Pdf04 Utrilla 1981 Magdaleniense Cantabrico
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MONOGRAFIAS
N.° 4
EL MAGDALENIENSE INFERIOR
Y MEDIO E N L A COSTA
CANTABRICA
por
MINISTERIO DE CULTURA
DIRECCION G E N E R A L DE B E L L A S A R T E S , A R C H I V O S Y BIBLIOTECAS
S A N T A N DFR, 1981
EL MAGDALENIENSE INFERIOR Y MEDIO EN LA COSTA CANTABRICA
CENTRO DE INVESTIGACION Y MUSEO DE ALTAMIRA
MONOGRAFIAS
N.° 4
EL MAGDALENIENSE INFERIOR
Y MEDIO E N LA COSTA
CANTABRICA
por
MINISTERIO DE CULTURA
DIRECCION G E N E R A L DE B E L L A S A R T E S , A R C H I V O S Y BIBLIOTECAS
SANTANDER, 1981
Para correspondencia e intercambio: J. González Echegaray, Director del Centro de Investigación
y Museo de Altamira. SANTILLANA D E L MAR (SANTANDER).
La presente obra constituyó la tesis doctoral de la autora. Esta tesis se acabó de redac-
tar en diciembre de 1975. Causas diversas han retrasado su publicación extensa hasta la fe-
cha y, felizmente, durante estos cinco años transcurridos, se han sucedido los hallazgos mag-
dalenienses en la Costa Cantábrica. Hoy se espera con gran interés la publicación de las
excavaciones recientes de Rascaño, Juyo, Riera, Cierro, Cova Rosa, Castillo, Abauntz, Salitre,
Berroberrla y Erralla. Sólo dos de estas cuevas, Rascaño y Abauntz, son incluidas en este tra-
bajo, ya que son fundamentales para el conocimiento de la secuencia del Magdaleniense Ini-
cial Cantábrico (Rascaño) o de la facies del País Vasco (Abauntz).
Creo, sin embargo, que no deben despreciarse las antiguas excavaciones. Se tiene la
sospecha, y en muchos casos la certeza, de que los materiales recogidos están selecciona-
dos. Un ejemplo patente lo constituye la escasez de las hojitas de dorso en el conjunto de
los materiales Uticos. En cambio, la riqueza de yacimientos como Castillo, Balmori, Cueto de
la Mina o Paloma y el volumen de tierras excavado permite extraer una información de primer
orden sobre la industria ósea, a la que la selección de materiales no afecta tan gravemente
como a la industria lítica.
Por otra parte, durante estos cinco años ha variado ligeramente mi visión del Magda-
leniense Inicial Cantábrico. Por ello, en la síntesis final se notará algún cambio respecto a la
publicación-resumen de 1976. Hoy se prefiere hablar de facies de la actividad industrial, antes
que de períodos cronológicos de una secuencia lineal y evolutiva. Advierto, sin embargo, que
tampoco en 1976 creía en un Magdaleniense I, II y III al estilo Breuil para la Costa Cantábrica.
El denominar con un número romano cada una de las facies del Magdaleniense Inicial era
simplemente una cuestión de orden y comodidad. En varias ocasiones recalcaba que el Mag-
daleniense II Cantábrico no tenía por qué ser necesariamente posterior al Magdaleniense I, sino,
con mucha mayor probabilidad, contemporáneo. Pero el rígido esquema del Abate Breuil
seguía todavía fuertemente arraigado entre nosotros y, en conversaciones con mis compañe-
ros del Grupo de Muriedas (1), he podido advertir que se interpretó mi clasificación como
cronológica y evolutiva y no como aspectos diferentes de la actividad industrial. Rectifico,
pues, el apartado sobre la dinámica del Magdaleniense Inicial Cantábrico y añado, además,
una nueva facies, la del País Vasco. Esta ya se entreveía en 1975 (y en varias ocasiones
se sugirió) pero, hasta hoy, habíamos carecido de una excavación reciente que la confirmara.
La cueva de Abauntz, y esperemos que mucho más las de Berroberría y Erralla, aportan los da-
tos suficientes para concretar esta facies, la cual sólo podrá verse completamente definida
tras la publicación de las memorias de estas dos últimas cuevas.
(1) Oficialmente "Grupo de Trabajo de Prehistoria Cantábrica" formado, entre otros, por I. Barandiarán, F. Ber-
naldo de Quirós, V. Cabrera, M . Cano, J. Fernández Tresguerres, A. Gómez, J. González Echegaray, M . González
Morales, J. A. Moure, M . C Márquez y P. Utrilla.
r,
Por último, elimino de la presente publicación algunos capítulos de mi tesis que ya
han sido publicados en otros lugares (2) o que se refieren a cuestiones muy generales: así la
geomorfología de la Costa Cantábrica, la elección de un sistema tipológico o las cuestiones
sobre fauna y flora del Magdaleniense francés. Otros capítulos más importantes, como el
análisis de las bases estratigráficas clásicas, han sufrido tantas remodelaciones, debidas a
las excavaciones de nuestros amigos franceses (3), que su puesta al día merecería, por sí
sola, una segunda Tesis Doctoral. En cuanto a la bibliografía particular de cada yacimiento,
reseñamos, por problemas de espacio, la más reciente y característica así como en la parte
gráfica reproducimos, en su mayor parte, sólo objetos inéditos.
(2) Asi el "Análisis estructural de cinco yacimientos magdalcnienses" publicado en Zephyrus 1978, donde se rea-
lizaba el análisis de las estructuras laicas según el sistema Laplace.
(3) Por ejemplo, los trabajos de Arambourou en el Abri Duruthy, los de Guichard en Laugerie Haute, los de
Bouvicr en La Madeleine o los de Rigaud y Laville en Le Flageolet.
(i
PRESENTACION
De modo semejante debió pensar Ignacio Barandiarán cuando en 1971 nos aconsejó
este período como tema de tesis doctoral. Desde entonces comenzamos a enfrentarnos con
este desconocido del que nunca hubiéramos imaginado ocuparnos. Una beca de Formación
del Personal Investigador permitió materialmente el estudio directo de las colecciones de los
Museos de la Costa Cantábrica, una beca March facilitó la estancia en París para consultar
los fondos del Instituto de Paleontología Humana, del Museo del Hombre y Saint Germain en
Laye, y, finalmente, la excavación de la cueva de Rascaño, por J . González Echegaray e I. Ba-
randiarán en agosto-septiembre de 1974, dio la base estratigráfica a la que referir el resto de
los materiales de las colecciones cantábricas.
Estas presentaban una serie de dificultades que es necesario señalar: las excavaciones
modernas eran escasas, sólo Juyo y Lloseta, de fines de los años 50, podían considerarse
recientes; los materiales se hallaban dispersos en museos extranjeros o en colecciones par-
ticulares, caso de Altamira y Castillo o del mismo Juyo, que no hemos conseguido localizar;
otras cuevas, como la Paloma, presentaban una gran inseguridad ante las atribuciones de sus
niveles y algunas más hacían difícil aclarar las profundidades absolutas de los objetos en el
contexto de sus niveles, caso de Lumentxa y Ermittia.
Creemos, sin embargo, que no debe ser rechazada a priori la validez de las excavacio-
nes antiguas: afortunadamente fueron realizadas en su mayoría por dos hombres amantes de
su tierra, el Conde de la Vega del Sella y D. José Miguel de Barandiarán, que poseían una
mente minuciosa y científica para su época. Más debemos lamentarnos de lo mal conserva-
dos que han sido los materiales que el Conde recogió y de los frecuentes asaltos a los que
se ha visto sometido el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
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terminamos por quedarnos con lo más útil de cada una de ellas: asi se clasifican los objetos
según la lista tipo de Sonneville Bordes y se reflejan en gráficas acumulativas. Se ha preferi-
do este sistema porque es el único lo suficientemente extendido en la bibliografía para per-
mitir un estudio comparativo. Se utiliza en cambio el sistema Laplace en el análisis de aquellas
piezas que, por su complejidad o su "atipismo", no encajan en un tipo determinado de Sonne-
ville-Bordes y también en la elaboración de las "estructuras", intentando averiguar el movi-
miento de las variaciones, oscilaciones, índices dominantes... que pudieran haber influido en
la evolución interna de un yacimiento.
— Algunos como Rascaño, Juyo y Lloseta poseen una excavación correcta y una pu-
blicación adecuada. La atribución cultural de sus niveles no presenta excesivas dificultades
y sus materiales son utilizables estadísticamente. Ellos constituyen la base de nuestro trabajo.
— Otros como Altamira, Balmori y Cueto de la Mina poseen publicaciones útiles pero
sus materiales no están completos y no siempre presentan indicación del nivel al que co-
rresponden. No obstante aceptamos para una estadística la excavación Obermaier de Altami-
ra y las de Vega del Sella para las cuevas asturianas.
— Las cuevas vascas plantean un problema distinto: ninguna de ellas, excepto Bo-
linkoba y dudosamente Lumentxa, ha sido calificada por su excavador, J . M. de Barandiarán,
como Magdaleniense Inferior. Sin embargo hay una serie de rasgos que parecen denotar una
presencia de este horizonte cultural en alguno de sus niveles, los cuales presentan, por aña-
didura, serios problemas estratigráficos. Por ello, nos limitaremos a plantear la cuestión y a
ofrecer gráficas e índices. Su validez estadística estará siempre en función de su correcta
atribución estratigráfica.
— Hay cuevas que carecen de una publicación apropiada pero que poseen materia-
les significativos. Tal es el caso de Castillo, Cueva del Río y Loja. Con seguridad habremos
manejado un conjunto seleccionado (es realmente sospechosa la ausencia de hojitas y útiles
microlíticos en Castillo) pero, aunque no deban valorarse demasiado en una estadística, siem-
pre nos quedará la duda de que quizá La Loja esté íntegra. Más problemática es la acepta-
ción de un nivel único para estas cuevas.
— Existen también yacimientos con abundantes materiales pero de muy dudosa ads-
cripción estratigráfica, ya sea por haberse confundido las etiquetas de los niveles, caso del
Cierro y creemos que también de Atxurra, ya por no aparecer éstos con la suficiente claridad
en el transcurso de la excavación: Cova Rosa, Pasiega y posiblemente Paloma. Daremos tam-
bién gráficas de todas estas cuevas pero deben ser aceptadas con todas las reservas.
— Por último, existen una serie de yacimientos "fantasmas" de los que se descono-
cen la mayoría de los materiales e incluso su emplazamiento geográfico pero que han sido
datados en la bibliografía tradicional en el Magdaleniense Inferior o indeterminado, solución
esta muy frecuente desde principios de siglo cuando un yacimiento era tan atípico que no
podía ser adscrito a ningún otro período. En este apartado debemos incluir Candamo, Cuevo-
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na, Viesca, Camargo, Bona, Salitre, Truchiro, Fuente del Francés, Nuestra Señora de Loreto,
Carranceja, Cullalvera, etc.
La tercera parte pretende ofrecer una visión de conjunto del Magdaleniense Inicial Can-
tábrico, basada en los datos aportados por el catálogo de yacimientos. Responde a estos
puntos: Fauna, con referencia a las especies cazadas y a la especialización en la caza; Flora;
Clima, Habitat y Cultura (industria lítica, ósea y arte mueble). Por último daremos nuestra opi-
nión sobre lo Dinámico del Magdaleniense Inferior y Medio en la Costa Cantábrica.
Delimitación espacio-temporal
Hemos elegido la Costa Cantábrica como unidad espacial. Creemos que tiene la sufi-
ciente entidad y volumen de yacimientos como para permitir un estudio monográfico. Esta
elección supone la exclusión de la cueva del Parpalló y de otros yacimientos menos impor-
tantes como la Bora Gran d'en Carreras, el Volcán del Faro de Cullera o los indicios magdale-
nienses señalados por Fortea (1973) en el área levantina. Todos ellos merecen un estudio
aparte.
Los Museos, cuyos fondos del Magdaleniense Inicial hemos computado y dibujado, son
los siguientes: Arqueológico de Oviedo, Provincial de Prehistoria de Santander, monográfico
de Altamira en Santillana del Mar, Histórico de Vizcaya, San Telmo de San Sebastián, Arqueo-
lógico de Pamplona y Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, En el Arqueológico Nacional
pudimos revisar el Magdaleniense B del Castillo. Esta cueva dio un particular trabajo por la
dispersión de sus materiales: el Museo de Santander presentaba una buena colección de in-
dustria ósea pero carecía por completo de una lítica significativa. Algunas piezas habían sido
sacadas de sus cajas y enviadas al Museo de Pamplona, donde conseguimos localizarlas. La
colección del Instituí de Paleontoligie Humaine parecía escapársenos de las manos: obte-
nido el permiso para consultarla en enero de 1973, en París, fue recuperada por D. Martín
Almagro y enviada a Madrid tres meses antes de que llegáramos al Instituto de Paleontolo-
gía Humana. Por fin, en abril de 1975, pudimos completar su estudio en Madrid.
En septiembre de 1974 visitamos los de Mas d'Azil y Foix y en febrero y marzo de 1977
revisamos en Burdeos la colección Bordes de Laugerie Haute.
Las Fuentes bibliográficas han servido para completar los datos que los materiales de
los museos callan. Los libros más generales y las revistas más difundidas han sido consul-
tados en la Biblioteca de los Departamentos de Arqueología e Historia Antigua de la Univer-
sidad de Zaragoza, la bibliografía francesa, más difícil de encontrar por su antigüedad, en la
Biblioteca del Instituto de Paleontología Humana de París, la Biblioteca Vaufrey de Burdeos
y la del Arqueológico Nacional de Madrid; en las Bibliotecas del Museo de Ciencias Natura-
les de Madrid y del Museo de Prehistoria de Santander algunos artículos y manuscritos, poco
difundidos por su ámbito local, relativos a cuevas asturianas y santanderinas y en la bibliote-
ca de la Sociedad Aranzadi de San Sebastián las dispersas publicaciones de los yacimientos
vascos.
A la Fundación Juan March, que se preocupó por nuestro trabajo y nos facilitó el
viaje a los Museos de París. Y a los señores Delporte y Bayle des Hermens, que
nos acogieron en ellos.
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Castillo, a los de Salamanca, Oviedo y Bilbao y también a L. G. Straus, de la Uni-
versidad de Alburquerque, y a G. Marsan de la de Pau que coincidieron con nos-
otros en la consulta de los Museos Cantábricos.
A todos, gracias.
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PRIMERA PARTE: INTRODUCCION
— N.° 15: El raspador nucleiforme ha sido objeto de grandes discusiones entre los ar-
queólogos y los tecnólogos. En 1912 Bourlon y Bouyssonie hacían una distinción entre ras-
padores carenados y los nucleiformes destacando que los primeros son útiles intencionados,
mientras que los segundos son instrumentos de fortuna que se encuentran por igual en todos
los estadios". Ahora bien, los núcleos podían ser reutilizados mediante dos métodos: "regu-
larizando el plano de percusión abatiendo las aristas (...) por medio de retoques visibles, por
encima de las extracciones lamelares", o bien "descabezando el núcleo por un golpe oblicuo
con el fin de obtener una superficie plana inferior y, sobre todo, una arista más aguda del ras-
pador, al disminuir la perpendicularidad del frente". Estaríamos en presencia de una distin-
ción entre raspador nucleiforme y rabot.
Francois Bordes, quien en un principio admitió la entidad del raspador nucleiforme, in-
siste hoy en que no es más que un núcleo piramidal de laminillas. Sería pues un subproducto
de fabricación, como puede serlo el microburil, de tal modo que el famoso retoque secun-
dario no sea más que un derivado del proceso de extracción de laminillas.
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El problema viene planteado cuando el raspador nucleiforme es elemento masivo en un
nivel determinado. Ocurre así, por ejemplo, que en el típico Magdaleniense III cantábrico el
raspador nucleiforme llega a representar más del 50 por ciento de la industria: 60 por ciento
en Balmori, 50 por ciento en Rascaño, 47 por ciento en Cueto de la Mina D. Si no fuera más
que el subproducto de la talla de laminillas deberíamos encontrar éstas en un número por lo
menos 10 veces mayor que los núcleos, cosa que no ocurre ni siquiera en Rascaño que po-
see una excavación reciente. A la inversa, yacimientos del Magdaleniense Superior o Final
con una mayor representación de industria microlítica ofrecen porcentajes de raspadores nu-
cleiformes mucho más bajos (Chora, Otero, Tito Bustillo...). Es además contradictorio en el
caso de Rascaño cómo el nivel 4, que, a juzgar por los escasos desechos de talla, no ha
sido utilizado como taller, presenta un porcentaje tan alto de raspadores nucleiformes, no
compensados siquiera por un número igual de hojitas.
Una postura conciliadora sería pensar que en algún otro lugar se tallaron las hojitas,
apareció el núcleo-raspador y éste se reutilizó, llevándolo consigo entre sus útiles de caza.
Pudo ser simplemente la materia prima de la que extraer hojitas en caso de necesidad (cosa
por otra parte poco probable en el caso de Rascaño, dado el pequeño tamaño de los núcleos
que parecen agotados) o bien se llevaba consigo porque se reutilizaba (como raspador o
como cualquier otro objeto) y en este caso el subproducto de talla serían las hojitas y no el
núcleo raspador. Un adecuado estudio de las huellas de uso de nuestros ejemplares cantá-
bricos, en la línea de las realizadas por Semenov, podría dar solución a este problema.
Cuestión distinta es ya la diferencia existente entre los núcleos con retoque secundario
en la base y los núcleos que carecen de él. Si, como ha demostrado Bordes, el retoque se-
cundario aparece siempre que se extraen hoji'as, habrá que pensar que los escasos ejempla-
res de núcleos sin retoque secundario son fragmentos distales de otros más largos que se han
partido, intencionalmente o no.
— Números 46 a 57: puntas de dorso: las puntas de dorso presentan un difícil enca-
sillamiento. La que en criterio Laplace (siempre de 1964) sería una PD4, de retoque Abrup-
to, profundo, directo y total podría identificarse con la número 51 de la Lista-tipo: micro-
gravette, o con los números 48 y 49 si es de mayor tamaño.
La PD1, de retoque Abrupto marginal, nos hemos visto obligados a equipararla con el
tipo 52, punta de Font-Yves, ya que su definición presupone el tener un retoque semi-abrupto,
que creemos equivalente al concepto laplaciano de Abrupto marginal.
La PD5, punta de dorso con eran adyacente, podría identificarse con la n.° 53: punta
gibosa de borde abatido, ya que sustancialmente responden a la misma figura.
Los tipos PD6 y PD7 se identificarán con los números 55 (en su variedad magdale-
niense) y 56, reservando el n.° 57 para los tipos LD3-LD6 y C1-C7 de Laplace. Una atención
especial merece la Punta de Chatelperrón atípica: Se concibe como una punta de Chatelperrón
cuyo retoque del dorso no es totalmente continuo o cuyo dorso es muy delgado o si la punta no
está desviada. La definición de la punta de Chatelperrón estricta es ya de por sí muy amplia:
"pieza de punta aguda desviada, sobre lámina tanto corta y achaparrada como alargada y del-
gada, con un dorso curvo más o menos espeso, rebajado por retoques abruptos que parten
generalmente de una sola cara". El problema se plantea en cómo diferenciar una punta de
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Chatelperrón de una punta aziliense. SI revisamos la definición de la punta aziliense vemos
que tan sólo se diferencia de la de Chatelperrón en su tamaño, por lo general más peque-
ño, y en la posibilidad de que el retoque abrupto parta a veces de las dos caras: "punta de
pequeñas dimensiones, sobre hoja ya corta y gruesa, ya alargada y aplanada, con dorso
generalmente curvo arqueado, más raramente rectilíneo, rebajado por retoques abruptos que
parten de una cara o de las dos". Dado que ambas puntas son fósiles directores de períodos
concretos, parece lógico pensar que o su definición debería ser menos amplia o realmente
son dudosos fósiles directores, ya que su presencia podría determinar tanto el comienzo co-
mo el final del Paleolítico Superior.
— Las piezas truncadas pueden clasificarse en los tipos 60 a 64, reservando el 84 pa-
ra las laminillas truncadas. Ahora bien, los ejemplares presentados por Sonneville Bordes y
Perrot son todos lamelares, a pesar de incluir en sus tipos 60 las "láminas o lascas" trun-
cadas. Por ello hemos preferido encasillar la lasca de retoque abrupto (Abruptos Indiferen-
ciados de Laplace, A1 y A2) en los diversos, siendo prácticamente el único tipo que ha sido
allí incluido. El casillero 78 "raclette" lo hemos reservado para aquellas lascas de retoque
Abrupto que no presentaban aristas en ninguna de sus caras.
Por otra parte, es muy interesante el concepto laplaciano de Sustrato (Puntas, Lámi-
nas, Raederas, Abruptos Indiferenciados y Denticulados) porque, en lo que respecta a nues-
tro período de la Costa Cantábrica, forman un todo homogéneo con las mismas alteraciones
en un mismo yacimiento para cada uno de los Grupos Tipológicos
ir,
Tipología ósea de I. Barandiarán:
Hay en cambio otras piezas que por su abundancia quisiéramos reducir: las conchas
perforadas. ¿Qué gráfica puede hacerse en el nivel F de Urtiaga con 104 conchas perforadas
que suponen el 68,33 % de la totalidad?, ¿debe considerarse una concha tan unidad como
una azagaya? Cabe la solución de hacer estadística aislando las Familias Tipológicas, pero
una concha perforada seguirá siendo equiparada a un bastón perforado.
Para reducir a común denominador la gran variedad de útiles hemos ensayado una
reagrupación de los tipos atendiendo a las supuestas funciones de los mismos, aunque cons-
cientes del riesgo de toda hipótesis que valore la funcionalidad.
3. Objetos de adorno:
Tipos 56 a 81 (resto de los Perforados y Varios).
De este modo los porcentajes no se realizan con respecto al total de las piezas de un
nivel, sino al total de las piezas de su grupo funcional. Siempre dentro del riesgo de caer en
la inexactitud, pueden hacerse hipótesis sobre el carácter de cazadero, taller, lugar de habi-
tat, o de varias cosas, de los distintos yacimientos.
Una última dificultad, aunque de menor cuantía, se nos plantea con las secciones ova-
les o "subcirculares" de las azagayas. ¿Deben considerarse de sección circular, cuadrangular
con los ángulos matados o como puntas aplanadas? Parece que habrá que dejar cada caso
al buen criterio del autor de los recuentos.
A) Origen:
La cuestión del origen del Magdaleniense ha sido tratada de modo muy diverso por
los distintos autores: por ejemplo, Hugo Obermaier (1925: 131) descartaba un origen medite-
rráneo en favor de un nacimiento en el Pirineo Francés, desde donde irradiaría al Perigord y
más tarde a Levante y Cataluña, alcanzando finalmente el Este de Europa.
El Abate Breuil, por su parte, fue evolucionando en su opinión: en 1912: 203 era parti-
dario de un origen oriental: el Magdaleniense era producto de gentes nuevas que lo habían
traído de Europa Oriental y Siberia. Testigos eran los yacimientos de Austria, Polonia, y la
cueva Maszycka en Oikow, que dio huesos trabajados con decoraciones esquemáticas y pe-
queñas ranuras longitudinales, (muy semejantes a las que en Placard corresponden a la capa,
todavía muy antigua, que sucede a la base del Magdaleniense).
En esta misma línea está la opinión de Peyrony (1932: 15) quien lo explicaba como un
retorno de viejos auriñacienses, que vuelven con una industria más desarrollada del hueso.
González Echegaray (1960: 91) explica así el arribo del Magdaleniense: "llega con
nuevas técnicas, acaso con nuevas gentes, y se superpone a la sedentaria y tradicional pobla-
ción indígena solutrense, se entremezcla con ella y la transforma, pero no modifica en líneas
generales su régimen de vida".
En el Lot, Clottes (1970: 71) hace hincapié en que los dos únicos yacimientos que
poseen Magdaleniense Antiguo, Cabrerets y Fajoles, están mezclados con un Solutrense Fi-
nal, hasta tal punto que llega a pensar si podría tratarse de un Solutrense "á raclettes".
En España, es F. Jordá el principal defensor de esta teoría: opina que mientras trans-
curre en Francia el Magdaleniense I y II hay en España una época de transición en la que el
Solutrense Final intenta todavía una expansión (lleva al Pirineo Occidental las puntas de base
cóncava), sosteniéndose una lucha entre los conceptos centro-occidentales y los mediterrá-
neos (1959: 14).
Los elementos que marcan esta continuidad son, para Jordá, en la Industria ósea las
azagayas con aplastamiento de enmangado en su tercio Inferior, (derivación de las solutren-
ses con aplastamiento central), las azagayas carenadas semicirculares y la misma decora-
ción de tectiformes. En la industria lítlca la diferencia fundamental del tipo de técnica queda-
ría compensada por la perduración de otros tipos que, aunque en número restringido, estaban
atestiguados en el Solutrense: así las hojitas de dorso rebajado y una serie de buriles y ras-
padores que ya aparecen en los niveles solutrenses de las cuevas de transición: Cierro, Cue-
to de la Mina, Altamira, Balmori y Hornos de la Peña.
La tesis contraria está representada por la opinión del Abate Breuil (1912: 201): "si hay
un hecho cierto en prehistoria es que los primeros magdalenienses no son solutrenses evo-
lucionados; eran gentes nuevas venidas de otros lugares, tan Inhábiles en el arte de tallar y
de retocar el sílex como sus predecesores eran excelentes en ello". Compara luego dos yaci-
mientos característicos, Placard en Charente y La Cave en el Lot, resaltando sus diferencias:
mientras Placard presentaba una industria de leznas con la cabeza adornada de bellas inci-
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siones, La Cave se caracterizaba por las agujas de tipo magdaleniense. Sufría por tanto la
influencia del Magdaleniense ya constituido en el Pirineo, mientras que Placard evolucionaba
hacia una renovación del antiguo Auriñaciense.
Por el contrarío, señala Rigaud, las industrias de los Magdaleníenses III a VI presentan
caracteres perigordienses muy marcados: técnica del dorso rebajado muy desarrollada, en es-
pecial en el utillaje microlítico; presencia de verdaderas puntas de la Gravette, mlcrogravettes,
puntas de Chatelperrón (cuando es posible distinguirlas de algunas azilienses) y peduncula-
das y, por último, ausencia de formas auriñacienses.
En España es muy difícil comprobar este origen Auriñaciense Final para el Magdale-
niense I Cantábrico, ya que son muy escasos los yacimientos de excavación reciente que
puedan asignarse a esta época. Señalemos a este respecto la presencia de raspadores care-
nados en el nivel 5 de Rascaño (existentes, por lo demás, en los niveles 3 y 4) y el aspecto
general auriñacoide del nivel e de Abauntz, cuya fecha de Carbono 14 le sitúa en el Magda-
leniense Inicial Cantábrico. Este carácter auriñacoide se manifiesta, sobre todo, en la exis-
tencia de raspadores sobre lámina auriñaciense, buriles nucleiformes y láminas estrangula-
das y auriñacienses. Señalemos también que en las colecciones francesas aparecen clasifica-
dos como raspadores carenados de hocico muchas piezas que en la Costa Cantábrica suelen
pasar al apartado general de raspadores nucleiformes. Así, resulta que las gráficas de Alta-
mira y Juyo pueden dar un alto índice auriñaciense al clasificar como carenados, o carena-
dos de hocico, una parte de los raspadores nucleiformes (González Echegaray 1971). En el
mismo sentido, se hace difícil diferenciar los buriles carenados y nucleiformes de algunos
tipos de raspadores nucleiformes con el frente de raspador muy estrecho, formando hocico.
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miento que, junto a las azagayas de sección cuadrada, presentaba una gráfica de su indus-
tria lítica muy similar a la magdaleniense, tal como había ya demostrado González Echega-
ray en Altamira y Juyo (1971). El caso vuelve hoy a repetirse en la cueva de la Riera, donde
una continuidad tecnológica corre pareja a la intercalación de las fechas de C14 de los ni-
veles solutrenses y magdalenienses.
Es, sin embargo, con el Abate Breuil cuando comienzan a enfocarse de una manera
más científica las subdivisiones del Paleolítico Superior europeo.
— En 1905 periodificó de este modo el Magdaleniense: "un horizonte inferior sin ar-
pones, con más o menos agujas, láminas de hueso elípticas adornadas a menudo con graba-
dos (Marsoulas Superior), puntas de azagayas de bisel simple, utillaje en sílex que recuerda
mucho al del Solutrense Superior... Hay ya varillas de asta de reno semicirculares" (1905: 6).
"Un horizonte medio de arpones, primero raros, luego abundantes, de una sola fila de dientes,
a veces con base bifurcada, azagayas de base hendida, doble y simple bisel, varillas semicir-
culares muy adornadas... En sílex láminas retocadas en perforadores, en raspadores termina-
les, en buriles...
Las azagayas tienen formas lanceoladas; la base, muy ancha, se proyecta como un ali-
sador de sección ojival con la cara surcada de trazos dispuestos en espiga. Después, el bisel
se convierte en una base puntiaguda, el fuste se redondea y se alarga y a veces se curva o
se surca de una ranura dorsal. Enseguida, las azagayas disminuyen de volumen, las puntas
de bisel simple se hacen muy pequeñas y a menudo muy cortas, con una o dos profundas ra-
nuras opuestas. Con ellas aparecen las puntas fusiformes delgadas con acanaladuras latera-
les. Después, vienen las azagayas de base en doble bisel que conviven con los arpones de
una y dos hileras de dientes.
Las varillas semicirculares tienen también una evolución interesante: las más recientes
aparecen con los arpones de una fila de dientes, tienen el lado plano surcado de estrías obli-
cuas y el dorso con estilizaciones y figuras muy cuidadas. Las más antiguas tienen el dorso
adornado de tubérculos o decorado con incisiones en C pareadas.
Los arpones son calificados por el Abate como "fósiles maravillosos de precisión".
Aparecen en la mitad del Magdaleniense con dientes pequeños y muy numerosos; a veces tie-
nen una serie de muescas dorsales, Incluso de dientes basilares que complican el tipo en
evolución.
— En 1927, en el prólogo que Breuil hace a su libro en común con Saint Perier, oímos
hablar por primera vez del Magdaleniense subdividido en seis períodos, aunque las caracte-
rísticas de estos responden a las directrices propuetas en 1912. "Estas líneas ponen de relieve
la complejidad de este período y la existencia cierta de diferentes aspectos de formación del
Magdaleniense en varias provincias. Resulta por ello que nuestra numeración no tiene, para
los períodos anteriores al Magdaleniense V, más que un valor relativo y que hemos siempre
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tomado como punto de partida de nuestros números de orden la región o la localidad donde
el máximo de complejidad se manifestaba; es indiscutiblemente, para los más antiguos nive-
les, la Charente y Le Placard." (1927: 5).
— En 1954 Breuil puede ya afirmar: "Mi clasificación en seis niveles del Magdalenien-
se parece haber sido más objetiva de lo que yo hubiera esperado; las excavaciones ulterio-
res, bien conducidas, lo han confirmado así" (1954: 60).
Fue el Dr. Cheynier quien tomó sobre sí la tarea de sistematizar la industria lítica de
las primeras etapas del Magdaleniense: (1951 y 1954).
Esta clasificación parecía no coincidir en su totalidad con los hallazgos de Peyronv (1938)
en Laugerie Haute y es Sonneville Bordes la principal defensora de la veracidad de la estra-
tigrafía de Peyrony; en 1960: 346-347 afirma: "la abundancia de triángulos escalenos alargados
en la serie que proviene de los hogares intermediarios entre la capa I' del Magdaleniense I y
la capa I"' del Magdaleniense III, no permite apenas seguir a Cheynier en su interpretación cro-
2(1
nológica de los niveles de triángulos. Aunque algunos triángulos escalenos existen todavía en
el Magdaleniense III, es en el nivel del II (capa I") cuando hacen su aparición en abundan-
cia. El descubrimiento de un triángulo indiscutible, bajo el hogar del Magdaleniense III, prueba
bien que la posición estratigráfica que Peyrony asigna a este fósil director es completamente
válida". "Por otra parte", añade Sonneville Bordes, "por el utillaje común que le acompaña,
el Magdaleniense de triángulos no se diferencia de las series magdalenienses que lo encua-
dran, y parece difícil de aislar de esta civilización para hacer de él un elemento aberrante im-
portado". En síntesis Mme. Bordes propone:
Sonneville Bordes en 1958: 26 señalaba: "puede pensarse que el Magdaleniense III me-
recería a veces ser subdividido, pues materiales idénticos, tanto líticos como óseos, se encuen-
tran en estratos superpuestos, pero diferentes, de muchas cuevas francesas: así la capa amari-
llo-arenosa de Laugerie Haute o los dos niveles del abrigo de Cap Blanc, o los dos de Raymon-
den Chancelade... con materiales idénticos salvo algunos triángulos de menos.
Cheynier nos amplía la información sobre Raymonden: "Había dos capas, una con el
58 % de buriles, de los que 4/5 eran de eje, sobre todo de dos facetas. La otra tenía un
triángulo escaleno. Era sin duda la misma del Parpalló donde los triángulos estaban en la
capa más alta, atribuida al Magdaleniense IV por Pericot" (1967: 241).
