Eje N 5 Tiwanaku
Eje N 5 Tiwanaku
Eje N 5 Tiwanaku
Para los antiguos estados andinos, la tierra sin brazos que la trabajasen valía poca
cosa, los altos niveles de población en el deben haber operado como un fuerte
aliciente para las políticas expansivas del imperio de turno, se abocaron a la
conquista de esta región, en el siglo XV, como primera etapa de su expansión
imperial. Y se entiende así también el éxito de un estado como el de Tiwanaku, en
un época anterior a la de los incas, llego a dominar por casi mil años la historia
política y cultural de los andes centro-sur. Es el largo resultado de un largo y
complejo proceso, donde el desarrollo local y las influencias culturales venidas de
otras regiones se entrelazan para producir una síntesis. La adaptación al medio y
su posterior sometimiento, preciso de una observación muy atenta de los males
crónicos de la región, a fin de prevenir sus consecuencias catastróficas y, con el
tiempo, aprovecharlos en su propio beneficio.
Gracias a ellos , los duros pastos que les servía de alimento se convirtieron en
lana para confeccionar ropas , en carne para el consumo diario ,en ofrendas para
las divinidades, en estiércol para abonar la tierra o para emplearlo como
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combustible , y en energía animal para transportar carga. En forma paralela a la
domesticación de camélidos comenzaron a seleccionar y a experimentar con
diferentes plantas silvestres que crecían en las inmediaciones. La idea era
desarrollar especies vegetales que no solo fueran resistentes al frio sino que,
además, tuvieran un alto valor nutritivo y un gran rendimiento como cultivos, a esta
temprana etapa de experimentación agrícola se obtuvo una serie de nuevas
especies de granos, tales como el amaranto, la cañiwa, la quinua y el tarwi; y
nuevas especies de tubérculos, tales como la mashwa, la oca, el olluco y la papa.
Con las comunidades aldeanas algo más avanzadas se inicia una forma más
sofisticada de manejo de la temperatura: la metalurgia del cobre. Es decir, la
transformación de minerales cupríferos en metal y enseguida el vaciado de los
mismos para la obtención de piezas en moldes de, su procesamiento supone un
alto nivel de conocimiento tecnológico, ya que para fundirlo se requiere una
elevada temperatura 1083°C, que sólo se consigue por medio de hornos
especiales.
Unos 1000 años antes que Tiwanaku alcanzará notoriedad en el lado Titicaca una
serie de culturas que reconocemos esencialmente por sus estilos de cerámica, por
ejemplo la cultura Pukara, Cusipata y Chiripa ; hacia el 500 a. C., los contactos
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entre las aldeas esta cultura comienzan a hacerse más y más intensos, se
intensifican también los contactos con las culturas Paracas de la costa sur del
Perú.
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los cargos de autoridad únicamente de los miembros de ciertos linajes de la
sociedad.
Todo indica que fue en esta época cuando las últimas sociedades netamente
aldeanas y de estirpe formativa, dejaron de existir como entidades independientes;
a partir de ese instante pasar a integrar un ente político más complejo y
multiétnico: el reino de Tiwanaku; a partir del siglo V d. C., Tiwanaku se consagró
a un increíble programa de realizaciones tan gigantesco y complejo fue programa,
que es lógico pensar que los siglos inmediatamente anteriores se habían operado
en esa sociedad una serie de importantes cambios sociales, políticos y religiosos.
Es así como, entre los siglos IV y VI d.C, el sitio de Tiwanaku llegó a ser una gran
ciudad; abarcaba casi 420 ha, de las cuales sólo 16 presentaron construcciones
bien discernibles. La piedra fue usados únicamente para los edificios importantes y
monumentales, de manera que para ofrecer un panorama completo este centro
cívico, es menester tomar en cuenta construcciones menores emplazadas en los
extramuros del conjunto monumental.
