allatus (de) and al·lados (de), all
of them well documented in the Burgos notarial documents from the twelfth and
thirteenth centuries, as successive stages of its evolution. This process would have

* Este trabajo se ha realizado gracias a los proyectos de investigación La escritura


historiográfica en español de la Baja Edad Media al siglo XVI: variantes y variación
(FFI2013-45222), dirigido por Lola Pons Rodríguez, y El castellano norteño en la Edad
Media. Estudio lingüístico de documentación cántabra y burgalesa (orígenes-siglo XIV)
(FFI2012-36813), dirigido por M.a Jesús Torrens Álvarez. Agradezo a ambas, a Álvaro
Octavio de Toledo y a Mar Garachana sus valiosos comentarios a este trabajo, aunque
cualquier error que persista será de mi entera responsabilidad.
716 Jaime González Gómez

led, ultimately, to a reanalysis that segments the form al·lados as a + el + lado


and no longer as the result of the assimilation -dl- > -ll- in the latin form. The
subsequent creation of an analogical singular, process common to many neutral
latin voices, would have finally resulted in our modern al lado (de).
Keywords. Al lado (de), reanalysis, historical morphology and historical syntax,
adverbial phrase, prepositional phrase, notarial acts.

1. Introducción
El propósito de este trabajo es replantear el origen y la evolución de la
locución del español actual al lado (de): a pesar de que tradicionalmente
ha sido considerada una locución formada sobre la base del sustantivo
lado < latus, siguiendo el mismo esquema <a + artículo + sustantivo (+
de)> que otras locuciones locativas como al frente (de), al fondo (de) o al
final (de), en este estudio proponemos como hipótesis sobre su origen un
proceso que habría seguido los siguientes pasos:
(1) ad latus > ad latus (de) > allatus (de) > al·lados (de)1 > al (a +
el) lado (de).

Para ello nos basamos en ciertas variantes de esta voz que encontramos
en documentos notariales medievales burgaleses y en las propias caracte-
rísticas sintácticas y semánticas de la locución.
Las formas a las que nos referimos, allatus (de) y al·lados (de),
ya habían sido documentadas con anterioridad (dech, s. v. lado; Lapesa
1992: 16; Penny 1993: 120; Octavio de Toledo 2013: 169), pero no se había
puesto de relieve el lugar que pensamos que ocupan en la evolución de la
forma actual, como explicaremos más adelante.
Así, en primer lugar plantearemos en § 2 las peculiaridades sintácticas
y semánticas de la voz que estudiamos en el español actual y argumenta-
remos por qué su adscripción al grupo de locuciones construidas con el
mencionado patrón nos resulta insatisfactoria; en § 3 y § 4 revisaremos,
respectivamente, las formas latinas de este relacionante y la forma romance
al·lados (de), que encontramos exclusivamente en la documentación medie-
val burgalesa, como paso intermedio en la forma de la locución actual, así
como su relación con la voz cognada aledaño < adlatanӗus; en § 5
analizaremos el proceso de reanálisis que dio lugar a la forma al (a + el)
lado (de) en el español moderno; finalmente en § 6 trataremos de localizar

1
A lo largo de todo el trabajo emplearemos para esta forma en concreto el punto cen-
tral como recurso ortotipográfico para representar la ausencia de palatalización, a semejanza
de la ela geminada del catalán.
Origen e historia de al lado (de): ¿un reanálisis inadvertido? 717

geográficamente el fenómeno estudiado, pudiendo ubicar su surgimiento


con cierta seguridad en el área castellana central, muy notablemente en el
centro de la provincia de Burgos, y recapitularemos las conclusiones del
trabajo.

2. Planteamiento
En el español actual la locución que estudiamos plantea no pocos pro-
blemas de categorización por la dificultad de caracterizarla como locución
adverbial o preposicional. Esta cuestión la aborda la Nueva gramática de
la lengua española (ngle) desde la conveniencia de evitar una duplica-
ción de categorías en casos como el que nos ocupa, en los que la misma
locución figura en el inventario de locuciones preposicionales con de y en
el de las adverbiales sin dicha preposición, si bien en esta obra al lado de
figura en la nómina de locuciones preposicionales que añaden un artículo
al sustantivo del patrón <preposición + sustantivo + preposición>, entre las
que encontramos otras como a la altura de, a la par de, a la usanza de, a
la cabeza de, al compás de, etc. (ngle: § 29.9). También como locución
prepositiva, pero no completamente integrada en el código fraseológico
y con «ciertos lazos con la sintaxis combinatoria libre», la clasifica Gar-
cía-Page (2008: 129-132).
Codita (2013: 84) indica que al lado (de) se integra en uno de los
esquemas formales más afectados por la labilidad de la frontera entre las
locuciones preposicionales y las locuciones adverbiales: el patrón <preposi-
ción + nombre (+ preposición)>; la misma autora apunta a dos argumentos
principales que plantean dudas sobre la pertenencia de estas locuciones a la
nómina de las preposicionales o las adverbiales: la posibilidad de suprimir
de sin que ello provoque la agramaticalidad de la secuencia y la de sustituir
el segmento encabezado por de por un posesivo.
Pavón Lucero (1999: 581-585), por su parte, clasifica al lado de como
‘locución prepositiva’2 dentro del paradigma de las formadas según el
modelo <preposición + nombre + preposición> en el que el nombre está
precedido de artículo. Al afrontar la cuestión de la problemática catego-
rización, plantea para estas locuciones las dos posibilidades de análisis
enunciadas en (2), que representan diferentes grados de gramaticalización

2
Define este concepto como «una expresión constituida por varias palabras, con una
forma fija, que se utiliza en el habla como una pieza única y que presenta el comportamiento
típico de una preposición» (Pavón Lucero 1999: 579) o, en un sentido más amplio, toda
expresión que, en su conjunto, presenta el comportamiento típico de una preposición.
718 Jaime González Gómez

—en (2a) el sustantivo no da lugar a un sintagma nominal, mientras que


sí lo hace en (2b)—.
(2a) [[P + N + P] [Término]].
(2b) [P [N [P [Término]]]].

En función de este análisis, establece tres grupos de locuciones según


su nivel de gramaticalización: al lado de figura en el segundo grupo, que
presenta un grado intermedio de gramaticalización y cuyo análisis com-
parte afinidades con (2a) y (2b): si bien puede prescindir del complemento
introducido por de (3a) o sustituirlo por un posesivo (3b), lo que no puede
ocurrir con las del primer grupo, fuertemente cohesionadas (3c, 3d), no
permite en cambio la coordinación de nombres en su interior (4a) ni la
modificación del nombre (4b), como sí sucede con las del tercer tipo, que
son propiamente estructuras sintagmáticas (4c, 4d).
(3a) Vivimos al lado.
(3b) Quédate a mi lado.
(3c) *Si eso es lo estipulado, hay que actuar de conformidad (Pavón Lucero
1999: 583).
(3d) *Creo que Juan no va a venir a la fiesta, pero, a su excepción, vendrá todo
el mundo (Pavón Lucero 1999: 582).
(4a) *Al lado y frente de la casa.
(4b) *Al lado exacto del edificio3.
(4c) Con el propósito o el pretexto de ayudarnos (Pavón Lucero 1999: 585).
(4d) En el mismo momento de salir (Pavón Lucero 1999: 585).

Por su parte, Santos Río (2003: 427) analiza al lado como una locución
adverbial, al igual que Ruiz Gurillo (2001: 58), quien considera este tipo
de construcciones locuciones adverbiales que, en ocasiones, se comportan
como locuciones prepositivas al presentar una preposición de enlace:
[…] al aparecer con ese índice preposicional son funcionalmente locuciones pre-
positivas, aunque siguen siendo categorialmente adverbiales, pues la supresión
de ese elemento no genera agramaticalidad; en todo caso, esa ausencia se ha
de rellenar con un determinante: se quedó en medio; siéntate a mi lado; por mi
parte no tengo nada más que añadir; a su juicio, actuó adecuadamente (Ruiz
Gurillo 2001: 58).

Sí admite modificadores en ejemplos como vivo al otro lado de la casa, pero, como
3

veremos más abajo, consideramos que debemos tratar de manera diferenciada este y otros
casos en los que el sustantivo lado expresa verdadera ‘lateralidad’ y no una cercanía más
genérica.
Origen e historia de al lado (de): ¿un reanálisis inadvertido? 719

Teniendo en cuenta estas dificultades para establecer una categoría


única a la hora de clasificar la locución al lado (de), nos decantamos aquí
por emplear el concepto de relacionante locativo en el sentido que le da
Octavio de Toledo —también Cifuentes Honrubia (1989: 141)—, ya que,
frente a la pertenencia del elemento estudiado a una categoría gramatical
determinada, prioriza su encaje en un subsistema lingüístico, el de los rela-
cionantes locativos, «un conjunto específico de formas con unas caracte-
rísticas semánticas y un comportamiento sintáctico afines que evolucionan
en forma coherente y mutuamente implicada (que coevolucionan, pues) a
lo largo del tiempo» (Octavio de Toledo 2013: 8).
Sin embargo, creemos necesario en este punto aclarar que, en nuestra
opinión, nos encontramos ante dos posibles construcciones diferenciadas
en el caso de las locuciones con base en el sustantivo lado: observamos de
una parte una construcción más gramaticalizada en la que lado carece por
completo de cualquier referencia a la lateralidad del fondo4 de la expresión
locativa y expresa una noción de cercanía o proximidad menos específica.
Esta forma encaja, en la clasificación de Pavón Lucero antes referida, en la
segunda categoría; de otra parte, en cambio, encontramos una construcción
mucho menos gramaticalizada en la que el sustantivo lado conserva plena-
mente su referencia a la lateralidad del fondo y que, a pesar de su semejanza
formal con la primera, permite un grado de libertad sintáctica mucho mayor.
Así, a la primera construcción responderían las formas prototípicas al lado
(de) y a mi/tu/su/nuestro/vuestro lado, mientras que en la segunda encontra-
ríamos un número mucho más amplio de posibles construcciones con base
en el sustantivo lado, como a / en ambos lados, a / en un lado, al / en el
otro lado, al / en el lado derecho / izquierdo, a / en este / aquel lado, etc.
Esta doble interpretación semántica ya la sugieren algunos autores:
Romeu Fernández (2013: 158) apunta que las formas construidas con lado
pueden tener dos lecturas, una que denota cercanía y otra que denota rela-
ción con uno de los (o ambos) lados del fondo. Por su parte, Octavio de
Toledo (2014: 1976) explica que, desde fecha temprana, las secuencias
formadas con lado, precedidas de a o en, «expresan la ubicación en una
de las zonas concebidas como flancos de una entidad dada, pero también,
mediante una “exteriorización” de la relación, la contigüidad o extrema
cercanía a dicha zona». Sin embargo, ninguno de los autores citados esta-

4
Para el concepto de fondo que aquí manejamos y que, en el marco de las expresiones
locativas, define el lugar con respecto al cual se ubica la figura —objeto de la locación—,
proporciona una completa panorámica Talmy (2000: 311-344).
720 Jaime González Gómez

blece una relación entre el nivel de gramaticalización de las locuciones


y su contenido semántico: nuestra propuesta pasa por estudiar el origen
de la locución al lado (de) que, como hemos visto, expresa cercanía, no
lateralidad, y posee un grado intermedio de gramaticalización que le per-
mite prescindir del complemento o sustituirlo por un posesivo, de manera
independiente, diferenciándola de otras locuciones construidas sobre el
sustantivo lado que presentan un bajo grado de gramaticalización y, por
tanto, se aproximan más a la sintaxis libre —permiten la alternancia entre
a y en, la flexión del nombre en plural y su modificación con adjetivos—.
Así, defendemos que nuestra locución al lado (de) no puede haberse
formado a imagen de otras locuciones locativas que siguen el mismo patrón
formal, como al fondo (de), al frente (de), al final (de), al borde (de),
al cabo (de)5, a la orilla (de), etc., ya que, mientras que en todos estos
casos el sustantivo implicado en su formación conserva la propiedad de
ser una parte única del fondo, lo que justifica el uso del artículo definido,
en nuestra locución, con un sustantivo mucho más gramaticalizado, no se
dan los requisitos para que se produzca este efecto de definitud. No sucede
así con las formas construidas sobre lado del segundo tipo mencionado,
las que sí poseen una referencia clara a la parte lateral del fondo, que sí
pueden hacer referencia a un lado específico (a uno de los dos posibles,
normalmente), por lo que, en esos casos, el uso del artículo definido tiene
una base semántica justificada.
Creemos que estas diferencias semánticas y sintácticas entre nues-
tra locución y otras aparentemente construidas sobre el mismo patrón,
incluso sobre el propio sustantivo lado, se ven reforzadas por la existencia
de formas encontradas en la documentación medieval castellana6 como
allatus (de) y al·lados (de) —las estudiaremos en detalle en §§ 3-4—
que, en nuestra opinión, evidencian el origen de este artículo inmotivado: un
reanálisis provocado por el desgaste fónico de la forma latina ad latus.

5
Si bien el sustantivo cabo presente en esta locución podría interpretarse en el español
actual como ‘uno de los dos cabos’, de manera semejante a lo que ocurre con lado, su
etimología lleva indudablemente a caput ‘cabeza’ y, en su diacronía, puede rastrearse sin
problema el proceso de abstracción del significado, que nunca da lugar a una duplicidad
de partes en la expresión locativa (Fitch: en preparación).
6
No así en textos literarios, como apunta Sánchez Lancis (1990: 155): «J. Corominas y
J. A. Pascual (dech, iii, s. v. lado, p. 554) fechan la locución al lados de ‘junto a, al lado
de’ en un documento de Burgos de 1225. A pesar de su temprana aparición, comprobamos
que no presenta una gran difusión en nuestros textos, tal vez por su carácter literario (quizás
en los documentos tengamos una mayor presencia de este tipo de formas)».
Origen e historia de al lado (de): ¿un reanálisis inadvertido? 721

3. Antecedentes latinos: latus (de), ad latus (de) y allatus (de)7


En su sección dedicada a los elementos de relación, Alvar/Pottier
(2003: 309) proporcionan la siguiente información acerca de las formas
derivadas de la voz latina latus, -eris, de género neutro:
Son creaciones con afinidad semántica al lado de, en frente (de), en vez de. En
latín vulgar, se documenta de latus ‘al lado (de)’ y latus se ‘a su lado’ y, en los
cartularios castellanos y leoneses (desde el siglo ix), el sustantivo se ha fijado en
usos preposicionales, acompañado o no de otro elemento: «uadit latus uia usque
illo semetario» (San Millán, 853), «unam terram […] ad latus terram de Mose-
lle» (San Millán, 1073), «ipsa uinea est ad latus de uinea de Michael Fannez»
(Cardeña, 1051).

Ya autores anteriores como Ernout/Meillet (1932: 344) daban cuenta


del proceso por el que este latus, procedente de de latus, permanece en
lenguas románicas como el francés lès/lez, conservado en la actualidad
únicamente en topónimos como Plessis-lèz-Tours. Löfstedt (1959: 125)
asimismo daba noticia de una locución de latus, empleada tanto con valor
adverbial como seguida de genitivo, que pasa a ser empleada con el mismo
valor pero sin de, es decir, latus con valor preposicional, en latín tardío,
en un fenómeno semejante al que en tiempos anteriores había dado lugar

7
Para documentar las sucesivas etapas por las que ha pasado esta locución, nos
hemos servido principalmente del corpus corhen (Corpus para la historia del español
norteño), dirigido por M.a Jesús Torrens, que contiene documentación particular procedente
de monasterios y concejos de las provincias de Burgos y Palencia de los siglos x-xiii
—cronología privilegiada para observar los cambios que se producen entre la época de
escritura latina y la plenamente romance—, ya que contiene los únicos testimonios en los
que hemos documentado las formas intermedias de este proceso. Uno de los objetivos de
este corpus es acceder a información sobre la variación lingüística interna del castellano,
por lo que los documentos que lo nutren proceden mayormente de dos fondos archivísticos:
el del monasterio de San Salvador de Oña, que custodia textos redactados en su mayoría
en Oña o sus inmediaciones, es decir, el norte de la provincia; y el del monasterio de Santa
María la Real de Las Huelgas de Burgos, representativo de la capital y del centro-sur de la
provincia. También nos hemos servido de ejemplos obtenidos de la Library of Latin Texts
Series A (LLT-A) y los Monumenta Germaniae Historica (versión electrónica, eMGH), para
los casos en latín clásico y medieval no hispánico, y de los dos corpus de textos latinos de
Galicia y Cataluña, codolga (Corpus Documentale Latinum Gallaeciae) y codolcat
(Corpus Documentale Latinum Cataloniae) para aportar más ejemplos del latín medieval
hispánico, así como de los cartularios de Santa María de Valpuesta (Ruiz Asencio 2010)
y de San Pedro de Cardeña (Fernández Flórez/Serna Serna en prensa) para complementar
los datos de Castilla, y de codea (Corpus de documentos españoles anteriores a 1800)
y corde (Corpus diacrónico del español) para intentar documentar las formas romances
fuera de Castilla y en fechas posteriores al siglo xiii.
722 Jaime González Gómez

a la aparición de la preposición circum al desaparecer la preposición in


de la locución in circum8. También Brunot (1966: 215): «D’autres enfin
sont des adjectifs, des participes, ou des substantifs devenus invariables:
a) pres, joignant, pendant, etc.; b) lez (lat(ǫ)s), res (ras(ǫ)s), lonc (longǫ)»
(Brunot 1966: 215). Aunque no es la forma que nos interesa directamente
para comprender el proceso de formación de al lado (de), encontramos con
cierta frecuencia9 este latus preposicional en alternancia con otras formas en
la documentación medieval castellana, como vemos en los ejemplos de (5).
(5a) Ipsa terra et ipso mazanare, qui est latus río qui discurrit de Cadrectas
(corhen-0008, San Salvador de Oña, Burgos, 1011).
(5b) Et sunt ipsas casas in uilla que uocitant Elezeto, latus kasa de Didaco (Ruiz
Asencio, Valpuesta 46b, 975 [copia de mediados del siglo xi]).
(5c) Est illa quinta latus terra de Ecta Bita (Ruiz Asencio, Valpuesta 56b, 1050
[copia contemporánea]).

La forma que sí nos interesa de manera más específica es la locución


latina ad latus; abunda en la documentación medieval y, aunque resulta difí-
cil de encontrar en el latín clásico10 y los ejemplos no son completamente
transparentes (6), sí podemos documentar la forma con mayor seguridad en
épocas posteriores del latín tardío (7), en todo caso siempre como locución
preposicional seguida de genitivo.
(6a) Superius tympanum semel circumagatur et denticulus, qui est ad latus eius
fixus (llt-a, Vitrubio, De Architectura).
(6b) Incredibilius hoc faciet ortum inter fratrem tuum parasitum que iurgium:
ad latus tuum iacet ille qui clamat ‘exul, tace (llt-a, Quintiliano, Decla-
mationes minores).
(7a) Plus aput te ualet pro baptismo christi sedens ad latus tuum ex damnato a
te quam ille sedens ad dexteram patris ex crucifixo pro te (llt-a, Agustín
de Hipona, Contra epistulam Parmeniani).

8
Espinosa (2014: 48) también refiere este proceso: «El latín forma adverbios a partir
de sintagmas circunstanciales sin preposición, caso de circum, acusativo de circus ‘círculo’
(‘a modo de círculo’) > circum ‘alrededor’, adverbio que pasó a prefijo y a preposición de
acusativo, pero no dejó huella en castellano».
9
Concretamente, documentamos en codolcat 70 casos en 28 documentos; en
codolga 12 casos en 7 documentos —de los cuales, sin embargo, los dos más antiguos
no son gallegos, sino de Aguilar de Campoo (Palencia) y de San Millán de la Cogolla
(La Rioja)—; en corhen encontramos el único caso de (5a); Perdiguero Villarreal et
al. (2012: 21) encuentran numerosos ejemplos de latus de en los cartularios de Valpuesta,
aunque no incluyen los ejemplos de latus preposicional (5b, 5c).
10
Gaffiot (1934: s. v. latus, -eris), además, proporciona un ejemplo de Cicerón: ad
latus alicujius sedere.
Origen e historia de al lado (de): ¿un reanálisis inadvertido? 723

(7b) Et ad latus exterius quod ascendit ad ostium portae quod pergit ad aquilo-
nem, duae mensae; et ad latus alterum ante uestibulum portae, duae mensae
(llt-a, Jerónimo, Comentarios a Ezequiel).
(7c) Sunt in hierusalem piscinae magnae duae ad latus templi, id est una ad
dexteram alia ad sinistram (llt-a, Itinerarium Burdigalense).
(7d) Quae Parisius cum magno psallentio deportata, in sacrario basilicae sancti
Petri ad latus Chlodovechi regis sepulta est a filiis suis (e-mgh, Gregorio
de Tours, Libri Historiarum x).

En época medieval encontramos esta forma con cierta frecuencia en


los textos notariales, con alternancia a la hora de introducir o no el com-
plemento con la preposición de, aunque los testimonios no son en exceso
numerosos y, en función de las fuentes que hemos podido consultar, apa-
recen claramente localizadas en la zona central de la provincia de Burgos
y en Palencia. Así, fuera de Castilla, en codolcat encontramos un solo
caso (8a), y solo uno también en codolga (8b). Asimismo en codea
tenemos un solo testimonio, pero este nos lleva a Palencia (8c). Corde solo
nos devuelve algunos ejemplos tempranos del cartulario de San Millán de
la Cogolla, entre los que está el referido por Alvar/Pottier (2003: 309, vid.
supra). En los cartularios de Valpuesta y Cardeña también documentamos,
respectivamente, una sola forma en cada uno (8d, 8e). Frente a este uso rela-
tivamente restringido, encontramos en corhen 31 casos en 7 documentos,
todos ellos procedentes de Burgos capital o sus inmediaciones y ninguno
de la zona norte de la provincia, lo cual, sin ser una cifra extremadamente
elevada, permite ubicar la preferencia por el uso de esta locución latina en
el centro-sur de la provincia de Burgos (8f).
(8a) Sancti Iohannis qui est situs in valle Vitraria ad latus Sancta Maria ad pli-
citum (codolcat, Barcelona, 987).
(8b) Quem dicunt Ante Altaris fundatum ad latus templum beati Iacobi apostoli,
et sanctorum Petri, et Pauli (codolga, Santiago de Compostela, 1025).
(8c) Aquella tierra que es so casa de Petro Cerruma, un sunt adlatus ex una
part don Roldán, e ex alia part Joanes Cebrián e en fondón el río que currit
(codea-0466, Palencia, 1206).
(8d) Uinea in aditos de Kauia, in locum quem uocitant Ualle Iunkera, ad latus
de Sancti Sabastjani (Cardeña 87, 984).
(8e) Et una area que dicitur Cueua, ad latus de Sancti Iacobi de Lancreiz (Ruiz
Asencio, Valpuesta 81b, 1090 [copia contemporánea]).
(8f) Primis terra est a la Torca, ad latus de la carrera (corhen-1029, Burgos,
1202).

Evolución directa de esta locución ad latus (de) es, según nuestra


hipótesis, allatus (de), que encontramos documentada únicamente en
724 Jaime González Gómez

corhen, con preposición (9a) y sin ella (9b), aunque también con una
baja frecuencia: 7 ejemplos en 5 documentos.
(9a) Duas terras in Villa Verde, una que est a los Cantos, allatus de illa terra de
Santo Claudio, et alia que est iuxta Sanctum Romanum, allatus de terra de
domna Juliana (corhen-0062, Burgos, 1188).
(9b) Terra quam habeo en Fresneda, allatus la terra del monesterio (corhen-
1037, Burgos, 1202).

Todos ellos, eso sí, procedentes de Burgos capital o de localidades muy


próximas. Esta misma asimilación consonántica del grupo <dl> latino en
<ll> la encontramos ya en fechas tempranas del latín en casos como sella
< *sed-la, lapillus < lapid-los y alligo < adligo (Tagliavini
1962: 11; Monteil 1973: 78). Resulta asimismo interesante una forma de
morfología híbrida ad latos de que encontramos en un documento de 1180:
«illa nostra propria terra quam habemus so el soto, qui es ad latos de una
parte Garsie Martini al·ledaño et de alia parte Petri Gundisalvi alledaño»
(CORHEN-1002, Burgos, 1180).

4. Formas romances medievales: al·lados (de) y aledaño


A partir de esta forma latina allatus (de), con consonante gemi-
nada11, la evolución fonética romance explicaría la forma al·lados (de) (10),
graficada como una única pieza (Fig. 1), forma que también documentamos
únicamente en corhen, en los documentos procedentes de Burgos capital
y de localidades cercanas (34 casos en 8 documentos de entre 1221 y 1230).

Figura 1.

La encontramos, una vez más, tanto con preposición de (10a) como


sin ella, aunque no creemos que los casos sin preposición impliquen un
uso adverbial, ya que, al igual que en las formas latinas, alternan en los
mismos contextos (10b).

Es lo tardío de las fechas en las que documentamos la forma allatus —finales del
11

xii y principios del xiii— y el hecho de que solo la encontremos en textos latinorromances
más o menos híbridos lo que nos hace inclinarnos a defender la no palatalización de <ll> en
la forma al·lados, ya que la asimilación ad latus > allatus debe haberse producido
en fecha lo suficientemente tardía como para esperar una palatalización.
Origen e historia de al lado (de): ¿un reanálisis inadvertido? 725

(10a) Tierra que avemos en val en Villa Frandovílez, al·lados de Garcí Ferrández,
e de Joán Románez, e de nós mesmas […] la vuestra propria tierra que
avedes cerca de las nuestras casas, al·lados de don Aparicio, e de Rodrigo
fijo de doña Urraca (corhen-1089, Burgos, 1221)
(10b) E la tierra de la losa, al·lados Doyagüe de Estépar; e la tierra d’Ormaça,
al·lados de Justo e de Monge (corhen-1118, Burgos, 1225).

Los cambios lingüísticos que implica el paso allatus > al·lados han
sido ampliamente estudiados y ejemplificados en castellano y siguen el
patrón general de los sustantivos de la 3.ª declinación latina con acusativo
en -us > -os, reinterpretados primero como masculinos antes de formar
un singular analógico sin -s, como explica Penny (1993: 120) para voces
como tempus, corpus, pectus, pignus, opus y latus que, durante
la etapa de orígenes, mantuvieron una terminación invariable en -os para
singular y plural, como parecen indicar las locuciones en tiempos de, en
cuerpos de, en pechos, huebos me es y al lados de, que aquí nos ocupa.

5. Gramaticalización y reanálisis
El siguiente proceso que tiene lugar antes de llegar al actual al (a
+ el) lado (de) podemos explicarlo como un reanálisis12 en el que una
secuencia que ofrece dos interpretaciones, en este caso dos posibilidades
de segmentación, se reanaliza en su estructura profunda sin sufrir ningún
cambio externo. Consideramos verosímil relacionar este reanálisis con la
situación descrita supra según la cual, durante un período determinado,
los sustantivos latinos neutros de la tercera declinación con nominativo/
acusativo en -us, ya asimilados como masculinos, presentan una termina-
ción -os invariable para el singular y el plural, antes de formar el singular
analógico en -o. Ha de haber sido en ese contexto, que ofrecía la posibili-
dad de interpretar la forma al·lados o bien como un relacionante locativo
gramaticalizado o bien como una locución del tipo <preposición + artículo
+ nombre> (al (a + el) + lados) cuando se debe de haber producido el
reanálisis.
Si, como indica Elvira (2005: 119), el reanálisis tiene un fundamento
analógico, tanto en la morfología como en la sintaxis —en este caso el de
las locuciones <a + artículo + nombre (+ de)—, y presupone que el hablante
aplica en un contexto determinado una regla que ya está disponible en su

12
Definido por Harris/Campbell (2005: 61) como «a mechanism which changes the
underlying structure of a syntactic pattern and which does not involve any immediate or
intrinsic modification of its surface manifestation».
726 Jaime González Gómez

repertorio gramatical, en principio no provoca ningún cambio superficial


en la expresión reanalizada y, en el dominio del cambio sintáctico, es un
cambio catastrófico, no gradual; a diferencia de la gramaticalización, que
puede dar lugar a la aparición de novedades gramaticales, provoca una
retracción fonética del elemento que se gramaticaliza y consiste en un
proceso gradual, en el que se van acumulando diferentes subprocesos, nos
encontramos aquí ante un cambio por reanálisis paradigmático, producido,
eso sí, sobre una forma que era fruto de un proceso de gramaticalización.
Aunque nos proponemos estudiar de manera exhaustiva en futuros
trabajos el proceso de difusión de esta locución en fechas posteriores al
siglo xiii, podemos apuntar aquí que, exceptuando un caso aislado en el
Libro de ajedrez, dados y tablas alfonsí (11a), los casos más tempranos
que encontramos en el cdh (Corpus del diccionario histórico) de esta
locución ya plenamente reanalizada como al lado (de) datan del siglo xv
(11b, 11c), incrementando exponencialmente los ejemplos que encontramos
hasta nuestros días.
(11a) E en las otras dos casas al lado d’estas; estan otros dos trebeios (cdh,
Libro de ajedrez, dados y tablas, 1283).
(11b) Cada vno la su espada al lado tiene por el pauor de las noches (cdh,
Traducción y glosas de la Biblia de Alba, ii, 1422 [primer tercio del s.
xv]).
(11c) En medio es del mundo, do está señalado / frontero al Sepulcro y el Cal-
vario al lado (cdh, Juan del Encina, Cancionero, 1481 [1496]).

6. Conclusiones
En este trabajo hemos tratado de mostrar cómo la explicación sobre el
origen de la locución al lado (de) del español actual resulta más satisfactoria
si la hacemos desde la formación del relacionante al·lados (de) en el caste-
llano medieval del siglo xiii, con un reanálisis posterior, que si, como táci-
tamente parece haberse hecho hasta ahora, se integra en el productivísimo
patrón de locuciones <preposición + nombre (+ preposición)>, donde el
nombre es un sustantivo que hace referencia a una o varias partes del fondo
en una relación espacial, y su bajo grado de gramaticalización permite cierta
libertad a la hora de alternar la preposición, incluir o no artículo, flexionar
el sustantivo, modificarlo, eliminar el complemento introducido por de o
sustituirlo por un posesivo. Como hemos visto, aunque al lado (de) posee
algunas de estas propiedades (posibilidad de eliminar el complemento o
sustituirlo por un posesivo) no permite otras (alternancia a/en, posibilidad
de eliminación del artículo o de flexión y modificación del sustantivo,
Origen e historia de al lado (de): ¿un reanálisis inadvertido? 727

referencia a una o varias partes específicas del fondo) y, cuando lo hace


(en casos como a ambos lados, al lado derecho, etc.), hemos defendido
que se trata de casos que han de ser analizados de manera diferenciada por
hacer referencia a una parte específica (o varias) del fondo de la expresión
locativa, y no a una noción de cercanía genérica.
Hemos mostrado también cómo podemos rastrear la etimología de esta
locución en las formas latinas ad latus (de) y allatus (de) y en la voz
romance al·lados (de) —formas todas presentes en la documentación nota-
rial de los siglos x-xiii— y hemos analizado el paso de la voz al·lados (de)
al moderno al (a + el) lado (de) como un proceso de reanálisis mediante
el cual la secuencia <ll>, resultante de la asimilación -dl- > -ll- que se
había producido ya en la forma latina allatus, pasa a ser segmentada
como la amalgama a + el seguida del sustantivo lados.
Puede sostenerse a la luz de los datos aportados que, tanto el empleo
de la voz latus con valor preposicional, documentado desde fechas más
tempranas, como el de ad latus (de) y sus variantes allatus (de) y
al·lados (de) está claramente concentrado en Castilla y, más concretamente,
en el centro-sur de la provincia de Burgos. A este respecto, ya Lapesa
(1992: 16) apuntó como formas típicamente burgalesas aledaño y al·lados:
Al lado, pues, de los derivados de sulcus encontramos los derivados de latus.
Aledaño < adlataneu es la voz propia de la Castilla burgalesa (desde Frías
hacia el sur; no aparece en la Castilla Vieja); se encuentra en Campó, y es fre-
cuentísimo en los Documentos lingüísticos de la Rioja. Fue llevada a Toledo y
Ciudad Real, pero no a Andalucía. También de Burgos es allados, pero de empleo
restringido.

Nos movemos, por tanto, dentro de la partición en cuatro áreas lingüís-


ticas que Menéndez Pidal describió para el castellano medieval13, en la zona
correspondiente al centro de la provincia, cuya variedad lingüística, según
la famosa tesis pidalina de la cuña castellana, acabaría imponiéndose en
los territorios conquistados al sur y desplazando a otras variedades a este
y oeste. Pese a la fuerza de los argumentos que han rebatido la hegemonía
del castellano en la formación de la variedad de prestigio (entre otros,

13
Una al norte, coincidente geográficamente con la primitiva Castilla Vieja,
caracterizada por una tendencia al arcaísmo; otra al sudeste del condado, sometida a una
intensa influencia lingüística riojana; una tercera área más difícilmente documentable por
la falta de textos primitivos en la Extremadura castellana, en la frontera sur del condado;
y, por último, el área central, correspondiente al «castellano común» (Menéndez Pidal
1926: 482-486).
728 Jaime González Gómez

Cano 1988 y Fernández-Ordóñez 2011) y los numerosos casos que ya se


conocen de fenómenos morfosintácticos del español procedentes de las
variedades oriental u occidental, nos encontramos aquí ante un caso más
de una innovación producida en este castellano central que ha triunfado de
manera indiscutible en el español moderno.

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Sobre la diacronía de la construcción encapsuladora en
español: un análisis colostruccional y (un poco) más allá

Anton Granvik
Universidad de Gotemburgo

Resumen. Este trabajo se centra en los orígenes de la construcción encapsuladora


en español, es decir, la temprana extensión de la estructura N de que donde que
introduce una oración completiva. El análisis de corpus sitúa la extensión de esta
construcción hacia mediados del siglo XVI, y mediante un análisis colostruccional
se identifican diez sustantivos como los más típicamente encapsuladores del siglo
XVI, es decir, los que más estrechamente se asocian a la construcción N de que.
Estos son causa, esperanza, fin, noticia, ocasión, presunción, señal, sospecha,
temor y testimonio. El análisis detenido de más de 900 casos de estos 10 sustanti-
vos usados en la construcción permite identificar algunos autores como líderes en
el uso de esta nueva construcción: son los que más temprano empiezan a usarlo
y con el mayor número de sustantivos.
Palabras clave. Construcción encapsuladora, oraciones completivas de sustan-
tivo, N de que, análisis colostruccional, sintaxis histórica.

Abstract. This paper focuses on the origins of the shell noun construction in Span-
ish, that is, the early extensión of the N de que construction, where que introduces
a complement clause. According to available corpus data the construcción starts
to spread in the middle of the 16th century, and a collostructional analysis reveals
ten typical shell nouns, i.e. the nouns most strongly associated with the N de
que construction in this century. These are causa ‘cause’, esperanza ‘ hope’, fin
‘end, aim’, noticia ‘notice, news’, ocasión ‘occasion’, presunción ‘presumption’,
señal ‘ signal’, sospecha ‘suspicion’, temor ‘fear’, and testimonio ‘testimony’. A
detailed analysis of the use of these 10 nouns in the N de que construction reveals
that some authors can be considered leaders in using it : they are the first to use
the construction and they incorporate a greater number of nouns in it.
Keywords. Shell noun construction, nominal complement clauses, N de que, col-
lostructional analysis, diachronic syntax.
732 Anton Granvik

1. Introducción
En español la llamada construcción encapsuladora (shell noun cons-
truction, cf. Schmid 2000) se expresa, típicamente, mediante una de las
siguientes alternativas de construcción:
(1) La idea de ir a Las Vegas me espanta.
(2a) La idea que vengas me encanta*.
(2b) La idea de que vengas me encanta.
(3a) La idea es que vayamos a Las Vegas todos juntos.
(3b) La idea es (de) que vayamos a Las Vegas todos juntos*.

En un trabajo anterior he explorado, por un lado, la relación entre


las variantes (1), (2a) y (2b), y, por otro, las diferencias y semejanzas en
los perfiles colocaciones de estas tres estructuras en español y portugués
(cf. Granvik 2015).

Gráfico 1. Frecuencia relativa de la CxE de todos los usos de la secuencia


N de que en español. Datos del Corpus del español (Davies 2002-).

Un resultado llamativo de este estudio ha sido observar que hay un


cambio significativo en la frecuencia de uso de la secuencia N de que con
función completiva de sustantivo, es decir, como instanciación de la cons-
trucción encapsuladora en sentido amplio1. Así, el Gráfico 1 revela un mar-

1
Evidentemente, no todos los casos de N de que completiva son ejemplos tan buenos
de la construcción encapsuladora. Tengo en mente la diferencia evidente entre casos como
tiempo / modo de que y casos más típicamente encapsuladores como idea / esperanza /
posibilidad de que. En este trabajo no discrimino entre diferentes tipos de sustantivos
Sobre la diacronía de la construcción encapsuladora en español 733

cado auge de la construcción encapsuladora (CxE en adelante) a partir del


siglo XVI. Estos resultados, evidentemente, están en consonancia con las
observaciones de Serradilla (1995, 2010), Girón (2004), Barra Jover (2002)
y Bogard/Company (1989), que sitúan la extensión y fijación de la prepo-
sición (de) ante que completiva entre los siglos XVI y XVII, aunque quizá
sitúen su inicio un poco más temprano, en la primera mitad del siglo XVI.
En esta comunicación mi primer objetivo es analizar el desarrollo tem-
prano de la secuencia N de que + oración, para dar cuenta de cómo se
extiende esta construcción —en qué autores, en qué registros y, más impor-
tante, con qué sustantivos—. Para responder a estas preguntas, analizaré los
usos de la secuencia N de que en textos del siglo XVI. El segundo objetivo
es de carácter práctico y se refiere a cuestiones de metodología a la hora
de trabajar con corpus diacrónicos. Así, demostraré cómo la combinación
de dos corpus diacrónicos complementarios, el Corpus del español (CE,
Davies 2002-) y el CORDE (RAE), y de dos métodos, uno cuantitativo y
otro más bien cualitativo, permite alcanzar resultados más detallados y
precisos que por una sola vía.
Antes de empezar, es necesario hacer algunas aclaraciones. En primer
lugar, al usar el término de construcción parto de la llamada Gramática de
la Construcción (Construction Grammar; cf. Goldberg 1995, Croft 2001
y Gonzálvez-García 2012), modelo teórico donde las construcciones sin-
tácticas constituyen unidades lingüísticas básicas a la par con los lexemas
y morfemas, y así se relacionan directamente con un polo semántico. En
segundo lugar, aunque soy consciente de que la «definición» de la cons-
trucción encapsuladora es problemática, en este trabajo utilizo este término
como sinónimo de oración completiva de sustantivo, y parto de la supo-
sición de que la secuencia N de que + oración equivale a la construcción
encapsuladora (o, lo que viene a ser lo mismo, a una oración completiva
de sustantivo). Por motivos de espacio, este no es el lugar de intentar una
definición exacta. Finalmente, el motivo de detenerme justamente en la
CxE-de que es que esta es la estructura que desde el siglo XVI en adelante
constituye el signo más claro de que estamos realmente ante un caso de la

núcleo, sino que mi modus operandi es partir de que cada ejemplo de la secuencia N de
que constituye un caso de la CxE. Lo bueno del análisis colostruccional que aplico es que
los sustantivos destacados por él son todos relativamente típicos, como tendremos ocasión
de ver más adelante. Evidentemente, los diferentes sustantivos también podrán agruparse y
caracterizarse según sus semejanzas y diferencias semánticas, pero esto no llega realmente
a afectar el estatus de la construcción encapsuladora en sí.
734 Anton Granvik

CxE (cf. la Tabla 3, abajo). Y esto, por su parte, nos permite extraer con
mayor facilidad verdaderos ejemplos de los corpus.

2. Corpus y método
El paso inicial de este trabajo ha sido extraer una muestra de 500 casos
de la construcción N de que correspondientes al siglo XVI del CE de Davies
(2002-). De los 500 casos analizados del siglo XVI, 273 constituyen ejem-
plos de la construcción encapsuladora (el 55 por ciento; véase el Gráfico
1, arriba), 219 casos corresponden a una oración relativa, mientras que los
ocho casos restantes corresponden a otras estructuras. Entre los 273 casos
que me interesan hay 110 sustantivos diferentes, de los cuales 74 ocurren
una sola vez como núcleo de la secuencia N de que. Esto nos deja con
36 sustantivos que pueden considerarse típicos de la CxE, al menos con
respecto a la frecuencia.
Ahora, para determinar con mayor seguridad —es decir, yendo más allá
de la mera frecuencia de uso— cuáles son los principales sustantivos encap-
suladores, existe un análisis cuantitativo conocido con el nombre colectivo
de análisis colostruccional (collostructional analysis; cf. Stefanowitsch/
Gries 2003, Gries/Stefanowitsch 2004 y Schmid/Küchenhoff 2013). Este
análisis permite ordenar los sustantivos teniendo en cuenta no solo su fre-
cuencia de uso en la secuencia N de que, sino poniendo esta frecuencia
en relación con la frecuencia de los sustantivos fuera de la CxE y con la
frecuencia de la CxE con otros sustantivos que el que interesa. Para realizar
el análisis colostruccional se necesitan cuatro valores de frecuencia, según
ilustra la Tabla 1 con el sustantivo señal: 1) la frecuencia de la secuencia
señal de que; 2) la frecuencia de señal fuera de la construcción con de que;
3) la frecuencia de la construcción N de que con sustantivos diferentes a
señal; 4) la frecuencia de todos los demás sustantivos en todas las demás
construcciones. Estas frecuencias se indican en el área sombreada de la
Tabla 1. La suma total de la Tabla 1 corresponde al número total de sus-
tantivos en el CE (siglo XVI).

señal –señal Suma líneas


N de que 1. 55 3. 3811 3866
–N de que 2. 2128 4. 2 039 743 2 041 871
Suma columnas 2183 2 043 554 2 045 737
Tabla 1. Frecuencias de la construcción N de que, del sustantivo señal
y de todos los sustantivos en el siglo XVI (datos del CE).
Sobre la diacronía de la construcción encapsuladora en español 735

Utilizando los cuatro valores numéricos del área sombreada, pueden


calcularse diversas medidas de asociación entre un sustantivo dado y la
construcción N de que. Después, los valores respectivos de todos los sus-
tantivos que interesan pueden ordenarse para establecer una jerarquía de
asociación entre sustantivo y construcción2. Procediendo de este modo, el
resultado es una lista de los sustantivos que más fuertemente se asocian
a la CxE. La Tabla 2 incluye seis listas paralelas de los 30 sustantivos
más típicos de la secuencia N de que de cada uno de los siglos XV hasta
el XX3.
Entre estos sustantivos encapsuladores típicos, tres se encuentran entre
los primeros 30 en todos los siglos, constituyendo así, de algún modo, el
núcleo prototípico de la CxE en español. Estos son esperanza, fin y causa.
Sin embargo, haciendo énfasis en los orígenes de la construcción, en este
estudio me he detenido en los diez primeros sustantivos del siglo XVI, señal,
causa, esperanza, presunción, sospecha, fin, testimonio, ocasión, temor y
noticia, los cuales he analizado con más detenimiento.

2
El cálculo estadístico utilizado por los originadores del análisis colostruccional es
el test exacto de Fisher-Yates (Stefanowitsch/Gries 2003 y Gries/Stefanowitsch 2004).
Sin embargo, en una serie de trabajos, Schmid (2000, 2010) y Schmid/Küchenhoff (2013)
vienen abogando por otras medidas de asociación, entre ellas, los valores de Atracción
(Attraction), Dependencia (Reliance) y la razón de momios (Odds Ratio). En la edición
de agosto de 2015 de la revista Cognitive Linguistics, se incluyen dos artículos de debate
(Gries 2015 y Küchenhoff/Schmid 2015) en los que se defienden y motivan las preferencias
por uno u otro modo de calcular la asociación. Los autores de ambos artículos se mantienen
firmes en sus preferencias sin acercamiento final. Mi análisis supone un compromiso entre
las dos opciones anteriores (cf. Granvik 2015: § 3.1 para más detalles).
3
El apéndice incluye una Tabla con todos los valores numéricos relevantes corres-
pondientes al siglo XVI que se utilizan en el análisis colostruccional.
736 Anton Granvik

Tabla 2. Los 30 sustantivos encapsuladores más típicos por siglo basado en


muestras iniciales de 500 casos de N de que por siglo.

3. Análisis
En la Tabla 3 se presenta la frecuencia de los primeros 10 sustantivos
encapsuladores del siglo XVI en la construcción N de que. Como puede
verse, al menos con respecto a estos sustantivos típicos, formar parte de
esta secuencia es un indicio muy fiel de la construcción encapsuladora,
con un porcentaje promedio del 96%. Como demuestra la segunda línea
de frecuencias de la Tabla 3, noticia, señal y testimonio parecen depender
en mayor medida de la construcción encapsuladora, pues en más del 50%
de sus usos funcionan como núcleo de la CxE. En cambio, esperanza, pre-
sunción y fin se construyen con complementos oracionales en menos del
Sobre la diacronía de la construcción encapsuladora en español 737

30% de sus usos. Aquí podemos observar, pues, cómo la mera frecuencia
de uso ofrece una historia diferente que el análisis colostruccional.

presun- testi-
señal causa esperanza sospecha fin ocasión temor noticia Promedio
ción monio
Porcentaje de los casos de N de que que corresponden a la CxE
98,2% 93,0% 95,9% 100% 100% 97,0% 100% 92,5% 97,7% 92,0% 96,0%
Porcentaje de los casos de «N que» que corresponden a la CxE
63,0% 41,2% 28,0% 22,0% 40,2% 15,0% 50,0% 48,0% 40,0% 79,0% 42,7%
N 55 192 49 18 20 102 19 40 44 25 564

Tabla 3. Distribución de complementos oracionales en el uso de los primeros


10 sustantivos encapsuladores del siglo XVI. Las cifras se basan en el análisis
detallado de hasta 100 casos de cada sustantivo (CE).

Ahora bien, para profundizar el análisis de la construcción encapsu-


ladora (CxE) y poder acceder a datos más detallados sobre su uso, por
ejemplo, tipos de documentos, autores, años de publicación, el CE no es un
corpus muy práctico. No obstante, tomando los datos del CE como base, e
insertando secuencias específicas en el campo de búsqueda, el Corpus dia-
crónico del español (CORDE) de la Real Academia Española se convierte
en un recurso muy valioso para extraer datos más contextualizados. Así,
he hecho búsquedas en el CORDE con los primeros diez sustantivos de la
CxE-de que, es decir, con señal, causa, esperanza, presunción, sospecha,
fin, testimonio, ocasión, temor y noticia, usando como límites temporales
los años 1000 —con la idea de dar con posibles ejemplos más tempranos—
y 1599.
El resultado de estas búsquedas puede resumirse en una serie de tablas,
que se basan en unos 900 casos de la secuencia N de que identificados en el
CORDE, donde la N es uno de los diez sustantivos mencionados arriba. En
la Tabla 4 se presenta el número de casos de cada sustantivo por década4.
Puede observarse cómo los ejemplos son relativamente escasos en la pri-
mera mitad del siglo (y en la época anterior), mientras que a partir de 1550
la estructura parece haberse establecido de modo relativamente general.

4
En la indicación del año de publicación de cada obra he seguido la datación que
ofrece el CORDE. En los casos en que el corpus ofrece un intervalo temporal como fecha
de publicación, siempre he usado el primer año. Aunque la datación así no siempre sea
exacta, especialmente en el caso de recopilaciones de epístolas, por ejemplo, esta forma
de proceder al menos refleja sistemáticamente la información presentada en el corpus,
738 Anton Granvik

espe- presun- sospe- testimo-


causa fin noticia ocasión señal temor Total
ranza ción cha nio
1000-
13 0 8 0 0 0 0 3 2 0 26
1499
1500 1 0 1 1 0 0 0 0 0 0 3
1510 6 0 2 1 0 0 2 0 2 1 14
1520 33 14 8 5 3 0 15 5 7 0 90
1530 10 0 5 0 0 0 3 0 3 0 21
1540 16 1 7 1 0 0 5 4 1 1 36
1550 39 4 14 8 3 0 9 12 8 4 101
1560 48 2 12 5 3 0 14 3 7 3 97
1570 68 14 15 4 4 0 10 8 14 1 138
1580 134 8 32 3 14 1 8 11 7 1 219
1590 73 8 14 5 32 2 13 5 10 4 166
Total 441 51 118 33 59 3 79 51 61 15 911

Tabla 4. Distribución cronológica de la CxE-de que incluyendo los diez primeros


sustantivos. Datos del CORDE.

En esta línea, destaca que tan solo los sustantivos causa, fin5, sospe-
cha y temor ocurran en la construcción encapsuladora con de que antes
del inicio del siglo XVI6. En la primera década del siglo XVI entra noticia,
en un documento datado en 1507 (Viaje del Rey Católico a España) y de
autor anónimo, mientras que entre 1510 y 1519 hacen su entrada señal y
testimonio. Esperanza y ocasión aparecen por primera vez en las Epísto-

5
Cabe señalar que la gran mayoría de los casos de la secuencia fin de que forman
parte de la estructura a fin de que, que debe considerarse una conjunción lexicalizada con
valor final. Así, aunque es evidente que fin aquí funciona, al menos originalmente, como
sustantivo encapsulador, dado que se trata de una expresión lexicalizada como una unidad,
el estatus de fin como sustantivo encapsulador no está exactamente a la par con los demás
sustantivos. Por otra parte, también los demás sustantivos analizados en este trabajo muchas
veces forman parte de expresiones más extensas con un cierto grado de fijación: tengo en
mente casos como con / sin temor de que, en señal de que, etc. Aunque estas quizá no sean
casos tan evidentes de expresiones lexicalizadas como a fin de que, es un hecho innegable
que los primeros sustantivos encapsuladores tienen funciones diferentes a las que tienen
sus homólogos en la lengua actual.
6
Recuérdese que sospecha y temor no se incluían en la lista de sustantivos asociados
a la CxE en el siglo XV de CE (Tabla 2), así que en este punto el CORDE ofrece infor-
mación adicional en comparación con el CE.
Sobre la diacronía de la construcción encapsuladora en español 739

las familiares de fray Antonio de Guevara, datados en 1521, pero hay que
esperar hasta 1589 para encontrar el sustantivo presunción usado en esta
construcción (en los Diálogos familiares de la agricultura cristiana, de
Juan de Pineda).
Continuando con el análisis, podemos considerar los patrones de uso
de la CxE de los diferentes autores del siglo XVI. Ver lo que hacen con
esta construcción autores individuales puede ser importante en el sentido
de que revela el grado de presencia, o activación, que tiene la construcción
en la mente de estas personas. Al hablar de los momentos iniciales del uso
de una construcción, es de suponer que habrá diferencias entre individuos
en el grado en que han asimilado una nueva estructura, y hasta dónde su
‘gramática interior’ les permite usarla (cf. Schmid/Mantlik 2015).
Mirando la Tabla 5, que presenta las cifras correspondientes a la
primera mitad del siglo (1500-1549), se observa que fray Bartolomé
de las Casas es el autor que usa la CxE-de que con mayor frecuen-
cia y diversidad. A su lado, los demás autores líderes de esta época
—considero líderes a aquellos autores que usan la CxE en seis ocasiones
o más—, presentan patrones de uso bastante limitados: fray Antonio de
Guevara usa cinco sustantivos (causa, esperanza, fin, ocasión y señal),
mientras que Fernández de Oviedo usa tres (causa, fin y temor) y Jerónimo
Fernández solo dos (causa y sospecha). En términos de frecuencia global,
esperanza y señal, usados únicamente por Bartolomé de las Casas y Gue-
vara, son los que mayor frecuencia relativa presentan en comparación con
las otras épocas del siglo, con un 35 y un 30 por ciento, respectivamente,
cifras que están claramente por encima del promedio de 16%. Es decir, los
casos de la 1.ª mitad del siglo XVI solo suponen el 16 por ciento de todos
los ejemplos de la CxE del siglo XVI, indicio de su expansión meramente
incipiente.
740 Anton Granvik

espe- presun- testi-


Autor causa fin noticia ocasión señal sospecha temor Total
ranza ción monio
Casas, fray
31 13 5 5 1 0 14 5 7 1 82
Bartolomé de las
Guevara, fray
1 1 1 0 1 0 2 0 0 0 6
Antonio de
Fernández de
5 0 1 0 0 0 0 0 2 0 8
Oviedo, Gonzalo
Fernández,
9 0 0 0 0 0 0 1 0 0 10
Jerónimo
Total 46 14 7 5 2 0 16 6 9 1 106
% de todos los
14% 35% 9% 20% 4% 0% 30% 15% 21% 11% 16%
autores del XVI

Tabla 5. Uso de la CxE-de que en autores líderes (> 6 casos de la CxE por autor)
de la 1.ª mitad del siglo XVI.

Destacando la importancia de los autores individuales, podemos consi-


derar el caso de Bartolomé de las Casas, cuya variedad de usos demuestra
que ya hacia mediados del siglo XVI la construcción N de que existe en su
gramática interior como un recurso lingüístico significativo, al que echa
mano en muchos contextos diferentes y en el que inserta una variedad de
sustantivos núcleo diferentes. Sin embargo, los contemporáneos de Barto-
lomé de las Casas no están todavía a su altura.
Las tres décadas siguientes, es decir, los años comprendidos entre 1550
y 1579, representan ya el 40 por ciento de los ejemplos de este siglo, y son
muchos más los autores (17) que recurren a la CxE-de que. Tampoco hay un
solo autor que predomine tan claramente como era el caso de Bartolomé de
las Casas. Así, Cieza de León, con 29 casos, Antonio de Torquemada (28
casos), Cervantes de Salazar (34 casos), fray Pedro de Aguado (41 casos)
y Pedro Pizarro (22 casos) destacan como los que más frecuentemente
usan la construcción, pero ninguno de ellos alcanza una cuota superior al
15 por ciento del total. Además, con la excepción de Pizarro, los autores
líderes usan al menos seis de los diez sustantivos —Cieza de León los usa
todos salvo presunción, igual que Bartolomé de las Casas—. Todo esto
puede interpretarse como indicio de una mayor expansión de la secuencia
N de que en comparación con la época anterior: la usan más autores, más
frecuentemente y con mayor número de sustantivos.
Sobre la diacronía de la construcción encapsuladora en español 741

espe- presun- testi-


Autor causa fin noticia ocasión señal sospecha temor Total
ranza ción monio
Hurtado de
3 0 0 0 0 0 2 0 1 0 6
Mendoza, Diego
Montemayor,
4 0 1 0 0 0 0 0 0 1 6
Jorge de
Cieza de León,
6 2 2 5 3 0 1 6 3 1 29
Pedro
Santa Cruz,
8 2 3 0 0 0 0 1 0 0 14
Alonso de
Betanzos, Juan de 3 0 6 2 0 0 1 0 0 0 12
Núñez Alba, Diego 3 0 0 0 0 0 1 1 1 0 6
Ortúñez de
3 0 0 0 0 0 0 3 0 0 6
Calahorra, Diego
Torquemada,
14 0 0 3 0 0 2 3 5 1 28
Antonio de
Granada, fray
4 0 4 0 0 0 1 0 0 0 9
Luis de
Cervantes de
18 1 1 0 2 0 10 0 1 1 34
Salazar, Francisco
León, fray Luis de 1 0 5 0 1 0 1 0 0 0 8
santa Teresa de
Jesús (Teresa de 2 6 0 1 2 0 1 2 2 0 16
Cepeda)
Aguado, fray
14 4 8 2 0 0 2 4 7 0 41
Pedro de
Pizarro, Pedro 20 0 1 0 0 0 0 1 0 0 22
Escalante de
14 0 0 0 1 0 1 0 0 0 16
Mendoza, Juan de
Sahagún, fray
0 0 0 0 0 0 4 1 2 0 7
Bernardino de
san Juan de la Cruz
1 0 4 0 0 0 0 0 1 0 6
(Juan de Yepes)
Total 118 15 35 13 9 0 27 22 23 4 266
% de todos los
autores destacados 37% 38% 45% 52% 19% 0% 51% 54% 55% 44% 40%
del XVI

Tabla 6. Uso de la CxE-de que en autores representativos


(> 6 casos de la CxE por autor) de 1550 a 1579.
742 Anton Granvik

Al llegar a las dos últimas décadas del siglo XVI, sin embargo, no se
observa una continuación directa de la tendencia creciente que creímos
haber identificado en los dos períodos anteriores. Así, como indica la Tabla
7, solo hay trece autores que usan la construcción más de seis veces, uno
de los cuales, fray Juan González de Mendoza, destaca por representar
casi el 30 por ciento de los casos de este período, con 82 sobre 287 usos.
Además, 65 de estos 82 casos son usos de causa de que, y en esto González
de Mendoza es representativo de este período, pues esta microconstrucción
en particular predomina más que en los períodos anteriores, con un 54 por
ciento de los casos de la CxE-de que entre 1580 y 1599. Estas dos décadas
son llamativas también por el hecho de que ninguno de los autores llega a
usar los diez sustantivos analizados, sino que la CxE-de que parece limi-
tarse, más que antes, a tres instanciaciones concretas de la construcción,
a saber, causa de que, fin de que y ocasión de que. Aunque siguen pre-
sentes los demás sustantivos como parte de la CxE, su porción relativa ha
disminuido en comparación con el periodo inmediatamente anterior. Esta
situación se presenta de forma resumida en la Tabla 8.
Sobre la diacronía de la construcción encapsuladora en español 743

espe- presun- testi-


Autor causa fin noticia ocasión señal sospecha temor Total
ranza ción monio
González de
Mendoza, fray 65 1 0 2 3 0 2 5 4 0 82
Juan
Castellanos,
20 1 15 0 0 0 0 2 3 0 41
Juan de
Pineda, Juan de 8 2 5 0 6 1 0 2 0 0 24
Pérez de Moya,
3 1 3 0 0 0 1 0 0 0 8
Juan
Rufo, Juan 5 0 0 2 0 0 0 1 0 1 9
Villegas,
4 0 1 0 14 0 3 0 3 2 27
Alonso de
Álava de
14 0 0 0 7 0 0 0 0 0 21
Viamont, Diego
Cárdenas, Juan de 17 0 1 0 0 0 2 0 0 0 20
Cabrera, fray
6 0 2 0 5 1 2 1 0 1 18
Alonso de
Oña, Pedro de 5 0 7 0 1 0 0 0 0 0 13
Cabrera de
0 4 1 1 0 1 0 2 0 0 9
Córdoba, Luis
Poma de Ayala,
5 0 1 2 0 0 0 0 0 0 8
Felipe Guamán
Vega Carpio,
4 2 0 0 1 0 0 0 0 0 7
Lope de
Total 156 11 36 7 37 3 10 13 10 4 287
% de todos los
autores destacados 49% 28% 46% 28% 77% 100% 19% 32% 24% 44% 44%
del XVI

Tabla 7. Uso de la CxE-de que en autores representativos (> 6 casos de la CxE por
autor) de 1580 a 1599.

presun- sospe- testi-


causa esperanza fin noticia ocasión señal temor Total
ción cha monio
1500-1549 46 14 7 5 2 0 16 6 9 1 106
1550-1579 118 15 35 13 9 0 27 22 23 4 266
1580-1599 156 11 36 7 37 3 10 13 10 4 287
Total 320 40 78 25 48 3 53 41 42 9 659

Tabla 8. Frecuencia de uso de los diez sustantivos en la CxE-de que de 1500 a 1599.
744 Anton Granvik

Ahora bien, observando el número promedio de sustantivos diferentes


que usa cada uno de los autores líderes de las tres épocas en las que está
dividido el siglo XVI, se nota muy poca diferencia real: de un 4,75 en la
primera mitad, se pasa a un 4,41 de sustantivos por autor entre 1550 y 1579
y al 4,46 entre 1580 y 1599. Considerando el protagonismo incuestionable
de Bartolomé de las Casas en el primer período, lo cual implica que el
promedio sería mucho más bajo si se eliminara a las Casas, quizá no quepa
hablar de un retroceso en la evolución. Parece tratarse más bien de que con
un mayor número de autores y una mayor dispersión de las cifras, las ten-
dencias no son tan nítidas. Además, para dar cuenta de la situación global
no habría que contentarse tan solo con los autores líderes, ni tan solo con
los primeros 10 sustantivos, sino que habría que incluir todos los sustanti-
vos y, evidentemente, todos los autores. Así, los datos presentados deben
considerarse provisionales hasta que no se amplíe el análisis. Dicho esto,
hay que recordar también que es probable que la situación poco estable del
siglo XVI tenga que ver con la alternancia entre CxE-de que y su variante
sin preposición, CxE-que (cf. los ejemplos 2a y 2b en la introducción).
Resumiendo el análisis por autores, los datos examinados parecen reve-
lar que la construcción encapsuladora, en su formato N de que, tiene una
presencia notable en la mente de los autores del siglo XVI. Sin embargo,
unos autores claramente poseen un esquema construccional más amplio
—insertando una variedad de sustantivos en la posición de N— que otros,
que se limitan a usar la construcción con unos pocos sustantivos, más des-
tacadamente causa y fin. A estos se suman señal, sospecha y temor entre
1550 y 1579, y ocasión entre 1580 y 1599. Entre los autores líderes en el
uso de la construcción encapsuladora destacan Bartolomé de las Casas en el
periodo anterior a 1550, Cieza de León, Cervantes de Salazar y fray Pedro
de Aguado entre 1550 a 1579, y González de Mendoza entre 1580 y 1599.
Estos autores usan entre siete y nueve de los diez sustantivos analizados
(todos salvo presunción).
Pasando a los diferentes tipos de documentos en los que se encuentran
los 900 casos de la construcción encapsuladora examinados, es posible usar
las categorías de CORDE. Estas pueden dividirse en ocho géneros textuales,
y como revelan los datos de la Tabla 9, la porción más importante de los
casos de N de que se encuentra en documentos históricos y documentales,
con 394 casos (= 43%). También los géneros narrativo (165 casos, 18%),
religioso (108 casos, 12%) y científico-técnico (91 casos, 10%), presentan
frecuencias por encima del 10%. Sin embargo, en un nivel general, los diez
sustantivos están bastante equitativamente distribuidos sobre los ocho tipos
Sobre la diacronía de la construcción encapsuladora en español 745

de documentos, sin que pueda relacionarse un sustantivo particular con un


género textual determinado. La única posible excepción es testimonio, que
ocurre con mayor frecuencia en textos narrativos y religiosos que en los
documentos históricos, contrario a la tendencia general.

espe- presun- testi-


causa fin noticia ocasión señal sospecha temor Total
ranza ción monio
10. Derecho 19 1 15 1 2 0 2 1 1 2 44
12. Narrativa 98 5 26 3 2 0 11 9 7 4 165
14. Didáctica 16 0 3 3 2 0 5 3 6 1 39
15. Ciencia y
50 1 16 5 2 0 8 2 6 1 91
técnica
16. Sociedad 32 0 5 3 7 0 2 0 1 0 50
17. Religión 29 6 19 1 29 2 8 5 5 4 108
19. Historia y
190 34 33 16 14 0 41 29 34 3 394
documentos
Otros: lírica,
7 4 1 1 1 1 2 2 1 0 20
teatro y prensa
Total 441 51 118 33 59 3 79 51 61 15 911

Tabla 9. Uso de los diferentes sustantivos núcleo en ocho géneros textuales.

4. Conclusiones
En este trabajo he intentado dar cuenta de la evolución temprana de lo
que en la actualidad constituye una de las señales más claras de la cons-
trucción encapsuladora en español, es decir, las oraciones completivas de
sustantivo del tipo N de que. Hemos visto cómo la construcción N de que
se establece en el español a lo largo del XVI, empezando por el uso de
unos poco sustantivos en los textos de unos poco autores. También hemos
visto que la mayor parte de los usos de la CxE se incluye en textos de tipo
histórico y documental.
Analizando los patrones de uso de la CxE de los diferentes autores, se
introdujo una dimensión cronológica consistente en tres periodos. Aunque
esta «periodización» no demuestra en avance lineal del uso de la cons-
trucción, sino una considerable variación, revela un número creciente de
autores que usan la construcción y un mayor número de sustantivos que
la encabezan. Asimismo, los usos de la construcción indican sin lugar a
dudas que la construcción encapsuladora (N de que) existe como recurso
lingüístico en las mentes de los autores. Pero estos la utilizan en grado
variable, según su gramática interior.
746 Anton Granvik

Así, con respecto a los sustantivos encapsuladores del siglo XVI, cabe
destacar que causa de que y fin de que son muy importantes, seguidos por
señal, temor, sospecha y, hacia finales del siglo, ocasión. En el caso de
fin de que cabe recordar que su uso como conjunción final constituye ya
el 80 por ciento de los casos, lo cual indica que su caracterización como
sustantivo encapsulador «típico» es un poco problemática (cf. la nota 5,
arriba). En todo caso, hay que recordar que entre un autor y otro siempre
hay bastante variación en el inventario de sustantivos de que echa mano.
En este aspecto, y aunque constituyen casos más bien atípicos de la cons-
trucción encapsuladora, los sustantivos que ocurren una sola vez, son inte-
resantes desde la perspectiva de la construcción, pues pueden interpretarse
como «nuevos» miembros de la familia cada vez mayor de los sustantivos
encapsuladores (cf. Schmid/Mandlik 2015).
En términos de metodología, el estudio supone un ejemplo de cómo el
uso de múltiples corpus y diferentes métodos de análisis asegura un material
relativamente fiable y representativo para el análisis cualitativo pormeno-
rizado. Así, empezar por el CE (Corpus del español de Davies 2002-), que
como corpus anotado permite extraer muchos ejemplos de determinadas
clases de palabras, por ejemplo, es un paso necesario para el análisis colos-
truccional. Este método, por su parte, supone un avance importante a la hora
de determinar qué sustantivos son típicos de una determinada construcción,
en este caso la CxE, comparado con las meras frecuencias de uso. A partir
de ahí, es decir, con conocimientos sobre los sustantivos más relevantes
para la construcción, el CORDE supone una fuente importante para extraer
información más detallada sobre los ejemplos (autores, años de publicación,
géneros…) a la vez que ofrece una mayor variedad de fuentes textuales7.
Finalmente, quiero resaltar que todavía queda mucho por hacer en el
campo de la CxE. Por ejemplo, habría que detenerse en un solo autor (o
algunos) y ver qué hace con estos sustantivos, es decir, analizar las diferen-
tes funciones textuales que cumple la CxE. Y esto, evidentemente, debería
hacerse no solo en la época formativa sino también en épocas y con autores
posteriores. Por otro lado, pensando en los orígenes de la complementación
oracional de sustantivos, es evidente que la secuencia N de que no cuenta
toda la historia. Desde los textos más antiguos del español existen casos

Desde luego, el CORDE no es infalible en este aspecto; sin embargo, el hecho de no


7

imponer una periodización de los datos por siglos permite un mayor nivel de detalle que el
CE, a la vez que sigue siendo el corpus que reúne la mayor cantidad de datos diacrónicos
en una sola base de datos.
Sobre la diacronía de la construcción encapsuladora en español 747

de complementos oracionales introducidos por un simple que, es decir, sin


la preposición intermedia que se generaliza en el siglo XVI. Así, para dar
cuenta de todo el panorama habría que contrastar la construcción N de que
con la variante N que. Esto, sin embargo, solo es factible tras una detallada
desambiguación de los casos de corpus, ya que solo una minoría reducida
de la secuencia N que supone casos de complementos oracionales. Aun así,
el haber identificado los sustantivos que en época más temprana empiezan
a usarse con de que constituye un primer paso importante para elucidar la
cuestión global, que incluye, con toda probabilidad, un periodo de variación
sintáctica entre las dos alternativas de construcción.

