Resumen Completo de Psicopatologia I
Resumen Completo de Psicopatologia I
Resumen Completo de Psicopatologia I
UNIDAD I
Criterio Estadístico
Criterio Normativo/Valorativo Cultura
Criterio Adaptativo
Criterio estadístico: Lo normal es lo conforme a la regla, lo regular. En este sentido normal equivale a
promedio, a aquello que es mesurable. Lo anormal, sería entonces una desviación cuantitativa, en más o
menos, de la norma graficable según la curva de frecuencia de Gauss. Siguiendo este mismo criterio, podría
llegarse a confundir lo normal con lo habitual o regular, y así tomarse por normal por ejemplo las caries
dentales, las cuales no constituyen un signo de salud.
Criterio normativo/valorativo: Desde el criterio normativo, lo normal-anormal estaría en relación con la
intención normativa, con la reglamentación de la conducta que ordena y regula la vida social (leyes). En este
sentido, la norma es aquello que fija lo normal a partir de una decisión normativa. En otro sentido, cuando
normal implica un juicio de valor, un sinónimo de bueno y de justo, hablamos desde un criterio valorativo (la
noción normal-anormal aparece como una cualidad).
Criterio adaptativo: Desde este criterio, decimos que un hombre es normal en la medida en que acata, en
grados y condiciones variables, las costumbres, códigos y prescripciones legales de su grupo social. Es normal
o anormal en la medida en que se adapta o no, a lo que su sociedad dispone (ej.: sujeto pacifista que sale a la
calle con plata en la mano no se adaptó a la sociedad).
Estos tres criterios no son suficientes para determinar la salud o enfermedad de un sujeto, pero son los únicos
con los que se cuentan para dicha evaluación.
Relativismo cultural
Regularía de alguna manera los criterios antes mencionados, en la medida en que postula que ninguna
conducta humana es normal o anormal en absoluto; la misma conducta puede ser normal en una cultura y
anormal en otra, esto es lo que hace al relativismo cultural.
“Solo considerando la normalidad en sentido cuantitativo, puede aceptarse una continuidad homogénea
entre lo normal y lo anormal. Con un criterio de valor o finalista, en cambio, lo anormal o patológico es
cualitativamente distinto de lo normal o fisiológico”
Pathos implica padecimiento, en este sentido decimos que lo patológico equivale a dolor y angustia. De este
modo puede ocurrir una patología orgánica sin dolencia (cáncer de cuello uterino) y una dolencia sin
evidencias de una lesión corporal (neurosis).
Perspectivas endógenas: se concibió la idea de que las enfermedades podían provenir del interior también.
Para que haya enfermedad de la mente debía haber también enfermedad del cuerpo, es decir, provenía de allí.
La enfermedad implica un esfuerzo corporal en procura de un equilibrio perdido.
Perspectivas relacionales: se concibió que lo que enferma es el modo de vivir que se tiene en la sociedad. Se
tienen en consideración las influencias entre individuos, familia y sociedad.
Pluricausalidad. Una causa puede producir varios efectos, y muchas causas pueden llegar al mismo efecto.
No existe linealidad. La etiología de la enfermedad se vuelve un tema muy controversial y discutido.
• Esta relatividad de los síntomas se extiende también, en nuestra propia sociedad, a las diversas clases y
condiciones. Un pobre campesino que crea en el mal de ojo, en modo alguno ha de considerarse
forzosamente como mentalmente anómalo, mientras que sería justificada esta presunción en el caso de un
profesor universitario. Modos de conducta que consideramos normales en artistas o en adolescentes
deben verse como anormales en los adultos de nivel medio.
• Diferencia entre los modos de conducta del salvaje y del enfermo mental: Cuando el salvaje
desarrolla ideas persecutorias o megalomaníacas, no lo hace con carácter individual, sino porque la tribu
alienta tales ideas. El individuo que entre nosotros padece de ideas megalomaníacas o persecutorias no
responde a las concepciones imperantes en muestra cultura, sino que, al contrario, es incapaz de adaptarse
a ellas.
• Mago-médico de los primitivos, se describe en muchos libros como epiléptico, histérico, neurótico y
aun idiota. Tales calificativos son falsos y debidos a falta de conocimientos o a malas interpretaciones.
Son absolutamente rechazados por todos los etnólogos actuales, éstos señalan normalidad e inteligencia.
• La suposición de que los magos-médicos o los salvajes creyentes en la magia son enfermos mentales es
un caso de la mala costumbre, muy difundida en nuestras sociedades, de denigrar irreflexivamente como
psicopatológico todo cuanto es distinto de lo nuestro y a primera vista parece incomprensible.
Cap. II: La psiquiatría Grecorromana
• La historia de la Psiquiatría comienza con los griegos. Los criterios subsistieron hasta el siglo XVIII.
Mientras que las civilizaciones más antiguas (Egipto y Mesopotamia) oscilaban siempre entre la
explicación natural y la sobrenatural de las enfermedades, los griegos dieron a las enfermedades
mentales explicaciones naturales, fundando así la medicina y la psiquiatría científica (aunque existían
explicaciones y métodos religiosos fuera de la medicina oficial). Visión científica: se separa el estudio de
la mente de la religión. Surgen las primeras observaciones clínicas y tentativas de clasificación en el
campo de las enfermedades mentales.
• Hipócrates: los actuales magos y purificadores, vagabundos, impostores y charlatanes; pretenden ser de
vehemente piedad y saber más; pero utilizan lo divino para ocultar su impotencia y desconcierto por no
contar con ninguna ayuda que ofrecer.
• La medicina griega era también unitaria con fundamento nuevo y diferente.
• Tendencia somatista (Sorano, Celso y Areteo). Les es ajeno el dualismo psicofísico (cuerpo/alma).Tres
enfermedades fundamentales: frenitis, manía: Forma agitada; melancolía: forma tranquila de la
enfermedad mental. No se comparan con cuadros actuales. Areteo: la manía puede desprenderse de la
melancolía.
• La homosexualidad: enfermedad mental y la histeria: trastorno de la matriz, útero. histeria viene del
griego hystear, que significa útero.
• El tratamiento es predominantemente físico, muchas veces psíquico, siempre empírico.
• Enfermos incurables: como las enfermedades mentales son a menudo incurables el medico tiene el
derecho a negarse a tratarlas. Este derecho persistió hasta fines del siglo XVIII.
• La psiquiatría griega nos ofrece las primeras observaciones clínicas y tentativas de clasificación de las
enfermedades mentales. Si bien no tuvo el avance de otros sectores de la medicina griega sus aportes son
dignos de consideración
REPRESENTANTES:
5
Hipócrates (460-370 a.C.) sostuvo que las enfermedades se producían por un desajuste de los cuatro humores
esenciales: Flema, bilis amarilla, bilis negra y sangre. También fue pionero en describir y clasificar
racionalmente enfermedades como epilepsia, manía, paranoia, delirio tóxico, psicosis puerperal, fobias e
histeria.
Galeno (130-200) hizo una síntesis de los conocimientos existentes hasta ese entonces, convirtiéndose en un
sumario, o más bien un epílogo del período grecorromano, pues a su muerte comenzó la era del oscurantismo.
Otros: Celso (manía y melancolía), Areteo de Capadocia (manía, melancolía y frenitis), Sorano de Efeso
(diferenciación enfermedades agudas/crónicas). Estos autores no escribieron libros especialmente dedicados a
las enfermedades mentales, sino que las incorporaron a sus obras de medicina general.
• Frenitis: enfermedad mental aguda, acompañada por fiebre aguda, movimientos sin sentido de las
manos, y pulso pequeño y pleno. Se trata de un delirio febril. Diagnósticos diferenciales.
• Diversos autores buscan la localización de la frenitis en el cerebro, otros en el corazón; es decir, cada
cual la localiza en el lugar que supone sede del alma. Sorano considera que la frenitis no es una
enfermedad localizada, pero el órgano más afectado parece ser la cabeza y, por lo tanto, el que debe
tratarse. Para el tratamiento recomienda aislar al enfermo en un cuarto moderadamente claro, tibio y
espacioso, con ventanas altas, para que no pueda saltar por ellas.
• En el caso de status strictus, debe mantenérselo bajo vigilancia. Los guardianes han de admitir algunas
de las ideas delirantes y rechazar otras. Si no son en número suficiente para mantener tranquilo al
enfermo éste debe ser encadenado por precaución. Sorano recomienda fricciones con aceite tibio,
especialmente en la cabeza, y sangría preventiva. A los tres o cuatro días, debe rasurarse la cabeza y
aplicársele ventosas, sanguijuelas y escarificaciones. Están indicados ejercicios pasivos como
columpiarse y dieta preventiva, con prohibición de vino.
• Con los pacientes eufóricos se debe permanecer serio, y con los tristes, amigable. Han de evitarse las
emociones.
• Sorano describe la catalepsia (estupor con fiebre), hace acordar a la meningitis. La manía o “locura” o
“furor” es un trastorno del entendimiento, sin fiebre. Tiene causas ocultas, pero las observables son la
extenuación, los excesos sexuales, el alcoholismo y la retención del flujo sanguíneo de la menstruación o
de las hemorroides. La manía es una enfermedad del cuerpo, especialmente de la cabeza, por status
strictus. La concepción de los filósofos (como Platón), según la cual se trata de una enfermedad del alma,
es falsa: por eso aquéllos serían incapaces de curar a un maníaco. La melancolía puede ser producida por
trastornos digestivos, drogas, miedo, preocupaciones. Los síntomas principales son decaimiento,
taciturnidad, deseo de morir, extraordinaria desconfianza, llanto, musitación y ocasional jovialidad. La
melancolía no es una forma de manía, pues ésta consiste en una enfermedad de la cabeza y aquélla en una
enfermedad del tubo digestivo.
produjo una tremenda recaída en los estadios culturales más primitivos. Lo peor fue la fragmentación
de la medicina. La cirugía cayó en manos de bañeros y barberos, la psiquiatría de exorcizadores,
• Los enfermos mentales fueron considerados otra vez como posesos por el diablo o por malos
espíritus, brujos y maestros de hechicería. Reapareció el modelo extranatural de la enfermedad mental.
Las alteraciones de la percepción eran consideradas obra del diablo. Esto apartaba al médico del campo
de las enfermedades mentales y las convertía en objeto de estudio par inquisidores. Los registros están
en esos protocolos y no en libros de medicina.
• Con el resplandor del renacimiento y el comienzo de la edad moderna la locura de los normales alcanzo
su punto culminante. En el manual de perseguidores de brujos «martillo de los hechiceros» se comprueba
que muchos hechiceros eran enfermos mentales. Celebres médicos del renacimiento creían en ese cruento
sinsentido. Sin embargo en el renacimiento una elite de médicos se levantó y sostuvieron que muchos
posesos y hechiceros no tenían nada que ver con el diablo, sino que eran enfermos mentales y pertenecían
al médico y no a la hoguera. «la primera revolución psiquiátrica». Otros hablaban de tratamientos
naturales sin discutir la posesión.
• Juan Weyer describe al diablo pero dice que este está limitado por DIOS; Sé ocupa de las hechiceras, sus
actos son fantasías inducidas por el diablo, no acciones reales por lo tanto no son posibles de castigo. Son
enfermas melancólicas con imaginación perturbada. Se les debe tener compasión.
• Los sacerdotes han falseado la religión convirtiéndola en magia. Propugno que se llame primero a un
médico y no a un sacerdote.
• La Iglesia excluyó a la psiquiatría de la medicina, pero no pudo abolirla, pues reapareció bajo el nombre
de demonología.
• La actitud hacia los enfermos variaba entre el rechazo y la tolerancia. Se crean establecimientos donde se
aojaba a los enfermos mentales.
• Al surgir la duda sobre las causas sobrenaturales surgió la Indagación de fuerzas y cosas naturales.
Surgió el concepto de imaginatio, ligado con nuestro concepto actual de sugestión.
• Paracelso libro: « Sobre las enfermedades que privan de la razón». «pese a lo que puedan decir los
clérigos las enfermedades mentales no son causadas por los espíritus, sino de orden natural».
Clasificación de las enfermedades mentales: epilepsia, manía, locura verdadera, Baile de San Vito y
sufocatio intelecto (la antigua histeria), fuego de San Antonio. La epilepsia no diferenciada bien de la
histeria.
• En tratamiento ausencia de psicoterapia y predominio químico (alcanfor, raspadura de cráneo, polvo de
unicornio, raíces, hiervas )
• Paracelso sería un médico «Químico-somatista». Con ocasionales intuiciones psíquicas y clínicas en la
histeria (como de la naturaleza sexual y no uterina de los casos histéricos). Y astrología acorde a la época.
• Otros libros: De las Enfermedades Invisibles («filósofo místico») y Sobre la generación de los tontos.
Habla de poseídos del diablo, hechiceras etc. Concluye es mejor redimir a las hechiceras que no
quemarlas. Lo cual es bello y humano pero no médico-psiquiátrico.
• Como destructor de antiguos dogmas, observador y químico asistió al nacimiento de la medicina y
psiquiatría moderna pero conservando su ser místico medieval.
• El "tratamiento" prescrito para la enfermedad mental fue entonces la tortura, aún si se llegaba a la muerte,
y la cremación como un acto de piedad, para "liberar el alma" del "desdichado".
REPRESENTANTES:
7
Paracelso (1493-1541) se opuso duramente a las creencias médicas de su época. Rechazó la demonología,
postulando que el origen de las enfermedades mentales respondía a un orden natural. La principal
contribución de Paracelso a la medicina, fue la introducción de representaciones químicas.
Cap. IV. La Psiquiatría del siglo XVII
• Poco a poco los enfermos mentales son nuevamente considerados como enfermos y ya no condenados
a muerte por hechiceros. Pero no se los somete a observación médica, ni se les brinda atención porque
se los ve como incurables, así permanecen al margen de la medicina, encerrados en prisiones o
instituciones especiales donde se los encadenaba.
• Los médicos sólo se ocupaban de las neurosis, las psicosis escapan aún a la intervención.
• Sydenham «la mitad de sus enfermos no febriles eran histéricos»-se da sobre todo en mujeres. En
los varones la llaman hipocondría. No se trataría de una afección uterina. Rasgo principal la multiplicidad
de formas en que se manifiesta. El entendimiento permanece en ellos inalterado. No es puramente
somática ni puramente psíquica. Más frecuente en la mujer, más débil y sensibles.
• Aparición de la neurología.
• Los enfermos ya no son quemados en la hoguera sino que son encerrados. En 1656 se produjo el
“gran encierro” en Francia. Un edicto estableció asilos para insanos, cuyos directores estaban autorizados
para detener personas indefinidamente, y en los cuales se llegó a encerrar enfermos mentales junto con
indigentes, huérfanos, prostitutas, homosexuales, ancianos y enfermos crónicos, a lo que se sumaba que
debían soportar los inhumanos tratamientos: eméticos, purgantes, sangrías y torturas. Si no eran
internados en los hospitales, vagaban solitarios, siendo objeto de desprecios, burlas y maltratos.
• Por primera vez Medico neurólogo. Thomas Wuilis (1621-1725) describió miastenia grave y parálisis
general progresiva. su nombre injustamente relegado al polígono de Wuilis. Expreso que la Histeria no
es una enfermedad del útero sino del cerebro. (la teoría de que era una enfermedad del útero
sobrevivió en la mayoría de los médicos hasta muy entrado el siglo XIX). Transfusión de sangre se
inició en el siglo XVII como tratamiento psiquiátrico. Sangre arterial de cordero en las venas enfermos
mentales; bien en algunos en otros (efecto de shock?) produjo muchas muertes. La prohibieron y se
retoma por los cirujanos en siglo XIX. Gran avance en las ciencias médicas.
REPRESENTANTES:
Sydenham (1624-1689) y Willis (1621-1675), quienes plantean que la histeria no sería una enfermedad del
útero, sino del cerebro, y que existe también la histeria masculina.
Cap. V: La Psiquiatría del siglo XVIII
• La Psiquiatría se constituye como ciencia autónoma. Auge del iluminismo que termina fundamental y
definitivamente con la idea de la posesión diabólica. Liberase de puro somatismo y entrada de
psicologismo en psiquiatría. Superan lo fatalista de la incurabilidad de los enfermos mentales, eliminan la
atmosfera de presidio que rodeaba al tratamiento .
• Se da también la posibilidad de liberarse del puro somatismo y de introducir conscientemente el
psicologismo en psiquiatría.
• Trato más humano en instituciones para enfermos mentales. Liberan a los enfermos mentales de sus
cadenas.
• El centro de gravedad de la neurosis pasa a las psicosis. La psiquiatría se practicaba en asilos de
alienados. Prevención de enfermedades metales.
8
• Nacimiento de las ciencias sociales y su aplicación médica. Teorías sociales sobre el origen de la
enfermedad mental.
• Georg Stahl: su teoría patológica era el animismo. Antes Imperaba la iatrofísica y la iatroquimica en
reacción a ellas (buscaba la aplicación de la física para dar respuesta a los interrogantes de la fisiología y
de la patología humana). Propone que las reacciones físicas y químicas son mantenidas por el alma:
anima. «la enfermedad es una lucha del alma contra los influjos nocivos». Se sacudían los cimientos del
antiguo somatismo que dominaba el pensamiento psiquiátrico desde Hipócrates. Dio origen a la
psicogénesis
• En lo somático dividió las enfermedades en simpáticos y patéticos; con o sin sustrato orgánico
respectivamente
• Las teorías patológicas en este siglo se hacen más solidistas es decir que ven las causas de la
enfermedad en alteraciones de las partes sólidas del cuerpo y no en los fluidos o humores, de los siglos
anteriores.
empalmar con los fenómenos ya tratados, tanto a modo de analogía como de contraste. Se echa mano a una
acción sintomática en que según se ve incurren muchas personas en las horas de consulta.
El analista no atina a hacer gran cosa con la gente que lo visita en su consultorio médico para desplegar frente
a él, en un cuarto de hora, las lamentaciones de su larga vida. Su saber más profundo le impide pronunciar el
veredicto a que recurriría otro médico: «Lo que usted tiene no es nada», e impartir el consejo: «Tome una
ligera cura de aguas». Uno de nuestros colegas, preguntado por lo que hacía con sus pacientes de consultorio,
respondió incluso: «Les impongo una multa de unas buenas coronas». Por eso no les asombrará enterarse de
que aun en el caso de psicoanalistas con mucha clientela las horas de consulta no suelen ser muy concurridas.
Yo puse doble puerta en remplazo de la simple que separaba mi sala de espera de mi sala de tratamiento y
consultorio, reforzándola además con una cubierta de fieltro. El propósito de este pequeño artificio no es nada
dudoso. Ahora bien, siempre acontece que personas que hago pasar desde la sala de espera descuidan cerrar la
puerta tras sí, y por cierto casi siempre dejan las dos puertas abiertas. Tan pronto lo observo, me obstino, con
tono bastante inamistoso, en que el o la ingresante vuelva sobre sus pasos para reparar ese descuido. Este
descuido del paciente acontece cuando se ha encontrado solo en la sala de espera y por tanto deja tras sí una
habitación desierta; nunca cuando otras personas extrañas esperaron con él.
La omisión del paciente obedece entonces a un determinismo. El paciente pertenece al gran número de los que
claman por una autoridad mundana, de los que quieren ser deslumbrados, intimidados. Quizás hizo
preguntar telefónicamente cuál era la mejor hora a que podía venir y se preparó para encontrarse con un gentío
en busca de asistencia. Y ahora entra en una sala de espera desierta y eso lo perturba. Tiene que hacerle pagar
al médico su intención de ofrecerle una muestra tan superfina de respeto y omite cerrar las puertas entre sala
de espera y consultorio. Con eso quiere decirle: «¡Ah! Aquí no hay nadie, y probablemente durante todo el
tiempo en que yo esté no vendrá nadie tampoco». Además, en la entrevista se portaría con total descortesía y
falta de respeto si desde el comienzo mismo no se le pusiera un dique a su arrogancia mediante una tajante
reconvención. Esta pequeña acción sintomática posee un motivo, un sentido y un propósito; pertenece a
una trabazón anímica pesquisable y anoticia de un proceso anímico más importante. Pero, sobre todo, que la
conciencia de quien la consuma ignora el proceso cuya marca es la acción misma: ninguno de los pacientes
que han dejado abiertas ambas puertas admitirían que mediante esa omisión quisieron testimoniarme su
menosprecio.
Comprensión de los fenómenos neuróticos: En sueños compartimos igualdades y diferencias. Para
comprender a Freud podemos utilizar el "sentido común". Ahora, con Freud alrededor de sus 60 años de
experiencia nos dice: "Deben escuchar y dejar que produzca en ustedes el efecto de lo que se les refiere" ya
que "solo puede pretender convencimiento quien ha trabajado durante muchos años con el material y lo ha
vivido..." La concepción analítica es Experiencia; expresión directa de la observación o resultado de su
procesamiento. Se pretende entonces, lo mismo que le pedimos a nuestros pacientes: un benévolo
escepticismo. La conferencia gira en torno a la introducción en la comprensión de los fenómenos neuróticos,
que tienen mucho en común con las operaciones fallidas y del sueño, pero a diferencia estos últimos, los
fenómenos neuróticos muchas veces son ajenos a nuestra experiencia, por lo que su comprensión puede
resultar más difícil .
Psiquiatría vs. Psicoanálisis
Los médicos se comprometen muy poco con los neuróticos
El saber, más profundo del psicoanalista, evitara decir lo mismo que un médico "Lo que usted tiene no
es nada"
10
Acción sintomática: La puerta del consultorio debe estar siempre cerrada por "obvias razones". Freud insiste,
de manera casi grosera, a que ésta regla se cumpla. Que el paciente deje abierto cuando no hay nadie más en la
sala de espera con él es una acción sintomática ya que pretende "hacerle pagar" al médico esa falta de respeto.
La conciencia de quien consuma la acción sintomática ignora el proceso cuya marca es la acción misma:
ninguno de los pacientes lo admitiría.
Caso: Un joven oficial refiere con Freud a una Señora de 53 años; vive en el campo, felizmente casada con su
marido, quién dirige una fábrica y ha probado ser un buen esposo. Al mismo tiempo, trabaja ahí una mucama
con quien conversaba sobre cosas íntimas. La misma mantenía una hostilidad animada por el odio a otra
joven, quien había progresado más en la vida proviniendo de la misma cuna. (Trabajaba en la fábrica). Hace
un año, después de confesar a su mucama "Para mí lo más terrible sería enterarme que mi buen esposo tiene
una relación con otra joven" le llega una carta anónima diciendo que su marido mantiene una aventura.
Aunque no hay prueba alguna, causa en la Señora un descontento enorme, paz intermitentemente perturbada e
irritabilidad causados por celos patológicos.
Ideas delirantes: inaccesibles a argumentos lógicos y tomados de la realidad.
Se mantiene a pesar de evidencia en contra
Intermitente
Característica esencial del caso: Delirio de celos
Un médico no puede ir más allá de diagnóstico y pronóstico.
Resolución psicoanalítica: Fue la propia paciente quien da inicio al problema con el mencionar de su miedo
más grande. Resistencia y angustia. Intenso enamoramiento de ella hacia otro joven: el mismo que la había
referido: su yerno (tótem y tabú). Al no poder concebir un enamoramiento tan "monstruoso" entra el
mecanismo de desplazamiento, aportando alivio a su deseo inconsciente que se hace consciente en su marido.
Así la idea delirante deja de ser disparatada o incomprensible. Fue necesaria como reacción a un proceso
anímico ICC.
Psicoanálisis y medicina clínica
Más que contradicción se ayudan una a la otra; se complementan.
Quedan más dudas por responder en una terapia.
Procesos inconscientes-medicina.
La psiquiatría no aplica los métodos técnicos del psicoanálisis, omite todo otro anudamiento con el
contenido de la idea delirante y al remitirnos a la herencia, nos proporciona una etiología muy general y
remota, en vez de poner de manifiesto primero la causación más particular y próxima. En la naturaleza del
trabajo psiquiátrico no hay nada que pudiera rebelarse contra la investigación psicoanalítica.
Son entonces los psiquiatras los que se resisten al psicoanálisis, no la psiquiatría. El psicoanálisis es a la
psiquiatría lo que la histología a la anatomía: esta estudia las formas exteriores de los órganos; aquella, su
constitución a partir de los tejidos y de las células.
experiencia misma de un psicoanálisis. Lacan destacaba que hay una clínica es anterior al psicoanálisis, es la
que construyeron los clásicos de la psiquiatría identificando y nominando una serie de tipos clínicos. Freud y
Lacan los han usado: paranoia, demencia precoz, histeria, amentia, etc. son términos que provenían de la
psiquiatría. Al ser retomados desde la clínica psicoanalítica no solo encuentran una elucidación nueva sino
también una perspectiva que subvierte a la clínica que los forjó. La psicopatología es el campo a través del
cual el psicoanálisis va a incidir también en la historia de la psiquiatría.
Los paradigmas de la psiquiatría: Georges Lanteri-Laura (psiquiatra y profesor de Psiquiatría) ha propuesto
la utilización del concepto de "paradigma" para realizar una lectura de la historia de la psiquiatría, desde sus
orígenes hasta la actualidad. Un "paradigma" implica para Kuhn "que algunos ejemplos aceptados de la
práctica científica real proporcionan modelos de los que surgen tradiciones particularmente coherentes de
investigación científica". El paradigma constituye el conjunto del saber establecido que sostiene a la
ciencia normal en su función, opera como una referencia eficaz que permite resolver los problemas
planteados en un campo científico dado. No se trata, por lo tanto, de una teoría en particular sino de un
marco en el interior del cual son posibles un conjunto de teorías. La eficacia de ese paradigma se mantiene
mientras no surjan problemas que lo pongan en crisis. El estado de crisis se mantendrá hasta el surgimiento de
un nuevo paradigma y el establecimiento de una nueva forma de "ciencia normal". Al planteo de Kuhn,
Lanteri-Laura le hará dos rectificaciones para aplicarlo a la psiquiatría:
1) La constitución de un nuevo paradigma y una nueva ciencia normal es un arrastre residual de ciertas
concepciones provenientes del paradigma anterior.
2) Introduce lo que podríamos llamar cierta dialéctica entre los paradigmas, en donde algunas nociones y
problemas de un paradigma superado pueden permanecer "latentes", llegando a manifestarse luego en otro.
1er paradigma - CRISIS - 2do paradigma - CRISIS - 3er paradigma
Con este modelo aplicado a la psiquiatría G. Lanteri-Laura distingue tres paradigmas fundamentales: el de la
alienación mental, el de las enfermedades mentales y el de las grandes estructuras psicopatológicas.
El paradigma de la alienación mental (1793-1977)
Corresponde al pasaje de la noción social y cultural de "locura" al concepto médico de "alienación mental".
Podríamos ubicarlo como el paso fundacional de la psiquiatría que introduce la "locura" en el campo de la
medicina con lo cual pasa a concebirla como una enfermedad. Esto permite en la práctica sustraerla de otros
dispositivos -por ejemplo judiciales y policiales- para ubicarla en el plano de la asistencia médica. La
alienación mental se constituye así en una especialidad autónoma, opuesta a todas las otras enfermedades de la
medicina, y sus manifestaciones (manía, melancolía, demencia e idiotismo) no constituyen para Pinel
enfermedades irreductibles sino simples variedades que incluso pueden sucederse en el mismo paciente. Por lo
tanto lo que se destaca aquí es el singular de "la" alienación mental. Sus variedades de presentación no le
quitan el carácter de enfermedad única, para la cual se propone una única forma de tratamiento: el tratamiento
moral de la locura. Es en este período que surge el dispositivo de la internación como una parte esencial del
tratamiento moral. Dicho dispositivo se erige bajo la suposición de que aislar al alienado de sus lazos
familiares y de los problemas del mundo evita las pasiones que agravan la alienación mental; a su vez el
"asilo" encarnaría un ambiente enteramente racional que podría devolverle la razón al alienado.
La "crisis" de este paradigma puede ser ubicada a mediados del siglo xix a partir de la obra de J. P.
Falret, que sostuvo que, lejos de tratarse de una enfermedad única, la patología mental se componía de
una serie de especies mórbidas. Según su criterio éstas no constituían meras variedades sino que
serían específicas e irreductibles unas a otras.
la alienación mental bastaba con distinguir a esta de otras enfermedades del campo de la medicina y, una vez
reconocida, sólo había una modalidad de tratamiento (el tratamiento moral). Al constituirse la patología
mental como un conjunto de enfermedades distintas, con sus signos propios y sus modos singulares de
evolución se requería reconocer sus signos. Es así que se despliega la "semiología" psiquiátrica en su
máxima riqueza para poder establecer un pronóstico y un tratamiento adecuado. La psicopatología constituía
entonces una disciplina fundamentalmente teórica opuesta a la psiquiatría como práctica médica.
La crisis de este paradigma comienza a producirse en el punto en que la multiplicación de las especies
mórbidas se torna difícil de ordenar. Es el momento también en que surge el cuestionamiento de la
teoría de las localizaciones cerebrales en donde se ponían las esperanzas para anclar a las
enfermedades mentales en una etiología certera. Pero, fundamentalmente, será el surgimiento de la
obra de Freud y su incidencia en psiquiatras.
Las grandes estructuras psicopatológicas (1926)
Ribot, quien crea el "método patológico", buscaba comprender la psicología normal a partir del estudio del
hecho patológico. Constituía una especie de psicología patológica como rama de la psicología científica
simultáneamente con la psicología experimental de la cual se distinguía. Para Ribot la enfermedad era una
experimentación sutil producida por la naturaleza misma que brindaba un campo de estudio privilegiado. La
psicopatología constituía entonces una disciplina fundamentalmente teórica opuesta a la psiquiatría como
práctica médica. Janet fue uno de los fundadores de la psicopatología dinámica y, por su parte, Lacan
introdujo la noción de una estructuración de tipo evolutiva del aparato psíquico.
Lanteri-Laura ubica el surgimiento del paradigma de las grandes estructuras psicopatológicas en 1926, en la
intervención de Bleuler en el Congreso de Psiquiatría de Ginebra (marca la aceptación y consolidación de la
perspectiva bleuleriana en el plano internacional) y fecha su declinación en 1977, año de la muerte de Henri
Ey. Por su parte, el modelo órgano-dinámico de H. Ey implicará el último esfuerzo por constituir un sistema
que de su razón a la psiquiatría en su totalidad.
"La psiquiatría clínica pasará a segundo plano, como una disciplina médica inevitable, pero muy empírica y
carente de amplitud, limitada a tareas útiles pero sin envergadura ni preocupación antropológica, apuntando a
establecer mi diagnóstico y a conducir un tratamiento. La psicopatología, al contrario, devendrá dominante y
la psiquiatría clínica representará solamente una aplicación un poco derivada"
Podríamos afirmar que uno de los problemas centrales del tercer paradigma es qué se entiende por
"estructura". H. Ey propone un orden jerárquico y dinámico de instancias superiores e inferiores. Lo superior
contiene e integra a lo inferior, así como lo normal contiene a lo patológico potencial. En lo superior ubica a la
consciencia que debe conducir y dominar todas las funciones inferiores que son automáticas e "inconscientes",
las cuales aprovecharían cualquier descenso de su actividad para escapar a su control. Todo proceso
patológico daría por resultado dos tipos de síntomas: los "negativos", que son el resultado de la disolución de
la función superior, y los "positivos" consecuencia de la liberación de los niveles inferiores. Es a este
dinamismo entre instancias jerárquicas al que H. Ey llama "estructura" y deduce una estratificación de los
estados psicopatológicos según el grado de degradación de la actividad psíquica.
La crisis del paradigma estructural se debe en parte a lo abusivo de la utilización del concepto de
estructura que, al ganar amplitud, perdió precisión.
El "paradigma " lacaniano.
Lacan, en contraste con Henry Ey, propone una concepción radicalmente distinta de la locura, la causalidad y
el problema de la libertad. Aparece entonces un punto de ruptura entre la concepción más sistematizada que
produce la psiquiatría del tercer paradigma y la orientación lacaniana del psicoanálisis. Ubicamos aquí un
punto de ruptura entre la concepción más sistematizada que produce la psiquiatría del tercer paradigma y la
orientación lacaniana del psicoanálisis que comienza a perfilarse a mediados de los 40' y extraerá la dimensión
13
estructural, a partir de la estructura del lenguaje, en los años 50'. Lacan propone buscar la estructura en el
fenómeno. En los años 60 Lacan diferencia el "sujeto del significante" del "sujeto del goce". Introduce la
polaridad entre el sujeto del goce y el sujeto que representa el significante para un significante siempre otro.
Tal vez podríamos hablar de un Paradigma lacaniano, ya no de la psiquiatría sino del psicoanálisis, que puede
constituir una respuesta al impasse del modelo del DSM y la psiquiatría contemporánea. Este se elabora a
partir del modo en que Lacan produce las estructuras freudianas a partir de su lectura de Freud, dando cuenta
de la envoltura formal del síntoma y su relación con el goce. Esta es su respuesta a la psicopatología, a la que
subvierte y renueva, introduciendo también un debate con el pasado y el presente de la psiquiatría.
perturbaciones de los sujetos considerados sanos. Es por lo tanto una disciplina teórica autónoma que elabora
sus conocimientos a partir de la observación de hechos, y no se vincula con ningún campo particular de
aplicación de la psicología, contribuyendo con sus aportes en cualquiera de ellos. Sin embargo, tanto en el
momento de su surgimiento como en las primeras décadas de su desarrollo, ha generado una estrecha
interdependencia con la práctica clínica de la psiquiatría y del psicoanálisis, que constituyeron sus principales
fuentes de recolección de datos empíricos así como los campos de aplicación que proporcionaron la extensión
de sus conceptos. Su método fue entonces fundamentalmente clínico. Solo recientemente se ha ampliado su
fuente experimental a partir de nuevos enfoques y teorías psicológicos.
Por otra parte, su situación actual se ha vuelto problemática. La mayor parte de los sistemas diagnósticos
actuales en psiquiatría se presentan como ateóricos. Por una confusión entre la psicopatología general y
especial, muchas veces se reduce su enseñanza a los tipos, clases o categorías diagnósticos. De este modo,
ocurre que algunos programas de psicopatología tienen como contenido las categorías del DSM, ignorando a
la vez que la psicopatología es una disciplina teórica y que tiene un desarrollo general, no sólo especial. En
cuanto al psicoanálisis, muchas de sus orientaciones actuales rehúsan o simplemente se apartan de
consideraciones psicopatológicas.
La psicopatología surge hacia fines del siglo xix y comienzos del xx formando parte de la tendencia de la
psicología a constituirse como ciencia. No tiene una fuente única: la psicología universitaria francesa, el
psicoanálisis y la psiquiatría, especialmente la alemana. En Francia es Théodule Ribot quien funda esta
disciplina, primero con el nombre de psicología patológica, que se diferencia de la psicología experimental
porque se basa en el llamado método patológico que consiste en estudiar los hechos patológicos para
comprender la psicología normal. Darwin sostiene que la enfermedad es una experimentación instituida por la
naturaleza misma por medio de circunstancias y procedimientos que no se podrían reproducir artificialmente.
Vemos entonces que esta primera rama de la psicopatología tiene un origen universitario, desprendiéndose de
la filosofía, y permanece desarrollándose en ese mismo ámbito, pero sin embargo no puede sostenerse de
manera independiente y se integra con la práctica de la psiquiatría. Mientras tanto, en la misma época,
Sigmund Freud, después de su estada en París estudiando con Charcot e incentivado por él, ha comenzado a
trascender su actividad de neurólogo inventando una psicopatología que explica los síntomas de sus pacientes
neuróticos. Se trata de la misma idea y supuesto de Ribot, aunque formulados de una manera inversa.
La ambición freudiana es construir una psicología del hombre normal, de allí la producción de su trilogía del
inconsciente, los sueños, el chiste y los fenómenos psicopatológicos de la vida cotidiana; por eso sus
construcciones se prolongan en una metapsicología. La psicopatología asume entonces en su obra la
modalidad de describir los mecanismos responsables del surgimiento, formación, mantenimiento y evolución
de los diferentes tipos de síntomas. Poco tiempo después, esta modalidad se extiende en el campo de la
psiquiatría.
Asociado de manera directa con la producción de Freud, debe mencionarse las innovaciones que introduce el
psiquiatra suizo, Eugene Bleuler, creador del grupo de las esquizofrenias. Lo que resulta decisivo señalar es
que Beuler corresponde a un nuevo momento en la psiquiatría, distinto del de Kraepelin y la llamada
psiquiatría clásica, momento que se caracteriza justamente por tomar como eje la psicopatología,
especialmente en la modalidad de identificar los mecanismos psíquicos en juego en las diferentes formas de
las enfermedades mentales.