Tiwanaku parece una ciudad sin trazado aparente. Aquí y allá se yerguen unas
cuantas estructuras líticas monumentales aisladas, el terreno es irregular;
persisten vagos trazos de antiguas plazas públicas y patios interiores. Pilares
líticos gastados por los elementos sobresalen de la tierra, marcando los ángulos
de las paredes de edificios en ruinas hoy profundamente enterradas bajo el fino
sedimento causado por la erosión de viejas estructuras de adobe y del pasaje
montañoso circundante que se ha acumulado durante milenios. Enormes sillares
de piedra arenisca pulida, granita y sumideros de andesita, yacen dispersos, sin
relación aparente entre unos y otros, solo la red de alcantarillado da indicios sobre
el plan original de la infraestructura hidráulica de la ciudad.
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El canal abierto de Tiwanaku delimitaba la esencia concentrada y sagrada de la
ciudad y servia como una barrera psicológica y física, su forma, dimensiones y
representación simbólica establecieron una jerarquía concéntrica de espacio y de
tiempo; la isla central del mito cosmológico era el punto de origen de todos los
seres humanos pero solamente algunos, los de la élite de la sociedad tiwanacota,
se adjudicaron el derecho especial de residencia en el centro. La desigualdad
social y la jerarquía estaban escritas en la fórmula urbana de Tiwanaku.
Dentro de este marco que se vincula con las concesiones de lo sagrado, los
habitantes de Tiwanaku ocupaban el espacio físico según su posición social y
ritual. No es de sorprender, entonces, que los niveles superiores de la élite
tiwanacota se reniegan del corazón interior de la isla artificial para construir allí sus
residencias. La noción de que existía una idea de lo concéntrico en la mente del
pueblo de Tiwanaku, que daba forma a sus concesiones del orden correcto en la
capital, se refuerza por la presencia de otros dos fosos, situados al oriente del
canal principal.
Las ciudades y el diseño urbano tenían un papel bien definido en el mundo de las
de los estados arcaicos. Éstas eran sociedades fundamentalmente no urbanas,
incluso antiurbanas. La mayor parte de la población residía en el campo, dispersas
en pequeñas aldeas. La realidad social, dominante y giraba en torno a los ritmos,
si las indicaciones de la vida rural, muy apartada del mundo cosmopolita de la
elite. Para ejercer su autoridad moral sobre el campo rural, las ciudades
precisaban del diseño fácilmente comprensible que manifestada directamente en
lugar de la humanidad y más específicamente del grupo étnico en el mundo; la
habilidad del campo proporcionó el modelo para la relación entre la gente y la
naturaleza que ejerció una enorme influencia sobre el diseño interno y el orden
social de las ciudades.
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Las montañas como el lago se divisan desde las laderas que circundan el valle,
pero sólo es posible verlos simultáneamente desde las estructuras ubicadas en la
cúspide de la pirámide de Akapana. Esta debe haber estado imbuida de un poder
simbólico que se deriva, en parte, de este marco de referencia visual. El que la
elite de Tiwanaku estuviese consciente de esta característica solar presente en la
geografía sagrada y que la manipulada para investir a su capital de significado
simbólico social y espacio-temporal parece indudable; así lo confirman algunos
aspectos fundamentales del diseño arquitectónico de la pirámide del Akapana y
del terraplén del Pumapunku , al sudoeste. Tanto la fachada oriental como la
occidental tienen escalinatas gemelas y axiales al centro .En el núcleo
cívico/ceremonial de Tiwanaku, los complejos de Kalasasaya,Chunchukala y
Putuni también tienen este diseño característico de entradas con un eje oriente-
poniente. Las escalinatas axiales tienen drásticas diferencias en cuanto a
elementos arquitectónicos; las escalinatas occidentales son muchos más
pequeñas que sus equivalentes orientales. Además, las escalinatas occidentales
en el Pumapunku y el Putuni no tienen las jambras y los dinteles monumentales,
elaboradamente tallados en piedra, que adornan las entradas orientales. Dicho
tratamiento arquitectónico sugiere que estas edificaciones y, más específicamente,
sus puntos de entrada y salida, representan una jerarquía simbólica o de posición
social.
