CARTA DE AMOR
MONOLOGO HETERODOXO EN TRES PLIEGOS
Y UN POST SCRIPTUM
A Alfredo Cardona Pefia, que me reprochdé
amistosamente la ausencia de este género
en mi obra, este intento cuyo lema
podria ser “Sin pre ni postfacio” .
Con afecto al amigo y admiracién al poeta.
PERSONAJES
El hombre
Las siluetas
Los ecos
E| teléfono
La mujer a quien no se ve
Cortinas, practicables todas, enmarcan la escena, y se
correrdn y descorrerdn automdticamente en toda apa-
riencia al paso del texto recitado por el actor.Un divan a la derecha, un librero-bar a la izquierda, al
centro una mesa Regencia, con papel y otros titiles de es-
cribir, y un silldn del mismo estilo, de espaldas a la sala.
Al levantarse el telén, el hombre aparece al fondo,
atisbando hacia afuera por entre las cortinas, sin atre-
verse a descorrerlas en apariencia. Como si cobrara de
pronto conciencia de la presencia del publico, se vuelve
hacia el frente. Es de edad indefinida, mds bien maduro,
pero con reldmpagos de juventud y sombras de vejez en
ciertos momentos, y conforme al texto. Mira al frente,
consulta su reloj-pulsera, sacude la cabeza. Va a la mesa
que hay al centro, toma una hoja de papel y lee en ella.
Mueve a un lado la mesa y el sill6n. Va a la derecha, don-
de estd el divan Récamier, lo empuja hasta el fondo cen-
tro, enciende una ldmpara de pie que proyecta una luz
verde, y se sienta mirando al frente, con la hoja de papel
siempre entre las manos. Habla con matizada lentitud,
como si leyera.
PLIEGO PRIMERO
EL Homsre: Amor mio: todo esta en orden. Son las cinco
de la tarde y estoy sentado en nuestra banca del parque,
esperdndote. Ya sé que es una tonterfa, ya sé que no ven-
dr4s nunca més, ya sé que has huido de mi. Pero aqui es-
toy, sabes. Y estoy esperandote. {Por qué? Quizd porque
no tengo nada mejor que hacer; quiz porque esperarte
se ha convertido para mf en una forma esencial del tiem-
po vivo. Es como si sintiera yo que si no te esperara no
vivirfa. O més bien como si el objeto y la razén tinicos
del tiempo fueran esperarte y nada ms que eso. No pue-
16do salir a la calle sin encontrarte a cada paso; me echo
atrds al volver cada esquina para no chocar contigo, que
vienes sin duda en direccién contraria a encontrarme. En
cada escaparate de cada tienda encuentro un objeto que
comprarte, un regalo para agradecer tu belleza, tu pureza,
tu esplendor, tu existencia. Y te pregunto qué prefieres,
y sonries con esa sonrisa tuya, arrebatadora y burlona,
y no contestas, y entonces compro todo lo que he visto
contigo.
En cada restaurante donde entro ests ti, como un gol-
pe de sol, como un milagro de luz, sentada a una mesa del
fondo, cerca de-una ventana contra cuyo cristal se recorta
la silueta de tu cabeza, ya con aquel sombrero blanco de
verano, ya con el fieltro verde del otofio, ya con el gorro
de foca nonata del invierno, ya descubierta, airosa, sere-
na: cabeza de diosa, con tu pelo corto tefiido de un rojo
suave y discreto o de un rubio ceniciento. Y si te vuelves
para mostrar tu perfil, veo, como de rodillas, en adora-
ci6n, tu pequefia, fabulosa increfble nariz que hubiera en-
vidiado Cleopatra. Pero no eres ti. Eres siempre ti y
nunca eres tu, ,entiendes? Nunca ya.
