Pdf04 Utrilla 1981 Magdaleniense Cantabrico

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C E N T R O DE I N V E S T I G A C I O N Y M U S E O DE ALTAMIRA

MONOGRAFIAS
N.° 4

EL MAGDALENIENSE INFERIOR
Y MEDIO E N L A COSTA
CANTABRICA
por

PILAR UTRILLA MIRANDA

MINISTERIO DE CULTURA
DIRECCION G E N E R A L DE B E L L A S A R T E S , A R C H I V O S Y BIBLIOTECAS

S A N T A N DFR, 1981
EL MAGDALENIENSE INFERIOR Y MEDIO EN LA COSTA CANTABRICA
CENTRO DE INVESTIGACION Y MUSEO DE ALTAMIRA

MONOGRAFIAS
N.° 4

EL MAGDALENIENSE INFERIOR
Y MEDIO E N LA COSTA
CANTABRICA
por

PILAR UTRILLA MIRANDA

MINISTERIO DE CULTURA
DIRECCION G E N E R A L DE B E L L A S A R T E S , A R C H I V O S Y BIBLIOTECAS

SANTANDER, 1981
Para correspondencia e intercambio: J. González Echegaray, Director del Centro de Investigación
y Museo de Altamira. SANTILLANA D E L MAR (SANTANDER).

Depósito Legal: SA. núm. 130-1981 I.S.B.N.: 84-600-2392-3


Manufacturas JEAN, S. A.—Avda. de Parayas, 5—Santander 1981
Prólogo

La presente obra constituyó la tesis doctoral de la autora. Esta tesis se acabó de redac-
tar en diciembre de 1975. Causas diversas han retrasado su publicación extensa hasta la fe-
cha y, felizmente, durante estos cinco años transcurridos, se han sucedido los hallazgos mag-
dalenienses en la Costa Cantábrica. Hoy se espera con gran interés la publicación de las
excavaciones recientes de Rascaño, Juyo, Riera, Cierro, Cova Rosa, Castillo, Abauntz, Salitre,
Berroberrla y Erralla. Sólo dos de estas cuevas, Rascaño y Abauntz, son incluidas en este tra-
bajo, ya que son fundamentales para el conocimiento de la secuencia del Magdaleniense Ini-
cial Cantábrico (Rascaño) o de la facies del País Vasco (Abauntz).

Creo, sin embargo, que no deben despreciarse las antiguas excavaciones. Se tiene la
sospecha, y en muchos casos la certeza, de que los materiales recogidos están selecciona-
dos. Un ejemplo patente lo constituye la escasez de las hojitas de dorso en el conjunto de
los materiales Uticos. En cambio, la riqueza de yacimientos como Castillo, Balmori, Cueto de
la Mina o Paloma y el volumen de tierras excavado permite extraer una información de primer
orden sobre la industria ósea, a la que la selección de materiales no afecta tan gravemente
como a la industria lítica.

Por otra parte, durante estos cinco años ha variado ligeramente mi visión del Magda-
leniense Inicial Cantábrico. Por ello, en la síntesis final se notará algún cambio respecto a la
publicación-resumen de 1976. Hoy se prefiere hablar de facies de la actividad industrial, antes
que de períodos cronológicos de una secuencia lineal y evolutiva. Advierto, sin embargo, que
tampoco en 1976 creía en un Magdaleniense I, II y III al estilo Breuil para la Costa Cantábrica.
El denominar con un número romano cada una de las facies del Magdaleniense Inicial era
simplemente una cuestión de orden y comodidad. En varias ocasiones recalcaba que el Mag-
daleniense II Cantábrico no tenía por qué ser necesariamente posterior al Magdaleniense I, sino,
con mucha mayor probabilidad, contemporáneo. Pero el rígido esquema del Abate Breuil
seguía todavía fuertemente arraigado entre nosotros y, en conversaciones con mis compañe-
ros del Grupo de Muriedas (1), he podido advertir que se interpretó mi clasificación como
cronológica y evolutiva y no como aspectos diferentes de la actividad industrial. Rectifico,
pues, el apartado sobre la dinámica del Magdaleniense Inicial Cantábrico y añado, además,
una nueva facies, la del País Vasco. Esta ya se entreveía en 1975 (y en varias ocasiones
se sugirió) pero, hasta hoy, habíamos carecido de una excavación reciente que la confirmara.
La cueva de Abauntz, y esperemos que mucho más las de Berroberría y Erralla, aportan los da-
tos suficientes para concretar esta facies, la cual sólo podrá verse completamente definida
tras la publicación de las memorias de estas dos últimas cuevas.

(1) Oficialmente "Grupo de Trabajo de Prehistoria Cantábrica" formado, entre otros, por I. Barandiarán, F. Ber-
naldo de Quirós, V. Cabrera, M . Cano, J. Fernández Tresguerres, A. Gómez, J. González Echegaray, M . González
Morales, J. A. Moure, M . C Márquez y P. Utrilla.

r,
Por último, elimino de la presente publicación algunos capítulos de mi tesis que ya
han sido publicados en otros lugares (2) o que se refieren a cuestiones muy generales: así la
geomorfología de la Costa Cantábrica, la elección de un sistema tipológico o las cuestiones
sobre fauna y flora del Magdaleniense francés. Otros capítulos más importantes, como el
análisis de las bases estratigráficas clásicas, han sufrido tantas remodelaciones, debidas a
las excavaciones de nuestros amigos franceses (3), que su puesta al día merecería, por sí
sola, una segunda Tesis Doctoral. En cuanto a la bibliografía particular de cada yacimiento,
reseñamos, por problemas de espacio, la más reciente y característica así como en la parte
gráfica reproducimos, en su mayor parte, sólo objetos inéditos.

Zaragoza, diciembre de 1980.

(2) Asi el "Análisis estructural de cinco yacimientos magdalcnienses" publicado en Zephyrus 1978, donde se rea-
lizaba el análisis de las estructuras laicas según el sistema Laplace.
(3) Por ejemplo, los trabajos de Arambourou en el Abri Duruthy, los de Guichard en Laugerie Haute, los de
Bouvicr en La Madeleine o los de Rigaud y Laville en Le Flageolet.

(i
PRESENTACION

Si observamos los distintos períodos en que el Paleolítico Superior ha sido tradicional-


mente dividido y revisamos los caracteres que los han individualizado, quizá encontremos
que no hay etapa peor definida, ni más oscura, que el Magdaleniense Inferior: sólo su posi-
ción estratigráfica entre fósiles directores bien conocidos, arpones y piezas solutrenses, ha
obligado a los investigadores a buscar una personalidad para este período que parece seña-
lar una época de crisis, de cambio cultural, entre las técnicas del Solutrense y el Magdale-
niense. Cheynier, en 1967: 240, lo califica como "encrucijada en la Prehistoria: unos yacimien-
tos terminan y otros empiezan con é l " . Jordá, por su parte, (1959: 15) se refiere a su comple-
jidad cultural "que estamos muy lejos de comprender con los pocos datos que poseemos".

De modo semejante debió pensar Ignacio Barandiarán cuando en 1971 nos aconsejó
este período como tema de tesis doctoral. Desde entonces comenzamos a enfrentarnos con
este desconocido del que nunca hubiéramos imaginado ocuparnos. Una beca de Formación
del Personal Investigador permitió materialmente el estudio directo de las colecciones de los
Museos de la Costa Cantábrica, una beca March facilitó la estancia en París para consultar
los fondos del Instituto de Paleontología Humana, del Museo del Hombre y Saint Germain en
Laye, y, finalmente, la excavación de la cueva de Rascaño, por J . González Echegaray e I. Ba-
randiarán en agosto-septiembre de 1974, dio la base estratigráfica a la que referir el resto de
los materiales de las colecciones cantábricas.

Estas presentaban una serie de dificultades que es necesario señalar: las excavaciones
modernas eran escasas, sólo Juyo y Lloseta, de fines de los años 50, podían considerarse
recientes; los materiales se hallaban dispersos en museos extranjeros o en colecciones par-
ticulares, caso de Altamira y Castillo o del mismo Juyo, que no hemos conseguido localizar;
otras cuevas, como la Paloma, presentaban una gran inseguridad ante las atribuciones de sus
niveles y algunas más hacían difícil aclarar las profundidades absolutas de los objetos en el
contexto de sus niveles, caso de Lumentxa y Ermittia.

Creemos, sin embargo, que no debe ser rechazada a priori la validez de las excavacio-
nes antiguas: afortunadamente fueron realizadas en su mayoría por dos hombres amantes de
su tierra, el Conde de la Vega del Sella y D. José Miguel de Barandiarán, que poseían una
mente minuciosa y científica para su época. Más debemos lamentarnos de lo mal conserva-
dos que han sido los materiales que el Conde recogió y de los frecuentes asaltos a los que
se ha visto sometido el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.

División del trabajo:

En la introducción se trata en primer lugar de los problemas que plantea la elección


de una tipología que a la vez que sirva de método de trabajo sea lo suficientemente repre-
sentativa. Dudamos entre la analítica de Laplace y la empírica de Sonneville Bordes-Perrot y

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terminamos por quedarnos con lo más útil de cada una de ellas: asi se clasifican los objetos
según la lista tipo de Sonneville Bordes y se reflejan en gráficas acumulativas. Se ha preferi-
do este sistema porque es el único lo suficientemente extendido en la bibliografía para per-
mitir un estudio comparativo. Se utiliza en cambio el sistema Laplace en el análisis de aquellas
piezas que, por su complejidad o su "atipismo", no encajan en un tipo determinado de Sonne-
ville-Bordes y también en la elaboración de las "estructuras", intentando averiguar el movi-
miento de las variaciones, oscilaciones, índices dominantes... que pudieran haber influido en
la evolución interna de un yacimiento.

En la segunda parte de la Introducción intentaremos definir el origen y personalidad del


Magdaleniense Inferior en Francia, a través de las tesis que los investigadores franceses, es-
pecialmente Breuil, han expuesto, utilizando las bases estratigráficas clásicas (Laugerie Hau-
te, Le Placard, La Madeleine...). Al mismo tiempo, se pretende situar el Magdaleniense Inferior
en su momento cronológico, según los datos más recientes de las fechas de C 14 en yacimien-
tos franceses y cantábricos.

La segunda parte comprende el Catálogo de yacimientos de la Costa Cantábrica asi-


milables de algún modo al Magdaleniense Inferior. No todos ellos tienen la misma entidad ni
deben ser igualmente valorados:

— Algunos como Rascaño, Juyo y Lloseta poseen una excavación correcta y una pu-
blicación adecuada. La atribución cultural de sus niveles no presenta excesivas dificultades
y sus materiales son utilizables estadísticamente. Ellos constituyen la base de nuestro trabajo.

— Otros como Altamira, Balmori y Cueto de la Mina poseen publicaciones útiles pero
sus materiales no están completos y no siempre presentan indicación del nivel al que co-
rresponden. No obstante aceptamos para una estadística la excavación Obermaier de Altami-
ra y las de Vega del Sella para las cuevas asturianas.

— Las cuevas vascas plantean un problema distinto: ninguna de ellas, excepto Bo-
linkoba y dudosamente Lumentxa, ha sido calificada por su excavador, J . M. de Barandiarán,
como Magdaleniense Inferior. Sin embargo hay una serie de rasgos que parecen denotar una
presencia de este horizonte cultural en alguno de sus niveles, los cuales presentan, por aña-
didura, serios problemas estratigráficos. Por ello, nos limitaremos a plantear la cuestión y a
ofrecer gráficas e índices. Su validez estadística estará siempre en función de su correcta
atribución estratigráfica.

— Hay cuevas que carecen de una publicación apropiada pero que poseen materia-
les significativos. Tal es el caso de Castillo, Cueva del Río y Loja. Con seguridad habremos
manejado un conjunto seleccionado (es realmente sospechosa la ausencia de hojitas y útiles
microlíticos en Castillo) pero, aunque no deban valorarse demasiado en una estadística, siem-
pre nos quedará la duda de que quizá La Loja esté íntegra. Más problemática es la acepta-
ción de un nivel único para estas cuevas.

— Existen también yacimientos con abundantes materiales pero de muy dudosa ads-
cripción estratigráfica, ya sea por haberse confundido las etiquetas de los niveles, caso del
Cierro y creemos que también de Atxurra, ya por no aparecer éstos con la suficiente claridad
en el transcurso de la excavación: Cova Rosa, Pasiega y posiblemente Paloma. Daremos tam-
bién gráficas de todas estas cuevas pero deben ser aceptadas con todas las reservas.

— Por último, existen una serie de yacimientos "fantasmas" de los que se descono-
cen la mayoría de los materiales e incluso su emplazamiento geográfico pero que han sido
datados en la bibliografía tradicional en el Magdaleniense Inferior o indeterminado, solución
esta muy frecuente desde principios de siglo cuando un yacimiento era tan atípico que no
podía ser adscrito a ningún otro período. En este apartado debemos incluir Candamo, Cuevo-

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na, Viesca, Camargo, Bona, Salitre, Truchiro, Fuente del Francés, Nuestra Señora de Loreto,
Carranceja, Cullalvera, etc.

La tercera parte pretende ofrecer una visión de conjunto del Magdaleniense Inicial Can-
tábrico, basada en los datos aportados por el catálogo de yacimientos. Responde a estos
puntos: Fauna, con referencia a las especies cazadas y a la especialización en la caza; Flora;
Clima, Habitat y Cultura (industria lítica, ósea y arte mueble). Por último daremos nuestra opi-
nión sobre lo Dinámico del Magdaleniense Inferior y Medio en la Costa Cantábrica.

Delimitación espacio-temporal

Hemos elegido la Costa Cantábrica como unidad espacial. Creemos que tiene la sufi-
ciente entidad y volumen de yacimientos como para permitir un estudio monográfico. Esta
elección supone la exclusión de la cueva del Parpalló y de otros yacimientos menos impor-
tantes como la Bora Gran d'en Carreras, el Volcán del Faro de Cullera o los indicios magdale-
nienses señalados por Fortea (1973) en el área levantina. Todos ellos merecen un estudio
aparte.

Una vez delimitada la zona a estudiar, se nos planteó la cuestión de la ordenación de


yacimientos. Una estricta enumeración alfabética por provincias facilitaba la rápida localiza-
ción en el texto de cada una de las cuevas, pero respondía a una organización artificial que
no aportaba ninguna idea sobre las relaciones de los yacimientos entre sí. Por fin, pensamos
que ya que el hombre paleolítico vivía en función de la caza, y ésta en función del agua, se-
ría correcto agrupar los yacimientos por valles fluviales, y sus afluentes, considerando que,
hay mayor concentración de lugares de habitat en los afluentes que en los ríos principales, pre-
firiendo los valles secundarios o laterales al valle central. Es el caso del río Nora respecto al
Nalón, del San Miguel con el Sella, del Cares con el Deva y del Saja con el Besaya. Sólo la
Sierra de Amboto, en Vizcaya, carece en la actualidad de una corriente de agua importante
que justifique la densidad de habitat, hecho que quizá pueda explicarse por un mayor caudal
en época paleolítica del arroyo Asuntze o por crecer la población en función del desfiladero
de Atxarte.

La delimitación temporal de nuestro trabajo es relativamente sencilla: comprende el


Magdaleniense sin arpones, el que viene siendo llamado 111-IV Cantábrico. Si esta denomi-
nación es o no correcta es algo que todavía no podemos discutir; personalmente preferimos
hablar de Magdaleniense Inferior o Inicial Cantábrico, dejando aparte la cuestión de si coin-
cide o no en cronología y cultura material con el III francés.

El Magdaleniense que en la Costa Cantábrica ha sido calificado como IV parece que


deberá también ser revisado. No posee ninguno de los fósiles directores que lo caracterizan
en el Pirineo francés, siendo así denominado sólo por su posición estratigráfica.

Las Fuentes de información de este trabajo se concretan en la revisión directa de to-


dos los materiales del Magdaleniense Inicial Cantábrico depositados en los Museos españoles
y en la consulta, a título comparativo, de los materiales de las principales cuevas francesas,
en especial la colección F. Bordes de Laugerie Haute Est.

Los Museos, cuyos fondos del Magdaleniense Inicial hemos computado y dibujado, son
los siguientes: Arqueológico de Oviedo, Provincial de Prehistoria de Santander, monográfico
de Altamira en Santillana del Mar, Histórico de Vizcaya, San Telmo de San Sebastián, Arqueo-
lógico de Pamplona y Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, En el Arqueológico Nacional
pudimos revisar el Magdaleniense B del Castillo. Esta cueva dio un particular trabajo por la
dispersión de sus materiales: el Museo de Santander presentaba una buena colección de in-
dustria ósea pero carecía por completo de una lítica significativa. Algunas piezas habían sido
sacadas de sus cajas y enviadas al Museo de Pamplona, donde conseguimos localizarlas. La
colección del Instituí de Paleontoligie Humaine parecía escapársenos de las manos: obte-
nido el permiso para consultarla en enero de 1973, en París, fue recuperada por D. Martín
Almagro y enviada a Madrid tres meses antes de que llegáramos al Instituto de Paleontolo-
gía Humana. Por fin, en abril de 1975, pudimos completar su estudio en Madrid.

La persecución de la cueva del Castillo tuvo también sus consecuencias favorables:


nos permitió consultar en el I. P. H. las colecciones de Rond du Barry (excavación Bayle des
Hermens) y Le Colombier en el Ardéche (excavación Glory); en Saint Germain-en-Laye la co-
lección Piette y diversos materiales de Laugerie Basse y Placard, y en el Museo del Hombre
el depósito Lwoff de la cueva de La Marche y la colección Vibraye en Laugerie Basse. En
julio de 1972 visitamos los museos de Perigueux y Les Eyzies y poco antes los de Arudy,
Toulouse, Narbonne y Lourdes.

En septiembre de 1974 visitamos los de Mas d'Azil y Foix y en febrero y marzo de 1977
revisamos en Burdeos la colección Bordes de Laugerie Haute.

Las Fuentes bibliográficas han servido para completar los datos que los materiales de
los museos callan. Los libros más generales y las revistas más difundidas han sido consul-
tados en la Biblioteca de los Departamentos de Arqueología e Historia Antigua de la Univer-
sidad de Zaragoza, la bibliografía francesa, más difícil de encontrar por su antigüedad, en la
Biblioteca del Instituto de Paleontología Humana de París, la Biblioteca Vaufrey de Burdeos
y la del Arqueológico Nacional de Madrid; en las Bibliotecas del Museo de Ciencias Natura-
les de Madrid y del Museo de Prehistoria de Santander algunos artículos y manuscritos, poco
difundidos por su ámbito local, relativos a cuevas asturianas y santanderinas y en la bibliote-
ca de la Sociedad Aranzadi de San Sebastián las dispersas publicaciones de los yacimientos
vascos.

En el capítulo de agradecimientos queremos citar a todas aquellas personas y entida-


des que han hecho posible esta tesis:

A los Directores de los Museos cantábricos y madrileños: Señores M. Almagro, J .


Altuna, M. Escortell, M. A. García Guinea y M. Grande, porque han puesto los fon-
dos a nuestra disposición y se han hallado siempre dispuestos a ayudarnos.

A D. Francisco Jordá y a D. Joaquín González Echegaray, porque nos han facilitado


desinteresadamente datos de sus excavaciones, ofreciéndonos en todo momento su
consejo.

A. G. Laplace, quien nos enseñó en su centro de Arudy los fundamentos de la Ti-


pología Analítica, y nos permitió participar en sus excavaciones. Y también a F. Bor-
des y D. de Sonneville-Bordes quienes, por su propia iniciativa, nos acogieron en
su Laboratorio de Burdeos y nos permitieron consultar sus colecciones. Allí hemos
podido intercambiar opiniones con los miembros del Institut du Quaternaire:
Srs. Bouvier, Laville, Prat, Delpech, Rigaud, Lenoir, y muchos otros.

A la Fundación Juan March, que se preocupó por nuestro trabajo y nos facilitó el
viaje a los Museos de París. Y a los señores Delporte y Bayle des Hermens, que
nos acogieron en ellos.

A todos nuestros jóvenes compañeros que trabajan en el Paleolítico Superior y re-


corren los Museos cantábricos, porque nos han ofrecido su compañía cuando la
necesitábamos y han compartido con nosotros datos de sus tesis: al grupo de
Madrid, en especial a Victoria Cabrera que facilitó la revisión de los materiales del

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Castillo, a los de Salamanca, Oviedo y Bilbao y también a L. G. Straus, de la Uni-
versidad de Alburquerque, y a G. Marsan de la de Pau que coincidieron con nos-
otros en la consulta de los Museos Cantábricos.

Y, por último, muy sinceramente, agradecemos a Ignacio Barandiarán la dirección


real de esta Tesis y también a Ana Cava, quien nos resolvió muchas dudas tipoló-
gicas, nos acompañó a algunos Museos y realizó los mejores dibujos de la parte
gráfica.

A todos, gracias.

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PRIMERA PARTE: INTRODUCCION

1. LA TIPOLOGIA APLICADA AL MAGDALENIENSE INICIAL CANTABRICO.

Aparte de la serie de problemas generales que presentan las tipologías en su conjunto,


bien estudiados por I. Barandiarán (1967: 214) y Fortea (1973: 42), su aplicación a los ajuares
del Magdaleniense Inicial Cantábrico provoca unas determinadas cuestiones que pueden
concretarse en problemas de léxico (traducción de los vocablos franceses), concepto (defi-
nición específica de cada uno de los tipos) y adecuación de los sistemas de Sonneville-Bor-
des y Laplace.

Lista tipo de Sonneville-Bordes y Perrot:

— N.° 1: raspador simple: presenta dos versiones distintas al figurar en la tipología de


1954 como "raspador sobre lasca o lámina" y en la Tesis de 1960 y publicaciones posteriores
solamente como "raspador sobre lámina". El tipo 5 queda reservado para el raspador sobre
lámina con retoque lateral complementario y el tipo 8 para su equivalente sobre lasca. En
nuestros recuentos hemos seguido la versión de 1954.

— N.° 15: El raspador nucleiforme ha sido objeto de grandes discusiones entre los ar-
queólogos y los tecnólogos. En 1912 Bourlon y Bouyssonie hacían una distinción entre ras-
padores carenados y los nucleiformes destacando que los primeros son útiles intencionados,
mientras que los segundos son instrumentos de fortuna que se encuentran por igual en todos
los estadios". Ahora bien, los núcleos podían ser reutilizados mediante dos métodos: "regu-
larizando el plano de percusión abatiendo las aristas (...) por medio de retoques visibles, por
encima de las extracciones lamelares", o bien "descabezando el núcleo por un golpe oblicuo
con el fin de obtener una superficie plana inferior y, sobre todo, una arista más aguda del ras-
pador, al disminuir la perpendicularidad del frente". Estaríamos en presencia de una distin-
ción entre raspador nucleiforme y rabot.

Sonneville-Bordes y Perrot definen así el raspador nucleiforme en su lista-tipo: "raspa-


dor tallado sobre núcleo por regularización del plano de perscusión"; y Moure, en sus co-
mentarios sobre el uso y traducción en lengua castellana, precisa que el raspador nuclei-
forme se caracteriza por retoques en los bordes del núcleo y que éstos nunca deben confun-
dirse con las huellas de uso. Ahora bien, nosotros nos preguntamos qué huellas de uso tiene
un núcleo. Si se usa, deberemos suponer que está siendo reutilizado y en ese caso desempe-
ñando quizá la función que tradicionalmente viene asignándosele al raspador.

Francois Bordes, quien en un principio admitió la entidad del raspador nucleiforme, in-
siste hoy en que no es más que un núcleo piramidal de laminillas. Sería pues un subproducto
de fabricación, como puede serlo el microburil, de tal modo que el famoso retoque secun-
dario no sea más que un derivado del proceso de extracción de laminillas.

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El problema viene planteado cuando el raspador nucleiforme es elemento masivo en un
nivel determinado. Ocurre así, por ejemplo, que en el típico Magdaleniense III cantábrico el
raspador nucleiforme llega a representar más del 50 por ciento de la industria: 60 por ciento
en Balmori, 50 por ciento en Rascaño, 47 por ciento en Cueto de la Mina D. Si no fuera más
que el subproducto de la talla de laminillas deberíamos encontrar éstas en un número por lo
menos 10 veces mayor que los núcleos, cosa que no ocurre ni siquiera en Rascaño que po-
see una excavación reciente. A la inversa, yacimientos del Magdaleniense Superior o Final
con una mayor representación de industria microlítica ofrecen porcentajes de raspadores nu-
cleiformes mucho más bajos (Chora, Otero, Tito Bustillo...). Es además contradictorio en el
caso de Rascaño cómo el nivel 4, que, a juzgar por los escasos desechos de talla, no ha
sido utilizado como taller, presenta un porcentaje tan alto de raspadores nucleiformes, no
compensados siquiera por un número igual de hojitas.

Una postura conciliadora sería pensar que en algún otro lugar se tallaron las hojitas,
apareció el núcleo-raspador y éste se reutilizó, llevándolo consigo entre sus útiles de caza.
Pudo ser simplemente la materia prima de la que extraer hojitas en caso de necesidad (cosa
por otra parte poco probable en el caso de Rascaño, dado el pequeño tamaño de los núcleos
que parecen agotados) o bien se llevaba consigo porque se reutilizaba (como raspador o
como cualquier otro objeto) y en este caso el subproducto de talla serían las hojitas y no el
núcleo raspador. Un adecuado estudio de las huellas de uso de nuestros ejemplares cantá-
bricos, en la línea de las realizadas por Semenov, podría dar solución a este problema.

Cuestión distinta es ya la diferencia existente entre los núcleos con retoque secundario
en la base y los núcleos que carecen de él. Si, como ha demostrado Bordes, el retoque se-
cundario aparece siempre que se extraen hoji'as, habrá que pensar que los escasos ejempla-
res de núcleos sin retoque secundario son fragmentos distales de otros más largos que se han
partido, intencionalmente o no.

Reflexiones semejantes podrían hacerse respecto al rabot y al buril nucleiforme, ya que


su diferenciación del raspador nucleiforme radica sólo en la oblicuidad del frente respecto
a la base (rabot) o en la estrechez del plano de extracción de hojitas (buril), de tal modo
que un mismo útil podría encontrarse a medio camino entre raspador y rabot (en este caso
con un frecuente equilibrio inestable) o entre raspador y buril. En cuanto al buril nucleifor-
me nos parece interesante la distinción que hace Javier Fortea (1973: 75).

— Números 46 a 57: puntas de dorso: las puntas de dorso presentan un difícil enca-
sillamiento. La que en criterio Laplace (siempre de 1964) sería una PD4, de retoque Abrup-
to, profundo, directo y total podría identificarse con la número 51 de la Lista-tipo: micro-
gravette, o con los números 48 y 49 si es de mayor tamaño.

La PD1, de retoque Abrupto marginal, nos hemos visto obligados a equipararla con el
tipo 52, punta de Font-Yves, ya que su definición presupone el tener un retoque semi-abrupto,
que creemos equivalente al concepto laplaciano de Abrupto marginal.

La PD5, punta de dorso con eran adyacente, podría identificarse con la n.° 53: punta
gibosa de borde abatido, ya que sustancialmente responden a la misma figura.

Los tipos PD6 y PD7 se identificarán con los números 55 (en su variedad magdale-
niense) y 56, reservando el n.° 57 para los tipos LD3-LD6 y C1-C7 de Laplace. Una atención
especial merece la Punta de Chatelperrón atípica: Se concibe como una punta de Chatelperrón
cuyo retoque del dorso no es totalmente continuo o cuyo dorso es muy delgado o si la punta no
está desviada. La definición de la punta de Chatelperrón estricta es ya de por sí muy amplia:
"pieza de punta aguda desviada, sobre lámina tanto corta y achaparrada como alargada y del-
gada, con un dorso curvo más o menos espeso, rebajado por retoques abruptos que parten
generalmente de una sola cara". El problema se plantea en cómo diferenciar una punta de

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Chatelperrón de una punta aziliense. SI revisamos la definición de la punta aziliense vemos
que tan sólo se diferencia de la de Chatelperrón en su tamaño, por lo general más peque-
ño, y en la posibilidad de que el retoque abrupto parta a veces de las dos caras: "punta de
pequeñas dimensiones, sobre hoja ya corta y gruesa, ya alargada y aplanada, con dorso
generalmente curvo arqueado, más raramente rectilíneo, rebajado por retoques abruptos que
parten de una cara o de las dos". Dado que ambas puntas son fósiles directores de períodos
concretos, parece lógico pensar que o su definición debería ser menos amplia o realmente
son dudosos fósiles directores, ya que su presencia podría determinar tanto el comienzo co-
mo el final del Paleolítico Superior.

— Las piezas truncadas pueden clasificarse en los tipos 60 a 64, reservando el 84 pa-
ra las laminillas truncadas. Ahora bien, los ejemplares presentados por Sonneville Bordes y
Perrot son todos lamelares, a pesar de incluir en sus tipos 60 las "láminas o lascas" trun-
cadas. Por ello hemos preferido encasillar la lasca de retoque abrupto (Abruptos Indiferen-
ciados de Laplace, A1 y A2) en los diversos, siendo prácticamente el único tipo que ha sido
allí incluido. El casillero 78 "raclette" lo hemos reservado para aquellas lascas de retoque
Abrupto que no presentaban aristas en ninguna de sus caras.

— El grupo de las Puntas de retoque Simple es inclasificable en la Lista-Tipo. La mis-


ma Sonneville Bordes lo reconoce en su Tesis y confiesa haberlas colocado en los Diversos
(1960: 27). Nosotros lo habíamos hecho en los tipos 65 y 66, junto con las láminas o lascas
de retoque Simple.

— Las raederas no tienen problema al clasificarse todas en el tipo 77. Realmente no


son tan significativas en el Paleolítico Superior como en el Musteriense, pero en la Costa Can-
tábrica, de técnicas muy tradicionales, alcanzan, junto a los denticulados y demás tipos del
Sustrato, muy altos porcentajes.
En conjunto, la lista de Sonneville-Bordes y Perrot ha resultado la más práctica al apli-
carla a los conjuntos del Magdaleniense Inicial Cantábrico. Todas las dificultades antes rese-
ñadas se resumen, por un lado, en la falta de casilleros amplios que acojan tipos no regio-
nales, y, por otro, en la excesiva generalización en la definición de tipos que se consideran
muy significativos de un período. De cualquier manera, es probable que la mayor dificultad
radique en no usar idéntico lenguaje tipológ'co.

Tipología analítica de G. Laplace:

Si de algo no puede censurarse la tipología de Laplace es de dejar los conceptos po-


co claros en cada uno de sus tipos. Todos ellos son racionales (lo que no quiere decir prác-
ticos) y, tras la revisión de 1972, están analizados hasta las últimas consecuencias.
Ahora bien, se necesita un tipo para nuestro agobíente raspador nucleiforme y otro
particular para los Abruptos denticu'ados, las "lascas-sierra" del Magdaleniense Inferior del
Juyo.
En la tipología Laplace todos los denticulados, por definición, son de retoque Simple
y presentan a la vez una serie de problemas aparte: ha sido planteada la cuestión de si sería
más analítico colocar los raspadores, puntas, raederas denticuladas en sus correspondientes
Grupos Tipológicos, del mismo modo que hay raspadores, puntas y raederas carenadas, con-
siderando como acumulativo el poseer o no delineación denticulada.

Por otra parte, es muy interesante el concepto laplaciano de Sustrato (Puntas, Lámi-
nas, Raederas, Abruptos Indiferenciados y Denticulados) porque, en lo que respecta a nues-
tro período de la Costa Cantábrica, forman un todo homogéneo con las mismas alteraciones
en un mismo yacimiento para cada uno de los Grupos Tipológicos

ir,
Tipología ósea de I. Barandiarán:

La mayor dificultad viene planteada por la deficiente conservación del instrumental


óseo y la consiguiente aparición de piezas fragmentadas. I. Barandiarán (1967: 353) propone
hacer una estadística aparte con los fragmentos poco expresivos. Nosotros hemos considera-
do como piezas enteras las siguientes:

fragmento de azagaya de base biselada y sección reconocible


fragmento de azagaya de cualquier otro tipo de base que no pueda ser confundida
con la punta
todos los fragmentos de perforados (agujas, bastones...) que conservan la perfo-
ración
aquellos fragmentos de objetos que por su singularidad no pueden ser confundi-
dos con ningún otro.

Hay en cambio otras piezas que por su abundancia quisiéramos reducir: las conchas
perforadas. ¿Qué gráfica puede hacerse en el nivel F de Urtiaga con 104 conchas perforadas
que suponen el 68,33 % de la totalidad?, ¿debe considerarse una concha tan unidad como
una azagaya? Cabe la solución de hacer estadística aislando las Familias Tipológicas, pero
una concha perforada seguirá siendo equiparada a un bastón perforado.

Para reducir a común denominador la gran variedad de útiles hemos ensayado una
reagrupación de los tipos atendiendo a las supuestas funciones de los mismos, aunque cons-
cientes del riesgo de toda hipótesis que valore la funcionalidad.

1. Utiles de caza y pesca:


Tipos 1 a 30 (Apuntados).
Tipos 40 a 51 (Dentados).

2. Utiles de trabajo de la materia:


Tipos 31 a 39 (Aplanados).
Tipos 52 a 55 (algunos Perforados).

3. Objetos de adorno:
Tipos 56 a 81 (resto de los Perforados y Varios).

De este modo los porcentajes no se realizan con respecto al total de las piezas de un
nivel, sino al total de las piezas de su grupo funcional. Siempre dentro del riesgo de caer en
la inexactitud, pueden hacerse hipótesis sobre el carácter de cazadero, taller, lugar de habi-
tat, o de varias cosas, de los distintos yacimientos.

Una última dificultad, aunque de menor cuantía, se nos plantea con las secciones ova-
les o "subcirculares" de las azagayas. ¿Deben considerarse de sección circular, cuadrangular
con los ángulos matados o como puntas aplanadas? Parece que habrá que dejar cada caso
al buen criterio del autor de los recuentos.

2. EL MAGDALENIENSE: ORIGEN Y PERIODIFICACION.

A) Origen:

La cuestión del origen del Magdaleniense ha sido tratada de modo muy diverso por
los distintos autores: por ejemplo, Hugo Obermaier (1925: 131) descartaba un origen medite-
rráneo en favor de un nacimiento en el Pirineo Francés, desde donde irradiaría al Perigord y
más tarde a Levante y Cataluña, alcanzando finalmente el Este de Europa.
El Abate Breuil, por su parte, fue evolucionando en su opinión: en 1912: 203 era parti-
dario de un origen oriental: el Magdaleniense era producto de gentes nuevas que lo habían
traído de Europa Oriental y Siberia. Testigos eran los yacimientos de Austria, Polonia, y la
cueva Maszycka en Oikow, que dio huesos trabajados con decoraciones esquemáticas y pe-
queñas ranuras longitudinales, (muy semejantes a las que en Placard corresponden a la capa,
todavía muy antigua, que sucede a la base del Magdaleniense).

En 1927: 4, Breuil suponía que el centro de la expansión del Magdaleniense estaba en el


suelo cántabro-aquitano, pareciendo proceder de viejas raíces anteriores al Magdaleniense, ya
que las azagayas que lo caracterizan se encuentran con bastante abundancia no sólo en los
niveles subyacentes a estas zonas, sino hasta en los niveles de fines del Auriñaciense.

En esta misma línea está la opinión de Peyrony (1932: 15) quien lo explicaba como un
retorno de viejos auriñacienses, que vuelven con una industria más desarrollada del hueso.

Almagro (1962: 319) ve atestiguados estos precedentes auriñacienses en las azagayas


de ancha forma y bisel aplanado del Magdaleniense Inicial, en las marcas de caza y en cier-
tos tipos de buriles que recuerdan precedentes auriñacienses.

González Echegaray (1960: 91) explica así el arribo del Magdaleniense: "llega con
nuevas técnicas, acaso con nuevas gentes, y se superpone a la sedentaria y tradicional pobla-
ción indígena solutrense, se entremezcla con ella y la transforma, pero no modifica en líneas
generales su régimen de vida".

Planteada así la cuestión de la continuidad solutrense, parecería lógico preguntarse si


el Magdaleniense Inidlal no será en algún modo evolución del Solutrense Final: Pericot (1942:
299) fue el primero en observar que el Magdaleniense A de Obermaier podía ponerse en re-
lación con el Solutrense Final, opinión refrendada más tarde por I. Barandiarán (1969: 61)
quien al hablar de la cueva de Isturitz señalaba que su Solutrense Final debe considerarse co-
mo "nexo de unión o eslabón de una cadena evolutiva".

En el Lot, Clottes (1970: 71) hace hincapié en que los dos únicos yacimientos que
poseen Magdaleniense Antiguo, Cabrerets y Fajoles, están mezclados con un Solutrense Fi-
nal, hasta tal punto que llega a pensar si podría tratarse de un Solutrense "á raclettes".

En España, es F. Jordá el principal defensor de esta teoría: opina que mientras trans-
curre en Francia el Magdaleniense I y II hay en España una época de transición en la que el
Solutrense Final intenta todavía una expansión (lleva al Pirineo Occidental las puntas de base
cóncava), sosteniéndose una lucha entre los conceptos centro-occidentales y los mediterrá-
neos (1959: 14).

Los elementos que marcan esta continuidad son, para Jordá, en la Industria ósea las
azagayas con aplastamiento de enmangado en su tercio Inferior, (derivación de las solutren-
ses con aplastamiento central), las azagayas carenadas semicirculares y la misma decora-
ción de tectiformes. En la industria lítlca la diferencia fundamental del tipo de técnica queda-
ría compensada por la perduración de otros tipos que, aunque en número restringido, estaban
atestiguados en el Solutrense: así las hojitas de dorso rebajado y una serie de buriles y ras-
padores que ya aparecen en los niveles solutrenses de las cuevas de transición: Cierro, Cue-
to de la Mina, Altamira, Balmori y Hornos de la Peña.

La tesis contraria está representada por la opinión del Abate Breuil (1912: 201): "si hay
un hecho cierto en prehistoria es que los primeros magdalenienses no son solutrenses evo-
lucionados; eran gentes nuevas venidas de otros lugares, tan Inhábiles en el arte de tallar y
de retocar el sílex como sus predecesores eran excelentes en ello". Compara luego dos yaci-
mientos característicos, Placard en Charente y La Cave en el Lot, resaltando sus diferencias:
mientras Placard presentaba una industria de leznas con la cabeza adornada de bellas inci-

17
siones, La Cave se caracterizaba por las agujas de tipo magdaleniense. Sufría por tanto la
influencia del Magdaleniense ya constituido en el Pirineo, mientras que Placard evolucionaba
hacia una renovación del antiguo Auriñaciense.

Recientemente, Jean Philippe Rigaud (1976 a) ha dado un nuevo enfoque a la cues-


tión del origen del Magdaleniense que nos parece de gran interés. Señala este autor que
existen algunas industrias del Magdaleniense Antiguo con caracteres auriñacienses innega-
bles. Así, en el Magdaleniense I de Laugerie Haute, los raspadores carenados representan el
7,2% del utillaje, el mismo porcentaje que el auriñaciense del Abri Caminade. En Badegoule,
el Magdaleniense Antiguo de raclettes presenta raspadores sobre lámina auriñaciense, raspa-
dores carenados y de hocico y láminas auriñacienses. También se rastrea la presencia auri-
ñaciense en otros yacimientos del Magdaleniense antiguo como Roe de Saint Cirq, Crabillat,
Jolivet, Puy de Lacan, La Metaire en Belcayre, Abri Reverdit, etc.

Por el contrarío, señala Rigaud, las industrias de los Magdaleníenses III a VI presentan
caracteres perigordienses muy marcados: técnica del dorso rebajado muy desarrollada, en es-
pecial en el utillaje microlítico; presencia de verdaderas puntas de la Gravette, mlcrogravettes,
puntas de Chatelperrón (cuando es posible distinguirlas de algunas azilienses) y peduncula-
das y, por último, ausencia de formas auriñacienses.

Por nuestra parte, pudimos consultar en Burdeos la colección completa de Laugerie


Haute (excavación F. Bordes) y también la de Roe de Combe (secuencia perigordiense y auri-
ñaciense). Las gráficas resultantes del estudio de ambos yacimientos son muy similares para
el Auriñaciense V y Magdaleniense O de Laugerie Haute y para el Auriñaciense Evoluciona-
do (capa 5) de Roe de Combe. También la industria ósea es, en cierto modo, semejante: el
Auriñaciense V de Laugerie Haute presenta azagayas de sección aplanada con monobisel ma-
yor de 1/3 que encontramos repetidas en el Magdaleniense I de la Dordoña y la Costa Cantá-
brica, si bien con la novedad de estar fabricadas en cuerno y no en hueso.

Por el contrario, el Perigordiense VII se asemejaría más al Magdaleniense Superior y


Final de otros yacimientos.

En España es muy difícil comprobar este origen Auriñaciense Final para el Magdale-
niense I Cantábrico, ya que son muy escasos los yacimientos de excavación reciente que
puedan asignarse a esta época. Señalemos a este respecto la presencia de raspadores care-
nados en el nivel 5 de Rascaño (existentes, por lo demás, en los niveles 3 y 4) y el aspecto
general auriñacoide del nivel e de Abauntz, cuya fecha de Carbono 14 le sitúa en el Magda-
leniense Inicial Cantábrico. Este carácter auriñacoide se manifiesta, sobre todo, en la exis-
tencia de raspadores sobre lámina auriñaciense, buriles nucleiformes y láminas estrangula-
das y auriñacienses. Señalemos también que en las colecciones francesas aparecen clasifica-
dos como raspadores carenados de hocico muchas piezas que en la Costa Cantábrica suelen
pasar al apartado general de raspadores nucleiformes. Así, resulta que las gráficas de Alta-
mira y Juyo pueden dar un alto índice auriñaciense al clasificar como carenados, o carena-
dos de hocico, una parte de los raspadores nucleiformes (González Echegaray 1971). En el
mismo sentido, se hace difícil diferenciar los buriles carenados y nucleiformes de algunos
tipos de raspadores nucleiformes con el frente de raspador muy estrecho, formando hocico.

Cuestión diferente es el problema de la continuidad solutreo-magdaleniense en la Cos-


ta Cantábrica. Tanto los investigadores de la época solutrense (Jordá, Corchón, Straus) co-
mo de la Magdaleniense Inferior (González Echegaray, Utrilla) vienen señalando que existe
muy posiblemente una contemporaneidad entre Solutrense Superior y Magdaleniense Inicial.
En 1971 señalaba Corchón la existencia en el Solutrense Superior de Altamira de azagayas
de sección cuadrada, junto a la pérdida de la tradición solutrense en la fabricación de los
típicos útiles foliáceos de la industria lítica. Straus (1975) añade el ejemplo del Cierro, yaci-

18
miento que, junto a las azagayas de sección cuadrada, presentaba una gráfica de su indus-
tria lítica muy similar a la magdaleniense, tal como había ya demostrado González Echega-
ray en Altamira y Juyo (1971). El caso vuelve hoy a repetirse en la cueva de la Riera, donde
una continuidad tecnológica corre pareja a la intercalación de las fechas de C14 de los ni-
veles solutrenses y magdalenienses.

B—Perlodiflcación general del Magdaleniense.

Después de las primeras excavaciones de Lartet y Christy en 1863 en el yacimiento


epónimo de La Madeleine, vino la primera sistematización del Paleolítico Superior por parte
de Mortillet, quien, en 1868, habló ya de un Auriñaciense, un Solutrense y un Magdaleniense.
Más tarde, las excavaciones de E. Piette en el Pirineo francés le llevaron a buscar unas de-
nominaciones que no tuvieron tanto éxito: Tarandiense, Elafotarandiense y Elafiense.

Es, sin embargo, con el Abate Breuil cuando comienzan a enfocarse de una manera
más científica las subdivisiones del Paleolítico Superior europeo.

— En 1905 periodificó de este modo el Magdaleniense: "un horizonte inferior sin ar-
pones, con más o menos agujas, láminas de hueso elípticas adornadas a menudo con graba-
dos (Marsoulas Superior), puntas de azagayas de bisel simple, utillaje en sílex que recuerda
mucho al del Solutrense Superior... Hay ya varillas de asta de reno semicirculares" (1905: 6).
"Un horizonte medio de arpones, primero raros, luego abundantes, de una sola fila de dientes,
a veces con base bifurcada, azagayas de base hendida, doble y simple bisel, varillas semicir-
culares muy adornadas... En sílex láminas retocadas en perforadores, en raspadores termina-
les, en buriles...

— En 1912 Breuil ofreció ya la base de lo que sería luego la clasificación definitiva


del Magdaleniense:

Las azagayas tienen formas lanceoladas; la base, muy ancha, se proyecta como un ali-
sador de sección ojival con la cara surcada de trazos dispuestos en espiga. Después, el bisel
se convierte en una base puntiaguda, el fuste se redondea y se alarga y a veces se curva o
se surca de una ranura dorsal. Enseguida, las azagayas disminuyen de volumen, las puntas
de bisel simple se hacen muy pequeñas y a menudo muy cortas, con una o dos profundas ra-
nuras opuestas. Con ellas aparecen las puntas fusiformes delgadas con acanaladuras latera-
les. Después, vienen las azagayas de base en doble bisel que conviven con los arpones de
una y dos hileras de dientes.

Las varillas semicirculares tienen también una evolución interesante: las más recientes
aparecen con los arpones de una fila de dientes, tienen el lado plano surcado de estrías obli-
cuas y el dorso con estilizaciones y figuras muy cuidadas. Las más antiguas tienen el dorso
adornado de tubérculos o decorado con incisiones en C pareadas.

Los arpones son calificados por el Abate como "fósiles maravillosos de precisión".
Aparecen en la mitad del Magdaleniense con dientes pequeños y muy numerosos; a veces tie-
nen una serie de muescas dorsales, Incluso de dientes basilares que complican el tipo en
evolución.

— En 1927, en el prólogo que Breuil hace a su libro en común con Saint Perier, oímos
hablar por primera vez del Magdaleniense subdividido en seis períodos, aunque las caracte-
rísticas de estos responden a las directrices propuetas en 1912. "Estas líneas ponen de relieve
la complejidad de este período y la existencia cierta de diferentes aspectos de formación del
Magdaleniense en varias provincias. Resulta por ello que nuestra numeración no tiene, para
los períodos anteriores al Magdaleniense V, más que un valor relativo y que hemos siempre

19
tomado como punto de partida de nuestros números de orden la región o la localidad donde
el máximo de complejidad se manifestaba; es indiscutiblemente, para los más antiguos nive-
les, la Charente y Le Placard." (1927: 5).

— En 1954 Breuil puede ya afirmar: "Mi clasificación en seis niveles del Magdalenien-
se parece haber sido más objetiva de lo que yo hubiera esperado; las excavaciones ulterio-
res, bien conducidas, lo han confirmado así" (1954: 60).

Sin embargo, la clasificación de Breuil pecaba de un voluntario olvido de los útiles de


sílex que, sólo en 1954, merecieron una esquemática periodificación por parte del Abate.

Fue el Dr. Cheynier quien tomó sobre sí la tarea de sistematizar la industria lítica de
las primeras etapas del Magdaleniense: (1951 y 1954).

— Protomagdaleniense la: siempre en estratigrafía situado encima del Solutrense Final


(Badegoule, Beauregard, Parpalló...), está caracterizado por lascas gruesas obtenidas por
desbaste del núcleo en rodajas. El útil tipo es el buril "á coche" sobre grandes lascas (60 %
en Badegoule); son también numerosos los raspadores en extremo de lámina; los perforadores
son sobre lasca, siendo característicos los dobles y múltiples; no hay laminillas.

— Protomagdaleniense Ib: ve el desarrollo de las raclettes de retoque abrupto (34%);


los buriles de eje, de una o dos facetas predominan sobre los de lasca, que comienzan a
desaparecen útiles complejos sobre lascas delgadas y perforadores y puntas múltiples.

— Protomagdaleniense le: Decaen las raclettes y abundan los buriles, comienzan a


reaparecer las hojitas de dorso y puntas de técnica levallois.

— Protomagdaleniense lia: es tan radicalmente distinto del Magdaleniense I como este


del Solutrense. Han desaparecido las raclettes y las industrias sobre lasca; las hojitas de dor-
so rebajado constituyen el 50 % del utillaje, sin punta ni truncadura, tienen el borde rectilíneo;
se halla bien representado en Gros Monts en Nemours, Reverdit, Parpalló y Lachaud; buriles,
perforadores y raspadores son sobre lámina. Hay pequeños nucleitos piramidales.

— Protomagdaleniense llb: Se caracteriza por un cambio en la forma de las hojitas de


dorso: son más gruesas y truncadas transversalmente y sobre todo oblicuamente (prototipos
de escalenos de Saint Germain la Riviére, Lacan, Lacombe-Segeral y Raymonden Chancela-
de). Su filo aparece a menudo denticulado (Bruniquel). El retoque, más acusado, parte a ve-
ces de las dos caras de la hojita.

— Protomagdaleniense III: su elemento personal es el triángulo escaleno que, al faltar


en ocasiones, hace difícil su distinción del Magdaleniense II. Aparece en Lacan, Crabillat, Fa-
rincourt y Parpalló. Continúan todas las hojitas de dorso excepto las de truncatura oblicua.
Los buriles de eje predominan sobre los raspadores en extremo de lámina. (Cheynier 1954:
64-66).

En síntesis la división de Cheynier comprende:


Magdaleniense I de raclettes y utillaje sobre lasca.
Magdaleniense II de hojitas de dorso, prototipos de triángulos y utillaje lamelar.
Magdaleniense III de auténticos triángulos escalenos, que servirían de dientes para
las varillas semicirculares, las cuales enfrentadas por la cara ventral formarían pri-
mitivos arpones compuestos.

Esta clasificación parecía no coincidir en su totalidad con los hallazgos de Peyronv (1938)
en Laugerie Haute y es Sonneville Bordes la principal defensora de la veracidad de la estra-
tigrafía de Peyrony; en 1960: 346-347 afirma: "la abundancia de triángulos escalenos alargados
en la serie que proviene de los hogares intermediarios entre la capa I' del Magdaleniense I y
la capa I"' del Magdaleniense III, no permite apenas seguir a Cheynier en su interpretación cro-

2(1
nológica de los niveles de triángulos. Aunque algunos triángulos escalenos existen todavía en
el Magdaleniense III, es en el nivel del II (capa I") cuando hacen su aparición en abundan-
cia. El descubrimiento de un triángulo indiscutible, bajo el hogar del Magdaleniense III, prueba
bien que la posición estratigráfica que Peyrony asigna a este fósil director es completamente
válida". "Por otra parte", añade Sonneville Bordes, "por el utillaje común que le acompaña,
el Magdaleniense de triángulos no se diferencia de las series magdalenienses que lo encua-
dran, y parece difícil de aislar de esta civilización para hacer de él un elemento aberrante im-
portado". En síntesis Mme. Bordes propone:

un Magdaleniense I de raclettes con subdivisiones locales posibles


un Magdaleniense II de triángulos escalenos alargados y posibles isósceles en la
cima
un Magdaleniense III con raras raclettes y triángulos, con un estilo más lamelar y
un aumento del índice de buril que preludia ya el Magdaleniense Superior.

Laplace, por su parte, aplica su teoría del "Syntetotipo Auriñaco-Gravetiense" y afirma


que tanto los complejos solutrenses como los protomagdalenienses provienen de la evolución
de una facies del Gravetiense Final, englobando bajo el término de Epigravetiense todos
aquellos complejos diferenciados salidos del Gravetiense por fenómenos de mutación, cuyos
mecanismos se esfuerza en descubrir (1966: 291-293). Entre los complejos protomagdalenien-
ses Laplace distingue:

un nivel antiguo de abruptos (Magdaleniense I)


un nivel evolucionado de láminas de dorso marginal
un nivel evolucionado de láminas de dorso truncadas en ángulo obtuso y de trián-
gulos escalenos (Magdaleniense II).

Los complejos magdalenienses forman un conjunto relativamente homogéneo de indus-


trias de láminas de dorso, generalmente grueso. Sus formas óseas características permiten
distinguir los siguientes períodos:

un antiguo nivel de puntas cilindrocónicas, de base en bisel simple (Magdale-


niense III)
un nivel evolucionado de prototipos de arpón con dientes incipientes (Magdale-
niense IV)
un nivel evolucionado con arpones de una sola hilera de dientes (Magdaleniense V)
un nivel final con arpones de doble hilera de dientes (Magdaleniense VI).

Reseñadas ya las principales teorías sobre la periodificación general del Magdalenien-


se Inferior, parece oportuno consignar las hipótesis sobre la subdivisión estratigráfica en que
frecuentemente aparece el Magdaleniense III:

Sonneville Bordes en 1958: 26 señalaba: "puede pensarse que el Magdaleniense III me-
recería a veces ser subdividido, pues materiales idénticos, tanto líticos como óseos, se encuen-
tran en estratos superpuestos, pero diferentes, de muchas cuevas francesas: así la capa amari-
llo-arenosa de Laugerie Haute o los dos niveles del abrigo de Cap Blanc, o los dos de Raymon-
den Chancelade... con materiales idénticos salvo algunos triángulos de menos.

Cheynier nos amplía la información sobre Raymonden: "Había dos capas, una con el
58 % de buriles, de los que 4/5 eran de eje, sobre todo de dos facetas. La otra tenía un
triángulo escaleno. Era sin duda la misma del Parpalló donde los triángulos estaban en la
capa más alta, atribuida al Magdaleniense IV por Pericot" (1967: 241).

En síntesis, la periodificación de los primeros estadios del Magdaleniense queda así


estructurada en la bibliografía francesa:

21
BREUIL CHEYNIER PEYRONY-SON. LAPLACE
BORDES

Mag. I: azagaya de base la: buril de muesca so- I: raclettes. : (Protomagdaleniense)


en lanceta. Bisel estriado bre gran lasca. Algunas nivel de abruptos. Lámi-
en espiga. raclettes. nas de dorso marginal.

Ib: abundancia de racle-


ttes. Disminución de bu-
riles.
Ic: decadencia de racle-
ttes. Aparición de hojitas
de dorso.

Mag. II: azagayas cilin- Ha: abundancia de hoji- II: escalenos alargados e II: (Protomagdaleniense)
dricas fuertes de base tas de dorso. Buriles y isósceles en la cima. láminas de dorso trun-
puntiaguda o en bisel, ra- raspadores sobre lámina. cadas y triángulos esca-
nuras incipientes. lenos.
Mag. III: azagayas cortas Ilb: hojitas de d o r s o
de largo bisel, estriado o truncadas. (Prototipos de
no, profunda ranura dor- escalenos).
sal.
III: triángulos escalenos III: escasas raclettes y III: (Magdaleniense) lá-
verdaderos. Aparecen las triángulos. Utillaje lame- minas de dorso profun-
varillas semicirculares. lar. Aumento de buriles. do. Puntas cilindrocóni-
Formación de arpones cas de base en bisel sim-
compuestos. ple.

La caracterización del Magdaleniense IV fue realizada a partir de los materiales del


yacimiento epónimo de La Madeleine, procedentes de la excavación que D. Peyrony realizó
en 1911-1912, (Capitán-Peyrony 1928). La industria ósea aparecida en el nivel inferior (Mag-
daleniense IV) comprendía: arpones primitivos con indicios de numerosísimos dientes, muy
apretados y con alguna de sus bases bifurcada, azagayas ahorquilladas muy típicas, azaga-
yas monobiseladas y de doble bisel, estas últimas de menor tamaño y grosor; las más anti-
guas con contorno losángico, base corta e hileras de trazos oblicuos, cinceles biselados en
un extremo y machacados en el otro, contornos recortados, ligeros bajorrelieves, rodetes, va-
rillas planoconvexas, agujas, alisadores, propulsores, bastones, colgantes...

Tan importante como L a Madeleine es el yacimiento de Isturitz por la densidad de su


ocupación y la riqueza de sus materiales. Su excavador, Saint Perier, separa dos etapas su-
cesivas en la evolución de las azagayas:

— La base contiene azagayas de cuerpo ligeramente cilindrico y carenado, sin de-


coración, ranuras ni surcos longitudinales, y con amplio bisel no estriado. Junto a ellas aza-
gayas aguzadas en ambos extremos, rectas y delgadas o gruesas y arqueadas, a veces con
ranuras dorsales o laterales y raramente con marcas ornamentales. El tercer tipo de azagaya
es corto y robusto, de base redondeada, sin bisel o con bisel poco claro, o con fuerte carena
por encima del bisel. Cada uno de estos tres tipos tiene sus precedentes en el Solutrense,
en el Auriñaciense Superior (grotte des Rideaux en Lespugue) y en el viejo Magdaleniense
de los Pirineos respectivamente.
— En la parte superior las azagayas eran alargadas, de bisel simple más corto, es-
triado o no. El fuste aparece a veces algo aplanado, llevando entonces una ranura o acana-
ladura central sobre sus caras, o bien formando una carena en un costado y presentando la
ranura opuesta estriada. A veces se da la sección elíptica y menos frecuentemente la rec-
tangular.

El resto del instrumental óseo comprendía azagayas de bisel inverso, bastones perfo-
rados con la extremidad distal tallada en forma de falo (había uno también con nueve perfo-
raciones), cinceles macizos de cuerno o reutilizando azagayas rotas, medio centenar de agu-
jas, otros tantos rodetes, alfileres de cabeza abultada, varios contornos recortados con repre-
sentaciones de cabezas de caballos, colgantes en dientes de reno (25), zorro (22), caballo
(20), ciervo (5)..., colgantes en conchas (132 Littorina), varillas planoconvexas con decora-

22
ción en tubérculos (más de 100 ejemplares), o en trazado geométrico curvilíneo, muy carac-
terístico de esta cueva (más de 30 ejemplares), prototipos de arpones con dientes apenas des-
tacados o, los más recientes, con dientes pequeños, muy afilados y juntos y en un solo lado,
o bien gruesos, curvos y separados; retocadores sobre esquirla ósea que recuerdan tipos
musterienses y finalmente obras exentas de arte mueble.

C. Periodificación del Magdaleniense Cantábrico.

La historiografía sobre el Magdaleniense Inicial Cantábrico podría dividirse en dos


apartados: por un lado los estudios de conjunto, que dan una visión general del tema, y, por
otro, los trabajos monográficos relativos a yacimientos concretos. Entre los primeros cabe
mencionar los siguientes:

El Hombre Fósil de Hugo Obermaier: (1916, 1925) es obra básica para cualquier estu-
dio del Paleolítico Superior Cantábrico. Su catálogo de yacimientos aporta en muchas ocasio-
nes el único dato publicado sobre la división de niveles y de los objetos que en ellos apare-
cen. Contiene además la primera, y todavía válida, clasificación en etapas del Magdaleniense
Cantábrico, basada en sus casi inéditas excavaciones de la cueva del Castillo.

Avance al estudio del Paleolítico Superior en la Región asturiana del Conde de la Vega
del Sella (1917). Este artículo, de escasa extensión y de muy poca difusión en la bibliografía,
es fundamental en lo referente al Magdaleniense Inicial Cantábrico. Vega del Sella recoge los
datos de las entonces recientes excavaciones de la región asturiana y da una síntesis del
Magdaleniense que, en nuestra opinión, se mantiene casi completamente en nuestros días.

Avance al estudio de la Cueva de La Lloseta (Ardines, Ribadesella, Asturias) (1958)


de F. Jordá. En la segunda parte de esta monografía se ofrece una síntesis de la cuestión mag-
daleniense en la Península. El tema, de por sí complejo, es resuelto por Jordá partiendo de
dos postulados:

— La aproximación del mundo solutrense al magdaleniense, sin que el cambio de téc-


nica deba suponer una ruptura total en el modo de vida (conceptos artísticos semejantes, per-
duraciones de unos mismos tipos óseos...)

— Distinción de dos Españas: cantábrica y mediterránea, antitéticas en muchos aspec-


tos y condenadas a vivir una junto a otra influenciándose mutuamente. Estas relaciones entre
una cultura basada en la industria ósea, la magdaleniense, y otra que valora ante todo lo Iíti-
co, el dorso rebajado epigravetiense, se ven agudizadas en opinión de Jordá en la cueva del
Parpalló: "una cultura magdaleniense en un mundo hostil", la cual, tras intercambiar algunos
útiles con sus vecinas, se vio obligada a sucumbir.

En 1959 "El Complejo cultural..." y 1966: "El Paleolítico Superior Cantábrico..." Jordá
insiste sobre las ideas ya expuestas en la publicación de la cueva de La Lloseta y añade,
en 1966, un cuadro con la atribución cultural a una etapa determinada del Magdaleniense de
todas las cuevas conocidas de la Costa Cantábrica. De algunas de ellas es la única infor-
mación que poseemos.

A J . González Echegaray se deben dos estudios concretos sobre Magdaleniense Infe-


rior Cantábrico: de 1960 es su recopilación de los yacimientos atribuidos a esta época y la
primera visión de conjunto de los elementos que la caracterizan. Su única dificultad radica en
estar basada solamente en los materiales de las cuevas santanderinas y muy en especial del
Juyo, circunstancia que el mismo autor confiesa.

23
Con la publicación en 1973 de las "Consideraciones climáticas y ecológicas sobre Mag-
daleniense III en el Norte de España" González Echegaray completa cuanto de visión general
y planteamiento de la cuestión podía decirse del Magdaleniense Inicial Cantábrico.

El Paleomesolitico del Pirineo Occidental de Ignacio Barandiarán (1967). Dejando


aparte su valor como primer ensayo serio para la creación de una tipología ósea, cabe des-
tacar su estudio de los yacimientos del País Vasco. En él consigue hacer más asequible la dis-
persa obra de José Miguel de Barandiarán y aporta interesantes sugerencias sobre la pre-
sencia del Magdaleniense Inferior en yacimientos que no habían sido catalogados en este mo-
mento cultural. Muy útil es también su estudio posterior sobre el Arte mueble del Paleolítico
Cantábrico, el cual posee todo el valor que corresponde a un primer catálogo que no preten-
de, ni puede, ser exhaustivo.

Entre los estudios monográficos de yacimientos pueden destacarse los autores si-
guientes:

Conde de la Vega del Sella: El Paleolítico del Cueto de la Mina (1916) y Las Cuevas
de la Riera y Balmori (1930).

Estas memorias y su excavación misma son ejemplares para su tiempo; el propio Con-
de nos da cuenta en sus escritos del método empleado (1916: 13): "Durante toda la excava-
ción, el terreno fue levantado por capas sucesivas de ocho a diez centímetros mientras la
coloración del yacimiento era uniforme, y adaptándonos a las inflexiones de las capas cuando
su distinta tonalidad nos lo indicaba. Toda la tierra extraída fue pasada por la criba, lo que
nos permitió obtener pequeñísimas lascas y diminutos pedazos de agujas, que sin este proce-
dimiento hubieran pasado desapercibidos".

Sus publicaciones están llenas de acertadas observaciones respecto a la formación de


los niveles o a datos complementarios de clima o fauna. Los materiales están por lo general
bien vistos, y sólo encontramos a faltar una indicación del número total de ejemplares de los
distintos tipos. También hubiéramos preferido un dibujo de los objetos óseos fotografiados en
1916, deseo ya concedido en 1930 donde todos los materiales reproducidos aparecen dibuja-
dos. Una reciente revalorización de la obra y personalidad del Conde puede verse en Márquez
Uría (1974).

José Miguel de Barandiarán: Memorias de las excavaciones de Ermitia (1928), San-


timamiñe (1935), Lumentxa (1935), Urtiaga (1947), Bolinkoba (1950), Atxurra (1961) y Aitz-
bltarte IV (1961-1964).

Desde que en 1915 J . M. de Barandiarán comenzó su investigación prehistórica y etno-


lógica en el País Vasco hasta el día de hoy, en que incansablemente continúa excavando, han
pasado 65 años de infatigable labor. De su buen hacer en las excavaciones dan prueba la minu-
ciosidad de sus diarios y el empleo, casi desde los primeros tiempos, del método de coorde-
nadas cartesianas.

El carácter de sus publicaciones viene diferenciado por una fecha, el 1947, año en que
comenzaron a aparecer los resultados de la cueva de Urtiaga. Hasta entonces el orden de ex-
posición de los datos solía venir dado por la sucesión de los días de excavación, sin que a
lo largo del texto se hiciera referencia a niveles, que luego aparecían esquematizados en un
corte estratigráfico (publicación de Santimamiñe y Lumentxa). Esta ordenación quizá pueda
deberse a la influencia de Aranzadi, quien, al parecer, dibujaba los cortes y redactaba el dia-
rio. A partir de 1947, sin embargo, los materiales aparecen clasificados por niveles, dentro de
una redacción lacónica que pocas veces aventura una adscripción cultural precisa: "Magdale-
niense, con algunas subdivisiones de valor cronológico".

24
Joaquín González Echegaray: "Memoria de las excavaciones de la cueva del Juyo
(1955-1956)" (1958) (en colaboración con P. Janssens) y "Apreciaciones cuantitativas sobre
el Magdaleniense III en la Costa Cantábrica" (1971).

La del Juyo es la más completa memoria de excavación que sobre tema de Magdale-
niense Inicial se ha publicado hasta la fecha. Contiene por primera vez el inventario total
de las piezas y, si bien en 1958 carecía de una estadística de las mismas, en 1971 fue realizada
por J . González Echegaray completando así su estudio. Esta correcta publicación no se ve en
cambio secundada por una buena conservación de los materiales extraídos.

Carácter monográfico tiene también la publicación por parte de Martín Almagro Basch
de los omoplatos decorados de la cueva del Castillo (1976) donde, además de la importante
aportación que supone para el estudio del arte mobiliar y parietal, se revelan interesantes da-
tos sobre la excavación y conservación de los materiales de la cueva del Castillo, derivados
de los diarios de P. Wernert y H. Obermaier.

3. DATACIONES ABSOLUTAS.

Existen dos recopilaciones recientes de dataciones absolutas relativas a yacimientos


del Magdaleniense francés y cantábrico. La primera de ellas se incluye en el tomo 1.2 de "La
Prehistoire Francaise" (Delibrias, Guillier, Evin y Thommeret 1976: 1511-1513) y la segunda en
"C-14 y Prehistoria de la Península Ibérica" (Bernaldo de Quirós y Moure 1978: 17-35). De
ambos extraemos las fechas más significativas:

a) Magdaleniense Inferior y Medio en Francia: (fechas BP)

— circunscripción de Aquitania:

Bezenac: Flageolet 2, capa IX cima: 14.110 ± 690 BP Ly-917


base: 15.250 ± 320 BP (1) Ly-918

Les Eyzies: Laugerie Haute Est: Mag. 3: 13.970 ± 480 Ly-974


Mag. 2: 17.040 ± 440 Ly-973
Mag. 0: 18.260 ± 360 Ly-972

Montignac: Lascaux: niv. 7: 17.190 ± 140 C-406

Tursac: La Madeleine: capa J niv. 14: 13.440 ± 300 Ly-922

Sorde l'Abbaye: Grotte Duruthy: capa 4: cima: 13.510 ± 120 Ly-859


base: 13.840 ± 2 1 0 Ly-860
capa 5: cima: 14.180 ± 200 Ly-861

— circunscripción Midi-Pyrennées:

Espagnac: Saint-Eulalie: nivel 3: 15.200 ± 300 Gif 2194

Lacave: Combe-Cullier: nivel 9: 15.030 ± 330 (2) Ly 978

(1) El nivel IX del abrigo de Flageolet II había sido publicado por su excavador (Rigaud 1970) como Magdale-
niense Superior, (a pesar de la ausencia de arpones) basándose en las características de su instrumental Utico. La apari-
ción de estas fechas de C 14 le ha llevado a proponer más tarde una cronología en el Magdaleniense Medio (Rigaud,
1976b).
(2) La industria de Combe Cullier, con abundantes hojitas de dorso, presencia de escalenos, alguna azagaya de
base ahorquillada pero sin arpones (a pesar del volumen de tierra excavado) ha sido atribuida tanto al Magdaleniense
Inferior, como al Medio o Superior. La fecha de Carbono 14 parece confirmar una datación en la fase media, tal como
sugirió M Lorblanchet (1972 : 259).

25
—-circunscripción de Auvergne:

Polignac: Le Rond du Barry, capa E: 12.380 ± 280 Gif 2671


15.400 ± 400 Gif 2672
capa F2: 17.100 ± 450 (3) Gif 3038

Retournac: Grotte des Cottiers: 18.550 ± 550 (4) Ly 719

— circunscripción del Franco Condado:

Arlay, Saint Vincent, grotte Grappin, niv. g: 15.320 ± 370 Ly 497


15.770 ± 390 (5) Ly 559

b) Magdaleniense Inferior y Medio en la Costa Cantábrica: (fechas BP)

Cueva de L a Riera (Asturias): nivel 10: 17.160 ± 430 carbón Gak 6980
nivel 11: 16.420 ± 400 carbón Gak 6448

Cueva de Urtiaga (Guipúzcoa) . nivel F: 17.050 ± 140 hueso GrN 5817

Cueva del Rascaño (Santander): nivel 5: 16.433 ± 131 hueso BM 1455


nivel 4: 15.988 ± 193 hueso BM 1453
nivel 3: 15.173 ± 160 hueso BM 1452

Cueva de Abauntz (Navarra): nivel e: 15.800 ± 350 hueso (6) Ly 1965

Cueva de Altamira (Santander): nivel Mag.: 15.500 ± 700 carbón M-829

Cueva del Juyo (Santander): nivel VI: 15.300 ± 700 madera carbonizada M-830

Cueva La Lloseta (Asturias): nivel A: 15.200 ± 412 madera carbonizada Gak 2549
15.565 ± 412 (Clark 1976)

Cueva del Tito Bustillo (Asturias): nivel 1a: 15.400 ± 300 conchas CSIC 1554 (7)

c) Magdaleniense de la España mediterránea (fechas BP)

Verdelpino (Cuenca): Nivel VB: 14.000 ± 520 hueso I-9840 (8)


Parpalló (Valencia): nivel Mag. III: 13.796 ± 380 BIRM 519 (9)

(3) A pesar de estas fechas, bastante antiguas, el nivel E de Rond du Barry ha entregado arpones y una indus-
tria que lleva a su excavador a situarla en un Magdaleniense Superior. Para la capa F2 propone un Magdaleniense l-II
(Bayle des Hermens 1977).
(4) La fecha data un nivel "badegouliense" con raclettes, pero puede existir contaminación probable (Delibrias y
Evin 1974: 154).
(5) Este nivel, clasificado como Magdaleniense Medio, presenta fechas idénticas a las de Altamira y Juyo en su
tradicional etapa Magdaleniense III. A. Moure (1975 : 31) recalca estas fechas del Abri Grappin, sugiriendo una crono-
logía tardía respecto a Francia para el Magdaleniense III cantábrico. Recordemos, sin embargo, que la bibliografía fran-
cesa suele calificar como Medio al Magdaleniense III de la secuencia Breuil (junto con el período IV), reservando el tér-
mino Inferior para los períodos O, I y II. En el caso concreto de la gruta de Arlay el "Magdaleniense Medio" no tiene
prototipos de arpón ni la mayor pane de los fósiles directores que definen el Magdaleniense IV del Pirineo Francés. Por
el contrario, lo más característico de su industria ósea son las azagayas de sección cuadrangular y decoración geométrica
(Combier y Vuillemey 1976 : 80), por lo cual nada debe extrañar que su datación sea idéntica a la de Altamira y Juyo.
(6) Véase su publicación en P. Utrilla 1980 y en la memoria de excavaciones que se encuentra actualmente en
prensa.
(7) L a fecha corresponde a un nivel Magdaleniense Superior con arpones y fue realizada sobre conchas de Patella
y Littorina.
(8) El nivel contenía industrias de tipo Magdaleniense Superior (sin arpones) y fauna y flora tardiglaciares, pero
es anterior a la fecha del Magdaleniense III de Parpalló.
(9) La muestra se tomó a una profundidad de 1,5 y 1,7 m., correspondiente al nivei Magdaleniense III de Pericot
y por tanto es demasiado reciente si la comparamos con las similares de Altamira y Juyo: deberemos pensar que el
Magdaleniense III penetró muy tardíamente en el Parpalló, justificándose de este modo los "elementos de cronología más
avanzada" que llevan a Fortea (1973: 492) a sugerir una datación más reciente a los niveles del Magdaleniense Inicial
del Parpalló. De este modo cuando en la cueva levantina aparecen los materiales que llevan a suponer a Pericot (1942)
que nos encontramos en un Magdaleniense III, el Pirineo Francés está viviendo plenamente su Magdaleniense Medio.
Véase también Fullola 1978.

26
SEGUNDA PARTE:

C A T A L O G O DE YACIMIENTOS
PROVINCIA DE OVIEDO

1. CUENCA DEL NALON-NORA (Lám. 1).

El río Nalón tiene un recorrido de 135 km. y una cuenca de 4.657 km. cuadrados, la
más grande, con mucho, de todos los ríos cantábricos. Su pendiente es muy fuerte (0,0204).
Se halla enclavado en una zona carbonífera compleja con pizarras, cuarcitas y calizas prima-
rias. Su afluente, el Nora, recorre, en cambio, un valle Terciario que forma una depresión pa-
ralela a la Costa. El paisaje vegetal está constituido por hayas, que ocupan casi la mayor parte
de su cuenca, desapareciendo por completo al acercarnos a Galicia. Por debajo de los 400 m.
de altitud el haya es sustituida por el carvallo.

Los yacimientos se hayan todos situados en la cuenca baja del Nalón en la comarca
llamada de Las Regueras, antes de llegar a Pravia donde converge con el Narcea. Esta zona
está limitada al Norte por una alineación montañosa con cumbres de 630 m. que marcan la
divisoria con el mar: es la sierra de Mafalla continuada hacia el Este por la de Fontiello, de
la que parten altas lomas de calizas negras o de areniscas ferríferas del Devónico. La más
importante de estas lomas es la Sierra de Bufarán, cuyo extremo Sur es cortado por el río y
que separa la comarca de Las Regueras (al Este) de la de Candamo (al Oeste). La comarca
de Candamo queda así encuadrada por las sierras de Mafalla (N), Bufarán (E), y montes de
la divisoria del Narcea (W) abriéndose hacia el Sur.

Se constituye así un valle de unos 10 km. de diámetro, abrigado e intensamente solea-


do, donde gracias a este microclima puede cultivarse la vid en las solanas de las montañas.
En el centro la Peña de Candamo, de caliza devónica, domina el valle de su nombre. (Hernán-
López. Un ejemplar de "El Carbayon" de agosto de 1915.

Cueva de la Arícenla:

En la caja n.° 44 del almacén del Museo Arqueológico de Oviedo figuran una serie de
materiales con este rótulo: "LAS REGUERAS (...) (pedazo no legible). Cueva de la Ancenia,
parroquia de Balsera (Regueras) entre Taoces y Rañeces, a la margen del río Nora y como
a unos 30 ó 40 m. sobre el nivel del mismo". En otra nota "Procede de la (...)" firmado por
López. Un Carbayon de agosto de 1915.

Ha sido identificada por Márquez Uría (1974: 823) como excavación realizada por el
Conde de la Vega del Sella. Desconocemos su estratigrafía.

27
(Escala: 1:800.000)
PROVINCIA D E OVIEDO: Localización de yacimientos magdalenienses.
• Con un nivel o varios del Magdaleniense Inferior.
• Con un nivel Magdaleniense indeterminado.
* Sólo con Magdaleniense Superior-Final.

1. Covacha de Candamo. 10. La Lloseta. 19. Cueto de la Mina.


2. La Paloma. 11. El Río. 20. Balmori.
3. Sofoxó. 12. La Cuevona. 21. Juan de Covera.
A. La Ancenia. 13. San Antonio. 22. La Loja.
5. Las Caldas. 14. Collubil. 23. La Peña.
6. Ferrán. 15. Coberizas. 24. Abrigo del Desfiladero de la Hermida.
7. Cbva Rosa. 16. Brida. 25. Coimbre.
s. El Cierro. 17. Riera. 26. Trauno.
9. Tito Bustillo. 18. Fonfría.
Materiales:

No son lo suficientemente numerosos como para efectuar una estadística y es probable


que las piezas buenas hayan sido seleccionadas y desaparecidas de la colección. No obs-
tante, el aspecto magdaleniense de los mismos y la abundancia de nucleitos raspadores nos
inducen a consignar aquí esta cueva. Contenía:

34 raspadores nucleiformes, de ellos 3 en cuarcita.


1 raspador grande de sílex tallado sobre gran lasca (G3).
1 canto rodado de 8x7x6 tallado como raspador.
5 raederas de cuarcita.
2 pequeños raspadores de cuarcita (G3).
6 lascas de cuarcita denticuladas.
4 buriles de sílex (dos B2 de filo sigmoideo y dos B7 normales).
1 lámina de cuarcita con retoque Smd sea sen.Smd sea dextr.
3 lascas de sílex con retoque Smd dist.
1 lasca de sílex con retoque Spi dent.
11 núcleos de sílex de pequeño tamaño (2 cm.).
11 núcleos de cuarcita de gran tamaño (5 cm.).
6 láminas simples de sílex.
6 lascas de sílex.
2 láminas de avivado.

La Industria ósea sólo contenía un fragmento de azagaya de base monobiselada y sec-


ción rectangular y un fragmento de punzón de sección circular.

La fauna estaba compuesta por varias mandíbulas de pequeños carnívoros, 4 patellas


grandes, 3 candiles de ciervo y otro más que no hemos identificado (2,5 cm. de diámetro).

Cueva de Las Caldas.

Situada en la región de Las Regueras, está actualmente en curso de excavación por


parte de Soledad Corchón. Sus materiales no han sido todavía publicados pero existen refe-
rencias sobre la existencia de ricos niveles solutrenses y un Magdaleniense Medio con indus-
tria ósea típica.

Bibliografía: S. Corchón 1974.

Cueva de Candamo (San Román).

Situada en la comarca de su nombre, se abre en la Peña que domina la región. Fue


descubierta en 1914 por E. Hernández Pacheco a la vez que por el Conde de la Vega del
Sella, H. Obermaier y P. Wernert. Próxima a la cueva de las pinturas existe una covacha con
yacimiento que fue excavada en 1916 por E. y F. Hernández Pacheco y por P. Wernert.

Estratigrafía: Contenía:

Un nivel inferior rojizo.


Un nivel superior negruzco (Obermaier 1925: 191).
Hernández Pacheco (1919) habla sólo de un nivel Solutrense antiguo con industria en
zonas revueltas que pudiera pertenecer a otras épocas del Paleolítico Superior. Jordá 1955: 55
precisa que es de transición al Solutrense Medio y en 1964: 57 añade "comprobamos recien-

29
temente un pequeño nivel magdaleniense antiguo sobre el solutrense, aunque con pocos ele-
mentos típicos".

Materiales:

En el almacén del Museo de Oviedo encontramos una industria muy tosca de huesos
recortados, que en la mayoría de los casos no parecen haber sido trabajados intencional-
mente. Junto a ellos, algunas lascas de cuarcita con dudosos retoques y denticulados.

Aislados de los demás, se hallaban estos objetos:

— Fragmento de costilla decorada en retícula de trazo muy profundo, junto a otro frag-
mento con la misma decoración que quizá pertenezca a la misma pieza.
— Un extremo de pieza de cuerno de sección lenticular con perforación en ojal y tra-
zos en V. I. Barandiarán (1973: 105) la cataloga como colgante.
— U n fragmento de colgante perforado de piedra verde (¿diorita?) con restos de bre-
cha adherida. Quizá sea el objeto que falta en una cajita de cartón vacía que contenía esta
inscripción: 9-IX-55. "Covacha de la Peña, nivel I, Brecha: colgante perforado" que, (por la
fecha, debe identificarse con la excavación de Jordá).

El resto de los materiales de este nivel I, al parecer brechoso, son poco significativos:
huesos y lascas de cuarcita con dudosos denticulados. Se señala también un nivel II de las
mismas características.

Fauna:

Procedente de la excavación de Hernández Pacheco y Wernert, es recogida por Ober-


maier (1925: 191).

— El nivel negruzco superior contenía: Equus caballus, Cervus elaphus, Capra pyrenai-
ca, Capella rupicapra y Canls vulpes.
— El nivel rojizo inferior ofrecía: Ursus, Hyaena spelea, Canis vulpes, Capella rupica-
pra, Capra pyrenaica, Cervus elaphus, Equus caballus, y Cyprina islándica. Restos de Arcto-
mys marmotta yacían algo más abajo que la pequeña capa solutrense.

Altuna (1972: 29) añade en el primer nivel, solutrense, Patella y Cardlum tuberculatum.

Bibliografía:
Hernández Pacheco, 1919; Hernández Pacheco y Carandell, 1929; Jordá, 1964; Altuna,
1972; I. Barandiarán, 1973; Márquez Uría, 1974.

Cueva de la Paloma (Soto de las Regueras).

Fue descubierta en 1912 por J . Carballo y E. Miranda y excavada en dos campañas


por la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, dirigida por E. Hernández
Pacheco. La campaña de 1914 contó con la colaboración del Conde de la Vega del Sella y
de J . Cabré y en la segunda, de 1915, este último fue sustituido por P. Wernert. Los materia-
les recogidos fueron depositados en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.

Estratigrafía:

Sería una de las más completas del Magdaleniense Cantábrico si tuviéramos la segu-
ridad de que es auténtica. Obermaier (1925: 190) afirma rotundamente que el yacimiento es-

30
taba completamente revuelto por buscadores de tesoros y no presentaba estratigrafía Intacta
en ninguna parte. Añádase la inseguridad de Hernández Pacheco, quien en la campaña de
1914, encontraba un Auriñaciense, un Solutrense y un Magdaleniense y en la de 1915 un Azi-
liense, un Magdaleniense Superior y un Magdaleniense Inferior. "Por lo tanto hay que consi-
derar como una restauración teórica la estratigrafía anteriormente indicada de este yacimien-
to" (Obermaier 1925).

Estas palabras de Obermaier se presentan en franca contradicción con las del Conde
de la Vega del Sella (1917: 139), persona seria en' lo referente a excavaciones y que estuvo
presente en las dos campañas: "Además de las cuevas que he excavado personalmente me
ha sido dado presenciar las excavaciones de la cueva de la Paloma que la Comisión de In-
vestigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, bajo la dirección de Hernández Pacheco, ha
llevado a cabo con una escrupulosidad nunca bastante ponderada y que permitirá ver el des-
arrollo del Magdaleniense de una manera casi completa". Es extraño que una persona como
Vega del Sella no se diera cuenta de una ausencia de estratigrafía, ya que cuando escribe es-
to (1917) había excavado ya cuevas como Cueto de la Mina, Balmori, Sofoxó, Collubil, etc.

La estratigrafía ofrecida por Hernández Pacheco en 1922: 335-337 es la siguiente:


1. Niveles neolíticos y de los metales.
2. Nivel Aziliense.
3. Nivel Magdaleniense Superior.
4. Niveles del Magdaleniense Medio.
5. Nivel del Magdaleniense Inferior, casi Medio.
6. Fondo de roca y arenas estériles.

"El yacimiento comprendía una serie de niveles negruzcos, muy abundantes en instru-
mentos líticos (...). Los niveles de hogares alternaban con otros niveles estériles o casi esté-
riles de color rojizo, que corresponden a épocas de no habitación. En el fondo de la caverna
algunos niveles estériles rojizos terminaban en cuña, mientras que los niveles negruzcos de
los hogares se superponían directamente". (Se asemeja de algún modo al caso del nivel roji-
zo de la Riera, intercalado en el espesor del nivel Magdaleniense en forma de cuña).

En 1923 la descripción de los niveles no varía en lo fundamental (1923b: 11):

Magdaleniense Inferior casi medio: un sólo nivel no muy abundante en restos de in-
dustria.

Magdaleniense Medio: a él corresponden varios de los niveles, siendo la zona de más


espesor y más numerosa en útiles.
Magdaleniense Superior.
Aziliense.

Y añade "grandes peñascos, desprendidos del techo y paredes existían en diversos


sitios, en el espesor de los niveles (...). Se volaban con cartuchos de dinamita".

En 1959: 153 Hernández Pacheco decide reunir los dos conjuntos "paleontológico-ar-
queológicos", el Magdaleniense Inferior y el Medio, por creer que ambos se presentaban "en
tres tramos con continuidad arqueológica".

La leyenda de las vitrinas del Museo de Ciencias Naturales responde a esta decisión ya
que indica:

"Epoca de los metales y Neolítico revueltos.


Aziliense.
Magdaleniense Superior.
Magdaleniense Inferior en varios niveles."

31
Parece por esta clasificación que los criterios de atribución al Magdaleniense Inferior
o Medio fluctúan en la opinión de Hernández Pacheco, ya que lo lógico, por las Indicaciones
de 1922, era reunir todos los niveles en el Magdaleniense Medio.

Los objetos por su parte presentan indicaciones totalmente distintas: se hallan clasifi-
cados en 10 niveles cuya atribución cultural creemos que debe hacerse así (en algunas ca-
jas estaba indicada la equivalencia):

Nivel superficial: revuelto.


Nivel 1: Neolítico revuelto.
Nivel 2: Aziliense, negro.
Nivel 3: Rojo estéril.
Nivel 4: Magdaleniense Superior, negro.
Nivel 5: Rojo, casi estéril, contenía algunas piezas en contacto con el 6.
Nivel 6: Magdaleniense Medio, negro.
Nivel 7: Rojo estéril.
Nivel 8: Magdaleniense Medio, negro.
Nivel 9: Rojo, casi estéril, algunas piezas.
Nivel 10: Magdaleniense Inferior, negro.

Esta clasificación responde a las indicaciones de algunas etiquetas y a las noticias so-
bre la abundancia de objetos en cada uno de los niveles. Dudamos sólo del nivel 8 porque
en algunas anotaciones se indica: nivel 8: Magdaleniense Inferior.

También queremos indicar que las etiquetas frecuentemente presentaban en su rever-


so un texto en alemán por lo que, si descartamos a Obermaier por la poca simpatía que le
tenía al yacimiento, quizá fueron realizadas por P. Wernert.

Materiales:

Hernández Pacheco (1922) ofrece esta visión general del nivel Magdaleniense Inferior:
"era de poco espesor, los Instrumentos Uticos eran más raros y groseros que los superiores,
entre ellos muy raros raspadores en extremo de lasca. Puntas de azagaya gruesa, punzones
de doble punta y sección triangular. Huesos de bisonte o gran bóvido". Los niveles del Mag-
daleniense Medio contenían caballo y ciervo de gran tamaño, abundantes buriles, hojas de
sílex, numerosas piezas de cuarcita talladas con esmero, finas agujas, punzones, azagayas mo-
nobiseladas y de doble bisel, espátulas, bastones de mando y placas de pizarra grabadas
(1923: 16-17).

Vega del Sella, por su parte, describe así el nivel más inferior del Magdaleniense de
La Paloma: abundancia de discos y discoides, y una gran escasez de industria ósea que le
hace análogo al piso auriñaciense de la cueva del Conde (1917: 150).

En conjunto hemos computado 1.139 piezas líticas, de ellas 150 pertenecían al nivel 4
(Mag. Superior), 596 al nivel 6, más las que tenían indicación de "Magdaleniense Medio",
332 al nivel 8, más las Indicadas como "Magdaleniense Inferior", y 61 al nivel 10.

A estas cifras deben añadirse un total de 48 núcleos de sílex y 111 núcleos de cuar-
cita. La industria ósea contiene 340 objetos, incluidos los fragmentos; de ellos 217 correspon-
den al nivel 6-Magdaleniense Medio, 54 al nivel 8-Magdaleniense Inferior y 69 al nivel 4-Mag-
daleniense Superior.

Estos objetos se hallaban depositados en las vitrinas del centro de la sala y en diver-
sos cajones de la vitrina 26.

32
Industria lítica (Láms. 2 a 5):

Creemos que dada la magnitud de los materiales sería en exceso farragoso exponer aquí
un análisis exhaustivo de los mismos, siguiendo el sistema de análisis de Laplace. Para ello
deben reservarse archivos como el editado en 1973 por el Instituto de Antropología y Paleon-
tología Humana de la Universidad de Siena, dirigido por Paolo Gambassini. Por ello ofrece-
mos a continuación la clasificación de Laplace sólo a nivel de tipos, sin análisis de los mis-
mos (en cursiva los útiles en cuarcita):

Mag. Mag.
Inf. Med. n. 4 n.6 n. 8 n. 10 Total

B1 2,7 5 3 6 17
B2 2.7 7 8,3 15 12 42
B3 1 1
B4 1 3 1 14 5 24
B5 1 3 4,7 15 9 33
B6 4 5 6 17 10 42 (B7 de 1968)
B7 1 1 2 3 7 (B6 de 1968)
Rfi
LJ U
B9 2 7 2 4 2 17
G1 2 3 8 4 17
G2 3,7 7,3 2,7 4 2,7 27
G3 4,3 3,2 23,7 6,5 8,2 1 58
G4 7 7 5 5 1,7 14
G5 1 1
G6 1 4 2,7 8
G7 7 7 7 5,2 10
G8 1 1,7 3
G9 2,6 79 5,7 1,9 12,2 2 59
N. ras. 9,7 23,6 40,4 95,35 102,8 47 370
A2 1 1 1 2 5
LD1 1 1,7 2 11 1 17
LD2 4 12 7 73 21 117
PD1 1 1 2
PD2 1 2 3
PD3
PD4 2 2 4 14 4 26
D1 7 2 2 4 7 10
D2 3 1,7 2,7 3,27 2,12 2,3 57
D3 2 2 4 1,2 11
D4 7 7 2 4
R1 7 1 1,5 7 9
R2 2 2,4 7 6,77 1,5 3 35
R3 4 7 5
R4 1 2 3
R5 1 1
Bc1 3 18 3 24
Bc2 2 1 4 7
L1 1 8,4 5 14,6 4,7 1 44
L2 4,7 12,4 3,2 16,3 6,3 54
T1
T2 1 1 1 1 4
T3 1 1 6 4 12
P1 2 7 7 2 6
P2 7 3,2 1,2 7 7 11
B. nucí. 4 4
Nuc. sil. 35 6 7 48
Nuc. cua. 2 8 9 72 74 6 111

33
Lámina 2.—La Paloma. Objetos de cuarcita clasificados como "Magdalenicnse Inferior".

34
Lámina 3.—La Paloma. Materiales del "Magdaleniense Inferior" y del nivel 8.

38
Lámina 4.—La Paloma. Magdaleniense Medio.

3tt
Señalemos la preferencia d e la c u a r c i t a p a r a formas c a r e n a d a s y d e n t i c u l a d a s y d e l sí-
lex p a r a buriles y utillaje lamelar, estando l a p r i m e r a e n u n a proporción d e 1 a 4 (supone el
2 4 , 2 3 % d e l total), cantidad muy baja si t e n e m o s e n c u e n t a q u e e s u n a c u e v a asturiana.

L a aplicación d e l a tipología S o n n e v i l l e - B o r d e s - P e r r o t d a estos resultados: (Apéndice


I), ( L á m . 5 ) .

Lámina 5.—La Paloma. Gráficas de la industria lítica según las leyendas de las etiquetas.