Apéndice
Tabla de análisis colostruccional de los 36 sustantivos usados en la
secuencia N de que del siglo XVI (datos del CE). Se incluyen tres medidas
de asociación: atracción (Atr), dependencia (Rel) y razón de momios (OR).
Los sustantivos han sido ordenados tres veces, primero según el valor de la
columna Atr (la frecuencia relativa de uso), después según el valor de OR
(razón de momios) y finalmente según la suma de OR+Atr.
748 Anton Granvik

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Sobre la diacronía de la construcción encapsuladora en español 749

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Un acercamiento cuantitativo a la
periodización en la historia del español*

Anton Granvik
Universidad de Gotemburgo
Carlos Sánchez Lancis
Universidad Autónoma de Barcelona

Resumen. El objetivo de este trabajo es presentar una nueva solución a un viejo


problema de la historia del español, a saber, su periodización. Con este fin, hemos
aplicado un análisis cuantitativo denominado agrupamiento jerárquico (cf. Gries
2009) sobre una muestra extraída de un extenso corpus diacrónico del español, el
CORDE de la RAE. La muestra incluye 27 fenómenos gramaticales (morfológicos
y sintácticos), pues consideramos que son los datos gramaticales los que deben
servir de base para la periodización de la lengua. El agrupamiento jerárquico es
un cálculo matemático basado en la semejanza numérica entre diferentes cate-
gorías, agrupando juntas las categorías más semejantes entre sí y distanciando
las categorías más diferentes. Por tanto los periodos de tiempo que presentan
fenómenos lingüísticos semejantes se agruparán juntos, constituyendo una etapa
diferenciada. Los resultados del análisis tanto corroboran observaciones anteriores
sobre la periodización del español, como ofrecen nuevos detalles con respecto al
español clásico y moderno.
Palabras clave. Periodización, agrupamiento jerárquico, historia de la lengua
española, gramática histórica.

Abstract. The aim of this paper is to present a fresh solution to an old problem
of the history of Spanish, namely its periodization. With this in mind we have
applied a quantitative analysis called hierarchical clustering (cf. Gries 2009) on

* La presente investigación ha sido parcialmente financiada con una ayuda del


MICINN y FEDER (núm. de ref. FFI2014-56968-C4-2-P y FFI2017-87140-C4-1-P) y de
la CIRIT del Comissionat per Universitats i Recerca de la Generalitat de Catalunya (núm.
de ref. 2017 SGR 634).
752 Anton Granvik y Carlos Sánchez Lancis

an extensive sample of corpus data retrieved from the Spanish Royal Academy’s
CORDE corpus. The sample consists of 27 morphological and syntactic pheno-
mena, since we believe that it is the linguistic data that must form the basis for
establishing a periodization of the language. Hierarchical clustering is a technique
based on the numerical similarity of different categories, grouping together the
most similar categories and separating the most divergent ones. Time periods
including similar grammatical phenomena are thus grouped together, forming a
distinct period. The results of our analysis confirm many previous observations
on the periodization of Spanish, but it also offers new detailed information on
both classical and modern Spanish.
Keywords. Periodization, hierarchical cluster analysis, history of the Spanish lan-
guage, diachronic grammar.

1. Introducción
El objetivo de este estudio es presentar una nueva solución a un viejo
problema de la historia del español, es decir, su periodización. Por perio-
dización entendemos el establecimiento de lapsos de tiempo, de épocas, en
los que se puede dividir el eje temporal de una lengua desde un punto de
vista histórico. Esta labor que a priori parece no revestir una gran dificultad,
ya que las diferentes historias de la lengua española han presentado desde
siempre sin grandes problemas una serie de divisiones bastante consen-
suadas, ha sido muy cuestionada en las últimas décadas en el momento en
que se ha visto la necesidad de incorporar criterios internos exclusivamente
lingüísticos a los ya consabidos criterios externos de tipo histórico, lite-
rario, etc. (cf. Sánchez Lancis 2012). De esta manera, como se verá en el
siguiente apartado, han ido apareciendo diferentes estudios con el objetivo
de cuestionar, y a su vez replantear, los criterios que se habían ido utili-
zando para establecer fronteras lingüísticas temporales, al mismo tiempo
que se buscaban nuevos elementos internos, más propios de la gramática
histórica, que corroboraran los periodos existentes y permitieran, si fuera
necesario, establecer otros nuevos.
Sin embargo, para poder avanzar en el tema de la periodización del
español creemos que es necesario introducir nuevos elementos que nos
permitan establecer y definir las etapas históricas de la forma más precisa
posible. Somos conscientes de que todo periodo no deja de ser más que
una aproximación hipotética a una realidad histórica de la que solo con-
servamos información a través de un material diverso recogido en forma
escrita, con todo lo que esto último supone. Por todo ello, consideramos
que la aplicación de un análisis cuantitativo denominado agrupamiento
Un acercamiento cuantitativo a la periodización 753

jerárquico (cf. Gries 2009), explicado pormenorizadamente en el apartado


3, a un corpus diacrónico del español, como es el Corpus diacrónico del
español (CORDE) de la Real Academia Española, nos puede permitir
obtener una visión mucho más aproximada y clarificadora de los perio-
dos más característicos de la historia de la lengua española (cf. Sánchez
Lancis 2009). El espacio temporal estudiado, de una extensión suficien-
temente representativa, abarca desde el año 1000 hasta 1979, dividido
en lapsos de décadas. Y este estudio se aplica en el presente trabajo a un
total de 27 fenómenos gramaticales, tanto morfológicos como sintácticos,
claros ejemplos del cambio gramatical experimentado por el español a
lo largo de su historia. Se trata de un punto de partida para un estu-
dio de una mayor envergadura que se pretende realizar en los próximos
años.
La idea básica que así defendemos es que son los datos gramatica-
les los que deben servir de base para la periodización de la lengua y no
fenómenos externos a ella, como puedan ser las corrientes intelectuales o
los grandes acontecimientos históricos. La novedad de este estudio reside,
por consiguiente, más que nada en la metodología, es decir, en el análisis
cuantitativo de un gran número de casos, extraídos del mayor banco de
datos de las distintas fases de la historia del español de que disponemos
en la actualidad, el CORDE, analizados con una subdivisión muy detallada,
la década.

2. La periodización
2.1. Estudios anteriores
Como ya se ha señalado, son muchos los trabajos que han abor-
dado en los últimos años el tema de la periodización. Sin ánimo de ser
exhaustivos, vale la pena recoger aquí algunos de los más destacados. En
primer lugar, merece especial atención el cuestionamiento que Menéndez
Pidal (1942) realiza sobre las divisiones de la historia de la lengua cen-
tradas en periodos de cien años, los siglos, por lo que propugna estudios
basados en lapsos de tiempo mucho más restringidos, idea que vamos a
aplicar al presente estudio, como se verá más adelante. En segundo lugar
se sitúa la división temporal que realiza Lapesa (1981), quien establece
cinco etapas históricas: época de los orígenes (siglos IX-XI), castellano
medieval (siglos XII-XIV), español preclásico (1474-1525), español clá-
sico (siglos XVI-XVII) y español moderno (siglo XVIII-español actual),
subrayando sobre todo la existencia de una etapa de transición entre el
castellano medieval y el español clásico. En tercer lugar destacan princi-
754 Anton Granvik y Carlos Sánchez Lancis

palmente los artículos de Eberenz (1991 y 2009), y de manera especial el


primero de ellos por ser el precursor de una serie de trabajos posteriores
de distintos autores en los que no solo se ha replanteado el concepto de
periodización, sino que además se han ido buscando elementos exclusi-
vamente lingüísticos (parámetros esenciales), que permitan establecer los
diferentes periodos del español: fase antigua de estabilidad (1200-1450),
etapa media de transformación (1450-1650) y fase moderna de estabi-
lidad (1650-actualidad). Como complemento de los estudios anteriores
y nacido uno de ellos casi de forma simultánea al primero, tenemos los
trabajos de Marcos Marín (1992 y 1995), en los que se critica la utiliza-
ción de criterios externos para la delimitación de etapas históricas y se
propugna el empleo básicamente de criterios internos.
Posteriormente, otros estudios, como los de Cano Aguilar (1992), inci-
den de nuevo en la existencia de ese español preclásico, denominado en
este caso época del Descubrimiento, en una línea similar a la propugnada
también por Ridruejo Alonso (1993). Además, el establecimiento de las
distintas etapas históricas basadas principalmente en criterios internos con-
tinúa en los trabajos de Martínez Alcalde/Quilis Merín (1996), Sánchez
Lancis (1997-1998, 1999, 2001), Buenafuentes (2002a y 2002b), entre
otros; así como también la mayor precisión de etapas ya existentes, como
es el caso del español clásico por parte de Girón Alconchel (2005), y del
español moderno por parte de Melis/Flores/Bogard (2003), Octavio de
Toledo y Huerta (2007), Girón Alconchel (2008), Sánchez Lancis (2012) y
Flores/Melis (2015).
Todas las reflexiones aportadas por los autores anteriores han sido
asumidas en el presente estudio, cuya finalidad principal es cuestionar y
establecer los distintos periodos de la lengua española a partir única y
exclusivamente de criterios internos, es decir, de datos gramaticales, como
se explicará a continuación.
2.2. Los fenómenos incluidos
Para poder comprobar la idoneidad de la metodología utilizada, basada
en el agrupamiento jerárquico aplicado a la periodización, se ha seleccio-
nado un total de 27 fenómenos gramaticales, tanto morfológicos como
sintácticos, divididos en cuatro grupos, claramente característicos o defi-
nitorios de las diferentes etapas históricas del español. A continuación se
recogen todos estos elementos tal y como han sido buscados en el corpus,
con todas sus posibles variantes:
1) Pronombres y determinantes (8):
a) nosotros o nos otros;
Un acercamiento cuantitativo a la periodización 755

b) os;
c) este o (aqueste) o est o (aquest);
d) las o elas;
e) su;
f) qui o qi o ki;
g) quienes o qienes o kienes o qujenes;
h) unas.
2) Adverbios y preposiciones (8):
a) ende o end o ent;
b) allende o allend o alliende o alliend o alende o alend o aliende
o aliend o allent o alient o alent o hallende;
c) suso o susso o desuso o desusso o dessuso o dessusso o asuso o
asusso o assuso o assusso;
d) delant o delante o denant o denante;
e) ahora;
f) cras;
g) fuerte mente o fuerte ment o fuerte miente o fuerte mientre;
h) ante.
3) Verbos (6):
a) pienso;
b) soy o soi;
c) sodes;
d) serian o serien o serían o seríen o seryan;
e) fuessedes o fossedes o fuesedes o fosedes o fuéssedes o fóssedes
o fuésedes o fósedes;
f) fuere o fore o fuére o fóre.
4) Construcciones sintácticas (5):
a) la su;
b) ‘lo no’ o ‘lo non’;
c) *r lo he / *r lo hé / *r lo e / *r lo é;
d) (dixolo o díxolo o díjolo o dijolo) + lo dixo o lo dijo;
e) lo faria o lo faría o lo haría o lo haria.
Por lo que respecta a los pronombres y los determinantes, se ha bus-
cado la aparición de la forma sintética del pronombre personal de primera
persona del plural nosotros, del clítico de segunda persona del plural os,
el contraste entre las dos variantes del demostrativo de primer grado este /
aqueste, la difusión del determinante las, la forma del posesivo de tercera
persona su, el relativo de persona qui, la presencia del plural en el relativo
quienes y la difusión del determinante / indefinido unas.
756 Anton Granvik y Carlos Sánchez Lancis

En relación a los adverbios y las preposiciones, como se puede com-


probar, los elementos adverbiales son mayoritarios (7 casos) frente a las
preposiciones (1 caso), debido a que los primeros presentan muchos menos
casos de ambigüedad. Así, se ha analizado la presencia en el corpus de los
adverbios espaciales siguientes: el pronominal locativo ende; el adverbio
allende, a caballo entre los pronominales y los preposicionales; el direccio-
nal / prepositivo (a)suso; y el prepositivo delante. También se han estudiado
los adverbios temporales ahora y cras; el adverbio analítico de modo fuerte
mente; y la preposición ante.
Respecto a los verbos, se ha estudiado la primera persona del singular
del presente de indicativo del verbo pensar (pienso), por ser de uso muy
frecuente a partir de un determinado momento en un tipo particular de
construcciones, así como una serie de diferentes formas del verbo ser, por
tratarse de un verbo de empleo general en el corpus: la primera persona
del singular del presente de indicativo soy; la segunda persona del plural
del presente de indicativo sodes; la forma sintética del condicional serían;
la segunda persona del plural del imperfecto de subjuntivo fuésedes; y la
forma singular del futuro imperfecto de subjuntivo fuere.
Finalmente, en relación a las construcciones sintácticas analizadas, se
ha seleccionado la estructura [artículo + posesivo + sustantivo] representada
por la secuencia la su; la interpolación de la negación entre el clítico y el
verbo a partir de la secuencia lo no; la inserción del clítico en las formas
analíticas de futuro en *r lo he; la anteposición del clítico al verbo en lo
dijo y a la forma condicional en lo haría.
Consideramos que estos 27 fenómenos, claramente característicos de
diferentes etapas del español, pueden ser suficientes, tanto por su variedad
como por su representatividad, para poder establecer un primer esbozo de
periodización en función del corpus estudiado, como se podrá constatar
en el apartado 4.

3. Método: el agrupamiento jerárquico aplicado a la periodización


El agrupamiento jerárquico es un método de análisis descriptivo,
cuyo fin es identificar semejanzas y diferencias entre grupos. Mediante
el cálculo matemático se establece un modelo descriptivo basado en la
semejanza numérica entre diferentes categorías, agrupando las catego-
rías más semejantes entre sí y distanciando las más diferentes. Un grupo
está constituido por un conjunto de datos que son más similares entre sí
que los datos que componen otros grupos. Así, el objetivo es encontrar
aquellas similitudes que, a partir de las variables, permiten agrupar los
Un acercamiento cuantitativo a la periodización 757

datos dentro de grupos que internamente sean lo más homogéneos posible


(cf. Cardillo 2015).
En lingüística, este procedimiento ha sido utilizado tradicionalmente
en el establecimiento de familias lingüísticas dentro de la lingüística histó-
rico-comparada (glotocronología), donde la existencia de cognados en dos
o más lenguas se interpreta como indicio de un parentesco entre ellas. Sin
embargo, ya que el agrupamiento jerárquico agrupa categorías que com-
parten rasgos o propiedades, y la periodización lingüística impone que se
respete la cronología de los datos, su aplicación a la periodización no es
directamente posible. Es decir, para que la agrupación tenga sentido desde
la perspectiva de la historia de la lengua, solo pueden agruparse categorías
que sean cronológicamente sucesivas.
Solo recientemente el agrupamiento jerárquico ha sido aplicado a la
periodización lingüística en el sentido que aquí nos interesa. Los lingüis-
tas alemanes Stefan Th. Gries y Martin Hilpert (cf. Gries/Hilpert 2008,
2012 y Hilpert 2012) han desarrollado una variante del agrupamiento
jerárquico aplicable a la periodización, llamado Variability-based Nei-
ghbor Clustering (VNC), cuya traducción aproximada al español sería
agrupamiento vecinal basado en la variabilidad. La idea básica del VNC
es justamente que aquellos periodos de tiempo sucesivos que presenten
fenómenos lingüísticos semejantes se agruparán juntos, constituyendo así
un periodo diferenciado. Así, en el análisis que presentamos en este tra-
bajo hemos recurrido al algoritmo de VNC (elaborado por Gries y Hilpert
para usarse en el entorno de análisis estadístico R), aplicándolo sobre los
datos gramaticales de la historia del español extraídos del CORDE (vid.
el apartado 2, arriba).
En la práctica, dadas las características del corpus base de este trabajo,
cada uno de los 27 fenómenos gramaticales está representado por 98 puntos
de información numérica: una cifra por década. Invirtiendo el esquema,
puede decirse que cada década, que es la unidad mínima de periodización
empleada, se caracteriza por 27 cifras. La Tabla 1 incluye los datos de
las diez décadas del siglo XIII a modo de ejemplo. Mediante el algoritmo
VNC, las 98 décadas se comparan entre sí según la semejanza / diferencia
relativa de sus cifras, agrupándose juntas las décadas más semejantes, y
respetando siempre la cronología de los datos. Cabe hacer hincapié en que
las cifras empleadas corresponden a la frecuencia relativa de cada fenómeno
gramatical estudiado por millón de palabras. Usando frecuencias relativas
se asegura que las cifras de las 98 décadas sean comparables entre sí, al
mismo tiempo que se conserva el peso cuantitativo de los fenómenos más
758 Anton Granvik y Carlos Sánchez Lancis

frecuentes. En todo caso, hay que tener muy presente que dado que se trata
de un análisis cuantitativo, los fenómenos más frecuentes tienen mayor peso
a la hora de realizarse el agrupamiento.

Tabla 1. Extracto de la muestra de datos cuantitativos correspondiente al siglo XIII.


Las cifras indican frecuencias relativas de cada forma en el corpus.

4. Análisis y resultados
El resultado del análisis de VNC es un árbol, también llamado den-
drograma, en el que cada ramificación indica una relativa divergencia
cuantitativa entre décadas contiguas. Así, las agrupaciones permiten inter-
pretarse como espacios de tiempo en los que los fenómenos investigados
demuestran frecuencias de uso lo suficientemente semejantes entre sí
como para constituir un periodo propio. En este apartado comentaremos
los detalles más importantes de cinco árboles jerárquicos, empezando
por el árbol general que incluye todos los fenómenos analizados. A con-
tinuación presentaremos cuatro árboles correspondientes a cada grupo de
fenómenos gramaticales incluidos, a saber, los pronombres y los determi-
nantes, los adverbios y las preposiciones, los verbos y las construcciones
sintácticas.
Un acercamiento cuantitativo a la periodización 759

Gráfico 1. Árbol general basado en las frecuencias relativas de los 27 fenómenos


gramaticales.

Como ilustra el Gráfico 1, el árbol global de nuestro análisis revela una


clara bipartición de los datos. Así, destaca un primer periodo de orígenes,
que va desde el año 1000 hasta 1180, y un segundo periodo, mucho más
amplio, que va desde 1190 hasta 1970. Sin embargo, adentrándonos un poco
más en las ramificaciones, parece claro que pueden hacerse algunas subdi-
visiones más. El primer periodo puede dividirse en dos (o incluso tres) sub-
periodos: 1000-1130, seguido por 1140 (fecha del Poema de Mio Cid, que
formaría un grupo aparte) y 1150-1180. El segundo periodo, por su parte,
puede subdividirse en una primera época de unos 200 años (1190-1410),
caracterizada por una gran variación. A esta le sigue una segunda época
relativamente homogénea en comparación con todo el tiempo anterior, que
empieza en 1420 y llega hasta finales del siglo XX. Lo que se desprende de
estos datos es que, si bien parecen existir más subdivisiones dentro de este
último periodo de 450 años, que incluye tanto el llamado español clásico
como el moderno (cf. Eberenz 1991), la diferencia entre la década de 1450
y la de 1950, solo por poner un ejemplo, es considerablemente menor que
la existente entre 1410 y 1450.
Para precisar la importancia de los cuatro grupos de fenómenos inclui-
dos, se verá a continuación qué tipo de árboles se establecen si en el análisis
jerárquico solo se incluyen fenómenos pertenecientes al mismo tipo grama-
tical. Si se empieza por los pronombres, se observa que el árbol resultante
(Gráfico 2) es muy semejante al primero (Gráfico 1), estableciendo límites
760 Anton Granvik y Carlos Sánchez Lancis

entre periodos en casi los mismos puntos que aquel. Aparte de sugerir que
esa primera periodización es adecuada, lo que indica la gran semejanza
entre ambos árboles es que los pronombres parecen jugar un papel impor-
tante en el agrupamiento general. Es decir, como veremos a continuación,
parece que son los datos de los pronombres los que mayor peso tienen
sobre el agrupamiento general.

Gráfico 2. Periodización basada en las frecuencias relativas de los ocho pronombres.

Con respecto al primer periodo del Gráfico 2, de 1000 a 1130, lo que


lo distingue de las décadas posteriores es, por un lado, la baja frecuencia de
uso de los pronombres las y su así como la ausencia de quienes y nosotros,
y el empleo poco más que esporádico de las formas este y os. A partir de
1420, sin embargo, los cambios más destacables que se observan son, por
un lado, la aparición de quienes así como la reducción de la frecuencia
de qui. Por otro lado, desde 1470 el uso de os se multiplica, y a partir de
1550 el de nosotros.
Sin embargo, si miramos el grupo de los adverbios y las preposicio-
nes, la imagen es completamente diferente. Así, en el árbol jerárquico del
Gráfico 3 (abajo) destacan cinco periodos distintos. Tenemos, pues, un
primer periodo que va desde 1030 hasta 1110, y un segundo periodo, que
va de 1230 a 1500. Sin embargo, el que parece más relevante comentar
es el tercero, de 1560 a 1670, con respecto al cual se observa que los
adverbios cras y fuerte mente se encuentran prácticamente desaparecidos
ya, mientras que las frecuencias de suso y ende disminuyen claramente.
Un acercamiento cuantitativo a la periodización 761

También la frecuencia de ante se reduce, mientras que este periodo ve el


establecimiento de delante y ahora. En el cuarto periodo, que va de 1720
a 1890, cras, suso, ende y fuerte mente son ya inexistentes, y se consuma
el ocaso de allende. Finalmente, en las décadas del siglo XX, 1910-1970,
encontramos ya el sistema actual, pero lo que distingue este último periodo
del anterior es, quizá sorprendentemente, la renovada frecuencia de ende…,
y una menor frecuencia de delante.

Gráfico 3. Periodización basada en las frecuencias relativas de los ocho adverbios y


preposiciones.

También las seis formas verbales muestran una situación muy par-
ticular. Como revela el Gráfico 4 (abajo), se diferencian cuatro periodos
principales, cuyos márgenes se sitúan en puntos completamente distintos
comparado con los árboles anteriores (Gráficos 1, 2 y 3). La excepción es
la primerísima época que también en el caso de los verbos termina con
el Poema de Mio Cid, en 1140. A partir de ahí tenemos cuatro periodos
más: el que va de 1150 a 1580 y se caracteriza por mucha variación; el
situado entre 1590 y 1670, en el que aumenta claramente la frecuencia
de la forma soy, mientras que experimentamos el ocaso de fuessedes, y la
forma sodes acaba siendo prácticamente inexistente; el periodo compren-
dido entre 1690 y 1750, en el que fuésedes desaparece definitivamente;
y un último periodo, que va de 1760 a 1970, en el que encontramos ya
establecido el sistema actual, con soy y pienso deviniendo más frecuentes,
mientras que nuestros datos revelan cómo la forma fuere pervive hasta
bien entrado el siglo XX.
762 Anton Granvik y Carlos Sánchez Lancis

Gráfico 4. Periodización basada en las frecuencias relativas de las seis formas verbales.

Finalmente, asimismo los fenómenos sintácticos trazan un árbol muy


particular (Gráfico 5), que permite establecer dos periodos principales, pero
que incluyen bastante variación. En el primer periodo, que va de 1170 a
1520, prevalece lo non, es decir, los casos de interpolación de la negación
entre el clítico personal y el verbo, además de la posposición del pronom-
bre de complemento directo e indirecto al verbo, y el uso del artículo ante
posesivo, la su. En la segunda época, de 1530 a 1970, encontramos que
hasta 1680 se mantiene el futuro analítico, con construcciones del tipo hacer
lo he, mientras que a partir de entonces tenemos solo la anteposición del
pronombre con la forma condicional, lo haría.

Gráfico 5. Periodización basada en las frecuencias relativas de las cinco


construcciones sintácticas.
Un acercamiento cuantitativo a la periodización 763

Después de analizar cinco árboles jerárquicos, construidos a partir de


diferentes datos, podemos acabar este apartado constatando, en primer lugar,
que la periodización general parece obedecer más que nada a los datos de
los pronombres, lo cual se deduce de la comparación del árbol general con
los de los fenómenos particulares. Cabe notar que la correspondencia casi
completa entre los pronombres y la totalidad de los datos se debe a que este
sea el grupo con el mayor número de casos. De hecho, los pronombres repre-
sentan el 89 por ciento de todas las frecuencias, motivo por el cual el árbol
general no puede considerarse realmente mucho más que una versión algo
decorada del de los pronombres. A consecuencia de esto, el análisis de las
diferentes configuraciones de los árboles presentados en los Gráficos 2 a 5
nos hace plantearnos el verdadero significado del concepto de periodización.
Al hablar de la periodización en el sentido cuantitativo que adoptamos en
este estudio es esencial ser conscientes de que los fenómenos observados
condicionan los resultados, aspecto que no siempre se ha tenido en cuenta a
la hora de establecer las distintas etapas históricas de la lengua. Es decir, la
periodización es diferente dependiendo de los fenómenos que se analicen, lo
cual resulta totalmente evidente a partir de los datos estudiados. A la inversa,
y ya no tan obvio, esto puede llegar a significar que la periodización en
términos globales quizá sea poco más que un ideal.

5. Conclusiones
Como se ha podido comprobar, los resultados presentados se basan
únicamente en los datos de los fenómenos, es decir, en criterios lingüísti-
cos. Ello nos permite operar con cifras globales, con frecuencias totales,
con frecuencias relativas, etc., siempre a partir del análisis del corpus. Por
todo ello, debemos reconocer también que los resultados obtenidos en el
presente trabajo dependen completamente de los fenómenos seleccionados
para su investigación. Ciertamente, hemos escogido fenómenos «clásicos»
de los estudios sobre periodización, fenómenos que sabemos que cambian
durante la historia del español, por lo que los resultados obtenidos están
anclados en la historia de los estudios sobre periodización. Sin embargo,
por contra, gracias a la aplicación metodológica del agrupamiento jerár-
quico, ofrecen un panorama, quizá, más exacto y más claramente basado
en los datos que los análisis anteriores que aparecen en las historias de la
lengua y en las gramáticas históricas, ya que describen detalladamente la
«historia conocida».
Pero no son ni mucho menos la última palabra. Ya que los diferen-
tes fenómenos ofrecen resultados (= periodizaciones) diferentes entre sí,
764 Anton Granvik y Carlos Sánchez Lancis

destacan la necesidad de hacer análisis más precisos y más específicos.


Una posibilidad sería «normalizar» los datos con el fin de evitar que los
pronombres predominen tan claramente como lo hacen en el árbol general.
Además, continúan existiendo factores que en un futuro deberían poder
ser incorporados al análisis. Y aparte de los elementos puramente grama-
ticales, se debería tener también en cuenta la existencia de los géneros
discursivos, las áreas dialectales, incluso los idiolectos, entre otros, si bien
en este último caso el hecho de operar en franjas de diez años nos permite
recoger de forma aproximada esta información. Pero todo esto es trabajo
para futuras investigaciones.

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La expresión de la posterioridad inmediata:
mantenimiento, pérdida y renovación
de nexos y variación diatópica*

Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga


Instituto Universitario Menéndez Pidal
Universidad Complutense de Madrid

Resumen. Dentro de la relación temporal de posterioridad, la expresión de la


posterioridad inmediata ha sido siempre especialmente frecuente, debido a la
necesidad de precisar que dos hechos tienen lugar de un modo consecutivo o
muy próximo en el tiempo. Desde los orígenes de la lengua ha habido numerosas
conjunciones y locuciones conjuntivas usadas para la expresión de la posterioridad
inmediata. Algunas de ellas, como las formas medievales en que, o el adverbio
abés utilizado con valor conjuntivo, han dejado de usarse; otras, como apenas
o luego que sí se han mantenido, pero con modificaciones respecto a sus usos
antiguos; en tanto que otras más son de formación reciente, como en cuanto o
nada más + infinitivo. La distinta pervivencia de formas antiguas o el desarrollo
moderno de locuciones que no alcanzan una expansión general dan lugar a usos
propios de determinadas zonas o a distintas elecciones dentro de los elementos
de uso común, y trazan un esquema de las preferencias de uso que históricamente
se han forjado en distintas áreas.
Palabras clave. Posterioridad inmediata, conjunción, locución conjuntiva.

Abstract. Within the temporal expression of posteriority, the expression of the


immediate posteriority has always been especially frequent due to the need to
specify that two events are taking place in a consecutive way or very close in
time. Many conjunctions and conjunctive phrases have been used since the origins

* Este trabajo se inscribe en el marco de los proyectos de investigación FFI2012-


31427, Procesos de gramaticalización en la historia del español (IV): gramaticalización
y textualización, y FFI 2015-64080-P, Procesos de gramaticalización en la historia del
español (V): gramaticalización, lexicalización y análisis del discurso desde una perspectiva
histórica, del Ministerio de Economía y Competitividad.
768 Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga

of the Spanisch language for the expression of immediate posteriority. Some of


them, like the medieval en que, or the adverb abés used with connective value,
are no longer used; others, as apenas or luego que have remained, but with
modifications to their old way of use; while others are of modern formation, as
en cuanto or nada más + infinitive. The survival of ancient forms or the modern
development of conjunctive phrases that do not reach a general expansion lead to
typical uses in certain areas, or to different choices within the elements in com-
mon use, and draw a scheme of preferences of uses that have been historically
forged in different areas.
Keywords. Immediate posteriority, conjunction, conjunctive phrase.

1. Introducción
El latín disponía de dos conjunciones fundamentales para la expresión
de la anterioridad y de la posterioridad: antequam1 y postquam, que fun-
cionalmente, y en buena medida también formalmente, están en el origen
de las españolas antes (de) que y después (de) que, con la sustitución de
quam por la partícula que, la más general en la subordinación latino tardía,
heredada después por la mayoría de los romances, el cambio formal de
ante en antes, con el añadido de la -s adverbial y la sustitución de pues2
por los adverbios depués y después en cuya composición entra el propio
pues (de post, de ex post). A pesar de ser tanto las conjunciones tem-
porales como los adverbios que están en su base graduables (poco antes
/ después; tres días antes / después) se crearon una serie de locuciones
específicas para la indicación de la posterioridad inmediata, quizá como
mecanismo más cómodo y expresivo para indicarla. No hay sin embargo
un proceso paralelo de formación de locuciones de anterioridad inmediata.
En estos casos, si se quiere señalar la inmediatez, sí hay que recurrir a la
gradación de las locuciones del tipo antes (de) que. Parece claro que, para
la expresión de la secuencia de dos acciones o acontecimientos que se
suceden con carácter inmediato, se prefiere marcar explícitamente el que
tiene lugar cronológicamente antes en el tiempo: la conjunción o locución
de posterioridad inmediata del tipo ‘en cuanto’ introduce una subordinada

1
También contaba con la conjunción de anterioridad priusquam, equivalente desde
el punto de vista funcional a antequam. Más usada en el periodo arcaico (Bassols 1981:
336), no ha dejado sin embargo huellas formales en español.
2
También existió la conjunción temporal pues que en el español medieval, que alcanzó
valores causales que más allá del siglo XIV fueron los únicos que se mantuvieron (Méndez
1995: 139-143; Herrero 2005: 254-256 y 341).
La expresión de la posterioridad inmediata 769

que indica la acción que sucede antes, en tanto que la principal, sin marca,
indica lo que sucede después.
Ya en latín existían conjunciones o locuciones conjuntivas que per-
mitían expresar la posterioridad inmediata, como simulac o simulatque,
cum primum, mox ubi o mox ut. Y en el latín tardío se siguen formando
locuciones de este tipo, tomando como segundo elemento de la locución
alguno de los más generales en la subordinación temporal, como en mox
cum (Herman 1963: 101), o en la subordinación general, como en mox
quod (Herman 1963: 88), para lo que se utiliza ya uno de los procedimien-
tos fundamentales, después heredado por los romances, para la creación
de locuciones conjuntivas de diversa índole: la unión de un adverbio y el
subordinante general, quod en el latín tardío, que en los romances.
En español, desde los primeros testimonios escritos, podemos ver un
importante proceso de creación y renovación de las distintas locuciones
empleadas para el uso de la posterioridad inmediata. Los procedimientos
por los que se llega a la creación de estos elementos son relativamente
variados, aunque limitados. Por supuesto, esto se encuadra, por una parte,
dentro de los procesos de gramaticalización que conducen a la creación de
nuevos útiles de carácter gramatical, y por otra, dentro de la tendencia, ya
señalada por Meillet (1921), a la renovación de las conjunciones, lo que atri-
buía este autor a la búsqueda de la expresividad por parte de los hablantes.
Sin embargo, aunque esto en grandes líneas es cierto, hemos de tener en
cuenta que no todas las locuciones conjuntivas utilizadas con un determinado
valor proceden directamente de un proceso de gramaticalización: con fre-
cuencia se producen también deslizamientos en los valores, ya gramaticales,
de determinadas locuciones conjuntivas, es decir, nos encontramos en deter-
minados casos ante ejemplos de exaptación o refuncionalización. Por otra
parte, hay que tener en cuenta que no todas las conjunciones experimentan
con la misma velocidad estos procesos de renovación. De este modo, pode-
mos ver cómo conjunciones fundamentales en español, como la copulativa y o
la conjunción general de subordinación que no han sufrido cambios desde los
orígenes y, con la evolución formal pertinente, prolongan conjunciones del
latín clásico (et) o tardío (que, que sustituye a quod), mientras que otras sí han
experimentado procesos, más o menos rápidos, de renovación. Dentro de las
conjunciones y locuciones conjuntivas temporales, algunas se han mantenido
muy estables, como sucede con cuando, y en gran medida también con las
conjunciones de anterioridad y posterioridad a que antes nos hemos referido
(antes (de) que, después (de) que), mientras otras, como las de posterioridad
inmediata, han experimentado continuos procesos de renovación.
770 Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga

2. Conjunciones y locuciones de posterioridad inmediata en la historia


del español. Locuciones formadas con preposición + que
Las conjunciones y locuciones utilizadas para la expresión de la pos-
terioridad inmediata han experimentado una renovación importante3: no
pasaron al español medieval las locuciones latinas, y la mayor parte de las
que se utilizaron en época medieval han ido siendo sustituidas por otras.
En el español medieval tuvieron uso para la expresión de la relación de
posterioridad inmediata las conjunciones desque y deque. Estas conjun-
ciones están formadas mediante el procedimiento, frecuente en las lenguas
romances y heredado del latín vulgar, de la unión de una preposición y la
conjunción general de subordinación que. Aunque a veces se ha señalado
que su formación debió producirse en el siglo XIII (Herman 1963: 225;
Eberenz 1982: 340; Méndez 1995: 125), puesto que no se hallan en tex-
tos del XII como el Cid, hay que tener en cuenta que el texto del Cid es
relativamente breve, y la documentación del XII no es lo suficientemente
abundante para permitirnos afirmar con rotundidad que un elemento que
no hallemos en ella sea necesariamente de aparición posterior. Es más, en
el caso concretamente de desque, locución formada sobre la preposición
des (< de ex), que ya no tenía uso independiente en el siglo XIII, necesa-
riamente hemos de admitir que su formación fue anterior (Herrero 2005:
228). Por otra parte, el valor de estas locuciones no fue exclusivamente el
de indicar posterioridad inmediata. Desque y deque, de formación paralela
a desde que, tuvieron, como esta última locución, el valor de indicación
de punto de partida, el general de posterioridad y el específico de poste-
rioridad inmediata. El valor de inmediatez, que predomina en los textos
medievales, lo fue perdiendo desque, que llegará a convertirse en nexo
temporal de carácter muy general, prácticamente equivalente a cuando, y
entra en decadencia para prácticamente desaparecer desde la segunda mitad
del XVI4. Dado el significado de la preposición que entra en la formación
de estas locuciones, es lógico suponer que el valor del que se partió sería
el de ‘desde que’, indicación del límite inicial de un estado, acción o pro-
ceso. En cualquier caso, el concepto de límite inicial y el de posterioridad,
especialmente inmediata, se hallan claramente relacionados, puesto que

3
Ya Eberenz (1982: 377), al estudiar las conjunciones temporales en español, señalaba
«la variedad y fluctuación de los giros» que se han utilizado en las distintas épocas para
referirse a la posterioridad inmediata.
4
Aunque de menor empleo en época medieval, tuvo mayor pervivencia deque / de
que, que aún existe en un registro vulgar.
La expresión de la posterioridad inmediata 771

cualquier proceso al que se pone un límite inicial ha de ser necesariamente


posterior a dicho límite.
En el español actual, un uso característico del español canario, domi-
nicano y en general caribeño, e incluso documentado en la Andalucía occi-
dental, es el empleo de desde que como conjunción de posterioridad inme-
diata, en construcciones como «fui a verte desde que supe el resultado»
(Lope Blanch 1989 y 1997; Herrero/González 1993; Eberenz 2014: 4251).
Dado que el uso de desde que no es muy intenso en el español medieval,
y comienza a crecer, sobre todo con el valor de indicación del límite ini-
cial, en el español clásico, coincidiendo con el declive de desque, cabe
pensar, como supusimos en un trabajo anterior (Herrero/González 1993),
que alcance el valor de indicación de posterioridad inmediata como conse-
cuencia del contagio del doble valor de las conjunciones desque y deque.
Sin embargo, parece que desde un primer momento desde que, siguiendo
un proceso semejante al de desque, experimentó un deslizamiento desde
la indicación de límite inicial a la de posterioridad inmediata. Al ejemplo
que ya señalaba Cuervo en su Diccionario de construcción y régimen:
«desde que anocheciere darme hedes çient caualleros fijosdalgo e de linage
que vayan conmigo» (Cron. Gen., 4, 2, apud DCR II, s. v. desde) añade
Lope Blanch (1997) una serie de ellos, que rastrea en textos medievales y
clásicos, que parecen mostrar claramente el valor de posterioridad inme-
diata de este nexo desde las primeras documentaciones medievales. Nos
encontramos, por tanto, en los usos canarios, andaluces y caribeños antes
mencionados con la supervivencia dialectal de un empleo después dese-
chado en el español general.

3. Locuciones formadas con adverbio + que


Otra locución utilizada en el español medieval para la indicación de
la posterioridad inmediata es luego que. Señala Herman (1963: 236) que
la formación de la locución, a pesar de que el adverbio luego (lueco) está
documentado desde las Glosas Emilianenses, es relativamente tardía: no se
documenta en el Cid, aunque sí en Berceo. No obstante, como ya señalamos
respecto a desque, el hecho de que no aparezca en el Cid o en documentos
del XII no prueba necesariamente que no existiera en esa época. En este
caso, nos hallamos ante un elemento que responde a otro de los principales
medios de creación de locuciones conjuntivas en las lenguas romances,
heredado del latín tardío: la unión de un adverbio y la conjunción que.
Como señala Méndez (1995: 126), la existencia de este nexo con indicación
de inmediatez hizo que la pérdida del rasgo de inmediatez de desque no
772 Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga

supusiera funcionalmente ningún problema en el sistema de subordinación


temporal del español. El empleo de luego que como subordinante temporal
con indicación específica de inmediatez se mantuvo en el español clásico,
pero en el español moderno, al perder el propio adverbio luego el valor de
inmediatez y señalar simple posterioridad, acercándose al valor de después,
también luego que va perdiendo ese valor, y dado que para la expresión de
la mera posterioridad ya existe después (de) que, al que no desplaza, su uso
se restringe. Como señala Eberenz (2014: 4246), su empleo se mantiene en
la lengua elaborada, con una frecuencia de empleo escasa. El DLE recoge
la locución luego que con la precisión geográfica Am, y definida como ‘así
que, tan pronto como’, es decir, entiende que sigue funcionando como locu-
ción de posterioridad inmediata, pero solo en el español hispanoamericano.
Estas indicaciones no son del todo exactas, puesto que, por una parte, en
un registro elaborado, también se usa en el español peninsular, y aunque
es cierto que con una frecuencia menor que en el hispanoamericano, no
con una frecuencia despreciable. El CREA académico, que presenta un 50%
de sus materiales procedentes de fuentes españolas y otro tanto de fuentes
hispanoamericanas, recoge 1707 ejemplos de luego que, de los que 569
proceden de textos españoles, lo que supone exactamente un tercio del
total. Además, aunque los contextos no son siempre suficientemente claros,
en muchos casos, incluso en textos hispanoamericanos, no hay indicación
alguna de inmediatez:
(1) Tanto los sindicalistas como las autoridades del Ejecutivo retomaron ayer las
conversaciones luego que, a las 3 horas del domingo, fueran interrumpidas
para descansar (La Época, 01/07/1996: «Estancado acuerdo en conflicto del
carbón», Chile, apud CREA).

Por otra parte, la propia Academia, en su Nueva gramática de la lengua


española (RAE-ASALE 2009: 2475) equipara luego que a después que, sin
señalar ningún matiz diferencial de inmediatez. Al ser sustituido luego por
otros adverbios de inmediatez, entre los que puede destacarse enseguida,
se crea una nueva locución conjuntiva, enseguida que, siguiendo el mismo
patrón formativo que dio lugar al surgimiento de luego que, pero no ha
alcanzado un grado amplio de empleo. Son otras las locuciones que moder-
namente han ocupado, de un modo preferente, esa función.
En el español medieval, junto a luego que, existió también, desde fina-
les del siglo XIV, la variante menos frecuente luego como (Herrero 2005:
252).
La expresión de la posterioridad inmediata 773

4. Locuciones formadas sobre esquemas modales y comparativos


La locución conjuntiva así como procede de usos primitivamente moda-
les, desde los que se desplazó a los temporales, como han señalado Herman
(1963: 168 n. 7), Eberenz (1982: 321) o Cano (1995: 49). Herman se refiere
a casos como «Assí como lo ha dicho, todos adobados son» (Cid, 3083), en
los que entiende que puede verse la transición del valor modal al temporal.
La locución así como fue frecuente en el español medieval, y llega
hasta el siglo XVII, pero a partir de esa época se impone la forma así que, en
la que se sustituye como por la conjunción que, más general en la formación
de locuciones conjuntivas. Así que, poco frecuente en el español medieval,
va asentándose a partir del XVI y sigue teniendo uso hasta la actualidad,
pero pertenece básicamente a la lengua literaria (Eberenz 1982: 319-320).
A partir de construcciones comparativas que contienen un adverbio que
indica proximidad temporal, se crearon las locuciones tan aína como, propia
del español medieval, tan presto como, que hallamos en el español clásico y
del siglo XVIII, y tan pronto como, propia del español moderno, con el suce-
sivo reemplazo de los adverbios que en cada época han sido predominantes
para la indicación de ese valor (vid. Herrero 2016a: 104-105). Al mismo
esquema formativo corresponde el menos frecuente tan luego como, que
curiosamente no se desarrolla mientras luego tiene vitalidad como adverbio
de inmediatez, sino más tardíamente, a finales del XVIII y principios del XIX,
tal vez como forma de asegurar el contenido de inmediatez que el adverbio
luego y la locución luego que estaban perdiendo. En cualquier caso, es forma
característica sobre todo del XIX. A lo largo del XX pierde mucha vitalidad, y
de hecho en el CREA solo se registran tres ejemplos de esta construcción, uno
de los cuales, además, no corresponde al español moderno, sino que repro-
duce un texto de finales del XVIII, y en el CORPES XXI se recogen solo dos, y
ninguno de ellos es válido como muestra del uso moderno de esta locución5:
(2) Et tan ayna como el rey lo sopiere por obispo, o por la abadessa, o por otro
omne qual quiere faga fazer esto que es sobredicho (Alfonso X, Fuero Real,
ca. 1251-1255, apud CORDE).

5
En uno de ellos, del argentino Martín Kohan (Ciencias morales, Barcelona, Ana-
grama, 2007), no es conjunción, mantiene un valor comparativo. En el otro ejemplo, del
español Miguel Ángel Trigo Trujillo («La introducción del cristianismo por Magallanes en
la Isla del Cebú (Filipinas) I». Odiseo. Revista de Historia, Málaga, Asociación Cultural
ODISEO, 2002-03-17) se copia un fragmento del Primer viaje alrededor del globo de
Pigafetta, en la traducción del chileno José Toribio Medina, realizada a finales del XIX,
momento de cierto auge, como ya vimos, de la construcción tan luego como.
774 Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga

(3) amos cayeron en tierra y levantáronse como valientes y esforçados cava-


lleros, y tan presto como fueron en pie metieron las dagas en las vaynas y
sacaron las espadas y tornaron a la batalla muy áspera y cruelmente (Tra-
ducción de Tirante el Blanco de Joanot Martorell, 1511, apud CORDE).
(4) tan pronto como con las señales de paz tornaron los ánimos, mis Capitanes
se abstuvieron de toda hostilidad (Carta del Arzobispo al General Guillermo
Draper, Filipinas, 1762, apud CORDE).
(5) el síndico del concurso de don Dionisio, tan luego como supo todo esto,
solicitó se embargase lo que tenía la familia (José Joaquín Fernández de
Lizardi, La Quijotita y su prima, ca. 1818, apud CORDE).

En el español actual, tan pronto como sigue siendo una locución tem-
poral de uso general y sin restricciones dialectales, pero más propia de un
estilo elaborado que de la conversación.

5. Gramaticalización de adverbios como conjunciones


Se ha señalado algunas veces que la correlación apenas… cuando
utilizada en la expresión de la posterioridad inmediata, es de aparición
relativamente tardía. Eberenz (1982: 317) la situaba en la segunda mitad
del XVI, Maldonado/Guzmán (2014: 461) hablan de este tipo de construc-
ciones en el XVIII, y yo mismo (Herrero 2005: 222-223) señalaba la apa-
rición de algunos ejemplos desde finales del XIV o principios del XV. Sin
embargo, como ha señalado Espinosa (2014: 68-69), parece claro que esta
correlación sigue el esquema heredado del latín del tipo vix… cum, con la
sustitución de cum por cuando, la conjunción temporal más frecuente en las
lenguas romances, y el cambio léxico de vix ‘difícilmente, apenas’ por su
equivalente apenas formado como consecuencia de la lexicalización como
adverbio de un sintagma preposicional con valor modal6. Todavía en el
siglo XIII pueden hallarse algunos ejemplos de abés, en principio adverbio
equivalente a ‘apenas’, en correlación con cuando o más frecuentemente
sin correlación, funcionando por tanto como conjunción que indica poste-
rioridad inmediata:
(6) Et allego mucha conpanna de moros et de xristianos et daquellos que eran
en el su sennorio Et abes fue esto ordenado quando sopo el çid que el Rey
Jnnes era arribado & que se vinie pora valencia aderechas (Alfonso X,
Estoria de España II, 1270-1284, apud CORDE).

6
La adverbialización de la secuencia, e incluso su integración en expresiones de
carácter temporal, es probable que remonte al latín tardío, pues el francés à peine o el
italiano appena también presentan esos valores.
La expresión de la posterioridad inmediata 775

(7) Abés podio el monge la palabra complir / Veno Sancta María como solie
venir (Berceo, Milagros 114, apud Eberenz 1980: 309).

Este adverbio abés corresponde a la evolución formal del propio vix


latino, con un incremento en la a- inicial, adoptado tal vez por analogía con
apenas, como sugiere Corominas (DECH, s. v.). Podemos ver cómo aún era
posible la construcción con el esquema originario adverbio…conjunción
(vix… cum → abés… cuando), pero ya es más frecuente que aparezca solo
abés como indicación de la relación de posterioridad inmediata: parece
claro que, fosilizada la estructura abés… cuando para indicar posterioridad
inmediata, puede producirse la eliminación de cuando y quedar solamente
el elemento más relevante para indicar esta relación, abés, que pasa así a
reinterpretarse como conjunción.
Junto a abés… cuando aparece también, ya en textos del siglo XIII,
la correlación apenas… cuando, paralela a la anterior, aunque casi nunca
aparece apenas solo indicando posterioridad inmediata. No obstante, hemos
localizado ya un ejemplo del siglo XIII (9). La razón que conduce a la
eliminación de cuando es sin duda la que ya hemos mencionado: elisión
de uno de los elementos de una correlación bien asentada, dejando solo el
elemento más representativo para indicar claramente el valor de posterio-
ridad inmediata (Herrero 2016b):
(8) Et a penas acabo estas palabras, quando dio luego salto en la mar, & fue
nadando a la naue de Minos. & aquexaual el amor & daual fuerça pora ello,
et yua ella desta guisa apegada a la naue de Minos (Alfonso X, General
Estoria. Segunda parte, apud CORDE).
(9) e por los grandes averes que levavan tomó muy grand cobdicia a Faraón, e
apenas acabaron de soterrar sos muertos cogiós con mil vezes mill omnes
d’armas e fue empós ellos (Alfonso X, General Estoria. Primera parte,
apud CORDE).

En el español clásico, seguimos encontrando como fórmula predo-


minante apenas… cuando, y solo desde finales del XVII y principios del
XVIII comienza a crecer el empleo de apenas ya sin entrar en correlación
con cuando, y también en el XVIII, acompañando a la creciente gramatica-
lización de apenas como conjunción de tiempo7, encontramos los primeros
ejemplos de posposición a la principal.

7
Al gramaticalizarse como conjunción, apenas presenta características distintas de
las que tiene en su uso como adverbio de aproximación, uso que aún puede apreciarse en
la correlación apenas… cuando. Estas características han sido estudiadas para el español
moderno por Pavón (2013: 521-524).
776 Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga

(10) Apenas vide que salían de entre ellas dos balandras con bandera inglesa para
reconocerme, me atravesé a esperarlas (Sigüenza y Góngora, Los infortunios
de Alonso Ramírez, 1690, apud Herrero 2005: 224).
(11) Nadie puede dudar que con la quixada de un predecesor nuestro mató un
hombre á la mitad de los nacidos, ó á la quarta parte de los habitadores del
mundo, apenas fueron criados sobre él un varon y una muger, y nacido de
éstos dos hermanos (Portal de mauleros, Madrid, 1789, p. 3).

Junto a apenas… cuando, existieron también en el español medie-


val y clásico las construcciones apenas… que, con cambio de cuando
por la conjunción general de subordinación que, y apenas… y (Herrero
2005: 223-224), que no tuvieron mucho éxito. En el español moderno
sigue siendo frecuente el uso de apenas como conjunción temporal que
marca posterioridad inmediata, pero con algunas diferencias dialectales.
Así, en España es propio de la lengua elaborada y poco frecuente en
la conversación, frente al mucho más general en cuanto, mientras que
en algunas áreas hispanoamericanas, como Perú, es de uso muy gene-
ral. Al analizar un texto del escritor peruano Jaime Baily, La lluvia del
tiempo, hallo cuatro ejemplos de apenas introduciendo una subordinada
temporal de posterioridad inmediata, por ninguno de en cuanto. En El
héroe discreto, de Vargas Llosa, escritor peruano con muchos años de
residencia en España, encuentro ocho ejemplos de apenas conjunción
de posterioridad inmediata por ninguno de en cuanto. En El enigma del
convento, de Jorge Benavides, escritor peruano que también ha residido
largo tiempo en España, hallo seis ejemplos de apenas y solo uno de en
cuanto. Por otra parte, en las transcripciones de textos orales que ofrece
el PRESEEA, procedentes de distintas ciudades españolas e hispanoame-
ricanas, se recoge un ejemplo de apenas, introduciendo una oración de
posterioridad inmediata, en los materiales procedentes de Caracas, tres en
los que proceden de Lima y otros tres en los que proceden de Santiago de
Chile. No recoge ningún caso de en cuanto en los materiales grabados en
estas ciudades. En cambio, sí aparece en cuanto introduciendo oraciones
de posterioridad inmediata en los materiales procedentes de todas las
ciudades españolas representadas en el corpus8 (ocho en Alcalá, nueve
en Madrid, dos en Valencia), en las que no registra ningún ejemplo de
apenas con esta función.

8
Recoge además un ejemplo de en cuanto temporal en los materiales de Montevideo
y otro en La Habana.
La expresión de la posterioridad inmediata 777

(12) Apenas se casaron, en una discreta ceremonia, Tudela aplicó a la ciudadanía


de los Estados Unidos (Jaime Baily, La lluvia del tiempo, Madrid, Alfaguara,
2013, p. 150).
(13) Pero un día perdí la fe y nunca más la he recobrado. Creo que la perdí
apenas empecé a pensar (Mario Vargas Llosa, El héroe discreto, Madrid,
Alfaguara, 2013, p. 205).
(14) apenas cumplí yo veintinueve años nos casamos (LIMA_M23_042,
06/09/2009, apud PRESEEA).

Una estructura semejante a la que vemos en apenas… cuando se halla


en otras expresiones correlativas para la expresión de la posterioridad inme-
diata, que utilizan también un elemento negativo, como el adverbio no
negando el verbo, que puede ir acompañado de aún o reforzado con bien
en la oración principal y cuando en la subordinada (Eberenz 1982: 318-319
y 2014: 4192; Herrero 2005: 220-221). El negar el completo cumplimiento
de lo dicho en la primera oración antes de la aparición de la segunda sirve
psicológicamente para indicar la gran inmediatez de las acciones. En el
caso de no bien, también puede llegar a elidirse cuando en la otra oración:
(15) E Judas no era aún salido de la villa cuando ellos legaron d’esta vez ques
tornavan allá, e vinié él e encontrólos (Alfonso X, General Estoria, apud
Eberenz 2014: 4192).
(16) no bien comenzó a caminar cuando unos y otros nos comenzaron a dar vaya
(Quevedo, La vida del Buscón, apud Herrero 2005: 221).
(17) pero no bien empezó a decaer el comercio en el de Felipe Tercero, y Cuarto
se disiparon en un momento tesoros, industria, población, fábricas y fuer-
zas terrestres y marítimas (Vicente Basadre, Memoria sobre los beneficios
que resultan al Estado de la honrosa profesión del comercio, 1796, apud
CORDE).

En cualquier caso, son usos que corresponden a la lengua elaborada,


y casi sin empleo en la oralidad.
En las variedades hispanoamericanas del español, se ha desarrollado
modernamente un uso correlativo semejante a los del tipo apenas… cuando
con el adverbio recién: recien… cuando. El adverbio recién es forma apo-
copada del adjetivo reciente utilizada adverbialmente ante participios. En
todas las áreas hispanohablantes, recién puede anteponerse a un participio
de un verbo transitivo o de un intransitivo inacusativo (recién salido, etc.),
pero en el español hispanoamericano puede aplicarse a un verbo en forma
personal para indicar que la acción se acaba de producir (recién llegó)
(RAE-ASALE 2009: 2329). Con este valor, recién puede entrar en corre-
laciones del tipo recién… cuando: «Recién habíamos llegado a la vereda
778 Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga

cuando el rector nos llamó nuevamente y nos pidió que entráramos todos»
(Ángela Pradelli, Amigas mías, 2011, apud CORPES XXI). Sin embargo,
ni son muy frecuentes ni los corpus académicos las recogen hasta época
muy reciente. No hay que confundir con estos casos otros ejemplos for-
malmente semejantes, pero en los que recién no presenta el valor aspectual
que se refiere a acción recién concluida, sino el valor focal de ‘justamente,
precisamente’ (RAE-ASALE 2009: 2330): «aquel hijo del desierto, / ensar-
tado lo llevé, / y allá recién lo largué / cuando ya lo sentí muerto» (José
Hernández, La vuelta de Martín Fierro, 1879, apud CORDE). De hecho,
en este caso la relación temporal es la inversa a la que encontramos en
las secuencias apenas… cuando. En él la oración introducida por cuando
señala anterioridad respecto a la principal, en la que se inserta recién. De
utilizar apenas tendríamos que recurrir a una construcción como «apenas
lo sentí muerto (cuando) lo largué».
También se halla en Hispanoamérica la secuencia recién cuando. Del
mismo modo que recién puede acompañar a un adverbio de tiempo en el
español hispanoamericano (sobre todo en el del cono Sur y área andina) en
secuencias como recién entonces, puede acompañar también a una oración
subordinada de tiempo. Probablemente hemos de ver también aquí el valor
focal de recién, que en principio daría lugar a una interpretación de simul-
taneidad (18), desde la que fácilmente se puede pasar a la de posterioridad
inmediata (19).
(18) La escuché putear bajito y recién cuando yo estaba terminando un cigarrillo
volvió a aparecer en la habitación (Eduardo de la Puente, Por qué tardé
tanto en casarme. Crónica despiadada de las mujeres de mi vida, Argentina,
2002, apud CORPES XXI).
(19) En Alihuatá se dieron cuenta de que estaba herido recién cuando se des-
plomó en las posiciones, al regresar de una descubierta (Juan Bautista Riva-
rola Matto, Yvypóra, Paraguay, 1970, apud CORDE).

A partir de estos contextos, pudo producirse la elipsis de cuando:


«Recién entré me tocó matar a una persona» (Guillermo González Uribe,
Los niños de la guerra, Bogotá, 2002, apud CORPES XXI), si bien no es
claro que este proceso se haya dado, pues el uso de recién como conjunción
temporal de posterioridad inmediata se da también en áreas distintas del
cono Sur donde el uso de recién cuando no existe o es poco frecuente. De
todas formas, también se encuentra con cierta frecuencia, en un área más
extensa, la secuencia cuando recién, donde recién es adverbio que modifica
al verbo al que acompaña: «Él la miró otra vez, como la miraba los lunes
La expresión de la posterioridad inmediata 779

cuando recién llegaba, puntual, a la sacristía» (Norberto José Olivar, El


hombre de la Atlántida, Venezuela, 2003, apud CORPES XXI), pero desde
la que también podría llegarse, mediante elisión de cuando, al empleo de
recién con valor de conjunción de posterioridad inmediata. Que no sean
frecuentes las construcciones de posterioridad inmediata en la correlación
discontinua recién… cuando puede deberse al hecho de su tardía aparición,
posterior a la generalización del simple apenas como nexo temporal, que va
acompañado de la decadencia del esquema más antiguo apenas… cuando,
que podría haber servido de modelo a una correlación discontinua. Por otra
parte, el simple apenas serviría de modelo de uso de un elemento adverbial
como conjunción. Pudo haber además un punto de partida para el contagio
en el uso prácticamente equivalente de apenas y recién en construcciones
absolutas con valor de posterioridad inmediata, del tipo «recién / apenas
empezado el curso, cambiaron la sede del rectorado».

6. En cuanto
En el español medieval y clásico, en cuanto introducía oraciones de
simultaneidad. El relativo cuanto puede hacer referencia a una cantidad
indefinida de tiempo. Si esa cantidad de tiempo es la misma en la oración
principal y en la subordinada, la relación ante la que nos hallamos es de
simultaneidad. Al simple cuanto (a veces con la variante cuanto que), que
se usó en oraciones temporales, podía anteponerse la preposición en, pues
esta preposición siempre ha sido frecuente en la introducción de comple-
mentos circunstanciales de tiempo:
(20) e avn entre los romanos e griegos con tales degollauan sus sacrificios,
quanto duró el gentílico rito en la jovial ley (Villena 4.23, apud Eberenz
1982: 328).
(21) todos los más granados fechos que los vuandalos et los otros barbaros fizie-
ron en quanto señorearon Espanna (Crónica Gral, apud Eberenz 1982: 343).

En el español moderno, se da un desplazamiento del valor de simul-


taneidad al de posterioridad, que Ridruejo (2003: 332) entiende como un
proceso de exaptación. Para este investigador, el proceso que llevaría a
la adquisición del nuevo valor partiría de la utilización de en cuanto en
oraciones que indican procesos puntuales, en los que la duración queda
reducida a un instante. En estos casos, los dos procesos deben considerarse
simultáneos, o si uno es puntual y otro durativo, inmediatamente sucesivos
(Ridruejo 1992: 813 n. 6 y 2003: 328-330). La explicación de Ridruejo
resulta bastante razonable; no obstante, no deja de resultar llamativo que
780 Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga

se encuentren muy pocos ejemplos medievales en que pueda darse una


interpretación de posterioridad inmediata (Ridruejo 2003: 326-328; Herrero
2005: 242), aunque puede hallarse alguno como «En quanto este niño ouo
siete años, dexaron en el inperio» (Cifar, p. 434, apud Ridruejo 2003: 328).
También resulta llamativo el hecho de que, tras un periodo de uso intenso
como locución de simultaneidad, hasta el siglo XVII, y un periodo de muy
baja frecuencia de uso en el XVIII, lo encontremos al menos desde finales
del XVIII con el uso moderno9: «En cuanto todo acabe, / hacia mi tierra
torno como un rayo» (Trigueros, Los menestrales, 1784, apud Herrero
2005: 243), y ya firmemente asentado desde principios del XIX, sin que
apenas se encuentre un periodo más o menos prolongado de coexistencia
de los dos valores.
En cualquier caso, el uso de en cuanto como locución de posteriori-
dad inmediata es relativamente moderno. Aunque ha arraigado en todo el
ámbito hispanohablante y podemos considerarla la locución por excelencia
para esta relación en el español moderno, no tiene, como vimos, la misma
intensidad de empleo en unas y otras áreas: su uso en el español peninsular
parece más intenso que en las variantes hispanoamericanas, especialmente
en áreas como la andina. En el español moderno se ha creado también
una forma coloquial y vulgar en cuanto que, a semejanza de otras muchas
locuciones conjuntivas, entre ellas algunas temporales, en las que que se
une a un elemento precedente10:
(22) iba un coche al lado mío y<alargamiento/> / iba muy rápido yo y // no me
dio tiempo a // frenar y / me salí del carril le toqué // y me fui volando / en
cuanto que le toqué salí disparado de la moto // di vueltas y<alargamiento/>
me caí de boca al suelo (MADR_H11_002, 04/12/2008, apud PRESEEA).

7. Nada más + infinitivo


Otra construcción reciente para la expresión de la posterioridad inme-
diata es nada más seguida de infinitivo. Es una construcción especialmente
característica del español europeo, aunque no es desconocida en el resto
del dominio lingüístico hispánico. La RAE-ASALE (2009: 1790) se refiere

9
En Davies (2002-) se recogen numerosos ejemplos de en cuanto como locución
de posterioridad inmediata en la Relación histórica de la vida del Venerable Padre Fray
Junípero Serra, escrita por Francisco Palou, que fecha en 1757. Sin embargo, la primera
edición de esta obra es de 1787 (México, Imprenta de Don Felipe de Zúñiga).
10
El PRESEEA da cinco casos de en cuanto que por cuatro de en cuanto en los
materiales que publica de Madrid, y uno más en Alcalá frente a siete de en cuanto. Los
dos que recoge en Valencia presentan la forma en cuanto.
La expresión de la posterioridad inmediata 781

también a la construcción no más + infinitivo, que en el español hispanoa-


mericano alcanza también usos como locución de posterioridad inmediata,
y Kany (1970: 370-371) señala también el uso de al no más + infinitivo y
no más que, este último en el habla mexicana. No obstante, su intensidad
de empleo es menor que la de nada más + infinitivo11. Como apunta la
RAE-ASALE (2009: 3015), en los usos temporales de nada más + infinitivo
«se excluyen implícitamente otros momentos posteriores». Nada más es
una expresión que de un modo general, en todo el dominio hispánico, viene
a ser equivalente a ‘solo’, y que en el contexto temporal presenta como
relevante solo el momento inmediatamente anterior a la acción, proceso
o situación expresados en la oración principal, excluyendo cualquier otro
hecho o momento intermedio y poniendo de relieve la inmediata conexión
entre los dos momentos así relacionados. De hecho, el propio adverbio solo
seguido de infinitivo también presenta ese valor, al menos en el español
peninsular en un registro coloquial: «Solo levantarse oyó su voz viril, her-
mosa» (Zunzunegui, Camino 25, apud DEA: 4140b). Y en algunas zonas de
América se documenta también una expresión al solo + infinitivo, paralela
a la construcción al no más + infinitivo: «El letrero desapareció del peñasco
al solo marcharse Ladrada hacia la mina» (Miguel Ángel Asturias, Mala-
drón, epopeya de los Andes Verdes, 1969, apud Davies 2002-).
Volviendo a la construcción nada más + infinitivo, hemos de señalar
que el CDH no documenta esta secuencia hasta 1914, aunque en una cons-
trucción que no es temporal (en ella, nada más equivale a ‘solamente’);
hay otro ejemplo dudoso (23), de 1921, pero probablemente tampoco tem-
poral (la pausa indicada por la coma hace preferible su interpretación como
‘solo’) y uno claro ya de 1930. A partir de entonces los ejemplos son
mayoritariamente de valor temporal, y se hacen frecuentes desde la década
de 1970. La mayoría de ellos proceden de textos españoles aunque hay
ejemplos repartidos, en menor proporción, en los distintos países de habla
española. Esta clara preferencia por el empleo de esta locución en el español
peninsular queda también patente en los ejemplos del CORPES XXI, que
recoge 1777 ejemplos españoles de nada más + infinitivo (la mayoría con
valor de locución temporal) por 318 hispanoamericanos, a pesar de que el
volumen de textos hispanoamericanos en este corpus es mayor que el de
textos españoles (70% de textos producidos en América, 30% en España):

11
En las conversaciones que transcribe el PRESEEA encontramos nueve ejemplos de
nada más + infinitivo con valor de posterioridad inmediata procedentes de ciudades españo-
las, pero no hay ninguno de no más + infinitivo procedente de ciudades hispanoamericanas.
782 Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga

(23) Pronunciar el nombre de don Álvaro, oír su voz y sus pisadas, nada más
presentirle, era para Paulina de un delicioso sobresalto (Gabriel Miró, Nues-
tro padre San Daniel, 1921, apud CDH).
(24) Esto lo decidí a los once años; a los ocho ya había frecuentado una academia
de dibujo; nada más llegar a Madrid, me informé de las que estaban a mi
alcance, y al curso siguiente reanudé mi aprendizaje (Rosa Chacel, Estación.
Ida y vuelta, 1930, apud CDH).

