Quevedo - Apuntes y Libro Sueños

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EL MUNDO POR DE DENTRO

A DON PEDRO GIRÓN, DUQUE; DE OSUNA,


MARQUES DE PEÑARON CONDE DE UEBÜA

Estas' burlas, que llevan en la risa disimulado algún mie-


do provechoso, envío para que vuecencia se divierta de gran-
des ocupaciones algún rato. Pequeña es la demostración,
mas yo no puedo dar más ; y sólo me consuela ver que la
grandeza de vuecencia a mucho menos hace honra y mer-
ced. En la Aldea1, Abril 26 de 1612.
don Francisco de Quevedo y Villegas

AL LECTOR, COMO DIOS ME LO DEPARARE,


CANDIDO Y PURPUREO, PIÓ O CliüIÍI,, BENIGNO
O S I N SARNA

Es cosa averiguada (así lo siente Metrodoro Chío2 y otros


muchos) que no sabe nada, y que todos son ignorantes; y
aun esto no se sabe de cierto, que a saberse, 3ra se supiera
algo: sospéchase. Dícelo así el doctísimo Francisco Sán-
chez3, médico y filósofo, en su libro cuyo título es Niail
1 Aldea.—Es la Torre de Juan Abad, cuyo señorío adquirió
en 1621.
2 Metrodoro Chío.—Filósofo y discípulo predilecto de Epicu.ro.
Diógenes Laercio (UX, 23-24) cita veinte obras, de las que sólo nos
quedan fragmentos. Quevedo, en la Defensa de Epicuro, lo vuelve
a citar. V. Astrana Marín, Obras Completas, Prosa, pág. 909.
3 Francisco Sánchez.—Médico y filósofo portugués. Su obra De
multwm nobüis et prima mirabili scientia, quod nihil scritur fue pu-
blicada en 1581, aunque parece que estaba compuesta en 1576. V.
Menéndez Pelayo Ensayos de crítica filosófica, pág-. 204 y sig. y el
prólogo del mismo a la primera traducción castellana, publicada
en la Biblioteca Renacimiento. Madrid, s. a.
LOS SUEÑOS — 71

scitur: No se sabe nada. En el mundo, fuera de los teó-


logos, filósofos y juristas, que atienden a la verdad y al
verdadero estudio, hay algunos que no s'aben nada y estu-
dian para saber, y éstos tiene buenos deseos y vano ejer-
cicio; porque al cabo sólo les sirve de conocer cómo toda
la verdad la quedan ignorando. Otros hay que no saben
nada, y no estudian porque piensan que lo saben todo.
Son destos muchos irremediables : a éstos se les ha de en-
vidiar el ocio y la satisfacción, y llorarles el seso. Otros
hay que no s'aben nada, y dicen que no saben nada, por-
que piensan que saben algo de verdad, pues lo es que no
saben nada : y a éstos se les había de castigar la hipocresía
con creerles la confesión. Otros hay (y en éstos, que s'on los
peores, entro yo) que no saben nada, ni quieren saber nada,
ni creen que se sepa nada, y dicen de todos que no saben
nada, y todos dicen del-los lo mismo, y nadie miente. Y
como gente que en cosas' de letras y ciencia tiene que per-
der tan poco, se atreven a imprimir y sacar a luz todo cuan-
to sueñan. Estos dan que hacer a las imprentas, sustentan
a los libreros, gastan a los curiosos, y al cabo sirven a las
especierías. Yo, pues, como uno destos, y no de los peores
ignorantes, no contento con haber soñado el Juicio ni haber
endemoniado un alguacil, y últimamente escrito el Infierno,
ahora s'algo (sin ton ni son ; pero no importa, que esto no
es bailar) con el Mundo por de dentro. Si te agradare 3^ pa-
reciere bien, agradécelo a lo poco que sabes, pues de tan
mala cosa te contentas. Y si te pareciese malo, culpa mi ig-
norancia en escribirlo, y la tuya en esperar otra cosa de mí.
Dios te libre, lector, de prólogos largos y de malos epítetos.

D I S C U R S O '

Es nuestro deseo siempre peregrino en las cosas desta


vida, y así con vana solicitud anda de unas en otras, sin
saber hallar patria ni descanso. Aliméntase de la variedad,
y diviértese con ella; tiene por ejercicio el apetito, y éste
nace de la ignorancia de las cosas, pues si las' conociera
cuando cudicioso y desalentado las busca, así las aborre-
ciera como cuando arrepentido las desprecia. Y es de con-
siderar la fuerza grande que tiene, pues promete y persuade
tanta hermosura en los deleites' y gustos, lo cual dura sólo
72 — F. DE QUEVEDO

