Ontología y Epistemología en Una Ciencia
Ontología y Epistemología en Una Ciencia
Ontología y Epistemología en Una Ciencia
Antioquia
ISSN: 0120-2510
bolant@antares.udea.edu.co
Universidad de Antioquia
Colombia
Murillo Sencial, Zakik. 2005. “Ontología y epistemología en una ciencia sin objeto:
lineamientos para una antropología de las cosas que no existen”. En: Boletín de
Antropología Universidad de Antioquia, Medellín, volumen 19 No. 36, pp. 269-298.
Texto recibido: 02/05/2005; aprobación final: 17/08/2005.
1 “¿Debemos limitarnos a describir lo mejor posible las concepciones de la naturaleza que dife-
rentes culturas han producido en diferentes momentos o debemos buscar principios generales
de orden que nos permitan comparar la diversidad empírica aparentemente infinita de los
complejos de naturaleza y cultura?” (Descola; en Descola y Pálsson, 2001: 104).
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han escapado a esa tendencia iconoclasta”,2 pero la verdad es que “ir más allá del
dualismo abre un paisaje intelectual completamente diferente, un paisaje en el que
los estados y las sustancias son sustituidos por procesos y relaciones” (Descola y
Pálsson, 2001: 23).
Detengámonos ahí un momento. ¿Qué significa que los estados y sustancias
son sustituidos por procesos y relaciones? ¿Las relaciones de qué con qué? Y si
no sabemos responder a esta pregunta de una manera simple, directa y sin rodeos,
¿cómo vamos a responder a la pregunta por los procesos?, ¿cómo es posible observar
el cambio en “algo” sin antes saber qué es ese algo? Según versa la tradición, una
ciencia para ser ciencia primero debe definir cuál es su objeto (por el camino que sea),
y luego debe “demostrar” que el conocimiento derivado de la observación de dicho
objeto es cierto: es decir, demostrar que el ser de la cosa observada es aprehendido
por el entendimiento, y por tanto vinculado a un sistema de valores de verdad en
los cuales se inscribe un sentido de realidad. Esto es, muy sucintamente, y en pocas
palabras, lo que se ha llamado el método hipotético-deductivo. En él se ha encarnado
el modelo de la certeza y de la verdad, y en su eficacia se inscribe la nueva fe.
La nueva fe es aquella que confía plenamente en el poder de la ciencia para
presentar lo que es, su orden inherente; disipar la incertidumbre, reducir el riesgo,
y posibilitar el acceso a la verdad, ignorando reiteradamente que ciencia significa
método, sólo método, no verdad. De ahí que
El orden est[é] ocupado en la guerra de la supervivencia. Lo otro del orden no es otro
orden: tan sólo el caos es la alternativa. Lo otro del orden es el hedor de lo indeterminado
e impredecible. Lo otro es la incertidumbre, el origen y arquetipo de todo temor. Los
tropos del “otro orden” son: indeterminación, incoherencia, incongruencia, incompati-
bilidad, ilogicidad, irracionalidad, ambigüedad, confusión, inexpresividad, ambivalencia
(Bauman, 1996: 81).
2 Continúan aclarando estos autores: “Si categorías analíticas tales como la economía, el totemis-
mo, el parentesco, la política, el individualismo e incluso la sociedad han sido caracterizadas
como construcciones etnocéntricas, ¿por qué no iba a pasar lo mismo con la disyunción entre
naturaleza y sociedad?” (Descola y Pálsson, 2001: 23).
3 Un complejo no del todo injustificado, pues mientras en la física teórica la moda del materialismo
como principio ontológico ya cayó en desuso, en las ciencias sociales la posición más vanguar-
dista en contra del dogmatismo religioso y las creencias raras es el argumento positivista del
materialismo, como si éste fuera la mejor conquista del pensamiento moderno, y como si ese
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de una disciplina científica particular; por esto Descola y Pálsson también se atreven
a ir más allá de las fronteras de las ciencias sociales4 y proponen toda una revisión
del mundo tal como lo entendemos hoy día. Esto es posible porque el problema ya
no es “cómo conocemos” sino la posibilidad misma del conocer, pues, disuelto el
sujeto en los imperativos del positivismo lógico, el determinismo, el reduccionismo
y el materialismo, y disuelto el objeto en una teoría de las clasificaciones, el rela-
tivismo absoluto, el constructivismo, y el individualismo, no nos queda más que
maravillarnos del acto mismo de estar conscientes y de la posibilidad de conocer
algo más allá de lo obvio. Ese es el punto. El núcleo del problema es el acceso a la
verdad, su constatación, su construcción y su transmisión. Volveré sobre este punto
más adelante.
Para nadie es un secreto que la antropología tiene problemas con la multiplici-
dad de acepciones que tiene su objeto. Todos conocemos por una u otra vía alguna
hijo fuera nuestro. Pero lo más grave es que ese pensamiento ya se instaló, ya hizo carrera y se
supone parte del patrimonio de las ciencias sociales, y de ahí que se considere inútil saber más
de la actualidad de las ciencias en general, como si estas no afectaran el desarrollo de la antropo-
logía y como si ya hubiesen dicho lo que tenían que decir acerca de la naturaleza de la realidad.
Para la muestra un botón que ejemplifica que las cosas no son así: “¿cuál es la probabilidad
de que, puramente por azar, el Universo tuviera una singularidad inicial que pareciera siquiera
remotamente [a la que dio origen al universo actual]? La probabilidad es menor que una parte
en 10 a la 10 a la 123. ¿De dónde procede esta estimación? Se deriva de una fórmula de Jacob
Beckenstein y Stephen Hawking relativa a la entropía de los agujeros negros […] ¿Qué dice esto
sobre la precisión que debe estar implicada en la puesta en marcha de la Gran Explosión? Es real-
mente muy, muy extraordinaria. He ilustrado la probabilidad en un dibujo del Creador, que apunta
con una aguja minúscula al punto del espacio de fases que representa las condiciones iniciales a
partir de las que debe haber evolucionado nuestro universo si tiene que parecerse remotamente
al Universo en que vivimos. Para apuntar, el Creador tiene que localizar dicha punta en el es-
pacio de fases con una precisión de una parte en 10 a la 10 a la 123. Si yo pusiera un cero en
cada partícula elemental del Universo, seguiría sin poder escribir todo el número. Es un número
inimaginable. He estado hablando de precisión, de cómo encajan las matemáticas y la física con
precisión extraordinaria. He hablado también sobre la segunda ley de la termodinámica, que a
menudo se considera como una ley bastante difusa —se refiere a la aleatoriedad y al azar— y,
pese a todo, hay algo muy preciso oculto bajo esta ley. Tal como se aplica al Universo, tiene que
ver con la precisión con la que fue fijado el estado inicial. Esta precisión debe tener algo que ver
con la unión de la teoría cuántica y la relatividad general, una teoría que no tenemos” (Penrose,
1999: 47). No sobra aclarar que es la termodinámica la que está en el centro del problema de los
sistemas complejos adaptativos.
