Eje N 5 Tiwanaku

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EJE N °5 TIWANAKU + SAN PEDRO ATACAMA+AGUADA

El lago Titicaca es un enorme mar de agua dulce, situado virtualmente en la cima


de los andes, los cronistas españoles se refieren a esta cuenca lacustre como el
Collao.es este un paraje frio, implacablemente azotado por los vientos y con
bruscos cambios de temperatura entre el día y la noche. A una elevación promedio
de 4 mil metros, se está muy cerca de los límites de vida para plantas y animales.
A primera vista, parecería el lugar menos indicado para el asentamiento humano.
No obstante de todas las regiones ésta fue, sin lugar a dudas, lo más densamente
poblada en la época prehispánica.

Para los antiguos estados andinos, la tierra sin brazos que la trabajasen valía poca
cosa, los altos niveles de población en el deben haber operado como un fuerte
aliciente para las políticas expansivas del imperio de turno, se abocaron a la
conquista de esta región, en el siglo XV, como primera etapa de su expansión
imperial. Y se entiende así también el éxito de un estado como el de Tiwanaku, en
un época anterior a la de los incas, llego a dominar por casi mil años la historia
política y cultural de los andes centro-sur. Es el largo resultado de un largo y
complejo proceso, donde el desarrollo local y las influencias culturales venidas de
otras regiones se entrelazan para producir una síntesis. La adaptación al medio y
su posterior sometimiento, preciso de una observación muy atenta de los males
crónicos de la región, a fin de prevenir sus consecuencias catastróficas y, con el
tiempo, aprovecharlos en su propio beneficio.

Se comienza a evaluar el importante papel que, desde un principio, habría tenido


en la supervivencia humana la recolección de plantas comestibles que crecen a
orillas del lago y también en sus aguas, la dieta de los primeros habitantes del
Collao fue complementada con peces, crustáceos, moluscos y aves en ese medio
lacustre. Las extensas planicies de la llamada puna húmeda, permanentemente
cubiertas con pastos, posibilitaban en forma óptima la vida de los grandes
camélidos salvajes, tales como el guanaco y la vicuña. La caza de dichos
animales proporciono buenos dividendos dietéticos a las pequeñas comunidades
de aquel entonces. El paso de una economía de simple apropiación de alimentos
a otra de producción era, pues, imprescindible para el sustento de un mayor
volumen de población. Las praderas de altura brindaron las condiciones para que
las primitivas comunidades del lago domesticaran a ciertas especies de camélidos
que hoy conocemos como llamas y alpacas.

Gracias a ellos , los duros pastos que les servía de alimento se convirtieron en
lana para confeccionar ropas , en carne para el consumo diario ,en ofrendas para
las divinidades, en estiércol para abonar la tierra o para emplearlo como

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combustible , y en energía animal para transportar carga. En forma paralela a la
domesticación de camélidos comenzaron a seleccionar y a experimentar con
diferentes plantas silvestres que crecían en las inmediaciones. La idea era
desarrollar especies vegetales que no solo fueran resistentes al frio sino que,
además, tuvieran un alto valor nutritivo y un gran rendimiento como cultivos, a esta
temprana etapa de experimentación agrícola se obtuvo una serie de nuevas
especies de granos, tales como el amaranto, la cañiwa, la quinua y el tarwi; y
nuevas especies de tubérculos, tales como la mashwa, la oca, el olluco y la papa.

La temperatura es otro de los factores adversos de la región que fue domesticado;


los bruscos cambios de temperatura entre el día y la noche, que representan una
tan severa limitación, fueron ingeniosamente aprovechados para preservar los
alimentos, la carne y las papas amargas fueron expuestas a las condiciones de
calor diurno y de helada nocturna para producir, respectivamente, charqui y chuño;
para las épocas de gran escasez, cuando las heladas, granizadas, sequías o
inundaciones, arruinaba las cosechas.

La vivienda no estuvo al margen de este formidable proceso de mejoramiento, en


un ambiente con intensos fríos en las noches, calores en el día y lluvias
torrenciales en la estación húmeda, una vivienda que mereciera nombre de tal de
hacer un diseño capaz de proteger a sus moradores de dichas coacciones de
naturaleza; diseñaron viviendas con gruesos muros de barro. Las propiedades
térmicas de este material hacen que los muros absorban el calor diurno,
manteniendo frescas las habitaciones durante el día, y que lo suelten retardada
mente hacia el interior durante la noche.

Con las comunidades aldeanas algo más avanzadas se inicia una forma más
sofisticada de manejo de la temperatura: la metalurgia del cobre. Es decir, la
transformación de minerales cupríferos en metal y enseguida el vaciado de los
mismos para la obtención de piezas en moldes de, su procesamiento supone un
alto nivel de conocimiento tecnológico, ya que para fundirlo se requiere una
elevada temperatura 1083°C, que sólo se consigue por medio de hornos
especiales.

El proceso de domesticación de camélidos, de gramíneas y de tubérculos, así


como el manejo de las temperaturas para preservar los alimentos, dar conforme
las viviendas y fundir metales, fueron hazañas tecnológicas de incalculables
proyecciones sociales y económicas. Tan importante como el anterior, fue la red
de intercambio que se fue tramando en una vasta área de los andes centro -sur.

Unos 1000 años antes que Tiwanaku alcanzará notoriedad en el lado Titicaca una
serie de culturas que reconocemos esencialmente por sus estilos de cerámica, por
ejemplo la cultura Pukara, Cusipata y Chiripa ; hacia el 500 a. C., los contactos
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entre las aldeas esta cultura comienzan a hacerse más y más intensos, se
intensifican también los contactos con las culturas Paracas de la costa sur del
Perú.

En la época de Pukara, una cultura de raigambre andina y amazónica que


dominaría sin contrapesos el panorama cultural durante los seis siglos siguientes,
el patrón asentamiento en el lago continúa siendo de tipo aldeano y
mayoritariamente disperso. Los principales cambios, ocurren en las postrimerias
del periodo, cuando Pukara deviene en sociedad compleja. En la localidad de
Pucará, situado a 80 km al norte del Titicaca, se construyen una pirámide y varios
templos, uno de ellos semisubterraneo. Aparecen esculturas en piedra de gran
calidad y una fina alfarería, con diseños de carácter representacional.

La monumentalidad del centro ceremonial que se construye en Pucará, habla en


forma elocuente del poder de los vigentes de la cultura Pukara y de la capacidad
de convocatoria de mano de obra ejercida por la ideología religiosa de sus
chamanes. Pukara se había transformado en un punto importante para el tráfico
de caravanas de llamas, circunstancia que constituía un factor de acumulación de
prestigio para quienes manejaban los hilos del intercambio. Aparentemente, la
sociedad Pukara construyó las qochas( lagunas para cultivar) que se observan
hoy en día en la zona. Se trata de grandes decisiones circulares, oblongas o
rectangulares, grabadas en el suelo hasta profundidades de metros, utilizada para
los cultivos.

Tiwanaku entra en escena; alcanzó importancia como asiento de uno de los


principales señoríos del Collao, gracias a los beneficios que le otorgó a la larga su
localización estratégica en el sur del lago, empezaron a converger un sin número
de rutas de caravanas de llamas que transportaban bienes de los más diversos
lugares. Se valían para ello el control que ejercían sobre el flujo de bienes
económica y socialmente importante para la población, como el maíz, el ají, la
coca y otros artículos provenientes del exterior; aquí entra en juego el rol de los
chamanes , papel que estos personajes pueden haber desempeñado el tránsito de
una sociedad más igualitaria como Kalasasaya, a otra más jerarquizada como
Tiwanaku, es sin embargo de conocido, portadores de atributos míticos, como las
del jaguar y dotados de poderes excepcionales, los chamanes deben haber
ejercido una considerable influencia sobre la población, particularmente a través
de los llamados rituales de santificación.

Aparentemente, cuando los intereses de los chamanes y de los líderes locales


confluyeron, los primeros realizaron rituales de santificación, para dar patentes de
verdad incuestionable a cuestiones mucho más arbitrarias como la transmisión de

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los cargos de autoridad únicamente de los miembros de ciertos linajes de la
sociedad.

