Cuentos

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 9

Félix, la tortuga valiente

La tortuga Félix esperaba un día el autobús para ir a la


escuela, con su cabeza baja y su carita triste, sin ganas
de ir al colegio. Su mamá, la tortuga, le preguntó:

 Félix, cariño, ¿qué te sucede?

 ¡Nada mami!- contestó Félix.

Félix no tenía amigos, siempre se sentaba solo y sin


nadie con quien hablar. Todos le miraban siempre raro.

Su profesor, que había mandado para ese día una


lectura a cada niño, dijo:

 Félix, ven, te toca leer.

Félix se levantó y empezó su lectura, pero estaba tan nervioso y con tanto miedo que no
supo leer bien, haciéndolo a una velocidad muy lenta. Cuando los niños lo escucharon
empezaron a reírse de él y la jirafa Jack dijo:

 Jajaja, no sabes leer y ¿sabes por qué? ¡Porque eres una tortuga!

Félix se sintió muy apenado y el profesor se molestó, mandando hacer silencio a la


clase. Al rato tocaron la campana del recreo y todos salieron al parque a jugar a la
pelota, menos Félix, que se sentó aparte mirándolos jugar pensando:

 Si yo no fuese una torpe tortuga lenta, me aceptarían y podría jugar y divertirme


como ellos.

Pero la ardilla Liz, al ver a Félix solo le dijo:

 Félix, ven y juega con nosotros.

Cuando escuchó eso se alegró tanto de que quisieran jugar con él que se animó a
participar, pero en ello que cayó al suelo y todos los niños empezaron a reírse y a
burlarse de él de nuevo. Todos menos Liz, que le ayudó a levantarse. Y la jirafa Jack le
dijo:

 ¿Ves? Eres una torpe tortuga lenta y nunca sabrás hacer nada bien.

Félix se levantó muy triste, empezó a llorar y corriendo se fue a su casa.

Cuando llegó, mamá tortuga le preguntó:

 ¿Qué te pasa cariño? ¿Algo anda mal?


 ¡Si yo no fuese una torpe tortuga lenta los demás niños me querrían!- contestó
enfadado Félix.

Su madre, tras aquellas palabras, le dijo:

 Hijo, nuestras diferencias son nuestras más grandes ventajas. El más pequeño
tiene defectos, así como el más grande también los tiene. Y, ¿qué significa? Que
cada uno, aunque tenga defectos, errores o desventajas, tiene que sacar lo mejor
de sí mismo y que esas diferencias son las que nos hacen únicos.

Félix se sintió tan animado y feliz que le dio un gran abrazo a su mamá y al día
siguiente volvió a la escuela a soportar nuevas burlas, pero Félix, en vez de ponerse de
nuevo triste, tuvo valor y dijo a la clase:

 Yo soy lento al leer pero eso es bueno, porque así los demás pueden entender las
palabras que escuchan y comprenderlo todo mejor.

Al sonar la campana del recreo todos salieron a jugar, y de nuevo la ardilla Liz invitó a
Félix a participar. Cuando llegó su turno pensó en las palabras de mamá y decidió
esconderse dentro de su caparazón. Rodó y rodó tan rápido que empujó la pelota mucho
más fuerte qué todos los demás juntos. Al salir, todos empezaron a aplaudirle y a
felicitarlo por lo bien que jugaba. Entonces Jack, la jirafa, le preguntó:

 ¿Cómo aprendiste a jugar así?

Y Félix le respondió:

 Soy lento, pero mi mamá me enseñó que cualquiera puede ser bueno, incluso los
pequeños y lentos como yo. Todos somos buenos, fuertes e inteligentes, todo
está en querernos y en valorar a los demás tal y como son.

Actividad:

 Copian el cuento en su cuaderno y contestan.


 Comparten con sus compañeros la enseñanza.

 ¿Qué enseñanza le dejo la lectura?


EL GATO CANSADO
Los gatos, grandes cazadores, tienden a alimentarse de
presas más débiles, y su agilidad hace que no pasen
hambre en todo el año, aunque se trate de gatos
solitarios. Los ratones son sus principales víctimas, ya
que a pesar de las grandes velocidades que estos pueden
alcanzar, su pequeño tamaño les convierte en una presa
fácil para los gatos. Precisamente, sabedor de todo
aquello, vivió una vez un gato, conocido entre sus
secuaces por tener siempre la barriga muy grande y
llena. Pero el gato fue cumpliendo años, y con el paso
del tiempo, se daba cuenta de que su agilidad ya no era
la de cuando era joven, ni sus ganas de correr de acá
para allá eran tampoco las mismas. Ya no podía
perseguir a los ratones con la misma facilidad, y poco a
poco, fue convirtiéndose en un gato callejero apostado en una esquina con hambre y
aterido de frío.

