El Trabajo en Las Monterías de Chiapas y Tabasco

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EL TRABAJO EN LAS MONTERÍAS

DE CHIAPAS Y TABASCO
1870-1946
Thomas B E N J A M I N
Central Michigan University *

Era culpa de las monterías, que de-


voraban a cientos de indios para pro-
veer a los ciudadanos de los Estados
Unidos y de Europa y a sus esposas
con muebles de caoba, y a los ban-
queros e industriales con escritorios
de caoba...
No es posible tener caoba barata
y al mismo tiempo salvar las vidas
de todos esos inocentes indios que
mueren por miles en la selva para
conseguirla.
B . T R A V E N : Gobierno

Es P R O B A B L E que en ninguna de las industrias del México


independiente, ni en las minas de Pachuca, Zacatecas y Tax-
co, ni en los campos henequeneros de Yucatán, ni en los
cafetales de Valle Nacional, los trabajadores hayan sido ex-
plotados más brutalmente que en las monterías de Chiapas,
Tabasco y Guatemala. Éstos eran campos en que se explotaba
ia caoba, que llegaron a convertirse en verdaderas prisiones
y virtualmente en sepulcros desde los tiempos de Porfirio
Díaz hasta los de Lázaro Cárdenas.

* E l autor desea expresar su agradecimiento a la Henry L . and


Grace Doherty Charitable Foundation por haber financiado su investi-
gación durante el año 1980-1981 y al señor Randall Hedden por dibu-
jar el mapa.

506
EL TRABAJO EN LAS MONTERÍAS 507

Las monterías de Chiapas han llegado a ser conocidas


en todo el mundo a través del ciclo de novelas de la selva
de B. Traven: La carreta. Gobierno, Marcha a la montería,
La troza, La rebelión de los colgadas, y El general de la selva,
1
publicadas originalmente en alemán entre 1931 y 1940.
Estas novelas describen la forma en que enganchadores la-
dinos reclutaban a los indios y los sometían al peonaje por
deudas en la época de Porfirio Díaz. Narran la vida y el
trabajo de los peones caoberos en las monterías, los castigos
que se les imponían, los intentos para escapar, y el cómo
terminaron por hacer una revolución y establecer una comu-
na anarquista. Traven no deja lugar a dudas sobre su opi-
nión acerca de las condiciones de trabajo que imperaban
en las monterías. "Las masas de braceros —nos dice en Marcha
al imperio de caoba—, es cierto, eran conducidas a las mon-
terías exactamente como ganado... N i la fiebre ni cualquier
otra enfermedad servían de excusa para dejar de entregar
la cuota diaria prescrita de dos toneladas de troncos buenos
2
y aderezados, listos para ser arrastrados".
La indignación del anarquista permea las novelas de la
selva al reiterar el tema central de cada una de ellas: la
degradación total del hombre en su lucha por obtener ga-
nancias. Las novelas van de lo tierno y humorístico a lo
pedante e iracundo. Pero ¿hasta qué punto resultan útiles
en lo que se refiere a los trabajadores y a las condiciones de
3
trabajo?
La información acerca de las monterías es escasa. Su aisla-
miento geográfico, las repulsivas condiciones de trabajo y el
bajo índice de sobrevivencia de los trabajadores, han contri-
buido a que casi no exista documentación sólida acerca de
la forma en que operaban estas monterías. A l igual que en el

1
TRAVEN, 1970, 1971a, 1971b, 1974a, 1974b (traducciones al in-
g l é s ) ; 1950, 1973 (traducciones al español). Véanse las explicaciones
sobre siglas y referencias al final de este artículo.
2 TRAVEN, 1973, pp. 105, 64.
8
BAUMANN, 1976, pp. 121-127. Vid. también JOHNSON, 1970, p. 5.
508 THOMAS BENJAMÍN

caso de los campos de concentración nazis durante la segunda


guerra mundial, los dueños y los administradores de los
campos de explotación de caoba en el sur de México y el
norte de Guatemala no tenían intención alguna de revelar
lo que ocurría en la selva. Periodistas con espíritu de inves-
tigación como Ángel Pola y John Kenneth Turner lograron
visitar haciendas henequeneras y fincas cafetaleras, pero en
general durante el porfiriato las monterías fueron poco cono-
cidas e inaccesibles. Sin embargo, las monterías tuvieron una
pésima reputación entre los indios de Chiapas, y algunos
de los sobrevivientes pudieron contar más tarde su historia.
Después de la revolución mexicana unos cuantos hombres
y mujeres con espíritu aventurero lograron llegar hasta las
monterías y hablaron con algunos de los indios que habían
trabajado en ellas. Sus relatos han permitido trazar un es-
bozo del trabajo en esos lugares desde la década de 1870
hasta la de 1940. L a documentación más importante queda
todavía por ser descubierta en los archivos de las empresas
madereras en Nueva York y Londres y en los archivos mu-
nicipales de Tenosique y Palenque. Las monterías esperan
todavía a un historiador que cuente su historia.
Sin duda otras industrias fueron de mayor importancia
económica para México y el mundo, y emplearon a más
trabajadores. Sin embargo, la forma en que se usó de la
mano de obra en esta industria demuestra los extremos a
que se puede llegar en el proceso de producción capitalista
cuando está fuera de la vista del público y es tolerado por
las estructuras políticas E l presente examen de las relaciones
de trabajo en las monterías confirma tristemente los horrores
que Traven describió.