Un predominio neto d e l raspador e n todos los niveles (4: 61,3, 6: 38,99, 8: 53,9, frente
a un IB e n 4: 17,3, en 6: 12,7, en 8: 15,9) q u e disminuye notablemente si e x c l u i m o s el tipo 15
del cómputo general (nivel 4: IG: 45,2, IB: 24,5; nivel 6: IG: 15,5, IB: 17,5; nivel 8: IG: 27,4,
IB: 25,1).
Un predominio general de los buriles d i e d r o s sobre los d e truncatura (4: 11,3 frente a
3,3; 6: 6,3 frente a 3,1; 8: 7,3 frente a 3,01).
Un muy alto porcentaje de raspador auriñaciense e n todos los niveles, si bien v a dis-
r
minuyendo a m e d i d a q u e a v a n z a el M a g d a l e n i e n s e . Así e n el nivel 8 ( M a g . Inf.) el I G A e s d e
43,1 ( s i n computar el raspador n u c l e i f o r m e ) , en el nivel 6 ( M a g . M e d . ) e s de 40,2 y e n el ni-
vel 4 ( M a g . S u p . ) e s sólo d e 14,5, e x p l i c a b l e p o r el aumento d e l raspador simple s o b r e lá-
mina y el d e s c e n s o d e l r a s p a d o r c a r e n a d o . Este fenómeno i m p l i c a a su v e z un d e s c e n s o
notable e n el M a g d a l e n i e n s e S u p e r i o r d e l e m p l e o de l a c u a r c i t a , l a cual supone el 10,96 %
de la totalidad del nivel, frente a la m e d i a d e 24,23 del conjunto d e los niveles.

El G r u p o P e r i g o r d i e n s e , q u e aquí está formado exclusivamente p o r el utillaje microla-


melar d e dorso rebajado o truncadura, v e un aumento sustancial en e l nivel M a g d a l e n i e n s e
M e d i o (20,8) frente al 10,4 d e l M a g d a l e n i e n s e Inferior y al 8,4 d e l Superior.

:)7
Por último, hemos hallado lo que hemos dado en llamar el "Indice de Sustrato", apli-
cando los conceptos Laplace al sistema Sonneville-Bordes. El Sustrato comprende los tipos
65 a 68 (láminas retocadas) y 74 a 77 (denticulados, esquinados y raederas), abarcando de
este modo los tipos poco significativos del Paleolítico Superior o "tradicionales", pero que en
la Costa Cantábrica tienen una particular importancia, especialmente en los yacimientos as-
turianos. Los índices obtenidos son IS: 27 para el nivel 8; IS: 31 para el nivel 6; IS: 15 para
el nivel 4, resultado que concuerda claramente con los porcentajes de la cuarcita.

Señalemos finalmente la presencia en el nivel Magdaleniense Inferior de dos raclettes


y de dos triángulos escalenos alargados, aparte de otros ejemplares de hojitas de dorso con
truncadura oblicua.

Industria ósea (Láms. 6 y 7):

Ha sido estudiada con detalle por I. Barandiarán 1971b y 1973. A él remitimos en la


descripción y valoración general de las piezas importantes, así como de las plaquetas gra-
badas. En las láminas 6 y 7 reproducimos algunas piezas que creemos más significativas o
que no hemos encontrado publicadas, destacando muy especialmente la siglada como Pl. 487;
se trata de un fragmentó de gruesa azagaya de sección rectangular aplanada, con bello gra-
bado en espiga en la punta (¿bisel?) y dobles trazos pareados cortando las aristas. Nivel 9,
pórtico.

Hemos computado 342 piezas óseas, que aplicando la tipología de Barandiarán 1967
se distribuyen en:

I. APUNTADOS Magd. Med. + 6 Mag. Inf. + 8


Azagayas 43 12
Esquirlas 1
Varillas 1 1

II. APLANADOS
III. DENTADOS
IV. PERFORADOS 18 3
V. FRAG. MARCAS 9 4
(sin fragmentos)

I. APUNTADOS Magd. Med. + 6 Mag. Inf. + 8 Mag. Sup. + 4


Azagayas 16 40 50
Esquirlas 1 7
Varillas 20

II. APLANADOS
III. DENTADOS 8
IV. PERFORADOS 18 3 1
V. MARCAS 9 4 3
(con fragmentos)

El inventario por grupos primarios y secundarios (Apéndice II), marca un predominio


de las azagayas de base monobiselada (hay bastantes con monobisel de más de 1/3) y de
doble bisel en ambos niveles (6 y 8), seguidas de las puntas dobles. No existe ningún ejem-
plar de la familia de los aplanados (tipos 31 a 39) por lo que tendremos que pensar que no
fueron recogidos o que están seleccionados y depositados en otro lugar (quizá con la fauna).

.18
Los porcentajes por grupos tipológicos son, por tanto, muy relativos:

Mag. Med. —6 Mag. Inf. — 8


1. 41: 56,9 % I. 11: 47,8 %
VI. 1: 1,3% III. 2: 8,6 %
VII. 2: 2,7 % VIII. 3: 13,0 %
VIII. 1: 1,3% XXVI. 3: 13,0 %
XX. 4: 5,5 % XXX. 4: 17,3 %
XXVI. 14: 19,4% Total: 23
XXX. 9: 12,5%
Total: 72 (sin fragmentos)

Mag. Med. — 6 Mag. Inf. — 8


1. 169: 78,2 % I. 40: 75,4 %
VI. 1: 0,4% III. 2: 3,7 %
VII. 3: 1,3% VIII. 4: 7,5 %
VIII. 20: 9,2 % XXVI. 3: 5,6 %
XX. 4: 1,8% XXX. 4: 7,5 %
XXVI. 14: 6,4% Total: 53
XXX. 9: 4,1 %
Total: 216 (con fragmentos)

Dentro de este neto predominio de las azagayas (grupo I) las secciones se hallan así
representadas: (añadimos la planoconvexa de las varillas)

Mag. Med. — 6 Mag. Inf. — 8


Sección circular: 73: 37,2 % 27: 55,1 %
Sección triangular: 46: 23,4 % 7: 14,2%
Sección cuadrada: 28: 14,2% 5: 10,2 %
Sección aplanada: 28: 14,2% 5: 10,2 %
Sección planoconvexa: 21: 10,7% 5: 10,2%
Total: 196 49
(con fragmentos)

Los dos niveles presentan porcentajes muy semejantes, sin que pueda observarse ape-
nas una evolución. Lo más destacable es el aumento de las azagayas de sección triangular
en el nivel Magdaleniense Medio, a costa de las de sección circular que mantienen su pre-
dominio poco representativo a lo largo de todo el Magdaleniense. La sección triangular sue-
le presentarse en esta cueva en forma de punta doble, del mismo modo que ocurre en el País
Vasco (Ermlttia, Aizbitarte...).

Si excluimos los fragmentos de la estadística, los porcentajes resultantes tienen muy po-
co valor por la escasez de objetos computados:

Mag. Med. — 6 Mag. Inf. —


Sección circular: 30: 45,4 % 11: 73,3%
Sección triangular: 23: 34,8 % 1: 6 , 6 %
Sección cuadrada: 5: 7,5 % —

Sección aplanada: 5: 7 , 5 % 2: 13,3 %


Sección planoconvexa: 3: 4,5 % 1: 6,6%
Total: 66 15

39
Lámina 6.—La Paloma. "Magdaleniense Medio".

III
I

Lamina 7 . - L a Paloma. Industria ósea del nivel 6; n.° 7 del nivel 8; n.° 8 del nivel 9.

41
Fauna:

Hernández Pacheco (1923b) se refiere a ella al hablar escuetamente de los materiales


aparecidos:

Magdaleniense Superior: la misma fauna que en el Medio.

Magdaleniense Medio: Ciervo, caballo y Cervus cantabricus (Graells) tan grande co-
mo el wapiti.

Magdaleniense Inferior: Bisonte o gran bóvido y astas de ciervo entre la industria.

Altuna, por su parte, (1972: 38) comenta la existencia entre los niveles estériles o di-
rectamente sobre los hogares de grandes acumulaciones de roedores como arvícolas, insectí-
voros como musarañas, topos y murciélagos, todo ello residuo de aves nocturnas. Actualmente
se halla en estudio.

En otra parte de su memoria Hernández Pacheco cita bisonte, uro, cabra montes, re-
beco, ciervo, gamo, caballo, y jabalí, siendo más abundantes los restos de caballo y especial-
mente de ciervo, que representaban el 80 % del total. Altuna pone en tela de juicio la exis-
tencia de gamo, que no ha podido comprobar, y cree que debe descartarse la creación de
una especie o subespecie para el ciervo de gran tamaño (Cervus cantabricus Graells), si bien
reconoce que el ciervo wurmiense es mayor que el de los niveles postglaciares (Altuna 1972:
328-329).

Bibliografía:

Hernández Pacheco, 1915, 1922, 1923a, 1923b, 1959; Vega del Sella, 1917; Obermaier,
1925; I. Barandiarán, 1971b y 1973; Corchón, 1971a; Chapa y Martínez Navarrete, 1977; Utrilla,
1976c.

Cueva de Sotoxó (Rañeces, Las Regueras):

Situada a orillas del río Nora, en la comarca de Las Regueras, fue excavada por el Con-
de de la Vega del Sella en 1916. Una buena parte del yacimiento de la entrada había sido
extraída para abonar los campos y el resto parecía estar seriamente removida por las inunda-
clones del río cercano (Márquez Uría 1974: 812-823). El estudio posterior de S. Corchón y
Hoyos Gómez (1972-1973) indica la existencia de un solo nivel, aunque los materiales halla-
dos ofrezcan indicios de distintos períodos culturales.

Obermaier (1925: 190) habla de indicios azilienses y un nivel Magdaleniense Superior,


con un arpón de una fila de dientes.

Vega del Sella, que no publicó memoria, quizá por ser consciente del carácter de re-
vuelto que presentaban los materiales después de las inundaciones del río, se refiere al ya-
cimiento en la publicación de Cueva Morín (1921: 69). "La excavación de la cueva de Sofoxó,
nivel Magdaleniense con arpones, de transición al Aziliense, fue tan desemejante en las dos
secciones en que dividimos la excavación que no hubiésemos tenido la posibilidad de deter-
minar la industria, de habernos atenido exclusivamente al resultado de la primera sección".

S. Corchón se plantea, ya en 1971: 32, el problema del encuadre cronológico de los


materiales de Sofoxó. Reconoce que si bien la existencia del arpón hace pensar en un Mag-
daleniense Superior, el conjunto de los materiales no se asemeja en absoluto a cuevas coe-
táneas como Bricia, sino que guarda mayores paralelismos con yacimientos como Balmori,
encuadrándose mejor en el Magdaleniense Medio asturiano que en el Superior. Piensa que

42
quizá existiera un nivel Magdaleniense Superior parcialmente destruido al que pertenecería el
arpón (1971: 33).

En 1973 S. Corchón prefiere calificar el nivel como Magdaleniense Superior "algo resi-
dual" con algún elemento que se remonta a la fase Media (1973: 94 y 96).
Ante la imposibilidad de diferenciar este posible Magdaleniense Medio estratigráf¡ca-
rne nte no podemos incluir en este trabajo la cueva de Sofoxó, basados sólo en una distinción
tipológica que sería muy dudosa.

Bibliografía:

Vega del Sella, 1921; Obermaier, 1925; Corchón, 1971a; Corchón y Hoyos Gómez, 1973;
estudio particular de algunas piezas óseas en I. Barandiarán, 1973; Márquez Uría, 1974.

Otras cuevas con yacimientos fueron exploradas y excavadas por el Conde de la Vega
del Sella en la Cuenca del Nalón-Nora pero carecemos de las noticias suficientes para deter-
minar su atribución cultural. Márquez Uría (1974: 823) cita las de La Cruz (Taoces), La Andina
(Taoces) y las Mestas (sin excavar), también en Taoces, comarca de Las Regueras. La cue-
va del Conde (Tuñón) fue clasificada por él como Musteriense y Auriñaciense.

2. CUENCA DEL SELLA-SAN MIGUEL.

El río Sella tiene 70 km. de longitud y absorbe una cuenca de 1.520 km. cuadrados.
Su pendiente, de 0,0354, es la más fuerte de Asturias. La mayoría de los yacimientos, excep-
to Collubil que está en la cuenca alta y Ferrán que se halla en el Pilona, se encuentran con-
centrados cerca de la desembocadura, en la ría del Sella y su afluente el San Miguel. La gran
cubeta que ocupa la ría se queda aprisionada entre macizos calizos, muy deformados por la
erosión, que constituyen las rasas litorales. La situada en la margen izquierda, formada por ca-
lizas del Carbonífero Inferior, se halla modificada en su superficie por pequeños valles trans-
versales y en su interior por la acción de las aguas subterráneas sobre la caliza, formando
la zona cárstica de La Moría, cuyo eje hidrológico se encuentra en el pequeño río San Miguel.
Este, antes de desembocar en el Sella, sigue su curso subterráneo al pasar por Ardines, en el
lugar llamado de la Gorgocera. Desemboca por debajo de La Cuevona y parece que esta cue-
va fue la boca primitiva del cauce del río San Miguel, habiendo descendido considerablemen-
te en la actualidad el nivel de base de las aguas (Jordá 1958: 17-18).

Cueva del Cierro (Ribadesella):

Excavada por Jordá, no poseemos de ella más que referencias de este autor. Se halla
situada próxima al río San Miguel, junto al pueblo de El Carmen, cerca de la cueva de Les
Pedroses. Los materiales depositados en el Mo G ó m e z ) , estudiamos los materiales con su in-
dicación de nivel o capa pero son dudosamente utilizables porque, según comunicación del
Dr. Jordá, hubo trasposición de letreros, (con la consiguiente mezcla de materiales), por par-
te del capataz de las excavaciones; no obstante, en espera de una nueva excavación (que es-
tán llevando a cabo el propio Jordá y Alejandro G ó m e z ) , estudiamos los materiales con su in-
dicación actual, ya que la gráfica perteneciente a las supuestas capas del Magdaleniense
Inferior nos da una curva muy semejante a la de la cueva del Juyo.

Estratigrafía (Lám. 8):

Las referencias de Jordá (1959: 16 y 1964: 8) nos indican la existencia de tres horizon-
tes culturales: Auriñaciense, Solutrense Superior-Final y Magdaleniense III, con una continui-

43
d a d c l a r a entre estos d o s últimos. " E l único nivel en donde hemos podido observar u n a cierta
ligazón entre elementos del Solutrense Final cantábrico y el M a g d a l e n i e n s e III ha sido el que
recientemente hemos e x c a v a d o en la c u e v a del C i e r r o , en donde hemos c o m p r o b a d o la exis-
tencia d e un fragmento d e punta d e base c ó n c a v a y de otro fragmento de a z a g a y a c o n aplas-
tamiento central junto c o n elementos propios y característicos del M a g d a l e n i e n s e III, c o m o
s o n a z a g a y a s de segmento de círculo o g i b o s a s , huesos d e c o r a d o s c o n tectiforme tipo Alta-
mira y raspadores periformes de dorso alto p r o p i o s del M a g d a l e n i e n s e III C a n t á b r i c o " (1959:
16). " E s t e nivel nos demuestra una cierta continuidad e n la región Cantábrica entre Solutrense
y M a g d a l e n i e n s e antiguo, que y a habíamos s o s p e c h a d o al observar una serie d e s u p e r p o s i -
c i o n e s estratigráficas d e niveles c o r r e s p o n d i e n t e s en d i c h a s etapas en varias c u e v a s " .

s
/'MUESTRA DE \

', CLARK /

Lámina 8.—Estratigrafía de la cueva del Cierro visible en la actualidad:


1 y 2: conchero, 3: capa arcillosa y rojiza, 4: capa negra, 5: capa par-
dusca, 6: capa arcillosa y rojiza, 7: posibles hogares auriñacienses apenas
visibles.

L a s etiquetas que acompañan los materiales de Oviedo nos ofrecen también u n a infor-
mación estratigráfica:

C a p a 3: roja; c a p a 4: negra; c a p a 5: p a r d u z c a ; c a p a s 7 y 8: cenicientas:

44
a
L. Straus encontró materiales solutrenses en la capa 5. "parduzca" y los objetos de
la capa 4." parecen responder a un nivel Magdaleniense Inicial, que en ese caso correspon-
dería a la parte superior del nivel negro o a la totalidad del nivel. En cuanto a la capa 3 "ro-
ja" parece que deberá identificarse con el nivel de arcilla situado encima del nivel negro,
sin descartar la posibilidad de corresponder también al nivel II. De cualquier modo la escasez
de objetos en este nivel no desvirtuaría ninguna estadística, tanto si lo identificamos con la ca-
pa 3 como si no lo hacemos.

En síntesis, reuniendo los datos de la estratigrafía Jordá, de las observaciones de Straus


y de las indicaciones de las etiquetas podemos reconstruir así los niveles:

Nivel I: Superficial.

Nivel II: Magdaleniense indeterminado, conchero de brecha capa 3.*, rojiza, y arcillosa.

Nivel III: Capa 4.*, negro, Magdaleniense Inferior.

a
Nivel IV: Capa 5. , parduzco, estrechamente unido al anterior. Solutrense Superior-
Final.

a
Nivel V: Capa 6. posiblemente de arcilla estéril.

a a
Nivel VI: Capas 7. y 8. cenicientas, auriñacienses.

Con posterioridad a Straus hemos visitado la cueva del Cierro en compañía de Alejan-
dro Gómez Fuentes, de la Universidad de Salamanca, y de Javier Rodríguez Muñoz de la de
Oviedo. Con ellos realizamos el corte estratigráfico que reproducimos en la Lám. 8. En él pue-
de apreciarse la existencia de dos niveles diferentes de conchero en la parte señalada por
Straus como conchero de brecha, con el negativo, creemos, de la muestra extraída por Clark
para el análisis del C-14. Esta se encontraba en la conjunción de los dos concheros, forman-
do parte de ambos.

Un gran bloque desprendido del techo (130x65 cm.) se hallaba depositado sobre la
capa negra (4) del posible Magdaleniense Inferior.

En conjunto, la estratigrafía visible en la actualidad coincide con la ofrecida por Jordá,


si bien los niveles de hogares auriñacienses no se hallaban al descubierto.

Materiales:

a
Las etiquetas referentes a la capa 4. especifican frecuentemente la pertenencia a la
a a a
capa 4. Inferior, a la capa 4. superior negra, a la capa 4. sector B, etc. Haremos por separa-
a a
do la estadística de la capa 3. por un lado y de la capa 4. , más el nivel III, por otro.

Industria lítica (Láms. 9 a 11):

Nivel II: 2 B1, 1 B2, poligonal, 1 G3/Bc2, 3 G9, 1 D1, 1 D2, 1 R2, 1 núcleo-raspador.

Nivel III: 1 B2, 1 B4, 1 G2, 3 G9, 3 núcleos-raspador, 1 LD2, 3 D1, 5 D2, 1 R2, 2 Bc1.
1 Bc2, 1 P1.

45
Lámina 9.—El Cierro. Capas 3 y 4.

46
Lámina 10— El Cierro. Capa 4.

47
CIERRO 4
.... RIO
..... LO J A

Lámina 11.—El Cierro. Comparación de la gráfica de la industria lítica de In capa 4.

Capa 4 Capa 3 Capa 4 Capa 3

B1 1 1 DT4 1
B2 9 2 D1 6 9 2 1
B4 3 D2 5 22 1 7
B5 5 2 D3 3 5 1
B6 2 D4 2 5 2
B7 1 R1 2 5 1
B9 2 R2 6 13 1
G1 3 1 R3 1 4
G3 15 3 3 4 R5 1
G4 2 2 1 Bc1 7 3 1
G7 4 1 2 Bc2 3 1 2
G8 3 4 1 L1 7 3
G9 4 5 2 2 L2 4 1 1
N.R 178 19 37 2 P2 1
A1 2 1 T2 1
A2 6 1 1 1 Total: 310 112 68 25
LD1 2 1
LD2 9
PD1 4 1
PD4 7
La proporción de la cuarcita es constante en ambas capas, en la 4." supone un 26,54%
a
y en la 3. un 26,88 % ; es usada preferentemente en forma de raederas, denticulados y raspa-
dores, siendo exclusivo el uso del sílex en buriles y utillaje microlamelar.

La estadística de Sonneville-Bordes y Perrot (Apéndice I) ofrece un claro predominio


a
del índice de raspador sobre el de buril en la capa 4. (IG: 52,5, IB: 5,19); sin incluir el ras-
pador nucleiforme, que supone el 46 % del total, continúa el predominio del raspador, aunque
más moderado: IG: 20,6 frente al IB: 9,6. El índice restringido de raspador auriñaciense es muy
r
alto si no se computa el tipo 15 (IGA : 40).

Entre los buriles, predominan los diedros sobre los de truncadura IBd: 6,8, frente a IBt:
0,9. El grupo perigordiense supone un índice de 9,6 y el Sustrato un 24,2 con el raspador
nucleiforme y un 44,9 sin él.

Las gráficas acumulativas coinciden con bastante aproximación con la del Juyo. Quizá
a
por ello podamos confiar en la veracidad de los materiales de la capa 4. , por otra parte lo
suficientemente numerosos (404 objetos) para no desvirtuar una estadística.

Por último, queremos destacar en esta capa la presencia de cuatro posibles raclettes,
de hojitas de dorso denticuladas y truncadas y de algún geométrico.

Industria ósea (Láms. 12 y 13):

La industria ósea es escasa y fragmentada pero muy significativa. Comprende 60 obje-


tos, 44 de e'los decorados, que se distribuyen así por grupos tipológicos:

I. 50: 83,3 %
VIII. 3: 6,0 %
XXI. 5: 10,0%
XXVI. 2: 4,0 %

Entre las azagayas hay un predominio absoluto de las de sección cuadrada sobre todas
las demás. Los porcentajes son éstos:

Sección cuadrada: 30 objetos: 58,8 %


Sección triangular: 1 objeto: 1,9%
Sección circular: 11 objetos: 21,5%
Sección rectangular-aplanada: 6 objetos: 11,7%
Sección planoconvexa: 3 objetos: 5,8 %

La estadística por grupos primarios y secundarios ofrece como característica de la ca-


a
pa 4. la azagaya de base monobiselada y sección cuadrada, estando también representados
los demás tipos de azagayas con escasos ejemplares (de base acortada, de doble bisel y
punta doble).

En la decoración predominan los motivos rectilíneos y geométricos con una buena re-
presentación de trazos pareados, de aspas y motivos en ángulo. Entre las formas complejas
destaca un tectiforme a doble vertiente y trazos pareados en los ángulos, (Lám. 12), tradicio-
nalmente comparado con otros del nivel Magdaleniense de Altamira.

Como motivos realistas pueden considerarse los animales (quizá un felino y un cérvido)
representados en la Lám. 13,3. El haz de líneas convergentes de la azagaya de la Lám. 13,4
recuerda lejanamente el grabado estriado, que con frecuencia se aplica en el Magdalenien-
se III a figuraciones de ciervas.

49
Lámina 12.—El Cierro. Capa 4.».

51)
Lámina 13.—El Cierro. Capa 4.°.

51
Una elemental estadística de los motivos decorativos ofrece las siguientes cifras (según
tipología de I. Barandiarán 1967):

0. Formas condicionadas por la tecnomorfología de los tipos instrumentales: 24


(54,5 %) repartidas de este modo: 0.1:1; 0.2:10; 0.3:1; 0.6:4; 0.7:3; 0.13:2; 0.18:3.
1. Formas rectas simples: 6 (13,6%) que comprenden: 1.1:3; 1.2:1; 1.8:1; 1.11:1.
4. Formas en ángulo: 5 (11,3 %>: 4.1:2; 4.2:1; 4.4:1; 4.7:1.
5. Formas en aspa: 3 (6,8%): 5.1:2; 5.5:1.
9. Formas complejas: 4 (9%): 9.2:2; 9.4:1; 9.5:1.
10. Formas figurativas: 2 (4,5%): 10.1:2.

Fauna:

Altuna (1972: 30) ha determinado en el nivel Magdaleniense superior del conchero


(cata de Clark) las siguientes especies:

Cervus elaphus.
Capreolus capreoíus.
Gran bóvido.

Entre los materiales del Magdaleniense Inferior hemos encontrado un dominio absoluto
del ciervo, junto con escasos restos de caballo, bóvido, cabra y quizá sarrio. Hay también al-
gunos huesos de ave. Entre los moluscos Littorlna littorea y Patella vulgata, esta última de
todos los tipos y tamaños, oscilando entre 5,2 y 2,5 cm. de diámetro.

Bibliografía:

Jordá, 1959 y 1964; Corchón, 1971 y 1974; I. Barandiarán, 1973; A. Gómez Fuentes y
J . Bécares, 1979; P. Utrilla, 1976c.

Cueva de Collubil (Campurriondi, Amieva):

Se halla situada en la garganta del río Colín, pequeño arroyo que se une al Sella en
Campurriondi; está orientada al SW y perfectamente protegida, lo que ha determinado una
densa ocupación en tiempos prehistóricos. Su altitud es de 290 m. sobre el nivel del mar y su
desnivel sobre el Sella en Campurriondi de 120 m.

La boca de la cueva se abre en una pared de pendiente muy pronunciada, casi verti-
cal, dominando el desfiladero. El sol penetra hasta el fondo del vestíbulo, haciendo de él un
lugar sumamente seco (González Morales, 1974: 43).

Excavada a fines del siglo por Justo del Castillo, la encontró ya removida por busca-
dores de tesoros. Vega del Sella practicó en ella dos campañas, en 1912 y 1915, dejando iné-
ditos los materiales, a pesar de que parecía tener preparada la publicación. Los materiales
obtenidos por Vega del Sella se hallan depositados en el Museo Arqueológico de Oviedo con
la indicación de Magdaleniense, capa 2.*. Los obtenidos por Justo del Castillo parece que fue-
ron enviados "a un Museo de Madrid" pero hasta la fecha no han podido ser localizados, a
pesar de las muchas gestiones llevadas a cabo por González Morales, quien en 1974 realizó
su Tesis de Licenciatura sobre este yacimiento

Estratigrafía:

González Morales (1974: 46) la describe así: "se trata de una brecha muy compacta con
abundantes cantos angulosos, gran cantidad de restos de fauna y numerosos ejemplares de

oJ
industria. Esta brecha, adherida a las paredes de la cueva, sobre todo en el lado derecho,
está cimentada en distinto grado según las zonas: fundamentalmente hay una capa superior
muy cementada y el resto varía según la mayor o menor exposición a las aguas de infiltra-
ción. La matriz de las partes más disgregadas está formada por una tierra negra y grasienta,
alcanzando toda la masa detrítica una potencia media de tres metros. En la base la tierra va
haciéndose más arcillosa y más clara, pero sin apreciarse un nítido cambio de nivel, tal como
lo vieron Vega del Sella y Obermaier que hablaban de un único nivel, más o menos homogé-
neo, aunque revuelto.

Bajo este grueso estrato reposa una capa de bloques calizos desprendidos del techo,
bajo el cual se aprecia un nuevo nivel arcilloso-amarillento, en el que apenas parecen haber
progresado en profundidad los excavadores".

Obermaier, recogiendo datos del Conde y suyos propios, (había participado en la se-
gunda campaña) se refiere a Collubil en 1916: 187, como "Auriñaciense o Magdaleniense Infe-
rior"; en 1923: 11, cita la cabeza de rebeco comparándola con la de Rascaño y en 1925: 189,
habla de niveles parcialmente revueltos de Aziliense y Magdaleniense.

Carrera (1951: 74) es el primero en calificar como Superior el Magdaleniense de Collu-


bil, sin dar ningún criterio para su clasificación.

Jordá (1956: 25-26) se decide también por un Magdaleniense Superior, pero reconoce
la dificultad que entraña tal clasificación: "Es posible, afirma, que represente una fase tardía
del Magdaleniense en la zona montañosa del interior". En 1956: 27 señala Jordá la presencia
en Collubil de arpones aplastados azilienses, semejantes a los de la Riera, mezclados con res-
tos magdalenienses.

No obstante en 1963: 12 habla Jordá de un Magdaleniense Inferior en Collubil, como


fase comarcal de una cultura semejante a la del Juyo.

Corchón (1971: 43 y 46 y 1973: 52-53 y 62-63) se refiere a algunos materiales de esta


cueva (raspadores, azagayas, uso de silecita...) calificándolos como Magdaleniense Superior.

Esta misma atribución prefiere también González Morales (1974b: 842) al referirse al
colgante de pizarra decorado con motivo arboriforme.

Los apuntes manuscritos de Vega del Sella sobre esta cueva, consistentes en 13 cuar-
tillas y varios folios con 65 piezas dibujadas, se hallan actualmente en estudio por Márquez
Uría.

Personalmente creemos que debe aceptarse esta clasificación Magdaleniense Superior


"sin arpones". De cualquier modo la existencia de tres metros de dudosa estratigrafía no ha-
ría ilógico el pensar en varios momentos culturales de ocupación, aunque continuados. En
este sentido, debemos señalar que los materiales de Collubil existentes en Oviedo presenta-
ban en la industria ósea dos tipos de pátina: una general rojiza en la mayoría de las piezas,
y una blanca-grisácea, sobre objetos muy pulidos y brillantes, en un estado de conservación
mejor que los anteriores.

Industria lítica (Lám. 14):

Es característica por el empleo masivo de la cuarcita, haciendo de los materiales de


Collubil lo más retardatarios y tradicionales de toda la Costa Cantábrica. Los tipos represen-
tados son fundamentalmente raspadores, raederas y puntas, siendo muy escasos los buriles y
faltando por completo el utillaje lamelar.

53
Lámina 14.—Collubil. Industria lítica (según González Morales).

54
Hemos computado 41 raspadores de cuarcita frente a 14 de sílex que en tipología La-
place se distribuyen así:

G1: 2 4 G7: 1 2
G2: 2 G8: 2
G3: 1 9 G9: 3 8
G4: 3 8 Núcl. raspad. 6 6
G5: 4

El resto del material en cuarcita comprendía:

— 1 8 grandes láminas retocadas, 14 de ellas denticuladas. Transcribimos su análisis


por el carácter especial de la materia prima usada: Smd sen.Smd dent dextr; Sma
dent dextr; Smi dent sen; Smd dent dextr; Smd.Smd; Spd dent dextr; Spd dent dist
sen.Spi dent dextr; Smd dent sen; Smd.Smd; Smd sen-Smd; Spd sea sen; Smd dent
dextr; Spd dent sen.Smd dextr; Smd dextr; Smd sen.Smd dent dextr; Smd dent dextr;
Spi dent sen; Sml prox sen.Smi dist dextr; Smd prox sen.Smd prox dextr.

— 1 4 puntas, 13 de ellas denticuladas: 7 presentan ambos lados retocados y 7 sólo


uno de ellos. 4 tienen retoque Spd y 4 Smd. En algún caso podría pensarse en per-
foradores de retoque Simple.

— 5 raederas dobles convergentes: Smd-Smd; Smd+Spd; Smd sca+Smd sea; Smd-Smi;


Smd dist-Smi dist.

— 8 raederas circulares: 4 de Spd y 4 de Smd.

— 8 raederas formadas por un retoque Simple sobre lasca de descortezado (5 de


ellas denticuladas).

— 3 raederas denticuladas (D2): Smd trav; Spd dent dextr; S (A)pd sea sen.S(A)pdsca
dextr.

— 3D1.

— 1 0 núcleos de gran tamaño.

— 25 lascas grandes de debaste.

— 3 láminas de avivado.

Por su parte la industria de sílex se completa con los objetos siguientes:

— 5 láminas retocadas: Spd sea sen.Spd sea dextr; Spd sea prox dextr; Spd sea sen-
Smi sen.Smd dextr; Smd sen; Amd dent sen.

— 2 buriles dudosos (uno nucleiforme y otro sobre lámina de avivado).

— 2 lascas retocadas: Spd sea y Spi sea trav.

— 6 núcleos globulares, 4 láminas simples y 4 lascas.

En la estadística realizada por González Morales (1974: 148 y ss.) la cuarcita es la


materia prima de 137 objetos (73,65%), el sílex de 34, suponiendo el 18,27% y el sílex de
laminaciones 11 (5,91 %).

En el cómputo general por tipos hay un dominio completo del raspador sobre el buril
(IG: 42, IB: 6,3), del buril diedro sobre el de truncatura (IBd: 3,8, IBt: 0,6). El índice del gru-
po perigordiense es muy bajo (1,27) y el índice del Sustrato es lógicamente muy alto: IS: 36,3.

55
Industria ósea (Lám. 15):

El conjunto comprende 124 fragmentos, que se distribuyen de este modo:

— 72 de sección circular y oval.

— 5 de sección planoconvexa (posibles varillas).

— 2 de sección cuadrada.

— 1 5 son fragmentos de bases adelgazadas por muescas paralelas y horizontales, que,


si bien están presentes en otros yacimientos de la Costa Cantábrica, parecen ser
muy significativos entre los materiales de Collubil.

— 3 fragmentos de azagayas de doble bisel y sección circular-oval.

— 8 fragmentos presentan marcas sobre el bisel (3), sobre la punta (2) o sobre el dor-
so (3). Uno de ellos de sección aplanada casi lenticular quizá sea el fragmento de
arpón aplanado citado en la bibliografía, aunque siempre quedará con dudas ya que
no conserva ningún diente.

— 2 azagayas de base monobiselada y sección circular.

— 2 fragmentos de sección rectangular aplanada con marcas en los costados.

Expuestas en las vitrinas del Museo encontramos las siguientes piezas:

— 6 azagayas de base recortada con muescas paralelas y horizontales (sección cir-


cular).

— 1 varilla de sección planoconvexa con el mismo tipo de bisel anterior.

— 2 fragmentos de sección cuadrada.

— 1 de sección cuadrada y base monobiselada.

— 5 fragmentos de sección circular y oval.

De entre todos estos materiales que figuran con la denominación de "Magdaleniense"


queremos destacar 14 ejemplares que no presentan la común pátina rojiza con superficie
desgastada, sino que tienen un color blanco grisáceo y la superficie pulida y brillante. No
queremos hacer otras deducciones que constatar este hecho:

— Azagaya corta de sección circular y base con monobisel de más de 1/3.

— Fragmento de base monobiselada de azagaya de sección cuadrangular con marcas


en un costado. Presenta la base del bisel cuidadosamente pulida.

— Fragmento de punzón o azagaya de sección circular con motivo de ángulo abierto


por el vértice.

— Fragmento de azagaya de sección cuadrada con marcas rectilíneas en los costados.

— Fragmento de azagaya de sección cuadrada y base monobiselada con estrías obli-


cuas, casi en forma de espiga, en el bisel.

— Punzón de base redondeada y sección aplanada.

— Fragmento de varilla o azagaya de sección rectangular aplanada con profundo gra-


bado curvilíneo en la cara dorsal y marcas en aspas y ángulos en los costados.

— 4 fragmentos de varillas de sección planoconvexa y uno más de sección rectangular


aplanada.

56
Lámina 15.—Collubil. Industria ósea.

17
— De los objetos expuestos en las vitrinas dos de ellos presentaban la pátina blanca:
una azagaya monobiselada de sección rectangular y un fragmento de sección cua-
drada con marcas en torno a la punta.

Debemos señalar el carácter particular de estas 14 piezas, algunas de ellas muy sig-
nificativas: la azagaya de monobisel de más de 1/3, tradicionalmente considerada como ca-
racterística del Magdaleniense III, es la única de este tipo entre los materiales de Collubil. Es
asimismo interesante la presencia de la de monobisel cóncavo y rayado en espiga, el predo-
minio de la sección cuadrangular entre los ejemplares de pátina blanca y la abundancia de
fragmentos de varillas (6 ejemplares), entre los que destaca el de motivo curvilíneo dorsal que
presenta interesantes paralelos en Rascaño, Balmori y Cueto de la Mina.

Fauna:

Está en función de la situación de la cueva en la garganta de un desfiladero, lo que


provoca el predominio de la cabra sobre el ciervo. Obermaier (1925: 189) señala:

Capra pyrenaica (muy abundante).


Capella rupicapra (representada por otra parte en un fragmento de costilla).
Cervus.

Bibliografía:

Campo del Castillo, 1899 (citado en González Morales, 1974); Vega del Sella, 1915
(1917); Obermaier, 1916, 1923 y 1925; Carrera, 1951; Jordá, 1956 y 1963; Corchón, 1971 y
1973; I. Barandiarán, 1973; González Morales, 1974a y 1974b.

Cova Rosa (Sardedo, Ribadesella):

Situada en término de Sardedo, (mejor Sardeu), es accesible a partir del municipio


de Calabrez, en la carretera que, por El Carmen, va a Ribadesella, hallándose de este modo
cercana a la cueva del Cierro y al conjunto de Ardines. La boca de la cueva, de grandes di-
mensiones, se abre en el flanco de un monte cuya cota máxima supera los 400 m. de altitud.
Un pequeño manantial corre a unos 10 m. por debajo de la cueva. Consta ésta solamente de
un gran vestíbulo relleno de yacimiento que debió adquirir mayores dimensiones en época
paleolítica antes del desprendimiento de bloques del techo.

La cueva, al no pasar desapercibida por sus proporciones, fue objeto de las clásicas
leyendas de moros, tesoros y brujas, siendo excavada por buscadores de tesoros. F. Jordá, en
la misma época en que excavara el Cierro y La Lloseta, efectuó, ayudado por su capataz An-
tón, una regularización de los cortes de los agujeros efectuados por el primer excavador y
procedió al cribado de la escombrera que éste había dejado. En esta zona revuelta, y partida
en dos trozos, fue hallada la conocida azagaya de Cova Rosa que solamente por tipología,
según comunicación del Dr. Jordá, fue atribuida al Magdaleniense Inferior (Jordá) o Medio
(Corchón). Los materiales depositados en el Museo Arqueológico de Oviedo corresponden a
las capas que, a primera vista, intentó ver Jordá al regularizar los cortes, siendo su valor es-
tratigráfico muy relativo. Otros objetos procedentes del cribado de la escombrera se hallan
depositados en el Seminario de Arqueología de la Universidad de Salamanca para ser utiliza-
dos como material didáctico.

En julio de 1975 F. Jordá ha reemprendido con un gran cuidado la excavación de Cova


Rosa, en la cual hemos tomado parte. Esperamos que ella resuelva algunos problemas del
paso del Solutrense al Magdaleniense en la cuenca del Sella.

58
Estratigrafía:

Dejando aparte las subdivisiones efectuadas en 1975, ofrecemos la visible en la actua-


lidad procedente del corte regularizado por Jordá y a la que se refieren los materiales es-
tudiados:
— Nivel arcilloso-rojizo bastante potente en el corte (30 cm.), pero muy débil en la
zona central. Casi estéril.
— Nivel negro, Magdaleniense, con posibles subdivisiones (probablemente capas 2, 3
y 4 de las etiquetas de los materiales de Oviedo). Unos 20 cm.
— Nivel arcilloso-rojizo.
— Nivel gris-pardo, Solutrense, con subdivisiones. Unos 50 cm. de espesor.
— Nivel arcilloso-rojizo de 60 cm. de espesor que no alcanza todavía el nivel de base.

Los niveles buzan de dentro hacia afuera y de izquierda a derecha, mirando desde el
fondo de la cueva. En el centro del vestíbulo un gran bloque testimoniaba el hundimiento del
techo. Fue apartado en 1975 para poder proseguir la excavación.
Como comentario a esta estratigrafía señalaremos la existencia de un nivel arcilloso
separando Solutrense y Magdaleniense, diferenciándose así de su vecina cueva del Cierro en
la que Solutrense y Magdaleniense Inferior estaban en íntimo contacto.
Debemos hacer notar también que, entre los materiales de Cova Rosa depositados en
los sótanos del Museo de Oviedo, encontramos un arpón de una hilera de dientes proceden-
te de una zona revuelta.

Materiales (Láms. 16 a 18):

Aunque conscientes de que su valor estadístico es muy relativo por no proceder de una
excavación sistemática, reproducimos los de las capas 2, 3 y 4, que no se hallaban junto a
piezas de carácter solutrense. Los de la capa 1 estaban mezclados con dos objetos de reto-
que plano.

Industria lítica:

Responde a los siguientes tipos del sistema Laplace (1964):

Capa 2 Capa 3 Capa 4 Capa 2 Capa 3 Capa 4

B1 3 Bc1 2 1
B2 5 3 Bc2 7 1
B4 2 T2 1 1
B5 1 3 T3 1
B6 1 D1 1 3 2 2 1 1
B9 1 D2 3 4 2
G1 1 1 1 D3 1
G3 2 5 2 1 D4 2 1
G4 1 1 R1 2 2
G6 1 R2 3 4 1 1
G7 1 1 1 R3 1 1
G9 1 1 1 L1 1 1 1 1 1
R. N. 21 5 6 1 8 3 L2 1 2 2
A1 1 P1 1
A2 2 3 1 P2 1
LD1 1 2 1 Nucí, sílex 1 2
LD2 3 5 2 Nucí. cuarc. 2
PD4 1 Total 44 18 48 20 19- 16

59
Lámina 16.—Cova Rosa. Capas 1 y 2.

60
Lámina 17.—Cova Rosa. Capas 3 y 4.

1,1
— COVA RISA ?
— COVA ROSA 3
— COVA ROSA 4

Lámina 18.—Cova Rosa. Gráfica de su industria lítica.

L a proporción de la c u a r c i t a respecto al total de las p i e z a s e s en la c a p a 2 del 2 9 % ,


en la c a p a 3 del 29,4 % y en la c a p a 4 del 45,7 % , si bien esta última cifra p u e d e falsearse p o r
la e s c a s e z de p i e z a s c o m p u t a d a s . E n el conjunto de las tres c a p a s , la p r o p o r c i ó n media de la
c u a r c i t a es del 32,7 % .

Los índices marcan un predominio d e l raspador sobre el buril (38,2 s o b r e 10,5) q u e


es mucho menor si e x c l u i m o s del cómputo al raspador nucleiforme (16,6 sobre 14,2). E l buril
diedro d o m i n a sobre el de truncadura (8,8 frente a 0,5). E l índice relativo del raspador auri-
ñaciense restringido es moderado (23,8), así c o m o el G r u p o P e r i g o r d i e n s e (7,6). E l índice del
Sustrato es alto, carácter c o m ú n a todas las c u e v a s asturianas ( 3 0 ) .

Industria ósea:

Es muy e s c a s a : el análisis por tipos a p e n a s ofrece 7 objetos enteros, totalizando 25 pie-


z a s si incluimos los fragmentos de azagayas. P o r grupos tipológicos encontramos el siguiente
reparto (incluidos fragmentos):

I. 16: 6 4 %
VI. 2: 8 %
VIII. 4: 1 6 %
XXI. 2: 8 %
XXV. 1: 4 %

li2
Por secciones, los porcentajes se distribuyen de este modo:
Sección circular: 10: 50%
Sección cuadrada: 5: 25 %
Sección triangular: 1: 5%
Sección aplanada: 2: 10%
Sección planoconvexa: 2: 10 %

Los motivos decorativos se reducen a ranuras longitudinales o a estrías oblicuas. Es de


destacar el motivo en ángulo muy agudo relleno de trazos cortos perpendiculares que se en-
cuentra en un fragmento de azagaya de sección cuadrangular, tema que recuerda al conocido
tectiforme de la cercana cueva del Cierro.

Por último, señalemos la presencia de un canto de forma cónica pulido y perforado,


que quizá fuera utilizado como colgante.

Fauna:

Entre los materiales conservados en el Museo Arqueológico de Oviedo encontramos


gran cantidad de molares, caninos y candiles de ciervo. Las patellas son de gran tamaño (4 a
5 cm. de diámetro).

Bibliografía:

Tan sólo poseemos referencias a su estratigrafía y descripción de la azagaya decorada


y otros objetos:

Jordá, 1959; Corchón, 1971; I. Barandiarán, 1973.

La Cuevona (Ribadesella):

La más grande de Asturias, ha merecido el superlativo de La Cuevona. Su enorme boca


pudo ser en otros tiempos desembocadura del río San Miguel, que corría subterráneo al llegar
a Ribadesella. Hoy día, el cauce del río está situado más abajo de la cueva.

El yacimiento fue señalado y excavado en 1912 por Hernández Pacheco y por Vega del
Sella y Obermaier en 1916. Todos ellos la han considerado Magdaleniense Inferior.

Estratigrafía:

Hernández Pacheco (1919: 26) y Obermaier (1925: 189) citan un sólo nivel Magdale-
niense Inferior. Jordá (1955: 209-230) sugiere un posible musteriense.

Materiales:

Los conservados en el almacén del Museo Arqueológico de Oviedo no permiten certi-


ficar esta atribución al Magdaleniense Inferior. Son 29 piezas líticas, la mayor parte en cuar-
cita, entre las que destaca una pieza de sílex de retoque plano. Puede no pertenecer a esta
cueva pero figuraba entre sus materiales. Los expuestos en las vitrinas, la mayoría raederas
de cuarcita, figuran bajo la denominación de Musteriense.

En el Museo de Ciencias Naturales de Madrid figuran expuestos en las vitrinas con In-
dicación de Magdaleniense Inferior los siguientes objetos:
2 raederas denticuladas de cuarcita (D2).
1 lasca de cuarcita denticulada (D1).
Gruesa varilla de cuerno de sección aplanada siglada como C1.

63
Fragmento de azagaya gruesa de sección circular y doble bisel con rayas oblicuas pa-
ralelas. Siglado como C2.
Una gran azagaya de sección circular de 17 cm. de largo que está siglada como per-
teneciente al Magdaleniense Superior de La Paloma.

En los cajones situados bajo la vitrina 23 encontramos las siguientes piezas:


1 Bc1 dudoso en cuarcita.
2 R1 en cuarcita.
1 R2 en cuarcita
1 G8 de sílex.
1 D2 inverso en cuarcita.
6 núcleos raspadores en cuarcita.
8 núcleos y 50 lascas también de cuarcita.

La industria ósea constaba de los siguientes objetos:


2 fragmentos de varilla de sección planoconvexa.
1 fragmento de azagaya de sección circular y bisel dorsal.
1 fragmento de costilla con marcas paralelas horizontales.
1 fragmento de punzón o azagaya de base redondeada y sección aplanada.

Esta es la totalidad de los materiales que hemos podido encontrar de la Cuevona en


el Museo de Ciencias Naturales. Esperamos que, si existen más en alguna otra parte del Mu-
seo, puedan ofrecer nuevos datos que permitan personalizar este pobre nivel, calificado por
su atipismo como Magdaleniense Inferior.

Fauna:
Hemos encontrado en Madrid solamente 1 Patella de gran tamaño y 10 medianas, 2 Ll-
ttorlna obtusata, 1 mandíbula de ciervo, 1 metápodo cubierto de ocre rojo y un molar de
caballo.

Bibliografía:
Hernández Pacheco, 1919; Obermaier, 1925; Jordá, 1955b.

Cueva de La Lloseta (Ardines, Ribadesella):

Llamada también de La Moría, fue descubierta en 1955 por J . M.' Fernández Buelta y ex-
cavada poco después por F. Jordá quien publicó la memoria de estas excavaciones en 1958.
La cueva se abre en la margen Izquierda del río San Miguel en la zona llamada de La
Moría. Su boca está orientada al mediodía y está formada por un gran vestíbulo orientado
NE-SE de unos 30 m. de longitud de donde parten dos galerías en el fondo. La visera de la
cueva se hundió con posterioridad a la ocupación Magdaleniense, quedando la entrada cerra-
da por un gran bloque, junto al cual se realizaron las excavaciones (Jordá 1958: 18-22).

Recientemente, M. Mallo, T. Chapa y M. Hoyos (1980) han Identificado la cueva de La


Lloseta con la cueva del Río, que excavara Hernández Pacheco.

Estratigrafía:
Jordá (1958: 22-23) señala estos niveles:
— Tierra vegetal.
— Tierra pardo-negruzca, con objetos de cuarcita, posiblemente revuelta.

64
— Tierra amarillo-arcillosa con industria pobre de cuarcita. Magdaleniense.
— Tierras negras de composición calizo-arcillosa con abundante Industria magda-
leniense.
— Tierras pardo-rojizas abundantes en pequeñas gravas redondas, con escasos instru-
mentos de piedra pero con abundantes huesos recortados que pueden pertenecer a
una etapa "postsolutrense" todavía no determinada, pero anterior al Magdalenien-
se III.
Los materiales del Museo Arqueológico de Oviedo estaban clasificados en 12 capas, sin
indicación del nivel al que corresponden. Creemos que la 1.* (o como mucho las dos prime-
ras) deberán identificarse con el nivel I de la publicación, de la 2 a la 11 inclusive como Mag-
daleniense del nivel II y sólo la 12 como perteneciente al nivel postsolutrense. A no ser que
las capas se hallen numeradas de abajo arriba, lo cual no creemos, deberá considerarse como
errónea la indicación de "Magdaleniense Medio" que acompaña a unos materiales de la capa
11, sector A (siempre que aceptemos la clasificación cultural propuesta por Jordá en 1958).

Materiales:
Los materiales existentes en el Museo Arqueológico de Oviedo presentaban distintos ti-
pos de indicaciones: los expuestos en las vitrinas eran los publicados por Jordá en 1958 y
contenían la denominación de nivel I o nivel II, tal como se especifica en 1958. El resto de los
objetos se encontraba en el almacén clasificado por capas en grandes cajas de madera que
a su vez contenían otras más pequeñas de cartón.

Industria lítica (Láms. 19 a 22):


Hemos computado 1.253 piezas retocadas distribuidas por las capas de este modo:
1-2-3: 43 objetos; 4: 207; 5: 283; 6: 244; 7: 84; 8: 141; 9: 118; 10: 75; 11: 61 (la 12 sólo contenía
lascas informes). . "
En la tipología analítica de Laplace (1964) se encuadran en los tipos siguientes:

Capa 2 Capa 3 Capa 4 Capa 6 Capa 6 Capa 7 Capa 8 Capa 9 Capa 10 Capa 11

B1 1 3 7 7 3 4 2 1 5 2 1
B2 1 7 1 8 1 13 1 5 7 1 4 4
B4 5 2 1
B5 5 4 4 12 1 2 8 1 2 1 2 1
B6 1 1 1 2 1 1 2 1
B7 1 2 1
B9 1 1 1
G1 7 2 1 1 1
G2 1 1 1 2
G3 2 5 5 12 5 5 2 1 1 5 1 8 7 4 2
G4 1 4 2 2 1 1 1
G5 1
G6 1 2
G7 1 1 1 7 3 1 3 1 3 2 7
G8 1 2 3 1 2 2 1
G9 3 4 2 7 5 9 2 1 1 1 7
N. R. 5 1 2 37 13 40 17 45 5 25 5 40 9 39 10 24
A1 1 7 3 2 4 1 1 2 1 1 3 1
A2 1 1 8 2 3 2 2 5 3 2 7
LD1 9 3 1 4 3 1 1
LD2 1 1 24 17 27 7 4 4 1 6 3
LD5 1
PD1 1 2 1
PD2 3 1
Capa 2 Capa 3 Capa 4 Capa 5 Capa 6 Capa 7 Capa 8 Capa 9 Capa 10 Capa 11

PD4 1 2 4 7 8 4 7 1 1 7
PD5 1
PD6 1
Bc1 1 2 3 7 5 5 5 1 2 3 2 1
Bc2 1 7 1 1 1 1 1 2
T1 1 7
T2 1 1 2 1 1 1 6 2 1
T3 2 1 2
DT1 1 1 1
DT2 1 1 2
Gm2 1
D1 1 2 3 9 4 12 3 77 4 7 2 5 2 3 2 7 1 5
D2 1 2 23 2 22 2 23 1 5 1 6 2 8 2 3 3 4
D3 2 1 7 7 7
D4 2 4 2 5 1 4 2 1 3 1 7 7 1 7
R1 1 2 4 3 5 4 15 1 5 2 4 2 7
R2 5 2 3 5 4 3 1 1 2 3 1 2 1
R3 1 2 4 1
R4 2 2 1
R5 1 1 2
L1 1 3 1 4 3 1 1 1 1 4 2 2 7 2
L2 3 3 1
P1 1 1 1 3 1
P2 2
N. s. 3 30 20 5 7 25 2 16
N. c. 7 14 18 5 10 7 30 3

Mezcladas entre los materiales había gran cantidad de lascas, principalmente de cuar-
cita. Además en cajas grandes de madera se encontraban los restos de talla de las distintas
capas (lascas, trozos de núcleo, microlascas...). Había 9 grandes cajas que pertenecían 2 a la
capa 4.*, 2 a la 5», 2 a la 6*. 2 a la 7.» y 2 a la 8.*. Hecho el recuento de los objetos que con-
a
tenía una de la capa 5. resultaron estas cifras:
1.275 lascas de cuarcita.
I. 146 lascas de sílex.
62 lascas de cristal de roca.
La cuarcita ocupaba por su mayor tamaño los 2/3 del volumen total, repitiéndose esta
proporción en las demás capas. Perdidos entre las lascas había solamente 8 objetos retoca-
dos (la mayoría hojitas de dorso) por lo que el margen de error es mínimo. Dado que las 9
cajas tenían el mismo volumen podemos hacer un cálculo aproximado del utillaje de desecho
de la Lloseta:
II. 475 lascas de cuarcita.
10.314 lascas de sílex.
558 de cuarzo-cristal de roca.
La proporción de útiles fabricados en cuarcita ofrece estos resultados según las capas:
Capa 4: 39,7 %
5: 41,5 %
6: 35,4 %
7: 24,1 %
8: 27 %
9: 25,6%
" 10: 14,4%
" 11: 29 %
Capa 10 más 11: 21,3%

Gh
Lámina 19.—La Lloseta. Capas 4 y
Lámina 20.—La Lloseta. Capas 6 y 7.

Ü8
Lámina 21.—'La Lloseta. Capas 8 y 9.

69
Lámina 22.—La Lloseta. Industrio lítica.

En conjunto se mantiene estable, c o n un ligero d e s c e n s o en las c a p a s inferiores, q u e


s u p o n e el aumento inversamente p r o p o r c i o n a l del uso del sílex al c o m i e n z o de la habitación
en la c u e v a .

L o s resultados obtenidos en el análisis tipológico s e prestan a un comentario:

— El raspador d o m i n a ampliamente s o b r e el buril si c o m p u t a m o s el tipo 15 (37-6; 35-13;


33-15; 41-9; 53-15; 53-4; 39-11) y s i g u e haciéndolo, aunque más débilmente, si exclui-
mos al raspador nucleiforme de la estadística. Sólo en las c a p a s 6 y 7 s e ve ligera-
mente s o b r e p a s a d o por el Indice de buril (16-8; 25-16; 16-19; 12-14; 30-23; 22-7;
19-15).

— El porcentaje de raspador nucleiforme, siempre c o n s i d e r a b l e e n todos los niveles,


es más bajo en los tres niveles s u p e r i o r e s que en los restantes (24, 20, 20, 33, 34,
39, 2 5 ) , resultando de este modo inversamente p r o p o r c i o n a l al dominio del G r u p o
P e r i g o r d i e n s e (concretado en L l o s e t a en utillaje de dorso microlamelar) que a l c a n z a
sus índices más altos en los cuatro primeros niveles, d e c a y e n d o sensiblemente en
los tres últimos (21, 19, 21, 25, 8, 11, 1 4 ) . Del significado que p u e d a n tener estas
rupturas entre niveles nos o c u p a r e m o s en la última parte.

— El Indice del Sustrato y el restringido de raspador auriñaciense s o n invariablemente


r
altos e n todos los niveles: IS: 39, 35, 33, 32, 24, 36, 37; I G A : 36, 28, 45, 42, 46, 31, 26.

— E l Indice de Perforador es normal, manteniéndose constantemente bajo en todos los


niveles IP: 4, 7, 4, 1, 4, 7, 3.

70
Por último, veamos cómo se comportan los pequeños fósiles directores de la industria
lítica: " •" /?
— La raclette se halla 5 veces representada de un modo cierto, una vez en la capa 8,
tres en la 9 y 2 en la 11, coincidiendo en los niveles inferiores del yacimiento, sin
que esto pueda considerarse representativo, ya que las raclettes perduran en el Mag-
daleniense III, e incluso en el Magdaleniense Superior, en porcentajes mínimos (Son-
neville-Bordes 1960). - ."
— No existen auténticos triángulos escalenos en los niveles de la Lloseta; sí aparecen
hojitas de dorso de truncadura oblicua repartidas indistintamente y otro tipo de geo-
métricos que debe preocuparnos: la media luna (casi punta aziliense) reproducida
por Jordá 1958, fig. 8, n.° 17 que ignoramos en qué capa apareció, la serie de hojitas
de dorso truncadas por todas partes y a menudo gibosas, y la especie de segmento
trapecial (Gm 2) aparecido en la capa 8 al que no le encontramos paralelo entre
los materiales del Magdaleniense Inferior, teniendo que buscarlo en el Magdalenien-
se Superior-Final o mejor en el Aziliense y culturas coetáneas.
— Los microburiles son también elementos extraños en ajuares del Magdaleniense In-
ferior Cantábrico. Sólo en Parpalló han sido datados tempranamente, desde el So-
lutrense, pero parece que éstos no deben considerarse como auténticos microburiles,
ya que no presentan la fractura inversa sino perpendicular a la cara de lascado. En
Lloseta hemos localizado en la capa 2 (el publicado por Jordá en la fig. 8, n.° 16),
en la capa 5, tallado en cristal de roca (citado por Jordá en la pág. 43 y reproduci-
do en la fig. 8, 15), y en un nivel indeterminado (la etiqueta estaba muy borrosa y
a
se leía con dificultad capa 2.* o 9. ). Uno más, aunque muy dudoso, apareció en la
a
capa 8. . Jordá (1958: 43) cita haber encontrado uno muy característico en la parte
inferior del nivel II, concluyendo así que los microburiles aparecían a lo largo de
todo el nivel.

— Los microrraspadores, por su parte, aparecen de un modo cierto en las capas 4 y 5


y más dudosamente en la capa 9.

Industria ósea (Lám. 23):

Es muy escasa y fragmentada si la comparamos con la industria lítica. Quizá pueda


deberse a que la zona excavada por Jordá (en tomo a los bloques desprendidos del techo)
se halla en la misma boca de la cueva, estando escasamente protegida por la bóveda que ter-
mina allí mismo y por las grandes piedras, que quizá sirvieron para concentrar en torno a sí
una zona más húmeda. Es posible que una excavación en otro sector de la cueva diera una
industria ósea más abundante y completa (cueva del R í o ) .

En el Apéndice II presentamos el análisis de los tipos por capas (de la 4 a la 11), pe-
ro el poco número de objetos pertenecientes a cada una de ellas haría poco representativa
una estadística. Realizamos ésta sobre el total de los utensilios óseos.

El inventario por Grupos Tipológicos arroja estos datos:

I. Azagayas: 41 (46,5 %).


VI. Piezas apuntadas: 5 (5,6%).
VII. Puntas planas: 10 (11,3%).
VIII. Varillas: 12 (13,6 %).
XX. Bastones: 1 (1,1 %).
XXI. Agujas: 15 (17%).
XXVI. Colgantes: 4 (4,5 %).
Total (fragmentos incluidos): 88.

71
Lámina 23.—La Lloseta. Industria ósea.

72
La estadística por tipos de secciones ofrece los siguientes porcentajes:

Sección circular: 18 (23%).


Sección cuadrada: 10 (12,8%).
Sección triangular: 13 (16,6%).
Sección circular delgada: 15 (19,2%).
Sección aplanada: 12 (15,3%).
Sección planoconvexa: 10 (12,8%).

Señalemos el bajo predominio de la sección circular, que por lo general alcanza más
altos porcentajes (podríamos considerarla como el sustrato de la industria ósea, siempre po-
co representativo), la buena proporción de las azagayas de sección triangular, que superan
ligeramente a las de sección cuadrada, (circunstancia que sólo encontraremos repetida en
Paloma y País Vasco), y el porcentaje aceptable de varillas que, aparte de las diez de sec-
ción planoconvexa, pueden estar presentes en algunos tipos de sección aplanada.

Los motivos decorativos se reducen a las típicas incisiones longitudinales, a las estrías
oblicuas de puntas y biseles y a una serie de ángulos abiertos por el vértice con trazos cor-
tos perpendiculares en los extremos, que nos recuerdan vagamente ejemplares más comple-
tos del Cierro. En cuanto a los trazos rectilíneos en torno a la perforación del bastón es mo-
tivo que aparece en Francia en el Magdaleniense IV pirenaico y en España en el nivel C de
Cueto de la Mina (cronológicamente contemporáneo con el Magdaleniense IV).

Destaquemos también como pieza interesante una especie de espátula de la capa 10,
realizada sobre un hueso largo reaprovechado, cuidadosamente pulido y alisado.

La determinación cultural de los niveles de Lloseta resta problemática. A una primera


clasificación de Jordá (1958) como Magdaleniense Inferior siguió la atribución por parte de
Sonneville-Bordes al Magdaleniense Final. Esta se basaba en la abundancia de hojitas de dor-
so y en la presencia de puntas azilienses, si bien el criterio para determinar estas últimas no
ha solido emplearse en un sentido demasiado estricto.

Por nuestra parte hemos analizado las estructuras de las Familias Tipológicas pudien-
do agrupar las capas del siguiente modo: capas 4 a 7 con una secuencia estructural muy se-
mejante, capas 8 y 9 caracterizadas por un dominio absoluto del raspador nucleiforme (supe-
rior al 50 %) y capa 10 diferenciada por un aumento considerable de hojitas de dorso rebaja-
do y por la presencia de tipos de truncatura oblicua. En otro apartado estudiamos con más
detalle la secuencia estructural de Lloseta (Utrilla 1978b).

El estudio geológico que recientemente ha realizado M. Hoyos sobre el yacimiento


(Mallo, Chapa, Hoyos, 1980: 237) demuestra que el depósito arqueológico se hundió y que en
los costados se producirían revueltos de unas capas con otras, aunque en el centro pudieran
haberse conservado las posiciones relativas de las capas.

Fauna:

Jordá (1958) cita los siguientes restos:

— Nivel I: Magdaleniense indeterminado:

Cervus elaphus; Capra pyrenaica; posible Equus; posible Blson; algún roedor; Patella y
Llttorlna entre los moluscos.

— Nivel II: Magdaleniense Inferior:

Cervus elaphus (dominante); Bison prlscus; Equus caballus; Capra pyrenaica; Capella
rupicapra; Patella, Pectén maximus y Littorlna lltorea.

73
Altuna (1972: 36) identificó los restos enviados por Clark procedentes de la cata de un
nivel datado como Magdaleniense IV. Entre ellos halló:

Rodentia indeterminado: 1 fragmento; Cervus elaphus: 51 fragmentos; Capreolus ca-


preolus: 1 fragmento; Capra pyrenaica: 1 fragmento.

Bibliografía:

Jordá, 1958 y 1959; I. Barandiarán, 1973; P. Utrilla, 1976c y 1978b; Mallo, Chapa, Hoyos,
1980.

Cueva del Rio (Ardines, Ribadesella):

Descubierta por E. Hernández Pacheco en 1913, fue excavada por él mismo y P. Wer-
nert entre el 29 de agosto y el 3 de septiembre de 1915, aunque en 1959: 153, Hernández Pa-
checo afirmaba que fue en 1916.

Jordá situó por error la cueva del Río a 10 m. por encima del arroyo San Miguel, cuan-
do, en realidad, era la misma cueva de La Lloseta que él terminaba de excavar. La cueva del
Río o Lloseta tiene su entrada en la ladera izquierda y en la parte alta del barranco de Ar-
dines a 50-60 m. sobre el cauce del río San Miguel, tal como han señalado recientemente Ma-
llo, Chapa y Hoyos, quienes han identificado las dos cuevas a través de los diarios de exca-
vación y fotografías (1980). Asimismo la cueva del Río (o Lloseta) se comunica por conduc-
tos laterales con otras cuevas del complejo de Ardines como la del Pozo del Ramu (hoy Tito
Bustillo).

Estratigrafía:

Obermaier (1925: 189) habla de "depósitos que pertenecen al Aziliense y probable-


mente al Magdaleniense Inferior".

Las leyendas del Museo de Ciencias Naturales de Madrid nos ofrecen una información
más completa: "Esta brecha procede de la caverna llamada del Río, cerca de Ardines, case-
río de Ribadesella, Asturias (...). La masa mayor procede del nivel del piso inferior de la
caverna y corresponde a los residuos dejados por los primeros hombres que la habitaron, per-
tenecientes al Magdaleniense Inferior (...). L a masa menor procede de un nivel situado junto
a la entrada de la caverna, sobre la anterior, perteneciente al Mesolítico, época astu-
riense (...). Esta brecha está formada por Patella, Mytilus, Trochus, Ostrea y caparazones de
erizos de mar". Los utensilios expuestos en los tableros pertenecen al Magdaleniense Inferior y
son resultado de las excavaciones realizadas por la Comisión de Investigaciones Paleontoló-
gicas y Prehistóricas.

El proceso sedimentológico del yacimiento es así descrito por M. Hoyos:

1. Formación de una potente costra estalagmítica, con ausencia de aportes detríticos.


2. Formación del nivel de ocupación Magdaleniense.
3. Cementación del depósito anterior, con una fecha de C-14 de 15.656 ± 412 BP (Clark
1976: 235).

Esta secuencia ha sido asimismo detectada por M. Hoyos en otras estratigrafías de la


Costa Cantábrica, que, además, contienen industrias del Magdaleniense Inferior Cantábrico.
Concluye Hoyos que, a la vista de esta secuencia paleoclimática, de la datación de C 14 y
de la industria que contiene el conchero inferior, puede darse como buena la datación Magda-
leniense Inferior que le asignara Hernández Pacheco y que nosotros mismos hemos venido
sosteniendo en repetidas ocasiones (Utrilla 1976a, 1976b).

74
Materiales:

Se hallan en distintos lugares del Museo de Ciencias Naturales de Madrid: en la vitrina


número seis y en varios cajones situados bajo la vitrina 26. Fueron ordenados e inventariados
en 1966 por Zozaya y Caballero, aunque de un modo ajeno a la tipología, conteniendo siglas
que creemos son de archivo o biblioteca.

Industria lítica (Láms. 24 a 26):

Sólo hemos encontrado 61 objetos trabajados que creemos pueden falsear una esta-
dística por su poco número pero que, por otra parte, encontramos muy representativos.

El inventario por tipología Laplace 1964 es el siguiente:

B1 3 G7 1 1 D1 1

B2 1 G9 2 5 D2 1 9

B5 1 N. R. 9 2 D3 1

B6 1 A2 1 D4 2

G2 1 2 LD2 1 R1 1

G3 1 4 PD4 1 R2 1 2

G4 3 Bc1 1 L1 1

T3 1 L2 1

Total: 28 34

L a cuarcita supone en el Magdaleniense Inferior de la cueva del Río el 54,8 % de la


totalidad del material lítico, destacando los bellos raspadores, frecuentemente carenados, rea-
lizados en este material (Lám. 24). Sus tipos nos recuerdan otros ejemplares de Collubil,
donde parecen ser muy típicos.

La industria del sílex presenta también piezas interesantes, sobre todo en últiles com-
puestos, que parecen ser relativamente frecuentes en este yacimiento.

Destaquemos en el conjunto la existencia de una industria laminar, tanto en sílex como


en cuarcita, fenómeno poco corriente en ajuares del Magdaleniense Inicial cantábrico y menos
asturiano. Así la presencia de dos raspadores sobre lámina retocada en cuarcita y uno en sí-
lex o la de tres láminas simples de sílex, sin que por ello deje de predominar el utillaje sobre
lasca o núcleo.

En el Apéndice I ofrecemos los porcentajes con respecto a la lista Sonneville Bordes-


Perrot, reflejados en la gráfica de la Lám. 26. En ellos se ve un neto predominio del raspador
sobre el buril (IG: 50,81, IB: 9,83), en este caso no debido al raspador nucleiforme, ya que, ex-
cluyendo a éste del cómputo, los índices continúan marcando una notable diferencia (IG: 40,
r
IB: 12). El índice restringido del raspador auriñaciense es también muy alto: IGA : 40.

El buril diedro predomina sobre el de truncadura (IBd: 6,5, IBt: 1,6). El Grupo Perigor-
diense es mínimo (3,2) y el índice del Sustrato normal para yacimientos asturianos (IS: 29,5
V 36).

75
71)
Lámina 25.—El Río. Industria lítica.

77
Lámina 26.—El Río. Gráfica de su industria lítica.

Industria ósea (Láms. 27 y 2 8 ) :

Es relativamente importante en cantidad y c a l i d a d si la c o m p a r a m o s c o n la industria lí-


tica. E n el Apéndice II o f r e c e m o s el análisis p o r tipos de las 42 p i e z a s , bastante completas,
de la industria ósea.

P o r G r u p o s T i p o l ó g i c o s la c u e v a del Río presenta estos porcentajes:


1. A z a g a y a s : 16: 38 %
II. Alfileres: 4: 9,5 %
IV. Puntas largas: 3: 7,1 %
VI. P i e z a s apuntadas: 2: 4,7 %
VII. Puntas planas: 11: 26,1 %
VIII. Varillas: 4: 9,5 %
IX. Espátulas: 1: 2,3 %
XXX. " O b r a s de arte": 1: 2,3 %

L a estadística p o r s e c c i o n e s ofrece a su v e z estos resultados:


Sección c i r c u l a r : 14: 35,8 %
Sección c u a d r a d a : 2: 5,1 %
Sección a p l a n a d a : 15: 38,4 %
Sección c i r c u l a r fina: 4: 10,2 %
Sección p l a n o c o n v e x a : 3: 7,6 %
Sección lenticular: 1: 2,5%


El conjunto del material óseo de la cueva del Río presenta una serie de particularida-
des que queremos destacar:

— La relativa variedad de tipos, estando representados una buena cantidad de grupos


tipológicos y tipos primarios en un número muy reducido de objetos.

— Es muy importante el porcentaje de las azagayas de sección aplanada, representado


en su mayor parte por puntas largas y gruesas.

— Es, por el contrario, muy escaso el número de azagayas de sección cuadrada y más
aún de sección triangular, las cuales no presentan ningún ejemplar.

— Los motivos decorativos son también interesantes y muy variados: aspas, estrías obli-
cuas en biseles y fustes, marcas paralelas horizontales y arboriformes.

En síntesis, podemos adelantar que la industria ósea de la cueva del Río no responde
a los esquemas de un Magdaleniense III Cantábrico tradicional, tipo Juyo. Su atribución cul-
tural y cronológica será tratada más tarde en el estudio comparativo de todos los yacimien-
tos atribuidos al Magdaleniense Inferior Cantábrico.

Fauna:

Altuna (1972: 40) recoge la cita de Hernández Pacheco (1959) de Cervus elaphus en
el Magdaleniense Inferior de la cueva del Río. En los fondos del Museo de Ciencias Natura-
les de Madrid se hallaban etiquetados con indicación de Magdaleniense Inferior los siguien-
tes restos:

2 molares y un astrágalo de bóvido.


4 molares de caballo.
6 Llttorlna littorea y 4 conchas más con estrías horizontales.
1 Pectén maxlmus perforado.
1 vértebra de pez.
4 patellas grandes.
2 mandíbulas, 1 astrágalo y 3 candiles de ciervo.

En otro lugar (cajón n.° 3 bajo la vitrina 26), con atribución al nivel Magdaleniense In-
ferior, excavación de 1915, se encontraban los siguientes restos:

7 mandíbulas de ciervo.
Astrágalos, fémures y otros huesos largos de ciervo.
1 cuerno de cáprido.
1 molar de bóvido.
24 patellas de tamaño grande y medio.
16 Llttorlna littorea.

La leyenda de las vitrinas del Museo nos aporta estos datos: "Los restos de fauna per-
tenecen a caballo, ciervo, rebeco, bisonte, etc., y las conchas a patellas, littorinas y otros
moluscos.

Bibliografía:

Obermaier, 1924 y 1925; Hernández Pacheco, 1919 y 1959; Moure y Cano, 1976; Utrilla,
1976a y 1976b; Mallo, Chapa, Hoyos, 1980.

74
Lámina 27.—El Río. Industria ósea.

11(1
Lámina 28,—El Río. Industria ósea.

81
Cueva de San Antonio (Ribadesella):

Situada en la margen derecha del Sella, en el lado opuesto a las cuevas de Ardines.
Su descubrimiento debió ser casi simultáneo por parte de Hernández Pacheco, que en 1929:
26 afirma que la reconoció en 1912, y de H. Alcalde del Río que la mostró a Breuil en 1913.

La primera noticia que poseemos sobre la cueva es de Breuil y Obermaier (1914: 235)
en la relación que sobre sus trabajos en España presentan al Institut de Paléontologie Humai-
ne. No se cita la existencia de yacimiento, solamente "un pequeño caballo en negro, de estilo
probablemente auriñaciense, en el fondo de la gruta propiedad de D. Víctor Alea".

Es Hernández Pacheco (1919: 26) quien añade: "contenía un yacimiento Magdaleniense


y Asturiense, destruido al ensanchar la entrada de la caverna para utilizarla recientemente".

Bibliografía:

Breuil y Obermaier, 1914; Hernández Pacheco, 1919.

Cueva de Tito Bustillo (Ardines, Ribadesella):

La cueva del Ramu, llamada más tarde de Tito Bustillo, fue descubierta en abril de 1968
por miembros del equipo espeleológico "Torreblanca". En realidad se trata de la misma cavi-
dad que la ya conocida cueva de La Lloseta con la cual comunica pero con una boca distinta.
Se halla situada al SW de Ribadesella y bordeada al E. por el río San Miguel, del cual se su-
pone que en otros tiempos fueron cauce las galerías de la cueva.

Fue excavada por vez primera en 1970 bajo la dirección de M. A. García Guinea quien
realizó tres catas: una bajo el panel de pinturas y dos de 1 m. y 2 m. cuadrados junto al de-
rrumbe de la antigua entrada. Los resultados por él obtenidos fueron publicados en la memo-
ria de 1975, siendo atribuido el yacimiento y las pinturas del gran panel al Magdaleniense III.
Sin embargo, posteriores excavaciones de Alfonso Moure, entre 1972 y 1975, revelaron la exis-
tencia de arpones en los tres subniveles de la cata de la antigua entrada realizada por García
Guinea, por lo que la datación como Magdaleniense III debe ser corregida en Magdalenien-
se V. En 1974 publicó A. Moure un avance del resultado de las primeras campañas y en él dis-
tinguía dos niveles, 1 y 2, dividido el 1* en 3 subniveles: 1a, 1b y 1c. En todos ellos aparecen
ejemplares de arpones de 1 hilera de dientes, considerándose como estéril el nivel 2.

Todos los niveles parece que deben ser catalogados como Magdaleniense Superior, pe-
ro debe destacarse el carácter muy antiguo del subnivel 1c que en la campaña de 1975 ha
dado un material óseo que se aproxima tipológicamente al Magdaleniense Inferior: azagayas
de largo monobisel, sección circular o cuadrada y ranura dorsal, o al Magdaleniense Medio:
abundantes ejemplares de varillas, una de ellas con decoración curvilínea. La aparición de un
ejemplar de arpón con muesca basal, sección subcuadrangular algo aplanada y una hilera de
dientes determinó su adscripción a un Magdaleniense V muy antiguo. La industria lítica del
nivel 1c presenta un amplio predominio de buriles sobre raspadores y un alto porcentaje de
hojitas de dorso rebajado, que llegan a alcanzar el 5 0 % . Las fechas de C14 resultaron pa-
radójicamente más modernas que las de los subniveles superiores, suponiendo A. Moure que
éstas estarían contaminadas. Dentro del nivel 1c hay una diferencia de 400 años entre las
muestras de huesos y conchas. La fauna representa un predominio de ciervo, caballo y gran
bóvido. Se halló también cabra y foca. Las Patellas y Littorinas adquieren gran tamaño y se-
gún estudios de Madariaga fueron recolectadas en un 80 % en los meses de verano.

Respecto a la capa fértil de la zona de pinturas, parece que también deberá pensarse
en retrasar su cronología a un Magdaleniense Superior ya que descansa sobre el mismo ni-

82
vel de arenas de la excavación Moure (nivel 2), sobre el cual reposaba inmediatamente el
Magdaleniense Superior.

Las fechas de C-14 del piso de piedras oscilan entre 13.450 a.C. para muestras de con-
chas y 12.300 a.C. para tierra con restos de carbón vegetal (Moure 1974: 846).

Bibliografía:

Lo fundamental referente a las excavaciones se encuentra en Moure y Cano, 1976b.

Cueva de la Viesca (Ribadesella):

Situada también en la desembocadura del arroyo San Miguel, en el complejo de Ardi-


nes, fue descubierta en 1912 por Hernández Pacheco. Respecto a la fecha de su excavación
su descubridor afirma que fue excavada por él en el mismo año 1912 (Hernández Pacheco
1919: 26). Obermaier por su parte cita una excavación en 1915 por parte de Hernández Pa-
checo y P. Wernert (1925: 189).

Estratigrafía:

Hernández Pacheco (1919: 26) se refiere únicamente a un "yacimiento magdaleniense".

Obermaier (1925: 189) cita un Magdaleniense Superior.

Jordá en 1959: 10 la data como Magdaleniense V y no se refiere a ella en 1958 cuando


hace el recuento de las cuevas cantábricas con Magdaleniense Inferior. Sin embargo en 1963:
18 aparece reseñada como perteneciente al Magdaleniense Inferior.

Corchón (1971: 7) la incluye por ello en el Magdaleniense Inicial.

Materiales (Lám. 29):


La causa de tanta disparidad de criterios es la poca entidad de los materiales de la
Viesca que se conservan en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, llegando a pensar al-
gunos investigadores si deberá identificarse, como en el caso de la cueva del Río, con alguno
de los yacimientos conocidos de la zona de Ribadesella. Es posible que el estudio de los pa-
peles de Hernández Pacheco, al parecer conservados en el Museo de Ciencias Naturales, nos
aclaren muchas particularidades sobre estas cuevas casi desconocidas.
Expuestos en las vitrinas con indicación de "Magdaleniense Inferior" se hallaban las si-
guientes piezas (todas en sílex):

— P2: Spd sea sen.Spd sea dextr.


— L1: Smd sen.Smd dextr.
— L2: Spd dent sen.Spd dent dextr.
— Lámina de avivado.
— Lámina simple.
—Azagaya de sección circular y marcas paralelas dorsales siglada como VS.1.

Fauna:

Expuestas en las vitrinas se hallaban 7 Patellas grandes y 3 medias. En otro lugar (ca-
jón 3.° bajo la vitrina 23) encontramos 14 Patellas de tamaño medio mezcladas con otros úti-
les de La Cuevona, 3 astrágalos, 1 calcáneo, una tibia y 2 mandíbulas de ciervo.

83
Lámina 29.—1-4: La Viesca. "Magdaleniense Inferior". 5-9: Balmori.

«4
Bibliografía:

Sólo referencias en:

Hernández Pacheco, 1919; Obermaier, 1925; Jordá, 1959 y 1963; Corchón, 1971.

3. CUENCA DEL CALABRES (REGION DE POSADA).

Posada se encuentra en una llanada o pequeño valle limitado al Sur por la Sierra Lia-
bres, donde nace el río Calabres, que en parte la recorre. La llanada se halla interrumpida
por pequeños cuetos calizos, que son resto de una caliza carbonífera de la que quedan res-
tos Importantes en la comarca de la Llera. Tanto la llanada como la Llera son testigos de la
acción transformadora del carst, en la que ha Intervenido el río Calabres, dando lugar a un
paisaje característico de torcas y dolinas. El río Calabres, tras atravesar la eria de Posada, se
divide en varios brazos que se pierden subterráneamente al sumirse en algunas simas de la
Llera, reapareciendo más tarde en la cueva de Fonfría para desembocar por fin en la marisma
de Niembro (o de Barro).

La carstificación ha determinado la abundancia de cuevas, principalmente en la zona en


que el Calabres alcanza la Llera, lugar que se conoce con el nombre de la Riera; en ella el
Calabres, en un recorrido de 500 m. va siendo absorbido por las simas, llegando de este mo-
do al pueblo de Brícia.

La región alta de la meseta se ve azotada constantemente por los vientos del Cantá-
brico, dando como resultado una vegetación raquítica de Ulex y brezos. Más hacia la costa el
relieve se hace muy abrupto, abundan los acantilados y sólo pueden formarse algunas playas
en las desembocaduras de los ríos en forma de estuarios: así la playa de San Antolín en el
río Bedón, desde la cual comienza una serie de pequeñas ensenadas que por la línea de la
costa llegan hasta Barro y Celorio. Esta zona recibe el influjo benéfico de una corriente cálida,
la de Renell, que derivada de Gulf Stream, templa el litoral suponiendo por tanto un habitat
más agradable en época paleolítica (Vega del Sella 1916 y Jordá 1954).

Cueva de Balmorí (Balmori, Llanes):

Su excavador, el Conde de la Vega del Sella, (1930: 47-49) la describe así: "Cerca del
pueblo de Balmori, entre Celorio y Posada; se encuentra en terrenos de caliza cretácica, con-
tinuación de los de Llera, donde se abren las cuevas del Cueto de la Mina y la Riera. La cue-
va de Balmori o Quintana se halla a tres km. al Este de la Riera, presenta una doble entrada y
ambas aberturas están orientadas hacia el Sureste. Una de ellas, de grandes proporciones,
forma un vestíbulo en hemiciclo y de él arrancan dos galerías. El piso de la actual entrada
está situado al mismo nivel del valle; sobre el suelo se encuentran dispersas grandes canti-
dades de cuarcitas, pedernales y huesos. Los conglomerados que aparecen en las paredes a
diversas alturas demuestran que en otros tiempos existieron niveles arqueológicos, hoy arras-
trados por las inundaciones del valle (...). A la derecha del vestíbulo, una comunicación, aho-
ra obturada por arcillas y arena, llevaba al interior, comunicando con la segunda entrada. Es
ta, elevada 4 m. sobre el valle por un montículo de piedra y arcilla, conservó yacimiento ar-
queológico. Breuil reproduce una planta en Les Cavemos de la Reglón Cantabrlque y consigna
la existencia del yacimiento".

La Información que sobre esta cueva ofrecen en 1911: 83 Alcalde del Río, Breuil y Sie-
rra se refiere, sin embargo, a diversas cavidades: "En la misma zona costera, aproximada-
mente a 800 m. al Norte del pueblo de Balmori, se encuentra la cresta rocosa donde se abren

CS
la gruta de Qulntanal y varias otras. Las dos que se notan primero, viniendo de Balmori, están
a la izquierda y en la extremidad de la depresión, son bastante amplias y se prolongan en
corredores anchos y profundos; se comunican entre sí por galerías poco practicables pero va-
rias comunicaciones antiguas están obstruidas por depósitos arqueológicos caídos desde la
más elevada hasta la más baja. Las dos entradas están cubiertas por asentamientos paleolítico-
superiores, petrificados con grandes Patellas y huesos muy abundantes de ciervo, bisonte...
Son numerosos los cantos de cuarcita tallados y las lascas. A pesar de estos vestigios no hay
trazos de decoración parietal. Es más o menos a 200 m. a la derecha donde se abre la cueva
que presenta algunos trazos, la de Quintanal".

Hoy parece demostrado que las cuevas de Balmori y Quintanal no deben identificarse,
tratándose de dos cavidades distintas (González Morales y Márquez Uría, 1974).

Las dos cuevas fueron descubiertas en 1908 por Alcalde del Río y visitadas poco des-
pués por Breuil, quien recogió algunos materiales de superficie. La excavación final fue rea-
lizada en 1915 por el Conde de la Vega del Sella, continuando después en varias campañas,
hasta su publicación en común con la cueva de la Riera en 1930. En 1959 G. A. Clark realizó
cinco catas en diversos lugares del yacimiento,correspondiendo la cata B a ocupaciones del
Magdaleniense III.

Estratigrafía:

La primera noticia de la estratigrafía de Balmori la encontramos en Hernández Pache-


co (1919: 25): "En la fecha de la publicación Vega del Sella ha reconocido los siguientes
niveles:

— Asturiense.
— Aziliense sin arpones (Magdalo-aziliense).
— Magdaleniense con punzones de sección cuadrangular.
— Magdaleniense Inferior con punzones de doble punta.
— Vestigios de Solutrense Superior.

Vega del Sella (1930: 49-50) explica: "practiqué una galería por debajo del montón de
marisco, el terreno era de una arcilla de descomposición de la caliza, pero a los pocos cen-
tímetros se trocaba en un suelo estalagmítico poco concrecionado y consistente, después
continuaba la arcilla análoga a la de la superficie y finalmente aparecía una gruesa capa de
arena, probable arrastre de las inundaciones. La capa estalagmítica y la zona inferior a ella,
por lo que con posterioridad pude establecer, pertenecían al Solutrense Superior" (zona de
la Gran entrada).

"En la segunda sala, el yacimiento era un gran montículo, compuesto exclusivamente de


marisco, huesos y utensilios de piedra; las cenizas, las arcillas y todos los elementos tenues
debieron de ser arrastrados o por las aguas de filtración o por las aguas mansas de las inun-
daciones; por tanto la masa de detritos paleolíticos se ofrecía con una limpieza (...). En la
base del yacimiento había un Solutrense Superior, en el medio se comprobaba un Magdale-
niense en el que predominaba, entre la industria del hueso, el punzón de sección cuadrangu-
lar, que, por lo que hemos podido observar en la vecina cueva de la Riera, caracteriza en esta
región un momento del Magdaleniense anterior al de arpones. La parte superior de este mon-
tículo debió pertenecer a una fase final del Magdaleniense, en transición al Aziliense, con el
que no hay solución de continuidad. No puede hacerse en el yacimiento divisoria entre estas
industrias pero su existencia es del todo evidente" (1930: 54).

Vega del Sella aclara la no existencia de una estratigrafía correcta ya que se encontró
con una gran confusión en la brecha de huesos y mariscos: "es verosímil suponer, escribe, que

86
los mismos trogloditas durante su permanencia en la cueva hubieran revuelto la masa de de-
tritos. En la imposibilidad de establecer una diferencia estratigráfica entre los niveles presento
una división que he llevado a cabo en una forma empírica, pero que creo debe de ajustarse
a la realidad con una gran precisión (...). Al presentar los tipos que considero como azilien-
ses creo que, aunque apareciera entre ellos alguna pieza que no fuera de este período, no mo-
dificaría el conjunto, por ajustarse a los niveles azilienses puros que me ha sido dado explo-
rar (...). No hubiera merecido la pena de publicarse los resultados de esta excavación en una
cueva sin estratigrafía de no haberse hallado ciertas piezas que creo sean de gran interés y
tal vez únicas en el presente momento".

La cata B, practicada por Clark en 1969 sobre la Primera Trinchera del Conde, en la
pared Norte del Corredor 2, supuso una limpieza del corte de la antigua zanja. En opinión de
Clark, no había duda de que los depósitos se hallaban "¡n situ" y que el conchero pertenecía
al Paleolítico Superior, con bolsadas y lentejones de sedimentos, separados por bandas de
travertino (Clark 1975: fig. 4). Estas excavaciones confirmaron la presencia de un nivel astu-
riense "y documentan lo que parece ser un conjunto del Magdaleniense III". Hay trazas de la
ocupación Solutrense Superior, pero no se descubrieron depósitos deí Magdaleniense Final o
del Aziliense.

En conjunto, parece que la estratigrafía y materiales de Balmori están menos revuel-


tos de lo que Vega del Sella suponía. Por otra parte, la uniformidad de los materiales de Bal-
mori, conservados en los Museos de Oviedo y Ciencias Naturales de Madrid, nos llevó a su-
gerir (Utrilla 1976c: 829) que quizá los materiales separados tipológicamente por Vega del
Sella como pertenecientes al Magdaleniense Final y al Aziliense no sean diferentes de los cla-
sificados en el Magdaleniense Inferior. Si observamos los objetos publicados por Vega del
Sella como aziliense, (1930: 56), reconocemos fácilmente como nucleitos raspadores los
ejemplos de microrraspadores, y quizá lo sean también los disquitos raspadores, vistos desde
arriba. Las hojitas de dorso (ni ancho ni curvo) en nada se diferencian de las del nivel C o D
de Cueto de la Mina. Entre los buriles no hay ningún ejemplar de pico de loro y, finalmente,
entre la industria ósea no se encuentra ningún arpón ni otros fósiles directores. Ignoramos los
motivos que llevaron a Vega del Sella a diferenciar un Aziliense y un Magdaleniense Final.
Quizá el empeño de buscar una continuidad estratigráfica desde el Magdaleniense Inferior
hasta el Asturiense o la necesidad de justificar de algún modo el espesor de la capa magda-
leniense o simplemente intentar reflejar en los materiales de Balmori la estratigrafía observada
en la vecina cueva de la Riera.

También Jordá había observado en 1958 y 1963 que no había evidencia alguna de un
Magdaleniense Final y Clark, aplicando la prueba de Kolmogorov-Smirnov, ha demostrado que
las colecciones pertenecen a una única población estadística y, además, muy semejante a la
del Magdaleniense III de Laugerie Haute.

Materiales:

Son de una gran riqueza, especialmente la Industria ósea. Se encuentran divididos en


dos colecciones importantes: la del Museo de Ciencias Naturales de Madrid contiene los ma-
teriales publicados en 1930 bajo la denominación general de Magdaloaziliense, hallándose
expuestos en la vitrina n.° 28. Por su parte, el Museo Arqueológico de Oviedo guarda la colec-
ción particular del Conde de la Vega del Sella, con unas indicaciones, no siempre completas,
que hacen pensar a S. Corchón (1973: 54) si no habrá una contaminación entre las series de
Riera y Balmori. El distinto valor de la atribución de los materiales de Oviedo requiere que ex-
pliquemos con mayor detalle dónde y cómo se encontraban éstos:

— Hay en primer lugar una serie de piezas que, guardadas en cajas de madera, con-
tenían etiquetas de la época de Vega del Sella (frecuentemente "saludas" del Con-

87
de) copiadas de nuevo. Con la indicación, de capa 3.*, se hallaban los materiales de
las cajas 16, 35, 22.

— Otros materiales se encuentran con notas manuscritas del Conde, semejantes a las
anteriores, pero con distinta indicación: así otro compartimento de la caja 35 con-
tiene la siguiente nota: "capa 2.*, 2.* sección, probablemente pertenezcan a la capa
a
3.*", o también en la caja n.° 17 en la que se lee: "Balmori, capa 4.*, Quintana, capa 4. .
a
Probablemente procedente de la 3. " (manuscrito de un saluda del Conde).

— Más problemática es la atribución de una serie de materiales (principalmente azaga-


yas de sección cuadrangular) que se encontraban en una caja de madera con esta
indicación "sin procedencia. Donación del Conde de la Vega del Sella". Estos ma-
teriales, separados en un compartimento de la caja 39 parecían tener una unidad y
una gran semejanza al resto de los materiales de Balmori, estando representadas en
gran número las azagayas de sección cuadrangular. Nuestra confirmación de la su-
posición de que quizá pertenecieran a Balmori vino sin embargo por parte de una
azagaya de sección circular y claro monobisel central que se encontraba partida en
dos trozos, uno de los cuales se hallaba con una serie de materiales siglados clara-
a
mente como de Balmori, capa 3. . Es siempre incierta la generalización de que todos
los materiales envueltos con el fragmento de la azagaya pertenezcan también a la
a
capa 3. , pero el aspecto general de éstos parece abonar por tal identificación.

