EGIPTO

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EGIPTO

Arquitectura religiosa del Antiguo Egipto

CONCEPTO:

El Antiguo Egipto o Egipto antiguo fue una civilización de la Antigüedad que se originó a

lo largo del cauce medio y bajo del río Nilo y cuya historia abarca más de tres milenios. Es

considerado una de las cunas de la civilización. El nombre original del país, especialmente

durante el Imperio antiguo, fue Kemet (Km.t), ‘tierra negra’, por el color del limo

fertilizante que cubría durante la regular inundación anual el valle que se encuentra a orillas

del río Nilo, en oposición a Deshret (dsr.t, ‘tierra roja’), por la arena del desierto del Sahara,

que cubre la mayor parte del territorio egipcio.

El área del Antiguo Egipto ha variado a lo largo de los siglos, pero en general se acepta que

abarcaba desde el delta del Nilo en el norte, hasta Elefantina, en la primera catarata del

Nilo, en el sur. Además controlaba el desierto oriental, la línea costera del mar Rojo, la

península del Sinaí, y un gran territorio occidental dominando los dispersos oasis.

Históricamente, estaba formado por el Alto y el Bajo Egipto, al sur y al norte

respectivamente, los cuales precedieron a la creación de un estado unificado. En su período

de mayor expansión controló los reinos amorreos de Palestina y el norte de Siria, llegando

hasta el Éufrates medio, y las jefaturas nubias del Sudán, hasta el Jebel Barkal, en la cuarta

catarata del Nilo. Ejerció una importante influencia cultural entre los pueblos vecinos e

incluso en regiones tan alejadas como Chipre, la costa de Anatolia y la península helénica.
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La arquitectura del Antiguo Egipto está formada por construcciones que, en algunos casos,

llevan en pie más de 4.000 años. Una proeza que sólo puede deberse al gran desarrollo

técnico de aquella civilización o, como creían sus gentes, a su carácter divino. Pero lo que

está claro es que sus monumentos siguen ejerciendo en la actualidad un poder de atracción

sin igual, representando el motor de muchos viajes turísticos como los que organiza nuestra

agencia.

Por ello, en esta página te damos algunas claves para poder apreciar mejor la importancia y

la belleza de la arquitectura del Antiguo Egipto, que va desde la grandiosidad de

las Pirámides de Giza hasta la minuciosidad aplicada en todos los rincones de los templos.

La arquitectura religiosa del Antiguo Egipto se caracteriza por su monumentalidad a

partir del Imperio Antiguo, con el empleo de piedra, en grandes bloques, sistema

constructivo adintelado y sólidas columnas. En la arquitectura civil se empleó

profusamente el adobe en viviendas, palacios, fortalezas y murallas, perdurando escasos

restos. Surge en una sociedad con un poder político fuertemente centralizado y

jerarquizado, con una concepción religiosa de inmortalidad, al principio sólo del faraón,

que debía reflejar su magnificencia y durabilidad. Se consigue gracias a los

conocimientos matemáticos y técnicos, a veces desconcertantes para la época, la

existencia de artistas y artesanos muy experimentados, bien organizados y la abundancia

de piedra fácilmente tallable (caliza y arenisca). Las construcciones más originales de la

arquitectura egipcia monumental son los «complejos de las pirámides», los templos y las

tumbas (mastabas e hipogeos).


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La arquitectura del Antiguo Egipto era monumental y se caracteriza por el empleo de la

piedra de sillería tallada, en grandes bloques, con sistema constructivo adintelado y

sólidas columnas, todos estos monumentos eran hechos por artistas especializados y

altamente cualificados. Las construcciones más originales de la arquitectura egipcia

monumental son los complejos de pirámides, los templos y las tumbas (mastabas, speos e

hipogeos).

La Gran Pirámide de Guiza


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Características de la arquitectura

Debido a la escasez de materiales, los dos materiales de construcción predominantemente

usados en el antiguo Egipto eran el adobe (ladrillos de barro) y la piedra,

fundamentalmente piedra caliza, también piedra arenisca y granito en cantidades

enormes. Del imperio antiguo en adelante, la piedra fue reservada generalmente para

tumbas y templos, mientras que los ladrillos fueron utilizados en viviendas, incluso en los

palacios reales, fortalezas, muros de los recintos de los templos y de las ciudades, y para

edificios subsidiarios en los complejos de los templos.

Muchas antiguas ciudades egipcias han desaparecido porque estaban situadas cerca de las

zonas cultivables del valle del Nilo, que eran inundadas periódicamente con el lodo del

río y se elevaron lentamente durante milenios; o porque los ladrillos de adobe, con que se

construyeron, fueron utilizados como fertilizante por los campesinos; otros edificios son

inaccesibles, ya que las nuevas construcciones fueron erigidas sobre las antiguas. El

clima de Egipto, afortunadamente seco y cálido, preservó, como la aldea de Deir el-

Medina, la ciudad de Kahun del Imperio Medio, o las fortalezas en Buhen y Mirgissa. Por

otra parte, muchos templos y tumbas han perdurado porque fueron construidos de piedra,

o asentadas en tierras altas, no afectadas por las inundaciones del Nilo.


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Restos de viviendas de adobe en Tihnah el Gebel

Así, nuestra información de la arquitectura egipcia antigua se fundamenta principalmente

en sus monumentos religiosos, estructuras macizas caracterizadas por su gran tamaño,

con muros levemente inclinados y escasas aberturas, repitiendo un método de

construcción posiblemente usado para obtener estabilidad en edificios de muros de adobe.

De similar manera, los adornos grabados superficialmente y el modelo de los edificios de

piedra pudo haber derivado del tipo y ornamentación de los edificios de muros de adobe.

Aunque el uso del arco fue desarrollado durante la cuarta dinastía, todos los edificios

monumentales son construcciones adinteladas con muros y pilares, con cubiertas planas
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conformadas por enormes bloques de piedra apoyados en muros externos y grandes

columnas poco espaciadas.

Los muros, exteriores e interiores, así como las columnas y los techos, fueron cubiertos

con jeroglíficos e ilustrados con bajorrelieves y esculturas pintadas en brillantes colores.