A este movimiento psicopatológico que surge en el interior del psicoanálisis y de la psiquiatría viene a
agregarse en la segunda década del siglo el influjo de la filosofía fenomenológica y existencial que conduce a
la elaboración de una psicología y psicopatología en esa perspectiva.
G. Lantéri-Laura distingue tres períodos en su desarrollo: el de la psiquiatría naciente, iniciada por P. Pinel y
caracterizada por el paradigma de la alienación mental; el de la psiquiatría clásica con su culminación en E.
Kraepelin, organizada en torno al paradigma de las enfermedades mentales; y luego el predominio en la
psiquiatría del paradigma de las estructuras psicopatológicas, el cual, con ciertas diferencias, coincide con el
15
que sucintamente acabamos de describir y que comienza con las innovaciones freudianas. De este período
afirma que marca el pasaje de la psicopatología al primer plano, ubicándose la psiquiatría de manera
dependiente como su aplicación médica, la cual "se encontrará mirada desde lo alto por una psicopatología
que la trasciende, da cuenta de ella de una manera totalizante y la hace servir de este modo a un conocimiento
general del hombre..."
Sin embargo, este paradigma psicopatológico entra en declinación después de la década del setenta y en la
actualidad ha llegado a su fin en la psiquiatría empujado por circunstancias de diferente índole. En primer
lugar, fue por efecto del movimiento antipsiquiátrico. Pero después, el golpe de gracia provino de la extensión
del uso de psicofármacos que trajo como consecuencia que la psiquiatría se transformara profundamente y se
esté convirtiendo plenamente en una disciplina médica. El diagnóstico de estructuras psicopatológicas no sirve
a esta modalidad de la psiquiatría y es reemplazado por el diagnóstico de trastornos en sistemas cuya
construcción se propone prescindir de consideraciones teóricas, es decir, psicopatológicas.
En cuanto al psicoanálisis, el otro pilar inicial del movimiento psicopatológico se ha diversificado después de
Freud en multitud de escuelas y orientaciones. Todas ellas mantienen en general los principios establecidos
por su fundador en cuanto a las relaciones entre normalidad y patología, lo cual implica que en mayor o menor
grado construyen una psicopatología. Sin embargo, el lugar e importancia que le otorgan en su cuerpo teórico
es muy disímil y también entonces su incidencia en la práctica clínica. A este panorama hay que agregar el del
surgimiento de la profesión del psicólogo y la enseñanza universitaria de la psicología a partir de la posguerra,
el desarrollo de la psicología clínica y la diversificación de las psicoterapias, muchas de ellas con una muy
débil referencia a las grandes teorías psicológicas, es decir, no fundadas en una psicopatología.
Cada uno de ellos construye las distinciones clínicas responde a una concepción psicopatológica diferente,
pero también que cada uno de estos dos modelos sustenta una metodología diagnóstica diferente. El primero
se basa en el reconocimiento de un conjunto de síntomas simultáneos en el presente del momento diagnóstico.
En el segundo se debe construir una secuencia temporal de síntomas cambiantes.
UNIDAD II
Por eso, tomó un frasco con tinta roja y manchó las sábanas para simular que había desvirgado a su mujer.
Freud hace un paralelismo entre mesa y cama. En este caso la paciente se identifica con su marido, representa
su papel. El núcleo de esta acción es el llamado a la mucama a quién le pone la mancha ante los ojos y de esta
manera salva al marido de la vergüenza. La mancha está en el lugar justo. Vemos que la mujer no se limitó a
repetir la escena, sino que la prosiguió, y al hacerlo la corrigió, la rectificó. La interpretación del síntoma fue
hallada de golpe por la enferma, sin guía ni intromisión del analista, y la obtuvo por referencia a una vivencia
que no había pertenecido a un período olvidado de la infancia, sino que sucedió durante su vida madura y
había permanecido intacto en su recuerdo.
Con este caso Freud insinúa que detrás de estas acciones repetitivas hay algo oculto que casi siempre seria de
carácter sexual. Para demostrarlo plantea el siguiente caso.
Cuenta el caso de una señorita de 19 años que tenía una molesta rutina a la hora de acostarse. Dicho ritual le
llevaba casi 2 horas en realizarse y era un hecho inevitable si quería dormir. Ella exigía que parasen todos los
relojes de péndulo de la sala, y sacar hasta el pequeño reloj de pulsera de su mesita de noche, porque no la
dejaban dormir con el tic-tac. También exigía que retirasen todos los floreros y jarrones de su dormitorio por
miedo a que se cayeran y también tenía un modo particular de acomodar sus almohadas, en donde no podían
tocar el respaldo, y ella debía acomodar la cabeza exactamente en el centro del rombo que formaba el
almohadón. Además exigía que sus padres dejaran la puerta entornada de su dormitorio. Freud interroga en
varias oportunidades a la paciente y después de muchas resistencias de ella a asociar su sintomatología,
descubren la relación que tienen los relojes con el “latir” involuntario del clítoris en las noches. Floreros y
vasos son, del mismo modo que toda clase de vasijas, símbolos femeninos. Sus cautelas hacia la rotura de los
vasos significan, entonces, un rechazo de todo el complejo que se entrama con la virginidad y el sangrar en el
primer coito; es tanto un rechazo de la angustia de sangrar como de la contraria, la de no sangrar. La almohada
había sido siempre para ella, dijo, una mujer, y el respaldo, un hombre. Quería entonces mantener separados
hombre y mujer, vale decir, separar a sus padres, no dejarlos que llegaran al comercio conyugal. También al
obligarlos a los padres a dejar su puerta entreabierta exige que estos no tengan intimidad sexual. Si una
almohada era una mujer, tenía también un sentido sacudir el edredón hasta que todas las plumas se agolparan
abajo y se provocase una hinchazón. Significaba preñar a la mujer; pero ella no dejaba de volver a eliminar
esa preñez, pues durante años había vivido con el temor de que el comercio sexual de los padres diera por
fruto otro hijo y así le deparara un competidor. Por otra parte, si la almohada grande era una mujer, la madre,
entonces la pequeña almohadita de mano sólo podía representar a la hija. Freud analiza cada detalle narrado
por ella como si fuera un sueño desde su simbología, y vuelve a demostrar que lo oculto y reprimido es de
índole sexual.
Freud concluye que los síntomas neuróticos tienen un sentido similar al de las operaciones fallidas y los
sueños y que están en vinculación directa con el paciente. El plantea que la tarea del analista es descubrir esta
situación del pasado en la que la idea estaba justificada y la acción respondía a su fin. Freud habla de que los
síntomas tienen rasgos “típicos” y rasgos “particulares”. Los rasgos típicos son los que van a ayudarnos para
enmarcar al paciente en un diagnóstico, y los “singulares” sirven de material para desentramar la vivencia
particular.
a) Sexualidad normal: coito dirigido a obtener el orgasmo por penetración genital con una persona del sexo
opuesto. Posee rasgos perversos, el besar que consiste en la unión de dos zonas bucales erógenas en lugar de
los genitales. La meta de la sexualidad “normal” es la reproducción.
b) Sexualidad perversa: No consiste en la trasgresión de la meta sexual, ni en la sustitución de los genitales, ni
en la variación de objeto, sino en que algunas desviaciones se consumaron, dejando de lado el acto sexual al
servicio de la reproducción. La sexualidad perversa es centrada, todas las acciones hacia una meta y una
pulsión parcial tiene primacía: o es la única que podemos notar o ha sometido a las otras a su propósito.
La diferencia entre la sexualidad normal y la perversa es la diversidad de las pulsiones parciales dominantes
y, las metas sexuales.
c) Sexualidad infantil: Las pulsiones parciales tiene iguales derechos y cada una persigue por cuenta propia el
logro del placer. Tanto la ausencia como la presencia de centramiento armonizan muy bien, desde luego, con
el hecho de que ambos tipos de sexualidad, la perversa y la normal, han nacido de lo infantil.
Infantilismo de la vida sexual: Hay una semejanza entre la sexualidad perversa y la infantil, numerosas
pulsiones parciales han impuesto sus metas con independencia unas de otras.
2) Fases del desarrollo libidinal: Tenemos la fase pre genital (oral, sádico-anal y fálica) todas las pulsiones
de aspiran al placer de órgano.
a) Oral: La zona erógena, la boca desempeña el papel principal. La práctica sexual de esta fase es el chupeteo.
El primer objeto de los componentes orales de la pulsión sexual es el pecho materno, que satisface la
necesidad de nutrición del lactante. En el acto de chupeteo se vuelven autónomos los componentes eróticos
que se satisfacen juntamente al mamar; el objeto se abandona y se sustituye por un lugar del propio cuerpo. La
pulsión oral se vuelve autoerótica. El resto del desarrollo tiene dos metas: abandonar el autoerotismo,
permutar un objeto del cuerpo propio por uno ajeno; y unificar los diferentes objetos de las pulsiones
singulares y sustituirlos por un objeto único.
b) Sádico-anal: En primer plano tenemos las pulsiones sádico-anales. No existe diferencia entre masculino y
femenino, ocupa su lugar la oposición activo y pasivo. Existe una pulsión de apoderamiento que desborda
hacia lo cruel. Aspiraciones de meta pasiva se anudan a la zona erógena del orificio anal. La pulsión de ver y
la pulsión de ver se despierta con fuerza; los genitales tienen el papel de órgano para la excreción de la orina.
Cuando en la infancia, antes de que advenga el periodo de latencia, el proceso ha alcanzado un cierto cierre, el
objeto hallado resulta ser casi idéntico al primer objeto de la pulsión placentera oral, ganado por
apuntalamiento. La madre es el primer objeto de amor. Para la época en que la madre deviene objeto de amor
ya ha empezado en el niño el trabajo psíquico de la represión, que sustrae de su saber el conocimiento de una
parte de sus metas sexuales. A esta elección de la madre como objeto de amor se anudo todo lo que en
esclarecimiento psa de las neurosis ha adquirido gran importancia, el complejo de Edipo.
c) Genital, fálica: las pulsiones se subordinan a los genitales y la sexualidad se somete a la reproducción.
3) Complejo de Edipo: En la época de la elección de objeto se ve que le varón quiere tener a la madre para él
solo, siente como si le molestara la presencia del padre. A su vez el niño da muestras de ternura hacia el padre.
En el caso de la nena, tiene una actitud tierna hacia el padre, y la necesidad de eliminar a la madre y ocupar su
lugar. En ambos casos pueden tomar a una hermana o hermano como sustituto de la madre o del padre. La
primera elección de objeto es incestuosa.
En la época de la pubertad, cuando la pulsión sexual plantea sus exigencias por primera vez en toda su fuerza,
los viejos objetos familiares e incestuosos sean retomados e investidos libidinosamente. Se despliegan
procesos de afecto muy intensos, que permanecen alejados de la conciencia. De esta época en adelante el ser
humano tiene que consagrarse a la tarea de desasirse de sus padres, de esta forma ser un miembro de la
comunidad social. La tarea consiste en desasir de su madre o padre sus deseos libidinosos para emplearlo en
una elección de un objeto de amor ajeno, real y reconciliarse con su madre o padre. Pero los neuróticos no
alcanzan de ningún modo esta solución; el hijo permanece toda la vida sometido a la autoridad del padre y no
19
está en condiciones de trasferir su libido a un objeto sexual ajeno. Esta misma puede ser, trocando la relación,
la suerte de la hija. En este sentido, el complejo de Edipo es considerado con acierto como el núcleo de las
neurosis.
Más o menos desde el sexto al octavo año de vida en adelante se observan una detención y un retroceso en el
desarrollo sexual, que, en los casos más favorables desde el punto de vista cultural, merecen el nombre de
período de latencia. Este puede faltar; no es forzoso que traiga aparejada una interrupción completa de las
prácticas y los intereses sexuales. Las vivencias y mociones anímicas anteriores al advenimiento del período
de latencia son víctimas de la amnesia infantil. En todo psicoanálisis se plantea la tarea de recobrar en el
recuerdo ese período olvidado de la vida; no podemos dejar de sospechar que los comienzos de vida sexual
contenidos en él proporcionaron el motivo de ese olvido, que, por tanto, sería un resultado de la represión.
La vida sexual no emerge como algo acabado, tampoco crece semejante a sí misma, sino que recorre una serie
de fases sucesivas que no presentan el mismo aspecto; es, por tanto, un desarrollo retomado varias veces. El
punto de viraje de ese desarrollo es la subordinación de todas las pulsiones parciales bajo el primado de los
genitales y, con este, el sometimiento de la sexualidad a la función de la reproducción. Antes de ello, hay por
así decir una vida sexual descompaginada, una práctica autónoma de las diversas pulsiones parciales que
aspiran a un placer de órgano. Esta anarquía se atempera por unos esbozos de organizaciones «pregenitales»,
primero la fase sádico-anal y, más atrás, la oral.
Por el análisis de los síntomas tomamos conocimiento de las vivencias infantiles en que la libido está fijada y
desde las cuales se crean los síntomas. Las vivencias infantiles construidas en el análisis, o recordadas, son
unas veces irrefutablemente falsas, otras veces son con certeza verdaderas, y en la mayoría de los casos, una
mezcla de verdad y falsedad. Los síntomas son, entonces, ora la figuración de vivencias que realmente se
tuvieron y a las que puede atribuirse una influencia sobre la fijación de la libido, ora la figuración de fantasías
del enfermo, impropias desde luego para cumplir un papel etiológico. Las fantasías poseen realidad psíquica,
por oposición a una realidad material. En el mundo de las neurosis la realidad psíquica es la decisiva.
Si en períodos más tardíos de la vida estalla una neurosis, el análisis revela que es la continuación directa de
aquella enfermedad infantil quizá sólo velada, constituida sólo por indicios. Pero hay casos en los que esa
neurosis infantil prosigue sin interrupción alguna como un estado de enfermedad que dura toda la vida.
En segundo lugar, sería inconcebible que la libido regresase con tanta regularidad a las épocas de la infancia si
ahí no hubiera nada que pudiera ejercer una atracción sobre ella. Y en efecto, la fijación que suponemos en
determinados puntos de la vía del desarrollo sólo cobra valor si la hacemos consistir en la inmovilización de
un determinado monto de energía libidinosa.
Por último, entre la intensidad e importancia patógena de las vivencias infantiles y la de las más tardías hay
una relación de complementariedad semejante a la de las series antes estudiadas. Hay casos en que todo el
peso de la causación recae en las vivencias sexuales de la infancia; en ellos, estas impresiones ejercen un
seguro efecto traumático y no necesitan de otro apoyo que el que puede ofrecerles la constitución sexual
promedio y su inmadurez. Junto a estos, hay otros en que todo el acento recae sobre los conflictos posteriores,
y la insistencia en las impresiones de la infancia, según la revela el análisis, aparece enteramente como la obra
de la regresión; vale decir, tenemos los extremos de la «inhibición del desarrollo» y de la «regresión» y,
entre ellos, todos los grados de conjugación de ambos factores
5- Mencione y desarrolle las protofantasias
Freud establece el supuesto de que existen unas fantasías primordiales. La fuente de estas fantasías está en las
pulsiones, y en todos los seres humanos se crean las mismas fantasías con el mismo contenido. Las fantasías
primordiales son:
La observación, por parte del niño, del comercio sexual entre los padres;
La amenaza de castración.
Las fantasías primordiales son un patrimonio filogenético. En ellas, el individuo rebasa su vivenciar propio
hacia el vivenciar de la prehistoria, en los puntos en que el primero ha sido demasiado rudimentario. Me
parece muy posible que todo lo que hoy nos es contado en el análisis como fantasía fue una vez realidad en los
21
tiempos originarios de la familia humana, y que el niño fantaseador no ha hecho más que llenar las lagunas de
la verdad individual con una verdad prehistórica.
Las fantasías primordiales son resultado de las primeras impresiones que un bebé recibe (es besado, es
mimado, y todo eso son estímulos que dejan huellas, huellas de las que el sujeto no puede defenderse). Por eso
Freud va a decir en un determinado momento de la exigencia de la pulsión por alcanzar la satisfacción sexual,
la persona tiene que defenderse de esa exigencia. Un chico no nace con un aparato psíquico formado (no sabe
lo que está permitido y lo que no está permitido), eso es algo que uno le va inculcando o enseñando. Entonces,
la exigencia de la pulsión va más allá del yo, que todavía no está constituido o formado como tal.
6- ¿Qué dice Freud acerca del papel de las fantasías?
Freud dice que el yo del hombre es educado poco a poco para apreciar la realidad y para obedecer al principio
de realidad a causa de la exigencia o el “apriete”. En este proceso de obediencia, la persona tiene que
renunciar de manera temporal o permanente a varios objetos y metas de las que quiere obtener placer. Pero
siempre es difícil para el hombre la renuncia al placer; por eso, esa renuncia no se lleva a cabo sin algún tipo
de resarcimiento (indemnización o retribución). Es decir, tiene que haber resarcimiento de la búsqueda de la
satisfacción de la libido que fue frustrada. Y ese resarcimiento la persona lo encuentra en la fantasía. La
ganancia de placer se hace independiente de la aprobación de la realidad. Sabemos que esos sueños diurnos
son el núcleo y los modelos de los sueños nocturnos. Estos, en el fondo, no son sino sueños diurnos que se han
vuelto utilizables por la liberación que durante la noche experimentan las mociones pulsionales, y que son
desfigurados por la forma nocturna de la actividad anímica.
En el síntoma, la libido toma un camino regresivo debido a una frustración de la satisfacción, y ese camino lo
encuentra a través de las fantasías:
1) Las fijaciones son puntos en el recorrido de la libido. Entonces, quedaría “atado” un monto de libido
que no avanza. Esta fijación termina siendo reprimida y quedando oculta.
2) Después de que se produzca un punto de fijación de la libido, el niño crece, y el modo de satisfacción
que tiene “choca” con el principio de realidad que se le impone. Por ejemplo, necesita satisfacer la
exigencia de la pulsión pero no puede masturbarse porque todo el tiempo le están diciendo “que está
mal, que no se hace, que es feo”.
3) Ante esta situación, la libido toma un camino regresivo debido a una frustración de la satisfacción (o
sea, no puede satisfacer la exigencia de la pulsión porque no puede masturbarse). Entonces, se regresa
a viejos modos de satisfacción que hayan resultado exitosos. Se produce entonces una regresión al
punto de fijación reprimido a través de las fantasías.
Esa regresión al punto de fijación a través de las fantasías hace que éstas rebasen o sobrepasen un cierto valor
de umbral energético. Cuando las fantasías se incrementan opera o actúa la represión. La investidura
energética (la carga) de las fantasías se eleva tanto que ellas se vuelven exigentes, desarrollan un esfuerzo para
que se realicen, y esto hace inevitable el conflicto entre esas fantasías y el yo. Que las fantasías permanezcan
inconscientes es efecto de que hayan sido reprimidas. Al ser incrementada la cantidad de libido en la fantasía
(energía sexual), la exigencia de la pulsión para la satisfacción entra en conflicto con el yo y la fantasía es
reprimida. Luego ésta fantasía es efecto de los mecanismos que sirven al inconsciente (condensación y
desplazamiento), por lo que va a aparecer desfigurada en la conciencia
7-¿Qué diferencia existe entre introversión y neurosis?
La retirada de la libido a la fantasía es un estadio intermedio del camino hacia la formación de síntoma y se
denomina introversión. La introversión designa el extrañamiento de la libido respecto de las posibilidades de
la satisfacción real, y la sobreinvestidura de las fantasías que hasta ese momento se toleraron por inofensivas.
Un introvertido no es todavía un neurótico, pero se encuentra en una situación lábil; al menor desplazamiento
de fuerzas se verá obligado a desarrollar síntomas, a menos que haya hallado otras salidas para su libido
estancada
22
NEUROSIS PSICOSIS
El yo, en vasallaje a la realidad, sofoca un Ese mismo yo, al servicio del ello, se retira de un
fragmento del ello (vida pulsional). Por lo tanto, lo fragmento de la realidad. Lo decisivo para la
decisivo para la neurosis sería la hiperpotencia del psicosis seria la hiperpotencia del ello. Pérdida de
influjo objetivo. Evita la perdida de la realidad realidad {objetividad}
Consiste en los procesos que aportan un El segundo paso de la psicosis quiere también
resarcimiento a los sectores perjudicados del ello; compensar la pérdida de realidad, mas no a expensas
por tanto, en la reacción contra la represión y en el de una limitación del ello, sino por otro camino más
fracaso de esta. El aflojamiento del nexo con la soberano: por creación de una realidad nueva, que
realidad es entonces la consecuencia de este ya no ofrece el mismo motivo de escándalo que la
segundo paso en la formación de la neurosis abandonada
En consecuencia, el segundo paso tiene por soporte las mismas tendencias en la neurosis y en la psicosis; en
ambos casos sirve al afán de poder del ello, que no se deja constreñir por la realidad. Tanto neurosis como
psicosis expresan la rebelión del ello contra el mundo exterior; expresan su displacer o su incapacidad para
adaptarse al apremio de la realidad. Neurosis y psicosis se diferencian mucho más en la primera reacción, la
introductoria, que en el subsiguiente ensayo de reparación.
Se evita, al modo de una huida, un fragmento de la Se reconstruye un fragmento de la realidad.
realidad, no desmiente la realidad, se limita a no Desmiente la realidad y procura sustituirla.
querer saber nada de ella.
Llamamos normal o «sana» a una conducta que aúna determinados rasgos de ambas reacciones: que, como
la neurosis, no desmiente la realidad, pero, como la psicosis, se empeña en modificarla. Esta conducta
normal lleva a efectuar un trabajo que opere sobre el mundo exterior, y no se conforma, como la psicosis,
con producir alteraciones internas; ya no es auto plástica, sino aloplástica.
4º clasificación (actual): La modificación se dio en el terreno de las psicosis a las que deja de rotular como
neurosis narcisística cuando comienzan a importarle, aparte del narcisismo, desde el ángulo de su relación con
la realidad exterior.
NEUROSIS PSICONEUROSI PSICOSIS ENFERMEDAD TRASTORN PSICOPATI
ACTUALES S HISTORICAS O ES OS DE AS
TRANSFERENCI PSICOSOMATI CARACTER
ALES CAS
Neurastenia Histeria Esquizofrenia y Trastornos Tendencia al
Neurosis de N. obsesivas paranoia yoicos: control y al
Angustia Fobia Maniaco- ineficacia para manejo del
Hipocondría depresiva establecer un ambiente y de
vínculo los otros.
adecuado con Perversiones
los otros y
consigo
mismo.
Por sobre el valor diagnóstico, por sobre la estructura caso singular a descubrir.
HISTERIA
Es la primera neurosis de la que Freud se ocupó: permitió la comprensión de otros trastornos. 1908 “Fantasías
histéricas y su relación con la bisexualidad”. Mecanismos de los síntomas histéricos:
1) Símbolos mnémicos de ciertas experiencias traumáticas.
2) Sustitutos, producidos por conversión, que corresponden al retorno asociativo de dichas experiencias.
3) Expresión del cumplimiento de un deseo.
4) Realización de una fantasía inconsciente que sirve al cumplimiento del deseo.
5) Representan un trozo de vida sexual del sujeto.
6) Representan un retorno a un modo de satisfacción sexual infantil reprimido.
26
7) Representan una lucha entre dos impulsos, uno de naturaleza sexual y otro que intenta suprimirlo.
8) Siempre los impulsos que intervienen tienen alguna conexión con lo sexual
9) Expresan fantasías inconscientes (femeninas y masculinas).
Defensa básica de la histeria: REPRESIÓN.
Punto de fijación: FASE FÁLICA (Complejo de Edipo, angustia de castración, y toda la problemática de
inscribir al sujeto como ser sexuado en el mundo del deseo y del placer.). Los síntomas son una consecuencia
de la represión:
Amnesia y mutismo.
Desexualización: ingenuidad irritante, desexualiza situaciones que para el común de la gente tienen
significación erótica.
Pansexualización: erotización exagerada, el más mínimo gesto, acto, aparece cargado de un
significado sexual que en sí mismo no posee.
Insatisfacción: jamás se complace o satisface. Respuesta ambigua al comportamiento de los otros,
malentendidos.
Como fracaso de la represión hace surgir la ansiedad/ angustia. Se abren pues dos caminos:
Histeria de angustia: anclándose en una representación sustitutiva que debe ser evitada, dando
paso a las fobias.
castración. La teatralidad está muy ligada al exhibicionismo y a la necesidad de dramatizar la escena primaria
constantemente en el cuerpo. Por último, el capricho y la volubilidad aluden a fantasías de venganza sobre el
objeto del cual se demanda el falo o que lo demanda de uno. Así se estimula constantemente el amor del otro
y se lo frustra alejándose del mismo.
FOBIA
HISTERIA DE ANGUSTIA ≠ FOBIA
La angustia puede quedar flotando libremente encontrándonos entonces con la ‘histeria de angustia’
propiamente dicha, o puede enlazarse a una o varias representaciones particulares que se deben evitar dando
así lugar a las fobias. El fóbico se escapa de una situación intolerable en el mundo interno proyectando su
conflicto al exterior, buscando un objeto suficientemente peligroso y temido al mismo tiempo que excitante y
atractivo. Objeto temido y deseado paralelamente.
1. Fracaso de la represión
2. Incremento de la ansiedad frente al fracaso, con un simultáneo incremento de las pulsiones eróticas y
agresivas.
3. Proyección del conflicto al mundo exterior, buscando referir la representación temida y deseada a
una percepción de análoga naturaleza pero externa.
4. La evitación: la defensa no se completa hasta que la evitación de la representación peligrosa ocurre.
Figura del acompañante protege imaginariamente al sujeto contra los perseguidores internos y externos que
tiene que enfrentar en sus diferentes vicisitudes. Este acompañante no siempre es manifiesto ni explícitamente
un sujeto reconocido como tal.
NEUROSIS OBSESIVA
Defensa básica: REGRESIÓN.
Punto de fijación: fase sádico anal “la regresión es más allá de los objetos infantiles incestuosos, es hacia la
fase libidinosa anterior denominada sádico anal”
Mecanismos obsesivos:
1) Control de los objetos y de los impulsos: está destinado a preservarse de una pérdida, evitar un ataque
o manejar y dominar los afectos que se pueden desencadenar.
2) Formación reactiva: es una defensa estabilizada del Yo por la cual se pueden manejar y controlar a
esas pulsiones sádicas mediante apariencias de bondad y sociabilidad.
3) Sublimación: la libido se descarga gracias a un proceso de desexualización y transformación en una
actividad con un fin cultural, cambiando así su base erótica.
4) Pensamiento por omisión o elipsis: en el contenido manifiesto aparece un trozo de idea como idea
obsesiva, sin que aparezcan todas las ideas intermedias que quedan omitidas y expresan y ocultan al
mismo tiempo la verdad que debe quedar reprimida.
5) Racionalización: se construye una teoría falsa para desconocer a otra verdadera que queda así
encubierta.
6) Intelectualización: se conoce una teoría verdadera pero desprovista de sus correspondientes afectos.
7) Anulación: se liga al incremento de la ambivalencia, la cual induce una particular defensa en la cual se
cumple en dos tiempos un trozo del deseo y de la fantasía del sujeto. Se ataca por un lado y se protege
y ama por el otro.
28
8) Aislamiento: tiene por misión básica el tachar el afecto, creando intervalos temporales entre un suceso
y su recuerdo, entre dos sucesos o entre un contenido y su carga de afecto. Romper la conexión es
esencial ya que lo que conecta favorece la eclosión de afecto.
9) Desplazamiento: se pone énfasis en un objeto diferente y poco temido alejando del conocimiento la
representación original verdaderamente significativa.
El contenido de las ideas o representaciones obsesivas como así también el de las compulsiones es mixto.
Representan en parte a impulsos que buscan satisfacción, a mandatos superyoicos prohibidores y en parte a
defensas contra los impulsos o aún a defensas contra los síntomas mismos que emergieron en un momento
anterior. Generalmente todas estas razones se combinan y se da la paradoja aparente que actos y compulsiones
obsesivas coinciden finalmente con mandatos superyoicos. Mientras que las representaciones, las ideas, los
temores y los autorreproches obsesivos aparecen en el plano del pensamiento, los rituales, los ceremoniales y
los actos obsesivos se dan en el plano de la acción motora.
NASIO, Juan David. (2015) El Edipo. El concepto crucial del psicoanálisis. Capítulos 4, 5 y 6.
Una neurosis es un sufrimiento psíquico provocado por la coexistencia de sentimientos contradictorios de
amor, de odio, de temor y de deseos incestuosos respecto de aquellas personas que uno ama y de quien uno
depende. El Edipo no sólo representa el origen de las neurosis de los adultos, sino que es en sí mismo una
neurosis, la primera neurosis sana en la vida de un individuo; la segunda es la de la crisis de la adolescencia.
El yo del niño no tiene aún los medios de contener el ascenso impetuoso de sus deseos. Este esfuerzo del yo
por contener y asimilar la impetuosidad del deseo se traduce en sentimientos, palabras y conductas
contradictorias del niño en su relación con los padres. Esta actitud ambivalente y hasta incoherente del niño se
instalará de manera duradera en la personalidad del sujeto. Nuestros conflictos más cotidianos y siempre
inevitables con quienes nos rodean no son más que la prolongación de nuestra neurosis infantil llamada el
complejo de Edipo.
NEUROSIS CORRIENTE NEUROSIS MORBIDA/PATOLOGICA
Es el conflicto que mantenemos con los seres que Se manifiesta a través de síntomas repetidos que
amamos porque continuamos deseándolos encierran al sujeto en una soledad narcisista y
ardientemente. Esta neurosis de todos los días, enfermiza. Este sufrimiento, ya sea fóbico, ya sea
compatible por completo con una vida social abierta obsesivo o histérico resulta de un factor más grave
y creativa, es el resultado de una insuficiente que la represión insuficiente de las fantasías
desexualización de los padres edípicos. Las fantasías edípicas. Se trata de traumas singulares ocurridos en
infantiles de placer y de angustia mal reprimidas pleno período del Edipo.
conservaron toda su virulencia y han generado esta
neurosis cotidiana que bulle en el interior de cada
uno
Siempre estamos en presencia de la angustia de castración en su forma más mórbida, que linda con el miedo a
la castración. Diremos, pues, que la fobia, la obsesión y la histeria son diferentes modos en que el Edipo
retorna traumático durante la edad adulta. Estas tres categorías de neurosis nunca aparecen aisladas y en
estado puro, sino que se imbrican a la manera de una neurosis mixta con mayor dominio de la fobia, la
histeria o la obsesión. A veces quien ha sufrido esos traumas edípicos no es el niño mismo, sino un ascendente
que le ha transmitido inconscientemente la angustia de un golpe traumático.
La neurosis patológica, tanto en el hombre como en la mujer, es el retorno durante la edad adulta de la
angustia de castración traumatizante, vivida durante la infancia. Siendo el modo de retorno de esta angustia,
surgirá un sufrimiento neurótico específico. El sufrimiento de una neurosis se explica en virtud de su
necesidad de repetir compulsivamente la misma situación en la cual el niño sufrió el impacto de una angustia
traumática.
29
La neurosis del hombre y de la mujer, resultan de la fijación de una escena en la cual el personaje principal es
con frecuencia el progenitor del mismo sexo. Lo que enferma no es tanto vivir una experiencia intensa con el
otro diferente, como vivirla con el otro semejante, el otro “uno mismo”. La neurosis del adulto es siempre una
patología de lo mismo, una dolencia del narcisismo.
NEUROSIS MASCULINA NEUROSIS FEMENINA
Reaparición compulsiva de la fantasía Reaparición compulsiva de la fantasía del anhelo envidioso del Falo
traumática de angustia de castración durante la edad adulta
durante la edad adulta
FOBIA Retorno de la fantasía de AVERSION La mujer continúa creyendo que no es digna de
angustia de ser SEXUAL interés ni de amor y se resigna a su suerte con
abandonado/castrado por HISTERICA amargura y tristeza. Se instala entonces en esta mujer
el padre que prohíbe. despechada una viva repugnancia por la sexualidad,
acompañada de una gran soledad
HISTER Retorno de la fantasía de COMPLEJO DE La mujer sustituye la creencia de haber sido castrada
IA angustia de ser víctima de MASCULINIDA y de ser inferior por la creencia opuesta e igualmente
abuso/castrado por el padre D infundada, de estar armada del Falo. En lugar de
seductor. creerse castrada, se cree omnipotente; esgrime el
Falo, lo exhibe en una actitud de desafío y acentúa
los rasgos de la masculinidad hasta el punto de
hacerse más viril que el hombre. Una de las variantes
de este complejo de masculinidad adquiere la forma
de la homosexualidad manifiesta.
OBSESI Retorno de la fantasía de ANGUSTIA DE Angustia propiamente femenina: el temor de la
ON angustia de ser maltratado SER mujer a ser abandonada por el hombre que ama. El
y humillado/castrado por el ABANDONADA deseo de ser amada y protegida es tan potente en el
padre rival. inconsciente femenino que la joven, aunque esté
sólidamente comprometida en su pareja, siempre
siente el temor de verse privada del amor de su
compañero. Siendo muy pequeña, ya fue engañada
por la madre, ya adulta desconfía de los hombres.
Para el hombre, el Falo es la fuerza; para la mujer, es el amor. Del mismo modo en que dijimos que el hombre
era un ser ansioso por salvaguardar su virilidad, diremos que la mujer vive con el desvelo de ser abandonada.
La castración no existe: No hay castración sino amenazas de castración. Por ello la castración, en el fondo, es
sólo el nombre de una angustia y nunca de una realidad. La castración no existe ya que nunca nadie fue
castrado y, mucho menos castrado para ser castigado.
La castración es ante todo la idea de un peligro; el peligro imaginario que se inventa un neurótico y que debe
imperativamente apartar de sí. Precisamente el neurótico sufre de estar neurótico por querer salvaguardar su
ser vital y por estar constantemente en guardia. En consecuencia, siempre es el temor de la castración y nunca
la castración en sí misma lo que origina esta crispación que es el sufrimiento neurótico. Cada síntoma
neurótico debe comprenderse entonces como una defensa crispada contra un temor esencial: en el hombre se
trata del miedo a perder su potencia, y en la mujer, el miedo a perder el amor. El neurótico, ya sea niño o
adulto, es aquel que al mismo tiempo ama a su padre, le teme, lo desea y lo odia.
Presencia del Edipo en las 3 neurosis:
Las tres figuras lacanianas del padre en el Edipo: simbólica, real e imaginaria
1) Primer tiempo: el padre no está encarnado; es la figura abstracta de la Ley que preserva el mundo
humano del caos que provocaría la consumación del incesto. Ese padre abstracto se llama padre
simbólico. En este primer tiempo, el padre es la Ley tácita que el niño ignora. Sin moderación y sin
temor, el niño o la niña seduce impúdicamente a la madre y se ofrece a ella como si fuera su Falo.
2) Segundo tiempo: lo que cuenta es la persona real del padre. Aquí él es el padre real, agente separador que
hace las veces de disyuntor entre la madre y el hijo al prohibir que uno tome al otro como objeto de su
deseo.
3) Tercer tiempo: en que el niño se enfrenta al padre, a ese padre que lo separa y lo frustra, y lo hace
respetándolo como ser todopoderoso, odiándolo como un rival y envidiándolo como el poseedor del Falo,
es decir, como el único poseedor de la madre, de todas las mujeres y del poder. Ese padre respetado,
odiado y envidiado es el padre imaginario. El niño le demandará a él su Falo. Por supuesto, el padre se lo
niega y esa negativa conlleva de inmediato la identificación del hijo con el padre, síntesis final de las tres
figuras paternas: la simbólica, la real y la imaginaria. Puesto que el niño no puede tener el objeto, se
identifica con el portador del objeto.
FREUD
Todos los niños, independientemente de sus condiciones familiares y socioculturales, viven esa fantasía
universal que es el complejo de Edipo. ¿Por qué? Porque ningún niño ni ninguna niña de cuatro años puede
31
sustraerse al torrente repulsiones eróticas que se liberan en él y porque ninguna persona adulta de su entorno
inmediato puede evitar convertirse en el blanco de sus pulsiones ni en el cauce para canalizarlas.
El descubrimiento del complejo de Edipo: Deducimos la existencia del complejo de Edipo a partir de los
recuerdos de infancia de carácter sexual evocados por nuestros pacientes adultos. No olvidemos que el
recuerdo es siempre una reinterpretación muy subjetiva del pasado.
