Ética para La Democracia
Ética para La Democracia
Ética para La Democracia
"El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días,
que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y
volverse parte de él hasta no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber
reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio."
Italo Calvino
"Las ciudades invisibles"
Carlos Alberto Calderón: INTRODUCCIÓN GENERAL A LA ÉTICA CIUDADANA
INTRODUCCIÓN
Este seminario sobre ética ciudadana intenta adentrarse en la búsqueda de lo que podríamos llamar la fundamentación
ética de actividades o de campos tan plurales como la educación, el periodismo, la defensa del medio ambiente, etc. Toda
esta reflexión en tomo a las implicaciones éticas de este trabajo interdisciplinario exige el ponemos de acuerdo en un marco
común a partir del cual podamos hablar un mismo lenguaje ético; es lo que intentaremos en esta introducción general a la
ética ciudadana.
Nos parece de trascendental importancia dejar sentado desde el principio que al hablar de ética ciudadana o ética civil
(como prefieren llamarla otros), no estamos haciendo referencia a la creación de una ética o de una moral nuevas, una
especie de alternativa a la moral cristiana por ejemplo... como si esta hubiera perdido vigencia y fuera necesario
reemplazarla por otra nueva. Digámoslo también desde el principio que no es la pérdida de valor o de vigencia de la
estructura interna de la ética y de la moral lo que exige hablar de una ética civil ciudadana; de lo que más bien tendríamos
que hablar es de la necesidad de crear un lenguaje adecuado, acorde con la sensibilidad y la pluralidad religiosa y civil de
nuestra cultura contemporánea; lenguaje que acerque al hombre y la mujer de hoy la riqueza perenne de ese patrimonio
ético de la humanidad, encerrado en una propuesta moral tan rica como es el decálogo, del cual se hablará precisamente
en otro momento de este seminario.
Esta necesidad de elaborar un nuevo lenguaje moral que acerque a una sociedad civil y pluralista el imperativo ético, que
garantice la calidad de la vida y la dignidad humanas se hace urgente si miramos dos realidades de la situación actual de
nuestro país:
La promulgación de la nueva constitución y la realidad jurídico-institucional que de allí se desprende
La mayoría de ustedes recuerdan cómo la mañana siguiente a la promulgación de la nueva carta magna para el país, casi
todos los periódicos nacionales titulaban así la noticia: "Amaneció un nuevo país", "se engendra una nueva Colombia", etc.
Esta afirmación un poco triunfalista exige más de un interrogante: ¿Solamente la formulación jurídica de unos principios de
organización de convivencia ciudadana garantizarán que Colombia sea nueva? nosotros pensamos que no y estamos
convencidos que sin una mentalidad nueva, sin una higiene moral, sin un soporte ético fuerte, la nueva constitución quedará
como una formulación escrita más; como haciendo parte de la ya grande colección de palabras de papel que acumula
nuestro país, nuestra sociedad. Este sería el sentido de lo que llamaríamos ética ciudadana: ser como una especie de
puntal que garantice, que haga de soporte a esa nueva realidad político-institucional que debería surgir en el país como
resultado de la nueva constitución.
La realidad social y política de nuestro país
Casi todos los que hemos hablado en los últimos tiempos del problema de la violencia en el país y concretamente en
Medellín, nuestra ciudad, terminamos diciendo: el problema fundamental es que asistimos a una crisis de valores, a una
pérdida de la moral; y esto se nos ha vuelto una especie de "lugar común". En otras palabras, lo que se dice y es reiterativo
por ejemplo en la prensa, es que lo que le ha pasado al país y a nuestra ciudad es fruto de un desbordamiento de los
controles morales y éticos; más sencillamente dicho: ¿por qué hay personas o grupos sociales que se enriquecen
ilícitamente? ¿por qué se agrede y se quita la vida con tanta tranquilidad y frescura? ¿por qué el secuestro, el robo, la
consecución del dinero fácil? ¿por qué todo esto si existen unos principios morales y éticos que lo tendrían que impedir?
¿qué nos ha pasado?; he aquí la pregunta fundamental. El intento de respuesta a esta pregunta es lo que ha llevado a
algunos a hablar de "vacío ético" en la sociedad y de ética civil o ciudadana. Más que de "vacío ético", nosotros
preferiríamos hablar del surgimiento de un vacío a lo ético, al aporte moral; de incapacidad de las instituciones de activar y
hacer significativo el patrimonio ético acumulado en nuestra sociedad y en nuestra cultura; es este colapso moral lo que
exige una nueva incursión en el mundo de la ética; solamente en estas perspectivas entenderíamos el camino de búsqueda
de una ética civil o ciudadana.
