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Actas del II Congreso Internacional de la Bajada de la Virgen (2020)

pp. 493-498, ISBN: 978-84-87664-99-9

EL CARNAVAL DE ORURO (BOLIVIA):


UNA MANIFESTACIÓN PROFANA EN TORNO
A LA VIRGEN DEL SOCAVÓN
THE ORURO CARNIVAL (BOLIVIA): A PROFANE
MANIFESTATION AROUND THE VIRGIN OF THE SOCAVÓN

FABRIZIO CAZORLA MURILLO*

RESUMEN
Orígenes, evolución y somera descripción del Carnaval de Oruro (Bolivia), fiesta popular en
honor de la Virgen de la Candelaria o del Socavón; inscrita en la Lista Representativa del Patri-
monio Cultural Inmaterial de la Unesco en 2008 y expresión máxima del folclore boliviano.
Palabras clave: Carnaval de Oruro; Danzas festivas; Diablos; Virgen del Socavón; Virgen de
la Candelaria; Bolivia.

ABSTRACT
Origins, evolution and a brief description of the Oruro Carnival (Bolivia), a popular feast in
honour of the Virgin of La Candelaria or The Socavón, that has been considered Cultural Her-
itage of Humanity in 2008, a representative expression of Bolivian folklore.
Key words: Oruro Carnival; festive dances; Devils; Virgin of the Socavón; Virgin of La Can-
delaria; Bolivia.

1. INTRODUCCIÓN

Oruro es una ciudad de más de doscientos mil habitantes, situada a 3.700


metros sobre el nievel del mar, en el oeste de Bolivia, dedicada históricamente
a la explotación minera. Con antelación a la colonización española, se encon-
traba aquí un lugar sagrado del pueblo uru. En el Carnaval de Oruro conflu-
yen las expresiones nativas de la fiesta del dios Ito y la devoción cristiana a
la Virgen de la Candelaria, conocida en la región como del Socavón. No en

* Periodista y director de la revista Historias de Oruro. Correo electrónico:


fabriziocazorla@gmail.com.
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vano, en el decurso de tres siglos, Nuestra Señora de Candelaria pasó a co-


nocerse con este nombre propio y enteramente local de Virgen del Socavón,
en una acepción más en sintonía y lógica con las bases autóctonas1.

Asistimos, pues, a un sincretismo expresado en los festejos del Carnaval


en el que confluyen la cultura precolombina con la imaginación de las gen-
tes, dando sentido católico a leyendas provenientes de una mitología arcaica
y enteramente nativa. Así, la celebración alrededor de Ito se mutó en la Can-
delaria cristiana y el ancestral Llama, llama o diablada, en la más importan-
te danza de su festividad o «carnaval». Cada año, a lo largo de seis jornadas,
se sucede el ritual, cuyo acto más destacado es la denominada Entrada, un
cortejo de más veinte horas de duración y cuatro kilómetros de recorrido en
el que participan unos treinta mil bailarines y diez mil músicos.

2. LA VIRGEN DEL SOCAVÓN Y SU CARNAVAL

Desde los tiempos más remotos, las celebraciones de ciertos fenómenos de la


naturaleza poseían un fondo mítico. Con el transcurso del tiempo y, sobre todo,
cuando se expandió el Catolicismo, muchas de esas ceremonias tomaron as-
pectos netamente sagrados y la Iglesia pasó a controlar toda clase de celebra-
ciones. Uno de estos festejos es el Carnaval de Oruro, moteado de caracteres
paganos, aunque identificado con su raíz religiosa, en la que se unen varia-
das vetas culturales2.

La imagen de la Candelaria es una pintura mural y, por tanto, no podía


llevarse en procesión. Sin embargo, su festividad no se reducía a la misa, sino
que los naturales de la región, los mitayos y los mineros (todos de la misma
estratificación), dedicaron a esta Virgen sus danzas, su música y sus másca-
ras. Así lo habían ejecutado ante el ídolo reemplazado, en un proceso de asi-
milación en el que la violencia no tuvo cabida y al que se agregaron aspec-
tos anímicos igualmente favorables. Los mineros consagraron a la Virgen de
Candelaria como a su patrona, los mitayos (‘indios que se daban por sorteo
para el trabajo’) venían a ella buscando la protección en sus riesgos laborales
dentro de los socavones (‘galerías subterráneas’), los nativos campesinos agra-

1
Esta comunicación se asienta en los textos del doctor en Leyes, sociólogo y escritor
orureño Josermo Murillo Vacareza (1897-1987), Un Carnaval religioso con expresiones
profanas (ca. 1980) e Historia y etnografía de la Virgen del Socavón de Oruro (1987).
2
A continuación presentamos una bibliografía mínima sobre la fiesta: BELTRÁN HEREDIA,
Augusto B. El Carnaval de Oruro. [La Paz]: Universitaria, 1956; BOERO ROJO, Hugo.
Fiesta boliviana. La Paz: Cochabamba: Amigos del Libro, 1991; C ISNEROS, Jaime,
SUÁREZ, Antonio. Entre ángeles y diablos. La Paz: [s. n.], 2004.