21
BREUIL CHEYNIER PEYRONY-SON. LAPLACE
BORDES
Mag. II: azagayas cilin- Ha: abundancia de hoji- II: escalenos alargados e II: (Protomagdaleniense)
dricas fuertes de base tas de dorso. Buriles y isósceles en la cima. láminas de dorso trun-
puntiaguda o en bisel, ra- raspadores sobre lámina. cadas y triángulos esca-
nuras incipientes. lenos.
Mag. III: azagayas cortas Ilb: hojitas de d o r s o
de largo bisel, estriado o truncadas. (Prototipos de
no, profunda ranura dor- escalenos).
sal.
III: triángulos escalenos III: escasas raclettes y III: (Magdaleniense) lá-
verdaderos. Aparecen las triángulos. Utillaje lame- minas de dorso profun-
varillas semicirculares. lar. Aumento de buriles. do. Puntas cilindrocóni-
Formación de arpones cas de base en bisel sim-
compuestos. ple.
El resto del instrumental óseo comprendía azagayas de bisel inverso, bastones perfo-
rados con la extremidad distal tallada en forma de falo (había uno también con nueve perfo-
raciones), cinceles macizos de cuerno o reutilizando azagayas rotas, medio centenar de agu-
jas, otros tantos rodetes, alfileres de cabeza abultada, varios contornos recortados con repre-
sentaciones de cabezas de caballos, colgantes en dientes de reno (25), zorro (22), caballo
(20), ciervo (5)..., colgantes en conchas (132 Littorina), varillas planoconvexas con decora-
22
ción en tubérculos (más de 100 ejemplares), o en trazado geométrico curvilíneo, muy carac-
terístico de esta cueva (más de 30 ejemplares), prototipos de arpones con dientes apenas des-
tacados o, los más recientes, con dientes pequeños, muy afilados y juntos y en un solo lado,
o bien gruesos, curvos y separados; retocadores sobre esquirla ósea que recuerdan tipos
musterienses y finalmente obras exentas de arte mueble.
El Hombre Fósil de Hugo Obermaier: (1916, 1925) es obra básica para cualquier estu-
dio del Paleolítico Superior Cantábrico. Su catálogo de yacimientos aporta en muchas ocasio-
nes el único dato publicado sobre la división de niveles y de los objetos que en ellos apare-
cen. Contiene además la primera, y todavía válida, clasificación en etapas del Magdaleniense
Cantábrico, basada en sus casi inéditas excavaciones de la cueva del Castillo.
Avance al estudio del Paleolítico Superior en la Región asturiana del Conde de la Vega
del Sella (1917). Este artículo, de escasa extensión y de muy poca difusión en la bibliografía,
es fundamental en lo referente al Magdaleniense Inicial Cantábrico. Vega del Sella recoge los
datos de las entonces recientes excavaciones de la región asturiana y da una síntesis del
Magdaleniense que, en nuestra opinión, se mantiene casi completamente en nuestros días.
En 1959 "El Complejo cultural..." y 1966: "El Paleolítico Superior Cantábrico..." Jordá
insiste sobre las ideas ya expuestas en la publicación de la cueva de La Lloseta y añade,
en 1966, un cuadro con la atribución cultural a una etapa determinada del Magdaleniense de
todas las cuevas conocidas de la Costa Cantábrica. De algunas de ellas es la única infor-
mación que poseemos.
23
Con la publicación en 1973 de las "Consideraciones climáticas y ecológicas sobre Mag-
daleniense III en el Norte de España" González Echegaray completa cuanto de visión general
y planteamiento de la cuestión podía decirse del Magdaleniense Inicial Cantábrico.
Entre los estudios monográficos de yacimientos pueden destacarse los autores si-
guientes:
Conde de la Vega del Sella: El Paleolítico del Cueto de la Mina (1916) y Las Cuevas
de la Riera y Balmori (1930).
Estas memorias y su excavación misma son ejemplares para su tiempo; el propio Con-
de nos da cuenta en sus escritos del método empleado (1916: 13): "Durante toda la excava-
ción, el terreno fue levantado por capas sucesivas de ocho a diez centímetros mientras la
coloración del yacimiento era uniforme, y adaptándonos a las inflexiones de las capas cuando
su distinta tonalidad nos lo indicaba. Toda la tierra extraída fue pasada por la criba, lo que
nos permitió obtener pequeñísimas lascas y diminutos pedazos de agujas, que sin este proce-
dimiento hubieran pasado desapercibidos".
El carácter de sus publicaciones viene diferenciado por una fecha, el 1947, año en que
comenzaron a aparecer los resultados de la cueva de Urtiaga. Hasta entonces el orden de ex-
posición de los datos solía venir dado por la sucesión de los días de excavación, sin que a
lo largo del texto se hiciera referencia a niveles, que luego aparecían esquematizados en un
corte estratigráfico (publicación de Santimamiñe y Lumentxa). Esta ordenación quizá pueda
deberse a la influencia de Aranzadi, quien, al parecer, dibujaba los cortes y redactaba el dia-
rio. A partir de 1947, sin embargo, los materiales aparecen clasificados por niveles, dentro de
una redacción lacónica que pocas veces aventura una adscripción cultural precisa: "Magdale-
niense, con algunas subdivisiones de valor cronológico".
24
Joaquín González Echegaray: "Memoria de las excavaciones de la cueva del Juyo
(1955-1956)" (1958) (en colaboración con P. Janssens) y "Apreciaciones cuantitativas sobre
el Magdaleniense III en la Costa Cantábrica" (1971).
La del Juyo es la más completa memoria de excavación que sobre tema de Magdale-
niense Inicial se ha publicado hasta la fecha. Contiene por primera vez el inventario total
de las piezas y, si bien en 1958 carecía de una estadística de las mismas, en 1971 fue realizada
por J . González Echegaray completando así su estudio. Esta correcta publicación no se ve en
cambio secundada por una buena conservación de los materiales extraídos.
Carácter monográfico tiene también la publicación por parte de Martín Almagro Basch
de los omoplatos decorados de la cueva del Castillo (1976) donde, además de la importante
aportación que supone para el estudio del arte mobiliar y parietal, se revelan interesantes da-
tos sobre la excavación y conservación de los materiales de la cueva del Castillo, derivados
de los diarios de P. Wernert y H. Obermaier.
3. DATACIONES ABSOLUTAS.
— circunscripción de Aquitania:
— circunscripción Midi-Pyrennées:
(1) El nivel IX del abrigo de Flageolet II había sido publicado por su excavador (Rigaud 1970) como Magdale-
niense Superior, (a pesar de la ausencia de arpones) basándose en las características de su instrumental Utico. La apari-
ción de estas fechas de C 14 le ha llevado a proponer más tarde una cronología en el Magdaleniense Medio (Rigaud,
1976b).
(2) La industria de Combe Cullier, con abundantes hojitas de dorso, presencia de escalenos, alguna azagaya de
base ahorquillada pero sin arpones (a pesar del volumen de tierra excavado) ha sido atribuida tanto al Magdaleniense
Inferior, como al Medio o Superior. La fecha de Carbono 14 parece confirmar una datación en la fase media, tal como
sugirió M Lorblanchet (1972 : 259).
25
—-circunscripción de Auvergne:
Cueva de L a Riera (Asturias): nivel 10: 17.160 ± 430 carbón Gak 6980
nivel 11: 16.420 ± 400 carbón Gak 6448
Cueva del Juyo (Santander): nivel VI: 15.300 ± 700 madera carbonizada M-830
Cueva La Lloseta (Asturias): nivel A: 15.200 ± 412 madera carbonizada Gak 2549
15.565 ± 412 (Clark 1976)
Cueva del Tito Bustillo (Asturias): nivel 1a: 15.400 ± 300 conchas CSIC 1554 (7)
(3) A pesar de estas fechas, bastante antiguas, el nivel E de Rond du Barry ha entregado arpones y una indus-
tria que lleva a su excavador a situarla en un Magdaleniense Superior. Para la capa F2 propone un Magdaleniense l-II
(Bayle des Hermens 1977).
(4) La fecha data un nivel "badegouliense" con raclettes, pero puede existir contaminación probable (Delibrias y
Evin 1974: 154).
(5) Este nivel, clasificado como Magdaleniense Medio, presenta fechas idénticas a las de Altamira y Juyo en su
tradicional etapa Magdaleniense III. A. Moure (1975 : 31) recalca estas fechas del Abri Grappin, sugiriendo una crono-
logía tardía respecto a Francia para el Magdaleniense III cantábrico. Recordemos, sin embargo, que la bibliografía fran-
cesa suele calificar como Medio al Magdaleniense III de la secuencia Breuil (junto con el período IV), reservando el tér-
mino Inferior para los períodos O, I y II. En el caso concreto de la gruta de Arlay el "Magdaleniense Medio" no tiene
prototipos de arpón ni la mayor pane de los fósiles directores que definen el Magdaleniense IV del Pirineo Francés. Por
el contrario, lo más característico de su industria ósea son las azagayas de sección cuadrangular y decoración geométrica
(Combier y Vuillemey 1976 : 80), por lo cual nada debe extrañar que su datación sea idéntica a la de Altamira y Juyo.
(6) Véase su publicación en P. Utrilla 1980 y en la memoria de excavaciones que se encuentra actualmente en
prensa.
(7) L a fecha corresponde a un nivel Magdaleniense Superior con arpones y fue realizada sobre conchas de Patella
y Littorina.
(8) El nivel contenía industrias de tipo Magdaleniense Superior (sin arpones) y fauna y flora tardiglaciares, pero
es anterior a la fecha del Magdaleniense III de Parpalló.
(9) La muestra se tomó a una profundidad de 1,5 y 1,7 m., correspondiente al nivei Magdaleniense III de Pericot
y por tanto es demasiado reciente si la comparamos con las similares de Altamira y Juyo: deberemos pensar que el
Magdaleniense III penetró muy tardíamente en el Parpalló, justificándose de este modo los "elementos de cronología más
avanzada" que llevan a Fortea (1973: 492) a sugerir una datación más reciente a los niveles del Magdaleniense Inicial
del Parpalló. De este modo cuando en la cueva levantina aparecen los materiales que llevan a suponer a Pericot (1942)
que nos encontramos en un Magdaleniense III, el Pirineo Francés está viviendo plenamente su Magdaleniense Medio.
Véase también Fullola 1978.
26
SEGUNDA PARTE:
C A T A L O G O DE YACIMIENTOS
PROVINCIA DE OVIEDO
El río Nalón tiene un recorrido de 135 km. y una cuenca de 4.657 km. cuadrados, la
más grande, con mucho, de todos los ríos cantábricos. Su pendiente es muy fuerte (0,0204).
Se halla enclavado en una zona carbonífera compleja con pizarras, cuarcitas y calizas prima-
rias. Su afluente, el Nora, recorre, en cambio, un valle Terciario que forma una depresión pa-
ralela a la Costa. El paisaje vegetal está constituido por hayas, que ocupan casi la mayor parte
de su cuenca, desapareciendo por completo al acercarnos a Galicia. Por debajo de los 400 m.
de altitud el haya es sustituida por el carvallo.
Los yacimientos se hayan todos situados en la cuenca baja del Nalón en la comarca
llamada de Las Regueras, antes de llegar a Pravia donde converge con el Narcea. Esta zona
está limitada al Norte por una alineación montañosa con cumbres de 630 m. que marcan la
divisoria con el mar: es la sierra de Mafalla continuada hacia el Este por la de Fontiello, de
la que parten altas lomas de calizas negras o de areniscas ferríferas del Devónico. La más
importante de estas lomas es la Sierra de Bufarán, cuyo extremo Sur es cortado por el río y
que separa la comarca de Las Regueras (al Este) de la de Candamo (al Oeste). La comarca
de Candamo queda así encuadrada por las sierras de Mafalla (N), Bufarán (E), y montes de
la divisoria del Narcea (W) abriéndose hacia el Sur.
Cueva de la Arícenla:
En la caja n.° 44 del almacén del Museo Arqueológico de Oviedo figuran una serie de
materiales con este rótulo: "LAS REGUERAS (...) (pedazo no legible). Cueva de la Ancenia,
parroquia de Balsera (Regueras) entre Taoces y Rañeces, a la margen del río Nora y como
a unos 30 ó 40 m. sobre el nivel del mismo". En otra nota "Procede de la (...)" firmado por
López. Un Carbayon de agosto de 1915.
Ha sido identificada por Márquez Uría (1974: 823) como excavación realizada por el
Conde de la Vega del Sella. Desconocemos su estratigrafía.
27
(Escala: 1:800.000)
PROVINCIA D E OVIEDO: Localización de yacimientos magdalenienses.
• Con un nivel o varios del Magdaleniense Inferior.
• Con un nivel Magdaleniense indeterminado.
* Sólo con Magdaleniense Superior-Final.
Estratigrafía: Contenía:
29
temente un pequeño nivel magdaleniense antiguo sobre el solutrense, aunque con pocos ele-
mentos típicos".
Materiales:
En el almacén del Museo de Oviedo encontramos una industria muy tosca de huesos
recortados, que en la mayoría de los casos no parecen haber sido trabajados intencional-
mente. Junto a ellos, algunas lascas de cuarcita con dudosos retoques y denticulados.
— Fragmento de costilla decorada en retícula de trazo muy profundo, junto a otro frag-
mento con la misma decoración que quizá pertenezca a la misma pieza.
— Un extremo de pieza de cuerno de sección lenticular con perforación en ojal y tra-
zos en V. I. Barandiarán (1973: 105) la cataloga como colgante.
— U n fragmento de colgante perforado de piedra verde (¿diorita?) con restos de bre-
cha adherida. Quizá sea el objeto que falta en una cajita de cartón vacía que contenía esta
inscripción: 9-IX-55. "Covacha de la Peña, nivel I, Brecha: colgante perforado" que, (por la
fecha, debe identificarse con la excavación de Jordá).
El resto de los materiales de este nivel I, al parecer brechoso, son poco significativos:
huesos y lascas de cuarcita con dudosos denticulados. Se señala también un nivel II de las
mismas características.
Fauna:
— El nivel negruzco superior contenía: Equus caballus, Cervus elaphus, Capra pyrenai-
ca, Capella rupicapra y Canls vulpes.
— El nivel rojizo inferior ofrecía: Ursus, Hyaena spelea, Canis vulpes, Capella rupica-
pra, Capra pyrenaica, Cervus elaphus, Equus caballus, y Cyprina islándica. Restos de Arcto-
mys marmotta yacían algo más abajo que la pequeña capa solutrense.
Altuna (1972: 29) añade en el primer nivel, solutrense, Patella y Cardlum tuberculatum.
Bibliografía:
Hernández Pacheco, 1919; Hernández Pacheco y Carandell, 1929; Jordá, 1964; Altuna,
1972; I. Barandiarán, 1973; Márquez Uría, 1974.
Estratigrafía:
Sería una de las más completas del Magdaleniense Cantábrico si tuviéramos la segu-
ridad de que es auténtica. Obermaier (1925: 190) afirma rotundamente que el yacimiento es-
30
taba completamente revuelto por buscadores de tesoros y no presentaba estratigrafía Intacta
en ninguna parte. Añádase la inseguridad de Hernández Pacheco, quien en la campaña de
1914, encontraba un Auriñaciense, un Solutrense y un Magdaleniense y en la de 1915 un Azi-
liense, un Magdaleniense Superior y un Magdaleniense Inferior. "Por lo tanto hay que consi-
derar como una restauración teórica la estratigrafía anteriormente indicada de este yacimien-
to" (Obermaier 1925).
Estas palabras de Obermaier se presentan en franca contradicción con las del Conde
de la Vega del Sella (1917: 139), persona seria en' lo referente a excavaciones y que estuvo
presente en las dos campañas: "Además de las cuevas que he excavado personalmente me
ha sido dado presenciar las excavaciones de la cueva de la Paloma que la Comisión de In-
vestigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, bajo la dirección de Hernández Pacheco, ha
llevado a cabo con una escrupulosidad nunca bastante ponderada y que permitirá ver el des-
arrollo del Magdaleniense de una manera casi completa". Es extraño que una persona como
Vega del Sella no se diera cuenta de una ausencia de estratigrafía, ya que cuando escribe es-
to (1917) había excavado ya cuevas como Cueto de la Mina, Balmori, Sofoxó, Collubil, etc.
"El yacimiento comprendía una serie de niveles negruzcos, muy abundantes en instru-
mentos líticos (...). Los niveles de hogares alternaban con otros niveles estériles o casi esté-
riles de color rojizo, que corresponden a épocas de no habitación. En el fondo de la caverna
algunos niveles estériles rojizos terminaban en cuña, mientras que los niveles negruzcos de
los hogares se superponían directamente". (Se asemeja de algún modo al caso del nivel roji-
zo de la Riera, intercalado en el espesor del nivel Magdaleniense en forma de cuña).
Magdaleniense Inferior casi medio: un sólo nivel no muy abundante en restos de in-
dustria.
En 1959: 153 Hernández Pacheco decide reunir los dos conjuntos "paleontológico-ar-
queológicos", el Magdaleniense Inferior y el Medio, por creer que ambos se presentaban "en
tres tramos con continuidad arqueológica".
La leyenda de las vitrinas del Museo de Ciencias Naturales responde a esta decisión ya
que indica:
31
Parece por esta clasificación que los criterios de atribución al Magdaleniense Inferior
o Medio fluctúan en la opinión de Hernández Pacheco, ya que lo lógico, por las Indicaciones
de 1922, era reunir todos los niveles en el Magdaleniense Medio.
Los objetos por su parte presentan indicaciones totalmente distintas: se hallan clasifi-
cados en 10 niveles cuya atribución cultural creemos que debe hacerse así (en algunas ca-
jas estaba indicada la equivalencia):
Esta clasificación responde a las indicaciones de algunas etiquetas y a las noticias so-
bre la abundancia de objetos en cada uno de los niveles. Dudamos sólo del nivel 8 porque
en algunas anotaciones se indica: nivel 8: Magdaleniense Inferior.
Materiales:
Hernández Pacheco (1922) ofrece esta visión general del nivel Magdaleniense Inferior:
"era de poco espesor, los Instrumentos Uticos eran más raros y groseros que los superiores,
entre ellos muy raros raspadores en extremo de lasca. Puntas de azagaya gruesa, punzones
de doble punta y sección triangular. Huesos de bisonte o gran bóvido". Los niveles del Mag-
daleniense Medio contenían caballo y ciervo de gran tamaño, abundantes buriles, hojas de
sílex, numerosas piezas de cuarcita talladas con esmero, finas agujas, punzones, azagayas mo-
nobiseladas y de doble bisel, espátulas, bastones de mando y placas de pizarra grabadas
(1923: 16-17).
Vega del Sella, por su parte, describe así el nivel más inferior del Magdaleniense de
La Paloma: abundancia de discos y discoides, y una gran escasez de industria ósea que le
hace análogo al piso auriñaciense de la cueva del Conde (1917: 150).
En conjunto hemos computado 1.139 piezas líticas, de ellas 150 pertenecían al nivel 4
(Mag. Superior), 596 al nivel 6, más las que tenían indicación de "Magdaleniense Medio",
332 al nivel 8, más las Indicadas como "Magdaleniense Inferior", y 61 al nivel 10.
A estas cifras deben añadirse un total de 48 núcleos de sílex y 111 núcleos de cuar-
cita. La industria ósea contiene 340 objetos, incluidos los fragmentos; de ellos 217 correspon-
den al nivel 6-Magdaleniense Medio, 54 al nivel 8-Magdaleniense Inferior y 69 al nivel 4-Mag-
daleniense Superior.
Estos objetos se hallaban depositados en las vitrinas del centro de la sala y en diver-
sos cajones de la vitrina 26.
32
Industria lítica (Láms. 2 a 5):
Creemos que dada la magnitud de los materiales sería en exceso farragoso exponer aquí
un análisis exhaustivo de los mismos, siguiendo el sistema de análisis de Laplace. Para ello
deben reservarse archivos como el editado en 1973 por el Instituto de Antropología y Paleon-
tología Humana de la Universidad de Siena, dirigido por Paolo Gambassini. Por ello ofrece-
mos a continuación la clasificación de Laplace sólo a nivel de tipos, sin análisis de los mis-
mos (en cursiva los útiles en cuarcita):
Mag. Mag.
Inf. Med. n. 4 n.6 n. 8 n. 10 Total
B1 2,7 5 3 6 17
B2 2.7 7 8,3 15 12 42
B3 1 1
B4 1 3 1 14 5 24
B5 1 3 4,7 15 9 33
B6 4 5 6 17 10 42 (B7 de 1968)
B7 1 1 2 3 7 (B6 de 1968)
Rfi
LJ U
B9 2 7 2 4 2 17
G1 2 3 8 4 17
G2 3,7 7,3 2,7 4 2,7 27
G3 4,3 3,2 23,7 6,5 8,2 1 58
G4 7 7 5 5 1,7 14
G5 1 1
G6 1 4 2,7 8
G7 7 7 7 5,2 10
G8 1 1,7 3
G9 2,6 79 5,7 1,9 12,2 2 59
N. ras. 9,7 23,6 40,4 95,35 102,8 47 370
A2 1 1 1 2 5
LD1 1 1,7 2 11 1 17
LD2 4 12 7 73 21 117
PD1 1 1 2
PD2 1 2 3
PD3
PD4 2 2 4 14 4 26
D1 7 2 2 4 7 10
D2 3 1,7 2,7 3,27 2,12 2,3 57
D3 2 2 4 1,2 11
D4 7 7 2 4
R1 7 1 1,5 7 9
R2 2 2,4 7 6,77 1,5 3 35
R3 4 7 5
R4 1 2 3
R5 1 1
Bc1 3 18 3 24
Bc2 2 1 4 7
L1 1 8,4 5 14,6 4,7 1 44
L2 4,7 12,4 3,2 16,3 6,3 54
T1
T2 1 1 1 1 4
T3 1 1 6 4 12
P1 2 7 7 2 6
P2 7 3,2 1,2 7 7 11
B. nucí. 4 4
Nuc. sil. 35 6 7 48
Nuc. cua. 2 8 9 72 74 6 111
33
Lámina 2.—La Paloma. Objetos de cuarcita clasificados como "Magdalenicnse Inferior".
34
Lámina 3.—La Paloma. Materiales del "Magdaleniense Inferior" y del nivel 8.
38
Lámina 4.—La Paloma. Magdaleniense Medio.
3tt
Señalemos la preferencia d e la c u a r c i t a p a r a formas c a r e n a d a s y d e n t i c u l a d a s y d e l sí-
lex p a r a buriles y utillaje lamelar, estando l a p r i m e r a e n u n a proporción d e 1 a 4 (supone el
2 4 , 2 3 % d e l total), cantidad muy baja si t e n e m o s e n c u e n t a q u e e s u n a c u e v a asturiana.
Lámina 5.—La Paloma. Gráficas de la industria lítica según las leyendas de las etiquetas.
Un predominio neto d e l raspador e n todos los niveles (4: 61,3, 6: 38,99, 8: 53,9, frente
a un IB e n 4: 17,3, en 6: 12,7, en 8: 15,9) q u e disminuye notablemente si e x c l u i m o s el tipo 15
del cómputo general (nivel 4: IG: 45,2, IB: 24,5; nivel 6: IG: 15,5, IB: 17,5; nivel 8: IG: 27,4,
IB: 25,1).
Un predominio general de los buriles d i e d r o s sobre los d e truncatura (4: 11,3 frente a
3,3; 6: 6,3 frente a 3,1; 8: 7,3 frente a 3,01).
Un muy alto porcentaje de raspador auriñaciense e n todos los niveles, si bien v a dis-
r
minuyendo a m e d i d a q u e a v a n z a el M a g d a l e n i e n s e . Así e n el nivel 8 ( M a g . Inf.) el I G A e s d e
43,1 ( s i n computar el raspador n u c l e i f o r m e ) , en el nivel 6 ( M a g . M e d . ) e s de 40,2 y e n el ni-
vel 4 ( M a g . S u p . ) e s sólo d e 14,5, e x p l i c a b l e p o r el aumento d e l raspador simple s o b r e lá-
mina y el d e s c e n s o d e l r a s p a d o r c a r e n a d o . Este fenómeno i m p l i c a a su v e z un d e s c e n s o
notable e n el M a g d a l e n i e n s e S u p e r i o r d e l e m p l e o de l a c u a r c i t a , l a cual supone el 10,96 %
de la totalidad del nivel, frente a la m e d i a d e 24,23 del conjunto d e los niveles.
:)7
Por último, hemos hallado lo que hemos dado en llamar el "Indice de Sustrato", apli-
cando los conceptos Laplace al sistema Sonneville-Bordes. El Sustrato comprende los tipos
65 a 68 (láminas retocadas) y 74 a 77 (denticulados, esquinados y raederas), abarcando de
este modo los tipos poco significativos del Paleolítico Superior o "tradicionales", pero que en
la Costa Cantábrica tienen una particular importancia, especialmente en los yacimientos as-
turianos. Los índices obtenidos son IS: 27 para el nivel 8; IS: 31 para el nivel 6; IS: 15 para
el nivel 4, resultado que concuerda claramente con los porcentajes de la cuarcita.
Hemos computado 342 piezas óseas, que aplicando la tipología de Barandiarán 1967
se distribuyen en:
II. APLANADOS
III. DENTADOS
IV. PERFORADOS 18 3
V. FRAG. MARCAS 9 4
(sin fragmentos)
II. APLANADOS
III. DENTADOS 8
IV. PERFORADOS 18 3 1
V. MARCAS 9 4 3
(con fragmentos)
.18
Los porcentajes por grupos tipológicos son, por tanto, muy relativos:
Dentro de este neto predominio de las azagayas (grupo I) las secciones se hallan así
representadas: (añadimos la planoconvexa de las varillas)
Los dos niveles presentan porcentajes muy semejantes, sin que pueda observarse ape-
nas una evolución. Lo más destacable es el aumento de las azagayas de sección triangular
en el nivel Magdaleniense Medio, a costa de las de sección circular que mantienen su pre-
dominio poco representativo a lo largo de todo el Magdaleniense. La sección triangular sue-
le presentarse en esta cueva en forma de punta doble, del mismo modo que ocurre en el País
Vasco (Ermlttia, Aizbitarte...).
Si excluimos los fragmentos de la estadística, los porcentajes resultantes tienen muy po-
co valor por la escasez de objetos computados:
39
Lámina 6.—La Paloma. "Magdaleniense Medio".
III
I
Lamina 7 . - L a Paloma. Industria ósea del nivel 6; n.° 7 del nivel 8; n.° 8 del nivel 9.
41
Fauna:
Magdaleniense Medio: Ciervo, caballo y Cervus cantabricus (Graells) tan grande co-
mo el wapiti.
Altuna, por su parte, (1972: 38) comenta la existencia entre los niveles estériles o di-
rectamente sobre los hogares de grandes acumulaciones de roedores como arvícolas, insectí-
voros como musarañas, topos y murciélagos, todo ello residuo de aves nocturnas. Actualmente
se halla en estudio.
En otra parte de su memoria Hernández Pacheco cita bisonte, uro, cabra montes, re-
beco, ciervo, gamo, caballo, y jabalí, siendo más abundantes los restos de caballo y especial-
mente de ciervo, que representaban el 80 % del total. Altuna pone en tela de juicio la exis-
tencia de gamo, que no ha podido comprobar, y cree que debe descartarse la creación de
una especie o subespecie para el ciervo de gran tamaño (Cervus cantabricus Graells), si bien
reconoce que el ciervo wurmiense es mayor que el de los niveles postglaciares (Altuna 1972:
328-329).
Bibliografía:
Hernández Pacheco, 1915, 1922, 1923a, 1923b, 1959; Vega del Sella, 1917; Obermaier,
1925; I. Barandiarán, 1971b y 1973; Corchón, 1971a; Chapa y Martínez Navarrete, 1977; Utrilla,
1976c.
Situada a orillas del río Nora, en la comarca de Las Regueras, fue excavada por el Con-
de de la Vega del Sella en 1916. Una buena parte del yacimiento de la entrada había sido
extraída para abonar los campos y el resto parecía estar seriamente removida por las inunda-
clones del río cercano (Márquez Uría 1974: 812-823). El estudio posterior de S. Corchón y
Hoyos Gómez (1972-1973) indica la existencia de un solo nivel, aunque los materiales halla-
dos ofrezcan indicios de distintos períodos culturales.
Vega del Sella, que no publicó memoria, quizá por ser consciente del carácter de re-
vuelto que presentaban los materiales después de las inundaciones del río, se refiere al ya-
cimiento en la publicación de Cueva Morín (1921: 69). "La excavación de la cueva de Sofoxó,
nivel Magdaleniense con arpones, de transición al Aziliense, fue tan desemejante en las dos
secciones en que dividimos la excavación que no hubiésemos tenido la posibilidad de deter-
minar la industria, de habernos atenido exclusivamente al resultado de la primera sección".
42
quizá existiera un nivel Magdaleniense Superior parcialmente destruido al que pertenecería el
arpón (1971: 33).
En 1973 S. Corchón prefiere calificar el nivel como Magdaleniense Superior "algo resi-
dual" con algún elemento que se remonta a la fase Media (1973: 94 y 96).
Ante la imposibilidad de diferenciar este posible Magdaleniense Medio estratigráf¡ca-
rne nte no podemos incluir en este trabajo la cueva de Sofoxó, basados sólo en una distinción
tipológica que sería muy dudosa.
Bibliografía:
Vega del Sella, 1921; Obermaier, 1925; Corchón, 1971a; Corchón y Hoyos Gómez, 1973;
estudio particular de algunas piezas óseas en I. Barandiarán, 1973; Márquez Uría, 1974.
Otras cuevas con yacimientos fueron exploradas y excavadas por el Conde de la Vega
del Sella en la Cuenca del Nalón-Nora pero carecemos de las noticias suficientes para deter-
minar su atribución cultural. Márquez Uría (1974: 823) cita las de La Cruz (Taoces), La Andina
(Taoces) y las Mestas (sin excavar), también en Taoces, comarca de Las Regueras. La cue-
va del Conde (Tuñón) fue clasificada por él como Musteriense y Auriñaciense.
El río Sella tiene 70 km. de longitud y absorbe una cuenca de 1.520 km. cuadrados.
Su pendiente, de 0,0354, es la más fuerte de Asturias. La mayoría de los yacimientos, excep-
to Collubil que está en la cuenca alta y Ferrán que se halla en el Pilona, se encuentran con-
centrados cerca de la desembocadura, en la ría del Sella y su afluente el San Miguel. La gran
cubeta que ocupa la ría se queda aprisionada entre macizos calizos, muy deformados por la
erosión, que constituyen las rasas litorales. La situada en la margen izquierda, formada por ca-
lizas del Carbonífero Inferior, se halla modificada en su superficie por pequeños valles trans-
versales y en su interior por la acción de las aguas subterráneas sobre la caliza, formando
la zona cárstica de La Moría, cuyo eje hidrológico se encuentra en el pequeño río San Miguel.
Este, antes de desembocar en el Sella, sigue su curso subterráneo al pasar por Ardines, en el
lugar llamado de la Gorgocera. Desemboca por debajo de La Cuevona y parece que esta cue-
va fue la boca primitiva del cauce del río San Miguel, habiendo descendido considerablemen-
te en la actualidad el nivel de base de las aguas (Jordá 1958: 17-18).
Excavada por Jordá, no poseemos de ella más que referencias de este autor. Se halla
situada próxima al río San Miguel, junto al pueblo de El Carmen, cerca de la cueva de Les
Pedroses. Los materiales depositados en el Mo G ó m e z ) , estudiamos los materiales con su in-
dicación de nivel o capa pero son dudosamente utilizables porque, según comunicación del
Dr. Jordá, hubo trasposición de letreros, (con la consiguiente mezcla de materiales), por par-
te del capataz de las excavaciones; no obstante, en espera de una nueva excavación (que es-
tán llevando a cabo el propio Jordá y Alejandro G ó m e z ) , estudiamos los materiales con su in-
dicación actual, ya que la gráfica perteneciente a las supuestas capas del Magdaleniense
Inferior nos da una curva muy semejante a la de la cueva del Juyo.
Las referencias de Jordá (1959: 16 y 1964: 8) nos indican la existencia de tres horizon-
tes culturales: Auriñaciense, Solutrense Superior-Final y Magdaleniense III, con una continui-
43
d a d c l a r a entre estos d o s últimos. " E l único nivel en donde hemos podido observar u n a cierta
ligazón entre elementos del Solutrense Final cantábrico y el M a g d a l e n i e n s e III ha sido el que
recientemente hemos e x c a v a d o en la c u e v a del C i e r r o , en donde hemos c o m p r o b a d o la exis-
tencia d e un fragmento d e punta d e base c ó n c a v a y de otro fragmento de a z a g a y a c o n aplas-
tamiento central junto c o n elementos propios y característicos del M a g d a l e n i e n s e III, c o m o
s o n a z a g a y a s de segmento de círculo o g i b o s a s , huesos d e c o r a d o s c o n tectiforme tipo Alta-
mira y raspadores periformes de dorso alto p r o p i o s del M a g d a l e n i e n s e III C a n t á b r i c o " (1959:
16). " E s t e nivel nos demuestra una cierta continuidad e n la región Cantábrica entre Solutrense
y M a g d a l e n i e n s e antiguo, que y a habíamos s o s p e c h a d o al observar una serie d e s u p e r p o s i -
c i o n e s estratigráficas d e niveles c o r r e s p o n d i e n t e s en d i c h a s etapas en varias c u e v a s " .
s
/'MUESTRA DE \
', CLARK /
L a s etiquetas que acompañan los materiales de Oviedo nos ofrecen también u n a infor-
mación estratigráfica:
44
a
L. Straus encontró materiales solutrenses en la capa 5. "parduzca" y los objetos de
la capa 4." parecen responder a un nivel Magdaleniense Inicial, que en ese caso correspon-
dería a la parte superior del nivel negro o a la totalidad del nivel. En cuanto a la capa 3 "ro-
ja" parece que deberá identificarse con el nivel de arcilla situado encima del nivel negro,
sin descartar la posibilidad de corresponder también al nivel II. De cualquier modo la escasez
de objetos en este nivel no desvirtuaría ninguna estadística, tanto si lo identificamos con la ca-
pa 3 como si no lo hacemos.