Muchos ornamentos de la decoración egipcia son simbólicos, como el escarabajo

sagrado, el disco solar, y el buitre. Otros adornos frecuentes fueron las hojas de palma, de

la planta del papiro, y los brotes y las flores del loto. Los jeroglíficos eran parte de la

decoración así como los bajorrelieves que narraban acontecimientos históricos o

interpretaban leyendas mitológicas.

Primer patio de columnas del Templo de Luxor del Reino Nuevo

El templo
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Los templos más característicos se edificaron el imperio medio y el Imperio nuevo. No

eran ya, como el imperio antiguo, templos funerarios, sino edificios destinados al culto de

la divinidad. Su complejidad y dimensiones, con una monumentalidad hasta entonces

reservada a las tumbas reales, reflejan de hecho la posición alcanzada por la casta

sacerdotal en la sociedad egipcia. El templo era un lugar reservado a los escogidos (los

sacerdotes y el faraón), y al pueblo solo les estaba permitido asistir a las posiciones

convocadas fuera del recinto.

Los templos egipcios son la imagen de la casa del dios. En la época predinástica eran

simples capillas de techo arqueado, construidas con elementos vegetales. Durante las

primeras dinastías pudieron surgir los primeros templos de adobe. En el Imperio Antiguo,

Imhotep erige el primer complejo fúnebre monumental con piedra labrada, presidido por

una pirámide escalonada, surgiendo los primeros templos en piedra, imitando las capillas

de estructura vegetal aunque simbólicos, como un decorado, pues no se podía acceder a

ellos; en Guiza perduran restos pétreos de templos de Keops, Kefrén y Micerino, faraones

de la cuarta dinastía, formado parte de ambiciosos complejos funerarios presididos por

inmensas pirámides. Posteriormente surge el Templo Solar, bajo el reinado de Userkaf, el

primer faraón de la dinastía V, para representar los rituales de sacerdotes de Heliópolis al

dios Ra.

En el Imperio Medio, destaca el monumental complejo de Hawara, en El Fayum,

denominado el «Laberinto» por Heródoto, que lo visito, y del que apenas quedan restos.
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Primer pilono del templo de Horus en Edfu de época ptolemaica

Los templos más monumentales surgen en el Imperio Nuevo. Tipológicamente están

constituidos por:

 Una avenida con esfinges a ambos lados: el dromos.

 El acceso, entre dos pilonos (grandes muros trapezoidales) decorados con

bajorrelieves policromados, dos obeliscos, estatuas y estandartes.

 Un patio descubierto con columnas exentas o conformando pórticos perimetrales:


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la sala hipetra.

 Una gran sala con columnas, cubierta: la sala hipóstila.

 Una pequeña cámara sagrada, de menor tamaño, tenuemente iluminada: el

santuario.

 Un lago sagrado que servía para representaciones rituales y como reserva de agua

potable.

 Templos menores anexos, dedicados a diversos dioses, como las mammisi «casas

de nacimiento divino».

El templo se completaba con una residencia para sacerdotes, aulas para escribas,

archivos-bibliotecas y almacenes de alimentos y materiales. El conjunto se protegía con

una muralla perimetral. Con la gradación de la luminosidad y el tránsito de amplios

espacios abiertos a otros menores y cerrados se conseguía un magnífico ambiente para

celebrar los ritos religiosos. Esta disposición arquitectónica enfatiza la división social,

pues el pueblo sólo puede llegar hasta los pilonos, los altos funcionarios y militares tienen

acceso a la sala hipetra; la familia real puede entrar en la sala hipóstila y los sacerdotes y

el faraón al santuario. Los lugareños la llamaban Abu el-Hol ‘Padre del Terror’,

corrupción de la expresión copta bel-hit, que se aplica a quien manifiesta su inteligencia

en los ojos y que traduce la denominación egipcia hu o ju, que significa ‘el guardián’ o

‘vigilante’. Durante el Imperio Antiguo los templos son parte del complejo de la

pirámide, o templos solares. En el Imperio Nuevo se construyen templos monumentales

en Deir el-Bahari, Karnak, Luxor, Abidos, y Medinet Habu; posteriormente en Edfu,


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Dendera, Kom Ombo y File.

El speos es un templo de carácter funerario, tallado en la roca, siguiendo el tipo de

hipogeo. Los más sobresalientes son los de la época de Ramsés II en Abu Simbel,

compuestos de grandes estatuas al exterior y una gran sala con pilares, el santuario y la

cripta. Ramsés aparece representado como un dios más, sentado entre ellos en el

santuario, más grande adosado a las pilastras de la sala principal y en tamaño colosal a la

entrada, cuatro esculturas gigantes rodeadas por las minúsculas figuras de su familia.

Aldea de los artesanos de Deir el Medina en la orilla occidental de Luxor


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La vivienda

La vivienda egipcia estaba constituida por varias habitaciones, alrededor un gran salón con

columnas y luz cenital; disponía de terrazas, bodega subterránea y un jardín, al fondo.

Muchas viviendas disponían de patios interiores, de donde provenía la luz, con todas las

habitaciones dispuestas entorno al mismo, y sin ventanas al exterior, por la necesidad de

protegerse contra el calor. Las casas egipcias se construían como las de los campesinos

fellahs del siglo XX: muros de ladrillo de adobe y terrazas planas de troncos de palmera

unidos. La arquitectura popular se caracterizó por su buena adaptación al clima seco y

cálido de Egipto. Los restos de viviendas mejor conservados se encuentran en Deir el-

Medina y Tell el-Amarna.

