ADÁN

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ADÁN

Descripción: Dione Weber no es una santa, tampoco es la mala de


esta historia. Dione Weber es la protagonista de su propia historia,
pero la cual ella no escribió. Pero entonces, ¿quién lo hizo? Simple.
Adán.
Pero, ¿Cómo escribes una historia que no es la tuya? Dione lo sabe,
siendo el fruto prohibido el cual jamás se debió probar. O eso es lo que
dicen.
IMPORTANTE: ¡Holaaaa! ¿Qué tal todo? Si estas acá es porque
decidiste leer esta historia, ¿o no? Por favor léela.
Antes de empezar con esta majestuosa obra (al menos para mí),
quisiera decir algunas cosas antes de comenzar.

Adán comenzó siendo una historia la cual quería empezar con el fin de
poder mostrarle al mundo lo que escribo y como escribo. Sin embargo,
poco a poco y debido a muchas cosas, escribir este libro dejo de
emocionarme por X o Y motivo. Me daba miedo la idea de que, al
público, es decir, ustedes no les gustara. Pero sé que no a todo el
mundo tiene que gustarle, ¿verdad?
Pero he vuelto trayendo esta historia para mí y para ustedes, sea
apoyada o no, sé que estaré feliz de haberla escrito y publicado.
Hacer esto me da algo de vergüenza, pero supongo que la
presentación es algo importante, así que… Mi nombre es Isabella, este
es el primer libro que escribo completamente y el primero en ser
publicado.

*No estás obligado a leerlo, si decides continuar con la historia es tu


decisión, pero si decides leerla hasta el final, muchísimas gracias de
todo corazón.
*Este libro contiene escenas +18, así que supongo que algunos
lectores no tendrán 18 o más. Pero todos hemos leído muchos libros
sin tener esa edad, ¿no? Jeje, así que aquí las edades son lo de
menos. Mírenme a mí, casi 45, pronto 98.
*Este libro puede tornarse cliché en algunos capítulos para algunos de
ustedes, pero déjenme decirles que no es así. Amo este libro con todo
mi corazón y aunque una vez lo borré, cualquier palabra podría
describirlo menos esa.
*Si tienes algún comentario grosero o que insulte a mi preciado Adán,
te pido el favor te lo ahorres y dejes de leer.
*Este libro comenzó siendo escrito en una fecha la cual no recuerdo,
pero fue retomado el 11 de Julio de 2023 hasta la fecha de su
respectivo final.
*Una vez más, si decides continuar hasta el final, estaré agradecida
contigo por tomarte el tiempo de leer mi libro y el de la persona que
más me apoyado y que sé que estará leyendo esto alguna vez.
Sin nada más que decir, empecemooooooooos. *redoble de tambores*
Con amor,
Isa.

