CDAP3
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Mi tío Erasmo no es mi tío, pero es como si lo fuera. Es algo así como primo político de mi mamá. Se criaron
juntos y es como si fueran hermanos , pero no. Mi tío Erasmo tiene una tía abuela viejísima, milenaria. Se podría
decir que tiene todos los años, bueno, quizás no tantos, pero como mínimo un número entre cien y doscientos. En
realidad, ella no es tía abuela de mi tío Erasmo, que en realidad tampoco es mi tío, pero es como si lo fuera. Parece
que es algo así como tía abuela política de él. Por lo tanto, y para resumir, no tengo idea qué especie de pariente es
ella de mí y tampoco sé por qué la política tiene tanto que ver con esto. Ella se llama tía abuela Amaranta Melania
y es millonaria. Mi tío Erasmo vive con nosotros desde hace algunos años. Llegó cuando yo era más niño, cuando
él se arruinó, como dice mi mamá. Y no fue que se echara a perder como un robot que se quema y explota, gritando
¡peligro, peligro! No, no fue así. Tampoco fue por culpa de que yo fuera niño.
Lo que pasó fue que se quedó pobre. O mejor dicho, se gastó toda la plata. O aún más mejor dicho, la tía abuela
Amaranta Melania se aburrió de darle plata todas semanas porque, como dice mi mamá, se la gastaba en puras
tonterías y era flojo, holgazán... y ahí mi mamá dice una palabra que nunca entiendo bien, pero estoy casi seguro
que es «alacrán». Yo sé lo que es un alacrán, es como un escorpión, pero de todas formas no resistí las ganas de
buscarlo en el diccionario y decía «arácnido cuya cola termina en un aguijón venenoso». Al principio pensé que mi
mamá o el diccionario estaban equivocados, pero después pensé más y comprendí que tenían toda la razón, porque
la cola de mi tío Erasmo, es decir su trasero, es realmente venenoso y sumamente tóxico. Cuando va al baño, sale
tan feliz como si hubiese completado un álbum de láminas y levanta los brazos y dice: «¡Obré, obré! ¡Hice una
obra maestra!». Mi mamá le dice que es un asqueroso y si yo estoy por ahí, mi tío Erasmo me advierte: «Cuidado,
Lucas, no vayas a entrar al baño, porque hay una araña gigante».
Siempre es la misma broma, pero a mí me da risa igual. Una vez, para mi cumpleaños, mi tío
Erasmo comió tanto que tuvo que partir corriendo a encerrarse en el baño, con la sección de deportes del diario
debajo del brazo. Estuvo ahí más de tres horas y todos estábamos desesperados por usarlo. Me refiero al baño, no al
cuerpo de deportes del diario. Mi mamá estaba preocupada y le tocó la puerta varias veces.
— Erasmo, ¿estás bien? De adentro del baño sólo se oían unos quejidos de dolor espantosos. Mi mamá se asustó.
— ¡Erasmo, vamos a tener que llevarte al hospital! ¡Por favor, sal!
Finalmente, se escuchó un grito como de araña gigante, luego silencio y después salió mi tío Erasmo saltando de
felicidad.
— ¡ Victoria. victoria! ¡Esto debe ser un récord mundial! ¡Ven, Lucas, ven a apreciar la máxima obra maestra de tu
tío! Mi mamá corrió y se abalanzó para atajarme. Le habló a su primo con la cara roja de rabia.
— ¡Erasmo! ¡No se te ocurra semejante cochinada! ¡Esto ya se salió de la raya!
Mi tío Erasmo sonrió. --Bueno, si tú lo dices...En ese momento nos dimos cuenta de que mi vecino Horacio había
caminado hasta la puerta del baño, lentamente , y miraba con ojos de huevo frito lo que mi tío Erasmo había hecho
en el escusado. ¡Horacio! —gritó mi mamá y dio vuelta a Horacio. que estaba paralizado, y después cerró la puerta
del baño—. ¡Reacciona, Horacio, por favor! —le dijo y lo abrazó—. ¿Cómo te sientes?
