Pregnant Bratva Bride Forced M - Veda Rose - 2
Pregnant Bratva Bride Forced M - Veda Rose - 2
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Capı́tulo 1 - Giselle
Capı́tulo 2 - Nikolai
Capı́tulo 3 - Nikolai
Capı́tulo 4 - Giselle
Capı́tulo 5 - Nikolai
Capı́tulo 6 - Giselle
Capı́tulo 7 - Nikolai
Capı́tulo 8 - Giselle
Capı́tulo 9 - Nikolai
Capı́tulo 10 - Giselle
Capı́tulo 11 - Giselle
Capı́tulo 12 - Nikolai
Capı́tulo 13 - Giselle
Capı́tulo 14 - Giselle
Capı́tulo 15 - Nikolai
Capı́tulo 16 - Giselle
Capı́tulo 17 - Nikolai
Capı́tulo 18 - Giselle
Capı́tulo 19 - Nikolai
Capı́tulo 20 - Giselle
Capı́tulo 21 - Nikolai
Capı́tulo 22 - Giselle
Capı́tulo 23 - Giselle
Capı́tulo 24 - Nikolai
Capı́tulo 25 - Giselle
Capı́tulo 26 - Nikolai
Capı́tulo 27 - Giselle
Capı́tulo 28 - Nikolai
Epı́logo - Giselle
Sobre el Autor
Libros de Veda Rose
NOVIA BRATVA EMBARAZADA
Matrimonio forzado Romance ma ioso
Vadim Bratva Libro 2
rosa veda
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al comprador original del libro. Ninguna parte de este libro puede
reproducirse, escanearse o distribuirse en forma impresa o
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Contenido
Capı́tulo 1 - Giselle
Capı́tulo 2 - Nikolai
Capı́tulo 3 - Nikolai
Capı́tulo 4 - Giselle
Capı́tulo 5 - Nikolai
Capı́tulo 6 - Giselle
Capı́tulo 7 - Nikolai
Capı́tulo 8 - Giselle
Capı́tulo 9 - Nikolai
Capı́tulo 10 - Giselle
Capı́tulo 11 - Giselle
Capı́tulo 12 - Nikolai
Capı́tulo 13 - Giselle
Capı́tulo 14 - Giselle
Capı́tulo 15 - Nikolai
Capı́tulo 16 - Giselle
Capı́tulo 17 - Nikolai
Capı́tulo 18 - Giselle
Capı́tulo 19 - Nikolai
Capı́tulo 20 - Giselle
Capı́tulo 21 - Nikolai
Capı́tulo 22 - Giselle
Capı́tulo 23 - Giselle
Capı́tulo 24 - Nikolai
Capı́tulo 25 - Giselle
Capı́tulo 26 - Nikolai
Capı́tulo 27 - Giselle
Capı́tulo 28 - Nikolai
Epı́logo - Giselle
Sobre el Autor
Libros de Veda Rose
Capítulo 1 - Giselle
Mi madre murió de sı́ndrome del corazó n roto, sosteniendo una
botella de whisky en una mano y el tallo de una rosa marchita en la
otra.
Habı́a pasado un añ o miserable desde la noche en que encontré
su cuerpo sin vida en la mecedora que habı́a heredado de mi abuela. Su
rı́mel cayó en cascada por sus mejillas, siguiendo el rastro de lá grimas
secas. Su cuello largo y delgado se estiró hacia la ventana, sus ojos
marrones ciegos buscaron en la lluvia un vistazo del hombre que habı́a
estado esperando toda su vida.
Mi madre habı́a vivido su vida de esa manera: buscando,
esperando y bebiendo. Al menos esa era la parte de ella que estaba
grabada en mi memoria. Paté tico, dé bil y miserable eran palabras
fuertes, no las palabras con las que me gustarı́a conectarla. Querı́a
pensar que tenı́a una voluntad fuerte y estaba enamorada porque esa
era la ú nica razó n por la que una mujer pasarı́a su vida esperando a un
hombre que nunca apareció hasta que ella tomó su ú ltimo aliento.
En cuanto a mi padre… nunca lo habı́a conocido.
Mamá casi nunca hablaba de é l, al menos en palabras. Pero
podı́a decir cuá nto lo amaba cada vez que sonreı́a a la lluvia con ojos
tristes y nublados. Siempre mostraban cuá nto lo extrañ aba y cuá nto lo
habı́a anhelado.
Ella habı́a esperado, pero é l nunca vino por ella. Y tampoco vino
por mı́.
Si tan solo me hubiera amado aunque fuera la mitad de lo que le
habı́a amado a é l... Supongo que no importó porque a pesar de có mo
me trató , todavı́a estoy aquı́ un añ o despué s de su muerte, de pie junto
a su lá pida y escuchando el canto distante de los pá jaros y el aleteo de
las hojas mientras el viento las atravesaba.
Incliná ndome, bajé el ramo de loto blanco a su tumba como
prometı́ que harı́a cada añ o de su aniversario de muerte. Ella habı́a
vivido y se habı́a marchitado como una rosa, ası́ que cuando le di una
lor de loto, esperaba que de alguna manera encontrara la paz.
Palmeé las frı́as baldosas que protegı́an su tumba, luego saqué
un tallo de hierba de un lado y sonreı́.
"Hola mamá . ¿Me extrañ aste?" Enrosqué la planta entre mis
dedos para distraerme del revuelo en mi estó mago. “Por supuesto que
no lo hiciste. Probablemente estabas demasiado ocupada echá ndolo de
menos.
Esperé una respuesta, pero no llegó ninguna. “Ha pasado un añ o
sin ti. El tiempo vuela rá pido cuando extrañ as a alguien, ¿no?
Si existı́a la posibilidad de que ella pudiera responderme, se
arruinó cuando mi telé fono vibró en mi bolso. Me puse de pie y pasé los
dedos por mi bolso de cuero negro, empujando artı́culos de maquillaje
y llaves hasta que mis dedos alcanzaron mi telé fono celular.
Ahí tienes.
"¿Hola?" Respondı́ mientras sacaba el telé fono de mi bolso.
Respiraciones pesadas rompieron el silencio al otro lado de la
lı́nea. "Maldita perra", rugió quienquiera que llamara. Era una mujer,
pero su voz no me sonaba. Su voz era tan espesa como femenina, no
olvidarı́a una voz ası́.
"Um... lo siento, pero creo que tienes el nú mero equivocado".
Ahora que lo pienso, no habı́a estado peleando con nadie desde hacı́a
un añ o, claro está , desde que falleció mi madre.
La risa que resonó por los altavoces de mi mó vil fue hostil.
Sonaba como si un leó n gruñ era antes de abalanzarse sobre su presa.
"No. Estoy seguro de que tengo el nú mero correcto”. Hizo una pausa
momentá nea, recordá ndome có mo siempre me detenı́a para recuperar
el aliento cada vez que peleaba con mi madre. "Eres Giselle, maldita
Cruz".
Está bien. Quienquiera que fuera esta mujer, ella me conocı́a, y
no me gustaba la brusquedad de su voz en ese momento.
"Soy." Me burlé , lista para darle el doble de cualquier falta de
respeto que recibiera de ella. "¿Y usted es?"
"La prometida del hombre con el que te está s follando".
"Bueno, señ orita prometida, el ú nico hombre con el que me
estoy cogiendo es..." Me detuve, mi cabeza de alguna manera tratando
de darle sentido a lo que ella acababa de decir segundos despué s de
haberlo dicho. "¿Tú eres qué ?"
"Nunca pensaste que me acercarı́a a ti, ¿verdad?" Ella dejó
escapar una risa triste. "Pensaste que podrı́as escabullirte con mi
hombre y nunca ser atrapado, maldito cabró n".
El aire salió de mis pulmones y la suave brisa de repente se
volvió lo su icientemente pesada como para hacer que mis piernas
temblaran. "¿Quié n es tu prometido?"
Ella volvió a reı́r. “Tienes muchos, tal como me los imaginaba”,
comentó . "Por si sirve de algo, Aaron Turner es mi prometido y nos
casaremos dentro de un mes".
El es mi novio. Hemos estado juntos durante tres años.
Pero no dije eso. En cambio, mis manos temblorosas
sostuvieron mi telé fono junto a mi oreja durante minutos despué s de
que la lı́nea se cortó . Se me formó un nudo en la garganta que me
di icultaba respirar.
Me senté al borde de la tumba de mi madre. Aaron y yo
habı́amos estado juntos todo el dı́a de ayer. Habı́amos hecho planes.
Habı́amos hablado sobre dó nde nos casarı́amos y cuá ntos hijos ı́bamos
a tener.
No habı́a manera en el mundo de que Aaron me traicionara de
esa manera. El me amaba y era lo ú nico que me quedaba. Tenı́a que
haber una confusió n en alguna parte. Estaba seguro de que lo habı́a.
Me quité el telé fono de la oreja, saqué el nú mero de Aaron y lo
marqué , conteniendo la respiració n ante cada pitido que sonaba antes
de que respondiera.
"Oye, niñ a", respondió emocionado. Por las profundas voces de
barı́tono de fondo me di cuenta de que estaba con sus amigos. "Te
extrañ o. ¿Sigues en el cementerio?
Mi estó mago se apretó . "Lo soy", me torcı́.
“Suenas triste. ¿Está todo bien, cariñ o?
Las lá grimas picaron en mis ojos, empujando las palabras que
habı́a logrado reunir en mi garganta. Necesitaba llorar. Explotarı́a si no
lo dejara salir todo. "¿Está s comprometida?"
El rió . Hace unos minutos, su risa me habrı́a parecido tan linda y
embriagadora que le habrı́a reı́do. En este momento, todo lo que querı́a
era que lo que ella me habı́a dicho fuera una mentira.
"Cariñ o, ¿está s borracha?" Ya no se reı́a. Aú n ası́, pude escuchar
el humor en su voz. “Si tuviera una prometida, esa serı́as tú . ¿No lo
crees? El pauso.
“Bebé , no creas que te estoy engañ ando. ¿Tú ?"
No, no lo hago. Lo siento, incluso pregunté. Debí haber estado loco.
Siempre habı́a sido esa chica en nuestra relació n. La que mirarı́a
para otro lado si eso signi icaba que no saldrı́a herida. Simplemente no
podı́a ser esa chica cuando tenı́a un nudo en la garganta que me hacı́a
imposible tragar su iciente aire para seguir con vida.
"Alguien llamó ." Cerré los ojos e inhalé el olor a hierba recié n
cortada. “Ella me llamó cabró n. Dijo que me acostaba con su prometido
y que te casará s dentro de un mes. ¿Sabes qué es gracioso?
"¿Qué ?" El humor en su voz habı́a desaparecido.
Abrı́ los ojos y miré el cielo sombrı́o. Nubes oscuras cubrı́an el
sol, dejando tras de sı́ só lo un tenue resplandor amarillo. “El nombre de
su prometido es Aaron Turner. El mismo nombre que tú , cariñ o.
¿Cuá les son las posibilidades de eso?"
Terminé de hablar, pero Aaron estaba en silencio.
"Tú no eres el Aaron con el que se va a casar, ¿verdad?"
El todavı́a estaba callado.
"¿Bebé ? Dime que no eres ese Aaron y ella me mintió . Quiero
oı́rte decirlo”.
Respiró . "Lo siento bebe. ¿Te amo, esta bien? Simplemente no
creo que seamos una buena combinació n a largo plazo”.
Pasé mis dedos por mi cabello. Mis lá grimas estaban brotando
ahora, calientes en mi piel y saladas en mi lengua. "Me has mentido
durante tres añ os".
"No bebe. Escucha, ¿de acuerdo?
Me mordı́ la lengua y me reı́ amargamente. Nada de lo que dijo
cambiarı́a nada, pero tal vez podrı́a cerrar un poco escuchando sus
excusas. “Conocı́ a Victoria en un viaje hace ocho meses”.
Su nombre es Victoria.
"Me abandonaste, tres años, por una mujer que conociste hace
ocho meses".
“No era mi intenció n que esto sucediera, cariñ o. Nosotros
simplemente… Fue amor a primera vista”.
Mis manos se cerraron en puñ os, la tristeza en mi estó mago
ardı́a hasta convertirse en una llama de furia. "¿Me amaste alguna vez?"
“Lo hice, cariñ o. Todavı́a lo hago… yo solo…”
"Acabas de mentirme", interrumpı́, interrumpié ndolo. "Estoy
rompiendo contigo. Obviamente. Nunca volvamos a hablar”.
Colgué y puse el telé fono entre mis muslos. Estaba cubierto de
sudor a pesar de los escalofrı́os helados que recorrı́an mi columna.
Estiré la cabeza hacia la lá pida de mi madre y leı́ la frase grabada en
ella: Aquí yace Elena Crux, una amada madre.
Si viviera como ella, escondido en la oscuridad de mi corazó n
roto, ¿qué quedarı́a escrito en mi tumba cuando muriera? Al menos
mamá me tenı́a a mı́, pero yo no tenı́a a nadie.
Tragué , empujando el nudo en mi pecho hacia mi estó mago
mientras me levantaba. Quitá ndome el polvo de mi trasero, me obligué
a sonreı́r ante la tumba de mamá antes de alejarme.
El tiempo pasó muy rá pido, y cuando mis pantorrillas
empezaron a dolerme, una luna creciente ya estaba iluminando el cielo
negro como boca de lobo, con mil estrellas brillando a su alrededor.
Habı́an pasado horas desde que salı́ del cementerio, y habı́a
estado demasiado consumido tratando de convencerme de que Aaron
nunca me traicionarı́a de la forma en que lo hizo, que no me habı́a dado
cuenta cuando caminé hacia el club nocturno Vadim.
La discoteca Vadim pertenecı́a a Sergey Vadim, un empresario
ruso en Chicago. Su familia era propietaria de los hoteles, clubes y
aerolı́neas má s grandes del estado.
Desde donde estaba, podı́a ver las luces de neó n parpadeando
en el interior, las manos movié ndose al ritmo de la mú sica que se
iltraba desde el interior del club. Era viernes por la noche, y estarı́a
muerto antes de que alguien me sorprendiera con una camisa blanca y
una falda negra en el club un viernes por la noche, pero no podrı́a
importarme menos en este momento.
Todo lo que necesitaba era ahogarme en alcohol y quedarme
dormido tan pronto como mi cabeza tocara la almohada cuando
regresaba a casa.
Como esperaba, ojos disgustados me siguieron mientras me
abrı́a paso entre el mar de gente en el club y llegaba a la barra
delantera. Agarré un taburete y llamé al camarero.
"Hola, señ ora", dijo el camarero con una sonrisa. "¿Qué te
gustarı́a?"
"Un martini, por favor", respondı́, dejando mi bolso en el
taburete a mi lado. "Dos martinis". Incluso dos no harı́an mucho para
hacerme olvidar a Aaron.
El sonrió , tomó dos vasos y empezó a mezclar el alcohol.
"Tuviste un dı́a difı́cil, ¿no?"
Me palmeé la frente y resoplé . "El peor dı́a de mi vida, en
realidad". No me gustaba compartir demasiado con extrañ os, pero un
peso se posaba sobre mi pecho, agobiá ndome y amenazando con
aplastarme hasta la muerte si me contenı́a. Por cierto, tengo
claustrofobia.
"Dé jame adivinar, ¿problemas de chicos?"
"Eso", chasqueé los dedos. “Y el hecho de que hoy se cumple un
añ o desde que perdı́ a mi madre”.
El camarero me acercó dos copas de martini. "Lamento lo de tu
mamá y tu hombre es un idiota".
No me importó reprimir una sonrisa. “Mi madre no era la mejor
y tienes razó n. Aaron es un idiota”.
"Aquı́ tienes." El camarero me acercó un tercer martini. "Este
corre por cuenta de la casa".
"Gracias."
El sonrió y asintió , luego se fue a atender a los demá s clientes.
Tomé uno de los martinis y lo tragué de un solo trago. Luego me
encogı́ cuando bajó por mi garganta, mezclá ndose con la amargura en
mi estó mago.
Ése es para ti, Aaron. Te odio.
Bebı́ el segundo vaso.
Ése es para ti, mamá. Te extraño y odio eso.
Golpeé el vaso sobre la mesa y esperé un minuto a que el ardor
se asentara en mi estó mago antes de llevarme el tercer vaso a la boca.
"¡Bebé !"
Escalofrı́os recorrieron mi espalda ante el sonido de la voz, pero
unas manos irmes agarraron las mı́as y las obligaron a caer sobre la
mesa antes de que pudiera girar la cabeza en su direcció n. Jadeé
cuando mi bebida tembló y se derramó sobre la madera de roble.
"¡Oh, no!" Mis venas temblaron. Los martinis eran jodidamente
caros, y fuera quien fuera ese idiota, querı́a darle una bofetada por
desperdiciar mi ú ltimo vaso. Apartando sus manos de las mı́as, incliné
mi cabeza hacia la suya y le dirigı́ la mirada.
Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, mi cuerpo se
tensó y una nueva ola de ira oscureció mis pensamientos. Era Aaron, el
bastardo al que odiaba má s que a nadie en el mundo. "¿Qué está s
haciendo aquı́?"
Resopló enojado y puso sus manos en su cintura, mirá ndome
con disgusto. "Deberı́a preguntarte eso".
“¿Deberı́as?” Giré mi cuello hacia la mesa, llevé lo que quedaba
de mi martini y lo terminé de un trago. Golpeé el vaso vacı́o contra la
madera de roble y miré a Aaron. Cuánto quiero rodear su cuello con mis
dedos. "Eres un idiota, ¿lo sabı́as?"
Hizo rodar sus labios inferiores entre sus dientes. “Bebé , no es
lo que piensas, ¿vale? No era mi intenció n que sucediera nada de esto”.
Apreté los puñ os, pero traté de mantener la calma. No podı́a
dejarle ver cuá nto me estaba rompiendo por dentro en este momento.
“Estoy seguro de que no lo hiciste. Por favor vete, pre iero no ver tu
cara”.
"No me iré sin ti". Me dio esa mirada de disgusto otra vez.
"Mı́rate, eres un desastre".
Una risa se escapó de mi garganta. Una cosa acerca de Aaron es
que no sabı́a cuá ndo callarse. Otra cosa sobre é l es que era tan valiente
como idiota. “Descubrı́ que me habı́as estado engañ ando y me
comprometı́ con otra mujer el dı́a del aniversario de la muerte de mi
madre. Dime, Aaron, ¿qué esperabas?
A pesar de la mú sica que se iltraba por los altavoces, un largo y
palpable silencio se cernı́a entre nosotros.
“Mira, dije que lo siento. ¿Qué má s esperas de mı́? Caminó hacia
la mesa, tomó mi bolso y tomó mi mano. "Ahora vete a casa y deja de
hacer el idiota".
"¿Qué ?" ¿Me estoy comportando como un idiota? Mis intentos
de liberarme de su agarre fueron inú tiles. Era demasiado fuerte.
“Dé jame en paz, Aaró n. ¡Dé jame ir!"
Se inclinó . Su cuerpo chocó contra mı́, empujá ndome contra el
borde de la mesa del bar. “Mejor compó rtate, Giselle. La gente está
mirando”.
"Deberı́as haber pensado en eso antes de lastimarme".
"No lo hice y no hay nada que pueda hacer ahora". Se alejó y
comenzó a arrastrarme con é l mientras yo gritaba, me rascaba y
trataba de liberarme sin é xito.
"¿Qué crees que está s haciendo?" preguntó una voz. Fue
profundo, feroz y su iciente para hacer que mi estó mago se revolviera.
No vi su rostro, pero noté lo altos y anchos que eran sus
hombros en su traje negro mientras caminaba hacia nosotros.
"Ocú pate de tus asuntos, hombre", dijo Aaron, mirá ndolo con
desdé n. "Esto es entre mi chica y yo".
El hombre me miró . "¿Eres su chica?"
Permanecı́ mudo por un minuto. Debe haber sido el alcohol el
que me estaba molestando porque lo ú nico que podı́a pensar era en lo
guapo que era.
Sus ojos eran má s oscuros que la brea, nubes oscuras en una
noche de tormenta. Misterioso y atrevido. Los tatuajes de vı́bora,
calavera y rosa en sus brazos no ayudaron.
A pesar de la luz de neó n, sus ojos oscuros atravesaron los mı́os,
y era tan jodidamente guapo que olvidé có mo respirar mientras lo
miraba. Sus mandı́bulas eran a iladas como cuchillas, un arete de
diamantes brillaba en un lado de su cabeza, justo debajo de su cabello
oscuro.
No hay manera de que sea humano.
"Habla, perra".
El veneno de Aaron me sacó de mi ensueñ o. "No soy tu novia."
Los ojos de Aaron se enrojecieron, pero antes de que pudiera
reaccionar ante mı́, el chico guapo agarró su otra mano y la puso detrá s
de é l. "Deja ir a la dama".
Aaron gimió y soltó mi mano. “Joder, hombre. La dejé ir, ¿vale?
Quita tus manos de mı́.
"Una cosa má s", ronroneó el guapo, su voz profunda haciendo
que la electricidad recorriera mi columna vertebral. "Me importa una
mierda si ella es tu esposa, no deberı́as estar cerca de una mujer si no
puedes tratarla bien". Le dio un ú ltimo giro a la mano de Aaron antes de
empujarlo hacia uno de los tipos de seguridad que estaba a unos
metros de nosotros.
No me di cuenta de que habı́a estado conteniendo la respiració n
hasta que el guardia de seguridad sacó a Aaron del club. Inspiré
profundamente, mi mirada se nubló y el mundo empezó a girar. Intenté
regresar a mi taburete junto a la barra, pero perdı́ el equilibrio y justo
cuando estaba a punto de caer al suelo, unos brazos fuertes y
entintados serpentearon alrededor de mi cintura y mi corazó n dio un
vuelco cuando vi a quié n pertenecı́a.
El apuesto extrañ o estaba tan cerca de mı́ que podı́a extender la
mano y besarlo si quisiera.
Capítulo 2 - Nikolai
Tenı́a los ojos marrones desorbitados y el rı́mel á spero bajo
unas pestañ as espesas y oscuras, como si hubiera estado llorando
durante horas. Con la forma en que está bamos colocados (ella estaba
debajo de mı́ mientras intentaba evitar que cayera), la fragancia de su
perfume llegó hasta mi nariz.
Olı́a a lavanda fresca. Dulce y delicioso.
Estaba tensa por mi toque y los latidos de su corazó n eran de
alguna manera má s fuertes que la mú sica que sonaba a todo volumen
en los parlantes.
"Lo lamento. Lo siento mucho." Se alejó de mı́ y se metió
mechones de pelo largo, oscuro y rizado detrá s de las orejas.
La miré atentamente, notando lo delgada y baja que era. Su falda
era un poco má s grande al igual que la camisa blanca arrugada que
llevaba, pero aú n podı́a marcar la lı́nea de sus curvas y la hinchazó n de
sus pechos.
Esta mujer no era mi tipo. No porque no fuera hermosa. Ella era
perfecta. Sus pechos tenı́an el tamañ o adecuado y tenı́a un trasero que
a cualquier hombre le encantarı́a azotar por detrá s. Simplemente no
me gustaba que ella estuviera nerviosa a mi alrededor.
Habı́a dominado el acto de leer el lenguaje corporal y esta mujer
parecı́a demasiado ingenua e inocente. No me gustaba lo ingenuo.
Odiaba má s a los inocentes.
Preferı́a a mis mujeres por corruptas, oscuras y retorcidas como
yo. Aú n ası́, eso no impidió que mi polla creciera en mis pantalones
mientras la miraba.
"Gracias."
Incliné mi cuello. No tenı́a idea de cuá l era su relació n con el
imbé cil de antes, y no me importaba, pero algo me dijo que debı́a haber
tenido un dı́a difı́cil si estaba sola en un bar, vestida con un traje de
o icina y casi bebiendo. ella misma hasta la muerte.
Dirigı́ esta sucursal del Club Vadim para mi hermano, Sergey, y
una cosa que nunca pude aceptar fue que una mujer fuera acosada aquı́.
"¿Para qué ?"
“Por protegerme”. Tenı́a la voz má s suave que jamá s habı́a
escuchado, que no se parecı́a en nada a sus gritos anteriores. Era como
escuchar cantar a un hada en una tarde frı́a. Todo en esta mujer era
delicado. Su voz, su cuerpo, su mirada. Todo.
¿Se habrı́a roto si la hubiera abrazado un poco má s fuerte que
antes? "No lo hice por ti".
Ella me sonrió y mi corazó n dio un vuelco. "Lo sé . Gracias
todavı́a”. Recogió su bolso de donde el imbé cil lo habı́a arrojado antes,
colocó algunos billetes de un dó lar en la barra delantera y comenzó a
alejarse.
Debı́ haber perdido la maldita cabeza por un momento porque
cometı́ un desliz y le hice una pregunta que nunca le habı́a hecho a
nadie en toda mi vida. "¿Está s bien?"
Mierda. ¿Por qué me importa si ella está bien?
Ella se detuvo y se giró para mirarme. Sus ojos grandes y
redondos brillaron con lá grimas mientras asentı́a. "Soy." Una lá grima
recorrió su mejilla y se la secó . "Estoy bien." Otra gota de lá grima le
humedeció las pestañ as.
"No llores." Odiaba cuando las mujeres lloraban.
Ella debe haberme entendido mal porque se palmeó la cara y
rompió a sollozar. Los ojos se volvieron en nuestra direcció n, la
mayorı́a de ellos mirá ndome con el ceñ o fruncido como si fuera una
especie de bastardo que habı́a lastimado a una mujer.
Odio esto.
Y odio verla llorar aú n má s.
Mi mandı́bula se lexionó , mis puñ os ardı́an por dejarle una
cicatriz a quienquiera que hubiera lastimado a esta mujer. Algo en
escuchar su llanto me puso en modo bestia. Siempre tenı́a hambre de
sangre cuando estaba en modo bestia. Ni siquiera sabı́a su nombre,
pero mi lado protector entró en acció n.
Só lo querı́a que dejaran de llorar, sollozar y gemir, maldita sea.
"¿Quieres una bebida?" No tenı́a idea de si eso era lo correcto
para decirle a una mujer que lloraba, pero Dios, esto era incó modo.
Levantó la cara de las manos. "Dos martinis y un mojito".
Arqueé las cejas. "¿Qué eres, el maestro borracho?" Sus ojos se
llenaron de lá grimas. Golpearı́a la pared hasta que me sangraran los
dedos si ella volviera a llorar. "Bien. Bien. Te invitaré dos martinis”.
Ella arqueó las cejas.
"Y un mojito", agregué de mala gana.
"¿Te quedará s conmigo? No quiero estar solo esta noche”.
Solté una carcajada. Estuve a punto de arrepentirme de haberla
ayudado. "¿Está s bromeando conmigo ahora mismo?" No só lo tuve que
invitarla a una bebida, sino que tambié n tuve que sentarme con ella.
"¿Qué soy yo? ¿Tu niñ era?
Ella hizo un puchero. "Por favor."
Habı́a lugares en los que preferirı́a estar antes que cuidar a una
mujer con el corazó n roto que ni siquiera conocı́a. Por ejemplo, podrı́a
estar en mi o icina y que una de las strippers me chupara la polla, pero
no pude resistirme a los ojos de cachorro de esta mujer. Ella era
hermosa. "Primero, tengo que saber tu nombre".
Ella sonrió . Me preguntaba có mo alguien podı́a estar llorando en
un momento y sonriendo al siguiente. "Soy Giselle".
"Tienes diez minutos para terminar tu bebida, Giselle". Caminé
hasta la barra del frente, tomé un taburete y ella se sentó a mi lado.
“Te dije mi nombre”.
No me importó mirarla mientras levantaba la mano para llamar
al camarero. "Lo escuché ."
La vi apretar su rostro confundida por el rabillo del ojo. “¿No
crees que es de mala educació n no contarme el tuyo?”
Brusco. Lindo. Nunca me habı́a preocupado por cosas ası́. El
mundo en el que nacı́ no me permitı́a ser ni lo uno ni lo otro. Todo lo
que necesitaba era ser brutal y a veces ló gico porque mi hermano era el
loco. “Perdó n por reventar tu burbuja, princesa. No me importa. Ahora,
¿quieres un trago o no?
Su pecho subı́a y bajaba muy rá pidamente cuando nuestras
miradas se encontraron. "Quiero una bebida."
Nos sentamos en silencio por un momento despué s de que el
barman sirvió nuestras bebidas.
Ella bebió el suyo e hizo una mueca. “Hoy se cumple un añ o
desde que murió mi madre, ¿y adivinen qué ?” No pregunté , pero ella
continuó de todos modos. “Descubrı́ que mi novio, el chico de antes, le
habı́a propuesto matrimonio a una mujer que conoció hace ocho
meses. Salimos durante tres añ os”.
Su triste historia no deberı́a haberme interesado tanto como lo
hizo, pero escuchar que habı́a perdido a su madre despertó mi interé s.
Tal vez fue porque tambié n sabı́a lo que era perder a una madre. El
dolor y la tristeza que siguen. No era algo de lo que nadie pudiera
curarse jamá s.
"Deberı́a haberle dado un puñ etazo a ese cabró n en su lugar",
dije antes de beber mi bebida.
"Deberı́as haberlo hecho, pero es má s que su iciente que me
hayas protegido de é l". Apoyó la mano sobre la mesa del bar. “¿Alguna
vez te han traicionado?”
No respondı́ porque su de inició n de traició n tenı́a que ser
diferente a la mı́a, y yo no reaccionarı́a ante una traició n bebiendo en
un club. Los traidores en Bratva son castigados de la manera má s
espantosa y, como segundo al mando, mi hermano me puso a mı́ a
cargo de aplicar cualquier castigo necesario.
"No."
Ella me mira ijamente, con los ojos muy abiertos. "¿En realidad?
¿Nunca?"
Negué con la cabeza.
Suspiró y tomó otro sorbo de su bebida. “No tienes idea de la
suerte que tienes. Pensé que podrı́a casarme con Aaron, parece que
estoy soltero y listo para socializar de nuevo”. Se inclinó hacia mı́ y sus
pechos rozaron mi brazo. "¿Eres soltero?"
"No voy a pedirte una cita".
Ella me empujó con los hombros. "No eres mi tipo. Solo estoy
preguntando. A veces podemos salir si te apetece.
“¿Salir a veces?” Reprimı́ una sonrisa. "¿Có mo podemos pasar el
rato si no soy tu tipo?" No iba a mentir, era la primera vez que una
mujer me decı́a que no era su tipo.
La mayorı́a de las mujeres que habı́a conocido se apresurarı́an a
arrodillarse y chuparme antes de que yo se lo pidiera.
“A juzgar por tu comportamiento, creo que tampoco soy tu tipo.
Ninguno de nosotros desarrolları́a sentimientos por el otro si
salié ramos”.
Tragué má s de mi bebida. ¿Se suponı́a que debı́a estar feliz o
enojado con ella? Tenı́a aú n má s curiosidad. "¿Cuá l es exactamente tu
tipo?"
Ella pareció perdida en sus pensamientos por un momento. "Un
buen chico."
“¿Como el imbé cil que eché hace unos minutos?”
Ella me miró ijamente. "¡No!" Ella exhaló y giró su cuerpo para
mirarme. "Un buen chico. Uno que sea amable, no gruñ ó n ni malo. Nada
como eso."
Sonreı́ esta vez. “¿Y yo soy todas las cosas que no te gustan?”
Ella se encogió de hombros y me escudriñ ó de pies a cabeza y
luego de pies a cabeza. "Eres guapo y protector al menos".
"¿Y?"
Ella se mordió los labios. Eran un hermoso par rosado y
regordete que hacı́a que la está tica viajara a travé s de mi polla. Me
preguntaba a qué sabrı́a si la besara. ¿Quizá s Martini y mojito, o fresas
y vainilla?
Mierda. Concéntrate, amigo.
"Y te ves peligroso". Ella me miró entrecerrando los ojos. “Algo
en ti hace saltar una alarma en mi cabeza. No puedo entenderlo, pero
mis instintos me dicen que eres un problema”.
Sonreı́. Giselle fue incluso má s interesante de lo que pensaba.
Me encantó que ella no fuera del tipo que se ahoga en la tristeza por
mucho tiempo. Su audacia captó mi interé s. “Sin embargo, te está s
ofreciendo a pasar el rato. ¿Te atraen los problemas?
Terminó su segundo martini. “Bueno, yo dirı́a que soy bueno
ignorando mis instintos. De lo contrario, no habrı́a salido con Aaron”.
Una sonrisa arqueó mis labios. “¿Qué te dicen tus instintos en
este momento?”
Se pasó la lengua por los labios, humedecié ndolos. Dios,
probablemente no sabı́a lo que estaba haciendo, pero todo lo que hacı́a
hacı́a que mi polla palpitara con má s fuerza. La forma en que
presionaba sus labios contra el vaso cada vez que bebı́a su martini, la
forma en que se mojaba los labios y có mo sus senos subı́an y bajaban
por lo nerviosa que la ponı́a.
Mi mirada se posó en su falda y pensamientos oscuros llenaron
mi cabeza. ¿Qué pasarı́a si la arrojara contra una pared, levantara ese
tonto trozo de tela y deslizara mi polla dentro de ella? Casi gemı́ por la
satisfacció n imaginaria que me dio.
Apuesto a que allı́ abajo estarı́a suave, mojada y apretada.
"Mis instintos me dicen que corra", dijo con voz á spera. "Me está
diciendo que está s pensando en mı́ de la misma manera que un
depredador pensarı́a en su presa".
Buena niña.
"Tienes razó n." Su respiració n se cortó cuando me incliné y le
susurré : "Quiero hacerte todo tipo de cosas sucias, Giselle. Quiero
probar tus labios y oı́rte gritar mientras te follo.
Cuando me aparté , un whisky rojo quemó la piel beige de sus
mejillas.
"No me gustan los chicos malos".
Sonreı́. "No soy un mal chico, cariñ o." Yo era peor que eso. Yo era
el segundo al mando en la Bratva, lo que signi icaba muchas cosas, pero
chico malo no era la palabra para describirlo. Un asesinato a sangre frı́a
y tal vez un monstruo.
"Me parece difı́cil de creer." Ella respiró , arrastrando su rodilla
entre mis piernas. "Pareces realmente peligroso".
Mis dedos recorrieron sus piernas, hundié ndose debajo de su
falda y llegando hasta sus muslos. “¿Qué tal si te muestro algo
peligroso?”
Su pulso se disparó . "¿Qué es eso?"
Gemı́ cuando mi dedo se encontró con sus bragas con cordones.
Me imagino que será rojo y un tanga. Empujé sus bragas a un lado y mi
cuerpo quedó electrizado por lo mojada que estaba.
Maldición.
Miró ansiosamente a su alrededor. “Nos verá n”, susurró , con la
respiració n entrecortada. “No podemos…”
Se detuvo cuando tomé la parte de atrá s de su cabeza y la
acerqué má s. "¿Quieres que me detenga?"
Su respuesta fue un lento movimiento de cabeza. Bien.
Acerqué mis labios a los de ella y ella cerró los ojos, esperando
un beso de mi parte. Aunque no la besé . Rocé ligeramente mis labios
contra los de ella. "Nos vemos afuera", susurré . Luego me levanté de mi
taburete y comencé a salir del club.
La suave brisa en el estacionamiento hizo que mi polla se
endureciera aú n má s. La idea de follarla duro esta noche y la humedad
que dejó en mis dedos no ayudaban. Me llevaron aú n má s al lı́mite,
despertando cada nervio de mi cuerpo.
Gisela. Ella era todo lo que podı́a pensar. Me llevé el dedo a la
nariz y lo olı́. Olı́a tan bien, tan embriagador. Estuve tentado de mirar
atrá s y ver si ella me seguı́a, pero logré contenerme.
Me di cuenta de que ella me deseaba tanto como yo la deseaba a
ella por su coñ o mojado y su respiració n entrecortada. Todo lo que
tenı́a que hacer era esperar un poco má s.
"¿Esperando a alguien?"
Una sonrisa victoriosa tocó mis labios cuando me giré para
mirarla. Incluso con los tacones que llevaba, apenas era lo
su icientemente alta como para llegar a mis hombros. "Era." Caminé
hacia ella, pensando en todas las posiciones en las que iba a ponerla
esta noche. “Menos mal que no me hiciste esperar mucho. No soy un
hombre muy paciente, dorogaya.
Ella retrocedió mientras me acercaba a ella, detenié ndose só lo
cuando su espalda golpeó mi SUV tintado. Luego entrecerró los ojos
hacia mı́. "¿Qué signi ica eso?"
Di el ú ltimo paso adelante y cerré la brecha entre nosotros. Noté
có mo se tensó cuando presioné mi dureza contra ella. "¿Por qué no lo
descubres tú mismo?"
“Podrı́as decı́rmelo”, argumentó . Un rayo de luz de luna se iltró
en el estacionamiento, iluminando su rostro.
Dios, ¿cómo puede alguien ser tan hermoso?
Su respiració n se agitó cuando puse un dedo en sus mejillas.
“Cometiste un error al venir aquı́, dorogaya. Un error tan grande”.
“¿Vas a hacerme dañ o?”
"Con mi polla, sı́".
Se mordió los labios, tratando de reprimir cantidades iguales de
sonrojo y sonrisa tı́mida. Ella bajó la mirada al suelo.
"Mı́rame."
Ella levantó sus ojos para encontrarse con los mı́os y sonreı́.
Amaba a mis mujeres sumisas, pero algo me decı́a que Giselle no era
del tipo que estaba completamente bajo mi control. Puede que ahora lo
parezca, pero fue por el alcohol dispará ndose por su torrente
sanguı́neo o por la tensió n entre sus piernas.
De cualquier manera, ella era mı́a esta noche.
Me incliné e inhalé su dulce fragancia antes de presionar mis
labios contra los de ella y besarla como si fuera su dueñ o.
Esto no servirá.
Me alejé y abrı́ la puerta del pasajero de mi SUV "Entra".
Ella arqueó las cejas. "¿A dó nde vamos?"
"En algú n lugar un poco má s privado".
Ella entró tambaleá ndose en el coche de mala gana. Cerré la
puerta y rodeé el auto hasta el asiento del conductor. Una vez dentro,
encendı́ el motor y me dirigı́ a uno de los hoteles de mi familia cerca del
club.
Giselle y yo prá cticamente subimos con besos por el ascensor y
llegamos a la suite en la que yo descansaba cuando estaba cerca.
Cuando abrimos la puerta y entramos, ambos está bamos medio
desnudos, jadeando porque no podı́amos tener su iciente el uno del
otro.
Mis manos exploraron su cuerpo, apretando sus senos,
mordiendo sus pezones y arrancando lo que quedaba de su ropa. Joder,
la deseaba muchı́simo. Hacı́a mucho tiempo que una mujer no me
habı́a puesto tan duro como lo estaba ahora.
Rasgué el ú ltimo trozo de tela, sus bragas, y la empujé hacia la
cama, luego me tomé un minuto para admirarla. Tenı́a una piel suave y
sedosa y pezones rojos que eran má s duros que mi erecció n. Buen
señor.
La cama se hundió bajo mi peso mientras me arrastraba encima
de ella, separando sus piernas con mi rodilla. "Está s tan jodidamente
sexy, bebé ". Chupé uno de sus pezones y ella dejó escapar un gemido
que fue tan sensual que envió una ola de electricidad a travé s de mı́.
"Tan hermoso."
Mis dedos se deslizaron hasta sus muslos. Mis labios
encontraron los de ella nuevamente y los reclamé , besá ndola brusca y
posesivamente.
Me imaginé a ese idiota del club besá ndola y tocá ndola de la
misma manera que yo, y mi estó mago tembló de furia. No importaba lo
que compartieran porque esta noche me la iba a follar como ningú n
hombre lo habı́a hecho jamá s.
Capítulo 3 - Nikolai
Emitir pitidos. Emitir pitidos. Emitir pitidos.
Mis ojos todavı́a estaban cerrados y pesados por el sueñ o
mientras gruñ ı́a y buscaba ciegamente mi telé fono con las manos. La
noche anterior habı́a sido una maldita marató n, la mejor noche que
habı́a tenido. No estaba lista para despertarme, pero el timbre
persistente comenzó a ponerme de los nervios.
Quienquiera que fuera, esperaba que tuviera alguna buena
razó n para el disturbio; de lo contrario, iba a comenzar mi dı́a con un
derramamiento de sangre.
"Hablar. Será mejor que sea algo serio”, dije con brusquedad
mientras respondı́a.
"¿Dó nde diablos está s, Nik?"
Mi cuerpo se despertó inmediatamente y mis ojos se abrieron
cuando escuché la voz de Sergey. Mierda. "Hermano, no tenı́a idea de
que eras tú ".
"Por supuesto", gruñ ó . Algo andaba mal. Mi hermano era un loco
pero nunca usó ese tono de voz conmigo. "¿Dó nde está s? Dé jame
adivinar, junto al ú ltimo sabor”.
Miré a la mujer que yacı́a a mi lado. Todavı́a estaba
profundamente dormida, su cabello oscuro y su piel beige brillaban por
toda la luz del sol que entraba por las cortinas abiertas. Sus carnosos
labios rosados hacı́an pucheros, rogá ndome que me inclinara y los
besara.
Era hermosa incluso mientras dormı́a, y casi me ofendió que mi
hermano la llamara el ú ltimo sabor.
Giselle era muchas cosas: sexy, ingenua, hermosa, inocente,
dulce; el ú ltimo sabor, aunque muy cierto, simplemente no encajaba lo
su iciente.
Pero Sergey no tenı́a ni idea. Por eso ignoré el sutil insulto. Mi
hermano era jefe de la Bratva y era todo lo brutal que necesitaba para
ganarse el respeto y la lealtad. Era natural que le temieran, y aunque lo
amaba lo su iciente como para recibir una bala por é l, no le temı́a.
Lo respetaba.
"¿Cuá l es el problema, hermano?"
"Fuimos atacados anoche". Hizo una pausa y supuse que apretó
los puñ os. “El cargamento que esperá bamos de Mé xico se perdió y
perdimos a cinco hombres”.
Mis propias manos se curvaron. "¿Tenemos alguna idea de quié n
fue el responsable del ataque?"
"No, no lo hago". Escuché una voz de fondo que sonaba como la
de Lilianna, mi cuñ ada. "Creo que los italianos tuvieron algo que ver
con eso".
Bien. Malditos italianos. No habı́an aprendido la lecció n desde la
ú ltima guerra, hace tres añ os. Esos bastardos eran tan implacables
como las cucarachas.
"Trae tu trasero aquı́", ordenó . "Tenemos funerales a los que
asistir".
Mi pecho se contrajo. Habı́an pasado añ os desde que nuestros
padres murieron y odiaba la menció n de funerales. Odiaba que los
italianos tuvieran que derramar má s sangre rusa. “¿Y despué s del
funeral?”
Hubo un breve momento de silencio. "Descubrirá s todo lo que
puedas sobre este ataque".
"Lo haré ." Incluso si Sergey no me lo hubiera ordenado, era mi
deber manejar nuestros negocios legales e ilegales, incluido el cuidado
de los traidores y ladrones entre nosotros.
Nuestro territorio estaba bien custodiado y el envı́o tenı́a un
secreto que só lo unos pocos de nuestros soldados conocı́an. Se trataba
de drogas por valor de millones de dó lares, y Sergey mantenı́a el cı́rculo
pequeñ o cuando los productos eran tan caros. Si los italianos se habı́an
enterado de alguna manera, signi icaba que habı́a una rata entre
nosotros.
Sergey colgó y yo me quedé mirando al techo, hirviendo de
rabia. Siempre habı́a odiado a esos bastardos italianos, pero era difı́cil
no querer borrarlos a todos de la faz de la tierra cuando simplemente
no dejaban a mi familia en paz.
Despué s de la muerte de Giovanni, su hijo Angelo se convirtió en
el jefe de la Cosa Nostra. El cabró n habı́a ingido querer la paz al
principio, pero terminó siendo una amenaza peor que su padre.
Giovanni era inteligente y al menos calculaba sus pasos, Angelo
en cambio, era como un payaso en un trono. A irmó que querı́a
venganza por su padre y su hermana, pero sus ataques fueron
impulsados por la necesidad de derramar sangre.
" Svoloch", murmuré y me levanté de la cama, con cuidado de no
despertar a Giselle. Habı́amos follado hasta las cinco de la mañ ana y me
imaginé que estarı́a agotada.
Yo tambié n estaba exhausto. Ella habı́a sido tan jodidamente
dulce que nunca quise desenterrar mi polla de ella. Ninguna mujer
habı́a agarrado mi polla tanto como ella.
Parecı́a que no tuve su iciente cuidado cuando me levanté de la
cama porque ella se movió , se estiró y abrió los ojos, sus espesas
pestañ as revolotearon mientras entrecerraba los ojos.
Sus ojos se encontraron con los mı́os. Parpadeó dos veces, se
frotó los ojos y estiró la cabeza para mirarme por segunda vez.
Esperaba que no estuviera a punto de decir que no recordaba nada de
anoche. Si bien me encantaba nadar en la sangre de mis enemigos, lo
ú ltimo que querı́a era descubrir que habı́a tenido relaciones sexuales
con una mujer en contra de su voluntad.
No fui lo su icientemente idiota como para deshonrar a una
mujer ası́.
Cuando abrió la boca, esperaba que me hiciera preguntas como
quié n era yo o qué pasó anoche. En cambio, preguntó : "¿Qué hora es?"
Toqué mi telé fono y escaneé la pantalla para ver la hora. “Son las
ocho de la mañ ana”
Ella chilló . "¿Qué ?" No me dio oportunidad de responder cuando
saltó de la cama, recogió su ropa del suelo y comenzó a poné rsela. "Ay
dios mı́o. Oh, maldito Dios”.
Me puse mis calzoncillos. "¿Tarde para algo?"
Ella resopló . "No tienes idea." Se puso apresuradamente su
ú ltima prenda, su ahora arrugada camisa blanca, luego caminó hacia el
tocador y trató de alisarse el cabello. "Estoy tan jodido".
Me apoyé en la pared y la observé intentar desenredar su
cabello. Sin embargo, fue un intento inú til, que la hizo fruncir el ceñ o.
"¿Necesitas que te lleven a casa?" Yo pregunté . Necesitaba llegar
rá pidamente a Sergey, pero no me importaba dedicar unos minutos
para llevarla a casa primero.
Ella exhaló , exasperada porque nada de lo que hacı́a hacı́a que
su cabello pareciera menos desordenado. Ella sacudió su cabeza.
“Puedo encontrar mi propio camino a casa. Pero gracias por
preguntar”. Caminó hacia el tocador y agarró su bolso. "Qué tengas un
lindo dı́a."
Abrı́ la boca, pero ella salió por la puerta antes de que pudiera
decir una palabra. Me quedé asombrado por un momento, tratando de
pensar por qué tenı́a tanta prisa. ¿Quizá s simplemente tenı́a trabajo?
Fue extrañ o. Tenı́a cuarenta añ os y ni una sola vez una mujer
habı́a salido corriendo de mı́ despué s de pasar una noche juntos. La
mayorı́a de ellos siempre intentaron que pasara má s tiempo con ellos,
algunos incluso se ofrecieron a tener sexo conmigo cuando quisiera,
mientras que otros intentaron hacer de una aventura de una noche
algo má s de lo que era.
Pero Giselle no. No se habı́a despertado ingiendo ser una buena
chica que nunca hablaba con extrañ os, se emborrachaba y se portaba
mal. Ella no parecı́a pensar en nada má s de la noche anterior, que era
exactamente lo que esperaba de las mujeres con las que me acosté .
Entonces, ¿por qué verla dejar mi pecho dando bandazos como
lo hizo? Si no me conociera mejor, dirı́a que querı́a saber má s sobre
ella, todo sobre ella.
Giselle era embriagadora de una manera que no me gustaba.
Sergey habı́a dicho algo una vez acerca de conocer el tipo de mujer que
quedarı́a atrapada en tu cabeza para siempre, al igual que é l y Lilianna.
¿Era Giselle ese tipo de mujer?
A diferencia de mi hermano, yo nunca habı́a pensado en el
matrimonio o las relaciones. ¿Qué pasarı́a si Giselle cambiara? No. De
ninguna manera. Aparté el pensamiento antes de que pudiera
convertirse en algo peligroso. Algo ası́ como que yo quisiera hacerla
mı́a.
Una aventura de una noche era una aventura de una noche y
nada má s.
Ahora deja de pensar en esa mujer y pon tu cabeza en orden,
amigo.
Me puse mi traje y miré mi re lejo en el espejo mientras me
pasaba los dedos por el cabello. Una mujer era la menor de mis
preocupaciones en este momento. Habı́a cosas má s importantes de las
que ocuparse, como los italianos.
Pero en el fondo de mi mente, no podı́a negar que los
pensamientos lorecı́an y hacı́an que mi corazó n diera un vuelco.
Esa mujer, Giselle. ¿Estaba loco por querer volver a verla?
Capítulo 4 - Giselle
"¿Está s bien?" preguntó mi mejor amiga, Emma, incliná ndose
sobre mi cubı́culo. "Has estado durmiendo mucho en el trabajo y está s
pá lido... como si hubieras visto un fantasma o algo ası́".
Me tapé la boca con una mano mientras bostezaba. "Estoy bien."
No estaba bien. Habı́an pasado dos semanas desde que me enteré de
que Aaron me engañ ó y le propuso matrimonio a otra mujer en el
aniversario de la muerte de mi madre.
Habı́a tratado de superar la traició n despué s de la aventura de
una noche con el hombre guapo del club, pero la realidad comenzó a
aparecer dı́as despué s cuando escuché que Aaron y su prometida ya se
estaban preparando para su boda.
“Has estado ası́ por má s de una semana, Elle. ¿No crees que
deberı́as ver a un terapeuta? La preocupació n estropeó su expresió n
mientras susurraba para que nuestros compañ eros de trabajo no la
oyeran. "Es posible que te deprimas mucho si sigues ası́".
Una sonrisa amarga apareció en mis labios. Sabı́a que ya estaba
deprimido, considerando que lo ú nico que querı́a hacer era dormir. Me
habı́a vuelto má s dé bil, demasiado cansada para hacer cualquier cosa
excepto acurrucarme en la cama. "Estaré bien."
"Cré eme, Elle, quiero que esté s bien". Ella tomó mi mano y la
apretó entre las suyas. “Pero necesitas ayuda. Te ves enfermo, agotado
y fuera de sı́. Tengo un terapeuta que puedo recomendar”.
"Emma, no hay necesidad de eso", le aseguré . "Estoy bien.
Confı́a en mı́."