Te espero aqui, en el parque, mientras el Sol se pone
con perezosa, ldnguida lentitud en el verano, retrasdndo-
se a cada paso como un nifio que sale de la escuela y no
quiere todavia llegar a casa, burlandose un poco de las lu-
ces eléctricas que se encienden y que él vuelve invisibles
con un chasqueo de los traviesos dedos. Y te espero aqui
en el otofio, cuando el Sol, receloso del invierno inmi-
nente, se fuga hacia otro misterioso punto cardinal y nos
abandona en brazos de la noche prematura y sin secreto
que es entonces la tarde. Y en el invierno, convidado de
17piedra, en el invierno blanco y negro, en el que no se sabe
cuit negrura es mais grande y mas cerrada, sila que ciega
la luz o la que presta una como falsa blancura espectral
a la nieve que cae, cae porque no puede hacer otra cosa,
porque no tiene otra cosa que ha
Te espero aqui, en tu parque, en nuestro parque, en
nuestra banca, en tu banca,
Tengo que volver a casa porque quizé Hamards hoy al
fin y no puedo dejar de estar allf para escuchar tu voz que
me lena de una dulzura inefable de menta y de jengibre,
que siempre me ha embriagado un poco, Pero ahora mis-
mo, al levantarme, me arrebata de pronto la impresién
de que voy a encontrarte, de que vamos a tropezar el uno
con el otro en tal forma que no podremos menos que caer
tien mis brazos, yo en los tuyos, y nos echaremos a reir
a carcajadas, jDe pura felicidad!
Se descorren las cortinas del fondo. Habra, en proyec-
cién, alguna sugerencia de arbustos, y se verdn pasar
unas cuantas siluetas, El hombre se levanta, espacia la
vista por el fondo y al desfilar, una a una, tres siluetas de
mujer, corre tras cada una,
EL Homprk: (A /a silueta primera.) Mi vida. {Te esperaba!
La silueta primera se detiene un instante, da la impresion*
de volverse hacia el hombre, de mirarlo y de barrerlo con
la mirada, y pasa.
Et nompre: (A /a silueta segunda.) {Te esperaba, mi amor!
{Quieres venir conmigo?
18amin
La silueta segunda se detiene, agita en lo alto un para-
guas. El hombre se agacha; la silueta segunda pasa con
majestuoso desdén.
La silueta tercera aparece en el dngulo izquierdo y se
detiene un momento. El hombre va hacia ella.
EL Hompre: {Eres ti, al fin? jAl fin! jTe he esperado tan-
to, vida mia!
La silueta tercera reanuda su camino con un visible en-
cogimiento de hombros, pero se detiene un instante, vuel-
ve a mirar al hombre, que trata de acercarse, y entonces
se yergue y desaparece en seguida a la carrera.
EL nompre: (Mira su reloj, mueve la cabeza, enciende
un cigarrillo.) No, no. Basta de alucinaciones. Debo vol-
ver a casa. Debo darme prisa. Es seguro que hoy Ilama-
ras. Por eso echaste a correr, verdad? Para Ilamarme a la
hora. A nuestra hora.
Oscuro
PLIEGO SEGUNDO
Vuelven a aparecer las cortinas cerradas. La mesa al
centro, el divan a la derecha. Entra el hombre, se detiene,
mira en torno, enciende un cigarrillo y se sienta junto al
teléfono, que acaricia maquinalmente mientras habla.
19Ev nompre: Aquf estoy. Aquf estas. ,No has Iamado,
querido? ;Si me lo dijeras! {Si pudieras hablarme con tu
voz propia en vez de sdlo transmitir la mfa, o Ja de ella!
~Cémo serd tu voz? Porque no eres, no puedes ser un
simple instrumento mec4nico cuando puedes comunicar
las emociones del hombre: tienes todas las voces, la 4spe-
ra y agresiva, la dulce, la amistosa, la de la mujer y la del
hombre. Y ahora estas mudo. {No te aburres, no te cansa,
como a mi, el no servir de nada? ,Para qué sirves, si ca-
llas? “El teléfono sin voz suena y ordena cerrar la puerta
a las citas sofiadas —y formar en la fila de momias nu-
meradas—.” Yo sofiaba una cita y tu voz silenciosa me la
cierra. Y claro, eso es, jclaro! Tu voz propia es el silencio.
Ahora lo entiendo. (Aplasta el cigarrillo.) Por lo demas
soy un asno —primer premio en un concurso mundial de
asnos—. {Por qué no contrato un servicio especial para
saber si hubo una llamada en mi ausencia? ;Por qué no
compro una de esas cosas mec4nicas, electrénicas, qué sé
yo, que registran las llamadas? Por eso, querido amigo:
porque soy un fatalista. Porque creo que sélo puedes so-
nar con la tinica voz que tienes, la de tu campana, cuando
yo estoy aqui y cuando Ilama ella. Porque para mi ti eres
parte esencial del milagro y porque hay un lazo entre los
dos. ,Entiendes, amigo fiel?