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La impresionante calidad visual del núcleo cívico/ceremonial de Tiwanaku llevo a
algunos investigadores de generaciones pasadas a equivocarse en su
interpretación del significado social de la ciudad y a argüir que Tiwanaku solo
contaba con un número reducido de templos y algunas edificaciones menores
dispersas y que, por lo tanto, desempeñaba un papel estrictamente ceremonial
como centro ceremonial deshabitado. Estos investigadores supusieron que la
arquitectura lítica de la superficie reflejaba toda la actividad humana del lugar y
también la de sitios regionales como Lukurmata y Pajchiri, las describieron como
centros de actividad de culto exclusivamente.
El cambio de la cultura San Pedro a lo largo de los siglos (500 a. C. a 1525 d. C.),
fue resultado conjunto de factores internos y externos. Hugo, un interesante
proceso autóctono de evolución cultural, que hunde sus raíces en el periodo
temprano. Pero también arribaron nuevos pueblos y prácticamente en todos los
periodos se establecieron contactos con otras culturas. Esta dialéctica entre
evolución y difusión en la trama y urdimbre de la cultura San Pedro, y conviene
tenerla presente en todo momento.
Durante los primeros siglos del periodo intermedio temprano había ya varias
aldeas emplazadas en los oasis del Salar de Atacama, cultivando en pequeña
escala maíz, poroto, ají, zapallo y calabaza. Tienden a localizarse en los ayllus
más cercanos al salar, allí donde las aguas de los ríos y quebradas pierden sus
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ímpetus y se apozan, los nutrientes traídos por estas aguas favorecen la
producción hortícola, el crecimiento de buenos pastos para los camelidos y la
proliferación de bosques de algarrobo y chañar.
Sus viviendas son de barro y con muros abovedadas, comunicadas entre sí por
múltiples patios y pasadizos, y dispuestas sobre el terreno sin mayor planificación,
configurando un patrón asentamiento espontáneo y de crecimiento orgánico. El
tráfico de productos a lomo de llama parece estar vigente en la región desde la
fase, pero su control está en manos de otros grupos que tenían su asiento en el
desierto central. Lo sugieren los caravaneros tocados con turbantes, cuyos restos
se han encontrado en Calama asociados a grandes bolsas de cuero y canastos
espiralados.
Al cabo de este periodo, la región está aún bajo una fuerte influencia de Salta,
Tucumán, Catamarca y otras áreas del noroeste de Argentina. Esto se nota por la
presencia en San Pedro de Atacama de artefactos pertenecientes a culturas
trasandinas como Tafí,alamito, Candelaria y Condorhuasi. Esta es la última fase
en que la alfarería roja pulida tiene cierta importancia en los actuales funerarios de
la cultura San Pedro. En tanto que los vasos, botellas, botellones y escudillas gris
pulidos, presentan un acabado de la superficie cada vez más prolijo, anticipando
ya el bruñido característico de la alfarería negra del periodo siguiente.
Las pipas también comienzan a disminuir en las tumbas, a medida que aumenta
los instrumentos para inhalar alucinógenos:
En los tres últimos siglos, los asentamientos son emplazados en ayllus como
Quitor ,Sequitor y Larrache, en lo que hoy es el pueblo de San Pedro de Atacama;
allí se establecieron las bases de una agricultura intensiva capaz de sostener una
población más numerosa.
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Periodo medio (400 a 1000 d. C.)
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de que; merced al tráfico de caravanas y a la instalación de colonias, la sociedad
San Pedro había ampliado considerablemente su esfera de interacción.
