Fe Conversion Señorio
Fe Conversion Señorio
Fe Conversion Señorio
Sin embargo reducir la fe a creer en la existencia de Dios, sería una fe ambigua y pobre. Pues el
mismo diablo cree y sabe que Dios existe, pero en realidad no tiene fe auténtica.
La parábola del hijo pródigo que de acuerdo a los teólogos debería ser llamada “La parábola
del Padre Misericordioso” recalca la importancia de la conversión como respuesta del hombre
a ese Dios compasivo, bondadoso y lleno de amor.
Hoy, como ese hijo pródigo que te has alejado de la Casa del Padre, para vivir en el mundo,
placeres y pecado ¡es necesario que hagas un alto! y te des cuenta: donde te encuentras
ahora.
¿Cuántos cerdos estás alimentando ahora? Reflexiona ¿Te ha dado felicidad la vida sin Dios y
llena de pecado? Quizás puro espejismo, pero en realidad en el fondo hay soledad, decepción,
vacío, desamor, etc.
Hoy ¡Vuelve a la casa del Padre! ¡El te espera con los brazos abiertos! ¡Hay fiesta en el cielo
cuando un pecador se arrepiente!
1-Analiza tu vida. Haz un examen de tus pensamientos y actos pecaminosos ¿Has sido feliz
realmente en esa vida sin Dios y sin su gracia?
2-Arrepentimiento. Es sentir dolor de haber fallado a Dios y arrepentirte de corazón por seguir
caminos y actos equivocados. Si en tu vida hay resentimientos, recuerdos dolorosos, heridas
emocionales profundas hoy deja que el Señor te sane espiritual y emocionalmente. Renuncia a
Satanás y a sus obras (ocultismo y supersticiones).
La experiencia del encuentro con Jesús, produce la conversión, tal como ocurrió con la Mujer
Samaritana (Juan 4), Zaqueo (Lucas 19,1-10) y la Mujer adúltera (Juan 8,1-11).
En este momento se hace el examen de conciencia y en una hoja se anotan los pecados
Invitar a los asistentes a cerrar sus ojos y reflexionar en torno a su vida lejos de Dios, llegando a
la convicción de volver a Dios. Se empieza a pedir perdón a Dios y a invitar a Jesús a nuestro
corazón, dejando que El obre en la vida de cada uno dejando que el rompa las cadenas del
pecado como Solución que es. Se acompañan de cantos de perdón.
Cuando la presencia del Señor comienza a experimentarse, dos servidores llevan a cada oveja
(una por una) orando por la oveja y la llevan al crucifijo mientras que la motivan a entregar su
vida y todos oran por la persona. Luego enciende la hoja de sus pecados con la vela y la pone
en el recipiente. Se termina con una Celebración de la Palabra (Penitencial) y al final se hace la
Renovación de las Promesas Bautismales.
Hoy es día en que proclames su Señorío en cada área de tu vida. Y será efectivo si realmente a
partir de hoy decides que el gobierne y controle tu ser completamente. El no pide mucho, El lo
pide todo. Es todo o nada.
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Aquí el que ocupa el centro de mi vida soy Yo y a Jesús lo tengo fuera, no me interesa: yo
quiero vivir a mi modo, sumido en pasiones, deleites, en pecado.
Aquí ya conocí a Jesús, sé lo maravilloso que es el haberme encontrado con El, pero aún yo
sigo siendo el centro de mi vida, al Señor lo tengo de lado, aún el no gobierna mi vida, porque
quiero seguir siendo yo el que lleva el control y hacer mi propia voluntad. Soy un tibio.
Ahora si, Jesús es el centro de mi vida, ocupa el trono de mi corazón: el tiene el control de cada
área de mi vida y soy feliz “Para mi el vivir es Cristo y la muerte una ganancia”.
Hoy opta por Jesús dejando que el tome toda tu vida y sea El quien domine y guíe tu ser.
Proclámalo como tu Señor y haz que sea efectivo, dejando que El sea totalmente en ti.
¿Qué significa que Jesús es Señor?, ¿Estás dispuesto (a) a que El sea el Señor de tu vida?
LA FE Y CONVERSIÓN
Esta fe, don de Dios, es al mismo tiempo la respuesta a su iniciativa, que expresa: " Sí te
creo, y acepto cien por cien al que tú enviaste a este mundo para salvarme". Es confianza,
dependencia y obediencia a Jesús Salvador, muerto y resucitado, que es el único mediador
entre Dios y los hombres. La fe es la certeza de que Dios va a actuar conforme a las
promesas de Cristo Jesús.