en la pretensión dellos ; porque en llegando cualquiera a


ser poseedor, es justamente descontento. El mundo, que
a nuestro deseo sabe la condición para lisonjearla, pónese
delante mudable y vario, porque la novedad y diferencia
es el afeite con que más nos atrae ; con esto acaricia nues-
tros deseos, llévalos tras sí, y ellos a nosotros. Sea por
todas las experiencias mi suceso, pues cuando más apurado
me había de tener el conocimiento destas cosas, me hallé
todo en poder de la confusión, poseído de la vanidad de
tal manera, que en la gran población del mundo, perdido
ya, corría donde tras la hermosura me llevaban los ojos,
y adonde tras la conversación los amigos, de una calle en
otra, hecho fábula de todos; y en lugar de des'ear salida al
laberinto, procuraba que se me alargase el engaño. Ya por
la calle de la ira, descompuesto, seguía las pendencias
pisando sangre y heridas ; ya por la de la gula veía res-
ponder a los brindis turbados. Al fin, de una calle en
otra andaba (siendo infinitas') de tal manera confuso, que
la admiración aun no dejaba sentido para el cansancio,
cuando llamado de voces descompuestas y tirado porfia-
damente del manteo, volví la cabeza. Era un viejo venera-
ble en sus canas, mal tratado, roto por mil partes el ves-
tido y pisado; no por eso ridículo, antes severo y digno
de respeto. «¿Quién eres (dije), que así te confiesas envi-
dioso de mis gustos? Déjame, que siempre los ancianos
aborrecéis en los mozos los placeres y deleites; no que
dejáis de vuestra voluntad, sino que por la fuerza os' quita
el tiempo. Tú. vas, yo vengo : déjame gozar y ver el mun-
do.» Desmintiendo sus sentimientos, riéndose dijo : «Ni te
estorbo ni te envidio lo que deseas; antes te tengo lástima.
¿Tu por ventura sabes' lo que vale un día? ¿Entiendes de
cuánto precio es una hora? ¿Has examinado el valor del
tiempo? Cierto que no, pues así alegre le dejas pasar hur-
tado de la hora que fugitiva y secreta te lleva preciosísimo
robo. ¿ Quién te ha dicho que lo que ya fue volverá cuando
lo hayas menester si lo llamares? Dime, ¿has visto al-
gunas pisadas de los días ? No por cierto ; que ellos sólo
vuelven la cabeza a reírse y burlarse de los que así los
dejaron pasar. Sábete que la muerte y ellos están eslabo-
nados y en una cadena; y que cuando más caminan los
días que van delante de ti, tiran hacia ti y te acercan a
la muerte, que quizá la aguardas y es ya llegada; y se-
LOS SUEÑOS — n

gún vives', antes será pasada que creída. Por necio tengo
al que toda la vida se muere de miedo que se ha de morir ;
y por malo al que vive tan sin miedo della como si no la
hubiese : que ése la viene a temer cuando la padece; y
embarazado con el temor ni halla remedio a la vida ni con-
suelo a su fin. Cuerdo es sólo el que vive cada día como
quien cada día y hora puede morir.» «Eficaces palabras
tienes, buen viejo : traído me has el alma a mí, que me la
llevaban embelesada vanos des'eos : ¿ Quién eres, de dónde
y qué haces por aquí?» «Mi hábito y traje dice que soy
hombre de bien y amigo de decir verdades en lo roto y
poco medrado; y lo peor que tu vida tiene es no haberme
visto la cara hasta ahora. Yo so}>- el Desengaño: estos
rasgones de la ropa son de los tirones' que dan de mí los
que dicen en el mundo que me quieren ; y estos cardenales
del rostro, estos golpes y coces me dan en llegando porque
vine y porque me vaya; que en el mundo todos decís que
queréis desengaño, y en teniéndole, unos' os desesperáis,
otros maldecís a quien os le dio, y los más corteses no le
creéis. Si tú quieres, hijo, ver el mundo ven conmigo; que
yo te llevaré a la calle mayor, que es adonde salen todas
las figuras, y allí verás1 juntos los que por aquí van divi-
didos, sin cansarte. Yo te enseñaré el mundo como e s ;
que tú no alcanzas a ver si no lo que parece.» «Y ¿cómo
se llama, dije yo, la calle mayor del mundo donde hemos
de ir?» «Llámase, respondió, Hipocresía; calle que em-
pieza con el mundo y se acabará con él, y no hay nadie
casi que no tenga, si no una casa, un cuarto o un aposento
en ella. Unos son vecinos y otros paseantes; que hay
muchas diferencias de hipócritas, y todos cuantos ves por
ahí lo son. ¿Y ves aquel que gana de comer como sastre,
y se viste como hidalgo ? Es hipócrita ; y el día de fiesta
con el raso y el terciopelo y el cintillo'1 y la cadena de
oro se desfigura de suerte que no le conocerán las tijeras
y agujas y jabón; y parecerá tan poco oficial, que aun
parece que dice verdad. ¿Ves aquel hidalgo con aquel que
es como caballero? Pues debiendo medirse con su hacien-
da, ir solo, —por ser hipócrita y parecer lo que no es,
se va metiendo caballero; y por sustentar un lacayo, ni

