Dictadura de Primo de Ribera
Dictadura de Primo de Ribera
Dictadura de Primo de Ribera
En abril de 1923, un gobierno liberal presidido por García Prieto propuso una
reforma de la Constitución para democratizar el sistema, reducir la influencia de
la Iglesia y limitar los poderes del rey. También pretendía la reducción del
presupuesto dedicado a la guerra y la pacificación del protectorado a través de
una política civilista. A pesar de contar con mayoría en las Cortes, el proyecto se
vio obstaculizado por la oposición del rey, del ejército y de la Iglesia.
Además, entre los militares existía un gran descontento por las responsabilidades
que el Expediente Picasso exigía ante el desastre militar de Annual. Para frenar el
proyecto reformista del gobierno e impedir el debate del expediente en las Cortes,
Miguel Primo de Rivera, que ejercía como capitán general de Cataluña, impulsó un
golpe de Estado militar el 13 de septiembre de 1923. El rey se negó a destituir a los
sublevados y el gobierno dimitió.
Primo de Rivera justificó su actuación como una solución ante el bloqueo del
régimen constitucional a consecuencia del desgobierno de los partidos
tradicionales y ante el grave peligro de revolución social. Presentó un programa
con pretensiones regeneracionistas, para poner fin al desgobierno de los políticos,
acabar con el caciquismo y la corrupción, recuperar el orden público, poner fin a
la conflictividad obrera y garantizar la unidad nacional ante el auge de los
nacionalismos periféricos.
La dictadura atravesó dos fases sucesivas. Desde 1923 hasta 1925 gobernó el
Directorio Militar, pero a partir de ese año, el gobierno incluyó entre sus ministros a
personalidades civiles. Se pasó entonces al Directorio Civil, aunque con
importante peso militar.
Asimismo, como una de las intenciones del dictador era eliminar el caciquismo,
se elaboró un Estatuto municipal y otro provincial. También se disolvieron los
ayuntamientos, que fueron sustituidos por juntas de vocales integradas por los
mayores contribuyentes de cada localidad y nombradas a través de los
gobernadores civiles. Además, se suspendieron todos los mecanismos
electorales y la renovación política se limitó a sustituir unos caciques por otros.
Aunque Primo de Rivera no contó con una oposición importante en sus inicios,
con el tiempo esta fue creciendo e impulsó actuaciones contra la dictadura.
Algunos de los antiguos líderes dinásticos criticaron la excesiva duración del
régimen y exigieron la convocatoria de elecciones. Ante la negativa, se pasaron al
republicanismo o apoyaron conspiraciones militares como la llamada sanjuanada
(1926), que fue reprimida y los sublevados castigados y condenados.
En 1926 se creó la Alianza Republicana que protagonizó una campaña de
desprestigio del régimen a nivel nacional e internacional. Incluía a republicanos
como Lerroux, Manuel Azaña, o Niceto Alcalá-Zamora.