Nivel I: Superficial.
Nivel II: Magdaleniense indeterminado, conchero de brecha capa 3.*, rojiza, y arcillosa.
a
Nivel IV: Capa 5. , parduzco, estrechamente unido al anterior. Solutrense Superior-
Final.
a
Nivel V: Capa 6. posiblemente de arcilla estéril.
a a
Nivel VI: Capas 7. y 8. cenicientas, auriñacienses.
Con posterioridad a Straus hemos visitado la cueva del Cierro en compañía de Alejan-
dro Gómez Fuentes, de la Universidad de Salamanca, y de Javier Rodríguez Muñoz de la de
Oviedo. Con ellos realizamos el corte estratigráfico que reproducimos en la Lám. 8. En él pue-
de apreciarse la existencia de dos niveles diferentes de conchero en la parte señalada por
Straus como conchero de brecha, con el negativo, creemos, de la muestra extraída por Clark
para el análisis del C-14. Esta se encontraba en la conjunción de los dos concheros, forman-
do parte de ambos.
Un gran bloque desprendido del techo (130x65 cm.) se hallaba depositado sobre la
capa negra (4) del posible Magdaleniense Inferior.
Materiales:
a
Las etiquetas referentes a la capa 4. especifican frecuentemente la pertenencia a la
a a a
capa 4. Inferior, a la capa 4. superior negra, a la capa 4. sector B, etc. Haremos por separa-
a a
do la estadística de la capa 3. por un lado y de la capa 4. , más el nivel III, por otro.
Nivel II: 2 B1, 1 B2, poligonal, 1 G3/Bc2, 3 G9, 1 D1, 1 D2, 1 R2, 1 núcleo-raspador.
Nivel III: 1 B2, 1 B4, 1 G2, 3 G9, 3 núcleos-raspador, 1 LD2, 3 D1, 5 D2, 1 R2, 2 Bc1.
1 Bc2, 1 P1.
45
Lámina 9.—El Cierro. Capas 3 y 4.
46
Lámina 10— El Cierro. Capa 4.
47
CIERRO 4
.... RIO
..... LO J A
B1 1 1 DT4 1
B2 9 2 D1 6 9 2 1
B4 3 D2 5 22 1 7
B5 5 2 D3 3 5 1
B6 2 D4 2 5 2
B7 1 R1 2 5 1
B9 2 R2 6 13 1
G1 3 1 R3 1 4
G3 15 3 3 4 R5 1
G4 2 2 1 Bc1 7 3 1
G7 4 1 2 Bc2 3 1 2
G8 3 4 1 L1 7 3
G9 4 5 2 2 L2 4 1 1
N.R 178 19 37 2 P2 1
A1 2 1 T2 1
A2 6 1 1 1 Total: 310 112 68 25
LD1 2 1
LD2 9
PD1 4 1
PD4 7
La proporción de la cuarcita es constante en ambas capas, en la 4." supone un 26,54%
a
y en la 3. un 26,88 % ; es usada preferentemente en forma de raederas, denticulados y raspa-
dores, siendo exclusivo el uso del sílex en buriles y utillaje microlamelar.
Entre los buriles, predominan los diedros sobre los de truncadura IBd: 6,8, frente a IBt:
0,9. El grupo perigordiense supone un índice de 9,6 y el Sustrato un 24,2 con el raspador
nucleiforme y un 44,9 sin él.
Las gráficas acumulativas coinciden con bastante aproximación con la del Juyo. Quizá
a
por ello podamos confiar en la veracidad de los materiales de la capa 4. , por otra parte lo
suficientemente numerosos (404 objetos) para no desvirtuar una estadística.
Por último, queremos destacar en esta capa la presencia de cuatro posibles raclettes,
de hojitas de dorso denticuladas y truncadas y de algún geométrico.
I. 50: 83,3 %
VIII. 3: 6,0 %
XXI. 5: 10,0%
XXVI. 2: 4,0 %
Entre las azagayas hay un predominio absoluto de las de sección cuadrada sobre todas
las demás. Los porcentajes son éstos:
En la decoración predominan los motivos rectilíneos y geométricos con una buena re-
presentación de trazos pareados, de aspas y motivos en ángulo. Entre las formas complejas
destaca un tectiforme a doble vertiente y trazos pareados en los ángulos, (Lám. 12), tradicio-
nalmente comparado con otros del nivel Magdaleniense de Altamira.
Como motivos realistas pueden considerarse los animales (quizá un felino y un cérvido)
representados en la Lám. 13,3. El haz de líneas convergentes de la azagaya de la Lám. 13,4
recuerda lejanamente el grabado estriado, que con frecuencia se aplica en el Magdalenien-
se III a figuraciones de ciervas.
49
Lámina 12.—El Cierro. Capa 4.».
51)
Lámina 13.—El Cierro. Capa 4.°.
51
Una elemental estadística de los motivos decorativos ofrece las siguientes cifras (según
tipología de I. Barandiarán 1967):
Fauna:
Cervus elaphus.
Capreolus capreoíus.
Gran bóvido.
Entre los materiales del Magdaleniense Inferior hemos encontrado un dominio absoluto
del ciervo, junto con escasos restos de caballo, bóvido, cabra y quizá sarrio. Hay también al-
gunos huesos de ave. Entre los moluscos Littorlna littorea y Patella vulgata, esta última de
todos los tipos y tamaños, oscilando entre 5,2 y 2,5 cm. de diámetro.
Bibliografía:
Jordá, 1959 y 1964; Corchón, 1971 y 1974; I. Barandiarán, 1973; A. Gómez Fuentes y
J . Bécares, 1979; P. Utrilla, 1976c.
Se halla situada en la garganta del río Colín, pequeño arroyo que se une al Sella en
Campurriondi; está orientada al SW y perfectamente protegida, lo que ha determinado una
densa ocupación en tiempos prehistóricos. Su altitud es de 290 m. sobre el nivel del mar y su
desnivel sobre el Sella en Campurriondi de 120 m.
La boca de la cueva se abre en una pared de pendiente muy pronunciada, casi verti-
cal, dominando el desfiladero. El sol penetra hasta el fondo del vestíbulo, haciendo de él un
lugar sumamente seco (González Morales, 1974: 43).
Excavada a fines del siglo por Justo del Castillo, la encontró ya removida por busca-
dores de tesoros. Vega del Sella practicó en ella dos campañas, en 1912 y 1915, dejando iné-
ditos los materiales, a pesar de que parecía tener preparada la publicación. Los materiales
obtenidos por Vega del Sella se hallan depositados en el Museo Arqueológico de Oviedo con
la indicación de Magdaleniense, capa 2.*. Los obtenidos por Justo del Castillo parece que fue-
ron enviados "a un Museo de Madrid" pero hasta la fecha no han podido ser localizados, a
pesar de las muchas gestiones llevadas a cabo por González Morales, quien en 1974 realizó
su Tesis de Licenciatura sobre este yacimiento
Estratigrafía:
González Morales (1974: 46) la describe así: "se trata de una brecha muy compacta con
abundantes cantos angulosos, gran cantidad de restos de fauna y numerosos ejemplares de
oJ
industria. Esta brecha, adherida a las paredes de la cueva, sobre todo en el lado derecho,
está cimentada en distinto grado según las zonas: fundamentalmente hay una capa superior
muy cementada y el resto varía según la mayor o menor exposición a las aguas de infiltra-
ción. La matriz de las partes más disgregadas está formada por una tierra negra y grasienta,
alcanzando toda la masa detrítica una potencia media de tres metros. En la base la tierra va
haciéndose más arcillosa y más clara, pero sin apreciarse un nítido cambio de nivel, tal como
lo vieron Vega del Sella y Obermaier que hablaban de un único nivel, más o menos homogé-
neo, aunque revuelto.
Bajo este grueso estrato reposa una capa de bloques calizos desprendidos del techo,
bajo el cual se aprecia un nuevo nivel arcilloso-amarillento, en el que apenas parecen haber
progresado en profundidad los excavadores".
Obermaier, recogiendo datos del Conde y suyos propios, (había participado en la se-
gunda campaña) se refiere a Collubil en 1916: 187, como "Auriñaciense o Magdaleniense Infe-
rior"; en 1923: 11, cita la cabeza de rebeco comparándola con la de Rascaño y en 1925: 189,
habla de niveles parcialmente revueltos de Aziliense y Magdaleniense.
Jordá (1956: 25-26) se decide también por un Magdaleniense Superior, pero reconoce
la dificultad que entraña tal clasificación: "Es posible, afirma, que represente una fase tardía
del Magdaleniense en la zona montañosa del interior". En 1956: 27 señala Jordá la presencia
en Collubil de arpones aplastados azilienses, semejantes a los de la Riera, mezclados con res-
tos magdalenienses.
Esta misma atribución prefiere también González Morales (1974b: 842) al referirse al
colgante de pizarra decorado con motivo arboriforme.
Los apuntes manuscritos de Vega del Sella sobre esta cueva, consistentes en 13 cuar-
tillas y varios folios con 65 piezas dibujadas, se hallan actualmente en estudio por Márquez
Uría.
53
Lámina 14.—Collubil. Industria lítica (según González Morales).
54
Hemos computado 41 raspadores de cuarcita frente a 14 de sílex que en tipología La-
place se distribuyen así:
G1: 2 4 G7: 1 2
G2: 2 G8: 2
G3: 1 9 G9: 3 8
G4: 3 8 Núcl. raspad. 6 6
G5: 4
— 3 raederas denticuladas (D2): Smd trav; Spd dent dextr; S (A)pd sea sen.S(A)pdsca
dextr.
— 3D1.
— 3 láminas de avivado.
— 5 láminas retocadas: Spd sea sen.Spd sea dextr; Spd sea prox dextr; Spd sea sen-
Smi sen.Smd dextr; Smd sen; Amd dent sen.
En el cómputo general por tipos hay un dominio completo del raspador sobre el buril
(IG: 42, IB: 6,3), del buril diedro sobre el de truncatura (IBd: 3,8, IBt: 0,6). El índice del gru-
po perigordiense es muy bajo (1,27) y el índice del Sustrato es lógicamente muy alto: IS: 36,3.
55
Industria ósea (Lám. 15):
— 2 de sección cuadrada.
— 8 fragmentos presentan marcas sobre el bisel (3), sobre la punta (2) o sobre el dor-
so (3). Uno de ellos de sección aplanada casi lenticular quizá sea el fragmento de
arpón aplanado citado en la bibliografía, aunque siempre quedará con dudas ya que
no conserva ningún diente.
56
Lámina 15.—Collubil. Industria ósea.
17
— De los objetos expuestos en las vitrinas dos de ellos presentaban la pátina blanca:
una azagaya monobiselada de sección rectangular y un fragmento de sección cua-
drada con marcas en torno a la punta.
Debemos señalar el carácter particular de estas 14 piezas, algunas de ellas muy sig-
nificativas: la azagaya de monobisel de más de 1/3, tradicionalmente considerada como ca-
racterística del Magdaleniense III, es la única de este tipo entre los materiales de Collubil. Es
asimismo interesante la presencia de la de monobisel cóncavo y rayado en espiga, el predo-
minio de la sección cuadrangular entre los ejemplares de pátina blanca y la abundancia de
fragmentos de varillas (6 ejemplares), entre los que destaca el de motivo curvilíneo dorsal que
presenta interesantes paralelos en Rascaño, Balmori y Cueto de la Mina.
Fauna:
Bibliografía:
Campo del Castillo, 1899 (citado en González Morales, 1974); Vega del Sella, 1915
(1917); Obermaier, 1916, 1923 y 1925; Carrera, 1951; Jordá, 1956 y 1963; Corchón, 1971 y
1973; I. Barandiarán, 1973; González Morales, 1974a y 1974b.
La cueva, al no pasar desapercibida por sus proporciones, fue objeto de las clásicas
leyendas de moros, tesoros y brujas, siendo excavada por buscadores de tesoros. F. Jordá, en
la misma época en que excavara el Cierro y La Lloseta, efectuó, ayudado por su capataz An-
tón, una regularización de los cortes de los agujeros efectuados por el primer excavador y
procedió al cribado de la escombrera que éste había dejado. En esta zona revuelta, y partida
en dos trozos, fue hallada la conocida azagaya de Cova Rosa que solamente por tipología,
según comunicación del Dr. Jordá, fue atribuida al Magdaleniense Inferior (Jordá) o Medio
(Corchón). Los materiales depositados en el Museo Arqueológico de Oviedo corresponden a
las capas que, a primera vista, intentó ver Jordá al regularizar los cortes, siendo su valor es-
tratigráfico muy relativo. Otros objetos procedentes del cribado de la escombrera se hallan
depositados en el Seminario de Arqueología de la Universidad de Salamanca para ser utiliza-
dos como material didáctico.
58
Estratigrafía:
Los niveles buzan de dentro hacia afuera y de izquierda a derecha, mirando desde el
fondo de la cueva. En el centro del vestíbulo un gran bloque testimoniaba el hundimiento del
techo. Fue apartado en 1975 para poder proseguir la excavación.
Como comentario a esta estratigrafía señalaremos la existencia de un nivel arcilloso
separando Solutrense y Magdaleniense, diferenciándose así de su vecina cueva del Cierro en
la que Solutrense y Magdaleniense Inferior estaban en íntimo contacto.
Debemos hacer notar también que, entre los materiales de Cova Rosa depositados en
los sótanos del Museo de Oviedo, encontramos un arpón de una hilera de dientes proceden-
te de una zona revuelta.
Aunque conscientes de que su valor estadístico es muy relativo por no proceder de una
excavación sistemática, reproducimos los de las capas 2, 3 y 4, que no se hallaban junto a
piezas de carácter solutrense. Los de la capa 1 estaban mezclados con dos objetos de reto-
que plano.
Industria lítica:
B1 3 Bc1 2 1
B2 5 3 Bc2 7 1
B4 2 T2 1 1
B5 1 3 T3 1
B6 1 D1 1 3 2 2 1 1
B9 1 D2 3 4 2
G1 1 1 1 D3 1
G3 2 5 2 1 D4 2 1
G4 1 1 R1 2 2
G6 1 R2 3 4 1 1
G7 1 1 1 R3 1 1
G9 1 1 1 L1 1 1 1 1 1
R. N. 21 5 6 1 8 3 L2 1 2 2
A1 1 P1 1
A2 2 3 1 P2 1
LD1 1 2 1 Nucí, sílex 1 2
LD2 3 5 2 Nucí. cuarc. 2
PD4 1 Total 44 18 48 20 19- 16
59
Lámina 16.—Cova Rosa. Capas 1 y 2.
60
Lámina 17.—Cova Rosa. Capas 3 y 4.
1,1
— COVA RISA ?
— COVA ROSA 3
— COVA ROSA 4
Industria ósea:
I. 16: 6 4 %
VI. 2: 8 %
VIII. 4: 1 6 %
XXI. 2: 8 %
XXV. 1: 4 %
li2
Por secciones, los porcentajes se distribuyen de este modo:
Sección circular: 10: 50%
Sección cuadrada: 5: 25 %
Sección triangular: 1: 5%
Sección aplanada: 2: 10%
Sección planoconvexa: 2: 10 %
Fauna:
Bibliografía:
La Cuevona (Ribadesella):
El yacimiento fue señalado y excavado en 1912 por Hernández Pacheco y por Vega del
Sella y Obermaier en 1916. Todos ellos la han considerado Magdaleniense Inferior.
Estratigrafía:
Hernández Pacheco (1919: 26) y Obermaier (1925: 189) citan un sólo nivel Magdale-
niense Inferior. Jordá (1955: 209-230) sugiere un posible musteriense.
Materiales:
En el Museo de Ciencias Naturales de Madrid figuran expuestos en las vitrinas con In-
dicación de Magdaleniense Inferior los siguientes objetos:
2 raederas denticuladas de cuarcita (D2).
1 lasca de cuarcita denticulada (D1).
Gruesa varilla de cuerno de sección aplanada siglada como C1.
63
Fragmento de azagaya gruesa de sección circular y doble bisel con rayas oblicuas pa-
ralelas. Siglado como C2.
Una gran azagaya de sección circular de 17 cm. de largo que está siglada como per-
teneciente al Magdaleniense Superior de La Paloma.
Fauna:
Hemos encontrado en Madrid solamente 1 Patella de gran tamaño y 10 medianas, 2 Ll-
ttorlna obtusata, 1 mandíbula de ciervo, 1 metápodo cubierto de ocre rojo y un molar de
caballo.
Bibliografía:
Hernández Pacheco, 1919; Obermaier, 1925; Jordá, 1955b.
Llamada también de La Moría, fue descubierta en 1955 por J . M.' Fernández Buelta y ex-
cavada poco después por F. Jordá quien publicó la memoria de estas excavaciones en 1958.
La cueva se abre en la margen Izquierda del río San Miguel en la zona llamada de La
Moría. Su boca está orientada al mediodía y está formada por un gran vestíbulo orientado
NE-SE de unos 30 m. de longitud de donde parten dos galerías en el fondo. La visera de la
cueva se hundió con posterioridad a la ocupación Magdaleniense, quedando la entrada cerra-
da por un gran bloque, junto al cual se realizaron las excavaciones (Jordá 1958: 18-22).
Estratigrafía:
Jordá (1958: 22-23) señala estos niveles:
— Tierra vegetal.
— Tierra pardo-negruzca, con objetos de cuarcita, posiblemente revuelta.
64
— Tierra amarillo-arcillosa con industria pobre de cuarcita. Magdaleniense.
— Tierras negras de composición calizo-arcillosa con abundante Industria magda-
leniense.
— Tierras pardo-rojizas abundantes en pequeñas gravas redondas, con escasos instru-
mentos de piedra pero con abundantes huesos recortados que pueden pertenecer a
una etapa "postsolutrense" todavía no determinada, pero anterior al Magdalenien-
se III.
Los materiales del Museo Arqueológico de Oviedo estaban clasificados en 12 capas, sin
indicación del nivel al que corresponden. Creemos que la 1.* (o como mucho las dos prime-
ras) deberán identificarse con el nivel I de la publicación, de la 2 a la 11 inclusive como Mag-
daleniense del nivel II y sólo la 12 como perteneciente al nivel postsolutrense. A no ser que
las capas se hallen numeradas de abajo arriba, lo cual no creemos, deberá considerarse como
errónea la indicación de "Magdaleniense Medio" que acompaña a unos materiales de la capa
11, sector A (siempre que aceptemos la clasificación cultural propuesta por Jordá en 1958).
Materiales:
Los materiales existentes en el Museo Arqueológico de Oviedo presentaban distintos ti-
pos de indicaciones: los expuestos en las vitrinas eran los publicados por Jordá en 1958 y
contenían la denominación de nivel I o nivel II, tal como se especifica en 1958. El resto de los
objetos se encontraba en el almacén clasificado por capas en grandes cajas de madera que
a su vez contenían otras más pequeñas de cartón.
Capa 2 Capa 3 Capa 4 Capa 6 Capa 6 Capa 7 Capa 8 Capa 9 Capa 10 Capa 11
B1 1 3 7 7 3 4 2 1 5 2 1
B2 1 7 1 8 1 13 1 5 7 1 4 4
B4 5 2 1
B5 5 4 4 12 1 2 8 1 2 1 2 1
B6 1 1 1 2 1 1 2 1
B7 1 2 1
B9 1 1 1
G1 7 2 1 1 1
G2 1 1 1 2
G3 2 5 5 12 5 5 2 1 1 5 1 8 7 4 2
G4 1 4 2 2 1 1 1
G5 1
G6 1 2
G7 1 1 1 7 3 1 3 1 3 2 7
G8 1 2 3 1 2 2 1
G9 3 4 2 7 5 9 2 1 1 1 7
N. R. 5 1 2 37 13 40 17 45 5 25 5 40 9 39 10 24
A1 1 7 3 2 4 1 1 2 1 1 3 1
A2 1 1 8 2 3 2 2 5 3 2 7
LD1 9 3 1 4 3 1 1
LD2 1 1 24 17 27 7 4 4 1 6 3
LD5 1
PD1 1 2 1
PD2 3 1
Capa 2 Capa 3 Capa 4 Capa 5 Capa 6 Capa 7 Capa 8 Capa 9 Capa 10 Capa 11
PD4 1 2 4 7 8 4 7 1 1 7
PD5 1
PD6 1
Bc1 1 2 3 7 5 5 5 1 2 3 2 1
Bc2 1 7 1 1 1 1 1 2
T1 1 7
T2 1 1 2 1 1 1 6 2 1
T3 2 1 2
DT1 1 1 1
DT2 1 1 2
Gm2 1
D1 1 2 3 9 4 12 3 77 4 7 2 5 2 3 2 7 1 5
D2 1 2 23 2 22 2 23 1 5 1 6 2 8 2 3 3 4
D3 2 1 7 7 7
D4 2 4 2 5 1 4 2 1 3 1 7 7 1 7
R1 1 2 4 3 5 4 15 1 5 2 4 2 7
R2 5 2 3 5 4 3 1 1 2 3 1 2 1
R3 1 2 4 1
R4 2 2 1
R5 1 1 2
L1 1 3 1 4 3 1 1 1 1 4 2 2 7 2
L2 3 3 1
P1 1 1 1 3 1
P2 2
N. s. 3 30 20 5 7 25 2 16
N. c. 7 14 18 5 10 7 30 3
Mezcladas entre los materiales había gran cantidad de lascas, principalmente de cuar-
cita. Además en cajas grandes de madera se encontraban los restos de talla de las distintas
capas (lascas, trozos de núcleo, microlascas...). Había 9 grandes cajas que pertenecían 2 a la
capa 4.*, 2 a la 5», 2 a la 6*. 2 a la 7.» y 2 a la 8.*. Hecho el recuento de los objetos que con-
a
tenía una de la capa 5. resultaron estas cifras:
1.275 lascas de cuarcita.
I. 146 lascas de sílex.
62 lascas de cristal de roca.
La cuarcita ocupaba por su mayor tamaño los 2/3 del volumen total, repitiéndose esta
proporción en las demás capas. Perdidos entre las lascas había solamente 8 objetos retoca-
dos (la mayoría hojitas de dorso) por lo que el margen de error es mínimo. Dado que las 9
cajas tenían el mismo volumen podemos hacer un cálculo aproximado del utillaje de desecho
de la Lloseta:
II. 475 lascas de cuarcita.
10.314 lascas de sílex.
558 de cuarzo-cristal de roca.
La proporción de útiles fabricados en cuarcita ofrece estos resultados según las capas:
Capa 4: 39,7 %
5: 41,5 %
6: 35,4 %
7: 24,1 %
8: 27 %
9: 25,6%
" 10: 14,4%
" 11: 29 %
Capa 10 más 11: 21,3%
Gh
Lámina 19.—La Lloseta. Capas 4 y
Lámina 20.—La Lloseta. Capas 6 y 7.
Ü8
Lámina 21.—'La Lloseta. Capas 8 y 9.
69
Lámina 22.—La Lloseta. Industrio lítica.
70
Por último, veamos cómo se comportan los pequeños fósiles directores de la industria
lítica: " •" /?
— La raclette se halla 5 veces representada de un modo cierto, una vez en la capa 8,
tres en la 9 y 2 en la 11, coincidiendo en los niveles inferiores del yacimiento, sin
que esto pueda considerarse representativo, ya que las raclettes perduran en el Mag-
daleniense III, e incluso en el Magdaleniense Superior, en porcentajes mínimos (Son-
neville-Bordes 1960). - ."
— No existen auténticos triángulos escalenos en los niveles de la Lloseta; sí aparecen
hojitas de dorso de truncadura oblicua repartidas indistintamente y otro tipo de geo-
métricos que debe preocuparnos: la media luna (casi punta aziliense) reproducida
por Jordá 1958, fig. 8, n.° 17 que ignoramos en qué capa apareció, la serie de hojitas
de dorso truncadas por todas partes y a menudo gibosas, y la especie de segmento
trapecial (Gm 2) aparecido en la capa 8 al que no le encontramos paralelo entre
los materiales del Magdaleniense Inferior, teniendo que buscarlo en el Magdalenien-
se Superior-Final o mejor en el Aziliense y culturas coetáneas.
— Los microburiles son también elementos extraños en ajuares del Magdaleniense In-
ferior Cantábrico. Sólo en Parpalló han sido datados tempranamente, desde el So-
lutrense, pero parece que éstos no deben considerarse como auténticos microburiles,
ya que no presentan la fractura inversa sino perpendicular a la cara de lascado. En
Lloseta hemos localizado en la capa 2 (el publicado por Jordá en la fig. 8, n.° 16),
en la capa 5, tallado en cristal de roca (citado por Jordá en la pág. 43 y reproduci-
do en la fig. 8, 15), y en un nivel indeterminado (la etiqueta estaba muy borrosa y
a
se leía con dificultad capa 2.* o 9. ). Uno más, aunque muy dudoso, apareció en la
a
capa 8. . Jordá (1958: 43) cita haber encontrado uno muy característico en la parte
inferior del nivel II, concluyendo así que los microburiles aparecían a lo largo de
todo el nivel.
En el Apéndice II presentamos el análisis de los tipos por capas (de la 4 a la 11), pe-
ro el poco número de objetos pertenecientes a cada una de ellas haría poco representativa
una estadística. Realizamos ésta sobre el total de los utensilios óseos.
71
Lámina 23.—La Lloseta. Industria ósea.
72
La estadística por tipos de secciones ofrece los siguientes porcentajes:
Señalemos el bajo predominio de la sección circular, que por lo general alcanza más
altos porcentajes (podríamos considerarla como el sustrato de la industria ósea, siempre po-
co representativo), la buena proporción de las azagayas de sección triangular, que superan
ligeramente a las de sección cuadrada, (circunstancia que sólo encontraremos repetida en
Paloma y País Vasco), y el porcentaje aceptable de varillas que, aparte de las diez de sec-
ción planoconvexa, pueden estar presentes en algunos tipos de sección aplanada.
Los motivos decorativos se reducen a las típicas incisiones longitudinales, a las estrías
oblicuas de puntas y biseles y a una serie de ángulos abiertos por el vértice con trazos cor-
tos perpendiculares en los extremos, que nos recuerdan vagamente ejemplares más comple-
tos del Cierro. En cuanto a los trazos rectilíneos en torno a la perforación del bastón es mo-
tivo que aparece en Francia en el Magdaleniense IV pirenaico y en España en el nivel C de
Cueto de la Mina (cronológicamente contemporáneo con el Magdaleniense IV).
Destaquemos también como pieza interesante una especie de espátula de la capa 10,
realizada sobre un hueso largo reaprovechado, cuidadosamente pulido y alisado.
Por nuestra parte hemos analizado las estructuras de las Familias Tipológicas pudien-
do agrupar las capas del siguiente modo: capas 4 a 7 con una secuencia estructural muy se-
mejante, capas 8 y 9 caracterizadas por un dominio absoluto del raspador nucleiforme (supe-
rior al 50 %) y capa 10 diferenciada por un aumento considerable de hojitas de dorso rebaja-
do y por la presencia de tipos de truncatura oblicua. En otro apartado estudiamos con más
detalle la secuencia estructural de Lloseta (Utrilla 1978b).
Fauna:
Cervus elaphus; Capra pyrenaica; posible Equus; posible Blson; algún roedor; Patella y
Llttorlna entre los moluscos.
Cervus elaphus (dominante); Bison prlscus; Equus caballus; Capra pyrenaica; Capella
rupicapra; Patella, Pectén maximus y Littorlna lltorea.
73
Altuna (1972: 36) identificó los restos enviados por Clark procedentes de la cata de un
nivel datado como Magdaleniense IV. Entre ellos halló:
Bibliografía:
Jordá, 1958 y 1959; I. Barandiarán, 1973; P. Utrilla, 1976c y 1978b; Mallo, Chapa, Hoyos,
1980.
Descubierta por E. Hernández Pacheco en 1913, fue excavada por él mismo y P. Wer-
nert entre el 29 de agosto y el 3 de septiembre de 1915, aunque en 1959: 153, Hernández Pa-
checo afirmaba que fue en 1916.
Jordá situó por error la cueva del Río a 10 m. por encima del arroyo San Miguel, cuan-
do, en realidad, era la misma cueva de La Lloseta que él terminaba de excavar. La cueva del
Río o Lloseta tiene su entrada en la ladera izquierda y en la parte alta del barranco de Ar-
dines a 50-60 m. sobre el cauce del río San Miguel, tal como han señalado recientemente Ma-
llo, Chapa y Hoyos, quienes han identificado las dos cuevas a través de los diarios de exca-
vación y fotografías (1980). Asimismo la cueva del Río (o Lloseta) se comunica por conduc-
tos laterales con otras cuevas del complejo de Ardines como la del Pozo del Ramu (hoy Tito
Bustillo).
Estratigrafía:
Las leyendas del Museo de Ciencias Naturales de Madrid nos ofrecen una información
más completa: "Esta brecha procede de la caverna llamada del Río, cerca de Ardines, case-
río de Ribadesella, Asturias (...). La masa mayor procede del nivel del piso inferior de la
caverna y corresponde a los residuos dejados por los primeros hombres que la habitaron, per-
tenecientes al Magdaleniense Inferior (...). L a masa menor procede de un nivel situado junto
a la entrada de la caverna, sobre la anterior, perteneciente al Mesolítico, época astu-
riense (...). Esta brecha está formada por Patella, Mytilus, Trochus, Ostrea y caparazones de
erizos de mar". Los utensilios expuestos en los tableros pertenecen al Magdaleniense Inferior y
son resultado de las excavaciones realizadas por la Comisión de Investigaciones Paleontoló-
gicas y Prehistóricas.
74
Materiales:
Sólo hemos encontrado 61 objetos trabajados que creemos pueden falsear una esta-
dística por su poco número pero que, por otra parte, encontramos muy representativos.
B1 3 G7 1 1 D1 1
B2 1 G9 2 5 D2 1 9
B5 1 N. R. 9 2 D3 1
B6 1 A2 1 D4 2
G2 1 2 LD2 1 R1 1
G3 1 4 PD4 1 R2 1 2
G4 3 Bc1 1 L1 1
T3 1 L2 1
Total: 28 34
La industria del sílex presenta también piezas interesantes, sobre todo en últiles com-
puestos, que parecen ser relativamente frecuentes en este yacimiento.
El buril diedro predomina sobre el de truncadura (IBd: 6,5, IBt: 1,6). El Grupo Perigor-
diense es mínimo (3,2) y el índice del Sustrato normal para yacimientos asturianos (IS: 29,5
V 36).
75
71)
Lámina 25.—El Río. Industria lítica.
77
Lámina 26.—El Río. Gráfica de su industria lítica.
7«
El conjunto del material óseo de la cueva del Río presenta una serie de particularida-
des que queremos destacar:
— Es, por el contrario, muy escaso el número de azagayas de sección cuadrada y más
aún de sección triangular, las cuales no presentan ningún ejemplar.
— Los motivos decorativos son también interesantes y muy variados: aspas, estrías obli-
cuas en biseles y fustes, marcas paralelas horizontales y arboriformes.
En síntesis, podemos adelantar que la industria ósea de la cueva del Río no responde
a los esquemas de un Magdaleniense III Cantábrico tradicional, tipo Juyo. Su atribución cul-
tural y cronológica será tratada más tarde en el estudio comparativo de todos los yacimien-
tos atribuidos al Magdaleniense Inferior Cantábrico.
Fauna:
Altuna (1972: 40) recoge la cita de Hernández Pacheco (1959) de Cervus elaphus en
el Magdaleniense Inferior de la cueva del Río. En los fondos del Museo de Ciencias Natura-
les de Madrid se hallaban etiquetados con indicación de Magdaleniense Inferior los siguien-
tes restos:
En otro lugar (cajón n.° 3 bajo la vitrina 26), con atribución al nivel Magdaleniense In-
ferior, excavación de 1915, se encontraban los siguientes restos:
7 mandíbulas de ciervo.
Astrágalos, fémures y otros huesos largos de ciervo.
1 cuerno de cáprido.
1 molar de bóvido.
24 patellas de tamaño grande y medio.
16 Llttorlna littorea.
La leyenda de las vitrinas del Museo nos aporta estos datos: "Los restos de fauna per-
tenecen a caballo, ciervo, rebeco, bisonte, etc., y las conchas a patellas, littorinas y otros
moluscos.
Bibliografía:
Obermaier, 1924 y 1925; Hernández Pacheco, 1919 y 1959; Moure y Cano, 1976; Utrilla,
1976a y 1976b; Mallo, Chapa, Hoyos, 1980.
74
Lámina 27.—El Río. Industria ósea.
11(1
Lámina 28,—El Río. Industria ósea.