Prólogo
2 de junio de 2019.
Zagreb, Croacia.
Dione.
Tomo un trago del jugo que Dalia me ha ofrecido en su casa. Lia se ha
convertido en mi mejor amiga desde que Milan se fue, ha estado
conmigo en las buenas y malas y no me ha dejado sola.
—Dione, levanta el ánimo, ¿quieres? —me dice ella, reprendiéndome.
Dejo el vaso encima de su pequeño y bonito escritorio y voy hacia su cama en donde ella
está sentada con un gesto preocupado.
—Deja de estar triste. Milan algún día volverá, ¿okey? —dice mientras me siento junto a
ella y comienza a acariciar mi espalda.
—Lo sé, Lia, créeme que lo sé. Pero Milan es el chico que me gusta, es decir, si Thiago se
fuera por quien sabe cuánto tiempo, ¿no estarías igual? —menciono al chico con el que
esta saliendo.
—Claro que sí, pero no puedes estar así toda la vida. Además, Milan no es tu novio, ¿o
si?
—Por supuesto que no —respondo de mala gana ante su pregunta—. Pero es una
persona especial para mí, así como mi familia y tú.
—Lo que digas —se da por vencida finalmente.
Luego de estar más de cuatro horas en su casa, aún me siento mal por la partida del
chico que me gusta, la cual fue ayer. Sin embargo, no puedo evitar ponerme triste al
recordar que se fue por tiempo indefinido y nuestra despedida, prácticamente, fue
ninguna.
Aún recuerdo perfectamente como su mirada se apagó al decirme la noticia de que se iba
a París por un tiempo, pero ¿cuánto tiempo exactamente?
Una nueva sonrisa apareció al decirme que cuando volviera me pediría ser su novia
finalmente, con la ilusión llenándole el rostro y pululando su mirada. Movía las manos
nervioso antes de irse y dio exactamente tres pasos hacia mí, para darme el ultimo abrazo
antes de partir junto a su familia.
Estaba feliz por él, juro que lo estaba, pero hubiera preferido que se quedara para estar
juntos, aunque seamos solo dos adolescentes que se gustan y se escapen de su casa por
la noche para ir a la del otro.
Milan tenía una actitud completamente diferente en los últimos días. En todas esas
ocasiones intente preguntar el porqué, pero el siempre cambiaba el tema y simplemente
deje de preguntarle, pues no quería molestarlo. Pero si quería saber cuál era el motivo por
el cual estaba triste. Al final, concluí que le daba vergüenza confesarlo y esperar a que
tomara la iniciativa de contármelo.
Pero el al final se fue y jamás pude saber el motivo de su tristeza, o eso creía.
—“Espérame, Dione” Fue lo último que dijo. Y claro que iba a esperarlo, me llenaba de
emoción esperar el día en el que llegase, pero jamás pensé que en muchísimo tiempo no
espere a Milan y darme cuenta tan tarde de que a él no era a quien esperaba, a quien
venía por mí, sino Adán.
Notita
Holaaa. ¿Cómo han estado? Espero que bien.
Bienvenidas y bienvenidos nuevamente a Adán.
Les agradezco millones de universos por querer leer esta historia. Algunos probablemente
no lleguen hasta el final o se queden a mitad de camino, pero aun así muchísimas
gracias.
Siento que empezamos muuuuuuy bien, ya que esta historia inicialmente no tenía prólogo,
pero me cuestione a mi misma y dije que era bastante importante para que la historia se
entienda mejor y se desarrolle mucho mejor, pues antes podía resultar un poco confusa y
pasaban cosas que ustedes dirían “pero y que pasooooo” o cosas así. Aunque se vea
simple, el prólogo ayuda bastante con el curso de la historia.
Discúlpenme de todo corazón si se encuentran con algunas faltas de ortografía como en
las comas, punto, punto y coma o incluso en las tildes. Todo lo escribo en Word, ya que
resulta mucho más cómodo, pero a veces Word no me corrige bien las comas y aparece
que está mal algunas palabras que están bien y aparecen opciones en inglés :’, así que
perdón por si alguna palabrita se me pasó y no me di cuenta.
Para no alargar mucho esta nota, me estoy cuestionando muy seriamente publicar el libro
cuando esté terminado o tener días de actualizaciones. La primera opción me parece la
más cómoda, sin embargo, creo que si voy actualizando el libro podría tener más apoyo
con el paso del tiempo. Así como escribo, también leo, y en muchísimos libros (en verdad
muchísimos) las autoras o autores dejan notas comentando que algunos de sus lectores
les escriben a sus redes sociales cosas muy groseras porque no actualizan. Cositas de
gente inmadura. Para evitar todo eso la primera opción es la mejor, pero si me gustaría
bastante tener días de actualizaciones. Les estaré avisando mi decisión y por favor no
olviden votar y recomendar el libro con sus conocidos, se los agradecería muchísimo más.
Con amor,
Isa.
Capítulo 1
Cuatro años después…
15 de abril de 2023.
Split, Croacia.
Dione.
Excursiones de último año… ¿Qué puedo decir? No tengo idea.
O quizás sí, pero ¿cómo tendrías tiempo de pensar si estas tirada en el piso lleno de
barro, con un montón de adolescentes imprudentes pasándote por encima celebrando su
victoria y, peor aún, cuando hoy fue el día en el que te lavaste el cabello?
—¡Dione! Oh por Dios, levántate —llega Dalia a socorrerme. Me toma de las manos y con
un gran esfuerzo, logro levantarme.
Por suerte, ya no hay ningún adolescente lo suficientemente cerca como para ver mi
espantoso aspecto.
—¡Mierda! Los de la casa verde ganaron, Dione —informa algo que ya sabía.
—Oh, ¿en serio, Lia? —espeto con sarcasmo—. ¿Entonces quiénes fueron los que me
pasaron por encima sin siquiera mirarme y me dejaron así?
Me mira con recelo por mi actitud sarcástica y me saca el dedo del medio.
—Vamos a limpiarte a la cabaña antes de que alguien nos vea —me toma del brazo y
comenzamos a caminar hacia nuestra respectiva cabaña.
El Camp Rehut es un prometedor campamento donde va el público en general. Sin
embargo, el 5 de abril cuando nuestros profesores dieron la noticia de que habían
conseguido excelentes días para una excursión de una semana en este hotel, no pensé
que en mi primer día pasaran dos sucesos totalmente irremediables (casi).
1. No ganamos, por ende, el equipo de la casa verde tendrá doble porción de lasaña,
mientras que la casa azul y la roja solo tendrán una.
2. Hoy me lave el cabello, tengo nudos casi que imposibles de remediar, hojas y
barro por toda la cara, los brazos y las piernas.
La casa de Lia y la mía es la roja, la de su novio Thiago es la azul, y en verdad agradezco
no conocer a nadie de la casa verde porqué estoy 100% segura de que todos los
integrantes de esa casa me pasaron por encima.
—Creo que esa casa hizo trampa, así que no te sientas mal por no haber ganado la
competencia, ¿okey? —dice mi mejor amiga, preocupada.
—Dalia, es que no es por la competencia. Mira como me dejaron —señalo mi camisa y mi
pelo—. Sabes que hoy me lave el cabello, y quizás no es la gran cosa, pero me dolió un
poco todas esas pisadas.
—Tranquila, ya llegamos.
Abrimos la puerta de la cabaña y no hay nadie. Entro de inmediato al baño y me
arrepiento de haber venido y de que Dalia me haya convencido de venir. Me siento algo
dramática, pero yo no quería venir, sabía que desde el primer día iba a pasar algo. Es
como si yo tuviera activado mi poder de intuición femenina.
Me quito la ropa y abro la ducha, efectivamente está caliente, así que sin pensarlo me
meto rápido y cierro la puerta de vidrio. El agua caliente cae por mi cuerpo y el piso se
