Textos para Clase 2024
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2. Harold Bloom
…la elección estética ha guiado siempre cualquier aspecto laico de la formación del
canon, pero resulta difícil mantener este argumento en unos momentos en que la defensa
del canon literario, al igual que su ataque, se ha politizado hasta tal extremo. Las defensas
ideológicas del canon occidental son tan perniciosas en relación con los valores estéticos
como las virulentas críticas de quienes, atacándolo, pretenden destruir el canon o ‘abrirlo’,
como proclaman ellos. Nada resulta tan esencial al canon occidental como sus principios
de selectividad, que son elitistas solo en la medida en que se fundan en criterios puramente
artísticos. Aquellos que se oponen al canon insisten en que en la formación del canon
siempre hay una ideología de por medio.
3. Blas Nasarre
El artificio, y afeite con que hermosea los vicios, es capaz sin duda de corromper los
corazones de la juventud. A más de que la ingeniosidad de la maraña es casi siempre
inverosímil y la dicción elegante y fluida, no corresponde por sus elevados conceptos, y
afectadas erudiciones a este poema: serían para lo lírico y trágico, aún dignos de
corrección. Los anacronismos, la falta de geografía, de mitología, de historia se dejan ver
a cada paso; y, cuando quiere hablar de las artes, ¡qué impropriedades y desvarios no se
le notan! Muchas escenas y episodios son del todo impertinentes, y nada interesan a la
acción, ni a los oyentes. Lo que llaman relaciones, substituidas a los prólogos, y que
algunas veces son necesarias para que los oyentes entiendan la comedia y se pongan en
la expectación y pendientes del enredo, son casi siempre en este poeta fuera del propósito,
pero muy hinchadas y altas y con pinturas impertinentísimas, ensartadas en metáforas
enormemente atrevidas.
Es verdad, que a Calderón le levantaron altares como a un dios del teatro, y que su ingenio
superior tropezaba algunas veces con cosas inimitables, pero acompañadas con otras tan
poco nobles que se puede dudar si la bajeza de ellas ensalza lo sublime, o si el sublime
hace menos tolerable su bajeza. A nadie imitó cuando escribía de propósito, todo lo
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sacaba de su propia imaginación; abandonó sus obras al cuidado de la fortuna, sin elegir
las circunstancias nobles y necesarias de sus asuntos, y sin descartar las inútiles.
Despreció el estudio de las antiguas comedias; sus personas vagan desde el oriente al
occidente, y obliga a los oyentes a que vayan con ellas ahora a una parte del mundo, ahora
a la otra. La ufanía, el punto de honor, la pendencia y bravura, la etiqueta, los ejércitos,
los sitios de plazas, los desafíos, los discursos de estado, las academias filosóficas y todo
cuanto ni es verisímil ni pertenece a la comedia, lo pone sobre el teatro. No hace retratos,
espejos, ni modelos, si no decimos, que lo son de su fantasía. Es verdad que para
disculparle quieren decir que retrata la nación, como si toda ella fuese de caballeros
andantes, y de hombres imaginarios. Pues ¿qué diré de las mujeres? Todas son nobles,
todas tienen una fiereza a los principios que infunden, en lugar de amor, miedo; pero
luego pasan de este extremo (por medio de los celos) al extremo contrario, representando
al pueblo pasiones violentas y vergonzosas, y enseñando a las honestas e incautas
doncellas los caminos de la perdición y los modos de mantener y criar amores impuros,
y de enredar y engañar a los padres, y de corromper a los domésticos, esperanzándolos
con el fin de casamientos desiguales y clandestinos, en desprecio de la autoridad de los
padres, disculpados sólo con la pasión amorosa y extremada, que se pinta como honesta
y decente, que es la peste de la juventud y el escarnio de la edad provecta. Es verdad, que
en esta parte retrata más de lo que era razón que se viese, pero retrata como honesto, y
aun heroico, lo que no es lícito representar sino como reprehensible. Da al vicio fines
dichosos y laudables, endulza el veneno, enseña a beberlo atrevidamente y quita el temor
de sus estragos.
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mira que la experiencia te aconseja
que es fortuna morirte siendo hermosa
y no ver el ultraje de ser vieja.
5. Cátulo
6. Pierre de Ronsard
Quand vous serez bien vieille, au soir, à la chandelle,
Assise auprès du feu, dévidant et filant,
Direz, chantant mes vers, en vous émerveillant :
Ronsard me célébrait du temps que j’étais belle.