Freud descubrió el Edipo basándose en el relato de escenas de seducción que sus pacientes adultos creían
haber vivido en su infancia El complejo de Edipo no es una realidad observable, sino una fantasía sexual
forjada por el niño bajo la presión de su deseo incestuoso. El contenido de esa fantasía es con frecuencia una
escena de seducción sexual protagonizada por un adulto. Señalemos además que aunque el paciente creó la
fantasía edípica en la infancia y ella está siempre vivida en el adulto neurótico, el analista debe reconstruirla
en el transcurso de la cura. Y la reconstruye “en caliente’" pues la relación analista /paciente reproduce en acto
la relación edípica.
El deseo incestuoso es el origen de todos los deseos humanos: El deseo incestuoso no solamente es
irrealizable; además es inconcebible para un niño de cuatro años.
Las tres fases del Edipo de la niña: En nuestra opinión el Edipo femenino se divide en tres fases. La fase
preedípica, durante la cual la niña, en posición masculina, desea a la madre como objeto sexual; la fase que
llamo “dolor de privación”, durante la cual la niña se siente sola, mortificada y envidiosa del varón y,
finalmente, la fase propiamente edípica durante la cual la niña está dominada por el deseo femenino de ser
poseída por su padre.
La neurosis es la reactivación del Edipo durante la edad adulta: El complejo de Edipo es la causa de la
neurosis porque las fantasías edípicas insuficientemente reprimidas en la infancia reaparecen en la edad adulta
adquiriendo la forma de síntomas neuróticos.
LACAN
El Edipo es una teoría de la familia: La teoría del Edipo es una teoría de la familia y, en particular, la de la
decadencia social de la imagen paterna. Precisamente esa decadencia del rol del padre estaría en el origen de
las neurosis.
La fase fálica: En la fase fálica, el niño desea sexualmente a uno de sus padres sin consumar, por supuesto,
ningún acto sexual. En el lugar de una genitalidad inexistente, se desarrolla en el niño la fantasía de poseer un
Falo todopoderoso. “Justo antes del período de latencia, el sujeto infantil, masculino o femenino, llega a la
fase fálica que indica el punto de realización de lo genital. Todo está allí, incluso la elección del objeto. Sin
embargo, hay algo que no está, a saber, la plena realización de la función genital. [...] Queda, en efecto, un
elemento fantasmático, esencialmente imaginario, que es el predominio del Falo, gracias a lo cual, para el
sujeto, hay dos tipos de seres en el mundo: los seres que tienen el Falo y los que no lo tienen, es decir, que
están castrados.”
La omnipotencia de la madre: Lacan se opone a la idea de que el niño esté dominado por un sentimiento de
omnipotencia. Sólo la madre puede disponer de la omnipotencia puesto que el niño se la atribuye a ella. La
omnipotencia es sólo del Otro y la primera castración que vive un niño es la comprobación angustiosa de que
su madre es tan vulnerable como él.
El padre es una metáfora: Para Lacan, el padre es el personaje principal del drama edípico, ya se trate del
Edipo masculino ya se trate del femenino. “No existe la cuestión del Edipo si no está el padre e, inversamente,
hablar de Edipo es introducir como aspecto esencial la función del padre.”21 Lacan En el complejo de Edipo,
la condición del padre es la de una metáfora: es el significante que ocupa el lugar de otro significante. El
significante “padre” aparece en el lugar del significante “deseo de la madre”. En otras palabras, para el niño el
padre es también un hombre, el hombre que la madre desea.
32
Tríada imaginaria, cuarteto simbólico: Para Lacan el triángulo madre-hijo-Falo es una tríada imaginaria
preedípica. El Edipo sólo aparece con la introducción del cuarto elemento, el padre. La tríada imaginaria
deviene entonces cuarteto simbólico. El paso de una al otro se produce a través de una decepción: el niño se
siente decepcionado al comprender que no es el Falo de su madre. Descubre que el objeto de deseo de la
madre está en el padre y no en él. De pronto se vuelve hacia el padre, el poseedor del Falo.
Lacan y la simbólica del don: Lacan pone el acento en la simbólica del don, ya sea el don en el sentido de
pedirle al otro que le done el objeto, ya sea en el sentido de dar el objeto al otro. La niña entra en el Edipo
cuando le pide el Falo a su padre, el varón sale del Edipo cuando —para salvar su pene-acepta dejar de lado el
objeto que tanto valoraba, es decir, su madre; renuncia así a la madre como objeto de deseo.
Castración y privación: La castración es una idea, la privación es un hecho. Al mirar el cuerpo desnudo de la
niña, el varón se dice: “Fue castrada”; la niña, al mirarse, comprueba: “Fui privada de eso”. Para el varón, la
castración es una idea angustiante, la idea de que lo esencial puede faltarle; mientras que, para la niña, la
privación es una comprobación dolorosa, la comprobación de que le falta lo esencial que creía tener.
El superyó, fruto del Edipo: El superyó, heredero del complejo de Edipo, es una figura de la Ley introyectada
en el inconsciente infantil y dicta, como un amo interior, las decisiones determinantes y las cotidianas de la
existencia.
El Edipo, una figura del ideal del yo: Para Lacan, el Edipo es una vía normativa, una de las figuras posibles
del Ideal del yo. El Ideal del yo es el tipo viril o el tipo femenino que el varón y la niña están destinados a
asumir. “Por lo tanto no basta que, después del Edipo, el sujeto desemboque en la heterosexualidad; es
necesario que el sujeto, niña o varón, llegue a ella de manera tal que se sitúe correctamente en relación con la
función del padre. He ahí el centro de toda la problemática del Edipo.”
Doltó y la prohibición del incesto: Doltó les pide a los padres que asuman la castración de no tomar a sus hijos
como una prolongación de sí mismos. “Los padres querrían conservar un dominio sobre su hijo y trasladar los
frutos de su experiencia al pensamiento de ellos. Esto es hacer trampas con la prohibición del incesto.
FREUD, Sigmund. (1980). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica. En Obras
Completas. (Tomo XIX).
Prehistoria del complejo de Edipo del varón: hay en ella una identificación de naturaleza tierna con el padre,
de la que todavía está ausente el sentido de la rivalidad hacia la madre. Otro elemento de esta prehistoria es el
onanismo de la primera infancia, cuya sofocación más o menos violenta, por parte de las personas encargadas
de la crianza, activa al complejo de castración. Suponemos que este onanismo es dependiente del complejo de
Edipo y significa la descarga de su excitación sexual. El hecho de que el niño siga mojándose en la cama sería
el resultado del onanismo, y el varón apreciaría su sofocación como una inhibición de la actividad genital y,
por tanto, en el sentido de una amenaza de castración. El análisis nos permite vislumbrar que la acción de
espiar el coito de los progenitores a edad muy temprana dé lugar a la primera excitación sexual y, por los
efectos que trae con posterioridad, pase a ser el punto de partida para todo el desarrollo sexual. El onanismo,
así como las dos actitudes del complejo de Edipo, se anudarían después a esa impresión.
Complejo de Edipo en el varón: el niño retiene el mismo objeto al que ya en el período de lactancia y crianza
había investido con su libido todavía no genital. También el hecho de que vea al padre como un rival
perturbador a quien querría eliminar y sustituir se deduce de las constelaciones objetivas. La actitud edípica
del varoncito pertenece a la fase fálica, y se va al fundamento por la angustia de castración, o sea, por el
interés narcisista hacia los genitales. El complejo de Edipo es de sentido doble, activo y pasivo, en armonía
con la disposición bisexual. También él quiere sustituir a la madre como objeto de amor del padre; a esto lo
designamos como actitud femenina.
33
Inicialmente la madre fue para ambos el primer objeto ¿cómo llega la niña a resignarlo y a tomar a
cambio al padre por objeto?
Prehistoria del Complejo de Edipo en la niña: la zona genital es descubierta en algún momento, y es ahí donde
ella nota el pene de un hermano o un compañerito de juegos y a partir de ahí cae víctima de la envidia del
pene.
Oposición de conducta de ambos sexos: cuando el varoncito ve por primera vez la región genital de la niña, se
muestra poco interesado al principio; no ve nada, o desmiente su percepción. Sólo más tarde, después que
cobró influencia sobre él una amenaza de castración, aquella observación se le volverá significativa. Dos
reacciones resultarán de ese encuentro, que pueden fijarse y luego determinarán duraderamente su relación
con la mujer: horror frente a la criatura mutilada o menosprecio triunfalista hacia ella. Nada de eso ocurre a la
niña pequeña. En el acto se forma su juicio y su decisión. Ha visto eso, sabe que no lo tiene, y quiere tenerlo.
En este lugar se bifurca el llamado complejo de masculinidad de la mujer, que eventualmente, si no logra
superarlo pronto, puede deparar grandes dificultades al desarrollo hacia la feminidad. La esperanza de recibir
alguna vez un pene, igualándose así al varón, puede conservarse hasta épocas tardías y convertirse en motivo
de extrañas acciones. La niñita se rehúsa a aceptar el hecho de su castración, se afirma y acaricia la convicción
de que posee un pene, y se ve compelida a comportarse como si fuera un varón.
Las consecuencias psíquicas de la envidia del pene: en la medida en que ella no se agota en la formación
reactiva del complejo de masculinidad, son múltiples y de vasto alcance. Con la admisión de su herida
narcisista, se establece en la mujer un sentimiento de inferioridad. Superado el primer intento de explicar su
falta de pene como castigo personal, y tras aprehender la universalidad de este carácter sexual, empieza a
compartir el menosprecio del varón por ese sexo mutilado en un punto decisivo y se mantiene en paridad con
el varón. Aunque la envidia del pene haya renunciado a su objeto genuino, no cesa de existir: pervive en el
rasgo de carácter de los celos, con leve desplazamiento.
Primera fase para la fantasía onanista «Pegan a un niño; significa que otro niño, de quien se tienen celos como
rival, debe ser golpeado. El niño golpeado-acariciado no puede ser otro que el clítoris mismo, de suerte que el
enunciado contiene la confesión de la masturbación que desde el comienzo de la fase fálica hasta épocas más
tardías se anuda al contenido de la fórmula.
Una tercera consecuencia de la envidia del pene parece ser el aflojamiento de los vínculos tiernos con el
objeto-madre. Al final la madre es responsabilizada por esa falta de pene. Tras el descubrimiento de la
desventaja en los genitales, pronto afloran celos hacia otro niño a quien la madre supuestamente ama más, con
lo cual se adquiere una motivación para desasirse de la ligazón-madre. Armoniza muy bien con ello que ese
niño preferido por la madre pase a ser el primer objeto de la fantasía «Pegan a un niño», que desemboca en
masturbación.
Las reacciones de los individuos de ambos sexos son mezcla de rasgos masculinos y femeninos. No obstante,
sigue pareciendo que la naturaleza de la mujer está más alejada de la masturbación. Al menos la masturbación
en el clítoris sería una práctica masculina, y el despliegue de la feminidad tendría por condición la remoción
de la sexualidad clitorídea. En la niña sobreviene pronto, tras los indicios de la envidia del pene, una intensa
contracorriente opuesta al onanismo, que no puede reconducirse exclusivamente al influjo pedagógico de las
personas encargadas de la crianza. Muy bien puede ocurrir que esta primera oposición al quehacer autoerótico
no logre su meta. Algún factor concurrente le vuelve acerbo el placer que le dispensaría esa práctica. De esa
manera, el conocimiento de la diferencia anatómica entre los sexos esfuerza a la niña pequeña a apartarse de la
masculinidad y del onanismo masculino, y a encaminarse por nuevas vías que llevan al despliegue de la
feminidad.
Hasta ese momento no estuvo en juego el complejo de Edipo, ni había desempeñado papel alguno. Pero ahora
la libido de la niña se desliza a una nueva posición. Resigna el deseo del pene para remplazarlo por el deseo
de un hijo, y con este propósito toma al padre como objeto de amor. La madre pasa a ser objeto de los celos, y
la niña deviene una pequeña mujer. Y si después esta ligazón-padre tiene que resignarse por malograda, puede
34
atrincherarse en una identificación-padre con la cual la niña regresa al complejo de masculinidad y se fija
eventualmente a él.
Complejo de Edipo en la niña: es una formación secundaria. Las repercusiones del complejo de castración le
preceden y lo preparan. En cuanto al nexo entre complejo de Edipo y complejo de castración, se establece una
oposición fundamental entre los dos sexos. Mientras que el complejo de Edipo del varón se va a
fundamento debido al complejo de castración, el de la niña es posibilitado e introducido por este último.
Esto se debe a que el complejo de castración produce en cada caso efectos en el sentido de su contenido:
inhibidores y limitadores de la masculinidad, y promotores de la feminidad. La diferencia entre varón y mujer
en cuanto a esta pieza del desarrollo sexual es una consecuencia de la diversidad anatómica de los genitales y
de la situación psíquica enlazada con ella; corresponde al distingo entre castración consumada y mera
amenaza de castración.
Sepultamiento en el varón: el complejo no es simplemente reprimido; se angustia bajo el choque de la
amenaza de castración. Sus investiduras libidinosas son resignadas, desexualizadas y en parte sublimadas; sus
objetos son incorporados al yo, donde forman el núcleo del superyó y prestan a esta neoformación sus
propiedades características. En el caso normal, ya no subsiste tampoco en lo inconciente ningún complejo de
Edipo, el superyó ha devenido su heredero.
Sepultamiento en la niña: falta el motivo para la demolición del complejo de Edipo. La castración ya ha
producido antes su efecto, y consistió en esforzar a la niña a la situación del complejo de Edipo. Por eso este
último puede ser abandonado poco a poco, tramitado por represión, o sus efectos penetrar mucho en la vida
anímica que es normal para la mujer. El superyó nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan
independiente de sus orígenes afectivos como lo exigimos en el caso del varón. Todos los individuos
humanos, a consecuencia de su disposición bisexual y de la herencia cruzada reúnen en sí caracteres
masculinos y femeninos.
COMPLEJO DE EDIPO EN EL VARON COMPLEJO DE EDIPO EN LA NIÑA
Retiene objeto de la libido no genital (conserva el Larga prehistoria del vínculo con su madre (objeto
primer objeto de amor) primario de amor). Es una formación secundaria
Sucumbe por interés narcisista (al conservarlo, por Envidia de pene (la castración es un hecho
temor a la amenaza de castración) consumado, no hay amenaza)
DOR, JOEL. Introducción a la lectura de Lacan. Ed. Gedisa. Tomo 1. Cap. 12: “El estadio del espejo y el
Edipo”
35
La función fundamental del Edipo recubre la función paterna. Se trata en este caso de una función que debe
ser comprendida como algo radicalmente diferente tanto de la presencia paterna, como de sus coyunturas
negativas, como por ejemplo la ausencia, la carencia y cualquier otra forma de “inconsistencia” paterna. Para
Lacan esta función procede de la determinación de un lugar mientras que este lugar le otorga una dimensión
necesariamente simbólica. Por otra parte, como es función simbólica puede prestarse a una operación
metafórica.
Lacan localiza el inicio del complejo de Edipo al nivel de un umbral específico del proceso de maduración del
niño que muestra un momento particular de su vivencia psíquica. Este momento es contemporáneo del estadio
del espejo, en el que se esboza, para el niño, un cierto tipo de identificación basado en una relación específica
con la madre, una relación de alienación.
Estadio del espejo
El estadio del espejo es el encargado de la génesis del yo (je) a través de una experiencia de identificación, en
la cual el niño percibe una imagen de su propio cuerpo como un todo ante una imagen especular. Anterior a
este momento, Lacan afirma que el niño presenta una fantasía de cuerpo fragmentado (esto se debe a la
inmadurez fisiológica y psíquica que presenta). Estas experiencias de cuerpo fragmentado suelen darse
posteriormente en sueños y/o también en los propios procesos de destrucción psicótica.
Tres tiempos fundamentales que marcan la conquista progresiva de la imagen de su cuerpo
En el primer momento el niño percibe la imagen de su cuerpo como la de un ser real al que intenta
acercarse o atrapar. Hay una confusión primera entre uno mismo y el otro, confusión confirmada por
la relación estereotipada que el niño mantiene con sus semejantes y que prueba que al principio vive y
se localiza en el otro; “Esta captación por medio de la imago de la forma humana (...) domina, entre
los seis meses y los dos años y medio, toda la dialéctica del comportamiento del niño en presencia de
su semejarte.
El segundo momento constituye una etapa decisiva en el proceso identificatorio. En efecto, el niño
llega a descubrir subrepticiamente que el otro del espejo no es un ser real sino una imagen. Además de
que ya no intenta atraparla, la totalidad de su comportamiento indica que desde ahora sabe distinguir
la imagen del otro de la realidad del otro.
El tercer momento dialectiza las dos etapas precedentes, no sólo porque el niño se asegura de que el
reflejo del espejo es una imagen, sino además porque adquiere la convicción de que sólo es una
imagen que es la suya. Al re-conocerse a través de esa imagen, el niño reúne la dispersión del cuerpo
fragmentado en una totalidad unificada que es la representación del cuerpo propio. La imagen del
cuerpo es, entonces, estructurante para la identidad del sujeto que realiza en ella su identificación
primordial.
Hay que agregar que la dimensión de lo imaginario subyace, del principio al fin, en esta conquista de la
identidad, desde el momento en que el niño se identifica con algo virtual (la imagen óptica) que no es él como
tal, pero en la que, sin embargo, se re-conoce. La maduración del niño a esa edad no le permite tener un
conocimiento específico de su cuerpo propio. De hecho, el estadio del espejo es una experiencia que se
organiza con anterioridad a la aparición del esquema corporal. Por otra parte, al simbolizar la “preformación”
del yo (Je), la fase del espejo presupone en su principio constitutivo su destino de alienación en lo imaginario.
La dimensión de este re conocimiento prefigura así el carácter de su alienación imaginaria de donde se perfila
el “desconocimiento crónico” que no dejará de mantener consigo mismo.
Primer momento del Edipo
Una vez que el niño logra salir de la fase identificadora del estadio del espejo, el mismo sigue fusionado a la
madre y esto se da debido a que trata de identificarse con lo que él piensa que es el objeto de su deseo, es decir
el deseo del niño se hace deseo del deseo de la madre, esto es alimentado por los cuidados que le brinda la
madre y por ser la que satisface todas sus necesidades.
36
A partir de esto, el niño va a intentar constituirse como objeto de lo que el supone que le falta a la madre (el
falo). De esta forma el niño logra identificarse con el objeto de deseo del otro, en resumen, el deseo del niño
permanece sujeto al deseo de la madre. El niño intentará satisfacer el deseo de la madre, y para que ello sea
posible, él deberá colocarse en lugar de falo.
Durante este primer momento el niño economiza la idea de ser castrado, ya que la fusión con la madre va a
existir siempre y cuando no intervenga un tercer elemento. Este elemento se hace presente como la instancia
mediadora (el padre), provocando que el niño caiga en un terreno de oscilación dialéctica, entre ser o no ser el
falo.
Esta última parte anuncia el ingreso al segundo momento del complejo de Edipo, en el cual el niño se ve
sumido al registro de la castración debido a la intrusión de ese tercer elemento (el padre) que viene a
corromper con la idea de que el niño siga creyendo imaginariamente ser el falo de la madre.
Segundo momento del Edipo
La mediación paterna va a representar un papel preponderante en la configuración de la relación madre-hijo-
falo al intervenir como privación: Priva a la madre de ese objeto fálico, de su deseo.
El niño vive la intrusión de la presencia paterna como una prohibición y una frustración. El padre pasa a ser
una molestia, que no solo incomoda sino que prohíbe la satisfacción del impulso.
Volviendo a la segunda etapa del complejo de Edipo que inicia con la intrusión paterna de la relación
intersubjetiva madre-hijo, podemos decir que dicha intrusión se manifiesta en dos aspectos diferentes. Desde
el punto de vista del niño, el padre interviene como prohibición ya que se le presenta como alguien que “tiene
derecho" en lo que concierne a la madre. Por eso esta intervención es vivida por el niño como una frustración,
puesto que el hijo la necesita". El niño se ve entonces obligado a cuestionar su identificación fálica y, al
mismo tiempo, a renunciar a ser el objeto del deseo de la madre. Simultáneamente, desde el punto de vista de
37
la madre, el padre la priva del falo que ella supuestamente posee en el hijo identificado con el objeto de su
deseo.
El origen de la oscilación inducida en el niño dentro de la dialéctica del ser por la relación doble de la
frustración y la privación se encuentra fundamentalmente en el hecho de que el padre aparece como otro en lo
que concierne a la relación madre-hijo. En la vivencia subjetiva del niño, ese “otro” surge como un objeto
posible del deseo de la madre, como un objeto fálico posible al que puede suponer como un rival frente a la
madre. Lo que se pone en juego en esta rivalidad imaginaria incluye en realidad un desplazamiento del objeto
fálico que lleva al niño a encontrar la ley del padre.
El niño se enfrenta con esta ley en la medida en que descubre que la madre depende a su vez de la ley en lo
que respecta a la satisfacción que puede brindar a las demandas del niño. El niño descubre entonces, en esta
ocasión, la dimensión esencial que estructura el deseo como aquello que somete el deseo de cada uno a la ley
del deseo del otro. El hecho de que el deseo de la madre esté sometido a la ley del deseo del otro implica que a
su vez su deseo depende de un objeto que supuestamente el otro (el padre) tiene o no tiene. La dialéctica del
tener (tener el falo o no), se hace eco de la dialéctica del ser que gobierna, entonces, la vivencia de su propio
deseo. El niño sólo llega a esa interrogación personal —ser o no ser el falo de la madre — en la medida en que
el padre que priva le hace presentir que la madre reconoce en esa ley.
En este encuentro con la ley del padre se ve enfrentado al problema de la castración que se presenta a través
de la dialéctica del tener de la que depende, de ahora en más, el deseo de la madre.
El padre real, que aparece como “representante” de la ley, es investido por el niño de una nueva significación
a partir del momento en que, desde el lugar que ocupa, resulta el supuesto poseedor del objeto del deseo de la
madre: se ve así elevado a la dignidad de padre simbólico. La madre que suscribe la enunciación de la ley
paterna al reconocer la palabra del padre como la única susceptible de movilizar su deseo, atribuye también a
la función del padre un lugar simbólico con respecto al niño.
Destruida su certeza de ser el objeto fálico deseado por la madre, el niño se ve ahora obligado por la función
paterna, no sólo a aceptar que no es el falo sino también a aceptar que no lo tiene, a semejanza de la madre
que lo desea allí donde se supone que debe estar y donde se vuelve posible tenerlo. Para tenerlo, primero tiene
que haberse planteado la imposibilidad de tenerlo, que esta posibilidad de ser castrado es esencial para asumir
el hecho de tener falo. Este es el paso que hay que dar, es aquí donde debe intervenir, en algún momento,
eficazmente, realmente, efectivamente, el padre.
Tercer momento del Edipo
Este tercer momento, que es el de la “declinación del complejo de Edipo”, pone término a la rivalidad fálica
frente a la madre en la que se ha ubicado el niño, y en la que imaginariamente también ha instalado al padre.
A partir del momento en que el padre ha sido investido con el atributo fálico, se ve en la obligación “de
demostrarlo”.
El enfrentamiento del niño con la relación fálica se modifica de manera decisiva al dejar de lado la
problemática del ser y aceptar una negociación, por su cuenta, de la problemática del tener. Eso sucede sólo en
la medida en que el padre no se le presente como un falo rival ante la madre. Dado que tiene el falo, el padre
deja de ser el que priva a la madre del objeto de su deseo. Por el contrario, al ser el supuesto depositario del
falo, lo restablece en el único lugar donde puede ser deseado por la madre. El niño, al igual que la madre, se
encuentra inscrito en la dialéctica del tener: la madre que no tiene el falo puede desearlo de parte de quien lo
posee; el niño, también desprovisto de falo, podrá a su vez codiciarlo allí donde se encuentra.
La dialéctica del tener convoca inevitablemente al juego de las identificaciones.
El varón que renuncia a ser el falo materno toma el camino de la dialéctica del tener al identificarse
con el padre que supuestamente tiene el falo.
38
Cap. 13: “La metáfora paterna - El nombre del Padre - La metonimia del deseo”
El fort-da se trata de un doble proceso metafórico. La bobina, en sí misma, constituye una metáfora de la
madre; el juego “presencia-ausencia” es otra metáfora en la medida en que simboliza los regresos y las
partidas. Por otra parte, la actividad lúdica del niño nos demuestra que ha invertido la situación a su favor.
Inversión simbólica: el niño se ha adueñado de la ausencia gracias a una identificación. La madre lo echaba al
ausentarse y ahora es él quien la echa al arrojar la bobina. De allí la intensa alegría del niño al descubrir su
dominio sobre la ausencia del objeto perdido (la madre). En otras palabras, el fort-da nos indica que desde
ahora logra dominar el hecho de no ser ya el único objeto del deseo de la madre, es decir el objeto que
satisface la falta del Otro; es decir, el falo. El niño puede entonces movilizar su deseo como deseo de sujeto
hacia objetos que reemplacen al objeto perdido. Pero el acceso al lenguaje constituye el signo indiscutible del
dominio simbólico del objeto perdido por medio de la realización de la metáfora del Nombre del Padre que se
afirma en la represión originaria.
La represión originaria se presenta como un proceso estructurante que consiste en una metaforización. Esta
metaforización es precisamente la simbolización primordial de la Ley que se cumple en la sustitución del
significante fálico por el significante Nombre del Padre. Cuando el niño descubre que la madre desea a
alguien más
¿Qué supone una simbolización de esta índole? En primer lugar, la experiencia subjetiva por la cual el niño va
a sustraerse a una vivencia inmediata para darle un sustituto: “la cosa debe perderse para ser representada.” La
vivencia inmediata del niño se basa en el modo de expresión de su captura dentro de la dialéctica del ser: ser
el único objeto del deseo de la madre, ser el objeto que satisface su falta, ser el falo. Para encontrar un
sustituto a esta vivencia del ser, el niño tendrá que acceder a la dimensión del tener. Ahora bien, acceder a esa
dialéctica supone que el niño es capaz de distinguirse a sí mismo de la vivencia y del sustituto simbólico
llamado a representarla. En otros términos, es necesario para esta operación que el niño llegue a ponerse
como “sujeto" y no ya solamente como “objeto” del deseo del otro. La aparición de ese “sujeto” se actualiza
en una operación inaugural de lenguaje en la que el niño se esfuerza por designar simbólicamente su
renunciamiento al objeto perdido. Una designación de este tipo sólo puede basarse en la represión del
Metáfora paterna: es la forma en que efectivamente se pone en juego la función del padre en el complejo de
Edipo. Es decir cuando se da la sustitución del significante materno (deseo de la madre) por el significante del
padre (significante fálico, aquello que mamá desea pero no soy yo)
39
“Nombrar al padre”: El niño nombra al objeto fundamental del deseo, pero lo nombra metafóricamente,
porque fue desplazado hacia el inconsciente. La metáfora del padre da prueba de la actualización de la
castración “simbólica”. Aquí el falo aparece como una pérdida simbólica de un objeto imaginario.
Metáfora: Sustitución por PARECIDO (es llamar a una cosa por otra)
Metonimia: Sustitución por con base a una relación de CONTINUIDAD (por ejemplo, la pluma del
escritor, los guantes del boxeador).
La metonimia del deseo: el significante Nombre del Padre inaugura la alineación (condición estructural que
encuentra su propia realización fuera de sí mismo) del deseo en el lenguaje. Al materializarse el deseo se
transforma en el reflejo de sí mismo, cuando a través de la articulación de palabra hace entrar al niño en el
campo SIMBÓLICO. “El deseo queda siempre insatisfecho porque tuvo necesidad de hacerse lenguaje”, por
eso renace continuamente, porque siempre está en otro lugar.
¿Por qué es importante la metáfora paterna?
Cap. 14: “La forclusión del Nombre del Padre - Enfoque de los procesos psicóticos”.
La metáfora paterna tiene una función estructurante puesto que es la fundadora del sujeto psíquico como tal.
Por lo tanto, si algo falla en la represión originaria, la metáfora paterna no se produce.
El término forclusión (caducidad de un derecho no ejercido en plazos establecidos), aparece como el
mecanismo qué puede hacer fracasar la represión originaria. Es un concepto elaborado por Jacques Lacan para
designar el mecanismo específico que opera en la psicosis por el cual se produce el rechazo de un significante
fundamental, expulsado del universo simbólico del sujeto. El Nombre del Padre responde, no a la ausencia
real del padre, sino la carencia del significante mismo.
La concepción psicoanalítica freudiana de las psicosis nunca será satisfactoria en la medida en que no logra
promover una especificación pertinente de la etiología del proceso psicótico. Concretamente, las referencias
teóricas de Freud no permiten elaborar un criterio suficientemente eficaz para diferenciar estructuralmente las
neurosis de las psicosis. Freud deja ver la marca del estereotipo psiquiátrico de su época al asociar la pérdida
de la realidad y la construcción delirante como una relación de causa a efecto.
A este punto semiológico se agrega el hecho de que Freud, hacia el fin de su obra, se verá obligado a
relativizar su primer concepto sobre la diferencia entre neurosis y psicosis en lo referente a la pérdida de la
realidad. Según su primer punto de vista el neurótico huiría de la realidad, en tanto que el psicótico la negaría.
La pérdida de la realidad será concedida como un corte parcial en la medida en que solamente una parte del yo
sería separada de la realidad en las psicosis. Por otra parte, la "escisión del yo" no estaría presente únicamente
en las psicosis sino también en las neurosis y las perversiones.
Lacan elaboró a partir de la noción freudiana de "escisión psíquica" las consecuencias de la metáfora paterna.
Justamente una de estas consecuencias lo llevó a tomar a la forclusión como un criterio metapsicológico
eficaz para la discriminación de los procesos psicóticos.
40
En primer lugar, la noción de forclusión permite comprender, según Lacan, por qué ciertos
mecanismos característicos de las neurosis no permiten explicar el advenimiento del proceso psicótico
en segundo lugar, permite explicar cuál es la aptitud del mecanismo de forclusión para especificar el
proceso psicótico cuando afecta a este significante particular: el Nombre del Padre. El aporte explícito
de Lacan con respecto a Freud reside precisamente en este último punto.
Si el Nombre del Padre está forcluido en el lugar del Otro, la metáfora paterna ha fracasado de manera tal que,
para Lacan, eso es lo que constituye "la carencia que le da a la psicosis su condición esencial con la estructura
que la separa de las neurosis."
En otros términos, la forclusión del Nombre del Padre, que neutraliza el advenimiento de la represión
originaria, hace fracasar, al mismo tiempo, la metáfora paterna y compromete gravemente el acceso del niño a
lo simbólico e incluso se lo impide. El advenimiento de una promoción estructural en el registro del deseo
corre el riesgo de estancarse en una organización arcaica en la que el niño queda prisionero de la relación dual
imaginaria con la madre.
No sólo hay que ocuparse del modo en que la madre se adapta a la persona del padre, sino de la importancia
que le da a su palabra, digamos la palabra justa, a su autoridad, es decir, el lugar que ella reserva al Nombre
del Padre en la promoción de la ley.
UNIDAD III
FREUD, Sigmund. (1980). Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad. En Obras Completas.
(Tomo IV).
Formaciones psíquicas análogas a las de los paranoicos se presentan de manera regular en todas las
psiconeurosis, en especial la histeria, y en las fantasías histéricas se pueden discernir importantes nexos para
la causación de los síntomas neuróticos.
Como fuente común y arquetipo normal de todas estas creaciones de la fantasía encontramos a los llamados
sueños diurnos. Siendo su frecuencia igual en ambos sexos, parecen ser enteramente eróticos en las mujeres, y
de naturaleza erótica o ambiciosa en los varones. Sin embargo profundizando en los sueños diurnos de los
varones por lo común se averigua que han realizado todas esas hazañas y conseguido esos logros sólo para
agradar a una mujer y para que ella los prefiera a otros hombres. Estas fantasías son unos cumplimientos de
deseo engendrados por la privación y la añoranza; estos «sueños diurnos» proporcionan la clave para entender
los sueños nocturnos, el núcleo de cuya formación son justamente estas fantasías diurnas complicadas,
desfiguradas y mal entendidas por la instancia psíquica conciente. Esos sueños diurnos son investidos con un
interés grande, se los cultiva con esmero y se los reserva con vergüenza.
Todos los ataques histéricos que he podido indagar hasta ahora probaron ser unos tales sueños diurnos de
involuntaria emergencia.
De estas fantasías, las hay tanto inconcientes como concientes, y tan pronto como han devenido inconcientes
pueden volverse también patógenas, es decir, expresarse en síntomas y ataques.
Las fantasías inconcientes:
Mantiene un vínculo muy importante con la vida sexual de la persona; en efecto, es idéntica a la
fantasía que le sirvió para su satisfacción sexual durante un período de masturbación.
El acto masturbatorio (onanista) se componía en esa época dé dos fragmentos: la convocación de la fantasía y
la operación activa de autosatisfacción.
1) Originariamente la acción era una demanda autoerótica destinada a ganar placer de un determinado
lugar del cuerpo, que llamamos erógeno.
2) Más tarde esa acción se fusionó con una representación-deseo tomada del círculo del amor de objeto y
sirvió para realizar de una manera parcial aquella fantasía.
3) Cuando luego la persona renuncia a esta clase de satisfacción masturbatoria y fantaseada, la fantasía
misma deviene inconciente.
Si no se introduce otra modalidad de la satisfacción sexual, si la persona permanece en la
abstinencia y no consigue sublimar su libido, está dada la condición para que la fantasía
inconciente se refresque, prolifere y se abra paso como síntoma patológico.
Los síntomas histéricos son las fantasías inconcientes figuradas mediante «conversión», y en la medida en que
son síntomas somáticos, con harta frecuencia están tomados del círculo de las mismas sensaciones sexuales e
inervaciones motrices que originariamente acompañaron a la fantasía, todavía conciente en esa época. De esta
manera se des-hace la deshabituación del onanismo; y la meta de todo el proceso patológico (restablecer la
satisfacción sexual en su momento primaria) es alcanzada siempre en una suerte de aproximación.
La técnica psicoanalítica permite, primero, colegir desde los síntomas estas fantasías inconcientes y, luego,
hacer que devengan concientes al enfermo. Y por este camino se ha descubierto que:
El contenido de las fantasías inconcientes de los histéricos se corresponde en todos sus puntos con las
situaciones de satisfacción (sexual) que los perversos llevan a cabo con conciencia. Lo que el
perverso hace, el neurótico fantasea.
Las formaciones delirantes de los paranoicos son unas fantasías que han devenido concientes de
manera inmediata; pueden hallar sus cabales correspondientes en ciertas fantasías inconcientes de los
histéricos (delirios de grandeza, padecimiento del yo). Fantasías cc del paranoico = fantasías icc del
histérico.
Por otra parte, es notorio el caso de histéricos que no expresan sus fantasías en síntomas, sino en una
realización conciente, y así fingen y ponen en escena atentados, maltratos, agresiones sexuales.
El nexo de las fantasías con los síntomas es múltiple y complejo, probablemente a consecuencia de las
dificultades con que tropieza el afán de las fantasías inconcientes por procurarse una expresión. Un síntoma no
corresponde a una única fantasía inconciente, sino a una multitud de estas; no de una manera arbitraria, sino
dentro de una composición sujeta a leyes.
1. El síntoma histérico es el símbolo mnémico de ciertas impresiones y vivencias (traumáticas) eficaces.
2. El síntoma histérico es el sustituto, producido mediante «conversión», del retorno asociativo de esas
vivencias traumáticas.
3. El síntoma histérico es expresión de un cumplimiento de deseo.
4. El síntoma histérico es la realización de una fantasía inconciente al servicio del cumplimiento de deseo.
5. El síntoma histérico sirve a la satisfacción sexual y figura una parte de la vida sexual de la persona (en
correspondencia con uno de los componentes de la pulsión sexual).
6. El síntoma histérico corresponde al retorno de una modalidad de la satisfacción sexual que fue real en la
vida infantil y desde entonces fue reprimida.
42
7. El síntoma histérico nace como un compromiso entre dos mociones pulsionales o afectivas opuestas, una de
las cuales se empeña en expresar una pulsión parcial o uno de los componentes de la constitución sexual,
mientras que la otra se empeña en sofocarlos.
8. El síntoma histérico puede asumir la subrogación de diversas mociones inconcientes no sexuales, pero no
puede carecer de un significado sexual.
9. Un síntoma histérico es la expresión de una fantasía sexual inconciente masculina, por una parte, y
femenina, por la otra.
La resolución mediante una fantasía sexual inconciente, o mediante una serie de fantasías de las cuales una es
de naturaleza sexual, no basta respecto de numerosos casos de síntomas; para la solución de estos hacen falta
dos fantasías sexuales, de las que una posee carácter masculino y femenino la otra, de suerte que una de esas
fantasías corresponde a una moción homosexual.