Urbanismo de egito

El estudio del urbanismo en el Antiguo Egipto es un tema de continuo debate. Hasta

aproximadamente la segunda mitad del siglo xx, las investigaciones arqueológicas de las

antiguas ciudades egipcias han sido muy escasas, sobre todo si se comparan con otros

lugares como templos o tumbas, comenzados a excavar desde época más temprana. Se sabe

relativamente poco sobre el trazado urbano en las distintas épocas debido a que, por lo

general, solo se conservan vestigios de los antiguos núcleos poblacionales. Otra causa es la

extracción sistemática desde la antigüedad del abono natural formado por la

descomposición del adobe de las antiguas estructuras. Además, muchas ciudades egipcias

han sido habitadas de forma continuada desde su fundación, hecho que ha imposibilitado su

excavación.
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El territorio se podía ocupar de distintas formas. Los egipcios se referían a la mayoría de las

poblaciones como nwt o dmi. Nwt aludía normalmente a ciudades orgánicas, es decir,

núcleos urbanos no planificados que crecían de forma espontánea. El término dmi puede ser

traducido como asentamiento, y generalmente se refería a localidades dispuestas según un

esquema previo. Las ciudades de fundación estatal, es decir, creadas por mandato real, son

un ejemplo de este tipo de poblaciones.5 Sus restos arqueológicos están mejor conservados

y se han excavado más exhaustivamente. Algunos ejemplos de dmi son las villas de El

Lahun, Deir el-Medina y Amarna, aunque existen indicios de planificación urbana también

en otros lugares.

Urbanismo

Planta de las fortalezas de Kuban, Semna y Kumma. Se

observa la planta rectangular y la muralla perimetral que cierra el recinto. Lepsius-Projekt,

1849-1859

El desarrollo del urbanismo egipcia se hizo siguiendo dos conceptos distintos, que fueron

los que configuraron las plantas de las ciudades. El primero de ellos fue un crecimiento de
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las poblaciones más ordenado y planificado desde el principio, que estaría relacionado con

las ciudades de fundación estatal. El segundo corresponde a una expansión de los núcleos

urbanos más orgánica y espontánea.6 Esta clasificación estaría vinculada con los tipos de

asentamiento dmi y nwt anteriormente mencionados.

Las fundaciones estatales tenían una planta ortogonal o hipodámica, proyectada

previamente. Eran recintos de forma cuadrangular, en cuyo interior la villa se organizaba

por barrios. Las viviendas de cada barrio eran idénticas y pertenecían a habitantes de una

misma clase social. Existen numerosos ejemplos de poblaciones de este tipo, como Wah

sut en Abidos, El Lahun, Dahshur, Tell El-Dab'a o Qasr el Sagha. También en la villa de los

obreros de las pirámides y en la ciudad de la pirámide de la reina Jentkaus, ambas en Guiza,

se aprecian trazas de esta planificación reticular.

A partir de esta rígida trama ortogonal inicial, la ciudad evolucionó adaptándose a las

necesidades de cada momento, como se observa en el cambio de uso de las estancias del

interior de las casas en localidades como Wah sut o en la villa de los trabajadores de

Amarna.

A menudo el Estado solo era responsable de la creación de la ciudad, desvinculándose de su

desarrollo posterior. Como consecuencia de ello, estos núcleos urbanos estaban muy bien

definidos a nivel de calles y de su perímetro externo, mientras que su evolución interna era

mucho más libre. Este fenómeno se observa en la ciudad de las pirámides de Deir el-

Medina, donde a pesar del patrón general que sigue la villa, las casas tienen diferencias

entre ellas.
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Uno de los elementos encargados de regularizar las plantas de las ciudades orgánicas eran

las murallas, como en Hieracómpolis, Ayn Asil o Elefantina. Estas delimitaban los recintos

sagrados y ordenaban la disposición de calles y viviendas. Su planta era cuadrada y sus

entradas coincidían con las vías más importantes de la ciudad. En ocasiones, los núcleos

que carecían de murallas empleaban una calzada principal que ordenaba su desarrollo

urbanístico. Este eje recorría la población de norte a sur, a cuyos lados se disponían los

edificios aleatoriamente.

Clasificación de las ciudades

Mapa de El Cairo y su región (James Rennell, 1799), con

la posición de Menfis y los cambios del curso del Nilo

La sociedad egipcia tenía una administración muy poderosa, la cual decidía el

establecimiento de un nuevo núcleo urbano como respuesta a un objetivo concreto. Este

hecho originaba ciudades que estaban especializadas y requerían una comunidad de

habitantes que perteneciera a un sector de actividad concreto. La creación de estos núcleos


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poblacionales de fundación estatal podía deberse a varios motivos, que daban como

resultado los siguientes tipos de ciudades:

Capitales y ciudades reales

A pesar de que en el Antiguo Egipto no existía ningún término para definir el concepto

de capital, siempre hubo una ciudad que era considerada el centro político y administrativo

del país. Como en otras civilizaciones, estos núcleos urbanos eran lugares de afirmación de

poder, en los que la administración ejercía una gran autoridad. Toda capital estaba fundada

por orden del rey y en ella se ubicaban el palacio real (que incluía la residencia del monarca

y la zona administrativa) y otros edificios oficiales, palacios y almacenes para la reserva del

grano. Sin embargo, la capital no era la única ciudad que acogía el palacio del monarca y su

corte, sino que existían otras localidades donde también se alojaban temporalmente. De este

modo podían recorrer el país realizando distintas ceremonias religiosas u otros asuntos de

carácter político.

 Menfis fue la antigua capital, fundada por Menes en el IV milenio a. C. Desde sus

orígenes fue un centro importante desde el punto de vista político y económico. Se

estableció en la confluencia entre el valle y el delta del Nilo, al sur de la actual

ciudad de El Cairo. Posteriormente fue creciendo hacia el sur y también de este a

oeste, debido al desplazamiento del curso del río a lo largo del tiempo.
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Plano de Tebas según el equipo de Lepsius

 Tebas sucedió a Menfis como capital y adquirió una gran importancia a partir de

la dinastía XI. Su capitalidad se prolongó durante más de mil años, exceptuando

ciertos periodos concretos. Estaba situada en el sur del país, al norte de la primera

catarata, en la actual localidad de Lúxor. Era de mayor tamaño que Menfis y se

extendía a ambas orillas del Nilo. Además de ser el centro político fue también un

importante núcleo religioso. Este carácter sagrado fomentó la construcción de

diversos edificios destinados al culto, tanto del monarca como de las distintas

divinidades. Entre ellas se encontraba Amón, el dios más importante durante

el Imperio Nuevo. En su honor se organizaban una serie de procesiones que debían

ir desde Karnak a distintos puntos de la ciudad. Para ello se proyectaron

tres dromos o vías procesionales, que influyeron decisivamente en el trazado urbano

de la capital. La más importante de ellas unía Karnak con el templo de Lúxor, en la

ribera oriental. Otra conectaba dicho templo con el de Hatshepsut y Tutmosis III en

la orilla opuesta. La tercera también comunicaba ambos lados del río, desde Karnak

hasta Deir el-Bahari.