81
Cueva de San Antonio (Ribadesella):
Situada en la margen derecha del Sella, en el lado opuesto a las cuevas de Ardines.
Su descubrimiento debió ser casi simultáneo por parte de Hernández Pacheco, que en 1929:
26 afirma que la reconoció en 1912, y de H. Alcalde del Río que la mostró a Breuil en 1913.
La primera noticia que poseemos sobre la cueva es de Breuil y Obermaier (1914: 235)
en la relación que sobre sus trabajos en España presentan al Institut de Paléontologie Humai-
ne. No se cita la existencia de yacimiento, solamente "un pequeño caballo en negro, de estilo
probablemente auriñaciense, en el fondo de la gruta propiedad de D. Víctor Alea".
Bibliografía:
La cueva del Ramu, llamada más tarde de Tito Bustillo, fue descubierta en abril de 1968
por miembros del equipo espeleológico "Torreblanca". En realidad se trata de la misma cavi-
dad que la ya conocida cueva de La Lloseta con la cual comunica pero con una boca distinta.
Se halla situada al SW de Ribadesella y bordeada al E. por el río San Miguel, del cual se su-
pone que en otros tiempos fueron cauce las galerías de la cueva.
Fue excavada por vez primera en 1970 bajo la dirección de M. A. García Guinea quien
realizó tres catas: una bajo el panel de pinturas y dos de 1 m. y 2 m. cuadrados junto al de-
rrumbe de la antigua entrada. Los resultados por él obtenidos fueron publicados en la memo-
ria de 1975, siendo atribuido el yacimiento y las pinturas del gran panel al Magdaleniense III.
Sin embargo, posteriores excavaciones de Alfonso Moure, entre 1972 y 1975, revelaron la exis-
tencia de arpones en los tres subniveles de la cata de la antigua entrada realizada por García
Guinea, por lo que la datación como Magdaleniense III debe ser corregida en Magdalenien-
se V. En 1974 publicó A. Moure un avance del resultado de las primeras campañas y en él dis-
tinguía dos niveles, 1 y 2, dividido el 1* en 3 subniveles: 1a, 1b y 1c. En todos ellos aparecen
ejemplares de arpones de 1 hilera de dientes, considerándose como estéril el nivel 2.
Todos los niveles parece que deben ser catalogados como Magdaleniense Superior, pe-
ro debe destacarse el carácter muy antiguo del subnivel 1c que en la campaña de 1975 ha
dado un material óseo que se aproxima tipológicamente al Magdaleniense Inferior: azagayas
de largo monobisel, sección circular o cuadrada y ranura dorsal, o al Magdaleniense Medio:
abundantes ejemplares de varillas, una de ellas con decoración curvilínea. La aparición de un
ejemplar de arpón con muesca basal, sección subcuadrangular algo aplanada y una hilera de
dientes determinó su adscripción a un Magdaleniense V muy antiguo. La industria lítica del
nivel 1c presenta un amplio predominio de buriles sobre raspadores y un alto porcentaje de
hojitas de dorso rebajado, que llegan a alcanzar el 5 0 % . Las fechas de C14 resultaron pa-
radójicamente más modernas que las de los subniveles superiores, suponiendo A. Moure que
éstas estarían contaminadas. Dentro del nivel 1c hay una diferencia de 400 años entre las
muestras de huesos y conchas. La fauna representa un predominio de ciervo, caballo y gran
bóvido. Se halló también cabra y foca. Las Patellas y Littorinas adquieren gran tamaño y se-
gún estudios de Madariaga fueron recolectadas en un 80 % en los meses de verano.
Respecto a la capa fértil de la zona de pinturas, parece que también deberá pensarse
en retrasar su cronología a un Magdaleniense Superior ya que descansa sobre el mismo ni-
82
vel de arenas de la excavación Moure (nivel 2), sobre el cual reposaba inmediatamente el
Magdaleniense Superior.
Las fechas de C-14 del piso de piedras oscilan entre 13.450 a.C. para muestras de con-
chas y 12.300 a.C. para tierra con restos de carbón vegetal (Moure 1974: 846).
Bibliografía:
Estratigrafía:
Fauna:
Expuestas en las vitrinas se hallaban 7 Patellas grandes y 3 medias. En otro lugar (ca-
jón 3.° bajo la vitrina 23) encontramos 14 Patellas de tamaño medio mezcladas con otros úti-
les de La Cuevona, 3 astrágalos, 1 calcáneo, una tibia y 2 mandíbulas de ciervo.
83
Lámina 29.—1-4: La Viesca. "Magdaleniense Inferior". 5-9: Balmori.
«4
Bibliografía:
Hernández Pacheco, 1919; Obermaier, 1925; Jordá, 1959 y 1963; Corchón, 1971.
Posada se encuentra en una llanada o pequeño valle limitado al Sur por la Sierra Lia-
bres, donde nace el río Calabres, que en parte la recorre. La llanada se halla interrumpida
por pequeños cuetos calizos, que son resto de una caliza carbonífera de la que quedan res-
tos Importantes en la comarca de la Llera. Tanto la llanada como la Llera son testigos de la
acción transformadora del carst, en la que ha Intervenido el río Calabres, dando lugar a un
paisaje característico de torcas y dolinas. El río Calabres, tras atravesar la eria de Posada, se
divide en varios brazos que se pierden subterráneamente al sumirse en algunas simas de la
Llera, reapareciendo más tarde en la cueva de Fonfría para desembocar por fin en la marisma
de Niembro (o de Barro).
La región alta de la meseta se ve azotada constantemente por los vientos del Cantá-
brico, dando como resultado una vegetación raquítica de Ulex y brezos. Más hacia la costa el
relieve se hace muy abrupto, abundan los acantilados y sólo pueden formarse algunas playas
en las desembocaduras de los ríos en forma de estuarios: así la playa de San Antolín en el
río Bedón, desde la cual comienza una serie de pequeñas ensenadas que por la línea de la
costa llegan hasta Barro y Celorio. Esta zona recibe el influjo benéfico de una corriente cálida,
la de Renell, que derivada de Gulf Stream, templa el litoral suponiendo por tanto un habitat
más agradable en época paleolítica (Vega del Sella 1916 y Jordá 1954).
Su excavador, el Conde de la Vega del Sella, (1930: 47-49) la describe así: "Cerca del
pueblo de Balmori, entre Celorio y Posada; se encuentra en terrenos de caliza cretácica, con-
tinuación de los de Llera, donde se abren las cuevas del Cueto de la Mina y la Riera. La cue-
va de Balmori o Quintana se halla a tres km. al Este de la Riera, presenta una doble entrada y
ambas aberturas están orientadas hacia el Sureste. Una de ellas, de grandes proporciones,
forma un vestíbulo en hemiciclo y de él arrancan dos galerías. El piso de la actual entrada
está situado al mismo nivel del valle; sobre el suelo se encuentran dispersas grandes canti-
dades de cuarcitas, pedernales y huesos. Los conglomerados que aparecen en las paredes a
diversas alturas demuestran que en otros tiempos existieron niveles arqueológicos, hoy arras-
trados por las inundaciones del valle (...). A la derecha del vestíbulo, una comunicación, aho-
ra obturada por arcillas y arena, llevaba al interior, comunicando con la segunda entrada. Es
ta, elevada 4 m. sobre el valle por un montículo de piedra y arcilla, conservó yacimiento ar-
queológico. Breuil reproduce una planta en Les Cavemos de la Reglón Cantabrlque y consigna
la existencia del yacimiento".
La Información que sobre esta cueva ofrecen en 1911: 83 Alcalde del Río, Breuil y Sie-
rra se refiere, sin embargo, a diversas cavidades: "En la misma zona costera, aproximada-
mente a 800 m. al Norte del pueblo de Balmori, se encuentra la cresta rocosa donde se abren
CS
la gruta de Qulntanal y varias otras. Las dos que se notan primero, viniendo de Balmori, están
a la izquierda y en la extremidad de la depresión, son bastante amplias y se prolongan en
corredores anchos y profundos; se comunican entre sí por galerías poco practicables pero va-
rias comunicaciones antiguas están obstruidas por depósitos arqueológicos caídos desde la
más elevada hasta la más baja. Las dos entradas están cubiertas por asentamientos paleolítico-
superiores, petrificados con grandes Patellas y huesos muy abundantes de ciervo, bisonte...
Son numerosos los cantos de cuarcita tallados y las lascas. A pesar de estos vestigios no hay
trazos de decoración parietal. Es más o menos a 200 m. a la derecha donde se abre la cueva
que presenta algunos trazos, la de Quintanal".
Hoy parece demostrado que las cuevas de Balmori y Quintanal no deben identificarse,
tratándose de dos cavidades distintas (González Morales y Márquez Uría, 1974).
Las dos cuevas fueron descubiertas en 1908 por Alcalde del Río y visitadas poco des-
pués por Breuil, quien recogió algunos materiales de superficie. La excavación final fue rea-
lizada en 1915 por el Conde de la Vega del Sella, continuando después en varias campañas,
hasta su publicación en común con la cueva de la Riera en 1930. En 1959 G. A. Clark realizó
cinco catas en diversos lugares del yacimiento,correspondiendo la cata B a ocupaciones del
Magdaleniense III.
Estratigrafía:
— Asturiense.
— Aziliense sin arpones (Magdalo-aziliense).
— Magdaleniense con punzones de sección cuadrangular.
— Magdaleniense Inferior con punzones de doble punta.
— Vestigios de Solutrense Superior.
Vega del Sella (1930: 49-50) explica: "practiqué una galería por debajo del montón de
marisco, el terreno era de una arcilla de descomposición de la caliza, pero a los pocos cen-
tímetros se trocaba en un suelo estalagmítico poco concrecionado y consistente, después
continuaba la arcilla análoga a la de la superficie y finalmente aparecía una gruesa capa de
arena, probable arrastre de las inundaciones. La capa estalagmítica y la zona inferior a ella,
por lo que con posterioridad pude establecer, pertenecían al Solutrense Superior" (zona de
la Gran entrada).
Vega del Sella aclara la no existencia de una estratigrafía correcta ya que se encontró
con una gran confusión en la brecha de huesos y mariscos: "es verosímil suponer, escribe, que
86
los mismos trogloditas durante su permanencia en la cueva hubieran revuelto la masa de de-
tritos. En la imposibilidad de establecer una diferencia estratigráfica entre los niveles presento
una división que he llevado a cabo en una forma empírica, pero que creo debe de ajustarse
a la realidad con una gran precisión (...). Al presentar los tipos que considero como azilien-
ses creo que, aunque apareciera entre ellos alguna pieza que no fuera de este período, no mo-
dificaría el conjunto, por ajustarse a los niveles azilienses puros que me ha sido dado explo-
rar (...). No hubiera merecido la pena de publicarse los resultados de esta excavación en una
cueva sin estratigrafía de no haberse hallado ciertas piezas que creo sean de gran interés y
tal vez únicas en el presente momento".
La cata B, practicada por Clark en 1969 sobre la Primera Trinchera del Conde, en la
pared Norte del Corredor 2, supuso una limpieza del corte de la antigua zanja. En opinión de
Clark, no había duda de que los depósitos se hallaban "¡n situ" y que el conchero pertenecía
al Paleolítico Superior, con bolsadas y lentejones de sedimentos, separados por bandas de
travertino (Clark 1975: fig. 4). Estas excavaciones confirmaron la presencia de un nivel astu-
riense "y documentan lo que parece ser un conjunto del Magdaleniense III". Hay trazas de la
ocupación Solutrense Superior, pero no se descubrieron depósitos deí Magdaleniense Final o
del Aziliense.
También Jordá había observado en 1958 y 1963 que no había evidencia alguna de un
Magdaleniense Final y Clark, aplicando la prueba de Kolmogorov-Smirnov, ha demostrado que
las colecciones pertenecen a una única población estadística y, además, muy semejante a la
del Magdaleniense III de Laugerie Haute.
Materiales:
— Hay en primer lugar una serie de piezas que, guardadas en cajas de madera, con-
tenían etiquetas de la época de Vega del Sella (frecuentemente "saludas" del Con-
87
de) copiadas de nuevo. Con la indicación, de capa 3.*, se hallaban los materiales de
las cajas 16, 35, 22.
— Otros materiales se encuentran con notas manuscritas del Conde, semejantes a las
anteriores, pero con distinta indicación: así otro compartimento de la caja 35 con-
tiene la siguiente nota: "capa 2.*, 2.* sección, probablemente pertenezcan a la capa
a
3.*", o también en la caja n.° 17 en la que se lee: "Balmori, capa 4.*, Quintana, capa 4. .
a
Probablemente procedente de la 3. " (manuscrito de un saluda del Conde).
— Por último, con la sola indicación de "Balmori", hay también una serie de materiales
expuestos en las vitrinas del Museo Arqueológico de Oviedo.
Hemos computado por separado los objetos del Museo de Oviedo, que poseen indica-
a
ción de capa 3. , y los de Madrid, que se encontraban bajo la denominación de Magdalo-azi-
liense. En la tipología Laplace se adscriben a los tipos siguientes:
B1 2 1 R. N. 129 5 5 1
B2 8 LD1 1
B4 1 3 LD2 2 3
B5 1 2 1 PD4 1
B6 2 Bc1 4
B7 2 D2 7 10 4
B8 1 D3 1
G1 2 3 7 D4 2 1
G2 1 2 R1 4
G3 4 2 3 R2 3 6
G4 5 L1 7 4
G5 1 L2 1 2 1 3
G6 1 P2 1 1
G7 1 Nucí. sílex 15
G8 1 2 Nucí. cuarc. 37
G9 13 1 Nucí. cristal de roca 2
88
La cuarcita supone respecto al total de objetos el 14,85 % , proporción muy baja debida
al alto porcentaje de nucleitos raspadores fabricados en su mayoría en silex. Si excluimos és-
tos del cómputo, la proporción de la cuarcita vuelve a ser la normal en la cuevas asturianas:
24,35 % .
En conjunto, se nota un claro predominio del raspador sobre el buril (IG: 69,2, IB: 8,36)
aumentado sensiblemente por el tipo n.° 15, aunque sigue predominando el raspador si no se
computa éste (IG: 34,95 frente a IB: 17,8).
Entre los buriles el diedro predomina sobre el de truncadura (IBd: 6,46, IBt: 0,76) y en-
r
tre los raspadores el índice restringido del raspador auriñaciense es bastante alto (IGA :
41,8) (excluyendo lógicamente el raspador nucleiforme).
Es muy abundante y uniforme en sus tipos. Entre las colecciones de Madrid y Oviedo
se distinguen 67 piezas enteras o de forma reconocible y 79 fragmentos. El útil predominante
es, sin duda, la azagaya monobiselada, principalmente de sección cuadrangular y a menudo
con bisel mayor de 1/3. Es también interesante la presencia de una azagaya completa de sec-
ción circular y monobisel central, al estilo de las solutrenses. La estadística por tipos puede
verse en el Apéndice II.
A la vista de estos resultados, Balmori queda claramente delimitada entre las cuevas
cantábricas tipo Juyo, las tradicionalmente consideradas como pertenecientes al Magdale-
niense III típico, (caracterizado en la industria ósea por la azagaya monobiselada de sección
cuadrangular). En Balmori esta sección llega a predominar sobre la sección circular, que
mantiene siempre un alto porcentaje constante en todo el Magdaleniense. Este dominio abso-
luto de la azagaya de sección cuadrangular se ve compensado por un descenso completo de
la de sección triangular que en Balmori apenas se encuentra representada (3 ejemplares).
89
Lámina 30.—Balmori (Oviedo). Motivos en ángulos.
00
Lámina 31.—Balmori (Oviedo).
01
Lámina 32—Balmori (Oviedo).
92
Lámina 33.—Balmori (Oviedo).
93
Los motivos decorativos son también muy típicos de las azagayas de sección cuadran-
gular: son frecuentes los haces de líneas oblicuas en el centro del fuste, los ángulos abiertos
por su vértice y surcados de trazos perpendiculares y las líneas longitudinales junto a las
aristas, cortadas también por pequeños trazos perpendiculares. Están también presentes los
motivos en aspa, arboriformes, en zig-zag y formas complejas que recuerdan tectiformes. Res-
pecto a la placa colgante con grabado de toro, realizada sobre caparazón de tortuga, debe-
mos recordar las dudas que sobre su autenticidad sugiere I. Barandiarán (1973: 90).
Fauna:
Altuna (1972: 25 y 26) recoge las citas de los diversos autores que hablan de la fau-
na de Balmori:
Vega del Sella en su memoria habla en general de la fauna sin adscribirla a ningún
nivel determinado, distinguiendo las siguientes especies:
Bos, Bison, Equus en diversas variedades, Cervus en dos especies: una la actual (C.
elaphus) y otra de gran tamaño, análoga al wapiti (C. canadiensis), que rechaza Altuna.
Cervus alce: un fragmento de asta de alce joven que no ha podido encontrar Altuna.
León, oso, lobo, zorro, tejón, corzo, cabra, rebeco, etc.
Entre la fauna marina Vega del Sella distinguió las siguientes especies:
Altuna identificó en 1969 la fauna procedente de las catas realizadas por Clark en ese
mismo año y señaló las siguientes especies en el Aziliense (?):
Magdaleniense Superior:
Magdaleniense Medio:
Siguen luego los restos de fauna atribuidos a niveles solutrenses y auriñacienses. Igno-
ramos el criterio de Clark para atribuir los restos de fauna a tales estadios culturales.
Bibliografía:
Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1911; Hernández Pacheco, 1919; Obermaier, 1925; Ve-
ga del Sella, 1930; Corchón, 1971; Altuna, 1972; I. Barandiarán, 1973; G. A. Clark y V. Clark,
1975; Utrilla, 1976c.
94
Cueto de ta Mina (Posada, Llanes):
Este yacimiento, uno de los más importantes de la Costa Cantábrica por su completa
secuencia de culturas, fue excavado por el Conde de la Vega del Sella en 1915, siendo des-
cubierto por el mismo Conde en noviembre de 1914. La excavación se realizó en tres seccio-
nes que comprendían: la 1* el interior de la cueva hasta la entrada; la segunda la parte com-
prendida hasta la abertura que daba acceso al interior y la tercera el lado Oeste que corría
paralelo a la pared del abrigo.
Estratigrafía:
La estratigrafía ofrecida por Vega del Sella en 1916 fue sintetizada por Obermaier en
1925 y precisada por Corchón (1971b). De arriba abajo se aprecian los siguientes niveles:
— Asturiense.
— Aziliense.
— Magdaleniense Superior (nivel B): 60 cm. de espesor, se encontraba reducido a una
superficie de 6 m. en el interior. Arrasado en el exterior. Color oscuro.
— Magdaleniense Medio (nivel C ) : de color rojo y textura arcillosa penetraba al inte-
rior de la cueva en forma de cuña. Según Vega del Sella se formó a base de des-
prendimientos de la parte superior del abrigo. La industria se encontraba en lente-
jones en la parte de la entrada. Buzaba hacia el lado Oeste que contenía grandes
bloques de piedra. Los buriles, que constituyen el útil predominante de este nivel, se
hallaban concentrados en el exterior, en el lado Izquierdo de la cueva (1921: 69). El
espesor de la capa era de 55 cm.
Materiales:
95
Los materiales del Museo Arqueológico de Oviedo son difícilmente aprovechables. Pro-
ceden de la colección particular de Vega del Sella y contenían indicaciones de nivel. No obs-
tante, los encargados de efectuar el traslado al Museo los colocaron todos juntos en gran-
des cestos sin tener en cuenta las indicaciones (guardados actualmente en los sótanos del
Museo). Otros objetos fueron conservados en el almacén y contienen extrañas indicaciones
que quizás lleven a suponer una contaminación con la Riera. Encontramos rótulos como éste
de la caja n.° 28 de Oviedo: "LA RIERA. Cueto de la Mina. Posada". Cabe la posibilidad de que
la Riera no designe al yacimiento así conocido sino que se refiera a la zona en que el Cala-
bres alcanza La Llera, conocida con este nombre y en la que se sitúa el Cueto de la Mina.
Hemos valorado únicamente los materiales de Madrid por ser los únicos que ofrecen
una seguridad estratigráfica. Los dos niveles, C y D, contienen útiles suficientes para hacer
una estadística adecuada: 205 el nivel C y 417 el nivel D. Las diferencias existentes entre am-
bos niveles son muy acusadas, tanto en lo referente a los tipos fabricados, como a la materia
empleada. Pueden verse claramente en la clasificación según la tipología de Laplace:
B1 4 3 PD1 1
B2 18 43 PD4 6 4
B3 3 5 Bc1 6 2 2
B4 4 10 Bc2 1
B5 7 13 T2 1 1
B6 4 5 T3 2 2
B7 5 1 4 DT4 2
B8 1 1 D1 5 4
B9 4 1 D2 4 32 3
G1 6 1 5 D3 5
G2 3 1 1 D4 4 1
G3 11 3 5 1 R1 1 a 1
G4 3 3 1 R2 3 11 3 2
G6 2 2 R3 2 4 1
G7 1 L1 6 1
G8 1 1 1 L2 5 2 3
G9 11 7 7 3 P1 1 2
R.N. 157 37 69 2 P2 2 1
A1 1 Total 302 130 205 14
LD1 1 4 Nucí. sílex 20 7
LD2 13 5 Nucí. cuarc. 34 7
96
18.5) . En el nivel C la diferencia entre el raspador y el buril es menor, aunque sigue
predominando ligeramente el primero (IG: 45,8, IB: 36). Sin embargo excluyendo del
cómputo al raspador nucleiforme el predominio del buril es aplastante (IG: 16,5, IB:
55.6) lo que llevó a Vega del Sella a llamarlo el nivel de los buriles.
— El buril diedro domina sobre el de truncadura en ambos niveles: IB: 23,4, IBt: 1,9 pa-
ra el C; IBd: 6,2, IBt: 0,9 para el nivel D.
— El índice de perforador y el del grupo perigordiense mantienen cantidades mínimas
y semejantes en los dos niveles: IP: 1,4, GP: 5,2 para el D; IP: 0,9, GP: 6,3 para el
nivel C. También el índice restringido de raspador auriñaciense se mantiene cons-
r r
tante en ambos niveles: IGA : 40,8 para el D y IGA : 36,8 para el nivel C.
— El sustrato presenta la segunda variación importante entre los dos niveles: mientras
que en el D presenta un índice alto semejante al del resto de las cuevas asturianas
con Magdaleniense Inferior (IS: 41,6), en el nivel C ofrece una cantidad poco apre-
ciable (IS: 14,5). El nivel C parece por tanto poseer útiles seleccionados (no por el
Conde, sino probablemente por los propios paleolíticos) estando mejor representa-
dos los objetos típicos del Paleolítico Superior, y en especial del Magdaleniense, que
todos aquellos (raederas, denticulados...) que suponen una tradición. Este bajo ín-
dice del Sustrato explica en parte la escasez de últiles fabricados en cuarcita, dan-
do la impresión que los hombres que dejaron sus útiles durante la formación del
nivel C no seguían las tradiciones de la región.
En la Lám. 35 ofrecemos las gráficas de los niveles de Cueto de la Mina según diversos
autores: Me. Collough para el Auriñaciense, Straus para el Solutrense, Corchón para el Mag-
daleniense Superior y las nuestras propias para el Magdaleniense Medio e Inferior. No duda-
mos que la inevitable disparidad de criterios entre personas que se han formado de un modo
tan distinto en cuestiones tipológicas falseará en parte el valor comparativo de estas gráficas.
No obstante creemos que vale la pena intentarlo.
En la Lám. 36 aislamos el nivel D para compararlo con la gráfica-tipo del Magdalenien-
se Inferior: la de la cueva del Juyo en versión de J . González Echegaray. En la Lám. 37 com-
paramos el nivel C de Cueto de la Mina con la única cueva de la Costa Cantábrica que ofrece
trazas ciertas de poseer elementos de un Magdaleniense IV: la cueva de Ermittia. Sin embar-
90 el valor que deba dársele a este yacimiento es muy relativo por presentar contaminación
con las series referentes al Magdaleniense Superior.
— Nivel C:
I. Azagayas: 18 — 31 = 49: 53,6 %
VI. Esquirlas aguzadas: 1: 1,07%
VII. Puntas planas: 18: 19,3 %
VIII. Varillas: 3 — 12 = 15: 16,1 %
XX. Bastones perforados: 2: 2,1 %
XXVI. Colgantes: 8: 8,6 %
97
Lámina 34.—Cueto de la Mina. Nivel D (Madrid) y buriles del nivel C.
98
B
IB¿
ia.i
18 IP <j P I<ÍA' rs IB IP <*p IGA' xs :cí IB IP ; <íP X«A*
H G
IBd
1 JE
IB IB IP GP IS IG IB IP <rP ISA' Iü
99
Cuelo de id Mi.id D
Juyo
Lámina 36.
Lámina 37
100
Lámina 38.-Cueto de la Mina. Industria ósea. Números 1-6: nivel D , números 10-17: nivel C
resto: indeterminado (posible D).
101
— Nivel D:
Notemos la gran semejanza entre los porcentajes de uno y otro nivel y la buena repre-
sentación de las varillas que se observa en ellos. Entre los distintos tipos de azagayas señala-
remos la presencia importante de 7 piezas de base adelgazada por recortes en el nivel C y
de 4 en el D, la relativa abundancia de azagayas de doble bisel en el nivel D (21 ejemplares
frente a 3 del nivel C) y el predominio general, antes comentado, de las azagayas monobi-
seladas de sección circular.
— Nivel C:
Sección circular: 30: 40,5 %
Sección triangular: 5: 6,7 %
Sección cuadrada: 6: 8,1 %
Sección aplanada y rectangular: 19: 25,6 %
Sección planoconvexa: 14: 18,9 %
— Nivel D:
Secciórr circular: 80: 50,0 %
Sección triangular: 1: 06 %
Sección cuadrada: 19: 11,8 %
Sección aplanada y rectangular: 30: 18,7 %
Sección circular fina: 1: i 0,6 %
Sección planoconvexa: 29: 18,1 %
En conjunto, es más rica la decoración de la industria ósea del nivel C que la del D:
señalemos los motivos en V y los óvalos con trazo interior y las rayas en torno a la perfo-
ración de los dos bastones de mando y los ya citados de las varillas. En el nivel D la decora-
ción es rectilínea y geométrica y mucho menos recargada que la del C. Los motivos decorati-
vos parecen tener un valor funcional ocupando siempre los biseles o las ranuras longitudina-
les de los fustes. Destacamos por su interés una azagaya aplanada de bisel apuntado (que
recuerda tipos magdalenienses muy antiguos), los biseles cóncavos con estrías longitudinales
y los motivos de ángulos abiertos por su vértice surcados con cortos trazos perpendiculares.
1Q2
Fauna:
Obermaier (1925) y Altuna (1972) recogen los datos ofrecidos por Vega del Sella en
la memoria de 1916:
•Nivel C:
Bison priscus Capra pyrenaica
Equus caballos (abun.) Capella rupicapra
Cervus elaphus (abun.) Arvícola amphiblus
Aves nocturnas
Moluscos:
Patella (grande y media). Dentalium. Littorina litorea (abundante y grande). Littori-
na obtusata. Pectén isfancficus. Trlvia europaea (adorno). Sipho (adorno).
— Nivel D:
Bison priscus Capella rupicapra
Equus caballus Canis lupus
Cervus elaphus (abun.) Canls vulpes
Capra pyrenaica Arvícola amphiblus
Moluscos:
Patella (gran tamaño) Purpura lapillus
Littorina obtusata Turrltella trlplicata (abund.)
L. litorea (abun. y grande) Buccínum undatum
Cyprina islándica Pectén maximus
Altuna (1972: 34) revisa críticamente estos datos opinando que debe ponerse en duda
la certeza de que los bóvidos sean Bison y no Bos, ya que los restos conservados no permi-
ten hacer tal diferenciación. Cree Altuna que en la época de Vega del Sella se clasificaba
como Bison todo bóvido paleolítico, (basándose en su abundancia en el arte paleolítico) y
como Bos todo bóvido postpaleolítico. Sugiere también que en una cueva tan rica en materia-
les y restos faunísticos necesariamente tuvo que haber reno y que sus restos han debido ser
confundidos con los de ciervo. En cuanto a la distinción de Cabrera de los équidos peque-
ños como Equus cazurro!, Altuna puntualiza que se trata de la misma especie que el Equus
hidruntínus.
Bibliografía:
Vega del Sella 1916, 1917 y referencias en 1930; Obermaier, 1925; Jordá, 1959b; Cor-
chón, 1971a y 1971b; I. Barandiarán, 1973; Chapa, 1975; Utrilla, 1976c y 1978.
Estratigrafía:
El Conde de la Vega del Sella emprendió la exploración de la cueva el 21-XI-1915 y
encontró una cata realizada por buscadores de tesoros. En ella apreció la siguiente estratigra-
fía que consignó así en su cuaderno manuscrito (hojas 62-65, según Márquez Uría):
103
1. Asturiense.
2. Capa roja.
3. Capa negra con cenizas a los 70 cm. de profundidad. Contenía un buril lateral so-
bre retoque transversal en sílex, un raspador de pata de cabra, un pedazo ancho
de hueso que parecía un alisador, Cervus y Patellas medianas. Sin Littorina. En
1916: 64 matiza este nivel como Magdaleniense Inferior.
Materiales:
No aparecieron por ningún lado los dos fragmentos de cuerno ahorquillados que re-
produce Vega del Sella en 1916 como pertenecientes al nivel asturiense y que rectifica en
1923 y 1930 como una sola pieza de cuerno perforada semejante a otra de Tres Calabres. Por
otra parte los objetos líticos parecen coincidir con los atribuidos al nivel Magdaleniense.
Bibliografía:
Vega del Sella, 1916 y 1930; Obermaier, 1916, 1924 y 1925; Márquez Uría, 1974.
Fue excavada por el Conde de la Vega del Sella en fecha no muy precisa, si bien es
posible que lo fuera alrededor del 5 de octubre de 1926, fecha del Carbayon que envuelve
los materiales que, de esta cueva, se encuentran en el Museo Arqueológico de Oviedo. El indu-
dable aspecto magdaleniense de los mismos y el hecho de no encontrar entre ellos ningún ¡n-
104
dicio que nos lleve a clasificarlos como Magdaleniense Superior o Final nos obliga a con-
signarlos en un Magdaleniense indeterminado.
Nada conocemos sobre su estratigrafía. Sabemos que existe un Asturiense en la zona
que Vega del Sella cita con el título general de Vidiago pero que Márquez Uría (1974: 830)
cree que no debe identificarse con esta cueva sino quizá con la de Cordovéganes (Vidiago);
conocemos también la cueva del Bufón (Vidiago) de la que habla Martínez Santa Olalla en
1930: 116 y de la que se encuentran materiales en el Museo de Oviedo, donados por Fernán-
dez Menéndez, pero no parece que Juan de Covera pueda identificarse con niguna de ellas.
Industria ósea:
12 fragmentos de azagaya de sección circular, 2 de ellas con marcas de caza.
1 fragmento de base en doble bisel.
1 azagaya de base monobiselada, sección circular con estrías oblicuas en la base,
ranura dorsal y marcas en torno a la punta.
8 fragmentos de azagayas de sección cuadrangular.
1 fragmento de varilla planoconvexa.
1 aguja con ojo y la punta de otra (en hueso).
1 canino atrofiado de ciervo perforado y un fragmento de otro.
1 azagaya curvada de sección circular y aplanada en la base que aparece bifurcada
y adelgazada con una posible perforación. Marcas de caza a lo largo del fuste.
El material es relativamente rico pero no tenemos la certeza de que pertenezca a un
sólo nivel. Nos llama la atención la importancia de la Industria laminar que induce a pensar
que se trata de materiales seleccionados. La abundancia de marcas de caza y láminas con
retoque auriñaciense, la presencia de una punta con retoque Plano y el aspecto general Mag-
daleniense nos desconciertan a la hora de buscar una atribución cultural a estos objetos.
105
Lámina 39.—a: Coimbre (según Escortcll); b: Juan de Covera; c: La Peña.
1111,
Entre la fauna hemos encontrado restos de caballo, ciervo, cabra, lapas (4,5 cm. de
diámetro), una mandíbula de pequeño carnívoro y un hueso de ave. Hay también caracoles
(Helix), quizá modernos.
Bibliografía:
Situada a unos 50 m. del Cueto de la Mina se abre a media altura entre la vertiente de
la Llera y el nivel del valle del Calabres. Fue excavada por el Conde de la Vega del Sella en
1917 y 1918 y publicada mucho más tarde, en 1930. Posteriormente Clark realizó excavacio-
nes (1969) en el nivel asturiense que han sido publicadas en 1974. También Gómez Tabanera
efectuó unas catas en la cueva cuyos resultados se desconocen. En 1975 Isabel Martínez
Navarrete efectuó su memoria de licenciatura sobre los materiales del Magdaleniense Supe-
rior de esta cueva. En la actualidad Clark y Straus han reemprendido las excavaciones.
Estratigrafía:
Esta interpretación de Vega del Sella nos parece a primera vista un poco forzada. De-
jando aparte el carácter achelense o no de los objetos de la capa roja, llama la atención la
ausencia de arpones en la capa inferior del Magdaleniense y la presencia de azagayas de
sección cuadrangular. Estas, semejantes a las de Balmori, sirven más para datar como Infe-
rior los materiales de la Riera que como Superior los de Balmori, tal como el Conde sugiere.