i cintillo.—Adorno de oro o plata, a veces guarnecido de pie-


dras, que se ponía en los sombreros.
7Í — F. DE QVEVEDO

sustenta lo que dice ni lo que hace, pues ni lo cumple ni


lo paga. Y la hidalguía y la ejecutoria le sirve sólo de
pontífice en dispensarle los casamientos' que hace con sus
deudas ; que está más casado con ella que con su mujer.
Aquel caballero por ser señoría no hay diligencia que no
haga, y ha procurado hacerse Venecia por ser señoría5,
sino que como se fundó en el viento para serlo, se había
de fundar en el agua. Sustenta, por parecer señor, caza
de halcones6 que lo primero que matan es a su amo de
hambre con la costa, y luego el rocín en que los llevan,
y después cuando mucho una graja o un milano, y nin-
guno es lo que parece. El señor, por tener acciones de
grande se empeña, y el grande remeda ceremonia de rey.
Pues ¿ qué diré de los' discretos ? ¿ Ves aquel aciago de cara ?
Pues siendo un mentecato, por parecer discreto y ser tenido
por tal, se alaba de que tiene poca memoria, quéjase de
melancolías, vive descontento y preciase de mal regido, y
es hipócrita que parece entendido, y es mentecato. ¿No
ves los viejos hipócritas de barbas, con las canas envaina-
das en tinta, querer en todo parecer muchachos? ¿No ves
a los niños preciarse de dar consejos y presumir de cuer-
dos ? Pues todo es hipocresía. Pues en los nombres de las
cosas ¿no hay la mayor del mundo? El zapatero de viejo
se llama entretenedor del calzado; el botero, sastre del
vino, porque le hace de vestir; el mozo de muías, gentil-
hombre de camino; el bodegón, estado7; el bodegonero,
contador; el verdugo se llama miembro de la justicia; y
el corchete, criado; el fullero, diestro; el ventero, huésped ;
la taberna, ermita. Amistad llaman el amancebamiento,
trato a la usura, burla a la estafa, gracia a la mentira, do-
naire la malicia, descuido la bellaquería, valiente al des-
vergonzado, cortesano al vagamundo, al negro moreno, se-

5 hacerse Venecia por ser señoría.—Sabido es que a la República


de Venecia se le llamaba también 'Señoría de id' Téngase en cuen-
ta, además, que 'señoría' es tratamiento dado a la nobleza superior.
6 por. parecer señor —La caza de cetrería era deporte propio
de gente noble.
7 estado.—Comp. Cervantes, La ilustre fregona : «bodegones o ca-
sas de estado», y C. Snárez de Figu-eroa, Pasagero, Al. VII, «lo que
en Sevilla llaman gula, en Madrid estado, y en todo el mundo bo-
degón».
LOS SUEÑOS ~- ?5

ñor maestro al albardero, y señor doctor al platicante. Así


que no son lo que parecen ni lo que se llaman : hipócritas
en el nombre y en el hecho. ¡ Pues unos nombres que hay
generales! A toda picara, señora hermosa; a todo hábito
largo, señor licenciado8 ; a todo gallofero9, señor s'oldado ;
a todo bien vestido, señor hidalgo ; a todo escribano, secre-
tario. De suerte que todo el hombre es mentira por cualquier
parte que le examines, si no es que, ignorante como tú,
crea las' experiencias. ¿Ves los pecados? Pues todos son hi-
pocresía, y en ella empiezan y acaban, y della nacen y se
alimentan la ira, la gula, la soberbia, la avaricia, la luju-
ria, la pereza, el homicidio y otros mil.» «¿Cómo me puedes
tú decir ni probarlo, si vemos que son diferentes, y distin-
tos?» No me espanto que eso ignores; que lo saben pocos.
Oye, y entenderás' con facilidad eso que así te parece con-
trario, que bien se conviene. Todos los pecados son malos :
eso bien lo confiesas; y también confiesas con los filósofos
y teólogos' que la voluntad apetece lo malo debajo de razón
de bien, y que para pecar no basta la representación de la
ira ni el conocimiento de la lujuria sin el consentimiento de
la voluntad; y que eso, para que sea pecado, no aguarda
la ejecución, que sólo le agrava más, aunque en esto hay
muchas diferencias. Esto así visto y entendido, claro está
que cada vez que un pecado destos' se hace, que la voluntad
lo consiente y lo quiere ; y según su natural, no pudo ape-
tecelle sino debajo de razón de algún bien. Pues ¿hay más
clara y más confirmada hipocresía que vestirse de bien en
lo aparente para matar con el engaño ? ¿ Qué esperanza es
la del hipócrita?, dice Job10. Ninguna, pues ni la tiene por
lo que es, pues es' malo ; ni por lo que parece, pues lo pa-
rece y no lo es. Todos los pecadores tienen menos atrevi-
miento que el hipócrita, pues ellos pecan contra Dios, pero
no con Dios; mas el hipócrita peca contra Dios y con Dios,
pues le toma por instrumento para pecar.»
En es'to llegamos a la calle mayor; vi todo el concurso
que el viejo me había prometido. Tomamos puesto conve-

8 hábito largo.—V. nota 30 de Zahúrdas.