— Por último, con la sola indicación de "Balmori", hay también una serie de materiales
expuestos en las vitrinas del Museo Arqueológico de Oviedo.

Señalemos también que los materiales se hallaban envueltos en periódicos (Carbayon,


Mensajero Seráfico y El Universo de Madrid), cuyas fechas de edición oscilan entre diciem-
bre de 1914 y septiembre de 1920.

Industria lítica (Lám. 29):

Hemos computado por separado los objetos del Museo de Oviedo, que poseen indica-
a
ción de capa 3. , y los de Madrid, que se encontraban bajo la denominación de Magdalo-azi-
liense. En la tipología Laplace se adscriben a los tipos siguientes:

Oviedo Madrid Oviedo Madrid

B1 2 1 R. N. 129 5 5 1
B2 8 LD1 1
B4 1 3 LD2 2 3
B5 1 2 1 PD4 1
B6 2 Bc1 4
B7 2 D2 7 10 4
B8 1 D3 1
G1 2 3 7 D4 2 1
G2 1 2 R1 4
G3 4 2 3 R2 3 6
G4 5 L1 7 4
G5 1 L2 1 2 1 3
G6 1 P2 1 1
G7 1 Nucí. sílex 15
G8 1 2 Nucí. cuarc. 37
G9 13 1 Nucí. cristal de roca 2

88
La cuarcita supone respecto al total de objetos el 14,85 % , proporción muy baja debida
al alto porcentaje de nucleitos raspadores fabricados en su mayoría en silex. Si excluimos és-
tos del cómputo, la proporción de la cuarcita vuelve a ser la normal en la cuevas asturianas:
24,35 % .

En conjunto, se nota un claro predominio del raspador sobre el buril (IG: 69,2, IB: 8,36)
aumentado sensiblemente por el tipo n.° 15, aunque sigue predominando el raspador si no se
computa éste (IG: 34,95 frente a IB: 17,8).

Entre los buriles el diedro predomina sobre el de truncadura (IBd: 6,46, IBt: 0,76) y en-
r
tre los raspadores el índice restringido del raspador auriñaciense es bastante alto (IGA :
41,8) (excluyendo lógicamente el raspador nucleiforme).

Los restantes índices (perforador, grupo perigordiense y sustrato) ofrecen porcentajes


semejantes al resto de las cuevas asturianas (IP: 3,25, GP: 4,06, IS: 34,95) (excluido el n.° 15).

Industria ósea (Láms. 30 a 33):

Es muy abundante y uniforme en sus tipos. Entre las colecciones de Madrid y Oviedo
se distinguen 67 piezas enteras o de forma reconocible y 79 fragmentos. El útil predominante
es, sin duda, la azagaya monobiselada, principalmente de sección cuadrangular y a menudo
con bisel mayor de 1/3. Es también interesante la presencia de una azagaya completa de sec-
ción circular y monobisel central, al estilo de las solutrenses. La estadística por tipos puede
verse en el Apéndice II.

Por Grupos Tipológicos la cueva de Balmori ofrece estos porcentajes:

I. Azagayas: 35 — 62 = 97: 66,4 %


II. Alfileres: 9 — 1 = 1 0 : 6,8 %
IV. Puntas largas: 1: 0,6 %
VI. Piezas apuntadas: 4: 2,7 %
VII. Puntas planas: 4 — 12 = 16: 10,9 %
VIII. Varillas: 4: 2,7 %
XX. Bastones: 2: 1,3 %
XXI. Agujas: 1: 0,6%
XXVI. Colgantes: 7: 4,7 %
XXX. Obras de arte: 2: 1,3 %
Total: 146

A su vez la estadística por secciones ofrece estos resultados:

Sección circular: 44: 35,4 %


Sección triangular: 3: 2,4 %
Sección cuadrada: 57: 45,9 %
Sección reotangular-aplanada: 16: 12,9 %
Sección planoconvexa: 4: 3,2 %
Total: 124 piezas.

A la vista de estos resultados, Balmori queda claramente delimitada entre las cuevas
cantábricas tipo Juyo, las tradicionalmente consideradas como pertenecientes al Magdale-
niense III típico, (caracterizado en la industria ósea por la azagaya monobiselada de sección
cuadrangular). En Balmori esta sección llega a predominar sobre la sección circular, que
mantiene siempre un alto porcentaje constante en todo el Magdaleniense. Este dominio abso-
luto de la azagaya de sección cuadrangular se ve compensado por un descenso completo de
la de sección triangular que en Balmori apenas se encuentra representada (3 ejemplares).

89
Lámina 30.—Balmori (Oviedo). Motivos en ángulos.

00
Lámina 31.—Balmori (Oviedo).

01
Lámina 32—Balmori (Oviedo).

92
Lámina 33.—Balmori (Oviedo).

93
Los motivos decorativos son también muy típicos de las azagayas de sección cuadran-
gular: son frecuentes los haces de líneas oblicuas en el centro del fuste, los ángulos abiertos
por su vértice y surcados de trazos perpendiculares y las líneas longitudinales junto a las
aristas, cortadas también por pequeños trazos perpendiculares. Están también presentes los
motivos en aspa, arboriformes, en zig-zag y formas complejas que recuerdan tectiformes. Res-
pecto a la placa colgante con grabado de toro, realizada sobre caparazón de tortuga, debe-
mos recordar las dudas que sobre su autenticidad sugiere I. Barandiarán (1973: 90).

Fauna:

Altuna (1972: 25 y 26) recoge las citas de los diversos autores que hablan de la fau-
na de Balmori:

Alcalde del Río halló una mandíbula de Felis leo.


Hernández Pacheco atribuye al Magdaleniense restos de alce y león de las cavernas.
Obermaier cita la Cyprina islándica en el nivel Magdaleniense Antiguo.

Vega del Sella en su memoria habla en general de la fauna sin adscribirla a ningún
nivel determinado, distinguiendo las siguientes especies:

Bos, Bison, Equus en diversas variedades, Cervus en dos especies: una la actual (C.
elaphus) y otra de gran tamaño, análoga al wapiti (C. canadiensis), que rechaza Altuna.

Cervus alce: un fragmento de asta de alce joven que no ha podido encontrar Altuna.
León, oso, lobo, zorro, tejón, corzo, cabra, rebeco, etc.

Entre la fauna marina Vega del Sella distinguió las siguientes especies:

Littorina littorea Pectén maximus


Patella vulgata (grande) Quenopus pes pelicani
Cardium mucronatum Littorina obtusata
Cardium tuberculum Cypraea europaea
Cyprina islándica Nassa retlculata

Altuna identificó en 1969 la fauna procedente de las catas realizadas por Clark en ese
mismo año y señaló las siguientes especies en el Aziliense (?):

—'Cervus elaphus: 15 fragmentos; Capra pyrenaica: 2 fragmentos.

Magdaleniense Superior:

— Cervus elaphus: 30 fragmentos; Capra pyrenaica: 1 fragmento; Equus caballus: 5


fragmentos.

Magdaleniense Medio:

— Arvícola terrestris: 1 fragmento; Cervus elaphus: 9 fragmentos; Capreolus capreolus:


1 fragmento.

Siguen luego los restos de fauna atribuidos a niveles solutrenses y auriñacienses. Igno-
ramos el criterio de Clark para atribuir los restos de fauna a tales estadios culturales.

Bibliografía:

Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1911; Hernández Pacheco, 1919; Obermaier, 1925; Ve-
ga del Sella, 1930; Corchón, 1971; Altuna, 1972; I. Barandiarán, 1973; G. A. Clark y V. Clark,
1975; Utrilla, 1976c.

94
Cueto de ta Mina (Posada, Llanes):

Este yacimiento, uno de los más importantes de la Costa Cantábrica por su completa
secuencia de culturas, fue excavado por el Conde de la Vega del Sella en 1915, siendo des-
cubierto por el mismo Conde en noviembre de 1914. La excavación se realizó en tres seccio-
nes que comprendían: la 1* el interior de la cueva hasta la entrada; la segunda la parte com-
prendida hasta la abertura que daba acceso al interior y la tercera el lado Oeste que corría
paralelo a la pared del abrigo.

La cueva se halla situada en la vertiente meridional de La Llera, a unos 15 m. de altura


sobre el nivel del río Calabres y a unos 100 m. al Este de la cueva de Brida. Una estribación
pequeña de la meseta la convierte en un abrigo protegido de los vientos del Norte y del
Oeste.
El método empleado en la excavación parece que fue muy adelantado para su época,
respetándose los niveles y cribándose las tierras lo que le permitió al Conde recoger una
abundante cantidad de hojitas de dorso rebajado.

Estratigrafía:

La estratigrafía ofrecida por Vega del Sella en 1916 fue sintetizada por Obermaier en
1925 y precisada por Corchón (1971b). De arriba abajo se aprecian los siguientes niveles:

— Asturiense.
— Aziliense.
— Magdaleniense Superior (nivel B): 60 cm. de espesor, se encontraba reducido a una
superficie de 6 m. en el interior. Arrasado en el exterior. Color oscuro.
— Magdaleniense Medio (nivel C ) : de color rojo y textura arcillosa penetraba al inte-
rior de la cueva en forma de cuña. Según Vega del Sella se formó a base de des-
prendimientos de la parte superior del abrigo. La industria se encontraba en lente-
jones en la parte de la entrada. Buzaba hacia el lado Oeste que contenía grandes
bloques de piedra. Los buriles, que constituyen el útil predominante de este nivel, se
hallaban concentrados en el exterior, en el lado Izquierdo de la cueva (1921: 69). El
espesor de la capa era de 55 cm.

— Magdaleniense Inferior (nivel D): era de color oscuro y abarcaba un espesor de 50


centímetros. En el interior de la cueva se superponía directamente al Solutrense,
sin separación visible y con idéntica coloración oscura, por lo que era difícil distin-
guir uno del otro. En segunda sección (parte delantera de la entrada) una ligera ca-
pa de arcilla rojiza se interponía entre los dos niveles, los cuales tenían una marca-
da inclinación hacia el Oeste, aumentando de volumen a medida que se separaban
de la pared del abrigo, aunque con menos densidad en la cantidad de industria.

— Niveles solutrenses (E): se hallaban constituyendo hogares de forma semicircular,


apoyados en la pared y formados por cantos de cuarcita y arenisca. La situación de
estos hogares va variando desde el exterior (tocando ya el siguiente nivel de arcilla)
hasta el interior (en la parte superior del nivel solutrense los hogares se apoyaban
ya en la pared del fondo).

Materiales:

La mayor parte de ellos se encuentra en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid,


por lo general siglados con la indicación del nivel correspondiente y una sigla para cada uno
de los objetos óseos.

95
Los materiales del Museo Arqueológico de Oviedo son difícilmente aprovechables. Pro-
ceden de la colección particular de Vega del Sella y contenían indicaciones de nivel. No obs-
tante, los encargados de efectuar el traslado al Museo los colocaron todos juntos en gran-
des cestos sin tener en cuenta las indicaciones (guardados actualmente en los sótanos del
Museo). Otros objetos fueron conservados en el almacén y contienen extrañas indicaciones
que quizás lleven a suponer una contaminación con la Riera. Encontramos rótulos como éste
de la caja n.° 28 de Oviedo: "LA RIERA. Cueto de la Mina. Posada". Cabe la posibilidad de que
la Riera no designe al yacimiento así conocido sino que se refiera a la zona en que el Cala-
bres alcanza La Llera, conocida con este nombre y en la que se sitúa el Cueto de la Mina.

Industria lítica (Lám. 34):

Hemos valorado únicamente los materiales de Madrid por ser los únicos que ofrecen
una seguridad estratigráfica. Los dos niveles, C y D, contienen útiles suficientes para hacer
una estadística adecuada: 205 el nivel C y 417 el nivel D. Las diferencias existentes entre am-
bos niveles son muy acusadas, tanto en lo referente a los tipos fabricados, como a la materia
empleada. Pueden verse claramente en la clasificación según la tipología de Laplace:

nivel D nivel C nivel D nivel C

B1 4 3 PD1 1
B2 18 43 PD4 6 4
B3 3 5 Bc1 6 2 2
B4 4 10 Bc2 1
B5 7 13 T2 1 1
B6 4 5 T3 2 2
B7 5 1 4 DT4 2
B8 1 1 D1 5 4
B9 4 1 D2 4 32 3
G1 6 1 5 D3 5
G2 3 1 1 D4 4 1
G3 11 3 5 1 R1 1 a 1
G4 3 3 1 R2 3 11 3 2
G6 2 2 R3 2 4 1
G7 1 L1 6 1
G8 1 1 1 L2 5 2 3
G9 11 7 7 3 P1 1 2
R.N. 157 37 69 2 P2 2 1
A1 1 Total 302 130 205 14
LD1 1 4 Nucí. sílex 20 7
LD2 13 5 Nucí. cuarc. 34 7

La proporción de la cuarcita es muy diferente en ambos niveles: en el nivel D. Magdale-


niense Inferior, supone el 30,5 % , mientras que en el C, clasificado como Magdaleniense Me-
dio, supone solamente el 6,3 % . Este hecho se debe en gran parte a que en el nivel C el buril
se convierte en el útil predominante y es un fenómeno comprobado que muy pocas veces se
trabajan buriles en cuarcita, o si se hicieron el golpe de buril es muy difícil de diferenciarlo
como tal.

En la lista Sonneville-Bordes y Perrot (Apéndice I) los porcentajes resultantes señalan:


— Un predominio del raspador sobre el buril en el nivel D (IG: 59,3, IB: 9,8) que dismi-
nuye sensiblemente si dejamos de computar el raspador nucleiforme (IG: 22,1, IB:

96
18.5) . En el nivel C la diferencia entre el raspador y el buril es menor, aunque sigue
predominando ligeramente el primero (IG: 45,8, IB: 36). Sin embargo excluyendo del
cómputo al raspador nucleiforme el predominio del buril es aplastante (IG: 16,5, IB:
55.6) lo que llevó a Vega del Sella a llamarlo el nivel de los buriles.
— El buril diedro domina sobre el de truncadura en ambos niveles: IB: 23,4, IBt: 1,9 pa-
ra el C; IBd: 6,2, IBt: 0,9 para el nivel D.
— El índice de perforador y el del grupo perigordiense mantienen cantidades mínimas
y semejantes en los dos niveles: IP: 1,4, GP: 5,2 para el D; IP: 0,9, GP: 6,3 para el
nivel C. También el índice restringido de raspador auriñaciense se mantiene cons-
r r
tante en ambos niveles: IGA : 40,8 para el D y IGA : 36,8 para el nivel C.
— El sustrato presenta la segunda variación importante entre los dos niveles: mientras
que en el D presenta un índice alto semejante al del resto de las cuevas asturianas
con Magdaleniense Inferior (IS: 41,6), en el nivel C ofrece una cantidad poco apre-
ciable (IS: 14,5). El nivel C parece por tanto poseer útiles seleccionados (no por el
Conde, sino probablemente por los propios paleolíticos) estando mejor representa-
dos los objetos típicos del Paleolítico Superior, y en especial del Magdaleniense, que
todos aquellos (raederas, denticulados...) que suponen una tradición. Este bajo ín-
dice del Sustrato explica en parte la escasez de últiles fabricados en cuarcita, dan-
do la impresión que los hombres que dejaron sus útiles durante la formación del
nivel C no seguían las tradiciones de la región.

En la Lám. 35 ofrecemos las gráficas de los niveles de Cueto de la Mina según diversos
autores: Me. Collough para el Auriñaciense, Straus para el Solutrense, Corchón para el Mag-
daleniense Superior y las nuestras propias para el Magdaleniense Medio e Inferior. No duda-
mos que la inevitable disparidad de criterios entre personas que se han formado de un modo
tan distinto en cuestiones tipológicas falseará en parte el valor comparativo de estas gráficas.
No obstante creemos que vale la pena intentarlo.
En la Lám. 36 aislamos el nivel D para compararlo con la gráfica-tipo del Magdalenien-
se Inferior: la de la cueva del Juyo en versión de J . González Echegaray. En la Lám. 37 com-
paramos el nivel C de Cueto de la Mina con la única cueva de la Costa Cantábrica que ofrece
trazas ciertas de poseer elementos de un Magdaleniense IV: la cueva de Ermittia. Sin embar-
90 el valor que deba dársele a este yacimiento es muy relativo por presentar contaminación
con las series referentes al Magdaleniense Superior.

Industria ósea (Lám. 38):


Es relativamente abundante y presenta ejemplares muy interesantes. Sin embargo, no
se aprecian diferencias netas entre los niveles C y D, estando caracterizados ambos por la
azagaya monobiselada de sección circular, si bien el nivel C presenta algunos ejemplares que
no se hallan en el nivel D: así los 2 fragmentos de bastones perforados decorados o la posi-
ble azagaya de base ahorquillada.
En el Apéndice II, presentamos la estadística por tipos de la industria ósea. Sus porcen-
tajes a nivel de Grupo Tipológico son los siguientes:

— Nivel C:
I. Azagayas: 18 — 31 = 49: 53,6 %
VI. Esquirlas aguzadas: 1: 1,07%
VII. Puntas planas: 18: 19,3 %
VIII. Varillas: 3 — 12 = 15: 16,1 %
XX. Bastones perforados: 2: 2,1 %
XXVI. Colgantes: 8: 8,6 %

97
Lámina 34.—Cueto de la Mina. Nivel D (Madrid) y buriles del nivel C.

98
B

IB¿

ia.i
18 IP <j P I<ÍA' rs IB IP <*p IGA' xs :cí IB IP ; <íP X«A*

IG IB IP GP I S A ' XS 1G IB IP (5P IGA r


H G

IBd

1 JE
IB IB IP GP IS IG IB IP <rP ISA' Iü

Lámina 35.—CUETO D E L A MINA: Gráficas por Grupos Tipológicos de la industria lítica


de todos sus niveles:
\
H: Auriñaciense Superior (según datos de Me. Collough 1971) \
G: Transición al Gravetiense (según datos de Me. Collough 1971) (sólo 32 objetos)
F: Solutrense antiguo o Protosolutrense (según datos de Straus 1974)
E: Solutrense Superior en varios tramos (II-II_I-iy) (según datos de Straus 1974)
D: Magdaleniense Inferior (según nuestros propios recuentos)
C: Magdaleniense Medio (según nuestros propios recuentos)
B: Magdaleniense Superior (según datos de T . Chapa 1975)

99
Cuelo de id Mi.id D
Juyo

Lámina 36.

Curto eje ¡d Mina C


Errnitlid

Lámina 37

100
Lámina 38.-Cueto de la Mina. Industria ósea. Números 1-6: nivel D , números 10-17: nivel C
resto: indeterminado (posible D).

101
— Nivel D:

I. Azagayas: 48 — 53 = 101: 59,0 %


II. Alfileres: 1: 0,5 %
VI. Esquirlas aguzadas: 1: 0,5 %
VII. Puntas planas: 6 — 23 = 29: 16,9 %
VIII. Varillas: 3 — 27 = 30: 17,5 %
XXVI. Colgantes: 8. 4,6 %
XXX. Obras de arte: 1: 0,5%

Notemos la gran semejanza entre los porcentajes de uno y otro nivel y la buena repre-
sentación de las varillas que se observa en ellos. Entre los distintos tipos de azagayas señala-
remos la presencia importante de 7 piezas de base adelgazada por recortes en el nivel C y
de 4 en el D, la relativa abundancia de azagayas de doble bisel en el nivel D (21 ejemplares
frente a 3 del nivel C) y el predominio general, antes comentado, de las azagayas monobi-
seladas de sección circular.

Por secciones obtenemos los siguientes resultados:

— Nivel C:
Sección circular: 30: 40,5 %
Sección triangular: 5: 6,7 %
Sección cuadrada: 6: 8,1 %
Sección aplanada y rectangular: 19: 25,6 %
Sección planoconvexa: 14: 18,9 %

— Nivel D:
Secciórr circular: 80: 50,0 %
Sección triangular: 1: 06 %
Sección cuadrada: 19: 11,8 %
Sección aplanada y rectangular: 30: 18,7 %
Sección circular fina: 1: i 0,6 %
Sección planoconvexa: 29: 18,1 %

En líneas generales se observa un claro predominio de la sección circular, una dis-


minución de la sección cuadrada en el paso del nivel D al C, con un aumento inverso, aun-
que poco notable, de la sección triangular en el nivel C. Por su parte, la sección aplanada-rec-
tangular parece que tiende a aumentar en el transcurso del Magdaleniense (de 18,7 en el D
a 25,6 en el C ) .

En cuanto a las varillas, aunque presentan un porcentaje idéntico, debemos señalar


sus diferencias en el aspecto decorativo: mientras las del nivel D se presentan frecuente-
mente lisas, sin ningún tipo de decoración, las del nivel C ofrecen una serie de motivos curvi-
líneos de trazo profundo y en haces de líneas.

En conjunto, es más rica la decoración de la industria ósea del nivel C que la del D:
señalemos los motivos en V y los óvalos con trazo interior y las rayas en torno a la perfo-
ración de los dos bastones de mando y los ya citados de las varillas. En el nivel D la decora-
ción es rectilínea y geométrica y mucho menos recargada que la del C. Los motivos decorati-
vos parecen tener un valor funcional ocupando siempre los biseles o las ranuras longitudina-
les de los fustes. Destacamos por su interés una azagaya aplanada de bisel apuntado (que
recuerda tipos magdalenienses muy antiguos), los biseles cóncavos con estrías longitudinales
y los motivos de ángulos abiertos por su vértice surcados con cortos trazos perpendiculares.

1Q2
Fauna:

Obermaier (1925) y Altuna (1972) recogen los datos ofrecidos por Vega del Sella en
la memoria de 1916:
•Nivel C:
Bison priscus Capra pyrenaica
Equus caballos (abun.) Capella rupicapra
Cervus elaphus (abun.) Arvícola amphiblus
Aves nocturnas

Moluscos:
Patella (grande y media). Dentalium. Littorina litorea (abundante y grande). Littori-
na obtusata. Pectén isfancficus. Trlvia europaea (adorno). Sipho (adorno).

— Nivel D:
Bison priscus Capella rupicapra
Equus caballus Canis lupus
Cervus elaphus (abun.) Canls vulpes
Capra pyrenaica Arvícola amphiblus
Moluscos:
Patella (gran tamaño) Purpura lapillus
Littorina obtusata Turrltella trlplicata (abund.)
L. litorea (abun. y grande) Buccínum undatum
Cyprina islándica Pectén maximus
Altuna (1972: 34) revisa críticamente estos datos opinando que debe ponerse en duda
la certeza de que los bóvidos sean Bison y no Bos, ya que los restos conservados no permi-
ten hacer tal diferenciación. Cree Altuna que en la época de Vega del Sella se clasificaba
como Bison todo bóvido paleolítico, (basándose en su abundancia en el arte paleolítico) y
como Bos todo bóvido postpaleolítico. Sugiere también que en una cueva tan rica en materia-
les y restos faunísticos necesariamente tuvo que haber reno y que sus restos han debido ser
confundidos con los de ciervo. En cuanto a la distinción de Cabrera de los équidos peque-
ños como Equus cazurro!, Altuna puntualiza que se trata de la misma especie que el Equus
hidruntínus.

Bibliografía:
Vega del Sella 1916, 1917 y referencias en 1930; Obermaier, 1925; Jordá, 1959b; Cor-
chón, 1971a y 1971b; I. Barandiarán, 1973; Chapa, 1975; Utrilla, 1976c y 1978.

Cueva de Fonfrla (Barro, Llanes):


Situada en el pueblo de Barro dista del Cueto de la Mina 2,5 km. y fue excavada en
1915 por el Conde de la Vega del Sella buscando una solución para la posición estratigráfica
del Asturiense. No posee una memoria particular sobre la excavación realizada, (que por otra
parte no debió ser muy extensa), pero sí abundantes referencias en la mayoría de las me-
morias del Conde (1916: 63 y 64 y 1930: 16-18), siendo recogidas estas noticias por Obermaier
(1916: 184-186, y 1925: 188-189).

Estratigrafía:
El Conde de la Vega del Sella emprendió la exploración de la cueva el 21-XI-1915 y
encontró una cata realizada por buscadores de tesoros. En ella apreció la siguiente estratigra-
fía que consignó así en su cuaderno manuscrito (hojas 62-65, según Márquez Uría):

103
1. Asturiense.
2. Capa roja.
3. Capa negra con cenizas a los 70 cm. de profundidad. Contenía un buril lateral so-
bre retoque transversal en sílex, un raspador de pata de cabra, un pedazo ancho
de hueso que parecía un alisador, Cervus y Patellas medianas. Sin Littorina. En
1916: 64 matiza este nivel como Magdaleniense Inferior.

Obermaier en 1916: 184-186 define así la estratigrafía:


1. Cubierta estalagmítica.
2. Capa de mariscos.
3. Capa negra con cuarcitas tipo Penicial y dos trozos de cuerno ahorquillados (As-
turiense).
4. Capa roja estéril.
5. Pequeño nivel magdaleniense.

En 1925: 189 Obermaier simplifica así los niveles:


1. Asturiense.
2. Capa de arcilla roja estéril.
3. Pequeño nivel magdaleniense.

Materiales:

En el Museo Arqueológico de Oviedo se encontraba una caja de madera con la siguien-


te Indicación: "Cueva de la Fonfría (Barro). Cronología: Asturiense. Donación: Conde de la
Vega del Sella". En una caja de madera en cuya tapa había una tarjeta de visita de la
Condesa de la Vega del Sella, en el reverso se leía: "Cueva de la Fonfría. Barro. Asturiense".
En el interior una nota decía: "Cueva de la Fonfría" (el resto comido por los ratones). La caja
contenía:

— Un gran trozo de asta de ciervo, vértebras, un fragmento de cráneo, molares de ca-


ballo, ciervo y cabra de gran tamaño y 3 Patellas de pequeño tamaño.
— 4 cantos, uno de ellos utilizado como yunque.
— 3 raspadores nucleiformes, dos en sílex y uno en cristal de roca.
— 1 buril lateral sobre truncadura oblicua y retoque de paro.
—-1 raspador carenado en cuarcita.
— 3 lascas de cuarcita.
— 2 núcleos de sílex.

No aparecieron por ningún lado los dos fragmentos de cuerno ahorquillados que re-
produce Vega del Sella en 1916 como pertenecientes al nivel asturiense y que rectifica en
1923 y 1930 como una sola pieza de cuerno perforada semejante a otra de Tres Calabres. Por
otra parte los objetos líticos parecen coincidir con los atribuidos al nivel Magdaleniense.

Bibliografía:

Vega del Sella, 1916 y 1930; Obermaier, 1916, 1924 y 1925; Márquez Uría, 1974.

Cueva Juan de Covera (Porciles-Vidiago, Llanes):

Fue excavada por el Conde de la Vega del Sella en fecha no muy precisa, si bien es
posible que lo fuera alrededor del 5 de octubre de 1926, fecha del Carbayon que envuelve
los materiales que, de esta cueva, se encuentran en el Museo Arqueológico de Oviedo. El indu-
dable aspecto magdaleniense de los mismos y el hecho de no encontrar entre ellos ningún ¡n-

104
dicio que nos lleve a clasificarlos como Magdaleniense Superior o Final nos obliga a con-
signarlos en un Magdaleniense indeterminado.
Nada conocemos sobre su estratigrafía. Sabemos que existe un Asturiense en la zona
que Vega del Sella cita con el título general de Vidiago pero que Márquez Uría (1974: 830)
cree que no debe identificarse con esta cueva sino quizá con la de Cordovéganes (Vidiago);
conocemos también la cueva del Bufón (Vidiago) de la que habla Martínez Santa Olalla en
1930: 116 y de la que se encuentran materiales en el Museo de Oviedo, donados por Fernán-
dez Menéndez, pero no parece que Juan de Covera pueda identificarse con niguna de ellas.

Materiales (Lám. 39b):


Se hallaban en una caja de cartón, perfectamente atada, donada al Museo de Oviedo
por el Conde de la Vega del Sella. La industria lítica comprendía las siguientes piezas de
cuarcita:
17 grandes núcleos, algunos con retoques.
11 láminas simples y una de avivado.
11 lascas con retoque Simple a modo de raederas.
3 lascas denticuladas.
6 lascas gruesas con retoques a modo de raspador.
1 punta con muesca y retoque plano.

La industria de sílex comprendía:


12 raspadores nucleiformes.
17 núcleos de pequeño tamaño.
21 lascas simples.
45 láminas simples y 4 más de avivado.
8 buriles: 3 B1, 3 B2, 1 B3 y 1 nucleiforme.
3 lascas con retoque Simple y una más denticulada.
2 raspadores: G2 y G4.
6 láminas con retoque Simple y continuo sobre sus bordes.
4 hojitas de dorso, una de ellas con truncadura oblicua (DT4).
8 láminas denticuladas, una de ellas con retoque Abrupto denticulado rodeando to-
dos sus bordes.

En cristal de roca se conservaban 10 fragmentos, uno de ellos raspador.

Industria ósea:
12 fragmentos de azagaya de sección circular, 2 de ellas con marcas de caza.
1 fragmento de base en doble bisel.
1 azagaya de base monobiselada, sección circular con estrías oblicuas en la base,
ranura dorsal y marcas en torno a la punta.
8 fragmentos de azagayas de sección cuadrangular.
1 fragmento de varilla planoconvexa.
1 aguja con ojo y la punta de otra (en hueso).
1 canino atrofiado de ciervo perforado y un fragmento de otro.
1 azagaya curvada de sección circular y aplanada en la base que aparece bifurcada
y adelgazada con una posible perforación. Marcas de caza a lo largo del fuste.
El material es relativamente rico pero no tenemos la certeza de que pertenezca a un
sólo nivel. Nos llama la atención la importancia de la Industria laminar que induce a pensar
que se trata de materiales seleccionados. La abundancia de marcas de caza y láminas con
retoque auriñaciense, la presencia de una punta con retoque Plano y el aspecto general Mag-
daleniense nos desconciertan a la hora de buscar una atribución cultural a estos objetos.

105
Lámina 39.—a: Coimbre (según Escortcll); b: Juan de Covera; c: La Peña.

1111,
Entre la fauna hemos encontrado restos de caballo, ciervo, cabra, lapas (4,5 cm. de
diámetro), una mandíbula de pequeño carnívoro y un hueso de ave. Hay también caracoles
(Helix), quizá modernos.

Bibliografía:

Márquez Uría, 1974.

Cueva de la Riera (Posada, Llanes):

Situada a unos 50 m. del Cueto de la Mina se abre a media altura entre la vertiente de
la Llera y el nivel del valle del Calabres. Fue excavada por el Conde de la Vega del Sella en
1917 y 1918 y publicada mucho más tarde, en 1930. Posteriormente Clark realizó excavacio-
nes (1969) en el nivel asturiense que han sido publicadas en 1974. También Gómez Tabanera
efectuó unas catas en la cueva cuyos resultados se desconocen. En 1975 Isabel Martínez
Navarrete efectuó su memoria de licenciatura sobre los materiales del Magdaleniense Supe-
rior de esta cueva. En la actualidad Clark y Straus han reemprendido las excavaciones.

Estratigrafía:

Vega del Sella (1930: 8) distingue los siguientes niveles:


1. Costra estalagmítica.
2. Asturiense.
3. Arcilla roja.
4. Aziliense.
5. Magdaleniense Superior con arpones de una hilera de dientes.
6. Intrusión en cuña de una capa de arcilla roja con materiales Achelenses.
7. Continúa el Magdaleniense Superior aunque ya sin arpones y con azagayas de sec-
ción cuadrangular del tipo de las de Balmori.
8. Solutrense Superior.
9. Arcilla sin explorar.

Llama la atención lo extraño de la Intrusión de la cuña achelense en el nivel Magdale-


niense. Vega del Sella explica así el fenómeno: "en la región superior a la entrada de la cueva
existió una estación achelense al aire libre. En el Magdaleniense, tal vez debido a deslizamien-
tos de nieve o a grandes lluvias, las arcillas descendieron hasta la entrada de la cueva, en la
que penetraron en forma de cuña; la coloración roja de las arcillas contrasta con la masa
magdaleniense de color muy oscuro; hacia el exterior el Achelense desciende por la ladera,
hasta perderse en gruesos cantos de caliza". En otro lugar Vega del Sella afirma (1930: 35):
"Son importantes para nosotros los instrumentos de sección cuadrangular (...) semejantes a
otros de Balmori. Ya he indicado antes la división del Magdaleniense por la intrusión de una
capa de arcillas rojas del Paleolítico Inferior. El Magdaleniense de la parte superior contenía
arpones, no así la inferior, según esto la parte inferior debe pertenecer también al Magdale-
niense Final, pero algo anterior a la época de los arpones. Aparte de la forma cuadrangular
de ciertos instrumentos de hueso, el resto es análogo en las dos secciones del Magdaleniense
que se unen íntimamente en el interior de la cueva".

Esta interpretación de Vega del Sella nos parece a primera vista un poco forzada. De-
jando aparte el carácter achelense o no de los objetos de la capa roja, llama la atención la
ausencia de arpones en la capa inferior del Magdaleniense y la presencia de azagayas de
sección cuadrangular. Estas, semejantes a las de Balmori, sirven más para datar como Infe-
rior los materiales de la Riera que como Superior los de Balmori, tal como el Conde sugiere.

107
No pretendemos negar el Magdaleniense Superior de la capa inferior de la Riera, pero si
puntualizar que su tipo predominante de azagaya es muy conocido y típico en yacimientos
bien datados como Magdaleniense Inferior: así Juyo o el nivel 4 de Rascaño.

En este sentido consideramos muy interesante la observación que sobre el nivel C de


Cueto de la Mina hace el Conde de la Vega del Sella (1930: 98) comparándolo con la Riera:
"En la vecina cueva del Cueto de la Mina el fenómeno de la Riera (intrusión de arcillas con
instrumentos achelenses) se reproduce en el nivel de los buriles, el C, apreciándose el mis-
mo fenómeno y confundidos con los útiles magdalenienses se encuentras otros chelo-achelen-
ses de gran tipismo (...). Es claro que con ellos han podido deslizarse otros musterienses".
Si, siguiendo la opinión del Conde, identificamos cronológicamente la arcilla roja en cuña del
nivel C de Cueto de la Mina con la del Achelense de la Riera, obtendremos un dato más a
nuestro favor sobre la equiparación cronológica (y también cultural) del nivel Inferior de la
Riera con el nivel D de Cueto de la Mina. Adelantaremos también que en la cueva de Rascaño
un nivel arcilloso y rojizo, con objetos de sílex semejantes a los del nivel C de Cueto de la
Mina, se interponía entre un Magdaleniense Superior con arpones y un Magdaleniense Infe-
rior de azagayas de sección cuadrangular, teniendo ambos la misma coloración negruzga. He-
cho que, por otra parte, hemos visto ya repetido en la estratigrafía de la cueva del Cierro (capa
3 arcilloso-rojiza sobre el Magdaleniense con azagayas de sección cuadrangular).

La calificación como Magdaleniense Inferior de la capa de la Riera que subyacía a las


arcillas fue ya dada por Obermaier en 1925:188, quien cita "un Magdaleniense antiguo poco
abundante", aunque comete el error de colocar la capa achelense sobre el Solutrense Supe-
rior y no sobre el Magdaleniense.
La opinión de la bibliografía posterior ha fluctuado en sus apreciaciones: González
Echegaray (1960) silencia la Riera al ofrecer la visión general del Magdaleniense Inferior en
la Costa Cantábrica; lo mismo hace Corchón (1971) al referirse al arte mueble asturiano y
Jordá (1958) al buscar paralelos a La Lloseta.
No obstante, este mismo autor afirma en 1956: 25: "El Magdaleniense antiguo queda
bien definido con el nivel Magdaleniense Inferior de Cueto de la Mina, con el de la cueva de
Balmori y con el de la cueva de la Riera. En los tres aparece como testigo de un clima frío la
Ciprina Islándica".

En 1959: 16 Jordá se refiere al tramo inferior de la Riera como Magdaleniense III su-
perpuesto inmediatamente al Solutrense Superior, tal como ocurre en Cueto de la Mina, Bal-
mori y Cierro.

I. Barandiarán (1973: 207) considera, por otra parte, que la no existencia de arpones
en el subtramo inferior no es razón suficiente para negar su carácter Magdaleniense Supe-
rior, ya que sólo se conocen dos arpones en la totalidad del nivel.

Martínez Navarrete (1975: 248) señala que el nivel magdaleniense probablemente fue
simplificado por Vega del Sella, ya que englobaría distintas fases magdalenienses, imposi-
bles de separar en los materiales conservados.

Las recientes excavaciones de Clark y Straus han confirmado la presencia de un Mag-


daleniense muy inicial (niveles 10,11 y 12) con una industria lítica muy semejante a la del
nivel 13 (Solutrense) y con unas fechas de C-14 muy antiguas (Straus, Clark, González Mo-
rales, 1978).

Materiales:

Los materiales existentes en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid no nos permi-


ten hacer un estudio por separado de los dos subtramos magdalenienses porque presentan

108
una indicación general sin especificar si se encontraban encima o debajo del nivel de arcillas.
Es más, creemos que están colocados con un especial desorden, ya que puede verse expues-
to en las vitrinas un arpón de doble hilera de dientes bajo la indicación de Solutrense, junto
con una azagaya corta de monobisel de más de 1/3 que nos recuerda tipos del Magdale-
niense Inferior.

Entre los objetos catalogados como Magdaleniense Superior distinguiremos por tipolo-
gía aquellas azagayas que pudieran haber pertenecido al subtramo inferior:

Ri.1: fragmento proximal de azagaya de sección cuadrada y bisel simple con líneas obli-
cuas convergentes. Marcas oblicuas paralelas en los costados, cortadas por pequeños trazos
perpendiculares. En la cara dorsal ángulos en series longitudinales.

Ri.4: Fragmento proximal de azagaya de sección cuadrada, bisel simple y marcas obli-
cuas. En la cara dorsal presenta 4 trazos paralelos separados por dos perpendiculares. Líneas
oblicuas paralelas en los costados.

Ri.9: Azagaya de base monobiselada, sección cuadrada y profundo surco longitudinal


dorsal. El bisel con líneas oblicuas típicas.

Ri.10: Fragmento proximal de azagaya de sección cuadrada y base monobiselada con


las rayas normales oblicuas. Dos líneas paralelas oblicuas en su cara ventral y dos perpen-
diculares en una lateral. Publicada por Vega del Sella como perteneciente al subtramo inferior
(fig. 19.6, p. 33).

Ri.11: Fragmento distal de punta de sección cuadrada con profundo surco longitudinal
en su cara ventral.

Ri.12: Fragmento distal de punta de sección cuadrada.

Bibliografía:
Hernández Pacheco, 1919; Vega dei Sella, 1930; Obermaier, 1925; Corchón, 1971; I. Ba-
randiarán, 1973; Clark, 1974; Clark y Richards, 1974; Márquez Uría, 1974; Martínez Navarrete,
1976; Utrilla, 1976c; Clark y Straus, 1977; Straus, Clark y González Morales, 1978.

Cueva de Coimbre (Alies, Peñamellera Alta):

Llamada también Cueva de las Brujas se abre en la vertiente SW del monte de Pendelo
(532 m.), a unos 270 m. sobre el nivel del mar y a 70 sobre el curso actual del río Besnes, a
pocos km de su desembocadura en el Cares, cerca de Niserias. A partir de la garganta don-
de se encuentra la cueva el Besnes se abre en un amplio circo dominado por el yacimiento
en su única salida. La boca de la cueva mide 8 m. de altura por 8,5 de anchura dando paso
a un gran vestíbulo de 6 6 x 5 0 x 3 0 m. que debió contener un importante yacimiento, hoy muy
deteriorado ya que durante 30 años fue empleado para sacar abonos para los terrenos de
cultivo. Prueba de su riqueza dan los frecuentes hallazgos de piezas en superficie "aludiendo
a un momento no determinado del Magdaleniense Cantábrico" (Moure y Gil 1974: 4 y 6). Los
grabados fueron descubiertos el 4 de abril de 1971 y los primeros avances de su publicación
se realizaron en 1972 y 1974.

Materiales (Lám. 39a):

Tipológicamente hacen pensar que nos encontramos en una secuencia cultural que iría
desde el Aziliense al Magdaleniense Medio e Inicial. Testigos de un Aziliense o Magdaleniense

109
Final son los disquitos-raspadores encontrados por D. Gregorio Gil y de un Magdaleniense
Medio la azagaya con inicio de tres filas de dientes invertidos, que, como prototipo de arpón,
caracteriza el Magdaleniense Medio en la zona clásica francesa. Su paralelo más cercano se
encuentra en una pieza semejante de la cueva de Ermittia (Barandiarán y Utrilla: 1975).

El resto de los hallazgos comprende una azagaya de base en doble bisel adelgazado
por recortes, tipo muy frecuente en la cercana cueva de Collubil, fechado tradicionalmente
en el Magdaleniense Superior inicial; una punta de punzón de sección circular-aplanada, un
fragmento de azagaya con recortes en la cara ventral y un fragmento de azagaya de sección
cuadrangular, larga y gruesa, que recogimos en el fondo de la gran sala del bisonte.

Fauna:
Se encuentran abundantemente sobre toda la superficie del suelo del vestíbulo. Parece
que hay un neto predominio de la cabra a juzgar por los muchos molares que de ella se en-
cuentran. Identificamos también restos de ciervo y caballo.

Bibliografía:
Moure Romanillo y Gil Alvarez, 1972 y 1974; Escortell, 1972.

4. CUENCA DEL DEVA-CARES.

Esta zona, la más oriental de Asturias en su límite con la provincia de Santander, era
conocida desde 1911 por la publicación de los grabados rupestres que contenía la cueva de
La Loja y por los hallazgos sueltos de restos paleolíticos que Alcalde del Río había llevado
a cabo en la zona. No obstante en los últimos años se han efectuado importantes descubri-
mientos de arte rupestre en las estribaciones de la Sierra de Cuera, valle del Cares, con el
consiguiente hallazgo de yacimientos (vid. Moure y Gil 1972 y 1974).

El río Deva, con una pendiente de 0,0252, y su afluente el río Cares forman los ejes hi-
drológicos en cuyos valles se establecieron los hombres paleolíticos. Si tomamos el curso del
Deva desde su desembocadura lo vemos recorrer sus 10 últimos km. por la vasta depresión
geológica que, paralela a la costa, bordea las sierras de Cuera y Peñamellera. Bosques de
hayas en las cimas de las montañas son testigos de la fuerte desforestación a la que fue so-
metida la región. A partir de Panes el Deva se adentra por el desfiladero de La Hermida en un
paisaje abrupto, atravesando la cadena montañosa de parte a parte y alcanzando a través de
Potes el valle de la Liébana.

El sustrato litológico está formado por materiales de base del carbonífero, las llamadas
"calizas de montaña" entre las que se intercalan areniscas y calizas silíceas. El río Cares, al
Sur de la Sierra de Cuera, corre paralelo a la costa fuertemente encajado en los materiales
del Carbonífero. En su valle las altitudes del Cuera descienden hasta los 200 e incluso los
100 m. para luego elevarse, en un trecho no mayor de 10 km., a los importantes relieves de las
sierras de Corta y Andará. En la vertiente sur del Cuera el Cares ha modelado varios picos
de poca altitud como los de Cáraves, Corona del Cueto, Carria y Coimbre (Moure y Gil 1974: 4).

Cueva de la Loja (El Mazo, Panes):


Está situada sobre un talweg del Deva en las paredes de una pequeña, pero escarpada,
pared rocosa, de 4 m. de altura, completamente vertical. La cueva comprende una pequeña
antecámara alargada de 12 m. de largo por 4 de ancho donde los sílex, esparcidos por el
suelo, denotaban la existencia de niveles de ocupación. Pasado este vestíbulo, relativamente

110
seco, el corredor se estrecha durante unos 50 m. para elevarse al fin en unos 6 m. de altura
y llegar a la sala de los grabados.

Fue descubierta en 1908 por Alcalde del Río, que reconoció el yacimiento y el arte pa-
rietal, pero no fue excavada hasta 1929 en que Vega del Sella determinó un nivel magdalenien-
se sin mayor precisión.

Estratigrafía:

El actual estado de la cueva de La Loja no denota que se haya realizado una excava-
ción ni extensa ni profunda. Vega del Sella no dejó ningún dato publicado sobre los niveles y
a simple vista sólo se reconoce una capa arcilloso-rojiza que puede ocultar en su interior al-
guna distinción más clara pero que no es posible averiguar sin efectuar una cata.

Jordá, que ha revisado los materiales obtenidos por el Conde, suele compararlos con
los del nivel Magdaleniense Medio de Cueto de la Mina por su relativa abundancia de buriles
(1956: 25). No obstante, en otras ocasiones, Jordá llega a sugerir un Magdaleniense inferior:
así en 1957: 64, 1958: 56 y 1963: 18.

Carballo, por su parte, (1960: 100) cita a la Loja entre las cuevas cantábricas en las
que el paso del Magdaleniense al Aziliense no presenta ninguna interrupción, comparándola
con Ajanedo (Salitre), Rascaño, Mazomoril (Morín) y El Pendo.

I. Barandiarán (1973: 140) cataloga como Solutrense Superior dos colgantes, siglados
como procedentes de la Loja, pero que en su opinión han podido pertenecer al Solutrense
de Cova Rosa, habiendo ocurrido una trasposición de etiquetas.

Materiales:

Se encuentran en el Museo Arqueológico de Oviedo, procedentes de la colección que


Vega del Sella donó al Museo. Suelen tener la indicación general de "Magdaleniense". En la
colección Instituto del Museo de Prehistoria de Santander hallamos también algunos objetos
de menor importancia.

Industria lítica (Láms. 40 a 43):

Está realizada preferentemente sobre sílex, presentando un marcado carácter laminar.


Abundan los buriles, los buenos perforadores y las láminas y laminillas de retoque abrupto,
muchas veces denticuladas. En el sistema Laplace se adscriben a los tipos siguientes:

B1 3 A2 5
B2 8 LD2 17
B3 3 Bc1 5
B4 2 T2 1
B5 2 D2 1
G1 3 D4 7
G2 R2 5 11
G3 8 L1 8
G4 2 L2 11 2
G6 1 Total 93 18
G8 1 Nucí, sílex 12
G9 1 3 Nucí, cuarc. 9
R. N 7 Trozos de cristal de roca: 15

111
Lámina 40.—La Loja. Raspadores, perforadores y láminas retocadas.

112
Lámina 41.—La Loja. Buriles y piezas de retoque Abrupto.

113
» << 5 i i -i 2 3 «i 5 t> 1

Lámina 42.—La Loja. Repartición de los tamaños de 100 lascas de sílex y 100 de cuarcita.
1. Lámina muy estrecha.—2. Lámina estrecha.—3. Lámina.—4. Lasca laminar.—5. Lasca.
6. Lasca ancha.—7. Lasca muy ancha.

114
15 ' " ' '17 ' ' ' ' l —
' ' ' ' ti 71 77 II 17

Lámina 43.—Coimaración de la gráfica de La Loja.

Había además un total de 216 láminas s i m p l e s de sílex y 54 microlaminillas, 13 láminas


de c u a r c i t a y 31 láminas de avivado, 29 de sílex y 2 de c u a r c i t a . L a p r o p o r c i ó n de tamaños en-
tre las l a s c a s de sílex y c u a r c i t a puede verse en la Lám. 42 en la que hemos a p l i c a d o las
gráficas de B a g o l i n i (1968) p a r a objetos trabajados no retocados s o b r e 100 l a s c a s de sílex
y 100 de c u a r c i t a . L a p r o p o r c i ó n general de la c u a r c i t a en objetos retocados e s muy baja:
16,2 % del total, confirmando así la opinión de Jordá (1956: 26) de que la L o j a m a r c a el límite
del dominio de la c u a r c i t a en la C o s t a Cantábrica.

Señalemos también entre los materiales la p r e s e n c i a d e dos p i e z a s c o n retoque Plano,


aunque no muy característico.

En la estadística de Sonneville-Bordes-Perrot (Apéndice I), los índices de los grupos

tipológicos ofrecen estos resultados:

— E s c a s o predominio del índice de raspador sobre el de buril, p r o d u c i d o por la p o b r e z a


del raspador nucleiforme que tan sólo presenta 7 ejemplares (IG: 24,5, IB: 14,9).

— Dominio absoluto del buril diedro s o b r e el resto de los tipos (IBd: 14), p r e s e n c i a
significativa del perforador (IP: 4,3) que ofrece además ejemplares muy típicos, prin-
cipalmente múltiples y p o c a representación del raspador auriñaciense que arroja un
r
índice restringido relativamente bajo al del resto de las c u e v a s asturianas ( I G A :
23,8).

— El G r u p o P e r i g o r d i e n s e por el contrario es muy alto ( G P : 14), d e b i d o principalmente


a la a b u n d a n c i a de hojitas de dorso y a las láminas de retoque abrupto denticuladas.

115
— El Sustrato se mantiene también moderadamente alto, si bien en este caso no se
debe a los denticulados propios de la cuarcita sino a láminas y lascas de sílex reto-
cadas a modo de raederas por ambos lados.

En la Lám. 43 presentamos la gráfica acumulativa de los materiales de la Loja, compa-


rada a los dos niveles cantábricos con los que presenta mayor semejanza: el III de Aitzbitarte
IV y el 10 de Lloseta. Es arriesgado considerar en su conjunto la industria lítica de La Loja
cuando no tenemos la certeza de que exista un único nivel. Los materiales no permiten hablar
de un Magdaleniense inicial al estilo de Juyo y Rascaño, y menos del tipo de los yacimientos
asturianos del Sella o del Calabres. Sus paralelos más cercanos están en el País Vasco (Ermi-
ttia, Aitzbitarte, Abountz).

Industria ósea (Lám. 44):

Hemos encontrado sólo 16 piezas que se agrupan de este modo:


Punta de base monobiselada y sección cuadrada (4.3): 2.
Punta larga acanalada de sección circular (14.1): 1.
Varilla de base biselada y sección planoconvexa (29.1): 2.
Fragmentos de azagaya de sección circular: 3.
Fragmentos de azagaya de sección cuadrada: 1.
Fragmentos de azagaya de sección aplanada: 5.
Fragmentos de varilla de sección planoconvexa: 2.
Total piezas: 16.

Debemos destacar la relativa abundancia de varillas que, junto con la buena represen-
tación de buriles, podría dar un indicio de Magdaleniense Medio. Entre ellas es muy interesan-
te el ejemplar con bisel dorsal recortado intencionalmente por su borde derecho, formando
un bisel oblicuo, en el que se aprecian las marcas de raspado.

Los motivos decorativos se reducen a las normales estrías oblicuas sobre los biseles o
sobre el fuste.

Entre la fauna sólo hemos encontrado fragmentos de asta de ciervo, 4 esquirlas óseas
y 1 fragmento de costilla.

Bibliografía:

Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1911; Vega del Sella, 1929; referencias en Jordá, 1956,
1957, 1963... o Carballo, 1960; I. Barandiarán, 1973; una completa revisión de la bibliografía
aparecida en los diarios puede verse en Márquez Uría, 1974; Utrilla, 1976c.

Cueva de ta Peña (Panes):

Fue reconocida por el Conde de la Vega del Sella el 26 de julio de 1920, en compañía
de Obermaier. Practicaron una pequeña cata cuyos materiales se conservan en el Museo
Arqueológico Provincial de Oviedo (Márquez Uría 1974: 831).

Materiales:

Llevaban esta indicación: "en una caja de cartón con tapa. En su interior figuraba re-
petida: cueva de la Pena (o la Peña). Panes. Donación Vega del Sella".

116
Lámina 44.—La Loja. Azagayas y varillas.
La industria posee un aspecto magdaleniense y no contenía arpones, los útiles de cuar-
cita son poco numerosos:
4 lascas retocadas: Spd dent sen; Spd + Spd dent; sea sen; Spd sea dist.
4 núcleos, dos de ellos con posible reutilización como raspadores.
3 láminas simples y 3 de avivado.
4 lascas y 1 percutor.

En sílex encontramos los tipos siguientes:


12 raspadores: 3G1, 3G3; 2G4; 1G9/enc dextr; 3 raspadores nucleiformes.
4 buriles: 2B1, 1B6, 1 buril nucleiforme.
5 láminas retocadas: Smd dent sen dist; Spd sea sen; Smi dent sen. Smi dist-enc med;
Spd sea sen; Spd sen.Smd dextr.
1 hojita de dorso (LD2).

2 núcleos globulares, 5 láminas simples, 4 laminillas y 4 lascas.

En cristal de roca había 2 láminas simples y un posible raspador.

La industria ósea es más significativa:


Punzón grueso de sección cuadrangular-oval recubierto de una pátina rojiza.
1 esquirla ósea apuntada.
1 fragmento de cuerno.
1 fragmento de punta plana o de varilla de sección rectangular aplanada con Intere-
sante motivo decorativo en los dos costados: un zig-zag simple de trazo curvo en uno y una
profunda incisión curvilínea en forma de zig-zag amplio con pequeños trazos perpendiculares
a modo de flecos en el otro, muy semejante este último a un motivo de la cueva de Rascaño
(Lám. 39c).

Fauna:
Se encontraban restos de ciervo y caballo. Entre los moluscos había 4 Patellas y 12
Llttorinas.

Bibliografía:
Márquez Uría, 1974.

Cueva de Trauno (Trescares):

Fue descubierta por D. Gregorio Gil Alvarez y dada a conocer por él mismo y J . A. Mou-
re en 1972. "Para llegar a esta covacha es necesario seguir la carretera que bordea el Cares
hasta la aldea de Trescares y por allí ascender por el camino que a través del monte Jara su-
be hasta Cáraves, en la zona denominada de "El Tejeu". Se trata de una pequeña cavidad con
dos bocas, en cuya pared se encuentran grabados de tipos retiforme bastante profundos. Con-
tiene también un yacimiento cuya exploración sería interesante. Sobre el suelo del abrigo se
recogió un fragmento de azagaya de sección cadrangular con una profunda incisión a lo largo
de la pieza, objeto característico del Magdaleniense Inferior Cantábrico" (Moure y Gil 1972:
247 y 250).

D. Gregorio Gil nos comunicó además verbalmente (julio, 1975) que había depositado
en el Museo de Oviedo varios objetos de Trauno. Entre ellos, una azagaya monobiselada de
sección cuadrangular con grabado en aspas formando casi retícula y una pieza con una
hendidura.

Bibliografía:
Moure Romanillo y Gil Alvarez, 1972.

118
PROVINCIA DE SANTANDER

5. CUENCA DEL SAJA-BESAYA (Lám. 45):

El río Saja, con una pendiente de 0,0225, recorre dos zonas claramente definidas:

El litoral de rasas y sierras planas con un importante valle prelitoral, el de Torrelavega.


Este, tradicionalmente, ha sido una excelente vía de comunicación, que favorece las mayo-
res concentraciones humanas en un área de 20 km. de anchura.

El interior: separado del litoral por la cordillera costera, presenta una morfología com-
pletamente distinta: los valles son angostos y perpendiculares a la costa, abriéndose a veces en
depresiones producidas por accidentes tectónicos. Este valle interior del Saja se conoce con
el nombre generalizado de valle de Cabuérniga. En el curso medio del río los accidentes mor-
fológicos más importantes son las depresiones de Terán, Rúente y Cabezón de la Sal, con un
origen tectónico.

El valle del Saja presenta unas particularidades climáticas derivadas de su topografía.


La cordillera litoral forma una barrera que detiene en parte los vientos húmedos que llegan del
mar, de modo que la vertiente sur recibe menos cantidad de precipitaciones que la vertiente
norte. Sólo a partir de los 500 m. de altitud aumentan éstas, permitiendo la existencia de gran-
des hayedos residuales. En el fondo del valle el clima, seco y caluroso, permite una vegeta-
ción mediterránea, prefiriendo la población para establecerse las zonas altas de los valles.

La vegetación actual apenas conserva bosques naturales. En las zonas altas aparece el
haya con un sotobosque de matorral y heléchos, en el fondo de los valles el roble, que en el
litoral ha sido desplazado por praderas y bosques de repoblación (pino y eucalipto). En las
praderas un matorral de heléchos, argomas y brezos que ascienden hasta los 1.000 metros de
altitud.

Cueva de Altamira (Santillana del Mar):

Conocida como cueva desde 1868, es a partir de 1875 cuando Marcelino Sanz de Sau-
tuola comienza a realizar en ella prospecciones arqueológicas. El descubrimiento de las pintu-
ras es de 1879 y la primera publicación de 1880. Una completa recopilación de las discusio-
nes relativas a su autenticidad puede verse en Almagro Basch 1969, y en I. Barandiarán 1973
las distintas etapas de recogida de materiales.

Estratigrafía:

Las primeras noticias las aporta Alcalde del Río en 1906a: 28-31 quien da cuenta así de
sus excavaciones: "dos niveles posan directamente uno sobre otro y sólo se diferencian en
las tierras de que están formados y en los objetos que en ellas aparecen:

El 1.°, cuyo espesor varía entre 35 y 45 cm., se compone de una tierra color pizarroso
muy ligera, cual si en su composición entrase un compuesto de tierra estéril y cenizas car-
bonosas y pequeños pedruscos calizos y cantos rodados.

El 2.°, cuyo espesor varía entre 40 y 80 cm., está formado por sedimentos calizos y
arcillosos, escaseando los residuos carbonosos".

Sigue luego Alcalde del Río haciendo una descripción de los objetos encontrados
planteando por primera vez el problema de la posición estratigráfica de los omoplatos con

110
Lámina 45—PROVINCIA D E SANTANDER: Localización de yacimientos:
B Con un nivel o varios del Magdaleniense Inferior.
• Con Magdaleniense "indeterminado".
* Sólo con Magdaleniense Superior.
ciervas de trazo estriado. Para él aparecieron en el nivel Solutrense, aunque en su parte alta:
"los del segundo nivel (...) trazaron sobre escápula de caballo o de ciervo figuras de ani-
males con mano hábil y segura" (1906a: 31) y también "del nivel superior de la capa inferior
provienen toda una serie de omoplatos grabados de figuras de animales que estaban en con-
tacto directo con las puntas solutrenses" (1906b: 267). El mismo Breuil lo reconoce en ese
mismo año, en un articulo publicado en la Revue Prehistorique: "he cometido un error en mi
compte rendu de l'Anthropologie, donde atribuyo estos dibujos a un nivel más elevado" (Breuil
1906: 237 y ss.). Poco tiempo iba a mantener Breuil esta opinión. Los hallazgos de omoplatos
con cabezas de cierva estriadas en la excavación de la cueva del Castillo en un nivel Mag-
daleniense Inferior le llevan a afirmar en 1911: "está establecido que los omoplatos grabados
con cabezas de ciervos, etc., pertenecen a la base del Magdaleniense. La ausencia de capa
estéril en Altamira entre el Magdaleniense y el Solutrense, así como la irregularidad de los
depósitos de esta caverna excusan suficientemente el error de interpretación que había sido
cometido" (Alcalde del Río, Breuil y Sierra 1911: 209). En 1935, a pesar de que Obermaier
había encontrado 3 fragmentos de omoplatos grabados en el nivel Magdaleniense en la ex-
cavación de 1924-25, la postura de Breuil es más conciliadora. Al tratar la cuestión no se alu-
de a los hallazgos de Obermaier en Altamira y se habla solamente de una continuidad artís-
tica entre Solutrense y Magdaleniense inicial, aunque quizá se deba a la redacción única de
Obermaier en el apartado de excavaciones (Breuil y Obermaier 1935:159). Es curioso sin em-
bargo que el mismo Obermaier se refiera sólo a los hallazgos del Castillo para justificar el
Magdaleniense inicial cuando en la misma excavación de Altamira se hallaron ejemplares co-
rrespondientes a dicho período (según rezan las siglas de los objetos depositados en el Mu-
seo de Altamira).

A Jordá y a Ripoll se debe principalmente la defensa de la estratigrafía de Alcalde del


Río y de su atribución solutrense. En 1959: 30 Ripoll afirma: "Alcalde del Río que no tenía nin-
guna idea preconcebida vio bien la estratigrafía de Altamira y supo anticiparse a su tiempo al
interpretarla".

La respuesta de Breuil no se hizo esperar: "he considerado siempre como dudosa esa
edad solutrense dada por Alcalde del Río porque su manera de excavar no era demasiado
satisfactoria" (Breuil 1961: 356).

En síntesis la estratigrafía de Altamira, después de las precisiones aportadas por Ober-


maier (1935) y Corchón (1971), presenta la siguiente secuencia:

Materiales de aspecto auriñaciense y musteriense en la base.

Solutrense Final en dos momentos: en uno se incluirían los hallazgos de Harlé y Alcal-
de del Río y en el otro los de Obermaier siendo éste una transición clara hacia el Magdale-
niense (Corchón 1971: 156-157).

Magdaleniense Inicial cantábrico, muy semejante en útiles Uticos y óseos al Solutrense


sobre el que reposa en íntimo contacto. Corchón (1971: 154) distingue piezas de sección
cuadrangular, obtenidas en la excavación de Alcalde del Río en niveles solutrenses, que enca-
jarían mejor en un Magdaleniense inicial, estando tipológicamente muy alejadas de las cono-
cidas del Solutrense Superior en la Costa Cantábrica.

Bloques desprendidos del techo (3.° de los momentos de desplomes señalados por Al-
calde del R í o ) .

Materiales:

Varios han sido los prehistoriadores que se han extrañado de la escasez de la industria
lítica del nivel Magdaleniense de la cueva de Altamira. González Echegaray, en la estadística

121
realizada sobre este nivel en 1971, tan sólo computa 36 ejemplares, únicos datados expresa-
mente en el Magdaleniense Inicial (1971: 324). L. Straus, que reorganizó los materiales de Al-
tamira en 1974 separando el Solutrense, sugirió que quizá las bandejas del museo monográ-
fico que habían perdido la indicación de nivel podrían pertenecer al nivel Magdaleniense. A
modo de hipótesis hemos intentado reunir los conjuntos cerrados de materiales sin nivel de
Altamira que no contuvieran ningún fósil director del Solutrese, añadiéndolos a los 36 objetos
líticos bien datados; de este modo se consigue un total de 102 objetos (frente a 216 del nivel
solutrense) que permiten ensayar un estudio estadístico.

Industria lítica (Lám. 46):

Responde a los siguientes tipos del sistema Laplace:

B1 5 A1 3
B2 9 A2 1
B3 6 LD1 4
B4 2 LD2 2
B5 9 LD3 1
B6 2 Bc1 5
G2 2 T3 1
G3 1 D1 4 4
G7 5 D2 1 2
G9 1 5 R4 1 1
R. N. 17 2 L1 3
L2 6

Total 91 14

La proporción de la cuarcita es escasa: 13,3%, con una clara diferencia respecto a las
cuevas asturianas.

Los porcentajes de los útiles clasificados por el sistema Sonneville Bordes-Perrot pre-
sentan los siguientes caracteres (Apéndice I). (Lám. 47):

Predominio del índice de buril sobre el de raspador (IG: 30,3, IB: 31,3) más claramen-
te acusado si suprimimos del cómputo al raspador nucleiforme, (IG: 18,3, IB: 36,7).

El buril diedro predomina sobre el de truncadura (IBd: 26,4, IBt: 1,9).

Existe una normal representación del Grupo Perigordiense que debe su índice de 7,8
a grandes o medianas láminas de retoque abrupto y no a las pequeñas hojitas de dorso, es-
casamente representadas (quizá por deficiencias en el sistema de excavación). También es
normal el índice bajo de los perforadores (IP: 3,9).

Es por el contrario muy alto el índice restringido de raspador auriñaciense que alcanza
(sin computar el raspador nucleiforme) un 68,7.

El índice del Sustrato disminuye considerablemente respecto a las cuevas asturianas.


El 21,5 obtenido se debe más a la presencia de láminas de sílex retocadas que a las conoci-
das raederas de cuarcita que subían los porcentajes de los conjuntos asturianos.

Debe señalarse también la presencia de dos raclettes, 18 láminas simples, 2 yunques


(uno de ellos tallado como raedera), 3 percutores sobre canto rodado con manchas de ocre
rojo y una piedra plana manchada asimismo de ocre rojo.

122
Lámina 46.—Altamira. Gran Raedera de cuarcita (exc. Obermaier).

123
ALTAMIRA

CASTILLO

.... JUYO

Lámina 47

Industria ósea (Láms. 58 a 5 0 ) :

En el Apéndice II a p a r e c e la estadística del instrumental óseo de Altamira a nivel de


tipos. Señalemos la buena representación de todos ellos (90 p i e z a s y 132 fragmentos que
hacen un total de 222 o b j e t o s ) , la p r e s e n c i a de útiles de trabajo (espátulas, a l i s a d o r e s , cin-
celes, c u ñ a s ) , la a b u n d a n c i a y variedad de motivos decorativos y la c a l i d a d de las " o b r a s de
arte", los omoplatos c o n ciervas g r a b a d a s .

La estadística por G r u p o s Tipológicos ofrece los siguientes resultados:

I. A z a g a y a s : 37: 40,6 % XIII. R e t o c a d o r e s - c o m p r e s o r e s : 1:


II. Alfileres: 1: 1,09 % 1,09 %
V. Puntas de mango: 2: 2,1 % XX. Bastones perforados: 2: 2,1 %
VI. P i e z a s apuntadas: 5: 5,4 % XXI. A g u j a s : 7: 7,6 %
VIII. Varillas: 2: 2,1 % XXVI. C o l g a n t e s : 13: 14,2 %
IX. Espátulas: 2: 2,1 % XXVIII. A c c e s o r i o s : 2: 2,1 %
XI. A l i s a d o r e s : 3:' 3,2 % XXX. O b r a s de arte: 11: 1 2 , 6 8 %
XII. Cuñas: 3: 3,2 % Total: 91 p i e z a s enteras o r e c o n o c i b l e s

124
Si añadimos los fragmentos al cómputo anterior obtenemos unos porcentajes similares:

Azagayas: 128: 57,9 % XII. Cuñas: 3: 1,3 %


II Alfileres: 1: 1,09 % XIII. Retocadores-compresores: 1:
V. Puntas de mango: 2: 0,9 % 0,4 %
VI Piezas apuntadas: 5: 2,2 % XX. Bastones perforados: 2: 0,9 %
VII Puntas planas: 13: 5,8 % XXI. Agujas: 24: 10,8 %
VIII Varillas: 11: 4,9 % XXVI. Colgantes: 13: 5,8 %
IX Espátulas: 2: 0,9 % XXVIII. Accesorios: 2: 0,9 %
XI Alisadores: 3: 1,3 % XXX. Obras de arte: 11: 4,9 %
Total: 221.

La estadística por secciones ofrece a su vez estos porcentajes:

Sección circular: 25: 51 %


Sección cuadrangular y rectangular: 12: 24,4%
Sección planoconvexa: 2: 4 %
Sección circular fina: 8: 16,3 %
Sección lenticular: 2: 4 %
(Sobre piezas enteras o reconocibles).

La inclusión de los fragmentos permite entrar en el cómputo a las azagayas de sección


triangular y aplanada pero los porcentajes generales se mantienen muy semejantes, salvo un
descenso poco notable en las azagayas de sección circular:

Sección circular: 73: 41,7%


Sección triangular: 10: 5,7 %
Sección cuadrangular: 41: 23,4%
Sección aplanada: 13: 7,4 %
Sección planoconvexa: 11: 6,2%
Sección circular fina: 25: 14,2 %
Sección lenticular: 2: 1,1 %
Total: 175.

En conjunto podemos señalar la buena representación de la azagaya de sección cua-


drangular, (si bien la de sección circular mantiene su predominio) y de las agujas, que son
relativamente abundantes. Son por el contrario escasas las varillas, azagayas de sección trian-
gular y puntas planas, objetos que por otra parte no suelen presentar porcentajes elevados
dentro de un clásico Magdaleniense Inferior Cantábrico, tipo Juyo.

En cuanto a los motivos decorativos señalemos entre los funcionales las estrías obli-
cuas sobre los biseles de las azagayas de sección circular, pasando en algunos casos a inva-
dir también el fuste, (motivo que se repite en ejemplares Idénticos procedentes de la cueva
del Castillo). Aparecen también estrías oblicuas en el bisel central de dos ejemplares de
puntas dobles que muestran claramente ascendientes solutrenses.

Carácter más decorativo y menos funcional ofrecen los motivos lineales y geométricos
que, a base de ángulos abiertos por sus vértices y trazos cortos perpendiculares, decoran los
fustes de azagayas de sección cuadrada y rectangular, llegando en algún caso a representar
auténticos tectlformes.

Existen también otros motivos decorativos comunes, tales como aspas, ángulos y zig-
zags de trazo múltiple y casi curvilíneo.

125
Lámina 48.—Altamira. Exc. Alcalde del Río (Magdaleniense).

126
Lámina 49.—Altamira (exc. Obermaier).

127
Lámina 50.—Altumira. Colección Sautuola (Magdaleniense).

128
Fauna:

Altuna (1972: 42) cita una abundante bibliografía referente a la fauna de Altamira, prin-
cipalmente por parte de Harlé (1881, 1908 y 1909), Lucas Mallada (1892), Cartailhac y
Breuil (1906) y Breuil y Obermaier (1935). Estos últimos señalan para el nivel Magdalenien-
se las siguientes especies:

Cervus elaphus (muy abundante); Equus (abundante); Bos (abundante pero menos
que en el Solutrense); Capella rupicapra (numerosa); Capra ibex (bastante numerosa); Cer-
vus capreolus (raro); Canis lupus (muy raro);Lepus sp. (muy raro); Elephas primlgenlus
(marfil trabajado).

Entre las aves, huesos grandes, probablemente de grulla o cigüeña; entre los peces, vér-
tebras y otros huesos, y entre los moluscos, Patella vulgata, var. Sautuolae (de tamaño muy
grande): Madariaga ha medido todos los ejemplares y sacado una media de 51 mm. de diá-
metro frente a 41,6 mm. del Juyo y 41 mm. del Pendo.

Littorina littorea (muy grande).


Buccinum (raro).

Straus estudió en 1974 el número de individuos que suponían cada uno de los restos
de Altamira. Para el Magdaleniense señaló los siguientes:

— 19 Cervus elaphus (4 de ellos jóvenes).


— 4 Equus.
— 4 grandes bóvidos.
— 1 ó 2 de Rupicapra.
— 1 ó 2 de corzo.
— 1 cabra.
— 16 vértebras de salmón.
— 317 conchas de Patella vulgata de tamaño medio y grande.
— 119 de Llttorlna littorea.

La existencia de azagayas y otros objetos de marfil hizo suponer a los prehistoriadores


la presencia de Elephas primigenlus para aportar la materia prima. Un reciente artículo de
Altuna y Straus desmiente parcialmente tal suposición al demostrar que la materia prima de
los colgantes, supuestos de marfil, era el hioides de caballo, de características muy semejan-
tes al marfil. No obstante queda en pie el problema de las azagayas. A los mismos autores
se debe la determinación de un diente de foca en Altamira, aunque, al parecer, en un nivel
Solutrense.

Bibliografía:

Cartailhac, 1886 y 1902; Alcalde del Río, 1906; Martel, 1906; Cartailhac-Breuil, 1906;
Breuil, 1906; Obermaier, 1916, 1925; Breuil y Obermaier, 1935.

Precisiones sobre su yacimiento pueden verse en Corchón 1971b y González Echega-


ray 1971, quien realiza el primer estudio estadístico de los materiales. Los objetos del arte
mobiliar tienen un adecuado estudio en I. Barandiarán 1973. Precisiones sobre el nivel solu-
trense en Straus 1974. Véase también Almagro Basch 1976 sobre la cuestión de los omoplatos
y P. Utrilla 1979a.

Cueva de Peña Carranceja (Reocín, Torrelavega):

Se halla situada en el ángulo que forma la confluencia del Saja con el Besaya, más
cerca del primero que del segundo. (La situación dada por Corchón, 1971b: 117, en el Ras*03

123
es errónea o se refiere a otra cueva del mismo nombre). Fue descubierta en 1903 por Alcalde
del Río y contiene huellas magdalenienses y solutrenses en opinión de Obermaier (1916:
180). En 1924: 161 cita también depósitos magdalenienses sin especificar su etapa. Sierra
(1909, lám. 4.°) se refiere también a esta cueva, situándola en la margen derecha del Saja.

Referencias bibliográficas en:

Sierra, 1909; Obermaier, 1916; Jordá, 1955a; Corchón, 1971b.

Cueva de Hornos de ta Peña (San Felices de Buelna):

Situada en la margen derecha del Besaya fue descubierta en 1903 por Alcalde del Río.
La primera referencia a las excavaciones practicadas por el Instituto de Paleontología Humana
de París se encuentra en Alcalde del Río, Breuil y Sierra 1911: 87-90. Estas fueron realizadas
entre 1909 y 1910 y participaron Alcalde del Río, Bouyssonie, Breuil, Obermaier y Sierra.

La cueva se abre en un monte conocido como "La Peña" en San Felices de Buelna.
Está a unos 30 m. por encima del sendero que a su vez domina el río en 15 m. La boca se
abre hacia el sur en un arco de 7 x 4 m., formando una gran sala de 16 m. de profundidad. El
fondo del vestíbulo se vio tapado por una masa brechosa, petrificada por osamentas y can-
tos rotos, pudiendo penetrar en el interior de la galería del fondo tras las excavaciones reali-
zadas en agosto de 1910. (Alcalde del Río, Breuil y Sierra 1911: 56-87).

Estratigrafía:

El vestíbulo contenía una masa brechosa de osamentas de caballo y sílex poco típicos
sobre un nivel de limos con piezas claramente identificables como auriñacienses. Sobre la
atribución cultural de la masa brechlforme Alcalde del Río, Breuil y Sierra creen que puede
atribuirse a los neolíticos, aunque la abundancia de caballo puede también convenir a los
Magdalenienses antiguos y a los solutrenses (1911: 89-90).

En el corredor se distinguían los siguientes momentos de ocupación:

Capa estalagmítica.
Hogares negros con numerosas osamentas y huesos trabajados, primero de carácter
magdaleniense y, más abajo, con fragmentos de hojas de laurel solutrenses.

Penetrando en el corredor más hacia el interior, sobre un suelo en el que hubiera sido
necesario reptar, se encontraban los siguientes vestigios:

Capa de piedras sin consistencia con aportes de tierra modernos.


Cerámica y punzones neolíticos.
Un hogar del Magdaleniense antiguo sobre una pequeña parte del corredor.
Un nivel medio arcilloso, muy profundamente revuelto en muchos puntos y sin estratifi-
cación aparente que contenía sílex solutrenses (hojas de laurel) y auriñacienses (raspadores
carenados, punzones con marcas de caza, muescas en serie...). En la base un frontal de
caballo con cuarto trasero del mismo animal grabado.
Nivel arenoso, con útiles musterienses y algunos auriñacienses procedentes de la capa
superior. Reposa directamente sobre el suelo de la cueva. (Alcalde del Río... 1911: 87-88).

Breuil y Obermaier, en el informe del I.P.H. sobre los trabajos realizados en España, pre-
sentan el siguiente resumen de la estratigrafía (1912: 6-8):

130
a. Nivel musteriense arenoso.
b. Arcilla amarilla con industria auriñaciense.
c. Arcilla amarilla con industria solutrense.
d. Arcilla oscura y hogares negros del Magdaleniense antiguo.
e. Pedruscos y aportes modernos.
"En la primera parte del corredor se desarrollaba un asentamiento magdaleniense bas-
tante pobre que contenía azagayas y sílex característicos. Este asentamiento se atrofiaba sen-
siblemente en la segunda parte de la excavación, pero han aparecido allí varios objetos en
asta de cérvido decorados con motivos muy originales que recuerdan las ornamentaciones en
espirales de Lourdes y Arudy."

"La ocupación magdaleniense antigua sobreviene en una edad en que el paso al inte-
rior es ya muy poco fácil. La acumulación de los desechos de esta tribu a la entrada del co-
rredor determinó la obstrucción definitiva y no es hasta el Neolítico cuando el paso fue de
nuevo restablecido" (1911: 88).

Materiales:

Se encuentran repartidos en dos colecciones: la del Museo de Prehistoria de Santan-


der y la del Arqueológico Nacional de Madrid, procedente esta última de los fondos del Ins-
tituto de Paleontología Humana de París. Aun sumando los objetos de ambos Museos no obte-
nemos una cantidad lo suficientemente representativa para hacer una estadística válida.
Ofrecemos la clasificación por Laplace de los objetos del Museo de Santander, en espera de
la reinstalación definitiva de los conservados en el Arqueológico Nacional, actualmente en
curso.
— 1 0 raspadores de sílex:
4 sobre lámina: 3 G1 (dos de ellos dobles) y 1 G2.
1 sobre lasca circular que conserva córtex en el talón (G3).
5 nucleiformes.
— 3 buriles:
1 B2.
2 B4.
— 1 perforador conseguido por una doble muesca con el talón formando ángulo obtu-
so con la cara de lascado.
— 3 láminas con pequeños retoques, en algún caso de uso.
— 1 pieza de retoque Abrupto profundo que podría clasificarse como raclette.
— 2 raederas de sílex.
La Industria ósea magdaleniense conservada en el Museo de Santander se reduce a 2
fragmentos de varillas.
La primera es de sección planoconvexa con representación de un bóvido grabado. Es
de trazo muy ancho y curvilíneo, formando una espiral la línea de la frente, el ojo y el cuerno.

La segunda varilla es de sección aplanada. Contiene en el dorso un motivo longitudinal


en forma de huso relleno de trazos paralelos longitudinales. Puede considerarse como esque-
matización de pez de acuerdo con los criterios propugnados por Breuil y Saint Perier en 1927.
Ambas varillas se adscriben tipológicamente a un Magdaleniense IV, según los fósiles directo-
res de los yacimientos del Pirineo francés.

Entre los materiales guardados en el Museo Arqueológico de Madrid hemos podido ob-
servar 4 ó 5 azagayas sin ninguna decoración que estaban siendo instaladas en las vitrinas.

131
Lamina 51.—Hornos de la Peña.

132
Fauna:

Harlé cita en 1908 y 1911 algunos restos de fauna procedentes de las exploraciones de
Alcalde del Río, anteriores a las excavaciones oficiales, pero sin determinar su adscripción a
ningún nivel determinado. Altuna (1972: 47) recoge esta cita:
Canls lupus. Capra Ibex.
Fells pardus. Gran bóvido.
Cervus elaphus. Equus caballus.

Entre las aves:


Lagopus mutus Montin. Perdlx ciñera Lath.
Corvus monedula Linn. Pyrrhocorax alplnus? Koch o graculus? Linn.

Queremos hacer notar la presencia particular de caballo en la brecha de osamentas


de la entrada, en una zona (la Costa Cantábrica) en la que se halla muy escasamente repre-
sentado, frente a la abundancia de los yacimientos franceses, quizá por una falta de adapta-
ción al terreno montañoso en opinión de Altuna (1972: 416). A pesar de no tener certidum-
bre del nivel al que podrían pertenecer las acumulaciones de huesos de caballo, quizá po-
drían ponerse en relación con los grabados parietales, entre los que el caballo está preferen-
temente representado. También volvemos a encontrar el caballo grabado sobre un frontal del
mismo animal, perteneciente a un momento estratigráfico difícil de determinar. Si restos de
caballo y representaciones parietales y mobiliares pertenecieran a una misma época estaría-
mos en presencia de una especie de santuario dedicado al caballo, usando términos de Leroi-
Gourhan.

Bibliografía:

Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1911; Breuil y Obermaier, 1912; Obermaier, 1925. Refe-
rencias a la varilla del bóvido en Breuil, 1912; Saint-Perier, 1929; González Echegaray y Ripoll,
1954 e I. Barandiarán, 1973.

6. C U E N C A DEL PAS.

La cuenca del Pas, en sentido amplio, comprende dos núcleos importantes por sus ya-
cimientos paleolíticos: el Monte Castillo y el Valle de Camargo, aunque éste más bien podría
incluirse en la cuenca del Miera. Ambos se diferencian entre sí por la estructura interna de
sus cuevas y por el contenido de las mismas: mientras las grutas del Monte Castillo reflejan
una intensa actividad geológica de formación de estalactitas y estalagmitas, las del valle de
Camargo son el resultado de fuertes corrientes de agua que ahondaron las diaclasas y que,
a pesar de la humedad actual, quedaron secos sus cauces ya desde época magdaleniense.
Mientras en las cuevas del Monte Castillo el hombre paleolítico vio santuarios parietales, en
las cuevas del valle de Camargo sólo busco lugares de habitat.

El Monte Castillo se halla situado en el valle de Toranzo, en la orilla izquierda del


Pas, rodeado de altas cumbres y amplias praderas. Está formado por una roca caliza del Di-
nantiense que se vio sometida al sistema cárstico. Todas sus cuevas se abren al mismo nivel,
a 100 m. sobre el cauce del río, y representarían en otros tiempos el nivel del valle, siendo
absorbido el río por las grietas de las fallas que han dado origen a las cuevas. Estas sufrie-
ron posteriormente un proceso clástico e inmensos bloques se desprendieron del techo.

El valle de Camargo, compuesto por terrenos del Infracretácico Inferior, contiene una
gran densidad de yacimientos magdalenienses. Parece que una rotura tectónica de ios estra-
tos determinó la producción de diaclasas por las que penetró el agua, iniciándose así la fon-

133
mación de las cuevas. Una gran sima recorre el valle en sentido oblicuo y, tras tragarse toda
el agua, fue abriéndose paso entre las junturas de dos estratos calizos, siguiendo el natural bu-
zamiento de las rocas. Este fenómeno se inició en fecha postcretácica y alcanzó su mayor In-
tensidad antes del cuaternario (Carballo, 1960: 25).

Cueva de Camargo (Camargo):

"En una pequeña colina formada por caliza del infracretáceo se halla la Peña del Mazo.
La cueva principal se halla a 10 m. sobre el nivel del valle. Desapareció como cantera de ca-
liza para los Altos Hornos de la Sociedad Nueva Montaña". (Sierra 1909: 105).

La cueva fue descubierta por Sautuola quien la excavó en 1878 y la publicó en parte
en 1880. Breuil y Cartailhac encargaron en 1906 a Alcalde del Río un estudio de los materia-
les recogidos por Sautuola, como apéndice a la publicación primera de Altamira. En 1907 y
1908 Carballo realizó nuevas excavaciones hasta la desaparición total en 1908. También Sie-
rra visitó la cueva en 1907 y recogió algunos materiales que publicó en 1908-1909, a la vez
"levantó un plano de los diferentes cortes que aparecían en los restos de los antiguos yaci-
mientos". Este corte estratigráfico permanece inédito entre los fondos del Museo Arqueológi-
co Nacional, habiendo sido recuperado recientemente por M. Almagro de la Facultad de Cien-
cias de Estrasburgo, a la que P. Wernert había donado sus documentos (Almagro 1973: 9).

Estratigrafía:

Aparte de los datos ofrecidos por Sautuola de que apareció un nivel arqueológico a los
30 cm. rico en huesos y sílex, tenemos las primeras noticias de Alcalde del Río en Cartailhac-
Breuil (1906: 247-249) que sugiere para los materiales recogidos por Sautuola una datación
en el Solutrense y Magdaleniense Inferior sin arpones, junto con otros testimonios del Neolí-
tico: "la industria muy abundante, se asemeja únicamente a los tipos magdalenienses y so-
lutrenses (...) y más particularmente a los de los yacimientos de grabados simples sin
arpones".

La estratigrafía vista por Carballo aparece reseñada en su tesis inédita (1922: 87): "de-
bajo del Neolítico, un nivel Magdaleniense con un bastón de mando (o mejor varilla mágica)
tallado en un ramal de ciervo (...) junto con dardos de asta y fragmentos trabajados".

Sierra, por su parte, (1909: 105) distinguió en la explanada de delante de la cueva


siete niveles, de los que el más profundo está a 8 m. de profundidad. En ellos recogió sílex
mal trabajados "excepto una punta tipo Aurignac, un pedazo de punzón en el tercer nivel,
otros cuatro pedazos en el quinto, uno muy agudo en el sexto y una azagaya elíptica y un pe-
dazo de otra en el séptimo. 5 grandes bóvidos, 8 huesos de caballo y 4 de ciervo".

En la galería principal de la gruta distinguió tres niveles con un espesor total de 1,66 m.:

En el superior se encontraron dos fragmentos cerámicos, sílex, cuarcitas y ofitas mal


trabajadas y un "alisador bien pulimentado".

En el medio 20 sílex, 3 yunques, un fragmento de cuarcita semejante a las hachas de


Saint Acheul, un alisador de arenisca y restos de fauna (buey, caballo, jabalí y ciervo).

En el inferior un pedazo grande de sílex, 6 huesos de ciervo y gran parte de un cráneo


humano (identificado por Carballo, 1924: 84, como perteneciente al nivel auriñaciense que él
se encontraba excavando).

Obermaier nos ofrece una información más precisa. En 1916: 179 resume así la estra-
tigrafía:

134
A. Nivel Magdaleniense: Carballo posee de este nivel un bastón de mando con graba-
dos serpentiformes.

B. Nivel Solutrense (matizado por Corchón, 1971b: 135, como Medio Cantábrico).

C. Nivel Auriñaciense: de donde procede el cráneo humano que se conserva en el


Museo de Limpias.

En 1925: 181 Obermaier añade dos niveles más superiores: vestigios eneolíticos y neo-
líticos e indicios azilienses.

Materiales:

Los recogidos por Sautuola en 1879 se conservaron en la colección Botín, que, junto
con la colección de Pedraja, pasaron al Instituto y más tarde al Museo de Prehistoria de
Santander. Una de las cajas (de puros) contenía una nota a máquina que decía: Magdale-
niense, siguiendo a continuación un inventario de la fauna que se encontraba en su interior.

Los objetos procedentes de las excavaciones de Carballo y Sierra, incluido el bastón


de mando, pasaron al Museo Arqueológico Nacional. El "bastón" permaneció extraviado has-
ta 1973 que fue estudiado por M. Almagro.

Ante la imposibilidad de determinar con aproximación qué materiales de Camargo po-


dían pertenecer al nivel Magdaleniense separamos aquellas piezas que tenían indicación ex-
presa, sin que sepamos con qué criterio fue hecha. Contenía la caja:

— 2 raspadores (G2 y G4).


— 2 puntas de retoque Simple (P2).
— 1 buril sobre truncadura cóncava (B6).
— 1 buril lateral sobre rotura (B5).
— 1 hojita denticulada.
— 4 láminas de retoque Simple.
— Lascas y láminas en sílex y cuarcita sin ningún retoque.
— 1 fragmento de cristal de roca.
— 1 pedazo de ocre rojo y otro de ocre amarillo.

En cuanto a la industria ósea no poseemos ninguna determinación de nivel en los obje-


tos de la colección Sautuola pero la tónica general en nada desentona con un Magdaleniense
Inicial. Encontramos los objetos siguientes:

— 2 azagayas monobiseladas de sección circular (4.1).


— 1 azagaya monobiselada de sección cuadrangular (4.3).
— 2 fragmentos de agujas (55).
— 1 espátula de 17 cm. de longitud con estrangulamiento en la base (31.3).
— 1 fragmento de azagaya de sección circular y estrangulamiento próximo a la punta
(quizá reaprovechada como colgante).
— 1 lámina planoconvexa de hueso.
— 6 fragmentos de azagaya de sección circular (Ba).
— 1 de sección triangular (Bb).
— 7 de sección cuadrada (Be).

Los motivos decorativos son meramente funcionales. Se reducen a estrías oblicuas en


los biseles o en los fustes (generalmente en la cara ventral), presentando en uno de los casos
combinación de estrías oblicuas normales y oblicuas inversas. Las ranuras dorsales longitudina-
les, a veces cortadas por pequeños trazos perpendiculares, completan los motivos decorativos.

135
Alcalde del Río, en el estudio que realiza en 1906: 248-249 sobre la colección Botín,
da cuenta de los objetos arriba reseñados siendo particularmente interesante la descripción
que hace de "una azagaya con monobisel estriado y marcas oblicuas en forma de palma en
un costado" (quizá se refiera a la de dobles líneas oblicuas). Sigue enumerando el resto de
la industria ósea "otra circular monobiselada, un fragmento de punzón o aguja, otra con es-
trangulamiento...".

A la dificultad de determinar entre los materiales de Camargo cuáles son Magdalenien-


ses debe añadirse el averiguar qué etapa es la representada dentro de este Magdaleniense y
esto nos lleva a plantearnos el problema de la cronología del "bastón de mando", el objeto
más representativo de su nivel.

En 1906 Cartailhac y Breuil lo consideran como propio del Magdaleniense Antiguo


Cantábrico, opinión refrendada en 1927 en que Breuil y Saint-Perier comparan el motivo del
serpentiforme a otros representados sobre objetos del Magdaleniense antiguo de Le Placard.
I. Barandiarán (1973) sigue esta opinión tradicional al no poder revisar personalmente el bas-
tón por encontrarse extraviado.

Sin embargo recientes publicaciones de Almagro (1973 y Corchón (1973) llevan a cla-
sificar el motivo del serpentiforme dentro del Magdaleniense Superior-Final, encuadrándolo
dentro del tipo C de Corchón (línea sinuosa doble), propio del Magdaleniense Superior con
arpones.

Una cita de Carballo viene en apoyo de esta determinación al mencionar la existencia


de arpones en Camargo: "en España se han hallado muchos y bien conservados. Sólo en San-
tander yo encontré varios en las cuevas de Camargo, Rascaño y Villanueva" (1924: 101). Al-
magro (1973: 18) comenta esta cita diciendo que no es seguro que en Camargo se encon-
traran arpones. Quizá pudo referirse Carballo al valle de Camargo en general (donde por
ejemplo está la cueva del Pendo), de igual modo que habla de Villanueva y no de Mazo Moril.

Fauna:

Sierra (1909: 105) cita restos de grandes bóvidos, caballo y ciervo en la explanada de
delante de la cueva y en la galería principal de la gruta 6 molares de buey, 8 molares y 3 inci-
sivos de caballo, 4 de jabalí y 12 de ciervo, pertenecientes al "nivel medio" que se encontra-
ba entre el Neolítico (nivel superior) y el Auriñaciense (nivel inferior). Parece así englobar
el Magdaleniense y el Solutrense en un mismo nivel, debiendo por tanto suponer que tendrían
ambos coloración semejante y que estarían en contacto, tal como ocurre en la mayor parte de
los yacimientos cantábricos.

Bajo la explanada cita Sierra 17 restos de grandes bóvidos, 9 de caballo, 2 de oso y


1 de rinoceronte.

En el Museo de Santander se encontraban Inventariados los siguientes restos de fauna


bajo la indicación de Magdaleniense:

1 mandíbula y 3 molares de jabalí; 1 molar de oso; 2 molares de ciervo y otros fragmen-


tos de asta: 2 Patella y una Littorina.

Bibliografía:

Alcalde del Río en Cartailhac-Breuil, 1906; Sierra, 1909; Obermaier, 1916 y 1925.

Referencias al bastón de mando en los siguientes autores:

136
Cendrero, 1915; Carballo, 1922, 1924 y 1960; Breuil y Saint-Perier, 1927; Corchón, 1973;
I. Barandiarán, 1973; estudio completo en Almagro, 1973.