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Avenida de las Esfinges, el dromos que une los templos

de Karnak y Luxor

 Amarna fue fundada en el siglo xiv a. C. por Ajenatón, a la cual llamó Ajetatón. Fue

creada de nueva planta, sin la existencia de ningún asentamiento previo. El rey

emprendió una revolución religiosa que pretendía convertir a Atón en el único dios

oficial. Según algunos estudiosos, el esquema de la ciudad no habría seguido las

pautas de otras capitales anteriores, aunque de acuerdo con otros autores su

organización habría estado inspirada por Tebas. Se ubicaba en una única orilla del

río y se vertebraba a lo largo de una gran vía en dirección norte-sur, que conectaba

los distintos palacios y templos.

Otras ciudades cuya fundación fue decretada por el rey fueron:

 Pi-Ramsés, fundada en el siglo xiii a. C., fue comenzada por Seti I pero edificada en

la práctica bajo el reinado de Ramsés II.

 Tanis, creada entre los siglos XI a. C. y X a. C., fue fundada por Esmendes I y

después por Psusennes I, de la dinastía XXI, que deseaban que fuese construida a la

imagen de Tebas.

Además de las capitales, también existían las llamadas ciudades reales o palacios

residencia. Estos centros eran la residencia del monarca reinante13 y estaban constituidos

por templos, palacios reales, edificios administrativos, zonas residenciales y ciudad de los
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artesanos. Algunos ejemplos de estas ciudades reales son, además de

Amarna, Malkata (fundada por Amenofis III), Abu Ballas (creada por Seqenenra Taa),

y Avaris.

Ciudades militares

Vista de la ciudad-fortaleza de Balat en el oasis de Dajla

Las ciudades militares se construyeron en lugares estratégicos, es decir, en las fronteras de

Egipto: en Nubia o al norte del Sinaí. Estaban muy bien organizadas y fortificadas,

utilizando la tecnología militar más avanzada del momento, como la ciudad-fortaleza de

Balat, en el oasis de Dajla. En algunas de ellas prevalecía el carácter defensivo, erigiendo

castillos como en Buhen, de grandes dimensiones, o en Semna y Kumma, de menor

tamaño. Otras localidades como Sesebi, Sai o Amara eran mayores y su fortificación era

más sencilla, puesto que su finalidad era más residencial que militar.

Ciudades de los trabajadores

La villa de los artesanos de Deir el-Medina, rodeada por

su muralla
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Las villas para el alojamiento de los trabajadores se erigían cerca de canteras o próximas al

lugar de construcción de las pirámides. Cuando se acometía una gran obra los operarios

eran instalados en barracones provisionales. Si por el contrario las labores consistían en una

decoración interior se construía una ciudad permanente para los artesanos. Estas localidades

se ubicaban cerca del lugar de trabajo y eran muy pequeñas, a menudo con una única calle.

Sus habitantes estaban incomunicados para evitar filtraciones sobre el emplazamiento

secreto de los tesoros de las tumbas. Un ejemplo de este tipo de villas es el poblado de los

artesanos de Deir el-Medina.

Ciudades para el culto

Las ciudades para el culto se construían al lado de un santuario, un templo o al pie de una

pirámide, motivo por el cual se llamaban ciudades de las pirámides. Eran otro tipo de

fundaciones estatales donde se alojaban a los sacerdotes encargados del ritual en honor al

soberano difunto en el templo funerario. Los clérigos proporcionaban su servicio por turnos

rotatorios, tras lo cual volvían a sus casas. El edificio para el culto era el monumento más

significativo y su único lugar de veneración. Destacaba por su arquitectura y ocupaba una

superficie considerable. Sesebi, una población de cinco hectáreas, contaba con tres

hectáreas reservadas a su templo y dependencias.

Las villas se edificaban en el límite entre las tierras fértiles del Nilo y la zona desértica, al

pie de la meseta de las pirámides. Se situaban lo más cerca posible del río para facilitar el

transporte de personas y mercancías. Su planimetría inicial era orgánica, con un trazado

irregular y caprichoso. En el momento en que su construcción fue ordenada por la

administración, las localidades pasaron a tener un diseño ortogonal y ordenado. Algunos


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ejemplos de este tipo de villas son El Lahun, fundada por Sesostris I cerca de su pirámide

o Abidos, creada por Sesostris III.

Cómo es la arquitectura del Antiguo Egipto

La arquitectura del Antiguo Egipto tiene unas características que la hacen única. Y

eso la ha convertido en un referente para otras civilizaciones coetáneas y posteriores,

inspirando en muchos aspectos a las construcciones levantadas, por ejemplo, en la Antigua

Grecia. Pero lo más fascinante es que sigue siendo imitada o reinterpretada incluso en

nuestros días por parte de los arquitectos más vanguardistas.

Una de las características más palpables en la actualidad es la estrecha vinculación de

la arquitectura del Antiguo Egipto con su religión. Por supuesto, hubo muchos edificios

de carácter civil, pero prácticamente no han llegado hasta nuestros días. En cambio, las

construcciones funerarias y religiosas son las que han perdurado en el tiempo, para

disfrute de todos los viajeros que visitan el país. Es el caso de las pirámides, los templos

y los hipogeos, entre otros, como analizamos más abajo.

Uno de los motivos por los que esas construcciones religiosas y funerarias han

sobrevivido varios miles de años es que sus materiales eran mucho más resistentes. Si

bien las viviendas y otros edificios civiles se realizaban en adobe (barro cocido), los

recintos levantados con vocación de eternidad empleaban otros mucho más duraderos,

como la piedra caliza, el granito o la arenisca. Esto les permitió sobrevivir el paso del

tiempo, y en especial, resistir los daños que periódicamente causaban las crecidas del Nilo.