Abrió la boca para discutir pero la cerró cuando Bella, la
asistente personal de nuestro jefe, caminó hacia nosotros. "EM. Klein te
necesita en su o icina”, dijo. "¡Ahora!"
Emma y yo intercambiamos una mirada. Bella de alguna manera
pensó que era un espejo que tenı́a que re lejar el estado de á nimo de la
Sra. Klein. Parecı́a molesta, lo que signi icaba que la señ ora Klein no me
llamaba para tomar té y charlar sobre la vida. Aunque no la culparı́a,
habı́a estado holgazaneando recientemente.
Bella se alejó y yo la seguı́.
En general, no me agradaba Bella porque daba la impresió n de
que era mejor que el resto de nosotros, pero de todos modos me tragué
mi orgullo. "¿Paso algo?" Pregunté , casi corriendo para alcanzarla. Bella
medı́a seis pies de altura, un gigante comparado con mi altura de cinco
pies y cinco.
Ella puso los ojos en blanco. “¿Algo como que llegas tarde al
trabajo y duermes cuando deberı́as estar trabajando? Sı́."
Un nudo hecho en mi estó mago. "¿Está muy enojada la Sra.
Klein?"
“¿No lo sabes?”
Entramos a la o icina de la Sra. Klein y mi corazó n se hundió aú n
má s cuando mis ojos se encontraron con ella.
Bella se disculpó , dejá ndonos a mı́ y a la Sra. Klein solos en la
o icina. La Sra. Klein era una mujer rubia y de ojos azules de unos
cincuenta añ os. Era la directora ejecutiva de Klein Media, una de las
agencias de medios de mayor crecimiento en Chicago.
Habı́a fundado la empresa despué s de divorciarse de su
exmarido. Habı́an estado casados veintitré s añ os antes del divorcio y
ella habı́a fundado Klein Media para distraerla de su dolor de corazó n.
Uno pensarı́a que ella entenderı́a có mo la vida personal de alguien
podrı́a afectarlo profesionalmente, pero no, dirigı́a la empresa con
mano de hierro.
"Buenos dı́as, Sra. Klein", saludé , forzando una sonrisa en mi
rostro a pesar del temblor en mis manos.
Ella me dirigió su mirada frı́a y mi sonrisa murió
instantá neamente. “Supongo que ya sabes por qué pedı́ verte. ¿No es
ası́?
Se me formó sudor en la frente. "Sı́." Perdı́ la voz porque mi
respuesta salió como un susurro.
"Bien." Se reclinó en su silla y entrelazó los dedos. “Sus anuncios
han tenido una participació n mı́nima durante las ú ltimas dos semanas
y las ventas son incluso má s bajas de lo que solı́an ser. Parece que no
está s trabajando lo su iciente para crear campañ as atractivas, en las
que necesitas trabajar”.
"Lo siento, señ ora Klein".
“Sé que lo sientes, pero eso no es su iciente. Tienes hasta in de
mes para mejorar tu juego o quedará s fuera para siempre”.
Mis ojos se abrieron y mi corazó n latı́a con fuerza contra mi caja
torá cica. Me gradué de la universidad hace só lo ocho meses y no tenı́a
ahorros. Este trabajo era toda mi vida y estarı́a en la calle si lo perdiera.
Habı́a trabajado mucho para poder conseguir este trabajo. No
podı́a perderlo. Morirı́a si lo hiciera. "Lo haré mejor a partir de ahora,
Sra. Klein".
“No tienes má s remedio que hacerlo mejor. Puedes irte ahora."
Murmuré un dé bil "Gracias". Luego me di la vuelta y me dirigı́
hacia la puerta. Cuando cerré la puerta detrá s de mı́, respiré
profundamente, pero en lugar de alivio, una sensació n cruda y á cida se
arañ ó en el fondo de mi garganta. Mi estó mago se retorció y se
retorció , y el mundo empezó a balancearse a mi alrededor.
Puse mi mano en la pared, dando un paso a la vez hasta llegar al
inal del pasillo.
"Giselle." Los tacones de Emma tintinearon en el suelo de
baldosas mientras corrı́a hacia mı́. "Giselle, ¿está s bien?"
Inspiré profundamente, tratando de luchar contra la ola de
ná useas y mareos. "No me siento bien."
"Claro que no". Emma me llevó a una silla y luego me tomó una
botella de agua. "¿Por cuá nto tiempo ha estado sucediendo esto?"
preguntó mientras destapaba la botella de agua y me la entregaba.
Tomé un sorbo, pero no hizo nada para hacer bajar la bilis que
subı́a por mi boca. "Dos semanas."
Ella se sentó a mi lado y me lanzó una mirada sospechosa. “¿Es
eso lo que estoy pensando?”
"De ninguna manera. Ha pasado má s de un mes desde que
rompı́ con Aaron y... Mis ojos se abrieron y mi pulso se disparó . La
ú ltima vez que Aaron y yo tuvimos algú n tipo de intimidad fue un mes
antes de nuestra ruptura, pero yo habı́a tenido relaciones sexuales con
el hombre guapo en el club y no habı́amos usado ninguna protecció n.
Me di una palmada en la frente. Mierda. Mierda. Mierda.
"¿Está s embarazada?" La voz de Emma era cuidadosa. Obtuvo
su respuesta cuando la miré . "No me digas que es el extrañ o del club".
Me mordı́ los labios mientras las lá grimas asomaban a mis ojos.
"Creo que es."
"Mierda." Ambos nos quedamos en silencio por un momento
antes de que ella volviera a hablar. “No podemos estar muy seguros.
Necesitas ver a un mé dico o algo ası́. ¿Cuá ndo fue la ú ltima vez que
tuviste tu perı́odo?
“No lo recuerdo. Quizá s hace seis semanas”.
"Esto no es su iciente". Emma se puso de pie. "Ponerse de pie.
Tenemos que saber con certeza si está s embarazada o si se trata de
otra cosa”.
La seguı́ hasta la clı́nica con la cabeza gacha como una
adolescente embarazada. No es que yo fuera mejor que una
adolescente embarazada. Tenı́a veintidó s añ os y apenas ganaba lo
su iciente para mantenerme con vida. ¿Có mo se supone que iba a
cuidar a un bebé si en realidad estoy embarazada?
Despué s de que las enfermeras tomaron una muestra de sangre,
nos quedamos en la sala de espera, mi corazó n latı́a contra mi caja
torá cica mientras esperá bamos el resultado.
Momentos despué s, una enfermera me llamó al consultorio del
mé dico y estaba literalmente temblando mientras estaba sentada
frente al escritorio del mé dico. “Hola, señ ora Cruz”, dijo con una
sonrisa.
Me obligué a devolverle la sonrisa. Si tan solo supiera lo cerca
que estaba de sufrir un ataque cardı́aco debido a la ansiedad que se
revolvı́a en mi estó mago. "¿Estoy embarazada?" Pregunté , incapaz de
soportar má s el suspenso.
Su sonrisa se amplió . “Felicitaciones, señ ora Cruz. Tienes cinco
semanas de embarazo”.
Las palabras del mé dico lotaban pesadamente en el aire y el
tiempo pareció detenerse. Dejé escapar una risa triste. “¿Qué quieres
decir con estar embarazada?”
Mi corazó n se aceleró y las lá grimas brotaron de mis ojos.
“Quiero decir, no puedo estar embarazada. Ni siquiera sé su nombre,
quié n es ni nada sobre é l. Soy un recié n graduado de la universidad que
lucha por llegar a in de mes. No puedo estar embarazada”.
El mé dico entrelazó los dedos y se reclinó en su asiento.
“No puedo tener este bebé . Quiero decir, quiero este bebé , pero
no puedo permitirme el lujo de tenerlo. Ayú dame."
“Hay varias opciones que puedes considerar. Puedes elegir
tener este bebé y darlo en adopció n”. El pauso.
"¿O?"
“Puedes optar por el aborto. Só lo tienes cinco semanas de
embarazo. Podemos programar un aborto con medicamentos”.
Mi mente se aceleró , mi pecho se estrelló con diferentes
emociones: miedo, pá nico, incertidumbre. Nada tenı́a sentido. ¿Có mo
podrı́a tener un bebé só lo para regalá rselo a otra persona?
¿Có mo podrı́a criar a un bebé si ni siquiera podı́a pagar mis
cuentas? ¿Có mo se suponı́a que iba a despertarme una mañ ana y
convertirme en madre cuando en realidad nunca la tuve?
"Podemos programar una cita para usted si lo desea".
Arrastré mi mirada hacia el doctor, su imagen estaba deformada
por las lá grimas que nublaban mi visió n. Pero una cosa estaba clara: no
podı́a permitirme el lujo de tomar una decisió n precipitada. Necesitaba
espacio y tiempo.
"No. Lo pensaré y te haré saber lo que he decidido”.
Una lenta y triste sonrisa arqueó sus labios. Me compadeció . Me
compadecı́ de mı́ y del pobre bebé en mi estó mago. "Creo que es una
buena idea, señ ora Cruz".
Asenti. "Gracias."
Me temblaban las piernas cuando me levanté , pero logré reunir
fuerzas y salir de la o icina.
"Giselle."
No pude contener las lá grimas cuando escuché la voz de Emma.
Estallé en un sollozo y caı́ de rodillas.
Emma corrió hacia mı́ y se arrodilló frente a mı́. "Está s
embarazada, ¿no?"
"Cinco semanas. No puedo ser madre, Em. No puedo."
"Mierda." Emma me acercó y colocó mi cabeza en el hueco de su
cuello mientras lloraba.
Emma me llevó a su casa y me preparó el almuerzo. Tomé una
taza de chocolate caliente y un sá ndwich de pollo porque anhelaba algo
reconfortante.
Devoré mi comida porque era lo ú nico que me distraı́a del
hecho de que estaba embarazada.
Emma debe haberlo notado. Alcanzó mi mano sobre el
mostrador y la apretó suavemente. "Giselle." Ella pronunció mi nombre
con una voz apenas superior a un susurro. "Comer no te quitará los
problemas".
Me quedé quieto y torcı́ mi cuello hacia ella. “No hay nada má s
que pueda hacer. Sabes que no puedo tener este bebé . Estoy a un
sueldo de quedarme sin hogar y ni siquiera sé quié n es el papá del
bebé ”.
“¿Qué opciones te dio el mé dico?”
“Dijo que puedo optar por abortar o tener el bebé y regalarlo”.
Mi pecho se contrajo. "No puedo regalar a mi bebé ".
“¿Está s considerando un aborto?”
Puse mi mano limpia sobre mi estó mago. "Mi madre está
muerta. No tengo padre y Aaron se va a casar con otra persona. Este
bebé es todo lo que tengo. Quiero tener el bebe. Simplemente no quiero
que pase por las mismas di icultades que yo tuve cuando era niñ o”.
Emma lo contempló por un momento. "El padre, dijiste que lo
conociste en un club, ¿verdad?"
Asenti.
“A menos que sea de otra ciudad, podrı́a volver a visitar el club.
¿Has considerado buscarlo y decirle que está s embarazada?
Me quedé mirando el sá ndwich de pollo a medio comer que
tenı́a en la mano. Habı́a perdido el apetito, ası́ que lo dejé caer sobre el
plato de cerá mica blanca frente a mı́. “No puedo hacer eso. Pensará que
soy una zorra cazafortunas que se queda embarazada para atrapar a
los hombres.
Emma puso los ojos en blanco. “Si tenı́a tanto miedo de ser
padre, deberı́a haber usado un puto condó n. ¿Qué esperaba tener
relaciones sexuales sin protecció n con un desconocido? ¿Galleta?"
Respiré profundamente. “¿Qué piensas entonces? ¿Saltará y
bailará porque dejó embarazada a una extrañ a? Seamos realistas
Emma, incluso si encontrara al padre, é l no estarı́a eufó rico por eso. ¿Y
si está casado?
“¿En serio, Giselle? ¿Te acostaste con un hombre casado?
"No soy estú pido. Sı́, era mayor. Supongo que tendrı́a poco má s
de cuarenta añ os, pero no llevaba anillo. Si está casado, eso depende de
é l, no de mı́”.
"Bien. Entonces, al menos puedes exigirle que pague la
manutenció n de los hijos. Será de gran ayuda para garantizar que
tengas lo su iciente para cuidar al bebé ”. Puso una mano
tranquilizadora en mi hombro. “Sé que esto es difı́cil para ti. Estaré
aquı́ para ti sin importar la decisió n que tomes”.
"Gracias."
El problema era qué elecció n iba a tomar. Por mucho que lo
intenté , ninguna de las decisiones fue fá cil de tomar.
Pasó otra semana y mi desempeñ o laboral no habı́a mejorado.
Me deprimı́ por pensar demasiado y mi jefe no iba a apoyar que
siguiera holgazaneando en el trabajo.
Necesitaba encontrar una solució n. Emma sugirió que un
aborto era la opció n má s segura, pero a mı́ no me sentó bien. Una vida
estaba creciendo dentro de mı́ y no podı́a hacerlo.
Siempre habı́a sido pro-elecció n. No era demasiado religiosa ni
nada por el estilo, por lo que mi reticencia a abortar no se debı́a a mis
creencias religiosas. En cambio, pensé que surgió de mi soledad.
Aunque tuve a mi madre mientras crecı́a, su presencia no fue un
gran consuelo, y ese sentimiento de soledad vacı́a solo empeoró
despué s de su muerte. Cuando descubrı́ que estaba embarazada, me
apegué a la idea de tener a alguien a quien pudiera amar y alguien que
pudiera amarme incondicionalmente.
Justo como siempre habı́a querido.
Regresé del trabajo, me duché y me tumbé en el sofá en forma
de L de mi sala de estar cuando sonó mi telé fono.
Em : ¡Oye, nena! Lo siento, hoy tomé un permiso del trabajo. Estoy
enfermo de gripe. ¿Cómo estás?
Yo: lo siento. ¿Has visto a un doctor? PD: He tomado una decisión.
Em: Tengo algunos medicamentos sin receta. No es nada tan
grave. ¡Una gran noticia! ¿Que decidiste?
Dudé por un momento, mis dedos se cernı́an sobre mi pantalla y
mi corazó n latı́a con fuerza en mi oı́do. Pensé de nuevo en mi decisió n,
inspiré profundamente y luego respondı́.
Yo: No me voy a deshacer del bebé.
Capítulo 5 - Nikolai
"¿Qué te pasa, hombre?" Preguntó Vlad mientras se sentaba en
el sofá de enfrente. Se reclinó en su asiento y cruzó una pierna sobre la
otra. "Parece que te acaban de romper el corazó n".
Giré mi cuello a tiempo para verlo sonreı́r. Era difı́cil detectar
cuá ndo estaba bromeando y cuá ndo hablaba en serio cuando esa
sonrisa malvada habı́a sido su expresió n distintiva durante añ os. Lo
tuvo cuando estuvo a punto de meterle un tiro en la cabeza a un
hombre e incluso cuando tenı́a su polla enterrada en la boca de una
mujer.
Resoplé , me servı́ un dedo de tequila y le acerqué el vaso.
“Primero necesitarı́a tener un corazó n para que me rompieran el
corazó n. ¿No lo crees?
El sonrió y tomó su bebida. "Actú as como el má s duro, hermano,
pero en realidad eres el má s suave".
"Me está s confundiendo con Sergey, chico".
Tomó un trago de su bebida. “Cré ame, no lo soy. Puedo decir que
está s pensando en una mujer”.
No estaba seguro de ser el hermano Vadim má s suave, pero
estuve de acuerdo en que todo mi proceso de pensamiento estaba
consumido por una mujer. Pero no cualquier mujer, era Giselle.
Parecı́a una de mis muchas aventuras de una noche, pero habı́a
pasado un mes y aú n ası́ no podı́a sacarla de mi puta mente. Se me
formó un nudo en la garganta cuando se lo admitı́ a mi hermano.
"Tienes razó n, niñ o".
"Una mujer. Veo." El se rió entre dientes y tomó otro sorbo de su
bebida. “Sé que dije que eres un blando, pero no es propio de ti estar
babeando por una mujer a la que te follaste. ¿Quié n es ella?"
"Lo ú nico que sé es que su nombre es Giselle, hombre". Podı́a
descubrir todo lo que necesitaba saber sobre ella, pero no lo habı́a
hecho, esperando que el extrañ o aleteo en mi pecho eventualmente
desapareciera.
“Recuerdas su nombre. Eso signi ica que está s jodido, hermano.
"¿Quié n está jodido?" La voz de Maxim vino detrá s de mı́. Sergey
estaba a su lado cuando estiré el cuello para mirarlo.
Joder, Sergey no.
Era un viernes por la noche. Mis hermanos siempre pasaban la
noche del viernes en cualquiera de nuestros clubes que Sergey elegı́a,
ponié ndose al dı́a y hablando de negocios. Antes de derrotar a
Giovanni, Maxim y Vlad hacı́an negocios en las afueras de la ciudad.
Sergey pensó que ası́ estarı́an má s seguros.
Las cosas cambiaron despué s de la muerte de Giovanni y
pasaron má s tiempo en Chicago. Esta noche estaba destinada a ser de
negocios porque los italianos habı́an estado jugando en nuestros
territorios durante má s de un mes.
Eso no signi icaba que no me acribilları́an por pensar en Giselle
si se enteraban.
"Nadie está jodido", respondı́. Ninguno de nosotros habı́a oı́do
el inal desde que Sergey se casó con Lilianna. Nunca dejó de decir que
tenı́amos que dejar de joder y sentarnos como si é l estuviera mejor
antes de conocerla.
Lo exagerarı́a todo si descubriera que habı́a tenido a una mujer
en mi mente por má s tiempo del que habı́a tenido mi polla en ella. No
serı́a raro que Sergey malinterpretara la situació n y pensara que
estaba enamorado de ella cuando en realidad… ¡Maldita sea! No tenı́a
ninguna razó n ló gica para estar pensando en ella.
"Nikolai está enamorado", dijo Vlad en broma. Habı́a estado
mucho má s alegre y juguetó n ú ltimamente y no me gustó . Yo siempre
fui el receptor de su nueva felicidad.
"Maldito sopló n", dije con los dientes apretados.
Maxim se sentó a mi lado mientras Sergey se acomodaba en la
ú nica persona a mi izquierda. "¿Quié n es la chica desafortunada?" -
Preguntó Má ximo.
"No es asunto tuyo".
Sergué i sonrió . "No es propio de ti ponerte a la defensiva ante
una mujer, Nik".
Maxim soltó una carcajada. "Su coñ o debe haber sido bueno".
"Apretado y mojado son las palabras que está s buscando".
"Ah, sı́", se inclinó Maxim con un chasquido de dedos y ambos se
rieron, para mi molestia.
Nunca habı́a tenido problemas para hablar de las mujeres con
las que me habı́a acostado con mis hermanos, pero por alguna razó n,
odiaba oı́rlos hablar ası́ de Giselle. No sabı́an quié n era ella y no habı́a
ninguna posibilidad de que alguna vez la conocieran. Aú n ası́, querı́a
proteger su dignidad.
"No estamos aquı́ para discutir dó nde he estado metiendo mi
polla, ¿verdad?"
Sergué i se aclaró la garganta. "No lo somos." Levantó la mano y
llamó a un camarero. "Primero, necesitamos un trago".
El camarero se acercó y tomó nuestro pedido, que bá sicamente
era má s whisky y tequila. Regresó poco despué s con nuestras bebidas,
vasos y una cubitera de hielo.
Cada uno de mis hermanos se sirvió una copa y Sergey se puso
manos a la obra. "¿Has descubierto dó nde se esconde ese cabró n
italiano?"
Por cabró n italiano se referı́a a Angelo. Despué s del ataque que
sufrimos hace un mes, habı́a salido clandestinamente del paı́s como la
rata que era, sin dejar rastro de adó nde viajaba.
Sin embargo, ningú n lugar en el mundo era demasiado grande
para que alguien pudiera esconderse de los Vadim. Só lo tomarı́a un
poco má s de tiempo antes de que uno de nuestros aliados en cualquier
paı́s huyera a buscarlo. “ Nyet ”, respondı́. “Pero confı́o en encontrarlo
pronto. Su ú nica opció n es mudarse de un paı́s a otro hasta que no
tenga dó nde esconderse y tenga que regresar a Estados Unidos”.
"¿Hay alguna posibilidad de que se haya escapado del paı́s a
travé s de uno de los puertos?" Preguntó Maxim, extendiendo los brazos
sobre el apoyabrazos del sofá en el que estaba sentado.
Asenti. "Si existe la má s mı́nima posibilidad de que eso haya
sucedido, entonces contó con la ayuda de los equipos". Los grupos
ocupaban un terreno neutral entre la Bratva y la Cosa Nostra. No
rechazarı́an a Angelo si hiciera una buena oferta”.
Sergey se aclaró la garganta y luego dirigió su mirada a Vlad.
"Averigü e qué oferta hizo, si la hubo, haga una oferta mejor".
Vlad levantó su copa hacia Sergey. "Sı́ hermano." La sonrisa en
su rostro se oscureció cuando una chica entró en la habitació n,
girá ndose al ritmo de la mú sica y agitando su cabello como si algo
estuviera mal en su cuello. Vlad se lamió los labios. “Si esta reunió n
termina, me gustarı́a disculparme. Mi polla necesita algo hú medo y
cá lido".
Se puso de pie, se alisó la camisa negra y comenzó a irse cuando
la orden de Sergey espesó el aire. "Sié ntate, chico".
Vlad puso los ojos en blanco y murmuró algo que supuse era una
ré plica, pero inalmente regresó a su asiento y se sentó . "¿Ahora que?"
“Cuidado donde está s metiendo tu polla, hombre. Con Angelo
suelto no puedes con iar en nadie ”, le dijo Maxim. Es tı́pico de Maxim
estar cansado de las mujeres.
Una sonrisa arrogante apareció en los labios de Vlad. “No confı́o
en ninguno de ellos, hermano. Lo que busco son sus coñ os”. Le hizo una
señ al para que se acercara. Ella le dedicó una sonrisa lujuriosa,
balanceando sus caderas de un lado a otro mientras se dirigı́a hacia é l y
se sentaba a horcajadas sobre sus piernas.
Vlad le dio una palmada en el trasero antes de estirar la cabeza
hacia Sergey. “¿Qué es lo que querı́as decir, hermano?”
Sergey exhaló profundamente, claramente exagerado. Aparte de
Lilianna, Vlad fue la ú nica persona que se atrevió a excitar a Sergey, y se
divirtió hacié ndolo. "Sal de aquı́ y llé vate a la chica contigo".
La sonrisa de Vlad se hizo má s profunda. " Papá, hermano". El se
levantó y se fue, llevá ndola con é l.
“Disculpe, jefe”, le dijo Mikhail, mi principal guardaespaldas, a
Sergey cuando entró en la habitació n.
Sergey asintió brevemente.
"¿Qué es?" Yo pregunté .
"Hay una mujer en la barra delantera, jefe". Sus susurros eran lo
su icientemente fuertes como para atravesar la mú sica a todo
volumen. “Ella insiste en ver las imá genes de CCTV de hace un mes.
Dice que hay alguien a quien quiere encontrar.
Me masajeé la frente. Estaba demasiado cansada para el drama
femenino esta noche. "Trá ela a mi o icina".
El asintió y se alejó .
Maxim me miró con recelo. "No tienes la intenció n de darle lo
que está buscando, ¿verdad?"
Me levanté , me alisé la camisa y lo miré . "No soy estú pido,
Maxim".
El sonrió . "Usted podrı́a ser. Despué s de todo, está s enfermo de
amor.
"Ya estarı́as muerto por decir eso si no fueras mi hermano".
Se reclinó en su asiento y su sonrisa se oscureció un poco.
"Estarı́as muerto por amenazarme si no fueras mi hermano".
Suspiré . Amaba tanto a Maxim que recibirı́a una o dos balas por
é l, pero mis hermanos eran los que menos nos llevá bamos. El amor era
una locura, mis puñ os ansiaban chocar con su rostro, pero matarı́a a
cualquiera si se atreviera a lastimarlo.
"Su iciente para los dos". Los ojos de Sergey se encontraron con
los mı́os. "Vete a la mierda y mira lo que quiere tu invitado".
Miré a Maxim una vez má s. Mi idiota hermano todavı́a estaba
sonriendo cuando caminé hacia mi o icina y me senté en mi escritorio
de roble, mis venas temblaban de furia mientras esperaba que ella
entrara.
No tenı́a intenció n de entregarle las imá genes, pero fuera quien
fuera esta mujer, necesitaba enseñ arle a no causar molestias en las
instalaciones de mi negocio. Tenı́a suerte de ser mujer, má s hombres
habı́an muerto por menos en mis manos.
La puerta se abrió , permitiendo que la mú sica entrara má s
fuerte que antes. Mikhail entró y luego... Dios mı́o. ¿Giselle?
Giselle entró detrá s de é l.
Nuestros ojos se encontraron brevemente, y eso fue todo lo que
necesitó para que mi corazó n comenzara a acelerarse. Su piel clara
brillaba como pan de vainilla recié n horneado y su cabello oscuro
brillaba en la luz del techo.
Esta noche no estaba vestida como una o icinista. Llevaba un
pequeñ o vestido negro que llegaba hasta encima de su rodilla y un
tacó n plateado con correa en el tobillo, nada demasiado so isticado.
Aun ası́, apartar los ojos de ella fue una lucha. Querı́a beberla.
Ella le sonrió a Mikhail. "Gracias."
Mikhail ignoró su sonrisa y me miró antes de desaparecer de la
o icina y cerrar la puerta detrá s de é l.
Se quedó quieta frente a la puerta por un momento, agarrando
la correa de su bolso como si fuera su vida. No estaba segura de si se
habı́a dado cuenta de que no respiraba.
“¿Vas a quedarte ahı́ mirá ndome toda la noche?”
Ella respiró entrecortadamente. “Eh. No." Caminó hasta la silla
de malla que habı́a al otro lado de mi escritorio y se sentó en ella,
trayendo consigo el aroma de lavanda. “Lamento haber irrumpido ası́.
No te conocı́a...
“No sabı́as que este lugar era mı́o”, la ayudé a completar la frase,
considerá ndola como una obra de arte. Ella era jodidamente hermosa.
"Sı́." Se pasó la lengua por los labios y mi polla se movió en mis
pantalones.
Santo carajo.
“¿En qué puedo ayudarla, señ ora Cruz?” Pregunta equivocada.
“¿Para qué necesitas las imá genes de CCTV?”
Sus ojos se abrieron como platos, como sorprendida, recordé su
nombre. "Ya no necesito el CCTV". Jugó distraı́damente con el bolso de
mano de su bolso. "Es a ti a quien querı́a ver".
"¿Para qué ?" ¿Me habı́a extrañ ado? La mayorı́a de las mujeres
con las que me habı́a acostado normalmente no podı́an alejarse y
trataban de contactarme para otra ronda o algo má s. No me
sorprenderı́a que Giselle fuera como el resto de ellos.
Se aclaró la garganta y se removió en su asiento. “Mira, lo que
voy a decirte es algo un poco delicado. Nunca fue mi intenció n, lo juro”.
Entrecerré los ojos hacia ella. “¿Eres VIH positivo?”
Ella sacudió su cabeza. "No."
“¿Te acercaste a mı́ porque un rival te tendió una trampa?” Por
un lado, no parecı́a que pudiera herir a una mosca, pero las que
parecı́an inocentes eran las má s mortı́feras. Nunca juzgues un libro por
su portada.
Ella arrugó las cejas. "Jesucristo. No. ¿Por qué un rival me
enviarı́a contigo? ¿Eres parte de la ma ia o algo ası́? Estaba a punto de
decir que sı́ cuando ella me interrumpió . "Estoy embarazada."
Mis pulmones dieron un vuelco. "¿Tú eres qué ?"
“EMBARAZADA ¡Embarazada!” Ella lo explicó . “Mira, sé có mo es
esto, pero te lo juro, ha sido un gran shock para mı́. Ambos está bamos
borrachos y no se nos ocurrió usar protecció n”.
El silencio pasó entre nosotros mientras intentaba procesar lo
que acababa de escuchar. “¿Me está s jodiendo ahora mismo?”
Nuestros ojos se posaron en su mano al mismo tiempo. Estaban
temblando, ası́ que los escondió debajo de la mesa. "No te estoy
tomando el pelo".
Mi estó mago dio un vuelco con una emoció n que no podı́a
entender. Una sensació n de euforia surgió dentro de mı́ ante la idea de
ser padre, pero iba unida al miedo de que nada de esto fuera real.
No sabı́a nada sobre esta mujer, se suponı́a que no debı́a sentir
ningú n atisbo de emoció n al escuchar que estaba embarazada. ¿Bien?
¿Pero por qué me hizo cosquillas en el pecho de emoció n?
"¿Está s segura de que el bebé que llevas es mı́o?" Fue la ú nica
pregunta ló gica que pude hacer.
Ella asintió . "Aú n es demasiado pronto para una prueba de ADN,
pero puedes programar una cada dos semanas para estar seguro".
Cerró los ojos, inhaló y los abrió . "Nunca nos habrı́a puesto a ninguno
de los dos en esta situació n, pero estoy pasando apuros en este
momento y no puedo darme el lujo de tener un bebé sola".
Su determinació n despertó mi curiosidad. "¿Por qué quieres
tener un bebé que no puedes pagar?"
Ella mantuvo contacto visual. “Nunca conocı́ a mi papá . Mi
mamá está muerta y ya no me queda familia. Este bebé es la ú nica
familia que tendré . Es cierto que no planeaba tener un bebé , pero ahora
que estoy embarazada, no puedo renunciar a este bebé ”. Su voz se
quebró mientras hablaba.
La miré en silencio por un momento. Admiré que ella estuviera
decidida a tener nuestro bebé a pesar de sus circunstancias. Yo
tambié n la entendı́. Tenı́a a mis hermanos conmigo y a un sobrino, pero
no habı́a podido llenar el vacı́o de mi corazó n desde que murieron mis
padres.
Aunque nunca habı́a pensado en formar una familia a menos
que fuera necesario, tambié n habı́a habido momentos en los que pensé
que tal vez tener una familia propia llenarı́a el vacı́o en mi corazó n.
Todo estaba sucediendo de manera tan inesperada, pero querı́a
tener este bebé con Giselle y la querı́a a mi lado para que pudié ramos
criarlo juntas. Habı́a vivido para mis hermanos, tal vez sucedió ası́ para
poder inalmente empezar a vivir para mı́.
Habı́a encontrado un propó sito, una familia, y estaba lista para
dedicar mi vida tanto a Giselle como a nuestro bebé . "No tienes por qué
arrepentirte". Su mirada se posó en la mı́a y continué . "Puedes tener el
bebé ".
Ella arqueó las cejas. "¿Pero?"
"Pero tendrá s que casarte conmigo".
Ella se movió en su silla. "Este no es el momento de intentar ser
gracioso".
"No estoy tratando de ser gracioso".
Ella se burló y tragó . "Eres. ¿Có mo esperas que nos casemos
cuando ni siquiera sé tu nombre ni nada má s sobre ti?
"Te diré todo lo que necesitas saber". Suavicé mi voz para aliviar
la tensió n en el aire. “Soy Nikolá i Vadim. Consigliere de mi hermano,
que resulta ser el jefe de la Bratva.
"Bratvá ." Su mandı́bula se a lojó . “Eres parte de la ma ia”.
"Soy." Miré su estó mago. Tenı́a su mano alrededor de é l de
manera protectora. “Está s embarazada de mi hijo, lo que signi ica que
no tendrá s má s remedio que casarte conmigo por tu seguridad y la del
bebé . Ademá s, necesito un heredero”.
Ella soltó una risa amarga. "Estoy empezando a pensar que no
deberı́a haber venido aquı́". Se levantó y se colgó el bolso al hombro.
"Olvida que nos conocimos porque nunca me casaré contigo".
"No te di una opció n".
Ella asintió . “No lo hiciste. Está s loco y mi vida es demasiado
complicada para estar loca.
Capítulo 6 - Giselle
"Realmente creo que está loco", dije, colocando mi taza de
macchiato y mi plato de brownies en la mesa de café frente a mı́.
"¿Quié n le pide a un extrañ o que se case con ellos ası́ como ası́?"
Emma se rió entre dientes. “Ambos habé is estado en los
pantalones del otro. No dirı́a que sois unos desconocidos.
Puse los ojos en blanco y me recosté en uno de los sofá s en
forma de L de color bisque en mi sala de estar. "Fue un error." Eso fue
mentira. No habı́a garantı́a de que no hubiera tenido sexo con Nikolai
si no estuviera drogada con el desamor y el martini.
"¿Era que?"
Me mordı́ los labios como una adolescente a la que su madre
hubiera pillado intentando escabullirse a medianoche. "Bueno. Bueno.
Admito que no lo fue, pero chica, deberı́as verlo. Sus hombros son muy
anchos y sus abdominales duros como piedras”.
"¿Y su polla?"
Me sonrojé , mis entrañ as se electrizaron al recordar la forma en
que é l entraba y salı́a de mı́. "Su polla fue hecha en el cielo".
Ambos nos reı́mos entre dientes. “Chica, en lugar de rechazarlo
tan claramente, ¿por qué no intentar tener una relació n con é l primero?
Ten un par de citas y comprueba si es alguien con quien puedas vivir”.
“Te lo dije antes, está loco. No me gustan las locuras... ni el
matrimonio.
"¿Que planeas hacer? ¿Convertirse en madre soltera?
Me apoyé en la cabecera y miré al techo. No creı́a en el amor y
tampoco habı́a planeado casarme por amor. Pero tampoco habı́a
planeado casarme só lo porque estaba embarazada y, aun ası́, con un
hombre como Nikolai. "Preferirı́a eso antes que casarme con é l".
"¿Por qué ?" Preguntó Emma, su voz era una mezcla de
preocupació n y curiosidad. "No es como si te estuviera pidiendo que lo
ames".
"No lo es, pero hay algo má s que no te he contado sobre é l".
Inhalé . No sabı́a có mo Emma iba a tomar lo que estaba a punto de
decirle, pero no podı́a ocultá rselo para siempre. "Su hermano es el jefe
de la Bratva".
Ella jadeó por telé fono. "Dime que está s bromeando".
“Ojalá lo fuera”. Pasé del sofá a la mesa de café y envolvı́ mi
mano alrededor de la taza de macchiato caliente, permitiendo que el
calor se iltrara en mi piel. “Aunque no le creo. Quiero decir, ¿todavı́a
existe la ma ia? De ninguna manera, ¿verdad?
Emma guardó silencio durante un rato. "Lo hace. Un amigo mı́o
es soldado en una de las familias. Aunque no me dijo cuá l”.
Mi pecho se apretó . “Entonces la ma ia existe”.
"Sı́." Me imaginé a Emma asintiendo mientras lo decı́a. "Dame
un segundo." Escuché el ruido de su teclado y, cuando se detuvo
segundos despué s, volvió a centrar su atenció n en nuestra llamada.
"Nikolai Vadim, ¿dijiste que se llamaba?"
"Nikolá i Vadim, sı́".
“Dice que es el segundo hijo de la familia Vadim.
Aparentemente, son dueñ os de la mayorı́a de los clubes, hoteles,
casinos e incluso una aerolı́nea del estado”.
"¿Sı́?" Ya sabı́a que eran dueñ os de muchos negocios. El nombre
Vadim era popular, aunque las fuentes de riqueza de la familia Vadim
habı́an sido cuestionadas durante añ os.
Poseı́an propiedades en Chicago que ni siquiera los polı́ticos
má s importantes parecı́an poder permitirse. Algunos decı́an que era
dinero viejo, pero nadie se atrevı́a a confrontarlos abiertamente.
"¿Has oı́do hablar de sus padres?"
Aparté mi mano de la taza. O el macchiato se habı́a enfriado o
mis palmas se habı́an adaptado al calor. "No. Sabes que no me importan
cosas ası́”.
"Deberı́as hacerlo ahora, considerando que son los abuelos de
tu hijo". Ella hizo una pausa. “Murieron en un misterioso accidente
hace añ os. El boletı́n dice que habı́a razones para creer que no fue só lo
un accidente. Creyeron que se trataba de un asesinato”.
"¿Asesinato?" Se despertó mi interé s.
"Sı́, pero la investigació n quedó oculta bajo la alfombra y nadie
habló de ello desde entonces".
Ma ia. Asesinato. No me gustó hacia dó nde iba esto. “¿Crees que
tiene algo que ver con la ma ia?”
"Parece que sı́, pero no podemos decirlo con certeza".
"Mmm." Tomé un largo trago de mi café . “Los Vadim son
multimillonarios. No tiene sentido que permitan que la muerte de sus
padres se esconda debajo de la alfombra como si no fuera nada. Tienen
el poder y la in luencia para llegar al fondo de lo que los mató ”.
"Tienes razó n. ¿Sabes lo que eso signi ica, verdad?"
Mi estó mago se revolvió . "Nikolai realmente podrı́a ser parte de
la ma ia, como dijo". No. Lo era, no tenı́a motivos para mentir sobre
algo tan trivial.
"¿Qué vas a hacer ahora?"
Tomé otro sorbo de mi café , inhalando su rico aroma y
saboreando los sabores a medida que llegaban a mi paladar. Ni siquiera
la acidez de mis papilas gustativas podı́a hacer que mi café tuviera un
sabor suave.
Hacer un buen café fue lo segundo mejor que aprendı́ de mi
madre. No con iar en los hombres fue la primera. “No lo sé , Emma. Sé
que necesito su dinero para darle a mi hijo una buena vida, pero
tambié n estoy seguro de que no quiero criar a un bebé en un mundo
como el suyo”.
“Tienes que pensarlo má s y contarme qué decides. Estaré a tu
lado sin importar lo que elijas hacer”.
La tranquilidad de Emma hizo que mis labios se abrieran en una
suave sonrisa. Emma habı́a sido mi mejor amiga desde la universidad y
era lo mejor que me habı́a pasado antes de mi embarazo. "Gracias."
"No tienes que agradecerme. Seré una buena tı́a para tu bebé , ya
lo verá s”.
Mi sonrisa se amplió . "Sé que lo hará s."
“Tengo que irme ahora, cariñ o. Nos vemos en la o icina mañ ana”.
Le lanzó besos al telé fono. "Te amo a ti y a nuestra pequeñ a sobrina".
Me reı́. "¿Sobrina? ¿Y si es un niñ o?
"No. No se permiten varones. Quiero una sobrina con la que
pueda usar peinados a juego”.
Me froté el estó mago. “¿Escuchaste eso, bebé ? La tı́a Emma
quiere una sobrina, ası́ que será mejor que seas una niñ a”.
Ambos compartimos otra risa. “Tambié n te amo, niñ a. Buenas
noches." Seguı́ sonriendo a mi telé fono segundos despué s de colgar.
Cuando mi sonrisa se desvaneció má s tarde, mi corazó n comenzó a
latir con preocupació n.
Ahora que Nikolai sabı́a que estaba embarazada,
probablemente esperarı́a que volviera y le diera una respuesta. Aunque
ese no fue el problema. El problema era que en algú n lugar en el fondo
de mi mente, estaba considerando tontamente criar a mi hijo con é l.
Quizá s no necesitaba amar. Podrı́a simplemente pretender estar
casada con é l... Detuve que los pensamientos siguieran burbujeando.
No me iba a casar con é l y eso era de initivo.
Llevé mi taza vacı́a a la cocina y la lavé , luego fui a darme una
ducha rá pida. Cuando terminé y me sequé el pelo, mi estó mago gruñ ı́a
de hambre. Habı́a estado comiendo demasiado desde que descubrı́ que
estaba embarazada.
Me puse mi camisó n y caminé hasta la cocina. Calenté la pizza
sobrante y la comı́ antes de ir a la sala de estar.
Justo cuando estaba a punto de levantar el control remoto de mi
televisor, sonó el timbre y casi salté fuera de mi piel. Santo carajo. Me
agarré el pecho y respiré profundamente. ¿Quién diablos es él?
Eran casi las diez de la noche y no esperaba a nadie. Yo tampoco
habı́a pedido nada. Me dirigı́ a la puerta y entrecerré los ojos por la
mirilla. Arrugué las cejas cuando vi a Aaron parado en mi porche.
¿Por qué estaba aquı́ y qué querı́a? No estaba de humor para sus
tonterı́as, pero abrı́ la puerta de todos modos. “¿Por qué está s aquı́,
Aaró n?”
El me sonrió . "Es bueno verte de nuevo, cariñ o".
"¿Bebé ?" Casi vomité de disgusto al escucharlo llamarme ası́.
"No soy tu bebé . Será mejor que te vayas si no quieres que tu
prometida sepa que está s en mi puerta”.
Me mostró su mano, mostrando la banda dorada alrededor de
su dedo anular. “Esposa, en realidad. Nos casamos hace dos semanas”.
Se me formó un nudo en la garganta que me di icultaba respirar
o tragar. Habı́a pasado un mes desde que terminó nuestra relació n de
tres añ os, pero parecı́a que me habı́a olvidado en só lo un segundo.
El dolor se deslizó por mi pecho, pensando en lo poco que
signi icaba para é l. “No te felicitaré por tu boda, Aaron. Por favor, vete
si só lo viniste aquı́ para presumir de tu nuevo amor”.
¿Qué esperaba? ¿Cierre? ¿Una disculpa? ¿O que me dijera que
todo fue una gran broma y que nunca dejó de amarme? Si lo hiciera, ¿lo
aceptarı́a de regreso?
Giré la puerta para cerrarla en sus narices, pero é l la detuvo,
metió los pies entre la puerta y el marco de la puerta y la empujó para
abrirla. "Estoy aquı́ por algo má s".
Crucé los brazos sobre el pecho para mostrarle que no estaba
contento de tenerlo aquı́. "¿Qué es?"
“¿Al menos no me dejará s entrar?”
Me burlé . ¿Por qué acabo de enterarme de lo irritantemente
racheado que era? "No. ¿Puedes hablar desde donde está s o irte?
El sonrió y luego caminó hacia mı́, e instintivamente retrocedı́,
dejando paso para que é l entrara. Mi corazó n se aceleró mientras lo
veı́a caminar hacia mi sala de estar y sentarse en uno de los sofá s.
No me gusta esto.
No cerré la puerta con llave antes de unirme a é l en la sala de
estar. Aaron nunca habı́a sido violento, pero no podı́a ignorar los
escalofrı́os que recorrı́an mi columna en ese momento. Querı́a poder
correr si pasaba algo. “¿Qué quieres, Aaró n?” Pregunté con cautela, con
cuidado de no provocarlo para que hiciera algo estú pido.
Su mirada se dirigió a mi estó mago y se detuvo. Fue instintivo
para mı́ cubrirme el estó mago con las manos. "¿Estas embarazada?" No
estaba a irmando ni preguntando. Sonaba má s como si estuviera
acusando.
Jadeé . "No seas ridı́culo".
Sus labios formaron una sonrisa espeluznante. “¿Lo soy? ¿Qué
tan lejos está s?"
Mis fosas nasales se dilataron. Mostré los dientes y me puse de
pie, apretando los puñ os. “No es asunto tuyo si estoy embarazada.
¿Debo recordarte có mo me engañ aste, te comprometiste con otra
mujer a mis espaldas y te casaste con ella?
"¿Ası́ que lo que? ¿Me estuviste engañ ando todo el tiempo y aun
ası́ actuaste como la vı́ctima?
"¿Qué ? ¡No!" ¿Por qué estaba tratando de defenderme si le debı́a
respuestas? “Sabes, creo que es hora de que te vayas. ¿Có mo supiste
que estaba embarazada?
El arqueó las cejas.
Una alarma se disparó dentro de mi cabeza, haciendo que mi
estó mago gruñ era nerviosamente. “¿Me has estado acosando?”
“No te estaba acosando. Só lo te seguı́ porque estaba preocupada
por ti”.
Reprimı́ una risa amarga. "Gracias por tu preocupació n. Ahora
sal de mi casa”. Hice un gesto hacia la puerta. "Vete antes de que llame a
la policı́a".
Se levantó , se volvió como para irse, pero de repente se volvió
hacia mı́. "Primero, tienes que decirme quié n es el cabró n con el que
me estabas engañ ando".
"No, no lo hago".
El se acercó un paso y yo me alejé dos pasos de é l. "Me hiciste
sentir como el diablo por lastimarte". Su voz era baja, tranquila, pero
peligrosa. “Todo el tiempo me estabas engañ ando. ¿Có mo pudiste,
Giselle?
Cuando mi pulso se aceleró , me di cuenta del peligro que corrı́a.
Aaron podrı́a lastimarme aquı́ y ahora si quisiera. Podrı́a matarme y
nadie sabrı́a lo que pasó . "N-no te engañ é ", murmuré .
"Entonces, ¿có mo está s embarazada?" Cerró la brecha entre
nosotros y caı́ en el sofá detrá s de mı́, con mi cuerpo paralizado por el
miedo. "No tuvimos relaciones sexuales durante semanas antes de
nuestra ruptura".
"Eso no signi ica que hice trampa".
Entrecerró los ojos hacia mı́. “¿Es por eso que no me dejaste
tocarte? Porque te estabas follando a alguien a mis espaldas. Se inclinó
sobre el sofá , extendió los brazos a ambos extremos de la tapicerı́a y
me enjauló . "¿Con quié n má s te estabas follando, puta?"
Las lá grimas picaron en mis ojos. "No me estaba follando a
nadie".
El sonrió . "Pequeñ a cosa sucia". Envolvió sus dedos alrededor
de mi cuello, lo apretó lo su icientemente fuerte como para que dejara
de respirar y bajó su boca hacia la mı́a.
Cerré los ojos, negá ndome a presenciar lo que estaba pasando,
solo sentı́ el lı́quido cá lido corriendo por mis mejillas.
Mi mente tambié n debió haberse quedado en blanco porque
cuando volvı́ a abrir los ojos, Aaron estaba en el suelo, retorcié ndose de
dolor. Un hombre de aspecto gigante con jeans negros, cuello de
tortuga negro y una chaqueta de cuero tenı́a su pie sobre la cabeza de
Aaron.
Sus ojos oscuros y su cabello ó nix me recordaron a Nikolai.
Ambos tenı́an los mismos rasgos atractivos y cuerpos altos y atlé ticos,
excepto que el que estaba frente a mı́ parecı́a una versió n má s joven de
é l.
Habı́a otros cuatro hombres con los mismos trajes negros. No
tenı́a idea de có mo entraron; debió haber sido por la puerta ya que no
la cerré con llave.
"Deshazte de este desastre", ordenó el de la chaqueta de cuero.
Se alisó la chaqueta y caminó hacia mı́.
Me congelé cuando mis ojos se encontraron con su mirada
helada. No estaba frunciendo el ceñ o ni nada por el estilo, pero la
má scara en blanco que llevaba me hizo temblar.
Sus labios formaron una sonrisa. “Hola Gisela. Soy Vlad. Tienes
que venir conmigo”.
Retrocedı́ en el sofá , empujá ndome hasta que no hubo otro lugar
adonde ir. "No."
Su sonrisa desapareció y una mueca la reemplazó . "No estaba
preguntando".
Capítulo 7 - Nikolai
"Dé jame solo."
Dejé de caminar por la sala cuando la voz de Giselle hizo eco en
el vestı́bulo. Me la imaginé retorcié ndose y tratando de luchar contra
Vlad o uno de mis otros hombres. Tenı́a una voz tan fuerte para alguien
tan pequeñ a.
Despué s de que ella me abandonó anoche, tuve tiempo para
pensar y concluı́ que no podı́a dejarla vagar por Chicago sin protecció n
mientras estaba embarazada de mi hijo.
Por supuesto, primero le informé a Sergey de mi decisió n y,
aunque mis hermanos estaban ató nitos, Sergey le dio a Vlad el visto
bueno para que me la trajera.
"No te atrevas a morderme", gruñ ó Vlad. Sus voces eran má s
cercanas esta vez, ası́ que me acomodé en uno de los sofá s de la sala,
ingiendo que no habı́a estado locamente preocupada.
Aunque ingenua e inocente, Giselle no parecı́a una mujer fá cil.
Ella no iba a doblegarse a mi voluntad sin luchar. No querı́a que me
importara, pero ella estaba embarazada, lo que signi icaba que tenı́a
que ser amable con ella.
La puerta de la sala se abrió , llamando mi atenció n. Vlad fue el
primero en entrar y me di cuenta por el ceñ o fruncido que Giselle no se
lo habı́a puesto fá cil.
A juzgar por la forma en que ella le rascaba y golpeaba el brazo
mientras é l la arrastraba, debió haber intentado dar una buena pelea.
"Aquı́ está tu cachorro enojado". La arrastró hacia mı́ y le apartó
la mano. "Esta loca me mordió ".
Giselle miró de un lado a otro entre mi hermano y yo, luego miró
a Vlad. “No te habrı́a mordido si no me hubieras secuestrado, imbé cil.
Deberı́a haberte dado una patada en las pelotas.
"Dilo eso una vez má s". Los ojos de Vlad enrojecieron. Mi
hermano no reaccionó muy bien a las amenazas.
Giselle se cruzó de brazos y lo encaró , lista para desa iarlo sin
retroceder. "Deberı́a haberte dado una patada en las pelotas, y aú n no
es demasiado tarde".
Vlad se acercó a ella, pero me interpuse entre ellos para
detenerlo. "¡Dejar!"
Se detuvo, sus ojos brillaban de furia. El niñ o tuvo que aprender
a controlar su ira. "No tendrá s tanta suerte la pró xima vez", dijo, sin
quitar los ojos de Giselle. Luego se dio la vuelta y se alejó .
Me volvı́ hacia Giselle. "Te daré una advertencia: hagas lo que
hagas, trata de no enfurecer a Vlad".
Ella se burló , sus ojos parpadearon para encontrarse con los
mı́os. "¿O que?" Su garganta se movió mientras tragaba. “No puedes
decidir lo que hago despué s de que me secuestraste. ¿Por qué estoy
aquı́?"
Hice una pausa, observando lo hermosa que se veı́a con unos
sencillos pantalones deportivos rosas y una camisa. Su cabello estaba
recogido en una cola de caballo, hacié ndola parecer aú n má s frá gil.
"Eres hermosa."
Ella frunció . "Eso es vergonzoso y no responde a mi pregunta".
Sonreı́. "Tienes una boca tan inteligente". Caminé hasta el
minibar que estaba en un rincó n de la sala de estar, tomé una botella de
whisky y un vaso y luego me senté en el sofá . "Está s aquı́ porque te
quiero aquı́".
"Tú me secuestraste", dijo de hecho. "¿Sabes lo que eso
signi ica? Eres un criminal”.
Me servı́ un trago. “Querida, nacı́ criminal. No lo olvides”.