Entre los ejemplos hispanoamericanos de nada más + infinitivo con


valor temporal, se hallan bastantes procedentes de Argentina y Cuba, lo
que estaría de acuerdo con la observación académica (RAE-ASALE 2009:
3015) sobre su uso en el español rioplatense y caribeño, aunque los ejem-
plos argentinos no son del todo fiables (al menos en cuanto a su intensidad
de empleo), pues doce de los diecisiete registrados proceden de textos de
Ernesto Ekáizer, periodista afincado desde hace décadas en España. En
menor medida proporciona el CDH ejemplos de otros países como Uruguay,
la República Dominicana, Colombia, Venezuela, Perú y países centroame-
ricanos como Nicaragua12 o El Salvador. Sin embargo, aunque hay quince
ejemplos procedentes de textos mexicanos, en la mayoría de ellos nada más
+ infinitivo tiene el valor adverbial focalizador de ‘solamente’: «Recuerda
las palabras del gobernador Madrazo al señalar que no basta nada más
abrir carreteras y llegar a puertos, sino que se requiere también fortalecer
la producción primaria mediante la investigación» (Excélsior, 11/07/1996,
México, apud CDH). Solo en uno presenta un claro valor de locución de
posterioridad inmediata. En cambio, en los textos mexicanos que recoge
el CORPES XXI (entre 2002 y 2012), aunque el empleo focalizador con el
valor de ‘solamente’ sigue siendo frecuente, los usos temporales ascienden
hasta representar aproximadamente la mitad, lo que parece estar marcando
también una extensión de este empleo en México. En cualquier caso, el uso
español sigue siendo con mucho más intenso que el del resto de los países
de habla española. En las transcripciones de conversaciones del PRESEEA
aparece en todas las ciudades españolas (cuatro veces en Valencia, tres en
Alcalá, dos en Madrid), mientras que no aparece nunca en las que proceden
de ciudades hispanoamericanas. En algunos casos, encontramos la variante
nada más que13, probablemente debida a la atracción de las numerosas

12
De los dos ejemplos nicaragüenses que se recogen, en uno tiene el valor de ‘solo’
y en otro el de ‘en cuanto’. El único ejemplo panameño tiene el valor de ‘solo’.
13
Kany (1970: 371) documenta también la forma no más que seguida de verbo en
forma personal en México, y nada más que en España. Ofrece el siguiente ejemplo de
los Cuentos populares publicados por Aurelio Espinosa en 1924: «Nada más que saco la
La expresión de la posterioridad inmediata 783

locuciones conjuntivas en las que interviene la conjunción que. Incluso en


alguna ocasión aparece nada más + verbo conjugado sin que aparezca que.
(25) Nada más que esté bien dormida la cambio (Guillermo Samperio, «AQUÍ
GEORGINA». Ellas habitaban un cuento, México, 2001, apud CORPES XXI).
(26) Por lo visto, nada más que ocurrió esto se estropeó el sistema de teléfonos y
por mucho que intenté llamar no había forma de contactar con nadie (M. Á.
Zamora, «Algunos de mis amigos han tenido que dormir sólo con velas»,
León, <diariodeleon.es>, 2011-03-13, apud CORPES XXI).
(27) había requerido su presencia nada más se instalara Goyeneche en la corte
madrileña (Jorge Eduardo Benavides, El enigma del convento, 2014, Madrid,
Alfaguara, p. 33).

Por el contrario, también una conjunción temporal procedente de la


gramaticalización de un adverbio, que no forma locución añadiendo que,
como apenas, llega algunas veces a construirse con verbo en infinitivo, si
los sujetos de subordinada y principal son correferentes:
(28) Apenas entrar, había sentido en ese sitio magnético la liberación de otras
tensiones de la vida (Leonardo Padura, La cola de la serpiente, 2011, Bar-
celona, Tusquets, colección Maxi, 2015, p. 158).

8. Conclusiones
El estudio de las conjunciones y locuciones conjuntivas utilizadas para
la expresión de la posterioridad inmediata en español muestra un constante
proceso de renovación, de creación de nuevos elementos nexuales. Aunque
la renovación de conjunciones puede darse en cualquier punto del sistema
de coordinación y subordinación, parece que aquellos en los que se codifica
una relación especialmente expresiva, como es la posterioridad inmediata,
tienen una mayor tendencia a la creación de nuevas formas. En cuanto a los
procedimientos de formación, aunque no son siempre iguales ni predecibles
los procesos de gramaticalización y regramaticalización (o exaptación) que
llevan a la habilitación de conjunciones o locuciones conjuntivas con deter-
minado valor, sí parece haber unos patrones más frecuentes, como son la
creación de locuciones a partir de preposición + que y adverbio + que (pro-
cedimientos frecuentes en las lenguas romances heredados del latín tardío),
la gramaticalización como locuciones temporales de construcciones com-
parativas en que aparece un adverbio de cercanía temporal (aína, presto,
pronto), el paso a conjunciones de adverbios (a veces como consecuencia de

calandria a la puerta empieza a llover» (Cuentos, Málaga), que muestra cierta antigüedad
de este empleo en el habla vulgar.
784 Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga

un proceso de elisión) y de elementos focalizadores de singularidad (nada


más + infinitivo, no más + infinitivo) o el deslizamiento hacia estos usos
de elementos previamente gramaticalizados como conjunciones (desde que,
en cuanto). La aparición de nuevas conjunciones y locuciones conjuntivas
de posterioridad no lleva necesariamente, ni de un modo automático, a que
esos elementos pierdan otros valores que previamente pudieran tener (pién-
sese, por ejemplo, en los usos focalizadores de apenas o nada más), ni a la
desaparición de otras conjunciones y locuciones más antiguas. El manteni-
miento en unas áreas de formas que se han hecho arcaicas o han desparecido
en otras, el surgimiento de nuevas formas que no llegan a extenderse a
todos los territorios hispanohablantes, o las preferencias en el uso de unas
u otras, llevan a la aparición de diferencias dialectales. Así podemos ver el
mantenimiento con vitalidad de desde que como locución de posterioridad
inmediata en Canarias y el español caribeño, uso desaparecido del resto de
los territorios hispanohablantes; el surgimiento en Hispanoamérica de los
usos conjuntivos de recién, ajenos al español peninsular; el desarrollo en el
español moderno, a partir del XVIII, de la locución en cuanto, más arraigada
en el español peninsular, donde el uso de apenas ha disminuido y pasa a
ser característico de la lengua elaborada, frente a su mantenimiento con
vitalidad en la lengua hablada de algunas zonas hispanoamericanas, como
sucede en el habla peruana; o la extensión de la locución aún más moderna
nada más + infinitivo, también especialmente frecuente en España, frente
a un uso mucho menor en Hispanoamérica, donde, sin embargo, podemos
encontrar la secuencia no más + infinitivo ajena al uso español.

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Análisis del gerundio compuesto a partir
de textos periodísticos de finales del
siglo XIX y principios del XX

Silvia Hurtado González


Universidad de Valladolid

Resumen. El objetivo de este estudio es el análisis del gerundio compuesto en


textos periodísticos de finales del siglo XIX y principios del XX. Dicho análisis
se basa en varios parámetros relacionados tanto con la construcción que contiene
el gerundio compuesto (presencia de nexos subordinantes, posibilidad de recibir
negación propia, aparición o ausencia de sujeto y complementos propios y posi-
ción sintáctica) como con la relación semántica entre esta y la oración principal.
Los resultados de esta investigación apuntan a que la variante compuesta del
gerundio, en la época y tipo de texto considerado en este estudio, presentaba un
rendimiento que no coincide exactamente con el uso tradicionalmente descrito
en las gramáticas.
Palabras clave. Gerundio compuesto, historia de la lengua, textos periodísticos.

Abstract. The purpose of this study is the analysis of the compound gerund in jour-
nalistic texts from the late XIX century and early XX century. The analysis is based
on parameters relating both to the construction contained in the compound gerund
(presence of subordinate conjunctions, possibility of receiving proper negation,
presence or absence of subject and proper complements and syntactic position)
and to the semantic relation between the gerund and the main clause. The results
of this research suggest that the gerund compound variant, in the time and text
type considered in this study, yields a performance that does not match exactly
the traditional use described in grammars.
Keywords. Compound gerund, history of language, journalistic texts.

1. Introducción
En comparación con la abundante bibliografía existente en torno al
gerundio simple, las referencias al gerundio compuesto son escasas y se
788 Silvia Hurtado González

hallan, por lo general, en las gramáticas normativas tradicionales y los


manuales al uso. En estas obras se señala que el gerundio compuesto
(habiendo + participio) presenta los valores de anterioridad y perfectivi-
dad aportados por el auxiliar haber, por oposición al gerundio simple, que
se define como forma imperfectiva, si bien en ocasiones ambas pueden
ser empleadas como equivalentes. Fuera de esto, las referencias al funcio-
namiento de la variante compuesta, a las que iremos haciendo referencia,
son pocas y breves.
La ausencia de investigaciones centradas específicamente en el gerun-
dio compuesto está justificada por tratarse de una forma en desuso o anti-
cuada en la lengua coloquial y oral. En efecto, se trata de una forma más
propia de la lengua escrita, en especial de registros formales o especiali-
zados, como el periodístico o el jurídico, pero incluso en estos su presen-
cia es mínima1. Ahora bien, cabe preguntarse qué situación presenta el
gerundio compuesto en otras etapas de la lengua. A este respecto, mientras
Muñío Valverde (1995: 96) señala que «aparece muy poco en los textos
medievales», en la Nueva gramática de la lengua española (2009: vol. ii,
§27.4e) se defiende que su uso fue «pujante» en la lengua clásica. Pero
ese uso pujante, por mantener el mismo calificativo que la Academia, se
puede observar asimismo en la época y tipo de texto seleccionados para
este estudio: los textos periodísticos de finales del siglo XIX y principios
del XX. En el siguiente apartado, justificamos la elección de esta época y
tipo de texto como base de nuestro corpus.

2. Corpus y metodología
Como ya hemos adelantado, la fuente de la que procede nuestro cor-
pus es exclusivamente periodística. En concreto, para este estudio, hemos

1
El reducidísimo empleo en la lengua actual del gerundio compuesto se ha visto
confirmado en varios corpus (Hallebeek 1998: 197, por ejemplo), pero el más reciente
es el de Verhaert (2008). En el recuento realizado por esta autora, de un total de 1217
formas, 1214 son gerundios simples y 3, compuestos; por lo tanto, la frecuencia relativa
del primero es del 99,75% frente al 0,25%, correspondiente al gerundio compuesto, lo que
resulta determinante para su estudio. En palabras de Verhauert, «el casi monopolio del G
[gerundio] simple lleva a anclar el análisis en su naturaleza imperfectiva» (2008: 103).
Hay que señalar que el corpus manejado en este estudio es un corpus paralelo bilingüe
español-neerlandés porque la intención no es solo analizar el gerundio español sino tam-
bién sus equivalencias en neerlandés. Las obras seleccionadas son exponentes de la ficción
narrativa contemporánea de fecha reciente.
Análisis del gerundio compuesto a partir de textos periodísticos 789

tomado como objeto de análisis El Imparcial (1867-1933)2. La elección de


este periódico responde a un motivo fundamental: el haber sido uno de los
periódicos madrileños de tirada nacional más representativo e influyente del
momento, considerado, de hecho, como uno de los principales periódicos
que iniciaron la gran transformación de la moderna prensa española.
La evolución de la lengua española a través de los documentos perio-
dísticos es un área poco explorada, pero es un ámbito imprescindible si
se quiere obtener un panorama integral de la historia de nuestra lengua3.
Así, nuestro estudio se inserta en la línea de investigación que utiliza los
textos periodísticos como fuente para el estudio diacrónico de fenómenos
lingüísticos de diversa naturaleza, entre ellos, obviamente, los morfo-
sintácticos, a pesar de que estos no han sido los que más atención han
recibido4. Y si es claro el interés del texto periodístico como documento
lingüístico, también lo es la importancia del periodo acotado para este
estudio, pues, como señala Borreguero Zuloaga (2012: 309), en el siglo
XIX «la prensa se convierte en un factor primordial no solo del cambio
social y cultural, sino también de la consolidación y difusión de modelos
lingüísticos».
Dicho esto, en esta investigación hemos empleado un corpus consti-
tuido por 35 números de periódico. Para su selección, dividimos el periodo
comprendido entre 1867 y 1933, el tiempo de vida de El Imparcial, en
etapas de quince años, con la excepción del último tramo, separado de los
anteriores por 21 años por la sencilla razón de hacer coincidir el último
año de expurgación del periódico con el año de su desaparición, de modo
que los años considerados en este estudio son los siguientes: 1867, 1882,
1897, 1912 y 1933. Asimismo, en cada uno de estos años examinamos siete
números de periódico, separados entre sí por el intervalo de una semana.
La expurgación de todos estos documentos periodísticos ha permitido la
recopilación de una base de datos de 52 gerundios compuestos frente a
2611 gerundios simples presentes en este mismo corpus; esto es, el gerun-

2
Esta fuente está disponible en la Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de
Madrid, a la que se puede acceder desde su página web.
3
Por lo general, los estudios diacrónicos han estado ligados a un tipo de corpus en
el que no todos los registros lingüísticos están igualmente representados. En este sentido,
y en el caso concreto del conocido corpus de la Real Academia Española (CORDE), se ha
señalado la escasa presencia del registro periodístico.
4
Carmona Yenes (2013) expone una visión de conjunto sobre los todavía escasos
estudios lingüísticos de prensa histórica en español, centrados especialmente en el léxico
y en distintos aspectos discursivos.
790 Silvia Hurtado González

dio compuesto muestra un porcentaje de aparición del 2% frente al 98%


del gerundio simple. Por lo tanto, el presente análisis se sustenta en una
base empírica, si bien conviene adoptar una postura de cautela a la hora
de extrapolar los resultados a otros géneros y fechas.
Tras la recolección de ejemplos, en la segunda fase de esta inves-
tigación las muestras recogidas fueron sometidas a un análisis meticu-
loso basado en varios parámetros relacionados con la construcción que
contiene el gerundio compuesto y con la relación entre esta y la oración
principal. El conjunto de parámetros analizados no se enmarca en ningún
modelo teórico específico, sino que es el resultado de una aproximación
ecléctica inspirada en estudios anteriores y en la propia observación de
los datos. A continuación, ofrecemos los resultados de dicha clasificación.

3. Análisis de los datos


El objetivo de este análisis es la presentación de los resultados de los
parámetros examinados con el fin de obtener una idea más clara del fun-
cionamiento del gerundio compuesto en la época y tipo de texto acotados
para este estudio.
3.1. Nexos que orientan la interpretación de la construcción gerundiva
La bibliografía insiste en la casi total ausencia de nexos que orientan
la interpretación semántica del gerundio, tanto simple como compuesto.
Los datos analizados confirman la marginalidad del nexo en la variante
compuesta. Solo un 3,8% de las construcciones con gerundio compuesto
se construyen con un nexo; en realidad, con un solo nexo: aun. En efecto,
es este el único nexo documentado, favorecedor de la interpretación con-
cesiva de la construcción gerundiva. Reproducimos seguidamente las dos
únicas veces que aparece en nuestro corpus (y, además, en la misma
noticia):
(1) […] sin olvidar que en las ostras, aun no habiendo sido evidenciado el
bacilo de Eberth, no puede afirmarse que en determinado momento no haya
existido (10/3/1912).
(2) […] porque, aun no habiendo padecido jamás la fiebre [los sanos], han
absorbido en alguna ocasión el bacilo tífico que, vegetando de una manera
efímera en la sangre, ha ido á la vesícula biliar, en la que se multiplica y
vive (10/3/1912).

Como vemos en los ejemplos anteriores, este nexo va seguido inme-


diatamente por el adverbio de negación antepuesto al gerundio, lo que nos
lleva al siguiente parámetro.
Análisis del gerundio compuesto a partir de textos periodísticos 791

3.2. Negación propia


El gerundio compuesto puede presentar una negación propia, distinta a
la de la oración principal. En nuestro corpus hay ocho ejemplos de negación
del gerundio compuesto, lo que representa un porcentaje del 15,4%. Como
ya sabemos, dos de estos ejemplos están precedidos del nexo concesivo
aun. Veamos ahora un ejemplo sin nexo subordinante, esto es, solo con la
negación antepuesta al gerundio compuesto:
(3) No habiendo tenido efecto el día 15 de enero último por falta de licitadores
la subasta de los 800.000 escudos divididos en 1.500 acciones de á 200
escudos cada una, […]; se anuncia desde luego que la negociación de dichas
acciones deberá verificarse nuevamente en subasta pública el día 1º de mayo
próximo (1/4/1867).

3.3. Sujeto y complementos propios


La naturaleza verbal del gerundio compuesto se manifiesta sintáctica-
mente en la posibilidad de proyectar una estructura sintáctica semejante a
la del verbo conjugado. Por lo tanto, aparte de la posibilidad de admitir un
sujeto propio, el gerundio compuesto puede estar acompañado por com-
plementos y modificadores varios.
La referencia a un sujeto propio en las construcciones absolutas con
gerundio compuesto es una de las características más mencionada y aporta
al gerundio un valor próximo al de las formas finitas, aunque con la con-
sabida particularidad, común a las otras formas no personales, de que no
hay concordancia de número y persona. Es decir, el término sujeto es usado
en sentido amplio, como concepto semántico que satisface los requisitos
interpretativos del predicado (NGLE 2009: vol. ii, §38.11b). Teniendo en
cuenta esta circunstancia, el gerundio compuesto admite sujetos propios, sean
expresos o tácitos. Cuando el sujeto del gerundio coincide con el del verbo
principal, se percibe una marcada tendencia a que solo se manifieste en una
de las dos oraciones, tal y como se puede observar en el siguiente ejemplo:
(4) Los reunidos guardaron gran reserva respecto á los nombres acordados,
habiendo manifestado que no está ultimada la candidatura (4/4/1867).

En el caso de que sea distinto, cabe la posibilidad de que el sujeto del


gerundio se refiera a algún complemento de dicha oración:
(5) Parece que, afortunadamente, se ha llegado a un acuerdo con el Banco
Nacional de Bulgaria a este respecto, habiendo recibido este Banco la pro-
mesa formal de que en adelante procurará no demorar el pago a los expor-
tadores españoles de los saldos que tengan pendientes por sus suministros
a dicho país (16/5/1933).
792 Silvia Hurtado González

Del análisis del corpus se desprende que son más abundantes las mues-
tras de gerundio compuesto con sujeto explícito (con un porcentaje del
75%), siempre pospuesto al gerundio. He aquí algunos ejemplos más:
(6) Habiendo cesado el estado epidémico del cólera en el Archipiélago filipino,
se ha dispuesto se expida pasaporte á los jefes y oficiales de la Armada, así
como a las clases subalternas (22/10/1882).
(7) Dió á los novios la bendición municipal el obispo auxiliar del cardenal
arzobispo de Londres, que fué expresamente á París con el indicado objeto,
habiéndoles enviado la apostólica bendición Su Santidad el Papa Pío X
(27/4/1912).
(8) Habiéndole contestado nosotros que tenemos su escrito en nuestro poder,
tampoco se aviene á reconocer que os ha ofendido (12/4/1897).

En cuanto a los argumentos y complementos que puede recibir el gerun-


dio compuesto como resultado de su naturaleza verbal, lo que nos interesa
destacar, a la vista de los datos obtenidos, es el alto grado de elaboración
sintáctica de este tipo de construcciones. Y no solo de las gerundivas,
sino también de las oraciones en las que se integran. De ello dan fe los
siguientes ejemplos:
(9) El director general de Obras públicas, señor Zorita, dirigió ayer un telegrama
al ingeniero-jefe de la cuarta división de ferrocarriles, participándole que,
habiendo tenido noticias particulares de que el descarrilamiento del tren de
Puente Genil á Londres había sido motivado por el exceso de velocidad y
que el número de muertos y heridos no concuerda con los datos que ofi-
cialmente se han comunicado á la Dirección, le ordena que inmediatamente
manifieste la verdad de lo ocurrido (27/4/1912).
(10) Los tripulantes del vapor griego «Bacchus», de la matrícula de El Pireo, que
había entrado en Corcubión para guarecerse del temporal y proveerse de car-
bón, han desembarcado y se niegan á seguir el viaje, porque habiendo sufrido
averías graves el «Bacchus», que hacen pronosticar un naufragio, el capitán
no quiere detenerse en ningún puerto antes de llegar á Liverpool (11/4/1912).

Sin embargo, la complejidad que manifiestan estas construcciones tiene


que ver, más que con la propia forma no verbal en cuestión, con el hecho de
que aparecen en un registro formal, como el periodístico, en el que tienen
cabida oraciones más largas y complejas.
3.4. Posición sintáctica
Para el análisis de este parámetro, se ha determinado la posición del
gerundio compuesto de acuerdo al lugar que ocupa con respecto al verbo
principal. Obviamente, hay tres posibilidades: anteposición, intercalación
o posposición, como ilustran los siguientes ejemplos:
Análisis del gerundio compuesto a partir de textos periodísticos 793

(11) Habiendo decidido el comité de los reformistas que la manifestación pro-


yectada en Hyde Park tenga lugar á pesar de la prohibición del ministro del
Interior, se teme que la ejecución de este proyecto produzca un conflicto
(6/5/1867).
(12) El famoso meteorólogo Monn opina que, habiendo permanecido Amudsen
cuatro días en el Polo y sus cercanías, ha podido hacer observaciones exactas
sobre toda la región polar (10/3/1912).
(13) Recientemente se ha fundado este organismo sindical, que estará aus-
piciado por la Federación Gráfica Española, que entre otras cosas pro-
pugnará por la mejora de la clase, habiendo establecido su domicilio en
la avenida de Pi y Margall, 18, primero, núm. 7, donde se reciben las
adhesiones (24/5/1933).

Mientras que en la lengua actual las construcciones con gerundio com-


puesto muestran tendencia a aparecer antepuestas al verbo de la oración
principal (Arlanda Moreno 2014: 220), al margen de la fórmula estereoti-
pada o ritualizada «Falleció en Madrid, habiendo recibido los Santos Sacra-
mentos», se observa, a partir de los datos analizados, que las diferencias
en torno a las tres posiciones mencionadas no son significativas. Si acaso,
existe cierta preferencia por la posición medial (en cifras, un 38,5% de
todos los casos). Le sigue la posición pospuesta con un 34,6%, mientras
que los casos de anteposición son los menos abundantes en nuestro corpus,
con un porcentaje del 26,9%. Esto indica que la libertad posicional de estas
estructuras con gerundio compuesto era en estos momentos mucho mayor
que la que se observa en la lengua actual.
3.5. Relación semántica entre la construcción gerundiva y la oración
matriz
Como ya hemos señalado, como consecuencia natural del significado
del verbo haber, el valor prototípico del gerundio compuesto es el de ante-
rioridad en relación con el predicado principal. Además, se interpreta que
el evento expresado por esta forma necesariamente culmina antes de que
empiece el evento expresado por el verbo principal. Sin embargo, también
son posibles otras interpretaciones; incluso estas pueden solaparse haciendo
que en ocasiones no sea sencillo establecer dichos valores.
En este punto hay que señalar que el tiempo se entiende aquí de un
modo amplio; es decir, no solo en términos absolutos (en relación con el
momento del habla), sino también en relación con el tiempo denotado por el
verbo de la oración al que el gerundio se halla asociado, pues el gerundio,
como es sabido, carece de morfemas específicos a este respecto.
En cuanto a la anterioridad expresada por el gerundio compuesto, hay
que señalar que suele tratarse de una anterioridad mediata, no próxima
794 Silvia Hurtado González

o no inmediatamente próxima. Este significado de anterioridad mediata


puede verse reforzado por la presencia de sintagmas como días pasados
o similares.
(14) Parece que un vecino de aquel pueblo que hacia algún tiempo no se hallaba
muy en armonía con su esposa, habiendo tenido días pasados una querella
con esta, se encolerizó de modo que, armado de un puñal, se arrojó sobre
la infeliz, causándole tres o cuatro heridas de gravedad (16/3/1867).
(15) Habiendo sido 21 las defunciones en Enero y 24 en Febrero, y calculando
que la fiebre tifoidea acusa una mortalidad de un 20 por 100, el número de
desinfecciones pedidas viene á representar muy aproximadamente la cifra
de mortalidad que ha debido registrarse (10/3/1912).

No obstante, lo habitual es que no aparezca este tipo de modificadores


temporales, como en el siguiente ejemplo:
(16) Los Estados del Sur, habiendo vuelto á tomar el cultivo del algodón, deben
ahora alimentarse con todos los cereales de los Estados del Norte que son
los mayores productores (6/5/1867).

Solo hemos documentado dos casos de gerundio compuesto con valor


de anterioridad inmediata:
(17) Trasteolo con valor, ciñéndose como él solo se ciñe, y habiendo citado á la
fiera la recibió con una estocada en la cruz (6/5/1867).
(18) Habiendo preguntado el presidente cuánto tiempo antes, Mr. Fleet contestó
[…] (27/4/1912).

Sin embargo, también en nuestro corpus y en consonancia con lo seña-


lado en la bibliografía, el gerundio compuesto puede recibir una inter-
pretación concesiva o causal, valores compatibles con los significados de
anterioridad y perfectividad, ya mencionados, aportados por el auxiliar
haber. Como ya hemos consignado los ejemplos con el nexo concesivo
aun, ofrecemos a continuación ejemplos del significado causal que también
puede estar presente en este tipo de construcciones gerundivas.
(19) Se ha venido agitando la bandera de la permanencia de la Cámara, y habiendo
caído esta bandera, se busca ahora una suplementaria que coaccione los áni-
mos del país y otros ánimos que no necesitan de coacción (39/5/1933).
(20) La falta de espacio nos impide continuar esta enumeración, pero habiendo
puesto la casualidad en nuestras manos unas memorias notablemente
escritas, y unos apuntes honradamente dictados por un célebre esta-
dista del antiguo régimen, si sus defensores estiman conveniente con-
trovertir sobre la tesis que sustentamos, saldrán á la luz peregrinos datos
(21/4/1867).
Análisis del gerundio compuesto a partir de textos periodísticos 795

No obstante, hay ejemplos que se desvían de estos valores, como el


siguiente:
(21) Detenida inmediatamente la autora de aquel atentado, no hizo resistencia
alguna, habiendo declarado lo siguiente […] (16/3/1867).

Parece claro que declarar denota un evento posterior al expresado por


el verbo principal. Tiene, por lo tanto, un significado de posterioridad. Y
en el siguiente ejemplo el valor de posterioridad se hace explícito a través
del adverbio de tiempo después, que modifica al gerundio:
(22) También se leyó otro telegrama del general Polavieja, fechado ayer en Bar-
celona, donde llegó a las siete de la mañana, dirigiendo un expresivo, res-
petuoso y patriótico saludo á su majestad, como primer acto á su arribo a la
península, habiéndose recibido después el telegrama que dirige el gobierno
(14/5/1897).

Por otra parte, encontramos casos de gerundio compuesto con valor


ilativo5. Dicho valor sirve para conectar dos ideas que se suman u oponen
manteniendo la ventaja de que haya dos conjuntos de relaciones gramati-
cales y no dos construcciones con verbo en forma personal, lo que permite
relacionar estrechamente las dos acciones referidas:
(23) Del combate de ayer se ha dicho horrores, no habiendo sido nada (6/9/1982).
(24) El ministro de la Gobernación celebró ayer una conferencia con el de Gue-
rra, y el general Luque le manifestó que la operación última tuvo impor-
tancia, habiendo sufrido el enemigo bajas considerables (26/3/1912).

Hay que señalar que este significado ilativo o copulativo suele expresar
una relación causa-efecto, relación que parece legitimarse por el significado
léxico de algunos verbos. En efecto, hay ciertos verbos que incorporan en
su raíz léxica una relación de causa-consecuencia intrínseca, como por
ejemplo, quedar. Esto es, ya de por sí, este verbo, con el que se forma el
gerundio compuesto en la siguiente oración, es un verbo resultativo que se
centra en el resultado o la consecuencia de otro evento que se interpreta
como la causa.

5
Aunque aquí hablemos separadamente de gerundio de posterioridad y de gerun-
dio ilativo, cabe subsumir las diferencias existentes entre ambos, como hace Fernández
Lagunilla (1999), quien los engloba bajo la categoría de gerundios ilativos por entender
que poseen el mismo valor copulativo para luego establecer una distinción en dos grandes
subgrupos: el gerundio explicativo y el gerundio de posterioridad.
796 Silvia Hurtado González

(25) Ha sido restablecida la Constitucion de 1860 y declarado traidor el Gobierno


de Prada, habiendo quedado suprimidas todas las contribuciones creadas por
este (24/3/1867).

Si sumamos los casos de gerundio compuesto con valor de posterio-


ridad y con valor ilativo, tenemos ocho ejemplos (un 15,4% de todas las
ocurrencias de gerundio compuesto en nuestro corpus), proporción que no
parece despreciable, sobre todo teniendo en cuenta la ausencia de docu-
mentación al respecto.
Hay que decir en este punto que los significados de posterioridad e
ilativo son muy frecuentes en nuestro corpus con el gerundio simple6, si
bien esta variante simple del gerundio será objeto de otro trabajo mucho
más exhaustivo. Quizá entonces estemos en condiciones de ensayar una
explicación para estos usos del gerundio compuesto cuya existencia reclama
su derecho a ser estudiado y analizado.

4. Conclusiones
El análisis realizado de las construcciones con gerundio compuesto en
textos periodísticos de finales del siglo xix y principios del xx ha puesto
de manifiesto la marginalidad del nexo, la posibilidad de recibir una nega-
ción propia, la frecuente aparición de un sujeto propio explícito pospuesto
al gerundio, el alto grado de elaboración interna de estas construcciones
gerundivas (y aun de las oraciones en las que se integran) y su libertad
posicional. En cuanto a la interpretación semántica predominante, es tempo-
ral, específicamente de anterioridad mediata, aunque es posible también un
sentido causal o concesivo, pero lo sorprendente es que aparecen ejemplos
de gerundio compuesto de posterioridad e ilativos, valores ejemplificados
siempre con la variante simple del gerundio. En definitiva, el gerundio
compuesto presenta en estos momentos un gran abanico de posibilidades
de uso que son explotadas al máximo por el periodista.
Para terminar, insistiremos en que este estudio es parcial y debe com-
pletarse con el análisis de las construcciones con gerundio en distintas eta-
pas y tipos de texto. Dichos análisis, que serán abordados en una próxima

6
A lo largo de los siglos xix y xx existió un enconado debate en torno a estos usos
del gerundio simple. Actualmente, la ngle (2009) señala que debe evitarse el gerundio
cuando la acción que denota es posterior a la acción que expresa el verbo principal, mien-
tras que se admite cuando el gerundio indica la consecuencia de lo expresado en el verbo
principal.
Análisis del gerundio compuesto a partir de textos periodísticos 797

etapa, nos permitirán obtener un panorama completo de este aspecto del


sistema verbal de la lengua española.

Bibliografía
Borreguero Zuloaga, Margarita (2012): «Análisis del discurso», en Alonso Zamo-
rano Aguilar, ed. y coord., Reflexión lingüística y lengua en la España del XIX:
marcos, panoramas y nuevas aportaciones, Múnich, Lincom, 301-337.
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Verhaert, Anne (2008): El gerundio no perifrástico del español. Cómo no ser
demasiado explícito ni demasiado implícito, Foro Hispánico, 30, Amsterdam,
Rodopi.
Hacia un análisis morfológico de
los hispanismos argelinos

Ahmed Kaddour
Universidad Complutense de Madrid

Resumen. La integración de los préstamos en el seno de nuevos sistemas lin-


güísticos hace que las palabras transferidas cursen un ciclo distinto del que sufre
el elemento primigenio. En otras palabras, la evolución diacrónica del elemento
prestado suele dar lugar a configuraciones muy distintas a las de su étimo. Por
tanto, la evolución de los segmentos morfológicos de los elementos prestados en
el árabe argelino pasa por una adaptación a los mecanismos morfológicos propios
del árabe vernáculo. Cuando se produce la incorporación al árabe argelino de
un sintagma formado por más de un elemento, estas secuencias no se conciben
generalmente como compuestas, sino que se interpretan como elementos sim-
ples con sus constituyentes originarios soldados en una sola unidad lexemática.
El hablante argelino concibe las secuencias de estos préstamos como unidades
léxicas indivisibles sin posibilidad de segmentación alguna.
Palabras clave. Hispanismo, morfología, composición, derivación, prefijación,
sufijación.

Abstract. Loanwords integration within new linguistic systems makes transferred


words experiment a diachronic cycle differently from its etymology. In other
words, lifecycle evolution of the element transmitted often lead to very different
configurations from its etymon. Therefore, loanwords morphological segments
development in the Algerian Arabic undergoes a morphological adaptation
to vernacular Arabic mechanisms. When a word consisting of more than one
linguistic segment has been transferred to the local system these sequences are
not generally seen as composed, but are interpreted as simple elements with
its original lexematic constituents as a single unit. Algerian speaker sees the
sequences of these loanwords as indivisible lexical units without any possibility
of segmentation.
Keywords. Hispanism, morphology, composition, derivation, prefixation,
suffixation.
800 Ahmed Kaddour

Introducción
Al incorporarse al sistema lingüístico árabe, los préstamos de origen
español pueden experimentar determinados cambios formales para adap-
tarse a la estructura morfológica del sistema receptor. La adopción de estos
cambios o la posibilidad de crear sobre el préstamo derivados, siguiendo las
pautas de la derivación en árabe, son indicio del grado de aclimatación al
nuevo sistema. Hablamos de la derivación producida ya dentro del sistema
lingüístico oranés: «La presencia de la derivación es síntoma del arraigo
de un lexema en la lengua» (Bajo Pérez 1997: 11).

Morfología nominal
Dentro de la morfología nominal hay dos aspectos de especial rele-
vancia que afectan a la forma de los sustantivos: la adjunción del artículo
y la formación del plural.
a) Adjunción del artículo
El primer fenómeno que llama la atención es la aplicación del artículo
determinado el a la mayoría de los adjetivos y sustantivos del español
tomados como préstamo en el oeste de Argelia. Muchas veces, por la
frecuencia de la aplicación del artículo al lexema, este acabó formando,
conceptualmente, parte del mismo. No se interpreta como artículo; por
ejemplo, en la palabra esbitar < el hospital, con la caída de la -l- intervocá-
lica favorecida por la dificultad de pronunciarla como [elsbitár], el artículo
pierde sus rasgos formales para formar parte del conjunto del lexema; pasa
lo mismo con erriel < el real. La dificultad fónica de articularlo como
[elȓjél] incide en la caída de la -l del artículo haciendo que el conjunto
sea en la mente del hablante argelino una unidad léxica morfológicamente
desfragmentable. También es el caso de elsobera < sopera, elsupa < sopa,
elrujo < rojo (con el significado de ‘rubio’), elrauda < rueda, elronda <
ronda, etc. En árabe resulta muy difícil la realización fonética de dichas
voces con el artículo: [elsbitár], [elsopéra], [elsúpa], [elráwda], [elrónda],
por lo que se pronuncian [esbitár], [esopéra], [esúpa], [eȓáwda], [eȓónda].
En la fonética del árabe dialectal y clásico, igualmente aplicable al prés-
tamo español, en todas las palabras que empiezan, entre otras, con una
consonante vibrante sonora (simple o múltiple) /r/, /ȓ/, alveolar fricativa
(sorda o sonora) /ș/, /ẓ/ o alveolar nasal sonora /n/, se tiende a eliminar
en general la -l del artículo definido el como contracción fonética para
facilitar la pronunciación. En otras palabras, la -l del artículo se asimila en
las consonantes que acabamos de mencionar; son las llamadas consonantes
solares, en oposición a las consonantes lunares. El mismo fenómeno se
Hacia un análisis morfológico de los hispanismos argelinos 801

repite en español en algunos entornos dialectales coloquiales en los que


secuencias como «el Real Madrid», «el recuento» son realizadas [eȓiál-
madríđ], [eȓekwénto], lo que no ocurre en entornos formales o ambientes
académicos donde el hablante se esmera en su articulación: [elreálmadríđ],
[elrekwénto].
Por otra parte, casi todos los adjetivos y sustantivos están definidos
por el mismo artículo invariable el, independientemente de que sean feme-
ninos o masculinos, como en los siguientes ejemplos: elbasura, elgravata,
elsardina (con pronunciación [esardína]), elnegrita ([enegríta]), elflicha,
elfarina, etc. Cabe señalar que en los casos en los que hay una cognición
del artículo el, este es interpretado como el artículo definido árabe al y
no como su correspondiente en español. Resulta difícil determinar con
precisión si el artículo es del árabe o del español, ya que por la forma se
asemeja, indudablemente, tanto al español como al árabe, pero no es así en
la concepción individual de los hablantes, que consideran que el artículo
procede del árabe clásico. Esta confusión morfológica se debe, como es
natural, a la influencia del árabe; en este idioma, el artículo determinado
transcrito en español como al, a menudo pronunciado [el] dialectalmente,
acompaña a los sustantivos y adjetivos sean femeninos o masculinos. Para
distinguir entre ambas categorías gramaticales tenemos que fijarnos en el
último sonido de la palabra; si tiene una -t es femenina y si no la tiene
suele ser masculina, aunque esta norma tiene sus excepciones. Es probable
que con la articulación dialectal [el] se confunda un artículo con otro y se
favorezca su uso con sustantivos de cualquier género y número. El mismo
fenómeno se aplica a los sustantivos y adjetivos procedentes del sistema
francés, como basina < bassin, que adopta el artículo el convirtiendo el
término en la forma lexemática el basina ‘barreño o recipiente grande
generalmente de plástico’. Es el equivalente a tina < tina. En este caso,
creemos que la influencia del artículo procede del árabe y no del español
(la similitud en la pronunciación es una mera coincidencia), ya que el
término es considerado femenino y no existe en la variante vernácula la
forma el la tina.
b) El número en el sustantivo
Desde el punto de vista de la variación de número, existen algunos
términos cuya forma dialectal no admite el plural con la forma española,
como sardina, cabina, pulpo, Roca (topónimo), etc. Algunas veces pueden
usarse sin variación formal también para un referente plural, mientras que
en algunas ocasiones se pluralizan en francés o de acuerdo con las carac-
terísticas morfológicas propias del árabe, según la cultura de los hablantes;
802 Ahmed Kaddour

así pues, encontramos, por ejemplo, el término chancla que designa con la
misma forma ‘chancla’ o ‘chanclas’. Aunque chancla es común sin varia-
ción formal, implica en el contexto adecuado una referencia plural. Esto
es debido a una cuestión intuitiva de la morfología del árabe que no utiliza
-s como marca del plural. Pero chancla puede sufrir también un reajuste
formal en su uso: existe una forma plural derivada del término original:
chnakel ‘chancletas’ (más de dos pares), adaptado a la morfología árabe
—con una asimilación perfecta en el sistema receptor—, que convive con
un término equivalente en árabe, nâala, que tolera una alternancia de uso
con el vocablo español.
Algo parecido, pero en sentido inverso, ocurre con la palabra tomatis,
que indica tanto el plural ‘tomates’ como ‘un tomate’ y que posee, como
se puede apreciar, el mismo marcador del plural -s que existe en tomates.
Sin embargo, en Argelia se aplica sin variación tanto al singular como al
plural. Esta invariabilidad del árabe, con la peculiaridad de que toma la
forma procedente del plural español, es debida quizá a su empleo frecuente
en plural (se suele comprar más de un tomate, recoger más de uno, etc.).
Resulta curioso que muchos hablantes argelinos consideren que este ame-
ricanismo, transmitido a su sistema vernacular como préstamo terciario
a través del español, procede del árabe clásico tamatim. No obstante, se
recurre generalmente al término tomatis antes mencionado para pedir un
tomate o muchos tomates. Por lo tanto, se ha normalizado la forma proce-
dente del plural español con posibilidad de usarla tanto para la referencia
plural como singular.
Naturalmente, la etimología última de la palabra es amerindia, como
hemos comentado anteriormente. Una vez adoptado el término por el espa-
ñol pasó a través de él al sistema lingüístico oranés. Es un americanismo
como tantos otros adoptados en la lengua española después de la conquista
del Nuevo Mundo y que se expandieron a nuevas tierras hispanas a través
de las distintas expediciones exteriores, sobre todo en el norte de África.
Paralelamente a esto, de entre algunos préstamos españoles existentes en
otras tierras, García Borrón (2003-2004: 68) expone, refiriéndose a los
préstamos castellanos al francés, cómo «una cantidad importante de estos
préstamos los había tomado a su vez el castellano del árabe o de las lenguas
prehispánicas de América». Por lo tanto, en este ámbito norteafricano, el
español sirvió como nexo de transmisión lingüística de la palabra tomates
desde América a la variante de la región oeste de Argelia. Veamos otro
ejemplo, los casos de Roca y serdina:
Hacia un análisis morfológico de los hispanismos argelinos 803

rocat, roquiéte, ruaqui serdinát (plural de serdina)


ä á ä
Roca (son el plural de Roca) Serdina (no es de uso frecuente)
æ â æ
les rochers (francés), rochiét les sardines (francés)
El hecho de que Roca tenga un plural acorde a la morfología del árabe
indica una plena integración del lexema en el léxico del sistema receptor.
Su variante francesa les rochers, a pesar de ser una forma léxicamente
distinta, se utiliza con el correspondiente singular rocher como soporte de
complementariedad.

Morfología verbal
Cuando un verbo de origen español se incorpora al caudal léxico del
dialecto árabe del oeste de Argelia se conjuga, lógicamente, siguiendo sus
modelos flexivos de conjugación verbal. Esto hace que, en muchos casos,
las formas verbales lleguen a ser irreconocibles para el hablante español.
Incluso diferentes vías de adaptación formal de un mismo verbo pueden
dar lugar a diferentes pautas de conjugación. Ejemplificamos con el pre-
sente de indicativo (correspondiente a la gramática del árabe) de algunos
verbos. El verbo aguantar se adapta como préstamo en el árabe argelino
de dos formas: la primera, wante, es variable en la conjugación en presente
y ofrece las variaciones que marcamos con cursiva:
Ana nwánti ‘yo aguanto’
Ntya twánti ‘tu aguantas’
Hnaya nwántiu, nwántou ‘nosotros aguantamos’
Ntuma twántiu o twántu ‘vosotros aguantáis’

La segunda forma, wantar, consigue conservar la r, y su conjugación


en el sistema receptor sería:
Ana nwantar ‘yo aguanto’
Ntya twántar ‘tu aguantas’
Hnaya nwantru ‘nosotros aguantamos’
Ntuma twantru ‘vosotros aguantáis’

En todas estas formas correspondientes al presente, el vocablo puede


dar a entender que la acción se está desarrollando en el momento en el que
el sujeto está hablando (‘estoy aguantando’). Hay que señalar que el verbo
es transitivo, es decir, que requiere algún tipo de complemento directo
explícito o tácito. Además, la conjugación en árabe vernáculo no tiene
804 Ahmed Kaddour

nada que ver con la conjugación en árabe clásico, aunque este le sirva de
referencia. En el caso de la primera, llega incluso a variar de una región
a otra. Por lo tanto, hay que llamar la atención sobre la ausencia de para-
digmas gramaticales normativos de los dialectos locales, semejantes a los
del sistema español o a los del francés, que podrían regir esta conjugación.
Para explicar el funcionamiento sintáctico del árabe dialectal tenemos
que tener en cuenta la presencia (imprescindible en algunos casos) de los
pronombres personales en el habla (ana ‘yo’, ntaya ‘tú’, hua ‘él’, hiya
‘ella’, hnaya ‘nosotros’, ntuma ‘vosotros’, huma ‘ellos’ / ‘ellas’). Para saber
de qué género o número estamos hablando, en ausencia de los pronombres,
hay que fijarse en la primera letra con la que empieza el verbo. Esto ocurre,
por ejemplo, con las personas del singular: ana nwanti ‘yo aguanto’, no es
igual que ntaya twanti ‘tú aguantas’, aunque la forma del verbo, si quitamos
la letra inicial, es igual; la única diferencia es la consonante inicial n- en el
primer caso, que indica la primera persona del singular, y la t- en el segundo,
que indica la segunda persona del singular. En el plural es diferente; hay
que fijarse, además, en la desinencia del verbo: hnaya nawntu o nawntiu
‘nosotros aguantamos’, ntuma twantu o tawntiu ‘vosotros aguantáis’. La
única forma de hacer la diferencia entre el masculino y el femenino en la
tercera persona del plural huma ‘ellos’ / ‘ellas’, puesto que la forma del
verbo es idéntica, es a través del contexto de la conversación. Naturalmente,
la variación formal de estas formas conjugadas hace que el término original
sea en ellas difícil de reconocer para un hablante español, si bien demuestra
la integración total del término en el sistema sintáctico receptor.

Derivación
Vamos a ocuparnos especialmente de la derivación nominal, sin pasar
por alto la composición sintagmática de la que también hallamos algunos
ejemplos. Según Alvar Ezquerra (1999: 49), la derivación «consiste en la
creación de elementos léxicos nuevos por la adición a palabras ya exis-
tentes en la lengua de elementos inseparables, esto es, de afijos, o por la
supresión de algún sufijo»; señala, además, la diferencia entre derivación
y flexión: «En ésta no hay aportaciones nuevas de significado, tan sólo
de función, mientras que en la derivación hay variaciones de significado
y, en menor medida, cambios de categoría gramatical de la palabra, pero
no modificación de la función» (ibid.). En sentido estricto, la morfología
derivativa nominal —según Bajo Pérez (1997: 11)—, «estudia la formación
de sustantivos a partir de lexemas preexistentes, bien por la anteposición,
bien por posposición de afijos derivativos, es decir, por adición de partículas
Hacia un análisis morfológico de los hispanismos argelinos 805

no autónomas a las que es posible reconocer valor significativo». Veamos


un ejemplo de una palabra que experimenta flexión y derivación a la vez.
Cuando un préstamo, generalmente sustantivo, ha arraigado comple-
tamente en el sistema receptor puede dar lugar a la creación de derivados
siguiendo los modelos del árabe dialectal. La palabra sabbat, igual que
el español zapato, designa solamente una unidad y no un par de ellos. El
plural de este término en el habla del oeste de Argelia tiene otra forma,
acorde con el procedimiento de formación de plural fracto en árabe, pero
guarda la raíz etimológica, probablemente romandalusí: sbabit («Aandek
erfed haduk esbabit mina etrig» ‘quita estos zapatos de en medio’). Se
puede apreciar la raíz del lexema sabbat < zapato, más el marcador de plu-
ral procedente de la variante oranesa. Destacamos aquí que, si una unidad
léxica importada presenta un tipo de flexión —en este caso, plural fracto—
propia de la lengua receptora, está mostrando una completa integración de
la voz en el sistema lingüístico de acogida. En otras palabras, cuanto más
se normaliza un término en la variante local oranesa, más posibilidades
tiene de adoptar sus diferentes procedimientos de flexión y una completa
adaptación a las características fonético-fonológicas propias de una palabra
árabe cualquiera.
De este término se derivó un verbo que no existe en español: ysabbat
‘calzarse los zapatos’, utilizado generalmente en frases hechas: «amchi
ysabbat ruhek» ‘vete a calzar tus zapatos’. La derivación, en este caso,
consiste en la adición de la y-, procedente del árabe dialectal, considerada
sintácticamente un marcador de una forma verbal personal, cambiando la
forma original y convirtiendo el lexema de sustantivo a verbo. En otras
palabras, se trata de la formación de un verbo denominal sobre sabbat.
Cambia el valor de ‘zapato’ a ‘acción de calzarse los zapatos’. Además,
adquiere un valor significativo figurado de ‘llevar zapatos nuevos’ en algu-
nos usos fraseológicos bajo la forma msabbat: «Juan djana el yum msa-
bbat ruhah» ‘Juan lleva zapatos nuevos’. Cabe señalar que, además de la
evidente diferencia formal entre el verbo ysabbat y el sustantivo sabbat,
el acento prosódico situado sobre la vocal a de la sílaba inicial del verbo
cambia de posición a la vocal a de la sílaba final del sustantivo.
Del sustantivo bumba < bomba se deriva un adjetivo inexistente en
español, elbumbardi ‘el que bombardea con mentiras’, aplicado, irónica-
mente, a una persona mentirosa. Este uso sigue, actualmente, consolidado
en la sociedad. Por otra parte, de bumba también se deriva un verbo tran-
sitivo inexistente en español, bumbi, que significa lo mismo que el español
botar: «Aya bumbi elblota!» ‘¡venga, bota la pelota!’; este término se utiliza
806 Ahmed Kaddour

en contextos deportivos que requieren como medio de juego una pelota.


Observamos, por otra parte, que del sustantivo cabli < cable se deriva el
verbo cablíh ‘arrastrar algo con un cable’, generalmente un coche averiado:
«Rak tchuf fel loto habsa kablih» ‘¿no ves que el coche está parado? Arrás-
tralo con el cable’.
Generalmente, la derivación morfológica1 llevada a cabo por los
hablantes de la variante argelina responde a una necesidad de extensión
de unas palabras que han mostrado significativa y cualitativamente su
arraigo en el sistema local. Esto sirve para facilitar la tarea de la comu-
nicación diaria porque competir sustituyendo las palabras derivadas por
otras equivalentes en árabe dialectal es una labor muy difícil, por no decir
inalcanzable y poco productiva. Además, esta necesidad está nutrida por
la creatividad léxica que es «uno de los ámbitos lingüísticos en los que
más se desarrolla la libertad del hablante, y los mecanismos movidos por
esa libertad son, por eso, abiertos y altamente influyentes en todos los
aspectos del léxico: los semánticos, los formales, los estilísticos, etc.»
(Almela Pérez 1999: 20).
Habitualmente, la extensión de la derivación de algunos términos
(como los vistos hasta ahora) alcanza a todas las esferas y capas sociales,
independientemente de su nivel cultural. En algunos casos, los medios
audiovisuales, el cine o la música ayudan a los términos derivados a tener
mayor asentamiento y más frecuencia de uso en el seno de la comunicación
diaria. La palabra bumbardi, por ejemplo, aparece como adjetivo aplicado
a un protagonista de un largometraje muy popular, Taxi majfi ‘Taxi oculto’,
emitido en todas las cadenas de la televisión argelina.

Préstamos en los que hay derivación y composición en español


Parte de los préstamos de origen español son palabras derivadas y
compuestas en el sistema de origen pero, generalmente, no son percibidas
como tales en el árabe dialectal del oeste de Argelia, pues los hablantes de
este dialecto no tienen competencia sobre los procedimientos compositivos
y derivativos en español. De modo que los préstamos se lexicalizan como
unidades léxicas o bloques lexemáticos unitarios indivisibles. Lo que para
la morfología española es considerado, por ejemplo, como un morfema
(prefijo o sufijo), para el hablante argelino es meramente un elemento del
lexema sin posibilidad de segmentación alguna.

Se trata de la creación de nuevas palabras mediante la adición de un afijo; mantienen


1

la misma raíz y comparten los mismos rasgos de significado.


Hacia un análisis morfológico de los hispanismos argelinos 807

a) Prefijación
El proceso de adición de los prefijos a los lexemas es considerado,
según Montero Curiel (2001: 13), «como mecanismo derivativo que crea
nuevos elementos mediante la anteposición de un afijo a una base» y es
considerado, desde el punto de vista cuantitativo, un procedimiento muy
productivo en el español actual. Como características generales, «los pre-
fijos suelen ser menos ambiguos que los sufijos, con manifiesta tendencia
a la monosemia, que implica un significado claro y constante o que, a lo
sumo, permite una polisemia limitada» (Lang 1992: 221). Los prefijos
pueden ser, según el mismo autor, separables e inseparables. Los separables
están formados por un prefijo que presenta una coincidencia formal con
algunas preposiciones y, por tanto, aparece como tal en otros contextos;
mientras que los inseparables no experimentan una coincidencia formal con
las preposiciones y, consecuentemente, solo aparecen unidos a un lexema.
Estos últimos proceden, en muchos casos, del latín.
Las palabras que vamos a presentar no contienen prefijos en árabe
dialectal, los tienen en español. Queda dicho que los hablantes que tienen
cognición de la existencia del artículo, piensan que proviene, a pesar de sus
rasgos formales procedentes del español, del árabe clásico al. El resultado,
tanto articulatorio como conceptual, favorece, como hemos visto, la fusión
del artículo en el lexema. Morfológicamente, [lánxoba] es un monema que
contiene tres sílabas: [lán]+[cho]+[ba]. Desde el punto de vista del espa-
ñol, se destaca que en la primera sílaba [lán] existe el artículo [la] + [án],
pero ha quedado acoplado al resto del lexema al fundirse las dos vocales
contiguas. En sentido inverso, algo similar ocurre en algunos arabismos
existentes en español donde el artículo al, sin ser considerado un prefijo,
es parte inseparable del lexema integrándose en su primera sílaba: alca-
rria, almirez o Alhambra con el artículo determinado serían la alcarria, el
almirez, la Alhambra.
Generalmente los prefijos en árabe dialectal, concebidos como tales
desde la perspectiva del español, son artículos determinados que sufren
contracciones varias. Se funde la vocal silábica inicial del lexema con el
artículo, como en los casos de la ama > lama, la aguja > laguja; se elimina
la vocal inicial del artículo y se anexa la consonante del mismo al lexema,
como en la palabra el interés > lentiris, o bien se elimina la consonante del
artículo y se contrae su vocal con el lexema: el real > erriel. Cabe señalar
que, desde el concepto estricto de la derivación, el artículo se considera
como un morfema afijo y no como prefijo, ya que no se antepone al lexema
para formar una nueva palabra semánticamente diferente.
808 Ahmed Kaddour

b) Sufijación
La derivación léxica mediante sufijación es, por oposición a la
prefijación,
el procedimiento de formación de palabras más productivo, general y variado
de nuestra lengua […], los sufijos tienen, por lo general, una categoría gra-
matical propia e incluso, en el caso de algunos sufijos nominales, un género
fijo; así, por ejemplo, el sufijo -ción impone la categoría nombre y el género
femenino a la base a la que se agrega. Por su parte, el sufijo -ble impone a
su base la categoría de adjetivo y el sufijo -iza(r) la categoría verbo (Varela
Ortega 2005: 41).

Por su rendimiento lingüístico y diversidad de unidades, el sufijo es


el procedimiento derivativo más productivo en español y «es el más com-
plejo, sobre todo por sus efectos fonológicos, morfológicos y lexémicos»
(Almela Pérez 1999: 71). Por estas razones los sufijos suelen acaparar la
atención de los especialistas, dada la complejidad de sus procedimientos y
la variedad de resultados derivativos que ofrecen.
Admitida la importancia del sufijo en español, tenemos que recordar
—igual que en el caso de los prefijos— que en el préstamo existente en
Argelia los sufijos son partes inseparables de sus unidades léxicas cuya
segmentación no cobra valor significativo alguno. Resulta esencial aclarar
que los sufijos concebidos como tales desde la perspectiva del español no
lo son en árabe dialectal. Los mismos, insistimos, no tienen cualidad sig-
nificativa alguna para la mayoría de los hablantes argelinos. Los que cog-
nitivamente tienen conciencia de ello son aquellos que han recibido alguna
formación que les ha permitido tal distinción. Los sufijos se transmitieron
como parte inherente, sin posibilidad de segmentación alguna, de la unidad
léxica que integran. Por ejemplo, el sufijo -illo, procedente en español del
latín -ěllus, que es el más antiguo y utilizado de todos los diminutivos
en español, aplicado a la palabra chiquillo, no cobra significado alguno en
la variante argelina. El único valor semántico que tiene el lexema es el de
‘aprendiz’. La eliminación del sufijo daría lugar a una forma que resultaría
incomprensible para los hablantes argelinos. Morfológicamente, la palabra
en español está formada por un lexema chico y un sufijo -illo con función
diminutiva. En este proceso de sufijación, se ha de unir el sufijo -illo a
la base chic-. El esquema de la construcción morfológica derivada de la
palabra es el siguiente:
[chico] → [chic- [o] + [illo] → [chiquillo]
Adjetivo → lexema + sufijo → Adjetivo con diminutivo
Hacia un análisis morfológico de los hispanismos argelinos 809

Por otra parte, a pesar de existir en árabe dialectal chancla sin dimi-
nutivo, por oposición a chancleta, chanclita con el sufijo, este no es con-
siderado morfológicamente como diminutivo ni como afijo. En este caso
concreto tampoco hay diminutivo en español: chancleta es lo mismo que
chancla y no se considera como chancla pequeña. Para los hablantes arge-
linos no hay diferencia alguna entre un término y otro. La distribución
morfológica de ambos sería:
[chancla] → [[chancl-] + [-ita], [-eta]] → chancla, chanclita, chancleta
Sust. etim. → lexema + sufijo → sustantivo singular (chnakel plural)

Con el sufijo -ista, que no tiene ningún valor semántico en árabe arge-
lino, tenemos el caso del sustantivo muturista ‘mecánico’.
[motor] → [motor-] + [-ista] → motorista, muturista (‘mecánico de barco’)
Sust. → lexema + morfema → adjetivo con diminutivo

Finalmente, estas y otras formaciones sufijales carecen de función gra-


matical o semántica alguna debido a la recepción de las palabras como
bloques lexemáticos concebidos sin partículas autónomas. La inexistencia
de afijos parecidos en árabe clásico o dialectal dificulta aún más, si cabe,
la normalización de los mismos como tales en la variedad vernácula. La
descarga de los sufijos y prefijos de sus rasgos originales en Argelia está
fomentada por la propia situación lingüística de los préstamos como pala-
bras independientes (bloques lexemáticos) incrustadas en el sistema de
comunicación local; lo cual no permite una segmentación lexemática e
impide tener una interpretación de la misma manera que lo hicieron sus
equivalentes en el español.
c) Composición
Junto con la sufijación, la composición constituye uno de los proce-
dimientos más productivos en el proceso de formación de palabras en la
morfología derivativa del español. Por su propia naturaleza de combinada
y su cualidad de fecunda, la composición ha encontrado diversos problemas
de índole conceptual y teórica: «en la composición la causa de los distintos
problemas radica en la fusión de elementos autónomos. Fusión y autonomía
que no las posee en grado absoluto. Los miembros de la composición se
hallan en una situación fronteriza: por un lado son independientes y, por
otro, confluyen, el uno hacia el otro, en una dependencia mutua» (Almela
Pérez 1999: 122).
Además de esta cuestión conceptual, Almela Pérez (1999: 122-156)
discute los problemas teóricos de la explicación de los compuestos y alude
810 Ahmed Kaddour

a cuatro: 1) noción, que plantea la distinción en la unión entre sintagmas


libres, sintagmas estereotipados, compuestos preposicionales, palabras no
compuestas, etc.; 2) origen del compuesto, puesto que no siempre está claro
qué unidad lingüística se halla en el origen del compuesto; 3) naturaleza
de los compuestos, con la discusión acerca de si los componentes tienen
que ser necesariamente lexemas antes de integrarse en el compuesto, y si
después de integrarse en él mantienen su condición lexemática; 4) y por
último, el autor alude a la problemática de la tipología y aborda los criterios
que se deben seguir en el modo de catalogación de los compuestos, como
relación semántica, categorías componentes, categoría resultante, signifi-
cado, referente, productividad, conexión sintagmática, etc.
La composición ha recibido diversas definiciones, si bien todas conver-
gen en el factor de unión. Benveniste (1977: 172) expresa que «hay com-
posición cuando dos términos identificables para el locutor se conjuntan
en una unidad nueva de significado único y constante». Lázaro Carreter
(1953) define en su diccionario la composición —en un acercamiento no
demasiado técnico— como «uno de los procedimientos de que la lengua
se sirve para obtener palabras nuevas [que] consiste en la reunión de dos
o más palabras en una sola, la cual, casi siempre adquiere un significado
que excede al de la simple agregación de dos significados de las palabras
componentes: ferrocarril».
Tal como hemos señalado en relación con los fenómenos de pre-
fijación y sufijación, la composición con voces españolas —como es
evidente— no es un procedimiento de formación de palabras en Argelia
en modo alguno. Este fenómeno lo tratamos desde el punto de vista del
español, donde se nos permite segmentar los lexemas y estudiar los rasgos
de contenido de los integrantes del compuesto tanto por separado como
unidos. Además, la situación fronteriza lexemática que podría darse entre
dos lexemas compuestos en español no es posible en el análisis lingüístico
desde la perspectiva dialectal argelina, porque el carácter de consolida-
ción unitaria de los lexemas a la que ha llegado el préstamo neutraliza
la composición como fenómeno y reduce el compuesto de un elemento
binario a una sola palabra. Dicho de otra manera, los compuestos, una vez
puestos en circulación en el sistema dialectal argelino del oeste, pierden
su cualidad de constituyentes binarios para confluir en una unidad léxica
compacta e inseparable. Por otra parte, es muy importante apuntar que
la principal característica de los compuestos en los hispanismos de la
variante del oeste de Argelia radica en que son del tipo español ciempiés
o limpiamanos y no del tipo de «aquellos sintagmas cuyos constituyentes
Hacia un análisis morfológico de los hispanismos argelinos 811

no están gráficamente unidos [que], sin embargo, constituyen una uni-


dad semántica y mantienen relaciones sintácticas semejantes a las que
presenta una estructura frástica u oracional: buque + escuela > buque
escuela» (Miranda Poza 1994: 63).
Tenemos que excluir de esta afirmación el compuesto banderat sbaniol
< bandera española (con el significado de ‘comida’), que es interpretado
por parte de los hablantes argelinos como dos lexemas distintos, aunque
ambos con cualidad invariable. Resulta que lo que, conceptualmente, faci-
lita la separación lexemática es el componente sbaniol ‘española’, que es
un término muy común y de uso muy frecuente. En otros contextos puede
dar a entender el plural de español, españoles: «haduk sbaniol» ‘estos son
españoles’ (el singular es sbanioli ‘español’). El hablante argelino tiene
acceso a esta separación de los elementos integrantes del compuesto porque
uno de los dos constituyentes, sbaniol, es utilizado en otros contextos como
unidad léxica independiente y concebida como tal en la mente de quien
la articula. Por lo que asociar este elemento a otro, banderat, hace que la
separación conceptual del compuesto sea posible por la cualidad de ele-
mento independiente de uno de ellos, sbaniol, en los patrones lingüísticos
individuales del hablante argelino. Hay que precisar que no hay acceso,
por parte del hablante argelino, al significado de ‘bandera’. Simplemente,
no se interpreta de un modo individualizado, aunque haya conciencia de
que hay dos términos. Es decir, que carece de significado alguno si no va
unido al adjetivo sbaniol.
La posibilidad de separar el elemento sbaniol del otro, banderat, en la
mente del hablante argelino, nos lleva a hablar del fenómeno de la com-
posición que, muy probablemente, es practicado en la variante oranesa por
lo que hemos dicho, y no introducido como tal desde el español. Semán-
ticamente, el compuesto determina de manera excluyente que la comida
es española y no argelina. Metafóricamente, existe una relación de seme-
janza entre los colores de la comida y los de la bandera española que ha
dado lugar a una nueva forma lexemática equivalente y parecida a la del
español bandera española, pero con un significado diferente. Finalmente,
insistimos en que es el único compuesto entre los préstamos considerado
como tal por la posibilidad de interpretación binaria a través de los patrones
referenciales que poseen los hablantes de la zona oeste de Argelia. Por otra
parte, desde el punto de vista cuantitativo, Restrepo (1994: 40) señala que
«los compuestos más abundantes y naturales son: 1) los de verbo y nombre:
salta montes, quita-sol […]; 2) los de sustantivo y adjetivo vin-agre (vino
agrio), barbi-rapado». Claro está que a esta afirmación habría que añadirle
812 Ahmed Kaddour

otras combinaciones de otras categorías gramaticales que resultan ser pro-


ductivas en la composición, si bien las más fecundas son las citadas por
Restrepo. En Argelia, dada la escasez —no así la diversidad— tipológica
de los compuestos (vistos desde la perspectiva del español) los agrupamos
todos en los siguientes ejemplos por categorías que se combinan:
1. Sustantivo + adjetivo
En español esta estructura binaria es muy productiva. Su característica
principal es que «se establece una relación atributiva entre determinado y
determinante, de forma que el segundo elemento restringe o concreta el
significado del primero» (Montero Curiel 1999: 55). Entre los préstamos,
encontramos los casos de waclara < agua clara, chibuina < Nochebuena.
Hay que señalar que estructuralmente ambos pertenecen al mismo tipo, pero
hay una diferencia: Nochebuena ya es un compuesto con un valor específico
en español; sin embargo, agua clara no lo es. Es un sintagma que, usado
irónicamente en ciertos contextos, cobra un determinado valor que es el que
pasa al oranés y ahí se lexicaliza; pero no existe lexicalización del sintagma
en español ni fijación como palabra compuesta, aunque cualquier hablante
pueda entender por qué llega a adquirir ese valor en oranés (uso metafórico
en referencia al ‘café que no está bien concentrado’).
Otro hecho que muestra que en el oeste de Argelia no hay conciencia
de la composición es la aféresis de la sílaba inicial que corresponde a una
parte del primer lexema (No)chibuina, (a)waclara. Igual sucede en tra-
bando, (con)trabando.
2. Sustantivo + sustantivo
El procedimiento de la composición en español por la unión de dos sus-
tantivos, sea del tipo coordinativo como en carricoche, o de subordinación
como en walimun, es una construcción, según Montero Curiel (1999: 55),
donde, como en este último caso, «uno de los dos sustantivos determina
al otro como si estuviera en genitivo». Según Romero Gualda (1994: 54 y
sigs.), resulta ser el esquema de composición más frecuente en el español
de los medios de comunicación. Podemos citar los siguientes ejemplos:
caniatimon < caña de timón, walimun < agua de limón.
3. Verbo + sustantivo
Según Pérez Lagos (1986: 21), «la formación de palabras compuestas
por un verbo y un sustantivo representa un tipo de composición léxica que
podía llamarse clásico, característico de las lenguas románicas y represen-
tado en toda la Romania». Ocurre esto en español; en Argelia encontra-
mos un único compuesto de cualidad toponomástica invariable: Miramar
< Miramar.
Hacia un análisis morfológico de los hispanismos argelinos 813

4. Preposición + sustantivo
De esta estructura hallamos únicamente el caso prefijal del español
contrabando. En Argelia se estandariza como trabando, con categoría gra-
matical de sustantivo.
5. Adjetivo + adjetivo
Dada la escasez de uso de este tipo de estructuras en español, resulta
difícil encontrar muchos casos en Argelia. El único que hallamos es un
numeral compuesto, con categoría gramatical de sustantivo, resultante de
la suma de dos cuantificadores: vinticuatro < veinticuatro. En este caso el
sustantivo ya se había lexicalizado en español antes de introducirse en la
variante argelina, donde se estandarizó como palabra única compacta y no
como un compuesto.