Otra de las características que salta a la vista en la arquitectura del Antiguo Egipto es

su estrecha relación con otras artes plásticas. En especial, con la pintura mural y la
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escultura, en sus diferentes versiones: estatuas de bulto redondo y altorrelieves, pero

también grabados sobre las paredes a modo de bajorrelieves policromados. En ellos,

además, se trasladan a la pared los jeroglíficos, la antigua escritura egipcia que tiene un

innegable valor artístico y religioso.

Entre los recursos decorativos preferidos están la representación de los dioses, con sus

respectivos mitos, así como la idealización de los faraones. La naturaleza también sirvió de

fuente de inspiración para la ornamentación, tanto la fauna (a menudo simbolizando a

dioses concretos) como la flora. En este último caso, abundan las flores de loto, las plantas

de papiro y las hojas de palma, que se emplean muy a menudo en columnas.

A nivel constructivo, cabe indicar que la arquitectura del Antiguo Egipto se

fundamentaba siempre en estructuras muy sólidas y macizas, con muros de gran grosor

y con paramentos verticales inclinados. Además, en estos muros aparecen muy escasas

aberturas, como podrían ser ventanas, buscando dicha solidez pero también para evitar la

entrada del calor propio del desierto. Además, prácticamente la totalidad de sus estructuras

son adinteladas, aunque se han podido constatar edificios abovedados, lo que permite

suponer que tenían conocimiento del arco como recurso constructivo, en mayor o menor

medida.

Otro aspecto que se puede resaltar de la arquitectura en el Antiguo Egipto es el

carácter prominente que tomaron muchos arquitectos, una muestra del reconocimiento

que tuvieron en aquella sociedad y en particular, por los faraones. Cabe citar, por ejemplo,

el caso de Imhotep, autor de la pirámide escalonada de Saqqara para el eterno descanso

del faraón Dyeser (o Zoser), en torno al 2.650 a.C (Imperio Antiguo): este profesional
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técnico, que también fue ingeniero y médico, llegó a ser venerado como dios en tiempos

posteriores, especialmente a partir el Imperio Nuevo.

Tipologías de la arquitectura del Antiguo Egipto

Como decíamos, en la arquitectura del Antiguo Egipto se puede hablar de varias

tipologías predominantes, de carácter religioso y funerario. A continuación las

explicamos, sin olvidarnos de otros tipos de construcciones que también formaban parte de

las ciudades y los poblamientos más pequeños.

Las mastabas

No son las construcciones más famosas ni las más espectaculares de la arquitectura del

Antiguo Egipto, pero es importante conocerlas porque de ellas derivan las pirámides.

De hecho, se trataba de pequeñas construcciones en forma de pirámide truncada, es decir,


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sólo contaba con la base o tronco de esta figura geométrica, sin su cuerpo superior con

terminación en pico. Se erigían sobre enterramientos, donde originalmente se

colocaban túmulos. Con el tiempo, esos túmulos fueron derivando en bloques de adobe y

piedra, lo cual permitía crear una cámara abierta en el muro (serdab) en la que situar la

estatua del difunto, en piedra o madera. Más adelante, se fueron añadiendo galerías y

cámaras interiores.

En cuanto a sus dimensiones, llegó a tener hasta 50 metros de largo y 6 metros de alto.

En su interior, un pozo daba acceso a la cámara funeraria subterránea, donde se encontraba

el sarcófago y se realizaban los rituales. Esta cámara estaba ricamente decorada con

motivos ornamentales y escenas relacionadas con el difunto y el más allá. También son

abundantes las escenas de la vida cotidiana, por lo que se pueden considerar una

interesantísima fuente de información sobre ella, aunque se trataba de una construcción

funeraria empleada sólo en los más altos estamentos de aquella sociedad.

Hay numerosas mastabas repartidas por todo el país, pero no son representativas de

la arquitectura del Antiguo Egipto al completo: se construyeron en época

predinástica, en el Imperio Antiguo y en el Imperio Medio. Pero en el Imperio Nuevo,

en cambio, se volvieron cada vez más raras. Por ello, al tratarse de estructuras

especialmente antiguas, no siempre han llegado en perfectas condiciones hasta nuestros

días. En cualquier caso, se pueden citar como buenos ejemplos las de Shepseskaf (o el-

Faraun) o la de Hesy-re, en el entorno de Menfis, capital durante el Imperio Antiguo.


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Las pirámides de Egipto

Las pirámides no sólo son el gran icono de la arquitectura del Antiguo Egipto, sino

también uno de los grandes símbolos de aquella civilización. Eran construcciones

funerarias para el faraón y su familia. De hecho, no se construían en solitario, todo lo

contrario: eran el eje sobre el que giraban otras muchas edificaciones, creando recintos

funerario-religiosos muy amplios donde se levantaban otras pirámides más pequeñas para

mujeres y parientes, así como templos religiosos en sus inmediaciones. Incluso en

ocasiones se hacían construir residencias o palacios reales que permitieran la presencia de

los reyes durante su construcción.

Estas construcciones simbolizaban dos ideas, principalmente. Por un lado, hacían

referencia a la colina primigenia que, según las cosmogonías de la religión egipcia,


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surgió de las aguas u océano primordial. Según algunos autores, esta concepción del origen

del Universo podría estar a su vez influida por las inundaciones del Nilo, que en primer

lugar dejaban al descubierto las elevaciones del terreno tras su descenso. Y por otro lado,

serían una representación de la ascensión a los cielos del faraón, al inicio por medio de

una gran escalera (pirámides escalonadas) y posteriormente por medio de una rampa

perfecta (pirámides clásicas). En su interior se situaban galerías y cámaras que

contenían a la momia del personaje para quien la pirámide estaba construida, con rica

decoración y exvotos. En materia ornamental destacan los Textos de las Pirámides, un

derroche de conjuros y súplicas en escritura jeroglífica para asegurar al faraón vida eterna

en el más allá.