El teléfono se pone de pronto a sonar furiosamente. El
hombre duda antes de contestar. Enciende un nuevo ci-
garrillo, se arregla la corbata, que no estaba deshecha,
aflojando un poco el cuello de la camisa. El teléfono sigue
sonando ritmicamente. Rinnn — Rinnn- Rinnn - Rinn.
20Et nomprt: (Al fin.) ,A16? {A16? {A16? Si, soy yo. {Eres
ti, mi vida?
El teléfono emite una serie de sonidos secos que sugieren
una voz humana, deformada.
Ev Hompre: No sefiora, lo siento. — Perdé6n, sefiorita. — No,
no soy Tony. Soy yo. —{Mi ntimero? 14 68 25. —Si:
14 68 25. jNo! 14 68 25, jestuipida! (Cuelga, furioso. Al
cabo de un instante acaricia el aparato.) Perdéname,
viejo, ya sé que no es culpa tuya. {Te lastimé? Perdona.
Pero esa sorda idiota preguntaba por Tony. {Cudl Tony?
El tinico que conozco es aquel —tu ex marido—. (Al te-
léfono.) No, esto no es a ti, es a ella. jA ella! Porque su-
pongo que ya es tu ex, ino es asi? Y ahora caigo en ello:
es curioso: ser ex es una forma de vida, puesto que hay
el verbo existir y viene a resultar lo mismo que ser, y que
no ser. Y sin embargo, la X esta en el acto mismo de ser,
de existir. ;Ah, no! No quiero complicaciones ni sutilezas
de semantica ahora, chiquita. Se necesita ser idiota para
pensar en esas cosas cuando te espero y tii vas a llamar de
un momento a otro, jde un momento a otro! De un siglo
a otro, quizds. Pero ese nombre que dijo la tonta me hace
recordar —jrecordar?, jcomo si pudiera olvidarlo, imbé-
cil!— el dfa que nacf, el dia en que te encontré, el dia en
que tu me dijiste que habfamos renacido y que Tony ha-
bia muerto. {Qué éramos, te lo pregunto? gQué éramos
antes de encontrarnos? Dos briznas de paja, dos hojas se-
cas danzando en el aire la muerte de todos los cisnes,
dos miserables cosas sin oriente y sin destino. Y aquella
Presentacién fortuita, no buscada, nos dio de pronto el
21aliento de la vida. Te acuerdas, amor tinico, y primero,
y final? ,Te acuerdas, maldita, divina mia? Yo hablaba
con tu marido pensando que era el Tony a quien esperaba
y no conocfa, y él no contestaba porque ya empezaba a
morir; pero yo no tenia ojos sino para ti. Y td me mira-
bas, pero de un modo extrafio, como si me miraras desde
adentro de mf, como si ya hubieras estado, desde siem-
pre, en mi interior, desbordéndome. Y asf empez6é todo
y asi nacimos los dos mientras é] morfa. , Y cémo puedo
estar seguro ahora de que existes, si est4s dentro de mi y
me desbordas y me ahogas, y estas lejos de mf a la vez y
no sé dénde est4s? Si llamaras ahora, si tu voz tan suave
hiciera circular mi sangre de nuevo, si tu voz tan fina hi-
ciera el milagro, si...
El teléfono suena imperativamente. El hombre duda, una
pausa. Descuelga.
EL Hompre: 14 68 25. —,Como?
El teléfono emite ruidos alarmantes. El hombre lo aparta
de su oreja y el sonido se precisa y se hace audible en-
tonces.
EL TELEFono: jAh! 414 68 25?
EL Hompre: Si, 14 68 25.
EL TELEFONO: {Pues bonito esttipido! Sepa usted que...
EL Hompre: (Cuelga con suavidad, Sonrie) Tiene fa-
cultades mnemotécnicas la desgraciada, esttipida vieja.