Por lo tanto la fe no es creer en algo sino en alguien; y confiar en su promesa sin límites ni
condiciones. Tampoco es un asentimiento intelectual a cosas que no entendemos, sino una
dependencia de Dios y a su plan salvífico. No se trata de un sentimiento, ni se mide por la
emoción. La total justificación la obtiene por Jesucristo todo el que cree (Hechos 13,38).
La fe, pues nos conecta directamente con la fuente de gracia y nos permite tener acceso a
la presencia divina, libres de todo temor al castigo, porque ya nuestros pecados fueron
perdonados y estamos en paz con Dios. No nos salvamos por nuestra propia capacidad, sino
mediante la fe. San Pablo es enfático en este campo, afirmando que no es el cumplimiento
de la ley ni las buenas obras lo que nos salva, sino la fe.
Habéis sido salvados gratuitamente por la fe; y esto no es cosa vuestra, es un don de Dios;
no se debe a las obras, para que nadie se llene de vanidad (Ef. 2,8-9).
Por eso, Pedro y Pablo terminan con una invitación a creer para apropiarse de todos los
frutos de la redención: " Todos los profetas testifican que el que crea en Él recibirá, por
su nombre, el perdón de los pecados" (He 10,43).
En concreto la fe nos lleva a creer que ya fuimos perdonados y vivir como tales, porque ya
nuestra cuenta fue saldada y estamos en paz con Dios. Ya no somos esclavos del pecado ni
siervos de Satanás, sino plenamente libres de toda prisión y atadura. Se viven las primicias
del Reino en nuestras relaciones con Dios, con los demás, con la creación y con nosotros
mismos, instaurando el cielo nuevo y la tierra nueva.
La conversión
"Arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados" (He 3,19). La
conversión no se limita a un cambio moral: Eso sería muy poco. Es un cambio; no por
nuestras fuerzas y propósitos, sino por la fe que nos conduce a entregar nuestro ser
pecador a Jesús y compartir su vida de Hijo de Dios. Él comienza a amar, servir y actuar en
nosotros y a través nuestro. Entregamos a Jesús nuestra vida, tal y como está, a cambio de
la suya de Hijo de Dios. Sobre todo le entregamos nuestra debilidad, nuestros ídolos que lo
han suplantado y renunciamos a toda rebeldía que nos separa de Dios.
Otro aspecto de la conversión es el siguiente: vivir como hijos. Algunas personas han
centrado su cristianismo en estar alejados del pecado, pero no tienen la alegría de vivir en
fiesta, aun en medio de las adversidades de la vida,
Cuando se habla de la conversión de san Pablo, no se refiere a que haya dejado su vida de
pecado, pues sabemos que era un ferviente fariseo y fiel cumplidor de los 613 mandatos de
la ley judía. Saulo de Tarso se convirtió de justo a hijo. A raíz de su encuentro personal en
el camino de Damasco, comenzó a vivir no tanto como siervo cumplidor de los mandatos de
su amo, sino como hijo de Dios, con derecho a la herencia de todos los santos.
Todos necesitamos de la conversión. De una nueva conversión. Por esta razón, cada discurso
Kerigma tico, después de presentar a Jesús muerto, resucitado y glorificado, siempre
culmina haciendo una llamada al corazón del hombre para que responda mediante la fe y el
arrepentimiento.
Movidos por la fe que nos da la certeza de nuestra victoria sobre el mundo, renunciamos a
todo pecado, idolatría y criterios de este mundo, para someternos cien por cien bajo el
poder del evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree. En estas
palabras se confiesa a Jesús como salvador y se le proclama Señor.
Se confiesa a Jesús como el único y total salvador de toda la humanidad, pero de manera
particular de cada uno de nosotros., renunciando cualquier otro medio de salvación que el
mundo ofrezca.
Proclamar a Jesús Señor significa rendirse totalmente a Él, para que de ahora en adelante
Él tome el timón de nuestra vida y dirija cada paso de nuestra existencia.
Innumerables casos del evangelio, por no decir todos, manifiestan como una expresión de
fe desatan la acción salvífica de Cristo Jesús. El ciego de Jericó, la siro fenicia, el
centurión romano, el paralítico, el padre del epiléptico, etc. Sin embargo esto sigue
sucediendo hoy día, porque Jesús está vivo y tiene el mismo poder para cambiar las vidas y
los corazones de las personas.
Dice san Pablo: " Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que
Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Con el corazón se cree para la justicia y
con la boca se confiesa la fe para la salvación (Rom 10,9-10).
Jesús está a la puerta de cada uno de nosotros y nos invita a participar con Él de su vida
nueva. Solo espera que le abramos la puerta. Él está llamando. Ciertamente nunca va a
forzar la puerta. Sólo entrará si le abrimos voluntariamente. Escucha hoy su voz. No
endurezcas tu corazón. Invítalo a pasar. No vas a perder nada, sino tus cadenas y pecados.