PENTECOSTÉS
PENTECOSTÉS
PENTECOSTÉS
Por el Espíritu tuvimos el primer contacto con Dios: en la creación del hombre
aparece el Espíritu en el soplo de vida que Dios insufló a Adán (Gn 2,7). El
Espíritu Santo es la gran promesa del Antiguo Testamento que se ha
realizado en nosotros en el bautismo:
“Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, un vástago brotará de sus raíces. Sobre
él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de
consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Dios.” (Is 11, 1-2)
Intentamos preparar nuestro corazón para su venida. Para ello nos abrimos al
don del Espíritu y a todos sus dones: las gracias o manifestaciones del
Espíritu que recibimos (sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia,
piedad y temor de Dios); carismas o gracias del Espíritu Santo orientados al
bien común de la Iglesia, de los hombres y de las necesidades del mundo
(profecía, don de lenguas, don de interpretarlas, curación, conocimiento de los
misterios…) y frutos: las virtudes humanas que podemos ejercer y
perfeccionar gracias a la presencia del Espíritu en nuestra vida (amor, alegría,
paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio de sí mismo -
Ga 5, 22-23-).
Te lo pedimos, Señor
EL DON DE LA FORTALEZA.
Te lo pedimos, Señor.
EL DON DE PIEDAD.
Te lo pedimos, Señor
EL DON DE LA CIENCIA.
Es el don de la ciencia de Dios, no de la ciencia del mundo. Consiste en ver
las cosas como las ve Dios. La creación es un don gratuito de Dios, es la
expresión de su ser reflejado en todas las cosas, pero toda la maravilla de la
creación quedó herida de muerte y de finitud por el pecado y gime con dolores
de parto (Rm 8, 22). A través del don de la ciencia, sabemos que la creación
entera fue tocada y renovada por la gracia de Jesucristo resucitado.
Asimismo, este don nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su
relación con el Creador; nos ayuda a valorar rectamente las cosas en su
dependencia esencial del Creador. Gracias a ella -como afirma Santo Tomás-,
el hombre no estima las criaturas más de lo que valen y no pone en ellas, sino
en Dios, el fin de su propia vida.
Te lo pedimos, Señor
EL DON DE LA INTELIGENCIA.
Si el don de la ciencia consiste en ver las cosas como las ve Dios, liberadas de
la herida del pecado y revestidas de la luz de la resurrección de Jesucristo, el
don de la inteligencia aún es más maravilloso porque es una luz que concede
el Espíritu, no ya para ver la obra de Dios, sino para verle a él mismo, para
entrar en su intimidad. Con el don de la inteligencia, la Escritura se convierte
en palabra viva, el pan y el vino se convierte en el Cuerpo y Sangre del Señor y
el hermano, en templo de Dios.
Es una gracia para comprender la Palabra de Dios, profundizar y aceptarlas
verdades reveladas.
Te lo pedimos, Señor
Nos ayuda a discernir los caminos y las opciones de nuestra vida. Toda nuestra
vida está llena de decisiones; no solo de las grandes y transcendentales que
determinan nuestra vocación, sino también de las pequeñas decisiones de
cada día. Vivir es elegir. Este don nos posibilita descubrir la voluntad de Dios y
actuar en cada momento conforme a ella; lo que Jesús nos enseñó en el
Padrenuestro: “Padre, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. El
don del consejo guía al alma desde dentro, iluminándola sobre lo que debe
hacer.
El don de consejo nos da también la posibilidad de ayudarnos unos a otros a
descubrir la voluntad o plan de Dios o en nuestras vidas porque el cristiano ha
de ir hacia el Padre unido a sus hermanos.
Te lo pedimos, Señor.
EL DON DE LA SABIDURÍA.
Es el don que da plenitud a todos los demás dones. El don de la
sabiduría es el mismo corazón de Dios. La esencia, lo íntimo de Dios es que
Dios es amor por ello el don de la sabiduría es el amor de Dios. Este don nos
hace sabroso a Dios y a todas las cosas. Juan Pablo II lo explicaba así:
Las imágenes del Espíritu (Ruah) son fluidas: soplo, viento, llama, zarza
ardiendo, paloma…: “El viento sopla donde quiere y oyes su rumor, pero no
sabes ni de dónde viene ni a donde va. Lo mismo sucede con el que ha nacido
del Espíritu.” (Jn 3,8)
-.-
Vínome un arrobamiento tan súbito que casi me sacó de mí… Desde aquel día
yo quedé tan animosa para dejarlo todo por Dios… ya aquí me dio el Señor
libertad y fuerza para ponerlo por
obra. (Vida. 24, 5-7)