No se aplica ni a todos los síntomas de un caso ni a todos los casos. Por el contrario, hay casos en que las
mociones contrapuestas han hallado una expresión sintomática separada, de suerte que los síntomas de la
heterosexualidad y de la homosexualidad pueden dividirse.
El significado bisexual de síntomas histéricos, demostrable por lo menos en numerosos casos, es una prueba
de la aseveración de que la disposición bisexual que suponemos en los seres humanos se puede discernir con
particular nitidez en los psiconeuróticos por medio del psicoanálisis. Un proceso por entero análogo en este
mismo campo es el que sobreviene cuando el masturbador, en sus fantasías concientes, intenta compenetrarse
empáticamente tanto con el varón como con la mujer de la situación representada; también en este caso
hallamos correspondientes en ciertos ataques histéricos en que la enferma juega al mismo tiempo los dos
papeles de la fantasía sexual que está en la base.
Por ejemplo, como en un caso observado por mí, con una mano aprieta el vestido contra el vientre (en
papel de mujer), y con la otra intenta arrancarla (en papel de varón).
EY, Henry; BERNARD, P. y BRISSET, CH. (1998) Tratado de Psiquiatría. Capítulo V: “La histeria”.
Definición
La histeria es una neurosis en la cual se puede percibir una relación directa entre lo psíquico y lo
somático.
Es una neurosis caracterizada por la hiperexpresividad somática de las ideas, de las imágenes y de los
efectos inconscientes.
Esta concepción se la puede ver a través de la aparición de Sigmund Freud con su teoría
psicoanalítica, en la cual planteaba que los síntomas formaban parte de lo reprimido perteneciente a
un plano inconsciente, teniendo esto una impronta sexual, desde allí tomó iniciativa para poder
abreaccionar las emociones y de este modo liberar aquello reprimido. A partir de esto, la histeria de
conversión tomó otra perspectiva.
Elementos necesarios para definir la histeria:
La fuerza inconsciente de la realización plástica de las imágenes sobre el plano corporal (conversión
somática).
La estructura inconsciente e imaginaria del personaje del histérico.
Historia
La histeria a través del tiempo, desde la antigüedad, fue una patología muy discutida en el campo médico, se
la ha llegado a confundir con la neurosis y también con algunos síntomas psicóticos (epilepsia, Parkinson).
43
A partir de los descubrimientos de Freud cabe destacar la gran atribución, que éste le da a los fenómenos
socioculturales, poniendo de relieve a dicha influencia para que ésta anomalía se haga presente.
TRES GRUPOS ORDENAN LOS SÍNTOMAS MULTIFORMES DE LA HISTERIA:
Los paroxismos (acceso violento de una enfermedad)
Los grandes ataques de histeria: desde una perspectiva Charcotiana, presentan 5 periodos:
1) Pródromos (aura histérica): dolores ováricos, palpitaciones, bolo histérico, sentido en el cuello,
trastornos visuales. Estos pródromos desembocaban en la pérdida de conocimiento con caída no
brutal.
2) Período epileptoide: fase tónica, con paro respiratorio e inmovilización tetánica de todo el cuerpo;
convulsiones clónicas, comenzando por pequeñas sacudidas y por muecas, hasta terminar en grandes
sacudidas generalizadas; después resolución en una completa calma, pero breve, con estertor.
3) Período de contorsiones: comenzaban movimientos variados, acompañados de gritos, semejando "una
lucha contra un ser imaginario”.
4) Período de trance o de actitudes pasionales, en el cual la enferma imitaba escenas violentas o
eróticas. Se encuentra entonces en pleno sueño, viviendo sus imaginaciones.
5) Período terminaI o verbal en el curso del cual la enferma, en medio de "visiones alucinatorias", de
contracturas residuales, volvía más o menos rápidamente a la conciencia, pronunciando palabras
inspiradas en el tema delirante vivido anteriormente en pantomima. El total duraba de un cuarto de
hora a varias horas.
Formas menores: Son las crisis de nervios, que se manifiestan mediante agitaciones, un carácter
expresivo de la descarga emocional, una relajación consecutiva al brote erótico o agresivo.
Existen crisis atípicas más difíciles de diagnosticar:
a) La crisis "sincopal". El sujeto "se siente mal", palidece, expresa en unos segundos su angustia y se
desploma. El desvanecimiento dura algunos minutos y va seguido de una fase de fatiga sin amnesia
del episodio crítico.
b) La crisis con sintomatología de tipo extrapiramidal. acceso de hipo, de bostezos, de estornudos;
crisis de risa o de lloro incoercibles; temblores, sacudidas musculares, tics o grandes movimientos de
tipo coreico.
c) La histeroepüepsia. casos de "epilepsia afectiva"
d) Histeria y tetania. Estas dos series de trastornos mantienen también relaciones entre ellos, generando
desequilibrios humorales. Las tendencias psicosociales desempeñan un papel importante, ya que
desencadenan síntomas.
Los estados crepusculares y los estados segundos: Son estados de alteración de la conciencia.
Estado crepuscular: consiste en una debilitación de la conciencia vigíl, con un comienzo y una
terminación brusca, provocando una despersonalización y un desconocimiento sistemático de la
realidad ambiental. El enfermo no tiene consciencia del ambiente que lo rodea, y sus palabras se
dirigen a una situación soñada (marginal).
Estados segundos: aluden a las personalidades múltiples, con tendencia a reemplazar la experiencia
real por la experiencia soñada. El sujeto hace alternar una segunda personalidad (sueño histérico), con
la personalidad primera (la del estado normal).
44
Las amnesias paroxísticas: la amnesia puede presentarse como el único síntoma que, posteriormente,
permite suponer la existencia de un estado crepuscular. Lo más frecuente es la amnesia lacunar,
consistente en el olvido de un acontecimiento penoso, de una situación (guerra, boda). Las
personalidades múltiples constituyen un caso particular de amnesia, evolucionando en ciclos
periódicos, con sistematización de recuerdos que son propios a una u otra de las personalidades
alternantes.
Los ataques catalépticos: Es el "sueño histérico". Como en los otros síntomas de la histeria, la
catalepsia sólo realiza una imagen del estado fisiológico correspondiente. El sujeto está inerte, con los
ojos cerrados o abiertos, pero sin la tríada característica del sueño. Pueden observarse anestesias y a
veces sacudidas musculares. Este estado no es completamente inconsciente ni amnésíco. Puede durar
algunas horas o algunos días.
Manifestaciones duraderas
Son las inhibiciones funcionales que pueden referirse a los aspectos cotidianos de la vida.
Los espasmos: Digestivos (imposibilidad de tragar, nauseas, vómitos); urinarios (retención); genitales
(vaginismo, dispaurenia); y el asma.
Las algias: trastorno funcional frecuente del que se quejan los enfermos. Todas las localizaciones y
todos los tipos de dolor pueden ser sintomáticos de la histeria.
Los trastornos tróficos: alude a ciertos enlentecimientos de los procesos metabólicos, es decir
reducciones del hambre (anorexia mental) de la sed, de las excreciones (oliguria constipación)
CONCLUSIONES: A cualquiera de nosotros el miedo nos quita la voz o nos paraliza las piernas, o ante ciertas
percepciones olvidamos ciertas realidades que nos molestan; o el asco nos produce nauseas. Son
manifestaciones no verbales de la emoción. El histérico habla este lenguaje de los órganos, vive las metáforas
en vez de hablarlas, y es esto lo esencial del fenómeno de conversión somática.
Carácter y personalidad histérica
45
Diagnóstico diferencial con las psicosis. Es sobre todo en las psicosis esquizofrénicas donde el diagnóstico
diferencial resulta a veces particularmente difícil. Pero, frente a la histeria, la esquizofrenia permanece, por su
organización autística, bastante diferente en cuanto a su estructura y a su evolución. En favor de la histeria se
considerarán las tendencias mitomaníacas, la sugestibilidad, la teatralidad del comportamiento; el carácter
superficial y variable de los síntomas. En favor de la esquizofrenia, las tendencias esquizoides, la importancia
del delirio, la introversión, el desarrollo del autismo, los trastornos del pensamiento y la disociación
progresiva.
Diagnóstico de las crisis histéricas. Naturalmente, es entre la crisis epiléptica y la crisis histérica donde el
clínico puede dudar. Si bien es posible oponer a "grosso modo" la brevedad de la crisis epiléptica y sus
síntomas fundamentales (fases típicas, sueño terminal, incontinencia, mordedura de la lengua, inconsciencia y
amnesia totales), al carácter teatral de la crisis histérica (actitudes pasionales, desencadenamiento emocional y
reactivo, larga duración, falta de inconsciencia total durante la crisis, etc.), existen, sin embargo, y tal como
hemos apuntado, casos de histeroepilepsia (tanto desde el punto de vista clínico como eléctrico) que exigen
observaciones minuciosas.
Diagnóstico de las manifestaciones histéricas y de los síndromes orgánicos. Por sus fenómenos de
conversión, la histeria es esencialmente patomímica y simuladora de todos o de casi todos los aspectos de la
patología. Babinski se había interesado en trazar una línea de demarcación simple y rigurosa entre el campo
de la histeria, caracterizado por el pitiatismo, es decir por el hecho de que todos sus síntomas podían ser
reproducidos por la sugestión, y el campo de la patología orgánica, caracterizado por la imposibilidad de
reproducir los síntomas por sugestión.
Diagnóstico etiológico. El problema de las histerias sintomáticas de afecciones nerviosas. La histeria es una
forma patológica que no podría ser definida por la absoluta "no-organicidad". Se plantea a propósito de ciertos
síndromes funcionales psicosomáticos (asma, migraña, alteraciones neurovegetativas, etc.); pero es sobre
todo, a propósito de los síndromes extrapiramidales (mesodiencefálicos), observados como secuelas de la
encefalitis epidémica, cuando la cuestión de sus analogías o de sus diferencias con los fenómenos histéricos
(Tinel, Baruk, etc.), ha sido planteada. Generalmente, para descartarlo se funda en el carácter no neurótico de
la personalidad del enfermo que presenta estos síndromes histeroides, incluso cuando estos enfermos sean,
como alguna vez sucede, sensibles a la sugestión y a los factores psíquicos y emocionales.
Resumen de los problemas psicopatológicos
¿Afección orgánica o psíquica?
Babinski, establece una concepción de la histeria que la separa radicalmente de la patología nerviosa, que la
acerca a la sugestión hipnótica y que considera los fenómenos histéricos como el efecto del pitiatismo, es
decir de la persuasión. Su concepción del pitiatismo se apoya en un profundo análisis de lo que separa a las
parálisis, a las crisis o a los trastornos orgánicos del sistema nervioso, de los trastornos que pueden ser
reproducidos por sugestión. De tal manera que, para él, la esencia de la histeria es la autosugestión. "La
histeria es un estado psíquico que hace al sujeto capaz de autosugestionarse. Se manifiesta principalmente por
trastornos primitivos y accesoriamente por trastornos secundarios. Lo que caracteriza a los trastornos
primitivos es que es posible reproducirlos por sugestión con una exactitud rigurosa en ciertos sujetos, y
hacerlos desaparecer bajo la influencia exclusiva de la persuasión. Lo que caracteriza a los trastornos
secundarios es que están estrechamente subordinados a trastornos primitivos."
Si bien los síntomas histéricos no dependen directamente de lesiones orgánicas, no por eso la histeria deja de
ser una neurosis que depende de las condiciones biológicas, hereditarias, constitucionales y neurofisiológicas
de la organización de la persona; pero necesariamente también constituye una modalidad de existencia
patológica cuyos síntomas están formados por la expresión de las fuerzas psíquicas inconscientes. Es
orgánica en su condición y psíquica en su mecanismo y en su sintomatología.
47
Según Pierre Janet, es la estructura de la conciencia del histérico la que está fundamentalmente
alterada. Al igual que en la hipnosis, existe concentración y reducción del campo de la conciencia
sobre la idea sugerida. Análogamente el histérico posee una aptitud para vivir intensamente las
imágenes y para hipnotizarse por ellas. Así desarrolla hasta su realización plástica y motora, la idea
fija, que constituye el síntoma fundamental de la histeria. Esta idea fija es una manifestación del
automatismo psicológico, es decir de todas las fuerzas inconscientes que son liberadas a causa de la
debilidad de la conciencia.
Freud mostró que la fuerza de los fenómenos histéricos provenía de la represión, en el inconsciente,
de los sentimientos, deseos y temores que expresan. En primer lugar, Freud ha establecido su famosa
teoría de la histeria basada en la represión de los recuerdos. Había observado: 1.°, que en el curso de
la crisis surgían antiguos recuerdos (infantiles), que estaban separados de la organización consciente
de la memoria (inconscientes) y reprimidos por la "censura" en razón de su carácter intolerable
(reprimidos). 2.°, que las otras manifestaciones histéricas se comprendían si se las consideraba como
expresiones simbólicas (disfrazadas) de los sentimientos en relación con los recuerdos reprimidos.
Freud ligaba la histeria a una excesiva represión de un acontecimiento o de una escena constituida por
lo general por un traumatismo sexual infantil. Pero, posteriormente, la teoría se amplió con el recurso
a la idea de regresión. La histeria es una neurosis "edípica". La característica angustia de esta fase del
desarrollo libidinal (la elección objetal), es decir la angustia de la culpabilidad sexual, de la castración,
de los complejos incestuosos, es lo que constituye la fuerza inconsciente contra la cual el histérico se
defiende por medio de la conversión al plano somático del conflicto inconsciente.
Tratamiento
Si se quiere ayudar al enfermo a salir de un tipo de relaciones vitales infantiles profundamente estructuradas
en la personalidad, una psicoterapia es insuficiente. Sólo un psicoanálisis permite la toma de conciencia
necesaria. Pero a menudo ocurre que a los sujetos no les interesa salir de una conducta que los molesta poco y
de la que obtienen beneficios secundarios "interesantes"; la dramatización de la existencia les permite jugar
tanto con la conmiseración como con la amenaza para obtener gratificaciones, y esto les basta.
Numerosas técnicas pueden ser utilizadas con análoga finalidad: hipnosis, narcoanálisis, curas de sueño,
seguidas de una psicoterapia. Todos estos tratamientos tienen en común: la limitación de sus ambiciones a una
mejora de la conducta; la necesidad de procurar al enfermo una puerta de salida honrosa; el inconveniente de
sustituir la dependencia habitual del enfermo por una dependencia hacia el terapeuta. La irreprimible angustia
ante la realidad, la verdadera debilidad de la personalidad, la organización de una vida construida sobre la
neurosis e imposible de modificar, constituyen entonces obstáculos a menudo infranqueables por una mayor
ambición terapéutica.
48
Padre: la persona dominante tanto por su inteligencia, por sus rasgos de carácter como por
circunstancias de la vida. Éstas proporcionaron el armazón en torno al cual se edificó la historia
infantil y patológica de la paciente. Tenía una gran industria y una situación material muy holgada.
Madre: mujer de escasa cultura, poco inteligente, todos sus intereses estaban en la economía
doméstica: “psicosis del ama de casa”, limpiaba todo el día, formas de lavado obsesivo y otras
obsesiones de aseo. La relación de Dora con la madre era desde hacía años inamistosa, la criticaba.
Hermano: había sido modelo de Dora en épocas anteriores, pero luego la relación era bastante
distante.
Fechas a tener en cuenta para orientarse a lo largo del caso:
1882: nacimiento de Dora
1888: el padre se enferma de tuberculosis y la familia se traslada a B
1889: enuresis: mojar la cama
1890: a los 8 años Dora tiene disnea: dificultad en la respiración
1892: el padre tiene un desprendimiento de retina
1894: el padre sufre un ataque de confusión y lo atiende Freud. Dora tiene migraña y tos nerviosa
1896: a los 14 años es la escena del beso (entre Dora y el Señor K, en su tienda)
1898: a los 16 años Dora acude por primera vez al consultorio de Freud. Más adelante en junio ocurre
la escena del lago (con el Señor K)
1899: a los 17 años Dora tiene apendicitis
1900: a los 18 años Dora hace el intento de suicidio. Inicia el tratamiento con Freud de octubre a
diciembre
1901: Freud escribe el historial clínico
1902: es la última oportunidad en que Dora acude al consultorio de Freud
1905: Freud publica el historial clínico
Relación padre-hija:
Dora estaba apegada a él con particular ternura, y ésta se había acrecentado por las enfermedades que el padre
padeció desde que ella cumplió 6 años:
Se enfermó de tuberculosis y la familia se trasladó a una pequeña ciudad que será llamada B, donde
había mejor calidad de aire y se convirtió en el lugar principal de residencia de la familia.
Cuando Dora tenía 10 años, el padre sufrió de desprendimiento de retina y tuvo como consecuencia la
disminución permanente de visión.
La dolencia más seria fue un ataque de confusión, seguido por manifestaciones de parálisis y ligeras
perturbaciones psíquicas. Aquí acude a la consulta de Freud, quien le diagnostica una afección
vascular difusa. El paciente confiesa que antes del matrimonio contrajo una infección específica y
Freud le recomendó una cura antiluética con la que cedieron todas las perturbaciones que tenía. Frente
49
a esta satisfacción, el padre le presentó a Freud a su hija cuando ésta tenía 16 años, y pasados dos años
más, ésta comienza definitivamente el tratamiento.
La familia paterna tenía también enfermedades:
Dora había crecido y los signos principales de su enfermedad eran una desazón y una alteración del
carácter. No estaba satisfecha consigo misma ni con los suyos. Se enfrentaba hostilmente a sus padres
y evitaba el trato social.
Un día sus padres se horrorizan cuando encuentran una carta de suicidio en la que Dora se despedía
porque ya no podía soportar la vida. Tras una discusión entre padre e hija, esta sufrió un primer ataque
de pérdida de conocimiento (del cual persistió una amnesia).
El padre ante esta situación decide poner a Dora bajo el tratamiento de Freud
Vínculo con los K:
El padre de Dora y su familia habían trabado una íntima amistad en B. con un matrimonio que residía allí
desde hacía varios años: la Señora K lo había cuidado durante su larga enfermedad, y el Señor K siempre se
había mostrado muy amable hacia Dora, salía de paseo con ella y le hacía pequeños obsequios. Dora incluso
atendía a los hijos del matrimonio K, les hacía de madre.
Cuando padre e hija fueron a ver a Freud, estaban a punto de viajar para encontrarse con los K, con quienes
pasarían el verano. Dora iba a pasar varias semanas en casa de los K, mientras que el padre se había propuesto
regresar a los pocos días. Pero cuando el padre estaba haciendo los preparativos para regresar, Dora declaró
que viajaría de regreso con él. Algunos días después, explicó su repentina conducta contando a su madre que
el Señor K durante una caminata, tras un viaje por el lago, le había hecho una propuesta amorosa.
El padre y el tío de Dora increparon al Señor K, y éste dijo desconocer tal acción y que debe haber sido una
fantasía de Dora porque, por lo que le contó la Señora K, ella sólo tenía interés por asuntos sexuales y leía
libros de esa temática.
Dora le pide a su padre que rompa relaciones con el Señor K y, particularmente, con la Señora K. El padre no
puede hacerlo porque considera que lo que Dora dijo del Señor K es una fantasía de ella, y porque lo une a la
Señora K una sincera amistad: son dos seres que se consuelan el uno al otro.
El último ataque de Dora le sobrevino después de una discusión con su padre donde le hizo el mismo
pedido. El padre de Dora le dice a Freud que la ponga en el “buen camino”.
50
Otra vivencia: Tenía 14 años. El Señor K había quedado con ella y su mujer que, después del mediodía, las
damas vendrían a su tienda. El Señor K hizo que su mujer se quedara en casa, despachó a los empleados y
estaba solo cuando Dora entró al negocio. Pidió a Dora que espere en la puerta mientras él bajó las cortinas y
cuando regresó le estampó un beso en los labios
Esta situación en cualquier muchacha virgen habría causado una sensación de excitación sexual, pero Dora
sintió asco y salió corriendo de la tienda. Por un tiempo evitó encontrarse con el Señor K, todo prosiguió
como si esa escena nunca ocurrió.
- Freud determina que ya en esta época (14 años) convendría llamar la conducta de Dora como “histérica”.
Freud llama HISTÉRICA a toda persona, sea o no capaz de producir síntomas somáticos, en quien una
ocasión de excitación sexual provoca predominantemente o exclusivamente sentimientos de displacer
Freud plantea que se ha producido un trastorno de afecto sumado a un desplazamiento de la sensación:
1) En lugar de la sensación genital que habría sentido una muchacha sana, le sobreviene una sensación
de displacer propia de la mucosa del tramo de entrada del aparato digestivo (asco). Este asco sólo
estuvo en el análisis de manera potencial, no permanente: confesaba cierta repugnancia por los
alimentos. Corresponde al síntoma de represión de la zona erógena de los labios
2) Esa escena le dejó una alucinación sensorial que le sobrevenía a veces: sentía la presión del brazo del
Señor K sobre la parte superior de su cuerpo. En base a esto, Freud dice que durante el apasionado
abrazo, ella no sintió meramente el beso sobre sus labios, sino la presión del miembro erecto contra su
vientre. Esta percepción fue eliminada del recuerdo, fue reprimida y sustituida por la sensación de
presión en el tórax. Este es otro desplazamiento del sector inferior al sector superior del cuerpo. La
presión del miembro erecto provocó una alteración en el clítoris, la excitación de esta zona quedó
fijada en el tórax por el desplazamiento de la sensación de presión
3) Otra particularidad de Dora luego de la escena es que no quería pasar junto a ningún hombre a
quien viera en tierno o animado coloquio con una dama. Fobia destinada a proteger contra una
revivencia de la percepción reprimida
Freud deduce que la sensación de asco parece ser originariamente la reacción frente al olor de los
excrementos. Ahora bien, los genitales y en especial el miembro masculino, pueden recordar las funciones
excrementicias porque aquí el órgano, además de servir a la función sexual, sirve a la micción. Así el asco se
incluye entre las manifestaciones de afecto de la vida sexual.
- Dora no podía perdonarle a su padre que continuase tratando con el Señor K y con la mujer de este. No tenía
dudas de que su padre había entablado con esa mujer joven y bella una vulgar relación amorosa
El trato con la Señora K sólo se volvió íntimo cuando el padre enferma de gravedad y ella hace de su
cuidadora. Hubo acontecimientos que daban cuenta de esa relación entre ambos:
En las vacaciones de verano ambas familias alquilaron un pabellón de un hotel; tanto el Padre como la
Señora K abandonaron sus habitaciones iniciales y se mudaron a otras alejadas de sus familiares y
separadas entre sí por un pasillo;
Dora los había visto juntos en el bosque y frente a sus reproches, el padre se había inventado una
historia de un intento de suicidio suyo para justificar su cita.
El padre iba todos los días a la casa de la Señora K, a ciertas horas en que no estaba su esposo.
A veces el padre decía que no podía soportar el clima y que debía volver a B por su salud. Todas esas
enfermedades eran pretextos para volver a ver a su amiga.
El padre decide mudarse a Viena. Dora empieza a sospechar una combinación y se entera que el
matrimonio K hacía ya varias semanas que se había traslado a esa ciudad. Dora solía encontrarse por
la calle al padre con la Señora K, y a veces también se encontraba con el Señor K, que la seguía con la
mirada y la perseguía para ver si no iba a una cita.
51
No había duda de que la Señora K le aceptaba dinero al padre, porque hacía gastos que no podía
solventar con sus recursos o los de su marido. El padre le empezó a hacer grandes regalos a la Señora
K, y para encubrirlos se volvió generoso con Dora y su madre a quienes también les hacía regalos.
Cuando Dora estaba de mal humor, se le imponía la idea de que había sido entregada al Señor K como precio
por la tolerancia que este mostraba hacia las relaciones entre su padre y la señora K.
Tanto el padre como el Señor K evitaban hablar de la situación y no exponían la conducta del otro por miedo a
que saliera a la luz lo que ellos hacían. Esto permitió que el Señor K pueda obsequiar a Dora un ramo de flores
todos los días y por todo un año, hacerle regalos costosos y pasar con ella todo su tiempo libre sin que los
padres de ella discernieran esta conducta como algo amoroso.
- Freud dice que todo esto que Dora cuenta está correctamente fundado y plantea que unos reproches
dirigidos a otras personas hacen sospechar de autorreproches de idéntico contenido.
Dora tenía razón en que su padre no quería aclararse la conducta del Señor K hacia su hija para no ser
molestado en su relación con la Señora K, pero Dora había hecho exactamente lo mismo: se había
vuelto cómplice de esa relación, y había hecho lo posible para encubrirla. Solamente desde la aventura
en el lago, la situación entra en crisis y Dora comienza con los reproches al padre.
En casa de Dora, había una gobernanta (señorita mayor y leída sobre temas sexuales) que le abrió los
ojos sobre las relaciones del padre con la Señora K, y quiso incitarla a tomar partido en contra de esta
mujer. Dora hizo caso omiso, y llegó a irritarse con la gobernanta porque estaba enamorada de su
padre. Dora se molestó cuando notó que ella era indiferente para la gobernanta, y que el amor que le
mostraba en realidad iba dirigido al padre (se mostraba servicial y amable con Dora sólo cuando
estaba su padre). El comportamiento que la gobernanta tenía a veces hacia Dora, era el mismo que
Dora había tenido hacia los hijos del Señor K: les hacía de madre sustituta, salía con ellos.
El compartido interés por los niños había sido un medio de unión en el trato entre el Señor K y Dora. De su
conducta hacia los niños se extraía la misma conclusión que de su tácito consentimiento al trato de su padre
con la Señora K: todos esos años, ella había estado enamorado del Señor K. Si bien Dora dice que esto no es
así, más adelante parece reconocer que estando en B estaba enamorada del Señor K, pero desde la escena del
lago quedó todo superado.
El reproche que ella dirigía contra el padre, recaía sobre su propia persona.
El otro reproche de que “su padre creaba enfermedades como pretextos y las explotaba como un recurso”
coincide también con todo un fragmento de su propia historia secreta:
- Cierto día se quejó de un supuesto nuevo síntoma: unos fuertes dolores de estómago y Freud le pregunta a
quién se lo está copiando: el día anterior había visitado a sus primas. La más joven había formalizado
noviazgo y con esto la mayor sufría dolores de estómago, y Dora pensaba que era envidia. Sus propios dolores
de estómago decían que Dora se identificaba con su prima, ya sea porque envidiaba el amor de la prima más
joven o porque veía representado su destino en el de la hermana mayor, que poco antes había tenido una
relación amorosa de final desdichado.
- Dora también se percata que la Señora K se enfermaba cada vez que el Señor K volvía de algún viaje. Dora
comprendió que era la presencia del marido lo que hacía enfermar a la mujer y lo que le permitía sustraerse de
los deberes conyugales. Dora hacía exactamente lo mismo durante los primeros años que pasó en B. Dora
había presentado gran cantidad de ataques de tos con afonía. La duración Media de estos ataques era de 3 a 6
semanas. Justamente, la misma duración de ausencia del Señor K.
Así con sus enfermedades, Dora demostraba su amor por el Señor K: enfermaba cuando él estaba ausente
y sanaba cuando él regresaba.
52
En los primeros días de su afonía la escritura le fluía con particular facilidad de la mano. El Señor K
le escribía mucho cuando estaba de viaje, le enviaba postales.
Freud plantea que todo síntoma histérico requiere la contribución de dos partes: lo psíquico y lo somático.
La meta que Dora buscaba conseguir mediante su enfermedad era mover a compasión al padre y
hacerlo apartarse de la Señora K.
Freud plantea que por lo menos uno de los significados de un síntoma corresponde a la figuración de una
fantasía sexual, mientras que los otros significados no están sometidos a esa restricción. Un síntoma tiene más
de un significado y sirve para la figuración de varias ilaciones inconscientes de pensamiento.
Interpretación de la tos nerviosa a partir de una situación sexual fantaseada:
Cuando Dora decía que la Señora K sólo amaba a su papá por ser un hombre de recursos, Freud nota
que tras esa frase se ocultaba su contraria: que el padre era un hombre sin recursos. Esto sólo podía
entenderse sexualmente: no tenía recursos como hombre, era impotente. Dora confirma esto por su
conocimiento consciente, y remarca que hay más de una manera de satisfacción sexual, aludiendo al
uso de otros órganos que en ella misma se encontraban en estado de irritación; es decir la garganta y
cavidad bucal.
Con su tos espasmódica ella se representaba una situación de satisfacción sexual pero entre las dos
personas cuyo vínculo amoroso la ocupa tan de continuo: su padre y la Señora K.
La tos desaparece con este esclarecimiento
53
Las perversiones no son bestialidades ni degeneraciones; sino que son desarrollos de gérmenes contenidos en
la disposición sexual indiferenciada del niño, cuya sofocación o vuelta hacia metas más elevadas asexuales o
sublimatorias, están destinadas a proporcionar la fuerza motriz de logros culturales. Toda vez que alguien ha
devenido perverso, ha permanecido tal.
Todos los psiconeuróticos son personas con inclinaciones perversas muy marcadas pero reprimidas y
devenidas inconscientes en el curso del desarrollo. Sus acciones inconscientes tienen idéntico contenido que
las acciones que se observan en el perverso. Por esto, se considera que las psiconeurosis son el negativo de las
perversiones.
La constitución sexual coopera en los neuróticos con influencias accidentales que sufrieron en su vida y
perturbaron el despliegue de la sexualidad normal. Las fuerzas impulsoras para la formación de síntomas
histéricos no provienen sólo de la sexualidad normal reprimida, sino también de las mociones perversas
inconscientes.
No es asombroso que Dora tuviera conocimiento de la existencia de esa clase de comercio sexual (la succión
del miembro viril), hubiera desarrollado una fantasía inconsciente de esa índole, y la expresara a través de la
sensación de estímulo en la garganta y la tos.
Un hecho notable proporcionaba en ella la precondición somática para la creación autónoma de esta fantasía:
Dora en su infancia había sido una chupeteadora.
Escena donde Dora estaba sentada en el suelo, en un rincón, chupándose el pulgar de la mano
izquierda, mientras con la derecha daba tironcitos al lóbulo de la oreja de su hermano que estaba
quieto, sentado. Costumbre que le duró hasta el cuarto o quinto año.
La intensa activación de esta zona erógena a temprana edad es la condición para la posterior solicitación
somática de parte del tracto de mucosa que empieza en los labios.
Esta fantasía perversa de la succión del pene es la nueva versión de una impresión prehistórica, la de la
succión del pecho de la madre.
Otra observación sobre la interpretación del síntoma de la garganta de Dora:
Freud se pregunta cómo se relaciona esta situación sexual fantaseada con la otra explicación: que el
advenimiento y desaparición de las manifestaciones patológicas imitaba la presencia/ausencia del
hombre amado (Señor K).
Un síntoma también puede expresar varios significados sucesivamente. El síntoma puede variar uno de sus
significados o su significado principal en el curso de los años pero hay un rasgo conservador en el carácter de
la neurosis: el hecho de que el síntoma ya constituido se preserva por más que el pensamiento inconsciente
(que se expresa en el síntoma) haya perdido significado.
Freud explica que es tan difícil la producción de un síntoma así y que requiere de muchas condiciones
favorables para que ocurra y que en vez de crear una nueva conversión, parece más fácil producir nuevos
vínculos asociativos entre un pensamiento nuevo urgido de descarga y el antiguo, que ha perdido esa urgencia.
Así fluye la excitación desde su nueva fuente hacia el lugar anterior de la descarga.
Freud plantea que pueden existir pensamientos hiperintensos, hipervalentes o reforzados:
En el caso Dora es la incesante repetición de los mismos pensamientos acerca de la relación entre su
padre y la señora K.
No pueden ser destruidos ni eliminados por más esfuerzos conceptuales conscientes y deliberados que
haga la persona.
Uno de los pensamientos es consciente con hiperintensidad, pero su contraparte está reprimida e
inconsciente. Esta constelación es resultado del proceso represivo; la represión a menudo se produjo
54
por el esfuerzo del opuesto del pensamiento que reprimía. A esto, Freud llama refuerzo reactivo, y
llama pensamiento reactivo al que se afirma en lo consciente con hiperintensidad y se muestra
indestructible. El pensamiento reactivo retiene en la represión al repelido; pero al hacerlo, él mismo
queda como taponado y resguardado del trabajo conceptual consciente. Entonces, hacer consciente el
opuesto reprimido es el camino que permite sustraer su refuerzo al pensamiento hiperintenso.
Freud analiza y plantea que el pensamiento hipervalente de Dora sobre la relación de su padre con la Señora K
puede originarse por 2 opciones:
1) Origen por refuerzo directo: La raíz de su preocupación compulsiva por la relación del padre con la Señora
K le era desconocida porque residía en lo inconsciente. La conducta de Dora rebasaba la esperaba para una
hija, se comportaba como una mujer celosa y evidentemente ocupaba el lugar de la madre. Si deducimos
correctamente la fantasía referida a una situación sexual que estaba en la base de su tos, ella ocupaba en esa
fantasía el lugar de la Señora K. Así se identificaba con las dos mujeres amadas por el padre. La conclusión:
se sentía inclinada hacia su padre en mayor medida de lo que creía, pues estaba enamorada de él. Las muchas
enfermedades que éste contrajo aumentaron la ternura de Dora hacia él, y cuando apareció la Señora K, fue
Dora (y no su madre) la suplantada de su posición.
2) Origen por refuerzo reactivo:
a) Primera forma: Dora estaba enamorada de su padre, pero durante varios años no lo exteriorizó; más bien,
mantuvo en ese lapso la más cariñosa armonía con la mujer que la había desalojado del lugar junto a él, y aun
favoreció su relación con este por sus autorreproches.
Ese amor se había renovado en fecha reciente y podría ser como síntoma reactivo para sofocar alguna otra
cosa que era todavía más poderosa en el inconsciente. Freud deduce que lo sofocado era el amor por el señor
K; piensa que el enamoramiento de ella perduraba y que la muchacha había retomado y reforzado su vieja
inclinación hacia el padre a fin de no tener que notar nada en su conciencia de ese primer amor adolescente
que se le había vuelto penoso. Por una parte, le consternaba tener que rechazar la solicitud de ese hombre,
sentía nostalgia por su persona y sus signos de ternura; por otra parte, poderosos motivos como su orgullo, se
revolvían contra estas mociones de ternura y nostalgia.
De tal modo, dio en imaginar que había terminado con el Señor K y, no obstante, tenía que llamar en su
auxilio y exagerar la inclinación infantil hacia el padre a fin de protegerse contra ese enamoramiento que
asediaba permanentemente su conciencia. Dora no aceptó esta interpretación, sino hasta el final del análisis
cuando se obtuvo una prueba correcta.
b) Segunda forma: Tras el itinerario de pensamientos hipervalentes que la hacían ocuparse de la relación de su
padre con la Señora K se escondía una moción de celos hacia esa mujer; una moción que sólo podía basarse
en una inclinación hacia el mismo sexo.
En los neuróticos existe una fuerte disposición homosexual y en mujeres y muchachas histéricas cuya libido
dirigida al hombre ha experimentado una sofocación enérgica, por regla general hallamos reforzada
vicariamente la libido dirigida a la mujer.
Cuando Dora se hospedaba en casa de los K, compartía el dormitorio con la señora: el marido era desterrado.
Era la confidente y consejera de la mujer en todas las dificultades de su vida matrimonial. Cuando Dora
hablaba de la Señora K solía alabar su “cuerpo deliciosamente blanco” con un tono que era más el de una
enamorada. Nunca se escuchó de boca de Dora una palabra dura sobre esa mujer; en quien, según sus
pensamientos hipervalentes, habría de ver a la causante de su desdicha.
Luego de la escena del lago, cuando Dora acusó al Señor K, él puso a la muchacha por el suelo y sacó a
relucir los libros que lee. Aquí es la Señora K quien traiciona a Dora al contarle al Señor K sobre el libro de
Mantegazza que leían y los temas prohibidos que hablaban. La Señora K la había sacrificado sin reparos a fin
55
de no verse perturbada en su relación con el padre de Dora. Así Dora se repite lo ocurrido con la gobernanta:
tanto ella como la Señora K no amaban a Dora por su propia persona sino por la del padre.
Quizás esta afrenta tuvo mayor eficacia patógena que la otra con que pretendió encubrirla: que el padre la
había sacrificado.
El hipervalente itinerario de pensamientos de Dora que la hacía ocuparse de la relación de su padre con la
señora K, no estaba destinado sólo a sofocar el amor por el Señor K (amor que antes fue consciente), sino que
también debía ocultar el amor por la Señora K, inconsciente en un sentido más profundo.