torna de un color café claro debido al barro que tengo por todas partes.
Han sido cuatro largos años, los recuerdo bien desde que Milan se fue. Mientras el agua
cae por todo mi cuerpo, pienso en todo lo que ha sucedido.
En el primer año casi no acepto el hecho de que Milan se haya ido y me deprimí por seis
meses. El segundo año lo llevaba mejor, pues Milan me gustaba muchísimo y siempre
estuve consciente de que no iba ser algo fácil de superar. Aguarde y aguarde, le escribí al
número que siempre había sido de él, pero nunca respondió. Al final de todo supuse que
lo había cambiado, pero al menos que algún día —probablemente— me escribiría. Pero
aquella probabilidad nunca se cumplió y en los primeros siete menos del tercer año,
concluí que él jamás volvería. Sin embargo, una esperanza nació debido a una mala
broma que un compañero me jugó. Alex.
Siempre supe que yo le gustaba, pero a mí siempre me había gustado Milan. Rechace
todas las indirectas que me mandaba, las veces que me escribía en múltiples ocasiones y
cuando mandaba a sus amigos a pedirme mis demás redes sociales.
No sé porque pienso en esto justo ahora.
Es un poco extraño. Pero supongo que a todos alguna vez nos ponemos a pensar en
cosas de un momento para otro, cosas que no creíamos que eran importantes como lo
eran antes. Y en una situación tan extraña como lo es esta.
Si, han pasado cuatro años desde que Milan se fue exactamente un 2 de julio, sin
despedirse, sin nada más que decir. Con el tiempo, dejé de pensar a Milan como lo
pensaba antes, dejo de gustarme como antes me gustaba, ¿lo raro? Es que siento que
aún lo sigo esperando.
Estoy en un campamento al que prácticamente fui arrastrada por mi mejor amiga y su
novio. Como dije antes, han sido cuatro años largos y ponerme a pensar en esto justo
ahora es muy confuso. Es el inicio de mi historia.
¡Como quisiera no haber venido a este campamento!
Dejo mis pensamientos a un lado y me lavo el cabello por casi una hora.
Creo que ha sido un principio algo raro y confuso, pero ¿qué puedo decir? Todo comienza
con una gran cantidad de adolescentes pasándome por encima y ahora estoy aquí,
lavándome el cabello y pensando en el chico que antes me gustaba.
Si, antes. Milan ya no me gusta en lo absoluto, le tengo cariño, pero el ya no me gusta.
Estoy consciente de que una relación a distancia no hubiera estado mal, sin embargo,
nunca volvimos a hablar y ni siquiera si algún día el volverá, y lo más probable es que no.
Fue algo muy difícil para mi, pues yo de verdad quería de todo corazón a Milan y en
verdad me gustaba, pero las circunstancias nos llevaron a esto y jamás supe algo de el,
simplemente nada y en el cuarto año acepte que las cosas pasan por algo, es decir, Milan
se fue por problemas de su familia y si nunca trato de escribirme, entonces significa que
ya no le gusto y eso está bien.
—¡Dione! ¡Sal de la ducha! Las otras chicas también quieren bañarse —grita Dalia desde
la habitación de todas nosotras, pues la casa roja solo es de chicas.
¡Dios mío, llevo casi dos horas en el baño!
Me apresuro a tomar mi toalla y ponerme una en el pelo, salgo del baño y observo a todas
las chicas y todas se ven de verdad muy cansadas por la competencia de hoy.
—Hola —saludo con una sonrisa, tratando de alentarlas.
—Hola, Dione —responde Martha, la líder de nuestra casa.
—¿Qué tal? ¿Dónde estaban? —pregunto, recordando que ellas no estaban cuando Dalia
y yo llegamos.
Se miran entre si y dudan si decirme o no.
—Fuimos a mirar a los chicos de la casa azul mientras se duchaban —la respuesta de
Ariel me sorprende y se nota mucho en mi cara.
—¡Ariel! —grita Martha, lanzándole una almohada a Ariel con una fuerza increíble.
—Se supone que le diríamos después con lo otro —responde Clarise, otra de nuestras
compañeras. En total, somos 8: Dalia, Martha, Ariel, Clarise, Sofía, Amelia, Ivana y yo.
—¿Qué es lo otro? —pregunto, aterrada por cualquiera que sea su respuesta.
De todas las chicas, la más nerviosa soy yo. Ellas siempre traen algo entre manos, algún
plan al que definitivamente yo siempre diría que no, pero ellas siempre logran
convencerme y la verdad no sé cómo. La más atrevida es Dalia, ella utiliza todo lo que
tiene para siempre conseguir algo para nosotras o para mi.
Martha, es sobreprotectora, pero se sabe divertir. Ariel y Clarise se mantienen en un punto
neutro, pero puedo llegar a considerarlas mis amigas. Sofía, Amelia e Ivana son las
menos cercanas a todas nosotras, pues ellas siempre han sido solo las tres, pero van a
todos los planes que Ariel y Dalia siempre tienen en mente.
—Uno de los chicos de la casa verde, nos invitó a una fiesta esta noche… —empieza
Dalia, despacio porque sabe cuál será mi respuesta—. Y todas vamos a ir.
De inmediato mi mente dice que no, pero mi boca permanece cerrada. No es una mala
idea, pero ¿pasara algo o mi intuición femenina va a fallarme?
Las miro con los ojos entreabiertos y espero que en la fiesta no vaya a haber sorpresas.
Sé a lo que van: chicos.
Bueno, mucha gente va a fiestas solo por algo diversión como drogas, cosas de una
noche o simplemente estar con tus amigos. Pero el gran miedo que le tengo a las fiestas
es inimaginable, pues en ellas siempre tiene que suceder algo, ya sea una tragedia o yo
besando a dos chicos a la vez, lo cual no es tan malo, pero me avergüenza un poco.
—Está bien, pero no me dejen tomar mucho —digo, realmente preocupada. En las fiestas
me siento tímida, pero el alcohol quita toda la vergüenza que se aloja en mi, así que me
emborracho sin pensarlo y al día siguiente me arrepiento completamente. El alcohol me
lleva a hacer cosas…
Todas saltan de alegría por mi respuesta y se meten a bañar a una velocidad abismal.
Mientras Clarise se ducha, las que ya estamos afuera nos arreglamos con bonitos
vestidos y maquillaje. Por mi parte, llevo un vestido rojo que hace juego con mi cabello,
me llega hasta la mitad de los muslos y allí les da paso a unos tacones negros un poco
altos. Mi vestido consta de unas mangas largas con tela de encaje y abiertas hasta mis
muñecas, el escote es en forma de corazón, imitando la forma de un corset, en medio
tiene un moño que le da el toque de tierno y sexy. Mi maquillaje es simple, pues no quiero
ocultar mis pecas. Solo llevo un delineado más largo que al que estoy acostumbrada a
hacerme, rímel y mis pestañas largas hacen juego con mi peinado despreocupado.
Me siento orgullosa con lo que veo en el espejo mientras me aplico perfume. Pues sé que
soy hermosa, pero mi timidez no me deja demostrarlo siempre.
Mis pechos resaltan bastante con el escote de mi vestido, pues a decir verdad no son
nada pequeños.
—¿Ya están todas listas? —pregunta Martha, poniéndose sus aretes.
—Si —respondemos todas al mismo tiempo. Todas nos vemos increíblemente hermosas y
sé que destacaremos mucho esta noche.
Otro día hubiera hecho miles de preguntas sobre la fiesta, pero hoy (extrañamente) me
siento más segura y tengo una extraña sensación desde que salí de la ducha.
—Vamos a salir por la puerta de la cocina, así que andando —avisa la líder de nuestra
casa.
Todas salimos tratando de hacer el menor ruido posible. Voy de la mano con Dalia y