4 “Es realista suponer que el medio ambiente es importante y que para comprender tanto a la
humanidad como al resto del mundo natural la antropología, la ecología y la biología necesitan
nuevos tipos de modelos, perspectivas y metáforas. Esto podría requerir una revisión fundamental
de la división académica del trabajo, y, en particular, la eliminación de las fronteras disciplinarias
entre las ciencias naturales y las sociales” (Descola y Pálsson, 2001: 26).
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5 Para la muestra un rápido inventario: 1. La cultura es esa totalidad que incluye conocimientos,
creencias, arte, moral, leyes, costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos
por el hombre como miembro de la sociedad (Edward Burnett Tylor). 2. La cultura corresponde
a un patrón transmitido de significados que se encarna en símbolos, lo que permite a los hom-
bres comunicarse, perpetuarse y producir conocimiento y actitudes frente a la vida (Clifford
Geertz). 3. La cultura es todo aquello que un individuo, en una sociedad, tiene que saber o creer
para conducirse aceptablemente en ese contexto (Ward Goodenough). 4. La cultura consiste en
sistemas de significados aprendidos y comunicados mediante sistemas de símbolos, con funcio-
nes representacionales, directivas y afectivas (D’Andrade). 5. La cultura es un continuo extra
somático de cosas y eventos, confinado a la simbolización, y puede consistir en herramientas,
instrumentos, utensilios, ropa, ornamentos, costumbres, instituciones, creencias, obras de arte,
etc. (Leslie White). 6. La cultura son los patrones compartidos de conducta —juntos con sus
significados— que las personas aprenden para participar dentro de un grupo (Whitten y Hunter).
7. La cultura es un atributo social de orden especial por su complejidad, y que se refiere a los
modelos de conducta de quienes participan en un grupo y a las situaciones sociales que conciernen
al conocimiento, las costumbres, etc. (Wolfgang Fikentscher) (véase Singer, 1974; Kahn, 1975;
Hunter y Whitten, 1981; Bonte e Izard, 1996; Barfield, 2001).
6 “¿Cuántas y cómo han de ser las similitudes para construir una cultura? La tradición varía a veces
de aldea en aldea y de casa en casa. Si hubiera culturas definidas, bastaría con trazarlas sobre
un mapa. Como no es posible, no podemos confiar en estar manejando unidades homogéneas y
equivalentes si antes no hemos definido los criterios para trazar los límites” (González Echevarría,
1987: 266); “… de la misma manera que Goodenough ha subrayado que los trabajos de Murdock
han impulsado la crítica a los conceptos teóricos de la antropología, la crítica de Barnes apunta
a la necesidad de analizar con más detalle las implicaciones de los distintos constructos a los
que denominamos ‘cultura’” (González Echevarría, 1987: 266); “Para que la antropología se
desarrolle desarrollando teorías que puedan contrastarse, mejorarse y desecharse es necesario
que estas teorías se puedan poner a prueba. Por el tipo de proposiciones que incluyen, la mayor
parte de las teorías antropológicas son susceptibles de contrastación. Pero hay un aspecto que
las hace más difícilmente criticables […] y es la vaga definición de su dominio de aplicación”
(González Echevarría, 1987: 268).
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9 “Si la ciencia se concibe desde las trincheras de los epistemólogos el problema se hace irreso-
luble, basta […] con cambiar la concepción de la práctica científica para disipar las dificultades
artificiales [… entonces es posible entender que] la propia noción de cultura es un artefacto
creado al poner entre corchetes la naturaleza. Cultura —diferente o universal— no existe más
de lo que lo hace la naturaleza, y ésta es la única base posible para la comparación. Tan pronto
como tomamos en cuenta las prácticas de mediación como las prácticas de purificación, descu-
brimos que los modernos no separan los humanos de los no-humanos más de lo que los ‘otros’
superponen signos y cosas” (Latour, 1993 [1991]: 104; la traducción es mía).
10 “Permítasenos suponer que la antropología, habiendo regresado de los trópicos, se propone re-
configurarse a sí misma ocupando una posición triplemente simétrica. Usa los mismos términos
para explicar la verdad y los errores (éste es el primer principio de simetría); estudia la producción
de humanos y de no-humanos simultáneamente (éste es el principio de simetría generalizada);
finalmente, se abstiene de hacer cualquier declaración a priori respecto a lo que distingue a los
occidentales de otros. Seguramente perderá exotismo, pero ganará nuevos campos de estudio
que permitirán analizar el mecanismo central de todos los colectivos, incluidos aquellos a los que
pertenecen los occidentales” (Latour, 1993 [1991]: 103).
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del cuerpo, en elecciones prácticas y rituales apresurados, en todas esas pequeñas cosas
que “no hace falta decir” (Bloch, 1992). Los antropólogos reconstruyen esos modelos
mentales de la práctica, principalmente no verbales, a partir de fragmentos y retazos de
actos aparentemente insignificantes y afirmaciones sueltas de toda índole, que entretejen
para producir patrones significativos […] ¿Esos patrones significativos están representados
como lineamientos para guiar la acción en la mente de las personas que estudiamos o son
simplemente planos para nuestras propias interpretaciones etnográficas? Mi razón para
favorecer la primera opción es que, aun cuando la mayoría de los miembros de cualquier
comunidad dada sean incapaces de expresar con claridad los principios elementales de
sus propias convenciones culturales, en su práctica parecen conformarse a un conjunto
básico de patrones subyacentes (Descola, 2001: 106).
