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23 de abril de 2023
3er Domingo de Pascua
Año 23 No. 1109
Liturgia de las horas: 3a Semana del Salterio

“Quédate con nosotros”


(Lc 24, 29)
1
Intención de nuestro Arzobispo para el mes de
ABRIL
Celebrar con esperanza la Pascua del Señor para
vivir como auténticos discípulos de su amor, com-
partiendo nuestra fe en el servicio de la caridad
con los hermanos.

Por ser Domingo de Pascua utilizamos el color blanco

RITOS INICIALES
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 65, 1-2
Aclama a Dios, tierra entera. Canten todos un himno a su
nombre, denle gracias y alábenlo. Aleluya.

ENTRADA
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Amén.
SALUDO
Que la esperanza de ser glorificados con Cristo resucitado
acreciente nuestra alegría y esté siempre con todos ustedes.
Y con tu espíritu.

(Si el sacerdote lo considera oportuno, durante el tiempo Pas-


cual, puede emplearse algunas veces el rito de la bendición y
aspersión del agua en memoria de nuestro Bautismo; sugerimos
utilizar el que propone el Misal Romano. En caso de realizarse
este rito, se omite el Acto Penitencial).

ACTO PENITENCIAL
Al Señor, que nos alimenta con la Palabra y la Eucaristía, pre-
sentemos nuestro humilde corazón, pidiendo el perdón por los
pecados cometidos. (Silencio).
2
Tú que resucitaste lleno de gloria: Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.

Tú que nos haces pasar de la muerte a la Vida: Cristo, ten piedad.


Cristo, ten piedad.

Tú que nos llamas a vivir como resucitados: Señor, ten piedad.


Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone


nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te
bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor,
Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del
Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de
nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nues-
tra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú
Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en
la gloria de Dios Padre.
Amén.

ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que tu pueblo se regocije siempre al verse
renovado y rejuvenecido, para que, al alegrarse hoy por
haber recobrado la dignidad de su adopción filial, aguarde

3
seguro con gozosa esperanza, el día de la resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo…

LITURGIA DE LA PALABRA
Del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22-33

El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los


Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo: “Israelitas,
escúchenme. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado
por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y
señales que Dios realizó por medio de él y que ustedes bien
conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios,
Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para
clavarlo en la cruz.

Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte,


ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su
dominio. En efecto, David dice, refiriéndose a él: Yo veía
constantemente al Señor delante de mí, puesto que él está
a mí lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra mi co-
razón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo
vivirá en la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás
a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me
has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo
en tu presencia.

Hermanos, que me sea permitido hablarles con toda claridad.


El patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro se
conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era
profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento
que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión
profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue
abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción.
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Pues bien, a este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos
nosotros somos testigos. Llevado a los cielos por el poder
de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a él y
lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Del Salmo 15

R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.

Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he


dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha
tocado en herencia: mi vida está en sus manos. R.

Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me


instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y
con él a mi lado, jamás tropezaré. R.

Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo


vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte
ni dejarás que sufra yo la corrupción. R.

Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu


presencia y de alegría perpetua junto a ti. R.

De la primera carta del apóstol san Pedro 1, 17-21

Hermanos: Puesto que ustedes llaman Padre a Dios, que juzga


imparcialmente la conducta de cada uno según sus obras, vivan
siempre con temor filial durante su peregrinar por la tierra.

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Bien saben ustedes que de su estéril manera de vivir, heredada
de sus padres, los ha rescatado Dios, no con bienes efímeros,
como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo,
el cordero sin defecto ni mancha, al cual Dios había elegido
desde antes de la creación del mundo y, por amor a ustedes,
lo ha manifestado en estos tiempos, que son los últimos. Por
Cristo, ustedes creen en Dios, quien lo resucitó de entre los
muertos y lo llenó de gloria, a fin de que la fe de ustedes sea
también esperanza en Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, haz que comprendamos las Escrituras. En-
ciende nuestro corazón mientras nos hablas (Cfr. Lc 24, 32).
Aleluya, aleluya.

El Señor esté con ustedes.


Y con tu espíritu.
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35

El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia


un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de
Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.

Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó


y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos
discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les
preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos
de tristeza?”.

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Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú
el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos
días en Jerusalén?” Él les preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos
le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un
profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante
todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros
jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo
crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador
de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde
que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres
de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de
madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron
contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les
dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros
fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las
mujeres, pero a él no lo vieron”.

Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y


qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los
profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera
todo esto y así entrara en su gloria?”. Y comenzando por
Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos
los pasajes de la Escritura que se referían a él.

Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que


iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate
con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”.
Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa,
tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio.
Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él
se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con

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razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el
camino y nos explicaba las Escrituras!”.

Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén,


donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros,
los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se
le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que
les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido
al partir el pan.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

PROFESIÓN DE FE
(En lugar del Símbolo Niceno-constantinopolitano, sobre todo en el
Tiempo de Cuaresma y en el Tiempo Pascual, se puede emplear el
símbolo bautismal de la Iglesia de Roma, también llamado “de los
Apóstoles”).

Creo en Dios, Padre todopoderoso,


Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
En las palabras que siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació
de santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

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Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.

ORACIÓN UNIVERSAL
Dios siempre está al pendiente de nuestras intenciones y
necesidades. En estos días alegres de la Pascua, oremos
con plena confianza al Señor, pidiendo que atienda los an-
helos de nuestro corazón. Digamos con fe:

R. Escúchanos, Padre.

Por la Iglesia, para que ayude a los hombres a caminar por


los senderos de la luz y esperanza, fortalecidos con la gracia
de Cristo resucitado. Oremos.

Por los que tienen dudas en su corazón o han perdido el


sentido de la vida, para que la Palabra de Dios abra su en-
tendimiento y les conceda la paz que necesitan. Oremos.

Por los enfermos y afligidos, para que la caridad de nuestra


comunidad los asista en todo momento y seamos compasivos
y misericordiosos con los hermanos que sufren. Oremos.

Por nuestra Asamblea de fe, para que el Señor nos dé luz


para entender las Escrituras y poder compartir la Fracción
del Pan con el testimonio de la fe. Oremos.
9
Dios de amor, escucha las oraciones de tus hijos que con-
fían en tu infinita bondad. Concédenos seguir adelante en
la santificación de la vida y en la construcción de tu Reino.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

LITURGIA EUCARÍSTICA

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS


Recibe, Señor, los dones que, jubilosa, tu Iglesia te presen-
ta, y, puesto que es a ti a quien debe su alegría, concéde-
le también disfrutar de la felicidad eterna. Por Jesucristo,
nuestro Señor.

CONSAGRACIÓN
Después que el sacerdote pronuncia las palabras de consagración del
pan y del vino, se sugiere realizar la siguiente proclamación:

Éste es el Misterio de la fe. Cristo se entregó por nosotros.


Salvador del mundo, sálvanos, tú que nos has liberado
por tu cruz y resurrección.

PADRE NUESTRO
Oremos con alegría y esperanza a nuestro Padre Dios.
Padre nuestro...

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 24, 35


Los discípulos reconocieron al Señor Jesús, al partir el
pan. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Dirige, Señor, tu mirada compasiva sobre tu pueblo, al que

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te has dignado renovar con estos misterios de vida eterna,
y concédele llegar un día a la gloria incorruptible de la resu-
rrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

RITO DE CONCLUSIÓN

(Inclinen la cabeza para recibir la bendición).

El Señor esté con ustedes.


Y con tu espíritu.

Que Dios misericordioso, que por la resurrección de su Hijo


unigénito los ha redimido y hecho hijos suyos, los llene de
alegría con su bendición.
Amén.

Que por Cristo redentor, por quienes ustedes recibieron el don


de la libertad perpetua, les conceda también, en su bondad,
tener parte en la herencia eterna.
Amén.

Que ustedes, que por la fe han resucitado en el bautismo,


merezcan, por sus buenas obras, alcanzar la patria celestial.
Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso, del Padre, del Hijo + y


del Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca
para siempre.
Amén.

Que la alegría del Señor resucitado sea nuestra fuerza,


pueden ir en paz.
Demos gracias a Dios.
11
Lo reconocieron
al partir el pan
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís

Aquellos dos discípulos de Emaús estaban desconcertados. No


podían creer todo lo que había sucedido en los últimos días. Ha-
bían sido testigos de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, y
estaban desconsolados por el suplicio que sufrió el Señor en la
cruz, sin merecerlo. Después, recibieron las noticias de las mu-
jeres, hablando del sepulcro vacío. Eran muchas cosas que no
podían entender. Tenían miedo, tenían dolor y tenían una gran
duda de lo que debían hacer. Y se fueron tristes.

Seguramente habrán conversado mucho entre ellos, recordando


tantos momentos que habían vivido junto a Jesús. Recordaban
sus palabras y, sobre todo, su gran amor hacia ellos. Pensaron
que sería el libertador de Israel, pero se habían quedado en una
visión muy humana, que nada tenía que ver con lo que habían
anunciado los profetas.

Oración por los sacerdotes

Oremos por todos los sacerdotes, para que sigan a Jesús,


caminando con su pueblo, explicándoles las Escrituras, y
haciendo arder los corazones, para que cuando los vean
a ellos lo vean a él, cuando hablen ellos, lo escuchen a
él, y cuando partan el pan abran sus ojos, lo reconozcan
y crean que ha resucitado y está vivo.

