Tortured

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Kath
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Mary_08
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Rosaluce
Valen Drtner

Revisión final Diseño


Fatima85 Lectora
Sinopsis Capítulo Once
Prólogo Capítulo Doce
Capítulo Uno Capítulo Trece
Capítulo Dos Capítulo Catorce
Capítulo Tres Capítulo Quince
Capítulo Cuatro Capítulo Dieciséis
Capítulo Cinco Capítulo Diecisiete
Capítulo Seis Capítulo Dieciocho
Capítulo Siete Capítulo Diecinueve
Capítulo Ocho Capítulo Veinte
Capítulo Nueve Capítulo Veintiuno
Capítulo Diez Nicole Williams
C
uando él se marchó en despliegue militar durante doce
meses,sintió que pasaría una eternidad hasta que pudiesen
verse de nuevo.
No supo cuánta razón tenía.
Cuando el cabo primero Brecken Connolly es capturado como
prisionero de guerra, Camryn espera lo mejor, pero se arma de valor para
lo peor. Al final, fue lo que necesitó para sobrevivir cuando él no lo hizo. Se
mueve de la única forma en que sabe, armándose de más valor.
Años pasan.
Construye una nueva vida.
Deja la antigua atrás.
Hasta que un día, el rostro de un fantasma aparece en las noticias.
Brecken parece haberse levantado de entre los muertos, pero sabe que no
puede hacer el mismo milagro para ella. Mientras que Brecken fue
torturado en una prisión por los últimos seis años, ella ha estado atrapada
en su propio tipo de cárcel. Una de la que no puede ser salvada.
El hombre al que lloró regresa para unirse a los vivos, pero la chica
con la que quería pasar su vida no es la misma mujer que encuentra.
Brecken tampoco es la misma persona. Los últimos años los han cambiado
a ambos. Mientras que él está determinado a unir las piezas, ella está
dispuesta a dejar que las suyas se deterioren a medida que se
desmoronan.
Rota o no, Brecken la quiere de regreso. Hará cualquier cosa lograrlo.
Incluso si eso significa enfrentar al alcaide de la prisión personal de
Camryn… su esposo.
C
ada vez que tenía que irse, era una tortura. Pensarías que me
habría acostumbrado, pero no lo hice, cada vez era más difícil.
Esta vez se sentía especialmente doloroso debido a la
cantidad de tiempo que se iría. Un año. Habíamos pasado por semanas,
meses, pero nunca se había marchado un año completo.
Estando con un miembro de la marina, sabía que tendría que
acostumbrarme a ello. La separación. La preocupación. La soledad. La
sensación de intentar recuperar el aliento durante todo el tiempo que no
estaba.
Era una forma de vida. Y él era todo para mí. Así que tendría que
resolverlo.
—Nunca volveré a ver las placas de identificación del mismo modo. —
Las comisuras de la boca de Brecken se elevaron mientras sus ojos
vagaban sobre mí, estirada en el asiento trasero,y se ponía su camiseta.
Giró la muñeca, su mirada dirigiéndoseal reloj. Una arruga se formó en su
frente—. Pero voy a necesitarlas antes de subir a ese autobús. Algo sobre
regulaciones militares y no deambular por territorio enemigo sin ellas.
Esos marines se apegan a las reglas.
Estaba intentando hacerme sentir mejor, hacerme sonreír. Pero poco
podía levantar mi ánimo,salvo descubrir que no tenía que irse al Medio
Oriente durante doce largos meses.
—No las necesitas. No realmente.
—¿Por qué es eso?
—Porque solo las necesitas si planeas morir, y que Dios me ayude, no
me las quitaré del cuello si tienes planes de una muerte heroica. —Mi
mano se cerró defensivamente alrededor de las placas de metal colgando
contra mi piel desnuda mientras me enfocaba en la manera en que el
metal se calentaba en mi palma. La forma en que parecían revivir en mi
agarre.
—No pienso morir allí. No voy a morir —se corrigió al momento en que
mi ceja empezó a elevarse—. Pero sí tengo planes de anotarme una herida
de guerra extrema, así tendré una historia que contar a mis nietos algún
día, y podré colgar uno de esos Corazones Púrpuras en mi pecho.
Puse el rostro más serio que pude, aunque era algo casi imposible con
la forma en que me sonreía mientras luchaba con sus vaqueros para
ponerlos en su sitio.
—No es gracioso.
—Vamos. Me hará parecer duro.
—Ya pareces duro. Demasiado duro —añadí mientras lo escudriñaba
por millonésima vez desde su regreso de una semana a Medford por
vacaciones antes de embarcarse. Siempre que lo miraba, no solo veía al
chico guapo que otros veían, veía cada recuerdo bueno de mi pasado. Veía
cada recuerdo que se formaría en el futuro. Brecken había sido parte de mi
vida desde que tenía ocho años, y era tan parte de mí como yo.
—Nah, necesito una de esas cicatrices grandes y de apariencia furiosa
atravesando mi pecho. O una de esas cicatrices de bala en mi muslo. Algo
realmente duro.
—¿Y por qué necesitas tus placas de identificación para eso? —Mis
dedos se apretaron alrededor de los finos óvalos de metal, negándome a
dejarlos ir como si al hacerlo, él tampoco se marcharía.
—Transfusión de sangre. Los médicos necesitarán saber mi tipo de
sangre cuando estén tratando de remendar mi cuerpo inconsciente.
—¿Cuerpo inconsciente?
Asintió con un gesto de solemnidad.
—No puedo ser uno de esos tipos que gana su Corazón Púrpura con el
rasguño de algún alambre de púas. Necesito perder uno o dos litros de
sangre, tal vez incluso un paro cardiaco en la mesa de operaciones. Algo
digno de esa medalla.
Pensar en Brecken en un país hostil con un rifle en sus manos, solo
Dios sabiendo qué se interpondría en su camino, me hizo sentir débil. La
idea de verle luchando por su vida en algún campamento médico militar,
se llevó lo que quedaba de mi cordura.
No debía estar haciendo un buen trabajo ocultando mis emociones,
porque su rostro cayó cuando vio mis ojos, sus brazos abriéndose hacia
mí.
—Va a estar bien, Camryn. Voy a estar bien. Vamos a estar bien. El
año pasará volando, y antes de darnos cuenta, nos estaremos casando y
comprando una pequeña casa tan cerca de la playa como podamos
permitirnos. ¿Está bien?
Sus brazos me rodearon cubriendo mi cuerpo, y lo dejé acercarme
más. Nunca había conocido la sensación de estar a salvo hasta que los
brazos de Brecken Connolly me mostraron el significado.
Puse la mano en medio de su pecho, sintiendo el latido de su corazón
vibrar contra mi palma.
—¿Por qué no podemos casarnos ahora? ¿Por qué no puedo unirme a
los marines e ir contigo, donde quiera que sea, para que podamos estar
juntos?
Su risa fue amortiguada por su boca presionándoseen mi sien.
—Bueno, no puedes unirte a los marines y a mi unidad porque los
militares piensan que nosotros, los infantes de marina masculinos, nos
distraemos y pensamos en una sola cosa cuando las mujeres que amamos
marchan a nuestro lado. Creen que lo único en nuestra mente es
protegerlas, coquetear o follarlas.
Tranquilamente, conté con los dedos.
—Protegerlas, coquetear, follarlas… —Luego asentí—. Maldita sea,
seguro que te conocen bien.
Los dedos de Brecken rozaron la curva de mi cintura.
—Y no nos podemos casar ahora porque te quedan dos meses de
escuela para terminar y conseguir ese buen diploma —continuó,
indiferente a mi queja—. Y necesito ahorrar un poco de dinero para darte
un anillo y boda apropiados. No voy a hacer la cosa de la corte con bandas
de plata baratas. No para ti. Te mereces lo mejor.
Mi cabeza estaba metida bajo su barbilla mientras le permití
sostenerme en el asiento trasero del viejo Crosica de su tía. Lo único
bueno que podría decir del auto, que era un milagro que arrancase cada
día, era que tenía un asiento trasero de tamaño decente del que Brecken y
yo habíamos hecho un amplio uso. Crecí en una casa estricta con mi
padre mientras Brecken lo hizo en un hogar lleno unas casas más abajo,
la privacidad había sido escasa para ambos. Afortunadamente, su tía
estaba dispuesta a prestarle su auto cada vez que podía, como hoy,
cuando acababa de hacer el amor con el único chico al que había amado
por última vez hasta el próximo año.
Mis dedos se curvaron en su pecho mientras deseaba que el tiempo se
congelara.
—Tengo lo mejor.
Brecken gruñó como si lo dudaramientras levantaba la cabeza para
mirar por el parabrisas. Estábamos en el camino trasero de la estación de
autobuses. Su transportepartiría en un largo viaje de regreso a Camp
Pendleton en unos minutos.
—Además, ya me diste un anillo. —Levanté mi mano izquierda hacia
él, rodando mis dedos para que pudiera ver el anillo ajustable con mi
piedra de nacimiento.
Sacudió la cabeza.
—Gané eso para ti en una feria cuando teníamos diez años.
—También costó mil doscientos boletos. Ahorraste todo el verano para
conseguir todos esos boletos.
Sus dedos tocaron el anillo, girándolo con una pequeña sonrisa en su
rostro.
—Y probablemente en la calle vale cinco centavos. No es exactamente
el anillo de bodas que quiero que mi esposa tenga.
Me encontré mirando el anillo con él. La pintura dorada había
empezado a desvanecerse de la delgada banda hace años, pero la pequeña
piedra de color rosa aún brillaba cuando la luz lo golpeaba directo.
—Bueno, no tiene precio para mí. No me importa el valor que tenga en
la calle. O cuántos boletos cueste.
—Aun así, te voy a conseguir un buen anillo. Con todo el pago por
riesgo que voy a ganar este año, es mejor que vayas entrenando ese dedo
anular para que pueda soportar el peso del diamante que dejaré caer allí.
Me alegró que no pudiera ver mi rostro, porque odiaba saber lo
preocupada que estaba por él. Dijo pago por riegos como un vendedor
mencionando un bono, pero yo lo escuché como realmente era: el gobierno
dándote un poco más de dinero por el aumento de la probabilidad de
perder tu vida.
—Un año más. Eso es todo. Entonces podremos estar juntos como
siempre hemos planeado. Lejos de aquí. —Los brazos de Brecken se
aflojaron a mialrededor. No teníamos mucho más tiempo—. Lejos de esta
gente.
Una exhalación desigual salió de él, los músculos de sus brazos
crispándose. Sabía de quién estaba hablando sin que entrara en detalle.
Ninguna de nuestras vidas había sido encantadora o particularmente fácil,
pero la mía había sido peor. Al ser criada por un padre soltero tan estricto
que hacía parecer la vida de un monje despreocupada, tuve una crianza
inusual. Brecken solo conocía lo que dejé caer, que era apenas la mitad de
la realidad.
—No me gusta dejarte sola con él —dijo, su voz más baja—. Si las
cosas se ponen difíciles de nuevo, solo vete. Múdate con mi loca familia o a
un hotel o cualquier lugar. No dejes que te haga daño. Con palabras o
puños. Lo hace de nuevo… —Las manos de Brecken se curvaron en puños
mientras su espalda se endurecía—. Y lo mataré. Juro que lo haré.
—No lo hará —dije al instante, con mi voz más convincente—. Está
trabando en eso. Sin beber tanto. —Me aseguré de mantener su mirada
fija para mostrarle tanto convencimiento como fuera posible.
Mi padre no era solo un hombre estricto. Era triste y solitario.
Cuando mi madre se fue, se convirtió en alguien más, casi como si ella
hubiera tomado todo lo bueno en él y también lo hubiera metido en esa
pequeña maleta. Y como yo era la única cerca, y tenía un parecido
asombroso con mi madre, tomé todo el peso de la pena de mi padre. En
forma de palabras cortantes y, ocasionalmente, palmas extendidas.
Un día, Brecken caminaba por la acerca cuando vio a mi padre
golpearme en la mejilla por intentar salir de casa con una falda que
describió como “apropiada para una puta”. Brecken solo tenía trece años,
pero derribó a mi padre, consiguiendo darle unos cuantos golpes antes de
poder sacárselo de encima.
Mi padre dejó de golpearme después de eso. Al menos cuando alguien
pudiera verlo.
No es que ahora necesitara decirle eso a Brecken. Aunque supongo
que haría que se quedase más tiempo… Solo para ser acusado de
asesinato y enviado a prisión por los próximos veinte o treinta años.
De repente, ese año no parecía tan malo.
—No lo hará —reiteré, cuando Brecken continuó dándome esa
penetrante mirada, como si fuese capaz de encontrar una mentira si la
escondía.
Sus cejas se alzaron.
—Será mejor que no.
—Si algo ocurre iré a casa de tu familia, lo juro.
Sentándose, sacó su billetera del bolsillo trasero.
—Con catorce personas compartiendo trescientos sesenta metros
cuadrados de espacio, buena suerte encontrando un lugar tranquilo para
hacer tu tarea. —Sacó todos los billetes de su cartera. Hasta el último
dólar dañado—. Toma esto, escóndelo de tu padre y úsalo si lo necesitas.
Será suficiente para una semana más o menos en un hotel que no sea un
tugurio, y tan pronto como reciba mi próximo pago, te enviré más.
Mi cabeza negaba mientras trataba de meter el dinero de vuelta en su
billetera. Sin embargo, ya la había cerrado y estaba deslizándola de nuevo
en su bolsillo trasero.
—Estaré bien.
La mirada de Brecken cayó al dinero en mi mano.
—Sí, lo sé.
—Brecken.
—Camryn —imitó.
—No voy a tomar el último dólar de tu billetera.
—¿Por qué no? —preguntó, haciendo una mueca—. Te daría todo lo
que tengo, el aire de mis pulmones, la última gota de sangre de mis venas.
El ultimo dólar no es nada comparado con, ya sabes, morir de asfixia o
desangrado. —Me guiñó el ojo mientras cerraba mis dedos alrededor del
montón de dinero en mi mano, luego se inclinó para ponerse las botas. Se
estaba moviendo rápidamente, mirando en dirección a los buses, como
asegurándose que aún no se estaban alejando de la acerca—.¿Quieres
caminar conmigo al bus? —Su enfoque se mantuvo en su otra bota
mientras esperaba mi respuesta.
Sin embargo, ya la sabía. Las despedidas no eran lo mío.
Especialmente las del tipo donde tenía que despedirme del hombre que
amaba mientras se preparaba para dirigirse al centro de una zona de
guerra hasta el próximo año. Las despedidas venían con un contexto
totalmente diferente cuando se las decías a un infante de marina.
—Lo sé, Blue Bird, lo sé. —Suspiró, sus ojos estrechándose contra las
alfombrillas desgastadas antes de alcanzar las placas todavía colgando
alrededor de mi cuello.
No hice ningún movimiento para levantar la cabeza o deslizar el
cabello a un lado para que fuera más fácil para él. Mientras estas placas
estuvieran en mi cuello en vez del suyo, él estaba a salvo. Estaba vivo.
—No voy a morir allí —susurró, pasando las placas sobre su cabeza.
Chocaron entre ellas cuando cayeron contra su pecho—. Volveré a ti.
Mi garganta estaba ardiendo por intentar no llorar.
—No puedes prometer eso.
Alcanzó la manta que había caído al suelo y la puso suavemente
alrededor de mi cuerpo todavía desnudo.
Era extraño cómo olvidé mi desnudez hasta que me quitó las placas.
Ahora, sin embargo, me sentía descubierta.
Expuesta. Vulnerable. Mi vestido estaba en alguna parte, aunque no
lo veía. Apenas habíamos conseguido estacionar antes de caer juntos en el
asiento trasero.
—Sí puedo —dijo, su pulgar trazando mi clavícula antes de pasar la
manta por mi hombro—. ¿Alguna vez te he roto una promesa? —Se inclinó
para estar frente a mí, así que me vi obligada a mirarlo a los ojos.
—Esto es diferente. No puedes saberlo con seguridad.
—Voy a disfrutar viéndote tragar esas palabras cuando esté de pie
frente a este rostro bonito en doce meses, Blue Bird.
Sujeté la manta con más fuerza a mi alrededor.
—Sabes que no me gusta que me llames así cuando estoy enfadada
contigo.
—¿Estas enfadada? ¿Conmigo? —Parpadeó—. ¿Por qué?
—Sabes por qué. —Mis ojos se movieron automáticamente hacia la
fila de autobuses.
—Para que lo sepas, es el cuerpo de marines quien me envía a Irak.
No es una elección personal.
—No, pero fue tu elección personal unirte al cuerpo de marines.
—Sí, porque no quería pasar los próximos veinte años bombeando gas
en el Qwik Mart. —Su mano se curvó alrededor de la parte posterior del
asiento delantero—. Hemos hablado de esto, Camryn. No estoy hecho para
la universidad, y seguro como la mierda que no voy a pasar mi vida
trabajando a tiempo parcial por un salario mínimo en Medford. Los
marines son una oportunidad en la vida. Una carrera en la que puedo ser
promovido y mantener una familia, y tener la oportunidad de patear un
trasero de vez en cuando. —Se inclinó hacia adelante para besar mi frente.
Luego mis labios—. Este es el billete para esa vida de la que hemos estado
hablando durante años. Pero tiene un precio. —Su boca cubrió la mía de
nuevo, esta vez un poco más—. Estaré bien. Regresaré.
Mis ojos se cerraron para poder concentrarme en los restos de su
sabor en mi boca.
—Siempre eres el primero en cargar contra cualquier cosa. No te
quedas atrás. No te gustan las sombras. Te gusta ser el que emite esas
sombras.
Cuando mis ojos finalmente se abrieron, encontré los suyos azul
oscuro a unos centímetros de los míos. Su cabello claro, corto y listo para
el despliegue, las pocas pecas dispersas por el puente de su nariz, la
manera en que su mandíbula se apretaba cuando me miraba fijamente,
esas eran las cosas que recordaría cuando estuviera despierta en la noche,
preguntándome dónde estaría. Si estaba a salvo. Si estaba pensando en
mí. Mientras me aferrase a una parte de él, nunca podría dejarme.
—Volveré a casa contigo —dijo como un voto solemne—. Podría ser en
más de una pieza, pero volveré a ti.
Metí las placas dentro de su camiseta. Se volvieron a enfriar.
—Mil piezas, no me importa. Solo ven a casa.
Su sonrisa era casi tan forzada como la mía mientras se inclinaba,
atrayéndome a sus brazos una última vez. Me sostuvo por un minuto, una
mano asegurada en mi cuello, la otra alrededor de mi espalda,
balanceándome contra él. Luego me besó una última vez.
—Tengo que irme, Blue Bird. El Medio Oriente no se arreglará solo.
Cuando abrió la puerta trasera para ir al maleteroy tomar su bolsa,
me incliné sobre el asiento. Se estaba yendo. Por lo que se sentía como
para siempre.
—Sí, no creas que eres el único responsable para hacer frente a esa
tarea.
Lanzando la bolsa por encima de su hombro, se agachó junto mí. Esta
sonrisa no era inventada. Era real.
Perfecto.
—Te veré pronto.
—¿Pronto?
Puso su mano alrededor de mi mejilla mientras su pulgar trazaba la
línea de mis labios.
—Suena mejor que te veo en un año, ¿verdad? —Metiendo su pulgar
en mi boca, saboreando mis labios, me lanzó una sonrisa maliciosa antes
de ponerse de pie y dirigirse hacia los autobuses—. Volveré por ti, Camryn
Blue Gardner, así que mejor que me esperes o tendré que buscarte y
recordarte por qué te enamoraste locamente de mí.
Agarrando la manta, salí del auto y me incliné sobre la puerta abierta.
—No iré a ninguna parte. Estaré esperando.
Había empezado a retroceder.
—¿Esperando unos días hasta que otro tipo haga su jugada?
Rodé los ojos mientras lo miraba. Brecken y yo habíamos estado
juntos desde que tenía quince y él diecisiete. Incluso antes de eso,
habíamos sido inseparables, nadie era capaz de interponerse entre
nosotros.
Puse mi mano alrededor de mi boca.
—Esperando como siempre.
—No te haré esperar tanto. Solo el tiempo suficiente. —Estaba
gritando ahora, los autobuses retumbantes amortiguando su voz.
—¿El tiempo suficiente para qué? —grité de vuelta.
Incluso con tanta distancia entre nosotros, no me la perdí. La mirada
en sus ojos. El avistamiento de su sonrisa.
—Para que aceptes casarte conmigo en cuanto regrese.
La brisa jugaba con mi cabello, enviándolo lejos, como fuerzas fuera
de nuestro control que ya nos estaban separando.
—¡Lo haré!
Se detuvo justo debajo de los escalones del autobús, sus ojos
consumiéndome desde un kilómetro de distancia.
—Es, acepto, Blue Bird. Acepto. —Sonrió y entregó su bolsa a la
persona que los metía en los compartimentos exteriores. Entonces sus
manos rodearon su boca y dejó caer la cabeza hacia atrás—. ¡Yo también!
Su voz resonó en el estacionamiento, ganando la atención de todos
además de mí.
Eso fue todo. Subió los escalones, dobló en la esquina y desapareció
dentro del autobús. No lo vería durante un año. Puede que no lo viera
nunca más…
Mi mandíbula se tensó mientras ponía fin a ese pensamiento. Los
votos matrimoniales y los anillos eran lo último en mi mente mientras su
autobús se alejaba de la acera.
—Solo vuelve a mí —susurré a nadie—. Solo regresa.
D
ía de graduación.
Era probablemente el mito más sobrestimado y
abrumador en la vida de una persona. Toda esta
acumulación, años de escuela para llegar allí, solo para que
te entreguen un pedazo de papel y alguien saque una foto mientras finges
una sonrisa.
Mi punto de vista podría estar afectado porque Brecken no estaba allí
para vivirlo conmigo. Su graduación fue hace dos años y pareció mucho
más importante, mucho más digno de celebrar, pero probablemente se
debe a que estábamos juntos. En cambio, todo lo que tuve en la multitud
fuea mi padre, que en lugar de aplaudir cuando me concedieron mi
diploma, se hundió más profundamente en su asiento y miró alrededor,
como si estuviera buscando dónde se servía la bebida.
Bien. Ya podíatachar este día de mi lista y pasar al siguiente. Sea lo
que sea. Había estado tan concentrada en superar cada día, que no había
pasado mucho tiempo pensando en lo que vendría después. Al menos,
aparte de estar con Brecken. ¿Quería ir a la universidad? ¿Quería ir
directamente al trabajo? ¿Qué quería hacer? Esas eran preguntas que
necesitaba responder, pero podrían esperar otro día. Esta noche, estaba
planeando comer mi peso en aros de cebolla y batidos.
La mitad de la clase graduada había terminado en la hamburguesería
local para celebrar, y la otra mitad había terminado en Miller's Point,
barriles y condones en abundancia. Esa nunca había sido mi escena, no es
que hubiera importado si lo fuera. Mi padre estaba tan en contra de la
bebida para los menores de edad como del sexo fuera del matrimonio.
¿Qué podría decir? Mi viejo llenó su agenda moral con una buena
dosis de hipocresía.
—¿Foto para enmarcar la ocasión? —Crew Graves se deslizóa mi lado
en la cabina, sosteniendo su teléfono delante de nosotros mientras me
rodeaba con el brazo y se inclinaba.
No me perdí como, al otro lado de la mesa, la atención de Gina y
Sienna pasó de la una a la otra al chico sacándose una foto a mi lado.
Crew era "ese tipo" de nuestra clase de graduación. Al menos así lo había
oído describir, no es que personalmente tuviera esa opinión. Como con
Brecken, había crecido con Crew. Vivía en el mismo barrio con sus padres,
así que los tres éramos amigos hasta que se hizo evidente que Brecken y
yo nos estábamos volviendo más que amigos. Crew se alejó después de
eso, pero todavía lo contaba como un amigo. Brecken también. Crew era
un poco duro, uno de esos chicos que pasaban de frío a caliente después
de una mala llamada o alguien chocando con él en el pasillo, por accidente
o de otra manera. Buen tipo, solo uno cuyo temperamento corría en lo más
alto de la escala.
Después de hacer un par de fotos, Crew bajó su teléfono y no hizo
ningún movimiento para regresar a la mesa de donde había venido, donde
el resto de los jugadores de fútbol estaban eructando el himno de la
escuela.
—¿Brecken sigue todavía pateando traseros? —preguntó sin darse
cuenta de las chicas mirándonos desde la otra mesa.
Lo que me hizo luchar contra una sonrisa. Supongo que Crew era
lindo a su modo, un poco demasiado "lindo" para mí, pero entendía por
qué las cabezas de las chicas se volvían cuando pasaba.
—Siempre —respondí con un asentimiento, partiendo algunos de mis
aros de cebolla para que se enfriaran más rápido. La grasa todavía estaba
estallando a través de la masa.
—¿Lo extrañas?
—Siempre —dije con un asentimiento.
—Oye, ya han pasado dos meses. Diez más para que termine. Tú
puedes con esto. —Crew me empujó, agarrando un cuchillo de mantequilla
de la mesa para cortar el resto de mis aros de cebolla por la mitad, de
manera que no tuviera que seguir quemándome los dedos.
—Sé que se supone que debe hacerme sentir mejor, pero dos meses se
han sentido como dos años. No quiero pensar en pasar por otros diez.
El ruido en el comedor era ensordecedor, así que Crew tuvo que
inclinarse para oírme. Por alguna razón, me encontré casi incómoda con
su cercanía. Brecken era el único chico con el que había sido cercana, el
primero con el que me había tomado de la mano, con el que había perdido
mi virginidad, y tener otro tipo tan cerca se sentía incómodo. Como si
alguien estuviera intentando meterme en un par de zapatos que no
encajaban.
Me deslicé en la cabina, lo que hizo que me estrellase contra Damon.
Era un buen tipo, pero uno que no parecía creer en la higiene personal. En
medio de mi movimiento, el escote de mi vestido consiguió deslizarse por
mi hombro.
Los ojos de Crew se movieron allí.
—Maldita sea, Camryn. ¿Qué te hiciste? ¿Atacar a McKenzie sin usar
hombreras? —Crew tiró una servilleta hasta el cuello de su ex compañero
de equipo, Todd McKenzie, quien estaba más cerca de los ciento ochenta
que de los ciento treinta kilos.
—Último día de clase de gimnasia. Me choqué contra un palo de
voleibol —la respuesta vino rápidamente, mientras me encogía de
hombros—.No podía dejar el instituto sin un último accidente en gimnasia.
Crew se echó a reír, buscando la botella de kétchup para mí.
—La coordinación no es tu aliado. Tal vez en tu próxima vida.
—Tal vez —murmuré echando kétchup en mis aros de cebolla.
—Entonces,¿está haciéndolo bien? ¿Manteniendo la cabeza baja y
quedándose en la parte de atrás? —Tomé mi bandeja de aros de cebolla,
ofreciéndole uno a Crew, el cual lanzóa su boca.
—Sí, claro —dije con un resoplido—. Ya ha sido ascendido a cabo y
está liderando un pelotón de fusilamiento. Conoces a Brecken. No sabe
mantener la cabeza baja. O quedarse en la parte de atrás.
Crew asintió mientras masticaba, dándome una sonrisa comprensiva.
Brecken era quien era. No podría cambiar eso. No quería cambiar eso. Solo
desearía poder enrollarlo en un envoltorio de burbujas a prueba de balas.
—¿Cuál es tu plan después de esto? El capítulo de la escuela
secundaria ha terminado oficialmente. ¿Cuál es el siguiente? —Crew
bloqueó a una patata frita que había salido de su rumbo y volaba hacia mi
rostro. Después de mojarla en kétchup, la volvió a disparar contra Watson.
Este lugar era el caos. No podía creer que no hubiéramos sido
expulsados todavía. Miller's Point era probablemente más aburrido que la
escena en el restaurante.
—Una vez que Brecken esté de vuelta —grité por encima del ruido—,
me voy a mudar a Oceanside con él.
Crew echó los brazos hacia atrás cuando Watson giró con una mirada
enojada. Cuando vio quién había arrojado la patata, se limpió la mancha
de kétchup de su mejilla y se sentó de nuevo.
—¿Qué va a decir tu padre sobre eso? —preguntó Crew, mirando
distraídamente la televisión que colgaba en la esquina.
Me encogí de hombros.
—No podrá decir nada porque estaremos casados.
La cabeza de Crew giró en mi dirección, su boca se abrió un poco.
—Vaya. ¿De verdad? ¿Dieciocho y casados?
Volví a encogerme de hombros, arrastrando la mitad de un aro de
cebolla en el kétchup.
—Es con quien quiero estar. ¿Qué importa cuánto esperemos o no
para casarnos? —Hice una pausa, comprobando que el hombro de mi
vestido no se hubiera torcido de nuevo—. Estaremos juntos de cualquier
manera.
Crew estuvo callado por un minuto. Al menos su boca. Sus
pensamientos, no tanto.
—De acuerdo, así que aparte de casarte con Connolly y mudarte a
California, ¿cuál es tu plan?
Como Gina y Sienna seguían mirándonos, les ofrecí algunos de mis
aros de cebolla. No los tomaron.
—No lo sé todavía. Aún no he llegado a eso.
Me tomó treinta minutos elegir qué vestido quería usar hoy. Las
grandes decisiones de la vida estaban fuera de mi mente ahora mismo.
Con Brecken lejos, me sentía un poco... perdida. Como si mi Estrella del
Norte hubiera sido sacada del cielo nocturno, perdiendo toda su estela.
—¿Nada? ¿Ni idea de lo que quieres hacer?
—No sé, supongo que me gustaría ser profesora. —Me metí un aro de
cebolla en la boca para darme un minuto. Brecken sabía que estaba
pensando en enseñar, pero no era algo que hubiera compartido con nadie
más. Principalmente porque de donde veníamos, los niños eran felices
consiguiendo un trabajo en el supermercado local, donde podrían
conseguir beneficios después de un par de años. Era un grupo de clase
trabajadora que hacía lo que tenían que hacer, no lo que querían—.
Kindergarten, primer grado. Me encanta estar cerca de niños, pero el
pensamiento de cuatro años más de escuela es horrible ahora. No lo sé.
—Cuatro años es mucho tiempo, sobre todo si te estás casando tan
joven, y probablemente empezarás a hacer bebés. —Crew torció su birrete
de graduación por lo que su borla colgaba de su cuello.
—No he dicho nada sobre bebés.
—Sí, pero sucederá —respondió con toda naturalidad. Eso me hizo
girar en mi asiento y darle una mirada no tan dulce.
—¿Qué te hace decir eso?
—Porque acabas de decir que amas a los niños. —Sus hombros se
alzaron bajo la brillante toga azul de graduación—. Y Brecken te ama, así
que te seguirá con lo que quieras. —No estaba segura de cómo responder a
eso, así que imité su encogimiento de hombros—. Mi punto es, irás a la
escuela durante cuatro años y acumularás miles de préstamos escolares,
solo para convertirte en una madre ama de casa en pocos años.
Mi mirada vagó hacia la televisión. Noticias. Cada vez que la encendía,
tenía que apagarla de nuevo. Por lo general, se trataba de algún lugar o de
algunas personas bombardeadas, y no necesitaba eso en mi vida ahora
mismo.
—No he dicho que planease ser una ama de casa.
—¿No vas a ser una? —Sus ojos oscuros me dijeron que sabían la
verdad.
—No lo sé. Una vez más, no he llegado tan lejos. —Mi apetito por
comida frita y batidos se desvaneció, así que dejé el resto de mi plato
delante de Crew—. Por cierto, llamó 1950. Dijo que quería de regreso sus
roles de género. Ah, y no olvides incluir la televisión en blanco y negro.
Crew rió mientras atacaba mis aros de cebolla.
—Está bien, está bien, soy anticuado. Me gusta la idea de traer el
dinero para que mi esposa pueda quedarse en casa y estar con los niños.
Si ella quisiera —añadió cuando mi boca empezó a caer.
—Eso no es anticuado —dije, parpadeando—. Es prehistórico.
Algo brilló en sus ojos, y su sonrisa vaciló por solo un momento.
Luego se rió.
—¿Qué es exactamente lo que planeas para traer dinero? —pregunté,
acercándome un poco más a Damon.
—Voy a inscribirme a la academia de policía. —Se sentó más alto en
la cabina—. Puede que no esté luchando contra terroristas en suelo
extranjero, pero estaré haciendo mi parte por acabar con los malos en el
frente.
Aplaudí, poniendo rostro impresionado.
—Puedo verte haciendo eso totalmente.
—Las chicas aman a un chico de uniforme. —Sus ojos se posaron en
los míos por demasiado tiempo—. O eso he escuchado.
Volví a mirar la televisión para distraerme cuando alguien gritó desde
la cabina frente a mí, bloqueando mi vista.
—¡Eh, Pilinski! ¡Sube el volumen! —gritó Wilson mientras salía de la
cabina—. Esos bastardos terroristas tienen algunos de nuestros chicos. Mi
hermano está en el ejército. ¡Que lo subas joder! —Wilson se dirigió hacia
la televisión tan rápido como su cuerpo lo llevaba, pero Pilinski ya había
subido el volumen.
El restaurante se quedó en silencio mientras el cintillo de noticias de
última hora pasaba por la pantalla. Reconocí a las dos presentadoras de
noticias hablando en la pantalla. Incluso escuché las palabras que decían,
pero esas palabras no se quedaban. No las procesaba.
—¡Esos imbéciles! —Wilson clavó su puño en la pared junto a la
televisión. Incluso los trabajadores de la cocina se habían detenido a sacar
la cabeza para ver qué pasaba—. Tomaron a cuatro de ellos. Cuatro de
nuestros marines.
Mi garganta se cerró, haciendo imposible respirar. Cuando me
balanceé en mi asiento, el brazo de Crew se extendió para estabilizarme,
pero yo estaba empujando contra él para salir de la cabina. Necesitaba
saberlo. Necesitaba escuchar. Necesitaba ver su nombre, porque ya lo
sabía. Podía sentirlo profundamente adentro.
—Seguro que no es Brecken. Probablemente hay miles de marines allí
ahora mismo —dijo Crew, siguiéndome a través de la multitud de cuerpos
silenciosos.
Lo que no dije fue que sabía que lo era. Por supuesto que sí. Si un
marine hubiera sido secuestrado, sería Brecken Connolly, porque no había
manera en el infierno que él dejara que se llevaran a uno de sus hermanos
o hermanas. Era lo que me gustaba de él. Era también lo que hacía difícil
amarlo.
Wilson estaba parado justo enfrente de la TV cuando me dirigí hacia
él. Tan pronto como me vio, me dejó un poco de espacio para estar al
frente.
—No es él —dijo Wilson, empujándome ligeramente—. Incluso si es
así, pobres de esos tontos que pensaron que tomar prisionero a Brecken
Connolly era una buena idea. Lástima por esos tontos —repitió, más para
sí mismo que para mí.
Cruzando los brazos, me acerqué para poder oír lo que decían los
locutores. Cuando las imágenes destellaron a través de la pantalla un
momento después, supe que no necesitaba escuchar las palabras para
entender lo que había sucedido. Mi corazón se alejó cuando vi la grabación
de cuatro marines de rodillas, sacos atados sobre sus cabezas, un par de
ellos parecía que apenas podían permanecer arrodillados. Era una cinta
mal hecha, las palabras extranjeras apenas distinguibles en el fondo. Los
cuatro marines habían sido alineados en un cuarto oscuro que parecía
más una cueva que algo hecho por el hombre.
La gente a mi alrededor comenzó a susurrar. Unas cuantas chicas de
mi clase se secaron los ojos mientras los periodistas hablaban en el fondo.
Algo sobre este escuadróncapturado, las demandas que se hicieron, las
negociaciones, pero realmente no oí nada de ello.
Todo lo que hice fue mirar fijamente la pantalla, donde los cuatro
cuerpos flotaban aparentemente justo delante de mí. Estaba justo ahí. Al
alcance de mi mano. A medio mundo de distancia, en manos hostiles, en
la peor clase de situación que un marine podría imaginar encontrarse, allí
estaba él. Justo enfrente de mí.
Cuando los reporteros enumeraron los nombres de los prisioneros de
guerra, mi corazón dejó de latir. Nunca lo sentí comenzar a hacerlo de
nuevo.
Dos soldados privados, García y Armstrong. Una de primera clase
privada, McVay, Kristen McVay. Finalmente, el líder del pelotón, cabo
Brecken Connolly.
Por un momento, sentí que todo el comedor dejaba de respirar
conmigo. Sentí que todos experimentaban el mismo dolor que se instalaba
en mis entrañas.
Por un instante, conocieron mi dolor y lo compartieron conmigo.
—Estará bien. —El brazo de Crew me rodeó, su mano frotándose en el
exterior de mi brazo como si estuviera tratando de estimular mi
circulación. Fue entonces cuando quien estaba filmando el video se acercó
a donde otro soldado enemigo estaba sosteniendo las placas de
identificación del cuello de cada marine para confirmar quiénes habían
sido capturados. Las etiquetas de Brecken estaban cubiertas de sangre
seca, y no se veía ni un poco de plata.
Mis lágrimas siempre se habían sentido cálidas en mis mejillas, pero
éstas se sentían frías.
—Va a regresar —repitió Crew cuando la gente empezó a salir de su
niebla, maldiciones apuñalando el silencio.
Una docena de protestas diferentes estaban en mis labios. Los
prisioneros de guerra no regresaban de allí.
Las decapitaciones públicas se habían convertido en habituales. El
país en el que había sido capturado no se apegaba a la Convención de
Ginebra y las llamadas Reglas de Guerra. Una docena de protestas más
siguieron al primer lote.
Pero mientras miraba la pantalla, extendí la mano hasta el lugar
donde Brecken estaba arrodillado, y asentí.
—Sé que lo hará.
V
i morir a la persona que amaba.
Fui testigo de su asesinato.
Podría haber pasado a través del filtro de una pantalla de
televisión, pero vi la vida de la persona que más quería en el mundo
dejándolo. Vi su sangre pintando el suelo bajo él. Vi como su cabeza era
separada de su cuerpo.
Vi a Brecken morir.
Aunque había sido él quien perdió su vida ese día, yo también había
perdido la mía. Seis años más tarde, todavía no la había recuperado.
Brecken era parte de mí. Aún tan parte de mí como yo.
Al principio, no podía dormir. Cuando lo intentaba, me despertaba
gritando, la imagen de su asesinato tan vibrante en mi mente que era
como si estuviera a centímetros de él. Tenía los olores que iban con la
escena, los sonidos, las sensaciones. Debí haber estado allí con él, en
espíritu o de forma inconsciente o alguna explicación similar. Por lo menos
eso me confortaba cuando nada más lo hacía.
Lo retuvieron durante un mes después de la captura. Haciendo lo que
fuera para conseguir la información que querían, y al no obtenerla... lo
eliminaron. Como cuando un estudiante arrojaba a su mochila un libro de
texto al finalizar la clase. Como si una vida humana valiera tan poco.
Como si esa alma no fuera nada.
Era una pesadilla viviente. Una de la que nadie nunca podía
despertar. Una que se había convertido en una parte tan importante de mí
como Brecken, casi como si el horror de su muerte hubierainundado los
lugares de paz y felicidad que su vida había llenado dentro de mí.
La ejecución fue noticia nacional, y el país entró en erupción con un
grito unificado por justicia.
Por dos semanas.
Después la gente se trasladó al siguiente titular, al siguiente ultraje, a
la siguiente tribuna sobre la que se levantaban y a no hacer
absolutamente una mierda.
El país había seguido adelante años atrás, pero para mí, seguir
adelante no era una opción. Estaba atascada. Atada a él. Atada a su
destino. Ese había sido siempre mi camino y el de Brecken, y continuaba
incluso en la muerte.
Algunas conexiones iban más allá de la norma, lo explicable, y así era
como habíamos sido.
Cuando el departamento de guerra apareció en el porche de la casa
donde Brecken había crecido, logré convencer al hombre de que era su
prima. Pareció bastante contento con eso, y me dejó los pocos efectos
personales que tenían de Breckenantes de marcharse como si no hubiera
podido acabar con el asunto delcabo Connolly lo suficientemente rápido.
Cuando su tía llegó a casa más tarde esa noche, después del trabajo, le di
todo. Excepto una cosa. Sus placas de identificación. Esas las guardé.
Esas las llevé durante meses, ni siquiera quitándomelas para ducharme.
Recordé deslizarlas de la pequeña carpeta de manila donde habían
estado. Lo frías que se habían sentido en mi mano. Cuán limpias y
estériles se veían, en contraste con la última vez que las había visto en
televisión.
Todavía olían al alcohol que debieron utilizar para limpiarlas antes de
pasarlas a manos de los familiares.
Sus placas me las guardé. Las medallas y reconocimientos las dejé
para su familia. No necesitaba nada de eso para recordar el héroe que era,
averigüé eso el día que se lanzó contra mi padre antes que pudiera
golpearme de nuevo.
La compra de hoy me había tomado más tiempo de lo habitual gracias
a mi mente errante. Durante el primer par de años, mi mente se desviaba
constantemente, pero había conseguido mejorar mi boqueode algo de eso.
Por alguna razón, hoy, me sentía como si estuviera de vuelta al principio.
De vuelta al primer día de vida sin él.
Sin embargo, las responsabilidades de una chica de dieciocho años
eran completamente diferentes de las de una de veinticuatro. Tenía un
horario que cumplir y responsabilidades que atender. No podía tirar mis
mantas sobre mi cabeza y fingir que el mundo ya no existía, porque había
aprendido que el mundo vendría a buscarme si trataba de ocultarme.
Mientras pesaba las manzanas para asegurarme de no pasarme del
presupuesto para comestibles del sobre en mi bolso, oí una conversación
en una de las cajas cercanas. Gus’s Groceries era una tienda pequeña,
local, lo suficientemente tranquila como para que una persona pudiera
escuchar lo que se decía a través de la tienda si así lo deseaba.
Después de quitar una manzana, hice un lazo en la bolsa y tiré de mi
carrito adelante. Ya eran las dos, y tenía que regresar a las tres para tener
tiempo suficiente de preparar todo para la noche.
—Oh, Dios mío, ¡lo sé! Acabo de escucharlo. —Jenni Douglass estaba
pagando, conversando con Teresa, la cajera que había estado allí desde
que era una niña.
Caminé a la línea y comencé a cargar mi compra sobre la cinta.
—¿Puedes creerlo? Es un milagro. —Teresa negó mientras pesaba
una bolsa de uvas.
—Después de todo este tiempo. Encontrarlo. Vivo. —Jenn estaba
mirando por la hilera de ventanas como si estuviera viendo algo que no
estaba.
—¿Te imaginas por lo que ha pasado el pobre hombre? —dijo Teresa,
y ambas compartieron un suspiro.
Ninguna de los dos me había notado, y si lo hicieron, no sintieron la
necesidad de incluirme en su conversación.
No solía escuchar las conversaciones de otras personas, pero esta no
podía dejarla. No podía ignorarla. Podrían haber estado hablando de
cualquiera. Cualquiera. Pero algo dentro de mí me decía que no se trataba
de cualquiera. No era una persona al azar de la que estaban hablando.
—Harán algún gran regreso a casa para él. Ha estado en todas las
noticias —continuó Teresa mientras terminaba de pasar hasta el último
par de artículos del pedido de Jenn—. Escuché que el ayuntamiento está
trabajando para hacerle una bienvenida aquí también.
Mi garganta estaba tan apretada en ese momento, como si alguien
hubiera envuelto su mano alrededor y la estuviera aplastando.
No podía hablar. Todo lo que podía hacer era escuchar. Adivinar.
Asumir. Esperar.
Mi vida era tan diferente ahora, sin embargo. Una sombra de lo que
había sido.
Cuando dejé mi bolsa de naranjas en la cinta, Jenn y Teresa se fijaron
en mí. Sus cabezas se giraron, poniendo sonrisas en su lugar de
inmediato. Los ojos de Teresa cayeron a mi lado, un lado de su rostro
frunciéndose.
—Un primer intento de voltereta lateral en una década. Un intento
fallido —añadí con una sonrisa, levantando el apoyo de muñeca atado
alrededor de mi mano izquierda.
La sonrisa de Teresa cambió a una más forzada.
—¿Cuántas veces tengo que decírtelo, Camryn? Ten cui-da-do —
enfatizó lentamente, haciendo contacto visual—. Las volteretas son
peligrosas.
La forma en que lo dijo, la forma en que sus ojos memiraban mientras
lo hacía, sabía lo que realmente me estaba diciendo.
A pesar de fingir no hacerlo.
—¿Has escuchado las noticias? —Jenn se inclinó hacia mí mientras
pasaba su tarjeta por el lector. Tomó un par de segundos, pero entonces
algo se registró en su rostro. Se transformó de curiosidad a lamento.
La esperanza dentro de mí comenzó a extenderse. Jenn se había
graduado un año por delante de mí, uno tras Brecken. Nos conocía. Sabía
cómo eran las cosas entre nosotros. Sus ojos cayeron a mi izquierda, como
Teresa.
—¿Qué noticias? —Me las arreglé para forzar la voz, sonaba como si
estuviera ahogándome en grava.
Los dientes de Jenn se hundieron en su labio inferior, mordiéndolo
mientras intercambiaba una mirada con Teresa, quien solo levantó sus
manos.
—Si no lo ha oído todavía, lo hará. Las noticias se extienden como la
pólvora en una comunidad como ésta. Mejor que venga de ti que... —
Teresa le entregó a Jenn su recibo, su pausa extendiéndose—. Que de
alguien más.
—¿Jenn? —No noté que me temblaban las manos hasta que la caja de
copos de maíz se me cayó.
Se armó con una sonrisa. Era triste. Del tipo que das a una persona
en un funeral.
—Es Brecken. Lo encontraron con vida.
Mis rodillas se tambalearon, obligándome a agarrar el puesto de
revistas para apoyarme.
—¿Qué? —Creí que no había hablado en voz alta hasta que Jen
respondió.
—Encontraron a Brecken. —Su voz sonaba como si viniera de un
túnel sin fin, casi imperceptible—. Está volviendo a casa.
Todo un siglo pasó mientras repetía esas palabras en mi cabeza.
Aunque el reloj de la pared reveló que apenas había pasado un minuto, lo
sabía mejor. Me sentí anciana cuando volví a la vida. O volví al presente.
—¿Camryn? ¿Estás bien, cariño? —Teresa comenzó a salir de detrás
de la caja registradora—. ¿Necesitas sentarte?
—Dios, lo siento. Debería haber pensado en lo que estaba diciendo, a
quién se lo estaba diciendo. —Jenn se colgó el bolso en su hombro, su
mirada fija en mi mano izquierda como si estuviera a punto de hacerla
llorar.
—Murió. —El susurro flotó de mis labios—. Lo vi. Ellos le mataron.
Estuve ahí.
Teresa y Jenn intercambiaron una mirada mientras Teresa se
deslizaba a mi lado, recogiendo la caja de cereal caído y dejando caer un
brazo alrededor de mi cintura. Me envolvió, su mano arreglándoselas para
pasar alrededor de mi estómago.
—Estás quedándote en los huesos, Camryn. Hazme un favor y come
algunos de los alimentos que compras aquí cada martes, ¿sí?
Asentí con aire ausente, concentrándome en mantenerme de pie.
—Lo sé, todos pensamos que se había ido. Todo el mundo lo hizo.
Todos vimos eso… —Teresa se detuvo mientras terminaba de descargar lo
que quedaba en mi carrito—. La noticia salió hace unas horas, pero parece
que la persona a la que ejecutaron era otra a la que habían vestido con el
uniforme de Brecken.
Mi mente volvió a la imagen de él de rodillas, frágil, la cabeza oculta
por otra bolsa de arpillera.
¿Podría esa persona realmente no haber sido él?
—¿Están seguros? —Mi mano se enroscó alrededor del carrito, mis
nudillos poniéndose blancos.
Teresa asintió lentamente, dándole a mi mano un apretón suave.
—Lo vi en las noticias. Lo vi. Es Brecken.
Jenn seguía en el extremo de la caja registradora, como si no
estuviera segura si debía quedarse o irse, mordiéndose el labio todavía. No
me perdí la forma en que levantó sus ojos hacia el techo mientras se
secaba los ojos, como si estuviera tratando de evitar que las lágrimas
cayeran.
—Han pasado seis años. Seis años —repetí—. ¿Dónde ha estado?
¿Todo este tiempo? ¿Dónde estuvo?
Teresa rodó mi carrito vacío adelante para poder pasar mis artículos.
Estaba teniendo dificultades para mirarme a los ojos.
—Lo tenían en unos antiguos cuarteles subterráneos en la frontera de
Irak.
La tienda de comestibles comenzó a girar.
—¿Ha estado prisionero todo este tiempo? ¿Lo retuvieron durante seis
años?
Teresa no respondió mientras pasaba mis primeros artículos. Jenn lo
hizo, y la primera lágrima finalmente se liberó.
—¿Por qué? ¿Qué le han estado haciendo? ¿Qué es lo que
necesitaban de él? —Las palabras que me habían eludido minutos antes se
derramaron afuera como un volcán en erupción—. ¿Por qué demonios
filmaron su ejecución si estaban planeando mantenerlo vivo todo este
tiempo? ¿Por qué le harían eso a alguien? ¿Por qué me tuvieron que hacer
eso a mí?
Jenn había renunciado a secarse los ojos, eligiendo permitir que las
lágrimas cayeran, mientras que Teresa se centró en meter mi compra en
bolsas.
—No quiero ni imaginar las respuestas a estas preguntas, Camryn.
—¿Está bien? —susurré, inundada con cada sentimiento extremo que
una persona podía experimentar a la vez. De húmeda y caliente a frío
helado. A punto de desmayarse para nunca sentirse tan despierto.
Flotando para caer. Llorando de la risa.
—No han dado muchos detalles todavía. Todo esto acaba de salir a la
luz.
Mi cabeza se sacudió.
—¿Lucía bien? —Miré a Jenn, ya que ella era la que había dicho que
lo había visto en las noticias.
La mirada de Jenn derivó hacia Teresa, como si necesitase su ayuda
para responder a mi pregunta.
—Han pasado seis años —dijo Teresa, las comisuras de sus ojos
arrugándose—. Ha pasado mucho.
Seis años en prisión por un enemigo que no es conocido por su
piedad. Mi estómago se revolvió.
—Ha cambiado, todos hemos cambiado… —Los ojos de Teresa fueron
de nuevo a mi mano izquierda.
Tiré de la manga de mi suéter para cubrir más el apoyo de la muñeca.
Parecía ridículamente trivial preocuparse por tan poco cuando estábamos
discutiendo sobre Brecken y lo que le había pasado.
—Sin embargo, todavía se ve como Brecken Connolly. Sigue siendo
parte de ese niño que todos recordamos. Volviendo como el hombre que
tendremos que llegar a conocer.
L
a bolsa entera de zanahorias estaba pelada. Solo necesitaba tres
para la cena de esta noche. Hice toda esa maratón de pelado
para calmar mi mente aturdida y mi vida que se sentía fuera de
órbita. Esta mañana cuando desperté, todo era normal, a la expectativa, y
diez horas más tarde, nada se sentía bien. Tuve que revisar cuatro cajones
diferentes para encontrar mis tazas medidoras a pesar de haber estado en
el mismo cajón por los últimos años. Me había tropezado directamente con
la mesa del pasillo, la cual había estado en el mismo lugar desde el verano
pasado.
Nada había cambiado en el mundo exterior. Pero en el mundo dentro
de mí sí.
Brecken.
Estaba…
Vivo.
Vivo.
Estaba…
A salvo.
Estaba…
Regresando a casa.
Mis emociones habían recorrido toda la gama desde que salí de Gus
esta tarde. Desde llorar lágrimas de alegría en el auto hasta llorar lágrimas
de devastación cuando comprendí que mientras yo había encontrado
consuelo en saber, durante los últimos seis años, que estaba descansando
en paz, había estado en manos de interrogadores enemigos, soportando
todo menos paz.
Preocupación cuando descargué los víveres.
Alivio cuando empecé a lavar la ropa.
Ansiedad cuando planché las camisas.
Entusiasmo cuando revisé el correo.
Esperanza cuando comencé la cena.
Desesperanza cuando puse la mesa.
Las emociones son una cosa extraña. Pueden impulsarte hacia
adelante en un momento, solo para enterrarte en una tumba sin marcar
en el siguiente. No estaba segura de cuáles eran las intenciones de las
mías, devolverme a la vida o completar el proceso de acabar conmigo.
Mientras la cena terminaba de cocinarse, me trasladé a la sala de
estar, revisando la hora. Tenía otra media hora al menos. Toda la tarde,
había mantenido la televisión apagada, el periódico doblado en la mesa de
entrada. Quería asumir que Brecken estaba vivo antes de dejar que el
mundo rellenara los detalles que tanto quería saber y con los que no
quería tener nada que ver.
Cruzando mis brazos, miré fijamente la pantalla en blanco. Al hacer
clic en el botón, sentí como si estuviera abriendo la caja de Pandora. No
sabía lo que iba a encontrar cuando lo hice, pero acepté que una vez esa
puerta se abriera, no podría ser cerrada. No había vuelta atrás.
Arrastrando los pies más cerca, tomé el control remoto, golpeé un par
de botones, y luego me dejé caer en la alfombra unos metros delante de la
televisión. Sentarme al otro lado de la habitación en el sofá se sentía mal.
Se sentía bien ahí, a unos metros de la pantalla, de rodillas.
El primer canal de noticias que encontré tenía la historia en marcha.
El segundo también. Lo mismo podría decirse de los demás. Brecken
Connolly había vuelto a captar la atención de la nación. Me pregunté
cuánto tiempo duraría esta vez. Fueron dos semanas por haber sido
ejecutado en vivo por televisión. ¿Cuántas por volver de los supuestos
muertos?
Mis caderas se hundieron en el suelo mientras observaba la emisión,
mis ojos negándose a parpadear. Mantuve el volumen bajo, como si los
presentadores estuvieran compartiendo conmigo un secreto que no podía
ser hablado demasiado alto, o si no...
¿O si no, qué? ¿Los mismos hombres que lo habían mantenido
prisionero durante seis años volverían a buscarlo? ¿La vida que me había
mantenido prisionera por ese mismo tiempo de repente me liberaría?
La prensa todavía tenía poca información, pero la gente ya estaba
especulando qué súper presentador obtendría la historia exclusiva del
cabo Connolly, qué editorial imprimiría su biografía. Casi estaban
hablando de él como si fuera una mercancía, una carta para ser jugada,
en lugar de un ser humano.
Había algunas fotos de los cuarteles subterráneos en los que había
sido retenido, junto con nombres e imágenes del equipo SEAL responsable
de encontrarlo y rescatarlo. Por los sonidos, no habían estado buscando
prisioneros de guerra en esos cuarteles. Habían estado buscando a un
soldado enemigo de alto perfil cuya política sobre la brutalidad era
inigualable.
No habían encontrado a ese hombre, pero habían encontrado otro. No
se mencionó nada acerca de los otros tres prisioneros de guerra que
habían sido capturados, pero la nación también los había creído muertos.
No fue hasta que lo vi que empecé a llorar. No los mismos sollozos
húmedos con los que me había roto en el auto antes, sino lágrimas
cuidadosas, casi mesuradas. Sentí cada una de ellas. Cada una se sentía
como el eco silencioso del grito atronador dentro de mí.
La primera imagen que vi de él fue la foto que habían tomado
directamente del entrenamiento básico. Cabeza rapada, rostro duro, ojos
vivos. Era la misma foto que había tenido en mi mesa de noche.
La segunda era una foto que alguien había tomado cuando era sacado
en camilla de los cuarteles por el equipo SEAL. Cabello largo. Rostro débil.
Ojos muertos.
Apenas parecía la misma persona. El resto de su cuerpo estaba
cubierto de mantas, así que todo lo que podía ver era su rostro, pero eso
fue suficiente. No quería imaginar cómo lucía su cuerpo si su rostro era
irreconocible. Sus ojos estaban hundidos, su piel tan pálida que era casi
transparente. Las manchas oscuras en sus mejillas y frente podrían haber
sido contusiones o sombras.
Más lágrimas. Una por él. Una por mí. Por él. Por mí. Lágrimas sin
fin. Por lo que había sido. Por lo que podría haber sido. Por lo que nunca
podría volver a ser.
Lágrimas por seis años de infierno. Suyo. Mío. Lágrimas por los
muchos años de infierno por venir. Para él. Para mí.
Lágrimas por esperar que su paso en la perdición terminara antes que
el mío.
El tiempo se volvió irrelevante mientras me quedaba allí sentada
mirando el rostro de un hombre que pensé que había dejado esta vida
años atrás. No oí el auto. No oí la puerta. No oí las pisadas.
—Has escuchado las noticias.
Escuché la voz. Su voz era difícil de ignorar.
Mis ojos seguían pegados a la televisión, asentí. Debería haberlo
apagado. Debería haberme secado los ojos. Debería haberme levantado.
No podía hacer nada de eso.
—Escuché —contesté con una voz que era más robótica que humana.
Los pasos se acercaron.
—¿No es genial?
Tomando un momento para considerar mi respuesta, tragué. Decidí
que estar de acuerdo con él era la mejor opción.
—Sí, lo es.
Había dicho que estaría aquí más tarde, pensé mientras revisaba el
reloj en la pared. En su lugar, descubrí que había llegado quince minutos
más tarde de los esperado.
—¿Estás feliz de volver a verlo? —Su voz no dio nada. Lo cual, por mi
experiencia, me dio todo.
Estudiando mi respuesta mentalmente primero, me obligué a mirar
por encima de mi hombro. Estaba aflojando su corbata, deslizando su
reloj, su expresión una tumba de emoción.
—Me alegra que esté vivo —contesté, poniendo una sonrisa cuando
me miró.
—¿Quieres ir a la fiesta de bienvenida el próximo fin de semana? Es
de lo que todos están hablando. —Se movió al borde de la alfombra,
mirándome de una manera familiar. Su mandíbula se crispó cuando la
foto de entrenamiento básico de Brecken volvió a aparecer en la pantalla.
Fue entonces cuando apagué la televisión.
—¿Tú sí?
—Por supuesto. —Un encogimiento de hombros mientras vagó sobre
la alfombra y se movió detrás de mí—. Éramos amigos. Todos nosotros.
Buenos amigos.
Mis manos se retorcieron en mi regazo.
—Después de todo lo que ha pasado, probablemente ni siquiera me
recuerde.
—Lo dudo mucho. —Se agachó detrás de mí, sus piernas dobladas me
rodearon, atrapándome dentro de ellas.
—¿Por qué? —Incliné mi cabeza hacia un lado cuando apartó parte de
mi cabello.
—Porque eres inolvidable. —Acariciando mi cuello con la nariz, su
boca cubrió la piel debajo de mi oreja. La chupó, su lengua saboreó la zona
antes de morderme.
Me estremecí, pero sus piernas me sostuvieron donde estaba mientras
su boca se alejaba.
—¿Cómo está esa muñeca? —preguntó, levantando suavemente mi
mano lesionada frente a nosotros.
—Mejor —respondí, cerrando mis ojos mientras su otra mano se
deslizaba bajo mi suéter, subiendo.
—No más volteretas para ti —susurró como si fuera una orden
mientras su mano llegaba a mi pecho. Gimió mientras lo amasaba,
presionando su erección en mi espalda—. Tienes que cuidarte más. O
tendré que hacerlo yo.
Su otra mano apretó levemente mi muñeca, pero fue suficiente para
hacerme estremecer. Estaba muy sensible, incluso al tacto más ligero.
—La cena está casi lista. —Me las arreglé para salir cuando soltó mi
muñeca para quitarme la falda.
—La cena puede esperar —murmuró Crew, empujándome al suelo
mientras rodaba sobre mí, liberándose de sus pantalones—. Tu marido no.
—C
amryn, ¿por qué tardas tanto? —La voz de Crew
resonó por las escaleras, filtrándose bajo la puerta de
nuestra habitación—.¿Cuántos vestidos te vas a
probar antes de decidirte por uno?
—¡Estoy buscando mis zapatos! —grité de nuevo, de pie frente al
espejo de cuerpo entero que colgaba en la parte trasera de la puerta. Había
una grieta corriendo por él desde hace un par de años, pero seguía
sirviendo a su propósito.
Contrariamente a lo que Crew pensó que había estado haciendo,
estuve aquí durante los últimos diez minutos, mirando al espejo e
intentando recordar a la chica que había sido antes. La de hace seis años.
La que podía sonreír sin pensarlo primero, aquella cuyos ojos brillantes
chocaban en contraste con su piel oliva, la que podía mirarse a los ojos
para ver quién era realmente.
Diez minutos delante de ese espejo, y aún no había sido capaz de
mirarme a los ojos. No estaba segura si alguna vez podría hacerlo. No con
la culpa que llevaba. No con los esqueletos. No con los secretos. Las
personas que se gustaban a sí mismas se miraban al espejo. Las personas
que no lo hacían, apenas podían mirar cualquier parte de sí mismas en el
espejo.
—¡Camryn, en serio! —La voz de Crew era impaciente, por más
razones que mi aparente incapacidad para escoger un atuendo.
Hoy era el día de la fiesta del regreso a casa. El día que regresaría. El
día que lo vería por primera vez, con mis propios ojos, sus propios ojos
recordando.
—¡Ya voy! —grité, metiendo las placas apretadas en mi puño dentro
del bolsillo de mi chaqueta de mezclilla antes de ponérmela. Guardé las
placas de identificación de Brecken, ocultas en una caja de jabón en la
parte trasera del gabinete del baño, pero de vez en cuando, las sacaba.
Cuando necesitaba comodidad. Cuando necesitaba claridad.
Cuando necesitaba devolverlas a su dueño.
Abriendo la puerta, corrí tan rápido comopude para bajar las
escaleras con mis sandalias de cuña. La gracia había estado escaseado
bastante el día que me crearon, y ya era bastante propensa a los
accidentes sin galopar por una empinada escalera de madera en tacones
de siete centímetros.
—Vaya. Mírate —Crew estaba esperando al final de la escalera, sus
ojos me escudriñaban cuando me acerqué—. No he visto ese vestido en
mucho tiempo.
Miré hacia abajo, sosteniendo la falda como si no fuera gran cosa.
—Un caluroso día de verano. Parecía un buen día para el blanco.
Crew continuó inspeccionando el vestido como si estuviera leyendo
alguna historia escrita en sus capas.
—¿Por eso llevas una chaqueta? ¿Porque es un día caluroso
apropiado para un diminuto vestido blanco?
Mis cejas se juntaron cuando miré hacia abajo para asegurarme de
haberme puesto el vestido que creía. Era un simple vestido de verano de
lino. Hasta la rodilla, sin escote, sin un corte lo suficientemente ceñido
como para abrazar el cuerpo. No tenía tirantes, pero la chaqueta de
algodón se hizo cargo de la percepción de ese "diminuto" detalle.
—¿Crees que debo cambiarme? —pregunté, sin realmente impórtame,
ya que me daría una excusa para perder otros cinco minutos.
—No. Ya llegamos tarde, y esta cosa está prácticamente ocurriendo en
nuestra puerta. Eso tendrá que funcionar.
Crew estaba jugando con su corbata, cambiando de sitio, casi parecía
nervioso, lo que era inusual en él. Este era un gran día por algo más que
yo.
—Es solo un vestido. —Tomé su brazo y le di un leve apretón—.
Simplemente fue el primero que toqué en el armario.
—Y solo es el primer día que Brecken Connolly está de vuelta al
alcance de tus manos. —Enmascaró sus duras palabras con una sonrisa
suave mientras nos dirigíamos hacia la puerta.
—Crew…
—Lo sé, lo sé. Soy el que elegiste. Con quien te casaste. —Mantuvo la
puerta abierta para mí—. Pero ¿puedes culpar a un tipo por estar un poco
preocupado por su esposa enfrentándose cara a cara con su primer
amor?¿El mismo tipo que ha sido considerado un héroe nacional?
Emparejé mi sonrisa a la suya, rozando su pecho al pasar.
—No, supongo que no.
—Me siento un poco territorial. Especialmente contigo en ese vestido.
Cerró la puerta detrás de nosotros, siguiéndome, pero yo estaba
congelada en el escalón superior.
Tangle Root Road, la calle en la que todos habíamos crecido, había
sido cerrada por el día, así que una extensión de mesas, sillas, comida y
gente, podían celebrar el regreso de un héroe. Serpentinas, globos y cintas
rojas, blancas y azules se extendían por toda la manzana. Un grupo
interminable de mesas redondas rodeadas por varias sillas estaban
dispuestas por el camino, las mesas rectangulares de comida puestas en el
centro de todo.
Como si eso no fuera suficiente, la gente. Dios mío, parecía que todos
en Medford habían aparecido para el regreso a casa. Los niños corrían
arriba y abajo por las aceras, amigos con bebidas en la mano compartían
historias, y las mujeres se movían alrededor de las mesas de comida,
espantando moscas y al valiente niño tratando de robarse un muslo de
pollo.
—Parece que va a ser una gran fiesta. Lástima que tenga que salir
temprano para mi turno.
Crew tomó mi mano, enrollando mi brazo con el suyo, y bajó los
escalones. Fui con él.
—Me aseguraré de guardarte algo de comida —le prometí, aunque
sabía que estaba hablando más sobre la otra parte de la fiesta: las
bebidas.
—Olvídate de la comida. Solo asegúrate de arrastrarte a la cama con
este vestido, así tendré un buen regalo al volver a casa mañana por la
mañana. —La mano de Crew se deslizó detrás de mí, rozando bajo el
dobladillo de mi vestido.
Luego me dio una palmada en el trasero lo bastante fuerte para
hacerme estremecer.
—Sin bragas.
Estaba esperando una especie de confirmación de mi parte, así que
conseguí una sonrisa y me aseguré de poner todo de nuevo en su lugar
cuando llegamos a la acera.
Era como si la noticia del regreso de Brecken lo hubiera convertido en
un organismo insaciable que no podía tener suficiente sexo. No hubo una
noche en las últimas dos semanas que no hubiera sido despertada con él
gruñendo sobre mí, sus empujones poderosos golpeando la cabecera de la
cama contra la pared hasta que el yeso se había agrietado. Por la mañana,
me doblaba sobre el lavabo del baño después de arrastrarme fuera de la
ducha. En sus días libres, me agarraba mientras caminaba y me empujaba
de rodillas delante de él, tirando de las raíces de mi cabello mientras
tomaba su placer con la aquiescencia de mi boca. No podía obtener
suficiente de mi cuerpo. No podía pasar suficiente tiempo dentro de mí.
Necesitaba reafirmar que era suya, y lo único que podía hacer era dárselo.
Porque no había otra alternativa.
—¿Qué hora es? —preguntó Crew mientras nos movíamos de la acera
a la calle.
Algunos de los vecinos saludaron cuando nos vieron. Todo el mundo
conocía a Crew, y todo el mundo lo quería.
—Un poco más de las tres, creo —dije, concentrándome en respirar
mientras escudriñaba a la multitud. Se suponía que no debía llegar hasta
las cuatro, pero, aun así, podía sentir algo en el aire.
—Maldición. Tanto para drenar un par de cervezas antes de mi turno.
Con mi suerte, probablemente esta sea la noche que el jefe eligió para
hacernos análisis de orina.
Crew negó, palmeando a uno de nuestros vecinos en la espalda
cuando le ofreció una cerveza mientras pasábamos.
—Probablemente no sea la mejor idea beber antes de ir a trabajar.
Especialmente cuando ese trabajo implica un arma y chicos malos. —Lo
dije en un tono burlón, pero Drew no debió notarlo.
—Beberé cuando quiera. Soy un hombre adulto. No necesito tu
opinión al respecto.
Mi mano abandonó su codo. Sabía que estaba estresado por todo,
pero maldita sea, ya se estaba desquitando conmigo con su polla. No
necesitaba actuar como un estúpido de verdad también.
—Voy a consultar con Lisa para ver si necesita más ayuda con la
comida. ¿Quieres comprobar...?
—Sí. Sobre eso —prosiguió prácticamente moviéndose ya, hacia el
patio de los Johnson, donde una manada de niños corría a través de un
aspersor.
Haciendo mi mejor esfuerzo por dejar atrás el humor de Crew, me
moví a través de la multitud. Algunos de los otros detectives y esposas de
los oficiales se movían, agrupados, pero yo no conocía a ninguno de ellos
muy bien. Crew salía con los chicos todo el tiempo, pero no estaba tan
interesado en las noches de parejas.
Cuando saludé a las esposas, un par de ellas saludaron mientras
otras parecían estar tratando de ubicarme.
—Mírate. ¿No eres un regalo para la vista? —Teresa, la cajera de Gus,
estaba dando vueltas alrededor de la mesa de ensaladas, deslizando
utensilios de servir en la variedad sin fin de platos.
—No es nada. Solo un viejo vestido al que tuve que quitarles las
telarañas.
Barrí la parte delantera de la falda con las manos.
—Telarañas o no, seguro que cierto marine no se quejará.
—¡Teresa!
—¿Qué? Probablemente no ha visto a una mujer en media década. Sé
que estás casada y fuera del mercado, pero un hombre puede mirar. —
Guiñó un ojo y agitó una de las cucharas de servir hacia mí—. Y estará
mirando.
—Eso es lo que dijo Crew. —Suspiré, tomando algunas cucharas para
ayudar.
—¿Celoso?
—¿Tú qué crees?
Teresa siguió avanzando por la mesa.
—¿Ya ha levantado la pierna y te ha marcado?
Mi nariz se arrugó.
—¿No que yo sepa?
—Entonces no está en la ciega categoría de celosos, así que no es tan
malo.
Cuando puse una cuchara en una de las ensaladas de col, noté algo
en mi antebrazo. Desenrollando los puños de la chaqueta, seguí
avanzando por la fila.
—¿Qué pasa contigo? ¿Nerviosa?
Mi aliento salió de golpe.
—Categoría ciega de nerviosa.
Teresa se echó a reír, secándose las manos en el delantal cuando llegó
al extremo de la mesa.
—¿Te has hecho pis encima?
Mi frente se arrugó.
—¿No?
—Entonces no es tan malo.
Con un gesto, se adentró con energía en la multitud como si estuviera
en una misión.
Teresa, Lisa, unas cuantas otras damas, y yo habíamos sido
encargadas de reunir la comida. No había planeado ser voluntaria en
cualquier parte de la fiesta, porque sabía lo que sentía Crew, tanto como
intentó disimularlo, pero cuando Lisa me llamó una noche, suplicándome
que preparara una lista de las comidas favoritas de Brecken, me absorbí
en ella. La familia de Brecken se había mudado hace mucho tiempo de la
casa que habían alquilado mientras crecíamos, y ya nadie sabía cómo
conseguirlo, así que la tarea de reunir las comidas favoritas de Brecken,
cayó a mis pies. ¿Quién lo conocía mejor que yo? La chica que casi se
había casado con él. Antes de casarse con uno de sus amigos.
Dios, ¿cómo iba a explicar eso? ¿Cómo iba a tomar eso él?
¿Incluso, le importaría? Había pasado seis años en una prisión iraquí.
Dudaba que sus pensamientos hubieran sido consumidos por mí y el
matrimonio cuando salió de allí. Supervivencia. Eso había estado en su
mente. No yo.
Sabía lo suficiente sobre prisioneros de guerra para comprender que
había vuelto roto en lugares que habían estado enteros antes.
El punto en esos campos era romper el cuerpo para finalmente
romper la mente. Por lo que había oído, habían hecho todo lo posible por
romper su cuerpo. ¿Hasta qué punto se habían metido en su mente?
¿Parte del camino? ¿A medio camino? ¿Todo el camino?
Lo averiguaría pronto. De cualquier manera, quienquiera que fuese
hoy, lo que quedara de él de antes, lo descubriría.
Oí su llegada antes de verlo. Los gritos de los niños, el murmullo de
voces, el golpeteo de los zapatos en el asfalto, el eco de las manos
aplaudiendo. Mientras todos se movían hacia el sedán negro que acababa
de aparecer al final de la manzana, mis pies se derritieron en la calle, el
coraje que había agotado de mis reservas con ellos.
La muchedumbre convergió alrededor del auto como un enjambre,
voces vitoreando, manos todavía aplaudiendo, niños empujando pequeñas
banderas en el brillante cielo azul.
Era demasiado para mí. Sobrecarga de estímulo. No podía
imaginarme cómo se sentía él. Si sentía algo. Mi mano cubrió mi estómago
cuando la gente estalló en una oleada de ruido justo cuando pude
distinguir una cabeza sobresaliendo por encima de la manada. No estaba
tan vibrante como antes, pero tampoco tan agotado como en esa foto de su
rescate.
Sabía que era Brecken. Podrían haber sido solo los primeros
centímetros de su cabeza, pero lo sabía. Siempre estuvo por encima de
cualquier multitud, por más razones que su altura.
No se movió por un rato, probablemente incapaz, gracias al enjambre
que lo rodeaba, compitiendo por fotos, apretones de manos y autógrafos.
Mi corazón dolió, lo suficiente como para hacerme jadear. Hasta ese
momento, no sabía que aún estaba en mi pecho. Estaba segura de haberlo
perdido con él enIrak, pero ahora estaba de vuelta, herido en mi pecho
como si estuviera luchando por la vida.
No sé cuánto tiempo me quedé allí, esperando. Por qué, no sabía, pero
esperando de todas maneras.
La multitud finalmente se dispersó, aunque solo fue gracias a un par
de policías uniformados que hicieron un agujero lo suficientemente grande
como para que Brecken emergiera.
Mis pulmones colapsaron cuando lo vi. Todo él. Nada entre nosotros.
Sin cámaras. Sin pantallas. Sin marcos de vidrio. Se veía exactamente
como lo recordaba, ese fue el primer pensamiento que tuve mientras
atravesaba la multitud.
Un momento después, me quité las gafas de mi juventud y del primer
amor, y descubrí que no se parecía a lo que recordaba.
Los fundamentos seguían allí: la misma altura, el mismo tono de
cabello castaño, los mismos ojos azules, sin embargo, eso parecía ser todo
lo que era igual.
Cuando dio un par de pasos más, noté que estaba caminando con
una cojera. Intentaba esconderlo, pero en cada paso favorecía la pierna
derecha. Su mirada vagó por un minuto, mirando las casas que bordeaban
la calle como si estuviera tratando de recordarlas. Cuando llegó a la gris a
mi lado, su enfoque cambió.
A cien metros de distancia, cientos de personas se reunieron
alrededor de él, una vida de consecuencias me rodeó. Cuando sus ojos
encontraron los míos, sentí que la vida corría por cada vena. Energía
cargada en cada terminación nerviosa, poder emergiendo en cada fibra
muscular. Como si estuviera observando mi propia resurrección, sentí que
él me devolvía la vida, un paso roto a la vez.
Sus ojos nunca vacilaron. Su trayectoria nunca cambió. Se movió
hacia mí como si estuviera dando los últimos pasos en un viaje de seis
años para llegar aquí.
No vi la figura que se acercaba desde el rabillo de mi ojo. Tampoco lo
oí venir. Su mano atrapando la mía era difícil de ignorar, sin embargo.
Mi pecho se sentía como si estuviera petrificado cuando fui testigo de
la mirada que lanzó a Brecken justo después.
Sus pies dejaron de moverse, su cuerpo congelado mientras sus ojos
vagaban desde donde mi mano estaba encerrada dentro de otra, hasta ver
quién estaba a mi lado.
Fue rápido. Fue fugaz. Pero no me lo perdí. La mirada que se instaló
en el rostro de Brecken cuando vio a Crew a mi lado, sosteniendo mi
mano, su anillo de bodas capturando la luz del sol. Al parecer había sido
algo para romper a Brecken Connoly, porque fui testigo de cómo lo
destrozó justo allí, en la calle que usamos para correr en nuestras
bicicletas cuando niños. La misma calle en la que me había metido en las
sombras para besarme hasta que ambos sentimos que el mundo se caía
bajo nuestros pies.
En ese momento o dos que le tomó recuperarse, sentí pasar toda una
vida. Una vida que había planeado y tuve que atravesar con un cuchillo.
Cuando empezó a moverse de nuevo, sus pasos eran más pesados,
como si estuviera arrastrando algo detrás de él.
Sin embargo,en ningún momento sus ojos dejaron los míos. Era como
si quisiera que yo viera. Quería que lo supiera.
La multitud se mantuvo un poco apartada, algunos tratando de
concentrarse en algo que no fuera el fantasma que se movía hacia mí.
A mi lado, Crew rompió el hechizo.
—No me jodas. Eso es lo que hacen seis años en un campo de
prisioneros iraquí a un soldado. —Un silbido bajo resonó en sus labios
mientras observaba a Brecken acercarse.
Cuanto más se acercaba, más firme sentía el suelo debajo de mí, así
que estaba de pie en vez de hundirme en ello. Cuanto más se acercaba,
más fuerte me sentía. Tal vez era porque sabía que podía superar esto,
esta vez no podía fingir ser fuerte, necesitaría que fuera real. La misma
fuerza que había obtenido durante los últimos seis años, supongo.
Brecken se detuvo frente a nosotros, mirando a través de la distancia
entre nosotros con una ceja fruncida.
Hubiera dicho algo, debería haber dicho algo, pero mi garganta estaba
atascada por una bola de emoción. El mismo arco iris de emoción con el
que había estado luchando desde que descubrí que el primer chico que
amé todavía estaba vivo.
No llevaba la ropa de lujo de los Marines que había usado en la
celebración en Washington. En su lugar, estaba vestido con una camisa de
manga larga y pantalones. No pude evitar notar que éramos los únicos que
llevábamos mangas largas en el sofocante calor. Las únicas personas que
parecían estar tratando de esconderse o, en realidad, ocultándose de algo.
Era extraño verlo con el cabello más largo de unos centímetros. Su tía
había empezado a cortárselo cuando estaba en la primaria como un medio
para mantenerlo simple, y los marines lo habían cortado aún más.
Estaba delgado. Aunque su ropa trataba de disimularlo, había
perdido probablemente de treinta a cuarenta kilos del peso que había
estado llevando desde la adolescencia, cuando el resto de los chicos
habrían matado por tener un aumento muscular, o mostrar
moderadamente sus bíceps. Todavía era alto, aunque sus hombros
parecían doblarse más que antes, su piel de un tono blanco como el
mármol, el tono que solo una persona que había visto poco, si acaso algo,
del sol en años podría alcanzar, y sus ojos… eran brumosos, casi turbios.
Todavía azules, todavía capaces de mirar a través de mí, pero cambiados.
Diferentes. Como si alguien me estuviera mirando detrás de esos ojos.
—Dios, esto es incómodo. —Crew se aclaró la garganta mientras el
silencio se prolongaba entre los tres.
Apartándose, levanto un brazo hacía mí.
—Abrázala, hombre. Está bien.
La mandíbula de Brecken se movió cuando Crew hizo señas hacia mí.
Cuando los ojos de Brecken alcanzaron los míos, había una pregunta en
ellos. Le respondí acercándome, mis brazos ya se abrían, lágrimas ya
llovían por dentro. Dio un paso hacia delante, luego otro para
encontrarme, abrió sus propios brazos y me dio la bienvenida. Cuando
entré en el borde de su brazo, sentí la pesadez del pasado, la culpa de mis
errores escapándose. Sus brazos no se sentían igual cuando se curvaron a
mialrededor, pero el sentimiento que venía con ellos se sentía exactamente
igual.
Casa.
Paz.
Seguridad.
Amor.
Mis brazos se deslizaron debajo de él, enganchándome por detrás
como si tuviera que encontrar un buen agarre para que no escapara. No
había querido que mi cabeza se recargara sobre su hombro, pero se hizo
demasiado pesada para sostenerla. Su cabeza se apoyó junto a la mía, su
barbilla acomodada detrás del lado de mi cuello. Detrás de nosotros,
escuché más aplausos, algunas ovaciones, y lo que adiviné eran
probablemente algunos susurros compartidos y cejas levantadas. Mucha
gente de la ciudad sabía de Brecken y de mi pasado, pero todo el mundo
sabía que estaba casada con Crew Graves, detective de la policía y un
chico respetable.
Podría haber sido capaz de abrazar al héroe que regresaba, mi viejo
novio, esta vez, pero no se consideraría tan aceptable hacerlo de nuevo.
Tendría que tener cuidado de abrazarlo, tocarlo, incluso hablar con
Brecken. A Crew no le gustaría. La ciudadhablaría sobre eso. Este abrazo
tendría que bastar. Un hola y un adiós. Un saludo y una despedida. Mi
vida no tenía el lujo de elección o espacio para los errores. Ya había
cometido suficientes en mis veinticuatro años de vida.
Cuando mis brazos se apretaron alrededor de él, sintiendo el final, su
boca se movió fuera de mi orejamientras sus dedos se extendían a través
de mi espalda, acercándome más.
—Hola, Blue Bird. —Su voz era más baja, sus palabras más ásperas
que antes—. Lo siento, me tomó mucho tiempo regresar.
Mi espalda tembló por el sollozo que reprimí. Había experimentado el
dolor y conocía la paz, pero nunca antes los había experimentado juntos.
Al mismo tiempo. Como si estuvieran unidos entre sí.
Conectados por alguna fuerza invisible.
El dolor era impactante, teniendo a Brecken en mis brazos, pero fuera
de mi alcance. La paz era asombrosa, teniendo a Brecken de vuelta cuando
ya había aceptado su pérdida años atrás.
La mano de Crew cayó sobre mi hombro. No estaba tirando de mí,
pero su agarre era lo suficientemente apretado para dar el mensaje.
Inhalando a Brecken una última vez, retrocedí lentamente. Sus brazos no
me dejaron ir al principio, pero luego se dieron por vencidos cayendo.
—Dios, esto es irreal. Tú aquí. Un maldito Lázaro1. —Crew lanzó su
brazo detrás de mi cuello cuando regresé a su lado.
Brecken se quedó allí, finalmente mirando a Crew. Su expresión
estaba vacía. Sus ojos vacíos.
—¿Qué dices, Connolly? Tú y yo. Una caja de cervezas. ¿Sacando la
mierda? —Crew levantó su barbilla hacia nuestro porche delantero—.
¿Planificando nuestra venganza sobre esos hijos de perra que te tuvieron
los últimos seis años?
Brecken no parecía escucharlo, o eligió no hacerlo. En su lugar, su
enfoque se mantuvo en mí, evaluándome como si estuviera mirando una
aparición. Como si no pudiera decir si yo era real o no.
—¿Suena como un plan, hombre? —Crew continuó.
Brecken asintió, todavía mirándome de una manera que empezaba a
incomodarme. Y puedo decir que estaba haciendo sentir incomodo a Crew
también.
—Estoy mirando fijamente. Lo siento. —Brecken tragó saliva,
cambiando de posición. Sin embargo, no dejó de hacerlo—. Todavía eres la
cosa más hermosa del mundo, Camryn Gardner.
Las comisuras de mi boca se alzaron, tratando de decidir si un rubor
o una inclinación era más apropiada para ese cumplido. Nadie me había
mirado como él lo hacía, como si fuera la cosa más hermosa de la
creación. Los ojos de Brecken coincidían con sus palabras en lugar de
contradecirlas, como otros chicos que había encontrado.
Crew se puso un poco delante de mí.
—Graves. Ahora es Camryn Graves.
La declaración de Crew, verbal y no verbal, no inmutó la mirada de
Brecken.
—Por supuesto que lo es. Lo siento —añadió como si la disculpa fuera
entrenada.
—Te acostumbrarás —dijo Crew, deslizando un poco más su brazo
alrededor de mi cuello.
—Tal vez. —Brecken miró el anillo que rodeaba mi dedo anular.
Mis dedos se curvaron en mi palma. Un anillo diferente había
ocupado ese dedo cuando me vio por última vez.
Solo un momento de incómodo silencio tuvo la oportunidad de
asentarse antes que un estallido de ruido viniera de uno de los patios. Una