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decían la vitalidad de sus cultivos y el crecimiento de sus cabezas de gana-


do; por último, el resto de la población reconocía a la divinidad epónima de
la villa3.

Diablada Ferroviaria, Carnaval de Oruro Diablada del Carnaval de Oruro

Morenada, Carnaval de Oruro, 2012

3
Sobre esta advocación y su relación con Oruro, véase: CHACÓN ARACENA, Marcelo. Di-
mensión de la devoción. Santa Cruz Bolivia: [s. n.], 2012; Historia y etnografía de la Vir-
gen del Socavón. Oruro: Biblioteca y Archivo Histórico de la Casa Municipal de Cultura
«Javier Echenique Álvarez», 2019. La monografía recoge una parte de esta comunicación.

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La concurrencia de estos mitayos en Oruro desembocó en que la festivi-


dad de la Virgen de la Candelaria se moldeara de un modo más singular, en
el que se conjugaron matices rituales precolombinos y preincaicos, y en cuyo
sincretismo se mezclaron también creencias nativas del proceso vegetativo de
los cultivos y el acrecimiento de los ganados junto a la devoción católica hacia
Nuestra Señora. La fama milagrosa de la efigie mariana se incrementó, y la
mina principal y más antigua se llamó muy pronto —con la norma de enton-
ces de escoger epígrafes religiosos— Socavón de la Virgen. Luego la imagen
se conoció bajo la advocación de Virgen del Socavón. Sin duda, ello acrecentó
aun más su patronato protector para los mineros y agricultores, intitulación que
desde entonces se ha hecho definitiva.

A la par que se consolidaba el culto a la Virgen de Candelaria, los espa-


ñoles trajeron también la costumbre del Carnaval, que en Europa rozaba lin-
des con lo libertino. Ello propició que la Iglesia Católica estableciera la Cua-
resma para limitar esta liviandad y propagar el arrepentimiento y la pureza del
alma. El paralelismo temporal de estos carnavales o fiestas profanas con las
celebraciones religiosas de La Candelaria acentuó una aculturación mayor en
la población nativa. Así, el Carnaval de Oruro (regido por la fe y no la licen-
cia) dejó de ser una fiesta profana para transmutarse en una convocatoria re-
ligiosa, trufada de una rica liturgia, como efecto espontáneo de la sucesión de
fenómenos mentales colectivos.

Este proceso comunitario reunió valores nuevos y los adaptó convirtién-


dolos en una axiología con la que se explica este cambio. De ahí proviene la
explicación de la singularidad del Carnaval de Oruro: un programa destinado
a exaltar la devoción a la Virgen del Socavón. El carnaval universal se cele-
braba en el inicio de quincuagésima (primer día de los cincuenta que prece-
den a la Pascua). No obstante, los nativos —para no confundir sus ceremo-
nias estrictamente religiosas— las ubicaron en el sábado anterior, no
participando en las carnestolendas del domingo. Esta dicotomía se mantuvo
hasta bien entrado el siglo XX, pero el ascendiente etnográfico, la herencia
cultural o la difusión del folclore concluyeron por despojar de todo occiden-
talismo al carnaval del domingo, y por utilizar de pleno esta jornada y la del
lunes para el desarrollo de su ceremonial religioso (misas, procesiones, dan-
zas en homenaje a la Virgen), y, en la tarde, la «Despedida» de la imagen en
base a unas tonadas fuertemente dolientes que evocaban el deseo de volver a
rendirle culto al año siguiente junto a la presunción de que alguna causa im-
ponderable podría obstaculizar este retorno.

Todo ello explica por qué el Carnaval de Oruro se convierte en un gran-


dioso, solemne y preciso culto a la Virgen del Socavón. Y de esta manera ha
pervivido uno de los signos culturales más característicos del pueblo bolivia-

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no. En vez de anularlo con la vehemencia de la conquista y colonización, se


ha sabido aglutinar para convertirlo en una manifestación de asombrosa be-
lleza artística.

Con anterioridad al Ochocientos, las noticias relativas al Carnaval de Oruro


son escasas. A partir del XIX aparece mejor documentado. El 1 de marzo de
1868, por ejemplo, el periódico El republicano inserta la primera crónica co-
nocida sobre la danza de Los Diablos y Los Chunchus, reservando para otra
edición la referencia a la danza de Los Cullaguas y Los Morenos. En el resto
de la centuria, escasamente se cuenta con varias crónicas y algunas pinturas
que reflejan iconográficamente a los primeros conjuntos o «comparsas», como
eran conocidos entonces los grupos del Carnaval. Toda una historia a la que
se suma la fotografía a partir de la primera edición del libro publicado por la
Misión Francesa Crequi Monfort, en cuyas páginas se publicó la instantánea
más antigua del Carnaval de Oruro: un grupo de danzarines con sombreros de
plumas de animales, más conocidos actualmente como la danza de Los Suris.