Ya desde fines del período intermedio temprano había sido necesario desarrollar
capacidades de organización y mando, para llevar adelante una agricultura
exigente, que requirió construir y mantener en funcionamiento un complicado
sistema de regadío. La responsabilidad sobre el tráfico interregional, seguramente
también requirió especialización de funciones y lo propio de haber ocurrido con las
actividades relativas al culto. En los tres últimos siglos del periodo medio, hay
contactos de San Pedro con Catamarca y La Rioja, a través de la cultura Aguada .
La avanzada metalurgia del bronce de Aguada, debe haber desempeñado un
papel decisivo en el cambio tecnológico de San Pedro.
Durante este intervalo, sigue llegando a San Pedro de Atacama objetos de estilo
Tiwanaku; en tanto el ascendiente que ejerce Tiwanaku sobre la élite de San
Pedro, que proliferan las limitaciones locales de objetos típicos de la cultura
altiplánica.
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Tiwanaku habría basado su estrategia de acceso a los oasis atacameños en
una influyente y persuasiva penetración ideológica. No hay indicios de que
se hayan impuesto por las armas o que San Pedro haya sido políticamente
dependiente de Tiwanaku , pero sus ideas y creencias religiosas penetración
profundamente en la sociedad atacameña .Mediante el suministro de
objetos, imágenes y alucinógenos , Tiwanaku obtuvo a cambio toda la
producción de esta vasta área de los Andes, movilizada por la red de
intercambio que había logrado desarrollar la cultura San Pedro poco antes,
el habito de inhalar alucinógenos estaba arraigado en San Pedro con
anterioridad a Tiwanaku y no fue difícil para esta estimularlo, quizás como
una manera de conseguir una relación de dependencia.
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que da una idea de la población que pudo existir allí en los siglos inmediatamente
previos. En el valle deben haber proliferado asentamientos como el grupo de
ruinas del ayllu de Solor y muchos de sus vestigios seguramente yacen hoy bajo
las actuales áreas de cultivo y la residencia.
Hay contactos con los indios de Tarapacá, Pica, Potosí, Sud Lípez y Copiapó. Las
caravanas atacameñas descendieron a la costa con los productos de su oasis y
regresaban con pescados y mariscos secos que equivocaban con los indios
changos del litoral. La escasez de piezas del noroeste argentino en las tumbas
locales, sugiere también que las relaciones entre ambas regiones estaban
reducidas al mínimo. Estilos trasandinos como Santa María y Belén, están
completamente ausentes en San Pedro Atacama, y son contadas las piezas Yavi
procedentes de la pugna de Jujuy.
Los incas utilizan a San Pedro Atacama sólo como una escala dentro de su
programa de expansión hacia otros territorios. Por supuesto, hay evidencias de
que explotaron intensamente los recursos mineros locales, pero su interés
estratégico está mucho más al sur. Tal vez por esto la impronta incaica en San
Pedro Atacama es mínima, aunque también es cierto que tuvieron poco más de 60
años para influir en la cultura local. En conexión con el dominio incaico, arribaron
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imitaciones trasandinas de piezas cuzqueñas, procedentes de Tilcara y La Paya.
Fuera política del imperio respetar las creencias de los pueblos sometidos, si bien
en todas las altas cumbres rindieron culto a sus propias deidades.
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productos y la elite con respecto a los consumidores externos, al margen del
modelo de emergencia de mercaderes como clase social independiente, el
proceso se inclinaba a crear mercaderes embrionarios, pero el contexto de
desigualdad social pastoralista, los caravaneros fueron servidores de la elite, bajo
una cierta cobertura política flexible, articulando espacios independientes de sus
comarcas étnicas; tenían ciertas iniciativas particulares, pero no autónomas , entre
gestiones móviles e impredecibles que requieren de decisiones propias.