1Lázaro de Betania es un personaje bíblico del Nuevo Testamento, hermano de María y


Marta de Betania. Es muy famoso principalmente porque según el Evangelio de Juan
(11:41-44) fue revivido por Jesús. A partir de esta historia su nombre es utilizado
frecuentemente como sinónimo de resurrección.
de las mamás vecinas vino marchando hacia nosotros, una pequeña
persona detrás de ella. ¿De qué se trataba esta vez?
—Keenan empujó a otro niño pequeño sin ninguna razón —anunció
Gina cuando estuvo delante de nosotros, como si estuviera esperando una
explicación y una disculpa de mi parte. Claramente no se daba cuenta, o
no le importaba, que el héroe de la ciudad estuviera a dos metros de
distancia.
Instintivamente, tomé la mano de Keenan de Gina, alejándolo de ella.
Gina y su marido tenían unos cuantos niños y padres que estaban en una
escuela reformatoria. Arrodillada como estaba, quedé a la altura de sus
ojos y no me perdí la forma en que Brecken miraba entre el niño y yo.
—¿Por qué empujaste a ese chico? —le pregunté.
Solo tenía cinco, o cinco y un cuarto si le preguntabas, pero él sabía
mirar a alguien a los ojos cuando contestaba.
—Él empujó a Maddie. —Su voz era más objetiva que defensiva, con
los ojos clavados en el patio donde algún otro niño gemía como si se
acabara de romper el brazo.
Crew entró, mirando a Keenan con las cejas levantadas.
—No empujas a la gente porque empujaron a otra persona.
La frente de Keenan se arrugó.
—Pero él la empujó para tirarla. Sin razón. Porque es un bravucón.
—Keenan, —Crew cruzó los brazos, mirando la severa imagen—. No
puedes hacer daño a una persona por lastimar a otra.
Keenan estaba a punto de responder, fuerte de voluntad hasta el
final, cuando alguien más le dio un golpe.
—Claro que puedes. —Brecken se movió detrás de mí, estudiando a
Keenan—. No importa cuántos años tenga. Si un chico empuja a una
chica, se lo merece.
Keenan parpadeó hacia Brecken, observándolo. Gina, que todavía
esperaba como si quisiera comprobar que recibiría un castigo adecuado,
finalmente se dio cuenta de quién estaba aquí con nosotros. Me quedé con
la boca cerrada, ya que no iba a contradecir a Brecken. Me sentía de la
misma forma.
—No es exactamente lo que enseñan en esos libros de crianza de hijos
—dijo Crew, como si hubiera leído alguno de ellos.
—Deberían. —Brecken levanto sus hombros—. No quiero que mis
hijos piensen que está bien ver a una chica ser maltratada y no hacer
nada al respecto. Si ves que algo no está bien, entras. Él hizo lo correcto.
Keenan ahora estaba boquiabierto con Brecken como si fuera algún
tipo de súper héroe de Marvel. Me quedé donde estaba, agachada delante
de él, esperando.
Crew agradeció a Gina por traer “la situación” hacia nosotros, le dio
un rápido apretón a su brazo, y luego se acercó a Brecken.
—Mira eso, exponiendo tus opiniones y mierda, todavía tienes esa
mente que todos creen que perdiste en cautiverio.
Me quedé sin aliento. Había adivinado que las cosas entre nosotros
tres se estropearían eventualmente. No en diez minutos de nuestra
reunión.
Brecken golpeó su sien un par de veces, sin parpadear cuando volvió
la mirada a Crew.
—No dejes que te engañe.
Silencio.
Silencio.
Luego una risa. Forzada. Tenía mucha experiencia con las emociones
artificiales de Crew.
—Hola. Soy Keenan. —Caminó alrededor de mí, moviéndose hacia
Brecken como si no estuviera ni un poco intimidado—. ¿Usted es al que
estamos haciendo la fiesta? ¿El soldado que todo el mundo está llamando
héroe?
Miré detrás de mí, concentrándome en mantener mi expresión plana.
Brecken miró fijamente a Keenan y se quedó callado por un momento.
—Para ser un héroe debes hacer algo heroico. Todo lo que hice fue
sobrevivir. —Miró al suelo, la piel entre sus cejas fruncidas—. Soy un
sobreviviente. No un héroe.
Keenan inclinó la cabeza.
—Pero dijeron que ayudaste a ese soldado a escapar. A la chica.
Mis cejas se juntaron. Me había mantenido alejada de las noticias
tanto como fuera posible desde el regreso de Brecken. Claramente, alguien
más no.
—Eso me hace humano, no héroe. —Las manos de Brecken se
balancearon mientras tragaba—. Y ella no se escapó. Ninguno de ellos lo
hizo.
Keenan se acercó un paso más.
—¿Solo tú?
La cabeza de Brecken asintió mecánicamente.
—El último marine en pie.
—Keenan, esas son suficientes preguntas. —Crew puso sus manos en
sus hombros, llevándolo hacia él.
—No, está bien. He estado contestando preguntas por días. No me
importa.
Crew sostenía a Keenan contra él.
—Bueno, a mí sí. Seré yo quien decida qué es lo mejor para mi hijo.
Ya sea respecto a empujar a otros o hacer preguntas que no son
apropiadas para su edad.
Brecken no escuchó a Crew después de la primera mitad de su
respuesta. Estaba mirando a Keenan con nuevos ojos, la realidad de quién
era realmente este niño.
Me levanté, tratando de estar tan alta como podía estirarme.
—Nuestro hijo —dije mirando a Crew antes de terminar con Brecken.
—¿Suhijo? —Fue un susurro, pero lo suficientemente fuerte para que
todos oyéramos mientras él miraba entre los tres.
—¿Quién creías que era, tonto? —Keenan soltó una risita y tomó mi
mano.
Las arrugas en la frente de Brecken fueron más profundas.
—No lo sé.
—Oye, está bien. —Crew alargó la mano para golpear el brazo de
Brecken, pero Brecken se puso rígido y se alejó antes que pudiera tocarle.
Crew intercambió una mirada conmigo, una que no era sutil, una que
decía:¿Qué hay mal con este tipo?—. Has pasado por muchas cosas. Date
un tiempo para adaptarte a la sociedad.
Los ojos de Brecken se movieron entre los tres.
—No sé si podré.
—¿H e esperado lo suficiente? —pregunté, arrastrándome
detrás de la valla oxidada sobre malas hierbas y cada
variedad de plantas repugnantes imaginable.
Haciendo una pausa, esperé su respuesta. Estaba claro que había
venido aquí porque quería estar solo, pero la gente en la fiesta estaba
empezando a preguntarse dónde estaba. Crew se había ido al trabajo, y
Keenan estaba jugando con el nieto de Julie en su casa. Después de ese
desastre de reunión necesitaba hablar con él a solas. Para explicarme. Por
lo menos para intentar explicarme.
Brecken levantó la mirada de donde estaba sentado en el bordillo del
callejón, donde nosotros dos habíamos pasado miles de horas en otra vida.
—Has esperado lo suficiente. Perdón por haber desaparecido.—Algo
brilló en sus ojos, algo que decía que hablaba más que de la situación del
momento.
—Te he guardado algo de comida. Estaba desapareciendo rápido.—Me
incliné para que pudiese ver el plato.
—Gracias.—Se movió a un lado—. Y yo te he guardado un sitio.
Mientras caminaba hacia él, me dio esa misma mirada. La misma
mirada reverente y sin pestañear, como si estuviese intentando distinguir
entre la realidad y un sueño.
—Mirando de nuevo. —Suspiró, sus ojos moviéndose en otra
dirección—. Perdón. De nuevo.
Mis pasos parecían amortiguados mientras caminaba. Casi como si
no existiese en esta pequeña esquina del mundo.
—Está bien. No me importa.
Bufó.
—Por qué importaría que un tipo que no has visto en años se quede
embobado mirándote, ¿verdad? —Sus ojos se estrecharon en la pared de
ladrillos derrumbada detrás de mí.
Unos pocos pasos me colocaron frente a él.
—La verdad es que está bien que se queden embobados de vez en
cuando.
Cuando vio mi sonrisa, también sonrió. Brecken tenía todo tipo de
sonrisas, una para cada emoción, una para cada ocasión. Esta me llevó de
vuelta al primer verano en el que fuimos pareja, las noches en las que me
llevaba al río para nadar, o hacer lo que fuera que tenía en mente.
—Voy a trabajar en ello—dijo eventualmente—. Pero no voy a odiarme
si me toma un tiempo tenerlo bajo control.
—Funciona para mí.
—Espera. Cambia —dijo Brecken cuando empecé a sentarme a su
lado—.Escucho mejor por este lado.—Media sonrisa apareció mientras se
sentaba al otro lado, dejando un poco de espacio entre nosotros. Pero no
demasiado.
Cuando vio la expresión en mi rostro.
—Tímpano perforado. Hace años.
No sabía qué decir.
¿Cómo tenía una persona una conversación sobre tortura en un
bordillo de cemento mientras llevas un plato de pollo a la barbacoa?
—Te he traído tus favoritos—dije, sosteniendo el plato que le hice.
Cogió el plato, mirando la comida.
—No recuerdo mis favoritos. Al menos, los relacionados con la
comida.—Me miró desde un lado, otro mensaje oculto.
—Pollo a la barbacoa, alitas y patas, frijoles al horno, ensalada de
patatas, panecillos dulces.
Señalé su plato.
—Estos solían ser tus favoritos de todos modos. No estoy segura si
todavía lo son, pero solohay una forma de averiguarlo.
Después de mirar el plato por un minuto más, levantó una alita, la
volvió varias veces y luego le dio un bocado. Mientras masticaba, hundió
su tenedor en las ensaladas y añadió eso a la mezcla. Alzó las cejas al
terminar de masticar.
—Bueno, maldita sea—dijo, probando un panecillo—. Mis favoritos.
—Algunas cosas nunca cambian. —Cuando fui a tocarlo, me detuve.
Por la forma en que se había alejado de Crew antes, supuse que no estaba
preparado para ese tipo de interacción humana: los golpecitos y los toques
que no esperaba. No es que nadie pudiera culparlo.
—La mayoría lo hacen. —Brecken comió otro trozo de pollo antes de
dejar el plato.
Junté las manos mientras miraba la pared de ladrillo con él. Tenía
razón. La mayoría de las cosas cambiaron.
Nada podía mantenerse igual para siempre.
—Esto es tan…
—¿Raro?—dije inmediatamente—. ¿Incómodo? ¿Irreal?
Se quedó considerándolos antes de decir:
—Agradable
—¿Agradable?
—No estaba seguro si volvería a verte. Y ahora lo he hecho.—Me
miró—. No hay nada raro o incómodo en estar contigo. Incluso después de
todo.
Mis ojos se dirigieron hacia la abertura de la valla. Éramos
prácticamente invisibles para alguien que no nos buscase, pero,aun así,
no quería que nadie nos encontrara aquí, solos. La gente ya estaba
hablando después de nuestra reunión pública en la calle.
—¿Así que eres una madre? ¿Una esposa?—Juntó sus manos delante
de él.
—Lo soy—respondí, obligándome a apartarlos ojos de la valla. Estaba
bien. Nadie nos iba a encontrar aquí.
—¿Cómo es eso?
—Más difícil de lo que pensé que sería.
—Bueno, te casaste con Crew Graves. ¿Quéesperabas?—Sonrió
mientras lo decía con tono de burla.
Aun así, las lágrimas empezaron a caer. Ese fue el momento en que
decidieron que habían terminado de aguantar. Fue entonces cuando
finalmente me sentí lo suficientemente segura para permitirme mostrar lo
que estaba sintiendo. Mi cabeza cayó en mis manos, y continúe llorando.
Dejé escapar las emociones que me habían atormentado durante las
últimas dos semanas. Los últimos seis años.
—Oh, mierda —Brecken se acercó más—. Dios, lo siento mucho. No lo
decía enserio. Para hacerte llorar. —Sus brazos me rodearon por detrás
mientras me acercaba más a él. Por cualquier razón, no parecía tener un
problema tocándome. Ser tocado era diferente, pero ser quien lo hace
parecía estar bien—. No hagas caso a nada de lo que diga. He pasado años
siendo gritado en idiomas que no entiendo o en confinamiento solitario.
Soy un inepto en todas las formas de comunicación en este momento.
—Lo siento, Brecken. —Sollocé, sonando como si me estuviera
ahogando en una sandía—. Siento lo que pasó. Me tienes que odiar. Lo
siento yo no… no…
Cuando no pude encontrar las palabras, él encontró algunas para mí.
—¿No sigues enamorada de mí? ¿Qué no me esperaste?—Habló
despacio, de forma natural. En lugar de aflojarse, su brazo se ajustó un
poco más—.Blue Bird, por favor. Había muerto. Tenías todo el derecho a
seguir con tu vida. De vivirla. Te pedí que esperases un año, no el resto de
nuestras vidas.
Mi cabeza estaba negando, mis lágrimas todavía cayendo.
—Morí —dijo con resolución en su voz.
—¡Estás aquí mismo! —chillé.
—Todo el mundo pensó que había muerto. Tenías que seguir
adelante. Tenías todo el derecho. Nunca podría estar enfadado contigo por
eso. Nunca podría odiarte por vivir tu vida.
Mi cabeza continuó negando. Él estaba intentando hacerme sentir
mejor, lo que me hizo sentir peor. Era culpable de mucho más que de
seguir con mi vida.
—Soy feliz si tú eres feliz. Aunque sea conmigo, con él o con
cualquiera.—Su otra mano movió mi cabello detrás de mi oreja, sin
dejarme ocultar las lágrimas—. Eso es todo lo que quería para ti. Felicidad.
De cualquier manera que la hayas encontrado.
Felicidad. Había tenido vislumbres de ella, momentos en los que la
sentí como cuando Keenan estaba comiendo en la noche, seguro y sereno,
pero el concepto era una broma para mí. La zanahoria colgada. El humo y
el espejo. No era real. Una persona puede creerlo por un tiempo, pero no
duró.
La felicidad era para ingenuos. La supervivencia para el resto de
nosotros.
Me tomé un respiro, intentando calmarme.
—¿Qué pasa contigo? ¿Eres feliz?
Una vez que vio que las lágrimas habían terminado, su brazo volvió a
su lado, sus ojos moviéndose a la pared de ladrillo.
—No creo recordar lo que se siente la felicidad.
Me encontré mirando sus manos. Al igual que el resto de él, se veían
iguales, pero al mismo tiempo, eran totalmente diferentes. Los dedos que
antes eran rectos parecían torcidos, casi huesudos.
Sus uñas eran dispares, algunas estaban magulladas, un par había
desaparecido. Que aquellas pequeñas partes de su cuerpo parecieranhaber
pasado por tanto, envió un temblor por mi espalda mientras intentaba
apartar mi mente de lo que él había soportado.
—Lo siento tanto. —Mis palabras salieron rotas, pero seguí adelante—
. Por lo que pasó. Por lo que debiste haber pasado. No puedo ni imaginar…
—No lo intentes. —Su voz perforó el aire, sus ojos nublados—. No
intentes imaginarlo. Y no sientas pena por mí. Conseguí volver. He
sobrevivido.
Me moví cuando vi mi mano intentando tocarle. Había más de un
millón de razones para no hacerlo.
—¿Hubo veces en las que querías renunciar?
—Nunca.
—¿Ni una?
—Ni una. Sabía que tenía que volver. Volver a ti. —Me miró—. Te hice
una promesa.
Mis manos suavizaron el vestido por mis rodillas.
—Gracias por mantenerla.
—Siempre lo haré —dijo con un encogimiento de hombros, como si
fuera una maldición y, al mismo tiempo, todo lo que sabía. Cogió el
tenedor otra vez, apuñalando el plato que apenas había tocado—. Ponme
al día de estos seis años. Estás casada y tienes un hijo. ¿Qué más me he
perdido?
No podía ver la expresión de su rostro, pero su voz no decía nada.
—Tu familia se mudó hace años—dije sin estar segura de cómo
resumir una vida en párrafos.
—Sí, Texas. Ya he hablado con ellos y todos parecen estar bien.
Todavía locos, pero bien—dijo con media sonrisa.
—¿Ves? Algunas cosas nunca cambian.
—La mayoría lo hace. —Se levantó de su asiento después de un
momento, moviéndose hacia la pared opuesta—.¿Qué pasa con tu padre?
Su pregunta me tomó por sorpresa. Estaba lista para hablar sobre
Brecken, no sobre mí. Necesitaba hablar sobre él, no sobre mí.
—Murió. Hace casi cuatro años. Un ataque al corazón.—Todo salió en
un soplo, dejándome sin aliento al final.
Al otro lado del callejón, Brecken se quedó callado, de espaldas a mí.
—Está bien. Estoy bien—dije
—No, no es eso. —Su cabeza tembló duramente—.Solo estoy
intentando no mostrar mi alivio. Sé que debo darte condolencias o decir
que lo siento, pero no puedo.
Mis manos se juntaron en mi regazo.
—Se ha ido.
—Pensé en ti cuando estaba allí. Todo el tiempo.—Escarbó en la
hierba—. Estaba muy preocupado por ti también.
Mis ojos se ampliaron.
—¿Tú estabas preocupado por mí?
—Me preocupaba que estuvieses aquí, sola, con tu papá. Si todavía
vivías en la misma casa. Si había vuelto a lastimarte.—Se movió por la
pared, buscando en el montón de hiedra—. Estaba desesperado por volver
a verte para saber que estabas bien. Y ahora puedo ver que lo estás.
Saliste de esa casa, lejos de ese hombre, hace años. Estás segura.—
Exhaló, sus hombros relajados—. No debería sentirme aliviado por la
muerte de tu padre, pero maldita sea si no lo hago.
Lo que quería contestar me inquietó, así que me levanté de mi asiento
y me aclaré mi garganta.
—Debería regresar. Crew tuvo que marcharse para su turno, y yo
debería revisar a Keenan y comprobar que no está peleando con más
matones.
Brecken asintió, todavía buscando.
—Lo estás criando bien, ¿sabes?—Miró por encima de su hombro, sus
ojos conectándose con los míos—. El mal no es más que el resultado del
biengirando su cabeza. No enseñes a tu hijo a mirar hacia otro lado.
Mi garganta se sacudió. Brecken podría haber parecido la mitad del
hombre que la gente recordaba, pero para mí, en este momento, era el
doble del hombre que recordaba.
—No lo haré. —Me moví a la abertura en la cerca—. Está en su
sangre.
Antes de pasar, escuché a Brecken hacer un ruido. Cuando miré
hacia atrás, lo encontré limpiando un parche de la pared que acababa de
descubrir, arrancando vides de hiedra. Me había olvidado de las iniciales
que había tallado en uno de los ladrillos el verano antes de su último año.
Se quedó mirándolo un momento, con las cejas fruncidas.
—Algunas marcas pueden ser ocultadas. —Arrancó otra cinta de
hiedra, sus ojos encontraron los míos. La nubosidad en ellos retrocedió por
un momento—. Pero nunca desaparecen. Son demasiado profundas para
ser borradas.
—I
ncreíble —murmuró Crew, otra vez, mientras miraba por
las ventanas de nuestra sala de estar, otra vez, ajustando
su corbata—. La casa justo al lado. ¿No es eso sutil? No
es que Conolly alguna vez supiera el significado de sutileza.
Estaba en la cocina, haciendo el almuerzo de Crew para su turno. A él
le gustaban los sándwiches de pan de centeno con roast beef, el mismo
tipo que mi padre había preferido. No podía soportar saber de ninguno, y
el olor revolvió mi estómago mientras me apresuraba a ponerlo en la bolsa.
—¿Por qué te resulta impactante que se mude aquí? —pregunté,
viendo a Crew mirar por la ventana hacia la casa de al lado, que había
estado vacía por meses. Ya no más.
—¿La casa justo al lado de la mujer con la que planeaba casarse? —El
cuello de Crew rodó, crujiendo—. El impacto esque después de seis años
en una prisión iraquí todavía tenga pelotas, debió creer que simplemente
podía mudarse a mi territorio.
—Era la única casa a la venta en la cuadra. No es como si tuviera
algún plan malévolo de vivir justo al lado de nosotros. —Cuando la cabeza
de Crew se giró de vuelta, una advertencia se dibujó en su frente, dibujé
una sonrisa en la superficie—. No creo que esté intentando entrar en tu
territorio. Solo quiererecuperar su antigua vida lo mejor que pueda.
Las oscuras cejas de Crew se arquearon.
—En su antigua vida, tú tenías el rol principal.
En lugar de confirmarlo o negarlo, lo que habría sido una trampa de
cualquier modo. Volví a empacar su almuerzo. Habían pasado un par de
semanas desde la fiesta de bienvenida, y no había escuchado una sola
cosa de Brecken desde que lo dejé mirando nuestras iniciales en esa pared
de ladrillos. Los rumores decían que había estado en un interminable flujo
de interrogatorios en Washington, pero no sabía si algo de eso era verdad.
Donde sea que hubiera estado, lo que sea que haya estado haciendo,
estaba de regreso. Como si nunca se hubiera ido. Mudándose a la casa de
al lado.
Entre más estaba Crew de pie al lado de la ventana, más rojo se volvía
su rostro. Gracias a Dios estaba yendo al trabajo esta noche. Claramente
necesitaba distanciarse de lo que estaba pasando.
—¿Qué pasó con agarrar un par de cervezas y ponerse al día? Ustedes
solían ser amigos, ¿cierto? —dije, metiendo una servilleta en la bolsa de
papel.
—Y entonces me casé con su chica. Él no quiere ser mi amigo. Y con
la forma en que claramente está planeando hacer su juego para ganarte de
vuelta, seguro como la mierda que no quiero ser su amigo tampoco.
—No está tratando de ganarme de vuelta —dije, entrando a la sala de
estar y poniendo su almuerzo en la mesa junto a su maletín.
—¿Qué te hace estar tan segura? Porque se ve como si
estuvieraintentandohacerlo. —El brazo de Crew se agitó a la ventana como
si Brecken estuviera de pie justo afuera con mi nombre tatuado en su
pecho.
—Porque no puedo ser ganada de vuelta. —Revisé la hora. Diez
minutos. Crew era un hombre de hábitos y se iba para sus turnos a
tiempo—. Estoy contigo.
—Sé eso. Tú sabes eso. Pero él claramente no.
—Ha pasado por mucho. Creo que la última cosa en su mente es
revivir alguna llama con su novia de la secundaria. —Bajé las mangas de
mi suéter mientras me acercaba a él.
—No ha estado cerca de una mujer en seis años. Créeme cuando digo
que quiere reavivar lo que sea que pueda contigo, así puede empujar su
polla en cualquier lugar dentro de ti, es lo que está en su mente.
—Crew... —Mi mirada voló a las escaleras, comprobando que Keenan
no estaba allí en silencio como hacía a veces cuando estábamos teniendo
una “charla”.
—Seis años. Eso es suficiente para volver a un hombre lo
suficientemente desesperado para hacer cualquier cosa por liberarse.
—¿Sexo? ¿De verdad crees que eso es todo lo que hay en su mente
justo ahora? —Mis brazos se doblaron mientras me detenía a unos pasos
de él.
—¿Qué crees que hay en la mente de un héroe? ¿Afecto? ¿Redención?
—siseó Crew, sin pestañear mientras miraba por la ventana.
—Deja de llamarlo así.
—¿Qué? ¿Héroe? —El tono de Crew era sarcástico incluso aunque su
expresión era seria—. Eso es lo que es, ¿no? ¿Lo que siempre ha sido? ¿El
chico que se detuvo a salvarte de lo que sea que necesitabas ser salvada?
¿Al que ibas cuando necesitabas algo? —Su cabeza se sacudió mientras
señalaba por la ventana a Brecken, quien estaba cargando una caja por el
camino de entrada lentamente, como si fuera una tarea rutinaria. Uno de
los chicos que lo ayudaban a mudarse llevaba junto a él una caja más
grande, su ritmo diez veces el de Brecken—. Un héroe de mierda tienes
ahí, Camryn. Un jodido héroe. —La mano de Crew salió de su costado,
capturando mi muñeca—. ¿De qué tiene que salvarte ahora?
Tragué, dejando a Crew arrastrarme más cerca.
—De nada.
—Tienes razón. No lo necesitas más. Me tienes a mí. Para salvarte.
Para darte lo que necesitas.
El dedo meñique de Crew trazó una línea por el interior de mi
muñeca.
—Para cuidarte.
Mi suave sonrisa se mantuvo, aunque en mi interior todo comenzaba
a agitarse. Algo estaba viniendo. Podía sentirlo, como un animal salvaje
podía sentir una tormenta aproximándose. Era un mecanismo de
supervivencia para esas bestias de la naturaleza, justo como el mío había
sido afilado para mantenerme viva.
Crew me tiró más cerca mientras su cabeza se movía a la mía, su
boca poniéndose al lado de mi oreja.
—Ponte de rodillas.
Las palabras fueron susurradas, pero me hicieron retroceder como si
me las hubiera gritado.
—Crew... —Mis ojos volaron a las escaleras, luego a la ventana.
Deslizó la cortina abierta tanto como pudo y encendió otra lámpara
detrás de mí.
—Vamos, nena —canturreó, sus ojos oscureciéndose mientras
alcanzaba su cierre—. Sabes que no me gusta tener que preguntar dos
veces.
Podía sentir mi pulso golpeando en mi muñeca.
—Tienes que irte a trabajar pronto.
—Sabes que nunca duro mucho cuando pones mi polla en esa sucia
boca tuya. Solo pensar en ti trabajándome tiene mis bolas tirando. —La
mano de Crew va detrás de mi cuello, sus dedos tirando de mi coleta—. Me
hiciste preguntar dos veces, esperaré dos veces la recompensa. Ambas
veces tendrás que estar sobre tus rodillas, donde haces tu mejor trabajo.
—Keenan está arriba. Está despierto. —Hago una pequeña mueca
cuando tira de mi cola de caballo.
—Está jugando con sus Legos. La casa podría prenderse en fuego y él
no lo notaría. Además, no se quejaría de tener un hermano menor o
hermana corriendo alrededor. Un niño necesita un hermano o se
convierten en mocosos auto didactas. —La mano de Crew se movió por mi
espalda mientras se presionaba en mí. Frotó su erección contra mí,
respirando pesadamente mientras ajustaba nuestra posición en la
ventana.
—Hay un puñado de chicos ahí afuera. No solo Brecken. —Mi voz
estaba temblando, no por lo que Crew tenía en mente, sino por quien él
esperaba que lo viera. Estaba acostumbrada al sexo, desde el rudo al
incesante, pero esto era una primera vez. Tener una audiencia hacía lo
opuesto a excitarme.
—Entonces tendrán algo de material fresco cuando envuelvan sus
puños alrededor de sus pollas esta noche. Considéralo un servicio público.
—Su mano se condujo dentro de la parte trasera de mis pantalones, sus
dedos enterrándose en mí. Su respiración estaba volviéndose dura y
desnivelada, justo como antes de correrse. Su mano embistió más
profundo, hasta que sus dedos estaban invadiéndome—. Nena necesitas
un poco de juego previo, se siente así. Mi polla en tu boca debería ser solo
el boleto. Sé lo mucho que te excita cuando me corro en tu boca.
Sus dedos se conducen más profundos dentro de mí, haciéndome
estremecer de dolor. Incluso aunque Brecken se había ido por las pasadas
dos semanas, no podríamos encender la televisión o el radio sin escuchar
sobre él. Entre más escuchábamos de él, Crew buscaba más el alivio que
solo el sexo podía darle. Parecía proveerle el único alivio que tenía en estos
días, temporal como era.
Había estado dolorida por semanas, e incluso aunque podría haberle
dicho algo, sabía lo mucho que lo necesitaba. Al menos era más fácil vivir
con él. Algo de dolor y sueño interrumpido era un pequeño precio a pagar.
Sin embargo, esto, ¿lo que estaba proponiendo? No. Solo no.
Su mano finalmente se deslizó fuera de mis pantalones, agarrando la
cintura para tirarme contra él.
—Vas a hacerme pedirlo dos veces, ¿cierto? —Sus ojos destellaban
mientras una sonrisa familiar aparecía.
Encontré mis ojos moviéndose hacia la ventana cuando debería
haberlos mantenido en Crew. Brecken estaba todavía luchando en la
pasarela, su concentración en la tarea en mano, en lugar de lo que estaba
teniendo lugar en la ventana de al lado. En ese momento, no pude evitar
sentir que yo era el prisionero ahora, forzada a jugar un rol para
permanecer viva.
—¿Mamá? ¿La cena está lista? —La voz de Keenan sonó al mismo
tiempo que la puerta de su habitación chirrió abierta.
Salté, deslizándome lejos de la ventana. Crew me dejó ir, sus ojos fijos
en la casa de al lado otra vez.
—¡Casi! —Aclaré mi garganta cuando escuché mi voz. Sonaba
exactamente como si hubiera sido atrapada haciendo exactamente lo que
no acabamos de terminar—. Lava tus manos y baja. Puedes ayudarme a
poner la mesa.
—Buenas noches, Keenan. Sé un buen chico. Vigila a tu mamá por
mí, ¿lo harás? —La ceja de Crew se levantó hacia mí mientras arrastraba
la cortina cerrada antes de dejar la ventana.
—¡Está bien, papá! —dijo Keenan.
—Ten una buena noche. —Le di a Crew su maletín y almuerzo.
Sus ojos vagaron por mí.
—Me debes.
—Te lo pagaré —prometí. Solo no al lado de ninguna ventana abierta.
—Ahora hay una promesa, que vuelve a un hombre ansioso por llegar
a casa, con su esposa. —Crew tiró de la puerta abierta—. Sé buena. —
Cerró detrás de él, fallando en ocultar el otro componente al que su tono
se refería.
No es que necesitara saber los detalles. Sabía lo que pasaría si dejaba
a Brecken volver a mi vida de la forma en que Crew estaba tan
preocupado... destrucción.
Mientras deambulaba por la cocina, traté de olvidarme de lo que
acababa de pasar. Lo que Crew había sugerido. Sabía que estaba pasando
por mucho ahora, y él siempre había embotellado las cosas, pero lo que
acababa de sugerir iba más allá de lo que hubiera esperado.
Claramente Brecken iba a estar en nuestro vecindario, así que Crew
tendría que aceptarlo y encontrar la manera de calmar sus inseguridades
sobre que huiría con él. Estaba esforzándome por entenderlo, dada toda la
situación, pero mi comprensión estaba cerca de su límite.
Terminé de cortar la lechuga y los tomates y todavía no había visto o
escuchado a Keenan el hambriento. Debió distraerse con sus Legos
después de lavarse sus manos.
—¡Keenan! —grité mientras salía de la cocina.
—¿Sí?
No estaba arriba, estaba en la sala de estar, apoyado frente a la
ventana en la que acababa de estar yo. Había abierto la cortina a la mitad
y se paró ahí, mirando por la ventana.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, caminando a su lado.
—Vigilando al Sr. Connolly. —Sus hombros se levantaron—. Estaba
mirándolo mudarse en mi habitación también, pero hay una mejor vista
desde esta ventana.
—¿Has estado mirándolo todo este tiempo? —Había estado en su
habitación desde que volvimos del parque esta tarde.
Se encogió de hombros.
—Me agrada.
Mi mano cayó sobre la cabeza de Keenan cuando me paré detrás de
él. Miré por la ventana con él, viendo la escena.
—¿Qué te gusta tanto?
—No lo sé. —Sus hombros se levantaron—. Solo me gusta.
La camioneta de mudanza ya se había ido. Todos se habían ido salvo
Brecken, quien estaba desempacando unas pocas cosas en su porche.
Parecía distinto a la última vez que lo vi. Había ganado algo de peso,
conseguido algo de color en su rostro, sus movimientos no eran tan
dolorosos de mirar. Estaba transformándose de nuevo en el hombre que
recordaba, el único del que me había enamorado en algún momento entre
la juventud y madurez.
—Sí, a mí también. —Despeinando su cabello, me obligué a alejarme
de la ventana—. Voy a terminar la cena.
Me tomé mi tiempo terminando el resto, necesitando unos pocos
minutos para componerme. Necesitaba más y más de eso últimamente.
Tiempo para componerme, recomponerme, re-algo. Era por él, por
supuesto... su vuelta, su regresar de la tumba. Pero también tenía que ver
conmigo y sentir algo dentro de mí volviendo a la vida. Había pensado que
había muerto con él. No podía nombrarlo, pero lo podía sentir.
Cuando escuché a Keenan entrar a la cocina, me forcé a salir de mi
confusión.
—Deberíamos invitarlo a cenar —anunció, comenzando a poner la
mesa. No me perdí que estaba poniendo tres lugares.
—¿Eso por qué?
—Es hora de cenar. —Dobló tres servilletas también—. Le he visto
quemar tres cosas diferentes hasta ahora.
Mis ojos se levantaron a la ventana de la sala de estar. Brecken ya no
estaba en el porche.
—¿Quemó tres cosas?
—Hoy temprano, era un sándwich de queso a la parrilla, y después
una lata de sopa. No sabía que podías quemar la sopa. —La frente de
Keenan se arrugó mientras ponía los tenedores—. Esta noche, quemó
algunos huevos. Temo que muera de hambre si no lo ayudamos.
Apagué los quemadores de la estufa. En la casa que Brecken había
crecido, había una mentalidad de valerse por uno mismo. Aprendió a
cocinar porque era esencial si quería comer. Nada ostentoso, pero sabía lo
básico para el momento en que entró en secundaria.
—¿Quemó la sopa? —dije.
Keenan se movió a nuestra estufa.
—La sartén comenzó a echar humo. La alarma de fuego se encendió y
todo. No le gustó eso. Lo lanzó y golpeó contra la pared,luego lo tiró a la
basura. Quiero hacer eso cuando la nuestra se queme. —Suspiró Keenan,
como si hubiera visto a Hulk resolviendo un problema de manera fácil.
Mordiendo el interior de mi mejilla, consideré mis opciones. No estaba
segura de tener muchas, pero era agradable pensar que lo hacía. Había
pasado un largo tiempo desde que tuve varias de ellas.
—Al menos deberíamos llevarle algo de comida. Siempre estás
diciéndome que haga lo correcto, mamá. —Keenan suspiró, pestañeando—
. Asegurarse de que el Sr. Connolly no muere de hambre es una cosa
buena.
—No puedes morir de hambre por perderte una comida.
—Sí, pero va a perderse dos si no hacemos algo. Eso es suficiente
para matar a una persona. —Los oscuros ojos azules de Keenan miraron
justo a través de mí, totalmente serios. Supuse que, para un chico joven,
perderse dos comidas seguidas parecería una situación de vida o muerte.
—Está bien. Invitaremos al Sr. Connolly a cenar. —Alcanzando las
tapas, cubrí las sartenes para mantener todo caliente—. Pero no sé si
querrá venir.
—Oh, estoy seguro de que lo hará.
—¿Lo estás?
Keenan asintió.
—Le gustas.
—Solíamos ser buenos amigos.
—¿Siguen siendo amigos?
Me detuve, pensando.
—Siempre seremos amigos. —Pasando a Keenan, le di otra palmadita
cariñosa. Para ser tan joven, se dio cuenta de cosas que la mayoría de los
adultos no veían. Lo sacó de mí, supongo, aunque su padre también tenía
algo de eso—. Voy a invitarlo, pero quédate aquí. No queremos que se
sienta obligado.
Keenan se deslizó en su silla, sus ojos brillantes como si Brecken
fuera la persona más importante a la que pudieses invitar a la cena.
—Vuelvo enseguida —dije mientras me movía hacia la puerta
principal.
No sabía cómo explicarle esto a Crew. No le gustaría, obviamente,
pero tendría que acostumbrarse a la realidad, todos éramos vecinos ahora.
En este momento, Brecken no necesitaba que sus viejos amigos le diesen
la espalda, necesitaba saber que estaban allí si los necesitaba. Necesitaba
saber que les importaba. Sea cual fuere la respuesta de Crew cuando
descubriera que había invitado a Brecken a cenar, solo tenía que darle una
oportunidad.
Las consecuencias de ignorarlo cuando me necesitaba parecían
mucho más graves.
Caminar a la casa de al lado se sentía extraño. Había estado vacía
durante tanto tiempo, que me había acostumbrado a ignorar su presencia.
Pero ahora, alguien que conocía vivía dentro de ella.
Varias pilas de cajas estaban apiladas en el porche, un par de ellas
abiertas, pero no desembaladas. Era como si hubiera empezado, pero no
supiera dónde ir desde allí.
Mi dedo flotó sobre el timbre, incapaz de apretarlo. Estaba de pie
frente a su puerta, a punto de invitarlo a cenar. El hombre cuya muerte
me había afligido hace años estaba detrás de esta puerta, vivo. Había
tenido semanas para acostumbrarme a la idea, pero ciertos momentos me
golpeaban más fuerte que otros.
Mi dedo finalmente hizo el resto del viaje. Cuando sonó el timbre, no
oí ningún movimiento procedente de adentro. Esperé un minuto y todavía
no había sonido, pero justo cuando estaba a punto de salir, la puerta se
abrió. No una grieta, no a medias. Se abrió lo máximo posible.
Al principio, Brecken pareció sorprendido al verme, parpadeando un
par de veces. Entonces su expresión se aclaró y me miró como si me
hubiera estado esperando.
—Hola, vecina. —Su sonrisa era natural, evaluándome de una
manera que hizo que ciertas funciones corporales me traicionaran.
—Hola, a ti —saludé de vuelta—. ¿Hambriento?
La piel entre sus cejas se arrugó.
—¿Qué te hace suponer eso?
—El hecho de que de alguna manera lograste quemar sopa.
—¿Me estás espiando? —La comisura de su boca se estremeció.
—Hice que un pequeño detective hiciera el trabajo sucio por mí. Solo
me dio el informe completo. —Di unos cuantos pasos atrás cuando salió
por la puerta. No porque quisiera, sino porque tenía que hacerlo—.
También me pidió que invitara al marine del que todos hablan a nuestra
casa para cenar, así que, si dices que no, tengo que decirle que su héroe
simplemente lo rechazó.
—Solías estar por encima de todo el asunto de la culpa.
—Y luego me convertí en madre —dije, solo en broma—. Encuentras
que tu código moral se encoge cuando está forzado a aceptar lo que harías
para mantener a tu hijo a salvo.
—Entonces,¿estás diciendo que tengo una opción cuando vaya a
cenar esta noche? ¿Mientras esa elección implique un sí? —Estaba
intentando mantener un rostro serio, que yo no tenía.
Bajé las escaleras.
—Eres rápido.
Ya me seguía, bajando los escalones de uno en uno.
—Lo siento, no te avisé antes de mudarme justo al lado. Todo se hizo
de repente.
—No tienes que consultar con el vecindario y obtener una aprobación
para comprar una casa.
—No me importa lo que piense el resto del barrio, solo lo que tú
piensas.
Le sonreí por encima de mi hombro.
—Creo que me alegro de tener un vecino al que pueda mendigarle una
taza de azúcar cuando la necesite.
—Supongo que será mejor que me abastezca de azúcar. —Empujó sus
hombros a mi lado, metiendo las manos en los bolsillos delanteros—.
¿Significa eso que puedo llamar a tu puerta cuando necesite conseguir
algo?
Mis pies se detuvieron.
—¿Necesites conseguir... algo?
—Sí. —Se encogió de hombros, quieto conmigo—. ¿Algo de azúcar?
Cuando noté que las esquinas de su boca se contraían, acomodé una
mano en mi cadera.
—Crees que eres gracioso, ¿no?
—Sé que soy gracioso. Hay una diferencia. —Rió y siguió avanzando a
través de los patios conmigo.
—Es posible que desees darle a Crew algún tiempo para adaptarse a
tu presencia antes de aparecer pidiendo algo de azúcar de su esposa.
Como una advertencia justa.
Sonrió al suelo, tratando de hacer su cojera menos obvia.
—¿Cuál es el problema de Crew conmigo? Él se casó con mi chica. Si
alguien tieneque estar enojado, sería yo.
No iba a discutir su punto.
—¿Pero no lo estás? —Cuando me miró, añadí—: ¿Molesto?
—¿Perezco molesto?
Lo miré, sin saber exactamente cómo se veía.
—No —dije por fin—, no lo haces.
—¿Deduzco de esa amena advertencia que Crew no se unirá a
nosotros en la cena esta noche? —Sus pasos sonaban fuertes y sólidos,
mientras subíamos las escaleras.
—Está en el trabajo.
—¿Sabe que planeabas invitarme? —La mirada en sus ojos me dijo
que no le importaba.
Cuando meneé la cabeza se detuvo,justo cuando mi mano tocó el
pomo de la puerta.
—Siendo honestos, no me importa lo que decidas decirle o no a Crew.
—No intentoesconderle esto.
La mirada de Brecken siguió el lugar donde Crew estacionabasu auto.
—¿Por eso sigues revisando la entrada cada dos segundos?
—Las cosas entre Crew y yo son más complicadas que tú y yo.
—Cuando escucho a la gente usar la palabra complicada para
describir su relación, ¿sabes lo que pienso?
Cuando no intenté responder, se acercó a mí.
—¿Qué palabra tienen miedo de usar realmente?
Mi rostro no cambió, pero vio el cambio en mis ojos. Quizá todavía
podía engañar a Crew, pero Brecken me había conocido demasiado tiempo
para esperar lo mismo con él. Incluso con el paso de los años, todavía me
estaba hablando de la manera en que solía hacerlo cuando intentaba fingir
que no sabía de qué estaba hablando.
—¿Cuánto tiempo crees que nos quedaremos aquí mirándonos el uno
al otro en silencio? Aproximadamente.
Dándole una mirada, abrí la puerta.
—Tú empezaste.
—Pero tú y yo —señaló con el dedo entre nosotros—, no hemos
terminado.
Cuando me di cuenta de quién estaba corriendo por la acera, le
indiqué que entrara. A Gina Meyers le encantaba chismear casi tanto como
le encantaba ejercitarse. Su traje de entrenamiento de esta noche incluía
una licra negra corta, y un sujetador deportivo de coral brillante que
proporcionaba sujeción para yoga, no para una carrera. Pero entonces, tal
vez esa era la idea, al menos si uno echaba un vistazo al funcionamiento
de la mente de Gina.
—¿Estás intentando dar doble sentido a todo lo que dices? ¿O es pura
coincidencia?
Brecken se apartó, sus ojos vagando por la casa mientras cerraba la
puerta detrás de nosotros.
—Más intencional que otra cosa.
—No ha venido, ¿verdad? —Una voz suspiró desde la cocina, el mismo
tono que utilizaba cuando Crew tenía que cancelar un día de pesca
prometido o unirse a nosotros en el parque.Por lo general, tenía que
consolarlo. Este fue un cambio agradable.
—¿Se suponía que no debía hacerlo? Porque tu madre hizo parecer
que no tenía elección.
Brecken me empujó suavemente mientras avanzábamos por la
habitación. Prestó atención a cada pequeño detalle, desde las fotos de la
familia a la silla de Crew que descansaba frentea la televisión. Lo estudió
todo, como si hubiera un significado más profundo del que yo era
consciente.
Cuando llegamos a la cocina, miró fijamente a Keenan. La misma
historia al revés.
—Oh wow. Has venido. —Keenan parecía intentar salir de su asiento,
pero su cuerpo no lo dejó.
—Ahórrate los wows. Soy el vecino que logra quemar sopa
¿recuerdas? Definitivamente no inspira una calificación de wow. —Brecken
saludó a Keenan, moviéndose después de un minuto mientras Keenan
seguía mirando a través de la cocina hacia él.
—Keenan —le dije, dándole la mirada de mamá—, no es de buena
educación mirar fijamente. Especialmente a los invitados que son
demasiado agradables para decir que no.
—Solo estuve de acuerdo para que pudiéramos formar un comercio
libre de azúcar. —Brecken me lanzó una sonrisa mientras me dirigía hacia
la estufa—. Estoy aquí por el azúcar.
Keenan rió como si conociera la broma, todavía mirando a Brecken
sin tomar un maldito descanso para parpadear.
—Y está bien con la mirada fija. Tengo mis propios problemas cuando
se trata de mirar a ciertas personas. —Su atención se mantuvo en Keenan,
pero sentí que su enfoque cambiaba hacia mí—. Y sé que hay mucho que
ver cuando una persona me mira, así que está bien. No me importa, y voy
a tener que acostumbrarme. Puedes ayudarme con eso.
—No te mira por eso. Te está mirando porque... dile, Keenan —dije,
recogiendo los platos para preparar la cena.
—Porque tú eres, como, mi superhéroe favorito. —Las piernas de
Keenan se balancearon de la silla mientras seguía—. Eres como el Capitán
América. Excepto que eres real, y él no.
Brecken se acercó a una de las sillas alrededor de la mesa.
—El capitán América derrotó a los malos. Al revés en mi situación.
—Deja que el chico tenga su héroe de la vida real. —Puse los platos
en el mostrador y arranqué la cubierta del paquete de tacos—. ¿Por favor?
—¿No debería ser su padre? —preguntó, rodeando la mesa como si
estuviera planeando ayudarme.
—¿Tu padre era el tuyo?
—Tal vez. Si lo hubiera visto después de los cinco años.
—Está bien. Su padre también puede ser su héroe. No hay una regla
que diga que una persona solo puede tener uno.
Cuando Brecken se detuvo junto a mí, extendiendo sus manos en un
gesto de buena voluntad para ayudarme, hice un gesto a la silla frente a la
mía.
—Tengo esto. Solo toma asiento. Relájate durante unos minutos
mientras sirvo todo.
—Pasé años relajándome.
—¿Relajándote?
Brecken hizo un gesto con la mano hacia adelante y hacia atrás.
—O algo físicamente similar. Mentalmente no.
Estaba mirando la mano que había levantado, incapaz de evitar
preguntarme qué había experimentado si aquella parte expuesta de su
cuerpo parecía haber sufrido tanto. Tuve que concentrarme en revolver la
carne para que no se diera cuenta de mis ojos vidriosos.
—Puedes sacar las bebidas si quieres —dije, empezando a montar los
tacos.
Se encaminó hacia la nevera.
—¿Qué vas a querer, Keenan?
—¡Soda! —Cuando se dio cuenta de mi mirada, volvió a intentarlo—.
Leche, por favor.
—Sí, esa mirada solía hacer lo mismo conmigo también. No te sientas
mal. —Brecken inclinó la barbilla hacia Keenan mientras sacaba el cartón
de leche—. ¿Camryn?
—Solo tomaré un poco de agua. Por favor —agregué cuando Keenan
me dio la mirada esta vez.
—¿Agua? Todas las opciones del mundo,¿y escoges agua? —Brecken
hizo un gesto al interior de la nevera, como si las opciones fueran infinitas,
cuando en realidad había alrededor de media docena, sobre todo las de
Keenan—. No puedo decirte lo que habría hecho por una Coca-Cola hace
unos años.
—Bien, ya lo has dicho. Voy a tener... ¡Soda! —exclamé,imitando a
Keenan lo mejor que pude—. Y puesto que esta noche es especial, también
puedes tomar soda.
Keenan soltó un grito mientras Brecken intercambiaba la leche por
los dos litros de Coca-Cola.
—¿Por qué es especial esta noche? —preguntó Keenan una vez que su
celebración había terminado.
Miré a Brecken sacando tres vasos de la alacena, como si supiera cuál
era su lugar habitual. O al menos fingía que lo hacía hasta averiguarlo.
—Porque vamos a tener nuestra primera cena, juntos. —Sonreí a mi
hijo—. Con nuestro nuevo vecino.
—Gracias por ser tan "buen vecino". —Brecken inclinó el vaso que
estaba poniendo delante de Keenan—. No creo que me quedara nada
másque quemar en mi cocina.
Keenan ya estaba tomando un trago de su refresco.
—¿Te gustan los tacos?
—¿Tortillas crujientes? ¿Carnosas? ¿De queso? —Brecken preguntó
como si no estuviera seguro de recordarlos correctamente, volviendo a
tomar los otros dos vasos.
Keenan dejó el vaso y abrió los ojos.
—¿No sabes lo que son tacos? —El niño vivía para los tacos y era
incapaz de comprender cómo alguien más no sentía lo mismo.
—No he comido un taco en años.
Cuando Brecken bajó su vaso y el mío, puse el plato de Keenan
delante de él.
—Pero ahora lo estoy recordando —dijo, mirando el plato de Keenan.
—¿Por qué caminas así? —preguntó Keenan cuando Brecken se
acercó a su silla.
—Keenan... —Mis ojos encontraron los suyos y negué.
Brecken no se dio cuenta.
—Me rompí la pierna hace un tiempo, y no se curó correctamente.
—¿Cómo te rompiste la pierna?
Hubo un momento de silencio. Entonces el sonido de Brecken
acomodándose en su silla.
—No lo recuerdo.
—¿Dolió?
Me había detenido a mitad de preparar un taco. Keenan sabía lo que
le había pasado a Brecken en un contexto apropiado para un niño
pequeño, que no era mucho. Sabía que Brecken había estado en el
ejército, capturado por el enemigo y mantenido preso durante mucho
tiempo antes de ser rescatado. Esa era una extensión de la verdad. No
sabía, ni tenía necesidad de saber, lo que realmente ocurrió durante ese
período de tiempo.
—No lo recuerdo —respondió finalmente Brecken con voz distante.
—¿No recuerdas cómo te rompiste la pierna o si dolía? —Keenan
volvió a mirarlo como si fuera un ser de otro mundo.
Brecken levantó el hombro.
—Mala memoria.
—Pero recuerdas a mamá. —Keenan me señaló cuando me acerqué a
la mesa con dos platos en la mano.
Los ojos de Brecken encontraron los míos, su expresión se suavizó
como si acabara de soltar una respiración profunda.
—Mi memoria no es tan mala.
Keenan sonrió, lo que siempre me hacía sonreír.
—Wow. Creo que tu madre está tratando de decirme algo. —Brecken
hizo un gesto al plato que había puesto frente a él.
—Lo estoy —respondí, intentando no reírme por la exageración de
comida que coloqué en su plato—. Come.
—Deberías ser tú la que comiera este plato. Lo necesitas más que yo
por la apariencia de eso. —Sus ojos se deslizaron sobre mí, las comisuras
de mi boca cayendo.
—Creo que él también está tratando de decirme algo. —Fingí
susurrarle a Keenan, que estaba mordiendo su primer taco.
—Lo estoy —dijo Brecken, colocando un par de tacos de su plato en el
mío—. Come. —Hizo un gesto hacia mi plato, luego hacia mí—. Entre los
dos, hemos perdió el peso de un adulto. Pero al menos yo tengo una buena
excusa.
Agarré la salsa de la nevera, persistente como si estuviera buscando
algo más.
—¿Qué te hace suponer que yo no?
—No estoy asumiendo nada sobre tu vida. Pero soy todo oídos si
quieres contarme algo.
Aparte del sonido de Keenan devorando su cena, la habitación estaba
tranquila. Cuando volví a la mesa, con salsa en mano, fingí que todo
estaba bien, que sus palabras no me habían afectado. Era buena
fingiendo.
En el momento en que me senté en la silla de madera, mi cuerpo se
sacudió.
Tanto la atención de Brecken como la de Keenan siguieron mi
dirección.
—¿Necesitas tu almohada, mamá? —Keenan ya se estaba metiendo
en la sala de estar para tomar una de las pequeñas almohadas que a veces
usaba para más que fines decorativos.
—¿Qué ocurre? —Brecken dejó el vaso, como si estuviera a punto de
levantarse de su silla.
Alzando mi mano, meneé la cabeza.
—Nada. —Cuando gruñó, añadí—: Mi coxis. El otro día me caí y me
hice daño, todavía está dolorido.
Keenan ya había regresado con la pequeña almohada y esperaba que
me levantara para poder ponerla en mi asiento.
—Mi héroe. —Le guiñé un ojo cuando deslizó la almohada debajo de
mí, lo que le hizo inflar su pecho mientras regresaba a su silla.
Brecken todavía me estaba evaluando como si me retorciera de dolor
o algo así.
—De verdad. Estoy bien.
Pero mis aseveraciones parecían hacer lo contrario de convencerlo.
—¿Cómo va la mudanza? —Me concentré en mi cena en lugar de él,
sentía que me estaba mirando como si hubiera encontrado mi habitación
más oscura y acabara de encender una linterna.
Respondió después de un momento.
—Despacio.
Colocando la servilleta en mi regazo, pensé en las cajas que había
visto en el porche. Si eso era lo que tenía, no era mucho. Pero podía
entender que se sintiese abrumador. Pasando por las cosas de una
persona, un elemento a la vez, incapaz de recordar algunos o la mayoría de
ellos.
—¿Y los muebles? Lo necesitarás, ¿verdad? —pregunté.
Brecken había vivido en los dormitorios de la base, donde la mayoría
de los muebles eran proporcionales al tamaño de la habitación. La casa
que había comprado no era enorme, pero se sentiría así sin algunas cosas
para llenarla.
—Tengo un sofá y una mesa de cartas. —Brecken cogió un taco,
observando cómo Keenan comía el suyo—. Me quedaré con ello.
—Puede que necesites más que un sofá y una mesa de cartas.
—¿Como qué? —Tomó un gran bocado de su primer taco, esperando
que me explicara.
—Como una cama, para empezar. Una mesa de cocina y sillas. Tal vez
un televisor.
La frente de Brecken se arrugó mientras Keenan parecía
perfectamente felizmirando entre los dos mientras hablábamos, como si
estuviéramos en televisión.
—¿Por qué necesito una cama cuando tengo un sofá? —dijo una vez
que había terminado de masticar—. Y no necesito una mesa
específicamente para la cocina, puedo moverme a cualquier habitación que
quiera. Y lo último que quiero es una televisión que zumba todo el día y
toda la noche.
Basándome en que no podía encender la televisión sin oír hablar del
cabo primero Connolly, pude entender de dónde venía ese tema.
—¿Vas a usar un sofá como cama? —Esa revelación fue suficiente
para que Keenan golpeara el botón de pausa en su masacre de tacos.
—Créanme, un sofá se siente como un colchón de lujo cuando has
dormido en el suelo durante tanto tiempo.
Keenan parpadeó.
—¿Te hicieron dormir en el suelo? —gritó, como si fuera la peor forma
de tortura que uno pudiera recibir. Si esa fuera toda la verdad...
—Ese sofá está sonando muy bien, ¿verdad? —Brecken se acercó a su
cena.
—Bueno, si necesita ayuda para instalarse, avísame. Estoy aquí casi
todo el tiempo. Estaría encantada de ayudar. —Mientras mordisqueaba un
pequeño bocado de taco, me encontré saboreándolo. Las especias, los
aceites, las texturas.
No recordaba la última vez que había saboreado un taco.
Por la forma en que Brecken estaba tomando el suyo, era como si
estuviera experimentando lo mismo.
—Y yo también —añadió Keenan, secándose las manos en los
pantalones cortos. Por lo visto la servilleta junto a su plato estaba
demasiado lejos—. Podría ayudarte a desembalar. Y papá también.
Los ojos de Brecken y los míos se encontraron, pero los míos fueron
los primeros en alejarse.
—Gracias por la oferta. Podría llevarte a ti y a tu madre.
Después de eso y terminar su cena, Keenan no dejó de hablar. Tenía
una interminable cantidad de preguntas, las cuales Brecken respondió de
manera apropiada para un niño.
Pasó una hora y todos seguíamos alrededor de la mesa hasta que
Brecken apartó su plato.
—Estoy lleno.
Cuando me fijé en su plato, pude ver por qué.
—Eso es porque has comido un millón de tacos.
Dio unas palmaditas en su estómago, sonriendo.
—Solo he contado ocho.
Keenan miró el plato de Brecken y le hizo un gesto de asentimiento
impresionado.
—No me valdrá nada de mi ropa, y no quiero tener que comprar un
guardarropa nuevo.
Levantó su camiseta lo suficiente como para exponer su hebilla.
Había tenido que perforar un nuevo agujero en el cinturón a unos pocos
centímetros de donde estaba la última muesca. Tenía máspeso que la
última vez que lo vi, pero todavía estaba delgado. Demasiado, en
comparación al tamaño que había tenido antes.
—¿Tampoco te alimentaron? —Keenan casi gritó.
—Oh, no, me alimentaron —respondió Brecken—. Habas.
Keenan se inclinó hacia adelante en su silla.
—¿Con qué?
—Más habas.
—¿Desayuno, almuerzo y cena?
—Eran más de darme una sola comida al día, pero sí, habas para
cada una. Ocasionalmente a un lado de vitaminas.
La nariz de Keenan se arrugó.
—Mamá me hace tomar vitaminas también. Dice que mantiene mis
huesos y músculos fuertes.
—También evitan que te vuelvas ciego —respondió Brecken, su
expresión mostraba que debió contenerse antes de decir eso.
Juzgué la intercepción antes que Keenan pudiera afanarse en ese
tema.
—¿Por qué no traes algunos de tus Legos para que el señor Connolly
pueda ver lo que has construido?
—Brecken —dijo—. Puedes llamarme Brecken. Si te parece bien.
Él y Keenan me estaban mirando, esperando. No estaba segura si
estaba bien que Keenan lo llamara así, pero supuse que no era del todo
inapropiado.
—Bien, ¿por qué no traes tus Legos para que Brecken pueda ver lo
que has construido?
Keenan ya estaba fuera de su asiento, sus pies subiendo las
escaleras, antes de poder levantarme de mi silla.
—¿Cómo están las cosas? —pregunté ahora que Keenan nos había
dejado solos. Por el tiempo que le llevara a recoger sus torres favoritas.
—¿Específicamente o todo? —Brecken me entregó su plato, sus dedos
rozando los míos.
—Lo que quieras responder.
Se movió en su asiento.
—Las cosas son extrañas. —Sus palabras fueron lentas, deliberadas—
. Solo me fui por seis años, pero a veces se siente como seis vidas. No
puedo recordar lo que es un taco, pero puedo recordar alguna ecuación
aleatoria que el Sr. Murdoch nos enseñó en álgebra. Es como si tuviera
que recoger fragmentos de mi pasado, uno a la vez. —Mientras colocaba
los platos en el fregadero, no esperaba que dijera nada más, pero lo hizo—.
Me siento perdido. Mi vieja vida parece un sueño, y esto se siente como si
estuviera viviendo la vida de otra persona. Los únicos momentos en que
siento vestigios de mi viejo yo es cuando estoy...
Su cabeza se volvió hacia la ventana mientras cerraba la boca. No iba
a terminar su frase. Entonces su cabeza giró hacia atrás, donde yo estaba
merodeando en el fregadero, sus ojos despejados.
—Cuando estoy contigo. —Sus palabras resonaron en las paredes de
la cocina—. Recuerdo quién era yo, quién soy, cuando estoy contigo.
Cuando le miré, mi corazón se instaló en mi garganta, mis manos se
curvaron sobre el borde del fregadero. Había sido otra vida. Yo había sido
otra persona. A quien él recordaba, esa chica a la que había amado, esa
persona, no estaba en la mujer a la que estaba mirando ahora. Esa chica
había muerto con ese chico. La mujer era un espejismo.
Keenan irrumpió en la habitación justo entonces, haciéndome saltar.
Sin darme cuenta, abríel agua para fingir que estaba lavando los platos
mientras Keenan extendía un montón de construcciones de Lego sobre la
mesa.
Brecken no me dijo nada más después de eso, se centró en Keenan,
que podría haber seguido hablando durante horas sobre cada estructura
como si fueran una proeza de ingeniería que rivalizara con las primeras
pirámides.
Le dejé una media hora más antes de enviarle a su habitación para
acostarse. Se quedó dormido casi al instante, la estatuilla del soldado de
Lego en su mano. Cuando volví a la cocina unos minutos más tarde, la
encontré limpia y vacía.
—¿Brecken? —llamé en voz baja, mirando la sala de estar.
—Aquí fuera. —Su voz llegó desde el porche. La puerta estaba abierta,
pero la luz estaba apagada. Cuando salí, Brecken volvió a entrar,
buscando la luz—. Lo siento. Todavía me molestan las luces a veces.
—Está bien. Déjalas así. —Cubrí el interruptor antes que pudiera
encenderlas—. A veces también me molestan. —Entorné la puerta,
dejándola abierta una grieta para poder oír si Keenan me llamaba.
Cuando pasé junto a Brecken, lo único que pude ver fue el blanco de
sus ojos. Pasar de la luz directa a la oscuridad era cegador. Era extraño
que al revés se sintiera igual.
—¿Quieres una cerveza? Crew tiene algunas en la nevera. —Al menos,
tenía anoche.
Sacudió la cabeza mientras se hundía en una de las sillas del porche.
—No, gracias.
—¿Algo más? —pregunté, tratando de recordar lo que había visto por
última vez en el armario de la oficina de Crew.
Sus dedos se curvaron alrededor del brazo de la silla.
—Me temo que, si me permito empezar a beber, nunca voy a parar.
Me moví hacia la otra silla.
—Conozco el sentimiento.
—¿No bebes?
—No.
Su cabeza se inclinó.
—¿Por qué?
—Porque he visto al alcohol convertir a los hombres en monstruos. —
Las palabras estaban fuera antes de sentirlas formarse. Incluso si pudiera
recuperarlas, no lo haría. Había aguantado tanto tiempo, que dejé que esa
sola partícula se sintiera como una victoria.
—Tienes que agradecerle a tu viejo. —Brecken miró a la noche, con el
pecho en movimiento—. Pero la bebida no hace al monstruo, solo lo libera.
Mis ojos se cerraron. Todo fue más oscuro.
Pasó el tiempo y lo dejamos, compartiendo el silencio juntos. Sin
embargo, era diferente, tenerlo cerca. La oscuridad, el silencio, era más
suave con Brecken cerca. Era casi reconfortante.
—Escucha, suspendí más de una clase de matemáticas en mi día,
pero un niño de cinco años y nueve meses de embarazo es igual a seis
años, ¿verdad?
Sabía que la paz no podía durar, pero no esperaba que se rompiera
así. Cuando me moví, una ola de dolor irrumpió en mi espina dorsal
debido a mi coxis magullado.
—Brecken…
—No estoy pidiendo una explicación. —Su silla chirrió cuando se
inclinó hacia adelante, su cabeza girando hacia mí—. Solo una
confirmación.
—¿Una confirmación de qué?
—Que estoy haciendo bien las matemáticas.
Su mirada era demasiado para sostenerla. No había acusación en sus
ojos, sin embargo, había perdón. Eso era más difícil de aceptar.
—Lo haces —susurré.
—Imagínate. —Se apartó de su silla, con las manos deslizándose en
los bolsillos mientras exploraba la tranquila calle—. Adiviné la única
respuesta en la que deseé haberme equivocado.
Levanté la cabeza.
—Hay una explicación.
—No me debes una. —Su cabeza apenas se sacudió—. Y no cambia el
resultado.
—¿Qué resultado?
Brecken dio media vuelta, señalando la casa detrás de mí antes de
indicarme.
—Ahora perteneces a otra persona.
No podía negarlo.
Sin embargo, tampoco pude confirmarlo.
—Está bien —continuó, con la garganta en movimiento—. Estoy feliz
de tenerte en mi vida. En cualquier forma que pueda. Incluso si incendiar
los huevos revueltos de vez en cuando me está salvando el culo.
Me levanté de mi asiento y me moví a su lado. Independientemente de
todo lo demás, estaba vivo.
—Estoy feliz de tenerte en mi vida de cualquier manera también.
Incluso si me está salvando el culo de otra cosa.
Su hombro tocó el mío.
—Te salvaré el culo cuando necesites ser salvada.
—¿Complejo de héroe? —Mi ceja se alzó hacia él.
—Mucho menos noble —respondió, bajando los ojos detrás de mí. Su
boca se estiró en una sonrisa—. Tienes un buen culo. Totalmente digno de
salvar.
Dándole un codazo, fingí consternación, pero vio a través del acto.
—Será mejor que me vaya. No quiero quedarme más tiempo del
apropiado. —Bajó los escalones, sujetando el pasamanos mientras los
tomaba de espaldas—. Déjame saber lo que decides decir a Crew. Si
decides decirle algo.
Crucé los brazos cuando me moví al borde del porche, observándolo
bajar un paso a la vez.
—Las cosas entre Crew y yo son…
—Complicadas. Sí. Estaba escuchando. Lo sé. —Brecken se detuvo
cuando entró en el camino—. No quiero hacer las cosas más complicadas
para ti, así que solo dime qué puedo hacer. A menos que quieras que te
complique las cosas, por favor, hazme saber cómo puedo hacer eso
también.
Estaba bromeando, el brillo en sus ojos lo decía, pero no totalmente.
Su rostro me lo dijo.
Cuando fui a contestar, todo lo que salió fue un suspiro.
—Escucha, estás con él, tienes un niño. Sé que eres su esposa. —Me
estaba mirando fijamente, todavía sosteniendo el pasamanos. No era capaz
de dejarlo ir—. Si quiere oírme decir eso frente a frente para que se sienta