L a explotación de la caoba es tan antigua como la pre-


sencia de los europeos en América. Gonzalo Fernández de
Oviedo reconoció el valor de la caoba desde el siglo XVI
afirmando que "en todas partes del mundo sería estimada
EL TRABAJO EN LAS MONTERÍAS 509
4
esta madera". La caoba se utilizó para decorar la catedral
de Santo Domingo (construida de 1514 a 1540) y Hernán
Cortés la empleó en la construcción de embarcaciones en 1521.
La caoba para usos decorativos se exportó por primera vez
a Inglaterra en el siglo XVII y se hizo popular en Europa
para hacer muebles finos. Sin embargo, la demanda mayor
de esta madera fue para la construcción de barcos, pues es
5
fácil de trabajar, resiste los efectos del agua y flota bien.
La explotación de la caoba se inició en el Caribe. La gran
demanda inglesa de madera llevó al establecimiento de una
base naval y mercantil en Belice. Un segundo auge de la
caoba tuvo lugar durante las últimas décadas del siglo XIX
al aumentar la demanda en Europa y en los Estados Unidos.
En aquella época existían dos centros productores impor­
tantes en América: en la costa de los Mosquitos en Nicara­
gua y Flonduras y en la selva lacandona de Chiapas, Tabasco
6
y Guatemala.
La región caobana de México y Guatemala se localizaba
principalmente a lo largo del río Usumacinta y su centro
era el pueblo de Tenosique a orillas del río (vid. mapa 1).
Las monterías se localizaban también en el valle del Jataté
en Chiapas y a lo largo del río San Pedro en Guatemala.
Tenían que estar cerca del río para que los troncos pudieran
ser transportados hasta Frontera o El Carmen durante los
meses de junio a febrero en que los ríos subían de nivel.
La caoba mexicana y centroamericana (generalmente cono­
cida como caoba de Honduras) se daba en bosques húmedos
tropicales, y una de las zonas más productivas era la selva
7
lacandona.
La explotación de la caoba adquirió importancia en Ta­
basco para 1870; en Guatemala el gobierno dio las primeras

4
L A M B , 1967, p. IX.
s L A M B , 1967, p. 12.
6
M A C L E O D , 1973, p. 368; WOODWARD, 1976, pp. 64, 72, 97, 131;
LAMB, 1967, pp. 10-17; FAVRE, 1973, p. 57.
7
RECORD y M E L L , 1924, p. 27.
510 THOMAS BENJAMÍN

Mapa 1. Zona Caobana

concesiones para su explotación en El Peten en 1879-1880, y


compañías norteamericanas comenzaron a explotarla en la
8
misma época en Chiapas. Las primeras monterías modernas
fueron establecidas en México por familias de empresarios
españoles como los Romano, los Bulnes y los Valenzuela
en San Juan Bautista, Tabasco. Estas familias adquirieron
terrenos vastísimos y barcos de vapor para transportar la

8
AMRAM, J R . , 1937, pp. 29-30; El mensajero de Centroamérica,
1895, pp. 22=23.
EL TRABAJO EN LAS MONTERÍAS 511

Cuadro 1
MONTERÍAS DE CHIAPAS, TABASCO Y GUATEMALA
EN LA ÉPOCA PORFIRIANA

Montería Propietario o empresa

San Nicolás Policarpo Valenzuela


Santa Clara Policarpo Valenzuela
Las Tinieblas Policarpo Valenzuela
El Deseo Teodosio Ochoa
Tecuja Pedro Vega
Santa Elena Enrique Bulnes
El Real Enrique Bulnes
San Quintín Enrique Bulnes
Filadelfia Mr. Morris (norteamericano)
San Román Casa Romano
Tzendales Casa Romano
Santa Margarita Casa Romano
La Gloria Casa Romano
Puerto Rico Casa Romano
Agua Azul Mexican Mahogany and Rubber
Corporation, Ltd. (canadiense)
Reforma American and Guatemalan Mahogany
Company (norteamericana)
(ignoto) Mexican Hardwood Company
(norteamericana)
(ignoto) Guatemalan and Mexican Mahogany
and Export Company (inglesa)

9
madera a Europa y a los Estados Unidos. No mucho des-
pués que estos pioneros comenzaron sus operaciones, otros,
corno los Díaz Dufóo, Pedro Vega, Manuel Otero, Cipriano
Carrascosa, Teodosio Ochoa y compañías británicas, cana-
dienses y norteamericanas, comenzaron su explotación en la
1 0
región (vid. cuadro 1) . La Mexican Mahogany and Rubber
Corporation, Ltd., por ejemplo, que era dueña de la mon-
tería de Agua Azul, poseía 1 100 kilómetros cuadrados de

• Chiapas, 1895, pp. 17-18.


