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Nozick

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LO ESENCIAL

ROBERT NOZICK

Contenido

Introducción: ¿Quién es Robert Nozick?


Teoría de los derechos
El Estado mínimo
Teoría de la titularidad
Cómo la libertad perturba los patrones
Concepciones liberal y socialista de la justicia distributiva
Redistribución y el crecimiento del Estado
Un marco para la utopía
Sugerencias para lecturas adicionales

Introducción:
¿Quién es Robert Nozick?

Robert Nozick fue profesor de filosofía en la Universidad de Harvard. Si bien escribió


sobre temas tan variados como epistemología, libre albedrío, teoría de la decisión y el
sentido de la vida, es más famoso por sus contribuciones a la filosofía política,
principalmente por su libro "Anarquía, Estado y Utopía" (1974). Publicado pocos años
después del "Una Teoría de la Justicia" de su colega de Harvard John Rawls, el libro de
Nozick ayudó instalar la filosofía política normativa en la tradición analítica
angloamericana como un campo legítimo y sólido dentro de la academia. Nozick ayudó
igualmente a insertar la perspectiva liberal clásica o libertaria como una alternativa viable
al liberalismo igualitario redistributivo y al socialismo. Aunque Nozick no fue el primer ni
el único filósofo en argumentar a favor de esta perspectiva, fue sin embargo el más famoso
en hacerlo - y en una de las más renombradas instituciones, a saber Harvard. El libro
recibió una excelente crítica tanto por abordar los temas completamente, por su
argumentación como por su estilo de escritura claro y accesible. Lo anterior permitió que su
obra trascendiera las líneas ideológicas y que ganara el Premio Nacional del Libro en 1975.

Nozick nació en Brooklyn, Nueva York, en 1938 y obtuvo su título universitario en la


Universidad de Columbia en 1959. Durante su tiempo universitario en tal institución, fue
activo en la política socialista, pero su estancia allí, y en la escuela de posgrado en la
Universidad de Princeton, fueron claves para el conocimiento de una variedad de
perspectivas políticas distintas. En el prefacio de "Anarquía, Estado y Utopía" el autor
señala que fueron las discusiones con amigos las que "me llevaron a tomar en serio las
opiniones libertarias lo suficiente como para querer refutarlas y así profundizar en el tema"
(p. xvi). En un marco estas ideas suponía reflxionar en torno a los derechos individuales, la
necesidad de límites al gobierno y los mecanismos de crecimiento de la riqueza de un
sistema de mercado libre.

Lo que hoy reconocemos como libertarianismo difícilmente habría sido incluido en un


currículo estándar de filosofía en el momento en que Nozick era estudiante, excepto quizás
en un contexto histórico a través de las obras de John Locke y John Stuart Mill. Sin
embargo, las ideas libertarias se estaban discutiendo en los departamentos de economía, y
Nozick menciona haber sido expuesto a pensadores como Ludwig von Mises, Friedrich
Hayek, Milton Friedman y Murray Rothbard, cuyo liberalismo económico se superponía
con el liberalismo político. Otro lugar donde un estudiante de la generación de Nozick
podría haberse encontrado con lo que ahora llamamos política libertaria es en las obras de
la novelista filosófica Ayn Rand, aunque Nozick no se identificaba como seguidor de Rand.
Sin embargo, en la filosofía académica no había una representación significativa de la
tradición liberal clásica durante sus días como estudiante.

"Anarchy, State, and Utopia" cambió eso. A pesar de las discrepancias de muchos filósofos
con los argumentos de Nozick, estos no podían ser ignorados. Alrededor de la misma época
en que Nozick comenzó a publicar, también surgieron otros filósofos libertarios en la
escena, especialmente John Hospers y Tibor Machan, pero ninguno tuvo la misma
prominencia o influencia que Nozick. De acuerdo o en desacuerdo, "Anarchy, State, and
Utopia" presenta argumentos provocadores que no pueden ser simplemente desestimados.
Un vistazo a las notas y la bibliografía resulta instructivo: Nozick estaba muy familiarizado
con la economía y la sociología. Nombres conocidos en el ámbito económico, como Coase,
Alchian, Schelling y Sen, participan en el diálogo que Nozick crea. Rothbard en particular
llevó la economía de los mercados libres a lo que consideraba su conclusión lógica: el
anarquismo libertario individualista. Nozick cita específicamente una discusión de 1968
con Rothbard como algo que "estimuló mi interés en la teoría anarquista individualista" (p.
xv). La combinación de su estudio de filosofía y diversas ciencias sociales lo llevó a las
conclusiones y la escritura de "Anarchy, State, and Utopia". No debería sorprender que
alguien que antes estuvo activo en la política socialista se dedicara a un trabajo académico
crítico del socialismo, si se entiende que la filosofía no es dogmatismo. Nozick siguió las
ideas a donde lo llevaron, y a veces eso significaba llegar a conclusiones que estaban en
desacuerdo con lo que antes creía.
Las conclusiones de Nozick no son simplemente divergentes de lo que él pensaba
anteriormente, de hecho, eran contrarias a lo que la mayoría de las personas habrían
pensado en 1974 (es más, se oponen a lo que la mayoría de las personas piensan hoy en
día).

Los filósofos frecuentemente llegan a conclusiones que la mayoría de las personas


consideran extrañas. Esto es cierto para casi todos los filósofos conocidos, pero en la
filosofía política hay una dimensión adicional: mientras que la mayoría de las personas no
tienen opiniones firmes sobre metafísica y epistemología, la mayoría de las personas sí
tienen opiniones firmes sobre política. Nozick lo sabía y quería prevenir cualquier
sugerencia de que su libro fuera una polémica: "Mi énfasis en las conclusiones que
divergen de lo que la mayoría de los lectores creen, puede llevar a alguien a pensar que este
libro es una especie de tratado político. No lo es; es una exploración filosófica de temas,
muchos de los cuales son fascinantes por sí mismos, que surgen y se entrelazan cuando
consideramos los derechos individuales y el Estado" (p. xii).

Nozick seguiría escribiendo otros cinco libros, ninguno especialmente relacionado con la
filosofía política. Esto ha llevado a especulaciones de que había abandonado el
libertarianismo, pero en entrevistas de años posteriores dejó claro que seguía
considerándose a sí mismo como un libertario y que simplemente quería explorar otras
áreas de la filosofía en lugar de volver a visitar el mismo terreno. "Nunca dejé de aplicarme
a mí mismo [la etiqueta de "libertario"]. Lo que realmente estaba diciendo en La vida
examinada era que ya no era tan radicalmente libertario como lo había sido antes. Pero los
rumores de mi desviación (¡o apostasía!) del libertarianismo se habían exagerado mucho.
Creo que este libro deja claro hasta qué punto todavía me encuentro dentro del marco
general del libertarianismo" Y de hecho, señala en el prólogo de "Anarchy, State, and
Utopia" que espera que otros sigan este tipo de investigaciones (p. xiv). Nozick fue
diagnosticado con cáncer de estómago en 1994, pero pudo seguir trabajando hasta su
fallecimiento en 2002 a la relativamente temprana edad de 63 años. El último libro de
Nozick, "Invariances", fue publicado en 2001. Había sido becario Fulbright en la
Universidad de Oxford, presidente de la Asociación Filosófica Americana y fue Profesor
Universitario Pellegrino en Harvard, su máxima distinción.

Lo que sigue es parte de la serie de Académicos Esenciales del Fraser Institute, en la cual se
explican las ideas clave de importantes pensadores en la tradición liberal clásica para el
lector general y, en particular, para los estudiantes que podrían estar interesados en conocer
más acerca de estos argumentos. Me he esforzado por explicar las ideas y argumentos más
importantes que Nozick presenta teniendo esto en mente. Mi principal esperanza es poder
ser de alguna ayuda, pero mi esperanza secreta es que ustedes continúen y descubran una
copia de "Anarchy, State, and Utopia" por ustedes mismos. Todas las referencias en el texto
a números de página son a ese libro. Aprochecho de agradecer los útiles comentarios del
manuscrito de James Stacey Taylor y Donald Boudreaux.
Capítulo 1
Teoría de los Derechos

Nozick comienza "Anarchy, State, and Utopia" con la afirmación de que "los individuos
tienen derechos y hay cosas que ninguna persona o grupo puede hacerles (sin violar sus
derechos)" (p. ix). Los críticos imprudentes han interpretado lo anterior como si Nozick
simplemente asumiera los derechos y luego procediera desde allí, pero él tiene un
argumento para ellos (los derechos). Para bien o para mal, este argumento no aparece hasta
el tercer capítulo del libro, pero está presente.