mejor, lo haré.
—Sabes con qué pregunta seguirá Crew.
Asintió una vez.
—Preguntará si respeto que seas su esposa.
Mi silencio fue una confirmación.
—Bueno, eso es simple —dijo, su voz sonaba como la que recordaba.
No vaciló. No raspó. Sus ojos no dejaron los míos mientras retrocedía—. Le
diría que tengo la intención de mostrarle el mismo respeto que me mostró
cuando se mudó con mi chica semanas después de mi falsa ejecución.
E
sta ventana había sido un portal para una vida diferente. Al
principio, después del nacimiento de Keenan, había pasado lo
que parecían meses atrapada en casa con un recién nacido con
cólicos, balanceándolo en la silla que había subido a esta ventana.
Viendo a nuestros vecinos vivir sus vidas, de una ventana a la
siguiente, admirando la nieve cuando cayó, soñando con una vida
diferente que imaginaba justo al otro lado de ese cristal.
Ahora, veía otra cosa. Lo miraba. No había subido la vieja silla para
mirar por la ventana durante horas, pero tomaba unos pocos minutos
robados cuando nadie más estaba mirando. Sin embargo, esa otra vida se
sentía más lejana que el otro lado del cristal. En realidad, no era una vida
diferente la que estaba viendo. Era la vida de otra persona.
Crew estaba en su oficina terminando algunas cosas, mientras
Keenan estaba en su dormitorio, guardando algunos juguetes en su
mochila para hacerse cargo del almuerzo mensual del domingo con sus
abuelos. Yo estaba sola, tomaba mis momentos robados en la ventana.
Había pasado más de una semana desde la noche en que Brecken
vino a cenar. Aparte de por la ventana, no lo había visto. Mantuvo
distancia, y nosotros habíamos guardado la nuestra. Keenan no había
mencionado a Crew nada sobre nuestro invitado a la cena, y no pude
evitar preguntarme por qué. No era porque se hubieraolvidado de ello, pero
debía haber una razón. No le pedí que no lo mencionara porque no podía
arrastrar a nuestro hijo a una mentira, especialmente una tan peligrosa
como esta.
Crew fingió que nuestro nuevo vecino no existía, insistiendo en que la
cortina de la ventana que daba al este se mantuviera cerrada día y noche.
Sin embargo, la tensión atada a él parecía aflojarse cada día. Cuanto más
tiempo mantuvo su distancia Brecken, más parecía aceptar que el que se
mudara al lado no era un juego para robarme.
Brecken por lo general se quedaba dentro durante el día, pero estaba
fuera, en el porche, la mayoría de las mañanas y noches, luchando con
algún tipo de objeto pesado. Al día siguiente de mudarse, un banco, unas
cuantas pesas y unos estantes de peso fueron entregados y apilados en su
porche. Las cajas no se habían movido ni parecían haber sido
desembaladas, pero las pesas definitivamente habían tomado su
residencia en el lugar.
Pasaba horas allí fuera todos los días, gruñendo mientras levantaba
pesas, goteando sudor mientras entrenaba con ellas, casi como si
estuvieran luchando. Se estaba haciendo más fuerte. Estaba añadiendo
más peso a la barra, pesas más pesadas estaban siendo levantadas por
encima de su cabeza, se estaba recomponiendo.
A veces, lo observaba y deseaba que fuera así de fácil recomponer el
alma.
—¡Vamos a llegar tarde, Keenan! —La puerta de la oficina de Crew se
abrió de golpe, su voz resonó en la casa—. ¡Date prisa!
Tuve tiempo suficiente para cerrar la cortina y alejarme de la ventana
antes que Crew entrara en la sala de estar.
—Tienes el pastel, ¿verdad? El de la sección de congelados, no de la
panadería —preguntó Crew mientras ajustaba los puños de su camisa.
Vaciló en su lugar mientras lo hacía, pero cuando levantó la vista,
fingí no haberlo notado. Los padres de Crew no eran las personas más
fáciles de tratar, y por lo general necesitaba una copa o dos antes de hacer
nuestras visitas mensuales. No podía culparlo por ello. Si hubiera sido del
tipo de beber, habría tomado esos tragos con él.
—Tengo el pastel, el congelado, y los rollos caseros que tu madre me
pidió que llevase. Todo se ha empacado y está listo. —Sacando una
chaqueta del armario, la sujeté antes de coger la bolsa con el pastel y los
rollos.
—No has añadido demasiada sal esta vez, ¿verdad? —Crew miró su
reloj, observando las escaleras con una mirada impaciente—. Papá tiene
que vigilar su sal...
—Esta vez he reducido la sal a la mitad.
Cuando Keenan empezó a rebotar por las escaleras, exhalé, abriendo
la puerta principal. Estos almuerzos eran una prueba tan estresante para
mí como lo eran para Crew.
—¿Lo tienes todo? —Peiné el cabello de Keenan con mis dedos unas
cuantas veces antes de seguir a Crew por la puerta.
Ya estaba marchando por las escaleras, actuando como si
estuviéramos cinco minutos tarde, cuando probablemente llegaríamos
cinco minutos antes.
Sabíaque, según sus padres, eso eran cinco minutos de retraso.
—¿Tenemos que quedarnos mucho tiempo? —Keenan se quejó a mi
lado, siendo lo bastante inteligente como para mantener la voz lo
suficientemente baja para que Crew no oyera.
—Solo lo necesario, y ni un minuto más. —Tomé la mano de Keenan
mientras bajábamos las escaleras, tratando de ignorar la figura de pie en
el porche de al lado. Había dejado de levantar las mancuernas para
observarnos.
Quería saludar. Éramos vecinos, nadie podía acusarme de nada más
que de ser amable.
Pero si Crew lo veía, podría acusarme de más. Tal vez incluso tendría
razón.
En cambio, bajé mis gafas de sol sobre mis ojos e hice todo lo posible
para ignorar al hombre cuyos ojos estaban fijos en mí mientras me movía
por la acera. Afortunadamente, Crew estaba más distraído con lo que le
esperaba que por quién lo vigilaba.
Sus padres aún vivían en la misma casa en la que había crecido al
final de la manzana. Los bloques eran largos en esta parte de la ciudad,
más como tres bloques en las nuevas subdivisiones. La caminata solo nos
llevó unos minutos, pero parecía que estábamos viajando atrás en el
tiempo un par de generaciones.
La casa de Lester y Margaret Graves, donde los guisados, muebles
cubiertos de plástico y valores anticuados se desarrollaban.
Crew no dijo nada durante todo el camino. Solo mantuvo el paso
constante frente a nosotros, parecía que iba a la guerra en lugar de a una
comida con sus padres. Esperó en la puerta para que le alcanzáramos,
ajustando su cuello y gemelos una vez más.
—Compórtense —dijo, presionando el timbre. Supuse que su
sugerencia no era solo para Keenan.
Los pesados y medidos pasos de su padre se oían desde dentro. Crew
era un tipo de tamaño decente, hasta que estaba junto a su padre. Lester
se elevaba unos cuantos centímetros por encima de él y era más ancho por
un buen margen.
Aunque tenía cincuenta años, todavía conservaba el cuerpo y porte de
un hombre de la mitad de su edad. Era una figura intimidante a quien
claramente le gustaba que la gente lo viera de esa manera. Keenan y yo
hicimos nuestro mejor esfuerzo para mantener nuestra distancia, pero
Crew era de pensamiento opuesto. Se quedó al lado de su padre como un
compañero entrenado.
Cuando la puerta se abrió, Lester parecía sorprendido de vernos.
Entonces la realización se estableció.
—Es el cuarto domingo del mes. El único día que tenemos la suerte
de ser agraciados con la presencia de nuestro único hijo y su familia.
Incluso su voz era intimidante, aunque llevaba una sonrisa mientras
nos abría la puerta.
—¡Margaret! —exclamó Lester—. ¿Está listo el almuerzo?
—Cinco minutos más. Estoy cortando el pollo —respondió Margaret
desde la cocina.
Lester exhaló un aliento, agitando su brazo hacia dentro.
—No puedo cerrar la puerta a menos que entren. ¿Quieres pagar mi
factura de aire acondicionado?
Keenan estaba en silencio, mi constante sombra cada vez que
cruzábamos el umbral de la puerta principal. Había sido rechazado por
llorar en nuestra primera visita como familia. Tenía dos semanas de edad
en ese momento.
—Voy a ver si Margaret necesita algo de ayuda. —Le di al brazo de
Crew un apretón tranquilizador antes de pasar a la casa—. Keenan puede
ayudar a poner la mesa.
—Un chico no necesita saber cómo poner ninguna mesa. —Lester se
rió, Crew se le unió.
—Entonces le haré afilar los cuchillos o algo en su lugar —dije en voz
baja mientras nos conducía a Keenan y a mí a la cocina.
Como era de esperar, Margaret tenía todo bajo control. La plata
relucía, el cristal brillaba. La cocina casi impecable, aunque no había
terminado de preparar la impresionante comida.
—¿Con qué puedo ayudar? —Saludé, indicando la silla en la esquina
para que Keenan esperase. Ahora que era mayor, era más fácil dejarle por
su cuenta, pero intentar proteger los montones de porcelana fina de un
niño acaparador de dos años había sido un fracaso.
—Tengo todo bajo control —respondió, su enfoque inmóvil mientras
cortaba el pollo—. Gracias por la oferta, sin embargo.
No miró hacia arriba ni una vez. No hasta que terminó de colocar
cada pedazo de pollo en un plato de servir. Cuando me acerqué a su lado
para llevarlo a la mesa, me dio una sonrisa divertida antes de cargarlo ella
misma.
Cuando levantó la mirada, casi parecía sorprendida al ver al niño
sentado en la esquina, jugando con un par de sus figuras de acción.
—Hola, Keenan.
Las figuritas de plástico se detuvieron, los ojos azules de Keenan
parpadeando hacia la mesa.
—Hola —respondió con la misma voz vacilante que yo usaba en esta
casa.
—¿Por qué no tomas un asiento y tu madre prepara el sitio? —Ajustó
el plato sobre la mesa otro grado antes de inclinarse hacia atrás y apreciar
la disposición con un ojo crítico. Cualquier prueba que hizo, debió haberla
superado—. Voy a llamar a Lester y a Crew.
Cuando aparté todas las cosas de naturaleza extremadamente frágil
del asiento de Keenan, los otros estaban en la cocina y se acomodaban en
sus sillas. Lester se sentó en una de las cabeceras. Nadie se sentó en la
otra.
Nunca. Era una regla tácita. Aunque supongo que tendría algo que
decir al respecto si alguien lo intentara.
El almuerzo era un asunto silencioso la mayor parte del tiempo, un
patrón de eventos que había memorizado años atrás. Lester empezó
sirviéndose del plato principal antes de pasarlo alrededor de la mesa,
pasando al siguiente plato.
Crew y yo elogiábamos a Margaret por sus habilidades culinarias
mientras Lester usualmente tenía algo que objetar, ya fuera el asado
sabiendo demasiado raro o como, el mes pasado, mis rollos con demasiada
sal.
Más comer en silencio excepto por el rascado de los tenedores en los
platos de porcelana. Keenan rebotando en su asiento cuando se ponía
inquieto. Crew tiraba de su corbata mientras miraba su reloj. Era una
secuencia de acontecimientos que seguíamos sin orquestarlo de antemano.
—Alguien tiene una gran cantidad de espinacas en el plato —observó
Margaret, mirando a través de la mesa en el plato de Keenan.
Suspiré. Había intentadopinchar de su plato cuando nadie miraba,
pero claramente no me había esforzado lo suficiente. Keenan comía más
verduras que la mayoría de los niños, pero todavía tenía cinco años.
Crew volvió al aquí y ahora de cualquier escape que había
encontrado.
—Keenan —señaló con su tenedor el plato de Keenan—, termina tu
espinaca.
Las comisuras de la boca de Keenan bajaron exageradamente.
—No me gustan las espinacas —dijo, con apenas una voz
quejumbrosa que me hizo prepararme antes que Lester se aclarara la
garganta.
—¿Lo ves? ¿Cuántas veces tengo que decírtelo, Crew? —Lester apartó
su plato vacío y sacudió la cabeza—. Estás dejando que ese chico se vuelva
salvaje, dejándolo hacer lo que quiera, decir lo que quiere. Necesita
disciplina.
La madre protectora en mí se despertó con venganza. Encontré mi
cuerpo inclinado delante de Keenan, como si lo protegiera de Lester.
—Todos estos padres hippies criando a sus hijos con toda esta mierda
de disciplina positiva. Están criando una generación de cobardes sin
espina. —Lester resopló mientras se recostaba en su silla—. Recuerda mis
palabras. En el momento en que tu hijo sea un hombre, Canadá podrá
invadir nuestro país y asumir el control de los mariquitas que estamos
criando en estos días. Yo también les daré la bienvenida.
El calor se apoderó de mí. Keenan se estaba haciendo lo
suficientemente mayor para verse afectado por lo que escuchaba decir a
Lester, y no quería que mi hijo creciera creyendo que la gente podía decir
ese tipo de cosas. No quería que mi hijo creciera como Crew lo había
hecho, bajo el puño de hierro de un hombre que criaba soldados en lugar
de hijos.
Ya estaba tirando de mi silla para guiar a Keenan fuera de la cocina, a
pesar de las posibles consecuencias, cuando Crew dejó sus cubiertos,
levantando la cabeza hacia Lester.
—A mí tampoco me gustaban las espinacas cuando tenía su edad. No
es gran cosa.
La ceja gris de Lester se arqueó, una mirada con la que estaba
familiarizada acomodándose en su rostro. Era la misma que su hijo me
daba cuando lo desafiaba en algo.
—Por supuesto. ¿Qué niño lo hace? Pero te comiste la espinaca. Y
seguro que no te quejaste de ello en la mesa de la cena. —Los antebrazos
de Lester se posaron a ambos lados de su plato, con la mirada
inquebrantable.
Ni siquiera me había mirado y estaba deseando cambiarme de silla. El
tamaño de Lester intimidaba, pero era su actitud lo que lo hacía
amenazador. Me asustaba antes de casarme con su hijo... en los seis años
que habían pasado, me había vuelto aún más temerosa.
Los ojos de Crew fueron los primeros en apartarse, su postura lo
siguiente. Aclarando su garganta, señaló el plato de Keenan.
—Come tus espinacas, Keenan.
—Pero…
Crew tiró su servilleta sobre la mesa.
Keenan no estaba tan acostumbrado a las explosiones de ira de Crew
como yo. Hizo un buen trabajo ocultándolas a su alrededor, y mi prioridad
siempre fue protegerlo de ellas. Se podía ver, por la expresión en su rostro,
lo herido que estaba por el estallido de Crew. Intentaba ocultarlo, pero sus
ojos lo traicionaron. La primera lágrima tardó un momento en caer, pero
una vez lo hizo, el resto siguió justo después.
—¿Ves? Probando mi punto. —Lester levantó el brazo en dirección de
Keenan.
Me incliné más frente a Keenan, sintiendo mi propia explosión de ira
arrastrarse desde lo más profundo de mí.
—Tú solías llorar así, Crew. Siempre que tenías el golpecito más ligero
o el raspado más pequeño. —Lester se rió de esa manera oscura típica de
él, cogiendo un muslo de pollo del plato de servir—. Tú y tu hijo tienen
algo en común, ¿quién lo habría adivinado?
Crew no necesitaba que lo defendiera, y sabía que probablemente no
quería que lo hiciera, pero no pude evitarlo.
—Crew fue atacado por un hombre que estaba arrestando el mes
pasado. Terminó lo que quedaba de su turno antes de notar que
necesitaba ir a la sala de emergencias por un corte que recibió en el
proceso. Veinte puntos.
La atención de Lester estaba en mí ahora, sus ojos emitían algo que
parecía diversión. Su mirada se dirigió hacia el hombre que estaba a mi
lado en la mesa, quien me estaba dando su propia mirada. Una que era lo
contrario de agradecimiento.
—¿Ahora necesitas que te defienda tu esposa? —Lester gruñó,
rasgando el muslo de pollo—. ¿Necesitas una confirmación de tu hombría
o algo así?
Crew no dijo nada. En palabra o expresión. Se levantó de su asiento y
salió de la cocina. En medio de eso, logré poner la mayor parte de la
espinaca de Keenan en mi plato sin que nadie se diera cuenta. Bueno,
Keenan lo notó, pero la sonrisa que tiró de su boca mientras se limpiaba
los ojos me dijo que no corría riesgo de ser delatada.
—Keenan tiene que usar el baño. Enseguida volveremos —dije.
—Un muchacho no necesita que su mamá lo acompañe al baño,
contrariamente a la opinión popular de la época contemporánea —comentó
Lester mordiendo el pollo.
Apreté el puente de la nariz de Keenan mientras le daba un guiño
privado.
—Creo que tiene sangre en la nariz. No quiero que su bonita camisa
se manche.
Keenan colaboró, se levantó conmigo y salió de la cocina.
—Probablemente consecuencia de todo ese llanto —murmuró Lester
antes de salir del alcance del oído.
Crew no se encontraba en ninguna parte cuando pasamos por la sala
de estar en nuestro camino hacia el baño.
Supuse que podría estar a medio camino de regreso a nuestra casa,
aunque lo dudaba.
Crew era totalmente predecible. Se presentaba el último domingo de
cada mes, incluso si había estado enfermo con gripe.
Se quedaba para el postre y el café, cada vez, sin importar lo que le
dijera su padre o, en algunas ocasiones, cuando su padre no le decía nada,
como ni una sola palabra. Ni siquiera hola o adiós.
Casi nos chocamos con Crew cuando estábamos entrando en el baño.
—¿Qué estás haciendo? —Los bordes del rostro de Crew estaban
todavía húmedos. Había estado refrescándose. Era su modo preferido de
tranquilizarse cuando se abrumaba y no había una botella accesible.
Mis dedos volvieron a la nariz de Keenan.
—Creo que está a punto de tener una hemorragia nasal. No quería
que sangrase sobre nada.
Crew se deslizó junto a nosotros.
—Bueno, date prisa en regresar. Mamá estará sirviendo el postre
pronto.
—Enseguida—respondí mientras guiaba a Keenan dentro del baño
antes de cerrar la puerta.
Una vez bloqueé la cerradura, dejamos escapar un suspiro. Keenan se
apoyó en la pared como si estuviera tan agotado como yo.
—¿Cómo lo llevas?
Keenan hizo una mueca.
—¿No es hora de irnos todavía?
—Casi. —Estaba contando los minutos. No más de sesenta, quizás
cuarenta si teníamos suerte.
Suspiró, uno de aquellos largos, de cuerpo completo suspiros.
—¿Por qué el abuelo es tan malo?
Inclinándome en la pared frente a él, sonreí.
—Porque está triste, Keenan. Por lo general, las personas más
mezquinas son las más tristes.
Sus cejas se juntaron.
—Pero tú estás triste.
Mi pecho se apretó, no esperaba que una charla sobre Lester me
involucrara.
—¿Lo estoy?
Keenan asintió.
—Pero no eres mala.
—Me alegra oírte decir eso. —Tiré del cuello de mi suéter.
—Así que el abuelo es malo porque está triste... pero ¿por qué
estástriste?
—No estoy triste.
—A veces lo estas.
—Todo el mundo está triste a veces.
Keenan tuvo un momento de reflexión. Entonces sus ojos me
atravesaron, como si el niño de cinco años pudiera ver directamente en mí
de la manera en que su padre podía.
—Pero ¿por qué tú estás triste?
—Estoy triste, a veces, porque cuando envejeces, tienes que tomar
decisiones difíciles. Tienes que tomar decisiones cuando sientes que no
hay una buena solución. —Mi cabeza se volvió hacia la ventana del baño.
Otra hoja de vidrio a través de la cual mirar, otra barrera confirmando
mi encarcelamiento.
—Eso es lo que me pone triste.
Keenan se apartó de la pared y se acercó a mí. Su mano tomó la mía
como yo había tomado la suya tantas veces.
—Pero te hago feliz.
Era puramente una declaración, sin rastro alguno de pregunta,
calentó lo que se había congelado en mi interior después de recordar las
decisiones que tuve que tomar. Las que no estaba segura de haber hecho
correctamente.
—Me haces muy feliz.
—¿Y papá? ¿Te hace feliz?
Mi mano libre se elevó al rostro de Keenan.
—Sí. Tu papá también me hace feliz.
Moviéndome hacia la puerta, mantuve su mano en la mía.
—¿Listo?
—Supongo —murmuró.
—Cuanto antes comamos, más pronto podremos salir de aquí. Te
llevaré al parque más tarde, ¿de acuerdo? Podemos quedarnos todo el
tiempo que quieras.
Sus ojos se abrieron.
—¿Lo que yo quiera?
—Mientras lleguemos a casa antes de acostarse, no hay problema. —
Le revolví el cabello antes de salir al pasillo.
Ambos suspiramos antes de entrar en la sala de estar. Crew era el
único en ella, caminando lentamente detrás del sofá como si estuviera
esperando a que leleyeran su sentencia.
—¿Todavía están terminando? —pregunté.
Crew estaba a punto de responder cuando un ruido vino de la cocina.
Por el sonido, algo se había roto. Era un ruido que reconocía de mi propia
casa. Crew volvió a su paseo mientras yo empecé a dirigirme a la cocina.
—Quédate aquí, por favor —le dije a Keenan cuando empezó a
seguirme. Si había cristales rotos, no quería que se cortara.
Cuando estaba a punto de entrar en la cocina, Lester se marchaba.
Apenas me echó una segunda mirada mientras estiraba los brazos y
seguía hacia la sala de estar.
—El maldito pollo estaba secó de nuevo. Otra vez.
Cuando llegué a la cocina, encontré a Margaret en el suelo, parecía
estar acurrucada.
—¿Margaret? —Me acerqué a ella. Cuando su brazo salió detrás de su
espalda y su mano se levantó, frené, pero no me detuve—. ¿Qué ha
pasado?
Agachada a su lado, vi que estaba inclinada sobre el plato en el que
había servido el pollo. Debe ser lo que sonó al romperse. Recogía cada
pieza cuidadosamente, colocándolas en su regazo.
Cuando me moví para ayudar, empujó su mano para detener la mía.
—Lo tengo.
—Déjame ayudar.
—No necesito tu ayuda. Necesitas coger tu ayuda y dirigirla hacia tu
familia. Si descuido la mía como descuidas la tuya... —Dejó el resto sin
decir, aunque se explicó perfectamente con la mirada que me dio—.
Advertí a Crew cuando se casó contigo. No tener ninguna figura materna
alrededor mientras crecías... ¿Qué puede esperar un hombre cuando se
casa con una chica que no tiene un ejemplo de lo que debe ser una madre?
Dejé de intentar ayudarla con el desorden esparcido por el suelo.
Claramente no lo quería. Me incliné,de modo que se vio obligada a
mirarme y noté la marca roja que se extendía por su mejilla. Sus ojos no
estaban rojos de llorar o brillando por luchar contra las lágrimas. Parecían
tan duros y serios como de costumbre. Dudaba que siempre hubiera sido
así. Supuse que alguna vez hubo algún tipo de amabilidad en ella, una
vulnerabilidad, una razón para sonreír. No había nacido así; había sido
creada de esta manera.
Por un momento, me vi reflejada en sus ojos oscuros. Me vi en la
mujer dura y vacía arrodillada a mi lado, recogiendo los trozos dañados de
un plato. Se había convertido en esto debido a las circunstancias. Porque
había decidido quedarse con un hombre que abusaba de ella en más de un
sentido. Se endureció porque esa era la única opción en este tipo de vida.
Alzándome por encima de ella, finalmente le di mi respuesta.
—Suerte para mí, he tenido tu ejemplo. Y he aprendido todo lo que
necesito saber sobre ser una esposa y una madre de ti.
Después de eso, no podía salir de la cocina lo suficientemente rápido.
Verla así, echar un vistazo a lo que mi vida podría parecer en treinta años,
era una realidad demasiado dura para un domingo.
Crew y Lester estaban en la sala de estar, se instalaron en sillas
colocadas diagonalmente una de otra, mientras que Keenan había vuelto a
jugar con sus figuras de acción, esta vez ocultándose detrás del sofá. Era
un niño inteligente; fuera de la vista, fuera de la mente era la política a
seguir en esta casa.
—¿Cómo está tu amigo prisionero de guerra? —Lester crujió los
nudillos, sus grandes piernas estiradas delante de él.
Quería acercarme y golpearlo directamente en el rostro como él la
había golpeado. Quería que viera cómo se sentía que te tomaran por
sorpresa de esa manera, lo mucho que rompía la sensación de seguridad
de una persona. Cómo el ser golpeado por quien se supone debe
amarte,hacía que una persona se sintiera inútil... sin esperanza...
Y menos.
Menos de la persona que había sido. Menos de la persona que
estaban destinados a ser. Menos que una persona en absoluto.
—Era mi amigo. Ya no. —Crew miró hacia la cocina, probablemente
esperando que Margaret estuviera emergiendo con el postre para poder
salir de aquí.
—Por supuesto que no. —Lester chasqueó la lengua—. Hizo algo por
sí mismo. Ese es el tipo de hombre que este país necesita. Seis años en un
maldito campo de tortura iraquí y no pudieron romperlo. —Aplaudió, su
mirada fija en Crew—. Ahora, ese es un hijo que hace sentir orgulloso a su
padre. Jodidamente orgulloso.
Miré detrás del sofá. Keenan estaba distraído.
—Connolly apenas conocía a su padre. Lo abandonó de niño. —Crew
se movió en su silla, dirigiendo otra mirada a la cocina.
—Y mira cómo salió. Toda la nación sabe su nombre y tampoco lo
olvidará nunca. Es suficiente para pensar en lo que un chico que creció
con un padre real podría hacer si pone su mente en ello y aplica cierta
disciplina en su vida. —La boca de Lester se levantó cuando Crew volvió a
cambiar—. Entonces, ¿qué ha estado haciendo ese vecino héroe? Es tu
nuevo vecino, ¿verdad? Tal vez algo de esa grandeza se borrará.
La mano de Crew se deslizó por su muslo, su mandíbula apretándose
debajo de la piel.
—Se mantiene a sí mismo. Está desubicado. Probablemente lo va a
perder un día.
Lester contestó, agitando la preocupación de Crew:
—Deberías invitarlo. Hacerte su amigo de nuevo. Aprender de él.
—Prefiero no tener a un hombre mentalmente inestable sentado a la
mesa con mi familia si le llega un recuerdo repentino.
—Si la cabeza de ese chico fuera rompible, esos malditos terroristas lo
hubieran destrozado hace años. Su cabeza es de acero. Sus pelotas de la
misma materia.
Los nudillos de Crew estaban blancos.
—Lo que digas.
—¿Tú y Héroe no tuvieron una relación muy larga y caliente,
Camryn?
Cuando no respondí, la mirada de Lester se movió hacia mí. Cuando
Crew me vio de pie en el salón, parecía que acababa de notar mi presencia.
Estaba esperando mi respuesta también, pero no con la misma mirada de
anticipación.
—Por un momento. Hace mucho tiempo.
Lester crujió otro nudillo.
—Planeabas casarte con él, ¿verdad?
Tragué, me acerqué detrás de la silla de Crew y puse mi mano en su
hombro. Su mano encontró la mía.
—Pero luego me casé con Crew.
Lester soltó una risa aguda.
—Bueno, cariño, solo conseguiste experimentar de primera mano lo
que es ir de un héroe a un cero.
Los hombros de Crew se endurecieron. Lester nunca tuvo una palabra
amable que decir acerca de su hijo, pero normalmente no tenía tantas
crueles para servir.
Mi parte protectora subió a la superficie.
—Crew no es un cero.
Eso solo hizo reír a Lester otra vez.
—Bueno, seguro que no es un héroe, ¿verdad? —Se inclinó hacia
delante en su silla, esperando mi respuesta.
La mano de Crew se apretó alrededor de la mía, haciendo retroceder
cualquier pelea que tuviera en mí para discutir este tema por más tiempo.
Abrí la mano y me alejé.
Unos minutos después, Margaret apareció con el postre y el café. El
pastel que había traído de la sección de congelados en vez de la panadería
estaba cortado en precisas rodajas y servido en los mismos platos de
porcelana china en los que comíamos cada mes. El café se servía negro,
sin siquiera la opción de añadir leche o azúcar. Esta era una casa en la
que uno esperaba tomar café negro.
Margaret acababa de limpiar nuestros platos y nos despedíamos,
dirigiéndonos hacia la puerta, cuando Lester decidió que todavía no había
terminado con nosotros.
—¿Alguna idea de ampliar ese nido tuyo? —preguntó, mirando mi
estómago ante su hijo.
Crew levantó un hombro, alcanzando la manija de la puerta.
—Lo estamos intentando.
—Han pasado cinco años. —Lester sonrió torcido—. Esfuérzate más.
Esta conversación me estaba poniendo más incómoda que las
anteriores. También alcancé la manija de la puerta.
—He dejado a tu madre embarazada muchas veces —continuó Lester,
señalando a la cocina con desdén—, pero al único que pudo llevar a
término fue a ti —dijo sin ocultar cómo se sentía al respecto.
Keenan se volvió hacia mí, sus ojos brillantes.
—¿Vas a tener otro bebé, mamá?
Dando un suspiro interno, encontré una sonrisa. Lester y Margaret
nos habían preguntado muchas veces sobre los planes futuros de la
familia, pero Keenan había sido demasiado pequeño o demasiado
despreocupado para notarlo.
—No lo sé.
—Quiero un hermano o una hermana. Todos mis amigos tienen.
La puerta no podría haberse abierto en un mejor momento.
—Di adiós a tus abuelos, Keenan.
—Adiós. —Tomó mi mano mientras lo llevaba por la puerta.
—Y qué…
—Gracias —dijo al instante, saludando.
Crew y su padre intercambiaron su habitual despedida formal
mientras Keenan y yo nos dirigíamos por el sendero. Ambos respiramos
profundamente, tomando aire fresco como si hubiéramos sido privados de
él durante días.
—Buen trabajo —dije en voz baja, empujándolo mientras llegábamos
a la acera.
—Tú también. —La seriedad en su tono me hizo reír—. Buen trabajo
para ti también, papá, —dijo Keenan cuando Crew nos alcanzó.
Estaba sosteniendo su muñeca, sacudiendo su mano discretamente.
—¿Estás bien? —pregunté.
Su ritmo se aceleró.
—Estoy fantástico.
Keenan y yo tuvimos que apurarnos para seguirlo, pero el movimiento
se sintió bien después de estar encerrado en esa jaula durante dos horas
completas.
—Oye, ¿qué pasa? —pregunté cuando estábamos a mitad de camino.
Crew me ignoró. Nunca salía de esa casa con una sonrisa, pero
generalmente no estaba tan obviamente trastornado.
Sin embargo, su padre había sido particularmente despiadado hoy.
—Si no puedes soportar estar allí, ¿por qué seguimos yendo todos los
meses? —Bajé mi voz, viendo a Keenan correr delante de nosotros.
—Porque son mi familia, Camryn. Y para mí, eso significa algo. —La
caminata de Crew se detuvo, tirándome con él—. No sabes nada sobre la
familia, así que mantén tus opiniones sobre el asunto para ti.
El efecto dominó del odio. De Lester a Crew. De Crew a mí. Sin
embargo, no permití que siguiera más allá de mí, para evitar que se
extendiera hasta que todos a mialrededor hubieran caído. Era una víctima
de ello, pero no una perpetradora. Aunque supuse que habría un efecto
secundario por embotellar todo ese odio dentro. La única cosa a la que
permití que el odio llegase, era a mí.
Dirigí un montón de odio a mí misma.
Crew estaba frente a mí, esperando algo, sus dedos apretando mi
brazo. Sabía que lo que sea que estaba esperando, no podía dárselo. Nadie
podía.
Por el rabillo del ojo, noté un destello brillante de color al otro lado de
la calle.
—¡Crew! —gritó Gina, saludando mientras dejaba de correr—.
¡Camryn! —No lo gritó con el mismo nivel de entusiasmo, pero eso podría
haber sido porque estaba sin aliento de toda la carrera que nunca parecía
dejar de hacer. Comprobando el camino, corrió a través de la calle hacia
nosotros, usando un sostén deportivo que me hizo preguntarme una vez
más si estaba destinado a mantener los activos de una mujer o mostrarlos.
Crew se puso rígido cuando la vio, su mano dejó mi brazo para caer a
mi lado.
—Gina—dijo, su voz se elevó lo suficiente como para indicar que
estaba preguntando qué quería.
Se paró frente a nosotros, su piel brillaba de sudor, su pecho todavía
rebotando por la forma en que respiraba. Sus ojos vagaron por los dos.
—¿Almuerzo del domingo?
La cabeza de Crew se balanceó.
Más adelante, Keenan había notado que nos habíamos quedado atrás
y estaba corriendo hacia nosotros.
—¿Cómo está Brecken? —Ajustó su cola de caballo, mirando por la
acera hacia nuestra casa—.Las cosas han estado tranquilas, mucho más
silenciosas de lo que creía que estarían con él volviendo, y la ciudad no
parece estar invadida por los pap tal como pensé que sería.
Mi frente se arrugó.
—¿Los pap?
—Los paparazzi. —Ella me empujó con la mano como si estuviera
siendo graciosa.
Lo único gracioso aquí fue la forma en que estaba echando un vistazo
a mi marido en su mejor traje de domingo.
Nada como tener a una mujer medio desnuda teniendo fantasías con
tu marido delante de ti.
Sin embargo, me había acostumbrado. Gina había tenido algo por
Crew desde la secundaria, y había sido tan sutil acerca de ello entonces
como lo era ahora. Si sutil constituía prácticamente frotarse los senos
contra el brazo de un hombre casado.
—Está haciendo su vida. Realmente no lo vemos. —Crew olisqueó,
mirando a lo lejos. Estaba claramente enojadopor toda la charla de
Brecken de hoy.
—¿En serio? —Gina inclinó la cabeza, parecía confundida—. ¿Qué
hay de esa noche que estuvo en tu casa hace algo más de una semana?
Fue entonces cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo. Por
qué Gina había rebotado-barra-brincado. A saludarle. A joderme.
Gina también había tenido los mismos sentimientos por otra persona
determinada desde la secundaria, yo. Aunque no eran de afecto. Más del
tipo opuesto. Al parecer, Crew le había gustado incluso en aquel entonces,
y ya que a ella le gustaba... Ve a hacer las matemáticas básicas de perra
celosa.
Crew cruzó los brazos.
—No ha estado en casa.
—Juraría que era él. No es exactamente fácil de confundir. —La
atención de Gina se desvió hacia mí. Estaba aguardando una
confirmación. Esperando una.
Mis labios se mantuvieron sellados.
—Creo que estuvo allí un rato. Alrededor de la hora de la cena. Y
todavía estuvo por un par de horas después. Pensé que estabas allí, en el
porche con ellos, pero tal vez eran solo Camryn y él. —Gina mordisqueó los
extremos de su cabello como si no hubiera querido decir tanto. Aunque
había querido decir exactamente eso y más.
—¿Camryn? —Crew se volvió hacia mí—. ¿De qué está hablando?
Keenan había regresado y sabía que algo andaba mal. Su cabeza se
movía entre Crew y yo.
—Lo invitamos a cenar —dije—. Para ser amables.
La expresión de Crew no cambió, pero su rostro enrojeció. Comenzó
en sus orejas, extendiéndose a través de su rostro, su cuello.
—Se iba a morir de hambre, papá —Keenan se levantó, caminando
entre los dos—. Quemó los huevos.
—Está acostumbrado a morirse de hambre. Habría sobrevivido. —La
voz de Crew tembló—. Claramente puede sobrevivir a casi cualquier cosa.
La mano de Gina se cubrió el pecho.
—Oh Dios. No lo sabía. —Su otra mano se dirigió a su pecho—. No
estabas allí. No lo sabías. Debería haberme dado cuenta de eso por la
mirada que me diste, Camryn, lo siento. —Intercambió una mirada
conmigo que parecía amistosa, pero era lo opuesto debajo de la
superficie—. Seguro que no fue nada. Solo un par de viejos amigos que se
ponen al día.
Cuanto más decía, más se oscurecían los ojos de Crew. El monstruo
dentro estaba despertando.
—También nos invitó para que cenáramos algún día, papá. —Keenan
tomó mi mano, todavía entre nosotros.
Sabía que algo andaba mal y, a los cinco años de edad, intentaba
proteger a su madre.
Nunca quise eso de él, sin embargo. Nunca quise que mi hijo creciese
sintiendo que necesitaba protegerme, que era su trabajo.
Su trabajo era ser un niño.
—A los tres —agregué, ignorando a Gina mientras se excusaba para
terminar su trote.
Sabía que no sabía lo que estaba haciendo, al menos no todo el
alcance, pero estaba muy lejos de ser inocente. Le dio un pequeño apretón
al brazo de Crew mientras pasaba, con los ojos ofreciendo algo que no
creía que fuera aprobado por su marido.
—¿Qué piensas, papá? ¿Podemos cenar con Brecken un día? —
Keenan preguntó mientras Crew nos movía por la acera.
—No voy a poner un pie en la casa de Brecken Connolly. —El cuello
de Crew rodó, sus ojos se estrecharon cuando nuestras casas aparecieron
a la vista.
Keenan despegó de nuevo, ahora que nuestra casa estaba a unos
metros. No podía esperar a quitarse la ropa de vestir después del almuerzo
del domingo.
—¿Por qué no te gusta? —le pregunté a Crew, levantando la cabeza y
los hombros para dar la ilusión de fuerza—. No te odia. Aunque tenga una
razón para hacerlo.
—¿Por qué? ¿Porque me casé con su novia, quien se fue a la cama
conmigo semanas después de su muerte? —Una corriente de aire salió de
su boca—. Por favor, le hice un favor.
—Te hiciste un favor. —Con eso, supe que había cruzado el límite.
Sabía que tendría consecuencias.
—No quiero que lo veas de nuevo —anunció con una voz que no
contenía argumentos mientras avanzaba por los escalones del porche.
—Vive justo al lado.
Crew se detuvo.
—No quiero que vuelvas a verlo. —Su voz era oscura, baja—. Si sale a
su porche y tú estás regando las flores, vas dentro. Pasa por una ventana
por la que estás mirando, tú te apartas. Viene a la puerta porque algo de
nuestro correo terminó en el suyo, finges que no estás. Comienza a tener
un ataque al corazón y necesita RCP, lo dejas morir.
Keenan había desaparecido para cambiarse, así que no estaba cerca
para oír lo que Crew estaba diciendo, pero no siempre sería así.
Eventualmente oiría algo, si no lo había hecho ya. El tirón de un cinturón
o la explosión de una acusación. Tuve una súbita necesidad de agarrar a
Keenan y alejarme de aquí.
Para siempre. Por su bien. Como debería haber hecho justo después
de su nacimiento.
Estaba dispuesta a sacrificar mi propia vida, pero no la de mi hijo.
Subí las escaleras hacia Crew, cansada de estar asustada. Cansada
de respirar el miedo.
—Brecken ya murió. No puede morir otra vez.
Por un momento, Crew me miró como si no me reconociera. Eso no
duró. Inclinándose, su mano encontró mi cintura. Traté de no retorcerme
mientras sus dedos se clavaban, arañando mi cadera como si estuviera
tratando de exhumar lo que quedaba de mi espíritu para aplastarlo.
—Espero que me dé la oportunidad de demostrar eso. —Su boca se
mantuvo cerca de mi oreja, su mano apretando mi carne por un minuto
más antes de soltarla y entrar en la casa.
Me quedé allí, con el pecho agitado, la cabeza palpitante, mirando el
umbral. Sabía lo que pasaría cuando lo cruzara. Sabía lo que me esperaba
más allá. Cuando escuché el tintineo de las botellas en la oficina de Crew,
me estremecí. Fue una respuesta condicionada. Un comportamiento
aprendido. El tintineo de vasos precedía a la insurgencia de mi pesadilla
viviente.
—¡Keenan! —llamé, acechando fuera de la puerta.
Sus pies golpearon las escaleras.
—¿Sí, mamá?
—¿Tiempo de parque?
Su rostro se iluminó mientras terminaba de bajar por las escaleras.
—¡Tiempo de parque!
—Vamos. —Le dije que saliera por la puerta, mis ojos volando hacia la
puerta de la oficina medio abierta. Podría haberle dicho que nos íbamos, a
dónde íbamos, y cuándo volveríamos. Pero no cambiaría lo que encontraría
esperándome cuando volviera y cruzase el umbral.
Cuando Keenan y yo bajamos las escaleras, noté que alguien nos
miraba. No era el hombre que uno esperaría que estuviera preocupado.
Brecken nos observaba desde las sombras de su porche, sus manos
apoyadas en la barandilla, sus cejas juntas. Por su expresión, parecía que
estaba tratando de averiguar algo, pero con la forma en que se aferraba a
labarandilla, ya lo había hecho.
No dijo nada. No nos siguió. Simplemente estaba observando, como si
estuviera tratando de decirme algo. Que conocía mi secreto. O que sabía
que tenía uno. De cualquier manera, sabía que Brecken no se detendría
hasta que lo hubiera descubierto. Lo haría, más pronto que tarde, y una
vez lo hiciese, sabría que teníamos una cosa más en común.
Tortura
K
eenan estaba dormido. Verdaderamente dormido, no del tipo
falso que a veces fingía para que lo cargara del sofá a su cama.
Era la primera vez que no me había rogado por unos minutos
más en el parque antes de venir a casa. También era la primera vez que
nos quedábamos en el parque hasta las diez de la noche.
La tarde había transcurrido hasta la hora de la cena y esta se fusionó
con la noche. Habíamos tenido un día tan simple y despreocupado, había
estado tentada a no irme jamás del banco del parque en el que Keenan se
había quedado dormido sobre mí. Podríamos simplemente quedarnos aquí
para siempre. Felices, a salvo, jugando a perseguirnos.
La cosa sobre vivir la vida que tenía era que las fantasías nunca
duraban mucho. Siempre había algo cerca para estrangular la vida fuera
de ti. Esta fantasía en especial.
Cuando la casa apareció a la vista, mis pasos desaceleraron. No
estaba apurada. Al mismo tiempo, estaba apurada para que se terminara.
Keenan no se había movido ni una sola vez durante el medio
kilómetro de camino a casa desde el parque, y agradecí que encontrara tal
pacífico y profundo sueño. Ese había sido en parte mi plan al llevarlo al
parque. Dejarlo correr, saltar y gritar hasta cansarse y dormir como si
estuviera en coma.
Mis brazos ardían por cargarlo, pero era la clase de ardor que me
gustaba. Era la sensación de mi cuerpo siendo fuerte, luchando contra el
agotamiento. Era saber que era lo suficientemente fuerte como para cargar
a mi hijo toda la noche.
Mientras me acercaba miré la casa de al lado sin darme cuenta, pero
cuando lo hice, me concentré en ésta mientras subía el camino de entrada.
La casa de Brecken estaba a oscuras; no estaba o estaba dormido.
Los escalones no crujieron cuando los subí. Tal vez porque me había
convertido en más voyeur que humana.
La puerta estaba sin seguro, abierta una franja. Una invitación. Un
hogar dando la bienvenida.
Mi pulso hacía eco en mis oídos, mis pulmones se tensaron cuando
entré. Él estaba esperándome en alguna parte en la oscuridad. No podía
verlo, pero podía sentirlo. Estaba cerca. Prácticamente podía saborear el
whisky en el aire.
—¿Dónde has estado? —La voz de Crew era casi irreconocible,
arrastrándose por el licor, suave por la ira—. ¿Esposa?
Seguí avanzando hacia las escaleras, sin atreverme a parar. Estaba
recostado en su silla de la sala de estar, sentando en el cuarto a oscuras.
El vaso del que bebía captaba fragmentos de la luz que se filtraba a través
de la ventana detrás de él. Se veía amenazador. Era un comportamiento
que dominaba desde hace años, perfeccionándolo recientemente.
—El parque —respondí, quitándome los zapatos antes de subir el
primer peldaño, rebuscando el resto de energía en mi poder.
—¿Por ocho horas? —Los cubos de hielo en su vaso tintinearon
cuando terminó de beber lo que quedaba—. Si no lo supiera mejor, diría
que estás intentando evitarme.
—Déjame llevarlo a la cama, Crew. —No esperé por permiso; seguí
subiendo las escaleras—. Entonces podremos hablar.
Hizo girar los cubos en su vaso, el blanco de sus ojos brillando.
—Sabes lo mucho que me gustan nuestras charlas.
Un temblor bajó por mi espalda, pero seguí subiendo, prácticamente
empezando a trotar cuando llegué al segundo piso. No había cómo salir de
esta prisión. Tenía ventanas y puertas, y tenía la apariencia de un lugar
del que una persona podría entrar y salir, pero era mentira. Estaba atada
a esta cárcel, una prisionera que algún día moriría en su celda. Había
aceptado mi destino, pero mi hijo no tendría el mismo.
Nunca.
Moviéndome tan rápido como mi agotado cuerpo podía, bajé a Keenan
sobre su cama, luego le quité sus zapatos antes de meter las mantas
alrededor de él. Le coloqué sus auriculares para eliminar los sonidos del
exterior, asegurándolos en sus orejas. Algunos padres se los compraban a
sus hijos para ahogar el ruido de los aviones; yo los compré para ahogar
los sonidos que explotaban en esta casa de noche.
—Dulces sueños —susurré, muy preocupada por despertarlo si
besaba su frente.
Saliendo de su cuarto, cerré su puerta sin hacer ruido. Mis ojos se
cerraron, dejando salir el suspiro que había estado conteniendo desde que
crucé el umbral de la puerta. Keenan estaba acostado. Yo estaba lista.
Unos pasos después, noté que Crew no estaba donde lo había dejado.
Había subido al segundo piso y estaba apoyado contra la cima de las
escaleras. También estaba oscuro aquí, pero Crew era una criatura de la
oscuridad. Podía ver en esta, se esforzaba en esto, se regodeaba de ello.
Puede que yo no fuera capaz de verlo, pero por la forma en que sus labios
se estiraron para revelar un brillante juego de dientes, supe que él podía
verme muy bien, no pasé por alto la forma en que mi pulso se estaba
disparando.
—¿Te he dicho últimamente lo hermosa que eres? —Su voz se
extendió a mi alrededor, enterrándome en sus redes.
—No. no lo has hecho. —Mis manos estaban empezando a temblar,
así que las uní a mi espalda. Mientras más asustada me ponía, más miedo
podía él percibir en mí, más alimentaba su adicción.
Su adicción al poder. A ejercerlo. Forzarlo. Mostrarlo.
—Tal vez es porque no me has mostrado lo hermosa que eres
últimamente. —Su mano frotó su barbilla, sus ojos recorriéndome—.
Quítate el vestido.
—Crew —susurré.
—Quítatelo. O te lo quitaré. —Sus manos bajaron a su cinturón,
abriéndolo.
Que él me lo quitara involucraba más ruido, y estando aquí arriba,
tan cerca al cuarto de Keenan, no era algo que quisiera hacer.
Quitándome el suéter, lo dejé caer en la alfombra detrás de mí.
Cuando estiré mis manos atrás para bajar el cierre de mi vestido, los
dedos de Crew dejaron su cinturón.
—¿Te lo follaste?
Bajando las tiras por mis brazos, dejé el vestido caer a mis pies.
—No.
Los ojos de Crew recorrieron mi cuerpo.
—¿Querías?
Mis piernas temblaban, pero me acerqué. Cada paso más cerca de él
nos alejaba más de Keenan.
—No.
—Me mentiste. —Sus manos volvieron a la vida, sacándose el
cinturón de sus pantalones, un ojal a la vez.
No discutí que nunca le había mentido, que simplemente no le conté
al respecto. Eso solo inspiraría más violencia.
—Lo sé. —Deteniéndome a unos metros, hice que mis ojos
encontraran los suyos. Ahora que estaba más cerca, podía ver en la
oscuridad también—. Estoy lista para aceptar mi castigo.
Su frente se arrugó, el extremo de su cinturón cayendo al suelo.
—Por lo general no estás tan dispuesta.
—Sé que cometí un error. Sé que te molesté. —Mi voz no estaba
temblando, pero todo dentro de mí lo hacía.
Crew casi parecía decepcionado.
—El resto. —El alcohol perfumaba el aire alrededor de mí por su
aliento.
Había bebido mucho. Más de lo normal.
—Quítatelo.
Mientras empezaba a enrollar el cinturón alrededor de su puño, mis
pies me hicieron retroceder un paso. No lo pasó por alto. Su boca se curvó
en un costado. Enfocándome en mi respiración, intentando que me diera
fuerzas, me quité el sujetador y luego me quité la ropa interior.
Observándome, se frotó su entrepierna, gruñendo mientras acariciaba
lo que se tensaba en su cremallera.
—Gírate. —Cuando lo hice, un gemido ahogado salió de él—. Tan
jodidamente hermosa.
Lo sentí elogiarme de la forma en que un artista lo haría con su obra
de arte. Cuando sus dedos rozaron mi espalda, me estremecí.
—Al suelo.
Mis piernas temblaban ahora. No podía controlarlas. Había pasado un
tiempo desde la última vez, meses, pero todavía recordaba el ardor del
cinturón. Todavía podía recordar el sabor de la sangre por morderme la
lengua para no gritar y despertar a Keenan.
Apenas me había puesto de rodillas y apoyada en mis codos cuando el
primer azote estalló en mi espalda. Mi cabeza cayó al suelo, un grito
ahogado salió de mi boca antes de poder tragarlo.
—¿Todavía lo amas? —Crew dejó que el extremo del cinturón rozara
mi espalda como si intentara suavizar el dolor.
Mi cabeza negó mientras luchaba por recuperar la función de mis
pulmones.
—No.
Otro azote. Para este había estado preparándome, así que ningún
sonido salió de mis labios. Dentro, todo estaba gritando. Todo mi cuerpo
temblaba ahora, lágrimas caían por mis mejillas por la clase de dolor que
demandaba que pagara con estas.
—Admítelo. Sé honesta. Deja de mentirme, y me detendré. —Esta vez
fueron sus dedos los que rozaron mi espalda, su respiración acelerada por
el esfuerzo y la excitación.
Cuando me negué a responder, la punzada de su cinturón azotó a lo
largo de mi espalda baja. Mis piernas cedieron por un momento mientras
mi cuerpo sudaba. Nunca antes me había desmayado de dolor, pero
supuse que estaba lo suficientemente enojado para que esta fuera la
primera vez que lo experimentase.
—Sé que piensas que es mejor hombre que yo. Lo veo cada vez que
me miras. Cada vez que lo miras.
Otro azote envío un dolor ardiente disparado a través de mí, cegando
mi visión. Un par más siguieron inmediatamente. Los gruñidos de esfuerzo
de Crew se mezclaron con el chasquido del cinturón contra mi piel, hasta
que se volvieron uno. Él, el cinturón, se convirtieron en un ser.
—Admítelo. Dilo en voz alta. —Se detuvo, teniendo que descansar
contra la pared detrás de él mientras luchaba por recuperar el aire.
El cinturón colgaba de su mano, y eso fue en lo que me encontré
concentrándome mientras miraba detrás de mí. Un objeto inanimado. Algo
que una persona usaba para mantener sus pantalones en su sitio. Un
instrumento de tortura.
Por la mirada en su rostro, Crew estaba pasando a la siguiente fase…
arrepentimiento. Donde me tomaría en brazos, atendería cualquiera que
fueran las heridas que me había provocado, todo el tiempo susurrando
palabras cariñosas y recordándome su amor infinito por mí. Algunas veces
me cargaba a la cama después de eso, se metía dentro de mí, y me
prometía que nunca más me lastimaría. Se mecía hasta quedarse dormido
después de dejar su semilla en mi interior con la promesa de llenarme con
otro hijo.
Esas noches, esperaría hasta que estuviera respirando rítmicamente
antes de salir de debajo de su sofocante cuerpo, y me escapaba al baño
para tomarme la píldora anticonceptiva que él no sabía que tomaba. Luego
me metía a la ducha y no salía hasta que lavara cada gota de su semilla
entre mis piernas.
La fuerza era algo extraño. La forma en que nos llenaba en un
momento, dejándonos al siguiente. Había sido la persona más fuerte del
mundo antes. También había sido la más débil. La fuerza no era una
garantía. Era un capricho voluble que iba y venía cuando quería.
Me visitó de nuevo en ese momento.
Colocando mis manos y pies debajo de mí, empecé a levantarme. Mis
piernas temblaron, el resto de mí parecía estar a punto de derrumbarse,
pero no me detuvo hasta estar de pie frente a él. Cuando me notó, se
apartó de la pared en la que había estado descansando. Su rostro estaba
moteado de sudor, sus pupilas tan dilatadas que no podía notar dónde
empezaba o terminaban sus iris.
—Dilo. —Su mandíbula se apretó mientras se acercaba a mí.
Retrocedí un paso, pero me siguió. Imitó cada paso hasta que no pude
ir más lejos sin bajar las escaleras.
Mis ojos se elevaron a los suyos. Los mantuve ahí por lo que pareció
un minuto entero. No dije nada. Solo le dejé saber que lo veía por quien
era, lo que era. No el hombre que había prometido amarme por la
eternidad… sino el que se empeñaba en atormentarme hasta acabar
conmigo.
—Dilo. —Los ojos de Crew brillaron, su pecho chocó contra el mío.
No parpadeé mientras cedía a su petición.
—No necesito decirte que es un mejor hombre. Con cada golpe, cada
palabra, demuestras que lo es.
Vi el rostro de Crew desmoronarse.
Por medio segundo.
Justo antes de ver la rabia arder en sus ojos.
Inclinándose, su voz se cernió sobre mi oído.
—Te amo.
Mi piel se erizó por el tono de su voz… antes de sentir sus manos
empujarme. Con fuerza.
No supe que estaba cayendo hasta que mi cuerpo se estrelló contra
las escaleras, sintiendo como si me desgarrara, un peldaño a la vez.
Extremidades rodaron sobre extremidades, enredándose entre sí mientras
caía por la escalera, un viaje sin fin desde la cima hasta abajo.
El sonido de mi cuerpo golpeándose se había detenido, pero todavía
tenía la sensación de caer, una a una, las sensaciones gotearon hasta mi
consciencia. La sensación del frío suelo de madera a mis espaldas. El
palpitar de mis muñecas y tobillos. El cálido goteo extendiéndose en mi
rostro.
No estaba muerta. Pero tampoco estaba viva.
—Oh, mierda. ¿Qué he hecho?
La voz de Crew hizo eco desde arriba, tan similar a la de un niño que
entreabrí mis ojos para asegurarme que Keenan no se había despertado.
Sin embargo, solo era Crew, el monstruo de nuevo en su jaula. El hombre
me miró, parpadeando como si intentase convencerse de que estaba
soñando.
Mi cuerpo estaba empezando a reaccionar, una extremidad a la vez,
cada parte palpitando. Crew empezó a bajar las escaleras, tambaleándose
en un par, sosteniéndose antes de caer también.
—¿Qué he hecho? —susurró para sí mismo, pareciendo temeroso de
mirar mi cuerpo mientras pasaba sobre este en su viaje a la puerta.
No lo llamé. No le rogué que se quedara o le advertí nunca regresar.
Solo lo dejé ir, rezando que fuera donde fuera, se quedara. La puerta se
abrió, rebotando contra la pared mientras Crew escapaba por esta. Estaba
huyendo de algo. Estaba también siendo perseguido por algo.
Fuera, en el patio, escuché ruido. Voces.
—¿Crew? —Era Brecken—. ¿Qué pasa? Escuché algo.
Crew sonaba como si estuviera diciendo algo, pero era lo mismo, una
y otra vez, muy suave para que lo escuchara.
—¡Crew, detente! —El sonido de los pasos desiguales de Brecken
sonaron en la acera, seguido por el crujido de la puerta de un auto siendo
abierta.
Finalmente pude escuchar lo que Crew estaba diciendo.
—Necesito ayuda. Necesito ayuda.
—¿Qué demonios? —La voz de Brecken se hizo más fuerte, el sonido
de más movimiento—. ¿Lo que hay en tu camisa es sangre? ¿Es su
sangre?
Crew repitió esas dos palabras antes de escuchar el sonido de su auto
encendiéndose.
—¿Dónde está? ¿Dónde está Camryn? —Brecken estaba gritando
sobre el ruido del motor, sonando como si golpeara la ventana—. ¡Sal del
auto!¡Sal del maldito auto!
Más golpes, seguidos por el chillido de neumáticos sobre el asfalto
mientras el auto de Crew aceleraba. Brecken gritó el nombre de Crew un
par de veces más. La cadencia desigual de sus pasosacelerados se escuchó
unos momentos.
Tratando de apartarme de las escaleras para encontrar algo con lo
que cubrirme o esconderme, no pasé por alto el sonido de mi nombre
siendo gritado. Los pasos arrastrados haciéndose más fuertes antes que
empezaran a subir por las escaleras, sonando como si hicieran temblar
toda la casa.
—¡Camryn! —Entró por la puerta antes que tuviera oportunidad de ir
a algún lado, sus ojos escaneando el cuarto por un momento antes de
encontrarme. Se ampliaron cuando me vio, su garganta moviéndose.
Antes que gritara algo más, llevé mi dedo a mi boca y apunté arriba.
Que la puerta de Keenan siguiera cerrada era el único milagro que
necesitaba esta noche. No había visto nada. No había oído nada.
Eso era lo que importaba.
—¿Qué demonios? ¿Qué diablos pasó? —La voz de Brecken fue más
suave mientras se movía tan rápido como podía hacia mí. Se detuvo en
seco, sus ojos moviéndose al teléfono de la cocina—. Voy a llamar al 911.
—No. Brecken no. —Poniendo una mano debajo de mí, me las arreglé
para enderezarme.
No pareció notar mi desnudez hasta ese momento.
—Camryn, ¿qué demonios? —Su voz se rompió, sus ojos mirándome
mientras se movía hacia una silla para tomar una manta. Se detuvo frente
a mí, arrodillándose lentamente. Apartó la mirada mientras envolvía la
manta sobre mi cuerpo, su mandíbula tan apretada que parecía a punto
de romperse—. ¿Te hizo esto?
Su mano pasó la punta de la manta sobre mi hombro, dejándola ahí
cuando terminó. Mis ojos se cerraron. No estaba preparada para
responderle. No me sentía lista para explicarle nada de esto. Había
soportado mi tormento en silencio por tanto tiempo, que parecía casi
imposible hablar al respecto.
No había una parte de mí que no se sintiera como si estuviera en
llamas o hubiera sido quemada, y mi cabeza estaba a punto de explotar
con las palpitaciones aumentando cada vez más. Sentándome un poco
más erguida, una punzada de dolor recorrió mi pierna, arrugando mi
rostro.
—Voy a conseguirte ayuda.
Cuando empezó a levantarse, tomé su mano.
—No necesito esa clase de ayuda.
—Necesitas puntos. —Señaló mi frente, la fuente de calor cayendo por
mi rostro—. Puede que te hayas roto algo. —Su mano se abrió para hacerle
espacio a la mía antes de cerrarla alrededor.
—No necesito puntos, y no tengo nada roto —dije.
—No lo sabes.
—Sí, lo sé. —Agarró el extremo de la manta cuando me enderecé más,
para evitar que se cayera de mi cuerpo—. Sé qué necesita puntos. Y sé
cuando algo está roto.
—¿Cómo lo sabes? —Su lengua se movió al interior de su mejilla—.
¿Cómo demonios sabes eso, Camryn?
El sonido de una puerta chirriando al abrirse detuvo mi corazón,
justo antes de escuchar una voz somnolienta llegando desde arriba.
—¿Mamá?
—No puede verme así —susurré, mirando hacia arriba. Apreté la
mano de Brecken mientras intentaba deslizarme del pie de la escalera.
Imaginar a mi niño viéndome así me espabiló. Quería prometer cualquier
cosa, decir lo que fuera necesario para salvarlo. Protegerlo de la vida en
que había nacido—. Brecken,¿por favor? No quiero que todo por lo que he
pasado sea en vano. No puede verme así. Por favor.
También estaba mirando arriba ahora, luchando con sus propias
emociones.
—¿Me dirás qué sucedió? ¿Qué ha estado pasando? —Sus ojos
regresaron a los míos. Una tormenta estaba librándose en ellos, pero a
diferencia de Crew, era capaz de controlar su rabia. Controlaba sus
emociones en lugar de permitir que lo controlaran—. ¿Me contarás todo?
Daría cualquier cosa por proteger a mi hijo. Había dado mucho.
—Sí —prometí, soltando su mano para poder continuar moviéndome
fuera de la vista,por si Keenan bajaba las escaleras.
—¿Mamá?
Brecken ya estaba subiendo los escalones, un pie más rápido que el
otro.
—Bajaré tan rápido como pueda.
El aliento que había estado conteniendo salió.
—Gracias.
Una vez me alejé un poco más de la vista, me detuve para recuperar
el aire.
—Hola, hombrecito. Tu mamá está encargándose de algo rápidamente
y me pidió que viniera a ver cómo estabas. —Sorprendentemente, la voz de
Brecken no reveló nada. Sonaba como si no hubiéramos estado haciendo
nada más que hablar tomando limonada en el porche delantero—.
¿Quieres que te vuelva a llevar a la cama?
—¿Mamá está bien? Creí escuchar ruidos.
Hubo un silencio.
—Está bien. Estoy aquí ahora, así que no debe preocuparte que algo
le suceda. O a ti. —Otra pausa, el sonido de Brecken aclarándose la
garganta—. Vamos a la cama.
Asomándome por la pared, vi a Brecken arrodillado frente a Keenan.
—Dile a mamá que la amo. Y dile que gracias por llevarme al parque.
—Keenan se frotó los ojos, bostezando—. Mejor dile que gracias por todo.
Así queda todo cubierto.
Brecken se rió con un suave tono y luego pasó sus brazos alrededor
de Keenan antes de levantarlo.
—Lo haré —dijo, cargando a Keenan hasta su cuarto.
Esperé hasta que desaparecieron dentro del cuarto antes de intentar
levantarme. Iba a doler como el infierno, pero necesitaba entrar al baño y
empezar a limpiarme y vendarme. No solo no quería que Keenan me viera
así… tampoco Brecken.
Cuando puse peso en mi pie, llamas ardieron por mis piernas,
extendiéndose al resto de mi cuerpo cuando empecé a caminar. El costado
derecho de mi cuerpo había tomado toda la caída y probablemente tendría
una colección horrible de moretones por unas semanas. Tenía bastante
ropa para ocultarlos, pero la ola de calor que vivíamos estos días podría
haber llegado en un mejor momento.
Mi muñeca mala estaba palpitando, pero no creo que se hubiera
dislocado de nuevo. El peor dolor venía de mi espalda, la cual se sentía
como si hubiera sido abierta hasta el músculo por el cinturón.
Manteniendo la manta alrededor de mí, entré al baño del piso de abajo. Lo
primero que hice fue abrir la ducha para calentarla. El agua lavaría la
sangre, y el calor aliviaría el dolor de mis músculos.
Antes que el vapor tuviera oportunidad para cubrir el espejo, examiné
lo peor de mis heridas. El corte en mi frente estaba debajo de la línea de
mi cabello. Estaba sangrando demasiado y podría necesitar la ayuda de un
poco de pegamento, pero sobreviviría sin los puntos.
Girándome para ver mi espalda, suspiré de alivio cuando miré el
daño. Solo un par de azotes estaban abiertos, un par de gotas de sangre
salían de estos. El resto eran solo fuertes marcas rojas que podrían o no
añadirse a las cicatrices permanentes en mi espalda.
Unos minutos después, escuché el sonido de pasos bajando las
escaleras. Metiéndome a la ducha, me agaché bajo el agua, dejando que
lavara la sangre y el dolor.
—¿Camryn? —Brecken golpeó suavemente la puerta antes de entrar—
. Está dormido. Está bien. No sabe lo que sucedió ni nada de eso.
Mis ojos se cerraron mientras dejaba que el agua cayera por mi