10
PALACIOS, 1928, pp. 145-154; LAMB, 1967, p. 18.
512 THOMAS BENJAMÍN

11
bosques en Chiapas. La Casa Romano tenía 27 888 hec-
12
táreas en el mismo estado. Según un observador del por-
firiato, en Tabasco existía "una dinastía funesta que sólo
tiene comparación en la república con la dinastía Creel-
Terrazas de Chihuahua... Don Policarpo Valenzuela es
13
dueño de la tercera parte de las tierras del estado". Sólo
las plantaciones extranjeras de caucho (que cobraron impor-
tancia a partir de 1900) podían compararse en tamaño con
las monterías, que constituían los grandes latifundios del
sur de México. Las monterías no eran solamente grandes
sino también altamente lucrativas. El gobernador de Chia-
pas informó en 1898 al presidente Porfirio Díaz que la Casa
Romano tenía ganancias de doscientos a doscientos cincuenta
mil pesos anuales y sólo pagaba quince mil pesos de im-
14
puestos al estado. La Casa Bulnes estimaba que de 1880
a 1926 se habían extraído de la región un millón de tone-
ladas de maderas preciosas con un valor comercial de cin-
15
cuenta a setenta millones de pesos.

II

Las monterías de las selvas del sur de México y de Gua-


temala requerían de concesiones gubernamentales, extensos
terrenos, considerables capitales para inversión y el apoyo de
haciendas para el aprovisionamiento de los campos, pero el
trabajo indígena era la clave de estas empresas. El principal
centro de contratación de trabajadores indígenas durante y
después del porfiriato fue Ocosingo, en Chiapas. Los en-
ganchadores, casi siempre españoles (que representaban a
Lina montería o que operaban por su cuenta), avanzaban

1 1
Mexican year book, 1912, p. 133.
Porfirio Díaz a Francisco León (2 jul. 1898), en
12 XJA/CPD,
xxxvI, 152/9562.
13 TARACENA, 1974, p. 113.
14 León a Díaz (21 jul. 1898), en UA/CPD, xxxvI, 152/10750.
15 D E L A PEÑA, 1951, II. p. 677.
EL TRABAJO EN LAS MONTERÍAS 513

sumas de dinero o alcohol a los indios durante sus fiestas


para que quedaran en deuda con ellos y de esa manera fir-
16
maran contratos por uno o dos años. Los enganchadores
también "compraban'- trabajadores pagando las multas de
17
indios que estaban en la cárcel. El presidente Díaz, por su
parte, dio orden de enviar a los indios rebeldes mayas de
18
Yucatán y yaquis de Sonora a las monterías. Un adminis-
trador que trabajó en la montería de San Román antes de la
revolución explicaba que "en aquellos tiempos no había
gente que quisiera trabajar en las monterías, por eso don
Porfirio Díaz abrió las cárceles y mandó los presos a las
19
monterías".
Una vez que los indios eran contratados y comenzaban
a trabajar en las monterías quedaban atados a ellas por las
deudas. Un agente consular norteamericano informaba en 1886
desde Catazajá (Chiapas) y Jonuta (Tabasco) que los tra-
bajadores del campo estaban "sujetos en una especie de
•servidumbre derivada de una deuda de $300, $400, $500
o más, contraída por el siervo y [permitida] por la ley que
rige estos contratos, permitiendo el confinamiento forzado
20
del siervo". Los bajos salarios y los altos precios en las
tiendas de raya reforzaban la dificultad de saldar las deudas
21
y salir de las monterías.
La división del trabajo en las monterías, al igual que en
las haciendas en general, era análoga a la estructura de una
pirámide. En la base estaban los jornaleros: los hacheros
que cortaban la madera y los boyeros que conducían los
bueyes que arrastraban los troncos al río. Más arriba de la

1 6
Albert Brickwood: "Política! situation in the state of Chiapas"
(19 mar. 1 9 1 1 ) , en NA/RG 84; F A V R E , 1973, p. 65.
1 7
RAMÍREZ GARRIDO, 1915, p. 36.
1 8
Tabasqueños a Díaz (1899), en UA/CPD, XXIV, 158/3118; D E
L A PEÑA, 1951, n, p. 676.
1 9
BLOM y D U B Y , 1955, I, p. 266.
2 0
K A T Z , 1980, p. 48.
2 1
Vecinos de Chilón a Díaz (26 abr. 1911), en UA/CPD, LXX,
3 7 1 / 9 9 4 5 ; TAMBORREL, 1901, p. 27.
514 THOMAS BENJAMÍN

pirámide estaban los artesanos, mecánicos, tenderos, guardas


y enganchadores que eran mucho menos numerosos y esta-
ban mejor remunerados. En la cúpide estaban los adminis-
22
tradores y los dueños. En este artículo se examinarán las
condiciones de la mayoría de los trabajadores, es decir, de
los hacheros y boyeros que trabajaban y morían endeudados.
La vida y el trabajo de un peón caobero en la época del
porfiriato puede describirse mejor si se deja a los sobre-
vivientes hablar por sí mismos. Gertrude Duby habló con
un viejo hachero en Ocosingo en 1945, quien le dijo:

Sí señorita, yo conocí las monterías de San Román antes de


la revolución. Aquello era un infierno difícil de describir. Cuando
un hombre no cumplía su tarea le azotaban con fuete hasta que
la piel se abría y se formaban gruesos verdugones. Cuando perdía
el conocimiento le echaban agua para que lo recobrara y pudiera
continuar. Así le azotaban durante días hasta que moría. No, no
miento. De nada le servía a un hombre que no pudiera cumplir
la tarea por enfermedad o porque era exagerada.
Muchos trataron de huir, pero casi nadie lo lograba. Des-
conociendo los caminos, sin armas ni víveres, no llegaban muy
lejos. Aquéllos que lograban remontarse iban en busca de una
muerte segura, que al fin era más piadosa que la que les es-
23
peraba si los pescaban.