Nozick entiende los derechos como "restricciones morales del lado de lo que podemos
hacer" (p. 33). Si no hubiera otros seres, seríamos libres de hacer lo que quisiéramos,
limitados solo por las leyes de la física. La moralidad entra en juego cuando consideramos
nuestras interacciones con los demás. Por lo tanto, la existencia de otras personas impone
límites a nuestras acciones. Estos límites no son los mismos que los impuestos por la física.
Ya sea que haya otras personas o no, no soy libre de desafiar las leyes de la gravedad o de
la inercia, ni de estar en dos lugares al mismo tiempo. Esos también son límites a mi acción.
Las restricciones morales son cosas que podría hacer, pero que sería incorrecto hacer. Decir
"no puedo estar en dos lugares al mismo tiempo" y "no puedo asesinar a Bob" son
gramaticalmente similares, pero tienen significados muy diferentes: físicamente podría
cometer un asesinato, pero sería malo si lo hiciera. Por lo tanto, los derechos son un
concepto moral que establece las condiciones límite de la acción justificada (en
contraposición a las condiciones límite de la acción físicamente posible). Los derechos de
Smith son, por lo tanto, las condiciones límite de las acciones de Jones. Nozick entiende
este modelo de restricciones laterales como arraigado en el "hecho de nuestras existencias
separadas" (p. 33). Como individuos distintos con nuestras propias vidas, nadie podría
reclamar naturalmente la vida de otro. Los individuos no deben ser considerados como
medios para los fines de otros; ellos son fines en sí mismos. Un martillo, por ejemplo, es
una herramienta que existe para ayudar a las personas a hacer cosas, no tiene una razón
independiente de existir aparte de esto. No existe por sí mismo. Pero las personas sí existen,
son fines en sí mismas, no los medios para fines de otros.

"Las personas son inviolables" porque cada una es una persona con su propia vida para
vivir. Por lo tanto, es el hecho de que "existen individuos diferentes con vidas separadas" lo
que produce la restricción lateral de que nadie tiene derecho a usar a otro como medio.
Utilizar a una persona como medio para los fines de otro "no respeta suficientemente y no
tiene en cuenta el hecho de que es una persona separada y que tiene una sola vida" (p. 33).
Por lo tanto, los derechos de una persona son simplemente el reverso de las restricciones de
los demás: que Jones esté moralmente obligado a respetar la individualidad separada de
Smith, y por lo tanto no pueda actuar sobre Smith sin su consentimiento, implica que Smith
tiene el derecho de no ser utilizado de esta manera. Dado que Nozick considera que los
derechos son condiciones límite sobre el tratamiento permisible de los demás, argumenta
que rechazar esta concepción de los derechos implicaría o bien un rechazo de toda la
moralidad por completo, nadie tiene ninguna restricción sobre cómo puede tratar a los
demás, o bien un rechazo de la idea de la realidad de la singularidad de cada persona.
Una corriente de pensamiento que podría estar inclinada a rechazar esta concepción de los
derechos es el utilitarismo, una visión en la que lo moralmente significativo es la utilidad
total agregada (entendida como placer o felicidad). Para los utilitaristas, no hay
restricciones sobre el tratamiento permisible de los demás per se, simplemente se debe
lograr que la bondad total supera lo malo. Con una teoría así, no tendría sentido hablar de la
inviolabilidad de las personas, ya que fácilmente podríamos imaginar situaciones en las que
sacrificar a una persona beneficiaría a varias otras. Nozick aborda explícitamente el
utilitarismo, argumentando que implica resultados extremadamente contraintuitivos. Dado
que el utilitarismo calcula la utilidad de manera subjetiva, podemos imaginar un "monstruo
de utilidad" que "obtiene ganancias enormemente mayores en utilidad de cualquier
sacrificio de los demás de lo que estas otras personas pierden" (p. 41). Esto haría que fuera
moralmente necesario sacrificar a todos en beneficio del monstruo para maximizar la
utilidad total. Además de chocar con nuestras intuiciones sobre la dignidad igual de todas
las personas, esto hace que la teoría se auto-destruya; al menos, es implausible, si no
incoherente internamente. Incluso Nozick agrega que no es suficiente pensar en términos de
agregar cantidades de respeto hacia las personas, de manera que respetamos los derechos de
un grupo grande a costa de no tratar a otro grupo de personas como inviolables. Más bien,
cada persona individual debe ser considerada como un fin en sí misma y no como un
medio, y ninguna persona debe ser utilizada como herramienta para los propósitos de otros.

Él da el ejemplo de violar los derechos de una persona inocente para prevenir un disturbio
de una multitud que a su vez generaría muchas violaciones de derechos. Argumenta que
esto es malinterpretar el punto de las restricciones laterales. No se trata de considerar los
derechos de los demás al evaluar los estados finales en los que los derechos de unos se
intercambian por los derechos de otros; más bien, los derechos de los demás determinan
cómo se les puede tratar. De lo contrario, no son restricciones morales laterales reales.
En última instancia, Nozick argumenta que podemos fundamentar la inviolabilidad de las
personas en la capacidad humana para la autodirección. "El hecho de que una persona
configure su vida de acuerdo con un plan general es su forma de darle sentido a su vida;
solo un ser con la capacidad de dar forma a su vida de esa manera puede tener o aspirar a
tener una vida significativa" (p. 50). Por lo tanto, es nuestra capacidad para formular planes
de vida y actuar sobre ellos lo que las restricciones morales laterales protegen. Es por eso
que reconocer la realidad de otras personas implica la impermisibilidad de usarlos como
medios para los fines de otros. Mínimamente, cada uno de nosotros vería esto como
implicando nuestra propia inviolabilidad, y se necesita solo un poco de madurez para
comprender por qué esto debe extenderse a los demás. Entonces, la afirmación presentada
en la primera página del prefacio de "Anarquía, Estado y Utopía" no carece de fundamento
después de todo: las personas tienen derechos como cuestión de su estatus como seres
humanos individuales distintos con la capacidad de autodirección, y eso significa que
algunas cosas que uno podría hacerle a otro estarán en violación de esos derechos, que,
aunque sean físicamente posibles, son moralmente inaceptables. La conexión entre
"derechos" como concepto moral y "derechos" como concepto político se encuentra en la
observación de Nozick de que los grupos de personas no pueden justificar moralmente
hacer algo que los individuos que conforman el grupo no están justificados en hacer. Es
decir, si Smith no está moralmente justificado para violar los derechos de Jones, entonces
un grupo grande del cual Smith sea miembro (o líder) tampoco estará moralmente
justificado para violar los derechos de Jones. Aunque es cierto que un individuo puede
sacrificar algo por el bien de su propio beneficio mayor (por ejemplo, saltarse una fiesta
para estudiar para un examen importante), "no hay ninguna entidad social con un bien que
realice algún sacrificio por su propio bien. Solo hay personas individuales, personas
individuales diferentes, con sus propias vidas individuales. Usar a una de estas personas en
beneficio de otros lo utiliza y beneficia a los demás" (pp. 32-33). Los individuos que actúan
en conjunto no pueden justificar hacer algo que no podrían hacer moralmente por sí
mismos. Por lo tanto, los derechos que las personas tienen como restricciones morales
laterales contra la depredación de otros individuos resultarán ser los derechos que delimitan
el alcance adecuado del gobierno también.