Digo que esto sorprende porque, simple y llanamente, Descola está inmerso
en el más difícil y profundo de los dualismos, es decir, el dualismo que habla crítica
y analíticamente del dualismo; o, puesto de otra manera, el dualismo ontológico
que habla críticamente del dualismo epistemológico, como si la división entre on-
tología y epistemología no fuera precisamente el problema, y como si el problema
del dualismo fuera un problema puramente epistemológico. Para entender esto sólo
basta con remitirse a Descartes y entender lo que implican las categoría que él usó
para describir y prescribir dicha separación, es decir, sólo basta con entender que
entre res cogitans y res extensa hay una distancia no sólo de estados y esencias:
también hay una separación entre ontología y epistemología, de ahí el cogitans, y
de ahí, también, el extensa, es decir, lo mensurable, cuantificable, etc. Entender que
esta separación no es real implica dar respuesta a cuestiones como por ejemplo la
continuidad de la causalidad en el dominio de la así llamada res cogitans; o, puesto
de otra manera, ¿existen causas y efectos en el acto mismo del conocer? ¿Cuál es
la base ontológica de la causa y del efecto en el acto de pensar, de percibir o de
imaginar, o aun, de soñar? En mi experiencia etnográfica con las comunidades
kággaba de la Sierra Nevada de Santa Marta, esta cuestión adquirió una dimensión
explícita cuando un indígena me describió el sentido de la vida como un proceso
causal que implicaba un control de la atención, control que se interpreta como el
pago por deudas adquiridas al dejar que el pensamiento vague indefinidamente sin
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rumbo, sin conciencia; visto así, entonces, el ideal kággaba es alcanzar un estado
en el que mente y cuerpo son una sola cosa; en sí misma, y este estado se describe
como un valor: una vez alcanzado se entiende que se pagaron todas las deudas que
lo atan a uno a este mundo “plano”, “insípido” y “ambivalente”. Cuando se habla de
este valor se expresa como “iskími aluna hangu ité”, un solo pensamiento; en dicho
estado el cuerpo tampoco es el corriente, pues es un cuerpo sin orificios, un cuerpo
puro, como el cuerpo de los inocentes, es decir, de los niños pequeños, y por eso a
los que alcanzan este estado se les llama los nacidos dos veces.
Miremos el asunto en detalle. En primer lugar, decir que “con excepción de la
tradición científica occidental, en general las representaciones de los no humanos
no se basan en un corpus de ideas coherente y sistemático” (Descola, 2001: 106)
es producir una afirmación absolutamente etnocentrista, a priori y sin fundamento,
es decir, falsa. Razón tiene Latour al proponer lo que propone y decir lo que dice.
Mientras no desmontemos de nuestra forma de pensar este tipo de deslices, lapsus,
juicios de valor o lo que sea, nunca vamos a entender qué es lo que está diciendo el
otro y tampoco vamos a ver nada significativo que nos permita inferir los patrones
subyacentes que estamos buscando: sólo vamos a ver lo que nosotros mismos nos
permitamos ver. Ese es el complejo de inferioridad del que venimos hablando, ese
es el poder que le adjudicamos a la matematización del mundo, ese es el poder que
le atribuimos a la cantidad y que le quitamos a lo cualitativo, esa es nuestra pecu-
liar forma de inclinarnos por el orden en oposición al desorden, o si no, ¿qué es un
corpus coherente y sistemático?, ¿acaso no es orden?, ¿puede haber una forma más
maravillosa de nombrar el orden en que confiamos?
A mi modo de ver, es probable que “las representaciones de los no humanos” en
la tradición científica sean sistemáticas, voluminosas y hasta extensas (y absurdamente
aburridas), pero concederles la exclusividad de la coherencia es un tanto complejo,
por decir lo menos, pues ya de entrada calificamos al resto como in-coherentes, es
decir, falsas (como mínimo).11 ¿Podemos realmente afirmar que “las representaciones
de los no humanos” distintas a las generadas en la tradición científica occidental son
in-coherentes? Seguramente habrá “representaciones” que no sean sistemáticas, pero
sí medianamente coherentes, y seguramente habrá las que no sean coherentes, y es
también muy probable que existan algunas o muchas que sean sistemática y delibe-
radamente incoherentes (Baco, Dionisio, Teonacatl, Kali, etc.), pero, hablando de
relaciones y procesos, nuestras sistematicidad y coherencia pueden haber acarreado
la inestabilidad definitiva del sistema ambiental planetario y engendrado la semilla
de la autodestrucción radiactiva por vía de la polarización generalizada. Asimismo,
es probable que los sistemas simbólicos manifiesten propiedades emergentes más
12 “Ecuánime: latín aequanimis, de aequus: igual, y animus: disposición de espíritu, razón, buen
sentido. Siglo XV-Imparcial” Corripio (1973), Diccionario etimológico general de la lengua
castellana. Un valor que podría asociarse a la reciprocidad generalizada; sin embargo, hay que
anotar que la ecuanimidad no implica un intercambio o relación con otro: por el contrario, lo
más sobresaliente en la ecuanimidad es que es una relación consigo mismo, antes que con el
mundo, y es de esta relación consigo mismo que se desprende su sentido para con los otros y
con el mundo.
13 Esta “verdad” la pude experimentar en carne propia cuando un pariente agotó todas las alternativas
que le ofrecía la ciencia médica ortodoxa, y ante la imposibilidad de resolver el problema del
padecimiento, el prestigiosísimo neurólogo le recomendó la acupuntura; cuál sería mi sorpresa
cuando el eminente doctor contestó a una irónica pregunta mía que él no le recomendaba la
acupuntura porque se quisiera deshacer del paciente, sino porque la acupuntura “oficialmente”
sí era eficaz en el tratamiento de la sintomatología de la que hablábamos, y que la única salvedad
era respecto al estatus científico del procedimiento, pues no se aceptaban los principios de los
que partía ni las entidades a las que hacía referencia (canales, energías, etc.).