Se quedó quieta por un momento y una pizca de miedo brilló en
sus ojos. "¿Qué quieres de mı́?"
"Buena pregunta." Señ alé el sofá frente al mı́o. "Sentarse."
Se pasó los dientes por el labio inferior como si quisiera
reprimir una ré plica. Me sorprendió cuando ella accedió y se sentó . “No
soy un cachorro. Puedes simplemente dar ó rdenes, Nikolai.
Solté una carcajada. "Mi hermano parecı́a pensar que lo eres".
Ella me lanzó una mirada furiosa. “No te burles de mı́. Dime por
qué me obligaste aquı́ o me iré ”.
Me recosté en mi asiento, observando cada movimiento que ella
hacı́a. Giselle intentó actuar con valentı́a, pero no fue su iciente para
convencerme. Pude ver lo nerviosa que estaba por la forma en que
evitaba el contacto visual y jugueteaba con el dobladillo de su
sudadera.
Por alguna razó n, querı́a poner mi mano sobre la de ella y
asegurarle que no estaba tratando de lastimarla. Só lo estaba haciendo
esto porque querı́a mantenerla a ella y a nuestro bebé a salvo.
Pero no le dije eso. Ella no me creerı́a si lo hiciera. "No puedes
irte aunque quisieras".
Ella arqueó las cejas. "¿Qué signi ica eso?"
"Signi ica que ahora eres mı́a, Giselle". Tomé un sorbo de mi
whisky y traté de no fruncir el ceñ o mientras el calor bajaba por mi
garganta. "Nos vamos a casar."
"Casado." Ella permaneció inexpresiva por un momento. "Oh
eso. Te dije que no me iba a casar contigo”.
"No tienes otra opció n".
"Sı́." Su voz se quebró un poco. Aú n ası́, logró imponer sus
palabras. “No soy un idiota, Nikolai. Incluso los animales tienen
opciones”.
"No creo que seas un idiota".
"Bueno, me está s tratando como tal", replicó ella. "No me casaré
contigo".
"Nos vamos a casar y eso es de initivo". Terminé mi bebida y
salı́ de la sala antes de que pudiera verla desmoronarse de tristeza. Ella
no querı́a esto, lo sabı́a muy bien, pero no importaba lo que ella
quisiera. Su seguridad y la de nuestros bebé s eran mi prioridad.
Le hice una señ al a Mikhail para que la vigilara y luego caminé
hacia el á rea de la piscina afuera.
Luces doradas entraban a raudales desde la pared de cristal,
iluminando un brillo amarillo en la super icie de la piscina. Esta noche
hacı́a frı́o y supuse que era por el peso de la decisió n que habı́a tomado
esta noche.
Si fuera fumador, vaciarı́a un paquete de cigarros aquı́ mismo,
pero la aversió n de Sergey por los cigarrillos hizo que mis hermanos
tampoco pudieran fumar. Nos matarı́a si nos hubiera encontrado a
alguno de nosotros inhalando un cigarro cuando é ramos má s jó venes.
Metı́ la mano en el bolsillo y miré distraı́damente la piscina.
Sabı́a que el matrimonio era un punto sin retorno, ¿y si estaba
cometiendo un error al casarme con ella?
"Te ves jodido".
Estiré la cabeza hacia Sergey. "Estoy jodido".
El sonrió y caminó hacia mi lado, luego enterró sus propias
manos en sus bolsillos y miró ijamente la piscina, aunque no
distraı́damente. A diferencia de mı́, que tenı́a que ser ló gico, mi
hermano no tenı́a que dudar de todo lo que hacı́a. Millones de
pensamientos cruzaron por su mente en segundos y nunca se contuvo
cuando necesitaba hacer o decir algo.
“¿Ya está aquı́?” preguntó .
Asenti. "Vlad la trajo no hace mucho".
“¿Ya se lo has dicho?” El me miró . "Supongo que ella no está
contenta con eso".
Ella no lo era. "¿Có mo lo hiciste?" Me encontré con su mirada.
“Con Lilianna, quiero decir. ¿Có mo conseguiste que se convirtiera en
una buena esposa?
El se encogió de hombros. “No hice mucho, para ser honesto.
Fui honesto con ella y nos di una oportunidad. Todo lo demá s
inalmente encajó . Supongo que fue el universo apoyá ndonos”.
Miré a mi hermano con los ojos entrecerrados. “Esto es poé tico
y conmovedor viniendo del jefe de la Bratva”.
Sus labios se curvaron y dejó escapar un largo suspiro. "Solo mi
familia puede ver esta versió n de mı́".
Me incliné asintiendo. "Bien." No estaba mintiendo. Só lo los
Vadim vieron el lado má s suave de Sergey Vadim. Para el resto del
mundo, era un lı́der ma ioso brutal y sin emociones. A é l le encantaba
ası́, las emociones eran una debilidad en nuestro mundo.
"¿Ahora que?" preguntó , la preocupació n estropeó su expresió n.
Me encogı́ de hombros. "Tengo que casarme con ella".
El silencio impregnó el aire por un momento. "¿La amas?"
La pregunta surgió tan repentinamente que me tambaleé hacia
atrá s. "¿Amar?" Mierda. No. “La cuido porque será la madre de mi hijo.
Quiero protegerla y hacerle la vida má s fá cil”. Y mi polla se endurecı́a
cada vez que pensaba en follarla de nuevo, pero el amor era un poco
exagerado.
"¿Cuá ndo quieres casarte?"
"Esta noche o mañ ana, si es posible, y en privado". No
necesitaba añ adir que querı́a una ceremonia privada porque detestaba
recibir atenció n innecesaria de los italianos. Durante siglos, los
hombres fuertes de nuestro mundo han sido asesinados durante las
grandes ocasiones. Era de sentido comú n evitar que eso sucediera.
Sergey me dio una palmada en los hombros y luego lo presionó .
“Estoy orgulloso de ti, Nik. Tienes mi permiso para hacer lo que
quieras, siempre y cuando la trates bien”.
“No tengo la intenció n de tratarla terriblemente. Ella será
atendida”.
"Lo sé ." Vi algo que nunca habı́a visto en los ojos de mi hermano.
Parecı́a un hermano mayor orgulloso, y despué s de lo mucho que habı́a
intentado criarnos a mis hermanos y a mı́ mientras se aseguraba de
que asumié ramos el brutal legado de nuestro padre, se habı́a ganado el
derecho a estar orgulloso de mis decisiones. "Estoy seguro de que
será s un buen marido y un gran padre".
Sonreı́ aunque no estaba segura de que lo estarı́a. No estaba
seguro de nada ahora mismo, maldita sea.
Sergey se dio vuelta para irse. “Una cosa má s, Nik. Cuidar y
proteger es un acto de amor”.
"¿A dó nde quieres llegar?"
“El nombre de su ex es Aaron Turner. Vlad lo encontró tratando
de violarla”. El me miró . "Haz lo que quieras con é l".
No me di cuenta de que tenı́a los puñ os cerrados hasta
momentos despué s de que Sergey se hubiera ido. La ira ardı́a dentro de
mis venas, mi mandı́bula se contraı́a y mis puñ os querı́an golpear al
bastardo.
La idea de que otro hombre tocara a Giselle me elevó la presió n
arterial. Pensar en é l tratando de forzarla me llenó de ganas de matar.
Giselle era mı́a ahora y a nadie se le permitı́a tocar lo que era
mı́o.
Capítulo 8 - Giselle
" Devochka ", me dijo una anciana al entrar en la sala de estar.
Llevaba una falda larga negra y una blusa blanca holgada.
Luché por entender lo que dijo por un momento antes de que
inalmente me diera por vencido. "Lo siento, no hablo ruso".
Ella me miraba como un gato mirarı́a a un lagarto antes de
atacarlo. "Piso superior. ¡Ahora!"
Arrugué la nariz. No me gustó ni un poco el tono de su voz.
"¿Disculpe?"
Ella me miró furiosa de pies a cabeza. “El jefe quiere verte, no
puedes verlo vestido…” me evaluó con disgusto en sus ojos. "Como
eso."
“¿Qué tiene de malo lo que llevo puesto?”
Ella me dio otra mirada desdeñ osa y minuciosa. “Pareces
maldito. Una mujer deberı́a vestirse má s decentemente”.
Puse los ojos en blanco. Cristo, ¿era ella de la é poca victoriana?
Habı́a pasado por tantas cosas hoy que no tenı́a fuerzas para ser
amable. "Una mujer no deberı́a trabajar para un hombre que secuestró
a otra mujer lo su icientemente joven como para ser su hija".
La anciana no dijo una palabra má s durante un par de minutos.
Luego suspiró . "Ven conmigo si quieres, pero tengo la sensació n de que
te arrepentirá s si no lo haces". Se dio la vuelta y se dirigió hacia las
escaleras de cuadros blancos y negros, sus gruesos tacones tintineaban
sobre el suelo de má rmol.
Me tensé una vez que dejé de escuchar el tintineo de sus
tacones. La casa de Nikolai era una gigantesca mansió n blanca con una
decoració n minimalista en blanco y negro. Me di cuenta de que le
encantaba mantener su hogar sencillo. Si tan solo su vida fuera ası́ de
simple.
Mi ritmo cardı́aco no habı́a disminuido ni un poco desde que me
trajeron aquı́. No estaba segura de qué me harı́a Nikolai o conmigo
desde que me habı́a secuestrado. Habı́a oı́do historias sobre hombres
de la ma ia que secuestraban mujeres, las obligaban a dar a luz a
herederos y luego las mataban.
Incluso si Nikolai no planeaba matarme, supe desde el momento
en que mencionó el matrimonio que no tenı́a intenció n de dejarme ir
nunca. Un escalofrı́o recorrió mi espalda ante la idea de tener que pasar
el resto de mi vida encerrado aquı́.
No tenı́a una familia que me buscara. Nadie me buscarı́a. Lo
má ximo que podı́a hacer era intentar pasar desapercibido hasta que
tuviera la oportunidad de escapar. Tal vez podrı́a seguirle el juego y
convencerlo de posponer la boda hasta que estuviera lista.
Me levanté del sofá y subı́ corriendo las escaleras. "¿Hola?" Mi
voz resonó por el pasillo mientras miraba de una habitació n a otra,
buscando a la anciana. "¿Dó nde está s?"
Se abrió una puerta al otro extremo del pasillo y ella asomó la
cabeza. "Aquı́ mismo, devochka".
La bilis subió a mi garganta. No sabı́a el signi icado de la
palabra, pero odié que me llamara ası́. Fue condescendiente de alguna
manera. Caminé arrastrando los pies hasta la habitació n y vi có mo ella
vestı́a el colchó n tamañ o queen con sá banas blancas.
"¿Todavı́a no vas a decirme qué signi ica eso?" Yo pregunté .
Ella gruñ ó pero no quiso responder. ¡Brusco!
Miré a mi alrededor, todo allı́ era blanco. Las paredes, los techos
y los muebles. Todo. Era como una sala de tortura. “¿Es aquı́ donde me
quedaré ?”
"Só lo por esta noche", dijo arrastrando las palabras y enderezó
el edredó n de la cama. Cuando terminó , se volvió hacia mı́. "Te vas a
casar con el jefe".
Mi estó mago dio un vuelco. No necesitaba que me recordaran
que pronto estarı́a enjaulado como un animal por el resto de mi vida a
menos que encontrara una manera de escapar. Y estaba seguro de que
lo harı́a. "Lo sé , pero no es que nos vayamos a casar mañ ana ni nada
por el estilo". Me reı́. "¿Bien?"
La expresió n en blanco de su rostro fue toda la respuesta que
necesitaba. Caminó hasta el armario, lo abrió , se quitó un vestido corto
granate y me lo arrojó . "Usa eso".
"No."
"El jefe quiere verte".
"No."
Ella sacudió la cabeza y suspiró . “Deberı́as hacer lo que te dicen,
niñ a. Nikolai no es el tipo de hombre con el que quieres meterte.
Mis manos temblaron cuando me quité la ropa y la arrojé al
suelo sin pensar. Se me puso la piel de gallina cuando el aire frı́o del aire
acondicionado golpeó mi piel desnuda. Me puse el vestido
precariamente corto incluso si no querı́a.
Por un lado, querı́a seguir el juego hasta poder engañ ar a Nikolai
y escapar. Por otro lado, estaba demasiado enojado y asustado para
hacer lo que me decı́an. "Dile a tu jefe que se reú na conmigo aquı́ si
quiere verme".
"No recibo ó rdenes tuyas".
"Aú n no." Esperaba que ella no notara el temblor en mi voz. No
podı́a permitirle ver lo asustada que estaba en realidad. “Pero pronto
estaré casada con é l. ¿No me convierte eso tambié n en tu jefe?
El silencio siguió a mi pregunta. No me di cuenta de que habı́a
contenido el aliento hasta que ella se dio la vuelta y salió de la
habitació n.
Me hundı́ en la cama, respirando profundamente. El pá nico
subió por mi pecho y mi garganta estaba amarga por las ná useas.
Realmente no podı́a decir si fue por mi pá nico o por mi embarazo.
La puerta se abrió de golpe segundos despué s. Nikolai entró y
su mirada oscura se encontró con la mı́a. El fuerte aroma de su colonia
masculina lotó en mi nariz, hirviendo profundamente hasta que
encontró los golpes en mi estó mago y aumentó mis ná useas.
“No me das ó rdenes, Giselle”, dijo en tono á spero. Sus anchos
hombros y su gran altura cubrı́an la mayor parte de la puerta,
hacié ndome imposible escapar de é l a menos que quisiera volar por la
ventana. “Por si no lo has notado, yo doy las ó rdenes por aquı́”.
Un miedo puro corrió por mis venas, pero encontré las palabras
adecuadas. “¿Pero puedes darme ó rdenes? ¿No es eso un poco injusto?
Se acercó hasta que estuvo por encima de mı́. Me levanté de la
cama. Só lo era lo su icientemente alto como para alcanzar su hombro,
pero sentarme me hacı́a aú n má s pequeñ o. Aú n menos con iado.
“Hará s lo que te diga”, respondió con frialdad. En este momento,
el hombre frente a mı́ no era el mismo hombre que conocı́ hace un mes.
Era má s oscuro, má s cruel y difı́cil de leer para mı́.
Mi corazó n se estremeció al darme cuenta de que todo lo
ocurrido esa noche habı́a sido falso. Todo. "No me casaré contigo".
Su mandı́bula se torció , pero permaneció inexpresivo. "Hemos
terminado de hablar de eso".
"Bueno, no lo soy".
Dio otro paso má s cerca. "No me gusta repetirme, Giselle".
Caminé hacia atrá s, con mis ojos pegados a los suyos. “¿Sabes lo
que no me gusta? No me gusta que me tengan como rehé n. Te
desprecio por completo y odio tener que casarme contigo en contra de
mi propia voluntad.
Una pizca de remordimiento brilló en sus ojos casi negros, y me
aferré a é l como si estuviera aferrá ndome a mi vida. Si jugaba bien mis
cartas, podrı́a disuadirlo de esta locura y é l me permitirı́a volver a casa.
"Nikolai", dije en voz baja. Me temblaban las piernas cuando
encontré el coraje para igualarlo. “No hagamos esto, ¿vale? Podemos
ser amigos. Conó zcanse y tal vez se enamoren. Solo dé jame ir."
Me miró como si estuviera considerando dejarme ir, pero luego
se rió , burlá ndose de mis desesperadas sú plicas. "¿De verdad crees que
te dejarı́a ir si montaras un pequeñ o espectá culo?" Cerró la brecha
entre nosotros y luego se inclinó hacia adelante.
Jadeé cuando sus dedos hicieron contacto con el ló bulo de mi
oreja mientras me ponı́a el pelo detrá s de la oreja. "Me temo que no
funciona de esa manera, Giselle".
Abrı́ la boca para responder, pero era imposible lograrlo por la
forma en que mi estó mago se agitaba. Era extrañ o, odiaba a este
hombre, pero mi corazó n no dejaba de latir cuando estaba cerca de é l
por alguna razó n.
Me lamı́ los labios, obligá ndome a no perder la compostura.
"¿Có mo funciona esto?"
“Yo doy las ó rdenes”. Dio un paso atrá s y sus ojos se posaron en
el escote que se derramaba a travé s de mi vestido. “Y tú les obedeces”.
Mi cuerpo se detuvo por la forma en que me miraba como si
quisiera absorberme. "¿Por qué ?" Era una pregunta estú pida, pero
perderı́a ante las feromonas que rezumaban de é l si no mantenı́a la
conversació n.
Su sonrisa era oscura y traviesa, y me dio un cumplido en lugar
de una respuesta. "El vestido te queda bien".
Me puse tenso. Cristo. Tragué fuerte. "¿Lo elegiste?"
"Sı́." Deslizó sus dedos por la parte baja de mi cuello,
incendiando mi cuerpo con su suave toque. "Te verı́as perfecta con un
diamante alrededor del cuello".
La electricidad me recorrió y me encontré queriendo
derretirme en su toque, pero no iba a rendirme. Eran só lo las
hormonas del embarazo y nada má s.
"¿Sabes qué me hará quedar bien?" Aparté su mano de una
palmada. “Yo, en mi propia casa”.
Sus ojos oscuros y helados sostuvieron los mı́os. “Sé una buena
chica, ¿y quié n sabe? Quizá s te deje ir”.
"¿Realmente me dejará s ir?" Probablemente estaba mintiendo.
No. Obviamente lo era, pero estaba dispuesto a aprovechar incluso la
má s mı́nima oportunidad para recuperar mi libertad.
Se frotó la barba. "Depende de lo bueno que seas".
“¿Qué debo hacer para demostrar mi valı́a?”
Una sonrisa traviesa ensombreció sus rasgos. "Bé same."
"¿Qué ?" El aire salió de mis pulmones a petició n suya. Mis ojos
se dirigieron a sus labios, mi lengua se humedeció ante la idea de
besarlo. Los recuerdos de nuestra noche juntos y lo duro que habı́a
sido su beso me hicieron sonrojar. "¡Pervertido!"
"Jú rame que no quieres besarme". Pasó su mano alrededor de
mi cintura y me atrajo hacia su pecho. "Sé que está s tan sediento y
cachondo por mı́ como lo estuviste nuestra primera noche juntos".
Puse mis manos sobre su pecho para suavizar nuestra colisió n y
me encogı́ por lo irmes que estaban sus mú sculos.
Nikolai tenı́a razó n, querı́a besarlo. Me morı́a por ver si sabı́a
tan bien como lo recordaba o si el alcohol de esa noche habı́a nublado
mi sentido del juicio. En lugar de alejarme, cerré los ojos y me puse de
puntillas mientras acercaba mis labios entreabiertos a los suyos. Mi
anticipació n aumentó y mis nervios revolotearon con cada centı́metro
que me acercaba entre nosotros.
Olı́a tan bien y estaba segura de que sabı́a aú n mejor. Oh Dios.
Justo cuando mi boca estaba a punto de presionar la suya, susurró :
"Eres fá cil de engañ ar, Giselle".
Abrı́ los ojos. "¿Qué ?"
“Aú n no eres mi esposa. ¿Por qué deberı́a besarte?
Me alejé de é l, el rojo escarlata quemaba mis mejillas. “Yo-uh. No
iba a... Me detuve. ¿A quié n estaba engañ ando? Me habı́a gastado una
broma y fui lo su icientemente estú pida como para morder el anzuelo.
Maldita sea, Giselle. Tranquilízate, niña.
¡Mierda! ¿En qué estaba pensando al intentar besarlo?
"Nos casaremos mañ ana", dijo, usando su habitual má scara sin
emociones. "No intentes nada tonto antes de eso", añ adió , luego se
dirigió hacia la puerta como si no estuvié ramos a punto de besarnos
hace unos segundos... bueno, como si yo no hubiera intentado besarlo.
Aú n ası́, ¿có mo podı́a actuar con tanta indiferencia? Nikolai
estaba muerto por dentro. Esa fue la ú nica explicació n que se me
ocurrió .
Mi mirada atravesó la parte posterior de su cabeza cuando salió
de la habitació n, mi vergü enza se mezcló con la ira mientras mis manos
se apretaban en puñ os. Nikolai simplemente me humilló y le dejé
hacerlo.
Todavı́a estaba parada en el lugar donde me dejó cuando una
criada má s joven entró a la habitació n minutos despué s. "El jefe quiere
que tengas esto", dijo.
Era un vestido de novia sencillo, de color blanco sedoso, con
cuello al descubierto y abertura alta. Elegante pero nada demasiado
serio. Me burlé . “¿Un vestido de novia?”
La criada asintió . "Quiere que te lo pongas mañ ana".
Le lancé una mirada, luego me di cuenta de que la estaba
mirando y desvié la mirada. No estaba bien trasladar mi agresió n a
otras personas, má s o menos a una sirvienta que no tenı́a parte en lo
que yo estaba pasando. "Gracias."
Ella sonrió , asintió y se alejó .
Una vez que cerró la puerta, levanté el vestido, mis puñ os
ansiaban romperlo en pedazos. Nikolai no iba a dar marcha atrá s, y
estaba má s que claro que nada de lo que le dijera o hiciera cambiarı́a
nada.
Bien. Me iba a casar con é l si lo deseaba tanto, pero no serı́a
nada de lo que esperaba. No iba a interpretar a la buena esposa ni a la
ingenua Giselle con la que é l me confundió .
Iba a provocarle todo el in ierno hasta que encontrara una
manera de escapar.
Capítulo 9 - Nikolai
"¿Un vestido negro?"
Miré en la direcció n que miraba Vlad y vi a Giselle caminando
por el pasillo hacia mı́.
Vi como Giselle caminaba por el pasillo hacia mı́, su vestido
negro contrastaba con las rosas blancas y los tulipanes que adornaban
el patio. Sus delgados hombros quedaron expuestos y se veı́a
deslumbrante a pesar de mi irritació n inicial por su elecció n de
vestimenta. Le habı́a elegido un sencillo vestido de novia blanco,
imaginando lo hermosa que se verı́a.
Pero Giselle tenı́a opinió n propia y decidió vestirse de negro.
Habı́amos elegido el patio de mi mansió n para la boda.
Tulipanes y rosas coloreaban la atmó sfera y sus aromas se iltraban en
el aire. Era una vista hermosa para una boda, probablemente no donde
Giselle hubiera esperado la boda de sus sueñ os, pero hermosa de todos
modos.
Era verano, por lo que el sol abrasador constituı́a una ventaja
añ adida a la esté tica. Nuestro altar estaba hecho de lores, mesas y
sillas cubiertas con telas blancas transparentes a ambos lados del altar.
"Parece que tu pequeñ a esposa se está rebelando", añ adió Vlad,
con voz á spera por la diversió n. “¿Qué vas a hacer, hermano? Hay que
ponerle una correa”.
"Primero, tengo que ponerte una correa", respondı́, sin quitar
los ojos de Giselle. Mi novia era hermosa. Su cabello largo, ondulado y
oscuro estaba peinado hacia atrá s en un moñ o, su piel clara brillaba
bajo la luz del sol de la mañ ana.
Pasé la mayor parte de la noche anterior imaginando lo bien que
se verı́a con el sencillo vestido de novia blanco que le habı́a elegido. En
lugar de ceder a lo que querı́a, ella me desa ió y usó algo... No podı́a
llamarlo una monstruosidad porque se veı́a jodidamente hermosa con
eso, pero todavı́a odiaba que se hubiera atrevido a faltarme el respeto
de esta manera delante de mı́. mis hermanos.
Lo habrı́a pagado con su vida si no fuera mi esposa, pero
supongo que podrı́a pagar de otra manera. La está tica subió por mi
polla, pensando en có mo le arrancarı́a el molesto vestido negro antes
de meter mi polla dentro de ella.
"Hey hombre. Descarga tu ira con tu esposa, no conmigo”,
replicó Vlad. Lamenté haberlo hecho mi padrino, Maxim habrı́a sido
una mejor elecció n. "Buena suerte domando a ese, hermano", añ adió
antes de dar un paso atrá s.
Le tendı́ la mano a Giselle cuando me alcanzó en el altar. Ella me
gruñ ó una sonrisa, luego tomó mi mano y ambos miramos al sacerdote.
"¿Te gusta mi vestido?" —espetó mientras el sacerdote daba un
largo sermó n que no quise escuchar. Yo no era religioso, pero Sergey
nos habı́a criado a mı́ y a mis otros hermanos para mantenernos al dı́a
con las tradiciones despué s de la muerte de nuestros padres, tal como
solı́a hacerlo nuestra madre. Tampoco era religioso, pero dijo que no
tenı́amos nada que perder al creer en algo má s que en nuestras armas.
Reprimı́ una sonrisa. Mi esposa era un problema, pero supuse
que esa era la razó n principal por la que me sentı́a atraı́do por ella.
"Elegı́ un vestido para ti".
Ella se inclinó y asintió . "Sı́. ¿Qué debemos hacer? Soy bastante
exigente con lo que me pongo. Especialmente para mi propia boda”.
Una sonrisa abrió mis labios. Estaba en parte hirviendo de rabia
y en parte divertida. "¿No usaste esto só lo para hacerme enojar?"
“No me atreverı́a”, dijo sarcá sticamente. “Eres Nikolai Vadim.
Consigliere del jefe de la Bratva. Só lo una loca intentarı́a enfurecerte.
“¿En qué te convierte eso?”
"Nunca dije que no estaba loca".
Reprimı́ una sonrisa. Tenı́a la sensació n de que estar casado con
ella serı́a un viaje increı́ble. "Tienes una boca demasiado inteligente
para tu propio bien".
"Aaron solı́a decirme eso". Bajó la voz y un atisbo de tristeza se
iltró a travé s de ella. “Debe ser por eso que decidió casarse con otra
mujer. Los hombres odian a las mujeres inteligentes, segú n he oı́do.
¿Son iguales los ma iosos?
Rocé ligeramente el dorso de su mano con el pulgar. Era extrañ o
cuá nto deseaba consolarla. Su audacia me llevó al borde de la locura,
pero su tristeza me hizo enloquecer con la necesidad de lanzarme a una
matanza.
Anoche, cuando Sergey me contó lo que Aaron habı́a intentado
hacerle, casi perdı́ la cabeza. El cabró n probablemente pensó que se
saldrı́a con la suya al tratar de tocar y lastimar lo que era mı́o, pero me
iba a asegurar de que nunca intentara meter su pequeñ a polla en otra
mujer.
Hice que Mikhail lo arrojara al só tano y, despué s de la boda, iba a
decirle lo que pensaba. Nadie se mete con lo que es mı́o.
“Preferimos mujeres con cerebro”, respondı́. Nuestro mundo no
era fá cil. Era mejor tener una mujer que pudiera pensar por sı́ misma
que una tı́pica damisela en apuros o una princesa que no pudiera
pensar por sı́ misma.
"Bien. Entonces tengo que ser lo contrario”.
La miré . “Esto no es una broma, Giselle. Un error y podrı́as
terminar muerto. No estaré ahı́ para protegerte siempre, pero tendré a
mis mejores hombres a tu lado y te enseñ aré a usar un arma”.
Ella se rió entre dientes, sus ojos marrones taladrando los mı́os.
“Proté geme o mı́rame. No injas que te importa”.
“Está s embarazada de mi hijo. Por supuesto que me importa”.
Algo parpadeó en sus ojos. ¿Tristeza, decepció n? No pude
ponerle una etiqueta.
“¿Por qué negro?” Pedı́ retomar nuestra conversació n. No me
gustaba cuando la atmó sfera entre nosotros era sombrı́a. "¿Estabas
planeando asistir a un funeral despué s de nuestra boda?"
Ella soltó una risa tranquila. “Esto es un funeral, Nikolai. Só lo es
cuestió n de cuá l de nosotros muera primero”.
"¿Lo es?" A veces me preguntaba si amaba u odiaba lo atrevida
que era. "No soy un hombre fá cil de matar".
"Por supuesto que no lo eres". Ella volvió su mirada hacia mı́.
"Marido." No le importaba ocultar el veneno en su voz.
Nuestras miradas se encontraron y, a pesar de su audacia, pude
sentir el miedo recorrié ndola. Probablemente ni siquiera lo sabı́a, pero
estaba temblando en ese momento y no podı́a mantener el contacto
visual por lo rá pido que parpadeó .
“Es hora de decir tus votos”, murmuró el sacerdote, llamando
nuestra atenció n al evento en curso.
Dije mis votos y luego deslicé un anillo de diamantes entre sus
dedos.
Cuando fue el turno de Giselle, mi estó mago dio un vuelco. Ella
era impredecible, ademá s de usar un vestido que sabı́a que yo
detestarı́a, podı́a negarse a decir sus votos y causar una escena. Para
evitar eso, habı́a usado una chaqueta de pistola en caso de que ella
pensara algo estú pido, pero ella me dedicó una sonrisa torcida y luego
repitió sus votos antes de que tuviera la oportunidad de sacar mi arma
de mi bolsillo.
Ella pronunció sus votos y deslizó mi alianza de boda en mi
dedo anular. Era sospechoso có mo lo hacı́a tan fá cilmente.
“Los declaro marido y mujer”, dijo el sacerdote y la pequeñ a
multitud. "Puedes besar a tu novia".
Los ojos de Giselle se abrieron como si no hubiera anticipado
que sucederı́a un beso. Cuando di un paso adelante y le rodeé la cintura
con el brazo, ella se tensó tanto que se le puso rı́gido el cuello.
“Relá jate, dorogaya. No es la primera vez que nos besamos”.
Sus mejillas se pusieron rojas y su respiració n se entrecortó .
“No dije que lo fuera. Es só lo que... no importa.
"Tienes miedo de mı́".
Sus ojos redondos se alzaron para encontrarse con los mı́os.
“Eres parte de la ma ia. Me trajiste aquı́ en contra de mi voluntad. Me
obligaste a casarme contigo en contra de mi voluntad. ¿Serı́a humano si
no te tuviera miedo?
Me incliné má s cerca y presioné mis caderas contra las de ella a
pesar de su intento de alejarse. La fragancia de su perfume llenó mi
nariz, pero no me gustó el olor a miedo que emanaba de ella. Ella
apartó su mirada de mı́ y miró nerviosamente algo en el suelo.
Ella no con iaba en mı́. No le habı́a dado exactamente una razó n
para hacerlo, pero ella era mi esposa, no mi enemiga. Levanté su
barbilla para que sus ojos se encontraran con los mı́os. "Nunca te haré
dañ o, Giselle".
"Eso es muy tranquilizador".
"Si eso te hace sentir mejor, sacri icarı́a mi vida para
mantenerte a salvo".
Ella tragó saliva y sus ojos buscaron los mı́os. "Solo lo dices para
hacerme sentir mejor".
"No", susurré . "Es una promesa. Los hombres de la Bratva nunca
incumplen sus promesas”.
Ella no me dio una respuesta, pero algo cambió en ella, la forma
en que me miró como si me creyera.
No me importaba si ella no lo hacı́a. Ella era una Vadim a partir
de hoy, mi esposa y la madre de mi hijo por nacer, tanto yo como mis
hermanos sacri icarı́amos nuestras vidas por ella si fuera necesario.
Para sellar mi promesa, presioné mis labios contra los de ella.
Sus labios eran suaves pero temblaron contra los mı́os mientras la
besaba.
Capítulo 10 - Giselle
Nikolai se apartó , pero el efecto de su beso duró mucho má s que
el beso en sı́. Sus labios eran sorprendentemente suaves y poseı́a una
dulzura que nunca pensé que un hombre como é l pudiera tener.
Habı́a despertado todo mi cuerpo con una sola chupada de mis
labios, y ahora querı́a má s de é l. Lo necesitaba para saciar el hambre
que habı́a despertado en mı́ cuando pasó su brazo alrededor de mi
cintura.
Habı́a una lı́nea muy delgada entre el amor y el odio, y aunque
estaba segura de que no lo amaba, lo que sentı́a por é l en ese momento
de initivamente tampoco era odio. Fue algo intermedio. Algo
insondable e intenso. Lujuria.
Me sonrojé cuando su mirada se posó en mis labios.
Desaparecerı́a en el suelo si supiera cuá nto habı́a disfrutado besarlo.
Abrió su brazo para mı́ y yo enlacé el mı́o con el suyo. A pesar de
su traje de boda de ó nix, el calor de su cuerpo se iltró en el mı́o y hirvió
a fuego lento en mi estó mago mientras me llevaba hacia los invitados a
nuestra derecha. No habı́a mucha gente para alguien con una
reputació n como la suya. Me sentı́ aliviado porque no me fue muy bien
con la multitud. Aú n ası́, tenı́a curiosidad. "Los invitados son mucho
menos numerosos de lo que pensaba".
"Decidı́ mantenerlo simple".
Le parpadeé . "¿Porque tenı́as miedo de que provocara una
escena?"
“Se avecina una guerra entre la Bratva y la Cosa Nostra”, dijo con
una voz profunda que me hizo estremecer. "Es mejor mantener las
cosas simples en un momento como este".
Habı́amos contactado a uno de sus hermanos antes de que se
me ocurriera otra pregunta que hacer. Estaba loco si pensaba que
Nikolai era aterrador porque el hombre que estaba frente a nosotros
parecı́a como si hubiera sido desenterrado del Artico.
Tenı́a los mismos ojos oscuros que Nikolai. Só lo que los suyos
no brillaban bajo la luz del sol y eran mucho má s frı́os. Era unos
centı́metros má s alto que Nikolai, con hombros má s anchos y una
constitució n má s atlé tica. Aú n ası́, el parecido entre ellos era
asombroso.
Era atractivo de una manera que podı́a competir con los
modelos masculinos y dominaba todo el panorama sin siquiera
intentarlo. Su expresió n estaba congelada y no podı́a decir si estaba
feliz de verme o molesto.
¿Podrı́a siquiera sentir algo? Un cadá ver podrı́a reunir má s
expresió n que este hombre.
"Este es mi hermano, Sergey", nos presentó Nikolai. Hizo un
gesto a la bella dama que estaba al lado del hombre. "Y esta es su
esposa Lilianna".
Sergey no sonrió , pero Lilianna lo hizo tan ampliamente que no
pude contener mi propia sonrisa. Ella dio un paso adelante y me
abrazó . “Hola Gisela. Soy Liliana. Es un placer poder conocerte
inalmente”.
Dios mı́o, tenı́a que ser la mujer má s hermosa que jamá s habı́a
visto. Sus ojos color avellana brillaban por la luz del sol, su cabello
castañ o era tan largo que le caı́a en cascada por la espalda.
Llevaba un vestido plateado que brillaba y deslumbraba,
hacié ndola destacar entre la multitud. Parecı́a una persona tan
encantadora, lá stima que estuviera atrapada con un hombre de piedra.
"Es un placer conocerte tambié n", dije, forzando mis ojos a no
mirar en direcció n a Sergey. Su presencia hizo que mi estó mago se
revolviera nerviosamente.
Lilianna se echó hacia atrá s. “Por in hay otra señ ora en la
familia. Es muy complicado lidiar con estos chicos yo solo”.
Niños.
No parecı́a en lo má s mı́nimo incó moda o tı́mida para alguien
que estaba casada con el jefe impasible de la Bratva. Habló como si
todos se inclinaran ante ella si se lo pidiera.
Me reı́ nerviosamente.
“Vayamos de compras y divirtá monos juntos algú n dı́a. Me he
sentido tan sola, completamente sola”.
Sergey le lanzó una mirada de disgusto, pero ella lo restó
importancia con una carcajada. “Mi esposo jura que su compañ ı́a es la
mejor que podrı́a tener. Creo que disfrutaré má s el tuyo”.
Mi corazó n se hundió en mi estó mago. ¿Se enojarı́a porque su
esposa me eligiera abiertamente a mı́ antes que a é l?
"Bienvenida a la familia, Giselle". La voz de Sergey era profunda
y, aunque no habı́a ningú n atisbo de odio en su voz, el terror todavı́a me
arañ aba el pecho. Extendió su mano para estrecharme.
De mala gana tomé su mano, deseando que el suelo abriera la
boca y me tragara. Preferı́a eso a lo mucho que me aterrorizaba este
hombre. Sacudirlo era como caminar sobre un puente inestable en
medio del mar, un paso en falso y me caerı́a y me ahogarı́a.
Jesús.
“Creo que te ha informado sobre có mo funcionan las cosas aquı́.
Ahora sois familia y la familia es lo primero”, dijo. Estaba segura de que
no era una amenaza, pero era difı́cil no sentirlo cuando sonaba tan
serio.
Mi mirada se encontró con Nikolai y le supliqué que me salvara
de su hermano con mis ojos.
¡Sálvame por favor!
"Ya es su iciente, Sergey", dijo Nikolai, separando la mano de su
hermano de la mı́a. “La está s asustando”.
Lilianna se rió . "Lo siento. No es tan aterrador como parece, lo
prometo”.
"Hasta luego." Nikolai me llevó a buscar a sus otros hermanos.
Aproveché la oportunidad para hacerle preguntas sobre Sergey.
Si querı́a sobrevivir aquı́ hasta que pudiera encontrar una manera de
escapar, primero necesitaba saber có mo funcionaban las cosas por
aquı́. “¿Tu hermano siempre es ası́?”
"¿Como que?"
Respiré con di icultad, deseando que mis nervios se calmaran.
"Espantoso."
"¿OMS? ¿Sergey? Un fantasma de sonrisa apareció en sus labios
tan brevemente que casi me lo perdı́. “Si eres un enemigo, sı́. Pero no
eres un enemigo, eres un Vadim”.
"¿Eso signi ica que no me hará dañ o?"
"Eso signi ica que te protegerá con su vida si es necesario".
Me tomó un tiempo procesar lo que acababa de decir. ¿Sergey,
con todo su dominio y miedo, realmente iba a dar su vida para
protegerme si era necesario? Tacha eso, Nikolai me habı́a dicho lo
mismo despué s de nuestros votos.
¿Realmente lo dijo en serio cuando dijo eso? El no me amaba ni
se preocupaba por mı́, ası́ que ¿por qué harı́a eso cuando yo no
parpadearı́a dos veces si su vida estuviera en peligro?
Suspiré . Parecı́a que los hermanos Vadim no valoraban mucho
sus vidas si estaban dispuestos a renunciar a ellas por una mujer que
apenas conocı́an.
“Aquı́ viene el novio”, dijo una voz.
"Y la novia", añ adió otra voz. Miré en su direcció n e
inmediatamente pude ver por el extrañ o parecido entre los dos que
eran los hermanos de Nikolai.
Nikolai señ aló a uno de ellos. Tenı́a los ojos oscuros de Sergey
pero los mismos rasgos que Nikolai y Sergey. Guapo hasta el extremo.
"Este es Maxim."
Maxim me sonrió y respiré una bocanada de aire. Su aura no era
intimidante como la de Sergey o Nikolai. "Eres má s hermosa de lo que
Nikolai describió ".
El rojo loreció en mis mejillas mientras le lanzaba una mirada a
Nikolai. ¿Hermoso? ¿Nikolai realmente pensaba que yo era hermosa?
No pregunté . En cambio, le sonreı́ a Maxim. "Gracias."
"Soy Vlad", dijo el otro. Vlad tenı́a un asombroso parecido con
Nikolai. La misma mandı́bula a ilada, altura y cabello largo y oscuro
que llevaba recogido en una cola de caballo. La ú nica diferencia era que
obviamente era má s joven y tenı́a ojos azules sin nubes. Llevaba
pequeñ os aros dorados en ambas orejas.
"Encantado de verte de nuevo, Vlad".
Estiró la mano para estrecharla y su camisa se movió hacia un
lado, revelando el tatuaje de vı́bora y rosas que subı́a por su cuello. Los
recuerdos de mi primera noche con Nikolai estaban demasiado
confusos, me preguntaba si tendrı́a má s tatuajes aparte de los que
cubrı́an sus brazos.
"¿Có mo se siente ser la señ ora de la familia Vadim?" Preguntó
Vlad, sonriendo como uno de esos chicos malos de la universidad.
Mi estó mago se revolvió . No esperaba una pregunta como esa.
Resoplé un suspiro. "No hay nada por lo que estar eufó rico si me
preguntas".
El sonrió . "Tengo la sensació n de que me vas a agradar".
“Mi hermano puede ser un imbé cil”, intervino Maxim. “Llá mame
cuando necesites que alguien le haga entrar en razó n”.
Vlad le dio a Maxim un suave puñ etazo en el hombro. "Nunca
has ganado una pelea contra Nikolai, hermano". Volvió a centrar su
atenció n en mı́. “¿Has conocido a Sergey? El es el ú nico que puede
hacer que Nik entre en razó n.
Incluso escuchar su nombre hizo que mis venas se contrajeran.
Estuve a punto de saltar de la emoció n de que los otros dos hermanos
no se parecieran en nada a Nikolai o Sergey. "Dudo que alguna vez haya
necesidad de eso".
“Cré ame, lo habrá . Mi hermano es…"
"Parado aquı́", interrumpió Nikolai. "No hables de mı́ como si no
estuviera aquı́".
Vlad se rió entre dientes. "Lo siento." Miró entre Nikolai y yo.
“Hay algo que necesito discutir. No estoy segura de que le sirva de nada
a sus bonitas orejas.
Nikolai se volvió hacia mı́. "Sube las escaleras. Me uniré a ti
pronto”.
Fruncı́ los labios. Por mucho que odiara cuando me daba
ó rdenes, preferirı́a estar encerrada arriba que encontrarme con
alguien má s relacionado con la ma ia. "Bueno."
Me tomó casi veinte minutos abrirme paso entre los invitados
en el patio y correr hasta mi habitació n en el piso de arriba. Cerré la
puerta detrá s de mı́ y me hundı́ en el silló n reclinable al lado de mi
cama para recuperar el aliento por un minuto.
Todo esto (mi boda con Nikolai y mi embarazo) nada parecı́a
real todavı́a. ¿Qué pasarı́a si me despertara mañ ana por la mañ ana y
descubriera que todo habı́a sido un sueñ o y nada má s? Esperaba que
ası́ fuera.
Cerré los ojos e inspiré profundamente. Cuando abrı́ los ojos,
metı́ la mano detrá s de mı́, me desabroché la cremallera, luego me
quité el vestido y me lo quité cuando se acumuló a mis pies.
Mis manos estaban hú medas de sudor y mi cuerpo estaba
calentado por estar demasiado tiempo bajo el sol. Mi estó mago rugió y
lo agarré . Necesitaba una ducha rá pida y algo de comer. Esta mañ ana
habı́a estado tan nerviosa y con ná useas que no me habı́a gustado
desayunar.
Cuando terminé de ducharme, me até una toalla blanca
alrededor del pecho y la llevé hasta mi armario. En el momento en que
abrı́ las puertas de madera blanca del armario, me quedé boquiabierto.
No habı́a nada dentro. Toda la ropa y los zapatos que Nikolai me
habı́a comprado habı́an desaparecido. ¡DESAPARECIDO!
Salı́ corriendo de la habitació n, buscando a la solterona que
conocı́ anoche. Todavı́a no sabı́a su nombre, ası́ que la llamé con el
mismo nombre que ella siempre me llamaba mientras bajaba
corriendo las escaleras y corrı́a hacia la cocina.
—¡Dévochka!
Ella no estaba en la cocina, pero algunas criadas má s jó venes
estaban preparando todo tipo de platos que hicieron que mi estó mago
gruñ era una vez má s. "¿Donde esta ella? ¿La solterona, me re iero?
Intercambiaron miradas por un momento y luego me miraron
con los ojos muy abiertos. Uno de ellos inalmente habló . “Ella está en
el dormitorio principal. Ella te está ayudando a instalarte”.
Acomó dese. Lo que sea que eso signi ique. "¿Dó nde está el
dormitorio principal?"
"La segunda habitació n a tu derecha".
"Gracias." Salı́ de la cocina, rodeé la barandilla blanca y encontré
el dormitorio principal segú n las indicaciones de la criada. Respiré
profundamente y me recordé a mı́ mismo que debı́a mantener la calma
antes de abrir la puerta.
La solterona se dio la vuelta para mirarme, su pecho se hundı́a
hacia adentro y hacia afuera. La habı́a asustado. Habı́a una doncella
má s joven a su lado que no parecı́a tener má s de dieciocho añ os y
estaba ocupada doblando ropa en el enorme armario de vidrio que se
extendı́a de pared a pared en el gran dormitorio.
Miré a mi alrededor con asombro. Este es el dormitorio de Nikolai.
Habı́a una enorme estanterı́a junto a su cama tamañ o king, llena de
diferentes libros que me preguntaba si alguna vez leyó : una lá mpara de
arañ a minimalista colgaba del techo e iluminaba las paredes de color
gris oscuro.
“Llegas temprano”, dijo la solterona con voz indiferente.
"Soy." Crucé mis manos sobre mi pecho y caminé hacia ella.
“¿Por qué mi armario está vacı́o?”
Se tomó un momento como si contemplara si responderme o
no, luego se conformó con darme una respuesta. "Este será tu nuevo
armario". Ella se encogió de hombros cuando notó que la estaba
mirando. "Orden del jefe, no mı́a".
Por jefe se referı́a a Nikolai. Obviamente. Iba a decirle lo que
pensaba má s tarde. Con suerte, no pensó que yo era un mueble que
podı́a ordenar como quisiera.
La criada con la que habı́a entrado recogió el cesto de la ropa
sucia del suelo y se fue, dejá ndome sola con la solterona. Detestaba ser
mandona, pero esa era la ú nica manera de evitar que nadie pensara
que era un presa fá cil.
"Ahora estoy casado con tu jefe".
"Sé que está s casada con é l". Sus ojos se encontraron con los
mı́os.
Tragué ante lo bajo que era su tono. "Eso signi ica que ahora
tambié n trabajas para mı́".
"Desafortunadamente."
Dejé escapar un suspiro. Eso fue todo. Ser mandona y todo eso
no era lo que yo era. Decidı́ que era mejor ser amable; quié n sabe, ella
podrı́a ayudarme a salir de este in ierno. "¿No crees que deberı́a saber
al menos tu nombre?"
Sus ojos se suavizaron un poco, luego volvieron a una oscuridad
helada. "Arina."
Sonreı́, feliz de que pareciera que está bamos llegando a algú n
lado el uno con el otro. "Soy Giselle".
"Lo sé ", respondió ella sacudiendo la cabeza. “Hay ropa en el
armario. El jefe los compró é l mismo. Tambié n compré algunos
artı́culos de tocador para ti”.
"¿Có mo es eso posible? Ni siquiera sabes qué productos uso”. Y
Nikolai no conoce mis gustos en moda.
"Elegı́ los que son seguros para los perros".
La ira hierve en mi estó mago. “¿Acabas de compararme con un
perro?”
Ella no responde, pero una sonrisa maliciosa se dibuja en sus
labios. Nuestros hombros chocaron cuando ella pasó a mi lado.
Vieja bruja grosera.
No podı́a decidir si Arina me odiaba o si era só lo una anciana
malhumorada. Ella no me gustaba ni un poco, pero tampoco me
gustaba nadie má s aquı́. Caminé hasta el armario y busqué algo que
ponerme.
Era mi noche de bodas y la mayorı́a de las parejas pasaban la
noche hacié ndose el amor. No sabı́a qué hizo la ma ia en su noche de
bodas y qué esperaba Nikolai de mı́.
El me odiaba, obviamente, pero ¿y si…? Mi pulso se aceleró
mientras intentaba evitar que los recuerdos de anoche entraran en mi
mente. Se acercó tanto a mı́ y me habló de tal manera que mi cuerpo
cobró vida, anhelá ndolo. Luego se alejó .
¿Iba a hacer eso esta noche o me iba a tocar de verdad? Preferı́a
que simplemente bebiera toda la noche con sus hermanos, pero la
corriente que recorrı́a mi cuerpo querı́a otras cosas.
Malditas hormonas del embarazo.
Cogı́ un par de pantalones cortos de mezclilla y una camiseta
blanca y me los puse al hombro. Cerré el armario y caminé hacia el
tocador, donde estaban alineados diferentes productos de belleza.
Nikolai debió haberle pedido a Arina que eligiera diferentes marcas
entre las que pudiera elegir. Lá stima que no me gustó ninguno, pero me
conformé con uno que no tenı́a fragancia.
Me agaché para aplicarme la crema en las piernas cuando
escuché que alguien entraba a la habitació n y apagaba las luces.
Me levanté de golpe y entrecerré los ojos para ver quié n era,
pero antes de que pudiera gritar a pleno pulmó n, el intruso cruzó la
habitació n, presionó su pecho contra mi espalda y me tapó la boca con
una mano.
Las lá grimas brotaron de mis ojos. ¿Iba a morir hoy, el dı́a de mi
boda? Me palmeé el estó mago, mi bebé iba a morir antes de que tuviera
la oportunidad de nacer, y Nikolai, lo imaginé entrando a la habitació n
horas o minutos despué s para encontrar mi cuerpo sin vida en el suelo.
¿Le importarı́a que estuviera muerta o simplemente se desharı́a
de mi cuerpo y nunca volverı́a a hablar de mı́?
Capítulo 11 - Giselle
Mi corazó n latı́a violentamente contra mi caja torá cica y el hielo
cubrió mi piel. Me di cuenta de que era un hombre por lo musculoso
que era su pecho y lo grandes que eran sus manos alrededor de mi
boca. Aú n ası́, no pude detectar su olor por el olor a vino en su aliento.
Querı́a morderlo y rascarle, pero el miedo de que pudiera estar
con un cuchillo o una pistola me mantuvo quieto.
"No me mates", murmuré en su mano. "Por favor."
"Shhh", susurró , quitando su mano de mi boca. "No te haré
dañ o".
Jadeé cuando escuché de quié n era la voz. “¿Nikolá i?” Intenté
empujarlo de nuevo con el codo, pero sentı́ como empujar una piedra,
ası́ que me aparté . En lugar de alivio por estar a salvo, la ira me
atravesó . "¿Qué te pasa?"
Podı́a sentirlo sonreı́r en la oscuridad antes de que encendiera
el interruptor. Cuando se encendió la luz, detecté algo que no habı́a
visto antes en su expresió n. Tenı́a los ojos oscuros y su semblante
normalmente inexpresivo se endureció .
Algo andaba mal, me di cuenta.
"Nikolai", murmuré , mirá ndolo a los ojos en busca de una señ al
de lo que estaba mal. Todavı́a llevaba su traje de boda de esta mañ ana,
pero los botones superiores estaban desabrochados y ya no tenı́a
puesta su corbata roja sangre.
A pesar de que la oscuridad en su expresió n provocaba
escalofrı́os por mi espalda en este momento, todavı́a pensaba que
Nikolai era guapo. Esas mandı́bulas cinceladas, sus hombros anchos y
sus ojos oscuros. Tenı́a un rostro y un cuerpo por el que las modelos de
pasarela matarı́an.