9 gallofero.—IJ1 que se anda holgazán y ocioso, acudiendo a las
hcras de comer a las porterías de los conventos. Covairubias.
10 Job.—Qnae est enim spes hypocritae, 27, 8.
76 —F. DE QUEVEDO

níente para registrar lo que pasaba: fue un entierro en esta


forma. Venían envainados en unos sayos grandes de dife-
rentes colores unos picaros haciendo una taracea de mulli-
dores11. Pasó es^a recua incensando con las campanillas;
seguían los muchachos de la doctrina, meninos de la muerte
y laca3^uelos de ataúd, chirriando la calavera12 ; seguíanse
luego doce galloferos, hipócritas de la pobreza, con doce
hachas acompañando el cuerpo y abrigando a los de la
capacha13, que hombreando14 testifican el peso de la di-
funta. Detrás seguía larga procesión de amigos que acom-
pañaban en la tristeza y luto al viudo, que, anegado en
capuz de bayeta y devanado en una chía15, perdido el
rostro en la falda de un sombrero, de suerte que a.o se le
podían hallar los ojos ; corvos e impedidos los pasos con
el peso de diez arrobas de cola arrastrada, iba tardo y
perezoso. Lastimado deste espectáculo, «¡ dichosa mujer,
dije, si lo puede ser alguna en la muerte, pues hallaste
marido que pasó con la fe y el amor más> allá de la vida
y sepultura! ¡ Y dichoso viudo que ha hallado tales ami-
gos que no sólo acompañan su sentimiento, pero que pa-
rece que le vencen en él! ¿ No ves qué tristes van y sus-
pensos?» El viejo, moviendo la cabeza y sonriéndose, dijo :
«Desventurado, eso todo es por de fuera, y parece así; pero
ahora lo verás por de dentro, y verás con cuánta verdad el
ser desmiente a las apariencias'. ¿Ves aquellas luces, cam-
panillas y mullidores o todo este acompañamiento piadoso,
que es sufragio cristiano y limosnero ? Esto es saludable;
mas las bravatas que en los túmulos sobrescriben podri-

11 mullidores.—Muñidor o mullidor es el criado de las cofradías


encargado de asistir a los entierros de los cofrades.
12 chirriando la calavera.—Coinp. Cartas del Caballero de la Te-
naza : «que en los niños de la doctrina sirve de chirriar a las cala-
veras». Los niños de la doctrina, eran huérfanos pobres, a los que
se recogía para doctrinarlos o educarlos y solían acompañar los en-
tierros cantando el oficio de difuntos.
13 los ie la capacha.—Los religiosos de la orden de San Juan
de Dios, conocidos por ese nombre a causa de la capacha en que
recogían limosna para los pobres.
H hombrear.—De 'hombro'.
15 chía.—Manto que se usaba en los lutos.
LOS SUEÑOS — 77

ción de gusanos, se podría excusar; empero también los


muertos tienen su vanidad, y los difuntos y difuntas su¡
soberbia. Allí no va sino tierra de menos fruto y más'
espantosa de la que pisas, por si no merecedora de alguna
honra ni aun de ser cultivada con arado ni azadón. ¿Ves
aquellos viejos que llevan las hachas? Pues algunos no las
atizan para que atizadas alumbren más, sino porque atiza-
das a menudo derriten más y ellos hurten más cera para
vender. Estos dos s'on los que a la sepultura hacen la
salva16 en el difunto y difunta, pues antes que ella lo
coma ni lo pruebe, cada uno le lia dado un bocado, arran-
cándole un real o dos ; mas con todo esto tiene el valor
de la limosna. ¿Ves la tristeza de los amigos'? Pues todo
es de ir en el entierro; y los' convidados van dados al dia-
blo con los que los convidaron ; que quisieran más pasear-
se o asistir a sus negocios. Aquel que habla de mano con
el otro le va diciendo que convidar a entierro y a misacan-
taños, donde se ofrece, y que no se puede hacer con un ami-
go ; y que el entierro s'ólo es convite para la tierra, pues a
ella solamente llevan que coma. El viudo no va triste del
caso y viudez, sino de ver que pudiendo él haber enterrado
a su mujer en un muladar y sin costa y fiesta ninguna,
le hayan metido en semejante baraúnda y gasto de cofra-
días y cera; y entre sí dice que le debe poco; que ya que
se había de morir, pudiera haberse muerto de repente, sin
gastarle en médicos', barberos ni boticas, y no dejarle em-
peñado en jarabes y pócimas. Dos ha enterrado con ésta ;
y es tanto el gusto que recibe de enviudar, que ya va tra-
zando el casamiento con una amiga que ha tenido; y fiado
con su mala condición y endemoniada vida, piensa doblar
el capuz por poco tiempo. Quedé espantado de ver todo
esto ser así, diciendo: «¡ Qué diferentes son las' cosas del
mundo de como las vemos! Desde hoy perderán conmigo
todo el crédito mis ojos, y nada creeré menos de lo que
viere.» Pasó por nosotros el entierro como si no hubiera
de pasar por nosotros tan brevemente, y como sí aquella
difunta rio nos fuera enseñando el camino, y muda no nos
dijera a todos : «Delante voy, donde aguardo a los que