107
No pretendemos negar el Magdaleniense Superior de la capa inferior de la Riera, pero si
puntualizar que su tipo predominante de azagaya es muy conocido y típico en yacimientos
bien datados como Magdaleniense Inferior: así Juyo o el nivel 4 de Rascaño.
En 1959: 16 Jordá se refiere al tramo inferior de la Riera como Magdaleniense III su-
perpuesto inmediatamente al Solutrense Superior, tal como ocurre en Cueto de la Mina, Bal-
mori y Cierro.
I. Barandiarán (1973: 207) considera, por otra parte, que la no existencia de arpones
en el subtramo inferior no es razón suficiente para negar su carácter Magdaleniense Supe-
rior, ya que sólo se conocen dos arpones en la totalidad del nivel.
Martínez Navarrete (1975: 248) señala que el nivel magdaleniense probablemente fue
simplificado por Vega del Sella, ya que englobaría distintas fases magdalenienses, imposi-
bles de separar en los materiales conservados.
Materiales:
108
una indicación general sin especificar si se encontraban encima o debajo del nivel de arcillas.
Es más, creemos que están colocados con un especial desorden, ya que puede verse expues-
to en las vitrinas un arpón de doble hilera de dientes bajo la indicación de Solutrense, junto
con una azagaya corta de monobisel de más de 1/3 que nos recuerda tipos del Magdale-
niense Inferior.
Entre los objetos catalogados como Magdaleniense Superior distinguiremos por tipolo-
gía aquellas azagayas que pudieran haber pertenecido al subtramo inferior:
Ri.1: fragmento proximal de azagaya de sección cuadrada y bisel simple con líneas obli-
cuas convergentes. Marcas oblicuas paralelas en los costados, cortadas por pequeños trazos
perpendiculares. En la cara dorsal ángulos en series longitudinales.
Ri.4: Fragmento proximal de azagaya de sección cuadrada, bisel simple y marcas obli-
cuas. En la cara dorsal presenta 4 trazos paralelos separados por dos perpendiculares. Líneas
oblicuas paralelas en los costados.
Ri.11: Fragmento distal de punta de sección cuadrada con profundo surco longitudinal
en su cara ventral.
Bibliografía:
Hernández Pacheco, 1919; Vega dei Sella, 1930; Obermaier, 1925; Corchón, 1971; I. Ba-
randiarán, 1973; Clark, 1974; Clark y Richards, 1974; Márquez Uría, 1974; Martínez Navarrete,
1976; Utrilla, 1976c; Clark y Straus, 1977; Straus, Clark y González Morales, 1978.
Llamada también Cueva de las Brujas se abre en la vertiente SW del monte de Pendelo
(532 m.), a unos 270 m. sobre el nivel del mar y a 70 sobre el curso actual del río Besnes, a
pocos km de su desembocadura en el Cares, cerca de Niserias. A partir de la garganta don-
de se encuentra la cueva el Besnes se abre en un amplio circo dominado por el yacimiento
en su única salida. La boca de la cueva mide 8 m. de altura por 8,5 de anchura dando paso
a un gran vestíbulo de 6 6 x 5 0 x 3 0 m. que debió contener un importante yacimiento, hoy muy
deteriorado ya que durante 30 años fue empleado para sacar abonos para los terrenos de
cultivo. Prueba de su riqueza dan los frecuentes hallazgos de piezas en superficie "aludiendo
a un momento no determinado del Magdaleniense Cantábrico" (Moure y Gil 1974: 4 y 6). Los
grabados fueron descubiertos el 4 de abril de 1971 y los primeros avances de su publicación
se realizaron en 1972 y 1974.
Tipológicamente hacen pensar que nos encontramos en una secuencia cultural que iría
desde el Aziliense al Magdaleniense Medio e Inicial. Testigos de un Aziliense o Magdaleniense
109
Final son los disquitos-raspadores encontrados por D. Gregorio Gil y de un Magdaleniense
Medio la azagaya con inicio de tres filas de dientes invertidos, que, como prototipo de arpón,
caracteriza el Magdaleniense Medio en la zona clásica francesa. Su paralelo más cercano se
encuentra en una pieza semejante de la cueva de Ermittia (Barandiarán y Utrilla: 1975).
El resto de los hallazgos comprende una azagaya de base en doble bisel adelgazado
por recortes, tipo muy frecuente en la cercana cueva de Collubil, fechado tradicionalmente
en el Magdaleniense Superior inicial; una punta de punzón de sección circular-aplanada, un
fragmento de azagaya con recortes en la cara ventral y un fragmento de azagaya de sección
cuadrangular, larga y gruesa, que recogimos en el fondo de la gran sala del bisonte.
Fauna:
Se encuentran abundantemente sobre toda la superficie del suelo del vestíbulo. Parece
que hay un neto predominio de la cabra a juzgar por los muchos molares que de ella se en-
cuentran. Identificamos también restos de ciervo y caballo.
Bibliografía:
Moure Romanillo y Gil Alvarez, 1972 y 1974; Escortell, 1972.
Esta zona, la más oriental de Asturias en su límite con la provincia de Santander, era
conocida desde 1911 por la publicación de los grabados rupestres que contenía la cueva de
La Loja y por los hallazgos sueltos de restos paleolíticos que Alcalde del Río había llevado
a cabo en la zona. No obstante en los últimos años se han efectuado importantes descubri-
mientos de arte rupestre en las estribaciones de la Sierra de Cuera, valle del Cares, con el
consiguiente hallazgo de yacimientos (vid. Moure y Gil 1972 y 1974).
El río Deva, con una pendiente de 0,0252, y su afluente el río Cares forman los ejes hi-
drológicos en cuyos valles se establecieron los hombres paleolíticos. Si tomamos el curso del
Deva desde su desembocadura lo vemos recorrer sus 10 últimos km. por la vasta depresión
geológica que, paralela a la costa, bordea las sierras de Cuera y Peñamellera. Bosques de
hayas en las cimas de las montañas son testigos de la fuerte desforestación a la que fue so-
metida la región. A partir de Panes el Deva se adentra por el desfiladero de La Hermida en un
paisaje abrupto, atravesando la cadena montañosa de parte a parte y alcanzando a través de
Potes el valle de la Liébana.
El sustrato litológico está formado por materiales de base del carbonífero, las llamadas
"calizas de montaña" entre las que se intercalan areniscas y calizas silíceas. El río Cares, al
Sur de la Sierra de Cuera, corre paralelo a la costa fuertemente encajado en los materiales
del Carbonífero. En su valle las altitudes del Cuera descienden hasta los 200 e incluso los
100 m. para luego elevarse, en un trecho no mayor de 10 km., a los importantes relieves de las
sierras de Corta y Andará. En la vertiente sur del Cuera el Cares ha modelado varios picos
de poca altitud como los de Cáraves, Corona del Cueto, Carria y Coimbre (Moure y Gil 1974: 4).
110
seco, el corredor se estrecha durante unos 50 m. para elevarse al fin en unos 6 m. de altura
y llegar a la sala de los grabados.
Fue descubierta en 1908 por Alcalde del Río, que reconoció el yacimiento y el arte pa-
rietal, pero no fue excavada hasta 1929 en que Vega del Sella determinó un nivel magdalenien-
se sin mayor precisión.
Estratigrafía:
El actual estado de la cueva de La Loja no denota que se haya realizado una excava-
ción ni extensa ni profunda. Vega del Sella no dejó ningún dato publicado sobre los niveles y
a simple vista sólo se reconoce una capa arcilloso-rojiza que puede ocultar en su interior al-
guna distinción más clara pero que no es posible averiguar sin efectuar una cata.
Jordá, que ha revisado los materiales obtenidos por el Conde, suele compararlos con
los del nivel Magdaleniense Medio de Cueto de la Mina por su relativa abundancia de buriles
(1956: 25). No obstante, en otras ocasiones, Jordá llega a sugerir un Magdaleniense inferior:
así en 1957: 64, 1958: 56 y 1963: 18.
Carballo, por su parte, (1960: 100) cita a la Loja entre las cuevas cantábricas en las
que el paso del Magdaleniense al Aziliense no presenta ninguna interrupción, comparándola
con Ajanedo (Salitre), Rascaño, Mazomoril (Morín) y El Pendo.
I. Barandiarán (1973: 140) cataloga como Solutrense Superior dos colgantes, siglados
como procedentes de la Loja, pero que en su opinión han podido pertenecer al Solutrense
de Cova Rosa, habiendo ocurrido una trasposición de etiquetas.
Materiales:
B1 3 A2 5
B2 8 LD2 17
B3 3 Bc1 5
B4 2 T2 1
B5 2 D2 1
G1 3 D4 7
G2 R2 5 11
G3 8 L1 8
G4 2 L2 11 2
G6 1 Total 93 18
G8 1 Nucí, sílex 12
G9 1 3 Nucí, cuarc. 9
R. N 7 Trozos de cristal de roca: 15
111
Lámina 40.—La Loja. Raspadores, perforadores y láminas retocadas.
112
Lámina 41.—La Loja. Buriles y piezas de retoque Abrupto.
113
» << 5 i i -i 2 3 «i 5 t> 1
Lámina 42.—La Loja. Repartición de los tamaños de 100 lascas de sílex y 100 de cuarcita.
1. Lámina muy estrecha.—2. Lámina estrecha.—3. Lámina.—4. Lasca laminar.—5. Lasca.
6. Lasca ancha.—7. Lasca muy ancha.
114
15 ' " ' '17 ' ' ' ' l —
' ' ' ' ti 71 77 II 17
— Dominio absoluto del buril diedro s o b r e el resto de los tipos (IBd: 14), p r e s e n c i a
significativa del perforador (IP: 4,3) que ofrece además ejemplares muy típicos, prin-
cipalmente múltiples y p o c a representación del raspador auriñaciense que arroja un
r
índice restringido relativamente bajo al del resto de las c u e v a s asturianas ( I G A :
23,8).
115
— El Sustrato se mantiene también moderadamente alto, si bien en este caso no se
debe a los denticulados propios de la cuarcita sino a láminas y lascas de sílex reto-
cadas a modo de raederas por ambos lados.
Debemos destacar la relativa abundancia de varillas que, junto con la buena represen-
tación de buriles, podría dar un indicio de Magdaleniense Medio. Entre ellas es muy interesan-
te el ejemplar con bisel dorsal recortado intencionalmente por su borde derecho, formando
un bisel oblicuo, en el que se aprecian las marcas de raspado.
Los motivos decorativos se reducen a las normales estrías oblicuas sobre los biseles o
sobre el fuste.
Entre la fauna sólo hemos encontrado fragmentos de asta de ciervo, 4 esquirlas óseas
y 1 fragmento de costilla.
Bibliografía:
Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1911; Vega del Sella, 1929; referencias en Jordá, 1956,
1957, 1963... o Carballo, 1960; I. Barandiarán, 1973; una completa revisión de la bibliografía
aparecida en los diarios puede verse en Márquez Uría, 1974; Utrilla, 1976c.
Fue reconocida por el Conde de la Vega del Sella el 26 de julio de 1920, en compañía
de Obermaier. Practicaron una pequeña cata cuyos materiales se conservan en el Museo
Arqueológico Provincial de Oviedo (Márquez Uría 1974: 831).
Materiales:
Llevaban esta indicación: "en una caja de cartón con tapa. En su interior figuraba re-
petida: cueva de la Pena (o la Peña). Panes. Donación Vega del Sella".
116
Lámina 44.—La Loja. Azagayas y varillas.
La industria posee un aspecto magdaleniense y no contenía arpones, los útiles de cuar-
cita son poco numerosos:
4 lascas retocadas: Spd dent sen; Spd + Spd dent; sea sen; Spd sea dist.
4 núcleos, dos de ellos con posible reutilización como raspadores.
3 láminas simples y 3 de avivado.
4 lascas y 1 percutor.
Fauna:
Se encontraban restos de ciervo y caballo. Entre los moluscos había 4 Patellas y 12
Llttorinas.
Bibliografía:
Márquez Uría, 1974.
Fue descubierta por D. Gregorio Gil Alvarez y dada a conocer por él mismo y J . A. Mou-
re en 1972. "Para llegar a esta covacha es necesario seguir la carretera que bordea el Cares
hasta la aldea de Trescares y por allí ascender por el camino que a través del monte Jara su-
be hasta Cáraves, en la zona denominada de "El Tejeu". Se trata de una pequeña cavidad con
dos bocas, en cuya pared se encuentran grabados de tipos retiforme bastante profundos. Con-
tiene también un yacimiento cuya exploración sería interesante. Sobre el suelo del abrigo se
recogió un fragmento de azagaya de sección cadrangular con una profunda incisión a lo largo
de la pieza, objeto característico del Magdaleniense Inferior Cantábrico" (Moure y Gil 1972:
247 y 250).
D. Gregorio Gil nos comunicó además verbalmente (julio, 1975) que había depositado
en el Museo de Oviedo varios objetos de Trauno. Entre ellos, una azagaya monobiselada de
sección cuadrangular con grabado en aspas formando casi retícula y una pieza con una
hendidura.
Bibliografía:
Moure Romanillo y Gil Alvarez, 1972.
118
PROVINCIA DE SANTANDER
El río Saja, con una pendiente de 0,0225, recorre dos zonas claramente definidas:
El interior: separado del litoral por la cordillera costera, presenta una morfología com-
pletamente distinta: los valles son angostos y perpendiculares a la costa, abriéndose a veces en
depresiones producidas por accidentes tectónicos. Este valle interior del Saja se conoce con
el nombre generalizado de valle de Cabuérniga. En el curso medio del río los accidentes mor-
fológicos más importantes son las depresiones de Terán, Rúente y Cabezón de la Sal, con un
origen tectónico.
La vegetación actual apenas conserva bosques naturales. En las zonas altas aparece el
haya con un sotobosque de matorral y heléchos, en el fondo de los valles el roble, que en el
litoral ha sido desplazado por praderas y bosques de repoblación (pino y eucalipto). En las
praderas un matorral de heléchos, argomas y brezos que ascienden hasta los 1.000 metros de
altitud.
Conocida como cueva desde 1868, es a partir de 1875 cuando Marcelino Sanz de Sau-
tuola comienza a realizar en ella prospecciones arqueológicas. El descubrimiento de las pintu-
ras es de 1879 y la primera publicación de 1880. Una completa recopilación de las discusio-
nes relativas a su autenticidad puede verse en Almagro Basch 1969, y en I. Barandiarán 1973
las distintas etapas de recogida de materiales.
Estratigrafía:
Las primeras noticias las aporta Alcalde del Río en 1906a: 28-31 quien da cuenta así de
sus excavaciones: "dos niveles posan directamente uno sobre otro y sólo se diferencian en
las tierras de que están formados y en los objetos que en ellas aparecen:
El 1.°, cuyo espesor varía entre 35 y 45 cm., se compone de una tierra color pizarroso
muy ligera, cual si en su composición entrase un compuesto de tierra estéril y cenizas car-
bonosas y pequeños pedruscos calizos y cantos rodados.
El 2.°, cuyo espesor varía entre 40 y 80 cm., está formado por sedimentos calizos y
arcillosos, escaseando los residuos carbonosos".
Sigue luego Alcalde del Río haciendo una descripción de los objetos encontrados
planteando por primera vez el problema de la posición estratigráfica de los omoplatos con
110
Lámina 45—PROVINCIA D E SANTANDER: Localización de yacimientos:
B Con un nivel o varios del Magdaleniense Inferior.
• Con Magdaleniense "indeterminado".
* Sólo con Magdaleniense Superior.
ciervas de trazo estriado. Para él aparecieron en el nivel Solutrense, aunque en su parte alta:
"los del segundo nivel (...) trazaron sobre escápula de caballo o de ciervo figuras de ani-
males con mano hábil y segura" (1906a: 31) y también "del nivel superior de la capa inferior
provienen toda una serie de omoplatos grabados de figuras de animales que estaban en con-
tacto directo con las puntas solutrenses" (1906b: 267). El mismo Breuil lo reconoce en ese
mismo año, en un articulo publicado en la Revue Prehistorique: "he cometido un error en mi
compte rendu de l'Anthropologie, donde atribuyo estos dibujos a un nivel más elevado" (Breuil
1906: 237 y ss.). Poco tiempo iba a mantener Breuil esta opinión. Los hallazgos de omoplatos
con cabezas de cierva estriadas en la excavación de la cueva del Castillo en un nivel Mag-
daleniense Inferior le llevan a afirmar en 1911: "está establecido que los omoplatos grabados
con cabezas de ciervos, etc., pertenecen a la base del Magdaleniense. La ausencia de capa
estéril en Altamira entre el Magdaleniense y el Solutrense, así como la irregularidad de los
depósitos de esta caverna excusan suficientemente el error de interpretación que había sido
cometido" (Alcalde del Río, Breuil y Sierra 1911: 209). En 1935, a pesar de que Obermaier
había encontrado 3 fragmentos de omoplatos grabados en el nivel Magdaleniense en la ex-
cavación de 1924-25, la postura de Breuil es más conciliadora. Al tratar la cuestión no se alu-
de a los hallazgos de Obermaier en Altamira y se habla solamente de una continuidad artís-
tica entre Solutrense y Magdaleniense inicial, aunque quizá se deba a la redacción única de
Obermaier en el apartado de excavaciones (Breuil y Obermaier 1935:159). Es curioso sin em-
bargo que el mismo Obermaier se refiera sólo a los hallazgos del Castillo para justificar el
Magdaleniense inicial cuando en la misma excavación de Altamira se hallaron ejemplares co-
rrespondientes a dicho período (según rezan las siglas de los objetos depositados en el Mu-
seo de Altamira).
La respuesta de Breuil no se hizo esperar: "he considerado siempre como dudosa esa
edad solutrense dada por Alcalde del Río porque su manera de excavar no era demasiado
satisfactoria" (Breuil 1961: 356).
Solutrense Final en dos momentos: en uno se incluirían los hallazgos de Harlé y Alcal-
de del Río y en el otro los de Obermaier siendo éste una transición clara hacia el Magdale-
niense (Corchón 1971: 156-157).
Bloques desprendidos del techo (3.° de los momentos de desplomes señalados por Al-
calde del R í o ) .
Materiales:
Varios han sido los prehistoriadores que se han extrañado de la escasez de la industria
lítica del nivel Magdaleniense de la cueva de Altamira. González Echegaray, en la estadística
121
realizada sobre este nivel en 1971, tan sólo computa 36 ejemplares, únicos datados expresa-
mente en el Magdaleniense Inicial (1971: 324). L. Straus, que reorganizó los materiales de Al-
tamira en 1974 separando el Solutrense, sugirió que quizá las bandejas del museo monográ-
fico que habían perdido la indicación de nivel podrían pertenecer al nivel Magdaleniense. A
modo de hipótesis hemos intentado reunir los conjuntos cerrados de materiales sin nivel de
Altamira que no contuvieran ningún fósil director del Solutrese, añadiéndolos a los 36 objetos
líticos bien datados; de este modo se consigue un total de 102 objetos (frente a 216 del nivel
solutrense) que permiten ensayar un estudio estadístico.
B1 5 A1 3
B2 9 A2 1
B3 6 LD1 4
B4 2 LD2 2
B5 9 LD3 1
B6 2 Bc1 5
G2 2 T3 1
G3 1 D1 4 4
G7 5 D2 1 2
G9 1 5 R4 1 1
R. N. 17 2 L1 3
L2 6
Total 91 14
La proporción de la cuarcita es escasa: 13,3%, con una clara diferencia respecto a las
cuevas asturianas.
Los porcentajes de los útiles clasificados por el sistema Sonneville Bordes-Perrot pre-
sentan los siguientes caracteres (Apéndice I). (Lám. 47):
Predominio del índice de buril sobre el de raspador (IG: 30,3, IB: 31,3) más claramen-
te acusado si suprimimos del cómputo al raspador nucleiforme, (IG: 18,3, IB: 36,7).
Existe una normal representación del Grupo Perigordiense que debe su índice de 7,8
a grandes o medianas láminas de retoque abrupto y no a las pequeñas hojitas de dorso, es-
casamente representadas (quizá por deficiencias en el sistema de excavación). También es
normal el índice bajo de los perforadores (IP: 3,9).
Es por el contrario muy alto el índice restringido de raspador auriñaciense que alcanza
(sin computar el raspador nucleiforme) un 68,7.
122
Lámina 46.—Altamira. Gran Raedera de cuarcita (exc. Obermaier).
123
ALTAMIRA
CASTILLO
.... JUYO
Lámina 47
124
Si añadimos los fragmentos al cómputo anterior obtenemos unos porcentajes similares:
En cuanto a los motivos decorativos señalemos entre los funcionales las estrías obli-
cuas sobre los biseles de las azagayas de sección circular, pasando en algunos casos a inva-
dir también el fuste, (motivo que se repite en ejemplares Idénticos procedentes de la cueva
del Castillo). Aparecen también estrías oblicuas en el bisel central de dos ejemplares de
puntas dobles que muestran claramente ascendientes solutrenses.
Carácter más decorativo y menos funcional ofrecen los motivos lineales y geométricos
que, a base de ángulos abiertos por sus vértices y trazos cortos perpendiculares, decoran los
fustes de azagayas de sección cuadrada y rectangular, llegando en algún caso a representar
auténticos tectlformes.
Existen también otros motivos decorativos comunes, tales como aspas, ángulos y zig-
zags de trazo múltiple y casi curvilíneo.
125
Lámina 48.—Altamira. Exc. Alcalde del Río (Magdaleniense).
126
Lámina 49.—Altamira (exc. Obermaier).
127
Lámina 50.—Altumira. Colección Sautuola (Magdaleniense).
128
Fauna:
Altuna (1972: 42) cita una abundante bibliografía referente a la fauna de Altamira, prin-
cipalmente por parte de Harlé (1881, 1908 y 1909), Lucas Mallada (1892), Cartailhac y
Breuil (1906) y Breuil y Obermaier (1935). Estos últimos señalan para el nivel Magdalenien-
se las siguientes especies:
Cervus elaphus (muy abundante); Equus (abundante); Bos (abundante pero menos
que en el Solutrense); Capella rupicapra (numerosa); Capra ibex (bastante numerosa); Cer-
vus capreolus (raro); Canis lupus (muy raro);Lepus sp. (muy raro); Elephas primlgenlus
(marfil trabajado).
Entre las aves, huesos grandes, probablemente de grulla o cigüeña; entre los peces, vér-
tebras y otros huesos, y entre los moluscos, Patella vulgata, var. Sautuolae (de tamaño muy
grande): Madariaga ha medido todos los ejemplares y sacado una media de 51 mm. de diá-
metro frente a 41,6 mm. del Juyo y 41 mm. del Pendo.
Straus estudió en 1974 el número de individuos que suponían cada uno de los restos
de Altamira. Para el Magdaleniense señaló los siguientes:
Bibliografía:
Cartailhac, 1886 y 1902; Alcalde del Río, 1906; Martel, 1906; Cartailhac-Breuil, 1906;
Breuil, 1906; Obermaier, 1916, 1925; Breuil y Obermaier, 1935.
Se halla situada en el ángulo que forma la confluencia del Saja con el Besaya, más
cerca del primero que del segundo. (La situación dada por Corchón, 1971b: 117, en el Ras*03
123
es errónea o se refiere a otra cueva del mismo nombre). Fue descubierta en 1903 por Alcalde
del Río y contiene huellas magdalenienses y solutrenses en opinión de Obermaier (1916:
180). En 1924: 161 cita también depósitos magdalenienses sin especificar su etapa. Sierra
(1909, lám. 4.°) se refiere también a esta cueva, situándola en la margen derecha del Saja.
Situada en la margen derecha del Besaya fue descubierta en 1903 por Alcalde del Río.
La primera referencia a las excavaciones practicadas por el Instituto de Paleontología Humana
de París se encuentra en Alcalde del Río, Breuil y Sierra 1911: 87-90. Estas fueron realizadas
entre 1909 y 1910 y participaron Alcalde del Río, Bouyssonie, Breuil, Obermaier y Sierra.
La cueva se abre en un monte conocido como "La Peña" en San Felices de Buelna.
Está a unos 30 m. por encima del sendero que a su vez domina el río en 15 m. La boca se
abre hacia el sur en un arco de 7 x 4 m., formando una gran sala de 16 m. de profundidad. El
fondo del vestíbulo se vio tapado por una masa brechosa, petrificada por osamentas y can-
tos rotos, pudiendo penetrar en el interior de la galería del fondo tras las excavaciones reali-
zadas en agosto de 1910. (Alcalde del Río, Breuil y Sierra 1911: 56-87).
Estratigrafía:
El vestíbulo contenía una masa brechosa de osamentas de caballo y sílex poco típicos
sobre un nivel de limos con piezas claramente identificables como auriñacienses. Sobre la
atribución cultural de la masa brechlforme Alcalde del Río, Breuil y Sierra creen que puede
atribuirse a los neolíticos, aunque la abundancia de caballo puede también convenir a los
Magdalenienses antiguos y a los solutrenses (1911: 89-90).
Capa estalagmítica.
Hogares negros con numerosas osamentas y huesos trabajados, primero de carácter
magdaleniense y, más abajo, con fragmentos de hojas de laurel solutrenses.
Penetrando en el corredor más hacia el interior, sobre un suelo en el que hubiera sido
necesario reptar, se encontraban los siguientes vestigios:
Breuil y Obermaier, en el informe del I.P.H. sobre los trabajos realizados en España, pre-
sentan el siguiente resumen de la estratigrafía (1912: 6-8):
130
a. Nivel musteriense arenoso.
b. Arcilla amarilla con industria auriñaciense.
c. Arcilla amarilla con industria solutrense.
d. Arcilla oscura y hogares negros del Magdaleniense antiguo.
e. Pedruscos y aportes modernos.
"En la primera parte del corredor se desarrollaba un asentamiento magdaleniense bas-
tante pobre que contenía azagayas y sílex característicos. Este asentamiento se atrofiaba sen-
siblemente en la segunda parte de la excavación, pero han aparecido allí varios objetos en
asta de cérvido decorados con motivos muy originales que recuerdan las ornamentaciones en
espirales de Lourdes y Arudy."
"La ocupación magdaleniense antigua sobreviene en una edad en que el paso al inte-
rior es ya muy poco fácil. La acumulación de los desechos de esta tribu a la entrada del co-
rredor determinó la obstrucción definitiva y no es hasta el Neolítico cuando el paso fue de
nuevo restablecido" (1911: 88).
Materiales:
Entre los materiales guardados en el Museo Arqueológico de Madrid hemos podido ob-
servar 4 ó 5 azagayas sin ninguna decoración que estaban siendo instaladas en las vitrinas.
131
Lamina 51.—Hornos de la Peña.
132
Fauna:
Harlé cita en 1908 y 1911 algunos restos de fauna procedentes de las exploraciones de
Alcalde del Río, anteriores a las excavaciones oficiales, pero sin determinar su adscripción a
ningún nivel determinado. Altuna (1972: 47) recoge esta cita:
Canls lupus. Capra Ibex.
Fells pardus. Gran bóvido.
Cervus elaphus. Equus caballus.
Bibliografía:
Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1911; Breuil y Obermaier, 1912; Obermaier, 1925. Refe-
rencias a la varilla del bóvido en Breuil, 1912; Saint-Perier, 1929; González Echegaray y Ripoll,
1954 e I. Barandiarán, 1973.
6. C U E N C A DEL PAS.
La cuenca del Pas, en sentido amplio, comprende dos núcleos importantes por sus ya-
cimientos paleolíticos: el Monte Castillo y el Valle de Camargo, aunque éste más bien podría
incluirse en la cuenca del Miera. Ambos se diferencian entre sí por la estructura interna de
sus cuevas y por el contenido de las mismas: mientras las grutas del Monte Castillo reflejan
una intensa actividad geológica de formación de estalactitas y estalagmitas, las del valle de
Camargo son el resultado de fuertes corrientes de agua que ahondaron las diaclasas y que,
a pesar de la humedad actual, quedaron secos sus cauces ya desde época magdaleniense.
Mientras en las cuevas del Monte Castillo el hombre paleolítico vio santuarios parietales, en
las cuevas del valle de Camargo sólo busco lugares de habitat.
El valle de Camargo, compuesto por terrenos del Infracretácico Inferior, contiene una
gran densidad de yacimientos magdalenienses. Parece que una rotura tectónica de ios estra-
tos determinó la producción de diaclasas por las que penetró el agua, iniciándose así la fon-
133
mación de las cuevas. Una gran sima recorre el valle en sentido oblicuo y, tras tragarse toda
el agua, fue abriéndose paso entre las junturas de dos estratos calizos, siguiendo el natural bu-
zamiento de las rocas. Este fenómeno se inició en fecha postcretácica y alcanzó su mayor In-
tensidad antes del cuaternario (Carballo, 1960: 25).
"En una pequeña colina formada por caliza del infracretáceo se halla la Peña del Mazo.
La cueva principal se halla a 10 m. sobre el nivel del valle. Desapareció como cantera de ca-
liza para los Altos Hornos de la Sociedad Nueva Montaña". (Sierra 1909: 105).
La cueva fue descubierta por Sautuola quien la excavó en 1878 y la publicó en parte
en 1880. Breuil y Cartailhac encargaron en 1906 a Alcalde del Río un estudio de los materia-
les recogidos por Sautuola, como apéndice a la publicación primera de Altamira. En 1907 y
1908 Carballo realizó nuevas excavaciones hasta la desaparición total en 1908. También Sie-
rra visitó la cueva en 1907 y recogió algunos materiales que publicó en 1908-1909, a la vez
"levantó un plano de los diferentes cortes que aparecían en los restos de los antiguos yaci-
mientos". Este corte estratigráfico permanece inédito entre los fondos del Museo Arqueológi-
co Nacional, habiendo sido recuperado recientemente por M. Almagro de la Facultad de Cien-
cias de Estrasburgo, a la que P. Wernert había donado sus documentos (Almagro 1973: 9).
Estratigrafía:
Aparte de los datos ofrecidos por Sautuola de que apareció un nivel arqueológico a los
30 cm. rico en huesos y sílex, tenemos las primeras noticias de Alcalde del Río en Cartailhac-
Breuil (1906: 247-249) que sugiere para los materiales recogidos por Sautuola una datación
en el Solutrense y Magdaleniense Inferior sin arpones, junto con otros testimonios del Neolí-
tico: "la industria muy abundante, se asemeja únicamente a los tipos magdalenienses y so-
lutrenses (...) y más particularmente a los de los yacimientos de grabados simples sin
arpones".
La estratigrafía vista por Carballo aparece reseñada en su tesis inédita (1922: 87): "de-
bajo del Neolítico, un nivel Magdaleniense con un bastón de mando (o mejor varilla mágica)
tallado en un ramal de ciervo (...) junto con dardos de asta y fragmentos trabajados".
En la galería principal de la gruta distinguió tres niveles con un espesor total de 1,66 m.:
Obermaier nos ofrece una información más precisa. En 1916: 179 resume así la estra-
tigrafía:
134
A. Nivel Magdaleniense: Carballo posee de este nivel un bastón de mando con graba-
dos serpentiformes.
B. Nivel Solutrense (matizado por Corchón, 1971b: 135, como Medio Cantábrico).
En 1925: 181 Obermaier añade dos niveles más superiores: vestigios eneolíticos y neo-
líticos e indicios azilienses.
Materiales:
Los recogidos por Sautuola en 1879 se conservaron en la colección Botín, que, junto
con la colección de Pedraja, pasaron al Instituto y más tarde al Museo de Prehistoria de
Santander. Una de las cajas (de puros) contenía una nota a máquina que decía: Magdale-
niense, siguiendo a continuación un inventario de la fauna que se encontraba en su interior.
135
Alcalde del Río, en el estudio que realiza en 1906: 248-249 sobre la colección Botín,
da cuenta de los objetos arriba reseñados siendo particularmente interesante la descripción
que hace de "una azagaya con monobisel estriado y marcas oblicuas en forma de palma en
un costado" (quizá se refiera a la de dobles líneas oblicuas). Sigue enumerando el resto de
la industria ósea "otra circular monobiselada, un fragmento de punzón o aguja, otra con es-
trangulamiento...".
Sin embargo recientes publicaciones de Almagro (1973 y Corchón (1973) llevan a cla-
sificar el motivo del serpentiforme dentro del Magdaleniense Superior-Final, encuadrándolo
dentro del tipo C de Corchón (línea sinuosa doble), propio del Magdaleniense Superior con
arpones.
Fauna:
Sierra (1909: 105) cita restos de grandes bóvidos, caballo y ciervo en la explanada de
delante de la cueva y en la galería principal de la gruta 6 molares de buey, 8 molares y 3 inci-
sivos de caballo, 4 de jabalí y 12 de ciervo, pertenecientes al "nivel medio" que se encontra-
ba entre el Neolítico (nivel superior) y el Auriñaciense (nivel inferior). Parece así englobar
el Magdaleniense y el Solutrense en un mismo nivel, debiendo por tanto suponer que tendrían
ambos coloración semejante y que estarían en contacto, tal como ocurre en la mayor parte de
los yacimientos cantábricos.
Bibliografía:
Alcalde del Río en Cartailhac-Breuil, 1906; Sierra, 1909; Obermaier, 1916 y 1925.