ambas caminamos con sumo cuidado.
Amelia, Sofía e Ivana no vinieron, pues ellas tenían una noche con sus novios y no
querían cancelarles.
—Me sorprende bastante que hayas aceptado sin refutar —comenta Dalia, mientras
avanzamos a la salida.
—Si… bueno, hoy me siento algo rara, ¿sabes? Como un poco más… —pienso en las
palabras correctas—… como tu.
—¿Cómo yo? —pregunta, confundida—. ¿A qué te refieres?
—Pues me refiero así atrevida, como tú, Lia.
—¿Yo soy atrevida? —la miro con los ojos entrecerrados, es una pregunta cuya respuesta
es obvia. Ríe a carcajadas y me abraza por la cintura.
—Es bueno que te sientas así —dice, besándome la cabeza—. Pero no te pases, ¿está
bien?
—Sí, está bien, pero por favor no me vayas a dejar tomar tanto —pido, realmente
angustiada, pues en verdad el alcohol me hace hacer cosas de las cuales luego me
arrepiento.
—¿Qué fue lo último que hiciste estando borracha? —pregunta mi amiga, curiosa.
Me cuestiono muy seriamente si responderle a esa pregunta, pues es algo un poco
vergonzoso para mi aunque sea algo totalmente normal.
—Me acosté con Dylan —digo despacio, mientras hago un puchero y siento como el calor
sube por mis mejillas.
Dalia abre los ojos totalmente asombrada y su cara es de no creerse lo que acabo de
decirle.
—¿Hace cuánto fue eso? —pregunta, curiosa por la nueva información.
—Hace siete meses… —digo, haciendo una pausa. Dalia estalla en carcajadas y me da
palmadas en la espalda.
—Ay, Dione. ¿Eso quiere decir que lo hicieron cuando él era nuevo?
Dylan es un compañero de la escuela el cual llego hace siete meses al colegio. Tardo un
poco en volverse popular, pero luego consiguió un gran grupo de amigos y una novia, con
la cual solo duro un mes. En una fiesta es solo quería diversión y yo —estando
borracha— también quería lo mismo, así que…
—Supongo —me encojo de hombros.
—Silencio chicas —nos advierte Martha—. Vamos a entrar.
Estamos justo en frente de la cocina, es un lugar alejado de las cabañas y más que todo
del hotel.
Nos adentramos y con sumo cuidado tratamos de que nuestros tacones no suenen, pues
no sabemos si hay alguna persona por aquí.
Caminamos pasito a pasito y llegamos hasta la puerta de atrás sin ser descubiertas hasta
el momento. Salimos a un callejón con dos botes de basura y caminamos a lo que parece
ser la salida de este. La gran iluminación de este pueblo se alza sobre nosotras y juro que
ni en Alemania hay pueblos tan bonitos como este.
Por las calles hay personas adineradas, pues estamos en la zona alta de Split.
Caminamos un poco hasta llegar a dos taxis estacionados especialmente para nosotras.
Al parecer Martha ya tenía todo planeado.
—Suban.
Dalia, Clarise y yo subimos al primer taxi, mientras Martha y Ariel lo hacen en el segundo.
—Te ves increíble, Dione —me halaga Clarise. Aparte de Dalia, ella es la más cercana a
mi.
—Tu también te ves increíble —no lo digo porque ella me lo dijo primero, sino porqué es
verdad. Su piel morena resalta mucho con el vestido amarillo que se puso, ni muy
llamativo ni muy casual.
—Gracias, ya lo sé —dice, lanzándome un beso.
Las calles del pueblo se ven hermosas y me permito admirarlas antes de llegar al lugar
donde se da la fiesta. Es un bar de tres pisos y todo parece estar muy ambientado y a
punto de estallar debido al alto volumen de la música.
Todas salimos de los taxis y nos adentramos al lugar y por dentro se ve mucho más
grande. Todas tomamos tragos que los meseros nos ofrecen y nos vamos a bailar todas
juntas.
Tomamos trago por trago y empiezo a sentirme mareada, en ese momento sé que es
tiempo de dejar de tomar e ir al baño.
—Ya vuelvo —avisó.
Me dirijo al baño en medio de empujones, pisadas e incluso insultos. Logro llegar y para
mi mala suerte, esta atestado de muchachas a punto de hacerse en sus vestidos. Tomo la
decisión de ir al segundo piso donde otro mesero me ofrece otro trago el cual acepto, voy
al baño y este está cerrado por mantenimiento.
¡Maldición!
Subo las escaleras hasta el tercer piso y este está totalmente apagado, pero los baños
están vacíos y abiertos. Prácticamente corro y hago lo que tanto deseaba hace un rato.
Abro la puerta del cubículo al que entre y me miro al espejo, estoy algo despeinada y trato
de arreglarlo con mis manos.
—Para mí, eso no es necesario —dice una voz masculina antes de que las luces del baño
se apaguen y el tercer piso quede totalmente apagado.
El corazón empieza a latirme a una velocidad fuera de lo normal. Todo empieza a darme
vueltas y me pregunto si fue buena idea recibirle ese último trago a aquel mesero. Las
manos comienzan a sudarme y siento mis incesantes latidos en mi garganta. Las ganas
de llorar me inundan y el hecho de no ver nada me desespera.
—¿Hola? —logro articular.
No responden y opto por salir, pero me han dejado encerrada y mi desesperación se
vuelve aún mayor.
—¡Ayuda! —grito, golpeando la puerta.
No puede ser que este encerrada en el baño con un asesino, un violador, caníbal y quien
sabe que más cosas.
—Dione —me llama aquella persona y me pongo más nerviosa al pensar en cómo
demonios sabe mi nombre.
—Soy yo —dice, totalmente calmado como si yo también lo estuviera.
—No te conozco, no te me acerques —hace caso omiso a mis palabras y oigo sus pasos
cerca de mi. Me toma por la cintura y me acerca a su cuerpo, siento un torso duro y el
alcohol no me deja pensar bien, pero me asusto, claro que me asusto y sé que es hora de
gritar con todas mis fuerzas.
Lo hago, grito hasta sentir como se desgarra mi garganta, pero aquel sujeto es hábil y me
tapa la boca.
—Dione, te aseguro que jamás te hare daño, no a ti —destapa mi boca.
—¡Suéltame! —exijo, totalmente desesperada. Sé que aún tengo algo de alcohol en mi
sistema, es por eso que este loco podría hacerme quien sabe qué.
Me siento desesperada y tengo muchísimas ganas de llorar. Quiero irme a casa y jamás
haber venido ni al campamento ni a esta fiesta.
—Dione, por favor —ruega.
Ya no me queda nada más que decir, solo me queda llorar en los brazos de este hombre
loco y rogar mentalmente para que no me haga nada. Las luces del baño se encienden,
pero muy poco. La luz tenue es lo que me permite ver unos ojos marrones totalmente
sinceros, con lágrimas a punto de salir de sus pupilas y es ahí cuando noto que sus
palabras no son mentiras, pues sus ojos están diciéndomelo todo.
Pero yo, en medio de mi miedo y desesperación, lo empujo con fuerza y se golpea
fuertemente con la puerta de uno de los baños. Me quedo quieta, sin saber muy bien
porque he hecho eso y solo pienso en gritar otra vez, pero antes de hacerlo la puerta es
abierta de manera abrupta y aquel muchacho se encierra en la puerta donde lo golpee y la
poca luz que hay me permite ver a una Dalia totalmente preocupada entrar por mí y
revisar mi estado.
—Oh, Dios santo. ¿Te encuentras bien? ¿Paso algo? ¿Alguien te hizo algo? —su cara es
de preocupación genuina.
Pero yo no logro responder nada de lo que ella me pregunta. Quisiera poder decir que ese
muchacho está detrás de aquella puerta, pero no sería capaz de decir algo, pues el no me
hizo nada que pudiera lastimarme. Su voz no sonaba dura, sonaba pasiva y sus ojos…
sus ojos estaban diciéndome lo que su boca prefería callar.
Dios mío, pero ¿qué ha pasado?