Características generales de los compuestos


Cabe distinguir, dentro del préstamo de compuestos, entre aquellos
que ya se habían formado en español (Nochebuena, Miramar, carricoche,
contrabando, veinticuatro) y aquellos otros en los que el árabe oranés toma
un sintagma que reinterpreta como una sola unidad, pero que no era un
compuesto en español (waclara < agua clara, walimun < agua de limón,
caniatimon < caña de timón (existe en español, pero pierde la preposición
en árabe), malacara < mala cara, malarasa < mala raza, malasombra <
mala sombra (igualmente existe en español como sintagma fijado, pero con
valor distinto al del oranés).
Entre los distintos compuestos, podemos señalar la existencia de com-
puestos copulativos (coordinativos), que tienen la misma jerarquía, en los
que «no es raro que entre los constituyentes del compuesto aparezca la
vocal de enlace /i/ que sustituye la última vocal del primer constituyente»
(Varela Ortega 2005: 78). Por ejemplo: vinticuatro < veinte y cuatro. Ade-
más, hay que anotar que «la vocal final del sustantivo se convierte -i-, sin
ninguna connotación semántica, sino sirviendo sólo como vocal de enlace»
(Montero Curiel 1999: 54).
También señalamos la existencia de algunos compuestos cuyos sig-
nificados se deducen de sus componentes: caniatimon < caña del timón.
Se produce en ellos un proceso de simplificación que parte desde varios
constituyentes del compuesto en español, que no van unidos gráficamente,
caña de timón, a un solo lexema nuclear en árabe dialectal, caniatimon, que
se explica a través del núcleo. Es decir, el primer constituyente —sintáctica-
mente el elemento nuclear— suministra la denominación caña, y el segundo
elemento —originariamente un modificador— ofrece la especificación de
814 Ahmed Kaddour

timón. Por su naturaleza morfológica, este tipo de compuestos se aproxima


al proceso que Alvar Ezquerra (1999: 24-25) denomina disyunción, que «da
origen a un tipo de lexías, las compuestas, en las que los dos elementos
participantes no se han soldado gráficamente, por más que la lexicalización
sea un hecho: cama nido, cuento chino». Señala Seco (1991: 218) que
estas «locuciones» tienen derecho a ser consideradas como una modalidad
especial de palabra compuesta, pues presentan forma fija y significado pre-
ciso, así como una determinada función en el conjunto oracional. Podemos
incluir en estas locuciones complejas la secuencia banderat sbaniol cuyas
características hemos comentado anteriormente.

Conclusiones
La variante objeto de análisis es un dialecto árabe que no se escribe,
sino que es un conjunto de signos orales cuyo deje es peculiar y que se
puede plasmar gráficamente, pero no tiene normas de escritura. Está teñido
en grandes proporciones de español y francés. Por otra parte, algunas modi-
ficaciones en la forma del préstamo son debidas a factores morfológicos.
Así, en algunos casos, es posible que se haya introducido el lexema con
el artículo, pero no se siente como tal, sino como parte del mismo. Dado
que no es habitual en árabe dialectal que los sustantivos comiencen por
e + consonante, se produce a veces la pérdida de la e- correspondiente
al artículo aglutinado dando lugar a formas como lentiris < el interés o
laz < el as. No obstante, la incorporación de sustantivos en los préstamos
estudiados viene acompañada casi siempre del artículo el, independiente-
mente de si es femenino o masculino: elbanca, elmango, elmanu, etc. Cabe
decir que el análisis formal llevado a cabo en este trabajo está realizado
desde la configuración morfológica del español, ya que es la única pers-
pectiva que nos puede permitir trabajar sobre segmentaciones lexemáticas.
Además, dada la complejidad interdisciplinaria en este estudio, había que
tratar de apoyarse en definiciones y ejemplos que nos pudieran clarificar
los casos analizados. Queda dicho que no todos los compuestos son conce-
bidos así siempre, más bien lo contrario. El hablante argelino concibe las
palabras (salvo en casos excepcionales) sin posibilidad de segmentación
alguna, como unidades léxicas no desfragmentables. Esta actitud pasiva
en el movimiento y creación de compuestos es debida al desconocimiento
profundo de la lengua española por parte del hablante local y, además, a
la propia naturaleza de los hispanismos circulantes en el sistema dialectal
argelino. Por otra parte, debemos admitir que los fenómenos fonéticos,
pero, sobre todo los morfológicos, en el préstamo no atienden a ninguna
Hacia un análisis morfológico de los hispanismos argelinos 815

dimensión sistemática, si bien la frecuencia de algunos fenómenos nos


induce, a veces, a pensarlo.

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Varela Ortega, Soledad (2005): Morfología léxica: la formación de las palabras,
Madrid, Gredos.
Dos diasistemas iberorrománicos occidentales en
contraste: el caso de la estructura art+pos+N en
español y portugués, del siglo XIII al siglo XVI

Mallorie Labrousse
Universidad París 8

Resumen. Del siglo XIII al siglo XVI, en el área lingüística castellana y portuguesa,
se disponía de dos sistemas de posesivos, uno construido con artículo y otro sin.
La frecuencia de uso de la estructura art+pos+N va disminuyendo durante la
Edad Media y se desgramaticaliza en el siglo XVI, mientras que en portugués va
aumentando durante el mismo periodo. Para intentar entender mejor este proceso
se analizan en este trabajo 26 textos, siguiendo la metodología idiolectal propuesta
por Barra Jover (2015). En un primer momento, se estudiará la evolución de la
alternancia entre art+pos+N y pos+N en español y en portugués del siglo XIII
al siglo XVI y se compararán ambas evoluciones. En un segundo momento, nos
preguntaremos si las variantes art+pos+N y pos+N están motivadas y controladas
y si se controlan de la misma manera en español y en portugués.
Palabras clave. Artículo + posesivo + nombre, variante, español medieval, por-
tugués medieval, siglo XVI.

Abstract. In old Spanish and old Portuguese, two different possessive systems
were available, one constructed with an article and another without an article. In
old Spanish, the proportion of structures with articles decreases in the middle age
until the degrammaticalization of this construction in the 16th century; whereas
in old Portuguese it increases during the same period. Firstly, this study aims to
shed light on the evolution of the possessive system in both languages, between
the 13th and the 16th century, comparing 26 idiolects, according to the idiolectal
method proposed by Barra Jover (2015). Secondly, this article addresses the
question of the motivation and the control of the variations article + possessive
+ noun / possessive + noun and seeks to compare the different tendencies in
both languages.
Keywords. Article + possessive + noun, variation, old spanish, old portuguese.
818 Mallorie Labrousse

1. Introducción
Asumiendo que no se puede tener acceso a la gramática social (o len-
gua histórica) de un tiempo pasado y que la historia de la lengua solo se
puede esbozar a partir de los testimonios escritos que nos han llegado de
épocas anteriores, coincidimos con Barra (2015: 272) en que solo se puede
llegar a conocer «ciertas propiedades correlacionadas de la gramática de
un locutor x en un momento t» si este momento t es anterior al nuestro.
Barra propone así que se estudie el cambio lingüístico a partir del análi-
sis de idiolectos. En este trabajo se pretende observar la alternancia entre
art+pos+N y pos+N en español y en portugués, del siglo XIII al siglo XVI.
Ahora bien, las variaciones se manifiestan a nivel del habla, es decir a nivel
de la producción individual. Tenemos aquí otra razón para estudiar textos
considerados individualmente y seguir el método idiolectal que propone
Barra. Sin embargo, hablar de «idiolecto», para referirse a producciones
literarias del siglo XIII o del siglo XIV, plantea ciertas dificultades, por-
que el concepto de autoría era diferente entonces y muchas obras eran
colectivas, y porque muchos de los textos de la época son anónimos. Por
otra parte, en la mayoría de los casos solo tenemos acceso a copias de un
original perdido y en ellas se pueden mezclar como mínimo el idiolecto
del copista y el del autor; y, finalmente, muchas obras de esta época son
traducciones o reelaboraciones de obras anteriores y en este caso también
se dan interferencias de varios idiolectos. Además, al trabajar con ediciones
y no directamente con manuscritos, también puede interferir el idiolecto
del editor. No obstante, la metodología implementada, de por sí, obliga
a ser muy conscientes de todos estos ruidos que pueden distorsionar los
resultados. Este trabajo es parte de una investigación diacrónica y diatópi-
camente más amplia en la que el concepto de idiolecto con su definición
plena de ‘producción individual’ es una herramienta muy útil a la hora de
estudiar la variación. Opinamos que, para el estudio de la lengua de textos
tempranos, el concepto en sí es interesante, a pesar de que actualmente
el material del que disponemos para los primeros siglos de la historia de
las lenguas escritas no permita su aplicación a todas las producciones que
utilizamos, a falta de otras en las que sí se podría aplicar. En estos casos
delicados, no hablaremos de «idiolectos» sino de «textos».
En el presente trabajo se estudian tres idiolectos o textos por siglo y
por lengua1 y, para constituir el corpus, se han analizado sistemáticamente
los primeros 500 posesivos de cada texto. El objetivo es observar el funcio-

1
En portugués se ha tenido que proceder a algunos ajustes que se justificarán más adelante.
Dos diasistemas iberorrománicos occidentales en contraste 819

namiento de una gramática personal o intentar entender el funcionamiento


interno de un texto, y comparar entre sí los resultados de la observación
de cada producción, sin pretender extrapolar las conclusiones más allá de
los textos que se analizan.
Hechas estas aclaraciones metodológicas, y antes de pasar al análisis
de los datos, recordaremos que durante la Edad Media teníamos dos para-
digmas de posesivos disponibles en el diasistema español y en el diasistema
portugués (que llamaremos a partir de ahora, por comodidad, «español» y
«portugués»): un paradigma con formas reducidas y otro con formas plenas,
que podían ir precedidas, o no, por el artículo, en ambos casos.

ESPAÑOL PORTUGUÉS
POS+N ART+POS+N POS+N ART+POS+N
Forma reducida mi fijo el mi fijo ta casa a ta casa
Forma plena mio fijo el mio fijo tua casa a tua casa
Tabla 1. Paradigmas de los posesivos en español y en portugués.

En español han triunfado las formas reducidas sin artículo y en portu-


gués europeo la solución diametralmente opuesta, la forma plena precedida
por artículo, aunque en ciertos contextos esta todavía alterna con la forma
plena sin artículo.

2. ¿Cómo evoluciona la alternancia entre art+pos+N y pos+N en


español y en portugués del siglo XIII al siglo XVI? y ¿en qué se
parecen o difieren ambas evoluciones?
Estos son los resultados que se obtienen para cada siglo al calcular la
media entre los tres textos:

Gráfico 1. Proporción de art+pos+N Gráfico 2. Proporción de art+pos+N


en el corpus español. en el corpus portugués.
820 Mallorie Labrousse

Recordamos que esas medias no pretenden ser generalizables y solo


sirven para mostrar la tendencia general en el corpus. Ambos diasistemas
presentan una proporción similar de art+pos+N en el siglo XIII (17% / 11%)
y en el siglo XIV (24% / 27%), con un aumento un poco mayor en portu-
gués que en español entre ambos siglos. Sin embargo, las líneas evolutivas
generales de la estructura en cuestión toman rumbos opuestos. En efecto, en
español, la proporción de estructuras con artículo disminuye hasta la des-
gramaticalización de esta posibilidad combinatoria en el siglo XVI, mientras
que en portugués, la proporción de estructuras con artículo aumenta del
siglo XIII al siglo XVI. Notamos que hay dos aparentes accidentes en las
líneas evolutivas: un aumento de estructuras con artículo en el siglo XIV,
en español, y una proporción muy baja de estructuras con artículo en el
siglo XV, en portugués.
Poco más se puede sacar de esas medias. Sin embargo, los resultados
por idiolecto (Gráficos 3 y 4) permiten ir un poco más lejos:

Gráfico 3. Proporción de art+pos+N en los idiolectos españoles.

Gráfico 4. Proporción de art+pos+N en los idiolectos portugueses.


Dos diasistemas iberorrománicos occidentales en contraste 821

Los resultados por texto son reveladores de la necesidad de trabajar a


partir de idiolectos o textos considerados individualmente y no a partir de
una mezcla indiferenciada de textos de una misma época. Por ejemplo, si
observamos los resultados para el español, lo que no nos dejaba ver el 17%
de media que teníamos para el siglo XIII, es la posibilidad de encontrar en
este mismo siglo idiolectos en los que más de un posesivo de cada cuatro
se combina con un artículo y otros en los que solo lo hace el 5% de los
posesivos, prueba de que la estructura ya estaba dejando de ser productiva
en las gramáticas personales de algunos locutores del siglo XIII. En cuanto
al aumento de la proporción de art+pos+N que observamos en español en
el siglo XIV, podría deberse al aumento de la visibilidad2 de la variante
con artículo y su uso consciente con fines estilísticos, como veremos en la
segunda parte de este trabajo. El siglo XV anuncia claramente la desgra-
maticalización de la construcción. Quizás Victorial sea más conservador
que los otros dos idiolectos, y Cárcel, redactado a finales de siglo, más
innovador. Finalmente, los cinco ejemplos de art+pos+N que encontramos
en Lozana, del siglo XVI, pueden ser interferencias del italiano, ya que la
obra se redactó y publicó en Italia.
Analizando la gráfica de los idiolectos portugueses, nos percatamos de
que las dos traducciones de obras de Alfonso X, Foro y Iªpartida, obtienen
resultados muy diferentes, puesto que presentan respectivamente un 4% y
un 40% de art+pos+N. Sería interesante estudiar el impacto de la lengua del
texto fuente en estos resultados, y el de las diferentes tradiciones discursivas
a las que ambos textos pertenecen, porque, a pesar de una gran diferencia
en las proporciones de construcción con artículo, las tendencias son las
mismas en ambas obras, como veremos a continuación. Aparte de estas
traducciones, el texto más problemático del corpus es Graal, porque es una
obra del siglo XIII de la cual solo nos ha llegado una copia del siglo XV.
La metodología implementada requiere que se trabaje con textos que tengan
cierta extensión (quedando descartados los textos notariales) y el objeto de
estudio requiere textos en prosa. Teniendo en cuenta estos impedimentos,
los textos seleccionados eran nuestras «mejores» opciones3.

2
Según Barra las variantes son visibles cuando el locutor y/o el receptor las perciben
distintamente y cuando la elección entre una u otra es interpretable. Para una definición
más detallada de los conceptos de «variante visible» y «variante invisible», vid. Barra
(2011: 81-82).
3
Martins (2007: 180-181) justifica que se pueda trabajar con Graal para estudiar la
lengua del primer siglo del portugués escrito.
822 Mallorie Labrousse

En la bibliografía se dice que la proporción de art+pos+N es menor


en los siglos XIII y XIV que al final del llamado periodo arcaico4. Sin
embargo, en nuestro corpus, los idiolectos del siglo XV tienen una bajísima
proporción de art+pos+N (inferior al 10%). Por una parte, el fuerte retro-
ceso de la estructura art+pos+N en el siglo XV se opone a la progresión
general de la estructura y, por otra parte, las copias del siglo XV de obras
escritas en el siglo XIII no parecen reflejar este retroceso. Frente a estos
resultados sorprendentes de los idiolectos del siglo XV, se decidió observar
el funcionamiento de otros dos idiolectos del mismo siglo: Horto y Regra,
redactados a principios del siglo XV, antes que los demás. Los resultados
de ambos idiolectos no tienen nada que ver con los de los tres idiolectos
iniciales5.

Gráfico 5. Proporción de art+pos+N en los idiolectos portugueses del siglo XV.

Se podría pensar que esta mayor proporción de art+pos+N se debe a que


ambos son textos religiosos. Habría que ver cuál es el peso de la tradición
discursiva en la elección de esta estructura en textos religiosos, fuera de
los casos en los que el poseedor es divino (contexto que suele favorecer el
uso de art+pos+N), puesto que incluso cuando el poseedor y/o el poseído
no son divinos, las proporciones de estructuras con artículo son muy altas
(un 55% para Horto y un 68% para Regra) en ambos idiolectos. Estudiando
otros idiolectos de este siglo se podría evaluar en qué medida la tipología
textual influye en la elección de las estructuras posesivas. Aparte de esta
pista que habría que explorar, ¿qué otra hipótesis se puede formular para
dar cuenta de estas diferencias tan grandes entre idiolectos de un mismo

4
Vid. a este respecto Costa (2002: 289) y Rinke (2010: 130).
5
En este caso, estudiar todas las producciones del siglo XV mezcladas y no por
idiolecto, podría dejar pensar que la forma art+pos+N sigue una progresión lenta y lineal
(siglo XIV = 27%, siglo XV = 31%, siglo XVI = 31%), mientras que el estudio por idio-
lecto deja claro que no es así.
Dos diasistemas iberorrománicos occidentales en contraste 823

siglo? Podemos imaginar que estamos frente a tres idiolectos conservadores


y a dos innovadores6; habrá que comprobar esta hipótesis analizando otros
aspectos lingüísticos de los textos en cuestión. Quizás estemos ante una
reacción conservadora frente al aumento de la estructura con artículo. Esta
gran disparidad entre los idiolectos puede ser un indicio de que el siglo XV
es un momento de transición.
Durante los siglos estudiados, en español se desgramaticaliza la forma
plena, de la que solo encontramos algunas escasas ocurrencias, y en por-
tugués se lleva a cabo la sustitución de las formas reducidas femeninas
por las formas plenas y se pasa de una mayoría de formas reducidas en
los siglos XIII y XIV a una mayoría de formas plenas en el siglo XV7.
Podríamos imaginar que la forma plena o reducida del posesivo ante-
puesto puede influir en la presencia o no del artículo. No obstante, en
nuestro corpus, ni en español, ni en portugués, se encuentra una diferencia
de proporción de estructuras con artículo entre ambos paradigmas, quizás
porque hay muy poca alternancia entre forma plena y forma reducida.
Cuando hay alternancia, el paradigma minoritario aparece en menos del
5% de los casos, salvo en dos idiolectos, Linhagens y Conselheiro, donde
la alternancia es un poco mayor, aunque la proporción de variantes mino-
ritarias sigue siendo inferior al 20%. En estos dos textos encontramos
una proporción ligeramente mayor de estructuras art+pos+N con la forma
plena que con la forma reducida, pero esta tendencia tendría que compro-
barse en otros idiolectos que presenten una mayor alternancia entre ambas
formas. De momento, si nos centramos en los datos del corpus, a priori,
la sustitución de la forma reducida por la forma plena se lleva a cabo
sin tener mayores consecuencias sobre la alternancia art+pos+N / pos+N.
Aun así, un dato puede merecer nuestra atención: en ambos idiomas, el
paradigma que se desgramaticaliza tempranamente pierde antes la posi-
bilidad de combinarse con un artículo. Concretamente, en nuestro corpus
español, en el siglo XIV, todavía se encuentra mio, pero ya no el mio, y
en el corpus portugués, en el siglo XIII todavía se encuentra ta pero ya
no a ta y en el siglo XV todavía se encuentra sa, pero ya no a sa. Quizás
porque en esos siglos el sistema sin artículo es mayoritario, pero, incluso
en un texto que parece más moderno, con una mayoría de estructuras con

6
Es interesante subrayar que Horto y Regra presentan proporcionalmente el doble de
estructuras art+pos+N que los idiolectos del siglo posterior.
7
Presentaremos datos más concretos en un trabajo exclusivamente dedicado a este
cambio.
824 Mallorie Labrousse

artículo, como Horto, encontramos un único ejemplo de sa y este aparece


sin artículo. De ahí que puede que se haya regularizado la alternancia sa /
a sa a favor de sa antes de que se perdiera la forma reducida. Estos datos
nos permiten suponer tres etapas del cambio lingüístico en portugués, del
siglo XIII al siglo XVI, que se pueden esquematizar así: sa / sua / a sa
/ a sua > sa / sua / a sua > sua / a sua. Puesto que el paradigma pleno
o reducido no parece influir en la elección de una estructura con o sin
artículo, podemos preguntarnos qué es lo que influye en esta elección y
si realmente algo influye.

3. ¿ Están motivadas y controladas las variantes art+pos+N y pos+N?


¿Se controlan de la misma manera en español y en portugués?
Se analizaron uno a uno todos los ejemplos del corpus y no se han
podido encontrar reglas semánticas o pragmáticas que permitan predecir
si en un contexto dado se usará una estructura o la otra. La única regla
que se ha podido encontrar es una regla sintáctica, y solo es válida para
el portugués: la estructura art+pos+ N nunca aparece en función voca-
tiva. De ahí que la única regla que parece común a ambos idiomas es la
alternancia.
Para ilustrar esta alternancia, se presentan ejemplos que se acercan a
los pares mínimos. Los ejemplos en (a) y en (b) están en la misma per-
sona, tienen el mismo poseído, la misma función sintáctica y los sintagmas
nominales presentan la misma estructura interna. El único ejemplo que
no cumple todos estos requisitos es el ejemplo para el español del siglo
XVI, porque los ejemplos de art+pos+N son demasiado escasos como para
encontrar pares mínimos. Por razones de espacio, solo se ofrece un ejemplo
por siglo y por idioma. Primero aparece el ejemplo español (1, 3, 5, 7) y
después el portugués (2, 4, 6, 8):
(1a) pobló otrossí su tierra apartada con los suyos (GEstoria, XIII, p. 82, lín. 1).
(1b) pobló otrossí la su tierra con los suyos (GEstoria, XIII, p. 82, lín. 6).
(2a) a honra de vosso linhagem (Graal, XIII, p. 26, lín. 3).
(2b) a alteza do vosso linhagem (Graal, XIII, p. 10, lín. 8).
(3a) metiólos so su señorío (CróAbrev, XIV, p. 180, lín. 12).
(3b) metiólos so el su señorío (CróAbrev, XIV, p. 145, lín. 19).
(4a) culpava eu a Jaasón, meu marido (HTroiana, XIV, p. 1441, lín. 10).
(4b) ¿Que faz Jaasón, o meu marido? (HTroiana, XIV, p. 1442, lín. 2).
(5a) non solamente a su coamante de dar tyene (Corbacho, XV, p. 57, lín. 22).
(5b) lo levaría para dar a la su coamante (Corbacho, XV, p. 96, lín. 28).
(6a) attaa o tempo de sua morte (CróPedro, XV, p. 208, lín. 15).
(6b) ataa o tempo da sua morte (CróPedro, XV, p. 211, lín. 8).
Dos diasistemas iberorrománicos occidentales en contraste 825

(7a) Señora, dad licencia a vuestro criado (Lozana, XVI, p. 266, lín. 17).
(7b) ¡Socorred el vuestro siervo! (Lozana, XVI, p. 182, lín. 12).
(8a) haveria seu amor (Menina, XVI, p. 60, lín. 17).
(8b) houvera o seu amor (Menina, XVI, p. 74, lín. 30).

En (1), su tierra / la su tierra son OD del verbo poblar y aparecen a


pocas líneas de distancia. En (2), seu clerigo / o seu clerigo son sujetos de
disse. En (3), su señorío / el su señorío aparecen en función de comple-
mento circunstancial inherente. En (4), meu marido / o meu marido están
en aposición al nombre propio Jasão. En (5), su coamante / la su coamante
son OI del verbo dar. En (6), sua morte / a sua morte son complementos
del nombre tempo. En Lozana, en (7a) vuestro criado es OI, mientras que
en (7b) el vuestro siervo es OD. Y finalmente en (8), seu amor / o seu amor
son OD del verbo aver.
También se pueden encontrar las dos estructuras posesivas en la misma
frase, o en dos frases seguidas, como ejemplificamos en (9) y (10):
(9) E el que no benze la su mala voluntad, antes, se va en pos della, finca ben-
zido. Ansí, el que a su voluntad no es para bencer (Victorial, XV, p. 192,
lín. 9).
(10) E este dõ Marti sanchez teue del Rei quatro cõdados. e foy sempre adeantado
ẽ galiza ẽ toda sa uida. E teue del dõ Rodrigo gomez de trascamar o condado
de trastamar que el tijnha del Rei en teẽça ẽ toda a sa uida (Linhagens, XIV,
p. 78, lín. 2).

Las dos estructuras posesivas pueden incluso estar en SN coordinados,


como en (11), en el que el orden de aparición de las estructuras es art+pos+N
– pos+N y en (12), en el que el orden es el contrario pos+N – art+pos+N:
(11) avemos otrossí contadas las sus pueblas primeras e sus costumbres (GEs-
toria, XIII, p. 31, lín. 34).
(12) nõ sse entẽde senõ polos segredos de Deus que som en ssa ley enos seus
mãdamẽtos (Iªpartida, XIV, p. 43, lín. 27).

En estos casos, las variantes no parecen estar controladas, pero pode-


mos encontrar tendencias en el empleo de las estructuras art+pos+N y
pos+N. Aquí, solo se describirán las que se han encontrado en el corpus
hasta el momento, aunque otras variables quedan por estudiar.
La primera tendencia sintáctica que encontramos en el corpus es la casi
ausencia de estructuras con artículo en contexto vocativo en español (solo
se registra una ocurrencia). Por consiguiente, puede que el español sea más
flexible que el portugués en este contexto, pero se tendría que comprobar
esta hipótesis en otros idiolectos.
826 Mallorie Labrousse

La segunda tendencia sintáctica es común a ambos idiomas y concierne


a la aposición. En efecto, constatamos la casi ausencia de estructuras con
artículo en este contexto sintáctico. En todo nuestro corpus español, tan
solo encontramos cinco ocurrencias de art+pos+N en aposición y solo siete
en el conjunto del corpus portugués.
La tercera tendencia sintáctica es sobre todo válida para el portugués y
concierne a la función sujeto. En efecto, en más de la mitad de los idiolectos
portugueses del corpus, encontramos una mayor proporción de art+pos+N
en función de sujeto que en las demás funciones8. En nuestro corpus espa-
ñol, esta tendencia no es tan patente puesto que solo se encuentra en tres
idiolectos.

Otra función
Sujeto
(- voc, - ap)
Gregório 59% 22%
HTroiana 36% 14%
Linhagens 58% 25%
Horto 87% 56%
CróConde 25% 8%
Menina 46% 33%
Peregrinação 45% 35%
Ropica 60% 20%
Tabla 2. Proporción de art+pos+N en función de sujeto en portugués.

Otra función
Sujeto
(- voc, - ap)
EvMateo 28% 19%
HisTroyana 49% 32%
Victorial 26% 14%
Tabla 3. Proporción de art+pos+N en función de sujeto en español.

8
Para medir la diferencia de proporción de art+pos+N y pos+N entre el sujeto y las
demás funciones no se han tomado en cuenta, en el cómputo, las ocurrencias que aparecían
en contexto vocativo o de aposición, puesto que vimos que estos contextos favorecían el
uso de la estructura sin artículo. La diferencia entre sujeto / no sujeto sería aún mayor si
se incluyeran también los dos contextos en cuestión.
Dos diasistemas iberorrománicos occidentales en contraste 827

En nuestro corpus portugués, esta tendencia parece ser más acusada en


los primeros siglos, puesto que, hasta mediados del siglo XV, la diferencia
media entre sujeto / no sujeto es de 30 puntos, mientras que, a partir de
mediados del siglo XV, se reduce a 10-15 puntos (con la excepción de
Ropica). En el corpus español, esta tendencia concierne a pocos idiolectos
y la diferencia de proporción de art+pos+N entre sujeto / no sujeto solo es
de 10-15 puntos9.
La cuarta tendencia sintáctica que encontramos, en realidad es sintác-
tico-semántica. Cuando hay un modificador interpuesto entre el posesivo y
el núcleo, el posesivo lleva artículo en una mayor proporción que cuando
no hay modificador.

Con adjetivo Sin adjetivo Con adjetivo Sin adjetivo


interpuesto interpuesto interpuesto interpuesto
Graal 31% 17% GEstoria 100% 24%
Iª partida 86% 38% HisTroyana 85% 28%
CróPedro 30% 6% Corbacho 14% 3%
CróConde 20% 9% Victorial 67% 11%
Menina 64% 33%
Peregrinação 57% 33%
Tabla 4. Proporción de art+pos+N con Tabla 5. Proporción de art+pos+N con
y sin adjetivo interpuesto en portugués. y sin adjetivo interpuesto en español.

Esta tendencia se comprueba en más idiolectos portugueses que espa-


ñoles; sin embargo, cuando se comprueba en español, es más patente que
en portugués.
La primera tendencia plenamente semántica concierne a los nombres
de parentesco. No afecta al español pero es patente en todos los textos
portugueses. La importancia de esta tendencia no es de extrañar puesto que
hoy en día, a pesar de la generalización de la estructura art+pos+N, todavía
se puede usar el posesivo solo (sin artículo) ante nombre de parentesco.
En nuestro corpus portugués, los sustantivos que establecen una relación
de parentesco entre el poseedor y el poseído aparecen proporcionalmente

9
Notamos que las dos traducciones portuguesas de las obras de Alfonso X no presen-
tan diferencias de proporción de art+pos+N entre la función sujeto y las demás funciones.
828 Mallorie Labrousse

menos con la estructura articulada que los demás sustantivos, como se


puede constatar en la Tabla 610:

Nombres de
Otro
parentesco
Graal 3% 20%
Gregório 12% 32%
HTroiana 3% 19%
Linhagens 14% 35%
CróConde 0% 11%
Horto 15% 64%
Regra 47% 72%
Menina 2% 41%
Peregrinação 7% 38%
Tabla 6. Proporción de art+pos+N con nombres de parentesco en portugués.

La diferencia media es de 20 puntos para los siglos XIII y XIV, mien-


tras que es de 30 a 50 puntos para los idiolectos del siglo XV que presen-
tan una mayoría de art+pos+N y para los del siglo XVI. En los textos del
siglo XV que presentan una gran mayoría de pos+N, la misma tendencia
se comprueba, pero la diferencia media es de 5 a 10 puntos, así que solo
presentamos los resultados de CróConde a modo de ejemplo11.
La segunda tendencia semántica que parece interesante destacar es la
mayor proporción de art+pos+N cuando el poseedor es Dios, Jesús o María
que cuando es otro poseedor.

10
Puesto que los nombres de parentesco aparecen a menudo en vocativo o en apo-
sición y hemos visto que, en estos contextos sintácticos, la construcción con artículo es
respectivamente agramatical y muy poco frecuente, no se han tomado en cuenta los SN que
aparecen en estas funciones. Así, se pretende observar el impacto del campo semántico de
la familia en la elección de las estructuras posesivas sin que los resultados estén sesgados
por las tendencias sintácticas en cuestión.
11
Iªpartida y Ropica no aparecen en la Tabla porque presentan menos de diez ocu-
rrencias de estructura posesiva + nombre de parentesco, aunque ambos textos sigan la
tendencia general. Foro presenta muchas ocurrencias de estructura posesiva + nombre de
parentesco; sin embargo, la diferencia de proporción de art+pos+N entre los sustantivos
que establecen una relación de parentesco (3%) y los demás sustantivos (4%) solo es de
un punto. Esta diferencia no es significativa.
Dos diasistemas iberorrománicos occidentales en contraste 829

Dios, Jesús, Dios, Jesús,


Otro Otro
María María
Gregório 72% 27% EvMateo 32% 12%
Foro 20% 4% GEstoria 64% 25%
Iªpartida 66% 24% Ultramar 60% 3%
Linhagens 86% 22% CróAXI 56% 10%
CróConde 31% 10% Corbacho 19% 3%
Horto 87% 55% Victorial 58% 9%
Regra 97% 68%
Tabla 7. Proporción de art+pos+N en Tabla 8. Proporción de art+pos+N en
función del poseedor en portugués. función del poseedor en español.

La tendencia en cuestión concierne a la mitad de los textos tanto espa-


ñoles como portugueses y parece ser la tendencia común más difundida,
quizás porque se puede asociar con una tradición discursiva común a ambas
áreas lingüísticas.
La tercera tendencia semántica también tiene que ver con lo divino.
Cuando se habla de Dios con la fórmula nuestro señor o nosso senhor, en
general el posesivo no va precedido por artículo. En todo el corpus español
encontramos solo 7 ejemplos de el nuestro señor (de los cuales 5 aparecen
en Ultramar), y en portugués encontramos 16 ejemplos de o nosso señor,
de los cuales 13 aparecen en Regla, donde el sustantivo divino va precedido
por art+pos o posesivo solo en la misma proporción que cualquier otro
sustantivo. Podríamos esperar más alternancia a medida que la proporción
general de estructuras con artículo aumenta, pero solo ocurre en Regla (sin
que suceda en otros textos del siglo XV ni en idiolectos posteriores), prueba
de que la fórmula tiene cierto grado de fijación sin el artículo.
La cuarta tendencia semántica es el hecho de que la estructura art+pos+N
parece servir para destacar «nociones clave» del texto —para retomar la
expresión de Eberenz (2000: 282)—. Por ejemplo, en la CróAbrev, más del
70% de los posesivos precedidos por artículo tienen como núcleo los sus-
tantivos imperio y reinado, que forman parte de la frase que abre cada capí-
tulo, pero estos sustantivos también aparecen con posesivo solo. Entonces,
incluso cuando parece que se intenta controlar la alternancia, no se con-
trola del todo. Si dejamos de tomar en cuenta los posesivos que califican
imperio y reinado, la proporción de posesivos precedidos por artículo en la
CróAbrev pasa del 28% al 11%, como ya mostramos en Labrousse
830 Mallorie Labrousse

(2017: 129). De ahí que quizás el aumento de la proporción de estructuras


con artículo en el siglo XIV sea consecuencia de una mayor visibilidad de
esta estructura. En Corbacho encontramos esta tendencia con el sustan-
tivo coamante12, aunque la tendencia es menos patente que en CróAbrev
porque hay menos ocurrencias de estructuras posesivas + coamante, y
el posesivo que precede a coamante solo se combina con artículo en el
29% de los casos. A pesar de todo, esta proporción de art+pos es mucho
mayor que con los demás sustantivos, que solo se combinan con art+pos
en el 4% de los casos en los que están precedidos por un posesivo. En
portugués solo encontramos esta tendencia en dos idiolectos del siglo XVI
y también concierne a un pequeño porcentaje del total de las ocurrencias
de art+pos+N. En Menina, las partes del cuerpo más mencionadas (rosto,
faces, barba, olhos, coração, cabelos) casi siempre van acompañadas por
la construcción art+pos. Esta tendencia es particularmente interesante
porque, como mencionamos en un trabajo anterior 13, muchos estudios
afirman que los poseídos inalienables, como las partes del cuerpo, no
suelen ir precedidos por una estructura posesiva marcada; ahora bien, en
el siglo XVI la estructura art+pos+N era la menos frecuente y por consi-
guiente la más marcada. Podemos preguntarnos si la tradición discursiva
en la que se inscribe Menina14 puede haber influido en la elección de una
estructura posesiva marcada para resaltar unas partes del cuerpo típicas
del amor cortés, que aparecen en frases igualmente típicas de los libros
de caballerías y de la novela sentimental. El otro idiolecto, en el que
parece que la estructura articulada acompaña las nociones clave del texto,
es la crónica de viaje Peregrinação. En esta, todos los sustantivos que
designan una embarcación se construyen con la estructura articulada15:
embarcação (6/6), fusta (6/6), junco (4/4), nau (5/5), navio (2/2), lorcha
(1/1), galé (1/1). Así, el 100% de las embarcaciones que aparecen como
objetos poseídos van precedidas por la estructura art+pos, mientras que
menos de uno de cada tres de los demás sustantivos se combina con
art+pos cuando son poseídos.
En el corpus también se encontraron dos tendencias pragmáticas que se
suelen mencionar en la bibliografía sobre la estructura art+pos+N en caste-

12
Eberenz también notó esta tendencia (2000: 288-289).
13
Vid. Labrousse (en prensa).
14
La novela pastoril, cuyo tema central es el amor idealizado, continúa la tradición
discursiva del amor cortés.
15
Esta tendencia no se da en ningún otro idiolecto.
Dos diasistemas iberorrománicos occidentales en contraste 831

llano medieval. La primera es la mayor proporción de construcciones con


artículo en las personas del acto de comunicación que en la 3.ª persona16.

1.ª, 2.ª pers.+ 1.ª, 2.ª pers.+


3.ª pers. 3.ª pers.
usted(es) você (-ês)
EvMateo 32% 6% Foro 17% 4%
GEstoria 38% 25% HTroiana 33% 9%
HisTroyana 63% 23% Horto 76% 50%
Regra 86% 66%
CróPedro 18% 6%
Tabla 9. Proporción de art+pos+N en Tabla 10. Proporción de art+pos+N en
función del poseedor en portugués. función del poseedor en español.

En los textos españoles, las palabras en estilo directo suelen ser de


personajes bíblicos o mitológicos, o de un pasado remoto, así que quizás
se asociaban los posesivos precedidos por artículo con un estilo arcaizante
o solemne ya desde el siglo XIII. En los textos portugueses, la situación
parece más compleja y merecerá ser tratada más detalladamente en otro
trabajo en el que se pueda entrar en el detalle de los textos.
La segunda tendencia pragmática que se ha encontrado en dos textos
es la mayor proporción de art+pos+N en el prólogo que en el resto de la
obra. Por ejemplo, en CróAXI encontramos un 48% de estructuras con
artículo, mientras que en el resto del texto solo encontramos un 6%. En
CróConde sucede lo mismo, puesto que en el prólogo se registra un 30%
de art+pos+N y solo un 9% en el resto de la obra. Es interesante resaltar
que ambos textos son crónicas que alaban a sus protagonistas; quizás este
uso del art+pos+N sea consecuencia de una tradición discursiva común a
ambos dominios lingüísticos. Los prólogos de las crónicas y, más gene-
ralmente, los prólogos dirigidos a altos personajes o a mecenas suelen ser
encomiásticos, lo que confirmaría que se puede emplear preferentemente
la estructura con artículo en los contextos de énfasis o solemnes.

16
Tomar en cuenta o no los vocativos apenas cambia las proporciones de las Tablas
9 y 10. Sin embargo, si se dejan de tomar en cuenta las ocurrencias de nuestro señor y
nosso senhor cuando remite a Dios o a Jesús, la proporción de art+pos+N en las personas
del acto de comunicación puede ganar hasta 15 puntos, y la diferencia de proporción de
art+pos+N entre las personas del acto de comunicación y la tercera persona resulta aún
mayor que la que presentamos en las Tablas 9 y 10.
832 Mallorie Labrousse

4. Conclusión
A modo de conclusión, se puede decir que, aunque la proporción de
estructuras con artículo va disminuyendo en español y aumentando en por-
tugués, parece que ambos diasistemas o lenguas son, en general, sensibles
a las mismas variables del siglo XIII al siglo XVI. Ambas lenguas parecen
estar en una etapa de su evolución en la que las variantes art+pos+N y pos+N
son visibles, aunque no están del todo controladas, puesto que muchas de las
tendencias que se han mencionado solo conciernen a un pequeño número
de posesivos y la mayoría de los ejemplos no parece responder a ninguna
tendencia. Ahora que se han identificado algunas tendencias propias de
cada idiolecto o texto, queda por determinar precisamente qué proporción
de estructuras posesivas se ven afectadas por estas tendencias. Ya se puede
adelantar que incluso en los idiolectos donde parece que el control es mayor,
solo la mitad de las ocurrencias están claramente controladas. En portugués,
el control parece cada vez menos claro a medida que aumenta la proporción
de estructuras con artículo; mientras que en español, el control no parece
llegar a ser mayor cuando esta disminuye. Así que será interesante en un
futuro trabajo intentar establecer una cronología del control de este fenó-
meno en ambos idiomas.

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Los adverbios y la periferia izquierda de las
construcciones de gerundio en español medieval

Cristina Matute Martínez


Saint Louis University. Madrid Campus
Teresa María Rodríguez Ramalle
Universidad Complutense de Madrid

Resumen. Las cláusulas no finitas de gerundio admitían en español medieval


la anteposición de diversos elementos al verbo, una estructura que el español
moderno no permite con tanta facilidad, salvo cuando encontramos un sujeto ante-
puesto. La posición preverbal de estos elementos lleva a preguntarse qué tipo de
papel semántico y sintáctico desarrollaban, en especial los adverbios. Este trabajo
demuestra la relación de tales elementos con una estructura periférica defectiva,
que no siempre se proyecta, y cuya constitución depende del grado de indepen-
dencia de la cláusula del gerundio respecto al verbo de la oración principal, así
como de su estructura preposicional o no preposicional.
Palabras clave. Español antiguo, periferia izquierda, adverbios, gerundios.

Abstract. Non-finite clauses with gerunds admitted diverse preverbal elements in


Old Spanish, whereas Modern Spanish only accept preverbal Subjects. Therefore,
it is worth to explore which kind of semantic and syntactic role these preverbal
elements played in the Medieval language, especially the adverbs. This study
demonstrates the relationship of such elements with a defective left periphery,
a structure that was not always displayed. Besides, this peripheral structure
depended on the degree of independence of the gerund clause regarding the verb
of the main clause, and on the presence of a preposition.
Keywords. Old Spanish, Left Periphery, Adverbs, Gerunds.

1. Introducción
En este estudio nos proponemos exponer los resultados sobre nuestra
investigación de la variación del orden de palabras en las cláusulas no
836 Cristina Matute Martínez y Teresa María Rodríguez Ramalle

finitas encabezadas por un gerundio en español antiguo. Partiremos de la


hipótesis de que las formas verbales no finitas, en general, contaban con una
periferia izquierda, a pesar de los rasgos no finitos del verbo, diferente en
ciertos aspectos relevantes de la que encontramos en el español moderno.
Trataremos de describir, analizar y explicar su constitución, con especial
atención a la posición de los adverbios y los pronombres átonos como
indicadores de esta área. Manejaremos una segunda hipótesis de que tal
periferia estaba constituida de manera distinta según el grado de indepen-
dencia de la cláusula del verbo no finito respecto a la oración principal. En
primer lugar, estableceremos las bases del análisis revisando las caracte-
rísticas de la periferia izquierda y las estructuras de los verbos no finitos.
Seguidamente expondremos los resultados sobre los datos medievales, su
análisis y su explicación, y finalmente revisaremos las conclusiones que
se pueden extraer de estos datos.
El trabajo ya clásico de Rizzi (1997) sentó las bases para estudiar
la relevancia sintáctica de los elementos que se sitúan a la izquierda del
verbo y que hasta entonces se habían estudiado únicamente desde el punto
de vista discursivo: los tópicos y los focos. Estas categorías informativas
aparecerían ordenadas jerárquicamente e incorporadas en la estructura
sintáctica de las lenguas. Es importante destacar que estas proyecciones
o nudos funcionales no se activan obligatoriamente a la vez (Gallego
2011). Las formas no personales son un buen ejemplo de cómo el área
izquierda preverbal puede ser claramente defectiva, frente a las formas
finitas. En efecto, Hernanz (2011) observa que los infinitivos del espa-
ñol actual proyectan una periferia izquierda defectiva, pues no permiten
anteposiciones con valor focal. Si, por el tipo de construcción, admiten
un sujeto independiente, tanto pronominal como léxico, este aparece fun-
damentalmente en posición posverbal. Para Pérez Jiménez (2006, 2008),
los únicos elementos que pueden preceder con libertad al predicado en las
cláusulas absolutas son elementos conjuntivos del tipo de aunque, si bien,
ya que y las categorías con carga negativa. Ahora bien, si nos fijamos en
(1), (2) y (3), podemos establecer un contraste entre los datos del español
moderno y el antiguo: hoy día, adverbios y sintagmas preposicionales
(SSPP) ocuparían una posición preferentemente pospuesta, y tanto en el
español medieval como en el moderno podemos tener sujetos antepuestos
con propiedades de tópico.
(1) & fueron se pora la cibdad trinouanto. Alli estando ouieron so conseio que
farien (GE4, 164v).
Adverbios y periferia izquierda de las construcciones de gerundio 837

(2) Sin testamento muriendo omne que non dexasse fijos legitimos, su fijo
natural que […] puede heredar, Partidas, VI, XIII, ley VIII, p. 92v (Muñío
Valverde 1995: 109).
(3) Et el en Toledo estando, oyo nueuas de Cordoua, Cr. Gral., II, p. 737 (Muñío
Valverde 1995: 22).

En el español medieval, Sitaridou (2009) documenta sujetos antepues-


tos a infinitivos y, por el contrario, los interpreta como asociados a la
categoría informativa del foco contrastivo. Este simple dato nos presenta
la posibilidad de que las cláusulas no finitas proyectasen una periferia
izquierda diferente y más compleja que en la actualidad. A este hecho le
podemos unir el estudio de Poletto (2014) sobre el italiano antiguo, en el
que la autora también identifica una periferia izquierda en cláusulas no
finitas y relaciona los infinitivos y gerundios del italiano medieval con los
verbos que encabezan las oraciones flexivas.

2. Descripción y análisis del margen preverbal


Partiendo de estos datos, nos proponemos revisar el comportamiento de
la periferia izquierda en los gerundios en un corpus de más de 160 ejem-
plos procedentes de textos originales castellanos fechados entre los siglos
XIII y XV, y de textos del área peninsular oriental1. Para realizar nuestro
estudio comenzamos por clasificar las estructuras de gerundio a partir de su
función sintáctica: construcciones de gerundio absoluto e independientes,
gerundios del predicado como adverbios y predicativos y, por último, los
bloques verbales, dentro de los que contamos con perífrasis.
El gerundio con la preposición en aparece en construcciones absolu-
tas y también dependientes del predicado. En nuestro corpus, únicamente
registramos la anteposición al gerundio de un Objeto Directo (OD) en el
ejemplo (4), una cláusula absoluta de matiz temporal, aunque el corpus
manejado por Pato (2014) también ofrece datos de anteposición del sujeto.
En el ejemplo (5), otra cláusula absoluta temporal, el sujeto del gerundio,
OD de la oración principal, se sitúa fuera del SP y aparece como tópico

1
Utilizamos el Libro conplido en los iudizios de las estrellas y las partes I y IV de la
General Estoria (en adelante, GE1, GE4) de Alfonso X el Sabio; las Biblias escurialenses
I.I.6, I.I.8 (en adelante, E6 y E8 respectivamente); y la Biblia de Alba (en adelante, Alba)
del corpus Biblia Medieval. Del área navarra se incluye también el Fuero de la Novenera
(vid. Gago Jover et al. 2011-). A ello sumamos una serie de diplomas de la cancillería
castellano-leonesa y diplomas locales de Castilla y León del corpus CODEA, así como el
importante corpus manejado por Muñío Valverde (1996).
838 Cristina Matute Martínez y Teresa María Rodríguez Ramalle

familiar de la oración principal, en una construcción de dislocación a la


izquierda con doblado de pronombre2.
(4) E en esto acabando meresçio la graçia apostolical, Barlaam, S, p. 454
(Muñío Valverde 1995: 124).
(5) E el cauallero en llegando, conosçiolo el ribaldo, Zifar, p. 167 (Muñío
Valverde 1995: 39).

Muy diferentes son las estructuras absolutas de los gerundios sin


preposición en lo que respecta a su periferia izquierda. En ellas, halla-
mos una riqueza estructural muy notable. Por un lado, registramos con
bastante frecuencia sujetos antepuestos, tanto en área castellana como
en la navarra, y en este apartado cabe cuestionarse si forman parte de
la periferia izquierda de la cláusula absoluta del gerundio o bien perte-
necen a la periferia de la oración principal. Ello es dudoso en ejemplos
como (6), donde la cláusula absoluta y la principal comparten el mismo
sujeto; en otras estructuras se aprecia una desconexión del predicado del
gerundio, como en (7), ya que se retoma en la cláusula no finita con un
pronombre tónico. También se puede retomar con un pronombre enfático
en la oración principal como en (8), en una estructura semiabsoluta (vid.
Elvira 2004). Además, puede estar separado de ambas cláusulas, la del
gerundio y la principal, por un marcador discursivo, como en (9). Pero
en estructuras como las de (10) y (11), donde no se relaciona estructu-
ralmente con la oración principal, sí parece formar parte de la cláusula
absoluta de gerundio.
(6) que por que eran. & el moço estando antel Rey non se demudo en la cara.
njn en la memoria. nin en la uoz por la demanda del Rey en ninguna cosa
como contesce alos mas omnes ante los Reys (GE4, 51v).
(7) & fizo los sennadores por quin se mantouiessen el comun del pueblo de
Roma. so el mandado dell Rey. & este Tarquinio anciano acrescentando
el. el sennorio & el poder de Roma; Vio como eran mester & doblo los &
fizo dozientos senadores (GE4, 19r).
(8) & el preguntando a los naturales de sos Reys. & de sos sabios. & de sos
fechos de la tierra. & tomo elle luego caualleros & compannas daquellos
qui eran pora ello & enuio los que corriessen a manip (GE4, 35r).

2
En relación con estos elementos, cabe destacar que las construcciones de gerundio
regido por preposición contrastan claramente con el mismo tipo de construcciones con
infinitivo, ya que en las de gerundio nunca se documenta la anteposición del pronombre
átono o de elementos adverbiales. Las razones de este contraste merecen ser exploradas
en un estudio aparte.
Adverbios y periferia izquierda de las construcciones de gerundio 839

(9) & brennio empos esto ueyendo ya de tod en todo lo que so hermano fiziera
& de comol yua tomando su tierra tomo muy grand auer & metiosse en un
Nauio (GE4, 162v).
(10) Et yo non te fallesciendo, ¿por que me fallesces tu?, Cr. Gral., II, p. 405
(Muñío Valverde 1995: 39).
(11) E pusieron sobrel sos uestidos e pusieron sobrel a ihesu christo. El assi
yendo; tendien sos uestidos por la carrera (E6, 250r).

En varios ejemplos anteriores (3, 9, 10 y 11) se aprecia además que ante


el gerundio puede haber dos posiciones ocupadas. El sujeto puede coaparecer
con un SP, como en (3, 9), con una negación, como en (10), o con un adverbio,
como vemos en (11). También puede combinarse con un OD, por ejemplo en
(12). A este respecto, es muy destacable que otros constituyentes además del
sujeto posean un claro carácter topical en las cláusulas absolutas; hallamos
dos ejemplos de OD, los ejemplos (13) y (14), en estructuras de dislocación
a la izquierda con doblado de los pronombres átonos.
(12) El esto diziendo a ellos. compeçaron los phariseos e los sabidores de la ley
fera ment a enfestar se contra el. e apremiar le su boca de muchas cosas
(E6, 245r).
(13) Al qual viendolo el rrey en pobre vistidura dixo a el, Barlaam, S, p. 366
(Muñío Valverde 1995: 49)3.
(14) Despues del diluuio mouieron se las uenas delas tierras. & firieron se en
uno. & nascieron ende unas aguas que non fueran ante del diluuio. & estas
non las faziendo dios mas criando se ellas. o por auenimiento o por natura
(GE1, 51r).

También aparecen aquí elementos adverbiales con carácter de marcado-


res del discurso, tales como pero con tod esto o mas pero en los ejemplos
(15) y (16) respectivamente.
(15) aduxieron los cabo a ortorgar que estarien en lo que ellos querien et auien
de fazer por el mandado de dios. pero con tod esto pesandoles & doliendo
se ellos mucho daquel fecho que el Rey Pharaon les fazie (GE1, 151r).

3
Suñer (en prensa) analiza los ejemplos de anteposiciones de relativos en cláusulas
absolutas de participio y concluye que son restos de una sintaxis latinizante documentados
desde finales del siglo XIII hasta acabar el siglo XVI. En este sentido, no cabe descartar que
la anteposición de constituyentes con los gerundios también se pueda relacionar en ocasiones
con una sintaxis latinizante, sobre todo en manuscritos del siglo XV (p. ej. Barlaam, Biblia
de Alba) o en algunos del siglo XIII por influencia de una fuente latina, p. ej., en Biblias
como E6 o en la GE. No obstante, textos sin fuentes latinas del siglo XIII como el Libro
conplido en los iudizios de las estrellas ofrecen el mismo tipo de anteposiciones, lo cual
obliga a atenuar la importancia de la influencia latina como explicación (al menos única)
del orden de palabras en este tipo de cláusulas.
840 Cristina Matute Martínez y Teresa María Rodríguez Ramalle

(16) & non peresçra la morada della por todas aquellas cosas en que la yo uisite.
Mas pero leuantando se en la mannana los sos moradores. dannaron todos
los sos cuedados (GE4, 75v).

Asimismo, se anteponen al gerundio adverbios que forman parte del


predicado: deícticos de tipo temporo-aspectual como todavía (vid. infra
21), ya, luego, modales como assí (vid. supra 11), de lugar como allí (vid.
supra 1), acá, que no se asocian claramente con una posición de tópico,
pero tampoco de foco salvo en el caso de aun como en (17). Son nume-
rosos los datos de anteposición de adverbios terminados en -mente, cuyo
análisis sería similar. Aparecen también otros adverbios como otrossí, desí,
desend, estonces, que pueden asociarse a una posición de tópico en oca-
siones (Rodríguez Ramalle/Matute 2015).
(17) e avn teniendo que esto todo non vos conpllia dixistes contra mi persona
muchas palabras soberbiosas, Zifar, p. 238 (Muñío Valverde 1995: 110).

Es muy notable el orden relativo de los adverbios cuando coaparecen


con un sujeto o un OD. Por lo general ocupan la segunda posición, más
cerca del gerundio, como en (18), con un adverbio ordenador del discurso,
y (19), con un adverbio que parece tener una lectura de manera. Pero el
sujeto también puede seguir ocasionalmente al elemento adverbial, como
en (20) y (21). Volveremos sobre estos más adelante.
(18) Vos sodes fijos de los prophetas. e del testamento que ordeno dios a nues-
tros padres diziendo a abraham en el to linnage seran benitas todas las
compannas de la tierra. Dios primera mientre leuantando el so fijo ihesus;
enuiol bendiziendo a nos. por ques conuierta cada uno de su mala carrera
(E6, 270r).
(19) tres tiempos en el dia fincaua los inoios contra iherusalem e oraua e loaua
so dios assi como lo solie fazer antes. Aquellos ombres aguciosa mientre
catando lo; fallaron a daniel orando e piediendo mercet a so dios. E fueron
lo mezclar con el rey (E6, 148v).
(20) Estonces los Romanos. teniendo lo por mal. & non lo podiendo sofrir.
enuiaron con su hueste contra ellos a furio Camillo (GE4, 170r).
(21) Et en su tiempo del rrey don ssancho ouimos e usamos de las quatro cosas
sobredichas […] ssegund que veredes por estas ssus cartas que dizen assy
toda uia nos teniendo desembargada mente desde los moiones fasta madrit,
Doc. Villa Madrid, 1312, p. 219 (Muñío Valverde 1995: 26).

Otro aspecto importante es que, cuando aparece un pronombre átono


de objeto en una cláusula absoluta de gerundio afirmativa, siempre per-
manece pospuesto al verbo, tal como reflejan los ejemplos (15, 16, 19,
Adverbios y periferia izquierda de las construcciones de gerundio 841

20). En las cláusulas absolutas negativas, en cambio, el pronombre puede


ascender y situarse tras la negación como en (10, 14, 20), pero también
puede permanecer tras el gerundio, y este orden pospuesto es exclusivo de
los textos castellanos orientales del corpus, como la Biblia E6 o el Libro
conplido en los iudizios de las estrellas; los textos castellanos de otras áreas
ofrecen sistemáticamente datos de anteposición del pronombre, atraído por
la negación. Cabe destacar, entonces, esta diferencia dialectal en el orden
pronominal. Nótese también que, frente a las estructuras de infinitivo, en
las de gerundio nunca se documenta la interpolación de un elemento entre
el pronombre átono y el verbo no finito.
Una última configuración notable, y ciertamente importante, es que el
adverbio de negación parece incompatible con otro adverbio en el margen
preverbal salvo en muy contadas ocasiones, como la que se documenta con
todavía en (22). En las cláusulas negativas también es rara la anteposición
de un sujeto (vid. supra 10).
(22) & mandamos que non ualan. & por aquella falsedad que fazie aman. El que
la fazie & todo so parentesco estan enforcados ante las puertas de la cibdad
de susa. & toda uia non lo faziendo nos mas dios quel dio lo que merescio
(GE4, 189v).

En suma, las cláusulas absolutas de gerundio, con un grado de inde-


pendencia sintáctica elevada respecto a la oración principal, presentan una
periferia izquierda rica, con sujetos antepuestos, objetos directos incluso
dislocados a la izquierda y doblados con pronombres átonos, marcadores
discursivos y adverbios terminados en -mente. Todas estas estructuras, salvo
la anteposición del sujeto y de objetos directos sin doblado, están ausentes
de las cláusulas de gerundio dependientes del predicado, ya sean predicados
secundarios orientados al sujeto o a un objeto, ya funcionen como adverbios
en la cláusula principal. Respecto al número de posiciones disponibles ante
el gerundio del predicado, podemos hallar hasta dos posiciones ocupadas,
como es el caso de un sujeto y un sintagma preposicional en (23), si bien
no es una situación habitual; tampoco hemos documentado dos adverbios
juntos. Podemos tener también una negación y un pronombre antepuesto
como en (24), aunque de nuevo la negación ni atrae al pronombre en todos
los textos, al menos no siempre en los orientales, ni se interpola entre el
pronombre y el verbo. En cláusulas afirmativas, además, nunca se antepone
al gerundio un pronombre átono. Como dijimos, los adverbios léxicos no
se combinan entre sí, ni siquiera con la negación, frente a lo que ocurría
aisladamente con los gerundios absolutos. Aquí solo hallamos adverbios de
842 Cristina Matute Martínez y Teresa María Rodríguez Ramalle

contenido semántico aspectual (aún, apenas) y deíctico, de modo (assí) o


de lugar (allí) como en (25), tampoco claramente asociados a una función
informativa de foco.
(23) Et los moros tornaron las espaldas et començaron de fuyr, los cristianos
en sus espaldas firiendo et derribando muchos dellos, Cr. Gral., I, p. 606b
(Muñío Valverde 1995: 37).
(24) E desta manera faras otrossi enel seteno dia del mes por cada uno que
peccare e cayere en yerro no lo sabiendo (E6, 139v).
(25) et de la su sanna uiene sobre todos aquellos quil desamparan. Onde ayuna-
mos nos tres dias alli estando (GE4, 131r).

La última construcción con gerundio que hemos documentado en el


corpus es la perifrástica. Cuando el gerundio forma un bloque verbal con
un verbo conjugado, la configuración sintáctica se asemeja mucho a la de
los gerundios del predicado y, en consecuencia, presenta también notables
diferencias con los gerundios absolutos, más independientes. En estos blo-
ques verbales pueden anteponerse al gerundio sujetos, objetos directos y
sintagmas preposicionales, hasta en dos posiciones combinadas como en
(26), aunque no es lo habitual en el corpus, además de adverbios del pre-
dicado con una tipología muy concreta, nunca juntos, como dijimos; son
adverbios deícticos de tiempo (agora, siempre), modo (assí), lugar (ende,
ý, allí, fuera, desí), adverbios aspectuales como todavía, ya, o de grado
como mucho. Como sucedía en el caso de los gerundios del predicado, no
aparecen en este espacio adverbios terminados en -mente ni asociados a
una función de tópico, pero tampoco claramente de foco.
(26) e fuel Tiberio porende cogiendo malquerencia encubiertamientre, Cr. Gral.,
I, p. 115 (Muñío Valverde 1995: 153).

3. Hacia una explicación: la periferia izquierda en las estructuras de


gerundio
Así pues, a tenor de los datos podemos afirmar que las cláusulas de
gerundio cuentan con una periferia izquierda, aun siendo defectiva frente
a las cláusulas de verbos finitos, y que el grado de independencia respecto
a la oración principal es un factor muy importante para su configuración.
No hemos documentado focos contrastivos, lo que confirma la defec-
tividad de la periferia. Podemos encontrar dos posiciones ocupadas, pero
hay restricciones para documentar dos adverbios juntos. Podemos docu-
mentar sujetos antepuestos que coaparecen con otros constituyentes. Parece
que existe preferencia por anteposiciones de ciertos adverbios, locativos
Adverbios y periferia izquierda de las construcciones de gerundio 843

(p. ej., allí), modales (p. ej., assí), de tiempo (p. ej., agora, etc.). Esta es la
situación que podría ser compartida por todos los tipos de gerundios: abso-
lutos, gerundios adjuntos y perifrásticos. Los gerundios adjuntos proyectan
un núcleo verbal, pues el gerundio selecciona complementos y es capaz
incluso de tener un sujeto propio, como vimos en el ejemplo de (23), en
el que hiriendo y derribando son modificadores de tipo causal o modal de
la acción principal. La anteposición afectaría a este nivel, a un Sv, a una
periferia no a nivel oracional, sino verbal, donde se pueden documentar
anteposiciones que afectarían a más de un constituyente, aunque en el caso
de los gerundios adjuntos y perifrásticos (o bloques verbales) dicha situa-
ción resulta extraña. La anteposición en estos casos sería, en consecuencia,
una opción posible, dado que el gerundio proyecta un Sv. Es, por tanto, una
opción disponible por la propia estructura que proyecta el gerundio. Una
propuesta similar ha sido defendida precisamente para el italiano medieval
por Benincà (2004) y Poletto (2014: cap. 4)4.
Pero donde existen anteposiciones generalizadas es en las construc-
ciones absolutas, las más independientes respecto a la oración principal5;
además, con una jerarquía determinada. Encontramos un sujeto que parece
tener en casi todos los casos propiedades de tópico y una posición más,
la cual puede estar ocupada por sintagmas preposicionales, adverbios o
marcadores del discurso. El hecho de que tengamos desplazados adverbios
en -mente no solo de manera, sino también del tipo de ordenadores del
discurso, nos hace pensar que existe una posición que se ha vinculado con
la fuerza ilocutiva en un modelo cartográfico, un aspecto que, en este caso,
no es diferente de lo que encontraríamos en el español moderno.
También podemos documentar una negación antepuesta que puede
estar acompañada solo esporádicamente de otro adverbio (vid. el ejemplo

4
La cuestión de la existencia de dos tipos de periferia, una propia del SComp y
otra del Sv, merece más espacio del que le podemos dedicar aquí. No obstante, queremos
hacer notar que ello podría relacionarse con la diferencia que registramos en el tipo de
constituyentes antepuestos a los gerundios según su nivel de dependencia del predicado
de la oración principal.
5
Estas cláusulas desarrollan un papel de tópico en la oración principal, como exponen
Pérez Jiménez/Moreno Quibén (2008) respecto al español actual. En nuestros datos
medievales, precisamente por ello pueden aparecer en el área del tópico de una oración
subordinada, en una estructura de recomplementación propia de los tópicos (Poole 2006;
Gupton 2012), como en el siguiente ejemplo: «Si me iudgastes por seer fiel a dios; entrat
en mi casa e aluergat hy. e fizo nos alla ir. Assi fue que nos yendo a oracion; que nos
encontro una moça que uie espiritu phyton que ganaua mucho a sos sennores adeuinando»
(E6, 278v).
844 Cristina Matute Martínez y Teresa María Rodríguez Ramalle

22) y que no atrae al pronombre átono por igual en todas las variedades
peninsulares. Nótese que esta negación en cláusulas absolutas podría tener
propiedades específicas, pues ofrecen una aserción secundaria en la que
la información no aparece aseverada (Pérez Jiménez 2006). Asimismo,
merece la pena destacar que en el español moderno el gerundio absoluto
puede tener una negación propia, posibilidad no siempre accesible a los
gerundios adjuntos, como ha revelado Fernández Lagunilla (2011).
Todo esto nos hace pensar que los gerundios sin preposición realizada
pueden encabezar una oración sin flexión dotada de independencia sintác-
tica con respecto al verbo principal. Se proyecta una estructura funcional
periférica defectiva, pues parecen estar activas dos posiciones como mucho,
donde existiría una proyección funcional que puede quedar activada por
la presencia de una negación o por un adverbio relacionado con el grado,
el modo, la cuantificación y con la deixis espacio-temporal. Esta posición
funcional no estaría especificada ni para foco ni para tópico, pero tendría
propiedades relacionadas con la cuantificación, la negación, la deixis y
la manera. Es una posición que también hemos encontrado en oraciones
subordinadas finitas (Matute/Rodríguez Ramalle 2016). Frente a este tipo
de estructuras, en las oraciones de gerundio no hemos encontrado inter-
polación, pero sí se da en las de infinitivo, lo que tiene que ver con un
segundo nudo o posición funcional, la que codifica la fuerza ilocutiva, y
que en los gerundios tiene que tener propiedades especiales. En este sentido,
consideremos que la movilidad del pronombre átono está relacionada con
el tipo de fuerza ilocutiva y con la existencia de diferentes áreas activas
de la periferia izquierda según se expone en diferentes trabajos (Benincà
2004; Fernández-Ordóñez 2009; Rodríguez Ramalle/Matute 2015; Matute/
Rodríguez Ramalle 2016). Pues bien, lo interesante de las estructuras de los
gerundios es que solo la negación activa una posición preverbal para estos
pronombres, pero no siempre en el oriente peninsular. Ello refuerza la idea
de que la fuerza ilocutiva posee propiedades especiales en las construccio-
nes de gerundio y, por otro lado, la idea de que las categorías funcionales
presentan distintas propiedades en los dialectos peninsulares.
Desde un punto de vista estructural, en trabajos recientes como el de
Hernanz/Gallego (2012) se intenta demostrar que los gerundios y partici-
pios, frente a los infinitivos, contienen una preposición nula en su estructura
subléxica que los legitima sintácticamente y que determina su interpreta-
ción y su distribución. En el caso de los infinitivos, Rico (2014 y 2016)
ha propuesto que los adverbiales encabezados por la preposición al, como
al llegar, proyectan una categoría funcional que interviene decisivamente
Adverbios y periferia izquierda de las construcciones de gerundio 845

en la interpretación de estas formas. Esta proyección alojaría a la negación


o los adverbios antepuestos. Se podría relacionar con la posición a la que
alude Benincà (2004: 251) cuando habla de la existencia de un área des-
tinada a categorías informativamente relevantes, aunque no especificadas
para un tipo concreto de foco o tópico. En el caso de nuestro gerundio
medieval, la estructura que parece subyacer a los datos sería similar a la
que se refleja en (27).
(27) [SFuerza [SFuncional [STiempo [Sv ]]].

