Trascendencia Clínica y Social
Trascendencia Clínica y Social
Trascendencia Clínica y Social
2011
Artículo original
Francisco Alonso–Fernández1
Correspondencia:
Prof. Francisco Alonso Fernández.
Blasco de Garay 75–1 °, Madrid 3, España.
E–mail: franciscoalonsofernandez@hotmail.com
SUMMARY
A differential diagnosis is essential with blocking of affect and atypical depression. The new
concept of pseudoalexithymia is introduced here.
AL disturbs seriously the dyadic adjustment into the couple and increases the susceptibility to
somatic or mental diseases. Some orientations for diagnosis and treatment are given.
In conclusion, this study supports the great importance of AL in society, family and clinic.
Key words: Alexithymia, pseudo alexithymia, atypical depression, somatic and mental
pathology.
RESUMEN
La primera vez que se cita la palabra <<alexitimia>> fue en un manual editado por la
Universidad de Harvard titulado Short–term psychotherapy and emotional crisis.1
Casi desde el principio se observó que la presencia de la Alexitimia (AL) en los enfermos
psicosomáticos no era constante y que tampoco era un dato específico, puesto que además de
alcanzar en la población general una tasa de cierto relieve, su prevalencia era aún más alta en
diversos tipos de enfermos físicos o psiquiátricos no encuadrados en la esfera de los enfermos
psicosomáticos clásicos.
El fracaso de la psicoterapia verbal en los enfermos psicosomáticos fue atribuido por Rüsch, en
un trabajo publicado en 1948 en la revista americana de medicina psicosomática, 2 a que estos
enfermos tenían una especial falta de habilidad para descargar sus tensiones emocionales por
medio de la palabra, el símbolo o el gesto, porque eran especialmente propensos a utilizar los
canales somáticos como única vía disponible para la descarga de sus emociones. Atribuyó esta
falta de habilidad a una inmadurez emocional enmarcada en una personalidad infantil. Otros
antecedentes importantes del concepto de AL se encuentran en la exposición del cerebro
emocional (Paul MacLean)3 y en la descripción del pensamiento operativo (Marty y Uzan). 4
II. EL PERFIL DE LA PERSONALIDAD ALEXITÍMICA
El concepto AL fue tomando gradualmente, a partir del radical etimológico señalado, un sentido
más global, en forma de un perfil de personalidad, que abarca datos afectivos, cognitivos,
psicomotores y somáticos. He aquí la enumeración de los rasgos personales más importantes:
• Dificultades para establecer contacto afectivo con los otros o mantener una
dinámica comunicacional.
• Alto grado de conformidad social, rasgo catalogado por su sentido como una
<<seudonormalidad>>.
Ella misma puede sentirse sorprendida por el coraje que supone adoptar la desesperada
actitud de la separación, al ser incapaz de quedarse a solas en el hogar con un hombre huraño,
silencioso y despótico y explica la tolerancia hacia la pareja mantenida hasta ese momento en
función del alimento emocional aportado por los hijos. Sólo excepcionalmente el varón
alexitímico es protagonista de un enlace amoroso definido en la línea de la satisfacción
recíproca.
El trabajador alexitímico inspira recelo a sus compañeros como el más antipático y distante del
grupo y el más amenazado por razones obvias por la pérdida del empleo. La elevada
prevalencia de AL en el estrato socioeconómico medio–bajo o bajo de la población se entiende
por la existencia de un vínculo causal de doble sentido: la insuficiencia financiera impone una
limitación instructiva o cultural, lo que implica una especial vulnerabilidad para la AL y, a su
vez, la AL es origen muchas veces de fracaso laboral con el consiguiente descenso económico.
El jefe alexitímico es una figura laboral poco estimada por lo general por sus subordinados, al
ejercer su función con despotismo y desafecto y al tiempo mostrarse poco competente al ser
incapaz de asumir y desarrollar proyectos de largo alcance.