rostro.
—¿Hace cuánto que pasa esto?
Moví mi rostro debajo del agua. Se lo había prometido.
—¿No vas a preguntar si fue la primera vez?
—No. Porque ya lo sé. —Su voz llenó el cuarto.
Observé el agua arremolinarse en el desagüe, el rojo desvaneciéndose
a rosa al aclararse. La sangre podría ser lavada, como pocas cosas en la
vida podían.
—Tienes que llamar a la policía. Necesitas denunciarlo.
—No.
—Sí —dijo lentamente, entre dientes.
—No, Brecken.
—¿Por qué no?
Mis brazos se cruzaron, y me arrodillé en la ducha. Estar de pie
tomaba mucha energía.
—Trabaja para la policía. Todos juegan al póker juntos. Tienen una
liga de béisbol los veranos. Salen a tomar cerveza cada semana. —El miedo
se asentó en mi vientre de solo pensar en llevar esto a la policía—. Podría
estar de pie sobre mi cadáver con el arma humeando, y encontrarían una
forma de hacerlo parecer defensa propia. Se cuidan los unos a los otros.
A través del vidrio empañado, podía ver la figura de Brecken
paseándose, sus brazos en la parte de atrás de su cabeza.
—Entonces daremos un paso más allá. Al estado. O a los federales.
Podría llamar a alguien. Alguien sabrá qué podemos hacer. Está
golpeándote, Camryn. Hay leyes contra eso. Hay castigos para los
bastardos que lo hacen.
Sin poder soportar el agua cayendo sobre mi espalda, me giré para
que cayera sobre mi frente, y me incliné contra la pared de la ducha.
—Todo lo que he hecho es para evitar que Keenan se entere de esto.
Todo. —Me repetí a mí misma—. ¿Cómo llegar a los titulares lo va a
proteger de esto?
Brecken estuvo en silencio, solo el sonido de sus pasos moviéndose
por el suelo.
—Entiendo que quieras proteger a Keenan. De verdad. Y te respeto
demasiado por eso… —Se detuvo, sus pies también lo hicieron—. Pero hay
una diferencia entre sacrificarte por tu hijo y directamente sacrificarte a ti
misma.
Alcé mi muñeca lastimada, dejando que el agua cálida aliviara el dolor
constante que nunca se iba.
—¿Y qué crees que sucederá cuando Crew te golpeé hasta la muerte
algún día? ¿A quién buscará cuando ya no estés?
Las lágrimas cayeron después de eso. Podía soportar dolor físico,
hasta cualquier grado, pero la idea de alguien a quien amaba soportara lo
mismo era más de lo que podía aguantar. Brecken no estaba diciendo
nada que no hubiera considerado antes, pero la idea de lo que le sucedería
a Keenan si yo no estuviera, no llevaba a resultados felices. Prefería no
pensar en eso, eligiendo en cambio creer que era invencible y podría
soportar lo que Crew me diera.
Era una mentira.
Pero en mi mundo, las mentiras eran más fáciles de aceptar que las
verdades.
Brecken debió haber supuesto que había tocado un punto sensible,
porque no siguió insistiendo con el tema. Me dio unos minutos para mí
misma, tal vez necesitándolos también para él.
—¿Hace cuánto sucede esto?
Mi lengua fue a mi mejilla. Nunca había hablado sobre mi maltrato
con nadie. Una de las doctoras de urgencias a donde fui me había
preguntado cómo me hice las heridas. Cuando le respondí que me caí de la
bicicleta, me miró con la suficiente duda y simpatía para comprender que
lo sabía, pero esto era diferente.
Una conversación abierta. Preguntas directas. Respuestas serias.
—¿Por qué quieres saberlo?
—Porque tengo que saberlo. —Exhaló lentamente por la nariz—.
Porque prometiste contarme todo.
—No quieres saber todo. —Mis brazos se envolvieron en mis piernas.
—Quiero saber todo lo que hay que saber. Lo bueno. Y lo malo.
Quiero saber la mierda por la que has estado pasando al mismo tiempo
que pasé por mi propia mierda durante los últimos seis años. Quiero saber
qué me perdí.
Lo observé por la puerta de la ducha. Incluso aunque su figura era
borrosa por mis lágrimas y el vapor, él se sentía como lo más sólido en el
mundo. Como si pudiera atarme a él y ninguna tormenta pudiera
alejarme.
—¿Por qué?
—Para no contenerme la próxima vez que Crew esté frente a mí. —Su
voz era diferente, menos humana—. ¿Cuándo empezó esto?
Mi mente fue a la primera vez que Crew me puso una mano encima.
Había sido una bofetada, pero recordaba estar tan sorprendida que me
pregunté si lo había imaginado. Eso fue seguido por sentimientos de duda
que me hicieron cuestionarme si Crew tenía razón y lo había merecido.
Esos primeros abusos habían sido los peores, porque habían robado las
partes más grandes de mi alma. Lo único que quedaba ahora era unos
miserables restos.
—Después del nacimiento de Keenan —dije—. Unos meses después.
Pude escuchar la respiración de Brecken incluso con la ducha
resonando a mialrededor.
—¿Con qué frecuencia?
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, ¿qué tan seguido te golpea? —Su voz se rompió al
final.
—Depende.
—¿Depende de qué?
Mi pecho estaba alzándose más fuerte por cómo estaba respirando.
—De cuánto bebió. Lo estresado que está.
Se quedó en silencio, un suspiro salió de él.
—Que yo regresara…
—No hiciste esto.
—No, no lo hice. Pero seré quien lo haga pagar por ello.
Mi cabeza negó.
—Ya te dije, sin policías.
Una nota oscura salió de él. No era una risa. No era un gruñido. Era
algo propio.
Algo que me dio una ventana a la oscuridad que él había soportado
por media década.
—Mi clase de justicia no involucra a la policía o el sistema legal.
Tengo una ley de ojo por ojo cuando se trata de castigo. —Se acercó a la
ducha—. Hay una obvia solución a esto. Y no me da miedo aplicarla. O
ejecutarla.
Mis uñas se enterraron en mis palmas.
—No, no la hay. No cuando es un oficial de la policía de quien hablas.
No descansarán hasta que descubran quién asesinó a uno de los suyos. y
se asegurarán de encerrarte el resto de tu vida en prisión, deseando haber
muerto con él. —Mi frente se presionó en mis rodillas—. No puedo soportar
pensar en que regreses a otra cárcel después de lo que has pasado.
Se acercó más y se arrodilló afuera de la puerta de vidrio.
—Pasé años en una prisión iraquí porque mi escuadrón sacó la paja
más corta. Pasaré el resto de mi vida en otra prisión por algo que de
verdad vale la pena.
Levanté mi cabeza para mirar su mano presionada en el vidrio. Abrí
mi mano sobre la suya.
—¿Como qué?
El vidrio estaba muy empañado para ver, pero juro que vi sus ojos
mirándome.
Su mirada atravesó el panel de vidrio.
—Como tú.
Mis dedos se curvaron como si estuvieran enlazándose a los suyos. Él
hizo lo mismo.
—¿Por qué no lo dejaste?
El agua caliente estaba empezando a acabarse. No estaba segura de
poder levantarme de la ducha por mi cuenta cuando acabara. Ya podía
sentir mi cuerpo tieso por la caída, petrificándose.
—Por Keenan. Me quedé por él.
—Es importante para un niño estar con su padre. Si es uno bueno. Si
no golpea a su madre. Si no la deja ensangrentada y rota a los pies de las
escaleras antes de huir. —La cabeza de Brecken se giró a un lado.
—No me quedé por esa razón. —Tomando aire, apoyé mis manos en el
suelo de la ducha y me levanté. Sentí como si cada nervio de mi cuerpo
decidiera explotar en cada movimiento.
Brecken se levantó cuando lo hice.
—¿Qué otra razón tenías para quedarte?
Necesité unos segundos antes de responder. El dolor era muy intenso,
mi visión estaba pasando de negro a blanco.
—Crew amenazó con pedir la custodia completa de Keenan si me iba.
También me prometió que la conseguiría. Con sus contactos.
—Incluso con sus contactos, ¿qué padre consigue la custodia
completa, a menos que la madre sea una irresponsable y negligente
drogadicta?
Dándole la espalda a la ducha, me quedé ahí de pie dejando que el
agua lavara lo último de mí, sin poder abrir la puerta de la ducha.
—Eso es lo que probará. Tiene todo un archivo de pruebas, evidencia,
que me incriminarán si pide la custodia.
—¿Qué clase de evidencias? —resopló Brecken, tomando una toalla
del estante—. ¿De la clase que demuestra que eres una madre
maravillosa? Deja que lo haga. Parecerá un imbécil por siquiera intentar
hacerte parecer irresponsable.
Tomé la toalla cuando me la entregó, pero la dejé caer a un lado en
lugar de envolverla en mi cuerpo.
—Mis huellas sobre cosas que probarían lo contrario. Fotos mías.
Toda una fila de testigos que demostrarían que no soy buena madre.
No podía escuchar la respiración de Brecken más. Era como si
hubiera dejado de respirar.
—¿Drogas?
Mis dedos se curvaron en mis palmas.
—Y más.
El único sonido era el de la ducha goteando.
—¿Es cierto? —Su voz era baja—. ¿Algo de eso?
—No. Pero eso no importa, porque él hará que sea verdad. —Enrollé la
toalla en mi cuerpo lo mejor que pude—. Es un detective. Sabe sobre
evidencia. Sabe cómo hacer que parezca convincente. Ningún juez estará
de mi lado, una madre ama de casa sin trabajo, sin amigos de verdad, con
toda esa evidencia en mi contra, con Crew siendo la persona destacada
que es en la comunidad.
—Crew es un pedazo de mierda —espetó Brecken—. Nada destacable.
—No somos quienes deben ser convencidos de eso. —Mis dedos se
cerraron alrededor de la llave de la ducha—. ¿Puedes cerrar los ojos? ¿Por
favor?
—Ya vi lo que te hizo, si eso es lo que te preocupa. Debería revisarte,
por si necesitas cuidados especiales.
Aferré la toalla con más fuerza.
—No has visto todo.
—He visto suficiente para asegurarme de ir muy lento cuando le
cortela polla —gruñó.
—Solo, por favor, cierra los ojos.
Una exhalación.
—Bien. Están cerrados.
Asomándome, comprobé lo estuvieran antes de abrir la puerta del
todo.
—¿Y tal vez te darías vuelta?
—No miraré —prometió, dándose vuelta.
—Gracias. —Tomé la bata de la percha detrás de la puerta y me la
puse. Era una de esas largas y abullonadas, la cual era perfecta ya que
ocultaba la mayor parte del daño. Mi mano descansó a un lado del brazo
de Brecken. Lo sorprendió, haciéndolo saltar. Un momento después, sin
embargo, su mano se levantó para cubrir la mía—. Me quedé por Keenan.
Porque solo pensar en quesea educado por Crew es suficiente para
hacerme soportar diez veces esto cada noche de mi vida si es lo que debo
hacer.
—No se reducirá a eso. Esto no sucederá de nuevo. —Brecken alzó
una ceja, su ojo abriéndose una fracción, esperando que le diera el visto
bueno.
—Puedes mirar ahora.
Lo que sea que vio hizo que su garganta se moviera al tragar.
Girándose, levantó su mano y peinó mi cabello mojado apartándolo de mi
rostro. Sus movimientos eran lentos, suaves, como si supiera cómo
manejar a un animal herido después de un ataque.
—Es la última vez que aparto mis ojos de ti. Por favor, no me lo pidas
de nuevo. —Escaneó mi rostro, la piel entre sus ojos arrugándose cuando
llegó a mi frente—. Eso necesitará un vendaje. Uno grande. —Apartó la
mirada, su garganta moviéndose—. ¿Dónde las tienes?
—Arriba del lavabo. —Indiqué el gabinete de medicinas antes de
empezar a salir del baño. Necesitaba acostarme. Antes de caer.
—¿Quieres algo para el dolor? Los doctores de la milicia me dieron
una tonelada de cosas cuando volví. Probablemente podría venderlo por un
montón de dinero en las calles. —El chillido del gabinete abriéndose sonó,
seguido por el sonido de movimiento dentro—. He oído que algunas de
estas son bastante fantásticas.
—Gracias por la oferta, pero me quedaré con el ibuprofeno. —Cuando
llegué a los pies de las escaleras, me encontré mirando el punto donde
había caído. No había mucho que ver: un par de manchas de sangre, una
marca de raspadura de la bota de Brecken cuando había entrado
corriendo. No había nada que indicase que un humano acababa de
romperse en un millón de pedazos en ese mismo sitio.
—Sí, tampoco tomé nada de eso. —Brecken se detuvo en la sala de
estar cuando me vio ahí de pie mirando el punto donde me había
encontrado. La mano con la que estaba sosteniendo los vendajes cayó a un
lado.
—¿Cuál es tu razón? —pregunté—. ¿Por qué no los tomaste?
Brecken se movió a mi lado hasta que quedamos hombro a hombro
frente a esas escaleras. Entonces tomó mi mano. La misma mano que
tenía mi muñeca lastimada.
—Porque tú y yo, por lo que hemos pasado, el dolor nos hace más
fuertes, nos mantiene en guardia. Sin este, somos vulnerables. —
Apartándose de las escaleras, se giró hacia el sofá—. Si empezamos a
adormecer nuestro dolor, buscando formas de enmascararlo, no nos
convertimos en nada mejor que quienes lo provocaron.
Mi otra mano se curvó alrededor de la cima de mi bata.
—Lo que nos hace mejor es que no dejamos que nuestro dolor se
convierta en enfermedad, permitiendo que infecte a otros.
Dejó de moverse, sus ojos entrecerrándose hacia la puerta.
—Oh, tengo toda la intención de permitir que mi dolor infecte a cierto
tipo. Está tomando todo de mí quedarme aquí contigo y no ir detrás de él
para tomar todo este dolor que cargo y compartirlo con él. Cada parte. —
Los tendones de su cuello se tensaron, mostrándose a través de su piel.
—La venganza no es la respuesta.
Me ayudó a recostarme en el sofá, su mandíbula apretándose cuando
notó mi rostro contraído por el movimiento.
—No estoy buscando una respuesta. Estoy buscando retribución. —
Una vez estuve sentada, reunió las almohadas, acomodándolas una a
una—. ¿Mantas?
—En el armario. —Apreté mis dientes y me moví en el sofá para poder
tenderme. Mi cabeza pulsó por el movimiento, el resto de mi cuerpo
sintiéndose como si fuera excavado una capa a la vez.
—¿Crew tiene un arma? —Agarró una pila de mantas del estante
superior, deteniéndose en la puerta para ponerle seguro. Luego enganchó
su bota bajo la mesa junto a la puerta y la deslizó frente a esta—. Solo
para saber a qué me enfrento cuando entre por esa puerta esta noche.
—No regresará esta noche. Irá a alguna parte. Beberá un poco más,
se sentirá mal, tal vez llamará para disculparse mañana y prometerá que
nunca sucederá de nuevo, pero no regresará esta noche. —Mi cabeza se
sentía pesada contra las almohadas mientras ajustaba mi bata para cubrir
tanto de mi cuerpo como fuera posible.
—Cuando sea que decida aparecer, estaré aquí. Esperándolo.
—No estoy preocupada por Crew ahora mismo. Debo pensar qué le
diré a Keenan en la mañana.
Cuando Brecken comenzó a desdoblar las mantas a mi lado, parecía
no poder mirar mi rostro por más de un segundo a la vez. Era un adulto,
había pasado por cosas verdaderamente horrendas, y apenas podía
soportar mirarme. ¿Qué haría mi hijo de cinco años cuando viera a su
madre así?
—Siempre es peor al día siguiente. Puedo ocultar la mayoría, pero no
podré ocultar cómo me muevo. —Acomodé la primera manta alrededor de
mi cabeza y cuerpo, sabiendo que no podría esconderme para siempre tras
ella. O por mucho tiempo.
Sus ojos se entrecerraron en concentración mientras dejaba otra
manta sobre mí.
—Diremos que estás enferma. Puedes descansar. Cuidaré de Keenan.
Lo mantendré ocupado. —Después de tender la última manta sobre mí,
agarró una de las sillas al otro lado del cuarto y la acercó al sofá—. Puede
que necesite un par de indicaciones sobre qué puede mantenerlo
entretenido.
—¿Va a pasar el día contigo? —Mi ceja se levantó—. Estará más que
entretenido.
Su rostro se tensó.
—¿Pizza a domicilio? Todavía se usa, ¿verdad?
La seriedad de su pregunta hizo que mi boca se retorciese.
—Todavía se hace. No te has ido tanto tiempo.
—Gracias a Dios. —Se estiró en la silla, acercándose más—. Mis
habilidades para cocinar todavía deben mejorar.
—¿Mejorar?
—Intenté hacer macarrones instantáneos ayer.
—Se llaman así por una razón.
—Olvidé añadir el agua. Lo bueno es que quemé mi microondas, así
que ya no puedo cometer ese error de nuevo.
Una pequeña risa estremeció mi pecho.
—Domicilio será, entonces.
Sonrió, metiendo la manta a mi alrededor. Me entregó un par de
ibuprofenos y un vaso de agua, tomando el vaso cuando terminé.
—¿Qué has estado comiendo si no has sido capaz de cocinar y tuviste
que preguntar si el domicilio todavía se usaba? —Mi mirada lo recorrió.
Parecía que se hacía más grande cada día. Estaba empezando a llenar sus
ropas de nuevo, ángulos y ondulaciones volvían a sus brazos. No se
parecía al hombre que había visto en la fiesta de bienvenida hace un mes.
—Batidos de proteína. Barras de proteína. Básicamente cualquier
cosa a la que no deba ponerle calor y pueda prender en llamas.
Otra risa salió de mí, sonaba como si mis pulmones se tensaran.
Brecken contuvo su sonrisa, pero su frente se arrugó.
—Solo duerme. —Peinó mi cabello hacia atrás de mi frente, donde
estaba el corte—. Estaré aquí si necesitas algo. Estaré aquí si Keenan
necesita algo. Solo permítete descansar.
Mis ojos se cerraron, el sueño atrapándome de inmediato.
—Estás a salvo.
P
or primera vez desde que Brecken se fue hace seis años,
desperté sintiéndome en paz. Había descansado toda la noche.
Dudaba que fuera una coincidencia que ocurriese la
primera noche que pasé con él a mi lado.Podríamos no haber estado
compartiendo la misma cama o enredados entre nosotros, pero había
sentido su presencia.
—Ni siquiera son las seis. ¿Por qué no descansas un poco más? —La
silla hizo un ruido cuando se incorporó, su rostro reflejando su voz
fuerte.Sus ojos no parecían cansados, pero sabía que no había dormido.
Brecken no sabía cómo romper una promesa. Que regresara cuando todos
pensábamos que había muerto años atrás lo confirmó.
—Keenan se levanta alrededor de las siete. —Mi garganta estaba seca,
mi cabeza parecía como si estuviera a punto de abrirse, y el resto de mí
como si ya lo hubiese hecho.
—Me encargaré de él cuando lo haga. Duerme. —Su mano suavizó las
mantas.
Cuando rodé sobre mi espalda, tuve que ahogar el grito que se
elevaba.Esperaba que el dolor empeorase esta mañana, pero aún no
estaba completamente preparada para ello.En lugar de caer por catorce
escalones, me sentía como si me hubieran arrojado por un acantilado y
aterrizado en una cama de rocas picudas.
—¿Puedo tomar un poco de agua?
—Me adelanté. —Buscó algo en el suelo—. Recuerdo haberme
despertado muchas veces y sentir que les habría dicho lo que quisieran si
podía tomar un sorbo de agua.Hay algo en el dolor que hace que una
persona tenga sed. —Abrió la tapa de la botella de agua y la sostuvo para
mí, colocando su mano detrás de mi cabeza para ayudarme a levantarla.
Bebí la mitad de la botella antes que la alejara.
—Y un par más de estos. —Sostuvo dos analgésicos frente a mí y los
puso en mi lengua cuando abrí la boca. Levantó la botella a mis labios otra
vez después de tragarme las píldoras—. Les habría dicho todo lo demás
por un par de estos. —Sonrió y me dejó terminar lo que quedaba del
agua—. ¿Más? —Levantó otra botella del piso.
Cuando negué e intenté sentarme, destellos de dolor laceraron mi
columna vertebral.Mi espalda se sentía al rojo vivo por el daño que el
cinturón de Crew había hecho, y Brecken no lo pasó por alto.
—¿Te rompiste una costilla? —Ya estaba sentado y levantando la bata
por mi espalda para comprobarlo.Sus manos se congelaron.
Una débil respiración salió de su boca.
—Camryn… —Otra respiración irregular, sus dedos apenas rozando
las marcas en mi espalda.
—No hay nada roto.
Sus dedos trazaron una vieja cicatriz que corría por mi espina dorsal.
—Puede que sí —dijo con una voz que equilibraba en el filo del
cuchillo entre atormentado y derrotado—. Anoche. Su cinturón.No fue la
primera vez. —Sus ojos perdieron el foco mientras sentía su mano hacerse
un puño contra mi espalda—. Ha estado torturándote.
Un sollozo sacudió mi cuerpo. Oírle usar esa palabra, experimentarla
en voz alta… había sido capaz de fingir que era otra cosa, algo menos
críptico, pero si alguien entendía el concepto de tortura, era Brecken.El
abuso y la tortura podrían estar relacionados, pero no eran idénticos.
Había experimentado ambos en mi relación con Crew, pero solo uno se
sentía capaz de romperme. Solo uno se sentía como si lo hubiera hecho.
Brecken estaba tomando aliento, respiraciones irregulares, su cuerpo
temblando lo suficiente como para distinguirlo. Buscando algo más en el
suelo, levantó una bolsa de hielo.Lo presionó suavemente contra mi
espalda, haciendo una mueca de dolor conmigo. Su otra mano se quedó en
un puño apretado en su regazo, la piel de sus nudillos parecía a punto de
abrirse.
—Sabes que la próxima vez que lo vea, voy a matarlo, ¿verdad?
—Brecken…
—O muere él, o yo —dijo, moviendo la bolsa de hielo por mi espalda—
. Y no muero fácilmente.
—Sí, creo que ya se lo has demostrado al mundo a estas alturas. —
Tiré de la manta por mi cuerpo, sintiéndome desnuda, aunque solo mi
espalda estuviera al descubierto—. Pero ¿de qué serviría matar a Crew si
terminas pasando el resto de tu vida en otra prisión?
—Si está muerto, no puede hacerte daño. —La piel entre sus cejas se
arrugó—. Y el resto de mi vida en prisión es un buen precio para esa
garantía.
Debería haber protestado más, pero mi boca parecía haber perdido su
capacidad de defender a Crew una vez más.
La mirada de Brecken fue hacia la puerta. Su cuerpo seguía aquí,
pero todo lo demás estaba en otro lugar.
—¿De regreso en Irak?Había un par realmente malos, tan malvados
que parecía que habían nacido así, ¿sabes? Nacieron en el infierno o algo.
—Las esquinas de sus ojos se arrugaron—. Soñaba despierto planeando
las cosas que les haría si alguna vez tuviera la oportunidad, maneras de
matarlos. —Su mirada regreso para encontrarse con la mía. La emoción en
sus ojos hizo que mi respiración se detuviera—. Mi peor fantasía parece un
picnic comparado con lo que voy a hacer con Crew.
Movió la bolsa de hielo a otro lugar en mi espalda.Estaba haciendo
que el dolor desapareciera, poco a poco.
—Brecken, por favor… la violencia no es la respuesta.
—Dile eso a tu marido. —Una llama negra brilló en sus ojos—. Solo
hay una manera de vencer a un monstruo, Blue Bird.
—¿De qué manera? —susurré.
—Jugar de acuerdo a sus reglas.Ganar el juego con sus reglas.
—Eres de la armada. Eso es lo que sabes.
—Soy un hombre.Mirando a la mujer que he amado, tratando de no
romperme frente a su cuerpo roto. —Su voz se quebró, igualando la
mirada en su rostro—. Tratando de ser fuerte cuando nunca en mi vida me
he sentido más débil.Intentandoaveriguar cómo soportarlo cuando no
puedo jodidamente verla así.
Su mirada se desplazó hacia mi espalda, sus ojos se cerraron justo
después. Esta era la única vez que había visto a Brecken débil.La única
vez que lo había visto roto.Había pasado por todas las marcas del infierno
creado por el hombre, y lo que lo rompió fue este momento conmigo.No
estaba segura si eso me hacía sentir especial o indigna.
Supuse que sentía un poco de ambos.
Cambió el hielo a otro sitio, girando su cabeza mientras su cuello
sonaba.
—Solo para advertirte, habrá algunos medios de comunicación por
aquí la próxima semana más o menos.He accedido a dar algunas
entrevistas.
Exhalé, agradecida por el cambio de tema.
—Pensé que habías decidido no dar ninguna entrevista.
—No pensé que iba a dar ninguna. Pero están ofreciendo dinero.Un
poco bastante. Crew tiene poder con la policía que cubre su culo corrupto.
Tomaré el mío en forma de dinero duro y frío.
—El dinero no puede comprar todo —susurré.
Levantó los hombros mientras movía el hielo sobre mis costillas.
—No, pero no me negaré a permitir que me paguen para poder
mantenerte a salvo.
Una vez más, un choque de emociones.Culpa,por saber que nunca
habría tomado las entrevistas si no hubiera sido por mi situación. Gratitud
por eso. Les di la bienvenida a ambas. Luché con ambas también.
Mi teléfono sonó desde mi bolso que estaba sobre la mesa junto a la
puerta.Brecken y yo nos fijamos en él.
Después de equilibrar la bolsa de hielo en mi hombro, se levantó de la
silla y se dirigió hacia él.Su cojera estaba más pronunciada esta mañana,
probablemente por pasar toda la noche en una silla. Cuando regresó,
acomodó mi cartera suavemente en mi regazo, distrayéndose con la bolsa
de hielo mientras yo sacaba mi teléfono.No había perdido ninguna
llamada, solo el mensaje que acababa de llegar. Era de Crew.
Sencillo. Conciso.Nada de disculpas. Ninguna defensa elaborada. Solo
una declaración.
—Ha entrado en un programa de rehabilitación —dije, volviendo a leer
su mensaje antes de levantar el teléfono hacia Brecken—. Uno de
veintiocho días.
Esta vez, cuando sus ojos se cerraron, dejó escapar un profundo
suspiro.Cuando se abrieron un momento después, el Brecken que
recordaba me estaba mirando.
—Eso me da veintiocho días para encontrar una forma de salvarte.
El alivio en su voz fue igualado por lo que sentía dentro, aunque mi
alivio provenía de un lugar diferente. Estaba agradecido por el tiempo para
poder encontrar una forma de salvarme. Yo estaba agradecida por el
tiempo para poder encontrar una forma de salvarlo a él.De mí. De esta
vida.De atarlo a mí y ahogarle conmigo.
No había "salida" para mí. Ningún rescate heroico.
Era una madre que haría cualquier cosa por su hijo.Incluyendo
permanecer en una situación espantosa.Algunos podrían decir que estaba
dando un mal ejemplo a mi hijo permaneciendo en una relación abusiva,
pero no me importaba una mierda, me preocupaba por mantenerlo a salvo.
Y no podría hacerlo si abandonabaa Crew, y él me enseñó que podría
demostrar que era una madre incapaz y ganar la custodia exclusiva.Si
trataba de huir con Keenan, todos los policías del país nos perseguirían.
Tenía veintiocho días para que Brecken comprendiera que era
demasiado tarde para salvarme, pero no lo era para él.
El familiar chirrido de la puerta del dormitorio abriéndose atrajo
nuestra atención.
—La mesa —susurré, señalando la mesa de la pared, apoyada contra
la puerta principal.
Brecken dejó caer la bolsa de hielo en el suelo y se precipitó hacia
ella. La volvió a poner en su sitio a la vez que ajusté mi bata y mantas para
que pareciera que estaba dormida.
—No le digas nada sobre Crew.Voy a ver cómo contárselo, ¿de
acuerdo? —Coloqué una de las mantas alrededor de mi cabeza para cubrir
la venda que Brecken debió terminar de poner cuando me quedé
dormida.No quería que Keenan lo viera y me hiciera preguntas antes de
haber pensado en las respuestas correctas para darle.
Brecken hizo contacto visual conmigo, asintiendo.Podría haber
querido anunciar al mundo entero lo que realmente pensaba de Crew
Graves, pero al menos en esto, con Keenan, estaba conmigo.Ningún niño
pequeño necesita descubrir que el hombre que lo había criado golpeó
constantemente a su madre durante años.
Cerré los ojos cuando oí los pasos de Keenan bajar las escaleras.
Brecken se puso en marcha para encontrarse con él.
—Oye, pequeño —susurró Brecken, su voz controlada—. Tu mamá no
se siente bienesta mañana. Me llamó hace un rato y me preguntó si
vendría a verte para poder descansar. ¿Te parece bien?
No hubo ni una pequeña pausa antes de la respuesta de Keenan.
—¿Tienes que ser mi niñera?
—Nunca he tenido una experiencia formal de niñera, así que no
puedo prometer saber exactamente lo que estoy haciendo, pero si me das
algunas sugerencias, podríamos hacer que funcione.
Tuve que poner la manta sobre mi boca para ocultar mi sonrisa.Mi
cuerpo parecía haber sido atropellado por un camión, pero escuchar la voz
de mi hijo, oírlo feliz, fue suficiente para anular el resto. Aunque
fuesetemporal.
—Hacemos el desayuno a primera hora de la mañana. A veces huevos
y tostadas. A veces Cheerios y plátanos en rodajas.
—Entonces, Cheerios y plátanos en rodajas será. —El ruido sordo de
sus pasos descendiendo las escaleras resonó por toda la casa, dándole
vida.
—¿Aún no puedes cocinar? —preguntó Keenan.
—¿Sin prender algo en llamas?
La risa de Keenan se detuvo cuando llegaron al primer piso.
—¿Mamá está realmente enferma?
—Muy enferma. Pero estará bien —agregó Brecken, como si supiera lo
que estaba haciendo cuando se trataba de niños—. Solo necesita
descansar y se sentirá mejor.
—¿Debería llevarle una piruleta y un paño frío para su frente? Eso es
lo que hace cuando estoy enfermo.
—¿Qué tal si la dejamos dormir, y cuando se despierte, le llevamos
una piruleta y un paño frío? ¿Qué te parece?
Keenan hizo un sonido de acuerdo antes que sus pies fueran hacia la
sala.Apenas había hecho un sonido, y no me tocó más que el lugar donde
sus labios se presionaron en mi mejilla. Se mantuvo callado y fue
corriendo hacia donde Brecken debía estar aún de pie en la escalera.
—Mamá siempre necesita mi beso por la mañana.
El sonido de lo que parecía chocar los cinco siguió.
—Buen hombre.
—¿Dónde está papá? —preguntó Keenan, como si de repente hubiera
recordado a Crew—. Creía que no tenía que trabajar hoy.
Mis pulmones dejaron de funcionar mientras Brecken se quedaba en
silencio.No sabía qué iba a decirle a Keenan, pero todo lo que esperaba era
que no fuera la verdad.No todas las verdades estaban destinadas a ser
contadas, especialmente a los inocentes.
—Tuvo que irse por un tiempo. Fue algo muy repentino. Tu mamá
sabe más sobre eso que yo, te contará cuando despierte. —Brecken hizo
una pausa por un momento, luego oí pasos—. Vamos.Tiempo del desayuno
de campeones.
Los pasos amortiguados de Keenan se precipitaron tras él en la
cocina.
—Entonces, ¿qué podemos hacer hoy?
—No lo sé. Estaba pensando que podríamos empezar con
paracaidismo, seguido por escalar rocas, saltos de acantilados y luego
práctica de tiro. Entonces deberíamos tomar un descanso para el
almuerzo.Ya sabes, recargarnos para el resto del día.
Keenan se rió de nuevo, los sonidos de las puertas de los armarios
abriéndose y cerrándose uniéndose.
—¿Qué?¿Tenías algo más en mente? —preguntó Brecken, sirviendo
cereal en un tazón.
—¿Correr con los rociadores encendidos? ¿Jugar con Legos?¿Excavar
en mi caja de arena?
—¿Entonces nada de paracaidismo?
—No creo que mamá quiera que salte de aviones —dijo Keenan,
crujiendo un puñado de cereales en su boca—. Le gusta mantenerme a
salvo.
Brecken estaba en silencio, así que solo se oía el sonido de Keenan
comiendo en la cocina.
—Es cierto. Ella haría cualquier cosa para mantenerte a salvo. —La
voz de Brecken provino de la sala de estar, acomodándose a mi alrededor—
. Y yo haría cualquier cosa para mantenerlos a salvo a ambos.
L
a sala nunca se había visto así. Tan desordenada. Sábanas
cubriendo las sillas de la mesa, haciendo que pareciera el más
grande y deforme fuerte. Juegos esparcidos en las mesas y
suelo, dinero de juguete y peones por todos lados. Tazones de palomitas a
medio comer, cajas vacías de pizza, y latas de refresco revueltas con lo
demás. Parecía el tipo de desorden con el que Crew probablemente se
molestaría. Le gustaba el orden y llegar a una casa limpia.
Pero teníamos veintiocho días para hacer un desastre sin tener que
limpiar antes que Crew regresara del trabajo. Para comer comida chatarra
sin tener que esconderla en la parte trasera de la alacena. De reír y actuar
tontamente, sin que nadie nos levantara la ceja. Era solo una sala
desordenada, pero era liberador. Como si alguien hubiera abierto la jaula y
me dejara escapar. Era temporal, pero no lo dejaría verse opacado por la
fecha de vencimiento.
—Creo que está fuera. Finalmente le pegó. —Brecken estaba apoyado
en el sillón donde aún me encontrabatumbada, su espalda inclinándose en
él.
Por dónde y cómo estaba sentado, parecía estar protegiéndome.
Tonto, pero también había notado la manera en que sus ojos se movían
cada dos minutos, durante nuestro maratón, al frente de la puerta. Ambos
estábamos aguantando la respiración para cuando Crew atravesase la
puerta, pero por diferentes motivos. Él lo estaba anticipando, mientras que
yo lo temía.
—¿Qué lo golpeó finalmente? —susurré, mirando hacia Keenan. Se
había quedado dormido con media bolsa de bocaditos de fruta agarrada de
su puño, su otra mano sosteniendo su figura de acción de superhéroe
favorita.
Brecken lo señaló.
—El exceso de azúcar o el coma por cansancio.
—Probablemente ambas. —Me moví, cambiando de posición sobre mi
espalda, pues mi costado estaba entumecido.
Había dejado el sofá solo un par de veces hoy, y en ambas ocasiones
fue para usar el baño. Ambas veces había necesitado la ayuda de Brecken
para llegar. Me había asegurado de que Keenan estuviera a una buena
distancia o distraído para que no me viera cojeando, siendo prácticamente
cargada al baño, y cuando vio mi vendaje, le explique que me había caído
por las escaleras y golpeado la cabeza la noche anterior. Lo que no era una
mentira. Solo había omitido la parte en la que Crew me empujaba por
ellas.
El paño mojado, que estaba prácticamente seco ahora, todavía
descansaba en mi frente, y aceptaba agradecidamente las piruletas cuando
Keenan me las traíacada vez que me escuchaba moverme. Habíamos
sobrevivido al día, y Keenan no sabía la verdadera razón por la que apenas
me movía, o la razón por la que Crew se había ido.
Había aceptado las historias, de mí estando enferma y de Crew
teniendo que irse por un tiempo a un trabajo de entrenamiento. Era fácil
convencer a un niño de cinco años de que su madre estaba enferma y no
golpeada hasta no poder moverse. No sería tan fácil con alguien de quince.
—Debió de haber sido el trabajo manual. Explotador —respondí
mientras Brecken apagaba la televisión.
—Oh, por favor. Amó poder mover un martillo y trabajar con una llave
inglesa.
Parpadeé.
—Tiene cinco.
—¿Y tu punto es…? —Su ceja se elevó mientras se inclinaba para
levantar a Keenan del suelo.
Entre correr por los rociadores de agua y jugar con todos los juguetes
que Keenan poseía, habían tomado descansos para arreglar la tabla rota
en la cerca trasera, la tubería con gotera en el cuarto de lavado, y de
cambiar el foco que se había quemado en el porche trasero. Era extraño
ver a Brecken usar el cinturón de Crew, y verlo hacer las cosas que
requerían mantenimiento en la casa. Sostener el martillo de Crew, subir su
escalera, moverse en su garaje.
Parecía que todo encajaba con Brecken mejor de lo que había hecho
con Crew.
—Lo llevaré a la cama. Luego regresaré por ti. —Brecken se movió por
las escaleras, Keenan llevado cuidadosamente entre sus brazos.
—Simplementeaquí otra vez.
—Te sentirás mejor en una cama —respondió, desapareciendo en las
escaleras.
Se fue por un par de minutos, lo que me dio la oportunidad de
sentarme por mi cuenta. Mañana estaría mejor, pero odiaba sentirme tan
incapacitada. Nunca había estado tan inmóvil después de un ataque de
Crew, y una voz en mi cabeza seguía murmurando sobre la violencia
domestica volviéndose cada vez peor hasta que la víctima era golpeada
hasta la muerte.
Pero eso no le sucedería a esta mujer. No a mí. Era fuerte. Crew
estaba recibiendo ayuda. Solo esperaba que fuera suficiente para que
pudiera sobrevivir los siguientes trece años,hasta que Keenan fuera adulto
y se fuera de casa. Yo lo haría justo detrás de él.
—Ya está arropado. —Las suaves pisadas se escucharon bajando las
escaleras—. Siguiente.
Intenté levantarme del sillón. Lo logré. Medio centímetro.
—No tienes que cargarme. —Suspiré mientras sus brazos me
rodeaban.
—Sé que no debo hacerlo. —Me miró una vez que me había
levantado—. Solo sé que quiero.
—¿Es el héroe que siempre intentas ocultar el que está hablando? —
Mi cuerpo se sentía como si estuviera derritiéndose en sus brazos mientras
me movía a travésdel fuerte y el desorden. Él no cojeaba.
—Pasé seis años imaginando esto. —Su abrazo se volvió más fuerte
alrededor de mí—. Posiblemente era otra imagen, pero me conformaré con
esto. Me conformaré con lo que sea que pueda obtener de ti, aunque solo
sea el cargarte de tu sillón a la cama. Seré ese chico.
Mi cabeza se relajó en sus brazos mientras nos llevaba por las
escaleras.
—¿Serás ese chico?
Sus ojos claros encontraron los míos, pareciendo iluminar la
oscuridad a nuestro alrededor.
—El que esperará tras bastidores.
Mis pulmones lucharon. Mi corazón sufrió la misma batalla.
—Estoy casada, Brecken. Conoces la situación. Sabes que no existe
nada que pueda hacer para cambiar las cosas en un largo tiempo. Me casé
con Crew.
—¿Y? Eso puede cambiar tus sentimientos por mí, pero no cambia los
míos hacia ti. Te dije hace años que no me iría a ningún lado. Que no
había nadie más para mí. No existía otra a quien deseara amar. Nada
puede cambiar eso. Si crees que un pedazo de papel y un par de votos
pueden borrar mis sentimientos por ti, en realidad no sabes quién soy.
No había dejado de mirarme y me estaba haciendo sentir cosas. No
tenía permitido sentir. Su cuerpo, sus palabras, su mirada no eran mías.
No eran mías para querer reclamarlas más. Era libre de seguir sus
emociones, pero yo no.
—Lo siento. Te estoy mirando. Otra vez. —Aclarándose la garganta,
apartó su mirada antes de llegar a la habitación. La habitación de
huéspedes. Había estado tan distraída cuando sus brazos me rodearon
que no me había dado cuenta de a dónde me llevaba, lejos de la cama que
llevaba conociendo por años, la que compartía con él, me llevaba a una
que no tenía dueño.
Encendió las luces mientras entrabamos al oscuro dormitorio,
inspeccionándolo de la misma manera en que sabía, había sido entrenado
para vigilar una habitación. Todavía estaba esperando, como yo, a que
Crew apareciera de la nada.
—He estado pensando… —Me colocó al pie de la cama, luego comenzó
a caminar por la habitación, encendiendo las lámparas—. Crew tiene toda
esa evidencia contra ti, ¿verdad? Pruebas que te harían ver como una mala
madre.
Me miró cuando no respondí.
—Sí —dije—. Las tiene.
—Entonces, necesitamos nuestra propia evidencia —dijo lentamente,
sus ojos viajando por la habitación, lejos de mi mirada—. Camryn…
Sabía qué iba a decir antes de hacerlo.
—¿Qué? No. —Mis piernas me llevaron hacia atrás, hasta que
acariciaron el borde de la cama.
—Tomaré las fotos con mi teléfono. Nadie las vería, lo juro por mi
vida, a menos que me des permiso antes. ¿Él quiere mentir sobre ti siendo
una mala madre? Probaremos que es un mal hombre. Probaremos que es
un monstruo. —Brecken tragó y se acercó a mí—. Pero necesitamos ser
capaces de demostrar la clase de monstruo que es.
Me envolví con mis brazos.
—No quiero que me tomes fotografías. No quiero que me veas así.
—Te veo de la misma manera en que lo hacía antes. —Su voz fue
suave, sus dedos acariciando mi brazo—. Como una mujer fuerte,
hermosa, que parece saber exactamente qué hacer para mover la tierra
bajo mis malditos pies y sacar el aire de mis pulmones. La misma chica
que crecí admirando desde la distancia, la misma mujer que fue lo
suficientemente tonta o amable para permitirme amarla cuando era un
niño idiota con nada más que mi nombre. Cuando te miro, siempre te veo.
La verdadera tú. No en la que él está intentando convertirte.
Mi respiración estaba haciendo que mi pecho doliera. Muy rápido.
Muy fuerte. Sus palabras resonaban en mi cabeza, esparciéndose. Me
sentía como esa mujer cuando estaba con él, pero si me veía expuesta y
vulnerable, descubriría que no era la misma persona. Ella estaba rota por
demasiados lugares para mantenerse como antes. Había sido forzada a
tomar una nueva forma, una diseñada en las manos de su abusador.
—No. No puedo. —Mi cabeza se movió hacia adelante y atrás mientras
Brecken sacaba el celular de su bolsillo.
—Sé que puedes —dijo, acercándose a mí—. No puedesdecir que
abusó de ti y esperar que simplemente te crean. Así es como funciona el
sistema legal ahora. Necesitarás demostrarles que lo hizo.
Conforme se movía más cerca, mis brazos me apretaban más fuerte,
comenzando a esconderme, más como un animal acorralado que una
persona siendo confrontada. Cuando estuvo a unos pasos de distancia, se
detuvo. Sus ojos viajaron de arriba hacia abajo, mirándome mientras
estaba ahí, temblando, acobardándome, lágrimas silenciosas bajando por
mi rostro.
Dejó escapar un largo y cansado suspiro mientras tomaba la parte
baja de su camisa. No dijo ni una palabra, pero sus ojos fueron a los míos,
solo perdiendo la conexiónen el momento en que se sacaba la camisa por
su cabeza. Se quedó de pie ahí por un momento, su camisa cayendo al
suelo, mirándome. Esperando. La luz en sus ojos se estremeció, como si
una ráfaga de viento hubiera soplado, mientras su respiración se
aceleraba.
Luego elevó los brazos a sus costados y lentamente giró. Sin sus ojos
observando los míos, mi mirada bajó. Cuando aterrizó en su espalda, el
aire se atascó en mi garganta.
Mi mano voló a mi boca. Luego la otra se unió. No existían palabras
para la vista que tenía frente a mí. No existían palabras de disculpa, ira, o
consolación. Era todavía la espalda de Brecken la que miraba, pero se
había vuelto el lienzo de una bestia atormentada.
Mis puños ya no se apretaban contra mi bata por temor por mí, sentía
ira por él. Ira cegadora que me hizo desear poder enfrentarme a uno de sus
captores e intentar causarles tanto daño como ellos habían hecho. Dios
sabía que me desmayaría por el esfuerzo.
De todos tamaños y formas, las cicatrices se esparcían por su
espalda, algunas ásperas y de apariencia molesta, otras precisas y
calculadas. Marcas habían sido quemadas en su piel, muchos símbolos en
un lenguaje que no conocía o siquiera entendía. Algunos símbolos
universales no necesitaban traducción o entendimiento. Lo habían
marcado. Reclamado. Intentado quitarle toda su humanidad. Habían
rasgado su espalda a pedazos y luego cosido cuidadosamente, para poder
destrozarla una vez más. Cicatrices sobre cicatrices, la marca de una sobre
la orilla de otra.
Mi estómago se revolvió cuando mi mente comenzó a ir a un lugar
oscuro, imaginando el olor de su piel mientras la quemaban,
imaginándome las cosas que le hicieron para dejarle ese tipo de cicatrices,
escuchando su llanto mientras le abrían la piel. Una y otra vez.
Y otra.
Mis rodillas se dieron por vencidas, pero mis manos se agarraron al
borde de la cama antes de caerme al suelo. Preparándome, apoyé mi
cuerpo contra ésta para mantenerme en pie. No estaba diciendo ni una
palabra, no se había girado ni una vez, pero podía sentir su silenciosa
necesidad de que me mantuviera fuerte.
No había sido solo tortura lo que había soportado. Esto era algo más.
Era extorsionar el alma humana, un esfuerzo por empujarlo a su límite
antes de exterminarlo. Era asesinato. El asesinato de la humanidad de
alguien.
Se quedó de pie ahí, los brazos a sus costados, su cabeza al frente,
hombros elevados, permitiéndome que lo observara. Dejándome verlo
expuesto y vulnerable. Ni una vez vaciló o comenzó a girar. Me confiaba su
oscuridad.
Sabía que podía confiarle la mía.
—No quería que vieras esto nunca. —Su voz era vacía, lejos de un
sonido—. No quería que me vieras así. —Tomó aire, su cabeza girando un
poco hacia mí—. ¿Esto cambia loque piensas de mí? ¿Qué piensas de mí?
No quité las lágrimas, eran la única parte de mí que no estaba
entumecida.
—No.
—¿Verme así me hace menos persona?
Quería apartar la mirada de su espalda, pero no podía.
—No.
—No te hace menos persona a ti. No cambiará la manera en que te
veo. —Brecken comenzó a girar, sus ojos encontrándose con los mío antes
de terminar de enfrentarme—. Nuestras cicatrices demuestran que somos
fuertes. Son testigos de lo que soportamos. No es debilidad grabada en
nosotros, es fuerza.
Su pecho no estaba tan marcado como su espalda, pero aun así se
parecía más a las piezas juntas de un rompecabezasque un solo conjunto.
Me había dejado como un hombre completo, que había sido roto en
pedazos y luego cosido una vez más.
—Lo siento. —Las palabras escaparon, inadecuadas y siendo un
desastre.
Brecken todavía sostenía su teléfono, esperando por mí.
—Dejemos de sentir pena por nosotros mismos y comencemos a hacer
que sientan pena los que nos hicieron esto. Hagámosles sentir pena, no
solo por quitarnos seis años, por toda una vida que habíamos deseado.
Hagamos que él se arrepienta de haber puesto una mano sobre ti. Dios
sabe que haré que se arrepienta por la primera vez que te tocó y por la
última.
Mi corazón parecía estar latiendo en mis oídos mientras mis manos se
movían al cinturón de mi bata. Mis dedos no podían hacerlo bien mientras
intentaba desatarlo, así que Brecken se movió hacia mí. Sus manos no
tuvieron problemas con el nudo. Girando, sentí que podía desmayarme por
lo que estaba sintiendo. Miedo, vergüenza, vulnerabilidad.
—Está bien, Blue Bird. —Sus manos fueron a mi muñeca, su pulgar
acariciando la parte interna. Su voz era un calmante para mi alma, su
respiración sintiéndose como satín sobre mi piel—. Todavía eres tú. Esto
es algo que te sucedió. No es lo que te define.
Un brazo a la vez deslicé la bata, todavía pegada a mí para que me
cubriera. No quería dejarla ir. Sentía que no podía.
—Estás a salvo —prometió.
De repente, la bata cayó al suelo, quedando sobre mis pies. Lo
primero que noté era lo silencioso que estaba. No estaba respirando. Pero
tampoco yo lo hacía. Cuando finalmente lo escuché respirar, era una de
sorpresa, como si se estuviera ahogando y luego tomara sus primeras
bocanadas de aire fuera del agua.
—¿Estás bien? —Mi cabeza mirando sobre mi hombro, para
encontrarlo mirándome de la misma manera en que yo lo había apreciado.
Horror en sus ojos, ira en su mandíbula, tristeza en conjunto.
—No. —Negó, moviendo la cabeza mientras levantaba su teléfono.
No dijo nada más, y yo no sabía qué más decir. Por supuesto que no
estaba bien. Yo tampoco había estado bien con lo que observé. Pero
todavía estábamos de pie, luchando, y eso contaba para algo.
—Gira —me pidió un minuto más tarde, su voz irreconocible.
Levantando mis brazos para que pudiera cubrir mi pecho, giré para
tenerlo de frente. Estaba desnuda, y él lo estaba de cintura para arriba.
Estábamos en una pequeña habitación, solos, tarde en la noche.Una vez
fuimos amantes y, aunque todavía sentíamos algo el uno por el otro en
cierto grado, no había nada excitante o sexual en este momento. Solo
estaba concentrado en tomar las fotografías correctas, frunciendo el ceño
mientras estudiaba cada marca y cicatriz, mientras me concentraba en ser
la persona fuerte que él estaba convencido que era. Intentar ser fuerte, era
infinitamente mejor que aceptar que era débil. Tomó algunas fotos más,
tratando de no mostrar ninguna emoción mientras iba de un lugar a otro.
—Creo que tengo todo. —Se levantó de donde había estado agachado
en mi pierna, tomando fotografías de los moretones e hinchazón de la
caída. Tomando la bata, la sostuvo para que volviera a ponérmela.
Estaba luchando para no mostrar ninguna de sus emociones. Estaba
intentando no mostrarme lo cerca que estaba de golpear la pared y dejar
escapar la ira que sentía.
Había visto sus cicatrices. Y ahora él había visto las mías. No estaba
lista para volver a cubrirlas.
Mis brazos encontraron el camino mientras me presionaba en su
contra. Sus brazos rodeándome inmediatamente, acercándome. Tan cerca,
que podía escuchar el ritmo tranquilo de su corazón contra mi pecho. Nos
quedamos así por tanto tiempo, que comencé a tener sueño, como si
pudiera quedarme dormida de pie entre sus brazos. Su pecho se sentía
fuerte contra el mío, a pesar de ser menos fuerte que la última vez que
estuvimos así. Sus brazos parecían indestructibles, aunque habían sido
rotos varias veces. Se sentía invencible, y quizás lo era, pero yo estaba
hecha de otras cosas.
—Sé que tengo que dejarte ir, pero no estoy segura de cómo. —Mis
manos estaban atrapadas alrededor de él, mis brazos soldados a su piel.
Agachó su cabeza para mirarme.
—No tienes que hacerlo.
—Quizás no en este momento, pero eventualmente, pronto, ambos
tendremos que dejarnos ir.
Acercó su boca a mi oreja.
—Podríamos escapar. Los tres. Fuera del país. Nunca nos
encontraría.
La idea de escapar con Keenan y Brecken, era la suma total de todos
los sueños y fantasías que me había atrevido a tener. Una vida en paz.
Una vida con amor. Una vida donde mi hijo pudiera crecer sin una sombra
oscura que arrastrar. Pero era solo eso. Un sueño. Una fantasía.
—Esa no es la manera en la que quiero enseñar a mi hijo a lidiar con
un problema —susurré, finalmente encontrando la fuerza para dejarlo ir—.
Escapar. Dejar que el miedo gobierne tu vida. Keenan merece una vida
mejor que esa.
—¿Una vida mejor que escapar del pedazo de mierda que es su padre,
que puede hacerle esto a su madre? —Brecken movió los brazos hacia mí,
mientras me alejaba.
—Puedo protegerlo de Crew. Puedo seguir escondiéndoselo.
—Mírate, Camryn. —Volvió a señalarme, su rostro diciéndome
exactamente lo que miraba—. ¿Cuánto más crees que puedes ocultárselo?
Quitándole la bata de las manos, me la puse y me moví alrededor de
la cama, tratando de no mostrar dolor.
—Estoy cansada, Brecken. Fue suficiente por una noche. Podemos
discutir esto de nuevo en la mañana, pero no más por hoy.
—Entonces no puedo esperar por seguir hablando donde lo dejamos.
—Me siguió, del otro lado de la cama, haciendo a un lado las cobijas por
mí.
—¿Qué vas a hacer? —Me metí a la cama y permití que me cubriera.
—Me quedaré justo aquí, cuidándote.
—No dormiste anoche. Necesitas descansar. —Bostecé,
preguntándome qué hora era. Había perdido la noción del tiempo. Perdía
la noción de muchas cosas cuando Brecken estaba cerca.
—Hubo una vez en la que me mantuvieron despierto por diez días
seguidos. Me amarraron a una silla de metal y me dejaron en un cuarto
frío. —Acercó la mecedora de la esquina, colocándola al borde de mi
cama—. Esto es un lujo en comparación.
Mientras se movía por la habitación, apagando las luces, me moví a
un lado para hacerle espacio en la cama. Cuando regresó a la silla, coloqué
mi mano en el lugar vacío junto a mí.
—Descansa. Por favor. No va a regresar esta noche. Tenemos esta
noche, y veintiséis más. Me siento a salvo contigo, sin importar que estés
dormido o despierto.
Observó el lugar vacío, su frente fruncida.
—No sé si esto es una buena idea.
—No sé si esto es una buena idea, tampoco —dije, mirándolo—. Pero
parece correcto.
Se quedó de pie ahí, por un segundo, antes de meterse en la cama y
deslizar sus pies bajo las sábanas que había movido. El aire en la
habitación cambió de repente. Pasó de calmado a inquieto, como antes de
una tormenta. Me concentré en él, cada respiración, cada movimiento que
hacía sobre el colchón. Mi cuerpo se sentía sintonizado con el suyo,
esperando a que tocara la primera nota.
Su pesado brazo me tomó de la cintura antes de acurrucarse detrás
de mí, moldeándose a las curvas de mi cuerpo. Su cabeza se quedó junto a
la mía, su pecho abarcando mi espalda, sus piernas detrás de las mías. Su
respiración cálida contra mi cuello, familiar, de manera que tuvo a mi
cuerpo respondiendo de la manera en que lo hacía antes, cuando se metía
en la cama junto a mí y me tocaba.
—¿Brecken? —susurré, mi voz sonando diferente.
Hizo un sonido adormilado, su brazo abrazándome más fuerte.
—No sé si esto es una buena idea.
Su pierna se deslizó entre las mías, enredándonos. Luego su cabeza
se movió lo suficiente para que sus labios tocaran, no solo con su
respiración, la parte de atrás del cuello. Mi piel comenzó a hormiguear, mi
pecho moviéndose tanto que sentía que mi corazón estaba a punto de
escapar.
—No sé si esto es una buena idea, tampoco. Pero parece correcto.
—B
recken —susurré tan silenciosamente como pude,
revisando la hora en el reloj otra vez. Ni siquiera eran
las seis y media, pero quería tener tiempo suficiente
para salir de la cama en la que Brecken estaba, para que mi hijo no me
encontrase enredada con él. Vestida o no, seguro haría preguntas.
Al parecer, él estaba durmiendo profundamente, porque ni siquiera se
movió cuando susurré su nombre de nuevo.
Sin embargo, cuando intenté apartar su brazo de encima, se despertó
bruscamente.
Miró el reloj antes de dejar caer la cabeza sobre la almohada.
—Ni siquiera son las seis y media. Duerme.
Me rodeó con su brazo y me empujó contra él, acomodando la curva
de mi cuerpo en la curva del suyo. Fue entonces cuando sentí algo
extraño. O tal vez no extraño, sino inapropiado.
—Brecken —siseé, apartando su antebrazo como si pudiera moverlo.
—¿Qué? —preguntó somnoliento.
—Tienes… problemas matutinos. —Traté de ignorar la sensación de
él, duro, contra mi trasero, pero habría sido más fácil ignorar el sol
explotando a cinco centímetros de mi rostro.
Se quedó en silencio por un momento, luego un gruñido de
comprensión salió de él.
—Eso no es un problema matutino.
Se volvió,colocándose para que su regazo no estuviera presionado
contra mí.
—Eso es un problema de Camryn. Hay una diferencia.
—Sí, pero estamos por la mañana.
—Y he despertado los últimos seis años por las mañanas sin este… —
se aclaró la garganta para completar el resto—… problema.
Mis mejillas se sonrojaron al hablar de lo que éramos. Mi cuerpo se
calentóal sentir su reacción física.
Ambos salimos de la noche que tuvimos, las cicatrices que nos
habíamos confesado el uno al otro... Parecía como la definición misma del
momento equivocado para tener este tipo de sentimientos.
Pero bien o mal, allí estaban.
—Lo siento —dijo, moviéndose en la cama para agarrar una
almohada. La metió entre nosotros—. Ahí. Solucionado.
—¿Lamentas que haya sucedido?
—Lamento que te hiciera sentir incómoda. —Ajustó la almohada un
poco más abajo antes de volver a poner su brazo alrededor de mí—. No
lamento sentirme así por ti.
Mi cabeza se inclinó hacia atrás para encontrarle ya mirándome,
como si estuviera esperando.
—Que te sientas así por mí—repetí, alzando una ceja—. ¿De querer
tener sexo? ¿No lo lamentas?
—No lamento querer amarte. De cualquier forma que pueda. —Su voz
era clara ahora, el sueño desapareció de sus ojos también—. No he estado
con una mujer en más de la mitad de una década. La última mujer con la
que estuve es la que está a mi lado en la cama ahora mismo. Puedo
controlar mis manos, puedo controlar mi boca, puedo controlar la mayor
parte de mi cuerpo, pero no puedo controlar eso, y no puedo controlar mis
pensamientos.
—Bueno, hay una almohada para resolver el problema de una de las
cuestiones que no puedes controlar. —Me encontré sonriendo de nuevo
mirándole, a pesar de la torpeza y la tragedia de toda nuestra situación. Él
sonreía de vuelta—.Debe existir algo para resolver el problema de “no ser
capaz de controlar tus pensamientos”.
—Existe —afirmó, inclinando la cabeza sobre la mía. Luego se puso el
dedo en la sien—.Se llama lobotomía. Preferiría no hacerlo. Gracias de
todos modos.
Giré la cabeza para ahogar mi risa. Mi cuerpo todavía dolía esta
mañana, pero parecía un corte de papel en comparación. Allí, visible,
picante, pero no como la herida abierta y pulsante de ayer.
—¿Hambriento?
Esta vez cuando me moví para irme, me dejó. Estaba luchando contra
su instinto inicial, podía sentirlo por el movimiento de su brazo, pero no
me retendría a la fuerza. Jugando o no, supuse que nunca me retendría
contra mi voluntad después de lo que le revelé anoche.
—Tengo que compensar seis años de alimentos reales perdidos.
Siempre estoy hambriento.
Cuando empezó a salir de la cama, le hice un gesto para que se
quedara.
—Prepararé algo. No hay muchos lugares que entreguen huevos y
tocino a domicilio.
Me dio su mejor ceño fruncido que se disolvió un momento después.
—Solo cinco minutos más. Luego bajaré. —Su cabeza se estrelló
contra la almohada mientras rodaba sobre su espalda. Las mantas y la
sábana estaban retorcidas y enredadas, como si hubiéramos hecho algo
más que dormir la noche anterior—. Tenemos un día muy ocupado.
Hice una pausa fuera de la puerta, comprobando que la puerta del
dormitorio de Keenan seguía cerrada.
—¿Lo tenemos?
—Tengo mi primera entrevista hoy, esta tarde.
—¿Dónde?
—Aquí. En la ciudad. Los periodistas pensaron que añadiría algo de
"sabor personal" a la entrevista si me grababan caminando por las aceras
en las que crecí. —Me dirigió una mirada que sugería que estaba pensando
lo contrario—. Mañana me encuentro con un periodista de alguna revista
que está volando para hablarme de los otros miembros de mi equipo que
fueron capturados conmigo. Al día siguiente, algún editor que está
interesado en escribir mi historia. Después, al siguiente, no recuerdo a los
otros que establecí.
Me acerqué a la puerta y busqué la forma correcta de expresar lo que
estaba pensando.
—¿Estás seguro de estar listo? ¿Hablar de todo eso? ¿Hacer que la
gente haga preguntas difíciles, que publiquen tus respuestas para que el
mundo escuche?
Yo no había pasado por nada como él y no podía concebir hablar con
un extraño sobre mi abuso, y mucho menos tenerlo ahí fuera para que
cualquier persona que me hubiera conocido lo supiera. Brecken era
valiente, lo sabía, pero me preguntaba si este era del tipo ciego. De la
variedad que volvería para atormentarlo.
Brecken se incorporó sobre sus codos en la cama.
—Estoy listo. —Me sostuvo la mirada, sin pestañear, desafiándome a
desafiarlo.
—Cinco minutos. —Levanté mi mano, cinco dedos extendidos—.
¿Bacon o salchicha?
—Como si tuvieras que preguntar. —Su voz volvió a la normalidad
cuando se dejó caer en la cama.
—Será bacon. Extra crujiente —añadí justo antes de ir a sacarlo.
—Oye, ¿Camryn? —Su voz me detuvo—. He reservado una cabaña en
Upper Klamath Lake para ti y Keenan.
Mis pies retrocedieron hasta que estaba mirando el interior de la
habitación de nuevo.
—¿Qué?
—Hasta que terminen las entrevistas, reservé una cabaña para que
ustedes se queden.
Mi boca se inclinó hacia abajo.
—¿Por qué?
—Estaré ocupado casi todo el día. No estaré aquí si vuelve. —Se sentó
en la cama de nuevo, balanceando las piernas por el costado. Aún estaba
sin camisa, y no podía olvidar la forma en que su cálido pecho se sintió
presionado contra el mío la noche anterior, cuando me había metido en
sus brazos—. Quiero que se alejen de aquí. En un lugar donde no pueda
encontrarte.
—No va a volver.
—Podrías tener su declaración escrita en sangre, la muerte siendo la
pena por romperla y, aun así, no apostaría tu seguridad y la de Keenan
con eso. —Se frotó el rostro cuando suspiré—. Por favor. ¿Harías eso? ¿Por
mí? No hay manera de hacer esas entrevistas si todo en lo que estoy
pensando es en él volviendo por esa puerta cuando no esté aquí para
protegerte.
—No necesitas protegerme. No es tu trabajo mantenerme a salvo.
—Entonces, ¿de quién es el trabajo? ¿De tu marido? —Bufó,
sacudiendo la cabeza.
Otro tipo de calor empapó mi sangre.
—Mío. Es mi trabajo.
—No has estado protegiéndote, Camryn. Lo has estado protegiendo. A
tu hijo. —Brecken señaló el pasillo y se puso de pie—. Y nadie, incluyendo
yo, puede culparte de ello, pero necesitas que alguien te cuide mientras
cuidas de tu hijo. Ese soy yo. Ese es mi trabajo porque lo estoy haciendo
mío y lo fuedesde el principio. No me importa que te hayas casado con él ni
que tengas su apellido. Eres mía. Para amar. Para honrar. Y para
malditamente proteger.
Se quedó donde estaba, y de alguna manera encontré la fuerza para
quedarme donde estaba, incluso cuando cada célula de mi cuerpo estaba
siendo arrastrada hacia el suyo. Mis pies permanecieron en su lugar
mientras el resto de mi cuerpo gravitaba hacia él.
—Por favor, Camryn. Por favor, haz esto. Apenas son un par de horas
de distancia. A Keenan le encantará. Pesca, natación, senderismo, lo que
sea. Es solo por unos días.
Mis hombros se desplomaron, admitiendo la derrota.
—¿Esas cabañas tienen agua corriente?
Su cuerpo visiblemente se relajó.
—Agua corriente. Cuarto de baño privado. Incluso vienen equipadas
con un techo.
Levantó la camisa, que todavía estaba en el suelo, y se la puso.
Juntos, en la privacidad de esta sala, podíamos compartir nuestras
cicatrices más profundas entre sí, pero cuando te enfrentas al mundo, es
necesario un escudo.
Tomó mi mano, cerrando la puerta detrás de nosotros. Cuando
llegamos a las escaleras, se inclinó ligeramente delante de mí. Así que, si
me caía, estaría allí para detenerme.