En muchos sentidos Pukara puede ser considerada la progenitora cultural de


Tiwanaku. Varias de las imágenes de su arte, como la de los chamanes
sacrificadores, los felinos, las aves falconidas y los peces, son asimilados por esta
última cultura. Tiwanaku adquirió relevancia política en el Collao cuando, hacia el
siglo IV d. C., inició una expansión, tal vez bajo estímulos similares a los de la
expansión del reino de Pukara.

Todo indica que fue en esta época cuando las últimas sociedades netamente
aldeanas y de estirpe formativa, dejaron de existir como entidades independientes;
a partir de ese instante pasar a integrar un ente político más complejo y
multiétnico: el reino de Tiwanaku; a partir del siglo V d. C., Tiwanaku se consagró
a un increíble programa de realizaciones tan gigantesco y complejo fue programa,
que es lógico pensar que los siglos inmediatamente anteriores se habían operado
en esa sociedad una serie de importantes cambios sociales, políticos y religiosos.

Es así como, entre los siglos IV y VI d.C, el sitio de Tiwanaku llegó a ser una gran
ciudad; abarcaba casi 420 ha, de las cuales sólo 16 presentaron construcciones
bien discernibles. La piedra fue usados únicamente para los edificios importantes y
monumentales, de manera que para ofrecer un panorama completo este centro
cívico, es menester tomar en cuenta construcciones menores emplazadas en los
extramuros del conjunto monumental.

Tiwanaku parece una ciudad sin trazado aparente. Aquí y allá se yerguen unas
cuantas estructuras líticas monumentales aisladas, el terreno es irregular;
persisten vagos trazos de antiguas plazas públicas y patios interiores. Pilares
líticos gastados por los elementos sobresalen de la tierra, marcando los ángulos
de las paredes de edificios en ruinas hoy profundamente enterradas bajo el fino
sedimento causado por la erosión de viejas estructuras de adobe y del pasaje
montañoso circundante que se ha acumulado durante milenios. Enormes sillares
de piedra arenisca pulida, granita y sumideros de andesita, yacen dispersos, sin
relación aparente entre unos y otros, solo la red de alcantarillado da indicios sobre
el plan original de la infraestructura hidráulica de la ciudad.

Pese a los impedimentos físicos para descifrar la morfología de la antigua ciudad,


se están eludiendo los conceptos de orden social subyacentes que dieron forma a
Tiwanaku a partir de la evidencia acumulada por la investigación arqueológica
sistemática. Nos hemos referido al centro cívico/ceremonial de la ciudad como
metáfora de la isla sagrada de los orígenes universales y de la creación del ser
humano.

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El canal abierto de Tiwanaku delimitaba la esencia concentrada y sagrada de la
ciudad y servia como una barrera psicológica y física, su forma, dimensiones y
representación simbólica establecieron una jerarquía concéntrica de espacio y de
tiempo; la isla central del mito cosmológico era el punto de origen de todos los
seres humanos pero solamente algunos, los de la élite de la sociedad tiwanacota,
se adjudicaron el derecho especial de residencia en el centro. La desigualdad
social y la jerarquía estaban escritas en la fórmula urbana de Tiwanaku.

Dentro de este marco que se vincula con las concesiones de lo sagrado, los
habitantes de Tiwanaku ocupaban el espacio físico según su posición social y
ritual. No es de sorprender, entonces, que los niveles superiores de la élite
tiwanacota se reniegan del corazón interior de la isla artificial para construir allí sus
residencias. La noción de que existía una idea de lo concéntrico en la mente del
pueblo de Tiwanaku, que daba forma a sus concesiones del orden correcto en la
capital, se refuerza por la presencia de otros dos fosos, situados al oriente del
canal principal.

Las ciudades y el diseño urbano tenían un papel bien definido en el mundo de las
de los estados arcaicos. Éstas eran sociedades fundamentalmente no urbanas,
incluso antiurbanas. La mayor parte de la población residía en el campo, dispersas
en pequeñas aldeas. La realidad social, dominante y giraba en torno a los ritmos,
si las indicaciones de la vida rural, muy apartada del mundo cosmopolita de la
elite. Para ejercer su autoridad moral sobre el campo rural, las ciudades
precisaban del diseño fácilmente comprensible que manifestada directamente en
lugar de la humanidad y más específicamente del grupo étnico en el mundo; la
habilidad del campo proporcionó el modelo para la relación entre la gente y la
naturaleza que ejerció una enorme influencia sobre el diseño interno y el orden
social de las ciudades.

Un segundo principio de la organización urbana en Tiwanaku, derivado de los


puntos cardinales y, más aún, del camino del sol por el paisaje urbano, atraviesa
la gradación concéntrica de lo sagrado. Las principales edificaciones del Centro
cívico/ceremonial de Tiwanaku por lo general se ajustan a los puntos cardinales; la
confluencia del camino del sol con el punto central de la ciudad era considerada el
lugar de unión de lo terrenal con los mundos celestial y subterráneo. La imagen de
la montaña sagrada, que se elevaba de la tierra hacia el cielo, era la
representación física de ese punto; este camino del sol que atravesaba la ciudad
surge y se disuelve en dos puntos geográficos sobresalientes, a los cuales todavía
sigue orientan los pueblos indígenas del valle de Tiwanaku: las cimas nevadas de
la cordillera real, en especial los eléctricos del monte ILLIMANI y el lago Tticaca.

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Las montañas como el lago se divisan desde las laderas que circundan el valle,
pero sólo es posible verlos simultáneamente desde las estructuras ubicadas en la
cúspide de la pirámide de Akapana. Esta debe haber estado imbuida de un poder
simbólico que se deriva, en parte, de este marco de referencia visual. El que la
elite de Tiwanaku estuviese consciente de esta característica solar presente en la
geografía sagrada y que la manipulada para investir a su capital de significado
simbólico social y espacio-temporal parece indudable; así lo confirman algunos
aspectos fundamentales del diseño arquitectónico de la pirámide del Akapana y
del terraplén del Pumapunku , al sudoeste. Tanto la fachada oriental como la
occidental tienen escalinatas gemelas y axiales al centro .En el núcleo
cívico/ceremonial de Tiwanaku, los complejos de Kalasasaya,Chunchukala y
Putuni también tienen este diseño característico de entradas con un eje oriente-
poniente. Las escalinatas axiales tienen drásticas diferencias en cuanto a
elementos arquitectónicos; las escalinatas occidentales son muchos más
pequeñas que sus equivalentes orientales. Además, las escalinatas occidentales
en el Pumapunku y el Putuni no tienen las jambras y los dinteles monumentales,
elaboradamente tallados en piedra, que adornan las entradas orientales. Dicho
tratamiento arquitectónico sugiere que estas edificaciones y, más específicamente,
sus puntos de entrada y salida, representan una jerarquía simbólica o de posición
social.

Al parecer, además del eje oriente-poniente determinado por el camino dl Sol


existía otra partición del espacio social y simbólico en dos segmentos, uno
septentrional y otro meridional, así, la ciudad de Tiwanaku se dividía en cuatro
cuadrantes, esta división es común a ciudades en todo el mundo, en particular a
ciudades imperiales. La división septentrional-meridional de Tiwanaku puede
inferirse de la distribución de sus dos terraplenes principales, el Akapana y el
Pumapunku , el conjunto de edificaciones en el costado nororiental del Akapana
es el ejemplo más acabado de esta arquitectura ceremonial, la ciudad de
Tiwanaku estaba dividida espacial y simbólicamente en sectores septentrionales y
meridionales.

Si el núcleo arquitectónico de la elite de Tiwanaku tuviera solo un distintivo, lo


constituiría la plataforma escalonada con terrazas construida en torno a un patio
interior hundido. Esta forma predomina en el núcleo cívico/ceremonial de
Tiwanaku y en la de sus ciudades satélites como Lukurmata, Pajchiri, Khonko,
Wankake y Ojje. A pesar de su escala y detalles arquitectónicos diferentes, las
Piramides del Akapana y Pumapunku en Tiwanaku comparten este concepto, los
monumentos líticos con tallas muy elaboradas como el carácter ceremonial de las
edificaciones distinguen a cada uno de los conjuntos.