La AL es asimismo un serio riesgo para el mismo médico por dos serias razones. En primer
lugar, porque la AL y el narcisismo –con algunos rasgos comunes entre ambos–son los dos
perfiles personales más incompatibles para el ejercicio de la medicina, puesto que ambos
hacen imposible la actitud altruista, que, como yo mismo he puesto de relieve en el libro ¿Por
qué trabajamos?,7 es la esencia del espíritu médico.
A ello se agrega que la sobrecarga de responsabilidad que gravita sobre todo médico clínico, se
convierte en ciertas especialidades acompañadas de una alta incidencia de muerte o de
deficientes resultados terapéuticos, en un auténtico distrés traumático crónico, que puede
conducir al médico a hacer una AL secundaria. En cualquier caso, un médico atenazado por la
AL primaria o secundaria no reúne las condiciones personales para desempeñar la actividad
sanitaria con el sentido altruista propio del ejercicio médico clínico.
El médico alexitímico, distante del enfermo, gruñón y parco en palabras que no sean
tecnicismos, es incapaz de mantenerse fiel al espíritu esencial de la medicina clínica,
condensado en la actitud altruista. Al tiempo, conducido por el mecanismo de la reduplicación
proyectiva, tiende a ver a los pacientes como individuos secos, reservados o aburridos. En
estas condiciones la relación médico–enfermo se tiñe de hostilidad recíproca. En aras de la
exigencia de un distrés crónico de responsabilidad, el ejercicio de la Medicina, como hemos
visto, encierra el riesgo de generar en cierta medida la alexitimización del médico. En la novela
de la picaresca española <<La Pícara Justina>>, de autor desconocido, probablemente un
médico o un fraile, se critica con mucho humor al médico que no habla, que no dice gracias,
que no se burla, porque no sabe hacerlo, y se le tiene, sin embargo, por discreto y sabio,
cuando, según la pícara asturiana, no hay ninguna universidad que dispense el título de
<<doctor en callar>>. Concluye este largo pasaje irónico con un interrogante: <<¿Qué tiene
que ver hablar poco con ser buen médico?>>.8
En un libro sobre la relación humana en Medicina que ha aparecido en Francia, los autores,
Hoermi y Bénézech (2010) mantienen que la mayoría de los médicos clínicos europeos
modernos no sólo no son alexitímicos, sino que, a despecho de la avalancha de la biotecnología
y de la proliferación de burocracia, <<poseen casi de una manera innata empatía y simpatía,
generosidad y disponibilidad, inteligencia y gusto por los otros>>. 9
Innúmeros trabajos científicos vienen poniendo en evidencia una tasa de prevalencia puntual
masculina de AL particularmente elevada en ciertas patologías. Al tratarse de patologías físicas
y mentales diversas, se ha venido confiriendo a la AL el carácter de un dato patogénico
transnosográfico. Desde un principio debo reconocer que en la mayor parte de estos trabajos
sobre la correlación estadística positiva de la AL y la enfermedad, se ha prescindido de
discriminar si la supuesta AL era una concausa de la enfermedad o una consecuencia suscitada
como respuesta protectora contra el sufrimiento en forma de un bloqueo afectivo o un
descenso depresivo de la conciencia emocional. Es preciso estar muy advertido para no
confundir la causa con la consecuencia en toda clase de patología asociada a la AL. La
confusión es un deslizamiento fácil puesto que la AL, y en general toda clase de alteración
deficitaria de la conciencia emocional, ofrece especiales dificultades a la recolección de la
anamnesis y a la exploración de la personalidad, lo que implica una seria dificultad incluso para
el diagnóstico, el tratamiento y el seguimiento del proceso mórbido fundamental.
En los procesos físicos crónicos de extrema gravedad, como la insuficiencia renal, la reacción
de bloqueo emocional se impone con asiduidad a otros comportamientos reactivos frecuentes
en trances patológicos más ligeros, como la impulsividad agresiva o la regresión infantil.