Cueva del Castillo (Puente Viesgo):

El yacimiento fue descubierto en 1903 por Alcalde del Río quien realizó un sondeo de
3,5 m. poniendo al descubierto las capas magdalenienses. Informado Breuil constató la nece-
sidad de una excavación en 1908, la cual se realizó tras la visita en 1909 del Príncipe de Mo-
naco. En 1910 Breuil, Obermaier y Alcalde del Río emprendieron las excavaciones que con-
tinuaron en 1911 bajo la dirección de Obermaier y el concurso de Alcalde del Río y Wernert,
alcanzando solamente hasta el nivel Magdaleniense Antiguo. En los dos años siguientes se
profundizó hasta llegar a los niveles Achelenses.

En 1950 Carballo efectuó algunos sondeos en el fondo de la gran sala de la entrada


que fueron dados a conocer por González Echegaray en 1951. En 1980 Victoria Cabrera ha
reemprendido las excavaciones.

Estratigrafía:

La zona excavada por Carballo sólo dio dos niveles: Solutrense Superior y Magdale-
niense Inferior con algunas piezas de la Edad del Bronce. El vestíbulo en cambio ofreció una
completa secuencia. (Obermaier 1925: 175-180). Entresacamos la estratigrafía magdaleniense:

d. Aziliense.
e. Capa estalagmítica.
f. Magdaleniense Superior.
g. Capa de limos con algunos objetos (arcilla, casi estéril).
h. Magdaleniense Antiguo: "enorme nivel de cenizas que llegó a tener hasta 1,80 m.
de espesor". Fauna principal Cervus elaphus y escasos restos de Rangifer tarandus.
i. Capa de arcilla casi estéril.
k. Solutrense Inferior con hojas de laurel sencillas (Corchón, 1971: 161, lo oonsidera
Superior, al igual que el encontrado por Carballo, que ya había sido así clasificado
por González Echegaray y Ripoll, 1954: 58).

Breuil y Obermaier amplían en 1912: 12-13 y 1913: 4-5 la información: "el Magdalenien-
se Superior estaba separado por un nivel arcilloso de un enorme asentamiento Magdalenien-
se Antiguo que alcanzaba hasta los 2 m. de espesor en una tierra absolutamente negra. Los
huesos trabajados son excesivamente numerosos: además de varios fragmentos de bastones
de mando, uno de ellos bien decorado, aparecen como objetos más notables una abundante
serie de omoplatos grabados muy finamente con bonitas cabezas de ciervas y a veces ciervas
y ciervos enteros". En 1913 los autores vuelven a referirse a los omoplatos grabados desta-
cando "una bella cabeza de cierva que evoca el recuerdo de las pintadas en Pasiega y Co-
valanas". También un bastón de mando en asta de reno bien caracterizado.

Estas son todas las referencias que ofrece la bibliografía sobre el nivel Magdaleniense
Antiguo de la excavación Obermaier. Sin embargo existen citas muy posteriores que preten-
den subdividir este nivel buscando trazas de Magdaleniense I entre sus materiales: así Breuil,
en el resumen general que sobre el Magdaleniense realiza en 1954, afirma "en Castillo encon-
tramos superpuesto al Solutrense Superior una muy espesa capa de una especie de Magda-
leniense III con, a menudo hacia la base, algunos objetos esporádicos del Magdaleniense I"
(1954: 61).

137
Pericot, en 1972: 58 y 59, especifica algunos de estos objetos esporádicos: "muy re-
cientemente los materiales de la cueva del Castillo, que he podido conocer gracias a la ge-
nerosidad del IPH y de P. Wernert, me han mostrado que en aquella apareció también alguna
pieza del tipo de las del comienzo del Magdaleniense inicial que se dan en Placard
y Parpalló".

Jordá, por su parte, también se refiere a estas piezas en 1956: 27: "en algún yacimiento
se encuentran piezas que pueden considerarse como pertenecientes al Magdaleniense I, pero
la existencia de unas pocas piezas, en el Castillo exactamente, ha de interpretarse a nuestro
modo de ver más bien como una perduración de tipos que como una etapa cultural definida".

En realidad, no serla ilógico suponer una posible subdivisión en el nivel Magdalenien-


se Antiguo del Castillo: abogan por ello el enorme espesor de la capa (casi 2 m.), la rapidez
con que fue hecha la excavación (existen fotografías de los obreros armados con el pico y
no aparecieron hojitas de dorso entre los objetos) y la estratigrafía de la cueva de Rascaño,
en la que el nivel 5 tan sólo se diferenciaba del 4 por una capa de osamentas de animales,
a veces mínima, entre ambos y por una diversidad tajante en los tipos en la industria ósea.
Hemos intentado identificar los objetos que hicieron pensar a Breuil, Pericot y Jordá en un
Magdaleniense I y sólo aparecen 3 raclettes, 2 azagayas cortas con bisel de más de 1/3 y
decoración en espiga y varios ejemplares de azagayas con monobisel central, de tradicional
herencia solutrense.

También es la estratigrafía de Rascaño la que nos obliga a considerar de un modo dis-


tinto un nivel de Castillo que ha ¡do pasando desapercibido: la capa arcillosa que separaba el
Magdaleniense Superior del Inferior. Obermaier la define en 1925 como "casi estéril" pero en
el inventario que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de los materiales del IPH
se citan objetos de este nivel en los cajones 27 (industria ósea), 64 y 67 (fauna) y en varias
bolsas del cajón n.° 100 (bolsas 6-17, 21, 23, 26,31 y 36) por lo que quizá no deba calificarse
de nivel estéril, aunque no posea la riqueza de los niveles magdalenienses que le rodean.

Esta capa arcillosa intercalada entre Magdaleniense Superior e Inferior no deja de ase-
mejarse al nivel 3 de Rascaño o al nivel C de Cueto de la Mina, estratigráficamente coloca-
dos en un Magdaleniense Medio pero sin los materiales suficientes para reconocerlos como
tales. Recientemente, V. Cabrera, basándose en las notas de campo de Obermaier, ha confir-
mado que el nivel Magdaleniense Beta se subdividía en dos diferentes "con auténticos hoga-
res". (Cabrera, 1978: 64).

Materiales:

Aparte de escasos ejemplares diseminados por Museos de España y Francia la mayor


parte de los materiales se halla concentrada en dos colecciones: la del Museo de Prehistoria
de Santander, que contiene la mayor parte de la industria ósea y nada de lítica, y la del Mu-
seo Arqueológico Nacional que, procedente de los fondos del IPH, reúne la totalidad de la in-
dustria lítica y los principales objetos de arte mueble del Magdaleniense Antiguo, si bien es-
tos últimos no proceden de París sino que han estado guardados siempre en el museo madri-
leño, siendo desconocido su paradero hasta estos últimos años.

Los materiales están siglados como pertenecientes al nivel Magdaleniense "Beta", re-
servando el Magdaleniense "Aífa" para el Mag. Superior.

Industria lítica (Láms. 52 a 55):

La colección de Madrid contiene 574 piezas líticas que se distribuyen en los tipos si-
guientes de Laplace 1964:

138
Lámina 52.—Castillo (Madrid) Buriles y Raspadores.

139
Lámina 53.—Castillo (Madrid).

140
Lámina 54.—Castillo (Madrid). Percutores, alisador y colgante.

B1 12 G1 8
B2 15 G2 5 1
B3 25 G3 28 4
B4 2 G6 3
B5 23 G7 21 1
B6 10 G8 20
B7 4 G9 44 1
B8 2 R. N. 184 6
A1 1 2 D1 25 1
A2 3 D2 14 9
LD1 1 R2 11 7
LD2 3 R3 4 2
PD4 1 R4 3
Bc1 24 L1 3
Bc2 20 L2 13
T2 3 P2 2
T3 3 Total 540 34
Nucí. sílex 39
Nucí. cuarc. 24

141
14 24 21

Lámina 55.—Castillo (Madrid). Gráfica de su industria lítica (seleccionada por los excavadores).

Existen además u n a serie d e piezas Ifticas talladas en otros materiales: e n cristal de


r o c a : 1G9, 3 R . N . , 1D2; e n p i e d r a c a l i z a ( c a l c i t a ) : 3 D 1 , 1D2, 1R1, 1Bc1 ( M a d r i d ) 1G9, 2 R . N . ,
1D1, 1D3, 1R2, 1R3 y 11 núcleos ( S a n t a n d e r ) ; e n pizarra: 3 percutores, 1 percutor-compresor
que presenta la m i s m a forma q u e s u s c o r r e s p o n d i e n t e s óseos, 1 alisador, 1 colgante y 1 yun-
que; 1 percutor en c u a r c i t a , 4 yunques en materiales diversos y cantos c o n levantamientos, tra-
bajados algunos a modo de t o s c o s raspadores, completan la serie d e materiales líticos.

En conjunto, p u e d e n señalarse en ellos 3 particularidades q u e p a r e c e n importantes:

1. — E l empleo frecuente d e la c a l c i t a q u e , si bien ha d a d o p o c a s piezas trabajadas,


presenta u n a enorme cantidad de l a s c a s c o n su talón y bulbo correspondiente ( M u s e o de
Santander, a l m a c é n ) . Quizá p o r un carácter e s p e c i a l la c a l c i t a no requiera s e r retocada para
la función a la que s e destina.

2. — L a mayoría de las piezas líticas c o n s e r v a n restos d e cortex, lo q u e significa q u e la


mayor parte de las l a s c a s d e d e s c o r t e z a d o eran y a convertidas en piezas.

3. — E l porcentaje d e los útiles f a b r i c a d o s e n c u a r c i t a e s muy bajo, y a q u e s u p o n e s o -


lamente el 5,9 % d e l total.

L a estadística p o r la lista d e S o n n e v i l l e - B o r d e s y Perrot ( A p é n d i c e I) ofrece los siguien-


tes resultados:

Un predominio del índice de raspador s o b r e el de buril, mantenido incluso si se relega


al raspador nucleiforme fuera de la estadística: IG: 55,9 IB: 13,2 y IG: 33,8 IB: 19,8.

142
El buril diedro predomina sobre el de truncadura pero la diferencia entre ambos es es-
casa: IBd: 6,4, IBt: 3,2, representando los buriles nucleiformes el 9,1 % del total de los objetos.

El índice del perforador es relativamente alto, respecto a los generales de los yacimien-
tos cantábricos. (IP: 10,7). Son muy típicos y frecuentemente se asocian a otro tipo de útiles
(raspador, raedera...).

El Grupo Perigordiense por el contrario es muy bajo. El GP: 2,1 se consigue únicamente
por las truncaduras y por las láminas de dorso de tamaño medio y grande. No hay hojitas de
dorso, lo que resulta extraño en un nivel con tal abundancia de industria lítica. Creemos que
debe achacarse a deficiencias en el método de excavación y al no cribado de las tierras.

El índice restringido de raspador auriñaciense es extraordinariamente alto: 65,8, casi


r
tanto como el del propio nivel auriñaciense D de la misma cueva (IGA : 72,2, según Me. Co-
r
llough 1971: 395) y superior al del nivel Auriñaciense C (IGA : 61).
El índice del Sustrato es moderado (IS: 25,8) estando principalmente representado por
las láminas de sílex denticuladas, a menudo con una sola escotadura.
El raspador nucleiforme alcanza un porcentaje importante pero no excesivo (31,12 %),
una cantidad normal para un Magdaleniense Inicial.
Las raclettes presentan 3 ejemplares muy típicos y 4 menos característicos, una muy
escasa representación para un nivel con posibles contaminaciones de Magdaleniense I.

Industria ósea (Láms. 56 a 63):

Es muy abundante y significativa: 500 ejemplares, de los cuales sólo 240 son fragmen-
tos, (Apéndice II). Dentro de los Grupos Tipológicos las azagayas (grupo I) suponen el ma-
yor número de ejemplares, 160 enteros o reconocibles, distribuyéndose en:
Punta de base redondeada: 6: 3,7 %
Punta de base poligonal: 3: 1,8%
Punta de base acortada: 4: 2,5 %
Punta de base monobiselada: 90: 56,2 %
Punta de base en doble bisel: 9: 5,6 %
Punta de base hendida: 1: 0,6%
Punta doble: 40: 25,0 %
Punta doble con aplanamiento central: 7: 4,3 %

Sus secciones correspondientes ofrecen estos porcentajes:


Sección circular: 75: 39,2 %
Sección triangular: 10: 5,2 %
Sección cuadrada y rectangular: 61: 31,9%
Sección aplanada: 21: 10,9%
Sección circular fina: 22: 11,5%
Sección planoconvexa: 2: 1,04%
(Sólo piezas enteras o reconocibles).

Computando los fragmentos la estadística ofrece algunos cambios de poca importancia:


Sección circular: 126: 29,7 %
Sección triangular: 25: 5,9 %
Sección cuadrangular: 127 30,0%
Sección aplanada: 67: 15,8%
Sección circular fina: 58: 13,7 %
Sección planoconvexa: 20: 4,7 %

143
Lámina 56.—Castillo. Azagayas con monobisel mayor de 1/3.

144
Lámina 57.—Castillo. Azagayas de monobisel central y de doble bisel.

145
Lámina 58.—Castillo. Azagayas de sección cuadrada con decoración en ángulo.

M6
Ltoina 59.-Castillo. Distintos tipos de azagayas de sección cuadrada.

147
Lámina 60.—Castillo. Cuñas, compresores y otros útiles de trabajo.

148
Lámina 61.—Castillo. Puntas dobles.

149
Lámina 62.—Castillo. Azagayas con "marcas de caza".

180
Lámina 63.—Castillo. Otras piezas óseas.
Poniendo en relación las tres estadísticas, podemos señalar como particularidades en
la industria ósea del Castillo: un claro predominio de la azagaya de base monobiselada en sus
variantes de sección circular y cuadrangular, una considerable representación de las puntas
dobles en todos los tipos de secciones, siendo destacable la presencia de los siete ejempla-
res con aplanamiento central, tradicional herencia de tipos solutrenses, la existencia de una
azagaya de base hendida, citada por Breuil (1912), la representación, aunque en pequeños
porcentajes, de todos los tipos de azagayas, la importancia de la sección cuadrangular en las
azagayas que iguala, e incluso sobrepasa si se computan fragmentos, al número de azaga-
yas de sección circular y la moderada representación de la sección triangular y aplanada, al
igual que la planoconvexa, la cual ofrece muy pocos ejemplares de varillas.

La estadística por Grupos Tipológicos presenta estos porcentajes:

I. Azagayas: 160: 55,7 % 300: 56,7 %


II. Alfileres: 15: 5,2 % 51 9,6 % (compartido con las
agujas)
IV. Puntas largas: 2: 0,6 % 2 0,3 %
V. Puntas de mango: 1: 0,3 % 1 0,1 %
VI. Piezas apuntadas: 18: 6,2 % 18 3,4 %
VII. Puntas planas: 14: 4,8 % 55 10,3%
VIII. Varillas: 8: 2,7 % 31 5,8 %
IX. Espátulas: 4: 1,3% 4 0,7 %
XI. Alisadores: 13: 4,5 % 13 2,4 %
XII. Cuñas: 3: 1,0% 3 0,5 %
XIII. Retocadores: 1: 0,3 % 1 0,1 %
XX. Bastones; 1: 0,3 % 1 0,1 % (y referencias de dos
i más)
XXI. Agujas: 7: 2,4 % 7 1,3%
XXIfl. Placas colgantes: 1: 0,3 % 1 0,1 %
XXVI. Colgantes: 3: 1,0% 3 0,5 %
XXX. Obras de arte: 36: 12,5 % 36 6,8 %
Total: 287 piezas enteras. 529 incluidos los

Entre las piezas más significativas deben destacarse las azagayas con monobisel de
más de 1/$ y con rayado en abanico (Lám. 56); las azagayas de monobisel central (Lám. 57);
los fragmentos de azagayas de sección circular con marcas de caza a lo largo del fuste (Lám.
62); las azagayas de sección cuadrangular y decoración geométrica en ángulos (Lám. 58), los
compresores, cinceles y cuñas (Lám. 60) y algunas piezas singulares como una espátula de
sección oval aplanada que pasa a la lenticular en el extremo, que se ensancha y se adorna
de estrías oblicuas (Lám. 63).

Los motivos decorativos son simples: estrías normales e inversas en los biseles, a veces
cruzadas o en abanico, marcas de caza en los fustes de sección circular y motivos en ángulo
abierto por el vértice y trazos cortos perpendiculares en los fustes de sección cuadrangular.
Entre los motivos realistas debemos situar los 32 fragmentos de omoplatos decorados con
cérvidos de trazo estriado, perteneciendo 24 de ellos a la colección guardada en Madrid y 8
a la conservada en el I.P.H. de París. Véase su estudio completo en Almagro 1976.

Restos humanos:

En la excavación Obermaier se encontraron dos frontales humanos en el más antiguo


de los niveles magdalenienses. Alcobé (1954: 10), basado en un molde conservado en el

133
I-P.H. y en una fotografía, cree que se trata de uno masculino y uno femenino y que por su
aspecto pueden pertenecer a la raza de Cromañón en sentido lato.

Nada podemos decir de su carácter ritual posible al ser utilizados como cráneos-copa.
Breuil y Obermaier (1909: 523-530) estudiaron 9 ejemplares de la cueva de Placard que en su
opinión habían sido acondicionados como copas con un trabajo intencionado. Los cráneos
estudiados pertenecían 2 al Magdaleniense Medio, 5 al Inferior y 2 al Solutrense Superior. Una
revisión reciente de los mismos puede verse en V. Cabrera 1978.

Fauna:

La fauna principal citada en el nivel Magdaleniense Antiguo de Castillo es la siguiente:


Cervus elaphus; Rangifer tarandus (escasos restos); Ostraea edulis; Cyprina Islándica;
Turrltella comunls; Cassis saburon; Hellx nemoralis (abundante).

La presencia de reno y Cyprina islándica ha sido tradicionalmente interpretada como in-


dicio de un clima frío, si bien parece que cada vez debe ser menos valorada si coexisten
animales de clima menos frío, ya que la Cyprina también sobrevive en aguas más templadas.

En el nivel magdaleniense de la excavación Carballo apareció un sólo fragmento cla-


sificable, una mandíbula de Capella rupicapra (González Echegaray 1951).

Bibliografía:

Alcalde del Río, 1906; Breuil y Obermaier, 1912a, 1912b, 1913 y 1914; Obermaier, 1925;
González Echegaray, 1951a y 1951b; González Echegaray y Ripoll, 1954; Almagro Basch, 1976;
V. Cabrera, 1978a y 1978b.

Cueva del Juyo (Igollo, Camargo):

La cueva del Juyo fue descubierta por García Lorenzo y J . Ruiz en 1953 y excavada
en julio de 1955 y agosto de 1956 bajo la dirección de J . González Echegaray y P. Janssens.
La memoria fue publicada en 1958. Janssens hizo más tarde una campaña por su cuenta cu-
yos materiales permanecen inéditos, sin que conozcamos tampoco su paradero. El estudio es-
tadístico del material lítico fue realizado por González Echegaray en 1971. En 1978 y 1979
Freeman, González Echegaray y Barandiarán reemprendieron las excavaciones todavía
inéditas.

Estratigrafía:

Se profundizó en dos catas distintas, Trincheras I y II, que dieron semejantes resulta-
dos. La superficie excavada fue de 1,5 x 1 m. y en profundidad se alcanzaron los 3,6 m. La des-
cripción detallada de los niveles puede verse en la memoria exhaustiva de Janssens y Gonzá-
lez Echegaray 1958.

En cuanto a su atribución cultural dichos autores prefieren considerarlos todos ellos


como pertenecientes al Magdaleniense III Cantábrico, no habiendo encontrado indicios sufi-
cientes en los niveles inferiores para determinar un Magdaleniense I o II, aunque estratigrá-
ficamente señalan un momento anterior. El nivel I de la Trinchera II representa para G. Eche-
garay (1973: 181) "un momento ulterior al desarrollo de la gran etapa Magdaleniense III (...)
siendo muy difícil determinar si es o no Magdaleniense IV por falta de elementos".

153
Materiales:

Ignoramos el actual paradero de una gran parte de los materiales del Juyo. De las 342
piezas líticas computadas por González Echegaray en 1971 sólo 86 se conservan en las vitri
ñas del Museo de Santander (abril de 1975), siendo las únicas que hemos podido revisar per-
sonalmente. Esta circunstancia hace imposible cualquier recuento estadístico con un número
tan escaso de materiales y por ello hemos preferido aprovechar la completa memoria de
Janssens y Echegaray y, utilizando sus datos para la trinchera I, ensayar una hipotética re-
construcción de los grupos de niveles:

oscuro claro oscuro claro oscuro claro bolsa oscuro


Tr. I: IV V VI VII VIII IX X XI
Tr. II: III IV V VI VII VIII
bolsa c
grupo I grupo II grupo II

Los índices de los Grupos Tipológicos parecen bastante correctos por más generales
y sólo en ellos nos fijaremos al determinar la entidad de un grupo.

Grupo I:

El nivel IV y el VI de la Trinchera I presentan por separado unos índices muy seme-


jantes: en ambos predomina el raspador sobre el buril en la misma proporción; el buril diedro
sobre el de truncadura, ambos contienen un bajo índice, normal por otra parte, de perfora-
dor; un muy bajo índice del Grupo Perigordiense y uno muy alto, por el contrario, de ras-
pador auriñaciense restringido. El sustrato es moderado.

IV: IG: 47,5 IB: 27,6 IBd: 23 IBt: 0 IP: 3,5 GP: 4,3 IS: 15,8.
VI: IG: 45,5 IB: 26,2 IBd: 24,6 IBt: 0,4 IP: 2,5 GP: 0,8 IS: 25,3.
r
El IGA es de 38,2 en el IV y 58,4 en el VI, estando en proporción inversa al Grupo Pe-
rigordiense. El escaso porcentaje alcanzado por este grupo en el nivel VI explicaría la teoría
de Janssens y Echegaray de que la inundación atestiguada en el nivel V arrastró los objetos
menos pesados del nivel VI (hojitas de dorso) falseando de este modo los índices si se efec-
túa la estadística por separado.

Los niveles IV, V y VI suman en total 399 objetos que ofrecen unos índices similares
a los anteriores, con un ligero aumento del Grupo Perigordiense debido a los 11 ejemplares
r
aportados por el nivel V: IG: 51,1 IB: 25,5 IBd: 23 IBt: 0,2 IP: 2,7 GP: 4,7 IS: 21,5 IGA :
59,4 (este último sin computar el tipo n.° 15).

Grupo II:

Los materiales del nivel VIII de la Trinchera I más los del nivel VII de la Trinchera II
suman en total 100 ejemplares, los cuales representan unos índices muy similares a los de los
r
niveles superiores (IV-VI): IG: 41 IB: 19 IBd: 18 IBt: 1 IP: 3 GP: 3 IS: 31 IGA : 59,4.

Si incluimos en el cómputo el nivel VII de la Trinchera I notamos el mismo aumento del


Grupo Perigordiense que hemos observado antes al incluir el otro nivel de inundación, el V, en
la estadística. Parece pues confirmarse que las hojitas de dorso se concentran en los niveles
claros y que escasean o están ausentes en los correspondientes niveles inferiores. Veamos los
índices:

IG: 39,4 IB: 20,7 IBd: 17,8 IBt: 2 IP: 2 GP: 6,1 IS: 28 y (sin computar el tipo 15)
r
IGA : 55,1.

154
Grupo III:

Los niveles IX, X y XI de la Trinchera I más la bolsa c y el nivel VIII de la Trinchera II


suponen 67 ejemplares, pocos realmente pero bastante significativos en sus tipos y porcen-
tajes. Los índices de los Grupos Tipológicos son los siguientes:
r
IG: 34,3 IB: 28,3 IBd: 17,9 IBt: 5,9 IP: 4,4 GP: 19,4 IS: 11,9 IGA : 29,4 (sin el
tipo 15).

Si comparamos estos resultados con los ofrecidos por los dos grupos anteriores obser-
vamos diferencias importantes:
Una mayor aproximación de los índices de raspador y buril que acortan diferencias.
Un notable aumento del índice de buril sobre truncadura que alcanza una cifra im-
portante (5,9).
Una disminución del Sustrato demasiado grande, que hace creer en útiles selecciona-
dos ya que sólo poseemos materiales significativos.

Y sobre todo un aumento muy representativo del Grupo Perigordiense que alcanza un ín-
dice de 19,4, compensado por un descenso vertical del índice restringido del raspador auriña-
ciense el cual pasa de 55,1 en el grupo II a 29,4 en el grupo III.

De este modo si observamos en su conjunto la evolución de la industria lítica del Juyo


nos encontramos con una dinámica interna que podría señalar distintas fases dentro de un
mismo Magdaleniense Inferior. De abajo arriba la industria del Juyo evoluciona en este sentido:

1. El raspador aumenta progresivamente distanciándose cada vez más del buril a me-
dida que se desarrolla la ocupación magdaleniense.

2. El buril sobre truncadura disminuye en cambio notablemente, llegando casi hasta


desaparecer. Pasa de un 5,9 en el grupo III a un 2 en el II y a un 0,2 en el I.

3. El Grupo Perigordiense se manifiesta como el elemento más inestable de toda la


industria. Su evolución es sin embargo muy clara: un descenso sustancial entre el grupo III y II
y otro menos importante entre el II y el I. En efecto el GP pasa de 19,4 en el III a 6,1 en el II y
a 4,7 en el I.

4. El raspador auriñaciense, único representante en los ajuares del Magdaleniense In-


ferior Cantábrico del Grupo Auriñaciense, se comporta de un modo inverso al Grupo Perigor-
diense: aumenta considerablemente en el paso del III al II y de un modo más leve en el paso
del II al I. Así de 29,4 en el III pasa a 55,1 en el II y a 59,4 en el I.

5. El sustrato es el único que no presenta una progresión ascendente o descendente


entre los tres grupos de niveles. Su carácter de objetos poco típicos puede ser causa de que
no se le haya prestado en la memoria una atención particular. No obstante, en líneas genera-
les, puede señalarse un aumento de tipos "tradicionales" a medida que va progresando la
industria. Parece que los magdalenienses no quisieran separarse de los modelos-guía, recién
estrenada su cultura, pero que con el tiempo van adoptando la materia prima, los tipos y las
técnicas tradicionales. El IS pasa de un 11,9 en el III a un 28 en el II y un 21,5 en el I.

6. En la misma línea que el aumento del Sustrato puede considerarse la disminución


de la industria laminar en favor de la industria sobre lasca. Poseemos estos datos de la pu-
blicación de 1958: las hojas representan el 40,6 en el nivel IX, el 25 % en el VIII y en el VII, el
13 % en el VI, el 11,1 % en el V y el 7 % en el IV. No tenemos la seguridad de que los datos
ofrecidos sobre la cantidad de hojas se refieran siempre al total del material lítico o al total
de piezas trabajadas solamente. No obstante creemos que los porcentajes no alterarían en lo
sustancial la relación entre los niveles.

1S5
En síntesis diremos que en la industria lítica del Juyo se observa una ruptura impor-
tante entre el grupo III y los otros II y I que representan una evolución más suave. Pensamos
por ello que no sería demasiado arriesgado sugerir un posible Magdaleniense II para el grupo
III. Abogan por esta datación los siguientes hechos:

Su posición estratigráfica bajo niveles datados por sus materiales y por el C 14 en el


clásico Magdaleniense III Cantábrico, y teniendo además una serie de niveles (grupo II) que
marcan el tránsito.

Los índices obtenidos por su Grupo Perigordiense, los cuales señalan un aumento sig-
nificativo de las hojitas de dorso, comparable al del Magdaleniense II francés.

La presencia de tres hojitas de dorso con truncadura oblicua que se sitúan muy cerca
de los típicos escalenos del Magdaleniense II francés. Son los números 247 y 248 del nivel IX
y el n.° 263 del X. En la bolsa c de la Trinchera II, equivalente al nivel X de la I, se cita también
un triángulo rectángulo (1958: 76) que no vemos claro en el dibujo.

La industria ósea poco puede decir en pro o en contra de esta hipótesis. Sólo dos frag-
mentos de azagaya de sección cuadrangular pertenecientes al nivel IX son medianamente im-
portantes y deberemos reconocer que nunca se ha definido de un modo razonable el Magda-
leniense II francés en cuanto a su industria ósea, en realidad por no poseer ningún fósil di-
rector óseo que lo individualice.

Recordemos las características que presentaba la industria lítica del Magdaleniense II


en las principales cuevas del Perigord: en Raymonden un IB = IG, un 1 6 % de hojitas de
dorso (algunas de ellas truncadas oblicuamente) y un sólo escaleno. Ya hemos visto cómo el
grupo III del Juyo presenta un índice muy semejante de raspador y de buril (34 y 28) y un
porcentaje de hojitas de dorso del 16,3 % (con tres truncaduras oblicuas). El nivel I" de Lau-
gerie Haute presenta a su vez un IB casi equivalente al IG (23,2 y 20,5) y un 25 % de hojitas
de dorso. (Cheynier, 1955; Sonneville-Bordes, 1960).

En la Lám. 64 se comparan las gráficas acumulativas de los tipos primarios, en la 66


las gráficas de bloques a nivel de Grupos Tipológicos y en la Lám. 65 el grupo III de Juyo
junto al nivel F de Urtiaga.

La estadística sobre el total de los niveles del Juyo fue realizada por González Eche-
garay en 1971 aunque no sobre la totalidad de las piezas sino sólo sobre las 342 que se con-
servaban entonces en Santander (según la publicación sólo el nivel IV-VI de la Trinchera I
contiene ya 399). Los resultados a los que llega coinciden plenamente con los obtenidos en
nuestros recuentos en cualquiera de los niveles clasificados en el típico Magdaleniense III
Cantábrico (Cueto de la Mina D, Rascaño 4...). Tal coincidencia de criterios y materiales nos
ofrece una seguridad y nos confirma en unos porcentajes más o menos estables en el Mag-
daleniense Inferior Cantábrico.

Industria ósea:

Es muy escasa, quizá debido a las condiciones extremas de humedad en que se halla-
ba la cueva. Es además poco variada, reduciéndose a fragmentos de azagayas de sección
cuadrangular y a esquirlas aguzadas.

La distribución de los tipos primarios puede verse en el Apéndice II. El Juyo contiene
128 piezas óseas, de las cuales sólo 43 son enteras o reconocibles; el tipo predominante es la
azagaya de sección cuadrangular que, por presentarse generalmente rota en su base, debe
ser considerada como fragmento a pesar de constituir los mejores ejemplares de la industria
ósea. Las puntas de mango (los llamados punzones y puñales en la publicación de 1958) son

156
Lámina 65.

157
JUYO

IBd IBd

IG IB IP GP IS IG IB IP GP I G A ** IS

II
16 IB IP GP IS I G
IB IP GP IGA r
IS

IBd III
IG P GP IS IG IB IP GP I GA r
IS

Lámina 66.

15»
cuantitativamente importantes, junto con las esquirlas óseas aguzadas. La estadística por Gru-
pos Tipológicos ofrece estos resultados:

1. Azagayas: 75: 58,5 %


V. Puntas de mango: 8: 6,2 %
VI. Piezas apuntadas: 8: 6,2 %
VII. Puntas planas: 8: 6,2 %
VIII. Varillas: 7: 5,4 %
XII. Cuñas: 1: 0,7 %
XIII. Retocadores: 3: 2,3 %
XXI. Agujas: 11: 8,5 %
XXVI. Colgantes: 4: 3,1 %
XXX. "Obras de arte": 3: 2,3 %
Total: 128 piezas, incluidos fragmentos.

La estadística por secciones arroja unos porcentajes claros de Magdaleniense Inferior


Cantábrico:

Sección circular: 24: 23,7 %


Sección triangular: 7: 6,9 %
Sección cuadrada: 44: 43,5 %
Sección aplanada: 8: 7,9 %
Sección fina: 11: 10,8 %
Sección planoconvexa: 7: 6,9 %
Total 101 piezas, incluidos fragmentos.

Los motivos decorativos se concretan en las estrías oblicuas de las caras ventrales de
las azagayas o varillas y de los biseles y en una serie de ranuras longitudinales combinadas
que creemos típicas de las azagayas de sección cuadrada. Constan de una o varias ranuras
profundas situadas en las caras menores de las azagayas, más próximas a las aristas que al
centro, (ejemplar n.° 64 de la Memoria) que se ven prolongadas a menudo por otras oblicuas
que parten de ellas formando ángulos (números 64 y 65). En ocasiones cortos trazos perpen-
diculares cortan estos ángulos (n.° 79) o rellenan su Interior (n.° 391) semejando un tipo de
tectiformes que hemos visto representados en Cierro, Cova Rosa y Altamira.

Los motivos curvilíneos simples tienen también una buena representación entre los ma-
teriales del Juyo. Se encuentran con preferencia sobre varillas (números 87, 88, 392) pero
también sobre azagayas (n.° 253) y se reducen a una línea sinuosa que recorre la cara dorsal
por su centro y que puede ramificarse (392) o combinarse con líneas oblicuas cortas (253 y
88). El motivo de la varilla n.° 88 lo encontramos similar a otro representado sobre azagaya
del nivel 4b de la cueva de Rascaño. Como curvilíneas deben clasificarse también las líneas
sinuosas sobre fragmento de cuerno del objeto n.° 396 y la posible representación de caballo
(muy esquemático) de la azagaya n.° 393.

Algunos fragmentos de costillas presentan marcas diversas: zig-zag simple (n.° 395), o
estrías oblicuas (n.° 394).

El nivel IX, que sólo contiene dos interesantes fragmentos de sección auadrangular
aplanada, presenta una azagaya con marcas de caza que a simple vista podría ser clasificada
como de base hendida. No obstante respetamos la opinión de los autores que la silencian,
considerándola probablemente rotura natural.

159
Fauna:

Las piezas presentaban esta distribución por niveles (cantidades absolutas de restos
hallados), según Azpeitia (1958: 115):

Rev. IV V VI VII VIII IX X XI Total


Cervus e. 4 73 9 71 7 — — 3 6 173
Cervus c. — 4 — — — — — — — 4
Equus c. — 9 3 12 — — — — — 24
Bos p. — 3 1 6 — — — — — 10
Dudosos — 19 2 17 8 — — — — 46

El porcentaje relativo de mamíferos por niveles es el siguiente:

Rev. IV V VI VII X XI Total


Cervus e. 100 82 68,7 79,6 100 100 100 81,9 %
Cervus c. — 4,5 — — — — — 1,9 %
Equus c. — 10 23,5 13,6 — — — 11,4%
Bos p. — 3,5 7,8 6,8 — — — 4,8 %

Azpeitia concluye que en la fauna del Juyo se da una disminución progresiva y relativa
del Cervus elaphus y Cervus capreolus con un correlativo aumento del Bos prímlgenlus y del
Equus caballus, en los niveles IV al V, lo cual puede Indicar un período de menor pluviosidad
para la región. A partir del nivel VII ocurre el fenómeno contrario: sólo aparece Cervus
elaphus, si bien el escaso número de ejemplares faunísticos no permite aventurar hipótesis.

En cuanto a los moluscos no se determina el número de ejemplares por no conservarse


en su totalidad los que aparecieron en los distintos niveles. Madariaga ha medido los diáme-
tros de las patellas del Juyo y ha determinado una medida de 41,6 mm., inferior por tanto a
la presentada por Altamira que, en su variedad sautuolae, alcanza los 51 mm. de media.

Bibliografía:

Janssens y González Echegaray, 1958. Amplias referencias en González Echegaray, 1960.


Estudio estadístico de la industria lítica en G. Echegaray, 1971. Estudio y referencias a la fau-
na en Azpeitia, 1958 (en Janssens y González Echegaray, 1958), Altuna, 1972 y González Eche-
garay, 1973. Datación por C 14 en Carballo, 1960. Arte mueble en I. Barandiarán, 1973.

Cueva de Nuestra Señora de Loreto (Peñacastillo, Santander):

Descubierta por Olavarría (Obermaier, 1924: 161) "contiene un yacimiento Magdale-


niense abundante" (1925: 175). No conocemos más detalles sobre ella.

Jordá en 1963: 12 y 18 la cataloga entre las veintiséis cuevas cantábricas con yacimien-
to Magdaleniense Inferior.

Bibliografía:

Sierra, 1909; Obermaier, 1916 y 1925; Jordá, 1963.

Cueva de la Pasiega (Puente Viesgo):

Descubierta por Obermaier y Wernert el 23 de mayo de 1911, se abre en la vertiente


meridional del monte Castillo.

ItíU
Las primeras referencias se encuentran en Breuil y Obermaier, 1912, si bien no citan
la ex'stencia de yacimiento arqueológico.

En 1951, durante las obras de acondicionamiento de la entrada, comenzaron a salir ob-


jetos por lo que fueron requeridos García Lorenzo y Carballo. En agosto de 1952 Carballo y
González Echegaray realizaron nuevas catas y posteriormente éste último en unión de Ripoll
en el ángulo del cruce de galerías, con escasos resultados ya que sólo aparecieron algunas
lascas informes. Otros objetos aparecieron en la entrada de la actual Pasiega 2.

Estratigrafía:

Carballo (1952: 75-79) da cuenta de sus excavaciones de este modo: "en la primera
calicata que hicimos, a sólo 10 cm. de profundidad, hallamos un nivel Magdaleniense con
abundante industria lítica pero escasas tallas ó-eas. Bajo este yacimiento, sin estrato alguno
de separación, apareció un Solutrense Superior con hermosas formas líticas muy clásicas y
más abundante que en otras grutas de esta región".

En 1954 González Echegaray y Ripoll publican los hallazgos de Carballo en la cueva


de la Pasiega, aunque no muestran seguridad en la atribución de los objetos al Solutrense o
al Magdaleniense. Años más tarde (1971: 326) González Echegaray advertirá que la colección
del Museo de Santander no ofrece las garantías suficientes en cuanto a la separación de los
objetos.

En realidad podemos notar una serie de contradicciones entre los datos ofrecidos por
Carballo y González Echegaray y Ripoll: por ejemolo Carballo habla de una escasa Industria
ósea en el nivel Magdaleniense y González Echegaray y Ripoll atribuyen todas las piezas óseas,
excepto una, al nivel Magdaleniense. Quizá esto pueda explicarse pensando que la publica-
ción en 1952 de Carballo se refiriera solamente a las excavaciones de 1951, mientras que la
de Echegaray y Ripoll contiene ya los materiales de 1952.

De cualquier modo, parece que la separación de niveles fue más tipológica que estra-
tigráfica en una gran parte de los materiales probablemente porque ya no se pudiera hacer
otra cosa cuando fueron estudiados por G. Echegaray y Ripoll. Estos deciden hacer la esta-
dística de la industria lítica sobre la totalidad de las piezas sin ninguna distinción de niveles,
los cuales además presentan la misma textura "tierras arcillosas y negras sin ninguna sepa-
ración entre ellas".

Reflexionando sobre todas estas circunstancias, L. Straus ha sugerido recientemente


que todos los materiales de la Pasiega pueden ser solutrenses, existiendo únicamente este ni-
vel. Para tal hipótesis Straus se basa en los siguientes puntos:

1. La curva acumulativa del total de los materiales de Pasiega es muy semejante a la


del Solutrense Superior de Altamira, Cueto de la Mina y Laugerie Haute.

2. El descubrimiento de 2 puntas solutrenses, una en el Magdaleniense y otra en los


útiles de desbaste. (Otras fueron también encontradas por Echegaray y Ripoll entre los mate-
riales clasificados como magdalenienses).

3. La fauna, que no admite una separación tipológica, estaba reunida en am-


bos niveles.

4. No hay auténtica distinción estratigráfica.

5. Las contradicciones encontradas en la publicación de los materiales parecen indi-


car que la clasificación de los mismos fue puramente tipológica, suponiendo solutrenses las
puntas y magdalenienses casi la totalidad del resto del material lítico.

Mil
No nos parecen ilógicos los razonamientos de Straus pero tampoco podremos afirmar
nunca con seguridad que exista sólo un nivel solutrense ya que hemos visto en muchos yaci-
mientos cantábricos como Solutrense Superior y Magdalenienses Inferior se superponían en
íntimo contacto, presentando una coloración semejante y diferenciando los niveles únicamente
por la aparición de puntas solutrenses en un momento determinado. Tal es el caso de Alta-
mira contado escrupulosamente por Alcalde del Río (1906), cueva próxima a la Pasiega cul-
tural y geográficamente.

En favor de los argumentos de Straus puede sugerirse el hecho de que Carballo había
terminado de excavar poco antes la vecina cueva del Castillo y podía tener una Idea precon-
cebida de qué niveles debían aparecer en La Pasiega. Sin embargo, los fósiles directores de
su industria ósea parecen abogar por un Magdaleniense.

Los materiales del Museo de Santander se encuentran repartidos entre la colección


Carballo y la de García Lorenzo. La distinción del Magdaleniense de las vitrinas responde a
I? publicación de 1954. Los objetos antiguamente depositados en la parte baja de las vitrinas
del Castillo no presentan ninguna separación de niveles y no han sido valorados. También
deben considerarse con muchas reservas todos 'os catalogados como Magdalenienses, en es-
pecial la industria lítica.

Industria lítica (Láms. 67 y 68):

Se computan 88 piezas repartidas entre la colección Carballo (37) y García Loren


zo (51). Corresponden a los siguientes tipos de Laplace:

Carballo García Lorenzo Carballo García Lorenzo


G1 3 B7 2
G2 1 B9 2
G3 2 3 A2 2 2
G4 1 LD1 1
G7 2 LD2 1
G8 1 1 Bc1 1
G9 1 2 Bc2 2
R.N. 7 D2 2 5
B2 1 6 D3 1
B3 4 R2 1
B5 1 2 L1 5 3
B6 1 7 L2 9 3
Total: 37 51

Los resultados de la estadística realizada por la lista Sonneville Bordes-Perrot (Apéndi-


ce I) presentan estas particularidades:

Un predominio del índice de buril sobre el del raspador, incluso computando el raspa-
dor nucleiforme (IG: 28,2 IB: 29,4 y también, sin el n.° 15, IG: 21,7 IB: 32,05).
Una relativa abundancia de los buriles sobre truncadura que, aunque no logran superar
a los diedros, alcanzan un alto índice: IBd: 15,2 IBt: 9,4.
Los índices de Perforador y Grupo Perigordiense son escasos (2,3) y el restringido de
Raspador Auriñaciense normal (47,05). El Grupo Auriñaciense representa el 11,7.
El índice del Sustrato es muy alto para una cueva de la provincia de Santander (IS:
31,7). Se debe en su mayor parte a láminas de silex retocadas o denticuladas que parecen in-
dicar un momento más avanzado del Magdaleniense,

162
Lámina 67.—La Pasiega. Industria lítica "magdaleniense".
Lámina 68.

En conjunto la industria litica de la c u e v a de la P a s i e g a difiere de la del M a g d a l e n i e n -


se Inferior tipo J u y o , teniendo q u e s u p o n e r c o m o posible explicación una de las p o s i b i l i d a d e s
siguientes:

1. Que tenga una contaminación solutrense.

2. Q u e s e a M a g d a l e n i e n s e inferior del tipo Castillo-Altamira, d e p e n d i e n d o directamen-


te de la v e c i n a c u e v a del C a s t i l l o que sería la c u e v a principal de habitat. E n esta línea s e si-
tuaría la a z a g a y a de monobisel central de la Lám. 69, muy semejante a otros ejemplares halla-
dos en el M a g d a l e n i e n s e Beta de la c u e v a v e c i n a .

3. Que no s e a M a g d a l e n i e n s e Inferior, sino M e d i o , en favor del c u a l a b o g a la varilla


curvilínea y el índice de buril.

Industria ósea (Lám. 6 9 ) :

Es relativamente abundante en c o m p a r a c i ó n de la industria lítica y presenta, además,


varios ejemplares únicos, de difícil paralelo en la C o s t a Cantábrica. H e m o s c o m p u t a d o 16 pie-
zas enteras o r e c o n o c i b l e s y 10 fragmentos; e n el Apéndice II a p a r e c e n c l a s i f i c a d o s por gru-
pos primarios y s e c u n d a r i o s . L a estadística p o r grupos tipológicos apenas p u e d e valorarse
por operar c o n un número muy reducido de objetos (26): predominan las a z a g a y a s c o n un 61,5,
s e g u i d a s de las esquirlas apuntadas y las puntas planas c o n un 1 1 , 5 % , de las varillas y es-
pátulas c o n un 7,6 % y de las p l a c a s colgantes c o n un 3,8.

II.4
V ^
Lámina 69.—La Pasiega. (N.° 3 según G . Echegaray y Ripoll).

|(iS
Si incluimos en la estadística del instrumental óseo los 13 dientes y el caracol perfo-
rado que se hallaban formando un collar, los porcentajes varían sensiblemente, al aumentar los
objetos, hasta 40:
I. Azagayas: 16: 40,0 %
VI. Esquirlas aguzadas: 3: 7,5 %
VII. Puntas planas: 3: 7,5%
VIII. Varillas: 2: 5,0%
IX. Espátulas: 2: 5,0 %
XXIII. Placas colgantes: 1: 2,5%
XXVI. Colgantes: 14: 35,0 %
Si nos concretamos a las secciones obtenemos estos resultados:
Sección circular: 8: 34,7 %
Sección triangular: 4: 17,3 %
Sección cuadrangular: 4: 17,3 %
Sección aplanada: 4: 17,3 %
Sección planoconvexa: 1: 4,3%
Sección lenticular: 2: 8,6 %
Total: 23 objetos, incluidos los fragmentos.

Fauna:
Fue determinada por Crusafont y Tomás Domenech quienes asignan al Magdaleniense
III las siguientes especies:
Cervus elaphus. Ursus spelaeus.
Bos sp (especie pequeña). Mustela putorlus.
Equus robustus.
Straus determinó en 1974 el número mínimo de individuos del conjunto solutreo-mag-
daleniense:
Cervus elaphus: 12 individuos (4 jóvenes).
Gran bóvido (Blson/Bos): 3 (1 joven).
Equus caballus: 1.
Capra Ibex: 2 (1 joven).
Rupicapra rupicapra: 1.
Ursus spelaeus: 2.
Vulpes vulpes: 2.

Bibliografía:
Breuil y Obermaier, 1912; Breuil-Obermaier-Alcalde del Río, 1913; Carballo, 1952; Gonzá-
lez Echegaray y Ripoll, 1954; Solutrense en Jordá, 1955 y Corchón, 1971b; I. Barandiarán, 1973;
Straus, 1976.

Cueva del Pendo (Escobedo, Camargo):

Fue descubierta por Sautuola y prospectada por él y Vilanova y Piera en torno al 1880.
Más tarde Alcalde del Río descubrió los grabados de aves del interior y los dio a conocer a
Breuil, junto con el cual distinguió un Solutrense, Magdaleniense y quizá Aziliense en el re-
lleno arqueológico. En 1910 Bearty y Carballo efectuaron un sondeo. En 1914 Cendrero y en
1915 Obermaier la visitaron recogiendo algunos objetos. Entre 1925 y 1932 Carballo efectuó
excavaciones con la colaboración de Me Curdy (1930) y Larín (1932). Este último excavó
después en 1934 y 1941, concretándose sus prospecciones, junto con las de Carballo, princi-

166
pálmente en el Magdaleniense Superior. Por fin entre 1952 y 1957 Martínez Santa Olalla dirigió
unas correctas excavaciones en las que participaron entre otros Leroi Gourhan y Cheynier.
Sus resultados han permanecido inéditos hasta la fecha si bien J . González Echegaray e l. Ba-
randiarán preparan la publicación en breve de los materiales del Pendo, contando con los dia-
rios que sobre las excavaciones realizaron Leroi Gourhan y Cheynier. El estudio de polen ha
sido efectuado por Arlette Leroi Gourhan.*

Estratigrafía:

Reuniendo las diversas atribuciones de los distintos autores encontraríamos represen-


tados en la caverna del Pendo los siguientes momentos culturales:

Un Achelense arcaico (Carballo-G. Echegaray, 1952).

Un Auriñaciense Superior (Obermaier, 1925) con mezcla de Auriñaciense Medio y Gra-


vetiense (Jordá, 1955).

Un Solutrense Superior (medio Cantábrico para Corchón, 1971b).


Un Magdaleniense Superior o Final (VI b para G. Echegaray-García Guinea y Beguines,
1963).
Un Aziliense.
Un posible Asturiense.
Sin embargo en 1957 San Valero reprodujo el corte estratigráfico del sector de las ex-
cavaciones del Seminario de Historia Primitiva al terminar la campaña de 1955, según el
diario de Martínez Santa Olalla y en él se citan tres niveles de Magdaleniense Inferior. Repro-
ducimos la estratigrafía por su interés:

16) IV. Solutrense con Industria típica en pedernal y en hueso.


17) III. Protomagdaleniense I, con raclettes. Plantas compuestas de clima más seco,
mayor proporción de gramíneas, cariofiláceas y pino.
18) II. Protomagdaleniense II. Mayoría de hojas de borde rebajado. Azagayas.
19) Magdaleniense III.
20) Magdaleniense IV.
21) Magdaleniense V.
22) Magdaleniense VI.
23) Costrón estalagmítico.

Santa Olalla aclara que las capas XVI a XII, que figuran sin determinar, son evidentes
geológicamente pero no han dado los materiales suficientes para clasificarlas y que los es-
tratos 19 a 25, 27 y 28 han sido determinados a base de los hallazgos de otras excavaciones
(Museo de Santander) realizadas en otra área de la caverna (con toda seguridad debe refe-
rirse a las excavaciones en niveles magdalenienses de Carballo).

Como comentario a la estratigrafía de Santa Olalla señalaremos la certidumbre que pa-


recía poseer al determinar el Magdaleniense I y II, influenciado probablemente por la pre-
sencia de Cheynier, señalando expresamente los fósiles directores típicos, raclettes y hojitas
de dorso. En cuanto a la presencia de Magdaleniense III, basado en datos de Carballo, puede
ser dudosa si ha sido determinada a través de las noticias de "altamirense" de Carballo. En
efecto, este autor aplica este apelativo a cualquier nivel Magdaleniense, Incluso con arpones,
no debiendo nunca suponerse que altamirense se equipare a Magdaleniense III.

* Estando ya entregada la presente obra ha aparecido !a monografía a que se hace referencia en el texto y cuya
f: ha bibliografía es: GONZÁLEZ ECHEGARAY, J., FREEMAN, L . G . , BARANDIARÁN, I. et alii, El yacimiento de la Cueva de
"El Perdo" (Excavaciones 1953-1957), Bibliotheca Praehisto ica Hispana, XVII, Madrid 1980.

Iíi7
Un estudio exhaustivo de los diarios uo ^_nta Olalla, que creemos se conservan en Ma-
drid, y su comparación con los de Cheynier y Leroi Gourhan (aunque al parecer éste no ex-
cavó en niveles magdalenienses) podría aclarar la presencia de Magdaleniense Inicial en el
Pendo. González Echegaray y Barandiarán, a la vista de los materiales, nos han comentado
que es difícil atribuir el Magdaleniense Inferior a un nivel determinado. Los más posibles (3 y 4
de la publicación de Echegaray y Barandiarán) son muy semejantes entre sí y tanto se pare-
cen al Auriñaciense (nivel 6) como al Magdaleniense Superior (1C). La industria ósea, muy
pobre, no aporta fósiles directores (sencillas azagayas de base monobiselada, esquirlas agu-
zadas...). La gráfica de la industria lítica representa:

Un porcentaje muy superior de los buriles sobre los raspadores.


Un débil porcentaje de hojitas de dorso (Ih: 2,2).
Un índice de GA y GP muy poco más bajo que en su más cercano nivel auriñaciense.

Los autores prefieren para estos niveles un auriñaciense muy evolucionado y descar-
tan la posibilidad de un Magdaleniense III, si bien consideran que no iría del todo mal un
Magdaleniense muy inicial. La dificultad de determinar el nivel solutrense de las excavaciones
de Santa Olalla no hace posible la elección de Auriñaciense evolucionado o Magdaleniense
muy inicial.

Bibliografía (no exhaustiva):

Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1911; Obermaier, 1925; San Valero, 1957; Carballo, 1960.
Estudio de su arte mobiliar en:
Carballo, 1960; I. Barandiarán, 1973.

7. CUENCA DEL MIERA.

La orilla derecha del río Miera ha sido lugar preferente, escogido por los hombres
magdalenienses para una estancia más o menos prolongada. No tiene cuevas importantes
como cavernas, pero sus pequeños abrigos y cavidades debieron poseer un alto valor estra-
tégico como cazaderos. Con frecuencia los yacimientos se hallan asociados a aguas templa-
das o medicinales: la fuente del Francés en Hoznayo, Solares, Liérganes...

La cuenca del Miera puede dividirse en dos amplias zonas:

— El valle abierto, relativamente próximo a la costa, con yacimientos como Truchiro,


Fuente del Francés... que ocupan el valle de la depresión prelitoral. La misma cue-
va de Morín puede en parte considerarse en esta zona, aunque pertenece a la cuen-
ca de drenaje del Obregón-Solía.

— La zona interior, el territorio moracho propiamente dicho: a partir de Liérganes y


al entrar en Mirones el río Miera se encaja profundamente en estrechos valles ce-
rrados, de pendiente muy abrupta. El paisaje es semejante al típico pasiego de las
zonas del interior, el habitat aparece muy disperso y sólo la localidad de San Roque
de Riomiera, cabeza del valle y centro de mercado, tiene alguna importancia. Las
altas montañas del Portillo de Lunada, antiguo valle glaciar, determinan un micro-
clima especial muy húmedo que hace de la zona de Mirones una de las que más
precipitaciones reciben a lo largo del año en la Costa Cantábrica. La configuración
del terreno no era propicia a los bosques abiertos que permitieran al ciervo conse-
guir un habitat favorable; la cabra sin embargo debió encontrar su optimum de

I68
clima y altitud, a juzgar por los restos que de ella se han encontrado en la cueva
de Rascaño. Conocemos tres yacimientos que pudieron utilizarse en el Magdale-
niense Inferior como cazaderos de este animal: Bona, Rascaño y Salitre. Los tres
dominan valles encajados por los que corre el Miera a pocos metros por debajo
de ellos.

Cueva de Bona (Mirones de Miera):

Fue descubierta por Sierra con posterioridad a 1909 ya que no aparece reseñada en
su Mapa Paletnográfico... Se halla situada inmediatamente al lado de la cueva de Rascaño y
posiblemente deba identificarse con el abrigo de pocos metros de diámetro que se encuentra
a unos 30 m. a la izquierda de la boca de Rascaño, algo por debajo de ella, a orillas del Mie-
ra y a unos 10 m. sobre el cauce del río. En su superficie se encuentran con facilidad muy
buenas piezas líticas.

Estratigrafía:

Obermaier en 1925: 173 cita únicamente un yacimiento Solutrense Superior sin referir-
se a la existencia de un Magdaleniense. En 1924: 161 tampoco se refiere a la Bona al dar la
relación de las cuevas de Santander con depósitos magdalenienses indeterminados y sí a la
cercana Fuente del Francés. No obstante Corchón (1971b: 159) y Jordá (1955: 127), a quien
sigue Corchón, recogen una cita de Obermaier (p. 133) según el cual un pequeño depósito
magdaleniense se superpone al nivel Solutrense Superior. Los materiales que se encuentran
en la superficie actual de la cueva (buriles diedros de dos pendientes, láminas retocadas...)
no desmienten ni confirman tal atribución.

Cueva de la Fuente del Francés (Hoznayo-Entrambasaguas, Santoña):

Fue excavada en 1880 por E. de la Pedraja. Alcalde del Río (1906) se refirió a sus ma-
teriales y Obermaier (1925) a su estratigrafía. Según este último se encontraban vestigios de
Magdaleniense, Solutrense y Musteriense (enteramente removido). En 1925: 173 añade que el
yacimiento ha sido ya totalmente destruido.

Alcalde del Río ( en Cartailhac-Breuil, 1906: 247) cita los siguientes restos: rinoceron-
te, caballo, ciervo, bóvido, una punta, "un raspador bastante grueso, una punta de bordes
paralelos, una raedera y muchas cuarcitas talladas".

En la colección Instituto del Museo de Santander, cajón H, se encuentran muchos res-


tos de fauna sin atribución cultural y una sola pieza lítica, una lámina con retoque Simple
profundo, directo, izquierdo (L2).

Bibliografía:

Alcalde del Río en Cartailhac-Breuil, 1906; Obermaier, 1916 y 1925; referencias a su


solutrense en Jordá, 1955 y Corchón, 1971b.

r
Cueva de Rascaño (Mirones de Miera): ~

Se halla situada en la margen derecha del río Miera, al Sureste y a 1 km. de Mirones,
ayuntamiento de Miera, partido judicial de Santoña. La boca está orientada al SW y se abre
a unos 20 m. sobre el nivel del río. Con el nombre de Rascaño (o mejor Rescaño) se cono-
cen 3 bocas de cuevas o abrigos que se encuentran situadas una encima de otra en vertical

li¡<)
sobre el Miera. La primera, al nivel del río, no contiene yacimiento conocido; la segunda es
la cueva excavada por Obermaier la cual presenta varias galerías, algunas de ellas todavía
obstruidas por yacimiento; la tercera es un pequeño abrigo situado sobre el anterior que con-
tenía un nivel Solutrense y que cita Vega del Sella (Márquez Uría, 1914: 832) como "Res-
caño Solutrense".

La segunda cueva, la conocida por la bibliografía, fue prospectada por Juan R. Gómez
Riaño de Liérganes y Jesús Carballo quienes encontraron niveles revueltos por excavaciones
hechas por los aldeanos para sacar abonos. Practicaron una zanja de la que obtuvieron obje-
tos azilienses y magdalenienses que fueron depositados en el Museo de Ciencias Naturales de
Madrid. Los trabajos se suspendieron tras "una rapidísima visita" de Hernández Pacheco. Con
posterioridad continuaron las excavaciones Gómez Riaño y el P. Sierra y los objetos pasaron
a la colección particular del P. Sierra en Limpias. En 1921 Vega del Sella y Obermaier visita-
ron la cueva encontrándola ya bastante excavada, con sólo unos metros cúbicos de Magdale-
niense. Esto decidió a Obermaier a efectuar una excavación rápida en la parte derecha del
yacimiento con la ayuda de Juan y Francisco Riaño, pasando los materiales a la colección del
palacio de Liria en Madrid. En 1974 L. Straus exploró la zona y acondicionó los accesos a la
cueva y J . González Echegaray e I. Barandiarán realizaron una excavación en los meses de
agosto y septiembre del mismo año y en la cual tomamos parte. La superficie excavada tuvo
que limitarse a la parte del fondo, única que permanecía intacta tras los trabajos anteriores,
casi ya en contacto con el techo de la cueva. Al profundizar en los cuadros VIII y IX B y C
apareció la boca de una nueva galería practicable en unos 10 m. de longitud.

Estratigrafía:

En 1923: 7-10 Obermaier propone la siguiente estratigrafía:

Cerámica prehistórica, molinos y huesos humanos.


Aziliense de microlitos y disquitos raspadores (muy revueltas estas dos capas).

Tipos magdalenienses depositados primitivamente en forma de dos tramos, pertenecien-


tes ambos al Magdaleniense Superior-Final:

a) Arpones de una hilera de dientes y punzones largos y cuadrados.


b) Arpones de dos hileras y punzones cortos y redondos.

"En realidad no existía en la parte explorada por mí ninguna separación visible y es


probable que esta anomalía de la estratigrafía se haya debido a arrastres del agua y a la
intervención del Hombre". A la izquierda abundaban los sílex y a la derecha cenizas y hue-
sos de animales, correspondiendo esto a una separación de talleres y hogares respectiva-
mente.

Masas de arcilla amarilla con indicios de Solutrense.

En 1924: 160 Obermaier cita depósitos de Aziliense y Magdaleniense (con arpones y


grabados) así como trazas de Solutrense.

En 1925: 173 omite en cambio las "trazas de Solutrense" y añade "y el fragmento de
un bastón de mando terminado por la escultura de una cabeza de cáprido" (colección del
Duque de Alba).

No se refiere a más niveles Obermaier en la bibliografía pero en una caja del Museo
de Santander se encontraron 4 fragmentos de asta (entre ellos un fragmento de sección cua-
drangular con ranuras en los costados) con la siguiente indicación sobre etiqueta, al parecer
antigua: "pedazos de asta de ciervo trabajados. 31 (4). Magdaleniense Inferior (c)". Si la
etiqueta pertenece o no a Obermaier es algo que no podemos determinar, simplemente se-

170
ñalaremos el h e c h o de que la " c " c o i n c i d e c o n la numeración correlativa d e los niveles mag-
d a l e n i e n s e s de la excavación O b e r m a i e r y que por otra parte d e s i g n a el M a g d a l e n i e n s e M e -
dio d e la clasificación O b e r m a i e r del M a g d a l e n i e n s e Cantábrico.

E n cuanto a la p r e s e n c i a de S o l u t r e n s e en la c u e v a p a r e c e que el mismo O b e r m a i e r


desistió de encontrarlo ¡n situ, según s e d e s p r e n d e de la s e g u n d a edición del H o m b r e Fósil y
tendremos que a c e p t a r la opinión d e V e g a del S e l l a de que éste se hallaba en el abrigo su-
perior, c o n un e s p e s o r de sólo 3 d e d o s de nivel fértil. En 1974 L. Straus pudo c o m p r o b a r que
un objeto d e s p r e n d i d o del abrigo s u p e r i o r caía la mayoría de las v e c e s dentro d e la c u e v a de
Rascaño, resbalando a través de las grietas del techo. E s verosímil s u p o n e r que O b e r m a i e r
encontrara p i e z a s solutrenses en el nivel revuelto y no a c e r t a r a a l o c a l i z a r su nivel en el ya-
cimiento. De allí s u s d u d a s s o b r e tal atribución.

De arriba abajo la estratigrafía de Rascaño presenta los siguientes niveles ( L á m . 7 0 ) :

Lámina 70.—Rascaño. Estratigrafía (según G. Echegaray y Barandiarán).

171
— Nivel 1: Sin determinar culturalmente, contenía muchos restos de fauna (principal-
mente cabra) y objetos líticos poco típicos. Se subdividía en tres subniveles: 1.1, de color cla-
ro y muy pocos cm. de espesor; 1-2, de color oscuro; 1. 3: una masa de cantos rodados y
fauna que se hacía más potente cuanto más al fondo de la cueva.

— Nivel 2: Magdaleniense Superior y quizá Final. Contenía a su vez tres subniveles,


todos de coloración más o menos oscura: el primero de ellos, 2.1, se hallaba amontonado de-
lante de la masa de piedras de 1.3; el segundo,2.2, se encontraba más uniformemente reparti-
do y el tercero, 2.3, era el más potente y contenía arpones de una hilera de dientes. La tierra
era negra y suelta.

— Nivel 3: Arcilloso, compacto y rojizo-amarillento. Contenía gran cantidad de sílex


(sobre todo microlascas y lascas de desecho) y escasas azagayas de sección circular o irre-
gular. La zona en contacto con su inmediatamente superior e inferior presentaba una colo-
ración negra y una textura arcillosa y compacta.

— Nivel 4: Magdaleniense III Cantábrico clásico. De color negro y textura suelta. Con-
tenía un predominio masivo de azagayas monobiseladas de sección cuadrada y decoración
geométrica en la industria ósea y de nucleitos raspadores en la lítica. Su parte inferior se
hallaba ocupada por una brecha de huesos de animales y cornamentas de ciervo y cabra (ni-
vel 4b) que contenía la misma industria que el nivel 4.

— Nivel 5: Magdaleniense. De coloración negra muy semejante a la del nivel 4 pero


un poco más parda. En realidad sólo la brecha de huesos de 4b permite diferenciarlo estra-
tigráficamente del 4. Contenía a su vez tres pequeños subniveles en forma de manchas y ho-
gares que no comprendían toda la extensión del nivel. De textura muy suelta. Presentaba una
interesante industria ósea (en la que predominaban las secciones aplanadas) muy diferente
de la del nivel 4 y 4b. No se halló el más leve indicio de Solutrense.

Hasta aquí llegaron las excavaciones de los prehistoriadores anteriores ya que se to-
paron con una capa de arcilla de apariencia estéril. Sobre ella se había formado el suelo ac-
tual de la zona excavada, con un nivel revuelto que dio importantes piezas óseas y una punta
solutrense en cuarcita. Bajo el nivel de arcilla efectuó L. Straus una cata, en busca del nivel
Solutrense, y encontró hasta 10 niveles en los que capas arcillosas amarillas contenían ho-
gares negruzcos con objetos líticos escasos pero que denotaban su pertenencia al Paleolítico
Superior (láminas de sílex retocadas, algún buril...).

Materiales:

Expuestos en las vitrinas del Museo de Ciencias Naturales de Madrid se encuentran 12


objetos líticos y 6 óseos bajo la indicación de Magdaleniense. Entre ellos un solo arpón de
1 hilera de dientes. En los cajones bajo las vitrinas únicamente encontramos una pieza lítica
perteneciente a Rascaño. Por ello nos ceñiremos exclusivamente a los materiales de la exca-
vación de 1974.

Industria lítica:

En la excavación de 1974 se recogieron 601 piezas líticas trabajadas entre los niveles
3, 4 y 5. Hemos incluido en la estadística el nivel 3 negro y 3 inferior en el 3 y el 4b en el 4,
los 3 subniveles del 5 también han sido computados juntos. En el sistema Laplace se distri-
buyen en los tipos siguientes:

172
Nivel 3 Nivel 4 Nivel 5 Nivel 3 Nivel 4 Nivel 5

B1 — 2 3 LD2 21 15 8
B2 4 1 4 DT2 2 — —

B3 6 4 2 DT3 — — 1
B4 1 — — DT4 2 1 —

B5 8 6 3 PD1 7 1 4
B6 — — 1 PD2 3 1 —

B7 — 1 — PD4 11 7 7
B8 — — 1 PD5 1 — —

B9 2 — — Gm4 — 1 —

B.N. 5 7 2 Bc1 2 4 10
G1 6 — 1 Bc2 6 1 3
G2 1 — • — T1 — — —

G3 11 4 9 T2 3 — —

G4 — — — T3 — 2 1
G7 5 5 1 D1 1 7 10
G8 8 6 2 D2 8 7 6
G9 8 14 7 R1 1 2 —

R.N. 64 127 33 R2 2 4 4
A1 2 4 — R3 — 1 1
A2 3 5 4 L1 — — 4
LD1 10 4 2 L2 7 2 4
Total: 221 246 140

Casi la totalidad de los objetos trabajados están realizados en sílex, sólo tres nuclei-
tos raspadores y alguna pieza más están trabajados en cuarcita.

En el Apéndice I, ofrecemos los porcentajes de los tipos primarios de los tres niveles
según la lista de Sonneville Bordes. En la Lám. 71 aparecen reflejados en gráficas
acumulativas.

Los índices de los Grupos Tipológicos no reflejan una evolución progresiva en los tres
niveles. Los resultados fueron estos:

1. El raspador: suoera en los tres niveles al índice de buril, acortándose las diferen-
cias existentes entre ambos al dejar de computar el raspador nucleiforme. Este se comporta
de una manera muy inestable alcanzando su mayor porcentaje en el nivel 4 (51,6), el clásico
Magdaleniense III Cantábrico. En los otros dos niveles su porcentaje es importante pero me-
nor que el común de los restantes yacimientos cantábricos atribuidos al Magdaleniense Inferior
(21,49 para el 5 y 29,8 % para el 3). En conjunto se observa un progresivo aumento del raspa-
dor a medida que avanza el Maqdaleniense: IG: 15,4 (nivel 5); 23,2 (nivel 4); 25,8 (nivel 3).
Computando el nucleiforme los índices varían sensiblemente: 33,5 (nivel 5); 62,9 (nivel 4);
47,9 (nivel 3). El índice restrinqido del raspador auriñaciense (sin computar el tipo 15) ofrece
estas cifras: nivel 5: 58,8; nivel 4: 85,1 (altísimo); nivel 3: 57,5. El alto índice obtenido por el ni-
vel 4 se debe no a la presencia de muchos tipos carenados y en hocico sino a la ausencia
casi completa de raspadores planos (1,65%) que parecen presentar un porcentaje inversa-
mente proporcional a los nucleiformes.

2. El buril: ofrece muy bajos porcentajes en todos sus tipos. El fabricado sobre trun-
cadura no aparece en los niveles superiores y en el 5 presenta un índice escaso: 1,8. Los
nucleiformes en cambio son más abundantes, especialmente en el nivel 4 que parece estar
especializado en útiles sobre núcleo. Los índices generales (sin computar el raspador nuclei-

173
forme) o f r e c e n estos resultados: nivel 5: 13,6: nivel 4: 18,9; nivel 3: 15,4. N o t e m o s que, en
contra de lo e s p e r a d o , el nivel 3 (que estratigráficamente se sitúa junto al nivel C de Cueto
de la Mina) no presenta un índice mayor de buriles.

3. El perforador: sorprendentemente el útil que siempre p e r m a n e c e estable en todos


los ajuares del M a g d a l e n i e n s e presenta en la c u e v a de Rascaño una c i e r t a evolución al ob-
tener un índice en el nivel 5 de 9, frente a los más normales de 4,3 en el nivel 4 y 4,5 en el
3. Esta d i f e r e n c i a podría ponerse en relación c o n la o f r e c i d a por los niveles de L a u g e r i e Haute:
7,69 p a r a el M a g d a l e n i e n s e I frente a un 2,2 y un 2,3 p a r a el M a g d a l e n i e n s e II y III respecti-
vamente ( S o n n e v i l l e - B o r d e s 1960, c u a d r o XXXVIII).

'» » 1/ II II 71 II 12
2« 21 II

Lámina 71.—Rascaño. Gráfica de su industria lítica.

4. El Grupo Perigordiense: es relativamente alto en los tres niveles. S i e x c l u i m o s del


total de objetos al nucleito r a s p a d o r el índice del G r u p o P e r i g o r d i e n s e aumenta progresiva-
mente d e s d e un 22,7 en el nivel 5 a un 24,1 en el 4 y un 36,1 en el 3. El utillaje microlítico es
el principal r e s p o n s a b l e de este aumento: las hojitas de dorso s u p o n e n en el nivel 5 el 6,4 %
del total de objetos; en el nivel 4 el 7 , 4 % y en el 3 el 13,1 % . El c ó m p u t o del r a s p a d o r nu-
cleiforme en el total d e p i e z a s rebaja los índices del G r u p o P e r i g o r d i e n s e de un modo d e s i g u a l
en los tres niveles: nivel 5: G P : 17,8; nivel 4: G P : 11,6; nivel 3: G P : 25.

E n conjunto, se o b s e r v a un aumento del utillaje m i c r o l a m e l a r a m e d i d a que a v a n z a la


industria. L o s porcentajes d e hojitas de d o r s o son más altos en la c u e v a de Rascaño por pro-
c e d e r de una excavación m o d e r n a c u i d a d o s a m e n t e c r i b a d a . Sería ilógico c o m p a r a r sus resul-
tados c o n los de la c u e v a del Castillo o m u c h a s otras que, a p e s a r de p o s e e r una excavación
más c u i d a d a , no p o s e e n suficientes garantías e n la m i n u c i o s i d a d del c r i b a d o . E n este sentido

174
deberemos hacer justicia con Hernández Pacheco ya que la incierta cueva de la Paloma pre-
senta los porcentajes más altos de hojitas de dorso, después de Rascaño y sus índices del
GP son comparables a los de la cueva santanderina: nivel 6 (Magdaleniesse Medio): G P :
20,8; nivel 8 (posible Magdaleniense Inferior) GP: 10,4.

5. El Sustrato: su evolución es clara: un descenso progresivo a medida que avanza el


Magdaleniense. De un IS: 29 en el nivel 5 a un IS: 17,2 en el nivel 4 y un IS: 12,2 en el 3. Las
piezas denticuladas, en especial las de una muesca simple, son las responsables del aumen-
to del Sustrato en el nivel 5. El D1 (tipo 74 de Sonneville-Bordes) disminuye en sus porcenta-
jes desde un 7,1 % en el nivel 5 a un 2 % en el 4 y un 0,4 % en el 3. A pesar de todo es pre-
ciso señalar que el Sustrato no presenta porcentajes significativos en ninguno de los tres ni-
veles de Rascaño, si lo comparamos con las cantidades registradas en los yacimientos as-
turianos.

Entre los objetos líticos con un significado especial, señalaremos la presencia de dor-
sos más truncaduras (DT2, DT3 y DT4) en los tres niveles, e, incluso, de un geométrico po-
co típico (Gm4, triángulo isósceles) en el nivel 4, lo cual no va mal con la teoría clásica de
que en el Magdaleniense III los isósceles aparecen por encima de los escalenos. Estos últi-
mos, sin embargo, no aparecen entre los materiales de Rascaño, yacimiento en el que el Mag-
daleniense II no parece estar representado.

La raclette, por su parte, está presente en los tres niveles, aunque en pequeñas canti-
dades: 2,1 % en el nivel 5, 0,4 en el 4 y 0 9 en el 3. Debemos señalar también la presencia de
una pieza con inicio de retoque plano en el nivel 5.

Pecurtores y yunques sobre cantos rodados y nodulos de mineral de hierro selecciona-


dos completan el resto de la Industria lítica.

Industria ósea:

Los tres niveles estudiados han dado en total 140 objetos óseos, de los cuales 22 per-
tenecen al nivel 3, 66 al nivel 4 y 52 al nivel 5. Los objetos del nivel 3 son escasos y poco típi-
cos, al contrario que su industria lítica que es relativamente abundante. En el Apéndice II
clasificamos por tipos primarlos y secundarios la industria ósea de los tres niveles.

Por Grupos Tipológicos una estadística, poco segura por la escasez de ejemplares, nos
ofrece estos resultados:

Nivel 3 Nivel 4 y 4b Nivel 5


I. Azagayas: 8: 40% 32: 50,7 % 14: 26,9 %
II. Alfileres: 1: 5% — —

IV. Puntas largas: — — 1 1,9%


V. Puntas de mango: — 1 1,5% 1 1,9%
VI. Esquirlas trabajadas: 7: 35 % 16 25,3 % 19 36,5 %
VII. Puntas planas: — 1 1,5% 7 13,4 %
VIII. Varillas: 1: 5% 4 6,3 % 1 1,9%
IX. Espátulas: — 2 3,1 % —

XII. Cuñas: — 3 4,7 % —

XIII. Compresores: 2: 10% — 1 1,9%


XXI. Agujas: — 1 1,5% 4 7,6 %
XXIII. Placas colgantes: — — 1 1,9%
XXVI. Colgantes: 1: 5% 1 1,5% 3 5,7 %
XXX. "Obras de arte" — 2 3,1 % —

Total (con fragmentos) 20 63 52

175
Llama la atención la abundancia de objetos en el grupo VI, esquirlas óseas trabajadas,
que en el nivel 5 llegan a hacerse útil dominante superando incluso a las azagayas. Se trata
de fragmentos de huesos largos retocados al mismo modo que el sílex, con muesca y reto-
ques inversos.

La estadística por secciones marca una distinción tajante entre los tres niveles:

Nivel 3 Nivel 4 y 4b Nivel 5


Sección circular: 3: 25,0 % 8: 20,5 % 8: 32 %
Sección triangular: 2: 16,6 % 4: 10,2 % 1: 4%
Sección cuadrada: 3: 25,0 % 18: 46,1 % 3: 12 %
Sección aplanada: — 4: 10,2 % 8: 32 %
Sección circular-fina: 1: 8,3 % 1: 2,5 % 4: 16 %
Sección planoconvexa: 1: 8,3 % 2: 5,1 % 1: 4%
Sección lenticular: — 2: 5,1 % —

Sección Irregular: 2: 16,6 % — —

Total (con fragmentos) 12 39 25

Dejando aparte el nivel 3, que por lo atípico de sus objetos no puede valorarse como
es debido, encontramos grandes diferencias entre el nivel 4 y el 5. En el primero predomina
ampliamente la azagaya de sección cuadrangular que hemos visto dominar en el Juyo, Bal-
mori, Cierro y Cueto de la Mina D; en el segundo predomina la azagaya de sección aplana-
da, la cual presenta además ejemplares muy bellos. La sección triangular está presente en
todos los niveles pero en porcentajes menores. Podría señalarse, con las reservas de rigor, un
aumento progresivo de este tipo de sección, sin que en ningún momento llegue a hacerse
significativa. Las varillas son muy escasas en todos los niveles, contrastando con la relativa
abundancia que presenta el nivel 2 de la misma cueva con 4 ejemplares de sección plano-
convexa que suponen el 18,1 % de las secciones y 4 posibles de sección aplanada que re-
presentan el mismo porcentaje.

Las agujas, por su parte, son más abundantes en el nivel 5 que en el resto, por lo que
parece que tienden a disminuir dentro del Magdaleniense del Rascaño.

Sin embargo, son los objetos óseos individuales los que definen la industria de los tres
niveles de Rascaño. (Véase su reproducción en la publicación monográfica)'

En el nivel 3 apenas sí podemos distinguir objetos típicos. Sólo una azagaya corta de
sección circular y monobisel de más de 1/3.

El nivel 4 presenta muy buenos ejemplares de azagayas de base monobiselada y sec-


ción cuadrada. Su decoración es muy típica: estrías oblicuas en los biseles y profundas ra-
nuras longitud'nales, colocadas muy cerca de las aristas y cortadas por pequeños trazos per-
pendiculares de los que salen nuevas ranuras que forman ángulos. Junto a estas azagayas
encontramos otras de sección circular y monobisel de más de 1/3, que en el nivel 4 aparece
liso, sin ningún tipo de estrías.

También debe destacarse una especie de espátula con grabado en retícula en su extre-
mo plano y ancho que nos recuerda un ejemplar semejante de la cueva del Castillo.

El nivel 4b presenta el mismo tipo de azagavas de sección cuadrangular que el nivel 4.


Entre ellas, destaca una de sección triangular (con tendencia a cuadrada) con un motivo
grabado con trazo múltiple muy profundo. Es alargado, en forma de huso, y nos recuerda
uno semejante del Juyo (n.° 88 del nivel IV) y otro, doble, del más viejo magdaleniense de
Placard (vid. Breuil 1912: 187, fig. 17.9).

I7()
El nivel 5 ofrece varios ejemplares únicos:

Una posible azagaya de sección aplanada y base hendida.


Un fragmento de azagaya de sección aplanada y bisel muy claro a doble vertiente, con
profunda ranura dorsal.
Un fragmento de azagaya de sección aplanada y bisel apuntado largo, con profundas
estrías en espiga y cortos trazos bordeando el extremo proximal del bisel. En el fuste, y
arrancando del mismo bisel, un profundo surco, ligeramente curvilíneo, grabado con cortas
puntuaciones de técnica "excisa". Recuerda por su técnica la punta plana de Cova Rosa y la
varilla solutrense de Aitzbitarte IV (I. Barandiarán 1973: lám. 26.5 y 8) y por su forma no des-
merece en nada junto a los mejores ejemplares del Magdaleniense I de Placard (Breuil 1912:
187. fig. 17).

Una azagaya corta de sección circular y monobisel de más de 1/3 con estrías en espi-
ga. Debe situarse en la misma línea de objetos asimilables al Magdaleniense I francés.
Un bisel partido de azagaya reaprovechado como colgante mediante una perforación.
Un fragmento de varilla de sección planoconvexa gruesa, al parecer de gran tamaño
y con in'cio de decoración curvilínea, muy profunda, en el dorso.
Los tipos de puntas largas, de sección gruesa oval, con finas estrías oblicuas de ras-
pado en los costados. Encontramos ejemplares idénticos en la cueva del Río.
Señalemos por último, entre la Industria ósea, los numerosos fragmentos de astas con
profundos recortes de buril y las varillas extraídas de ellos aun sin trabajar.
La industria ósea de Rascaño se completa, en sus niveles del Magdaleniense Inferior,
con un fragmento de omoplato con el típico grabado de estrías representando un bisonte, roto
en la parte de la cabeza. Desgraciadamente esta pieza, importante para nuestro Magdalenien-
se, apareció en el cribado del nivel revuelto. No obstante un pequeño fragmento óseo con
un claro grabado estriado apareció en la parte inferior del nivel 3, aunque no coincidía con el
omoplato del bisonte. Una primera publicación de este objeto en I. Barandiarán y J . González
Echegaray 1979. La reproducción gráfica de la industria lítica y ósea puede verse en la me-
moria final de la excavación de 1975. (En la monografía n.° 3 en esta misma serie).

Fauna:

Estudiada por J . Altuna no se conocen todavía los datos estadísticos. No obstante, por
lo que hemos observado en el curso de la excavación, la cabra predomina ampliamente so-
bre el resto de los mamíferos. Le siguen, muy por debajo, el ciervo y quizá el rebeco, exis-
tiendo también algunos restos de gran bóvido y caballo.
Se encuentran asimismo numerosas vértebras de peces, posiblemente salmónidos pes-
cados en el cercano Miera, y muy pocas conchas marinas, hecho explicable por la distancia
a que se encuentra del mar.
También puede hablarse en Rascaño de una selección de las partes del animal que
fueron llevadas a la cueva: las cabezas alcanzan la mayor representación con numerosos res-
tos de mandíbulas y cornamentas de ciervo, cabra y bóvido que llegaron a constituir la brecha
del nivel 4b. Parece que hubo un trabajo "in situ" de elaboración de instrumentos óseos, pu-
diendo reconstruirse todas las fases del proceso de fabricación de una azagaya.

Bibliografía:

Obermaier, 1916, 1924 y 1925; Márquez Uría, 1974; I. Barandiarán y González Echega-
ray, 1979; González Echegaray, 1979.

177
Cueva de Salitre (Ajanedo, Miera):

Situada en la margen derecha del Miera, enfrente del pueblo de Miera, se abre hacia
el Oeste la boca de la cueva. Para acceder a ella es preciso salvar una violenta pendiente
de 30 m. desde la carretera y de 80 m. desde el cauce del río. La cueva consta de un vestí-
bulo de 10 m. de anchura y un largo corredor uniforme de 165 m. de longitud. Fue descu-
bierta el 21 de julio de 1903 por el P. Sierra quien determinó la existencia de yacimiento y de
pinturas. En 1906 Alcalde del Río visitó la cueva descubriendo nuevas figuras parietales. La
cueva se formó en las calizas del Infracretáceo Superior. En 1979 F. Bernaldo de Quirós y V.
Cabrera han reemprendido las excavaciones, todavía inéditas.

Estratigrafía:

Obermaier (1925: 173) cita vestigios auriñacienses, solutrenses, magdalenienses y azi-


lienses, sin más especificación.
Alcalde del Río, Breuil y Sierra (1911: 24) hablan de la existencia de hojas solutren-
ses, "y otros períodos del Paleolítico Superior". La estratigrafía visible en la actualidad se re-
duce a una cata de aproximadamente 1 m. de profundidad en el que se aprecian sucesión de
niveles arcilloso-rojizos y negros.

Materiales:
Sierra (1909: 109) encontró los objetos siguientes:
En sílex: "11 láminas, 2 en punta y 5 en raspador; 2 raspadores nucleiformes, 3 raspa-
dores semiovalares, 2 núcleos, 5 buriles en punta de lámina, 1 buril ordinario, 2 buriles-ras-
padores típicos magdalenienses, 2 puntas pseudomusterienses y un taladro".
En hueso: un hueso plano y ancho terminado en punta.
En la colección Instituto del Museo de Santander encontramos solamente un disquito
raspador, unas 20 lascas y varios fragmentos de fauna.

Fauna:
Harlé en 1908 determina las siguientes especies sin indicación de nivel (Altuna, 1972):
Ursus spetaeus: Cervus elaphus; Capra ibex; Rupicapra rupicapra.
Sierra en 1909 encontró los siguientes restos:
2 Ursus spelaeus, 2 oso pardo, 10 ciervo, 2 gamuza, 8 cabra montes, 2 caballo, 1 jabalí,
6 rumiantes.
Entre las conchas abundaba la Patella vulgata de tamaño grande (var. Sautuolae) y la
Littorina littorea.

Bibliografía:
Sierra, 1909; Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1911; Obermaier, 1925.

Cueva de Truchiro (Omoño, Ribamontán, Santoña):

Fue descubierta en 1903 por el P. Sierra quien determinó un nivel magdaleniense


(Obermaier, 1924: 161). En la edición de 1925 sin embargo Obermaier suprime la cita de es-
ta cueva.
Sierra (1909: 108) cita: "es una pequeña gruta en la que recogí:
En sílex: una lámina con punta, y un buril-raspador típico del Magdaleniense.

1 7»
En fauna: 4 huesos de Cervus elaphus, 1 de gamuza y un pedazo de cráneo humano.
Entre los moluscos Patella vulgata, Llttorlna littorea y Mytilus edulls."

Bibliografía:

Sierra, 1909; Obermaier, 1924.

La cuenca del Miera presenta además otros yacimientos que no contienen niveles asimi-
lables al Magdaleniense Inferior: cueva Morín se halla en sus cercanías y también el impor-
tante yacimiento del Piélago, en la zona de Rascaño, con muy buenos materiales azillenses.
Sierra, por su parte, recoge en su Mapa Paletnográfico 3 cuevas de las que nada sabemos:
las de Moro, Mar y La Peña.

PROVINCIA DE VIZCAYA

9. RIA DE GUERNICA (Lám. 72):

Se halla constituida en general por calizas infracretácicas compactas y margas piza-


rreñas, orientadas del NW al S E con buzamiento hacia el SW en unos puntos y hacia el NE en
otros. En varias de sus estribaciones aflora la ofita. El monte de Ereñosarre de 415 m. de al-
titud, en cuyas laderas se halla la cueva de Santimamiñe, es la cumbre más importante de la
cadena montañosa que, trazando una línea sinuosa, comienza en las peñas de Santa Eufemia
y termina en el golfo de Mundaca.

La vegetación actual predominante en la zona se reduce a encinas, evónimos, laurel sil-


vestre, espino blanco y negro, madroñero y zarzaparrilla. (Aranzadi, Barandiarán y Eguren
1925: 3-4).

La ría de Guernica contiene dos importantes yacimientos magdalenienses: la cueva de


Santimamiñe (en Cortézubi) y la de Atxeta (en Forua). Más hacia el Este y en la misma zona
costera nos encontramos con un segundo grupo de yacimientos, en torno a la bahía de Lequei-
tio: la cueva de Lumentxa, sobre el río Lea en el barrio de Ispater y las de Armiña y Atxurra
en Berriatúa que se comunican entre sí. La constitución geológica del terreno es similar a la
de la ría de Guernica: calizas infracretácicas y la misma vegetación actual de encinas, laure-
les, tilos y madroñeras.

Cuei^a de Atxurra (Berriatúa):

Situada en término de Berriatúa se comunica con la cueva de Armiña. El yacimiento se


localiza en la entrada, formada por un estrecho túnel. La cueva fue descubierta por J . M. de
Barandiarán en 1929 y excavada por él, en colaboración con Aranzadi, entre 1934 y 1935. Tras
una nota escueta ofrecida en 1947 la publicación más extensa fue dada a conocer en 1961.

Estratigrafía (Lám. 78):

Presenta la dificultad de no poseer piezas características que definan culturalmente los


niveles de ocupación y de no aparecer bien determinados los estratos, ni en textura ni en co-
loración. J . M. de Barandiarán optó por dividirlos artificialmente en capas de 10 cm. y descri-
bió el proceso de relleno de la cueva de este modo (1961): "Se formó una capa arcillosa de

179
Lámina 72.—Provincias de Vizcaya y Guipúzcoa:
• Con un nivel Magdaleniense Inferior.
« Con niveles magdalenienses ^determinados.
* Sólo con Magdaleniense Superior-Final.
40 a 50 cm. de espesor, sin que llegase apenas a ser visitada por el hombre. Al final de esta
etapa (describe de abajo arriba) grandes bloques calizos desprendidos del techo pavimen-
taron una gran parte del suelo. Continuó después la formación del depósito arcilloso, contri-
buyendo ya el hombre a colmarlo (...). Las capas varían artificialmente cada 10 cm.:

I. 0-20 cm., floja clara


II. 20-30 cm., "
III. 30-40 cm., compacta clara
IV. 40-50 cm.,
V. 50-60 cm., oscura
VI. 60-70 cm., compacta clara y oscura a tramos
VII. 70-80 cm., compacta amarilla
VIII. 80-90 cm., compacta amarilla, excepto en 9D y 9C que es negruzca con car-
bones
IX. 90-100 cm. compacta amarilla y con el mismo hogar en 9C y 9D
X-XVI. 100-170 cm., 6 niveles de tierra compacta amarilla".

Culturalmente, J . M. de Barandiarán habla de "instrumentos que reflejan influencias so-


lutrenses (raspador con retoque plano en el nivel XIV), acompañadas de reminiscencias de
tiempos anteriores" (buriles de Noailles en el mismo nivel XIV), luego habla de "piezas que
parecen del Magdaleniense" y "de adopción de tipos azilienses y cerámica neolítica, a la vez
que conservaban el material Utico antiguo" (J. M. de Barandiarán 1961b sin página).

Ignacio Barandiarán en 1967: 112-113 reúne los 16 niveles en 4 momentos culturales:

Nivel A: Neolítico (niveles I a III de J . M. de Barandiarán, de 0 a 40 cm. de profundi-


dad).
Nivel B: Aziliense (niveles IV y V, de 40 a 60 cm.).
Nivel C: Magdaleniense (Superior-Final con poca seguridad), (niveles VI a XIII y de
los 60 a 140 cm. de profundidad). Entre los 80 y los 110 cm. y en la zona cen-
tral (9C y 9D) una zona muy oscura que debió corresponder a un hogar mag-
daleniense con un lecho de piedras colocadas en un piso a los 110 cm.
Nivel D: Solutrense (niveles XIV a XVI y 140 a 170 cm. de profundidad).

En la Lám. 73 reproducimos el corte teórico de los niveles de Atxurra según las indica-
ciones de J . M. de Barandiarán. A la izquierda sus equivalencias culturales según I. Barandia-
rán. No creemos que haya diferencia alguna entre "compacta clara" y "compacta amarilla" en
la terminología de D. José Miguel de Barandiarán, sin embargo marcamos una división ya que
emplea un vocablo distinto a partir del nivel VII.

Me. Collough (1971: 228) explica la repartición de los materiales de Atxurra en tres
lotes, correspondientes a tres sectores, (A, B y C) y a distintas campañas de excavación.
Computa asimismo 14 piezas en el nivel D y 90 en el C y con ella y sus profundidades reorga-
niza la atribución cultural de los últimos niveles, basándose en la presencia de fósiles directo-
res del Solutrense y del Noaillense, junto a la ausencia de los mismos en el Magdaleniense.

De este modo la estratigrafía propuesta por Me. Collough en 1971: 233 queda como
sigue:

0- 40 cm. Neoeneolítíco?
40- 60 cm. Magdaleniense Final-Aziliense?

lili
Lámina 73. Atxurra. Estratigrafía, planta y materiales.

Ifi2
60- 80 cm. Magdaleniense?, de dorsos, truncaduras y dorso-truncaduras. Con un hogar
que alcanza los 110 cm.

80-170 cm. Solutrense y Noaillense mezclados, con una posición clara de sus fósiles
directores en el sector B, en el cual los objetos solutrenses van de los 85 a
los 115 cm. y los buriles de Noailles de los 115 a los 150 cm.