Capítulo 2
El Estado Mínimo

Una teoría sólida de los derechos como la que Nozick delineó plantea un desafío
significativo para la filosofía política. Si los derechos de las personas no pueden ser
anulados, entonces la mayoría de las formas de gobierno con las que estamos familiarizados
carecen de legitimidad moral. Esto podría implicar la necesidad moral del anarquismo. Si
bien para algunas personas esto suena como una conclusión tan obviamente incorrecta que
no requiere respuesta, Nozick considera que vale la pena tomarla en serio. "El Estado"
parece violar inevitablemente los derechos: gobernantes de diversas tendencias dictan leyes
y obligan a las personas a cumplirlas bajo pena de multa, encarcelamiento o muerte.
Algunas leyes podrían coincidir con las predisposiciones de algunas personas de todos
modos, pero la coerción está presente de todos modos. Por ejemplo, tal vez yo crea que es
prudente usar el cinturón de seguridad al conducir y lo haría incluso si no hubiera leyes que
lo obligaran, pero resulta que hay leyes que lo obligan, lo que significa que se está
utilizando coerción incluso si mis elecciones no están en este caso coaccionadas. No podría
cambiar de opinión y otros que piensan de manera diferente ya están siendo coaccionados.
Además, las operaciones del Estado se financian coercitivamente a través de la tributación.
Dado que esto también es coercitivo, los anarquistas individualistas tienen un punto que no
podemos simplemente ignorar: el Estado es coercitivo por naturaleza, y esto plantea
problemas morales para cualquiera que tome en serio los derechos. Por lo tanto, Nozick
considera que es su responsabilidad explicar cómo podría ser posible algún tipo de Estado
sin violar los derechos de las personas. Uno de los razonamientos comunes dados para el
gobierno es que incluso si tenemos derechos, puede resultar difícil proteger esos derechos
contra los depredadores, y por lo tanto, es de nuestro interés contar con algún tipo de
agencia para hacer valer los reclamos de derechos, y tanto disuadir como castigar a los
infractores. (Este argumento puede resultar familiar a los lectores del filósofo del siglo
XVII John Locke, y Nozick se refiere explícitamente a este enfoque). En la mayoría de las
sociedades, esta es la justificación para los tribunales y los departamentos de policía. Sin
embargo, Nozick observa que hay muchas cosas que nos resultaría difícil hacer por
nosotros mismos y, por lo tanto, recurrimos a otros. Sería difícil para la mayoría de las
personas ser dueñas y volar aviones, por lo que en su lugar recurrimos a las aerolíneas para
que los operen y luego reservamos un pasaje. Así que la protección y el cumplimiento de
los reclamos de derechos también pueden entenderse como un servicio proporcionado por
una agencia externa. Nozick afirma que tenemos derecho a defender nuestros propios
derechos y, por lo tanto, es moralmente permisible pedir y recibir ayuda para hacerlo, lo
que significa que "los grupos de individuos pueden formar asociaciones de protección
mutua: todos responderán al llamado de cualquier miembro para la defensa o para el
cumplimiento de sus derechos" (p. 12). Pero esto es ineficiente de varias maneras: en
primer lugar, nunca está claro cuándo uno está "disponible" para prestar asistencia, y en
segundo lugar, es aún menos claro de qué lado debería estar Smith si la disputa es entre los
miembros Jones y Brown. Por lo tanto, Nozick considera que el modelo más probable que
surgirá serán las agencias de protección. De hecho, la teoría anarquista dice justamente
esto: las personas son libres de contratar con diversas agencias para la protección de sus
derechos. Si encuentran el acuerdo insatisfactorio, cambian a otra agencia, tal como podrían
cambiar de una compañía de seguros a otra.
La preocupación del anarquista es que "el Estado" representa una agencia protectora
monopolista, un monopolio mantenido coercitivamente. Esto significa que si consideras
que tus derechos están insuficientemente protegidos, o que la protección es demasiado
costosa, o que la agencia de protección misma viola tus derechos, no tienes recurso alguno.
Por lo tanto, las concepciones anarquistas típicamente postulan servicios legales no
monopolísticos (o "poliédricos") y, por lo tanto, no hay Estado. Aunque Nozick pretende
refutar esto, es importante destacar que él considera que es un problema serio para
cualquiera que tome en serio los derechos, en lugar de algo que se pueda descartar de
inmediato. Él dice: "El Estado de vigilancia nocturna de la teoría liberal clásica, limitado a
las funciones de proteger a todos sus ciudadanos contra la violencia, el robo y el fraude, y
al cumplimiento de contratos, y así sucesivamente, parece ser redistributivo" (p. 26). En
otras palabras, si tuviéramos un Estado mínimo, uno realmente limitado a proteger
derechos, aún violaría derechos al financiarse coercitivamente. Por lo tanto, las opciones
son reconocer que este es el caso y adoptar el anarquismo, o demostrar por qué no es
realmente el caso. El enfoque de Nozick es este último.

Para abordar esta preocupación y demostrar que un Estado mínimo podría ser legítimo,
Nozick nos pide que imaginemos algo intermedio, a lo que denomina un "estado
ultramínimo". El estado ultramínimo también mantiene un monopolio sobre el uso de la
fuerza, pero brinda el servicio solo a aquellos que se suscriben a él. Las personas que no se
suscriben no reciben protección. La única diferencia entre este estado ultramínimo y el
estado mínimo es que este último cubre a todos y financia el trabajo adicional mediante lo
que equivale a una redistribución: incluso aquellos que no pagan obtienen cobertura
cortesía de aquellos que sí lo hacen. Si esta redistribución es legítima, ¿por qué no hacer lo
mismo con muchos otros servicios? Parece socavarse a sí misma, dejando la inviolabilidad
de los derechos como un símbolo hueco. Entonces, Nozick argumenta que debemos
demostrar cómo podría surgir una agencia protectora monopolista única que cubra a todos
sin violar derechos.
Siguiendo la lógica anarquista, Nozick comienza con la idea de agencias protectoras
competitivas y no monopolísticas. Sin embargo, argumenta que la evolución probable de
estas empresas sería una serie de fusiones, lo que resultaría en que solo haya una, o al
menos una en cada área geográfica distinta. Si las empresas competidoras acuerdan todo el
tiempo, es probable que se fusionen en aras de la eficiencia, y si luchan mucho, una de ellas
podría emerger como dominante, o se fusionarían para evitar conflictos costosos. "De la
anarquía, impulsada por agrupaciones espontáneas, asociaciones de protección mutua,
división del trabajo, presiones del mercado, economías de escala e interés propio racional,
surge algo que se asemeja mucho a un estado mínimo o a un grupo de estados mínimos
geográficamente distintos" (pp. 16-17). Dado que la membresía en las agencias protectoras
(competitivas) sería voluntaria, las fusiones entre las compañías no constituirían
violaciones de derechos. Entonces, Nozick argumenta que podemos imaginar un proceso
mediante el cual un proveedor de servicios de protección de derechos en forma de
monopolio podría surgir de manera no coercitiva.
Esta "agencia protectora dominante" comienza a parecerse a un "estado". Sin embargo,
Nozick cree que para demostrar esto completamente, debemos examinar algunas
condiciones adicionales. "Para obtener algo reconocible como un estado, debemos mostrar
(1) cómo surge un estado ultramínimo a partir del sistema de asociaciones privadas de
protección; y (2) cómo se transforma el estado ultramínimo en el estado mínimo [de una
manera que extienda la protección a todos]... [y] que estas transiciones en (1) y (2) sean
moralmente legítimas" (p. 52).
Un obstáculo crucial que Nozick necesita superar para disipar la objeción anarquista es la
necesidad de que la agencia protectora dominante prohíba otras agencias.

¿No viola los derechos el prohibir a otros ingresar a ese mercado? El otro desafío consiste
en mostrar por qué el redistribucionismo de facto del estado mínimo en sí mismo no
violaría derechos. Su argumento aquí es que permitir que las personas que no se suscriben a
la agencia dominante busquen su propia protección impone enormes riesgos a otros en el
área, en términos de conflicto abierto o simplemente el temor a este resultado. Por lo tanto,
la prohibición de esto es moralmente necesaria, aunque, agrega, también requiere
compensación. La agencia protectora dominante prohíbe a los independientes buscar otros
medios de protección de derechos, pero los compensa por esto. Como él dice, "La
asociación protectora dominante con el elemento de monopolio está moralmente obligada a
compensar las desventajas que impone a aquellos a quienes prohíbe actividades de ayuda
propia contra sus clientes" (p. 119). (Señala que podrían no hacer esto, su afirmación es que
es posible que lo hagan y que, por lo tanto, su argumento de que el estado mínimo podría
surgir sin violar los derechos de nadie está justificado).
El principio de compensación al que apela aquí no es idéntico a la equidad; él quiere
descartar casos en los que te obligo a aceptar un beneficio que no solicitaste y luego te exijo
que lo pagues. Lo ilustra con su ejemplo del sistema de entretenimiento del vecindario (pp.
93-94). Algunas personas de tu vecindario deciden turnarse para proporcionar el
entretenimiento del día. Tú no estás involucrado en esta decisión, aunque a menudo
disfrutas del entretenimiento. Un día, te informan que debes participar por equidad. Nozick
argumenta que en realidad no estás obligado a participar. Pero el principio de
compensación funciona de manera algo diferente: "cuando a alguien se le prohíbe una
acción porque podría causar daño a otros y es especialmente peligrosa cuando la realiza,
entonces aquellos que prohíben para obtener una mayor seguridad para sí mismos deben
compensar a la persona prohibida por la desventaja que le imponen" (p. 81). Es el espectro
del conflicto abierto lo que subyace a esta categoría especial de prohibición, pero conlleva
la obligación de compensar. Concluye esta sección señalando que la teoría de
compensación a la que apela se encuentra en un "estado algo confuso", pero que es
suficiente para avanzar en su argumento. En cualquier caso, Nozick argumenta que
probablemente no habrá un gran porcentaje de personas que se nieguen, ya que el nivel de
servicio proporcionado por la compensación será menos sustancial que el nivel
proporcionado a los suscriptores: "la agencia protege a estos independientes a quienes
compensa solo contra sus propios clientes pagadores, a quienes se les prohíbe a los
independientes usar la aplicación de ayuda propia".
"Cuanto más consumidores parásitos o polizones hay, más deseable es ser un cliente
siempre protegido por la agencia. Este factor actúa para reducir el número de
aprovechadores y llevar el equilibrio hacia una participación casi universal" (p. 113). Así,
Nozick concluye que ha demostrado que la agencia protectora dominante puede surgir sin
violar derechos, y que se transforma en el estado mínimo sin violar derechos, siendo por lo
tanto moralmente legítimo de una manera que responde a los argumentos de los anarquistas
individualistas. Él se refiere a esto como una "explicación de la mano invisible", aludiendo
al filósofo del siglo XVIII Adam Smith, porque es una explicación de cómo algo podría
surgir sin que nadie tuviera ese algo como un objetivo específico. A diferencia de un rey
conquistador que busca adquirir nuevos territorios, el estado mínimo descrito por Nozick
surge sin haber sido diseñado y buscado."