Por su parte, el enfermo depresivo muestra una profunda afinidad sintomatológica con la AL,
tanta que muchas veces podría considerársele como el alexitímico espurio arquetípico. La
abundancia de síntomas somáticos primarios –que no son somatizaciones pero pueden
confundirse con ellas–, el predominio de las emociones negativas y la pérdida de la
sintonización con los demás o con el espacio exterior son un trío sintomatológico que convierte
a muchos enfermos depresivos en supuestos alexitímicos transitorios. A su vez, el alexitímico
es especialmente propenso a padecer la forma de depresión conocida como la depresión
larvada somatomorfa.
En más de del 60% de los enfermos somáticos existe una sobrecarga psicopatológica
distribuida especialmente entre estas tres rúbricas:
Dejando aparte la depresión, sobresalen las enfermedades adictivas a un objeto social o a una
sustancia psicoactiva como el sector de la patología psiquiátrica vinculado a la AL con la
correlación positiva más elevada. Según Jouanne, Edel y Corton (2005), 15 la AL está presente
en el 30 al 60% de los enfermos adictivos químicos o sociales.
La acumulación de AL entre los enfermos adictivos pudiera atribuirse, según estos autores, a
que <<la dependencia por un objeto humano se sustituye por la dependencia por un objeto
exterior, gracias a la disponibilidad inmediata de este objeto como fuente de placer
autárquico>>. También podría especularse con la idea de que el sujeto alexitímico recurre al
objeto adictivo, lanzado por la búsqueda de sensaciones para compensar su falta de capacidad
para experimentar emociones.
La afirmación de Corcos, Girardon, Nezelof et al. (2000), 16 de que <<la alexitimia parece ser
una dimensión común a todas las conductas adictivas>>, hay que computarla a través del
análisis de la matriz adictiva.
La matriz adictiva se representa en mi libro Las nuevas adicciones (2003)17 como una ligazón
de subordinación anaclítica (del griego, anaclisis, apoyarse en) del enfermo adictivo al objeto.
Tal ligazón implica la subordinación absoluta del sujeto al producto adictivo, una subordinación
análoga a la mantenida por el niño con relación a la madre, que sólo puede establecerse en
una persona un tanto infantil: <<Resulta difícilmente concebible que una persona joven o
adulta haya sido absorbida en tal grado por el objeto adictivo, sin el concurso de la debilitación
personal suscitada por la intervención de un elemento infantil regresivo>>.
En el campo del alcoholismo, Loas et al. (1997) 18 encuentran más alcohólicos con AL que sin
AL, llegando la prevalencia de la AL al 67%. Aunque no se puede discutir la intervención
concausal de la AL sobre un cierto porcentaje de enfermos adictivos químicos, en cuya órbita
se inscriben los alcohólicos, sí es de apuntar la acumulación progresiva de la sintomatología
seudoalexitímica entre ellos como consecuencia de la desorganización cerebral inducida por la
intoxicación química. El cuadro psíquico del alcoholismo crónico, el mejor estudiado en este
aspecto, se compone de dos alteraciones degradantes básicas: el deterioro intelectual y el
descenso del nivel de personalidad en un sentido de primitivización, alteraciones que se
configuran al modo de una réplica de la AL. Los datos de personalidad manejados en estos
estudios coinciden en líneas generales con mi descripción de la personalidad prealcohólica,
cuyo primer trabajo publiqué en la añorada Revista Clínica Española.
Le asiste toda la razón a Corcos et al. (2007)16 para considerar a la AL como la imagen
negativa del cuadro neurótico. La AL y la neurosis no sólo tienen una naturaleza
independiente, sino que están sujetas a una cierta incompatibilidad clínica. De modo que
resulta muy raro ver a un sujeto alexitímico afectado por los fenómenos psiconeuróticos
básicos, como las fobias, las representaciones obsesivas o los síntomas histéricos de
conversión. En el otro costado, no puede haber persona más distante del perfil alexitímico que
la personalidad neurótica, definida por la inseguridad de sí mismo, la sobrecarga de ansiedad o
la hipersensibilidad emocional. En la moderna transformación, acaecida en el siglo pasado, de
la gran histeria clásica en neurosis visceral, la AL debió de haber desempeñado un importante
papel propulsor porque hay indicios suficientes para mantener que la incidencia de la AL se ha
incrementado en los últimos tiempos.