En fin, mi suerte... Te decfa, linda... Y después de todo,
jpor qué esta manfa idiota, esttipida como esa mujer, de
22hablar contigo, como si estuvieras aqui, como si me oye-
ras? {No es asi como se vuelven locas las gentes? Todo
empieza por algo. Nuestro amor empez6 porque ti y yo
estébamos solos en un mundo poblado de mufiecos de
cera, de seres muertos... Parece que para vivir a gusto en
el mundo hay que ser un cadaver bien vestido, bien alha-
jado, limitado a tres pasos de baile: nacer, reproducirse,
morir. Y parece que para sobrevivir hay que ser, ademas,
mentira. Y ti y yo nos rebelamos: no quisimos seguir
siendo mentiras ni caddveres. No queriamos, al menos.
Y yo no quiero y no querré nunca. Soy verdad y tu eras
mi verdad. jNo puedes haberte vuelto mentira ahora! jNo
puedes haber muerto para volver a la vida de todos los
demas, al mundo en el que no podjas respirar ya! {No te
di el amor? {No te di todo lo que soy, todo lo que ni si-
quiera sabia que era? Y tu me diste lo que eres, porque
estas en mi, como decia aquel rezo de comadres, a toda
hora, despierto, dormido, al levantarme, al acostarme, al
respirar, en el humo del cigarrillo, en las circunvolucio-
nes de mi cabeza, en los ecos de mis ofdos, en el latido
de mi sangre en mis pulsos, en mis ojos, que s6lo pueden
verte a ti por sobre la bruma del mundo, en mis manos
muertas si no te tocan, en el curso mismo de mi, vida que
se va dia a dia, lo cual te hace mi vejez... ;Por qué te fuis-
te? No lo entenderé nunca. Te maldigo y te adoro. Pero si
te fuiste, ;déjame ya de veras! ;Déjame ya!
El eco agitando las cortinas, recorriendo todo el recinto
en un crescendo escalofriante: ;Déjame ya! ;Déjame ya!
Oscuro
23PLIEGO TERCERO
El hombre, con el saco de casa cldsico, de pelo de came-
Ilo rojo y solapas y puiios beige, sentado a su mesa, revi-
sa papeles, mueve la cabeza varias veces y los deja caer
con furioso desaliento al fin.
Ev Hompre: Intitil. Indtil todo. Trato de distraerme, de
encontrar una salida. Initil. Estos papeles, que represen-
tan contratos, trabajo, intereses, se me caen de las ma-
nos como hojas secas. E] hombre de las hojas de papel.
Si duermo, suefio con ella; si estoy despierto, siento que
s6lo a ella puedo hablarle. Es un mundo en el que sdlo
estamos yo y la sombra.de ella. gY qué haria su sombra
sin mf, me pregunto? Esto no puede ser, jno puede ser!
He sido un hombre de cierto éxito entre las mujeres. jOh,
moderado! No es que presuma, no —pero no han faltado
tentaciones, distracciones amables en mi vida—. Y nunca
me entregué a ninguna como a ella. Por eso, porque tuve
la impresién absurda de nacer al conocerla. De nacer en
su vientre quiza, como la hacia nacer de mi deseo tam-
bién. (Al teléfono, acaricidndolo.) Ya ves de qué poco
me ha servido, viejo. La hemos buscado tii y yo por todas
partes, pero... ;Ah, no! j;Atencién! Dicen que también se
vuelve uno loco cuando habla con los objetos. Pero, es
sdlo un objeto el teléfono? En todo caso, yo no quiero
volverme loco. Por ella, por mi, jNo quiero! {Un mo-
mento! ,Quién dicen que dijo eso? jAh, sf! Uno a quien
le contestaron: No tenga cuidado: usted no puede ya vol-
verse loco. jBonito consuelo! ;Ay, ay, ay! Me doy cuenta
de que sigo queriendo hablar de ella, pero no ya con ella,
24puesto que no llama, puesto que no responde, puesto que
no sé si vive, puesto que no sé si vivo yo para ella. Pero
entonces, {con quién hablo? ,Conmigo mismo? Bueno,
4y por qué no? ;Podria tener mejor oyente, mejor inter-
locutor, ptiblico mds selecto, en fin, aplauso mas limpio
y més entusiasta? (Rfe amargamente, una risa de otofio
o de fantasma.) Lo siento, pero tengo que volver a hablar
contigo, mi amor. Pienso que quizé las palabras pronun-
ciadas se quedan en el aire, como los pdjaros en las viejas
lineas del telégrafo, y que algo las transmite, las hace vo-
lar a su destino. De eso nacié la radiotelefonia, sin duda.