—¡Mamá! ¡Ven a nadar! ¡Por favooooor! —gritó Keenan desde el agua


hasta la rodilla en la que estaba meneando los brazos y las piernas, pero
sin moverse.
—Mamá olvidó su traje de baño. Parece que estás haciendo suficiente
natación por los dos. —Le saludé con la mano desde mi silla plegable,
apoyada en la arena donde había pasado las últimas seis horas solo...
relajándome. Creo que era lo que era. No hacer nada, descansar, no
comprobar el tiempo cada pocos minutos. Hacía tanto tiempo que no había
vivido mis días vigilando por encima de mi hombro, andando de puntillas
por la vida, que me había llevado un tiempo adaptarme. Relajarse. Era
agradable.
—Tenían algunos en la tienda de regalos. Ve a comprar uno de esos.
—Keenan nadó más cerca de la orilla.
—No creo que tuvieran ninguno de mi talla. —Sonreí y miré detrás de
mí, donde estaban las dos cabañas que Brecken había alquilado. La
camioneta usada que había comprado recientemente todavía no estaba
allí. Había dicho que probablemente no volvería hasta después de la cena,
pero ya eran las siete.
—Mamá —gimió Keenan, arrastrando una sílaba en cinco.
Eché un vistazo a lo que llevaba puesto. Jeans, una blusa de manga
larga, y una camisola debajo. Ah, y un sombrero de sol para disimular el
moretón que se formaba alrededor de la herida vendada en el nacimiento
del cabello. Gané el premio al mejor vestido de la playa hoy. Había sido un
día caluroso y había sudado como loca en mis capas de ropa, pero no
había ninguna alternativa. Si me pavoneara en un traje de baño con el
aspecto de mi cuerpo asustaría a todos, incluido a mi hijo.
—Vamos, mamá. No hemos estado en la playa en... —Keenan se
detuvo a pensar, sus ojos hacia el cielo mientras lo hacía—. Nunca. Nada
conmigo. ¡Nada conmigo! —Estaba salpicando agua por todas partes
ahora, saltando arriba y abajo para crear más de un chapoteo.
Le había enseñado a nadar en la piscina pública de Medford, pero
tenía razón, no podía recordar ni una vez que hubiésemos estado en la
playa. A Crew no le gustaba que la arena llegara a todas partes, y dijo que
el mar abierto era una trampa mortal para los niños pequeños. No daba
miedo, sin embargo. De ningún modo. Keenan estaba pasando el tiempo
de su vida, y no era verdad, no quitaría mis ojos de él.
—¿Quieres que mamá vaya a nadar? —Me levanté de la silla y me
moví hasta que el agua estaba rozando mis dedos de los pies.
Keenan dejó de salpicar, mirándome como si intentase averiguar si
hablaba en serio.
—¡Sí!
—Bien. —Levanté mis brazos fuera de mis lados—. Supongo que
tendré que ir a nadar entonces.
Cuando entré en el agua, los ojos de Keenan se pusieron redondos al
notar que mis vaqueros se mojaban. La siguiente mirada que me dio
sugirió que estaba preocupado por si había perdido la cabeza.
—¡Pero tú vienes conmigo! —Agarrándolo me adentré más en el agua,
hasta que cubríami cintura, luego me balanceé arriba y abajo hasta que el
agua estaba chapoteando alrededor de nuestros rostros.
Keenan gritaba de placer, agitando los brazos para salpicar más agua.
No me había notado que estaba riéndome con él hasta que se detuvo. Su
cabeza ladeada, me dirigió una mirada pensativa mientras mi balanceo
disminuyó.
Sus brazos alrededor de mi cuello.
—Me gusta tu risa, mamá. Es agradable.
Sonrió justo antes de inclinarse para besar mi mejilla. Luego se
sacudió de mis brazos y nadó hacia la orilla. Hizo una pausa cuando
estaba a mitad de camino para ver si lo seguía, pero yo seguía en el mismo
lugar.
Mi risa. Era algo extrañoviniendo de un chico de cinco años: le
gustaba la risa de su madre. Yo sabía por qué, lo había mencionado. Era
porque la había escuchado con muy poca frecuencia. Incluso cuando
éramos solo él y yo, llevaba conmigo una tristeza que no dejó mucho
espacio para la risa. Hasta ese momento, no me había dado cuenta de
hasta qué punto mi abuso se había filtrado en mi vida. Keenan no sabía
por qué no sonreía o me reía a menudo, pero su desconocimiento no me
pareció un consuelo cuando acababa de verle mirándome con asombro
mientras compartíamos una carcajada.
Había logrado ocultarle la verdad hasta ahora, pero no las
repercusiones de esa verdad. Pensé que lo había estado protegiendo, pero
ahora sentía que lo estaba privando. De mí misma. De la alegría. De la
risa.
En lugar de cuestionar el pasado o preocuparme por el futuro, tomé
una decisión allí mismo, con los dedos de los pies enterrados en el suelo
arenoso de Upper Klamath Lake, el agua lamiendo mi pecho mientras
observaba a mi hijo arrastrar un tiburón flotador hacia el agua, iba a vivir
en el presente. El día. El momento. El pasado no iba a perseguirme, y el
futuro no iba a amedrentarme. Esto era lo que importaba. Ahora. Esta
respiración.
—¡Mamá! —gritó Keenan, tirando de su flotador—. ¡Brecken ha
vuelto! —Se escapó del agua, dejó caer al tiburón y corrió hacia
laviejacamionetaque acababa de estacionar pesadamente entre las dos
cabañas.
—¡Ha tenido un largo día! Dale un minuto para relajarse antes de
atacarlo.
Keenan estaba demasiado lejos para oírme, y noté que había utilizado
una de las frases guardadas en mi cajón de supervivencia. Crew había
tenido largos días. Crew necesitaba tiempo para descansar antes de tratar
con un niño de cinco años que quería jugar.
Crew no era Brecken.
Aunque supuse que la diferencia era que Brecken no era Crew.
Mientras salía del agua, goteando, mojada y sonriendo, no me perdí la
forma en que Brecken atrapó a Keenan volando hacia él. Los brazos
abiertos. Una expresión que era acogedora en vez de molesta.
Lanzándolo sobre sus hombros en lugar de alejarlo. Caminando hacia
la playa para unirse a nosotros en lugar de desaparecer detrás de una
puerta cerrada para estar solo.
No pude dejar de mirarlos a los dos mientras Brecken bajaba
lentamentehacia la playa, todavía usando sus pantalones y camisa de
vestir de la entrevista. Los pantalones estaban arrugados ahora y las
mangas de la camisa estaban enrolladas hasta el codo, pero se veía bien.
Tener a Keenan sobre sus hombros hizo que su cojera se volviera más
pronunciada, especialmente cuando llegó a la arena. Cuando alcanzaron la
zona de las toallas y juguetes, salí del agua.
Brecken me miró con una sonrisa.
—Bonito bañador.
Keenan se riócon él, parecíaestar en la cima del mundo sentado en los
hombros de Brecken.
—Sabía que te gustaría. —Me sacudí el pelo, moviéndome unos pasos
más cerca—. ¿Quieres un abrazo?
Cuando le tendí los brazos y me acerqué, Brecken retrocedió.
—No, gracias. Estoy bien. Ya estoy bien húmedo de los hombros para
arriba. —Miré hacia arriba, donde Keenan estaba goteando sobre él.
—Creo que necesitas un abrazo. Uno agradable, cálido, y empapado.
Keenan empezó a aplaudir mientras Brecken me lanzaba una mirada
de advertencia.
—Tengo a tu hijo sobre mis hombros. No puedo huir.
Di una sonrisa exagerada y luego me lancé.
—¡Exactamente! —exclamé, rodeándolo con los brazos y moviendo el
resto de mi mojado cuerpo contra él.
Brecken dejó escapar un gruñido, pero se quedó allí y lo tomó,
aferrando a Keenan mientras yo me aferraba a él.
—Maduro. Muy maduro. —Suspiró todo dramático—. Un ejemplo
maravilloso que le estás dando a tu hijo aquí.
Incliné la cabeza, con la ceja levantada.
—¿Esto viene del hombre que mezcló Frosted Flakes y Cocoa Puffs
esta mañana?
Sus cejas se alzaron.
—Estoy dando el ejemplo de cómo comportarse como un niño de cinco
años. Eres la madre. Lo tuyo es el ejemplo parental.
Estuve callada un minuto después de eso, no teniendo nada más que
decir, teniendo todo lo demás que decir. En su lugar, me quedé allí
mirándolos. El rostro de Brecken por encima del mío, el de Keenan por
encima de nosotros dos. Elsol brillaba detrás de ellos, sacando matices
dorados de sus cabellos. La nariz de Keenan estaba manchada con
algunas pecas de pasar un día al sol, gotas de agua goteando de sus
pestañas cada vez que parpadeaba. Si la felicidad era tener exactamente lo
que querías, aunque solo fuera por un momento fugaz, entonces la había
encontrado. La tenía.
No importaba lo que viniera, siempre llevaría esto conmigo.
—¿Todavía podemos ir a pescar, Brecken? —Keenan echó un vistazo a
uno de los barcos de alquiler amarrados en el muelle principal.
—Es tarde… —empecé.
Brecken levantó su muñeca de mi espalda para revisar su reloj.
—La pesca nocturna es el mejor tipo de pesca en mi opinión.
—¿La pesca nocturna? —repetí.
—Ningún sol abrasador quemando, y pican mejor por la noche. —Se
encogió de hombros como si fuera obvio.
—¿Y cuántas veces has ido de pesca? ¿Deportista al aire libre? —
Retrocedí y apoyé una mano en mi cadera, tratando de no sonreír cuando
vi el contorno oscuro y húmedo de donde acababa de envolverme alrededor
de él.
—Muchas veces —dijo, fingiendo indignación ante mi interrogatorio.
Pero levantó los dedos un momento después, donde Keenan no podía ver—
. Dos veces —articuló.
Me tapé la boca para contener mi risa.
—Entonces, ¿debería pensar en cocinar pescado para cenar esta
noche? ¿O debo tener un plan de emergencia por si acaso?
Brecken me lanzó otra mirada horrorizada.
—No voy a honrar esa pregunta con una respuesta —anunció,
mirando a Keenan y sacudiendo la cabeza. Mientras se dirigía hacia el
cobertizo de alquiler, se volvió y dijo—: Ten un plan de emergencia.
Esta vez, no ahogué la risa.
—¿No tiene mamá una hermosa risa? —preguntó Keenan mientras
bajaban por la playa.
La respuesta de Brecken llegó instantáneamente.
—Ella tiene la mejor risa del mundo.
E
ran las nueve cuando el bote de pesca regresó, la luna llena
iluminando el lago oscuro lo suficiente para que los viera. La
comida “de reserva” se había enfriado hace una hora, y no me
importaba. Fue después de la hora de acostarse de Keenan, y no me
importó. Estaba consiguiendo ser un niño, logrando ir a pescar como
siempre había querido. Eso era lo que importaba.
Crew había pescado muchas veces mientras crecía, pero nunca se
había molestado en llevar a Keenan por unas horas, a pesar de las
suplicas. Brecken había pescado dos veces en su vida, y probablemente
fue en alguna feria donde jugabas a capturar el pez más bonito. Dudaba
que hubieran pescado algo, pero sabía que eso no molestaría a Keenan.
Hoy, él fue a pescar. Fue un buen día.
Saliendo de la mecedora del porche, me acerqué a su encuentro.
Brecken llevaba un par de cañas de pesca y una caja de equipo en
una mano, y en su otro brazo estaba Keenan. Cuando empecé a bajar el
muelle hacia él, me di cuenta de por qué lo llevaba.
—Cuando este chico sale, sale —dijo Brecken suavemente, dejándome
tomar las cañas y la caja.
—No conozco a nadie más así —dije, dándole un codazo.
Keenan casi estaba roncando, respiraba muy fuerte, todavía con su
chaleco salvavidas puesto.
—¿Y bien? ¿Pescaste algo?
—¿Las algas cuentan?
Sonreí en el muelle.
—Deberías haber traído alguna. Podríamos haber hecho sushi.
Brecken resopló.
—Conseguimos unas cuantas mordidas, pero eso fue todo. Y conseguí
enganchar mis pulgares un par de veces. Bastante bien en mi primer
intento, creo.
—Gracias por llevarlo. Ha estado muriendo por ir a pescar.
Brecken asintió mientras nos dirigíamos hacia las cabañas.
—Es un buen chico.
Le di un pequeño apretón a la mano de Keenan que colgaba del brazo
de Brecken.
—Bueno, lo heredó de su madre.
Brecken gruñó.
—Chico afortunado.
Mientras caminábamos por los escalones de mi cabaña, eché un
vistazo a la oscuridad junto a nosotros. Brecken había alquilado dos para
mantener las cosas simples para Keenan. Había estado preocupado por lo
que pensaría Keenan si los tres compartíamos la misma cabaña. Aprecié el
pensamiento y el gasto extra que había puesto en eso, pero dudaba que
hubiera cruzado por la mente de Keenan. Tenía cinco años y no sabría por
qué era inapropiado que su madre compartiera una cabaña con un ex
novio mientras su esposo estaba ausente. Intenciones inocentes o no. Me
hizo preguntarme si la segunda cabaña tenía más que ver por el beneficio
de Brecken que la de Keenan.
¿Había acepado lo que intentaba decirle? ¿Había aceptado la
imposibilidad de un nosotros?
¿Las circunstancias eran lo que eran?
El pensamiento me alivió tanto como me deprimió.
—¿A qué hora tienes que irte mañana? —pregunté.
Estaba a punto de responder cuando sonó un boom, resonando por el
lago. Brecken se puso rígido durante medio segundo, luego fue un
remolino de movimiento. Me encontré atrapada contra la pared de la
cabaña, Keenan se acunó contra mi pecho, mientras Brecken colocaba su
cuerpo alrededor de nosotros. Casi como si estuviera protegiéndonos de
algo.
Me tomó un momento darme cuenta de lo que había sucedido. Me
tomó otro decirlo en voz alta.
—Fuegos artificiales —dije suavemente, moviéndome fuera de la
pared. Luego señalé al otro lado del lago donde se podía distinguir las
últimas chispas verdes que se alejaban del cielo—. Solo eran fuegos
artificiales.
Brecken no se movió al principio, no estaba segura si estaba
respirando, pero después de levantar mi mano hacia su rostro, las líneas
en su frente empezaron a borrarse. Sus hombros se relajaron un poco
mientras una exhalación desigual salía de sus labios. Una vez se dio
cuenta de lo sucedido, sus ojos se posaron en Keenan, todavía en sus
brazos. Otra exhalación, más un suspiro que una respiración.
—Lo siento —dijo con las cejas juntas mientras miraba de nuevo
hacia donde había sonado la explosión.
Me incliné un poco más para que supiera que no tenía miedo. Mi otra
mano se curvó alrededor de su rostro para poder girarloy que me
enfrentara. Entonces esperé a que me mirara.
—Está bien. —Mis pulgares se deslizaron por sus mejillas—. Está
bien.
No parecía convencido, en cambio, permitió que sus ojos nadaran en
la culpa. Cuando los siguientes fuegos artificiales sonaron a través del
lago, no nos rodeó de nuevo, pero no me perdí el temblor que recorrió su
espalda, de cómo se estaba conteniendo.
—¿Dónde quieres que lo ponga? —Brecken se aclaró la garganta y se
dirigió hacia la puerta.
Estaba evitando mirarme.
—Antes colocamos el futón2 en la sala. Quería acampar por su cuenta
en lugar de acurrucarse con su madre.
No sonrió mientras se movía hacia dentro, la puerta se cerraba detrás
de nosotros. Se desplazó por la habitación rápidamente, poniendo a
Keenan en el futón de la misma manera apresurada. Estaba actuando
como si fuera peligroso, una amenaza, capaz de rompernos si no tenía
cuidado.
—Experimento el mismo tipo de cosas, ¿sabes? Bueno, es diferente…
lo que me pone mal, los desencadenantes —dije. Mientras le hablaba su
mandíbula se endureció y miró fijamente a Keenan—. Pero el resultado es
el mismo.
—¿Qué resultado es ese?
—Me duermo. Preguntándome si voy a lastimar a la gente que me
importa. Preguntándome si merezco preocuparme por ellos en primer
lugar. —Apreté la chaqueta a mi alrededor—. Sé lo que estás sintiendo.
—No. No lo haces. —Brecken giró su cabeza antes que su cuerpo.
Luego se dirigió hacia la puerta—. Porque si lo hicieras, sabrías que no
quiero hablar sobre eso.
Me desplomé en el lugar donde estaba, mirando la mesa que había
preparado para la cena. Probablemente no tenía hambre. Probablemente
no quería hablar.
Muy malditamente malo.
Agarrando el plato que había servido para él, lo puse en el microondas
para calentarlo antes de sacarlo. Probablemente estaba en su cabaña, pero
habría cerrado la puerta si tuviera que hacerlo. Conocía la técnica de
alejarme-del-mundo, y nunca ayudaba. Solo empeoraba las cosas.

2Futón: Es un estilo de cama tradicional japonesa consistente en un colchón y una funda


unidas y suficientemente plegables como para poder ser almacenado durante el día y
permitir otros usos en la habitación.
En cambio, lo encontré parado afuera de nuestra cabaña, mirando el
lago oscuro.
—Te traje la cena. Cena de emergencia. —Cuando le tendí el platolo
cogió, pero realmente no lo vio. Me quité las sandalias y me senté en la
parte superior de las escaleras—. ¿Cómo fue la entrevista hoy?
—Bien.
Balanceando mis pies, busqué qué decir a continuación.
—¿Qué tipo de preguntas te hicieron?
—De todos.
Mi espalda se encogió cuando parpadeé hacia él.
—Estoy intentando tener una conversación aquí. Es muy difícil
cuando todo lo que recibo a cambio son respuestas de una o dos palabras.
Finalmente, sus ojos se dirigieron hacia mí. Lo que sea que había
visto en las escaleras debajo de él, aclaró la expresión sombría.
—Lo siento. No sabía que estabas intentando tener una conversación.
Pensé que era más un interrogatorio.
Mis manos se alzaron.
—Podemos hablar de lo que quieras. Toma la iniciativa tú mismo.
Antes de sentarse a mi lado, tomó la toalla que colgaba de la
barandilla.
—Aquí. Esa madera se ve muy dura. —Dejó su plato para doblar la
toalla, luego la puso detrás de mi espalda, esperando que me levantase.
Cuando lo hice, la deslizó debajo de mí.
—Esa madera era dura. —Sonreí, moviéndome para acomodarme en
los dobleces de la toalla.
Brecken colocó el plato en su regazo y cogió el tenedor, pero no se
movió para dar un bocado.
—Me hicieron preguntas sobre lo que realmente ocurrió una vez que
fui capturado. —La piel entre sus cejas se arrugó—. Lo que me hicieron, si
recordaba sus nombres, cuáles eran las condiciones. Ese tipo de cosas.
Asentí, pero me quedé en silencio.
—Entonces me preguntaron si recordaba en qué pensaba cuando
estaba siendo rescatado.
—¿Alivio por estar vivo?
—Tú. —Dejó su tenedor, su cabeza girando hacia mí—. Eso fue en
todo lo que pensé cuando fui rescatado, eso fue todo lo que pensé durante
los seis años que estuve ahí. Tú. —Deslizó un mechón de cabello detrás de
mi oreja—. Tú fuiste lo que me mantuvo vivo en ese infierno. Y tú eres lo
que me mantendrá vivo en este.
—Estás libre. Vivo. ¿Cómo es esto un infierno?
—Puede que no sea una pared con barras de metal y a medio mundo
de distancia, pero todavía hay algo que me mantiene separado de ti. —Dejó
su plato a su lado y miró al mundo como si lo hubiera traicionado—. Es
un infierno pasar de amar a alguien, pensar en ellos cada minuto de cada
día y creer que nunca los verás de nuevo, solo para llegar a casa, verlos, y
descubrir que no son tuyos para amar nunca más.
Su espalda se tensó mientras continuaba.
—Pero en lugar de desnudar mi alma a esas personas hoy, ¿quieres
saber lo que les dije? ¿Quieres saber cómo respondí a su pregunta sobre
cuál fue el primer pensamiento que me pasó por la cabeza cuando fui
rescatado?
No le respondí.
—Una hamburguesa con queso —gruñó, rodando su cuello—. Una
puta hamburguesa con queso.
—Lo siento, Brecken. —Bajé la cabeza mientras miraba mis manos en
mi regazo—. Lo siento mucho.
Mis uñas se clavaron en mis palmas. No estaba segura de qué aspecto
tenía en sus ojos. Podría no haber sido una acusación, pero me sentí como
el acusado. Me sentía culpable y mal, y sobre todo enojadacon todo el
mundo entero.
—¿Sabes qué? —dije, mi voz temblando—. Sé lo que es. Sé lo que es
amar a alguien, pensar en ellos cada segundo de cada día, pensando que
nunca los volvería a ver, solo para verlos y tener que aceptar que ya no son
míos para amar nunca más. —Miré dentro de la cabaña,asegurándome de
no haber despertado a Keenan con mi rabieta. Entonces mis ojos volvieron
a Brecken, el fuego ardiendo en ellos—. Sé lo que se siente, así que deja de
actuar como si fueras el único que está sufriendo aquí. Porque sabes por
qué no puedo volver a eso, ya sabes lo que está en juego. Él. La vida de ese
niño pequeño ahí dentro. —Mi brazo voló hacia la cabaña, mi dedo
apuntando adentro—. Has hecho sacrificios. Bueno, yo también.
Brecken rodó su cuello, su mirada se alejó.
—¿Por eso esperaste todo un minuto después de mi muertepara
acostarte con Crew Graves?
Me quedé sin aliento. No había dicho lo que creía que había dicho.
—¿Sin palabras? —Agregó mientras mi silencio continuaba.
Realmente había dicho eso.
Me alejé, incapaz de soportar estar cerca de él.
—No tienes idea de lo que pasó. Ni sabes por qué hice lo que hice.
Su expresión permaneció inalterada. Como si no le importara el daño
que me estaba haciendo.
—Bueno, seguro que no fue porque estuviste colgada de mí y llorando
mi muerte.
No pude quedarme sentada. No podía quedarme a su lado. No podía
permanecer en el mismo universo. Corriendo por los escalones, no me
detuve hasta que puse un poco de espacio entre nosotros. La arena estaba
fresca contra mis pies, el aire de la noche me cubría como una manta.
Mis ojos se estrecharon en él, todo mi cuerpo temblando.
—¿Cómo te atreves?
Se negó a mirarme. Miró por encima de mi hombro. Por encima de mi
cabeza. Debajo de mis pies. En todas partes excepto en mí. Eso me
enfureció más que sus palabras.
—Yo te amaba. Yo te amaba. —Lo miré, deseando tanto poder odiarlo
ahora mismo. Sabiendo cuánto más fácil sería esto si lo hiciera—. ¿Cómo
te atreves a cuestionar eso?
Fue entonces cuando su rostro lo traicionó, formando una grieta en
esa fachada de indiferencia. Bajó su cabeza para que no pudiera verlo, con
las manos juntas delante de él.
—¿Por qué te casaste con él? ¿Por qué él? ¿Por qué justo después? —
Exhaló, su voz tranquila—. ¿Por qué?
La banda de mi mano izquierda me cortó la piel cuando crucé los
brazos, recordándome su presencia.
—Porque tenía que hacerlo.
La cabeza de Brecken se alzó lo suficiente como para que sus ojos
pudieran alcanzar los míos. Estaba mirando a un hombre que había
conocido toda mi vida, pero estaba mirando unos ojos desconocidos.
—Porque tenías miedo de estar sola.
Retrocedí un paso como si me hubiese empujado. Como puños, las
palabras llevaban esa fuerza.
Me recuperé, dando un paso atrás.
—Tú, hijo de puta.
Se estremeció cuando las palabras lo golpearon. Apenas. Lo suficiente
para que lo viera.
—Te quería como una loca. Pensaba en ti cada día que te habías ido.
He pensado en ti todos los días desde que creí que habías muerto. Te amé
como si nunca hubiera amado a nadie. Como nunca pensé que podría
amar a nadie. Todavía te amo.
Su cabeza se alzó, sus ojos ya no eran tan extraños.
No sabía lo que estaba diciendo, solo que tenía que decirlo.
—Cómo te atreves a intentar hacerme ver tan barata y desesperada.
Me mató seguir adelante. Me mató. Morí contigo ese día. Así que no
pretendas que eres el único que conoce el dolor y la perdida. Puede que no
estuviera atrapada detrás de esos barrotes contigo, pero he estado en mi
propia cárcel. Y quizás no conozca la tortura como tú, pero la clase que
conozco es muy cruel. No creas que eres el único que perdió algo. —Mis
palabras eran una avalancha que se derramaba, mi cuerpo un remolino de
movimiento. Lo había llevado dentro de mí durante demasiado tiempo, y
sentí que podía respirar ahora que lo había dicho—. Esta persona no es la
misma que dejaste atrás. No queda nada de esa chica que amabas, así que
no hay necesidad de sentir que te estás perdiendo. Sálvate del tormento y
sálvame de la culpa.
Brecken no había dejado de mirarme fijamente. Estaba tan quieto, su
único movimiento venía de su pecho mientras respiraba, sus ojos mientras
parpadeaba. Se quedó allí, mirándome como recordé que solía hacer antes.
La forma en que me admiraría desde la distancia antes de mudarse. La
forma en que me apreciaría con ese atisbo de posesión en sus ojos. La
confianza en su rostro que decía que no importaba lo lejos que estuviera,
sabía que siempre encontraría el camino de regreso.
Mi estómago se tensó cuando el fuego que fluía en mí desapareció. Lo
que tomó su lugar fue un tipo de fuego diferente. El tipo que se quemaba
más rápido, un suministro sin fin de yesca que lo mantenía vivo.
Se levantó de las escaleras, avanzando hacia mí. Sus pasos no eran
vacilantes o lentos.
—Esa chica que dejé atrás esta justo aquí, de pie frente a mí —dijo
con los ojos inflexibles—. Todavía hay mucho en ella para amar.
De repente quería alejarme de él por una razón diferente. Mis talones
se hundieron en la arena mientras retrocedía.
—Estoy casada.
Sus pasos no disminuyeron.
—¿Y? —Lo dijo de una manera que sugería que no importaba, que era
trivial en comparación con el vínculo que compartíamos—. Podrías haberte
casado con el mejor tipo del mundo y jamás haber vuelto a buscarme, y
aún estaría aquí. —Señaló la arena que nos separaba mientras se
acercaba más—. Amándote. Esperando por ti. Esperando mimomento.
Mis pies dejaron de moverse. No podía dar un paso más lejos de él.
—¿Estás esperando tu momento? Brecken, Keenan tiene cinco años.
No será un adulto por trece años más. Eso es dos veces más tiempo de lo
que estuviste en prisión.
No se detuvo hasta que estuvo directamente frente a mí.
—¿Parece que me importe? —Esperó. No parpadeaba—. Mierda, sé
que se supone que no debo hacerlo. Sé que estás casada. Pero te amo.
Todavía. Siempre. No hay nada que puedas decir o hacer para cambiar
eso.
Dejé caer mis brazos a mis costados, cansada de cruzarlos, cansada
de cerrarme hacia él.
—Han pasado seis años. Todo ha cambiado. Yo lo hice. Tú lo hiciste.
—Mis ojos se alzaron—. ¿Por qué? ¿Por qué intentas ganarme de vuelta?
Exhaló, abriendo sus labios.
—Voy a ganarte de vuelta.
Cuando su mano se deslizó alrededor de mi cintura, curvándose
detrás de mi espalda, me sacudí. Su tacto era diferente esta noche,
hambriento, decidido. Mi cabeza se nubló, bloqueando la razón o
dejándola salir a la superficie, uno o el otro.
—Me casé con él —susurré incluso cuando mi mano encontró su
pecho.
—Pero me perteneces.
Mis ojos se cerraron cuando se inclinó hacia mí. No estaba segura de
cómo dos cuerpos que habían estado tan rotos como los nuestros podrían
ser tan fuertes cuando se unían.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo puedo ver en tus ojos. Cada vez que me miras. —Su otra mano
se elevó hasta mi barbilla, inclinándola hasta que nuestros ojos se
conectaron. Su frente se alzó lentamente, como si estuviera demostrando
su punto justo en ese momento.
—Esa es una declaración bastante confiada. —Mi voz tembló, pero mi
cuerpo se sentía firme. Inquebrantable.
—Es la verdad.
Mi pecho se movía con tanta fuerza que lo rozaba con cada
respiración. ¿Qué estaba haciendo? ¿Dónde me había encontrado? El
hombre que me sostenía había muerto solo para ser resucitado seis años
después. Era demasiado tarde, pero no había terminado.
No importa qué, Brecken Connolly y yo nunca estaríamos juntos.
—Veintiséis días —dije lentamente—. Eso es todo lo que tengo para
darte. Eso es todo lo que tengo para dar. Cuatro semanas. Una vez que
vuelva, sabes cómo debe ser.
Su rostro se rompió, pero su agarre no se movió.
—No es suficiente.
Mis dedos se enrollaron en su camisa, buscando alguna manera de
aferrarme a él.
—Lo sé.
Su otro brazo de repente me rodeó y me levantó del suelo, su agarre
en torno a mi trasero cuando mis piernas se envolvieron a su alrededor.
—Pero una puta eternidad tampoco sería suficiente, así que solo
tendremos que hacerlo.
Me llevó a través de la arena y subió las escaleras de la cabaña, luego
me apoyó contra la pared para poder abrir la puerta. Algo se deslizó de mi
boca cuando él flexionó sus caderas en la mía.
—Te dije que no era un problema mañanero —me susurró al oído,
pero noté la sonrisa en su voz—.Solo una Camryn.
Hizo el mismo movimiento con sus caderas, aplicando un poco más
de fricción esta vez, haciendo que un sonido más fuerte resonara en mis
pulmones.
Abriendo la puerta tan silenciosamente como pudo me llevó
dentro,ambos mirando al futón.
Keenan estaba fuera, nada lo despertaba. Brecken cerró la puerta
antes de moverse lentamente por la habitación para apagar las luces. Su
agarré nunca se soltó.
—Puedes bajarme, ¿sabes? —susurré.
Sus cejas se juntaron como si estuviera loca.
—Lo sé —dijo con sus brazos apretando más fuerte. Una vez que
todas las luces estaban apagadas, y la cabaña cerrada con llave, continuó
por el pasillo.
—¿Sabes dónde vas?
Asintió junto a mi cabeza.
—Siempre lo he sabido.
Mis manos fueron detrás de su cuello. Su piel era cálida y familiar.
—¿Y dónde está eso?
Exhaló contra mi piel mientras cerraba la puerta del dormitorio.
—Hacia ti.
Una vez aflojó mis piernas de su cuerpo, me dejó caer en la cama y
retrocedió. Me miró por un momento y cogió la lámpara del tocador.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
—Encendiendo las luces.
Caminó al otro lado.
—¿Por qué?
—Porque quiero verte. Porque quiero ver tu rostro mientras me muevo
dentro de ti. Porque quiero ver el rubor de tu piel cuando te haga correrte.
—Encendió una luz más, entonces toda su atención volvió a mí—. Porque
quiero verlo todo.
Mi corazón saltó cuando me imaginé la intimidad con él con todas las
luces encendidas. Mi cuerpo no era el mismo que había dejado. Desde
entonces había llevado a un niño, había llevado una carga, llevaba las
cicatrices de un alma destrozada y un cuerpo roto.
—No quiero que me veas. Así no. En la oscuridad, me puedes
imaginar como antes.
Cuando alcancé la lámpara más cercana para apagarla, me detuvo.
—No quiero imaginármelo. —Su mano rodeó la mía, alejándola de la
lámpara—. Quiero algo real. Quiero a la verdadera tú.
—Has visto mi cuerpo. Ya sabes cómo me veo debajo de todo esto. —
Hice un gesto a la ropa fresca que llevaba, que cubría de mi cuello a mis
muñecas y tobillos.
—Cuando te miro, veo la belleza y la fuerza, y a la única persona en el
mundo que me da una razón para vivir y para morir. —Me atrajo hacia él,
su rostro arrugado en líneas de concentración—. Eso es lo que veo cuando
te miro.
Cuando sus dedos rozaron debajo del dobladillo de mi camisa,
empezando a deslizarla hacia arriba, me quedé rígida. Al darse cuenta,
soltó mi camisa y buscó la suya. La tenía fuera de su cabeza en un solo
movimiento.
La lanzó por la habitación y retrocedió, sosteniendo sus brazos a los
costados.
—¿Qué ves cuando me miras?
Tragó saliva, esperando, luego comenzó a girar. Estudié su espalda
mientras giraba, pero lo que había visto anoche no era lo que vi ahora.
Mis ojos estaban esperando a los suyos cuando terminó de girarse.
—Veo al hombre que amo.
Su pecho se congeló, su expresión haciendo lo mismo. Entonces todo
su cuerpo se relajó, como si una vida de cargas acabara de levantarse.
—Entonces, al diablo las cicatrices —susurró, con la mitad de la boca
alzándose—. No nos definen. Nosotros nos definimos.
Tal vez fue valentía o estupidez, pero algo me hizo alcanzar mi camisa.
Aguanté la respiración mientras la levantaba por mi cuerpo, quitándola
junto a mi suéter. Mi instinto era cubrirme con los brazos, encogerme,
pero luché contra ello. Permití que los ojos de Brecken me miraran
fijamente mientras dejaba caer la ropa al suelo.
Se humedeció los labios, dando un gran paso hacia mí, pero se detuvo
cuando alcancé mi espalda para deshacerme delsostén. Rápidamente
desprendí cada correa de mis hombros, lo dejé caer al suelo con el resto y
obligué a mis brazos a permanecer a mis lados mientras me miraba
fijamente
—Parpadea. —Luché con una sonrisa por la forma en que me
miraba—. Es bueno para los ojos. Les impide secarse, ese tipo de cosas.
—No son mis ojos lo que me preocupa. —Logró parpadear unas
cuantas veces mientras su puño se acercaba a su pecho—. Es mi maldito
corazón —Golpeó su caja torácica varias veces, como si alguien golpeara
una puerta—. Si esta cosa cede antes que terminemos, voy a estar
seriamente enojado.
Todavía luchando con una sonrisa, enganché los pulgares bajo el
cinturón de mis pantalones.
—Entonces será mejor que nos demos prisa.
—Está bien. —Brecken estaba peleando con su cinturón y luego con
su pantalón. Claramente no podía salir lo suficientemente rápido.
Al menos esta vez.
—¿Confianza en tu resistencia?
—Han pasado seis años, Blue Bird. —Abrió sus vaqueros y los arrojó
por encima de su hombro—. Eso es un montón de celibato para
compensar.
Verlo bromear conmigo, sonreír y comportarse como el muchacho del
que me había enamorado bajo las inhibiciones que todavía pesaban, luces
encendidas, más cicatrices y moretones entre nosotros que una división
entera de jugadores de rugby, tantos obstáculos que esperan fuera de esa
puerta y que nunca nos dejarían dar más que el primer paso… mi amor
por el ser humano que estaba delante de mí superó todo eso. Su amor por
mí lo superó.
Había oído decir que el amor lo conquistaba todo, pero nunca lo había
creído hasta este momento.
Después de quitarme mis mayas, tomé una respiración profunda
cuando mis dedos rodearon los lados de mi ropa interior.
Brecken comenzó a quitar sus calzoncillos.
—¿Yo primero?
Mis dientes se hundieron en mi labio y sacudí la cabeza. Luego
deslicé mi ropa interior sobre mis caderas, por mis muslos, hasta que los
dejé caer cuando llegaron a mis rodillas.
—Santo infierno. —Un aliento salió de su boca mientras retrocedía
unos pasos, como si lo hubieran empujado.
—¿No es un oxímoron3? ¿Santo infierno? —Coloqué mi mano en la
curva de mi cintura, pintando lo que esperaba pareciese confianza.
Su puño volvió a su pecho, golpeándolo. Casi como si se estuviera
practicando una RCP sin el boca a boca.
—No vas a tener un ataque al corazón sobre mí, ¿verdad? —Me
acerqué más mientras seguía golpeando su pecho.
—No estoy pensando en ello, pero si lo hago, simplemente sigue
adelante. No te detengas. Estaré sonriendo en el cielo. O infierno. O donde
quiera que termine un alma torturada como la mía.
Ya no estaba escondiendo mi sonrisa.
—Tu turno. —Mis ojos cayeron a sus calzoncillos.
Los tuvo fuera de su cuerpo y hechos una pelota que volaba a través
de la habitación medio segundos después.
Ahora era mi turno de sentir dolor en el corazón. Me impedí agarrar
mi pecho y golpearlo, pero maldita sea, este hombre siempre había tendido
un cuerpo capaz de hacer perder la cabeza de una chica. Seis años más
tarde, nada había cambiado. No vi las cicatrices y roturas cuando lo miré,
ni las quemaduras y marcas. No vi su cojera mientras se acercaba ni
extrañé el musculo que se había deteriorado. Lo vi. A Brecken Connolly. La
persona con la que había planeado pasar una vida, pero tendría que
conformarme con los próximos veintiocho días. O veintiséis ahora.
El recuerdo me hizo correr hacia él, para no perder ni un segundo
más. Desaceleraría el tiempo hasta que un minuto se convirtiera en un
año, un día en una década. Al final de esto, tendríamos nuestra vida.
Cuando llegara el final, no me arrepentiría.
—No estás diciendo nada. —Brecken se acercó a mí. Desnudo.
Cicatrizado. Hermoso.
Mi mirada volvió a la suya.
—Santo jodido infierno.
Una profunda risita resonó en su pecho.
—Parece un golpe, ¿verdad?
—Esta es la parte en la que cierras la boca y me haces el amor.
Se acercó más, hasta que unos cuantos pasos nos separaron.
—Tengo que abrir la boca para besarte. —Sus ojos se posaron en mis
labios—. Al menos para besarte de la manera que quiero.
—Supongo que puedes abrir la boca para eso.