V. LA ETIOLOGÍA DE LA ALEXITIMIA
Sobre la base de que hay sujetos con AL ya en el curso del desarrollo infantojuvenil y otros
que adquieren la AL en la edad adulta o involutiva, Freyberger (1977) 19 distinguió dos
modalidades esenciales de AL: la AL primaria y la AL secundaria. Se les ha adjudicado después
las designaciones respectivas de AL estructural y AL funcional, pero sin un fundamento fáctico,
al basarse erróneamente en que la primaria era biológica y la secundaria psicológica, cuando
en ambas hay cuadros de las dos estirpes y además toda verdadera AL constituye un perfil
personal específico asentado sobre un sustrato neurofisiológico que reúne ciertas
características.
Los estudios de gemelos homocigóticos han mostrado una concordancia para la AL más alta
que la existente entre los hermanos comunes. Pero ello no puede tomarse como una prueba de
la intervención del factor genético puesto que se trataba de gemelos criados juntos
(isoperistáticos) que no sólo participaban del mismo ambiente sino que estaban sujetos a la
identificación recíproca continuada. De todos modos no puede descartarse la intervención
genética en la determinación de la AL mediante la agenesia congénita del cuerpo calloso o la
organización cerebral con una hipotrofia callosa prenatal o al menos mediante una
predisposición congénita a la AL. Por otra parte, el predominio masculino de la AL se ha
atribuido a la presencia del cromosoma Y o a la disponibilidad de un solo cromosoma X.
La carencia afectiva o la falta de cuidado maternal durante los dos o tres primeros años de
vida es un factor que puede inhibir o perturbar el desarrollo cerebral perpetuando la escisión
parcial o total entre ambos hemisferios. Debemos tener presente para no dejarnos sorprender
por este dato que en el momento del nacimiento sólo existe el 10% de las conexiones
neuronales y que el 90% restante se constituye y desarrolla progresivamente en función de las
estimulaciones exteriores, sobre todo en función de la interacción entre la madre y el niño en
la primera fase de la vida.
A despecho de todo ello, los trabajos basados en los <<movimientos oculares laterales
conjugados>>, o sea los desplazamientos oculares que el individuo realiza cuando está
pensando responder a alguna pregunta, considerados como indicadores de mayor activación de
uno de los hemisferios, denotan por el contrario, según Cole y Bakan (1985), 22 que los
alexitímicos son <<marcadores izquierdos>>, lo que corresponde a un predominio cerebral
derecho, o sea una hemisfericidad derecha.
La acumulación de AL entre los zurdos, atribuida a que en ellos hay partes del cuerpo calloso
de extrema delgadez, podría hacer suponer, como señalan Rodenhauser et al. (1986), 23 que al
menos en los alexitímicos zurdos se impone el dominio del hemisferio derecho.
La idea de que el hemisferio cerebral derecho está más afectado que el izquierdo en todos los
tipos de procesos afectivos, ha entrado en bancarrota en el estado depresivo. Los hallazgos
volumétricos y estructurales registrados en la depresión y en la hipomanía–manía han
permitido a Clark y Sahakan (2006) 24 emitir la hipótesis de que en tanto la actividad del
hemisferio izquierdo está reducida en la depresión, experimenta una exaltación en el estado
maníaco. Los datos anómalos neurofisiológicos y neuroanatómicos detectados por Frodl et al.
(2008)25 en los estados depresivos mediante la resonancia magnética y otras técnicas de
neuroimagen, se localizan exclusivamente en el hemisferio cerebral izquierdo con la
distribución siguiente: el descenso funcional sináptico y metabólico asociado a la reducción
morfológica del volumen de la corteza gris (pérdida de neuronas y de glía y descenso del
número y longitud de las ramas dendríticas) en la corteza prefrontal dorsolateral y
ventromedial, la circunvolución cingulada anterior, el polo temporal, el hipocampo y la
amígdala (aumento de volumen). Tamaña acumulación de alteraciones en el hemisferio
izquierdo de los enfermos depresivos, corroborada por diversos autores, recogidos en mi
monografía Las cuatro dimensiones del enfermo depresivo (2009),26 obliga a poner en
cuarentena el estereotipo clásico de definir el cerebro derecho como el sustrato emocional y el
izquierdo como el sustrato logicorracional.