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7. Bernardo Tasso
Mentre che laureo crin v’ondeggia intorno
a l’amplia fronte con leggiadro errore;
mentre che di vermiglio e bel colore
vi fa la primavera il volto adorno;
8. Martin Opitz
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9. Robert Herrick
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11. Joan-Salvat Papasseit
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13. Francisco Brines
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15.
Ciego que apuntas y atinas,
caduco Dios y rapaz.
Vendado que me has vendido
y niño mayor de edad.
Por el alma de tu madre,
que murió siendo inmortal,
de envidia de mi señora,
que no me persigas más.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.
Amadores desdichados
que seguís milicia tal,
decidme qué buena guía
podéis de un ciego sacar,
de un pájaro qué firmeza,
que esperanza de un rapaz,
que galardón de un desnudo,
de un tirano, ¿qué piedad?
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.
16.
Estoy continuo en lágrimas bañado,
rompiendo el aire siempre con sospiros;
y más me duele nunca osar deciros
que he llegado por vos a tal estado,
que viéndome do estoy y lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huiros,
desmayo viendo atrás lo que he dejado;
si a subir pruebo en la difícil cumbre,
a cada paso espántanme en la vía
ejemplos tristes de los que han caído.
Y, sobre todo, fáltame la lumbre
de la esperanza, con que andar solía
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por la oscura región de vuestro olvido.
18. Jovellanos
Empezaron estos a imitar los grandes modelos que había producido Italia, así en tiempo
de los Horacios y Virgilios, como en el de los Petrarcas y los Tasos. Entre los primeros
imitadores hubo muchos que se igualaron a sus modelos. Cultiváronse todos los ramos de
la poesía, y antes de que se acabase el dorado siglo XVI había ya producido España
muchos épicos, líricos y dramáticos comparables a los más célebres de la Antigüedad.
Casi se puede decir que estos bellos días anochecieron con el siglo XVI. Los Góngoras,
los Vegas, los Palavicinos, siguiendo el impulso de su sola imaginación, se extraviaron
del buen sendero que habían seguido sus mayores.
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19. José Cadalso
El siglo pasado no nos ofrece cosa que pueda lisonjearnos. Se me figura España desde fin
de 1500 como una casa grande que ha sido magnífica y sólida, pero que por el discurso
de los siglos se va cayendo y cogiendo debajo a los habitantes. Aquí se desploma un
pedazo del techo, allí se hunden dos paredes, más allá se rompen dos columnas, por esta
parte faltó un cimiento, por aquella se entró el agua de las fuentes, por la otra se abre el
piso; los moradores gimen, no saben dónde acudir; aquí se ahoga en la cuna el dulce fruto
del matrimonio fiel; allí muere de golpes de las ruinas, y aún más del dolor de ver a este
espectáculo, el anciano padre de la familia; más allá entran ladrones a aprovecharse de la
desgracia; no lejos roban los mismos criados, por estar mejor instruidos, lo que no pueden
los ladrones que lo ignoran. Si esta pintura te parece más poética que verdadera, registra
la historia, y verás cuán justa es la comparación. Al empezar este siglo, toda la monarquía
española, comprendidas las dos Américas, media Italia y Flandes, apenas podía mantener
veinte mil hombres, y ésos mal pagados y peor disciplinados. Seis navíos de pésima
construcción, llamados galeones, y que traían de Indias el dinero que escapase los piratas
y corsarios; seis galeras ociosas en Cartagena, y algunos navíos que se alquilaban según
las urgencias para transporte de España a Italia, y de Italia a España, formaban toda la
armada real. Las rentas reales, sin bastar para mantener la corona, sobraban para aniquilar
al vasallo, por las confusiones introducidas en su cobro y distribución. La agricultura,
totalmente arruinada, el comercio, meramente pasivo, y las fábricas, destruidas, eran
inútiles a la monarquía. Las ciencias iban decayendo cada día (…)
Aun los hombres grandes que produjo aquella era solían sujetarse al mal gusto del siglo,
como hermosos esclavos de tiranos feísimos. ¿Quién, pues, aplaudirá tal siglo? Pero
¿quién no se envanece si se habla del siglo anterior, en que todo español era un soldado
respetable? Del siglo en que nuestras armas conquistaban las dos Américas y las islas de
Asia, aterraban a África e incomodaban a toda Europa con ejércitos pequeños en número
y grandes por su gloria, mantenidos en Italia, Alemania, Francia y Flandes, y cubrían los
mares con escuadras y armadas de navíos, galeones y galeras; del siglo en que la academia
de Salamanca hacía el primer papel entre las universidades del mundo; del siglo en que
nuestro idioma se hablaba por todos los sabios y nobles de Europa. ¿Y quién podrá tener
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voto en materias críticas, que confunda dos eras tan diferentes, que parece en ellas la
nación dos pueblos diversos? ¿Equivocará un entendimiento mediano un tercio de
españoles delante de Túnez, mandado por Carlos I, con la guardia de la cuchilla de Carlos
II? ¿A Garcilaso con Villamediana? ¿Al Brocense con cualquiera de los humanistas de
Felipe IV? ¿A don Juan de Austria, hermano de Felipe II, con don Juan de Austria, hijo
de Felipe IV? Créeme que la voz antigüedad es demasiado amplia, como la mayor parte
de las que pronuncian los hombres con sobrada ligereza.
