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PENSAR Y PROCESAR.
UNA CRÍTICA A LOS SISTEMAS DEMOCRÁTICOS
BASADOS EN LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL DESDE EL
RECONOCIMIENTO, EL COMPROMISO Y LA JUSTICIA
Bárbara Urban 1
Universitat Jaume I
barbara.urban@uji.es
Resumen / Abstract
Este artículo propone una doble reflexión sobre las diferencias cognitivas entre humanos
y máquinas desde la ética. En primer lugar, se tratará de diferenciar entre pensamiento
humano y procesamiento máquina mediante métodos etimológicos, semánticos y
comparativos que revelarán por qué no es posible atribuir capacidades pensantes a las
inteligencias artificiales. Por otra parte, estos términos se relacionarán con la praxis de
la democracia representativa a través de varios ejemplos. Este análisis se basa en tres
pilares: la necesidad del reconocimiento recíproco mediante el lenguaje; el compromiso
adquirido a través de la palabra; y la democracia como expresión de la justicia.
This paper proposes a double reflection on the cognitive differences between humans
and machines from ethics. In the first place, I will try to differentiate between human
thought and machine processing through etymological, semantic and comparative
1
Las comunicaciones a la autora deben dirigirse por correo electrónico o por correo postal
al Departamento de Filosofía y Sociología de la Universitat Jaume I, Avda. Vicente Sos
Baynat s/n, 12071, Castelló de la Plana, España.
Pensar y procesar. Una crítica a los sistemas democráticos… Revista de Filosofía
methods that will reveal why it is not possible to attribute thinking capacities to artificial
intelligences. On the other hand, these terms will be related to the praxis of representative
democracy through various examples. This analysis is based on three aims: the need for
mutual recognition through language; the commitment acquired through the word; and
democracy as an expression of justice.
Introducción
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Pesar, calcular.
Pensar, examinar, apreciar, juzgar, ser pesado con la misma balanza, ser juzgado
con el mismo criterio, juzgar a los amigos por sus actos.
Pensar, meditar (una resolución).
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el resultado deseado, pero esta forma de actuar no implica nada más que replicar
pasos que alguien ha pensado previamente.
Las máquinas funcionan en términos de inputs y outputs. Se introducen datos
en ellas, o se les enseña a aprehenderlos. Tras esta operación, la máquina procesa
mediante algoritmos y da como resultado un output, o una combinación de ellos.
Huelga decir que el pensamiento humano opera de una forma mucho más compleja.
Lejos de los inputs y los outputs, los humanos mostramos conductas derivadas de
estímulos y emociones. Todo esto termina por hacer de nosotros personas diferentes
a lo largo de una ontogenia finita marcada por experiencias. En el procesamiento
de una máquina tanto inputs como outputs son datos, y la máquina sigue siendo
infinitamente la misma. Si bien existe lo que se denomina deep learning, en que la
máquina aprende a identificar elementos sobre la base de lo que va aprendiendo a lo
largo de su funcionamiento, esto no transforma a la máquina como tal. Lo único que
consigue es un aumento en su eficiencia, una mejora operativa, pero no un cambio.
Otra diferencia entre pensamiento y procesamiento es que los humanos
tenemos la capacidad de hacer actividades sin una utilidad pragmática más allá del
placer, sin ese componente de funcionalidad que tiene el procesamiento máquina.
No se contempla la posibilidad de observar a una máquina disfrutando del placer
de una tarde de domingo leyendo en un parque. Por el contrario, cada vez que un
humano pone a funcionar una máquina, desde el más simple microondas hasta un
complejo proyecto de reconocimiento de habla, lo hace con un objetivo determinado.
El pensamiento es una actividad individual, autónoma en condiciones no
patológicas. Por el contrario, para que una máquina procese datos, alguien ha de
mostrarle el camino para que llegue al punto que el programador desea.
Las máquinas no piensan, las máquinas procesan. Pensamiento humano y
procesamiento máquina no tienen nada que ver, por más que algunos singularistas
quieran buscar similitudes. Más que un problema de capacidades, estamos ante una
cuestión de roles. Las máquinas nunca van a ser capaces de pensar, precisamente
porque son máquinas, y el pensamiento es una aptitud humana. Es por eso que
se propone hablar de pensamiento humano y procesamiento máquina. Una vez
establecida esta distinción entre humanos y máquinas, se podrá empezar a hablar
de la relación entre inteligencia artificial e inteligencia humana con mayor claridad.
Para resumir con una analogía lo que he intentado exponer, los humanos pensamos
y las máquinas procesan, al igual que los coches se conducen y los aviones se
pilotan: la terminología acota competencias.
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Para empezar, convendría reflexionar sobre los rasgos femeninos del robot. La
mayor parte de estos humanoides, sobre todo los dedicados a servicios, son máquinas
feminizadas. Se pueden poner como ejemplos más populares LOLA en Portugal,
que realiza labores de organización del flujo de usuarios en las administraciones
públicas, o Sophia, una robot con nacionalidad saudí a la que se ha dado forma
humana para poder exhibirla en platós de televisión y así recuperar la inversión
que ha supuesto su creación.
Por otra parte, Michihito Matsuda –como todo político que se precie– basó
su campaña en promesas que difícilmente podría cumplir. La incorruptibilidad
política que se atribuye a la supuesta objetividad de los algoritmos es desmontada
por múltiples teóricos, entre los que destaca Cathy O’Neil. Lo que ella denomina
armas de destrucción matemática (O’Neil: 2018) son algoritmos que aprenden del
entorno al que se les somete, y este entorno es un entorno humano. Por tanto, si
los algoritmos han de aprender de nosotros lo harán sin discriminar entre lo que
está bien o lo que está mal, porque un algoritmo no tiene la capacidad moral para
discernir entre lo correcto y lo incorrecto.
Por otra parte, Matsuda prometió diálogo y entendimiento con el resto
de fuerzas políticas, humanas. Recuperando el discurso de Habermas (2010), el
reconocimiento recíproco ha de darse en un contexto de acción comunicativa.
Difícilmente un robot y un humano se podrán comunicar reconociéndose mutuamente
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Matsuda no ganó las elecciones por el mismo motivo que cualquier otro
político las pierde: por falta de confianza. Y no porque su programa no fuese creíble,
sino porque una máquina no inspira confianza. Una máquina sugiere fiabilidad. De
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nuevo estamos ante una cuestión semántica, y es que las personas somos con-fiables,
y las máquinas fiables. Nótese de nuevo la reciprocidad que denota el prefijo con-.
Además del intento de dotar a las máquinas de inteligencia y de capacidad
de pensamiento, también se ha pretendido elaborar una conciencia artificial, y
ya no a través de la imitación de la conciencia humana; se da por hecho que el
funcionamiento de la conciencia humana está más que desmenuzado, cuando en
realidad la ciencia sabe muy poco sobre conciencia todavía.
Además, la promesa (Kohn 2000: 85; Castillo Cisneros 2009: 14) y el perdón
son para Arendt dos componentes clave en la acción política. Respecto de la promesa,
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Conclusiones
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Referencias bibliográficas
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