A los viandantes que se cruzaban con él se les llenaban los ojos de lágrimas, y muy
compadecidos por su estado, se fueron haciendo amigos de él, incluso algunos ratones
con el corazón lleno de amor y de solidaridad.

Sin embargo, uno de aquellos ratones que se encontraba por las cercanías, y que le
observaba día tras día, no terminaba de confiar en él ni de creer que el hambre le
hubiese apaciguado también su frío corazón. Un día, surgió una disputa entre dos
pájaros ante la aparente mirada impasible del gato. El ratón, que observaba la escena sin
perder detalle, estaba convencido de que el gato se lanzaría hambriento sobre los dos
pájaros, y de este modo, todo el mundo descubriría las verdaderas intenciones del gato.

El gato, aproximándose a la rama del árbol desde la cual vociferaban los pájaros, dijo:

 No os peléis. Confiad en mí e intentemos arreglar vuestro malentendido.

Efectivamente, y como temía el ratón, el gato parecía cercar cada vez más a los pobres
pájaros con la intención de lanzarse sobre ellos. Ya no era un gato cazador, y los años,
le conducían a vivir de ocasiones fortuitas y desesperadas.

El ratón, contemplando la lastimosa escena, llamó la atención del gato con un agudo
silbido y libró a los pajarillos de su destino. Pero ya no podía ver a aquel gato cansado
con los mismos ojos, y decidió acompañarle en la distancia hasta el fin de sus días.

 Copian el cuento en su cuaderno y contestan.


 Comparten con sus compañeros la enseñanza.

 ¿Qué enseñanza le dejo la lectura?


El canguro que no sabía
saltar
En una ocasión nació un canguro que no era como los demás.
Aparentaba serlo, sin embargo, este canguro tan solo podía
saltar hacia atrás. Aquella extraña cualidad le convirtió
rápidamente en un bicho raro para todos los de su especie, y
no repararon en burlas y risas a la hora de dirigirse a él y a su
forma de saltar.

Aquel canguro, además de saltar hacia atrás, era un animalito


extremadamente sensible, y no podía sino lamentarse y llorar
compadecido de sí mismo, como consecuencia de los
desplantes del resto de los canguros.

Un día, una jirafa que acostumbraba a escuchar sus lamentos se acercó a hablar con él:

 No se consigue nada llorando, ¿sabes pequeño? Si yo no me hubiera


acostumbrado en la vida a encorvar mi largo cuello, hubiese muerto muy pronto
de hambre. ¿Por qué no intentas saltar hacia adelante?- Manifestó la jirafa.

El canguro se tomó muy en serio aquellos consejos y pocos minutos después comenzó a
practicar su salto del revés, o lo que era lo mismo, al derecho de todos los canguros.
Poco a poco, y con muchísimo esfuerzo, el canguro fue obteniendo resultados y con el
tiempo consiguió lo que se había propuesto gracias a los consejos de la jirafa. ¡Había
aprendido a saltar hacia adelante como todos los canguros del mundo!

Aquel día, y tras mostrar su gran esfuerzo al resto de sus parientes, el pequeño canguro
comprendió que no era un bicho raro, sino el animal más increíble de toda su especie,
porque solo él sabía saltar hacia adelante y hacia atrás también.

 Copian el cuento en su cuaderno y contestan.


 Comparten con sus compañeros la enseñanza.

 ¿Qué enseñanza le dejo la lectura?

¿Cuál cree usted que es el valor que nos enseña la lectura?


LA MEJOR RANA DEL MUNDO

Había una vez una rana muy ambiciosa y presumida; tanto,


que estaba convencida de que era un prodigio de la
naturaleza, algo infinitamente bello e irrepetible. Por este
motivo la rana resultaba poco agradable a los demás y
bastante egoísta. No toleraba que otros pudiesen halagar a
terceros y no a ella misma, pues hasta ese punto llegaba su
insensatez.