"¿Qué fue eso?" Grité con voz á spera.
"Está s indefenso", dijo, mirá ndome con una sonrisa siniestra.
"Podrı́a haberte matado si hubiera querido".
“¿Y se supone que eso es gracioso?”
"Lo es, pero só lo porque soy la persona que entró ". Se quitó la
chaqueta del traje y la arrojó al suelo, luego se a lojó la corbata.
"Tendremos que hacer algo al respecto".
Comenzó a desabrocharse los botones y yo lo miré con
curiosidad, ansiosa por ver la gruesa capa de piel y mú sculos debajo.
Pensamientos sucios lorecieron en mi cabeza mientras desabrochaba
el ú ltimo botó n. "¿Estas borracho?"
"Se necesitará n má s de unas cuantas copas de vino tinto para
emborracharme". Lo vi mirarme por el rabillo del ojo. "¿Está s tan
emocionado de verme desnudarme?"
Aparté mi mirada de é l, mis ojos se abrieron cuando me di
cuenta de que me habı́a estado lamiendo los labios. "No soy."
El sonrió , sus ojos brillaban con picardı́a mientras se quitaba la
camisa. “Ahora soy tu marido. Puedes tenerme donde y cuando
quieras”.
La está tica recorrió mi cuerpo, instalá ndose en mi nú cleo y
haciendo que los latidos de mi corazó n se dispararan. Aunque no dejé
que mi emoció n se mostrara. "No me importa."
Acercá ndose, rodeó mi cintura con su mano y presionó su cá lido
pecho contra mi espalda desnuda. Mi cuerpo hormigueó por el
contacto. Por un segundo, casi me olvidé de que todavı́a estaba en mi
toalla. “Esto es tuyo, Giselle. Todo mi ser te pertenece ahora, al igual
que tú eres mı́o”, susurró , su aliento acariciando mi oı́do.
Me di vuelta y me atrevı́ a mirarlo, luego me congelé cuando vi lo
serio que hablaba. "No pedı́ nada de esto", dije, mi voz má s suave de lo
que pretendı́a. "Quiero volver a mi antigua vida".
“Esta es tu vida ahora”. Levantó mi barbilla y sus ojos
recorrieron mi rostro. “Aprenderá s a aceptarlo”. Se alejó de mı́, tomó
una toalla extra y salió del bañ o.
Me quedé quieta durante varios segundos despué s de que se
fue, sus palabras resonaban en mi cabeza. Esta es tu vida ahora.
Aprenderás a aceptarlo.
¿Habı́a realmente una posibilidad de que me enjaularan en esta
mansió n por el resto de mi vida? ¿Nunca podrı́a realmente escapar de
aquı́? Mi mente se dirigió a Emma, me pregunté si se habı́a dado cuenta
de que realmente estaba desaparecida. Si lo hiciera, me habrı́a buscado
por todas partes.
Dios.
Regresé al armario y cambié la ropa que habı́a elegido por un
sencillo camisó n. Habı́a sentido la necesidad de usar algo decente cerca
de Nikolai, pero estaba embarazada y necesitaba toda la ropa có moda
que pudiera conseguir.
Nikolai podı́a lucir todo lo que quisiera.
Ya era difı́cil respirar entre el deseo de escapar de aquı́ y el dolor
de mi cuerpo por Nikolai. Probablemente morirı́a mientras duermo si
usara algo demasiado ajustado para dormir.
Ya me habı́a acostado en la cama cuando Nikolai salió del bañ o,
llenando la habitació n con el aroma de su jabó n de bañ o de madera de
cedro.
Cerré los ojos y apreté los puñ os sobre el edredó n, ingiendo
estar dormida y solo espié cuando é l miró hacia el armario y comenzó
a secarse el cabello.
Su espalda era tan ancha como sus hombros, la piel a su
alrededor irme y los mú sculos de inidos. De initivamente trabajó
tanto tiempo como lo harı́a un atleta.
Un pulso se despertó entre mis piernas cuando pensé en mis
dedos clavá ndose en su espalda mientras me follaba. Dios. Apreté mis
pechos, sacudı́ mis pezones y ingı́ que era Nikolai tocá ndome de esa
manera.
¿Có mo los exprimirı́a? Mis senos no eran muy grandes, ası́ que
imaginé que sus grandes palmas cubrirı́an la mayor parte mientras los
apretaba lo su icientemente fuerte como para darle vida a cada cé lula
de mı́.
Mierda.
Mis dedos encontraron mi clı́toris, cerré los ojos y comencé a
dar vueltas alrededor de é l. La lengua de Nikolai estarı́a hú meda, irme
y cá lida mientras me lamı́a. Me imaginé precisamente eso.
La presió n de mis dedos no fue tan fuerte como é l serı́a, pero fue
su iciente para causar un charco de humedad entre mis piernas y
hacerme gemir.
Estaba tan consumida en mi imaginació n que no me di cuenta
de que Nikolai se acercaba a la cama hasta que abrı́ los ojos para
echarle otra mirada. Me retorcı́ y mis mejillas se calentaron de
vergü enza. Estaba tan avergonzada que no podı́a quitar el dedo de mi
clı́toris bajo la intensidad de su mirada.
“¿Por qué te detienes?” preguntó , su voz ronca y sus ojos
mirá ndome confusamente.
Me lamı́ los labios y mis pulmones se contrajeron mientras
intentaba pensar en una respuesta. Mi cerebro fracasó y no se me
ocurrió nada.
“Tó cate a ti mismo”. Su tono era má s autoritario de lo que jamá s
habı́a escuchado. "Quiero verte hacerlo".
Me encogı́ en la cama, todavı́a avergonzada. "Nunca me he
masturbado delante de un hombre".
“No soy un hombre cualquiera, dorogaya. Soy tu esposo."
Movı́ mis labios inferiores entre mis dientes y comencé a frotar
mi clı́toris, pero me detuve cuando é l saludó con desaprobació n y me
quitó el edredó n. "Quitate eso." Señ aló mi camisó n.
Obedecı́, me arrodillé y me quité el camisó n por la cabeza.
El sonrió . "Buena niñ a."
Me sonrojé . Los ojos de Nikolai estaban llenos de lujuria y sed,
como si apenas pudiera evitar tocarme. Mis ojos se dirigieron a su
torso y só lo entonces noté el tatuaje debajo de su ombligo. Tenı́a
curiosidad, pero este no era el momento adecuado para hacer
preguntas.
Recostada en la cama, separé las piernas, me mojé los dedos y
comencé a frotar mi clı́toris nuevamente. Esta vez no me sentı́ bien,
estaba ansiosa y cansada de que Nikolai me mirara, é l tambié n debe
haberlo notado. La cama se hundió bajo su peso mientras se arrastraba
encima de mı́ y extendı́a mis muslos con sus piernas.
Nuestros ojos se encontraron, ambos jadeando por la necesidad
de devorarnos el uno al otro. No le tenı́a mucho cariñ o al hombre que
tenı́a delante, pero eso no signi icaba que no me hubiera perdido la
forma en que me folló la primera noche que nos conocimos.
Primero acarició mi cuerpo desnudo con sus ojos, devorá ndome
con su intensa mirada. Luego deslizó sus dedos desde el centro de mis
senos hasta la dolorosa humedad entre mis piernas y comenzó a
calmarla con sus dedos. Gemı́, mi aliento era á spero por la electricidad
que corrı́a por mis venas.
Me lanzó una hermosa sonrisa malvada, luego acercó sus labios
y reclamó los mı́os. Su beso fue suave al principio, dulce. Luego se
volvió má s á spero, chupando mis labios con un hambre voraz y
metiendo su lengua en mi boca.
Envolvı́ mis brazos alrededor de su cuello, le devolvı́ el beso y
gemı́ en su boca. Su beso me consumió por completo, su mano libre
explorando mi cuerpo y la mı́a explorando el suyo.
Gimió cuando mis dedos rozaron sus pezones. Me tomé un
momento extra para amasarlo ligeramente y torcerlo. Luego me
deslicé má s abajo, tocando una cicatriz en el costado de su estó mago
que despertó mi curiosidad. Tambié n le iba a preguntar có mo
consiguió eso, pero má s tarde, cuando ambos no está bamos drogados
con feromonas.
Reduje la velocidad para besarlo cuando la realidad me golpeó
justo en el estó mago. ¿Qué estaba haciendo? Esto estuvo mal. Todo en
mi relació n con este hombre era inusual, pero ¿por qué lo deseaba
má s?
A pesar de que mi mente me decı́a que me alejara, enrosqué mi
pierna alrededor de é l y me empujé hacia é l un poco má s. Querı́a
derretirme en sus brazos ahora mismo.
Nikolai se apartó , luego se aferró a mi cuello, besá ndome como
si un vampiro fuera a chupar la sangre de su vı́ctima. El placer me
recorrió y todo mi cuerpo se estremeció . Mis gemidos eran má s fuertes
y mi respiració n era má s difı́cil. Su mano encontró mi pecho y lo
acarició con rudeza.
Mis pezones se endurecieron, necesitaban su atenció n, y é l les
dio precisamente eso. Lamió uno de ellos, pellizcando el otro entre sus
dedos antes de besar su camino hasta mi estó mago y luego entre mis
piernas.
La primera lamida me hizo sacudirme. Aaron nunca me hizo
sexo oral en los tres añ os de nuestra relació n. Odiaba el sexo oral y fue
el primero, ası́ que esto se sintió extrañ o y sorprendentemente mejor
de lo que pensaba.
Buen señor.
Nikolai me miró . "¿Te gusta?"
Asenti. "Sı́." Me gustó má s de lo que pensé .
"Dime si necesitas que pare".
Mi estó mago se apretó porque nunca pensé que Nikolai serı́a el
tipo de persona que pide consentimiento. Parecı́a má s del tipo que
tomaba lo que querı́a. Aú n ası́, me sonrojé porque é l tambié n habı́a
considerado mis sentimientos.
Sus ojos permanecieron en mı́ mientras lamı́a su camino de
regreso a mi sexo. Contuve la respiració n cuando su lengua inalmente
encontró mi clı́toris nuevamente y comenzó a lamerme, su lengua
deslizá ndose irmemente sobre mis clı́toris.
Jadeé , agarré su cabello y cerré los ojos, saboreando el placer
que me invadı́a. Levanté mis caderas para tener má s fricció n y é l gimió ,
lamié ndome con má s fuerza.
"Ay dios mı́o. ¡Sı́!" Me escuché gemir, rozando su lengua.
"¡Mierda!" Su lengua provocó electricidad dentro de mı́. Era tan cá lido,
irme y relajante. ¿Quié n dirı́a que una lengua podrı́a sentirse tan bien?
Dulce Señor.
Mi cuerpo se tensó cuando su mano se deslizó por mi cuerpo, y
luego sumergió un dedo dentro de mı́, hundié ndolo dentro y fuera
mientras todavı́a me lamı́a.
"Sabes tan bien, Giselle", dijo en tono ronco. "Tan delicioso."
Metió otro dedo en mı́ y me derretı́ en un charco de placer.
La sensació n que me recorrió fue tan dulce que me consumió
por completo. Nada me preparó para lo talentoso que era Nikolai, é l
sabı́a la forma correcta de lenguarme, besarme y follarme con los
dedos.
Mis gemidos llenaron la habitació n, sus gemidos se mezclaron
con los mı́os. "Por favor, no pares", grité cuando su dedo se detuvo
dentro de mı́ y su lengua dejó de dar vueltas a mi alrededor. "No pares",
dije con voz á spera.
"¿Quié n te folla, Giselle?"
La pregunta me tomó por sorpresa, lo ú nico que pude responder
fue: "Por favor, no pares".
Movió su dedo lentamente dentro de mı́ y me sacudı́,
necesitando má s. "¿Quié n te folla?" preguntó de nuevo, su voz profunda
y dominante.
Abrı́ los ojos y me encontré con su mirada oscura. La lujuria
llenó sus ojos y su sonrisa simbolizaba los deseos má s oscuros
conocidos por cualquiera. No pude ganarle y ni siquiera lo intenté . "Tú .
Nicolá s. Tú ."
Acarició mi clı́toris con su pulgar mientras una sonrisa aparecı́a
en su rostro. "Buena chica", ronroneó . "Ahora vamos a hacerte venir".
Sus ojos permanecieron en los mı́os mientras bajaba la cabeza
entre mis piernas y comenzaba a lamerme de nuevo. Su lengua era má s
irme esta vez, su dedo entrando y saliendo de mı́ con tanta fuerza que
me electrizó .
Mi estó mago se apretó cuando mi orgasmo creció como un
huracá n. Mis mú sculos se tensaron y todo mi cuerpo hormigueó . "Creo
que voy a venir".
Nikolai sonrió . "Ven por mi bebe."
Me jodió má s fuerte con su lengua y sus dedos hasta que
convulsioné y mi orgasmo estalló fuera de mı́ como un volcá n. Mis
gritos resonaron en la habitació n. Apreté el cabello de Nikolai y las
sá banas, puse los ojos en blanco y mi cabeza cayó hacia atrá s cuando
me corrı́.
Nikolai corrió hacia mı́ y comenzó a besarme, tragá ndose mis
gemidos y dejá ndome probarme a mı́ mismo.
Pasó un momento antes de que el efecto de mi orgasmo
desapareciera. Nikolai presionó sus caderas contra las mı́as,
pinchá ndome con su erecció n. Gemı́ y le arranqué la toalla de la cintura.
Mis ojos se desorbitaron por lo grande que era. Para ser
honesto, Aaron no tenı́a nada contra é l. Puede que no haya visto
muchas pollas en mi vida, pero podrı́a jurar que Nikolai era un dios
entre los hombres.
Tragué , sediento por lo duro que estaba, su polla literalmente
me apuntaba. Las venas corrı́an a lo largo de é l y una gota de semen se
acumuló en la punta de su erecció n. Tragué de nuevo.
"Te está s sonrojando", dijo, mirá ndome divertido. "No es como
si fuera la primera vez que ves mi polla".
"No. Simplemente parece má s grande de lo que recordaba”. Me
quedé boquiabierto. “¿Có mo encaja eso?”
El se rió entre dientes. La primera risa real que escuché de é l
que no fue sardó nica ni oscura. Era hermoso cuando reı́a. “Está s
embarazada de mi hijo. Supongo que encaja muy bien”.
Mis mejillas se pusieron calientes y puse los ojos en blanco.
"Bien." Tenı́a un recuerdo muy vago de esa noche, pero no planeaba
olvidar có mo se sentirı́a é l dentro de mı́ esa noche.
"Te quiero en mi boca otra vez".
Los mú sculos de su antebrazo se contrajeron. "Te dije que era
tuyo para hacer lo que quisieras".
Me acerqué a é l, saqué la lengua y la lamı́. Querı́a estremecerme
por el sabor, pero el hecho es que me encantó . "Es salado".
Se rió de nuevo y me puso a cuatro patas. "Sabrá aú n mejor
cuando esté dentro de ti". Me dio una palmada en el trasero y jadeé ,
luego presionó su erecció n entre mis nalgas.
Un profundo gemido retumbó en su pecho mientras se
deslizaba dentro de mı́, estirando mis paredes y llená ndome.
"Joder", gruñ ó . "Está s tan jodidamente apretado".
Y eres tan jodidamente grande.
Yo no dije eso. En lugar de eso, me dolió la cintura para recibirlo
un poco má s y gemı́ cuando lo sentı́ contra mi cuello uterino. Sus
embestidas fueron suaves al principio, solo empujando su erecció n
hasta la mitad. Aú n ası́, se sintió mejor que todas las veces que habı́a
tenido a Aaron dentro de mı́.
Luego su velocidad aumentó , su punta chocaba con mis paredes
cada vez y me provocaba un gemido.
“Eres tan dulce, Giselle. Tan jodidamente apretado”. Sus dedos se
clavaron en mi cintura, pero el placer adormeció el dolor. "Eres mı́o."
Me empujó profundamente. “Mı́o y só lo mı́o”.
Alcanzó mis senos y jugueteó con mis pezones por detrá s,
besando mi cuello y espalda mientras me susurraba al oı́do. “Tú y yo
somos uno a partir de hoy. Eres mı́a desde hoy y no comparto lo que es
mı́o”.
Sus palabras se iltraron en mis oı́dos y se asentaron en mi
interior, hacié ndome ansioso por má s. Me dolı́a má s profundamente, la
sensació n de é l entrando y saliendo de mı́ era demasiado maravillosa.
Demasiado abrumador que grité de placer.
Cada centı́metro de é l reclamó cada centı́metro de mı́. En
cuestió n de minutos, Nikolai habı́a roto cada parte de mı́ y lo habı́a
reconstruido en algo má s dulce y mejor.
Mi orgasmo aumentó por segunda vez, y só lo fueron necesarios
unos pocos empujones para que surgiera. Nikolai se movió detrá s de
mı́ y se corrió tambié n. Despué s de que se vació dentro de mı́, ambos
caı́mos en la cama, sin aliento.
El aroma del sexo, el sudor y la fragancia del jabó n de bañ o
luchaban por dominar el aire. Fue só lo ahora que comencé a darme
cuenta del peso de lo que habı́amos hecho.
No só lo habı́a consumado voluntariamente mi matrimonio con
Nikolai, sino que lo habı́a disfrutado todo. En lugar de vergü enza, me
invadió una sensació n de satisfacció n.
Nikolai me acercó y colocó mi cabeza sobre su pecho, sus dedos
jugaron con mechones de mi cabello. Ninguno de los dos dijo una
palabra y me quedé dormido escuchando el ritmo de su corazó n.
***
Me desperté desnuda y sola a la mañ ana siguiente, con una
generosa cantidad de luz solar entrando por la ventana. Rá pidamente
me di una ducha, me puse los pantalones cortos y la camiseta sin
mangas que tenı́a intenció n de usar anoche y salı́ de la habitació n para
desayunar.
Me desperté con mucha hambre todas las mañ anas desde que
descubrı́ que estaba embarazada, pero hoy fue diferente. Tenı́a hambre
por lo acalorada que fue mi noche con Nikolai. Sonreı́ para mis
adentros y abrı́ la puerta, pero volvı́ a entrar cuando vi a dos hombres
parados afuera.
Mi pulso se aceleró al principio, porque no esperaba ver a nadie
afuera de mi puerta, pero reconocı́ a uno de ellos como los hombres de
Nikolai. El fue uno de los tipos que me secuestraron.
Respiré profundamente y para calmarme antes de salir de la
habitació n y caminar hacia la que habı́a visto antes. Era alto y guapo,
con los famosos ojos azules rusos, pero no tan guapo como Nikolai.
“¿Por qué está s parado aquı́?”
"Soy Danil", dijo, con su acento ruso marcado en su voz. Hizo un
gesto con la cabeza hacia el otro chico. “El es parecido. Somos tus
guardaespaldas”.
Puse mis manos en mi cintura y exhalé . "Agradezco la
introducció n, pero no responde a mi pregunta".
Me miró como si pre iriera mirar la pared todo el dı́a antes que
hablar conmigo. Odiaba molestarlo, pero tenı́a que aclarar mi
confusió n.
"Nuestro trabajo es protegerte".
“¿Eso incluye estar parado afuera de mi puerta todo el dı́a?”
El asintió .
Lo desollé con mi mirada. “¿Te importarı́a mirarme mientras me
ducho y me visto tambié n? No me importa estar protegido, pero hazlo
desde un lugar que no me haga sentir incó modo”.
“Simplemente estamos siguiendo las ó rdenes del jefe. Habla con
é l si no te gusta”. Su expresió n se volvió vacı́a, marcando que habı́a
terminado con la conversació n.
Mi ira me quemó como un volcá n esperando a entrar en
erupció n, pero é l tenı́a razó n, solo estaba siguiendo la orden de Nikolai
y solo podı́a hablar con Nikolai. Todo lo que tenı́a que hacer era
ignorarlos hasta que é l estuviera en casa.
Me dirigı́ a la cocina para prepararme algo de comer a pesar de
la protesta de las criadas, luego pasé el resto del dı́a caminando y
acostumbrá ndome a mi nuevo hogar. No importa cuá n corta fuera mi
estadı́a aquı́, necesitaba conocer el entorno lo su icientemente bien
como para plani icar una escapada.
El tiempo pasó rá pidamente y cuando llegó la noche, ya conocı́a
a todas las criadas que trabajaban aquı́, sus nombres y los rincones con
los circuitos cerrados de televisió n. Cené y me recosté en el silló n
reclinable de la habitació n de Nikolai para leer un libro de no icció n
que escogı́ de su estanterı́a. Se estaba haciendo tarde y estaba cansado
de caminar todo el dı́a, pero necesitaba hablar con é l sobre los
guardaespaldas antes de volver a extrañ arlo al dı́a siguiente.
Pasaron dos horas má s antes de que Nikolai regresara a casa. El
hielo recorrió mi columna cuando entró en la habitació n. Observé la
expresió n de su rostro: era má s oscura de lo que jamá s habı́a visto,
asesina y aterradora.
Habı́a salpicaduras de sangre en su camisa de vestir blanca y
sostenı́a su arma en sus manos. Sabı́a que tenı́a un arma (o armas),
pero nunca antes habı́a empuñ ado una frente a mı́.
Cuando encontré la escalofriante oscuridad en sus ojos, la
inquietud me recorrió como si. "Nikolai", susurré , conteniendo la
respiració n. "¿Qué ocurre?"
Se miró la mano como si recié n se diera cuenta de que todavı́a
sostenı́a su arma, luego la guardó en su bolsillo trasero y comenzó a
desabrocharse los botones. Noté la sangre en sus nudillos.
El no habı́a dicho una palabra todavı́a y me morı́a por que dijera
algo. "Me está s asustando."
Cuando me miró esta vez, sus ojos se suavizaron. “Los italianos
nos atacaron esta noche. Perdimos a tres hombres y uno de ellos era mi
primo”.
Capítulo 12 - Nikolai
Tuve un dı́a terrible hoy. Uno de nuestros almacenes fue atacado
esta tarde y aunque no perdimos ninguno de los envı́os que habı́an
llegado una hora antes del ataque, tres de nuestros hombres murieron
a causa de ello.
Uno de los atacantes habı́a tenido la mala suerte de terminar
herido y, como muy bastardos, los demá s italianos lo habı́an
abandonado a su suerte.
A diferencia de los italianos, nunca dejamos atrá s a un hermano
herido. Una regla de la Bratva era sacri icar nuestras vidas unos por
otros. Llevé al herido a casa, lo llevé al só tano oculto que usaba como
sala de tortura y llamé a nuestro mé dico de familia para que lo cuidara.
No podı́a morir hasta que le extrajera toda la informació n que
necesitaba y luego, dependiendo de lo fá cil que nos lo pusiera a los dos,
me asegurarı́a de que tuviera una muerte fá cil.
Cuando entré hace unos minutos, la ú nica imagen que tenı́a en
mente era la de mi primo tirado sin vida en el suelo y la sangre
brotando de donde los habı́an atravesado las balas italianas.
Yo no habı́a visto a mi madre cuando murió , pero Sergey sı́, y me
imaginé que serı́a una escena similar. Ojos ciegos miran en tu direcció n
y la imagen incrustada en tus recuerdos te perseguirá por el resto de tu
vida. No era algo que nadie pudiera olvidar rá pidamente. Te siguió a
todas partes, recordá ndote ese momento en el que tus seres queridos
se convirtieron en nada má s que un caparazó n vacı́o.
"Nikolá i." La voz de Giselle era suave y cautelosa mientras
devolvı́a mi atenció n a ella. El miedo se iltró en sus ojos y su aliento
á spero mató el silencio de la habitació n.
No tenı́a intenció n de asustarla. Habı́a estado tan distraı́do que
habı́a olvidado que ella estaba aquı́ y que ahora tenı́a una esposa. Uno
que temblaba al ver la sangre. Uno que no creció en este oscuro
inframundo como yo.
En ese momento, cuando todo parecı́a sombrı́o, llegué a una
nueva comprensió n. Giselle y nuestro bebé fueron lo ú nico bueno que
habı́a hecho en toda mi vida. Eran mi destello de luz en la oscuridad
que me rodeaba y no querı́a que ella experimentara esto.
Convertirme en parte de la ma ia no era algo que yo hubiera
elegido, pero podı́a elegir mantener a mi familia (Giselle y nuestro
bebé ) lejos de esta vida.
Giselle se acercó a mı́ y trató de tocarme, pero me alejé . "No. No
quiero que te ensucies”.
Ella me miró a los ojos, su mirada atravesó los muros que habı́a
construido y penetró en mi alma. "Permiteme por favor."
Asenti.
Me desabrochó el botó n y me ayudó a quitarme la camisa.
"Tomar una ducha. Prepararé la cena para cuando termines”.
Asentı́ de nuevo y entré al bañ o para lavarme toda la sangre y la
ira. Ahora estaba en casa con mi esposa y mi bebé por nacer, no podı́a
traer la oscuridad y la ira de la ma ia a casa tambié n.
Despué s de ducharme, me puse una camisa blanca y pantalones
deportivos y luego me reunı́ con Giselle en el comedor. Habı́a hecho que
las criadas prepararan la mesa con burritos de pollo y jugo de piñ a
fresco. Giselle me miró en silencio mientras comı́a.
Regresamos a nuestra habitació n despué s de cenar y nos
acomodamos en la cama. Giselle se dio la vuelta, colocó su cabeza sobre
mi pecho y me rodeó con su mano.
"¿Siempre es ası́?" preguntó en voz baja.
Le di unas palmaditas en la cabeza. "¿Como que?"
Ella se encogió de hombros. "La ma ia. ¿Siempre es ası́ de triste
para ti?
Me senté y apoyé mi espalda contra la cabecera y ella hizo lo
mismo. "Lo es", respondı́ honestamente. “Algunos dı́as son mejores.
Algunos dı́as son má s fá ciles gracias a mis hermanos y otros dı́as son
simplemente…”
“Como este”, me ayudó a completar. “¿Qué haces en dı́as como
este? Quiero decir, ¿qué habrı́as hecho si yo no estuviera aquı́?
Pensé en todas las noches que habı́a regresado a casa, con
pensamientos sangrientos y asesinos corriendo por mis venas. Esas
noches siempre fueron las má s oscuras y difı́ciles de superar, no
porque estuviera triste sino porque tenı́a sed de sangre.
Probablemente Giselle pensaba lo contrario, pero yo era tan
monstruo como Angelo y cualquier otra persona de la ma ia. Aunque no
iba a decirle esa verdad. "Me lavo la sangre y me voy a dormir".
Eso fue mentira. En noches como esa, me ducho y luego bajo al
só tano para torturar a mis prisioneros. Tenı́a dos colecciones nuevas
para elegir, una de las cuales era de alguien que ella conocı́a muy bien.
No podı́a imaginar su reacció n si descubrı́a qué mal se escondı́a
debajo de nuestra cama. Era mejor mantenerla en la oscuridad.
"¿Solo?"
"Solo." Siempre habı́a tenido miedo de descargar mi enojo con
cualquier mujer con la que eligiera acostarme cuando estaba de ese
humor, ası́ que evitaba traerlas a casa. Cada vez que terminaba en el
só tano, subı́a y me quedaba dormido pensando en todas las formas en
que torturarı́a a mis enemigos.
Ella me dio unas palmaditas en la cabeza. "No tienes que hacer
eso ahora". Un destello de sonrisa cruzó por su rostro cuando giré mi
cuello para mirarla. "Ahora me tienes, ası́ que nunca má s volverá s a
estar solo".
"Pensé que me odiabas".
“Sı́, pero ahora no tengo otra opció n. ¿Lo hago?
No le di una respuesta porque tenı́a razó n. Ella no tenı́a otra
opció n.
"Ayer, antes de tener relaciones sexuales, te vi un tatuaje". Pegó
sus ojos a mi torso donde tenı́a el tatuaje. “Es una cita, ¿verdad? ¿Qué
signi ica?"
Mi sangre se congeló . Nunca habı́a hablado de mis tatuajes,
especialmente del que tenı́a en el torso, má s que nada porque nadie me
habı́a preguntado. Las mujeres que traje a casa sabı́an que no debı́an
meter la nariz donde no les correspondı́a, y mis hermanos ya sabı́an lo
que signi icaba.
Giselle fue la primera persona que se atrevió a preguntarme. "Es
el dı́a en que murieron mis padres".
Su respiració n se detuvo a mi lado. "Lo siento, no deberı́a haber
preguntado". Pero eso no le impidió hacer má s preguntas. "¿Como
murieron?"
"En un accidente de coche. Fue un asesinato”.
Su mandı́bula se lexionó mientras luchaba por no mostrar su
sorpresa. "Lamento eso. Yo… eh.” Enroscó el dobladillo de su camisó n
entre el dedo ı́ndice y el medio. “Mi mamá murió hace un añ o. No fue un
asesinato, pero duele mucho. No puedo ni empezar a pensar en lo
doloroso que debe haber sido para ti y tus hermanos”.
Su voz tembló cuando lo dijo, su tono bajo como si estuviera
conteniendo el llanto. Mis padres murieron hace añ os y tuve tiempo de
llorar, ası́ que no me dolı́a tanto el corazó n cuando hablaba de ellos,
pero Giselle perdió a su madre hace só lo un añ o.
Podı́a sentir que ella todavı́a estaba separada de eso. "¿Có mo
murió ella?" Yo pregunté . Nunca antes me habı́a interesado en las
emociones de otras personas, pero me encontré queriendo saber todo
lo que la lastimaba.
Y querı́a hacerlo bien.
"Ella murió de angustia".
Arqueé las cejas, confundida. "¿Le importaria explicar?"
Ella forzó una sonrisa. "Seguro. Mi madre pasó toda su vida
esperando a mi padre y yo me vi obligado a verla marchitarse añ o tras
añ o. Una noche llegué a casa y ella estaba sentada en su lugar habitual,
mirando por la ventana”.
Hizo una pausa y parpadeó para contener las lá grimas. “Cuando
me acerqué a ella y la llamé por su nombre, ya no estaba allı́. Ella habı́a
muerto mirando la lluvia y anhelá ndolo”.
"¿Dó nde está tu Padre?"
Ella se encogió de hombros. "No sé . Nunca lo habı́a conocido
antes. Nunca escuché su nombre y no me importa si está vivo. Para mı́,
murió el mismo dı́a que mi madre”.
Para algunas personas, compartir algo en comú n era una
excelente manera de crear vı́nculos, pero para mı́ no era lo mismo.
Escuchar la voz quebrada de Giselle destrozó algo dentro de mı́.
Tomé su mano y la apreté en la mı́a. “No puedo traer de vuelta a
tu madre, pero quiero que seas feliz de ahora en adelante. Haré todo lo
posible para hacerte feliz y sé que es egoı́sta, pero no puedo dejarte ir”.
Sus grandes ojos marrones brillaron cuando me miró .
"¿Cualquier cosa?"
Asenti. "Cualquier cosa."
"Entonces pensaré en algo, pero debes cumplir tu promesa".
"Soy parte de la Bratva y no hacemos promesas que no podamos
cumplir".
"Bien." Se acercó y apoyó la cabeza en mi brazo. Pasamos los
siguientes minutos discutiendo la vida del otro hasta que noté que ella
comenzaba a quedarse dormida a mi lado.
La acosté suavemente en la cama y la cubrı́ con nuestra manta,
luego me acosté a su lado y la observé mientras dormı́a. Era una vista
serena para contemplar, tan hermosa.
Su cabello oscuro caı́a sobre su rostro y se removió en sueñ os,
haciendo pucheros con sus labios rosados y regordetes. Un
pensamiento cruzó por mi mente, me preguntaba si nuestro bebé serı́a
niñ o o niñ a.
Si fuera un niñ o, esperaba que fuera tan fuerte como yo pero con
un poco má s de conciencia. Si fuera una niñ a, desearı́a que se pareciera
a su madre.
Una emoció n que nunca antes habı́a sentido burbujeó en mi
pecho. Anhelo. Desesperació n. Siempre quise tener algo para mı́, pero
esta vez querı́a a alguien.
Gisela.
Querı́a que ella me quisiera y estuviera a mi lado para siempre,
pero no porque la estuviera obligando a hacerlo. Anhelaba algo má s
profundo que cualquier cosa que hubiera experimentado alguna vez.
Sinceridad tal vez.
Capítulo 13 - Giselle
Dios, odio las mañanas.
Me acerqué una almohada a la cara y me movı́ en la cama. Nunca
habı́a sido una persona mañ anera, pero mi odio por las mañ anas habı́a
empeorado cien veces má s desde que quedé embarazada.
O me despertaba odiando el olor de todo, o me despertaba con
tanta hambre que podrı́a comerme una vaca entera. Algunas mañ anas
me despertaba con hambre y con ná useas, y odiaba esos dı́as aú n má s.
Pasar hambre y no poder hacer nada.
Argh.
Afortunadamente, esta mañ ana no sentı́ ná useas ni hambre,
pero necesitaba dormir un poco má s. ¿Cuá l era el punto de levantarse
temprano cuando Nikolai no estarı́a aquı́ de todos modos?
Inquieto por el brillo que intentaba luir a travé s de mis ojos
cerrados, me tiré de nuevo pero choqué con algo cá lido y duro.
¿Nikolái?
Me quité la almohada de la cara y entrecerré los ojos. Era
Nikolai, y me miraba con ojos enamorados. Sı́, estaba exagerando, un
hombre como Nikolai nunca podrı́a mirarme de esa manera. Aú n ası́,
sus ojos estaban ijos en mı́ de una manera que me hizo sonrojar.
No estaban oscuros ni en blanco como solı́an estar. No. Estaban
suaves, hipnotizados… joder, probablemente estaba alucinando. Me
robé los ojos y los abrı́ mucho, y é l todavı́a estaba ahı́ mirá ndome.
Y luego sonrió , arrebatando oxı́geno de mis pulmones. ¡Mierda!
Era tan guapo cuando sonreı́a. Tenı́a los dientes má s blancos y
hermosos que brillaban cuando sonreı́a, y sus ojos oscuros brillaban
como un cielo negro como boca de lobo con estrellas brillantes.
Habı́an pasado dos semanas desde nuestra boda y,
sinceramente, no podı́a olvidar lo guapo que era. Era agotador saber
que estaba tan hipnotizada por este hombre como lo odiaba.
Me tapé la boca con una mano y bostecé . “¿Nunca duermes?”
Resopló y se sentó . "Estoy satisfecho simplemente con verte
dormir".
Me estremecı́ cuando me guiñ ó un ojo. “Esa es la frase má s tonta
que he escuchado en mi vida. ¿Eres de los añ os setenta?
“¿Eres ingenuo?” Se bajó de la cama y se bajó el calzoncillo,
dejando su irme trasero a la vista para que yo lo disfrutara. Querı́a
apretarlo. Giselle la sucia. “Los hombres de la ma ia no duermen mucho.
Esa es la ú nica manera de asegurarnos de que no nos maten mientras
dormimos”.
Le dirigı́ una mirada furiosa. “Manté n los ojos abiertos cuando
inalmente aprendas a dormir. ¿Quié n sabe? Podrı́a intentar asesinar
uno de estos dı́as”.
"Duermes como si estuvieras muerto, ¿có mo planeas
asesinarme?" Se ató una toalla a la cintura y se dirigió al bañ o, pero se
detuvo a mitad de camino. "Una cosa má s, no agarres mi polla mientras
duermes a menos que planees hacer algo con ella".
El rojo escarlata quemó mis mejillas. "Yo no hice eso".
"No miento, Giselle". Me lanzó una sonrisa siniestra antes de
desaparecer en el bañ o.
Juro que realmente lo voy a matar un día de estos.
Acostada, miré ijamente al techo. Estaba embarazada de casi
dos meses y Nikolai y yo nunca habı́amos hablado de nuestro bebé . A
veces, incluso me olvidaba de que estaba embarazada, aparte de la
fatiga, el hambre y las ná useas matutinas que lo acompañ aban.
¿No le importaba el bebé ? Habı́a evitado hablar con é l sobre eso
porque no querı́a ser una molestia para é l, pero no tenı́a otra opció n,
tenı́a que sacar el tema tarde o temprano.
Nikolai salió del bañ o poco despué s y yo entré a darme una
ducha antes de que ambos bajá ramos a desayunar.
“Mira a quié n tenemos aquı́”. Mis ojos se dirigieron a Vlad. No
estaba triste de verlo, pero... Cierto, a Nikolai no le importé lo su iciente
como para compartir informació n. Fui estú pido por pensar lo
contrario.
"Hola, Vlad."
"Te ves impresionante, cuñ ada". Tomó mi mano y luego la besó .
Me obligué a no alejarme de é l. Incluso el hermano menor de
Vadim me intimidó . Parecı́a alegre, pero no podı́a quitarme de encima
la sensació n de que é l, como el resto de sus hermanos, eran asesinos.
Detente, Giselle. ¡Detener!
"Gracias por el cumplido. Tú tampoco tienes mal aspecto.
Llevaba una chaqueta de cuero negra y pantalones de cuero. Su largo
cabello debajo de los hombros lo hacı́a parecer un chico malo. Era el
tipo de chico del que todas las chicas de la universidad estarı́an
enamoradas.
“¿Có mo está mi sobrina?” Miró mi estó mago. “¿Ya tienes un
nombre para ella?”
No pude contener la risa. "¿Sobrina?"
El se inclinó y asintió . “Nikolai siempre quiso tener una hija. Un
hijo signi icarı́a que tendrı́a que ser parte de la ma ia. Una hija, por otro
lado…” pensó por un momento. "Bueno, se la puede intercambiar para
mantener la paz entre las familias".
Fruncı́ el ceñ o, el horror corrı́a por mis venas ante lo que
acababa de escuchar. "¿Qué ?"
"Cuidado con lo que dices, Vlad", gruñ ó Nikolai, lanzando a su
hermano una mirada asesina. “Creo que todavı́a necesitará s tus dos
piernas para andar en bicicleta, tal vez una mano sea su iciente. Angelo
lo agradecerı́a”.
Vlad levantó las manos y se rió entre dientes. "Relá jese hombre.
Só lo estaba bromeando, hermano”.
Suspiré , en parte aliviado de que só lo hubiera sido una broma.
Luego miré a Nikolai, sorprendida de lo a la defensiva que estaba con
respecto a nuestro bebé . A veces era difı́cil entenderlo. Sabı́a que se
casó conmigo por el bebé , pero no esperaba que fuera tan protector
con su hijo por nacer.
Vlad me guiñ ó un ojo. “Será mejor que te acostumbres a có mo
funcionan las cosas por aquı́. Nikolai no siempre estará ahı́ para
avisarte si se trata de una broma.
Abrı́ la boca para replicar pero decidı́ no hacerlo. El estaba en lo
correcto. Nikolai no siempre estarı́a presente para luchar por mı́, y
hacer enojar a su hermano no era lo mejor para mı́.
“¿Dó nde está Sergué i?” -preguntó Nikolai.
Me quedé helado al escuchar el nombre de Sergey. “¿Sergey?” Mi
corazó n latió rá pido. Este iba a ser un dı́a increı́ble.
Vlad ignoró mi pregunta y señ aló el comedor. “Está allı́ con
Lilianna y su hija. Pero Maxi está ausente. Probablemente le hayan
metido la polla en el culo a una chica.
"Cá llate o te meteré un arma en la garganta, chico". La voz
profunda de Maxim resonó en el vestı́bulo cuando entró .
Jesú s. ¿Amenazarse unos a otros era su forma de bromear? Era
un extrañ o sentido del humor.
Vlad se rió entre dientes mientras Maxim estaba a su lado.
"Culpa mı́a. Saqué conclusiones precipitadas demasiado pronto”.
Maxim le dio unas palmaditas en el hombro a Vlad. “Aunque no
estabas equivocado. La follé toda la noche y no podı́a dejarla ir esta
mañ ana sin conseguir un trozo de su coñ o.
Ambos se rieron entre dientes. "Cuidado, no quiero que la mujer
de Vlad escuche la mierda que está s diciendo", susurró Vlad como si no
estuviera parada justo frente a ellos.
"Culpa mı́a." Maxim me sonrió . “No te importa escuchar cosas
como esta. No eres virgen, ¿verdad?
Todavı́a estaba pensando en una respuesta cuando Nikolai
intervino. "Cierra la boca y ve al comedor".
Vlad me guiñ ó un ojo antes de que é l y Maxim se fueran.
"Mis hermanos son tan idiotas, no te tomes en cuenta las
tonterı́as que dicen", me dijo Nikolai.
Asentı́, no querı́a confrontarlo por no haberme dicho que toda
su familia estarı́a aquı́ esta mañ ana.
El rostro de Lilianna se iluminó con una amplia sonrisa cuando
Nikolai y yo entramos al comedor. Se levantó de su silla, se acercó a mı́
y me abrazó . Olı́a tan dulce a vainilla y de repente comencé a desear un
pastel de vainilla. "¿Como estas cariñ o?" Probablemente ella era la
ú nica persona normal en esta familia.
Le devolvı́ la sonrisa. "Estoy bien. ¿Có mo está s?"
"Exhausto. Mi hijo, Oleg, acaba de cumplir dos añ os y ha sido un
caos total desde que aprendió a caminar, incluso con todas las niñ eras”.
Puso su mano suavemente sobre mi estó mago. "Entenderá s lo que
quiero decir cuando tengas a tu bebé ".
Solté una carcajada. “¿Es eso algo bueno o malo?”
“Bien, supongo. Sonrı́es vié ndolos jugar. Es la alegrı́a de ser
padre”. Ella miró a su marido. "Sergey y yo estamos intentando tener
otro bebé ".
“Puaj. Podrı́amos pasar una eternidad sin esa informació n”,
gritó Vlad, metié ndose un trozo de pollo en la boca.
“Qué pena que lo sepas. Ahora tienes que vivir con ello”. Ella me
llevó a la mesa. "Venir. Sentarse. Estoy seguro de que está s exhausto”.
Me acercó una silla entre Nikolai y Vlad. Le di las gracias y traté
de evitar el contacto visual con Sergey mientras me sentaba.
Una de las criadas nos sirvió la comida.
"Entonces, ¿có mo era tu vida antes de que te secuestraramos,
Giselle?" —preguntó Vlad. Fue demasiado sencillo.
La habitació n se tensó y mi estó mago se revolvió de nervios.
Maxim le dio una palmada en la cabeza. “Maldito idiota. ¿Por qué
le preguntarı́as algo ası́?
"¡Ay!" Vlad se frotó el lugar donde Maxim lo golpeó . "Tengo
curiosidad."
"Tengo curiosidad por saber qué tan bien se sentirı́an los
golpes", dijo Sergey. Noté que no hablaba mucho. "¿Qué tal si usas tu
cerebro má s de lo que usas tu boca?"
Los hombres se rieron entre dientes.
“Silencio, muchachos. ¿Dó nde está n tus modales en la mesa?
Lilianna gritó .
Me quedé boquiabierto, asombrado de que pudiera hablarles de
esa manera. Todos los hombres en esta mesa me aterrorizaron hasta
los huesos, incluido Nikolai, y ella simplemente les hablaba como si
fueran sus hijos.
“No les hagas caso, son só lo unos bebé s grandes”, me dijo, y
luego siguió comiendo.
Sus bromas iban en otra direcció n y, mientras los veı́a hablar y
reı́r durante el desayuno, sentı́ una sensació n de pertenencia. Los
Vadim fueron lo má s cerca que estuve de tener una familia real y,
aunque en realidad no era uno de ellos, me di cuenta de que me llevarı́a
esta experiencia a la tumba.
Terminamos de desayunar y mientras los hombres hablaban de
sus asuntos ma iosos en la sala de estar, Lilianna y yo nos relajamos
junto a la piscina.
"¿Te importa si te pregunto có mo era tu vida antes de casarte
con Nikolai?" -Preguntó Liliana. Ambos está bamos tumbados en
tumbonas junto a la piscina, con sombrillas alzá ndose sobre nosotros.
Me revolvı́ en mi silla. ¿Có mo era la vida antes de Nikolai? "Me
gradué de la universidad hace unos meses y tenı́a un trabajo en una
empresa de medios".
“¿Alguna familia? ¿Novio?"
“Solo un mejor amigo. Mi novio se comprometió con otra mujer
y ası́ conocı́ a Nikolai”.
Ella sonrió . "Me recuerda a mı́ mismo".
Mi curiosidad se despertó . “¿Có mo conociste a Sergey?” No
pensé que ella simplemente se le acercó y se enamoraron ası́ o algo ası́.
"Tuvimos una aventura de una noche, é l se obsesionó conmigo y
eso fue todo". Se mordió los labios y sus ojos color avellana parecı́an
perdidos en los recuerdos.
"¿Quieres decir que te secuestró como lo hizo Nikolai conmigo?"
Ella se encogió de hombros. "Bá sicamente." Tomó un sorbo de
su batido de fresa y plá tano. Lo hicimos juntos antes de salir a la
piscina. “Nuestra historia de amor no se parece en nada a los cuentos
de hadas, Giselle. Estos hombres no son prı́ncipes ni superhé roes. Son
hombres nacidos en un mundo oscuro y aman de manera diferente”.
"¿Lo amas o simplemente inges hacerlo?"
"Lo amo y morirı́a por é l y sé que é l harı́a lo mismo por mı́". Ella
se rió entre dientes. "Sueno loco, ¿verdad?"
"Parece que tienes Estocolmo". Las palabras salieron de mi boca
antes de que pudiera detenerlas. "Lo siento, es solo que estoy muy
confundido".
"No necesitas disculparte. Tienes razó n, podrı́a ser Estocolmo,
pero no me imagino viviendo en un mundo del que Sergey no forma
parte”. Ambos nos quedamos en silencio por un momento antes de que
ella continuara. "¿Qué sientes por Nikolai?"
Levanté mi batido de la mesa auxiliar y bebı́ un sorbo. "No sé .
Algunos dı́as lo odio y otros me odio a mı́ mismo porque no lo odio lo
su iciente”.
"Es natural. Al principio me sentı́ ası́”.
“¿Pero las cosas cambiaron?”
Ella asintió . "Sı́ lo hizo. Lo mismo podrı́a ser tu caso, o no. Sigue
tu corazó n y te sorprenderá s adó nde te lleva”.
Sigue a tu corazón.
¿Qué pasa si lo hice y me desvió ? ¿Qué pasarı́a si eso me hiciera
olvidar que Nikolai era el enemigo y necesitaba escapar de é l?
Necesitaba irme si eso sucedı́a, y la ú nica manera de hacerlo era
ganarme el corazó n de Nikolai. "Entiendo por qué te enamorarı́as de
Sergey, pero ¿có mo lograste que é l te amara?"
Ella suspiró y se sentó en el silló n. "¿Quieres que Nikolai te
ame?"
"No, yo solo pregunto." Porque voy a lograr que me ame, y luego
voy a escapar de aquí.
“Es simple”, respondió ella. “Primero hay que ganarse su
con ianza. El llegará a amarte si confı́a en ti”.
Entonces, ¿todo lo que tenı́a que hacer era ganarme su
con ianza para poder traicionarlo? Mis hombros se hundieron y me
palmeé la cara. ¿Por qué esto se sintió tan mal?
Lilianna me miró con recelo. “¿Giselle?”
Levanté la cabeza para mirarla.
p
"Sé lo que está s pensando."
El aire salió de mis pulmones. Seguramente ella debió haber
pensado en escapar de Sergey un par de veces antes de que su amor
loreciera, pero decidı́ hacerme el tonto. "¿Que estoy pensando?"
Ella arqueó las cejas. “No intentes traicionar a Nikolai, no
podrá s escapar de é l. El te encontrará sin importar dó nde te escondas”.
Capítulo 14 - Giselle
Los hermanos de Nikolai y Lilianna se quedaron hasta la cena y,
sorprendentemente, me adapté a su presencia má s rá pido de lo que
esperaba. Los chistes de Vlad, que alguna vez fueron una fuente de
irritació n, habı́an comenzado a divertirme. Habı́a aprendido de
Lilianna a defenderme cuando Vlad cruzaba la lı́nea, y Maxim siempre
estaba ahı́ para intervenir cuando las cosas se salı́an de control. A pesar
de la tensió n que conllevaba estar cerca de la familia Vadim, poco a
poco estaba empezando a sentir que pertenecı́a a ella.
Sin embargo, una cosa que no habı́a cambiado era el miedo que
me invadı́a cada vez que estaba cerca de Sergey. Su comportamiento
frı́o y la forma en que me miró me provocaron escalofrı́os. No podı́a
evitar la sensació n de que é l vio a travé s de mı́, que sabı́a que estaba
ocultando algo.
Despué s de que nuestros invitados se fueron, Nikolai y yo nos
retiramos a nuestra habitació n. Tuve que admitir que compartir un
espacio con é l, incluso siendo mi esposo, todavı́a era una perspectiva
desalentadora. Las palabras de Lilianna resonaron en mi mente, un
recordatorio constante del peligro en el que me encontraba.
"No intentes traicionar a Nikolai", me habı́a advertido. "No
puedes escapar de é l. Te encontrará sin importar dó nde te escondas".
La idea de la ira de Nikolai, su incesante persecució n si alguna
vez me atrevı́a a correr, atormentaba mis pesadillas. Me lo imaginé
buscando en cada rincó n de Chicago, con los ojos ardiendo de furia y la
voz atronadora. Era una imagen aterradora, una que querı́a evitar
desesperadamente.
La voz profunda de Nikolai interrumpió mis pensamientos.
"¿Está s bien?" preguntó , con preocupació n evidente en sus ojos.
Jadeé suavemente, dá ndome cuenta de que habı́a caı́do en un
sueñ o de pesadilla. Rá pidamente me compuse y asentı́. "Sı́. Yo... uh...
só lo estaba pensando en algo".
Ambos nos sentamos en el borde de la cama y la intensa mirada
de Nikolai permaneció ija en mı́. "¿Es algo que deberı́a saber?"
preguntó .
Mis mú sculos se tensaron y no me atrevı́ a decirle la verdad: que
estaba planeando mi fuga. Necesitaba pensar en una excusa plausible y
rá pido.
"Estoy embarazada de dos meses", comencé con la voz
temblorosa. "Y necesito comenzar mi atenció n prenatal".
Nikolai se pasó los dedos por el cabello y dejó escapar un
suspiro audible, dejando caer los hombros. "Joder. No puedo creer que
haya estado tan absorto en resolver la situació n italiana que me haya
olvidado de algo tan importante".
Me acerqué para tranquilizarlo. "No es tu culpa."