COLAPSO MORAL O VACÍO A LO ÉTICO
La constatación de lo que comúnmente se llama crisis de valores y que nosotros preferimos llamar colapso moral o vacío a
lo ético, tiene unas causas que sería necesario profundizar, pero que en el marco limitado de este seminario solamente
podemos insinuar.
La secularización de la cultura y de la sociedad
Es un hecho que nosotros no podemos negar so pena de pretender tapar el sol con las manos, el que nuestra cultura,
nuestra manera de pensar y de actuar está influenciada por el fenómeno de la secularización con todas sus implicaciones;
lo religioso no constituye más el único referente, o mejor, el referente común de las personas y de los grupos sociales; esto
nos llevaría a hablar de algo que ya mencionaba el Concilio Vaticano II, como el fenómeno de una mentalidad atea no
solamente explícita sino también de una especie de postura atea implícita. Esto no es una constatación teórica, es la
explicitación de la experiencia diaria con personas o grupos para los cuales el lenguaje religioso no tiene ya una
significación; ante esta realidad no es solamente legítimo, sino urgente, elaborar un nuevo lenguaje que haga accesible a
esta mentalidad secularista o no religiosa, las exigencias éticas mínimas de respeto por la vida y por la dignidad humanas.
Es por ahí por donde vemos el camino de una ética civil o ciudadana; en esta perspectiva, la ética ciudadana no será tanto
una sustitución de la ética y de la moral clásicas, cuanto un acercamiento más adecuado, una formulación más significativa
y relevante del "cumulum" moral de la humanidad.
La Identificación entre Moral y Religión
Nuestra cultura occidental ha estado fuertemente marcada por la influencia de lo religioso; entre nosotros concretamente la
hegemonía de la orientación y de la formación moral ha estado en manos de la Iglesia Católica. Esta relación no
adecuadamente asumida, ha llevado a una identificación entre la moral y la religión; identificación ciertamente nociva tanto
para la una como para la otra; todo esto dentro de un contexto de "régimen de cristiandad" dañino y afortunadamente
superado por el Concilio Vaticano II con su teología de la autonomía de lo temporal. La experiencia cristiana, la opción
profunda de fe tal como la presenta Jesús en su proyecto del reino y la sistematiza la doctrina de la iglesia, no puede
reducirse a una moral; la moral hace parte de la experiencia de la fe, pero no puede reducirse a ella, y esto es tan nocivo
como la separación entre moral y religión ya denunciada por el magisterio eclesial.
Este reduccionismo moral-religión se ha dado en ciertos ambientes religiosos en el ámbito de un reduccionismo todavía
peor: el reducir lo moral casi que exclusivamente al campo de lo sexual; de hecho todavía para muchas personas el hablar
de moral los refiere inmediatamente a la sexualidad. Esto es el resultado de un discurso moral elaborado privilegiadamente
en el campo de la sexualidad y que deja a un lado o casi excluye por ejemplo la reflexión moral y sus exigencias en relación
con el manejo de lo económico o la postura frente al dinero. Esto más que una afirmación teórica es también la constatación
que podemos hacer muchos sacerdotes en Medellín a través de la práctica pastoral sacramental: es la realidad del sicario
que jamás se le ocurre confesarse de sus actividades en la banda o de sus "trabajos", pero si de sus faltas sexuales; o la
del narcotraficante para el cual su actividad de enriquecimiento ilícito jamás llega a ser objeto de revisión en sus prácticas
religiosas pero si sus aventuras sexuales; o la del empresario rico para el cual sus acciones de injusticia con los
trabajadores son irrelevantes de cara a sus infidelidades conyugales por ejemplo.
El carácter impositivo de la pedagogía moral
Es lo que podríamos llamar la tercera causa del colapso moral. Esta presentación impositiva, "dogmática", casuística de la
oferta ético-moral, que ha realizado la institución religiosa eclesiástica en ciertos momentos de su historia, ha hecho crisis.
Hay que cumplir una norma porque así lo dice simplemente la moral, o la institución, no porque detrás haya un valor; a
quien pide racionalidad de la norma se responde con argumento de autoridad. Esta pedagogía moral irrazonable o
casuística ha ido haciendo irrelevante por ejemplo la moral católica para muchos ciudadanos, especialmente para quienes
están fuertemente marcados por la mentalidad crítica, secularistas, o por el pluralismo cultural, antropológico, religioso y
político fruto de la modernidad. Detrás de toda esta problemática está la exigencia de renovación de la teología moral
impulsada por el Concilio Vaticano II y de la cual es muestra, por ejemplo, el título de uno de los trabajos de teología moral:
"Libres y fíeles en Cristo", el cual sustituye a la "Ley de Cristo".