 ¿Habéis visto a ese buey que pasea últimamente por


aquí? Es tan grande y con un pelaje tan lustroso…-
Exclamaba otra rana de la charca.
 ¡No decís más que tonterías! ¡Yo poseo el mejor color, el mejor brillo y la
mayor de las fuerzas! – Contestaba la rana presumida molesta.

Y en esto que, estando un día tomando el sol a la orilla de la charca, la rana vio pasar al
buey del que le habían hablado en cierta ocasión. Pudo contemplar la majestuosidad de
sus formas, el brillo de su pelaje y la fiereza de su rostro. Sin duda era un animal
magnífico y digno de ver.

La rana, molesta al verle, hizo todo lo que estaba en su mano y más, para poder hacerse
más grande. Pero por más que se hinchó y se hinchó, no podía alcanzar las dimensiones
del buey. Llena de frustración por no lograr los resultados deseados, la rana no dudó en
ir más allá de sus posibilidades, y de nuevo hizo por hincharse un poco más hasta que,
de pronto, estalló como una pompa de jabón.

¡Qué bien se lo pasaron las ranas de la charca aquel día saltando y jugueteando sin
parar! Igual que podía haberlo hecho la rana de nuestra historia, si hubiera aprendido a
tiempo a aceptarse a sí misma y a no ponerse por encima de los demás.

 Copian el cuento en su cuaderno y contestan.


 Comparten con sus compañeros la enseñanza.

 ¿Qué enseñanza le dejo la lectura?

¿Cuál cree usted que es el valor que nos enseña la lectura?


El pequeño elefantito blanco

Érase una vez una manada de elefantes que vivía feliz en la


selva. Todo parecía estar rodeado de alegría, felicidad y un
fuerte sentimiento de hermandad entre todos los elefantes.
Pero todo aquel entorno mágico lleno de paz se fue al traste
un día en el que nació una nueva y deseada cría de elefante.

Aquel elefante no era como los demás. ¡Su piel era toda de
color blanco! Y aquella rareza provocó entre sus demás
familiares mucha desconfianza y desasosiego. En el mundo
de los elefantes todo era siempre normal, y nadie se salía de la norma, puesto que su
felicidad se basaba en caminar y en vivir todos juntos al unísono.

Pero aquel pequeño e indefenso elefantito parecía estar ya desde su primer día de vida
completamente fuera de la norma, y aquello no gustó nada a los demás elefantes, en
especial a los más viejos de la manada.

Los padres del pequeño elefante se sentían desesperados. Tampoco le encontraban


explicación a que la piel de su cría fuese de color blanco, casi brillante, pero a pesar de
todo le querían y no deseaban bajo ningún concepto que le sucediera nada malo.

Y llegó el trágico día en el que el jefe de la manada propuso abandonar al elefantito a la


orilla de un río. ¡Qué tristeza se apoderó de sus pobres padres, que se sentían divididos
entre el deber de obedecer a la manada y el deber de amar a su pobre cría!

Tras mucho pensar sobre las opciones que tenían, el padre del elefantito blanco decidió
enfrentarse al jefe de la manada. Al ver la fortaleza de aquel joven padre elefante y la
mirada de desafío que le lanzaba, el jefe de la manada se vio obligado a claudicar y a
deshacer su plan. El jefe era demasiado mayor como para enfrentarse ya a los suyos y
procuró reflexionar de nuevo sobre el tema.

Gracias a aquello el elefantito blanco, que no era otra cosa que un elefante albino, pudo
crecer junto a los suyos y vivir muy feliz. Todos aceptaron lo que la naturaleza había
creado y le dieron gracias al cielo cada mañana alzando las trompas al sol.

Y todo comenzó a ir tan bien desde entonces para los elefantes en la selva, que a la
muerte del jefe, ya muy anciano, decidieron proponer al elefante blanco como su digno
sucesor. ¡Se había ganado el amor y la confianza de toda la manada! Y sus padres se
vieron colmados de gratitud y felicidad el resto de sus vidas.

 Copian el cuento en su cuaderno y contestan.


 Comparten con sus compañeros la enseñanza.

 ¿Qué enseñanza le dejo la lectura?

¿Cuál cree usted que es el valor que nos enseña la lectura?