Respecto de esto último, aquellos pensamientos mantenían la relación de su opuesto directo. Dora decía sin
cesar que su padre la había sacrificado a esa mujer haciendo ver que no la dejaría poseer a su papá, y de ese
modo se ocultaba lo contrario: no dejaría al papá poseer el amor de esa mujer, que no le perdonaba a la mujer
amada el desengaño que le causó su traición.
Este sueño fue recurrente pero Dora no recuerda cuando lo soñó por primera vez. Solo se acuerda de que tuvo
el sueño en L. (el lugar del lago) tres noches sucesivas (después de la escena con el sr K.), y había vuelto a
tenerlo unos días antes en Viena.
Un sueño regular posee dos puntos de sustentación:
1) el motivo esencial actual
2) un suceso infantil de graves consecuencias
El deseo que crea el sueño proviene de la infancia: quiere volver la infancia a la realidad, corregir el
presente conforme al modelo de la infancia.
El padre y la madre de Dora discutieron porque la madre cierra por la noche el comedor. La
habitación del hermano no tiene entrada propia, sólo se puede llegar a ella por el comedor. El padre no
quiere que su hijo quede encerrado por la noche, ya que podría pasar algo que obligase a salir.
PELIGRO DE INCENDIO.
solicita a la Sra. K. la llave del cuarto. En la mañana del segundo día Dora ocupa la llave para usar el
baño, pero a la siesta la llave ya no estaba (Dora cree que el Sr. K. la quito). En adelante, tiene miedo
de que el Sr. K. la sorprendiera mientras se vestía, por lo que se apresuraba al hacerlo. “Me visto con
rapidez”.
Designio: No tendré tranquilidad, no podré dormir tranquila hasta que no me encuentre fuera de esta casa. Lo
inverso dice en el sueño: “Una vez abajo me despierto”. Un designio persiste hasta que se lo ejecuta.
Todo sueño es un deseo al que se figura como cumplido, la figuración es encubridora cuando se trata de un
deseo reprimido, que pertenece al inc. Solo el deseo inc. tiene la virtud de formar un sueño.
Freud interpreta que: Ella con el sueño se dijo que K. andaba detrás de ella, que su “alhajero” corría peligro, y
que si sucedía algo la culpa seria de su padre. Y Freud dice que en ese sueño todo se transforma en su
contrario y que por eso, finalmente, es su padre quien la salva.
Fuerza impulsora del sueño: deseo de sustituir al Sr. K. por el padre. Este deseo trajo el recuerdo de un
material infantil que se relaciona con la sofocación de esta tentación. En el sueño, entonces, se confirmaría
que Dora se esfuerza en despertar de nuevo su antiguo amor a su padre para defenderse contra el amor a K. y
Dora temería a la tentación de ceder a sus deseos. Es decir que además de la idea diurna, es necesario un deseo
de lo inconsciente que corra con el gasto psíquico necesario para la formación del sueño.
Por otra parte, Freud menciona que en ese entonces era muy común que los padres no dejen que sus hijos
jueguen con fuego no solo por el peligro que ello implica, sino también porque existía la creencia de que, por
la noche, el niño sueñe con el fuego y, en un intento por apaciguarlo, se orinen encima. Ante esto, Freud
supone que durante la niñez de Dora es muy probable que su padre, por las noches, se quedase en el cuarto de
ella pendiente de que Dora no se orine encima. “Mi padre está frente a mi cama”
57
Dora dijo que cada vez que tuvo ese sueño, al despertar advirtió olor a humo. Su padre y K., al igual que
Freud eran fumadores empedernidos. Freud deduce que en algún punto del tratamiento, debido a una
transferencia, Dora debió desear que él la besase. Esta podría ser la repetición del sueño al estar ya en Viena y
probablemente el motivo por el cual Dora abandonara la cura.
En una oportunidad Dora llevó un bolsito pequeño a terapia, con el que jugaba metiendo en el sus dedos
mientras hablaba. Esto era un acto sintomático (actos sintomáticos: actos que los sujetos realizan automática e
inconscientemente, sin darse cuenta de ellos, como jugando, y a los que niegan toda significación,
declarándolos indiferentes y casuales cuando se los interroga sobre ellos. Esto actos exteriorizan ideas
inconscientes). Ese bolsito era una representación de su genital femenino, y el acto de jugar con el constituía
una exteriorización mímica de la masturbación.
Ando paseando por una ciudad a la que no conozco, veo calles y plazas que me son
extrañas. Después llego a una casa donde yo vivo, voy a la habitación y hallo una
carta de mi mamá tirada ahí. Escribe que, puesto que yo me he ido de casa sin
conocimiento de los padres, ella no quiso escribirme que papá ha enfermado.
«Ahora ha muerto, y sí tú quieres, puedes venir». Entonces me encamino hacia la
estación ferroviaria [Bahnhof] y pregunto unas cien veces: «¿Dónde está la
estación?». Todas las veces recibo esta respuesta: «Cinco minutos». Veo después
frente a mí un bosque denso; penetro en él, y ahí pregunto a un hombre a quien
encuentro. Me dice: «Todavía dos horas y media». Me pide que lo deje
acompañarme. Lo rechazo, y marcho sola. Veo frente a mí la estación y no puedo
alcanzarla. Ahí me sobreviene el sentimiento de angustia usual cuando uno en el
sueño no puede seguir adelante. Después yo estoy en casa; entretanto tengo que
58
Desde hacía uno tiempo Dora venía preguntándose en el análisis por qué los primeros días después de la
escena del lago ella no dijo nada, y por qué se lo contó repentinamente a sus padres.
“Ando paseando por una ciudad a la que no conozco, veo calles y plazas que me son extrañas”
Al deambular lo relaciona con una ocasión en Dresde donde deambuló como extranjera, y fue a una
famosa galería, esa vez estaba con otro primo que quería hacer de guía pero ella lo rechazó y se fue
sola. Frente a la imagen de la Sextina permaneció dos horas, lo que le había gustado de ese cuadro era
“La Madonna” (madre virgen).
Esta imagen junto con el monumento la extrae de unas postales de una ciudad alemana de descanso
que había visto el día anterior. Estas postales estaban guardadas en una cajita que no aparecía,
entonces preguntó a su madre: “¿Dónde está la cajita?”.
Estas postales se las había mandado un joven ingeniero que asiduamente le escribía a Dora, y era
probable que se le declarara en su momento cuando su situación económica estuviera mejor. En esta
1º parte del sueño ella se identifica con el joven, él deambula por el extranjero, intenta alcanzar una
meta, pero le hace falta paciencia, hay que esperar (en la estación también hay que esperar).
“¿Dónde está la estación?” = “¿Dónde está la cajita?”. Cajita (Schachtel) = mujer. La espera es por la
mujer.
La noche anterior, el padre le pidió que le buscase coñac; no puede dormir si antes no ha bebido
coñac. Dora pidió a su madre la llave del bargueño, pero ella estaba enzarzada en una conversación y
no le dio respuesta alguna, hasta que Dora la increpó con impaciencia: «Te he preguntado ya cien
veces dónde está la llave». En realidad, la pregunta se había repetido, desde luego, sólo unas cinco
veces.
«¿Dónde está la llave?» es el correspondiente masculino de la pregunta «¿Dónde está la cajita?». Si
cajita = genital femenino, llave = genital masculino. Por tanto, son preguntas por los genitales.
Carta
En la misma reunión familiar, alguien había brindado por el papá de Dora, haciendo votos por que
durante muchos años más, en buena salud, etc. Entretanto el padre parecía fatigado, y ella había
comprendido los pensamientos que él debió sofocar: preocupación por saber cuántos años de vida le
quedaban, ya que padecía enfermedades.
Freud le recuerda la carta de despedida que había escrito a sus padres, donde manifiesta ciertas ideas
suicidas. Freud cree que no sería equivocado suponer que la situación que constituye la fachada del
sueño corresponde a una fantasía de venganza contra el padre. Ella se iba de casa, al extranjero, y el
padre por la nostalgia que sentía por ello se le partía el corazón.
59
La frase “… si tú quieres?” fue utilizada por la Sra. K. para invitar a Dora a pasar unos días en su
casa en L junto al lago.
En la escena del lago, donde Dora le dio una bofetada a K, él había dicho “Usted sabe, no me importa
nada de mi mujer”, ella se fue corriendo, y regreso a L. bordeando el lago a pie evitando volver a
cruzarse con K, y preguntó a un hombre a quien encontró que distancia había. Le respondió que dos
horas y media, así que abandonó su propósito y volvió en busca de la embarcación que partía. Ahí se
volvió a encontrar con K y le pidió disculpas y que no contara nada de lo sucedido, pero ella no le
respondió.
“con particular nitidez, me veo subir por la escalera, y tras su respuesta me voy, pero en modo alguno triste,
a mi habitación, y ahí leo un gran libro que yace sobre mi escritorio”.
Ella una vez había consultado una enciclopedia para averiguar sobre una apendicitis que tenía un
primo suyo, ella buscaba los síntomas de ésta. De lo que leyó todavía recuerda el dolor de vientre.
Poco después de la muerte de la tía que ella tanto quería Dora tuvo apendicitis
A causa de sus fuertes dolores no podía casi subir las escaleras para llegar a su casa, pues arrastraba el
pie derecho. Los médicos se sorprendieron de que le haya quedado como secuela el dolor en el pie y
no en el vientre. Entonces esto era un genuino síntoma histérico, la neurosis se había apropiado del
ataque para usarlo como una de sus manifestaciones.
Ella se había procurado una enfermedad sobre la que había leído y se había castigado por esa lectura.
Pero por la lectura que siguió después (probablemente sexual), más culpable.
Esta apendicitis fue justamente 9 MESES después de la escena del lago. La supuesta apendicitis había
realizado entonces la fantasía de un parto con los dolores y el flujo menstrual. En la enciclopedia
probablemente había leído sobre el embarazo y nacimiento, y la pierna que arrastraba sin duda simbolizaba
que había dado un mal paso.
Si 9 meses después hubo un parto y hasta el día ese ha tenido que soportar las consecuencias del mal paso, eso
prueba que en el inc. lamento el desenlace de la escena. Lo corrigió en su pensamiento inc., la premisa de la
fantasía de parto es que esa vez algo ocurrió (coito) y experimento lo que leyó de la enciclopedia. Su amor por
el Sr K prosiguió hasta ese día al menos de manera inc.
60
Un día llega a sesión y le dice que esa era su última sesión. Freud le precinta hace cuanto tomo esa decisión, a
lo que ella responde que hace 14 días. Ante esto, Freud resalta una similitud con las muchachas de servicio:
ellas dan un preaviso de 14 días. Empiezan entonces a hablar de la gobernanta que había en lo de los K por
aquella época, la cual le contó a Dora que K se le había insinuado una vez que su mujer no estaba en casa, la
había requerido de amores vivamente y le dijo que nada le importaba de su mujer. Ella había cedido a él pero
él ya no le dio bola y desde entonces ella lo odiaba. Cuando ella se lo contó a sus padres estos la obligaron a
dejar la casa, pero ella quería esperar un poco para ver si el sr K. cambiaba de opinión, pero esto no sucedió.
Ahora la bofetada al sr. K podía tener otro significado: fue una venganza de celos, ya que le dijo lo mismo
que a la gobernanta, ¿Cómo se atrevía él a tratarla como a una persona de servicio? Dora se identifica con la
gobernanta en el sueño y en sus conductas, le cuenta a los padres, se despide de Freud con un preaviso de 14
días y la carta del sueño puede ser el correspondiente a la carta de la chica a sus padres. Dora contó a sus
padres la escena justo 14 días después, o sea, que Dora también esperó a ver que hacía el sr. K, y hasta incluso
esperó en los años siguientes a que ella tenga más edad para poder casarse con él. Ese podría ser su plan de
vida. Espera en el sueño.
La incapacidad para cumplir la demanda real de amor es uno de los rasgos de carácter más esenciales de la
neurosis, los enfermos están dominados por la oposición entre la realidad y la fantasía. Lo que anhelan con
máxima intensidad en sus fantasías es justamente aquello de lo que huyen cuando la realidad se los presenta; y
se abandonan a sus fantasías con tanto mayor gusto cuando ya no es de temer que se realicen.
Freud concluye asumiendo que el abandono del análisis fue un inequívoco acto de venganza por parte de ella,
y que lo realiza justo en el momento en que sus expectativas de feliz culminación de la cura habían alcanzado
su apogeo, aniquilando así esas esperanzas.
Epilogo
La sexualidad presta la fuerza impulsora para cada síntoma singular y para cada exteriorización singular de
síntoma. Los fenómenos patológicos son la práctica sexual de los enfermos. La sexualidad constituye la clave
para el problema de las neurosis.
Con esta publicación tan incompleta Freud quiso lograr dos cosas:
1) Mostrar, como complemento a la interpretación de los sueños, el modo en que este arte puede
aplicarse al descubrimiento de lo escondido y lo reprimido en el interior de la vida anímica.
2) Despertar interés por una serie de cosas que la ciencia sigue ignorando totalmente; es que sólo la
aplicación de este procedimiento específico permite descubrirlas. Nadie pudo tener una vislumbre
certera acerca de la complicación de los procesos psíquicos en el caso de la histeria, de la sucesión de
las más diversas mociones, del vínculo recíproco de los opuestos, de las represiones y
desplazamientos, etc.
Debido a la brevedad del tratamiento (3 meses) no es apropiado para ejemplificar sobre la terapia
psicoanalítica, además no se pudo alcanzar una cura con mejoría admitida por el enfermo o los parientes. Lo
que le ocurrió a Dora en los últimos años era que los síntomas se habían puesto al servicio de motivos vitales
externos. Es cierto que los síntomas no desaparecen mientras dura el trabajo analítico, pero sí un tiempo
después, cuando se han disuelto los vínculos con el médico.
Son reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que el análisis
avanza se despiertan se y se hacen concientes. Se genera una sustitución de una
persona anterior por la persona del médico: toda una serie de vivencias psíquicas
anteriores no es vivida como algo pasado, sino como vínculo actual con el médico.
Otras reimpresiones proceden con más arte, experimentan una moderación de su
contenido, una sublimación, y son capaces de devenir concientes apuntalándose en
alguna particularidad real de la persona del médico, o de las circunstancias que la
rodean.
La trasferencia es algo necesario, no se puede evitar, hay que colegirla por cuenta
propia, basándose en mínimos puntos de apoyo, no se la puede eludir. La cura
psicoanalítica no crea la trasferencia, la revela, son despertadas todas las mociones,
aún las hostiles, haciéndolas concientes se las aprovecha para el análisis.
La trasferencia destinada a ser obstáculo para el psicoanálisis, se convierte en su
auxiliar más poderoso cuando se logra colegirla en cada caso y traducírsela al
enfermo.
Con Dora no logró dominarla a tiempo, a causa de la facilidad con que ella ponía a su disposición en la cura
una parte del material patógeno, así olvidó prestar atención a los primeros signos de trasferencia que se
preparaban con otra parte de ese mismo material.
Desde el inicio era claro que en sus fantasías Freud sustituía al padre, lo comparó conscientemente con él,
buscaba asegurarse de la seguridad de Freud hacia ella, pues su padre “prefería siempre el secreto y los rodeos
tortuosos”.
Cuando ella tuvo el 1º sueño, en que ella se alertaba para abandonar la cura como en su momento lo había
hecho con la casa del Sr K, Freud mismo debiera haber tomado precauciones.
Así fue sorprendido por la trasferencia y, a causa de esa X por la cual él le recordaba al Sr K, ella se vengó de
Freud como se vengara de él, y abandonó a Freud tal como se había sentido engañada y abandonada por K. de
tal modo actuó un fragmento esencial de sus recuerdos y fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura.
A medida que pasaba el tiempo de finalizado el análisis, Freud pudo ir viendo cual había sido su error técnico
que consistía en la siguiente omisión: no pudo ver en el momento oportuno y comunicárselo a Dora que la
moción de amor homosexual hacia la Sra. K era la más fuerte de las corrientes inconsciente de su vida
anímica. Solo la Sra. K podía haber sido la fuente de conocimiento que Dora tenía de cosas sexuales: la misma
persona que la acusó por el interés que mostraba hacia tales asuntos. Habría debido tratar de resolver ese
enigma y buscar el motivo de esa extraña represión.
En el segundo sueño de Dora, la trasferencia estaba subrogada por varias y nítidas alusiones.
Cuando lo contó, Freud aún no sabía que sólo quedaban por delante dos horas de trabajo, el mismo
tiempo que pasó ante la imagen de la Madonna Sixtina y también el que le indicaron como medida del
camino costero del lago, que ella no desanduvo.
Las aspiraciones y esperas del sueño, que se referían al joven que se había trasladado a Alemania y
provenían de la espera hasta que el señor K. pudiera casarse con ella, ya se habían exteriorizado unos
días antes en la transferencia: La cura se le hacía larga, no tendría la paciencia de esperar tanto.
El rechazo del acompañante y la preferencia por ir sola, que aparecen en el sueño y provienen de la
visita a la galería de Dresde, debía experimentarlos Freud el día señalado. Tenían sin duda este
sentido: «Puesto que todos los hombres son detestables, prefiero no casarme. Es mi venganza».
15 meses después de terminado el tratamiento recibió noticias de ella, y del desenlace de la cura.
62
El 1º de abril se le presentó a Freud para poner fin a su historia y pedir un nuevo auxilio que Freud pudo ver
no era real. Le contó de luego del tratamiento estuvo mejor, los ataques ralearon. En mayo de ese año murió
un hijo del matrimonio K a quienes fue a visitar y actuaron como si nada hubiera ocurrido en los últimos 3
años. En ese momento se reconcilió con ellos, se vengó de ellos, llegó a esta conclusión: dijo a la mujer: “sé
que tienes una relación con mi papá” y ella no lo negó. Y movió al Sr K a confesar la escena del lago y llevó
al padre estas noticias.
En octubre le vino otro ataque de afonía, que fue después de haber visto como el Sr K era atropellado por un
carruaje, ese día se habían cruzado en la calle y cuando él la vio a Dora se quedó atónito y ahí lo atropellaron.
Demandaba a Freud por una neuralgia facial desde hacía 14 días, cuando ella había leído una noticia de Freud
en el diario. La neuralgia respondía a un autocastigo, el arrepentimiento por la cachetada que le dio K y por la
trasferencia negativa que hizo después sobre Freud.
Error técnico de Freud: No coligió en el momento oportuno que la moción de amor homosexual hacia la
señora K. era la más fuerte de las corrientes inconcientes de su vida anímica. Habría debido conjeturar que
ninguna otra persona que la señora K. podía ser la fuente principal del conocimiento que Dora tenía de cosas
sexuales: la misma persona que la acusó por el interés que mostraba hacia tales asuntos. Era llamativo que
supiera todas esas cosas chocantes, y nunca quisiera saber de dónde las sabía. Habría debido tratar de resolver
ese enigma y buscar el motivo de esa extraña represión. El segundo sueño podría haberlo traslucido. La
implacable manía de venganza que este sueño expresaba era más apta que ninguna otra cosa para ocultar la
corriente opuesta: la nobleza con que ella perdonó la traición de la amiga amada y ocultó a todos que fue ella,
justamente, quien le hizo las revelaciones sobre cuyo conocimiento la calumnió después.
La histérica establece una relación específica con el amo: esta posición subjetiva implica dirigirse al Otro
en función de una elaboración de saber. La primera mitad de la formulación indica que histérica es la actitud
de quien rechaza su condición de objeto en la satisfacción. Al desconocer su posición en el deseo, este aspecto
se encuentra asociado a que dicho rechazo está incardinado a una intención de saber. Así lo demuestra por
ejemplo: los celos. Preguntas propias de los celos histéricos (¿Qué le viste? ¿Qué tiene que no tenga yo? etc.)
están menos orientadas a la confirmación amorosa que a la demostración de ese intercambio con en el cual se
prefiere un saber el deseo a la realización del mismo deseo.
Esta última indicación permite a su vez introducir otro aspecto que también podría convertirse en una
definición parcial: el interrogante de la feminidad. ¿Qué es una mujer?, se pregunta la histérica. Sin embargo
en el desdoblamiento por el cual busca responder a esta inquietud, a través de su acoso en alguna figura de la
Otra, no cabría ver una relación dual. Si la Otra tiene una función propia en la histeria no es a través de una
63
idealización semejante, sino por su papel en el sostén del deseo. Por ejemplo una mujer masculina a quien su
pareja le engaña con una mujer femenina no se cuestiona el amor de su amado sino que tiene esa que no tiene
ella cuando anatómicamente es notorio que no tiene.
Podría decirse que si la mujer no existe es porque la Otra es parte de la interpretación histérica del deseo.
[La expresión “la mujer no existe” quiere decir que no hay una forma de generalizar o decir que todas las
mujeres son iguales, porque si lo que en el inconsciente está inscripto es la oposición entre fálico y castrado,
fálico sería el hombre y en tanto este porta el pene si se puede generalizar lo que es el hombre, pero lo que es
la mujer al carecer de falo hace imposible que haya una definición de “la” mujer entonces lo que Lacan diría
es existen “mujeres”]
Identificación viril: su núcleo reside en que la histérica interroga el enigma de la feminidad a través de un
deseo fálico. No debe confundirse con “hacer de varón” o con una asunción de rasgos exteriores dado que se
trata de una posición respecto del deseo. Por ejemplo se expresa que una histérica pueda conocer a la
perfección los horarios de su pareja tanto como para recordarle que tal día tiene tal actividad y que no olvide
tal objeto, ella quisiera saber de qué habla él con sus amistades y así en definitiva le haga a ella un lugar en su
deseo, de lo cual no tarda en quejarse. “No soy tu madre” suele reprochar la histérica. En una acusación que
desconoce que la única forma de no ser la madre del otro radica en analizar la posición histérica que la enlaza
con su pareja.
Por esta vía luego de esclarecer las relaciones entre el saber y el deseo, estrechamente vinculados a partir del
recurso a la identificación como sede de la pregunta por la feminidad puede presentarse la fórmula del
fantasma histérico:
En el lado histérico de la fórmula por un lado, se destaca la identificación de la histérica con el objeto que le
sirve de soporte de su deseo (falo). Por eso Lacan afirma que la histérica estaba en la escena por
“procuración”. Su interés en el objeto de su deseo está subtendido por la segunda parte de la fórmula. Dicho
de otro modo el objeto de deseo tiene valor como signo de lo que vela, el deseo que apunta a la feminidad. En
ese lugar del otro absoluto, entonces bien podría situarse al falo simbólico, esto quiere decir que parecería que
busca un saber cuyo valor radica en ser la presencia real de un deseo enigmático.
De acuerdo con la lectura lacaniana del caso Dora: a dora le cabria el lugar de la falta, el sr. K el lugar de
objeto y la Sra. K el lugar del Otro. Que a la histérica le quepa el lugar de procuradora del falo imaginario
implica que hace de su división una forma consagrada al deseo, en este sentido es que Lacan destaca “la
devoción de la histérica, su pasión por identificarse con todo los dramas sentimentales”.
De este modo, la histérica prefiere el signo del deseo a la realización del deseo, o sea si alguien intenta
satisfacer un deseo eso es estructuralmente imposible no hay forma de satisfacer plenamente el deseo debido a
que ya se perdió algo después de la primer vivencia de satisfacción.
Caso Dora: el valor del señor K estaría en el signo (velado y supuesto) de su deseo por la señora K; dicho de
otra manera, ese interés que Dora requiere implicaría que la señora K “algo tiene”, y en esa relación quedaría
suspendido su deseo. Por eso dice que en el plano del fantasma no se produce la relación de fading del sujeto
con el a minúscula, es decir, no es con el señor K que Dora se divide; al contrario, él es el término último de
su identificación, el objeto de su amor, pero no de su deseo, por lo cual queda reducido el requerimiento
constante de la prueba amorosa.
¿Cómo distinguir el síntoma del fantasma?
64
La histeria en análisis: Freud escribió el caso dora con el propósito de poner de relieve el determinismo de los
síntomas y el edificio íntimo (ensambladura y causación) de la neurosis.
¿De qué modo se presenta Dora a la consulta? En primer lugar cabe destacar que Dora era una adolecente y
que fue traída por su padre. Dora ya conocía de antemano a Freud debido a que su padre ya se había tratado
con él. Esta primera consulta se realizó cuando Dora tenía 16 años, aunque no prosperó porque
sorpresivamente los síntomas de Dora cejaron. Sin embargo Freud no dudó en calificar a la joven como
neurótica por medio de su historial clínico (a los 8 años presentaba disnea, a los 12 migrañas y tos)
¿Qué Otro era Freud para Dora? en principio, el médico del padre, cuyos síntomas de índole orgánica
aquel había curado sin proponerle un tratamiento analítico. ¿Por qué entonces Freud ofrece el análisis a Dora?
Para esto es necesario considerar su sintomatología:
“Los signos principales de su enfermedad eran una desazón y una alteración del carácter. Era evidente que no
estaba satisfecha consigo misma ni con los suyos, enfrentaba hostilmente a su padre, buscaba evitar el trato
social. Un día los padres se horrorizaron al encontrar sobre el escritorio de la muchacha una carta en la que se
despedía de ellos porque ya no podía soportar más la vida”.
Además de esa suerte de llamado dirigido al Otro que instituye el acting out de la carta, es importante destacar
la hostilidad referida al padre, especialmente porque hasta entonces Dora había tenido una relación más bien
tierna con él y, de algún modo, ese cambio de carácter es lo que motiva a éste decida llevar a su hija con
Freud, con el pedido implícito de que vuelva a ponerla en el recinto camino. Sin embargo no solo se trata de la
demanda de que su hija deje de causar problemas (en particular, en lo relativo a su relación con la señora K)
sino que también puede notarse en el padre de que la cosa fue demasiado lejos, especialmente cuando quedó
impresionado luego de que su hija sufriera una desmayo a partir de un discusión.
De este modo puede entenderse la renuncia de Dora para acceder al tratamiento con Freud. En absoluto la
joven quería iniciar un tratamiento y mucho menos podía estar al tanto de las condiciones de una cura
psicoanalítica.
Por otro lado, se añade un incidente que relatado por el padre constituye el “anudamiento vital, al menos
respecto de la conformación última de la enfermedad” es que luego de un paseo por un lago, en una época
donde se reunieron en un verano con el matrimonio en un verano con el matrimonio K, al estar previsto que
Dora se quedará durante un par de semanas, ésta acusa al señor K de hacerle una propuesta amorosa y solícita
regresar con su padre. A partir de ese episodio, Dora pide a su padre que rompa relación con los K y, en
particular con la señora K, pero que sucedió en la escena del lado para que la muchacha reaccionara de
semejante manera.
Este último aspecto es fundamental, ya que todo en la vida cotidiana de Dora avanzaba en la dirección de
confirmar su amor por el señor K, por lo tanto ¿Por qué dora afrenta a quien la requiere de esta manera?
En este punto Freud retoma su teoría del trauma sexual, que introdujera en los estudio de la histeria, al
destacar un episodio anterior de Dora de cuando tenía 14 años y fue besada por el señor K mientras aguardaba
en una tienda.
Aquí no se trata de apreciar que debería haber sentido la muchacha sino lo que efectivamente sintió. Por eso
es el trastorno del afecto lo que debe ser puesto en un primer plano, incluso cuando pareciera que el asco no es
un síntoma somático, como si aquel no comprometiera al aparato digestivo.
El asco delimita el modo en que la histérica se posiciona respecto del goce. Es un rostro habitual de la histeria
objetar toda satisfacción que venga del Otro. Dado que se trata más de la forma que la histérica responde en
un supuesto signo del goce del Otro que a la satisfacción que debería sentir. En este sentido puede articularse
a su vez, cierta pregnancia de la pulsión oral en la histeria. El circuito de la oralidad se constituye a partir de
una demanda al Otro (demanda de alimento) que, al encontrar su reverso en una contrademanda (dejarse
alimentar) responde con el rechazo. Así el objeto oral se constituye como una “nada” que se sostiene en él “no
65
es eso” con que se objeta la satisfacción de la demanda. De ahí que pueda decirse que toda histérica es un
poco anoréxica.
Dora evitaba hablar del incidente, sin embargo, apenas presentaba lagunas del recuerdo cuando hablaba de su
padre. Y si en algo consiste la cura para Freud en ese entonces era hacer consciente lo inconsciente. Es decir,
lo que Dora denunciaba estaba fundado y era inobjetable.
“Pronto se advierte que tales pensamientos inatacables para el análisis (escena del lago) han sido usados por el
enfermo para encubrir otros que se quiere sustraer de la crítica y de la conciencia. Una serie de reproches
dirigidos a otras a otras personas hacen sospechar la existencia de una serie de auto reproches de idéntico
contenido”
¿De dónde se desprende la afirmación teórica de que detrás de todo reproche hay un autorreproche? Es
preciso destacar que este enunciado nunca es pronunciado de forma efectiva, jamás Freud le dice a Dora algo
semejante. De manera mucho más sutil Freud le advierte que cada vez Dora se queja del padre, le atribuye
este motivo que muy bien podría ser aplicado ella.
De este modo, quien se presentaba como víctima (dora) revelaba su complicidad con aquello de lo que se
quejaba. En definitiva, no se trata de que Freud rectifique la posición de Dora en función de una implicación
forzada, o de acuerdo con una afirmación teórica insostenible, sino que Freud nota que cada vez que Dora
habla del semejante es para proyectar ahí su ser más íntimo; por eso con su intervención Freud consigue en
acto oponerse a la identificación imaginaria, sustentada en el desconocimiento (que siempre atribuye al otro el
mal el mal con que se carga) para situar la división subjetiva.
Dora comenta la situación de una de sus primas, que enterada de la formalización del noviazgo de su hermana,
acusó un dolor de estómago que la excuso de presenciar la dicha ajena.
“Sus propios dolores de estómago decían que ella se identificaba con su prima, así declarada simuladora, ya
sea porque también le envidiaba a la más dichosa su amor, o porque veía representado su propio destino en el
de la hermana mayor, que poco antes había tenido una relación amorosa de final desdichado”
A su vez esta línea asociativa conduce al propio uso que la señora k hacía de sus enfermedades. Cada vez que
el señor K regresaba de sus viajes, encontraba a su mujer dolorida quien, hasta el día anterior, había estado en
efecto estado. Con su afonía Dora demostraba su amor por el señor K, es decir el síntoma encontraba un
sentido al ser reconducido al vivenciar de la muchacha, adquiere un valor simbólico demostrado en el
cumplimiento de la asociación libre.
De este modo es que el dispositivo analítico se pone en marcha en el caso Dora, en un movimiento que va
desde la denuncia hacia la división en el síntoma. Asimismo este fragmento clínico permite precisar un rasgo
particular de la posición de la histérica ante el amor: “Amar a distancia”. Del modo que sea, la histérica
testimonia que el amor requiere de esa ausencia que instaura la palabra, o mejor dicho el amado de la histérica
siempre debe estar un poco ausente para cumplir con su papel (ya sea porque aquella se siente aplastada,
necesita extrañar, etc.).
A través de la tos, se permite advertir en primer lugar la similitud entre la aparición del síntoma y la referencia
al padre. Esta sutileza clínica a su vez se encuentra asociada con otra, el deslizamiento que permite a Freud
entender la indicación de la impotencia del padre. Por lo tanto el síntoma remite el modo en que Dora se sirve
del padre, esto es, como para dar cuenta del deseo; la versión del padre de Dora no se fundamenta en una
función de prohibición, sino que es requerido por el deseo que se le supone.
LACAN, Jacques (1994). El Seminario de Jacques Lacan, libro 4: La relación de objeto. (Clase 8: Dora y
la joven homosexual). Buenos Aires: Paidós
66
Primero deberíamos repasar la estructuración histérica. En un primer momento, la niña, presa de la envidia del
falo, abandona el objeto madre la cual está privada de éste y se dirige al padre, quien tiene falo y está dotado
(potencia) para satisfacer a la niña del deseo de un hijo proveniente de la ecuación simbólica Pene imaginario-
niño. La idea de un padre potente y dador es en sí inconsciente.
En el caso de la joven homosexual, el quiebre se produce al momento de que este padre potente otorga a la
madre un niño. Satisface el deseo de la madre en detrimento del deseo de su hija. Un niño real frustra y corta
la relación imaginaria de la sujeto con el niño imaginario. Todo esto lleva a transformar las relaciones. La
relación entre la sujeto y el padre, menciona Lacan, está situada en el eje simbólico (podría decirse para
explicarlo que esa ubicación radica, en la compensación simbólica que podría hacer el padre otorgando un
niño al deseo de falo de la niña, como así también es factible pensar que esa relación simbólica, además, está
mantenida por la separación que produce la prohibición del incesto. Se está unido por lo que está prohibido.)
Ésta relación mantenida en el eje simbólico pasa a ubicarse dentro del registro imaginario, produciéndose una
identificación de la sujeto a su padre (identificación Yo a Yo).
También en éste punto, Lacan sitúa la proyección hacia fuera de una idea inconsciente, la idea del padre
potente se proyecta hacia fuera pero en esa proyección quien es potente es el Yo identificado, es decir, la
joven homosexual. Ésta identificación y su proyección, posibilitada por la aparición del niño real, conlleva a
una mostración perversa de la joven, “Mira padre, yo te mostraré como se corteja a una mujer”.
Desde éste punto de vista la joven homosexual no se ubica dentro de la estructura perversa, más bien, es una
joven histérica. Si se observa detenidamente con los elementos que nos propone Lacan, la joven continúa
atada al padre, de una manera diferente a Dora, esta atadura al padre se hace evidente por su identificación a él
y también por los reproches dirigidos al padre, que exterioriza al cortejar a la dama. La joven homosexual
mantiene viva la promesa de un hijo por parte del padre. No está demás observar que la joven no es
estrictamente homosexual, no tiene por objeto de deseo a las mujeres y eso se patentiza cuando Freud destaca
que ante el cortejo de una mujer, la joven la rechaza y afirma Freud que la sujeto no ha tenido encuentros
homosexuales con ninguna mujer, de hecho, la dama a la que ella corteja no accede nunca a intimidades con la
joven e incluso la insta a que se aleje de ella.
En esta mostraciones no es homosexual más que en un acto de mostración perversa, lo que realiza, dice Lacan,
es una metonimia, es decir, dar a entender algo hablando de otra cosa. En éste caso, demuestra al padre como
debe cortejarse a una mujer por lo que ella no tiene, mostrando una mascarada homosexual. ¿Qué manera
hay de mostrar como se corteja a una mujer, si no es haciéndolo ella misma (en postura homosexual) a
otra mujer?
En el análisis del caso Dora, Lacan nos muestra que siguen manteniéndose los mismos elementos, la joven, el
padre y la dama.
Dora es presentada a Freud como una enferma por parte del padre, quien se alarma ante el descubrimiento de
una carta de suicidio que tiene todas las características de una mostración a modo de llamado de atención. Éste
padre y la misma Dora le ocultan a Freud el hecho de que el padre tenga como amante a una tal Señora K. El
padre y la sujeto mantienen una relación de cuarteto con la otra pareja, el señor y la señora K. A diferencia del
caso de la joven homosexual, en el que la joven introduce a la dama como tercer elemento, en Dora, el padre
es el que introduce a la señora K. al circuito.
Dentro del historial se destaca claramente que Dora reivindica el amor por su padre sintiéndose arrebatada del
mismo por la señora K. Ante esta situación Freud deduce que la joven tenía pleno conocimiento de la relación
del padre con la señora K, y aun mas, sostenía ella misma el vínculo entre ambos y era entregada por el padre
a modo de recompensa, al señor K. Es en esos momentos cuando Freud le pregunta acerca de su implicancia
en el circuito relacional.
En el transcurso del historial podemos ver que Dora mantenía una relación muy especial con la señora K., a
quien luego se contrapondrá y pedirá al padre que concluya la relación con dicha señora.
67
Sin lugar a dudas, el señor K era una figura muy importante para Dora y mantenía con él un vínculo libidinal,
nos obstante, la naturaleza de ese vínculo no era del modo en que Freud lo estaba viendo, insistiendo acerca
del amor de ella por el señor K., más bien, éste sujeto era el personaje viril con el que Dora se identificaba. En
la medida en que su Yo se identificaba con el Yo del señor K. ella era el señor K., y desde ahí Dora se vincula
con la señora K. (recordemos que la misma protagonista del historial había reemplazado a la señora K. en sus
funciones como ser, cuando cuidaba a los hijos.).