—Tengo miedo. —respondió Horacio, con la cara verde y el cuerpo tiritando.
—¿Viste la expresión de tu amigo, Lucas? —me dijo mi tío Erasmo—. Parecía hipnotizado. ¿verdad? Es porque.
era tan larga como una serpiente y sobresalía de la taza y seguramente...
—¡Erasmo, basta! —gritó mi mamá, con ese tono que solamente usa cuando la situación es de extrema gravedad.
De inmediato mi tío se quedó inmóvil y en absoluto silencio. Sólo se escuchaba la respiración honda de Horacio
tratando de recuperarse de las náuseas. Con sus soplidos se movían las orillas de. las hojas del cuerpo de deportes
del diario, que mi tío Erasmo tenía debajo del brazo.
Mi mamá tuvo que llevar de la mano a Horacio hasta su casa, pero antes de salir, cuando estaban justo en la puerta,
ella se dio vuelta y miró a mi tío Erasmo con unos ojos que parecía que iban a tirar rayos láser, ó por lo menos
fuego como de lanzallamas. — ¡Madura; —le dijo, y después volvió a darse. media vuelta para irse.
Mi tío esperó a que mi mamá estuviera lo suficientemente lejos como para que no lo pudiera oír y se sentó en el
sillón.
—Madurar... las peras maduran, las sandías maduran, ¡Yo tengo alma de niño! —dijo,
abriendo el cuerpo de deportes.
Y es verdad, mi tío Erasmo es como un niño en gigante. Le gusta hacer cosas de niño, como hablar
de la caca, y no soporta hacer cosas de grande, como ir a trabajar. Además, no es papá de nadie, aunque
siempre me dice que yo soy como un hijo para él, pero ya sabemos que no puede ser, porque ni siquiera es mi tío
de verdad. El pobre Horacio quedó tan espantado con la obra de mi tío, que no quiso ir más al baño. O sea, sí podía
ir a ducharse, cepillarse los dientes y hasta a hacer pipí, pero no a lo otro...más sólido... bueno, se entiende, no nos
pongamos asquerosos. Cuando ya habían pasado veinte días en que Horacio no lograba «evacuar», su papá, don
Segismundo Toro Bravo, llamó a mi mamá para preguntarle qué debía hacer.
—¿Qué debo hacer? —preguntó. — ¡Hay que llamar al doctor! —gritó mi mamá tan fuerte, que el señor Toro
Bravo la escuchó por el teléfono y también en directo por el aire.
Entonces vino el doctor y preguntó cuáles eran los síntomas.
—Como usted puede ver, don Doctor — dijo el papá de Horacio—, este muchacho está muy arillo y además se
pasa todo el día corriendo en la casa, agarrándose el trasero mientras llora.
Ahí fue cuando el doctor se puso sus guantes de goma y entraron él, mi mamá, Horacio y el papá de Horacio, todos
juntos, al baño.
Mi tío Erasmo y yo nos quedamos afuera esperando, porque no cabíamos. En ese instante se oyó un grito como de
araña gigante y después silencio. A los pocos minutos salió el doctor con un frasco de vidrio en la mano. Dentro del
frasco estaba... bueno, lo que Horacio tenía adentro y no había querido salir por veinte días. ¡Tiene forma de pera!
— dijo mi tío Erasmo. Todos observamos el frasco y vimos que era cierto. Parecía pera, pero una pera hecha de...
bueno, se entiende, no hay para qué ser asquerosos… Hasta Horacio, que estaba abrazado a la cintura de mi mamá
y todavía sollozaba un poco, miró, creo que hizo una pequeña sonrisa de triunfo. y
— ¡Felicitaciones, joven! —le dijo mi tío Erasmo y le palmoteó la espalda—
.Yo, a tu edad, jamás hice algo semejante. Estás destinado a ser un campeón mundial y salir en las páginas del
cuerpo de deportes del diario. Piensa en el futuro. Si ahora fuiste capaz de hacer una pera, cuando madures ¡vas a
hacer una caca del porte de una sandía!