16 hacen la salva. Hacer la salva, probar los manjares y bebidas


antes de servirlos en la mesa.
73 — F. DE QUEVEDO

quedáis, acompañando a otros que yo vi pasar con ese


propio descuido.»
Apartónos desta consideración el ruido que andaba en
una casa a nuestras1 espaldas: entramos dentro a ver lo
que fuese; y al tiempo que sintieron gente comenzó un
plañido, a seis voces de mujeres que acompañaban una
viuda. Era el llanto muy autorizado, pero poco provechoso
al difunto. Sonaban palmadas de rato en rato, que parecía
palmeado de diciplinantes. Oíanse unos sollozos estirados,
embutidos de suspiros, pujados por falta de gana. La casa
estaba despojada, las paredes desnudas', la cuitada estaba
en un aposento oscuro, sin luz ninguna, lleno de bayetas17,
donde lloraban a tiento. Unas decían: «Amiga, nada se
remedia con llorar.» Otras : «Sin duda goza de Dios.» Cuál
le animaba a que se conformase con la voluntad del Señor.
Y ella luego comenzaba a soltar el trapo, y llorando a cán-
taros, decía : «¿ Para qué quiero yo vivir sin Fulano ? ¡ Des-
dichada nací, pues no me queda a quien volver los ojos!
¿Quién ha de amparar a una pobre mujer sola?» Y aqui
plañían todas con ella, y andaba una sonadera de narices
que se hundía la cuadra ; y entonces advertí que las mu-
jeres se purgan en un pésame destos, pues por los' ojos y
las narices echan cuanto mal tienen. Enternecíate y dije :
«¡ Qué lástima tan bien empleada es la que se tiene a una
viuda!, pues por sí una mujer es sola, y viuda mucho más;
y así su nombre es de mudas sin lengua, que eso significa
la voz que dice viuda en hebreo, pues ni tiene quien hable
por ella, ni atrevimiento ; y como se ve sola para hablar,
y aunque hable, como no la oyen, lo mismo es por ser
muidas, y peor.» «Esto remedian con meterse a dueñas,
pues en siéndolo, hablan de manera, que de lo que las
sobra pueden hablar todos los mudos' y sobrar palabras para
los trabajosos y pausados. Al marido muerto llaman 'el
que pudre'. Mirad cuáles son éstas; y si muerto, que ni
las asiste ni las' guarda ni las acecha, dicen que pudre,
¿qué dirían cuando vivo hacía todo esto?» «Eso, respondí,
es malicia que se verifica en algunas; mas todas son un
género femenino desamparado y tal como aquí se repre-

17 la casa estaba despojada... lleno de bayetas.—El ceremonial


del luto afectaba incluso al adorno de la casa. La bayeta es el paño
propio del luto. V. el Viaje por España de 1679 de Mme. d'Aulnoy.
ls\S*J J U DiVl/O •

J.Y0Vidíncta*j& $i°s

¿¡ufanáis v Qwjutuíorui

c& /¿ fa^raJa, Wtíííxún e&íafitn-


Jtmiia,p&lfZSUSj y^cchr*¿k

¿CaddL<Uón.

diUlritfcip4*?
Autógrafo de Quevedo
re ACierfa,in6
. w - _ F . DE QUEVEDO

senta en esta desventurada mujer, Dejadme dije al viejo,


llorar semejante desventura y juntar mis lágrimas a las
destas mujeres.» El viejo, algo enojado, dijo: «¿Ahora
lloras, después de haber hecho ostentación vana de tus es-
tudios y mostrándote docto y teólogo cuando era menester
mostrarte prudente? ¿No aguardarás a que yo te hubiera
declarado estas cosas para ver cómo merecían que se ha-
blase dellas ? Mas ¿ quién habrá que detenga la sentencia
ya imaginada en la boca? No es mucho, que no sabes otra
cosa, y que a no ofrecerse la viuda, te quedabas' con toda
tu ciencia en el estómago. No es filósofo el que sabe dónde
está el tesoro, sino el que después de poseído usa bien del.
¿ Qué importa que sepas dos chistes y dos lugares18, si no
tienes prudencia para acomodarlos ? Oye, verás esta viuda
que por de fuera tiene un cuerpo de responsos, cómo por
de dentro tiene un ánima de aleluyas, las tocas negras y
los pensamientos' verdes. ¿Ves la escuridad del aposento y
estar cubiertos los rostros con el manto ? Pues es porque
así, como no las pueden ver, con hablar un poco gangoso,
escupir y remedar sollozos, hace un llanto casero y hechizo,
teniendo los ojos hechos una yesca. ¿ Quieres las consolar?
Pues déjales solas, y bailarán en no habiendo con quien
cumplir, y luego las amigas harán su oficio. Y advertid que
el día de la viudez es el día que más comen estas viudas,
porque para animarla no entra ninguna que no le dé un
trago, y le hace comer un bocado, y ella le come diciendo :
«Todo se vuelve ponzoña» ; y medio mascándolo dice:
«¿ Qué provecho puede hacer esto a la amarga viuda que
estaba hecha a comer a medias todas las cosas y con com-
pañía, y ahora se las habrá de comer todas' enteras sin dar
parte a nadie de puro desdichada?» Mira, pues, siendo esto
así, qué a propósito vienen tus explicaciones.»
Apenas esto dijo el viejo, cuando arrebatados de unos
gritos, ahogados en vino, de gran ruido de gente, salimos
a ver qué fuese, y era un alguacil, el cual con sólo un
pedazo de vara en la mano y las narices ajadas, deshecho
el cuello, sin sombrero y en cuerpo, iba pidiendo favor al