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14 “La acupuntura es un componente del sistema de cuidado de salud de China que puede rastrearse
por lo menos 2.500 años hacia el pasado. La teoría general de la acupuntura se basa en la pre-
misa de que hay patrones de flujo de energía [Qi] a través del cuerpo, que son esenciales para la
salud. Se cree que las rupturas en este flujo son responsables de la enfermedad. La acupuntura
puede corregir desequilibrios de flujo en puntos identificables cerca de la piel. La práctica de
la acupuntura para tratar condiciones patofisiológicas identificables era escasa en la medicina
[norte]americana hasta la visita del presidente Nixon a China en 1972. Desde ese momento, se
ha dado una explosión del interés en la aplicación de la técnica de acupuntura a la medicina
Occidental, en los Estados Unidos y en Europa. La acupuntura describe a una familia de proce-
dimientos que involucran el estímulo de lugares anatómicos en la piel mediante una variedad
de técnicas. En la acupuntura americana hay una variedad de acercamientos al diagnóstico y
el tratamiento que incorporan tradiciones médicas de China, Japón, Corea y otros países. El
mecanismo de estímulo de puntos de acupuntura más estudiado emplea la penetración de la
piel con agujas metálicas, sólidas y delgadas, que se manipulan manualmente o por estímulo
eléctrico. La mayoría de los comentarios que se encuentran en este informe están basados en
datos que vinieron de este tipo de estudios. El estímulo de estas áreas por moxibustión, presión,
calor, y láser se usa en la práctica de la acupuntura, pero debido a la escasez de estudios estas
técnicas son más difíciles de evaluar […] La acupuntura como una intervención terapéutica
es extensamente practicada en los Estados Unidos. Ha habido muchos estudios de su utilidad
potencial. Sin embargo, muchos de estos estudios proporcionan resultados equívocos debido
al diseño, el tamaño de la muestra y otros factores. El problema es más complicado aún, dadas
las dificultades inherentes en el uso de controles apropiados tales como el placebo y los grupos
de acupuntura falsos (estafa). Sin embargo, han surgido resultados prometedores, por ejemplo,
la eficacia de la acupuntura en adultos con náusea y vómito post-operatorio o post-quimiote-
rapia, y sobre todo con el dolor dental postoperatorio. Hay otras situaciones como la adicción,
la rehabilitación de un golpe, el dolor de cabeza, los calambres menstruales, el codo del tenis,
la fibromyalgia, el dolor myofascial, la osteoartritis, el dolor de espalda bajo, el síndrome del
túnel carpiano y el asma, para las cuales la acupuntura puede ser útil como un tratamiento ad-
junto o como una alternativa aceptable, o ser incluida en un programa de manejo comprensivo.
Es probable que la investigación posterior devele áreas adicionales donde las intervenciones
con acupuntura son útiles. Los resultados de la investigación básica han empezado a elucidar
los mecanismos de acción de la acupuntura, incluida la secreción de opiáceos y otros péptidos
en el sistema nervioso central y la periferia, además de cambios en la función neuroendocrina.
Aunque aún es necesario lograr mucho, la aparición de mecanismos plausibles para los efectos
terapéuticos de la acupuntura genera entusiasmo. La introducción de la acupuntura en la opción
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sino en las dinámicas del poder detrás de los sistemas de conocimiento: qué tenga
que ver eso con la definición ortodoxa e internalista de ciencia es un misterio que
es de otros resolver. Aún si explicamos la efectividad de la acupuntura en términos
de opiáceos, péptidos y cambios en el sistema neuroendocrino, esto de por sí no
explica cómo hicieron los chinos hace 2.500 años para desarrollar un conocimiento
tan preciso, sistemático, coherente y efectivo observando cosas que no existen, es
decir, canales, flujos de energías y puntos según un orden cosmológico y ontológico
que vincula el microcosmos con el macrocosmos.
Sin embargo, para entender adecuadamente por qué el dualismo implícito
de Descola es tan difícil de percibir tenemos que indagar más profundamente en
sus postulados, especialmente, de nuevo, cuando afirma que “con excepción de la
tradición científica occidental, en general, las representaciones de los no humanos
no se basan en un corpus de ideas coherente y sistemático”. A mi modo de ver lo
que está implícito en esta afirmación es una de las convicciones más arraigadas del
pensamiento científico. Según esta verdad, existe una separación real entre epistemo-
logía y ontología, y el corolario de esta categórica afirmación es que quien confunda
estos dos niveles es un premoderno (que es lo que quiere decir la primera parte de
la frase, “con excepción de la tradición científica occidental”). Esta distinción es la
que nos permite creer en el proyecto científico mismo, y es la que le da sentido a la
búsqueda de un “marco analítico unificado” en que existen “patrones generales”,
“tendencias”, “patrones significativos” o “patrones subyacentes”. Llámense como
se llamen, la idea es la misma: el factor común que permitiría comparar, tipificar,
generalizar y, por último, correlacionar espacio-temporalmente un sistema de ele-
mentos y relaciones (o de relaciones, y relaciones en tanto elementos). El último
paso es la deducción lógica de “estructuras” particulares a partir de dicho “marco
de modalidades de tratamiento disponibles al público está en sus fases tempranas. Los temas de
entrenamiento, licencias y reembolso aún no se han clarificado. No obstante, se tiene la eviden-
cia suficiente de su valor potencial para la medicina convencional como para animar nuevos y
más amplios estudios. Hay evidencia suficiente del valor de la acupuntura como para extender
su uso en la medicina convencional y animar estudios extensos de su fisiología y valor clínico”
(La acupuntura. NIH, Declaración de Acuerdo 1997 3-5 de noviembre; 15(5): 1-34). “Las […]
Declaraciones [del NIH] son preparadas por un panel de expertos no defensivo y no federal,
basado en (1) las presentaciones de investigadores que trabajan en las áreas pertinentes a las
preguntas del acuerdo general durante una sesión pública de 2 días; (2) las preguntas y declara-
ciones de asistentes hechas durante períodos de discusión abiertos que hacen parte de la sesión
pública; y (3) las deliberaciones cerradas del panel, realizadas durante el resto del segundo día y
la mañana del tercero. Esta declaración es un informe independiente del panel de expertos y no
es una declaración de política del NIH o el Gobierno Federal. La declaración refleja la valoración
del tablero a partir del conocimiento médico disponible en el momento en que la declaración fue
escrita. Así, proporciona una ‘foto instantánea’, en un momento en el tiempo, sobre el estado de
conocimiento en el tema de la conferencia. Al leer la declaración, tenga presente que la investi-
gación médica está acumulando nuevo conocimiento” (Op. cit., nota aclaratoria consignada en
el mismo documento. Traducción realizada por Lucas Mateo Guingue).
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Relaciones de
Sistemas de mediación Modos de categorización
objetivación
Clasificación por atributos y
Animismo Continuidad Reciprocidad
propiedades
Totemismo Reciprocidad balanceada
Discontinuidad Clasificación por similitud
Naturalismo Reciprocidad negativa
Protección Dominación
jeto y el ontos del objeto,16 entidades que se vinculan a partir de ella, de la relación
misma. No se trata pues de tres “cosas” distintas, sino de tres dimensiones de una
misma cosa.17 Dimensiones que condicionan la relación, la definen y la crean, y la
re-crean. De ahí que la analogía explicativa sea precisamente el parentesco en su
conjunto finito de variaciones (entendimiento que se constituye en uno de los grandes
logros de la antropología):
[…] quizá pueda explicar mejor mi posición mediante la analogía de los sistemas de pa-
rentesco. Esa esfera de la práctica social está estructurada por una combinación de reglas
de alianza matrimonial, principios ordenadores del dominio social por terminologías y
modos de comportamiento, e ideas acerca de la compatibilidad e incompatibilidad entre
sustancias corporales y entre elementos discretos que definen la atribución y la transmi-
sión de derechos e identidades, tanto colectivos como individuales. Así, los sistemas de
parentesco organizan modos de relación, modos de clasificación y modos de identificación
en una variedad de combinaciones que están lejos de haber sido descritas y comprendidas
en forma exhaustiva, pero que muchos antropólogos están dispuestos a tratar como un
grupo de transformaciones finito. Me parece que la objetivación social de no humanos
es igualmente estructurada por una combinación de modos de relación, modos de clasi-
ficación y modos de identificación, y creo que se le podría aplicar un tratamiento similar
(Descola, 2001: 107).