Capítulo 3
Teoría de los Derechos Adquiridos

Después de haber demostrado en la Parte I de su libro que el estado mínimo puede ser
justificado, Nozick se propuso en la Parte II mostrar que el estado mínimo "es lo máximo
que puede ser justificado. Cualquier estado más extenso viola los derechos de las personas"
(p. 149). Se dirige primero a los argumentos a favor de un poder estatal más extenso
basados en un concepto de justicia distributiva. Aborda esto principalmente a través de lo
que él llama la "teoría de los derechos adquiridos", que también establece el escenario para
la aplicación de su teoría de los derechos a diversas cuestiones en la economía política. El
primer punto que Nozick plantea al respecto es que la expresión misma "justicia
distributiva" sesga la discusión, ya que presupone que hay una cantidad particular de cosas
que deben ser distribuidas y que algún distribuidor ha cometido un error que necesita ser
corregido por el Estado. Sin embargo, él afirma: "no estamos en la posición de niños a
quienes se les han dado porciones de pastel por alguien que ahora hace ajustes de última
hora para rectificar un corte descuidado. No hay una distribución centralizada, ninguna
persona o grupo tiene derecho a controlar todos los recursos, decidiendo conjuntamente
cómo se deben repartir" (p. 149). Es posible argumentar que el marxismo podría ser un
contraejemplo de esta última afirmación, pero Nozick aborda el marxismo más adelante en
el libro. Sin embargo, ciertamente en sociedades moderadamente liberales, el punto es
válido, ya que "personas diversas controlan diferentes recursos, y las nuevas posesiones
surgen de los intercambios y acciones voluntarios de las personas" (p. 150). Los precios de
mercado tanto para bienes como para el trabajo pueden surgir sin que haya un planificador
central. Por lo tanto, Nozick sostiene que, en lugar de referirse a "distribuciones", sería más
neutral referirse a las "posesiones" de las personas y luego presentar una teoría de la justicia
en las posesiones.
Nozick aborda su teoría de los derechos de propiedad en tres partes. En primer lugar,
considera la adquisición original de posesiones, en segundo lugar, se refiere a la
transferencia de posesiones de una persona a otra, y en tercer lugar, se ocupa de la
rectificación de las injusticias en las posesiones. Examinaremos cada una de estas partes,
pero en general, él sostiene que "las posesiones de una persona son justas si tiene derecho a
ellas según los principios de la justicia en la adquisición y la transferencia, o según el
principio de rectificación de injusticias (como se especifica en los dos primeros principios).
Si las posesiones de cada persona son justas, entonces el conjunto total (distribución) de las
posesiones es justo" (p. 153). Es fácil ver por qué necesitamos todas las partes: parece
obvio decir que si Smith le da algo a Jones voluntariamente, Jones tiene derecho a esa cosa,
pero puede haber más en la historia. Por ejemplo, si Smith roba el auto de Brown y luego se
lo regala a Jones, no diríamos que Jones tiene derecho al auto. Por lo tanto, Smith debe
tener derecho al auto primero antes de poder dárselo (justamente) a Jones. Pero si Smith
tiene ese derecho, entonces la posesión de Jones es justa.
La diferencia importante que Nozick quiere destacar entre su teoría de los derechos de
propiedad y las principales teorías de justicia distributiva es que las otras teorías (ver
capítulo 5) examinan un momento temporal actual o aplican un principio estructural como
el utilitarismo, por lo tanto, son atemporales, mientras que su teoría de los derechos de
propiedad es histórica. A las teorías atemporales las llama "principios de estado final". Su
punto al hacer esta distinción es que mirar el estado final de las cosas, o de hecho cualquier
momento temporal intermedio, puede no decirnos todo lo que necesitamos saber sobre la
justicia. Por ejemplo, supongamos que encuentras a dos niños mirando sus dulces de
Halloween, y ves que Jill tiene tres barras de Snickers y Jane tiene 27 piezas de dulces
duros y un Kit-Kat. Podrías pensar que esta es una distribución injusta; ¿cómo podría ser
justo que Jane tenga mucho más dulces que Jill? Esa es una posibilidad, por supuesto; Jane
podría haber robado parte del botín de Jill. Pero otra posibilidad es que Jill tenga un gusto
excepcional por los Snickers y haya intercambiado todos sus dulces duros para obtener más
de ellos. Si eso es lo que ha sucedido, Nozick diría que las posesiones son justas. Ambos
niños tenían derecho a sus posesiones antes del intercambio, y luego intercambiaron según
sus preferencias (diferentes), por lo tanto, tienen derecho a sus posesiones después del
intercambio. Nozick favorece los principios históricos porque "sostienen que las
circunstancias o acciones pasadas de las personas pueden crear derechos diferenciales o
merecimientos diferentes sobre las cosas" (p. 155). Si adoptáramos un principio atemporal
o de estado final, como "todos los niños deberían tener la misma cantidad de dulces", en
realidad estaríamos pasando por alto información sobre cómo surgió el estado final que
sería relevante para evaluar su justicia.
En particular, Nozick diferencia su teoría de los derechos de propiedad de los principios de
distribución que él llama "modelados" (p. 156). Estos son principios en forma de "distribuir
según __", ya sea necesidad, esfuerzo, contribución o cualquier otro criterio. Las
distribuciones modeladas declaran que un estado final es justo cuando ese estado final se ha
logrado siguiendo el patrón establecido. Tal vez sea más fácil entender lo que quiere decir
con un ejemplo absurdo, supongamos que los recursos se distribuyeran según la altura.
Entonces, si observáramos que, uniformemente, cuanto más alto es alguien, más rico es,
esta sería una distribución "justa" porque es lo que el patrón establece. Menos absurdo sería
el llamado a que toda la riqueza se distribuya de manera igualitaria. Esto, también, sería un
patrón: siempre y cuando todos sean igualmente ricos (o igualmente pobres), la distribución
es justa. En ambos casos, Nozick diría que no sabemos todo lo que necesitamos saber para
afirmar que las distribuciones son justas. Su punto es que las personas tienen derecho a las
posesiones que surgen de la correcta aplicación de la teoría de los derechos de propiedad.
En general, uno puede tener derecho a algo sin "merecerlo" en base a una teoría modelada.
Por ejemplo, si una persona amable que está delante de ti en la fila decide "pagar hacia
adelante" y patrocinar tu comida, tienes derecho a esa comida, aunque sería extraño sugerir
que mereces que te regalen una comida.
El aspecto clave de la teoría de los derechos de propiedad es que coloca el proceso por
encima del resultado. Esto está en línea con la defensa de Nozick de los derechos frente al
utilitarismo en etapas anteriores del libro. Los derechos que las personas tienen excluyen
ciertos procesos, como ser asesinado, robado o esclavizado, y la forma de adquirir
posesiones justas es participar en ciertos procesos: transferencias justas y rectificaciones
justas. Las posesiones justas no surgen porque se ajusten a un patrón preconcebido, sino
porque son el resultado de que las personas participen en procesos justos. No es suficiente
señalar que he adquirido cinco barras de oro: importa si me las dieron en un intercambio
legítimo o si las robé. Participar en los procesos justos que generan transferencias y, por lo
tanto, nuevas posesiones, es de hecho un ejercicio de los derechos que Nozick describió
anteriormente. Esto nos lleva de inmediato a uno de los argumentos más influyentes de
Nozick, que abordaremos en el próximo capítulo.