136
Cendrero, 1915; Carballo, 1922, 1924 y 1960; Breuil y Saint-Perier, 1927; Corchón, 1973;
I. Barandiarán, 1973; estudio completo en Almagro, 1973.
El yacimiento fue descubierto en 1903 por Alcalde del Río quien realizó un sondeo de
3,5 m. poniendo al descubierto las capas magdalenienses. Informado Breuil constató la nece-
sidad de una excavación en 1908, la cual se realizó tras la visita en 1909 del Príncipe de Mo-
naco. En 1910 Breuil, Obermaier y Alcalde del Río emprendieron las excavaciones que con-
tinuaron en 1911 bajo la dirección de Obermaier y el concurso de Alcalde del Río y Wernert,
alcanzando solamente hasta el nivel Magdaleniense Antiguo. En los dos años siguientes se
profundizó hasta llegar a los niveles Achelenses.
Estratigrafía:
La zona excavada por Carballo sólo dio dos niveles: Solutrense Superior y Magdale-
niense Inferior con algunas piezas de la Edad del Bronce. El vestíbulo en cambio ofreció una
completa secuencia. (Obermaier 1925: 175-180). Entresacamos la estratigrafía magdaleniense:
d. Aziliense.
e. Capa estalagmítica.
f. Magdaleniense Superior.
g. Capa de limos con algunos objetos (arcilla, casi estéril).
h. Magdaleniense Antiguo: "enorme nivel de cenizas que llegó a tener hasta 1,80 m.
de espesor". Fauna principal Cervus elaphus y escasos restos de Rangifer tarandus.
i. Capa de arcilla casi estéril.
k. Solutrense Inferior con hojas de laurel sencillas (Corchón, 1971: 161, lo oonsidera
Superior, al igual que el encontrado por Carballo, que ya había sido así clasificado
por González Echegaray y Ripoll, 1954: 58).
Breuil y Obermaier amplían en 1912: 12-13 y 1913: 4-5 la información: "el Magdalenien-
se Superior estaba separado por un nivel arcilloso de un enorme asentamiento Magdalenien-
se Antiguo que alcanzaba hasta los 2 m. de espesor en una tierra absolutamente negra. Los
huesos trabajados son excesivamente numerosos: además de varios fragmentos de bastones
de mando, uno de ellos bien decorado, aparecen como objetos más notables una abundante
serie de omoplatos grabados muy finamente con bonitas cabezas de ciervas y a veces ciervas
y ciervos enteros". En 1913 los autores vuelven a referirse a los omoplatos grabados desta-
cando "una bella cabeza de cierva que evoca el recuerdo de las pintadas en Pasiega y Co-
valanas". También un bastón de mando en asta de reno bien caracterizado.
Estas son todas las referencias que ofrece la bibliografía sobre el nivel Magdaleniense
Antiguo de la excavación Obermaier. Sin embargo existen citas muy posteriores que preten-
den subdividir este nivel buscando trazas de Magdaleniense I entre sus materiales: así Breuil,
en el resumen general que sobre el Magdaleniense realiza en 1954, afirma "en Castillo encon-
tramos superpuesto al Solutrense Superior una muy espesa capa de una especie de Magda-
leniense III con, a menudo hacia la base, algunos objetos esporádicos del Magdaleniense I"
(1954: 61).
137
Pericot, en 1972: 58 y 59, especifica algunos de estos objetos esporádicos: "muy re-
cientemente los materiales de la cueva del Castillo, que he podido conocer gracias a la ge-
nerosidad del IPH y de P. Wernert, me han mostrado que en aquella apareció también alguna
pieza del tipo de las del comienzo del Magdaleniense inicial que se dan en Placard
y Parpalló".
Jordá, por su parte, también se refiere a estas piezas en 1956: 27: "en algún yacimiento
se encuentran piezas que pueden considerarse como pertenecientes al Magdaleniense I, pero
la existencia de unas pocas piezas, en el Castillo exactamente, ha de interpretarse a nuestro
modo de ver más bien como una perduración de tipos que como una etapa cultural definida".
Esta capa arcillosa intercalada entre Magdaleniense Superior e Inferior no deja de ase-
mejarse al nivel 3 de Rascaño o al nivel C de Cueto de la Mina, estratigráficamente coloca-
dos en un Magdaleniense Medio pero sin los materiales suficientes para reconocerlos como
tales. Recientemente, V. Cabrera, basándose en las notas de campo de Obermaier, ha confir-
mado que el nivel Magdaleniense Beta se subdividía en dos diferentes "con auténticos hoga-
res". (Cabrera, 1978: 64).
Materiales:
Los materiales están siglados como pertenecientes al nivel Magdaleniense "Beta", re-
servando el Magdaleniense "Aífa" para el Mag. Superior.
La colección de Madrid contiene 574 piezas líticas que se distribuyen en los tipos si-
guientes de Laplace 1964:
138
Lámina 52.—Castillo (Madrid) Buriles y Raspadores.
139
Lámina 53.—Castillo (Madrid).
140
Lámina 54.—Castillo (Madrid). Percutores, alisador y colgante.
B1 12 G1 8
B2 15 G2 5 1
B3 25 G3 28 4
B4 2 G6 3
B5 23 G7 21 1
B6 10 G8 20
B7 4 G9 44 1
B8 2 R. N. 184 6
A1 1 2 D1 25 1
A2 3 D2 14 9
LD1 1 R2 11 7
LD2 3 R3 4 2
PD4 1 R4 3
Bc1 24 L1 3
Bc2 20 L2 13
T2 3 P2 2
T3 3 Total 540 34
Nucí. sílex 39
Nucí. cuarc. 24
141
14 24 21
Lámina 55.—Castillo (Madrid). Gráfica de su industria lítica (seleccionada por los excavadores).
142
El buril diedro predomina sobre el de truncadura pero la diferencia entre ambos es es-
casa: IBd: 6,4, IBt: 3,2, representando los buriles nucleiformes el 9,1 % del total de los objetos.
El índice del perforador es relativamente alto, respecto a los generales de los yacimien-
tos cantábricos. (IP: 10,7). Son muy típicos y frecuentemente se asocian a otro tipo de útiles
(raspador, raedera...).
El Grupo Perigordiense por el contrario es muy bajo. El GP: 2,1 se consigue únicamente
por las truncaduras y por las láminas de dorso de tamaño medio y grande. No hay hojitas de
dorso, lo que resulta extraño en un nivel con tal abundancia de industria lítica. Creemos que
debe achacarse a deficiencias en el método de excavación y al no cribado de las tierras.
Es muy abundante y significativa: 500 ejemplares, de los cuales sólo 240 son fragmen-
tos, (Apéndice II). Dentro de los Grupos Tipológicos las azagayas (grupo I) suponen el ma-
yor número de ejemplares, 160 enteros o reconocibles, distribuyéndose en:
Punta de base redondeada: 6: 3,7 %
Punta de base poligonal: 3: 1,8%
Punta de base acortada: 4: 2,5 %
Punta de base monobiselada: 90: 56,2 %
Punta de base en doble bisel: 9: 5,6 %
Punta de base hendida: 1: 0,6%
Punta doble: 40: 25,0 %
Punta doble con aplanamiento central: 7: 4,3 %
143
Lámina 56.—Castillo. Azagayas con monobisel mayor de 1/3.
144
Lámina 57.—Castillo. Azagayas de monobisel central y de doble bisel.
145
Lámina 58.—Castillo. Azagayas de sección cuadrada con decoración en ángulo.
M6
Ltoina 59.-Castillo. Distintos tipos de azagayas de sección cuadrada.
147
Lámina 60.—Castillo. Cuñas, compresores y otros útiles de trabajo.
148
Lámina 61.—Castillo. Puntas dobles.
149
Lámina 62.—Castillo. Azagayas con "marcas de caza".
180
Lámina 63.—Castillo. Otras piezas óseas.
Poniendo en relación las tres estadísticas, podemos señalar como particularidades en
la industria ósea del Castillo: un claro predominio de la azagaya de base monobiselada en sus
variantes de sección circular y cuadrangular, una considerable representación de las puntas
dobles en todos los tipos de secciones, siendo destacable la presencia de los siete ejempla-
res con aplanamiento central, tradicional herencia de tipos solutrenses, la existencia de una
azagaya de base hendida, citada por Breuil (1912), la representación, aunque en pequeños
porcentajes, de todos los tipos de azagayas, la importancia de la sección cuadrangular en las
azagayas que iguala, e incluso sobrepasa si se computan fragmentos, al número de azaga-
yas de sección circular y la moderada representación de la sección triangular y aplanada, al
igual que la planoconvexa, la cual ofrece muy pocos ejemplares de varillas.
Entre las piezas más significativas deben destacarse las azagayas con monobisel de
más de 1/$ y con rayado en abanico (Lám. 56); las azagayas de monobisel central (Lám. 57);
los fragmentos de azagayas de sección circular con marcas de caza a lo largo del fuste (Lám.
62); las azagayas de sección cuadrangular y decoración geométrica en ángulos (Lám. 58), los
compresores, cinceles y cuñas (Lám. 60) y algunas piezas singulares como una espátula de
sección oval aplanada que pasa a la lenticular en el extremo, que se ensancha y se adorna
de estrías oblicuas (Lám. 63).
Los motivos decorativos son simples: estrías normales e inversas en los biseles, a veces
cruzadas o en abanico, marcas de caza en los fustes de sección circular y motivos en ángulo
abierto por el vértice y trazos cortos perpendiculares en los fustes de sección cuadrangular.
Entre los motivos realistas debemos situar los 32 fragmentos de omoplatos decorados con
cérvidos de trazo estriado, perteneciendo 24 de ellos a la colección guardada en Madrid y 8
a la conservada en el I.P.H. de París. Véase su estudio completo en Almagro 1976.
Restos humanos:
133
I-P.H. y en una fotografía, cree que se trata de uno masculino y uno femenino y que por su
aspecto pueden pertenecer a la raza de Cromañón en sentido lato.
Nada podemos decir de su carácter ritual posible al ser utilizados como cráneos-copa.
Breuil y Obermaier (1909: 523-530) estudiaron 9 ejemplares de la cueva de Placard que en su
opinión habían sido acondicionados como copas con un trabajo intencionado. Los cráneos
estudiados pertenecían 2 al Magdaleniense Medio, 5 al Inferior y 2 al Solutrense Superior. Una
revisión reciente de los mismos puede verse en V. Cabrera 1978.
Fauna:
Bibliografía:
Alcalde del Río, 1906; Breuil y Obermaier, 1912a, 1912b, 1913 y 1914; Obermaier, 1925;
González Echegaray, 1951a y 1951b; González Echegaray y Ripoll, 1954; Almagro Basch, 1976;
V. Cabrera, 1978a y 1978b.
La cueva del Juyo fue descubierta por García Lorenzo y J . Ruiz en 1953 y excavada
en julio de 1955 y agosto de 1956 bajo la dirección de J . González Echegaray y P. Janssens.
La memoria fue publicada en 1958. Janssens hizo más tarde una campaña por su cuenta cu-
yos materiales permanecen inéditos, sin que conozcamos tampoco su paradero. El estudio es-
tadístico del material lítico fue realizado por González Echegaray en 1971. En 1978 y 1979
Freeman, González Echegaray y Barandiarán reemprendieron las excavaciones todavía
inéditas.
Estratigrafía:
Se profundizó en dos catas distintas, Trincheras I y II, que dieron semejantes resulta-
dos. La superficie excavada fue de 1,5 x 1 m. y en profundidad se alcanzaron los 3,6 m. La des-
cripción detallada de los niveles puede verse en la memoria exhaustiva de Janssens y Gonzá-
lez Echegaray 1958.
153
Materiales:
Ignoramos el actual paradero de una gran parte de los materiales del Juyo. De las 342
piezas líticas computadas por González Echegaray en 1971 sólo 86 se conservan en las vitri
ñas del Museo de Santander (abril de 1975), siendo las únicas que hemos podido revisar per-
sonalmente. Esta circunstancia hace imposible cualquier recuento estadístico con un número
tan escaso de materiales y por ello hemos preferido aprovechar la completa memoria de
Janssens y Echegaray y, utilizando sus datos para la trinchera I, ensayar una hipotética re-
construcción de los grupos de niveles:
Los índices de los Grupos Tipológicos parecen bastante correctos por más generales
y sólo en ellos nos fijaremos al determinar la entidad de un grupo.
Grupo I:
IV: IG: 47,5 IB: 27,6 IBd: 23 IBt: 0 IP: 3,5 GP: 4,3 IS: 15,8.
VI: IG: 45,5 IB: 26,2 IBd: 24,6 IBt: 0,4 IP: 2,5 GP: 0,8 IS: 25,3.
r
El IGA es de 38,2 en el IV y 58,4 en el VI, estando en proporción inversa al Grupo Pe-
rigordiense. El escaso porcentaje alcanzado por este grupo en el nivel VI explicaría la teoría
de Janssens y Echegaray de que la inundación atestiguada en el nivel V arrastró los objetos
menos pesados del nivel VI (hojitas de dorso) falseando de este modo los índices si se efec-
túa la estadística por separado.
Los niveles IV, V y VI suman en total 399 objetos que ofrecen unos índices similares
a los anteriores, con un ligero aumento del Grupo Perigordiense debido a los 11 ejemplares
r
aportados por el nivel V: IG: 51,1 IB: 25,5 IBd: 23 IBt: 0,2 IP: 2,7 GP: 4,7 IS: 21,5 IGA :
59,4 (este último sin computar el tipo n.° 15).
Grupo II:
Los materiales del nivel VIII de la Trinchera I más los del nivel VII de la Trinchera II
suman en total 100 ejemplares, los cuales representan unos índices muy similares a los de los
r
niveles superiores (IV-VI): IG: 41 IB: 19 IBd: 18 IBt: 1 IP: 3 GP: 3 IS: 31 IGA : 59,4.
IG: 39,4 IB: 20,7 IBd: 17,8 IBt: 2 IP: 2 GP: 6,1 IS: 28 y (sin computar el tipo 15)
r
IGA : 55,1.
154
Grupo III:
Si comparamos estos resultados con los ofrecidos por los dos grupos anteriores obser-
vamos diferencias importantes:
Una mayor aproximación de los índices de raspador y buril que acortan diferencias.
Un notable aumento del índice de buril sobre truncadura que alcanza una cifra im-
portante (5,9).
Una disminución del Sustrato demasiado grande, que hace creer en útiles selecciona-
dos ya que sólo poseemos materiales significativos.
Y sobre todo un aumento muy representativo del Grupo Perigordiense que alcanza un ín-
dice de 19,4, compensado por un descenso vertical del índice restringido del raspador auriña-
ciense el cual pasa de 55,1 en el grupo II a 29,4 en el grupo III.
1. El raspador aumenta progresivamente distanciándose cada vez más del buril a me-
dida que se desarrolla la ocupación magdaleniense.
1S5
En síntesis diremos que en la industria lítica del Juyo se observa una ruptura impor-
tante entre el grupo III y los otros II y I que representan una evolución más suave. Pensamos
por ello que no sería demasiado arriesgado sugerir un posible Magdaleniense II para el grupo
III. Abogan por esta datación los siguientes hechos:
Los índices obtenidos por su Grupo Perigordiense, los cuales señalan un aumento sig-
nificativo de las hojitas de dorso, comparable al del Magdaleniense II francés.
La presencia de tres hojitas de dorso con truncadura oblicua que se sitúan muy cerca
de los típicos escalenos del Magdaleniense II francés. Son los números 247 y 248 del nivel IX
y el n.° 263 del X. En la bolsa c de la Trinchera II, equivalente al nivel X de la I, se cita también
un triángulo rectángulo (1958: 76) que no vemos claro en el dibujo.
La industria ósea poco puede decir en pro o en contra de esta hipótesis. Sólo dos frag-
mentos de azagaya de sección cuadrangular pertenecientes al nivel IX son medianamente im-
portantes y deberemos reconocer que nunca se ha definido de un modo razonable el Magda-
leniense II francés en cuanto a su industria ósea, en realidad por no poseer ningún fósil di-
rector óseo que lo individualice.
La estadística sobre el total de los niveles del Juyo fue realizada por González Eche-
garay en 1971 aunque no sobre la totalidad de las piezas sino sólo sobre las 342 que se con-
servaban entonces en Santander (según la publicación sólo el nivel IV-VI de la Trinchera I
contiene ya 399). Los resultados a los que llega coinciden plenamente con los obtenidos en
nuestros recuentos en cualquiera de los niveles clasificados en el típico Magdaleniense III
Cantábrico (Cueto de la Mina D, Rascaño 4...). Tal coincidencia de criterios y materiales nos
ofrece una seguridad y nos confirma en unos porcentajes más o menos estables en el Mag-
daleniense Inferior Cantábrico.
Industria ósea:
Es muy escasa, quizá debido a las condiciones extremas de humedad en que se halla-
ba la cueva. Es además poco variada, reduciéndose a fragmentos de azagayas de sección
cuadrangular y a esquirlas aguzadas.
La distribución de los tipos primarios puede verse en el Apéndice II. El Juyo contiene
128 piezas óseas, de las cuales sólo 43 son enteras o reconocibles; el tipo predominante es la
azagaya de sección cuadrangular que, por presentarse generalmente rota en su base, debe
ser considerada como fragmento a pesar de constituir los mejores ejemplares de la industria
ósea. Las puntas de mango (los llamados punzones y puñales en la publicación de 1958) son
156
Lámina 65.
157
JUYO
IBd IBd
IG IB IP GP IS IG IB IP GP I G A ** IS
II
16 IB IP GP IS I G
IB IP GP IGA r
IS
IBd III
IG P GP IS IG IB IP GP I GA r
IS
Lámina 66.
15»
cuantitativamente importantes, junto con las esquirlas óseas aguzadas. La estadística por Gru-
pos Tipológicos ofrece estos resultados:
Los motivos decorativos se concretan en las estrías oblicuas de las caras ventrales de
las azagayas o varillas y de los biseles y en una serie de ranuras longitudinales combinadas
que creemos típicas de las azagayas de sección cuadrada. Constan de una o varias ranuras
profundas situadas en las caras menores de las azagayas, más próximas a las aristas que al
centro, (ejemplar n.° 64 de la Memoria) que se ven prolongadas a menudo por otras oblicuas
que parten de ellas formando ángulos (números 64 y 65). En ocasiones cortos trazos perpen-
diculares cortan estos ángulos (n.° 79) o rellenan su Interior (n.° 391) semejando un tipo de
tectiformes que hemos visto representados en Cierro, Cova Rosa y Altamira.
Los motivos curvilíneos simples tienen también una buena representación entre los ma-
teriales del Juyo. Se encuentran con preferencia sobre varillas (números 87, 88, 392) pero
también sobre azagayas (n.° 253) y se reducen a una línea sinuosa que recorre la cara dorsal
por su centro y que puede ramificarse (392) o combinarse con líneas oblicuas cortas (253 y
88). El motivo de la varilla n.° 88 lo encontramos similar a otro representado sobre azagaya
del nivel 4b de la cueva de Rascaño. Como curvilíneas deben clasificarse también las líneas
sinuosas sobre fragmento de cuerno del objeto n.° 396 y la posible representación de caballo
(muy esquemático) de la azagaya n.° 393.
Algunos fragmentos de costillas presentan marcas diversas: zig-zag simple (n.° 395), o
estrías oblicuas (n.° 394).
El nivel IX, que sólo contiene dos interesantes fragmentos de sección auadrangular
aplanada, presenta una azagaya con marcas de caza que a simple vista podría ser clasificada
como de base hendida. No obstante respetamos la opinión de los autores que la silencian,
considerándola probablemente rotura natural.
159
Fauna:
Las piezas presentaban esta distribución por niveles (cantidades absolutas de restos
hallados), según Azpeitia (1958: 115):
Azpeitia concluye que en la fauna del Juyo se da una disminución progresiva y relativa
del Cervus elaphus y Cervus capreolus con un correlativo aumento del Bos prímlgenlus y del
Equus caballus, en los niveles IV al V, lo cual puede Indicar un período de menor pluviosidad
para la región. A partir del nivel VII ocurre el fenómeno contrario: sólo aparece Cervus
elaphus, si bien el escaso número de ejemplares faunísticos no permite aventurar hipótesis.
Bibliografía:
Jordá en 1963: 12 y 18 la cataloga entre las veintiséis cuevas cantábricas con yacimien-
to Magdaleniense Inferior.
Bibliografía:
ItíU
Las primeras referencias se encuentran en Breuil y Obermaier, 1912, si bien no citan
la ex'stencia de yacimiento arqueológico.
Estratigrafía:
Carballo (1952: 75-79) da cuenta de sus excavaciones de este modo: "en la primera
calicata que hicimos, a sólo 10 cm. de profundidad, hallamos un nivel Magdaleniense con
abundante industria lítica pero escasas tallas ó-eas. Bajo este yacimiento, sin estrato alguno
de separación, apareció un Solutrense Superior con hermosas formas líticas muy clásicas y
más abundante que en otras grutas de esta región".
En realidad podemos notar una serie de contradicciones entre los datos ofrecidos por
Carballo y González Echegaray y Ripoll: por ejemolo Carballo habla de una escasa Industria
ósea en el nivel Magdaleniense y González Echegaray y Ripoll atribuyen todas las piezas óseas,
excepto una, al nivel Magdaleniense. Quizá esto pueda explicarse pensando que la publica-
ción en 1952 de Carballo se refiriera solamente a las excavaciones de 1951, mientras que la
de Echegaray y Ripoll contiene ya los materiales de 1952.
De cualquier modo, parece que la separación de niveles fue más tipológica que estra-
tigráfica en una gran parte de los materiales probablemente porque ya no se pudiera hacer
otra cosa cuando fueron estudiados por G. Echegaray y Ripoll. Estos deciden hacer la esta-
dística de la industria lítica sobre la totalidad de las piezas sin ninguna distinción de niveles,
los cuales además presentan la misma textura "tierras arcillosas y negras sin ninguna sepa-
ración entre ellas".
Mil
No nos parecen ilógicos los razonamientos de Straus pero tampoco podremos afirmar
nunca con seguridad que exista sólo un nivel solutrense ya que hemos visto en muchos yaci-
mientos cantábricos como Solutrense Superior y Magdalenienses Inferior se superponían en
íntimo contacto, presentando una coloración semejante y diferenciando los niveles únicamente
por la aparición de puntas solutrenses en un momento determinado. Tal es el caso de Alta-
mira contado escrupulosamente por Alcalde del Río (1906), cueva próxima a la Pasiega cul-
tural y geográficamente.
En favor de los argumentos de Straus puede sugerirse el hecho de que Carballo había
terminado de excavar poco antes la vecina cueva del Castillo y podía tener una Idea precon-
cebida de qué niveles debían aparecer en La Pasiega. Sin embargo, los fósiles directores de
su industria ósea parecen abogar por un Magdaleniense.
Un predominio del índice de buril sobre el del raspador, incluso computando el raspa-
dor nucleiforme (IG: 28,2 IB: 29,4 y también, sin el n.° 15, IG: 21,7 IB: 32,05).
Una relativa abundancia de los buriles sobre truncadura que, aunque no logran superar
a los diedros, alcanzan un alto índice: IBd: 15,2 IBt: 9,4.
Los índices de Perforador y Grupo Perigordiense son escasos (2,3) y el restringido de
Raspador Auriñaciense normal (47,05). El Grupo Auriñaciense representa el 11,7.
El índice del Sustrato es muy alto para una cueva de la provincia de Santander (IS:
31,7). Se debe en su mayor parte a láminas de silex retocadas o denticuladas que parecen in-
dicar un momento más avanzado del Magdaleniense,
162
Lámina 67.—La Pasiega. Industria lítica "magdaleniense".
Lámina 68.
II.4
V ^
Lámina 69.—La Pasiega. (N.° 3 según G . Echegaray y Ripoll).
|(iS
Si incluimos en la estadística del instrumental óseo los 13 dientes y el caracol perfo-
rado que se hallaban formando un collar, los porcentajes varían sensiblemente, al aumentar los
objetos, hasta 40:
I. Azagayas: 16: 40,0 %
VI. Esquirlas aguzadas: 3: 7,5 %
VII. Puntas planas: 3: 7,5%
VIII. Varillas: 2: 5,0%
IX. Espátulas: 2: 5,0 %
XXIII. Placas colgantes: 1: 2,5%
XXVI. Colgantes: 14: 35,0 %
Si nos concretamos a las secciones obtenemos estos resultados:
Sección circular: 8: 34,7 %
Sección triangular: 4: 17,3 %
Sección cuadrangular: 4: 17,3 %
Sección aplanada: 4: 17,3 %
Sección planoconvexa: 1: 4,3%
Sección lenticular: 2: 8,6 %
Total: 23 objetos, incluidos los fragmentos.
Fauna:
Fue determinada por Crusafont y Tomás Domenech quienes asignan al Magdaleniense
III las siguientes especies:
Cervus elaphus. Ursus spelaeus.
Bos sp (especie pequeña). Mustela putorlus.
Equus robustus.
Straus determinó en 1974 el número mínimo de individuos del conjunto solutreo-mag-
daleniense:
Cervus elaphus: 12 individuos (4 jóvenes).
Gran bóvido (Blson/Bos): 3 (1 joven).
Equus caballus: 1.
Capra Ibex: 2 (1 joven).
Rupicapra rupicapra: 1.
Ursus spelaeus: 2.
Vulpes vulpes: 2.
Bibliografía:
Breuil y Obermaier, 1912; Breuil-Obermaier-Alcalde del Río, 1913; Carballo, 1952; Gonzá-
lez Echegaray y Ripoll, 1954; Solutrense en Jordá, 1955 y Corchón, 1971b; I. Barandiarán, 1973;
Straus, 1976.
Fue descubierta por Sautuola y prospectada por él y Vilanova y Piera en torno al 1880.
Más tarde Alcalde del Río descubrió los grabados de aves del interior y los dio a conocer a
Breuil, junto con el cual distinguió un Solutrense, Magdaleniense y quizá Aziliense en el re-
lleno arqueológico. En 1910 Bearty y Carballo efectuaron un sondeo. En 1914 Cendrero y en
1915 Obermaier la visitaron recogiendo algunos objetos. Entre 1925 y 1932 Carballo efectuó
excavaciones con la colaboración de Me Curdy (1930) y Larín (1932). Este último excavó
después en 1934 y 1941, concretándose sus prospecciones, junto con las de Carballo, princi-
166
pálmente en el Magdaleniense Superior. Por fin entre 1952 y 1957 Martínez Santa Olalla dirigió
unas correctas excavaciones en las que participaron entre otros Leroi Gourhan y Cheynier.
Sus resultados han permanecido inéditos hasta la fecha si bien J . González Echegaray e l. Ba-
randiarán preparan la publicación en breve de los materiales del Pendo, contando con los dia-
rios que sobre las excavaciones realizaron Leroi Gourhan y Cheynier. El estudio de polen ha
sido efectuado por Arlette Leroi Gourhan.*
Estratigrafía:
Santa Olalla aclara que las capas XVI a XII, que figuran sin determinar, son evidentes
geológicamente pero no han dado los materiales suficientes para clasificarlas y que los es-
tratos 19 a 25, 27 y 28 han sido determinados a base de los hallazgos de otras excavaciones
(Museo de Santander) realizadas en otra área de la caverna (con toda seguridad debe refe-
rirse a las excavaciones en niveles magdalenienses de Carballo).
* Estando ya entregada la presente obra ha aparecido !a monografía a que se hace referencia en el texto y cuya
f: ha bibliografía es: GONZÁLEZ ECHEGARAY, J., FREEMAN, L . G . , BARANDIARÁN, I. et alii, El yacimiento de la Cueva de
"El Perdo" (Excavaciones 1953-1957), Bibliotheca Praehisto ica Hispana, XVII, Madrid 1980.
Iíi7
Un estudio exhaustivo de los diarios uo ^_nta Olalla, que creemos se conservan en Ma-
drid, y su comparación con los de Cheynier y Leroi Gourhan (aunque al parecer éste no ex-
cavó en niveles magdalenienses) podría aclarar la presencia de Magdaleniense Inicial en el
Pendo. González Echegaray y Barandiarán, a la vista de los materiales, nos han comentado
que es difícil atribuir el Magdaleniense Inferior a un nivel determinado. Los más posibles (3 y 4
de la publicación de Echegaray y Barandiarán) son muy semejantes entre sí y tanto se pare-
cen al Auriñaciense (nivel 6) como al Magdaleniense Superior (1C). La industria ósea, muy
pobre, no aporta fósiles directores (sencillas azagayas de base monobiselada, esquirlas agu-
zadas...). La gráfica de la industria lítica representa:
Los autores prefieren para estos niveles un auriñaciense muy evolucionado y descar-
tan la posibilidad de un Magdaleniense III, si bien consideran que no iría del todo mal un
Magdaleniense muy inicial. La dificultad de determinar el nivel solutrense de las excavaciones
de Santa Olalla no hace posible la elección de Auriñaciense evolucionado o Magdaleniense
muy inicial.
Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1911; Obermaier, 1925; San Valero, 1957; Carballo, 1960.
Estudio de su arte mobiliar en:
Carballo, 1960; I. Barandiarán, 1973.
La orilla derecha del río Miera ha sido lugar preferente, escogido por los hombres
magdalenienses para una estancia más o menos prolongada. No tiene cuevas importantes
como cavernas, pero sus pequeños abrigos y cavidades debieron poseer un alto valor estra-
tégico como cazaderos. Con frecuencia los yacimientos se hallan asociados a aguas templa-
das o medicinales: la fuente del Francés en Hoznayo, Solares, Liérganes...
I68
clima y altitud, a juzgar por los restos que de ella se han encontrado en la cueva
de Rascaño. Conocemos tres yacimientos que pudieron utilizarse en el Magdale-
niense Inferior como cazaderos de este animal: Bona, Rascaño y Salitre. Los tres
dominan valles encajados por los que corre el Miera a pocos metros por debajo
de ellos.
Fue descubierta por Sierra con posterioridad a 1909 ya que no aparece reseñada en
su Mapa Paletnográfico... Se halla situada inmediatamente al lado de la cueva de Rascaño y
posiblemente deba identificarse con el abrigo de pocos metros de diámetro que se encuentra
a unos 30 m. a la izquierda de la boca de Rascaño, algo por debajo de ella, a orillas del Mie-
ra y a unos 10 m. sobre el cauce del río. En su superficie se encuentran con facilidad muy
buenas piezas líticas.
Estratigrafía:
Obermaier en 1925: 173 cita únicamente un yacimiento Solutrense Superior sin referir-
se a la existencia de un Magdaleniense. En 1924: 161 tampoco se refiere a la Bona al dar la
relación de las cuevas de Santander con depósitos magdalenienses indeterminados y sí a la
cercana Fuente del Francés. No obstante Corchón (1971b: 159) y Jordá (1955: 127), a quien
sigue Corchón, recogen una cita de Obermaier (p. 133) según el cual un pequeño depósito
magdaleniense se superpone al nivel Solutrense Superior. Los materiales que se encuentran
en la superficie actual de la cueva (buriles diedros de dos pendientes, láminas retocadas...)
no desmienten ni confirman tal atribución.
Fue excavada en 1880 por E. de la Pedraja. Alcalde del Río (1906) se refirió a sus ma-
teriales y Obermaier (1925) a su estratigrafía. Según este último se encontraban vestigios de
Magdaleniense, Solutrense y Musteriense (enteramente removido). En 1925: 173 añade que el
yacimiento ha sido ya totalmente destruido.
Alcalde del Río ( en Cartailhac-Breuil, 1906: 247) cita los siguientes restos: rinoceron-
te, caballo, ciervo, bóvido, una punta, "un raspador bastante grueso, una punta de bordes
paralelos, una raedera y muchas cuarcitas talladas".
Bibliografía:
r
Cueva de Rascaño (Mirones de Miera): ~
Se halla situada en la margen derecha del río Miera, al Sureste y a 1 km. de Mirones,
ayuntamiento de Miera, partido judicial de Santoña. La boca está orientada al SW y se abre
a unos 20 m. sobre el nivel del río. Con el nombre de Rascaño (o mejor Rescaño) se cono-
cen 3 bocas de cuevas o abrigos que se encuentran situadas una encima de otra en vertical
li¡<)
sobre el Miera. La primera, al nivel del río, no contiene yacimiento conocido; la segunda es
la cueva excavada por Obermaier la cual presenta varias galerías, algunas de ellas todavía
obstruidas por yacimiento; la tercera es un pequeño abrigo situado sobre el anterior que con-
tenía un nivel Solutrense y que cita Vega del Sella (Márquez Uría, 1914: 832) como "Res-
caño Solutrense".
La segunda cueva, la conocida por la bibliografía, fue prospectada por Juan R. Gómez
Riaño de Liérganes y Jesús Carballo quienes encontraron niveles revueltos por excavaciones
hechas por los aldeanos para sacar abonos. Practicaron una zanja de la que obtuvieron obje-
tos azilienses y magdalenienses que fueron depositados en el Museo de Ciencias Naturales de
Madrid. Los trabajos se suspendieron tras "una rapidísima visita" de Hernández Pacheco. Con
posterioridad continuaron las excavaciones Gómez Riaño y el P. Sierra y los objetos pasaron
a la colección particular del P. Sierra en Limpias. En 1921 Vega del Sella y Obermaier visita-
ron la cueva encontrándola ya bastante excavada, con sólo unos metros cúbicos de Magdale-
niense. Esto decidió a Obermaier a efectuar una excavación rápida en la parte derecha del
yacimiento con la ayuda de Juan y Francisco Riaño, pasando los materiales a la colección del
palacio de Liria en Madrid. En 1974 L. Straus exploró la zona y acondicionó los accesos a la
cueva y J . González Echegaray e I. Barandiarán realizaron una excavación en los meses de
agosto y septiembre del mismo año y en la cual tomamos parte. La superficie excavada tuvo
que limitarse a la parte del fondo, única que permanecía intacta tras los trabajos anteriores,
casi ya en contacto con el techo de la cueva. Al profundizar en los cuadros VIII y IX B y C
apareció la boca de una nueva galería practicable en unos 10 m. de longitud.
