Apunte04 05
Apunte04 05
Apunte04 05
1. Introducción
El propósito de esta intervención/ponencia es proponer un análisis de la profesión desde una
mirada feminista y con perspectiva de género y un proceso de reflexión crítica y constructiva
que permita el empoderamiento de la profesión, de las personas y procesos con los que traba-
jamos.
Quisiera hacer un símil, entre la posición, el significado y el valor de la profesión de trabajo
social y las mujeres teniendo muy presente las relaciones de género androcéntricas y patriarca-
les
Existen muchas coincidencias que pueden permitir que la reflexión y el debate abierto en las
relaciones de género se aplique a la profesión de trabajo social, aportando desde el análisis y
la auto-crítica elementos para el diseño de alternativas y el reconocimiento y valoración de una
profesión importante y necesaria en el marco de las ciencias y las políticas sociales.
La profesión de Trabajo Social ha evolucionado y se ha transformado a lo largo de la historia
pasando por diferentes periodos, pero siempre ha mantenido una posición de inferiorización y
de disciplina de segunda, con respecto a otras ciencias sociales asi como un lugar periférico en
el ámbito de las políticas sociales.
Es posible que desde otros lugares de análisis y reflexión muchas y muchos profesionales no
coincidan con lo que quiero plantear; por eso propongo, al igual que mis compañeras ponentes
en esta jornada una mirada de género feminista que pondrá en evidencia y visibilizará muchas
cuestiones y elementos que tienen que ver con nuestra identidad profesional y con el ejercicio
de la profesión y que alumbrará posibles caminos de avance y mejora de nuestra condición y
posición profesional y de nuestro quehacer diario.
Además y paradójicamente, con respecto a usuarias y usuarios, las y los trabajadores socia-
les tenemos una posición de supremacía y de poder de dominio que genera unas relaciones
complejas y una doble dimensión de la profesión y de las y los profesionales, no siempre fácil
de analizar y resolver.
Sin olvidar que esta profesión hace de contención de los conflictos y de las desigualdades
sociales y económicas en las sociedades en las que vivimos.
Quisiera pues ir desgranando algunos elementos para el análisis y la reflexión que nos per-
mitan ubicarnos, definir y revisar aquellos contenidos de la profesión y sus profesionales que
considero importantes para transformarnos y transformar la realidad en la que intervenimos y
en la que vivimos.
Me gustaría que este análisis y reflexión abriera un debate crítico que permita ubicar y valo -
rar la profesión como ámbito desde donde empoderarse, y desde donde promover empodera-
miento con el objetivo y deseo de desmontar las relaciones de dominio patriarcales en todos
los ámbitos posibles, pero muy especialmente en aquellos que han sido definidos desde la pro-
pia lógica patriarcal como periféricos subordinados e infravalorados...
Quiero por ultimo aclarar que mi intención no es otra que compartir lo que desde el feminis-
mo he aprendido de análisis, crítica al modelo hegemónico y construcción de alternativas des-
de lo invisible, no valorado y no reconocido, con el ánimo de abrir caminos que desde muchos
lugares contribuyan a transformar la realidad y las relaciones humanas más equivalentes, equi-
potentes, equifonícas y equitativas, una propuesta para el desarrollo humano, la democracia
genérica o vital y la autonomía y poderío de mujeres y hombres en relaciones igualitarias.
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Queda pues abierto un proceso con muchas preguntas a las que podemos contestar, espero
que se siga enriqueciendo con aportaciones de las trabajadoras y trabajadores sociales que las
lean, asi como de otras personas y profesionales que tengan interés en esta profesión.
2. La profesión de Trabajo Social: recorrido histórico.
La profesión de trabajo social como tal surge a finales del siglo XIX y principios del XX des-
pués de una trayectoria de acción social vinculada a principios y creencias religiosas, a la cari-
dad y la beneficencia y no a una cuestión de justicia social y reconocimiento de derechos de las
personas, como una cuestión de altruismo, filantropía y buen hacer de personas e instituciones
que quieren actuar frente a la pobreza y la mendicidad.