jInteresante cosa y a buena hora hago descubrimientos,
imbécil de mi! No importa. Entonces, quiz un dia lle-
gues a ofr mi voz y sepas y sientas que no ha habido hom-
bre en el mundo que haya amado més, que haya dado mas
vida con su amor a una silueta de mujer... ;Perdona, no
quise ofenderte! Pero dije aplauso hace poco, y recuerdo
una mafiana que fuimos a escondidas a tomar una taza
de café o una copa al Hotel de la Paz. Nos instalaron en
un saloncito abierto, pero no habia otros clientes. Tt es-
tabas preocupada, pensativa, nerviosa. Te pedi un beso y
pusiste una cara de sefiora mayor, y puritana. jImpensa-
ble cosa! Pero insist{ tanto que logré conmoverte. Y en
el momento mismo en que rendiste tus labios a los ya
resecos mios, en el saldén vecino estallé una tempestad de
aplausos. Te hice ver el éxito que habiamos tenido y ref-
mos como nifios felices 0 como nifios idiotas, sin poder
contenernos. Y luego, muchos dias, nuestros ojos evoca-
ban el aplauso al entrecruzarse y nos echamos a refr al
mismo tiempo mil veces. Después, claro, supimos que en
el sal6n vecino habfa una junta de sefioras locas, de cad4-
25veres beneficentes reunidos para alguna obra de caridad,
que habjan aplaudido la mocién de algtin cad4ver més
loco que las demés, sin saber que en realidad aplaudian el
milagro de nuestro amor. (El teléfono repiquetea alegre y
ruidosamente.) ;{Mira! ;A tiempo como el aplauso! Quiz4
eres tu. (Descuelga.) Al6é.
El teléfono emite una serie de ruidos vibrantes.
EL Hompre: ,Quién?... ;Ah! ~Cémo esta usted? Si, era
yo mismo. Pero ya no estoy aqui... Digo que ya no estoy
aqui... No, no se disculpe, no hay de qué. (Cuelga y da
unas palmadas al teléfono, como se hace con un amigo
mds joven.) Si me ayudaras a decirle a ella que no estoy
aqui ya... Me doy la impresién de aquel genio de las mil y
una noches que pasé6 siglos encerrado en una botella pro-
metiendo reinos y riquezas fabulosos al que lo sacara de
su prisién y que, cuando un pobre pescador le devolvié
su libertad, lo maté para vengarse del tiempo transcurri-
do. gY qué haria yo si ella volviera ahora? ;Qué harfa si
volvieras, mi vida? gY qué harfas ti? ;Aceptar el desti-
no de ser caddveres miembros del-conglomerado social?
{Decirte que ya no te quiero, desconocer nuestro naci-
miento, engajfiarte con otra cualquiera? ;Matarte? ; Qué?
Es tan extrafio pensar, sentir en los pulsos de la sangre
que no puede uno vivir sin alguien, y descubrir por la
raz6n, de pronto, que ya no podria uno vivir con ese al-
guien. El amor se hace entre dos, pero su condicién pare-
ce ser que uno esté vivo y el otro muerto. Y la explicacién
es facil, puesto que en el amor estan la vida y la muerte.
Puedo perdonarte todo, sabes, hasta tu fuga, pero no que
26me mates este amor que es mi vida. Ya sé que tt mira-
bas al paisaje, en olvido de mi, y que yo contemplaba el
paisaje en tus ojos. Y el paisaje era el mundo, era la vida.
E] paisaje era el amor también. Un momento. {Filésofo
a mis aiios? Hay que ver los riesgos que lo hace correr a
uno el aburrimiento. Me aburri de ti, mi vida, mi amor,
mi joya, mi diosa —y me aburri de mf mismo—. No es
posible repetir tanto las cosas sin que se desgasten y se
vuelvan ridfculas. Y no veo sino una salida al tedio, una
perspectiva tinica al través de una sola ventana. Ni modo.