Estratigrafía:
En 1925: 173 omite en cambio las "trazas de Solutrense" y añade "y el fragmento de
un bastón de mando terminado por la escultura de una cabeza de cáprido" (colección del
Duque de Alba).
No se refiere a más niveles Obermaier en la bibliografía pero en una caja del Museo
de Santander se encontraron 4 fragmentos de asta (entre ellos un fragmento de sección cua-
drangular con ranuras en los costados) con la siguiente indicación sobre etiqueta, al parecer
antigua: "pedazos de asta de ciervo trabajados. 31 (4). Magdaleniense Inferior (c)". Si la
etiqueta pertenece o no a Obermaier es algo que no podemos determinar, simplemente se-
170
ñalaremos el h e c h o de que la " c " c o i n c i d e c o n la numeración correlativa d e los niveles mag-
d a l e n i e n s e s de la excavación O b e r m a i e r y que por otra parte d e s i g n a el M a g d a l e n i e n s e M e -
dio d e la clasificación O b e r m a i e r del M a g d a l e n i e n s e Cantábrico.
171
— Nivel 1: Sin determinar culturalmente, contenía muchos restos de fauna (principal-
mente cabra) y objetos líticos poco típicos. Se subdividía en tres subniveles: 1.1, de color cla-
ro y muy pocos cm. de espesor; 1-2, de color oscuro; 1. 3: una masa de cantos rodados y
fauna que se hacía más potente cuanto más al fondo de la cueva.
— Nivel 4: Magdaleniense III Cantábrico clásico. De color negro y textura suelta. Con-
tenía un predominio masivo de azagayas monobiseladas de sección cuadrada y decoración
geométrica en la industria ósea y de nucleitos raspadores en la lítica. Su parte inferior se
hallaba ocupada por una brecha de huesos de animales y cornamentas de ciervo y cabra (ni-
vel 4b) que contenía la misma industria que el nivel 4.
Hasta aquí llegaron las excavaciones de los prehistoriadores anteriores ya que se to-
paron con una capa de arcilla de apariencia estéril. Sobre ella se había formado el suelo ac-
tual de la zona excavada, con un nivel revuelto que dio importantes piezas óseas y una punta
solutrense en cuarcita. Bajo el nivel de arcilla efectuó L. Straus una cata, en busca del nivel
Solutrense, y encontró hasta 10 niveles en los que capas arcillosas amarillas contenían ho-
gares negruzcos con objetos líticos escasos pero que denotaban su pertenencia al Paleolítico
Superior (láminas de sílex retocadas, algún buril...).
Materiales:
Industria lítica:
En la excavación de 1974 se recogieron 601 piezas líticas trabajadas entre los niveles
3, 4 y 5. Hemos incluido en la estadística el nivel 3 negro y 3 inferior en el 3 y el 4b en el 4,
los 3 subniveles del 5 también han sido computados juntos. En el sistema Laplace se distri-
buyen en los tipos siguientes:
172
Nivel 3 Nivel 4 Nivel 5 Nivel 3 Nivel 4 Nivel 5
B1 — 2 3 LD2 21 15 8
B2 4 1 4 DT2 2 — —
B3 6 4 2 DT3 — — 1
B4 1 — — DT4 2 1 —
B5 8 6 3 PD1 7 1 4
B6 — — 1 PD2 3 1 —
B7 — 1 — PD4 11 7 7
B8 — — 1 PD5 1 — —
B9 2 — — Gm4 — 1 —
B.N. 5 7 2 Bc1 2 4 10
G1 6 — 1 Bc2 6 1 3
G2 1 — • — T1 — — —
G3 11 4 9 T2 3 — —
G4 — — — T3 — 2 1
G7 5 5 1 D1 1 7 10
G8 8 6 2 D2 8 7 6
G9 8 14 7 R1 1 2 —
R.N. 64 127 33 R2 2 4 4
A1 2 4 — R3 — 1 1
A2 3 5 4 L1 — — 4
LD1 10 4 2 L2 7 2 4
Total: 221 246 140
Casi la totalidad de los objetos trabajados están realizados en sílex, sólo tres nuclei-
tos raspadores y alguna pieza más están trabajados en cuarcita.
En el Apéndice I, ofrecemos los porcentajes de los tipos primarios de los tres niveles
según la lista de Sonneville Bordes. En la Lám. 71 aparecen reflejados en gráficas
acumulativas.
Los índices de los Grupos Tipológicos no reflejan una evolución progresiva en los tres
niveles. Los resultados fueron estos:
1. El raspador: suoera en los tres niveles al índice de buril, acortándose las diferen-
cias existentes entre ambos al dejar de computar el raspador nucleiforme. Este se comporta
de una manera muy inestable alcanzando su mayor porcentaje en el nivel 4 (51,6), el clásico
Magdaleniense III Cantábrico. En los otros dos niveles su porcentaje es importante pero me-
nor que el común de los restantes yacimientos cantábricos atribuidos al Magdaleniense Inferior
(21,49 para el 5 y 29,8 % para el 3). En conjunto se observa un progresivo aumento del raspa-
dor a medida que avanza el Maqdaleniense: IG: 15,4 (nivel 5); 23,2 (nivel 4); 25,8 (nivel 3).
Computando el nucleiforme los índices varían sensiblemente: 33,5 (nivel 5); 62,9 (nivel 4);
47,9 (nivel 3). El índice restrinqido del raspador auriñaciense (sin computar el tipo 15) ofrece
estas cifras: nivel 5: 58,8; nivel 4: 85,1 (altísimo); nivel 3: 57,5. El alto índice obtenido por el ni-
vel 4 se debe no a la presencia de muchos tipos carenados y en hocico sino a la ausencia
casi completa de raspadores planos (1,65%) que parecen presentar un porcentaje inversa-
mente proporcional a los nucleiformes.
2. El buril: ofrece muy bajos porcentajes en todos sus tipos. El fabricado sobre trun-
cadura no aparece en los niveles superiores y en el 5 presenta un índice escaso: 1,8. Los
nucleiformes en cambio son más abundantes, especialmente en el nivel 4 que parece estar
especializado en útiles sobre núcleo. Los índices generales (sin computar el raspador nuclei-
173
forme) o f r e c e n estos resultados: nivel 5: 13,6: nivel 4: 18,9; nivel 3: 15,4. N o t e m o s que, en
contra de lo e s p e r a d o , el nivel 3 (que estratigráficamente se sitúa junto al nivel C de Cueto
de la Mina) no presenta un índice mayor de buriles.
'» » 1/ II II 71 II 12
2« 21 II
174
deberemos hacer justicia con Hernández Pacheco ya que la incierta cueva de la Paloma pre-
senta los porcentajes más altos de hojitas de dorso, después de Rascaño y sus índices del
GP son comparables a los de la cueva santanderina: nivel 6 (Magdaleniesse Medio): G P :
20,8; nivel 8 (posible Magdaleniense Inferior) GP: 10,4.
Entre los objetos líticos con un significado especial, señalaremos la presencia de dor-
sos más truncaduras (DT2, DT3 y DT4) en los tres niveles, e, incluso, de un geométrico po-
co típico (Gm4, triángulo isósceles) en el nivel 4, lo cual no va mal con la teoría clásica de
que en el Magdaleniense III los isósceles aparecen por encima de los escalenos. Estos últi-
mos, sin embargo, no aparecen entre los materiales de Rascaño, yacimiento en el que el Mag-
daleniense II no parece estar representado.
La raclette, por su parte, está presente en los tres niveles, aunque en pequeñas canti-
dades: 2,1 % en el nivel 5, 0,4 en el 4 y 0 9 en el 3. Debemos señalar también la presencia de
una pieza con inicio de retoque plano en el nivel 5.
Industria ósea:
Los tres niveles estudiados han dado en total 140 objetos óseos, de los cuales 22 per-
tenecen al nivel 3, 66 al nivel 4 y 52 al nivel 5. Los objetos del nivel 3 son escasos y poco típi-
cos, al contrario que su industria lítica que es relativamente abundante. En el Apéndice II
clasificamos por tipos primarlos y secundarios la industria ósea de los tres niveles.
Por Grupos Tipológicos una estadística, poco segura por la escasez de ejemplares, nos
ofrece estos resultados:
175
Llama la atención la abundancia de objetos en el grupo VI, esquirlas óseas trabajadas,
que en el nivel 5 llegan a hacerse útil dominante superando incluso a las azagayas. Se trata
de fragmentos de huesos largos retocados al mismo modo que el sílex, con muesca y reto-
ques inversos.
La estadística por secciones marca una distinción tajante entre los tres niveles:
Dejando aparte el nivel 3, que por lo atípico de sus objetos no puede valorarse como
es debido, encontramos grandes diferencias entre el nivel 4 y el 5. En el primero predomina
ampliamente la azagaya de sección cuadrangular que hemos visto dominar en el Juyo, Bal-
mori, Cierro y Cueto de la Mina D; en el segundo predomina la azagaya de sección aplana-
da, la cual presenta además ejemplares muy bellos. La sección triangular está presente en
todos los niveles pero en porcentajes menores. Podría señalarse, con las reservas de rigor, un
aumento progresivo de este tipo de sección, sin que en ningún momento llegue a hacerse
significativa. Las varillas son muy escasas en todos los niveles, contrastando con la relativa
abundancia que presenta el nivel 2 de la misma cueva con 4 ejemplares de sección plano-
convexa que suponen el 18,1 % de las secciones y 4 posibles de sección aplanada que re-
presentan el mismo porcentaje.
Las agujas, por su parte, son más abundantes en el nivel 5 que en el resto, por lo que
parece que tienden a disminuir dentro del Magdaleniense del Rascaño.
Sin embargo, son los objetos óseos individuales los que definen la industria de los tres
niveles de Rascaño. (Véase su reproducción en la publicación monográfica)'
En el nivel 3 apenas sí podemos distinguir objetos típicos. Sólo una azagaya corta de
sección circular y monobisel de más de 1/3.
También debe destacarse una especie de espátula con grabado en retícula en su extre-
mo plano y ancho que nos recuerda un ejemplar semejante de la cueva del Castillo.
I7()
El nivel 5 ofrece varios ejemplares únicos:
Una azagaya corta de sección circular y monobisel de más de 1/3 con estrías en espi-
ga. Debe situarse en la misma línea de objetos asimilables al Magdaleniense I francés.
Un bisel partido de azagaya reaprovechado como colgante mediante una perforación.
Un fragmento de varilla de sección planoconvexa gruesa, al parecer de gran tamaño
y con in'cio de decoración curvilínea, muy profunda, en el dorso.
Los tipos de puntas largas, de sección gruesa oval, con finas estrías oblicuas de ras-
pado en los costados. Encontramos ejemplares idénticos en la cueva del Río.
Señalemos por último, entre la Industria ósea, los numerosos fragmentos de astas con
profundos recortes de buril y las varillas extraídas de ellos aun sin trabajar.
La industria ósea de Rascaño se completa, en sus niveles del Magdaleniense Inferior,
con un fragmento de omoplato con el típico grabado de estrías representando un bisonte, roto
en la parte de la cabeza. Desgraciadamente esta pieza, importante para nuestro Magdalenien-
se, apareció en el cribado del nivel revuelto. No obstante un pequeño fragmento óseo con
un claro grabado estriado apareció en la parte inferior del nivel 3, aunque no coincidía con el
omoplato del bisonte. Una primera publicación de este objeto en I. Barandiarán y J . González
Echegaray 1979. La reproducción gráfica de la industria lítica y ósea puede verse en la me-
moria final de la excavación de 1975. (En la monografía n.° 3 en esta misma serie).
Fauna:
Estudiada por J . Altuna no se conocen todavía los datos estadísticos. No obstante, por
lo que hemos observado en el curso de la excavación, la cabra predomina ampliamente so-
bre el resto de los mamíferos. Le siguen, muy por debajo, el ciervo y quizá el rebeco, exis-
tiendo también algunos restos de gran bóvido y caballo.
Se encuentran asimismo numerosas vértebras de peces, posiblemente salmónidos pes-
cados en el cercano Miera, y muy pocas conchas marinas, hecho explicable por la distancia
a que se encuentra del mar.
También puede hablarse en Rascaño de una selección de las partes del animal que
fueron llevadas a la cueva: las cabezas alcanzan la mayor representación con numerosos res-
tos de mandíbulas y cornamentas de ciervo, cabra y bóvido que llegaron a constituir la brecha
del nivel 4b. Parece que hubo un trabajo "in situ" de elaboración de instrumentos óseos, pu-
diendo reconstruirse todas las fases del proceso de fabricación de una azagaya.
Bibliografía:
Obermaier, 1916, 1924 y 1925; Márquez Uría, 1974; I. Barandiarán y González Echega-
ray, 1979; González Echegaray, 1979.
177
Cueva de Salitre (Ajanedo, Miera):
Situada en la margen derecha del Miera, enfrente del pueblo de Miera, se abre hacia
el Oeste la boca de la cueva. Para acceder a ella es preciso salvar una violenta pendiente
de 30 m. desde la carretera y de 80 m. desde el cauce del río. La cueva consta de un vestí-
bulo de 10 m. de anchura y un largo corredor uniforme de 165 m. de longitud. Fue descu-
bierta el 21 de julio de 1903 por el P. Sierra quien determinó la existencia de yacimiento y de
pinturas. En 1906 Alcalde del Río visitó la cueva descubriendo nuevas figuras parietales. La
cueva se formó en las calizas del Infracretáceo Superior. En 1979 F. Bernaldo de Quirós y V.
Cabrera han reemprendido las excavaciones, todavía inéditas.
Estratigrafía:
Materiales:
Sierra (1909: 109) encontró los objetos siguientes:
En sílex: "11 láminas, 2 en punta y 5 en raspador; 2 raspadores nucleiformes, 3 raspa-
dores semiovalares, 2 núcleos, 5 buriles en punta de lámina, 1 buril ordinario, 2 buriles-ras-
padores típicos magdalenienses, 2 puntas pseudomusterienses y un taladro".
En hueso: un hueso plano y ancho terminado en punta.
En la colección Instituto del Museo de Santander encontramos solamente un disquito
raspador, unas 20 lascas y varios fragmentos de fauna.
Fauna:
Harlé en 1908 determina las siguientes especies sin indicación de nivel (Altuna, 1972):
Ursus spetaeus: Cervus elaphus; Capra ibex; Rupicapra rupicapra.
Sierra en 1909 encontró los siguientes restos:
2 Ursus spelaeus, 2 oso pardo, 10 ciervo, 2 gamuza, 8 cabra montes, 2 caballo, 1 jabalí,
6 rumiantes.
Entre las conchas abundaba la Patella vulgata de tamaño grande (var. Sautuolae) y la
Littorina littorea.
Bibliografía:
Sierra, 1909; Alcalde del Río, Breuil y Sierra, 1911; Obermaier, 1925.
1 7»
En fauna: 4 huesos de Cervus elaphus, 1 de gamuza y un pedazo de cráneo humano.
Entre los moluscos Patella vulgata, Llttorlna littorea y Mytilus edulls."
Bibliografía:
La cuenca del Miera presenta además otros yacimientos que no contienen niveles asimi-
lables al Magdaleniense Inferior: cueva Morín se halla en sus cercanías y también el impor-
tante yacimiento del Piélago, en la zona de Rascaño, con muy buenos materiales azillenses.
Sierra, por su parte, recoge en su Mapa Paletnográfico 3 cuevas de las que nada sabemos:
las de Moro, Mar y La Peña.
PROVINCIA DE VIZCAYA
179
Lámina 72.—Provincias de Vizcaya y Guipúzcoa:
• Con un nivel Magdaleniense Inferior.
« Con niveles magdalenienses ^determinados.
* Sólo con Magdaleniense Superior-Final.
40 a 50 cm. de espesor, sin que llegase apenas a ser visitada por el hombre. Al final de esta
etapa (describe de abajo arriba) grandes bloques calizos desprendidos del techo pavimen-
taron una gran parte del suelo. Continuó después la formación del depósito arcilloso, contri-
buyendo ya el hombre a colmarlo (...). Las capas varían artificialmente cada 10 cm.:
En la Lám. 73 reproducimos el corte teórico de los niveles de Atxurra según las indica-
ciones de J . M. de Barandiarán. A la izquierda sus equivalencias culturales según I. Barandia-
rán. No creemos que haya diferencia alguna entre "compacta clara" y "compacta amarilla" en
la terminología de D. José Miguel de Barandiarán, sin embargo marcamos una división ya que
emplea un vocablo distinto a partir del nivel VII.
Me. Collough (1971: 228) explica la repartición de los materiales de Atxurra en tres
lotes, correspondientes a tres sectores, (A, B y C) y a distintas campañas de excavación.
Computa asimismo 14 piezas en el nivel D y 90 en el C y con ella y sus profundidades reorga-
niza la atribución cultural de los últimos niveles, basándose en la presencia de fósiles directo-
res del Solutrense y del Noaillense, junto a la ausencia de los mismos en el Magdaleniense.
De este modo la estratigrafía propuesta por Me. Collough en 1971: 233 queda como
sigue:
0- 40 cm. Neoeneolítíco?
40- 60 cm. Magdaleniense Final-Aziliense?
lili
Lámina 73. Atxurra. Estratigrafía, planta y materiales.
Ifi2
60- 80 cm. Magdaleniense?, de dorsos, truncaduras y dorso-truncaduras. Con un hogar
que alcanza los 110 cm.
80-170 cm. Solutrense y Noaillense mezclados, con una posición clara de sus fósiles
directores en el sector B, en el cual los objetos solutrenses van de los 85 a
los 115 cm. y los buriles de Noailles de los 115 a los 150 cm.
Nada puede objetarse a esta interpretación estratigráfica, sólo señalar que el único
objeto que podría haber servido como fósil director de un Magdaleniense (II), una hojita de
dorso con truncadura oblicua (muy posible escaleno), se encontraba en el cuadro 13D (que
no es el hogar magdaleniense, aunque está próximo a él) a una profundidad de 110 cm., se-
gún su sigla.
Materiales:
Contienen indicación expresa del sector al que pertenecen (A, B o C ) , que no debe
confundirse con alusiones a un nivel, además la profundidad y el cuadro, a veces algo con-
fusas como una indicación general de " C : 0,50-0,60, 6 de septiembre de 1935" y materiales en
su Interior con sigla entre 55 y 110 cm. Creemos mejor seguir a Me. Collough, quien al pare-
cer tuvo menos problemas con los materiales y quien los encontró en su mayoría tal como los
había dejado J . M. e I. Barandiarán, (envueltos en papel de periódico y con todas las indi-
caciones).
Según Me. Collough, el nivel C contenía 90 objetos, con buriles de Noailles distribuidos
por los tres sectores, a una profundidad entre 100 y 130 cm. 4 de ellos son evidentes. Había
además dos útiles solutrenses entre los 85 y los 115 cm. Los porcentajes se distribuían de es-
te modo:
1H3
to. El nivel C comprendería del VI al XIII, de los 60 a los 140 cm. y a medida que profundi-
záramos encontraríamos los siguientes objetos:
Nivel VII (70-80 cm.): 1 buril diedro de eje, 2 raspadores frontales cortos y un punzón
de sección circular y base monobiselada.
Nivel VIII (80-90 cm.): 3 puntas de dorso, 6 hojitas de dorso y un fragmento de pun-
zón de hueso.
Nivel X (100-110 cm.): 1 punta de dorso,5 hojitas de dorso, 1 buril raspador, 1 cristal de
roca, 2 fragmentos de punzones, 2 huesos con rayas y 5 piedras planas en 9D, dispuestas a
modo de base del hogar que las cubre. El "escaleno" a 110 cm.
Nivel XII (120-130 cm.): 2 láminas retocadas, 2 puntas de dorso, 1 "pieza triangular" y
un buril doble.
Nivel XIII (130-140 cm.): 1 buril diedro, 1 lámina retocada, 1 raspador cónico y 2 cris-
tales de roca.
Puede ensayarse una Interpretación cultural utilizando los débiles fósiles directores:
Encontramos, en primer lugar, un triángulo isósceles claro en el nivel VI, junto a algu-
nos raspadores nucleiformes: en Laugerie Haute sería Magdaleniense III. Treinta cm. más aba-
jo, junto a un hogar aislado, aparece, en el nivel X, un triángulo escaleno, acompañado de un
buen porcentaje de hojitas de dorso: en Laugerie Haute sería Magdaleniense II. Los mismos
índices ofrecidos por Me. Collough en nada desmerecen de un Magdaleniense II al estilo fran-
cés: un predominio no muy grande del buril sobre el raspador y un alto índice del Grupo Pe-
rigordiense.
Fauna:
Bibliografía:
184
aunque existe otra entrada menor orientada al Nordeste. Mide 1,65 m. de alto por 3,35 de
ancho y el suelo penetra en declive rápido hacia el interior donde se agrandan las proporcio-
nes de la cueva.
Estratigrafía:
— Lo escaso y poco característico de los materiales que impide una mayor concre-
ción estratigráfica.
Nivel A: Tierra floja pulverulenta cenicienta: su parte superior está ocupada por una cul-
tura postneolítica y la inferior por una neolítica que contiene mariscos sin Littorina.
Nivel B: Tierra pedregosa con hogares: su parte inferior pertenece al Aziliense con
arpones.
Nivel F: Tierra compacta con raspadores aquillados y más abajo un punzón de hueso
de base biselada.
Nivel G: Conglomerado estéril.
1(15
Lámina 74.—Lumentxa. Planta y zona excavada (según Aranzadi y Barandiarán). Correspon
dencia de los cuadros de las siglas de los objetos con los tramos excavados (depósito de
J. M . de Barandiarán en el Museo Histórico de Vizcaya).
De este modo los 4 últimos niveles quedan sin una adscripción cultural, aunque no es
difícil suponer un Magdaleniense Superior para el nivel D.
En 1960 González Echegaray buscó una determinación basado en posibles fósiles di-
rectores: el nivel D dio un arpón de tipo Magdaleniense V, el nivel E una azagaya cuadran-
gular de base ahorquillada lo que sería una prueba para datar el nivel en un Magdaleniense IV
(aunque no crea Echegaray que se trata de una azagaya típica de base ahorquillada) y el
nivel F dio una pequeña azagaya con un bisel simple que ocupa casi la mitad de la pieza, tal
como muchas azagayas del Magdaleniense III del Parpalló (González Echegaray 1960: 72).
Más adelante veremos el problema de la situación estratigráfica y la entidad de la azagaya
de base ahorquillada.
En 1962 el propio José Miguel de Barandiarán aporta nuevas dataciones para los nive-
les de Lumentxa al hablar (1962: 14) de un auriñaciense típico, si bien el único material que
expone de tal período es una simple escotadura (1962a, fig. 6g).
I. Barandiarán por su parte cree que los raspadores aquillados del nivel F pudieran ser
más decisivos a la hora de determinar un auriñaciense típico (1967: 162).
Los fondos del Museo de Bilbao, lejos de aclarar la situación, complican aún más la
determinación cultural de los últimos niveles, no presentando, por ejemplo, en ningún mo-
mento una acumulación de raspadores aquillados. Veamos la situación de los objetos
"típicos":
La supuesta azagaya de base ahorquillada contiene sigla de L.8D.135, por lo que, según
la correspondencia de cuadros y tramos, debió pertenecer al tramo 13, ya que es el más cer-
cano al cuadro 8D de los tres tramos excavados el 24 de agosto (en realidad comparando la
equivalencia de tramos y sectores, debería corresponder al tramo 18 y 19 pero debe admitirse
un margen de error entre los tramos vecinos ya que la división en cuadros se hizo algunos
años más tarde, del mismo modo que la sigla de los objetos de las primeras campañas, cuya
determinación de cuadro fue hecha de un modo aproximado).
Sin embargo, la cuestión se plantea desde dos puntos de vista: si son dos objetos dis-
tintos y a qué nivel pertenecen cada uno. Respecto a la primera pregunta hay razones para
creer que se trate de un solo objeto al que se le han asignado dos profundidades distintas
por posible confusión con un fragmento de punzón que apareció al mismo tiempo. En efecto
vemos que cuando se cita claramente la base hendida (p. 81) la pieza supuesta de base ahor-
quillada es casi pasada por alto y cuando se cita el pedazo "con surco" (p. 110) se calla
totalmente la existencia de la de base hendida.
187
Además en los fondos del Museo de Bilbao no existe ninguna pieza de base hendida
de Lumentxa y sí la ahorquillada.
Ahora bien, si se trata de una sola pieza ¿cuál de las dos profundidades es la correcta?
(1,35 ó 1,60). A pesar de la sigla creemos que hay menos margen de error en 1,60 ya que fue
indicada en el mismo día en que fue extraída de la tierra y así debió figurar en los diarios,
mientras que 1,35 fue una profundidad asignada días más tarde, al hacer el recuento de las
piezas importantes. La sigla ya hemos dicho que fue colocada muchos años después, por lo
que no debe valorarse demasiado. Es interesante señalar también que en 1962 cuando J . M.
de Barandiarán alude a un auriñaciense en Lumentxa cita una azagaya de base hendida de
Santimamiñe pero ninguna de Lumentxa, encontrando tan solo una escotadura para determi-
nar este período.
De este modo sólo si damos como válida la profundidad de 1,50-1,60 para el punzón sl-
glado en 1,35 podremos adscribir al nivel E la supuesta azagaya de base ahorquillada ya que
entre 1,35 y 1,50 "la tierra es negruzca" y entre 1,60 y 1,90 "la tierra es rojiza", siendo estéril
después hasta el conglomerado que aparece a 3,20. Lo curioso es que precisamente entre 1,50
y 1,60 en que apareció la azagaya no se nos da indicación de color, estando por tanto en
el límite de los niveles E y F. Por otra parte las profundidades no coinciden en absoluto con las
generales indicadas en el corte teórico que son en un nivel más bajas (entre 1,35 y 1,60 se
sitúa el nivel D).
1. El conglomerado final es horizontal en toda la cueva como terraza litoral y "sus di-
ferentes profundidades se han de interpretar motivadas por el diferente nivel del límite supe-
rior del yacimiento en las distintas partes del vestíbulo de la caverna" (1935: 106). Por tanto
las profundidades no fueron tomadas respecto a un punto fijo sino a la superficie del terreno.
2. Esta superficie no era uniforme ya que se citan así algunos datos "en el rincón SW
a profundidad de 90 cm. al Norte o 140 al Sur" o "a 120 cm. al Norte o 170 al Sur" (1935: 107
y 110). Hay pues un desnivel de 50 cm., siendo más alta la superficie en el lado Sur (tramos 17
y 16) que en el Norte (tramo 25). Por tanto, no pueden situarse los objetos en un nivel aten-
diendo sólo a su profundidad, sino que debe tenerse en cuenta su tipología y la posible cita
de coloración en el nivel.
IflR
— Los 5 últimos tramos (20-25) presentan asimismo una tierra amarilla estéril a 1,05
(tramo 20) o 1,15 (tramo 25), situada inmediatamente debajo de una negruzca pedregosa.
— De este modo, la superficie en la que pueden aparecer los niveles inferiores queda
únicamente reducida a la parte Sur (tramos 13 a 19), considerando que en el lado Norte la es-
tratigrafía fértil termina con el nivel C (siempre que no afloren a la superficie los niveles infe-
riores, estando ausentes los superiores).
Así pues, analizando los datos que la memoria de 1935 ofrece sobre los tramos del la-
do Sur, encontramos los hechos siguientes:
1. Sólo los tramos 16 y 18 presentan la secuencia completa de la estratigrafía teórica
propuesta por Aranzadi y Barandiarán (1935: 119). En el tramo 16 los niveles A, B y E han
de ser reconstruidos por tipología y por su situación entre los demás. El tramo 18 posee una
fotografía de su secuencia estratigráfica en la Lám. XXVII de la publicación.
2. Los tramos 13, 18 y 19 tienen en común un hogar negruzco que abarca los tres
tramos y que permite reconstruir a partir de él, con muchas reservas, el resto de los niveles.
Todos tienen claro su nivel A, Neolítico, marcado por la cerámica hasta los 0,70-0,80 m. El ni-
vel B, flojo y pedregoso, aparece citado en el tramo 19 entre 0,70 y 0,90 m. A partir de aquí
viene el hogar común que se sitúa entre 1 y 1,20 en el tramo 18, entre 0,90 y 1,20 en el
tramo 19 y posiblemente entre 1,35 y 1,50 en el tramo 13. Parece que por la coloración de-
berá considerarse como perteneciente al nivel C, Magdaleniense Final, ya que en todos los
tramos está situado sobre un nivel amarillo o rojizo que deberá ser interpretado como D: a
partir de 1,20 en el tramo 19, entre 1,20 y 1,60 en el tramo 18 y entre 1,50 y 1,90 en el 13. SI
admitimos esta interpretación la varilla de las serpientes del tramo 18 deberá considerarse del
nivel C, Magdaleniense Final, y no del D, Magdaleniense Superior, sin contradecir por ello la
publicación de 1934: 214 en la que se habla sólo de un "nivel magdaleniense". El nivel E, por
su parte, se localizaría en el tramo 18 entre 1,60 y 2 m. y no existiría en el tramo 19. En el
tramo 13 su Identificación se complica aún más, los datos ofrecidos por la memoria son muy
confusos:
— Tramo 16:
La cerámica se describe hasta los 0,36 m. (nivel A ) .
Entre 0,56 y 0,70 se describe un arpón aplanado (nivel B ) .
189
Entre 0,70 y 0,96 un arpón. Entre 0,96 y 1,20 diversos objetos de arte mueble, entre
ellos la plaquita de hematites con los caballos que en 1935: 110 se especifica que "pertenece
al mismo nivel que la azagaya prismática con surco en un extremo y un arpón" del tramo 13.
Entre 1,35 y 1,45 "en tierra negruzca" apareció un arpón cilindrico (nivel C ) .
Entre 1,65 y 1,95 pedernales y 3 puntas de hueso, una de ellas con incisiones en su
base biselada (¿nivel E?). No se anuncia un cambio en la coloración de la tierra.
Entre 1,95 y 2,16 tierra rojiza con pedernales (¿nivel F?). A partir de 2,16 y hasta los
3,07 la tierra es estéril.
— Tramo 17:
Presenta una configuración especial por estar enclavado entre dos columnas estalag-
míticas y por tener sus niveles un mayor desarrollo que en los tramos anteriores. Las profun-
didades de los niveles son considerablemente más bajas que las de sus equivalentes en los
demás tramos, creemos sin embargo que esto debe interpretarse no como un mayor buza-
miento de los niveles sino quizá como un amontonamiento en la superficie que llegó a tapo-
nar la galería de la zona B. Al ser tomadas las profundidades respecto a la superficie obtene-
mos la impresión de estar situados en un nivel mucho más bajo (F) con objetos que sobre-
pasan los 3 m. de profundidad. Así vemos que:
A partir de los 2,20 comienza una capa pedregosa que contiene, a los 2,40, raspadores
aquillados y que continúa hasta los 2,80.
Entre 2,80 y 3,20 una punta de hueso y pedernales. Entre 3,20 y 3,30 otra punta de
base biselada y pedernales.
A los 3,40 comienza la capa rojiza estéril que termina a los 3,90 con el conglomerado
de base.
A la misma profundidad respecto a la tierra roja estéril (o sea, directamente sobre ella
pero en el nivel anterior) se hallan los objetos del nivel E en los tramos en que éste aparece:
tramo 16: 3 puntas de base biselada (a 1,95 m.); tramo 13: un punzón de base hendida y
abundantes sílex retocados (1,60 m.).
Si a esto añadimos que el nivel F nunca se describe con una coloración determinada,
sino como "tierra más compacta" y que en el tramo 17 (el único que contiene las profundida-
des bajas a las que se refiere el nivel F en el corte estratigráfico de 1935: 119) sólo se cita
un nivel pedregoso, además del rojizo estéril, podremos ponerlo en relación con la capa pe-
dregosa que aparece en la fotografía del tramo 18 de la Lám. XXVII de 1935 y que se describe
como cenicienta, de 40 cm. de espesor y correspondiente por tanto al nivel E (1935: 84). Este
190
mismo nivel quizá pueda también identificarse con el IV de la campaña de 1964, ya que apa-
rece descrito como "oscuro en la banda B y pedregoso en la C" (1966: 32), aunque esto es ya
problema aparte.
En resumen, creemos que el nivel F no parece existir con una entidad arqueológica
sino que debe identificarse con la capa rojiza estéril de 60 cm. que se halla encima del con-
glomerado de base.
La cueva de Lumentxa, junto con las de Santimamiñe y Ermittla, presenta una de las
estratigrafías más difíciles de precisar, debido a la complicada redacción de los diarios de ex-
cavación. Sólo un detenido estudio de los mismos permitiría aclarar el carácter de los dis-
tintos niveles. Todo lo dicho anteriormente debe quedar como un ensayo de interpretación
basado únicamente en los datos ofrecidos por la memoria de 1935 y en los materiales que
hemos podido consultar en el Museo Histórico de Vizcaya en Bilbao.