No quiero contar la historia que está escrita y elaborada por especialistas y que podemos
leer en documentos, apuntes y libros.
Me gustaría señalar algunas cuestiones que me parecen claves y que tienen que ver con el
significado, el valor y la posición de nuestra profesión.
Esta profesión nace en y desde la caridad de quien tiene, para quien no tiene, como si am-
bas situaciones fueran una cuestión “natural y de destino”, sin cuestionarse desde ninguna de
esas posiciones, el reparto y la distribución de los recursos, de las oportunidades de las perso-
nas... cada quien tiene lo que tiene y es lo que es, porque le ha tocado “de nacimiento”, por
mandato divino, por ley natural.... En cualquier caso difícil o imposible de cambiar, en el mejor
de los casos, puede mejorar un poco ...
Con el paso del tiempo, con los cambios sociales, económicos, políticos, en una palabra, his-
tóricos, se va trasformando la realidad social, se van configurando nuevas ideas sobre las posi-
bilidades y oportunidades de las personas, sobre el reparto, la distribución de los recursos,
bienes y derechos… siempre de manera que los cambios sean formales, aparentes y no es-
tructurales ni radicales.
De ahí que se configuren las diferentes formas de abordar la pobreza de las personas con
carencias sociales, (la mendicidad, las necesidades sociales y económicas), moviéndose lo ne-
cesario pero no cambiando la estructura y la cosmovisión del mundo desde donde se originan y
legitiman esas desigualdades. Estas desigualdades, el sistema, las considera “naturales“ y no
se pueden cambiar, a lo sumo, mejorar paliando sus efectos.
Con el telón de fondo de la desigualdad y la inequidad como formas de ver el mundo y de es-
tar en él, la profesión de trabajo social ha tenido que ir adaptándose a cada momento respon-
diendo a los requerimientos políticos e institucionales, a las demandas y necesidades de las
usuarias y usuarios, a la construcción y configuración de un área de cocimiento y de una figura
y espacio profesionales.
En definitiva, muchas tareas a la vez y un proceso que ha tenido momentos de avances y re-
trocesos, de luces y sombras debido a toda una serie de circunstancias.
De visitadoras sociales a asistentes sociales, de la caridad a agentes de cambio y a gesto-
ras/es de recursos, de asistentes sociales a trabajadoras/es sociales...En cualquier caso, la
mayoria de veces al servicio de políticas y acciones sociales paliativas y no transgresoras ni
transformadoras. Pero sabemos que esta profesión nuestra tiene un fuerte potencial para im-
pulsar cambios y transformaciones personales y sociales, es ahí, desde donde quisiera ubicar-
me para proponer alternativas que nos guíen hacía el bienestar y la equidad social.
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Voy a utilizar las definiciones que propone Daniel Cazés en “La perspectiva de genero: Guía
para diseñar, poner en marcha, dar seguimiento y evaluar proyectos de investigación y accio-
nes públicas y civiles” publicado en México por el CONAPO. Existen otras muchas de autoras
feministas pero esta me parece clara y completa.
¿Qué es la perspectiva de género?
La perspectiva de género permite enfocar, analizar y comprender las características que defi-
nen a mujeres y hombres de manera específica, así como sus semejanzas y sus diferencias.
Desde esa perspectiva se analizan las posibilidades de vida de unas y otros, el sentido de sus
vidas, sus expectativas y oportunidades, las complejas y diversas relaciones sociales que se
dan entre ambos géneros; así como los conflictos institucionales y cotidianos que deben enca-
rar, y las múltiples maneras en que lo hacen.
Contabilizar los recursos y la capacidad de acción de mujeres y hombres para enfrentar las
dificultades de la vida y realizar sus propósitos es uno de los objetivos de ubicarse en la
perspectiva de género, y uno de sus resultados más prometedores.
Las cuestiones sustantivas que se plantean desde la perspectiva de género son:
¿En qué medida la organización patriarcal del mundo y las condiciones femenina y masculi-
na que genera facilitan e impiden a las mujeres y a los hombres satisfacer sus necesidades vi-
tales, realizar sus aspiraciones y dar sentido a sus vidas?