Me miró con calidez en sus ojos, un marcado contraste con su
comportamiento frı́o habitual. Tomó mis mejillas suavemente y el
toque envió escalofrı́os por mi columna. "Lo es", dijo, con voz suave y
llena de arrepentimiento. "Para mı́, tú y nuestro bebé tienen prioridad.
Siempre deberı́a ponerte a ti en primer lugar".
La culpa me corroı́a las entrañ as. ¿Có mo podı́a estar planeando
mi fuga cuando é l estaba siendo tan cariñ oso y considerado? A pesar de
todo, Nikolai no me habı́a tratado mal. De hecho, habı́a sido
sorprendentemente amable para un hombre que me habı́a secuestrado
y crecido en la ma ia.
Aparté la mirada, incapaz de mirarlo a los ojos. No podı́a
soportar mirar esas profundidades cuando constantemente buscaba
formas de escapar de é l.
Los pasos de Nikolai resonaron en la habitació n mientras
cruzaba la alfombra monocromá tica hacia la mesa de noche. Recuperó
algo y luego me lo devolvió . "Toma esto", dijo, colocando una tarjeta de
cré dito en mi mano.
Me quedé mirando la tarjeta, la incredulidad me recorrió . Era
una tarjeta de cré dito y é l habı́a mencionado que las suyas siempre
eran ilimitadas. Nunca antes habı́a imaginado algo ası́, y mucho menos
habı́a tenido uno en la mano.
"¿Para qué es esto?" Pregunté , desconcertado.
"Una tarjeta de cré dito", explicó . "Es ilimitado".
Me estremecı́ ante la idea de una riqueza ilimitada. Si bien no
crecı́ en completa pobreza, mi mamá siempre habı́a tenido problemas
econó micos. Nunca habı́a soñ ado con tener acceso a tales recursos.
"¿Para qué ?" Repetı́ mi voz apenas por encima de un susurro.
La expresió n de Nikolai se suavizó cuando se inclinó má s cerca.
"Cuidado prenatal. Despué s puedes ir de compras".
No pude evitar preguntarme acerca de sus intenciones. "¿Y tú ?"
Parecı́a desconcertado por la pregunta y frunció el ceñ o. "¿Qué
quieres decir?"
"Tambié n es tu bebé ", dije, encontrando el coraje para expresar
mis preocupaciones. "¿No quieres venir conmigo a las citas? La
mayorı́a de los hombres querrı́an estar allı́".
La fachada tranquila que habı́a reemplazado brevemente su
habitual comportamiento frı́o se desmoronó y la oscuridad nubló sus
hermosos rasgos. "Tengo asuntos que atender, Giselle."
Apreté la mandı́bula y mi frustració n aumentó . "Bien", respondı́,
tratando de controlar mis emociones.
Caminó hacia el armario y comenzó a hurgar en su extensa
colecció n de trajes negros y gris oscuro. "Tendrá s a tus guardaespaldas
contigo", a irmó , su voz un poco má s frı́a. "Y Vlad. Ellos te mantendrá n a
salvo."
No querı́a estar constantemente rodeado de guardaespaldas. Ya
era bastante difı́cil quedarme aquı́ en contra de mi voluntad. Tener
varios hombres de aspecto gigante observando cada uno de mis
movimientos harı́a mi vida (y mi escape) cien veces má s difı́cil .
"Acerca de los guardaespaldas, no quiero que me sigan como si
fuera un prisionero o algo ası́". Una ira latente y ardiendo lentamente
ardı́a dentro de mı́, pero no era por los guardaespaldas. Era demasiado
cobarde para admitir que querı́a que Nikolai me acompañ ara y odiaba
que é l no pensara que era lo correcto.
"Simplemente inge que no existen". Escogió un traje color
fresno y caminó hacia el cristal, mostrando diferentes colores y marcas
de corbatas.
"No. Puedo ir solo”.
Se giró para mirarme y me miró con los ojos entrecerrados. "No
estará s pensando en huir, ¿verdad?"
Mi respiració n se detuvo en la garganta. "No. Por supuesto que
no."
"Bien. Si sales, encontrará s al menos diez hombres que te dirá n
por qué es mala idea intentar huir de mı́”.
¿Estaba amenazando con matarme? Las lá grimas brotaron de
mis ojos y mis manos comenzaron a temblar. Los apreté , no querı́a que
Nikolai viera que le tenı́a miedo. Estaba claro que só lo era amable
conmigo cuando querı́a serlo.
Habı́a olvidado rá pidamente que por sus venas corrı́a sangre
ma iosa. Fui estú pido al pensar menos en lo cruel que podı́a ser. Los
hombres como é l nunca decı́an algo que no quisieran decir.
Mierda. ¿Por qué me estaba poniendo tan emocional?
Sollocé y parpadeé para contener las lá grimas. "No intentaré
huir de ti, Nikolai".
"Promé temelo, Giselle", dijo con una voz á spera e intimidante
que me hizo temblar.
Respiré profundamente. No querı́a que viera cuá nto me
aterrorizaba. "Prometo."
Le habı́a mentido. Iba a huir en el momento en que dejara los
muros de esta mansió n y nunca iba a regresar.
Capítulo 15 - Nikolai
Habı́a odio subyacente en la forma en que Giselle me miraba, y
no era algo que hubiera visto antes en sus ojos.
Habı́a visto miedo e ira en ellos. Determinació n, pero nunca
odio.
Apreté la mandı́bula y mi corazó n vaciló entre querer consolarla
y descubrir la razó n por la que estaba tan enojada, o simplemente
dejarla en paz. Habı́a sido ası́ desde aquella noche en la que llegué a la
angustiosa comprensió n de que mis emociones por Giselle iban má s
allá de lo que habı́a imaginado.
Era algo má s que querer. Era una necesidad y lo odiaba.
En toda mi vida, nunca habı́a necesitado a nadie. Mis hermanos
y yo habı́amos estado aquı́ el uno para el otro, pero nunca habı́a tenido
la sensació n de que todo mi ser se desmoronarı́a si no estuvieran allı́.
¿Por qué sentı́ eso por Giselle?
Mis venas se hincharon de ira.
“Me iré ahora”, dijo Giselle en voz baja y salió de la habitació n
sin esperar una respuesta de mi parte.
Esto no servirá. Volvı́ a colgar mi traje en el perchero, encontré
un par de pantalones cortos y una camisa de pelea, luego tomé mi
telé fono de la mesa de noche y llamé a Sergey.
"¿Qué deseas?" é l respondió . Escuché la voz de Lilianna de fondo
y las risitas de su hijo.
"Necesito desatar mi ira en algo". O alguien.
“Nos vemos en el ring en una hora. Tambié n llamaré a Maxim”.
Colgó y me quedé en medio de la habitació n, apretando mi telé fono y
tratando de deshacerme de esas tontas emociones.
Una hora má s tarde, me encontré con mis hermanos en el
gimnasio donde habitualmente entrená bamos. Maxim me dirigió una
sonrisa desquiciada. El cabró n probablemente sabı́a lo que estaba
pasando por mi mente antes de que lo expresara.
“Otro hermano muerde el polvo”, dijo, mirá ndonos
sardó nicamente a Sergey y a mı́.
"Callarse la boca." Sergey colocó su bolsa de deporte en un
banco frente al ring de lucha. Lo abrió y sacó una pequeñ a toalla que
dejó caer sobre su cuello. “¿Dó nde está Giselle?”
“Fuera Vlad. Ella querı́a registrarse para el control prenatal”.
Sergey arqueó las cejas. "¿Por qué no está s con ella?"
Metı́ mis manos en mis guantes de boxeo y los até muy fuerte.
"Porque tengo cosas de las que ocuparme". El bastardo italiano todavı́a
estaba escondido en mi só tano, junto con su ex, Aemon o Almond.
Como carajo fuera su nombre.
Habı́a cometido un grave error al intentar tocar lo que era mı́o.
Se suponı́a que hoy debı́a sacarle informació n al italiano y
torturar al ex de Giselle hasta que su arrogancia se desvaneciera. Aú n
ası́, no podı́a con la adrenalina corriendo por mis venas. Só lo
terminarı́a matá ndolos. No es que me importara, pero no maté hasta
conseguir lo que querı́a.
Maxim sacudió la cabeza mientras subı́a al ring. “Eres un idiota,
hermano. Sin ofender."
Lo seguı́ y me escondı́ entre las cuerdas del ring cuando entré .
"Llá mame idiota una vez má s".
Maxim apretó los puñ os, listo para luchar. "Estú pido."
"¡Disculparse!"
"¡Hazme!"
Ambos nos abalanzamos el uno hacia el otro, lanzá ndonos
golpes y evitá ndolos por igual. Maxim se habı́a vuelto bueno
esquivando mis golpes, pero no serı́a capaz de mantener el ritmo por
mucho tiempo. Tenı́a la intenció n de no golpearlo directamente hasta
que estuviera exhausto.
"Eres un idiota con iando tu esposa embarazada a Vlad", jadeó ,
su brazo protegiendo su rostro mientras saltaba sobre los dedos de sus
pies. “Es un loco. Es imposible que ella no muera de un ataque al
corazó n mientras é l conduce”.
"¿El está en lo cierto, sabes?" Dijo Sergey desde fuera de los
rings, con los brazos cruzados sobre el pecho mientras nos veı́a pelear.
“No importa que Vlad esté desquiciado. Deberı́as haber ido con ella”.
Apunté al estó mago de Maxim con mi puñ o derecho. Mordió el
anzuelo y se quitó el brazo de la cara para proteger su estó mago,
dejando su rostro indefenso.
Mis puñ os chocaron con su barbilla y é l se tambaleó hacia atrá s,
agarrá ndose la cara. "Mierda."
Le sonreı́. "¿Aú n crees que eres lo su icientemente fuerte para
luchar contra mı́?"
El gimió y enseñ ó los dientes. "¡Vamos a averiguar!" Flexionó
los hombros y adoptó una posició n defensiva. "Ven a mı́, hombre".
Me gustaba estar a la defensiva para poder leer mejor a mi
oponente, pero Maxim todavı́a no era rival para mı́ de ninguna manera.
Me lancé hacia é l y, cuando terminó el primer asalto, no habı́a logrado
robarme ni un solo golpe.
Sentada en el banco fuera del ring, me sequé la cara con una
toalla antes de arrebatar la botella de agua de la mano de Sergey y
vaciarla en mi garganta.
"Algo te está molestando, Nik". Los ojos de Sergey se
entrecerraron hacia mı́ y la preocupació n estropeó su rostro. "Te
importarı́a compartir lo que es".
Maxim se unió a nosotros, sentá ndose en el banco a mi lado, sus
brazos sudorosos frotá ndose contra los mı́os. "Apuesto a que está
realmente azotado". Se rió entre dientes y miró entre Sergey y yo. Dejó
de reı́r cuando notó que ninguno de nosotros compartı́a su diversió n.
Consideré con iar en Sergey. Dada su historia con Lilianna, é l era
el ú nico que podı́a tener una idea de lo que estaba sintiendo. “Es só lo
que…” Me detuve, me mordı́ los labios y decidı́ no hacerlo.
Sergey no me entenderı́a. El y Lilianna se amaban, pero no era lo
mismo que Giselle y yo.
Ella me odiaba y yo no querı́a sentir nada por ella. "No es nada."
"¿Seguro?" Sergey no me creyó .
“Tuvimos una pelea esta mañ ana. No quiere que los
guardaespaldas la rodeen”. Era la mitad de la verdad, pero eso era todo
lo que estaba dispuesto a compartir y, para ser honesto, el hecho de
que Giselle se negara a tener guardaespaldas me molestaba.
No fue su culpa, todavı́a no entendı́a lo oscuro y peligroso que
era nuestro mundo. Ella todavı́a no entendı́a que habı́a una guerra
entre la Bratva y la Cosa Nostra.
Se lo habı́a dicho, pero o ella no lo entendı́a o estaba restando
importancia a lo mortal que podı́a ser. Mis padres murieron porque mi
padre subestimó a Giovanni, no iba a permitir que pasara lo mismo dos
veces.
Sergey me dio una palmada en el hombro. “Sé bueno con ella,
hombre. Eso es todo lo que tengo que decirte”.
Terminamos en el gimnasio horas má s tarde y cuando regresé a
casa esa noche, le ordené a Akin que se asegurara de que Giselle no
saliera de nuestra habitació n antes de bajar al só tano con Mikhail y
algunos de mis otros hombres.
Atravesando la puerta insonorizada, entré al só tano sin luz. Me
hormigueaba la nariz por el olor a orina y arrugué la cara cuando el
hedor a sangre y el sudor mohoso se iltraron por mis fosas nasales.
¡Jodidamente asqueroso!
Mikhail encendió la luz. Mis prisioneros levantaron la cabeza,
ambos entrecerraron los ojos por la luz repentina y lucharon por
liberarse de las cuerdas que los ataban a sus sillas.
Los ojos de Aaron se encontraron con los mı́os. Habı́a estado
aquı́ desde que Giselle y yo nos casamos hace dos semanas. No tenı́a
intenció n de retenerlo aquı́ por mucho tiempo, pero me habı́a dejado
llevar por los italianos y Giselle, quien habı́a olvidado que el bastardo
aú n respiraba bajo el piso de mi habitació n.
Me parpadeó , con los ojos nublados por el miedo. “¿Qué quieres,
hombre?”
Me acerqué a é l, frunciendo el ceñ o para que viera lo enojado
que estaba. Cuando lo alcancé , sonreı́ y é l retrocedió en su esclavitud.
Me encantaba la mirada de miedo en los ojos de mis enemigos cuando
los rompı́a pieza por pieza hasta que su resolució n se desmoronaba.
Pero lo desprecié por completo a los ojos de Aaron. Odiaba la
forma en que se encogı́a de miedo. No habı́a nada excitante en é l, nada
que romper. Me imaginé que Giselle debı́a haber estado tan
aterrorizada cuando é l intentó forzarla. Podrı́a haberla roto esa noche.
Metı́ la mano en el bolsillo y me levanté por encima de é l. “¿Me
dará s lo que quiero si te lo digo?”
“Escucha, hombre. No sé a qué está s jugando, pero te juro que
no soy el tipo que está s buscando. Debe haber un error en alguna
parte”.
Me incliné , nivelando mi rostro hacia el suyo y sonreı́. "Te
equivocas. Eres justo el chico que querı́a.
Su respiració n se entrecortó y las lá grimas se acumularon en
sus ojos. “¿Quié n diablos eres, hombre?
"Deberı́as saberlo ya que intentaste forzar a mi esposa".
El gimió y se inquietó . “No sé de qué diablos está s hablando,
hombre. La ú nica mujer a la que he intentado besar es mi novia”.
"Me recuerdas de esa noche en el club". Apreté mis dedos
alrededor del borde de su asiento. "Te advertı́ que te mantuvieras
alejado de ella".
Sus ojos se abrieron como platos. “Joder, hombre. Ella es mi ex,
¿vale? Terminé con ella." Se mordió los labios. "La maldita perra quedó
embarazada de otro..."
Mis puñ os se movieron antes de que mi cerebro pudiera pensar
y mis nudillos chocaron con su mandı́bula. El gimió y un rojo escarlata
loreció en sus labios.
"Tu primer error fue tratar de violar a mi mujer", gruñ ı́, la ira
hirviendo en mi pecho amenazando con quemarme. "Tu segundo error
es hablar mierda sobre mi esposa y mi hijo delante de mı́".
Sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta. "¿Ella es tu esposa?"
"Ella nunca deberı́a haber conocido a un chico como tú ".
Puñetazo. "Ella era demasiado buena para ti". Puñetazo. “Deberı́as
pagar con tu vida por intentar agredirla”.
Le golpeé la cara con el puñ o, una y otra vez, sintiendo y
escuchando el crujido de sus huesos hasta que su cara quedó cubierta
de moretones y sangre. Saliva mezclada con sangre babeaba por sus
labios, sus gemidos me daban hambre de golpearlo de nuevo.
Por mucho que quisiera matar a este bastardo, su sangre era
demasiado inú til para tenerla en mis manos. Le tendı́ la mano a Mikhail
y é l le puso una espada. Sergey me regaló esta espada cuando me
iniciaron en Bratva hace veinticuatro añ os, cuando tenı́a diecisé is.
Tenı́a el sı́mbolo de la Bratva (una hoz y un martillo) grabado en
el mango de madera, y el lomo de acero inoxidable brillaba bajo la
cá lida luz blanca del techo.
Los ojos de Aaron se abrieron con horror y luchó contra su
esclavitud. El pobre probablemente pensó que era Hulk o algo ası́. “Por
favor, hombre. Nunca volveré a acercarme a tu chica, lo prometo.
Comparado con Sergey, fui má s misericordioso. Eso no
signi icaba que careciera de sentido de justicia poé tica. Esta escena de
aquı́ me recordó a ese bastardo de hace tres añ os, creo que se llamaba
Derrick.
Sacudı́ la cabeza, no estaba en mi naturaleza cortarle la lengua a
un hombre, pero tal vez podrı́a recibir algo a cambio. “¿No deberı́as
darme algo para marcar tu promesa?” Clavé la punta del cuchillo en su
polla. "¿Quizá s esto?"
El sudor brillaba en su frente. De hecho, no podı́a creer lo que
oı́a cuando empezó a llorar, suplicando por su vida como un cabró n.
“Perdó name, hombre. No tienes que hacer esto”.
Una risa psicó tica escapó de mi garganta. "Hombre comú n.
Ambos sabemos lo importante que es esto. No puedes darte el lujo de
perderlo, ¿verdad?
El me dio un ligero asentimiento.
Apreté mi mano alrededor del mango del cuchillo, lo levanté y lo
apuñ alé justo en las pelotas. Su grito resonó en el só tano, su cuerpo se
sacudı́a y convulsionaba de dolor.
Agarrando su mandı́bula y hundiendo mis dedos, lo obligué a
mirarme. "Te lo cortaré y te lo daré de comer si no te callas".
Movió los labios entre los dientes para sofocar sus gritos.
"Di una palabra de esto a cualquiera y te mataré ".
El gimió y asintió como un idiota.
Aparté su rostro y miré a Mikhail. "Deshazte de este imbé cil".
Luego arrastré mi mirada hacia el italiano que me miraba con una
expresió n de horror en su rostro. "Es tu turno la pró xima vez que te
visite, y cré eme, no saldrá s con vida".
Fui a la cocina para lavarme la sangre de Aaron de la mano antes
de subir a nuestro dormitorio. Cuando entré , Giselle estaba en nuestra
cama, vestida con un camisó n rosa claro y leyendo un libro que habı́a
tomado de mi estanterı́a, no exactamente mı́a.
Esa estanterı́a pertenecı́a a mi madre y habı́a decidido
conservarla despué s de su muerte. No me gustaba mucho leer, pero
cada vez que la extrañ aba, intentaba aliviar el dolor de mi corazó n
leyendo uno de sus libros favoritos.
A veces ayudaba, pero a veces hacı́a que el dolor fuera aú n má s
insoportable.
Ver a Giselle leer me recordó a mi madre. Siempre apoyaba la
espalda contra la cabecera, hojeando las pá ginas con gran interé s y sus
ojos recorriendo las palabras.
Recrear la imagen en mi mente me provocó fuertes
palpitaciones. No habı́a sentido eso desde hacı́a tiempo, pero las
similitudes entre ella y Giselle hacı́an que pareciera demasiado real.
Giselle no reconoció mi presencia cuando entré . Me quité la
ropa y entré a darme una ducha y ella todavı́a estaba en la misma
posició n cuando terminé . Me puse mis calzoncillos y me subı́ a la cama,
sentá ndome a su lado. “¿Có mo estuvo el prenatal?”
Ella se quedó quieta, parpadeando sin comprender ante el libro
durante un par de minutos. Ella se mostró reacia a responder. "Bien."
Su respuesta hizo que se me revolviera el estó mago. No me
gustaba cuando ella estaba enojada. "¿Como esta el bebé ?"
"Bien."
Escudriñ é su rostro. Su cabello cubrı́a sus hombros y su
camisó n no hacı́a nada para ocultar sus pezones mientras asomaban a
travé s de la tela sedosa, suplicando mi atenció n.
"Está s enojado conmigo, ¿no?"
Ella suspiró , cerró el libro y me lanzó una mirada furiosa. "¿Por
qué ? ¿Hiciste algo malo?"
Ella se estremeció y se tensó cuando llevé mi mano a su cara y
tomé su mejilla. Algo en mı́ cambiaba cuando ella estaba enojada, y
todo lo que querı́a hacer era arreglar la inquietud que surgı́a con su
mirada. "Giselle, sé que muchas de estas cosas son difı́ciles para ti".
Sus ojos se abrieron como si no pudiera creer lo que acababa de
decir.
“Es la primera vez que soy esposo y padre. Tambié n es la
primera vez que cuido a alguien que no es mi hermano”, continué ,
mirando sus ojos marrones. “Puede que no sea bueno en esto. Rasca
eso. No merezco esto, no te merezco a ti, pero eres lo mejor que me ha
pasado en mucho tiempo, y realmente desearı́a que no me odiaras
tanto.
El aire se tensó a nuestro alrededor, sus ojos brillaban con
lá grimas. “No quieres decir lo que está s diciendo. No te importa”, dijo
con la voz entrecortada.
"Sı́. Tal vez no de la manera que se esperarı́a de una persona
normal, pero me importa”.
Ella sollozó y miró ijamente la pared por un momento antes de
volver a mirarme. “Te necesitaba hoy. Es la primera vez que soy esposa
y mamá tambié n. Estaba jodidamente asustado y te necesitaba.
Mi pecho se contrajo al escuchar el crujido de su voz. Habı́a sido
un idiota como decı́a Maxim, un cobarde y por eso no habı́a estado con
ella como deberı́a haberlo hecho. Querı́a ir con ella pero me contuve
porque no querı́a que las emociones que burbujeaban dentro de mı́ se
apoderaran de mı́.
Los sentimientos eran una vulnerabilidad en nuestro mundo.
Intenté no volverme vulnerable, pero no pude evitarlo con Giselle.
Colocando su cabello detrá s de su oreja, besé su mano y la
apreté entre la mı́a. "Deberı́a haber estado allı́ y prometo estar allı́ de
ahora en adelante".
Nos miramos a los ojos y Giselle parecı́a estar buscando algo
mientras me miraba a los ojos. Un alma tal vez. Algo a lo que pudiera
aferrarse con la esperanza de que yo no fuera un monstruo.
Una leve sonrisa arqueó sus labios. "¿Promesa?"
"Promesa." La rodeé con mi mano y la acerqué . Ella se acurrucó
junto a mı́ y apoyó la cabeza en mi pecho. Deslicé mis dedos por su
cabello e inhalé su suave y femenino aroma. “¿Cuá ndo es la pró xima
cita?”
"Mañ ana." Ella me miró a travé s de sus espesas pestañ as.
"¿Vendrá s? Entonces podremos escuchar los latidos de su corazó n
juntos”.
El calor se extendió por todo mi cuerpo. Convertirse en padre
habı́a empezado a parecer cada dı́a má s real. Miré el estó mago de
Giselle, todavı́a no tenı́a un bulto visible y no podı́a creer que hubiera
un bebé creciendo allı́. Mi bebé . "¿Puedo tocarlo?"
Ella asintió .
Puse mi palma sobre su estó mago, sintiendo como si se
hundiera hacia adentro y hacia afuera con cada respiració n que
tomaba. "¿Crees que es un niñ o o una niñ a?"
"Una niñ a", respondió ella bruscamente. "Quiero una niñ a linda
a la que pueda disfrazar como una mini-yo y, por supuesto, que se
parezca a mı́".
Mis labios se curvaron y una sonrisa se abrió paso. Le palmeé la
nuca y la besé en la frente. "Nunca má s te dejaré sola".
Capítulo 16 - Giselle
El sabroso aroma del desayuno hizo que mi estó mago rugiera.
Nikolai acercó una silla para mı́ y esperó hasta que me senté antes de
dirigirse al asiento vacı́o junto al mı́o. Estaba claro que se sentı́a
culpable por haberme molestado despué s de la cita y todavı́a buscaba
maneras de compensarme.
Mis mejillas se sonrojaron y agradecı́ el gesto.
Parecı́a inocente y aun ası́ pı́caro, actuando completamente
ajeno y prestando atenció n a los platos de comida en la mesa, con su
cabello desordenado y atractivamente despeinado y sus bı́ceps
desgarrados lexioná ndose debajo de la camiseta gris que llevaba
puesta.
Cogı́ un plato. Habı́a muchas opciones sobre la mesa: huevos
revueltos, tostadas, panqueques, café y mucho má s, y por un momento
me pregunté có mo terminarı́amos todo.
Nikolai no parecı́a tener ningú n problema. A diferencia de mı́, é l
masticaba tranquilamente una tostada y se quitaba las migas de los
dedos.
Me llevé una rebanada de panqueque a los labios. Un minuto
despué s de que la deliciosa delicia llegara a mi lengua, mi esposo se
aclaró la garganta.
“Haré que Vlad y tus guardaespaldas te acompañ en a la clı́nica.
Surgió algo y no creo que pueda hacerlo hoy”.
El tenedor en mi mano se congeló en el aire y mi mandı́bula dejó
de moverse. Qué manera de arruinar el desayuno. "Eso no fue lo que
acordamos, Nikolai". Odiaba que estuviera anteponiendo su negocio a
mı́ y a nuestro bebé y con iá ndome a Vlad y los guardaespaldas otra vez
cuando sabı́a que preferirı́a estar con é l.
Disfruté de la compañ ı́a de Vlad, pero era extrañ o que fuera
conmigo al control prenatal cuando no era el padre de mi bebé . Odiaba
aú n má s tener guardaespaldas a mi alrededor.
Notó mi repentino silencio y se giró en su silla para mirarme.
Sus ojos oscuros re lejaban seriedad y sus labios formaron una lı́nea
sombrı́a.
"Giselle."
Apreté con má s fuerza el frı́o tenedor de acero que tenı́a en la
mano, pero me puse una má scara de indiferencia. "¿Eh?"
Miró má s de cerca con una ceja arqueada. “Sé que no es lo que
acordamos. Te lo compensaré en el pró ximo”.
Me metı́ una rebanada má s grande de panqueque en la boca y
me encogı́ de hombros una vez. "Bien. De todos modos no te querı́a
allı́”, mentı́.
"Entonces, ¿por qué te ves tan incó modo?"
"No parezco incó modo", dije, con la voz apagada.
Se masajeó la sien y suspiró . "Tienes mucha comida en la boca".
"Eso es porque tengo hambre".
"Giselle", fue todo lo que dijo. Pero escuché el borde en su tono.
No estaba de humor para juegos. "Sé que está s enojado porque me
estoy perdiendo el prenatal, pero no es porque quiera".
La fachada se apagó , dejé que el tenedor resonara en mi plato y
me recliné hacia atrá s en mi silla. Me limpié la boca con una servilleta y
lo enfrenté . Tal vez tenı́a una excusa para faltar al prenatal, pero ¿qué
excusa tenı́a para hacer que los guardaespaldas se me pegaran como si
fueran una picazó n?
“Pensé que inalmente iba a tener algo de privacidad. Sabes,
quedarme aquı́, estar adentro y rodeado por millones de
guardaespaldas no me hace sentir muy bien. Es casi como si no
con iaras en mı́”.
Y no quieres estar cerca de mí.
"¿Con iar en ti? Só lo hago todo esto por tu bien y el del bebé . Su
seguridad es una prioridad absoluta para mı́. Mira, lo he pensado
mucho, no puedo ingir que cada minuto que pasas afuera de esas
puertas no te pone en peligro”.
Exhalé . “O tal vez lo está s haciendo porque no te importo. Lo
ú nico que quieres es el bebé . No te importa pasar tiempo conmigo o
hacer las cosas que hacen otras parejas. Está bien. De todos modos, no
deberı́a haber esperado tanto de ti”.
Nikolai golpeó la mesa con el puñ o. "Eso crees." Hizo una
llamada por telé fono. “Ocú pate del negocio con los italianos. Estoy
ocupada hoy."
Cuando colgó , arrojó su telé fono sobre la mesa. "¿Feliz ahora?"
preguntó y volvió a su tostada y huevos revueltos. “A partir de ahora
estaré contigo en cada control prenatal. Nunca cuestiones mi lealtad
hacia ti, Giselle.
Y eso fue todo. No necesité una señ al má s para entender que
Nikolai habı́a terminado de tener esa conversació n.
El desayuno continuó en silencio.
La cita en la clı́nica pasó má s rá pido de lo que ambos
esperá bamos. Pero tenı́a que darle algo de cré dito a Nikolai, é l estaba
cien por ciento atento y verlo tan absorto removió algo en mi corazó n.
Fue curioso có mo, hace só lo una noche, planeaba huir del
mismo hombre cuyas cejas se arquearon con curiosidad mientras
revisá bamos la mayor parte de la informació n dada en la clı́nica
mientras ı́bamos al centro comercial.
Nikolai no lo dejó pasar. Incluso mientras caminá bamos de la
mano, é l expresó un sinfı́n de preguntas sobre el desarrollo infantil, la
nutrició n del bebé y el parto, con los hombros tensos y el ceñ o fruncido.
Solté su mano y giré sobre mis talones, de espaldas a la
multitud. Ignoré al guardaespaldas detrá s de nosotros mientras lo
enfrentaba. "Oye, sabes que está bien no entender todo en este
momento, ¿verdad?"
Sus labios se curvaron hacia abajo. "Eso no es seguro, Giselle".
"¿Este?" Señ alé mis pies y miré brevemente hacia atrá s. “¿Qué ,
nunca antes has caminado hacia atrá s?”
"No." Su respuesta fue rá pida y aguda, y sus ojos se movı́an
mucho, posiblemente explorando todo el centro comercial. "Giselle, no
creo que eso sea bueno para el bebé ".
Gemı́ y me palmeé la frente. Necesitaba calmarse, relajarse y
divertirse un poco. “¡Dios, Niko! Toma un respiro. El bebé está bien, yo
estoy bien y todo lo demá s es esplé ndido”.
"No puedes ver lo que hay detrá s de ti".
"Pero puedes, Nikolai", argumenté .
Entonces me detuve y é l tambié n detuvo sus pasos. Con un
resoplido, tomé su mano entre la mı́a y entrelacé nuestros dedos. La
dureza de sus ojos casi negros se suavizó y la tensió n se relajó . Me
acerqué a é l y acaricié sus mejillas.
"¿Cuá l es tu de inició n de diversió n?" Pregunté , y su rostro se
arrugó . Pasó un momento antes de que respondiera.
"¿Divertido?"
Retiré mi mano con un suspiro. “Eso es exactamente lo que
pensé . No tienes idea de có mo divertirte, ¿verdad?
"Pensé que habı́amos venido aquı́ para comprar".
“¿Qué es ir de compras sin un poco de diversió n?” Sonreı́ y le di
unas palmaditas en las manos. “No te preocupes, está s en buenas
manos. Es mi turno de cuidarte. Vamos, hay mucho que necesitas
aprender”.
Tiré de sus manos y lo arrastré hacia las escaleras mecá nicas.
Nikolai no podrı́a haber estado má s confundido. “Lo siento, pero, um,
¿puedes contarme esto una vez má s? ¿Có mo exactamente vas a
cuidarme en una escalera mecá nica?
Las personas que pasaban nos lanzaban miradas super iciales,
pero los ignoramos y lo vi mirar la escalera mecá nica como si fuera una
trampa mortal.
"Toma mi mano", estiré mi mano, con la palma hacia arriba.
Miró mi mano y luego volvió a mirarme. “Vamos, Nikolai. No es posible
que tengas miedo de mi mano”.
"Pfft..." Con la nariz levantada y la frente levantada, se burló y
puso sus manos en las mı́as. “¿Por qué deberı́a tener miedo de eso?”
Reprimı́ una sonrisa que aparecı́a en mi rostro y di un paso
adelante en la má quina elé ctrica.
Nikolai estaba cerca de mı́, con cara de pó ker, con una mano en
el bolsillo de sus pantalones de vestir negros. Avanzamos hasta la cima
y é l se acercó má s a mi lado al ver tanta gente. No hace falta decir que
llamó la atenció n de la mayorı́a de las mujeres que pasaron junto a
nosotros. Pero una mirada a su rostro mostró que estaba aú n má s
preocupado por mantenerme a salvo.
Su cara de pó quer se transformó en una mueca cuando lo
acerqué má s profundamente al mar de gente. Agarró mi mano con
fuerza como si tuviera miedo de soltarme aunque fuera por un
segundo. Afortunadamente, pude llegar a una secció n menos
concurrida del centro comercial.
Con una sonrisa orgullosa, puse una mano en mi cadera y
admiré la hermosa variedad de sillones de masaje. Inspiré
profundamente y suspiré : "¿Puedes oler eso?"
Miró a nuestro alrededor y por encima de nuestros hombros.
“¿Puedo oler qué ?”
"Ese es el olor a relajació n en el aire", dije. Y,
sorprendentemente, Nikolai se rió disimuladamente.
Lo miré y é l sacudió la cabeza; sus ojos brillaban bajo la luz.
"No. No hay forma de que haga eso”.
"Sı́, lo es, señ or Vadim".
"No no soy. ¿Ir allı́ a hacer qué ? ¿Sentarme y cerrar los ojos? Y no
es que queramos comprar la silla. Eso es una tonterı́a y una pé rdida de
tiempo”.
“Esa es la de inició n de calmarse, Nikolai. No es una tonterı́a ni
una pé rdida de tiempo”, tiré de su mano y lo llevé a una silla. “Vamos,
grandulló n. En eso vamos”.
Entrecerró los ojos y metió ambas manos en los bolsillos, con
sus anchos hombros rı́gidos por la resolució n. “No lo haré , Giselle. Fin
de la discusió n."
Nuestras miradas se encontraron en una feroz competencia de
miradas: yo, con las manos cruzadas sobre el pecho mientras me
negaba a dar marcha atrá s, y é l parado allı́, luciendo incó modo.
Despué s de unos segundos, levantó las manos a medio camino,
aceptando la derrota. Sonreı́ y é l se sentó laboriosamente en la silla con
la mandı́bula apretada. Me lanzó una mirada furiosa, pero lo despedı́
con una sonrisa y rá pidamente llamé la atenció n del operador.
Se presionaron algunos botones, aquı́ y allá , y se ajustaron las
piezas de la silla, y pronto, un suave zumbido interrumpió el silencio.
Nikolai parecı́a incó modo al principio. Se negó a acostarse y
dejar que la silla hiciera su magia, y entendı́ por qué . Ocupé la silla a su
lado, cubrı́ su mano con la mı́a y le ofrecı́ una cá lida sonrisa, esperando
que eso lo tranquilizara.
Pareció funcionar. Sus hombros se relajaron y cerró los ojos.
Una guerra de emociones se desató dentro de mı́ mientras lo
veı́a parecer tan pacı́ ico. Mis dedos ansiaban jugar con su cabello
mientras yacı́a allı́ o hacer algo má s que pudiera ofrecerle mayor
comodidad. No disfrutaba verlo tan nervioso todo el tiempo. Y Nikolai
seguro que sabı́a có mo ponerse nervioso. Las cosas má s pequeñ as lo
alertaban y siempre estaba listo para entrar en acció n.
Antes de que pudiera trazar la curva de su mandı́bula cincelada
con mi dedo, se despertó sobresaltado.
Dejamos la secció n de sillas y busqué otras cosas divertidas y
relajantes que pudié ramos hacer.
“¿Có mo estuvo la experiencia?”
Me acercó a su lado mientras caminá bamos y sus hombros
hicieron un movimiento. "Estuvo bien."
Lo miré . "¿Só lo bien?"
"Bien", puso los ojos en blanco y mantuvo la mirada hacia
adelante. "Podrı́a haber sido exactamente lo que necesitaba para
aliviar un poco la tensió n".
"Te lo dije", levanté la barbilla con orgullo. "Estoy pensando que
lo pró ximo que podrı́amos hacer es la realidad virtual".
Se detuvo abruptamente. —Eh, no, Giselle. No voy a hacer eso."
Me mordı́ el labio y miré hacia arriba con ojos de cachorro,
sabiendo que eso tenı́a un ligero efecto en é l. Mis pestañ as
revolotearon. "¿Por favor?"
"Me temo que eso no va a funcionar", sonrió .
Frustrado, gemı́. “Vamos, Nikolai. Dijiste lo mismo sobre el
silló n de masaje y mira có mo resultó ”.
"Eso fue... Eso fue diferente, Giselle". Suspiró y se pasó una mano
por la cara. “Mira, no estoy acostumbrada a este tipo de cosas y sé que
luchará s contra ello, pero es mi vida, Giselle. Mientras crecı́amos, mis
hermanos y yo... no pudimos hacer nada de esto. Por todo lo que sabes
sobre mı́, puedes darte cuenta de que, para empezar, no tuvimos una
infancia normal. Y si bien eso es un marcado contraste con lo que está s
acostumbrado, no puedes culparme por ser como soy. Estoy conectado
de esta manera, Giselle. Y pasar unas cuantas horas en un silló n de
masaje o en una realidad virtual no deshace lo que ya se ha hecho”.
Separé los labios para decir algo, cualquier cosa que pudiera
hacerle saber cuá nto entendı́a. Querı́a decirle que me dolı́a verlo
ponerse tan tenso la mayor parte del tiempo y hacerle saber que
merecı́a ser genuinamente feliz sin cuidar su espalda todo el tiempo.
Pero ninguna de mis palabras logró salir.
Un sonido agudo surgió de su bolsillo. Sacó su telé fono y la
expresió n de su rostro decı́a que era importante. Se excusó en un
rincó n para contestar y me dejó allı́ sola.
Me alejé para visitar una tienda de bebé s en una tienda a unos
metros de distancia cuando me encontré con una mujer. Ella gritó y
cayó al suelo con un ruido sordo. Algunos de los guardaespaldas
corrieron hacia nosotros y levanté una mano para detenerlos. "Está
bien. Puedo manejarlo."
Extendı́ mi mano, ella la tomó y la puse de pie. "Lo lamento. No
te vi”.
Ella sonrı́e y sus ojos color miel se arrugan. "Está bien. Gracias."
Mis cejas se juntaron ante su acento italiano. Casi le pregunté si
era italiana, pero me detuve. No querı́a sonar paranoico o extrañ o.
Se quitó el polvo de los pantalones de cuero, me saludó con la
mano y se alejó .
Suspiré y comencé a mirar alrededor del centro comercial con
los brazos cruzados sobre el pecho mientras esperaba que Nikolai
terminara su llamada. Entonces, algo me llamó la atenció n. A só lo unos
metros de distancia habı́a un hombre vestido con un traje
completamente negro. Tenı́a tatuajes con tinta negra en los brazos y
poseı́a los mismos rasgos duros que algunos de los hombres de
Nikolai. No tenı́a miedo y no pensé mucho en el hombre. Pero me
inquietó que me mirara de manera inquietante.
Fruncı́ el ceñ o, me di la vuelta y me dirigı́ a la esquina donde
estaba Nikolai con su telé fono pegado a su oreja. Cuando llegué allı́, los
efectos del silló n de masaje habı́an desaparecido. “¿Niko?” Lo llamé
suavemente y é l se dio la vuelta.
La mirada en sus ojos era frı́a y dura como el acero, y sus anchos
hombros estaban rı́gidos.
Yo sabı́a que algo estaba mal.
Capítulo 17 - Nikolai
-¿Niko? Giselle pronunció mi nombre suavemente y me di la
vuelta.
Sus grandes ojos marrones se agrandaron al ver mis puñ os
cerrados y mi nariz dilatada, y supe que ella sentı́a el peligro.
Estaba hablando por telé fono con Sergey y me enfurecı́ al
descubrir que los italianos me habı́an seguido al centro comercial. De
alguna manera, a pesar de nuestros intentos de cubrir nuestras huellas,
lograron localizar nuestra ubicació n y, segú n la informació n que Sergey
habı́a recibido, habı́an estado explorando el centro comercial,
buscá ndonos.
Mi primer instinto fue proteger a Giselle y a nuestro bebé . Iba a
sacarlos de allı́ ilesos.
Saqué mi telé fono y llamé para reunir a mis hombres en la
entrada. La llamada fue breve y directa. Recibieron el mensaje alto y
claro: necesitá bamos refuerzos.
"Niko, habla conmigo", gimió y miró por encima del hombro.
"¿qué está sucediendo?"
¡Mierda! Odiaba verla tan asustada. Agarré su mano y puse una
mano sobre su hombro. “Los hombres de Giovanni está n aquı́, Giselle.
Pero no te preocupes. Prometı́ mantenerte a salvo, ¿no?
Ella asintió y tomó mi mano con fuerza. Tenı́a los ojos vidriosos
y su respiració n se aceleró . Sabı́a que ella só lo estaba tratando de
mostrarse valiente.
"Creo que vi a uno de ellos", dijo apresuradamente. “Quiero
decir, al principio no estaba seguro. Podrı́a haber sido cualquiera. Pero
é l me estaba mirando y era espeluznante”.
Mi sangre hirvió . Si atrapaba al cabró n, lo iba a destrozar por el
simple hecho de mirar a mi esposa. Me incliné hacia adelante y le di un
beso en la frente.
“Probablemente fue uno de ellos, pero no te preocupes. Nos
vamos de aquı́, ¿vale? La abracé y besé su cabello, dejando que su
aroma permaneciera por un tiempo antes de alejarme.
“Voy a sacarnos de aquı́, Giselle. Confı́a en mı́ y sigue mi ejemplo.
Ademá s, trate de actuar con normalidad. Sé que tienes miedo, pero
ellos no deberı́an ver eso. Si saben que los hemos descubierto, podrı́an
volverse agresivos y atacar”.
Ella asintió y me rompió el corazó n verla tan aterrorizada. Ella
sollozó y puso una sonrisa valiente. Luego, nos mezclamos con la
multitud, caminamos con cautela má s allá de la secció n de sillones de
masaje y bajamos apresuradamente las escaleras mecá nicas, con pasos
rá pidos y coordinados.
Miré por encima del hombro, pero Giselle mantuvo la cara seria
tratando de que no fuera obvio. Llegamos al piso central, por el que
pasaba menos gente, y rá pidamente escaneé el á rea en busca de un
pasaje má s sutil hacia la salida.
Encontré uno.
"Vamos a pasar por allı́, hasta la salida", señ alé un camino
conectado por algunos pilares. “Entonces, correremos hacia el auto.
Con suerte, antes de que se den cuenta de lo que está pasando, para
entonces ya nos habrá mos ido”.
"Está bien", logró esbozar una pequeñ a sonrisa.
En ese mismo momento quise besarla, asegurarle que todo iba a
estar bien. Pero sabı́a que la situació n era terrible y que cada segundo
contaba.
Volvié ndome hacia Mikhail y le ordené : “Enciende las alarmas
contra incendios. Asegú rate de mantener a esos cabrones distraı́dos”.
“Los autos está n en el estacionamiento, jefe”, dijo.
"Dile a Danil que lleve uno a la salida de emergencia".
Mikhail asintió , tomó algunos guardaespaldas y se fue. Pronto,
un sonido penetrante y estridente llenó el aire. Los otros clientes se
quedaron paralizados, sus expresiones pasaron de la curiosidad a la
alarma.
Despué s de un momento, el pá nico se intensi icó en el centro
comercial cuando los clientes comenzaron a correr, gritando y
luchando hacia la salida principal.
Giselle me apretó con má s fuerza y la acerqué má s.
Comenzamos a caminar con la cabeza ligeramente inclinada,
mezclá ndonos con la multitud caó tica que nos rodeaba.
“¡ Stanno scappando!” Alguien gritó desde el ú ltimo piso.
¡Mierda!
Antes de que pudiera hablar, se dispararon disparos
ensordecedores en nuestra direcció n y má s gritos llenaron el aire. La
atmó sfera previamente tranquila cambió . Todo el centro comercial se
sumió en un frenesı́. El miedo se extendió entre la multitud y
empezaron a correr y esconderse. La gente buscó todo lo que pudo
para protegerse.
"Agá chate", susurré , y ella se agachó . La protegı́ con mi cuerpo y
nos acomodamos en un rincó n. Nos acurrucamos cerca, con el corazó n
palpitando mientras intentá bamos permanecer en silencio en medio
del ruido.
Con un movimiento rá pido y calculado, quité el seguro de mi
pistola y la saqué de la ajustada funda que llevaba en la cadera. Mis
dedos se enredaron alrededor de la empuñ adura, encontrando el frı́o
acero.
El mundo fuera de mi visió n perifé rica se volvió borroso
mientras la adrenalina corrı́a por mis venas. Respiré hondo,
estabilizando mi punterı́a mientras miraba por la esquina y comenzaba
a disparar.
Giselle se tensó a mi lado, con la respiració n agitada y las manos
tapá ndose los oı́dos. Se estremecı́a con cada disparo que sonaba en el
aire.
Por suerte, algunos de mis hombres corrieron a la esquina justo
a tiempo. Sus brazos estaban levantados mientras disparaban sus
armas. Algunos guardias de seguridad y trabajadores de las tiendas
obviamente querı́an jugar al hé roe. Ayudaron a guiar a la gente a
esconderse en las tiendas, pero los disparos continuaron.
Las ventanas de las tiendas se rompieron y los pedazos cayeron
al suelo. Los fuertes ruidos de las armas resonaron por todo el centro
comercial y Giselle se tapó los oı́dos.
"Oye", la sostuve del brazo y acaricié sus mejillas. “Oye, nos
vamos de aquı́, ¿vale? Voy a mantenerte a salvo”.
"Está bien", dijo, con los labios temblando.
"Vamos a apresurarnos a esa esquina y cuando yo diga correr, tú
corres, ¿de acuerdo?"
"Está bien", se le llenaron los ojos de lá grimas y se secó la nariz
con el dorso de la mano.
Le di un beso en la frente y le estreché la mano con fuerza. Nos
agachamos, medio corriendo y medio caminando, de pilar en pilar.
"¡Jefe, por aquı́!" Uno de mis hombres nos indicó que fué ramos a
la esquina de una tienda al lado de una escalera mecá nica. El camino
estaba despejado hasta la salida, pero el ú nico problema era có mo
llegar sin ser alcanzado por una bala perdida.
El sonido de las sirenas de la policı́a se hizo má s fuerte a medida
que llegaban sus coches. Pero los disparos y los gritos no cesaron.
Algunos agentes de policı́a entraron en tropel al centro comercial con
má s armas de fuego para detener el tiroteo.
Movimiento equivocado.
Tres de ellos se pusieron en la lı́nea de fuego y les llovieron
balas. Se arrodillaron mientras los demá s luchaban por ponerse a salvo.
Vi una apertura. La policı́a era justo la distracció n que
necesitá bamos. Agarré la mano de Giselle y ambos comenzamos a
correr. El camino hacia la tienda de la esquina estaba despejado y
corrimos hacia allı́.
Mis hombres formaron un escudo temporal y nos apresuramos
hacia la salida.
“Por aquı́”, la guié , y nos apresuramos hacia el auto con
urgencia, desesperados por escapar de las amenazas italianas.
Se escucharon disparos distantes y agarré con fuerza la mano de
Giselle mientras corrı́amos hacia el auto frente a la salida de
emergencia, nuestros corazones latı́an en sincronı́a con nuestros pasos
apresurados.
Los calientes rayos del sol proyectaron sombras detrá s de
nosotros cuando Denil salió del auto y me entregó la llave del auto.
Giselle se acercó al pasajero y yo me senté en el asiento del conductor.
Las manos de Giselle temblaron cuando encendı́ el motor y su
respiració n se produjo en rá fagas rá pidas.
Mis ojos se movieron alrededor, buscando má s señ ales de
escoria italiana. El motor cobró vida con un rugido y puse la marcha de
golpe. El coche se alejó , los neumá ticos chirriaron cuando dejamos
atrá s la espantosa escena.
Tomé la mano de Giselle para consolarla. Se volvió hacia mı́ y
noté las manchas de lá grimas en sus mejillas. Mi corazó n se apretó .
"Está bien. Estamos fuera de allı́ ahora. Todo va a ser…”
Una bala alcanzó el parabrisas trasero y agachamos la cabeza.
Por el espejo retrovisor, tres coches nos perseguı́an.
"¡ Malditos italianos!" Busqué la guantera y saqué mi arma.
"Agá rrate fuerte."
Giré el volante y los neumá ticos chirriaron, dejando un rastro de
humo y goma quemada. Apreté el volante hasta que mis nudillos se
pusieron blancos y mi corazó n se aceleró con adrenalina.
Nos dispararon má s balas a medida que nos acercá bamos a las
sinuosas calles del á rea urbana. Manejé há bilmente el auto por caminos
estrechos y curvas cerradas. Giré bruscamente alrededor de un carrito
de frutas, haciendo que manzanas y naranjas rodaran por la calle. Di
otra vuelta y por poco evité una colisió n con un camió n de reparto.
Esos asquerosos pedazos de mierda italianos eran implacables.
Coordinaron sus esfuerzos para encerrarnos. Pero apreté las marchas y
el paisaje urbano se volvió borroso a medida que nuestra velocidad
aumentaba. El coche bajó por una colina empinada, el de ellos lo siguió
de cerca y la persecució n continuó por la autopista.
Pero sabı́a que nuestras rutas de escape se estaban
estrechando.
Con un ú ltimo impulso de velocidad, hice un giro brusco hacia
un callejó n estrecho, apretujá ndome entre dos edi icios. Cuando salı́ al
otro lado, un camió n de reparto bloqueaba el camino.
Pisé los frenos y los neumá ticos se detuvieron con un chirrido,
dejando una nube de humo detrá s de nosotros. Enfadado, golpeé el
volante con los dientes apretados.
Giselle tembló visiblemente con lá grimas en los ojos y me miró
expectante. Prometı́ protegerla. No iba a decepcionarla.
Agarré mi arma y le entregué mi telé fono.
"Giselle..."
Como si sintiera mi pró ximo paso de acció n, se aferró a mı́ con
una mirada suplicante en sus ojos. Ella sacudió la cabeza y le temblaron
los labios. "No."
“En cuanto deje este auto, llama a Sergey”.
“No, Nikolai. No salgas”, gritó . “Por favor, no te vayas. Podrı́amos
esperar aquı́ y llamaré a Sergey, é l nos encontrará y...
"Giselle", dejé de despotricar y le sostuve la mirada. "Llama a
Sergey y manté n la cabeza gacha".
El sonido de sus sollozos ahogados me hizo aú n má s decidido a
poner in a esto. Abrı́ la puerta y salté del auto, apuntando con el arma a
los seis hombres que estaban parados frente a sus vehı́culos.
"Te mataremos, y luego a tu hermosa..."
Apreté el gatillo y una bala entró en la cabeza del hombre. Sus
ojos se pusieron en blanco y cayó de rodillas. "Mantenla fuera de tu
sucia boca", gruñ ı́.