La renuncia de la institución civil a ser garante de lo ético
Esta tercera causa del colapso moral se inscribe dentro del contexto de lo que podríamos llamar esquizofrenia entre lo ético
y lo jurídico. Esa identificación entre moral y religión de la cual hablábamos más arriba llevó al Estado, a las instituciones
civiles, políticas y educativas a renunciar a su papel de garantes de lo ético; pareciera como si lo ético y lo moral fuera
asunto de la Iglesia, y lo jurídico solamente del Estado. En el caso de nuestro país es necesario constatar un elemento de
tipo histórico como es la vinculación de la Iglesia a la institucionalidad colombiana a través del bipartidismo, vinculación que
llevó a la identificación concreta de un partido político con la Iglesia o de la Iglesia con ese determinado partido político y a
partir de ello a la renuncia del Estado a la responsabilidad y a la tarea de activar una propuesta ética general para los
ciudadanos. Es también por este camino por el cual debemos andar en la búsqueda de una formulación ética común y
válida para todos los ciudadanos.
SALIDAS AL COLAPSO MORAL O VACÍO A LO ÉTICO
La constatación de esta situación fruto de estas tres realidades mencionadas puede suscitar varias reacciones:
Muro de lamentaciones
Es la primera postura común ya a muchos y que lleva a crear una especie de muro de las lamentaciones ante el cual nos
dolemos nostálgicamente por el pasado; es quedarse simplemente en la queja y añorar la "bucólica paz" de una sociedad y
de una cultura agrarias premodernas o de un régimen de cristiandad, una especie de cesaropapismo para mantener el
control de la sociedad.
Continuismo
Puede ser una segunda postura. Continuismo tanto de parte del Estado y de las instituciones civiles como de la Iglesia o de
las instituciones religiosas, que impide a uno y otras asumir su tarea moral, su responsabilidad ética de una manera
diferente, en un clima de responsabilidad histórica común. Esta cerrazón a buscar una pedagogía moral nueva, urgida por la
situación dramática que vive el mundo y en especial nuestro país, sería imperdonable para todos.
Apertura creativa
Libres de prejuicios mutuos y sobre todo libres de ambiciones de poder, todas las instituciones tendrían que sentir y aceptar
el llamado a ponerse de acuerdo en torno a la búsqueda de lo que llamaríamos la elaboración de una pedagogía civil para
la moral, para la ética; en el fondo sería lo que otros denominarían la formulación de una ética ciudadana; como lo
insinuábamos más arriba nos parece más adecuado hablar de una pedagogía nueva "civil" que acerque y haga relevante la
propuesta ético-moral. Esta apertura creativa tendría que darse en torno a dos búsquedas:
– Búsqueda de un "Mínimum" ético
Es decir, la aceptación de un cúmulo de valores en torno a los cuales nos podamos poner de acuerdo todos los ciudadanos
cualesquiera que sean nuestros credos políticos o religiosos. Elementos primarios y fundamentales de este ethos del
mínimun serían evidentemente el valor y el respeto por la vida y el valor y el respeto por la dignidad de la persona humana,
ambos presupuestos de una auténtica convivencia ciudadana. Aquí tendría un aporte insustituible e irrenunciable eso que
hemos denominado el patrimonio ético de la humanidad que encierra la moral cristiana, basada en el decálogo, en el
evangelio, en el proyecto de Jesús y en la enseñanza moral de la Iglesia.
– Búsqueda de un consenso
Un consenso que evidentemente no puede formularse en torno a los valores, a ese patrimonio ético el cual no es
negociable, sino más bien un consenso que parta de una "racionalidad compartida". Un consenso que solamente puede
surgir a partir de la renuncia de todas las instituciones a cualquier tipo de intransigencia, fruto de la imposición del poder
político, o religioso, o de los medios de comunicación. Un consenso que se va construyendo en el diálogo no solamente
interdisciplinario, sino también interinstitucional e interreligioso. Consenso que no pretende lograrse a partir de la oposición
o suplantación de la ética de orientación religiosa; que no entra en competencia con ninguna religión, sino que por el
contrario se deja enriquecer por todas.
CONCLUSIÓN
Terminaríamos este primer acercamiento de nuestro seminario sobre ética ciudadana insinuando algunos caminos, algunas
líneas por las cuales podríamos transitar todos los que nos queremos empeñar seriamente, conscientes de nuestra
responsabilidad histórica, en la consecución de la paz.