Notita

Holaaaa. ¿Cómo andan? Espero que excelentemente ⸜(。˃ ᵕ ˂ )⸝♡.

Bueno, aquí quiero decir un par de cosas. Sé que el capítulo al principio es un poco
confuso, sin embargo, algunas cosas se irán aclarando en el resto de capítulos siguientes,
así que les pido de todo corazón que tengan paciencia porque poco a poco estamos
empezando. Y si, quizás es algo apresurado que pasen tantas cosas en el primer capítulo,
pero no quiero darle tantas vueltas al asunto e ir directo al grano.
Espero me entiendan y no les aburra, porque vamos poco a poco ૮(˶╥︿╥)ა.

Y respecto con lo que dije en la nota anterior, ya tomé una decisión la cual es que voy a
publicar el libro desde el capítulo 10 y allí iré actualizando. Probablemente al principio no
tenga mucho apoyo, pero aun así no quiero dejar tirado este proyecto. Así que, si estás
leyendo esto antes del capítulo 10, espero tengas paciencia.
Los días de actualizaciones serán los sábados y domingos, si hay festivos entonces
también los festivos. Todo esto de acuerdo al horario colombiano.
Con amor,
Isa.

Capítulo 2
Dione.

—¡Di algo! —me exige Dalia.


Estoy en un tipo de trance donde todo lo que acaba de pasar me abruma y no soy capaz
de decir una sola palabra.
Logro ver como todas las chicas llegan hasta el tercer piso y como se asombran al verme
en este estado, pues tengo lágrimas y el maquillaje corrido por toda la cara, el vestido
arrugado y el pelo totalmente enredado.
—Dione —vienen todas y juntas me abrazan de la cintura y los hombros.
Yo sigo en shock, pero no lo suficiente como para no poder caminar.
Afuera del baño ya hay varios guardias de seguridad y meseros que vienen a ver qué es
lo que ha pasado.
Mi mente está en blanco, las chicas me sostienen y quisiera decirles que, si puedo
caminar, pero no puedo articular ni una palabra. Cuando llegamos al primer piso la gente
nos mira atentos a lo que hacemos, nos abren el paso y nos dejan salir hasta la salida del
grande bar. Allí se hayan los choferes de los taxis que antes tomamos para venir hasta
aquí, nos miran preocupados y abren las puertas de los automóviles.
Siento que me veo terrible y siento las lágrimas secas en mis mejillas. La garganta me
duele, puesto que en un momento llegue a gritar muy fuerte y debido a eso, siento un leve
dolor de garganta.
En el taxi vamos solo yo y Dalia, quien me frota los hombros y con su otro brazo me
abraza la cintura. Besa mi cabeza mi cabeza repetidas veces en el camino de vuelta al
que yo supongo es el campamento, pero al parecer no nos dirigimos hacia allá. No me
atrevo a preguntar y mantengo una pose seria, sin moverme y viendo hacia dónde vamos,
hasta que me doy cuenta que estamos llegado al aeropuerto y justo en ese momento es
en el que decido hablar.
—¿Por qué vamos al aeropuerto? —pregunto, seria y dándole una mirada dura a Dalia.
—¡Dione! Creí que te habías quedado muda —dice, ignorando mi pregunta. Su cara se ve
realmente preocupada y puedo ver como las lágrimas comienzan a asomarse—. Por favor
dime que fue lo que paso.
—¿Cómo llegaste hasta el baño? —pregunto, triste por verla así.
—Oí un grito y me di cuenta que te estabas tardando mucho, así que me preocupé mucho
y fui corriendo con un guardia.
¿Tan fuerte grite? Es decir, sé que grite muy alto, pero no pensé que se hubiera
escuchado hasta el primer piso donde habían tantas personas y la música estaba muy
alta.
—Pero, por favor, dime que paso —pide, casi rogándome.
Parezco loca cuestionándome si en decirle o no, pues sé que lo mejor será decirle.
—Los baños en el primer piso estaban cerrados, los del segundo estaban cerrados
—empiezo, contándole todo desde el inicio—. Así que mi última opción era ir a los del
tercero. Cuando me estaba mirando en el espejo, un hombre hablo, un muchacho para
ser más exacta.
—¿Qué te dijo? —el tono de voz de mi amiga suena asustado.
—“Para mí, eso no es necesario” —repito las palabras del muchacho—. Luego las luces
se apagaron y me abrazo por la cintura y ahí fue cuando grite muy fuerte. Él dijo que no
me haría daño, pero no quería creerle hasta cuando las luces se encendieron un poco, y
vi sus ojos, y una muy pequeña parte de mi le creyó. Pero mi cuerpo reacciono y en un
momento lo empuje a una puerta y ahí llegaron ustedes —finalizo.
No quiero verme como una loca, pues sigo consciente de que pudo hacerme cualquier
cosa, pero es que juro que esos ojos tenían algo.
—¿O sea que ese tipo estaba ahí? —pregunta, totalmente asustada—. ¡Oh, Dios mío!
¡Dione! ¡¿Por qué se supone que no dijiste nada de eso?! —cuestiona, alterada.
—Es que yo solo… No podía hablar, ¿okey?
—Esa no es ninguna excusa, ¿entiendes? Voy a llamar a la policía.
Me tenso ante su declaración, pero me digo a mi misma que puede ser lo mejor. Recuerdo
lo asustada que estaba y como me gustaría no volver a vivir algo así, estar encerrada es
de las peores cosas que me pueden pasar.
Dalia hace lo que dijo y luego llegamos hasta el aeropuerto, donde las demás chicas ya
están abajo del taxi con unas maletas. ¿Cómo hace Martha para tener las cosas tan
rápido?
—Hola —saludan todas con una sonrisa de boca cerrada. Les devuelvo el saludo con la
mano y prefieren no decir nada más.
—Nos vamos a casa —dice Dalia. Lo tomo como una respuesta a lo que antes le había
preguntado.
—¿Por qué? —decido preguntar. Todas me miran y Clarise es la que responde:
—Cariño, con lo que paso esta noche es muy probable que no quieras volver al
campamento, y nosotras tampoco queremos volver.
Tiene razón, no quisiera volver al campamento después de lo que paso y de que toda la
casa verde me pasara encima.
—Está bien.
—Señorita Dione, creo que esto es suyo —dice uno de los choferes, dándome mi bolso.
—Muchas gracias —digo, sorprendida.
Lo abro y reviso que todo esté allí, y efectivamente es así. Tomo mi teléfono y veo la hora.
12:45 am.
No ha pasado tanto tiempo como creí y eso es un alivio.
—Tus padres ya saben que vamos para allá —informa mi mejor amiga, tomándome
desprevenida.
—¿Les contaste? Van a preocuparse mucho, Dalia —digo, asustada.
—Tranquila, no les conté todo, solo que te sentías mal y que querías irte. ¿Quién crees
que soy?
Sonrió ante sus palabras y recuerdo muy bien las veces que me encubrió de travesuras
con mis papás.
—Chicas, hora de irnos —avisa Martha. Cada una coge la maleta que le pertenece y
contiene las cosas de cada una y entramos al aeropuerto. Luego de unos 10 minutos
esperando nuestro avión a Zagreb, abordamos y siempre estaré sorprendida con los
asientos de primera clase de los aviones.
—¿Te sientes mejor? —pregunta Dalia, tomando mi mano.
—Si, algo. La verdad estuve muy asustada, pero ese muchacho tenía algo, Dalia.
—No me digas. Ahora tienes síndrome de Estocolmo —dice, burlándose.
—No es ningún síndrome de nada. Él no me secuestro no me hizo daño —respondo a su
chiste. Aunque estuve muy asustada, él no me hizo daño, ni me secuestro como para
tener síndrome de no sé qué cosa, pero claramente un susto así no se le hace nadie. Una
parte de mi corazón siente pena por las personas que me han hecho pasar malos ratos, y
la verdad hay una larga lista de aquellas personas, pero, aun así, siento remordimiento y
probablemente perdonaría a algunas de ellas, no a todas claramente.
Solo sé que una disculpa sincera nace del corazón y sientes que es de verdad solo
cuando tratas de mirar a los ojos a aquella persona. No digo que yo haya tenido la vida
más difícil del mundo, pero supongo que a todos alguna vez nos han hecho daño como
nosotros también lo hemos hecho.
Me dejo llevar por mis pensamientos y me quedo dormida por media hora, pero me
despierto al saber que es hora de ir al baño. Todas las chicas están dormidas, así que
trato de hacer el menor ruido posible. Llego hasta el baño y recuerdo que el susto más
grande de mi vida lo tuve hace pocas horas y también en un baño.
Como dije antes, solo sientes una verdadera disculpa cuando miras a la persona a los
ojos, así que probablemente eso estaba diciéndome el chico, quizás se disculpaba por
asustarme de esa manera tan feo. Sé que no podré sacarme esa mirada durante un rato,
pues es como si me hubiera hipnotizado. Solo espero no quedar como tonta, pues aun no
sé con certeza y 100% de seguridad si las intenciones de ese chico eran hacerme daño o
no, pero por el momento prefiero creer que su mirada me estaba diciendo lo correcto, que
se estaba disculpando.
***
2:35 am.
Zagreb, Croacia.
—¡Dione! —corre mi mamá al notar que he llegado a casa—. Ay, cariño. Perdónanos por
mandarte a ese campamento.
Me siento mal al notar que ella en verdad se creyó lo que dijo Dalia, quisiera decirle todo
lo que ocurrió, pero eso solo sería darle más de que preocuparse y que no me dejara salir
nunca más sola a la calle.
—Tranquila, ma. Estoy bien —digo, besando su cabeza.
—¿Estas segura? —pregunta, acunando mi cara con sus manos.
Mamá siempre ha sido una mujer sensible, pero fuerte. Mi padre siempre dice que yo soy
como ella.
—Segurísima, solo quiero estar en casa y pasar lo que queda de vacaciones aquí —digo.
Y es verdad, nunca quise ir a ese campamento—. Además, ustedes no me enviaron allá,
yo quise ir —miento, aunque en parte es verdad ya que Dalia me convenció, aunque no
quería ir.
—Está bien, corazón. Vamos a dormir para no despertar a tu padre ni tus hermanos, en la
mañana les damos la noticia de que volviste.
—Descansa, ma.
Subo a mi habitación y todo está tal cual como lo deje hace dos días. Me quito el vestido y
quito todo el maquillaje que quedaba en mi rostro, pues Dalia me quito los restos de
lágrimas y rímel manchado que tenía.
Pienso una y otra vez en aquellos ojos y me es difícil conciliar el sueño, hasta que me
quedo profundamente dormida.