18 lugares.—-Textos, citas.
LOS SUEÑOS -- >n

Rey, favor a la justicia, tras un ladrón que en seguimiento


de una iglesia (y no de puro buen cristiano) iba tan ligero
como pedía la necesidad y le mandaba el miedo. Atrás,
cercado de gente, quedaba el escribano lleno de lodo, con
las cajas en el brazo izquierdo, escribiendo sobre la rodilla.
Y noté que no hay cosa que crezca tanto en tan poco
tiempo como culpa en poder de escribano, pues en un ins-
tante tenía la resma al cabo. Pregunté la causa del al-
boroto: dijeron que aquel hombre que huía era amigo del
alguacil, y que fió no sé qué secreto tocante en delito;
y por no dejarlo a otro que lo hiciese, quiso él asirle. Hu-
yesele después' de haberse dado muchas puñadas; y viendo
que venía gente encomendóse a sus pies, y fuese a dar
cuenta de sus negocios a un retablo 1 9 . El escribano hacía
la causa mientras el alguacil con los corchetes (que son
podencos del verdugo que siguen ladrando) iban tras él,
y no le podían alcanzar. Y debía de ser el ladrón, muy lige-
ro, pues no le podían alcanzar soplones, que por fuerza
corrían como el viento. «¿Con qué podrá premiar una re-
pública el celo deste alguacil, pues porque yo y el otro
tengamos nuestras vidas, honras y haciendas ha aventurado
su persona ? Este merece mucho con Dios y con el mundo :
mírale cuál va roto y herido, llena de sangre la cara, por
alcanzar a aquel delincuente y quitar un tropezón a la paz
del pueblo.» «Basta, dijo el viejo, que si no te van a la
mano, dirás un día entero. Sábete que ese alguacil no sigue
a este ladrón ni procura alcanzarle por el particular y uní-
versal provecho de nadie, sino que como ve que aquí le
mira todo el mundo, córrese de que haya quien en mate-
ria de hurtar le eche el pie delante y por eso aguija por
alcanzarle. Y no es culpable el alguacil porque le prendió
siendo su amigo si era delincuente ; que no hace mal el
que come de su hacienda, antes hace bien y justamente,
y todo delincuente y malo, sea quien fuere, es hacienda del
alguacil, y le es' lícito comer della. Estos tienen sus censos
sobre azotes y galeras, y sus juros sobre la horca. Y créeme
que el año de virtudes para éstos y para el infierno es
estéril; y no sé cómo aborreciéndolos el mundo tanto, por

19 a un retablo.—Se acogió a s a g r a d o .

6. — LOS SUEÑOS
S2 — F. DE QUEVEDÓ

venganza dellos' da en ser bueno adrede por uno o por dos


años, que de hambre y de pena se morirían ; y renegad de
oficio que tiene situados sus gajes donde los tiene situados
Bercebú.s «Ya que en eso pongas también dolo, ¿cómo lo
podrás poner en el escribano que le hace la causa calificada
con testigos?» Ríete deso, dijo: ¿has visto tú alguacil sin
escribano algún día? No por cierto; que como ellos salen
a buscar de comer, porque (aunque topen un inocente) no
vaya a la cárcel sin causa, llevan escribano que se la haga :
y así, aunque ellos no den causa para que les prendan,
hácela el escribano y están presos con causa ; y en los
testigos no repares, que para cualquier cosa tendrán tantos
como tuviere gotas de tinta el tintero; que los más en los
malos oficiales los presenta la pluma y los examina la cu-
dicia. Y si dicen algunos lo que es verdad, escriben lo que
han menester y repiten lo que dijeron. Y para andar como
había de andar el mundo, mejor fuera y más importara que
el juramento que ellos toman al testigo que jure a Dios y
a la cruz decir verdad en lo que el fuere preguntado, que
el testigo se lo tomara a ellos de que la escribirán como
ellos la dijeron. Muchos hay buenos escribanos, y algua-
ciles muchos ; pero de sí el oficio es con los buenos como
la mar con los muertos, que no los consiente, y dentro de
tres días los echa a la orilla. Bien me parece a mí un
escribano a caballo y un alguacil con capa y gorra honran-
do unos azotes, como pudiera un bautismo, detrás de una
sarta de ladrones que azotan; pero siento que cuando el
pregonero dice: —A estos hombres por ladrones, —que
suene el eco en la vara del alguacil y en la pluma del
escribano.»
Más dijera si no le tuviera la grandeza con que un hom-
bre rico iba en una carroza tan hinchado, que parecía por-
fiaba a sacarla de husillo20, pretendiendo parecer tan grave,
que a las cuatro bestias aun se lo parecía, según el espacio
con que andaban. Iba muy derecho, preciándose de espeta-
do, escaso de ojos y avariento de miraduras, ahorrando cor-
tesías con todos, sumida la cara en un cuello abierto hacia
arriba, que parecía vela en papel, y tan olvidado de sus