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22. El cortesano, Castiglone. Libro Tercero, capítulo II.
Pues ves que yo, respondió el Manífico, tengo licencia de formar esta Dama á mi placer,
no solamente no quiero que use esos exercicios tan impropios para ella pero quiero que
aun aquellos que le convienen los trate mansamente, y con aquella delicadeza blanda que,
según ya hemos dicho, le pertenece. Y así en el danzar no querria velia con unos
movimientos muy vivos y levantados, ni en el cantar ó tañer me parecería bien que usase
aquellas diminuciones fuertes y replicadas que traen más arte que dulzura; asimismo los
instrumentos de música que ella tañiere, estoven que sean conformes á esta intincion;
imagina agora cuan desgraciada cosa sería ver una mujer tañiendo un atambor, ó un
pífaro, ó otros semejantes instrumentos; y la causa desto es la aspereza dellos, que encubre
ó quita aquella suavidad mansa, que tan propriamente y bien se asienta en las mujeres.
Pero si alguna vez le dixeren que dance ó taña ó cante, debe esperar primero que se lo
rueguen un poco; y cuando lo hiciere, hágalo con un cierto miedo, que no llegue á
embarazalla, sino que solamente aproveche para mostrar en ella una vergüenza natural de
mujer casta, la cual es contraria de la desvergüenza ; y aun su vestir debe también ayudar
á esto; y así han de ser sus vestidos de manera que no la hagan vana ni liviana. Mas porque
á las mujeres es permitido y debido que tengan más cuidado de la hermosura que los
hombres, y en la hermosura hay muchas diversidades, debe esta Dama tener buen juicio
en escoger la manera del vestido que la haga parecer mejor, y la que sea más conforme á
lo que ella entiende de hacer aquel día que se viste; y conociendo en sí una hermosura
lozana y alegre, débele ayudar con los ademanes, con las palabras y con los vestidos, que
todos tiren á lo alegre. Y también si se conoce ser de un arte mansa y grave, debe seguilla
acudiéndole con las cosas conformes á ella por acrecentar aquel don de naturaleza que
Dios le dio. Asimismo, siendo un poco más gorda ó flaca de lo que conviene, ó siendo
blanca, ó algo baza, es bien que so ayude con saberse vestir corno mejor le estuviere; mas
esto halo de hacer tan disimuladamente, que cuanto más cuidado pusiere en curar su rostro
y en traer su persona aderezada, tanto mayor descuido muestre en ello. Pero porque el
señor Gaspar Pallavicino preguntó poco há cuáles sean aquellas muchas cosas de que ella
deba tener noticia, y qué manera de conversación haya de ser la suya para saber tratar con
cualquier género de hombres honrados, y si deben las virtudes servir á este trato, digo que
yo quiero que esta Dama alcance algún conoscimiento de aquello que estos caballeros
han querido que sepa el Cortesano ; v, aun en aquellos exercicios que hemos dicho no
convenille, será bien que tenga aquel juicio que muchas veces nos acaece tener en las
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cosas, que no sabemos hacellas, aunque sepamos juzgallas ; y esto halo de alcanzar ella
por saber alabar y preciar las habilidades que viere en los galanes, según los méritos de
cada uno ; y por replicar en parte con pocas palabras lo que ya se ha dicho, quiero que
esta Dama tenga noticia de letras, de música, de pinturas ; y sepa danzar bien, y traer,
como es razón, á los que andan con ella de amores, acompañando siempre con una
discreta templanza, y con dar buena opinión de sí, todas aquellas otras consideraciones
que han sido enseñadas al Cortesano; y haciéndolo así, parecerá bien á todos hablando ó
riendo, en juegos, en burlas, y, en fin, en cuanto hiciere, y sabrá entretener discretamente
y con gusto á cuantos tratare ; y puesto que la continencia, la grandeza del ánimo, la
templanza, la fortaleza, la prudencia y las otras virtudes parezca que no hagan al caso para
la buena conversación que hemos dicho, yo quiero que esta Dama las tenga todas, no
tanto por esta buena conversación, no embargante que aun á ésta pueden aprovechar,
cuanto porque sea virtuosa, y porque estas virtudes la hagan tal, que componiendo y
ordenando con ellas todas sus obras, sea tenida en mucho.