Otro hachero, Joaquín Chacón, de Tabasco, trabajó para


la Casa Romano y contó su historia en 1915:

Fui contratado, como todos los peones de allá, por un año.


Cumplido mi plazo, y también como a todos, no se me dejó aban-
donar la finca, sino que fui reenganchado. M i contrato decía
que iba ganando un sueldo de $ 5.50 por tonelada de madera
labrada en el astillero.
Allá no valen los derechos de nadie. Allí no somos mexicanos,
ni existen leyes que nos amparen. Si alguno de los enganchados
protesta de los pésimos tratamientos que recibe, se le manda

22 D E LA PEÑA, 1951, II, pp. 675-677.


23 BLOM y DUBY, 1955, I, p. 281.
EL TRABAJO EN LAS MONTERÍAS 515

amarrar y se le aplica una paliza. Se nos obliga a ser algo más


24
vil que esclavos.

En las monterías del porfiriato el trabajo comenzaba tem-


prano por la mañana y terminaba muy avanzada la noche,
los castigos eran brutales, el índice de mortalidad por en-
fermedades, agotamiento y maltrato era muy alto, y los
25
intentos de escaparse rara vez tenían éxito. Henry Baerlein,
un periodista norteamericano, reprodujo la historia de un
intento de escapatoria que se había publicado en El País
el 18 de abril de 1911. Según este reportaje, un hachero es-
capó con su esposa e hijo de una montería en Chilón (Chia-
pas) , pero fueron alcanzados por un guardia que los mató
26
a tiros. Traven describe un horrible castigo en La rebelión
de los colgados: los hombres eran amarrados de pies y ma-
nos y colgados de un árbol durante la noche para que los
insectos y otros animales los atacaran. En una de sus expe-
diciones a Chiapas durante la década de 1920 Frans Blom
encontró en la montería de Agua Azul un par de cadenas
diseñadas especialmente para este castigo. "Ciertamente —de-
cía un antiguo administrador de montería que habló con
Duby en los años cuarenta— había disciplina y se exigía a la
27
gente que trabajara".
Las revueltas no fueron ajenas a las monterías del por-
firiato, y tenemos evidencia de por lo menos una. En 1904
los peones caoberos de la montería de Las Tinieblas orga-
nizaron una revuelta y casi lograron tomarla bajo su control.
Este hecho inspiró a Traven La rebelión de los colgados,
pero el novelista lo situó en la época de la revolución mexi-
cana y por motivos dramáticos le dio un final feliz. En la
rebelión de 1904 el gobernador de Chiapas. Rafael Pimentel,
mandó a los rurales del estado a acabar con el movimiento
y a restaurar el orden antes de que la rebelión se difun-

24 RAMÍREZ GARRIDO, 1915, pp. 35-36.


25 D E L A PEÑA, 1955, II, p. 677; F A V R E , 1973, p. 67.
26 B A E R L E I N , 1913, p. 203.
2 7
B L O M y D U B Y , 1955, I, p. 266.
516 THOMAS BENJAMÍN

28
diera a otras monterías. Sin embargo, el gobierno estatal
hizo que el administrador fuera juzgado en el tribunal de
distrito por una serie de asesinatos de trabajadores que se
habían cometido clandestinamente y por sus "continuos ata-
, 29
ques a los derechos de los individuos \ Desgraciadamente
no se conoce cuál fue el desenlace de este caso.
Las condiciones no eran igualmente monstruosas en todas
las monterías. Traven hace notar, por ejemplo, en Marcha
al imperio de caoba, que Agua Azul, "cuyos dueños eran
canadienses y escoceses, gozaba entre los trabajadores de la
reputación de ser la única montería donde al bracero se
le trataba casi como a un ser humano hasta donde tal cosa
30
era posible en una montería'\ Esto, que Traven oyó en
Chiapas a principios de los veintes, debe de haber sido una
excepción. La vida en las monterías del porfiriato, decía
Ramírez Garrido en 1915, era "verdaderamente repugnante
31
y dolorosa".