Los otros hombres, demasiado aturdidos para hablar, nos
miraron y levantaron sus armas. Apunté y disparé dos balas a otro
hombre, rozá ndole el hombro y hacié ndole un agujero en las rodillas.
Me cubrı́ junto al parachoques del coche mientras los otros
cuatro abrı́an fuego. Giselle chilló y gimió y yo grité : "¡Manté n la cabeza
gacha!".
Dos de los hombres se quedaron sin municiones. Esa fue una
apertura, mi oportunidad. Y lo aproveché . Sonaron dos disparos de mi
arma y otro hombre corpulento cayó muerto al suelo.
Los tres restantes se apiñ aron, girando y apuntando sus armas
sin rumbo al aire. Con pasos tan sigilosos como los de un tigre, me
movı́ hacia atrá s.
Apoyé la cabeza contra el frı́o acero y apreté el arma contra mi
pecho. Al cañ ó n le quedaba una bala. Tenı́a que pensar
inteligentemente. Y rá pido.
“¡Sal y enfréntanos, cobarde!”
Respiré profundamente, metı́ el arma entre mi cinturó n y me
puse de pie.
"En mi opinió n, los cobardes son aquellos que luchan contra
hombres desarmados con armas de fuego", levanté los puñ os y sonreı́.
"¿Quié n está listo para bailar?"
A la velocidad del rayo, corrı́ hacia ellos con un rugido furioso,
mis pies cubiertos golpeaban el asfalto con determinació n. Sus balas
silbaron en el aire, pero las esquivé con gracia luida, esquivando y
zigzagueando.
Me aferré al hombro de un hombre y lo noqueé de un puñ etazo.
Tomé su arma y usé su cuerpo como escudo contra los otros dos. Me
movı́ hacia la esquina, dejando caer el cuerpo del hombre sobre un
montó n de metal esparcido en el suelo.
Uno de los hombres se abalanzó sobre mı́ y me dio un puñ etazo
inesperado en la mandı́bula. Me tambaleé pero me puse de pie
rá pidamente.
Le disparé . El cayó al suelo. Otro disparo rasgó el aire. Pero no
fue por mi arma.
Un dolor agudo y punzante estalló en mi pecho y lo miré . Mis
ojos se abrieron con incredulidad mientras me apretaba el pecho. El
calor y la humedad se esparcieron por mis dedos. Un profundo tono
rojo carmesı́ dejó una enorme marca en la tela blanca de mi camisa.
El bastardo habı́a causado má s que un simple rasguñ o.
Una oleada de mareos me invadió y mi visió n se volvió borrosa
a medida que el dolor se intensi icaba. Apunté mi arma a su cabeza
mientras su dedo viajaba hacia el gatillo. Lá stima que fue lento.
Disparé y é l cayó al suelo como la mosca inú til que era. Una
sonrisa se formó en mis labios, pero tan pronto como apareció ,
desapareció .
Con las piernas temblorosas, volvı́ tambaleá ndome al coche y
me dejé caer al suelo. El mundo daba vueltas y los alrededores se
convirtieron en una mancha de colores y sonidos. Escuché a alguien
gritar.
“¡Nikolái!”
Jadeando por aire, luché por mantenerme consciente, mis dedos
estaban resbaladizos por mi propia sangre. Pero pronto los colores
desaparecieron y el mundo a mi alrededor se volvió negro.
Capítulo 18 - Giselle
“¡Nikolái!”
Grité tan fuerte como mis pulmones me lo permitieron al ver a
Nikolai hundirse en el suelo con una mano agarrando su pecho.
"No... No... ¡Nikolá i!" Acuné su cabeza, con las manos temblando
mientras é l gorgoteaba y jadeaba por aire. “Silencio, no hables. La
ayuda está llegando… Tu hermano está en camino…”
Su cabeza cayó inerte contra mi brazo y su mano se deslizó de
su pecho. Las lá grimas de mis ojos cayeron sobre sus mejillas y las
sequé con las manos ensangrentadas. Mis dedos peinaron su suave
cabello y lo abracé con fuerza.
No podı́a soportar la idea de que este era el inal del camino
para é l. No podı́a ser el inal del camino para nosotros. Todavı́a tenı́a
muchas cosas que no le habı́a dicho. Todavı́a habı́a muchas cosas que
no habı́amos tenido oportunidad de resolver.
El bebé . Pensé en el bebé en mi vientre. La carne y la sangre de
Nikolai. ¿Có mo podrı́a criarlo solo, sin su padre a mi lado?
Un sollozo escapó de mis labios y lo abracé con má s fuerza.
“No, Nik. No puedes morir conmigo. No voy a dejar que mueras
sobre mı́. No te preocupes. Vamos a sacarte de aquı́. Vas a estar bien”,
murmuré , incluso si sabı́a que é l no podı́a oı́rme.
Sollocé , recordando có mo, hace só lo unos momentos, é l me
abrazó para tranquilizarme.
Nos vamos de aquí, ¿vale?
Nikolai tenı́a razó n, no habı́a nadie que pudiera protegerme tan
bien como é l. El sonido de los coches veloces que se acercaban
encendió un fuego de esperanza en mi interior. Me limpié la nariz y los
ojos con la blusa y coloqué su cabeza sobre mis rodillas. Unos segundos
má s tarde, una ila de coches negros se detuvo detrá s de los vehı́culos
abandonados de los italianos.
“Oh, gracias a Dios. Por aquı́”, grité , agitando la mano para
llamar su atenció n. "El está aquı́."
Los hombres de Nikolai saltaron de los coches, al igual que su
hermano Sergey. “Allı́, cerca del camió n de reparto. Coge la camilla”,
ladró .
Los hombres hicieron lo que é l les ordenó y se pusieron de pie
rá pidamente. Corrieron a travé s del montó n de cadá veres en el camino
y subieron a Nikolai inconsciente a una elegante minivan.
Sergey se acercó a mı́ con sus ojos oscuros llenos de
preocupació n. Tenı́a los labios fruncidos y las lı́neas de preocupació n
en su frente estaban profundamente grabadas. Estaba respirando
rá pido cuando llegó a donde yo estaba.
“Por favor, date prisa…” tartamudeé . “Logré controlar el
sangrado, pero necesita un mé dico. El necesita ayuda. Está
inconsciente. El..."
"Todo estará bien", Sergey puso una mano en mi hombro y
concluyó con una amable sonrisa. No tenı́a idea de por qué ni có mo,
pero todo mi miedo por é l se desvaneció despué s de casi ver morir a
Nikolai. “Tenemos acceso a algunos de los mejores mé dicos del mundo,
Giselle. Está en buenas manos. Vamos, tenemos que irnos ahora.
Todavı́a no es seguro aquı́ y si algo te pasa a ti o a tu bebé , Nikolai me
matará .
Sabı́a que no tenı́a sentido discutir con Sergey. Tenı́a razó n:
tenı́an acceso a los mejores mé dicos. Pero incluso cuando nos unimos
al convoy de regreso a casa, no pude evitar el sentimiento de inquietud
que me atormentaba.
Una vez que llegamos, llevaron apresuradamente a Nikolai al
dormitorio principal, donde el mé dico ya estaba esperando y listo para
atender sus heridas. Sabı́a que habı́a mucho que podı́a hacer para
ayudar en ese momento, ası́ que tomé una muda de ropa y fui a la
primera habitació n que me dieron en la mansió n para tomar una ducha
rá pida.
Cuando regresé corriendo, la puerta estaba cerrada y Sergey,
con otros tres hombres, hacı́a guardia afuera. Mis sentidos
inmediatamente entraron en pá nico. Con pasos apresurados, me dirigı́
hacia Sergey, con ojos interrogantes.
"¿Lo que está sucediendo?" Pregunté , con la respiració n
entrecortada.
Sergey levantó dos manos. “Cá lmate, Giselle. Só lo tenemos que
darle al mé dico algo de espacio para trabajar. ¿Por qué no me cuentas
qué pasó ?
Miré hacia la puerta cerrada y luego a Sergey, sin saber si creer
que la situació n no era peor de lo que me decı́an. Tal vez pensó que no
podı́a soportarlo, pero lo obedecı́ y traté de contarle exactamente lo
que habı́a sucedido.
"Uh", parpadeé y me froté el brazo. “Salimos poco despué s del
desayuno. Tenı́a una cita prenatal en la clı́nica y é l insistió en que iba a
ir conmigo porque no era seguro. Realmente no sabı́a a qué se referı́a.
Pero Nikolai es terco…”
Se me llenaron los ojos de lá grimas, pero Sergey no se movió
para interrumpirme.
“...um, despué s de la clı́nica, nos dirigimos al centro comercial.
Hicimos el tonto, nos divertimos un poco y simplemente está bamos
hablando. Luego tuvo que disculparse porque entró una llamada”.
“Lo llamé ”, dijo Sergey. "Nos enteramos de que los italianos los
rastrearon a ustedes dos y los siguieron hasta el edi icio".
Una lá grima se deslizó por mi mejilla, pero la sequé . “Fue
entonces cuando empezó todo, Sergey. Intentamos actuar con calma y
salir corriendo, pero nos pillaron escapando y empezaron a
dispararnos. Dios, fue tan aterrador. Los hombres de Nikolai ayudaron
y pudimos salir del centro comercial. Pero nos persiguieron. Nikolai
intentó todo lo que pudo para quitá rnoslos de encima, pero no nos
dejaron en paz…”
No pude aguantar má s. Las lá grimas brotaron má s rá pido y
rodeé mi cuerpo con mis brazos.
“Intentó defenderse, Sergey. El nos salvó . ¿Y si le pasa algo? ¿Qué
pasa si... y si no lo vuelvo a ver?
Sergué i negó con la cabeza. “Se necesitará mucho má s que eso
para matarlo, Giselle. Es un luchador. No te preocupes, é l estará bien”.
En ese momento se abrió la puerta y salió el mé dico. "Doctor,
¿có mo está ?" Salı́ corriendo.
El mé dico sonrió tranquilizadoramente.
“Por favor, cá lmese, señ ora Vadim. Su marido se encuentra
ahora en condició n estable. Revisé sus radiografı́as y la herida y debo
decir que es muy afortunado. El impacto de la bala rozó levemente su
corazó n. Parece que la trayectoria de la bala fue algo desviada por el
mú sculo de su pecho, que actuaba como una barrera natural. "
No entendı́ la mayor parte de lo que dijo el mé dico, pero entendı́
que signi icaba que Nikolai iba a estar bien. Eso fue su iciente para
hacer que mi corazó n se acelerara.
"¿Puedo verlo?"
El mé dico negó con la cabeza. “Puedes, pero ahora está
inconsciente y deberı́a despertarse en un par de dı́as como má ximo.
Seguiré de cerca su recuperació n, Sergey, pero segú n la evaluació n
actual, no hay razó n para creer que esto resulte en complicaciones a
largo plazo. Será necesaria isioterapia y un cuidado adecuado de las
heridas para garantizar una recuperació n completa.
Sergey extendió las manos y el mé dico se las estrechó . "Gracias,
doctor".
El mé dico nos saludó con un breve movimiento de cabeza y
siguió su camino.
"¿Ver?" Sergey dijo mientras se volvı́a hacia mı́. "¿Qué dije?
Nikolai no morirı́a tan fá cilmente”.
Con una sonrisa y los ojos llorosos, corrı́ dentro de la habitació n
y me quedé a su lado. Sergey cerró la puerta detrá s de mı́ y supe que
esa era su forma de darnos privacidad.
La habitació n estaba en silencio y los rayos del crepú sculo
entraban por las ventanas. Estaba tumbado boca arriba, con los brazos
a los costados, y mi mano acunó suavemente la suya. Vi su cara. Habı́a
recibido una buena paliza, pero no la su iciente como para estropear
sus hermosos rasgos.
Su ojo izquierdo estaba rodeado por un tono pú rpura vivo y
furioso. El pó mulo tambié n mostraba un moretó n cada vez má s oscuro,
que se extendı́a hasta la lı́nea de la mandı́bula. Alrededor de su nariz
habı́a un tono rojo oscuro y habı́a un pequeñ o hematoma extendido
hasta su labio superior, hacié ndolo parecer hinchado.
A pesar de eso, todavı́a se veı́a hermoso.
Surgieron recuerdos del tiempo que pasamos juntos y puse una
mano en mi estó mago, sollozando en silencio. Me acosté a su lado,
decidida a quedarme a su lado hasta que despertara. Los minutos se
convirtieron en horas y la noche en dı́a.
Me di una ducha rá pida y luego le lavé la cara, vendando sus
heridas menores. A Sergey le enviaron el desayuno al piso de arriba, a
nuestra habitació n. Pero no tenı́a hambre. Volvı́ a ocupar mi lugar a su
lado. Lo ú nico que me importaba era que Nikolai se despertara.
Busqué una distracció n para mantener mi mente ocupada
mientras lo esperaba. Comencé a esponjar las almohadas debajo de su
cabeza y alisar las sá banas arrugadas de la cama, con cuidado de no
interrumpir el goteo adherido a su brazo.
Me acerqué a la có moda y arreglé las corbatas de trabajo de
Nikolai en una ordenada ila. Luego, fui al armario y ordené la poca
ropa tirada por ahı́. Las tareas del hogar no eran exactamente mi
fuerte, pero servı́an como una buena diversió n.
Mientras me movı́a con gracia, recordé có mo me protegió
apasionadamente ayer de esos hombres, y có mo se expuso
voluntariamente, listo para enfrentar el peligro. Le aparté un mechó n
de pelo de la frente y me maravillé de su vida, despertando con
diferentes amenazas diarias y sabiendo que no podı́a disfrutar ni un
solo dı́a sin cuidar su espalda.
Pasé mi dedo por su mandı́bula y me congelé cuando se movió
bajo mi toque. Pensé que lo habı́a imaginado y seguı́ adelante para
entrelazar nuestros dedos. Su brazo se lexionó y luego se movió .
Mis ojos se abrieron y un sollozo feliz salió de mis labios. el
estaba despertando
Nikolai estaba despertando.
Sus pestañ as revolotearon y gimió . Entonces, abrió los ojos y
salió disparado de la cama, con los ojos enrojecidos de furia. Esa no fue
una buena señ al.
Enfadado, se arrancó el gotero del brazo y luchó por levantarse
de la cama. Separé los labios, pero no salieron palabras. Puso los pies
en el suelo y se agarró al borde del armazó n de madera de la cama para
ayudarse en sus pasos.
Finalmente logré encontrar mi voz. "Nikolai..." llamé , pero é l me
ignoró y siguió agarrando cosas en busca de apoyo.
Se apoyó contra la pared, respirando con di icultad, y luego se
impulsó con la resolució n ardiendo en sus ojos.
“¡Nikolá i!”
Sin respuesta.
“Nikolá i, ¿qué está s haciendo? Me levanté y me acerqué a su
lado. Intenté abrazarlo, pero é l gruñ ó y se encogió de hombros.
“Nikolá i, detente. Só lo te hará s dañ o a ti mismo. No eres lo
su icientemente fuerte”.
Pero é l no estaba escuchando.
"Nikolai, basta", traté de abrazarlo de nuevo, pero é l volvió a
quitarme la mano. “Niko, ¿qué está s haciendo? ¿A dó nde crees que vas?
Deja de hacer esto, te está s lastimando”.
Me paré frente a la puerta para bloquear su camino. “Niko, tu
herida apenas ha sanado. El doctor dijo..."
“Lo que siempre dicen los mé dicos”, gruñ ó dé bilmente pero se
mantuvo irme. “Mué vete, Giselle. Voy a terminar esto”.
Herida, enojada y molesta, me alejé de la puerta. La abrió y lo vi
desaparecer por el pasillo.
Capítulo 19 - Nikolai
Me agarré a las paredes para estabilizarme mientras bajaba las
escaleras, todavı́a ardiendo de furia, cada paso alimentado por la ira y
el dolor mientras bajaba las escaleras de media vuelta. Me dolı́a el
hombro pero no le presté atenció n.
Vi destellos del incidente en el centro comercial y de la
persecució n de coches con los italianos, y me enfurecı́. La mirada
aterrorizada en el rostro de Giselle todavı́a me perseguı́a y me
preguntaba qué habrı́a hecho si algo le hubiera pasado.
Esa sucia escoria italiana se habı́a atrevido a tocar las vidas de
aquellos que me importaban y lo iban a pagar caro. Para evitar que esto
volviera a suceder, tuve que idear una estrategia para vengarme de
ellos por lo que habı́an hecho. Tenı́a que poner in a este juego de una
vez por todas.
El dolor atormentó mi hombro y me acerqué al inal de las
escaleras con un gruñ ido. En la sala de estar se desarrollaba una
conversació n en voz baja. Respiré profundamente entre dientes y puse
el resto de mi peso en un silló n lujoso en la habitació n.
Me desplomé sobre é l con un gemido y todos los ojos de la
habitació n se posaron en mı́. Mis hermanos Sergey, Maxim y Vlad
estaban sentados frente a frente, cada uno con expresiones graves en
sus rostros.
"Niko, ¿qué está s haciendo abajo?" -Preguntó Sergey en tono
fulminante. Sus ojos se posaron en mi hombro, pero lo ignoré y tomé la
botella de ron que estaba sobre la mesa.
Descorché la botella con los dientes y eché la cabeza hacia atrá s
para tragar el contenido.
"Nik..." su voz volvió a sonar, má s só lida que la primera vez.
"Deberı́as estar descansando en tu habitació n con tu esposa..."
"Te escuché la primera vez, Sergey", espeté , con los ojos
oscurecidos y llenos de rabia. El ron ardı́a contra mi garganta y mi
pecho, tal como yo querı́a. Produjo un efecto adormecedor sobre el
dolor que sentı́a en el brazo.
"¿Entonces, porque estas aqui?" -Preguntó Má ximo.
"Sı́, Niko", dijo Vlad, levantando las piernas sobre la mesa y
recostá ndose con una sonrisa engreı́da en los labios. "¿Por qué está s
aquı́?"
Los miré y tomé otro trago de la botella. “Por la misma razó n
que todos ustedes, mis queridos hermanos”, les señ alé . “Dijiste que
deberı́a estar arriba descansando con mi esposa, ¿verdad? Pero hace
un momento, si las cosas iban mal, ella no estarı́a aquı́ conmigo.
Entonces, ¿por qué diablos iba a estar descansando cuando esos
malditos bastardos todavı́a está n ahı́ afuera, planeando su pró ximo
movimiento?
Sergué i frunció el ceñ o. “Sé razonable, Nikolai. Necesitas
recuperarte por completo”.
"Oh, pero lo soy, hermano", sonreı́, mi voz temblaba de ira
hirviendo. “Esta es la mejor versió n de mı́. Estoy cuerdo, lleno de
energı́a y listo para destruir a cada uno de esos idiotas. Tenemos que
poner in a esto. Tenemos que desmovilizarlos y asegurarnos de que no
vuelvan a hacer esto”.
Maxim se enfrentó a Sergey; sus ojos azules brillaban y su liso
cabello oscuro brillaba bajo la luz. “Estoy de acuerdo, Nikolai. Esto
tiene que parar. Nuestro hermano resultó herido hoy. ¿Quié n puede
decir que no vendrá n a por nosotros a continuació n?
"Ya lo son", intervino Vlad.
Sergey se levantó de su asiento y caminó lentamente por la
habitació n. Todos sabı́amos lo que eso signi icaba. El jefe de Bratva
obviamente habı́a comenzado a repasar planes en su cabeza. "Giovanni
está muerto y su hijo supuestamente está fuera del paı́s".
"Supuestamente", dijo Vlad sin darle importancia, con la nariz
enterrada en su telé fono. Escribió furiosamente y levantó la cabeza.
Pero todavı́a tenemos a los hombres de Giovanni pisá ndonos los
talones. Eso signi ica..."
Maxim levantó un dedo y nuestro hijo menor hizo una pausa.
"Alguien má s es el autor intelectual".
"¿Có mo es eso posible?" Sergey expresó su curiosidad.
"Eso es porque no lo es", dijo Vlad y puso su telé fono boca abajo
en el sofá . "No es posible que otro dé las ó rdenes cuando Giovanni
tiene un heredero".
Giré el contenido de la botella y me encogı́ de hombros.
"Podrı́a ser, Vlad", dije, y todos me miraron. "Nunca sabes. El
tipo podrı́a haberse acobardado en el ú ltimo minuto y haber decidido
que no querı́a ser parte de la Cosa Nostra”.
“Entonces se habrı́a corrido la voz”, añ adió Maxim con el ceñ o
fruncido. Frunció el ceñ o y se golpeó la barbilla con una pierna cruzada
sobre la otra como un noble caballero. “Si el heredero dimitiera, habrı́a
habido un revuelo y una introducció n pú blica del nuevo Capo en
nuestra sociedad. Ninguno de estos momentos detrá s de escena habrı́a
sido necesario”.
Sergey suspiró y se quedó de pie con una mano cruzada sobre el
pecho y el codo levantado para sostener la barbilla. “Especulaciones,
hermanos. Eso es todo lo que hay”, dejó caer los brazos. “Si vamos a
hacer esto, tenemos que hacerlo bien. Tenemos que ser prá cticos”.
"Estoy de acuerdo", asentı́ y devolvı́ la botella a la mesa. "¿Qué
propones?"
"Sı́, hermano", bromeó Vlad, y Sergey puso los ojos en blanco.
“¿Cuá les son nuestras opciones?”
Sergey hizo una pausa dramá tica y luego exhaló . "Tenemos un
cautivo".
Grité y me incliné hacia adelante. “¿Y só lo está s diciendo esto
ahora?”
“Recié n está s escuchando esto ahora, Nikolai”, señ aló Maxim, y
la risita de Vlad provocó una mirada aguda y de desaprobació n de mi
parte.
"Me pregunto có mo logras obtener placer en situaciones
extremas, Vlad".
El respondió encogié ndose de hombros casualmente. “La vida
es corta, hermano. Disfruta cada momento mientras puedas”.
Le mostré una sonrisa y le lancé el pá jaro. “¿Y por qué escucho
esto recié n ahora?” Dirigı́ mi pregunta a Maxim, pero Vlad se rió aú n
má s fuerte.
Al parecer, Sergey ya estaba harto de nuestras tonterı́as. Fijó
una intensa y hostil mirada en Vlad, que lo hizo callar. Desvió su mirada
hacia mı́. "La ú nica razó n por la que está s escuchando esto ahora, Niko,
es porque estuviste inconsciente durante casi veinticuatro horas".
"Eso es lo que yo habrı́a dicho", resopló Vlad.
"Entonces, vamos a hablar con é l", me levanté de la silla, pero
Sergey me tendió la mano.
"No hay necesidad. Está inconsciente. Eso lo vuelve inú til. No
podemos hacer nada”, a irmó . "Por eso, antes de que usted llegara,
está bamos pensando en otras formas de descubrir quié n está
ejecutando realmente estos ataques".
"Se despertará , y cuando lo haga, lo pondremos donde
pertenece", hice una mueca con un gruñ ido y me dirigı́ de regreso a las
escaleras. Sin que yo lo supiera, mi travieso hermano pequeñ o notó mi
lucha.
“¿Adó nde vas, Niko?” Preguntó .
No me di vuelta cuando dije: "Voy a subir a descansar junto a mi
esposa, Vlad".
“Mm-hmm”, no dijo má s, y pensé que eso era todo, hasta que lo
escuché decir: “¿Pensé que estabas cuerdo, lleno de energı́a y listo para
destruir a cada uno de esos idiotas? ¿Qué pasó con el incendio?
Maxim se rió y, conociendo tan bien a Sergey, supe que tenı́a el
fantasma de una sonrisa jugando en sus labios.
"Honestamente, pensé que ı́bamos a quemar velas toda la noche
o sostener linternas sobre un mapa marró n polvoriento para diseñ ar
estrategias", se burló Vlad, y escuché un golpe en el brazo de alguien.
"¿Ay?"
"Cá llate, Vlad."
“Buenas noches hermanos. Ambos deberı́an venir mañ ana para
hablar má s. Excepto tú , Vlad”, dije y le mostré a Vlad el dedo medio.
Fui al dormitorio sintié ndome má s agotado de lo que esperaba.
Estaban bien, probablemente no deberı́a haber adoptado el estilo de
superhé roe cuando me levanté de la cama. Abrı́ la puerta y la cerré
detrá s de mı́ cuando entré a la habitació n.
Giselle estaba sentada a los pies de la cama con los brazos
alrededor de su cuerpo y los labios sobresaliendo en un puchero.
Cuando encontró mi mirada, reconocı́ la mirada en sus ojos. Estaba
hirviendo de rabia.
Levanté las manos, prepará ndome para el impacto. "Está bien,
¿cuá l es mi delito esta vez?"
Ella se puso de pie. "¿En esta é poca?" Ella se rió , pero le faltaba
humor. "Es la forma en que lo dices tan casualmente, Nikolai".
Me sentı́ como un niñ o al que su madre regañ a. El sentimiento
no se calmó , pero era entrañ able. Eso fue hasta que vi las lá grimas
brillantes en sus ojos. "Giselle, ¿qué pasa?"
Me acerqué a ella, pero ella dio un paso atrá s. Las lá grimas no
dejaban de correr por su rostro.
“¿Qué pasa, Niko? ¿Has echado un maldito vistazo a tu pecho o
quizá s a tu cara? ¿Te viste caer al suelo despué s de que te dispararan?
No, no lo hiciste. No lo hiciste porque te dispararon. Una bala te
atraviesa el pecho. No viste lo preocupados que estaban todos, lo
preocupado que estaba yo porque eras tú quien yacı́a inconsciente en
la maldita cama.
Me acerqué para abrazarla, pero ella apartó mis manos de un
manotazo, llorando incontrolablemente. “Alé jate de mı́. Me quedé a tu
puto lado toda la noche, esperando a que despertaras... Sus hombros
temblaron y no pude aguantar má s.
La tomé en mis brazos y ella se derritió en mi abrazo. Golpeó su
puñ o contra mi pecho y sollozó mi camisa.
“…todo lo que querı́a era que abrieras los ojos. No sabes có mo
me sentı́ cuando te vi cubierto de sangre, Nikolai. Pensé que nunca
volverı́as a despertar. Pensé que me ibas a dejar en paz, Nikolai. Pensé
que iba a perderte… y cuando inalmente despertaste, me alejaste y
comenzaste a hacer lo tuyo, como siempre lo haces”.
"Giselle..."
Pero ella no estaba escuchando.
“Estabas dispuesto a arriesgarlo todo otra vez, ¿y para qué ,
Niko? ¿Unos minutos de ira?
"Giselle", dije con má s severidad, incliné su barbilla hacia arriba
y le sostuve la mirada. "Lo lamento."
Sus ojos se abrieron como platos. Ahı́ estaba de nuevo, una
disculpa de Nikolai Vadim. Ella no se lo esperaba y yo tenı́a una mirada
orgullosa. Le pasé el pulgar por debajo de los ojos y le sequé las
lá grimas.
“Entiendo tu miedo porque yo sentı́ lo mismo. Lamento no
haber actuado tan precipitadamente. Estaba jodidamente asustada,
Giselle. No sé qué habrı́a hecho si esos tipos te hubieran hecho dañ o a
ti y a nuestro bebé . La idea de eso me llevó al lı́mite”.
"Sı́, pero..." ella continuó divagando y yo me reı́ entre dientes.
“Deberı́as haberme escuchado. Yo estaba allı́. Intenté detenerte, pero
me dijiste que me moviera, Nikolai. ¿Dices que tenı́as miedo de
perderme? Pero yo estaba ahı́. Estaba justo frente a ti. Gracias a ti,
estoy bien. Nuestro bebé está bien y...”
Bajé la cabeza y capturé sus labios con los mı́os.
Se hizo el silencio entre nosotros y ella respiró hondo antes de
alejarse. Sus pupilas se dilataron y su mirada se ijó en mis labios.
"¿Qué fue eso?"
Metı́ un mechó n de su largo cabello oscuro detrá s de su oreja y
dejé que mi dedo se demorara. "Piense en ello como un arma de doble
ilo".
Su frente se arrugó mientras sus cejas se arrugaban. "¿Una
espada de doble ilo?"
"Sı́, Giselle", dije má s seriamente. “Era una manera de decir
gracias. Gracias por cuidar de mı́. Gracias por permanecer despierto a
mi lado toda la noche. Gracias por estar aquı́ conmigo, ahora mismo.
Estoy muy feliz de que esté s a salvo”.
Ella arqueó una ceja. “¿Y el otro borde? ¿Qué es?"
Sonreı́. Estar con esta mujer frente a mı́ hizo cosas en mi
corazó n. No podı́a imaginarme estar con ninguna otra mujer en este
momento. Con Giselle me sentı́ contento. Y sin embargo querı́a má s.
Má s de ella.
La acerqué aú n má s y pasé un brazo alrededor de su cintura.
“Era otra manera de hacerte callar. A veces, Giselle... hablas mucho.
Ella combinó mi sonrisa con una brillante y me rodeó el cuello
con sus brazos. “Y a veces, Nikolai. Eso es bueno."
Antes de que dijera otra palabra, ella presionó sus labios contra
los mı́os.
Capítulo 20 - Giselle
Sus manos se deslizaron desde mis muslos y viajaron hacia mis
nalgas. Estaba desnuda y mi piel se amoldaba perfectamente en sus
grandes manos. Gemı́ contra sus labios y me presioné contra su pecho
desnudo mientras é l me recostaba suavemente en la cama.
La pasió n de esta noche estaba cruda. Estaba ansioso y
consumido por una necesidad palpitante. Sus besos fueron feroces y
calientes contra mis labios. Sabı́a a ron y a Nikolai al mismo tiempo.
Sus uñ as se clavaron en mi piel desnuda y rozó mi cuello con sus
dientes. Jadeé . Sus labios encontraron los mı́os nuevamente y su lengua
profundizó má s.
Se movió contra mı́ y lo sentı́ hacer una mueca. Abrı́ mis ojos.
"Oye", susurré , aturdido y borracho de placer. "¿Está s bien?"
Sabı́a que era egoı́sta, pero no querı́a parar.
Con entusiasmo, besó mis labios y sonrió . “Soy perfecta,
dorogaya . Esta noche se trata de ti”, besó mi hombro y se acurrucó
entre mis piernas.
Su dura polla rozó mi estó mago y ajusté mis caderas para guiar
su punta hacia mi entrada. En la habitació n con poca luz, vi sus ojos.
Sostuvieron los mı́os y tracé los contornos de su rostro, memorizando
cada pequeñ o detalle.
Lentamente, se inclinó y nuestros labios se encontraron en un
beso má s tierno. Era como si las llamas de la pasió n se hubieran
avivado inde inidamente entre nosotros. Su mano guió su dura
longitud para recorrer mis pliegues hú medos, volvié ndome loca de
necesidad.
Gemı́, pero sus labios lo amortiguaron. Gentilmente, giró su
cadera y le concedı́ acceso. Se deslizó hacia adentro y mis entrañ as se
estiraron para acomodar su dura y gruesa longitud.
“ Nikolái. " Murmuré , sin aliento y apreté mi agarre en su cuello.
"Sı́, bebé ", gruñ ó contra mi cuello y empujó má s profundamente.
Gemı́, levantando mis caderas para igualar su suave ritmo. Pero no
habı́a terminado.
Levantó mis caderas y mis piernas rodearon su cintura. Empujó
cada vez má s rá pido, y mi aliento salió en breves y temblorosos
chorros.
Podrı́a haber jurado que mis ojos se pusieron en blanco.
Me aferré con fuerza al suyo mientras nuestros cuerpos se
movı́an hacia adelante y hacia atrá s en armonı́a. Su cuerpo se puso
rı́gido contra el mı́o y arqueé la espalda. Se formaron puntos en mis
ojos a medida que nos acercá bamos a nuestro clı́max. Me sorprendió
cuando un lı́quido caliente pareció chorrear sobre su polla mientras
gritaba mi liberació n, estimulado por é l siguió follá ndome durante
nuestro orgasmo hasta que ambos nos agotamos.
"Ah", exhaló y besó mi frente antes de alejarse de mı́. Apoyé mi
cabeza en su pecho y é l me rodeó con sus brazos, acercá ndome má s.
Los latidos de su corazó n se aceleraron contra su pecho y lo miré
divertido.
"¿Por qué tu corazó n late tan rá pido?"
Me acarició el pelo y se rió entre dientes, su voz profunda
retumbó contra su garganta. "Tuvimos un sexo increı́ble, Giselle", besó
mi cabello y apoyó la cabeza contra la almohada. "El sexo contigo
siempre es increı́ble".
Dibujé cı́rculos invisibles en su pecho con mi dedo ı́ndice y me
pregunté si deberı́a expresar un pensamiento que me preocupaba.
"Tienes algo que molesta a esa hermosa mente tuya", dijo
arrastrando las palabras, sonando somnoliento.
“¿Y có mo sabes eso?” Sabı́a que estaba cansado, pero aú n ası́
tenı́a que preguntar.
El bostezó y yo me acurruqué aú n má s cerca. “Despué s de una
noche como é sta, ¿todavı́a preguntas eso? Me sorprendes cada vez,
Giselle. Te conozco... incluso podrı́a reconocer tus pasos a un kiló metro
de distancia.
Me reı́. "Superman", bromeé , y é l se rió entre dientes.
Sus brazos se debilitaron con el paso del segundo y supe que
lentamente se estaba alejando en la noche.
Pero tenı́a que saberlo.
“¿Nikolá i?”
“¿Mmmm?”
“¿Có mo…?” Me aclaré la garganta. “¿Có mo piensa manejar la
situació n con los italianos?”
"Mm", respondió aturdido y se movió en la cama. “No te
preocupes por eso ahora, Giselle. Encontraré una manera y me ocuparé
de ello. Só lo confı́a en mı́, ¿de acuerdo?
Una imagen de Nikolai recibiendo un disparo en el hombro pasó
por mi mente y sacudı́ la cabeza para aclarar el pensamiento. No querı́a
pensar en eso. La idea de perderlo me aterrorizaba.
"Está bien", murmuré .
Pronto, el sonido de sus suaves ronquidos reemplazó el silencio
en la habitació n. Me senté y lo miré , pacı́ icamente inconsciente como
un bebé . Una sonrisa apareció en mis labios y jugueteé con la punta de
su suave cabello.
Sabı́a lo que me estaba pasando. ¿Las mariposas, los escalofrı́os
y el corazó n acelerado cada vez que pensaba en é l? Tenı́a su iciente
experiencia para notar las señ ales cuando una persona se estaba
enamorando.
Y me estaba enamorando rá pidamente de Nikolai Vadim. Le di
un suave beso en la frente y asumı́ mi lugar en su pecho. En poco
tiempo me quedé profundamente dormido.
Llegó la mañ ana con cantos emocionados de los pá jaros en los
á rboles fuera de la ventana, el desayuno en la cama esperá ndome y un
espacio vacı́o a mi lado.
Nikolai se levantó temprano otra vez y, con suerte, habı́a tenido
má s cuidado al levantarse que ayer.
Desayuné rá pidamente y me sumergı́ en un bañ o caliente. Los
recuerdos de la noche que pasé con é l resurgieron en mi mente y
sonreı́ para mis adentros mientras me cambiaba la bata de bañ o y me
ponı́a ropa có moda.
Me revisé el pelo en el espejo y me alisé la camiseta y los
pantalones cortos de mezclilla antes de salir del dormitorio con la
bandeja del desayuno en la mano. Cuando llegué a la cocina, no
esperaba ver a Lilianna tomando café junto a la isla de la cocina.
Parecı́a tan tranquila, con su exuberante cabello cayendo sobre sus
hombros y enmarcando su rostro mientras hacı́a girar la cuchara en la
taza.
“¿Lillianna?”
Su cabeza se animó y dejé caer la bandeja.
"¡Ay dios mı́o!" Soltó su taza y avanzó , envolvié ndome en un
cá lido abrazo. "¿Mira quié n está brillando?"
"Tonterı́as", le di un manotazo. “Pareces una rosa en lor”.
Ella frunció los labios. "¿Eso es algo bueno?"
"Por supuesto que lo es", la abracé . “Es muy bueno contigo otra
vez. Y como está s aquı́, supongo que Sergey tambié n está aquı́.
Finalmente nos separamos y nos sentamos en los taburetes
altos. "Tienes razó n", dijo. “Está con Nikolai. Todavı́a está n en esta
guerra con los italianos. Francamente, no puedo esperar a que esto
termine. Es jodidamente agotador”.
"Cué ntamelo", resoplé . Luego, miré a Lilianna. Tenı́amos
bastantes cosas en comú n y supuse que ella entenderı́a mis miedos si
se lo contaba. Necesitaba una segunda opinió n, alguien que me dijera
có mo manejar la situació n.
Ella tomó un sorbo de su café . "¿Tienes una pregunta?"
Me reı́. "Siempre está en los ojos, ¿no?" Me pasé los dedos por el
pelo y coloqué los codos sobre el má rmol frı́o. “Se trata de Nikolai.
Tengo miedo de que no esté siendo racional con todo esto. Sé que é l se
preocupa por mı́ y por nuestro bebé , y sé que hará cualquier cosa para
protegernos. Pero tengo miedo, Lilianna. No quiero que salga
lastimado. Quiero decir, Nikolai es un hombre inteligente, pero a veces
sus emociones lo superan. La idea de que le pase algo malo es
aterradora. No quiero ni pensar en eso”.
“¿Y quieres ayudar, pero no sabes có mo?” preguntó con una ceja
curiosa arqueada.
La comisura de mis labios se levantó . Sabı́a que ella lo
entenderı́a.
"Exactamente", asentı́.
"Hmm", levantó los codos y puso una mano en su mejilla. “Voy a
decirte algo. ¿Esto con Nikolai? No está a punto de cambiar. Bueno, es
posible que se hagan algunos ajustes, sin duda. Pero é l es Bratva. Todos
son Bratva: Sergey, Niko, Maxim y Vlad. Fueron criados en todo esto: la
frialdad y el lado duro de la vida, la violencia, las drogas, el sexo, las
mujeres y los negocios sucios. Cré eme, Giselle, si los hubieran educado
de otra manera, pensarı́an mejor”.
"Entonces", me mordı́ el labio inferior. "¿Está s diciendo que
deberı́a dejarlo en paz y simplemente observarlo mientras hace lo que
mejor sabe hacer?"
"Uh, no exactamente", se enderezó y me dio unas palmaditas en
la mano. "Lo que digo es que tú mismo hará s un pequeñ o ajuste, si
quieres ser de alguna ayuda".
"Está bien", me senté . “Estoy dispuesto a hacer eso. Solo dime
que hacer."
Una sonrisa apareció en el rostro de Lilianna. "¿Está s listo para
esto?"
"Sı́. Pé game."
“Giselle… vas a tener que aprender a pelear. Tienes que
aprender a defenderte. Pié nsalo: cuando el enemigo se acerque, Nikolai
tendrá una cosa menos de qué preocuparse si sabes có mo dar una
buena pelea”.
Hice una pausa por un momento, permitiendo que sus palabras
asimilaran. "¿Eso es todo?"
"Ajá ", se llevó la taza a los labios de nuevo. "Eso es todo, Giselle."
Má s tarde ese dı́a, re lexioné sobre el consejo de Lilianna. Fue
bueno y ella tenı́a razó n. Si aprendiera a pelear, serı́a menos una carga y
má s una ayuda cuando inevitablemente surgieran problemas. Ademá s,
querı́a ayudar y aprender a pelear parecı́a que podrı́a ser de ayuda para
mı́ tambié n.
Tuve que presentarle la idea a Nikolai.
Lo esperé despierto en su estudio. Parecı́a estar allı́ mucho má s
tiempo cuando surgı́an asuntos importantes, como có mo tratar con los
italianos. Tal como pensaba, entró un momento despué s, sin ocultar su
sorpresa cuando sus ojos se posaron en mı́.
Su poderoso aroma inmediatamente llenó la habitació n y noté
que hoy habı́a optado por un look má s casual, con una camisa negra
lisa y jeans negros.
“¿Y a qué debo esta visita sorpresa?”
Di un paso audaz hacia adelante y junté mi mano detrá s de mi
espalda, mirá ndolo con ojos grandes y suplicantes. “¿Nikolá i?”
“¿Sı́, Giselle?” respondió alegremente.
“¿Quiero que me enseñ es a pelear?”
La sonrisa desapareció dramá ticamente de su rostro y mostró
un semblante disgustado. "¿Qué ?"
Sospeché que iba a patearlo, pero no estaba dispuesto a
rendirme todavı́a. "Mira, Nikolai..."
"No estoy mirando", habló con irmeza y rodeó el pulido
escritorio para sentarse en la silla giratoria negra.
“Nikolá i...”
"No."
"Só lo escú chame."
"Bien", mostró una sonrisa. "Tienes cinco segundos para
exponer tus razones ló gicas y tu tiempo comienza ahora".
“No quiero ser una carga. Quiero ayudar”, mis palabras se
derramaron apresuradamente.
Estuvo en silencio un rato y luego acercó su silla al escritorio.
"Tu tiempo se ha acabado. Y mi respuesta sigue siendo no”.
Puse los ojos en blanco, me eché el pelo por encima del hombro
y crucé los brazos sobre el pecho. "Dije eso en menos de cinco
segundos".
“Dije, expresa tus razones ló gicas. No eres una carga para mı́,
Giselle. Eres la madre de mi hijo y eres de má s ayuda de lo que puedas
imaginar”, soltó un suspiro y se reclinó en su asiento. Se dio unas
palmaditas en las piernas. "Ven aquı́..."
Me acerqué y me senté sobre sus piernas, pasando un brazo por
encima del hombro. "¿Có mo está el hombro?"
"¿Bien?"
Resoplé . “Si yo estuviera allı́ y supiera disparar un arma, ese
tipo nunca te habrı́a alcanzado. Quiero ayudar, Nik”.
Puso una mano sobre mi muslo desnudo y besó mis mejillas,
dejando que la sensació n persistiera por un momento antes de que las
abriera nuevamente. Sus ojos estaban llenos de preocupació n
desenmascarada, pero vi que su resolució n se desvanecı́a lentamente.
“Está s embarazada, Giselle. No quiero que ninguno de ustedes
esté en peligro”.
Lo abracé y enterré mi cabeza en el hueco de su cuello. "Lo
prometo, no trabajaré demasiado".
Su dedo subió y bajó por mi espalda en senderos lentos. "¿Lo
prometes?"
Me retiré con una sonrisa. "Sı́."
El se encogió de hombros y sonrió . "Bien entonces. Te
enseñ aré ."
Capítulo 21 - Nikolai
Giselle miró a su alrededor con asombro, contemplando el
campo abandonado en un paisaje en una pequeñ a colina a metros de
mi mansió n. “¿Es aquı́ donde practican tú y tus hermanos?”
“A veces”, respondı́. El sol de la mañ ana quemaba mi piel, la
suave brisa arrastraba el aroma del cé sped recié n cortado en mi nariz.
Señ alé una camioneta oxidada encajada entre dos á rboles frente a
nosotros, se habı́a descompuesto hasta convertirse en nada má s que
un esqueleto de metal. A Vlad le encantaba este lugar.
Ella se rió y sus ojos marrones brillaron. “¿El hizo eso?”
Asenti. “Tenı́a catorce añ os. Tomarı́a el auto de Sergey y se
escaparı́a a dar una vuelta con sus amigos”.
Ella arqueó las cejas. "¿No le tenı́a miedo a Sergey?"
“No lo era. Ninguno de nosotros lo era”. Una sonrisa separó mis
labios, me vinieron recuerdos de Sergey y yo cuando é ramos má s
jó venes. “Sergey nos crió . Era joven, pero hizo lo mejor que pudo”.
"¿No es só lo tres añ os mayor?"
Me incliné asintiendo. "Lo es, pero tuvo que crecer má s allá de
su edad despué s del asesinato de nuestros padres".
Giselle me lanzó una mirada lastimera. "No debe haber sido fá cil
para ti y tus hermanos".
“No lo fue, pero esto es la ma ia. Nada es facil." Asentı́ hacia el
roble que mis hermanos y yo usá bamos como campo de tiro. "Ahı́ es
donde practicará s".
Nos acercamos pesadamente al á rbol. Giselle pegó la diana de
papel al camió n mientras yo cargaba el arma. Despué s de eso, saqué los
tapones para los oı́dos y las gafas que le habı́a llevado a Giselle. "Ven
aquı́."
Ella obedeció , caminó hacia mı́ y se agachó . "¿Qué es eso?"
"Tapones para los oı́dos." Le tendı́ la mano y ella la tomó . "Tus
oı́dos necesitará n protecció n adicional".
Ella sonrió y se los puso en los oı́dos. “Eso es muy considerado
de tu parte. Gracias."
Me quedé quieto y la miré . Su sonrisa era tan contagiosa que a
mı́ tambié n me arrancó una sonrisa. "De nada." Deslicé las gafas sobre
su cabeza y apoyé las sienes en sus orejas. "Pareces un tipo rudo".
Ella desmotó . "Soy un tipo rudo".
"Practiquemos, ¿de acuerdo?" Me levanté y le tendı́ la mano. Ella
tomó mi mano y se enderezó , luego nos paramos a varios metros de
distancia del objetivo de papel antes de que le entregara el arma.
"¿Có mo se siente?"
Midió el peso del arma y se encogió de hombros. "Má s ligero de
lo que pensé ".
"Perfecto. Só lo hay dos reglas cuando usas un arma: siempre
trata el arma como si estuviera cargada”.
Ella asomó la cabeza. “¿Y la segunda regla?”
"Nunca apuntes con tu arma a alguien o algo a lo que no tienes
intenció n de disparar".
Sus ojos se movı́an entre el arma en su mano y yo. Las cosas
habı́an cambiado entre nosotros, ninguno de los dos se lo habı́a
admitido al otro, pero ambos lo sabı́amos. Aú n ası́, me preguntaba si la
estaba entrenando por el momento, ella me perforarı́a el corazó n con
una bala.
Ella arqueó las cejas y levantó la punta de su arma en mi
direcció n. “¿No tienes miedo de que te dispare?”
"Cualquiera que tenga un arma puede ser un rival". Empujé el
arma hacia el objetivo de papel con la punta del dedo. "Pero sé que no
me disparará s". Al menos ahora no.
“¿Podemos empezar?”
"Seguro." Me puse detrá s de ella. “Separe los pies a la altura de
los hombros. Esto ayudará a asegurar que tus pies esté n plantados
irmemente”.
Ella hizo tal como le dije.
"Ahora apunta a tu objetivo".
Se llevó el arma al pecho y apuntó al objetivo.
Me puse detrá s de ella, coloqué mi mano sobre el arma y la
levanté un poco má s. Ella se tensó por mi toque y soltó un pequeñ o
suspiro tembloroso.
“Relá jate, dorogaya. El arma está en tu mano y tú tienes el
control”.
Cerrando los ojos, inhaló y exhaló . Cuando volvió a abrir los ojos,
la tensió n en sus hombros disminuyó .
"Manté n tus ojos en el objetivo y presiona tu dedo contra el
gatillo".
Un estallido resonó en el campo, seguido por el gruñ ido de las
palomas bravı́as mientras extendı́an sus alas y se elevaban en la
p y
direcció n opuesta al viento.
Giselle se quitó las gafas y miró al objetivo, luego hizo un
puchero. "No lo golpeé ".
Sonreı́. “Pero lograste ahuyentar a las palomas. Es un progreso
si me preguntas”.
Ella resopló , cerró su pequeñ a mano en un puñ o y me golpeó
ligeramente. "No te burles de mı́".
"No soy. Nadie es bueno con un arma en el primer intento”.
Ella me miró entrecerrando los ojos. “¿Có mo fue tu primera vez
disparando un arma?”
"Le disparé a Sergey en la pierna".
Una sonrisa de incredulidad apareció en sus labios. "Está s
bromeando".
"No soy. Habı́a fallado y la bala atravesó a Sergey. Entré en
pá nico por toda la sangre”.
Ella rompió en una risa incontrolable. "¿Cuá ntos añ os tenı́as?"
“Yo tenı́a ocho añ os. Maté a mi primer hombre a las once.
Ella dejó de reı́r y me miró boquiabierta. “Eso es muy joven.
Quiero decir, no puedo imaginarme a un niñ o de once añ os matando a
alguien”.
"Ası́ son las cosas en la ma ia y esa es la ú nica manera de
sobrevivir".
Ambos miraron en silencio el objetivo de papel que habı́a
fallado. “Si pudieras elegir, ¿habrı́as elegido una vida fuera de la ma ia?”
Lo pensé . La ma ia era todo lo que conocı́a. Nacı́ en un mundo de
derramamiento de sangre e iba a morir en é l. Si no tuviera suerte,
incluso morirı́a a causa de ello. Los peligros que acechaban a mi
alrededor eran ilimitados, pero me habı́a vuelto adicto al
derramamiento de sangre y al crimen que me rodeaba.
Mi respuesta fue un simple "No". La expresió n hosca en el rostro
de Giselle mostró que no le gustó mi respuesta, pero afortunadamente,
no insistió en el tema. "Volvamos al entrenamiento".
Estaba a punto de tomar su posició n cuando mi telé fono vibró
en mi bolsillo. Cuando lo saqué , el nú mero de Maxim apareció en mi
pantalla.
"¿Qué pasa, hombre?" Respondı́.
"¿Donde está s hermano?"
“En el campo de tiro. ¿Hay algú n problema?"
Sergey dijo algo que no pude entender en el fondo y Maxim
respondió . "Papá ".
"¿Que esta pasando ahı́?"
“Trae tu trasero aquı́, hombre. Atrapamos a uno de esos
bastardos italianos. El cabró n insiste en que no hablará con nadie
excepto contigo.
Miré a Giselle. Ella pareció notar la preocupació n en mi
expresió n porque dijo: ¿Hay algún problema?
"Estaré allı́ en veinte." Colgué , regresé al á rbol y preparé nuestro
bolso para partir. Era casi mediodı́a y el sol de la tarde ardı́a sin piedad.
"Nos vamos."
"¿Por qué ?"
Le quité el arma y la até a la funda en mi pecho. “Algo está
pasando. Necesito llegar con mis hermanos. Akin y Danil te llevará n a
casa”.
Ella juntó las cejas pero no expresó ninguna protesta. Bajamos
la colina hasta donde estaban aparcados nuestros coches. "Asegú rate
de que llegue a casa sana y salva", le dije a Danil, luego besé su cabeza.
"Estaré en casa antes de la cena".
Se puso de puntillas, me rodeó el cuello con el brazo y me besó
en las mejillas. "No te lastimes".