Lo que surge de este modelo son tipos de cosmovisiones, o mejor, lo que surge
es el espacio de posibilidad de un conjunto finito de variaciones epistemológicas,
o de formas de ver el mundo, de relacionarse con él, y de entender el lugar propio
en ese mundo. Descola lo expresa muy claramente cuando dice: “las entidades que
forman nuestro universo sólo tienen significado e identidad a través de las relaciones
que las constituyen como tales” (Descola, 2001: 106).
Está claro que Descola está buscando un principio epistemológico que esté
más allá de aquellos cartesianos que proclaman estados y sustancias; una base para
16 ¿Dos instancias de una misma cosa?, ¿dos cosas?, ¿una misma cosa?
17 Lo que sea que esto pueda significar, dado que no se trata de una categoría analítica que sólo existe
en la mente del científico, pues en sí misma tampoco es nada, y sin embargo su fenomenología
se hace patente y se manifiesta su incidencia en la configuración de la realidad social.
Ontología y epistemología en una ciencia sin objeto... / 283
18 “Asombra descubrir que las aparentes y monolíticas estabilidades tras una mente única y un self
único sean a su vez efímeras y se reconstruyan continuamente en el ámbito de células y molé-
culas. Esta extraña situación —paradoja aparente más que real— tiene una explicación sencilla:
aunque los bloques de construcción de nuestro organismo se remplazan con regularidad, el diseño
arquitectónico de sus diversas estructuras se conserva prolijamente. Hay un Bauplan para la vida
y nuestros cuerpos son una Bauhaus. No somos meramente perecibles al final de la vida. La
mayoría de nuestras partes fallece durante la vida, para ser sustituida por otras partes perecederas.
Los ciclos de vida y muerte se repiten muchas veces en el lapso de una vida: algunas células de
nuestro cuerpo sobreviven una semana, la mayoría no dura más de un año; excepción son las
preciosas neuronas de nuestro cerebro, las células musculares del corazón y las de los cristalinos
del ojo. Gran parte de los componentes que no se sustituyen —como las neuronas— cambia
gracias al aprendizaje (De hecho, puesto que nada es sagrado, incluso algunas neuronas pueden
ser remplazadas). La vida hace que las neuronas se comporten de distinta manera alterando, por
ejemplo, la manera en que se conectan con otras. Ningún componente permanece igual mucho
tiempo, y las células y los tejidos que constituyen nuestros cuerpos actuales en gran parte no son
los mismos que poseíamos al ingresar a la universidad. Lo que permanece invariable, en buena
parte, es el plan de construcción de la estructura de nuestro organismo y los puntos fijados para
la operación de sus partes. Digamos, el espíritu de la forma y el espíritu de la función” (Damasio,
2000: 164). Sin parecer muy pesado, quisiera resaltar para el lector la expresión: “las preciosas
neuronas de nuestro cerebro”, y lo que esto implica en términos de identificación y de “las pro-
piedades de objetivación de las prácticas sociales”, expresión frente a la cual podría preguntarse
por “las preciosas células de nuestro corazón” o “las preciosas células de nuestro cristalino”; un
ejercicio de antropología hermenéutica que bien serviría retener para el entendimiento de lo que
acá se expone. Por otro lado, qué decir respecto a la ontología de la conciencia cuando se dice
que lo que somos en última instancia es “el espíritu de la forma y el espíritu de la función”, que
es esto lo que realmente permanece y es constante: ¿no es lo mismo que dice Descola respecto
a la relación?
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nosotros, los occidentales cultos?, ¿desde qué lugar privilegiado19 mira la antropo-
logía las condiciones de posibilidad de no importa qué sistema de conocimiento y
representación del mundo?, ¿no es ésta una regresión ad infinitum?; planteado de
otra forma, ¿es la cultura la base epistemológica de la epistemología?, y si así es
(cualquier cosa que eso pueda significar), ¿cuál es la base ontológica de la cultura
tal como la define Descola?, o también, ¿cuál es la relación entre epistemología y
ontología?, ¿separarlas no es ya cartesianismo, dualismo, etc.? Preguntas difíciles,
sin lugar a dudas. Pero esto no es un juego de palabras, ni es una digresión al margen
que podría omitirse en aras de hacer más amable la lectura y la comprensión al lector.
Nada más lejos de la verdad. Por el contrario, ésta es una preocupación legítima que
hoy inquieta a los físicos, matemáticos, neurocientíficos y filósofos más destacados y
renombrados, pues ya nadie cree que podamos seguir trabajando con la idea de unas
leyes universales que existirían más allá (o más acá, da igual) del origen y naturaleza
de la realidad misma; es decir, hoy la pregunta está enfocada, en el lugar de la ley,
en lo real desde el punto de vista de la ontología; en otras palabras, ¿cuál es el ser
de la relación?, y su corolario, ¿cuál es el ser del observador que puede abstraer esa
relación y expresarla como un concepto o relación de conceptos y generar a partir
de ahí una comprensión verdadera y demostrable?, ¿son una y la misma cosa?, ¿la
verdad es una propiedad de la cosa o del observador?, y si son distintas en su natu-
raleza última, ¿qué es la mente?, o mejor, ¿qué es real?20
Por otro lado, también está claro que Descola no está hablando de universales
cognitivos, pues, como él mismo lo dice,
[…] esos patrones subyacentes que parecen organizar las relaciones entre humanos y no
humanos, no son […] estructuras universales de la mente que operen con independencia
de los contextos históricos y culturales [… por el contrario,] son simplemente propieda-
des de [objetivación] de las prácticas sociales, diagramas cognitivos o representaciones
intermediarias que ayudan a subsumir la diversidad de la vida real en un conjunto básico
de categorías de relación. Pero como los patrones de relación son menos diversos que los
elementos a los que se refieren me parece que es evidente que el número de esos esquemas
de praxis no puede ser infinito (Descola, 2001: 106).