¿Cuál es la distancia entre el desarrollo personal y social de mujeres y hombres?
¿Cuál es la relación entre el desarrollo y el avance de los hombres con respecto de las muje-
res, y de las mujeres respecto a los hombres?
Las relaciones de dominio y opresión entre los géneros, y las formas de ser mujer y ser hom-
bre en las condiciones patriarcales, ¿favorecen el desarrollo social, el ejercicio de los derechos
humanos y el mejoramiento de la calidad de vida?.
¿Cómo se crean y se desarrollan los procesos históricos de las relaciones patriarcales entre
los géneros?, ¿cómo cambian y cómo es posible crear una alternativa no opresiva?
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mentos permiten a la profesión y a sus profesionales mirar hacia donde están, que son en rela-
ción con quienes trabajan, para quienes trabajan, desde donde. Es importante tener en cuenta
estos elementos para que se genere conocimiento y práctica, y analizar en que marco se desa-
rrollan…
En el Trabajo Social, como en otras muchas profesiones, se dan las relaciones de poder y de
dominio de las cuales no siempre somos conscientes y que reproducimos de forma automática
y sin reparar en ellas. Lo curioso para mí en esta profesión es que esas relaciones de poder, de
dominio, se den en la subordinación de la subordinación y en la periferia de la periferia, de for-
ma que dependiendo de qué relaciones sean, estamos en un lugar de privilegio y supremacía o
en un lugar de inferiorización con respecto a la otra parte, tal y como he planteado en la intro -
ducción y como desarrollaré en el análisis.
Me parece muy importante aplicar esta perspectiva, la cual, os permitirá ver con nitidez mu-
chas cuestiones que se dan por hechas y que forman parte de nuestra identidad profesional, y
que también dan contenido a los estereotipos, roles y prejuicios sobre la profesión y sus profe-
sionales.
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Aunque muchas y muchos no se reconozcan e incluso que discrepen, mi intención es hacer
una mirada crítica y autocrítica para desde ese análisis, proponer alternativas y transformacio-
nes hacia un reconocimiento y empoderamiento de nuestra profesión. No se trata de pontificar
y de juzgar, sino de poner énfasis en la parte de responsabilidad (y no de culpa) que individual
y colectivamente tenemos, y también en los poderes y posibilidades que desde nuestra profe-
sión podemos desarrollar y aportar para trasformar la realidad.
La profesión de Trabajo social se enmarca dentro de las ciencias y disciplinas de conoci-
miento sociales. Sin embargo no tiene el mismo valor, la misma posición y el mismo significado
que otras profesiones sociales. No es igual ser Psicóloga/o, Socióloga/o, Antropóloga/o... que
Trabajadora o Trabajador Social, mas allá de las diferencias en los años y consideración de los
estudios (donde en este momento no voy a entrar).
Una se pregunta...¿ Y por qué?.
Puede que otras ciencias sociales sean más o menos conocidas o entendidas, no hablo de
eso, hablo de la percepción y el valor social de nuestra profesión.
El feminismo y la perspectiva de género me han dado herramientas para aplicar, como dice
Celia Amoros, la cultura de la sospecha. Por esto me pregunto: ¿No será que tiene que ver con
aquello a lo que nos dedicamos?, ¿No será que el objeto, objetivo y ámbito donde trabajamos
no tiene valor social?, (ya sé que para nosotras y nosotros si tiene valor, pero hablo del valor en
el modelo hegemónico).
Trabajar en y con la exclusión social, en la pobreza, con las y los marginadas/os, en la perife-
ria y la estigmatización social (cuanto título nobiliario para realidades que al propio sistema le
interesan en su objetivo de mantener la lógica de dominio impecable, pero que a su vez son in-
visibilizadas, no reconocidas e infravaloradas) no da relevancia y vistosidad.
¿No podríamos cambiar los contenidos y conceptos simbólicos de nuestro objeto de trabajo y
de sus objetivos entendiéndolas de una manera compleja, solidaria, cooperativa, equitativas
y...?
Si trabajamos en lo que no tiene valor ¿qué valor va a tener nuestro trabajo?