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La impresionante calidad visual del núcleo cívico/ceremonial de Tiwanaku llevo a
algunos investigadores de generaciones pasadas a equivocarse en su
interpretación del significado social de la ciudad y a argüir que Tiwanaku solo
contaba con un número reducido de templos y algunas edificaciones menores
dispersas y que, por lo tanto, desempeñaba un papel estrictamente ceremonial
como centro ceremonial deshabitado. Estos investigadores supusieron que la
arquitectura lítica de la superficie reflejaba toda la actividad humana del lugar y
también la de sitios regionales como Lukurmata y Pajchiri, las describieron como
centros de actividad de culto exclusivamente.

San Pedro de Atacama

Al oeste se divisa la antigua cordillera de Domeyko enfilando hacia el sur. En el


centro yace el Salar de Atacama, desde cuya planicie seca y desolada el terreno
subiendo rápidamente hacia el levante, en sucesivos escalones surcados por
infinidad de quebradas. Al fijar la vista en el valle resalta sobre el amarillo del
desierto una oscura mancha verde, de la cual se desprenden, como de un racimo,
otras manchas de menor tamaño.En San Pedro de Atacama y sus ayllus más
distantes, como Solor ,Cucuter ,Poconche ,Beter ,Coyo y Tulor.

El cambio de la cultura San Pedro a lo largo de los siglos (500 a. C. a 1525 d. C.),
fue resultado conjunto de factores internos y externos. Hugo, un interesante
proceso autóctono de evolución cultural, que hunde sus raíces en el periodo
temprano. Pero también arribaron nuevos pueblos y prácticamente en todos los
periodos se establecieron contactos con otras culturas. Esta dialéctica entre
evolución y difusión en la trama y urdimbre de la cultura San Pedro, y conviene
tenerla presente en todo momento.

Periodo intermedio temprano (500 a. C. a 400 d. C.)

Se presumen con cierta base que en la formación de la cultura San Pedro


participaron al -3 diferentes corrientes culturales. De origen local, descendiente al
parecer de los más antiguos cazadores -recolectores del desierto de Atacama,
portadora de una cerámica muy rudimentaria, con conocimientos elementales de
agricultura y en poder de camélidos domesticados como la llama. Y una corriente
llegada en varias olvidadas del altiplano boliviano, que trae consigo la alfarería gris
y roja pulida, el asentamiento en aldeas con viviendas de barro de planta circular,
óptimo conocimiento agropecuarios y en la virtud de inhalar alucinógenos.

Durante los primeros siglos del periodo intermedio temprano había ya varias
aldeas emplazadas en los oasis del Salar de Atacama, cultivando en pequeña
escala maíz, poroto, ají, zapallo y calabaza. Tienden a localizarse en los ayllus
más cercanos al salar, allí donde las aguas de los ríos y quebradas pierden sus

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ímpetus y se apozan, los nutrientes traídos por estas aguas favorecen la
producción hortícola, el crecimiento de buenos pastos para los camelidos y la
proliferación de bosques de algarrobo y chañar.

Sus viviendas son de barro y con muros abovedadas, comunicadas entre sí por
múltiples patios y pasadizos, y dispuestas sobre el terreno sin mayor planificación,
configurando un patrón asentamiento espontáneo y de crecimiento orgánico. El
tráfico de productos a lomo de llama parece estar vigente en la región desde la
fase, pero su control está en manos de otros grupos que tenían su asiento en el
desierto central. Lo sugieren los caravaneros tocados con turbantes, cuyos restos
se han encontrado en Calama asociados a grandes bolsas de cuero y canastos
espiralados.

Al cabo de este periodo, la región está aún bajo una fuerte influencia de Salta,
Tucumán, Catamarca y otras áreas del noroeste de Argentina. Esto se nota por la
presencia en San Pedro de Atacama de artefactos pertenecientes a culturas
trasandinas como Tafí,alamito, Candelaria y Condorhuasi. Esta es la última fase
en que la alfarería roja pulida tiene cierta importancia en los actuales funerarios de
la cultura San Pedro. En tanto que los vasos, botellas, botellones y escudillas gris
pulidos, presentan un acabado de la superficie cada vez más prolijo, anticipando
ya el bruñido característico de la alfarería negra del periodo siguiente.

Las pipas también comienzan a disminuir en las tumbas, a medida que aumenta
los instrumentos para inhalar alucinógenos:

 la costumbre de inhalar alucinógenos parece haberse llegado a San Pedro Atacama


desde las selvas amazónicas, en donde estas prácticas se hallan todavía vigentes.
Sobre la base de observaciones actuales, es posible reconstruir la forma como eran
usados de los implementos arqueológicos del complejo alucinógeno.
Aparentemente, arriba a San Pedro Atacama ya procesados, en donde eran
almacenados en cubiletes de caña o hueso. Para consumirlas, era necesario
pulverizarlas en un mortero con una pequeña mano de moler. Los polvos eran
colocados sobre el recipiente de una tableta de madera y esparcidos con un pincel
por toda la superficie. La boquilla del tubo introducida en uno de los orificios
nasales y el otro extremo era puesto son los polvos depositados en una tableta.
Enseguida, el individuo tapaba la otra ventanilla de la nariz e inhalaba
profundamente el alucinógeno.

En los tres últimos siglos, los asentamientos son emplazados en ayllus como
Quitor ,Sequitor y Larrache, en lo que hoy es el pueblo de San Pedro de Atacama;
allí se establecieron las bases de una agricultura intensiva capaz de sostener una
población más numerosa.

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Periodo medio (400 a 1000 d. C.)

En un ambiente seco, como es el atacameño, donde no cae ni una sola gota de


lluvia, las posibilidades de una agricultura más intensiva depende de la irrigación
artificial. A comienzos de este periodo todas las tierras con la actitud agrícola de
San Pedro de Atacama estaban cultivándose intensivamente, una compleja red de
canales de radio, los mejores oasis atacameños tienen por su poca extensión una
baja capacidad de sustento humano, la población se viera limitada en su
crecimiento; en clave dentro el proceso de desarrollo local, bien pudo significar la
desintegración de la emergente cultura San Pedro, la profusión de cementerios
durante este periodo, es signo inequívoco de que la sociedad local logró,
finalmente producir alimentos para sostener y aumentar la población.

Los cambios producidos, sugieren cambios paralelos y de mucha importancia en


las relaciones de San Pedro con el exterior, la sustitución definitiva en las tumbas
de las pipas por instrumental asociado a prácticas inhalatorias, que implica un
simple cambio de trabajo por los alucinógenos; implica también una modificación
en la ideología ligada al consumo de sustancias. Una pérdida de influencia del
noroeste argentino, por mucho que la costumbre trasandina de enterrar a sus
muertos en urnas de cerámica, continúa vigente en San Pedro en algunos
sectores de la población. Y pese a que las elevadas tasas de cobre en forma de T,
que comienzan a sustituir a sus similares de piedra, guardan una estrecha
semejanza con las de la cultura Ciénaga.

La cultura de San Pedro en la esfera de influencia de otra gran corriente cultural:


la tradición altiplánica; a comienzos del periodo medio las tumbas incluyen su los
primeros objetos procedentes de Tiwanaku, el influyente centro urbano y
ceremonial del lado Titicaca. Debido a su privilegiada situación geográfica, en la
que convergen rutas definidas desde distintos y lejanos lugares, San Pedro
Atacama se convirtió en un centro de tráfico interregional; algo así como un cuarto
de intercambio por el que circulaba los productos de la costa, el desierto central,
los oasis piemontanos, las selvas orientales y los valles del noroeste argentino.

Junto con garantizarles el acceso a ciertos recursos críticos, el control de tráfico


puso en manos de la cultura San Pedro, el manejo de la red de intercambio de
incalculables proyecciones para el propio desarrollo de la sociedad local; esta es
la época de mayor auge en San Pedro Atacama en toda su historia. Los contactos
con otras culturas fueron múltiples. Hay objetos de San Pedro en lugares tan
lejanos como la quebrada de Tarapacá en el norte y salta el noreste. A más de
300 km de San Pedro Atacama, al reto que sugieren una colonia establecida allí
por los atacameños. Aparentemente, también han colonias en Chiuchiu y Conchi,
80 y 100 km, al norte respectivamente. Tales hallazgos son evidencias muy claras

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de que; merced al tráfico de caravanas y a la instalación de colonias, la sociedad
San Pedro había ampliado considerablemente su esfera de interacción.