Capítulo 4
Cómo la libertad perturba los patrones

En su desarrollo de la teoría de los derechos de propiedad, Nozick había argumentado que


las posesiones justas no surgen porque se ajusten a un patrón preconcebido, sino porque son
el resultado de que las personas participen en procesos justos. Luego utiliza un experimento
mental ingenioso y ahora muy famoso para demostrar por qué las concepciones modeladas
y atemporales de la justicia distributiva son necesariamente incompatibles con la libertad
individual. Esta incompatibilidad revela una incoherencia interna en las teorías modeladas.
El experimento mental involucra a Wilt Chamberlain, un jugador de baloncesto profesional
cuyo nombre, en el momento de la publicación del libro, habría sido muy familiar para los
lectores. A medida que resumo el argumento (pp. 160-164), siéntete libre de sustituir
mentalmente el nombre de cualquier atleta profesional conocido en la actualidad.
Nozick invita al lector a imaginar que vivimos en una sociedad en la que se ha realizado
perfectamente una concepción modelada de la justicia distributiva. Podría ser una
distribución perfectamente igualitaria o alguna otra distribución ponderada por el principio
que prefieras, el que consideres el más justo. Llamemos a esta distribución de recursos
materiales D1. Según tú, todos en la sociedad tienen derecho a los recursos que tienen,
porque surgieron a través del patrón de justicia distributiva que consideras justo. Ahora
bien, Nozick dice: "supongamos que Wilt Chamberlain es muy demandado por los equipos
de baloncesto, siendo una gran atracción para los espectadores... Él firma el siguiente tipo
de contrato con un equipo: en cada partido en casa, veinticinco centavos del precio de cada
boleto de entrada le corresponden a él... Comienza la temporada y la gente asiste con
entusiasmo a los partidos de su equipo... Están emocionados de verlo jugar; les parece que
vale el precio total de la entrada" (p. 161).
Hago una pausa aquí para señalar que nadie compra un boleto si no cree que vale los 25
centavos adicionales; de hecho, es posible que más personas quieran asistir a los partidos en
casa de lo que la capacidad del estadio permite. "Supongamos", continúa Nozick, "que en
una temporada un millón de personas asisten a sus partidos en casa, y Wilt Chamberlain
termina con $250,000, una suma mucho mayor que el ingreso promedio y más grande que
cualquier otra persona tiene" (p. 161). Como puedes ver, ahora tenemos una distribución
diferente de recursos materiales, llámala D2. La pregunta que surge, según Nozick, es si,
dado que D1 y D2 son diferentes, ¿Wilt Chamberlain tiene derecho a sus nuevas
posesiones? ¿Es injusta la distribución D2? Si es así, ¿por qué? "No hay duda de que cada
una de las personas tenía derecho al control sobre los recursos que tenían en D1; porque esa
era la distribución (tu favorita) que (para efectos del argumento) asumimos que era
aceptable. Cada una de estas personas eligió dar veinticinco centavos de su dinero a
Chamberlain". Recuerda que el experimento parte de la realización perfecta del patrón
distributivo que el lector considera justo, por lo que las personas podrían gastarlo en lo que
deseen: sushi, cómics, un viaje de camping, pero estas un millón de personas eligieron
dárselo a Wilt Chamberlain. Entonces, Nozick concluye: "Si D1 fue una distribución justa,
y las personas se movieron voluntariamente de ella a D2... ¿no es también D2 justa?" (p.
161). Señala que las personas a las que no les importa el baloncesto aún tienen las mismas
participaciones que tenían antes; no se ven afectadas negativamente por esto. Pero por
supuesto, las que pagaron tampoco se ven afectadas negativamente, a pesar de tener 25
centavos menos, porque a cambio recibieron la experiencia de ver a su jugador favorito,
que es lo que querían hacer.
El encabezado de la sección que Nozick utiliza para esto es "Cómo la libertad perturba los
patrones". El punto que está haciendo es que si tuviéramos alguna objeción a D2,
tendríamos que prohibir a las personas que utilicen los recursos de la manera que elijan:
"ningún principio de estado final o principio distributivo de justicia basado en patrones
puede ser realizado continuamente sin interferencia continua en la vida de las personas" (p.
163). Esto no es simplemente una demostración de la incompatibilidad de los principios de
justicia distributiva basados en patrones con la libertad individual. El defensor del patrón
podría responder a eso diciendo que tanto peor para la libertad individual. Pero Nozick
significa algo más fuerte: que las distribuciones basadas en patrones son lógicamente
inconsistentes por sí mismas. Bajo D1, se afirmaba que todos tienen derecho justamente a
su parte. ¿Qué puede significar eso si no pueden disponer de sus partes como elijan? Si no
pueden disponer de sus recursos como elijan, entonces parece que en realidad no tienen
derecho a ellos.
Nozick modifica ligeramente el experimento mental al plantear que teníamos una sociedad
socialista completamente realizada en la que se satisfacen las necesidades de todos y cada
uno realiza su trabajo asignado. ¿No podría Wilt Chamberlain (u otro intérprete) trabajar
fuera del horario establecido para adquirir recursos adicionales? Nozick señala que las
personas a menudo desean cosas que van más allá de sus necesidades. Da el ejemplo de que
le gusta escribir en los libros que lee y le gustaría tener acceso a la biblioteca de Harvard,
pero obviamente no puede escribir en los libros de la biblioteca y no puede esperar que
alguna sociedad le dé todos los libros de la biblioteca de Harvard. Entonces, una de las
cosas en las que elige gastar dinero son copias personales de libros. Por lo tanto, en general,
"las personas deben prescindir de algunas cosas adicionales que desean o se les debe
permitir hacer algo adicional para obtener algunas de esas cosas. ¿Con base en qué se
podrían prohibir las desigualdades que surgirían?" (p. 162). Los diversos intereses y
talentos de las personas inevitablemente perturbarán los patrones, a menos que se les
prohíba físicamente participar en tales transacciones. Lo compara con "la forma en que el
mercado es neutral entre los deseos de las personas, ya que refleja y transmite información
ampliamente dispersa a través de los precios y coordina las actividades de las personas"
(pp. 163-4). Si las personas son libres de actuar según sus elecciones, los modelos
distributivos basados en patrones o en el estado final son insostenibles.
Capítulo 5
Concepciones Liberal y Socialista de la Justicia Distributiva

La crítica general de Nozick a las teorías basadas en patrones de justicia distributiva lo