EL GRILLO AFÓNICO:

En una extensa pradera vivía un grillo muy


preocupado. Llevaba mucho tiempo afónico, a
causa de un fuerte resfriado, y todos los remedios
ensayados habían terminado en fracaso. La
tristeza le embargaba, porque era muy aficionado
a cantar y ahora no podía hacerlo, como el resto
de sus amigos y vecinos.

¡Qué desgraciado soy! ¡Mira que no poder cantar


como todo el mundo!- se lamentaba el grillo un día sí y otro también.

Un primo suyo, enterado del sufrimiento del grillo afónico, vino a visitarle para darle
ánimos.

 Tu afonía no es un problema grave- le dijo, con gesto tranquilizador. – Mira, yo


formo parte de una orquesta en la que todos somos muy amigos. En este
momento nos hace falta un trompetista y como ahora no puedes cantar pues he
pensado en ti. Sé que tocas de maravilla. ¿Qué decides?
 ¡Oh, gracias!- le contestó el grillo- ¡Siempre me ha gustado tocar la trompeta!
¡Sí, entraré en vuestra orquesta!

Desde ese día, aquella orquesta fue la más famosa de toda la pradera y, aunque nuestro
grillo siguió sin poder cantar, fue nombrado el mejor trompetista del campo. ¿Qué
opináis de esto, amigos?

 Copian el cuento en su cuaderno y contestan.


 Comparten con sus compañeros la enseñanza.

 ¿Qué enseñanza le dejo la lectura?

¿Cuál cree usted que es el valor que nos enseña la lectura?


Tosco y las abejas

Tosco era un oso que vivía en un hermoso bosque de


pinos. Siempre que encontraba un panal de miel, cogía
toda la miel para sí y le llevaba un poco a su madre. Pero
cuando llegaba a su cueva con la miel tenía muchas
picaduras de abeja, y una noche casi no podía dormir por
la hinchazón.

Aquella noche Tosco le dijo a su madre:

 No es justo, las abejas me pican demasiado, por la


noche no puedo dormir.
 ¿Recuerdas que te dije lo que debemos hacer para
saber si algo es justo o no? —Preguntó la madre.
 Sí, es algo que se llama… ¿cómo se llamaba? —Preguntó Tosco.
 Empatía —dijo la madre— ¿Recuerdas lo que significa?
 Sí, significa ponerse en el lugar de la otra persona. —Dijo Tosco.
 Pues ahora tú debes ponerte en el lugar de las abejas.
 Pero yo no soy una abeja —Contestó Tosco desconcertado.
 Por eso mismo debes usar tu imaginación para tener empatía con las abejas. Por
ejemplo, ¿dejas algo de miel en el panal cuando la coges?
 No, no dejo nada, me la como casi toda y lo demás te lo traigo a ti, mami.
 Gracias por traerme un poco de miel, a mí también me gusta mucho, pero,
¿sabes por qué las abejas fabrican miel?
 ¿Para comérsela? —Preguntó Tosco con gran curiosidad.
 Sí, y también para alimentar a las abejas recién nacidas. —Contestó su madre.
 ¡Pero yo también necesito la miel!
 Si tú fueses una abeja y viniera un oso grande y peludo a quitarte toda la miel,
¿no le picarías muy duro hasta que se fuera?

Tosco pensó en las palabras de su madre y se dio cuenta de que nunca había visto
aquella situación desde el punto de vista de las abejas.

 Tienes razón, mamá, es verdad. ¡Con razón las abejas se ponen tan enfadadas
cuando les quito toda la miel!
 Pues ahora que has usado la empatía y te has puesto en el lugar de las abejas,
toma solo una parte de la miel cuando vayas a cogerla —dijo la madre—, las
abejas tratarán de picarte, pero tú te irás enseguida y así podrás comer miel y
dormir bien por la noche.

Al día siguiente, Tosco fue a un árbol en el que había un panal de abejas. Se acercó,
cogió solo una parte de la miel y se marchó, dejando más para que las abejas pudiesen
comer. Ese día Tosco comió su rica miel, le llevó algo a su madre y pudo dormir bien
por la noche.

Tosco había obrado con empatía, y las abejas le premiaron su actitud dejándole ir sin
una sola picadura.
 Copian el cuento en su cuaderno y contestan.
 Comparten con sus compañeros la enseñanza.

 ¿Qué enseñanza le dejo la lectura?

¿Cuál cree usted que es el valor que nos enseña la lectura?

También podría gustarte