No dejé de entender que tuviera en esto muchos reprehensores. Porque la cosa era tan
nueva en España […], y en tanta novedad era imposible no temer con causa, y aun sin
ella. Cuanto más que luego, en poniendo las manos en esto, topé con hombres que me
cansaron […] Los unos se quejaban que en las trovas de este arte los consonantes no
andaban tan descubiertos ni sonaban tanto como en las castellanas. Otros decían que este
verso no sabían si era verso o si era prosa. Otros argüían diciendo que esto principalmente
había de ser para mujeres, y que ellas no curaban de cosas de sustancia, sino del don de
las palabras y de la dulzura del consonante.
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25. Jorge Manrique
Es amor fuerza tan fuerte
que fuerza toda razón
una fuerza de tal suerte
que todo seso convierte
en su fuerza y afición
Una porfía forzosa
que no se puede vencer
cuya fuerza porfiosa
hacemos más poderosa
queriendo nos defender.
Es placer en cay dolores
dolor en cay alegría
un pesar en cay dulzores
un esfuerzo en cay temores
temor en cay osadía.
Un placer en cay enojos
una gloria en cay pasíón
una fe en cay antojos
fuerza que hacen los ojos
al seso y al corazón.
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Como la tierna madre, que el doliente
hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo,
sabe que ha de doblarse el mal que siente.
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y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
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y a las ondas habló desta manera
mas nunca fue su voz de ellas oída:
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torna a caer, que deja, mal mi grado,
libre el lugar a la desconfianza.
Égloga II
Albanio:
Ora, Salicio, escucha lo que digo,
y vos, ¡oh ninfas deste bosque umbroso!,
adoquiera que estáis, estad comigo.
Ya te conté el estado tan dichoso
adó me puso amor, si en él yo firme
pudiera sostenerme con reposo;
mas como de callar y d’encubrirme
d’aquélla por quien vivo m’encendía
llegué ya casi al punto de morirme,
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mil veces ella preguntó qué había
y me rogó que el mal le descubriese
que mi rostro y color le descubría;
mas no acabó, con cuanto me dijiese,
que de mí a su pregunta otra respuesta
que un sospiro con lágrimas hubiese.
Aconteció que en un’ ardiente siesta,
viniendo de la caza fatigados
en el mejor lugar desta floresta,
qu’es éste donde ’stamos asentados,
a la sombra d’un árbol aflojamos
las cuerdas a los arcos trabajados;
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majaron a los reinos del espanto,
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41. Sor Juana Inés de la Cruz
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43.
DECLARACIÓN DE FRAY BARTOLOMÉ DE MEDINA, DOMINICO.
En la ciudad de Salamanca á diez y siete dias del mes de deciembre de mili é quinientos é setenta
é un años, ante el muy magnífico é muy Rdo. señor maestro Francisco Sancho, comisario deste
Santo Oficio, y por ante mí García de Malla escribano é notario público é apostólico, é familiar
deste Santo Oficio, paresció siendo llamado el muy reverendo padre fray Bartolomé de Medina ,
maestro en sancta theulugía, en la, universidad de Salamanca, del cual se recibió jurgmiento en
forma debida de derecho so carga del cual prometió de decir verdad , y entre las cosas que testificó
en su dicho, dijo é declaró contra el maestro fray Luis de León lo siguiente, é dijo ser de edad de
cuarentaé cuatro años.