Es lo mismo que nos pasa a las mujeres con el trabajo doméstico y nuestra identidad de gé-
nero.
¿Qué valor tiene lo que hacemos cuando en realidad no tiene valor social y además es con-
siderado tarea y no se remunera ni reconoce porque lo hace el 50% de la humanidad?.
Yo sigo preguntando (esta es una de las formas de aplicar la perspectiva de género), ¿por
qué lo que tiene valor para unos, no tiene el mismo valor si es de otras?
¿Significa igual hombre y mujer (macho y hembra de la especie humana), zorro y zorra?
¿Tienen el mismo valor? ¿Tienen la misma posición?...
Podría hacer las mismas preguntas de la profesión de trabajo social respecto de otras profe-
siones del ámbito de las ciencias sociales, y ¿cuál seria la respuesta?
Tristemente el modelo hegemónico ha colocado la profesión del trabajo social en una posi-
ción de subordinación e inferiorización con respecto a otras ciencias y disciplinas sociales para
poder mantener la lógica de dominio y la jerarquía patriarcal, dando mayor relevancia, significa-
do y posición a unas disciplinas que a otras, creando dependencias que nos llevarán a una in-
fravaloración y subordinación con respecto de otras ciencias reconocidas y hegemónicas.
Desde la lógica patriarcal, misión cumplida, hay profesiones y disciplinas en Ciencias Socia-
les de primera y de segunda, al igual que sexos, clases sociales, razas...
Difícil tarea la de cambiar esta cosmovisión de la profesión desde las ciencias sociales, pero
un magnífico y motivador objetivo para el futuro en esta sociedad en constante cambio.
Ahora quisiera abordar el análisis desde la aplicación cotidiana de nuestro trabajo en el mar-
co de las Políticas Públicas, dentro de las Políticas Sociales, lo que no discrepa mucho de la
anterior reflexión.
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Las trabajadoras y trabajadores sociales actuamos en las políticas públicas y en el marco de
las políticas sociales también en la periferia.
¿Es lo mismo trabajar en servicios sociales que en urbanismo y en hacienda? ¿Es lo mismo
trabajar en servicios sociales que en cultura o educación? Sabemos claramente que no.
Los servicios sociales carecen del mismo valor, significado y posición que las demás áreas
de intervención social y política, pero es ahí donde nos ubicamos y hacemos nuestro trabajo.
¿Cómo trabajar bien sin un reconocimiento explícito de la valía de lo que hacemos?
¿Cómo promover procesos de autonomía y empoderamiento con quienes trabajamos?.
¿Son importantes los servicios sociales en el marco de las políticas públicas, o son neces-
arias y convenientes para contener los conflictos y las desigualdades sociales?
¿Qué lugar tienen los servicios sociales en las agendas políticas dentro de las políticas públi-
cas y sociales?
¿Con qué recursos contamos desde la intervención de servicios sociales si los comparamos
con los recursos que tienen en otras áreas y niveles de intervención pública?
¿Qué hacemos en nuestro trabajo cotidiano?
¿Prevenimos, paliamos, planificamos, respondemos a las necesidades que nos plantean, o
apagamos fuegos, hacemos lo que podemos y sobre todo respondemos a los intereses de las
orientaciones políticas de quienes las dirigen?
En la escuela y en la teoría se nos prepara para intervenir y corregir las desigualdades socia-
les producto de múltiples circunstancias con el objetivo de cambiarlas y permitir que las perso-
nas que las viven mejoren su calidad y sus condiciones de vida incluso nos enseñan a prevenir,
planificar, intervenir, evaluar.…
¿Hacemos eso todos los días?
¿No está divorciada la teoría de la práctica?
¿Es todo una casualidad ó forma parte de una lógica que pretende que las cosas y la vida
sean de una manera determinada y todo está orientado a esos fines?
Una vez más muchas preguntas por responder, requerirían de mucho tiempo y muchos folios
y que siguen invitando a pensar.
Aquí quisiera hacer paralelismo en las relaciones de género con respecto a los derechos y a
la igualdad de oportunidades y trato.