Benadhira, Braha y Januel (2010)27 ofrecen una síntesis funcional concluyente: las técnicas de
imagen cerebral (SPECT, PET, IRM) han puesto en evidencia en los enfermos depresivos una
disminución del caudal sanguíneo cerebral y del consumo de oxígeno y glucosa en las zonas
prefrontales y la región cingulada anterior del hemisferio izquierdo, lo que contrasta con el
hipermetabolismo registrado en las mismas zonas del hemisferio derecho.
Para apoyar esta nueva idea sobre la repartición de funciones entre ambos hemisferios, se
agolpan los datos clínicos y morfológicos que denotan en los alexitímicos y en los depresivos la
presencia de un hemisferio izquierdo hipoactivo o hipoexcitable asociado con un hemisferio
derecho sobreactivo o dominante.
Por tanto, puede hoy admitirse que una vez interrumpida la conexión interhemisférica se
invierte el grado de actividad proporcional entre los hemisferios convirtiéndose en dominante
el hemisferio derecho.
La enfermedad depresiva cursa muchas veces con rasgos alexitímicos, dimanados de la falta
de sintonización con el ambiente. La asintonización o discomunicación es una de las
dimensiones semiológicas y estructurales distinguidas en el modelo tetradimensional del
síndrome depresivo. La distinción de la depresión con la AL se obtiene con toda facilidad a
través del análisis de los síntomas distribuidos en las cuatro dimensiones señaladas,
apoyándose en la aplicación del cuestionario CET–DE (Alonso–Fernández). 29 Volveremos sobre
la relación entre la AL y la depresión.
La AL secundaria, una vez expurgados los cuadros alexitímicos espurios y los situativos, se
distribuye en dos agrupaciones etiológicas: la AL orgánica y la AL psicopos–traumática.
En la serie de la AL tardía orgánica los factores intervinientes actúan alterando la integridad del
cuerpo calloso. Sus causas más frecuentes son las tres siguientes: un proceso expansivo
intracraneal situado en la proximidad de la línea media; una esclerosis en placas con
degeneración de las fibras nerviosas al nivel del cuerpo calloso, y la intervención quirúrgica
que suprime o secciona parcial o totalmente el puente calloso, operación indicada sobre todo
en el tratamiento de la epilepsia rebelde o intratable. La comisurectomía o callosotomía
quirúrgica determina la separación de ambos hemisferios y consiguientemente conduce al
establecimiento de un perfil alexitímico bastante completo.
La AL secundaria postraumática constituye una de las secuelas clínicas más graves integradas
en el síndrome de estrés postraumático. Habitualmente, en los estados postraumáticos la
personalidad se vuelve constrictiva, con un notable estrechamiento en sus intereses. La
instauración postraumática del perfil alexitímico sólo acontece en los casos de estrés
traumático que alcanzan una envergadura excepcional. Así se entiende por qué el mayor
contigente de las AL secundarias postraumáticas se ha descrito en los supervivientes de los
campos de concentración nazis y en los veteranos de la guerra del Vietnam.
Contando con que el médico examinador no sea alexitímico, y como hemos visto no suele serlo
porque si tal aconteciera todos los enfermos le parecerían secos y aburridos, la impresión de
encontrarse ante un paciente que habla lentamente, con una tremenda monotonía y se pierde
en detalles transmitiendo pesadez, es un dato muy válido para sospechar en principio que nos
encontramos ante un paciente alexitímico.