20 husillo.—El eje de la carroza.


LOS SUEÑOS — 8g

conjeturas, que no sabía por dónde volverse a hacer una


cortesía ni levantar el brazo a quitarse el sombrero, el cual
parecía miembro según estaba fijo y firme. Cercaban el
coche cantidad de criados traídos con artificio, entretenidos
con promesas y sustentados con esperanzas. Otra parte iba
de acompañamiento de acreedores, cuyo crédito sustentaba
toda aquella máquina. Iba un bufón en el coche entrete-
niéndole. «Para ti se hizo el mundo, dije yo luego que le
vi, que tan descuidado vives y con tanto descanso y gran-
deza. ¡ Qué bien empleada hacienda! ¡ Qué lucida! ¡ Y
cómo representa bien quién es este caballero!» «Todo cuan-
to piensas (dijo el viejo} es disparate y mentira y cuanto
dices, y sólo aciertas en decir que el mundo sólo se hizo
para éste; y es verdad, porque el mundo es sólo trabajo
y vanidad, y éste es todo vanidad y locura. ¿Ves los ca-
ballos? Pues comiendo se van, a vueltas de la cebada y
paja, al que la fía a éste y por cortesía de las ejecucio-
nes21 trae ropilla. Más trabajo le cuesta la fábrica de sus
embustes para comer que si lo ganara cavando. ¿Ves aquel
bufón? Pues has de advertir que tiene por bufón al que le
sustenta y le da lo que tiene. ¿Qué más miseria quieres
destos ricos que todo el año andan comprando mentiras y
adulaciones, y gastan sus haciendas en falsos testimonios?
Va aquél tan contento porque él truhán le ha dicho que no
hay tal príncipe como él, y que todos los demás son unos
escuderos, como si ello fuera así. Y diferencian muy poco,
porque el uno es juglar del otro : desta suerte el rico se
ríe con el bufón, y el bufón sie ríe del rico, porque hace
caso de lo que lisonjea.»
Mirando28 estaba yo confusión de gente tan grande,
cuando dos figurones entre pantasmas y colosos, con caras
abominables y faciones traídas tiraron una cuerda. Delgada
me pareció y de mil diferentes colores, y dando gritos por
unas simas que abrieron por bocas, dijeron: «Ea, gente
cuerda, alto a la obra.» No lo hubieron dicho, cuando de
todo el mundo que estaba al otro lado se vinieron a la
sombra de la cuerda muchos y en entrando eran todos tan

21 ejecuciones.—Aprehensión judicial de bienes.


22 mirando estaba yo —Desde aquí en adelante falta ea las
ed. anteriores a Juguetes de Ja niñez.
8Í — F. DE QUEVEDO

diferentes que parecía trasmutación o encanto. Yo no co-


nocí a ninguno. «¡ Válgate Dios por cuerda decía yo, que
tales tropedías haces!» El viejo se limpiaba las lagañas, y
daba unas carcajadas' sin dientes con tantos dobleces de
mejillas, que se arremetían a sollozos mirando mi confu-
sión. «Aquella mujer allí fuera estaba más compuesta que
copla, más serena que la de la mar, con una honestidad en
los huesos, anublada de manto; y en entrando aquí ha
desatado las coyunturas (mira de par en par); y por los
ojos está disparando las entrañas a aquellos mancebos, y
no deja descansar la lengua en ceceos, los ojos en guiña-
duras las manos en tecleados de moño.» «¿Qué te ha dado,
mujer? ¿Eres tú la que yo vi allí?» «Sí es (decía el vejete
con una voz trompicada en toses' y con juanetes de garga-
jos), ella es ; mas por debajo de la cuerda hace estas habi-
lidades.» «Y aquel que estaba allí tan ajustado de ferre-
ruelo, tan atusado de traje, tan recoleto de rostro, tan an-
gustiado de ojos, tan mortificado de habla, que daba res-
peto y veneración, dije yo, ¿cómo no hubo pasado, cuando
se descerrajó de mohatras23 y de usuras ? Montero de ne-
cesidades que las arma trampas, y perpetuo vocinglero del
tanto más cuanto, anda acechando logros.» «Ya te he dicho
que eso es por debajo de la cuerda.» «¡Válate el diablo por
cuerda, que tales cosas urdes! Aquél que anda escribiendo
billetes, y facilitando maldades, yo lo conocí a la orilla de
la cuerda, dignidad gravísima.» «Pues por debajo de la
cuerda tiene es'as ocupaciones, respondió mi ayo.» «Aquel
que anda allí juntando bregas, aguzando pendencias, revol-
viendo caldos, aumentando cizañas, y calificando porfías, y
dando pistos a temas desmayadas24, yo lo vi fuera de la
cuerda revolviendo libros, ajusfando leyes, examinando la
justicia, ordenando peticiones, dando pareceres : ¿cómo he
de entender estas cosas ?» «Ya te lo he dicho, dijo el buen
caduco: ese propio por debajo de la cuerda hace lo que ves,
tan al contrario de lo que profesa. Mira aquél que fuera
de la cuerda viste a la brida en muía tartamuda de paso,
con ropilla y ferreruelo25 y guantes y receta, dando jara-