Empecemos con la posición del gerundio. En trabajos previos como el


de Mensching (2002) —citado por Poletto (2014: 118)— se expone que los
gerundios e infinitivos del italiano medieval no parecen desplazarse hasta
las primeras posiciones de su cláusula, como sí ocurre en las construcciones
absolutas actuales. Si los gerundios y los infinitivos ocupan una posición
más baja en la lengua antigua que en la lengua actual —posiblemente bajo
el dominio del STiempo, pues el gerundio posee rasgos temporo-aspectua-
les—, ello explicaría que existan posiciones disponibles que pueden ser
ocupadas por diferentes constituyentes.
La proyección SFuncional quedaría activada, como hemos comentado,
por la presencia de una negación o por un adverbio relacionado con el
grado, el modo, la cuantificación y con la deixis espacio-temporal. Recor-
demos que estos elementos no pueden coaparecer. No existe, por tanto,
una posición específica para los adverbios tópico o foco, como sí parece
ocurrir en las oraciones finitas (Rodríguez Ramalle/Matute 2015); dado que
los adverbios (salvo la negación) y sintagmas preposicionales antepuestos
no atraen al pronombre, no están marcados informativamente. Esta posi-
ción funcional no especificada podría estar ocupada por sintagmas pre-
posicionales e incluso por adverbios en -mente con lectura de manera,
constituyentes que se anteponen a los gerundios por lo general detrás de
los sujetos antepuestos, como vimos en (3, 11, 18, 19). En esta estructura,
el sujeto podría ocupar una posición bajo el dominio del Sv, pero también
puede ocupar una posición preverbal delante de los adverbios antepuestos.
Tenemos que tener en cuenta que, en estos casos, el sujeto es en muchas
ocasiones un pronombre (vid. 11) que retoma un antecedente previo: es por
ello por lo que creemos que la anteposición del sujeto al gerundio depende
de razones discursivas. En otros casos tenemos sujetos introducidos por
artículos determinados (6 y 20) o demostrativos (19), lo que nos ofrece
índices formales de su carácter de tópicos. Téngase en cuenta que, en (10),
el sujeto pronominal parece poseer un valor contrastivo, si bien en nuestro
846 Cristina Matute Martínez y Teresa María Rodríguez Ramalle

corpus este es un hecho poco frecuente. Hemos documentado asimismo el


sujeto delante del adverbio ordenador del discurso primera mientre (18),
pero detrás de estonces (20) y de toda via (21). También puede situarse
delante de la negación, como en (10).
Por lo tanto, existe, en general, un orden deducible de los ejemplos.
Dado que el sujeto antepuesto se puede anteponer por razones discursi-
vas —normalmente se interpreta como tópico—, se ubicaría delante de
los adverbios y constituyentes antepuestos vinculados con la proyección
SFuncional, en una categoría funcional opcional6.
Queremos insistir en el hecho de que los sujetos puedan coaparecer
con elementos topicales en distintas posiciones (cf. 9 y 20) pero no puedan
coaparecer con un adverbio marcador, como estonces, más otro adverbio
relacionado con la cuantificación o la manera, como assí. Tampoco es posi-
ble la coaparición de un adverbio junto a la negación, lo que nos confirma
que no tenemos tres posiciones disponibles. No existe, por tanto, una posi-
ción específica de tópico en la estructura funcional que proyecta el gerundio
medieval. El sujeto se antepone normalmente como tópico compitiendo en
el dominio del SFuncional con otras categorías, no pudiendo tener más de
dos adjuntos a dicha proyección.
De acuerdo con los datos obtenidos de nuestro corpus, el orden de
elementos antepuestos depende del tipo de constituyente: así, con adver-
bios de manera, como aguziosa mientre o assí, sintagmas preposicionales
u objetos directos, como en (12), el sujeto se antepone a la proyección
SFuncional, mientras que con marcadores discursivos que se situarían en el
SFuerza, el sujeto quedaría detrás de dichos elementos. Con primera mien-
tre tenemos una situación especial, pues lo encontramos detrás de un sujeto
léxico (18). Los adverbios marcadores del tipo de ordenadores del discurso
pueden ocupar diferentes posiciones en el español actual actuando como
incisos; parece que esta podría ser la razón de su posición entre el sujeto y
el gerundio en el ejemplo de (18). También podría ser la tendencia general

6
El sujeto podría relacionarse con diversas categorías funcionales en la estructura
oracional (vid. Villa-García 2013) y ello explicaría sus diferentes posiciones. Primero, si
el sujeto se relaciona con la categoría informativa de tópico, su posición variable conduce
a pensar en que la posición de esta categoría TOP en la periferia izquierda puede variar,
como en las cláusulas finitas (Rizzi 1997; Benincà 2004). En tal caso, no estaríamos ante
una constitución de la periferia izquierda con scrambling (fenómeno relacionado con la
posición aleatoria de los constituyentes), tal como defiende Poletto (2014). También puede
considerarse que en ciertas estructuras se relacione con la posición del especificador del
STiempo, y es entonces cuando se situaría más cerca del verbo.
Adverbios y periferia izquierda de las construcciones de gerundio 847

de los adverbios en -mente, tras el sujeto, la que determina la ubicación de


este constituyente. Debido a que no disponemos de más datos con este tipo
de adverbios, no podemos decantarnos por ninguna de estas dos opciones.
Para terminar, veamos el caso del gerundio preposicional encabezado
por en: el hecho de que sea extraño encontrar anteposiciones nos hace
pensar que aquí el gerundio asciende hasta la preposición que encabeza la
construcción porque la preposición aporta un operador temporo-aspectual
coincidente con los rasgos del gerundio y estos rasgos deben ser coteja-
dos. En la estructura de (27), el gerundio con preposición se situaría en
la posición de SFuerza y el sujeto, si se antepone como en (5), sería un
tipo de tópico familiar, similar al sujeto antepuesto delante de adverbios
ordenadores del discurso. La anteposición del OD también merece una
explicación, y quizás podría tener que ver con su asociación a la categoría
del foco informativo, no enfático, que en español medieval podía ocupar
una posición preverbal como resto de la estructura latina OV (Sitaridou
2011). Lo que parece distintivo es que no se activa la categoría SFuncional,
frente a lo que ocurre con los gerundios no preposicionales, de modo que
aquí no se registran más constituyentes antepuestos que los argumentales.

4. Conclusiones
Este trabajo ha revelado que en las construcciones de gerundio de la
lengua antigua existe una estructura preverbal disponible con unas carac-
terísticas muy concretas; en algunos aspectos no muy distinta a la que
encontramos en el español moderno, con sujetos antepuestos con propie-
dades de tópico, pero en otros con posiciones que pueden ser ocupadas por
ciertas clases de adverbios y constituyentes argumentales que no parecen
estar disponibles en la actualidad. El contraste que hemos comprobado en
el grado de independencia sintáctica de las construcciones es un dato clave
para entender los espacios funcionales que se activan en los diferentes tipos
de gerundios.

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La propagación de por en construcciones pasivas
perifrásticas con complemento agente explícito.
El factor del aspecto verbal

Dorien Nieuwenhuijsen
Universidad de Utrecht (Holanda)

Resumen. El presente trabajo constituye un estudio diacrónico de la pérdida de


la preposición de como introductor del complemento agente y la subsiguiente
propagación de la preposición por en construcciones pasivas perifrásticas con
ser. Particularmente, se analiza el aspecto verbal como factor que influye en la
expansión de la preposición por en las construcciones pasivas. Se ofrecen datos
cuantitativos acerca de la distribución de ambas preposiciones basados en un
corpus de ejemplos que abarca el período del siglo XIII al XX. Además, se realiza
un análisis estadístico para medir la influencia de los tiempos verbales perfectivos
e imperfectivos sobre la selección de la preposición, lo cual permite determinar
los contextos por los que por va extendiendo su uso a lo largo del tiempo y, de
esta manera, seguir de cerca el desarrollo del cambio lingüístico.
Palabras clave. Construcción pasiva perifrástica, complemento agente, preposi-
ción, aspecto verbal.

Abstract. This paper diachronically studies the decay of the agential preposition
de and the subsequent spread of the preposition por in periphrastic passive
constructions with ser. Particularly, we analyse the role of the verbal aspect in
the expansion of por in these passive constructions. We offer quantitative data on
the distribution of both prepositions based on a corpus of examples which covers
the period from the thirteenth to the twentieth century. In addition, a statistical
analysis is performed to measure the influence of perfective and imperfective
verb forms on the selection of the preposition, which allows us to pinpoint the
contexts in which por gradually extends its use over time and, thus, closely follow
the linguistic change in progress.
Keywords. Periphrastic passive constructions, agentive complement, agential
preposition, verbal aspect.
852 Dorien Nieuwenhuijsen

1. Introducción
Cuando en las construcciones pasivas perifrásticas el complemento agente
aparece explícito, en español contemporáneo es introducido casi exclusiva-
mente por la preposición por. Los casos de de + complemento agente son
escasos y solo se dan con ciertos verbos específicos, i. e. con seguir y acom-
pañar, entre otros (cf. Gili Gaya 1981: 253, 255; Herrero 1992: 353; Seco
1993: 133; Bosque 1999: 295; De Bruyne 1999: 681-682; Lapesa 2000: 119).
Véanse, a modo de ejemplo, (1), en el que el complemento agente
va precedido por la preposición por, y (2), que presenta un complemento
agente introducido por la preposición de:
(1) La admisión de comunicaciones para su presentación en el Congreso será
decidida por un comité científico (Primera Circular del X Congreso CIHLE,
octubre de 2014, <http://cihle10.unizar.es/primera-circular/> [febrero de
2016]).
(2) El actor fue acompañado de su madre (Holly Cooper, «Gloria Campano, y su
hermana», El Mundo, 12 de junio de 2015, <http://www.elmundo.es/album/
loc/2015/06/08/557570b246163f1b3c8b4584_1.htm> [febrero de 2016]).

En comparación con la situación actual, el español medieval y clásico


presentan un panorama considerablemente diferente, dado que antigua-
mente la preposición de desempeñaba un papel mucho más importante
como introductor del complemento agente, si bien desde los primeros docu-
mentos también se registran casos de construcciones pasivas con por, como
ya observó Kallin (1923: 247) y comprobó Nieuwenhuijsen (2013, 2015).
Los ejemplos (3) y (4) ilustran el uso de las dos preposiciones en épocas
anteriores:
(3) aquello fue mal consejo, porque peleó & fue vencido del maestre de santiago
(Hernando del Pulgar, Letras, s. XV).
(4) E esto fue demostrado por Abraham, que dixo: «Tres vi e vno adore» (Anó-
nimo, Castigos e documentos para bien vivir ordenados por el rey San-
cho IV, s. XIII).

En Nieuwenhuijsen (2015) concluimos que existe una correlación entre


el uso de por y el tipo de complemento agente, en el sentido de que a través
del tiempo por extiende su uso con los complementos agentes más activos
o más agentivos. Así, el empleo de por aumenta particularmente con com-
plementos agentes designados por un nombre propio, con complementos
agentes de naturaleza humana y con complementos agentes de número
singular. Estos poseen un alto grado de agentividad, lo cual favorece el
uso de la preposición por.
La propagación de por en construcciones pasivas perifrásticas 853

No obstante, para el siglo XVI Keniston (1937: 472) observa una


tendencia general de emplear de cuando la acción es indefinida (univer-
sal, durativa o iterativa), y por cuando la acción es definida (perfectiva).
Granvik (2012: 335), en un estudio muy minucioso de la preposición de
en español, apunta a una distribución similar cuando en relación con sus
ejemplos de de en construcciones pasivas perifrásticas comenta que «en
los primeros siglos aparecen, sobre todo, verbos que indican una acción
transitiva bastante típica […]; mientras que los últimos cuatro ejemplos,
que datan del siglo XVIII en adelante, tienen verbos más bien imperfectivos
[…], en los que la agentividad es muy baja».
Los estudios de Keniston y Granvik sugieren que, además de la natura-
leza del agente, el aspecto verbal influye en la selección de la preposición
introductora del complemento agente. Por ello, el objetivo del presente
trabajo es analizar precisamente la supuesta correlación entre la (no)perfec-
tividad de la acción y el empleo de de y por. En la sección 2 discutiremos
primero los significados básicos y abstractos de las dos preposiciones, antes
de pasar en la sección 3 a la discusión del aspecto verbal. A continuación,
en las secciones 4 y 5 presentamos un análisis cuantitativo y estadístico
del fenómeno estudiado, lo que nos lleva a formular algunas conclusiones
en la sección 6.

2. Significados básicos de de y por


Dado que en las construcciones pasivas se admiten dos preposiciones
distintas para introducir el complemento agente, cuyo empleo supuesta-
mente no es arbitrario, es probable que la elección de una u otra preposición
se base en el significado abstracto de las mismas, o sea que es probable
que el significado de las preposiciones determine, aunque sea de manera
indirecta, el empleo de ellas en las construcciones pasivas1.
Alvar y Pottier (1993: 285 y sigs.) hacen una categorización de las
distintas preposiciones en latín y sus sucesores en español en tres siste-
mas, de acuerdo con las nociones de movimiento y límite. Caracterizan
la preposición de como indicadora de un movimiento en relación con un
límite de referencia o como marcadora de la salida desde un punto que
está situado dentro de algo (cf. también Espinosa 2010: 225-227). Por

1
Cf. también Funes (2011: 138): «En este sentido, el hecho de que un hablante elija
usar la preposición por o la preposición de para encabezar un CAg [= construcción pasiva
con complemento agente, explicación nuestra] se relaciona con el objetivo comunicativo
que persigue y con un significado específico que quiere transmitir».
854 Dorien Nieuwenhuijsen

otra parte, la preposición por implica un movimiento o avance a través


de un espacio de límite doble (cf. Espinosa 2010: 210-211). Véase el
Cuadro 1 para una representación visual de los significados básicos de
las dos preposiciones:

Cuadro 1. Significados básicos de de y por.

De acuerdo con su significado básico, en las construcciones pasivas


perifrásticas la preposición de, por tanto, presenta el complemento agente
como el punto de partida en el que se origina la acción y / o del que parte
la acción expresada por el predicado verbal, por lo cual este desempeñará
un papel relativamente modesto en términos de agentividad, ya que deja
que se realice la acción sin que, efectivamente, la propulse. En cambio,
si el complemento agente es introducido por por, el agente ha de desem-
peñar un papel relativamente activo en la acción: abarca la acción en su
totalidad y funciona de propulsor, por lo cual su grado de agentividad será
relativamente alto.

3. Aspecto verbal y tiempo (im)perfectivo


En general, se puede decir que el aspecto verbal informa de la estruc-
tura interna de los eventos, es decir, de la manera en que surgen, se terminan
o se repiten estos. Además, el aspecto verbal también da información sobre
si se perciben los eventos en su integridad o si se muestran inacabados
(NGLE 2009: 1684-1685).
El aspecto verbal se divide tradicionalmente en tres grupos: el aspecto
léxico o modo de acción, el aspecto sintáctico o perifrástico y el aspecto
morfológico o desinencial. Mientras que el aspecto léxico se deriva de la
significación del predicado verbal y el aspecto sintáctico o perifrástico
corresponde a las perífrasis verbales, el aspecto morfológico se expresa a
través de las desinencias verbales. Por motivos de espacio, en lo que sigue
nos centraremos en este aspecto morfológico.
A base de las desinencias verbales y de acuerdo con la tradición gra-
matical, se pueden dividir los tiempos verbales en tiempos perfectivos y
tiempos imperfectivos (NGLE 2010: 430). Tradicionalmente, por tiempos
La propagación de por en construcciones pasivas perifrásticas 855

perfectivos se entienden aquellos tiempos que focalizan las situaciones en


su conjunto y las presentan como completas o acabadas. En cambio, los
tiempos imperfectivos presentan las acciones en su transcurso, sin refe-
rencia a su inicio o su fin (ibid: 430). Dadas estas caracterizaciones, los
tiempos perfectivos, que expresan acciones perfectivas, requerirán agentes
relativamente activos, especialmente si se refieren a la realización (lograda)
de la acción, es decir si tienen un significado resultativo (cf. Comrie 1976:
16 y sigs.). En cambio, como los tiempos imperfectivos incorporan nocio-
nes de iteratividad y continuidad (cf. Comrie 1976: 24 y sigs.), no es tan
evidente que se relacionen con agentes relativamente activos.
Ahora bien, a la luz de la supuesta correlación entre la (no)perfectividad
de la acción y la ocurrencia de o por observada por Keniston (1937: 472) en
sus datos del siglo XVI, es de esperar que los tiempos perfectivos muestren
un mayor empleo de por como introductor del complemento agente que
los tiempos imperfectivos.
Resulta que existe cierta discrepancia entre las distintas gramáticas
acerca de la categorización de los tiempos verbales según su (im)perfecti-
vidad. Para Gili Gaya (1981: 149) son imperfectos todos los tiempos sim-
ples, con excepción del pretérito absoluto (o sea, canto, cantaba, cantaré,
cantaría, cante, cantara o cantase, cantare), en tanto que son perfectos el
pretérito absoluto (canté) y todos los tiempos compuestos2. Por lo que se
refiere a las formas no finitas, el autor afirma que la forma simple, tanto del
infinitivo como del gerundio, expresa la acción imperfecta, siendo las for-
mas compuestas perfectivas, como todas las formas compuestas del verbo
(1981: 188, 192, 193).
En distintos apartados, el Manual de la nueva gramática de la RAE/
ASALE (NGLE 2010) se refiere a la (im)perfectividad de los tiempos verba-
les. Según esta obra, los tiempos verbales que expresan aspecto perfectivo
son canté, había cantado y habré cantado. En cambio, canto y cantaba,
así como cante, son formas imperfectivas (ibid.: 430, 456). Por otra parte,
cantaré y cantaría se consideran neutros, puesto que pueden ser tiem-
pos perfectivos en unos contextos e imperfectivos en otros (ibid: 431).
Lo mismo se aplica a he cantado, porque según la NGLE (2009: 1688) la
(im)perfectividad de esta forma depende de varios factores gramaticales y,

2
Es de notar que, aunque el apartado en el que Gili Gaya trata del aspecto morfológico
se titula «Aspecto perfectivo e imperfectivo», en la caracterización de los distintos tiempos
verbales parece utilizar indistintamente las denominaciones de (im)perfecto e (im)perfectivo.
En nuestra exposición hemos seguido la terminología empleado por Gili Gaya.
856 Dorien Nieuwenhuijsen

además, muestra variación dialectal. Por último, las formas no finitas se


clasifican según la NGLE (2010: 493, 517) como perfectivo (participio),
imperfectivo (gerundio) y neutro (infinitivo).
En la sección 4 volveremos sobre la clasificación aspectual de los tiem-
pos verbales, cuando analicemos la distribución de las dos preposiciones
con tiempos perfectivos e imperfectivos.

4. Análisis cuantitativo
Para someter a prueba la hipótesis planteada en la sección anterior
acerca del mayor empleo de por como introductor del complemento agente
con tiempos perfectivos, se ha creado un corpus de ejemplos a base del
recurso electrónico Corpus del español (CE) Los ejemplos comprenden
ocurrencias de la construcción con el auxiliar ser en cualquier tiempo ver-
bal. Los complementos agentes constituyen nombres propios, sustantivos
definidos e indefinidos, además de pronombres personales tónicos. El cor-
pus total consta de 1973 casos.
Como primer paso se presenta la Tabla 1, que recoge la distribución
numérica y porcentual de las dos preposiciones a través de los siglos. Como
se puede observar, se han hecho cortes para cada siglo, empezando en el
siglo XIII y tomando como punto final el XX. Después, los mismos datos
se despliegan gráficamente (Gráfico 1).

siglo de por total


xiii 54,2% (52) 45,8% (44) 100% (96)
xiv 30,8% (8) 69,2% (18) 100% (26)
xv 43,6% (72) 56,4% (93) 100% (165)
xvi 52,1% (195) 47,9% (179) 100% (374)
xvii 63,4% (64) 36,6% (37) 100% (101)
xviii 47,6% (175) 52,4% (193) 100% (368)
xix 21,9% (91) 78,1% (324) 100% (415)
xx 5,1% (22) 94,9% (406) 100% (428)
total 34,4% (679) 65,6% (1294) 100% (1973)
Chi2=331,851; p = 0,000
Tabla 1. Construcciones pasivas con ser + de frente a por + complemento agente.
La propagación de por en construcciones pasivas perifrásticas 857

Gráfico 1. Desarrollo del uso de de y por como preposiciones introductoras del


complemento agente en construcciones pasivas con ser.

Se puede apreciar la presencia de por en las construcciones pasi-


vas perifrásticas ya desde los primeros documentos escritos, si bien su
frecuencia oscila a lo largo de los siglos. De hecho, ninguna de las dos
preposiciones parece predominar claramente, por lo menos no antes del
siglo XIX. Cabe destacar que la distribución moderna, con un uso casi
absoluto de por, solo empieza a vislumbrarse a partir del siglo XVIII, al
contrario de lo que sostienen Kallin (1923: 247), Keniston (1937: 472),
Penny (2004: 116) y Lapesa (2000: 119), que sitúan la expansión de por
a partir del siglo XVI o principios del siglo XVII. Por otra parte, nuestros
datos coinciden, en gran parte, con la periodización que da Moreno de Alba
(2009: 1384), dado que según él las dos preposiciones alternan durante
los siglos XVI al XVIII, con creciente empleo de por. A continuación, en
los siglos XIX y XX, hay una evidente preferencia por la preposición por,
sin exclusión absoluta de de3.
El corpus de ejemplos contiene casos del auxiliar ser en tiempo pre-
sente, futuro y pasado, en el modo indicativo y subjuntivo, además de casos

3
En cambio, nuestros datos no comprueban la afirmación de Moreno de Alba
(2009: 1384) de que «[l]os SCN [= sintagmas completivos del nombre, explicación
nuestra] argumentales de agente, que completan participios, hasta el siglo XIV, aparecen
introducidos, casi siempre, por la preposición de. Comienza a aparecer la preposición por
en el siglo XV, aunque sigue predominando de».
858 Dorien Nieuwenhuijsen

de infinitivo y gerundio. El Gráfico 2 muestra la distribución porcentual de


los tiempos y modos verbales en el corpus.

Gráfico 2. Distribución de tiempos verbales y modos en el corpus.

Como se puede apreciar, son frecuentes, sobre todo, los casos de pre-
térito indefinido (32,8%), presente de indicativo (25,1%), infinitivo (15%)
e imperfecto de indicativo (10,6%).
En la sección anterior se ha constatado que las gramáticas discrepan
sobre el aspecto (im)perfectivo de los distintos tiempos verbales, aunque sí
existe una base común entre ellas, es decir un conjunto de distintos tiem-
pos verbales cuyo carácter no se refuta. Serán precisamente estos tiempos
verbales los que constituyen la base de nuestro análisis.
El Cuadro 2 ofrece la clasificación de los distintos tiempos verbales
con sus números absolutos de casos. Obsérvese que el número de casos
perfectivos y el de casos imperfectivos es similar (698 frente a 742 casos).
Estos casos constituyen el 73% del total de los ejemplos (1440 / 1973).
La propagación de por en construcciones pasivas perifrásticas 859

perfectivo imperfectivo
pretérito indefinido (647) presente de indicativo (495)
pluscuamperfecto de indicativo (39) imperfecto de indicativo (209)
infinitivo perfecto (10) gerundio (38 casos)
gerundio perfecto (2)

total 698 total 742


Cuadro 2. Tiempo verbal clasificado como perfectivo e imperfectivo y
número absoluto de casos.

Los ejemplos (5) a (11) ilustran el uso de los distintos tiempos perfec-
tivos e imperfectivos del Cuadro 2:
(5)  presente de indicativo: Eurídice huyendo por los prados es mordida de la
serpiente venenosa escondida en la hierba: Por la serpiente se entiende el
engaño que está escondido en los deleites (Philosofía secreta, s. XVI, CE).
(6)  imperfecto de indicativo: & ouo de yr a sant andres al dia del plazo a jurar
commo era julgado del alcalle. & fue ella a cumplir de derecho (Libro de
los fueros de Castilla, s. XIII, CE).
(7) gerundio: Tuvo grandes encuentros con Antígono, que tiránicamente se
había apoderado del cetro, y siendo vencido de él, fue a Roma a buscar
favores (Historias y leyendas, s. XVII, CE).
(8) pretérito indefinido: Esta proposición fue oída por el virrey con bastante
gusto, e hizo que [en 1744] se le diese un estado del costo que tendría un
navío de sesenta cañones (Discurso y reflexiones políticas sobre el estado
presente de los reinos del Perú, s. XVIII, CE).
(9) pluscuamperfecto de indicativo: A un costado de la cama estaban los dos
bolsones con comida, y uno de ellos ya había sido asaltado por el gato, que
sentía mucha hambre (El peldaño gris, s. XX, CE).
(10) infinitivo perfecto: Angelita corrió de nuevo hacia la puerta después de
haber sido conducida por Roberto al sitio en dónde se hallaba el enfermo
(El naufragio del grumete, s. XIX, CE).
(11) gerundio perfecto: y sintió mucho la muerte de Atilano, que era un hombre
muy honrado y bienquisto, y más habiendo sido enviado por él con título
de embajador (Historia general del Perú, s. XVI, CE).

A continuación, se ha calculado para cada corte diacrónico el por-


centaje de por frente a de con casos perfectivos, por un lado, y con casos
imperfectivos, por otro lado. Los resultados de este cálculo se aprecian en
la Tabla 2 y, a continuación, en el Gráfico 3, que plasma los datos de por
con tiempos perfectivos e imperfectivos:
860 Dorien Nieuwenhuijsen

siglo de por total


xiii perfectivo 47,8% (11) 52,2% (12) 100% (23)
imperfectivo 55% (22) 45% (18) 100% (40)
xiv perfectivo 25% (3) 75% (9) 100% (12)
imperfectivo 66,7% (2) 33,3% (1) 100% (3)
xv perfectivo 17,3% (9) 82,7% (43) 100% (52)
imperfectivo 63% (51) 37% (30) 100% (81)
xvi perfectivo 36,5% (27) 63,5% (47) 100% (74)
imperfectivo 54,4% (87) 45,6% (73) 100% (160)
xvii perfectivo 44,4% (12) 55,6% (15) 100% (27)
imperfectivo 70,7% (29) 29,3% (12) 100% (41)
xviii perfectivo 35,1% (54) 64,9% (100) 100% (154)
imperfectivo 52,5% (64) 47,5% (58) 100% (122)
xix perfectivo 19,5% (22) 80,5% (91) 100% (113)
imperfectivo 21,2% (33) 78,8% (123) 100% (156)
xx perfectivo 7% (17) 93% (226) 100% (243)
imperfectivo 2,2% (3) 97,8% (136) 100% (139)
total perfectivo 22,2% (155) 77,8% (543) 100% (698)
imperfectivo 39,2% (291) 60,8% (451) 100% (742)
total 446 994 1440
Chi2 significativo para s. XV (p = 0,000), s. XVI (p = 0,009), s. XVIII y total (p = 0,000)
Tabla 2. Construcciones pasivas con ser tiempo perfectivo (pretind, pluscperfindic,
infperf, gerunperf) e imperfectivo (presind, imperfindic, gerundio) + de frente a por.

Los resultados evidencian que en todo el período analizado, salvo en el


siglo XX, el porcentaje de por es más alto con tiempos verbales perfectivos
que con tiempos verbales imperfectivos. Así, en el siglo XIII se registra el
52,2% de por con tiempo perfectivo frente al 45% imperfectivo, en el siglo
XV se observa un 82,7% perfectivo frente a un 37% imperfectivo, y solo
en el siglo XX se anota el 93% perfectivo frente al 97,8% imperfectivo, lo
cual se refleja en el Gráfico 3 por las dos líneas que se cruzan. Los datos,
por lo tanto, corroboran la hipótesis de que los tiempos perfectivos muestran
un mayor empleo de por como introductor del complemento agente que
los tiempos imperfectivos.
La propagación de por en construcciones pasivas perifrásticas 861

Gráfico 3. Desarrollo del uso de por (frente a de) como preposición introductora del
agente en construcciones pasivas con ser, tiempo perfectivo (pretind, pluscperfindic,
infperf, gerunperf) e imperfectivo (presind, imperfindic, gerundio).

5. Comprobación estadística
Como no solo nos interesa conocer la distribución de por con tiempos
perfectivos e imperfectivos en el corpus, sino también las tendencias gene-
rales, hemos realizado un test de regresión logística binaria, una prueba
estadística que predice el resultado de una variable dependiente (en este
caso la preposición, con dos variantes: de y por) en función de una o más
variables independientes o predictoras (i. e. un tiempo perfectivo o imper-
fectivo). De esta manera se puede estimar, a base de los ejemplos del cor-
pus, la probabilidad de que a través del tiempo por aparezca con un tiempo
perfectivo o imperfectivo. Huelga decir que lo que nos interesa en este caso
es saber si dicha probabilidad aumenta o disminuye a través del tiempo.
Los resultados de la prueba se recogen en la Tabla 3, en la que las
columnas de Sig. y Exp(B) comprenden los datos más importantes para el
presente trabajo. El Exp(B) (el exponencial del coeficiente u odds ratio)
indica la probabilidad de que por aparezca con la variable independiente.
Un valor de Exp(B) mayor de 1 indica que la probabilidad aumenta con
respecto a la categoría de referencia y apunta a un efecto positivo. En
cambio, con un Exp(B) < 1 la misma probabilidad es más pequeña que
con la categoría de referencia, en cuyo caso, por tanto, se detecta un efecto
negativo. En la columna Sig. se da el valor p, que señala la significación
estadística del efecto dado bajo Exp(B). Un valor p es < 0,05 se interpreta
como una significación estadística y, por consiguiente, el resultado encon-
862 Dorien Nieuwenhuijsen

trado probablemente no sea aleatorio. En cambio, con un valor p > 0,05


no hay significación estadística, de manera que la diferencia encontrada
posiblemente se deba al azar.

Wald4 gl Sig. Exp(B)


siglo 100,950 1 ,000 1,554
perfectivo 11,741 1 ,001 44,202
siglo por perfecto 8,144 1 ,004 ,836
constante 5
89,610 1 ,000 ,001
Chi = 202,122; p = 0,000; ref. = imperfectivo
2

Tabla 3. Probabilidad y valor de significación del empleo de la preposición por con


las variables independientes de siglo y tiempo perfectivo e interacción entre siglo y
tiempo perfectivo.

De la Tabla 3 se desprende que el tiempo influye positivamente en la


aparición de por con los tiempos perfectivos, dado que el Exp(B) es de
1,554, lo que implica que a medida que avanza el tiempo, con cada siglo
siguiente el empleo de por se hace más probable. El efecto encontrado,
además, es significativo (Sig. = 0,000). Asimismo, la probabilidad de uso
de por con un tiempo perfectivo es más alta que con un tiempo imperfectivo
(Exp(B) = 44,202), tal como esperábamos. Este efecto también es signi-
ficativo (Sig. = 0,000). Por último, el test ha calculado la probabilidad de
que por aparezca con un tiempo perfectivo en el transcurso de los siglos,
o sea que ha medido la interacción de las variables de tiempo y perfectivi-
dad. El efecto encontrado ahí es negativo (Exp(B) = 0,836; Sig. = 0,004),
lo que implica que a lo largo del tiempo el empleo de por con un tiempo
perfectivo va haciéndose menos probable comparado con su uso con un
tiempo imperfectivo. Parece que este resultado contradice los resultados
encontrados para las variables de siglo y tiempo perfectivo por separado,
ya que con los dos factores se ha constatado un efecto positivo, pero en la
presentación gráfica de los resultados del test de regresión se aprecia mejor
la manera en que hay que interpretar este último dato (Gráfico 4).

4
Esta columna recoge los resultados de la prueba de Wald, que se utiliza para compro-
bar si el valor de Exp(B) es significativo, o sea, si la variable independiente tiene realmente
efecto sobre la variable dependiente.
5
La constante o intersección constituye la probabilidad estimada de que aparezca la
variable dependiente si el valor de todas las variables independientes o predictoras es de
0. La constante necesariamente forma parte del modelo probabilístico, pero no repercute
directamente en la interpretación de los resultados.
La propagación de por en construcciones pasivas perifrásticas 863

Gráfico 4. Probabilidad media predicha del empleo de la preposición por con


ser tiempo perfectivo (pretind, pluscperfindic, infperf, gerunperf) e imperfectivo
(presind, imperfindic, gerundio) a través de los siglos.

El Gráfico 4 muestra que a lo largo de los siglos siempre es más


probable que por aparezca con un tiempo perfectivo que con un tiempo
imperfectivo, puesto que la línea que marca los tiempos perfectivos en todo
momento se mantiene por encima de la línea de los tiempos imperfectivos.
Sin embargo, el Gráfico también hace patente que, mientras que en español
antiguo el uso de por con formas imperfectivas es mucho menos probable
que con formas perfectivas, la diferencia va disminuyendo a través del
tiempo, de ahí el Exp(B) < 1, lo que ya apuntaba a un efecto negativo.
Este dato, a su vez, sugiere que es justamente a través de los contextos
imperfectivos que por se propaga, porque la probabilidad de uso de por con
un tiempo imperfectivo es la que realmente aumenta a través del tiempo,
mucho más que la misma con tiempos perfectivos.
Finalmente, cabe señalar también que en términos probabilísticos el
empleo de por con tiempos imperfectivos nunca supera su uso con tiempos
perfectivos, situación que sí se da en nuestro corpus, como se ha podido
ver en el Gráfico 3, en el que la línea que corresponde al uso de por con
tiempos verbales imperfectivos, en el siglo XIX cruza la correspondiente
de por con tiempos perfectivos.
864 Dorien Nieuwenhuijsen

6. Conclusiones
En este trabajo hemos estudiado la propagación de la preposición por
en construcciones pasivas perifrásticas con complemento agente explí-
cito. El corpus reunido para tal fin muestra claramente que, después de
un período relativamente largo de variación, en el siglo XIX por llega
a predominar como preposición introductora del complemento agente, a
expensas de de, que queda relegada a unos determinados contextos con
ciertos verbos específicos.
Además de la diacronía y periodización, nos interesaba indagar sobre
las posibles razones de la extensión de por y los factores que pueden haber
influido en la propagación de la preposición. Por ello, hemos analizado la
supuesta correlación entre las formas verbales perfectivas y el empleo de
por, que se justifica por el hecho de que, por una parte, por presente al
agente como el propulsor o motor de la acción y, por otra parte, las acciones
perfectivas requieran agentes relativamente activos.
Los datos cuantitativos de nuestro estudio corroboran la hipótesis, dado
que hasta el siglo XX por siempre es más frecuente con formas verbales
perfectivas que con formas imperfectivas.
Con el test de regresión logística binaria hemos podido calcular proba-
bilidades del empleo de por con tiempos verbales perfectivos a lo largo de
los siglos. De esta manera, hemos podido comprobar que tanto el tiempo
como la perfectividad tienen un efecto positivo sobre la aparición de la
preposición por. Además, hemos medido la interacción de estas dos varia-
bles, lo que ha revelado que la probabilidad de uso de por con un tiempo
perfectivo disminuyó a lo largo del tiempo, por lo cual se puede concluir
que la preposición extendió su empleo, sobre todo, a través de los contex-
tos imperfectivos, es decir, en construcciones pasivas con forma verbal
imperfectiva. El análisis estadístico, por tanto, nos ha permitido captar el
cambio lingüístico en curso, al localizar los contextos por los que por ha
ido ganando terreno a lo largo del tiempo.
Cabe pensar que, si la perfectividad del tiempo verbal resulta ser un
factor decisivo, también debe de influir el aspecto léxico del predicado en
la selección de la preposición, lo cual ya ha dejado vislumbrar el análisis
cualitativo de ciertos ejemplos del corpus6. Nos proponemos desarrollar
más esta idea en un trabajo futuro.

6
De hecho, son pares mínimos como i), ii) los que nos sugieren que el aspecto léxico
del predicado también incide en la selección de la preposición:
La propagación de por en construcciones pasivas perifrásticas 865

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llevada con ímpetu del ministro francés, hizo que los españoles hablasen más claro»
(Comentarios de la guerra de España, s. XVIII, CE).
ii) «Esta proposición fue oída por el virrey con bastante gusto, e hizo que [en 1744] se
le diese un estado del costo que tendría un navío de sesenta cañones» (Discurso y reflexiones
políticas sobre el estado presente de los reinos del Perú, s. XVIII, CE).
En ambos casos el complemento agente es humano, un rasgo que favorece el empleo
de por. En ii) se puede atribuir el uso de por a la ocurrencia del pretérito indefinido, un
tiempo perfectivo, mientras que en i) se observa un infinitivo, forma aspectualmente neutral
(NGLE 2010: 493) o imperfectivo (Gili Gaya 1981: 188) y, por ello, compatible con el uso
de la preposición de. No obstante, cabe señalar que en i) el verbo oír tiene el significado
de ‘percibir con el oído los sonidos’ (DLE). El autor se refiere a una fuerte disputa, de la
que comenta que era tal que había sido mejor que el rey no la oyera. En cambio, en ii) se
trata más bien del significado metafórico de oír, es decir, ‘atender los ruegos, súplicas o
avisos de alguien, o a alguien’ (DLE), ya que se relata cómo cierta proposición complace
al virrey y cómo actúa este a continuación. Ahora bien, el sentido literal del verbo oír se
compagina bien con un complemento agente relativamente poco activo o dinámico y, por
tanto, con el empleo de de (ejemplo i). Por otra parte, para la acción de oír en sentido
metafórico, es decir para atender los ruegos de alguien, se necesita un agente más activo,
que es más compatible con el significado básico de por (ejemplo ii).
866 Dorien Nieuwenhuijsen

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Resumen. En determinados grupos de sustantivos inanimados se observan indi-


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induce a pensar que el género puede desempeñar un papel funcional que incluso
se sigue explotando o «capitalizando». En esta comunicación estudiamos los
mecanismos de este tipo de cambio en cultismos y semicultismos cuya polisemia
está diferenciada por el género, identificando cambios llevados a cabo, cambios
aparentemente todavía en desarrollo y cambios ahora abandonados. La evidencia
aquí recogida sugiere que los hablantes aprovechan de vez en cuando la disponi-
bilidad del género en los sustantivos inanimados para señalar nuevas distinciones
semánticas y que se trata de la adfuncionalización de un rasgo que de otra forma
tendría un alto grado de redundancia.
Palabras clave. Género, cambio morfológico, cambio léxico.

Abstract. In certain groups of inanimate nouns signs of a systematic semantic


relationship between masculine and feminine can be observed, which suggests
that gender can have a functional role which continues to be exploited or
«capitalized». In this article I study the mechanism of this change in learned and
semilearned words in which polysemy is differentiated by gender, and identify
completed changes, changes apparently still in progress and changes which have
been abandoned. The evidence collected suggests that speakers occasionally take
advantage of the availability of gender in inanimate nouns to signal new semantic
distinctions and that this represents the adfunctionalization of a feature which
otherwise would have a high degree of redundancy.
Keywords. Gender, morphological change, lexical change.
868 Christopher J. Pountain

1. Introducción
El género de los sustantivos inanimados parece ser una propiedad morfo-
lógica arbitraria, sin funcionalidad, y, por lo tanto, redundante. Sin embargo,
como ya hicimos notar en Pountain (2005), en determinados grupos de sus-
tantivos inanimados hay indicios de una relación semántica sistemática entre
masculino y femenino —tamaño relativo, árboles / fruta (1)1—, además de
casos aislados de oposición que no son susceptibles de sistematizar (2). El
desarrollo de parejas como las de (1) sugiere por lo menos un conato de
adfuncionalización del género (Smith 2011), si bien no del todo sistemática,
mientras que las de (2) se pueden considerar más bien oportunistas, con una
relación semántica idiosincrásica entre los dos términos, donde los hablantes,
por así decirlo, aprovechan o explotan la posibilidad de recurrir al género para
hacer una diferenciación semántica. Todo esto induce a pensar que el género
todavía puede desempeñar algún papel funcional en sustantivos inanimados.
(1) Tamaño relativo:
huerto / huerta.
cesto / cesta.
Árbol / fruta:
manzano / manzana.
chirimoyo / chirimoya.
(2) Casos aislados de oposición:
partido ‘conjunto de personas que defienden una misma opinión’, ‘compe-
tencia concertada entre jugadores’, etc. / partida ‘acción de partir’, ‘copia
de un registro’, etc.
modo ‘aspecto que ante el observador presenta una acción o un ser’ / moda
‘uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo’.

Como ya expliqué en Pountain (2005: 347), estos procesos —y es de


notar que son creaciones romances, muchas veces propias del castellano—
se pueden considerar ejemplos de lo que en Pountain (2000) llamé «capi-
talización», o aprovechamiento de recursos ya existentes en un idioma.

2. Sustantivos de género «ambiguo»


En esta ponencia me propongo estudiar unos casos de oposiciones de
género creadas en sustantivos inanimados que no están marcados por una
correspondiente desinencia de género y que se suelen calificar de «ambi-
guos» en cuanto al género (vid. NGLE: 96). La mayoría, y los más interesan-
tes, son cultismos o semicultismos cuya historia podemos trazar por medio

Estudiamos más a fondo las distinciones de género en sufijos agentivos en Pountain


1

(2006).
Sustantivos de género «ambiguo» 869

de los corpus históricos (CORDE y CdE) desde su aparición, a veces con


información valiosa sobre las actitudes de los hablantes, y, desde el siglo
XVIII, por los diccionarios de la RAE. Se caracterizan por cierta vacilación
o, mejor dicho, variación de género, a veces informada por su etimología, y
una simple extensión metonímica, metafórica o asociativa de su significado,
muchas veces motivada por avances tecnológicos o nuevos descubrimien-
tos, que puede dar lugar a la fijación de una diferenciación de género.
2.1. Casos de clara diferenciación de género
2.1.1. Cometa
Un caso claro de discriminación semántica por medio del género es el
de cometa, que ya estudié con otro motivo en Pountain (2011: 108-110), por
lo que aquí solo doy un esbozo muy acortado de su evolución. Cometa en su
sentido de ‘astro’ es exclusivamente de género femenino hasta el siglo XV,
cuando se hace más frecuente y empieza a emplearse en masculino, aunque
sigue mayoritario el femenino, tal vez por asociación con la frase estrella
cometa. Ya en el siglo XVIII predomina el masculino. Es precisamente en
el siglo XVIII cuando aparece el sentido de ‘armazón cubierta de papel o
tela que se arroja al aire’ (ing. kite), que es mayoritariamente femenino.
En el DRAE de 1791 se anota por primera vez la distinción de género, que
llega a estabilizarse y que hoy se ha fijado en el idioma.
A base de la evolución de cometa creo que es lícito proponer la hipó-
tesis de que si un vocablo adquiere un nuevo sentido lo suficientemente
distinto del original, sobre todo si ya existe variación en su género, entonces
el género se pueda explotar para marcar la diferencia, aun cuando ambos
sentidos sean inanimados.
2.1.2. Cólera
Muy parecida a la trayectoria de cometa es la de cólera, que empezó a
emplearse en el siglo XV como palabra femenina en el sentido de ‘humor’ o
‘ira’ (3a). Estas son las mismas acepciones que se encuentran en el Diccio-
nario de autoridades de 1729, aunque para entonces también se emplearía
en la expresión cólera-morbo en el sentido de ‘tipo de enfermedad infec-
ciosa’, sentido que iba a cobrar gran relevancia con la propagación de la
enfermedad por Europa. Esta expresión ya se empleaba por Feijoo en el
Teatro crítico universal de 1728 (3b), si bien para Feijoo era femenina, y
por Torres Villarroel (1732), quien la emplea por primera vez en masculino
(3c). Desde el siglo XIX parece que es siempre masculina en este sentido
(3d) y que se emplea como palabra suelta (el DRAE, sin embargo, tardaría
más de 100 años en admitirla de esta forma: aparece por primera vez como
masculina independiente solo en 1956).
870 Christopher J. Pountain

(3a) éstos son colóricos, que en ellos predumina e señorea la cólera a las otras
calidades (CORDE: Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera,
Corbacho, 1438).
(3b) En la cólera morbo, de que pocos se libertaban, hoy rarísimo se desgracia
(CdE: Benito Jerónimo Feijoo, Teatro crítico universal, vol. II, 1728).
(3c) Desahuciado quinto. Del cólera morbo (CdE: Diego de Torres Villarroel,
Los desahuciados del mundo y de la gloria, 1732).
(3d) otro de los buenos amigos a quien el cólera ha hecho desaparecer después de
las fiestas (CdE: Vicente Boix, Fiestas que en el siglo IV de la canonización
de San Vicente Ferrer se celebraron en Valencia, 1846).

Otra vez se puede suponer que la importancia de señalar el nuevo sen-


tido específico estimulara la diferenciación de género. Al mismo tiempo, en
este caso interviene otro factor estructural: la combinación con morbo que
siguió la regla normal del español de que todo compuesto en el que figure un
sustantivo masculino será también masculino; era entonces de esperar que
la palabra simple correspondiera al género del compuesto del que derivó.
2.1.3. Sustantivos deadjetivales
Pasamos a comentar unos casos de sustantivos deadjetivales que han
experimentado una clara discriminación de género según se han extendido
a nuevos valores semánticos. La atribución de género sigue de manera clara
su asociación original con sustantivos, y los nuevos sustantivos se pueden
considerar elipsis de una combinación sustantivo + adjetivo.
2.1.3.1. Capital
Como sustantivo masculino figura capital en 1611, en el Suplemento
al Tesoro de la lengua castellana de Covarrubias (4a). La distinción de
género ya se señala de cierta manera en Autoridades (1729), donde una
acepción sustantiva presumiblemente femenina se incluye en la definición
del adjetivo (4b); y se ha mantenido a partir de esa fecha un claro con-
traste que se ha reforzado con la extensión tanto del masculino como del
femenino a otros significados relacionados. Al masculino pertenecen los
valores de ‘hacienda’, ‘dinero que se presta’, ‘inmuebles o maquinaria’;
al femenino los de ‘ciudad principal’, ‘letra mayúscula’. Las entradas del
DRAE son testigo de la dependencia en la elipsis del nuevo sustantivo
femenino.
(4a) Lo que es principal como en la hacienda decimos el Capital toda la masa
principal de ella fuera de los creditos (NTTLE: Sebastián de Covarrubias,
Suplemento al Tesoro de la lengua castellana, 1611).
(4b) [Capital] se suele algunas vezes tomar como substantivo, para significar
la Ciudad que es cabeza de alguna Provincia, Réino, ò Estádo y Señorío
(NTLLE: Diccionario de autoridades, 1729).
Sustantivos de género «ambiguo» 871

2.1.3.2. Editorial
Es mucho más reciente editorial, que como sustantivo independiente
aparece por primera vez en el DRAE de 1925, tan solo como masculino, en el
sentido de ‘artículo de fondo no firmado’, aunque en realidad se empleaba
mucho antes en América Latina en esta función (5a). Se da por primera
vez la acepción femenina ‘casa editora’ en el DRAE de 1936, y el primer
ejemplo de CORDE es de 1925 (5b). Esta distinción se ha mantenido nítida
y constante. Se trata sin duda de una doble elipsis —(artículo, despacho)
editorial frente a (casa, empresa) editorial—, de la que ya hay evidencia
en el siglo XIX (5c, 5d).
(5a) al día siguiente el sabio escritor argentino Tejedor dijo en el editorial de
«El Progreso», que eran tan brutos los pintores del teatro, que en vez de la
América del Sur habían pintado un jamón (CORDE: Vicente Pérez Rosales,
Recuerdos del pasado, 1882, Chile).
(5b) Ayer dejé firmada la dedicatoria en la editorial «Excelsior», el ejemplar
suyo de mi De Fuerteventura a París (CORDE: Miguel de Unamuno, Epis-
tolario inédito, 1925).
(5c) Advierto a usted, para los efectos consiguientes, que ha sido denunciado por
esta Fiscalía el número primero del periódico El Puerto de Arrebatacapas,
por su artículo editorial (CdE: Leopoldo Alas, De la Comisión, 1876).
(5d) Acto continuo procuró ponerse en buenas relaciones con una casa editorial,
de esas ricas, que publican periódicos semanales con monos y notabilidades
europeas, vista de Constantinopla, o lo que salga (CdE: Leopoldo Alas,
Artículos, 1876).

2.1.3.3. Final
Final es un poco más problemático. El primer ejemplo de final empleado
como sustantivo independiente que hemos encontrado en CdE es del siglo
XVI (6a), pero es en los siglos XIX y XX cuando alcanza una frecuencia
significativa, correspondiendo el siglo XX a una auténtica explosión en el
uso de la expresión a finales de, sobre todo en la prosa académica. Final
como sustantivo masculino con su significado moderno ‘término de algo’
se incluye en todos los diccionarios académicos. Como femenino, también
con su sentido actual ‘última competición en un concurso o campeonato’,
aparece por primera vez en el DRAE de 1956; en CORDE ya hay un ejemplo
de 1935 (6b).
(6a) nuevas amistades, de tal manera sólidas y firmes que duraban en gran parte
hasta el final de la vida (CdE: Francisco Hernández, Antigüedades de la
Nueva España, 1552).
(6b) En Madrid se han celebrado los concursos sociales del Club de Campo
dentro de la mayor normalidad. Manolo Alonso quedó vencedor, ganando a
872 Christopher J. Pountain

Rahn en la final (CORDE: Concursos de invierno, Campeón, 15 de diciembre


de 1935).

Así es que en el español moderno queda muy clara la distinción entre


el masculino y el femenino. No hemos podido constatar ninguna variación
significativa de género en el mundo hispanohablante. Esta distinción de
género se implantó de manera bastante rápida en la historia del idioma,
generalizándose sin duda como resultado del auge del deporte competitivo
en el siglo XX. Se debe suponer entonces que la creación del femenino
fuera una elipsis, tal vez de competición, de acuerdo con la definición
académica. Lo curioso, sin embargo, es que, a diferencia de capital y edi-
torial, no hay evidencia de tal colocación: las colocaciones más frecuentes
que da el CdE son sustantivos muy generales, como fase, parte, etc., que
difícilmente se interpretan como origen de final como femenino. Compe-
tición / partida final ni siquiera salen en este corpus; en CORDE hay 14
casos de competición final, pero todos son del mismo autor (en un texto
de 1955), quien emplea además partido final; se observará también cómo
en (6b) el antecedente de la final, al que se puede suponer que se refiera,
es concursos, masculino.
2.1.3.4. Pendiente
Los ejemplos de pendiente sustantivo son poquísimos en los siglos XVI
y XVII (mucho más extenso es el uso adjetival), y aun cuando se encuen-
tran, su género es difícil de determinar. En el siglo XVIII, parece que el
uso de Feijoo es excepcional: este autor emplea pendiente en masculino
en el sentido de ‘cuesta’ (7a), mientras que en otros autores es femenino
(7b). El sentido de ‘adorno’ parece que es siempre masculino, pero hay
muy pocos casos (7c).
(7a) observando perfectamente las leyes de aquella successión de luz y sombra
que se hace en los pendientes de las montañas (CORDE: Benito Jerónimo
Feijoo, Theatro Crítico Universal, 1739).
(7b) Toda la principal muralla, que está sobre la pendiente de aquel cerro
(CORDE: Antonio de Ulloa, Viaje al reino del Perú, 1748).
(7c) y para su mujer un collar de plata sobredorado y unos pendientes que pidió
(CORDE: Juan Fernández Bobadilla, Carta al presidente de Guatemala,
1778).

En Autoridades se dan los dos significados centrales de ‘cuesta’ y


‘adorno’, pero sin indicación del género; entre 1780 y 1803 el significado
de ‘cuesta’ es masculino mientras que el de ‘adorno’ no se especifica. En
1817, y también entre 1832 y 1884, el significado de ‘cuesta’ es c[omún],
Sustantivos de género «ambiguo» 873

pero en 1822 se da como femenino. En el DRAE de 1852 ‘adorno’ es mas-


culino. Desde 1899 hasta hoy la distinción actual entre ‘adorno’ masculino
y ‘cuesta’ femenino es una constante, lo que se ve confirmado por los
datos de CORPES XXI (el / la pendiente), que tambien indican una ausencia
completa de variación en el mundo hispoanohablante. Esta es por lo tanto
una distinción de género bien arraigada en el español, si bien hasta fines
del siglo XVIII hubo variación.
Aunque según los datos de los diccionarios académicos había variación
antes del siglo XIX, los primeros ejemplos del uso sustantivo de pendiente
corresponden en su género al moderno (8a, 8b):
(8a) ‘adorno’: alguno de ellos luce también aros de calabaza seca, colgándole en
lugar de los pendientes de oro habituales (CdE: Antonio Pigafetta, Primer
viaje alrededor del mundo, 1507).
(8b) ‘cuesta’: deslízase el agua rumorosa mansamente por las cañerías del rega-
dío y, al salvar las pendientes de los distintos bancales, su murmullo aumenta
progresivamente (CdE: Juan Ginés de Sepúlveda, Epistolario, 1532).

Dado que pendiente es en origen un adjetivo derivado de un participio


presente culto, es de suponer que se trata de una elipsis. Pero, como final,
difícilmente se ve cuál era el sustantivo del que dependiera, ni mucho
menos en este caso una colocación preferida. Es posible que pendiente se
asociara, respectivamente, con adorno y cuesta, pero estas supuestas colo-
caciones quedan sin confirmar. Sin embargo, la creación de una oposición
de género que corresponde a una diferencia de sentido es una de las más
claras y por ahora constantes de los sustantivos cultos.
2.2. Casos de variación
Frente a estos casos clarísimos de discriminación de género que encajan
bien con mi hipótesis original, hay casos más borrosos en los que parece
que una posible distinción de género, en principio bien motivado, no se
ha llevado a cabo, y persiste un estado de variación sin resolver, o sea, un
posible cambio en marcha, en la lengua.
2.2.1. ¿Cambios en marcha?
2.2.1.1. Margen
Margen es poco frecuente en español antes del siglo XVI (Tabla A);
en los primeros ejemplos de los siglos XIV y XV es tanto masculino como
femenino (9a, 9b), como su étimo latino margine(m), y persiste la misma
variación durante los siglos XVI y XVII (9c, 9d):
874 Christopher J. Pountain

XIV XV XVI XVII XVIII XIX XX


el margen 1 2 17 33 2 6 54
la margen 1 4 34 93 27 70 55
Total 2 6 51 126 29 76 109
margen: total 2 19 88 333 127 234 772
frecuencia por millón de 0,75 2,33 5,17 26,97 12,94 12,13 33,83
palabras
Tabla A: el / la margen en CdE, y frecuencia de margen.

(9a) Ca las hemorroydas son venas que se termjnan en el margen del sieso las
quales son çina (CdE: Lanfranco de Milano, Cirugía mayor, s. XV).
(9b) Margo. ginis. incerti. g. me. cor. in obliquis. la margen o extremidad dela
cosa o del logar (CdE: Rodrigo Fernández de Santaella, Vocabulario ecle-
siástico, s. XV).
(9c) La cual, llegándose al margen del arroyo, con atentos ojos se paró a mirar el
agua que por él corría (CORDE: Miguel de Cervantes Saavedra, La Galatea,
1585).
(9d) Dichoso posseedor, aquí tendido / del fresco gozarás junto a la fuente / a
la margen del río do has nacido (CORDE: Fray Luis de León, Traducciones
clásicas, ca. 1550-1580).

En los siglos XVIII y XIX decae la frecuencia del masculino de manera


apreciable, para luego restablecerse en el siglo XX. Al incremento del
masculino parece corresponder una ampliación de significación, de la que
ediciones sucesivas del DRAE son testigo. La situación en el español actual,
por lo menos en lo que a España se refiere, parece muy clara. En CORPES
XXI hay 4673 casos de margen, lo que dificulta su análisis como tarea
práctica, pero observamos (Tabla B) que el contexto más típico de margen
en el sentido de ‘orilla’ es la combinación con los adjetivos izquierdo y
derecho, mientras que en el sentido de ‘ocasión’ le sigue de + sustantivo
(p. ej., margen de error, margen de maniobra). Para España, CORPES XXI
cuenta con 25 casos de margen izquierdo y 30 de margen derecho frente
a 52 de margen izquierda y 62 de margen derecha, lo que sugiere que
el masculino se ha vuelto a establecer en este sentido y coexiste con el
femenino, si bien persiste una ligera preferencia por el femenino. En los
767 casos de margen de + sustantivo, sin embargo, no hay ningún caso
del femenino.
Sustantivos de género «ambiguo» 875

25
margen izquierdo
(45,45%)
30 55
margen derecho
(54,55%) (32,54%)
52
margen izquierda
(45,61%)
62 114
margen derecha
(54,39%) (67,56%)
Total 169
767
margen de – (m.)
(100%)
0
margen de — (f.)
(0%)
Total 767
Tabla B. Género de margen en determinados contextos en
CORPES XXI (España).

Hay que concluir que, a pesar de la larga presencia en el idioma de


esta palabra y una gama apreciable de valores semánticos que, si bien están
relacionados, pertenecen en realidad a distintos campos referenciales, el
aprovechamiento del género para marcar estas distinciones es solamente
parcial y además susceptible a la variación.
2.2.1.2. Orden
Otra vez, la alta frecuencia de la palabra hace poco práctico su análisis
exhaustivo, por lo que hemos recurrido a la búsqueda de las secuencias la
orden / el orden, que son también numerosas. Los primeros casos de orden,
que se encuentran ya en los primeros textos castellanos son de género
femenino, a pesar de que lat. ordine(m) era masculino. Pero en el Uni-
versal vocabulario de Alfonso de Palencia de 1490 se observa una varia-
ción notable, aparte de que en los sentidos de ‘disposición’ y ‘concierto’
predomina el masculino; la frase el orden del alfabeto parece invariable
como masculino a partir del siglo XV (10a, 10c).
(10a) ‘grupo’: tu eres saçerdote para siempre segun la orden de melchisedech
(Alfonso de Palencia, Universal vocabulario en latín y en romance, 1490);
& segu<n>d festo po<m>peyo era<n> los çibdadanos q<ue> del orde<n>
dela caualleria se ascriuian por patricios por que se co<m>pliesse el
numero delos senadores (ibid.).
(10b) ‘disposición’: Antissima. es señal enlos versos en q<ue> se mudo la
orde<n> (ibid.); para guardar el orde<n> del alphabeto (ibid.).
876 Christopher J. Pountain

(10c) ‘concierto’: Modestia. es moderaçion: & modo: & guardar mediania: &
deuido & loable orde<n> (ibid.).

Cifras recogidas de CdE (Tabla C) muestran de forma muy clara el


auge del masculino a partir del siglo XVIII, y el vigor continuo del vocablo.

XIII XIV XV XVI XVII XVIII XIX XX


857 59 321 1091 381 498 854 517
la orden
(100%) (100%) (86,06%) (72,73%) (52,99%) (41,78%) (42,24%) (42,07%)
52 409 338 694 1168 712
el orden
(13,94%) (27,27%) (47,01%) (58,22%) (57,76%) (57,93%)
Total 857 59 373 1500 719 1192 2022 1229
orden: total 2040 239 1720 5441 2988 4843 6584 3576
frecuencia
por millón de 303,77 89,53 210,75 319,41 241,98 493,34 341,19 156,69
palabras

Tabla C. El / la orden en CdE, y frecuencia de orden.

A la alta frecuencia de orden corresponde una impresionante gama de


sentidos. Ya en Autoridades (1737), donde el género se da como «ambi-
guo», hay diez entradas para orden, más varias expresiones en las que sirve
de núcleo, y esta situación general se mantiene hasta el DRAE de 1884. En
el de 1899, sin embargo, se hace una distinción entre ‘concierto’, ‘regla’,
‘serie’, ‘disposición arquitectónica’, etc. (masculinos) y ‘mandato’, ‘ins-
tituto civil o militar creado para premiar por medio de condecoraciones a
las personas beneméritas’ (femeninos), además de ‘grado de sacramento’
(ambiguo). En el Diccionario moderno, ha retrocedido un poco el mascu-
lino, ya que ‘concierto’ y ‘serie’ ahora se califican de ambiguos en cuanto
al género.
Aunque en este caso la distinción de género no se ha realizado de
manera exhaustiva, se ve que determinados significados están asociados
con uno u otro género, principalmente ‘grupo o categoría —social, arquitec-
tónico, biológico, etc.’— (masculino) y ‘mandato’, ‘condecoración’ (feme-
nino). Es más, aunque según el DRAE orden es de género ambiguo en su
sentido de ‘serie o sucesión de cosas’, en términos prácticos, según CORPES
XXI, sigue siendo masculino cuando lo acompañan los adjetivos alfabético,
lógico y numérico; y de forma parecida, en su sentido de ‘concierto’ es
siempre masculino en la colocación buen orden. Estos datos muestran otra
vez la importancia de colocaciones frecuentes para la atribución del género.
También sugieren que el género de orden se está fijando cada vez más en
Sustantivos de género «ambiguo» 877

el español actual y que se trata de un cambio en marcha que tiende hacia


el uso discriminatorio del género.
2.2.2. Sustantivos deadjetivales
A pesar de la importancia del contexto sintagmático a la que nos hemos
referido, no parece que el origen adjetival de un sustantivo garantice de por
sí la estabilidad de una distinción de género.
2.2.2.1. Terminal
Según el DRAE, este vocablo, al parecer muy semejante a capital y edi-
torial, es otro ejemplo de una distinción de género que separa dos significa-
dos, en este caso estrechamente relacionados, que son ‘extremo de una línea
de transporte público’ (femenino) y ‘extremo de un conductor’, ‘máquina
mediante la cual se proporcionan datos a una computadora’ (masculino).
El uso de terminal como sustantivo solo remonta al siglo XX (en CdE solo
hay ejemplos del uso adjetival en los siglos XVIII y XIX), aprovechado sin
duda para denominar estos conceptos tecnológicos nuevos en paralelo con
otras lenguas europeas de las que es posible que sea calco. Es probable
que el género femenino se deba a la asociación con el sustantivo estación,
de la que también hay varios ejemplos en CdE (11).
(11) Se trata de construir la estación terminal de autobuses (CdE: ABC, s. XX).

A pesar de la clasificación académica, hay mucha variación en el


mundo hispanohablante. Según los casos de el terminal y la terminal reco-
gidos de CORPES XXI, parece que en Chile y Perú se prefiere el masculino
para ‘estación’, y hay abundantes testimonios del masculino en Colombia,
Ecuador, Puerto Rico y Venezuela; España, México y Argentina optan
sin embargo casi exclusivamente por el femenino. CORPES XXI también
revela que el significado de ‘estación’ es mucho más frecuente que el de
‘computadora’, del que hay muy pocos ejemplos. En una búsqueda de la
frase exacta un / el / una / la terminal de computadora (Tabla D) filtrada
por sitios web chilenos, encontré 30 casos de femenino frente a 21 de
masculino, lo que sugiere la existencia de variación también en este sentido
en Chile (o incluso que tal vez la distinción se empiece a hacer al revés).
En Argentina, sin embargo, donde, como acabamos de ver, se prefiere el
femenino para el significado de ‘estación’, esta preferencia se ha exten-
dido de manera muy clara al de ‘computadora’, ya que la misma búsqueda
filtrada por sitios web argentinos recoge 77 casos del femenino frente a
tan solo 8 del masculino, lo que sugiere una incipiente generalización del
femenino en esta región.
878 Christopher J. Pountain

Chile Argentina
el / un terminal de computadora 21 8
la / una terminal de computadora 30 77
Tabla D. Género de terminal de computadora en CORPES XXI
(Chile y Argentina).