Sin embargo, cabe puntualizar que la construcción de pirámides tampoco es representativa

de toda la arquitectura del Antiguo Egipto, pues se ciñó a los periodos del Imperio Antiguo

e Imperio Medio, con alguna excepción posterior, como los faraones de la dinastía XXV, de

origen nubio, que construyeron estructuras similares pero ya en territorio del actual Sudán.

Y su periodo de esplendor se puede acotar aún más: las dinastías III y IV, momento en el

que se levantaron las pirámides clásicas.

Se han documentado más de un centenar de pirámides, aunque no todas son del

mismo tamaño y no todas han llegado hasta nosotros en iguales condiciones de

conservación. Destaca por su importancia la de Zoser (o Dyeser) en Saqqara (hacia el 2650

a.C): fue la primera en sustituir los ladrillos de barro cocido por los bloques de piedra, más

resistentes y duraderos. Su artífice fue el mencionado Imhotep, que mostró una clara

intención de lograr un resultado más perfecto.


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Poco después surgió la pirámide acodada, con caras exteriores en pendiente

decreciente hacia la cumbre, como evolución de la anterior y fase previa de las

pirámides clásicas. Se debate si este diseño era pretendidamente así o era fruto de la

incapacidad de sus constructores para lograr una pirámide de rampas perfectas.

Sea como fuere, eso llegó con la dinastía IV, hacia el 2.500 a.C, con las de Giza: no sólo

son las más famosas de la arquitectura del Antiguo Egipto, sino también las más

grandes, las más perfectas y las mejor conservadas. Hechas en piedra al completo, su

perfección geométrica sigue fascinando en la actualidad. La mayor de todas ellas es la de

Keops (o Jufru), con más de 146 metros de altura original, aunque en la actualidad no

llega a los 140 metros. No obstante, se calcula que la de Dyedefra debió de ser algo más

alta, aunque fue desmantelada posteriormente en época romana.

Progresivamente, las pirámides decrecieron, tanto en tamaño como en calidad de

materiales, pues se usó la piedra sólo para el revestimiento exterior, siendo el armazón

interior de adobe. Además, los riesgos reales de saqueos en su interior derivaron en galerías

interiores mucho más complejas. Además de las mencionadas pirámides de Zoser y Keops,

cabe citar otras como las de Kefrén y Micerinos (las otras dos famosas del conjunto de

pirámides de Giza) o la de Seneferu en Dahshur, todas ellas de gran importancia en

la arquitectura del Antiguo Egipto.


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Los templos: características y evolución

El templo es la otra gran tipología de la arquitectura del Antiguo Egipto. Su concepto

religioso es muy diferente al que se maneja en la actualidad. En aquel entonces, se trataba

más bien de la ‘casa’ de un determinado dios, y no de un lugar de culto para sus fieles,

de modo que éstos no entraban en el santuario interior. Sin embargo, su papel en la vida

de la civilización egipcia era central y cumplía, de una manera u otra, muchas funciones:

centro administrativo, social, médico, educativo, etc.

Para estas funciones se podían disponer construcciones auxiliares en adobe, mientras que el

templo en sí era de piedra. No obstante, sus características fueron evolucionando con el

tiempo, pues en época predinástica y en los primeros tiempos del Imperio Antiguo, los

templos eran más bien pequeñas capillas de adobe con techumbres vegetales, donde se
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guardaba la imagen del dios. Con el paso del tiempo acabaron convirtiéndose en templos de

piedra, ya presentes en complejos funerarios de importancia como los mencionados de

Zoser, Keops, Kefrén y Micerinos.

En esta página sobre la arquitectura del Antiguo Egipto, merecen una mención

especial los templos solares, popularizados en Heliópolis con la dinastía V, en los que

se realizaban rituales en honor del dios Ra y su poder divino. Aunque se tiene escasa

documentación sobre ellos, tendrían una estructura diferente y serían fundamentales en un

cambio de doctrina religiosa, dejando en un segundo plano la adoración a Osiris y su Duat,

propias de la teología menfita, y centrando el interés en la veneración del dios del sol Ra,

promovida en Heliópolis (‘ciudad del sol’, en griego).

Tras la crisis que supuso el Primer Periodo Intermedio, en el Imperio Medio se

construyeron recintos que aglutinaban otras edificaciones, como las mencionadas pirámides

y pequeños templos complementarios en honor de dioses. Pero en esta época se dieron

pasos hacia la concepción clásica de los templos, como fue el uso de la piedra y la

distribución de algunos de sus espacios.

Sin embargo, la época dorada de los templos egipcios llegó con el Imperio Nuevo: los

faraones abandonaron la idea de construir grandes pirámides, decantándose ahora

por otras soluciones funerarias, como los hipogeos y los speos: destinaron más recursos

a la construcción y mantenimiento de los templos religiosos, haciéndolos más grandes y

complejos. Es entonces cuando se establece la estructura clásica de estos recintos, que

contaba con una serie de espacios bastante estandarizados, como mostramos más abajo.
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El templo más sobresaliente de toda la arquitectura del Antiguo Egipto es,

probablemente, el templo de Amón en Karnak, Tebas (Luxor), en honor del dios Amón-

Ra, que se erigió como principal desde ese momento. Pero hay otros muchos destacables de

aquella época, como los de Abidos y Medinet Habu.

Tras el esplendor político y económico del Imperio Nuevo llegó una época de

inestabilidad política y social, pero eso no impidió que se continuarán construyendo

importantes templos: de hecho, durante la Baja Época y el Periodo Ptolemaico se

produjeron importantes aportaciones al concepto de templo. Por ejemplo, con los

mammisi: construcciones cercanas y relacionadas con el templo principal en las que se

veneraba el nacimiento divino, por lo que suelen estar relacionadas con divinidades de

la fertilidad o tríadas. Además, al tratarse de construcciones relativamente recientes, han

llegado mejor conservadas hasta nuestros días, en mayor número y con una belleza muy

visible. En este sentido, se pueden mencionar el espectacular templo de Isis en Filé o el

templo de Dendera.