23 mohatra.—Venta fingida y dolosa.


24 dar pistos a- temas desmayadas.—Reanimar cuestiones olvi-
dadas.
25 ferreruelo,—Especie de capa.
LOS SUEÑOS—85

bes, cuál anda aquí a la brida en un basilisco26, con peto


y espaldar y con manoplas, repartiendo puñaladas de ta-
bardillos, y conquistando las vidas que allí parecía que
curaba, —aquí por debajo de la cuerda está estirando las
enfermedades para que den de sí y se alarguen, y allí
parecía que rehusaba las pagas' de las visitas. Mira, mira
aquel maldito, cortesano, acompañante perdurable de los
dichosos, cuál andaba allí fuera a la vista de aquel minis-^
tro mirando las zalemas de los otros para excederías, rema-
tando las reverencias en desaparecimientos ; tan bajas las
hacía por pujar a otros la ceremonia, que tocaban en debu-
ces27. ¿No le viste siempre inclinada la cabeza como si
recibiera bendiciones, y negociar de puro humilde a lo
Guadiana por debajo de tierra, y aquel amén sonoro y anti-
cipado a todos los otros bergantes a cuanto el patrón dice
y contradice? Pues mírale allí por debajo de la cuerda ro-
yéndole los zancajos', que ya se le ve el hueso, abrasándole
en chismes, maldiciéndole y engañándole, y volviendo en
gestos y en muecas las esclavitudes de la lisonja, lo caria-
contecido del semblante, y las adulaciones menudas del
coleo de la barba y de los entretenimientos' de la jeta.
¿Viste allá fuera aquel maridillo dar voces que hundía el
barrio : «cierren esa puerta, qué cosa es ventanas, no quie-
ro coche, en mi casa me como, calle y pase, que así hago
yo», y todo el séquito de la negra honra? Pues mírale por
debajo de la cuerda encarecer con sus desabrimientos' los
encierros de su mujer. Mírale amodorrido, con una pro-
mesa, y los negocios que se le ofrecen cuando le ofrecen,
cómo vuelve a su casa con un esquilón por tos tan sonora
que se oye a seis calles. ¡ Qué calidad tan inmensa y qué
honra halla en lo que come y en lo que le sobra, y qué
nota en lo que pide y le falta, qué sospechoso es de los
pobres, y qué buen concepto tiene de los dadivosos y ri-
cos, qué raíz tiene el ceño de los que no pueden más, y qué
a propósito las jornadas para los precipitados de dádiva!»
Quedé muy admirado de oír al buen viejo y de ver lo que
pasaba por debajo de la cwerda en el mundo, y entonces
dije entre mí : «Si a tan delgada sombra, fiando su cubier-

26 basilisco.—Recuérdese que el basilisco, animal fabuloso, mata


con la vista.
27 debuces.—De bruces.
Sñ — F. DE QUEVEDO

ta del bulto de una cuerda son tales los hombres, ¿qué


serán debajo de tinieblas de mayor bulto y latitud?»
Extraña cosa era de ver cómo casi todos se venían de
la otra parte del mundo a declararse de costumbres en es-
tando debajo de la cuerda, Y luego a la postre vi otra ma-
ravilla, que siendo esta cuerda de una línea invisible, casi
debajo de la cuerda en todos los sentidos y potencias, y en
todas partes y en todos oficios; y yo lo veo por mí que
ahora escribo este discurso diciendo que es para entretener,
y por debajo de la cuerda doy un jabón38 muy bueno a los
que prometí halagos muy sazonados. Con esto el viejo me
dijo: «Forzoso es que descanses'; que el choque de tantas
admiraciones y de tantos desengaños fatigan el sesoi y
temo se te desconcierte la imaginación. Reposa un poco para
que lo que resta te enseñe y no te atormente.»
Yo tal estaba, que di conmigo en el sueño y en el suelo
obediente y cansado.

28 doy un jabón muy bueno.—'Dar jabón', lo mismo que re-


prender. Correas

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