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de acuerdo a prácticas sociales concretas. Más que un medio de transporte y
acceso a la complementariedad en sí misma, el caravanero es una respuesta
altísima complejidad, capaz de otorgarle a la sociedad sur andina su naturaleza
giratoria, con atributos dinámicos que mostraron gradualmente el total de la
secuencia arcaica tardía a Inca, con respuestas flexibles y diversas en tiempo -
espacio y culturas, tamaños de recuas y distancias variables. Las huellas de
habaneras no sólo prolongan la digitación inter asentamientos-ejes, hacia los
vacios despoblados a ojos de europeos, sino, por el contrario lo llenan de pasajes,
rituales, paskanas y marcas étnicas, que al parecer reflejan una concepción
integral de lo habitable y transitable de un modo no dicotómico, distinto a la
valoración occidental del paisaje desértico andino.
Tal ideario no puede ser comprendido como un mero monopolio del tráfico, en
donde bajo coacción, los traficantes se confinan en las punas como en las yungas
para satisfacer las ansiedades de riqueza de los señores, puesto que las
consecuencias redistributivas y de reciprocidad lograban atenuar y compensar las
necesidades de los jubilados, el flujo de tráfico recogió la realidad segmentada y
distante de los asentamientos con desarrollos complejos y desiguales, integrando
las relaciones no dicotómicas entre asentamientos móviles y fijos, entre aldeas
altas y bajas, entre pisos ecológicos. Las colecciones caravaneras establecieron
vínculos integradores a través de distintas modalidades de interacción durante la
secuencia y entre diversos estadios de menor o mayor complejidad, no como
mecanismos rígidos de dominio, sino más bien por actos compartidos tras la
obtención de recursos compatibles con las prácticas giratorias entre
asentamientos-ejes.
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estables en términos de captura del tráfico, incluyendo la delimitación de recursos
disponibles para su explotación directa y sus combinaciones giratorias, al margen
de transacciones comerciales ortodoxas.
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mismo, privilegian aquellas minas más cercanas a los asentimientos agrarios,
aunque también incluyeron por el sur aquellas más alejadas en el salvador, el
proceso de intensificación de estos bienes implico labores cada vez más
especializados, que reforzaron a las jerarquías, sus descendencias, liderazgos
hereditario y demarcación territorial, con interdigitacion de vínculos fronterizos.
Este proceso habría alcanzado niveles de integración local y regional a jugar por el
acceso a bienes foráneos tan radicales como los alucinógenos trasandinos y
moluscos de agua dulce tropicales de uso ritualistica a lo largo del centro -sur. El
acceso giratorio colonial se orientó a recursos tanto de subsistencia como de
prestigio, en ámbitos alejados de las cabeceras políticas y/o asentamientos -ejes.
El patrón giratorio, se ajustó más con las sociedades situadas en espacios
insulares sometidas a alta fragmentación, distancias y especializaciones
productivas.
Las prácticas caravaneras, desde los oasis de San Pedro, estarían documentadas
por la presencia de rebaños disponibles en su hinterland, camélidos en
enterratorios funerales, bienes exóticos, alta dispersión trasandina de cerámica
local, representación en el imaginario rupestre y traslado de cargas y bienes desde
y hacia el litoral. De hecho, el traslado de cargas no es un atributo exclusivo de los
asentamientos altiplánicos, por cuanto las cuencas del Loa y Atacama, al pie de la
alta puna y en las quebradas intermedias se contaban con el recurso camélido.
Se sabe que los Atacamas controlaban minas de cobre en Cobija, donde eran
distinguidos con donaciones de pescados en señal de reconocimiento. La fácil
extracción del cobre nativo y su uso martillado, explicaría el desarrollo de talleres
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costeros explotados por agrupaciones locales y otros llegados desde los oasis
interiores, reflejados en los contextos funerarios. Las cargas de retorno implica no
sólo los bienes metálicos, sino, un alto potencial de productos costeños, tanto
alimenticios como de estatus.
Por otro lado, la alta frecuencia de indicadores de las fases Sequitor y Quitor tales
como cerámica negra y roja pulida, modelados antropomorfos, pinzas, anillos,
hachas de gancho, pipas y otros, sugieren que existió un control directo del litoral
atacameño. En ese sentido, se ha propuesto que hubo acceso por vínculos
caravaneros de complementariedad.