La racionalidad compartida
Este trabajo de hacer significativa la propuesta ética, de búsqueda de un nuevo lenguaje moral, que haga relevante y
actuante el patrimonio ético de la humanidad, tiene que partir de la aceptación de la racionalidad compartida. Se trata en un
primer momento de fundamentar racionalmente (no religiosa, dogmática o civilmente) los asuntos de la moral. Partir de la
convicción de que basta la capacidad de la razón humana natural para que los hombres y los grupos humanos justifiquen la
práctica de la moral; es en el fondo el encuentro con la ley natural inscrita en el corazón de cada hombre y que nosotros en
la perspectiva de la fe identificamos como la ley divina. Racionalidad que como anotábamos en otra parte no diluye ni
mucho menos hace insignificante el papel de lo que podríamos llamar la "racionalidad religiosa institucional"; por el
contrario, la acepta como elemento indispensable en la elaboración de una pedagogía civil, o ciudadana de la moral.
La acción comunicativa
Para la formulación de esta segunda pista en este trabajo de significación de la ética y de moral, echamos mano de la
propuesta de Jürgen Habermas con su teoría de la acción comunicativa fundamentada en la propuesta de la argumentación
y del diálogo, no de la imposición de la fuerza en torno a la moralidad.
Este nuevo lenguaje moral o esta nueva propuesta de metodología ética, tiene que responder a dos de las necesidades
básicas de la sociedad civil:
– La necesidad de resolver los conflictos de manera civilizada.
A esta necesidad respondería la elaboración de un discurso sobre la paz y la justicia; la elaboración de un lenguaje jurídico
moral que garantice el respeto por el valor de la justicia como garante de la paz. El surgimiento de un nuevo lenguaje moral
que presente de manera acuciante las exigencias ético-jurídicas de la justicia con todas sus implicaciones para las
relaciones interpersonales, sociales, económicas y políticas.
Un discurso sobre la paz que parta de la aceptación y del respeto por las diferencias, del aprendizaje de una pedagogía de
la argumentación y de la resolución civilizada de las diferencias y de los conflictos; pareciera que solamente hemos
aprendido a resolver los conflictos a punta de ironía, de mutuas descalificaciones verbales, o a punta de fusil.
– La necesidad de suscitar repuestas y tareas colectivas a problemas y necesidades colectivas.
A esta necesidad respondería la elaboración de un discurso sobre la solidaridad. Aquí también se hace urgente la
formulación de un lenguaje jurídico-moral que exija y active en los individuos y en los grupos e instituciones la
responsabilidad social, el respeto por la "polis", por lo público, por el bien común.
– La necesidad de amar, respetar y disfrutar la vida y la naturaleza.
A estas dos necesidades que trae Habermas yo agregaría una tercera, que desde nuestra perspectiva tendría que ser una
primera. A esta necesidad tendría que responder en primer lugar el discurso ético-jurídico sobre el valor inalienable de la
vida humana, discurso en tomo al cual tendría que darse un diálogo interdisciplinar e interinstitucional, que genere un
acuerdo alrededor de toda la problemática de la bioética.
Este discurso sobre el valor de la vida humana tendría que ver completamente hoy con el discurso ecológico que debería
llevar a la formulación de un lenguaje moral, de un consenso ético-jurídico que defienda y garantice la integridad de la
creación, del medio ambiente, que genere una relación nueva, de valoración, de respeto, de disfrute con la vida, con la
naturaleza.
Para concluir tendríamos que decir que todo este nuevo camino ético, toda esta tarea de creación de una higiene moral que
oxigene nuestro país y lo saque del colapso moral-institucional en que está sumido será imposible de recorrer, si no
renunciamos a los fanatismos e intransigencia que a veces nos envuelven como cadenas:
– El fanatismo religioso de pretender que somos los únicos que tenemos una palabra a decir ante la sociedad, que nos
impide "untamos" con los ateos, con los, que no comparten nuestro credo religioso para hacer surgir una sociedad nueva
capaz de generar hombres y mujeres nuevos.
– El fanatismo anticlerical, que arrincona la religión y la iglesia a la trastienda de la sociedad como algo anacrónico, "opio del
pueblo", etc.
– El fanatismo político-estatal que erige al Estado como el único garante de la sociedad, como el prepotente dictador
jurídico-moral que se cierra al aporte y a la confrontación de las otras instituciones sociales.
Si somos capaces de eliminar este triple fanatismo tal vez podríamos sentirnos todos orgullosos de nuestra responsabilidad
histórica; y entonces los pobres y desheredados de la sociedad, los indefensos de la vida, podrían tener nuevos motivos
para la esperanza.