Nada puede objetarse a esta interpretación estratigráfica, sólo señalar que el único
objeto que podría haber servido como fósil director de un Magdaleniense (II), una hojita de
dorso con truncadura oblicua (muy posible escaleno), se encontraba en el cuadro 13D (que
no es el hogar magdaleniense, aunque está próximo a él) a una profundidad de 110 cm., se-
gún su sigla.

Me. Collough revisa, por último, algunas afirmaciones de J . M. de Barandiarán como la


de la estricta horizontalidad de los niveles, puntualizando que éstos son más delgados en el
fondo que en el frente y concluyendo que los sectores habían sido excavados en bloque y
que los cuadros de proveniencia habían sido arbitrariamente asignados (1971: 232).

Materiales:

Contienen indicación expresa del sector al que pertenecen (A, B o C ) , que no debe
confundirse con alusiones a un nivel, además la profundidad y el cuadro, a veces algo con-
fusas como una indicación general de " C : 0,50-0,60, 6 de septiembre de 1935" y materiales en
su Interior con sigla entre 55 y 110 cm. Creemos mejor seguir a Me. Collough, quien al pare-
cer tuvo menos problemas con los materiales y quien los encontró en su mayoría tal como los
había dejado J . M. e I. Barandiarán, (envueltos en papel de periódico y con todas las indi-
caciones).

Según Me. Collough, el nivel C contenía 90 objetos, con buriles de Noailles distribuidos
por los tres sectores, a una profundidad entre 100 y 130 cm. 4 de ellos son evidentes. Había
además dos útiles solutrenses entre los 85 y los 115 cm. Los porcentajes se distribuían de es-
te modo:

— Los raspadores suponen el 19,2 % con 14 objetos: 6 en extremo de lámina, 1 doble,


3 carenados, 2 en hocico y 2 nucleiformes.
— Los buriles representan el 28,2 % , del cual el 17,9 % es para los de truncadura y el
10,3 % para los diedros que, extrañamente para un Magdaleniense, están en minoría.
— Las piezas de Noailles son 4, por lo que suponen el 5,1 % .
— Las hojas de dorso representan el 42,3 % , distribuido entre los 7 ejemplares de mi-
crogravettes, los 4 cuchillos de dorso, las 20 hojitas de dorso y 2 hojitas de dorso
truncadas. No hay puntas de la Gravette típicas. Las hojitas truncadas suponen ade-
más el 2,6 % y son una truncadura oblicua y un pseudomicroburil.
— Dos posibles piezas solutrenses procedentes del sector B. Contienen sigla de 13D
85-90 (por encima del "escaleno") y 15C 110-115. Representan el 2,6%.

Nos extraña que J . M. de Barandiarán, hombre meticuloso en extremo, no haya visto la


supuesta pieza solutrense del nivel VIII (85 a 90) ni la del nivel XI (110-115).

En conjunto, los porcentajes del nivel C no indican claros indicios de un Magdalenien-


se inferior. El alto índice del Grupo Perigordiense (44,9) harían pensar más en un Magdalenien-
se Final o en un Perigordiense, como parece indicar Me. Collough, en ese caso mezclado con
piezas Solutrenses, ya que aparecen objetos de retoque plano en el nivel XIV (140-150 cm.).

Ahora bien, intentemos la reconstrucción cultural de los niveles basándonos únicamen-


te en los datos ofrecidos por J . M. de Barandiarán, quien, al fin y al cabo, excavó el yacimien-

1H3
to. El nivel C comprendería del VI al XIII, de los 60 a los 140 cm. y a medida que profundi-
záramos encontraríamos los siguientes objetos:

Nivel VI (60-70 cm.): 4 puntas de dorso, 1 triángulo isósceles, 3 buriles diedros, 1 de


ángulo, 2 buriles dobles, 2 raspadores cónicos (nucleiformes), 1 varilla de hueso (una lámina
curvada), cantos de hematites y ocre.

Nivel VII (70-80 cm.): 1 buril diedro de eje, 2 raspadores frontales cortos y un punzón
de sección circular y base monobiselada.

Nivel VIII (80-90 cm.): 3 puntas de dorso, 6 hojitas de dorso y un fragmento de pun-
zón de hueso.

Nivel IX: 1 punta de dorso, 1 truncadura oblicua, 2 hojitas de dorso, 1 buril-raspador y


hematites (90-100 cm.).

Nivel X (100-110 cm.): 1 punta de dorso,5 hojitas de dorso, 1 buril raspador, 1 cristal de
roca, 2 fragmentos de punzones, 2 huesos con rayas y 5 piedras planas en 9D, dispuestas a
modo de base del hogar que las cubre. El "escaleno" a 110 cm.

Nivel XI (110-120 cm.): 1 lámina retocada marginalmente, 6 hojitas de dorso, 2 puntas


de dorso, 1 lámina de borde rebajado denticulada (tipo Bruniquel), 1 raspador sobre lámina,
1 raspador cónico y 1 hueso con marcas.

Nivel XII (120-130 cm.): 2 láminas retocadas, 2 puntas de dorso, 1 "pieza triangular" y
un buril doble.

Nivel XIII (130-140 cm.): 1 buril diedro, 1 lámina retocada, 1 raspador cónico y 2 cris-
tales de roca.

Siguen en el nivel XIV 3 buriles de Noailles y un raspador con retoque Plano.

Puede ensayarse una Interpretación cultural utilizando los débiles fósiles directores:

Encontramos, en primer lugar, un triángulo isósceles claro en el nivel VI, junto a algu-
nos raspadores nucleiformes: en Laugerie Haute sería Magdaleniense III. Treinta cm. más aba-
jo, junto a un hogar aislado, aparece, en el nivel X, un triángulo escaleno, acompañado de un
buen porcentaje de hojitas de dorso: en Laugerie Haute sería Magdaleniense II. Los mismos
índices ofrecidos por Me. Collough en nada desmerecen de un Magdaleniense II al estilo fran-
cés: un predominio no muy grande del buril sobre el raspador y un alto índice del Grupo Pe-
rigordiense.

Fauna:

J . M. de Bariandarán cita en los niveles correspondientes al C las siguientes especies:


Ciervo; Cabra; Zorro; Oso; Gamuza?; Lobo?; 4 fieras y cérvidos no determinados (Al-
tuna 1972: 65). Cita además J . M. de Barandiarán erizo de mar en el nivel VI y 1 Patella
y 1 vértebra de pez en el nivel VII.

Bibliografía:

J . M. de Barandiarán, 1947a y 1961a; I. Barandiarán, 1967; Me. Collough, 1971.

Cueva de Lumentxa (Lequeitio):

Se halla situada en el monte Calvario, en el barrio de Ispaster en Lequeitio, en la mar-


gen izquierda del río Lea. Su boca, a 70 m. sobre el nivel del mar, está orientada hacia el Sur,

184
aunque existe otra entrada menor orientada al Nordeste. Mide 1,65 m. de alto por 3,35 de
ancho y el suelo penetra en declive rápido hacia el interior donde se agrandan las proporcio-
nes de la cueva.

El yacimiento fue descubierto por J . M. de Barandiarán el 12 de agosto de 1921 pero


hasta 1926 no se iniciaron las excavaciones, en colaboración con Telesforo de Aranzadi. Estas
duraron hasta 1929 y fueron de nuevo reemprendidas por J . M. de Barandiarán sólo en 1963
y 1964. En las distintas campañas se excavaron los siguientes tramos (Lám. 74):

Campaña de 1926: tramos 1 a 6


Campaña de 1927: tramos 7 al 16 I
^ - * - / v ^ Zona A, resultados publicados en 1935.
Campana de 1928: tramos 17,18 y 19
Campaña de 1929: tramos 20 a 25
Campaña de 1963: zona C, paralela a los tramos 1 a 4. Sólo niveles superiores.
Campaña de 1964: bandas 14 y 15 de la zona C y bandas 1, 2 y 25 de la zona B (tan-
gente al tramo 17).

De este modo, en la planta de la superficie excavada de Lumentxa es necesario distin-


guir las subdivisiones siguientes: tramos (sistema de coordenación en las 4 primeras campa-
ñas), cuadros obtenidos por coordenadas cartesianas (las 2 últimas campañas) y zonas (con-
junto de tramos o cuadros que constituyeron catas distintas en las diversas campañas). La
zona B fue descubierta en 1936 al hallar una nueva galería cuando se acondicionaba la cueva
como refugio.

Estratigrafía:

Presenta serios problemas a la hora de determinar su entidad cultural. I. Barandiarán


en 1967: 157 los concreta en estos puntos:

— U n desconocimiento del modo e intensidad de los buzamientos de los niveles en cada


uno de los cuadros o tramos.

— E l método adoptado por Aranzadi y Barandiarán en la descripción de sus investiga-


ciones, quienes en vez de niveles utilizan los días en que excavaron, sin aludir al nivel con-
creto al que pertenece una pieza o al espesor general alcanzado por cada uno de los niveles.

— Lo escaso y poco característico de los materiales que impide una mayor concre-
ción estratigráfica.

Aranzadi y Barandiarán ofrecen en 1935: 119 la siguiente estratigrafía teórica:

Nivel A: Tierra floja pulverulenta cenicienta: su parte superior está ocupada por una cul-
tura postneolítica y la inferior por una neolítica que contiene mariscos sin Littorina.

Nivel B: Tierra pedregosa con hogares: su parte inferior pertenece al Aziliense con
arpones.

Nivel C: Tierra negra: Magdaleniense.

Nivel D: Tierra amarillenta con un arpón cilindrico.

Nivel E: Tierra cenicienta con un punzón de hueso de base hendida.

Nivel F: Tierra compacta con raspadores aquillados y más abajo un punzón de hueso
de base biselada.
Nivel G: Conglomerado estéril.

1(15
Lámina 74.—Lumentxa. Planta y zona excavada (según Aranzadi y Barandiarán). Correspon
dencia de los cuadros de las siglas de los objetos con los tramos excavados (depósito de
J. M . de Barandiarán en el Museo Histórico de Vizcaya).
De este modo los 4 últimos niveles quedan sin una adscripción cultural, aunque no es
difícil suponer un Magdaleniense Superior para el nivel D.

En 1960 González Echegaray buscó una determinación basado en posibles fósiles di-
rectores: el nivel D dio un arpón de tipo Magdaleniense V, el nivel E una azagaya cuadran-
gular de base ahorquillada lo que sería una prueba para datar el nivel en un Magdaleniense IV
(aunque no crea Echegaray que se trata de una azagaya típica de base ahorquillada) y el
nivel F dio una pequeña azagaya con un bisel simple que ocupa casi la mitad de la pieza, tal
como muchas azagayas del Magdaleniense III del Parpalló (González Echegaray 1960: 72).
Más adelante veremos el problema de la situación estratigráfica y la entidad de la azagaya
de base ahorquillada.

En 1962 el propio José Miguel de Barandiarán aporta nuevas dataciones para los nive-
les de Lumentxa al hablar (1962: 14) de un auriñaciense típico, si bien el único material que
expone de tal período es una simple escotadura (1962a, fig. 6g).

I. Barandiarán por su parte cree que los raspadores aquillados del nivel F pudieran ser
más decisivos a la hora de determinar un auriñaciense típico (1967: 162).

Los fondos del Museo de Bilbao, lejos de aclarar la situación, complican aún más la
determinación cultural de los últimos niveles, no presentando, por ejemplo, en ningún mo-
mento una acumulación de raspadores aquillados. Veamos la situación de los objetos
"típicos":

Azagaya da base ahorquillada: Aranzadi y Barandiarán se refieren a ella en 1935: 110,


figura 52 y Lám. XLIII, n.° 3. Fue encontrada a profundidad de 1,22-1,35 y en ningún momento
se le califica como hendida o ahorquillada sino como "dos pedazos prismáticos, uno de ellos
con surco en un extremo". En 1962 J . M. de Barandiarán la reproduce en la pág. 45, fig. 15 f
y la define como "punzón de base ahorquillada de Lumentxa", colocándola entre los materia-
les del Magdaleniense en su segunda etapa, junto con arpones una hilera de dientes.

En 1935: 81 al describir el proceso de la excavación se cita en el día 24 de agosto de


1927 a profundidad de 1,22-1,35 "un trozo de punzón de hueso sin punta ni base" pertene-
ciente a la zona de tramos 13-14-15. Cuatro líneas más abajo y en tierra negruzca, (aunque
inmediatamente colocado sobre la tierra rojiza) apareció "un punzón de hueso de base hen-
dida", con una profundidad de 1,50-1,60 m. ( d í a 25 de agosto). A 1,60 m. comienza ya la tierra
rojiza. Este punzón de base hendida no se halla recogido más tarde al hacer el recuento de
materiales y sí sin embargo el "trozo de punzón sin punta ni base" que creemos debe iden-
tificarse con los "dos pedazos prismáticos, uno de ellos con surco en un extremo".

La supuesta azagaya de base ahorquillada contiene sigla de L.8D.135, por lo que, según
la correspondencia de cuadros y tramos, debió pertenecer al tramo 13, ya que es el más cer-
cano al cuadro 8D de los tres tramos excavados el 24 de agosto (en realidad comparando la
equivalencia de tramos y sectores, debería corresponder al tramo 18 y 19 pero debe admitirse
un margen de error entre los tramos vecinos ya que la división en cuadros se hizo algunos
años más tarde, del mismo modo que la sigla de los objetos de las primeras campañas, cuya
determinación de cuadro fue hecha de un modo aproximado).

Sin embargo, la cuestión se plantea desde dos puntos de vista: si son dos objetos dis-
tintos y a qué nivel pertenecen cada uno. Respecto a la primera pregunta hay razones para
creer que se trate de un solo objeto al que se le han asignado dos profundidades distintas
por posible confusión con un fragmento de punzón que apareció al mismo tiempo. En efecto
vemos que cuando se cita claramente la base hendida (p. 81) la pieza supuesta de base ahor-
quillada es casi pasada por alto y cuando se cita el pedazo "con surco" (p. 110) se calla
totalmente la existencia de la de base hendida.

187
Además en los fondos del Museo de Bilbao no existe ninguna pieza de base hendida
de Lumentxa y sí la ahorquillada.

Ahora bien, si se trata de una sola pieza ¿cuál de las dos profundidades es la correcta?
(1,35 ó 1,60). A pesar de la sigla creemos que hay menos margen de error en 1,60 ya que fue
indicada en el mismo día en que fue extraída de la tierra y así debió figurar en los diarios,
mientras que 1,35 fue una profundidad asignada días más tarde, al hacer el recuento de las
piezas importantes. La sigla ya hemos dicho que fue colocada muchos años después, por lo
que no debe valorarse demasiado. Es interesante señalar también que en 1962 cuando J . M.
de Barandiarán alude a un auriñaciense en Lumentxa cita una azagaya de base hendida de
Santimamiñe pero ninguna de Lumentxa, encontrando tan solo una escotadura para determi-
nar este período.

Esta confusión de piezas fue posiblemente ya entrevista por I. Barandiarán cuando en


1967: 161 describe en el nivel V (D), Magdaleniense Superior, "un punzón de sección trapecial
y base hendida (acaso pertenezca al nivel inmediato inferior)".

De este modo sólo si damos como válida la profundidad de 1,50-1,60 para el punzón sl-
glado en 1,35 podremos adscribir al nivel E la supuesta azagaya de base ahorquillada ya que
entre 1,35 y 1,50 "la tierra es negruzca" y entre 1,60 y 1,90 "la tierra es rojiza", siendo estéril
después hasta el conglomerado que aparece a 3,20. Lo curioso es que precisamente entre 1,50
y 1,60 en que apareció la azagaya no se nos da indicación de color, estando por tanto en
el límite de los niveles E y F. Por otra parte las profundidades no coinciden en absoluto con las
generales indicadas en el corte teórico que son en un nivel más bajas (entre 1,35 y 1,60 se
sitúa el nivel D).

Raspadores aquillados: Más complicado es todavía determinar la posición de los ras-


padores aquillados. En primer lugar, debemos decir que no los hemos encontrado en el Museo
Histórico de Vizcaya entre los materiales de Lumentxa. En nuestro recuento de objetos líticos,
pertenecientes a los niveles E y F (70 en total), sólo 3 ejemplares pueden darse como aquilla-
dos (carenados) y aun estos atípleos y 11 deben clasificarse como los clásicos raspadores
nucleiformes. Estos pueden ser los raspadores aquillados de J . M. de Barandiarán y, en ese ca-
so, la determinación del nivel F como auriñaciense y no como Magdaleniense Inferior (como
parecía indicar la Industria ósea) se cae por su base.

En realidad, su posición estratigráfica va unida, en buena parte, al problema general de


los niveles de Lumentxa. Hemos revisado minuciosamente la publicación de 1935 y creemos
haber encontrado en ella datos de interés para aclarar posibles contradicciones:

1. El conglomerado final es horizontal en toda la cueva como terraza litoral y "sus di-
ferentes profundidades se han de interpretar motivadas por el diferente nivel del límite supe-
rior del yacimiento en las distintas partes del vestíbulo de la caverna" (1935: 106). Por tanto
las profundidades no fueron tomadas respecto a un punto fijo sino a la superficie del terreno.

2. Esta superficie no era uniforme ya que se citan así algunos datos "en el rincón SW
a profundidad de 90 cm. al Norte o 140 al Sur" o "a 120 cm. al Norte o 170 al Sur" (1935: 107
y 110). Hay pues un desnivel de 50 cm., siendo más alta la superficie en el lado Sur (tramos 17
y 16) que en el Norte (tramo 25). Por tanto, no pueden situarse los objetos en un nivel aten-
diendo sólo a su profundidad, sino que debe tenerse en cuenta su tipología y la posible cita
de coloración en el nivel.

Ahora bien, ¿qué niveles se nos describen en los distintos tramos?:

— Los 12 primeros presentan su estratigrafía cortada cerca de la superficie por la apa-


rición de grandes bloques de piedra a 1,20 m. (tramos 1-4, 7-10) o por la presencia de la
tierra rojiza estéril a 1,20 (tramos 5 y 6) o 1,80 (tramo 12).

IflR
— Los 5 últimos tramos (20-25) presentan asimismo una tierra amarilla estéril a 1,05
(tramo 20) o 1,15 (tramo 25), situada inmediatamente debajo de una negruzca pedregosa.

— De este modo, la superficie en la que pueden aparecer los niveles inferiores queda
únicamente reducida a la parte Sur (tramos 13 a 19), considerando que en el lado Norte la es-
tratigrafía fértil termina con el nivel C (siempre que no afloren a la superficie los niveles infe-
riores, estando ausentes los superiores).
Así pues, analizando los datos que la memoria de 1935 ofrece sobre los tramos del la-
do Sur, encontramos los hechos siguientes:
1. Sólo los tramos 16 y 18 presentan la secuencia completa de la estratigrafía teórica
propuesta por Aranzadi y Barandiarán (1935: 119). En el tramo 16 los niveles A, B y E han
de ser reconstruidos por tipología y por su situación entre los demás. El tramo 18 posee una
fotografía de su secuencia estratigráfica en la Lám. XXVII de la publicación.
2. Los tramos 13, 18 y 19 tienen en común un hogar negruzco que abarca los tres
tramos y que permite reconstruir a partir de él, con muchas reservas, el resto de los niveles.
Todos tienen claro su nivel A, Neolítico, marcado por la cerámica hasta los 0,70-0,80 m. El ni-
vel B, flojo y pedregoso, aparece citado en el tramo 19 entre 0,70 y 0,90 m. A partir de aquí
viene el hogar común que se sitúa entre 1 y 1,20 en el tramo 18, entre 0,90 y 1,20 en el
tramo 19 y posiblemente entre 1,35 y 1,50 en el tramo 13. Parece que por la coloración de-
berá considerarse como perteneciente al nivel C, Magdaleniense Final, ya que en todos los
tramos está situado sobre un nivel amarillo o rojizo que deberá ser interpretado como D: a
partir de 1,20 en el tramo 19, entre 1,20 y 1,60 en el tramo 18 y entre 1,50 y 1,90 en el 13. SI
admitimos esta interpretación la varilla de las serpientes del tramo 18 deberá considerarse del
nivel C, Magdaleniense Final, y no del D, Magdaleniense Superior, sin contradecir por ello la
publicación de 1934: 214 en la que se habla sólo de un "nivel magdaleniense". El nivel E, por
su parte, se localizaría en el tramo 18 entre 1,60 y 2 m. y no existiría en el tramo 19. En el
tramo 13 su Identificación se complica aún más, los datos ofrecidos por la memoria son muy
confusos:

Existe cerámica hasta los 0,80 m.


En 1,22 y 1,35 existe una azagaya de base supuesta ahorquillada (que quizá esté más
baja), un arpón y una plaqueta con caballo grabado que ha sido atribuido al nivel C (I Baran-
diarán 1967: 160) (del tramo 16, pero del mismo nivel):
Una tierra negruzca entre 1,35 y 1,50.
Una azagaya de base hendida entre 1,50 y 1,60.
Una tierra rojiza con materiales entre 1,60 y 1,90.
Una tierra rojiza estéril entre 1,90 y 3,20.
La existencia de niveles E y F en este tramo dependerá de la correcta atribución del
1
hogar negro con el citado entre 1,35 y 1,50.
En cuanto a la presencia del nivel F en los restantes tramos vemos que no existe con
valor arqueológico ni en el tramo 19 (la tierra es estéril a partir de 1,35) ni en el 18 (en el
cual ocupa de los 2 a los 2,60 m., que son asimismo estériles). De este modo, todos los obje-
tos atribuidos al nivel F sólo pudieron ser encontrados en los dos tramos de la parte Sur del
yacimiento, el 16 y el 17, en los que, precisamente, la superficie se hallaba más alta y los ni-
veles adquirían mayor espesor. Veamos con detalle la posible identificación cultural de los nive-
les con los datos ofrecidos en la memoria:

— Tramo 16:
La cerámica se describe hasta los 0,36 m. (nivel A ) .
Entre 0,56 y 0,70 se describe un arpón aplanado (nivel B ) .

189
Entre 0,70 y 0,96 un arpón. Entre 0,96 y 1,20 diversos objetos de arte mueble, entre
ellos la plaquita de hematites con los caballos que en 1935: 110 se especifica que "pertenece
al mismo nivel que la azagaya prismática con surco en un extremo y un arpón" del tramo 13.
Entre 1,35 y 1,45 "en tierra negruzca" apareció un arpón cilindrico (nivel C ) .

Entre 1,45 y 1,65, en tierra rojiza, algunos pedernales (nivel D).

Entre 1,65 y 1,95 pedernales y 3 puntas de hueso, una de ellas con incisiones en su
base biselada (¿nivel E?). No se anuncia un cambio en la coloración de la tierra.

Entre 1,95 y 2,16 tierra rojiza con pedernales (¿nivel F?). A partir de 2,16 y hasta los
3,07 la tierra es estéril.

— Tramo 17:

Presenta una configuración especial por estar enclavado entre dos columnas estalag-
míticas y por tener sus niveles un mayor desarrollo que en los tramos anteriores. Las profun-
didades de los niveles son considerablemente más bajas que las de sus equivalentes en los
demás tramos, creemos sin embargo que esto debe interpretarse no como un mayor buza-
miento de los niveles sino quizá como un amontonamiento en la superficie que llegó a tapo-
nar la galería de la zona B. Al ser tomadas las profundidades respecto a la superficie obtene-
mos la impresión de estar situados en un nivel mucho más bajo (F) con objetos que sobre-
pasan los 3 m. de profundidad. Así vemos que:

La cerámica alcanza los 1,40 m.

A partir de los 2,20 comienza una capa pedregosa que contiene, a los 2,40, raspadores
aquillados y que continúa hasta los 2,80.

Entre 2,80 y 3,20 una punta de hueso y pedernales. Entre 3,20 y 3,30 otra punta de
base biselada y pedernales.

A los 3,40 comienza la capa rojiza estéril que termina a los 3,90 con el conglomerado
de base.

Hemos hecho el ensayo de reconstruir la estratigrafía a la inversa, es decir, no respecto


a la superficie que es muy inestable, sino respecto al conglomerado de base, del cual sabe-
mos que es horizontal. Los resultados obtenidos son bastante razonables en cuanto a los obje-
tos encontrados en los niveles E y F:

En el tramo 17 a los 3,40 m. la tierra es rojiza, lo que da un espesor de 55 cm. hasta


llegar a los 3,95 del conglomerado. Esta tierra rojiza estéril, sobre la cual al parecer no se vivió,
arroja el mismo espesor que el señalado en el tramo 18 como término medio para la tierra
rojiza estéril (60 cm.). Inmediatamente encima de la tierra rojiza se halló la punta de base bise-
lada (3,30 m.) y la punta de hueso (3,20), debajo de una capa "pedregosa" sobre la cual se
hallaron los raspadores aquillados.

A la misma profundidad respecto a la tierra roja estéril (o sea, directamente sobre ella
pero en el nivel anterior) se hallan los objetos del nivel E en los tramos en que éste aparece:
tramo 16: 3 puntas de base biselada (a 1,95 m.); tramo 13: un punzón de base hendida y
abundantes sílex retocados (1,60 m.).

Si a esto añadimos que el nivel F nunca se describe con una coloración determinada,
sino como "tierra más compacta" y que en el tramo 17 (el único que contiene las profundida-
des bajas a las que se refiere el nivel F en el corte estratigráfico de 1935: 119) sólo se cita
un nivel pedregoso, además del rojizo estéril, podremos ponerlo en relación con la capa pe-
dregosa que aparece en la fotografía del tramo 18 de la Lám. XXVII de 1935 y que se describe
como cenicienta, de 40 cm. de espesor y correspondiente por tanto al nivel E (1935: 84). Este

190
mismo nivel quizá pueda también identificarse con el IV de la campaña de 1964, ya que apa-
rece descrito como "oscuro en la banda B y pedregoso en la C" (1966: 32), aunque esto es ya
problema aparte.

En resumen, creemos que el nivel F no parece existir con una entidad arqueológica
sino que debe identificarse con la capa rojiza estéril de 60 cm. que se halla encima del con-
glomerado de base.

Sólo en el tramo 17 cabe la posibilidad de contener material arqueológico pero parece


probable que los objetos de este nivel sean contemporáneos de los que en los tramos conti-
guos (16 y 13) pueden ser atribuidos al nivel E. Las bajas profundidades de algunos objetos
del tramo 17 pueden deberse, por tanto, a la mayor altura de la superficie y al mayor desarro-
llo de los niveles.

La cueva de Lumentxa, junto con las de Santimamiñe y Ermittla, presenta una de las
estratigrafías más difíciles de precisar, debido a la complicada redacción de los diarios de ex-
cavación. Sólo un detenido estudio de los mismos permitiría aclarar el carácter de los dis-
tintos niveles. Todo lo dicho anteriormente debe quedar como un ensayo de interpretación
basado únicamente en los datos ofrecidos por la memoria de 1935 y en los materiales que
hemos podido consultar en el Museo Histórico de Vizcaya en Bilbao.

Materiales:

Los objetos recibieron su determinación de cuadro y profundidad al ser siglados bas-


tantes años más tarde de cuando fueron extraídos. Por ello a nadie deberá extrañar la existen-
cia de siglas tan contradictorias como L.13E.415, según la cual el cuadro 13 E se halla en el
tramo 25 del que se nos cuenta que es estéril a partir de los 115 cm. Ahora bien, si tenemos
en cuenta que en 1965: 58 y 59 J . M. de Barandiarán nos explica que "la superficie actual del
relleno de la cueva en el sector excavado durante esta campaña (1963) se halla a 395 cm.
bajo el nivel cero" quizá podamos pensar que se tratara de objetos de dicha campaña (aun-
que no conste que se excavara en el tramo 25).

En síntesis, según las siglas de los materiales del Museo:

Todos los objetos de hueso expuestos en las vitrinas con profundidad mayor de 165 cm.
pertenecían a los tramos 22 y 18.

Todas las piezas líticas se concentraban en los tramos 18, 19, 22 y 25 y en los cuadros
1, 2 y 25 de la excavación de 1964.

Teniendo en cuenta que según la memoria estos tramos son estériles a partir de 1,10
(tramo 22) o 1,35 (tramo 19) deberemos pensar que el plano de las correspondencias entre
cuadros y tramos presenta un desfase hacia arriba de tal modo que, por ejemplo, las 3 puntas
óseas del tramo 16 aparecidas entre 165 y 195 cm. aparecen sigladas como pertenecientes al
cuadro 6D (L.6D.190) que se corresponde en el plano con el tramo inmediatamente superior,
el 18.

Intentando salvar toda esta serie de dificultades, y por tanto con todas las reservas,
hemos inventariado 70 piezas líticas que creemos pueden adscribirse en su conjunto a los ni-
veles E-F y 13 objetos óseos bastante típicos.

Industria lítica (Lám. 75):

Poseemos un recuento realizado por Laplace en 1966: 474 con un total de 456 tipos
primarios, el cual sin embargo no podemos valorar estadísticamente ya que no entra en de-
talles y agrupa tranquilamente los niveles E, D y C.

I9l
Lámina 75,—Lumentxa. Niveles E y F.

102
Lámina 76.—'Lumentxa. Gráfica de su industria lítica.

En el A p é n d i c e I r e p r o d u c i m o s los tipos en la lista d e S o n n e v i l l e - B o r d e s y Perrot y e n


la L á m . 76 su gráfica acumulativa. P o r G r u p o s T i p o l ó g i c o s los niveles E y F ofrecen los s i -
guientes resultados:

— U n predominio del índice d e buril s o b r e el de raspador: IB: 39,95 frente a IG: 22,84.

— U n predominio del buril diedro s o b r e el de truncadura, aunque este último a l c a n z a


en sí mismo un buen porcentaje: IBd: 27,13, IBt: 5,69.

— El índice de perforador es relativamente alto (IP: 5,7), el del G r u p o P e r i g o r d i e n s e


bastante bajo ( G P : 4,2) y el del Sustrato normal (IS: 2 0 ) , quizá d e m a s i a d o alto p a r a un y a c i -
miento del País V a s c o .

Industria ósea ( L á m . 7 7 ) :

Al nivel E, aparte d e la a z a g a y a d e base a h o r q u i l l a d a c u y a posición y a hemos discutido


más arriba, se atribuyen los objetos siguientes:

— 3 puntas cortas de sección c i r c u l a r y base c o n monobisel d e más d e 1/3 s i g l a d a s c o -


mo L.6D.190. U n a presenta el bisel liso, otra e n e s p i g a y la t e r c e r a c o n estrías horizontales y
o b l i c u a s izda.-dcha., estando estas últimas más m a r c a d a s que las horizontales.

— U n punzón corto de sección oval s i g l a d o c o m o L.8F.170.

— U n fragmento de sección triangular ( L . 8 G . 1 7 0 ) .

m
Lámina 77.—Lumentxa. Industria ósea.

194
— Un fragmento de varilla o espátula con una especie de bisel en una cara y marcas
en la otra; sección lenticular (L.8F.170).

— Un dudoso fragmento de hueso trabajado de sección trapezoidal siglado como


L.8F.185.

— Dos fragmentos de punzón o azagaya de sección circular (L.8F.170 y L.8F.185).

Al nivel F se atribuyen a su vez cuatro objetos óseos:

— Una azagaya de sección oval, algo aplanada, con largo monobisel de más de 1/3
surcado de estrías oblicuas izda.-dcha. y siglada como 9F.330.

— Una azagaya de sección circular, base con monobisel mayor de 1/3 surcado de es-
trías oblicuas agrupadas de dos en dos o de tres en tres y siglada como L.9G.330.

— Una azagaya de base adelgazada por recortes y sección oval partida longitudinal-
mente en su mitad inferior y siglada como L.9G.365.

— Un arranque de cuerno con un bóvido toscamente grabado. Presenta el esquema de


la cabeza en una cara y en la otra un fragmento del cuarto trasero. Siglado como L.9F.365. La
tosquedad del estilo va mejor con una atribución auriñaciense que magdaleniense inferior co-
mo podrían indicar las azagayas.

En conjunto, apenas pueden rastrearse diferencias entre los escasos ejemplares óseos de
los niveles E y F. I. Barandiarán (1967: 162) cita además dentro del nivel F 4 Littorina obtu-
sata con perforación ventral y una esquirla recortada de cuerno dentro del nivel F.

Fauna:

Altuna recopila en 1972: 71 los datos ofrecidos en la memoria de 1935 por Aranzadi y
Barandiarán. Aparecen las siguientes especies:

— Nivel E:

Caballo; Gran Bóvido; Capra pyrenaica; Cervus elaphus; Sus scropha; Ursus arctos;
Vulpes vulpes; Talpa occidentalis; Rata de agua.

Entre las aves aparecieron en los niveles magdalenienses:

Lagopus alpinus y Pyrrhocorax alplnus.

El caballo parece tener un significado especial en los dos niveles inferiores. Entre los
materiales encontramos unos 20 dientes entre molares e incisivos siglamos como L.7F.195.

— Nivel F:

Caballo; Sus scropha; Cervus elaphus; Capra pyrenaica; Gran Bóvido.

Y en determinación de C. Gaillard:

Meles vulgarls; Canis sp.; Sclurus vulgarís; Lepus pyrenaicus; Talpa occidentalis.

En cuanto a los moluscos, J . M. Barandiarán sugiere en 1962: 16-20 una evolución de


acuerdo con la estratigrafía: la Littorina litorea se encuentra desde los 135 cm. pero domina
entre los 70 y los 115 cm. acompañada de algunos Trochus monodonta; la Llttorlna obtusata
domina sin embargo en los niveles inferiores, entre 1,05 y 3,65, presentando algunos ejem-
plares desgastados en plano por la última vuelta, lo que ocasiona un doble agujero. Se halla-
ron a profundidades entre 2,80 y 3,40, excepto un ejemplar que apareció a 1,15 m. (Aranzadi
y Barandiarán 1935: 102).

103
Bibliografía:

J . M. de Barandiarán, 1934, 1962a, 1965b y 1966; Aranzadi y Barandiarán, 1935; Gonzá-


lez Echegaray, 1960; Laplace, 1966; I. Barandiarán, 1967 y 1973; Utrilla, 1975b.

Cueva de Santimamiñe (Basondo, Cortézubi):

La cueva de Santimamiñe se abre en la falda meridional del monte Ereñusarre, a 150


metros de altitud sobre el nivel del mar. Tras el portal, se desciende a un vestíbulo cubierto de
relleno arqueológico y, a unos 40 m. de la entrada, se llega a una estrecha galería que comu-
nica con el camarín de las pinturas conocidas en el ámbito de la prehistoria desde 1916. La
excavación del yacimiento se emprendió en 1918 por parte de Aranzadi, Barandiarán y Eguren
y duró nueve campañas, hasta 1926. Resultado de estas investigaciones son las tres memorias
de 1925 (arte parietal), 1931 y 1935 (acompañada esta última de la memoria de la cueva de
Lumentxa). Posteriormente, J . M. de Barandiarán excavó parte del testigo que amenazaba de-
rrumbarse, en campañas que duraron de 1960 a 1962, siendo publicados sus resultados en
este mismo año.

Estratigrafía:

I. Barandiarán (1967: 184-192) recoge en las etapas siguientes la estratigrafía ofrecida


por Aranzadi, Barandiarán y Eguren:
Niveles l-ll: Hierro, Bronce y Neo-eneolítico. Estrato A de Aranzadi-Barandiarán-Eguren.
Nivel III: Neolítico con cerámica. Parte superior del conchero (Estrato B de la memoria
de 1931).
Nivel IV: Protoneolítico, sin cerámica. No se diferencia geológicamente del nivel III (par-
te inferior del conchero, estrato B ) .
Nivel V: Aziliense. Forma parte del estrato C, junto con el nivel VI, arcilloso y rojizo.
Nivel VI: Magdaleniense Superior-Final. Arcilloso-rojizo, comparte el estrato C con el ni-
vel anterior.
Nivel VII: Solutrense Superior. Corresponde al estrato D. Tierra muy compacta de color
amarillo-verdoso.

Nivel VIII: Auriñaciense, posiblemente en dos etapas. Corresponde al estrato E, de color


rojo-agrisado en varias tonalidades.

Según I. Barandiarán, el mayor problema de la interpretación de los ocho niveles de la


cueva de Santimamiñe reside en la posibilidad de existencia de materiales de diversos estadios
culturales dentro de semejante medio estratigráfico. Así, puede pensarse en un Magdalenien-
se V en la base del nivel VI (estrato C) y un Magdaleniense III en la superficie del nivel VII
(estrato D), resultando de este modo más lógica la transición del Solutrense Superior al Mag-
daleniense Vía, entre quienes no se aprecia solución de continuidad estratigráficamente. I. Ba-
randiarán (1967: 190) halla, dentro de la industria ósea, "elementos que matizan un levísimo
Magdaleniense lll-IV" concretados en las tres piezas más importantes de arte mueble halladas
en el nivel VII.

En realidad, la determinación del nivel VII como Solutrense Superior se realizó a partir
de un solo fragmento de punta de retoque plano, reproducida en 1935, fig. 42 f y pág. 16, que
apareció en el centro del vestíbulo a 3 m. de profundidad. El nivel solutrense se localizaba en
una zona poco extensa situada en el fondo del portal y principio del vestíbulo y presentaba una
gran irregularidad en sus profundidades como se desprende de estos datos de 1935: 63: "en
la entrada de la cueva las formaciones magdalenienses llegaban por lo menos hasta la pro-
fundidad de 7 m. En el fondo del portal la facies solutrense, inmediatamente debajo de la mag-
daleniense, empezaba a los 3 m. En el antiguo sitio de la verja, delante de la esquina, a 4,70 m.".

Respecto a la campaña de 1961 parece que el nivel V de la publicación de 1962 deberá


identificarse con el estrato D de 1935 a juzgar por sus materiales. Abarcaba de los 760 a los
815 cm. y presentaba una coloración oscura debido al hogar aparecido en el cuadro 11 H. En-
tre sus materiales figura "una hachita de talla facial" que hemos revisado y que no presenta
un auténtico retoque Plano.

Como solutrense podría quizá interpretarse, en opinión de Jordá (1955: 127-128), una
punta de forma triangular con la base rota reproducida en la fig. 40 e. de la memoria de 1935.

La pobreza de fósiles directores de este nivel solutrense lleva a Straus (1974b: 180) a
calificar el yacimiento de Santimamiñe de "estacional", suponiendo que no se viviría en él más
que en una pequeña parte del año. Nosotros hemos computado 274 piezas líticas retocadas y
ninguna de ellas presentaba un retoque plano que sugiriera su carácter solutrense. Sin embar-
go, la bibliografía no encuentra tampoco razones suficientes para calificar la totalidad del
nivel como Magdaleniense Inferior: así González Echegaray (1960: 72) o F. Jordá (1958: 86).
I. Barandiarán (1967: 183) opina que el paso del Solutrense al Magdaleniense Final habría de
notarse en un cambio en la estructura de las tierras o en un estrato estéril y adopta por tanto
la postura conciliadora antes descrita.

No obstante, es el mismo J . M. de Barandiarán el primero que cita un Magdaleniense


sin arpones en Santimamiñe: en 1962: 17 y fig. 12 habla de una primera etapa del Magdalenien-
se representada en Santimamiñe, Lumentxa y Bolinkoba a la que siguen dos etapas sucesivas:
una con arpones de una hilera de dientes y otra con microlitos y arpones de una y dos hileras
de d'entes. Las piezas, que J . M. de Barandiarán reproduce en la fig. 12, pág. 42, de la prime-
ra etapa magdaleniense de Santimamiñe se identifican con los reproducidos en la memoria
de 1935 en las figs. 36e, 36k, 37k, 391, 40c, 41a, 41 f, 411... pertenecientes todas ellas al nivel
Magdaleniense de 1935 (nivel VI).

Podemos complicar más aún la existencia o no de Magdaleniense Inicial citando las si-
guientes palabras de Sonneville-Bordes (1960: 24) "un fósil director (...) no será suficiente
para hacer atribuir una serie a la cultura que caracteriza habitualmente si está aislado en es-
ta serie y si el resto del utillaje no es concordante con la atribución que él parecía autorizar.
Puede tratarse de un útil recogido por los paleolíticos y su presencia permitirá a lo más atri-
buir la serie a un momento posterior a aquel del cual es fósil, o al menos contemporáneo. Es
el caso de las hojas de laurel encontradas en niveles magdalenienses bastante frecuentemente".

Veamos las características del utillaje del nivel VII.

Materiales:
Se hallan depositados en el Museo Histórico de Vizcaya en Bilbao, siglados con indi-
cación de cuadro y nivel. Como en el caso de Lumentxa, la sigla fue redactada muchos años
después de realizarse la excavación y por ello presenta algunas irregularidades como la atri-
bución al nivel VIII de los objetos óseos más característicos del nivel VII, error que ha podido
ser fácilmente corregido pero que nos lleva a dudar si no habrá sido cometido igualmente en
la industria lítica.
Creemos haber revisado la totalidad de los objetos del nivel VII de Santimamiñe (conte-
nidos en las vitrinas y el almacén del Museo de Bilbao) pero ignoramos si habrá más materia-
les en alguna otra parte del mismo Museo. Exponemos nuestras dudas porque no hemos con-
seguido localizar la única punta solutrense del nivel, a pesar de haberla buscado minuciosa-
mente, incluso entre los objetos de las campañas de 1961 y 1962. Incluimos en nuestro inven-

I97
tario estas dos campañas (la última aún sin publicar a pesar de contener dibujos y descripcio-
nes manuscritas de J . M. de Barandiarán) lo que explica la diferencia de 100 piezas líticas
que presenta nuestro recuento respecto al de Straus (1974: 176), quien nos comentó que
tampoco había encontrado la punta solutrense de la publicación.

Industria lítica (Láms. 78 a 82):

Contiene los siguientes tipos del sistema Laplace:

niv. VII (1918-1926) Campaña 1961 y 1962

B1 8 1
B2 13 5
B3 9 3
B4 3 3
B5 13 (ind. B. nucí.) —

B6 5 —

B7 6 1
G1 12 2
G2 3 1
G3 5 4
G4 1 —

G7 2 2
G8 1 —

G9 4 2
R.N. 46 8
A1 4 1
A2 9 —

LD1 4 2
LD2 10 2
LD3 — 1
PD2 2 —

PD4 2 2
DT1 1 —

DT4 1 —

Bc1 6 4
Bc2 3 1
T2 2 —

T3 1 1
D1 11 2
D2 5 1
D3 3 —

R1 8 —

R2 6 1
R3 1 —

R4 2 1
L1 10 2
L2 9 2
P1 1 —

P2 — 1
Total: 232 56
Nucí. sil. 7 4

198
Lámina 78.—Santimamiñe. Nivel VII. Raspadores.

199
I

—Santimamiñe. Nivel VII. Utiles dobles, buriles y abruptos.


Lámina 80.—Santimamiñe. Nivel V. Campaña de 1961.

201
Lámina 81 .—Santimamiñe. Materiales de la campaña de 1962 a la misma profundidad que
el nivel V de 1961.

202
Lámina 82.—Santimamiñe. Gráfica de la industria lítica del nivel VIL

En la lista tipo d e S o n n e v i l l e - B o r d e s Perrot los G r u p o s Tipológicos presentan estas c a -


racterísticas:

P r e d o m i n i o del índice d e raspador s o b r e el de buril c o n s e g u i d o p o r la a b u n d a n c i a del


raspador nucleiforme que supone el 19,7 % del total de objetos (IG: 32,76 IB: 23,37). E x c l u -
yendo del c ó m p u t o al tipo n.° 15 los índices varían sensiblemente y a que el buril s e convierte
en tipo predominante (IG: 15,9 IB: 28,1).

Entre los buriles p r e d o m i n a el diedro s o b r e el d e truncadura, si bien este último tiene


una aceptable representación (IBd: 11,3 IBt: 3,26).

El perforador presenta un índice normal: IP: 4,73, el G r u p o P e r i g o r d i e n s e un índice rela-


tivamente alto ( G P : 9,4 q u e s e convierte e n 11,8 al excluir al raspador nucleiforme) c o m -
r
pensado p o r un índice restringido d e raspador auriñaciense muy bajo ( I G A : 17,1).

El Sustrato presenta e n c a m b i o un índice importante, y más si s e c o m p a r a c o n otros y a -


cimientos del País V a s c o : IS: 26,2 y 32,7 s i n el tipo n.° 15.

En el Apéndice I se inventarían los tipos primarios líticos según la lista d e Sonneville-


B o r d e s y Perrot, y e n la L á m . 82 s e reproduce la gráfica a c u m u l a t i v a resultante, comparándo-
la c o n la muy similar del nivel F d e la c u e v a d e Urtiaga.

C o m p l e t a b a n el ajuar lítico 2 percutores c o n señales de utilización y un tercero c o n


restos de o c r e en d o s de s u s caras, d o s p i e z a s planas u s a d a s c o m o yunques, d o s g e o d a s q u e

203
pudieron servir como lámparas y varias piedras planas en las que no hemos encontrado señal
alguna pero que pudieron formar parte del hogar del cuadro 11H.

Industria ósea (Lám. 83):

Aunque es muy poco abundante presenta algunos ejemplares interesantes por sus mo-
tivos decorativos. En total, hemos computado 30 piezas trabajadas, incluidos los fragmentos,
que clasificamos por tipos primarios en el apéndice II. Predominan entre las secciones la cua-
drangular y la triangular, con 6 ejemplares cada una, seguidas de la circular con 5, de la
aplanada con 2 y de la planoconvexa con un solo fragmento de varilla.
Los cuatro ejemplares más representativos de la industria ósea del nivel VII, clasifica-
dos tipológicamente por I. Barandiarán en un Magdaleniense Inferior o Medio, son los
siguientes:
— S. 4H y S. 51 VIII. Siglado Incorrectamente como perteneciente al nivel auriñaciense,
(VIII), debe incluirse dentro de los materiales del nivel VII. Se trata de una punta larga de
sección circular y dos profundas acanaladuras longitudinales. Presenta en una de sus caras
motivos en aspa y en otra de ellas en zig-zag amplio.
— S. 7F VIII. Fragmento de azagaya, posiblemente punta doble, de sección triangular
con motivo grabado en dos de sus caras, representando un rombo surcado por trazo interior.
Aunque siglado también como del nivel auriñaciense, en 1962: 41 J . M. de Barandiarán lo in-
cluye dentro del Solutrense Superior y en 1953: 93 lo clasifica dentro del Magdaleniense Infe-
rior. El motivo en rombo con trazo central lo encontramos en el Magdaleniense Inferior can-
tábrico asociado a azagayas de sección triangular (Ermittia, Bolinkoba, Paloma...) pero
conocemos también su perduración a lo largo de todo el Magdaleniense (Bricia, Paloma, Lor-
tet...). No parece, en cambio, muy típico de ajuares solutrenses.

— S. 4H VIII. Fragmento de propulsor con motivos grabados representando cabezas de


cérvidos o caballos y motivos estrellados a base de un trazo profundo fuertemente marcado.
Su sigla debe también corregirse como del nivel VII y su adscripción tipológica como del
Magdaleniense Inferior o Medio.
— Con sigla de S. 7F VIII se halla un fragmento distal de varilla de sección planocon-
vexa. En su cara dorsal presenta como a modo de dientes, trabajados con una técnica excisa.
En la cara ventral presenta el típico rayado oblicuo. I. Barandiarán (1967: 191) la pone en
relación con otros ejemplares del Magdaleniense IV del Pirineo Francés (Isturitz, Mas d'Azil,
Gourdan...) y opina que su cronología no debe considerarse anterior al Magdaleniense In-
ferior.
Una vez revisados los materiales del nivel VII de Santimamiñe, puede plantearse de
nuevo su pertenencia al Solutrense Superior.
La curva acumulativa de su industria lítica no presenta apenas puntas solutrenses (sólo
poseemos un ejemplar de ellas, y además extraviado). Comparada a la curva del nivel F de
Urtiaga (con una fecha de C-14 presumiblemente contemporánea del nivel VII) la semejanza
es notable.

Sin embargo, no olvidemos que existe un Solutrense Final sin apenas puntas solutren-
ses, muy extendido por otra parte, entre los yacimientos cantábricos. Es el caso del Cierro o
Altamira con unas curvas en su industria lítica muy semejantes a las de los niveles del Mag-
daleniense Inferior que subyace al Solutrense.
La industria ósea de Santimamiñe no parece, en cambio, poder mantener la datación
solutrense del nivel VII. No es sólo la presencia de algunos motivos decorativos del Magda-
leniense Inferior o Medio, es que estos se hallan sobre las únicas piezas datables existentes
en el nivel.

204
Lámina 83.—Santimamiñe. Industria ósea.
El resto del ajuar óseo se componía de azagayas de base monobiselada, algunas con
bisel de más de 1/3, e incluso de doble bisel y de esquirlas apuntadas que nada dicen como
fósiles directores. La presencia de ejemplares propios del Magdaleniense I francés y la insegu-
ridad de nivel que presentaban las siglas nos lleva a mantener serías dudas sobre si los ob-
jetos pertenecían al nivel VII o si, como cree I. Barandiarán, deberían determinarse dentro de
él algunos subperíodos. Por otra parte, el predominio de la sección cuadrangular y triangular
en las azagayas lleva a pensar en el clásico Magdaleniense III Cantábrico tipo Juyo o Rascaño 4.

Fauna:
J . Altuna, que recopila en 1972 la fauna del yacimiento, pasa por alto el nivel Vil del
que no ofrece ninguna noticia. Tampoco encontramos ninguna referencia en I. Barandiarán 1967,
por lo que seguimos la memoria de 1935 exponiendo los restos faunísticos que acompañaban
a los objetos que luego fueron clasificados dentro del nivel VII. Así, junto a la azagaya con
rombo con punto interior apareció un hueso de caballo y 10 cm. más abajo otros restos de
ciervo, caballo, rumiante de gran tamaño y aves (1935: 15).

En realidad, los únicos objetos óseos Identificares aparecieron todos en el rincón del
perro, en rotundidad entre 3,55 y 3,75 y "en tierra como de hogar" (1935: 15):
— A 3,55 la azagaya de rombo con trazo Interior y la varilla de los dientes ("hueso apla-
nado con rayas paralelas", identificado por la fotografía). Les acompañaban "cuernos, mue-
las de rumiante y de caballo, además de un hueso sesamoide de caballo" (1935: 15).
— A 3,50, bajo la estalagmita, un pedazo de propulsor acompañado de un Incisivo de
caballo y de un hueso con marcas transversales (1935: 10).
— A 3,70, en tierra de hogar, una azagaya con surcos y aspas, a la misma profundidad
que "un pedernal pico de loro y pedazos de Pectén" (1935: 15).
— A 3,75 apareció otro pedazo del propulsor "en tierra oscura con mariscos". Del
mismo lugar procede la azagaya con surcos y aspas y otros huesos con marcas identificados
del nivel VII (1935: 49).
La misma memoria de Aranzadi y Barandiarán nos sugiere la determinación adecuada
del nivel VII: todos aquellos objetos discordantes con el Solutrense no han aparecido en la
"tierra amarillo-verdosa" que lo define, sino que se encuentran concentrados claramente en un
lugar determinado, el rincón del perro, entre unas profundidades bien definidas (3,50-3,80 m.).
En varias ocasiones se especifica que allí la tierra es oscura y como de hogar y por ello no
parecería ilógico identificarla con el nivel V de la publicación de 1962 que contenía "tierra
oscura con un hogar en el cuadro 11H" (1962b: 11-12). La solución al problema del nivel VII
de Santimamiñe estará en diferenciar este nivel negro, cosa más que imposible en cuanto a
Industria lítica se refiere, pero que define claramente un momento magdaleniense en la Indus-
tria ósea, un Magdaleniense que no nos atrevemos a calificar de Inferior ante la cita de "pe-
dernales de pico de loro" que acompañaban a la azagaya de las aspas. Este objeto, por otra
parte, nos hace recordar a la azagaya de sección circular y decoración de tres aspas apare-
cida en el nivel B (Magdaleniense Superior) de Cueto de la Mina.

Asimismo, los objetos de la campaña de 1962 contenían en el interior de las etiquetas


la indicación especifica de pertenecer a una tierra oscura.

Bibliografía:
Un estudio de los materiales del nivel VII y su interpretación estratigráfica podemos ver-
lo en los siguientes autores:
Aranzadi y Barandiarán, 1935; Aranzadi, 1919; J . M. de Barandiarán, 1953 y 1962b; Jor-
dá, 1955; I. Barandiarán, 1967; Straus, 1974; Utrilla, 1976b.

2U(¡
10. SIERRA DE AMBOTO.

Se halla situada al Sur del Duranguesado, entre Manaría y Abadiano. Comprende varios
picos calizos, pelados en su mayor parte, entre los cuales (Astxikl y Unzillatx) se abre el des-
filadero de Atxarte que conduce al río Asuntze. Este es el curso de agua más importante de
la zona y su cuenca absorbe una gran cantidad de pequeños arroyos que canalizan las aguas
de los altos de Urkiola.
Esta zona, muy rica en yacimientos paleolíticos y neolíticos, fue explorada en 1932 por
J . M. de Barandiarán quien buscó en ella la base arqueológica que había dado origen a un
sinfín de leyendas y relatos populares relacionados con genios, divinidades, lamias y "genti-
les" habitantes de las cuevas de la Sierra de Amboto (1950: 73 y 74).
La más importante de ellas, la cueva de Bolinkoba, se encuentra situada sobre el Asunt-
ze y dominando el desfiladero de Atxarte. Su posición estratégica en función de la caza (prin-
cipalmente de la cabra) es indudable.
Las cuevas de Balzola (Dima) y Sailleunta (Manaría) contienen asimismo yacimientos
magdalenienses que pueden adscribirse también a la zona de Amboto aunque su situación
sea más periférica.

Cueva de Bolinkoba (Abadiano):


Se abre en la ladera oriental de la peña Unzillatx, a 65 m. sobre el arroyo Asuntze y
dominando el lado septentrional del desfiladero de Atxarte. La boca está orientada al E-SE
y mide 3,5 m. de alto por 2,5 de ancho; el vestíbulo está formado por un corredor de seis me-
tros de largo que desemboca en una gran sala de 6,6x8,10 m. Fue excavada por Aranzadi y
Barandiarán en agosto de 1932 y julio de 1933 aunque la memoria definitiva no pudo ser publi-
cada hasta 1950, a causa de la guerra civil. Este entreacto fue aprovechado por el Marqués de
Loriana quien publicó en 1941 algunos de los resultados de las excavaciones de Aranzadi y
Barandiarán, junto con algunos hallazgos realizados por él.

Estratigrafía:
J . M. de Barandiarán distingue en 1950 los siguientes niveles:
— Estrato A: de un espesor de 40 cm. en el vestíbulo, disminuye considerablemente en
la sala interior, de donde fue extraído y removido para abonar los campos. Edad del Bronce.
— Estrato B: de 10 cm. de espesor, es de difícil separación del C, al que se une sin
solución de continuidad. "Sólo raros objetos nos dan alguna indicación para distinguirlo del
C" (1950: 109) "Los pequeños raspadores discoidales, los buriles, las láminas y las puntas
forman un conjunto que recuerda un Aziliense que es difícil discriminar del Magdaleniense
Superior".
— Estrato C: ocupa de los 10 a los 40 cm. y la tierra es de coloración oscura como en
el estrato D. En su interior no faltan los cantos rodados procedentes de desprendimientos del
techo y paredes de la cueva, donde se hallan formando conglomerados que denotan una an-
tigua terraza. J . M. de Barandiarán lo considera "emparentado con el Magdaleniense Antiguo
de otros yacimientos".
— Estrato D: la capa comprendida entre 0,40 y 0,60 m. Es de coloración algo oscura y
se caracteriza por la presencia de huesos y dientes de caballo. Solutrense Medio y Superior.
— Estrato E: comprende de 0,60 a 0,75 m., tierra rojiza más oscura que en el nivel in-
ferior. Solutrense Inferior.
— Estrato F: comprende de 0,70 a 0,85 m. en el vestíbulo y de 0,75 a 1,40 m. en la sala
interior. Auriñaciense superior.
— Estrato G: comprende de 1,40 a 2,10 m. en el centro de la sala interior. La tierra es
rojiza arenosa, menos oscura que la del estrato F, y contiene cantos rodados. Estéril.

207
— Estrato H: de color amarillo-compacto y apariencia estéril. Fue dejado sin excavar.
La interpretación cultural de la secuencia estratigráfica de J . M- de Barandiarán ha sido
generalmente aceptada (González Echegaray 1960, I. Barandiarán 1967). F. Jordá sugiePe, sin
embargo, un Magdaleniense Medio para el nivel B (1958: 75) haciendo notar que el tipo de
raspador circular, que J . M. de Barandiarán publica como "sospechoso de Aziliense", puede
darse también dentro del Magdaleniense. Me Collough, por su parte, insiste en una continuidad
"noaillense" en la Industria lítica de Bolinkoba, que alcanza los niveles solutrenses y del Mag-
daleniense Inferior (V, IV y III) y parece estar en lo pierio, a juzgar por la importante presen-
cia de buriles de Noailles entre los materiales del nivel C (Me Collough 1971:166 y ss. y 199).
Menos debe tenerse en cuenta la opinión del Marqués de Loriana quien, en 1941: 506,
afirmaba que en Bolinkoba existía un sólo nivel Magdaleniense Antiguo, basándose en el poco
espesor de los dos primeros niveles y en el hallazgo de "un contorno recortado en el suelo
de la cueva, junto a los más característicos sílex del magdaleniense", "Todo el nivel arqueo-
lógico, afirma, está constituido por una arcilla amarillo-rojiza de un mismo tono" (1941: 497).
No debe descartarse ante esta afirmación, la posibilidad de que el Marqués excavara en un
lugar revuelto.

Materiales:
Se encuentran en el Museo Histórico de Vizcaya, en Bilbao, siglados con Indicación de
cuadro, profundidad y, en la mayor parte de los casos, de nivel. Aunque la publicación de
1950 presentaba la planta de la cueva dividida en tramos, J . M. de Barandiarán depositó más
tarde en el Museo de Bilbao la equivalencia en cuadros de los mismos, transcurriendo un tiem-
po entre excavación y sigla de los objetos.
No obstante, los materiales de la cueva de Bolinkoba no presentan aparentemente nin-
gún problema en la determinación de su posición estratigráfica, por lo que su estudio parece
ofrecer mayores garantías que las restantes cuevas magdalenienses de la provincia de Vizcaya.

Industria lítica (Láms. 84 a 87):

Hemos computado 294 tipos en el sistema Laplace 1964:


B1 12 LD2 3
B2 26 DT1 1
B3 4 DT3 1
B4 17 PD4 4
B5 15 Bc1 6
B6 4 Bc2 3
B7 20 T2 11
B9 18 T3 3
G1 7 P1 7
G2 15 D2 5
G3 8 R1 6
G4 2 R2 13
G5 1 R3 2
G6 1 R4 1
G7 3 R5 1
G8 2 L1 21
G9 7 L2 7
R.N. 17 P1 2
A1 7 P2 2
A2 6 Total: 294
LD1 3 Nucí, sílex: 25

2II8
En la lista de Sonneville-Bordes y Perrot (Apéndice I) los índices de los Grupos Tipo-
lógicos presentan las siguientes características:

Amplio predominio del índice de buril sobre el de raspador, computando Incluso el ras-
pador nucleiforme: IG: 18,67 frente a IB: 36,65.

El buril diedro domina sobre el de truncadura (IBd: 16,47 IBt: 3,74), aunque éste úl-
timo presenta un buen porcentaje de ejemplares de Noailles (9,73%) que no son computa-
dos en el índice general de los buriles sobre truncadura. El buril múltiple mixto (41) y el nu-
cleiforme (43) ofrecen también una adecuada representación.

El Grupo Perigordiense presenta un índice medianamente alto conseguido en su mayor


parte por las láminas truncadas y no por las hojitas de dorso como sería propio de un ajuar
del Magdaleniense Inferior. El índice restringido del raspador auriñaciense no es significativo
r
(GP: 7,1 IGA : 30,5).

Los perforadores y el Sustrato arrojan índices normales. El del Sustrato consigue aumen-
tar en gran manera gracias a las láminas de sílex con retoque marginal que presentan 21
ejemplares (IP: 3,37 IS: 28,8).

En la Lám. 87 reproducimos la gráfica acumulativa resultante, para la que no encon-


tramos un paralelo claro en ninguno de los yacimletos conocidos de nuestro Magdaleniense
Inferior Cantábrico.

En efecto, el nivel III de Bolinkoba presenta una serie de particularidades que lo ha-
cen distinto a otros niveles de su mismo período cultural y que por el contrario lo asemejan
al nivel auriñaciense de la misma cueva. Los materiales del nivel III dan una sensación gene-
ral de "belles piéces" que no encontramos en ninguno de los toscos ajuares del Magdale-
niense Inicial Cantábrico. Señalemos algunos de estos elementos diferenciadores:

La mayor parte de los objetos Uticos están fabricados sobre lámina de sílex, siendo en
el grupo de los raspadores donde se aprecia más claramente esta característica: frente a 22
ejemplares fabricados sobre lámina sólo 11 están realizados sobre lasca o lámina corta (tipos
G3 a G5), tendiendo en general los raspadores cortos a convertirse en carenados (9 ejempla-
res). Por otra parte las láminas de sílex con retoque Simple suponen el 10,8 % del total de ob-
jetos, si bien predomina el retoque marginal sobre el profundo y no se encuentran ejemplares
con el clásico retoque "auriñaciense".

No se tiende a la reutilización de los núcleos de laminillas como raspadores: así nota-


mos que sobre un total de 294 tipos del sistema Laplace sólo 17 núcleos podían ser considera-
dos como raspadores, junto a otros 25 núcleos de sílex que no mostraban la menor huella de
reutilización. Este hecho no deja de sorprendernos tras haber revisado niveles del Magdale-
niense Inferior Cantábrico en que los núcleos-raspadores suponían más del 50 % de la totali-
dad de los materiales (en Rascaño 4 representaban el 51,6 % , en Cueto de la Mina D el 47 %
de tal modo que 157 núcleos de sílex habían sido convertidos en raspadores, frente a 20 nú-
cleos que no se habían reaprovechado. En cuarcita en cambio la proporción era menor: 37
núcleos raspadores frente a 34 núcleos sin reaprovechar).

Hay una serie de tipos particulares que no encontramos en otros ajuares del Magdale-
niense Inferior Cantábrico. Citemos como más importantes los once buriles de Noailles de la
Lámina 154, indicativos de una pervivencia perigordiense o de un revuelto (antiguo o recien-
te) de materiales.

Completan la industria lítica de Bolinkoba una serie de compresores de pizarra que


presentan, en algunos casos, interesantes motivos decorativos. Su historia es la siguiente:

2(19
r *
Lámina 84.—Bolinkoba. Raspadores y útiles dobles.

210
Lámina 85.—Bolinkoba. Buriles (algunos de Noailles) y Abruptos.

211
Lámina 86.—Bolinkoba. Compresores y recipiente para machacar ocre,

212
100-_

Lámina 87.—Industria lítica de Bolinkoba.

— E n 1950: 105 J . M . d e Barandiarán c i t a " d o s c o m p r e s o r e s enteros de p i e d r a alarga-


d a , uno c o n g r a b a d o s y otro liso, a p a r e c i e r o n a 30 c m . de profundidad en las z o n a s X y XIV,
respectivamente, y otros d o s incompletos e n e s t a última y en l a X I " . C o n anterioridad A r a n -
zadi y Barandiarán (1934: 214, fig. 5) h a b i a n p u b l i c a d o el c o m p r e s o r c o n g r a b a d o s de d o s
c a b r a s monteses, s i n h a c e r alusión a la serie d e g r a b a d o s q u e presentaba e n l a otra c a r a p o r
no representar éstos figuras determinadas. E n 1941, fig. 21, el Marqués de L o r i a n a afirmaba
ver representada e n esta última c a r a u n a figura d e ave orejuda, interpretación q u e c r i t i c a J . M .
de Barandiarán e n 1950: 108, a ia v e z q u e p r e c i s a l a posición estratigráfica d e d i c h o
compresor.

— E n 1971 M e C o l l o u g h incluye e n su tesis doctoral un detallado estudio sobre los


c o m p r e s o r e s d e los niveles III y IV de B o l i n k o b a pero la p o c a difusión d e su trabajo h a hecho
que lleguen c a s i inéditos hasta nosotros. Este autor revisa c i n c o ejemplares d e l nivel IV y
nueve del III h a c i e n d o u n a estadística elemental de los motivos en ellos representados (1971:
194-199) (Láms. X X a XXIII).

En nuestra revisión d e los materiales d e l nivel III, existentes en e l M u s e o d e B i l b a o ,


hemos c l a s i f i c a d o c o m o c o m p r e s o r e s o p e r c u t o r e s los c i n c o ejemplares siguientes:

— B. 3 G . 30: ( L á m . 86.5): canto a p l a n a d o d e piedra c o n representación d e d o s figuras


de c a b r a mirando h a c i a la izquierda. L a s e g u n d a d e ellas s e encuentra en posición ligera-
mente más levantada q u e la primera p o r lo q u e s e h a interpretado ( L o r i a n a 1941) c o m o u n a
e s c e n a s e x u a l . M e . C o l l o u g h (1971: 196, lám. X X ) a p r e c i a en l a c a r a o p u e s t a un p a r d e cuer-
nos q u e p a r e c e n pertenecer más a un bóvido q u e a u n a c a b r a .

21.1
— B 4J. 30 III: (Lám. 86,4): canto aplanado de piedra utilizado por ambas caras con
grabado de trazo muy fino en dos de sus caras: en la plana ancha aparece representada una
cabeza, posiblemente de cierva, que se prolonga por la línea dorsal, la cual presenta en su
extremo un Inicio de trazo múltiple. Una línea, a modo de lengua, sale de la boca del animal
aunque podría tratarse de una melladura del compresor. En uno de los costados se aprecia
una cabeza sin cuernos y largo cuello que pudiera interpretarse como antropomorfo. Me. Co-
llough lo califica de antropomorfo masculino y lo compara con el existente en el nivel IV, Gra-
vetiense, de Cueva Morfn (1971: Láms. XXI y XXXII). En su versión la cabeza se halla repe-
tida en el extremo opuesto de la figura, hallándose por tanto las cabezas unidas a un mismo
cuerpo y a la vez enfrentadas, aunque puede tratarse también del cuerpo del mismo
antropomorfo.

— B. 3H. 30 III: compresor sobre pizarra de sección rectangular con algunas estrías en
dos de sus caras sin que puedan apreciarse motivos realistas. En el calco de Me. Collough
(Lámina XXb) parece sugerirse una posible cabeza de cierva que nosotros no vimos y a la que
él tampoco se refiere en el texto (1971: 196).

— B. 4J. 30 III: compresor sobre pizarra de sección cuadrada con tres líneas transver-
sales grabadas y tres cortas longitudinales (Lám. 86.1).

— B. 61. 30 III: compresor sobre pizarra de sección cuadrada sin ningún motivo gra-
bado (Lám. 86.2).

Me. Collough reproduce además 3 compresores con diversas incisiones sin ninguna
figuración aparente. Son los siglados como B. 3H. 20 (sección subrectangular), B. 11. 15 (sec-
ción elíptica) y B. 61. 20 (sección subrectangular). Todos ellos están fabricados en pizarra
(1971: 196).

Señalemos, por último, la presencia de numerosos fragmentos de ocre dentro del nivel
III, reseñada ya por J . M. de Barandiarán en 1950: 108, y de una "piedra roja" (Lám. 86.3),
con concavidad central más roja que el resto, que pudo ser utilizada como recipiente para ma-
chacar ocre (siglada como B. 2E. 15 III).

Industria ósea (Láms. 88 y 89):

No es abundante pero presenta interesantes ejemplos de arte mobiliar. En la revisión


de los fondos del Museo de Bilbao sólo encontramos 23 piezas y 18 fragmentos por lo que
hemos tenido que completar el recuento con los datos aportados por I. Barandiarán en su tesis
doctoral (ejemplar manuscrito). Así hemos conseguido reunir 45 piezas más 28 fragmentos,
lo que hace un total de 73 objetos óseos. En el Apéndice II aparecen clasificados por tipos
primarios.

Una estadística elemental por Grupos Tipológicos revela el predominio de los apunta-
dos (33,3%) y de los colgantes (37,7%) con cantidades inapreciables para el resto de los
grupos. Dentro ya del grupo de los apuntados la estadística por secciones ofrece los resulta-
dos siguientes:

Sección circular: 14: 30,1 %


Sección triangular: 8 16,6%
Sección cuadrada: 15: 31,2%
Sección fina circular: 4: 8,3 %
Sección planoconvexa: 2: 4,1 %
Sección lenticular: 5: 10,4 %
Total: 48 objetos, incluidas espátulas y fragmentos.

214
Lámina 88.—Bolinkoba. Azagayas de base monobiselada.

215
Lamina 89.—Bolinkotv.. Otros tipos óstos.

Entre los motivos decorativos d e s t a c a n por su interés una punta larga de sección c u a -
drangular c o n estilización de c a b e z a s de cáprido (siglada c o m o B. 6H. 3 5 ) ; u n a punta de sec-
ción triangular, que c o n s e r v a la articulación y presenta su fuste s u r c a d o d e d o s profundas
rayas longitudinales y varias m a r c a s d e c a z a horizontales a g r u p a d a s de d o s en d o s o de tres
en tres, ( B . 10G. 3 5 ) ; un fragmento d e bastón perforado c o n d e c o r a c i ó n en aspas y zig-zags,
que encontramos también repetida sobre u n a esquirla ósea ( B . 3 C . 45 y B. 1F. 35) y un frag-
mento d e a z a g a y a de sección triangular c o n representaciones de p e c e s ( J . M . d e Barandiarán

•2II)
1950: 105) o de aves (Loriana 1941: 503) a base de un rombo con rombo interior concéntrico,
prolongado por líneas longitudinales y oblicuas a modo de espinas de pescado (B. 1E. 30).
Es asimismo interesante la presencia de objetos "faliformes" como el representado en
la Lám. 89 (B. 8E. 35) realizado en hueso. Me. Collough (1971: Lám. XV i) reproduce otro
ejemplar diferente.
En conjunto, la industria ósea de Bolinkoba aporta mejores argumentos que la lítica
para clasificar el nivel III dentro de un Magdadaleniense Inferior: así parecen señalarlo las
azagayas con monobisel de más de 1/3 o el predominio de la sección cuadrangular y trian-
gular en las mismas. Sin embargo tampoco falta en ella la influencia auriñaciense como pare-
ce comprobarlo la punta larga decorada con las tradicionales "marcas de caza" (muy fre-
cuentes, por otra parte, en el Magdaleniense Inferior del Castillo).

Fauna:

Altuna (1972: 67) recoge para el nivel C las siguientes especies:


— Caballo.
— Ciervo (caninos perforados).
— Cápridos.
Entre las conchas colgantes 7 ejemplares de Turritella y 2 de Littorina obtusata.
Mezclados entre los materiales hemos encontrado 2 caninos de carnívoro (lobo?) y un
tercero muy desgastado a 35 cm. de profundidad en los cuadros 2J, 4J y 1F.
El Marqués de Loriana por su parte da cuenta de las especies sin asignarlas a un nivel
determinado (1941: 501). Cita entre los mamíferos caballo, ciervo, gamuza, cabra, jabalí, zo-
rro, conejo y oso? Hay además restos de aves y peces y entre los moluscos Littorina obtusata,
Trivia, Turritella y Ostraea. No se hallaron restos de reno, de Bos, ni de Helix.
Straus (1974: 180) ha estudiado la fauna de los niveles D y E señalando en ellos la
escasez de animales de llanura o de bosque (ciervos, caballos y bóvidos) y el predominio de
los de alta montaña (cabras y sarrios), cuyas especies dominan no sólo en número de Indi-
viduos cazados, sino también en peso potencial de carne. La caza parece estar en función
del desfiladero de Atxarte de tal modo que Bolinkoba es, con Ermittia, uno de los dos yaci-
mientos de toda la Costa Cantábrica que presenta un predominio de cápridos sobre las demás
especies durante el período solutrense.

Bibliografía:

Aranzadi y Barandiarán, 1934; Marqués de Loriana, 1941; J . M. de Barandiarán, 1950,


1953, 1962a; Jordá, 1958; I. Barandiarán, 1966, 1967, 1973; Me. Collough, 1971; Straus, 1974 b;
Utrilla, 1976c.

Cueva de Sailleunta ( M a n a r í a ) :

Llamada también de Saillegunta o San Lorenzo, se halla situada en las inmediaciones


de la Sierra de Amboto. Posee una boca o vestíbulo de 20 m. de fondo por 10 de anchura, de
la que parte la cueva que describe un recorrido sinuoso de unos 150 m.
En 1929 J . M. de Barandiarán realizó una cata descubriendo un yacimiento "de facies
magdaleniense". No se han realizado más excavaciones (I. Barandiarán 1967: 178).
Referencias en:
J . M. de Barandiarán 1947a, 1950 y 1953; I. Barandiarán, 1967.

217
PROVINCIA DE GUIPUZCOA

11. CUENCA DEL DEVA.

El río Deva nace en la vertiente septentrional de la sierra de Arlaban y desciende en


una pendiente muy pronunciada hasta Escoriaza, donde el valle se abre y el río comienza a
descender lentamente hasta el mar. Tras pasar Vergara el valle vuelve a estrecharse, conti-
nuando así hasta la desembocadura, tras pasar al pie de la cueva de Ermittia. La cuenca del
valle tiene 552 km. cuadrados de extensión ocupando en su mayor parte terrenos calizos entre
los que se encajona (Altuna 1972: 11).

Su flora está constituida principalmente por encinas y especies sempervivientes (un


50%), entre las que destacan heléchos y musgos.

Tres son las cuevas con yacimiento magdaleniense de la cuenca del río Deva: la cueva
de Lezetxiqui en Mondragón, situada sobre su afluente el Aramayona, en la cuenca alta del
Deva, y las de Ermittia y Urtiaga en torno a la localidad de Deva, próximas a su desemboca-
dura. La situación de Ermittia tiene un valor estratégico particular por estar colocada en la par-
te alta del valle, estrecho y encajado, dentro de la ruta de comunicación obligatoria que permite
el acceso de la zona costera a las llanuras interiores. Su paisaje de acantilados constituye el
entorno Ideal para el desarrollo de determinadas especies faunísticas como la cabra y el sarrio
(Straus 1974b: 180).

Cueva de Ermittia (Deva):

Se halla situada en la ladera del monte Ermittia en su lado Norte, en terrenos del Cre-
tácico inferior y a unos 135 m. sobre el nivel del mar, del cual dista en línea recta no más de
3 km. Su boca está orientada al NW y da acceso, a través de una pequeña plataforma exterior,
a una entrada bastante estrecha de dos o tres m. de ancho por 2,2 m. de alto y a una cámara
amplia de la que parten tres galerías. Las excavaciones se concretan en una campaña preli-
minar de J . M. de Barandiarán en 1924 y tres campañas de Aranzadi y Barandiarán en 1924,
1925 y 1926. La superficie excavada fue de 15 metros cuadrados, en una profundidad de
1,80 m., quedando por tanto como testigo una considerable extensión de yacimiento. Una ex-
cavación clandestina en 1960 fue realizada con posterioridad, aunque los materiales obtenidos
pudieron ser recuperados.

Estratigrafía:

Aranzadi y Barandiarán (1928: 12) nos ofrecen los siguientes datos: "los estratos, al
igual que los niveles arqueológicos, se hallaban en suave declive, más inclinados los profun-
dos que los superficiales, buzando hacia el interior de la cueva, de suerte que mientras el últi-
mo estrato empezaba a 1,25 m. en el lado Este, aparecía ya a los 70 cm. en el Oeste del tra-
mo excavado". Ateniéndonos a los datos de Aranzadi-Barandiarán la secuencia estratigráfica
de Ermittia podría articularse en ios momentos siguientes:

210
O- 40 cm. Color gris. Eneolítico y Neolítico. Un tanto revueltos.
40- 60 cm. Negruzca I. Aziliense.
60- 70 cm. Negruzca II. Magdaleniense.
70- 95 cm. Magdaleniense. "Tierra menos oscura y más
compacta que arriba, con
algo de carbón en la parte
superior".
95-115 cm. Casi estéril con arcillas ro- "Tierra gris casi estéril.
jizas y cenicientas. 20 cm. de espesor".

100-125 cm. Gris y pedrezuelas. So'utrense. "115-145: pedregosa, de


30 cm. de espesor".
145-180 cm. Amarilla estéril.
180 cm. Grandes bloques de piedra.

De acuerdo con la Memoria de 1928, el nivel Magdaleniense de la cueva de Ermittia se


desarrolla en dos subtramos: un nivel negruzco de unos 10 cm. de espesor (60-70 cm.), en
unión íntima con el Aziliense (40-60 cm.), al que subyace en un medio estratigráfico compac-
to y un nivel de tierra gris cenicienta "menos oscura y más compacta" que, en un espesor de
30 cm., abarcaba de los 70 a los 95 cm., pudiendo pasar en algunos puntos del lado Este los
100 cm., debido al buzamiento de los niveles hacia el interior de la cueva. Un depósito estéril
de unos 20 cm. de espesor aisla el Magdaleniense de Ermittia del Solutrense.

De este modo podemos pensar en dos conjuntos distintos del Magdaleniense: el supe-
rior, más relacionado, como articulándose ya, con el Aziliense y el inferior que parece adscri-
bible a un momento más antiguo. La situación de los fósiles directores, los arpones, parece
confirmar esta atribución: el único arpón aparecido en el tramo inferior parece clasificarse
claramente en el Magdaleniense IV, dado su carácter de prototipo. Un más amplio estudio del
Magdaleniense de Ermittia puede verse en I. Barandiarán y P. Utrilla 1975 donde, a modo de
hipótesis, se matiza con más elementos de juicio este Magdaleniense Medio.
Materiales:

Es muy difícil determinar su situación estratigráfica a partir de los datos de la Memoria


de 1928:

— Porque sólo una pequeña parte del material Utico aparece descrito en ella de forma
individualizada (un 16,89%).

— Por el distinto sistema de sigla que se utiliza entre los objetos. Así mientras unos pre-
sentan indicación de sector, tramo y profundidad, otros contienen solamente una denomina-
ción genérica de "Magdaleniense" o incluso de "Indeterminado".

— Porque, aunque se conozca la situación de un objeto, el buzamiento de los niveles


impide decidir con absoluta seguridad la separación exacta entre cada cuadro o sector, prin-
cipalmente a la hora de diferenciar los dos momentos del Magdaleniense.

En términos generales, podemos suponer que la separación entre los dos momentos del
Magdaleniense se sitúa en torno a los 70 cm. en la banda de los tramos 1-7-13-22 y a los 90 cm.
en los tramos 21-30, englobándose de este modo en el nivel Inferior del Magdaleniense dos
prototipos de arpones.

Industria lítica:

Atendiendo a la profundidad de los objetos líticos siglados, sólo 20 ejemplares pueden


clasificarse de un modo cierto en la capa Inferior del Magdaleniense. Muchos otros pudieron
pertenecer a ella pero no contienen siglas lo suficientemente explícitas para poder determi-
narlo con precisión. Enumeramos a continuación los objetos de profundidad segura:

219
E.4: (0,75-0,90): raspador en extremo de lámina (G1) (16-18).

E.14: (1-1,15): G2 (16-19).

E.15: ( " ): B3 ( " ).

E.16 (1-1,20): B3 (20-21).

E.5.90: P2.

E.11.85: lámina simple.

E.21.105: buril-raspador (B8-G1); 2 G1; buril-raspador (B3-G1); B3; 3 G2; B2; 3LD2;
E.27.130: B3; raspador nucleiforme.

Hemos realizado la estadística sobre el total de los objetos líticos de Ermittia siglados
como magdalenienses, teniendo en cuenta que el margen de error no será muy grande dado el
distinto espesor de los dos subtramos magdalenienses. Así mientras al nivel Inferior, supuesto
Magdaleniense Medio, se le adscriben 30 cm., al nivel superior, posible Magdaleniense VI, co-
rresponden tan sólo 10 cm. de espesor. La presencia de algún buril pico de loro o un mayor
porcentaje de industria microlaminar deberá atribuirse a esta contaminación. En el Apéndice I
clasificamos en la lista-tipo de Sonneville-Bordes y Perrot el total de los objetos líticos magda-
lenienses y en la Lám. 37 reflejamos su gráfica acumulativa. Por Grupos Tipológicos los índi-
ces ofrecen los resultados siguientes:

— Un índice de buril superior al del raspador, debido en su mayor parte a la escasa


representación del raspador nucleiforme (el 6,04%) (IB: 38,91 IG: 24,82).

— Un predominio del buril diedro sobre el de truncadura (IBd: 27,52 IBt: 7,37). No
obstante este último tiene una buena representación.

— Un muy bajo índice de perforador, de Sustrato y del raspador auriñaciense restringi-


r
do (IP: 0,67 IS: 4,69 IGA : 3,3).

— Un índice muy alto del Grupo Perigordiense, debido a la concentración de hojitas de


dorso del cuadro 30 en la profundidad 70 (GP: 21,6).

Por tipos Primarios llama la atención el alto porcentaje de los raspadores planos sobre
lámina retocada que suponen el 54,4 % del total de raspadores y el escaso número de los nu-
cleiformes y carenados, que suponen respectivamente el 18,9 % y el 2,7 % .

Completa la industria lítica un canto de hematites cóncavo de forma triangular apareci-


do en compañía de "pedernales en pico de loro".

Industria ósea (Láms. 90 y 91):

I. Barandiarán cataloga 112 objetos en el total de la industria ósea magdaleniense que


se distribuyen del siguiente modo:

Azagayas: 57 • 50,89 %
Varillas: 17 15,18 %
Espátulas: 7 6,25 %
Arpones: 6 5,36 %
Agujas: 11 9,82 %
Colgantes: 4 3,57 %
Grabados: 10 8,93 %

220
Lámina 90,-Ermittia. Prototipos de arpón del Magdaleniense Medio.

221
Lámina 91.—Ermittia. Azagayas atribuibles a un Magdaleniense Medio.

222
En el Apéndice II reproducimos su clasificación por Tipos Primarios. Para un análisis
más amplio remitimos al estudio monográfico del yacimiento (Barandiarán-Utrilla, 1975).

En síntesis, podemos diferenciar dentro del Magdaleniense de Ermittia "fósiles directo-


res" pertenecientes a las distintas subdivisiones del Magdaleniense: azagayas cortas con mo-
nobisel de más de 1/3, típicas del Magdaleniense Inferior; prototipos de arpón, azagaya de ba-
se ahorquillada y abundancia de varillas, propios de un Magdaleniense Medio; arpones de 1
hilera de dientes, característicos del Magdaleniense V, y arpones de dos hileras de dientes
propios del VI. Sin embargo, el conjunto de la industria parece matizar más especialmente un
Magdaleniense Medio, siendo la cueva de Ermittia la única de la Costa Cantábrica que ofrece
trazas ciertas de poseer materiales típicos de este período.

Fauna:
Altuna (1972: 178-183) determina el número de restos de cada especie (A) y el núme-
ro mínimo de individuos de cada una de ellas (B):

A B A B
1 1 0,3 % 3,2 %
3 1 1,1 % 3,2 %
Arvícola terrestris 8 3 2,8 % 9,7 %
Microtus oeconomus — —

3 1 1,1 % 3,2 %
Sus scropha 6 2 2,1 % 6,5 %
20 3 6,9 % 9,7 %
Ranglfer tarandus 4 2 1,4% 6,5 %
1 0,3 % 3,2 %
1 1 0,3 % 3,2 %
Rupicapra rupicapra 9 2 3,1 % 6,5 %
Capra pyrenaica ,,, 234 13 80,3 % 41,9 %
1 1 0,3 % 3,2 %
Totales 291 31 100 100

Altuna (1972: 183) comenta la extraordinaria abundancia de cabra: "llama la atención


en este yacimiento la gran abundancia de Capra pyrenaica que sobrepasa con mucho a todas
las demás especies, incluido el ciervo, que es la especie dominante en los niveles paleolíticos
de los restantes yacimientos del Cantábrico. La cueva de Urtiaga, que es la más próxima a
Ermittia, y Ekain, cercana, presentan también gran abundancia. La acusada diferencia con
Aitzbitarte se debe más a una distinción orográfica que climática".

Bibliografía:
Aranzadi y Barandiarán, 1928; J . M. de Barandiarán, 1934, 1946, 1953; I. Barandiarán,
1967, 1973; I. Barandiarán y Utrilla, 1975; Marsan, 1979.

Cueva de Urtiaga (Itziar, Deva):

Se halla situada en el lugar llamado de Etxazpe, en Itziar, a 130 m. de altitud sobre el


nivel del mar y a una distancia del mismo de 3 km. La boca de la cueva está orientada en
dirección S-SW: es una pequeña abertura de forma triangular que comunica, mediante un pa-
sadizo de 10 m. de longitud a una sala más grande. Tras la excavación se llegó hasta la roca
de base, en profundidad de 5,50 m.

223
El yacimiento fue descubierto en 1928 por J . M. de Barandiarán, el día 21 de junio y
excavado en sucesivas campañas en los años siguientes:

Durante las campañas de 1928 a 1935 se excavaron los 8 primeros sectores y parte del
9, hasta el nivel C inclusive. Los resultados fueron publicados en 1947b.

La campaña de 1936 abarcó los sectores 9 y 10, este último sólo hasta la mitad del ni-
vel F (3 m.). La publicación apareció en 1948.

En 1955 se continuó la excavación del sector 10 en el nivel F. Los resultados aparecie-


ron en 1960.

En 1959 se continuó profundizando en el sector 9 hasta los 6,60 m. hallando a la pro-


fundidad de 4,80 una galería que correspondía al nivel i. Publ'ciclón de 1960.

El sector 11 fue excavado en 1954, alcanzando los 2,10 m. de profundidad. Fue publica-
do en 1955 y 1962. En 1955 se siguió profundizando también en el sector 11, llegando hasta
los 2,40 m. donde una formación estalagmítica les impidió continuar. La publicación es de
1960.

Estratigrafía:

J. M. de Barandiarán expone en 1947b la siguiente estratigrafía perteneciente a los ocho


primeros tramos:

— Nivel A: 0-15 cm.: moderno.

— Nivel B: 15-80 cm.: tierra floja y gris. Neo-eneolítico.

— Nivel C: 80-120 cm.: tierra rojiza o amarilla y blanca jaspeada, compacta, a trechos,
pero en general negruzca y carbonosa. A 90 cm. había un hogar lleno de carbón, ceniza, hue-
sos, conchas y piedras ennegrecidas y apelmazadas.

— Nivel D: 120-220 cm. en la entrada, llegando en la zona 8 hasta los 350 cm., con un
espesor de 240 cm. Tierra oscura y carbonosa, con carbón apelmazado con caliza. Se inicia
con una faja oscura de poco espesor entre la capa superior blanquecina y la inferior amarillo-
rojiza. A los 2,25-2,35 es amarilla. En la zona 5, a 170 cm. de profundidad había un hogar cen-
tral de medio metro. Magdaleniense.

— Nivel E: capa de tierra compacta, estéril, de 70 cm. de espesor. Amarillenta.

— Nivel F: de 50 cm. de espesor, formado por tierra amarillenta en su parte superior


y negruzca y carbonosa en la inferior. En la zona 8 alcanza la mayor profundidad, llegando a
los 4,80 m. En la zona 6, a 3,75 m. de profundidad, apareció una brecha estalagmítica de lapas
grandes de concha gruesa y Littorina. En la zona 4 existía un círculo de 80 cm. de diámetro
a 2,80 m.; estaba formado por tierra negra y carbón, semejando un hogar. En la zona 6 apare-
ció también una capa estalagmítica de 5 cm. de grosor a 3,40 m. de profundidad. Debajo de
ella tierra carbonosa en forma análoga a la del caso anterior, con lapas, carbón y huesos rotos.

— Nivel G: estrato de tierra y piedras, muy compacto y en parte conglomerado.

— Nivel I: trozos de estalagmita y cascajos.

— Nivel H: piso estalagmítico.

(J. M. de Barandiarán 1947b: 120-125, 265-266, 437-438),

224
En el tramo 9 (campaña de 1936) las profundidades variaban en cada uno de
los niveles:

— Nivel C: 1-1,60 m. Aziliense. Tierra floja oscura.

— Nivel D: 1,60-2,05: tierra floja oscura. 2,05-3,30: tierra negruzca. "Los materiales de
los niveles D se sitúan en el Magdaleniense".

— Nivel E: 3,30-3,95: tierra amariirenta.

— Nivel F: 3,95-4,70: tierra negruzca con huesos de animales y lapas de gran tamaño.

— Nivel G: 4,70-5,20: tierra amarillenta con Littorina obtusata y lapas. Una brecha de
huesos de animales junto a la pared. Magdaleniense.

— Nivel I: 5,20-5,70: tierra amarillenta y concreciones estalagmlticas.

En el tramo 10 la superficie estaba más baja y por tanto las profundidades son más al-
tas. Para el nivel E 2,45-2,70, de tierra amarillenta y pedregosa con abundante escombro es-
talagmítico, y para el nivel F 2,70 a 3 m., con tierra negruzca y abundantes huesos de ani-
males. "El material lítico hay que calificarlo como Magdaleniense, si bien algunas piezas ha-
lladas en la base recuerdan formas solutrenses y aun auriñacienses". (J. M. de Barandiarán
1948: 288-293).

De este modo podemos hacer un cálculo aproximado de las distintas profundidades de


los niveles según los tramos, siempre basándonos en los datos aportados por la memoria de
1947b y 1948 de J . M. de Barandiarán:

1-2-3 7-8-9
A: 0- 15 0- 25
B: 15- 80 25-100
C: 80-120 100-130
D: 120-220 130-330
E: 225-270 330-380
F: 270-350 380-480
G: 350-400 480-520
I: 400-450 520-570

Altuna (1972:171) recoge la estratigrafía geológica de la cueva de Urtiaga, propuesta


por Llopis Liado en 1957:

La zona gelivada y crioturbada inferior podría ser Wurmiense antiguo I o II. La capa
estalagmítica superior pre-eneolítlca podría ser Würm III. Opina, sin embargo, Altuna que en
Urtiaga no parecen existir niveles tan antiguos como para asignarlos al Würm I o II y que
puede aventurarse que el nivel crioturbado (I de J . M. de Barandiarán) pertenece probable-
mente al comienzo del Würm lllb, época fría y seca en la que se desarrolló la cultura Grave-
tiense. Es éste el único nivel de toda la Costa Cantábrica en que el reno supera al ciervo. Los
niveles G y F pertenecerían al interestadial de Lascaux, el nivel E al Dryas I y el D al Dryas
ll-lll. Moure, por su parte, considera al nivel E dentro del Dryas II, con fauna fría, siendo uno
de los primeros yacimientos magdalenienses con mlcrolitos "anunciadores del Aziliense".

Enlazamos de este modo con el problema de la cronología de los niveles E y F. J . M.


de Barandiarán se ha mostrado siempre remiso a asignar a estos niveles un período determi-
nado del Magdaleniense: así, en la memoria de 1948, encontramos bajo la misma denominación

225
general de Magdaleniense los niveles D, F y G, si bien ya señalaba que en el F había piezas
en su base que recordaban "formas solutrenses y aun auriñacienses". Sin embargo, la reali-
zación en 1964 de las gráficas acumulativas de la Industria lítica en colaboración con Son-
neville-Bordes le llevó a clasificar en el Magdaleniense Final (cargado ya desde la base de
elementos azilienses) la totalidad de los niveles fértiles de Urtiaga, desde el F hasta el C,
que sería ya propiamente Aziliense, influido, sin duda, por la autora francesa que vio los ma-
teriales de Urtiaga muy semejantes a los de Gare de la Couze, Magdaleniense Final.