La Compañía de María, Madre de los Sacerdotes


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Jesús conocía su dolor, y quería encender sus corazones para
recuperarlos. Él era el Verbo encarnado, la Palabra viva de Dios,
de modo que hizo lo que ahora sigue haciendo cuando quiere
recuperar al pueblo de Dios: explicar las Escrituras, demostrarles
que todo estaba en el plan de Dios, aunque no se entendiera,
y que lo que había que hacer era escuchar su Palabra, creer y
ponerla en práctica.

La escena de Emaús es una catequesis sobre la Santa Misa.


Seguramente así lo vieron los primeros cristianos. Primero fue
la liturgia de la Palabra, y después la liturgia Eucarística. Los
dos discípulos sintieron arder su corazón cuando Jesús les ex-
plicaba las Escrituras, y después lo reconocieron en la fracción
del Pan. Eso mismo debe suceder cada vez que participamos
en la celebración de la Eucaristía: le pedimos al Señor que nos
abra el entendimiento al escuchar su Palabra, y que nos llene de
él cuando nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre en la
Sagrada Comunión.

Que la Madre de Dios, María siempre Virgen, nos acompañe en


el camino y nos conceda la alegría de estar siempre con Jesús,
atendiendo a su llamado.

“Los discípulos de Emaús primero le abren su corazón; luego


le escuchan explicar las Escrituras; luego le invitan a su casa.
Son tres pasos que también nosotros podemos dar en nuestras
casas: primero, abrir el corazón a Jesús, confiándole las cargas,
las dificultades, las desilusiones de la vida, confiándole los ‘sí’; y
luego, segundo paso, escuchar a Jesús, tomar el Evangelio en
mano, leyendo hoy mismo este pasaje, en el capítulo veinticuatro
del Evangelio de Lucas; tercero, rezar a Jesús, con las mismas
palabras de aquellos discípulos: ‘Señor, ‘quédate con nosotros’.
Señor, quédate conmigo. Señor, quédate con todos nosotros,
porque te necesitamos para encontrar el camino. Y sin ti es de
noche’. Que Nuestra Señora, Madre del Camino, que al aceptar la
Palabra hizo de toda su vida un ‘sí’ a Dios, nos muestre el camino”
(Francisco, Ángelus 26.IV.20).

13
El mismo día
1 de la resurrección, iban
dos discípulos contando
lo que había sucedido. En el camino
de la vida, en ocasiones nos convertimos en
simples espectadores de las circunstancias,
abandonándonos a ellas y permitiendo
que nos sumerjan en el
dolor y la tristeza.

2 Mientras iban,
Jesús se acercó.
Sin embargo, Dios siempre está
presente en nuestras vidas, como
compañero de camino, Jesús se acerca
a nosotros, su presencia intenta
clarificar el alma y la vida.

3 Comenzó a
explicarles las Escrituras.
La presencia sanadora de Jesús
da sentido y claridad a la vida a través
de su Palabra, que nos revela la acción
de Dios, llena de esperanza y orienta a
la vivencia de la caridad.

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5 Tomó el pan,
pronunció la bendición,
lo partió y se lo dio. Cristo nos
comparte su ser entero como alimento
de salvación, acercarnos a la mesa de
la Eucaristía llenará nuestro ser de
su Espíritu, que nos impulsa
a proclamar: ¡De verdad ha
resucitado el Señor!

4
Quédate con
nosotros. Abrir las puertas
de nuestra vida al Señor es la
respuesta del corazón a su presencia
amorosa, invitarlo a pasar al “hogar” de
nuestra alma es el paso decisivo para
la transformación de nuestra
realidad a la luz de
su presencia.

15
JESÚS
RESUCITÓ
PAS
CUA
Cada domingo, cuando acudimos a misa nos encontramos con
Jesús, ahí nos explica las Escrituras y nos comparte el pan de su
Cuerpo. Si escuchamos con atención también sentiremos arder
nuestro corazón en su amor y en la comunión tendremos la fuerza
para vivirlo todos los días.
Encuentra las siete diferencias y abre los ojos para que reconozcas
a Jesús en el camino de tu vida.

Directorio
S.E. Mons. Raúl Gómez González L.L.L. Edith Muciño Martínez Ventas:
Arzobispo de Toluca Cuidado de la Edición Tels. (01 722) 213 01 81
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Pbro. Jorge Rosas Suárez Ilustrador
Responsable de CODICOSOC

“Mensajero de la Palabra” es una publicación semanal de la Arquidiócesis de Toluca que, a través de la Comisión Arquidiocesana
para las Comunicaciones Sociales, (CODICOSOC) e integrantes de la Pastoral Litúrgica editan para facilitar la participación consciente,
activa y plena de los fieles en la celebración eucarística. Las oficinas de la CODICOSOC están ubicadas en Belisario Domínguez No. 103,
Col. Centro, C.P. 50000 Toluca, México. Registro en trámite.

Su opinión nos interesa, escríbanos a: pastoralcomtoluca@live.com

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