19 Epistemológicamente hablando.
20 Intente responderlo usted mismo más allá de los espacios cíclico-filosóficos de Escher, e intente
además no caer en regresiones o progresiones infinitas, o en proclamaciones de fe y utopía; y
paralelamente, mientras hace esto, intente inventarse una epistemología no dual en caso de que
le pregunten por el lugar de su pensamiento en el devenir histórico del pensamiento filosófico
occidental, y hágalo siguiendo el principio de Occam. Si se aburre, lea algo de Gödel o del
principio de incertidumbre de Heisenberg, o algo del “gato vivo-el gato muerto” de Schrödin-
ger, o algo del famoso problema mente-cuerpo tan de moda en estos días en la psicología y las
neurociencias contemporáneas, o algo del debate de Penrose (1993, 1999) con la gente de la IA
(Inteligencia Artificial). Por último, intente no ser etnocentrista en su respuesta y tenga en cuenta
los aspectos positivos del innovador modelo propuesto por Descola.
Ontología y epistemología en una ciencia sin objeto... / 285
21 Es como si la esencia del objeto de la antropología fuera moderna en sí misma (véase Latour, 1993).
286 / Boletín de Antropología, Vol. 19 No. 36. 2005. Universidad de Antioquia
22 Nótese que entre conciencia nuclear, proto-self, y conciencia ampliada no hay nada que nos indi-
que que se trata de cosas diferentes (se nos dice cómo se comporta, no qué es). Esta perspectiva
es la contraria a la adoptada por Descola, pues lo que está haciendo Damasio al distinguir estos
términos es des-epistemologizando lo simbólico (mente-cultura) y ontologizando la conciencia;
sin embargo, el argumento no deja de tener su atractivo, pues por lo menos rescata las implicacio-
nes biológicas de la evolución de la conciencia (cualquier cosa que ésta sea, como dice Penrose,
pues como bien lo aclara él, la conciencia no es computable, y si no lo es, ¿cuál sería la razón
que justificaría reducirla a circuitos neuronales?, ¿no es esta la base de la computabilidad y de
los algoritmos biológicos que postula la inteligencia artificial, y contra la cual se ha ido Penrose
por casi una década y media?, ¿no es debido a este problema que Penrose plantea la necesidad
de buscar el asiento de la conciencia en estructuras (microtúbulos) que teóricamente podrían
tener las características para estar afectadas por actividad en el aspecto cuántico?).
23 ¿No es esa separación el dualismo que queremos desmontar?
Ontología y epistemología en una ciencia sin objeto... / 287
Y aclara:
Con toda justicia pensamos que la conciencia es un significativo avance biológico […y]
el avance sin duda es significativo, pero puede ser más antiguo de lo que creemos. Lo
que no es tan antiguo desde el punto de vista evolutivo es la extensión de la conciencia
permitida por la memoria: primero al […] establecer un registro autobiográfico; segundo,
al darnos un vasto repertorio de otros hechos; y, tercero, al dotarnos del poder retentivo de
la memoria de trabajo [… E]stas extensiones de la conciencia que florecieron con tanto
vigor en los humanos se basan en los aspectos evolutivamente modernos del cerebro, esto
es, en los de la neocorteza. En último término, sin embargo, ninguna de estas asombrosas
nuevas características de la conciencia ocurren con independencia de los modestos logros
de la conciencia nuclear (Damasio, 2000: 302).
Y remata:
Si la acción es cimiento de supervivencia, y su vigor depende de la disponibilidad de
imágenes rectoras, se sigue que un dispositivo capaz de optimizar la manipulación eficaz
de imágenes otorga enormes ventajas a los organismos que lo posean y probablemente
haya prevalecido en la evolución. La conciencia es precisamente ese dispositivo […] La
conciencia prestó la novedad fundadora de conectar el sanctumsactorum regulador de la
vida con el procesamiento de imágenes. En otras palabras, la posibilidad de hacer que el
sistema regulador de la vida —cuyas oficinas están en las honduras del cerebro, en regiones
tales como el tronco del encéfalo y el hipotálamo— tomara a su cargo el procesamiento
de las imágenes representativas de cosas y sucesos que acontecen dentro y fuera del
organismo. ¿Por qué fue realmente una ventaja? Porque la supervivencia en un entorno
complejo, esto es, el gobierno eficaz de la regulación vital, depende de adoptar la acción
correcta y ésta, a su vez, puede ser notablemente perfeccionada por una vista previa y la
manipulación intencional de imágenes mentales que permitan una planificación óptima.
La conciencia permitió la conexión de dos aspectos dispares del proceso: regulación vital
interna y construcción de imágenes […] La conciencia permite saber que existen imágenes
dentro del individuo que las forma, sitúa las imágenes en la perspectiva del organismo
refiriéndolas a una representación integral de éste, y al hacerlo permite la manipulación
de imágenes en provecho del organismo. Cuando la conciencia aparece en la evolución,
anuncia el amanecer de la deliberación individual. La conciencia inaugura la posibilidad
288 / Boletín de Antropología, Vol. 19 No. 36. 2005. Universidad de Antioquia
24 “En realidad, los modelos evolutivos dominantes derivados de la llamada ‘nueva síntesis’ de
las teorías de Mendel y Darwin contradicen cada vez más los hechos de la biología; no ‘resis-
ten ni el examen más superficial de nuestro conocimiento del desarrollo y la historia natural’
(Lewontin, 1983: 284). Otro modelo destaca que el organismo tiene el poder de conformar su
propio desarrollo, y que es sujeto de las fuerzas evolutivas (véase Ho y Fox, 1988). Partiendo
de esa perspectiva, algunos estudiosos han afirmado que las relaciones entre los organismos y
sus ambientes son recíprocas y no de sentido único. En el proceso de relacionarse con el medio
ambiente, los organismos construyen sus propios nichos. En otras palabras, el organismo en
evolución es una de las presiones selectivas que opera sobre él mismo; cada ser viviente parti-
cipa de su propia construcción, tomando parte en alteraciones culturales o ‘protoculturales’ de
presiones selectivas (Holding-Smee, 1994: 168). Significativamente, el vocabulario interactivo
de la ‘coevolución’ y la construcción de nichos está empezando a suplantar las concepciones
de mecánica newtoniana de las respuestas automáticas a las ‘fuerzas’ de un medio ambiente
enajenado” (Descola, 2001: 15).
Ontología y epistemología en una ciencia sin objeto... / 289
y seguridad, son tan aparentes en esta simple dicotomía de conducta descerebrada [de la
anémona de mar] como en los vivaces cambios emocionales del niño que juega (Damasio,
2000: 93-96).
