En Honduras en Tránsito
En Honduras en Tránsito
Pudo ser… y aún puede ser cosas muy distintas. Para entender lo que sucede es bueno
partir de lo que no es lo que está sucediendo. Seguro han profundizado varios; yo he
leído en los ensayos de L. Salomón y de R. Rivera, el concepto de que el gobierno de
Xiomara es un gobierno de transición. Resulta fácil deducir la pregunta de cuál y qué
tipo de transición. ¿Del capitalismo al socialismo? Pero hay quien con razón argumenta
que nunca hemos tenido un capitalismo. Por supuesto que estamos muy lejos de
cualquier socialismo. Pongamos, transición desde un antiguo régimen político de tipo
presuntamente representativo, dominado por partidos que intermediaban la
representación a los que, por décadas se les ha reclamado justo la falta de
representatividad, mayormente de eso que se solía llamar las fuerzas vivas (otro
concepto que necesita análisis) y que defienden un mercantilismo de amigotes. Hacia un
régimen político nuevo en que el arraigo de un partido de masas con obligada
sensibilidad a los reclamos de mayorías empobrecidas obliga a todos a enmendar sus
varias trampas de poder. Desde una estrategia para refinar la democracia capitalista
controlada hacia otra, para impulsar la participación y desarrollo de una democracia real
y una economía social de mercado. No quepa a nadie duda, el régimen va a cambiar.
Está costando mucho, claro que sí. Primero porque, aunque lloran cuando se los
recordamos, después de 13 (número aciago) años de multicrisis, golpe y sucedáneos,
fraudes electorales (en 2009, 2013, 2017 y aún), desprestigio en el extranjero por la
narcopolítica (culminando con la condena ya irreversible de JOH) y desgaste de la
política-en-sí por quienes no creen tener opciones. LIBRE recibió un país en ruinas y no
podía estar preparado para gobernarlo. Nadie había ni hubiera hecho un mejor trabajo
en una coyuntura también de inflación y cierre de mercados externos. LIBRE ha tenido
que enfrentar, además de una tremenda presión internacional, no solo, pero
particularmente de los EUA, para mantener la hegemonía. No tenía la visión de estado y
los recursos necesarios para asumir, y estuvo obligado (no solo por razones legales sino
también prácticas) a gobernar sin el recurso material y con el recurso humano del viejo
régimen, aunque más bien con un estrato profesional que necesitaba su trabajo, y de
repente hasta lo defendió con orgullo y desempeño, y que paga su aporte, aunque aún no
se afilia. Sustituir a todos los servidores públicos con activistas de LIBRE en 2022
hubiera sido imposible, catastrófico e irresponsable. Hemos trabajado a la par con gente
buena. La empleomanía no puede ser nuestra única preocupación y el nepotismo que es
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Ahí estaba antier uno de esos escribidores, que casi hacen escritura automática, acusándome de defender
a la Presidenta que me ha nombrado embajador, y de ser -según él- antidemocrático por recordarle a su
paladín oscuro, la condena, que tiene pendiente de sentencia ante el juez competente que, en un Partido
democrático, siempre es su asamblea.
el empleo de la persona equivocada para su misión por la razón equivocada de su
filiación… no es buen recurso ni tiene nada de revolucionario u honesto.
Una ruptura tan grave de la tradición, que supuestamente era imposible, les ha quitado,
no solo la fuente ilícita de financiamiento casi infinita (la tasa de seguridad, el estado),
sino también el apoyo material de sus bases financieras provenientes de los sectores a
los que antes podían hacerle favores. Y que ya no confían en ellos al caer en cuenta de
su impotencia, mientras por otro lado, empiezan a intuir, aun si no terminan de entender
el imperativo de acordar con el nuevo gobierno, y el nuevo régimen. Por eso también,
ha sido un error continuar con algunas malas prácticas de clientelismo en el Congreso.
Por otro lado, este es un proceso cambio que apenas se inicia. El bipartidismo está
catatónico, lo que no quiere decir que va a morir el interés que representaba, sino que
buscara otro recurso y forma. Pero no se trata únicamente de estar del lado bueno de la
historia y del cambio venidero inevitable, ni tampoco de reinventar el mundo, tampoco
nosotros. Hay mil cosas en la Honduras histórica, valores, sentimientos, que deben
preservarse para la salud de nuestra sociedad y para la identidad, en que radica la
fortaleza de una nación, para mantener las condiciones de una economía sostenible y
para alcanzar una prosperidad moderada de todos. Necesitamos también a los
propietarios, a los empresarios en Honduras, necesitamos de su capital y su talento,
necesitamos a la pequeña burguesía y a los pequeños productores de alimentos y
exportadores. ¿O no?
Hay que ser autocríticos siempre, esa es la condición del revolucionario. En el gobierno
actual se han cometido errores, de todo tipo y algunos serios. Se han incumplido no solo
promesas explícitas, sino las obligaciones de responderle al pueblo en muchas de sus
urgencias básicas. Se ha incumplido el deber de la gestión eficaz del estado. No existe
alternativa. LIBRE es para genuinos demócratas, que creen en el pueblo -en vez de los
diz que representantes en nominas partidarias y urnas cooptadas- el único camino al
desarrollo democrático. El punto de partida y la senda del proceso nuevo. Dentro del
Partido, debe primar la democracia y la apertura a la crítica racional, fundamentada y
discreta. Pero, a menos que se presenten ya a formar filas y a recibir órdenes, los
díscolos, los escandalosos, estridentes e irrelevantes que han estado generando anarquía,
podría llegar a ser necesaria una purga para resolver la contradicción final. Somos o no
somos LIBRE, y quienes no lo sean, son parte del problema, y no de la solución del
Partido. Honduras tiene que reconciliarse para alcanzar las metas de todos. Los únicos
enemigos son los corruptos y los extremistas. Y ese también es, a mi ver, el reto mayor
inmediato de nuestro sistema político en transición: reunir a los que se puede. El Partido
gobernante tiene que desbasurarse sin miedo, pero luego también unirse y ampliar sus
bases, integrar en simpatías, a todos los dispuestos, sin demandar pedigrí, pureza de
sangre o dogma.
El liderazgo debe controlar las disputas palaciegas entre quienes se quieren posicionar, a
como de lugar, para sobrevivir al nuevo tránsito (cada cambio de gobierno lo es), los
falsos líderes y las falsas bases de oportunistas resentidos, contra los rectos conductores
del proceso, la disciplina, la fidelidad al estatuto y la necesaria ampliación de la base.