"No lo haré ." Me alejé , me subı́ a mi Bugatti y conduje hasta la
mansió n de Sergey en el centro. Só lo tardé diez minutos porque
conducı́a como un loco.
Me dirigı́ directamente al só tano de la mansió n de Sergey y
encontré a mis tres hermanos con las mangas arremangadas y las
manos ensangrentadas.
"¿Que está pasando aqui?"
Dirigieron sus miradas hacia mı́. "Ese cabró n tiene deseos de
morir", dijo Vlad, con los ojos rojos por el asesinato.
El italiano lo miró y luego se rió . Sus pá rpados hinchados
ocultaban sus ojos, sus dientes escarlata y su piel azul. "Só lo un
cobarde teme a la muerte."
Vlad se movió para abalanzarse sobre é l. Crucé la habitació n
rá pidamente y detuve a mi hermano. “Dé jamelo a mı́”.
La mirada enojada de Vlad nunca abandonó la del italiano, pero
é ste retrocedió de mala gana.
"¿Que pasó aquı́?" Pregunté , colocando mi mano en mi cintura y
tratando de entender el escenario frente a mı́.
“Intentaron secuestrar a Lilianna. Los demá s huyeron, é ste no
tuvo tanta suerte”, narró Maxim, con la mandı́bula torcida.
Le di la espalda a mis hermanos y encaré al italiano. "¿Por qué
sigues atacando a mi familia cuando Angelo no está en Chicago?"
El se rió , pero el gemido en su voz delató que estaba sufriendo.
"Ustedes los rusos no son ni la mitad de inteligentes de lo que creen".
“¿Qué diablos quieres decir?” -Preguntó Sergey en voz baja y
peligrosa, mientras mojaba su whisky. Reconocı́ el tono mortal en su
voz.
"Angelo nunca salió de Chicago, idiotas". Se rió de nuevo,
burlá ndose de mı́ y de mis hermanos. "¿Có mo puedes gobernar Chicago
si eres tan estú pido?"
Mis hermanos y yo nos miramos ijamente, los cuatro pensando
lo mismo. Si Angelo nunca salió de Chicago, ¿cuá l es su plan? ¿Qué ha
estado tramando mientras ingı́a su fuga y por qué quiere que lo
descubramos ahora?
“¿Por qué pediste verme?” Pregunté , acercá ndome al italiano.
Escupió en el suelo a mi lado. “¿Qué vas a hacer si no te lo digo?
¿Torturame?" Miró a Vlad, luego a Maxim y Sergey antes de volver a
mirarme. “Tus hermanos ya me han maltratado. Lo má ximo que
puedes hacer es matarme”.
La ira sangró por mis venas, pero logré no mostrarla mientras
me arrodillaba. “Cré ame, soy un hombre muy razonable”, dije con una
voz que podrı́a compararse a un susurro. "Soy misericordioso cuando
ası́ lo deseo y no tengo intenció n de torturarte".
"¿Misericordioso? Que te jodan a ti y a tu misericordia, imbé cil.
Pre iero morir antes que aceptar la misericordia de un lindo chico
ruso”.
Apreté los dientes. "No me dejaste terminar". Mis puñ os
rogaban romperle la columna. Aun ası́, me contuve. "Tambié n puedo
ser un hombre má s loco que mis hermanos, y cré anme, estoy lejos de
ser bonito cuando estoy enojado".
Sus ojos se encontraron con los mı́os y el miedo brilló en sus
ojos. Delicioso, tal como a mı́ me encantó . "Tengo un mensaje para ti, de
parte de Angelo".
Una sonrisa oscura se dibujó en mi rostro. "Buen chico."
“Angelo le envió saludos a su hermana”. Una sonrisa arrogante
deformó su rostro maltrecho. “Giselle Cruz. O deberı́a decir, Giselle
Pietro.
Capítulo 22 - Giselle
Habı́a estado paseando por la habitació n durante lo que
parecieron horas desde que regresé a casa. El rostro de Nikolai
atormentaba mis pensamientos, la oscuridad en sus ojos y la urgencia
en su expresió n cuando respondió a esa misteriosa llamada. Habı́a
tratado de ocultarlo, de mantener su fachada estoica, pero desde que
nos habı́amos acercado má s, esa má scara se habı́a vuelto menos
efectiva.
Sin duda algo andaba mal. La pesadez en la boca del estó mago
se negó a disiparse mientras contemplaba ansiosamente lo que podrı́a
haber salido mal. Cada minuto que pasaba só lo hacı́a má s fuerte la
presió n sobre mi pecho.
Si tan solo tuviera un telé fono. Podrı́a haber llamado a Nikolai
para ver có mo estaba y averiguar qué estaba pasando. Pero no lo hice y
la impotencia me carcomı́a.
Me dolı́an los pies por el constante caminar y mi visió n se nubló
por la preocupació n incesante. Agotada, inalmente sucumbı́ a la
abrumadora tensió n y caminé hacia la cama. La agitació n dentro de mı́
se negaba a ceder, carcomiendo mis entrañ as, haciendo que la bilis
subiera a mi garganta.
Ya no podı́a sentarme aquı́; Seguramente me provocarı́a un
infarto. Necesitaba una distracció n, algo en lo que ocupar mis
pensamientos acelerados hasta que Nikolai regresara.
Ayudar en la cocina no era una opció n. Arina, siempre vigilante y
protectora conmigo, nunca lo permitirı́a. Ella seguı́a y hablaba de que
todavı́a estaba en mi primer trimestre y que deberı́a concentrarme en
cuidar a Nikolai y no añ adir ningú n estré s.
Me devané los sesos, buscando algo que hacer que me distrajera
y evitara la ira de Arina. Y entonces me di cuenta: no habı́a recuperado
los pantalones cortos de mezclilla y la camisa que habı́a usado el dı́a
que Nikolai y yo fuimos emboscados en el centro comercial.
Podrı́a pasar un rato sentado en un taburete, observando
distraı́damente có mo vibra la lavadora mientras hace su magia. Puede
que no sea mucho, pero proporcionarı́a una apariencia de distracció n y
Arina no se opondrı́a a ello.
Levantá ndome de la cama, fui al cesto de la ropa sucia en el
pequeñ o vestı́bulo cerca de nuestro dormitorio. Saqué la ropa que
habı́a usado ese fatı́dico dı́a y, por pura costumbre, revisé los bolsillos.
Mi madre me habı́a inculcado el há bito de revisar
minuciosamente mis bolsillos antes de lavar la ropa, y hoy resultó
crucial. Mientras mis dedos rozaban la tela del interior del bolsillo
trasero de mis pantalones vaqueros, descubrı́ un trozo de papel
doblado.
Mi corazó n se aceleró cuando recuperé la misteriosa nota.
¿Có mo habı́a acabado allı́? No habı́a puesto ningú n papel en mi bolsillo.
Mis dedos temblaron ligeramente mientras desdoblaba con cuidado el
papel para revelar un nú mero de telé fono.
Se despertó mi curiosidad. ¿Quié n habı́a puesto este nú mero en
mi bolsillo y qué podrı́a signi icar?
Unos pasos pesados que resonaban en el pasillo me alertaron
del regreso de Nikolai. El pá nico se apoderó de mı́ y rá pidamente me
guardé el papel en mis pantalones vaqueros. No tenı́a idea de por qué
hice eso; tal vez fue instinto o un presentimiento de que alguien no
querı́a que Nikolai supiera que lo tenı́a.
La puerta se abrió con un chirrido y entró Nikolai. Su expresió n
seguı́a tormentosa y su camisa de vestir blanca, normalmente
inmaculada, tenı́a pequeñ as salpicaduras de sangre. Tenı́a los nudillos
magullados, testimonio de la confusió n que habı́a soportado.
Corrı́ hacia é l, mi preocupació n y miedo por su bienestar
superaron mi propia inquietud. "¿Está s bien?" Pregunté , mis ojos
escudriñ á ndolo de pies a cabeza. Claramente no lo era. "¿Qué pasó ahı́
afuera?"
Nikolai no respondió de inmediato, y cuando me movı́ para
ayudarlo a quitarse la camisa, levantó la mano para detenerme. Se
quitó la ropa manchada de sangre y se dirigió al bañ o sin pronunciar
una palabra.
Nikolai permaneció en el bañ o mucho má s tiempo de lo
habitual, casi una hora. Ya me habı́a acostado en la cama cuando
apareció , vestido con sus calzoncillos. La tensió n en la habitació n era
palpable, una presencia silenciosa pero premonitoria entre nosotros.
Mi corazó n se aceleró cuando su cuerpo rozó el mı́o. "¿Ya
cenaste?" Me aventuré con cautela. "Puedo prepararte algo de comer".
"No tengo hambre", fue su brusca respuesta. Habı́a un atisbo de
suavidad en su mirada, pero la tensió n en su voz provocó escalofrı́os
por mi espalda. "¿Has comido?"
Asentı́ y tragué saliva. "Sı́, comı́ algo de cereal cuando llegué a
casa. Sé que no es mucho, pero siento un poco de ná useas, ası́ que no
puedo comer nada má s".
El silencio entre nosotros se prolongó , pesado y cargado de
palabras no dichas. Me preguntaba si Nikolai podı́a oı́r el ritmo
frené tico de mi corazó n.
"Tu padre..." Su voz inalmente rompió el silencio, y la mera
menció n de mi padre me provocó un escalofrı́o. "Dijiste que nunca lo
habı́as conocido."
Sacudı́ la cabeza lentamente, mi mente acelerada. ¿Por qué
estaba sacando a relucir esto ahora? "Sı́, es cierto. Nunca lo conocı́".
"¿Sabes có mo es o algo má s sobre é l?" Las preguntas de Nikolai
eran mesuradas e inquisitivas.
Mis manos se pusieron hú medas debajo de la manta. "Mi madre
mencionó que tenı́a un ligero acento italiano, a pesar de que era
estadounidense. Tambié n dijo que era mayor, pero eso es todo lo que
sé ".
Nikolai se volvió hacia mı́, sus ojos ya no eran tan oscuros y
melancó licos. "¿Y si pudiera ayudarte a encontrarlo?"
Una oleada de emociones me invadió y me puse rı́gido. "No lo
hagas", gruñ ı́, mi voz llena de una extrañ a mezcla de miedo y anhelo.
"No sirve de nada ahora".
Nikolai me miró ijamente, con clara curiosidad. "¿Nunca te
preguntas por é l o lo extrañ as?"
"Por supuesto que lo pregunto", admitı́, mi voz apenas era má s
que un susurro. "Pero eso no cambia nada. Me abandonó toda mi vida.
¿Por qué buscarı́a a alguien que eligió no ser parte de mi vida cuando
ahora tengo una familia?"
Habı́a echado de menos tener un padre cuando era má s joven,
eso era innegable. Pero cuando cumplı́ nueve añ os, habı́a aprendido a
dejar de lado esos anhelos. Y a la edad de diecisé is añ os, habı́a hecho
las paces con el hecho de que algunas personas no estaban destinadas
a ser padres.
No todo el mundo tuvo la suerte de tener padres cariñ osos y
afectuosos. Preferı́ dejar el pasado donde pertenecı́a: detrá s de mı́.
Ahora tenı́a veintidó s añ os, estaba embarazada y tenı́a una familia.
Tenı́a a Nikolai y mi hija por nacer tenı́a un padre y unos tı́os que
harı́an cualquier cosa para protegerla.
Nikolai pareció aceptar mi respuesta, la conversació n cayó en
silencio y una sensació n de serenidad se apoderó de nosotros.
“¿Puedo pedir algo má s en su lugar?” Pregunté en voz baja.
"Pide cualquier cosa".
“Mi mejor amiga, Emma. La extrañ o mucho y sé que ella
tambié n me extrañ a. ¿Puedes dejarme verla só lo una vez?
"Lo haré cuando todo esto termine".
Suspiré , aliviada. "Gracias."
Está bamos tumbados uno al lado del otro en la habitació n con
poca luz, cada uno perdido en sus propios pensamientos, pero de
alguna manera reconfortado por la presencia del otro.
Mientras me quedaba dormido, no pude evitar preguntarme
sobre el trozo de papel doblado escondido en mis pantalones vaqueros.
¿Quié n habı́a colocado allı́ ese misterioso nú mero de telé fono?
Mi mente se desvió hacia el ataque en el centro comercial. Pensé
en la mujer que chocó conmigo. Ella fue la ú nica que estuvo cerca de mı́
todo el tiempo.
Dejé escapar un suspiro. No estaba seguro de lo que estaba
pasando, pero una cosa era segura. Quien habı́a puesto ese papel en mi
bolsillo lo habı́a dejado allı́ para que yo pudiera encontrarlo.
Capítulo 23 - Giselle
Habı́an pasado dos semanas desde que Nikolai intentó
enseñ arme a disparar un arma. No habı́amos tenido ninguna prá ctica
desde entonces porque é l siempre salı́a de la casa antes de que yo me
despertara y regresaba despué s de que me iba a dormir.
Se habı́a negado a compartir nada sobre la ma ia conmigo, y ni
Vlad ni Maxim revelaron ninguna informació n cuando vinieron.
Desde entonces habı́a adoptado una rutina. Despierto, me lavo
los dientes y voy a la cocina a tomar una taza de chocolate caliente y
desayunar. Luego pasa todo el dı́a leyendo un libro o mirando ijamente
al techo y preocupá ndote.
Esta mañ ana no fue diferente.
“Está s despierto”, me dijo Arina cuando entré a la cocina, con
una pequeñ a sonrisa curvando las comisuras arrugadas de sus
delgados labios.
Nuestra relació n habı́a mejorado un poco con el paso de las
semanas. Ya no me miraba como si fuera un extrañ o y me mostraba
pequeñ os actos de bondad aquı́ y allá . Como hornear pasteles de limó n
para la cena y asegurarme de tomar mi taza de chocolate caliente todas
las mañ anas.
“Buenos dı́as, Arina”, la saludé con una sonrisa. Las otras
sirvientas se pusieron tensas cada vez que aparecı́a, por lo que
normalmente salı́a con mi café para no incomodarlas, pero decidı́ no
hacerlo.
Me habı́a aburrido de la ausencia de Nikolai, y aunque nadie
podı́a satisfacer el profundo anhelo que tenı́a por é l, pensé que podrı́a
ser ú til estar rodeado de otras personas. Esperaba que las criadas se
adaptaran pronto a mi presencia si intentaba demostrarles que no
pretendı́a hacer dañ o.
Caminé hasta la isla de la cocina y me senté en uno de los
taburetes que habı́a allı́. "¿Qué está s haciendo?"
"Sopa de pollo. El jefe me dijo que ayuda con las ná useas
matutinas”.
Mi estó mago dio un vuelco. “¿Nikolá i lo hizo?”
Las mariposas ganaron alas en mi estó mago. Nikolai era muy
considerado incluso cuando ingı́a no serlo.
Ella asintió . “Sorprendente, ¿no? Que una chica como tú puede
derretir los muros que rodean el corazó n de un hombre como é l.
Ignoré su sutil insulto. “Sı́, Arina. Ayuda con mis ná useas
matutinas”.
“Está s adelgazando. Deberı́as comer má s."
Resoplé y suspiré . "Si solo fuera ası́ de facil. No vomito, pero de
alguna manera me resulta difı́cil comer algo. Termino con ná useas
realmente fuertes”.
“Los primeros trimestres siempre son ası́. Un caballo no
calmará tu hambre en el tercer trimestre”.
Me encogi. “¿Alguna vez has estado embarazada?”
"Dos veces. Mis hijos trabajan para su marido. Uno de ellos lo
protege, Mikhail”.
"Oh." Me incliné sobre la isla y despertó mi interé s. “¿Mikhail es
tu hijo?”
“Estuve casado una vez. Lo tuve el primer añ o porque mi
marido y yo no nos cansá bamos el uno del otro”.
Sus ojos estaban vacı́os y tristes, como si se hubiera perdido en
un recuerdo desgarrador. "¿Lo que le sucedió ?"
"Murió en una guerra entre familias hace añ os y ni siquiera
pude ver su cuerpo".
"Lo siento", murmuré . Por la forma en que lo describió , supe que
lo amaba. Tal vez é l tambié n la amaba, pero podı́a decir que ella lo
añ oraba porque ası́ sonaba mi madre cada vez que añ oraba a mi padre.
Sentı́ pena por ella.
Arina negó con la cabeza. “No sientas lá stima por mı́, niñ a”, dijo
con acento ruso. “He amado profundamente. Es só lo la naturaleza la
que pierdo tambié n”.
“Aun ası́, hay que decir que despertarse cada mañ ana y saber
que la persona que amas ya no existe”.
“Solı́a serlo, pero con la edad llegó la tranquilidad. No pasará
mucho tiempo antes de que lo vuelva a encontrar”. Ella me inmovilizó
con su mirada. “Ustedes, los jó venes, no aprecian la vida ni el amor. No
sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”.
"¿De qué está s hablando?"
“He visto la forma en que lo miras y he visto la forma en que é l
te mira. No estoy ciego, devochka . No sirve de nada ocultar tus
sentimientos, no puedes escapar de ellos”.
Tosı́ por su abierta acusació n. "No sé de qué está s hablando".
Una sonrisa se formó en sus inos labios. "Realmente no eres
fá cil de agradar".
"Tú tampoco", respondı́. "¿Cuá nto tiempo llevas trabajando para
los Vadim?"
“Desde que era niñ a. Su abuelo y mi padre eran amigos”.
Debı́ haberme sentido demasiado có modo. Mi curiosidad se
apoderó de mı́ y consideré traspasar los lı́mites y preguntarle a Arina si
sabı́a sobre el negocio de Nikolai.
No estaba seguro de que ella me diera alguna respuesta, pero no
habı́a nada de malo en intentarlo. "¿Sabes adó nde va Nikolai todas las
mañ anas?" Me encogı́ cuando ella me miró y su sonrisa se desvaneció .
"El no me dice nada".
"Eso es porque las mujeres no se involucran en negocios de la
ma ia, devochka."
Me apoyé contra el mostrador. El frı́o de los azulejos se metió en
la piel y me hizo temblar. “No me importa la ma ia. Só lo me preocupa
mi marido”.
Arina frunció los labios. Pareció perdida en sus pensamientos
por un momento, como si tratara de decidir si decı́rmelo o no. Luego
sacudió la cabeza y decidió no hacerlo. “Sube las escaleras, niñ a. Te
traeré tu chocolate”.
"Preferirı́a tenerlo aquı́".
"No." Ella me levantó la voz. Sú per raro. Arina nunca levantaba la
voz, ni siquiera cuando se mostraba arrogante. Tragó , dá ndose cuenta
de lo que habı́a hecho. "Por favor, sube las escaleras".
Parecı́a decidida a salvaguardar cualquier informació n que me
estuviera ocultando. No tenı́a sentido discutir ası́ que regresé a mi
habitació n, encontré mi mezclilla de la otra noche y saqué el papel con
el nú mero.
Lo siento, Nikolai.
Pero tenı́a que descubrirlo yo mismo si nadie estaba dispuesto
a contarme lo que estaba pasando. Me escabullı́ a las habitaciones de la
criada, encontré un telé fono mó vil en uno de sus bolsos y marqué el
nú mero.
Contuve la respiració n mientras la lı́nea sonaba, mi anticipació n
hizo que mi estó mago se revolviera.
Alguien respondió despué s de unos cuantos pitidos má s y me
agarré el pecho para que mi corazó n no explotara. "¿Hola?"
"¿Con quien estoy hablando?" La voz era profunda, aunque no
tanto como la de Nikolai.
"Giselle." Mi lengua salió de mi boca para lamer mis labios secos.
“Giselle Cruz. Encontré tu nú mero en mi bolsillo”.
"Estaba esperando tu llamada", dijo con total naturalidad. "No
estaba seguro de que llamarı́as, pero me alegro de que lo hayas hecho".
"¿Qué quieres de mı́?"
“Estoy muy emocionado por tu existencia”, respondió . Tal vez
fue producto de mi imaginació n, pero sonaba divertido por alguna
razó n. “Te enviaré una direcció n. Ven a verme si deseas saber má s”.
"¿Qué pasa si no lo hago?"
Apretó los dientes con fuerza. "Entonces lamento no
considerarnos familia cuando mate a tu marido".
Me quedé sin aliento y la adrenalina luyó por mis venas como
veneno. “¿Por qué lo matarı́as?”
“Primero, porque es un bastardo”, dijo el hombre. “La segunda
razó n serı́a porque su hermano bastardo mató a mi padre y é l lo ayudó
a hacerlo. Salva su vida o dé jalo a mi ira, la elecció n es tuya. Pero una
cosa má s: Nikolai nunca debe saber que hablamos. Colgó .
Mis manos temblaron, hú medas por el miedo lı́quido mientras
colgaba el telé fono. Quienquiera que fuera el hombre con el que hablé ,
parecı́a desquiciado y con razó n. No lo culpé por querer vengarse de su
padre. Ni siquiera estaba en la ma ia, pero creo que cabalgarı́a hasta la
tumba por mis seres queridos.
Sin embargo, el problema era que era egoı́sta. A pesar de su
razó n, no podı́a poner la vida de Nikolai a sus pies. ¡De ninguna
manera!
Me sobresalté cuando el telé fono sonó minutos despué s y su
direcció n apareció en la pantalla. Encontré un trozo de papel en una
mesa de noche en la esquina de la habitació n y escribı́ una disculpa por
tomar el telé fono celular y la direcció n que me habı́a enviado.
No fui un idiota. Necesitaba que Nikolai supiera qué pasarı́a si
no regresaba. Escondı́ el telé fono en mi sosté n, bajé por la ventana de la
habitació n y usando las rutas de escape que habı́a marcado, encontré la
manera de salir de la mansió n.
Paré un taxi, le mostré la direcció n y tardó una hora hasta que
un monstruoso edi icio blanco que parecı́a idé ntico a la mansió n de
Vadim apareció en la distancia.
La bilis me quemó la parte posterior de la garganta cuando el
taxi se detuvo frente a la puerta negra de hierro forjado. Pagué el taxi y
salı́ del auto.
Mis piernas temblaban con cada paso que daba al entrar por la
puerta. Esculturas de á ngulos de arco se alineaban a ambos lados de los
estrechos senderos y hojas de higuera muertas crujı́an bajo mis pies, el
sonido se mezclaba con el susurro de la brisa de la tarde y cubrı́a mi
piel como hielo.
Habı́a llegado a la mitad cuando dos hombres trajeados se me
acercaron de la nada. Eran altos, carentes de humor y me recordaban a
los guardaespaldas de Nikolai. Pensé que conocı́a el miedo cuando
Nikolai me secuestró , pero lo que sentı́ frente a estos dos hombres fue
terror. Nikolai nunca me habrı́a hecho dañ o, pero tenı́a la sensació n de
que estos hombres sı́ lo harı́an.
Mi corazó n latı́a violentamente y las lá grimas asomaban a mis
ojos. Querı́a darme la vuelta y correr, pero no lo hice. Tenı́a que
proteger a mi familia.
"EM. ¿Cruz? dijo uno de los hombres, su voz de barı́tono
profundo que me atravesó como una daga. Su cabello largo, rizado y
castañ o y su bigote ondeaban con el viento, sus pequeñ os ojos ocultos
bajo una capa de pestañ as largas y espesas. El tipo parecı́a un oso
grizzly.
Se verı́a mejor sosteniendo un arco y una lecha y vistiendo
harapos que con un traje. No era ningú n caballero.
Murmuré un "Sı́".
"Estamos aquı́ para acompañ arte al interior". El arqueó las
cejas. "Dame tu telé fono y cualquier arma que tengas".
La garganta subió hasta mi boca. "No tengo nada".
Su ceñ o se hizo má s profundo y se acercó . "No te muevas." Me
estremecı́ cuando sus manos aterrizaron en mi hombro y se deslizaron
hasta mis pechos. Estaba furioso cuando sacó el telé fono celular y se lo
pasó al otro chico. “Un movimiento estú pido y está s muerto. ¿Lo
entiendes?"
Asenti.
Puso su mano en mi espalda, bá sicamente empujá ndome hacia
adelante.
La mansió n brillaba con candelabros y decoració n dorada. Dos
grandes escaleras se extienden a ambos lados del vestı́bulo. Las
grandes paredes se estrecharon a mi alrededor como si me observaran
y amenazaran con aplastarme mientras el hombre grande me conducı́a
a una habitació n.
Me retorcı́ ante el olor a cigarrillos cuando abrió la puerta, me
empujó dentro y cerró la puerta detrá s de mı́.
“Mira a quié n tenemos aquı́”, una voz llamó mi atenció n. Era el
mismo con el que habı́a hablado por telé fono.
Dirigı́ mi mirada hacia é l. Sus ojos marrones se encontraron con
los mı́os y una oscura sonrisa acarició su rostro.
"¿Quié n eres?" Pregunté , el temblor en mi voz traicionó el frente
frı́o que habı́a tratado de proyectar.
"Angelo Pietro, capo de la Cosa Nostra". Señ aló la silla frente a su
escritorio. "Toma asiento".
"No, gracias", me obligué a decir. “Preferirı́a terminar con esto
rá pidamente. Nikolai volverá pronto a casa. Irá a buscarme si descubre
que no estoy en casa”. No mencioné que habı́a dejado una pista para
ayudar a Nikolai a encontrarme si no regresaba.
Sus ojos se dirigieron a mi estó mago y apreté mi mano
protectoramente alrededor de mi pequeñ o bulto. Mi vestido de verano
no hizo mucho para ocultar lo que estaba empezando a notar.
Angel sonrió . “Esta es una reunió n familiar increı́ble. ¿No es ası́?
"¿Familia?" Tragué fuerte. "¿Qué quieres decir?"
"Soy tu hermano, Giselle". Se levantó de su silla y dirigió su
mirada hacia la mı́a. “El imbé cil de tu marido mató a tu padre. Nuestro
Padre."
Capítulo 24 - Nikolai
"¿Donde esta ella?"
Danil y Akin bajaron la cabeza y juntaron las manos. Mis
mú sculos se contrajeron y la ira burbujeó en mi estó mago.
Estaba en el puerto con Mikhail y Maxim hace una hora cuando
recibı́ una llamada de Arina. No habı́an visto a Giselle desde que bajó a
desayunar por la mañ ana y despué s de pasar horas buscá ndola en
vano, recurrieron a llamarme.
Mi presió n arterial subı́a cada minuto que pasaba en el trá ico y
mis pensamientos divergı́an en cada rincó n. Aú n ası́, no podı́a entender
có mo Giselle pudo haber desaparecido cuando la casa estaba
completamente vigilada.
Apreté los puñ os y gruñ ı́ con enojo. "Mı́rame."
Danil levantó la cabeza, pero Akin no.
"Te mataré si tengo que repetirme una vez má s".
Akin tambié n levantó la cabeza.
"¿Dó nde está mi esposa?" Gruñ ı́, mirando de un lado a otro entre
ambos y pensando en las formas en que los torturarı́a antes de
matarlos si Giselle resultaba herida.
"No lo sé , jefe", respondió Danil. "Ella estaba en la cocina... Ella
bajó a la cocina esta mañ ana..." Le golpeé la mandı́bula. El dolor que
subı́a por mis nudillos me hizo querer golpearlo má s, pero me contuve.
"Te con ié a mi esposa, ¿y te atreves a decirme que no tienes ni
puta idea de dó nde está ?" Saqué mi arma del tapizado de mi pecho y le
apunté . "Dime una maldita razó n por la que no deberı́a ponerte una
bala en la maldita cabeza".
Tembló de terror.
"Tienes que ver esto, hombre".
Estiré el cuello hacia donde Maxim estaba parado junto a la
puerta, sosteniendo un iPad. "¿Qué demonios es eso?"
"Imá genes de CCTV de su esposa escapá ndose", respondió . Me
acercó el iPad y se lo arrastré .
Mi mandı́bula se a lojó mientras miraba las imá genes de Giselle
parpadeando ante la cá mara antes de escabullirse.
La ira surgió en espiral desde la boca de mi estó mago y resoplé .
"Parece que se fue sola". Vlad cogió el iPad. "Ella te engañ ó para
que con iaras en ella y luego te dejó ".
Me tambaleé hacia atrá s y golpeé mi espalda contra la pared.
Vlad tenı́a razó n, Giselle no fue secuestrada. Los italianos no vinieron
aquı́ y se la llevaron contra su voluntad.
Ella me engañ ó para que con iara en ella y luego escapó sin
mirar atrá s en el momento en que pudo.
Mi pecho se contrajo por el dolor y mis mú sculos se debilitaron
por la traició n. Giselle nunca se preocupó por mı́. Ella nunca me amó .
Habı́a sido un tonto.
“¿Cuá l es tu plan ahora?” Vlad preguntó en voz baja.
Me levanté de la pared y miré a mi hermano. "La encontramos y
la traemos de regreso".
Se equivocó si pensó que podı́a huir de mı́. Ella era mia. Mío.
“Los italianos andan sueltos y Angelo sabe que ella es su
hermana. Tenemos que encontrarla antes que ellos”.
"Bien. Llama a Sergey e infó rmale sobre la situació n”, le ordené a
Vlad, luego señ alé a cada uno de mis guardaespaldas. “Preparen sus
armas y a los otros chicos. Vamos a traer a mi esposa de regreso a
casa”.
Tres de ellos asintieron y se dispersaron. Vlad y yo salimos
furiosos del pasillo tras ellos y corrimos a un cuarto de
almacenamiento escondido en mi armario. Agarramos armas y balas
adicionales que guardamos en nuestros bolsillos y tapizados.
Cuando terminamos y bajamos las escaleras, Arina estaba al
inal de la escalera con otra criada. Sus pobladas cejas se juntaron con
preocupació n.
"¿Qué es?" Yo pregunté . No tenı́a tiempo para tonterı́as ahora.
No cuando mi esposa y mi hijo por nacer estaban allı́, expuestos a un
ataque de los italianos. Ese animal, Angelo, no serı́a fá cil con Giselle
só lo porque era su media hermana.
Me tendió la mano y noté un pequeñ o trozo de papel entre sus
dedos. "No creo que se haya ido porque quisiera".
Le quité el papel y lo desdoblé , luego leı́ la disculpa que Giselle
habı́a escrito en é l. Debajo de la disculpa estaba la direcció n de Pietro
Manor. ¿Se escapó só lo para poder encontrarse con su hermano
perdido hace mucho tiempo? ¿Có mo se enteró de é l? ¿Y ella pensó que
é l podrı́a protegerla de mı́?
Nadie podrı́a protegerla de mı́.
"Tomó el telé fono de la criada, anotó una disculpa y una
direcció n", explicó Arina. "¿Crees que ella habrı́a hecho eso si hubiera
querido traicionarte?"
Mi cabeza fracasó . Era difı́cil pensar má s allá de mi ira y miedo.
“¿Sabes el nú mero de improviso?” Vlad le preguntó a la criada y
ella asintió . Sacó su telé fono de su bolsillo. La criada le llamó , é l llamó y
puso el altavoz en el telé fono.
La lı́nea sonó y pasaron segundos antes de que alguien
inalmente respondiera. "Si no es el propio Vlad Vadim", gruñ ó Angelo.
"¿Dó nde está tu hermano? Supongo que está a tu lado, preguntá ndose
qué le he hecho a su esposa y a su hijo por nacer.
El aire salió de mis pulmones. Le quité el telé fono a Vlad y le
grité . “¿Dó nde está Giselle?”
“Hola, cuñ ado”, dijo Angelo con voz desquiciada. "Fá cil. No
lastimarı́a a mi propia hermana, ¿sabes?
¡Bastardo!
"Te mataré si la lastimas".
El resopló . "Eres demasiado orgulloso para un hombre que la
vida de su esposa y su hijo por nacer depende de mı́". El volvió a reı́r.
“Trá emela”.
"¡Quita tus repugnantes manos de encima!"
Se me heló la sangre cuando escuché el grito de Giselle.
“¿Qué tal si le corto el feto de su vientre?” Angel preguntó . “¿Eso
te pondrı́a de rodillas?”
Lá grimas furiosas nublaron mi visió n y apreté los puñ os. "Me
arrodillaré si quieres, pero tienes que prometer que la dejará s ir".
"Mmm." Angelo se quedó en silencio por un momento,
contemplando mi oferta. "¿Por qué habrı́a de hacer eso?"
"¡Porque soy a mı́ a quien quieres, maldita sea!" Gruñ ı́. "Incluso
dejaré que me pongas una bala en el pecho si eso signi ica que puedo
salvar a Giselle y a mi hijo por nacer".
“No, Nikolai”, gritó Giselle por telé fono. El dolor en su voz
atravesó mi corazó n como el ilo de una espada. “No vengas aquı́.
Pre iero morir antes que perderte, por favor”.
“No voy a morir”, le aseguré . Me importaba un carajo si lo hacı́a.
Só lo la querı́a en casa y a salvo.
“Todo esto es culpa mı́a. Pensé que te dejarı́a vivir si venı́a. Lo
siento mucho."
Una sonrisa amarga curvó mis labios. “No es tu culpa, dorogaya.
Lamento no haberte protegido mejor”.
Escuché un ruido sordo en el suelo y luego un grito de Giselle.
Ese cabró n la empujó al suelo.
“Tienes diez minutos para llegar aquı́ y tal vez considere
cambiar su vida por la tuya. Nos vemos, cuñ ado”. Colgó .
No me di cuenta de que habı́a estado apretando el telé fono
hasta que la pantalla hizo ruido y se hizo añ icos en mi mano.
Vlad me miró atentamente. "No está s considerando su oferta,
¿verdad?"
"Soy."
“Ese psicó pata no te dejará salir de allı́ con vida. El te matará ”.
Caminé hacia la puerta y Vlad siguió mis pasos. "No me
importa".
“Bueno, me importa”, replicó . Me tomó la muñ eca y me hizo
girar. “No me importa si está s listo para colgarte de una cruz, Nikolai.
Eres mi hermano y no te perderé ”.
"No perderé a Giselle ni a nuestro bebé ". Puse una mano en mis
caderas y pasé la otra por mi cabello cuando me di cuenta de que le
habı́a levantado la voz a Vlad. No deberı́a haberlo hecho, no se le podı́a
culpar por nada de esto, pero estaba demasiado furiosa.
“Giselle es una Vadim. Ella es familia”, dijo suavemente. "La
salvaremos, pero tienes que prometerme que no hará s nada estú pido
como entregarte a Angelo".
Le di unas palmaditas en el hombro a mi hermano. “No soy
estú pido, Vlad. Sé que ese cabró n no dejará ir a Giselle incluso si yo le
dejo atravesarme con un cuchillo.
Sus ojos se iluminaron y forzó una sonrisa. "Bien. Ahora vamos a
salvar a tu mujer”.
Capítulo 25 - Giselle
“¿Quieres escuchar la historia?”
Me atrevı́ a mirar a Angelo. Me hizo sentar en el frı́o suelo frente
a su mesa como si fuera una especie de esclava, mientras é l se sentaba
en su silla de malla contemporá nea, con un cigarro en una mano y un
vaso de whisky en la otra.
Tenı́a las piernas apoyadas sobre la mesa y se veı́a tan grande e
intimidante, pero en ninguna parte tan grande y dominante como
Nikolai o cualquiera de sus hermanos.
"¿Que historia?" Pregunté , mi voz temblaba por todo el llanto
que habı́a hecho desde la mañ ana y por estar sentada en el frı́o suelo de
baldosas durante demasiado tiempo.
Inhaló su cigarro y sopló el humo al aire. “La historia de có mo tu
madre conoció a mi padre”.
Me estremecı́. El parecido estaba ahı́ entre Angelo y yo.
Tenı́amos los mismos ojos marrones y cabello oscuro. La misma piel
clara que supuse era de Giovanni Pietro, aú n ası́, era difı́cil creer que
este monstruo frente a mı́ fuera mi medio hermano.
Siempre pensé que mi padre era un desalmado, pero no
esperaba que un asesino a sangre frı́a como Giovanni fuera mi padre.
"Tú no eres mi hermano", le escupı́, mis ojos sosteniendo los
suyos. Mi estó mago dio un vuelco porque estaba nervioso, pero no
retrocedı́.
Monstruos como Angelo se alimentaban del miedo ajeno. Ya
habı́a terminado de llorar y no iba a darle la satisfacció n de alimentarse
de la mı́a.
"Cré eme, preferirı́a no tener como hermana a la descendencia
de una puta como tú ". Tomó un trago de su whisky. "Pero hay algunas
cosas que no se pueden cambiar".
"Mi madre no era una puta".
El caballo se rió , luego sus ojos se volvieron má s oscuros
mientras los estrechaba hacia mı́. "Escucha la historia y juzga por ti
mismo, ¿quieres?"
Arrojó el cigarrillo al cenicero, sacó un paquete entero del cajó n
y se lo deslizó entre los labios. Encendió el extremo, que se volvió rojo
cuando lo inhaló y arrojó el encendedor plateado sobre su escritorio de
caoba.
“Mis padres se casaron cuando mi madre tenı́a só lo dieciocho
añ os. Mi padre era un imbé cil y la golpeaba hasta convertirla en pulpa
cada vez que el negocio iba mal. Aú n ası́, ella lo amaba lo su iciente
como para quedar embarazada de é l. Dos veces."
Se detuvo para dar otra calada a su cigarro y continuó . “Un dı́a
regresó a casa y estaba bastante enojado, insultando a mi madre y
gritá ndole que ella no lo merecı́a. El la golpeó y cuando intenté
detenerlo, é l tambié n me golpeó . Yo tenı́a veinte añ os y mi hermana
Giulia só lo quince. El nunca la golpeó , la amaba demasiado para eso”.
Fijé mi atenció n en é l mientras hablaba.
“El iba a matar a mi madre esa noche y yo no podı́a dejarlo, ası́
que luché contra é l. Solo. Guilia estaba en la puerta detrá s de ti,
sonriendo y sin hacer nada. Agarré un cuchillo. Acababa de matar a un
hombre esa noche, decidido a acabar con é l y salvar a mi madre. Sin
embargo, no tuve mucha suerte, ası́ que terminé cortá ndole la cara con
el cuchillo. Vivió con esa cicatriz toda su vida. Fue bastante feo”.
Su expresió n se volvió triste por un momento antes de que la
oscuridad volviera a su mirada.
Un extrañ o sentimiento de lá stima se apoderó de mı́. "Tu padre
era un monstruo, ası́ que tú tambié n te convertiste en uno".
El se rió entre dientes, una sonrisa torcida se formó en su
rostro. “Soy el hijo de mi padre, Giselle. Siempre he sido un monstruo.
La ú nica excepció n a mi naturaleza sá dica fue mi madre”.
Y ası́, cualquier lá stima que sintiera por é l murió rá pidamente.
“¿Por qué está s desesperado por vengarte si odiabas tanto a tu padre?
¿Y por qué crees que soy tu hermana?
“Mi padre mató a mi madre esa noche y me exilió de la Cosa
Nostra”. Tragó su bebida de un trago y golpeó el vaso vacı́o sobre la
mesa. “Estaba enojado, buscando una debilidad para derribarlo.
Mientras investigaba sus actividades, encontré a tu madre. Bastante
joven. La misma edad que yo. Estaba embarazada de un hombre al que
ella le importaba una mierda.
Arrastré mis pies hasta mi pecho y me rodeé con mis brazos.
“¿Estabas cuidando a mi madre?”
“Por un tiempo”, admitió . “Dejé Chicago poco despué s y me unı́ a
la Cosa Nostra en Nueva York, y solo regresé despué s de la muerte de
mi padre hace tres añ os. Habı́a estado planeando venganza desde
entonces. Nadie quedó fuera”
"Mi madre está muerta. No puedes lastimarla incluso si te
mueres por hacerlo.
El sonrió . “Ya llegaremos a eso. ¿Me preguntas por qué quiero
vengar a mi padre? Porque tu marido y sus hermanos me quitaron el
derecho a vengarme. Era mi bala la que deberı́a haber sido enterrada
con mi padre, no con la de Sergey”.
"Está s enfermo."
Mis ojos se llenaron de miedo. "Está s enfermo." Lo habrı́a
entendido si estuviera buscando venganza porque amaba a su padre,
pero su razó n (ansia de venganza porque le quitaron la oportunidad de
matar a su padre) era algo que só lo un psicó pata harı́a.
El se rió entre dientes y se sirvió otro dedo de bebida. “Nunca
dije que no lo fuera. Nadie en un mundo como el nuestro está cuerdo.
Ni siquiera tu marido, hermana”.
Mi cerebro falló . Odié cuando me llamó ası́. "No soy tu hermana".
De repente, golpeó su escritorio con el puñ o y grité , sorprendida
por su repentino arrebato violento. "Eres mi hermana y morirá s como
mi hermana". Se puso de pie y caminó hacia mı́.
Retrocedı́, arrastrá ndome hacia atrá s sobre mi trasero hasta
que quedé atrapado entre la pared y un monstruo. “No te acerques”.
"¿Qué vas a hacer?" La dulzura de su voz estranguló el aire de
mis pulmones. “Tu madre pagó por sus pecados, ya es hora de que
pagues por los tuyos”.
Rompı́ el contacto visual y ijé mi mirada en mi mano
temblorosa. "¿Qué quieres decir?"
“¿De verdad pensaste que tu madre murió de angustia?” Se
arrodilló frente a mı́ y se rió ante la sorpresa en mi cara. “Ella era un
blanco fá cil. Borracho, desconsolado y dé bil. Ella no luchó ni siquiera
intentó luchar. Simplemente tomó el veneno y su corazó n se desaceleró
mientras miraba la lluvia”.
Sacudió la cabeza. “Que me jodan, debı́ haber guardado un video
como recuerdo de este momento. Estoy seguro de que habrı́as
disfrutado viendo có mo la vida se le escapaba de los ojos”.
Giré mi cabeza hacia é l, con los ojos muy abiertos por el horror.
“¿Mataste a mi madre?”
El arqueó la ceja. “Matar es una palabra muy fuerte. Só lo la
ayudé a salir de su miseria. La dejé amable y gentilmente, el tipo de
destino miserable que merecı́a una perra como ella.
Mis manos temblaron pero esta vez de ira. Le di una bofetada a
Angelo. “Eres un monstruo”, grité , con lá grimas cayendo por mis ojos.
"¡Eres un maldito monstruo!"
Sus ojos se oscurecieron aú n má s. Deberı́a haberme arrepentido
de haberlo golpeado en ese momento, pero estaba demasiado enojado
como para preocuparme. "No deberı́as haber hecho eso".
"No deberı́as haber matado a mi madre".
El resopló , me agarró el pelo y me arrastró hasta ponerme de
pie. Luego me empujó contra la pared y resopló . "Deberı́as
agradecerme por poner in a su miserable vida".
El dolor recorrió mi espalda cuando golpeé la pared y dejé
escapar un grito mientras me deslizaba al suelo. Angelo se acercó a mı́,
me agarró un mechó n de pelo y me arrastró hasta ponerme de pie.
"Pensé que serı́a un buen regalo si dejara que Nikolai viera mientras te
mato, pero supongo que no". Me llevó a su escritorio y me arrojó
encima de é l. "Me aseguraré de que tu muerte sea tan dolorosa como la
de mi madre".
Mis ojos se dirigieron a una maceta en un estante lotante al
otro lado del escritorio y estallé en una risa triste. Un sabor fuerte y
metá lico llenó mis papilas gustativas y todo mi cuerpo palpitó de dolor.
Angelo me miró confundido. "¿Qué es gracioso, perra?"
"Nada." Una cosa estaba clara, sin embargo, no ı́bamos a salir
vivos de aquı́. No iba a dar marcha atrá s sin luchar y si la suerte estaba
de mi lado, iba a verlo morir antes de dar mi ú ltimo suspiro.
La adrenalina se iltró por mis venas, adormeciendo parte del
dolor que me atravesaba y energizá ndome. Empujé a Angelo a un lado,
corrı́ hacia el estante lotante y agarré la maceta.
“¿Qué tal si morimos juntos, hermano?” Golpeé la maceta contra
su cabeza dos veces y cayó al suelo con un grito ahogado. El jarró n se
hizo añ icos y la arena que contenı́a la planta falsa se vació sobre é l.
Todavı́a tenı́a un pequeñ o trozo en la mano, pero dudé entre
rematarlo o salir corriendo mientras todavı́a tenı́a la oportunidad. Sus
guardaespaldas todavı́a estaban afuera, me matarı́an antes de que
pudiera salir del edi icio. Tenı́a má s posibilidades de acabar con Angelo
para siempre.
Lo mataré.
Me senté a horcajadas sobre sus piernas, sostuve la pieza rota e
intenté apuñ alarlo, pero é l me sujetó la muñ eca y me empujó . Me puse
de pie tambaleante, todavı́a decidida a matarlo, pero é l fue má s rá pido.
Envolvió sus dedos alrededor de mi cuello y comenzó a
estrangularme. “¡Muere, perra estú pida! ¡Morir!"
La sangre goteaba desde su cabeza, serpenteando por uno de
sus ojos y inalmente goteando al suelo.
Lo arañ é , lo arañ é y traté de patearlo, pero é l era má s fuerte. Iba
a morir. "Lo ú nico que lamento es no ser yo quien te mate".
“La mı́a es que Nikolai no te verá morir. Tenı́a muchas ganas de
ver la expresió n de su cara cuando te maté . Apretó sus dedos alrededor
de mi cuello con má s fuerza.
Puse mi mano alrededor de mi pequeñ o bulto y el
arrepentimiento me invadió . Nunca debı́ haber salido de la mansió n.
Ahora no só lo iba a morir yo, sino que tambié n lo harı́a mi bebé .
El aire salió de mis pulmones lentamente y mi visió n comenzó a
nublarse.
Lamento no haber podido protegerte.
Lo siento, te dejaré en paz.
El ú ltimo hilo de lá grimas se deslizó por mi rostro y me deslicé
en la oscuridad.
Capítulo 26 - Nikolai
Algo en mı́ dio un vuelco cuando Maxim, Vlad y yo entramos a la
mansió n Vadim. Habı́a pasado un añ o desde que estuve aquı́. Un añ o
desde que Sergey y yo derramamos la sangre de Giovanni.
Este lugar todavı́a apestaba a muerte. La sangre seca manchaba
la puerta negra de hierro forjado, y las feas esculturas que bordeaban el
camino de entrada parecı́an estar todavı́a de luto.
Para nosotros, los Vadim, muchas cosas habı́an cambiado en un
añ o. Sergey se convirtió en padre y yo en marido. Habı́a pasado de ser
un asesino frı́o a un marido amoroso que lo arriesgarı́a todo por su
familia.
Y eso solo me hacı́a aú n má s peligroso de lo que nunca habı́a
sido. La violencia temblaba en mis venas.
"¿Puedes creer que volvamos aquı́ exactamente un añ o despué s
para derramar má s sangre de Pietro?" Preguntó Maxim, llenando el
cargador de su arma con balas.
"Tengo la sensació n de que esta no será la ú ltima vez",
respondió Vlad, quitando el cuchillo que Sergey le regaló cuando se
convirtió en parte de la Bratva. Habı́amos entrado a tiros y una extrañ a
sensació n de satisfacció n me invadió cuando los soldados italianos
cayeron al suelo como moscas.
Cuando entramos, derribamos a má s hombres de Angelo hasta
que nuestras armas se quedaron sin balas y tuvimos que ponernos a
cubierto.
Mis hermanos y yo nos escondimos detrá s de una estatua
ensangrentada de Marı́a para recargar nuestras armas. Má s hombres
entraron en tropel al vestı́bulo, dispará ndonos sin rumbo ijo.
“¿Alguna señ al de Giselle o Angelo?” Preguntó Maxim, jadeando.
Sacudı́ la cabeza y miré a Vlad. "¿Tú ?"
El tambié n negó con la cabeza. "Probablemente esté en una de
esas habitaciones con Angelo".
Una mezcla perfecta de ira y miedo se revolvió en mi estó mago.
Habı́a visto a Angelo una vez, cuando é ramos niñ os y habı́a intentado
leerlo como Giselle leerı́a uno de los libros de mi madre. El imbé cil era
completamente psicó pata y tan estú pido como orgulloso.
No era el tipo de persona que dejarı́a viva a Giselle y la usarı́a
como cebo para escapar. La matarı́a y luego serı́a tan tonto como para
enfrentarse a mı́, pensando que podrı́a matarme a mı́ tambié n.
"Algo no está bien", dije, mirando a los italianos que nos
disparaban a travé s de un agujero en la escultura. "Hay demasiado
silencio aquı́".
"¿Crees que podrı́a haber lastimado a Giselle?"
"Si no lo ha hecho, lo má s probable es que esté pensando en
ello". Tapé mi arma con corcho. “¿Puedes cubrirme? Dales una señ al a
los otros muchachos para que entren”.
Má ximo asintió . "Ten cuidado."
Miré a mis hermanos. Cuidado no existı́a en mi diccionario
cuando mi esposa y mi hijo estaban en peligro. “Cuida de Giselle si me
pasa algo. Y no intentes follá rtela.
"No puedo hacer esa promesa", respondió Maxim, frunciendo el
ceñ o con desaprobació n. "Sal con vida y cuida de tu esposa y de tu hijo
tú mismo".
Asentı́, luego me sumergı́ detrá s de un estante al otro lado de la
escultura y comencé a disparar. Nuestros hombres tardaron otros diez
minutos en entrar al edi icio y los tres nos las arreglamos solos. Con la
mitad de los hombres de Angelo muertos, ahora los superá bamos en
nú mero.
Esquivando balas y disparando algunas má s, me dirigı́ al
estudio que habı́a sido de Giovanni por esta é poca el añ o pasado.
Llegué a la puerta y traté de abrirla, pero estaba cerrada con llave.
Me tambaleé hacia atrá s y le di una patada. La puerta de madera
se abrió con un chirrido y gruñ ı́ ante la vista frente a mı́. Giselle fue
empujada contra un escritorio y Angelo se elevó sobre ella, apretando
su cuello y drenando el aire de sus pulmones.
Sin pensarlo dos veces, caminé hacia ellos y le clavé mi revista
en la cabeza. El bastardo gritó y cayó al suelo. No le presté atenció n
mientras corrı́a hacia Giselle y la tomaba en mis brazos.
Su piel clara habı́a palidecido y la sangre cubrı́a su rostro. Miré a
Angelo, dadas las heridas que tenı́a, Giselle le habı́a dado una pelea
justa.
Llevé a mi esposa al sofá y la abracé contra mı́. “Gisela. Bebé .
¿Puedes oı́rme?"
Ninguna respuesta.
Le di una palmada en las mejillas suavemente. “¿Giselle? Bebé ,
abre los ojos, por favor”.