Las escasas referencias periodísticas y documentos fotográficos de prin-


cipios de siglo solamente son entendibles porque el Carnaval de Oruro no era
reconocido como una expresión cultural de la ciudad. Ni la comuna, ni las au-
toridades, ni las clases medias o altas consideraban esta expresión como par-
te de su identidad ni de su raigambre cultural. Estos sectores asumieron una
actitud contemplativa y unos pocos hasta la criticaron por los excesos come-
tidos por las «clases populares». Hasta aproximadamente 1937 dos carnava-
les rivalizaron su presencia por las calles de la ciudad. El primero, a la usan-
za y estética europea de las clases media-alta, mientras que el segundo, el
carnaval del pueblo, con comparsas populares de disfrazados en honor a la pa-
trona de los mineros, como también era conocida la Virgen del Socavón4.

Todas las danzas dedicadas a la Virgen del Socavón son —en su fondo—
enteramente diabólicas, como lo fueron en sus orígenes; ya fueran imitativas,
satíricas o reconstructivas de hechos sociales o históricos (como ejemplifican las
coreografías de Los Morenos, Los Incas, Los Llaneros...), expresando recóndi-
tos anhelos, sentimientos, esperanza y, finalmente, certidumbre y optimismo.
Estas danzas siempre han sido parte del ritual religioso; en primer término, para
los mitos o ídolos —sean el dios Kon, Wira, Pacha o Huari— y han prosegui-
do, desde el asentamiento católico de la Virgen, identificándose sutil e instintiva-
mente con la Madre Tierra o Pacha. Es indudable que, por esta razón, la cosmo-
gonía autóctona canalizó su devoción a través de Nuestra Señora del Socavón,
cuya fuerza telúrica tenía que instar a una mayor protección.

4
CAZORLA MURILLO, Fabrizio. Una aproximación al estudio de la fotografía histórica del
Carnaval de Oruro. Conferencia Ms. [2015].

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En cuanto a la Diablada —cuyo hermoso folclore participa en forma des-


tacada en los ritos de adoración a la Virgen—, se constituye a partir de una
simbiosis de los seres mitológicos precolombinos, en los que se distinguían
sus apéndices cefálicos, confundidos con la imagen satánica de la cristiandad.
Esa ambivalencia es notable porque si el Catolicismo puso un diablo como un
ser humillado y vencido por el ángel triunfante de luz y poder, el folclore del
altiplano —en cambio— lo situó como la alegoría de un ser que entrega todo
su poder a la fe con que reverencia a su Virgen. La danza posee orígenes
prehispánicos, como se testimonia en los dibujos y alegorías de la cerámica
preinca. Lo más sorprendente es que el leitmotiv —como dirían los musicó-
logos— se encuentra en sus notaciones y que se corresponden a los periodos
más antiguos de la cultura andina y a los instrumentos de bronce introduci-
dos por los españoles en un compás de 2 por 4. Así las cosas, la festividad
alcanzó cotas jubilosas y la Virgen del Socavón, el numen de este «carnaval
religioso»; todo el ceremonial pivota alrededor de ese eje: desde la denomi-
nada ceremonia del Convite (‘promesa de los grupos de danzarines folclóri-
cos de celebrar la festividad durante tres años’), más tarde con las misas y
procesiones presididas por esa imagen desde su altar, y, finalmente, con la
Entrada del Carnaval... y la ultima ceremonia de la Despedida del lunes.

Para finalizar, es preciso subrayar que aunque persista el nombre de car-


naval para esta fiesta de cariz religioso, su denominación sólo debe aplicarse
a su condición enteramente popular, que se magnifica por su ambiente multi-
tudinario y génesis autóctona, añeja, preinca y amerindia, transferida a la re-
ligión católica con todo su significado primitivo; tampoco se puede inferir que
sea fruto de una cultura mestizada, sino, más bien, la supervivencia purifica-
da a través de la devoción a una sagrada imagen que simboliza ‘la deidad que
todo lo otorga con su belleza y dulzura’. Ese culto (la creencia y devoción)
enriquece de manera permanente esta cita, en la que se aúnan los más recón-
ditos sentimientos creativos del alma popular. Sin duda, ello continuará alen-
tando su propia historia y ampliará nuestras perspectivas. No en vano, esta
celebración proviene de la interpretación humana de la naturaleza, en esa
dualidad de la que brota todo folclore y que, por ser elementos vivos y en
perpetuo dinamismo, se embellecen para persistir a través de los siglos, man-
teniendo también como núcleo cardinal la secular representación de la Virgen
de la Candelaria.

Actas del II Congreso Internacional de la Bajada de la Virgen (2020), pp. 493-498, ISBN: 978-84-87664-99-9

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