La llegada de los resultados de C-14 vino, sin embargo, a plantear serias dudas sobre
la datación Magdaleniense Final del nivel F. En efecto, una muestra de huesos de la base del
nivel F arrojó en Groningen (GrN-5817) la edad 17.050 años a partir del presente (más me-
nos 140), lo que parecería confirmar las formas solutrenses de la base del nivel F de las que
habla J . M. de Barandiarán para el tramo 10. Climáticamente coincide con el interestado de
Lascaux, más templado, como parece indicar la fauna, menos fría que la del nivel E. En Las-
caux la base de su Magdaleniense se data en el 15.240 a . C , fecha que coincide totalmente
con la del nivel F de Urtiaga, el cual deberá clasificarse en un Solutrense Final o en un Mag-
daleniense Antiguo, tal como sugiere I. Barandiarán en 1973: 221.

J . M. de Barandiarán y Sonneville-Bordes presentan dos gráficas muy semejantes para


los niveles D y F en la publicación de 1964 pero ya son varios los autores que, tras conocer
la fecha de C-14, comienzan a plantearse críticamente si ambos niveles tienen la misma per-
sonalidad: Merino piensa que hay diferencias claras entre los niveles D y F: así, mientras en
el nivel D hay 380 láminas y 333 lascas grandes, el F presenta en cambio 9 láminas frente a
464 lascas de gran tamaño. Además hay en el D 3.668 laminillas y 365 lascas pequeñas,
mientras que en el F las laminillas son 268 y las lascas pequeñas 623. En el D hay 171 re-
cortes de buril y en el F ninguno, por todo ello concluye Altuna (1972: 170-171) que este ni-
vel pertenece sin duda a un momento cultural anterior, no bien definido arqueológicamente.

Fortea, por su parte, (1973: 85) plantea el problema de la Identificación de las puntas
azilienses de la cueva de Urtiaga, señalando una posible confusión con microgravettes, debi-
da a lo excesivamente amplia que es la definición de la punta aziliense en la tipología Son-
neville-Bordes y Perrot: "en el Aziliense de Urtiaga se clasifican como puntas azilienses piezas
que en nuestra tipología lo serían dentro de las laminitas apuntadas con borde abatido rectilí-
neo y variantes". De este modo la punta aziliense se convierte en un elemento elástico, que
consideraremos o no como tal según la idea preconcebida que tengamos del nivel a estudiar.

Materiales:
Se hallan perfectamente clasificados y siglados en el Museo de San Telmo de San Se-
bastián. Contiene cada objeto indicación de tramo, nivel y profundidad, un sistema de sigla
distinto del que hemos visto en los yacimientos vizcaínos.

Industria lítica (Lám. 92):


Hemos computado 100 piezas líticas trabajadas en el nivel F y 145 en el E, por lo que
parece contradecirse la definición de "casi estéril" del nivel, ignoramos si se trata de un error
de sigla, pero, de todos modos, la determinación estratigráfica del nivel E no es demasiado
precisa. Así tenemos que mientras J . M. de Barandiarán le da un espesor medio de 70 cm.
(1947b: 679), Altuna le atribuye solamente 15 (1972: 170). La coloración parece amarilla o
rojiza aunque J . M. de Barandiarán hable a veces sólo de "compacta", atribuyendo la colo-
ración amarilla a la parte superior del nivel F, el cual pasa a negro y carbonoso en su parte
inferior. Quizá los 141 objetos siglados como del nivel E pertenezcan a la capa superior ama-
rilla del nivel F, reservándose la sigla de F sólo para los aparecidos en el interior de la zona
carbonosa. Sería una explicación lógica. En 1964 Barandiarán y Sonneville-Bordes sólo com-
putaron 49 piezas retocadas en el nivel F y 32 en el F pero parece que no consultaron la tota-
lidad del material (Altuna 1972: 170).

226
Lámina 92.—Urtiaga. Niveles F y E.

227
Clasificados conforme al sistema Laplace de 1964 obtenemos los siguientes tipos pri-
marios:

Nivel F Nivel E Nivel F Nivel E

B1 7 13 DT4 — 4
B2 6 9 Gm3 1 —

B3 6 10 PD1 1 —

B4 1 3 PD4 5 10
B5 2 — PD6 — 1
B6 3 2 Bc1 3 3
B7 1 9 Bc2 — 1
G1 3 7 T1 1 —

G2 4 2 T2 — . 1
G3 2 8 T3 2 3
G7 1 3 D1 2 1
G8 — 1 D2 1 2
G9 5 3 D4 1 —

R.N. 13 27 R1 1 —

A1 1 — R2 3 —

A2 1 2 R5 1 —

LD1 2 2 L1 — 3
LD2 24 19 L2 5 5
DT1 — 1 P1 1 1

Total: 110 150

En la lista de Sonneville-Bordes y Perrot (Apéndice I) los índices de los Grupos Tipo-


lógicos son los siguientes:

— Predominio del raspador sobre el buril tanto en el nivel F como en el E. La exclu-


sión del cómputo del raspador nucleiforme provoca una inversión del grupo dominante, sobre-
pasando el buril al raspador ampliamente: nivel F: IG: 31, IB: 25 y sin el núcleo raspador
IG: 13,75 IB: 31,25. Nivel E: IG: 32,4 IB: 29,6 y también IG: 16,94 IB: 36,4.

— El buril diedro domina a su vez al de truncadura en amboá niveles: nivel F: IBd: 22,5
IBt: 5; nivel E: IBr: 24,5 IBt: 8,4. El índice restringido marca un aumento progresivo del bu-
ril sobre truncadura y una disminución del diedro en el paso del nivel F al E: IBd: 72 (F) y
67.4 (E) IBt': 16 (F) y 23,2 (E).

— El Índice de perforador es estable y normal: IP: 2,7 (F) y 2,5 (E). El del Sustrato es
muy bajo en los dos niveles, aunque ligeramente más elevado en el F que en el E: IS: 16,2 (F)
y 11 (E).

— El Grupo Perigordiense es relativamente alto en ambos niveles GP: 28,7 (F) y


r
24.5 (E), al igual que el índice restringido de raspador auriñaciense IGA : 36,3 (F) y 40 (E).

Entre los tipos primarios debemos señalar la presencia de escalenos: 1 en el F y 2 en


el E, además de 3 hojitas de dorso con truncadura oblicua en el nivel E.

La gráfica acumulativa (Lám. 93) resulta muy semejante para los dos niveles pero muy
distinta de las presentadas por Sonneville-Bordes en 1964. Esto es debido en su mayor parte
a la clasificación como microgravettes de puntas que en 1964 fueron consideradas como
azilienses.

228
Lámina 93.—Urtiaga. Industria lítica.

L a c o m p a r a c i ó n de las gráficas de los niveles E y F d e Urtiaga c o n otras c u e v a s cer-


canas ofrece u n a a p r o x i m a c i ó n a c e p t a b l e c o n el nivel VII de Santimamiñe, e s p e c i a l m e n t e d e l
nivel F lo que no deja d e llamarnos la a t e n c i ó n , d a d a la cronología semejante d e a m b o s ni-
veles.

Industria ósea:

Es p o c o abundante en el nivel F y c a s i inexistente en el E. E n este último sólo s e re-


cogieron 9 objetos óseos entre los que d e s t a c a únicamente u n a punta d o b l e d e sección apla-
nada d e 17,5 c m . de longitud. V a r i o s fragmentos de punzones, uno de varilla p l a n o c o n v e x a y
un pitón de cuerno c o n m a r c a s completan la c o l e c c i ó n .

El nivel F presenta un total de 152 objetos óseos d e los c u a l e s sólo 20 s o n piezas e n -


teras o r e c o n o c i b l e s , representando las c o n c h a s perforadas el 68,33 % del total d e la industria
ósea (104 e j e m p l a r e s ) . U n a estadística será p o r ello muy p o c o significativa pero p o d e m o s
presentar los números absolutos de las p i e z a s pertenecientes a los G r u p o s Tipológicos:

I. A z a g a y a s : 27.
VI. E s q u i r l a s apuntadas: 7.
VIII. V a r i l l a s : 5.
XII. Cuñas: 2.
XXI. A g u j a s : 1.
XXVI. C o l g a n t e s : 105.
XXX. " O b r a s d e arte": 5.
Total: 152 (fragmentos incluidos).

229
Hemos intentado también efectuar la estadística por Familias Tipológicas, excluyendo
del cómputo a los perforados. Los resultados son los siguientes:

I. Apuntados: azagayas: 36 %
frags. azagayas: 22 %
esquirlas apuntadas: 11 %
varillas: 11 %
II. Aplanados: 4,5 %
III. Dentados: 0 %
IV. Fragmentos con marcas y recortes: 13,5 %
(Sobre un total de 44 objetos).

La estadística por secciones ofrece a su vez los resultados siguientes:

Sección circular: 8: 25,2 %


Sección triangular: 3: 9,09 %
Sección cuadrangular: 8: 25,2 %
Sección aplanada: 8: 25,2 %
Sección planoconvexa: 6: 18,18 %
Total: 33.

Son, sin embargo, los ejemplares decorados los que pueden ofrecernos datos concre-
tos para conocer la personalidad cultural del nivel:

— Fragmento proximal de azagaya de base monobiselada y sección cuadrada con inte-


resante motivo decorativo a base de ángulos cortados por pequeños trazos perpendiculares.
Puede ponerse en relación con motivos del Magdaleniense III del Cierro, Altamira y Balmori.
Profundidad 3,45-3,50 m., zona 6. Publicada por J . M. de Barandiarán como punta (invlrtien-
do la base), (1933: fig. 51A,h y 1947b: 681, fig. 26.16, fot. XI.4).

— Punta recta de sección triangular y base redondeada con motivo decorativo denta-
do. Prof. 3,25-3,35. Publicada en 1947: 696, fig. 26.12. I. Barandiarán recoge en 1973: 288 una
serie de temas dentados del arte mueble cantábrico semejantes al representado en este ejem-
plar de Urtiaga. En la zona francesa puede señalarse uno muy similar en el Magdaleniense II
de Laugerie Haute, también sobre punta doble de base redondeada aunque con los dientes
en la misma dirección (vid. Peyrony 1941: 17).

— Los colgantes son Importantes numéricamente en el conjunto de la industria ósea del


nivel F. J . M. de Barandiarán (1947: 681) cita "unos 70 ejemplares de Littorina obtusata pro-
vistos de agujero en la última vuelta. Aparecieron en la zona 7, a una profundidad de 4,50-5 m.,
recordando otros de Lumentxa (...)". Más adelante (1948: 292) vuelve a referirse a nuevos
ejemplares del tramo 9, prof. 4,65-4,70. Eran 20 Littorina obtusata acompañadas de varias la-
pas, 1 buril, 3 piedras rojas y varios trozos de ocre. I. Barandiarán por su parte cataloga en
1965: 49, 104 ejemplares, los cuales no le parecen perforados por ningún parásito del tipo
Murex, sino un auténtico producto de la Industria humana (1965: 52). Algunas de las conchas
presentan además una doble perforación en la última vuelta, de modo semejante a otros ejem-
plares de Lumentxa (J. M. de Barandiarán 1935: 102) y de varias cuevas del Magdaleniense
antiguo I y II: Abri Lachaud y Jolivet (Cheynier 1967: 90).

— Hay, sin embargo, un elemento discordante con una cronología Magdaleniense inicial
para el nivel F. Tenemos la cita de la existencia de un arpón en el nivel F. J . M. de Barandia-

230
rán (1947b: 681) afirma: "en la misma zona 6, a profundidad de 3,75-3,85, apareció un trocito
de arpón". En 1964 se cita sin embargo "una base de arpón" (1964: 167). La inseguridad se
acentúa al identificar este fragmento de arpón: es un extremo distal de sección circular y do-
ble hilera de dientes, precisamente el único que presenta esta doble fila de los 18 ejemplares
existentes en el yacimiento. I. Barandiarán, en su estudio sobre el Magdaleniense Final de Ur-
tiaga de 1965, sólo cataloga un ejemplar de doble hilera de dientes y lo incluye en el nivel D
y no en el F como se desprendería de la publicación de J . M. de Barandiarán (1965: 48-49).
No podemos encontrar una explicación a la presencia de un arpón de doble hilera de dientes
en un nivel datado por C-14 en el 15.000 a.c. Só!o es posible pensar que la fecha no es co-
rrecta o que el arpón ha caído a niveles inferiores gracias a su pequeño tamaño (2 cm.). Sin
embargo, su posición estratigráfica parece clara, ya que tenemos la noticia de que "en la
zona 6, a prof. de 3,75 m. comenzaba una brecha estalagmítica de lapas grandes de concha
gruesa, además de Littorina. Sin magurios" (J. M. de Barandiarán 1947b: 679).

No obstante, vista en su conjunto la tipología del instrumental óseo del nivel F, notamos
que encaja mejor en momentos antiguos del Magdaleniense. J . M. de Barandiarán (1947b:
681) había ya observado que "los objetos del tramo F revelan una industria menos evolucio-
nada que la del tramo D, pero no nos autorizan a considerarla como fundamentalmente dife-
rente de ella". I. Barandiarán (1973: 222) hace hincapié en la relativa ausencia de arpones en
el nivel F, en la presencia de una capa E casi estéril entre D y F y en la excesiva potencia
de todo un mismo estadio Magdaleniense Final, que, si consideramos como tal los niveles D,
E y F, alcanzaría los 2 m. de espesor.

Fauna:

Altuna (1972: 166-177) distingue las especies siguientes:

Nivel E Nivel F Nivel E Nivel F

7a/pa europaea — 3 1 0,3 1,6


3 1 2 1 1 2,5 0,2 1,6
7 2 16 4 2,4 5 1,7 6,5
4 1 — • 1.4 2,5
52 8 67 6 17,9 20 7,2 9,7
5 2 1 1 1,7 2,5 0,1 1,6
7 2 1 — 0,2 1,6
1 1 7 2 0,3 2,5 0,8 3,2
2 1 — . 0,7 2,5
1 1 1 1 0,3 2,5 0,1 1,6
4 1 3 1 1,4 2.5 0,3 1,6
106 6 557 17 36,6 15,0 60,1 27,5
Rangifer tarandus 6 3 12 2 2 7,5 1,3 3,2
Capreolus capreolus 19 3 43 9 6,6 7.5 4,6 14,5
Bison priscus — Sos prim 13 3 20 2 4,5 7,5 2,2 3,2
20 3 73 4 6,9 7.5 7,9 6,5
38 3 112 9 13,2 7,5 12,1 14.5
9 2 8 1 3,1 5 0,9 1,6

290 41 927 62 100 100 100 100


a b a b a b a b
a: número de piezas.
b: número mínimo de individuos.

231
Comenta Altuna (1972: 177) lo semejantes que son los espectros de los niveles D, E y
F, señalándose su única diferencia en el ciervo que alcanza su máximo en el F y su minimo
en el E. En otro lugar (p. 415) aproxima este último nivel a la parte inferior del Magdalenien-
se de Ermittia, caracterizándose por ser un período un poco más frío que el anterior (nivel F)
y situándose en los inicios del Würm IV o Dryas más antiguo. El ciervo y la cabra montes des-
cienden con respecto al F y aumenta en cambio el reno. Pueden ponerse en relación con los
niveles magdalenienses de Isturitz con caballo y reno como especies más importantes. Arlette
Leroi Gourhan lo relaciona con niveles del Magdaleniense Medio del Pendo y puede ser tam-
bién contemporáneo del nivel 3 de Otero (Mag. V) y del nivel 2 de Morín por la presencia de
reno. Parece que habrá que datar el nivel E en un Magdaleniense Medio o Superior inicial por
su posición estratigráfica y su fauna. Desgraciadamente sus materiales líticos y óseos no per-
miten una mayor precisión. En cuanto al nivel F, su fauna no demasiado fría confirma la da-
tación en el interestadial de Lascaux, si bien subsiste entre sus materiales el problema de la
presencia del arpón de doble hilera de dientes.

Bibliografía:

Memorias de excavación en:

J . M. de Barandiarán, 1974b, 1948, 1955, 1960 y 1962a; Barandiarán y Elósegul, 1955.

Estudio estadístico de su industria lítica:

Barandiarán y Sonneville-Bordes, 1964; Utrilla, 1976b; Marsan, 1979.

Referencias, síntesis y estudio particular de objetos de arte mueble en:

J . M. de Barandiarán, 1934 y 1953; I. Barandiarán, 1967 y 1973.

12. CUENCA DEL URUMEA.

Pasada la cuenca del Deva, en la zona occidental de Guipúzcoa, no encontramos yaci-


mientos del Magdaleniense Antiguo hasta la cuenca del Urumea, en la parte oriental. En el cen-
tro dejamos la cuenca del Urola, donde se halla la cueva de Ekaín con yacimiento Magdale-
niense Superior-Final, y la cuenca del Oria que contiene la cueva de Altxerri, con arte rupes-
tre y yacimiento que permanece todavía sin excavar, y la de Marizulo sólo con materiales me-
solíticos y posteriores.

El río Urumea nace en Navarra en el puerto de Tardoa. Recorre un valle angosto y pro-
fundo que no se ensancha hasta llegar a Hernani, a 7 km. de su desembocadura. La cuenca
tiene 102 km. cuadrados de extensión y es muy pobre en afloraciones calizas (Altuna 1972:12).

El monte Aitzbitarte, calcáreo en su mayor parte con bancales de margas y areniscas,


es el único lugar de la cuenca que contiene yacimiento prehistórico. Posee en su flanco occi-
dental 5 cuevas, cuyas bocas se abren sobre un profundo barranco por el que corre el arroyo
Landarbaso. Sólo la cuarta cueva, Aitzbitarte IV, posee una excavación extensa, pero se han
encontrado materiales que denotan una cronología semejante en las dos cuevas inferiores a
ella: Aitzbitarte II y III, clasificables ambas en el Paleolítico Superior y Mesolítico.

Más al Este, en la vecina cuenca del Oyarzun, se encuentra un Importante yacimiento


magdaleniense, la cueva de Torre, en la cual no se ha efectuado todavía una excava-
ción extensa.

232
Cueva de Aitzbitarte IV (Rentería):

Se abre en la ladera SW del monte de su nombre, a 20 m. sobre el regato Landarbaso,


afluente del Urumea, y a 220 m. sobre el nivel del mar. La distancia a éste es de 7 km. en
línea recta.

La cueva tiene una entrada amplia de 16 m. de anchura y un gran vestíbulo de donde


parten dos galerías en dirección N y NW.

Las primeras excavaciones fueron efectuadas en 1892 por el Conde de Lersundi. Más
tarde fue P. M. de Soraluce quien las continuó de 1896 a 1901 y se preocupó porque la cueva
fuera conocida y estudiada de un modo científico. Fruto de sus gestiones fueron las visitas de
Harlé en 1908 (quien estudió la fauna de la cueva) y de Obermaier y Bouyssonie en 1909,
quienes, comisionados por el Instituto de Paleontología Humana, proyectaron una excavación
en gran escala que no llegó a realizarse. En 1917 Breuil efectuó una visita a la cueva, encon-
trando un grabado sobre plaquita de arenisca que fue publicado en 1924.

Durante los años siguientes la cueva fue objeto de depredaciones por parte de distin-
tos visitantes hasta que en 1960 J . M. de Barandiarán emprendió su excavación sistemática.
Las campañas duraron de 1960 a 1964 y se resumen en una serie de publicaciones recientes.

Estratigrafía:

En líneas generales se distinguen los siguientes momentos culturales:

— Un nivel aziliense con muchas piezas de industria microlítica.

— Un nivel Magdaleniense con arpones de una hilera de dientes.

— Un nivel Magdaleniense indeterminado, rico en industria lítica pero sin arpones.

— Un nivel Solutrense Superior con puntas foliáceas de muesca.

— Un nivel Solutrense, quizá Inferior, con algunas piezas de talla facial.

— Un nivel indeterminado probablemente auriñaciense.

— Gravera o terraza estéril.

En la numeración de niveles de J . M. Barandiarán hay un desfase entre las distintas


campañas. Así en 1963 encontramos seis niveles y en 1964 sólo cinco. La causa radica en
que en la campaña de 1964 se dividieron en la y Ib los niveles I y II de 1963. De este modo el
nivel que nos ocupa, el magdaleniense indeterminado sin arpones, aperece como nivel IV en
la Campaña de 1963 y como III en la de 1964. I. Barandiarán ha reunido en 1967: 80-96 las
equivalencias de los niveles en las distintas campañas:

— Nivel superficial: corresponde a los niveles a y b de 1960, superficial del I de 1962 y


I de 1963. Neolítico o posterior.

— Nivel I: entre —10 y —50 cm. Niveles c, d, e, f de 1960, I de 1961, la mayor parte del
I de 1962, II de 1963 y la y Ib de 1964. Aziliense.

— Nivel II: —50-70 cm.: g, h de 1961, II de 1961, 1962 y 1964, II de 1963. Magdalenien-
se Final.

— Nivel III: —70-90: i, j, k de 1960, III de 1961, III y seguramente IV de 1962, IV de 1963,
III de 1964. "Magdaleniense".

233
— Nivel IV: —90-130: I, m, n, o, p, q, r, s de 1960, IV, V, VI, VII de 1961, V, VI, VII, VIII de
1962, V, VI de 1963, IV de 1964. Solutrense III de Jordá en I, m, n y Solutrense II de Jordá
en o, p, q, r, s.

— Nivel V: —180-230. Auriñaciense típico.

Estas profundidades generales presentadas por I. Barandiarán sólo concuerdan con las
de la campaña de 1964. Asi encontramos que el cuadro 1N de la campaña de 1961 presenta
su nivel III, Magdaleniense indeterminado, hasta los 105 cm. En su intento de aclarar la posi-
ción de los niveles, L. G. Straus realizó una reconstrucción que depositó en el Museo de San
Telmo. Guiado por los fósiles directores, determinó en cada uno de los cuadros las profundi-
dades comprendidas en los niveles solutrenses. Hemos tomado las Inmediatamente superiores
para intentar abarcar el momento inferior del Magdaleniense sin arpones. La posibilidad de
existencia de un Magdaleniense Inferior o Medio viene marcada por la presencia en la base
del nivel III, y a veces en su parte media, de enormes peñascos calizos caídos del techo. Co-
mo es un fenómeno general, conocido en muchas cuevas cantábricas y de la Dordoña, el
desprendimiento de bloques a fines del Magdaleniense lll-IV, la existencia de éstos en el nivel
III de Aitzbitarte llega a hacer sugerir a I. Barandiarán una posible subdivisión del nivel III: la
parte superior de encima de los bloques sería Magdaleniense V y la inferior un posible Mag-
daleniense III o IV (1967: 91). Este nivel inferior se define como carbonoso en el cuadro 1N
de la campaña de 1961 pero la separación de los materiales dentro del mismo nivel III puede
considerarse tarea casi imposible.

Por otra parte, los distintos niveles de Aitzbitarte IV no tienen una distinción clara
desde un punto de vista geológico o de una sedimentología macroscópica, tal como hace no-
tar Altuna en 1972: 153 y 154. En efecto, si se toman las memorias de J . M. de Barandiarán se
encuentran descripciones similares para todoslos niveles del relleno. Así, en la campaña de
1963 se indica:

— Nivel I: tierra oscura con cantos calizos y cerámica.


— Nivel II: tierra oscura con cantos calizos y areniscos, a veces fuertemente cementada.
— Nivel III: tierra oscura carbonosa y brecha de huesos carbonizados (...). Una base
de arpón.
— Nivel IV: tierra oscura.

— Nivel V: tierra oscura con brecha ósea y grandes bloques. Una punta planoconvexa
de talla unifacial.

— Nivel VI: tierra arenosa, amarillenta en unos cuadros y oscura cementada con gran-
des bloques en otros.

En la campaña de 1964 se describe el nivel Magdaleniense indeterminado con mayor


detalle: tierra oscura, carbonosa en algunos sitios, pedregosa en otros, con numerosos can-
tos calizos y algunos cantos de arenisca y cuarcita. Un hogar en forma de hoyo, con una losa
arenisca tendida en el fondo apareció en el cuadro 3P (1965a: 22 y 23).

La separación de los distintos niveles se hace difícil por estar estrechamente unidos los
subgrupos entre sí, por estar divididos los cuadros excavados en dos grupos que no entran
en contacto y por no poder reconocerse con seguridad todos los niveles en todos los cuadros.
Por esos motivos Altuna (1972: 154) opta por reunir en un sólo nivel magdaleniense los hue-
sos de los niveles de este período.

J . M. de Barandiarán (1965a: 24) explica así la distinción de los niveles magdalenien-


ses: "sobre este grupo de capas solutrenses existe otro donde la abundancia relativa de lámi-
nas y puntas de borde rebajado, así como la modesta industria a ellas asociada, nos obligan

234
a atribuirlo al Magdaleniense, del que tan sólo nos es posible distinguir dos niveles corres-
pondientes a diferentes estratos del relleno: el 1.° rico en material litico, el 2.° comprende un
ajuar que en otros sitios del yacimiento está caracterizado por arpones cilindricos de una fila
de dientes" (Campaña de 1964).

Industria lítica (Lám. 94):

Hemos computado todos los materiales líticos del almacén del Museo de San Telmo
que poseían profundidades entre 80 y 109 cm. y que habían sido separados, creemos que por
Straus, con la siguiente indicación: "—80 —109: sobre el Solutrense". En total son 131 piezas
entre las que no figura ningún ejemplar de las vitrinas.

En el sistema Laplace la Industria lítica presenta los tipos siguientes:

B1 3 LD2 22
B2 6 PD1 1
B4 4 PD4 5
B5 3 DT4 4
B6 1 Bc1 2
B7 3 Bc2 5
B9 2 T3 3
G1 5 D1 5
G3 8 D2 3
G4 2 D3 2
G7 2 R1 1
G9 7 R2 5
R.N. 11 R4 1
A1 3 L1 9
A2 3 L2 9
LD1 3 Total: 143

En la lista de Sonneville-Bordes y Perrot (Apéndice I) ofrecen los siguientes índices a


nivel de Grupos Tipológicos:

— Predominio del raspador sobre el buril Incluso si deja de computarse el raspador


nucleiforme: IG: 25,17, IB: 11,68 y también: IG: 18,3 e IB: 13,3.

— Predomonio del buril diedro sobre el de truncadura, si bien la diferencia entre am-
bos es mínima: IBd: 4,58, IBt: 3,05.

— Un índice medio normal para el perforador y el Sustrato: IP: 3,05, IS: 28,24.

— Un índice muy elevado para el Grupo Perigordiense, conseguido en su mayor parte


por las hojitas y puntas de dorso: GP: 25,19 y un índice restringido normal para el raspador
r
auriñaciense IGA : 40,9. Entre los Tipos Primarlos hay que destacar la existencia de dos es-
calenos y dos hojitas de dorso de truncadura oblicua (378.6).

Industria ósea (Lám. 94):

La industria ósea del conjunto del nivel III no es demasiado significativa. Solamente
las azagayas de sección circular y monobisel de más de 1/3 son Importantes por su tipología
que lleva a pensar en un momento inferior del Magdaleniense. Son varios también los frag-
mentos de biseles en los que no es posible reconocer la sección de la azagaya a la que per-

235
Lámina 94.—Aitzbitarte IV. (Nivel III). (Industria ósea según I. Barandiarán)
teneclan. Las bramaderas son asimismo interesantes debido a su rara aparición en los ajuares
cantábricos.

En conjunto, hemos computado 74 piezas, de las cuales 15 son fragmentos y 11 hue-


sos con marcas. En el Apéndice II se clasifican por Tipos Primarios. Por Grupos Tipológicos
obtenemos los porcentajes siguientes:

I. Azagayas: 18-10: 47,4%


V. Puntas de mango: 5: 8,4 %
VI. Esquirlas apuntadas: 3: 5,08 %
VII. Puntas planas: 5-5: 16,9 %
VIII. Varillas: 2: 3,3 %
IX. Espátulas: 4: 6,7 %
XIII. Retocadores: 1: 1,6%
XXI. Agujas: 1: 1,6%
XXII. Bramaderas: 1: 1,6% (2 fragmentos)
XXVI. Colgantes: 3: 5,08 %
XXX. "Obras de arte": 11: 18,6 %
Total: 74 (fragmentos incluidos).

En cuanto a las secciones, suelen ser muy irregulares y difícilmente clasificables. Hay
un claro predominio de la sección circular, seguida de la cuadrangular y aplanada que pre-
sentan porcentajes semejantes. La rectangular-aplanada está bien representada, siendo clasi-
ficada entre los dos grupos anteriores.

Sección circular: 20: 58,8 %


Sección triangular: 1: 2,9%
Sección cuadrada: 6: 17,6 %
Sección aplanada: 5: 14,7%
Sección planoconvexa: 2: 5,8 %
Total: 34 objetos.

Los motivos decorativos son muy escasos. Se reducen a estrías horizontales y obli-
cuas izda.-dcha. sobre los biseles de las azagayas y a simples marcas sobre esquirlas óseas.
En una de ellas aparece representado un posible tectiforme formado por una forma cuadrada
incompleta con tres trazos cortos perpendiculares sobre uno de sus lados.

En conjunto, no tenemos suficientes elementos para poder determinar de un modo


aceptable un Magdaleniense Inferior o Medio en el nivel III de Aitzbitarte IV. Ni la industria
lítica, ni la ósea, son lo suficientemente significativas para ello y tampoco la estratigrafía y la
separación de materiales está muy clara. Recopilando lo expuesto anteriormente, encontramos
tres elementos que podrían dar indicio de un Magdaleniense Inferior: la presencia de bloques,
los escalenos y las azagayas cortas con bisel mayor de 1/3. L a ausencia de arpones sería
también un argumento en pro de esta suposición, sin embargo la industria ósea no es lo sufi-
cientemente abundante para darle valor definitorlo.

Fauna:

Altuna (1972: 154-157) no ha podido separar el nivel Magdaleniense indeterminado del

237
Final y ha agrupado ambos en un sólo nivel, haciedo un estudio de conjunto del mismo. Entre
los mamíferos hay un claro predominio del ciervo con un 59,9 % , el porcentaje más alto de to-
dos los niveles del yacimiento, seguido del sarrio que representa el 25,5 % . Están también
presentes, aunque en menores cantidades, el reno (0,5 %), la cabra (1,6 %), los grandes bó-
vidos (5,3%), el corzo (1,1 %) y el caballo (1,8%).

Entre los moluscos, se citan abundantes Patellas y pocas conchas de Llttorlna litorea,
L. obtusata, Mytllus, Tritón y Aporrhals pespelicanl. Este último está perforado para servir de
colgante, junto con una Llttorlna obtusata, una Turritella y un canino atrofiado de ciervo.

Bibliografía:

J . M. de Barandiarán, 1961e, 1963, 1964 y 1965a; J . Altuna, 1963, 1966 y 1972; I. Baran-
diarán, 1967, 1971c, 1973; Utrilla, 1976c; Marsan, 1979.

PROVINCIA DE NAVARRA

Sorguiñen-Leze (Zugarramurdl, Navarra):

En 1935 J . M. de Barandiarán realizó una cata de prospección en la que aparecieron


láminas de pedernal de aspecto magdaleniense. En 1977 I. Barandiarán realizó una segun-
da prospección sobre un yacimiento que se hallaba ya casi destruido. El nivel II, el único
precerámico, contenía sílex de aspecto Paleolítico Final o Epipaleolítico no geométrico.

Bibliografía:

J . M. de Barandiarán, 1953; I. Barandiarán, 1977.

Berroberrla (Urdax):

Fue explorada en 1930 por Norbert Casteret, quien señaló la existencia de hogares in-
tactos, con sílex tallados, un alisador de hueso y fauna. En 1939 el Marqués de Loriana rea-
lizó excavaciones en una trinchera de 2 m. de espesor, detectando seis niveles arqueológicos.
En 1959 Maluquer de Motes reemprendió las excavaciones, las cuales fueron publicadas en
1965, junto con un croquis de los niveles de la trinchera de Loriana. En 1977 I. Barandiarán
comenzó nuevos trabajos en el yacimiento, cuyo avance se publicó en 1979.

Según este autor el nivel G , el primer nivel fértil del yacimiento, presentaba escasos
materiales de cronología insegura pero que "no repugna, a modo de hipótesis, una atribución
a un Magdaleniense Antiguo o Medio", coincidiendo con la supuesta datación de los grabados
de la próxima cueva de Alquerdi. Un nivel estéril, el F, separaba el nivel G del E, el primero de
los clasificados en un Magdaleniense Superior o Final.

Bibliografía:

M. de Loriana, 1940; Maluquer de Motes, 1965; I. Barandiarán, 1979.

238
Cueva de Abauntz (Arraiz):

Se halla situada en término de Arraiz, a orillas del arroyo Zaldazain, afluente del Ulza-
ma, dentro de la red hidrográfica del Ebro. Es una cueva pues de la vertiente mediterránea pe-
ro relativamente próxima al complejo de Zugarramurdi y Urdax, ya que se encuentra en las
estribaciones del Puerto de Veíate.

Fue descubierta por J . M. de Barandiarán, quien señaló los enterramientos humanos


del Bronce Antiguo que se encontraban en superficie. En 1976 P. Utrilla comenzó las exca-
vaciones en su Primera Sala, que se prolongaron hasta 1979, durante cuatro años conse-
cutivos.

Estratigrafía:

Se ha detectado la siguiente secuencia de niveles:

— Nivel a: Bajo Imperio Romano.


— Niveles b1 y b2: Eneolíticos con enterramientos humanos y rico ajuar funerario.
— Nivel b3: transición.
— Nivel b4: Neolítico Medio o Final (nivel de habitación).
—. Nivel c: Neolítico Antiguo.
— Nivel d: Epipaleolítico Aziloide, de facies no geométrica.
— Nivel e: Magdaleniense Inferior, con lentejones de hogares (C-14:13.850 a.C. ± 350).
— Nivel f: estéril.

— Nivel g: lentejón negro de aspecto solutrense.

Materiales:
Ultimada la memoria final de las excavaciones han sido entregados en su totalidad al
Museo de Pamplona. Cada pieza está siglada con indicación de cuadro, profundidad y n." de
orden. El nivel correspondiente debe consultarse en las hojas de Inventarío.

Industria lítica:

Se han recogido 334 piezas pertenecientes al nivel e. La mayor parte se halla trabajada
en sílex, aunque existen algunos ejemplares de calcita. No se ha hallado ningún resto de
cuarcita.

La proporción de lascas y láminas es de de un 62,2 % para las primeras y un 32,4 %


para las segundas, en objetos no retocados. En piezas trabajadas la proporción se invierte: un
8 0 % de las piezas son laminares y un 2 0 % son lascas. Los núcleos son escasos (15 ejem-
plares), todos ellos reutilizados como raspadores o buriles nucleiformes.

En cuanto al tamaño de las piezas el 44,7 % posee un tamaño comprendido entre 2 y


4 cm., un 43,8 % es inferior a 2 cm. y sólo un 11,3 % supera los 4 cm.

En conjunto, puede clasificarse el nivel "e" como una industria ampliamente laminar, con
predominio de piezas pequeñas y de tamaño medio. El análisis de los tipos primarios da los
siguientes resultados en el sistema Laplace (1968):

239
Buriles: Raspadores:
B1 7 G1 8
B2 15 G2 4
B3 6 G3 3
B4 9 G4 1
B5 2 G6 1
B6 5 G8 1
B7 7 G9 2
B9 4
Perforadores: Truncaduras:
Bd 17 T1 5
Bc2 6 T2 3
T3 5

Abruptos ¡ndiferenciados: Láminas de dorso:


A1 10 LD1 32
A2 7 LD2 94
LD3 5
Puntas de dorso: Dorsos y truncaduras:
PD1 2 DT1 10
PD2 5 DT2 1
PD4 13 DT3 1
DT4 —

Geométricos: Láminas retocadas:


Gm3 2 L1 14
L2 12

Raederas: Puntas:
R1 3 P1 1
R2 1
R3 4
Escotaduras: Denticulados:
C1 1 D1 12
D2 7
D3 1
D7 1

Los índices por Grupos Tipológicos arrojan los siguientes resultados (Apéndice I):
IG 7,4
IB 14,6
IBd 7,7
IBt 2,9
IBdr 53
IBtr 20,4
IGA 0,2
r
IGA 4
GA 1,49
GP 50,2
IM 40,4 (números 79 a 90)
IP 5,38
IS 12,8 (números 65, 66, 74, 75, 77)

240
Nótese el predominio del índice de buril sobre el de raspador, muy escaso este último
por la ausencia de raspadores nucleiformes. Dentro de los buriles predomina el diedro sobre
el de truncadura, aunque éste alcanza un buen porcentaje en los índices restringidos de los
buriles. El índice de perforador es bastante alto para lo usual en los conjuntos magdalenien-
ses y el índice de Sustrato alcanza una representación moderada, no demasiado importante.

Destaca en el conjunto el alto porcentaje del Grupo Perigordiense, superior al 50 % •


alcanzado en su mayor parte por la abundancia de hojitas de dorso. El índice microlítico (nú-
meros 79 a 80) es de un 40,4 % , el normal en una excavación reciente que posea un buen sis-
tema de cribado.

Entre los tipos particulares puede citarse la presencia de dos auténticos escalenos y
de otras hojitas de dorso de truncadura oblicua. Existen también ocho ejemplares de raclettes,
que suponen el 2,39 % del total de la industria. Dos raspadores sobre lámina auriñaciense y dos
láminas auriñacienses más confieren un carácter auriñacoide al yacimiento, a pesar de no exis-
tir apenas raspadores carenados.

En conjunto, la industria del nivel Magdaleniense Inferior de Abauntz poco tiene que
ver con el clásico Magdaleniense III de la provincia de Santander, tipo Altamira o Juyo, que
presenta una fecha de C-14 contemporánea. Los paralelos más próximos de esta industria se
encuentran en el propio País Vasco (Lumentxa E y F, Urtiaga E y F, Bolinkoba III), si bien es
preciso, antes de comparar sus índices, desmicrolitizar la industria de Abauntz para poder
compararla a excavaciones antiguas. En todos estos yacimientos el IB predomina sobre el IG;
son escasos los nucleitos-raspadores y el buril sobre truncadura alcanza una buena represen-
tación. Puede definirse así una facies del País Vasco para el Magdaleniense Inferior, muy dis-
tinta de la existente en Asturias o Santander (tipo Juyo) y muy semejante a la de yacimientos
contemporáneos de la Dordoña. En efecto, el paralelo más semejante a Abauntz de excava-
ción reciente se encuentra en el nivel IX del abrigo de Flageolet, con índices tipológicos idén-
ticos y una fecha de Carbono 14 contemporánea.

Industria ósea:

Es muy escasa, quizá debido a la extrema humedad en que se halla el yacimiento. Se


han recogido 33 objetos, la mayor parte de ellos en los hogares de los cuadros 2C y 1C.
Entre ellos podrían distinguirse tres grupos:

— Objetos de hueso recortados o con marcas: 18 piezas aguzadas, recortadas o raya-


das de un modo intencional.

— Objetos apuntados: tres fragmentos de azagayas, dos de punzones, uno de varilla y


tres de agujas. Entre ellos merecen destacarse algunos ejemplares decorados: así una aza-
gaya de sección aplanada, base monobiselada con finas estrías y profunda ranura dorsal y
ventral; un fragmento de azagaya de sección triangular con profundas incisiones formando
águlos y un fragmento de aguja de sección aplanada que presenta seis ranuras horizontales
en cada una de sus caras.

— Colgantes: se recogieron seis ejemplares fabricados sobre hueso, diente o concha.


El objeto más interesante es un colgante realizado sobre hioides de caballo, cuidadosamente
recortado, pulido y perforado. Los dientes perforados son de reno, ciervo y dos de carnívoros.
El sexto ejemplar está fabricado sobre concha.

Arte mueble:

Como tal clasificamos una plaqueta de ocre rojo, muy duro, de 4 5 x 3 0 x 1 1 cm. Pre-
senta decoración en una de sus caras planas a base de haces de líneas en zig-zags, que

241
ocupan toda la superficie decorable. Paralelos, no muy exactos, se encuentran en una plaque-
ta de ocre del Magdaleniense Inferior de Altamira o en un disco de ocre de la cueva de La
Chora. Es posible que, como en el caso de La Chora, se utilizara para colorear crines, hilos
o tejidos.

Fauna:

Ha sido estudiada por Altuna (Memoria de la excavación), quien señala el carácter esta-
cional del yacimiento, que fue habitado sólo en la época templada del año. Entre las especies
predomina el sarrio, con presencia de caballo, cabra, ciervo, reno, bóvido, zorro y liebre. A
destacar la presencia de reno, única, hasta la fecha, en Navarra.

Bibliografía:

J . M. de Barandiarán, 1953.
Memoria final de la excavación en P. Utrilla, 1981 (en prensa).

EL MAGDALENIENSE INICIAL CANTABRICO

VISION DE CONJUNTO

1. LA FAUNA:

El Medio Físico es el resultado lógico de un equilibrio entre la biosfera, el suelo geo-


lógico y el paisaje vegetal y animal. Todo ello contribuye a formar el entorno en el que el
hombre paleolítico encuentra su habitat adecuado. La fauna cantábrica queda determinada
por varios elementos: suelo, clima, vegetación... pudiendo así ofrecer datos que lleven a en-
trever las características de los demás condicionantes.

En la Costa Cantábrica, tras los estudios de Harlé (1881-1920), no se han publicado


trabajos serios hasta los monográficos de Altuna (1963, 1966, 1970, 1971, 1972), concretados
muy especialmente en el País Vasco. En el espacio de tiempo comprendido entre ambos sólo
algunas alusiones sueltas (erróneas muchas veces) han servido para "clasificar" la fauna de
cuevas concretas.

González Echegaray (1973) se ha preocupado en reunir las noticias dispersas relati-


vas al Magdaleniense Inferior y en dar una visión general de las características actuales de
las principales especies cazadas.

Freeman, por su parte, siguiendo las modernas directrices de la escuela anglosajona,


ha comenzado a tratar del significado ecológico de los principales restos de mamíferos apa-
recidos en el Paleolítico Superior Cantábrico (1971, 1973). Los trabajos paralelos de Madaria-
ga sobre los moluscos y su recolección pueden también colocarse en esta misma línea.

/. Especies cazadas durante el Magdaleniense Inferior Cantábrico:

Los restos faunísticos, aportados por la excavación de los yacimientos, pueden darnos
una idea aproximada de los tipos de animales que rodeaban al hombre paleolítico y que le

242
proporcionaban su medio de existencia. Las condiciones climáticas en que se hallen en la ac-
tualidad pueden aludir al tipo de habitat que poseyeron y al entorno vegetal y climático en
que vivieron. No obstante, todas las apreciaciones que se puedan hacer deberán ser acogidas
con muchas reservas por existir varios condicionantes muy significativos:

a. La adaptabilidad de las especies: de ella resulta que determinadas especies sobre-


vivan en un medio que no es su óptimo climático ni ecológico: así el ciervo no ha dejado de
existir en períodos muy fríos cantábricos y el sarrio, desplazado por la cabra de las altas
montañas, no ha dudado en introducirse en el bosque entrando en competencia ecológica
con el ciervo.

6. La existencia de microcllmas: Comportan el consiguiente cambio en el paisaje ve-


getal y animal. Son debidos a causas de origen diverso: vientos dominantes, masas vegetales,
desequilibrios ecológicos, desviaciones de la corriente del Golfo... Todavía hoy existen micro-
climas en regiones que en los tiempos magdalenienses fueron núcleos importantes de yacimien-
tos: así la comarca de Candamo con un clima casi mediterráneo que permite el cultivo de la
vid, o simplemente las zonas de alta montaña que presuponen un clima más frío que en los
valles cercanos que les rodean.

c. La selección de las especies cazadas por el hombre paleolítico. Es lógico que pre-
fiera un animal determinado como víctima, ya sea por su mayor aprovechamiento de carne,
ya por una mayor facilidad o especialización en su método de caza. Tal parece haber sido el
caso del ciervo que ha supuesto durante el Magdaleniense Inferior la especie más cazada en
cuanto al número de individuos y en cuanto a cantidad de carne proporcionada. Esto parece-
ría indicar un predominio masivo del ciervo durante el Magdaleniense Inferior Cantábrico. No
podríamos afirmar lo mismo si tuviéramos en cuenta las especies representadas en el arte pa-
rietal. En efecto, aquellos yacimientos que poseen este tipo de manifestaciones pocas veces
encuentran su correspondencia numérica entre especies cazadas y especies representadas.
Tal es el caso de la cueva de Ekain en cuyas representaciones parietales aparece el caballo
casi como animal exclusivo (33 ejemplares) y cuyo yacimiento ha proporcionado hasta la fe-
cha un sólo resto de caballo, junto a una gran abundancia de ciervo y cabra. Semejante po-
dría ser el caso de Tito Bustillo con un predominio del ciervo en los niveles de ocupación y
del reno en el arte parietal. El carácter de "santuario" de los conjuntos parietales o su posi-
ble carácter meramente simbólico podría explicar este fenómeno. De cualquier modo, si las
representaciones de caballos de Ekain tuvieran que interpretarse como "magia de caza" pa-
ra favorecer su captura tendremos que reconocer que dieron muy pocos resultados prácticos.

d. La cantidad de carne proporcionada: Freeman, en su estudio sobre Cueva Morín


(1971), llama la atención en repetidas ocasiones sobre el hecho de valorar demasiado el nú-
mero de individuos de una especie sin tener en cuenta la cantidad de carne que cada ejem-
plar proporciona. De este modo, un Gran Bóvido podría suministrar unos 400 kg. de carne, el
equivalente a 32 corzos de 12,5 kg. cada uno, y, sin embargo, la proporción de bóvidos caza-
dos será muy Inferior a la de los corzos. Al mismo tiempo, la estadística indicaría un predomi-
nio de paisaje forestal (habitat de corzos) sobre el de campo abierto (habitat de bisontes).
Por ello, si nos fijamos únicamente en las especies cazadas, la Costa Cantábrica estaría cu-
bierta por bosques de hoja caduca y de coniferas, significativos de un clima templado y hú-
medo que favorecería el habitat del ciervo. Si, por el contrario, volvemos a considerar el arte
parietal, el paisaje predominante sería de campo abierto con caballos y bisontes como espe-
cies más representadas (siempre, naturalmente, que admitamos una datación Magdaleniense
lll-IV para los principales santuarios parietales).

Madariaga se ha preocupado en calcular el peso en canal de las principales especies


Paleolíticas según la fórmula de Anderson (4/7 de peso bruto, más 1/2 de peso bruto, dividido
por 2, igual a peso canal) y ha determinado las cantidades siguientes:

243
Bisonte: 455 kg.
Reno: 67 kg.
Ciervo: 53 kg.
Cabra pirenaica: 38 kg.
Sarrio: 15 kg.
Corzo: 16 kg.
Jabalí: de 50 a 60 kg.
Caballo: 178 kg.
(Madariaga 1974, comunicación personal).

Una vez hechas todas las salvedades sobre el riesgo de sacar demasiadas conclusio-
nes sobre los restos faunísticos, pasemos a considerar las principales especies que encontra-
mos en los niveles de ocupación del Magdaleniense Inferior Cantábrico.

1. Habitat de Alta Montaña:

Parece haber sido muy importante por la especial orografía de la Costa Cantábrica. Los
frecuentes desfiladeros abruptos favorecen inmejorablemente el desarrollo de la cabra que lle-
ga en ocasiones a fijar su habitat por encima del límite de las nieves, aprovechando el des-
hielo de las partes más altas y las praderas que tras él aparecen. Los machos suelen vivir a
todavía más altura que las hembras y las crías, por lo que son más raros entre los restos de
animales cazados por el hombre paleolítico. Cuatro son los yacimientos del Magdaleniense
Cantábrico en los que la cabra supera al ciervo en peso y número de individuos: en Asturias
la cueva de Collubil (Campurriondi), a 290 m. sobre el nivel del mar, en el alto valle del Sella,
sobre un desfiladero junto al cual corre el arroyo Colín. La cabra y el sarrio constituyen la
base fundamental de su fauna. En este sentido es Interesante destacar que la única manifes-
tación de arte mobiliar representa una cabeza de sarrio finamente grabada.

En Santander la cueva de Rascaño, a pocos metros sobre el río Miera, parece haber si-
do concebida como cazadero especializado de este animal. La zona, rodeada de altas mon-
tañas de pendiente muy violenta, pudo ser un habitat inmejorable para la cabra. El Miera en sus
tramos inferiores corre sobre valles relativamente abiertos hasta la zona de Liérganes, y es
pocos km. antes de Mirones cuando el valle se encajona profundamente y comienza el actual
territorio moracho, que continuará abrupto y escarpadas hasta alcanzar el Portillo de Lunada,
cuna de un glaciar en tiempos paleolíticos. La zona de Rascaño, aunque dentro de la alta
montaña, está justo en el límite en el que el Miera entra en campo abierto. También en el
arte mueble de esta cueva poseemos una bella representación de cabra sobre un bastón de
mando, aunque parece pertenecer a estadios finales del Magdaleniense.

En Vizcaya la cueva de Bolinkoba presenta un habitat muy semejante al de Collubil.


En la sierra de Amboto, sobre el desfiladero Atxarte y el arroyo Asuntze, ofrece una situación
inmejorable para el desarrollo de la especie y su captura. También esta cueva posee repre-
sentaciones de cabras en su arte mobiliar, siendo los ejemplares más significativos del mismo.

En Guipúzcoa la cueva de Ermittia ofrece un amplio predominio de la cabra. Su rela-


tiva proximidad al mar (menos de 7 kms.) y su límite por debajo de los 220 m. queda justifi-
cado por lo abrupto del paisaje en el que el Deva corre por encajonados valles. Altuna (1972:
417-418) ha hecho notar la diferencia existente entre los yacimientos del Deva (Ermittia y
Urtiaga) en los que predomina la cabra y la cueva de Aitzbitarte, en la que predomina el sa-
rrio ampliamente sobre la cabra. Sus porcentajes son los siguientes:

244
Aitzbitarte IV Ermittia Urtiaga E Urtiaga F

Cabra: 1,7 84,7 18 13,6


Sarrio: 27,7 3,3 9,5 8,8
Ciervo: 60,8 7,2 50,2 67,5

La diferencia puede radicar en el distinto grado de escarpe del termo y la posible exis-
tencia de un habitat de bosque en Aitzbitarte IV que permitiría al sarrio convivir con el ciervo
y no a la cabra montes, la cual sólo se aventura en los bosques muy abiertos de las zonas al-
tas. Idéntico predominio del sarrio presenta la cueva de Abauntz situada en un cortado por el
que discurre el arroyo Zaldazain.
Por lo que respecta a las subespecies Altuna (1972: 409) ha Identificado los ejempla-
res cantábricos como pertenecientes a la Capra pyrenaica, con la doble curvatura de los
cuernos hacia atrás y hacia afuera, diferenciándose así de la cabra alpina (Capra ibex) que
ostenta una única curvatura hacia atrás. El arte parietal confirma asimismo la pertenencia de
sus cabras al tipo pirenaico.

En cuanto al sarrio (Rupicapra rupicapra) la distinción no es tan fácil. Altuna se ha fija-


do para ello en la distancia interapical de los cuernos y ésta se aproxima más a la de los
sarrios pirenaicos que a la de los alpinos. No obstante la escasez de cornamentas conserva-
das impide hacer un estudio adecuado de las mismas.

2. Habitat de bosque templado y húmedo:

En la Costa Cantábrica el ciervo es, sin lugar a dudas, el señor del bosque de clima tem-
plado. En Europa Central la abundancia de ciervo se toma como dato seguro de la existencia
de clima templado. Si aumenta el frío el ciervo emigra al Sur y el reno le sustituye; en cambio
en la Costa Cantábrica no se produjo así este proceso: es ya teoría tradicional mantenida por
Obermaier y Breuil que el ciervo no persistió en la Costa Cantábrica porque hubiera obtenido
allí su optimum climático, sino porque la emigración más al Sur le suponía el paso a la Me-
seta. Esta, con un típico, paisaje de tundra, clima muy frío y altitudes muy elevadas, era inac-
cesible para el ciervo. Quedó pues éste en el fondo de saco que supone la Costa Cantábrica
y tuvo que adaptarse a ella incluso en los períodos de máximo rigor climático del Würm IV.
De cualquier modo encontró en ella ambiente suficiente para su existencia (no olvidemos que
hoy día el ciervo se extiende por Polonia y Rusia y soporta temperaturas por debajo incluso
de —35° C , según datos de Hokr), a la vez que la humedad necesaria para obtener su habi-
tat adecuado.

La repartición del ciervo en los yacimientos cantábricos representa un franco predomi-


nio en todos ellos, excepto en los cuatro que hemos visto caracterizados por la cabra. Se
halla frecuentemente asociado al corzo y al sarrio y disminuye cuando aumenta la presencia
de caballos y grandes bóvidos, aunque en ningún momento deja de ser la especie dominante.

No se ha Identificado con seguridad ninguna subespecie del Cervus elaphus en el Mag-


daleniense Cantábrico. La distinción de Graells de un Cervus elaphus "cantabricus" de gran
tamaño (semejante al wapiti de Canadá) no se admite hoy día, como tampoco las relaciones
con subespecies de Asia Menor, Cáucaso y Persia.

Señalemos por último que según Freeman (1971) es en el Magdaleniense III cuando el
hombre paleolítico comienza a especializarse en la caza del ciervo controlando sus matanzas.
Comentaremos más adelante esta opinión.

El corzo (Capreolus capreolus) está considerado como una de las especies paleolíti-
cas más sensibles a los cambios de temperatura y por tanto menos adaptadas. Habita en bos-

245
ques de hoja caduca dentro de un clima templado y húmedo, huyendo tanto de los fríos ex-
tremos como del calor. Coincide por tanto con el ciervo en el tipo de habitat y en el clima, es-
tando incluso más adaptado que este último al paisaje de bosque. En los yacimientos del Mag-
daleniense Inferior Cantábrico se halla medianamente representado: su porcentaje de número
de individuos supera el 5 % sólo en Juyo (niveles IV-VI) y Urtiaga (niveles E y F). Conoce-
mos también su existencia en menores cantidades en Balmori, Altamira, Aitzbitarte y Ermittia.

El jabalí (Sus scropha) es ante todo un animal de clima postglacial. Es relativamente


abundante en el último interglaciary disminuye durante el Würm. Es animal de bosque caduci-
folio y de zonas húmedas (charcas y cursos de agua) y se considera de clima templado. Su
presencia en pequeñas cantidades se halla atestiguada en el nivel superior del Juyo (l-ll), en
los dos inferiores de Lumentxa (E y F) y en el Magdaleniense de Ermittia.

El uro (Bos primigenlus) es difícil de distinguir del Bison priscus por encontrarse en los
yacimientos sólo restos osteológicos comunes a ambos. En la Costa Cantábrica se trata por
lo general del bisonte, aunque la bibliografía lo confunda a menudo con el Bos. La denomina-
ción genérica de Gran Bóvido es por tanto la más adecuada cuando no puede determinarse la
especie con exactitud. El bisonte debe considerarse como especie fría mientras que el uro es
más indiferente y se encuentra en climas templados. Su tipo de habitat es también distinto:
mientras el bisonte es animal característico de la estepa, el uro habita el bosque abierto con
terrenos de gramíneas y pantanos.

El uro aparece reseñado en la bibliografía en todos los niveles de la cueva del Juyo,
alcanzando un porcentaje superior al 5 % en el grupo de niveles IV a VI. Altuna (1972: 49)
puntualiza sin embargo que debe clasificarse sólo como Gran Bóvido ya que los restos con-
servados no permiten su identificación específica con el Bos. Caso semejante puede ser el de
la Pasiega, en cuyo nivel Magdaleniense se habla de Bos sp

Debemos citar por último al alce (Alces alces) como especie de bosque y clima frío.
Este típico habitante de la taiga se halla citado en la cueva de Balmori (Vega del Sella 1930)
pero sin adscripción a un nivel determinado. Dudamos de su identificación correcta ya que
Vega del Sella lo cita como Cervus alces y Altuna lo Incluye dentro del Megaloceros megaloce-
ros, sin poder haber revisado el resto de cornamenta por hallarse extraviado. Creemos que
entre los cérvidos son distintos alclnos, megacerinos y cervinos pero ignoramos en cuál de
los tres grupos debe clasificarse.

3. Habitat de estepa y clima frió:

El mamut (Mammontheus primigenlus o Elephas primigenius) es animal de campo


abierto, típico habitante de la estepa fría. No se han encontrado sus restos en niveles arqueo-
lógicos magdalenienses, llegando a suponerse (Carballo 1952: 77) que desaparecería de la
Región Cantábrica en el Auriñaciense. Se ha constatado sin embargo en el Auriñaciense Supe-
rior de Cueva Morín y de Cueto de la Mina, además del Solutrense Superior de esta última cue-
va (Vega del Sella 1921: 156). Sin contenido arqueológico ha sido también hallado en las mi-
nas Dolores, Angel e Inadvertida de Pámanes (Obermaier 1925: 164).

La bibliografía tradicional ha citado sin embargo la presencia de azagayas y colgantes


en marfil en el Magdaleniense de Altamira (Breuil y Obermaier 1935), lo que supondría, si no
la existencia de mamut, al menos un comercio de la materia prima o incluso de los objetos
elaborados. No obstante, parece que no todos ellos han sido realmente fabricados en marfil,
según demuestran Altuna y Straus en un reciente artículo según el cual los colgantes de Al-
tamira fueron realizados en hueso hioides de caballo. Quedan por tanto como ciertas algu-
nas azagayas y quizá algunas otras muy semejantes de la cueva del Castillo. También en

246
cueva Chufin, Cabrera y Bernaldo de Quirós han encontrado una azagaya en marfil en el ho-
gar solutrense.

El reno (Ranglfer tarandus) es animal característico de clima frío. Su medio habitual


es la tundra, en paisaje completamente abierto, pero existe una variedad de reno de bosque,
el Ranglfer tarandus caribou, que al iniciarse el invierno emigra hacia la taiga, en la que per-
manece hasta la primavera.

En la Costa Cantábrica sólo se poseía la cita de reno en Castillo, por lo que se supuso
que sólo aparecería en los inviernos cantábricos. Altuna sin embargo ha demostrado (1971
y 1972) que los renos habitaron en Cantabria de un modo estable y que además la mayor
parte de ellos fueron cazados en verano (1972: 407).

Para Freeman (1971: 431) la poca Importancia numérica del reno puede deberse a
la circunstancia de haber entrado en competencia ecológica con el sarrio, especie más adap-
tada a la topografía local por lo accidentado del terreno. Parece que el sarrio necesita la mis-
ma alimentación que el reno en las épocas difíciles (líquines y musgos), durante las cuales,
acuciado por el frío, bajaría de las montañas.

Los trabajos de Altuna han ampliado considerablemente el número de restos de reno


en la Costa Cantábrica, siendo identificado en todos los yacimientos guipuzcoanos y en la
navarra cueva de Abauntz, aunque en pequeñas cantidades. Supone Altuna que en el resto de
Cantabria sus evidencias habrán sido confundidas con las del ciervo, ya que sólo aparece ci-
tado en Armiña, Valle, Morín, Torre y Bora Gran d'en Carreres.

La cueva de Urtiaga presenta una cierta evolución en sus niveles inferiores: en el nivel
E aumentan caballo y reno con respecto al F, a la vez que disminuye el ciervo y la cabra mon-
tes. Altuna (1972: 415) sugiere por ello un recrudecimiento climático en Urtiaga E, que inter-
preta como el paso del Interestadial de Lascaux al Dryas Ib.

El bisonte (Bison priscus) es animal de estepa fría. No obstante la especie de Bison


schotensacki, más pequeño que el Bison priscus, habitó los bosques durante el würmiense.
En el Magdaleniense Inferior Cantábrico encontramos atestiguado el Gran Bóvido (con mucha
probabilidad bisonte) en la mayoría de los yacimientos, si bien en pequeñas cantidades res-
pecto al número de individuos.

Aparece con frecuencia asociado al caballo, aumentando y disminuyendo con él. Sólo
en Altamira y Aitzbitarte el número de bisontes cazados supera el 5 % del total de la fauna.
Otros restos aparecieron en Cierro 4, Cueto de la Mina C y D, Lloseta I y II, Paloma 8, Río, Lu-
mentxa e y F, Santimamiñe VII, Ermittia y Urtiaga E y F, Los restos del Juyo también pudieron
pertenecer a bisontes.

El caballo (Equus caballus) es una especie euriterma, muy adaptable a los distintos ti-
pos de clima. En el Würm parecen existir dos subespecies: el Equus c. germanicus, muy fre-
cuente en el Würm II que aparece asociado a fauna fría (mamut, rinoceronte lanudo y reno)
y que habitó en régimen de estepa y de pradera y el Equus c. gallicus, asociado a veces con
animales como el antílope saiga y el espermófilo, típicos de estepas secas, con veranos cá-
lidos e inviernos secos. Persiste también si aumenta la humedad y la temperatura, hecho que
provoca el retroceso del saiga.

Los caballos de los yacimientos cantábricos se inscriben mejor en el Equus c. gallicus


(creado por Prat), sin encontrarse en ningún momento restos de las subespecies asiáticas
que tan representadas han sido en el arte parietal: el Equus c. przewalski y el Equus c. gmelini.

Altuna (1972: 416-417) comenta la pequeña cantidad de restos de caballos que se en-
cuentran en los yacimientos cantábricos. Da como justificación la configuración tortuosa de la

247
orografía cantábrica, la cual no puede compararse a las estepas del Sudoeste de Francia en
las que el caballo se convierte en animal predominante junto con el reno. Cuando aparece el
caballo en Cantabria, las especies de bosque, ciervo, corzo y jabalí, experimentan un retro-
ceso; significativo es el comportamiento en el nivel E de Urtiaga donde, ante un aumento del
caballo, se produce un descenso del ciervo y un incremento del reno. En Francia el caballo
llega a superar al reno en algunos yacimientos del Magdaleniense IV, como Isturitz (grupo 5)
y Saint Germain-la-Rivíere (terraza superior). En la Costa Cantábrica existe un solo yacimien-
to donde el caballo ha sido considerado como "abundante", precisamente el nivel C de Cueto
de la Mina, único que por su estratigrafía se ha datado tradicionalmente en el Magdaleniense
Medio. En Altamira y Juyo IV-VI puede superar el 5 % del total de la fauna del nivel, estando
atestiguado en cantidades menores en el resto de las cuevas del Magdaleniense Inferior can-
tábrico. Mención aparte merece la acumulación de osamentas de caballo formando brecha a
la entrada de la cueva de Hornos de la Peña. No ha podido ser datada en la estratigrafía ge-
neral del yacimiento por presentarse los niveles medianamente revueltos, pero no podemos de-
jar de relacionarla con la abundancia de caballos grabados en las paredes de la cueva. Es-
taríamos en presencia del caso inverso al presentado por la cueva de Ekain.

4. Especies Indiferentes al clima o al habitat:

Varios carnívoros (pantera, lobo, zorro...) y algunos roedores (rata de agua, liebre,
topo...) se adaptan fácilmente a distintos tipos de habitat y de climas, hallándose bien ates-
tiguados todos ellos en los niveles del Magdaleniense Inferior Cantábrico. Unos como la rata
de agua (Arvícola terrestris) prefieren las márgenes de los ríos, otros como la liebre (Lepus
occidentalis) el campo abierto de matorral; el zorro (Vulpes vulpes) se ha especializado en
la caza en el bosque, mientras que el lobo (Canis lupus) prefiere en principio el campo abier-
to. Todos ellos sin embargo no dudan en aventurarse en terrenos que no constituyen su habitat
tradicional. Su significación ecológica aún no ha sido adecuadamente establecida.

En el cuadro de la página siguiente hemos agrupado las especies que aparecen en el


Magdaleniense Inferior Cantábrico por tipos de habitat y de clima. Los signos convencionales
expresan una aproximación numérica que sólo en Guipúzcoa y Juyo puede considerarse como
correcta por poseer estudios adecuados:

• : raro (menos del 5 % ) .


• : presente (más del 5 % y menos del 20 %).
• : abundante (más del 2 0 % ) .
* : existe sin Indicar cantidad.
? : posible.

Completan el cuadro las especies de moluscos representadas en los niveles inferiores


del Magdaleniense Cantábrico. Pocas veces conocemos su número, limitándose las publicacio-
nes con frecuencia a señalar únicamente los ejemplares perforados.

5. Moluscos:

Muy diversos tipos de lamelibranquios y gasterópodos se han recogido en los niveles


del Magdaleniense Inferior. Las especies de roca, Patella y Littorina, forman la asociación más
frecuente: ambas son especies intermareales y gasterópodos de peor gusto y digestibilidad
que los lamelibranquios.

La Patella vulgata es típica de las costas atlánticas. Su concha va disminuyendo de


diámetro desde los niveles auriñacienses a los azilienses posiblemente por una excesiva ex-

248
Balmori
Cierro 4
Collubil
Cova Rosa
C Mina C
C. Mina D
Cuevona
Fonfría
Lloseta I
Lloseta II
Paloma 6
Paloma 8
Río
Viesca

Altamira
Castillo
Juyo I-II
Juyo IV-VI
Juyo VII-VIII
Juyo IX-X
Pasiega
Rascaño

Atxurra
Bolinkoba
Lumentxa E
Lumentxa F
Santimamiñe VII

Aitzbitarte III
Ermittia
Urtiaga E
Urtiaga F
Abauntz E

Alta Bosque Estepa Indiferentes al clima


montaña templado fría o al habitat

249
plotación que ha ¡do seleccionando durante miles de años los ejemplares de mayor tamaño. En
el Magdaleniense el diámetro medio de la Patella es de 4,2 cm. (según tablas de Fischer
1923), pero la variedad Sautuolae, descrita por vez primera por este autor en la cueva de Alta-
mira, alcanza dimensiones mayores.

La Littorina littorea se halla en los niveles marinos a donde llega la acción del agua pul-
verizada, que, ocasionalmente con mareas vivas, pueden cubrirla. Su habitat se encuentra en
el límite de la tierra y el agua, generalmente sobre algas pardas. Su temperatura óptima de ac-
tividad vital es hoy día de 18° C, según datos de Hayes, y su área de dispersión actual abarca
desde la Laponia rusa y Noruega hasta Gibraltar, pasando por las Islas Británicas.

La Littorina obtusata, de semejantes características ecológicas, fue recogida en cam-


bio sin fines alimenticios, buscándose en ella una función religiosa, sexual o meramente de-
corativa.

La Turriteila, la Trivia y la Cyprea participarían también de esta significación sexual, con


carácter masculino la primera y femenino las dos restantes.

En cuanto a la Nassa reticulata, se le atribuye un valor funerario por su asociación fre-


cuente en enterramientos (cuevas de Grimaldi).

La distribución de los moluscos en el Magdaleniense Inferior Cantábrico señala una


presencia constante de la Patella y la Littorina littorea, siendo la primera dominante en Juyo y
Altamira y la segunda en los dos niveles de Cueto de la Mina. La Turriteila es importante nu-
méricamente en el nivel D de esta última cueva y la Littorina obtusata en el F de Urtiaga,
donde con sus 100 ejemplares perforados supone el 91,5% del nivel. Respecto a esta espe-
cie J . M. de Barandiarán (1935: 102) ha observado en las cuevas vascas que se encuentra
siempre en niveles más profundos que la Littorina littorea, siendo por tanto muy abundante
en los primeros momentos del Magdaleniense.

Las especies típicamente frías, Cyprina islándica y Pectén islandicus, no podemos consi-
derarlas con valor decisivo en la determinación de un momento climático frío ya que, en esca-
sos ejemplares, han podido ser arrastradas por las aguas o las corrientes marinas. Madariaga
(1964: 72) señala que en nuestros días y latitudes (costa de Oporto) se encuentran a veces
en las redes de pesca ejemplares de Cyprina islándica, arrastrados por las corrientes frías.

Más significativas como indicadoras de un momento templado pueden ser las ostras
(Ostrea edulis) que hoy día necesitan una temperatura de 15 a 18° C para encontrar su medio
ecológico adecuado También el mejillón (Mytilus edulis) necesita aguas de 10 a 20°, del mis-
mo modo que el Trochus monodonta que sustituye totalmente a la Littorina en niveles azi-
lienses.

El Pectén islandicus se halla atestiguado en el nivel C de Cueto de la Mina y la Cyprina


en el D de la misma cueva y en los correspondientes al Magdaleniense Inferior de Balmori y
Castillo. La convivencia en este último yacimiento con una especie templada, la Ostrea edulis,
confirma su poca validez como definitoria de un momento climático.

//. La especialización en la caza:

Freeman (1971: 429) y González Echegaray (1973: 184) han puesto de relieve reciente-
mente que es en el Magdaleniense III cuando el hombre paleolítico se especializa en la caza
de un animal determinado (el ciervo en Cantabria) cuyas matanzas controla y para el que
adopta unas técnicas de caza cuidadosamente elaboradas. Esta economía pre-ganadera supo-
ne una especialización de diversos tipos:

250
1. Selección de una especie animal como presa constante de caza: el ciervo.

2. Control de las matanzas y selección de los individuos que se pueden matar.

3. Selección de las partes del animal (patas y cabezas) que deberán ser llevadas al
campamento.

4. Invención de una técnica para el transporte del marisco y para su conservación en


la cueva evitando la putrefacción.

Con la especialización en la caza surgen, por vez primera en la Costa Cantábrica, las ba-
ses de aprovisionamiento: es necesario que el cazador viva durante amplias temporadas allí
donde son cazados los animales. Freeman (1971: 429) supone que la cueva del Juyo sería una
de estas bases con un propósito especial, basado ya en "operaciones de recolección, inten-
siva y enfocada, de ganado salvaje orientada a las reservas". La cueva de Rascaño constitui-
ría un lugar semejante especializado en la caza de la cabra.

Una vez seleccionado y cazado el animal, el hombre paleolítico procedía al primer des-
cuartizamiento in situ de la pieza, escogía algunas partes, como patas y cabezas, y las trans-
portaba al campamento general. Altuna ha observado esta selección en Morín y Delpech en
Flageolet. En el Juyo no se cita ninguna pelvis, una sola vértebra y 7 fragmentos de costilla,
junto a 18 mandíbulas y 14 metacarpianos. También en Saint Germaln-la-Riviére Peyrony su-
giere una reserva de carne ante el amontonamieto de miembros de équidos, bóvidos y cér-
vidos. Los cuartos de venado "parecían estar depositados bajo un abrigo de ramajes con vis-
tas a su conservación por el frío durante la estación invernal". (Blanchard, Peyrony y Vallois
1972: 42).

El marisco también necesitó una técnica de conservación y un habilitamiento de esta-


ciones costeras que facilitaran su recogida. Madariaga habla de estaciones de invierno y de
verano para la recolección del marisco, si bien en este caso no sería necesaria la coopera-
ción económica de la tribu, ya que el marisqueo podía realizarse "a nivel Individual" por las
mujeres y los niños.

El peso muerto de las conchas durante el transporte y el poco rendimiento bromatoló-


gico de los mariscos en comparación con la caza hace suponer a Madariaga que el proce-
dimiento del marisqueo sólo se utilizó para suministrarse unos alimentos de recurso.

Las especies preferidas por los recolectores magdalenienses se caracterizan por una
gran supervivencia y por su resistencia a la desecación. La Patella resiste de 15 a 20 días a
cero grados de temperatura y la Littorina littorea alcanza los 23 días. Esta cualidad permite su
transporte hasta cuevas situadas a veces muy al interior y su conservación en las mismas du-
rante una temporada relativamente amplia.

En cuanto a la época principal de marisqueo Madariaga ha calculado, basándose en el


crecimiento de las lapas, que un 80 % de ellas fueron recogidas en primavera, verano y otoño
y sólo un 20 % en invierno.

2. LA FLORA.

Sólo la cueva de El Pendo ofrece algunos datos que pueden servirnos para averiguar
la flora del Magdaleniense cantábrico. Cuando esto se redacta, aun no ha aparecido el estudio
sobre esa estación de Mme. Leroi-Gourhan, pero poseemos dos referencias:

La primera, procedente de los diarios de Santaolalla, fue publicada en 1957 por San
Valero (1957: 54) en el contexto de la estratigrafía general de El Pendo. En un Protomagda-

2S1
leniense I con raclettes se citan "plantas compuestas de clima más seco, mayor proporción
de gramíneas, cariofiláceas y pino".

La segunda, recogida por González Echegaray (1973: 176) de alusiones aisladas de


Mme. Leroi-Gourhan, atribuye al Magdaleniense Antiguo (quizá III) un número de pólenes de
árbol, calculados según los diagramas, de 3,5 % , de los cuales aproximadamente un 56 %
son coniferas (pinos y enebros), y el resto árboles de hoja caduca, entre los cuales se citan
avellanos, robles, alisos y hayas. La proporción de heléchos es muy pobre.

La escasa proporción de árboles no abogaría precisamente por un clima templado, sin


embargo esta proporción es relativamente elevada si la comparamos con la del Magdalenien-
se V del mismo yacimiento: 0,8 % , y con la del Magdaleniense VI: 1,1 % . En el Aziliense el
recalentamiento del clima se ve claramente comprobado con el 55 % de polen de árbol, casi
todos ellos de hoja caduca.

Estos datos deben tomarse, sin embargo, con todas las reservas, ya que el carácter ar-
queológico de los niveles de El Pendo no parece definido de un modo claro, en especial en
los tres primeros estadios del Magadaleniense.

Respecto al Magdaleniense IV sólo poseemos la cita de Corylus colurna en los dos ni-
veles superiores del Juyo. Este avellano de clima frío sería un indicio de la ambientación rei-
nante en la Costa Cantábrica durante esta etapa, sin que de ningún modo pueda por tanto
pensarse en la oscilación de Bólling.

Los análisis polínicos de la próxima cueva de Isturitz parecen concordar también con
estos datos: para el nivel 5 (Magdaleniense IV) se cita un 1,8 % de pólenes de árboles, de los
que sólo el 0,2 % son Pinus. Las frondosas son Corylus, Quercus, Salix, Alnus, Betula y Fagus.
Aumentan las Clcoriáceas y desaparecen los heléchos. La flora es pues, medianamente fría
coincidiendo con la fauna (Altuna 1972: 114-115).

En los últimos años la existencia de excavaciones recientes y la creación de un Labo-


ratorio Palinológico en Madrid hace esperar una avalancha de resultados polínicos como
consecuencia de los análisis que viene efectuando la Dra. Pilar López. Esperemos la apari-
ción de estos trabajos.

3. EL CLIMA.

Una vez estudiadas las especies faunísticas cazadas en el Magdaleniense Cantábrico y


revisados los escasos análisis polínicos, sólo nos resta fijarnos en la estratigrafía geológica
para poder precisar de un modo aproximado las oscilaciones climáticas de esa etapa cultural.
González Echegaray se ha preocupado en reunir y ensamblar todos los datos existentes sobre
fauna, flora y especies representadas en el arte parietal, ofreciendo la más completa síntesis
sobre el clima de la glaciación Würmiense (1966), y más concretamente del período que
nos ocupa, el Magdaleniense Inicial Cantábrico (1973).

1. Sudoeste de Francia:

Forzosamente tendremos que volver a la zona clásica francesa para obtener datos re-
ferentes a la estructura geológica de las primeras etapas del Magdaleniense. Los estudios de
Laville (1964 y 1969), y los de F. Bordes en Laugerie Haute (1958), nos ofrecen unas ca-
racterísticas que podremos aplicar a la Costa Cantábrica:

— Capa I: Crioclastia, clima frío y seco: Magdaleniense 0, Dryas la.

2S2
— Capa I': Cuatro niveles arqueológicos marrón-rojizo terrosos con cantos. Reno muy
abundante, caballo (10%), ciervo, bóvido, cabra, saiga y roedores. Magdaleniense I, suave
y húmedo. Interestadio de Lascaux. Separado por estrato de tierra rojiza estéril con algunas
placas calcáreas caídas de la bóveda. " , -' '

— Capa I": Tres niveles arqueológicos. Reno predominante, Saiga tartárica muy abun-
dante, ciervo, raros Equus y Bos. Magdaleniense II, frío y poco húmedo: Dryas Ib.

— Capa I'": Dos niveles arqueológicos bastante espesos, terrosos y con más cantos.
Reno dominante, caballo (10%), ciervo, saiga menos abundante, Bison priscus y Bos primi-
genlus, cabra, sarrio, lobo, zorro, zorro polar. Magdaleniense III, muy frío y poco húmedo:
Dryas Ib.

— Capa J : Enorme desprendimiento, cantos y tierras erosionadas por arrollamiento.


Lajas calcáreas con trazas de pinturas: muy frío y poco húmedo del Dryas Ib, seguido de suave
y húmedo de Bólling.

En síntesis, la secuencia geológico-climática de Laugerie Haute se articula como sigue:


a la presencia de restos de origen termoclástíco y crioturbaciones del Solutrense Inferior (in-
dicadores de fuertes heladas), siguió una disminución de los mismos en el Solutrense Medio
y una total desaparición en los Magadelienses I y II. En la capa arcilloso-arenosa del Mag-
daleniense III vuelven a aparecer débilmente los restos termoclásticos, con un aumento nota-
ble en la capa amarillo-arenosa que recubre el nivel I'". Es sin embargo en el Magdalenien-
se V cuando los cantos termoclásticos adquieren su verdadera importancia.

La humedad característica del período inicial del Magdaleniense I queda reflejada en


las estratigrafías por frecuentes brechificaciones: Sonneville-Bordes (1960: 486-487) se refie-
re a las adherencias de brecha dura y compacta que presentaban los materiales del Magda-
leniense I de Badegoule y Placard. En la Costa Cantábrica podríamos poner en relación (con
todas las reservas) este fenómeno con la brecha de osamentas que separaba en la cueva
de Rascaño los niveles 4 y 5, poseyendo este último un instrumental óseo asimilable a un
Magdaleniense I.

Un nuevo período de humedad parece constatarse en la estratigrafía al final del Mag-


daleniense III. Esta vez la formación de coladas estalagmíticas supone un abandono de los tra-
dicionales lugares de habitación. Para Fernández Gutiérrez (1969: 10) este fenómeno es indi-
cativo de clima húmedo más o menos intruso, pero tanto podría corresponder a un período
frío como templado.

Sin embargo, la simultánea caída de bloques sobre los depósitos del Magdaleniense
MI-IV ya debe ser interpretada como indicativa de un clima frío y húmedo: el fenómeno de
descompresión producido por la diminución de la densidad de carga de la roca provoca, sir-
viéndose de la red de diaclasas, caída de bloques mayores, debidos a la acción directa o
indirecta del hielo (Fernández Gutiérrez 1969: 10-12).

Las coladas estalagmíticas se hallan atestiguadas sobre el nivel Magdaleniense de Al-


tamira, y la caída de bloques, además de en este mismo yacimiento, en Lloseta I, Cueto de
la Mina C, Cierro 3, Aitzbitarte IV-lll, y quizá Castillo y Paloma.

Señalemos, también, los recientes estudios de Arambourou y Thíbault (1972) en el


Abri Duruthy en Sordes, que por su proximidad geográfica nos resulta de gran interés para la
Costa Cantábrica: el clima, muy frío y seco en el Magdaleniense III, se mejoraría ligeramente
hacia el fin del período. Los pólenes muestran que el Magdaleniense IV ve el restablecimiento
de la estepa y después, con la oscilación de Bólling, el desarrollo de los árboles y de las
plantas higrófilas,

263
2. La Costa Cantábrica:

Una vez entrevista la secuencia climática del Sudoeste francés, debe intentarse su
adecuación a los escasos datos que sobre fauna y flora se poseen en la Costa Cantábrica.

Altuna (1972), González Echegaray (1973) y A Moure (1975) han realizado sus equi-
valencias, si bien en algunos momentos se produce un desfase entre ellos.

Algunas de las aparentes contradicciones en las clasificaciones de Altuna y González


Echegaray son debidas a los diferentes criterios que cada uno de ellos ha adoptado para
hacerlas: Altuna valora ante todo la fauna, y a ella supedita los niveles arqueológicos cuya
atribución cultural no pretende corregir; González Echegaray por su parte, tiene bien presen-
tes los esquemas climáticos y cronológicos franceses, e intenta adecuar a ellos los datos can-
tábricos, empeño que no siempre éstos le permiten conseguir.

Según Altuna (1972: 414-415) el Interestadio de Lascaux estaría representado en la Cos-


ta Cantábrica por el Solutrense Superior de Aitzbitarte IV (nivel IV) y de Morín 3, y por el
posible Magdaleniense Inicial de Urtiaga F. Quedaría caracterizado por un máximo de ciervo
y por el descenso del reno (cuando lo hay). También debe integrarse en este grupo el Solu-
trense Superior de Cueto de la Mina E (tramos 1 y 2) (González Echegaray 1973: 179), y
quizá el nivel 5 de Rascaño por la tipología de sus materiales y por la aparición de una bre-
cha de huesos indicadora de un período húmedo. La flora de gramíneas, cariofiláceas y pino
estaría de acuerdo con esta humedad.

El Magdaleniense II, definido en Francia como "frío y poco húmedo", apenas puede ser
constatado en la Costa Cantábrica. Sólo el grupo III del Juyo (niveles IX al XI) podría ser
considerado tipológicamente como tal. Las especies faunísticas en él aparecidas no difieren
de los niveles del Magdaleniense III que se le superponen, estando únicamente representado
el ciervo.

El Magdaleniense III, típico cantábrico de azagayas monobiseladas de sección cuadran-


g l a r y decoración geométrica, se halla en cambio bien representado. Junto a Altamira y Cas-
tillo B (que pueden presentar contaminaciones de otros períodos) encontramos los yacimien-
tos clásicos de Balmori, Juyo, Rascaño 4, Cierro 4 y Cueto de la Mina D, todos ellos con
materiales muy semejantes y el mismo tipo de fauna: dominio absoluto del ciervo, con algu-
nas especies típicamente frías como alce en Balmori, posible mamut en Altamira, reno en
Castillo y Cyprina en Cueto de la Mina D. Los pólenes de árboles son escasos en El Pendo,
estando representados en los boques de coniferas en un 56 % .

El siguiente período, que por estratigrafía debería considerarse como Magdaleniense


IV, no indica en absoluto una fase templada del clima que nos llevara a pensar en la oscila-
ción de Bólling. De este hecho se hace eco González Echegaray (1973: 182) quien no con-
sigue encontrarla reflejada en la Costa Cantábrica.

Los niveles pertenecientes a esta época serían una serie de capas rojizas y arcillosas,
con más o menos industria, que se superponen de inmediato a los niveles del clásico Magda-
leniense III: la ya tradicional de Cueto de la Mina C, Lloseta I, Cierro 3, Juyo I y II, Urtiaga E,
Ermittia y quizá la parte inferior del nivel III de Aitzbitarte IV. Sólo estas dos últimas cuevas
presentan forma de hogares que denoten una habitación continuada; y en realidad, sólo Er-
mittia ofrece materiales que tipológicamente puedan encuadrarse en un Magdaleniense Medio.

La fauna indica un empeoramiento climático, constatado por el aumento de las espe-


cies de estepa fría (reno y caballo en Urtiaga E, caballo en Cueto de la Mina C ) , y un des-
censo en proporción inversa de animales templados (ciervo, corzo, jabalí). Altuna (1972:
415) coloca el nivel E de Urtiaga al comienzo del Würm IV, en el Dryas más antiguo (Ib), y

254
lo compara con el nivel 1, 3 de Otero y 2 de Morín (ambos Magdaleniense V). De modo dis-
tinto opinan González Echegaray (1966) y Moure (1975), que colocan el nivel 3 de Otero en
la oscilación de Alleród. Morín 2 aparece clasificado en el Dryas II, junto al nivel E de Urtiaga,
precisamente donde Altuna coloca Urtiaga D.

La flora es también sintomática de un clima frío, si bien sólo contamos con el dato del
Corylus colurna, avellano de clima frío de la cueva del Juyo.

En el cuadro siguiente hemos intentado paralelizar la secuencia francesa con la de la


Costa Cantábrica, acompañando ambas de algunos datos de fauna y flora.
w
Por último, aplicando el método de O I T (1951) sobre las asociaciones faunísticas,
González Echegaray (1973: 177) ha determinado las siguientes temperaturas para la Costa
Cantábrica: una precipitación del orden de 300 a 700 mm. anuales; una temperatura media en
enero de —10° C. (hasta —20° si tenemos en cuenta la presencia de reno y alce); una media
en julio de 10 a 20° C , siendo 150 a 175 el número de días en el año con temperaturas su-
periores a los 5°, y de 75 a 125 el número de días con temperaturas iguales o superiores a
10° C. El suelo no estaría nunca permanentemente helado y el paisaje podría considerarse
mixto de bosque y estepa, siendo aquel a su vez mixto de taiga y caducifolio. El habitat de
alta montaña se acusaría en exceso, a pesar de que los yacimientos se hallen frecuentemente
a nivel del mar. La proximidad de la cordillera y el recrudecimiento del clima obligaría a las
especies de alta montaña a descender a las tierras bajas.

4. EL HABITAT.

Los básicos estudios de Higgs y Vita-Finzi han llamado la atención sobre las "áreas de
recurso" del hombre paleolítico. Estos investigadores han realizado cálculos (1970), y para
un cazador a pie, la distancia rentable de explotación no debía rebasar los 5 kilómetros del
radio de acción de su campamento base. Ahora bien, el hombre magadaleniense pudo haber
cambiado su lugar de habitat o habilitado nuevas cuevas como "bases de aprovisionamiento",
si no demasiado cómodas para vivir, excelentemente situadas para cazar o recolectar. Surge
así la distinción de yacimientos de habitat constante, y yacimientos especializados, estaciona-
les, en la caza o recolección.

Los primeros requieren una serie de condiciones: un tamaño adecuado, una buena si-
tuación geográfica cerca de cursos de agua, una orientación de la boca a mediodía, una
iluminación correcta y buenas condiciones internas en cuanto a humedad y corrientes de aire.

En los segundos se busca únicamente su situación estratégica que permita obtener más
rápidamente los recursos buscados.

En 1972, Bordes, Rigaud y Sonneville-Bordes imaginaron como podrían repartirse las


diferentes actividades del hombre paleolítico, ensayando modelos teóricos de habitat. Según
ellos, la mayoría de las cuevas orientadas al SW y con riqueza de capas tuvieron ocupación de
larga duración y estuvieron acondicionadas. A partir de ellas (hábitats de invierno) pudieron
crearse varios tipos de yacimientos "satélites" que estarían especializados en la caza o en la
talla del sílex cerca de las afloraciones de este mineral. En verano existía la posibilidad de tras-
ladarse a campamentos al aire libre, ya sea toda la población (tipo 1), ya sean sólo los hom-
bres (tipo 2). Los campamentos de verano pueden ser también varios (tipo 3), o no situarse
al aire libre sino en nuevas cuevas (tipo 4). C a d a uno de estos nuevos lugares de habitat ten-
drá a su vez sus pequeñas bases de aprovisionamiento en lugares cercanos (1972: 28-29).

255
OI

PERIODO CARACTERIS- FRANCIA PERIODO FAUNA FLORA ESPAÑA PERIODO FAUNA FLORA
CLIMATICO TICAS CULTURAL CANT. CULTURAL

Interestadio suave y húmedo Isruritz 6 Sol. Sup. C Mina E Sol. Sup.


de brechificación Badegoule Mag. I reno pino (tramos 1-2)
Lascaux Placard Mag. I caballo abedul Aitzbitarte Sol. Sup.
L . Haute I' Mag. I saiga enebro (nivel IV)
Morín 3 Sol. Sup. gramíneas
Urtiaga F Mag. I? máximo cariofiláceas y
Rascaño S? Mag. I? ciervo pino (Pendo)

frío y poco húmedo L . Haute I" Mag. II saiga Juyo IX-XI Mag. II? ciervo
S. Germain Mag. II (aumento)

_ T muy frío y poco L . Haute V Mag. III reno Altamira Mag. III marfil coniferas
L/ryas 1 húmedo S. Germain-la caballo Castillo B Mag. III reno 56%
Ri viere Mag. III Balmori Mag. III alce (Pendo)
(terraza inf.) Juyo IV-VIII Mag. III ciervo
(parte sup.) Rascaño 4 Mag. III cabra
C. Mina D Mag. III Cyprina

Isturitz 5 Mag. IV caballo C Mina C Mag. IV Pectén is.


capas estalagmíticas S. Germain-la Mag. IV reno Lloseta I Mag. IV? cabra
caídas de bloques Riviére Rascaño 3 ? Mag. IV? reno
(terraza sup.) Urtiaga E Mag. rV-V cabra
Ermittia Mag. IV
Aitzbitarte Mag. IV-V
(nivel III) Corylus
Juyo I-II Mag. IV? Colurna

Oscilación
de suave y húmedo La Garenne de Mag. IV aumento de ? ? ? ?
Bólling Saint Marcel evolucionado pinos
Esta clarificación primera presenta sin embargo dos problemas importantes: pueden
quedar por descubrir o por excavar yacimientos principales y, por otra parte, una misma cueva
ha podido servir a lo largo del Magdaleniense para muy distintas funciones. Tal sería el caso
de Altamira y Castillo que son a la vez (o mejor en sucesivos momentos) cuevas base de ha-
bitat y santuarios parietales. A pesar de todo ello y siempre a modo de ensayo, pasamos a
clasificar funcionalmente los yacimientos magdaienienses en torno a sus unidades fluviales.

1. CUENCA DEL NALON-NORA: Tuvo sin lugar a dudas una gran cueva base durante
el Magdaleniense: la Paloma. Todas las demás giran en torno a ella con carácter secundario:
Ancenia, Caldas, Sofoxó..., no pudiendo precisarse todavía la posible función de éstas por no
poseer una publicación de las mismas. En cuanto a Candamo parece claro su carácter de san-
tuario parietal durante el Magdaleniense, a lo que podría contribuir la posición primordial de
la Peña de Candamo en el valle de su nombre.

2. En la CUENCA DEL S E L L A — S A N MIGUEL son varios los yacimientos que merece-


rían la categoría de hábitats permanentes: Cova Rosa reúne muy buenas condiciones de habita-
bilidad y aparece como testimonio de una ocupación densa. También el Cierro parece un es-
calón más en una aproximación hacia la costa que pudo realizarse en verano, revelando el
espesor de sus niveles una habitación importante. No obstante, su gran semejanza con la cue-
va del Juyo (tanto por su situación sobre un llano, con posibles bosques, como por el carác-
ter de su industria, que se transcribe estadísticamente en gráficas idénticas) nos lleva a pen-
sar en su utilización como yacimiento especializado en la caza del ciervo, especie de absoluto
dominio entre la fauna de la excavación Jordá. La cueva de Les Pedroses, santuario parietal
de cérvidos sin cabeza, pudiera ponerse en relación con la actividad de la vecina cueva del
Cierro.