Los sectores dirigentes de la sociedad San Pedro, en procura de bienes de


status que aumentaron su prestigio interno, orientaron parte del tráfico de
caravanas hacia el altiplano boliviano, justo en el momento en que Tiwanaku
hacía lo propio hacia el desierto. Este gran estado se interesó por la
productividad atacameña, especialmente por sus piedras semipreciosas e
integró el tráfico de la cultura San Pedro dentro de su más vasta red de
intercambio.

Hacia el 600 d.C , las influencias de Tiwanaku se hacen patentes en un sinnúmero


de objetos: finísimas telas teñidas con la técnica de nudo, bellas camisas
decoradas con personajes sagrados similares a los de la puerta del sol dispuestos
en dos franjas verticales, cubilete de hueso con diseños incisos o pirograbado
representado individuos portando centros y máscaras de felino, vasijas policromas
de Tiwanaku y Cochabamba. Como muchos de los objetos fueron hechos de
materiales predecibles que se destruyen con la humedad reinante en Tiwanaku y
otros lugares del altiplano, sólo ha podido recuperarse en la sequedad de los oasis
atacameños.

Había tal inversión en el virtual mortuorio, que es razonable suponer niveles


comparables de riqueza y sofisticación en las otras esferas de la sociedad. El uso
por parte de algunos individuos de determinadas deformaciones cefálicas,
elaborados tocados, ricos adornos, finas indumentarias, trompetas, plumeros,
cetros y otros elementos, tienden a subrayar diferencias de status.

Ya desde fines del período intermedio temprano había sido necesario desarrollar
capacidades de organización y mando, para llevar adelante una agricultura
exigente, que requirió construir y mantener en funcionamiento un complicado
sistema de regadío. La responsabilidad sobre el tráfico interregional, seguramente
también requirió especialización de funciones y lo propio de haber ocurrido con las
actividades relativas al culto. En los tres últimos siglos del periodo medio, hay
contactos de San Pedro con Catamarca y La Rioja, a través de la cultura Aguada .
La avanzada metalurgia del bronce de Aguada, debe haber desempeñado un
papel decisivo en el cambio tecnológico de San Pedro.

Durante este intervalo, sigue llegando a San Pedro de Atacama objetos de estilo
Tiwanaku; en tanto el ascendiente que ejerce Tiwanaku sobre la élite de San
Pedro, que proliferan las limitaciones locales de objetos típicos de la cultura
altiplánica.

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Tiwanaku habría basado su estrategia de acceso a los oasis atacameños en
una influyente y persuasiva penetración ideológica. No hay indicios de que
se hayan impuesto por las armas o que San Pedro haya sido políticamente
dependiente de Tiwanaku , pero sus ideas y creencias religiosas penetración
profundamente en la sociedad atacameña .Mediante el suministro de
objetos, imágenes y alucinógenos , Tiwanaku obtuvo a cambio toda la
producción de esta vasta área de los Andes, movilizada por la red de
intercambio que había logrado desarrollar la cultura San Pedro poco antes,
el habito de inhalar alucinógenos estaba arraigado en San Pedro con
anterioridad a Tiwanaku y no fue difícil para esta estimularlo, quizás como
una manera de conseguir una relación de dependencia.

Muchas de las creencias que introdujo Tiwanaku en la cultura San Pedro,


incluían cuestiones totalmente arbitrarias, tendientes a justificar en términos
religiosos el desvió de los productos que pasaban por San Pedro de
Atacama o que se producían localmente, hacia el gran centro urbano y
ceremonial del Titicaca. San Pedro de Atacama parece haber sido tan sólo
un objetivo táctico para, Tiwanaku. Sus objetivos estratégicos estaban,
aparentemente, en los fértiles valles y la metalurgia del noroeste de
Argentina. Por eso, en los siglos finales del Periodo Medio, Tiwanaku vuelca
su influencia sobre las culturas Isla y Aguada, representando esta ultima el
desarrollo técnico y artístico más alto alcanzado por alguna cultura en el
noroeste argentino.

Periodo intermedio tardío (1000 a 1470 d.C)

En los inicios de este periodo, Tiwanaku pierde su hegemonía en el altiplano y el


que había sido un estado que mantenía bajo su dominio a muchas etnias, cede el
paso a numerosos reinos y señoríos independientes. Estas sociedades ejercen
considerable presión sobre los espacios productivos del norte de Chile,
estableciendo colonias en los diferentes pisos ecológicos que hay entre el
altiplano y la costa.

En San Pedro de Atacama, el período intermedio tardío es aún muy poco


conocido, se tiende a pensar que la pobreza de sus primeros siglos continuó hasta
la llegada de los incas, ya no hay la variedad deslumbrante de objetos artísticos de
mediados del periodo anterior. Pero su lugar se construye grandes asentamientos,
seña elocuente de una mayor población. Se piensa que en San Pedro Atacama y
alrededores, habían más de 10,000 habitantes a las llegada de los españoles, cifra

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que da una idea de la población que pudo existir allí en los siglos inmediatamente
previos. En el valle deben haber proliferado asentamientos como el grupo de
ruinas del ayllu de Solor y muchos de sus vestigios seguramente yacen hoy bajo
las actuales áreas de cultivo y la residencia.

En este periodo los artefactos del complejo alucinógeno comienzan a disminuir en


número y calidad, hasta desaparecer por completo poco antes del arribo de los
Inkas. El uso de la coca adquiere una mayor preponderancia, y también los ritos y
creencias ligados al consumo de este estimulante; los señores principales/tocados
con grandes gorros forrados en piel de camélido y lleva por vestido gruesas y
pesadas camisas de lana oscura, con aspecto de piel realizado; la cerámica típica
de la cultura San Pedro en este periodo, continúa siendo un solo color, pero ahora
presenta un grueso engobe rojo pulido por dentro. Estas escudillas se encuentran
distribuidas por todo desierto, en un triángulo formando por Pica en el norte, Taltal
por el sur y San Pedro Atacama por este.

Hay contactos con los indios de Tarapacá, Pica, Potosí, Sud Lípez y Copiapó. Las
caravanas atacameñas descendieron a la costa con los productos de su oasis y
regresaban con pescados y mariscos secos que equivocaban con los indios
changos del litoral. La escasez de piezas del noroeste argentino en las tumbas
locales, sugiere también que las relaciones entre ambas regiones estaban
reducidas al mínimo. Estilos trasandinos como Santa María y Belén, están
completamente ausentes en San Pedro Atacama, y son contadas las piezas Yavi
procedentes de la pugna de Jujuy.

Periodo tardío (1470 a 1525 d. C.).

Cuando los incas inician su programa de expansión hacia el sur e ingresaron en el


territorio atacameño, traen como aliados a los pueblos del altiplano, seculares
rivales de las sociedades del desierto. En la región del Salar de Atacama, en
cambio, fundan su centro administrativo en Catarpe, casi enfrente del Pukara de
Quitor , desde donde ejercen claro dominio sobre San Pedro Atacama. Así,
durante la mayor parte de su desarrollo la cultura San Pedro fue políticamente
independiente, pero después de 1470 d. C., todo el norte de Chile fue conquistado
por los incas y San Pedro de Atacama pasó a formar parte de su imperio o
Tawantinsuyu.

Los incas utilizan a San Pedro Atacama sólo como una escala dentro de su
programa de expansión hacia otros territorios. Por supuesto, hay evidencias de
que explotaron intensamente los recursos mineros locales, pero su interés
estratégico está mucho más al sur. Tal vez por esto la impronta incaica en San
Pedro Atacama es mínima, aunque también es cierto que tuvieron poco más de 60
años para influir en la cultura local. En conexión con el dominio incaico, arribaron
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imitaciones trasandinas de piezas cuzqueñas, procedentes de Tilcara y La Paya.
Fuera política del imperio respetar las creencias de los pueblos sometidos, si bien
en todas las altas cumbres rindieron culto a sus propias deidades.

Reflexiones sobre el tráfico de caravanas y complementariedad


circumpuneña.