En conclusión: aunque para terminal el DRAE representa una distinción


nítida de género, resulta que un análisis de los datos ahora disponibles
muestra que persiste una situación de variación en determinadas regiones
del mundo hispanohablante.
2.3. ¿Cambios potenciales abandonados?
Finalmente, además de casos de variación de género que parecen tardar
en fijarse universalmente en el mundo hispanohablante, hay casos inte-
resantes de posibles distinciones que, finalmente, no se han realizado e
incluso se han desechado.
2.3.1. Dote
En los sentidos específicos de ‘conjunto de bienes y derechos aportados
por la mujer al matrimonio’ y ‘donación que asegura el establecimiento
de algo’, dote se empleaba ya en el siglo XIII, si bien como latinismo
patente. Aunque su étimo latino era femenino, en los siglos XIII y XIV la
palabra castellana parece ser mayoritariamente masculina, tal vez por ser
considerada una derivación deverbal de dotar (Echaide 1969: 99). No es
muy frecuente hasta el siglo XV, cuando su uso se extendió al significado
más amplio de ‘don, calidad’ y se empezó a usar en femenino. La variación
de género persistió hasta tiempos bastante recientes, si bien con prestigio
variable (12a, 12b y Tabla E).
(12a) Policronio. –¿Por qué decís unas veces la dote y otras el dote? Filale-
tes. –Ambas maneras se pueden decir, porque la palabra dote en latín es
femenina, y románzase la dote, mas el uso castellano la hace comúnmente
masculina, y yo, yéndome por el uso, masculinizo también, por proceder
descuidadamente, como de razón siempre debría darle el un género, que
según la regla de Cicerón, que hace al pueblo señor del lengunaje [sic],
debiera ser el masculino, mas poco importa (CORDE: Juan de Pineda,
Diálogos familiares de la agricultura cristiana, XVIII, 1589).
(12b) [el femenino] es más frecuente en los escritores de nota y hasta en los
refranes (Marqués de San Felipe, cit. por Corominas/Pascual, II, 520, s.
XVIII).

Cifras extraídas de CORDE demuestran una situación de equilibrio


masculino / femenino hasta el siglo XVIII, cuando el femenino empezó a
Sustantivos de género «ambiguo» 879

ser el género preferido en plural, cuyo sentido suele ser el más general de
‘(buenos) dones’; en la segunda mitad del siglo XIX la preferencia por el
femenino se intensificó incluso en singular (Tabla E).

1500-1599 1600-1699 1700-1799 1800-1849 1850-1899


masc. fem. masc. fem. masc. fem. masc. fem. masc. fem.
sing. 318 287 289 183 61 38 28 31 47 292
(52,56%) (47,44%) (61,23%) (38,77%) (61,62%) (38,38%) (47,46%) (52,54%) (13,86%) (86,14%)
pl. 85 84 51 31 28 58 25 92 20 257
(50,30%) (49,70%) (62,20%) (37,80%) (32,56%) (67,44%) (21,37%) (78,63%) (7,22%) (92,78%)
Total 403 371 340 214 89 96 53 123 67 549
(52,01%) (47,99%) (61,37%) (38,63%) (48,11%) (51,89%) (30,11%) (69,89%) (10,88%) (89,12%)

Tabla E. Género de dote(s), s. XVI-s. XIX (plural), en CORDE.

Las entradas de ediciones sucesivas del DRAE también sugieren este


movimiento interesante. En todas las ediciones hasta 1869 el género de
dote se califica de «ambiguo», «masculino y femenino» o «común». La de
1899 dice que en el sentido de ‘excelencia, prenda, calidad estimable’ se
usa más como femenino, lo que está de acuerdo con los datos de CORDE.
Entre 1914 y 1984 se representa como de género «ambiguo» tan solo en
singular, y en plural y en el sentido de de ‘calidad estimable’, etc., es úni-
camente femenino, y en 1984 se reconoce la prevalencia general del género
femenino. En el castellano moderno casi no existe dote como masculino:
CORPES XXI tiene 90 casos del plural femenino y 143 del singular femenino
frente a 12 del plural masculino (todos de América Latina) y ninguno del
singular masculino.
Podemos entrever entonces lo que conviene denominar un conato de
diferenciación del sentido general de ‘calidad estimable’ —tengamos pre-
sente que es el plural, donde se favorece cada vez más el género femenino,
que normalmente lleva este sentido— del sentido específico de ‘bienes
aportados por la mujer al matrimonio’, que luego se esfumó, posiblemente
porque el significado general estaba firmemente asociado con el plural y,
por tanto, el género carecía de un rendimiento funcional significativo.
2.3.2. Lente
Lente ofrece paralelismos con dote. Los primeros ejemplos, femeninos
de acuerdo con su étimo latino lente(m) ‘lenteja’, se encuentran en el siglo
XVII (13a-b), y figura en el Autoridades como sustantivo femenino.
(13a) Cubrióse de barro / y aunque dissimula, / le vio alguna lente / entre doze
y vna (CORDE: José de Valdevieso, La amistad en el peligro, 1622).
880 Christopher J. Pountain

(13b) el foco de la lente ocular de mi telescopio (CdE: Carlos de Sigüenza y


Góngora, Libra astronómica y philosophica, 1672).

Pero a partir del siglo XVIII hay variación en el género de lente. A la


significación de ‘objeto, generalmente de vidrio, que se utiliza para desviar
la trayectoria de los rayos luminosos’ se sumó una acepción plural ‘gafas’,
que aparece por primera vez en el DRAE de 1884. Todos los DRAE de entre
1869 y 1970 dicen que se usa más en masculino, lo que se puede confirmar
por CORDE (Tabla F); es solo en el DRAE de 1984 donde se reconoce que
se usa más en femenino, sin distinción de número. Un examen de CORPES
XXI revela una clara diferencia entre España y el resto del mundo hispa-
nohablante: mientras no hay casos de lente masculino ni en singular ni
en plural recogidos en España, hay variación de género por toda América
Latina, con preponderancia del género masculino en plural (Tabla G). La
fijación del género en España debe de ser un fenómeno bastante reciente
a juzgar por cifras recogidas de CORDE, donde para el periodo 1950-1975
hay determinados autores peninsulares que parecen favorecer el género
masculino; otra particularidad de esta época es que se prefiere el género
masculino para el plural (Tabla F).

lente 1600-1699 1700-1799 1800-1899 1900-1949 1950-1975


masc. fem. masc. fem. masc. fem. masc. fem. masc. fem.
sing. 0 3 0 7 100 75 29 259 15 49
pl. 0 0 1 5 52 36 128 77 79 7
Total 0 3 1 12 152 111 157 336 94 56
Tabla F. Género de lente(s) en CORDE (a base de todas las ocurrencias que
demuestran concordancia)2.

masc. fem.
España Otros países España Otros países
lente 0 160 93 165
lentes 0 593 88 39
Tabla G. Género de lente(s) en CORPES XXI (a base de casos de el lente, la lente,
los lentes, las lentes).

9 de los 15 casos del género masculino en singular son de Néstor Almendros, Cine-
2

manía, Barcelona, Seix Barral, 1992.


Sustantivos de género «ambiguo» 881

Como en el caso de dote, parece que el grado de polisemia de lente no


es lo suficientemente fuerte como para favorecer la explotación del género;
otra vez, la diferencia de significado está señalada por una oposición de
número. Se comprende, entonces, tanto la vacilación de género que conti-
núa en América Latina como el abandono del masculino en España.

3. Conclusiones
Está claro que en estos casos que vengo comentando el aprovecha-
miento o capitalización del género como recurso discriminatorio para
acepciones nuevas de un vocablo no es un proceso sistemático ni mucho
menos predecible, lo que es de esperar, porque el género es una propiedad
arbitraria léxica y, como es sabido, cada palabra tiene su propia historia.
No arguyo por eso. La hipótesis que defiendo, apoyada por casos como
cometa, cólera y los sustantivos deadjetivales capital, editorial, final y
pendiente, es que el género sea una propiedad (nótese que en estos casos
no se trata de desinencias morfológicas) a la que el español puede recurrir
de vez en cuando, a diferencia, por ejemplo, del inglés, que es indiferente
al género. En los sustantivos deadjetivales el género puede corresponder a
los sustantivos con los que se combinaban los adjetivos originales, o bien
a los sustantivos que se sobreentendían, mientras que con otros cultismos
parece ser la variación de género la que abre el camino a una eventual
discriminación. Pero, como hemos visto en el caso de margen y orden, la
variación puede tardar en resolverse, aun cuando hay indicios de que el
género puede ser aprovechado como recurso discriminatorio. Finalmente,
como hemos visto en los casos de dote y lente, el género como recurso
discriminatorio puede ser cohibido si hay otros recursos disponibles, por
ejemplo el número.

Bibliografía
CdE: Mark Davies (2002–), Corpus del español: 100 million words, 1200s-1900s,
<http://www.corpusdelespanol.org> [agosto de 2015].
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castellano e hispánico, 6 vols., Madrid, Gredos.
CORPES XXI: Real Academia Española, Banco de datos. Corpus del español del
siglo XXI, <http://www.rae.es> [agosto de 2015].
Echaide, Ana María (1969): «El género del sustantivo en español: evolución y
estructura», Iberorromania, 1, 89-124.
882 Christopher J. Pountain

NGLE: Real Academia Española-Asociación de las Academias de la Lengua Espa-


ñola (2009), Nueva gramática de la lengua española. I. Morfología / Sintaxis,
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NTLLE: Real Academia Española (2001), Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua
española. Edición en DVD, Madrid, Real Academia Española-Espasa Calpe.
Pountain, Christopher J. (2000): «Capitalization», en John Charles Smith y Delia
Bentley, eds., Historical Linguistics 1995. Volume I. General Issues and
non-Germanic Languages, Amsterdam, Benjamins, 295-309.
— (2005): «Gender without Sex: the semantic exploitation of the masculine /
feminine opposition in the history of Spanish», en Roger Wright y Peter Ric-
ketts, eds., Studies on Ibero-Romance Linguistics Dedicated to Ralph Penny,
Newark, Delaware, Juan de la Cuesta Hispanic Monographs, 329-348.
— (2006): «Gender and Spanish Agentive Suffixes: Where the Motivated Meets
the Arbitrary», Bulletin of Spanish Studies, 83, 19-42.
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12, 99-117.
Smith, John Charles (2011): «Change and Continuity in Form-Function Relations-
hips», en Martin Maiden, John Charles Smith y Adam Ledgeway, eds., The
Cambridge History of the Romance Languages. Volume I. Structures, Cambri-
dge, Cambridge University Press, 268-317.
Verbos parasintéticos del castellano
oriental del siglo XV*

Matthias Raab
Universitat de Barcelona

Resumen. Se analizarán las voces verbales neológicas formadas por procesos para-
sintéticos y documentadas en textos del siglo XV procedentes del territorio de la
antigua Corona de Aragón. Con tal propósito, partiremos de las voces novedosas
de estas características que se documentan en el Diccionario del castellano del
siglo XV en la Corona de Aragón (DiCCA-XV). Haremos hincapié en posibles casos
de variación morfológica entre los afijos y tendremos en cuenta otros aspectos,
como las características semánticas y etimológicas de las bases derivativas o los
géneros textuales en que se documentan las voces. Nos proponemos, en defini-
tiva, arrojar algo más de luz al estudio histórico de la parasíntesis con el fin de
constatar si este proceso de derivación obedece, en el castellano oriental, cuna de
las innovaciones léxicas del siglo XV, a las pautas de formación preestablecidas
en la bibliografía anterior.
Palabras clave. Morfología, derivación, parasíntesis, aragonés, siglo XV.

Abstract. The purpose of this paper is expound upon the neological parasynthetic
verbs documented in texts from the fifteenth century from the territory of the
former Crown of Aragon. Therefore, we will use the Diccionario del castellano
del siglo XV en la Corona de Aragón (DiCCA-XV). We will emphasize on possible
cases of morphological variation between affixes and consider other aspects such
as semantic and etymological characteristics of the derivative bases or textual
genres in which voices are documented.

* Esta comunicación se desprende de la tesis doctoral Préstamo y derivación: neología


y tipología textual en el castellano del siglo XV de la Corona de Aragón (Raab 2014).
Quisiera darles las gracias por sus múltiples observaciones y consejos tanto a la directora
de esta tesis, Coloma Lleal, como a los miembros del tribunal de defensa: Glòria Claveria,
María Nieves Sánchez González de Herrero, Montserrat Batllori, José Enrique Gargallo
y Xavier Ignasi Adiego.
884 Matthias Raab

Keywords. Morphology, derivation, parasynthesis, Aragonese language, 15th


century.

En la presente comunicación nos proponemos analizar las voces verba-


les neológicas formadas por procesos parasintéticos y documentadas en tex-
tos del siglo XV procedentes del territorio de la antigua Corona de Aragón
desde los puntos de vista etimológico, textual, morfológico y semántico.
Con tal propósito, partiremos de las voces novedosas con estas caracte-
rísticas que se documentan en el Diccionario del siglo XV del castellano
en la Corona de Aragón (DiCCA-XV). Después de definir, brevemente, el
concepto de parasíntesis (1), esbozaremos las principales características del
castellano oriental del siglo XV y del DiCCA-XV (2) antes de presentar nues-
tro corpus de estudio extraído de dicho diccionario (3). El análisis (4) estará
subdividido en los siguientes apartados: analizaremos, en primer lugar, las
bases etimológicas de las voces parasintéticas (4.1), su distribución textual
y sus bases derivativas (4.2). En un siguiente paso, intentaremos arrojar luz
sobre variantes y competidores morfológicos (4.3) y los rasgos semánticos
de los verbos (4.4). Por último, repasaremos, de manera somera, la supervi-
vencia de las unidades objeto de estudio en la actualidad. Las conclusiones
(5) cerrarán el presente trabajo. Nos proponemos, en definitiva, contribuir
al estudio histórico de la parasíntesis con el fin de constatar si este proceso
de derivación obedece, en el castellano oriental, cuna de las innovaciones
léxicas del siglo XV (Harris-Northall 1992; Lleal 1995; Harris-Northall
1999; Dworkin 2012; Fernández-Ordóñez 2012; Raab 2014), a las pautas
de formación preestablecidas en la bibliografía anterior.

1. La parasíntesis: del latín al castellano y aragonés


Según Varela Ortega (2005: 41), «la derivación léxica […] es el pro-
cedimiento de formación de palabras más productivo, general y variado de
nuestra lengua». La parasíntesis ocupa un lugar particular en los procesos
de derivación, ya que consiste en la selección de «un prefijo y un sufijo
elegidos simultáneamente» y «cuya base léxica no forma palabra indepen-
diente ni con el sufijo […] ni con el prefijo» (RAE 2009-2011: 578).
El latín conoce esquemas de formación verbal como in + s/adj +
morfema flexivo o ex + s/adj + morfema flexivo. Estos se refle-
jan en castellano en verbos del tipo en/in + s/adj + morfema flexivo
y es + s/adj + morfema flexivo. En palabras de Batllori/Pujol (2012:
670), se puede apreciar «la existencia de tendencias en un continuum del
Verbos parasintéticos del castellano oriental del siglo XV 885

latín al español». Sin embargo, las formaciones consideradas parasintéticas


en latín clásico (ad-, in-, ex-; -are, -escere) son escasas, ya que prevalece la
formación deverbal en forma de procesos de prefijación. La productividad
parasintética aumenta, finalmente, durante el periodo tardío, sobre todo a
partir de raíces sustantivas y adjetivas (Iacobini 2010).
Según apunta Neira Martínez (1969), acerca de la productividad de los
prefijos des- y es- en aragonés y castellano, des- sirve para la prefijación
sin cambio categorial, mientras que es- forma parasintéticos, mientras que
en castellano se confunden entre sí.

2. El castellano del siglo XV de la Corona de Aragón y el DiCCA-XV


Dadas las características de los verbos parasintéticos en castellano y
aragonés, despierta particular interés el castellano del siglo XV de la Corona
de Aragón, ya que se trata de una variante diatópica marcada por la con-
vivencia de tres lenguas: castellano, aragonés y catalán.
Los textos que componen este diccionario2 reflejan las observaciones
de Santiago Lacuesta (2004: 533), quien apunta el auge y desarrollo inte-
lectual en los siglos XIV y XV como los factores responsables del aumento
textual del momento. Este incremento se traduce, según él, en una mayor
producción escrita y en la aparición de nuevos géneros. Las causas que
propician ese fenómeno son varios: el mayor acceso a la lectura y el mayor
grado de alfabetización de la población (ambos hechos ya se producen
antes de la aparición de la imprenta) y, por último, la influencia de los
Reyes Católicos, que responden a las necesidades sociales y culturales de
una población en crisis.
Los géneros discursivos del siglo XV descritos por Lacuesta se resumen,
principalmente, en los cuatro bloques de texto que contiene el DiCCA-XV:
a) Textos jurídico-administrativos: se trata de documentos con una sin-
taxis latinizante y un vocabulario técnico (ibid.: 537). Tales textos corres-
ponden al bloque A del DiCCA-XV.
b) Textos técnicos (tratados): según apunta Santiago Lacuesta (ibid.:
533), la demanda de este género por parte de la sociedad aumenta debido
a la crisis económica e histórica del momento. La búsqueda de respuestas
a los problemas del momento se refleja en tales documentos. El compendio
B del DiCCA-XV recoge semejantes tratados.

2
Léase, acerca de metodología y confección de la obra, Lleal (2006, 2008) y Anglada/
Lleal (2010).
886 Matthias Raab

c) Prosa doctrinal y didáctica: textos de tal alcance presentan una origi-


nalidad, ya que muestran huellas de la «oralidad puesta por escrito» (ibid.:
535). El DiCCA-XV recoge textos de este tipo en B (tratados morales).
d) Historiografía y cronística: tales textos derivan, en el siglo XV, en
relatos caballerescos anovelados y de ficción. En el caso del DiCCA-XV,
el bloque correspondiente (C) incluye crónicas que se centran en narrar
historias de reinados y de personajes notables.
e) Traducciones: aunque el DiCCA-XV no incluye ningún bloque exclu-
sivo de traducciones, cabe destacar que algunas de las obras contenidas en
B, C y D son traducciones, principalmente del catalán al castellano3.

3. Los verbos parasintéticos neológicos del DiCCA-XV


La búsqueda de verbos parasintéticos neológicos en el DiCCA-XV ha
dado 42 resultados. Se trata de los siguientes verbos:
abultar (< bulto), afrenillar (< freno), ahuyentar (< huir), amadurecer
(< maduro), amedrentar (< medroso), amilanar (< milano), amorbar (< morbo),
anotar (< nota), apassionar (< passión), apoquecer (< poco), aportillar (< por-
tilla), assabentar (< saber), assaborir (< sabor), assesar (< seso), aterne-
cer (< tierno), atildar (< tilde), aumbrar (< umbra), compodrecer (< pudrir),
embastecer (< bastar), embevecer (< bever), emborrachar (< borracho), embo-
tir (< boto), empinar (< pino?), encabestrar (< cabestro), encapotar (< capota),
encelar (< celo), encenegar (< cenaga), enfistular (< fistula), enhambrentar
(< hambre), enhastiar (< hastío), entonar (< tono), enturbecer (< turbio),
envanecer (< vano), esgussar (< güesso), esmangonar (< mango), esnarigar
(< nariz), esperezar (< pereza), esvariar (< vario), derrastrar (< rastro), des-
natar (< nata), desportillar (< portilla) y despumar (< espuma).

4. Análisis
4.1. Las bases etimológicas de los parasintéticos
Aunque sea un mero apunte anecdótico, creemos que merece la pena
mencionar que solo ocho de los neologismos derivan de raíces cultas; ade-
más, es significativo que todas ellas sean sustantivos y que todos los ver-
bos formados elijan la terminación abierta y universal -ar de la primera
conjugación, mientras que los verbos parasintéticos formados sobre bases

3
En concreto, se trata de las obras Libro de Albeyteria de Manuel Díez de Calatayud
(B), Viaje de la Tierra Santa de Bernardo de Breidembach (C), ambas obras traducidas
por Manuel Martínez de Ampiés, y Los doze trabajos de Hercules de Enrique de Villena
(D), texto traducido por el propio autor de la versión previa en catalán.
Verbos parasintéticos del castellano oriental del siglo XV 887

patrimoniales pertenecen a más categorías gramaticales y derivan a través


de las desinencias verbales -ar, -ecer e -ir.
4.2. El alcance textual y las bases derivativas de los parasintéticos
Sí son de sumo interés, según creemos, las apariciones del conjunto
de estos neologismos según las cuatro tipologías textuales que componen
nuestro corpus de partida, ya que dominan los lexemas documentados en
textos científicos, técnicos y doctrinales (20) y textos novelescos y poéticos
(13), frente al escasísimo rendimiento de tales unidades en textos adminis-
trativos y jurídicos (3) e históricos (2). El resto de unidades (4) aparece en
más de una tipología textual.
Ahora bien, a pesar del escaso rendimiento de los términos en textos
jurídico-administrativos, este conjunto textual no es nada desdeñable, dado
que las tres unidades siguen, en su conjunto, la pauta derivativa es + sust
+ ar. Y es más, podríamos definir los tres verbos, incluso, como formacio-
nes somáticas, puesto que los tres sustantivos de los cuales derivan son los
nombres nariz, mano y hueso: esnarigar, esmangonar, esgussar. Estamos
ante lexemas de sentido privativo, como volveremos a ver abajo.
En los textos científicos, técnicos y doctrinales, en cambio, el pano-
rama es mucho más heterogéneo, ya que ahí se recogen formaciones de
diferentes pautas derivativas:
a) en/a + sust/adj/v + ar: amedrentar, amorbar, aportillar, assa-
bentar, enfistular, aumbrar, empinar, encabestrar, encapotar y enham-
brentar. Vemos que en- forma parasintéticos sobre nombres concretos,
mientras que a- deriva verbos a partir de adjetivos y nombres abstractos
como medroso (‘temeroso’) o morbo (‘enfermedad’). El parasintético assa-
bentar, el único formado a partir de un verbo, es el más atípico en esta
serie. Ahora bien, el estrecho contacto de la zona lingüística con el catalán
parece indicar que estamos ante un préstamo del catalán assabentar y no
ante una formación auténticamente castellana.
b) en/a/com + adj + ecer: amadurecer, aternecer, compodrecer y
enturbecer. En esta serie destaca el verbo compodrecer ‘pudrir’, pero, como
en el caso de assabentar, la existencia del verbo incoativo compodrir en el
catalán del siglo XV parece jugar un papel importante.
c) des/es + sust + ar: descolmillar, desnatar, desportillar, despu-
mar y esperezar. El hecho más interesante de esta seria radica, sin duda,
en la distribución de los prefijos des- y es-, puesto que des- deriva verbos
a partir de raíces nominales concretas, mientras que es-, en el caso de
esperezar, se forma sobre un nombre abstracto que denota, claramente, un
estado físico o mental.
888 Matthias Raab

d) en/a + sust + ir: assaborir y embotir. Como en otros casos citados


más arriba, atribuimos la presencia de tales verbos parasintéticos atípicos
a préstamos de los cognados catalanes assaborir y embotir.
4.3. La variación morfológica de los parasintéticos
Por lo que respecta a la variación morfológica entre los verbos estu-
diados, hemos encontrado los siguientes casos:
a) Variación entre los afijos en- y a-: aternecer / enternecer y embas-
tecer / abastecer.
b) Variación entre los afijos des- y es-: despumar / espumar, esperezar
/ desperezar y esvariar / desvariar.
c) Variación entre a- y des-: aportillar / desportillar.
d) Variación entre otros elementos: amadurecer / madurar, enturbecer
/ enturbiar y amedrentar / amedrar.
4.4. La semántica de los parasintéticos
Semánticamente, el conjunto de términos posee un significado bas-
tante transparente. Así, los verbos formados por el doblete prefijal des/
es + sust + ar denotan, sin excepción, sentidos privativos: esgussar
‘quitar los huesos de la carne’, esmangonar ‘quitar la mano’, esnarigar
‘quitar la nariz’, descolmillar ‘quitar el colmillo’, desnatar ‘quitar la nata
/ espuma / capa’, despumar ‘hacer espuma’ (espumar ‘sacar espuma’ y
‘quitar espuma’), esperezar / desperezar ‘quitar la pereza’, y esvariar /
desvariar ‘quitar la razón’.
Por otro lado, aquellos términos formados por los prefijos a/en +
sust/adj +ar/ir tienen, claramente, sentidos causativos, a veces modifi-
cados por procesos de metáfora y metonimia; y verbos que siguen la pauta
a/en + adj + ecer, sentidos incoativos: enfistular ‘producir fístulas’,
amedrentar ‘causar miedo’, amorbar ‘hacer / ponerse enfermo’, assabentar
‘hacer saber’, aumbrar ‘hacer más oscuro’, empinar ‘hacer recto’, enca-
bestrar ‘poner el cabestro’, encapotar ‘poner el capote’ > ‘bajar la cabeza’,
enhambrentar ‘causar hambre’, amadurecer ‘hacer maduro’, aternecer
‘hacer tierno’, compodrecer ‘hacerse podrido’, enturbecer ‘hacer turbio’,
assaborir ‘dar (buen) sabor’, embotir ‘poner en un bote’, amilanar ‘causar
desánimo’, embevecer ‘causar un estado de ánimo’, apassionar ‘causar
pasión’, encelar ‘causar celos’ > ‘vigilar’, entonar ‘dar el tono adecuado’,
afrenillar ‘poner el freno’ > ‘atar’, ahuyentar ‘hacer huir’, assesar ‘causar
seso’, atildar ‘poner títulos / adornos’, atraçar ‘hacer que alguien llegue
a un lugar’, encenagar ‘poner sucio’, enhastiar ‘causar hastío’, envanecer
‘hacer vacío’, abultar ‘hacer lucir el rostro’, emborrachar ’hacer borracho’,
apoquecer ‘hacer menor’, y embastecer ‘hacer bastar’.
Verbos parasintéticos del castellano oriental del siglo XV 889

4.5. La supervivencia de los parasintéticos


A pesar de la alta transparencia de todos los significados, algunos de
los parasintéticos han desaparecido a lo largo de los siglos y han sido susti-
tuidos por otros4. En algunas ocasiones, la evolución es puramente fonética,
por lo que no entraremos en estos casos; tampoco detallaremos aquellos
lexemas en que se ve una clara influencia catalana en los verbos neológi-
cos del siglo XV (assaborir, assabentar o aumbrar). En otros, los cambios
son de mayor interés, sobre todo por lo que se refiere a los parasintéticos
formados a partir del prefijo es-, dado que hemos comprobado, en líneas
generales, que dicho afijo cae en desuso y es sustituido, sistemáticamente,
por el afijo des-. Véase, a continuación, los cuatro términos en que se
aprecia esta sustitución: esgussar > deshuesar, esmangonar > desmangar,
esnarigar > desnarigar, y esvariar > desvariar.
Pharies (2013) atribuye esta sustitución sistemática al mayor peso
fonético-fonológico del prefijo des-. Otra posible causa de la desaparición
del prefijo, tan típico en la variante del castellano estudiada, podría des-
cansar en la opacidad semántica que dicho afijo adquiere a lo largo de los
tiempos. Así, ya queda reducido en su paso del latín ex- al romance es-.
Adicionalmente, puede confundirse fácilmente con las formas con e- pro-
tética (cf. también Pharies 2013). Podríamos hablar de un bleaching, una
desemantización sucesiva del prefijo, frente a la forma des-, siempre más
transparente y de una mayor carga semántica reconocible para el hablante.

5. Conclusiones
En términos generales, los parasintéticos estudiados derivan, preferi-
blemente, de bases patrimoniales. Y es que treinta y siete de los cuarenta y
dos verbos analizados se forman de esta manera. Además, todas las bases
cultas eligen la terminación verbal abierta y más generalizada -ar.
Mientras que veintiún verbos se forman a través de los prefijos a- y en-
respectivamente, los otros veintiuno derivan a través de los prefijos des- y
es-. Estos últimos solo aparecen junto a la desinencia verbal -ar, mientras
que -ecer e -ir, claramente influenciados por el catalán, coaparecen con las
desinencias -ar, -ecer e -ir. Acerca de las bases derivativas, hay que poner
de relieve que veintinueve verbos derivan de bases sustantivas; diez, de
adjetivos (de ellos, seis eligen -ecer), y tres, de verbos.

4
Hemos recurrido, para comprobar la supervivencia de las voces estudiadas, a la 23.ª
edición del Diccionario de la lengua española (RAE 2014).
890 Matthias Raab

Semánticamente, estamos ante verbos morfológicamente transparen-


tes: mientras que formaciones con es- y des- designan sentidos privativos,
aquellos formados a través de a- y en- dejan entrever, claramente, sentidos
causativos o, combinados con el sufijo verbal -ecer, incoativos.
El aspecto más interesante, sin duda, se refiere a la distribución textual
de los verbos formados a partir del doblete prefijal des- y es-, ya que, en
primer lugar, solo se encuentran en textos no literarios. Por otro lado, en
textos jurídicos y administrativos recogemos únicamente tres neologismos,
pero la totalidad de los términos contiene el prefijo es-. En textos cientí-
ficos, técnicos y doctrinales, en cambio, existe clara preferencia hacia la
variante des-. La razón de ello podría radicar en las características de los
textos que conforman estos dos bloques textuales. Como ya ha observado
Lleal (2012), existe un fuerte vínculo entre la presencia de aragonesismos
morfológicos y sintácticos y los textos jurídico-administrativos. Y es que
en ellos, casi exclusivamente manuscritos, se refleja, en mayor medida,
la oralidad de la época, mientras que en el caso de los textos científicos,
técnicos y doctrinales, en muchos casos estamos ante ediciones detrás de
las cuales se refleja, en palabras de Lleal, «la labor correctora y unifica-
dora de los impresores, interesados en alcanzar la máxima difusión de sus
incunables».
Hay que constatar, por último, que los textos y los verbos estudiados
reflejan, sin duda, la convivencia de las lenguas aragonesa, castellana y
catalana en la variante diatópica del siglo XV estudiada.

Bibliografía
Anglada, Emília y Coloma Lleal (2010): «¿Qué pueden esperar los filólogos del
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El sujeto paciente presente de la pasiva perifrástica
en español. Acercamiento diacrónico

Pedro Ángel Ramírez Quintana


Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen. Este artículo tiene el objetivo de describir el sujeto paciente de la


pasiva perifrástica (ser + participio) en la historia del español a partir de un estu-
dio basado en corpus. El acercamiento se centra en la descripción de las frases
nominales que cumplen con la función de sujeto paciente. Este trabajo presenta el
análisis de los sujetos pacientes documentados. Los datos revelan que existe una
amplia diversidad de elementos que pueden participar como sujetos pacientes, por
ejemplo pronombres, sustantivos y sintagmas nominales complejos que, además
del sustantivo núcleo, presentan información al margen izquierdo o al margen
derecho y, en algunos casos, en ambos márgenes. La información que aportan los
contextos analizados permite conocer qué tipos de frase nominal son preferentes
en la formación de un sujeto paciente.
Palabras clave. Sujeto paciente, frase nominal, promoción de OD, pasiva peri-
frástica ser + participio.

Abstract. The aim of this article is to describe the patient subject role in the
periphrastic passive structure (to be + participle) through the history of Spanish.
This is a corpus-based study. The approach followed focuses on the description
of nominal phrases that function as the patient subject. This work is focused on
the analysis of the patient subject role in documented data. The data show a wide
diversity of elements that function as patient subjects, e.g., pronouns, nouns, com-
plex nominal phrases (this is, in addition to the core noun, these phrases present
information to the left margin or right margin and, in some cases, in both margins).
The analyzed contexts information allows to know what types of nominal phrase
are preferred in the formation of a patient subject.
Keywords. Patient subject, nominal phrase, object promotion, periphrastic passive
with to be + past participle.
894 Pedro Ángel Ramírez Quintana

1. Introducción
El sujeto paciente es un constituyente básico de la pasiva perifrástica.
Consiste en una frase nominal —pronombre, sustantivo o sintagma— que
ocupa la posición de sujeto en la estructura pasiva y se caracteriza por ser
la entidad receptora de la acción expresada por la perífrasis verbal («El
artículo fue publicado»).
El sujeto paciente no es exclusivo de la pasiva perifrástica, también
puede localizarse en otras construcciones, como en las pasivas reflejas
(«Se publicó el artículo») y en otras estructuras de la lengua española1.
Mendikoetxea (2000: 1623-1626) ofrece un inventario de formas de pasiva
perifrástica que por su propia naturaleza presentan un sujeto paciente: estar
+ participio («La ciudad está rodeada de montañas»; «Las cumbres están
cubiertas de nieve»); verbos de percepción en forma reflexiva + participio
(«Los pisos más bajos se vieron alcanzados por las llamas»; «Los vecinos
se sintieron engañados por las autoridades»). Como se observa, la pasiva
perifrástica ser + participio comparte el constituyente sujeto paciente con
otras oraciones pasivas en español.
La perífrasis ser + participio puede expresar dos lecturas distintas:
una verbal («Los ijos son casados por sus padres», Martini 1817: 262) y
otra adjetival («Yo tambien soy casada», DLNE, 1686.139.366). Ante este
panorama, fue necesario establecer algunos criterios que ayudaran a deli-
mitar, en una primera etapa, lo que este acercamiento considera una pasiva
perifrástica2. De esta forma, se emplearon tres criterios sintácticos: a) la
presencia o la recuperación de una forma, frase nominal o pronombre, con
función de sujeto paciente; b) la presencia de la perífrasis verbal, integrada
por el verbo auxiliar ser + el participio del verbo auxiliado; y c) la presencia
del complemento agente. Y cuando este estaba ausente, es decir, cuando
la estructura no registraba explícitamente una frase nominal en función
de complemento agente, fue necesario recurrir a un criterio semántico: el
propio contexto debía ofrecer la lectura de una «entidad» externa promotora
de la acción expresada por la perífrasis verbal. A partir de esta selección,

1
La Nueva gramática de la lengua española (RAE/ASALE 2009) enumera la presencia
de sujetos pacientes en otras formas oracionales: con participios en construcciones absolutas
(«Dicho esto», p. 1576); subordinadas sustantivas en las pasivas reflejas («Se dice que te
casas», p. 3237); en la locución habida cuenta, que está compuesta del participio de haber
+ el sujeto paciente cuenta (p. 3481).
2
Este artículo constituye un apartado de una investigación mayor denominada Estudio
diacrónico de la pasiva perifrástica en español. Tesis doctoral en proceso, Universidad
Nacional Autónoma de México.
El sujeto paciente presente de la pasiva perifrástica en español 895

el análisis se centró en conocer qué tipos de frases nominales constituían


un sujeto paciente.
Este acercamiento está estructurado, además de la presente introduc-
ción, en seis apartados: § 2. Nociones teóricas sobre el sujeto paciente,
donde se enumeran algunas concepciones sobre este constituyente; § 3. El
corpus, que da cuenta de la selección de obras consultadas para la compi-
lación de contextos; § 4. El sujeto paciente, que presenta la descripción de
las frases nominales con función de sujeto en la pasiva perifrástica; § 5.
Conclusiones; § 6. Bibliografía.

2. Nociones teóricas sobre el sujeto paciente


Existe una abundante bibliografía sobre la pasividad en español. Entre
los temas abordados recurrentemente se encuentran la competencia diacró-
nica entre la pasiva perifrástica y la pasiva refleja, la presencia / ausencia del
complemento agente y la semántica de los participios del verbo auxiliado
que integran la perífrasis.
En cuanto al sujeto paciente de la pasiva perifrástica, este ha sido
descrito, generalmente, a partir de la relación con el objeto directo de una
oración activa. La Nueva gramática de la lengua española (RAE/ASALE
2009: 3041) considera que «el paciente de la acción expresada, que corres-
ponde al complemento directo (“La prensa publicó la noticia”), pasa a ser
el sujeto de la oración pasiva (“La noticia fue publicada por la prensa”)».
Y explica que «cuando se desea destacar al paciente, cuando no se posee
información sobre el agente o cuando se desea mantenerlo en un segundo
plano» se prefiere el uso de las pasivas de participio. Mendikoetxea (1999:
1616) propone que «el sujeto sintáctico es el objeto nocional del verbo
transitivo», característica que comparte la pasiva perifrástica con las cons-
trucciones inacusativas («El barco fue hundido por el capitán»; «El barco
se hundió»): en la primera, el sujeto nocional puede registrarse a través de
un complemento agente. Bello (1988: §§ 734-739) considera que cuando
el complemento acusativo pasa a sujeto y el participio que se deriva del
verbo, que en la activa poseía dicho complemento acusativo, «invierte su
significado y concierta con el sujeto, la construcción es pasiva», y ofrece
como ejemplo «Los circunstantes oyeron el discurso» frente «El discurso
fue oído por los circunstantes». Seco (1989: 119-122) señala que en una
construcción pasiva «se habla de una acción que “no hace” el ser designado
por el sujeto, sino que “se la hacen” a él».
Este vínculo entre el objeto de una activa y el sujeto de una pasiva,
también ha sido abordado desde los estudios tipológicos (Perlmutter/Postal
896 Pedro Ángel Ramírez Quintana

1977; Keenan 1985; Shibatani 1985, entre otros). En la descripción tipo-


lógica, la pasivización se ha descrito a partir de la promoción que experi-
menta el objeto directo (O) de una activa a la posición de sujeto (S) en una
pasiva. Esta promoción ha sido utilizada para describir la pasividad. Dicho
movimiento sintáctico, O > S, puede observarse en el Gráfico 1.

El policía atrapó al ladrón


sujeto objeto

El ladrón fue atrapado (por el policía)


sujeto paciente Compl. agente
Gráfico 1. Movimiento sintáctico promocional O > S.

Las siguientes páginas se centran en ofrecer un acercamiento a la frase


nominal con función de sujeto paciente en una pasiva perifrástica para cono-
cer cómo se constituye internamente y cuál es la clase semántica preferente
de su núcleo. Por lo tanto, este trabajo no contempla la discusión sobre
el proceso de promoción O > S planteado en una abundante bibliografía.

3. El corpus
El corpus base de consulta está constituido, en su mayoría, por tres
textos que representan cada uno de los cinco cortes temporales3: siglos XIII,
XV, XVII, XIX y XXI. Para los siglos XV y XVII, fue necesario sumar un
cuarto texto con el fin de equilibrar el número de palabras consultado4. La

3
Siglo XIII: la General estoria. Primera parte, los Documentos lingüísticos de
España: reino de Castilla y el Fuero real; siglo XV: la Crónica de los Reyes Católicos,
vol. 2, La Celestina, los Documentos lingüísticos de España: reino de Castilla y el Corpus
de documentos españoles anteriores a 1700; siglo XVII: el Alboroto y motín de México del
8 de junio de 1692, los Documentos inéditos de Carlos de Sigüenza y Góngora, El rey gallo
y discursos de la hormiga y los Documentos lingüísticos de la Nueva España: altiplano
central; siglo XIX: La República, periódico político y literario, año VI, expedientes de
la Secretaría de Justicia, consultados en el Archivo General de la Nación (México), y La
Regenta; siglo XXI: El País. Periódico global en español, Los rojos de ultramar y diversos
documentos de procesos jurídicos (México). Pueden completarse los datos bibliográficos
aquí mencionados en § 6. Fuentes documentales.
4
Para la compilación de contextos, realicé una lectura aleatoria de 30 000 palabras,
aproximadamente, por cada texto. Esta medida de lectura es un criterio metodológico cuyo
fin es homogeneizar la cantidad de palabras y, así. poder ofrecer un acercamiento equitativo
para cada corte temporal.
El sujeto paciente presente de la pasiva perifrástica en español 897

referencia bibliográfica de los textos que integran el corpus se encuentra


en § 6. Bibliografía: Fuentes documentales.
Los documentos proceden de dos dialectos del español, peninsular y
mexicano. Además, en la medida de lo posible, representan diversos sopor-
tes textuales y variedad temática con el fin de encontrar, si existen, aquellas
zonas discursivas que favorecen la presencia de la pasiva perifrástica. Otro
criterio implicado en la búsqueda de contextos es la fecha de escritura o
primera publicación de la obra consultada: los periodos temporales se limi-
taron a los últimos cincuenta años de cada siglo con el objetivo de nivelar
los cortes cronológicos de la investigación, a excepción del siglo XXI cuyos
textos se inscriben en sus primeros años.
La búsqueda dentro del universo de palabras antes mencionado arrojó
un inventario de 1667 pasivas perifrásticas; las cuales se distribuyen entre
los cinco cortes temporales como lo expresa el Cuadro 1.
Siglo Pasivas perifrásticas
XIII 44% (738/1667)
XV 23% (390/1667)
XVII 7% (112/1667)
XIX 15% (252/1667)
XXI 11% (175/1667)
Total 100% (1667/1667)
Cuadro 1. Pasivas perifrásticas documentadas.

Como se observa, los siglos XIII5 y XV agrupan el mayor porcentaje


de contextos, 67%, frente al resto de los cortes temporales, XVII, XIX y
XXI, que solo documentan el 33%. Este hecho puede estar condicionado
por la tipología documental de los primeros cortes, textos historiográficos
—General estoria, Crónica de los Reyes Católicos— y de carácter jurí-
dico —Fuero real, Documentos lingüísticos de España: reino de Castilla,
Corpus de documentos españoles anteriores a 1700—, los cuales registran
estructuras ser + participio con un carácter formulario del tipo conocida
cosa sea, es dicho, es fecha, como se aprecia en estos contextos: «Con-
noçuda cosa sea a todos los omnes» (DLE, 1259, 32.56.4), «en la manera
que dicha es» (CODEA, 1459.1239). Estas fórmulas discursivas presentan

5
Este elevado porcentaje coincide con el estudio de Amparo Ricós (1995b: 60), quien
señala que «el siglo XIII se caracteriza, frente a los anteriores, por un aumento considerable
del número de construcciones pasivas».
898 Pedro Ángel Ramírez Quintana

un alto registro en los primeros dos cortes de la investigación y en el trans-


curso del tiempo van disminuyendo su presencia.
En el siglo XVII, se documenta el porcentaje más bajo de pasivas
perifrásticas, 7%; el discurso ensayístico o sapiencial, propio de la época
—Alboroto y motín de México del 8 de junio de 1692 y El rey gallo y dis-
cursos de la hormiga—, se incorpora al material consultado e inhibe el uso
de dicha estructura. Por su parte, el siglo XIX representa un ligero aumento
en el registro, 15%, motivado por la incorporación de textos jurídicos y
periodísticos6. Finalmente, el siglo XXI amortigua el número de pasivas
perifrásticas con un 11%.
Esta variación porcentual está motivada por la competencia con otras
estructuras sintácticas empleadas para expresar el sentido de pasividad, par-
ticularmente las pasivas reflejas, ampliamente abordada en acercamientos
anteriores (Ricós 1995a; Peña Alfaro 2003; Cabañas Maya 2005); además,
el registro está condicionado por las preferencias estilísticas de cada época
y la introducción de nuevos soportes textuales.

4. El sujeto paciente
4.1. Sujeto paciente: presencia vs. ausencia
Los propios contextos del corpus ofrecieron una primera clasificación
del sujeto paciente, debido a que algunos sujetos pacientes se localizaban

6
Los textos poseen estrategias distintas de presentar la información; cada género textual
y cada corte temporal aportan sus propias variantes. En forma específica, los documentos
jurídicos consultados en el ramo Justicia del Archivo General de la Nación, México, poseen
una temática y una estructura discursiva distintas a los textos de los siglos anteriores,
agrupados en este acercamiento bajo la etiqueta «textos jurídicos»: Documentos lingüísticos
de España: reino de Castilla (siglo XIII); Documentos lingüísticos de España: reino de
Castilla y Corpus de documentos españoles anteriores a 1700 (siglo XV); Documentos
lingüísticos de la Nueva España: altiplano Central (siglo XVII). Los procesos legales del
siglo XIX, en general, emplean con mayor frecuencia formas como fue sentenciado, fue
consignado, son requeridos, fui acusado, etc., con las cuales se da cuenta de las etapas del
propio proceso. Además, las temáticas de los primeros cortes temporales —vinculadas con las
transacciones sobre las tierras o propiedades, siglos XIII y XV, y con los conflictos sociales
en los primeros años del virreinato, siglo XVII— difieren de las del siglo XIX, donde se
documentan, con una mayor frecuencia, denuncias sobre atropellos, asaltos, asesinatos.
Por su parte, el periódico es un género textual que se incorpora al material de consulta a
partir del siglo XIX y que, por su naturaleza informativa, da cuenta de los sujetos hacedores
de la acción así como de aquellos que la experimentan: «Varios cristianos annamitas,
y un misionero francés de 24 años de edad, Mr. Guyomar, fueron asesinados por los
rebeldes» (República, 1885.101.2.1c); «El Sr. D. Petronilo Zaragoza, ha sido nombrado por
el Gobierno, Recaudador de Rentas del Distrito de Mocorito» (República, 1885.101.2.5c).
El sujeto paciente presente de la pasiva perifrástica en español 899

en el mismo nivel oracional que la perífrasis verbal, como se ejemplifica


en (1). Estos recibieron la etiqueta de sujeto paciente presente (SP presente)
y su registro podría darse en una oración principal (1a) o en una oración
subordinada (1b). Otros sujetos pacientes, por el contrario, se inscribían
en un nivel oracional distinto al de la perífrasis, por lo que fueron deno-
minados sujeto paciente ausente (SP ausente). La distancia entre ambos
constituyentes podía abarcar una o varias oraciones (2a) o el sujeto paciente
solo podía recuperarse ad sensum porque no se registraba previamente en
el contexto (2b).
(1a) Esta carta fue fecha en Frias, viernes vj. dias andados del mes de henero
(DLE, 1267, 60.91.34).
(1b) Seguramente por la situación extrema en que fueron escritas esas páginas,
la historia brinca, de forma anárquica, del thriller de una batalla donde se
está jugando el futuro de la república a los pormenores de una juerga abu-
rridísima en las afueras de Belchite (Rojos, 13).
(2a) E estos doze linages ayuntados en uno los que eran pora armas fueron
por todos, assí como es ya dicho ante d’esto, seis cientos e tres vezes mill
omnes e quinientos e cincuaenta omnes demás, sin los del linaje de Leví,
que non fueron contados con éstos, ca ossí oyestes que lo mandó Nuestro
Señor (GEI, 2.655).
(2b) La oficina posee un microscopio de Nachet (pequeño modelo) y una caja
de reactivos químicos en mal estado. Con frecuencia somos requeridos para
emitir nuestra opinión pericial sobre la naturaleza de algunas manchas (san-
gre, orina, esperma, moco, etc., etc.) que se encuentran en las ropas (Justicia,
1888.221.333.2v).

La distinción entre el SP presente vs. el SP ausente permite conocer la


cohesión entre una frase nominal y su respectiva perífrasis verbal. El cuadro
2 concentra los porcentajes de esta primera clasificación.
El promedio general expresa porcentajes muy cercanos en ambas
columnas. El 49% de los sujetos pacientes se localiza en el mismo nivel
oracional que la perífrasis verbal, mientras que el 51% presenta un distan-
ciamiento sintáctico o dichos constituyentes se inscriben en niveles ora-
cionales distintos. Este dato permite considerar que la adyacencia entre
el sujeto paciente y la perífrasis verbal, frecuentemente ejemplificada en
las gramáticas y descripciones teóricas, no condiciona la elaboración de
una pasiva perifrástica; también revela que el sujeto paciente tiene amplia
libertad sintáctica de aparecer, o no, junto a su núcleo verbal.
900 Pedro Ángel Ramírez Quintana

Siglo Presencia Ausencia


XIII 46% (339/738) 54% (399/738)
XV 45% (176/390) 55% (214/390)
XVII 39% (44/112) 61% (68/112)
XIX 65% (164/252) 35% (88/252)
XXI 54% (94/175) 46% (81/175)
Promedio 49% (817/1667) 51% (850/1667)
Cuadro 2. Sujeto paciente: presencia vs. ausencia.

Diacrónicamente, los porcentajes del Cuadro 2 conservan una relativa


estabilidad. Los tres últimos cortes, siglos XVII, XIX y XXI, son los que
presentan variación: el primero favorece al SP ausente7 (61%), mientras
que el segundo y el tercero, al SP presente (65% y 54%, respectivamente).
Esta alza porcentual permite entrever una mayor adherencia entre el sujeto
paciente y la perífrasis verbal durante los últimos cortes temporales.
4.2. Estructura del sujeto paciente presente
Los SP presentes son el objeto de análisis de este acercamiento; por
esta razón la descripción se basa en los 817 contextos que registran un
sujeto paciente en el mismo nivel oracional que su perífrasis verbal. Véase
la columna central del Cuadro 2.
4.2.1. Frase nominal vs. predicación
La observación de los contextos permitió dividir los SP presentes en dos
grupos atendiendo a sus características internas: a) frase nominal, la cual
presenta una palabra o grupo de palabras cuyo núcleo está constituido por
un sustantivo —nombre común, nombre propio o pronombre— acompa-
ñado, o no, de diversos modificadores —artículos, adjetivos, complementos
adnominales, etc.—, como se ejemplifica en (3a); y b) predicación, que
reúne aquellos SP presentes formados por una estructura oracional, como
se aprecia en (3b).
(3a) 
Serrano fue condenado por sentencia de la 2a sala del Tribunal Superior del
Distrito a sufrir la pena de 10 años de prisión (Justicia, 1885.180.143.5r);
La última herida sin identificar fue localizada por sus familiares tras 14
horas (El País, 07-2013, 18).

El acercamiento a los sujetos pacientes ausentes será motivo de un posterior análisis,


7

cuya descripción deberá dar cuenta de: a) la distancia oracional que existe entre la frase
nominal y la perífrasis verbal; y b) las estrategias empleadas para la recuperación del SP
ausente.
El sujeto paciente presente de la pasiva perifrástica en español 901

la que tiene don Pero Diaz es sellada con el siello del prior (DLE, 1270,
(3b) 
62.94.80); Sabido era entre los gallegos que tenían probablemente el tren
más lento del mundo hasta que comenzó a asomarse el AVE por sus tierras
(El País, 07-2013, 22).
Esta división del sujeto paciente en frase nominal y predicación permite
bosquejar lo diversa y compleja que puede ser su estructura interna. En el
Cuadro 3 se concentran los respectivos porcentajes.
Siglo Frase nominal Predicación
XIII 97% (328/339) 3% (11/339)
XV 95% (167/176) 5% (9/176)
XVII 82% (36/44) 18% (8/44)
XIX 97% (159/164) 3% (5/164)
XXI 98% (92/94) 2% (2/94)
Promedio 96% (782/817) 4% (35/817)
Cuadro 3. Estructura del SP: frase nominal vs. predicación.

El promedio general indica la alta preferencia (96%) por construir un


sujeto paciente con una frase nominal, mientras las estructuras predicativas
solo logran documentarse en un 4%. La mayoría de los cortes temporales
conserva un porcentaje similar al general; solo el siglo XVII documenta un
alza en las predicaciones con función de sujeto paciente (18%).
La presencia constante, aunque baja, de predicaciones muestra una
de las varias posibilidades de la pasiva perifrástica de expresar su sujeto.
Es necesario señalar que estos SP presentes predicativos se registran, por
lo general, con participios de verbos de comunicación (decir, preguntar,
platicar) o de cognición (saber).
4.2.2. Frase nominal: simple vs. compleja
La frase nominal también ha sido diversificada8 atendiendo a su estruc-
tura interna. Cuando el sustantivo aparece sin modificación ni expansión
alguna (Manuel López, yo), recibe la etiqueta de frase nominal simple (FN
simple), como en (4a); por el contrario, cuando el sustantivo se encuen-
tra acompañado de modificadores —elementos en el margen izquierdo—,
expansiones —elementos al margen derecho— o por ambos —elementos
en los dos márgenes—, recibe la denominación de frase nominal compleja
(FN compleja), como en (4b).

8
La descripción a partir de este punto se centra en los sujetos pacientes con frase
nominal, 782 contextos.
902 Pedro Ángel Ramírez Quintana

(4a) El 29 de junio próximo pasado me fue consignado con las primeras diligen-
cias y por el juez de paz de la villa de Tacubaya, Manuel López, acusado
de haber dado muerte a Antonio Mayorga (Justicia, 1867.4.858.1r); aquella
por quien yo era conoscida en toda la cibdad y arrabales, ya está dando
cuenta de sus obras. Mil cuchilladas le vi dar a mis ojos; en mi regaço me
la mataron (Celestina, 296).
(4b) Dicho avemos que la tenençia de la çibdat de Alhama fué encomendada por
el Rey e por la Reyna a don Iñigo López de Mendoça (Reyes, 2.1483.96.04);
Dos minas de oro han sido descubiertas hace poco en el Estado de México
(República, 1885.103.2.5c).

El Cuadro 4 concentra los porcentajes de las frases nominales simples


vs. complejas, con la finalidad de conocer su registro en los cinco cortes
temporales consultados.

Siglo FN simple FN compleja


XIII 34% (111/328) 66% (217/328)
XV 24% (40/167) 76% (127/167)
XVII 39% (14/36) 61% (22/36)
XIX 9% (15/159) 91% (144/159)
XXI 15% (14/92) 85% (78/92)
Promedio 25% (194/782) 75% (588/782)
Cuadro 4. Estructura del SP: FN simple vs. FN compleja.

El promedio general señala que un sujeto paciente se construye prefe-


rentemente con una FN compleja (75%) y con FN simples solo en un 25%.
En los tres primeros siglos, la FN simple conserva una relativa estabi-
lidad, que podría estar vinculada con fórmulas discursivas («fue resibido
juramento en forma de derecho», DLNE, 1689.156.400) o a la ausencia del
artículo en algunos contextos («Caso es offrecido, como sabes», Celestina,
122); dicha estabilidad se ve interrumpida en el siglo XIX al disminuir al
9% su registro. Posteriormente, el siglo XXI eleva ligeramente su presencia
(15%) por los nombres propios («había sido detectada por Bages», Rojos,
213). Por su parte, la FN compleja inicia en el siglo XIII con un 66%, que
se incrementa en el siglo XV al 76%; luego, experimenta un ligero decre-
mento al 61%. En el siglo XIX eleva su registro al 91% y, finalmente,
para el siglo XXI, registra un 85%. Como se observa, las frases nominales
cuyo sustantivo núcleo está acompañado de información adicional son las
preferentes para constituir un sujeto paciente en la pasiva perifrástica. Esta
preferencia se consolida durante los dos últimos cortes temporales.
El sujeto paciente presente de la pasiva perifrástica en español 903

4.2.3. Núcleo de la frase nominal


En el trabajo de descripción, también fue necesario dividir el SP pre-
sente9 bajo las siguientes etiquetas: a) nombre común, que agrupa los sus-
tantivos que hacen referencia a cualquier persona, animal o cosa de una
misma clase, como relación, hombre, casa, almirante, etc., como se aprecia
en (5a); b) el nombre propio, por su parte, concentra aquellos sustantivos
que remiten a personas o cosas como seres individuales, así Adán, Manuel
López, España, Dios, etc. (5b); y c) el pronombre reúne toda forma que
funciona sintácticamente como sustantivo, pero que a diferencia de este,
carece de contenido léxico propio, y su referente está determinado por
su antecedente o una situación comunicativa previa, por ejemplo, estas,
alguno, todo, yo, etc. (5c).
(5a) Sepades que a mí es fecha relación que en las villas de Montalván, e
Maqueda, e Illescas, e Santolalla e en otros lugares e partes de dicho reino
de Toledo (CODEA, 1481.0271).
(5b) E enviólos a amos en uno a val de Ebrón, ó fuera fecho Adam, a la tierra
donde fuera formado, que labrassen e visquiessen y (GEI, 1.10).
(5c) se describen las lesiones que presentó el occiso y que estas fueron provo-
cadas por un instrumento contundente (Jurídico, 2013.II.2).

El Cuadro 5 expresa el porcentaje de dichos núcleos de frases nomi-


nales, con el fin de conocer su inserción en la estructura de un sujeto
paciente y recorrer, gráficamente, los movimientos diacrónicos que han
experimentado.

Siglo N. común N. propio Pronombre


XIII 72% (237/328) 3% (8/328) 25% (83/328)
XV 63% (104/167) 5% (9/167) 32% (54/167)
XVII 64% (23/36) 14% (5/36) 22% (8/36)
XIX 71% (113/159) 18% (29/159) 11% (17/159)
XXI 73% (67/92) 10% (9/92) 17% (16/92)
Promedio 70% (544/782) 7% (60/782) 23% (178/782)
Cuadro 5. Estructura del SP: núcleo de la FN.

9
«La característica principal de este tipo de sintagmas (nominal) es que su núcleo
pertenece a la categoría de sustantivo o nombre, de la que forman parte los pronombres
personales, los nombres comunes, los nombres propios y adjetivos sustantivados» (Ayala
2008: 31).
904 Pedro Ángel Ramírez Quintana

El promedio general señala una amplia preferencia por los nombres


comunes (70%) para participar como núcleos de una frase nominal10. Los
pronombres, por su parte, ocupan la segunda posición con un 23% y el
nombre propio registra solo un 7%.
Es necesario señalar que el nombre común se documenta con mayor
frecuencia en una frase compleja, hecho que puede estar determinado por
las pautas gramaticales de la propia lengua española; por ejemplo, en los
primeros cortes temporales, es posible encontrar sustantivos sin la pre-
sencia de un artículo («E si por uentura demanda fuesse fecha», DLE,
1293.371.490.20), mientras que para los últimos siglos resulta indispen-
sable la presencia de un determinante —artículo, posesivo o demostra-
tivo— ante el sustantivo («la transcripción fue hecha de memoria», Rojos,
128). De hecho, sin el determinante o presentador, la frase nominal dentro
del discurso sería anómala en español actual («*ladrón fue atrapado» ~
«el ladrón fue atrapado»)11. El corpus documenta nombres comunes sin
determinante cuando es una fórmula discursiva («Connoçuda cosa sea»,
abundante en el siglo XIII); en oraciones condicionales («si carta ende fuere
fecha»); algunas veces, cuando el nombre común está en plural («fueron
puestas estanças en çircuyto de la villa». Es necesario señalar que para los
dos últimos cortes, el corpus no documenta nombres comunes sin determi-
nante, excepto un contexto del siglo XIX («Estas son habas contadas»)12,
donde podrían estar interviniendo tanto el carácter formulario de la frase
al tratarse de un dicho, como la pluralidad del sustantivo que permite su
presencia sin determinante.

10
Sepúlveda (1988: 369) presenta una lista que denomina Naturaleza morfosintáctica
del paciente, en la que enumera los pacientes registrados en pasivas con ser: sustantivo
con actualizador, relativo sin artículo, relativo con artículo, demostrativos, indefinidos,
pronombres personales, pronombres interrogativos, infinitivo, nombre propio, proposiciones
sustantivas, proposiciones de relativo y pacientes contextuales. De estos, los pacientes
contextuales y los sustantivos con actualizador son los pacientes con mayor registro.
11
Lapesa (1996: 131-132) ofrece un inventario de contextos del nombre común
con función de sujeto sin modificador: a) con verbos de pasiva refleja («Se necesita
mecanógrafa»); b) en la pasiva con ser («Fue concedido indulto general»); c) con verbos
intransitivos y reflexivos de existencia, presencia o ausencia, comienzo y fin, nacimiento
y crecimiento, apariencia, acaecimiento, etc. («Hace falta valor para decir eso»); d) con
verbos transitivos («Hombres de calidad estudian el asunto»). Sus referentes —anota
el propio Lapesa— son abstractos, animados sin referente individuado que pueden ser
colectivos o plural.
12
El DLE, s. v. haba, señala que es una expresión usada «para denotar que algo es
cierto y claro».
El sujeto paciente presente de la pasiva perifrástica en español 905

Con respecto al nombre propio, la mayoría de los contextos expresa el


de una persona en sus tres posibles modalidades: a) nombre + apellidos;
b) solo nombre; y c) solo apellido. Frecuentemente, los nombres propios
van acompañados de información al margen derecho, la cual les propor-
ciona definición, especificación o describe a quién hace referencia, como
«Ramón Hernández, alias el Cochupo, destacado y carismático político
de Barranquilla, había sido elegido» (Rojos, 207) o «Yañez, que viajaba
en un turismo, es detenida» (El País, 11.2010.12). En menor número, se
documentan las poblaciones («La Portuguesa fue fundada en 1946», Rojos,
192). El nombre propio, en términos generales, presenta cierta preferencia
por una estructura compleja, igual que el nombre común. Como se aprecia,
las entidades humanas, bien definidas, también se arropan de información
adicional. Este dato sugiere que los sujetos pacientes no necesariamente son
referentes conocidos, sino que al incorporar mayor material léxico, podrían
estar ofreciendo información nueva.
Por su parte, los pronombres en función de sujeto paciente pueden
registrarse en forma simple («Si alguno fuere aplazado», Fuero, III, 34.36);
«él non fuere culpado», Fuero, XIV, 92.4) o acompañados de otros elemen-
tos oracionales que funcionan como especificadores («el otra primera es
perdida», Fuero, VIII, 16.28; «so yo el uendedor muy bien pagado», DLE,
1251.340.455.12).
4.2.4. Otros constituyentes de la frase nominal
Como se ha observado, el sustantivo núcleo de la frase nominal está
acompañado de otros elementos13. Por ello, este apartado se centra en
conocer cómo se estructuran las FN complejas en su interior. El Cuadro
6 presenta los porcentajes de cada uno de los márgenes que pueden ser
llenados con determinantes en el izquierdo, expansiones en el derecho o
con ambos.

13
«El sintagma nominal suele presentar una estructura más compleja que el puro
núcleo sustantivo, ya que además de este, puede, y suele, contener modificadores a la
izquierda del núcleo y también a la derecha de este. Llamaremos a los modificadores del
margen izquierdo modificadores propiamente y a los de la derecha expansión» (Company
2009: 7).
906 Pedro Ángel Ramírez Quintana

Siglo M. izquierdo M. derecho Ambos márgenes


XIII 72% (129/180) 4% (7/180) 24% (44/180)
XV 69% (64/93) 5% (5/93) 26% (24/93)
XVII 72% (13/18) — 28% (5/18)
XIX 40% (45/112) 3% (3/112) 57% (64/112)
XXI 57% (38/67) 1% (1/67) 42% (28/67)

Promedio 62% (289/470) 3% (16/470) 35% (165/470)

Cuadro 6. Estructura del SP: otros constituyentes del núcleo de la FN compleja.

El margen izquierdo es el espacio más recurrente para agregar ele-


mentos, con un 62%, mientras que el margen derecho presenta un bajo
registro en la inserción de expansiones (3%); por su parte, ambos márgenes
documentan un porcentaje importante (35%). Si bien el margen izquierdo
es el espacio llenado con mayor frecuencia, diacrónicamente se observa
que ambos márgenes han ido ganando contextos: primero, durante los tres
primeros cortes de forma gradual: 24% > 26% > 28%; después, para el siglo
XIX, duplican su presencia (57%); finalmente, en el último corte, experi-
mentan una reducción (42%). Este avance de ambos márgenes provoca que
el margen izquierdo registre una pérdida de contextos, aunque se mantenga
hasta la actualidad como el espacio con mayor llenado. El margen derecho,
por su parte, experimenta registros bajos o nulo, como el siglo XVII. Los
espacios que están en competencia por el ingreso de otros elementos son el
margen izquierdo y ambos márgenes. Las diversas estructuras que presenta
la FN compleja se describen a continuación.
a) El margen izquierdo agrupa aquellos elementos que anteceden al
sustantivo núcleo, como artículos, posesivos, cuantificadores, demostrati-
vos, etc., como se aprecia en (6).
(6a) ante usted con el debido respeto digo que mi cliente fue sentenciado por el juz-
gado 1° de lo criminal por el delito de homicidio (Justicia, 1885.180.143.1r).
(6b) El pobre Ripamilán era invitado (Regenta, II.133).

La forma más empleada en este primer grupo es determinante + sus-


tantivo núcleo. El determinante es una clase de palabra amplia que abarca
al artículo, el adjetivo posesivo y el adjetivo demostrativo. Las siguientes
estructuras son las que se documentan con mayor frecuencia en el margen
izquierdo:
El sujeto paciente presente de la pasiva perifrástica en español 907

– Determinante + núcleo de la FN (6a).


– Determinante + adjetivo + núcleo de la FN (6b).
b) El margen derecho reúne todo el material que se localiza en el espa-
cio posterior del sustantivo núcleo, como adjetivos, aposiciones, oraciones
subordinadas adjetivas, etc., según se aprecia en (7).
(7a) se esperaba que, por haberse presentado diversas iniciativas de la ley orgá-
nica del artículo 96 de la Constitución, alguna de ellas sería elevada a ese
rango (Justicia, 1878.72.222.2r).
(7b) Hay más: lugares donde nunca se habia presentado la enfermedad, sea por
su lejanía de la costa ó sea por su altura, van siendo invadidos visiblemente
(República, 1885.100.1.1c).
(7c) Posteriormente han sido aprendidos Pablo Aguilar y José Porfirio del
número de los asaltantes (Justicia, 1867.1.250.1v).

El margen derecho permite la introducción de elementos que aportan


información explicativa o especificativa al sustantivo núcleo. Estas expan-
siones están constituidas, en su mayoría, por complementos adnominales,
especificaciones y sustantivos en coordinación, como se aprecia en las
siguientes estructuras:
– Núcleo de la FN + complemento adnominal (7a).
– Núcleo de la FN + especificación (7b).
– Núcleo de la FN1 + núcleo de la FN2 + complemento adnominal
(7c).
c) En ambos márgenes, se encuentran los nominales que presentan
información antes y después de su núcleo. La estructura de esta frase nomi-
nal es más compleja porque suma los elementos empleados en el margen
izquierdo y aquellos incorporados en el margen derecho, como se observa
en (8):
(8a) siempre que el importe de la obra sea pagada por los fondos que pertenecen
a la Junta de Vigilancia (Justicia, 1884.151.56.3v).
(8b) Dícese que el vicealmirante Lynch, ministro de Chile en España, será tras-
ladado á Alemania (República, 1885.103.3.3c).
(8c) Anoche ha sido preso mi esposo Ángel Días en el café «Antigua Refugio»
(Justicia, 1888.222.452.2v).
(8d) sirviendo en él hasta que fue destrozado dicho escuadrón referido en la
Hacienda de Guadalupe (Justicia, 1867.1.353.2r).
(8e) me fue remitida el acta a que alude el señor juez 4° de lo criminal (Justicia,
1887.206.346.4r).
(8f) de cuyas puertas fueron quitadas las puertas de fierro que las cubrían,
para colocarlas en las de comunicación de los nuevos juzgados (Justicia,
1887.206.347.1v).
908 Pedro Ángel Ramírez Quintana

En ambos márgenes se registran estructuras cortas, formadas por deter-


minante + sustantivo + adjetivo o complemento de nombre, así como estruc-
turas más complejas que presentan información explicativa o especificativa
sobre el sustantivo núcleo. Esta diversidad permite un inventario mayor de
estructuras:
– Determinante + núcleo de la FN + complemento adnominal (8a).
– Determinante + adjetivo + núcleo de la FN + aposición (8b).
– Determinante + núcleo de la FN + aposición (8c).
– Determinante + núcleo de la FN + adjetivo (8d).
– Determinante + núcleo de la FN + oración subordinada adjetiva (8e).
– Determinante + núcleo de la FN + complemento adnominal + oración
subordinada adjetiva (8f).
Diacrónicamente, las frases nominales con ambos márgenes llenados
representan la segunda estrategia preferente para participar como sujetos
pacientes; de hecho, en los dos últimos siglos, XIX y XXI, aumenta con-
siderablemente al grado de competir, a manera de espejo, con el margen
izquierdo: siglo XIX (margen izquierdo 40%; ambos márgenes 57%) vs.
siglo XXI (margen izquierdo 57%; ambos márgenes 42%). Esta competen-
cia indica que los núcleos de frases nominales con función de complemento
agente necesitan arroparse de mayor material léxico.