Estimamos que para un estudio de religión prehispánica del noroeste hay tres
temas que merecen ser abordados: la adoración del sol, el uso de alucinógenos y
el culto a los antepasados. Pueden ser investigados desde un punto estrictamente
arqueológico y a la vez están históricamente vinculados entre sí como parte de los
procesos sociales de los andes, arraigados profundamente en el entramado de la
sociedad indígena antes de la inversión europea.
En los andes el sol era venerado en la figura de un ser humano bajo la advocación
del Punchao: el señor del día; los incas participaron de la religión solar andina.
Según el mito, el sol había alumbrado por primera vez desde una peña de la isla
Titicaca en él lado que hoy lleva ese nombre. El culto a los antepasados también
fue un elemento importante en la religión andina prehispánica
Declaran los viejos que antiguamente un indio que tenían por oficio hacer y lograr
estos dioses con las figuras referidas, y fundidores que los fundían de plata, oro y
cobre, la palabra huaca o guaca se refería tanto el ídolo como el lugar donde se
desarrollan los rituales o prácticas religiosas. Huanca por el contrario era un
monolito, labrado o no, clavado en el suelo y que, por lo general, cumplía dos
funciones: la de la huaca tutelar de la aldea. Desde el punto de vista religioso, el
huanca representaba al ancestro momificado del ayllu fundador de la aldea y de
las, chacras, y que en las relaciones sociales de poder se le concedió una alta
jerarquía.
Tenemos claras evidencias de que hace más de 4000 años el cebil fue usado
como alucinógeno por los antiguas sociedades de cazadores recolectores que
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poblaron lo que hoy es el noroeste de la Argentina, su consumo, el contexto
religioso prehispánico está atestiguado por la pipas de cerámica, hueso y piedra,
tabletas de madera, piedra y metal, tubo de madera y hueso, valvas de molusco o
caracoles, espatulas y cucharitas de madera o hueso, carros y vasos de cerámica,
madera y metal, morteros, fuentes y vasos de piedra.
El valle Ambato está una altura media sobre el nivel del mar de 1000 m y tiene un
clima cálido con lluvias de verano de entre 500 y 800 mm por año; en los sectores
más húmedos de las laderas crecen Quebracho colorados, mistoles, tintitacos y
chañares; en el fondo del valle predominan los bosques del algarrobo, molles y
sombra de toro. Si pudiéramos contemplar a vuelo de pájaro el valle de Ambato en
el siglo VI de nuestra era, tendríamos ante nuestra vista un paisaje que, para el ojo
entrenado, lleva inscriptas las transformaciones sociales. Se destacan tres
huellas: los centros ceremoniales, las pequeñas aldeas y las terrazas de cultivos
en las laderas.
En el fondo del valle sobre la margen izquierda del rio, se construyeron dos
complejos arquitectónicos de carácter ceremonial: uno, cercano a la localidad de
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los Talas, se conoce con el nombre de Bordo de los Indios; el otro situado 8 km
más al sur del anterior, es la iglesia de los indios en el paraje de la Rinconada;
quienes planearon la construcción de estos complejos ceremoniales buscaban
darle al conjunto un aire de monumentalidad e imponencia para que fueran una
marca indeleble en el paisaje, centros ceremoniales se distinguen por la
presencia de un montículo piramidal de planta rectangular de 20 m en el lado
mayor y de unos 3 m de alto, que domina un espacio abierto a modo de plaza de
aproximadamente 60 m de extensión.
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tiene por personaje central a un ser antropomorfo con un adorno en la cabeza,
vestido con una túnica decorada con escalonados y espirales en diagonal.