III

La revolución mexicana no tuvo efectos discernióles en


la zona caobera sino hasta 1913 y 1914. Según la versión
de Traven en La rebelión de los colgados y El general de la
selva, una revolución sin organización ni disciplina estalla
dentro de una montería. Se forma un ejército rebelde que
libera a otras monterías, derrota a los rurales y finalmente
descubre que una revolución nacional (la de Francisco I .
Madero de 1910-11) ha tenido lugar dieciséis meses atrás.
El ciclo de la selva termina cuando los rebeldes establecen
una comuna anarquista llamada Solipaz, mientras la con-
fusión reina en la ciudad de México. En realidad las mon-
terías no llegaron espontáneamente a la revolución, sino que

28 D E LA PEÑA, 1951, II, p. 677.


2 9
Informe Chiapas, 1904.
30
T R A V E N , 1973, p. 62.
3 1
RAMÍREZ GARRIDO, 1915, p. 34.
EL TRABAJO EN LAS MONTERÍAS 517

fueron liberadas por un ejército revolucionario procedente


de Tabasco.
Algunos ciudadanos con conciencia política en Chiapas
y Tabasco no ignoraban los excesivos abusos a que estaban
sometidos los trabajadores antes de la revolución ni carecían
de interés en ellos. Había, sin embargo, diferencias en las
quejas de los residentes de los dos estados. En 1903. por
ejemplo, el gobernador de Chiapas O. Ramos ordenó a los
jefes políticos que no forzaran a los indios a trabajar para
32
ellos por salarios bajos y en contra de su voluntad. El Tiem-
po de San Cristóbal de Las Casas definía en 1907 al engan-
che como "un comercio de carne humana", refiriéndose a los
trabajadores que se reclutaban para recoger las cosechas de
33
café en Soconusco. Pero aunque para esta época casi todas
las monterías estaban en Chiapas, los abusos que se come-
tían en ellas no se discutían públicamente en este estado.
Los tabasqueños, en cambio, quizás debido a la proximidad
de la región caobana, a que los dueños vivían en San Juan
Bautista y a que la caoba se embarcaba en Frontera, tenían
más conciencia de las condiciones de trabajo en las mon-
terías, como parecen demostrarlo artículos publicados en el
34
Diario del Hogar y La Revista de Mérida. Por eso no debe
sorprender que hubiera sido un revolucionario tabasqueño
el que liberara muchas de las monterías en 1913 y 1914.
La revolución maderista pasó desapercibida en la zona
caobana, pero un mes después del asesinato de Madero, en
febrero de 1913, grupos revolucionarios armados aparecieron
35
en Tabasco. Los grupos rebeldes encabezados por Carlos
Greene, Pedro C. Colorado, Juan Hernández y Luis Felipe
Domínguez operaban en forma independiente al principio.
Domínguez era nativo de Tenosique y se dio cuenta de que

3 2
Secretaría de Gobernación del Estado de Chiapas, Circular nú-
mero 16, ( 1 5oct. 1 9 0 3 ) , en UA/CPD, xxvm, 2 0 5 / 1 5 7 3 6 .
3 3
El Tiempo ( 1 5 jun. 1907).
8 4
Vid. RAMÍREZ GARRIDO, 1915, pp. 3 2 - 3 3 , 36.
3 5
"Conditions in Tabasco, 1913", en NA/RG 76, exp. 176.
518 THOMAS BENJAMÍN

podía levantar un ejército revolucionario liberando a los


36
peones caoberos. E n marzo de 1913 Domínguez formó la
"Brigada Usumacinta" y marchó rumbo a las monterías.
Duby habló con un hachero que recordaba estos hechos:

Yo salí de ese infierno porque me liberó la revolución. El ge-


neral Luis Felipe Domínguez entró en 1913 y con él salimos
todos. Los revolucionarios se llevaron a los verdugos amarrados
37
y Tacho Gil murió en el barco.

Un año después el administrador de San Román, Fer-


nando Mijares, escribió a uno de sus amigos en Chiapas que
pronto tendría que dejar su montería. Según dijo el lo. de
abril de 1914, Santa Margarita estaba en poder de los cons-
titucionalistas al mando del general Luis Felipe Domínguez.
''Otras negociaciones como las de los señores Valenzuela, de-
nominadas Santa Clara, fueron reducidas a cenizas por los
38
mismos; su gente, mercancías y ganado".
E l general Domínguez no sólo liberó por la fuerza a mu-
chos peones caoberos sino que expidió uno de los primeros
decretos de reforma laboral del movimiento constituciona-
lista. Domínguez declaró en Ceibo, Tabasco, el 15 de mayo
de 1913, que "uno de los más grandes principios que en-
traña la actual revolución es la más completa y amplia liber-
tad de trabajo, que tan brutalmente ha sido violada por los
39
grandes capitalistas y concesionarios del estado". Domín-
guez decretó la libertad absoluta de trabajo, la cancelación
de todas las deudas de los trabajadores y el castigo severo de
los finqueros y administradores que maltrataban cruelmente
40
a los trabajadores. E l general pasó a ser gobernador militar

se TARACENA, 1974, pp= 239-256: GONZÁLEZ CALZADA, 1972, pp. 14,


150-151.
37 BLOM y DUBY, 1955, I, p. 282.
38
F. Mijares a Lindoro Castellanos en Ocosingo (San Román,
7 abr. 1914), en AUCH¡Gobernación, 1914/vn, exp. "Revolución en
el estado".
39 Vid. BLOM y DUBY, 1955, I, p. 282.
4 0
BLOM y DUBY. 1955, I, pp. 282.
EL TRABAJO EN LAS MONTERÍAS 519