3Figura literaria que consiste en combinar dos expresiones opuestas en una misma
estructura, con el objetivo de crear un tercer concepto con un nuevo sentido (santo e
infierno).
Dio un paso hacia mí, presionando su cuerpo contra el mío,
apoyándome contra la pared. Un fuerte suspiro salió de mícuando sentí lo
duro que estaba. No solo lo que residía entre sus piernas, presionado en la
suavidad de mi estómago, sino la extensión de su pecho, los cuadros de su
abdomen, los músculos que corrían por sus piernas. Era duro, fuerte y
parecía capaz de salvarme de lo que el mundo decidiera enviarme. Si
pudiera quedarme encerrada en el refugio de su cuerpo, estaría a salvo.
Estaría feliz. Conocería la paz.
Su cabeza se inclinó contra la mía, el calor de su aliento tocando mi
boca antes de sus labios. Mis brazos alrededor de su espalda, mis manos
acariciando la curva de sus hombros y buscando un lugar para agarrarme.
Necesitaba un agarre sólido para cuando me llevara dondequiera que
tuviera planeado. Con la forma en que me estaba besando, podría haber
sido a cualquier parte.
Su boca era suave al principio, dejándome tomar la iniciativa. Cuando
mi lengua tocó la suya, un sonido grave vibró en su pecho. Oírlo hacer ese
sonido, sintiéndolo contra mi cuerpo, sabiendo que era el resultado de lo
que yo estaba haciendo, me hizo sentir cosas que no había sentido en
años. Poder. Persuasión. Control. Golpearon mi torrente sanguíneo como
un tiro de la mejor clase de endorfinas positivas, nadando dentro de mí
hasta que me sentí invencible.
La forma en que me permitía dirigir, sometiéndose a mi fuerza física
más débil, siguiendo el tono de mi necesidad, me hacía sentir otras cosas
que tampoco había sentido en años. Confianza. Reverencia. Amor.
Mientras me levantaba para rodear mis piernas en su cintura arqueé
mi espalda, dejándome sentir la manifestación física de lo que me hacía
sentir emocionalmente. Su gemido resonó en mi boca, nuestro beso nunca
se rompió.
—Tengo que abrir la boca para hacer los sonidos que forzarás a salir
de mí —susurró antes de chupar suavemente mi labio inferior en su boca.
Mis piernas se apretaron a su alrededor.
—Has hecho tu punto.
Se alejó lo suficiente para que pudiera ver el brillo en sus ojos.
—Tengo que abrir la boca para… —Acercó su boca a mi oreja,
susurrando el resto.
Un estremecimiento bajó por mi espina dorsal, el resto de mi cuerpo
sintiendo que todo nervio estaba disparando.
—¿Estás…?
—Estoy lista —dije levantando mis caderas.
—¿Estás segura? No tenemos que hacerlo. Puedo esperar. Hasta que
estés lista. Estar así contigo es suficiente, te lo juro. —Su aliento era tan
desigual que cada palabra sonaba como una sola frase.
—No es suficiente. —Incliné mis caderas hasta que pude sentirlo
empujando contra mí. Nuestros pechos comenzaron a subir y bajar más
rápido—. Entre tú y yo, nada será suficiente.
Cuando me pegué más a él, su brazo voló detrás, apoyándose en la
pared. Empujó contra mí hasta que mi espalda estaba contra la pared, su
pecho duro contra el mío. Sus caderas se flexionaron lentamente,
hundiéndose más profundamente en mi cuerpo.
Mi cabeza cayó hacia atrás, mi boca abierta. Su mano estaba apoyada
contra la pared, la otra bajaba hasta la curva de mi cadera, sus dedos se
hundían en ella mientras el resto de su cuerpo empujaba el mío. Un
sonido que no reconocí salió de mí. Tuve que cubrir mi boca para
contenerlo. Cuando bajé la cabeza lo suficiente para ver a Brecken, su
rostro lucía una media sonrisa.
—¿La cama? —Suspiré.Dejando que mi cuerpo se adaptara a tenerle
dentro de mí otra vez. Dejándome comprender que realmente estaba
haciendo el amor con Brecken Connoly de nuevo.
—Viví dentro de cuatro paredes seis años. No había una cama. —Besó
la curva de mi hombro, sus labios trazando la columna de mi cuello—.
Aproveché mi situación imaginándote en esas cuatro paredes conmigo,
contra cualquiera de esas cuatro paredes conmigo dentro de ti. —Su
cuerpo se estrelló contra el mío un poco más duro, logrando hundirse un
poco más profundo—. Solo estoy cumpliendo un poco de mi fantasía.
Sonreí cuando empezó a moverse dentro de mí.
—Esta parece una bonita pared.
Brecken respiraba con dificultad, con la frente llena de sudor.
—Cualquier pared es bonita mientras te tenga pegada contra ella.
Su boca volvió a la mía, reclamando la propiedad de la misma manera
que reclamaba el resto de mi cuerpo. Lo sentía en todas partes, dentro,
fuera, él era una parte de mí.
—¿Brecken? —Respiré contra sus labios, retorciéndome mientras
trataba de frenar mi cuerpo.
—Yo también, Blue Bird. —Su frente cayó en la pared a mi lado, con
la espalda rígida—. Yo también.
Un temblor se disparó a través de mi cuerpo justo antes de sentir mi
orgasmo cobrando vida. Sus dedos se apretaron más cuando me sintió
correrme, su propia liberación siguiéndome. Dijo mi nombre una vez, y
luego otra, cuando su cuerpo dejó de moverse dentro del mío.
—Eso fue… —Sacudió su cabeza contra la pared.
Mis dedos se arrastraron por su espalda, todo mi cuerpo sintiendo
como si estuviera flotando.
—¿Rápido?
—¿Increíblemente rápido?
Separó la cabeza de la pared para mirarme.
—Increíblemente bueno. Increíblemente asombroso. Increíblemente
irreal. Increíblemente la mejor cosa que le puede suceder a un hombre en
la historia alguna vez.
Mi cuerpo se balanceó contra el suyo cuando me reí.
—Ahora lo entiendo. —Hice una pausa, amando la sensación del
sudor que salpicaba su espalda. Amando la forma en que se deslizaban las
yemas de mis dedos, las marcas levantadas de sus cicatrices—. Pero
podría necesitar una repetición. ¿Quizás esta vez, increíblemente lento?
Los brazos de Brecken me rodearon antes de alejarme de la pared. Se
dirigió hacia la cama, sus pasos fuertes y seguros. Si cojeó mientras me
llevaba a través de la habitación, no lo sentí.
—¿No te importa si increíblemente lento se traduce en toda la noche?
Mi cabeza tembló contra su cuello, un jadeo escapando de mi boca
cuando lo sentí endurecerse dentro de mí. Mientras me recostó en la cama,
sus manos rodearon mi mano izquierda. Sus ojos se quedaron en los míos
mientras deslizaba la banda de platino de mi dedo anular. La sostuvo por
un momento, luego abrió los dedos y la dejó caer al suelo.
—Siempre he sido tuyo. —Mis dedos se enlazaroncon los suyos
mientras bajaba su cuerpo sobre el mío.
—Nada cambia eso.
—Está demasiado ciego para saber lo que tiene.Yo nunca lo estuve.
Siempre supe lo que tenía cuando te tomaba en mis brazos. —Sus brazos
se cruzaron detrás de mí, atrayéndome hacia él, mientras sus caderas se
balanceaban contra las mías—. El puto mundo entero.
A
la mañana siguiente el cuerpo todavía me dolía, pero era
diferente. Las molestias habían desaparecido siendo
reemplazadas con dolores de placer. Brecken había logrado
llevarse el dolor, un suave toque a la vez, una palabra cariñosa a la vez.
Estaba despertando a la misma vida, pero era una persona diferente
atravesándola. El reloj al lado de la cama decía que era poco antes de las
seis de la mañana. Recuerdo ver las cuatro y algo antes de rendirme
finalmente al sueño. Nunca me había sentido tan descansada, incluso con
solo un par de horas de sueño. Eso puede haber sido porque no había
dormido con el proverbial ojo abierto, anticipando cuándo llegaría el
siguiente ataque.
Cuando me giré, encontré el otro lado de la cama vacío. Aunque en la
almohada había una rosa, que debió de haber tomado de uno de los
arbustos, y una nota. En ella había un pequeño dibujo con ojos
exagerados.
Lo siento. Mirando de nuevo.Y estaba firmado con:Finge que el dibujo
soy yo.
La mayoría de las mañanas me despertaba con una versión de terror
o resolución en mi rostro. Hoy, me había despertado con una sonrisa.
Tomando la nota y la rosa de la almohada, salí de la cama para ducharme
y vestirme. No estaba segura de dónde había ido Brecken, pero asumí que
a su cabaña,ya que ambos habíamos decidido que era importante
mantener nuestra relación, mientras fuese más allá de la amistad, oculta
de Keenan. Solo lo confundiría y quería mantener la confusión al mínimo
en su vida.
Después de ducharme y vestirme, volví a recoger la habitación y
asegurarme que ninguna de las prendas de Brecken estaba tirada por allí.
No me perdí que debió coger mi anillo esta mañana y ponerlo en el armario
para que lo encontrase.
Me lo puse con tristeza. Él sabía la forma en que las cosas eran entre
nosotros y también aceptó la forma en que tenía que sercuando Crew
volviese de rehabilitación. Era extraño aceptar que el hombre que amaba
estaría encantado de cortar la garganta del hombre con el que estaba
casada… si no le hubiese pedido que no lo hiciese.
Comprobando mi teléfono donde lo había dejado cargándose en la
sala de estar, vi que había recibido un mensaje de Crew. Me había enviado
uno cada mañana desde que entró en el programa. Cada uno comenzaba
con una cuenta atrás de cuántos días le quedaban, seguido con alguna
frase diciendo algo sobre que nos echaba de menos y sentirlo. Como las
dos mañanas anteriores, borré este.
Keenan no se había movido de la posición en la que había estado la
noche anterior, su pecho todavía elevándose con movimientos lentos y
tranquilos. Nada como un día en el lago para agotar las energías de un
niño.
Aunque iba a despertarse hambriento, así que imaginé que debería
comenzar con el desayuno antes que lo hiciera. En realidad, yo también
tenía hambre. No podía recordar la última vez que realmente había comido
porque hubiese estado hambrienta, en lugar de hacerlo simplemente para
evitar consumirme.
Ayer compramos algunas cosas antes de venir, así que abrí la caja de
la mezcla de tortitas y saqué los huevos de la nevera. Justo estaba
rompiendo el último par de huevos en la sartén cuando me di cuenta de
una figura corriendo por el borde del lago. Apenas se notaba, pero sus
pasos eran un poco desacompasados. Suave en la derecha, agitado en la
izquierda. No es que eso lo estuviese ralentizando. Brecken parecía estar
entrenando para los cien metros lisos en lugar de una carrera matutina.
Sus pasos hicieron eco en los escalones unos minutos después, sus
fuertes respiraciones sonando similares a las que había experimentado
contra mi piel la noche anterior. Me obligué a centrarme en el desayuno,
para evitar quemarlo, en lugar de en los recuerdos de la noche anterior.
La puerta mosquitera sonó al abrirse, seguido por Brecken entrando
lentamente cuando notó que Keenan todavía estaba durmiendo. Cuando
me vio, su mirada se suavizó justo antes de deslizarsesobre mí, de una
forma parecida a la que yo estaba haciendo sobre él.
—¿Hambriento? —dije suavemente, señalando el plato de tortitas
humeantes con la espátula.
Alzó una ceja antes de secarse el rostro en la camiseta.
—Famélico.
La forma en que lo dijo me hizo aclararme la garganta. Las hormonas
desaparecidas. La libido guardada para después.
—¿Ejercicio? —Miré su vestimenta de correr sudada.
Sonrió.
—Mucho.
—¿Cansado?
Arrugó la frente mientras me miraba.
—Negativo.
—¿Más?
—Positivo. —Asintió una vez mientras se acercaba.
—¿Esta noche?
Tomó una manzana de la mesa y se la llevó a la boca. Clavó los
dientes en ella, sus ojos fijos en mí mientras masticaba.
—Toda la noche.
—Suena… —comencé, revolviendo los huevos.
—¿Increíble?
—Extenuante.
Meneó las cejas mientras tomaba otro trozo de manzana.
—Si lo estás haciendo bien.
—En lo que pones empeño.
Arqueó una ceja seguido de un guiño.
—¿Hemos terminado con las conversaciones de frases cortas
—Quizás. —Sonreí hacia la sartén cuando masculló.
Un momento después, los sonidos de alguien comenzando a
despertarse llegaron desde el futón. Keenan tenía un ritual cuando se
despertaba. Un par de bostezos, estirar los brazos sobre la cabeza, otro
bostezo, largo e interminable, seguido por saltar en la cama, ya preparado
para enfrentarse al día.
—Hola, dormilón.
—Hola, mamá. —Keenan salió de la cama y se encaminó a la cocina—
. Estoy hambriento.
Miré a Brecken mientras llevaba el plato de tortitas a la mesa.
—Parece ser el tema de esta mañana. —Dándole un beso en su
cabeza despeinada, puso un par de tortitas en un plato para él.
—Hola, Brecken. ¿Por qué estás todo sudado? —Keenan se detuvo de
tomar el sirope cuando le dio un buen vistazo a Brecken, que se estaba
moviendo hacia la cocina.
—Salí a correr esta mañana.
—¿Puedo ir a correr contigo mañana por la mañana?
—Claro, seguro. Si le parece bien a tu madre —añadió Brecken,
tomando la espátula y mirando los huevos, como si estuviese intentando
llegar a una tregua.
Afortunadamente, había bajado el fuego antes de llevar las tortitas a
la mesa.
—¿Eso está bien, mamá?
—Me parece bien —respondí, cortando las tortitas en trozos
pequeños, mientras él ponía sirope sobre ellos.
—¿Por qué entrenas tanto, Brecken? —preguntó Keenan.
—Porque necesito estar fuerte —respondió, removiendo con cuidado
los huevos. Pareció sorprendido cuando las llamas no comenzaron a arder
de la sartén.
—¿Por qué? Ya no estás en los marines. ¿Por qué necesitas estar tan
fuerte? —Keenan se metió un tenedor lleno de tortitas en la boca.
—Porque quiero mantener segura a la gente por la que me preocupo.
—Habló de cara a la cocina, pero podía sentir sus palabras dirigidas a
nosotros.
—Supongo que es una buena razón. —Keenan se encogió de hombros,
tomando unos cuantos bocados más de tortitas mientras Brecken
terminaba de revolver los huevos.
Después de inspeccionar los huevos y apagar el fuego antes de pasar
de revueltos a quemados, le di un codazo a Brecken.
—Bien hecho.
—Aprendo rápido.
—O yo soy una buena profesora.
—Está bien. —Sonrió hacia mí, llevando la sartén con los huevos a la
mesa—. Entonces soy un aprendiz entusiasmado.
—Historia real. —Sonreí mientras servía tortitas en otros dos platos.
—Entonces,¿qué vamos a hacer hoy? ¿Más pesca? —Los ojos de
Keenan se iluminaron, girando la cabeza hacia la ventana en dirección al
lago.
—Lo siento, pequeño. Tengo más trabajo que hacer hoy y
probablemente llegaré demasiado tarde para llevarte de nuevo a pescar por
la noche. —Brecken sirvió unos pocos huevos en el plato de Keenan y en el
mío antes de tomar asiento.
Keenan se dejó caer en su asiento antes de volver a levantarse.
—¿Mamá? —Se giró hacia mí, pestañeando sus grandes ojos azules—.
¿Me llevarías a pescar?
Levantando el tenedor, me detuve.
—No sé nada sobre pescar.
—Brecken tampoco sabía nada sobre pescar, pero me llevó. —Cuando
Brecken le lanzó una mirada herida, él se encogió de hombros.
—Mi secreto ha sido desvelado. No sé nada sobre pescar. —Brecken
echó una porción de huevos en su plato—. Pero aun así nos divertimos
intentándolo, ¿cierto?
Keenan agitó la cabeza.
—Vamos. ¿Por favor, mamá? Haré cualquier cosa. Fregaré los platos.
Haré la colada. Solo por favor, ¿inténtalo? ¿Por mí?
La porción de huevo que había estado a punto de tomar todavía
estaba congelada en el aire frente a mi boca. Brecken se había unido
juntando las manos suplicando, mirada de cachorrito incluida. Se veían
como clones con veinte años de diferencia, desde el puchero a su postura.
Bajé el tenedor, mirando el muelle donde se estaban moviendo los
botes en el agua.
—Vayamos a pescar.

—Este es el mejor día de todos, mamá —anunció Keenan desde su


asiento en el bote de pesca una hora después, una caña entre sus manos.
—También dijiste eso sobre ayer. —Comprobé la punta de mi caña
esperando algún movimiento, como me había mostrado el tipo al que le
alquilé el bote. Nada. Estaba comenzando a preguntarme si el lago tenía
peces.
—Ayer fue el mejor día de todos. Pero ahora lo es hoy.
Incliné el sombrero sobre su cabeza para cubrirle más el rostro.
Volvía a hacer calor y el sol de mediodía estaba golpeando sobre nosotros.
Mi camiseta de manga larga estaba pegada a mi espalda por el sudor,
haciéndolo peor por el chaleco salvavidas naranja en el que estaba metida.
Keenan no se había quejado una sola vez, pero tenía que estar
asándose. Afortunadamente, Brecken había sugerido que empacase una
pequeña nevera con algo de agua y aperitivos por si nos quedábamos aquí
mucho tiempo.
—Estamos pescando —anunció Keenan, sonriéndome—. Lo hicimos,
mamá.
A pesar del calor, el sudor, y mis opiniones desfavorables sobre el
tema de pescar, fui golpeada con algo. Un sentimiento de triunfo, una
sensación de confianza. No sabía nada de pesca,salvo cómo deletrearlo y
que había una caña involucrada, aun así, aquí estaba yo, en un bote en
medio de un gran lago, pescando con mi hijo. Crew no lo habría creído.
Nadie que me conociese como la persona que era ahora lo habría creído.
Durante mucho tiempo, había aceptado que era débil, incapaz e
inadecuada, pero comprendíque era mentira. Tenía todo lo que necesitaba
para enfrentarme a cualquier reto. Todo estaba dentro de mí. Quizá estaba
escondido, pero estaba, esperando que lo encontrase.
Relajé la espalda y suspiré, admirando el escenario a nuestro
alrededor.
—Sabes, este realmente es el mejor día de todos.
Keenan estaba a medio sonreír cuando el extremo de su caña se agitó.
—¡Tengo uno! ¡Mamá! ¡Atrapé uno! —Saltó en su asiento, haciendo
que el bote se balancease.
—¡Tira del hilo! ¡Conseguiré la red! —Por alguna razón estaba
gritando con él, el corazón latiendo en mi garganta.
Keenan movía las manos rápidamente lidiando con el carrete,
mientras yo luchaba por desenredar la red de la caja de aparejos. Si
alguien nos estuviese mirando, probablemente obtendría un buen
espectáculo.
—¡Puedo verlo! ¡Ahí! ¡Puedo verlo! —Dejó de recoger el carrete el
tiempo suficiente para señalar el destello plateado alzándose en el agua
oscura.
—¡Es uno grande, Keenan! No creo que quepa en nuestra red.
Keenan se quedó boquiabierto mientras miraba la red antes de volver
a recoger el carrete. Cuando el pez estuvo lo suficientemente cerca de la
superficie, metí la red en el agua, atrapándolo dentro.
—¿Cabe? ¿Cabe? —Keenan estaba saltando con entusiasmo,
inclinándose sobre mí para echar un vistazo.
—Por poco.
Una vez que tuve la red en el bote, la giré para dejar que el pez
saliese. Saltó alrededor del bote, el anzuelo colgando de su boca,
salpicando gotas de agua sobre nosotros.
—¡Es descomunal! —gritó Keenan, inclinándose para tocarlo antes de
pensarlo dos veces.
—El pez más grande que he visto jamás.
Me cerní sobre el pez para protegerlo del incesante sol. Sinceramente,
era un poco endeble y estaba todo golpeado. Una aleta parecía destrozada
y había un montón de marcas corriendo por su barriga. Incluso uno de
sus ojos estaba ciego. Era un pez que parecía haber tenido una vida dura,
aunque claramente había sido una vida corta evaluando su tamaño.
—¿Deberíamos quedárnoslo, mamá? Podemos cocinarlo para la cena
esta noche. Brecken no podrá creerlo. —Keenan estaba inclinado sobre mí,
todavía temblando de entusiasmo.
—No lo sé. ¿Qué crees?
Me eché hacia atrás, de pronto sintiendo pena por este pobre pequeño
pez que había estado buscando recursos para permanecer con vida, siendo
atrapado al tomar el cebo equivocado, y ahora iba a pagarlo con su vida.
Era un pez. No un animal emocionalmente inteligente, si podías
clasificarlo como animal. Pescado. Viscoso. Escamoso. Dios, no era como
si fuese algún adorable bebé de oso polar que había metido en mi bote por
diversión o una comida.
Keenan continuó mirando el pez conmigo, su cuerpo comenzando a
tranquilizarse. Con el tiempo, estiró su brazo para pasar sus dedos sobre
las escamas metálicas del pez.
—Devolvámoslo —comentó, moviéndose hacia la caja de aparejos
como si supiese qué estaba buscando.
—¿Estás seguro? —Giré la cabeza para verlo hurgar en la caja,
sorprendida. Por lo entusiasmado que había estado sobre pescar, había
pensado que querría tener su primer pez disecado y colgado.
Keenan me entregó unas tenazas.
—Déjalo ir.
Mientras quitaba el pequeño anzuelo de su boca, le dije a mi hijo que
la razón de mis lágrimas era el brillante sol reflejándose en el bote de
metal. No podía decirle la verdadera razón. Así que, en cambio, lo metí
bajo mi brazo mientras ambos devolvíamos el pez al agua, dejándolopara
que pudiese nadar y ver otro día.
A
ún no había regresado. Pensó que regresaría a las nueve, diez
como máximo, pero eran casi las once. Y no había regresado.
Supuse que lo que le sucedió en ese entonces me
atormentaría cada vez que ocurriese algo ahora. Me dije que estaba bien,
solo retrasado. Me recordé que esto no era una zona de guerra; era el Sur
de Oregón. No importaba. Nada era capaz de calmar mis preocupaciones.
Keenan había estado empeñado en quedarse despierto hasta que
Brecken llegara a casa, pero se había quedado dormido en medio de un
juego de damas hace media hora. Otro día largo de pescar, nadar, y
caminar lo había agotado. Yo también estaba agotada, pero mientras más
minutos pasaban sin saber de Brecken, más despierta estaba.
Dijo que estaría atento al teléfono por si necesitaba algo, pero eso no
me sirvió esta noche. Para distraerme, recogí todos los juegos que Keenan
y yo habíamos dejado por la sala, recogí las palomitas que nos habíamos
arrojado. Cuando se durmió, me cambié a una cómoda bata de algodón,
incapaz de seguir oculta bajo las capas de tela por más tiempo. Los
moretones y marcasde la paliza aún eran evidentes, pero poder mostrarlos
por una vez, que la prioridad no fuese ocultarlos, se sentía liberador.
Cuando Keenan estaba despierto era diferente, pero esto… este
tiempo era para mí. Un manifiesto en mi nuevo credo. Puede que hubiera
querido ocultar lo sucedido de mi hijo, pero no quería ocultármelo a mí.
Quería recordar lo que había vivido, así recordaría que podía superar
cualquier cosa.
Una vez que el desastre fue limpiado, arropé a Keenan una vez más,
sabiendo que probablemente se quitaría la sábana a patadas en un
minuto, luego fui a la puerta mosquitera de la entrada. Los días eran más
calurosos aquí, pero las noches eran perfectas.
Cielos despejados, aire frío y fresco, una brisa ligera.
Tan pronto como salí al porche, esa brisa atrapó el dobladillo de mi
bata, jugando con ella, y revolvió las puntas de mi cabello. El lago estaba
reflejando la luna en franjas de plata y marfil.
Tomé una foto con mi mente, añadiendo otra a la pila. Estos
momentos, estas experiencias, serían a las que volvería cuando la nube de
realidad se cerrara a mi alrededor de nuevo. La gente decía que lo único
que necesitabas era un destello de luz para sacarte de la oscuridad. Iba a
poner esa teoría a prueba. Pronto. En veinticinco días y medio más.
Cuando mi mirada fue del lago a la cabaña de al lado, me tomó un
minuto darme cuenta lo que estaba estacionado en el espacio al lado de mi
cabaña. La camioneta de Brecken.
Con él adentro.
Mis pies bajaron trotando los escalones, llevándome hacia él.
—¿Brecken? —dije en voz baja, sin estar segura si se había dormido o
acababa de regresar. Cuando rodeé el frente de su camioneta y examiné la
mirada en su rostro, supuse que había estado sentado ahí por un tiempo.
No me vio al principio. No me vio en absoluto. Estaba en otra parte.
Su cuerpo aquí, su mente en un mundo diferente.
—Brecken —repetí, estirándome para alcanzar la manija de la puerta
del conductor.
Cuando la puerta chirrió al abrirse, salió de cualquier trance en que
hubiera estado.
—¿Hace cuánto estás aquí? ¿Estás bien?
Cuando abrí la puerta, encontré sus manos curvadas alrededor del
volante, su cuerpo tenso. Una capa de sudor cubría su piel, y sus ojos
tenían una mirada salvaje.
Mi mano se curvó en su muñeca, apartando su mano del volante. La
camioneta estaba estacionada, el motor apagado. Tomé su otra mano,
alejándola del volante, sintiendo los músculos de sus brazos tensos y
apretados.
—Está bien —susurré, soltando su mano para poder girar su rostro al
mío—. Está bien —repetí una vez que sus ojos se movieron a los míos.
De repente, salió de la camioneta, su cuerpo estrellándose con el mío.
La ferocidad en sus ojos ahora era reconocible. Sus manos rodearon mi
espalda, sus dedos hundiéndose mientras me daba vuelta.
Mi corazón se aceleró, mi cuerpo cayendo en una espiral
descontrolada por la sola mirada de necesidad en sus ojos. Me movió
contra el costado de su camioneta, presionándose contra mí desde atrás.
Su cabeza cayó al lado de la mía mientras que lo único que hizo fue olerme
por un minuto, como si fuera su billete de regreso a casa. Una mano se
deslizó por la curva de mi pecho, por encima de mi camisón. La otra fue a
la parte de atrás de este, empuñándolo por encima de mi trasero.
Cuando presionó sus caderas contra mí, su erección tensa
mostrándome su necesidad, un gemido subió por mi garganta. Se detuvo,
retrocediendo lo suficiente para girar mi cabeza hacia él. Vi la duda en sus
ojos. Escuché las palabras no dichas por sus labios. Lo sentí en cada parte
de su cuerpo presionado contra el mío.
Se merecía mucho más y tenía tan poco para darle, pero esto, mi
cuerpo cuando lo necesitara, mi amor incondicional, podía dárselo. Al
menos por la cantidad de tiempo que teníamos.
Mis labios tocaron los suyos mientras estiraba la mano detrás de mí
para abrir el cinturón de sus pantalones.
—Sí —susurré, tocando sus labios una vez más—. Sí.
Eso fue lo único que necesitó escuchar. Lo único que necesitó saber.
Sus manos me dejaron lo suficiente para deshacer lo que faltaba de su
cinturón y cremallera, luego su cuerpo se estrelló contra el mío al mismo
tiempo que entró en mí. Lo sentí temblar contra mi espalda, su cálido
aliento rozando mi hombro. Empuñó mi cabello en su mano, cerrando su
puño alrededor mientras se empujaba dentro de mí. Lo sonidos que estaba
haciendo mientras me tomaba agitaron mi clímax desde las profundidades.
Su camioneta era dura y fría contra mi frente, su cuerpo duro y caliente a
mi espalda, sus manos tirando de mí, su boca besándome, llevándome
más cerca, una embestida a la vez…
Había pensado que esto era lo que necesitaba cuando lo miré a los
ojos hace un minuto. Lo que me di cuenta; mientras sentía mi orgasmo
unirse al suyo, era que yo también lo necesitaba. Puede que incluso más
que él. Confiar lo suficiente en otro humano para dejar ir todo. Entregarme
a otra alma, en cuerpo y mente, y confiar en que sea donde sea que me
lleve, estaré bien.
Había experimentado sexo duro antes, de la clase que venía sin
juegos previos ni advertencias. Había llegado a temerlo. Esto, sin embargo,
esto era diferente. No forzado por ejercer y abusar del poder propio, sino en
forma de pasión entre dos personas fundiéndose y entrando en
combustión. Este era el pináculo de la confianza, no control de forma
corrupta.
Se estremeció contra mí, exhalando mientras su cuerpo se relajaba
contra el mío. Su mano se aflojó en mi cabello, dejándolo deslizarse de su
puño, mientras la otra se movió hasta que estuvo alrededor de mi cintura.
—¿Estás bien? —jadeó, inclinando su frente contra la camioneta y
girándose hacia mí. Tenía el ceño fruncido, la tormenta alejándose de sus
ojos—. No te lastimé, ¿verdad?
Mi mano fue a su rostro, trazando las líneas de su mandíbula.
—No me lastimaste.
Sus ojos cayeron, mirando mi cuerpo aplastado entre él y la
camioneta. Tragó.
—¿Te asusté?
Esperé que sus ojos volvieran a los míos.
—Nunca podrías asustarme. Nunca. —Cuando exhaló, su cuerpo
apartándose del mío, agarré su mano.
Girándome, lo acerqué a mí de nuevo. Cuando mi pecho estuvo contra
el suyo, lo acerqué más.
—Excitarme como loca, sí, pero asustarme, nunca.
Reacomodó mi camisón, alisándolo sobre mi vientre. Luego se inclinó
y besó mi frente.
—Gracias.
—Gracias a ti.
Esta vez, inclinó mi barbilla a la suya, besando mis labios lentamente.
Me besó de la forma opuesta en que acababa de follarme. Mi cabeza daba
vueltas por todo esto.
—La entrevista… —dije, mientras empezaba a subir el cierre y
acomodar el cinturón.
Su mandíbula se movió, sus ojos apartándose de los míos.
—Fue larga.
—¿Algo más?
—Se acabó. —Tomó mi mano y me hizo rodear la camioneta hacia la
cabaña.
—Brecken…
Se dio vuelta.
—Se acabó, Camryn. Se terminó. Hicieron sus preguntas, las
respondí, me hicieron un cheque, eso fue todo. Pasé todo el día hablando.
No quiero pasar el resto de la noche discutiéndolo de nuevo.
Deslicé mi mano de la suya.
—No solías ocultarme cosas. No solías no querer hablar de las cosas.
Solías contármelo todo.
—Sí, y luego fui capturado por personas malas que hacen cosas
horribles a buenas personas. Tuve que escuchar a mi equipo ser torturado
mientras estaba en una celda sin poder hacer nada. —Su voz se elevó con
cada palabra, sus movimientos cortantes y agitados—. Tuve que ver… —
Su mandíbula se tensó mientras miraba al lago con el ceño fruncido—. Tú
tampoco me cuentas las cosas ahora, Camryn. Entonces no empieces a
acusarme cuando guardas tus propios secretos.
Mi boca cayó abierta. No había esperado que le diera la vuelta a esto
sobre mí y no estaba preparada para responder.
—¿Qué estás…?
—No. No te hagas la tonta. —Sus ojos fueron a los míos—. Quieres
guardarte algunas cosas para ti, está bien. Lo respeto. —Empezó a
retroceder hacia mi cabaña—. Solo, por favor, regresa el favor.
Subiendo las escaleras, atravesó la puerta de malla. Me quedé ahí de
pie por un minuto, pensando.
Debatiendo. Él tenía secretos. Yo tenía secretos. Sabía que teníamos
derecho a tenerlos, pero lo que me preocupaba era lo que secretos como
los de Brecken y los míos podían a hacerle a una relación tan frágil como
la nuestra. Los secretos venían con un precio, uno muy alto la mayoría de
veces. Ya había pagado mucho por guardar el mío. No estaba segura si
estaba demasiado hundida para cambiarlo ahora o si podía permitirme
perder algo más para conservarlo.
Solo teníamos una cantidad limitada de tiempo juntos. ¿Haría alguna
diferencia? ¿De cualquier forma?
Mientras lo seguía dentro de la cabaña, entré con más preguntas y lo
que no parecían respuestas.
Las luces seguían apagadas en la sala, Keenan todavía parecía
dormido, la manta todavía lo arropaba milagrosamente. Sin embargo, noté
que estaba arropado diferente. Hasta arriba de sus brazos, casi bajo la
barbilla. Alguien más se había detenido lo suficiente para arropar a mi
niño dormido.
El sonido de la ducha abriéndose me hizo ir hacia el baño. Le había
guardado de la cena, Keenan y yo hicimos perritos calientes y ensalada de
papa, ya ahora éramos oficialmente pescadores de atrapar y liberar, pero
supuse que no tenía hambre. Probablemente solo quería bañarse, subirse
a la cama, y dormir, pero no estaba segura si eso era lo que necesitaba
ahora.
La puerta del baño chirrió cuando entré, el vapor ya salía de la
pequeña ducha. La cabeza de Brecken se asomaba al lado del cabezal de la
ducha.
—Camryn, por favor.
No dije nada mientras hacía a un lado la cortina de plástico y entraba
para unirme. Sus cejas se fruncieron cuando me vio, e intentó que la
ducha no me mojara la camisola, bloqueándola con su espalda.
—¿Qué haces? —Sostuvo la cortina abierta, suavemente intentando
sacarme.
No cedí, y él no me obligó. Podría haberlo hecho, pero no lo hizo.
Quería hacerlo, pero sabía que no debía.
Sentí cómo me enamoraba más de él, justo ahí, en ese momento. No
parecía posible amar a un humano que no fuera mi hijo más de lo que lo
hacía, peor de alguna forma… contra todas las probabilidades… podía.
—No tienes que hablar. —Coloqué mis manos sobre su pecho,
mirándolo—. Pero no iré a ninguna parte. —Luego di un paso hacia él,
envolví mis brazos alrededor de su espalda, y apoyé mi cabeza en su
pecho.
Al principio se tensó, como si mi toque fuera doloroso, pero luego se
relajó. Dejando salir un suspiro, sus brazos me rodearon mientras daba
un paso más cerca, su barbilla apoyándose sobre mi cabeza para
sujetarme contra él.
—Tampoco tienes que hablar. —Movió nuestros cuerpos para que la
cálida ducha cayera sobre mí también—. No iré a ninguna parte.
Estaba desnudo, y mi delgada camisola estaba empapada y
transparente. Estaba duro y presionaba contra mí mientras los restosde
nuestro encuentro anterior bajaban por mis piernas. No había nada sexual
en este momento.
Todo sobre esto, sin embargo, era íntimo. Estar cerca de él así,
comprendiendo que podía elegir decirle lo que quería o no quería y que no
iría a ninguna parte, era una prueba de amor en sí misma.
—Fui el único al que mantuvieron con vida. El único que sobrevivió.
—Los dedos de Brecken se curvaron a mialrededor, aguardando—. Mi
grupo, todos murieron en ese lugar. ¿Sus cuerpos? Dios sabe dónde están
o qué fue de ellos. —Se detuvo para tomar aire un par de veces—. Era su
líder. Debí haber sido yo.
Mi cabeza negó contra él, pero siguió.
—Al principio, nos mantuvieron juntos en la misma celda, para que
tuviéramos que vernos y ver lo que nos habían hecho. No creí que pudiera
haber nada peor que tener que ver cómo dejabanel cuerpo laxo por las
drogas de uno de mis marines en esa celda, pero estaba equivocado. Fue
peor cuando nos separaron. Celdas diferentes. No podíamos vernos… solo
debíamos oír. Los gritos, los sollozos… tuve que escucharlos sufrir. Esa fue
la peor parte de todo.
Mis brazos se apretaron a su alrededor. Dios, quería llorar. Quería
soltar el sollozo que sentía desbordarse, pero no me lo permití. Sabía que,
si empezaba a llorar, dejaría de hablar para reconfortarme. Esta vez, quise
ser quien lo reconfortara. Así que mantuve mis lágrimas para mí sola y lo
dejé decir lo que necesitaba sacar.
—Les pedí que dejaran en paz a mi equipo… que me interrogaran a
mí. Que hicieran… lo que sea que estuvieran haciéndoles… a mí. —Su voz
perdió enfoque, sonando distante, aunque estaba hablando junto a mi
oído—. En cambio, lo hicieron peor para mi grupo, dejándome solo para
pudrirme. No me interrogaron durante meses. Hicieron mis ganas de
sacrificarme por mi grupo una maldición.
Su cabeza cayó hacia atrás, moviéndose bajo el agua de la ducha, sus
ojos se cerraron como los de Keenan cuando veía algo aterrador. Vi el agua
caer por su rostro, deseando que pudiera lavar los demonios que cargaba
hasta que desaparecieran por el desagüe a mis pies.
—Hubo una vez que el guardia se durmió. Se olvidó de revisar mi
cerradura después de traerme la comida. Sabía que la puerta estaba sin
seguro. Sabía que podía abrirla e intentar escapar cuando quisiera, pero
esperé. —Bajó su voz, pero mantuvo sus ojos cerrados—. No sabía dónde
estaba el resto de mi grupo, y no podía irme sin ellos. Así que esperé hasta
que escuché a uno de ellos. La única vez que los oía era cuando tenían a
uno en el cuarto de interrogatorios. Era McVay. Sus gritos eran siempre los
peores porque intentaba no llorar, lo que solo hacía que se esforzaran más
por sacar un grito de ella. Cuando finalmente lo hacía, juro que sacudía
las barras de mi celda. Todavía puedo oírlos.
Estaba conteniendo el aire, con miedo de dejar escapar un sollozo si
abría la boca. Había tenido razón. No quería saber qué pasó. Podía
imaginarme lo peor, y aun así no me sentiría tan devastada como
escuchándolo revivir el evento, una palabra a la vez.
—Salí de mi celda, yendo en su dirección. Había dos guardias con
ella, y logré derribarlos a ambos, dándole la oportunidad de correr. Le dije
que se fuera, que escapara. Le di tanta ventaja como pude. Apenas logró
salir del cuarto, la capturaron. Apenas salió de ese cuarto. —Sus palabras
hicieron eco, vacías y débiles—. La arrastraron frente a mí… la hicieron
cosas horribles, terribles… —Sus dedos me apretaron más—. Y luego la
mataron. A un metro de mí.
Mi cuerpo tembló, pero fue al mismo tiempo que el suyo, así que no se
dio cuenta.
—Intenté ayudarla; salvarla, e hice que la mataran. —Sus ojos se
abrieron entonces, mirándome con algo que rara vez veía en él, miedo—.
La maté.
Tuve que tragar antes de poder hablar. Mi mano se deslizó para
acomodarse en la ondulación entre su mandíbula y cuello.
—Intentaste ayudarla.
—Intentar ayudarla resultó ser lo opuesto de hacerlo. No importa mis
intenciones.
—Sí, importa… —Me sorprendí a mí misma por lo fuerte que salió mi
voz—. Porque murió sabiendo que alguien se preocupaba. Sabiendo que tú
lo hiciste. Sabiendo que quisiste ayudarla. En sus últimos momentos,
supo que alguien estuvo dispuesto a sacrificarse por ella. Eso importa.
Se quedó ahí de pie, sus ojos en los míos, como si intentase
determinar si hablaba en serio, si de verdad él mismo creía que eso era
cierto. Al final, suspiró.
—Soy un marine. Solo pensamos en términos del resultado final, no
en lo que pasó para llegar a este.
Me levanté en las puntas de mis dedos.
—También eres un ser humano.
—Algunas veces me pregunto si sacaron eso a golpes de mí. Que tal
vez, todo quedó hecho pedazos en una prisión destruida al otro lado del
mundo.
Parpadeé.
—Para alguien a quien admiro mucho, a quien respeto demasiado…
—Inclinándome, lo besé hasta que lo sentí relajarse en mis brazos—.
Puedes decir las cosas más locas.
La esquina de su boca se movió. Un pequeño éxito. Me llevó a ese
mundo oscuro con él, me dejó ser parte de este, y ahora era mi
responsabilidad sacarlo. Asegurarme que no se quedara atrapado dentro
del portal que había abierto para mí.
—Pásame el jabón. —Apunté detrás de él mientras iba a ajustar la
temperatura. El agua caliente no duraba mucho en estas “encantadoras”
cabañas.
—¿Por qué? —preguntó, pasándomelo.
—Porque estamos en una ducha. El lugar en el que por lo general te
limpias.
—Ese era mi plan hasta que decidiste meterte completamente vestida
y obligarme a hablar.
—Te abracé. Y esto no es estar vestido completamente. —Di un paso
atrás para señalar la camisola pegada a mi cuerpo.
—Me abrazaste y dijiste “está bien”, lo que todo el mundo sabe que es
como una frase secreta para hacer que las personas derramen sus
pensamientos. Y ahora que lo mencionas… —Los dedos de Brecken se
deslizaron bajo las tiras de mi camisola, bajándola por mis brazos y
cuerpo. Golpeó el suelo de la ducha con un golpe—. Listo. Ahora estás
desnuda.
Intenté parecer seria, pero solo lo hizo sonreír. Levantando mi dedo, lo
hice girar. Cuando se dio vuelta, pasé el jabón por su resbalosa espalda.
Después de escuchar su historia, las cicatrices parecían más obvias, cada
una más grande de lo que recordaba.
Después de un minuto lavándolo, hice suficiente espuma para cubrir
toda su espalda.
Brecken estaba ahí de pie, la cabeza inclinada y los brazos apoyados
contra la pared de la ducha frente a él, dejándome limpiarlo.
—¿Le contaste eso a los medios hoy? —Lavé una marca en su espalda
baja que tenía forma de X. Intenté no pensar sobre por qué alguien querría
tallar esas líneas en el cuerpo de una persona.
Su cabeza se giró contra la pared.
—No. Les conté la historia ligera. Les conté todo lo que me sucedió, en
lugar de lo que escuché… o lo que vi que sucedió a mi equipo. —Los
músculos de sus brazos tensándose cuando apretó sus puños—. Esas
familias han pasado por mucho sin saber lo que sucedió ahí. Lo que sea
que pensaron, lo que sea que imaginaron, no es ni la mitad de malo de lo
que en verdad sucedió. Han pasado por suficiente. No necesitan que toda
la nación sepa qué sucedió con sus seres queridos.
Mis manos bajaron más, lavando las curvas y cortes de su espalda.
—¿No crees que una vez escuchen por lo que pasaste, asumirán que
las mismas cosas les pasaron a los demás? —Cuando se quedó quieto,
comprendí que mi pregunta sobrepasaba los límites—. Olvídalo.
—Murieron justo después de sersecuestrados. Murieron al mismo
tiempo en que mi supuesta ejecución sucedió. —Sus pies cambiaron el
peso.
Mis manos dejaron de moverse.
—Pero dijiste…
—Lo que acabo de decirte es la verdad. Lo que le dije al reportero hoy
era la verdad que esas familias se merecían.
—¿No crees que merezcan saber la verdad?
—Creo que algunas personas han pasado por suficiente sin tener que
saber los detalles. Creo que eso no cambia lo que pasó o que tres marines
no van a regresar a casa. —Brecken se enderezó y se deslizó bajo el chorro
de agua, dejando que el jabón se enjuagara de su espalda—. ¿No crees que
hice lo correcto?
Enjuagando el jabón, vi las gotas lavarlo, mis ojos pasando por las
cicatrices y mutilaciones en su espalda.
—No sé si hay algo correcto o incorrecto en esta clase de situación.
—Si tuvieras un ser querido que desapareciera, y luego resulta que
fue asesinado, ¿querrías saber qué sucedió en medio de eso? ¿Si fuera la
peor clase de cosa? ¿Querrías saber? —Se apartó de la pared y se giró,
esperando.
—Tuve un ser querido desaparecido. —Mi mano se apoyó en su
pecho—. Creíque había muerto. Y sé lo que sucedió.
—Pero regresé. Sobreviví.
Las yemas de mis dedos rozaron varias cicatrices mientras se movían
por su piel. Unas pequeñas y redondeadas.
Unas largas, sin forma y púrpuras. ¿Querría saber qué sucedió para
que se formaran si él no estuviera y hubiera hecho las paces con eso hace
años? ¿Querría saber qué sufrió… qué tanto sufrió?
—Hiciste lo correcto. —Lo besé en la boca, repitiendo mis palabras.
Me dejó besarlo de nuevo antes de tomar la botella de champú y hacer
que me diera vuelta. Sus dedos se curvaron en mi cráneo, enjuagando mi
cabello lenta y metódicamente.
—¿Recuerdas cuando te dije que estaba ahorrando para una pequeña
casa tan cerca de la playa como fuera posible? —Aplicó el champú en las
largas puntas de mi cabello antes de ajustar la ducha para que cayera
sobre mí.
—Claro. Todavía imagino lo que podría haber sido. —Eché mi cabeza
hacia atrás, dejándolo aclarar la espuma con sus dedos.
—La compré. —Sus manos se detuvieron—. No estoy seguro si es
como la imaginaste, pero encontré esa pequeña casa cerca a la playa.
Mi cabeza se levantó, girando sobre mi hombro para mirarlo.
—¿Compraste una casa? ¿En California?
Estaba vertiendo acondicionador en su palma.
—Sí. Estoy en el proceso de eso, al menos. Con todos esos pagos
retrasados y el dinero de las entrevistas, tenía que gastarlo en algo, y sigo
escuchando que los bienes raíces son una buena inversión. —Sus manos
peinaron mi cabello de nuevo, masajeando el acondicionador—. Es
nuestra. Cuando el día llegue, más pronto que tarde, tendremos una casa.
Lejos de aquí.
Podría ser lo que acababa de decirme. O podría haber sido la forma en
que lavaba mi cabello, como un ritual de cada día hecho con cuidado y
atención, o podría haber sido que nuestro tiempo se estaba agotando.
Podría haber sido cualquiera de las otras millones de razones por las que
debía estar cerca de él en ese momento.
Moviéndome hasta que mi pecho estuvo contra el suyo, envolví mis
brazos detrás de su cuello, me levanté en las puntas de mis pies, y cubrí
su boca con la mía. Sus manos cayeron de mi cabello, yendo a mi trasero
para levantarme. Nos quedamos ahí de pie un rato, besándonos bajo el
agua de la ducha antes de ser acorralada contra la pared. Su mano se
movió entre nosotros, alineando su cuerpo con el mío.
—¿Qué haces? —Sonreí contra sus labios, arqueando mi espalda para
estar más cerca.
Se movió dentro de mí de una forma controlada y sin afán.
—Amándote —jadeó cuando no pudo ir más hondo.
—¿Y qué fue eso contra tu camioneta antes? —pregunté.
Un ceño se frunció en su frente.
—Follarte.
Mi cuerpo se movió contra él cuando salió.
—¿Y la diferencia es?
Su boca fue a mi cuello, su lengua probando mi piel mientras se
presionaba profundamente dentro de mí de forma deliberada.
—Déjame mostrarte.
S
e iría pronto.
No pasaría mucho tiempo antes que tuviera que aceptar
eso de una manera diferente. De una manera más permanente.
Ese fue el pensamiento con el que desperté a la mañana
siguiente, el sentimiento de temor y aceptación de su marcha.
Hoy, para su entrevista final. En veinte días, para siempre. O al
menos por un tiempo muy largo.
Estaba empapada en sudor. Las mantas y las sábanas enredadas
alrededor de mí estaban húmedas también. No fue hasta que parpadeé
para despertarme y rodé sobre mi lado hacia Brecken que noté que no era
la que estaba sudando en sueños. Era él.
Había apartado la mayor parte de las mantas, pero la sábana era una
tela retorcida alrededor de su cintura. Estaba sudando tanto, que caían en
gotas, y su rostro mostraba una expresión de la que aún no había sido
testigo. No tenía la emoción correcta en mi vocabulario para nombrarla
tampoco.
—Brecken. —Me incliné sobre mis codos, susurrando su nombre de
nuevo.
Él era típicamente de sueño ligero, despertándose al más débil ruido.
Coloqué una mano alrededor de su brazo y lo sacudí ligeramente.
—Brecken.
Sus ojos se abrieron, desenfocados y salvajes, y luego su cuerpo entró
en movimiento. Sus brazos volaron hacia mí, sus manos sobre mis
hombros antes que su cuerpo se retorciera sobre el mío. Me estrellé de
nuevo en el colchón, Brecken cerniéndose sobre mí, manteniéndome
inmóvil, esa mirada indomable dirigida hacia mí.
Mi pecho dejó de moverse. No tenía nada que temer del hombre que
estaba sobre mí, a pesar de cada señal indicando lo contrario.
—Brecken —dije, mi mano deslizándose por su brazo húmedo y
tembloroso—. Está bien.
Le tomó un momento salir de cualquier lugar oscuro en el que estaba,
pero observé sus ojos pasar por cada etapa hasta que eran los que
conocía. Su pecho seguía moviéndose con fuerza, su piel goteaba de
transpiración, cuando la conciencia regresó se notó en su rostro.
—¿Te lastimé? —Sus manos se apartaron de mí mientras se alejaba,
su mirada corriendo hacia abajo y a mi alrededor.
Me quedé acostada, todavía recuperándome del impacto.
—Estoy bien. No me lastimaste.
—¿Estás segura? —Sus ojos todavía estaban examinando cada
extensión de mi cuerpo.
—Estoy segura. —Me senté en la cama, dejando caer mi mano en la
suya para entrelazar nuestros dedos.
—Lo siento. —Su cabeza bajó mientras se deslizaba al borde de la
cama—. Fue… Estaba teniendo…
—Está bien —repetí, no queriendo que hiciera esto más grande de lo
que era.
Sacudió su cabeza.
—¿Y si te hubiera lastimado?
—No. —Negué con firmeza—. Nada de y si. Ya es bastante complicado
entre nosotros sin agregar todos los y si. Nos ocuparemos de todo según
ocurra, un día a la vez, un momento a la vez. Olvídate de los y si. —Bajé
mi cabeza para estar a la altura de la suya—. Estoy bien. Estás bien. Eso
es lo que importa, no lo que podría haber sucedido.
—Si llego a lastimarte… —Su voz era un eco silencioso entre nosotros.
—No lo harás…
—Entonces no seré mejor que él. —Levantó la mirada para
encontrarse con la mía—. No soy diferente a él.
Ahí fue cuando lo entendí. Cuando comprendí. Mi mano se curvó bajo
su mandíbula, sintiendo los músculos tensándose con mi toque.
—Eres mucho mejor que él. Tan completamente diferente. Pase lo que
pase, lo que sea, no son iguales. Ambos tenemos demonios dentro. El tuyo
puede ser diferente del mío, pero eso no cambia la manera en que se
manifiestan. —Me acerqué más—. No me harás daño.
Nos sentamos así por un minuto, luego unos cuantos más. Nos
sentamos frente a frente, rodeados de la noche durante el tiempo que
pudimos. Cuando la alarma de mi teléfono sonó más tarde en la mañana,
todavía estaba en el mismo lugar, sintiéndome como si él estuviera siendo
alejado de mí nuevamente. Esta vez, lo estaba perdiendo ante una fuerza
invisible que no tenía nombre, un enemigo que no hacía negociaciones y
no tomaba prisioneros. Un enemigo que era despiadado.
Keenan se había quedado dormido en el asiento trasero hace una
hora, y desde entonces había estado silencioso en la cabina de la
camioneta. Como ayer, la entrevista de Brecken de hoy se había retrasado,
lo que significaba que había regresado demasiado tarde. Cuando le sugerí
que pasáramos la noche y nos marcháramos por la mañana, ya que él
había pagado las tres noches completas, había dicho que necesitábamos
regresar, una autoridad de soldado en su voz. Un aire de resolución, como
si se estuviera preparando para dirigirse a la guerra.
Había preguntado cómo le había ido en la entrevista de hoy, y había
respondido mis preguntas de la manera más vaga posible, limitando sus
palabras a un par a la vez. Supuse que todavía estaba molesto por lo que
había ocurrido esta mañana, todavía sintiendo culpa. También sabía que
nada de lo que dijera para tratar de convencerlo de lo contrario
funcionaría. Tomaría tiempo, y eso era algo que no teníamos.
Cuando Keenan se durmió, tendí mi mano hacia Brecken, sin estar
segura si la tomaría. Sabía que lo había notado por el rabillo del ojo. Sus
puños apretaron el volante unas cuantas veces, como si estuviera
luchando por mantenerlos allí. Entonces dejó escapar un suspiro al mismo
tiempo que su mano cayó del volante para encontrarse con la mía. No lo
había dejado ir desde entonces, e incluso después de estacionar poco
antes de la medianoche, mantuvo sus dedos entrelazados a los míos,
mirando por el parabrisas después de apagar el motor.
—Vamos a dormir un poco —susurré, mirando a Keenan, que había
logrado apoyarse contra algunas de las bolsas en el asiento trasero.
—Los acompañaré a casa, pero me quedaré en la mía esta noche. —
Mis cejas se juntaron mientras me retorcía en mi asiento—. Creo que es lo
mejor, después de los últimos días. —Miró el espejo retrovisor,
escudriñando la ventana después—. Déjame tener una noche para
descomprimir o… lo que sea, antes que duermas a mi lado de nuevo.
No quería estar sin él esta noche. No quería estar sola. No quería que
estuviera solo. No quería rodar y encontrar la cama fría donde hubo calor
a mi lado las últimas noches. No quería desperdiciar lo que quedaba de
nuestro tiempo juntos.
Más que todo eso, quería darle lo que necesitaba. Incluso si eso era
una noche lejos. Incluso si eso era cada noche.
—¿Quieres cargar al niño o las bolsas? —Abrí la puerta y salí. Mi
mano se sentía fría ahora que la suya no estaba alrededor.
—Llevaré todo. Solo sostén la puerta. —Brecken salió de la camioneta
y deslizó su asiento hacia delante antes de alcanzar a Keenan. Lo sacó de
su asiento sin hacer un sonido y lo acunó contra su pecho mientras
envolvía ambos brazos a su alrededor.
Le quité el seguro a la puerta de la casa y la abrí para cuando
Brecken subió los escalones, moviéndose sin hacer ruido. La luz del
porche no estaba encendida, pero todavía me encontré escudriñando la
calle y las aceras. Entrar tarde esta noche en lugar de mañana al mediodía
para que nadie se levantara o saliera a ver que los tres llegamos juntos,
formaba parte del plan de Brecken. No había nadie a la vista. El vecindario
entero estaba silencioso. Siniestramente silencioso.
Del tipo que hace que una persona se pregunte qué se esconde en la
oscuridad, la razón de todo ese silencio.
Apartando la sensación subiendo por mi espina dorsal, me moví
dentro y encendí algunas luces.
Brecken estaba bajando las escaleras, ya que había acostado a
Keenan. Sus ojos fijos al suelo.
—Voy a tomar las bolsas y luego revisar rápidamente, solo para
asegurarme que todo está bien antes de regresar a mi casa. —Traducción:
Voy a comprobar todos los rincones para asegurarme que Crew no esté al
acecho en cualquier parte de la casa.
—¿Seguro que no quieres quedarte? —Hice una pausa con el dedo en
el interruptor de la lámpara que estaba a punto de encender.
Se detuvo en la puerta.
—Estoy seguro. —Cuando miró hacia atrás, había forzado una
sonrisa—. Guárdame el lugar para mañana por la noche, ¿de acuerdo?
Mis dedos dejaron el interruptor de la lámpara, dejándola apagada.
—De acuerdo.
Una veztrajo las bolsas de Keenan y mi bolso, comprobó alrededor de
la casa, una habitación a la vez, despejando, como había sido entrenado.
Luego comprobó una vez más. Antes de irse, me tomó en sus brazos,
aferrándose a mí como una persona agarraría a un pájaro en sus manos.
Luego me dejó ir y esperó por el sonido de la cerradura siendo bloqueada.
Lo observé por la misma ventana de la sala de estar que lo había visto
por primera vez. Entró en su casa y no encendió una sola luz. Era extraño
saber que estaba tan cerca cuando se sentía tan lejos. Estaba a la
distancia de un patio, quizás a quince metros y medio en total, pero sentía
que estaba totalmente fuera de alcance.
Sabiendo que era incapaz de quedarme dormida y buscando cualquier
tipo de distracción, fui a la cocina a revisar los mensajes. No había
ninguno. Así que fui al refrigerador, limpiando algunas sobras y artículos
que estaban cerca de su fecha de vencimiento. Entonces decidí que
necesitaba una limpieza completa. Desde ese momento, encontré
distracciones por todas partes. Desde los ventiladores de techo que
necesitaban ser limpiados,aunque lo había hecho hace unas semanas, a
los zócalos que necesitaba ser pulidos, aunque brillaban.
No podía dormir. No quería hacerlo. Tenía miedo de las pesadillas que
vería si me dejaba cerrar los ojos, pero, sobre todo, tenía miedo de la
pesadilla con la que me despertaría.
Un rato más tarde, subí a ver a Keenan. Se había quitado las mantas
y estaba durmiendo sobre su espalda, tan extendido como podía,
ocupando la mayor parte de su cama. Me encontré comparándolo con la
forma en que yo dormía, en una bola lo más pequeña posible, metida
debajo de tantas capas de mantas como podía soportar.
Mi misión de proteger a mi hijo de lo que estaba sucediendo bajo este
techo había funcionado. Por ahora. Todavía tenía que saber lo del golpe o
estar presente mientras su madre lo recibía. No era lo suficientemente
ignorante como para fingir que las cosas siempre permanecerían así.
Intentaría… daría todo lo que pudiera para preservar su inocencia… pero
tampoco podía permitirme ser ingenua.
Eso fue lo que me hizo avanzar hacia el armario de Keenan, formando
un plan. Uno peligroso, pero necesario. Un plan que nunca necesitaría
llevar a cabo si pudiera mantener los trece años siguientes como un
secreto tanto como los cinco pasados.
Caminando hacia la parte trasera, encontré unos cuantos conjuntos
de ropa vieja, pijamas, calcetines y ropa interior. Un par de zapatos que
aún le quedaban, pero no usaba tanto como los demás. Cosas que
difícilmente notarias que faltan. Entonces fui al cuarto de baño, juntando
viejos artículos de tocador de tamaño pequeño que había recopilado de
estancias en hoteles y visitas de dentista.
Luego, fui a mi habitación y recogí los mismos tipos de artículos.
Añadí una serie de vendajes y gasas, sabiendo que, si la vida me enviaba
por este camino desesperado, sería porque algo malo había sucedido. Lo
peor, o lo fue fuera, estaba a un escalón de distancia.
Luego dejé todo lo que había recogido en el suelo del vestíbulo, justo
fuera del armario de ropa. Saqué un par de viejas y raramente usadas
sábanas y empaqué las cosas de Keenan en una, las mías en la otra. Tenía
un escondite diferente para el dinero de emergencia, unos dólares aquí,
unos cuantos por allá.
Una vez tuve todo listo, empujé ambas bolsas en la parte trasera del
armario, ocultándolas cuidadosamente con pilas dobladas de sábanas y
fundas de almohadas. Esta era la única puerta que Crew no abriría, pero,
aun así, no quería arriesgarme.
Después de asegurarme que todo estaba bien escondido, cerré la
puerta y bajé corriendo las escaleras.
Aparte de para limpiarla, nunca iba a la oficina de Crew. Había una
regla tácita que estaba fuera de los límites, y realmente, no era un lugar
que quería visitar. Había visto a Crew entrar allí como un hombre, solo
para salir como un monstruo demasiadas veces.
Mi ritmo no se ralentizó cuando me acerqué al escritorio. El ambiente
del interior era rancio, aparte del débil toque de whisky. Mientras abría
cada cajón, hojeaba los archivos y los papeles, me daban escalofríos.
Casi como si un fantasma estuviera al acecho en la habitación,
flotando sobre mi hombro mientras buscaba.
Una vez que revisé todo lo que había en su escritorio, fui al archivador
y busqué. Cuando nada surgió de esa investigación, comencé a buscar en
lugares menos evidentes. Debajo de la alfombra. Detrás de la estantería.
Entre los libros. Incluso abrí las rejillas de ventilación del piso y me metí
en el interior. No había nada. No es que hubiera esperado que hubiera,
pero me había permitido tener esperanza. Las pruebas que Crew tenía en
mi contra probablemente estaban encerradas en alguna caja de seguridad
privada dentro de la bóveda de un banco. No se arriesgaría a que pudiera
encontrarlas. No arriesgaría todo su plan de evitar que huyera dejando las
pruebas dentro de un cajón de escritorio. Era un chantaje. Falso, aunque
no lo suficientemente para un tribunal de justicia. Lo tenía escondido en
un lugar secreto, nunca lo encontraría.
Estaba atrapada. No es que no lo supiera. No es que no hubiera
aceptado eso hace años. Hasta que Keenan creciera, no iría a ninguna
parte. No podía llevar a mi hijo y tener la esperanza de escapar, y no podía
dejarlo para escapar por mi cuenta.
Mientras observaba el amanecer esa mañana, acepté que era
responsable de todo esto. Esto no me había pasado a mí, había pasado por
mí. Había cavado mi propia tumba, y me tenía que quedar en ella.
C
uando Keenan y yo hicimos algunas compras de víveres al día
siguiente, no dejé de notar las furgonetas y SUVs de medios
estacionados en el hotel más bonito en los límites de la ciudad
de Medford. Keenan no les prestó atención cuando pasamos por allí.
Estaba demasiado entusiasmado con la promesa de tomar una golosina de
la sección de barras de chocolate para prestar atención a casi cualquier
cosa. Algunos de ellos eran de grandes estaciones de noticias, y algunos
eran más pequeños que reconocí de Portland. Me preguntaba por qué
estaban todavía aquí. No por quién estaban todavía aquí.
Brecken había dado su última entrevista ayer, así que ¿por qué había
una docena de equipos todavía estacionados aquí en la ciudad? Cuando
llegamos a la tienda, me obligué a concentrarme en la lista de
supermercado para distraerme. Todos los lunes, Crew me daba una
asignación en efectivo para usarla en artículos cotidianos, desde
comestibles hasta gasolina. Haciendo el trabajo de presupuesto necesario
y recortando de cupones, pero siempre había suficiente para lo que
necesitábamos. Quizás no lo que queríamos, pero lo que necesitábamos.
No tenía acceso a la cuenta bancaria, ni tenía una tarjeta de crédito, según
las reglas de Crew. Era otra forma de ejercer control y mantenerme
atadacon una correa corta.
Dado que Crew estaba ausente, este lunes, no tenía fondos nuevos
para pasar la semana, por lo que la lista se limitó a lo esencial. Después de
redondear lo que necesitaba, y dejar que Keenan tomará tanto tiempo
como quisiera eligiendo una barra de caramelo, nos fuimos y cargué las
pocas bolsas reciclables que había traído para la caminata de regreso.
Crew había tomado el único auto, dejando a su esposa y a su hijo
esencialmente varados hasta donde nuestros pies pudieran llevarnos. Al
principio no vi la camioneta familiar estacionada frente al supermercado.
Fue Keenan quien lo reconoció y saludó al conductor, que ya se estaba
subiendo.
Brecken nos sonrió, acercándose hasta que pudo sacar las bolsas de
mis manos.
—Supongo que querrás un aventón. —Su mano me rozó el brazo
mientras tomaba las bolsas, luego intercambió un saludo de choca los
cinco con Keenan mientras nos dirigíamos a su auto.
—Gracias —dije, deteniéndome cuando empecé a alcanzar su mano—.
¿Cómo estás?
Golpeó su hombro contra el mío.
—Ahora mejor.
Después de abrir la puerta, ayudó a subir aKeenan en la parte de
atrás antes de dejar los comestibles.
Cuando advirtió lo que era, o lo que no estaba dentro, se metió la
mano en el bolsillo trasero.
—¿Por qué no vas a conseguir lo que necesitas?— Sacó unos pocos
billetes de veinte y los metió en mi mano.
Antes que pudiera objetar, agregó:
—Lo que realmente necesites.
Mi puño se cerró alrededor del dinero mientras me movía. El dinero
era poder, no importaba lo que la gente quisiera decir. Crew lo había
usado como una manera de quitármelo, mientras que Brecken lo estaba
usando para devolvérmelo.
—¿Necesitas algo?
—Todo lo que necesito está de pie a un metro y medio de mí. Estoy
bien. —Se detuvo justo a tiempo también, y su mano, que había estado
alcanzando mi cintura, cayó a un lado—. Tómate tu tiempo. Keenan y yo
pasaremos el rato en el aire acondicionado, escuchando rock'n'roll y
comiendo caramelos.
Brecken hizo una seña a Keenan en el asiento trasero, que ya tenía
chocolate derretido por todoel rostro y manos. Crew habría insistido en
quitarle el dulce antes de dejarlo entrar en el auto.
Brecken ni siquiera se estremeció cuando Keenan tocó
accidentalmente el cuero con sus dedos pegajosos.
Regresando a la tienda, tomé algunos artículos frescos para los que
no había tenido suficiente antes, así como algunos paquetes de barras de
granola, carne seca y frutos secos. Artículos que no se estropearían y no
ocupaban demasiado espacio. Cuando llegase a casa, lo escondería en el
interior del armario de ropa. Tendríamos suficiente comida y provisiones
para que nos duren por lo menos un par de días, si eso era lo que llegaba
a pasar. No buscaba una razón para huir, porque sabía lo peligroso que
sería, pero tenía que estar preparada para ello.
Brecken y Keenan se estaban moviendo con una canción clásica de
Pearl Jam, los dos tocaban la guitarra de aire de la misma manera.
—Repetición —saludé cuando entré a la camioneta.
Brecken bajó la radio y puso las bolsas nuevas en la parte de atrás.
—¿Necesitas ir a otro sitio?
—Todo listo. —Sonreí a Keenan, que todavía estaba tocando en la
guitarra de aire “Alive”. Cuando estábamos dejando el estacionamiento,
señalé al hotel—.¿Alguna idea de qué se trata?
—¿El mundo decidió que se estaba perdiendo la Feria del Condado de
Medford? —Mantuvo su rostro hacia adelante mientras conducía por la
brigada de los vehículos de noticias.
—¿Pensé que habías dado tu última entrevista?
—Lo hice. —Alzó un hombro—. Mi enlace de prensa con los marines
dijo que dar entrevistas probablemente atraería más atención. Al menos
un tiempo. Se acabará pronto. Cuando vean que no tengo fetiches
extraños o secretos oscuros que desenterrar.
Miré por el parabrisas para que no notara la mirada en mis ojos.
Nuestra relación podría no haber sido un oscuro secreto para él, pero el
mundo pensaría lo contrario. Si alguien descubriera que había reavivado
una vieja relación con la mujer casada que vivía al lado, un asunto que
podía durar la misma cantidad de tiempo que el marido de dicha mujer
estaba en rehabilitación, la historia se extendería tan rápido que todo el
país lo sabría en cuestión de un día.
Tenemos que tener cuidado. Más cuidado del que ya habíamos tenido.
Este podría ser un buen momento para poner fin a lo que estaba pasando
entre nosotros, pero la idea de dejarlo ir tan pronto después de recuperarlo
era demasiado para soportarlo. Todo venía con un grado de riesgo, y tener
a Brecken en mi vida valía la pena. Yo haría mi parte para ser muy
cuidadosa, y sabía que él también lo haría.
—Puedes coger la camioneta siempre que quieras ir a alguna parte. Te
traeré una llave extra —dijo Brecken mientras entraba a nuestra calle.
Estaba a punto de responder cuando me di cuenta de alguien en
nuestro porche cuando nos detuvimos en la entrada. Mi corazón se detuvo,
el hielo se formó en mis venas. No fue hasta que la persona se levantó de
la silla en la que estaba sentada que mis pulmones volvieron a funcionar.
—¿Qué hace aquí? —La voz de Brecken era baja, sus ojos revisaban el
retrovisor.
—Probablemente escuchó lo que pasó con Crew. Querrá ver cómo
estamos. —Mi mano temblaba, pero no tanto como para que Brecken lo
notase. Nunca me había dado cuenta de lo similar que lucían Crew y su
padre. De lejos, escondidos en las sombras... parecían clones.
—¿Qué quieres decirle? —Brecken apagó el vehículo, sin dejar que
nada apareciera en su rostro.
Keenan apenas había registrado que estábamos en casa.
—Que necesitaba correr a la tienda de comestibles y te ofreciste a dar
un aventón. —Abrí la puerta, alcanzando algunas bolsas de la parte de
atrás—. Fin de la historia.
Brecken inclinó su cabeza en reconocimiento antes de salir de
lacamioneta.
—Vamos, pequeño.
Desabrochó a Keenan y lo ayudó a salir de la camioneta antes de
agarrar el resto de las bolsas y seguirme. Me alcanzó, manteniendo su
distancia, pero permaneciendo cerca al mismo tiempo.
Keenan finalmente notó quién nos esperaba en el porche.
—Oye, el abuelo está aquí. Nunca viene aquí.
Eso estaba bien para mí.
—Hola, Lester. ¿Has estado esperando mucho tiempo? —Mantuve mi
voz tan inalterada como mi rostro, actuando como si no fuera gran cosa
que mi degenerado suegro me estuviera esperando mientras yo subía los
escalones con el hombre que una vez prometí casarme. Como cualquier
otro día, me dije. No le des nada que sospechar.
—No mucho—respondió. La expresión, pero lo suficiente estuvo
implícita.
—¿Puedo traerle algo para beber? —Coloqué las bolsas en un brazo,
sacando la llave de mi bolso.
¿Algo de la variedad de sin porcentaje por volumen?
—Vine a verte a ti y a Keenan. Quería saber si estaban bien. —La
mirada de Lester se dirigió a Brecken subiendo las escaleras con mis
compras en un brazo, Keenan colgando del otro como un mono—. Parece
que alguien me ha ganado.
—Sí, te acuerdas de Brecken Connolly, ¿verdad? —Hice un gesto con
la mano entre los dos después de abrir la puerta—. Se ofreció a darme un
aventón a la tienda de comestibles ya que me quedé sin comida, y sin
auto.
Lester le tendió la mano. Brecken mantuvo los brazos quietos,
indicándole cuán llenos estaban, seguido de un encogimiento de hombros.
—Muy amable de tu parte.
Lester se metió la mano en el bolsillo, mirando entre los dos como si
estuviera esperando algo.
No sabía qué, o tal vez sí, pero no iba a confirmarlo ni negarlo.
Declararme ignorante era mi lema en lo que se refería a Brecken.
—He escuchado lo de Crew registrándose en esa maldita instalación
de rehabilitación.
Antes que Lester terminara de hablar, Brecken había entrado en la
casa, Keenan todavía colgando de él. Podría haberlo besado por ello. Iba a
besarlo por ello. Luego. Detrás de puertas cerradas. Ventanas selladas.
Detectores de movimiento.
—Siempre ha sido débil, tomando el camino fácil. Ha sido una
vergüenza para su madre y para mí, y ahora, su esposa y su hijo. —Lester
dobló sus dedos, sus nudillos sonando uno por uno—. De todos modos,
solo quería ver como estaban.
—Gracias. —Mi cuerpo se relajó mientras empezó a bajar las
escaleras, se detuvo cuando llegó al final.
—Vine hace un par de días, pero tú y Keenan no estaban aquí.
Tampoco estaban por la noche—dijo.
Me obligué a respirar antes de contestar. Al tratar con alguien como
Lester, siempre había que pensar antes de responder.
—Saqué a Keenan de la ciudad por un par de días. Para intentar
apartar de su mente que Crew había desaparecido. —Mantuve una
sonrisa, sosteniendo su mirada.
Sus dedos rodaron por el pasamanos.
—¿Saliste de la ciudad andando?
Me quedé sin aliento. Por medio segundo.
—Tomamos un autobús.
—Ah. Por supuesto. —Lester sacudió la cabeza, pero no me creyó.
Debería haberlo sabido, cómo pude pensar que podía colarle una mentira
al mismísimo diablo —. ¿Nos llamarás si surge algo? Oh, y hazme un favor
y da gracias al marine por cuidar de ti. —La mirada de Lester se deslizó
sobre mí como si pudiera ver las huellas dactilares de Brecken esparcidas
por todo mi cuerpo—. Parece que ha estado haciendo un gran trabajo.
Mi garganta se movió, pero no podía tragar. Mis pulmones se
tensaron, pero no podía respirar. Lester sospechaba algo, pero sospechaba
de todo el mundo. No habría dado a la madre Teresa el beneficio de la
duda.
Y menos aún a su nuera.
—Se lo diré. Salude a Margaret de mi parte. —Con cada palabra,
ahuyentaba un poco más de miedo.
No estaba respondiendo a Lester, pero en cierto modo lo estaba.
Estaba probando que no me intimidaría, que no me molestaría. No sabía
nada, no tenía pruebas, pero incluso si lo hacía, no estaba segurasi se lo
contaría a su hijo. Y si lo hacía, sería para burlarse de él. Sería para
hacerle sentir pequeño e inadecuado.
Un ciclo. Un patrón. Lo reconocí y supuse que esa era la razón por la
que mi garganta ardía cuando entré en la casa y vi a Keenan. ¿Era el ADN
el que transfería al monstruo de un hombre a otro? ¿O era su entorno? Me
encontré orando que fuera uno en lugar del otro. Me encontré dispuesta a
hacer un trato con cualquier deidad que estuviera escuchando para que
mi hijo no creciera y se convirtiera en algo como Crew o su padre.
Un patrón.
Un ciclo.
Un…
—Oye. ¿Estás bien? —Brecken salió de la cocina, la preocupación
arrugaba su frente cuando me vio.
Cuando empezó a avanzar hacia mí, descarté la idea. Keenan no era
para nada como Crew. Nunca lo sería.
—¿Todo salió bien por ahí? —Brecken me siguió a la cocina.
Ya había empezado a sacar los víveres, pero aún quedaban unos
cuantos. Me di cuenta cómo había dejado la bolsa de artículos no
perecederos desempaquetados, apoyados en el borde del mostrador.
—Todo está bien. Se ha ido.
Los brazos de Brecken me rodearon, su pecho me presionó la espalda
mientras su cabeza se inclinaba sobre mi hombro.
—Te eché de menos —susurró, con los brazos más tensos.
Todo mi cuerpo se relajó, derritiéndome en él. No había nada sexual
en su abrazo, nada que sugiriese que esperaba más. Esto no era más que
una persona que quería estar cerca de otra. Mis brazos se posaron sobre
los suyos y dejé caer mi cabeza contra él, cerrando los ojos.
—Te extrañé. —Una lágrima resbaló por el rabillo de mi ojo, esas
pocas palabras pertenecían a mucho más que anoche. Los seis años
anteriores. Los incontables años por venir. Cualesquiera que fueran las
vidas en que tendría que existir sin él. Allí estaba, conmigo, su cuerpo
envuelto alrededor del mío, y no estaba segura de haberlo extrañado más
de lo que ahora lo hacía.
—Tengo algunas cosas que hacer hoy. Estaré por la ciudad, cerca,
pero son importantes. —Sus labios apretados en mi cuello—. ¿Estarás
bien si me voy? Estaré pendiente del teléfono, puedo estar aquí en dos
minutos si hace falta...
—Estaré bien —dije, sintiendo que realmente lo decía en serio. Yo era
más fuerte que débil. Más valiente que miedosa—. Estaremos bien—
agregué, cuando el sonido de las figuras de acción de Keenan estrellándose
llegó desde la sala de estar.
La gentil risa de Brecken vibró contra mi espalda.
—Tienes al Capitán y a Hulk cerca, si los necesitas. —Presionó un
beso más en mi cuello, alargándolo el tiempo suficiente antes de dejarme
ir.
—También me tengo a mí, ¿sabes?
Brecken me sonrió, inclinando su barbilla.
—El superhéroe más malote que he conocido.
—E
cho de menos a Brecken —gimió Keenan desde donde
estaba tumbado en el suelo de la sala de estar, sus
figuras de acción girando en sus manos.
—Yo también —respondí, bajando el libro que fingía leer.
Estaba acercándose la hora de ir a la cama, pero había mantenido a
Keenan dentro desde que noté llegar las furgonetas de noticias ayer. Fue
poco después de que Brecken se marchasetras nuestra excursión a la
tienda, y aunque la mayoría iban y venían, algunos se habían establecido
fuera.
Brecken me había enviado un mensaje diciendo que pensaba que
sería mejor si no venía anoche, para evitar que alguien lo viera. Odiaba
tener que concordar con él. Así que ahora habíamos pasado dos noches el
uno sin el otro, y por la falta de entusiasmo por irse que tenían los
periodistas, no parecía que fuese a cambiar pronto.
—¿Si él no puede venir aquí, por qué no podemos ir nosotros? —
Keenan rodó por el suelo sin rumbo.
Me aparté del sofá para unirme a él en el suelo. Estar confinado
dentro de casa en verano no era divertido para un niño. Sabía que los
equipos de noticias estaban aquí por Brecken, no para documentar a un
niño de cinco años corriendo en el patio trasero, pero no sabía si conocían
nuestra historia. Nunca supe si el vecino pasando por aquí al azar era una
trampa de los refinados cronistas en trajes planchados o si solo estaban
diciendo hola. No sabía cuánto habían indagado en la historia de Brecken,
o cuánto puede haber dicho él en sus entrevistas. Así que mantenía a
Keenan dentro de casa.
—Cariño, lo sé. Lo siento. —Giré la cabeza hacia la ventana que
enfrentaba la de Brecken. La cortina estaba cerrada, pero imaginaba ser
capaz de verlo. Por alguna razón, lo imaginaba levantando las manos
mientras otro intento de huevos revueltos resultaba carbonizado. Me
encontré sonriendo hacia la cortina.
—¿Por qué no pueden simplemente irse? —Keenan se giró sobre el
estómago, mirando hacia la puerta. Le había explicado la razón por la que
no podía ir fuera y no estaba contento con los medios.
—Lo harán. Pronto —respondí, garantizándoselo a él y a mí misma—.
¿Quieres elegir un juego para entretenernos? Tu elección.
Keenan lo estaba considerando, como si otro juego de mesa fuese tan
apetecible como una visita al dentista, cuando las luces se apagaron.
Todas. De hecho, también estaba muy oscuro fuera, por lo que podía ver a
través de las ventanas rectangulares biseladas al otro lado de la puerta.
—¿Mamá?
—Está bien. Creo que se fue la luz. —Me levanté del suelo y me dirigí
con cuidado a la puerta delantera para mirar a través de una de las
ventanas. Las casas a lo largo de la calle también estaban a oscuras.
Incluso las farolas estaban apagadas—. Sí. Se fue la luz. Será mejor que
vayamos por las linternas y las velas.
—Aunque no hay tormenta. —Keenan se movió del suelo, sus pasos
moviéndose hacia mí.
Ya estaba pensando eso, preguntándome qué podía haber causado un
apagón en una noche de verano tan calmada, cuando sentí el teléfono
vibrar en mi bolsillo. Cuando lo saqué, encontré un breve mensaje: La
puerta trasera.
Tomando la mano de Keenan, atravesé la casa, sacando una linterna
del armario en el camino.
—¿Qué estamos haciendo? —susurró Keenan.
—Saludar a un visitante.
—¿La gente no viene normalmente por la puerta principal?
—Excepto los que lo hacen por la trasera. —Encendiendo la linterna,
encontré el rostro de Keenan arrugado con confusión.
Al menos hasta que abrí la puerta y vio quién estaba de pie al otro
lado.
—¡Brecken! —grito tan alto, que me preocupó que se hubiese
escuchado en la calle.
—¡Keenan! —contestó Brecken con el mismo entusiasmo, menor
volumen.
—¡Voy por mi linterna, así podemos jugar al escondite en la
oscuridad! —Keenan se adentró en la oscuridad como si pudiese ver en
ella, sus pies escabulléndose por las escaleras hacia su habitación.
—¡Ten cuidado! —grité.
—¡Está bien, mamá!
Antes de poder decir nada más, Brecken se acercó a mí, cerrando la
puerta trasera de golpe. La linterna cayendo de mi mano y el jadeo de
sorpresa que seguía fue silenciado por su boca cubriendo la mía. Pasó las
manos sobre mí como si quisiese tenerlas en todas partes a la vez,
empujando su lengua en mi boca, demandando mi sumisión y al mismo
tiempo dándome la suya.
En cuanto los pasos de Keenan comenzaron a sonar por las escaleras,
Brecken me soltó, manos, boca y cuerpo, y se apartó mientras me
concentraba en no parecer como si hubiese sido empujada contra la
puerta, besuqueándome.
—¿Me echabas de menos? —Supuse, todavía sintiendo el calor de sus
labios cubriendo los míos.
Se agachó para recuperar la linterna.
—Te mostraré exactamente cuánto te eché de menos después. Cuando
cierta personita se acueste.
—Estaba pensando en enseñarte exactamente lo mismo. —Le quité la
linterna, pasando los dedos por su entrepierna mientras pasaba a su lado.
Dejó salir un siseo entre dientes, seguido de lo que sonó como su
cabeza golpeando la pared detrás de él.
—¿A ti también se te fue la luz, Brecken? —La linterna de Keenan
estaba encendida mientras giraba la esquina, un montón de juguetes en
sus manos.
—Se fue la luz en todo el vecindario.
—Ni siquiera hay tormenta —repitió Keenan.
—Extraño.
Mi linterna iluminaba el rostro de Brecken mientras nos seguía a la
sala de estar.
—Muy extraño.
Cuando sonrió, bajé la luz. No sabía cómo lo había hecho, solo que lo
hizo. Tampoco me importaba cómo, porque estaba allí, con nosotros.
Cuando Keenan tomó la mano de Brecken para llevarlo a un juego de
superhéroes y bloques de construcción de nunca acabar (al menos hasta
que se quedara dormido), me dirigí a la cocina para tomar algunas velas.
Había almacenado un montón de velas católicas de rezo de la tienda de un
dólar el año pasado después de un corte de luz diferente. No porque fuese
la clase de persona de rezar, sino porque era la clase de persona que le
gustaba tener luz en la oscuridad.
Coloqué algunas velas en la sala de estar, luego me dirigí arriba para
iluminar también las habitaciones. Antes de volver abajo, me detuve en la
cima de las escaleras para comprobar el mensaje que me había perdido
esta mañana temprano. Era de Crew y este era más largo que los otros.
Voy a mejorar. Estoy mejor. He dejado de beber. He dejado más. Te
echo tanto de menos que duele.
Apreté el agarre alrededor del teléfono, insegura de qué pensar sobre
este mensaje. ¿Realmente lo decía en serio? ¿Él lo creía? ¿Era capaz de
ello? Parte de mí lo esperaba, sabiendo que la tarea de sobrevivir los
siguientes trece años sería mucho más fácil de llevar a cabo si Crew dejaba
el alcohol y lo que venía con ello. Aunque parte de mí sabía que no debería
esperarlo, porque esperar lo peor era lo que mantendría mi guardia alta
cuando regresara a casa. Esperaría lo peor y estaría sorprendida, en lugar
de esperar lo mejor y estar decepcionada.
Iba a volver de rehabilitación recuperado, o iba a volver igual,
golpeándome cuando el humor y el alcohol lo volviesen agresivo. Cuánto
más o menos tiempo pasase con Brecken no cambiaría eso, así que iba a
disfrutar el tiempo que tuviésemos juntos.
Mientras me dirigía escaleras abajo, escuché a los chicos hablar
mientras hacían lo que sonaba como otro gran fuerte.
—Oye, ¿Brecken? —La voz de Keenan tomó un tono serio—. A veces
deseo que fueras mi padre. Mi padre de verdad. —Se detuvo un instante
mientras yo sujetaba el pasamanos por apoyo—. Aunque no le digas eso a
mamá.
Como yo, Brecken estaba en silencio. Apagué la linterna y bajé los
últimos escalones.
—Si pudiese elegir a un niño en todo el mundo para ser mi hijo, te
elegiría. Sin ninguna duda. —La voz de Brecken llenó el espacio oscuro, la
sonrisa en su voz evidente—. Tampoco le digas eso a tu madre.
Keenan rió entre dientes, volviendo a hacer su fuerte.
Cuando volví a encender la linterna, Brecken ya me estaba mirando
desde el otro lado de la sala. Como si hubiese sabido que estaba ahí todo
el tiempo. Como si fuese capaz de encontrarme sin importar lo oscuro que
estuviese.