5. Conclusiones
Este artículo ha ofrecido un acercamiento al sujeto paciente de la pasiva
perifrástica; para ello, fue necesario analizar este constituyente a partir de
los contextos documentados en el corpus base de consulta. La razón de esta
decisión metodológica está basada en el interés de bosquejar la naturaleza
sintáctica del sujeto paciente a partir de contextos de uso como el primer
paso para su descripción. Por lo tanto, no se discutió la propuesta teórica
sobre la promoción de un O de una oración activa a la posición de S en
una construcción pasiva.
El corpus consultado arrojó datos interesantes: a) el sujeto paciente
posee libertad para aparecer en el mismo nivel oracional que su respectiva
perífrasis verbal o para recuperarse en el discurso en una o varias oraciones
anteriores e incluso recuperarse ad sensum; b) el SP presente no está limi-
tado a una estructura interna única, sino que registra varias posibilidades
de construcción, entre ellas la predicación, la FN simple y la FN compleja;
c) de estas tres, la FN compleja es la que presenta un mayor registro; d)
la estructura más documentada de una FN compleja con función de sujeto
paciente está integrada por un determinante + un sustantivo; y e) existe un
El sujeto paciente presente de la pasiva perifrástica en español 909

significativo aumento de las FN complejas con ambos márgenes llenos.


Además, a partir de los contextos consultados, fue posible elaborar un
primer inventario de las estructuras internas más recurrentes de las FN
complejas (vid. § 4.2.4. Otros constituyentes de la frase nominal).
Esta descripción del sujeto paciente ha dado cuenta de su comporta-
miento sintáctico y de la diversidad de su estructuración interna. Desde
una perspectiva diacrónica, se observa que este constituyente se ha ido
caracterizando en el transcurso del tiempo: ha aumentado ligeramente su
presencia en el mismo nivel oracional que la perífrasis ser + participio
(XIII: 46% > XV: 45% > XVII: 39% > XIX: 65% > XXI: 54%); presenta
una alta preferencia por las frases nominales (96%) frente a la predicación
(4%); de dichas frases nominales prefiere las complejas (75%) ante las
simples (25%); los núcleos de las FN, por lo general, son nombres comunes
(70%), seguidos de los pronombres (23%) y, en menor escala, de los nom-
bres propios (7%). Sin duda, los acercamientos futuros al sujeto paciente,
tanto presente como ausente, enriquecerán estos datos iniciales sobre dicho
constituyente de la pasiva perifrástica.

6. Bibliografía
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910 Pedro Ángel Ramírez Quintana

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De «asaz fermoso» a «mazo guapo»: la evolución
de las fórmulas superlativas en español*

Ana Serradilla Castaño


Universidad Autónoma de Madrid

Resumen. Este trabajo atiende a la evolución de la expresión del grado superla-


tivo del adjetivo. Se realiza un breve recorrido por las fórmulas superlativas del
español medieval y clásico. Asimismo, se observa cómo en los siglos XVIII y
XIX perduran aún muchas de las fórmulas medievales, aunque algunas como asaz
empiezan a ver restringido su uso a determinados registros, y cómo hay un notable
incremento de los prefijos como indicadores de la superlación. A continuación, el
estudio se detiene en la situación del español contemporáneo en el que se observa
el surgimiento de nuevas expresiones como mazo, mogollón o, incluso, súper, que
empieza a desgajarse de su valor prefijal y a convertirse en fórmula analítica de
superlación. Se profundiza en el análisis de estas fórmulas a través de los datos
obtenidos en una encuesta y en varios corpus del español actual, y se demuestra
su participación en un proceso de gramaticalización.
Palabras clave. Adjetivo, superlativo, evolución, forma analítica, prefijo, gra-
maticalización.

Abstract. This paper deals with the evolution of the expression of the superlative
adjective. It makes a brief review of the superlative formulas of Medieval and
Classical Spanish. Similarly, it illustrates that many of the old medieval superla-
tive formulas still survived in the 18th and 19th Centuries, although some of them,
such as asaz, began to have a restricted use in some specific registers. It also
points out a significant increase in the use of prefixes as indicators of superlative
meaning. After that, the study focuses on the situation of contemporary Spanish
and notes the emergence of some new expressions, such as mazo, mogollón, or
even super, which begins to detach from its prefix value and tends to become

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación FFI2012-


31972, dirigido por Inés Fernández-Ordóñez. También ha sido parcialmente financiado por
el proyecto FFI2012-33807, dirigido por Elena de Miguel.
914 Ana Serradilla Castaño

an analytical superlative formula. The document also delves into the analysis of
these formulas through the evidence obtained from a survey, and from several
corpuses of current Spanish. Likewise, it proves that these formulas are involved
in a grammaticalization process.
Keywords. Adjective, superlative, evolution, analytical form, prefix, grammati-
calization.

1. Introducción
A lo largo de la historia del español la expresión del grado superlativo
del adjetivo ha sufrido una importante evolución con la incorporación de
nuevas fórmulas (harto en el siglo XV o mazo en el XX), la recuperación
de formas latinas como -issimo en el español clásico y la desaparición de
otras expresiones, frecuentes en la Edad Media, como fuert, sobra o sobre.
Se trata de una realidad que ha llamado la atención de varios investigado-
res en los últimos años (entre otros, Espinosa 1998; Montero Curiel 2011;
Pérez-Salazar 2006; Pons 2012; Sánchez López 2006; Serradilla 2004, 2005
y 2006; o Wang 2013)1 y que se retoma en este artículo con el fin de analizar
la evolución de las fórmulas superlativas del adjetivo hasta llegar al español
actual asumiendo su participación, en mayor o menor grado, en un proceso
de gramaticalización que permite explicar que determinadas expresiones se
hayan ido incorporando al paradigma de la superlación.
En este trabajo me limitaré básicamente al análisis de las expresiones
cuantitativas tipo muy, bien, harto, asaz…; los elativos sintácticos como
sumamente, increíblemente…; y los elativos morfológicos (-ísimo, re-,
mega-, super-…). Dejaré de lado los elativos léxicos (fatal, terrible, colo-
sal, fantástico…) y los fraseológicos (a carta cabal, más feo que Picio,
más lento que una tortuga…), tratados en profundidad por Sánchez López
(2006).

2. Revisión histórica
El español ha recurrido desde sus orígenes a fórmulas analíticas como
sustitutas del desaparecido superlativo sintético latino. Así, en el espa-
ñol medieval contamos ya con formas como asaz, bien, harto, tan, sobra,

Aunque aquí se citen trabajos recientes, obviamente, con esto no quiero decir que
1

sea un tema que solo haya sido de interés para los investigadores en los últimos años.
Contamos con excelentes trabajos sobre la superlación ya clásicos. Véanse en este sentido
estudios como los de Morreale (1955), Salvador (1987), González Calvo (1984 a 1992),
Donaire Pulido (1988), Arjona (1991) o Martinell (1992), entre otros.
De «asaz fermoso» a «mazo guapo» 915

mucho, muy, fuert, ademas…, que acompañan al adjetivo para expresar el


grado superlativo absoluto (Serradilla 2005, 2006 y 2008).
(1) fazié una tal vida non mucho ordenada, pero dicié sus oras en manera
(Gonzalo de Berceo, Los Milagros de Nuestra Señora).
(2) fue luego por las tierras sobra grand el roído (1230, Gonzalo de Berceo,
Vida de San Millán de la Cogolla).
(3) Los que vienen por tierra, tan luengo camino andan con ellos, que cuando
acá llegan son mansos assaz (Juan Manuel, Caza, 4, apud Cuervo).
(4) & vino se a seuilla & su flota tanbien farto enojado por la perdida de tantos
(1443-1454, Alfonso Martínez de Toledo, Atalaya corónicas).

Estas fórmulas analíticas, sustitutas del superlativo desinencial latino


en -ISSIMUS, van a continuar su andadura, incluso cuando esta forma
se reincorpora a nuestra lengua, de forma esporádica aún en los textos
medievales:
(5) el cual acumulase y juntase las devotísimas y santísimas historias que com-
prenden toda la vida de Nuestra Señora. (ca. 1450. Juan López de Salamanca
(ca. 1385-1479), Vida de la Virgen. Ed. de L. G. A. Getino, Madrid, 1924)2.

y más frecuentemente ya en el siglo XVI. Así, en El Lazarillo encontramos


algunos ejemplos como «Respondió el sagacísimo ciego»; «con el destiento
de la cumplidísima nariz» o «como la antiquísima arca». Y en la obra de
Santa Teresa localizamos casos como «purísimo amor»; «apoyo firmísimo»;
«ejemplo rarísimo» o «enemiguísima de ser monja».
Keniston (1937) hacía un recuento de los superlativos sintéticos del
siglo XVI y señalaba un total de 100, de los cuales 76 pertenecían a la
segunda mitad de la centuria, lo que da cuenta del lento avance inicial.
Después va a asentarse definitivamente en nuestra lengua, pero, en todo
caso, esta forma, que se va abriendo paso a lo largo del siglo XVI, se intro-
dujo básicamente en un registro culto y, al convertirse en una diferencia
significativa de la lengua culta frente a la popular, se convierte también en
una pieza clave cuando se quiere imitar o parodiar la lengua culta, como
se observa en el siguiente pasaje de El Quijote:
(6) «Confiada estoy, señor poderosissimo, hermosissima señora y discretissimos
circunstantes, que ha de hallar mi cuytissima en vuestros valerosissimos
pechos acogimiento […]».

2
Para los ejemplos del español medieval y clásico, así como para los de los siglos
XVIII y XIX se ha acudido al CORDE como fuente básica.
916 Ana Serradilla Castaño

«El Pança», antes que otro respondiesse, dixo Sancho, «aqui está, y el don
Quixotissimo assimismo; y, assi, podreys, dolorosissima dueñissima, dezir
lo que quisieridissimis; que todos estamos prontos y aparejadissimos a ser
vuestros seruidorissimos» (El Quijote, 2.ª Parte, cap. XXXVIII).

La reincorporación de la forma culta latina -ísimo, sobre todo en el


español clásico, no trae consigo, sin embargo, la eliminación de las expre-
siones analíticas —algunas de las cuales siguen siendo muy productivas—,
aunque sí se observa una diferente distribución de su uso dependiendo del
género discursivo y del registro utilizado (Serradilla 2004 y 2008). Así,
bien, por ejemplo, aparece con mayor frecuencia en pasajes de carácter
más coloquial y como modificador, sobre todo, de adjetivos patrimoniales
de uso común3.
En los siglos XVIII y XIX perduran aún muchas de estas fórmulas,
aunque algunas como asaz empiezan a ver restringido su uso a determi-
nados registros, en este caso a un lenguaje escrito culto (asaz dolientes y
mal feridos [1789, Leandro Fernández de Moratín, Leandro, La derrota
de los pedantes]) (Wang 2013). Véase lo que decía Casares años después
(1950):
Todos sabemos lo que significa el adverbio asaz, pero sabemos también que
provocaría hilaridad intercalado en una charla de café: «¿Qué tal el estreno de
anoche? —Es una astracanada asaz graciosa». ¿Por qué se produce este efecto?
Porque asaz pertenece a la lengua escrita y es impropio de la conversación (1950,
Julio Casares, Julio, Introducción a la Lexicografía moderna, CORDE).

Muy, por su parte, continúa siendo la forma más usada y es de destacar


el incremento del uso de harto. Dice al respecto Wang (2013: 579):
En lo que respecta a harto, que sufre un notable incremento en los siglos XVIII
y XIX, también se observa un aumento de la variedad de adjetivos que combinan
con él; por ejemplo, en el español medieval y clásico rara vez se lo verá junto a
adjetivos cultos, sin embargo, en los siglos XVIII y XIX, ya se puede hallar harto
acompañando a diversos adjetivos como verisímil, difícil o frequentes. Si nos
referimos al número de adjetivos modificados por harto, hemos observado que
en el XVIII ha aparecido junto a 110 adjetivos diferentes, y es curioso contrastar
que en apenas la primera mitad del XIX harto ya se había situado junto a 222
adjetivos, un crecimiento de más del doble.

Sí desaparecen las fórmulas superlativas con fuert, sobre, sobra y tan; y sufren en
3

español clásico una importante decadencia mucho y además, que en el siglo XVIII ya no
funcionarán con este valor.
De «asaz fermoso» a «mazo guapo» 917

Lo mismo ocurre con bien, que ve incrementado su uso con adjetivos


cultos: bien inmutable; somos bien insensatos… Pérez-Salazar (2005: 273),
que analiza los mecanismos de superlación en el siglo XVIII, observa la
presencia de adverbios intensificadores como los siguientes: «estoy suma-
mente gustoso (116, 1732) […]; se alla bastantemente ocupado […]; me
a dejado completamente enamorado». Por otra parte, durante estos siglos,
sobre todo en el XIX, se vive la emergencia de nuevas fórmulas superlati-
vas que van a llegar hasta nuestros días. Me refiero, en primer lugar, a los
prefijos que, desde un valor locativo, se han especializado como indicadores
de la superlación, con lo que los textos se empiezan a poblar de ejemplos
de re- (ya frecuente en épocas anteriores), rete- requete-, ultra-, archi-,
extra-, super-…:
(7) eran hasta entonces felices, muy felices, archifelices (1875, Ricardo Palma,
Tradiciones peruanas, tercera serie).
(8) ¡Y la muy retevieja, desesperada y envidiosa! (1878, José María de Pereda,
El buey suelto).
(9) el extraño artista que, al decir de un crítico, sabe con extralúcida intuición
desprender en sus obras (1896, José Asunción Silva, De sobremesa).

No obstante, el crecimiento de estos prefijos no supone aún una consoli-


dación absoluta; pues para ello tendremos que esperar al siglo XX. También,
de acuerdo con Wang (2013: 434), es necesario llamar la atención sobre
el importante incremento de los adverbios en -mente con valor superlativo
en el siglo XIX, tales como completamente, enteramente, increíblemente,
tremendamente, enormemente, sumamente, etc.:
(10) se casó y fué feliz, muy feliz, inmensamente feliz (1878, Teresa Arróniz y
Bosch, Gabriel de los Gabriela).
(11) la publicación de este libro fué verdaderamente providencial (1880-1881,
Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles).

Dice esta autora, siguiendo a otros investigadores:


Espinosa Elorza (2012: 64) hace referencia a algunos adverbios de modo que
pasan a indicar superlación. Se trata de adverbios que, en palabras de González
Rodríguez (2009: 172), «amplían un dominio de cuantificación expresando
que se ha superado el grado de la escala que cumplía las expectativas del
hablante». Asimismo, son formas que, como indica Espinosa, han sufrido un
proceso de gramaticalización en el sentido de que se ha adelantado su posición
habitual para fijarse delante del elemento sobre el que inciden: el adjetivo en este
caso.
918 Ana Serradilla Castaño

3. La expresión del superlativo absoluto en español actual


Una vez realizado un mínimo recorrido por la historia de las diversas
formas de expresar el superlativo, me centraré en la situación del español
contemporáneo, época en la que estamos viviendo el surgimiento de nuevas
expresiones como mazo, herederas de los antiguos procedimientos de inno-
vación sintáctica, o, incluso, súper, que empieza a desgajarse de su valor
prefijal y a convertirse en fórmula analítica de superlación. Me fijaré en
estas expresiones y dejaré de lado, por cuestión de espacio, procedimien-
tos como la repetición o la utilización de unidades fraseológicas, recursos
habituales también durante épocas anteriores.
El corpus de esta investigación se ha establecido gracias a las consultas
realizadas en CORDE, CREA y CORPES, así como en el buscador Google.
He realizado también una encuesta que me ha permitido conocer cuáles
son las formas más utilizadas por diferentes grupos de población. A conti-
nuación, me detendré a comentar algunos de los resultados obtenidos. Así,
ante la pregunta sobre qué forma de las siguientes utilizan los encuestados:
1. a) súper interesante b) super interesante c) superinteresante
2. a) híper bueno b) hiper bueno c) hiperbueno

Respecto a 1 han respondido la opción a) súper interesante 11, la


opción b) super interesante 7 y la opción c) superinteresante 64. Los infor-
mantes que responden a) están todos en la franja de los 20 años (20-27).
En la franja de más edad (47 a 59) dos informantes responden c) y uno b).
No se ha visto diferencia por sexos.
Respecto a 2, los resultados son más variables y varios informantes no
responden porque no es una expresión que usen con frecuencia y muestran
más dudas. En todo caso, han respondido la opción a) híper bueno 7, b)
hiper bueno 3 y c) hiperbueno 3. En este ejemplo la edad no es significativa
porque la informante de 47 años lo escribe separado (eso sí, sin acento).
Ante estos datos, puede deducirse que en las generaciones más jóve-
nes súper parece haber perdido la categoría de prefijo para convertirse en
una forma analítica más, que sirve como modificador del adjetivo para la
expresión del grado superlativo. Para corroborar estas afirmaciones, he rea-
lizado una búsqueda, en primer lugar, de súper —forma, en principio, más
utilizada— en CREA, CORPES y Google. En CREA aparecen 170 ejemplos
de súper + adjetivo y de ellos solo 17 son de España; en CORPES, de 659
casos, solo 60 son del español peninsular. Esto puede inclinarnos a pensar

4
Algunos informantes señalaron más de una opción.
De «asaz fermoso» a «mazo guapo» 919

que se trata de una grafía más asentada en el español americano. Propongo


unos mínimos ejemplos:
(12) la relación no ha fluido como ella quisiera. Es súper fría. No conversamos,
no me busca (2004, El Mercurio, 08/03/2004: «Relaciones familiares»,
Chile, CREA).
(13) Tengo un mes de hacer ejercicios y cuidar lo que como. He bajado 9 libras.
Estoy súper feliz. Estar delgada para mí es seguridad, es felicidad (2012,
Elena Jiménez, «Bajar de peso: caro y difícil», Costa Rica, CORPES).

También se documenta super + adjetivo:


(14) pues eso que super simpatico y agradable esta super weno y es mega wapo
¿que mas se puede pedir? (26/03/2005 21:36:13, marian14).
(15) hola soy mega super fan de ferni y quiero desearle muxa suerte y que lo
quiero muxo muxo bueno espero ke siga siendo muy simpatico ¿y vosotras?
¿que pensais de el? (26/03/2005 17:59:20, Raky12)5.

Asimismo, se registra la forma prefijada, que en textos juveniles abunda


menos, pero que es, obviamente, la más habitual en los corpus:
(16) Mientras tanto tengo más fichajes supermajos que una vez que se vaya mi
amiga, tendré que organizarme bien (http://www.kindergirl.es/2015_01_01_
archive.html).

En el caso de híper ante adjetivo, en CORPES hay 23 ejemplos (solo


uno de España) y en CREA, 4, todos americanos; mientras que en CORDE
no hay documentación. Sin embargo, como prefijo y sin acento los ejemplos
son miles y también son frecuentes los casos en los que aparece separado
sin acento. Parece que en este caso la consideración de forma independiente
no ha llegado a asentarse en la lengua con la misma fuerza que súper:
(17) bien íntimo, y, dicho por ti, súper íntimo e híper cálido, pero hay mucho
más, creo yo (2002, Alfredo Bryce Echenique, El huerto de mi amada, Perú,
CREA).
(18) Cuando digo que soy hiper volada no estoy recurriendo al tópico (2004,
04206008. Weblog, Chile, CREA).
(19) si los acariciamos con algo hipersensible, como la punta de la lengua (1972,
Gonzalo Torrente Ballester, La saga/fuga de J. B. España, CORDE).

Una situación algo similar, aunque en menor medida aún, se ve en


el caso de mega (con un significado de ‘por encima de super-’). En

5
Obsérvese el refuerzo con mega en una autora que también usa la forma superlativa
habitual muy.
920 Ana Serradilla Castaño

CREA se localizan solo cuatro ejemplos de esta forma con adjetivo y en


CORDE solo aparece como prefijo, nunca separado del adjetivo al que
modifica, y ante términos técnicos. El carácter coloquial de esta forma,
muy frecuente en el español más reciente, la mantiene sobre todo en la
oralidad y es difícil rastrear su uso en textos escritos. Propongo solo un
par de ejemplos:
(20) Los tramposos. Los más tramposos. Los mega-tramposos. Los que creen
que los demás son estúpidos (2004, El Universal, 27/12/2004, Venezuela,
CREA).
(21) Otra cosa es la mega pija con la que está desposado (2003, Diez Minutos,
núm. 2729, 04/12/2003, España, CREA).

En la encuesta se propusieron también una serie de fórmulas super-


lativas para saber con qué frecuencia las usaban los encuestados. Se trata
de formas que están documentadas en el español actual con importantes
diferencias en cuanto a la frecuencia de uso, el registro en que se emplean
y el área geográfica en la que aparecen. Los resultados obtenidos son los
siguientes:

Con bastante frecuencia Con poca frecuencia Nunca


Brevísimo 9 7 4
Muy simpático 21
Bien listo 4 9 8
Asaz interesante 21
Harto conocido 2 5 14
Mazo de guapo 8 7 6
Mazo bueno 9 5 6
Mogollón de divertido 5 16
Divertido mogollón 1 1 19
Tope fuerte 1 20
Full agradable 2 19
To listo 8 8 5
Requetebueno 2 16 3
Rebueno 1 3 17
Ultradirecto 1 4 15
Total: 21 informantes
De «asaz fermoso» a «mazo guapo» 921

La forma más usada es muy y la que no usa ningún encuestado es asaz.


Puede llamar la atención que cuatro de los encuestados digan que nunca
usan la forma en -ísimo. Consultados estos, me comentaron que lo que no
utilizan es la palabra brevísimo, pero que sí lo usan, como cabía esperar,
con otros adjetivos. Las otras formas más usadas son mazo / mazo de y to
entre los informantes de 20 a 27 años. Los informantes mayores no usan
las formas más juveniles (mazo, tope, mogollón, to…).
Entre las formas menos utilizadas después de asaz se encuentran las
combinaciones con mogollón, sobre todo pospuesto y los superlativos con
tope y full. Tope es más frecuente en el este peninsular y la segunda es
típica de Ecuador, Venezuela o Colombia (y también aparece en otros paí-
ses americanos); así que, aunque algunos informantes las conocen, dado
que la mayoría de ellos son del centro peninsular, era esperable que no
las usaran. Lo mismo ocurre con rebueno, de mayor uso en América, que
solo es empleada con mucha frecuencia por una informante colombiana.
Las formas prefijadas con ultra- también parecen de uso mínimo, así como
harto, que, aunque es usada por algunos encuestados, es desconocida para
una gran mayoría. Parece que esta última forma, tan activa en siglos ante-
riores, está viendo relegado su uso aunque no en tanta medida como asaz.
Veamos ahora más detenidamente algunas de estas expresiones. Me
centraré, en primer lugar, en el uso de mazo, cuya incorporación al para-
digma de la superlación puede estar basada en la segunda acepción de este
término en el DLE («2. m. Porción de mercancías u otras cosas juntas, atadas
o unidas formando grupo»). En CORPES hay 10 ejemplos de mazo de pero
solo uno va seguido de adjetivo. En CREA hay dos y también solo uno con
adjetivo. Al ser una construcción coloquial, más presente en el registro oral,
es normal que no se encuentre en los textos cultos; de hecho, CORDE no pre-
senta documentación con este valor. En contraste con esto, solo por poner
unos ejemplos, en Google el 4 de abril de 2015 aparecen 2560 ejemplos
de mazo guapo y 2050 de mazo de guapo; en la misma fecha se localizan
5270 casos de mazo de interesante y 2510 de mazo interesante; y 3160 de
mazo de simpático y 7140 casos de mazo simpático. En general, estamos
ante textos de carácter coloquial, sobre todo blogs y redes sociales, y los
ejemplos son más frecuentes en textos escritos por mujeres. También quiero
destacar que su presencia es más habitual junto a adjetivos de uso común6.

6
Sobre el uso de mazo y mogollón con o sin preposición y sus posibles diferencias
sintácticas y semánticas, véase Pastor (2011).
922 Ana Serradilla Castaño

(22) pero se ha quedado bebiendo conmigo y me ha preguntado mi edad y me ha


dicho que le parecía mazo de guapo (2011, Rodrigo Muñoz Avia, La jaula
de los gorilas, España, CORPES).
(23) Le puedo contar mi historia, nada más, porque yo no tengo mucha «labia».
Pero esto es «mazo» de interesante (1997, ABC Electrónico, 22/04/1997,
España, CREA).

Montero Curiel (2011: 102), quien estudia en profundidad las fórmulas


superlativas usadas por los jóvenes, afirma que «La expresión molar mazo, de
moda hace unos años, ya resulta muy anticuada para los jóvenes». Coincido
plenamente con ella, ya que desde que un cantante entrado en años sacara
un disco con ese título, ningún joven querría identificarse con esa expresión,
pero no pasa lo mismo con mazo + adjetivo, pues su uso se ha extendido,
incluso, a fórmulas con adjetivos cultos. Véanse los siguientes ejemplos:
(24) Pues Ramón y Cajal era mazo culto y mazo humanista. Se están perdiendo
los valores. (Bombín @Mi_Bombin 9 de dic).
(25) @doctormapache que dices. Si yo soy mazo sosegado y comedido… (Des-
nortado Starman@StarmanCB 4 de jul. de 2013).

Por su parte, to + adjetivo, para expresar el grado máximo, parece ser


una fórmula incorporada muy recientemente a la lengua y restringida al
lenguaje juvenil oral, por lo que es difícil encontrarlo en textos escritos,
pese al elevado uso que tiene según los informantes. Desde mi punto de
vista, conserva un valor totalizador, que, sin embargo, no es percibido por
mis informantes, para los que funciona como sinónimo de muy. Casi todos
los ejemplos escritos que he localizado pertenecen a un grupo de jóvenes
que comentan una famosa serie de televisión en la que uno de los prota-
gonistas la usa con frecuencia:
(26) hey Jonaan como lo partes con tu nuevo curro… aunque te exploten, tienes
tiempo para ir to ciclao con Txori […] si te despiden la ventaja es que vas
a ir to destroyer por el poligono y vas a ir to flipaaoo… jajaja (Mim, 14
octubre, 2009).
(27) Les Cundas han sacado un fanzine to guapo que viene con casette incluido,
desde hoy a la venta en Molar por 6 eurillos (2015, https://instagram.com/p/
zujT0OPuRE/).

Tope + adjetivo es una fórmula muy poco utilizada por los encuesta-
dos, pero en otras zonas es de uso común, como afirma Montero Curiel
(2011: 101):
El elemento tope se admite como una seña de identidad del habla juvenil actual,
al margen de los usos registrados por el diccionario académico; de ahí su impor-
De «asaz fermoso» a «mazo guapo» 923

tancia. Además, ofrece una extensa variedad de usos, siempre con valor de super-
lación; es muy corriente en su función de sinónimo de muy.

Se trata, de hecho, de una forma que se documenta abundantemente


—aunque mucho menos que muy, bien o -ísimo— y que es más frecuente
en el oriente peninsular. De nuevo, estamos ante una forma coloquial y
bastante restringida al lenguaje juvenil. En CREA, por ejemplo, en una
cala realizada a partir de 1995, no hay ningún ejemplo de este uso, y en
CORPES, aunque hay 1482 apariciones de esta voz, solo aparece ante
adjetivo con valor superlativo en 4 ocasiones. En Internet, sí es fácil, sin
embargo, encontrar ejemplos de este uso. Presento una mínima muestra:
(28) «Cris que está tope unido a su familia, se encontró solo en Lisboa y los
echaba mogollón de menos» (Súper Pop, núm. 710: 2) (2008, Instituto de
la Mujer: Influencia de las revistas juveniles en la sexualidad de las y los
adolescentes, España, CORPES).
(29) Tema: Rapeo tope mazo guapo (<http://www.3djuegos.com/comunidad-fo-
ros/tema/29540971/0/rapeo-tope-mazo-guapo>, 25 de marzo de 2014).
(30) LOS ACADÉMICOS DE AHORA SON TOPE GUAY. España cambia a un
velocidad de F-1 y sólo hay que ver la rapidez con que los académicos
de la lengua aceptan palabras que son de uso reciente. Son académicos
muy guay, que por lo visto compiten entre sí en quién presenta noveda-
des menos erosionadas por el uso (Lunes, 26 de marzo del 2007, Josep
Pernau, Periódico.com, Cataluña, España <http://www.fundeu.es/noticia/
los-academicos-de-ahora-son-tope-guay-3688/>).

Mogollón, por su parte, con una larga trayectoria en nuestra lengua,


aunque con diferentes significados, es una forma ampliamente estudiada
por Sánchez Jiménez (2008), quien recoge su primer uso con función de
cuantificador en un documento del CREA de 1979. Aparece —siempre en
textos coloquiales— con verbos, nombres y adjetivos. Con estos últimos,
algo menos frecuente que con las otras categorías gramaticales, lo podemos
encontrar en diferentes construcciones. Así, observamos casos en los que
se construye con de:
(31) «Luis Tosar no es guapo, pero es mogollón de atractivo». ¿Estás de acuerdo?
(2002, El País. El País de las Tentaciones, 18/10/2002, CREA).
(32) Lo cierto es que la tortuga era mogollón de simpática (Rodrigo Rúa, A
Coruña, Licenciado en Matemáticas, 17 de mayo de 2010, <http://roiwants
toteachmathsinkansas.blogspot.com.es/2010/05/miami-everglades.html>7.

7
En Google solo de mogollón de simpática hay 549 entradas y de mogollón de
simpático, 321.
924 Ana Serradilla Castaño

Y en algunos casos, aunque con menor frecuencia, precedido del


artículo indefinido:
(33) Otro año más sin poder ir por culpa del curro, ya tengo ganas de ir un año,
para ver si es tanto como dicen o es como pienso un mogollon de caro,
con precios desorbitados (6 de julio de 2007, <http://www.fotolog.com/
marylay/36087388/>).

También, de manera excepcional, se documenta antepuesto sin pre-


posición:
(34) otra cosa que tal eso que siempre se dice que detrás del porro va lo demás,
pues yo pienso que no, o sea, yo pienso que el porro es mogollón más psi-
cológico que a lo mejor físico, y que conozco mucha gente que fuma porros
y que fumará o sea, seguirá fumando porros y tal y que a lo mejor no tienen
por qué pasar de eso (ORAL, Grupo G 6, Obras Públicas, España, CREA)8.

Por otro lado, igual que ocurría en español antiguo con fórmulas como
asaz o además, puede aparecer pospuesto al adjetivo que modifica:
(35) Tu poema Eladio es creativo, original, aleccionador y simpático mogollón,
y te mantiene expectante hasta el final, características tuyas y de nadie más
jejeje (lomafresquita, 22 de febrero de 2013, <http://www.mundopoesia.
com/foros/temas/la-hija-del-cura.456506/>).

Observamos que mogollón, como fórmula superlativa, es, pues, una


forma reciente, que solo aparece en el registro coloquial y que, a diferencia
del resto de expresiones analizadas, no presenta una fijación posicional.
Me detendré ahora en formas como asaz o harto, que no usan nues-
tros informantes, pero que aún es posible localizar en los textos con cierta
frecuencia. En el caso de asaz, he realizado una búsqueda en CORDE aco-
tando el periodo que va desde 1950 a 1975, y se observa cómo en esta
época su presencia sigue siendo relativamente significativa. Sin embargo,
en CREA, si acotamos la fecha a partir de 2000, los ejemplos no pasan
de una quincena. En CORPES localizo 34 ejemplos, de los cuales solo 5
son de España. Es evidente que es una fórmula en retroceso y que, como
señalaba Casares, tiene un uso restringido a determinados registros y solo
aparece en la escritura:
(36) y este último es en la sociedad tribal asaz elemental, la sociedad misma es
sencilla (2001, Salvador Giner, Teoría sociológica clásica, España, CREA).

8
En este caso significa ‘mucho más psicológico…’.
De «asaz fermoso» a «mazo guapo» 925

(37) que se aparejaban detrás de las portezuelas abiertas de la Ford Lobo. La


distancia entre el vehículo y la barricada era asaz próxima para que un arma
de fuego quedara en un rango cómodo y certero (2012, Tryno Maldonado,
Teoría de las catástrofes, México, CORPES).

Por su parte, harto, aunque también en retroceso, sigue siendo una


forma más usada: en CORDE, en el mismo periodo analizado aparece fre-
cuentemente; en CREA, a partir de 2000, es posible documentar hasta 80
ejemplos con adjetivo y en CORPES hay 311 ejemplos. Es evidente que,
aunque mis informantes afirmen usarla poco, se trata de una forma que
sigue vigente, aunque, eso sí, perviva sobre todo en fórmulas fijadas como
harto difícil, harto sabido, harto conocido…:
(38) Había recibido una notificación harto desagradable para su bolsillo. Debía
un montón (2001, Lola Beccaria, La luna en Jorge, España, CREA).
(39) –Muchacho —el Cana toma unos granos e invita a olerlos—, este café es
harto caro. ¿Tú tienes idea de cuánto cuesta cada libra? (2011, Eddy Roma,
«Café con piernas». Café con piernas, Guatemala, CORPES).

Full era otra de las fórmulas consideradas en la encuesta. Se trata de


una expresión usada en América, importada recientemente del inglés. En
CORDE no se documenta, en CREA vemos solo un ejemplo, pero en CORPES
su presencia se amplía, aunque todas las documentaciones proceden de
Venezuela, a excepción de una de Colombia. Se trata de una expresión de
carácter coloquial que no suele aparecer en los textos escritos formales,
pero, si vamos al buscador Google, observamos que su frecuencia es
muy importante: hay miles de ejemplos, todos ellos de jóvenes ameri-
canos que expresan sus opiniones a través de las redes sociales, aunque
hay también algún ejemplo en textos literarios que reflejan el habla
juvenil:
(40) en el volante… En la música full volumen… Y el tipo soba que te soba…
y yo full concentrado en el color de la máquina, en los rines de aluminio y
el spoiller trasero… (2005, Gennys Pérez, El secreto de la felicidad. Vene-
zuela, CORPES).
(41) Full contento con todas estas grandes cosas que dios me permite realizar
(Cristian Mendoza, 28 de marzo de 2015 en Facebook).

Dentro de las expresiones analizadas, mencionaré solo un caso más,


el de ultra, que se usa tanto como prefijo como forma independiente. De
hecho, el buscador de Google, cuando se introduce ultrabueno, ultra-
dulce…, dice: «quisiste decir ultra bueno, ultra dulce…», lo que da buena
cuenta de la evolución de la que vengo hablando a lo largo de este trabajo.
926 Ana Serradilla Castaño

Propongo solo un ejemplo, excelente por la cantidad de expresiones super-


lativas que aparecen:
(42) «Un ranking de las personas con más posibilidad de triunfar». A la mayoría
probablemente se le ocurrirá este ranking: desde abajo, «súper ultra tonto»,
«tonto promedio», «listo promedio», y luego «ultra listo». Pero mi opinión
es completamente diferente. [Mi ranking] es, desde abajo, «listo prome-
dio», y luego «tonto promedio», y luego «ultra listo», y en lo más alto está
el «súper ultra tonto» (<https://tnumoonsong.wordpress.com/2010/08/08/
gacktionary-17-pensamiento/>).

En la encuesta realizada, por otro lado, aparte de las fórmulas pro-


puestas, se preguntaba a los informantes por otras posibilidades que ellos
usaran habitualmente para expresar el superlativo absoluto. Apuntaré solo
el caso de increíblemente genial, en el que entran en juego los adverbios
en -mente, tan productivos para la expresión de la superlación desde el
XIX (Espinosa 2012).

4. Reflexiones finales
Como puede observarse, el paradigma de la intensificación está en
constante ebullición y es llamativo cómo continuamente van incorporán-
dose nuevos términos para expresar el máximo grado del adjetivo.
En general, lo que hemos observado hasta ahora son, por un lado, ela-
tivos morfológicos como -ísimo, re-, requete-, super-, hiper-, mega-… y,
por otro, formas analíticas compuestas por un adverbio cuantitativo (asaz,
muy, harto…) que precede al adjetivo modificado en su grado o por un
adverbio como bastantemente, increíblemente… que se antepone al adjetivo
para expresar también el máximo grado.
Ambas construcciones han evolucionado a lo largo de nuestra histo-
ria lingüística. En el caso de -ísimo, observamos cómo, aunque aún pueda
quedar cierto matiz culto, su uso se ha extendido a todo tipo de adjetivos y
puede hoy considerarse de uso común en diversos registros. Respecto a los
prefijos, es digna de mencionar su evolución hacia la expresión analítica y,
así, observamos cómo súper, híper o mega en textos de carácter coloquial
(más en los americanos que en los europeos) se presentan como términos
independientes que vienen a sumarse al resto de expresiones cuantitativas que
antes mencionaba y comienzan a funcionar como estas en todos los sentidos.
Respecto a las formas analíticas, muchas de ellas presentes desde el
español medieval y otras de penetración reciente como mazo, mogollón,
tope o to, se podría decir que, en cierta medida, han sufrido un proceso de
gramaticalización, al igual que les ocurre a los adverbios en -mente (increí-
De «asaz fermoso» a «mazo guapo» 927

blemente) usados también en estas construcciones. En todos estos casos nos


encontramos con formas que, en principio, tenían un valor léxico pleno,
con matiz de cantidad, pero han perdido su valor inicial para convertirse
en meras partículas de grado.
Elvira (2015: 93) define gramaticalización en los siguientes términos:
«La gramaticalización es el proceso que lleva a una pieza con contenido
léxico a asumir funciones gramaticales o funcionales. A su vez, también es
gramaticalización el proceso por el que una pieza con valores gramaticales
desarrolla nuevos papeles en la gramática». De acuerdo con esta definición,
en un trabajo anterior (Serradilla 2006) ya me referí a este proceso de gra-
maticalización en el caso de las expresiones superlativas y concluía que en
el español medieval era aún un fenómeno apenas esbozado. Hoy se observa
que en fórmulas recién introducidas para realizar esta función todavía hay
vacilación en cuanto que son posibles diversas construcciones (mazo de /
mazo; mogollón de / mogollón + adjetivo o, incluso, en este último caso,
adjetivo + mogollón). En el resto de los casos se ha producido una fijación
en la posición de estas estructuras, sobre la que ya llamaba la atención Espi-
nosa, al referirse a la anteposición de los adverbios en -mente en el siglo XIX
como muestra de su gramaticalización. Por otro lado, nos enfrentamos a
una decategorización de la pieza afectada «es decir, el retroceso de las pro-
piedades gramaticales que son propias de la antigua unidad léxica» (Elvira
2015: 97). Todavía en el siglo XVIII Wang (2013) documentaba ejemplos
de harta o hartas, es decir con concordancia con el adjetivo modificado:
harta mala ventura; hartas buenas ganas (1705, Raimundo de Lantery,
Memorias); pero hoy en día no encontramos la posibilidad de variación de
género o de número, ni la posibilidad de, por ejemplo, incorporar a estos
términos una derivación diminutiva: *macito,*topecito.
La reducción fónica que señala Elvira como una de las consecuencias
del proceso de gramaticalización solo la encontramos en el caso de to; en
los demás se observa un desgaste semántico, pero no fónico. En todo caso,
este proceso no es, como el propio autor señala, el más extendido y es más
propio de auxiliares y preposiciones muy frecuentes. La paradigmatización,
por su parte, también parece darse en las estructuras analizadas, en cuanto
que formas de orígenes muy diversos (nombres, adverbios o adjetivos) se
alinean en el paradigma de la superlación con una misma función. En todo
caso, entendemos, igual que Elvira (2015: 101), que el carácter cerrado de
estos conjuntos es relativo.
También podemos hablar de coalescencia ya que, excepto en los casos
de mazo o mogollón, se establece una fuerte vinculación entre el adverbio
928 Ana Serradilla Castaño

de grado y el adjetivo modificado, cosa que no existía en español medieval,


que admitía la intercalación de preposiciones o, incluso, formas verbales
entre ambos (Serradilla 2006).
Es en este sentido en el que se podría hablar de gramaticalización en
el caso de estas fórmulas superlativas. Para concluir, solo me queda añadir
que los recursos de intensificación están vivos en español actual y que no
sería de extrañar que en poco tiempo comiencen a aparecer nuevas formas
que, a partir de valores iniciales de cantidad o de otro tipo, destierren a las
que ya están en pleno retroceso o que convivan con las ya existentes. Se
trata claramente de un paradigma abierto a nuevas unidades.

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Expresión variable de los pronombres de
sujeto: diferencias entre él y ella

Rena Torres Cacoullos y Miguel Ramos


The Pennsylvania State University y Universidad de O’Higgins, Chile

Resumen. El condicionamiento lingüístico de la expresión variable del pronombre


de sujeto de la tercera persona singular se ha mantenido en gran medida constante:
en datos provenientes de los siglos XIII-XVI (N=1947), opera la accesibilidad, con
la que interactúa la ambigüedad en la morfología verbal, y así también un efecto
priming pronombre-pronombre. Es interesante observar diferencias de género.
Los sujetos femeninos no solo son menos frecuentes que los masculinos, sino
que, cuando ocurren, es menos probable que la mención previa de aquel refe-
rente femenino sea en el rol de sujeto, indicios ambos de menor topicalidad. Los
referentes femeninos propician los sujetos pronominales, sobre todo con mención
previa en un rol sintáctico distinto al del sujeto. Pareciera así, como vestigio de
la gramaticalización del demostrativo, que el uso del pronombre de sujeto era
sensible a factores socio-pragmáticos.
Palabras clave. Expresión del sujeto, gramaticalización, variación, diacronía,
accesibilidad, priming, sociopragmática.

Abstract. Third person singular subject pronouns, the result of demonstrative


grammaticalization, are variably expressed. Quantitative analysis of 13th-16th data
(N=1,947) reveals that the linguistic conditioning of the variation has largely
remained stable. As in present-day Spanish, we find an effect of referent acces-
sibility, with which person syncretism in verbal morphology interacts, and a
pronoun-pronoun priming effect. However, we also find that feminine referents
favor pronominal expression and have distinct linguistic conditioning. The data
distribution shows that feminine referents are less topical: they occur less fre-
quently than masculine ones as subjects, and their previous mention is more likely
to have been in non-subject role, a favorable environment for ella. These results
suggest that, as a vestige of demonstrative origins, subject pronoun expression
was sensitive to socio-pragmatic factors.
Keywords. Subject expression, grammaticalization, variation, diachrony, accessi-
bility, priming, socio-pragmatics.
932 Rena Torres Cacoullos y Miguel Ramos

1. La variación como vía para indagar en la gramaticalización


El presente estudio tiene como objetivo estudiar la expresión variable
de los pronombres de sujeto de la tercera persona singular en español desde
una perspectiva diacrónica y variacionista1. Los ejemplos que se presentan
a continuación ilustran la variación analizada: realización de sujeto prono-
minal expresado (1), y sujeto no expresado o nulo (2):
(1) Et ella non le dio sinon la navaja (Calila, p. 141).
(2) Et Ø diole de cabo la navaja (Calila, ibid.).

Hemos escogido examinar la expresión de sujeto de la tercera per-


sona singular (3sg) porque, teniendo en cuenta el origen histórico de los
pronombres él y ella, su estudio ofrece una interesante oportunidad para
explorar los mecanismos de cambio morfosintáctico a la luz de la teoría
de la gramaticalización.
Los pronombres de sujeto de la 3sg en el español (él, ella) derivan de
los demostrativos distales ILLE (‘aquel’, masculino singular nominativo)
e ILLA (‘aquella’, femenino singular nominativo) del latín, lengua que
carecía de pronombres de sujeto de la tercera persona (p. ej., Penny 2002:
133; cf. Allen/Greenough 1903: 60, § 142). Los demostrativos (p. ej., ese,
este, aquel) distinguen referentes de acuerdo a su localización espacial (más
o menos cercanos), constituyendo así una instancia clásica de elementos
deícticos. El canal evolutivo a través del cual el demostrativo deviene en
pronombre de 3sg es un fenómeno interlingüístico de gramaticalización
(Heine/Kuteva 2002: 112-113; Heine/Song 2011). Este proceso de grama-
ticalización demostrativo > pronombre de tercera persona singular avanza
diacrónicamente mediante el aumento en la frecuencia de uso de aquellas
formas. Así se pone en marcha uno de los principales mecanismos de cam-
bio: la erosión o desgaste semántico (p. ej., Lehmann 1982). Por otro lado,
la hipótesis de la retención propone que, en esta marcha de larga duración,
las formas en proceso de gramaticalización mantienen ciertos grados de
retención o persistencia de su significado originario (p. ej., Bybee/Pagliuca
1987; Hopper 1991). Por consiguiente, tomando estos planteamientos, es
lógico pensar que aquella retención sea más evidente en las etapas tempra-

1
Este estudio es el resultado final de un trabajo colectivo realizado por Grant Berry,
Chris Champi, Lauren Perrotti y Miguel Ramos para el curso de Hispano-Romance Lin-
guistics (Language Change) dictado por Rena Torres Cacoullos en la primavera de 2014
en The Pennsylvania State University. Agradecemos a estos colegas la colaboración. Una
versión preliminar fue presentada en NWAV43 por Rena Torres Cacoullos y Grant Berry.
Expresión variable de los pronombres de sujeto 933

nas del proceso. De ahí surge entonces preguntarnos si podemos encontrar


vestigios de aquel significado distal deíctico en los pronombres de sujeto
de la 3sg en el español temprano: si el pronombre de sujeto de 3sg man-
tiene rasgos de su significado originario, su comportamiento debe diferir
del español actual.
Entendemos el cambio lingüístico desde una perspectiva variacionista
en donde la variación es un elemento consustancial del cambio. A diferencia
de la visión estructural tradicional, según la cual el cambio es abrupto e
involucra un reemplazo total, la teoría variacionista propone que este «está
caracterizado (y precedido) por variación, opera de manera gradual, a través
del tiempo y los contextos lingüísticos, y puede que nunca termine por
completarse» (Poplack 2011: 211). En esta línea, Labov propone que «[el
avance del cambio lingüístico] raramente se manifiesta en un reemplazo
total de una forma por otra, sino normalmente en las frecuencias relativas
de las variantes —formas alternativas— y los cambios en las restricciones
contextuales sobre estas» (Labov 1982: 20). Por lo tanto, el cambio lin-
güístico es visto como un cambio en las restricciones contextuales, en el
condicionamiento lingüístico. Apoyados en esta base teórica, abordamos la
siguiente pregunta: ¿ha habido cambio en el condicionamiento lingüístico
de los sujetos pronominales de 3sg en la historia del español?

2. Datos y método
2.1. Corpus y contexto variable
El presente estudio se basa en el análisis de cuatro obras de la lite-
ratura española escritas entre los siglos XIII y XVI: Calila et Dimna
(1251), Libro de los enxiemplos del Conde Lucanor et de Patronio (1335),
La tragicomedia de Calisto y Melibea (1499) y La vida de Lazarillo
de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554). El contexto varia-
ble en el que compiten las formas alternativas, presencia y ausencia del
pronombre de sujeto, se restringe en nuestro estudio, a sujetos de 3sg
con referente humano específico. De cada uno de los textos escogidos
extrajimos alrededor de 500 ocurrencias de verbos conjugados en la 3sg,
con el propósito de tener así una cantidad equilibrada de instancias por
texto. Excluimos de nuestros análisis todas las ocurrencias de pronombres
postverbales, puesto que la posición del sujeto (preverbal o postverbal)
obedece a distintos factores probabilísticos que la expresión del sujeto
(pronominal o nulo), a saber, la copresencia de otros elementos (adver-
bios, objetos) preverbales y el uso del verbo decir para introducir discurso
directo (Benevento/Dietrich 2015; Silva-Corvalán 2001: 165). También
934 Rena Torres Cacoullos y Miguel Ramos

fueron excluidos los sujetos léxicos (frases nominales plenas) porque


suelen tener referentes menos accesibles, es decir, con mención previa a
mayores distancias, comparados con los sujetos pronominales o nulos.
Excluimos, además, oraciones de relativo en las que el pronombre relativo
es el sujeto, oraciones interrogativas parciales (preguntas con qu-), los
referentes religiosos ‘Dios’ y ‘el diablo’, así como usos metalingüísticos
y/o fosilizados (p. ej., proverbios o refranes). Este proceder nos dejó un
total de 1947 casos para el análisis.
2.2 Método
El índice de expresión pronominal es del 10% (N=1947). Si compa-
ramos este índice de expresión (primera columna, a la izquierda) con las
cifras reportadas por diferentes estudios sincrónicos en distintas variedades
del español, vemos que queda dentro del rango de los índices actuales;
inclusive, comparado con el español actual de Madrid, vemos que el índice
es prácticamente el mismo (ver Figura 1)2.

Figura 1. Comparación de porcentajes globales de expresión frente a la no expresión


del sujeto de 3sg en textos de los siglos XIII-XVI y varios estudios del español actual.

2
Los porcentajes en todas las figuras y tablas son de la aparición de formas prono-
minales él/ella como sujetos frente a la no expresión de sujeto, que son las dos variantes
que compiten dentro del contexto variable como lo hemos definido. Las figuras que se
presentan en este estudio fueron creadas usando el software para análisis estadístico y grá-
ficos RStudio 0.99 (RStudio Inc.) (paquete: ggplot2). R Development Core Team (2008).
R: A language and environment for statistical computing. R Foundation for Statistical
Computing, Viena, Austria. ISBN 3-900051-07-0 < http://www.r-project.org>.
Expresión variable de los pronombres de sujeto 935

De hecho, una alteración (aumento o disminución) en los porcentajes


globales de ocurrencia de una determinada forma no es en sí misma una
indicación cierta de cambio lingüístico; por el contrario, puede ser incluso
un dato equívoco (Poplack et al. 2012: 251-252). En este sentido, puede
tratarse de oscilaciones generadas por el género textual, la modalidad escrita
u oral, el tema u otros motivos extra-gramaticales (Travis 2007); o bien por
la abundancia o escasez fortuitas de algún contexto altamente propicio en la
base de datos (Poplack 1997). Para tener una evidencia más reveladora de
cambio comparamos el condicionamiento lingüístico de la variación. Es por
esta razón que se hace indispensable definir y probar hipótesis en torno a las
elecciones que tiene el hablante en determinados subcontextos lingüísticos.
2.3 Hipótesis y factores para el análisis cuantitativo
Con el propósito de determinar si ha habido realmente cambio, conside-
ramos una serie de hipótesis con respecto a las elecciones que los hablantes
(en este caso escritores) hacen. Materializamos cada hipótesis por medio
de factores para el análisis estadístico. Para esto, nos enfocamos en los
rasgos del entorno lingüístico, los que definen los factores. A continuación,
se detalla cada uno de ellos.
2.3.1. Accesibilidad
El concepto de accesibilidad remite a las entidades presentes en el dis-
curso, y más específicamente, a los grados de activación que estas tienen
en la mente de los hablantes (Givón 1983; cf. Ariel 1988: 79; Chafe 1994:
74; Levinson 1987: 384). De acuerdo a estos grados de accesibilidad, los
referentes menos accesibles tienden a ser expresados con más material lin-
güístico (p. ej., frase nominal vs. pronombre, sujeto pronominal vs. sujeto
nulo, etc.) (Givón 1983: 18). Se trata de un fenómeno interlingüístico, y en
el estudio de la expresión de sujeto ha aparecido largamente como uno de
los factores que con mayor fuerza la afectan (Silva-Corvalán 2001: 165).
En este estudio trabajamos la accesibilidad en términos de distancia de
la mención previa; esto es, el número de cláusulas que intervienen entre el
verbo de interés y la mención previa del referente del sujeto. Los casos en
donde el referente del sujeto es mencionado en la cláusula inmediatamente
anterior indican un grado máximo de accesibilidad, distancia 0 (ejemplo
3a); por otra parte, los casos en donde el referente del sujeto no es men-
cionado en la cláusula anterior, indican cambio de referencia, distancia de
1 o más cláusulas entre menciones del referente (ejemplo 3b).
(3a) Algunas vezes duros propósitos, como tú, Ø defendía, pero luego Ø tornava
a lo cierto (Celestina, Auto 2).
936 Rena Torres Cacoullos y Miguel Ramos

(3b) Y si Ø sabía que los dichos clérigos eran de los reverendos, digo que más
con dineros que con letras y con reverendas se ordena, Ø hacíase entre ellos
un Santo Tomás (Lazarillo, Tratado Quinto).

2.3.2. Deixis-topicalidad
El factor deixis-topicalidad nos permite examinar la retención o
persistencia en la gramaticalización. En las formas que están en vías de
gramaticalización perviven huellas del significado de su fuente original,
hasta bien avanzado el proceso. Es decir, «las formas arrastran su signifi-
cado etimológico por siglos» (Company 2003: 50; Bybee/Pagliuca 1987;
Hopper 1991). En esta línea, los demostrativos (este, aquel) que son ele-
mentos deícticos, distinguen a los referentes según su distancia respecto
del hablante.
Esto lleva a preguntarnos si es posible encontrar vestigios del signi-
ficado deíctico distal —indicar ‘aquello’— en el pronombre de sujeto de
3sg en textos tempranos del español. Siguiendo a Givón (1984: 354), la
idea de deixis espacial —«la proximidad, distancia, visibilidad»— puede
extenderse a la deixis temporal, «que entraña proximidad […] relacio-
nada con la mención previa del referente en el discurso». De este modo,
la hipótesis sería que el sujeto pronominal de 3sg señala referentes más
distantes, o menos topicales. Determinamos la mayor o menor topicalidad
por medio de una medida anafórica (cf. Myhill 1985). Nuestra medida
anafórica es el rol sintáctico de la mención previa. Dada la estrecha rela-
ción existente entre sujeto y tópico (Comrie 1989; Givón 1979: 209, 298;
1983: 22; Schwenter/Torres Cacoullos 2014: 529), suponemos que los
referentes deícticamente más distantes, o menos topicales, son aquellos
cuya mención previa se hace en un rol sintáctico distinto al de sujeto. En
los ejemplos que se presentan a continuación vemos una mención previa
en rol de sujeto (ejemplo 4a), y una mención previa en el rol de objeto
indirecto (ejemplo 4b):
(4a) por el amor et grant fiança que en mí Øi avía, que Øi me quería dexar toda
su tierra (Lucanor, cuento I).
(4b) Saladín le dixo que reçelava quel’i pidría que non le Øi fablasse más en
aquel fecho. Et ella díxol’ que non le demandaría esso (Lucanor, cuento L).

2.3.3. Priming: efecto de repetición


El priming es un proceso que opera tanto en la producción como en
el procesamiento lingüístico, y es la tendencia a repetirse una estructura
previa. Estudios previos en la expresión de sujeto han mostrado que la
forma de la mención previa correferencial promueve la repetición de esa
Expresión variable de los pronombres de sujeto 937

forma en las menciones subsecuentes (cf. Cameron 1994; Travis 2007;


Travis/Torres Cacoullos 2012: 730). El priming se traduce básicamente en
que, en el discurso, los pronombres promueven la presencia de pronom-
bres. Para analizar el efecto priming, apuntamos la forma de la mención
previa, que puede ser pronominal o nula. En el ejemplo (5a) el verbo de
interés es diera y la mención previa del referente del sujeto se hace pro-
nominalmente (él preguntol’); mientras que en el ejemplo (5b) el verbo
de interés es solía y la mención previa se hace con sujeto no expresado
(nulo) (Ø podía):
(5a) Et él preguntól’ si tenía todas las cosas que él le diera por escripto (Lucanor,
cuento XX).
(5b) Et díxol’ que Ø non podía fazer el oro como Ø solía (Lucanor, cuento XX).

Indagamos también en la ambigüedad en la morfología verbal. Una


hipótesis de gran difusión propone que la expresión del pronombre sirve
para resolver la posible ambigüedad del referente del sujeto de un enun-
ciado como consecuencia de formas verbales sincréticas (p. ej., RAE 2009:
33.5G; Shin 2014; Hochberg 1986). Para la definición de la hipótesis del
papel de la ambigüedad, distinguimos entre formas verbales morfológica-
mente ambiguas, con sincretismo de persona (p. ej., Ø diera = 3sg o 1sg)
y aquellas formas verbales no sincréticas.

3. Accesibilidad, priming, ambigüedad: continuidad histórica en el


condicionamiento lingüístico
Examinamos todos estos factores con un análisis multivariable de
regresión logística que se realizó con el software Goldvarb Lion (Sankoff
et al. 2012). Los resultados se presentan en la siguiente Tabla 1. En la
columna etiquetada Prob. aparecen las probabilidades de que la variante,
o forma en cuestión (en este caso, la expresión pronominal 3sg: él o ella),
aparezca bajo ciertos contextos: aquellos contextos que favorecen la ocu-
rrencia de expresión pronominal de 3sg muestran valores cercanos a 1. Por
su parte, aquellos contextos que desfavorecen la expresión pronominal son
los factores que muestran valores más cercanos a 0. Avanzando hacia la
derecha, la siguiente columna ofrece el porcentaje de expresión y luego, la
columna N, presenta el número de ocurrencias en las que aplica la expre-
sión comparado con el número total de ocurrencias en el corpus. Toda esta
información es válida para cada uno de los factores analizados.
938 Rena Torres Cacoullos y Miguel Ramos

N = 1947; tendencia general: .08; índice de expresión global: 10%


Prob. % expresión
N
pronominal
Accesibilidad: Distancia de la mención
previa
1 o más cláusulas .73 20% 122/623
0 cláusula .39 5% 72/1324
Priming: Forma de la mención previa
Pronominal .64 19% 67/353
Nula (Ø) .47 7% 70/1070
Género del referente
Femenino .61 14% 74/527
Masculino .46 9% 120/1420
Deixis-topicalidad: Rol sintáctico de la
mención previa
No sujeto .59 18% 62/348
Sujeto .48 7% 103/1468
Ambigüedad: Sincretismo 1a-3a persona
Desinencia con sincretismo .57 12% 88/714
Desinencia sin sincretismo .45 8% 93/1105
Tabla 1. Factores que condicionan la elección entre sujetos pronominales y nulos
de 3sg en textos de los siglos XIII-XVI3.

Para apreciar los detalles de la variación, nos fijamos ahora en cada uno
de los factores. En primer lugar, vemos el efecto de las medidas anafóricas
de la accesibilidad y deixis-topicalidad. Según la Tabla 1, la accesibilidad
influye significativamente en la expresión pronominal de manera que esta
se ve favorecida cuando la mención previa del referente se encuentra a una
o más cláusulas de distancia (como en el ejemplo 3b). También se desprende
del análisis multivariable que juega un papel la deixis-topicalidad ya que

3
Otro grupo de factores es la reflexividad (forma verbal pronominal), que no resultó
significativa en ninguno de los análisis. No investigamos aquí la clase semántica del
verbo que, a diferencia del español actual, no resultó significativa para la primera persona
singular en textos tempranos, lo que muestra que la construcción [yo+verbo cognitivo]
no se había consolidado aún como un contexto altamente propicio para la expresión
pronominal; una situación que debilita la significancia de la clase semántica en su con-
junto (Ramos 2016).
Expresión variable de los pronombres de sujeto 939

la expresión pronominal es más probable cuando la mención previa del


referente se encuentra en un rol sintáctico distinto al de sujeto (como en
el ejemplo 4b).
Es interesante ver la interacción de la accesibilidad (distancia) con la
deixis-topicalidad (rol sintáctico). La Figura 2 muestra la expresión de sujeto
según el rol sintáctico de la mención previa en su interacción con el factor
distancia. Las columnas de la izquierda son para la mención previa del refe-
rente en el rol de sujeto, las columnas de la derecha para la mención previa
en un rol sintáctico distinto al de sujeto. Dentro de cada rol sintáctico, la
primera columna es para mención previa en la cláusula precedente (distancia
cero) y la segunda para distancias de una o más cláusulas. Según vemos, el
efecto del rol sintáctico (deixis-topicalidad) es más notable en contextos de
distancia 0 (donde la expresión va de 4% a 15%, primera y tercera columna).
Se observa además que el efecto de la distancia (accesibilidad) es más fuerte
para menciones previas en el rol sintáctico de sujeto (de 4% a 17%, primera
y segunda columna)4. Así, en su conjunto, el porcentaje más bajo es para
menciones previas en el rol de sujeto en la cláusula precedente.

Figura 2. Expresión del pronombre de sujeto de 3sg según


el rol sintáctico de la mención previa y la distancia.

Otro de los efectos que vemos en la Tabla 1 es el de relación con el


priming o efecto de repetición. Hallamos que la forma de la mención previa
afecta de manera importante a la realización de las menciones subsecuentes.

4
En la categoría sujeto la diferencia es estadísticamente significativa (Chisq=79.3577,
p<.001); no lo es en la categoría no sujeto (Chisq=3.3092, p>.05).
940 Rena Torres Cacoullos y Miguel Ramos

La Figura 3 nos muestra cómo este efecto priming interactúa con la acce-
sibilidad. Se reafirma la hipótesis del priming: como se puede apreciar, las
columnas del lado derecho presentan índices de expresión más altos que las
de la izquierda (15% y 30% vs. 4% y 13%). En segundo lugar, los índices
más altos de expresión aparecen cuando el priming y la accesibilidad operan
en conjunto (cuarta columna, 30%). En suma, los pronombres promueven
la presencia de pronombres y cuando existe además una distancia de una
o más cláusulas entre menciones del referente, se da el porcentaje más alto
de expresión.

Figura 3. Expresión del pronombre de sujeto de 3sg según


la forma de la mención previa y la distancia.

Vemos además que el efecto priming es más fuerte con referentes


accesibles; a saber, cuando la mención previa se encuentra en la cláusula
precedente (primera y tercera columna, 4% vs. 15%). Por otra parte, vemos
que la accesibilidad del referente es modulada por el priming: cuando la
mención previa es nula (no pronominal), el porcentaje de expresión se tri-
plica (primera y segunda columna, 4% vs. 13%), pero llega solo al doble
cuando la mención previa es pronominal (tercera y cuarta columna, 15%
vs. 30%). Así, el efecto de accesibilidad es debilitado en la presencia de
priming pronombre-pronombre.
Finalmente, examinamos el efecto de la ambigüedad o sincretismo de
persona en la morfología verbal. Como vemos en la Figura 4, su efecto no
es independiente de la accesibilidad del referente, interactúa con el factor
distancia: el efecto del sincretismo en la morfología verbal se hace opera-
tivo a distancias de una o más cláusulas interviniendo entre menciones del
Expresión variable de los pronombres de sujeto 941

referente (15% vs. 26%), pero se anula en contextos de accesibilidad, con


mención previa en la cláusula precedente (5% vs. 6%).

Figura 4. Expresión del pronombre de sujeto de 3sg según el


sincretismo de persona en la morfología verbal y la distancia.

En resumen, vemos que en estos textos tempranos la elección del pro-


nombre (versus un sujeto nulo) es propiciada por menciones previas del
referente a distancia de una o más cláusulas, en forma pronominal y en un
rol sintáctico distinto al del sujeto. A continuación examinamos este último
efecto, que es nuestra medida de deixis-topicalidad.

4. Género y topicalidad: cambio


Hasta donde sabemos, no existe ningún estudio anterior que haya repor-
tado efectos de género en la expresión de sujeto. Este hecho, sumado a los
interesantes resultados obtenidos en el presente estudio, motivaron dedicar
una sección exclusiva a este factor. La Figura 5, que presentamos a con-
tinuación, muestra que los índices de expresión pronominal son mayores
(casi el doble) cuando el referente es femenino (ella) que cuando es mas-
culino (él)5.

5
El texto con la diferencia de género más marcada es El conde Lucanor. En La
Celestina, el único de los cuatro textos en el que los sujetos femeninos son más frecuentes
que los masculinos, no hay diferencia de género ni en el índice de expresión pronominal
(Fig. 5) ni en la distribución según el rol sintáctico de la mención previa (Fig. 8). En un
modelo lineal generalizado mixto (interceptos aleatorios: textos), los mismos efectos fijos
resultan significantes, menos la ambigüedad en la morfología verbal (distancia de mención
previa, género del referente, rol sintáctico de mención previa, forma de mención previa).
942 Rena Torres Cacoullos y Miguel Ramos

Figura 5. Expresión del pronombre de sujeto de 3sg por género del referente.

Entonces, ¿cómo explicar esta diferencia de expresión entre referentes


femeninos y masculinos? Para interpretar este efecto, nos fijamos en el rol
sintáctico de la mención previa. Se observan diferencias entre referentes
masculinos y femeninos en cuanto al rol sintáctico de la mención previa
en una doble dimensión: una diferencia con respecto al condicionamiento
lingüístico y otra diferencia referida a la distribución de los casos. Vea-
mos primero la diferencia en el condicionamiento lingüístico. La Figura
6 muestra que la diferencia entre referentes femeninos y masculinos en
el índice de expresión de sujetos pronominales se da realmente cuando
el referente es previamente mencionado en un rol sintáctico distinto al de
sujeto (claramente apreciable en el segundo par de columnas, a la derecha).
Esta distribución por género es estadísticamente significativa en la categoría
no-sujeto (Fisher’s Exact Test, p<.01), pero no lo es en la categoría sujeto.