de Tabasco para el otoño de 1914 y expidió una "Ley de


obreros" más completa el 18 de septiembre de 1914. Once
días antes el general Jesús Agustín Castro había promulgado
otra similar en Chiapas, y seis meses antes el general Salva-
41
dor Alvarado otra más en Yucatán.
Mientras las reformas laborales se codificaban, las mon-
terías volvieron a operar en la forma acostumbrada. Aunque
la campaña de Domínguez destruyó algunas monterías en
Tabasco y Chiapas no hizo un esfuerzo sistemático por des-
mantelar la industria de la caoba o por organizar a los tra-
bajadores en sindicatos para que pudieran defenderse. De
hecho durante los ataques a las monterías varios dueños
simplemente habían transferido sus operaciones y trabaja-
42
dores a otros de sus campos en Guatemala. L a guerra en
Europa estimuló la demanda de caoba para la construcción
de barcos de guerra y la industria se recuperó pronto. E n 1915
por ejemplo, Vega y Compañía, de San Juan Bautista, esta-
bleció una nueva montería en Chiapas. Este auge, terminó
al acabar la guerra, y para 1923 la industria se vio estan-
43
cada.

IV

L a industria de la caoba comenzó a recuperarse en 1915


y las exportaciones por Frontera volvieron a alcanzar nive-
les normales. Para entonces la caoba de Tabasco se estaba
acabando y casi toda la madera se extraía de Chiapas y
44
Guatemala. Sin lugar a dudas el productor más grande
en 1925 era la Casa Romano. Entre los productores que ha-
b í a n sobrevivido estaban Manuel Otero, Vega y Compañía
y la Agua Azul Mahogany Company (ahora de propiedad

4 1
GONZÁLEZ CALZADA, 1972, p. 149.
4 2
Diario de Centro América (9 abr. 1917); "Un remedo", 1926;
AMRAM, JR., 1937, pp. 29-30.
4 3
AMRAM, JR., 1937, pp. 29-30.
4 4
RECORD y M E L L , 1924, p. 27.
520 THOMAS BENJAMÍN

británica). Valenzuela y Bulnes habían dejado este negocio.


Agua Azul introdujo los primeros tractores en la industria
45
de la región en 1926.
Según varios informes las condiciones laborales en las
monterías no mejoraron durante las décadas de 1920 y 1930.
Los dueños aún empleaban enganchadores para contratar a
los indios en Ocosingo y seguían avanzándoles dinero y al-
46
cohol para lograr sus propósitos. Rodulfo Brito Foucher
viajó a Guatemala en 1924 y se sorprendió al encontrar a
"centenares de mexicanos sometidos a las más duras condi-
ciones de trabajo":

Fueron enganchados en diversas partes del territorio nacional


desde hace muchos años. Se hallan sepultados en vida, en media
de inmensas selvas, aislados, ignorados de la civilización y mu-
chos de ellos considerados como muertos por sus propios fami-
liares, abrumados por enormes deudas.
El trabajador que va allí no sale jamás. Si debe a la em-
presa, no se le deja ir hasta que pague, y si en su cuenta hay
un balance favorable simplemente se le retiene por la fuerza.
Si se fuga, se le persigue, se le aprehende y se le cargan crecidos
47
gastos de persecución.

Estimulados por la denuncia de Brito Foucher, Pedro


Díaz Leal y Rafael M . Saavedra escribieron en El Universal
en 1926 que los mexicanos no sólo eran esclavizados en las
monterías de Guatemala sino también en las de México.
Después de visitar las monterías de Tabasco y Chiapas, Díaz
Leal y Saavedra informaron que la Casa Romano operaba
tiendas de raya y tenía su propio cuerpo de policía con el
único propósito de perseguir a los trabajadores que escaparan.

Para los jornaleros no hay domingos ni días festivos. Trabajan


desde antes que sale el sol hasta que este astro se oculta. Los

4 5
"Annual report on commerce and industries" (9 mar. 1926), en
NA/RG 76, caja 195, exp. 705.
4 6
PALACIOS, 1928, p. 159.
4 7
"Un remedo", 1926.
EL TRABAJO EN LAS MONTERÍAS 521

hombres que se dedican a cortadores no llegan a vivir siete años:


perecen irremisiblemente. Y los que son dedicados a "bogas"
o a conductores de madera apenas y su vida varía entre cuatro o
cinco años, pues pasado este tiempo mueren tuberculosos o pa-
lúdicos. El tratamiento personal que reciben estos trabajadores
48
es a base de latigazos.