El desarrollo de la sociedad andina nuclear a través de diferentes modos y


espacios de obtención de recursos ha sido estudiado desde distintas posturas
sociales y adaptativas dentro del modelo centralizado de sociedades urbanas
expansivas, las relaciones cruzadas de un medio social, productivo y político con
otro: las relaciones entre costa –puna-selva y sus logros respectivos. Cada vez es
más urgente, en este sentido, identificar procesos socioeconómicos y políticos
combinados, que integren sociedades fijas y móviles interconectadas que
expliquen mejor el desarrollo sur-andino, por su carácter dinámico y menos
definido por un territorio específico, tal como lo percibieron algunos estudios
interactivos pioneros a través del modelo de verticalidad.

La circulación de bienes complementarios domésticos o de status, sea cual sea el


modelo explicativo, implica un conjunto de componentes sucesivos tales como:
apropiación de materiales, producción, circulación, interaccion.Asi, intercambio,
colonias, trafico de intercambio u otras maneras de establecer contactos inter-
regionales incidieron en la creación de una cultura de viajes y bienes aceptados a
nivel interétnico, susceptible de ser recuperado arqueológicamente entre
asentamientos , rutas y vestigios domésticos o simbólicos.

La complementariedad es un proceso transversal y variable, el conocimiento del


nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, las necesidades de los productores
y la presión por cumplir demandas extra-locales. A través de estas operaciones las
poblaciones pueden desarrollarse más efectivamente hasta ampliar sus límites
demográficos fijados sobre la base de la relación excedentes-crecimiento-recursos
locales.

Las sociedades giratorias y complementariedad circumpuneña; se ha


planteado que en el interior del proceso de división social del trabajo pecuario se
segregaron oficios andinos más especializados derivados de las necesidades de
alcanzar recursos complementarios a través de la producción excedentaria. Las
operaciones de intercambios y otros modos adicionales, A través de la practica
caravanera, se habrían constituido en instrumentos intermediarios entre los

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productos y la elite con respecto a los consumidores externos, al margen del
modelo de emergencia de mercaderes como clase social independiente, el
proceso se inclinaba a crear mercaderes embrionarios, pero el contexto de
desigualdad social pastoralista, los caravaneros fueron servidores de la elite, bajo
una cierta cobertura política flexible, articulando espacios independientes de sus
comarcas étnicas; tenían ciertas iniciativas particulares, pero no autónomas , entre
gestiones móviles e impredecibles que requieren de decisiones propias.

Los que una vez recibidos, tienden a la reproducción de la elite, a la cual se


subordinan, vinculada con la acumulación de riqueza. Si bien desde el registro
arqueológico es viable la identificación de los bienes en movimiento , aun no
entendemos bien cuál es la estrategia metodológica para observar la naturaleza
de los sujetos directamente vinculados con el trafico caravanero, la conducción y
control de un régimen caravanero de larga distancia, lejos de construir respuestas
espontaneas, es el resultado de políticas especificas que provienen de un aparato
para-estatal en contextos de desigualdad y poder, bien reconocidos como
“señores del trafico”.

La emergencia prestigiosa de la producción de excedentes es necesario


observarla como parte del proceso de estratificación y jerarquización de las élites
locales y sus idearios vinculados a acumulación de riqueza en ambientes
desérticos, donde la reducida escala de producción excedentaria agropecuaria e
insuficiente para explicar los grados de complejidad registrados entre las cuencas
del Loa y Atacama; la organización social y económica de la producción y su
derivación en términos de cambios culturales en contextos temporales específicos.
Las elites crean y mantienen poder con objetivos e intereses opuestos a los
dominados, fomentando respuestas tecnológicas innovadoras.

A las innovaciones pecuarias, agrarias, artesanales, hidráulicas y otras, se le


sumó la producción de bienes orientados al exterior, tanto de subsistencia como,
principalmente, aquellos dedicados a difundir los símbolos de prestigio, capaces
de legitimizar a las elites, separandolas gradualmente del cotidiano de los
productores excedentes. Por otra parte, se acepta que la circulación de bienes de
status pudo atenuar la crisis alimentaria a través de la recepción de bienes
subsidiarios desde comarcas aliadas. La producción agropecuaria en ambientes
desérticos, es más bien frágil, entre eventos alternados de sequia, destrucción de
suelos útiles por inundaciones catastróficas, heladas prematuras, erosión eólica un
el mismo avance del desierto.

El paisaje atacameño pudo crearse y definirse como derivado de los procesos


socio–culturales que privilegiaron aquellos recursos y productos no renovables
orientados al exterior, que le fueron más provechosos desde realidades objetivas

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de acuerdo a prácticas sociales concretas. Más que un medio de transporte y
acceso a la complementariedad en sí misma, el caravanero es una respuesta
altísima complejidad, capaz de otorgarle a la sociedad sur andina su naturaleza
giratoria, con atributos dinámicos que mostraron gradualmente el total de la
secuencia arcaica tardía a Inca, con respuestas flexibles y diversas en tiempo -
espacio y culturas, tamaños de recuas y distancias variables. Las huellas de
habaneras no sólo prolongan la digitación inter asentamientos-ejes, hacia los
vacios despoblados a ojos de europeos, sino, por el contrario lo llenan de pasajes,
rituales, paskanas y marcas étnicas, que al parecer reflejan una concepción
integral de lo habitable y transitable de un modo no dicotómico, distinto a la
valoración occidental del paisaje desértico andino.

La cuestión socio-económica y ritualistica circumpuneña más relevante ha sido la


domesticación y crianza de camélidos incluyendo el uso consecuente de las
caravanas de carga, dentro de lo que constituye un medio de vida agroganadero
propio del sur peruano , sur boliviano, norte de chile y noroeste argentino. El
irregular acceso a materias primas y bienes en la transecta selva-antiplano-puna-
costa, debería manifestarse en el registro arqueológico a través de controles
cuantitativos y cualitativos en términos de distribución y contextos. La elite debía
mantener vínculos sociopolíticos para configurar fronteras blandas, ampliando
cada vez más sus circuitos de interacción y manejo de enclaves sociales y
productivos complementarios en el interior o exterior de sus límites.

Tal ideario no puede ser comprendido como un mero monopolio del tráfico, en
donde bajo coacción, los traficantes se confinan en las punas como en las yungas
para satisfacer las ansiedades de riqueza de los señores, puesto que las
consecuencias redistributivas y de reciprocidad lograban atenuar y compensar las
necesidades de los jubilados, el flujo de tráfico recogió la realidad segmentada y
distante de los asentamientos con desarrollos complejos y desiguales, integrando
las relaciones no dicotómicas entre asentamientos móviles y fijos, entre aldeas
altas y bajas, entre pisos ecológicos. Las colecciones caravaneras establecieron
vínculos integradores a través de distintas modalidades de interacción durante la
secuencia y entre diversos estadios de menor o mayor complejidad, no como
mecanismos rígidos de dominio, sino más bien por actos compartidos tras la
obtención de recursos compatibles con las prácticas giratorias entre
asentamientos-ejes.

La dirección y distancia pudo defender de la expansión y/o restricción del


mantenimiento de caravanas, de los espacios insulares vacantes en la disposición
y recepción de productos trasladados e intercambios a través del paisaje natural y
social. Se asumen que el movimiento giratorio de bienes tiende a mantener su
medio rodante en equilibrio, balanceado por los ejes fijos o asentamientos

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estables en términos de captura del tráfico, incluyendo la delimitación de recursos
disponibles para su explotación directa y sus combinaciones giratorias, al margen
de transacciones comerciales ortodoxas.

Los asentamientos sedentarios, respondieron proporcionando sueros o recursos


locales, abasteciendo al caravanero o recibiendo productos foráneos,
estableciéndose redes locales de redistribución, de mutuo beneficio, los
asentamientos-ejes semi-sedentarios y sedentarios se reconocen como polos
estabilidad, los cuales definen sus puntos terminales y la dirección del movimiento
bajo las pautas de las élites locales en contacto con sus contrapartes, desde
asentamientos diferentes en tamaño y complejidad. Cada asentamiento
incorporado, sea cual sea su localización y densidad, es un eje con su propio
movimiento productivo interno que entra en contacto con un sistema mayor hacia
donde vierten sus excedentes y se conecta con el universo andino, absorbiendo
técnicas, simbología, materias primas y alimentos, sin constituir en sí mismo un
locus autosuficiente.

