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Texto 8.

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TEXTO 8.

ÚLTIMA PROCLAMA DEL COMITÉ PROVINCIAL


REVOLUCIONARIO DE ASTURIAS

Nos encontramos ante la última proclama del comité provincial revolucionario de Asturias.
Se trata de una fuente primaria y de naturaleza histórico-circunstancial. El documento está
fechado el 18 de octubre de 1934, por tanto, nos encontramos en los momentos finales de
la revolución, cuando ya estaba siendo controlada por parte de las tropas enviadas por el
Gobierno radical-cedista y se había iniciado un acuerdo de rendición. El encargado de
firmar la rendición fue el socialista Berlamino Tomás, líder de esta insurrección armada.

En cuanto al análisis de ideas, la proclama comienza con un llamamiento a los trabajadores


que secundaron la revolución asturiana de 1934 y también hace una exaltación de los
logros realizados. Sin embargo, se trata de una declaración que los dirigentes realizan de
forma sosegada para hacer más digerible la sensación de derrota entre los revolucionarios
asturianos. Por eso el cese de la lucha lo muestra como una tregua y la rendición como una
deposición de las armas. Seguidamente se les ruega a los obreros que vuelvan a la
normalidad, como podemos observar en la frase “se acordó la vuelta a la normalidad,
encarecidos a todos os reintegréis de forma ordenada, consciente y serena, al trabajo.”
En todo momento trata de justificar estas medidas mostrando que no les ha quedado otra
opción debido a la superioridad de las tropas militares del Gobierno en su represión. En
última instancia, suaviza de nuevo la realidad de la rendición mostrando que la realidad es
el agotamiento de los revolucionarios “Surmenage”, pero en ningún momento habla de una
derrota definitiva pues como bien indica el texto “«Al proletariado se le puede derrotar, pero
jamás vencer»”. Al final del texto nuevamente se les indica a los obreros que vuelvan a sus
trabajos y que continúen con su lucha a través de otros medios.

A continuación vamos a exponer las causas, el desarrollo y las consecuencias de la


revolución de octubre de 1934. Esta revolución se encuadra en el marco temporal de la II
República española, más concretamente en la segunda fase denominada Bienio
Radical-Cedista. Durante este bienio se va a caracterizar a rasgos generales por paralizar
las reformas iniciadas durante el Bienio Reformista.
Antes de explicar las causas que provocaron el estallido del proceso revolucionario,
debemos hablar del contexto europeo, primero en 1922 la llegada de Mussolini al poder en
Italia y en 1933 el Partido Nacional Socialista Alemán gana las elecciones con Hitler al
mando. En este contexto de auges totalitarios en Europa, en España, gana las elecciones
de 1933 el Partido Radical de Lerroux. El temor de la posible entrada de la CEDA al
gobierno, provocó el temor de las organizaciones de izquierdas quienes veían esto con la
posibilidad de ascenso del fascismo en España.
La entrada de tres dirigentes de la CEDA en la conformación del nuevo gabinete, desató el
estallido del proceso revolucionario. Esa misma tarde los dirigentes socialistas dieron la
orden de huelga general. Al día siguiente el paro se extendió por todas las ciudades del
país.
Sin embargo, será en Asturias donde la insurrección consiga una mayor respuesta y se
convierta en un auténtico proceso revolucionario. Los obreros, perfectamente organizados y
preparados, destituyeron a las autoridades y conquistaron la capital, Oviedo,(también otras
ciudades importantes como Avilés o Gijón) en duros combates contra el Ejército y las
fuerzas de orden público. Estos se organizaron en comités de gobierno. De esta forma, en
poco tiempo se hicieron dueños de casi todo el territorio asturiano.
No obstante, el movimiento fracasó en Madrid. El Gobierno reaccionó rápidamente y en la
noche del mismo día 4 acuarteló a las tropas y detuvo a los principales dirigentes socialistas
y comunistas. Por otro lado, en Cataluña, el apoyo del propio Companys hizo triunfar al
principio la revolución, pero dos días después el Ejército, tras bombardear el edificio de la
Generalitat, consiguió recuperar el mando y obtener la rendición del Gobierno catalán.
En el resto del país se produjeron conatos de insurrección, pero no llegaron a cuajar al estar
aislados entre sí y al no contar con apoyo campesino.
En respuesta a la rebelión el Gobierno acordó mandar al Ejército para sofocar la rebelión,
con distintos contingentes militares entre las que estaban las del ejército de Marruecos con
gran experiencia de combate. Estas fuerzas lograron sofocar la rebelión en poco tiempo. No
obstante, entre los mandos del Ejército había dos postura una más conciliadora,
representada por el general López Ochoa como mayor responsable de la fuerza militar, y,
otra más dura, mantenida por Yagüe (al mando de las tropas de Marruecos) y, en última
instancia, por Franco, que dirigía las operaciones desde Madrid. Tras la toma de Oviedo,
Belarmino Tomás como Presidente del último Comité Revolucionario negoció con el general
López Ochoa un acuerdo de rendición más benévolo con los revolucionarios asturianos que
querían evitar la dura represión que estaban cometiendo la Legión.

En primer lugar se deben mencionar los muertos (2.000), la destrucción de edificaciones en


varios municipios y la represión que fue muy intensa (cerca de 30.000 presos). Hubo
algunas condenas a muertes a algunos dirigentes pero esta pena fue conmutada. Por otra
parte, es preciso subrayar el fracaso de la Revolución tanto a causa de sus deficiencias
organizativas como por su falta de apoyo en otros lugares de España. La radicalización de
una parte de la derecha que ve en la violencia la solución al conflicto.

La revolución de Asturias de 1934 es uno de los asuntos más polémicos de nuestra historia
reciente debido a la interpretación de algunos autores trataba de ligar el origen de la Guerra
Civil con esta revolución izquierdista como una de las justificación del golpe de Estado de
1936 por parte del Ejército y sectores más derechistas del país. No obstante, como algunos
historiadores han demostrado se trató de una insurrección armada localizada en una zona
muy concreta, Asturias, y que fue sofocada en muy poco tiempo (en torno a 15 días) por el
gobierno de la II República, dirigido por Alejandro Lerroux, volviéndose de nuevo a la
normalidad política e institucional, por lo cual no se puede hablar de enfrentamiento armado
generalizado en toda España, algo que sí se produciría en julio de 1936

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