El examen de los cuatro constructos señalados experimenta una tremenda precisión mediante
el planteamiento de cuestiones o pensamientos ad hoc. A continuación exponemos una
relación de ítems de alta significación específica para el constructo correspondiente:
Entre éstos sobresalen la <<Escala Modificada de Toronto para la Alexitimia>> (veinte ítems),
entre otras razones porque existe una versión en lengua española, validada y estandarizada en
México por Pérez–Rincón, Cortés, Ortiz et al. (1997). 30 Está distribuida esta escala en tres
subescalas que evalúan, respectivamente, la dificultad para identificar los sentimientos o
describir las emociones y la tendencia a elaborar el pensamiento con una orientación externa.
Es este un momento muy oportuno para insistir por mi parte en el rechazo del manejo
autoadministrado o autoevaluado de cualquier test. Toda prueba psicométrica de AL manejada
o evaluada sin la presencia o el control directo de un experto ofrece unos resultados carentes
de fiabilidad. Incluso, el manejo de estas pruebas en la investigación epidemiológica exige la
intervención directa del experto durante su realización y al final en la evaluación de los
resultados.
Por otra parte, las pruebas psicométricas disponibles para la AL no han conseguido librarse
hasta el momento de críticas sobre sus propiedades clinimétricas. En cambio, la aplicación de
algún instrumento de este tipo o de un test proyectivo tipo TAT o el Rorschach, como
complemento de la entrevista clínica, es una fuente de información muy útil para determinar el
grado y el subtipo clínico de la AL, a tenor del nivel de la conciencia emocional y la extensión
de la sintomatología en las esferas emocional, cognitiva, comunicacional y somática.
El inicio del tratamiento del alexitímico requiere la existencia de una motivación o una
solicitud. La demanda de tratamiento puede partir del médico, de algún familiar muy
machacado por el alexitímico o de él mismo para poner remedio a sus somatizaciones o a la
patología asociada de tipo físico o mental. Pero si no existe la petición propia o ajena referida,
la terapia del alexitímico no podrá concretarse en nada, ante un sujeto que no se queja ni
reclama nada.
Los precursores del concepto de AL ya habían observado el carácter refractario del trastorno
psicosomático ante todo tipo de psicoterapia verbal. Taylor (1984) 21 subrayaba que el enfermo
alexitímico no es un buen candidato para la psicoterapia dinámica. La psicoterapia selectiva
para el alexitímico queda limitada a estas dos modalidades de psicoterapia breve: la
psicoterapia interpersonal o al análisis introspectivo.
Con la psicoterapia interpersonal se persigue la reducción de los conflictos personales
presentes en una proporción abrumadora en la vida del alexitímico y con el análisis
introspectivo se pretende mejorar la restricción de la conciencia emocional (nombrar y
expresar las emociones) y enriquecer el pensamiento y la vida imaginaria con la aportación de
reflexiones. En los alexitímicos más sensibles a la psicoterapia, reclutados con preferencia
entre los alexitímicos funcionales jóvenes y no en los secundarios estructurales, puede
obtenerse hasta resultados espectaculares con una psicoterapia breve comprensiva
estimuladora de la capacidad de comunicación. A medida que avanza la edad la AL se va
recubriendo de impermeabilidad al influjo de los factores psicoterapéuticos. La terapia de
expresión corporal o las técnicas de relajación, como formas de psicoterapia no verbal, pueden
resultar de una utilidad coadyuvante en algunas ocasiones.
La mejoría del alexitímico es accesible, pero exige un gran empeño terapéutico desplegado en
los tres frentes comentados: la aplicación de los medicamentos adecuados, la entrega a la
modalidad de psicoterapia breve efectiva señalada y una estrategia de vida debidamente
planificada.
• 1a. La recomendación de retener en la memoria las pistas que hemos dado para
reconocer al alexitímico a través del trato familiar, social o laboral, o la entrevista
clínica.
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NOTAS
*En las obras de Homero, <<timos>> era el órgano del movimiento y <<psique>> el órgano
vital.
** La reduplicación proyectiva consiste en ver a los otros con unas características personales
equivalentes a las suyas, ignoradas por ellos, como si fueran su réplica, utilizando el
mecanismo de proyección.