ítem declaró que sabe anda en lengua vulgar el libro de los Canticios de Salomón, compuestos
por el muy Rdo. padre maestro fray Luis de León, porque lo ha leido este declarante.
ítem declaró que en esta universidad algunos maestros, señaladamente Grajal y Martinez, y fray
Luis de León, en sus paresceres y disputas quitan alguna autoridad á la edición Vulgata ,
diciendo que se puede hacer otra mejor, y que tiene hartas falsedades. Esto de la edición Vulgata
es público é notorio; y dijo que entiende que otras, proposiciones debe haber oido, pero que no se
acuerda (…)
45. Horacio
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46. Fray Luis de León
47. Horacio
Pastor cum traheret per freta navibus
Idaeis Helenen perfidus hospitam,
ingrato celeris obruit otio
ventos ut caneret fera
[Cuando Paris, el pérfido pastor, conducía en las naves del Ida a la robada Helena, Nereo sujetó
con el ocio ingrato los rápidos vientos para anunciarle su cruel destino.
“Bajo auspicios fatales llevas a tu patria a esa mujer, que ha de reclamarte con numerosas huestes
la Grecia, conjurada en romper tus nupcias y destruir el antiguo reino de Príamo.
¡Ay cuánta fatiga rendirá a caballos y caballeros! ¡Cuánta desolación atraes sobre el pueblo de
Dárdano! Ya Palas prepara su yelmo, su égida, su carro y su furor.
En vano orgulloso con la ayuda de Venus peinarás tu cabellera y cantarás al son de la cítara versos
que hechicen a las mujeres. En vano evitarás desde tu tálamo los rudos venablos, las puntas de
las saetas cretenses, el clamoreo de la batalla y la persecución del volador Áyax; aunque tarde,
has de ver manchados de polvo tus adúlteros cabellos.
¿No ves al hijo de Laertes, exterminio de tu gente, y a Néstor, el príncipe de Pilos? Ya te acosa el
impávido Téucer de Salamina [Teucro] y Esténelo, diestro en el combate o impetuoso en el
momento que es preciso fustigar a los caballos. También conocerás a Merión [Meriones]. He aquí
al atroz hijo de Tideo, más valiente que su padre, corriendo enfurecido por alcanzarte; y como
ciervo que se olvida del pasto al divisar el lobo en la otra ladera del valle, así tú le huirás con la
respiración anhelante y muerto de pavor.
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No es esto lo que prometías a tu Helena. La escuadra del iracundo Aquiles dilatará la ruina de
Ilión y las matronas frigias; mas pasados ciertos años, el fuego de los aqueos abrasará las casas
de Troya.]
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La lanza ya blandea
el árabe crüel, y hiere el viento,
llamando a la pelea;
innumerable cuento
de escuadras juntas veo en un momento.
El Éolo derecho
hinche la vela en popa, y larga entrada
por el Hercúleo Estrecho
con la punta acerada
el gran padre Neptuno da a la armada.
El furibundo Marte
cinco luces las haces desordena,
igual a cada parte;
la sexta, ¡ay!, te condena,
¡oh, cara patria!, a bárbara cadena.
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49. Fray Luis de León
Oda II
A don Pedro Portocarrero
Virtud, hija del cielo,
la más ilustre empresa de la vida,
en el escuro suelo
luz tarde conocida,
senda que guía al bien, poco seguida;
tú dende la hoguera
al cielo levantaste al fuerte Alcides,
tú en la más alta esfera
con las estrellas mides
al Cid, clara victoria de mil lides.
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50. Fray Luis de León
Oda XXI
A Nuestra Señora
Y si mayor bajeza
no conoce, ni igual, juicio humano,
que el estado en que estoy por culpa ajena,
con poderosa mano
quiebra, Reina del cielo, esta cadena.
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Virgen, por quien vencida
llora su perdición la sierpe fiera,
su daño eterno, su burlado intento;
miran de la ribera
seguras muchas gentes mi caída,
el agua violenta, el flaco aliento:
los unos con contento,
los otros con espanto; el más piadoso
con lástima la inútil voz fatiga;
yo, puesto en ti el lloroso
rostro, cortando voy onda enemiga.
Virgen, no enficionada
de la común mancilla y mal primero,
que al humano linaje contamina;
bien sabes que en ti espero
dende mi tierna edad; y, si malvada
fuerza que me venció ha hecho indina
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de tu guarda divina
mi vida pecadora, tu clemencia
tanto mostrará más su bien crecido,
cuanto es más la dolencia,
y yo merezco menos ser valido.