Gracias a sus depósitos de energía, Keenan no se quedó dormido


hasta casi las once. Cuando finalmente lo hizo, Brecken parecía casi
exhausto. Al menos hasta que le susurré algo al oído, tomé su mano y lo
llevé escaleras arriba.
Keenan estaba metido en su fuerte para la noche, ya que me había
hecho prometerle no llevarlo a su cama cuando se quedase dormido. Me
encantaba nuestro tiempo juntos los tres, pero también anhelaba tiempo
solo nosotros dos.
Cuando alcanzamos la cima de las escaleras, me giré y me encargué
de su cinturón, sintiendo como si los dos días sin él hubieran sido más
como dos décadas. Mi cuerpo estaba temblando con anticipación, sabiendo
que me correría en cuanto se empujase dentro de mí. Terminaría muy
pronto, pero para eso estaban las segundas veces. Y las terceras. Podíamos
tomarnos nuestro tiempo más tarde. Ahora mismo, necesitaba que llenara
una necesidad que solo él podía.
—Espera. —Cerró los ojos cuando deslicé la mano en su pantalón,
palmeando su dura erección. Giró el cuello, luego suavemente me rodeó la
muñeca con la mano, apartándola de su pantalón. Aunque se encogió
cuando lo hizo.
—¿A qué estamos esperando? —Miré hacia donde su prominente
protuberancia estaba empujando contra la cremallera. Mi cuerpo estaba
muy preparado para él.
—Primero quiero mostrarte algo.
—¿Esto tiene que ver con cierta parte de tu anatomía? Si no, puede
esperar.
Susurró algo sobre yo siendo imposible, luego su expresión se volvió
seria.
—Quiero enseñarte algunos movimientos de autodefensa. Algunas
maniobras básicas que aprendí en el ejército. Algunas más las elegí de un
lugar en la ciudad que da clases de autodefensa para mujeres.
—¿Quieres enseñarme qué? —Mi mente comenzó a aclarar las
hormonas de mi sistema. Un poco.
—Autodefensa.
Pestañeé hacia él.
—¿Por qué?
—No me hagas responder esa pregunta.
—¿Por qué no?
—Porque sabes el por qué.
El corazón comenzó a latirme con rapidez, pero gracias a un tipo
diferente de adrenalina.
—¿Y qué? ¿Se supone que lleve mi palma a su garganta si comienza a
sacudirme de nuevo? —Tenía que recordarme mantener la voz baja—. ¿Es
todo lo que necesito para evitar ser golpeada por mi marido? ¿Aprender
unas simples técnicas de autodefensa, así puedo evitar “convertirme en
una víctima”?
Brecken permaneció callado, dejándome sacarlo todo. Las manos en
sus caderas, sus ojos sobre mí, aceptó todo lo que le lancé.
—¿Esa es la razón por la que he sido golpeada todo este tiempo?
¿Porque no me resistí? ¿Porque no supe cómo defenderme?
Cuando esperé por su respuesta, me la dio:
—No. —Apretó la mandíbula—. No se trata de eso
—No, de lo que se trata esto es tú sugiriendo que pelee si intenta
golpearme de nuevo. ¿Quieres saber qué pasará si hago eso? —Me cubrí el
pecho con la mano—. Seguirá golpeándome. Más fuerte. Más tiempo. He
sobrevivido, lo he hecho porque no peleé.
Brecken se quedó en silencio una vez que terminé de desquitarme con
él. Su fachada era calmada mientras la mía no. Luego alzó el brazo hacia
las escaleras, antes de girar hacia mí.
—¿No quieres hacer algo más que sobrevivir? ¿Más que solo lograrlo?
Mi furia se estaba desmoronando, revelando lo que realmente había
estado enmascarando… miedo. Me rodeé con los brazos mientras me
apoyaba en la pared detrás de mí.
—Está en rehabilitación. Dice que está mejor.
—Ni siquiera ha estado una semana…
—Va a mejorar. Dice que no va a volver a beber. Dice que no va a
volver a golpearme…
—Detente, Camryn. Simplemente detente. —Se rodeó el cuello con las
manos—. Puede que estés contenta con apostar tu vida a las promesas de
un pedazo de mierda, pero yo no. —Bajó los brazos a los costados,
abriendo y cerrando los puños—. No te estoy enseñando esto para aliviar
mi conciencia. Te estoy enseñando esto para salvarte la vida.
Me di un minuto. El pensamiento de devolverle el golpe a Crew
cuando me golpease era casi cómico. Uno, porque era la mitad de su
tamaño. Dos, porque casi podía imaginar la mirada en su rostro cuando lo
hiciera, y era tan cómico como amenazador.
—Si le devuelvo el golpe, Brecken —alcé mi mirada a la suya—,
después voy a tener que huir.
Inclinó la cabeza.
—Si te golpea de nuevo, voy a tener que huir contigo.
—¿Así que esto es en caso del peor escenario?
Sus ojos respondieron mi pregunta.
—Está bien. —Suspirando, me aparté de la pared—. Enséñame cómo
salvar mi vida.
—P
artes del cuerpo a las que apuntar.
Brecken me rodeó en el pasillo un par de
noches más tarde. La electricidad sehabía
restaurado tras ese "extraño" apagón, pero el pasillo
estaba oscuro a excepción de las velas que ardían alrededor de nosotros.
Necesitábamos algo de luz, pero estaba demasiado paranoica para
mantener las luces encendidas en la noche con Brecken aquí y los medios
fuera.
—Ojos, oídos, nariz, boca, garganta, ingle, rodilla, piernas —enumeré,
poniendo los ojos en blanco para que él viera que ya había metido eso en
mí.
—Partes de tu cuerpo para usar en un ataque. —Echó un vistazo por
las escaleras donde el fuerte todavía estaba en pie, un par de zapatillas de
Los Vengadores saliendo de él.
La hora de acostarse había llegado temprano esta noche,
afortunadamente, ya que Brecken había impuesto dos horas de
entrenamiento todas las noches una vez que Keenan se durmiese, antes de
dejarme hacer ejercicio con él de una manera diferente.
Otro rodamiento de ojos.
—Codos, rodillas, cabeza, filo de la mano, palma de la mano, etcétera.
—¿Y etcétera es?
Suspiré.
—Uñas, dientes, y casi cualquier otra cosa que pueda utilizar para
infligir suficiente daño para escapar.
Su ceja se alzó, dándome una mirada impresionada. Luego tomó su
camisa y se la pasó por encima de la cabeza.
—Siguiente pregunta. —Tiró su camisa a mis pies, un desafío en sus
ojos.
—¿Ves? Ahora estás motivándome para aprender. Buen maestro.
Su pulgar rozó la línea de muescas en su cinturón.
—Demuestra cómo salir de este asimiento. —Su mano rodeó mi
muñeca, empujándome hacia él.
Durante medio latido, mi mente quedó en blanco. La oleada de
adrenalina ahogó lo que me había enseñado. Entonces recordé: tomar un
respiro, contar hasta tres, y luego reaccionar. Por lo general, la primera
forma en que reaccionábamos cuando éramos atacados, era la última en
que deberíamos hacerlo.
Haciendo una sentadilla profunda, doblé mi codo, enrollándolo bajo
su antebrazo hasta que mi muñeca salió de su mano. Salté, dándole una
mirada victoriosa.
—No ayuda si te quedas quieta una vez te liberas, ¿sabes?
Mi cabeza se inclinó.
—No jodas. Ahora quítate el cinturón ya, me pertenece ese descanso.
Brecken se frotó la boca en un intento de ocultar su sonrisa antes de
bajar sus manos para deshacer su cinturón.
Una vez que estuvo desabrochado, lo dejó libre, un extremo a la vez,
la sonrisa de suficiencia en su rostro haciendo que doliera el lugar entre
mis piernas.
—Gira. —Rodó su dedo, avanzando hacia mí.
Hice como pidió, sintiéndome embriagada con poder. El conocimiento
de cómo defenderse tenía un efecto que era difícil de explicar. La confianza
que se necesitaba para permitir que alguien te enseñara, tocándote en
lugares vulnerables, posiblemente desencadenando recuerdos incómodos,
hizo que la recompensa fuera mucho mayor una vez superé todos esos
obstáculos. Con alguien más aparte de Brecken, esto no habría
funcionado. Sabía que nunca me haría daño, lo que hizo más fácil permitir
que fingiera lo contrario.
Su pecho presionó mi espalda mientras sus brazos me rodearon.
—Sal de esto —instruyó, justo antes de apretar sus brazos alrededor
de mi cuerpo.
Me puse rígida mientras me tiraba hacia atrás, su agarre
endureciéndose. Me había enseñado cómo romper este tipo de agarre, pero
me había agarrado más alto antes, así que todavía tenía el uso de mis
codos. No sabía cómo salir de esto con los codos pegados a los lados.
—No sé cómo. —Mi voz tembló, una cinta de miedo arrastrándose por
dentro—. No me enseñaste esto.
—Piensa, Camryn. Piensa. —En lugar de relajarse, su agarre solo se
profundizó.
Quería que me dejara ir. Quería que lo tomara con calma conmigo.
Necesitaba que se aferrara a mí. Necesitaba que me lo pusiera difícil.
Recordando lo que me había dicho, tomé una respiración profunda,
aclaré mi cabeza y conté hasta tres. No me había enseñado qué hacer en
esta clase de situación, al menos no paso a paso, pero me había enseñado
a combatir.
Me había enseñado a sobrevivir.
Cuando la siguiente oleada de adrenalina llegó a lo más alto, pisoteé
mi pie contra el suyo, arrojando mi cabeza contra la suya al mismo tiempo.
Al instante, sus brazos cayeron mientras retrocedía. Excepto que no dejó
de tambalearse como solía hacerlo, sino que cayó al suelo.
—Oh mierda, Brecken. —Mi sonrisa se desvaneció mientras corría
hacia donde había caído—. Lo siento. No estaba pensando. Fui a toda
máquina.
Caí a su lado, mi mano cubriendo mi boca cuando noté la marca roja
en su frente. Siempre habíamos entrenado realizando los movimientos,
pero sin poder detrás de ellos. Excepto por esta vez. El miedo y la
adrenalina me habían hecho descuidada.
Se frotó la cabeza otro segundo mientras sacudía el pie que había
pisado.
—Lo siento tanto, tanto. —Me incliné sobre él para comprobar su
cabeza, sintiéndome terrible.
Fue entonces cuando lo escuché. Una suave risita que crecía con
cada nota.
—¿Te estás riendo? —Me incliné hacia atrás, apoyando una mano en
mi cadera.
—Por supuesto que me estoy riendo. Acaba de patearme el culo
alguiena quien le llevo20 kilos y quince centímetros de diferencia.
Levanté el tirante de mi camiseta sin mangas de nuevo en su lugar.
Se sentía bien no tener que esconderse cuando estaba con Brecken. No
estar tan preocupada por cubrir cada marca y cicatriz en mi cuerpo. Los
de la semana pasada se habían desvanecido en su mayoría, pero tenía un
montón del tipo permanente que nunca desaparecerían.
—Sí, lo fuiste un poco, ¿no?
Se apoyó en sus codos, su mirada bajando a mi escote. Tampoco
llevaba sujetador. Al final del día, estaba tan cansada de todas las capas
adicionales, que no podía esperar a quitarme todas las que pudiera.
—Realmente debo ser un gran maestro —dijo.
Coloqué mi brazo sobre su pecho, moviendo mi cabeza por encima de
la suya.
—O bien, realmente soy una gran estudiante.
Alzando una ceja, sostuve mi pecho por encima de su rostro,
sintiendo mis pezones endurecerse por el calor de su aliento filtrándose a
través del delgado algodón. Cuando sus dientes atraparon a uno de ellos,
mi respiración se enganchó, mis muslos se apretaron cuando su lengua
me probó a través del material. Cuando me soltó, mi corazón comenzó a
golpear de nuevo.
—De cualquier manera, al menos sé que puedes llevarlo abajo si es
necesario. Eso es todo lo que me importa.
Balanceando mi pierna sobre su regazo, alcancé la parte inferior de
mi camiseta.
—¿Eso es todo lo que te importa?
—No. —Sus ojos cayeron hacia donde estaba trabajando mi camiseta
encima de mi cuerpo—. Definitivamente no es todo lo que me importa.
Hice una pausa, el dobladillo en la línea de mi pecho.
—¿Qué más?
Su lengua tocó sus labios mientras descansaba sobre sus codos.
—Me preocupo por ti. Darte lo que quieres. Hacerte sentir bien. —Sus
caderas me empujaron, creando suficiente fricción para sacar un gemido
de mí.
Terminé de tirar de mi camisa por mi cuerpo y la dejé caer en su
rostro una vez estuvo fuera. Cuando se movió para deslizarla lejos, puse
mi mano sobre ella, manteniéndolo con los ojos vendados. Un gruñido
salió de él cuando mi otra mano trabajó en soltar su cremallera.
—Definitivamente no eres una buena estudiante. —Su voz se detuvo
cuando mi mano se formó alrededor de él, suavemente, de arriba abajo—.
Eres una muy mala estudiante. Una muy buena mala estudiante.
Dejando la camiseta sobre sus ojos, me liberé de mi pantalón corto
tan rápido como pude, tirando de su jean hacia abajo solo lo suficiente
como para liberar lo que necesitaba. Tanto estaba corriendo a través de mi
cuerpo, desde el deseo al amor, el poder a la sumisión, que estaba
desesperada por sentir nuestra conexión. Desesperada por tener su fuerza
corporal sobre la mía y liberarlo todo.
No había tiempo suficiente para quitarme la ropa interior, así que la
empujé a un lado y uní mi cuerpo con el suyo, sin detenerme hasta que
estaba descansando en su regazo.
Le tomó unas pocas respiraciones antes de poder hablar. Todo el
tiempo, mi camiseta encubrió sus ojos, incluso cuando empecé a montarlo.
—No había terminado con mi striptease.
Él estaba sonriendo, sus manos cubriendo mis rodillas mientras yo
tomaba el control. La sensación de sus ásperos vaqueros contra el interior
de mis muslos, las costuras desgastadas rozando la piel sensible. Mi
orgasmo ya estaba formándose, elevándose desde el interior.
Me incliné hacia abajo para que mi pecho tocase el suyo con cada
empuje.
—Puedes terminar eso cuando haya terminado contigo.
A
lgo irrumpió en mi sueño y me sacó de él. Sin embargo, no era
el mismo fenómeno al que estaba acostumbrada, despertar en
medio de la noche por, dependiendo de su nivel de intoxicación,
las manos de Crew o los puños, o el sonido de un vidrio al romperse en la
oficina. Esto era otra cosa.
Parpadeando, nada más que la oscuridad me rodeaba. Y entonces lo
vi. De pie, enmarcado dentro de la ventana, mirando no hacia fuera, sino a
mí.
Giré a un costado, revisando la hora.
—¿No puedes dormir?
Todavía estaba desnudo, y con la luz de la luna derramándose a
través de la ventana, robó el aire de mis pulmones.
—No quiero.
—¿Tienes miedo? —dije lentamente.
—No quiero perderme nada. —Levantó sus brazos, enmarcándome
con sus dedos por un momento. Luego cayeron a sus costados—. Y sí, tal
vez un poco de miedo. Ya sabes, después de lo que pasó esa noche.
Me senté en la cama.
—¿En la cabaña? ¿No has dormido desde entonces? —Eso había
pasado hace casi dos semanas. Él había estado despierto todas las
mañanas cuando yo despertaba, y ahora que lo pensaba, siempre fui la
primera en quedarme dormida después que nos las arreglábamos para
separarnos.
Sus hombros se levantaron. Cada día eran más amplios.
—Dormí esas primeras noches en mi casa.
—Brecken, necesitas dormir.
—No, te necesito a ti. —Sus brazos cruzados—. No los pongo al sueño
y a ti en la misma categoría.
—Bueno, eso es dulce y romántico, y está destinado a que consigas
echar un polvo. —Le di una sonrisa exagerada—. Al menos hasta que te
suicides.
Sus ojos se alzaron como si yo estuviera siendo dramática.
—Estoy teniendo un momento de déjàvù aquí. Es como si hubiéramos
tenido esta conversación antes.
—La tuvimos. Y gané.
Metió su pulgar en el pecho.
—Lo que significa que es mi turno.
Me hice a un lado en la cama, hice una floritura con mi brazo ante el
espacio abierto y cálido que le había hecho.
—Me has enseñado a romper con casi todas las percepciones
imaginables. Creo que podré soportarlo si te metes en la cama otra vez.
Su boca se abrió y un suspiro se derramó antes de retirarse del
alféizar de la ventana y acercarse a mí.
—No más discusiones. Tú…tú,en realidad necesitas dormir. —Se
deslizó en el espacio junto a mí, tomándome en sus brazos, y me atrajo
hacia él. Su boca bajó a mi cabeza—. Seguir el ritmo a un niño de cinco
años todo el día, eso no es ninguna tontería.
Mi brazo se curvó alrededor de él, mis ojos se cerraron.
—Y seguir el ritmo a un hombre viril de veintiséis años toda la noche
tampoco lo es.
Su sonora risa fue el último sonido que escuché, su beso lo último
que sentí.

—¿Podemos ir al parque hoy y quedarnos todo el tiempo que quiera?


—Keenan todavía no podía creerlo, aunque yo tenía nuestra bolsa llena de
comida y estábamos a unos pasos de la puerta principal.
—Sí. A ambos. —Agarré su mano antes de abrir la puerta y respirar
hondo.
Esta era nuestra primera excursión saliendo por la puerta principal a
plena luz del día en días. Con los medios de comunicación todavía
acechando por ahí, había hecho una prioridad el evitar los siempre listos
micrófonos y cámaras, tanto como sea posible. Hoy, he terminado de
esconderme. He terminado de intercambiar lo que podría pasar por lo que
realmente pasará.
Hoy, íbamos al parque.
Cuando salimos al exterior, pasé por los movimientos de cerrar la
puerta y ayudar a Keenan a bajar las escaleras, pero mi corazón se sentía
como si le hubieran brotado alas de colibrí.
—¿Disculpe? ¿Señorita? —Apenas habíamos cruzado el paso peatonal
sin que uno de ellos nos viera—. Señora Graves, ¿puedo hacerle unas
preguntas?
Keenan se detuvo, haciendo el gesto educado que le había enseñado a
hacer cuando los adultos le hablaban. No me preocupaba ser educada o
dar un ejemplo en ese momento. Estaba demasiado concentrada en
alejarme antes que cualquiera de ellos pudiera mirarme a los ojos y de
alguna manera leer la verdad que sabía se estaba derramando de ellos, sin
importar cuánto tratara de ocultarlo.
—¿Señora Graves? ¿Ha hablado con el cabo Connolly desde su
regreso? ¿Cómo describiría su estado mental? ¿Cómo se siente al estar al
lado de un prisionero de guerra que pasó por tanto? ¿Al lado de un héroe?
Agarrando la mano de Keenan, caminé por la acera tan rápido como
nuestros pies nos permitieron. Keenan no discutió ni mencionó el
encuentro, pero cuando llegamos al parque, todavía no podía olvidarlo.
¿Cómo se suponía que Brecken seguiría adelante cuando no se lo
permitían? ¿Cómo podría poner la pesadilla a descansar cuando esta gente
la resucitaba? ¿Cómo podríamos esperar mantener esto en secreto cuando
no podía ni bajar las escaleras sin ser noticia?
—¿Mamá? —Los grandes ojos azules de Keenan parpadearon hacia
mí, todavía me sostenía la mano, aunque ya estábamos al inicio del patio
de juegos.
Formé una sonrisa.
—Estoy bien. Ve a divertirte.
Se quedó a mi lado por un minuto antes de correr hacia los
columpios. No volvió a aparecer de su interminable frenesí de juego hasta
dos horas después, cuando regresó hambriento y sediento. Después de
atragantarse con su almuerzo, beber una botella de agua y estirarse en la
hierba durante un minuto y medio, regresó al patio de juegos, refrescado y
listo para jugar.
Había traído un libro para leer y algunos panfletos de jardines de
infantes que había recogido de algunas escuelas locales, pero me encontré
más interesada en verlo. Su inocencia era tan descarada, tan infinita.
Era tan injusto lo rápido que se le podía quitar. Qué efímero era en
realidad.
—Buen día para el parque. —Una sombra se movió detrás de mí y
perfiló a través del sol.
Estaba lo suficiente familiarizada con la voz para no necesitar mirar
hacia atrás.
—Todos los días son buenos para ir al parque. —Pensé en el día que
había traído a Keenan aquí, hace un par de semanas, permitiéndole
quedarse hasta después del anochecer.
—No he visto mucho de Crew últimamente. —Gina se sentó a mi lado
en el banco, saludando a una de sus hijas, que estaba persiguiendo a
Keenan. Quien parecía estar horrorizado. Cualquier engendro de Gina
Meyers era prudente evitarlo.
—Se ha ido. Por trabajo —añadí, sin importarme lo que la gente de la
comunidad sabía. La verdad. La mentira. Creerían lo que quisieran, sin
importar lo que yo les dijera. Lo sabía por experiencia.
—¿Cuánto tiempo pasará fuera?
—Un par de semanas más, creo. —El plazo me hizo un nudo en la
garganta. Dos semanas podrían durar por siempre. Dos semanas podrían
pasar en un instante.
Estuvo callada por un momento, mirando fijamente al parque sin
comprender.
—¿Puedes creer a esos parásitos estacionados frente a la casa de
Brecken? Imaginarías que ya han conseguido lo suficiente de él, pero
supongo que siempre hay más, ¿verdad? —Gina miró sus uñas. Lucían
brillantes y con la manicura recién hecha. Empezó a levantar la pintura
carmesí, una uña a la vez—. ¿Ya has hablado con alguno de ellos?
Mi frente se arrugó.
—¿Por qué haría eso?
Su hija menor la estaba llamando, pidiéndole que la mirara antes de
bajar por el gran tobogán.
Gina nunca levantó la mirada de sus uñas.
—Ya sabes, con ustedes siendo tan serios antes.
Mis manos se curvaron en mi regazo.
—No. Y preferiría que nunca lo descubrieran.
La cabeza de Gina se volvió hacia mí. Me observó por un momento,
buscando. Lo que le ocurría a Gina era que había pasado toda su vida
viviendo en un charco, por lo que no sabía cómo era un océano.
—¿Viste el artículo que salió hoy? ¿El de él y los otros prisioneros de
guerra? —preguntó, todavía trabajando en las uñas.
—No —fue todo lo que contesté.
—Probablemente es lo mejor. Si pudiera regresar en el tiempo y no ver
esas fotos y no leer esas palabras, lo haría. —Tuvo un escalofrío—. Es una
locura pensar en lo mucho que el cuerpo humano puede soportar, ¿sabes?
Me hace recordar el parto y me pregunto por qué demonios grité tanto.
Mis manos se cerraban y abrían en mi regazo. Sabía que el primer
artículo sería publicado hoy en una de las principales revistas nacionales,
antes del artículo del periódico, y luego la entrevista televisiva se haría
pública. Ya me había preparado, sabiendo que no tenía ninguna intención
de leer o mirar ninguno de ellos. Sabía lo suficiente. No necesitaba saberlo
todo.
—Tengo mucho más respeto por Brecken Connolly después de leer
eso. —Sacó el teléfono de su bolso, revisándolo. Lo que encontró la hizo
fruncir el ceño—. ¿Ese es un hombre que simplemente dejaría a alguien
atrás sin decirle que se iba? Él es quien habría dado su vida por su mujer,
¿sabes? Seguro que no se olvidaría de dejarle un renglón para hacerle
saber que estaba pensando en ella. O que se había ido y cuándo volvería.
—Gina pasó las uñas astilladas por su cabello peinado, rastrillándolo
hasta que lo retorció en un moño desordenado en la parte superior de su
cabeza.
Debería haber sido más obvio. Debería haberlo deducido antes. Pero
había estado demasiado ocupadaintentando mantenerme fuera del negocio
de Crew, en lugar de intentar aprender más de eso.
La esposa estaba sentada junto a la amante. No necesitaba pedirle
que lo confirmara, lo estaba confirmando de otra manera. Mientras que
otras esposas podrían haber perdido las riendas frente a la mujer que
acababan de descubrir era la “actividad extracurricular” en la vida de su
esposo, yo sentí... nada. Tal vez un poco de curiosidad por cuánto tiempo
había estado pasando, me preguntaba si su marido tenía alguna idea,
incluso un poco de tristeza, aunque no por mí. Por ella. ¿También la
golpeaba? ¿Lo haría eventualmente? ¿Sabía que él bebía? ¿Se había
enamorado del hombre solo para quedar atrapada con el monstruo, como
yo?
Viendo a Keenan correr por el patio de juegos, sano, feliz y vivo, parte
de la culpa del pasado se derritió. Crew no merecía mi culpa, sin importar
el delito.
—Será mejor que nos vayamos. Tendré que empezar la cena en algún
momento. —Gina se levantó, parpadeando para despejar sus ojos.
Mi mirada se movió hacia ella. La amante de mi marido.
—Saluda a Jerry por mí, ¿quieres?
Deslizó su bolso sobre su hombro, quitándose las plataformas que
llevaba.
—Seguro que sí. —Se inclinó para recoger los zapatos y gritó a sus
chicas que se iban.
—Es un hombre afortunado. Asegúrate de decirle eso por mí.
Cuando Gina me miró, yo sonreía, pero pensé que podía ver lo que
había detrás. Gritó por sus chicas, que todavía estaban pegadas a las
barras, antes de comenzar a salir.
El parque volvió a ser pacífico después de eso, y como prometí, no
presioné a Keenan para irse hasta que me dijo que estaba listo. El chico
tenía días de energía por quemar, y había hecho de eso su misión.
No estaba oscuro cuando salimos del parque esta vez, pero era el
anochecer. Nos fuimos porque él tenía hambre y había dado cuenta del
último bocadillo hace unas horas. Un par de furgonetas de noticias todavía
estaban fuera de la casa de Brecken, pero nadie se fijó en nosotros esta
vez. Sin embargo, noté algo nuevo en su jardín delantero.
Flores. Unos ramilletes tirados, apilados uno encima del otro, como se
veía en las noticias cuando alguien famoso había muerto o había sucedido
alguna terrible tragedia. Me tomó un momento comprender por qué el
frente del patio de Brecken estaba cubierto de flores, el artículo.
Probablemente yo era la única persona en la comunidad que no lo había
leído, y los que lo hicieron estaban lo suficientemente conmovidos para
dejarle flores. No había muerto, pero hubo una tragedia. Parecía que no
había fin.
Después que Keenan comiera un sándwich de queso a la parrilla,
comenzó a quedarse dormido en la mesa de la cena. Por fin se había
desgastado. Tomándolo en mis brazos, lo llevé a su habitación, teniendo
mucho cuidado en las escaleras. Todas mis magulladuras habían
desaparecido, excepto por lo peor en mi costado y las marcas en mi
espalda. Con Crew desaparecido, no se habían añadido nuevas. Hoy había
sido la primera vez en años que había sido capaz de usar algo de manga
corta. La sensación del aire que se movía por mis brazos, el cosquilleo del
cabello de mi hijo mientras su cabeza se inclinaba hacia un costado, me
sentí libre. Había encontrado la libertad incluso mientras vivía en los
confines de una jaula.
Me dio esperanza para el futuro. Esperabapoder soportar lo que
viniera.
Después de acostarlo, esperé el texto. Brecken normalmente esperaba
hasta las nueve o diez para colarse, esperando hasta que fuera estuviera
oscuro y silencioso. La mayoría de las noches, Keenan todavía estaba
despierto, así que podía pasar tiempo con él también. Estaría molesto por
la mañana cuando se diera cuenta que se había quedado dormido antes de
poder jugar con su superhéroe de la vida real, pero había mañana por la
noche. Y la que sigue después.
Me detuve cuando decidí que no quería contar cuántas teníamos. No
muchas.
El texto llegó poco después de las diez. Me pidió que lo encontrara en
el patio trasero. Era una primera vez, pero no pensé mucho en eso.
Brecken había estado haciendo muchas cosas fuera de lo común
últimamente. Dejaba su casa varias veces al día, dando respuestas vagas
cuando le preguntaba qué había estado haciendo. Había estado trabajando
en algo, aunque no sabía qué.
Apagando la luz del porche trasero, me moví hacia el patio, dejando
que mis ojos se ajustaran. Antes que lo hicieran, su mano se colocó
alrededor de la mía.
—¿Haces caso a cada hombre que te pide que lo encuentres en un
oscuro patio trasero por la noche?
Su voz instantáneamente me hizo sonreír.
—Solo a los realmente locos, a los desquiciados.
Sus labios se apretaron en mi sien antes de llevarme a través del
patio oscuro.
—Es bueno saberlo.
—¿Qué estamos haciendo? —Eché un vistazo por su camino de
entrada hacia calle abajo. Había un par de camionetas todavía allí, pero
estaba tranquilo. Sin reporteros pululando las aceras.
—Te estoy mostrando lo que he estado haciendo durante mis días,
cuando no puedo estar contigo, gracias a ellos. —Miró por el rabillo del ojo
a las furgonetas en la calle antes de detenerse delante de su garaje
escondido al final de la calzada. Se agachó para agarrar la manija de la
puerta y luego la levantó lentamente. Incluso más lento cuando hizo un
par de crujidos.
Contuve la respiración, revisando la calle de nuevo. Nada.
Una vez que Brecken abrió la gran puerta del garaje, encendió las
luces, agarró mi mano y me arrastró dentro. No dijo nada hasta que volvió
a cerrar.
Cuando agitó la mano hacia lo que ocupaba la mayor parte del
espacio, mi frente se arrugó.
—¿Tienes un auto nuevo?
Sus brazos cayeron a los costados.
—No. Esto no es para mí. —Se acercó a la parte delantera. Había
estacionado el auto en marcha atrás en el garaje, para que fuera más fácil
sacarlo—. Es para ti.
—¿Me compraste un auto nuevo? —Las arugas en mi frente se
hicieron más profunda.
—No es exactamente nuevo, pero sí, es para ti. —Palmeó el capo y se
detuvo frente a mí.
Era un Honda plateado de cuatro puertas. Nada llamativo o elegante,
pero tenía ese aire confiable de no-te-voy-a-fallar-nunca. En comparación
con no tener auto, era como recibir un Ferrari o algo, pero no estaba
segura de dónde iba con esto. Brecken era inteligente, sabía que no podía
comprarme un auto.
—¿Para qué es esto, Brecken?
Agarrando mi mano, me guió hasta el maletero. Cuando lo abrió, mi
mano fue a mi estómago.
—Esto es para el peor de los casos.
Mis ojos pasaron por encima de los artículos metidos en el maletero:
bolsas de dormir, almohadas, agua embotellada, comida, ropa... un
botiquín de primeros auxilios. Mis pies se deslizaron hacia atrás.
—No quiero pensar en eso.
Me guió hacia delante de nuevo.
—Eso no quiere decir que no debamos estar preparados para ello.
Pensé en lo que significaba este auto, en qué tipo de situación
desesperada tendría que estar para usarlo.
—Si tengo que usar este auto, significa que tengo que correr. No
puedo correr. Ya hemos hablado de eso. Nos encontrará. Me quitará a
Keenan. —Mi voz se quebró cada pocas palabras, mis ojos fijos en la silla
para niños que él ya había pensado en tener abrochada en el asiento
trasero.
—No va a separarte de Keenan. ¿Me oyes? —Se paró frente a mí, sus
manos acariciando mi rostro—. No importa qué podría pasar en el peor de
los casos, nunca llegaremos a eso. Te doy mi palabra.
—No puedes estar seguro...
Sus ojos bajaron directamente frente a los míos.
—Lo voy a matar antes de dejar que llegue a eso. —No parpadeó, su
voz no vaciló—. Lo mataré antes que intente alejarte de tu hijo. Eso es algo
de lo que estoy seguro sin importar qué, no vas a estar separada de
Keenan.
No me dejó ir. Me sostuvo el rostro, sus ojos reconfortando los míos,
hasta que sentí una abrumadora sensación de alivio, seguida de gratitud.
Dejando a un lado lo que acababa de jurarme, tener este auto disponible y
abastecido proporcionaba un nivel de paz que no esperaba encontrar en
medio de este lío.
—La llave estará en este cajón. —Brecken me llevó hacia un lado del
garaje donde había unos cuantos estantes en la pared. Abrió el cajón
medio de su caja de herramientas para mostrarme dónde había ocultado la
llave—. Tendrás que agarrar esto, y esto... —Se agachó para sacar un viejo
recipiente de café metálico de la estantería inferior, y luego sacó la tapa. Lo
que vi dentro hizo que mi aliento se detuviera—. No lo olvides. Metí algo de
dinero en la guantera, pero esto te llevará mucho más lejos.
No era una pequeña lata de café. Era una de las grandes. El tipo que
los abuelos solían mantener en el mostrador de la cocina. Estaba llena de
dinero. Rollos del mismo. Principalmente de diez y veinte, pero también
había visto dentro algunos rollos de cinco y de cincuenta. Había decenas
de miles de dólares en esa lata de café.
—Brecken, no puedo...
—Debes.
No era solo el dinero, sin embargo. Era la idea de dejarlo.
—Tienes que ser capaz de cuidar de ustedes. Vas a necesitar esto
para escapar.
Mis dientes se hundieron en mi labio.
—Puedes venir con nosotros.
Volvió a colocar la tapa en la lata y la empujó de vuelta al estante
inferior.
—En el caso que no sea capaz, sin embargo, necesitas estar lista.
No dijo nada más. No tenía que hacerlo. Sabía lo que significaba si no
podía escapar con nosotros.
Abrió la puerta del pasajero y se sentó para poder mostrarme el
contenido de la guantera. Dentro había un rollo de dinero, unos mapas, un
teléfono con su cargador y un par de pasaportes. Uno para mí y otro para
Keenan. Eran falsos, pero parecían lo suficientemente reales. Conociendo a
Brecken, serían lo suficientemente reales para que pasemos la seguridad
del aeropuerto también. Mis ojos se inundaron cuando comprendí que me
había devuelto las alas.
Un hombre las cortó, este las había reparado.
—¿Cómo hiciste todo esto? ¿Cómo pudiste tener tiempo para todo? —
Solo habían pasado un par de semanas. Este tipo de plan parecía que
llevaría meses prepararlo—. ¿Dar entrevistas, trabajar, pasar toda la noche
con nosotros, ser un héroe mundial?
Brecken cerró la guantera.
—Nunca pedí ser el héroe mundial. Todo lo que siempre quise fue ser
tuyo.
Mi corazón dolió hasta que mi mano se conectó con la suya.
—Lo eres. —Le di un pequeño tirón, y salimos del auto—. Siempre lo
has sido.
Enredando mis otros dedos con los suyos, me elevé para besarlo. Él
me dejó establecer el ritmo, de pie allí, sosteniendo mis manos a sus
costados mientras intentaba agradecerle con mis labios. Cuando me eché
hacia atrás un rato después, sus ojos se quedaron cerrados, una expresión
pacífica en su rostro.
—Solo tenemos un poco más de tiempo juntos. —El espacio entre sus
cejas se arrugó lentamente—. ¿Seguro que no quieres huir ahora?
Tenemos el dinero suficiente para mantenernos bien e invisibles durante
mucho tiempo. Keenan, tú y yo. —Sus ojos se abrieron, buscando los
míos—. Nunca nos encontraría.
Si esto fuera un cuento de hadas, como se sentía a menudo cuando
estaba con él, mi respuesta sería sí. Pero no era un cuento, esto era todo lo
contrario, así que mi contestaciónsolo podía tomar una forma. Leyó la
respuesta en mis ojos antes que hablara.
—Lo haría si fuera solo Crew, tú y yo, pero no lo es. —Sus dedos se
tensaron alrededor de los míos—. Keenan. Tengo que hacer lo que es
correcto para él. Huir no lo es. No puedo arriesgarme a lo que podría
pasar. No me arriesgaré.
Si hiciéramos lo que Brecken sugería, alguien pagaría con su vida. Ya
fuera Crew físicamente, el resto de la vida de Brecken tras las rejas, o la de
Keenan huyendo o en las garras de un monstruo durante la próxima
década y media, alguien pagaría un alto precio. Quedarme me costaría,
pero era un precio que ya había pagado. Uno que estaba dispuesta a
seguir pagando.
—Tampoco es la solución correcta, Camryn. —Su mano se alzó hasta
la línea de mi cabello, trazando la marca que se desvanecía de mi caída por
las escaleras.
—Incluso cuando tienes dos malas opciones, aún tienes que hacer
una elección. Permanecer es la mejor de las dos.
Su boca se abrió, pero la cerró con fuerza, tragando lo que había
estado a punto de decir. Una tormenta pasó por sus ojos antes de dejar
escapar un largo suspiro.
—¿Trece años?
La comisura de mi boca se estremeció.
—Siempre pasa más rápido de lo que parece.
Me atrajo hacia él, con un brazo atadoal mío al mismo tiempo. Se
sentía como el mismo tipo de abrazo al que solía arrastrarme cuando
estaba a punto de embarcar para un despliegue.
—No estoy preocupado por el tiempo. Estoy preocupado por lo que
haré si te pone de nuevo las manos encima.
Sentí su mandíbula apretarse junto a mi cabeza.
—Bueno, no conviertas trece años en una sentencia de por vida, por
favor.
Su agarre se apretó antes de dejarme ir. Tomándonos de las manos,
nos movimos hacia el frente del garaje.
Cuando abrió la puerta, tan lenta y silenciosamente como antes,
añadí:
—Puedo soportar vivir con Crew por ahora. No puedo soportar tener
que vivir sin ti para siempre.
Cuando la puerta estuvo abierta, antes de salir a la noche, se volvió
hacia mí.
—No importa qué, siempre estaré contigo.
Mi garganta se contrajo, con la comprensión de lo que estaba
diciendo. Lo había perdido una vez. No lo perdería de nuevo. Sin importar
qué, no sacrificaría más de sí mismo.
Mi mano se asentó sobre su corazón.
—Lo sé.