Sobre los hombros del ser antropomorfo central hay un par de felinos figurados
por sus manchas, fauces, garras y largas colas enroscadas hacia abajo; en la
poción inferior se han representado un par de animales con apariencia de saurios;
entre las sociedades andinas la metalurgia fue una tecnología de poder, de
enorme fuerza comunicativa y uno de los medios privilegiados para expresar y
manipular los valores sociales, políticos y religiosos. Las placas metálicas del
noroeste argentino fueron, sin duda alguna, objetos de alto valor simbólico para el
uso de quienes detentaban el poder: por un lado, comunicaban la jerarquía social,
les concedían legitimidad apelando a la imagen de Punchao.
Los señores pudieron contar con otro emblema del poder: las hachas metálicas.
Prueba de ello son las representaciones sobre los vasos de cerámica de
individuos que, en algunos casos, van ataviados con elaborados tocados y pieles
de jaguar, además de portar hachas y cabezas trofeo; en otros, las hachas se
ostentan como pectorales. Esta coerción es la que permitió la integración territorial
de los señoríos, toda vez que se encamino hacia el control de los recursos
humanos y naturales. En ese sentido, es ilustrativa la extensa población aldeana
que, entre los siglos IV y VIII de nuestra era, habitaba el valle de Ambato.
La alfarería del valle de Ambato se caracteriza por tener una superficie negra
bruñida con temas grabados de personajes humanos profusamente engalanados,
felinos ejecutados de manera realista o la combinación de rasgos felinos u
humanos. Hay también figuras huecas modeladas con pinturas o tatuajes faciales
y complejos tocados que, no dudamos, aluden a los señores. En el valle de Hualfin
y el oeste de la actual provincia de Catamarca la cerámica es gris con felinos y
seres humanos grabados, o bien beige con motivos policromos. En el actual
territorio de la Rioja y hacia el sur, la alfarería presenta como decoración un ave
finamente estilizada pintada en negro sobre rojo o marrón claro; también son
comunes las vasijas policromadas y grises grabadas generalmente con
representaciones del jaguar.
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En términos generales el valle de Ambato se ubica a unos 20 km del área del cebil
sobre la ladera oriental de la sierra de Ancasti. Contar con este recurso aseguraba
la estabilidad de las relaciones entre la sociedad y los seres sagrados; su
importancia esta atestiguada por el extenso repositorio de arte rupestre con
representaciones tanto del jaguar como del señor con sus atributos. Hay unas
esculturas de piedra pulida llamadas por los arqueólogos Suplicantes, que
merecen nuestra atención en el estudio de la religión prehispánica del noroeste
argentino. Son piezas que tiene una altura media de 30 cm, si bien se conocen
algunas de más de 60 cm; la mayoría de ellas han sido talladas sobre piedras
duras que adquieren buen pulimento. Los suplicantes son, una representación de
un ser humano, pues las características anatómicas así lo indican. El rasgo que
los distingue es el tratamiento de brazos y piernas: las extremidades han sido
talladas como dos arcos perforados y, partiendo de estos elementos, se organiza
la composición total de la figura; vistos de perfil tienen la apariencia de una letra B.
El suplicante debió ser el ancestro, huaca tutelar del ayllu, fundador de la aldea y
de las chacras. Este es el punto donde la religión y economía quedaron unidas por
las redes de poder. En ese momento, en el valle de Ambato y sus alrededores, se
creó un nuevo paisaje. Mientras que antes, en general, las viviendas se construían
dentro de los campos de cultivo, ahora se han separado y los núcleos aldeanos
ocupan el fondo del valle, entre el bosque de algarrobos, mientras que las chacras
están en las laderas.
Los vientos húmedos y cálidos que soplan desde el nordeste, pasan por arriba de
la sierra del Alto o Ancasti y solo condensan su humedad cuando se topan con
esa barrera de piedra de 4000 m de altura que es la sierra de Ambato.
Poco tiempo después, otros señoríos surgieron en distintos valles y bolsones del
noroeste argentino. Todos despliegan una similar iconografía del jaguar y de los
señores, si bien se constata una tendencia hacia la concentración de la población
y un énfasis en el poder militar.
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