Oda XI
Recoge ya en el seno
el campo su hermosura, el cielo aoja
con luz triste el ameno
verdor, y hoja a hoja
las cimas de los árboles despoja.
Ya el ave vengadora
del Íbico navega los nublados
y con voz ronca llora,
y, el yugo al cuello atados,
los bueyes van rompiendo los sembrados.
No cures si el perdido
error admira el oro y va sediento
en pos de un bien fingido,
que no ansí vuela el viento,
cuanto es fugaz y vano aquel contento.
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Escribe lo que Febo
te dicta favorable, que lo antiguo
iguala y pasa el nuevo
estilo; y, caro amigo,
no esperes que podré atener contigo.
Oda I
Vida retirada
No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
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vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.
Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.
Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.
Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.
La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.
A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
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sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.
Oda III
A Salinas
Y como se conoce,
en suerte y pensamientos se mejora;
el oro desconoce,
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca, engañadora.
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en él ansí se anega
que ningún accidente
estraño y peregrino oye o siente.
Oda VIII
Noche serena
el amor y la pena
despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
despiden larga vena
los ojos hechos fuente;
Loarte y digo al fin con voz doliente:
«Morada de grandeza,
templo de claridad y hermosura,
el alma, que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel baja, escura?
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el bajo y torpe suelo, comparado
con ese gran trasunto,
do vive mejorado
lo que es, lo que será, lo que ha pasado?
—rodéase en la cumbre
Saturno, padre de los siglos de oro;
tras él la muchedumbre
del reluciente coro
su luz va repartiendo y su tesoro—:
Inmensa hermosura
aquí se muestra toda, y resplandece
clarísima luz pura,
que jamás anochece;
eterna primavera aquí florece.
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55. Fray Luis de León
Oda XIII
de púrpura y de nieve
florida, la cabeza coronado,
y dulces pastos mueve,
sin honda ni cayado,
el Buen Pastor en ti su hato amado.
Y dentro a la montaña
del alto bien las guía; ya en la vena
del gozo fiel las baña,
y les da mesa llena,
pastor y pasto él solo, y suerte buena.
Y de su esfera, cuando
la cumbre toca, altísimo subido,
el sol, él sesteando,
de su hato ceñido,
con dulce son deleita el santo oído.
conocería dónde
sesteas, dulce Esposo, y, desatada
de esta prisión adonde
padece, a tu manada
viviera junta, sin vagar errada.
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56. Fray Luis de León
La perfecta casada
Mas considere vuestra merced cómo reluce, así en esto, como en todo lo demás, la
grandeza de la divina bondad, que pone a su cuenta y se tiene por servido de nosotros con aquello
mismo que es provecho nuestro. Porque a la verdad, cuando no hobiera otra cosa que inclinara a
la casada a hacer del deber, si no es la paz y sosiego y el gran bien que en esta vida sacan y
interesan las buenas de serlo, esto sólo bastaba; porque sabida cosa es que, cuando la mujer -
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hijos, y la paz reina, y la hacienda crece. Y como la luna llena, en las noches serenas, se goza
rodeada y como acompañada de clarísimas lumbres, las cuales todas parece que avivan sus luces
en ella, y que la remiran y reverencian, así la buena en su casa reina y resplandece, y convierte
así juntamente los ojos y los corazones de todos. El descanso y la seguridad la acompañan a
dondequiera que endereza sus pasos, y a cualquiera parte que mira encuentra con el alegría y con
el gozo, porque, si pone en el marido los ojos, descansa en su amor; si los vuelva a sus hijos,
alégrase con su virtud; halla en los criados bueno y fiel servicio, y en la hacienda provecho y
acrecentamiento, y todo le es gustoso y alegre; como al contrario, a la que es mala casera todo se
lo convierte en amargura, como se puede ver por infinitos ejemplos.
Que es decir que ha de estudiar la mujer, no en empeñar a su marido y meterle en enojos
y cuidados, sino en librarle dellos y en serie perpetua causa de alegría y descanso. Porque, ¿qué
vida es la del aquel que ve consumir su patrimonio en los antojos de su mujer, y que sus trabajos
todos se los lleva el río, o por mejor decir, al albañar, y que, tomando cada día nuevos censos, y
creciendo de continuo sus deudas, vive vil esclavo, aherrojado del joyero y del mercader?