Podría volver a poner una larga batería de preguntas, no obstante para seguir con el proceso
de análisis y reflexión, solo pondré algunas:
¿De verdad tienen las mismas oportunidades, trato y derechos las y los usuarios de servicios
sociales con respecto a los usuarios de otros servicios?
¿A qué clase de ciudadanía representan?.…
A estas y a otras muchas preguntas le sumamos que quienes acuden a los servicios sociales
son verdaderamente las USUARIAS (mayoritariamente con respecto a los usuarios) la realidad
hace evidente que necesitamos otras formas de análisis que pongan de manifiesto esta casua-
lidad. La perspectiva de género da muchas respuestas y muchas claves a esta cuestión.
Sólo quiero apuntar una cuestión que siempre me ha inquietado y que quiero compartir aquí.
Si los varones son los proveedores en las relaciones de género patriarcales, ¿por qué cuan-
do existen necesidades de subsistencia, de provisión, no son ellos también los encargados de
satisfacerla?.
¿Por qué las mujeres nos encargamos de la subsidiariedad?. ¿No serán todo ello condicio-
nes y mandatos de género?.…
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Una vez mas para poder cambiar hay que saber y conocer, para después de reflexionar po-
der intervenir y trasformar las situaciones y la realidad.
Por lo tanto, el primer paso es ver y conocer para luego cambiar. Y sigo proponiendo que el
trabajo de buscar y articular propuestas, respuestas y soluciones es colectivo.
Hasta aquí he intentado hacer un recorrido de la posición, significado y valor de la profesión
del trabajo social con respecto al ámbito del conocimiento y actuación donde se enmarca.
A continuación, quisiera parar y reflexionar de una forma más profunda en la relación que
desde la profesión de trabajo social establecemos con las personas (objeto de nuestro trabajo y
nuestra intervención) con las que trabajamos.
Aquí se invierten las tornas y pasamos de una situación de subordinación a una posición de
dominio y poder.
Tenemos el poder y la capacidad de dar, juzgar, corregir, decidir sobre la situación concreta y
la vida de otras personas en momentos de gran vulnerabilidad y dependencia, de falta de au-
toestima, descolocadas y desestructuradas, con problemas y situaciones coyunturales y con-
cretas que resolver y también con situaciones y problemas estructurales, cronificados…
Las personas que acuden a servicios sociales, llamadas en la jerga profesional usuarios y
usuarias (alguna vez tendríamos que buscar un término que nombre sin estigmatizar a las per-
sonas y sujetos de nuestra intervención), llegan en la mayoría de los casos sintiéndose fraca-
sadas, desorientadas, con problemas o problematizadas, excluidas y estigmatizadas.
Sólo el hecho de acudir a los servicios sociales marca a quienes establecen una relación con
estos servicios públicos, cosa que no pasa cuando cualquier ciudadana o ciudadano acude a
utilizar los servicios que por derecho le pertenecen y le corresponden.
Quisiera una vez mas plantear unas cuantas preguntas pero quiero advertir que mi deseo y
mi intención no es ni juzgar ni cuestionar a nadie individual , personal o profesionalmente.
Mi objetivo es poner en evidencia y visibilizar algunas cuestiones que se nos pasan por alto,
que no hemos pensado, que nos conflictuan y las aparcamos, que no interesan socialmente,
política e institucionalmente y a nosotras/os tampoco demasiado, pero que estas y otra muchas
están ahí e impiden las avances y las transformaciones personales y sociales…
Mi deseo es hacer una llamada de atención para tomar conciencia y poder decidir hacer las
cosas de otra manera.
Soy consciente de que los cambios no los podemos hacer solo desde las y los profesionales,
me gustaría simplemente seguir llamando la atención a lo que sí tenga y tiene que ver con
cada profesional…
Yo pregunto; ¿por qué esa imagen y cosmovisión de un servicio que puede necesitar cual-
quier ciudadano y ciudadana en cualquier momento de su vida?.
¿No es un servicio público más?.
¿Qué hacemos desde el ejercicio de la profesión para esta imagen se mantenga?