El grupo de Ardines parece tener un carácter de habitat estacional. Tito Bustillo pre-
senta un excelente ajuar pero en una débil estratigrafía. Pudo tener una habitación veraniega
con vistas a la recolección del marisco, aunque lo más posible es que los útiles allí encon-
trados pertenecieran a las gentes que pintaron el gran panel. Lloseta podría interpretarse co-
mo lugar especializado en la talla del sílex y la cuarcita, dada la abundancia de lascas de
desecho y la poca importancia de su industria ósea. La Viesca y el Río (si no se identifican
respectivamente con las dos cuevas anteriores) tendrían un carácter de yacimientos satélites.
La Cuevona, a pesar de sus grandes dimensiones, parece que no fue habitada como vivienda
constante, posiblemente por servir de cauce al río San Miguel en su desembocadura. La cue-
va de San Antonio, situada al otro lado del Sella, la dejamos en suspenso hasta que se efec-
túe en ella una adecuada excavación. Su caballo pintado no nos parece razón suficiente para
colocarla entre los santuarios parietales.

En líneas generales podemos asignar a la ría del Sella durante el Magdaleniense una
cueva base de habitación: Cova Rosa; un cazadero importante de ciervo, Cierro; varios saté-
lites especializados en la talla del sílex, Lloseta, o en la caza y recolección, Cuevona; y varios
santuarios parietales: Tito Bustillo, Les Pedroses y El Buxu. Collubil podría interpretarse como
base de aprovisionamiento de carne de cabra, aunque su distancia es quizá excesiva para po-
nerla en relación con la más cercana, Cova Rosa.

3. La CUENCA DEL CALABRES parece estar ocupada por un mismo tipo de gentes
que pasan de una cueva habitable importante (abrigo del Cueto de la Mina) a otra de la mis-
ma categoría (La Riera) y a la siguiente (Balmori). En un momento determinado del Magda-
leniense Superior se habitó también Bricia, dentro de la rotación de campamentos (tipo 5 de
habitat en el esquema de Bordes). Fonfría se interpreta como yacimiento satélite de alguno
de ellos, pudiendo estar especializado en la recolección del marisco, por ejemplo. Coberizas
y Juan de Covera se clasifican también como cuevas menores dependientes de ellas. La cue-
va de Las Herrerías parece ser la única que funcionaría como santuario parietal, y en este sen-

257
tido llama la atención que una zona tan rica en yacimientos magdalenienses no posea en sus
cercanías una cueva pintada o grabada importante.

4. En la C U E N C A DEL DEVA-CARES faltan excavaciones que aporten los datos ne-


cesarios para relacionar los yacimientos entre sí: por su tamaño y volumen de ocupación
Coimbre, en el Cares, se clasificaría como cueva base de habitat y El Queso, en Llonín, como
indudable santuario parietal de primer rango. Trauno, si puede datarse en el Magdaleniense,
sería un satélite de Coimbre.

En el Deva La Loja fue habitada quizá como taller, además de grabada, y en su área
habrá que incluir una serie de yacimientos magdalenienses que en la actualidad carecen de
excavación: la cueva de La Peña en Panes, el abrigo del Desfiladero de la Hermida (quizá
por su situación un cazadero de cabra) y los yacimientos de Peñamellera Baja, Pindal, Chu-
fin y la Franca podrían adscribirse a esta zona como santuarios parietales. De cualquier mo-
do la cueva base de habitat del Deva pareceque no se ha encontrado todavía.

5. En el VALLE DEL SAJA es Altamira a la vez cueva de habitat y santuario parietal,


estando otras cuevas menores, Cuco, Linar y Carranceja en su radio de acción. Sin embargo
no creemos que el valle del Saja-Besaya deba separarse del mayor centro de habitat del Pa-
leolítico Cantábrico, el VALLE DEL PAS con el monte y la cueva del Castillo. Esta es sin lugar
a dudas la más importante cueva base de habitat de toda la Costa Cantábrica. Pasiega y Hor-
nos de la Peña son importantes santuarios parietales pero con niveles magdalenienses de
escasa potencia. En cuanto a Altamira no puede negarse la semejanza de su instrumental
óseo y lítico con el de Castillo por lo que estaríamos en presencia del tipo 4 de habitat del
sistema de Bordes en el que la segunda cueva tendría tanta categoría como la primera y se
alternarían en su habitabilidad en Invierno y en verano. Respecto al grupo Altamira-Castillo-
Pasiega debe señalarse también que sus materiales son muy semejantes entre sí pero muy
diferentes de los otros yacimientos magdalenienses de los contornos, Juyo por ejemplo, lo que
quizá se deba a su función primordial de santuarios parietales. En cuanto a Las Monedas y
Las Chimeneas queda fuera de toda duda su adscripción al habitat de la cueva del Castillo.

6. El VALLE DE CAMARGO tiene también una gran cueva base de habitat: la caver-
na del Pendo. En su radio de acción se encontrarían Camargo y Cobalejos y, muy directamen-
te, Peñajorao, interpretada por Moure (1970) como "puesto de observación" de la cueva ba-
se. El Juyo aparece como claramente especializado en la caza del ciervo durante el Magda-
leniense III cantábrico. Es curioso que sea precisamente este período el que se encuentra más
confusamente representado en la cueva del Pendo. Pudo haber un cambio de habitat en esta
época pero las condiciones de humedad extrema del Juyo no parecen hacer de este yacimien-
to un lugar muy habitable. Hoy día el río interior que corre por la cueva se seca en los meses
de verano, lo que quizá sea indicio para atribuirle un habitat estacional (veraniego), siendo
testigos de su desocupación invernal los niveles rojizos que se van intercalando alternativa-
mente con los negros de ocupación. Ya Janssens y González Echegaray (1958) los interpre-
taron como testimonio de momentos de inundación (invernal). Nuestra Señora de Loreto pue-
de tratarse de una avanzadilla hacia la costa de los habitantes del valle de Camargo.

7. El VALLE DEL MIERA posee un yacimiento continuado durante todo el período


magda'eniense: la cueva de Rascaño, de la cual sin embargo puede ponerse en duda su ca-
rácter de "cueva principal" en el Magdaleniense Superior y Final. Las dimensiones y el utillaje
de la, relativamente cercana, cueva Morín harían más lógico considerar a ésta como yacimien-
to base y a Rascaño como lugar altamente espec'alizado en la caza de cabra. Hubo un mo-
mento (nivel 3) en que Rascaño fue ocupada ocasionalmente como lugar de talla del sílex,
sin que se aprecie en su estratigrafía indicios de un habitat constante. Este parece ser un
hecho casi general en toda la Costa Cantábrica durante el período que cronológicamente co-
rrespondería a un Magdaleniense IV; todas las cuevas con yacimiento magdaleniense III son

258
abandonadas como lugares de habitat, al mismo tiempo que aparecen en varias estratigra-
fías niveles rojizos no estériles en su totalidad. Ante este hecho tendremos que preguntarnos
Q'óno'e vivía la gente que pintaba los santuarios parietales supuestamente datados en un Mag-
daleniense IV. Quizá haya que aceptar la teoría del mejoramiento climático y suponer que en
estos momentos el habitat se efectuaría en campamentos al aire libre y que las cuevas serían
visitadas ocasionalmente para funciones muy concretas.

Claros yacimientos satélites de Rascaño serían la Bona, Rascaño Superior y Salitre, es-
te último en función de santuario parietal. La Fuente del Francés y Truchiro podrían Interpre-
tarse como yacimientos estacionales de aproximación a la costa.

8. La CUENCA DEL ASON sólo ha entregado yacimientos del Magdaleniense Superior


y Final. Entre ellos se establecería una clara relación de Valle, Chora y Otero, siendo proba-
blemente la primera cueva el campamento base. El carácter de santuario parietal lo ostenta-
rían las cuevas de los alrededores de Ramales: Covalanas, La Haza y La Cullalvera.

9. En el País Vasco la primera unidad se forma en torno a la RIA DE GUERNICA: en


ella la cueva de Santimamiñe se define como el más importante yacimiento de habitat de la
zona, si bien durante el Magdaleniense Inferior sólo sería ocupada ocasionalmente. La pequeña
cueva de Atxeta es interpretada por Straus (1974) como lugar especializado en la recolec-
ción de materia prima (sílex) en la cercana playa de Pedernales. La cueva de Lumentxa, en
la bahía de Lequeitio, tiene suficientes dimensiones y densidad de ocupación para ser base
de habitat en el Magdaleniense Superior. En el Inferior pudo estar especializada en la reco-
lecc'ón de mariscos, a juzgar por la masiva presencia de Littorina littorea y obtusata en
los niveles inferiores. Armiña y Atxurra pueden suponerse satélites suyos. La función de san-
tuario parietal queda bien representada en la cueva de Santimamiñe.

10. La SIERRA DE AMBOTO presenta la cueva de Bolinkoba como el lugar más impor-
tante en cuanto a riqueza de materiales se refiere. No obstante la escasa potencia de su ni-
vel magdaleniense impide calificarla como lug-'.r de habitat permanente. Por otra parte, su
privilegiada situación sobre el desfiladero de Atxarte y el carácter de su fauna permiten in-
terpretarla como base especializada en la caza de la cabra. Se da además la circunstancia de
que es este animal el más representado en los objetos mobiliares (sobre compresores y aza-
gayas). Balzola y Silibranka se encuentran en su radio de acción y todo el conjunto podría
ser asimilado al grupo de Santimamiñe, en especial por el tipo peculiar de su instrumental
óseo.

11. La CUENCA DEL DEVA ofrece dos yacimientos igualmente importantes durante el
período magdaleniense. Nos referimos a Ermittia y Urtiaga, las cuales pueden tener la cate-
goría de lugares base de habitat. Ermittia sin embargo podría también clasificarse entre los
cazaderos de cabra, dado el dominio casi absoluto de este animal en sus niveles magda-
lenienses.

De cualquier modo si comparamos la sucesión estratigráfica de ambas cuevas podre-


mos señalar una discontinuidad de habitación en ellas, que las convertiría en rotatorias. Así
tras la ocupación solutrense superior de Ermittia se produce un período de abandono, ates-
tiguado en el nivel rojizo que se superpone al nivel solutrense, y entretanto la cueva de Urtia-
ga aparece habitada, por vez primera de un modo estable, por gentes de un Magdaleniense
Inicial (nivel F). Estas se dedicarían posiblemente al marisqueo, a juzgar por la extraordi-
naria abundancia de Littronia obtusata que presenta el nivel. Sigue en Urtiaga un período de
desocupación (nivel E) y es entonces el momento en que se vuelve a habitar Ermittia en un
posible Magdaleniense IV. Los momentos finales del Magdaleniense y el Aziliense se vivieron
insdistintamente en las dos cuevas, siendo más estable el habitat en Urtiaga que en Ermittia.
Véase en un esquema la sucesión estratigráfica de ambos yacimientos:

250
Ermittia Urtiaga

Solutrense Superior: ocupación desocupación


M a g d a l e n i e n s e Inicial: desocupación ocupación
Magdaleniense Medio: ocupación desocupación
M a g d a l e n i e n s e Superior: ? ocupación
Magdaleniense Final: ocupación ocupación
aziliense: ocupación ocupación

L a f u n c i ó n de santuario parietal se e n c u e n t r a bien representada en la v e c i n a c u e v a de


E k a i n , c o n una p r e d i l e c c i ó n neta h a c i a la figura del c a b a l l o .

12. E n la C U E N C A D E L U R U M E A es indudablemente Aitzbitarte IV el lugar preferido


d e habitat. Evidentes satélites s u y o s serían las c u e v a s de Aitzbitarte II y III y quizá lo s e a
también Torre, yacimiento que se perfila de primer rango por la categoría de su arte mueble.
L a elaboración de los g r a b a d o s del hueso de ave, sin ninguna finalidad práctica, requiere ser
h e c h a en un lugar de habitat constante y p o s i b l e m e n t e en invierno, ya e s impropio de un
c a z a d e r o o taller de sílex eventual ser la s e d e de un trabajo tan d e l i c a d o . No p o d e m o s s a b e r
t a m p o c o si el hueso fue g r a b a d o en el y a c i m i e n t o o si fue traído de otro lugar, c o m o pare-
cería indicar el carácter angosto de la c u e v a que dificultaría su habitación. No c o n o c e m o s
p a r a el grupo del U r u m e a un santuario parietal que p u e d a adscribírsele, ya que la c u e v a de
Altxerri, en O r i o , se encuentra d e m a s i a d o a l e j a d a de la z o n a .

13. P o r último, ya en Navarra, e n c o n t r a m o s gentes del M a g d a l e n i e n s e Superior-Final en


torno a la z o n a de Z U G A R R A M U R D I . E l único c o v a c h o e x c a v a d o , Berroberría, no p a r e c e que
reúna todas las c o n d i c i o n e s de habitabilidad y habría que b u s c a r el yacimiento b a s e en algu-
na de las c u e v a s que c o n el nombre de Sorguiñen-Lezea se encuentran en sus a l r e d e d o r e s y
en las que se han citado "sílex de a s p e c t o m a g d a l e n i e n s e " ( J . M. de Barandiarán 1953). N a d a
podrá d i l u c i d a r s e sin e m b a r g o en la a c t u a l i d a d , ya que, según c o m p r o b ó I. Barandiarán en una
reciente prospección, se hallan v a c i a d a s y r e m o v i d a s . El santuario parietal de la z o n a pudo
hallarse posiblemente en la c u e v a de A l k e r d i .

Véase en las tres figuras siguientes las cartas de distribución c o n la a g r u p a c i ó n en


áreas de los y a c i m i e n t o s del M a g d a l e n i e n s e C a n t á b r i c o .
1. N ALON-NORA 3. CALABRES
1 Paloma 15 Coberizas
2 Candamo 16 Cueto de la Mina
3 Sofoxó 17 Riera
4 Ancenia 18 Balmori
5 Caldas 19 Bricia
20 Fonfria
SELLA-SAN M I G U E L 21 Las Herrerías
6 Cova Rosa 22 Juan de Covera
7 Cierro
8 Pedroses 4. DEVA-CARES
9 Buxu 23 Loja
10 Collubil 24 Peña
11 Lloseta 25 Hermida
12 Tito Bustillo 26 Pindal
13 Cuevona 27 La Franca
14 San Antonio 28 Trauno
29 Coimbre
30 Queso

* :
cueva base de habitat
* :
yacimiento satélite estacional
C :
yacimiento especializado en la caza de una determinada especie
M :
posible establecimiento marisquero
T :
yacimiento especializado en la obtención de materia prima o en la talla
del sílex
P : santuario parietal

PROVINCIA D E SANTANDER

5. SAJA-PAS 7. MIERA
1 Altamira 14 Morín
2 Cuco 15 Rascaño
3 Linar 16 Bona
4 Carranceja 17 Salitre
5 Castillo 18 Fte. del I
6 Pasiega, Monedas y Chimeneas 19 Truchiro
7 Hornos de la Peña
8 ASON
CAMARGO 20 Valle
8 Pendo 21 Chora
9 Peñajorao 22 Otero
10 Cobalcjos 23 Cullalvera
11 Camargo 24 La Haza
12 Juyo 25 Covalanas
13 Loreto

261
PAIS VASCO

9. RIA DE GUERNICA 11. DEVA


1: Santimamiñe 9: Ermittia
2: Atxeta 10: Urtiaga
3: Lumentxa 11: Ekain
4: Armiña
5: Atxurra 12. URUMEA
12: Aitzbitarte
10. SIERRA D E AMBOTO 13: Torre
6: Bolinkoba
7: Silibranka 13. ZUGARRAMURDI
8: Balzola 14: Bcrroberria
15: Sorguiñen-Lezea
16: Alkerdi

En líneas generales, p o d e m o s señalar q u e durante el M a g d a l e n i e n s e Inferior se ha-


bitó en la C o s t a Cantábrica en las c u e n c a s de los ríos, pero no siempre en los principales,
sino c o n preferencia en alguno de sus afluentes: el N o r a del Nalón, el S a n Miguel del S e l l a ,
el C a r e s del Deva, el valle de C a m a r g o del P a s , el S a j a del B e s a y a , el Z a l d a z a i n del U l z a m a .

En otros c a s o s , se habitó el río p r i n c i p a l : P a s , M i e r a , Deva g u i p u z c o a n o , en torno a las


rías (ría de G u e r n i c a , bahía de Lequeitio) o en función de los desfiladeros ( C o l l u b i l y Bo-
l i n k o b a ) . E n general, p a r e c e n elegirse los lugares que dominan marginalmente los p a s o s ha-
bituales de la e s p e c i e s e l e c c i o n a d a c o m o víctima constante de c a z a .

R e s p e c t o a la altura de las cuevas, el hombre paleolítico no pareció tener una preferen-


c i a determinada: las hay a ras de valle c o m o el C i e r r o y el J u y o y situadas en la parte m e d i a
de montes elevados: conjunto de Castillo, C o v a R o s a , Hornos de la Peña o C a n d a m o .

En conjunto se nota una preferencia por la z o n a prelitoral y c o s t e r a en el País V a s c o ;


en Asturias por las c u e n c a s de los ríos p a r a l e l o s a la c o s t a ( N o r a , C a r e s , Pilona) o p o r la
c o s t a m i s m a ( P o s a d a , R i b a d e s e l l a ) y en S a n t a n d e r se prefieren los valles p e r p e n d i c u l a r e s al
mar ( M i e r a , P a s , A s ó n ) , o también la depresión prelitoral: valle de C a m a r g o .

Durante el M a g d a l e n i e n s e M e d i o el habitat debió ser muy diferente al del M a g d a l e n i e n -


se Inferior. No existe en la C o s t a Cantábrica p r e s e n c i a importante de niveles de ocupación en
el M a g d a l e n i e n s e M e d i o . Sólo Ermittia y P a l o m a han entregado niveles fértiles entre las cue-
vas p u b l i c a d a s , aunque podría constatarse su existencia en otras c u e v a s asturianas que ac-
tualmente están en vías de estudio (Las C a l d a s , la V i ñ a ) . E n el resto de la C o s t a Cantábrica a
los niveles de hogares del M a g d a l e n i e n s e Inferior se s u p e r p o n e n otros rojizos-arcillosos, más

202
o menos estériles, que no denotan un habitat continuado en cueva. Es el caso de Cueto de la
Mina C, Riera, Cierro, Lloseta, Rascaño 3, Castillo, Urtiaga y quizá El Juyo y Aitzbitarte IV.
Su posición estratigráfica es clara: sobre un Magdaleniense III de tipo cantábrico y bajo un
Magdaleniense Superior, niveles ambos con una densa ocupación de hogares y abundante
instrumental lítico y óseo.

¿Dónde vivía la gente que habitó la Costa Cantábrica durante el Magdaleniense Medio?
Es este un tema que hemos tratado con mayor amplitud en otro momento (Utrilla 1979b) pero
de todas las posibilidades allí planteadas preferimos esta: /a población del Magdaleniense Me-
dio Cantábrico vivió al aire libre. Las causas de esta decisión pueden ser varias: miedo a los
desprendimientos de bloques que se sucedieron tras el Magdaleniense Inferior, dulcificación
del clima como consecuencia de la oscilación de Bólling (no atestiguada, por otra parte, en
la Costa Cantábrica hasta la fecha), adopción de algunas de las cuevas habitables como san-
tuarios parietales, etc.

No sería el habitat al aire libre característico únicamente de la Costa Cantábrica. En la


Dordoña debió ocurrir un fenómeno parecido. En efecto, de los nueve ejemplos de habitat al
aire libre recogidos por Rigaud (1976b: 1268) en el Paleolítico Superior de la Dordoña, cua-
tro de ellos se datan en el Magdaleniense Medio, tres en el Perigordiense y dos en el Mag-
daleniense O. Este fenómeno coincide igualmente con un abandono de las cuevas de la Dor-
doña tras la abundante ocupación registrada en el Magdaleniense Inferior y, a la vez, como en
la Costa Cantábrica, con una proliferación de santuarios parietales datados en el Magdale-
niense Medio.

5. LA CULTURA.

El hombre magdaleniense no se limitó a sobrevivir en su medio físico: fue capaz de


crear una cultura de la que tan sólo son cognoscibles para nosotros algunos restos materia-
les. Se refieren éstos a útiles relacionados con la caza, el vestido, la comida (industria lítica
y ósea), o a simples objetos artísticos que, sin una finalidad práctica aparente, sirvieron al
hombre paleolítico para decorar sus utensilios o para expresar sus creencias. En las líneas
que siguen, trataremos de estudiar, en sí, estas manifestaciones concretas de cultura, intentan-
do precisar la dinámica que ha dirigido su evolución a lo largo del Magdaleniense Inferior y
Medio, o que ha determinado variantes locales en distintas áreas geográficas.

El arte parietal, la más importante de S'JS manifestaciones culturales, queda, sin embar-
go, excluido, debido a la inseguridad que todavía encierra su datación cronológica.

a) Industria lítica:

En el resumen primero de nuestra tesis doctoral (Utrilla 1976a) estudiamos con detalle
los distintos aspectos de la industria lítica y ósea del Magdaleniense (materia prima, sistemas
de talla, lugares de trabajo y tipos principales representados). En síntesis, puede afirmarse
que en el Magdaleniense se utiliza tanto el sílex como la cuarcita, si bien su empleo varía
según la materia prima existente en la zona o el tipo que se desea fabricar. De un modo ge-
neral, se suele utilizar el sílex en los primeros momentos de una cultura, adaptándose progre-
sivamente los tipos a la cuarcita a medida que transcurre el Magdaleniense y se domina la
técnica. No existen apenas buriles ni hojitas de dorso en cuarcita, ya sea por dificultades físicas
(el grano grueso de la cuarcita impide fabricar tipos pequeños y filos cortantes), ya sea por

263
Ser precisamente éstos los útiles más característicos del Magdaleniense. Asturias ofrece una
media de empleo de la cuarcita superior al 50 % en los útiles del Sustrato (raederas y den-
ticulados) y una importante representación en la familia de los raspadores. En Santander los
Índices disminuyen considerablemente para desaparecer de un modo total en el País Vasco.
Las cifras son las siguientes:

Mag. Inferior Buriles Raspadores Abruptos Sustrato

Asturias 7,7 17,9 7,3 64,3


Santander 0 3,8 0 18,7
País Vasco 0 0 0 0

Mag. Medio
Asturias 1,08 25,4 2,7 53,3
Santander 0 2,3 0 25,8
País Vasco 0 0 0 0

Otras materias primas utilizadas han sido el cristal de roca, la ofita, el ocre y la cal-
cita, muy abundante en el Magdaleniense Beta del Castillo y en el nivel e de Abauntz.

Los útiles laminares predominan ampliamente en el País Vasco, mientras que en Astu-
rias y Santander se prefiere la lasca y el núcleo. Al mismo tiempo, en un mismo yacimiento,
se van abandonando las láminas en la fabricación de útiles para ser sustituidas por lascas,
siendo el caso del Juyo el ejemplo donde ha sido constatado este proceso.

Tipos principales:

A lo largo de la exposición de los materiales de cada yacimiento, dentro del Catálogo


General, hemos ido clasificando en la Tipología Laplace de 1964 la totalidad de los objetos
revisados, distinguiendo al mismo tiempo aquellos que estaban fabricados en cuarcita. A ta-
les tablas remitimos para el conocimiento de los tipos principales, así como a los cuadros del
Apéndice I y a sus correspondientes gráficas, donde aparecen clasificados por la lista-tipo
de Sonneville-Bordes y Perrot todos los materiales del Magdaleniense Inferior Cantábrico.

Sin embargo, corremos el peligro de que los árboles no nos dejen ver el bosque y no
sepamos entresacar la personalidad del Magdaleniense Inicial cantábrico entre tal maraña de
gráficas y porcentajes. La pervivencia de técnicas tradicionales, el condicionamiento de la ma-
teria prima, la situación geográfica de los mismos yacimientos o la influencia (por fenóme-
nos de supervivencia y aculturación) de momentos culturales anteriores, da como resultado
una amplia variedad de gráficas, determinando que un nivel tenga más puntos de contacto con
los próximos a él geográficamente, que con otros de su mismo período cronológico pero que
se encuentren en áreas alejadas.

Tomemos como ejemplo el nivel Magdaleniense III de Bolinkoba: la presencia entre sus
materiales de 26 buriles de Noailles lo acercarán más a los niveles perigordienses del mismo
yacimiento, que, por ejemplo, a la cueva del Juyo.

Por ello, hemos Intentado simplificar la gráfica-media del Magdaleniense III en cada
una de las tres regiones geográficas, excluyendo para la fabricación de las mismas aquellos
yacimientos que nos parecen de muy dudosa atribución cultural, o que presentan sus mate-
riales claramente mezclados. No computamos, por tanto, Hornos de la Peña, Pasiega ni Ermittia,
admitiendo con muchas reservas otros como Río, Paloma, Loja, Lumentxa, Santimamiñe y Aitz-
bitarte IV. Respecto al Juyo, cuya veracidad estratigráfica no ponemos en duda, no lo hemos
valorado en el sistema Laplace por no haber podido revisar directamente sus materiales. Sí lo

264
hemos hecho, en cambio, en la clasificación por Sonneville-Bordes y Perrot, porque la ampli-
tud de los tipos permitía una gran aproximación en la interpretación de los datos ofrecidos
por la memoria de excavaciones.

Los resultados obtenidos se concretan en el siguiente cuadro:

Magdaleniense III:
Asturias Santander País Vasco
B1: 43- 7 = 50 • 1,6 19 = 19 2,05 42 5,4
B2: 101- 4 = 105 • 3,5 25 = 25 2,7 61 7,8
B3: 3 = 3 0,1 35 = 35 3,7 26 3,3
B4: 25- 2 = 27 0,9 4 = 4 0,4 26 3,3
B5: 64- 10 74 2,5 45 = 45 4,8 33 4.2
B6: 24 = 24 0,8 12 12 1,2 14 1,8
B7: 26- 1 = 27 0,9 5 = 5 0,5 34 4,3
B8: 2 = 2 0,06 2 2 0,2 1 0,1
B9: 11- 1 = 12 0,4 19 2,4
G1: 19- 8 = 27 0,9 8 = 8 0,8 26 3,3
G2: 15- 7 = 22 0,7 7- 7 = 8 0,8 23 2,9
G3: 95- 36 131 4,4 33- 4 = 37: 4 19 2,4
G4: 20- 12 = 32 1,08 3 0,38
G5: 2- 1 3 0,1 1 0,1
G6: 9- 2 = 11 0,3 3 3 0,3 1 0,1
G7: 29- 14 = 43 1,4 31- 1 = 32 3,4 8 1,03
G8: 14- 8 = 22 0,7 26 = 26 2,8 3 0,3
G9: 70- 44 = 114 3,8 59- 6 = 65 7,02 22 2,8
NR: 937-733 = 1070 36,2 328- 8 = 336 36,3 95 12,2
AV. 17- 9 = 26 0,8 8- 2 = 10 1,08 13 1,6
A2: 36- 10 = 46 1,5 9 = 9 0,9 21 2,7
LDV 31- 1 = 32 1,08 9 = 9 0,9 12 1,5
LD2: 157- 1 = 158 5,3 20 = 20 2,1 39 5,04
LD3: 1 = 1 0,1 1 0,1
LD5: 1 = 1 0,03
PD1: 10 = 10 0,3 1 = 1 0,1 1 0,1
PD2: 3 3 0,1 1 = 1 0,1 2 0,2
PD4: 50- 2 = 52 1,7 8 = 8 0,8 13 1,6
PD5: 3 = 3 0,1
DT1: 4 = 4 0,13 2 0,2
DT3: 6 = 6 0,2 1 0,1
DT4: 3 = 3 0,1 1 = 1 0,1 1 0,1
Gm2: 1 = 1 0,03
Gm3: 1 0,1
Gm4: 1 = 1 0,1
Bc1: 24- 3 = 27 0,9 33 = 33 3,5 21 2,7
Bc2: 4- 2 = 6 0,2 21 = 21 2,2 9 1.1
TV 1 0,1
T2: 5 = 5 0,1 3 = 3 0,3 14 1.8
T3: 8- 1 = 9 0,3 6 6 0,6 8 1,03
DV 36- 80 = 116 3,9 36- 5 = 41 4,4 29 3,7
D2: 41-795 = 236 8 22-77 = 33 3,5 13 1.6
D3: 6- 27 = 27 0,9 4 0,5
D4: 11- 37 = 48 1,6 1 0,1
RV 17- 53 = 70 2,3 2 = 2 0,2 16 2,06
R2: 32- 64 = 96 3,2 15- 7 = 22 2,3 23 2,9
R3: 4- 18 = 22 0,7 5- 2 = 7 0,7 4 0,5
R4: 1- 7 = 8 0,2 4- 1 = 5 0,5 4 0,5
R5: 1- 4 = 5 0,16 2 0,2
LV 51- 14 = 65 2,2 6 = 6 0,6 40 5,1
L2: 30- 15 = 45 1.5 21 = 21 2,2 23. 2,9
PV 2- 8 = 10 0,5 4 0,5
P2: 4- 6 = 10 0,5 2 = 2 0,2 3: 0,3

265.
Magdaleniense IV
Asturias Santander Pais Vasco
B1: 9- 1 = 10: 1,03 3 = 3: 0,9 16 : 5,4
B2: 60- 1 = 61: 6,4 12 = 12: 3,6 15 : 5,1
B3: 5 = 5: 0,5 9 = 9: 2,7 10 : 3,4
B4: 27 = 27: 2,8 3 = 3: 0,9 7 : 2,3
B5: 33 = 33: 3,4 15 = 15: 4,5 3: 1,02
B6: 7
= 7: 0,7 3
12
1,02
4,09
B7: 26 = 26: 2,7
B8: 1 = 1: 0,1 2 2: 0,6 2: 0,6
B9: 14 14: 1.4 =
G1: 10- 3 = 13: 1,3 9 = 9: 2,7 12 : 4,09
G2: 12- 3 15: 1,5 1 = T: 0,3 2 0,6
G3: 17-72 29: 3,04 19 = 19: 5,7 16 5,4
G4: 7- 7 = 8: 0,8 2 = 2: 0,6 2 0,6
G6: 6 = 6: 0,6 1 = 1: 0,3
G7: 2- 2 = 4: 0,4 5 = 5: 1,5 5 1,7
G8: 5- 7 = 6: 0,6 9 = 9: 2,7 1 0,3
G9: 10-33 = 43: 4,5 9- 3 = 12: 3,6 10 3,4
RN; 224-45 = 269: 28,2 71 = 71: 21,3 37 12,6
A1: 2 = 2: 0,2 2 = 2: 0,6 3 1,02
A2: 3- 7 = 4: 0,4 8 = 8: 2,4 5: 1,7
LD1: 17- 7 = 18: 1,8 10
38 = 10: 3,01
38: 11,4
5 1,7
41: 13,9
LD2: 90 = 90: 9,4 = 1: 0,3
PD1: 3 = 3: 0,3 7 = 7: 2,1
PD2: 3 = 3: 0,9
PD4: 20 = 20: 2,1 11 = 11: 3,3 15: 5,1
PD5: 1 1: 0,3
PD6: 1: 0,3
DT1: 1: 0,3
DT2: 2 = 2 0,6
DT4: 2 = 2 0,6 8 2,7
Bc1: 23- 7 = 24 2,5 7 = 7 2,1 5 1.7
Bc2: 7- 2 = 9 0,9 6 = 6 1,8 6 2,04
T2: 3 = 3 0,3 4 = 4 1,2 1 0,3
T3: 9 = 9 0,9 6 2,04
D1: 6- 7 = 7 0,7 1 = 1 0,3 6 2,04
D2: 5-38 = 43 4,5 8- 1 = 9 2,7 5 1.7
D3: 7 = 7 0,7 2 0,6
D4: 6 6 0,6 1 = 1 0,3
R1: 2- 7 9 0,9 1 = 1 0,3 1 0.3
R2: 11-78 29 3,04 7-11 = 18 5,4 5: 1,7
R3: 5 = 5 0,5
R4: 1 0,3
R5: 7 = 1 0,1
L1: 25-10 = 35 3,6 8 = 8 2,4 12 4,09
L2: 32- 5 — 37 3,8 18- 2 — 20 6,02 14 4,7
P1: 4- 1 = 5 0,5 1 0,3
P2: 5- 4 = 9 0,9

La suma de las tres áreas regionales ofrece los porcentajes siguientes:

Magdaleniense III
B1 111 2,38 G1 61 1,31 RN 1501 32,3
B2 191 4,11 G2 53 1,14 A1 49 1,05
B3 64 1,37 G3 187 4,02 A2 76 1.63
B4 57 1,22 G4 35 0,75 LD1 53 1.14
B5 152 3,27 G5 3 0,08 LD2 217 4,66
B6 50 1.07 G6 15 0,33 LD3 2 0,04
B7 66 1.42 G7 83 1.78 LD5 1 0,02
B8 5 0.10 G8 51 1,09 PD1 12 0,25
B9 31 0.66 G9 201 4,32 PD2 6 0,12

266
PD4 73 1,57 T1 1 0,02 R3 33 0,71
DT1 6 0,12 T2 22 0,47 R4 17 0,36
DT3 7 0,15 T3 23 0,49 R5 7 0,15
DT4 5 0,10 D1 186 4 L1 111 2,38
Gm2 1 0,02 D2 282 6 L2 89 1,91
Gm3 1 0,02 D3 31 0,66 P1 14 0,30
Gm4 1 0,02 D4 49 1,05 P2 15 0,32
Bc1 81 1,74 R1 88 1,89
Bc2 36 0,77 R2 141 3,03 Total: 4647

Magdaleniense IV
B1 29: 1,83 G9 65 4,12 T2 8 0,50
B2 88: 5,58 RN 377 23,9 T3 15 0,95
B3 24: 1,52 A1 7 0,44 D1 14 0,88
B4 37: 2,34 A2 13 0,82 D2 57 3,61
B5 51: 3,23 LD1 33 2,09 D3 9 0,57
B6 10: 0,63 LD2 169 10,7 D4 7 0,44
B7 38: 2,40 PD1 11 0,69 R1 11 0,69
B8 1: 0,06 PD2 3 0,19 R2 52 3,29
B9 18: 1,14 PD4 46 2,91 R3 5 0,31
G1 34: 2,15 PD5 1 0,06 R4 1 0,06
G2 18: 1.14 PD6 1 0,06 R5 1 0,06
G3 64: 4,05 DT1 1 0,06 L1 55 3,48
G4 12: 0,76 DT2 2 0,12 L2 71 4,50
G6 7: 0,44 DT4 10 0,60 P1 6 0,38
G7 14: 0,88 Bc1 36 2,28 P2 9 0,57
G8 16: 1,01 Bc2 21 1,33
Total de objetos = 1577

Los porcentajes por Familias Tipológicas son los siguientes:

Magdaleniense III Buriles Raspadores Abruptos Sustrato


con 15 sin 15 con 15 sin 15 con 15 sin 15 con 15 sin 15

Asturias 10,9 17,2 50 21,5 13,2 20,8 27,5 43,1


Santander 15,8 24,9 55,6 30,3 13,4 21 15 23,5
País Vasco 33,2 37,9 26 15,6 18,4 21 21,4 24,4

Magdaleniense IV

Asturias 19,3 26,9 41,2 18,1 19,1 26,6 20,2 28,2


Santander 132 16,8 38,8 22,2 30,4 38,6 17,4 22,2
País Vasco 23,2 26,5 29 18,7 33,4 38,2 16 18,3

Respecto a este cuadro queremos hacer algunas aclaraciones:

— La Loja se ha incluido entre los mateteriales del Magdaleniense IV del área de San-
tander por creer que realmente se halló dentro de ella durante el Paleolítico Superior, sin que
deban afectarle, por tanto, las actuales divisiones administrativas.

— Los Abruptos Indiferenciados (A1 y A2 de Laplace) han sido excluidos del Sustrato
(al que pertenecen en el sistema Laplace) y computados entre los Abruptos Diferenciados,
ya que la mayoría de ellos son raclettes o pseudo-raclettes, y no creemos que éstas deban ser
consideradas como Sustrato al tratar del Magdaleniense Inicial.

— Los resultados del Magdaleniense IV deben acogerse con muchas reservas por no

267
aparecer este período bien definido tipológicamente. Los porcentajes que arriba se exponen
pertenecen en su mayor parte a los materiales de niveles rojizos que se superponían al clá-
sico Magdaleniense III cantábrico, y que subyacían, en varios casos, a otros del Magdalenien-
se Superior. La distinción es más estratigráfica que tipológica, ya que la cueva de Ermittia,
que contiene los más claros ejemplares representativos de un Magdaleniense IV clásico, pre-
senta sus materiales mezclados con los de un nivel Magdaleniense VI.

Y también algunos comentarios:

— Comparando entre sí los porcentajes de las distintas áreas del Magdaleniense Infe-
rior, notamos que Buriles y Abruptos van disminuyendo a medida que avanzamos hacia el
Oeste. Los tipos más característicos del Magdaleniense se van debilitando progresivamente
antes de llegar a la Región Asturiana. El Sustrato, por el contrario, representante de las viejas
tradiciones, alcanza en ella sus más altos porcentajes. En Santander, sin embargo, presenta
muy escasa proporción, compensada por el alto grado alcanzado por los Raspadores.

— Comparando entre sí los porcentajes de las áreas geográficas durante el Magdale-


niense Medio, sólo notamos una evolución ascendente en el Sustrato al avazar hacia el Oes-
te, compensado por una disminución Inversa de los Abruptos que se van rarificando. La zona
santanderina presenta, como en el Magdaleniense Inferior, un máximo de Raspadores y un
mínimo de Buriles, los cuales experimentan un extraño descenso respecto al período anterior,
hecho que se muestra contradictorio con la tradicional opinión de que el Magdaleniense IV se
caracterizaba por un aumento de buriles (Vega del Sella: 1916: Magdaleniense C de Cueto de
la Mina; Jordá: 1956. Magdaleniense Medio de La Loja).

— Comparando los porcentajes del Magdaleniense Inferior y del supuesto Magdale-


niense Medio vemos que ambos son muy semejantes, sin ninguna ruptura tajante que señale
un cambio cultural. Destacaremos sin embargo, el notable aumento de los Abruptos en las tres
áreas geográficas, y la disminución más suave de la proporción de los Raspadores (marcada
esta última por un descenso considerable del nucleito-raspador).
En el cuadro siguiente ofrecemos los porcentajes medios del total en cada uno de los
períodos magdalenienses:

Buriles Raspadores Abruptos Sustrato

% % % % % % % %
n.° C. 15 s. 15 n.° c. 15 S. 15 n.° C. 15 s. 15 n.° c. 15 s. 15

Magd. III 727 15,6 23,1 2191 47,1 21,9 548 11,7 17,4 1063 22,8 33,7
Magd. IV 296 18,7 24,6 607 38,4 19,1 377 23,9 31,4 298 18,8 24,8

Si descendemos al nivel de Tipos Primarios, los más representados son los siguientes:

Buriles:
Magdaleniense III Magdaleniense IV
Asturias B2-B3: 3,6 B2-B3 6,9
B5: 2,5 B5 3,4
B4 2,8
B7 2,7
Santander B2-B3: 6,4 B2-B3 6,3
B5: 4,8 B5 4,5
País Vasco B 2 - B 3 : 11,2 B2-B3 6,3
B1: 5,4 B5 5,4
B5: 4,2 B7 4

2GR
Raspadores:
Magdaleniense III Magdaleniense IV
Asturias NR 36,2 NR: 28,2
G3 4,4 G3: 3
GP • 3 8 G9: 4,5
Santander NR : 36,3 NR: 21,3
G9 7 G9: 3,6
G3 4 G3: 5,7
G7 3,4
País Vasco NR : 12,2 NR: 12,6
G1 3,3 G3: 5,4
G2 2,9 G1: 4
G9 2,8 G9: 3,4
Abruptos:
Magdaleniense III Magdaleniense IV
Asturias LD2 5,3 LD2: 9,4
PD4 1,5 Bc1: 2,5
Santander Bc1 3,5 LD2: 11,4
Bc2 2,2 PD4: 3,3
LD2 2,1
País Vasco LD2 5 LD2: 13,9
Bc1 2,7 PD4: 5,1
DT4: 2,7
Sustrato:
Magdaleniense III Magdaleniense IV
Asturias D2 8 D2: 4,5
R2 3,2 L2: 3,8
L1 1,5 R2: 3
Santander D1 4,4 L2: 6
D2 3,5 R2: 5,4
R2 2,3
País Vasco L1 5,1 L2: 4,7
D1 3,7 L1: 4
R2 2,9
L2 2,9

La aplicación del sistema Sonneville-Bordes y Perrot sobre los Tipos Primarios de las
distintas áreas puede verse en el Apéndice I.

En la Lám. 95a recogemos las gráficas acumulativas de cada una de las tres áreas du-
rante el Magdaleniense Inferior: la mayor diferenciación, se obtiene por el distinto porcentaje
de los raspadores nucleiformes en el País Vasco, y por el aumento inverso de los buriles die-
dros, de truncadura y de Noailles, representados estos últimos por la masiva aportación de
Bolinkoba.

En la Lám. 96 vemos similares resultados expresados en gráficas de bloques según la


clasificación por Familias Tipológicas del sistema Laplace y de grupos tipológicos de Sonne-
ville-Bordes.
A su vez, los índices de los Grupos Tipológicos arrojan los resultados siguientes:
Magdaleniense III
r
IG IB IBd IBt IP GP IGA IS
c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15
Asturias 49,6-20,7 10,1-14,9 6,9 0,8 2,6-3,9 8,6-12,7 38,1 23,4-34,5
Santander 50,8-31,1 18,8-25,7 13,2 1,4 4,2-5,8 10,8-14,7 62,2 16,6-22,8
País Vasco 26 -14,1 29,9-34,7 16,8 3,7 4 -4,7 9,6-11 27,5 20,8-24,1

269
Lámina 95a.—El Magdaleniense Inferior en las tres áreas geográficas. Gráfica media.

Lámina 95b.—La industria lítica en el conjunto de la Costa Cantábrica.

270
MAG.
III

MAG.
IV

B R A S B R A S B R A S

ASTURIAS SANTANDER P.VASCO

M A G III

r
IG 18 IP G P ! G A l S IG I B IP G P IGA" IS IG IB IP GP IGA" IS

MAG. IV

IG IB IP GP IGA'IS IG IB IP G P IGA'IS IG IB IP GP. IGA'IS


ASTURIAS SANTANDER PAIS VASCO

IJurúna 96.
Magdaleniense IV
IG IB IBd IBt IP GP IGA r
IS
c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15
Asturias 40,5-15,7 17,9-25-4 10,8 2,7 2,4-3,9 14,9-21,2 39,3 18,4-26,1
Santander 39,7-22,9 9,5-12,2 7,4 3,5-4,5 21/-27.4 46,6 17,3-22,1
País Vasco 28,7-17,6 20,6-24,8 12,2 4,9 2,5-2,9 22,5-26 41 18,6-20,9

Y uniendo los porcentajes de las tres áreas geográficas:

IG IB IBd IBt IP GP IGA r


IS
c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15
Magd. III 46,3-23,5 15,7-22,4 10,4 1,4 3,3-4,8 7,9-11,2 47,1 21 -23,2
Magd. IV 38,1-18 17,7-23,4 11,1 2,5 2,7-3,6 17,9-23,8 41,6 17,5-23,2

El comentarios que podemos hacer es muy similar al de la clasificación por Familias


Tipológicas de Laplace, por tratarse, al fin y al cabo, de los mismos materiales observados
con distinto criterio tipológico. Ahora, sin embargo, la precisión es mayor ya que descende-
mos a un nivel más concreto, y por tanto menos general. Por eso podemos señalar, a la vis-
ta de estos resultados, un descenso progresivo del buril sobre truncadura a medida que nos
acercamos al área asturiana, lugar donde casi llega a desaparecer (0,8). En cuanto al índice
restringido de raspador auriñaciense notamos un marcado predominio en la región santande-
rina (62,2). Los datos, sin embargo, pueden estar falseados, ya que ha sido incluida en el
cómputo la cueva del Juyo, y ya hemos comentado en varias ocasiones que bastantes raspa-
dores que nosotros daríamos como nucleiformes, en la memoria se clasifican como aquillados.

La comparación con los índices del Magdaleniense IV revela asimismo un aumento del
porcentaje de los buriles sobre truncadura, compensado por una disminución inversa de los
diedros. El índice restringido del raspador auriñaciense es moderado y constante en las tres
áreas durante el Magdaleniense IV. El grupo perigordiense aumenta notablemente respecto al
período anterior, tal como ocurre con la familia de los Abruptos en el sistema Laplace.

Los porcentajes medios del Magdaleniense Inferior y Medio cantábricos, según la lista
Sonneville-Bordes y Perrot, pueden verse en el Apéndice I, y su representación gráfica en la
Lám. 95b. Según ellas, se aprecia que las curvas resultantes son muy semejantes entre sí,
separándose ligeramente en el tipo 15 (raspador nucleiforme) que, como ya hemos observa-
do, es más abundante en la etapa inferior, y en el 85, marcado por un mayor porcentaje de
hojitas de dorso en el Magdaleniense Medio.
En el cuadro de índices medios del Magdaleniense Inferior y Medio por Grupos Tipoló-
gicos también se aprecian unos hechos que conviene destacar:

— Descenso poco importante del IG, condicionado por una disminución del raspador
nucleiforme en el Magdaleniense IV.

— Aumento notable del GP, que ve doblarse sus índices medios.


— Escasa disminución del IS y mantenimiento de índices estables para el perforador
1
y el raspador auriñaciense restringido.
— Y, en conjunto, escasas variaciones que dejan entrever una evolución muy lenta ha-
cia un neto predominio de los buriles en sus tipos "especiales" sobre truncadura y hacia la
adopción de un utillaje microlítico de piezas de retoque abrupto.

b) Industria ósea:

De lo expuesto en las líneas anteriores parece deducirse que en la Costa Cantábrica,


como en Francia, apenas existe una evolución diacrónica de la industria lítica del Magdale-

272
níense. Los índices son similares para todas las etapas y las distinciones son resultado de la
materia prima empleada, del área geográfica en que se sitúa la cueva o de la propia tradición
lítica del yacimiento. Por ejemplo el nivel Magdaleniense Inferior de Bolinkoba se parece más
al nivel perigordiense de la misma cueva que al yacimiento del Juyo, el cual pertenece a su
mismo momento cultural. Es por lo tanto la industria ósea la que diferencia, con sus "fósiles
directores" o con la abundancia de unos tipos determinados, las distintas etapas o facies, qui-
zá sincrónicas, del Magdaleniense.

Ahora bien, no todas las cuevas en todos sus niveles contienen una representación de
instrumental óseo suficiente para realizar una estadística. Son muchos los factores que influ-
yen desfavorablemente en su conservación: desde la naturaleza del terreno (tierras acidas)
hasta la humedad ambiental o la presencia de animales carnívoros o de plantas con raíces
profundas. Algunos niveles no conservan industria ósea abundante simplemente porque no la
tuvieron nunca, ya que la actividad principal, desarrollada en ese momento en el yacimiento,
podía no requerirla. Al contrario, se conocen yacimientos del Magdaleniense Inferior con una
importante representación: Castillo entregó 529 ejemplares en su nivel Beta, Paloma 218 en su
Magdaleniense Medio, Altamira 222, Cueto de la Mina 171 y Balmori 146. Gracias a ellos se
podrán fijar las líneas generales de la industria ósea del Magdaleniense Inferior Cantábrico.

El análisis de los tipos representados se ha efectuado conforme a la tipología de Igna-


cio Barandiarán (1967) en cada uno de los yacimientos, realizando la estadística de los Tipos
Primarios, los Grupos Tipológicos y las secciones.

La primera sorpresa que nos aporta el estudio de la industria ósea es que no existen
los tres grupos geográficos (Asturias, Santander y País Vasco) que se apreciaban en la In-
dustria lítica. La semejanza de los índices de los Grupos Tipológicos nos hace pensar por
vez primera que nos hallamos dentro de un mi:mo ambiente cultural:

Asturias Santander País Vasco


n.° % n.° % n." %
I 115 53,9 221 47,1 32 43,8
II 10 4,6 16 3,4 1 1,3
III 2 0,9
IV 4 1,8 2 0,4 3 4,1
V — — 12 2,5 3 4,1
VI 18 8,4 39 8,3 12 16,4
VII 14 6,5 16 3,4 3 4,1
VIII 10 4,6 14 2,9 2 2,7
IX 1 0,4 7 1,4 4 5,4
XI — — 16 3,4
XII — — 10 2,1 4,1
XIII — — 5 1
XV — — 1 1,3
XX 2 0,9 5 1 1 1,3
XXI 8 3,7 21 4,4 1 1,3
XXIII — — 1 0,2 1 1,3
XXV — — 1 1,3
XXVI 21 9,8 17 3,6 124 (fuera de
cómputo)
XXVIII — — 2 0,4
XXX 8 3,7 54 11,5 7 9,5

213 469 197

La estadística por secciones revela también porcentajes semejantes para las tres áreas,
con la excepción de la sección triangular, especialmente típica de todos y cada uno de los
yacimientos del País Vasco.

273
Asturias Santander Pais Vasco
n.° % n.° % n.° %
201 39,6 231 31,4 33 31,7
Triangular 26 5,1 46 6,2 18 17,3
Cuadrangular ... 146 28,7 230 31,3 29 27,6
Aplanada 58 11,4 92 12,5 10 9,6
Fina-circular ... 20 3,9 95 12,9 5 4,8
Planoconvexa .. 56 11 40 5,4 9 8,6

507 734 104

A la vista de estos resultados, uno se pregunta por qué varía la industria lítica según
las áreas regionales pero no la industria ósea. Quizá la materia prima sea la explicación más
sencilla: el ciervo existe por igual en toda la Costa Cantábrica y el hombre magdaleniense
dispone de toda el asta necesaria para fabricar su instrumental óseo. Por otra parte parece
que la industria de hueso define y caracteriza la cultura magdaleniense en todas las áreas, y
por lo tanto el hombre pudo estar más apegado a seguir fielmente un patrón tipológico, con
la innovación técnica que conlleva, que con la industria lítica para la que sigue las tradicio-
nes de la región.

Durante el Magdaleniense Medio se mantienen constantes los porcentajes del Magdale-


niense Inferior. Sólo las varillas experimentan una evolución, definiéndose como el único ele-
mento progresivo en el paso del Magdaleniense Inferior Cantábrico al Medio. .

n.° % n." %
I 86 49,1 XIII 2 1,1
II 1 0,5 XVII 2 1,1
IV 6 3,4 XX 3 1,7
V 1 0,5 XXI 5 2,8
VI 10 5,7 XXVI 28 15,9
VII 2 1,1 XXX 11 6,2
VIII 14 7,9
IX 1 0,5 175 (Sin
X 2 1,1 fragmentos)

La estadística por secciones revela sin embargo nuevos elementos inestables. La sec-
ción triangular aumenta triplicando el porcentaje del Magdaleniense Inferior, mientras que la
sección cuadrada disminuye de un modo fulminante. La planoconvexa y la aplanada aumen-
tan por el ascenso de las varillas. La expresión gráfica de estos resultados puede verse en
la Lám. 97.

Magdaleniense III Magdaleniense IV


n.° % n.° %
Circular: 465 34,5 132 35,2
Triangular: 90 6,6 67 17,8
Cuadrangular: 405 30,1 45 12
Aplanada: 160 11,8 61 16,2
Circular fina: 120 8,9 13 3,4
Planoconvexa: 105 7,8 57 15,2

1345 375

A nivel de Tipo Primario pueden verse los resultados en el Apéndice II, en el que se cla-
sifican por áreas geográficas del Magdaleniense Inferior, más el total de los niveles corres-
pondientes al Magdaleniense Medio (Ermittia, Loja, Cueto de la Mina C, Rascaño 3 y Paloma

274
mag ni


mag iv

• •Be • •
grupo I

grupo II

grupo III

Lámina 97.—Secciones de la industria ósea.


6). Las características que ellos reflejan coinciden en líneas generales con las señaladas
por los Grupos Tipológicos.
Del estudio de los tipos primarios se desprende la uniformidad geográfica del Magda-
leniense, pero existen diferencias entre los distintos niveles de los yacimientos que pueden
tener una explicación de evolución cronológica o de disparidad funcional. Hay grupos de ya-
cimientos que presentan un aire común en su industria ósea, distinto de otros clasificados en
el mismo momento cultural, incluso por fechas de Carbono 14. Por ejemplo, los materiales
óseos de Castillo se asemejan en gran manera a los de Altamira y Pasiega pero no a los del
Juyo, los cuales son idénticos a los del nivel 4 del Rascaño. No parece que en este caso la
distinción pueda deberse a una diferenciación cronológica (Altamira y Juyo presentan las mis-
mas fechas de C-14) sino a la presencia de facies, condicionadas quizá por la distinta activi-
dad desarrollada en el yacimiento. Así el grupo de Castillo, Altamira y Pasiega, además de su
proximidad geográfica, tiene en común el ser sede de santuarios parietales y Rascaño, Juyo
y Cierro pudieron utilizarse como cazaderos especializados en la matanza, despiece y prepa-
ración de una especie animal determinada.
Por otra parte, existe un grupo de yacimientos que presentan un instrumental óseo par-
ticular y que tiene su modelo más claro en el nivel 5 del Rascaño. Con él podrían relacionar-
se los niveles inferiores de La Paloma y quizá los materiales magdalenienses de la cueva del
Río. En este caso, la diferencia sí puede ser cronológica, dada la posición estratigráfica del
nivel del Rascaño, situado bajo un Magdaleniense III típico y con una cronología de C-14 muy
antigua (16.433 B P ) . Una facies diferente podría formarse con la industria ósea de yacimien-
tos vascos, caracterizada por la azagaya de sección triangular y por las de largo monobisel
de más de 1/3. Sería el caso de Bolinkoba, Abauntz, Ermittia y Urtiaga.

Veamos las estadísticas de los tres grupos anteriores:

Grupo I: Paloma inferior, Río, Rascaño 5

n.° % n.° %
I 20 29,4 2 1 5
3 4 20
4.1 2 10
4.2 1 5
4.4 3 15
4.6 1 5
5 6 30
6 1 5
9 1 5
n.° %
IV 4 5,8
VII . ... 21 30,8
VIII . ... 12 17,6
IX 1 1,4
XI-XIII 1 1,4
XXI 4 5,8
XXX 5 7,3

68
/».• %
49 47.1
Sección triangular 8 7.6
Sección cuadrangular .. 10 9,6
Sección aplanada 28 26,9
Sección planoconvexa .. 9 8,6

104

276
Grupo ti: Altamira, Castillo

n.' % n." %
191 45,9 1 7 3,6
2 5 2,6
3 4 2
4.1 ... 33 17,2
4.2 2 1
4.3 ... 36 18,8
4.4 ... 29 15,1
4.5 1 0,5
4.6 ... 17 8,9
5 ... 10 5,2
6 1 0,5
9.1 ... 19 9,9)
9.2 7 3,6
9.3 ... 10 5,21
10 ... 10 5,2

n.° %
IV 2 0,4
VII 68 16,3
VIII 42 10
IX 6 1,4
XI-XIII 24 5,7
XX 5 1,2
XXI 31 7,4
XXX 47 11,2

416

n.' %
Sección circular . 199 38,8
Sección triangular 35 6,8
Sección cuadrangular .. . 168 32,8
Sección aplanada 68 13,2
Sección planoconvexa .. 42 8,2

512

Grupo til: Balmori, Cueto de la Mina D, Cierro, Juyo, Rascaño 4

1 1 0,8
2 2 1,6
3 5 4,2
4.1 ... 22 18,4
4.2 1 0,8
4.3 ... 25 21
4.4 8 6,7
4.5 2 1.6
4.6 ... 12 10
5 ... 31 26
7 1 0,8
9.1 5 4,2
9.2 1 0,8
9.3 2 1,6
10 1 0.8
n." %
IV . 1 0,3
VII. 54 21
VIII 48 18,7
IX.. 2 0,7
XI-XIH 4 1,5
XX.. 2 0,7
XXI 18 7
XXX 8 3,1

256

n° %
Sección circular 163 35,2
Sección triangular 13 2,8
Sección cuadrangular ... 185 39,9
Sección aplanada 54 11,6
Sección planoconvexa ... 48 10,3

463 (Con fragmentos)

Contrastando los resultados de los tres grupos se advierten una serie de elementos
sensibles diferenciadores de cada uno de ellos:

El Grupo I, comparado con los dos restantes, presenta como Tipos Primarios más sen-
sibles el 3 (azagaya de base recortada) ( 2 0 % frente a 4,2 y 2 % ) , el 4.3 (azagaya monobi-
selada de sección cuadrada), ausente frente al 21 y 18,8 % , y el 5 (azagaya de doble bisel):
un 30 % frente a 5,2 del Grupo II. Estas variaciones deben admitirse, sin embargo, con reser-
vas por no poseer un adecuado número de objetos que de valor a la estadística.

Mayor interés tienen los Grupos Tipológicos sensibles: el IV, puntas largas: 5,8 frente
a 0,3 y 0,4 % , y el VII, puntas planas: 30,8 frente a 21 y 16,3 % .

Entre las secciones más fuertemente sensibles encontramos la cuadrada con un por-
centaje muy bajo: 9,6 frente a 39,9 y 32,8 y la aplanada que experimenta un aumento nota-
ble: 26,9 frente a 11,6 y 13,2. Por tanto, creemos que en efecto esta facies queda caracteriza-
da por la presencia abundante de puntas planas y puntas largas y por la casi total ausencia
de azagayas de sección cuadrada.

El Grupo II ofrece como tipos primarios sensibles el 5 (azagaya de doble bisel) que se
encuentra muy escasamente representado (5,2 frente a 26 y 30 %), el 9 (punta doble) que ob-
tiene un porcentaje relativamente alto (18,7 frente a 6,6 y 5 %) y el 10 (punta doble con apla-
namiento central) que aparece representado de un modo apreciable (5,2 frente a 0,8 y 0 res-
pectivamente).

Entre los Grupos Tipológicos se manifiestan como sensibles el VIII (varillas) con repre-
sentación escasa (10 % frente a 18,7 y 17,6 %), XI-XIII (útiles de trabajo) con un porcentaje
medio (5,7 frente a 1,5 y 1,4 %) y el XXX (obras de arte) con una representación notable
(11,2 frente a 3,1 y 7,3 % ) .

Las secciones se mantienen constantes respecto al Grupo III y con las variaciones que
señalamos anteriormente respecto al Grupo I.

Por tanto, los elementos que mandarían en la evolución de este Grupo habría que bus-
carlos entre las puntas dobles (tipos 9 y 10), los objetos de trabajo (XI-XIII) y las obras de
arte (XXX).

27H
El Grupo III presenta, respecto a los otros dos grupos, las diferencias ya reseñadas,
quedando fuertemente caracterizado por las azagayas de sección cuadrangular. Estas llegan a
sobrepasar Incluso a las de sección circular, las cuales se mantienen constantes en grandes
porcentajes a lo largo de todo el Magdaleniense: 39,9 % las de sección cuadrangular, frente
a 35,2 % las circulares. La triangular, por su parte, se ve considerablemente disminuida: 2,8 %
frente a 7,6 del Grupo I y 6,8 del II.

Salvo en el caso de la facies del País Vasco, no parece que la causa de esta diversi-
dad de grupos en la industria ósea sea geográfica. Nos inclinamos más a pensar en activida-
des distintas ejecutadas en el yacimiento que han llevado a una diversidad de ajuares. Tam-
bién puede existir un desfase cronológico, tal sería el caso del Grupo I, anterior al Grupo III
en la estratigrafía del Rascaño y Paloma y similar, en cierto modo, al Magdaleniense I francés.
El grupo II, presente en Altamira, Castillo y quizá Pasiega, no puede situarse en un momento
cronológico. Intuimos (Utrilla 1976a) que en Castillo hay, por lo menos, dos momentos crono-
lógicos en el interior de su Magdaleniense Beta pero ignoramos cual es anterior (el grupo II
o el III). Es posible, incluso, que en Castillo estén representados los tres grupos de la industria
ósea en sus casi dos metros de estratigrafía atribuida al Magdaleniense Inferior.

El Grupo MI presenta, en cambio, una posición cronológica precisa. Es el tradicional


Magdaleniense III Cantábrico caracterizado por la azagaya de sección cuadrada y decoración
en ángulos y por un fuerte porcentaje de nucleitos raspadores en el interior de su industria
lítica. Nunca los grupos I y II se han encontrado superpuestos en estratigrafía al Grupo III
pero ello no indica que puedan ser más o menos contemporáneos y representar distintas fa-
cies de una misma industria.

El análisis de algunos tipos primarios especiales dentro de la industria ósea completaría


el análisis que aquí se ha llevado a cabo. Es el caso de la azagaya con monobisel en espiga,
la punta larga de sección aplanada, la punta doble de sección circular y monobisel central, la
azagaya con monobisel mayor de 1/3 y sección circular, la azagaya de sección cuadrangular,
la punta doble de sección triangular y la azagaya de base ahorquillada. Remitimos al resumen
primero de nuestra Tesis (Utrilla 1976a) donde se estudian con algún detalle.

c) Arte mueble:

El arte mueble del Magdaleniense Inferior cantábrico ha sido objeto de estudio en los
últimos años por parte de algunos prehistoriadores españoles que han catalogado y sistema-
tizado los objetos mobiliares bajo muy variados aspectos. Señalemos los primeros estudios
de Jordá (1959b) sobre la decoración lineal del Magdaleniense III, los siguientes de Corchón
(1971a y 1974) sobre algunos objetos del arte mueble asturiano y, a otro nivel, la obra de
conjunto de I. Barandiarán (1973) sobre el arte mueble del Paleolítico cantábrico.

En términos generales, el arte mueble del Magdaleniense III se inscribe en el ciclo so-
lutreo-magdalenlense de Breuil, su fase 7 del esquema total. Esta se caracteriza por los graba-
dos de superficie estriada o de claroscuro y por el grabado de trazo múltiple derivado de él.
Para Jordá (1959b: 55) es evolución de la tendencia solutrense de crear un arte imaginativo
que produce un arte lineal y geométrico.

En el sistema de Leroi-Gourhan el arte mueble del Magdaleniense III se incluye en el


Estilo IV antiguo, directamente derivado de lo artístico del Estilo III del Solutrense Superior-
Final. El Magdaleniense III representa además el período clave en el tránsito del predominio
del arte parietal al arte mueble: se generaliza la invasión de las profundidades de las cuevas
y las plaquetas permiten conservar en reducido un santuario dentro del habitat.

En este sentido, parece significativo el hecho de que de los seis ejemplos cantábricos

279
en que la bibliografía tradicional relaciona el arte parietal con el mueble, tan sólo los dos per-
tenecientes al Magdaleniense III puedan reconocerse como francamente válidos y similares:
las ciervas grabadas sobre omoplatos de Altamira y Castillo, y algunos tectiformes en forma
de choza representados sobre una azagaya de Altamira y en el arte parietal de Font de Gau-
me, Bernifal o Chimeneas.

I. Barandiarán (1973: 314-315) señala como características del ciclo Solutreo-Magdale-


niense en la Costa Cantábrica las siguientes:

1. Repetición de tipos complejos en la categoría de signos (por ejemplo los rombos


sobre las tres caras de la azagaya de Ermittia).

2. La decoración simple de rasgos rectilíneos en torno a la perforación de los basto-


nes, aparecido ya en el llamado Magdaleniense III de Cantabria cuando en Francia es propio
de la fase IV (como el ejemplar de Lloseta).

3. La presencia de motivos curvilíneos sobre varillas, motivo propio también del Mag-
daleniense IV del Pirineo francés.

4. Los trazos de sombreado que rellenan algunas partes del interior del animal para
indicar su relieve: ciervas de trazo estriado.

a) Soporte

Un aspecto particularmente interesante de la industria lítica y ósea radica en el haber


servido de soporte para la creación de un arte mobiliar, hasta tal punto que éste se halla fuer-
temente condicionado por la categoría de su soporte, tanto en cuanto a temas como a téc-
nicas de grabado. Destaca en el Magdaleniense Inferior cantábrico un empleo mayoritario del
asta de cérvido, propio de los objetos de uso precario. Encontramos también algunas formas
óseas naturales decoradas como costillas con grabado en zig-zag (Altamira) o los clásicos
omoplatos de ciervos.

En piedra las plaquetas de pizarra arenisca del Magdaleniense Inferior y Medio de la


Paloma y los cantos de pizarra o cuarcita empleados como compresores del nivel C de Bo-
linkoba. La distinta calidad y resistencia de la piedra condiciona, como es lógico, la técnica
del grabado: I. Barandiarán (1973: 248 y 249) señala cómo los soportes de grano fino y duro
provocan trazos finos y someros, y cómo los de grano grueso permiten un grabado profundo
y ancho. Los ejemplares de Bolinkoba se incluyen entre los primeros y los de la Paloma entre
los segundos.

b) Técnicas

Vienen condicionadas por: la calidad y resistencia de los soportes, el utillaje grabador


y las modas o convencionalismos de la época. En el Magdaleniense Inferior cantábrico encon-
tramos los tipos siguientes:

— Trazo simple estrecho y somero: es el más frecuente en objetos de uso precario.


Destacamos la mayor parte de las decoraciones de los biseles de las azagayas de Altamira
y Castillo, así como las numerosas marcas de caza de las mismas.

— Trazo simple ancho y profundo: es frecuente en los surcos longitudinales de las aza-
gayas de sección cuadrangular, así como en los trazos cortos perpendiculares. Aparece tam-
bién en algunos profundos grabados de varillas y en la mayor parte de las plaquetas de la
Paloma.

2«()
— Trazos múltiples aislados: se encuentran representados bajo dos formas principales:
en haces formando estrias (omoplatos de Altamira y Castillo y en biseles de algunas azaga-
yas de Castillo, Balmori y Cueto de la Mina D), o en trazos pareados: bisel de una azagaya de
Lumentxa F, fuste de la punta plana de Paloma 9, e t c . .

— Trazos múltiples asociados: se asocian pequeños trazos oblicuos a uno largo longitu-
dinal, o se suprime este último y se yuxtaponen sólo los trazos cortos seguidos de una especie
de técnica pseudoexcisa. Esta aparece bien representada en la bella azagaya de bisel en es-
piga del nivel 5 de Rascaño o en la conocida punta plana de Cova Rosa, perteneciente a un
nivel revuelto.

Tampoco tiene mayor precisión cronológica que un Magdaleniense Indeterminado la


varilla o punta plana de la cueva de la Peña que ofrece un claro ejemplo de pequeñas líneas
asociadas a un trazo longitudinal, en este caso en forma de amplio zig-zag curvilíneo.
La presencia de trazos cortos oblicuos pseudoexcisos oblicuos en algunos ejemplares
de Placard (Breuil, 1912: 195) y su asociación a puntas planas (Rascaño, Cova Rosa, Aitzbi-
tarte IV) quizá pueda ser un indicio cronológico para colocar estas piezas como típicas de
un momento Solutrense Final o Magdaleniense muy inicial, tal como indicaría la posición de
una gran azagaya de sección aplanada y técnica "pseudo-excisa" en el Magdaleniense le de
Laugerle Haute.
— Grabado curvilíneo: es la famosa técnica aplicada a las varillas del Magdaleniense
IV del Pirineo francés. El grabado es profundo y ancho y la delineación curva, quedando el
motivo en altorrelieve. La varilla con la cabeza de bóvido de Hornos de la Peña es el ejem-
plar más claro realizado con esta técnica en la Costa Cantábrica. También la varilla de Pasiega
puede aproximarse a esta técnica de grabado.

c) Temas
1. Motivos realistas: en la estadística general realizada por I. Barandiarán en la Costa
Cantábrica, el ciclo solutreo-magdaleniense apenas contiene un 27,7 % de los motivos realis-
tas, reservándose el 68 % para el Magdaleniense Superior-Final y Aziliense. En su calificación
de la "calidad estética" de los mismos, el Magdaleniense III ha obtenido sólo 5 puntos y el
Magdaleniense IV 6, frente a los 26 del Magdaleniense VI y los 8 del Magdaleniense V y del
Solutrense Final. No parece que nos encontremos en un período muy amigo de las represen-
taciones figurativas. Hay pocas, y éstas encontradas sólo en tres cuevas: Altamira, Castillo y
Paloma. Veamos ejemplos de los distintos temas:

a) Antropomorfos
El arte mueble cantábrico no se manifiesta muy partidario de este tipo de representa-
ciones, ya que en el conjunto de su arte mueble sólo los ejemplares de Torre, Valle y Morín
tienen categoría de tales, perteneciendo al Magdaleniense Superior-Final los dos primeros y
al gravetiense el tercero. Sin embargo, creemos que debe ser también calificado como antro-
pomorfo la figura representada sobre un compresor del nivel Magdaleniense III de Bolinkoba,
pieza que, aunque reproducida en la tesis de McCollough (1971), ha permanecido casi iné-
dita para la bibliografía española. (Utrilla 1976b).

Asimismo deberán ponerse en relación con este tipo de representaciones las dos figu-
ras exentas de falos, cuidadosamente talladas, del mismo nivel de Bolinkoba, el de Santima-
miñe y, posiblemente, el bastón de mando con estrangulamiento en su extremo del nivel C de
Cueto de la Mina.

b) Zcomorfos
1. Cérvidos: la cierva es el animal más representado en el ciclo solutreo-magdalenien-
se de la Costa Cantábrica con sus más bellos ejemplares en los omoplatos de trazo estriado

281
de Altamira, Castillo y Cierro. En otro lugar (Utrilla 1979d) hemos tratado con detalle el te-
ma de su posición estratigráfica.

La cueva de la Paloma ofrece también un interesante conjunto de representaciones de


ciervas, aunque sin presencia del trazo estriado. Destacan la grabada sobre esquirla ósea aso-
ciada a motivos escaleriformes del nivel Magdaleniense Inferior, la grabada sobre diáfisis ósea
asociada a trazos longitudinales y oblicuos del nivel Magdaleniense Medio, la grabada sobre
un canto de pizarra aprovechando el contorno natural de la pieza, también del Magdaleniense
Medio y la representación sobre azagaya de sección triangular asociada a rombo con punto
central y trazo longitudinal.

Completan las figuraciones de ciervas en el Magdaleniense Inferior cantábrico el ejem-


plar sobre compresor de Bolinkoba, asociado a antropomorfo, y el representado sobre punta
plana o varilla de la cueva del Cierro, del cual sólo se conserva el lomo y el cuarto trasero. La
cola corta es indicio de un cérvido o un cáprido, sin que pueda concretarse más. En otra cara
de la misma pieza aparece representado otro cuerpo de animal de aspecto semejante pero,
al faltarle la cabeza, no podemos precisar su especie (quizá un felino).

2. Bóvidos: Los hallamos en los yacimientos siguientes:

— Hornos de la Peña, sobre fragmento de varilla de sección planoconvexa, con gra-


bado de técnica curvilínea.

— Altamira, sobre fragmento de bastón perforado, asociados a dos cuartos traseros de


cérvido o cáprido se encuentran dos cabezas de toros con largos cuernos paralelos y morro
muy perfilado. I. Barandiarán (1973: 80) ha corregido su identificación tradicional de sarrios.

— Posible datación en el Magdaleniense Inferior tiene el fragmento de omoplato de la


cueva de Rascaño, con bisonte de grabado estriado.

3. Caballos: pueden calificarse como tales un ejemplar de Altamira grabado sobre omo-
plato con trazo estriado; el representado sobre varilla de sección rectangular de la cueva del
Juyo, descrito como caballo por su larga cola alzada y la ausencia de cuernos, y la serie de
cuatro caballos contenidos en una placa de piedra del Magdaleniense Medio de la Paloma.

4. Cabras: Aparecen representadas de un modo realista en posición lateral, o esque-


mático (cabezas en posición frontal). Entre las primeras destacan por su realización las gra-
badas sobre un compresor de piedra en la cueva de Bolinkoba, interpretadas como macho
y hembra en actitud de apareamiento. En Altamira ha sido grabada una cabeza de cabra so-
bre un fragmento de costilla, hallándose asociada a un contorno de un segundo animal y a tres
bandas de líneas oblicuas. Entre las representaciones esquemáticas de cabras señalaremos las
cuatro posibles cabezas de cabra grabadas sobre una gran azagaya de Bolinkoba, las cuales,
como ha señalado I. Barandiarán (1973: 278), aparecen siempre sobre objetos de uso precario.

5. Peces: Son de difícil diferenciación por el carácter esquemático de los mismos. En


líneas generales, podrían clasificarse como tales casi todos los tipos fusiformes con algún re-
lleno a imitación de escamas. Señalemos el motivo del nivel 4b de la cueva de Rascaño, idén-
tico al que presenta otra azagaya "del más antiguo Magdaleniense" de Placard (Breuil, 1912:
187) (Lám. 100a).

6. Serpientes: Sólo podemos clasificar ciertamente como tales las dos grabadas sobre
una varilla de la cueva de Camargo (el llamado bastón de mando). Han sido interpretadas
como macho y hembra y puestas en relación con otros motivos semejantes de la cueva de
Placard (Almagro, 1973). Sin embargo, su posición estratigráfica en un contexto Magdale-
niense Inferior no ofrece demasiadas garantías.

También el tema de las serpientes es de difícil clasificación por prestarse a una gran

282
esquematización. En un sentido amplio todas las líneas sinuosas podrían ser Interpretadas
como serpentiformes. Una clasificación tipológica de los mismos puede verse en Corchón
(1973: 75).

2. Motivos no figurativos: signos. Adquieren gran importancia en el arte del Magdale-


niense Inferior, ya que es característica general del período la preferencia por motivos deco-
rativos geométricos y la esquematización de las figuras realistas. Ahora bien, es preciso dis-
tinguir dos tipos de temas:

— Las líneas simples derivadas de la funcionalidad de la pieza: ranuras longitudinales de


las azagayas, rayados de los biseles, etc., que no parecen tener una finalidad decorativa.

— Los motivos no funcionales que poseen una significación precisa: esquematizaciones


de animales (peces, cápridos y reptiles). Según Breuil (1905a) y Saint-Périer (1927) los gran-
des temas esquemáticos provienen de la degeneración de motivos realistas: así el caballo
estaría representado por un signo tridentado en su extremo distal, la cabra por los trazos con-
vergentes en V, los peces por óvalos más o menos rellenos y los reptiles por zig-zags y on-
dulaciones.

Veamos los motivos más frecuentes en el Magdaleniense Inicial cantábrico:

a) Aspas (Lám. 98a)

Son muy frecuentes a lo largo de todo el Magdaleniense, asociándose a todo tipo de


secciones. En el Magdaleniense Inferior y Medio cantábricos encontramos este motivo en
13 objetos:

2 de Paloma 6, sobre sección planoconvexa y triangular.


1 de Pa'oma 8, sobre sección cuadrada, formando el motivo por tres aspas atravesadas
por una línea vertical.
1 de Paloma 9, sobre punta plana con bisel en espiga.
1 de Paloma nivel Magdaleniense Medio, sobre sección triangular, (dos aspas unidas
por una línea vertical).
1 en Lloseta 7, sobre sección cuadrada, en posición oblicua.
1 en Cueto de la Mina C, sobre sección planoconvexa, asociadas a marcas horizontales
paralelas en motivo complejo.
1 en el Río, sobre sección aplanada, formada por dos lineas cruzadas de doble trazo.
1 en Cierro 4, sobre sección cuadrada, en posición oblicua.
1 en Cierro 4, sobre sección cuadrada, dos aspas unidas por línea vertical.
1 en Santimamiñe VII, sobre sección cuadrangular, con ranuras laterales, (cuatro as-
pas verticales).
1 en Lumentxa F, aspa sobre plaqueta perforada.
1 en Bolinkoba C, sucesión de aspas formado casi retícula, sobre fragmento de posible
bastón perforado.

b) Motivos en V (Lám. 98b)

Se computan cinco en el Magdaleniense Inferior y Medio cantábricos:

283
En Bolinkoba, sobre azagaya de sección plana, interpretada como esquematizaron de
cabezas de cabra.

En Santimamiñe, sobre azagaya de sección rectangular, en un costado.

En Cierro, sobre azagaya de sección circular.

En Ermittia, sobre azagaya de base ahorquillada.

En Altamira, serie de seis V sobre punta doble de sección triangular.

c) Línea quebrada (Lám. 99)

Puede ser de trazo múltiple o de trazo sencillo, de línea quebrada propiamente dicha
o de línea quebrada ondulante. Se asocia a todo tipo de secciones, aunque se prefieren las
aplanadas. Es motivo frecuente en costillas y esquirlas óseas (Altamira, Juyo, Balmori). Los
ejemplos recopilados son:

En Urtiaga F encontramos un motivo en zig-zag simple sobre azagaya de sección


aplanada.

En Balmori, un zig-zag de línea doble sobre fuste de azagaya de sección cuadrada.

En Cueto de la Mina C, un zig-zag de triple línea ondulante sobre varilla de sección pla-
noconvexa.

En Altamira, zig-zag de línea quebrada triple cortándose, sobre azagaya de sección


aplanada.

En Altamira, sobre costilla, zig-zag triple quebrado.

En Juyo, zig-zag de línea simple sobre esquirla ósea.

En Balmori zig-zag de línea simple, a veces doble, sobre esquirla ósea.

En Abauntz sobre plaqueta de ocre rojo, en haces de líneas quebradas.

d) La retícula

No es motivo frecuente en el Magdaleniense Inicial cantábrico y cuando aparece, no lo


hace sobre azagayas. Conocemos los ejemplares de Paloma (Magdaleniense Medio) sobre
plaquetas de piedra, de Balmori sobre esquirla ósea cubriendo la cabeza de un animal (posi-
ble cérvido), de Candamo sobre plaqueta de piedra y de Cueto de la Mina (quizá del nivel
Magdaleniense Medio, Corchón, 1971: 20-21) sobre espátula.

e) Motivos arboriformes (Lám. 98c)

Motivos arboriformes se rastrean en 8 casos de azagayas o varillas atribuibles al Mag-


daleniense Inferior o Medio:

En Paloma 6, sobre varilla de sección planoconvexa: una línea longitudinal de la que


parten pequeñas oblicuas hacia ambos lados.

En Balmori 3, sobre azagaya de sección aplanada, un trazo longitudinal y varios obli-


cuos en el lado izquierdo.

En Río, aparece un motivo aflecado en ambos lados sobre varilla planoconvexa.

284
Lámina 98.—e) Motivo en aspa: 1 a 5 : Paloma, 6: Lloseta, 7: Cueto de la Mina, 8: Río,
9 y 10: Cierro, 11: Santimamiñe, 12: Lumentxa, 13: Bolinkoba.
b) Motivo en V : 1: Bolinkoba, 2: Santimamiñe, 3: Ciervo, 4: Ermittia, 5: Altamira.
c) Motivos arboriformes: 1: Paloma, 2: Balmori, 3: Río, 4: Altamira, 5: Juyo, 6: Urtiaga, 285
7: Cova Rosa, 8: Castillo, 9: Laugerie Haute.
Lámina 99.—El motivo en línea quebrada. 1: Urtiaga, 2: La Peña, 3: Juyo, (línea simple),
4: Balmori, 5: Rascaño (línea doble), 6: Cueto de la Mina, 7, 8 y 9: Altamira (línea triple),
10: Abauntz, 11: Parpalló (línea múltiple). (Números 2 y 5: sin precisión de nivel).
El mismo motivo se repite en otros ejemplares de Juyo (sobre varilla planoconvexa) y
Altamira.

En Urtiaga F, el tema es más simple y quizá responde a una concepción distinta: cons-
ta de un trazo longitudinal y cuatro oblicuos opuestos dos a dos cerca de los extremos. Re-
cuerda a otro semejante del Magdaleniense II de Laugerie Haute, si bien éste tiene los cua-
tro dientes en la misma dirección (Peyrony, 1938: 55).

También como motivos arboriformes pueden considerarse el representado en una pun-


ta plana de Cova Rosa y en una azagaya monobiselada de Castillo.

f) Rombo con punto interior (Lám. 100b)

Puede presentarse formando parte de una composición compleja esquemática (cilindro


recortado del Magdaleniense Superior, de la Paloma) o realista (bastón de Lortet) o también
aislado repitiéndose dos o más veces (Santimamiñe). En el Magdaleniense Inferior cantábrico
se asocia, en los cinco casos en que aparece, a azagayas de sección triangular, posiblemen-
te puntas dobles, aunque la mayoría nos hayan llegado fragmentadas (Ermittia, Paloma, Santi-
mamiñe, Bolinkoba).

Su significación ha sido muy discutida; desde representaciones de ojos (Cartailhac-


Breuil, 1907: 140) a esquematizaciones de vulvas, encontrándose atestiguado este posible sig-
nificado en figuras más realistas de culturas postpaleolíticas. En otra ocasión tratamos más
ampliamente este tema (Utrilla, 1976d).

g) El tectiforme (Lám. 101)

Se define como tal el signo que posee una especie de tejado a doble vertiente y una
serie de trazos cortos que cuelgan o emergen, según la orientación, de alguno de los trazos
largos o que rellenan el espacio más o menos cerrado del interior.

Con este criterio hemos revisado todos los tectiformes del Magdaleniense Inicial can-
tábrico señalando los siguientes: 6 en Altamira, 3 en Balmori, 3 en Cierro, 3 en Juyo, 2 en Cas-
tillo, 2 en Lloseta, 2 en Rascaño, 1 en Urtiaga, 1 en Cova Rosa y 1 en Cueto de la Mina. Todos
ellos corresponden en líneas generales a tres tipos distintos:

— El tipo Altamira: de forma pentagonal o romboidal, contiene trazos perpendiculares, a


veces paralelos, que cuelgan o emergen de alguno de sus lados. La cubierta presenta en oca-
siones doble "tejado". A él pueden adscribirse los ejemplares 1 a 8 de la lámina.

— El tipo Cierro vacío: se asemejan a él los tipos 9 a 18 de esa misma lámina. Es de


forma triangular aplanada con pequeños trazos perpendiculares, a veces pareados, en los
extremos de los ángulos. Suele presentar el motivo incompleto.

— El tipo Cierro lleno: comprende los motivos 19 a 22 de la lámina. De forma seme-


jante al anterior, se diferencia de él por presentar todo su interior rayado. Suele presentarse
también incompleto.

Su significación tradicional, a partir de Breuil, como trampas de caza fue matizada por
Obermaier (1918: 162-169) quien sugirió, por comparación etnológica, que quizá sirvieran pa-
ra encerrar espíritus malignos (magia de protección).

Sin embargo, la importancia del motivo radica en su predominio casi exclusivo en el


Magdaleniense III cantábrico y en su asociación a un determinado tipo de azagaya: la de sec-
ción cuadrangular característica de este período. Así de 25 ejemplares computados, 21 tienen

287
Lámina 100.—a) Posibles representaciones de peces: 1: Rascaño, 2: Placard.
b) Rombo con trazo interior: 1: Ermittia, 2: Santimamiñe, 3: Bolinkova, 4: Museo
de Oviedo, 5 : Paloma.

2«8
I ti I

•iv \ r w - iF

13

Lámina 101.
a) El tectiformc tipo Altami-
ra (1) y Cierro (9).
Altamira: miras. 1, 6, 8, 15.
Balmori: 2, 10, 11.
Urtiaga: 3.
Cueto de la Mina: 4.
Juyo: 7, 14.
Castillo: 15, 17.

es. Cierro: 9.
Lloseta: 12, 13.

b) El tectiforme con interior relleno.


Cierro: 19.
Cova Rosa: 20.
Juyo: 21.
Al ii.: mi ra : 22.

2«9
sección cuadrangular, 2 circular, 1 planoconvexa y 1 es un candil de ciervo. (Véase Utrilla,
1976d).

6. DINAMICA DEL MAGDALENIENSE INFERIOR Y MEDIO CANTABRICOS

1. Clasificaciones tradicionales

Sí revisamos cronológicamente las distintas divisiones que la bibliografía española ha


venido formulando de los momentos iniciales del Magdaleniense cantábrico, encontramos en
primer lugar al Conde de la Vega del Sella quien en 1915 (1917: 144) distinguió, ya con su
acostumbrada clarividencia, las etapas siguientes en la región asturiana:

— Magdaleniense A: Cueto de la Mina y Paloma: muchas cenizas negras, cuarcitas tos-


cas discoides, azagayas grandes y aplanadas, alisadores, punzones de grabado profundo y
base biselada.

— Magdaleniense B: Cueto de la Mina: buriles curvos de dorso rebajado, raspadores


nucleiformes, punzones con dibujos serpentiformes, un bisel o dos, agujas.

— Magdaleniense C: Cueto de la Mina: buriles curvos de dorso rebajado, punzones


de base ahorquillada.

— Magdaleniense D: Cueto de la Mina: microlitos y arpones de una hilera de dientes.

— Magdaleniense E: La Paloma: arpones de una y dos hileras de dientes.

Si identificamos estos períodos con la numeración propuesta por Breuil en 1927 y co-
menzamos por los fósiles directores de las últimas etapas, obtendremos la siguiente equiva-
lencia aproximada:

Vega del Sella-1915 Breuil -1927 caracteres según V. del S.


Magdaleniense E Magdaleniense VI arpones de 1 y 2 hileras
de dientes
Magdaleniense D Magdaleniense V arpones de 1 hilera de
dientes

Magdaleniense C Magdaleniense IV buriles, punzón de base


ahorquillada
Magdaleniense B Magdaleniense III buriles, raspadores nuclei-
formes, dibujos serpenti-
formes
Magdaleniense A Magdaleniense I? azagayas grandes y apla-
nadas, alisadores, punzo-
nes de grabado profundo
y base biselada.

Ante esta clasificación surge claramente una pregunta: ¿Vio Vega del Sella un nivel an-
terior al Magdaleniense III en Cueto de la Mina? Dejando aparte sus Magdalenienses E y D,
que pueden identificarse con facilidad con los períodos V y VI de Breuil, nos hallamos ante
las etapas C y B. La primera de ellas (C) equivaldría al nivel C de Cueto de la Mina como
parece indicar la abundancia de buriles y la presencia de la única azagaya de base ahorqui-
llada aparecida en la cueva. En cuanto al B parece que su identificación más correcta será

290
con el nivel D de Cueto de la Mina, el cual es definido en 1916: 45-46 como abundante en bu-
riles, con muchos raspadores que se confunden con los núcleos y con azagayas de un bisel
o dos y dibujos geométricos y estilizados. La cita de "serpentiformes" puede aludir a la pie-
za del nivel D de la figura 15.3 de Vega del Sella, pero también sería igualmente lógica su
identificación con la varilla del nivel C (Lám. XXXIV.4 de Vega del Sella) que es definida co-
mo "punzón con dibujo serpentiforme". Cabe pues la posibilidad de que subdividiera el nivel C
en dos tramos, lo cual no parece factible dada la clara diferenciación estratigráfica entre B
y C, o, por el contrario, lo hiciera con el D tal como señala en la memoria (1916: 46) "como
el nivel resultaba en algunos sitios de 70 centímetros de espesor procuré dividirlo en dos tra-
mos, pero el resultado fue idéntico en cuanto a las formas...".

No sabemos con certeza a qué nivel podía referirse Vega del Sella al hablar del Mag-
daleniense A. Lo sorprendente de la caracterización tipológica del nivel es que parece coinci-
dir con la industria ósea del nivel 5 de Rascaño: (Grupo I), el cual quedaba definido por los
Grupos Tipológicos correspondientes a las puntas largas y puntas planas ("azagayas gran-
des y aplanadas") y que a la vez presentaba una buena colección de instrumental óseo de
trabajo ("alisadores"). También era frecuente el grabado profundo y las azagayas monobl-
seladas, pero estas dos características son ya comunes en períodos posteriores.

Ahora bien, si Vega del Sella vio este momento cultural ¿por qué no aparece reflejado
en la publicación posterior de Cueto de la Mina? Quizá este nivel "pre-magdaleniense" III só-
lo se encontraba atestiguado en la Paloma (tal como parecen confirmar algunos ejemplares
de industria ósea). El Conde intentaría buscarlo en el tramo inferior del nivel D (Magdalenien-
se III) sin encontrarlo de un modo satisfactorio.

La clasificación propuesta por Obermaier (1925: 232) parece más tipológica que estra-
tigráfica en sus tres primeras etapas. No cita yacimientos donde queden atestiguadas cada una
de sus subetapas, y se le advierte quizá demasiado preocupado por conseguir seis períodos
que se ajusten a los modelos franceses (Breuil, 1912):

a) El nivel más antiguo está caracterizado por punzones arqueados y aplanados en su


último tercio (las mismas puntas aplanadas en bisel central del Solutrense).

b) Capa con numerosos punzones angulosos, de sección triangular o cuadrangular.

c) Estrato con abundantes punzones grandes de sección circular.

d) Etapa caracterizada por arpones de una hilera de dientes con protuberancia basal
o del tipo cantábrico, con orificio lateral.

e) Nivel con arpones de dos hileras de dientes.

f) Capa sin arpones. Los huesos trabajados degeneran rápidamente. Aparición fre-
cuente de pequeños raspadores circulares que anuncian la llegada del Epipaleolítico (Azi-
liense).

Aparece poco clara la determinación del nivel C: se le califica como "estrato" (lo que
no hace pensar precisamente en un nivel negro de hogares, sino con un matiz más geológico
que arqueológico), y se le caracteriza por los punzones grandes de sección circular, los cua-
les aparecen de un modo constante en todo el Magdaleniense. Parece lógico que la cueva
del Castillo haya sido el yacimiento base al que Obermaier ha referido todas sus estratigra-
fías. En este sentido es interesante señalar que divide el nivel Magdaleniense B en dos tra-
mos, tal como habíamos supuesto al revisar los materiales: el inferior quedaba caracterizado
por las azagayas de bisel central, desplazado hacia un extremo, y el superior por azagayas
de sección triangular y cuadrangular.

Los gruesos punzones de sección circular del estrato C, pueden identificarse con las

291
puntas dobles aparecidas en la capa arcillosa comprendida entre el Magdaleniense a y p
(contemporánea del Magdaleniense IV) y en el mismo nivel Magdaleniense a.

Jordá (1958: 79-80) comenta que en la Costa Cantábrica no es posible encontrar de


un modo tan claro y tajante esta sucesión de períodos. En el Norte, opina Jordá, se dan en
una sola etapa los elementos que Obermaier propugna para sus tres primeras fases: a, b y c.
La fase "a" tendría que considerarse como una etapa todavía enlazada con el Solutrense. Jordá
revisa críticamente los ejemplares de azagaya con bisel central aparecidos en el Magdalenien-
se Inferior Cantábrico y sólo encuentra uno en Cueto de la Mina, aparte del reproducido por
Obermaier sin indicación de procedencia. Ante este hecho supone, como es lógico, que la
fase a de Obermaier es puramente hipotética, ya que los ejemplares encontrados en Santan-
der aparecen asociados a los tipos atribuidos a "b" y " c " .