Poblaciones agrarias en pisos medios y bajos y de grupos más fragmentados en


los extremos de la costa y yunga, sustentó la extensión regulada del tráfico
interregional desde los ambientes puneños. De esta manera, el déficit de
agricultura de la circumpuneña y altiplano meridional era balanceado por el
desarrollo creciente de la economía marítima, agraria y selvática hacia donde se
extendía más eficientemente el movimiento giratorio, compensándose así un
balanceado perfil de interacción. Estos asentamientos -ejes, bajos y altos,
actuaron como puntos geográficos de sincronización de los movimientos interpisos
en una trama interregional y no reflejan una centralización económica per se,
porque si un asentamiento se mueve hacia una dirección jerárquica local y
centralizada, al margen de las inter conexiones de la macro -red caravanera,
puede extralimitarse, marginarse y quedar fuera de circuito.

Cada asentamiento fijo debe consecuentemente evaluarse a la luz de su


participación, mayor o menor, en los diversos segmentos de las rutas dinámicas
de complementación; esta red de rutas implicó el surgimiento de una liturgia de la
rogativa que alcanzó incluso la monumentalidad del ritual rupestre, la mayor
producción de bienes de status condujo a la creación de riqueza en los oasis
atacameños, en relación a la temprana emergencia de elite y complejidad,
integrando el manejo caravanero interdigitando hacia y desde comarcas étnicas
aledañas. Esta inserción entre sociedades de alta diversidad socio cultural y
productivo permitió a su vez incorporar localmente bienes e idearios foráneos
significativos. Esta situación permitió que los asentamientos de valles mantuvieran
yacimientos cupríferos a no más de una jornada diaria de distancia, sin necesidad
de edificar poblados mineros permanentes salvo una que otra excepción .Por lo

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mismo, privilegian aquellas minas más cercanas a los asentimientos agrarios,
aunque también incluyeron por el sur aquellas más alejadas en el salvador, el
proceso de intensificación de estos bienes implico labores cada vez más
especializados, que reforzaron a las jerarquías, sus descendencias, liderazgos
hereditario y demarcación territorial, con interdigitacion de vínculos fronterizos.

Este proceso habría alcanzado niveles de integración local y regional a jugar por el
acceso a bienes foráneos tan radicales como los alucinógenos trasandinos y
moluscos de agua dulce tropicales de uso ritualistica a lo largo del centro -sur. El
acceso giratorio colonial se orientó a recursos tanto de subsistencia como de
prestigio, en ámbitos alejados de las cabeceras políticas y/o asentamientos -ejes.
El patrón giratorio, se ajustó más con las sociedades situadas en espacios
insulares sometidas a alta fragmentación, distancias y especializaciones
productivas.

Es más, bajo ambiente, recursos restrictivos asociados a elites ascendentes, el


control del tráfico de bienes de alto valor suntuario pudo permitir, por operaciones
giratorias, la recepción de productos deficitarios localmente, sobre todo durante
eventos intermitentes de mayor escasez, cuando se pone en riesgo la estabilidad
del poder; la propuesta giratorio tiene que ver directamente con los inicios de una
arqueología de rutas, demostrándose un potencial excepcional para la
comprensión de la materialidad construida o descartado por causas domésticas y
ritualistica junto a las huellas. Ya se ha constatado que entre los oasis atacameños
y el litoral, incluyendo el altiplano de Lipez y la conexión puna -selva oriental, la
presencia de fragmentación cerámica cubre desde el formativo al Inca.

Se ha reiterado que en todas estas operaciones de intercambio arqueológico y


etnográfico está presente el componente simbólico entre cargas de recursos
alimenticios y aquellos materiales sujetos a ser transformados en artefactos o en
complementos de los procesos productivos, sea consensuado que la carga de
minerales, cobre triturado, lingotes y piezas metálicas son componentes del
caravanero desde sus asentamientos a los receptores, tan alejados como las
crisocolas y turquesas registradas en las yungas.

Tráfico y secuencia circumpuneña: formativo temprano( fase tilocalar 1200-


400 a.C)

El proceso de domesticación de camélidos culminado durante el arcaico tardío ha


permitido identificar en los extremos de la cuenca de Atacama, las primeras
prácticas pecuarias, que transitaron formativo temprano, orientado a la producción
carnea, textil y traslado de cargas. Un estudio de formaciones óseas, constatado
en camélidos, generado por caminatas y cargas, indica que las superficies
articuladas se advierte mucho más pronunciadas incluyendo, entre otros cambios,
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la fusión de ciertos huesos cortos. Esta evidencia no podría confundirse con
camélidos laneros, que aunque portan un peso considerable, no se comparan con
las cargas, y, lo que más determinante, no se trasladaron a través de largas
distancias. Los inicios de la percepción giratoria del manejo de recursos, con
énfasis más estacional, estarían presentes durante la alta complejidad del arcaico
tardío, en términos que acceden espacios con recursos óptimos entre el litoral y la
selva.

Las prácticas caravaneras, desde los oasis de San Pedro, estarían documentadas
por la presencia de rebaños disponibles en su hinterland, camélidos en
enterratorios funerales, bienes exóticos, alta dispersión trasandina de cerámica
local, representación en el imaginario rupestre y traslado de cargas y bienes desde
y hacia el litoral. De hecho, el traslado de cargas no es un atributo exclusivo de los
asentamientos altiplánicos, por cuanto las cuencas del Loa y Atacama, al pie de la
alta puna y en las quebradas intermedias se contaban con el recurso camélido.

No se han registrado etnográficamente en los andes grupos ganaderos sin manejo


de caravanas, todo conduce a que este medio de transporte estuvo disponible
durante las distintas fases de la secuencia prehistórica. Se asume en el formativo
temprano movilidad trasandina regular, sin fronteras técnicas muy establecidas y
las obvias relaciones entre las cuencas de Loa y Atacama. Estamos hablando de
tráfico inter aldeano, de intercambio y interzonales del formativo altiplano central,
que en el valle Tiwanaku han dado lugar a bienes exóticos.

Se ha observado que la sociedad giratoria pudo involucrar efectivamente los


ambientes de selva donde no había caravanas propias, desde los asentamientos -
ejes de los oasis y quebradas atacameñas, incluyendo además la presencia de
indicadores del formativo temprano al tardío en el litoral. Esto presupone contactos
con los oasis interiores, derivados del manejo caravanero hacia los recursos
costeros, tanto de estatus como del cotidiano alimenticio y de materias primas.
Estos casos sugieren el desplazamiento de la elite a sus representantes para
acentuar el dominio político y económico del litoral desértico aledaño.

Se han reconocido frecuentes registros funerarios con componentes de todas las


fases cerámicas de la cuenca de Atacama, incluyendo bienes metálicos notables
en los cementerios de Taltal. Las rutas caravaneras que salen por Peine-Tambo
Meteorito-Imilac-Paposo-Taltal, asociados a paskanas y cultura material del patrón
atacameño, indican un acceso al litoral con adjetivos multipropósito, incluyendo el
tráfico de minerales y metales.

Se sabe que los Atacamas controlaban minas de cobre en Cobija, donde eran
distinguidos con donaciones de pescados en señal de reconocimiento. La fácil
extracción del cobre nativo y su uso martillado, explicaría el desarrollo de talleres
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costeros explotados por agrupaciones locales y otros llegados desde los oasis
interiores, reflejados en los contextos funerarios. Las cargas de retorno implica no
sólo los bienes metálicos, sino, un alto potencial de productos costeños, tanto
alimenticios como de estatus.

Por otro lado, la alta frecuencia de indicadores de las fases Sequitor y Quitor tales
como cerámica negra y roja pulida, modelados antropomorfos, pinzas, anillos,
hachas de gancho, pipas y otros, sugieren que existió un control directo del litoral
atacameño. En ese sentido, se ha propuesto que hubo acceso por vínculos
caravaneros de complementariedad.

En el formativo tardio 400 a.C a el 500 d.C,durante este periodo se habría


intensificado la ocupación agraria en los oasis piemontados, asociados a un
hinterland ganadero , paralelo a la consolidación de una elite política y religiosa
orientada a incrementar la producción excedentaria de bienes minero-
metalurgicos y piezas exóticas de acuerdo a las demandas exteriores. La
movilidad giratoria intensifica el ideario de recibir y enviar cargas prestigiosas tales
como lingotes de cobre, piezas metálicas, conchas figuradas, mineral de cobre,
cuentas de concha y de mineral de cobre entre otros. La recepción de pipas, cebil,
cerámica, textiles, caracoles, piezas de bronce, etc. indican que las redes
giratorias de intercambio han involucrado a un variado elenco de asentamientos
formativos entre la cuenca de Atacama y el Loa.