Ella no lo hizo. En cambio, ella yacı́a sin vida en mis brazos.
La adrenalina corrió por mis venas y mi corazó n se aceleró a un
ritmo peligroso. Puse dos dedos en su cuello. Por suerte tenı́a pulso,
pero era dé bil.
Angelo soltó una risa psicó tica y se puso de pie tambaleá ndose.
“Pasé un añ o esperando que esta hermosa escena se desarrollara ante
mı́”.
Mis hombros se agitaron de ira. “¿Qué diablos has hecho?”
"¿Qué he hecho?" El resopló . “Te di un regalo. De todos modos,
ya hacı́a tiempo que debı́a hacerlo. Esperabas algo má s cuando
mataste a mi padre y a mi hermana”.
"Ella es tu hermana", gruñ ı́. "¿Có mo puedes lastimar a la
familia?"
“Ella es una Vadim. Eso la convierte en mi enemiga tanto como
tú y tus hermanos. Miró a Giselle con evidente disgusto. "Esa puta
merece todo lo que recibió , y su madre tambié n".
La rabia se enroscó en mi pecho como una tormenta. “¿Mataste
a su madre?”
Angelo soltó una carcajada sardó nica. “¿Por qué está s tan
sorprendido?” Se limpió un rastro de sangre de la cara. “Esto es lo que
somos, hombre. Esto es lo que hacemos. Amar a la perra muerta no te
hace mejor que el resto de nosotros. Eres tan monstruo como yo.
Giselle se retorció en mi brazo y la miré . Ella parpadeó para
abrir los ojos y luego hizo una mueca. -¿Nik?
"Estoy aquı́." Sintió frı́o en mi mano mientras tomaba su cara.
"Justo aquı́, bebé ".
Las lá grimas brotaron de sus ojos y se derramaron por su
rostro. “Pensé que nunca volverı́a a verte”, sollozó , con voz dé bil.
"Pensé que nunca tendrı́a la oportunidad de decirte la verdad".
Deslicé mi dedo por su cabello. “Sé la verdad, bahı́a. Sé que
nunca quisiste traicionarme. Lo sé todo."
Ella me dirigió una dé bil sonrisa. "Estoy cansado. Quiero
dormir." Intentó cerrar los ojos, pero la desperté sacudié ndola.
"No. No, Giselle. Su cabello oscuro se habı́a enredado en su cara
con sangre. Metı́ los mechones detrá s de su oreja. “No puedes quedarte
dormido, cariñ o. Ahora no. ¿Bueno?"
"¿Qué tal si ustedes dos duermen juntos?" Angelo me apuntó
con un arma. No tenı́a ni puta idea de dó nde lo habı́a escondido.
Apoyé a Giselle contra la pata del escritorio para mantenerla a
salvo de las balas y me puse de pie. "Má tame si quieres, pero deja ir a
Giselle".
Angel negó con la cabeza. "No. No me parece. La perra va
contigo”.
Amartilló el arma. "Saluda a mi padre de mi parte".
Sus dedos se movieron para presionar el gatillo. Se escuchó un
estallido en la habitació n, mis oı́dos zumbaron por el disparo y el olor a
pó lvora llenó el aire.
La sangre brotó del pecho de Angelo, con los ojos muy abiertos
mientras miraba por encima de mi hombro antes de caer al suelo sin
vida. Me di la vuelta.
Giselle no estaba en la misma posició n en la que la habı́a dejado.
Estaba de rodillas, empuñ ando una pistola y temblando. "Creo que lo
maté ", dijo con voz á spera. "Acabo de matar a alguien".
"Giselle", susurré , acercá ndome a ella con cautela. "Ey.'
Ella me miró con esos ojos marrones temblorosos y llorosos.
"¿Qué he hecho?"
"No hiciste nada mal." Me acerqué a ella. "Nada mal." Le quité el
arma y la guardé en mi tapizado, luego la rodeé con mi brazo y la
acerqué má s.
"Yo lo maté ", gritó , temblando debajo de mı́. "Maté a mi medio
hermano".
"Só lo hiciste lo que tenı́as que hacer, Giselle". Pasé mis dedos
por su espalda, acariciá ndola. “Tú me protegiste. Lo hiciste muy bien”.
"Pero Angelo... está muerto".
"Se lo merecı́a.
Ella se sacudió contra mi pecho por un momento, luego se
quedó inerte. Puse mis dedos en su muñ eca y el alivio me invadió
cuando vi que estaba respirando.
“¿Qué diablos pasó aquı́?” Preguntó Maxim, pasando por encima
del jarró n destrozado en el suelo. "Hizo ella…"
Sabı́a lo que estaba preguntando. "Ella hizo. Está en shock y creo
que tambié n está deshidratada”.
Vlad se acercó a Angelo y lo agitó con los pies. “¿Este bastardo
está muerto de verdad?”
"Lo má s muerto que un hombre puede estar". Me levanté del
suelo y levanté a Giselle en mis brazos.
"¿Deberı́a llamar al Dr. Ivanov?" Preguntó Maxim, mirando a
Giselle. La preocupació n estropeó sus rasgos.
"Sı́."
Llevé a Giselle a la camioneta empacada afuera de Pietro Manor
y la coloqué en el asiento trasero. Habı́an sucedido tantas cosas en
poco má s de tres meses. Nos odiá bamos, pero habı́amos llegado al
punto en el que morirı́amos y matarı́amos el uno por el otro.
"Hemos recorrido un largo camino, Giselle", susurré , pasando el
dedo por su cabello.
Giselle habı́a llegado a mi vida justo cuando la necesitaba. Ahora
era mi turno de convertirme en el hombre que ella necesitaba y en un
marido en el que pudiera con iar.
No un hombre que la protegerı́a só lo porque era su esposa y
madre de su hijo, sino un hombre que la amarı́a.
Porque estaba enamorado de ella.
Capítulo 27 - Giselle
El sol del mediodı́a arrojaba un calor intenso y abrasador a
travé s de las ventanas de la habitació n y el sonido de las bocinas de los
coches sonaba desde la distancia. La habitació n brillaba y pequeñ as
motas de polvo relucientes lotaban en el intenso brillo del sol, pero
todavı́a me sentı́a envuelto en la oscuridad que envolvı́a mis acciones.
Levanté las rodillas y las rodeé con fuerza con los brazos, el
corazó n latı́a rá pido y golpeaba contra mi caja torá cica. El peso de lo
que habı́a hecho me oprimı́a como una carga as ixiante, demasiado
pesada para soportarla.
Me toqué la punta de los dedos, recordando sin querer có mo se
sentı́a al presionar el gatillo y ver una bala volar por el aire. No pude
escapar de las vı́vidas imá genes del cuerpo sin vida de Angelo. Una vida
que tomé con mis propias manos.
Y no una vida cualquiera, la de mi medio hermano.
Simplemente no pude superarlo. No pude superar la culpa. El
mismo dı́a, despué s de descubrir que era mi hermano, le apunté con un
arma. Qué terrible giro del destino.
Las lá grimas brotaron de mis ojos, pero no ofrecieron ningú n
alivio. Angel estaba muerto. Se merecı́a todo lo que recibió , pero eso no
cambió el hecho de que yo habı́a asesinado mi propia sangre.
No habı́a manera de deshacer lo que se habı́a hecho y si pudiera
retroceder en el tiempo y hacer algo diferente, no dudarı́a en matarlo
por segunda vez.
Compartimos el mismo padre, pero é l no era mi familia. Nikolai
y mi hijo por nacer lo eran, y yo derribarı́a el mundo para mantenerlos
a salvo si fuera necesario.
Un golpe abrupto en la puerta me hizo levantar la cabeza de las
rodillas, me sequé los ojos con el sué ter y me lavé las manos. Sollocé y
me recliné contra la cabecera.
"Adelante."
La puerta se abrió y entró una mujer joven muy hermosa con
ojos azules, cabello corto y oscuro, y nuestras miradas se encontraron.
Una sonrisa ansiosa se dibujó en su rostro y la reconocı́ al instante.
“¿Ema?” Me quedé boquiabierto. "Emma, ¿eres realmente tú ?"
Con la culpa temporalmente evaporada y reemplazada por una
avalancha de emociones, salı́ volando de la cama, abrı́ los brazos y
Emma cayó en ellos, encerrá ndonos en un fuerte abrazo. Hubo una
mezcla de risas y lá grimas y mi cabeza se movı́a de un lado a otro en un
gesto de incredulidad.
"Oh, Giselle", me apretó en sus brazos. "Nunca pensé que te
volverı́a a ver".
“Tampoco pensé que volverı́a a verte”, me reı́ entre lá grimas y
ella me secó los ojos.
La puerta se abrió de nuevo y Nikolai asomó la cabeza. Cuando
sus ojos oscuros se posaron en los mı́os, me ofreció una sonrisa
reconfortante y un breve movimiento de cabeza antes de irse. Puse una
mano sobre mi pecho, agradecida de que tuviera la amabilidad de
traerme a mi amigo.
Emma y yo volvimos a la cama para sentarnos. Ella miró con
complicidad entre la puerta y yo, con la comisura de sus labios tirada
hacia arriba. "Veo que las cosas han dado un giro serio desde la ú ltima
vez que nos vimos".
Mis mejillas se calentaron y me froté el cuello. "Muchas cosas
han cambiado, Emma". Me eché el pelo por encima del hombro con un
resoplido arrogante. "Sé que me extrañ aste", dije alegremente, pero sus
ojos re lejaban seriedad.
"Giselle", juntó su mano sobre la mı́a y su voz bajó un tono. “No
sabes lo asustada que estaba despué s de que te llevaron. Pensé que te
iban a torturar o algo ası́. Pensé que estabas muerto."
Una suave risa salió de mis labios y le di unas palmaditas en la
mano.
“Hubo momentos en que me sentı́ muerta aquı́, Emma. Me tomó
un tiempo acostumbrarme a…” Agité una mano en el aire, señ alando a
toda la casa, “Todo esto. Adaptarse no fue fá cil”.
"Pero lo hiciste de todos modos", se rió . “Vi la forma en que te
miraba. Era diferente de lo que habı́a imaginado”.
Curiosidades, fruncı́ los labios. “¿Qué te imaginaste?”
“¿Cosas tı́picas de la ma ia?” Ella hizo un gesto indiferente con
los hombros. "Frı́o, franqueza, groserı́a..."
Nos echamos a reı́r alegremente y me sequé una lá grima del ojo.
“Eso es muchı́simo. Y sı́, recibı́ mucho de eso, especialmente de su
hermano mayor, Sergey. Es el jefe de la organizació n. Dios, deberı́as
conocerlo, de initivamente obtendrá s todas las vibraciones ma iosas
de é l”.
Emma se quedó en silencio por un momento. Luego, ella dijo:
"¿Tiene calor?"
"El es. Todos son. Pero Sergey está felizmente casado…”
Emma se rió hasta que su cara se puso roja y seguı́ adelante
para informarle sobre los ú ltimos acontecimientos de mi vida. Le conté
sobre la guerra, el tiroteo en el centro comercial y el descubrimiento de
mi medio hermano.
Ella jadeó . "¿Tienes un hermano?"
Mi sonrisa vaciló . "Tuve."
Le conté todo sobre su malvado plan para matarnos a Nikolai y
a mı́, pero no entré en muchos detalles. Mientras hablaba má s y
revelaba má s experiencias de los ú ltimos meses, me di cuenta de que
ya no era la misma persona que era antes. Algo habı́a cambiado dentro
de mı́; Me sentı́ má s audaz, má s atrevida y má s fuerte.
"Hace como cien grados aquı́", tiré de mi sué ter. "¿Qué es esto?
¿Quieres brindar por tu bebé en crecimiento?
Solté una carcajada y me quité el sué ter. "Tengo un secreto que
compartir".
"Soy todo oı́dos."
"Prometo no decı́rselo a nadie, pero ahora puedo disparar un
arma".
Sus ojos brillaron intensamente y vi má s allá de su pretencioso
jadeo. "De ninguna manera..."
"¿Está s sorprendido?"
"No tonto. Lo reconstruı́ despué s de que Nikolai me llamara. Si
te quedaste tanto tiempo con é l, eso signi ica que eres muy rudo y esas
cosas”, sonrió . “Lo amas, ¿no?
Me tomó un momento responder, pero cuando lo hice, fue la
respuesta genuina de mi corazó n.
Emma y yo pasamos toda la tarde ponié ndonos al dı́a con cosas
relevantes e irrelevantes. Verla de nuevo fue como un soplo de aire
fresco, y cuando tuvo que irse má s tarde esa noche, nos despedimos
aliviados de que nos volverı́amos a ver pronto.
No podı́a simplemente quedarme en la habitació n, rodeada de
todo el silencio, ası́ que salı́ y me dirigı́ a un lugar má s tranquilo. La
piscina.
Ahora vestida con una camiseta sin mangas y pantalones cortos,
metı́ las manos en los bolsillos y vislumbré el hermoso cielo. Se
acercaba el anochecer y el sol se ocultaba tras el horizonte. El calor de
la tarde habı́a disminuido considerablemente, dejando espacio para el
efecto de brisa fresca del atardecer.
La reluciente super icie del agua re lejaba los colores
desvanecidos del cielo, y me paré en el borde, me quité las sandalias y
sentı́ las frı́as baldosas con los pies descalzos. Me bajé , me senté en las
baldosas y hundı́ las piernas en la piscina. A mi lado, ya estaba sentada
una igura alta con cabello corto y oscuro y hombros anchos.
Movió su pierna a travé s del agua, enviando suaves ondas a
travé s de la super icie, y yo inhalé el aire fresco y fresco de la tarde.
Se volvió hacia mı́ y sus ojos azules atravesaron los mı́os,
consolá ndome en silencio. Apoyé mi cabeza en su hombro y é l me
rodeó con un brazo, acercá ndome má s.
“¿Qué está s haciendo aquı́ afuera?” Yo pregunté . "Este no parece
ser tu há bitat natural".
El se rió suavemente. "Entonces, ¿soy un tipo de cuevas y
mazmorras?"
"Má s bien almacenes, clubes nocturnos e islas escondidas", me
encogı́ de hombros.
El se burló . "Nada mal. Sentarme junto a la piscina como un
hombre corriente tambié n podrı́a ser lo mı́o, ¿sabes?
“Oye, no hay juicio aquı́. Puedes hacer lo que quieras. Estaré
aquı́ para apoyarte. Incluso si resultas ser un tipo de mazmorras”.
Presionó un beso en mi frente. “Y eso suena convincente, Giselle.
Gracias por creer en mi. Sin embargo, salı́ para aclarar mi cabeza. He
tenido mucho en qué pensar”, dijo. "¿Y tú ? Pensé que estabas decidido a
quedarte encerrado allı́.
"Mismo. Salı́ para aclarar mi cabeza. He tenido mucho en qué
pensar tambié n. Tener a Emma aquı́ me hizo mucho bien. Gracias por
traerla”, mi voz viajó en un dé bil eco a nuestro alrededor.
Besó mi cabello y miró ijamente el agua. “Y gracias por
salvarme la vida hace dos dı́as. Fuiste valiente, Giselle. Estaba
aterrorizada, pero muy orgullosa de ti”.
Inspiré su relajante y ronco aroma. "Enseñ arme algunas
lecciones inalmente valió la pena, ¿no?"
"Ası́ fue", estuvo de acuerdo con un suspiro, y nos instalamos en
la paz entre nosotros una vez má s.
Las luces de la piscina proyectaban un brillo suave y eté reo y
jugueteé con el agua que nos rodeaba con un movimiento de mi pierna.
"¿Te arrepientes?" Lo escuché preguntar.
Levanté la cabeza de su hombro y re lexioné . La pregunta habı́a
vuelto, aunque un poco má s diferente .
Si tuviera la oportunidad de retroceder el tiempo, ¿habría hecho
las cosas de manera diferente?
¿Me arrepiento de haberlo matado?
Vislumbré el cielo, que se habı́a oscurecido considerablemente,
y una sonrisa de satisfacció n apareció en mis labios. Suspiré . No le
quité la vida sin una razó n vá lida. Lo hice para proteger a los que me
importaban. Lo hice por Nikolai y nuestro bebé por nacer.
Si el tiempo hubiera retrocedido y nos encontrá ramos
exactamente en la misma situació n, sabı́a lo que habrı́a hecho.
Me alejé de la vista de la piscina y encaré a Nikolai. Sus ojos
contenı́an una nube de emociones, pero sobre todo vi admiració n
cuando me miró . Me vi en sus ojos y pude sentir el amor irradiando
entre nosotros.
Amar.
Nikolai me amaba. No necesitaba decirlo; todas sus acciones lo
demostraron.
¿Para responder a su pregunta? Sı́. Habrı́a sostenido esa pistola
y apretado el gatillo mil y una veces má s si eso hubiera salvado a
Nikolai.
Sonreı́ alegremente. Habı́a encontrado la paz.
"No", dije con irmeza. “No me arrepiento, Nikolai. Si pudiera
hacerlo de nuevo, lo harı́a. No importa quié n sea. No puedo soportar la
idea de perderte. Simplemente no puedo”.
"Y no puedo soportar la idea de perderte a ti tambié n", ahuecó
mis mejillas con sus cá lidas manos. "Giselle, yo... creo que me he
enamorado perdidamente de ti..."
Escucharlo decir las palabras en voz alta hizo que mi corazó n se
acelerara.
“…No puedo pensar con claridad cuando no te tengo a mi lado y,
cuando existe el má s mı́nimo pensamiento de que podrı́as estar en
peligro, mi mente se vuelve un puto desastre. Me encuentro
querié ndote, necesitá ndote, anhelando tenerte. Tus besos, Giselle... me
vuelven loca. No puedo pensar en ninguna otra mujer excepto…”
Levanté la cabeza y presioné mis labios contra los suyos. El
gimió profundamente y me retiré . Me sostuvo la mirada, aturdido.
"Yo tambié n te amo, Niko", pasé un dedo por su barbilla y acuné
su rostro. “Supongo que siempre lo he hecho, pero ver que te
dispararon ese dı́a me hizo darme cuenta de que no querı́a vivir esta
vida sin ti en la foto. Y lamento haber roto tu con ianza al irme.
Prometo que nunca volverá a suceder. Voy a estar a tu lado por
siempre, Nikolai”.
"Y estaré a tu lado por siempre, Giselle".
Me acercó y selló el destino de nuestro amor con un beso.
Capítulo 28 - Nikolai
Habı́a pasado exactamente un mes desde nuestra guerra con la
Cosa Nostra y la muerte de Angelo. Giselle todavı́a no habı́a superado el
asesinato de Angelo, pero le habı́a resultado má s fá cil vivir con ello.
Despué s de la muerte de Angelo, su primo Luca se hizo cargo de
la Cosa Nostra. Se ofreció a ser aliados pero Sergey rechazó la oferta
con mi consejo.
Sin embargo, no tenı́amos que ser rivales, todo lo que é l tenı́a
que hacer era evitar nuestros territorios y no tendrı́amos necesidad de
otra guerra.
Luca seguı́a siendo un Pietro y un italiano despué s de todo,
estaba en su naturaleza apuñ alar por la espalda y cambiar de bando
ante el menor inconveniente. No pasarı́a mucho tiempo antes de que
nos traicionara y provocara otra guerra.
"A Alexei lo mataron anoche", anunció Sergué i. Tres de nosotros
levantamos la cabeza, nuestro shock era precario.
Alexei era nuestro primo y Sergey lo habı́a puesto a cargo de
nuestros negocios legales e ilegales en Nueva York.
Bebı́ un trago. El alcohol bajó por mi garganta, creando una
sensació n de ardor en mi estó mago. "¿Como murió ?"
Sergey apretó los labios y pude ver la ira asesina en sus ojos.
"Disparado por el equipo".
Vlad arqueó una ceja. "Pensé que tenı́a las cosas bajo control".
"Hay mucho que puedes hacer cuando el enemigo está sediento
de sangre". Sergey se pasó un dedo por la barba, contemplando.
"Necesitaremos a alguien que mantenga las cosas bajo control en
Nueva York y reclame nuestros territorios".
“¿A quié n tienes en mente?”
Sergey miró entre Maxim y Vlad.
Vlad levantó las manos y dio un paso atrá s. "Yo no."
"Iré ", ofreció Maxim con una sonrisa torcida. “Los italianos son
unos perdedores, fá ciles de derrotar. Necesito una pelea real”.
Bien. Maxim fue el ú nico de mis hermanos que se drogó con la
adrenalina. El trabajo le convenı́a.
"¿Cuá ndo me voy?"
"En dos dı́as. Haremos los preparativos despué s de la iesta de
revelació n de gé nero”. Sergey me miró ijamente. "¿Te apetece tomar
una copa esta noche?"
p
"Voy a pasar."
Fue la revelació n del sexo de nuestros bebé s. Me escucharon
bien, bebé s. Giselle y yo descubrimos que ı́bamos a tener gemelos
durante nuestros meses prenatales hace. Ambos está bamos
emocionados, pero aú n no se lo habı́amos contado al resto de la
familia.
Querı́amos que fuera una sorpresa y fue divertido verlos pelear
por el gé nero de los bebé s.
Aunque Lilianna ya lo sabı́a, ya que jugó un papel importante al
ayudar a Giselle con los preparativos y habı́an elegido realizar la iesta
en nuestro patio. Como contribuı́ poco (nada má s que el dinero
necesario), no podı́a abandonar a Giselle despué s de un dı́a tan
estresante. Despué s necesitarı́a un buen masaje en pies y hombros.
"Todavı́a no puedo creer que vayas a ser padre", dijo Vlad,
sacudiendo la cabeza lastimosamente. "Sea lo que sea lo que esté n
haciendo tú y Sergey, espero que no se nos contagie a Maxim ni a mı́".
“¿Y nunca joder? De ninguna manera”, aceptó Maxim, haciendo
girar el vaso de whisky en su mano.
"No puedo creer que esté n hablando de follar en un baby
shower".
Los cuatro nos volvimos hacia Lilianna. Ella cruzó las manos
sobre su pecho, mirá ndonos con el ceñ o fruncido. Giselle estaba detrá s
de ella, sonrojada.
Tiro está tico a mi polla. Giselle ya estaba embarazada de cuatro
meses. Su panza se habı́a vuelto un poco má s grande que el mes pasado
y habı́a comenzado a llenarse. Sus pechos eran má s grandes y sus
caderas má s curvadas. Juro que querı́a follá rmela cada vez que la veı́a.
Llevaba un minivestido blanco y se veı́a jodidamente hermosa
con é l.
Sus mejillas se pusieron rojas cuando captó mi mirada y una
sonrisa se dibujó en sus labios.
"Só lo porque esté s casada con Sergey no signi ica que puedas
regañ arnos como si fueras nuestra madre", replicó Vlad. "Soy mas viejo
que tu."
“Soy tu hermana mayor por ley. Aú n tienes que respetarme”,
argumentó Lilianna.
Vlad abrió la boca para responder, pero se quedó callado cuando
Sergey se aclaró la garganta. Al igual que yo, Sergey no toleraba
ninguna falta de respeto hacia su esposa, ni siquiera por parte de sus
hermanos.
"Es hora de revelar el gé nero", intervino Giselle para romper la
discusió n. “Ustedes, muchachos, deberı́an comportarse de manera má s
madura. Pronto tendrá s una nueva sobrina o sobrino”.
"Sé que son sobrinas", murmuró Vlad.
"Yo digo que es un niñ o", no estuvo de acuerdo Maxim. "¿Por qué
tener una sobrina cuando podemos tener un hombrecito con quien
jugar?"
"Todavı́a podemos jugar con una niñ a, tonto".
"Só lo hay una manera de saberlo", dijo Giselle, sonrié ndoles a
ambos. Señ aló una parte del patio decorada con globos rosas y azules.
"Quien acierte podrá nombrar al bebé ".
Me quedé boquiabierto. De ninguna manera ella iba a elegir a
mis hermanos antes que a mı́. “¿Qué hay de mı́?”
Ella arqueó las cejas. "¿Y tú ?"
“Lo supuse primero. ¿Qué recibo a cambio?
Ella se rió entre dientes y pensó por un momento. “Tendrá s un
bebé . No importa si es niñ o o niñ a, es tuyo de todos modos”. Ella rodeó
los mı́os con sus brazos y me arrastró hacia los globos.
"¿Y si es un niñ o y una niñ a?"
Giselle dirigió su mirada hacia mı́, su sonrisa radiante y
contagiosa. "Tú lo crees"
Mi corazó n se disparó en mi pecho. “Sı́, eso creo. ¿Qué obtengo
entonces?
“Puedes nombrarlos. ¿Feliz?"
Me incliné y la besé en la frente. "Má s de lo que puedes
imaginar."
“Cierra los ojos”, nos susurró Lilianna entre la multitud. Ella
misma habı́a organizado esta iesta de revelació n de gé nero, por lo que
Giselle y yo no tenı́amos idea de qué esperar.
"¿Por qué ?" Le susurré en respuesta.
Giselle me golpeó ligeramente el estó mago con el codo. "Haz lo
que ella dice".
Lo obligué , cerrando los ojos, haciendo lo mejor que pude para
ignorar la anticipació n que burbujeaba en mi pecho. Nunca pensé que
llegarı́a un dı́a en el que estuviera ansioso por convertirme en padre.
"¿Listo?" -Preguntó Liliana.
Asentı́ y Giselle susurró : "Sı́".
“Abre los ojos a la cuenta de tres”, instruyó Lilianna. Su voz
sonaba fuerte por la emoció n. ¿Estaba tan feliz de convertirse en tı́a?
"Empezaremos a contar ahora, ¿de acuerdo?"
"Está bien", respondimos Giselle y yo al unı́sono.
"¡Uno!"
"¡Dos!"
"¡Tres!"
Mis ojos se abrieron de golpe, luego se abrieron ante el estallido
del vibrante polvo Holi azul y rosa.
Un grito ahogado surgió de la multitud cuando levantaron la
cabeza para mirar el polvo Holi suspendido en el aire. Risas, vı́tores y
estruendosos aplausos.
Giselle y yo nos miramos, nuestros rostros casi se partieron por
la mitad con una sonrisa. Se llevó la mano a la boca con emoció n y sus
ojos brillaron de diversió n ante mi evidente sorpresa.
"¿Puedes creerlo? Vamos a tener un niñ o y una niñ a”.
Me acerqué a ella, tomé sus mejillas y reclamé sus labios. La
besé suavemente, saboreando los sabores de las fresas que habı́a
comido antes de la revelació n de gé nero y sin importarme la multitud
que arrullaba a nuestro alrededor.
Cuando di un paso atrá s, la miré a los ojos. “¿Có mo mantuviste a
los gemelos en secreto? Gracias Gisela. Por amarme a pesar de mis
defectos y por darme el mejor regalo del mundo”.
No só lo iba a ser padre, iba a tener dos hijos.
Ella aplastó sus palmas sobre mi pecho. “Nada de esto se habrı́a
hecho realidad si no fuera por ti. Gracias, Nikolai”. Se puso de puntillas,
rodeó mi cuello con sus brazos y me besó , chupando mis labios con
tanta suavidad e intensidad que mi polla se expandió en mis
pantalones.
"Es posible que ambos necesiten encontrar una habitació n de
hotel".
Giselle se apartó y le sonrió a Vlad. "Quizá s tengamos que
hacerlo".
Gemı́, furiosa porque nos hubiera interrumpido.
Lilianna se puso a su lado y le lanzó un sobre blanco a Giselle.
"Pensé que deberı́as tener esto".
Giselle abrió el sobre y sacó una fotografı́a de ultrasonido de
nuestros bebé s. Pasó un dedo por encima y las lá grimas brotaron de
sus ojos. "Son hermosos", gruñ ó , su voz temblaba de felicidad.
j g
Una lá grima se deslizó y ella se la secó . "Gracias, Lilianna."
"Voy a llorar si lo haces". Lilianna dio un paso adelante y abrazó
a Giselle, dá ndole palmaditas en la espalda. "Somos familia. Es lo que
hacemos”.
Las dos mujeres se abrazaron durante un rato y só lo se
separaron cuando Sergey se unió a nosotros con una copa de vino
blanco en la mano. "No puedo creer que vayas a ser padre".
Resoplé . “Yo tampoco lo puedo creer. Se siente como si estuviera
soñ ando”.
"Creo que deberı́amos nombrar a los bebé s antes de que
despiertes de tu sueñ o", dijo Maxim. “¿Qué tal si llamamos a la niñ a
Kira y al niñ o Kiril?”
“¿Qué tal si cierras la boca y dejas que los padres decidan?” Vlad
miró entre Giselle y yo. “¿No me digas que está s considerando ponerle
ese nombre a tus hijos?”
"Bueno..." Los ojos de Giselle se encontraron con los mı́os y
asentı́ para que continuara. Me gustó el nombre. "Es un nombre bonito
y apropiado para gemelos".
“Ambos sois traidores”.
Giselle articuló disculpas a Vlad.
La revelació n de gé nero continuó durante un par de horas má s y
Giselle ya estaba agotada cuando terminó . Cuando regresamos a la
habitació n despué s de que los invitados se habı́an ido, ella se sentó en
la cama, se tapó la boca con una mano y bostezó . "Estoy tan
jodidamente cansado."
Me desabroché la camisa de vestir y la tiré al cesto donde
guardá bamos la ropa sucia. "¿Hay algo que te gustarı́a comer?"
Ella sacudió su cabeza. “Ya comı́ demasiado pastel en la iesta.
No tengo hambre."
Me quité los pantalones y los arrojé en la misma cesta,
dejá ndome los calzoncillos puestos. Me volvı́ hacia mi esposa. “¿Qué tal
un masaje muscular profundo y un bañ o tibio?”
Ella sonrió . "Suena como una buena oferta". Se recostó en la
cama, mirando al techo. “Kira y Kiril”.
Le sonreı́ mientras me giraba para mirarla. "¿Te gustan tanto los
nombres?"
"Sı́. ¿Qué quieren decir? preguntó ella, sentá ndose. "Son
nombres rusos, ¿no?"
"Ellos son. Kiril signi ica señ or y Kira signi ica gobernante”.
"¿No son bá sicamente lo mismo?"
"Ellos son."
Ella se encogió de hombros. “No me importa. Tienen un buen
signi icado”.
"Es bueno que te gusten". Caminé hacia ella y le planté un suave
beso en la frente. “Quı́tate la ropa, yo prepararé la bañ era”.
Caminé hasta el bañ o y abrı́ el grifo del agua caliente. Una vez
llena la bañ era, la cubrı́ con un gel de bañ o de manzanilla y fresa.
Cualquier otra cosa le provocaba ná useas a Giselle.
Giselle se habı́a quitado la ropa cuando regresé al bañ o, vestida
solo con una braga roja con cordones y un sosté n del mismo diseñ o y
color. Su piel clara brillaba a la luz de la luna que entraba por la ventana
y era jodidamente sexy con su pequeñ o bulto.
Era difı́cil creer que dos mitades de mı́ y dos mitades de ella
estuvieran creciendo dentro de ella.
Una sonrisa oscura curvó sus labios, su mirada se dirigió hacia
el bulto de mis calzoncillos. "No me diga que ya está duro, señ or
Vadim".
Me acerqué a ella con toda la intenció n de devorarla y enrosqué
mi mano alrededor de su cintura desde detrá s de ella. Ella gimió
cuando presioné mi pecho contra su espalda. “Es difı́cil no tener una
erecció n a su alrededor, señ ora Vadim. Eres tan jodidamente hermosa,
cariñ o.
El rojo loreció en sus mejillas y sus pupilas se dilataron. “¿No
puedes decir cosas que me vuelvan loco?”
Besé la parte baja de su cuello y ella gimió . "¿Por qué ?"
Se mordió los labios y se sonrojó . “Porque tengo miedo de no
poder soportarlo”, dijo con voz ronca.
Besé mi camino hasta su oreja y la lamı́. “¿Sabes lo que no puedo
manejar? Eres tú siendo tan jodidamente sexy.
Ella se giró y se lamió los labios. Mis bolas se movieron en
respuesta, mi polla se puso má s dura. Sus manos se curvaron alrededor
de mi cuello y su boca se movió contra la mı́a.
La besé , metiendo mi lengua en su boca y saboreando el sabor
del pastel de vainilla y chocolate. Tan jodidamente delicioso.
"¿Qué tal si te cuido esta noche?" Rompiendo nuestro beso, se
arrodilló y me arrancó los calzoncillos. Ella sostuvo el eje de mi polla y
luego me llevó a su boca.
Me estremecı́ y un profundo gemido retumbó en mi pecho. Su
boca era cá lida, su lengua má gica mientras movı́a la punta de mi polla.
Ella dirigió sus ojos hacia mı́, mirá ndome como un depredador.
Me encantaba tener el control, pero desde que se le empezó a notar el
bulto, descubrı́ que me sentı́a má s có moda cuando ella tomaba la
iniciativa. De esa manera estaba seguro de que no la estaba
lastimando.
Algunas noches, sin embargo, só lo querı́a hacerle el amor de una
manera que la volviera loca. Esta noche fue una de esas noches.
Lentamente, tomó la longitud de mi erecció n en su boca hasta
que llegué al fondo de su garganta. Ella se atragantó un poco, luego
comenzó a bombearme con su mano, golpeando su cabeza mientras se
ahogaba con mi polla.
Deslicé mis dedos en su cabello, ayudando a su movimiento y
gimiendo por el placer que me recorrı́a. Mi esposa era jodidamente
buena con la boca, pero yo preferı́a mi polla dentro de ella.
La ayudé a levantarse, la levanté hasta la cama y me subı́ encima
de ella. Una sonrisa oscura se robó su rostro cuando separé sus piernas
con mis muslos y acerqué mi boca a sus sensibles pechos desnudos.
Ella se tensó y tembló de placer, sus manos acariciando y
tirando de mi espalda. Mis labios encontraron los de ella nuevamente y
la besé posesivamente, presionando mi polla contra su entrada, y ella
gimió en mi boca.
"Joder, Nik", dijo con voz á spera. "Te quiero a ti dentro de mı́."
Mi cuerpo electrizado por su orden. Movı́ sus bragas a un lado,
deslicé mi polla a travé s de los jugos resbaladizos entre sus piernas y
luego la golpeé dentro. La follé lenta y suavemente al principio, luego
má s fuerte, má s rá pido y má s profundo.
Ella lloró de placer, hundiendo sus dedos en mi espalda. “¡Dios
mı́o, sı́! Me encanta."
Sus gritos eran totalmente de placer, pero evalué su expresió n
só lo para asegurarme de que no la estaba lastimando. "¿Duele?"
Ella sacudió su cabeza. "Se siente tan jodidamente bien". Ella
movió sus caderas y se estrelló contra mı́, movié ndose con el ritmo de
mis embestidas.
El deseo llenó sus ojos, pero habı́a algo suave y cá lido debajo.
Ella me amaba y me con iaba su vida.
Y yo hice lo mismo.
Mi corazó n se hinchó de emoció n mientras observaba el placer
contorsionando su rostro y mi polla se puso aú n má s dura.
Era una locura, casi irreal, cuá nto amaba a esta mujer.
Giselle envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y sus piernas
alrededor de mi cintura, juntando nuestros cuerpos.
Disminuı́ mi velocidad, empujá ndola lentamente y mirá ndola a
los ojos mientras lo hacı́a. No só lo querı́a follá rmela esta noche, querı́a
hacerle el amor. Querı́a llevarla hasta la misma puerta del é xtasis.
Y lo hice. Deslicé mi mano entre sus piernas, haciendo cı́rculos
con mi pulgar alrededor de su clı́toris. Cerró los ojos y echó la cabeza
hacia atrá s, sus gemidos se convirtieron en gemidos antes de sacudirse
y soltar un grito.
Su cuerpo tembló debajo del mı́o, su agarre fuerte y sus dedos
desgarrando mi piel. La embistı́ unas cuantas veces má s antes de
correrme tambié n. Nuestro cuerpo se empapó de sudor y nuestros
corazones latieron errá ticamente por el placer.
Miré profundamente a sus ojos marrones y las palabras se me
escaparon sin desgana. “Te amo, Giselle. Te amo tanto que me está s
volviendo loco.
Ella sonrió y levantó la mano para acariciar mi rostro. "¿Tú
haces?"
"Con todo mi corazó n."
Miró dentro de mi alma por un segundo má s, luego deslizó su
dedo sobre mi labio y mordió el suyo. “Te amo, Nickolai. Te amo tanto
que darı́a mi vida si fuera por salvarte”.
Llevé su mano a mi boca y le di un beso en el dorso de la mano.
“Nunca te pediré que entregues tu vida por mı́, Giselle. Eres mı́o para
amar. Mı́o para proteger. Y el mı́o para morirse”.
Palmeé su estó mago. "Si hay alguien que alguna vez deberı́a
morir, seré yo muriendo por ti y nuestros bebé s".
“Te prohı́bo morir jamá s, Nikolai. Perteneces aquı́ conmigo y
nuestros bebé s. Promé teme que nunca te pondrá s en una situació n en
la que salgas lastimado”.
Acaricié su rostro. "Prometo."
Ella se levantó y se envolvió a mi alrededor.
A veces me encantaba pensar que está bamos hechos el uno para
el otro. Nos completá bamos el uno al otro y cuando está bamos juntos,
é ramos imparables.
Y cuando está bamos abrazados, é ramos lo ú nico que importaba.
Epílogo - Giselle
Cinco meses después
La habitació n del hospital estaba bañ ada por suaves rayos de
luz. Ya era casi de noche y el sol arrojaba un brillo amarillo debajo del
horizonte, marcando la salida del dı́a. Era una vista hermosa, pero nada
comparado con la felicidad que se hinchaba en mi pecho mientras
miraba a mis bebé s. Tenı́an apenas una hora. No podı́a creer que le
habı́a dado vida a dos hermosos á ngeles.
Nik estaba junto a sus catres, mirá ndolos con una mezcla de
miedo y diversió n. Todavı́a no se habı́a dado cuenta de que era padre,
¿y podı́a culparlo? A mı́ tambié n me pareció un sueñ o. Una sonrisa
abrió sus labios. "Son hermosos", susurró , su tono era el má s suave que
jamá s habı́a escuchado. "Joder, Giselle. Son perfectos".
Mis ojos se nublaron con lá grimas de felicidad y sonreı́. "Lo son.
Somos padres, Nikolai. ¿Puedes creerlo?"
"Todavı́a no parece real".
Uno de los gemelos se despertó , el del mameluco azul: Kiril. Sus
rostros se parecı́an mucho, ası́ que los identi iqué por su ropa. Su
pequeñ o grito resonó en la habitació n. Nikolai me miró . "¿Puedo
abrazarlo?"
Asenti. "Por supuesto. El es tu hijo, Nikolai. No necesitas mi
permiso para retener a tu hijo".
"Lo sé , es só lo que... se ve tan frá gil. Tengo miedo de romperlo".
Solté una carcajada. "No seas tonto, Nik. Abrá zalo".
Miré divertido mientras Nikolai bajaba los brazos al catre y
levantaba con cuidado a Kiril. Era gentil, el má s gentil que jamá s lo
habı́a visto. Este hombre podı́a ser rudo, feroz y despiadado, pero
ahora abrazaba a su hijo con un toque tierno.
"Tiene los pies y los dedos muy limpios", susurró , mirando a
Kiril como si fuera una maravillosa obra de arte. Lo estuvo en todos los
sentidos. "El se parece a ti."
Kiril tenı́a mis ojos castañ os claros y mi cabello negro y rizado.
Su hermana tenı́a los ojos oscuros y el cabello oscuro de Nikolai. Los
mé dicos dijeron que eran má s altos que la mayorı́a de los recié n
nacidos, lo que signi icaba que tomaron la altura de Nikolai.
"Kira tambié n se parece a ti."
Miró a Kira. Estaba profundamente dormida. "Lo hace. Aunque
espero que no se comporte en nada como yo".
Ambos nos reı́mos entre dientes.
Dirigimos nuestras cabezas hacia la puerta cuando se abrió .
Lilianna entró corriendo con un ramo de rosas y se quedó sin aliento
cuando vio a los gemelos. "Jesú s. Son tan hermosos." Caminó hasta la
cama, me abrazó y me dio el ramo de rosas. "Lo hiciste muy bien,
Giselle".
"Gracias." Para ser honesto, todo fue fá cil gracias al apoyo que
tenı́a a mi alrededor. Nikolai apenas se separó de mi lado por un
momento. Lilianna me acompañ ó a travé s de las etapas del embarazo y
supe que ella me ayudarı́a en las etapas de convertirme en madre.
Sergey, Maxim y Vlad eran los tı́os sobreprotectores. Ayudarı́an
a criar a Kiril para que fuera un hombre fuerte como ellos y protegerı́an
a Kira con sus vidas.
Sergey entró con Vlad. Ambos se detuvieron junto a la puerta,
mirando a su hermano con expresió n sorprendida, como si no
pudieran creer lo amable que era con Kiril.
Mis hombros se encorvaron porque, por un momento, habı́a
olvidado que Maxim no estaba en Chicago. Se habı́a ido a Nueva York
unos dı́as despué s de la revelació n de gé nero.
Vlad se dirigió a mi cama y me besó en la frente. "Lo hiciste muy
bien, cuñ ada".
Nuestra relació n habı́a mejorado mucho. Iba conmigo a donde
necesitaba ir cuando Nikolai estaba cerca. Habı́a priorizado mi
seguridad. "Tengo una sorpresa para ti."
Mis cejas se arquearon. "Es algo tonto, ¿no?"
El me guiñ ó . "¿Por qué no lo descubres tú mismo?" Caminó
hacia la puerta y la abrió .
Me quedé boquiabierto cuando vi a Maxim parado afuera y
sosteniendo al hijo de Sergey y Lilianna. De hecho, grité , despertando a
Kira. Lilianna la levantó de su catre.
Abracé a Maxim cuando caminó hacia la cama.
"¿Pensaste que me perderı́a el primer dı́a en la Tierra de mis
sobrinos y sobrina? ¡Nunca!"
"Pensé que no serı́as capaz de hacerlo".
El se alejó . "Caminarı́a a travé s del in ierno hasta la tierra para
no perderme. Felicitaciones por convertirme en madre". Abrió mi
palma y colocó algo en ella.
Cuando quitó su mano de la mı́a, jadeé . "¿La llave de un auto?"
"Un Urus Lamborghini", dijo encogié ndose de hombros. "Lo
tenemos para ti. Es tuyo".
Me quedé mirando la llave con asombro. "Esto es una especie de
broma, ¿no?"
"Eres un Vadim, mereces má s que un Lamborghini".
“No es só lo un Lamborghini, Max. Es un Lamborghini Urus”, dije
casi gritando. Hace un añ o, ni siquiera era lo su icientemente rico
como para permitirme una cena en un restaurante elegante y ahora
tengo un Lamborghini Urus. Y el hecho de que tambié n haya pensado
en nuestras nuevas incorporaciones a la hora de elegir es solo una
guinda del pastel.
Parece un sueño.
Me tapé la boca con la mano y parpadeé rá pidamente para
contener las lá grimas que me picaban los ojos. "Estoy muy agradecido."
Sollocé y mis lá grimas me traicionaron.
"Arista." Lilianna se sentó en la cama con Kira en sus brazos y
me rodeó con el otro brazo. "No llores, Giselle. Te dije que somos
familia, que es lo que hace la familia".
"Lo sé . Es só lo que—" Mis emociones se apoderaron de mı́ y me
apagué . Nunca pensé que llegarı́a a experimentar un amor tan
profundo. "Gracias."
"Mamá , ¿puedo cargar al bebé ?" -Preguntó Oleg, alcanzando a
Kira.
Todos nosotros estallamos en una risa incontrolable.
"Ella es tu prima pequeñ a y es frá gil. Só lo podrá s abrazarla
cuando seas má s grande y má s fuerte".
Oleg hizo un puchero. "Pero soy fuerte, mamá ".
"Sı́, lo eres, dulce muchacho." Lilianna bajó a Kira para que Oleg
pudiera alcanzarla. "¿Qué tal si la miras a ella?"
Oleg tocó la nariz de Kira y se rió . "Ella es linda."
Pasamos el resto de la tarde charlando y haciendo que los niñ os
se turnaran para cargar a los bebé s. Cuando se fueron, Nikolai y yo nos
quedamos cargando a los bebé s.
Se sentó en el borde de la cama con Kira en la mano, mirá ndome
con asombro.
Nuestros ojos se encontraron y el calor acarició mis mejillas.
"¿Qué ?"
El se rió entre dientes y sus ojos oscuros brillaron. "¿Qué es?"
"Es só lo la forma en que me miras, lo que me pone nervioso.
¿Está s tan enamorado?"
Inclinó la cabeza con un movimiento de balanceo. "Lo soy.
Gracias, Giselle. Nunca habı́a soñ ado con ser padre, y tú , no solo me
enseñ aste a soñ ar. Hiciste mis sueñ os realidad".
"Ambos nos enseñ amos mutuamente a soñ ar, Nikolai. Y ambos
hicimos realidad los sueñ os del otro".
Nuestras miradas permanecieron ijas por un momento antes
de que é l extendiera la mano, colocara un mechó n de cabello negro
detrá s de mi oreja y tomara mi cara. "Te amo, dorogaya."
Resoplé una suave risa. "Ya tozhe tebya lyublyu, dorogoy".
Tambié n te amo querida.
Cuando la tarde se convirtió en noche, el suave resplandor del
atardecer dio paso a la relajante oscuridad de la habitació n. Observé
có mo Nikolai colocaba con cuidado a Kira en su catre, asegurá ndose de
que estuviera có moda y segura. Su ternura, la forma en que acunó a
nuestros hijos en sus fuertes pero suaves brazos, me llenaron de una
calidez que nada tenı́a que ver con la temperatura ambiente de la
habitació n.
Me recosté en la cama del hospital, sintiendo todavı́a los efectos
persistentes del parto. El cansancio empezó a aparecer, pero era una
fatiga agradable, que venı́a con el conocimiento de que nuestra familia
acababa de expandirse. Era surrealista la forma en que la vida se habı́a
transformado en el lapso de unas pocas horas.
Nikolai se unió a mı́ en la cama, sus ojos nunca dejaron los mı́os.
Sus dedos trazaron los contornos de mi rostro como si memorizaran
cada detalle. "Sabes, Giselle", comenzó suavemente, "solı́a pensar que
era duro, inquebrantable. Pero estos pequeñ os..." Miró a los gemelos,
que ahora dormı́an pacı́ icamente en sus catres. "Me hacen sentir
vulnerable de la mejor manera posible".
Sonreı́, sintiendo la misma vulnerabilidad recorriendo mi
cuerpo. "Sé lo que quieres decir. Han cambiado todo, ¿no?"
Nikolai asintió , su expresió n llena de una mezcla de asombro y
asombro. "Y tú , mi amor, eres incluso má s increı́ble de lo que jamá s
imaginé . La fuerza que demostraste hoy, la forma en que trajiste a
nuestros hijos a este mundo, es algo por lo que siempre estaré
agradecido".
Las lá grimas brotaron de mis ojos, pero esta vez eran lá grimas
de amor y alegrı́a abrumadores. "No podrı́a haberlo hecho sin ti,
Nikolai. Fuiste mi apoyo en todo momento".
Se inclinó y me dio un suave beso en los labios. "Formamos un
gran equipo, ¿no?"
"Sı́, lo hacemos", susurré , saboreando la calidez de su abrazo.
Era un tipo diferente de intimidad, que iba má s allá de lo fı́sico. Nos
habı́amos convertido en padres juntos y era un vı́nculo que solo se
fortalecerı́a con el tiempo.
A medida que la noche se hizo má s profunda, nos acomodamos
en un có modo silencio, contentos de velar por nuestros hijos dormidos.
La habitació n se llenó de una sensació n de paz y plenitud que nunca
antes habı́a sentido. No pude evitar re lexionar sobre el viaje que nos
habı́a traı́do hasta aquı́.
Nuestra historia de amor habı́a sido todo menos convencional.
Habı́amos enfrentado desafı́os y peligros que la mayorı́a de las parejas
ni siquiera podı́an imaginar. Pero a pesar de todo, nos habı́amos
aferrado el uno al otro y ahora tenı́amos una familia que lo
demostraba.
La mano de Nikolai encontró la mı́a y nuestros dedos se
entrelazaron. "No puedo esperar a ver qué nos depara el futuro,
Giselle".
"Yo tampoco", respondı́, con el corazó n lleno de esperanza y
anticipació n. "Pero por ahora, atesoremos este momento, nuestra
primera noche como familia".
Nikolai sonrió y sus ojos re lejaban el mismo sentimiento.
"Acordado."
Y mientras nos acomodá bamos en el abrazo silencioso de la
noche, supe que sin importar los desafı́os que nos aguardaban,
mientras nos tuvié ramos el uno al otro y a nuestros preciosos gemelos,
podrı́amos enfrentar cualquier cosa que la vida nos deparara.
*****
EL FIN
Sobre el Autor
A Veda Rose le encanta perderse en los universos alternativos intensos,
oscuros y llenos de suspenso que crea. Aunque sus personajes pueden
ser complicados y retorcidos, en el centro de todo hay un amor
profundo y profundo.
Nacida y criada en Portland, Veda Rose siempre ha sido introvertida y,
como resultado, a menudo se la podı́a encontrar profundamente
absorta en un libro. O varios libros. Era natural que en algú n momento
se embarcara en su propio viaje para dar vida a su salvaje imaginació n.
Cuando no está escribiendo o intercambiando ideas sobre oscuros
mundos literarios, le gusta caminar con sus hijos peludos y explorar
lugares desconocidos.
Libros de Veda Rose
Serie “Vadim Bratva”
Los miembros de Vadim Bratva gobiernan la ciudad y son dueñ os del
terreno por el que caminas. Quemará n la ciudad hasta los cimientos si
no obtienen el deseo de su corazó n. Ası́ que só lo hay una opció n:
Abrete y dales lo que quieren. O que lo acepten de todos modos.
Rey cruel de Bratva
Novia Bratva Embarazada
***
Serie “Ma iosos de Sorvino”
La serie Sorvino Mobsters te lleva a las calles de Nueva York, donde los
despiadados jefes de la ma ia italiana gobiernan el mundo. Estos no
son los hé roes de tus viejos libros de cuentos. Son arrogantes, ricos,
brutales y, lo quieras o no, te romperá n el corazó n para inalmente
sanarlo y amarlo.
Secuestrado por la ma ia
Casado con la ma ia
Cambiado a la ma ia
Reclamado por la ma ia
Un bebé secreto de la ma ia
Embarazada por la ma ia
Traicionado por la ma ia
Subastado a la ma ia
Preñada por la ma ia
Propiedad de la ma ia