La posibilidad actual de revisar los materiales del Castillo puede aclarar en gran parte
la opinión de Obermaier. El hecho de que el tipo de azagaya de bisel central sea frecuente
en Castillo y Altamira y que aparezca asimismo atestiguado en Pasiega, Balmori y nivel II de
Laugerie Haute, nos lleva a pensar que no era tan hipotética la clasificación de Obermaier. Es-
tamos de acuerdo con Jordá en que no se ha diferenciado nunca estratigráficamente un nivel
inferior al Magdaleniense III típico de las azagayas de sección cuadrangular, y el existente en
Rascaño no se caracterizaba en modo alguno por el tipo de azagaya de aplanamiento central.
No obstante, venimos insistiendo en que posiblemente la enorme capa del Magdaleniense Infe-
rior del Castillo debía haber sido subdividida, tal como hace Obermaier en tipología de sus
industrias. Llama la atención, sin embargo, que todos los ejemplares de azagayas de bisel cen-
tral se han hallado en el área de acción de cuevas dependientes de Castillo: Altamira y Pasie-
ga, exceptuando el caso de Balmori, cuyos tres ejemplares pueden justificarse como una posi-
ble contaminación del nivel solutrense subyaciente, ya que Vega del Sella puntualiza el carác-
ter medianamente revuelto (¿por crioturbación?)de sus niveles. Cabe pensar pues, en una
manifestación local de cultura (Grupo II de Industria ósea) fuertemente influenciada por un
momento Solutrense Superior (Altamira) con el que se encuentra en íntima relación en su
industria lítica y ósea, y en sus conceptos artísticos.

La excavación de la cueva del Juyo en 1956-1958, llevó a González Echegaray a revi-


sar a su vez la clasificación Obermaier del Magdaleniense cantábrico. En modo alguno se veían
refrendados en la estratigrafía del Juyo los momentos culturales señalados por Obermaier, y
González Echegaray tuvo que calificar de insostenible tal clasificación, basándose en los pun-
tos siguientes (1960: 99):

1. No está demostrado que las azagayas arqueadas precedan a las cuadrangulares


puesto que siempre aparecen juntas.

2. La azagaya de sección circular no puede ser base para calificar un período, ya que
aparece en todos ellos.

3. La fase C, Magdaleniense IV, en todo caso quedaría caracterizado por las azaga-
yas de base ahorquillada.

4. La distinción entre los períodos "d" y "e" no aparece de un modo claro.

5. No es cierto que la última fase del Magdaleniense no tenga arpones: los azilienses
derivan directamente de ella.

A su vez, propone González Echegaray las líneas generales que en su opinión carac-
terizan al Magdaleniense Inferior cantábrico (1960: 84-86):

1. La azagaya de sección cuadrada o rectangular, monobiselada a veces, con rayas


longitudinales sobre las caras menores y horizontales en la punta.

202
2. Azagayas de sección triangular.

3. Azagayas con monobisel de más de 1/3, perduración de tipos solutrenses.

4. Varillas de perfil semicircular, frecuentemente ornamentadas.

También F. Jordá coincide con la opinión de González Echegaray. En 1958: 48 divide


la cueva de la Lloseta en tres tramos y constata que, por orden de importancia aparecen:

— En el tramo superior la sección triangular, seguida de la cuadrangular.

— En el tramo medio la cuadrangular seguida de la triangular.

— En el inferior sólo por la sección circular, común por otra parte a todos los niveles.

I. Barandiarán (1967: 293) también se pronuncia en favor de la punta de sección cua-


drada como típica del Magdaleniense III, haciendo notar, sin embargo, la importancia de la
sección triangular en el País Vasco, la cual llega a superar a la cuadrangular.

En cuanto a la punta con bisel mayor de 1/3, la matiza como "carenada" señalando
ejemplares muy típicos en Aitzbitarte IV, Lumentxa, Bolinkoba y Ermittia.

En conjunto, todas estas clasificaciones (antiguas y modernas) suponen la generaliza-


ción de las características definitorias de una cueva determinada, las cuales se han aplicado
indiscriminadamente a la totalidad del Magdaleniense cantábrico. Claramente observamos co-
mo Vega del Sella, al definir el Magdaleniense, pensaba únicamente en Cueto de la Mina y
Paloma. Obermaier reprodujo la estratigrafía de Castillo, para asombro de la investigación pos-
terior (Jordá y González Echegaray) quienes, sin poder revisar los materiales de esta cueva,
se admiraban de lo hipotético de su clasificación.

Jordá, por su parte, pensaba esencialmente en la cueva de la Lloseta y, en general, en


su revisión de los materiales de las cuevas asturianas. González Echegaray, a su vez, se fijó
en los yacimientos santanderinos, y en especial en la cueva del Juyo, la cual, por otra parte,
no presentaba una industria ósea demasiado rica ni variada.

Ignacio Barandiarán se basó concretamente en el País Vasco y sólo en su industria


ósea, sin pronunciarse, por tanto, respecto a la lítica.

En los capítulos anteriores hemos ido analizando todos los yacimientos del Magdale-
niense Inferior del área cantábrica y creemos haber podido distinguir tres áreas de industria
lítica, coincidentes en términos generales, con las tres provincias que ocupan. En la industria
ósea la distinción parece ser más cronológica que geográfica, pudiendo corresponder más a
un cambio de actividad que a una evolución cultural. Por ello se corre el peligro de dar una
idea falsa, o simplemente parcial, del Magdaleniense si nos fijamos sólo en un área determi-
nada. De la adecuada articulación de la totalidad de los datos aportados por los yacimientos
cantábricos se podrá obtener una idea aproximada de la personalidad del Magdaleniense In-
ferior cantábrico, idea que siempre se mantendrá en trance de revisión, en espera de nuevas
excavaciones.

2. Conclusiones de nuestro estudio:

Aún admitiendo lo arriesgado de nuestras hipótesis y en espera de nuevos datos estra-


tigráficos, exponemos a continuación una clasificación previa de la posible articulación de los
primeros momentos del Magdaleniense. Recordamos una vez más, que hemos llegado a estas
conclusiones basándonos principalmente en datos y referencias de excavaciones antiguas,
con materiales quizá seleccionados, pero que contenían un mensaje que no debía quedar ol-
vidado en los sótanos de los Museos.

203
a) Magdaleniense Cantábrico arcaico:

Se sitúa estratigráficamente bajo el típico Magdaleniense III, inferior cantábrico. Pre-


senta dos facies, bien definidas por su industria ósea (Grupos I y II), que no se han encontra-
do por el momento estratificadas, conviviendo en una misma cueva. Por tanto desconocemos si
son contemporáneas, que creemos muy posible, o sucesivas, teniendo ambas en común su po-
sición subyacente, sin hiato, al Magdaleniense III Cantábrico.

— Facies tipo Rascaño 5: se caracteriza por una industria ósea a base de puntas lar-
gas y puntas planas en los Grupos Tipológicos y por la azagaya de sección aplanada y mono-
bisel en espiga. Son frecuentes las agujas y los compresores-retocadores sobre esquir-
las óseas trabajadas. La actividad desarrollada no parece predominantemente relacionada con
la caza sino con el trabajo manual. Por tipología del instrumental óseo recuerdan los mate-
riales del más antiguo magdaleniense de la cueva de le Placard. Entre los yacimientos can-
tábricos podrían incluirse en este grupo los niveles inferiores de la Paloma y quizá los ma-
teriales de la cueva del Río. En el País Vasco el nivel F de la cueva de Lumentxa podría
adscribirse, con muchas reservas, a este momento arcaico del Magdaleniense, a juzgar por
sus azagayas de largo monobisel y rayado en espiga.

— Facies tipo Castillo B Inferior: se caracteriza por la punta doble de sección circular
y monobisel central desplazado al último tercio. Estas piezas, consideradas tradicionalmente
como herencia solutrense, se encuentran igualmente en algunos niveles magdalenienses: 7 en
a
Castillo, 3 en Altamira, 3 en Balmori (capa 3. ) y 1 en La Pasiega. Todos estos yacimientos
tienen en común la existencia de un nivel Solutrense Superior subyacente. Este dato supone
que debamos valorar la posibilidad de una crioturbación en la base del Magdaleniense, la cual
provocaría una contaminación con los materiales del Solutrense Final. Esta posibilidad podría
admitirse en Altamira o Pasiega cuyos niveles solutrenses y magdalenienses se encontraban
en íntimo contacto, pero no en Castillo, la cueva mejor representada, ya que Obermaier se-
ñala una capa estéril de separación entre Solutrense y Magdaleniense.

La existencia de estas dos facies en la industria ósea del Magdaleniense Arcaico, pre
III, plantea algunas cuestiones difíciles de resolver: entre ellas la más importante quizá sea su
origen, y por lo tanto, el origen del Magdaleniense Cantábrico. En el estado actual de nuestra
investigación no podemos teorizar sobre el origen auriñaciense, perigordiense o solutrense del
Magdaleniense Cantábrico porque apenas conocemos yacimientos de los dos primeros perío-
dos. Es además muy posible que el Magdaleniense llegue ya formado de Francia (el período
arcaico parece seguir bastante fielmente los modelos franceses) y evolucione separadamente
en la Costa Cantábrica a partir de la etapa III. Sin embargo debe destacarse un dato interesan-
te: los cuatro yacimientos incluidos en la facies de Rascaño 5 no contienen niveles solutrenses.
En todos ellos el Magdaleniense arcaico inaugura las estratigrafías y tenemos la impresión de
que son nuevas gentes, quizá venidas del Sudoeste de Francia, las que ocupan yacimientos
vírgenes, no ocupados por solutrenses. La semejanza de los tipos y de las secciones del ins-
trumental óseo de Rascaño o Lumentxa con los de algunas cuevas francesas (Placard, Ba-
degoule, Jean Blancs, Laugerie Haute), así como los motivos decorativos y la técnica con que
están realizados, es un argumento importante a tener en cuenta. Este magdaleniense inicial,
tipo Rascaño 5, arraiga con gran fuerza en loscuatro yacimientos entregando unas estratigra-
fías muy completas que perduran hasta la extinción del Magdaleniense. Basta observar los 10
niveles de Paloma, los 9 de Río-Lloseta, los 6 de Lumentxa o las cinco unidades culturales
del Rascaño. Parece a primera vista que estos magdalenienses, supuestamente Inmigrados, se
quedan en los yacimientos ocupados con una gran continuidad de habitat.

Por el contrario, los cuatro yacimientos incluidos en la facies de Castillo contienen un


nivel Solutrense Superior subyacente. Parece como si en estos yacimientos los primeros bal-

294
buceos del Magdaleniense fueran ensayados por los propios solutrenses que habitan en ellos,
los cuales no van a ser exterminados bruscamente de la Costa Cantábrica. Ellos mantienen su
Instrumental óseo (las azagayas de monobisel central desplazado) e incluso su arte mueble
(los omoplatos con cabezas de ciervas de cuello estriado) y poco a poco adoptarán de sus
nuevos vecinos magdalenienses algunos modelos hasta que se llegue en el Magdaleniense III
a la uniformización general del Magdaleniense Cantábrico.

Una segunda cuestión seria conocer la industria litica que se asocia a ambas facies. La
del grupo de Rascaño ha sido ya estudiada en su nivel 5 y, en nuestra opinión, se asemeja
bastante a la del Magdaleniense I de Laugerie Haute (no caracterizado por una presencia ma-
siva de raclettes). En cuanto a la del grupo de Castillo tendremos que lamentar la poco cui-
dada excavación que se realizó en este magnifico yacimiento, del que no se recogieron, por
ejemplo, hojitas de dorso. Sin embargo la industria lítica de Altamira demuestra una gran se-
mejanza en las gráficas de sus niveles solutrenses y magdaleniense, como ya demostrara
González Echegaray en 1971. Deberemos suponer que los solutrenses "magdalenizados" de
Altamira y Castillo siguieron fabricando el mismo instrumental lítico, aunque se eliminaron ya
por completo las puntas foliáceas que ya durante el Solutrense Superior estaban en vías de
extinción. Es muy posible que su función fuera realizada por las nuevas puntas de asta o sus
equivalentes en madera, cayendo las líticas totalmente en desuso.

Dentro de este apartado de la industria lítica del Magdaleniense Arcaico no debemos


olvidar que, con muchas reservas, también sería posible rastrear en la Costa Cantábrica una
facies arcaica caracterizada por el aumento inusitado del utillaje microlítico y por la presen-
cia de hojitas de dorso de truncadura oblicua y de escalenos. Esta facies quedaría atestigua-
da en Juyo, grupo III (niveles IX-XI de la Trinchera I y VIII de la Trinchera II), Lloseta, (en torno
a la capa 10) y Urtiaga, nivel F, al menos en su parte inferior.

b) Magdaleniense inferior Cantábrico:

El clásico Magdaleniense III Cantábrico, muy frecuentemente en todos los yacimientos


paleolíticos de la zona, supone la extensión y generalización del Magdaleniense por toda la
Costa Cantábrica. Los tipos ya se han uniformado tanto en lo Utico como en lo óseo y ape-
nas se encuentran variedades regionales. Sólo el País Vasco parece apartarse de esta tónica
general, aunque quizá se deba esta diferenciación aparente a la escasez de estratigrafías vá-
lidas. No obstante distinguiremos también dos facies: la primera aplicable a las provincias de
Santander y Asturias; la segunda, restringida al País Vasco.

— Facies tipo Juyo: se halla caracterizada en lo lítico por la presencia masiva del pe-
queño raspador nucleiforme, el cual presenta unos porcentajes que llegan a superar el 50 %
del instrumental lítico. En la industria ósea es característica la azagaya de base monobiselada,
sección cuadrada y decoración geométrica. Esta facies, la más claramente atestiguada en la
Costa Cantábrica, la encontramos en la cueva del Juyo (Grupos II y III), Rascaño 4, Cierro 4,
Cueto de la Mina D, Balmori, parte inferior del Magdaleniense de Riera, parte superior del
Magdaleniense B de Castillo, parte superior de Altamira (a la que muy posiblemente corres-
ponda la fecha de C-14), capas 8 y 9 de Lloseta.

— Facies del País Vasco: carece de la azagaya de sección cuadrada típica de la facies
anterior (existen secciones cuadradas pero sobre puntas lisas poco significativas) y los ras-
padores nucleiformes son menos abundantes (suponen tan sólo el 13,7% de la industria líti-
ca). No existe un fósil director característico de esta facies, pero son relativamente numerosas
las azagayas de sección triangular (con decoración en rombos con trazo interior y otros moti-
vos), las puntas de base recortada y las azagayas de sección circular con monobisel mayor
de 1/3, con rayado en estrías oblicuas. En la Industria lítica habrá que destacar el predo-

295
minio de los buriles sobre los raspadores (con una buena representación de buriles sobre torn-
eadura) y la laminariedad general de los tipos. Parece un Magdaleniense influido muy
directamente por el vecino Magdaleniense francés. Se inscribirían en esta facies Bolinkoba III,
Santimamiñe (materiales del rincón del perro), Urtiaga F superior, Lumentxa E, el nivel mag-
daleniense de Abauntz y quizá algún subnivel de Aitzbitarte IV. En Asturias los materiales de
la capa 8 y quizá parte de la 6, tienen más elementos comunes con esta facies del Pais Vasco
que con la del resto de la Costa Cantábrica. Existe sin embargo la posibilidad de que ambas
facies no sean contemporáneas y pertenezca ya esta última al Magdaleniense Medio Cantábri-
co, a pesar de que la antigua fecha de Abauntz (15.800 BP ± 350) confirma la contemporanei-
dad del Magdaleniense Inferior en Navarra con el cantábrico de Altamira y Juyo. (15.500 y
15.300 ± 700 respectivamente).

c) Magdaleniense Medio Cantábrico:

Aparece de un modo constante en la estratigrafía en forma de niveles arcilloso-rojizos


que no suponen presencia de hogares sino unahabitación esporádica. Su posición estratigráfi-
ca en la secuencia magdaleniense es muy clara: bajo niveles del Magdaleniense V (Superior)
y sobre niveles del Magdaleniense III (Inferior). Sin embargo su caracterización tipológica es
poco precisa. En lo Utico se comporta como la facies del País Vasco que hemos definido an-
teriormente: aumento de buriles, y en especial sobre truncadura, descenso de raspadores (y
principalmente del tipo 15) y aumento de las hojitas de dorso. En la industria ósea decae la
sección cuadrada y aumentan la triangular y la aplanada, junto con un ascenso notable de las
varillas. Aparecen algunos ejemplares típicos, como la azagaya de base ahorquillada, en Pa-
loma 6, Cueto de la Mina C, Ermittia y Lumentxa (aunque ésta muy dudosa en su tipología y
estratigrafía). Pertenecen también a este Magdaleniense Medio el nivel 3 del Cierro, el 3 de
Rascaño, la capa rojiza de transición entre A y B de Castillo, el nivel de la Loja y quizá los
niveles I y II del Juyo. Ermittia y Paloma son los únicos yacimientos hasta ahora publicados que
contienen niveles de habitación pertenecientes al Magdaleniense Medio y una industria ósea
semejante a la de este período en el Pirineo Francés.

296
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303
APENDICE I
Industria lítica por yacimientos y general

PALOMA Nivel 6 + Mag. Medio Nivel 8 + Mag. Inferior

17 2,85 2,85
3 0,5 3,35
2 0,33 3,68 4 1,20 4,21
4 0,67 4,35 4 1,20 5,41
9 1,51 5,86 7 2,11 7,52
4 0,67 6,53 2 0,60 8,12
1 0,30 8,42
1 0,16 6,69 5 1,51 9,93
23 3,85 10,54 13 3,92 13,85
2 0,33 10,87 3 0,90 14,75
2 0,60 15,35
2 0,33 11,2 7 2,11 17,46
164 27,5 38,7 121 36,44 53,90
1 0,16 38,86
12 2,01 40,87 2 0,60 54,50
2 0,33 41,20
2 0,33 41,53
16 2,68 44,21 3 0,90 55,40
1 0,16 44,37
1 0,16 44,53
16 2,68 47,21 8 2,41 57,81
13 2,18 49,39 10 3,01 60,82
9 1,51 50,9 5 1,51 62,33
2 0,60 62,93
2 0,33 51,23
5 0,83 52,06 5 1,51 64,44
6 1 53,06 1 0,30 64,74
5 0,83 53,89 2 0,60 65,34
5 0,83 54,72 9 2,71 68,05
1 0,16 54,88
1 0,16 55,04 2 0,60 68,65
3 0,5 55,54 5 1,51 70,16
10 1,67 57,21 4 1,20 71,36
16 2,68 59,89 6 1,81 73,17
1 0,16 60,05
2 0,33 60,38 1 0,3 73,47
1 0,16 60,54
1 0,16 60,7
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde 52 8,72 69,42 10 3,01 76,48
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 16 2,68 72,1 9 2,71 79,19
4 0,67 72,77 5 1,51 80,7
30 5,03 77,8 19 5,72 86,42
PALOMA Nivel 6 + Mag. Medio Nivel 8 + Mag. Inferior

1 0,3 86,72
32 5,36 83,16 13 3,92 90,64
2 0,6 91,24
2 0,6 91,84
1 0,3 92,14
1 0,3 92,14
79 13,25 96,41 15 4,52 96,66
3 0,5 96,91 4 1,20 97,86
4 0,67 97,58 2 0,6 98,46
1 0,16 97,74
10 1,67 99,41 2 0,6 99,06
2 0,33 99,74 3 0,9 99,96

38,92 15,5 53,9 27,4


12,75 17,59 15,9 25,1
6,37 8,9 7,5 10,9
Indice de buril sobre truncadura IBt 3,18 4,1 3,01 3,7
40,2 43,1
3,02 4,16 0,91 1,42
22,4 31,01 17,1 27
15,25 20,8 6,62 10,4

Total piezas 596 332

CIERRO Nivel 3 Nivel 4

9 8,1 8,1 14 3,46 3,46


1 0,9 9 5 1,23 4,69
2 0,49 5,18
1 0,24 5,42
1 0,9 9,9 5 1¿4 6,66
6,3 16,2 10 2,47 9,13
1 0,9 n.r 1 0,25 9,38
5 4,5 21,6 4 0,99 10,37
1,8 22,4 3 0,74 11,11
42 38,1 60,5 186 46,03 57,17
1 0,9 61,4
1 0,24 57,41
1 0,9 62,3 1 0,24 57,65
3 2,7 65 12 2,97 60,62
3 0,74 61,36
1 0,24 61,16
3 2,7 67,7 10 2,47 64,07
3,6 71,3 3 0,74 64,81
3 2,7 74 2 0,49 653
1 0,9 74,9 1 0,24 65,54
1 0,24 65,78
1 0,9 75,8
2 0,49 66,27
1 0,9 76,7 2 0,49 66,76
1 0,9 77,6 9 2,23 68,9
1 0,24 69,23
1 0,24 69,47
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde 3 2,7 80,3 9 2,23 71,7

3U6
CIERRO Nivel 3 Nivel 4

66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 3 0,74 72,44


3 2,7 83 16 3,96 76,4
11 10 93 38 9,4 85,8
3 2,7 95,7 32 7,92 93,72
4 0,99 94,71
1 0,24 94,95
8 1,98 96,93
1 0,24 97,17
1 0,24 97,41
1 0,9 96,6 3 0,74 98,15
2 1,8 98,4 7 1,73 99,88

61,81 38,2 52,5 20,6


11,8 19,1 5,19 9,6
14,7 6,8
2,9 0,9
57,6 40
2,7 4,4 3,9 5
18,1 29,4 24,2 44,9
1,8 2,9 5,1 9,6
Total 110 Total 404

COVA ROSA Capas 2 + 3 + 4


N.° % Ac.

11 6,47 6,47
2 1,18 7,65
1 0,59 8,24
1 0,59 8,83
1 0,59 9,42
2 1,18 10,6
2 1,18 11,78
1 0,59 12,37
44 25,88 38,25
2 1,18 39,43
1 0,59 40,02
4 2,35 42,37
2 1,18 43,55
8 4,71 48,26
3 1,76 50,02
4 2,35 52,37
1 0,59 52,96
2 1,18 54,14
1 0,59 54,73
2 1,18 55,91
1 0,59 56,5
8 4,71 61,21
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde
5 2,94 64,15
66.—Pieza d; retoque continuo sobre los dos bordes.
11 6,47 70,62
12 7,06 77,68
15 8,82 86,5
9 5,29 91,79
3 1,76 93,55
10 5,88 99,43

307
COVA ROSA Capas 2 + 3 + 4

Indice de raspador IG .., 38,2 16,6


Indice de buril IB 10,5 14,2
Indice de buril diedro IBd 8,8 11,9
Indice de buril sobre truncadura IBt , 0,5 0,7
Indice de raspador auriñaciense IGAr 23,8
Indice de perforador , 3,5 4,7
Indice del Sustrato: IS 30 40,4
Grupo Perigordiense: GP 7,6 10,3
Total 170

LLOSETA Capa 4 * Capa 5. a Capa 6.a Capa 7.a

1. —Raspador simple , 4 1,93 1,93 14 4,94 4,94 8 3,27 3,27 2 2,38 2,38
2. —Raspador atipico 9 4,34 6,27 8 2,82 7,76 5 2,04 5,31 1 1,19 3,57
3. —Raspador doble 2 0,96 7,23 1 0,35 8,11 1 0,4 5,71
4. —Raspador ojival , 1 0,48 7,71
5. —Raspador sobre lámina retocada ... 2 0,70 8,81 1 0,4 6,11 1 1,19 4,76
8. —Raspador sobre lasca retocada 5 1,76 10,57 2 0,81 6,92
9. —Raspador circular 1 0,35 10,92
11. —Raspador carenado 4 1,93 9,64 7 2,47 13,39 4 1,63 8,55
12. —Raspador carenado atipico 2 0,70 14,09 1 0,4 8,95 1 1,19 5,95
13. —Raspador en hocico 3 1,44 11,08 2 0,70 14,79 2 0,81 9,76 1 1,19 7,14
14. —Raspador de hocico plano 2 0,96 12,04 1 0,35 15,14 7 2,86 12,62 1 1,19 8,33
15. —Raspador nucleiforme 51 24,63 36,67 58 20,49 35,63 51 20,9 33,52 28 33,33 41,66
17.—Raspador-buril 4 1,93 38,6 2 0,70 36,33 1 0,4 33,92 1 1,19 42,85
23. —Perforador 6 2,89 41,49 10 3,53 39,86 5 2,04 35,96 1 1,19 44,04
24. —Perforador atipico 2 0,70 40,56 3 1,22 37,18
25. —Perforador múltiple 1 0,48 41,97 1 0,35 40,91
27.—Buril diedro central 5 2,41 44,38 14 4,94 45,85 12 4,91 42,09 3 3,57 47,61
28.—Buril diedro ladeado , 3 1,44 45,82 8 2,82 48,67 9 3,68 45,77
30. —Buril de ángulo sobre rotura 3 1,44 47,26 9 3,18 51,85 11 4,5 50,27 1 1,19 48,8
31.—Buril diedro múltiple 1 0,35 52,2 1 1,19 49,99
34.—Buril sobre truncadura recta 2 0,81 51,08 1 1,19 51,18
38.—Buril sobre truncadura lateral 1 0,48 47,74 2 0,70 52,90 1 0,4 51,48
41.—Buril múltiple mixto 2 0,96 48,7 1 0,35 53,25 2 2,38 53,56
43.—Buril nucleiforme 3 1,06 54,31 3 4,22 52,7
51.—Microgravette 4 1,93 50,63 11 3,88 58,19 8 3,27 55,97 5 5,95 59,51
52. —Punta de Font Yves 2 0,96 51,59 1 1,19 60,7
53. Pieza gibosa de borde rebajado 1 0,48 52,07
56.—Punta de muesca perigordiense ... 1 0,35 58,54
60.—Pieza de truncadura recta 1 0,48 52,55 1 0,35 58,89
61. —Pieza de truncadura oblicua 3 l,0f 59,95 1 1,19 61,89
62.—Pieza de truncadura cóncava 1 0,48 53,63
65.—Pieza de retoque continuo sobre un
5 2,41 55,44 11 3,88 63,83 5 2,04 58,01 5 5,95 67,84
borde ,
66.—Pieza de retoque continuo sobre los
1 0,48 55,92 3 1,06 64,89 1 1,19 69,03
dos bordes ,
10 4,83 60,75 18 6,36 71,25 15 6,14 64,15 3 3,57 72,6
74.—Pieza con mues-a
28 13,52 74,27 23 8,12 79,37 24 9,83 73,98 6 7,14 79,74
75.—Pieza denticulada ,
17 8,21 82,48 25 8,83 88,2 21 8,6 82,58 3 3,57 83,31
77.—Raedera
84.—Hojita truncada 1 0,35 88,55
24 11,59 94,07 16 5,65 94,18 31 12,7 95,28 6 7,14 90,45
85.—Hojita de dorso
2 0,81 96,09 2 2,38 92,83
86.—Hojita de dorso truncada

3H8
LLOSETA Capa 4.» Capa 5.» Capa 6.» Capa 7.»

1 0,48 94,55 1 0,35 94,53 1 0,4 96,49 1 1,19 94,02


90.—Hojita Dufou'- 6 2,89 97,44 3 1,06 95,59 1 0,4 96,89 3 3,57 97.5S
5 2,41 99,85 12 4,24 99,83 7 2,86 99,75 2 2,38 99,9>

37 16 35,3 25,1 33,6 16 41,6 12,5


6,7 8,9 13,4 16,7 15,7 19,6 9,5 14,2
5,3 11,3 13,7 13,1 16,5 5,9 8,9
Indice de buril sobre truncadura IBt ... 0,4 0 0 0,8 1 1,1 1,7
Indice de raspador auriñacien e IGAr... 36 28,5 45 42,8
3,3 4,4 4,5 7,7 3,2 4,1 1,1 1,7
29,4 39,1 28,2 35,5 26,6 33,6 21,4 32,1
16,4 21,7 11,6 19,7 17,2 21,7 16,6 25

Total 207 Total 283 Total 244 Total 84

LLOSETA Capa 8 Capa 9

1. —Raspador simple 6 4,25 4,25 7 5,93 5,93


2. —Raspador atipico 2 1,41 5,66 1 0,84 6,77
3. Raspador doble , 3 2,12 7,78
4. —Raspador ojival 1 0,7 8,48
7. —Raspador en abanico 1 0,84 7,61
8. —Raspador sobre lasca retocada 3 2,12 10,6
10. —Raspador unguiforme 2 1,69 9,3
11. —Raspador carenado 11 7,8 18,4 2 1,69 10,99
14. —Raspador de hocico plano 2 1,41 19,81 3 2,54 13,53
15. —Raspador nucleiforme 48 34,04 53,85 47 39,83 53,36
18. —Raspador sobre lámina truncada 1 0,7 54,55
19. —Buril sobre lámina truncada 2 1,41 55,96
20. —Perforador sobre lámina truncada 1 0,84 54,2
23. —Perforador , 1 0,7 56,66 4 3,38 57,58
24. —Perforador atipico 2 1,41 58,07
25. —Perforador múltiple 1 0,7 58,77 1 0,84 58,42
27. —Buril diedro central , 4 2,83 61,6
28. —Buril diedro ladeado 6 4,25 65,85 1 0,84 59,26
30.—Buril de ángulo sobre rotura 4 2,83 68,68 3 2,54 61,8
36. —Buril de ángulo sobre cóncava 1 0,7 69,38
37. —Buril de ángulo sobre convexa 1 0,84 62,64
43. Buril nucleiforme 7 4,96 74,34
51.—Microgravette 1 0,84 63,48
60.—Pieza de truncadura recta 2 1,41 75,75 1 0,84 64,32
62. —Pieza de truncadura cóncava 1 0,7 76,45
63. —Pieza de truncadura convexa 1 0,84 65,16
65. —Pieza de retoque continuo sobre un borde 5 3,54 79,99 1 0,84 66
66. —'Pieza de retoque continuo robre los dos bordes. 1 0,7 80,69
74. —Pieza con muesca 3 2,12 82,81 5 4,23 70,23
75. —Pieza denticulada 7 4,96 87,77 9 7,62 77,85
77. —Raedera 6 4,25 92,02 11 9,32 87,17
78. —Raclette 1 0,7 92,72 3 2,54 89,71
85. —Hojita de dorso , 4 2,83 95,55 4 3,38 93,09
86. —Hojita de dorso truncada 1 0,7 96,25
87. —Hojita de dorso denticu'-d; 1 0,84 93,93
88. —Hojita denticulada 1 0,84 94,77
90.—Hojita Dufour 2 1,41 97,66 1 0,84 95,61
92.—Diversos 3 2,12 99,78 5 4,23 99,84
LLOSETA Capa 8 Capa 9

53,9 30,1 53,3 22,5


15,6 23,6 4,2 7
9,9 15 3,3 5,6
0,7 1 0,8 1,4
46,4 31,25
2,8 4,3 4,2 7
16,3 24,7 22 36,6
5,6 8,6 6,7 11,2
Total 141 Total :118

LLOSETA Capa 10 Capas 10 + 11

5 6,66 6,66 6 4,51 4,51


2 2,66 9,32 4 3 7,51
2 2,66 11,98 2 1,5 9,01
2 2,66 14,64 2 1,5 10,51
1 1,33 15,97 3 2,25 12,76
1 1,33 17,3 1 0,75 13,51
1 0,75 14,26
10 13,33 30,63 34 25,56 39,82
1 1,33 31,96 1 0,75 40,57
2 2,66 34,62 2 1,5 42,07
1 1,33 35,92 1 0,75 42,82
3 3,99 39,62 7 5,26 48,08
2 2,66 42,6 3 2,25 50,33
2 2,66 45,26 3 2,25 52,58
1 1,33 46,59 1 0,75 53,33
1 1,33 47,92 1 0,75 54,08
1 1,33 49,25 2 1,5 55,58
1 1,33 50,58 1 0,75 56,33
3 3,99 54,57 3 2,25 58,58
1 1,33 55,59 1 0,75 59,33
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde 5 6,66 62,56 7 5,26 64,59
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 1 0,75 65,34
3 3,99 66,55 8 6,01 71,35
5 6,66 73,21 13 9,77 81,12
6 7,99 81,2 8 6,01 87,13
2 2,66 83,86 2 1,5 88,63
4 5,33 89,19 7 5,26 93,89
3 3,99 93,18 3 2,25 93,89
1 1,33 94,51 1 0,75 94,64
4 5,33 99,84 7 5,26 99,9

30,6 20 39,8 19,1


12 13,8 11,2 15,1
9,3 10,7 9,7 13,3
2,6 3 1,5 2
15,3 26,3
4 4,6 2,2 3
25,3 27,6 27,8 37,3
17,3 20 10,5 14,4
Total 75 Total 136

310
BALMORI C U E T O D E L A MINA
C D

11 4,18 4,18 9 4,39 4,39 16 3,84


1,52 5,7 l 0,48 4,87 3 0,72 4,56
1 0,38 6,08 3 1,46 6,33 2 0,48 5,04
2 0,76 6,84 1 0,48 6,81 3 0,72 5,76
5.—Raspador sobre lámina retocada .
5 1,9 8,74 5 1,20 6,96
8.—Raspador sobre lasca retocada ....
1 0,38 9,12
1 0,38 9,5
11 4,18 13,68 7 3,41 10,22 15 3,60 10,56
3 1,14 14,82 3 0,72 11,28
3 1,14 15,96 1 0,48 10,68 1 0,24 11,52
1 0,38 16,34 1 0,24 11,76
139 52,85 69,19 72 35,12 45,8 196 47 58,76
1 0,38 69,57
3 1,14 70,71 5 2,43 48,2 6 1,44 60,2
1 0,24 60,44
2 0,48 60,92
4 1,52 72,23 2 0,97 49,2 6 1,44 62,36
12 4,56 76,79 43 20,92 70,12 17 4 66,36
1 0,38 77,17 5 2,43 72,55 4 0,96 67,32
4 1,52 78,69 1 0,48 73,08 5 1,20 68,52
30.—Buril de ángulo sobre rotura ...
1 0,24 68,76
.. . 1 0,38 79,07 1 0,48 73,56
1 0,48 74,04 3 0,72 69,48
35.—Buril sobre truncadura oblicua ...
1 0,24 69,72
36.—Buril sobre truncadura cóncava
1 0,38 79,45 2 0,97 75,01
37.—Buril sobre truncadura convexa
1 0,38 79,83 3 1,46 76,47 6 1,44 71,16
38.—Buril sobre truncadura lateral ...
1 0,38 80,21 1 0,24 71,4
39.—Buril transversal sober muesca ...
6 2,92 79,39 1 0,24 71,64
1 0,38 80,59 12 5,85 85,24 2 0,48 72,12
1 0,38 80,97 5 2,43 87,67 6 1,44 73,56
58.—Hoja d: borde rebajado total ... 1 0,48 88,15
1 0,48 88,63
62. Pieza de truncadura cóncava ... 14 5,32 86,28 2 0,48 74,04
1 0,48 89,11 10 2,4 76,44
65.—Pieza de retoque continuo sobre
2 0,97 90,08 4 0,96 77,4
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 6 2,28 88,57
1 0,38 88,95 1 0,48 90,56 8 1,92 79,32
23 8,74 97,69 3 1,46 92,02 42 10,07 89,39
2 0,76 98,45
7 3,41 95,43 28 6,71 96,1
3 1,14 99,59 6 2,92 98,35 10 2,4 98,5
2 0,48 98,98
1 0,38 99,97 2 0,48 99,46
3 1,46 99,81 1 0,24 99,7
1 0,24 99,94

69,2 34,95 45,8 16,5 59,34 22,1


8,36 17,8 36,04 55,6 9,8 18,5
6,46 13,8 23,4 36,8 6,2 11,7
Indice de buril sobre truncadura IBt 0,76 1,62 1,95 3 0,9 1,8
Indice de raspador auriñaciense IGAr 41,8 36,3 40,8
1,52 3,25 0,97 1,5 1,4 2,7
16,34 34,95 6,8 14,5 22 41,6
1,9 4,06 6,3 9,7 5,2 9,9
Total 205 417

311
LOJA RIO

8 7,01 7,01 6 9,83


3 2,63 9,64 1 1,63
1 0,87 10,51
3 4,91
2 1,75 12,26 2 3,27
2 1,75 14,01
2 1,75 15,76 7 11,47
2 1,75 17,51
I 0,87 18,38
1 1,63
7 6,15 24,52 11 18,03
1 1,63
1 1,63
5 4,38 28,9
1 1,63
10 8,77 37,67 3 4,91
3 2,63 40,3
1 0,87 41,17
2 1,75 42,92 1 1,63
1 1,63
1 0,87 43,79
1 1,63
1 0,87 44,6
1 1,63
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde 16 14,03 58,69 1 1,63
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 5 4,38 63,07 1 1,63
1 1,63
1 0,87 63,94 11 18,03
1 0,87 64,81
16 14,03 78,84 4 6,55
1 1,63
10 8,77 87,61 1 1,63
5 4,38 91,99
9 7,89 99,88

24,56 50,81 40
14,91 9,83 12
14 6,5 8
0 1,6 2
23,8 40
4,38 1,6 2
34,2 29,5 36
14 3,2 4
Total 114 Total 61

ALTAMIRA CASTILLO

1 0,98 0,98 1 32 5,72


2 1,96 2,94
2 0,35 6,25
2 0,35 6,6
2 1,96 4,9 4 0,71 7,31
2 0,35 7,66

312
ALTAMIRA CASTILLO

1 0,17 7,83
4 3,92 8,82 45 8,05 15,88
2 1,96 10,78
20 3,57 19,45
5 4,9 15,68 18 3,22 22,67
15 14,7 30,38 174 31,12 53,79
13 2,32 56,11
6 1,07 57,18
2 0,35 57,53
2 0,35 57,88
24 4,29 62,17
4 3,92 34,3 15 2,68 64,85
1 0,17 65,02
9 8,82 43,12 10 1,78 66,8
10 9,8 52,92 17 3,04 69,84

7 6,86 59,78 7 1,25 71,09


1 0,98 60,76 1 0,17 71,26
3 0,53 71,79
1 0,98 61,74 8 1,43 73,22
1 0,98 62,72 1 0,17 73,39
1 0,17 73,56
2 0^5 73,91
3 2,94 65,66 34 6,08 79,99
1 0,98 66,64
4 3,92 70,56 1 0,17 80,16
1 0,98 71,54 3 0,53 80,69
1 0,17 80,86
1 0,17 81,03
65.—-Pieza de retoque continuo sobre un borde 6 5,88 77,42 9 1,61 82,64
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 4 3,92 81,34 9 1,61 84,25
1 0,17 84,42
8 7,84 89,18 29 5,18 89,6
3 2,94 92,12 23 4,11 93,7
1 0,98 93,1 26 4,65 98,35
2 1,96 95,06 3 0,53 98,88
1 0,98 96,04 1 0,17 99,05
1 0,98 97,02 1 0,17 99,22
3 2,94 99,96 4 0,71 99,93

30,3 18,3 55,9 33,8


31,3 36,7 13,2 19,8
26,4 31 6,08 6,4
1,9 2,2 2,1 3,2
68,7 65,8
3,9 4,5 7,1 10,7
21,5 25,2 17,1 25,8
7,8 9,1 1,4 2,1
Total 559

JUYO: Grupo I y II (Grupo I) (Grupo II)


ry-V-VI VII-VIII (I) + VII (IT)

L—Raspador simple 41 9,73 9,73 22 15,06 15,06


2.—Raspador atipico 1 0,23 9,26
5.—Raspador sobre lámina retocada 1 0,23 10,19

313
JUYO: Grupo I y II (Grupo I) (Grupo II)
r v - v - v i VII-VIII (I) + VII (ID

3 0,71 10,9
22 5,22 16,12 8 5,47 20,53
43 10,21 26,33 17 11,64 32,17
4 0,95 27,28
2 1,36 33,53
86 20,42 47,7 8 5,47 39
1 0,23 47,93
1 0,23 48,16 1 0,68 39,68
1 0,68 40,36
7 1,66 49,82 3 2,05 42,41
4 0,95 50,77
55 13,06 63,83 15 10,27 52,68
9 2,13 65,96 3 2,05 54,73
28 6,65 72,61 8 5,47 60,2
2 0,47 73,08
1 0,23 73,31 1 0,68 60,88
2 1,36 62,24
2 0,47 73,78
1 0,68 62,92
1 0,23 74,01
1 0,23 74,24
3 0,71 74,95
1 0,23 75,18 1 0,68 63,6

1 0,23 75,41
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde 34 8,07 83,48 9 6,16 69,76
2 0,47 83,95
10 2,37 86,32 7 4,79 74,55

33 7,83 94,15 14 9,58 84,13


4 2,73 86,86
17 4,03 98,18 7 4,79 91,65
1 0,68 92,33
7 1,66 99,84 11 7,53 99,86

47,9 37 39,4 35,5


24,2 32,5 20,7 21,7
21,8 29,3 17,8 18,8
0,2 0,3 2 2,1
59,4 55,1
2,6 3,5 2 2,1
20,4 27,4 28 29,7
4,5 6,07 6,1 6,5
Total 421 Total 146

JUYO, Grupo III y PASIEGA (Juyo III)


IX-XI (I) + VIII (II) Pasiega

1, —Raspador simple 6 8,9 8,9 6 7,05 7,05


2. —Raspador atipico 4 5,9 14,8 1 1,1 8,15
5.—Raspador sobre lámina retocada 1 1,1 9,25
7.—Raspador en abanico 1 1,4 16,2
10.—Raspador unguiforme 1 1,4 17,6 1 1,1 10,35

314
JUYO, Grupo III y PASIEGA (Juyo III)
IX-XI (I) + VIII (II) Pasiega

11. —Raspador carenado 3 4,4 22 2 2,3 12,65


12. —Raspador carenado atipico 2 2,9 24,9 2 2,3 14,95
13. —Raspador en hocico 2 2,3 17,25
14. —Raspador de hocico plano 2 2,3 19,55
15. —Raspador nucleiforme 6 8,9 33,8 7 8,2 27,75
16. —Cepillo 1 1,4 35,2
21.—Perforador-raspador 1 1,1 28,85
23. —Perforador , 1 1,4 36,6 1 1,1 29,95
24.—Perforador atipico , 2 2,9 39,5 1 1,1 31,05
27. —Buril diedro central 6 8,9 48,4 6 7 38,05
28. —Buril diedro ladeado 2 2,9 51,3 4 4,7 42,75
30. Buril de ángulo sobre rotura 4 5,9 57,2 3 3,5 46,25
31. —Buril diedro múltiple 1 1,4 58,6
34. —Buril sobre truncadura recta 2 2,9 61,5
35. —Buril sobre truncadura oblicua 1 1,4 62,9 4 4,7 50,95
36. —Buril sobre truncadura cóncava 4 4,7 55,65
38.—Buril sobre truncadura lateral 1 1,4 64,3 3 3,5 59,15
40. —Buril múltiple sobre truncadura 1 1,4 65,7
41. —Buril múltiple mixto 1 1,1 60,25
43.—Buril nucleiforme 1 1,4 67,1
51.—Microgravette 1 1,4 69,9
65. —Pieza de retoque continuo sobre un borde 6 8,9 78,8 14 16,4 76,65
66. —-Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 4 4,7 81,35
67. —Lámina auriñaciense 1 1,1 82,45
68. —Lámina estrangulada 1 1,1 83,55
75.—Pieza denticulada 1 1,4 80,2 6 7 90,55
77. —Raedera 1 1,4 81,6 1 1,1 91,65
78. —Raclette 2 2,3 93,95
85. —Hojita de dorso 8 11,9 93,5 2 2,3 96,25
86. —Hojita de dorso truncada 3 4,4 97,9
92.—Diversos 2 2,3 98,55

Indice de raspador I G 34,3 27,8 28,2 21,7


Indice de buril IB 28,3 31,14 29,4 32,05
Indi.e de buril diedro IBd 17,9 19,6 15,2 16,6
Indice de buril sobre truncadura IBt 5,9 6,5 9,4 10,2
Indice de raspador auriñaciense IGAr 29,4 47
Indice de perforador 4,4 4,9 2,3 2,5
Indice de Sustrato IS 11,° 13,1 31,7 34,6
Grupo Perigordiense 1°>4 21,3 2,3 2,5
Total 67 85

RASCAÑO 3 4 + 4b S

15 6,78 6,78 3 1,24 1,24 6 4,28 4,28

1 0,45 7,23 1 0,41 1,65


1 0,45 7,68
1 0,71 4,99
11 4,97 12,65 12 4,99 6,64 5 3,57 8,56
2 1,42 9,98
7 2,91 9,55 2 1,42 11,4

315
RASCAÑO 3 4 + 4b 5

14. —Raspador de hocico plano 4 1,66 11,2 1 0,71 12,11


15.—Raspador nucleiforme , 66 29,86 47,93 124 51,66 62,8 30 21,42 33,5
16. —Cepillo , 2 0,83 63,7 2 1,42 34,9
17.—Raspador-buril 1 0,45 48,38 2 0,83 64,5 1 0,71 35,6
21. —Perforador-raspador 1 0,45 48,83 3 2,14 37,8
22. —Perforador-buril ,
23. —Perforador 5 2,26 51,09 5 2 66,53 6 4,28 42,08
24. —Perforador atipico 1 0,45 51,54 3 2,14 44,22
25. —Perforador múltiple 1 0,45 51,99
26. —Microperforador 1 0,71 44,93
27.—Buril diedro central , , 5 2,26 54,25 1 0,41 66,94 5 3,57 48,5
28. —Buril diedro ladeado 5 2,26 56,51 7 2,91 69,85 3 2,14 50,64
30.—Buril de ángulo sobre rotura 9 4,07 60,58 6 2,41 72,26 3 2,14 52,78
34.—Buril sobre truncadura recta 1 0,71 53,49
36.—Buril sobre truncadura concava 1 0,71 54,2
38.—Buril sobre truncadura lateral 1 0,45 61,03 1 0,41 72,67
41.—'Buril múltiple mixto 1 0,45 61,48
43.—Buril nucleiforme 3 1,35 62,83 7 2,91 75,58 2 1,42 55,62
50.—Punta de Vachons 1 0,45 63,28
51.—Microgravette , 20 9,04 72,32 7 2,91 78,49 10 7,14 63,47
55. —Punta pedunculada , 1 0,45 72,77
56. —'Punta de muesca perigordiense 1 0,45 73,22
58.—Hoja de borde rebajado total 1 0,71 64,18
60.—Pieza de truncadura recta 1 0,71 64,89
61. —Pieza de truncadura oblicua 1 0,41 78,9 1 0,71 65,6
62.—Pieza de truncadura cóncava 1 0,41 79,3 1 0,71 66,3
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde 5 2,26 75,48 1 0,41 79,7 8 5,71 72,02
66. —Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 1 0,45 75,93 1 0,71 72,73
67.—Lámina auriñaciense 1 0,45 76,38 1 0,41 80,1
74.—Pieza con muesca 1 0,45 76,83 5 2 82,13 10 7,14 79,87
75.—Pieza denticulada 7 3,16 79,99 7 2,91 85,04 6 4,28 84,15
76. —Pieza esquirlada 2 1,42 85,5
77. —Raedera 4 1,8 81,79 6 2,41 87,45 5 3,57 89,14
78. —Raclette 2 0,9 82,68 1 0,41 87,86 3 2,14 91,28
79. —Triángulo 1 0,41 88,27
85.—Hojita de dorso 29 13,12 95,8 18 7,49 95,76 9 6,42 97,7
86.—Hojita de dorso truncada 4 1,8 97,6 1 0,41 96,17 1 0,71 98,4
87. Hojita de dorso denticulada 1 0,71 99,1
88.—Hojita denticulada 1 0,45 98
91. —Punta aziliense 1 0,45 98,51
92.—Diversos 3 1,35 99,86 8 3,33 99,5 1 0,71 99,8

Indice de raspador I G 47,9 25,8 62,9 23,2 33,5 15,4


Indice de buril IB 10,8 15,4 9,1 18,9 10,7 13,6
Indice de buril diedro IBd 8,5 12,2 5,8 12 7,8 10
Indice de buril sobre truncadura IBt 1,4 1,8
Indice de raspador auriñaciense IGAr 57,5 85,1 58,8
Indice de perforador 3,1 4,5 2,08 4,3 7,1 9
Indice de Sustrato 8,5 12,2 8,3 17,2 22,8 29
Grupo Perigordiense 253 36,1 11,6 24,1 17,8 22,7
Total 221 240 140

SANTIMAMIÑE BOLINKOBA

1. -Raspador simple 14 5,10 5,10 8 2,99 2,99


6
2. —Raspador atipico 2,18 7,28
3
3. —Raspador doble 1 0, ° 7,64
u
4. —Raspador ojival 1 ,37 336

31 fi
SANTIMAMIÑE BOLINKOBA

3 1,09 8,73 10 3,74 7,1


1 0,36 9,09 1 0,37 7,47
4 1,45 10,53 5 1,87 9,34
2 0,72 11,26 1 0,37 9,71
12.—Raspador carenado atipico 5 1,87 11,58
2 0,72 11,96 2 0,74 12,32
14.—Raspador de hocico plano 2 0,72 12,7 3 1,12 13,44
54 19,7 32,4 13 4,86 18,3
1 0,36 32,7 1 0,37 18,67
5 1,82 34,5 10 3,74 22,41
1 0,36 34,9
5 1,82 36,73 5 1,87 24,28
7 2,55 39,31 4 1,49 25,77
1 0,36 39,67
29 10,58 50,25 35 13,10 38,87
1 0,36 50,61
1 0,36 50,97
7 2,55 53,52 9 3,37 42,24
1 0,36 53,88
1 0,36 54,24
1 0,36 54,6 1 0,37 42,61
4 1,45 56,05 1 0,37 42,98
3 1,09 57,95 4 1,49 44,47
1 0,36 58,31 3 1,12 45,59
1 0,37 45,96
1 0,37 46,33
3 1,09 59,4 10 3,74 50,07
26 9,73 59,8
10 3,64 63,04 7 2,62 62,42
1 0,36 63,4
1 0,36 64,85
4 1,45 65,21 3 1,12 63,54
58.—Hoja de borde rebajado total 1 0,36 65,57
2 0,72 66,29 4 1,49 65,03
61.—Pieza de truncadura oblicua 2 0,72 67,01 1 0,37 65,4
2 0,74 66,14
3 1,12 67,26
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde 15 5,47 72,48 25 9,36 76,62
66.—'Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 4 1,45 73,93 6 2,24 78,86

13 4,74 78,67 6 2,24 81,1


6 2,18 80,85 5 1,87 82,91

19 6,93 87,78 22 8,23 91,2


1 0,37 91,57
11 4,01 91,79 3 1,12 92,69
4 1,45 93,24 3 1,12 94,93
5 1,82 95,06
15 5,47 100,53 13 4,86 99,79

32,76 18,67
23,77 36,65
11,3 16,47
3,26 3,74
17,1 30,5
4,73 3,37
26,2 28,8
9,4 7,1
Total 274 267
ERMITTIA A I T Z B I T A R T E IV
Total Magdaleniense Nivel III

3 2,29 9,92
7 5,34 15,26
1 0,76 16,02
1 0,67 20,12
1 0,76 16,78
7 4,7 24,82 11 8,39 25,17
9 6,04 30,86 2 1,52 26,69
1 0,67 31,53
2 1,52 28,21
1 0,67 32,2 3 2,29 30,5
1 0,76 31,26
14 9,4 41,6 6 4,58 35,84
20 13,42 55,02
7 4,7 59,72
2 1,52 37,36
1 0,67 60,39
2 1,52 38,88
3 2,01 62,4 2 1,52 39,9
1 0,67 63,07
3 2,01 65,08
2 1,34 66,42 1 0,76 40,66
1 0,67 67,09
1 0,67 67,76
2 1,34 69,1 2 1,52 42,18
3 2,01 71,11 1 0,76 42,94
6 4,02 75,13 6 4,58 47,52
1 0,67 75,8
1 0,67 76,47
1 0,76 48,28
1 0,67 77,14
2 1,52 49,8
1 0,76 50,56
65.—tPieza de retoque continuo sobre un borde 4 2,68 79,82 17 12,97 63,53
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 1 0,67 80,49 1 0,76 64,29
2 1,34 81,83
3 2,29 66,58
3 2,29 68,37
7 5,34 74,21
79.—Triángulo 2 1,52 75,73
19 12,75 94,56 20 15,26 90,99
4 2,68 97,24 2 1,52 92,51
87.—Hojita de dorso denticulada 1 0,76 93,27
1 0,67 97,91
1 0,67 98,58
2 1,52 94,79
2 1,34 99,92
6 4,58 99,37

24,82 25,17 18,3


38,91 11,68 13,3
27,52 4,58 6,6
7,37 3,05 3,3
3,3 40,9
0,67 3,05 3,3
4,69 28,24 30,8
21,6 25,19 27,5
Total 149 Total 131

318
URTIAGA URTIAGA LUMENTXA
E F E + F

1.—Raspador simple 10 6,89 6,89 4 4 4 2 2,85 2,85


2. —Raspador atipico 1 0,68 7,57
5,—Raspador sobre lámina retocada 1 0,68 8,25 3 3 7
11.—Raspador carenado 3 2,06 10,31 3 3 10
12. —Raspador carenado atipico 3 4,28 7,13
13.—Raspador en hocico 2 1,37 11,68
14.—Raspador de hocico plano 3 2,06 13,74 1 1 11
15.—Raspador nucleiforme 27 18,62 32,36 20 20 31 11 15,71 22,84
16.—Cepillo
17.—Raspador-buril 3 2,06 34,42 1 1 32 2 2,85 25,69
21.—Perforador-raspador 1 0,68 35,1
22.—Perforador-buril 1 0,68 35,78
23.—Perforador , 2 1,37 37,15 3 3 35 2 2,85 28,54
24.—Perforador atipico 1 0,68 37,83 2 2,85 31,39
27.—Buril diedro central 27 18,62 56,45 10 10 45 18 25,71 57,1
28.—Buril diedro ladeado 1 0,68 57,13 5 5 50 1 1,42 58,52
29.—Buril diedro de ángulo 1 0,68 57,81
30.—Buril de ángulo sobre rotura 3 3 53 2 2,85 61,37
33. —Buril pico de loro 1 0,68 58,49
34. —Buril sobre truncadura recta 1 0,68 59,17 2 2 55
35.—'Buril sobre truncadura oblicua 2 1,37 60,54 2 2 57 1 1,42 62,79
36.—Buril sobre truncadura cóncava 7 4,82 65,36
37.—Buril sobre truncadura convexa 2 2,85 67,06
41.—Buril múltiple mixto 2 1,37 66,73
43.—Buril nucleiforme , 1 0,68 67,41 3 3 60 3 4,28 71,34
51.—Microgravette 9 6,2 73,6 6 6 66
55.—Punta pedunculada 1 0,68 74,29
58.—Hoja de borde rebajado total 1 1 67 1 1,42 72,76
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde 6 4,13 79,1 5 5 72 7 9,99 85,59
66.—'Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 3 2,06 81,16 1 1 73
74.—Pieza con muesca : 0,68 81,84 2 2 75 4 5,71 91,3
75.—Pieza denticulada 1 0,68 82,52 1 1 76 1 1,42 92,72
77.—Raedera 4 4 80 2 2,85 95,57
79.—Triángulo 2 1,37 83,89 1 1 81
85.—Hojita de dorso 15 10,34 94,23 16 16 97
86. —Hojita de dorso truncada 3 2,06 96,29
88.—Hojita denticulada 1 0,68 96,97
90.—Hojita Dufour 2 1,37 98,34 1 1 98
92.—Diversos 2 1,37 99,71 2 2 100 3 4,28 99,85

Indice de raspador I G 32,4 16,9 31 13,75 22,84


Indice de buril IB 29,6 36,4 25 31,25 39,95
Indice de buril diedro IBd 20 24,5 18 22,5 27,13
Indice de buril sobre truncadura IBt 6,8 8,4 4 5 5,69
Indice de raspador auriñaciense IGAr 40 36,36 60
Indice de perforador 2,06 2,5 3 3,75 5,7
Indice de Sustrato 8,9 11 13 16,25 20
Grupo Perigordiense 20 24,5 23 28,75 4,2
Total 145 100

ABAUNTZ E N.«

1.—Raspador simple 4 1,19


2.—Raspador atipico 4 1,19
5.—Raspador sobre lámina retocada 2 0,59

319
ABAUNTZ E N.° %

6.—Raspador sobre lámina auriñaciense 2 0,59


12.—Raspador carenado atipico 1 0,29
15.—Raspador nucleiforme 9 2,69
16. —Cepillo 3 0,89
17.—Raspador-buril 8 2,39
18. —Raspador sobre lámina truncada 1 0,29
22.—Perforador-buril 1 0,29
23. —Perforador 15 4,49
25.—Perforador múltiple 3 0,89
27.—Buril diedro central 12 3,59
28.—Buril diedro ladeado 6 1,79
29.—Buril diedro de ángulo 3 0,89
30.—Buril de ángulo sobre rotura 4 1,19
31.—Buril diedro múltiple 1 0,29
34.—Buril sobre truncadura recta 1 0,29
35.—Buril sobre truncadura oblicua 4 1,19
36. —Buril sobre truncadura cóncava 2 0,59
37.—Buril sobre truncadura convexa 2 0,59
38.—Buril sobre truncadura lateral 3 0,89
40. —Buril múltiple sobre truncadura 1 0,29
41. —Buril múltiple mixto 1 0,29
43.—Buril nucleiforme 3 0,59
44.—Buril plano 4 1,19
50.—Microgravette 18 5,38
57.—Pieza (o lámina) con escotadura 1 0,29
58.—Lámina de borde rebajado total 5 1,49
59. —Lámina de borde rebajado parcial 14 4,19
60. —Lámina de truncadura recta 5 1,49
61.—Lámina de truncadura oblicua 5 1,49
65. —Lámina con retoque continuo sobre un borde ... 12 3,59
66.—Lámina con retoque continuo sobre los dos bordes 5 1,49
67.—Lámina auriñaciense 2 0,59
74.—Pieza con muesca 11 3,29
75. Pieza denticulada 8 2,39
77.—Raedera 5 1,49
78. —Rasqueta 8 2,39
79.—Triángulo 3 0,89
80.—Rectángulo 1 0,29
84. —Laminilla truncada 1 0,29
85.—Laminilla de dorso 101 30,23
86. —Laminilla de dorso truncada 14 4,19
87.—Laminilla de dorso denticulada 5 1,49
88.—Laminilla denticulada 1 0,29
89.—Laminilla de muesca 3 0,89
90. —Laminilla Dufour 6 1,79
91.—Punta aziliense
92.—Varios 1 0,29
Total 334

M A G D A L E N I E N S E III ASTURIAS SANTANDER PAIS VASCO

1.—Raspador simple 115 4,02 4,02 105 6,84 6,84 28 3,93 3,9
2.—Raspador atipico 45 1,57 5,5 7 0,45 7,29 6 0,84 4,7
3.—Raspador doble 13 0,45 6 3 0,19 7,4 1 0,14 4,9
4. Raspador ojival 12 0,42 6,4 2 0,13 7,6 1 0,14 5

32U
M A G D A L E N I E N S E III ASTURIAS SANTANDER PAIS VASCO

5.—Raspador sobre lámina retocada 22 0,77 7,2 7 0,45 8 16 2,25 7,3


7. —Raspador en abanico 1 0,03 7,2 3 0,19 8,2
8. Raspador sobre lasca retocada 30 1,05 8,2 2 0,28 7,5
9. —Raspador circular 3 0,1 8,3
10. —Raspador unguiformc 9 0,31 8,6 5 0,32 8,5 9 1,26 8,8
11. —Raspador carenado 89 3,11 11,7 94 6,12 14,6 6 0,84 8,8
12. —Raspador carenado atipico 16 0,56 12,3 64 4,16 18,7 8 1,12 10,8
13. —Raspador en hocico 19 0,66 12,9 31 2,01 20,7 4 0,56 11,3
14. —Raspador de hocico plano 31 1,08 14 29 1,88 22,6 6 0,84 12,2
15. —Raspador nucleiforme 1014 35,4 49,5 413 26,9 49,5 98 13,78 25,9
16. —Cepillo 1 0,03 49,5 17 1,1 50,6 2 0,28 26,2
17.—Raspador-buril .., , 24 0,84 50,4 10 0,65 51,3 18 2,53 28,7
18. —Raspador sobre lámina truncada 2 0,07 50,5
19. —Buril sobre lámina truncada 3 0,1 50,6
20. —Perforador sobre lámina truncada 1 0,03 50,6
21. —Perforador-raspador 4 0,14 50,7 3 0,19 51,5
22.—Perforador-buril 2 0,13 51,6
23. —Perforador 57 1,99 52,7 40 2,6 54,2 15 2,10 31
24. —Perforador atipico 15 0,52 53,2 21 1,36 55,6 13 1,82 32,8
25. —Perforador múltiple .., 5 0,17 53,4 5 0,32 55,9 1 0,14 32,9
27. —Buril diedro central , 103 3,6 57,05 96 6,25 62,1 92 12,93 45,9
28. Buril diedro ladeado 51 1,78 58,8 48 3,12 65,2 7 0,98 46,9
29. —Buril diedro de ángulo 1 0,14 47
30. —Buril de ángulo sobre rotura 55 1,92 60,7 60 3,9 69,1 21 2,95 49,9
31. —Buril diedro múltiple 4 0,14 60,8 5 0,32 69,5 1 0,14 50,1
32. —Buril "busqué" 1 0,03 60,9 1 0,14 50,2
34. —Buril sobre truncadura recta 7 0,24 61,1 7 0,45 69,9 4 0,56 50,8
35.—Buril sobre truncadura oblicua 9 0,31 61,4 3 0,19 70,1 8 1,12 51,9
36. —Buril sobre truncadura cóncava 4 0,14 61,6 9 0,58 70,7 8 1,12 53
37.—Buril sobre truncadura convexa 5 0,17 61,7 2 0,13 70,8 6 0,84 53,9
38.—Buril sobre truncadura lateral 20 0,7 62,4 5 0,32 71,1 1 0,14 54,1
39. —Buril transversal sobre muesca 2 0,07 62,5
40.—Buril múltiple sobre truncadura 2 0,07 62,6 1 0,06 71,2 1 0,14 54,1
41.—Buril múltiple mixto 13 0,45 63,07 3 0,19 71,4 13 1,82 56
42.—Buril de NoaiUes 1 0,06 71,4 26 3,65 59,6
43. —Buril nucleiform: 24 0,84 63,9 46 2,99 74,4 23 3,23 62,8
44. —Buril plano 3 0,19 74,6
45. —Cuchillo tipo Abrí Audi 1 0,14 63
47.—Punta de Chatelperrón atípica 1 0,06 74,7
50. Punta de Vachons 1 0,03 63,9 1 0,14 63,1
51.—Microgravette 54 1,89 65,8 10 0,65 75,3 13 1,82 64,9
52. —Punta de Font Yves 3 0,1 65,9
53.—Pieza gibosa de borde rebajado , 2 0,07 66 1 0,06 75,4
56.—Punta de muesca perigordiense 1 0,03 66
58. —Hoja de borde rebajado total 1 0,03 66 5 0,32 75,7 3 0,42 65,4
59.—Hoja de borde rebajado pardal 1 0,06 75,8
60. —Pieza de truncadura recta 10 0,35 66,4 4 0,26 76 6 0,84 66,2
61.—Pieza de truncadura oblicua 9 0,31 66,7 2 0,13 76,2 4 0,56 66,8
62.—Pieza de truncadura cóncava 3 0,1 66,8 2 0,13 76,3 3 0,42 67,2
63. —Pieza de truncadura convexa 3 0,1 66,9 3 0,42 67,6
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde 91 3,18 70 65 4,23 80,5 52 7,31 74,9
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 35 1,22 71,3 13 0,84 81,4 11 1,54 76,5
67.—Lámina auriñaciense 2 0,13 81,5
73. —Pico 1 0,03 71,3
74.—Pieza con muesca 103 3,6 74,9 44 2,86 84,4 25 3,51 80
75.—Pieza denticulada 255 8,92 83,8 51 3,32 87,7 13 1,82 81,8
76. —Pieza esquirlada 3 0,1 83,9
77. —Raedera 183 6,4 90,3 81 5,27 92,9 47 6,61 88,4
78. —Raclette 13 0,45 90,8 10 0,65 93,6 1 0,14 88,5
79. —Triángulo > 1 0,06 93,7 1 0,14 88,7

321
M A G D A L E N I E N S E III ASTURIAS SANTANDER PAIS VASCO

2 0,07 90,8
1 0,03 90,9
138 4,83 95,8 52 3,38 97,08 30 4,21 92,9
12 0,42 96,2 5 0,32 97,4 7 0,92 93,8
11 0,38 96,6 2 0,13 97,5
1 0,03 96,6
26 0,91 97,5 9 1,26 95,1
62 2,17 99,72 33 2,14 99,67 33 4,64 99,7

Indice de raspador I G 49,6 20,7 50,8 31,1 26 14,1


Indice de buril IB 10,1 14,9 18,8 25,7 29,9 34,7
Indice de buril diedro IBd 6,9 13,2 16,8
Indice de buril sobre truncadura IBt 0,8 0,8 3,7
Indi-e de raspador auriñaciense IGAr 38,1 62,2 27,5
Indice de perforador 2,6 3,9 4,2 5,8 4 4,7
Indice de Sustrato IS 23,4 34,5 16,6 22,8 20,8 24,1
Grupo Perigordiense 8,6 12,7 10,8 14,7 9,6 11
(c. 15) (s. 15) (c. 15) (s. 15) (c. 15) (s. 15)
Total: 2857 Total: 1535 Total: 711

M A G D A L E N I E N S E IV ASTURIAS SANTANDER PAIS VASCO

1.—Raspador simple 26 3,24 23 6,86 20 7,24


2. —Raspador atipico 4 0,49 3,73 3 0,89 7,75 1 0,36
3. —Raspador doble 2 0,24 3,97 1 0,29 8,04
4. Raspador ojival 7 0,87 4,84 1 0,29 8,33
5. —Raspador sobre lámina retocada 10 1,24 6,08 1 0,29 8,62 1 0,36
8. Raspador sobre lasca retocada 4 0,49 6,57 2 0,59 9,21 3 1,08
10. —Raspador unguiforme 1 0,12 6,69 2 0,59 9,8
11. —Raspador carenado 30 3,74 10,43 13 3,88 13,6 10 3,62
12. —Raspador carenado atipico 2 0,24 10,67 2 0,59 14,2 1 0,36
13. —Raspador en hocico 1 0,12 10,79 8 2,38 16,6 2 0,72
14. —Raspador de hocico plano 2 0,24 11,03 5 1,49 18,1 4 1,44
15. —Raspador nucleiforme 236 29,46 40,4 73 21,79 39,9 38 13,76
16. —Cepillo 1 0,12 40,6
17. —Raspador-burü 17 2,12 42,7 1 0,29 40,2 1,81 30,7
21. —Perforador-raspador 2 0,24 42,9 1 0,29 40,51 1,08 31,8
22. —Perforador-buril 2 0,24 43,2 036 32,1
23. —Perforador 18 2,24 45,4 10 2,98 43,49 1,81 34
24. —Perforador atipico 1 0,12 45,5 1 0,29 43,7 0,72 34,7
25. —Perforador múltiple 1 0,12 45,6 1 039 44
27. —Buril diedro central 59 7,36 53 15 4,47 48,5 33 11,95 46,6
28. Buril diedro ladeado 18 2,24 55,2 8 2,38 50,9 1 0,36 47
29. —'Buril diedro de ángulo 1 0,29 51,2 0,36 47,3
30. —Buril de ángulo sobre rotura 10 1,24 56,5 11 3,28 54,4 0,72 48,1
31. —Buril diedro múltiple 0,36 48,4
33. —Buril pico de loro 0,36 48,8
34. —Buril sobre truncadura recta ... 3 037 56,9 1,08 49,9
35. —Buril sobre truncadura oblicua 6 0,74 57,6 1,44 51,3
36. —Buril sobre truncadura cóncava 6 0,74 58,3 2,53 53,8
37. —Buril sobre truncadura 7 0,87 59,2 0,36 54,4
38.—Buril sobre truncadura 8 0,99 60,2 1 0,29 54,7
1 0,12 60,3

322
M A G D A L E N I E N S E IV ASTURIAS SANTANDER PAIS VASCO

1 012 60,4
41.—Buril múltiple mixto 9 1,12 61,6 1 0,29 55 4 1,44 55,9
22 2,74 64,3 4 1,19 56,2 2 0,72 56,6
1 0,29 56,5
21 2,62 66,9 20 5,97 62,5 15 5,43 62
53. Pieza gibosa de borde rebajado
1 0,12 67 1 0,29 62,8 1 0,36 62,4
1 0,29 63,1
1 0,12 67,2 2 0,72 63,1
1 0,12 67,3 1 0,29 63,3
2 0,24 67,5 2 0,72 63,8
1 0,36 64,2
63.—'Pieza de truncadura convexa 1 0,12 67,6
1 0,12 67,8
53 6,61 74,4 21 6,26 69,6 23 8,33 72,5
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 18 2,24 76,6 6 1,79 71,4 4 1,44 74
1 0,29 71,7
5 0,62 77,2. 1 0,29 72 4 1,44 75,4
75.—Pieza denticulada 33 4,11 81,3 8 2,38 74,4 4 1,44 76,8
1 0,29 74,6
39 4,86 86,2 20 5,97 80,6 7 2,53 79,4
78.—Raclette 2 0,59 81,2
79.—Triángulo 4 1,44 80,8
85 10,6 96,8 39 11,64 92,8 35 12,68 93,5
3 0,37 97,2 4 1,19 94 5 1,81 95,3
4 0,49 97,7 5 1,49 95,5 1 0,36 95,7
1 0,12 97,8 1 0,29 95,8 1 0,36 96
90.—Hojita Dufour 13 1,62 99,4 4 1,44 97,5
1 0,29 96,1
2 0,24 99,6 12 3,58 99,7 8 2,89 100

Indice de raspador I G 40,5 15,7 39,7 22,9 28,7 17,6


17,9 25,4 9,5 12,2 20,6 24,8
10,8 7,4 12,2
Indi-e de buril sobre truncadura IBt 2,7 0 4,9
39,3 46,6 41
2,4 3,5 3,5 4,5 2,5 2,9
Indice de Sustrato (IS) 18,4 26,1 17,3 22,1 18,6 20,9
Grupo Perigordiense (GP) 21,4 27,4 21,4 27,4 22,5 26
(c. 15) (s. 15) (c. 15) (s. 15) (c. 15) (s. 15)
Total: 801 Total: 335 Total: 276

M A G . III M A G . IV

248 4,85 4,85 69 4,88 4,88


58 1,13 5,98 8 0,56 5,44
17 0,33 6,3 3 0,21 5,65
15 0,29 6,6 8 0,56 6,21
45 0,88 7,4
0,07 7,5
32 0,62 8,1 9 0,63 7,68
3 0,05 8,2
23 0,45 8,6 3 0,21 7,89
M A G . III M A G . IV

189 3,7 12,3 53 3,75 11,6


88 1,72 14 5 0,35 11,9
54 1,05 15 11 0,77 12,7
66 1,29 16,3 11 0,77 13,5
1525 29,88 46,2 347 24,57 38,1
20 0,39 46,6 1 0,07 38,1
52 1,01 47,6 23 1,62 39,7
2 0,03 47,6
3 0,05 47,6
2 0,03 47,7
7 0,13 47,8 6 0,42 40,2
2 0,03 47,8 3 0,21 40,4
112 2,19 50 33 2,33 42,7
49 0,96 51 4 0,28 43
11 0,21 51,2 2 0,14 43,17
291 5,7 56,9 107 7,57 50,7
106 2,07 59 27 1,91 52,6
1 0,01 59 2 0,14 52,7
136 2,66 61,6 23 1,62 54,4
10 0,19 61,8
2 0,03 61,8
1 0,07 54,4
18 0,35 62,2 6 0,42 54,9
20 0,39 62,6 10 0,7 55,6
21 0,41 63 13 0,92 56,5
13 0,25 63,2 7 0,49 56,9
26 0,5 63,7 10 0,7 57,6
2 0,03 63,8 1 0,07 57,7
4 0,07 63,8 1 0,07 57,8
29 0,56 64,4 14 0,99 58,8
27 0,52 64,9
93 1,82 66,7 28 1,98 60,8
3 0,05 66,8
1 0,01 66,8
1 0,01 66,8
2 0,03 66,8 1 0,07 60,8
77 1,5 68,3 56 3,96 64,8
3 0,05 68,4
3 0,05 68,4 1 0,07 64,9
2 0,14 65
1 0,01 68,5 1 0,07 65,1
9 0,17 68,6 3 0,21 65,3
1 0,01 68,6
20 0,39 69 2 0,14 65,4
15 0,29 69,3 1 0,07 65,5
8 0,15 69,5 1 0,07 65,6
6 0,11 69,6 1 0,07 65,6
1 0,07 65,7
65.—Pieza de retooue continuo sobre un borde 208 4,07 73,6 97 6,86 72,6
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 59 1,15 74,8 28 1,98 74,5
2 0,03 74,8 1 0,07 74,6
1 0,01 74,8
172 3,37 78,2 10 0,7 75,3
319 6,25 84,5 45 3,18 78,5
3 0,05 84,5 1 0,07 78,6
311 6,09 90,6 66 4,67 83,2
24 0,47 91,1 2 0,14 83,4
4 0,07 91,1 4 0,28 83,6
2 0,03 91,1
1 0,01 91,1

324
M A G . III M A G . IV

220 4,31 95,4 159 11,26 94,9


24 0,47 95,9 12 0,84 95,7
13 0,25 96,2 10 0,7 96,4
1 0,01 96,2 3 0,21 96,7
35 0,68 96,9 17 1,2 97,9
1 0,07 97,9
99,4 22 1,55 99,52

23,5 38,1 18
15,7 22,4 17,7 23,4
10,4 11,1
M 2,5
47,1 41,6
3,3 4,8 2,7 3,6
30 17,5 23,2
7,9 11,2 17,9 23,8

(c. 15) (J. 15) (c. 15) (s. 15)


Total: 5103 Total: 1412

A P E N D I C E II
Industria ósea por yacimientos y general

Paloma Paloma Cierro


6 8 Med. Inf. 4

3. Punta de base acortada


4. Punta de base monobiselada
4.1. De sección circular
4.2. De sección triangular
4.3. De sección cuadrada
4.4. Monobisel de más de 1/3, circular
4.5. Monobisel de más de 1/3, triangular
4.6. Monobisel de más de 1/3, cuadrada
4.16. Bisel cóncavo, sección circular
5. Punta de base en doble bisel
5.1. De sección circular
5.2. De sección triangular o cuadrada
5.3. Doble bisel truncado, circular
6. Punta de base hendida
7. Punta de base ahorquillada
9. Punta doble
9.1. Lisa de sección circular
9.2. Lisa de sección triangular
9.3. Lisa de sección cuadrada
10. Punta doble con aplanamiento central
10.1. Recta, de sección circular
12.2. Punta fina y corta doble, con estrangulamiento
central
21. Esquirla apuntada
25. Punta plana de base biselada
26. Varilla de base redondeada

325
Paloma Paloma Cierro
6 8 Med. Inf. 4

26.2. De sección rectangular 1


29. Varilla de base biselada
29.1. De sección planoconvexa 1 1
29.2. De sección rectangular o aplanada 1
2
55. Aguja
65. Diente colgante 14 1 2
80. Fragmento con grabados
80.1. Motivos decorativos 3
80.2. Motivos figurados , 1 1
81.1. Relieve exento 7
82. Varios 1

FRAGMENTOS
46 16 7 1 8
20 5 3 1 1
21 5 2 20
4 1 1
21 2 2 1 6
18 4 3
1 3

TOTAL 166 36 52 23 60

Río Balmori Cueto de la Mina


(Oviedo + Madrid) C D

1. Punta de base redondeada


2. Punta de base poligonal 1
3. Punta de base acortada 1
4. Punta de base monobiselada ,
4.1. De sección circular 16
4.3. De sección cuadrada 2
4.4. Monobisel de más de 1/3, circular 2
4.6. Monobisel de más de 1/3, cuadrada
4.18. Bisel cóncavo, de 1/3, cuadrada
5. Punta de base en doble bisel
5.1. De sección circular
5.2. De sección triangular o cuadrada 1
5.7. Biseles inversos
7. Punta de base ahorquillada
9. Punta doble
9.1. Lisa de sección circular
9.5. Con surcos longitudinales
9.7. Curvada, de sección circular
10. Punta doble con aplanamiento central
10.1. Recta, de sección circular
11. Punta fina y doble 1
13.1. De sección circular 1
13.3. De sección cuadrada 2
20. Esquirla con base preparada
21. Esquirla apuntada 2
23. Punta plana de base redondeada
25. Punta plana de base biselada

32fi
Rio Balmori Cueto de la Mina
(Oviedo + Madrid) C D

25.1. Recta
26. Varilla de base redondeada
26.1. De sección planoconvexa
26.2. De sección rectangular
27. Varilla de base en monobisel oblicuo
28. Varilla de base en doble bisel oblicuo ..
29. Varilla de base biselada
29.1. De sección planoconvexa
29.2. De sección rectangular o aplanada
30. Varilla decorada
31. Espátula
52. Bastón con una perforación 2
55. Aguja , 3
65. Diente colgante 1 4
80. Fragmento con grabados 2
80.1. Motivos decorativos 1

FRAGMENTOS
Sección circular 12 24 20 45
" triangular 3 5 1
" cuadrada 35 6 7
" gruesa ,
fina 3 1
" aplanada 9 12 18 23
" planoconvexa 2 4 9 27

T O T A L .. 42 146 93 171

ALTA. CAS. JUYO PAS.

1. Punta de base redondeada 1 6


2. Punta de base poligonal 2 3 1
3. Punta de base acortada 4 1
4. Punta de base monobiselada
4.1. De sección circular 11 22 1
4.2. De sección triangular 2 1 2
4.3. De sección cuadrada 8 28
4.4. Monobisel de más de 1/3, circular 7 19
4.5. Monobisel de más de 1/3, triangular 1 1
4.6. Monobisel de más de 1/3, cuadrada 2 7 3 1
4.8. Carenada, triangular o cuadrada 1
4.16. Bisel cóncavo, sección circular 3
4.18. Bisel cóncavo, sección cuadrada 8
5. Punta de base en doble bisel
5.1. De sección circular 5
5.2. De sección triangular o cuadrada 1 3
5.7. Biseles inversos 1
6. Punta de base hendida 1
9. Punta doble
9.1. Lisa de sección circular 1 11 4
9.2. Lisa de sección triangular 7 1 1
9.3. Lisa de sección cuadrada 10
9.4. Con acanaladura longitudinal 2

327
ALTA. CAS. JUYO PAS.

9.5. Con surcos longitudinales 2


9.6. Tuberculada , 1
9.7. Curvada, de sección circular 7
10. Punta doble con aplanamiento central 1 7
10.1. Recta, de sección circular 2
11. Punta fina y doble 1 15
13. Punta larga ,
13.3. De sección cuadrada ,
15. Punta fina de base abultada
16. Punta de base abultada ,
17. Punta larga de base abultada 1
20. Esquirla con base preparada 1
21. Esquirla apuntada 17
23. Punta plana de base redondeada 2
24. Punta plana doble
24.1. Recta, lisa 2
24.3. Curvada 1
25. Punta plana de base biselada
25.1. Recta 9
27. Varilla de base en monobisel oblicuo .. 1
29. Varilla de base biselada 2
29.1. De sección planoconvexa
29.2. De sección rectangular o aplanada
30. Varilla decorada
31. Espátula 4
35. Compresor-cincel-alisador , 3 13
37. Cincel-cuña 3 3
38. Retocador-compresor 1 1
52. Bastón con una perforación 2 3
55. Aguja 7 7
60.1. Pieza cilindrica perforada 1
65. Diente colgante 8 3 13
66. Concha colgante 2 1
71. Cilindro recortado 3
75. Cilindro perforado o estrangulado .... 2
76. Estuche 1
80. Fragmento con grabados
80.1. Motivos decorativos 7 4
80.2. Motivos figurados 4 32
81.1. Relieve exento ,

FRAGMENTOS
Sección circular 48 51 23
" triangular 10 15 4
" cuadrada 29 66 42
" gruesa 4 8
" fina 17 36 5
" aplanada 13 46 7
" planoconvexa 9 18 5
" lenticular 2

Total 222 529 128 40

32ft
S A N T I M A M I Ñ E VII BOLINKOBA III

Punta de base acortada 2


Punta de base monoblselada
4.1. De sección circular 2
4.2. De sección triangular
4.3. De sección cuadrada 6
4.4. Monobisel de más de 1/3, circular ... 1
4.6. Monobisel de más de 1/3, cuadrada
4.7. Carenada, de sección circular 1
4.16. Bisel cóncavo, sección circular 1
5.1. De sección circular
Punta doble
9.1. Lisa de sección circular
9.2. Lisa de sección triangular
13. Punta larga
13.1. De sección circular
13.3. De sección cuadrada
17. Punta larga de base abultada
21. Esquirla apuntada
22. Esquirla trabajada en torno por percusión ...
25. Punta plana de base biselada
25.1. Recta ,
29.1. De sección planoconvexa
30. Varilla decorada
31. Espátula
37. Cincel-cuña
40. Propulsor
52. Bastón con una perforación
60.2. Con incisión periférica
64. Disco plano o rodete
65. Diente colgante
66. Concha colgante
80. Fragmento con grabados
80.1. Motivos decorativos
81.1. Relieve exento

FRAGMENTOS
Sección circular 6
" triangular 7
" cuadrada 8
" gruesa
" fina
" aplanada
" planoconvexa 1
" lenticular 2

Total 30 28

ERMITTIA URTIAGA AITZBITARTE


(Total Magd.) (nivel F) (nivel III)

1. Punta de base redonda 2 1


3. Punta de base acortada 1
4. Punta de base monobiselada
4.1. De sección triangular 6 3 8

329
ERMITTIA URTIAGA AITZBITARTE
(Total Magd.) (nivel F) (nivel III)

4.2. De sección triangular 1


4.3. De sección cuadrada , 1
4.4. Monobisel de más de 1/3, circular 3 2
4.5. Monobisel de más de 1/3, triangular 1
4.7. Carenada, de sección circular 1 1
4.8. Carenada, triangular o cuadrada 1
5. Punta de base en doble bisel 4 1
5.3. Doble bisel truncado, circular 1
9.1. Lisa de sección circular 3
9.2. Lisa de sección triangular 2
9.3. Lisa de sección cuadrada I
9.4. Con acanaladura longitudinal 1
9.6. Tuberculada , 1
9.7. Curvada, de sección circular 1
9.8. Curvada, triangular o cuadrada 1
11. Punta fina y doble 1
13.1. De sección circular 2 1
13.3. De sección cuadrada 3
18. Punta en extremo de hueso , 1 2 5
22. Esquirla trabajada en tomo por percusión 3 3
23. Punta plana de base redondeada 5
25. Punta plana de base biselada 1
25.1. Recta 1
26. Varilla de base redondeada 2
27. Varilla de base en monobisel oblicuo 1
28. Varilla de base en doble bisel oblicuo 1
29.1. De sección planoconvexa 2
4
31. Espátula 1
34. Hoja o lámina , 1
37. Cincel-cuña 2
38. Retocador-compresor »
42.1. Varilla con inicio de dientes 1
42.2. De dientes invertidos 1
55. Aguja 3 1 1
56. Plaqueta fina perforada 1
60.1. Pieza cilindrica perforada 1
65. Diente colgante 1 1 1
66. Concha colgante 1 104 3
68. Cuenta , 1
80.1. Motivos decorativos I 1 11
80.2. Motivos figurados 1

FRAGMENTOS
Sección circular 7 7 5
" triangular 9 3 1
" cuadrada 1 *
" gruesa 3
" fina 8
" aplanada 8+ 4 5
" planoconvexa 8 5
" lenticular 4
" frag. arpón 4
Total 112 138 74
Asturias Saman. P. Vasco Mag. TV
(Ai. III) (Ai. IIT) (Ai. III) (Total)

1. Punta de base redondeada 8 1 2


2. Punta de base poligonal 1 7 1
3. Punta de base acortada 10 4 2 9
4. Punta de base monobiselada
4.1. De sección circular 23 34 7 18
4.2. De sección triangular 1 3 1 1
4.3. De sección cuadrada 19 44 6 3
4.4. Monobisel de más de 1/3, circular 7 28 5 15
4.5. Monobisel de más de 1/3, triangular 2 3
4.6. Monobisel de más de 1/3, cuadrada 14 1 3
4.7. Carenada, de sección circular , 1 1
4.8. Carenada, triangular o cuadrada 1
4.16. Bisel cóncavo, sección circular 2 3
4.17. Bisel cóncavo, sección triangular 1
4.18. Bisel cóncavo, sección cuadrada 1 8
5. Punta de base en doble bisel 11
5.1. De sección circular 25 5
5.2. De sección triangular o cuadrada 7 4
5.3. Doble bisel truncado, circular 1
5.7. Biseles inversos 2 2
6. Punta de base hendida 1
7. Punta de base ahorquillada 1
9. Punta doble
9.1. Lisa de sección circular 4 13
9.2. Lisa de sección triangular 8 9
9.3. Lisa de sección cuadrada 2 10 1
9.4. Con acanaladura longitudinal 2 1
9.5. Con surcos longitudinales 1 2
9.6. Tuberculada 1 1
9.7. Curvada, de sección circular 1 7 1
9.8. Curvada, triangular o cuadrada 1
10. Punta doble con aplanamiento central 10 1
10.1. Recta, de sección circular 1
11. Punta fina y doble 10 16
12.2. Punto fina y corta doble, con estrangulamiento
central
13. Punto larga
13.1. De sección circular
13.3. De sección cuadrada
14. Punta larga acanalada
15. Punta fina de base abultada 1
16. Punta de base abultada 10
17. Punta larga de base abultada 1
18. Punta en extremo de hueso
20. Esquirla con base preparada 1 1
21. Esquirla apuntada 15 35
22. Esquirla trabajada en torno por percusión ... 2 11
23. Punta plana de base redondeada 1 2
24. Punta plana doble
24.1. Recta, lisa 3
24.3. Curvada 1
25. Punta plana de base biselada 13
25.1. Recta 10
26. Varilla de base redondeada
26.1. De sección planoconvexa
26.2. De sección rectangular
27. Varilla de base en monobisel oblicuo 2
28. Varilla de base en doble bisel oblicuo 2
29. Varilla de base biselada 16

331
Asturias Santón. P. Vasco Mag. IV
(M. III) ( A i . III) (M. III) (.Total)

29.1. De sección planoconvexa 3 5


29.2. De sección rectangular o aplanada 2 6
30. Varilla decorada 1 1 3
31. Espátula 1 5 4 1
34. Hoja o lámina 2
35. Compresor-cincel-alisador 16
37. Cincel-cuña 10 3
38. Retocador-compresor 5 2
40. Propulsor 1
42.1. Varilla con inicio de dientes 1
42.2. De dientes invertidos 1
52. Bastón con una perforación 2 5 1 3
55. Aguja 8 21 1 5
56. Plaqueta fina perforada 1
60.1. Pieza cilindrica perforada 2
60.2. Con incisión periférica , 1
61. Esquirla perforada 1
64. Disco plano o rodete 1
65. Diente colgante 9 16 9 19
66. Concha colgante 12 2 113 6
68. Cuenta 3
71. Cilindro recortado 3
75. Cilindro perforado o estrangulado 2
76. Estuche 1
80. Fragmento con grabados
80.1. Motivos decorativos 7 17 5 8
80.2. Motivos figurados 1 37 1 2
1
81.1. Relieve exento
1
82. Varios
Total 213 469 197 175

SECCIONES (con fragms.)


Circular 201 231 33 132
Triangular 26 46 18 67
Cuadrada 146 230 29 45
Gruesa
Fina 20 95 5 13
Aplanada 58 92 10 61
Planoconvexa 56 40 9 57
Total 507 734 104 375

332
INDICE

Págs.

PROLOGO 5
PRESENTACION 7

PRIMERA P A R T E : INTRODUCCION

1.—La Tipología aplicada al Magdaleniense Inferior Cantábrico 13


Lista-tipo de Sonneville-Bordes y Perrot
Tipología analítica de Laplace
Tipología ósea de I. Barandiarán

2.— E l Magdaleniense: Origen y Periodificación 16


Origen
Periodificación general del Magdaleniense Francés
Periodificación del Magdaleniense Cantábrico

3.—Dataciones Absolutas , 25
En Francia
En la España Cantábrica
En la España Mediterránea

SEGUNDA P A R T E : C A T A L O G O D E YACIMIENTOS

1.—'Provincia de Oviedo 27
Cmenca del Nalón-Nora 27
Cueva de la Ancenia
Cueva de Las Caldas
Cueva de Candamo
Cueva de La Paloma
Cueva de Sofoxó
Cuenca del Sella-San Miguel 43
Cueva del Cierro
Cueva de Collubil
Cova Rosa
La Cuevona
Cueva de La Lloseta
Cueva del Río
Cueva de San Antonio
Cueva de Tito Bustillo
Cueva de La Viesca

333
Cuenca del Calabres
Cueva de Balmori
Cueto de la Mina
Cueva de Fonfría
Cueva de Juan de Covera
Cueva de La Riera
Cueva de Coimbre

Cuenca del Deva-Cares


Cueva de La Loja
Cueva de la Peña
Cueva de Trauno

—Provincia de Santander
Cuenca del Saja-Besaya
Cueva de Altamira
Cueva de Peña Carranceja
Cueva de Hornos de la Peña

Cuenca del Pas


Cueva de Camargo
Cueva del Castillo
Cueva del Juyo
Cueva de Nuestra Señora de Loreto
Cueva de la Pasiega
Cueva del Pendo

Cuenca del Miera


Cueva de la Bona
Cueva de la Fuente del Francés
Cueva del Rascaño
Cueva del Salitre
Cueva de Truchiro

—Provincia de Vizcaya
Ría de Guernica
Cueva de Atxurra
Cueva de Lumentxa
Cueva de Santimamiñe
Sierra de Amboto
Cueva de Bolinkoba
Cueva de Sailleunta

Provincia de Guipúzcoa
Cuenca del Deva
Cueva de Ermittia
Cueva de Urtiaga
Cuenca del Urumea
Cueva de Aitzbitarte IV

—Provincia de Navarra
Cueva de Sorguiñen Leze
Cueva de Berroberría
Cueva de Abauntz
Págs.

TERCERA P A R T E : E L M A G D A L E N I E N S E INICIAL CANTABRICO.


VISION D E CONJUNTO.

1. —La Fauna 242


Especies cazadas durante el Magdaleniense Inferior
Especialización en la caza

2. —La Flora 251

3. — E l Clima 252
En el Sudoeste de Francia
En la Costa Cantábrica

4. — E l Habitat 255

5.—La Cultura 263


Industria lítica
Industria ósea
Arte mueble

6. —Dinámica del Magdaleniense Inferior y Medio Cantábrico 290


Clasificaciones tradicionales
Conclusiones de nuestro estudio

BIBLIOGRAFIA 297

APENDICE I: Estadística de la industria lítica por yacimientos 305

APENDICE II: Estadística de la industria ósea por yacimientos 325


CENTRO DE INVESTIGACION Y MUSEO DE ALTAMIRA

MONOGRAFIAS PUBLICADAS

N.° 1 Bernaldo de Quirós, F., Notas sobre la Economía del Paleolítico


Superior, Santander 1980.
N° 2 Fernández Tresguerres, J . , El Aziliense en las provincias de Astu-
rias y Santander, Santander 1980.
N.° 3 González Echegaray, J . , e I. Barandiarán, El Paleolítico Superior
de la Cueva del Rascaño (Santander), Santander 1981.
N.° 4 Utrilla Miranda, P., El Magdaleniense Inferior y Medio en la Costa
Cantábrica, Santander 1981.

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