La señora K. es objeto de adoración por quienes la rodean, tiene a su marido y también el mismo padre de la
joven mantiene relaciones con ella, ésta mujer representa para Dora su pregunta “¿Qué es ser una mujer?” y
parece ser que para Dora la respuesta está en esa mujer a la que todos ADORAN, he aquí la significación del
fragmento del sueño en donde ella ADORA a la Madonna por horas y la mira fascinada, observamos aquí
como la señora K. está representada por la Madonna en el sueño de Dora.
A diferencia del caso de la joven homosexual, en éste historial tenemos un padre impotente, acosado por
varias enfermedades que lo dejan convaleciente y que Dora espera de él un don que nunca recibe, podríamos
decir, un padre impotente al cual la sujeto ama y se mantiene apegada.
Volviendo a la pregunta de Dora sobre “¿Qué es ser una mujer?” podríamos desarrollarla y decir “¿qué es lo
que mi padre ama más allá de la señora K?” Dora se aferra precisamente a lo que su padre ama en otra en la
medida en que no sabe que es lo que es. La señora K. hace lo que dora no puede hacer, es decir, ser objeto de
deseo de un hombre, posicionarse como objeto de deseo, y si no lo puede hacer es porque no sabe cómo, y
esta señora estaría encarnando su “pregunta” y eso mismo es lo que provoca la satisfacción de que su padre
ame a la señora K.
Ahora, ¿por qué Dora insiste en que el padre termine la relación con esa mujer? Para que eso sucediera, el
circuito se debe haber roto y aquí juega otro papel fundamental el señor K. Dora le pega la bofetada cuando él,
con su frase “junto a mi mujer no hay nada”, la anula del circuito a la señora K. autoeliminándose del mismo.
Si junto a la señora K. no hay nada, entonces ya no encarna a la pregunta de Dora, ella ya no se fascina con la
señora K. y no puede permitir de que su padre la ame, pues si la señora K. ya no encarna su pregunta, ella no
es el “más allá” de la señora K. en la relación con su padre. Si el señor K. solo está interesado en ella,
entonces el padre solo está interesado en la señora K. y esto es lo que no puede tolerar Dora, porque ella no
sabe cómo ser un objeto de deseo de otro. Allí es cuando la paciente comienza con sus demandas hacia el
padre y reivindica su amor hacia él.
UNIDAD IV
FREUD, Sigmund. (1980). A propósito de una caso de neurosis obsesiva (Hombre de las ratas)
En estas páginas, Freud se propone:
a) Hacer algunas comunicaciones fragmentarias del historial clínico de un caso grave de neurosis
obsesiva, cuyo tratamiento llegó a feliz término antes del año.
b) Indicar algunas ideas sobre la génesis y el mecanismo fino de los procesos obsesivos, como
continuación de indagaciones anteriores publicadas en 1896.
Comprender una neurosis obsesiva es más difícil que comprender una histeria: el discurso obsesivo es un
dialecto de la histeria, y estos pacientes no suelen someterse al tratamiento tan fácilmente, haciéndolo cuando
los síntomas ya son graves.
HISTORIAL CLÍNICO
Un joven se presenta diciendo que tiene representaciones obsesivas desde la infancia, aunque particularmente
intensas desde hace cuatro años. Lo principal son temores de que le suceda algo malo a su padre y a una dama
a quien admira. Además, dice sentir impulsos obsesivos (por ejemplo cortarse el cuello con una navaja), y
68
producir prohibiciones, aún relacionadas con cosas indiferentes. Todo ello le hizo rezagarse en sus estudios
universitarios. Su vida sexual fue más bien pobre, habiendo tenido el primer coito a los 26 años.
1. La introducción del tratamiento
Luego de prescribirle la regla de hablar de cualquier cosa, P relata que tenía un amigo a quien le preguntaba si
él no era un criminal y si por ello no lo desprecia, y su amigo le aseveraba siempre que no era así. Antes,
también tenía otro compañero que lo elogiaba mucho, pero que luego lo rebajó totalmente, cuando pudo
usarlo para llegar a su hermana, que era quien en realidad le interesaba.
2. La sexualidad infantil
Enseguida después de lo anterior, cuenta una escena ocurrida hacia los 4 o 5 años donde le tocó los genitales a
la señorita Peter por debajo de la falda. Desde entonces siente deseos intensos por ver mujeres desnudas.
Recuerda también que a los 6 años espiaba a la señorita Lina cuando se desnudaba. Hacia los 7 años recuerda
de dicha señorita un comentario hecho delante de otras personas donde lo menospreciaba en relación con su
sexualidad, y P empezó a llorar.
Cuenta también que tenía erecciones ya a los 6 años y que acudió a su madre para quejarse. Surgió la idea
enfermiza que sus padres sabrían sus pensamientos, cosa explicable por habérselos declarado sin oírlos él
mismo. En esto P ve el comienzo de su enfermedad. Sentía además que iba a suceder algo malo si veía
mujeres desnudas, (como por ejemplo que su padre moriría), por lo que hacía toda clase de cosas para
impedirlo.
Lo que P marca como el comienzo de la enfermedad es ya la enfermedad misma: una neurosis obsesiva con
todos sus elementos característicos. Su deseo de ver no tiene al principio carácter obsesivo porque no entró en
conflicto con el Yo, que no lo siente como ajeno, pero algo de ello hay por cuanto a dicho placer acompaña un
afecto penoso: 'cualquier' cosa mala puede suceder. Esta imprecisión es típica de las neurosis, pero detrás de
ella se esconde algo muy preciso: "si deseo ver a una mujer desnuda, mi padre tiene que morir". Frente a esta
idea obsesiva luego instrumentará medidas protectoras.
Así, quedan configurados todos los elementos de la neurosis:
1. Una pulsión erótica y una sublevación contra ella
2. Un deseo, aún no obsesivo, y un temor, ya obsesivo, que lo contraría
3. Un afecto penoso y acciones defensivas contra él.
4. También encontramos una formación delirante: que sus padres sabrían sus pensamientos por haberlos
declarado él mismo sin oírlos.
Esto revela la existencia de procesos inconcientes: "digo mis pensamientos sin oírlos" suena como una
proyección hacia afuera de nuestro propio supuesto, a saber, que él tiene unos pensamientos sin saber nada de
ellos, como una percepción endopsíquica de lo reprimido.
Como toda neurosis, presenta aspectos absurdos, como por ejemplo porqué debe morir el padre si en P
aparecen deseos concuspicentes (eroticos). Más adelante Freud intentará mostrar que detrás del absurdo se
esconde una lógica, sólo comprensible si nos remitimos a las primeras vivencias traumáticas, conflictos y
represiones del paciente, que luego sucumbieron a la amnesia infantil, amnesia que termina en P hacia los 6
años, y por ello es a partir de dicha edad que comienza la sintomatología. Recordemos también que el origen
de las neurosis obsesivas no ha de buscarse en la vida sexual actual (muchas veces normal, vista
superficialmente), sino en la vida sexual infantil y más concretamente en una actividad sexual prematura.
3. El gran temor obsesivo
P cuenta una vivencia que fue su motivo de consulta a Freud. Un capitán, que no le gustaba por su crueldad, le
cuenta un castigo donde sobre el trasero de la persona se le pone un tarro dado vuelta lleno de ratas, que
69
penetran... "por el ano", completa P. en su relato. Siente esto como una fantasía, en la cual se incluye también
que dicho castigo lo sufre una mujer conocida de él a quien admira, así como también su padre (aun cuando
éste había muerto hacía años). De esta fantasía se defiende pensando que será sancionado si fantasea lo
descrito.
Al día siguiente del encuentro con el capitán, relata que alguien retiró por él unos quevedos que había pedido
por correo, por lo que debía reembolsarle el dinero (3,80 coronas). Enseguida pensó: "si devuelvo el dinero se
cumplirá la fantasía de las ratas en la mujer y en mi padre". Frente a este impulso de no devolver el dinero, P
implementó toda una serie de tortuosas acciones destinadas a devolverlo a pesar de todo, es decir, quería
oponerse al impulso de no devolverlo. Sólo en un tercer relato P empezó a aclarar estos recuerdos.
En la misma sesión expuso también sus argumentos en relación con sus actuales creencias (hasta sus 14-15
años había sido muy religioso): "como no podemos conocer nada del más allá, no arriesgamos nada, por lo
tanto, hazlo", que se puede traducir como creer por las dudas, aunque no por fe.
En la tercera sesión relata una serie de conductas y justificativos incomprensibles y disparatados, derivados de
su obsesión por cumplir el juramento de pagarle a A la deuda. En P oscilan impulsos contradictorios de igual
fuerza y por ello tiene muchas cavilaciones y dudas y no puede decidir, dejando que lo haga cualquier
acontecimiento fortuito.
4. La introducción en el entendimiento de la cura
Autorreproche obsesivo: un año después de fallecer su padre y en ocasión de la muerte de una tía política, en
P. se intensifican enormemente los reproches de no haber estado presente cuando su padre murió, por lo que
se siente un criminal. Este sentimiento puede parecer desmedido en relación con la situación, pero hay que
entender que se ha producido un falso enlace a partir de una representación original, que es la que hay que
averiguar. Por lo demás, P. también espera encontrar a su padre en diferentes sitios, cosa que forma parte del
normal trabajo de duelo.
En la sesión siguiente y ante un comentario de P, Freud le indica que el efecto curativo pasa por descubrir el
contenido ignorado al cual pertenece el reproche y la culpa, es decir, por unir conciente (la persona ética) e
inconciente (el mal). P intuye acertadamente el vínculo de lo inconciente con lo infantil. Freud le confirma
esto diciendo que lo inconciente es aquella parte de la persona que una vez reprimió (suplantó) y no acompañó
su ulterior desarrollo. P se pone contento cuando Freud le da un buen pronóstico por su edad y por lo intacto
de su personalidad.
En la sesión siguiente relata un hecho acaecido a los doce años, cuando le acudió la idea de que una niña
conocida le demostraría amor si a él le ocurría una desgracia: la muerte de su padre. A propósito de esta idea
obsesiva, hablando con Freud, P se asombra diciendo que esta muerte no es un deseo sino un temor. Freud le
dice que su intenso amor al padre es la contrapartida del odio reprimido hacia él: conciente e inconciente son
opuestos. Es el mismo amor que impide al odio mantenerse conciente. Este odio no es, no obstante, destruido
pues está unido con una fuente u ocasión, que son los apetitos sensuales a raíz de los cuales ha sentido al
padre como perturbador, siendo el conflicto entre sensualidad y amor infantil algo típico; una prematura
explosión sensual determinó una gran contención de ella.
El deseo de eliminar al padre como perturbador es muy antiguo, y anterior al sexto año, que es cuando se
instala el recuerdo en forma continuada. Con esta construcción concluye provisionalmente la elucidación.
En la séptima sesión, P retoma el mismo tema, y dice no poder creer que alguna vez haya tenido deseos de
eliminar al padre. Refiere a continuación una acción criminal que recuerda haber cometido pero al mismo
tiempo no concibe que la haya hecho: fue cuando disparó contra su hermano, de quien tenía muchos celos por
ser el preferido. Freud arguye que es probable que haya ocurrido lo mismo mucho antes con su padre, pero no
lo recuerda. Lo que sí recuerda son fantasías de venganza contra una dama que no le correspondía. En todas
70
estas fantasías también aparece el rasgo de la cobardía, que a él le parece horroroso: la venganza y la cobardía
son mociones infantiles, surgidas antes de la aparición de una ética.
P dice que la enfermedad se acrecentó luego de la muerte de su padre: el duelo por él es la principal fuente
de la intensidad de la enfermedad, y halló en esta su expresión patológica (un duelo normal no tiene, como
aquí, duración ilimitada). Hasta aquí queda relatada la parte expositiva del tratamiento, que abarcó unos once
meses.
5. Algunas representaciones obsesivas y su traducción
Las representaciones obsesivas aparecen inmotivadas o bien sin sentido, y para aclararlas debemos hacer una
traducción de ellas. Esto se consigue relacionándolas con el vivenciar del paciente, o sea explorando cuándo
emergió por vez primera dicha idea obsesiva, y bajo qué circunstancias externas suele repetirse. Accedemos
así a su significado, su génesis y su origen pulsional.
Un ejemplo es el impulso suicida de P, consistente en la idea de cortarse el cuello con una navaja. El nexo de
esta idea con el vivenciar del paciente fue este: la idea le vino cuando su amada no estaba pues debía cuidar a
la abuela. Por tanto, la abuela le impedía ver a la amada, y le vinieron ganas de matarla. Frente a este impulso
muy censurable pensó entonces matarse él mismo por semejantes pensamientos, utilizando aquí una defensa
contra el impulso reprobable: la inversión, pues la acción de matar se volvía contra él.
Otro ejemplo es una idea obsesiva: debía adelgazar porque estaba muy gordo, con lo cual no comía y hacía
ejercicios. Tal idea le vino cuando la mujer que él apetecía estaba en compañía de un primo de nombre
Richard (Dick = gordo). Como en el caso del impulso suicida, vemos también aquí un impulso destructivo
hacia el primo, del cual se defendía imponiéndose el autocastigo de adelgazar.
Encontramos en P otras acciones obsesivas: ponerle la capa a su amada para que no le pase nada (compulsión
protectora), contar hasta 40 o 50 entre rayo y trueno, y quitar una piedra para que al carruaje que llevaba a la
mujer no le pasara nada. Frente a esto último, se vio obligado a volver a poner la piedra en su lugar, por juzgar
su anterior acción ridícula. Tras la partida de ella, se apoderó también de P la obsesión por comprender cada
sílaba de lo que cualquiera le dijera.
Todos estos productos dependen de un episodio en relación con su amada. La compulsión de comprender
derivaba de querer entender ciertas actitudes de ella hacia él, y que P desplazó a otras personas. La
compulsión protectora era una reacción frente a una moción hostil hacia la amada, y la de contar es una
defensa contra temores que significaban peligro de muerte. Asimismo, sacar y poner la piedra expresan
también esta fuerte ambivalencia hacia la amada: cuidarla (amor) y destruirla (odio).
Tales acciones obsesivas en dos tiempos, donde el primero es cancelado por el segundo, es típico de la
neurosis obsesiva, y expresan el amor y el odio, dos mociones de intensidad casi igual (a diferencia de la
histeria, donde se mata dos pájaros de un tiro incluyendo ambos opuestos en una sola figuración). El paciente
no ve la relación entre ellas y las justifica mediante una racionalización.
En P, el conflicto amor-odio se expresa también en sus plegarias y en un sueño que trajo a sesión. Tal
ambivalencia se manifestaba especialmente con su amada, a quien por momentos quería y por momentos
pensaba que ella no valía la pena, o bien tenía fantasías de venganza hacia ella, muchas veces escondida en
fantasías de ternura.
6. El ocasionamiento de la enfermedad
Un día P relata al pasar un episodio donde puede verse el ocasionamiento de la enfermedad, o al menos su
ocasión reciente, hace seis años atrás. Esto ocurre en la neurosis obsesiva, porque en la histeria las ocasiones
recientes sucumben a la represión y no se recuerdan: el neurótico obsesivo, en vez de olvidar el trauma, le
quitó investidura de afecto quedando como secuela un contenido indiferente y considerado inesencial. Así, el
71
neurótico obsesivo tiene noticia de su trauma pues no lo olvidó, pero no tiene noticia porque no discierne el
significado de lo recordado.
Por eso, enfermos obsesivos con autorreproches anudan sus afectos a ocasionamientos falsos, sin
comprender el significado de los primeros. Cita Freud el caso de la persona que no sentía escrúpulos en sus
contactos sexuales con señoritas, pues los había desplazado al aseo de los billetes. Con tal desplazamiento
consigue una ganancia de la enfermedad: puede obtener satisfacción sexual.
Freud describe seguidamente el ocasionamiento de la enfermedad de P. Su padre había intentado casarse con
una mujer pobre, pero luego optó por una rica, lo que le permitió progresar en su trabajo. Este conflicto se
reactualiza en P cuando siendo más grande debe optar por elegir a su amada pobre o a otra muchacha rica que
le habían seleccionado sus parientes.
Tal conflicto, que era entre su amor y el continuado efecto de la voluntad paterna, lo solucionó enfermando:
empezó a andar mal en los estudios y en el trabajo. Este resultado de su enfermedad se halla entonces en el
propósito (o motivo, causa u ocasionamiento) de ella.
Sólo más tarde P pudo comprender que ello se originaba en el plan matrimonial que tenía su familia para él,
cuando estableció una relación transferencial donde Freud era el padre y cierta chica que había visto en su
casa era una hija rica que le ofrecía.
Un sueño ilustra esto: "se ve ante sí a mi hija, pero tiene dos emplastos de excrementos en lugar de ojos", lo
que se traduce como "se casa con mi hija, no por sus lindos ojos, sino por su dinero".
7. El complejo paterno y la solución de la idea de las ratas
Del ocasionamiento de la enfermedad mencionado en sus años maduros, un hilo nos lleva a la niñez de P. El
conflicto entre la voluntad del padre y su inclinación enamorada es antiguo y primordial, planteándose ya
desde los años infantiles del paciente.
Algo del orden de la sexualidad se interponía entre padre e hijo: el padre había entrado en oposición con el
erotismo del hijo, tempranamente despertado. Sus ideas obsesivas infantiles se ven cuando años después de
morir el padre, el hijo experimenta el placer del coito por vez primera exclamando "Esto es grandioso. A
cambio de ello uno podría matar a su padre". El padre había desaconsejado a su hijo la compañía de la dama
que quería.
P empezó su quehacer onanista hacia los 21 años, poco tiempo después de la muerte de su padre, pero,
avergonzado por ello, lo practicó luego sólo en muy contadas ocasiones, o sea: había una prohibición pero
también podía oponerse a ella.
Luego de fallecido, P fantaseaba con que aparecería su padre de noche: así lo alegraba pues lo encontraría
estudiando, pero también lo desafiaba porque entonces tenía el impulso de verse en el espejo el pene desnudo.
Vemos aquí nuevamente la ambivalencia hacia el padre, similar a la mostrada en relación con su amada en el
episodio de la piedra.
En base a estos datos, Freud aventura una construcción: de niño, a los 6 años, su padre le había prohibido el
onanismo, lo que acentuó su odio hacia él al perturbarle el goce sexual. El paciente recuerda, en efecto, una
escena donde su padre le había hecho una reprimenda y él lo había desafiado e insultado. Ante la magnitud de
esa ira, desde entonces se volvió cobarde, y sentía gran angustia ante situaciones de violencia.
P refiere que su madre recuerda que fue castigado entre los 3 y 4 años por haber mordido a alguien,
presumiblemente a la niñera, aunque ella no le dio una connotación sexual.
Poco a poco el paciente comprendía que se había instalado desde una época muy temprana una ira contra su
padre amado, devenida luego latente. Transferencialmente se comportaba con Freud como lo había hecho con
su padre: lo insultaba, lo apreciaba, temía que le pegara, etc.
72
Poco a poco quedó así el camino abierto para comprender la representación de las RATAS. Recordemos que P
había reaccionado violentamente a dos dichos del capitán checo: la tortura de las ratas, y su reclamación de
devolver el dinero a A: algún contenido inconciente habrá sido tocado.
P se había identificado con su padre, también militar. Las palabras del capitán "Debes devolver el dinero al
teniente A" le sonaron como una alusión a una deuda que una vez contrajo su padre, y que había quedado
impaga. El padre había pedido dinero pues lo perdió jugando a las cartas ("spielratte" es jugador empedernido
o rata de juego).
En cuanto a la representación del castigo con las ratas, ésta despertó pulsiones y recuerdos varios en el breve
intervalo entre el relato de ese castigo y la reclamación del dinero, y aún después, y que adquirieron varios
significados simbólicos. Las ratas equivalían para P a gusanos, a penes y a hijos. La relación rata=pene lleva a
que el castigo era una representación del coito anal, y la relación rata=hijo lleva a pensar que la rata era una
representación de sí mismo pues él, como las ratas, había mordido a alguien y era perseguido y castigado por
ello. P sintió, cuando el capitán contó el castigo, que este era su padre que lo amenazaba con el mismo.
También hay una relación con la dama con quien iría a casarse (heiraten) y con quien no podía tener hijos
pues había sido operada de los ovarios.
El castigo de las ratas, donde estas entran en el ano, es una inversión defensiva, una desfiguración de la
entrada de las ratas=penes en el ano, fantasía basada a su vez en dos teorías sexuales infantiles: que los hijos
salen por el ano, y que los varones pueden tener hijos como las mujeres. P había blasfemado como su padre y
su amada, a quienes amaba. Esto pedía un castigo: imponerse un juramento imposible de cumplir, o sea,
devolver el dinero a A. En el fondo de todo esto parece estar el conflicto entre obedecer al padre y permanecer
fiel a su amada.
SOBRE LA TEORÍA
1. Algunos caracteres generales de las formaciones obsesivas (1924)
La definición de 1896 de representaciones obsesivas como reproches mudados o disfrazados que retornan de
la represión y están referidos a una acción sexual infantil placentera, peca por demasiado unificadora y está
basada en datos de enfermos obsesivos. En realidad es mejor hablar de un pensar obsesivo, que puede abarcar
deseos, tentaciones, impulsos, reflexiones dudas, mandamientos y prohibiciones.
En la lucha defensiva secundaria que el enfermo libra contra las representaciones obsesivas que aparecen en
su conciencia se producen formaciones que podemos denominar delirios: no son argumentos puramente
racionales contrapuestos al pensamiento obsesivo sino una variedad de ambos, configurando un pensar
patológico. Por ejemplo, P no dejó de ver su pene en el espejo por pensar qué diría su padre si lo viera, sino
por pensar que si volvía a hacer eso, a su padre le pasaría algo malo en el más allá.
Los enfermos desconocen el significado de sus representaciones obsesivas, pues estas están desfiguradas por
la lucha defensiva primaria, y el pensar conciente ve en ella simplemente un malentendido. Este
malentendido se ve no sólo en las ideas obsesivas mismas, sino también en los productos de la lucha
defensiva secundaria, como por ejemplo en las fórmulas protectoras.
No todas las ideas obsesivas de P eran de tan compleja edificación como la de la representación de las ratas.
También hay desfiguraciones por omisión, las llamadas elipsis, donde se omite un razonamiento intermedio.
Por ejemplo, cuando el paciente dice "si yo me caso con la dama, a mi padre le sucederá una desgracia", ello
debe traducirse como "si me caso con la dama y mi padre viviera para saberlo, se enojaría tanto que yo
volvería mi ira contra él y lo mataría".
2. Algunas particularidades psíquicas de los enfermos obsesivos; su relación con la realidad, la
superstición y la muerte
Trata Freud aquí algunos caracteres típicos de los enfermos obsesivos:
73
1) Superstición: El paciente P oscilaba entre dos opiniones: cuando surgía una obsesión, ridiculizaba su
credulidad supersticiosa en ella, pero cuando no podía explicar una compulsión vivenciaba las más raras
contingencias que justificaban su crédula convicción. Entonces, no era y era supersticioso al mismo tiempo,
aunque su cultura le impedía creer en vulgaridades como el número 13, etc., aunque creía en sueños proféticos
o signos premonitorios que, a modo de 'milagros', le permitían anticipar situaciones que luego efectivamente
ocurrían, sólo que por obra y gracia de trampas mentales. La superstición es explicable en la neurosis
obsesiva: aquí la represión no ocurre por amnesia sino por desconexión de nexos causales por sustracción de
afecto. Tales vínculos reprimidos son proyectados en el mundo exterior, adjudicándoles así una virtud
admonitoria.
2) Incertidumbre o duda: La duda le sirve a todo neurótico para sacarlo de la realidad y aislarlo del mundo:
por ejemplo, P era hábil para evitar cualquier información que lo obligase a convencerse de algo, con lo que
podía seguir en la duda. Los temas elegidos suelen ser los que son dudosos para todo el mundo, como la
filiación paterna, la duración de la vida, qué pasa luego de la muerte, etc., cosa que usa cada enfermo para la
formación de su síntoma.
3) Omnipotencia: los pacientes obsesivos sobreestiman el poder de sus pensamientos y sentimientos, de sus
buenos y malos deseos, en la creencia que realmente ejercerán efectos. Esto proviene de la antigua manía
infantil de grandeza. Por ejemplo, P relata que deseó que a un profesor de diera un ataque de apoplejía, cosa
que ocurrió después. En otra ocasión, fue rechazado por una señorita y más tarde ésta 'como castigo' se tiró
por la ventana, haciéndose entonces reproches por ello. De estas formas se convenció de la omnipotencia de
sus sentimientos de amor y odio. Estos enfermos sobreestiman el efecto de sus sentimientos hostiles sobre el
exterior porque gran parte del su efecto psíquico interior escapa a su conocimiento conciente. Su amor, o
mejor su odio, son realmente hiperpotentes pues crean, justamente, aquellas ideas obsesivas cuyo origen no
comprende y de las que se defiende sin éxito.
4) Actitud ante la muerte: Los temas de la muerte, el más allá, la posibilidad de la muerte de otros,
habitualmente seres queridos, y la duración de la vida están siempre presente en el neurótico obsesivo, y todo
ello influye sobre sus pensamientos y fantasías. Necesitan de la posibilidad de muerte para solucionar los
conflictos que dejan sin resolver, ya que siempre posponen decisiones.
3. La vida pulsional y la fuente de la compulsión y la duda
Para conocer las fuerzas psíquicas que edifican la neurosis de P, debemos remontarnos a las ocasiones de su
enfermedad en la madurez y en la infancia.
En la madurez: cuando se vio tentado de casarse con una muchacha a la que no amaba, evitando
decidir sobre ello y posponiendo para ello todas sus actividades.
En la infancia: la oscilación entre la amada y la otra puede reducirse a la elección conflictiva entre el
padre y el objeto sexual acontecida, según los recuerdos y ocurrencias obsesivas, en la primera
infancia.
La relación de P con el padre era ambivalente, lo mismo que la relación con su amada. P no tenía conciencia
concretamente de su hostilidad hacia el padre: en esta represión del odio infantil hacia el padre encontramos la
raíz del desarrollo ulterior de la neurosis. Ambos conflictos de sentimientos están anudados: el odio contra la
amada se sumó a la fidelidad al padre, y a la inversa. Sin embargo, ambas corrientes conflictivas (oposición
padre-amada, y, por otro lado, amor-odio dentro de cada una de ellas) no tienen entre sí nada que ver ni por su
contenido ni por su génesis. El conflicto padre-amada es reducible al conflicto de elección amorosa entre
hombre o mujer, lo que encuentra su solución aún valorizando un sexo a expensas de desvalorizar al otro.
En cambio el conflicto amor-odio nos resulta extraño, porque si bien normalmente se resuelve triunfando uno
de los dos, en el caso de P vemos que persiste sin resolver: el amor y el odio se mantienen con igual intensidad
por mucho tiempo.
74
El amor no pudo extinguir el odio, sino enviarlo a lo inconciente donde, libre de la censura, pudo conservarse
y aún crecer. Así, el amor conciente crece para mantener reprimido el odio. Esta división ocurrida en la
infancia temprana con represión de una de las partes -por lo común el odio- sería la condición para esta
sorprendente constelación de la vida amorosa.
Las conductas descriptas de amor y odio son típicas de la neurosis obsesiva, aunque ese odio sofocado por el
amor es también importante en la histeria y la paranoia, por lo que el problema de la 'elección de neurosis' no
pasa por allí.
Freud arriesga una hipótesis: en los casos de odio inconciente, el componente sádico del amor tuvo un
desarrollo intenso que produjo una sofocación prematura y radical, lo que explica la ternura conciente
intensificada como reacción por un lado, y por otro el sadismo inconciente que sigue produciendo efectos
como odio.
Ambas tendencias son intensas y opuestas y el neurótico obsesivo, mediante el uso del desplazamiento, hace
que su incapacidad para decidir vaya extendiéndose cada vez más a toda su vida.
Expliquemos ahora el porqué de la duda y la compulsión. La duda corresponde a la percepción interna de la
indecisión en sus actos deliberados, como consecuencia de la inhibición del amor por el odio. Es una duda en
cuanto al amor que se ha desplazado a todo lo demás, aún a lo ínfimo e indiferente. Es la misma duda que
lleva a la incertidumbre sobre las medidas protectoras y su repetición continuada para desterrarla (para el
enfermo la medida protectora nunca es eficaz y siempre debe repetirla), y que torna a tales medidas
protectoras tan incumplibles como la original decisión de amor.
La compulsion es un intento por compensar la duda y rectificar la insoportable inhibición en ella implicada. Si
por fin se logró, mediante un desplazamiento, resolver algún designio inhibido, es necesario que este se
ejecute, aunque no sea el original. Se exterioriza así en mandamientos y prohibiciones ya que es ora el
impulso tierno, ora el hostil el que busca ese camino para la descarga. Si el mandamiento obsesivo no se
cumple la tensión es insoportable y se percibe como angustia. Pero el camino mismo hacia la acción
sustitutiva desplazada a algo ínfimo es disputado con tanto ardor que, casi siempre, aquella acción sólo puede
imponerse como una medida protectora en estrecho empalme con un impulso sobre el que recae la defensa.
Se dan también dos regresiones: del actuar al pensar, y del amor objetal al autoerotismo. Respecto de la
primera, el pensar sustituye a la acción y, en vez de una acción sustitutiva, se impone compulsivamente algún
estadio que corresponde al pensamiento previo a la acción. Según la intensidad de la regresión, podrá
prevalecer el pensar obsesivo (representación obsesiva) o el acto obsesivo.
La primera regresión es también promovida por la temprana emergencia de las pulsiones sexuales de ver y
saber: cuanto más prevalezca la pulsión de saber, el cavilar (pensar) más se convertirá en el síntoma principal
de la neurosis: el sujeto obtiene ahora placer en el mismo acto de cavilar, más que en el contenido del
pensamiento.
Las acciones obsesivas resultan de una formación de compromiso entre dos impulsos que se combaten
mutuamente. Se asemejan así a las acciones sexuales autoeróticas, llegándose así a actos de amor pero,
mediante una nueva regresión, no son dirigidos al otro objeto de amor y odio sino a acciones autoeróticas
como las infantiles.
Lo compulsivo. Compulsivos se vuelven aquellos actos de pensar que, a consecuencia de la inhibición de los
opuestos en el extremo motor de los sistemas del pensar, se realizan con un gasto energético normalmente
destinado a realizar la acción. O sea, el pensar reemplaza regresivamente a esta última. Pero el pensamiento
obsesivo debe ser asegurado contra los empeños disolventes del pensar conciente, protección que se logra
mediante la desfiguración experimentado por el pensamiento obsesivo antes de devenir conciente. Sin
embargo hay otro medio, el aislamiento, mediante el cual se interpola un intervalo entre la situación patógena
y la idea obsesiva subsiguiente, lo cual despista la investigación causal del pensar conciente. Además, el
75
contenido de la idea obsesiva es desasido, por generalización, de sus referencias especiales. Cabe también
incluir en la génesis de la neurosis, a juzgar por ciertos comportamientos de P, un placer de oler sepultado
desde la infancia, y muy relacionado con la pulsión sexual.
En suma: lo que distingue a la neurosis obsesiva de la HISTERIA no debe buscarse en la vida pulsional sino
en las constelaciones psicológicas descriptas. Nuestro paciente P estaba fragmentado en tres personalidades:
una inconciente y dos preconcientes, entre las cuales oscilaba su conciencia. Por ejemplo P tenía una faceta
reflexiva y jovial, y otra ascética y supersticiosa, ambas preconcientes. El inconciente por su lado abarca las
mociones apasionadas y malas tempranamente sofocadas.
NEUROSIS RELIGIÓN
Sólo por el empeño de la terapia psicoanalítica se le Por lo común también el individuo piadoso práctica
hacen concientes el sentido de la acción obsesiva. el ceremonial de la religión sin inquirir por su
La acción obsesiva sirve a la expresión de motivos y significado. Todos los creyentes ignoran los motivos
representaciones inconcientes. que esfuerzan a la práctica de la religión, o estos
están subrogados en su conciencia por unos motivos
que se aducen en su lugar como pretexto
Mayor diversidad individual de las acciones Estereotipia del rito (rezo, prosternación, etc.)
ceremoniales [neuróticas]
Carácter privado Carácter comunitario
Los agregados del ceremonial neurótico aparecen Los pequeños agregados del ceremonial religioso se
necios y carentes de sentido entienden plenos de sentido y simbólicamente
El ceremonial se liga a pequeñas acciones de la vida En el ámbito religioso hay una parecida tendencia al
76
cotidiana y se exteriorizaba en necios preceptos y desplazamiento del valor psíquico, de suerte que
limitaciones de aquellas. El mecanismo del poco a poco las minucias del ceremonial se
desplazamiento psíquico gobierna los procesos convierten en lo esencial de la práctica religiosa.
anímicos de la neurosis obsesiva
SIMILITUDES
Angustia de la conciencia moral a raíz de omisiones. A la conciencia de culpa del neurótico obsesivo
corresponde la declaración de los fieles: ellos sabrían que en su corazón son pecadores; y las prácticas
piadosas (rezo, invocaciones, etc.) parecen tener el valor de unas medidas de defensa y protección
Pleno aislamiento respecto de todo otro obrar (prohibición de ser perturbado)
Escrupulosidad con que se ejecutan los detalles
También la formación de la religión parece tener por base la sofocación de ciertas mociones
pulsionales; no obstante, no se trata, como en la neurosis, de componentes exclusivamente sexuales,
sino de pulsiones egoístas, perjudiciales para la sociedad, a las que por otra parte no les falta un aporte
sexual
En las acciones obsesivas todo posee sentido y es interpretable. Lo mismo vale para el ceremonial en sentido
estricto, sólo que la prueba requeriría en este caso una comunicación más circunstanciada.
Quien padece de compulsión y prohibiciones se comporta como si estuviera bajo el imperio de una conciencia
de culpa de la que él, no obstante, nada sabe. Conciencia de culpa:
Tiene su fuente en ciertos procesos anímicos tempranos, pero halla permanente refrescamiento en la
tentación, renovada por cada ocasión reciente.
Genera una angustia de expectativa siempre al acecho, una expectativa de desgracia que, por medio
del concepto del castigo, se anuda a la percepción interna de la tentación.
En los comienzos de la formación del ceremonial, todavía le deviene conciente al enfermo que está forzado a
hacer esto o aquello para que no acontezca una desgracia. El nexo entre la ocasión a raíz de la cual emerge la
angustia de expectativa y el contenido con el que ella amenaza ya está oculto para el enfermo. El ceremonial
comienza, entonces, como una acción de defensa o de aseguramiento, como una medida protectora.
Una especial escrupulosidad dirigida a la meta de la pulsión nace a raíz de su represión, pero esta formación
psíquica reactiva no se siente segura, sino amenazada de continuo por la pulsión que acecha en lo inconciente.
El influjo de la pulsión reprimida es sentido como tentación, y en virtud del propio proceso represivo se
genera la angustia, que se apodera del futuro como una angustia de expectativa. El proceso de la represión que
lleva a la neurosis obsesiva debe calificarse de imperfectamente logrado, y amenazado cada vez más por el
fracaso. Por eso se requieren siempre nuevos empeños psíquicos para contrabalancear el constante esfuerzo de
asalto de la pulsión. Así, las acciones ceremoniales y obsesivas nacen en parte como defensa frente a la
tentación, y en parte como protección frente a la desgracia esperada.
Tanto la neurosis obsesiva como todas las afecciones parecidas, se exteriorizan (síntomas, entre ellos también
las acciones obsesivas) cumpliendo la condición de un compromiso entre los poderes anímicos en pugna. Por
eso siempre devuelven también algo del placer que están destinadas a prevenir. Y con el progreso de la
enfermedad estas acciones se aproximan más y más a las acciones prohibidas mediante las cuales la pulsión
tuvo permitido exteriorizarse en la niñez.
De acuerdo con estas concordancias y analogías, uno podría atreverse a concebir la neurosis obsesiva como
un correspondiente patológico de la formación de la religión, calificando a la neurosis como una religiosidad
individual, y a la religión, como una neurosis obsesiva universal. La concordancia más esencial residiría en la
renuncia al quehacer de unas pulsiones dadas constitucionalmente; la diferencia más decisiva, en la naturaleza
de estas pulsiones, que en la neurosis son exclusivamente sexuales y en la religión son de origen egoísta.
En la neurosis obsesiva se genera una formación de compromiso entre dos poderes anímicos en pugna, uno
conciente y otro inconsciente. Como resultado de esto, se manifiestan las acciones obsesivas a modo de
77
medidas protectoras. Estas acciones entonces se generan con el fin de defenderse ante la tentación de aquello
inconsciente reprimido, es decir, como prevención ante la posibilidad de ceder ante las pulsiones y que suceda
una desgracia. Sin embargo, con el progreso de la enfermedad, estas acciones se aproximan más y más a las
acciones prohibidas que fueron reprimidas con anterioridad.