Notita
Holaaa, nuevamente yo.
En estos capítulos estamos y estaremos conociendo como Dione. Creo que ya la hemos
conocido un poco, así que ¿qué piensan de ella? Sinceramente, yo la amo.
Se me olvido decirles que leyeran el primer cap como un prólogo 2.0, así que tómenlo
como eso por favor.
A partir del próximo capítulo ya vienen más cosas, así que estén preparados.

Quizás el cap 2 no fue el más largo, pero no se preocupen por eso. (ㅅ´ ˘ `)

Con amor,
Isa.

Capítulo 3
Tres semanas después…
Dione.
—¡Dione! ¡Se hará tarde!
Dios mío, en un segundo se han pasado tres semanas y yo debo volver de vacaciones a
la escuela.
—¡Un segundo! —grito, concentrándome en mis pestañas y mirando nuevamente al
espejo de bolso con el que me maquillo. Cuidadosamente paso el cepillo del rímel por mis
pestañas tratando de no manchar mis parpados. Hago lo necesario para k me duren todo
el día y finalizo mi maquillaje, guardando el rímel en mi mochila por si acaso y mi lip gloss
por si lo necesito. Me veo al espejo de mi tocador y me siento satisfecha con el resultado.
Bajo al comedor, donde ya todos me esperan. Saludo a mi mamá con un beso en la
mejilla y a mi hermana le sacudo el pelo. Tomo asiento en medio de mi papá y mi
hermano y empiezo a comer mi desayuno. Mi padre me besa la cabeza y mi hermano se
roba una de mis fresas.
—Oye —le reprendo.
—Come rápido, se me hará tarde para la universidad —dice, advirtiéndome.
—Que amargado —ruedo los ojos.
De toda mi familia, mi hermano, Iván, es el que tiene más carácter. Serio, frio, calculador
y, sobre todo, respetuoso. Es cierto que mi hermano tiene fama —por no decir mucha
fama— en mi colegio y su universidad. Siempre fue popular por ser alemán y un gran
experto con las mujeres. Pero ¿saben? Mi hermano es demasiado frio y al parecer eso es
lo que a algunas mujeres les gusta, aunque una cosa es ser serio y otra desinteresado.
Por otra parte, mi padre también es serio, pero no tanto como Iván. ¿Por qué creen que
mi mamá esta con él? Ella tiende a ser más dulce y pasiva, como mi hermana y yo.
—¿En qué tanto piensas, Dione? —pregunta mi hermano, en un tono cortante.
—En nada, ¿por? —respondo.
—¿No será que hay alguien que se esté robando tus pensamientos los cuales no te dejan
comer? —cuestiona nuevamente, alzando su ceja derecha. Sé que intenta retarme, pero
no debo dejarme llevar.
—No —respondo, en su mismo tono cortante. Las mujeres Weber podemos ser muy
pasivas y todo, pero también tenemos nuestro carácter.
—Dejen de hablar y solo terminen su desayuno que se les hará tarde —dice mi mamá,
preocupada porque comamos y llevemos las energías necesarias para nuestro día. Así es
Johanna Weber—. Cariño, ¿tú ya terminaste de comer? —pregunta a mi padre.
—Si, amor. Ya me voy —mi padre se acerca mi madre y le da pequeños besos en la boca.
Ally hace una mueca de asco y yo solo río a carcajadas por su reacción—. Los amo,
niños, pórtense bien —nos da un beso en la cabeza a mi y a Ally, y a Iván le despeina el
cabello.
—Nosotros nos vamos ya también —informa Iván, levantándose de la mesa. Cuchareo mi
cereal rápidamente y también me levanto, corriendo por mi mochila. Le doy un beso en la
mejilla a mi madre y mi hermana de 10 años. No alcanzo a despedirme bien, pues
escucho como Iván me llama incesantemente, enojado. Sé que es hora de correr de
nuevo, pues una vez que Iván arranque el auto no volverá por mí.
Llego hasta el pequeño estacionamiento de nuestra casa y hayo a un muy enojado
hermano mayor. Me adentro en el auto antes de que empiece a insultar por diestra y
siniestra a todo el mundo. Enciende el motor y lo pone en marcha hacia mi escuela.
Se siente un poco (por no decir mucho) raro volver a la escuela. Nunca me había sentido
así, es como si me hubiera cambiado de escuela y tuviera k conocer a gente nueva y
empezar de 0. Es una sensación muy extraña, pero decido no ponerle mucha atención y
centrarme en el camino.
—Dione, ¿cuál fue el último novio que tuviste? —la pregunta por parte de mi hermano
mayor me toma desprevenida, sin embargo, mi sorpresa dura poco al saber que tenemos
la suficiente confianza como para hablar de muchas cosas.
—Nunca he tenido novio, ¿Por qué preguntas?
—Me refiero a cuál fue la última vez que estuviste con un chico de cualquier manera
—aclara.
—Hace siete meses, pero ¿por qué preguntas, Iván? —insisto en que me responda. Es
algo raro que de la nada quiera saber de mi vida amorosa.
—Solo quiero saber —responde—. ¿Y qué hiciste con ese chico?
—Cosas de una noche —respondo con tranquilidad. Aunque mi respuesta no la toma muy
bien, no diría que Iván es celoso, el solo quiere…mi bienestar.
—¿Crees que eso está bien? —lo miro, sorprendida—. Quiero decir, no es que este mal,
pero…
—A ver, tu, el que ha tenido mil cosas de una noche, y yo, tu hermana la que solo ha
tenido tres cosas de una noche.
—Si…
—¿Cómo va a estar mal? —digo, golpeando su cabeza—. ¡Hola! ¡Soy yo, tu hermana la
que le da miedo montarse al carrusel! Si estuviera mal, es algo que, yo, Dione Weber
Meyer, no haría ni hubiera hecho nunca.
Iván se queda pensativo todo el camino y duda en decirme algo más. Finalmente, no lo
hace, así que decido no preguntarle nada porque sé que cuando esté listo, me dirá la
razón de sus inseguridades.
Finalmente, llegamos a mi escuela y lo abrazó, sacude mi cabello y bajo de su auto. Me
encamino hacia la entrada y visualizo a Dalia en lo que parece ser una discusión con
Martha. Se me hace bastante extraño, pues somos como un grupo de amigas y en
nosotras no hay rivalidades ni odio hacia ninguna de nosotras.
—Hola —las saludo a todas, mostrando los dientes en una sonrisa—. ¿Pasa algo?
Me preocupo al ver la cara de preocupación de Martha y la de furia de Dalia.