Dios, cuando quiso casar al hombre, dándole mujer, dijo: «Hagámosle un ayudador su semejante»
(Gén, 2); de donde se entiende que el oficio natural de la mujer, y el fin para que Dios la crió, es
para que sea ayudadora del marido, y no su calamidad y -42- desventura; ayudadora, y no
destruidora. Para que la alivie de los trabajos que trae consigo la vida casada, y no para que
añadiese nuevas cargas. Para repartir entre sí los cuidados, y tomar ella parte, y no para dejarlos
todos al miserable, mayores y más acrecentados. Y, finalmente, no las crió Dios para que fuesen
rocas donde quebrasen los maridos y hiciesen naufragio de las haciendas y vidas, sino para puertos
deseados y seguros en que, viniendo a sus casas, reposasen y se rehiciesen de las tormentas de
negocios pesadísimos que corren fuera dellas.
Y el abrir su boca en sabiduría, que el Sabio aquí dice, es no la abrir sino cuando la
necesidad lo pide, que es lo mismo que abrirla templadamente y pocas veces, porque son pocas
las que lo pide la necesidad. Porque, así como la naturaleza, como dijimos y diremos, hizo a las
mujeres para que encerradas guardasen la casa, así las obligó a que cerrasen la boca; y como las
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desobligó de los negocios y contrataciones de fuera, así las libertó de lo que se consigue a la
contratación, que son las muchas pláticas y palabras. Porque el hablar nace del entender, y las
palabras no son sino como imágenes o señales de lo que el ánimo concibe en sí mismo; por donde,
así como a la mujer buena y honesta la naturaleza no la hizo para el estudio de las ciencias ni para
los negocios de dificultades, sino para un solo oficio simple y doméstico, así les limitó el entender,
y por consiguiente, les tasó las palabras y las razones; y así como es esto lo que su natural de la
mujer y su oficio le pide, así por la misma causa es una de las cosas que más bien lo está y que
mejor le parece.
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corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo
y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios.
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y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
39
61. Sor Marcela de San Félix
Romance de un alma que temía distraerse al salir de un retiro
Dulce querido mío,
hechizo de mi alma,
si enamorarme intentas,
ya estoy enamorada.
Si pretendes, mi bien,
con amorosas trazas,
con cautelas divinas,
probar mi fe y constancia,
excesiva es la prueba,
más parece amenaza,
pues dices que mi amor
admitirá mudanza.
Aunque te niegues luego,
tu presencia a mi alma
estará firme en todo,
con la misma constancia,
aunque por tus desdenes,
desvíos y amenazas,
crezcan las aflicciones
sin término ni pausa.
Aunque no quede en mí
señal de que me amas,
me tendrás, vida mía,
guardando tus espaldas.
Aunque me diga todo
que me tienes dejada,
y que dejar la empresa
puedo por olvidada,
tierna te buscaré
desde la noche al alba,
desde el alba a la noche
sin dar fin a mis ansias;
es muy grande el incendio
en que yace mi alma,
para que se consuma
aunque le cerquen aguas.
Tú, que en mi corazón
vives como en tu casa,
sabes de mis amores
los efectos y causas.
Sabes que es ya tan tuyo
que en ti solo descansa,
en ti solo se alegra
y lo demás le cansa.
40
Sabes que por tenerte
mil suspiros exhala,
mil congojas padece
con infinitas ansias,
pues hallado una vez
el bien que deseaba,
¿cómo le ha de olvidar
por más que le combatan
si con dulces violencias
tus amores me enlazan,
tus caricias me obligan,
tu hermosura me mata,
si sabes que me tienes
cautiva y hechizada,
y de amor por tus ojos
ardiendo en vivas llamas?
Y que en dejando yo
tu soledad sagrada
y en volviendo a la aldea,
mitigaré mis ansias,
que el confuso tropel
de criaturas tantas,
con las ocupaciones,
apagarán la llama.
Y si tú te retiras
y haces ausencias largas,
faltará la memoria
de finezas pasadas,
y sin ella, el afecto
es fuerza tenga pausa,
y todo el bien se acabe
en voluntad templada.
Si yo, de presumida,
con loca confianza,
esperara en mis fuerzas,
sin duda me faltaran,
pero si pongo en ti
todas mis esperanzas,
¿por qué he de persuadirme
que se han de ver frustradas?