El interés originariamente erótico por la defecación está destinado a extinguirse en la madurez; en efecto, en
esta época el interés por el dinero emerge como un interés nuevo, inexistente en la infancia; ello facilita que la
anterior aspiración, en vías de perder su meta, sea conducida a la nueva meta emergente.
MILLER, Jacques Alain (1989) La contribución del obsesivo al descubrimiento del inconsciente
Los descubrimientos de colón y de Freud
¿Descubrió Freud el inconsciente como Colón lo hizo con América? Hay una diferencia y es que Colón
descubrió el Nuevo Mundo, mientras que lo que Freud descubrió es algo así como el «viejo mundo». En cierto
modo, no hay mundo más viejo que el inconsciente. El inconsciente representa el pasado. El inconsciente es lo
infantil, pero es como si el descubrimiento del inconsciente le llevara a uno siempre más y más atrás, como si
hubiese un movimiento de buscar siempre en lo anterior, en los primeros años de la vida infantil. Lo esencial
habría quedado decidido a los seis años, a los tres, en el primer año de vida o cuando el organismo no tenía
aún independencia vital por estar dentro del seno materno, es decir, antes del nacimiento.
Freud se vio llevado a analizar el contexto mismo del nacimiento, la relación entre los padres antes de la
concepción misma del individuo, como en el caso del «hombre de las ratas», en el que se diría que uno de los
motivos esenciales de la neurosis del paciente tiene que ver con la culpa paterna anterior al matrimonio con la
madre. Es decir, que ese movimiento de anterioridad va más allá del nacimiento del propio individuo.
El inconsciente siempre hace retroceder de tal manera que la cura analítica ha podido ser teorizada como
regresión y el inconsciente ser presentado como el pasado, un pasado fundamental, porque, en cierto modo, el
inconsciente designa algo del sujeto que nunca ha sido presente para él. El inconsciente siempre desarregla
las categorías de la temporalidad. Freud formula que el inconsciente no conoce el tiempo, y así afirma que los
deseos son eternos. En un sujeto, algo que marca ha sido presente.
Un inconsciente que primero estaría presente con sus deseos no reprimidos, manifestados abiertamente por el
niño y después, en una segunda etapa, una represión que el análisis tendría la tarea de penetrar. Pues bien, el
propio Freud se corrigió introduciendo la noción de una represión primaria, fundamental, que implica que, a
pesar de que se levanten algunas represiones, quedan siempre otras por levantar, como si existiera un límite
absoluto al trabajo del descubrimiento del inconsciente que tiene que ver con la posibilidad de seguir
levantando más y más represiones.
Así, en este descubrimiento falta algo, y es que el inconsciente presenta la paradoja de que hay algo que ha
sido reprimido sin haber estado nunca presente. Algo perdido sin haber sido nunca propiedad del sujeto,
algo que él no ha tenido nunca, de tal manera que es como si al sujeto le correspondiera una pérdida
fundamental. En realidad, en el descubrimiento del inconsciente hay una doble paradoja:
Cuando uno descubre algo del inconsciente, lo descubre. Pero cada vez que se produce ese
descubrimiento, se descubre como algo ya conocido, algo que uno ya sabía. Lo cual no significa que
se trate de un falso descubrimiento: ese «ya lo sabía» es una fórmula característica del análisis. Tanto
en el descubrimiento del inconsciente como en la interpretación hay sorpresa, y la extinción de esa
sorpresa poco después. El inconsciente no se descubre como algo nuevo, sino como algo viejo, un
continente donde ya se había estado sin saberlo, como una aventura sin retorno. Por eso en la
transferencia, Freud llama la atención sobre el aspecto de la repetición.
El inconsciente se descubre también como un lugar al que uno no puede llegar.
El Nuevo Mundo fue descubierto de una vez para siempre, mientras que el inconsciente ha de ser descubierto
por cada uno por su cuenta.
El inconsciente de las palabras
79
tiempo, un esfuerzo al servicio de la continuidad, a partir del número se quiere conseguir una
continuidad, aunque solo se obtenga un infinito innumerable.
2) En el obsesivo resalta en primer plano la categoría obsesiva del orden, que precisamente lo hace caer
bajo el dominio de órdenes absurdas, sin sentido, sin interpretación posible para el propio sujeto; esa
interpretación que se produciría en el lugar que, precisamente, el neurótico obsesivo ha eliminado.
3) El pensamiento obsesivo se caracteriza por la lógica, absurda pero lógica, que se manifiesta en las
fórmulas de implicación, señaladas por Freud, del tipo «Si... entonces».
4) Categoría obsesiva de la elección. Mientras que en la histeria la problemática es ser o no ser elegido,
en el obsesivo lo problemático es el hecho de no elegir, que se presenta precisamente como un intento
de conservar las dos alternativas a la vez sin perder nada.
5) La duda. La duda del obsesivo, hecha de oscilación entre lo primero y lo segundo.
6) El acto como salida compulsiva del pensamiento. Es un error pensar que los neuróticos obsesivos no
actúan, bien al contrario, a veces ellos mismos no se consideran enfermos y actúan para poder salir de
la vacilación del pensamiento por el acto.
La repetición obsesiva, la repetición compulsiva de los mismos actos, ritualista como se suele decir, tiene el
sentido de la anulación del deseo. Por tanto, la contribución del obsesivo al descubrimiento del inconsciente
es, nada más ni nada menos, que la emergencia encarnada de la lógica de la cadena significante.
Un encuentro imposible de reducir
Freud definió siempre el inconsciente como una memoria, una memoria que aparece en la histeria como
anamnesia, como recuerdos (el secreto está en el pasado), mientras que la neurosis obsesiva permite ver el
funcionamiento de la memoria a la manera cibernética (como un automatismo que va hacia el futuro). Si
puede decirse así, en la histeria los encuentros se transforman en cuentos y en la obsesión los encuentros se
transforman en cuentas. La neurosis obsesiva tiene el cuento de lo mismo, transforma en sí mismo lo que
puede venir del otro, transforma cada encuentro en un simple reencuentro. El tratamiento de la neurosis
obsesiva consistirá entonces en obtener un encuentro imposible de reducir a un reencuentro.
El obsesivo se construye así un amo sin falta, no se identifica con la huida, sino con la piedra. En esa
petrificación está la verdadera huida ética que caracteriza la cobardía obsesiva, consistente en evitar el
encuentro con lo nuevo, ya que el «contra-deseo» obsesivo es reducir el Otro a lo mismo.
Clínicamente es importante destacar que no se trata de empujar al obsesivo a la realización de su deseo, que
deje de postergar y avance libremente hacia esos objetos signados por la prohibición, sino de que advierta que
su sostén radica en su condición de imposibles. Resulta menester la reconducción a las coordenadas de
aparición de aquello que tiene como función interrumpir.
El correlato de la idealización amorosa de uno de los términos es, a su vez, la degradación de la vida erótica
que reduce el Otro sexo al estatuto de complemento fantasmático del deseo: el obsesivo no solo ama mujeres a
las que luego no se atreve a mancillar, sino que también desea a mujeres con las que no logra establecer una
relación tierna.
Un deseo prohibido no quiere decir un deseo extinguido. La prohibición está ahí para sostener al deseo. La
forma en que se presenta es muy compleja; a la vez lo muestra y no lo muestra, lo camufla.
La angustia anal frente al Otro se refleja en actitudes retentivas (rechazo de la interpretación, reclamos por los
honorarios, etc.). El obsesivo es resistente a entregar el capital de goce de su síntoma.
Caso hombre de las ratas: transferencia
Se presenta una oscilación entre un término idealizado del analista (Freud era un Herr Professor) y
otro degradado (Freud como criminal) en que consiste la división subjetiva del obsesivo.
La vida sexual ocupa el primer plano de la comunicación, de modo que quien consulta demanda un
razonamiento: “si Freud escribe sobre sexualidad, eso es lo que quiere de que hablen y, entonces, de
eso hablare”. Se sitúa respondiendo a la demanda que le supone al Otro.
P tiene un amigo que lo tranquiliza ante sus pensamientos. Por otro lado, tenía un amigo que se
aprovechó de su amistad para acercarse a su hermana. “Amigo” en alemán es Freund. Freund suena
igual a Freud. Un término idealizado y otro degradado.
Si el obsesivo responde con su falta a la falta del deseo del Otro, el analista debe reconducir la culpa yoica a
su fundamento inconsciente, tal como hace Freud al justificar sus sentimiento de criminalidad (en lugar de
disculparlo, como lo hace su amigo) aunque destacando su carácter desplazado.
UNIDAD V
EY, Henry; BERNARD, P. y BRISSET, CH. (1998) Tratado de Psiquiatría. Capítulo IV: “Neurosis fóbica”
La neurosis fóbica está caracterizada por la sistematización de la angustia sobre personas, cosas, situaciones o
actos, que se convierten en el objeto de un terror paralizador. En tanto que síntoma, la fobia es un medio
especifico intenso, cuyo estimulo es proyectado al exterior para disminuir la angustia. Exige del fóbico
reacciones adecuadas, medidas de lucha "contrafóbica", es decir una actividad de descarga. La conducta
neurótica no se limita a la expresión de una angustia específica, sino que se complica con medios de defensa y
contracatexis (sustitutivos de las pulsiones reprimidas). Estos síntomas y estos medios de defensa constituyen
la estructura complicada de esta neurosis, que tiende a remplazar la angustia de un peligro interno por el
miedo de un peligro externo. En la literatura psicoanalítica, la neurosis fóbica es llamada indiferentemente con
este nombre o con el de histeria de angustia.
ESTUDIO CLÍNICO DE LAS FOBIAS
1. Las situaciones fóbicas
La fobia, en tanto que manifestación esencial de neurosis, apenas puede definirse por un fenómeno aislado: el
objeto fóbico y el terror que engendra en el sujeto. La clínica de esta neurosis nos muestra situaciones
patógenas, donde al simbolismo del objeto de la fobia se mezcla un complejo afectivo particular del sujeto.
Estas "situaciones" se reducen a un número pequeño de temas y de conductas tabús.
82
Los temas fóbicos. El tema más frecuente se refiere a la fobia del espacio. Se manifiesta en el miedo de salir o
angustia de las calles: en el miedo a los espacios descubiertos (agorafobia); en el miedo a los espacios
cerrados (claustrofobia).
En la mayor parte de las fobias del adulto, la angustia es desencadenada por el espacio en condiciones donde
se mezclan en proporciones diversas estos tres temores fóbicos esenciales. Citemos, como variedades en este
vasto conjunto, el gran vértigo fóbico; el miedo a la oscuridad, concebida ésta como un espacio amenazador;
el miedo de los medios de transporte; el miedo de la muchedumbre, una de cuyas variantes es el miedo de
hablar o de aparecer en público.
Otra categoría de fobia se refiere esencialmente al medio social; es decir son las relaciones individuales o
colectivas con el prójimo las que constituyen el objeto de una angustia pavorosa. La fobia al enrojecimiento
(eritrofobia), la fobia al contacto humano, a mirar a tal persona; a hablar a un agente de policía, etc.
Pero también pueden persistir en el adulto fobias que son consideradas como restos directos de experiencias
infantiles. J. Mallet (1955) describe:
Restos de fobias de la primera infancia que conciernen a los grandes animales, conocidos por el niño
por experiencia directa o de oídas (caballo, perro, lobo, león, etcétera). Estos animales son imaginados
en actitudes amenazadoras de devoración, de persecución. El pequeño Hans.
Restos de fobias de la segunda infancia, que conciernen a los animales pequeños (ratones, insectos),
cuya amenaza, sentida como un atentado a la integridad corporal, conlleva una horrible repulsión.
Todos los síntomas están en relación con situaciones visuales. Cada una aparece como una fantasía nueva,
como una invención personal, mientras que la posición neurótica es siempre la misma: desplazar la angustia
con un pretexto. Por ello, los signos parecen muy diversos, y es preciso que lo sean, para desorientar al sujeto
y hacerlo soportar, por medio de ese tejemaneje, la situación de angustia real.
2. Las conductas fóbicas
Consisten en recurrir a estrategias para conjurar la angustia.
1. Las conductas de evitación. Si los objetos fóbicos se perciben en el campo de la situación, el enfermo está
en camino de tener una gran crisis de angustia con todas sus manifestaciones psicológicas y fisiológicas.
Asimismo, se comporta de manera que evita encontrar el objeto tabú, lo que conduce a conductas de fuga muy
diversas, según la forma y la intensidad de la angustia subyacente.
2. Las conductas de tranquilización. A la situación fóbica corresponde en este caso una conducta de
tranquilización. Lo más frecuente es la presencia de un personaje, a veces escogido, a veces anónimo: se trata
sobre todo de no estar solo. También a menudo es una habitación o un objeto, evocadores de la protección, los
que de cumplen esta función aseguradora.
EL CARÁCTER FÓBICO
Son rasgos de comportamiento que pueden constituir el armazón caracterial del neurótico fóbico, pero que
también pueden encontrarse sin síntomas, a título de "neurosis latente" o de "carácter neurótico".
1. El constante estado de alerta
Veremos que en el histérico existe una "política de la percepción", que consiste en una actividad de
prospección y de descubrimiento de los peligros fantasmagóricos presupuestos en el ambiente que le rodea. El
estado de alerta fóbico es comparable, pero es en cierto sentido más especializado, más electivo: el fóbico se
alarma ante todo lo que surge de sí mismo, del claroscuro del mundo interior (tendencias, apetencias del
instinto). El fóbico manifiesta horror ante estas situaciones mal definidas y mal percibidas, en las que
presiente la cercanía de un peligro interno. Pero es de la oscuridad exterior de lo que tiene miedo, y de ningún
modo de sí mismo. Su pensamiento, su mundo interior le parecen, por el contrario, sencillos y límpidos.
83
Tiende a proyectar fuera de si el drama que vive, y va hasta una verdadera negación del mundo imaginario,
del que es prisionero. Se defiende contra sus pulsiones, negándolas.
Una particular manifestación de estos estados consiste en la dificultad del fóbico para soportar la situación del
tratamiento analítico. A menudo el enfermo no puede tenderse completamente en el diván del analista. El
hecho de saber que su médico está detrás de él y el hecho de exponerse a una libre exposición de su contenido
mental son vividos con pánico.
2. La actitud de huida
Puede traducirse de dos maneras opuestas: una de ellas es la actitud pasiva; la otra, negación de la pasividad,
constituye un comportamiento de desafío. La actitud pasiva conduce a exposiciones de inhibición que pueden
ser parciales (ciertas inhibiciones sexuales, timidez con el otro sexo, indecisión), o totales (rechazo del
contacto con los otros, en general).
Un caso particular de esta "huida hacia delante" consiste en el comportamiento de superocupaciones. No
pueden permanecer desocupados un minuto. Un frenesí de actividad les lanza sin descanso de un asunto a
otro. Y, como es imposible que estas actividades forzadas sean siempre actividades reales, conducen a
ocupaciones desprovistas de sentido aparente.
Otro aspecto de esta toma de partido por la evasión y el escape es el miedo al compromiso, la necesidad de
reservarse una "puerta de salida", tendencia que se vive simbólicamente en la claustrofobia.
Hay que añadir, finalmente, que la vida sexual del fóbico está siempre alterada en el sentido de una intensa
inhibición. Cuando el deseo sexual es sentido como un peligro de destrucción, la angustia que esto provoca
evita el acercamiento.
EVOLUCIÓN
1. Evolución habitual
Es raro el no encontrar en el pasado de los enfermos, un período bastante largo de fobias de la infancia. Los
terrores nocturnos (que normalmente cesan más o menos a los dos años) han durado muchos años, y después
han sido relevados por fobias de animales.
El sujeto, en efecto, emplea mil astucias para ocultar sus miedos y sus medios para tranquilizarse. Pero,
después de meses y a veces años de esta lucha, no es raro verlo hundirse en una crisis depresiva.
Puede ocurrir que la neurosis se estabilice, incluso con síntomas molestos, si las conductas de evitación y de
tranquilización son suficientemente eficaces, y si el juego de las pulsiones y de las defensas realiza un
equilibrio, aunque sea precario. Entonces, los sujetos se comportan hacia sus objetos fobógenos como los
niños en sus juegos: tienen miedo, pero les gusta tenerlo.
2. Formas complicadas
Es en estas formas graves donde se revela la intervención de importantes fijaciones pregenitales. Entonces no
hay tan sólo regresión a objetos de satisfacciones arcaicas, sino también regresión a modalidades globales de
antigua conducta, aproximándose a los confines de los estados psicóticos. Las fobias de contacto suelen estar
presentes en estos "casos límite".
DIAGNÓSTICO
Un delicado problema de diagnóstico se plantea con las fobias "sintomáticas" de otras neurosis o de psicosis.
Se trata, especialmente, de distinguir la neurosis fóbica de los aspectos fóbicos de la neurosis de angustia, de
la histeria, de la neurosis obsesiva y de la melancolía.
1. Neurosis de angustia. Hipocondría
84
En esta neurosis es frecuente que aparezcan una o varias fobias: son ensayos de defensa contra la angustia, y
no obtienen éxito. Se aprecia entonces el carácter pasajero de la fijación a un objeto fobógeno. El sujeto
ensaya así varias en fijaciones. No obstante, si encuentra una que consiga sacarle de su angustia flotante, se
instala en ella, y se constituye la neurosis fóbica. Entonces, una fijación frecuente será la nosofobia o temor a
las enfermedades. A veces el diagnóstico diferencial entre neurosis de angustia y neurosis fóbica es dudoso,
ya que se trata de una forma intermediaria que constituye una especie de neurosis hipocondríaca: miedo de la
enfermedad de "actualidad", de la que se habla, de la más grave, como el cáncer, la leucemia, la angina de
pecho, etc.
2. Histeria
En un comportamiento histérico, pueden aparecer también transitoriamente fobias como defensas
suplementarias. Así, un histérico, al ser trastornado por una pulsión agresiva o sexual que surge
inopinadamente aumentando sus problemas habituales, podrá desarrollar una fobia a la nueva situación
(miedo de tal sitio, de tal encuentro, etc.).
3. Neurosis obsesiva. La infiltración psicótica
Esta estructura obsesiva se manifiesta clínicamente por la ritualización, por el pensamiento mágico y
compulsivo, etc. Generalmente, el fóbico es más ansioso y más accesible; el obsesivo, por el contrario, más
complicado y más sistemático en sus defensas. En suma, la neurosis obsesiva está más "estructurada" y por
consecuencia es más estable, como si el obsesivo se encontrara verdaderamente atrincherado detrás de las
inexpugnables fortificaciones de su neurosis.
4. Melancolía
En ciertas formas menores o monosintomáticas de la melancolía, la depresión melancólica se manifiesta por
un cuadro clínico de fobia. La fobia se presenta entonces como una experiencia delirante de autoacusación.
RESUMEN DE LOS PROBLEMAS PSICOPATOLÓGICOS
La fobia no puede ser separada radicalmente de los síntomas de la neurosis histérica. Es, en cierta manera, una
variedad de histeria. En efecto, lo mismo que la histeria, la fobia desplaza la angustia y la neutraliza
recurriendo a técnicas neuróticas idénticas.
Los primeros comportamientos de miedo aparecen muy pronto; prefigurados en el temor al extraño (alrededor
de la edad de 8 meses), aparecen bajo la forma de terrores nocturnos, en el niño normal hacía los 18-20 meses.
Este síntoma trivial consiste en una pesadilla terrorífica, tras la cual el niño se despierta y se niega a volverse a
dormir sí no es tranquilizado por alguien de quienes le rodean, que generalmente es la madre. Las pesadillas
infantiles han podido ser estudiadas, en particular por Louise Despert, quien ha mostrado la frecuencia en las
pesadillas de las alusiones a grandes animales devoradores (leones, perros, etc.). Por lo tanto, se trata de la
forma primitiva y onírica de una fobia, con elección de un objeto (el león), evitación (el despertar) y apoyo (la
madre).
La experiencia que se vive en ese momento, cuando las necesidades y los estímulos corporales son sentidos
oscuramente y no pueden ser descargados por medio de actividades sensoriomotores, no puede dominarse,
desencadena una angustia con un estado emotivo a veces objetivamente observable (sudores, salivación, a
veces micción y defecación) Es un terror nocturno que aparece, pues, no ya como una reacción
verdaderamente patológica, sino como una respuesta normal a una experiencia insuperable.
El miedo a los sitios oscuros (fobia a la oscuridad) se encuentra a la misma edad y parece corresponder a las
necesidades de defensa visual, pero esta vez en el estado de vigilia. La fobia a los pequeños animales aparece
generalmente más tarde, hacia tos 4 años, y parece responder a una fase de organización de la experiencia de
los contactos cutaneomucosos.
85
La experiencia del terror nocturno evitaba una tensión demasiado fuerte y permitía volver a tomar una
experiencia interrumpida hasta solventarla Pero en la fobia a los pequeños animales el niño afronta un
conflicto intrapsíquico y la fobia surge como un rechazo de la experiencia, como un medio de poder
desembarazarse de una parte del tratado útil para la estructuración progresiva del psiquismo. Se puede
apreciar que aquí el síntoma tiene un sentido, una función de rechazo. Su carácter paradójicamente
tranquilizador (beneficio secundario) constituye el núcleo patológico de la fobia
Si abordamos ahora las fobias del adulto, encontramos el mismo mecanismo de desplazamiento, con la
posibilidad de defensas contrafobicas dirigidas contra sustitutivos de la situación reprimida. Al desplazarse en
la angustia fóbica de salir o de encontrar un caballo, o un lobo, etcétera, el síntoma neurótico permite la lucha
contra una angustia sustitutiva de la angustia profunda. Esta angustia subyacente tiene claramente el valor de
sensaciones internas desaprobadas, ya que se trata de pulsiones sexuales, de pulsiones agresivas, o aun de
ciertas otras pulsiones arcaicas, descritas con el nombre de "instintos parciales".
De este modo, la teoría psicoanalítica de las fobias se establece sobre el análisis de la integración y de la
desintegración de las experiencias constitutivas de las relaciones que nos unen, sea por una invencible
atracción, sea por una violenta repulsión a los objetos, siendo éstos símbolos de nuestros sentimientos
TERAPÉUTICA
El tratamiento de la neurosis fóbica es en efecto el psicoanálisis clásico, por el cual está perfectamente
indicada, ya que implica una transferencia generalmente fácil. Indiquemos que una actitud activa es necesaria
en un momento dado de la cura para llevar al fóbico a afrontar sus temores, que serán analizados. El
pronóstico es bueno.
Si la neurosis es complicada, cargada de rasgos obsesivos, la indicación del psicoanálisis es aún válida, pero el
pronóstico será más reservado.
También pueden utilizarse otras modalidades de psicoterapia ya sean de inspiración psicoanalítica, ya sean
otras técnicas (véase pág. 956); aunque no siempre sean capaces de analizar completamente el conflicto
edipiano, suelen bastar para mejorar los síntomas del sujeto.
Deberá recurrirse a medicamentos antidepresivos o ansiolíticos ante aquellas crisis de angustia que pueden
complicar la evolución de la neurosis fóbica.
FREUD, Sigmund. (1980). Análisis de la fobia de un niño de cinco años (caso Juanito). En Obras
Completas. (Tomo X, especialmente punto III). Buenos Aires: Amorrortu editores.
INTRODUCCION
Freud oriento el plan de tratamiento llevado a cabo por el padre del pequeño, solo se encontró personalmente
una vez con el niño, de otro modo habrían sido insuperables las dificultades técnicas de un psicoanálisis a tan
temprana edad. Sus padres, que se contaban ambos entre los más cercanos partidarios del psicoanálisis, habían
acordado no educar a su primer hijo con más compulsión que la requerida para mantener las buenas
costumbres, sin amedrentamiento. Pero el padre de Juanito no era un padre ausente, se ocupaba de Juanito y
no de la madre
• Primeras comunicaciones (aun sin síntomas): Perverso polimorfo: una propensión polígama,
investiga teoriza sobre lo sexual, observa, toca su miembro, interés homosexual.
• Cuando aún no había cumplido tres años: Exteriorizaba a través de diversos dichos y preguntas un
interés particularmente vivo por la parte de su cuerpo que designaba como «hace-pipí». -pregunta a
su madre: Hans: «Mamá, ¿tú también tienes un hace-pipí?». Mamá: «Desde luego. ¿Por qué?».
86
Hans: «Por nada; se me ocurrió». Lo llevan por primera vez a un establo y ve ordeñar a una vaca:
«¡Mira, del hace-pipí sale leche!»
• El interés lo estimula a tocarse el miembro: A los 3 1/2 años, su madre lo encuentra con la mano en
el pene. El responde todavía sin conciencia de culpa, pero es la ocasión en que adquiere el «complejo
de castración» -lo amenaza: «Si haces eso, llamaré al doctor A., que te corte el hace-pipí. Y entonces,
¿con qué harías pipí?». Hans: «Con la cola»-
• Más o menos a la misma edad (3 1/2 años), exclama, alegremente excitado, ante la jaula del león en
Schonbrunn:" «¡He visto el hace-pipí del león!».
• En la estación ferroviaria, a los 3 3/4 años, ve cómo de una locomotora largan agua. «¡Mira, la
locomotora hace pipí! ¿Y dónde tiene el hace-pipí?». Al rato agrega, reflexivo: «Un perro y un
caballo tienen un hace-pipí; una mesa y un sillón, no». Así ha conquistado un signo esencial para
distinguir entre un ser vivo y una cosa inanimada.
• Ve cómo su madre se desviste para meterse en cama. Ella pregunta: «Pues, ¿por qué miras así?».
Hans: «Sólo para ver si tú también tienes un hace-pipí». Mamá: «Naturalmente. ¿No lo sabías?».
Hans: «No; pensé que como eres tan grande tendrías un hace-pipí como el de un caballo».
• A los 3 1/2 años nace de su hermanita Hanna. Se afianza la primera desconfianza hacia la cigüeña
• Presencia el baño de su hermanita de una semana de edad. -Observa: «Pero... su hace-pipí es todavía
chico», tras lo cual agrega, como a modo de consuelo: «Ya cuando crezca se le hará más grande».
• A la misma edad, Hans brinda el primer relato de un sueño. «Hoy, cuando estaba dormido, he
creído yo estoy en Gmunden con Mariedl». (la hija del propietario de la casa de verano; tiene 13 años
y ha jugado a menudo con él)
• A los 4 años: Dirige hacia su padre y hacia su madre propuestas eróticas.
• Hans (4 1/2 años): «Que Mariedl duerma conmigo». Y a la respuesta «No puede ser», torna a decir:
«Entonces que duerma con mami o con papi». Se le replica: «Tampoco puede ser; Mariedl tiene que
dormir en casa de sus padres», y se desarrolla el siguiente diálogo: Hans: «Entonces bajo a dormir
con Mariedl». Mamá: «¿Quieres realmente separarte de mami para dormir abajo?». Hans: «No,
mañana temprano volveré a subir para tomar el desayuno y quedarme por acá». Mamá: «Si
realmente quieres alejarte de papi y mami, toma tu casaca y tu pantalón y... ¡adiós!». Hans toma
realmente su ropa y se dirige hacia la escalera para irse a dormir con Mariedl; desde luego, es
retenido.
• Hans, 4 1/4 años. Hans es bañado por su mamá y, tras el baño, secado y entalcado. Cuando la mamá
le entalca el pene, y por cierto con cuidado para no tocarlo, Hans dice: «¿Por qué no pasas el dedo
ahí?». Mamá: «Porque es una porquería». Hans: «¿Qué es? ¿Una porquería? ¿Y por qué?». Mamá:
«Porque es indecente». Hans (riendo): «¡Pero gusta!».
• Hans, 4 1/4 años. Sueño: El sueño reza, traducido: «Yo juego con las niñitas a las prendas. Yo
pregunto: "¿Quién quiere venir conmigo?". Ella (Berta u Olga) responde: "Yo". Entonces ella tiene
que hacerme hacer pipí». (Asistirlo al orinar, cosa que evidentemente le resulta grato a Hans.)Cuando
va de paseo es casi siempre el padre quien presta ese auxilio al niño, lo que da ocasión para que sobre
el padre se fije una inclinación homosexual.
• El placer de exhibición sucumbe ahora a la represión. Como el deseo de que Berta y Olga lo miren
hacer pipí (o lo hagan hacer pipí) es ahora reprimido de su vida, he ahí la explicación para que se
presente en el sueño, donde se ha procurado un lindo disfraz mediante el juego de prendas. Desde
entonces observo repetidas veces que no quiere ser visto cuando hace pipí.
87
• Hans {4 1/2 años) mira de nuevo cómo bañan a su hermanita, y empieza a reír. Se le pregunta: «¿Por
qué ríes?». Contesta: «Me río del hace-pipí de Hanna». — «¿Por qué?». — «Porque el hace-pipí es
muy bonito». La respuesta es falsa. El hace-pipí se le antoja cómico. Por otra parte, es la primera vez
que admite de ese modo, en vez de desmentirla, la diferencia entre genital masculino y femenino.
en el segundo paseo, cuando Juanito sale con la madre y ocurre lo mismo que en el primero: tiene angustia,
más allá de estar con la madre, hay una parte de la añoranza que no está asociada. En el paseo se exterioriza
por primera vez el ser mordido por un caballo. Freud se preguntará de donde viene el material de la fobia.
Seguramente, dirá, de aquellos complejos que constituyeron la represión y mantienen en estado reprimido la
libido hacia la madre.
El padre deja planteado el tema en relación al temor de Juanito por el hace-pipi grande del caballo en relación
a la madre: este se podría entender con caballo sustituto de la madre; pero y la exteriorización nocturna de ver
el caballo entrar en la habitación (no es simplemente una tonta idea de un niño pequeño Freud dirá “la
neurosis no dice nada tonto, como tampoco lo dice el sueño”).
Desde hace un año Juanito se toca regularmente el pene por las noches y más allá del placer masturbatorio
obtenido, esto no debe producir angustia. Algo ha ocurrido para que la misma aparezca. Justo en el momento,
que según su padre, este lucha por deshabituarse de este toqueteo, lo cual está más relacionado con la
represión y la formación de angustia.
Se plantea la cuestión de qué papel juega la madre es esta aparición de la neurosis, por su apego y ternura
hipertrófica, como así también el permitir que se instale en su lecho. Freud marcará como elemento a tener en
cuenta el hecho de haber cortado los cortejos de forma abrupta, abriendo el camino hacia la represión
(refiriendo al toqueteo de su pene, esta le dirá “pero es una porquería”).
Freud le imparte una serie de indicaciones al padre para cumplir con Juanito:
1) Que lo del caballo era una tontería nada más
2) Que quería mucho a la mamá y que esta lo recibiría en la cama
3) Que ahora tenía miedo de los caballos por haberse interesado tanto por su hace-pipí
4) Interesarse por esclarecimiento sexual de Juanito, en un tiempo en que preguntase, indicándole que las
personas de sexo femenino, como su hermanita y su madre, no tenían hacer-pipí.
Luego de un mes el padre reporta nueva información sobre Juanito. Este ya no teme salir de paseo, el miedo a
los caballos pasa ahora a la compulsión de mirarlos y este dirá: “tengo que ver a los caballos y entonces me da
miedo”. Cae en cama con influenza (gripe), y durante este periodo se le refuerza la fobia. Viaja con el padre a
Lienz los domingos pues hay pocos carruajes en la calle, pero ya no quiere salir de la casa, solo llega hasta el
balcón. Lo operan de amígdalas, y vuelve a reforzarse la fobia. En alguno de los viajes a la estación de
ferrocarril el padre intenta en vano explicarle que los caballos no muerden, el replica que en “Gmunden hay
un caballo blanco que uno le acerca los dedos y muerde”, (este es el resultado de una historia que también le
cuenta al padre de una vecinita, Lizzi, que estaba por partir de viaje en un carruaje con caballos blancos,
cuando estando el padre de Lizzi cerca le dijo al darse vuelta el caballo… “no le acerques los dedos al caballo
blanco, de lo contrario te morderá”)
El padre le marca a Juanito que en realidad lo que tiene en la mente no es el caballo, sino el hace pipí, a lo que
él responde que el hace-pipí no muerde. Frente a este hecho el padre le dice a Juanito que LA TONTERÍA se
te pasará si sales más seguido de paseo, él responde “...no, es tan intensa porque todas las noches me sigo
pasando la mano por el hace-pipí”. Padre y paciente están concluyendo que la génesis del presente estado
patogénico está vinculada con el onanismo de Juanito. Freud dirá, que hay más indicios de otras cosas.
Una nueva empleada empieza a trabajar en la casa que despierta la curiosidad de Juanito, ya que esta le
permite mientras hace las cosas montar a caballo. Juanito la llamará, “mi caballo”. Se plantea la curiosidad de
verla sin ropas a lo que esta no plantea reparos dentro de un juego, Juanito reacciona con rechazo moralista
“eso es una chanchada, se verá el hace-pipí”.
Una mañana se levanta, angustiado y dice que por haberse tocado el hace-pipí, ha visto el de la madre por
debajo de una camisa.
89
Se plantea que la reprimenda de la madre surtió efecto, (tiene que ver con que el Dr. A, le cortará el
hace-pipí si se lo sigue tocando).
Que en un comienzo no acepta que las mujeres no tienen. Esto lo lleva a lamentarse de que así sea.
Se realiza otro viaje al zoológico, donde reacciona negativamente al ver o entrar en las jaulas o lugares donde
están los animales grandes: jirafa, elefante, mientras que se entretiene con animales pequeños, el padre le
aclara que él tiene miedo de los animales grandes por tener una hace-pipi grande y le aclara que los pequeños
tienen uno pequeño. El recuerda que ha visto a los caballos y sus hace-pipi en los establos, el padre trata de
orientar la charla hacia el punto de decirle que no tiene que tener miedo y analiza el tamaño del animal y el
tamaño del miembro, a lo cual Juanito responde... “el hombre tiene hace-pipi, y este crece conmigo cuando yo
me hago grande, este se hace grande”.
A esta información del padre corregirá que el pequeño pueda temer a los animales grandes, no así a los
miembros grandes. En un principio sentía placer al ver, pero al actuar un elemento externo, un trastorno
universal, de placer hacia displacer, por un camino no esclarecido, deja de lado la investigación sexual. Siente
pena por el tamaño de su pene con relación al de los animales grandes. El consuelo estará en que el miembro
crecerá con él. Al pasar 1 año de la amenaza de la madre, con efecto retardado se hace presente desde lo
inconsciente, justo ahora que “ya está crecido”, como marcando el temor mayor por perder el miembro en
estas circunstancias. Freud hablará del efecto retardado de la amenaza de que se lo corten. La información
recibida por Juanito de que las mujeres no tienen hace-pipi despertó en él una angustia mayor, al pensar que él
también lo puede perder.
En otra parte de las comunicaciones el padre cuenta la historia de una noche donde se apareció en su cuarto y
se metió en la cama cerca de las 6 de la mañana. Preguntado qué pasaba, respondió que luego lo diría. Al día
siguiente contó lo siguiente: “en la noche había en la habitación una jirafa grande y una jirafa arrugada, la
grande ha gritado porque le he quitado la arrugada. Luego dejó de gritar y entonces yo me he sentado
encima de la jirafa arrugada” (esto era una fantasía). Cuenta que mantiene a la jirafa arrugada en sus manos
hasta que la jirafa grande deje de gritar, luego de estirarla a la arrugada se monta sobre la misma. Le pregunta
al padre por qué anota todo, este le dice que es para mandárselo al profesor que le puede quitar la tontería
(pregunta si agregó lo de la madre que se sacó la camisa).Dentro de la charla el padre ensaya en forma
precaria la técnica psicoanalítica y le pregunta en que piensa y el responde: “en un jugo de frambuesas y en un
fusil para disparar”. El padre luego concluirá con el siguiente análisis de lo contado por Juanito:
Fantasía de las Jirafas
La jirafa grande soy yo dice el padre, para mejor decir el pene grande (el cuello largo), la jirafa arrugada la
esposa o más bien su miembro. Dirá el padre que responde en un todo a la práctica que ha adquirido en los
últimos días, todas las mañanas se presenta en la habitación y la madre lo levanta hacia la cama, mientras él le
recrimina por la acción (la jirafa grande grita, porque Juanito le ha quitado la arrugada). A lo cual la mujer
responde que tan poco tiempo no puede producir efecto negativo alguno, y Juanito se queda con la madre por
un ratito (luego la jirafa grande deja de gritar y luego Juanito se sienta encima de la jirafa arrugada).