Figura 6. Expresión del pronombre de sujeto de 3sg según el


rol sintáctico de la mención previa y el género del referente.
Expresión variable de los pronombres de sujeto 943

Con el objeto de verificar esta diferencia de género en el condiciona-


miento lingüístico, hacemos adicionalmente dos análisis independientes,
uno para referentes femeninos y otro para masculinos. Los resultados de
estos análisis se entregan en la siguiente Tabla 2.

Masculino (él) Femenino (ella)


N, tendencia general, N, tendencia general,
índice de expresión índice de expresión
1420, .06, 9% 527, .12, 14%
Prob. N Prob. N
Accesibilidad: Distancia de la mención previa
1+ cláusulas .75 86/479 .67 36/144
0 cláusula .36 34/941 .43 38/383
Priming: Forma de la mención previa
Pronominal .73 36/201 [.51] 31/152
Nulo .46 60/1104 [.50] 38/359
Ambigüedad: Sincretismo 1 -3 persona
a a

Desinencia con sincretismo .59 60/518 [.52] 28/196


Desinencia sin sincretismo .44 54/817 [.48] 39/288
Deixis-topicalidad: Rol sintáctico de la
mención previa
No sujeto [.51] 27/209 .69 35/139
Sujeto [.48] 69/1096 .44 34/372
Tabla 2. Factores que condicionan la elección entre sujetos pronominales y nulos
de 3sg, para referentes masculinos y femeninos. Valores en [ ] corresponden a
factores no significativos.

En esta Tabla 2 podemos observar que, aunque el factor accesibilidad


opera para ambos géneros, la deixis-topicalidad es significante solamente
para los referentes femeninos (los números que aparecen en corchetes indi-
can la falta de significación estadística). Ahora bien, en términos de dis-
tribución de los casos, la Figura 7 muestra el número de ocurrencias (no
porcentajes) según el género del referente.
944 Rena Torres Cacoullos y Miguel Ramos

Figura 7. Número de sujetos de 3sg: referentes femeninos


versus masculinos (distribución de los datos).

En los datos analizados encontramos que los referentes femeninos


ocupan el rol de sujeto menos frecuentemente que los masculinos (con
menos de la mitad de instancias: N=511 vs. N=1305)6. Es más, cuando
observamos la distribución de sujetos según el rol sintáctico de la mención
previa, vemos que no solo son menos frecuentes sino que también, cuando
hay sujetos con referentes femeninos, es menos probable que hayan sido
mencionados previamente como sujetos: la proporción de menciones pre-
vias en rol de sujeto, marcado en gris oscuro, es de 73% para los referentes
femeninos vs. 84% para los masculinos (ver Figura 8)7.
Dada la asociación existente entre sujeto y tópico, interpretamos estas
distribuciones como indicio de que los referentes femeninos tienden a ser
menos topicales que los masculinos, y que la diferencia en el índice de
sujetos pronominales es un reflejo de esa menor topicalidad.

6
En las Figuras 7 y 8 omitimos los casos sin mención previa en las 5 cláusulas
anteriores.
7
La diferencia en la distribución es altamente significativa (Chisq=40.0159, p<.001).
Expresión variable de los pronombres de sujeto 945

Figura 8. Distribución de sujetos según el rol sintáctico de la


mención previa: referentes femeninos versus masculinos.

5. Conclusiones
Al examinar el condicionamiento lingüístico de la variación en la
expresión variable del sujeto pronominal de 3sg encontramos que muchos
de los efectos que operan en el español actual estaban ya presentes hace
más de siete siglos. Los índices de expresión son más bajos cuando, en la
claúsula inmediatamente anterior, la mención previa es un sujeto (p. ej.,
Silva-Corvalán 1994: 157). El sincretismo de persona gramatical en la
morfología verbal (ambigüedad) interactúa con este efecto de accesibilidad,
haciéndose efectivo solamente con referentes menos accesibles, es decir,
cuando la mención previa está a una distancia de 1 o más cláusulas (Came-
ron 1994: 35). Un efecto priming (pronombre-pronombre) está también
presente, y este efecto se hace más fuerte con los referentes más accesibles
que con los menos accesibles (cf. Cameron 1994: 40).
Sin embargo, hallamos un efecto de género del referente, que hasta
donde sabemos no ha sido expuesto en estudios actuales de la variación.
Nuestros resultados indican que el género femenino favorece la expresión
del sujeto. Para interpretar este efecto, miramos tanto la distribución de
los datos como los patrones de variación. En nuestros datos, los sujetos de
la tercera persona singular que se refieren a mujeres no solo son menos
frecuentes que aquellos que se refieren a hombres, sino que, cuando ocu-
rren, la probabilidad de que la mención previa de aquel referente femenino
cumpla el rol sintáctico de sujeto es menor. Además, los pronombres ella y
él muestran distintos condicionamientos lingüísticos: el rol sintáctico de la
946 Rena Torres Cacoullos y Miguel Ramos

mención previa tiene un efecto mayor en ella que en él, siendo la expresión
de ella favorecida cuando la última mención del referente cumple cualquier
rol sintáctico, excepto el de sujeto. Dada la estrecha relación entre sujeto y
tópico (p. ej., Givón 1979: 209, 298), estas distribuciones sugieren que los
referentes femeninos eran, en general, menos topicales. Así, el índice supe-
rior de expresión del sujeto pronominal con referentes femeninos refleja
el uso del pronombre para marcar de manera expresa los sujetos menos
probables o inesperados en textos tempranos del español.
De modo que, al analizar la distribución de los datos y los efectos de
probabilidad en conjunto, estos sugieren que la expresión del sujeto era
sensible no solo a la accesibilidad (medible en términos de distancia de
la mención previa), sino también a consideraciones socio-pragmáticas de
menor topicalidad (medible en el rol sintáctico de la mención previa y el
género del referente). Este resultado concuerda con la retención (persis-
tencia) en la gramaticalización, al proporcionar evidencias de vestigios del
significado originario deíctico distal en el pronombre de sujeto 3sg, ya que
este señala referentes deícticamente más distantes, o menos topicales. Por
lo tanto, el condicionamiento lingüístico de la expresión variable de los
pronombres de sujeto de 3sg en perspectiva diacrónica nos lleva a proponer
que, en términos de gramaticalización, una etapa intermedia en el tránsito
demostrativo > pronombre sería el empleo del pronombre de sujeto para
marcar sujetos inesperados en el discurso.

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La presencia del predicativo en los inicios
del castellano

M.ª Rosa Vila Pujol y Eva Martínez Díaz


Universidad de Barcelona

Resumen. Para el análisis de la evolución del predicativo del castellano al español


adelantamos ahora las estructuras más frecuentes que aparecen en los primeros
textos. Se examinarán las características semánticas del núcleo del predicativo;
la exigencia semántica de la presencia del predicativo en relación con el marco
argumental del verbo; la categoría morfosintáctica del predicativo; la función
sintáctica de los núcleos oracionales del predicativo; las ocurrencias del predica-
tivo según el tipo de texto y el grado de modalización de la estructura. El marco
metodológico del análisis gramatical seguido es el análisis discursivo de los textos
históricos y cronísticos desde la Edad Media, basado en la variación gramatical de
la historia del español a través de la descripción semántica, sintáctica y pragmática
de las estructuras objeto de estudio.
Palabras clave. Análisis gramatical, análisis discursivo, complemento predica-
tivo, semántica verbal.

Abstract. The most frequent structures in the first texts are presented now for the
analysis of the Castilian to the Spanish predictive evolution. Next elements will
be reviewed: semantic characteristics of the nucleus predicative, the semantic
requirement of the predicative presence with regards to the verbal arguments,
the morphosyntactical category of the predicative, the syntactic function of the
phrasal nucleus of the predicative, the instances of the predicative according to
the kind of text and the rate of the modalized structure. The methodology frame-
work used for the grammatical analysis is the discursive analysis of the historical
texts and chronicles from Middle Age, based in the grammatical variation of the
Spanish history through the semantic, syntactic and pragmatic description of the
studied structures.
Keywords. Grammatical analysis, discursive analysis, predicative complement,
verbal semantics.
950 M.ª Rosa Vila Pujol y Eva Martínez Díaz

1. El predicativo en la historia de la descripción gramatical


En la mayor parte de los capítulos de la gramática española, las con-
tribuciones a la investigación de finales del siglo XX consiguieron estable-
cer extensas descripciones acerca de las relaciones sintáctico-semánticas
que se producen entre las unidades que conforman la unidad oracional.
Con este bagaje y con otros trabajos precedentes, ahora se está trabajando
fundamentalmente en una doble perspectiva, ambas menos exploradas, la
histórica y la textual que, sin duda, requieren de la existencia de estudios
descriptivos que provean de fundamentos metodológicos a cada uno de los
objetos de estudio.
Ese es precisamente el camino que está recorriéndose en el estudio
de los predicativos, o ‘complementos de segunda predicación’, por elegir
una de las denominaciones de mayor rendimiento en las presentaciones
teóricas. La descripción sincrónica de esta unidad, que puede tener gran
complejidad lingüística, presenta un desarrollo notable en nuestra biblio-
grafía especializada, tanto desde una perspectiva funcional como desde la
semántica generativa.
A pesar de que no hay muchos estudios evolutivos del predicativo, en
las dos últimas décadas esta unidad ha recibido una serie de investigaciones
que ya son citas imprescindibles para su caracterización diacrónica en los
estudios del español; se trata de descripciones de cortes sincrónicos en el
transcurso histórico de la lengua española. Inserta esta unidad en el seno
de la oración, con funciones argumentales en ocasiones, y complementarias
accidentales, en otras; existía ya en latín, y está presente en las lenguas
romances desde el mismo momento inicial de su formación, y sigue sub-
sistiendo hasta la actualidad.
De hecho, en latín ya existían dos modelos de predicativos, el primero
a través de la declinación de los casos nominativo y acusativo (véase un
ejemplo extraído de Cayo Julio César: «Haec Afranius, petreiusque, et
eorum amici, pleniora etiam atque uberiora, Romam ad suos perscribe-
bant: multa rumor fingebat: ut paene bellum confectum videretur»1); y el
segundo, a través de la construcción en ablativo, o lo que viene a ser lo
mismo a través de un complemento circunstancial (Traina/Bertotti 1973).
Sin embargo, aquí solo vamos a contemplar aquellos casos intermedios en
los que ese ablativo del latín pasa a ser un predicativo concordado y con

[Trad.]: «Todo lo escribían a Roma Afranio y Petreyo y sus amigos mucho más
1

abultado de lo que era en la realidad; y además aumentaba y fingía la fama las noticias
de suerte que casi se daba por concluida la guerra».
La presencia del predicativo en los inicios del castellano 951

el valor nocional de ‘en calidad de’ o ‘bajo tal condición’, cuya estructura
latina se presentaba con ut, y cuyas estructuras castellanas se heredan a
través de por, de y como (Baéz 1998: 20; Rodríguez 1996).
(1) Y fueron en uno hasta que passó el rey de la sierra de Elvira, y el Cid iva
por lo baxo en el llano ante él. Y los que mal lo querían dixieron al rey:
–El Cid viene empós de vos assí como cansado, y passó ante vos (Anónimo,
Corónica del Çid Ruy Díaz, 1498).
(2) En comiendo quiere dezir despues de comer, i es locuzion que se varia con
todos los partizipiales á que se xuntare la preposizion en: en beviendo, en
bolviendo, en oiendo, &. En Aragon la xuntan con los infinitivos con el
mesmo sentido: en comer, por en comiendo, ‘despues de aver comido’; en
bever, en bolver, en oir, por ‘después de aver bevido, &’, i ansi la noto por
frase no Castellana (Gonzalo Correas, Arte de la lengua española caste-
llana, 1625).

Ahora bien, en todos los casos en los que se documenta este tipo de
argumento, esté o no seleccionado por el verbo, bien sea un predicativo bien
un circunstancial, comparte el papel temático de modo: de ahí la tenden-
cia a la confusión, actualmente, entre ambas valencias sintácticas, pues el
predicativo recubre sustancias significativas a menudo circunstanciales, de
estado o modo de ser, a medio camino entre el atributo y el circunstancial.
En la perspectiva metodológica del Análisis del Discurso, no se han
realizado tantos estudios sobre el predicativo, a pesar de que las descrip-
ciones sincrónicas de la segunda predicación hechas en el marco de algún
periodo histórico se hayan hecho sobre todo en la perspectiva funcional.
En el marco de un proyecto sobre la caracterización histórica y tex-
tual del predicativo, con la comunicación que hoy aportamos pretendemos
apuntar solo algunas anotaciones en las que se pongan de relieve tanto la
perspectiva informativa como la discursiva en el seno de la historia del
español.
En la perspectiva informativa, desde una óptica histórica vamos a
tratar los siguientes aspectos: ahondaremos sobre el carácter informa-
tivo del predicativo, subrayando en qué medida ha contribuido a cam-
bios trascendentales en la evolución de algunas estructuras lingüísticas
del español. Destacaremos la contribución a la estabilización de otros
mecanismos gramaticales de la oración que, como el propio predicativo,
ejercen funciones claves en el avance informativo y en la cohesión del
texto; concretamente, apuntaremos el carácter de nexo entre los pronom-
bres, personales —en su gran mayoría—, y los predicativos en la función
cohesionadora del texto.
952 M.ª Rosa Vila Pujol y Eva Martínez Díaz

Pasaremos a incidir acerca de su contribución en la formación de perí-


frasis verbales a partir de los verbos de movimiento.
En la perspectiva discursiva, vamos a tratar cómo esa función cohe-
sionadora del predicativo tiene su fundamento en el género textual donde
esta unidad sintáctico-semántica oracional suele aparecer. De este modo, se
trata de analizar el tipo de textos en el que suele utilizarse el predicativo.
Habitualmente el narrador se sirve del predicativo para hacer progresar
informativamente el texto de un modo determinado, incluyendo informa-
ción nueva en la oración. El carácter textual cohesionador del predicativo,
asimismo, justifica tanto las funciones sintácticas del núcleo del predica-
tivo como la mayor frecuencia distribucional de las mismas a través de la
historia del español.
Finalmente, y en relación con los tipos de textos y de géneros en
que puede documentarse fácilmente la presencia de predicativos, se exa-
minará el carácter modalizador de esta estructura respecto del discurso.
Dado que en los primeros textos escritos suele darse la ausencia de la voz
del narrador, la caracterización semántica de muchas de estas estructuras
aporta matices valorativos subjetivos, ya sea a través de la semántica del
propio predicativo, ya a través de las relaciones entre el núcleo o base
del predicativo, ya a través de las relaciones semánticas entre el verbo
núcleo del predicado y los significados tanto del argumento como de su
predicación secundaria.

2. Funciones informativas del predicativo e Historia de la lengua


Bajo la perspectiva informativa del predicativo analizamos una de
las características básicas de la relación predicativa que se da entre el
predicativo y la base o núcleo al que complementa a través de la predi-
cación principal (Gutiérrez 1986; Rodríguez 1990). Si en la estructura de
la oración los argumentos oracionales ejercen unos papeles informativos
determinados, con variaciones según la estructura lexicosemántica en la
que estén insertos, hay que destacar que la presencia de un predicativo
se comporta aportando siempre información nueva. Es lo que Rodríguez
(1990) caracteriza como la predicatividad o propiedad característica de
los predicativos, común con los enunciados independientes: aportan infor-
mación complementaria sobre la base o referente al que se aplican, vin-
culándose al valor temporal de la predicación principal, bien de manera
puntual, subjetiva para el narrador por su percepción de la situación, bien
de manera permanente por la consideración intrínseca u objetiva (Báez
1999: 36) que se considera.
La presencia del predicativo en los inicios del castellano 953

De consideración subjetiva:
(3) […] y advertid que no me obligo
con la razón que me dais,
que ése ha sido un silogismo
que le oigo como aparente,
y le habláis como a preciso;
tiempo hay para mi venganza
y para vuestro castigo.
(Francisco de Rojas Zorrilla, Obligados y ofendidos y gorrón de Salamanca,
1630).

De consideración objetiva:
(4) 
El sol, cuando embiste en un cristal, dos cosas hace necesarias: la una es
parecerse un vivo retrato y semejanza del propio sol y la segunda es echar
y despedir rayos de sí, como los despide del cielo (San Juan Bautista de
la Concepción (Juan García Gómez), Exhortaciones a la perseverancia,
1610-1612).

Que el predicativo está presente en el español desde los mismos orí-


genes de la lengua no representa ninguna novedad; la continuidad latina es
una realidad. En la perspectiva informativa, tampoco puede sorprendernos
que el predicativo aparezca fundamentalmente como segunda predicación
del argumento objeto directo. En algunos tratados solo se explica el pre-
dicativo del objeto directo (Báez 1998). El carácter remático del objeto
directo, frente a la función de tema del sujeto, justifica tanto la función
semántica de avance informativo del argumento representado, como la de
nueva información que aporta el predicativo, independientemente del orden
en que este aparezca, aunque lo más frecuente sea su posposición respecto
de la base (Rodríguez 1990).
Ciertamente el predicativo del argumento sujeto también está docu-
mentado sin que se transgredan los principios informativos relacionados
con las funciones sintácticas: primero, porque el predicativo de un sujeto,
cuando está inserto en un argumento en posición de tema, puede contribuir
a la aportación de información nueva respecto de la referencia nominal del
sujeto ya introducida en el texto:
(5) Comoquiera que sea, es gran misericordia en Lázaro, que se juzga por digno
de ser comido de los perros, y por esso también meresció que los ángeles
fuessen sus portitores, que a los pobres de espíritu y a los humildes celebran
grandes honras (Francisco de Osuna, Quinta parte del Abecedario espiritual,
1540).
954 M.ª Rosa Vila Pujol y Eva Martínez Díaz

El carácter informativo del predicativo ha contribuido a cambios tras-


cendentales en la estabilización de la presencia de las formas del pronom-
bre personal átonas; en otras palabras, la necesidad de referir una segunda
predicación en el seno de otra, requiere, en muchas ocasiones, la presencia
del argumento ya introducido anteriormente en el texto anterior, que bajo
la forma pronominal se erige como base de esta segunda predicación:
(6) […] rehuso Virjilio de poner en sus versos, aun en los que quiso que fuesen
mas sonoros, como este, que es todos […]. I destos versos son infinitos en
todos los autores latinos, por lo qual en ellos i en los griegos lo considero
mal Erasmo, i en los hebreos (Francisco de Quevedo y Villegas, España
defendida y los tiempos de ahora, de las calumnias de los noveleros y
sediciosos, 1609).

Si en la teoría gramatical está descrito el carácter de nexo cohesivo


entre los pronombres, personales o no, y sus antecedentes, podemos señalar
aquí la función cohesiva textual de los predicativos. Y en la medida en que
estos predicativos lo son de argumentos en función de sujeto o de OD es
preciso subrayar que en la documentación de época medieval y del siglo
de oro abunda sobre todo la presencia de predicativos ligada a una forma
pronominal clítica habitualmente (caso del OD), o a una forma tónica (caso
del sujeto):
(7) El uno quedó poblado en un valle que llaman de la Grita, que estará bien
treinta leguas desta cibdad de Sancta Fe; y el otro no queda poblado, mas
háse de poblar en la provincia de Tunja; creemos que se poblará presto,
porque el teniente así lo deja mandado (Gonzalo Fernández de Oviedo,
Historia general y natural de las Indias, 1535-1557).
(8) Y la razón fue, y lo es oy día, que como esta jente era forastera, aunque
todos ellos vienen avisados que, sy enfermaren, no se curen con otro sino
comygo (Juan Méndez Nieto, Discursos medicinales, 1606-1611).

La contribución a la estabilidad de la presencia del clítico en estruc-


turas transitivas queda clara en que es mucho menos frecuente la ausencia
de clíticos en las estructuras con predicativos que en las estructuras sin él.
En otras muestras sin predicativo, la presencia del clítico con correferente
específico cercano es menos regular.
En los trabajos que usan corpus de lengua española con el fin de exami-
nar datos reales sobre las construcciones con predicativos, ya sean de sujeto,
ya sean de OD, el argumento base del predicativo contenido en una predica-
ción principal puede estar representado por cualquier categoría nominal sin
restricciones de selección: sustantivo, frase nominal, pronombre personal,
La presencia del predicativo en los inicios del castellano 955

pronombre relativo o cláusula. Si entendemos los datos estadísticos que


aparecen en algunos estudios (Báez 1999: 65), es significativo el número
de casos de predicativos que tienen en su base un pronombre personal.
La cifra puede hasta triplicar el índice de las otras categorías, también
representativas, como la del nombre o la frase nominal. Báez (1998: 66)
señala ya que la característica fundamental del núcleo del predicativo es
su referencialidad: la base del predicativo tiene que tener la propiedad de
la determinación; el argumento base debe denotar un referente concreto,
ya sea de modo específico, habitualmente:
(9) Mas no debe de ser esto, sino que como todos los hombres tenéis en que-
rernos tan fáciles antojos que no hay mujer que veáis que no la deseéis,
paréceos que fuera bueno tener un alma para cada una, como cosa con que
nos obligáis tanto. Antes, replicó Anfriso, para darlas todas a una quisiera
yo tener tantas cuantas en mi imaginación le doy las veces que la considero
tan adornada de infinitos merecimientos (Lope de Vega Carpio, La Arcadia,
1598),

ya genérico, raramente:
(10) Los árbores en los primeros años parece no salen de tierra y, después de bien
arraigados en uno o dos años, suben que parece quieren llegar al cielo. No
quiero poner más exemplos en estas cosas, que pienso ya los dejo puestos
(Juan García Gómez, San Juan Bautista de la Concepción, Exhortaciones
a la perseverancia, 1610-1612).

Es lógico, por lo tanto, que los pronombres personales ofrezcan la posi-


bilidad de ser núcleos de predicativos. Su naturaleza referencial lo justifica.
Sin embargo, lo que mejor permite justificar la alta distribución del
pronombre personal en el núcleo del predicativo es su capacidad cohesio-
nadora en el seno del texto. Una unidad referencial presente en el texto
vuelve a aparecer en el seno de una nueva unidad oracional mediante un
pronombre personal que se hace efectivo léxicamente, aunque sea de pre-
sencia no obligatoria, siempre y cuando presente elementos complemen-
tarios aportadores de información nueva o, por lo menos, relevante en el
momento concreto del discurso.
Por consiguiente, se amplía la información de la referencia, lógica-
mente, a través del OD, pero también la del sujeto cuando ocupa la posición
del rema:
(11) Gran parte es para comprobación de las palabras que consigo traen alguna
estrañeza, la esperiencia de alguna obra señalada. Porque según la costumbre
de los hombres, anda tan roto el blasonar nouedades, que con dificultad
956 M.ª Rosa Vila Pujol y Eva Martínez Díaz

pueden los oyentes persuadirse a creer muchas palabras hasta que alguna
obra los assegura (Joaquín Romero de Cepeda, La historia de Rosián de
Castilla, 1586).
(12) Tras esto imagino desconocido y presumo ocupar mis pensamientos en
otros que me conozcan; pero líbrete Apolo, Galafrón amigo, que llegue el
desengaño del alma, verdugo de las arrogancias del apetito, que no vienen
tan feos los negros de Etiopía a las blandas riberas del dorado Danubio
como yo me parezco (Lope de Vega Carpio, La Arcadia, 1598).
En este último caso, por ejemplo, es destacable el orden de los cons-
tituyentes, donde el predicativo informa sobre el sujeto y se antepone a
través de un proceso de rematización intensificada.
La característica informativa del predicativo tantas veces realizada junto
a un clítico en el caso del OD permite formular una hipótesis relacionada
con la estabilización de estas formas pronominales cortas. En el periodo
de transición del castellano medieval al español, mediante las formas de
pronombres personales de OD, habitualmente anafóricos, van dejando de
presentar la alternancia presencia / ausencia de la forma. Acaso pueda con-
siderarse que las necesidades del emisor-narrador de ampliar información
respecto de un referente con una predicación secundaria requieren tener
formulado de algún modo el argumento con rasgo de especificidad, lo que
ocurre mediante estas formas de pronombre personal:
(13) E por que al onbre que
busca poderio es muy conplidero el que es muy menguado
el qual non ha cura delo suyo ansy commo
aquel que non ha cosa & todas las coses juzga
por buenas & honestas tanto quele den algo mario
ayuntado algund tanto mayor numero de
hueste delo quele era orden[ado] paso en africa &
en pocos dias vjno a vtica E publio Rutilio
legado de metello entregole la hueste
(Vasco Ramírez de Guzmán, Guerra de Jugurtha de Caio Salustio Crispo,
1440-1460).

3. El predicativo y la formación de algunas perífrasis verbales de


movimiento
Sobre la clasificación semántica del verbo que selecciona el complejo
estructural con predicativo, destacamos los verbos de cambio de estado o
posición y de resultado volverse, tornarse, hacerse, venir, andar, dejar…,
cuya semántica comporta un estado permanente o transitorio de la base
inserta en la primera predicación en la función sintáctica de sujeto, y habi-
tualmente en la función informativa de rema:
La presencia del predicativo en los inicios del castellano 957

(14) Et la reyna Encuba, de continent que uido matar a Policena, su filla, subi-
tament perdio la memoria & se torno loca (Juan Fernández de Heredia,
Historia troyana, 1376-1396).
(15) Decía que era como cuando un doliente está con la fiebre y le fatiga la
dolencia, que lo primero que procura es estar muy obediente a los médicos
y disponerse lícitamente en las cosas de su ánima y en ordenar su testa-
mento y descargar su conciencia; y cuando la calentura se va interpolando
y remitiendo, en todo aquello se vuelve muy negligente y remiso (Jerónimo
Zurita, Anales de la Corona de Aragón. Primera parte, 1562).
(16) La guerra se hace perpétua, y aunque el Rey no paga sino 30.000 hombres,
viene a pagar mas de 70.000 (Anónimo, Relación que hizo a la República
de Venecia Simon Contareni, al fin del año de 1605, de la embajada, 1605).

En ciertas ocasiones (véanse los ejemplos anteriores), el verbo pierde


su sentido de verbo de movimiento o factitivo para convertirse en un verbo
pseudocopulativo, carente de semántica y como mero soporte aspectual y
flexivo. Estos verbos, según Báez (1999: 93), adquieren un valor transfor-
mativo al expresar un cambio sobre el referente.
Ahora bien, los verbos volver, venir, por ejemplo, conservan su semán-
tica predicativa de movimiento en el momento en que el predicativo se
identifica con las construcciones de gerundio, incluso intensificado, cuyo
modificador flexiona según la categoría sintáctica sobre la cual se orienta:
(17) ¿Para qué pensáis vos que da el otro a entender que una imagen de madera
va a sacar cautivos y que, cuando vuelve, vuelve toda sudando, sino para
atraer el simple vulgo a que ofrescan a aquella imagen cosas de que él
después se puede aprovechar? (Alfonso de Valdés, Diálogo de las cosas
acaecidas en Roma, 1527-1529).
(18) Porque la hembra busca algún lugar muy escondido, donde pone los huevos,
para que el padre no los halle. Y aun para le engañar, usa de un artificio
maravilloso, y es que, cuando quiere salir a comer, da un vuelo cuan lejos
puede del nido, y esto hace callando. Mas cuando vuelve al nido, vuelve
graznando, para que el marido crea que allí está el nido de donde ella partió,
y así lo burla y desatina para que no halle el nido (Fray Luis de Granada,
Introducción del símbolo de la fe, 1583).

O bien como se ha podido observar en el ejemplo de Lope de Vega


(1598): «no vienen tan feos los negros de Etiopía a las blandas riberas del
dorado Danubio», en el que el verbo venir conserva su valor de movimiento.
Una de las hipótesis que podemos plantear aquí es el hecho de que
el predicativo puede ayudar a la desemantización de estos verbos, consi-
guiendo a través del participio (otra categoría gramatical del predicativo)
la gramaticalización de la estructura para pasar a obtener estructuras com-
958 M.ª Rosa Vila Pujol y Eva Martínez Díaz

plejas y gramaticalizadas como las perífrasis de participio. El verbo ya


no expresa movimiento, sino que transmite un sentido más aspectual para
acercarse a un uso gramaticalizado. En definitiva, son verbos que oscilan
entre la acepción ‘locativa’ y la de ‘estado’ o ‘situación’.
(19) Ganado descapa que fuyr e danno fizier, iure el pastor, si de edade for; si
non, iure donno del ganado, e ixca de calomja; e si non, iure por [fol. 38r]
nuestro fuero. Otrosi por ganado que anda perdido e non lo poden axar
(Anónimo, Fuero de Ledesma, 1252).

Peñarroja, en su estudio sobre las llamadas perífrasis perfectivas, apunta


que «el ‘auxiliar’ transitivo de las llamadas ‘perífrasis perfectivas’ con partici-
pio conserva ordinariamente su carácter de núcleo verbal; y solo en presencia
del implemento (o del referente pronominal en caso de omisión), es posible
el participio, cuyo oficio oracional no es aquí otro que el de predicativo del
implemento» (Peñarroja 1992: 418). Así lo muestra el siguiente caso:
(20) El uno quedó poblado en un valle que llaman de la Grita, que estará bien
treinta leguas desta cibdad de Sancta Fe; y el otro no queda poblado, mas
háse de poblar en la provincia de Tunja; creemos que se poblará presto, lo
deja mandado. E poblándose éste, estarán todos tres pueblos en término de
cincuenta leguas (Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural
de las Indias, 1535-1557).

No obstante, estas estructuras predicativas coexisten, en la época de la


transición del medievo a la modernidad, con estructuras con el verbo pleno
semánticamente, el cual coaparece con unidades que representan valores
modalizadores que, en ocasiones, están intensificados:
(21) Gran parte es para comprobación de las palabras que consigo traen alguna
estrañeza, la esperiencia de alguna obra señalada. Porque según la costumbre
de los hombres, anda tan roto el blasonar nouedades, que con dificultad
pueden los oyentes persuadirse a creer muchas palabras hasta que alguna
obra los assegura (Joaquín Romero de Cepeda, La historia de Rosián de
Castilla, 1586).

Además, es habitual hallar la coordinación de predicativos de participio


reflejados a través de diferentes clases léxicas, como la presencia en estas
estructuras complejas junto a adjetivos cortos (Tullio/Suñer 2011):
(22) Severo: ¿En qué tiene más la semejança la serpiente al demonio que otro
ningún animal?
Dileto: Porque, así como anda la serpiente baxa y con la cabeza arrastrando
por el suelo, así el maldito demonio anda tan baxo y tan abatido en el
La presencia del predicativo en los inicios del castellano 959

infierno como de antes estaba levantado, glorioso y resplandeciente en el


cielo (Jorge de Montemayor, Diálogo espiritual, 1543-1548).

4. Predicativos y géneros discursivos


Los predicativos sobre los que hemos hecho nuestro análisis proceden
en su mayoría de textos de los siglos XVI y XVII. En menor grado los
encontramos en textos de época prealfonsí o alfonsí. No obstante, a pesar
del desequilibrio en el número de textos representativos para cada época,
hemos podido hacer un seguimiento sobre la expansión del complemento
predicativo según sus particularidades morfosintácticas.
La categoría gramatical prototípica representada por el predicativo es,
desde las primeras documentaciones, el adjetivo calificativo, subjetivo y
valorativo —raramente relacional, u objetivo—, con función de atribu-
ción permanente o transitoria en relación con el núcleo. A la caracteriza-
ción gramatical hay que añadir también desde los primeros textos el rasgo
semántico del carácter específico de la base del predicativo, aunque también
aparece desde los inicios en contextos sintácticos con SN con determinantes
o sin ellos, con SP, en estructuras relativas-consecutivas, y con gerundio;
o bien con adverbios, derivados de adjetivos evaluativos, sin que puedan
interpretarse como simples adverbios de modo (Demonte/Masullo 1999;
Rodríguez 2010).
Asimismo, el uso de una estructura predicativa está condicionado por
la naturaleza del texto en que se inserta: aquí, el discurso narrativo. Así
pues, para la cohesión discursiva el narrador del texto se sirve de la función
sintáctico-semántica del predicativo con el fin de desarrollar los diferen-
tes argumentos narrativos que permiten la progresión temática, además
de poder expresar sus propias apreciaciones subjetivas (Báez 1998: 119).
Es por ello por lo que el predicativo se documenta en mayor medida en
estructuras sintácticas más complejas que permiten acabar de argumentar
la semántica valorativa transmitida por el propio núcleo predicativo:
(23) Gran parte es para comprobación de las palabras que consigo traen alguna
estrañeza, la esperiencia de alguna obra señalada. Porque según la costumbre
de los hombres, anda tan roto el blasonar nouedades, que con dificultad
pueden los oyentes persuadirse a creer muchas palabras hasta que alguna
obra los assegura (Joaquín Romero de Cepeda, La historia de Rosián de
Castilla, 1586).
(24) El christiano que la fee tiene biva siempre se juzga por pobre de spíritu,
porque la sagrada fee nos enseña que sobre todos es Dios, Dominus domi-
nantium, y todos los ricos del mundo son a Él obligados como a propio
960 M.ª Rosa Vila Pujol y Eva Martínez Díaz

Señor, que repartió sus bienes y talentos como a Él plugo (Francisco de


Osuna, Quinta parte del Abecedario espiritual, 1540).
(25) En estos tiempos los Padres de la Compañia de Jesus. que tienen algunas
Misiones cerca de este rio han abierto una lámina delineándole con sus
muchas Islas, y los que navegan aquellos Mares conocen que están frente del
rio, porque á 40. leguas de tierra se hallan las aguas dulces: refieren tambien
que tiene un estrecho, que hacen dos Montañas, donde vá tan rápido, que
casi no se puede navegar, sino es con mucho riesgo (Juan de Solórzano y
Pereira, Política indiana, 1648).

Por ello, el análisis de esta categoría debe ir más allá del análisis de
un mero complemento cuyo valor depende del tipo de verbo con el que se
relaciona. Es decir, para la completa descripción acerca de la frecuencia del
uso del predicativo hay que tratar el tipo de género y el tipo de contexto
sociocomunicativo en el que se inserta, en nuestro caso según el texto
escrito, a saber: según el género al que pertenece, así como la finalidad
que persigue el narrador responsable del acto comunicativo y la temática
a la que pertenece el propio macroacto de habla.
Como ya indica Charaudeau (2012: 25), para producir un texto, es
posible recurrir a varios modos de organización mediante los cuales se
combinen diferentes mecanismos lingüísticos que reflejen en mayor o
menor grado las intenciones del sujeto-narrador. Cierto es que los modos
de organización no son géneros, sino procedimientos de puesta en discurso.
En el corpus aquí trabajado estos «modos de organización» se producen
mayormente en textos narrativos, cuyos tipos vienen determinados por el
estatus y el rol lingüístico del narrador de acuerdo con su finalidad comu-
nicativa, sus objetivos discursivos y con el ámbito temático, que constituye
su basamento semántico (Charaudeau 2012: 31).
De este modo, los textos trabajados —en relación con la propia cons-
titución del ámbito de práctica social en el intercambio comunicativo— se
clasifican en géneros literarios (novela pastoril, novela de caballería, novela
satírica-moral y poesía épica), géneros instructivos (tratados de temática
específica o bien de ámbito temático moral-religioso), géneros científico-in-
formativos (textos historiográficos) y género epistolar. Si bien esta clasifi-
cación no es impermeable, pues está conferida de matices comunicativos
que son los que se acaban de justificar, el punto de enlace entre ellos es
la técnica narrativa donde el narrador (sea el propio autor o alguno de los
personajes narrativos) dispone la información bajo el propio punto de vista
adoptado. Para ello se sirve de mecanismos lingüísticos que le permiten
focalizar el discurso a través de estructuras modalizadoras como las pre-
La presencia del predicativo en los inicios del castellano 961

dicativas, basadas en clases léxico-semánticas valorativas, o subjetivas; es


decir, estructuras propias de la modalización narrativa2; así como estructu-
ras retóricas como la metáfora o la comparación, o bien intensificadas por
el uso de adverbios. Pasemos a ver algunos ejemplos:
(26) […] acudí que no era honra lo que se ganaba indebidamente; que hasta los
castellanos le miraban como ruin y traidor contra su patria. Respondió que
él pensaba en su viage hacer servicio á V. A. y no tocar en cosa suya. Dígele
que bastaba descubrir la riqueza que ofrecía en demarcacion de Castilla para
hacer un gran daño á Portugal (Sebastián Álvarez, Carta escrita en Sevilla
al Rey de Portugal, 1519).
(27) Y así viene a pesar más un cubo, siendo relevado, que un racimo colgante,
siendo macizo. Y de este modo, los racimos, ni los almizates que los llevan,
no pueden hacer daño al estribado por estar descansando el almizate sobre
el racimo, porque yo lo considero como los botones del sayo (Diego López
de Arenas, Breve compendio de la carpintería de lo blanco y tratado de
alarifes, 1633).
(28) Severo: ¿En qué tiene más la semejança la serpiente al demonio que otro
ningún animal?
Dileto: Porque, así como anda la serpiente baxa y con la cabeza arras-
trando por el suelo, así el maldito demonio anda tan baxo y tan abatido en
el infierno como de antes estaba levantado, glorioso y resplandeciente en
el cielo (Jorge de Montemayor, Diálogo espiritual, 1543-1548).

Como se puede observar, la tipología de géneros discursivos es solo


una nomenclatura generalista en la que se encierran diversidad de matices;
así pues, es de esperar, por ejemplo, que en una obra de género literario
satírico-moral como el Sueño de la muerte (1610), de Francisco de Quevedo
y Villegas, el autor modalice todo su objetivo discursivo en relación con su
objeto de crítica, o bien que en su texto de carácter político, España defen-
dida y los tiempos de ahora, de las calumnias de los noveleros y sediciosos
(1609), se construya con una sarcástica crítica de la situación política del
momento. O lo mismo sucede con los textos instructivos de orden religioso,
en los cuales, para el adoctrinamiento se sirve de moralejas, metáforas y
símiles con el fin de convencer al lector; o bien con estructuras dialógicas
como en la obra de Jorge de Montemayor, Diálogo espiritual (1543-1548).
Lo mismo ocurre con los textos narrativos informativos; su línea argumen-
tativa es informar sobre un momento de la historia, y la macroestructura en

2
Los textos que se han seleccionado del CORDE para la conformación de este aná-
lisis histórico sobre el predicativo son, según su género discursivo, los siguientes: género
literario, género instructivo, género científico-informativo y género epistolar.
962 M.ª Rosa Vila Pujol y Eva Martínez Díaz

la que se inserta ofrece la posibilidad al autor de expresar su propia opinión.


El único texto epistolar que hemos tomado en consideración ha sido el texto
de Sebastián Álvarez, Carta escrita en Sevilla al Rey de Portugal (18 de
julio de 1519), que tiene como finalidad comunicativa informar sobre un
acontecimiento político contemporáneo de la época.

5. El predicativo como recurso modalizador


Los mismos objetivos discursivos de los responsables de los diferentes
actos de habla de los textos narrativos analizados son los que determinan
que en esos textos se documenten predicativos, cuyo denominador común
es la presencia de la modalización. El sujeto, responsable del discurso, al
tomar partido en el contenido de su mensaje evalúa su entorno, y es por ello
por lo que se encuentran predicativos que dependen, por ejemplo, de verbos
valorativos: considerar, imaginar, juzgar; de percepción (física o psicoló-
gica)3: sentir, oír, mirar, notar; así como también de verbos modalizadores
de opinión, presentados en posición periférica en la oración (Rodríguez
2011 y 2014):
(29) Tras esto imagino desconocido y presumo ocupar mis pensamientos en
otros que me conozcan; pero líbrete Apolo, Galafrón amigo, que llegue el
desengaño del alma, verdugo de las arrogancias del apetito, que no vienen
tan feos los negros de Etiopía a las blandas riberas del dorado Danubio
como yo me parezco (Lope de Vega Carpio, La Arcadia, 1598).

Asimismo, para la focalización narrativa el autor se sirve de diferen-


tes tipos de narrador, los más comunes en esta tipología textual, y más
concretamente en el corpus trabajado, son la primera y la tercera persona
del singular. En el caso de la primera persona, el narrador —narrador
intradiegético— es más cercano, emotivo y convincente; y en la tercera
—narrador extradiegético— (Ruffinatto 1989), es más distante, aunque el
escritor juzga al personaje o reflexiona acerca de él. Debido a esa implica-
ción del autor respecto de la información que transmite, se entiende que sea
en esas formas de la conjugación personal del verbo (la primera y la tercera
del singular) donde se encuentren con mayor frecuencia las estructuras de
atribución predicativa.

3
«Estos verbos se emplean para representar a una determinada entidad, sea esta un ser
animado, un objeto o una idea, a través de los sentidos o de la mente. Como consecuencia,
la percepción se desarrolla en dos niveles: físico e intelectual» (Baéz 1998: 99).
La presencia del predicativo en los inicios del castellano 963

6. Conclusiones
De este modo, la gramática de las estructuras en que participan los
predicativos, debido a su naturaleza sintáctica, semántica y pragmática,
condiciona la evolución del español sobre dos categorías funcionales: la
estabilidad del uso de los pronombres proclíticos de objeto directo cuando
el referente antecede al verbo; y la estabilidad en la formación de algunas
de las perífrasis verbales perfectivas, o de participio, con verbos de movi-
miento (locativos y transformativos).
Asimismo, hemos podido comprobar que el análisis del predicativo no
puede ser meramente oracional, y solo determinado por reglas de la base
léxica sobre la que predica, sino que su análisis debe ir más allá y saltar al
plano discursivo, pues su uso está condicionado, además, por la cohesión
del macroacto de habla, a saber: por la unidad discursiva del texto en que
se inserta y la coherencia pragmática del propio acto comunicativo.

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Ignacio Bosque, Madrid, Akal, 158-162.
Los valores de se: nuevos datos de una visión
comparativa de las lenguas medievales*

Anne C. Wolfsgruber
Humboldt-Universität zu Berlin

Resumen. En el presente artículo se investiga (mediante estudios de corpus) el


estatus de las construcciones pasivas, anticausativas e impersonales con se en
español medieval y francés medieval. Se muestra que las dos lenguas medievales
en cuestión siguen diferentes caminos en cuanto al desarrollo y al uso de dichas
construcciones con se. Mientras que encontramos un uso abundante de estas
construcciones para codificar procesos verbales con sujetos de baja agentividad
en textos de géneros diferentes en español medieval, el francés no las usa fre-
cuentemente, y en el caso de la construcción impersonal hay dudas acerca de su
difusión completa. Además, el francés opta por configuraciones en que se pueden
mantener sujetos agentes, lo que parece estar relacionado con la emergencia de
SVO como orden de palabras básico y con el uso uniforme y continuo del pronom-
bre indefinido on (< lat. homo) desde los comienzos de esta lengua románica.
Palabras clave. Pasiva con se, construcciones anticausativas, se impersonal,
cambio diacrónico, agentividad, transitividad, pronombres indefinidos, español,
francés, lenguas medievales.

Abstract. The present article investigates —on the basis of corpus studies— the
status of passive, anticausative and impersonal se constructions in Medieval Span-
ish and Medieval French. It shows that the two languages choose different ways
of integrating the syntactic functions made available by the grammaticalization
of se. While we find an abundant use of the constructions in Medieval Spanish

* Quiero dar las gracias a Montserrat Batllori Dillet, Elisabeth Gibert-Sotelo, Peter
Herbeck y Bernhard Pöll por darme pistas, comentarios, correcciones y apoyo en el presente
trabajo. Además, esta investigación no hubiera sido posible sin la financiación de la beca
Marietta Blau del Ministerio Austriaco de Ciencia, Investigación y Economía (Marietta
Blau-Stipendium der OeAD GmbH, finanziert aus den Mitteln des österreichischen Bun-
desminsiteriums für Wissenschaft, Forschung und Wirtschaft (BMWFW)).
966 Anne C. Wolfsgruber

texts (literary and scientific prose texts) and especially so in verbal actions that
contain low-Agentivity subjects, Medieval French does not use them very fre-
quently and in the case of impersonal se, a full reanalysis must be questioned.
Furthermore, Medieval French has a strong tendency to opt for configurations in
which high-Agentivity subjects can be maintained, which seems to be linked to
the emergence of SVO as a basic word pattern in the course of the XIIth and XIIIth
centuries and the abundant and steady use of the indefinite pronoun on from the
earliest stages onwards.
Keywords. Passive se, anticausative constructions, impersonal se, diachronic
change, Agentivity, Transitivity, indefinite pronouns, Spanish, French, Medieval
languages.

1. Introducción
El presente artículo tiene como objetivo principal la investigación del
estatus de las construcciones con clítico se en el español y el francés de la
época medieval. Si se consultan las gramáticas históricas del francés anti-
guo, puede verse que se alude a varios tipos de se, entre ellos el se reflexivo,
recíproco, anticausativo, pasivo e impersonal (cf. inter alia Gamillscheg
1957 y Darmesteter 1922). Lo que destaca es que no se mencionan muchos
detalles sobre la frecuencia y el uso de dichas construcciones. Sobre todo
en cuanto a la construcción impersonal activa con se (como, por ejemplo,
se trabaja mucho aquí), cabe destacar que la única construcción que se cita
en las gramáticas históricas del francés es or se cante ‘ahora se canta’, que
se encuentra en Aucassin et Nicolette, una chantefable en scripta picarda
de la segunda mitad del siglo XIII. Algunos categorizan esta frase como
pasiva refleja (cf. Jensen 1990: 278; Moignet 1973: 188; Nyrop 1979: 204)
y otros como construcción impersonal (cf. Gamillscheg 1957: 511; Roques
1929: VI; Salvi 2011: 348). Reichenkron (1933: 63-66) comenta que la
construcción con se fue marginada por el pronombre indefinido on desde los
comienzos de esta lengua románica. El francés medieval, en sus inicios, es
visto como lengua de sujeto nulo (que va perdiendo este estatus a lo largo
de la época medieval) por algunos eruditos, lo cual le hubiera permitido
desarrollar la construcción con se que estudiamos1. La escasez de detalles
sobre el estatus de dicha construcción fue el motivo por el cual hemos
iniciado un exhaustivo estudio de corpus de las construcciones con se en
francés medieval. El corpus utilizado es Base de français médiéval (BFM)

Pero vid. Adams 1987, Vance 1997, Offredi 2006, Rinke/Meisel 2009, etc., para
1

opiniones divergentes sobre el estatus del francés antiguo como lengua de sujeto nulo.
Los valores de se: nuevos datos de una visión comparativa 967

y se han analizado aproximadamente 50 textos, de los cuales citaremos


aquí algunos. Dichos textos fueron escritos entre 1113 y 1398, contienen
más de 1 320 000 palabras e incluyen textos literarios (épicos) en verso y
prosa, y también textos más cercanos al habla cotidiana, así como textos que
representan un género que se acerca a lo que conocemos hoy como prosa
científica. Los resultados de dicho análisis de corpus del francés medieval
se exponen en el apartado 2 del presente artículo.
A continuación, en el apartado 3, presentaremos algunos resultados
del estudio de corpus sobre la evolución de las construcciones con se en
español medieval. El corpus que se ha utilizado es el CORDE, y en el
presente artículo nos centraremos en el Poema de Mio Cid (ca. 1140), el
Lapidario (ca. 1250) y el Picatrix (ca. 1256). Este estudio de corpus es
más acotado que el estudio del francés pero, debido al hecho de que los
resultados son muy consistentes en estos textos, podemos asumir que este
análisis de corpus permite establecer una comparación representativa con
el estado de las construcciones con se en francés medieval. Además, la
historia de la lengua española cuenta con importantes estudios sobre la
casuística de se, entre ellos Monge (1955), Ricós (1995), Martín Zorraquino
(2002), Sánchez López (2002) y Bogard (2006). Los resultados de estos
estudios corroboran extensamente los resultados del presente análisis. En
dichos estudios se muestra que el valor pasivo ya está presente en los textos
desde los inicios del español medieval; según Lapesa (1981: § 57.3)2, se
encuentran pasivas con se ya en el siglo X, cosa que no se puede afirmar
para los primeros textos del francés antiguo (cf. Jensen 1990: 278). En las
construcciones pasivas se percibe el sujeto como entidad que sufre la acción
que está descrita por el proceso verbal. Otra importante línea de evolución
es que las pasivas con se pueden expresar situaciones genéricas (cf. Sánchez
López 2002: 132). Para el desarrollo hacia una interpretación impersonal
y activa de las construcciones con se, es necesaria la reinterpretación del
sujeto de la oración pasiva como objeto. Monge (1955) supone una coexis-
tencia más larga de estas interpretaciones y se obtienen primeros ejemplos
de dicha reinterpretación semántica en el nivel morfo-sintáctico con la falta
de concordancia entre sujeto (más bien objeto) y verbo, así como con la
preposición a que empieza a encabezar objetos directos animados (primeros
ejemplos en el siglo XVI; cf. Monge 1955: 62 y sigs.).
En la sección 4 contrastaremos el español antiguo y el francés antiguo.
Para hacer esto en detalle, compararemos dos versiones del Lapidario. Aun-

2
Citado por Sánchez López (2002: 132); cf. Bogard (2006: 865).
968 Anne C. Wolfsgruber

que esta comparación se centre en solo dos textos, tendría que ser válida
también para textos más divergentes. En nuestro caso, el Lapidaire en prose
es de la primera mitad del siglo XII (el manuscrito es probablemente de
principios del siglo XIII), y el Lapidario de Alfonso X es del año 1250.
Aunque haya una diferencia en las fechas de composición, hemos verifi-
cado si el uso de se en textos científicos en prosa del siglo XIII puede ser
considerado comparable con el uso de se en el Lapidaire en prose y lo que
hemos encontrado al analizar otros textos con estas características es que
el uso de se en el Lapidaire en prose puede ser visto como representativo
también para textos más tardíos como, por ejemplo, Le régime du corps
(traité sobre cosas de higiene, escrito en 1256). Esta situación cambia un
poco a lo largo del siglo XVI con nuevos tratados influidos por el latín y el
italiano (cf. Wolfsgruber 2017). Uno de los resultados más importantes de
la comparación mencionada es que en francés, el uso de on < lat. homo
(que se utiliza en contextos en los que en la lengua española de la época
medieval, a menudo, se emplea una construcción pasiva con se), es mucho
más frecuente.

2. Las construcciones con se en francés antiguo


A continuación, se expone un breve resumen de los resultados del
estudio de corpus aludido más arriba. En él, nos interesaban primordial-
mente las construcciones anticausativas, pasivas e impersonales activas
con se.
La construcción pasiva con se aparece en los textos medievales anali-
zados, pero es escasa, y tiende a tener una interpretación genérica, similar a
estos pantalones se lavan fácilmente en el español actual, una peculiaridad
del francés que se ha conservado hasta hoy en día (cf. Kempchinsky 2006).
Antes de 1282 se documenta muy poco y, por consiguiente, podemos decir
que representa una fecha tardía en comparación con el español (cf. Cid;
vid. también Jensen 1990: 278).
(1) […] et les eschangemens annaus se font toz jors par meisme manière (L’inv.,
p. invi059-1).
(2) Ceste se depart en deus parties: en purgement et en otreance ou priere (L’inv.,
p. invi015-1).

La construcción anticausativa con se se caracteriza por la presencia de


un sujeto inanimado y la ausencia de un causante externo (o sea, a estas
configuraciones se les puede añadir la locución por sí solo/a para probar la
ausencia de un causante externo), así como por la descripción de un evento
Los valores de se: nuevos datos de una visión comparativa 969

que se produce de forma espontánea (cf. inter alia Haspelmath 1987: 15).
La construcción en cuestión está documentada, aunque escasamente, y apa-
rece con más frecuencia más tarde en la evolución de la lengua francesa
(vid. también Heidinger 2010). Los ejemplos más antiguos que se pudieron
encontrar son del autor Philippe de Thaon y de dos textos suyos que fueron
escritos a principios del siglo XII.
(3) Puis si s’ovre, sin ist la piere, E puis se juint en tel maniere […] (Best.,
p. 110, v. 3039).
(4) […] E sanglente colur prendra; De tut en tut s’oscurerat (Lapidal., p. 232,
v. 848).

En cuanto al se impersonal, hemos encontrado muy pocos ejemplos


que podrían tener dicha interpretación, así que se tiene que preguntar
si se llevó a cabo el reanálisis completo de se en el francés antiguo (es
decir, siguiendo el camino de gramaticalización: reflexivo > medio > anti-
causativo > pasivo > impersonal que se propone para el reflexivo en la
literatura; cf. Michaelis 1998: 86; Sansò 2011: 2). Así pues, aunque de
manera preliminar, proponemos que dicha construcción quizás pudiera
tener un valor impersonal, pero no se gramaticalizó completamente (cf.
Wolfsgruber 2017 para una visión más completa). Además, tenemos que
indicar que algunos de estos ejemplos contienen un verbo modal como
deveir o podeir, lo que subraya la interpretación genérica y parece ser un
paso muy importante en el ciclo de reanálisis (cf. Monge 1955: 30-32).
Este detalle podría apoyar la idea de un reanálisis en progresión que no
pudo generalizarse completamente.
(5) Grant martirie out en terre Pur noz anmes cunquerre; E marz ço ert martire,
Cum se deveit deduire (Comput, p. 52, v. 832)3.

3. Construcciones con se en español medieval


Desde un punto de vista comparativo, se puede constatar que el español
medieval se comporta de forma divergente en relación con el francés. En
textos como el Lapidario o el Picatrix encontramos muy habitualmente
construcciones anticausativas y pasivas con se y también lo que podemos

3
Tenemos que mencionar que este ejemplo podría ser interpretado como ambiguo
entre una lectura reflexiva y una con cum si de latín sic, pero como Philippe de Thaon es
un autor que también usa el se anticausativo más tempranamente que otros autores, y dado
que no hay manera de distinguir entre sic y se, una lectura impersonal también es posible,
ya que el Comput contiene algunos ejemplos sin cum que podrían ser un se impersonal.
970 Anne C. Wolfsgruber

considerar como los comienzos de construcciones impersonales activas.


Pero el uso pasivo de se no se restringe a textos científicos en prosa, puesto
que también podemos ubicar ejemplos de la pasiva refleja en el Poema de
Mio Cid.
En el ejemplo (6) vemos que la pasiva refleja parece estar ya en una
fase de construcción equivalente a la pasiva perifrástica sin expresión
del agente. También vemos que las estructuras anticausativas y pasivas
son muy cercanas, y la identificación de un posible agente a veces es
la única manera de distinguir dichas construcciones, como vemos en el
ejemplo (7), en que con gran trabaio indica la obra del hombre (y, por
esto, consideramos que es un agente), y en el ejemplo (9), en que solo el
contexto puede darnos información sobre esta construcción, porque en
teoría las puertas se abren por sí solas es un ejemplo prototípico de un se
anticausativo. En esta línea, en el caso de (9) es el Cid quien dice a sus
aliados que no abran las puertas del alcázar y, por esto, podemos iden-
tificar la existencia de agentes en este ejemplo y, por consiguiente, nos
parece más adecuado un análisis como pasiva refleja. Otro ejemplo que
muestra que la distinción entre pasiva refleja y usos anticausativos con se
a veces es muy difícil y casi imposible es el ejemplo (10), en que no se
puede estar seguro de si el fuego se encierra en la piedra por el hecho de
ser quemada por los hombres o si se trata más bien de la descripción de
un proceso químico que se desarrolla por sí solo y de forma espontánea en
las circunstancias presentes; en este caso el hombre no sería un causante
directo sino indirecto como mucho. En el Lapidario encontramos varios
ejemplos que son de esta naturaleza y que contienen procesos abstractos
en que no siempre se puede establecer una conexión inequívoca entre
los procesos espontáneos y los que (no) provoca el hombre mediante
procesos (al)químicos.
(6) Et esta es fallada en la ribera daquel ryo; o los otros iaspios de que auemos
dicho se fallan (Lap., corde).
(7) Et es fuerte que se non puede quebrantar; si non con grand trabaio (ibid.,
corde).
(8) Venido m‘es delicio de tierras d‘allent mar, entraré en las armas, non lo
podré dexar; mis fijas e mi mugier verme an lidiar, en estas tierras agenas
verán las moradas cómmo se fazen, afarto verán por los ojos cómmo se
gana el pan (Cid, corde).
(9) Las puertas del alcáçar […] que non se abriessen de día nin de noch (Cid,
corde).
(10) Et esta piedra quando la queman encierrase el fuego en ella fata quel echan
el agua de suso (Lap., corde).
Los valores de se: nuevos datos de una visión comparativa 971

Otro fenómeno interesante que cabe destacar son los diferentes usos
de hacerse o de hacer y se. Encontramos enunciados, como por ejemplo
(11), en que hacerse ya tiene un uso más lexicalizado con el significado
‘producirse’ o ‘evolucionar’. En estos casos, como en (11), se trata de una
construcción anticausativa. Pero también encontramos ejemplos en que se
utiliza hacer con se, como en (12) y en (13), y en estos no se trata de una
forma lexicalizada de hacerse, sino que hacer forma una pasiva refleja
con se. Otro significado lexicalizado de hacerse es el de ‘llegar a ser’ o
‘devenir’, que vemos en el ejemplo (14).
(11) Et la uertud della presta mucho en el arte de fisica ca si la ponen en sobre
ferida o sobre llaga sana muy ayna sin fazerse en ella uenino nin postema
(Lap., corde).
(12) […] lo ponen en somo de un fierro delgado & lo metieren al omne que a la
piedra en la natura de guisa que la tanga; quebrantala luego, pero esto non
se deue fazer; si non quando los omnes son en dubda de non sanar (ibid.,
corde).
(13) Non se faze assí el mercado […] (Cid, corde).
(14) Et quando la queman fazese uermeia (Lap., corde).

Otros datos más claros para el estudio de las construcciones anticau-


sativas son, por ejemplo, los siguientes:
(15) Et quando fuere affinada non la saquen adesora mas dexenla estar en el forno
fata que se esfrie ella por si ca la calentura de las piedras nobles quando es
mucho encendida & la sacan ayna al ayre tanto ama recebir en si la suor
del; que se fiende & quiebra Et quando ella se esfria por si misma non faz
esto (Lap., corde).
(16) Et su color es quando la an sacada de so tierra & adobada cuemo deue;
entre pardo & negro, pero tira mas a lo negro que a lo pardo. Et es piedra
que ayna se esclarece & ayna se enturuia, pero mas de ligero recibe el
enturuiamiento que non el esclarecer (ibid., corde).
(17) Et quando la meten en el fuego; faz otra cosa mucho estranna /2/ que se
suelue & corre como agua. & si la despues sacan & la dexan esfriar. & la
meten de cabo en el fuego; tornase en la primera natura (ibid., corde).

Asimismo, hemos encontrado varios ejemplos de lo que se puede consi-


derar construcciones impersonales activas, aunque no tengamos (por ahora)
ejemplos que muestren falta de concordancia entre verbo y complemento o
que incluyan la introducción de un complemento que designe una entidad
viva encabezado por la preposición a. De hecho, las construcciones que
denominamos impersonales activas en el presente trabajo destacan por la
ausencia de un objeto o sujeto explícito, cosa que puede indicar que se ya
972 Anne C. Wolfsgruber

se encontraba avanzado en el paso de la pasiva refleja, en la que siempre


se muestra un sujeto gramatical explícito (y a veces un agente explícito
introducido por la preposición por), a una construcción impersonal. Una
prueba definitiva del estatus de esta construcción sería una construcción
con un verbo inacusativo, cosa que no hemos encontrado hasta ahora. En
los ejemplos encontrados destaca también el uso de verbos modales.
(18) La primera destas es de color de prasme uerde que cudan algunos omnes que
es esmeralda non fina porque no a la color tan clara como ella. & en esto
yerran en su cudar, ca esta piedra su natura a por sipse que non tanne nada
a la esmeralda. & esso mismo es del iaspio uerde que semeia a la prasme.
& non es por esso de su natura nin de su complixion, nin a las propriedades
que ella; segund se mostrara adelante en este libro (Lap., corde).
(19) […] esto es que quando las cosas son maduras & complidas que se deuen
coier. & por esta razon se deue entender que la ymagen quese faze en una
hora muestra su complimento en otra hora segund que es mouimiento delos
cuerpos desuso (Picatrix, corde).

Para concluir esta sección, podemos decir que el francés medieval y el


español medieval siguen diferentes caminos en cuanto a la utilización de
las construcciones pasivas, anticausativas e impersonales con se. Mientras
que el español elige las construcciones con se para codificar procesos con
sujetos de baja agentividad (sobre todo pacientes), el francés no muestra
un uso abundante de las construcciones en cuestión y prefiere estructuras
en las cuales pueda mantener sujetos con alta agentividad, cosa que vamos
a explicar más en detalle en la sección siguiente.

4. Una comparación con el francés


Cabe destacar que el uso del pronombre indefinido on es mucho más
usual en francés medieval que el uso del pronombre omne4 en español
medieval (cf. Brown 1931: 272). Mientras que en el Lapidario descubri-
mos varios ejemplos de construcciones pasivas y anticausativas, y también
ejemplos que se podrían describir como pasos intermedios entre las dos
(cf. § 3), el Lapidaire en prose sigue otra codificación concreta para exponer
qué acontece en los procesos alquímicos descritos en el texto:
(20) Une altre maniere de achate trovet hom en l’isle de Crete (Lapidpr., p. 98).
(21) Hom le apelet sirtites, pur ceo que hom la trovet en la gravele de Libie,
aprés les Sirtes (ibid., p. 98).

4
Esto no quiere decir que no haya casos de omne en el Lapidario.
Los valores de se: nuevos datos de una visión comparativa 973

(22) Cele est la mieldre, ki est si clere que hom pot vedeir parmi, ki taint le air
ki li est prof (ibid., p. 100).
(23) Pur duresce ne pot estre en tallee, se n’est od la piece de l’adamas depeciét
(ibid., p. 100).
(24) Quant ele est eschaufee par freier, si atrait la paille ki prof li est (ibid.,
p. 102).
(25) Eliotropia est de tele nature que se hom la met en vaisel encontre le soleil,
ele fait le soleil devenir ruge e si fait nuvel eclipsim; e en poi de tens fait
ele buillir le vaissel et geter le ewe cume se il plust (ibid., p. 104).
(26) Ele est de tiele vertut que ele tolt a la chaldiere buillante sun buillir, et que
ele en poi de tens refreidet l’ewe (ibid., p. 105).
(27) […] et se hom en fait puldre et hum la destempred od sel et od ewe et
hom en aruse la falde dedenz et dehors, si devendrunt les berbiz laitieres,
et ruigne ne lur avient mie; et, ceo dient les anciens: ki ceste piere portet,
ele li valt aultretant cume tutes les altres. Se hom la ported en la buche et
ele remetet, si li trublet le sens. Hom la trovet el Nil. Quant hom la friet a
la cuz, dunc ad ele colur et savur de lait (ibid., p. 107).

Lo que muestran los ejemplos del § 3 es que el español pone énfasis


en la acción verbal de los procesos alquímicos utilizando construcciones
anticausativas o pasivas con se que hacen hincapié en el hecho de que
los sujetos inanimados de la acción verbal son entidades que sufren el
proceso expresado por el verbo (son pacientes). El francés medieval, en
cambio, emplea otra estrategia: pone más énfasis en el sujeto, utilizando
pronombres personales en lugares donde no sería necesario en ese periodo
del francés antiguo. Eso también podría indicar cierta personificación de
estos sujetos (las piedras), lo que aumentaría el grado de agentividad [cf.
(26)]. Otra estrategia utilizada muy frecuentemente es el empleo de hom/
hum (esp. omne) como sujeto de la frase, que también representa un grado
más alto de agentividad frente a se, porque las construcciones con se (pasi-
vas, anticausativas) destacan por no tener agentes explícitos o incluso por
la ausencia de causantes externos [cf. (20)-(22), (25), (27)]. Además, se
hace uso de la pasiva perifrástica [cf. (23), (24)]. Encontramos solo una
construcción con se que podría ser analizada como pasiva refleja en este
texto del francés:
(28) Ele se vult porter del senestre braz vel part5 (Lapidpr., p. 105).

5
Nótese que el orden es SV. Además se emplea el verbo modal voleir ‘querer’ con
valor deóntico que subraya la intención del sujeto inanimado y que aumenta el grado de
agentividad.
974 Anne C. Wolfsgruber

No hemos encontrado construcciones anticausativas en el Lapidaire


en prose. Asimismo, el francés emplea estructuras causativas con sujeto
inanimado que incide en el cambio de estado causado, lo que también
permite aumentar la agentividad del sujeto [cf. (25)].

5. Conclusiones
Parece que el español y el francés tienen preferencias distintas en
cuanto a la codificación del sujeto. Mientras que el español no tarda en
utilizar las construcciones con se (sean anticausativas o pasivas o entre las
dos) en conexión con sujetos inanimados que son pacientes y no agentes,
el francés tiene una cierta preferencia por utilizar sujetos que son agentes
reforzando contextos transitivos (que contienen sujetos agentes prototípicos
y objetos que son pacientes prototípicos) y el orden SVO. En el francés
medieval, la fijación de SVO como orden de palabras básico se desarrolla
a lo largo del siglo XII y comienza con el cambio de OV a VO seguido por
la fijación de SV más tarde (cf. Marchello-Nizia 2009: 6).
En resumen, mientras que el español tiene más flexibilidad sintáctica
al tratar sujetos con baja agentividad, el francés parece ser más restric-
tivo y favorece claramente los sujetos con más agentividad. Esto podría
haber desempeñado un papel muy importante en el desarrollo divergente
del francés en cuanto a la fijación del orden de palabras y a la adopción de
un cierto grado de transitividad como estructura básica y favorecida. Esta
característica, junto al hecho de que on se utilizaba desde el comienzo con
más frecuencia que omne, podría explicar la escasez o la falta de ciertas
etapas de gramaticalización en las construcciones con se (pasiva refleja con
aspecto télico, construcción impersonal) en la historia del francés. Lo que
podemos decir claramente es que ya en sus etapas más antiguas, el español
emplea las construcciones con se con más naturalidad y con una frecuencia
bastante alta, mientras que el francés es más restrictivo. Con todo, propo-
nemos que el español tiene un grado más alto de gramaticalización de se
mientras que el francés tiene un grado más alto en la gramaticalización de
la transitividad.

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