lleva a considerar específicamente una de las teorías más conocidas e influyentes de este
tipo, A Theory of Justice de John Rawls, publicada en 1971, el argumento ahora canónico a
favor de la libertad económica mitigada y la redistribución. Nozick comienza elogiando el
libro, al que llama "una obra poderosa, profunda, sutil, amplia y sistemática en filosofía
política y moral que no ha tenido igual desde los escritos de John Stuart Mill, si es que
alguna vez los tuvo" (p. 183). También destaca su influencia, que ya era enorme en 1974
cuando se publicó Anarchy, State, and Utopia, y es aún mayor en la actualidad: "Los
filósofos políticos ahora deben trabajar dentro de la teoría de Rawls o explicar por qué no lo
hacen" (p. 183). Este encomio no parece mera cortesía formal hacia un colega, sino más
bien una admiración genuina. Sin embargo, Nozick procede a explicar por qué rechaza el
marco rawlsiano.
Rawls había argumentado que la mejor manera de descubrir los principios de justicia es
imaginar a actores racionales deliberando detrás de un "velo de ignorancia", lo que significa
que ninguno de ellos sabe cuál será su estatus social, riqueza, inteligencia, etc. Los
principios elegidos bajo esas condiciones serán justos. Las personas con experiencia en
compartir un pedazo de pastel ya entenderán lo que tiene en mente: el método del "yo corto,
tú eliges" asegura una distribución justa del pastel, porque incluso suponiendo que yo
quiero obtener la mayor cantidad de pastel posible, no sé qué pedazo me tocará. Como no
sé qué pedazo será mío, la única forma en que puedo maximizar mi asignación de pastel es
dividirlo de la manera más justa posible.
De manera similar, si no supiéramos si seríamos esclavos o amos, sería irracional
seleccionar una sociedad de esclavos. De hecho, si quisiera maximizar la cantidad de
libertad que tendría, sin saber mi estatus en la sociedad, mi mejor opción sería seleccionar
una sociedad en la que todos tuvieran derechos iguales. Y este es, de hecho, el primer
principio de justicia de Rawls.
Sin embargo, el velo de ignorancia no nos lleva a la conclusión de que toda la riqueza
material deba distribuirse de manera igualitaria. Las personas responden a incentivos, y por
lo tanto, la posibilidad de adquirir una mayor riqueza puede llevar a un aumento en la
productividad y a una mayor inversión en educación y capacitación. Algunas ocupaciones
requieren habilidades más especializadas, algunas son peligrosas, algunas son
desagradables; todas estas pueden requerir una compensación diferencial. Y, como vimos
en el capítulo anterior, un gran número de preferencias de las personas pueden converger en
una persona en particular. Por ejemplo, un novelista superventas puede recibir un dólar por
libro en concepto de regalías, pero si el libro vende un millón de copias, los ingresos del
autor superarán a los de muchos profesionales.
Sin embargo, Rawls argumenta que las desigualdades materiales en la sociedad deben
formar parte de un sistema que funcione en beneficio de todos. Desde un velo de
ignorancia, las personas racionales que deliberan sobre cómo funciona la desigualdad
seguramente seleccionarían un sistema en el que el grupo más desfavorecido esté tan bien
como sea posible. Por lo tanto, el segundo principio de justicia de Rawls establece que las
desigualdades materiales deben organizarse de manera que funcionen en beneficio del
grupo más desfavorecido y que cualquier desigualdad resultante esté ligada a oportunidades
disponibles para todos.
Por lo tanto, el modelo de Rawls produce una sociedad con igualdad de derechos civiles y
oportunidades iguales, y alguna forma de capitalismo moderado con impuestos
redistributivos y programas de servicios sociales financiados por impuestos. Una de las
razones por las que Nozick rechaza este modelo es que los dos principios de justicia
parecen ser mutuamente inconsistentes. Si todos deben disfrutar de derechos básicos
iguales, como en el primer principio, entonces no podemos utilizar los impuestos
requeridos por el segundo principio para la redistribución, ya que violaría los derechos.
Uno de los argumentos que Nozick utiliza para demostrar esto es su argumento de que "la
tributación de las ganancias del trabajo es equiparable al trabajo forzado" (p. 169). Con
esto, no está afirmando que los impuestos sean trabajo forzado, sino que son moralmente
equivalentes al trabajo forzado. Señala que "tomar las ganancias de n horas de trabajo es
como tomar n horas de la persona; es como obligar a la persona a trabajar n horas para el
propósito de otra persona" (p. 169). Parece diferente tomar el salario de cinco horas de
trabajo que hacer que alguien trabaje cinco horas adicionales, pero esto es ilusorio.
Nozick nos invita a imaginar a una persona que trabaja más horas para obtener bienes
adicionales y a otra que elige no trabajar horas extras porque prefiere tener tiempo libre, y
pregunta: "si sería ilegítimo que un sistema de impuestos incaute parte del ocio de [la
segunda] persona (trabajo forzado) con el fin de ayudar a los necesitados, ¿cómo puede ser
legítimo que un sistema de impuestos incaute parte de los bienes de [la primera] persona
para ese propósito?" (p. 170). En general, la apropiación no consensuada sugiere que las
personas no tienen sus derechos de propiedad igualmente protegidos.
Rawls podría argumentar que esta es la razón por la cual ordena sus principios de justicia
de tal manera que la igualdad de derechos civiles básicos ocupa el primer lugar y las
desigualdades en la riqueza se organizan de manera que sean de máximo beneficio para los
menos favorecidos en segundo lugar. La consecuente debilitación de los derechos de
propiedad es, por lo tanto, coherente con los derechos iguales de todos a la libertad de
expresión, libertad de conciencia, derechos de voto, etc. Sin embargo, el argumento de
Nozick implica que la distinción entre "derechos civiles" y "derechos económicos" es
arbitraria. Una ramificación del argumento de "Wilt Chamberlain" es que lo que las
personas eligen hacer con sus activos es una extensión de sus valores y elecciones
personales, por lo que la interferencia en esas transacciones no es sustancialmente diferente
de las restricciones a, por ejemplo, la libertad de expresión u otros actos expresivos.
Incautar los bienes de una persona viola sus derechos de la misma manera que censurar el
discurso o restringir el culto: interfiere con la capacidad de dar forma a la propia vida y
esforzarse por encontrarle un sentido. El enfoque del "contrato social" que favorece Rawls,
aunque no utilitario, en última instancia no preserva la autonomía de cada individuo de
manera tan robusta como el enfoque deontológico de los derechos que Nozick ha
defendido. Es por eso que el segundo principio de Rawls permite la interferencia en los
derechos de las personas.
Una de las razones que da Rawls para hacer esta distinción es que dice que las personas no
merecen sus atributos naturales (inteligencia, fuerza o, especialmente en una sociedad de
estatus social desigual para diferentes grupos, raza y género). Dado que las posesiones de
uno pueden ser una función de estos atributos naturales, en realidad no se violan los
derechos cuando la estructura social interfiere en su disfrute. Nozick contraargumenta esto
argumentando que no se trata de si uno merece sus posesiones, sino si uno tiene derecho a
ellas, y uno tiene derecho a ellas siempre y cuando hayan surgido de una manera que no
viole los derechos en sí mismas.

La distribución en el patrón marxista choca con el argumento de "Wilt Chamberlain" de


Nozick, al igual que lo hace la teoría de Rawls. Sin embargo, Nozick también investiga
otros aspectos de la teoría de Marx, principalmente la teoría de la explotación. Marx
sostiene que la sociedad capitalista se define por el conflicto de clases entre los propietarios
de los medios de producción y los trabajadores, una tensión que genera la opresión de los
trabajadores. La opresión es producto de la alienación y la explotación que resultan de las
formas capitalistas de intercambio. "La teoría marxista", dice Nozick, "explica el fenómeno
de la explotación haciendo referencia a que los trabajadores no tienen acceso a los medios
de producción. Los trabajadores tienen que vender su trabajo (fuerza laboral) a los
capitalistas, ya que deben utilizar los medios de producción para producir y no pueden
producir solos" (p. 253). Dado que esto permite que el capitalista se apropie del valor
excedente del trabajo del trabajador, se dice que el trabajador está siendo explotado. Nozick
señala que la premisa subyacente en esta explicación es la "teoría del valor trabajo", según
la cual el valor de un bien es función del trabajo invertido en su producción. Una de sus
críticas al marxismo, por lo tanto, implica cuestionar la explicación de la explotación y la
teoría subyacente del valor que la sustenta.
Dado que las críticas a la teoría del valor trabajo tenían un siglo de antigüedad cuando se
publicó "Anarchy, State, and Utopia", Nozick se limita a aludir a ellas: "Sería tedioso
enumerar los ejemplos contrarios estándar a la teoría del valor trabajo: objetos naturales
valiosos (valorados por encima del trabajo necesario para obtenerlos); bienes raros (cartas
de Napoleón) que no se pueden reproducir en cantidades ilimitadas; diferencias de valor
entre objetos idénticos en diferentes lugares; diferencias que produce el trabajo calificado;
cambios causados por fluctuaciones en la oferta y la demanda; objetos envejecidos cuya
producción requiere mucho tiempo (vinos antiguos), y así sucesivamente" (p. 258). (Para
aclarar el tercer ejemplo: una botella de agua parece tener más valor cuando uno tiene sed
en el desierto que cuando uno está comprando en el supermercado, pero el trabajo
involucrado en la producción de ambas es el mismo). Sin embargo, Nozick se detiene para
examinar la distinción que Marx hace entre el trabajo no diferenciado en horas que se
invirtieron en la producción de un objeto y las horas de trabajo "socialmente necesarias".
Uno podría pasar horas trabajando en una torta hecha de barro, pero eso no necesariamente
la haría valiosa. Nozick cita a Marx haciendo esta distinción: "Nada puede tener valor sin
ser un objeto de utilidad.
Nozick considera que esta distinción, aunque pretendía evitar ciertas objeciones, termina
socavando por completo la teoría. La idea de que el objeto debe ser valorado por algún
valorador desplaza la esencia del valor económico desde el tiempo objetivo de producción
hasta el deseo subjetivo de varias personas. La cantidad de trabajo que cuenta como
"socialmente necesario" resultará estar influenciada por las condiciones del mercado
después de todo.
Nozick señala que incluso bajo un sistema de cooperativas controladas por los trabajadores,
no se evitaría la importancia de la innovación y el espíritu empresarial. Pero nadie tendría
incentivos para correr riesgos sin ninguna recompensa. "Si las decisiones se toman por
votación de los trabajadores en la fábrica, esto llevará a una subinversión en proyectos
cuyos retornos llegarán mucho después, cuando muchos de los trabajadores que votan
actualmente no se beneficiarán lo suficiente como para compensar la retención de dinero en
la distribución actual..." (p. 251). Una vez más, Nozick señala que a menos que se prohíban
los "actos capitalistas entre adultos que consienten", las personas que tienen la libertad de
crear diferentes organizaciones económicas llevarán a que algunos asuman riesgos,
inviertan y acumulen. Argumenta que esto no viola los derechos de nadie. Más aún,
argumenta que no viola los derechos de nadie beneficiarse de las elecciones voluntarias de
otras personas. Da el ejemplo de su esposa que lo eligió a él, rechazando a otros posibles
compañeros. De alguna manera, los demás se ven privados de su compañía, pero sus
derechos no se violan por ello. De hecho, ninguno de ellos, incluido Nozick, tenía un
"derecho" de estar casado con ella, pero el pretendiente que ella eligió ciertamente tenía
derecho a estar en el matrimonio. De lo contrario, no se podría decir que ella tiene derecho
a su propio cuerpo, a sus propias elecciones. Ella no está explotando a nadie al elegir a su
compañero preferido, y Nozick no está explotando a los pretendientes rechazados al
aceptar. Concluye esta sección señalando que el marxismo parece involucrar malentendidos
fundamentales tanto sobre economía como sobre moralidad (p. 262).