Juanito sintió añoranzas de la madre, de sus caricias y de su miembro, lo cual lo llevó a su dormitorio.
El padre agregará que el todo es la continuación del miedo al caballo.
Freud dirá además que: El sentarse encima es tomar posesión, en forma figurada, de la madre. Es una
satisfacción porfiada “grita todo lo que quieras, mami me toma en la cama, mami me pertenece”. El padre
analizará esta cuestión y dirá que la angustia es por no tener un hace-pipi grande como el del padre.
El padre, en un viaje en tren le aclara el contenido de la fantasía de la jirafa. Juanito la acepta, no por el
contenido sexual, solamente por identificar al padre y la madre.
Se suman dos hechos vinculados con el concepto que los hombres decentes no se deslizan por debajo de las
cuerdas. Esto está en relación a un recinto con carneros que estaba protegido solamente por una cuerda y el
90
pensar de Juanito, de que fácil sería cometer la travesura de pasar por debajo. En otra oportunidad le comunica
al padre que ha pensado que han roto una ventanilla en el tren y el guardia lo había detenido. El planteo aquí
tiene que ver con “la ley”, lo que es correcto hacer y como transgredirla.
Freud dirá que Juanito vislumbra que está prohibido tomar posesión de la madre, lo cual indica que ha
chocado con la barrera del incesto. En todas las fantasías que realiza está el padre presente, el pasar por debajo
de la cuerda, el romper una ventanilla, todo representa según Freud: El penetrar en un recinto prohibido, el
saber que el padre hace algo enigmático con la madre, y que él se sustituye por algo violento.
En una visita a Freud, de padre e hijo, surgen algunos elementos que le aclaran mucho la realidad de Juanito.
El siempre indicaba que le molestaba de los caballos lo que tenían delante de los ojos y lo negro alrededor de
la boca. La angustia seguía y Freud ensaya la interpretación de decir si los caballos usaban gafas y él responde
que no, y si su padre las usaba, y ante la evidencia de que si, este respondió que no. Luego la pregunta estuvo
vinculada a si los caballos usaban bigotes. En esta situación Freud les reveló que le tenía miedo al padre por
querer él tanto a la madre.
Freud para tranquilizar al pequeño le dice que no debe tener miedo del padre y que le cuente todo lo que le
pasa, que el padre no le tiene rabia. El padre participa y le pregunta a Juanito por qué cree que le tiene rabia, si
acaso lo ha insultado o le ha pegado. Este responde que sí. Responde el choque que sufrieron padre e hijo y
que el pequeño que se golpeó en la cabeza respondió con un golpe de mano. Allí cae en la cuenta el padre que
el pequeño, mantenía una relación hostil para con él y que además estaría esperando recibir algún castigo.
Desde esta reunión, las comunicaciones fueron diarias y permitieron mostrar los avances en la presentación de
sus producciones inconscientes y desovillar sus fobias.
Luego de esta comunicación, puede pasar algunas horas frente a la puerta viendo pasar los carruajes, sin
angustiarse; aunque a veces corre hacia el interior de la casa, lo piensa bien y vuelve a la puerta. Algún resto
de angustia sigue presente.
En diálogos con el padre por la mañana en su cuarto deja traslucir la ambivalencia de sus sentimientos hacia
él, su cariño por un lado y su hostilidad por estar en el papel de competidor ante la madre. Este concepto no es
tenido muy en cuenta por el padre, hasta que lo capta en su significado. Se plantea entre el padre y el pequeño
un diálogo que deja al descubierto la hostilidad hacia el padre pero también su amor. El temor a que el padre
no vuelva porque él se ha portado mal, incrustado en la información por dichos de la madre. Y una frase
aparece como vinculante entre padre y caballo, cuando el pequeño Juanito, vez de decir “no te marches“, él
dice, “no te trotes”.
Angustia de doble articulación: la angustia por el padre y la angustia ante el padre.
una verja cierra ese patio. En línea recta frente a la casa está el portón de entrada al patio. Desde hace ya unos
días el padre de Juanito nota que tiene particular miedo cuando salen o entran del patio carruajes, para lo cual
se ven precisados a virar. Otro tanto teme cuando los carruajes, estacionados frente a la rampa de descarga se
ponen de repente en movimiento para seguir viaje. Además tiene más miedo a los caballos de tiro grandes,
que a los caballos pequeños, a los rústicos más que a los elegantes, a los caballos que van rápido que a los de
trote corto.
Una mañana Juanito va la cama de sus padres y su padre le dice: "Mientras sigas viniendo al dormitorio por la
mañana temprano, no mejorarás de tu angustia a los caballos". Pero él desafía y responde: "Vendré aunque
haya de tener miedo".
Otro día, el padre le pregunta: "A qué caballos tienes más miedo".
• Juanito: "A todos".
• Padre: "No es verdad".
• Juanito: "Tengo más miedo a los caballos que tienen algo así en la boca".
• Padre: "A qué te refieres? ¿Al hierro que llevan en la boca?".
• Juanito: "No, tienen algo negro en la boca" (se cubre la boca con la mano).
• Padre: "¿Qué? ¿Acaso un bigote?".
• Juanito (ríe): "¡Oh, no!".
• Padre: "¿Todos lo tienen?".
• Juanito: "No, solo algunos".
• Luego, Juanito le dice: "También a un carro mudancero le tengo más miedo".
• Padre: "¿Por qué?".
• Juanito: "Yo creo que si los caballos de mudanzas tiran de un carro pesado se tumban".
• Padre: "Entonces, un carro pequeño no te da miedo?".
• Juanito: "No, con un carro pequeño o un coche correo no me asusto. También cuando viene una
diligencia tengo más miedo".
• Padre: "¿Porque es tan grande?".
• Juanito: "No, porque una vez un caballo de carruaje así se tumbó".
• Padre: "¿Cuándo?".
• Juanito: "Una vez cuando salí con mami a pesar de la tontería, cuando compré el chaleco".
• Padre: "¿Qué pensaste cuando el caballo se tumbó?".
• Juanito: "Ahora eso será siempre. Todos los caballos se tumbarán siempre".
• Luego el padre le pregunta: "¿En esa época ya tenías la tontería?".
• Juanito: "No, sólo ahí la he cogido. Cuando el caballo de la diligencia se ha tumbado, ¡me he asustado
muchísimo, de verdad! Esa vez que he ido, me la he cogido".
• Padre: "Pero si la tontería era que te habías pensado que un caballo te mordería, y ahora dices tener
miedo de que un caballo se tumbe".
• Juanito: "Se tumbará y morderá".
• Padre: "¿Por qué te asustaste tanto?".
• Juanito: "Porque el caballo hizo así con las patas". (Se tiende sobre el suelo y le enseña el pataleo). "Me
he asustado porque él ha hecho un barullo con las patas".
Otro día el padre le pregunta que aspecto tiene eso negro en la boca de los caballos y Juanito dice: "Es como
un bozal".
La mejoría de Juanito es constante, aumenta su radio de acción con la puerta de calle como centro; incluso
emprende la demostración de cruzar corriendo a la acera de enfrente. Todo el miedo que le resta se entrama
con la escena de la diligencia. Más tarde, dirá que también le tiene miedo a un carro carbonero, porque tiene
una carga muy pesada y los caballos tienen que tirar tanto que pueden caerse fácilmente.
92
Luego hay una situación con los calzones amarillos que la madre se había comprado en donde a Juanito le da
mucho asco cuando ella se los muestra al padre, lo mismo le había ocurrido con unos negros. Cuando el padre
le pregunta por qué le da asco, Juanito le responde que porque ha creído que tenía que hacer "Lumpf". Luego
dice que ha visto a la madre ponerse y sacarse los calzones.
El padre dilucida que el ponerse y sacarse la madre los calzones pertenece al contexto del Lumpf, porque
Juanito a menudo ha estado presente en el baño mientras su madre hace Lumpf o pipí, a lo que Juanito luego
agrega que le gusta mucho presenciar eso.
Luego el padre intenta averiguar la cuestión de ver y ser visto en relación al "hace-pipí", entonces, Juanito le
cuenta que ha visto el del caballo y que además ha entrado al baño con Berta cuando ella hacía pipí y ella
también ha mirado cuando él lo hacía en la huerta de la casa de Gmunden. Luego el padre le pregunta si ha
deseado que Berta le pase la mano por su "hace-pipí", a lo que él responde que lo ha deseado muchas veces.
Enseguida el padre le dice: "Siempre que tú has hecho pipí ella ha mirado; quizá tenía curiosidad por saber
cómo haces pipí". Juanito: "Quizá tenía curiosidad por saber cómo era mi hace-pipí".
En relación al Lumpf, cuando el padre le pregunta si le dio asco cuando vio el calzón de la mamá, él contesta
que él escupe, porque el calzón negro es tan negro como un Lumpf y el amarillo como un pipí y cuando la
mamá lleva los calzones él no lo ve, pues ella tiene el vestido delante.
Otro día Juanito cuenta una fantasía y dice: "Escucha lo que me he pensado: Yo estoy en la bañera, entonces
viene el mecánico y la destornilla. Entonces toma un gran taladro y me lo mete en la panza".
Unos días más tarde, la madre le cuenta al padre de Juanito que el niño estuvo en el balcón y luego dijo: "He
pensado que Hanna estaba en el balcón y se ha caído". El padre le había dicho con frecuencia que si Hanna
estaba en el balcón, él debía vigilar que no se acercara mucho a la balaustrada. Luego la madre le pregunta si
preferiría que Hanna no estuviera y él responde que sí. Ya había manifestado varias veces que había que
darle dinero a la cigüeña para que no traiga ningún niño más de la gran cesta donde ellos están.
Un día el padre le pregunta: "Cómo fue, en verdad, que Hanna llegó, tras su nacimiento a la cama de mamá".
Juanito describe la teoría de la cigüeña y dice: "En fin, Hanna llegó y la señora Kraus (la comadrona) la puso
en la cama. Claro que ella no podía caminar. Pero la cigüeña la trajo en el pico. Caminar, claro que no
podía. La cigüeña llegó hasta el pasillo sobre la escalera y entonces golpeó, todos estaban dormidos y ella
tenía la llave justa, abrió la puerta y puso a Hanna en tu cama y la mami estaba dormida… no, la cigüeña la
puso en la cama de ella. Ya era todo de noche, entonces la cigüeña sin hacer ruido la puso en la cama, sin
patalear, y después se puso el sombrero y después volvió a irse. No, sombrero no tenía".
• Padre: "¿Quién se puso el sombrero? ¿El doctor, quizá?
• Juanito: "Después la cigüeña se alejó, se fue a casa y después llamó por teléfono y toda la gente de la
casa ya no durmió más. Pero no se lo cuentes a mami, ni a Tinni (la cocinera). Es un secreto".
Más tarde Juanito aclara que antes de que Hanna viniera a la casa con ellos ya estaba desde hacía mucho
tiempo con la cigüeña, incluso podía caminar y que luego, la misma cigüeña la trajo en una cesta pintada de
rojo.
Unos días más tarde, Juanito, ha jugado toda la mañana con una muñeca de goma a la que llamó Grete. Por la
abertura en que alguna vez estuvo fijado el pito de latón ha introducido un pequeño cortaplumas y luego le
abrió las piernas a la muñeca para hacer que el cortaplumas cayera. Entonces, dijo a la niñera, señalándole
entre las piernas de la muñeca: "Mira, aquí está el hace-pipí".
• Padre: "En verdad, ¿a qué has jugado hoy con la muñeca?".
• Juanito: "Le he separado las piernas, ¿sabes por qué? Porque ahí dentro había un cuchillo que mami
tenía. Se lo he metido adentro donde chilla el botón y luego le he separado las piernas y de ahí ha
salido".
93
Un día el padre lo ve jugando a Juanito con sus hijos imaginarios y le pregunta: "¿Cómo es que todavía viven
tus hijos? Ya sabes que un varón no puede tener hijos".
• Juanito: "Lo sé. Antes yo era la mami, ahora soy el papi".
• Padre: "¿Y quién es la mami de los niños?".
• Juanito: "Bueno, mami; y tú eres el abuelo".
• Padre: "O sea, te gustaría ser tan grande como yo, estar casado con mami y que ella tuviera entonces
hijos".
• Juanito: "Sí, eso me gustaría y la de Lainz (su abuela) es entonces la abuela".
Dice Freud, en lugar de eliminar a su padre, le concede la misma dicha que ansía para sí; lo designa
abuelo y también a él lo casa con su propia madre.
Fantasía del Instalador
Otro día; Juanito, cuenta una fantasía al padre y le dice: "Escucha, me he pensado hoy una cosa, ha venido el
instalador y con unas tenazas me ha quitado primero el trasero y después me ha dado otro, y después el hace-
pipí. Él ha dicho: "Enseña el trasero", yo he tenido que darme vuelta y él lo ha quitado y luego ha dicho:
"Enseña el hace-pipí".
• Padre: "Él te ha dado un hace-pipí más grande y un trasero más grande".
• Juanito: "Sí".
• Padre: "¿Como los de papi, porque te gustaría ser el papi?".
• Juanito: "Sí y también me gustaría tener unos bigotes como los tuyos y ese pelo" (señala el del pecho).
En los días siguientes Juanito se reestablece de su fobia.
En primer lugar, el caballo que se desploma y muere, y que puede morderlo, es un símbolo del padre. El
caballo tiene un gran “hace-pipí” como el padre y tiene “algo negro” en la boca que puede parecer un bigote.
Juanito desea la muerte de su padre para poder estar más tiempo a solas con su madre. Al mismo tiempo, tales
deseos le producen sentimientos de culpa y vergüenza que se resuelven en la angustia hacia los caballos.
Juanito expresa este tipo de fantasías edípicas recurriendo a la curiosa historia de las jirafas:
“En la noche había en la habitación una jirafa grande y una jirafa arrugada, y la grande ha gritado porque
yo le he quitado la arrugada. Luego dejó de gritar, y entonces yo me he sentado encima de la jirafa
arrugada".
La gran jirafa soy yo (analiza el padre) o, más bien, el pene grande (el cuello largo); la jirafa arrugada, mi
mujer o, más bien, su miembro; he ahí, por tanto, el resultado del esclarecimiento.
Sigue el padre: El todo es la reproducción de una escena que en los últimos días se desarrolla casi todas las
mañanas. Juanito siempre acude temprano a nosotros, y mi esposa no puede dejar de tomarlo por algunos
minutos consigo en el lecho. Sobre eso yo siempre empiezo a ponerla en guardia, que es mejor que no lo tome
consigo ("La grande ha gritado porque yo le he quitado la arrugada"), y ella replica esto y aquello, irritada
tal vez: que eso es un absurdo, que unos minutos no pueden tener importancia, etc. Entonces Juanito
permanece un ratito junto a ella. ("Entonces la jirafa grande dejó de gritar, y luego yo me senté encima de la
jirafa arrugada".)
La solución de esta escena conyugal trasportada a la vida de las jirafas es, pues: él sintió en la noche añoranza
de la mamá, añoranza de sus caricias, de su miembro, y por eso vino al dormitorio. El todo es la continuación
del miedo al caballo. No debe extrañarnos la ambivalencia de los sentimientos de niño: ama a su padre y al
mismo tiempo desearía verlo muerto. Pero “de tales pares de opuestos se compone la vida de sentimientos de
todos los hombres”. Y guardémonos de hallar chocante esta contradicción; de tales pares de opuestos se
compone la vida de sentimientos de todos los hombres; más todavía: acaso nunca se llegara a la represión y a
la neurosis si no fuera así. Estos opuestos de sentimiento, que al adulto por lo común sólo le devienen
conscientes de manera simultánea en la cima de la pasión amorosa, y de ordinario se suelen sofocar
94
recíprocamente hasta que uno de ellos consigue mantener encubierto al otro, hallan durante todo un lapso en
la vida anímica del niño un espacio de pacífica convivencia. Estas fantasías edípicas tienen en ocasiones un
trasfondo sádico. Juanito confiesa que le gustaría azotar a los caballos. El caballo, en este caso, vale como
símbolo del padre y también de la madre, a quien le gustaría pegar con “el batidor de alfombras”. Por un lado,
Juanito experimenta una hostilidad inevitable hacia su padre pues lo contempla como rival y, al mismo
tiempo, una “concupiscencia oscura, sádica” sobre la madre pues es la que produce nuevos niños que pueden
hacerle la competencia.
En segundo lugar, el miedo a la castración tiene su origen en una advertencia de su madre. A la edad de tres
años Juanito acostumbraba a jugar con su “hace-pipí” y la madre le advierte de que si juega demasiado con él
se lo cortarán. La amenaza permanece latente hasta que un año más tarde el sentimiento de culpa la activa.
En tercer lugar, un elemento primordial en el surgimiento de la fobia está relacionado con el nacimiento de
su hermana menor. La presencia del bebé le roba aún más tiempo de su madre lo cual provoca en Juanito el
deseo de ver desaparecer a su padre y convertirse él en el “hace-pipí” de la casa. Al mismo tiempo no puede
evitar desear la muerte de su hermanita: fantasea, por ejemplo, con que la madre la deja ahogarse en la bañera
grande.
En cuarto lugar, Juanito acostumbra a preguntarse sobre los mecanismos biológicos asociados al nacimiento
de los niños. Sabe que no es la cigüeña quien ha traído a su hermana sino que ha salido de la barriga de su
madre igual que salen los excrementos. Esto también puede asociarse al caballo que defeca en la calle. Así, la
amenazante llegada de más niños que pueden apartarlo de su madre se transforma en fobia hacia los caballos
que llevan una carga muy pesada.
A partir de que los padres le explican a Juanito cómo vienen exactamente los niños al mundo, lo cual redunda
en un alivio notable de su fobia. El proceso se completa gracias a dos fantasías de Juanito. En la primera se ve
a sí mismo como el “papi” casado con la “mami” y, en lugar de eliminar al padre, lo relega al papel de
“abuelo”.
Todo termina bien. El pequeño Edipo ha hallado una solución más feliz que la prescrita por el destino. En
lugar de eliminar a su padre, le concede la misma dicha que ansía para sí; lo designa abuelo, y también a él lo
casa con su propia madre. La segunda fantasía repara el miedo a la castración. Un instalador llega a la casa y
le cambia su trasero y su “hace-pipí” por otros más grandes.
EPICRISIS
1. ¿Cuáles son las objeciones que se le realizan a S. Freud en relación al caso Juanito?
La primera de tales objeciones sería la de que Juanito no es un niño normal, sino una criatura
predispuesta a la neurosis; un pequeño “hereditario”, como lo demuestra su enfermedad, no siendo
correcto, en consecuencia, aplicar a otros niños normales conclusiones válidas quizá en su caso
particular, pero sólo en él. La segunda objeción afirmaría que el análisis de un niño por su propio
padre carece de todo valor objetivo. Un niño se deja siempre sugestionar fácilmente, y más por su
propio padre que por ninguna otra persona; por cariño a él, y en agradecimiento a lo mucho que de su
infantil persona se ocupa, se dejará sugerir toda clase de cosas, y siendo así, sus manifestaciones
carecerán de fuerza probatoria y sus ocurrencias, fantasías y sueños, seguirán, naturalmente, la
dirección en la cual son orientados. Concretando: todo ello sería pura “sugestión” y mucho más fácil
de desenmascarar en el niño que en los adultos.
2. ¿Qué argumentos utiliza para defender su posición?
Es perfectamente posible distinguir cuándo falsea o retiene la verdad bajo la coerción de una
resistencia, cuándo acepta las opiniones de su padre y cuándo comunica sinceramente, libre de toda
presión, su íntima verdad, hasta entonces sólo de él conocida. El niño, por el escaso desarrollo de sus
sistemas intelectuales, precisa de una ayuda especialmente intensa. Pero aquello que el médico
comunica al enfermo procede, a su vez, de la experiencia acumulada en otros análisis, y ya resulta
suficientemente probatorio el hecho de que, por medio de esta intervención médica, se consiga el
descubrimiento y la solución del material patógeno. A pesar de todo esto, Juanito ha demostrado
también independencia suficiente para absolverle de toda acusación de “sugestión”. Como todos los
niños, aplica al material de que dispone, sus teorías sexuales infantiles, sin necesidad de estímulo
alguno exterior. Juanito comenzó de pronto a ocuparse de los excrementos sin que el padre,
sospechado de sugestión, pudiera comprender cómo llegaba a ello ni lo que de ello había de resultar.
Tampoco puede atribuirse al padre la menor participación en las dos fantasías del fontanero,
emanadas del complejo de la castración, tan tempranamente adquirido por Juanito. Por otro lado, los
padres lo describen como un niño alegre y sincero. Mientras Juanito pudo llevar adelante sus
investigaciones, con alegre ingenuidad y sin la menor sospecha de los conflictos que pronto habían de
surgir de ellas, se expresó siempre francamente y sin reserva alguna, y así las observaciones anteriores
a su fobia no suscitan dudas ni objeciones de ningún género.
3. ¿Por qué es un antecedente clínico el caso Juanito?
Anteriormente se pensaba que las manifestaciones de los niños eran totalmente arbitrarias y nada
fidedignas, por lo que resultaba imposible realizar análisis en niños. A pesar de dichas afirmaciones,
Freud atiende por primera vez a Juanito, convirtiéndolo en su primer paciente niño, bajo el argumento
de que en lo psíquico no existe la arbitrariedad y que la falta de autenticidad de las manifestaciones
infantiles proviene de la preponderancia de su fantasía, como en los adultos de la preponderancia de
sus prejuicios. Además, la evolución este caso le permitiría a Freud demostrar la teorización propuesta
en sus ensayos anteriores, los cuales, en un principio, fueron pensados en torno al paciente adulto. En
“Tres ensayos sobre teoría sexual” Freud plantea a la sexualidad como universal y perversa,
enunciando una predisposición originaria y universal a la perversión, y que toda la sexualidad adulta
procede de ella. De esta forma, encontramos a la sexualidad muy ligada a la infancia, por lo que
resultó conveniente abordar el análisis del desarrollo de un niño, en este caso Juanito, a modo de
constatación de la teoría previamente elaborada.
Interés por el hace-pipí. Investigador: animales, padres, hermana, objetos. Empieza su quehacer onanista.
Deseo de exhibirlo (sueño donde lo asisten al orinar). Juanito pensaba que cuanto más crezca, tendría más
grande su pene, pues era proporcional al tamaño. Aquí vemos que el punto de fijación es en la etapa fálica
(histeria en la oral, obsesiva en anal –ahorrativo, ordenado y terco-). La pregunta por la castración y el falo es
lo determinante en la construcción de la fobia.
A este placer de zonas erógenas lo adquirió con asistencia de la persona que lo cuidaba, la madre, y eso
conduce ya a la elección de objeto. Y por eso también se instala a la madre como objeto de amor para Juanito.
Tiene dos grandes represiones en su quehacer sexual: la caca y el tocarse, el dejar el acto onanista. Estas
inhibiciones son el resultado propio de la enfermedad ya instaurada que era la fobia, ya que a partir de la
constitución instaurada de la enfermedad reprime el placer, como el asco que le produce o la vergüenza de
hacer caca.
Cuando el padre comienza a ausentarse, comienza la angustia de ser mordido por un caballo blanco, y ahí
surge el miedo, la fobia hacia los caballos. Juanito pretendía eliminar al padre de manera permanente. En el
niño no puede darse la formación reactiva (como en el hombre de las ratas) porque no está constituida la
represión como tal, y se presenta esta ambivalencia afectiva en el mismo momento.
Tanto su padre como su hermana son tratados de igual modo en lo inconsciente porque los dos le quitan a la
mami, lo perturban en su estar solo con ella.
Freud ilustra el caso a Juanito y le dice “lo que sucede es que le tienes miedo a tu padre, porque tu padre es el
que quiere tanto a tu madre, que se presenta como una amenaza en cierto sentido”. Además, el padre
representa un LIMITE, porque el niño debe elegir entre el objeto narcisista que es el falo, preservarlo y
abandonar a la madre o sostener a la madre y perder el falo. Y esa es la castración que hablamos (o el padre
imaginario que resalta Lacan) Porque el padre era BUENO, pero las representaciones del niño eran del mundo
imaginario.
Es una fobia que no depende con quién esté sino con el espacio, porque la agorafobia es el miedo a que pueda
suceder el ataque de angustia en lugares públicos, entonces Juanito se termina resguardando.
La posición de las «fobias» dentro del sistema de las neurosis sigue indeterminada hasta hoy. Aquí porque
pareciera ser más una neurosis de transición, es algo momentáneo que sería como la ”entrada a las demás
neurosis” y permite movilizar las estructuras psíquicas.
Página 94 “la libido desprendida del material patógeno en virtud de la represión no es convertida, no es
aplicada, saliendo de lo anímico, en una inervación corporal, sino que se libera como angustia”
Sueño de angustia: su contenido era que la mamá había partido y ahora no tenía ninguna mamá para hacer
cumplidos. Ya este sueño apunta a un proceso represivo de seria intensidad. El niño no sintió angustia en el
sueño desde alguna fuente somática y entonces la aprovechó para cumplir un deseo de lo inconsciente, un
deseo intensamente reprimido, sino que este es un genuino sueño de castigo y represión, en el cual, además,
fracasa la función del sueño, puesto que el niño despierta con angustia de su dormir.
Llegada de la hermana: le aparejó muchas cosas que no lo dejaron tranquilo
En primer lugar, un poco de privación; al comienzo, una separación temporaria de la madre, y luego,
una disminución duradera de sus cuidados y atención, que tuvo que acostumbrarse a compartir con la
hermana.
En segundo lugar, una reanimación de sus vivencias placenteras en la crianza, provocada por todo lo
que veía hacer a su madre con la hermanita.
97
A los 4 años y 3 meses Juanito deja de dormir con el dormitorio de sus padres, además le excitaba saber qué
hacen la hermanita y su mamá. Teoría de la cloaca.
Lo reprimido, lo sofocado, era un gran odio y hostilidad al padre, celos y vínculos sádicos hacia la madre. En
estas sofocaciones tempranas acaso se sitúe la predisposición a contraer más tarde la enfermedad. Estas
inclinaciones agresivas no hallan en Hans ninguna salida, y tan pronto como, en una época de privación y de
acrecentada excitación sexual, quieren brotar reforzadas, se enciende aquella lucha que nosotros llamamos
«fobia». Fobia es una lucha frente a toda excitación sexual que emerge en este periodo de etapa fálica y que
no puede manifestarse de manera plena en la conciencia.
En el curso de ese combate, una parte de las representaciones reprimidas penetran en la conciencia como
contenido de la fobia, desfiguradas y endosadas a otro complejo. En efecto, la fobia al caballo es también un
obstáculo para andar por la calle, y puede servir como medio para permanecer en casa junto a la madre amada.
En esto, por consiguiente, ha triunfado la ternura hacia la madre; a raíz de su fobia, el amante se pega al objeto
amado, pero es claro que ahora se ha puerto cuidado en que el amante permanezca inofensivo.
Como es sabido, tales enfermedades son extraordinariamente frecuentes, aun en niños cuya educación no deja
nada que desear en materia de rigor. Tales niños se vuelven después neuróticos, o bien permanecen sanos. Sus
fobias son acalladas a gritos en la crianza, porque son inasequibles al tratamiento y por cierto muy incómodas.
Luego ceden, en el curso de meses o de años; se curan en apariencia. Aquí las fobias es importante entenderlas
como una transición no como un cuadro clínico que se sostiene en el tiempo.
Pero si después uno toma bajo tratamiento psicoanalítico a un neurótico adulto que, se supone, sólo en la
madurez ha contraído su enfermedad manifiesta, por regla general se averigua que su neurosis se anuda a
aquella angustia infantil, es su continuación; y, por tanto, a lo largo de su vida, desde aquellos conflictos de la
infancia, se tejió un trabajo psíquico continuo, pero también imperturbado, sin que importe que el primer
síntoma haya subsistido o se retirara esforzado por las circunstancias. Es decir que las fobias se pueden
manifestar como enfermedad infantil.
El análisis, en efecto, no deshace el resultado de la represión: las pulsiones que fueron entonces sofocadas
siguen siendo las sofocadas; pero alcanza ese resultado por otro camino: sustituye el proceso de la represión,
que es automático y excesivo, por el «dominio» mesurado y dirigido a una meta, con auxilio de las instancias
anímicas superiores; en una palabra: sustituye la represión por el juicio adverso.
LACAN, Jacques. El Seminario de Jacques Lacan, libro 4: La relación de objeto. (Clases 13). Buenos
Aires: Paidós
¿Qué es esta castración? En suma, para que el sujeto alcance la madurez genital, ha de haber sido castrado.
¿Qué significa esto? la castración es el signo del drama del Edipo, además de su eje implícito.
Afanisis: desaparición. El temor de la castración no puede depender las amenazas que se reproducen en la
historia de los sujetos, expresadas en el enunciado parental bien conocido “Vendrá alguien a cortarte eso”. Lo
que llama la atención es la dificultad que supone integrar en su forma positiva el propio manejo de la
98
castración, articulada por Freud, sin embargo, claramente como una amenaza referida al pene, al falo. La
afanisis, que sustituye a la castración, es el temor por parte del sujeto de ver extinguirse en él el deseo. ¿Es
concebible que sea esta la fuente de una angustia primordial? Tal vez, pero sin duda se trata de una angustia
singularmente reflexiva.
No es posible articular nada sobre la incidencia de la castración sin aislar la noción de privación como un
agujero real. Se trata especialmente del hecho de que la mujer no tiene pene, esta privada de él. La castración
toma como base la aprehensión en lo real de la ausencia de pene en la mujer. En la mayor parte de los casos
este es el punto crucial, es la base en la que se apoya la noción de la privación. Hay en efecto una parte de los
seres en la humanidad que están castrados. Están castrados en la subjetividad del sujeto. En lo real, en la
realidad, en lo que se invoca como experiencia real, están privados.
La propia noción de privación implica la simbolización del objeto en lo real. Ya que en lo real, nada está
privado de nada. Todo lo que es real se basta a sí mismo. Por definición, lo real es pleno. El objeto en cuestión
en este caso es el pene. En el momento y al nivel en el que hablamos de privación, es un objeto que se nos
presenta en el estado simbólico. En cuanto a la castración, en la medida en que resulta eficaz, en la medida en
que se experimenta y está presente en la génesis de una neurosis, se refiere a un objeto imaginario. Ninguna
castración de las que están en juego en la incidencia de una neurosis es jamás una castración real. Sólo entra
en juego operando en el sujeto bajo la forma de una acción referida al objeto imaginario.
Padre El personaje con el que nos encontramos. (Imago). Es con él a quien se refiere
imaginario muy a menudo toda la dialéctica, la de la agresividad, la de la identificación, la
de la idealización por la que el sujeto accede a la identificación con el padre.
Es el padre terrorífico que reconocemos en el fondo de tantas experiencias
neuróticas, y no tiene en absoluto relación alguna con el padre real del niño
Padre simbólico Una construcción mítica, no está representado en ningún lado (significante)
Freud-Juanito. Tiene como función imponer la Ley y regular el deseo en el
complejo de Edipo, interviniendo en la relación imaginaria entre la madre y el
niño, para introducir entre ellos la “distancia simbólica”. No interviene porque
alguien encarne esa función, sino al ser mediado por el discurso de la madre
(“detrás” de la madre simbólica, siempre está el padre simbólico). La ausencia
del padre simbólico caracteriza la esencia de la estructura psicótica.
No puede decirse que Juanito esté frustrado de algo. No ha tenido que esperar a que apareciera la fobia para
contar con las atenciones de su padre, y también es objeto de los más tiernos cuidados por parte de su madre,
tan tiernos incluso que todo se lo permiten. No está frustrado de nada, no está privado de nada. De todos
modos vemos que su madre ha llegado a prohibirle la masturbación y ha pronunciado las palabras fatales “Si
te masturbas, haremos venir al Doctor A. y te la cortará”. El niño escucha la amenaza casi de la forma
conveniente. A posteriori acaba resultando que a un niño no se le puede decir nada más, y esto precisamente le
servirá como material para construir lo que necesita, es decir, el complejo de castración. La masturbación en sí
misma no acarrea en ese momento ninguna angustia, el niño sigue masturbándose. Por supuesto, luego lo
integrará en el conflicto que se manifestará en el momento de su fobia, pero no parece en absoluto que se trate
99
de una incidencia traumatizante capaz de explicar su surgimiento. La madre es aquí objeto de amor, objeto
deseado en cuanto a su presencia. La reacción, la sensibilidad del niño ante la presencia de la madre, se
manifiesta muy precozmente en su comportamiento. Esta presencia se articula muy rápidamente en el par
presencia-ausencia. Para el niño hay un objeto primordial que de ningún modo podemos considerar como
constituido idealmente, es decir, en nuestra idea.
La madre existe como objeto simbólico y como objeto de amor. La madre es de entrada madre simbólica y
sólo tras la crisis de la frustración empieza a realizarse, debido a cierto número de choques y particularidades
surgidas en las relaciones entre la madre y el niño. La madre objeto de amor puede ser en cualquier momento
la madre real en la medida en que frustra ese amor.
La relación del niño con la madre, que es una relación de amor, abre la puerta a lo que se llama habitualmente
la relación indiferenciada primordial. ¿Qué ocurre en la primera etapa concreta de la relación de amor,
fondo sobre el cual tiene o no lugar la satisfacción del niño, con la significación que comporta? Se trata
de que el niño se incluya a sí mismo en la relación como objeto de amor de la madre. Se trata de que se entere
de esto, de que aporta placer a la madre. Esta es una de las experiencias fundamentales del niño, saber si su
presencia gobierna, por poco que sea, la de la presencia que necesita, si él le aporta una satisfacción de amor.
En suma, ser amado es fundamental para el niño.
En la experiencia del niño, se articula poco a poco algo que le indica que en presencia de la madre, aún si esta
por él, no está solo. Una de las experiencias más comunes es qué no está sólo porque hay otros niños. Pero
nuestra hipótesis básica es que hay otro término en juego que es radical, constante e independiente de las
contingencias de la historia, es decir, de la presencia o de la ausencia del otro niño. Es el hecho de que, en
grados distintos en cada sujeto, la madre conserva el Penisneid. El niño lo colma o no lo colma, pero la
cuestión se plantea. En la relación con la madre el niño siente el falo como centro de su deseo, el de ella. Y el
mismo se sitúa entonces en distintas posiciones por las cuales se ve llevado a mantener este deseo de la madre.
El niño se presenta a la madre como si él mismo le ofreciera el falo, en posiciones y grados diversos. Puede
identificarse con la madre, identificarse con el falo, identificarse con la madre como portadora del falo, o
presentarse como portador de falo. Hay aquí un alto grado de generalización de la relación imaginaria,
mediante la cual el niño le asegura a la madre que puede colmarla, no sólo como niño, sino también en cuanto
al deseo y en cuanto a lo que le falta.
Juanito está fantaseando el falo constantemente, preguntándole a su madre sobre la presencia del falo en ella,
luego en el padre, luego en los animales. Sólo se habla del falo, no se habla de otra cosa. El falo es
verdaderamente el eje, el objeto central de la organización de su mundo. ¿Qué es lo que cambia, si no ocurre
nada crítico en la vida de Juanito? Lo que cambia, es que su pene empieza a convertirse en algo muy real.
Su pene empieza a moverse y el niño empieza a masturbarse. El elemento importante no es tanto que la madre
intervenga en este momento, sino que el pene se ha convertido en real. Entonces, podemos preguntarnos si no
hay una relación entre este hecho y lo que surge en ese momento, es decir la angustia.
¿Cómo debemos concebir la angustia en esta ocasión? Lo más cerca posible del fenómeno. La angustia es
correlativa del momento de suspensión del sujeto, en un tiempo en el que ya no sabe dónde está, hacia un
tiempo en el que va a ser algo en lo que ya nunca podrá reconocerse. Es esto, la angustia. Todo esto depende
de lo que el niño es realmente para la madre.
¿Resulta satisfactorio para él? No hay ninguna razón para que no pueda seguir con este juego por mucho
tiempo de forma satisfactoria. El niño trata de deslizarse, de integrarse en lo que es para el amor de la madre
y, con algo de fortuna, lo consigue, ya que basta con un índice para sancionar esta relación tan delicada. Pero
en cuanto interviene su pulsión, su pene real, el niño cae en su propia trampa, engañado por su propio juego,
víctima de todas las discordancias, confrontado con la inmensa hiancia que hay entre cumplir con una imagen
y tener algo real que ofrecer. El niño se encuentra entonces frente a esa brecha, se convierte en elemento
pasivizado de un juego que le deja a merced de las significaciones del Otro. He aquí un dilema.
100