¿Corno era posible que condiciones tan bárbaras persis-


tieran en México? Díaz Leal y Saavedra veían lógico "que
en lo intrincado de la selva aumente más la impunidad de
49
los explotadores".
Otros informes de principios de los treintas afirman que
las prácticas laborales del porfiriato persistían. El antropó-
logo Carlos Basauri decía que "los enganchadores ocurren
a las poblaciones pequeñas cuando se verifica en ellas alguna
fiesta, se instalan en alguna cantina o se proveen de fuertes
cantidades de bebidas embriagantes y procuran emborrachar
50
a todos aquellos individuos que creen fácil seducir". Un in-
vestigador anónimo descubrió en Chiapas en 1931 a un
hachero que tenía una deuda de tres mil pesos, y se encontró
con un grupo de braceros conducidos por un enganchador
rumbo a una montería. Tres de ellos no eran mayores de
51
catorce años y el más joven tenía diez.
Todavía en 1936 algunos peones caoberos escribieron al
presidente Lázaro Cárdenas quejándose de las condiciones
que prevalecían en las monterías:

Hemos sido enganchados trabajar Agua Azul Mahogany Co.,


Chiapas, donde recibimos trato inhumano de Antonio Vela y
guardias blancas, que nos obligaban a trabajar doce horas sin
alimentos y nos hacían pagar precios exorbitantes por medicinas.
Vela fabrica y vende aguardiente y tiene secuestrada a Isabel
Cruz. Hombres dependientes del mismo nos impidieron salir.

4 8
"También en México", 1926.
4 9
"También en México", 1926.
5 0
BASAURI, 1931, pp. 134-135.
5 1
"México desconocido", 1931, pp. 325-327.
522 THOMAS BENJAMÍN

Representante ésta Agua Azul, Francisco Villanueva, niégase cu-


52
brirnos salarios varios meses diciendo carece orden hacerlo.

E l verdadero cambio en las condiciones laborales y en


la utilización de la fuerza de trabajo en las monterías de
México no se logró sino hasta fines de la década de 1930
y principios de la de 1940, como resultado de la sindicali-
zación de los trabajadores indígenas dirigida por el gobierno
y la mecanización de las monterías por los dueños. A fines
de 1936 el gobierno de Cárdenas, a través del Departamen-
to de Asuntos Indígenas, formó el Sindicato de Trabajadores
Indígenas para organizar a más de veinticinco mil trabaja-
dores migratorios de Chiapas. E l sindicato fue establecido
primeramente para los trabajadores que cosechaban café en
Soconusco, pero también para organizar y proteger a los peo-
53
nes caoberos. Ligas de resistencia en Tabasco y Campeche
organizaron de una manera semejante a los trabajadores ba-
naneros y chicleros, aunque sólo incidentalmente a los cao-
beros. Estos sindicatos del gobierno negociaron contratos co-
lectivos con los dueños de las monterías obteniendo el salario
mínimo, y los sindicatos comenzaron a regular las condicio-
nes de trabajo en la selva y a reportar los abusos. Así terminó
54
finalmente el aislamiento de las monterías.
L a mecanización en esta industria fue una respuesta a
la interferencia del estado en las relaciones laborales, a la
creciente demanda de caoba durante la segunda guerra mun-
dial y a la desaparición de árboles de caoba accesibles. L a
recuperación de la industria en los veintes fue interrumpida

5 2
José León Martínez y demás a Lázaro Cárdenas (Tenosique,
8 sep. 1936), en AGNM/LC7, 432.1 146. Vid. también "Labor condi-
tions in Chiapas" (3 mar. 1936), en N A / R G 165.
5 3
Mexican Labor News (20 sep. 1936); Chiapas Nuevo (Tuxtla
Gutiérrez, 26 ago. 1937); "Social advancement in Chiapas" (4 dic.
1936), en N A / R G 165. Vid. también POZAS, 1952, pp. 43-44.
5 4
"Inspection trip into the states of Yucatán, Campeche, and
Tabasco" (3 jun. 1936), en N A / R G 165, 2064-533.
EL TRABAJO EN LAS MONTERÍAS 523
55
por la depresión de principios de la década siguiente. Un
agregado militar norteamericano explicaba en 1936 que en
Chiapas "abunda valiosa madera, pero que sin embargo
56
ahora no ofrece beneficio financiero alguno". Cuando la
segunda guerra mundial hizo que aumentara la demanda de
madera para la construcción de barcos de guerra las mon-
terías reemplazaron a los trabajadores por máquinas, aumen-
57
tando así su eficiencia y sus ganancias. Para cuando Ger-
trucle Duby llegó a la zona caobana en 1945, la montería
El Horizonte era una de las pocas que aún empleaban un
gran número de trabajadores indígenas. La mayoría utili-
zaban tractores y sierras de cadena para el trabajo pesado,
58
y empleaban sólo a unos cuantos trabajadores calificados.
Duby informó que en 1946 todos los caoberos estaban
sindicalizados y tenían contratos colectivos. Los hacheros ga-
naban de $2.50 a $3.00 diarios, incluyendo alimentos y medi-
cinas. El trabajo comenzaba muy temprano por la mañana
pero terminaba a mediodía para evitar las horas más caluro-
sas. Los que deseaban trabajar por la tarde debían recibir
doble paga. Las casas de los trabajadores seguían en malas
condiciones: chozas sucias y hacinadas. Sin embargo, los tra-
bajadores trabajaban voluntariamente, o forzados por la ne-
cesidad económica pero no por enganchadores sin escrúpulos,
y podían regresar a sus hogares cuando lo deseaban. "¡Qué
diferencia entre los tiempos descritos por Traven y aquél
entonces! —decía Duby en 1945-1946—. Estamos lejos de los
tiempos de la ignominiosa esclavitud, es cierto, pero ahora
tampoco salen ricos de la selva estos hombres, y siguen de-
59
jando en ella gran parte de su vida".
La industria de la caoba ha decaído mucho desde los
años cincuenta debido a que ya se han talado los troncos