Capítulo 6
Redistribución y Crecimiento del Estado

La discusión de los argumentos redistributivos deja a Nozick en la posición de haber


demostrado que si bien el Estado mínimo puede ser justificado a pesar de la objeción de los
anarquistas individualistas, no se puede justificar un Estado más extenso. Sin embargo,
anticipa objeciones de que el Estado mínimo sería "frágil e insustancial" (p. 276). Aborda
este tipo de objeción con un experimento mental sobre el crecimiento del Estado, que
revela cómo la expansión sutil del poder gubernamental inevitablemente conduce a
violaciones de derechos.
En el experimento mental, imagina a las personas en el Estado mínimo dándose cuenta de
que pueden comerciar o vender algunos de sus derechos, "recaudando dinero al vender
participaciones de sí mismos" (p. 282). En principio, esto es en realidad lo que las personas
hacen todo el tiempo en el mundo real. Al aceptar una oferta de trabajo, por ejemplo,
renuncias o comercias tu derecho a ver televisión todo el día a cambio de recibir un salario.
En el experimento mental, las personas venden o comercian todo tipo de derechos: "el
derecho a decidir de qué personas podrían comprar ciertos servicios (lo que llaman
derechos de licencia ocupacional); el derecho a decidir de qué países comprarían bienes
(derechos de control de importación); el derecho a decidir si usarían o no LSD, heroína o
tabaco... (derechos sobre drogas)", y varios ejemplos más (p. 283). Quien terminara
teniendo la mayoría de las participaciones en los derechos de las personas tendría autoridad
sobre esa persona.
Críticos imprudentes critican el argumento de Nozick en este punto, argumentando que esta
teoría de los derechos parece significar que las personas podrían venderse como esclavos.
Este no es el punto de Nozick y, por supuesto, es conceptualmente incoherente suponer que
la esclavitud es compatible con la concepción de los derechos como restricciones morales
inviolables que él ha planteado. Su punto, más bien, es una alegoría sobre cómo se expande
el poder del Estado. Dado que en la alegoría las personas han vendido voluntariamente sus
derechos, alguien debe estar comprándolos; él imagina una variedad de empresas tenedoras.
Si las personas imaginan sus derechos como participaciones, entonces resultaría que los
derechos de la persona son propiedad de muchos, al igual que las acciones en las
corporaciones del mundo real están ampliamente dispersas. Como en cualquier junta de
accionistas, se tomarían decisiones mayoritarias sobre cada persona. Dado que esto sería
excepcionalmente complicado, "se toman decisiones generales para todos" (p. 285). Pero
una vez que las decisiones son generales y mayoritarias, es difícil mantener que los
derechos ya no se violan: algunos derechos no transferidos se tratarán como si hubieran
sido transferidos. "Dado que las decisiones se aplican a todos por igual", explica Nozick,
"cada persona se considera que se beneficia de los esfuerzos de los demás para gobernar
sabiamente a todos, y cada persona es igual en este esfuerzo, teniendo una voz igual con los
demás" (p. 286). Lo que se pierde en el proceso, concluye, son los derechos de la minoría.
Nozick se refiere a este sistema alegórico como "demoktesis", que significa "propiedad del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo" (p. 290), donde las decisiones de los accionistas
mayoritarios son vinculantes para todos, ya que, después de todo, los accionistas
adquirieron las participaciones en los derechos de las personas al haberlas comprado. Es
irónico que los críticos de Nozick traten esta situación como una reductio ad absurdum de
la teoría de los derechos de Nozick, ya que la demoktesis pretende ser análoga a la
gobernanza democrática. Al contar esta historia, dice: "hemos llegado, finalmente, a lo que
se reconoce como un estado moderno. De hecho, hemos llegado a un estado democrático"
(p. 290). La alegoría de la demoktesis muestra que la idea básica de la toma de decisiones
colectivas inevitablemente viola los derechos y que no ayuda señalar que cualquier
individuo en particular "tiene voz", ya que solo la decisión mayoritaria tiene peso. Este
enfoque de gobernanza no puede evitar violar los derechos.
Por si la alegoría de la demoktesis fuera demasiado sutil, Nozick la sigue con otra alegoría
relacionada que llega al mismo punto, el quizás más conocido "Cuento del Esclavo" (pp.
291-293). Esta historia avanza en una serie de nueve pasos, en los que pide al lector que
imagine primero a un esclavo "completamente a merced de los caprichos de su brutal amo"
(p. 290).
En cada uno de los pasos siguientes, parece que las cosas mejoran, por ejemplo, los golpes
ya no son aleatorios, se permite más tiempo libre, y así sucesivamente. Una transición es de
una situación en la que los esclavos solo tienen que trabajar para el amo tres días a la
semana y pueden hacer lo que quieran los otros cuatro días, a una en la que pueden hacer lo
que quieran los siete días, pero deben devolver tres séptimos de su salario. Este paso remite
al argumento anterior de Nozick sobre la analogía entre la tributación y el trabajo forzado.
El proceso continúa hasta llegar a una situación en la que todos los demás esclavos
(excepto el lector) pueden votar sobre cuánto trabajo o dinero deben deber al amo. Más
tarde, el lector solo puede votar en caso de empate, y más tarde, vota como todos los
demás. En este caso, Nozick observa: "[si los demás están] exactamente empatados, tu voto
decide el resultado. De lo contrario, no tiene ninguna influencia en el resultado electoral"
(p. 292). Este escenario es, nuevamente, una sociedad democrática. En una sociedad
democrática, se nos permite intentar persuadir a los demás, pero si no lo logramos, estamos
obligados a obedecer el resultado de la decisión mayoritaria. En el último paso de esta
alegoría, es lo mismo, y Nozick dice: "La pregunta es: ¿qué transición del caso 1 al caso 9
hizo que ya no fuera el cuento del esclavo?" (p. 292).
El objetivo de la pregunta retórica parece ser que el esclavo en la alegoría sigue siendo muy
poco libre incluso en el último paso, aunque es cierto que tiene más libertad que en el
primer paso. Pero incluso en el último escenario, mientras más personas crean que debe
pagarle al amo tres séptimos de su salario, ella debe hacerlo, y no está claro en qué se
diferencia esto de los pasos anteriores. El hecho de que la brutalidad que acompaña a las
violaciones de derechos haya disminuido no cambia el hecho de que sus derechos están
siendo violados. El paso 9, al igual que la demoktesis, es análogo a una sociedad
democrática y resalta la forma en que las sociedades democráticas no garantizan la
protección de los derechos. El error al que parece señalar Nozick es la idea de que
participar en un proceso mayoritario implica necesariamente que los derechos están
protegidos. Pero como muestran las alegorías, eso simplemente es incorrecto. La toma de
decisiones basada en la mayoría puede violar los derechos con la misma facilidad que lo
hace un rey o un dueño de esclavos. La participación democrática puede reducir el alcance
de las violaciones, pero no las elimina y, en cierto sentido, es potencialmente peor: dado
que la justificación nominal de la violación de derechos es "la voluntad del pueblo",
adquiere un mayor barniz de autoridad moral que si fuera simplemente el capricho del rey o
el amo. Por lo tanto, Nozick reitera que ningún estado que no se base en la protección de
los derechos individuales puede ser coherente con esos derechos.
Entonces, las demandas de un estado más robusto con funciones que van más allá de la
defensa necesariamente implican considerar los derechos de algunas personas como menos
valiosos que los de otras, y, según la teoría que ha expuesto, "no hay forma legítima de
llegar a la asimetría de derechos" (p. 276).
Capítulo 7
Un marco para la utopía