—No… —alcanza a responder Martha antes de que Dalia le arrebate algo de las manos.
Camina hacia a mi con una furia latente en su mirada y acciones, me muestra lo que le
arrebato a Martha y me quedo perpleja al ver que es una foto mía.
—¿Qué es esto? —pregunto, sorprendida.
—Martha tenía esta foto en su maleta y se la iba a dar a un tipo —me asusto ante la
respuesta de Dalia. Miro a Martha y esta tiene una expresión de susto estampada en su
rostro.
—¿Por qué harías eso?
—Solo la tenía en mi mochila, no se la iba a dar a nadie —responde.
—¡Si ibas a hacerlo! —exclama Dalia. Observo a las demás chicas y están todas
sorprendidas por la discusión.
Me deja desconcertada que Martha tenga una foto mía, pero no creo que alguien a quien
considero una amiga sea capaz de dársela a alguien para quien sabe que cosas.
—¡Deja de acusarme! —grita Martha, dejándonos sorprendidas a todas, menos a Dalia
quien mantiene su postura firme y derecha—. ¡Yo no iba a hacer nada con eso! —me
mira—. Dione, debes creerme —con la mirada parece como si me rogara. Me apeno por
ella, pero sé que no debo creerle porque la situación ya es bastante rara.
—Vámonos, Dione —Dalia hala mi brazo y me arrastra con ella. Clarise viene con
nosotras, pero no dice nada. Entramos a la escuela y allí Dalia me suelta, su furia parece
haber bajado al menos un poco.
—Hola —me abraza Clarise. Correspondo el abrazo y le doy un beso en la mejilla.
—Vamos a clases, Dalia —me mira y me entrega la foto. No la había visto del todo bien,
está tomada como tipo paparazzi y está impresa en papel fotografía. En ella aparezco el
día de mi cumpleaños de este año, en mayo. Estoy distraída y me veo feliz, realmente lo
estaba. Ese día invite a Martha, así que posiblemente aprovecho mi momento de
descuido para tomarla, pero ¿por qué?
Nos encaminamos a nuestro salón y cuando entramos vamos a nuestros asientos. El mío
es al lado de Dalia y el de Clarise es al lado de otra compañera con la que he cruzado
palabras muy pocas veces.
—¿Por qué crees que Martha tenía esa foto? —le pregunto a Dalia, antes de que llegue
nuestro profesor.
—Quizás está enamorada de ti, es la respuesta más lógica. Pero yo vi cuando iba a
entregársela a ese tipo, Dione, pero no se la dio…
—Pues creo que eso es bueno, ¿no? Al menos no se la dio a ningún desconocido
—evado la respuesta que Dalia me dio. ¿Será posible que Martha sienta algo más que
una amistad hacia mi? ¡Oh, Dios mío! —. Pero igual no creo que Martha haga algo así,
sería algo muy extraño porqué solo somos amigas.
—Deja de tenerle compasión, Dione —me reprende. Opto por no decir nada más y prestar
atención al maestro de física que recién llega. Una clase a la que tengo en la lista de
aburrida, pero en la que, extrañamente, me va muy bien.
Las dos horas pasan y en varios pequeños momentos suelo acordarme del muchacho de
la fiesta y sus ojos. Juro que he querido borrarlo de mi mente, pero juro que no puedo y
empiezo a enlistar las señales de que él no me hizo daño. La manera en la que dijo “soy
yo” como si nos conociéramos de toda la vida, pero jamás había escuchado unas
palabras tan sinceras. Ese chico me asusto, pero su manera de decir las cosas me tiene
hipnotizada, o quizás es su voz, quizás en la forma en que sentí cada segundo temblando,
pero él me tenía en sus brazos.
¡Dione, es un desconocido que te asusto!
Me doy una cachetada mental y pongo toda mi atención de nuevo al frente. El señor Peric
sigue hablando y hablando de Pitágoras y lo increíble que era para él. Desvió mi vista
hacia mi mesa y me recuesto sobre ella.
Lo que ha pasado unas horas antes me ha dejo muy sorprendida. Si es lo que Dalia dice,
los sentimientos de Martha hacia mí no serán correspondidos en ningún sentido por dos
razones:
1. Solo la veo como una amiga.
2. Soy hetero.
Me entristece pensar en la posibilidad de que yo le guste, pero ¿por qué más tendría una
foto mía? No lo sé, pero no quiero que ese suceso me invada ni me de ideas falsas sobre
sentimientos que posiblemente no existen.
—Pueden irse —finaliza la clase.
—Fueron tres horas agotadoras —dice Clarise una vez salimos a descansar.
—Dime algo nuevo —responde Dalia.
Clarise es una muy buena amiga. Nos conocimos hace dos años y al principio no
hablábamos mucho, pero con el tiempo nos volvimos más cercanas. De todas las demás
chicas, Dalia y Clarise son las que más aprecio.
Caminamos hasta un lugar especial que tenemos Dalia y yo, pero ahora también será
para Clarise.
—¿Qué es este lugar? —pregunta.
—Es donde Dione y yo siempre pasamos los descansos —le responde mi mejor amiga.
—¿Han estado escondiendo este lugar siempre? Es muy lindo.
—Cualquiera puede venir aquí, es solo que prefieren hacer otras cosas —respondo.
Este pequeño lugar especial, es solo un gran árbol en donde la luz del sol llega
perfectamente. Nos sentamos debajo de él y hablamos de cosas al azar.
—Clarise, ¿quién fue tu último novio? —pregunta Dalia. Dirijo mi atención hacia la
mencionada y puedo notar como se tensa ante la pregunta.
—No lo conocen. Fue un chico que conocí en mi último viaje a Francia, lo quería mucho…
—responde con un tono de melancolía.
—¿Es decir, que era francés? —pregunto.
—No, el venía desde Cuba.
—Ah.
—¿Por qué rompieron? —pregunta de nuevo Dalia, curiosa.
—La distancia… —su respuesta me hace preguntarme si Milan y yo hubiésemos podido
con la eso si alguna vez me hubiera escrito—. Duramos siete meses —informa
finalmente—. ¿Cómo van las cosas con Thiago? —cambia de tema, dirigiéndose hacia
Dalia. Puede notarse lo mucho que le afecta hablar de su ex.
—Todo va bien, ya saben, problemas de pareja que siempre vienen y van —responde,
con desanimo.
—Vamos, ustedes se ven muy lindos juntos desde hace cuatro años —intento animarla.