25 “Además, tanto las investigaciones recientes dentro de la etología de los primates como las
crecientes evidencias de datos sobre la descomunal escala temporal que implicaría el proceso de
hominización tienden a invalidar ideas como la de una frontera filogenética clara entre naturaleza y
cultura. Los estudios sobre chimpancés salvajes muestran no sólo que los primates usan y fabrican
algunas de las herramientas de estilos marcadamente diferentes, generalmente consideradas como
un rasgo distintivo del Homo faber, sino también que algunas bandas vecinas de chimpancés
elaboran y heredan herramientas de estilos marcadamente diferentes. En la terminología de los
prehistoriadores, eso significaría que los chimpancés tienen diferentes ‘tradiciones’ en términos
290 / Boletín de Antropología, Vol. 19 No. 36. 2005. Universidad de Antioquia
de cultura material (Julian, 1994). La complejidad del comportamiento social entre los babuinos
también está bien documentada (Strum, 1987). El hecho de que un individuo pueda provocar
determinado tipo de respuesta de otro, con el objeto de influir en el comportamiento de un tercero,
parece indicar que los babuinos son capaces de entender y categorizar comportamientos en tér-
minos de estados subyacentes y no como meros movimientos del cuerpo. Esa realización sugiere
fuertemente que poseen la capacidad de formar metarrepresentaciones, es decir, representaciones
de representaciones, sin ayuda del lenguaje. El desarrollo del lenguaje seguramente no es más
que una entre muchas etapas del proceso de hominización, y desde una perspectiva evolucionista
puede ser vista como una consecuencia, antes que una causa, del desarrollo de la comunicación
posibilitado por la capacidad de formar metarrepresentaciones (Sperber, 1994: 61). Está claro
que la cultura tardó mucho tiempo en evolucionar. ¿Surgió con los primeros homínidos, hace
alrededor de 3 millones de años, o con las primeras herramientas registradas, un millón de años
más tarde? Aun cuando los primeros seres humanos, Homo sapiens, probablemente no tienen
más de 100.000 años, hay algunas formas de enterramiento de 150.000 años de antigüedad, y
el primer fogón ha sido fechado en 450.000 años a. C. Esto hace que la idea misma de fechar el
origen de la cultura, o asignarlo a una etapa determinada del proceso de hominización, parezca
totalmente irreal” (Descola y Pálsson, 2001: 16).
Ontología y epistemología en una ciencia sin objeto... / 291
26 Los sueños conscientes, por ejemplo (aunque ellos, al igual que todo lo que hemos abordado
en este artículo, tampoco existen); o los estados alterados de conciencia inducidos por drogas
psicoactivas (que no dejan de ser meras aberraciones para una cultura alucinofóbica). Sobra
decir que éste es el núcleo de la gran fractura entre psicoanálisis y psicología analítica en lo que
respecta a inconsciente objetivo y filogenia de lo mental.
27 Incluidos los masoquistas, pues en último término su condición no obedece a otra cosa que
a la evitación de un dolor más profundo y definitivo (un asunto que ya se entendió hace
mucho rato).
28 Véase Damasio (2000). Expresado de otra forma: lo simbólico en tanto fractura con lo real y
objetivo debe ser adaptativo en su relación con el sistema (biosimbólico, si se quiere ver así),
aunque el efecto colateral sea la posibilidad de maladaptación de una parte del sistema: el precio
de la libertad, dirían unos; pero de cualquier forma, y para lo que nos compete acá, la conciencia,
la imaginación y la autonomía parecen ser codependientes, aunque no por ello enajenadas de la
evolución sistémica que les dio origen y manifestación en cuanto tales, y en cuanto instancias
de lo simbólico.
292 / Boletín de Antropología, Vol. 19 No. 36. 2005. Universidad de Antioquia
el sistema como unidad,29 una distinción que nos permite inferir que las dicotomías
individuo-sociedad y sociedad-cultura son categorías que merecen un tratamiento
similar al que se aplica ahora a la dicotomía naturaleza-cultura, no sin antes des-
cartar que su racionalización puede ser una derivación de esta última; sobre todo
cuando nos damos cuenta de que “las entidades que forman nuestro universo sólo
tienen significado e identidad a través de las relaciones que las constituyen como
tales”: entidades como individuo, como sociedad, y como cultura, etc., entidades
que habría que precisar en una teoría general de los sistemas simbólicos semejante
a la propuesta por Niklas Luhmann (1998 [1984])30 para los sistemas sociales. Un
esbozo de esta teoría se presentó en otra parte (véase Murillo, 1996), y va más o
menos así (véase figura 1):
Vistos así, los sistemas simbólicos no son sólo la suma de las relaciones que
los constituyen como tales; también son el sentido emergente que dichas relaciones
acarrean: es eso lo que llamamos cultura, aquello que conecta al individuo con la so-
ciedad y el mundo, y que se comporta como un todo31 heterogéneo (y no propiamente
como la suma homogénea de sus partes). Precisamente por esto las relaciones no son
sólo ideas (epistemología, información, lógica), pues éstas tampoco son en sí mismas
y por sí mismas más allá de las relaciones que las definen como tales: por tanto, y
para concluir nuestro argumento, es imperativo que nos demos cuenta de que existe
una intencionalidad en el agente estructurante, una emotividad en la acción estruc-
turadora y una “profundidad” ontológica en el objeto estructurado,32 y, entendidas
así, las relaciones son más bien vectores o fuerzas antes que meras abstracciones que
conectan elementos “allá” afuera, es decir, abstracciones que conectarían la superficie
del objeto con la superficie de los sentidos, y que en sí mismas no serían nada, ni
objeto ni sujeto. De hecho, eso que constituye la intencionalidad, la emotividad y la
profundidad ontológica de la relación es el único vehículo posible para una causa-
lidad en los sistemas simbólicos en el marco de una epistemología no dualista; por
eso es que no podemos separar la mente del cuerpo, y por eso es que no podemos
separar lo simbólico de lo vivo, pues lo simbólico es un perfeccionamiento de lo
vivo y como tal es imposible de distinguir de eso que llamamos mente.
