El Condor Que Lloraba Sangre y El
El Condor Que Lloraba Sangre y El
El Condor Que Lloraba Sangre y El
Hola jovencita ¿adónde vas con esa cesta? – preguntó el astuto lobo.
¡Es para comerte mejor! – dijo el lobo con su ronca y aterradora voz.
El lobo salió de la cama de un salto y se comió a Caperucita de un solo
bocado.
Con la panza llena y satisfecho de su fechoría, el lobo se tumbó un rato
para descansar, pues tenía que reposar la comida.
En esto que un cazador vio la puerta de la casa abierta y se acercó para
avisar a los que allí vivían de que debían cerrar la puerta, pues había un
lobo feroz que merodeaba por el bosque.
Cuando entró, se encontró al lobo roncando, con su enorme panza, en la
cama de la abuela.
El hombre comprendió que el lobo debía haber devorado a los habitantes
de la casa y rápidamente sacó un cuchillo y le abrió la tripa. De dentro
salieron la abuelita y Caperucita, muy asustadas y agradecidas al cazador.
Los tres juntos decidieron dar un escarmiento al lobo y le llenaron la tripa
de piedras. Después, le cosieron y se escondieron para observar la
reacción del temible lobo.
Cuando el lobo despertó, sintió que necesitaba beber, pues tanta comida
le había dado algo de pesadez de estómago. Con gran dificultad, pues las
piedras eran muy pesadas, llegó a un pequeño lago y al inclinarse para
beber no pudo mantener el equilibrio y se cayó al agua. El peso que
llevaba en la panza hizo que se hundiese y ya nunca más se supo de él.
Y desde aquel día ningún lobo se ha acercado al bosque de la abuelita,
pues no se atreven a enfrentarse al cazador y a Caperucita.
La niña aprendió que debía hacer caso a los consejos de su madre. Nunca
más volvió a hablar con ningún desconocido o extraño.
FIN