No obstante, con el ascenso del cristianismo, la religión egipcia se fue progresivamente

apagando y con ello, sus templos se fueron abandonando. El testigo en la construcción de

templos lo tomaron los coptos, con iglesias en ciudades como Alejandría o pequeños

asentamientos monacales de retiro para los primeros eremitas. Era, por tanto, el epílogo de

la arquitectura del Antiguo Egipto.

Estructura de los templos


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Como decíamos, uno de los grandes hitos para la arquitectura del Antiguo Egipto fue la

estandarización de los templos, que comenzaron a tener esta distribución más o menos

fija:

 Dromos: avenida con esfinges a ambos lados, que dirigía a la puerta del templo.

Podía unir varios templos entre sí, o el templo con otro lugar de importancia

 Pilonos: grandes muros trapezoidales, más gruesos en la base, que hacían las veces

de puerta al recinto, pues dejaban entre sí una abertura para el paso de los fieles. Sus

paredes estaban profusamente decoradas con bajorrelieves policromados y solían

contar con banderas o enormes estandartes flanqueando dicha entrada. En este punto

también se emplazaban los obeliscos, decorados con bajorrelieves.

 Sala hipetra o patios peristilos: se trataba de un espacio descubierto en su parte

central, rodeado perimetralmente por un pórtico de columnas. Aquí era donde los

sacerdotes se encontraban con los fieles, que no podían entrar al santuario. Si el

recinto contaba con varios patios peristilos, estos estaban a su vez separados por sus

respectivos pilonos

 Sala hipóstila: espacio cubierto bajo techumbre y repleto de columnas. Esta sala

solía estar elevada con respecto al nivel del suelo. Hasta aquí podía entrar la

aristocracia, pero no el pueblo. Se iluminaba con celosías situadas en la techumbre,

dejando los laterales en penumbra. A menudo se suele hablar de auténtico ‘bosque

de columnas’, aunque sería más propio hablar de ‘mar’ u ‘océano’, puesto que la

idea que pretendía transmitir era la de las aguas primordiales, de donde emergen los

tallos de las plantas de papiro. Y los que más crecían eran los que recibían la luz
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divina, que se filtraba por las celosías, de modo que las columnas centrales e

iluminadas eran más altas que las laterales en sombra.

 Santuario: compuesto a su vez de diferentes estancias. Su acceso estaba restringido

al sacerdote y al faraón. Solían estar iluminadas de forma tenue y no eran de

grandes dimensiones. Estaban profusamente decoradas con imágenes de dioses,

mitos y faraones, todo ello policromado con colores brillantes. En estas estancias,

cabe mencionar:

o Cámara sagrada:era donde se alojaba la imagen del dios del templo, en la

que se creía que habitaba su ba o alma. Por su carácter absolutamente

sagrado, a menudo se le suele llamar sancta santorum. Podía contener una

barca, utilizada en las procesiones fuera del templo

o Otras estancias o capillas: en ellas se alojaban imágenes de otros dioses

relacionados con el patrono del templo, o bien salas donde se guardaban

exvotos u objetos rituales importantes

 Recinto y otras construcciones auxiliares: era común que el templo estuviera

rodeado por un muro de adobe, que lo protegía simbólicamente del exterior, aunque

con el tiempo también ofreció una protección defensiva-militar. En el interior de

este recinto, entre el templo y los muros, se disponían a menudo otras

construcciones auxiliares, tanto de carácter religioso (mammisi) o de otro tipo

(almacenes, centros de enseñanza, talleres de escritura, etc.)


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Obeliscos

Uno de los elementos presentes en la arquitectura del Antiguo Egipto son los obeliscos,

toda una seña de identidad de ésta. Con el surgimiento de los templos solares antes

mencionados en Heliópolis, empezarían a proliferar, y se erigían inicialmente en estos

templos como representación de la columna de agua primordial u océano (Nun) que dio

origen al Universo, sobre la cual se posaría el sol. Sin embargo, como hemos visto, su uso

se extendió posteriormente, formando parte de la estructura clásica de los templos.

Una interpretación diferente, por cierto, le dio siglos después Akhenatón (Ajenatón,

Amenhotep IV o Amenofis IV), hacia el 1.350 a.C, que los consideraba rayos petrificados

de la deidad solar que promovió como única: Atón. Estos obeliscos tienen la

particularidad de estar hechos en un solo bloque de piedra y procedían


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principalmente de canteras de Aswan, donde aún permanece uno que no llegó a ser

extraído. Además de este obelisco inacabado, se calcula que hay una treintena, muchos

de los cuales fueron sacados del país para decorar otras ciudades del mundo, como Roma,

París o Nueva York.

Hipogeos y speos

A medio camino entre la función religiosa y la funeraria encontramos los hipogeos y

los speos, dos tipologías muy características de la arquitectura del antiguo Egipto. Los

hipogeos eran galerías subterráneas excavadas en la roca con el objetivo de alojar los

sepulcros de miembros de la realeza o de la alta sociedad egipcia, tras el abandono

progresivo de otras estructuras funerarias más llamativas, como las pirámides y las

mastabas.
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Uno de los motivos que propiciaron este cambio fue la búsqueda de mayor seguridad y

discreción para evitar expolios y profanación de momias, algo que se producía con

frecuencia en las pirámides. Y recordemos que una condición indispensable para que el

difunto alcanzara la vida eterna en el más allá era la conservación intacta de su

momia.

Este tipo de construcción ya existía en el Imperio Antiguo, cuando la capital era Menfis,

pero tuvo su máximo esplendor a partir del Imperio Medio y, sobre todo, durante el Imperio

Nuevo, sustituyendo definitivamente a las pirámides como construcción funeraria. Hay

numerosos hipogeos repartidos por diferentes puntos del país, pero los más destacados

son los del Valle de los Reyes, en la antigua Tebas (actual Luxor), todo un icono de

la arquitectura del Antiguo Egipto.