El punto importante acá es que estas fuerzas o vectores también operan por
oposiciones binarias, y por eso entre el sujeto estructurante y el objeto estructurado
existe de hecho una oposición dialéctica que es constitutiva de la dinámica de la rela-
ción misma, pero no por ello el sujeto estructurante o el objeto estructurado dejan de
ser dimensiones o aspectos de la misma cosa, es decir, de la relación como tal, pues
efectivamente “las entidades que forman nuestro universo sólo tienen significado e
identidad a través de las relaciones que las constituyen como tales”. La polarización
o énfasis de alguno de estos aspectos o dimensiones de la relación da origen a todo
un tema, toda una constelación de símbolos, o como lo llama Durand, una “estruc-
tura”. Así las cosas, no habría ninguna razón que impida relacionar las “estructuras
esquizomorfas” de Durand con los “modos de categorización” que propone Descola,
ni que impida relacionar, asimismo, “las estructuras sintéticas” con los “sistemas de
mediación”, o “las estructuras místicas” con las “relaciones de objetivación”; pero al
mismo tiempo las analogías podrían darse a la inversa, es decir: “estructuras ezqui-
zomorfas” “relaciones de objetivación”, “estructuras sintéticas” “sistemas de
mediación”, y “estructuras místicas” “modos de categorización” (véase tabla 2).
De cualquier forma, y obviando por ahora el papel y el sentido del “viaje imagina-
rio”33 y el rol del “ojo de la conciencia”,34 en uno u otro caso podría argumentarse lo
mismo: que en el imaginario no hay más que relaciones, o relaciones de relaciones
en el sentido propuesto por George Lakoff (1992)35 para la metáfora; dicho de otra
forma, relaciones que nos permiten establecer puentes entre un dominio mental y
otro (que tampoco son cosas en sí, y también están constituidos sólo a partir de las
relaciones que los definen como tales). En cualquier caso, el imaginario en tanto
espejo del mundo reflejaría lo que en él se encuentra, de modo que en el universo de
las imágenes no habría nada que realmente no estuviera ya afuera,36 con la salvedad
de que una antropología fenomenológica del imaginario nos obliga a considerar el
papel de la conciencia, la experiencia, los juicios de valor, las imágenes mentales y
la creatividad en la definición y construcción ontológica de los mundos posibles en
los que se aplica, y a explicar por qué tiene sentido y es adaptativo crear axiomas
normativos que prescriben lazos de parentesco entre humanos y canguros,37 y explicar
por qué tiene sentido y es adaptativo andar por el mundo convencido de que existen
animales que hablan. Es decir, cambiar de paradigma y construir una antropología
33 Síntesis y sintaxis.
34 Núcleo de la experiencia, y no sólo del saber.
35 “La palabra metáfora fue definida como una expresión poética o literaria donde una o más pala-
bras para un concepto son usadas fuera de su significado convencional normal para expresar un
concepto similar. Pero este problema no es cuestión de definiciones, sino de asuntos empíricos.
Como científico cognitivo y lingüista, uno se pregunta: ¿Cuáles son las generalizaciones que
gobiernan las expresiones lingüísticas clásicamente conocidas como metáforas poéticas? Cuando
esta pregunta se responde con rigor, la teoría clásica resulta ser falsa. Las generalizaciones que
gobiernan las expresiones metafóricas no están en el lenguaje, sino en el pensamiento: Ellas
son mapeos generalizados entre dominios conceptuales. Es más, estos principios generales que
toman la forma de mapas conceptuales se aplican no sólo a las expresiones poéticas literarias, sino
también a todo el lenguaje cotidiano. Sucintamente, el locus de la metáfora no está en el lenguaje
de ninguna manera, sino en la forma como conceptualizamos un domino mental en términos de
otro. La teoría general de la metáfora se propone caracterizar tales mapeos inter-dominios. Y en
el proceso, conceptos abstractos de todos los días como tiempo, estado, cambio, causalidad, y
propósito resultan ser también metafóricos” (Lakoff, 1992; la traducción es mía).
36 Que es en últimas lo que quiso decir Jung con el concepto de arquetipo, y que es, asimismo, lo
que está en la base del concepto de patrón de acción fijo (PAF) que trabaja Rodolfo Llinás (2002),
pues este mecanismo habría operado a lo largo de la evolución constituyendo y configurando
la estructura misma de todo el sistema nervioso, y no hay ningún argumento que justifique la
exclusión, suspensión o marginación de este mecanismo aun durante el proceso de hominización:
periodo durante el cual el cerebro pasó de 350 cm3 al volumen actual.
37 “En este contexto, el totemismo y el animismo nos parecen representaciones interesantes des-
de el punto de vista intelectual, pero falsas, sólo manipulaciones simbólicas de ese campo de
fenómenos específico y circunscrito que nosotros llamamos naturaleza. Sin embargo, viendo
el asunto desde una perspectiva desprejuiciada [sic] la existencia misma de la naturaleza como
dominio autónomo está tan lejos de ser un dato primario de la experiencia como los animales
que hablan o los lazos de parentesco entre hombres y canguros” (Descola, 2001: 109).
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Regímenes o
Diurno Nocturno
polaridades
Puro ≠
Arquetipos Hacia adelante Hacia atrás Profundo, calmo, caliente, íntimo,
mancillado Alto ≠ bajo
“epítetos” futuro pasado oculto
claro ≠ sombrío
Categorías del
La espada ← → (El cetro) ← → El bastón ← → El denario ← → La copa
juego del Tarot
La cima ≠ El
abismo
La luz ≠ las El microcosmos
El cielo ≠ El
tinieblas El niño La morada
infierno La rueda
El aire ≠ El El fuego-llama El Pulgarcito El cetro
El jefe ≠ El La cruz
Arquetipos miasma El hijo El animal nido La flor
inferior La luna
sustantivos El arma heroica El árbol El color La mujer
El héroe ≠ El El andrógino
≠ El lazo El germen La noche El alimento
monstruo El Dios plural
El bautismo ≠ La madre La sustancia
El ángel ≠ El
La mancilla El recipiente
animal
El ala ≠ El reptil
* Buscando su origen no en la biología del instinto sino en la morfogénesis [fuera del original].
Ontología y epistemología en una ciencia sin objeto... / 297
de las cosas que no existen; una antropología poética, si se quiere ver así. En defini-
tiva, para poder construir esta antropología sería útil contrastar nuestro sistema de
valores de verdad con otros modelos ontológicos y epistemológicos, como el de la
acupuntura, como el que soporta y da coherencia al concepto de aluna de los koguis
(Murillo, 1996) o como el budista y sus conceptos de vacuidad e interdependencia, o
como tantos otros que desechamos por asistemáticos, incoherentes o por contradecir
nuestra particular forma de ver el mundo.
Bibliografía
Penrose, Roger (1999). Lo grande, lo pequeño y la mente humana. Cambridge University Press,
Madrid.
Singer, Milton (1974). “Cultura: concepto”. En: Sills, David L. (dir.). Enciclopedia internacional de
las ciencias sociales. Aguilar, Madrid, Vol. 3, pp. 298-311.