—¿Y tú, Dione? —pregunta Clarise. Sabiendo a que se refiere, le respondo:


—Nunca he tenido novio, solo cosas…
—¿Cosas?
—De una noche y así —le restó importancia.
—Creí que te gustaba Milan, Dione —responde una voz que no es de ninguna de mis dos
amigas—. El estará decepcionado, ¿no crees?
Bertha Vilicic, alias grano en el culo.
—Piérdete, Bertha —responde con altanería mi mejor amiga. Ellas siempre se han llevado
mal debido a sentimientos rencorosos que tiene Bertha hacia Dalia. Bertha siempre ha
detestado a Dalia y, por ende, a sus amigos cercanos en la escuela también.
—Tranquila, estoy hablando con Dione —responde ella, mirando de arriba hacia abajo a
Dalia, pero mi mejor amiga no se deja intimidar. Bertha vuelve a mirarme y parece que va
a hablar, pero prefiere mantenerse callada.
—¿Qué quieres, Bertha? —le pregunta Clarise en un tono fuerte.
—Nada que te incumba —responde Bertha en el mismo tono—. Pero creo que se los hare
saber para que dejen de estar tan agresivas conmigo —hace un puchero con los labios.
Antes de que continúe hablando, me doy cuenta de que no viene sola, pues todo su grupo
de secuaces está detrás de ella esperando algún movimiento brusco de nuestra parte
hacia su “líder”.
—Milan Zec volvió.
Su declaración me pone alerta, me tensa y me deja en shock. ¿Qué Milan que?
—No… —es lo único que sale de mi garganta.
—Si —responde Bertha.
—Estas mintiendo —la acuso.
—No mentiría con algo así —alza las manos en señal de paz.
—Todas sabemos que si —contrataca Clarise.
—¿Quién te lo dijo? —pregunta Dalia.
—Su prima, mis padres son amigos de su familia y ella me lo comento.
Dios, no. ¿Por qué?
—Sino me creen pueden verlo por ustedes mismas —pone al frente de mi cara un
teléfono y se puede ver una foto de Milan en el aeropuerto junto a sus padres.
—Bueno, ya que lo saben, creo que debería irme —Bertha da la vuelta y todas sus
amigas la siguen.
Sigo tensa y me cuesta moverme. No, no puede ser verdad, pero en verdad le creo a
Bertha y odio hacerlo.
—Dione, siéntate —me hala Dalia del brazo. Me agacho hasta poder quedar sentada de
nuevo en el pasto y una ola de emociones me invaden. ¿Estoy feliz? No sé si debería
estarlo, ¿triste? No. ¿Sorprendida? Claro, estoy sorprendida millones de universos.
Tomo aire y respiro por la boca. En ese momento, millones de preguntas me llegan a la
mente como un tsunami.
¿Y si le sigo gustando? ¿Y si yo le termino rompiendo el corazón porque ya no siento
nada? ¿Cuándo llego? Y lo más importante, ¿por qué?
Me siento algo asfixiada debido a la noticia que llegaba de la nada. Ya decía yo que por
algo lo había estado pensando hace unos días. Sigo respirando, pero las dudas siguen y
siguen llegando a mi mente y, entre esas, algunos recuerdos de todos los momentos que
tuve con él y mi pecho se aprieta al pensar que, si Milan aún siente algo, romperé su
corazón porque yo ya no siento nada por él.
—Dione, ¿estás bien? —me abraza Clarise. Pienso en una respuesta y la verdad es que
no estoy mal, pero es una noticia que te cae como balde de agua fría.
Yo pensé que Milan jamás volvería, que solo sería uno de los tantos recuerdos de mi
adolescencia y que jamás volvería a saber de él, pero la vida a veces se ríe en tu cara.
¿Por qué? Porque yo misma fui la que dijo y pensó “dejare de sentir amor por una
persona que jamás volveré a ver” y me obligue a dejar de sentir algo por Milan Zec, pero
ahora el muy idiota volverá luego de cuatro años de no haber mandado ni siquiera un
mensaje, y es en ese momento en el que me doy cuenta de que el que quiere, puede.
Y quizás Milan nunca quiso.
—Sí, estoy bien —le respondo a Clarise para no dejarla con la palabra en la boca. Dirijo
mi mirada hacia un lado y me doy cuenta de que no hay ni una persona.
¡Oh, Dios mío! ¡Llegaremos tarde!
Me levanto de golpe y agarro a mis amigas del brazo para correr hacia el salón junto a
ellas, pero ¡oh, sorpresa! ¡La maldita puerta está cerrada!
Nos miramos entre nosotras y hacemos un tipo de batalla visual en la que una se aleja de
la otras y las otras se alejan de la una, la que queda más cerca es la que, obviamente,
golpeara la puerta, es decir, yo.
Maldita sea, ¿por qué yo?
Doy exactamente tres pasos hacia delante y con la mano temblando, toco.
Dios mío, ni siquiera sé que clase seguía después del recreo.
La puerta se abre lentamente para dejarme ver a una enojada profesora de español. Me
mira desde su punto y me siento pequeñita delante de ella, aunque no es mucho más alta
que yo, pero su aura es tan fuerte que me hace estremecer. Cruza los brazos y nos mira
con desaprobación.
—Tienen un minuto para explicarme la hora de su llegada, contando desde ya —exige
con voz autoritaria.
Las tres nos miramos y ninguna sabe que decir hasta que Dalia es la que habla.
—Profe, realmente no hay una excusa válida para nuestra llegada, pero espero que no
nos mande a la dirección —le dice, casi como suplicando.
La señorita lo piensa y finalmente su respuesta llega a nuestros oídos.
—Diez puntos más de tarea para ustedes tres —dice y se hace a un lado para dejarnos
entrar.
Español no es una materia difícil, pero diez puntos más son diez puntos más.
Las horas pasan rápido como un parpadeo y en un segundo un día largo de escuela ya se
ha acabado. En la salida me despido de las chicas, incluyendo a Ariel. Mi chofer pasa por
mí y en el transcurso a casa le platico y me habla sobre algunas cosas. Es un viejo mayor
y ya tiene tres hijos que van a la universidad y trabajan.
—¿Qué tal su día, señorita? —me pregunta.
—Bien, calmado. ¿Y tú?
—Todo bien, lo de siempre.
Asiento y volteo a la ventana. Pienso en Milan y en todo lo que alguna vez me prometió.
Recuerdo aquella vez que lo conocí, acababa de llegar a Croacia porque mi familia y yo
queríamos un gran cambio en nuestras vidas cuando mamá iba a tener a mi hermanita.
Llegamos a la gran ciudad siendo apodados como “los nuevos alemanes”, pues sí, todos
excepto Ally somos de Alemania. Antes de llegar ya éramos muy conocidos gracias a la
gran empresa de papá. Así que cuando llegamos a nuestro barrio y un chico de
aproximadamente 13 años, capturo mi atención. Estaba acostado en el piso y tenía una
raspadura en su pierna izquierda. Cuando baje del auto, corrí a socorrerlo y él se asustó
de que una niña tan extraña le estuviera preguntando como se encontraba. El dejo de
llorar y solo me miro y sonrojo. Después de unos dos minutos él se levantó y, a pesar de
su vergüenza, se presentó.
—Mucho gusto, Milan Zec.
Me sonroje, pero también me presente y al siguiente día golpee a su puerta preguntando
si quería ir por un helado. Al día siguiente también golpee en su casa, al siguiente también
y así sucesivamente dos años después hasta que él tenía 15 y yo 14. A los 13 me di
cuenta de que me gustaba, pero jamás se lo dije por miedo de arruinar nuestra amistad.
Pero jamás espere que mis sentimientos fueran correspondidos. Pasó el siguiente año y
Milan tuvo que irse, prometiendo volver y escribirme, algo que nunca se sucedió.
¿Que si me decepcione? Claro, estaba muy triste. Pero al cuarto año acepte que Milan no
volvería y que, si realmente me quiso, me hubiera escrito o algo parecido.
Y si MIilan no hubiera vuelto, el próximo año serian cinco años desde que se fue sin
siquiera despedirse. Aunque no quisiera, muy en el fondo me gustaría seguir sintiendo
algo por el para esperar con ansias el reencuentro de nosotros dos.
Pero no voy a estar triste toda la vida, esto no me impedirá seguir ya que es algo que ya
pasó.
Dejo los pensamientos a un lado cuando llego a mi casa y me despido de Frede, mi
chofer. Al entrar me encuentro con la casa completamente vacía y solo subo a mi cuarto a
hacer la dichosa tarea de español. Fue un día de sorpresas y llegadas tarde a clase de
español, así que cuando termino la tarea me voy a dormir en la tarde, pero sueño con
unos ojos peculiares en los que he pensado más de lo que debería.

Notita
Holaaaaaaaaa. Espero que estén bien.
Hoy venimos con un nuevo capítulo el cual me parece bastante interesante.
¿Qué piensan que pasara con la llegada de Milan?
¿Qué opinan sobre lo que, según Dalia, Martha iba a hacer? ¿Creen que Dalia si vio a
Martha hacer eso? Déjenlo todo por acá.
Gracias por continuar con la historia y nos vemos pronto en el próximo capítulo.
Con amor,
Isa.

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