No queria yo esto, pero... (Abre el cajén de la mesa, saca
de él un revélver y lo examina.) Limpio y cargado. Habra
que dejar una carta, una nota... Es la tradicién, en fin. ;Me
mato porque me corroe el cancer incurable de un amor
estéril! jCursi! jNo se culpe a nadie de mi muerte...! jNa-
rices! ;Ciilpese a la adorable, maravillosa, tinica, jodida
hija de la chingada que me abandoné y que se Ilama...!
Eso va mejor, pero no es de caballeros comprometer la
reputacién de una sefiora mencionando su nombre. Aun
la idea de usar una pistola... mancha la ropa, la alfombra,
los muebles... Pensé mucho en esto, sabes, cuando me
ocurrié, de joven, escribir la historia de un suicida que se
maté sdlo porque tenfa miedo de morir. Pero que reco-
rrié la historia buscando el medio més estético: el dspid
de Cleopatra, abrirse las venas como Petronio, colgar-
se como Judas Iscariote, arrojarse debajo de un tren en
marcha como Anna Karenina; envenenarse; abrir el gas
de la estufa y cubrirse la cabeza con un pajfiuelo de seda
china, arrojarse de un piso cincuenta... Nada lo satisfa-
cfa. Un dia vio en el escaparate de una tienda una corbata
inglesa que le parecié perfecta para su propésito y satis-
27factoria para su sentido estético, pero estaba de prisa; esa
mafiana alguien se habfa matado con un veneno nuevo y
queria estudiar el efecto sobre el rostro, por respeto a su
apariencia de... ,comprendes? Cuando volvié a la tienda
la corbata se habfa vendido y no habfa otra igual. Y no la
encontré nunca. Y un dfa, al fin, empujado por el terror de
morir, apelé al medio mas vulgar, a...
Se oye sonar una, varias veces, con creciente insistencia
el timbre de la entrada. El hombre se guarda la pistola
en un bolsillo del saco de estar y va a abrir la puerta, a
la derecha.
Post scriptuM
Perdéname, mi amor. Temo que esto sea el fin. Alguien
Nama a la puerta y quizés eres ti, mi vida. Voy a abrir. No
sé si podré matarme o no. Pero sé que cuando se llega a
donde td me has hecho llegar, no hay sino una solucién:
matar o morir. Morir para no matar. Matar para no morir.
No sé qué pasard. Te adoro siempre, contra mf mismo,
amor mio. (Abre la puerta.) ,S{?
LA MUJER A QUIEN NO SE VE: ...
EL Hompre: {La sejiorita Heredia?
La MUJER A QUIEN NO SE VE: ...
EL Hompre: Pues si usted no es la sefiorita Heredia, yo
tampoco soy el sefior Suarez. Estamos a mano. Es una
grata sorpresa de todos modos. {No quiere usted pasar?
Podremos presentarnos.
LA MUJER A QUIEN NO SE VE:
28EL Hompre: jAh! ¢ Viene usted de muy lejos y ha cami-
nado mucho para ver al sefior Suarez? Lo siento.
LA MUJER A QUIEN NO SE VE: ...
EL Hompre: Me doy cuenta de que hay un error, pero
no entiendo por qué esperaba usted encontrarlo precisa-
mente en mi casa. Perdone, parece una coincidencia... ex-
cepcional. ,Por qué no pasa usted? Ya que Ileg6 hasta
aqui. Descanse un poco. (Maquinalmente acaricia la pis-
tola que guardé en la bolsa del saco y sonrte.)
LA MUJER A QUIEN NO SE VE: ...
EL Homers: No, no, ninguna molestia, se lo aseguro.
LA MUJER A QUIEN NO SE VE: ...
EL Hompre: Tengo teléfono también. Y directorio. De
aqui podré usted llamar, no se preocupe. Se sentaré tran-
quilamente, tomard lo que guste, telefonearé...
LA MUJER A QUIEN NO SE VE: ...
Et Homsre: No, no, le aseguro que no me interrum-
pe. Y si me interrumpiera, quiza yo pueda interrumpirla
también a usted de algtin modo. Pase. (Maquinalmente
se arregla la corbata y sonrfe con su “mejor sonrisa”’ .)
jAsi me gusta!
TELON
29