¿Tengo yo de pensar
que de burlas me amas,
que por juego acaricias,
por donaire regalas?
Y después, dueño mío,
que con veras tan claras,
con finezas tan tuyas
me obligas y dilatas,
41
no puedo yo creer
que amistad tan fundada
acabe un accidente,
de fin tan leve causa.
Pues en ti presumida
y en tu amor alentada,
prometo a tu belleza
que no ha de haber mudanza.
Tu esposa fiel seré,
mi bien, aunque te vayas
y ausentes tantas veces
cuantas te doy el alma,
y aunque tu sierva inútil,
tu puntual esclava,
estaré ejecutando
tu voluntad sin falta.
(…)
42
En ti, con los imposibles,
satisfice mi codicia,
que, con lo posible, amor
nunca llena sus medidas.
En ti me vi, felizmente,
muy negada y muy vacía
de criaturas y afectos,
y muy lejos de mí misma.
En ti gocé libertad
de tanto precio y estima,
que darlo todo por ella
no será paga cumplida.
En ti celebró mi esposo,
en aquel dichoso día,
en amoroso himeneo,
las bodas de mi alegría
En ti estuve tan gozosa,
contenta y entretenida,
que no podré encarecer
lo menos que en ti sentía.
En ti, con dichas tan grandes,
las horas, noches y días
dulcemente se pasaban,
instantes me parecían.
En ti, ¡qué corto mi sueño
y qué larga mi vigilia,
qué penoso fue el descanso,
qué gustosa la fatiga!
En ti le dije a mi amante
lo tierno que le quería,
lo mucho que me obligaba,
lo poco que le servía.
En ti le solicitaba,
con finezas y caricias,
a que me diese su amor
pues el mío conocía.
En ti pudo conocer
cómo le estaba rendida
mi alma, que está colgada
de su voluntad divina.
En ti le pedí su unión,
con ansias de amor tan vivas,
que no sé si le obligaron;
él lo sabe y él lo diga.
En ti procuré entregarle
tan por suya el alma mía,
43
los sentidos y potencias,
que él los mande y él los rija.
(…)
44
liberal y apacible,
caricioso y risueño,
y también le hace gracia
un poquito de ceño.
Éste se quita al punto
en un abrazo estrecho,
y queda serenado
todo el hermoso cielo.
(…)
45
Depende una eternidad
de solo un instante incierto:
¿Pues cómo se pasa instante
sin dar pasos a lo eterno?
¡Oh si me diesen a mí
tiempo en que llorar el tiempo
que tan sin cuenta he gastado
todo lo mejor del tiempo!
De mi tiempo mal gastado,
Dios mío, [a] aquel tiempo apelo
que dispuso tu piedad
el que yo llegase a tiempo.
A sus vanas alegrías
llama el malo pasatiempos,
y tiempos que así se pasan
traerán tristeza a su tiempo.
¡Oh si todos entendiesen
el que no es ahora tiempo
de gozar! Que al padecer
sea dedicado este tiempo.
A un esqueleto
46
Que una, aunque varias, son todas las suertes
que en el compuesto polvo el tiempo escribe;
ni ser rey ni plebeyo se percibe:
menos, o más, en eso te conviertes.
47
Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
48
que harto tiempo me sobra
para dormir debajo de la tierra.
Pero si acaso por oficio tienes
el contarme la vida,
presto descansarás, que los cuidados
mal acondicionados
que alimenta lloroso
el corazón cuitado y lastimoso,
y la llama atrevida
que amor, ¡triste de mí!, arde en mis venas
(menos de sangre que de fuego llenas),
no sólo me apresura
la muerte pero abréviame el camino:
pues con pie doloroso,
mísero peregrino,
doy cercos a la negra sepultura.
Bien sé que soy aliento fugitivo;
ya sé, ya temo, ya también espero
que he de ser polvo, como tú, si muero;
y que soy vidrio, como tú, si vivo.
49
la piel, que está en un tris de ser pelleja;
la plata que se trueca ya en cascajo;
50
»Buhonero de signos y Planetas,
Viene haciendo ademanes y figuras
Cargado de bochornos y Cometas.»
Esto la dije, y en cortezas duras
De Laurel se ingirió contra sus tretas,
Y en escabeche el Sol se quedó a oscuras.
51
77. María de Zayas
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