5 5
L A M B , 1967, p. 19.
5 6
"Tour of the states of Oaxaca, Chiapas, and Guerrero" (26 mayo
1936), en NA/RG 165, 2064-562.
5 7
RECORD y H E S S , 1943, p. 372.
BLOM y DUBY, 1955, I, pp. 263, 268.
59
BLOM y DUBY, 1955, I, pp. 263, 268.
524 THOMAS BENJAMÍN

más accesibles y debido también a la roza de bosques poten-


cialmente productivos a medida que la selva se ha ido po-
blando por inmigrantes. En Tabasco, por ejemplo, antiguas
zonas madereras han pasado a ser pastizales para una impor-
60
tante frontera ganadera. En Chiapas y El Peten el costo de
talar los cada vez más escasos e inaccesibles árboles de caoba
es excesivamente alto. La presión de la población de los

Cuadro 2

IMPORTACIONES D E CAOBA D E M É X I C O Y G U A T E M A L A E N L O S ESTADOS


A
UNIDOS — 1908-1960 (UNIDADES DE M I L PIES D E T A B L A )

Año México Guatemala

1908 12 611 355


B
1918-1929 5 752 812
1938 354 39
1948 13 9 2 8 2 661
1950 19 152 574
1953 12 745 2 824
1955 6 024 2 861
. 1960 4 680 360

FUENTE: LAMB, 1967, p. 20.


a
El pie de tabla (board foot) equivale a 144 pulgadas cúbi-
2
cas ( 2 3 5 9 . 8 cm ), o a una tabla de un pie cuadrado y una
b
pulgada de espesor.
Las cifras de 1 9 1 8 - 1 9 2 9 se refieren al promedio del período.

Altos de Chiapas ha llegado a ser tal que ha empujado a


colonos indígenas a establecerse en la selva lacandona, y la
selva misma ha empezado a desaparecer. Además, la agri-
cultura nómada que practican los indígenas destruye tantos
árboles como los que anualmente se talan. Las grandes
monterías de épocas anteriores han desaparecido (vid. cua-
61
dro 2) .

6o SANDERS, 1977, p. 8.
6i L A M B , 1967, pp. 43-46.
EL TRABAJO EN LAS MONTERÍAS 525

La historia de la industria de la caoba durante las déca­


das de 1870 a 1940 muestra que las condiciones laborales
fueron afectadas en parte por: a) el interés en lograr ma­
yores ganancias a costa del trabajo, ya a través de la servi­
dumbre por deudas, ya por la mecanización; b) diversos
grados de ocultamiento ante la opinión pública y el control
del gobierno, yc) la postura del estado, tolerando condicio­
nes de trabajo similares a las de la esclavitud o bien pro­
moviendo mejoras a través de sindicatos.
En las etapas tempranas de esta industria se desarrolló
un sistema brutal de servidumbre indígena debido a que
las condiciones del mercado mundial hicieron que su explo­
tación fuera muy lucrativa y a que la población indígena
se negaba a trabajar voluntariamente en la selva. En última
instancia, este sistema se desarrolló debido al aislamiento
geográfico y al racismo de la élite, que permitió y aun es­
timuló la pasividad del estado. La revolución mexicana pro­
vocó nada más una interrupción temporal en la industria,
sóló en México y no en Guatemala. Aunque en la consti­
tución de 1917 el estado asumió gran parte de la respon­
sabilidad en la reglamentación de las relaciones entre los
trabajadores y los capitalistas, en la práctica se registraron
pocos cambios. Las condiciones de trabajo del porfiriato
persistieron hasta las décadas de 1920 y 1930 a causa sobre
todo del aislamiento geográfico, ya que muy pocos se daban
cuenta de lo que ocurría en las monterías. Los cambios
comenzaron a operarse a fines de los treintas y en los cua­
rentas, cuando los sindicatos rompieron este aislamiento e
inauguraron una nueva era de control público y, aún más
importante, cuando la industria substituyó a sus esclavos
humanos por esclavos mecánicos para mantener altas sus
ganancias y explotar la selva en forma más eficiente.
Traven llegó a México durante la década de 1910 y fue
a vivir a Chiapas a principios de los veintes. Probablemente
526 THOMAS BENJAMÍN

conoció de cerca las monterías y, sin duda, escuchó las his-


torias que sobre ellas contaban los indios. El ciclo de no-
velas de la selva de Traven es básicamente exacto en sus
vividas descripciones de las condiciones de trabajo y la forma
en que operaban las monterías no sólo en la época de Por-
firio Díaz sino incluso durante los años veintes y treintas.
Sus novelas son sin lugar a dudas de un gran valor his-
tórico.

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