La experiencia transferida de los asentamientos Tilocalar permitió incrementar la


producción de bienes de estatus, constituyéndose las cuencas del Loa y Atacama
en centros de operaciones transdeserticas, articulando las rutas de circulación
entre el pacífico y las tierras altas, incluida las selvas occidentales y Yungas. La
cantidad de objetos de ornato y ritualisticos hechos en conchas marinas,
registrados en los oasis de Atacama, ratifica el rol que ejercieron las rutas
jalonadas por paskanas, como aquella que quedan a lo largo del río Loa, entre
Calama y la costa del Loa y Cobija; desde los oasis, como un centro de recepción
de aviación de productos e ideas, de origen multiétnico, también salían y llegaban
cargas trasladadas, por otras rutas, hacia la costa, siguiendo la conexión Sur,
Peine-Tilomonte-Imilac, Paposo y Taltal.

La religión en el antiguo noroeste argentino

Temas que se destacan en los estudios sobre el noroeste argentino prehispánico,


la religión no es uno de ellos. La arqueología ha considerado prioridad otros
problemas: cronología, secuencias culturales, estrategias adaptativas o la
domesticación de la llama. En opinión de algunos arqueólogos, resulta imposible
abordar científicamente los aspectos religiosos de las sociedades desaparecidas,
dado que sólo ha llegado hasta nosotros una fragmentaria cultura material.
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En los estudios arqueológicos argentinos que posible observar cómo desde hace
ya algún tiempo, una creciente preocupación por el mundo simbólico de las
sociedades andinas del actual territorio de nuestro país. Es necesario destacar
que la recuperación del religioso se ha hecho casi por completo a través de las
representaciones y, de este modo, está ligado a sus manifestaciones artísticas.
Quien más aportado en este sentido ácido Alberto Rex González.

Estimamos que para un estudio de religión prehispánica del noroeste hay tres
temas que merecen ser abordados: la adoración del sol, el uso de alucinógenos y
el culto a los antepasados. Pueden ser investigados desde un punto estrictamente
arqueológico y a la vez están históricamente vinculados entre sí como parte de los
procesos sociales de los andes, arraigados profundamente en el entramado de la
sociedad indígena antes de la inversión europea.

En los andes el sol era venerado en la figura de un ser humano bajo la advocación
del Punchao: el señor del día; los incas participaron de la religión solar andina.
Según el mito, el sol había alumbrado por primera vez desde una peña de la isla
Titicaca en él lado que hoy lleva ese nombre. El culto a los antepasados también
fue un elemento importante en la religión andina prehispánica

Declaran los viejos que antiguamente un indio que tenían por oficio hacer y lograr
estos dioses con las figuras referidas, y fundidores que los fundían de plata, oro y
cobre, la palabra huaca o guaca se refería tanto el ídolo como el lugar donde se
desarrollan los rituales o prácticas religiosas. Huanca por el contrario era un
monolito, labrado o no, clavado en el suelo y que, por lo general, cumplía dos
funciones: la de la huaca tutelar de la aldea. Desde el punto de vista religioso, el
huanca representaba al ancestro momificado del ayllu fundador de la aldea y de
las, chacras, y que en las relaciones sociales de poder se le concedió una alta
jerarquía.

Los antepasados, fueron inhumados en sepulcros especialmente construidos,


vestidos con túnicas o camisetas de cumbi y, según establecía el rito, se les
ponían las manos en el rostro y las rodillas flexionadas contra el pecho metidas
por dentro de la camiseta. Cuando volvemos nuestra atención hacia los
alucinógenos, comprobamos que desde tiempos remotos su uso ceremonial
estuvo extendido en America, y que fuera el contexto religioso, no es posible
entender su significado en las sociedades indígenas. Si bien se usaron como
alucinógenos distintas plantas nosotros centramos nuestra atención en el género
Anadenanthera que posee propiedades químicas de efectos alucinógenos por el
contenido de derivados tripaquimicos y B-carbolicos.

Tenemos claras evidencias de que hace más de 4000 años el cebil fue usado
como alucinógeno por los antiguas sociedades de cazadores recolectores que
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poblaron lo que hoy es el noroeste de la Argentina, su consumo, el contexto
religioso prehispánico está atestiguado por la pipas de cerámica, hueso y piedra,
tabletas de madera, piedra y metal, tubo de madera y hueso, valvas de molusco o
caracoles, espatulas y cucharitas de madera o hueso, carros y vasos de cerámica,
madera y metal, morteros, fuentes y vasos de piedra.

La forma de consumo más difundida fue la inhalación de polvo de las semillas a


través de los orificios nasales y para ello se utilizaron tubos y tabletas ahuecadas,
generalmente de madera, o diversos dispositivos tabulares de hueso. Esta
costumbre se extendió por la cuenca amazónica y la región andina, incluyendo el
noroeste argentino; en esta última región, las evidencias arqueológicas y
etnográficas atestiguan que también se fumaba el cebil en pipas de cerámica,
hueso o piedra. No es posible pasar por alto el noroeste de Argentina, por un lado,
la presencia del cebil en los bosques de las laderas orientales de los andes, y por
otro, los morteros de piedra tallada en los que se molían las duras semillas del
cebil para inhalar o fumar.

El uso ceremonial a través de diversas formas de consumo muestra una


dispersión que excede sus límites naturales; además, está poniendo énfasis en el
alto valor asignado a la planta y a sus derivados, y una compleja dinámica de
intercambios con grupos culturales de regiones vecinas. Se ha vinculado el uso de
alucinógenos en el espacio subandino con el culto del sol.

El proceso por el cual las desigualdades sociales se volvieron hereditarias es uno


de los temas más cautivante historia prehispánica del noroeste argentino. La
ideología para modelar las creencias y el comportamiento social decidió adquirir
forma material a fin de ser compartida y manipulada; todo indica que este proceso
ocurrió a comienzos de la era cristiana, en un área geográfica que tenía como
centro el hoy dominado valle de Ambato; es parte del sistema orográfico de la
sierra del mismo nombre en la actual provincia de Catamarca.

El valle Ambato está una altura media sobre el nivel del mar de 1000 m y tiene un
clima cálido con lluvias de verano de entre 500 y 800 mm por año; en los sectores
más húmedos de las laderas crecen Quebracho colorados, mistoles, tintitacos y
chañares; en el fondo del valle predominan los bosques del algarrobo, molles y
sombra de toro. Si pudiéramos contemplar a vuelo de pájaro el valle de Ambato en
el siglo VI de nuestra era, tendríamos ante nuestra vista un paisaje que, para el ojo
entrenado, lleva inscriptas las transformaciones sociales. Se destacan tres
huellas: los centros ceremoniales, las pequeñas aldeas y las terrazas de cultivos
en las laderas.

En el fondo del valle sobre la margen izquierda del rio, se construyeron dos
complejos arquitectónicos de carácter ceremonial: uno, cercano a la localidad de
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los Talas, se conoce con el nombre de Bordo de los Indios; el otro situado 8 km
más al sur del anterior, es la iglesia de los indios en el paraje de la Rinconada;
quienes planearon la construcción de estos complejos ceremoniales buscaban
darle al conjunto un aire de monumentalidad e imponencia para que fueran una
marca indeleble en el paisaje, centros ceremoniales se distinguen por la
presencia de un montículo piramidal de planta rectangular de 20 m en el lado
mayor y de unos 3 m de alto, que domina un espacio abierto a modo de plaza de
aproximadamente 60 m de extensión.

El montículo principal, que se levanto con sedimentos arcillosos, está rodeado en


su perímetro por un muro bajo de piedras lajas canteadas, que logra el efecto
decorativo de presentar un lienzo exterior liso. El hallazgo de huesos humanos
fragmentados en el relleno del montículo principal de la iglesia de los indios estaría
indicando que estaba destinado a la realización de sacrificios. La amplia superficie
sedimentaria acumulada se construyó los núcleos de viviendas en el fondo del
valle. Se trata de un modulo de aproximadamente 25 m por 35 m, con recintos
cuadrangulares dispuestos paralelamente sobre los lados menores de un
rectángulo que conforma el patio central. En casi todos los casos, las habitaciones
tienen paredes de barro, reforzadas por columnas de piedras planas en ambos
paramentos , y un techo a dos aguas con una cubierta de paja y barro; era
frecuente que sobre la fachada que da al espacio abierto central se levantara una
galería techada destinada a las actividades domesticas.