Era mitad de la noche. El lugar a mi lado estaba fresco, el hueco de


su cuerpo apenas perceptible.
Estaba en la ventana otra vez, pero esta vez no estaba mirando hacia
adentro. Estaba mirando hacia afuera. Todo su cuerpo tenso, como si
estuviera de guardia esperando al enemigo.
—Ven a la cama. Por favor. —Me aparté el cabello del rostro y dejé
caer mi mano sobre el lugar en el colchón donde había estado cuando me
dormí.
Después de dejar el garaje, me llevó a mi habitación de invitados y me
quitó la ropa prenda a prenda, su boca saboreaba cada parte de mí
mientras lo hacía, luego me tumbó y se movió dentro de mí del mismo
modo contenido, sin prisas. Tan pronto como uno de nosotros se acercaba,
se detenía, esperando hasta que la urgencia disminuía, y continuaría.
Cuando alcancé el clímax finalmente, fue la cosa más poderosa que alguna
vez había sentido. De alguna manera sentí como si fuera la criatura más
invencible del planeta y, al mismo tiempo, la más frágil. Me rompí a su
alrededor al mismo tiempo que me fusionaba de nuevo.
Todavía podía sentirlo moviéndose dentro de mí, todavía oía su aliento
al lado de mi oído.
—Confío en ti. Ven a la cama.
Su cuerpo solo parecía cementarse más en su asidero en la ventana.
Sabía que no podía volver a dormirme tanto como sabía que no estaba
cerca de ceder a mi petición, así que me levanté de la cama y salí de la
habitación.
—¿Camryn?
—Vuelvo enseguida —dije antes de bajar por el pasillo y entrar en el
dormitorio principal.
No había pasado una sola noche aquí desde que Crew se fue. La
única vez que entré, fue a tomar ropa limpia, y había llegado a temer
incluso esos pocos minutos allí. Esta habitación, tan acogedora como
parecía, era mi propio infierno privado. Estaba saturada de malos
recuerdos y malas sensaciones. La habitación donde Crew utilizó su
cuerpo para abusar del mío, en muchas maneras.
Corrí a través del dormitorio, entré en el baño y me arrodillé frente al
lavabo. Tuve que llegar hasta el fondo del armario para encontrarla, pero
supongo que recordaría la sensación de la caja de jabón de plástico en mi
próxima vida también. Después de sacarla, la abrí y recogí lo que escondía
dentro. Mi mano se cerró alrededor de ellas, sintiendo el cálido metal
caliente en mi palma.
Cuando salí del dormitorio principal, sellé la puerta detrás de mí,
luego volví a él. Todavía estaba parado junto a la ventana, mirando por ella
como si pudiera ver cosas que yo no podía. Cuando me oyó, se apartó.
—Ten. Vas a necesitar esto.
Su mirada se dirigió a las placas de identificación colgadas de mi
mano, algo chispeando en sus ojos.
—Pero no me voy.
Alzando la cadena, la dejé caer alrededor de su cuello. Las placas
resonaron en su pecho, balanceándose en su lugar.
—Pero tampoco te quedarás.
Sus hombros se tensaron cuando se dio cuenta de lo que estaba
haciendo.
—Estaré justo al lado.
—Lo sé. —Miré a la ventana por encima del hombro—. Pero se sentirá
como si estuvieras al otro lado del mundo.
Su lengua se clavó en su mejilla.
—Debes guardarlas. Las has tenido por mucho tiempo. Quiero que lo
hagas.
Mi cabeza se sacudió a medida que retrocedía unos pasos mientras
empezaba a sacarse la cadena.
—La única razón por la que las tuve fue porque pensé que estabas
muerto. Prefiero no tenerlas y saber que estás vivo. —Envolví los brazos
alrededor de mi cuerpo—. En algún lugar.
—¿En algún lugar? —Oí la nota desconcertada en su voz—. Estaré
justo aquí. A quince metros de distancia. No voy a ninguna parte. No sin ti.
No hasta que vuelvas.
Cambié mi peso de un pie a otro.
—Trece años, Brecken. Eso es mucho tiempo. No espero que me
esperes. No quiero que me esperes tanto.
Se alejó más de la ventana, más cerca de mí.
—¿Qué quieres decir?
Mis ojos se cerraron para poder concentrarme.
—Quiero que seas feliz. Quiero que vivas tu vida y compenses el
tiempo perdido. —Mi aliento estaba retumbando en mis oídos, el latido de
mi corazón sonando muy lejos—. No quiero que pases la próxima década y
media esperando a una chica dañada que solo va a estar más rota cuando
llegue a ti.
Brecken dejó escapar un fuerte bufido.
—Soy feliz. Estoy viviendo mi vida y compensando el tiempo perdido.
Voy a pasar la próxima década y media esperando a la mujer que amo, sin
importar en qué condición venga a mí. —Mis ojos se abrieron para verlo
apuñalar su dedo en el espacio entre nosotros—. Me voy a quedar aquí.
—Vivirás al lado de la mujer que amas y del hombre con el que se
casó. Por años y años. No pases por ese tipo de tortura, no de nuevo.
Su dedo se levantó para posarse en mí. Su pecho se movía con fuerza,
sus ojos más oscuros de lo normal.
—¿Llegar a estar cerca de ti? ¿Conseguir un vislumbre de ti?
¿Conseguir escuchar tu voz? —Exhaló bruscamente—. Eso es un maldito
paraíso.
Había estado preparada para intentar convencerlo de vivir su vida,
pero todas las razones que se me habían ocurrido se desvanecieron
cuando vi cómo me miraba. Había amor, y había lo que teníamos. Era el
tipo de sentimiento que no podía ser sustituido ni fingido. Era el tipo que
se extendía por el tiempo y la distancia.
—Brecken... —Lo último de mi pelea pasó por mis labios.
Se movió hacia mí, me levantó en sus brazos, y me llevó de nuevo a la
cama. Me abrazó cuando me quedé dormida, sus dedos trazando el valle
de mi espina dorsal.
—No voy a ir a ninguna parte —repitió como una canción de cuna,
hasta que me dormí.
L
as sábanas estaban húmedas, enredadas en mi cuerpo de
nuevo, pero eso no era lo que me había despertado. El sol
estaba filtrándose por las ventanas, pero tampoco me había
despertado eso. Fue Brecken a mi lado, retorciéndose en su sueño, su piel
brillante con sudor. Estaba haciendo pequeños sonidos de jadeo, como si
no pudiera ingerir suficiente aire.
Se había quedado dormido, estaba agradecida por eso, y tanto como
sabía que podía beneficiarse de unas pocas horas más, no podía soportar
verlo sufrir. Incluso si era solo en su sueño.
Sentándome, dije su nombre al mismo tiempo que dejaba caer mi
mano en su pecho.
Sus ojos se abrieron, un rugido emanando de su pecho cuando me
agarró. Me tuvo sobre mi espalda, sujeta contra el colchón de nuevo, pero
esta vez, sus manos estaban alrededor de mi garganta.
—Brecken. —Mi voz salió más como un suspiro que un grito mientras
me retorcía debajo de él.
No respondió. Sus dedos solo apretaron más, ojos desconocidos
mirándome.
Mis manos fueron alrededor de las suyas mientras lo miraba con
fijeza.
—Por favor, Brecken.
Su agarre se apretó, su cuerpo temblando por la fuerza que estaba
ejerciendo.
—No puedo respirar. —Mis palabras fueron más un jadeo articulado
mientras luchaba por aire. Mis dedos intentaron meterse entre los suyos,
pero estaban cerrados con fuerza y abrasando contra mi garganta.
Mi visión se puso borrosa en los bordes exteriores mientras mis
pulmones trabajaban por respirar. Sentí la energía drenarse de mi cuerpo,
la lucha dejando mis venas. Cuando mis dedos cayeron de los suyos, la
neblina empezó a aclararse en sus ojos.
Tan pronto como asimiló que estaba despierto, sus ojos se ampliaron
y sus manos al instante liberaron mi cuello. Rodó fuera de mí, alejándose
de la cama.
—Cristo. ¿Cuál es mi jodido problema? —No dejó de alejarse de la
cama hasta que estuvo tan lejos de mí como la habitación permitía.
No pude evitar notar la extrema diferencia entre esta vez y la última
que me metí entre sus pesadillas y él. La primera vez, me había acercado.
Esta vez se estaba alejando.
—Brecken…
Su mano voló en el aire.
—No te atrevas a decirme que estás bien. No te atrevas.
Mi garganta estaba latiendo. Mi vía respiratoria aún se sentía
constreñida. Sin embargo, resistí la urgencia de jadear y frotar mi cuello.
Estaba castigándose lo bastante sin tener que verme luchar.
—Te estaba asfixiando. —Sus codos se cerraron alrededor de su
cabeza mientras desaparecía más profundo en la esquina—. Podría
haberte matado.
Aclarando mi garganta en silencio, me deslicé hacia el borde de la
cama. Su mano se extendió hacia mí cuando pasé mis pies por el borde,
hablando claro.
—No me mataste —dije, quedándome donde estaba.
Su cabeza se alzó justo lo suficiente para que sus ojos se encontraran
con los míos.
—Esta vez.
Aunque alejó la mirada, mis ojos permanecieron en él.
—No me matarás.
Un soplo de aire salió de su boca.
—Qué héroe soy. La mujer que amo tiene que mentirme a la cara para
decirme que no la mataré.
Ira pulsó en mi sangre.
—No estoy mintiendo.
En lugar de discutir conmigo, reunió su ropa esparcida por el suelo.
—¿Por qué no peleaste contra mí como te enseñé? ¿Por qué no me
pegaste en el rostro con tu codo? ¿O me diste un rodillazo en las putas
pelotas? ¿Por qué, al menos, no intentaste defenderte? —Hizo una pausa
con sus brazos llenos de ropa, sus ojos ya en la puerta.
—Porque no tengo que defenderme de ti. Porque no me harás daño.
Lo fulminé con la mirada mientras se vestía. No porque estuviera
enojada con él por lo que me había sucedido, sino porque estaba enojada
por lo que le había sucedido. Enojada por lo que le hicieron. Enojada con
el ejército y Oriente Medio, Dios y el destino, los guardias y su equipo.
Estaba enojada con todas las pequeñas cosas que habían participado en la
creación de la oscuridad que ahora cargaba dentro de él.
—¿Qué estás haciendo? —Me levanté de la cama cuando terminó de
ponerse las botas y se dirigía hacia la puerta.
No miró atrás mientras se iba.
—Lo que sea que tenga que hacer para mantenerte a salvo.

El resto del día, intenté todo lo posible para distraerme de lo que


había sucedido esa mañana. Resolví bastante rápido que no tendría éxito
si Keenan y yo nos quedábamos encerrados en casa. El auto de Brecken
no estaba y no vi nuevas camionetas de prensa al frente, así que Keenan y
yo salimos de casa después del desayuno, yendo donde fuera que nuestros
pies decidieran llevarnos.
Empezamos por la piscina de la ciudad, la cual fue una buena
caminata, pero no me importó. El ejercicio era una manera efectiva de
desconectar mi mente de ciertos temas.
Después de pasar el resto de la mañana, y parte de la tarde allí,
fuimos a la biblioteca. Estaba en silencio, la mayoría de la gente parecía
preferir estar fuera disfrutando del sol, pasamos el resto de la tarde allí.
Fuimos los últimos en irnos antes de cerrar.
De camino a casa, nos pasamos por la hamburguesería para cenar,
pero tuvo que terminarse la mayoría de mi comida también porque estaba
demasiado distraída para comer. Ahora que el día estaba llegando a su fin,
todos los pensamientos y preocupaciones que había ahogado durante las
horas pasadas, estaban surgiendo.
No podía ignorar lo que había pasado. No podía ignorar lo que iba a
pasar. Brecken había rodeado mi cuello con sus dedos. Mi respiración se
había recuperado, pero la bufanda de lino atada alrededor de mi cuello
ocultaba la prueba de lo que había sucedido. Necesitaba hablar con él.
Necesitaba que estuviera dispuesto a hablar conmigo sobre ello.
Necesitaba que supiera que,aunque me lo tomaba en serio, también creía
de verdad que nunca me haría daño verdaderamente. Él lo llamaría la
justificación de una víctima. Yo le recordaría que era la verdad de un
superviviente.
Necesitaba verlo. Esta noche. Ya había permitido que pasara mucho
tiempo, conociéndolo a él y a las vueltas que daba a las cosas. Tendríamos
que ser inteligentes sobre estos terrores nocturnos, me di cuenta.
Probablemente debería haber usado una de las maniobras que me había
enseñado para liberarme y despertarlo. Esto era un obstáculo que
tendríamos que superar. Dios sabía que habíamos cruzado muchos ya.
—Oye, ¿mamá? ¿Puedo jugar con tu teléfono? —preguntó Keenan
cuando tragó la última de mis patatas fritas.
Salí de mis pensamientos para rebuscar en mi bolso.
—Puedes —dije, rebuscando—. Si lo he traído.
Keenan se desplomó en su silla.
—Lo siento, debo haberlo dejado cargando. Puedes jugar cuando
lleguemos a casa. —Poniéndome de pie, extendí mi mano para él.
Cuando finalmente llegamos a la calle, media hora después, aún tenía
sujeta su mano. Solo quedaban seis cuadras. Toda la caminata de hoy
había hecho mis pies doler y me había agotado. Por el aspecto de Keenan,
estaba en el mismo estado.
—¿Quieres que te lleve el resto del camino?
Me miró.
—¿En serio?
—En serio. —Lo cogí en brazos—. En poco tiempo no podré cargarte
en absoluto, así que mejor disfrutarloahora.
Keenan rodeó mi cuello con sus brazos y apoyó su cabeza en mi
hombro. Estuvo en silencio por una cuadra y casi creí que se había
dormido cuando dijo:
—¿Crees que papá volverá?
Mis pies dejaron de moverse, a la vez que mi interior
momentáneamente colapsó.
—Sí, eso creo. Dijo que lo haría.
Los dedos de Keenan jugaron con la parte de atrás de mi bufanda.
—Pero ha roto un montón de promesas. Como cuando dijo que me
llevaría a pescar. Y nunca lo hizo. O cuando dijo que estaría en casa para
cenar y nunca apareció… Rompe muchas promesas.
No quería mentir a mi hijo. Al igual que no quería decirle la verdad.
Así que me quedé callada, dejándolo creer lo que quisiera.
—Espero que no mantenga esta promesa.
Mi cabeza se inclinó hacia él.
—¿Qué promesa?
—Su promesa de volver. —Keenan hundió la cabeza un poco más en
mi cuello.
—Keenan…
—Lo siento, mamá. Sé que es una mala cosa que decir. No te enfades
conmigo. —Sus brazos me rodearon más fuerte.
—Está bien, cariño. —Palmeé su espalda, mordiendo mi mejilla para
evitar llorar—. Solo descansa un poco. Solo duérmete. Ha sido un largo
día.
Hice algunos sonidos de silencio, frotando su espalda hasta que supe
que se había dormido. Hice lo que pude para contener las lágrimas
mientras cargaba a mi hijo dormido las últimas cuadras a casa.
Para el momento en que llegué al porche, mis brazos estaban
ardiendo y mis piernas se sentían igual. Me las arreglé para colocar a
Keenan sobre mi cadera y desbloquear la puerta, entré, la cerré y empecé a
subir las escaleras para arroparlo en su cama. Necesitaba ver a Brecken.
Mientras pasaba por la mesa del vestíbulo, donde había dejado mi
teléfono cargando, empezó a sonar. Imaginé quién llamaba antes de ver su
número en la pantalla. Coloqué a Keenan en un brazo, desenchufé el
teléfono y respondí.
—Camryn. —Solo por su voz, supe que algo no iba bien—. ¿Dónde
estás? He intentado contactarte todo el día. —Brecken sonaba sin aliento,
como si estuviera corriendo.
Sentí escalofríos subir por mi espina dorsal.
—Estaba fuera con Keenan. Olvidé mi teléfono aquí. ¿Qué pasa?
—¿Aquí? ¿Dónde es aquí? —Brecken estaba definitivamente
corriendo, podía oír sus pasos golpeando de fondo—. ¿Dónde estás?
Me volví, pegando mi espalda a la pared.
—En casa. Acabamos de llegar.
Maldijo por lo bajo, nada excepto el eco de sus pasos moviéndose
rápidamente oyéndose por el teléfono.
—¿Brecken? ¿Qué está pasando? —El tono ansioso en mi voz había
regresado.
—¿No lo has oído? ¿No lo viste? Ha salido un artículo en los
periódicos de hoy. Los grandes, los pequeños. Todos.
Poniendo el teléfono en altavoz, alcancé el periódico aún enrollado en
la mesa donde Keenan lo había dejado esa mañana. Mi corazón fue a mi
garganta cuando vi la portada.
Había dos fotos, ambas de Brecken y yo anoche. Una fue tomada
cuando entrábamos en el garaje, nuestras manos conectadas, él
sonriéndome. La otra era de nosotros dejando el garaje, su mano
todavíasujetando la mía, mi otra mano pasando por la parte delantera de
mi falda. El titular decía: El Héroe y La Ama de Casa De Al Lado: Una
Aventura Completamente Americana.
El periódico cayó de mi mano, que se lanzóa cubrir mi boca. Todo el
mundo. Todo el vecindario. Todos lo sabían. O lo sabrían pronto.
Podríamos no haber hecho nada como las fotos del antes y el después
sugerían, pero eso no importaba. Porque Brecken y yo nos amábamos.
Estábamos teniendo una relación. Todo el mundo lo sabía.
Todos.
—Tienes que irte, Camryn. ¿Me oyes? No esperes. Solo agarra a
Keenan, métete en el auto y sal de allí. —Las palabras de Brecken eran
fuertes, pero oí la preocupación en su voz. La leí en la manera en que sus
pasos solo parecían acelerar.
—Te esperaremos. Nos iremos juntos.
Mi corazón y cabeza estaban corriendo mientras asimilaba lo que esto
significaba. Mientras asumía que todo mi plan se acababa de ir a la mierda
y tendía que hacer uno nuevo al vuelo.
—¡No! ¡Vete ahora! —gritó—. He estado fuera buscándote desde que lo
descubrí. Todavía estoy a unos buenos veinte minutos de distancia… Por
favor, solo vete ahora. Me reuniré contigo después, pero tienes que salir de
esa casa con Keenan.
Esa escalofriante sensación bajó por mi espina dorsal de nuevo.
—Son veinte minutos, Brecken. Nada va a cambiar en veinte minutos.
Me dará un poco de tiempo para reunir algunas cosas…
—Ha salido del centro de rehabilitación.
Mis venas se congelaron.
—¿Camryn? ¿Me has oído?
—Sí. —Mi mano estaba temblando mientras alcanzaba el teléfono.
—No me lo dijeron por teléfono, así que fui allí y, por supuesto, se ha
ido. Salió. —Inhaló—. Sabes dónde va a ir.
Miedo. Lo sentí entonces. Ese viviente fantasma que respiraba. Había
conocido su punzada antes, pero nunca así… Nunca como si me cortara el
oxígeno al mismo tiempo que rebanaba mi talón de Aquiles.
—¿Dónde estás ahora? —Mi voz era pequeña y débil, ambos brazos
rodeando a Keenan para evitar que se cayera.
—En el parque justo a las afueras de la ciudad. Estoy corriendo hacia
mi camioneta, pero no esperes. Entra en el auto y vete. Llámame una vez
estés conduciendo y resolveremos un lugar de encuentro. Vete. —El sonido
de sus pies golpeando el suelo se detuvo, el chirrido de la puerta de su
camioneta abriéndose le siguió.
—¿Brecken? —Mi voz sonaba tan pequeña como me sentía. No podía
hacer esto.
—Eres fuerte —dijo con voz ronca, el motor arrancando—. Eres
jodidamente fuerte. No lo olvides.
Mis ojos se cerraron mientras me concentraba en eso. Era lo bastante
fuerte para dejar de temblar e ir hacia la puerta principal.
—Me voy —susurré, terminando la llamada y metiendo el teléfono en
mi bolsillo trasero.
Unos pasos más y llegaría a la puerta. Keenan aún respiraba
regularmente, sus brazos desplomados sobre mi espalda. No había querido
huir, pero no me quedaba elección. Crew sabía de Brecken y yo. Si no me
iba, la próxima vez que estuviera frente a frente con él, me mataría.
Abriendo la puerta, me congelé a medio paso.
La mirada en su rostro confirmó mi teoría.
La imponente estructura de Crew estaba bloqueando la entrada, sus
cejas curvadas en su frente. Sus ojos me observaron, aferrando a Keenan,
mi compostura derrumbándose un ladrillo a la vez.
—¿Me recibes en la puerta y todo? —Hizo un gesto hacia mí, un lado
de su boca curvándose—. Realmente debes haberme echado de menos.
Los vapores del whisky emanando de él perfumaron el aire a mi
alrededor. Cuando se movió dentro, cerró la puerta y echó ambos cerrojos.
—Crew… —Mientras se acercaba, retrocedí, revisando la oscura casa
como si estuviera esperando que una mágica ruta de escape se mostrara.
—Recuerdas el nombre de tu marido. No estaba seguro cuando abrí el
periódico de hoy y leí el artículo de la portada. —Su pie descendió sobre el
periódico tirado en el suelo—. No sabía que me había casado con tal
pequeña zorra vulgar. Quiero decir, ¿apenas me había ido tres semanas y
no pudiste mantener tu coño cerrado?
—Crew, basta —susurré, rezando para que Keenan no se despertara.
Rezando para que esta no fuera la última noche que durmiera fácilmente.
—Me convertiste en un tonto. Todos lo saben. Todos sabrán que mi
esposa estaba abriéndose al tullido de al lado. —Sus ojos destellaron
cuando lanzó sus brazos en mi dirección. Entonces se detuvo, pareciendo
recomponerse. La mirada, o la falta de eso, en su rostro era de lejos más
preocupante que la ira—.¿Puedo sugerir poner a nuestro hijo en la cama?
—Los ojos de Crew se levantaron hacia el segundo piso—. Tenemos que
hablar. Largamente.
Miré la puerta principal detrás de él. Sus cejas se alzaron, un desafío
en sus ojos. Incluso con todo el uso de mi cuerpo, sería afortunada si lo
pasaba para salir por la puerta. No daría dos pasos con Keenan en mis
brazos.
Cuando me volví para subir las escaleras, Crew me siguió, sacando el
teléfono de mi bolsillo trasero.
—Eres más inteligente de lo que pareces.
Manteniéndome en ángulo para poder vigilar a Crew y las escaleras a
la vez, subí los escalones de uno en uno. Tenía tanta adrenalina en mi
sistema cuando llegué arriba, podía saborearla en la parte de atrás de mi
garganta.
Crew se quedó unos escalones detrás, acechándome todo el camino.
Se quedó en la puerta de la habitación de Keenan cuando lo llevé dentro.
Acostarlo y dejarlo ir fue una de las cosas más difíciles que alguna vez
había tenido que hacer, porque no estaba segura si esta era la última vez
que le sostendría. No estaba segura si sería la última vez que lo vería.
Poniéndole los auriculares por primera vez en semanas, besé su
mejilla. Silenciosamente le dije unas pocas palabras en mi mente, luego
me volví para enfrentar lo que fuera que me esperaba. Crew se encontraba
en el pasillo cuando salí del dormitorio, cerrando la puerta.
Su mano fue detrás de mi cabeza, sus dedos entrelazándose en mi
cabello, mientras me empujaba en nuestro dormitorio.
—Vamos a tener una discusión. Sobre lealtad.
Cuando estábamos dentro, me alejó de un empujón, lo bastante duro
para que mis pies se enredaran y cayera al suelo. Ni siquiera me había
golpeado y ya había caído. La paliza ni siquiera había empezado y me
sentía rota.
—¿Tu definición de lealtad? —Curvé mis rodillas debajo de mí para
levantarme—. ¿Esto incluye o excluye que te follaras a Gina Meyers a mis
espaldas?
Crew se detuvo en mitad de subir las mangas de su camisa.
—Me atrapaste. Bien por ti —dijo, goteando condescendencia—. ¿Y
sabes qué? Realmente no es una discusión sobre lealtad lo que quiero
tener.
El brazo de Crew se movió, su puño conectando con mi mejilla. Fue
tan fuerte que mi visión se oscureció por un momento mientras caía al
suelo de nuevo.
—Es más una lección de lealtad.
Tomó un momento para que mi visión se aclarase, el sabor de la
sangre mezclándose con la saliva en mi boca. Mi cabeza estaba zumbando,
y él sonaba como si estuviera hablando en un túnel. El dolor era
abrasador, pero la ira saliendo del fondo de mí era más fuerte. Me había
quitado tanto, el más pequeño de esos robos siendo mi sentido de
seguridad. Había perdido tanto, le había dado tanto… No le iba a entregar
ni una jodida cosa más.
Haciendo fuerza con mis manos debajo de mí, levanté mi mitad
superior. Haciendo lo mismo con mis pies, forcé el resto a levantarse.
Crew rió, una oscura nota, mientras me miraba intentar ponerme de
pie. Sus ojos tocaron esa oscura nota cuando me vio tener éxito.
—Abajo. —Esta vez, fue su otro brazo, el otro puño, mi otra mejilla, lo
que me envió de nuevo al suelo.
Más sangre. Más zumbido. Más dolor. Más ira.
Lucha. La voz de Brecken hizo eco en mi cabeza. No te haces el muerto
con el diablo. Luchas.
Me enfoqué en mi respiración mientras me levantaba de nuevo,
contando hasta tres para aclarar mi mente.
¿Qué partes de su cuerpo quieres atacar? ¿Qué partes de tu cuerpo
quieres usar?
Era como si estuviera conmigo, en este momento, en esta habitación.
Era como si esto fuera otra sesión de entrenamiento, esta con sangre y
nudillos amoratados.
Cuando el brazo de Crew vino alrededor esta vez, me las arreglé para
salir del camino. Por la mirada en su rostro, supuse que nunca había
estado tan sorprendido por algo en su vida.
—¿Crees que saber unas pocas tácticas de autodefensa, va a salvarte
la vida?
Cuando se movió en círculos a mi alrededor, me moví con él.
Nunca apartes tus ojos del atacante. Nunca le dejes tomarte por
sorpresa.
—No —respondí, teniendo que mover mi mandíbula para terminar mi
frase—. Pero no voy a ser la única amoratada y ensangrentada esta vez.
Crew dejó de moverse, su expresión vacilando. Se recuperó
rápidamente, pero sabía que estaba impresionado. Sabía que estaba
intentando descubrir qué me había pasado y por qué no estaba curvada en
una bola en el suelo mientras me golpeaba como la mierda.
Cuando se movió, fue como un rayo, un destello de movimiento antes
del crujido que hizo eco en la habitación.
Estaba sacudiendo su puño por este golpe, mi ojo ya cerrándose
hinchado.
—Abajo. —Crew se cernió sobre mí, señalando con su dedo mi lugar
tirada debajo de él. Un par de sus nudillos estaban desgarrados, finas
rajas rojas sonriéndome.
Tan pronto como empecé a intentar levantarme, se movió para
golpearme de nuevo. Esta vez, estaba preparada. Esta vez, no fue la voz de
mi profesor en mi cabeza guiándome, fue mi intuición e instintos. Brecken
se las había arreglado para grabar sus lecciones lo bastante profundas en
mi subconsciente para que mis acciones se hubieran convertido en
automáticas.
Pateando, golpeé mi pie contra el lado de su rodilla. Tan fuerte como
pude. Pateé el mismo lugar de nuevo cuando no lo hizo caer. Bajó esta
vez,y usé su inmovilización temporal para poner algo de distancia entre
nosotros.
Por primera vez en mi vida, estaba agradecida por el whisky.
Agradecía que hubiera bebido lo suficiente para poner a un hombre en
coma. Su debilidad era mi fuerza. Su perdición mi punto de apoyo.
—Quédate abajo, maldición. —Su labio se curvó sobre sus dientes
mientras aferraba su rodilla.
Apoyando mi mano contra la pared, me levanté, una mano a la vez,
hasta que estuve de pie. Por encima de él.
Sobre él. Era la primera vez que me encontraba en pie y élcolapsado
por debajo de mí.
—No. —Mi voz no tembló mientras lo miraba con fijeza—. Nunca vas a
parar de intentar derribarme. Y nunca voy a permitirte mantenerme debajo
de nuevo. Entonces, ¿dónde nos deja eso? ¿Atrapados en este retorcido
carrusel?
Crew agarró el estribo de la cama y lo usó para levantarse. Podría
haber usado el tiempo que le tomó ponerse de pie para correr. Para agarrar
a Keenan y correr. Pero no quería pasar mi vida huyendo de él. No cuando
ya había pasado tanto acobardándome bajo él.
Cojeando sobre su rodilla herida, dio un par de pequeños pasos hacia
mí. No fue hasta que empezó a arremeter que comprendí que había estado
fingiendo la extensión del daño en su rodilla.
Antes de poder apartarme de la pared, estaba sobre mí, sujetándome
con su antebrazo en mi garganta. Sus ojos eran irreconocibles, su
expresión una inquietante calma mientras me daba un puñetazo en el
estómago.
Mi tos se atascó en mi garganta debido a la manera en que su
antebrazo la apretaba, restringiendo mis vías respiratorias hasta que sentí
que mis ojos iban a estallar.
—No hay nada más patético que una puta que se cree lo bastante
dura para luchar. —Crew puso su rostro delante del mío, presionando mi
garganta más fuerte cuando no consiguió el típico miedo que estaba
acostumbrado a ver en mis ojos—. Si hubieras estado destinada a tener un
par de pelotas, se habrían caído cuando aún estabas en el útero. Deja de
intentarlo, mujer.
Empleando cada última pizca de fuerza que me quedaba, le di un
rodillazo en su entrepierna. Al instante cayó hacia atrás, su antebrazo
liberándome mientras se cubría como si se estuviera protegiendo de otro
ataque.
—Gracias por el recordatorio. —Mi voz era rasposa por tener su brazo
presionado en mis cuerdas vocales, pero nunca me había sentido tan
honesta.
Cuando Crew cargó esta vez, estaba esperándolo. Inclinándome hacia
el lado, llevé mi pie a la parte delantera de su otra rodilla, causando que
un grito escapara de su boca cuando cayó al suelo.
—Puta. ¿Quién demonios te crees que eres? —Cuando intentó
levantarse, su rodilla cedió. Su puño fue al suelo, un frustrado bramido
saliendo de él al mismo tiempo.
—La mujer con la que te casaste. —Me aparté de la pared,
quitándome el anillo. Lo tiré al suelo delante de él mientras la sangre que
goteaba de mi rostro salpicaba alrededor—. ¿Quién demonios te crees que
eres tú?
Al principio rió, como si esto fuera un juego divertido. Luego cayó
hacia delante, yendo por mis piernas mientras retrocedía. Casi había
puesto la distancia suficiente entre nosotros, pero sentí su mano agarrar
uno de mis pies. Lo bastante para hacerme tropezar. Cuando golpeé el
suelo, el aire salió de mis pulmones, pero sabía que tenía que moverme.
Antes de poder hacer nada, ya tenía sujeto mi tobillo y usó su fuerza
para tirar de mí lo suficiente para rodear con su otra mano mi otra pierna.
—Ven aquí, mujer. Quiero enseñarte quién demonios creo que soy.
Me dio la vuelta, sujetando mis dos piernas debajo de él para que no
pudiera patearlo. Mantuvo su cabeza fuera del alcance de mis brazos
también, haciéndome sentir impotente. Subió por mi cuerpo, sentándose
sobre mí una vez que había sujetado mis caderas. Cuando me moví para
llevar mi palma a su garganta, la bloqueó, siguiendode inmediato con su
propio golpe en la mía.
Tosí, levantándome del suelo mientras alcanzaba mi garganta. Su
puño vino para enviarme de nuevo abajo.
Intentar dominarlo no funcionaría. Tenía que ser más lista. Con la
mano plana, me moví para llevar el dorso al lado de su garganta. Agarró
mi muñeca y la apretó hasta que grité de dolor. Eso solo lo hizo apretar
más fuerte, sujetándola hasta que sentí que mi muñeca iba a romperse.
Cuando estuve a punto de desmayarme, la soltó. Mi brazo cayó como
un pedazo de hilo en mi pecho, mi muñeca sintiéndose como si estuviera
ardiendo de dentro afuera.
—¿Qué más tienes? ¿Qué más intentó enseñarte el héroe soldado
para protegerte? —Crew me sonreía mientras dejaba sus manos a sus
lados—. Porque esto es un poco divertido. Me excita cuando luchas.
Cuando movió sus caderas en mi estómago, sentí su erección
tensándose contra su pantalón. Bilis subió por mi garganta, revolviendo mi
estómago cuando comprendí que no había fin para el mal que corría en la
sangre de este hombre. Cuando se frotó contra mí de nuevo, lo golpeé con
mis puños tan fuerte como pude. Apenas pareció notarlo. Otra risa fue
seguida por sus puños golpeando su propia marca.
Mi cabeza fue a la izquierda por el segundo puño, mi oído derecho
resonando donde me había golpeado. Sentí nuevos ríos de calidez fluyendo
de mí, mi cabeza latiendo tan duro que me parecía que mi cerebro ibaa
disolverse.
Nunca había estado en tan extrema situación, pero, de alguna
manera, me sentía indestructible.
Oí mi teléfono sonar abajo. El sonido de la respiración de mi hijo a
una habitación de distancia. El latido de mi corazón golpeteando. El aleteo
de las alas de la polilla golpeando contra la ventana fuera. Podía oír cada
pequeño sonido excepto el del hombre todavía riendo sobre mí. Me había
vuelto inmune a él. Absuelta de mi monstruo.
Fue ahí cuando vi lo que había bajo la cama. Un cinturón. El de
Crew. El mismo que había usado para golpearme como la mierda la noche
antes de irse en busca de “ayuda”.
La ayuda estaba en camino.
Mi brazo se estiró bajo la cama. Mis dedos se curvaron en la hebilla
de metal.
La voz de Brecken estaba de vuelta en mi cabeza, sus palabras y
lecciones reproduciéndose en bucle.
Usa lo que tengas.
Una botella. Un zapato. Una llave.
La punta de metal de la hebilla de un cinturón.
Empujando la punta entre mis dedos, moví mi mano hacia él de
nuevo.
Ya no se estaba riendo.
Cuando retiré mi mano, un punto rojo empezó a sangrar a través de
su camisa.
Miró a su costado, parpadeando como si lo que estaba viendo no
fuera real. Al instante en que su cuerpo se tensó, volví a golpear mi mano
contra su costado, la punta perforándolo de nuevo. Gimió,
balanceándosehacia el lado lo suficiente para liberarme. Mantuve el
cinturón en mi mano, preparada para cuando viniera de nuevo.
Pero Crew continuó alejándose de mí, manteniendo su mano
presionada en su costado mientras se movía hacia el lado opuesto de la
habitación.
Levántate. Vete.
Podía hacer esto. Podía encontrar la fuerza que necesitaba para
levantarme, tomar a Keenan y salir de aquí.
Hubo un golpe en la planta baja, seguido por un sonido de ruptura
que hizo eco arriba, pero seguí moviéndome hacia la puerta. Lejos de
Crew. Lejos de esta casa de los horrores.
Subconscientemente, oí la voz de Brecken diciendo mi nombre. No era
en el mismo tono tranquilo de sus instrucciones. No fue hasta que vi el
destello de movimiento en la puerta, seguido por un bramido cuando
asimiló lo ocurrido en la habitación, que comprendí que no lo escuchaba
en mi cabeza. Estaba aquí.
Brecken voló delante de mí, poniéndose entre Crew y yo de rodillas.
—¡Ay Dios!
Me estaba mirando fijamente, parecía perdido mientras me ojeó
extendida sobre la alfombra.
—¿Qué te ha hecho, nena? ¿Qué coño ha hecho?
La mirada perdida se alejó de su rostro, algo oscuro tomando su lugar
mientras su cabeza se giró hacia donde Crew seguía amontonado en la
esquina.
—Brecken, estoy bien. —Mi mano libre cubrió la suya, que estaba
cerrándose en un puño.
Oír mis palabras, seguido de otra inspección de mi cuerpo, lo hizo
ponerse rígido. Su mirada furiosa aterrizo sobre Crew mientras su cuerpo
se estremecía por las emociones que apenas conseguía controlar.
—Te voy a matar. —Brecken comenzó a levantarse, su voz siniestra—.
Pero primero, vas a sufrir.
Mi mano se aferró a la suya, sujetándola con más fuerza cuando
empezó a alejarse.
—Brecken, mírame. —Esperé a que girase la cabeza para mirarme.
Una mirada diferente. Sentándome, pasé mis manos por mi cuerpo,
todavía sosteniendo la hebilla metálica en una de ellas—. Míralo.
Brecken siguió mis ojos hacia el hombre que se deslizaba por el suelo.
—Lo hice. Contraataqué. —Doblé mis rodillas debajo de mí para
levantarme, utilizando a Brecken como guía. De pie a su lado, miré a
través de la habitación, sin pasar por alto la diferencia en la forma o
posición actual de nuestros cuerpos—. Gané.
La mano de Brecken se alzó hacia mi rostro, como si quisiera
tocarme, pero temía que doliera.
—¡Maldición! Seguro que lo hiciste. Y ahora voy a terminarlo.
La risita cavernosa de Crew salió de su cuerpo al otro lado de la
habitación, ahora metido entre una ventana y el tocador.
—Vamos, héroe. Golpea a un hombreque está en el suelo. Demuestra
qué tipo de hombre eres. —Crew levantó su mano, invitando a Brecken de
manera burlona—. Muéstrale lo que vas a hacerme.
Al primer paso que Brecken tomó hacia Crew, me puse delante de él.
Mi mano se moldeó sobre su pecho, mis hinchados ojos alzándose hacia
los suyos. Estaba demasiado concentrado en Crew para notarlo.
—En cualquier caso, Brecken. Ha llegado la hora. Estoy lista.
Márchate con nosotros.
Fue entonces cuando su mirada bajó. Su rostro se alzó cuando vio mi
rostro de cerca.
—No puedo permitir que se salga con la suya después de hacerte esto.
No puedo dejar que no pague por todo lo que te ha hecho.
Cuando Brecken me apartó para pasar, me moví delante de él otra
vez.
—No importa lo que le hagas, no cambiará lo que me ha hecho.
—No. Pero me hará sentir mejor. —Los labios de Brecken se curvaron
cuando la risa de Crew siguió extendiéndose por la habitación.
—Vamos, tipo duro. Sé que quieres. Sé que quieres darme una paliza
por ser el tipo que se folló a tu chica durante seis años.
—Esa no es la razón por la que quiero darte una paliza, hijo de puta.
—El dedo de Brecken señaló en la dirección de Crew—. Quiero hacerte
daño porque golpeaste a la mujer que amo durante seis años. Tú la has
torturado.
Mi mano se alzó hasta su rostro, sintiendo la forma en que su cuerpo
entero estaba temblando. Incliné suavemente su cabeza para que estuviera
alineada con la mía.
—Ven con nosotros. No te quedes por él.
Por un minuto, la habitación estaba tranquila. Luego el pecho de
Brecken resonó cuando expulsó un suspiro, como si estuviera tratando de
purgarse de algo malo.
—¿Camryn? —Tragó saliva, todavía luchando contra sí mismo—. Ve a
buscar a Keenan y sube al auto. Cuando ambos estén dentro y en la calle,
toca la bocina. Me encontraré contigo entonces. —Me puso detrás de él
después de eso, bloqueándome completamente de Crew.
—Soy un hombre herido. —Crew tosió—. ¿Qué crees que voy a hacer?
¿Escupirla?
Brecken se acercó a él antes de poder detenerle.
—Inténtalo, y estarás comiendo por un tubo el resto de tu vida. —
Cuando me vio todavía detrás de él, persistente, señaló la puerta—. Recoge
a Keenan. Los encontraré fuera.
Una sonrisa comenzó a moverse a través de mi boca. Se esforzó al
máximo para reflejarla.
—Si crees que te voy a dejar huir con mi esposa y mi hijo, eres un
idiota de mierda. —Todos los matices de risa habían desaparecido de la voz
de Crew—. No pondrás un dedo sobre mi hijo.
Mi cuerpo se movió antes que mi cabeza tomase la decisión. En el
momento en que mis ojos alcanzaron al monstruo que se encontraba
frente a mí, estaba hecho.
—No es tu hijo.
Silencio.
De Crew.
De Brecken.
Estaban tan callados que me pregunté si había dicho en voz alta lo
que quería. Dios sabía que había estado intentando vocalizarlo durante
años.
—Él no es tu hijo. —Esta vez, mi voz llenó toda la habitación, sin
error.
Fue Brecken quien respondió primero, volviendo la cabeza hacia mí.
Su pecho estaba subiendo y bajando con fuerza, con las cejas juntas.
—¿Keenan? Él es…
—Tuyo —dije—. Es tu hijo.
Más líneas arrugaron la expresión de Brecken, su garganta se movía
mientras trataba de aceptar lo que acababa de decirle.
Mis ojos estaban prácticamente cerrados por la hinchazón, pero las
lágrimas cayeron de ellos igualmente.
—Ahora sabes por qué. Ahora sabes por qué hice lo que hice. —Tuve
que parar para evitar asfixiarme por el sollozo que sentía subir desde lo
más profundo de mi alma—. Mi padre, si lo hubiera descubierto, cuando lo
descubriese, habría... —Mis ojos se cerraron cuando recordé la
desesperaciónen ese período de mi vida—. No supe que había cambiado un
monstruo por otro hasta que fue demasiado tarde.
Algo quedó atrapado en la garganta de Brecken.
—¿Tengo un hijo? —susurró para sus adentros—. Tengo un hijo. —
Esta vez me lo estaba diciendo a mí.
El cinturón cayó de mi mano para que pudiera agarrar la suya.
—Tienes un hijo. Keenan es tuyo.
Mientras la realidad empezó a instalarse en el rostro de Brecken, poco
a poco, Crew dejó escapar un gruñido.
—Prematuro, ¿no fue así como me lo explicaste? —Sus ojos se
enfocaron sobre mí—. Ese chico siempre fue un poco decepcionante.
Supongo que esto lo explica. —Agitó su dedo entre Brecken y yo—. Fue
criado por una puta, y engendrado por un tipo que fue lo suficientemente
tonto como para ser atrapado por el enemigo.
Cuando Brecken se lanzó hacia él, yo ya estaba allí.
—Esto es lo que quiere. —Puse mis manos en su pecho y empujé—.
No se lo des.
Brecken no apartó los ojos de Crew, el intercambio entre ellos en esa
mirada fue más brutal de lo que cualquier pelea podría haber sido.
—Recoge a Keenan. —Un temblor reverberó por la espalda de Brecken
al contenerse—. Nos vamos.
No esperé. Cuanto más tiempo pasábamos dentro de esta habitación,
más peligrosa se hacía. Estaba a unos pasos de la puerta cuando lo
escuché. El ruido metálico de una bala siendo cargada.
Girando, encontré a Crew en el mismo lugar que había estado en el
suelo, pero el cajón inferior de la cómoda ahora estaba abierto y tenía una
pistola en la mano. Tenía los ojos clavados en mí, pero el cañón estaba
dirigido hacia Brecken.
—¿Qué le enseñaste para salvarla de esto, Casanova? —Cuando Crew
me apuntó con el arma, Brecken se lanzó enfrente de mí—. Haz otro
movimiento y voy a poner uno en tu engendro después de acabar con ella.
Brecken se quedó inmóvil.
—¿Qué vas a hacer, Crew? ¿Eh? ¿Dispararle? ¿Dispararme a mí? —
Su voz recorrió el filo de la hoja entre controlada y enloquecida—. ¿Sabes
lo que hacen con los policías en las cárceles? ¿De verdad quieres
averiguarlo?
Crew se sentó, todavía agarrándose el costado con lamano libre.
Parpadeó hacía Brecken.
—Te volviste loco. Después de todas las entrevistas, el artículo en el
periódico de hoy, tu amante secreta te dejó cuando entendió que estaba
mal. —El rostro de Crew se mantuvo plano, su expresión la misma
mientras mantuvo el arma apuntando a mi pecho—. Te has vuelto loco.
Empezaste a atacar a mi esposa, a tu ex amante. —La mirada de Crew
rodeó el dormitorio, una escena perturbada y sangrienta—. Tenía que
matarte —dijo como si nada, encogiéndose de hombros—. Por desgracia,
mi amada esposa murió por las heridas que le hiciste.
Ya había planeado todo esto. Con sus conexiones en el departamento,
no dudaba que encontraría una manera de falsificar las pruebas para
demostrarlo.
—Keenan... —Allí fue donde cada preocupación llevaba. Mi hijo. La
vida por la cual había sacrificado todo para preservar.
—Oh, no te preocupes. Yo me ocuparé de él. —Crew me sonrió con
suficiencia, sus dientes manchados de sangre—. Lo criaré para que sea
exactamente como yo.
Cuando mi cuerpo respondió lanzándose hacia Crew, se apartó de la
pared de un empujón, con el dedo en el gatillo.
—Muéstrame lo que tienes ahora, perra.
Un estallido.
Una bala.
Un movimiento borroso.
—¡Corre! —La voz de Brecken retumbó hacia mí.
Un cuerpo cayendo al suelo.
Un grito subía por mi pecho, pero nunca salió a la superficie. No
podía gritar. No podía llorar. No podía detenerme.
Tenía que correr.
Tenía que salvar a mi hijo. Tenía que salvar a su hijo.
Tan pronto como me giré y me dirigí hacia la puerta, otro disparo. No
sabía dónde estaba la segunda bala, si estaba en mi brazo o en la pared a
mi lado. Simplemente seguí corriendo.
Mientras salía al pasillo, vi que Crew se empujaba de la pared y me
seguía. Vi el otro cuerpo en el suelo, boca abajo, quieto. Corrí. Cuando
quería quedarme, corrí. Porque sabía que era lo que él quería.
Porque sabía que parte de él estaba dentro del niño de cinco años
hacia el que corría.
Crew estaba gritando detrás de mí, sus pasos llegando más rápido.
Cuando llegué a la puerta del dormitorio de Keenan, supe que no lo
lograría. No había tiempo para cogerlo y salir. Crew estaba justo detrás de
mí y había estado disparando diez mil rondas en el campo de tiro cada año
durante años. No volvería a fallar.
Había dejado el cuerpo del hombre al que amaba. Y ahora me alejaba
del niño que había traído al mundo. Toda mi vida. Todo parecía que me
había sido, o estaba a punto de ser, arrebatado.
Cuando la sombra de Crew salió del dormitorio, corrí por el pasillo y
desaparecí justo antes de que él saliera a la oscuridad. Estaba demasiado
asustada para respirar, por miedo a que me escuchara, así que permanecí
en silencio y quieta, dejando que la oscuridad me ocultara. Hizo una pausa
delante de la habitación de Keenan, escuchando durante un momento.
Mantuvo su arma en alto mientras cojeaba dejándola atrás.
—Camryn, —canturreó mi nombre de una manera que puso mi piel
de gallina—. Sal, sal, de donde quiera que estés.
Me agaché en una pelota tan pequeña como pude mientras se
acercaba más, mirando por encima del borde de la escalera hacia abajo.
—Sal. Sé que estás aquí, y no puedes esconderte para siempre. —Se
acercó a las escaleras, se detuvo en la parte superior y escuchó de nuevo—
. Puse una bala en tu novio. Esta vez no puede salvarte.
Imaginé su rostro. El sonido de su risa.
Encontré mi fuerza.
Saliendo de detrás de la puerta de la habitación de invitados, corrí
hacia él. En plena carrera, brazos y manos extendidas, y canalicé todo lo
que estaba sintiendo en esa carga.
Me oyó antes de verme. Cuando empezó a girar, mis manos se
plantaron en su espalda y la inercia de mi cuerpo descargó en el suyo. Su
cuerpo se tambaleó en el alto de las escaleras. El arma cayó de sus manos
y él escalera abajo. Pies sobre cabeza, la repugnante sinfonía creada por el
choque de carne sobre madera, la bocanada de aire expulsada de los
pulmones con cada impacto.
Me sentí como si estuviera viendo mi propia caída por esas mismas
escaleras. Me sentí como si lo estuviera reviviendo. Pero esta vez, me
estaba alejando intacta.
Cuando el cuerpo de Crew cayó al suelo, no se movió. Un patético
gemido salió de su boca, pero nada más.
Después de bajar un par de escalones para recuperar su arma, volví a
subir y miré hacia abajo, a su cuerpo roto.
—Puedo salvarme yo misma —le dije, pero realmente, creo que lo
estaba diciendopara mí.
No me había dado cuenta hasta ahora, pero era cierto. Podría
salvarme a mí misma.
Cuando confirmé que Crew no se levantaría pronto, salí corriendo por
el pasillo y me detuve fuera de la habitación de Keenan. Abriendo la
puerta, me sentí aliviada cuando vi que todavía no se había despertado,
los auriculares apretados en su cabeza, su superhéroe favorito en sus
brazos. Cerré la puerta suavemente, luego corrí hacia el dormitorio
principal.
El sonido de esa primera bala. El ruido que hizo cuando lo alcanzó. El
que su cuerpo había hecho al golpear el suelo. No sabía lo que iba a
encontrar en el dormitorio, pero me dije que debía ser fuerte, no importaba
qué.
El cuerpo de Brecken estaba en la misma posición en el suelo,
inmóvil. Mi corazón palpitaba mientras me movía hacia él, cayendo sobre
mis rodillas cuando alcancé su cabeza. Un charco de sangre se extendía
por la alfombra, saliendo de su pecho.
Poniendo la mano en su bolsillo trasero, saqué su teléfono. Mi dedo
temblaba al apretar tres números.
El otro extremo hizo clic.
—Nueve, uno, uno. ¿Cuál es su emergencia?
Mi mano cayó al cuello de Brecken, buscando un pulso. Ahí fue
cuando me di cuenta de las placas de identificación.
Estaban manchadas de sangre de nuevo.
—Lo perdí —dije, finalmente permitiéndome llorar—. Lo perdí de
nuevo.
L
a primera vez que murió había sido un falso espectáculo.
Esta vez fue real.
Esas dos ocasiones compartían algo en común: regresó de
ambas.
Habían pasado casi seis meses desde esa noche. Algunas veces, se
sentía como si hubiera sido ayer, y otras, parecía una eternidad atrás. Sin
embargo, así era la vida, siempre cambiante, manteniéndote a la
expectativa.
Dios sabía que me había mantenido así por el pasado medio año. Mi
vida había cambiado tanto que todavía me despertaba algunos días
sintiéndome como si viviera la de un extraño. La casa, los sonidos, la paz,
el paisaje, la gente. No me despertaba así cada mañana, pero sí con un
profundo sentimiento de gratitud.
Un brazo se estiró desde la toalla de playa a mi lado hasta mí, su
brazo curvándose a través del mío.
—¿Nos vamos o nos quedamos?
Revisé la posición del sol en el horizonte. Era cerca de la hora de la
cena y pronto anochecería. Mi cabeza se giró hacia el sonido de Keenan
celebrando tras marcar un gol en una portería hecha con juguetes de
playa con los amigos que había hecho hoy.
Luego miré al hombre estirado a mi lado, roto y completo. Perfecto e
imperfecto. Herido y sanado. Cicatrizado.
El hombre que había saltado frente a una bala por mí.
—Nos quedamos. —Mi mano apretó la suya mientras rodaba de
lado—. ¿Dormiste una buena siesta?
—Así es. Y no me desperté sudando, así que fue una siesta extra
buena. —Brecken estiró su brazo libre sobre su cabeza, moviendo sus
lentes hacia atrás para buscar a Keenan. Cuando lo encontró, sonrió.
—¿Sin pesadillas? —pregunté.
—Sin pesadillas. —Se quitó los lentes, dejándome ver sus ojos
recorrer mi cuerpo—. Pero puede que haya estado soñando sobre algo más
que hizo que mi corazón se acelerara.
Mi mano fue a su pecho. Por supuesto, estaba latiendo muyrápido.
—Después. Siempre y cuando estés acostado y dormido a las once. —
Examiné la sombra permanente bajo sus ojos.
Aún no dormía mucho en la noche, no confiaba en sí mismo para no
despertarse en un ataque de locura, pero cada mañana, parecía confiar
más. Estábamos descifrando esta nueva vida juntos, un día a la vez.
—Entonces será mejor que acostemos al niño ya. —Miró su muñeca,
donde no tenía ningún reloj puesto—. Porque tengo una gran noche
planeada para nosotros.
Elevé el sombrero para que viera mis cejas alzadas.
—¿Qué “gran plan” tienes para nosotros esta noche?
Levantó el hombro mientras rodaba sobre su costado para mirarme.
—Hacerle el amor a básicamente cada centímetro cuadrado de tu
cuerpo. Para empezar.
Mis dientes mordieron mi labio para no reír.
—¿Algo más?
—Solo rogar que te cases conmigo hasta que aceptes.
—Entonces,¿básicamente los mismos planes de cada noche? —Le
seguí el juego.
—Básicamente, sí.
Su mano fue a la curva de mi cintura, alisando la tela de mi pareo.
Aunque por lo general lo dejo puesto cuando vengo a la playa, ya no tengo,
o siento, la necesidad de cubrirme de la cabeza a los pies. Algunas
cicatrices se han desvanecido, otras nunca lo harán, pero todas eran parte
de mí. No había nada que ocultar.
—Primero, y no sé por qué debo seguir repitiendo esto —dije,
levantando mi mano izquierda. La banda de platino no estaba. En su lugar
estaba el viejo anillo con la piedra de nacimiento que había ganado para
mí hace una eternidad—. Acepté casarme contigo hace unos buenos diez
años.
—Pero no lo hicimos. —Brecken levantó su mano izquierda sin nada—
. No voy a dejar de pedirte que te cases conmigo hasta que, de hecho, lo
hagas.
—Sí, creo que empiezo a darme cuenta de eso. —Me senté para poder
tomar el protector solar. Brecken solía tener una piel que se bronceaba al
primer contacto con el sol, pero ahora se quemaba si no se aplicaba
protector. Seis años en la oscuridad tenían una forma curiosa de cambiar
a las personas, desde la capa superficial de piel hasta lo más profundo—.
Segundo, no puedo casarme contigo hasta que todo lo anterior esté
resuelto.
Me distraje con el protector para que no viera la mirada en mis ojos
cada vez que pensaba en Crew. Su mano tomó la mía, sin preocuparle que
estuviera húmeda y pegajosa por la crema.
—Lo sé —dijo, nuestras manos resbalosas entre sí—. No iré a ninguna
parte. Toda mi vida está aquí, contigo y Keenan.
Me acerqué a él para poder esparcir la crema solar para albinos en su
pecho y hombros primero. Se sentó frente a mí, sonriéndome tontamente
mientras empezaba a frotarlo en su cuerpo.
No había visto a Crew desde la noche en que disparó a Brecken.
Había pasado el primer mes en el hospital y centro de rehabilitación,
recuperándose de las heridas por su caída. Se había roto muchos más
lugares que yo aun siendo la misma caída, me hizo preguntarme quién
había sido el más débil de nosotros. Desde entonces, estaba viviendo en la
prisión estatal, pasando entre audiencias en la corte, donde había sido
declarado culpable por intento de asesinato y culpable de repetidos cargos
por violencia doméstica, eso gracias a las fotos que Brecken hizo y que yo
fui suficientemente valiente para mostrar.
Crew iba a pasar mucho tiempo en prisión. Mucho más que la
mayoría de los hombres en su situación, dado que había intentado
asesinar a un héroe americano. Crew podría haber sido un policía con
conexiones, pero todo eso desaparece cuando disparas a alguien que había
llenadolos titulares nacionales. Tuvo suerte de llegar a la corte desde la
furgoneta blindada sin que le disparasen.
Después de ser sentenciado, el jefe de Crew despejó su escritorio y me
envió todo. Ahí fue donde encontré la llave. La que abría la caja de
seguridad en uno de los bancos en la ciudad. Donde tenía guardada toda
la “evidencia” de mi inaptitud como madre.
Brecken y yo lo quemamos todo esa noche, esperando hasta que la
última ceniza se consumió.
Crew se fue de nuestras vidas. Exorcizado. Para siempre.
Después de verter un poco más de protector en mi mano, lo pasé por
la marca más fresca de su piel. Una arrugada y circular, justo al lado de
su pectoral.
—¿Más cicatrices para la colección?
Mis dedos pasaron sobre la marca de la bala.
Bajó la mirada como si fuera un viejo arañazo.
—Al menos cuando la gente me mire, lo sabrán.
—¿Qué sabrán?
Se miró de nuevo, observando un par de las muchas cicatrices que lo
marcaban.
—Que sobreviví. Que sangré por lo que creía. Que peleé por la gente
que amaba. —Se inclinó para besar mi frente, luego se dio la vuelta
cuando giré un dedo para que lo hiciera—. Te dije que moriría por ti. —
Miró sobre su hombro mientras aplicaba la crema en su espalda.
—No moriste —dije, sonando más terca de lo que pretendía. Era un
tema delicado para mí.
—Creo que un paro cardiaco cuenta como morir. —Sus manos
cayeron a mis pies y me acercó a él.
—Dame un descanso.
Sonriendo a sus espaldas, terminé mi trabajo de aplicar protector
solar. El juego de fútbol terminó y Keenan regresó trotando. Las viejas
placas de soldado de Brecken colgaban de su cuello.
—Oye, ¿papá? —lo llamó acercándose—. ¿Papá?
Empujé a Brecken.
—Papá.
—Oh sí. Todavía me estoy acostumbrando. —Se giró hacia Keenan,
sin poder ocultar la sonrisa de su rostro.
Hace unos meses, nos sentamos con Keenan y le dijimos la verdad.
Quién era en realidad su padre. Fue difícil y hubo lágrimas y preguntas,
pero al final, había sido la decisión correcta. Keenan debía crecer sabiendo
que su padre era un buen hombre, en lugar de lo opuesto. Brecken le dijo
que no tenía que llamarlo papá si no quería y, al principio, Keenan no lo
hizo. Pero ahora lo decía con más frecuencia. Más papás que Breckens.
Suponía que ambos se estaban acostumbrando.
Tener que explicarle la situación de Crew había sido la parte más
difícil, principalmente porque tuve que decirle por qué iba a pasar las
próximas décadas en prisión; por herirme y disparar a Brecken. Había
estado preocupada porque estodejasecicatrices emocionales en Keenan, las
que tanto había intentado evitarle, pero en realidad, era más fuerte y
resistencia de lo que había pensado. Brecken dijo que lo heredó de mí. Yo
dije que lo heredó de él.
Al final, supuse que lo heredó de ambos.
—¿Qué puedo hacer por ti, hombrecito? —preguntó Brecken cuando
Keenan se detuvo al lado de la toalla, agarró una botella de agua, y se
bebió la mitad.
—¿Irías a hacer boogie boarding4 conmigo? —Keenan apuntó a las
olas.

4Boogie Boarding: Es un deporte parecido al surf que se hace con una tabla más pequeña
y generalmente en las olas que llegan hasta la orilla del mar
—Veamos, de verdad estaba muy cómodo aquí sin hacer nada, y el sol
estará justo en nuestro rostro, y el agua está helada… —Brecken alzó sus
cejas mientras se ponía en pie—. Hagámoslo.
Keenan dejó salir un grito de celebración, tomando la tabla para
boogie board mientras Brecken tomaba otra. Ambos trotaron hacia el
agua, luciendo como un par de personas que habían crecido
acostumbrados a la vida en la playa.
Esa pequeña casa tan cerca de la playa como pudo conseguir era
ahora nuestro hogar. Me encantaba. Se sentía como si siempre hubiera
sido mi hogar, incluso aunque acabábamos de mudarnos. Buen
vecindario, un asombroso distrito escolar, una caminata de diez cuadras a
la playa, era el lugar perfecto para educar a un hijo. Mejor que todo eso,
era un nuevo comienzo.
—¡Mamá! —Keenan se detuvo de repente, llamándome—. ¿Quieres
venir con nosotros?
Sin responderle, me puse en pie, me quité el pareo, y agarré la última
tabla que estaba en la arena.
No quería estar en ninguna parte sin ellos.
Eran mi paz.
De la forma en que una persona no conocería la luz sin la oscuridad,
yo no conocía la paz sin el dolor. Era una superviviente. De la vida. La
tortura. Del maltrato.
Debí tardar mucho tiempo, porque Brecken vino trotando hacia mí
con una sonrisa en su rostro. Sus brazos me rodearon antes de subirme
sobre su hombro.
Una risa brotó desde mi interior mientras corría conmigo de regreso
hacia Keenan.
—¿Una chica no puede tener un segundo para sí misma?
La cabeza de Brecken negó, sus brazos apretándose.
—Me perdí seis años. No me perderé ni un segundo más. Es una
tortura estar sin ti.
Soy una esposa, una madre, una escritora.
Empecé a escribir porque me gustaba y aún lo
hago porque lo amo. Escribo temática para
jóvenes adultos porque todavía creo en el amor
verdadero, almas gemelas y finales felices.
Brindemos por permanecer joven en tu corazón
*levanta su copa de champán*... ¿quieres unirte a
mí?
A Nicole le encanta escuchar de sus lectores.
Puedes contactarla a través de:
nwilliamsbooks@gmail.com

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