Los hipogeos son muy discretos exteriormente, pues tienen entradas que se mimetizan

con la fachada rocosa y pasan prácticamente inadvertidas. Pero una vez dentro, pueden

alcanzar una gran riqueza decorativa en sus galerías, especialmente en la central que da

acceso a las cámaras anexas, donde se situaban los sarcófagos. Ahí es habitual encontrar

bajorrelieves policromados y jeroglíficos, con escenas similares a las que se pueden ver en

los Libros de los Muertos.

Los speos, por su parte, son también construcciones excavadas dentro de la roca,

generalmente una colina, vaciando su interior para la formación de diferentes

espacios. En estos casos, su exterior sí es monumental, con elementos arquitectónicos muy

visibles y esculturas grandiosas. A diferencia de los hipogeos, combina la función

religiosa y la función funeraria, pues se construían para proteger y recordar al faraón,

aunque no contenía su sarcófago. Algunos de ellos reciben el nombre de hemispeos, pues


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una parte del recinto es una construcción exenta y la otra, la más sagrada, permanece

excavada en la colina.

Estas construcciones no son exclusivas de la arquitectura del Antiguo Egipto, pero es

aquí donde se encuentran los ejemplos más destacados a nivel mundial. El más

espectacular de todos es, sin duda, Abu Simbel, situado en el extremo sur del país, junto al

Lago Nasser y cerca de la frontera con Sudán. De hecho, su gran artífice, Ramsés II, lo

construyó en este lugar para conmemorar la batalla de Kadesh (1274 a.C), que quedó en

tablas con los hititas aunque este faraón quiso convertirla en victoria, avisando de su poder

a los vecinos nubios con este megaproyecto. Un gran speos está dedicado a este faraón, con

esculturas gigantes en las que se mezclan rasgos de su persona y atributos de dioses.

Muy cerca se encuentra otro speos pequeño, dedicado a su esposa Nefertari. También

cabe citar el hemispeos del templo funerario de la faraona Hatshepsut, en el complejo

de Deir el Bahari, cerca del Valle de los Reyes, con un gran recinto exento y una zona

excavada perfectamente integrada con el entorno.

Otras construcciones civiles y militares

Lógicamente, la arquitectura del Antiguo Egipto no sólo se compone de construcciones

religiosas y funerarias, sino que en sus ciudades y asentamientos también había otras de

carácter civil y militar. Por lo que respecta a las viviendas, no se conservan grandes

vestigios de ellas, principalmente por estar hechas en materiales más pobres, como los

ladrillos de barro cocido o adobe.

No obstante, los estudios arqueológicos permiten indicar que las casas solían contar

con un salón principal y central, con columnas y luz cenital. A su alrededor se disponían
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las habitaciones. Y en un espacio exterior, el jardín y/o terrazas, donde se plantaban hileras

de palmeras. También solían contar con una bodega subterránea, que representaba el

espacio mejor aislado y más estable térmicamente, ideal para la conservación de alimentos.

Un rasgo característico de estas viviendas es la casi total ausencia de ventanas, en este caso

para evitar la entrada de calor sofocante.

Las viviendas más interesantes y mejor conservadas son las de Amarna y Deir el-

Medina, aunque son yacimientos arqueológicos menos impactantes que otros

monumentos de la arquitectura del Antiguo Egipto. No obstante, tienen gran

importancia en la Egiptología, pues permiten conocer diferentes aspectos de la cultura

cotidiana de aquellas gentes.

Los palacios y residencias reales eran también edificios destacados dentro de la

arquitectura del Antiguo Egipto, pero por desgracia no han llegado hasta nuestros días.

Al contrario que las ‘moradas para la eternidad’ (sus construcciones funerarias), no se

mantienen en pie las moradas terrenales de los faraones. No obstante, las tenemos que

imaginar muy suntuosas y espaciosas, decoradas profusamente con colores vivos y

ornamentación de carácter natural, donde había grandes espacios interiores (salón del

trono, salas de recepción, salas de harén) y exteriores (jardines, estanques artificiales, etc.).

Este tipo de construcciones están presentes en todas las épocas, ya desde el Imperio

Antiguo, pues se han podido identificar palacios en, por ejemplo, los recintos funerarios de

Giza. Pero los ejemplos mejor documentados los encontramos en el periodo del Imperio

Nuevo, especialmente con Amenofis III y con su sucesor Amenofis IV (Akhenaton), que se

construyeron sus propias residencias reales en Malkatta y en Amarna, aunque apenas

quedan ya sus vestigios arqueológicos.


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Poco numerosas son también las fortalezas egipcias que conocemos en la actualidad,

algo que llama la atención si tenemos en cuenta la longevidad de esta civilización (más

de tres milenios) y si lo comparamos con otras coetáneas, como la mesopotámica, que sí

fueron más prolíficas en castillos y murallas. Un motivo que podría explicar este hecho

es la protección natural que ofrecían los desiertos situados a cada lado del Nilo, algo

que dificultaba los ataques extranjeros, aunque eso no impidió que se produjeran invasiones

en algunos momentos de su historia.

En cualquier caso, los trabajos arqueológicos recientes están sacando a la luz algunas

fortalezas militares. Las más importantes son quizás las Murallas Blancas de Menfis, gran

capital durante el Imperio Antiguo y ciudad de referencia en todos los periodos, por su

simbolismo. De hecho, según la leyenda, fueron erigidas por el mítico rey Menes y por ello,

cada nuevo faraón que ascendía al trono, promovía una procesión ritual a su alrededor.

Otras muralles estaban situadas en áreas de frontera o en lugares por donde podrían

acceder las tropas extranjeras. En este sentido, cabe citar las fortificaciones descubiertas

en el entorno del actual Canal de Suez, como la de Tharu o la de Tell el Kadwa.

Más visibles son las de la Baja Nubia: están situadas en el territorio del actual Sudán,

pero se pueden clasificar dentro de la arquitectura del Antiguo Egipto, pues las

construyeron faraones del Imperio Medio (como Sesostris I o Sesostris III, de la dinastía

XII) y las ampliaron otros durante el Imperio Nuevo. Es el caso de la fortificación de

Buhen, en el entorno de la segunda catarata del Nilo, construida como las otras para asentar

la frontera sur con el antiguo Reino de Kush.

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