Habiendo demostrado que el estado mínimo está justificado pero que solo el estado mínimo
está justificado, Nozick también quiere mostrar que el estado mínimo es moralmente
inspirador, un bien positivo. Comienza esta discusión considerando qué significa incluso
"utopía". Afirma que es "imposible realizar simultáneamente y de manera continua todos
los bienes sociales y políticos", pero que la idea aún merece ser investigada (p. 297). ¿Por
qué sería imposible? Porque todos somos diferentes. "El mundo, o todos los que puedo
imaginar, en el que preferiría vivir, no será precisamente el que tú elegirías" (p. 298). Pero
subyacente a este problema, de hecho, lo que lo convierte en un problema en primer lugar,
está la idea de que la sociedad consiste en múltiples personas que tienen que encontrar una
forma de convivir. Por lo tanto, la utopía tendría que ser el mejor mundo posible en el que
todos pudieran vivir. Los requisitos de la convivencia social deben reconciliarse con el
hecho de la pluralidad y diversidad humana.
En general, las asociaciones voluntarias existen porque las personas obtienen beneficios de
ellas, considerando todo. Por ejemplo, para ser miembro de un gimnasio, es posible que
tenga que pagar una membresía. Es posible que prefiera que las tarifas sean más bajas o
inexistentes, pero es irrealista esperar que alguien construya un gimnasio como un regalo
para usted. Pero si el beneficio de unirse es sustancial, entonces encontrará que vale la pena
pagar la membresía. Todas las asociaciones voluntarias tienen esta característica: las
personas se unen a ellas en beneficio mutuo. Las "agencias de protección" que podríamos
crear para ayudar a proteger nuestros derechos son un ejemplo de esto. Esta observación
permite a Nozick desarrollar un modelo para pensar en cómo podría ser en realidad la
utopía. Dado que las personas son tan variadas en sus gustos, valores y preferencias, lo que
surge como más ideal es "una sociedad en la que se pueda experimentar con utopías, se
puedan vivir diferentes estilos de vida y se puedan perseguir visiones alternativas del bien
de manera individual o conjunta" (p. 307). En otras palabras, una especie de metautopía en
la que muchas utopías son posibles. Nozick argumenta que los seres humanos son lo
suficientemente diferentes entre sí como para que no pueda haber una sola forma de
asociación que sea objetivamente la mejor para todos. "No hay razón para pensar que haya
una comunidad que sirva como ideal para todas las personas y muchas razones para pensar
que no la hay" (p. 310). Por lo tanto, el estado mínimo que ha defendido, que garantiza que
los derechos de todos estén protegidos pero también permite que todos participen en las
asociaciones voluntarias que elijan, no establece una utopía, sino una metautopía en la que
pueden existir diferentes tipos de comunidades.
Para demostrar la profunda diversidad y pluralismo que caracteriza a la humanidad, Nozick
presenta una lista de personas que incluye a Elizabeth Taylor, Bertrand Russell, Frank
Sinatra, Sócrates, Ted Williams, Ralph Ellison, Buda, Thomas Edison, Pablo Picasso y
otras 30 figuras históricas, y agrega "tú y tus padres", y luego pregunta: "¿Realmente hay
un tipo de vida que sea el mejor para cada una de estas personas?" (p. 310). También
sugiere que consideremos los ricos retratos de vidas humanas en la literatura. Simplemente
no existe una base sólida para elegir un arreglo social y asumir que sería ideal para todos.
Las personas tienen diferentes prioridades en cuanto al arte, el deporte, la actividad
intelectual, el placer sensual, la vida familiar, la toma de riesgos, el trabajo, la religión, y así
sucesivamente. Por ejemplo, consideremos las comunidades amish que rechazan la
electricidad. Mientras que las personas fuera de esas comunidades tienden a pensar que la
electricidad mejora sus vidas, los amish eligen voluntariamente un tipo de vida diferente.
Siempre que nadie esté cautivo en esas comunidades, no hay base para prohibirlas. En un
sentido más amplio, algunas personas prefieren la vida urbana y otras prefieren la vida
rural. Ninguna de las dos es universalmente "mejor" para todos. Nozick dice que la idea
misma de que existe "una mejor sociedad en la que todos puedan vivir parece increíble" (p.
311). Los autores utópicos, según él, tienden a estar tan seguros de su propia visión de la
sociedad que asumen que puede aplicarse universalmente. Esto pasa por alto
necesariamente el hecho de la diversidad humana.

Lo que hace que la solución de Nozick sea diferente, y presumiblemente no increíble, es


que no pretende conocer la "mejor manera" para todos. "Dada la enorme complejidad del
ser humano, sus muchos deseos, aspiraciones, impulsos, talentos, errores, amores, tonterías,
dada la densidad de sus niveles entrelazados e interrelacionados, facetas, relaciones
(compara la superficialidad de la descripción del hombre por parte de los científicos
sociales con la de los novelistas), y dada la complejidad de las instituciones y relaciones
interpersonales, y la complejidad de la coordinación de las acciones de muchas personas, es
enormemente improbable que, incluso si hubiera un patrón ideal para la sociedad, pudiera
ser [diseñado por plan]" (p. 313). Por lo tanto, el marco para una comunidad de
comunidades es el enfoque propuesto. Muchos tipos de acuerdos consensuales son posibles,
y es inútil buscar soluciones universales en un mundo caracterizado por la diversidad y el
pluralismo. Por lo tanto, el marco que protege los derechos de todos y la capacidad de todos
para unirse a diferentes asociaciones voluntarias es la forma más realista de utopía que
podemos esperar. Como sugirió Nozick en su discusión sobre la justicia, el intento de lograr
un estado de cosas predefinido es inviable, pero una vez más, nos enfocamos en el proceso
en lugar de en los resultados finales.
Incluso sin invocar el concepto de derechos, el marco para la utopía reconoce el pluralismo
de la naturaleza humana. El pluralismo podría considerarse casi como un razonamiento
separado, aunque Nozick ve la libertad y el pluralismo como roles interrelacionados. Las
protecciones del estado mínimo garantizan que los contratos en general y la membresía en
las diferentes comunidades posibles sean voluntarios. Esto significa que las comunidades
que resulten no ser beneficiosas pueden ser abandonadas, abriendo el camino para nuevos
intentos.

Nozick señala que incluso si hubiera un tipo de comunidad que fuera la mejor para todos,
"el marco establecido es el mejor medio para descubrir la naturaleza de esa comunidad", ya
que es prácticamente imposible que un diseñador pueda conocerla de antemano y que en
cambio debería ser descubierta (p. 318). Pero agrega que el argumento a favor del marco se
fortalece cuando "abandonamos la (falsa) suposición de que hay un tipo de sociedad mejor
para todos", porque entonces podemos dejar de "malinterpretar el problema" como una
búsqueda de ese ideal universal y totalizante (p. 318). El marco es "compatible con la
realización de casi todas las visiones utópicas particulares" (la calificación "casi" excluye
los ideales basados en la fuerza y la dominación), por lo que puede verse como un terreno
común para diferentes visionarios (p. 319).

Una ramificación importante de la idea del estado mínimo como marco para utopías es que
permite comunidades que superen individualmente el marco siempre que lo hagan de
manera consensuada.

Sugerencias de literatura adicional


Por Robert Nozick

Anarchy, State, and Utopia (Basic Books, 1974). <https://archive.org/stream/


0001AnarchyStateAndUtopia/0001_anarchy_state_and_utopia_djvu.txt>
Philosophical Explanations (Belknap Press, 1981) <https://archive.org/
details/isbn_9780674664791>
The Examined Life: Philosophical Meditations (Simon and Schuster, 1989)
<https://archive.org/details/examinedlife00robe>
The Nature of Rationality (Princeton University Press, 1993)
Socratic Puzzles (Harvard University Press, 1997)
Invariances: The Structure of the Objective World (Belknap Press, 2001)
Literatura secundaria

Jeffrey Paul, ed., Reading Nozick: Essays on Anarchy, State, and Utopia
(Blackwell, 1981)
Jonathan Wolff, Robert Nozick: Property, Justice, and the Minimal State
(Stanford University Press, 1991)
David Schmidtz, ed., Robert Nozick (Cambridge University Press, 2002)
Ed Feser, On Nozick (Wadsworth, 2003)
Ralf Bader and John Meadowcroft, eds., The Cambridge Companion to
Nozick’s Anarchy, State, and Utopia (Cambridge University Press, 2011)

See also
Murray Rothbard, Power and Market (Institute for Humane Studies, 1970)
John Rawls, A Theory of Justice (Belknap Press, 1971)
Jan Narveson, The Libertarian Idea (Temple University Press, 1988)
Tibor Machan, Individuals and Their Rights (Open Court, 1989)
Douglas Rasmussen and Douglas Den Uyl, Norms of Liberty: A Perfectionist
Basis for Non-Perfectionist Politics (Pennsylvania State University Press,
2005)
Ed Stringham, ed., Anarchy and the Law (Independent Institute, 2007)
Aeon J. Skoble, Deleting the State: An Argument about Government (Open
Court, 2008)
Mark Friedman, Nozick’s Libertarian Project: An Elaboration and Defense
(Continuum, 2011)

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