¿Por qué no aplicamos todo lo que aprendimos en la teoría y en la escuela?
¿No será que nos interesa este tipo de relaciones, aunque no lo hayamos elegido conscien-
temente?
¿Es una forma de resarcirse de la subordinación en la que nos encontramos en otras relacio-
nes?
¿Hasta dónde somos conscientes de nuestro poder y del ejercicio del mismo?
¿Somos conscientes de las relaciones de dependencia que generamos con nuestra interven-
ción en nuestro trabajo?
¿Nos interesan y nos dan un poder?
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¿Escuchamos lo que nos cuentan o activamos nuestros prejuicios y estereotipos de forma in-
consciente en nuestro quehacer cotidiano?
Serían muchas las preguntas que podríamos hacer buscando visibilizar cómo la lógica pa-
triarcal se materializa a través de las relaciones de dominio que se reproducen en todo tipo de
relaciones sociales.
Esta es la clave que a mi me gustaría activar. Como hemos visto depende de donde se nos
ubique en las relaciones patriarcales de poder, estamos sometidas/os o dominando. Desde lue-
go no es lo mismo, y el propio sistema se ocupa de que cada cual esté en su lugar, lo asuma y
lo reproduzca a través de muchos mecanismos y sobre todo a través del proceso de socializa-
ción androcéntrico y sexista.
A cada quien por su condición X (género, raza, clase, nivel de instrucción...), le corresponde
un lugar que irá cambiando en función de la combinación de las diferentes condiciones entre si
y con otras condiciones. En cualquier circunstancia se está arriba o abajo.
Lo que llama la atención es que en la condición de profesional del trabajo social tenemos do-
ble dimensión arriba y abajo, siendo las y los mismos, en función de con quién nos relacione-
mos (con otras ciencias, con las y los usuarios, en las instituciones y en las relaciones de las
políticas...).
Por eso en nuestro caso, como profesionales, es más importante aplicar este análisis y esta
perspectiva que va a permitir evidenciar esa doble situación y dimensión para poder proponer
alternativas diferentes a cada una de ellas.
Es doble el trabajo que tenemos que realizar desde la profesión, por un lado empoderarnos
con respecto de otras profesiones, áreas de conocimiento y áreas en las políticas publicas y
sociales pero también y quizás mas importante desdominizar (de momento no tengo otro tér-
mino espero poder encontrarlo y compartirlo) por otro desjerarquizar nuestra intervención profe-
sional, nuestro quehacer cotidiano.
No quisiera extenderme mas, me encantaría poder contrastar esta propuesta para la refle-
xión y desde luego seguir profundizando y avanzando en este camino.
De lo que estoy segura es que nuestra profesión tiene gran potencial y unas magníficas y
magníficos profesionales, pero está de una manera particular sometida a las dinámicas de fun-
cionamiento del sistema patriarcal y es importante cuestionarlas para poder construir alternati-
vas de cambio transformadoras de la realidad, para poder disfrutar de relaciones equivalentes y
equitativas.
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Quisiera acabar mi intervención agradeciendo a quienes me enseñaron a ser trabajadora So-
cial feminista en la escuela de trabajo Social en Valencia , a mis profesoras y profesores espe-
cialmente a Teresa Yeves, a mis compañeras y compañeros.
A mis maestras feministas que son muchas y sería muy largo nombrarlas, pero sí quiero re-
conocer de forma especial a Marcela Lagarde mi maestra y amiga de la vida.
Con todo lo que he aprendido, recogido e inventado he podido llegar a estar aquí y puedo
decir con mucho cariño y satisfacción que estoy encantada de ser Trabajadora Social. Pero
además quiero seguir profundizando y proponiendo avances y mejoras para mi profesión y mi
trabajo.
Muchas gracias también a quienes me leáis, solo reiterar mi deseo de proponer y no de pon -
tificar ni sentar cátedra. Solo así podremos iniciar procesos que beneficien a todas y a todos,
que permitan sentirnos a gusto y bien con lo que hacemos.
Si además conseguimos contribuir a que las cosas cambien, mucho mejor.