En las laderas de ambos flancos del valle se construyeron andenes o terrazas


destinadas a la agricultura. Se trata de paredes bajas de piedra que, al seguir una
cota de nivel en la pendiente del cerro, permiten rellenar una superficie plana.
Además de crear un suelo apto para los cultivos, es un recurso constructivo que
permite, a la vez, aprovechar el agua y controlar la erosión. Muchas veces las
terrazas o andenes se combinan con obras de riego, como represas, acequias o
canales.

Las tres huellas son testimonio de un orden ideologico, territorial y económico.


Hablan de lo que en la investigación arqueológica se ha denominado señorio: una
entidad política regional con gobierno institucionalizado y algún tipo de
estratificación social, que dirige a una población de miles o decenas de miles de
habitantes. El despliegue ideológico de que hacen gala los señoríos ha arraigado
entre algunos arqueólogos la idea de que se trataba de una teocracia; pero no hay
nada terrenal como aquel sistema político.

Si analizamos un cierto tipo de placas de bronce originarias del noroeste argentino


es posible reconocer esa antigua tradición andina, cuyo eje era el culto al
Punchao, y del cual nos hemos ocupado antes .La mayoría presentan diseños que

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tiene por personaje central a un ser antropomorfo con un adorno en la cabeza,
vestido con una túnica decorada con escalonados y espirales en diagonal.

Sobre los hombros del ser antropomorfo central hay un par de felinos figurados
por sus manchas, fauces, garras y largas colas enroscadas hacia abajo; en la
poción inferior se han representado un par de animales con apariencia de saurios;
entre las sociedades andinas la metalurgia fue una tecnología de poder, de
enorme fuerza comunicativa y uno de los medios privilegiados para expresar y
manipular los valores sociales, políticos y religiosos. Las placas metálicas del
noroeste argentino fueron, sin duda alguna, objetos de alto valor simbólico para el
uso de quienes detentaban el poder: por un lado, comunicaban la jerarquía social,
les concedían legitimidad apelando a la imagen de Punchao.

Los señores pudieron contar con otro emblema del poder: las hachas metálicas.
Prueba de ello son las representaciones sobre los vasos de cerámica de
individuos que, en algunos casos, van ataviados con elaborados tocados y pieles
de jaguar, además de portar hachas y cabezas trofeo; en otros, las hachas se
ostentan como pectorales. Esta coerción es la que permitió la integración territorial
de los señoríos, toda vez que se encamino hacia el control de los recursos
humanos y naturales. En ese sentido, es ilustrativa la extensa población aldeana
que, entre los siglos IV y VIII de nuestra era, habitaba el valle de Ambato.

La alfarería del valle de Ambato se caracteriza por tener una superficie negra
bruñida con temas grabados de personajes humanos profusamente engalanados,
felinos ejecutados de manera realista o la combinación de rasgos felinos u
humanos. Hay también figuras huecas modeladas con pinturas o tatuajes faciales
y complejos tocados que, no dudamos, aluden a los señores. En el valle de Hualfin
y el oeste de la actual provincia de Catamarca la cerámica es gris con felinos y
seres humanos grabados, o bien beige con motivos policromos. En el actual
territorio de la Rioja y hacia el sur, la alfarería presenta como decoración un ave
finamente estilizada pintada en negro sobre rojo o marrón claro; también son
comunes las vasijas policromadas y grises grabadas generalmente con
representaciones del jaguar.

En el contexto de las prácticas religiosas, el consumo ritual de sustancias


alucinógenas era el vinculo que permitia a los hombres entrar en contacto con el
mundo de lo sagrado; para ese fin en la región andina de la actual Argentina se
usaron en tiempos prehispánicos el cebil o vilca, coro, chamizo, tabaco y el cactus
ashuma. Como se sabe el árbol de cebil crece en un territorioque se extiende a
modo de franja de norte a sur y que, además, comprende la vegetación tanto de
las yungas del borde oriental de los andes, como de la porción serrana del parque
chaqueño.

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En términos generales el valle de Ambato se ubica a unos 20 km del área del cebil
sobre la ladera oriental de la sierra de Ancasti. Contar con este recurso aseguraba
la estabilidad de las relaciones entre la sociedad y los seres sagrados; su
importancia esta atestiguada por el extenso repositorio de arte rupestre con
representaciones tanto del jaguar como del señor con sus atributos. Hay unas
esculturas de piedra pulida llamadas por los arqueólogos Suplicantes, que
merecen nuestra atención en el estudio de la religión prehispánica del noroeste
argentino. Son piezas que tiene una altura media de 30 cm, si bien se conocen
algunas de más de 60 cm; la mayoría de ellas han sido talladas sobre piedras
duras que adquieren buen pulimento. Los suplicantes son, una representación de
un ser humano, pues las características anatómicas así lo indican. El rasgo que
los distingue es el tratamiento de brazos y piernas: las extremidades han sido
talladas como dos arcos perforados y, partiendo de estos elementos, se organiza
la composición total de la figura; vistos de perfil tienen la apariencia de una letra B.

El suplicante debió ser el ancestro, huaca tutelar del ayllu, fundador de la aldea y
de las chacras. Este es el punto donde la religión y economía quedaron unidas por
las redes de poder. En ese momento, en el valle de Ambato y sus alrededores, se
creó un nuevo paisaje. Mientras que antes, en general, las viviendas se construían
dentro de los campos de cultivo, ahora se han separado y los núcleos aldeanos
ocupan el fondo del valle, entre el bosque de algarrobos, mientras que las chacras
están en las laderas.

La colonización de las faldas de los cerros para la agricultura, mediante la


organización del trabajo colectivo, ha puesto la producción en manos de los
señores a través del control del trabajo de los productos. El valle goza de un clima
continental cálido con la estación seca en el invierno austral y un promedio anual
de lluvias de entre 500 y 800 mm, lo cual es un índice elevado si consideramos la
aridez de los valles y bolsones de más al oeste, que apenas reciben algo más de
400 mm cada año. Sin embargo, por lo topográfico las condiciones climáticas no
son homogéneas y varían según sea la altitud y exposición.

Los vientos húmedos y cálidos que soplan desde el nordeste, pasan por arriba de
la sierra del Alto o Ancasti y solo condensan su humedad cuando se topan con
esa barrera de piedra de 4000 m de altura que es la sierra de Ambato.

La agricultura que se practico en ese momento estaba basada en variedades del


maíz y otras plantas americanas como el zapallo, maní, ají, quínoa, papa y otros
tubérculos. En el fondo del valle se recolecto algarroba, mientras que en la
cabecera, en los altos de Singuil a unos 1500 m de altitud, fue posible el pastoreo
de llamas y la captura de vicuñas. No debemos olvidar que la recolección de
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plantas silvestres y la caza también debieron ser una importante fuente de
recursos.

En el valle de Ambato hubo dos bienes estratégicos: el bronce y los alucinógenos.


El control sobre los accesos al territorio donde crece el cebil les debió permitir a
los señores de Ambato organizar su distribución, mediante un sistema de
caravanas de llamas, a las regiones ubicadas hacia el oeste. El trafico debió
extenderse hasta los oasis del salar de Atacama, en lo que hoy es el norte de
Chile, donde se han hallado materiales procedentes de Ambato. El bronce
arsenical es una tecnología que aparece en el noroeste argentino en los inicios de
la era cristiana; sin duda se trata de un desarrollo original y muy temprano de la
metalurgia en el contexto andino, y que tuvo un notable peso en el desarrollo
histórico posterior. Los objetos metálicos representaron en el pasado prehispánico
una tecnología vinculada al poder y, fueron bienes claves en el tráfico caravanero
a larga distancia.

Poco tiempo después, otros señoríos surgieron en distintos valles y bolsones del
noroeste argentino. Todos despliegan una similar iconografía del jaguar y de los
señores, si bien se constata una tendencia hacia la concentración de la población
y un énfasis en el poder militar.

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