Materiales:
Todos los objetos de hueso expuestos en las vitrinas con profundidad mayor de 165 cm.
pertenecían a los tramos 22 y 18.
Todas las piezas líticas se concentraban en los tramos 18, 19, 22 y 25 y en los cuadros
1, 2 y 25 de la excavación de 1964.
Teniendo en cuenta que según la memoria estos tramos son estériles a partir de 1,10
(tramo 22) o 1,35 (tramo 19) deberemos pensar que el plano de las correspondencias entre
cuadros y tramos presenta un desfase hacia arriba de tal modo que, por ejemplo, las 3 puntas
óseas del tramo 16 aparecidas entre 165 y 195 cm. aparecen sigladas como pertenecientes al
cuadro 6D (L.6D.190) que se corresponde en el plano con el tramo inmediatamente superior,
el 18.
Intentando salvar toda esta serie de dificultades, y por tanto con todas las reservas,
hemos inventariado 70 piezas líticas que creemos pueden adscribirse en su conjunto a los ni-
veles E-F y 13 objetos óseos bastante típicos.
Poseemos un recuento realizado por Laplace en 1966: 474 con un total de 456 tipos
primarios, el cual sin embargo no podemos valorar estadísticamente ya que no entra en de-
talles y agrupa tranquilamente los niveles E, D y C.
I9l
Lámina 75,—Lumentxa. Niveles E y F.
102
Lámina 76.—'Lumentxa. Gráfica de su industria lítica.
— U n predominio del índice d e buril s o b r e el de raspador: IB: 39,95 frente a IG: 22,84.
Industria ósea ( L á m . 7 7 ) :
m
Lámina 77.—Lumentxa. Industria ósea.
194
— Un fragmento de varilla o espátula con una especie de bisel en una cara y marcas
en la otra; sección lenticular (L.8F.170).
— Una azagaya de sección oval, algo aplanada, con largo monobisel de más de 1/3
surcado de estrías oblicuas izda.-dcha. y siglada como 9F.330.
— Una azagaya de sección circular, base con monobisel mayor de 1/3 surcado de es-
trías oblicuas agrupadas de dos en dos o de tres en tres y siglada como L.9G.330.
— Una azagaya de base adelgazada por recortes y sección oval partida longitudinal-
mente en su mitad inferior y siglada como L.9G.365.
En conjunto, apenas pueden rastrearse diferencias entre los escasos ejemplares óseos de
los niveles E y F. I. Barandiarán (1967: 162) cita además dentro del nivel F 4 Littorina obtu-
sata con perforación ventral y una esquirla recortada de cuerno dentro del nivel F.
Fauna:
Altuna recopila en 1972: 71 los datos ofrecidos en la memoria de 1935 por Aranzadi y
Barandiarán. Aparecen las siguientes especies:
— Nivel E:
Caballo; Gran Bóvido; Capra pyrenaica; Cervus elaphus; Sus scropha; Ursus arctos;
Vulpes vulpes; Talpa occidentalis; Rata de agua.
El caballo parece tener un significado especial en los dos niveles inferiores. Entre los
materiales encontramos unos 20 dientes entre molares e incisivos siglamos como L.7F.195.
— Nivel F:
Y en determinación de C. Gaillard:
Meles vulgarls; Canis sp.; Sclurus vulgarís; Lepus pyrenaicus; Talpa occidentalis.
103
Bibliografía:
Estratigrafía:
En realidad, la determinación del nivel VII como Solutrense Superior se realizó a partir
de un solo fragmento de punta de retoque plano, reproducida en 1935, fig. 42 f y pág. 16, que
apareció en el centro del vestíbulo a 3 m. de profundidad. El nivel solutrense se localizaba en
una zona poco extensa situada en el fondo del portal y principio del vestíbulo y presentaba una
gran irregularidad en sus profundidades como se desprende de estos datos de 1935: 63: "en
la entrada de la cueva las formaciones magdalenienses llegaban por lo menos hasta la pro-
fundidad de 7 m. En el fondo del portal la facies solutrense, inmediatamente debajo de la mag-
daleniense, empezaba a los 3 m. En el antiguo sitio de la verja, delante de la esquina, a 4,70 m.".
Como solutrense podría quizá interpretarse, en opinión de Jordá (1955: 127-128), una
punta de forma triangular con la base rota reproducida en la fig. 40 e. de la memoria de 1935.
La pobreza de fósiles directores de este nivel solutrense lleva a Straus (1974b: 180) a
calificar el yacimiento de Santimamiñe de "estacional", suponiendo que no se viviría en él más
que en una pequeña parte del año. Nosotros hemos computado 274 piezas líticas retocadas y
ninguna de ellas presentaba un retoque plano que sugiriera su carácter solutrense. Sin embar-
go, la bibliografía no encuentra tampoco razones suficientes para calificar la totalidad del
nivel como Magdaleniense Inferior: así González Echegaray (1960: 72) o F. Jordá (1958: 86).
I. Barandiarán (1967: 183) opina que el paso del Solutrense al Magdaleniense Final habría de
notarse en un cambio en la estructura de las tierras o en un estrato estéril y adopta por tanto
la postura conciliadora antes descrita.
Podemos complicar más aún la existencia o no de Magdaleniense Inicial citando las si-
guientes palabras de Sonneville-Bordes (1960: 24) "un fósil director (...) no será suficiente
para hacer atribuir una serie a la cultura que caracteriza habitualmente si está aislado en es-
ta serie y si el resto del utillaje no es concordante con la atribución que él parecía autorizar.
Puede tratarse de un útil recogido por los paleolíticos y su presencia permitirá a lo más atri-
buir la serie a un momento posterior a aquel del cual es fósil, o al menos contemporáneo. Es
el caso de las hojas de laurel encontradas en niveles magdalenienses bastante frecuentemente".
Materiales:
Se hallan depositados en el Museo Histórico de Vizcaya en Bilbao, siglados con indi-
cación de cuadro y nivel. Como en el caso de Lumentxa, la sigla fue redactada muchos años
después de realizarse la excavación y por ello presenta algunas irregularidades como la atri-
bución al nivel VIII de los objetos óseos más característicos del nivel VII, error que ha podido
ser fácilmente corregido pero que nos lleva a dudar si no habrá sido cometido igualmente en
la industria lítica.
Creemos haber revisado la totalidad de los objetos del nivel VII de Santimamiñe (conte-
nidos en las vitrinas y el almacén del Museo de Bilbao) pero ignoramos si habrá más materia-
les en alguna otra parte del mismo Museo. Exponemos nuestras dudas porque no hemos con-
seguido localizar la única punta solutrense del nivel, a pesar de haberla buscado minuciosa-
mente, incluso entre los objetos de las campañas de 1961 y 1962. Incluimos en nuestro inven-
I97
tario estas dos campañas (la última aún sin publicar a pesar de contener dibujos y descripcio-
nes manuscritas de J . M. de Barandiarán) lo que explica la diferencia de 100 piezas líticas
que presenta nuestro recuento respecto al de Straus (1974: 176), quien nos comentó que
tampoco había encontrado la punta solutrense de la publicación.
B1 8 1
B2 13 5
B3 9 3
B4 3 3
B5 13 (ind. B. nucí.) —
B6 5 —
B7 6 1
G1 12 2
G2 3 1
G3 5 4
G4 1 —
G7 2 2
G8 1 —
G9 4 2
R.N. 46 8
A1 4 1
A2 9 —
LD1 4 2
LD2 10 2
LD3 — 1
PD2 2 —
PD4 2 2
DT1 1 —
DT4 1 —
Bc1 6 4
Bc2 3 1
T2 2 —
T3 1 1
D1 11 2
D2 5 1
D3 3 —
R1 8 —
R2 6 1
R3 1 —
R4 2 1
L1 10 2
L2 9 2
P1 1 —
P2 — 1
Total: 232 56
Nucí. sil. 7 4
198
Lámina 78.—Santimamiñe. Nivel VII. Raspadores.
199
I
201
Lámina 81 .—Santimamiñe. Materiales de la campaña de 1962 a la misma profundidad que
el nivel V de 1961.
202
Lámina 82.—Santimamiñe. Gráfica de la industria lítica del nivel VIL
203
pudieron servir como lámparas y varias piedras planas en las que no hemos encontrado señal
alguna pero que pudieron formar parte del hogar del cuadro 11H.
Aunque es muy poco abundante presenta algunos ejemplares interesantes por sus mo-
tivos decorativos. En total, hemos computado 30 piezas trabajadas, incluidos los fragmentos,
que clasificamos por tipos primarios en el apéndice II. Predominan entre las secciones la cua-
drangular y la triangular, con 6 ejemplares cada una, seguidas de la circular con 5, de la
aplanada con 2 y de la planoconvexa con un solo fragmento de varilla.
Los cuatro ejemplares más representativos de la industria ósea del nivel VII, clasifica-
dos tipológicamente por I. Barandiarán en un Magdaleniense Inferior o Medio, son los
siguientes:
— S. 4H y S. 51 VIII. Siglado Incorrectamente como perteneciente al nivel auriñaciense,
(VIII), debe incluirse dentro de los materiales del nivel VII. Se trata de una punta larga de
sección circular y dos profundas acanaladuras longitudinales. Presenta en una de sus caras
motivos en aspa y en otra de ellas en zig-zag amplio.
— S. 7F VIII. Fragmento de azagaya, posiblemente punta doble, de sección triangular
con motivo grabado en dos de sus caras, representando un rombo surcado por trazo interior.
Aunque siglado también como del nivel auriñaciense, en 1962: 41 J . M. de Barandiarán lo in-
cluye dentro del Solutrense Superior y en 1953: 93 lo clasifica dentro del Magdaleniense Infe-
rior. El motivo en rombo con trazo central lo encontramos en el Magdaleniense Inferior can-
tábrico asociado a azagayas de sección triangular (Ermittia, Bolinkoba, Paloma...) pero
conocemos también su perduración a lo largo de todo el Magdaleniense (Bricia, Paloma, Lor-
tet...). No parece, en cambio, muy típico de ajuares solutrenses.
Sin embargo, no olvidemos que existe un Solutrense Final sin apenas puntas solutren-
ses, muy extendido por otra parte, entre los yacimientos cantábricos. Es el caso del Cierro o
Altamira con unas curvas en su industria lítica muy semejantes a las de los niveles del Mag-
daleniense Inferior que subyace al Solutrense.
La industria ósea de Santimamiñe no parece, en cambio, poder mantener la datación
solutrense del nivel VII. No es sólo la presencia de algunos motivos decorativos del Magda-
leniense Inferior o Medio, es que estos se hallan sobre las únicas piezas datables existentes
en el nivel.
204
Lámina 83.—Santimamiñe. Industria ósea.
El resto del ajuar óseo se componía de azagayas de base monobiselada, algunas con
bisel de más de 1/3, e incluso de doble bisel y de esquirlas apuntadas que nada dicen como
fósiles directores. La presencia de ejemplares propios del Magdaleniense I francés y la insegu-
ridad de nivel que presentaban las siglas nos lleva a mantener serías dudas sobre si los ob-
jetos pertenecían al nivel VII o si, como cree I. Barandiarán, deberían determinarse dentro de
él algunos subperíodos. Por otra parte, el predominio de la sección cuadrangular y triangular
en las azagayas lleva a pensar en el clásico Magdaleniense III Cantábrico tipo Juyo o Rascaño 4.
Fauna:
J . Altuna, que recopila en 1972 la fauna del yacimiento, pasa por alto el nivel Vil del
que no ofrece ninguna noticia. Tampoco encontramos ninguna referencia en I. Barandiarán 1967,
por lo que seguimos la memoria de 1935 exponiendo los restos faunísticos que acompañaban
a los objetos que luego fueron clasificados dentro del nivel VII. Así, junto a la azagaya con
rombo con punto interior apareció un hueso de caballo y 10 cm. más abajo otros restos de
ciervo, caballo, rumiante de gran tamaño y aves (1935: 15).
En realidad, los únicos objetos óseos Identificares aparecieron todos en el rincón del
perro, en rotundidad entre 3,55 y 3,75 y "en tierra como de hogar" (1935: 15):
— A 3,55 la azagaya de rombo con trazo Interior y la varilla de los dientes ("hueso apla-
nado con rayas paralelas", identificado por la fotografía). Les acompañaban "cuernos, mue-
las de rumiante y de caballo, además de un hueso sesamoide de caballo" (1935: 15).
— A 3,50, bajo la estalagmita, un pedazo de propulsor acompañado de un Incisivo de
caballo y de un hueso con marcas transversales (1935: 10).
— A 3,70, en tierra de hogar, una azagaya con surcos y aspas, a la misma profundidad
que "un pedernal pico de loro y pedazos de Pectén" (1935: 15).
— A 3,75 apareció otro pedazo del propulsor "en tierra oscura con mariscos". Del
mismo lugar procede la azagaya con surcos y aspas y otros huesos con marcas identificados
del nivel VII (1935: 49).
La misma memoria de Aranzadi y Barandiarán nos sugiere la determinación adecuada
del nivel VII: todos aquellos objetos discordantes con el Solutrense no han aparecido en la
"tierra amarillo-verdosa" que lo define, sino que se encuentran concentrados claramente en un
lugar determinado, el rincón del perro, entre unas profundidades bien definidas (3,50-3,80 m.).
En varias ocasiones se especifica que allí la tierra es oscura y como de hogar y por ello no
parecería ilógico identificarla con el nivel V de la publicación de 1962 que contenía "tierra
oscura con un hogar en el cuadro 11H" (1962b: 11-12). La solución al problema del nivel VII
de Santimamiñe estará en diferenciar este nivel negro, cosa más que imposible en cuanto a
Industria lítica se refiere, pero que define claramente un momento magdaleniense en la Indus-
tria ósea, un Magdaleniense que no nos atrevemos a calificar de Inferior ante la cita de "pe-
dernales de pico de loro" que acompañaban a la azagaya de las aspas. Este objeto, por otra
parte, nos hace recordar a la azagaya de sección circular y decoración de tres aspas apare-
cida en el nivel B (Magdaleniense Superior) de Cueto de la Mina.
Bibliografía:
Un estudio de los materiales del nivel VII y su interpretación estratigráfica podemos ver-
lo en los siguientes autores:
Aranzadi y Barandiarán, 1935; Aranzadi, 1919; J . M. de Barandiarán, 1953 y 1962b; Jor-
dá, 1955; I. Barandiarán, 1967; Straus, 1974; Utrilla, 1976b.
2U(¡
10. SIERRA DE AMBOTO.
Se halla situada al Sur del Duranguesado, entre Manaría y Abadiano. Comprende varios
picos calizos, pelados en su mayor parte, entre los cuales (Astxikl y Unzillatx) se abre el des-
filadero de Atxarte que conduce al río Asuntze. Este es el curso de agua más importante de
la zona y su cuenca absorbe una gran cantidad de pequeños arroyos que canalizan las aguas
de los altos de Urkiola.
Esta zona, muy rica en yacimientos paleolíticos y neolíticos, fue explorada en 1932 por
J . M. de Barandiarán quien buscó en ella la base arqueológica que había dado origen a un
sinfín de leyendas y relatos populares relacionados con genios, divinidades, lamias y "genti-
les" habitantes de las cuevas de la Sierra de Amboto (1950: 73 y 74).
La más importante de ellas, la cueva de Bolinkoba, se encuentra situada sobre el Asunt-
ze y dominando el desfiladero de Atxarte. Su posición estratégica en función de la caza (prin-
cipalmente de la cabra) es indudable.
Las cuevas de Balzola (Dima) y Sailleunta (Manaría) contienen asimismo yacimientos
magdalenienses que pueden adscribirse también a la zona de Amboto aunque su situación
sea más periférica.
Estratigrafía:
J . M. de Barandiarán distingue en 1950 los siguientes niveles:
— Estrato A: de un espesor de 40 cm. en el vestíbulo, disminuye considerablemente en
la sala interior, de donde fue extraído y removido para abonar los campos. Edad del Bronce.
— Estrato B: de 10 cm. de espesor, es de difícil separación del C, al que se une sin
solución de continuidad. "Sólo raros objetos nos dan alguna indicación para distinguirlo del
C" (1950: 109) "Los pequeños raspadores discoidales, los buriles, las láminas y las puntas
forman un conjunto que recuerda un Aziliense que es difícil discriminar del Magdaleniense
Superior".
— Estrato C: ocupa de los 10 a los 40 cm. y la tierra es de coloración oscura como en
el estrato D. En su interior no faltan los cantos rodados procedentes de desprendimientos del
techo y paredes de la cueva, donde se hallan formando conglomerados que denotan una an-
tigua terraza. J . M. de Barandiarán lo considera "emparentado con el Magdaleniense Antiguo
de otros yacimientos".
— Estrato D: la capa comprendida entre 0,40 y 0,60 m. Es de coloración algo oscura y
se caracteriza por la presencia de huesos y dientes de caballo. Solutrense Medio y Superior.
— Estrato E: comprende de 0,60 a 0,75 m., tierra rojiza más oscura que en el nivel in-
ferior. Solutrense Inferior.
— Estrato F: comprende de 0,70 a 0,85 m. en el vestíbulo y de 0,75 a 1,40 m. en la sala
interior. Auriñaciense superior.
— Estrato G: comprende de 1,40 a 2,10 m. en el centro de la sala interior. La tierra es
rojiza arenosa, menos oscura que la del estrato F, y contiene cantos rodados. Estéril.
207
— Estrato H: de color amarillo-compacto y apariencia estéril. Fue dejado sin excavar.
La interpretación cultural de la secuencia estratigráfica de J . M- de Barandiarán ha sido
generalmente aceptada (González Echegaray 1960, I. Barandiarán 1967). F. Jordá sugiePe, sin
embargo, un Magdaleniense Medio para el nivel B (1958: 75) haciendo notar que el tipo de
raspador circular, que J . M. de Barandiarán publica como "sospechoso de Aziliense", puede
darse también dentro del Magdaleniense. Me Collough, por su parte, insiste en una continuidad
"noaillense" en la Industria lítica de Bolinkoba, que alcanza los niveles solutrenses y del Mag-
daleniense Inferior (V, IV y III) y parece estar en lo pierio, a juzgar por la importante presen-
cia de buriles de Noailles entre los materiales del nivel C (Me Collough 1971:166 y ss. y 199).
Menos debe tenerse en cuenta la opinión del Marqués de Loriana quien, en 1941: 506,
afirmaba que en Bolinkoba existía un sólo nivel Magdaleniense Antiguo, basándose en el poco
espesor de los dos primeros niveles y en el hallazgo de "un contorno recortado en el suelo
de la cueva, junto a los más característicos sílex del magdaleniense", "Todo el nivel arqueo-
lógico, afirma, está constituido por una arcilla amarillo-rojiza de un mismo tono" (1941: 497).
No debe descartarse ante esta afirmación, la posibilidad de que el Marqués excavara en un
lugar revuelto.
Materiales:
Se encuentran en el Museo Histórico de Vizcaya, en Bilbao, siglados con Indicación de
cuadro, profundidad y, en la mayor parte de los casos, de nivel. Aunque la publicación de
1950 presentaba la planta de la cueva dividida en tramos, J . M. de Barandiarán depositó más
tarde en el Museo de Bilbao la equivalencia en cuadros de los mismos, transcurriendo un tiem-
po entre excavación y sigla de los objetos.
No obstante, los materiales de la cueva de Bolinkoba no presentan aparentemente nin-
gún problema en la determinación de su posición estratigráfica, por lo que su estudio parece
ofrecer mayores garantías que las restantes cuevas magdalenienses de la provincia de Vizcaya.
2II8
En la lista de Sonneville-Bordes y Perrot (Apéndice I) los índices de los Grupos Tipo-
lógicos presentan las siguientes características:
Amplio predominio del índice de buril sobre el de raspador, computando Incluso el ras-
pador nucleiforme: IG: 18,67 frente a IB: 36,65.
El buril diedro domina sobre el de truncadura (IBd: 16,47 IBt: 3,74), aunque éste úl-
timo presenta un buen porcentaje de ejemplares de Noailles (9,73%) que no son computa-
dos en el índice general de los buriles sobre truncadura. El buril múltiple mixto (41) y el nu-
cleiforme (43) ofrecen también una adecuada representación.
Los perforadores y el Sustrato arrojan índices normales. El del Sustrato consigue aumen-
tar en gran manera gracias a las láminas de sílex con retoque marginal que presentan 21
ejemplares (IP: 3,37 IS: 28,8).
En efecto, el nivel III de Bolinkoba presenta una serie de particularidades que lo ha-
cen distinto a otros niveles de su mismo período cultural y que por el contrario lo asemejan
al nivel auriñaciense de la misma cueva. Los materiales del nivel III dan una sensación gene-
ral de "belles piéces" que no encontramos en ninguno de los toscos ajuares del Magdale-
niense Inicial Cantábrico. Señalemos algunos de estos elementos diferenciadores:
La mayor parte de los objetos Uticos están fabricados sobre lámina de sílex, siendo en
el grupo de los raspadores donde se aprecia más claramente esta característica: frente a 22
ejemplares fabricados sobre lámina sólo 11 están realizados sobre lasca o lámina corta (tipos
G3 a G5), tendiendo en general los raspadores cortos a convertirse en carenados (9 ejempla-
res). Por otra parte las láminas de sílex con retoque Simple suponen el 10,8 % del total de ob-
jetos, si bien predomina el retoque marginal sobre el profundo y no se encuentran ejemplares
con el clásico retoque "auriñaciense".
Hay una serie de tipos particulares que no encontramos en otros ajuares del Magdale-
niense Inferior Cantábrico. Citemos como más importantes los once buriles de Noailles de la
Lámina 154, indicativos de una pervivencia perigordiense o de un revuelto (antiguo o recien-
te) de materiales.
2(19
r *
Lámina 84.—Bolinkoba. Raspadores y útiles dobles.
210
Lámina 85.—Bolinkoba. Buriles (algunos de Noailles) y Abruptos.
211
Lámina 86.—Bolinkoba. Compresores y recipiente para machacar ocre,
212
100-_
21.1
— B 4J. 30 III: (Lám. 86,4): canto aplanado de piedra utilizado por ambas caras con
grabado de trazo muy fino en dos de sus caras: en la plana ancha aparece representada una
cabeza, posiblemente de cierva, que se prolonga por la línea dorsal, la cual presenta en su
extremo un Inicio de trazo múltiple. Una línea, a modo de lengua, sale de la boca del animal
aunque podría tratarse de una melladura del compresor. En uno de los costados se aprecia
una cabeza sin cuernos y largo cuello que pudiera interpretarse como antropomorfo. Me. Co-
llough lo califica de antropomorfo masculino y lo compara con el existente en el nivel IV, Gra-
vetiense, de Cueva Morfn (1971: Láms. XXI y XXXII). En su versión la cabeza se halla repe-
tida en el extremo opuesto de la figura, hallándose por tanto las cabezas unidas a un mismo
cuerpo y a la vez enfrentadas, aunque puede tratarse también del cuerpo del mismo
antropomorfo.
— B. 3H. 30 III: compresor sobre pizarra de sección rectangular con algunas estrías en
dos de sus caras sin que puedan apreciarse motivos realistas. En el calco de Me. Collough
(Lámina XXb) parece sugerirse una posible cabeza de cierva que nosotros no vimos y a la que
él tampoco se refiere en el texto (1971: 196).
— B. 4J. 30 III: compresor sobre pizarra de sección cuadrada con tres líneas transver-
sales grabadas y tres cortas longitudinales (Lám. 86.1).
— B. 61. 30 III: compresor sobre pizarra de sección cuadrada sin ningún motivo gra-
bado (Lám. 86.2).
Me. Collough reproduce además 3 compresores con diversas incisiones sin ninguna
figuración aparente. Son los siglados como B. 3H. 20 (sección subrectangular), B. 11. 15 (sec-
ción elíptica) y B. 61. 20 (sección subrectangular). Todos ellos están fabricados en pizarra
(1971: 196).
Señalemos, por último, la presencia de numerosos fragmentos de ocre dentro del nivel
III, reseñada ya por J . M. de Barandiarán en 1950: 108, y de una "piedra roja" (Lám. 86.3),
con concavidad central más roja que el resto, que pudo ser utilizada como recipiente para ma-
chacar ocre (siglada como B. 2E. 15 III).
Una estadística elemental por Grupos Tipológicos revela el predominio de los apunta-
dos (33,3%) y de los colgantes (37,7%) con cantidades inapreciables para el resto de los
grupos. Dentro ya del grupo de los apuntados la estadística por secciones ofrece los resulta-
dos siguientes:
214
Lámina 88.—Bolinkoba. Azagayas de base monobiselada.
215
Lamina 89.—Bolinkotv.. Otros tipos óstos.
Entre los motivos decorativos d e s t a c a n por su interés una punta larga de sección c u a -
drangular c o n estilización de c a b e z a s de cáprido (siglada c o m o B. 6H. 3 5 ) ; u n a punta de sec-
ción triangular, que c o n s e r v a la articulación y presenta su fuste s u r c a d o d e d o s profundas
rayas longitudinales y varias m a r c a s d e c a z a horizontales a g r u p a d a s de d o s en d o s o de tres
en tres, ( B . 10G. 3 5 ) ; un fragmento d e bastón perforado c o n d e c o r a c i ó n en aspas y zig-zags,
que encontramos también repetida sobre u n a esquirla ósea ( B . 3 C . 45 y B. 1F. 35) y un frag-
mento d e a z a g a y a de sección triangular c o n representaciones de p e c e s ( J . M . d e Barandiarán
•2II)
1950: 105) o de aves (Loriana 1941: 503) a base de un rombo con rombo interior concéntrico,
prolongado por líneas longitudinales y oblicuas a modo de espinas de pescado (B. 1E. 30).
Es asimismo interesante la presencia de objetos "faliformes" como el representado en
la Lám. 89 (B. 8E. 35) realizado en hueso. Me. Collough (1971: Lám. XV i) reproduce otro
ejemplar diferente.
En conjunto, la industria ósea de Bolinkoba aporta mejores argumentos que la lítica
para clasificar el nivel III dentro de un Magdadaleniense Inferior: así parecen señalarlo las
azagayas con monobisel de más de 1/3 o el predominio de la sección cuadrangular y trian-
gular en las mismas. Sin embargo tampoco falta en ella la influencia auriñaciense como pare-
ce comprobarlo la punta larga decorada con las tradicionales "marcas de caza" (muy fre-
cuentes, por otra parte, en el Magdaleniense Inferior del Castillo).
Fauna:
Bibliografía:
Cueva de Sailleunta ( M a n a r í a ) :
217
PROVINCIA DE GUIPUZCOA
Tres son las cuevas con yacimiento magdaleniense de la cuenca del río Deva: la cueva
de Lezetxiqui en Mondragón, situada sobre su afluente el Aramayona, en la cuenca alta del
Deva, y las de Ermittia y Urtiaga en torno a la localidad de Deva, próximas a su desemboca-
dura. La situación de Ermittia tiene un valor estratégico particular por estar colocada en la par-
te alta del valle, estrecho y encajado, dentro de la ruta de comunicación obligatoria que permite
el acceso de la zona costera a las llanuras interiores. Su paisaje de acantilados constituye el
entorno Ideal para el desarrollo de determinadas especies faunísticas como la cabra y el sarrio
(Straus 1974b: 180).
Se halla situada en la ladera del monte Ermittia en su lado Norte, en terrenos del Cre-
tácico inferior y a unos 135 m. sobre el nivel del mar, del cual dista en línea recta no más de
3 km. Su boca está orientada al NW y da acceso, a través de una pequeña plataforma exterior,
a una entrada bastante estrecha de dos o tres m. de ancho por 2,2 m. de alto y a una cámara
amplia de la que parten tres galerías. Las excavaciones se concretan en una campaña preli-
minar de J . M. de Barandiarán en 1924 y tres campañas de Aranzadi y Barandiarán en 1924,
1925 y 1926. La superficie excavada fue de 15 metros cuadrados, en una profundidad de
1,80 m., quedando por tanto como testigo una considerable extensión de yacimiento. Una ex-
cavación clandestina en 1960 fue realizada con posterioridad, aunque los materiales obtenidos
pudieron ser recuperados.
Estratigrafía:
Aranzadi y Barandiarán (1928: 12) nos ofrecen los siguientes datos: "los estratos, al
igual que los niveles arqueológicos, se hallaban en suave declive, más inclinados los profun-
dos que los superficiales, buzando hacia el interior de la cueva, de suerte que mientras el últi-
mo estrato empezaba a 1,25 m. en el lado Este, aparecía ya a los 70 cm. en el Oeste del tra-
mo excavado". Ateniéndonos a los datos de Aranzadi-Barandiarán la secuencia estratigráfica
de Ermittia podría articularse en ios momentos siguientes:
210
O- 40 cm. Color gris. Eneolítico y Neolítico. Un tanto revueltos.
40- 60 cm. Negruzca I. Aziliense.
60- 70 cm. Negruzca II. Magdaleniense.
70- 95 cm. Magdaleniense. "Tierra menos oscura y más
compacta que arriba, con
algo de carbón en la parte
superior".
95-115 cm. Casi estéril con arcillas ro- "Tierra gris casi estéril.
jizas y cenicientas. 20 cm. de espesor".
De este modo podemos pensar en dos conjuntos distintos del Magdaleniense: el supe-
rior, más relacionado, como articulándose ya, con el Aziliense y el inferior que parece adscri-
bible a un momento más antiguo. La situación de los fósiles directores, los arpones, parece
confirmar esta atribución: el único arpón aparecido en el tramo inferior parece clasificarse
claramente en el Magdaleniense IV, dado su carácter de prototipo. Un más amplio estudio del
Magdaleniense de Ermittia puede verse en I. Barandiarán y P. Utrilla 1975 donde, a modo de
hipótesis, se matiza con más elementos de juicio este Magdaleniense Medio.
Materiales:
— Porque sólo una pequeña parte del material Utico aparece descrito en ella de forma
individualizada (un 16,89%).
— Por el distinto sistema de sigla que se utiliza entre los objetos. Así mientras unos pre-
sentan indicación de sector, tramo y profundidad, otros contienen solamente una denomina-
ción genérica de "Magdaleniense" o incluso de "Indeterminado".
En términos generales, podemos suponer que la separación entre los dos momentos del
Magdaleniense se sitúa en torno a los 70 cm. en la banda de los tramos 1-7-13-22 y a los 90 cm.
en los tramos 21-30, englobándose de este modo en el nivel Inferior del Magdaleniense dos
prototipos de arpones.
Industria lítica:
219
E.4: (0,75-0,90): raspador en extremo de lámina (G1) (16-18).
E.5.90: P2.
E.21.105: buril-raspador (B8-G1); 2 G1; buril-raspador (B3-G1); B3; 3 G2; B2; 3LD2;
E.27.130: B3; raspador nucleiforme.
Hemos realizado la estadística sobre el total de los objetos líticos de Ermittia siglados
como magdalenienses, teniendo en cuenta que el margen de error no será muy grande dado el
distinto espesor de los dos subtramos magdalenienses. Así mientras al nivel Inferior, supuesto
Magdaleniense Medio, se le adscriben 30 cm., al nivel superior, posible Magdaleniense VI, co-
rresponden tan sólo 10 cm. de espesor. La presencia de algún buril pico de loro o un mayor
porcentaje de industria microlaminar deberá atribuirse a esta contaminación. En el Apéndice I
clasificamos en la lista-tipo de Sonneville-Bordes y Perrot el total de los objetos líticos magda-
lenienses y en la Lám. 37 reflejamos su gráfica acumulativa. Por Grupos Tipológicos los índi-
ces ofrecen los resultados siguientes:
— Un predominio del buril diedro sobre el de truncadura (IBd: 27,52 IBt: 7,37). No
obstante este último tiene una buena representación.
Por tipos Primarios llama la atención el alto porcentaje de los raspadores planos sobre
lámina retocada que suponen el 54,4 % del total de raspadores y el escaso número de los nu-
cleiformes y carenados, que suponen respectivamente el 18,9 % y el 2,7 % .
Azagayas: 57 • 50,89 %
Varillas: 17 15,18 %
Espátulas: 7 6,25 %
Arpones: 6 5,36 %
Agujas: 11 9,82 %
Colgantes: 4 3,57 %
Grabados: 10 8,93 %
220
Lámina 90,-Ermittia. Prototipos de arpón del Magdaleniense Medio.
221
Lámina 91.—Ermittia. Azagayas atribuibles a un Magdaleniense Medio.
222
En el Apéndice II reproducimos su clasificación por Tipos Primarios. Para un análisis
más amplio remitimos al estudio monográfico del yacimiento (Barandiarán-Utrilla, 1975).
Fauna:
Altuna (1972: 178-183) determina el número de restos de cada especie (A) y el núme-
ro mínimo de individuos de cada una de ellas (B):
A B A B
1 1 0,3 % 3,2 %
3 1 1,1 % 3,2 %
Arvícola terrestris 8 3 2,8 % 9,7 %
Microtus oeconomus — —
3 1 1,1 % 3,2 %
Sus scropha 6 2 2,1 % 6,5 %
20 3 6,9 % 9,7 %
Ranglfer tarandus 4 2 1,4% 6,5 %
1 0,3 % 3,2 %
1 1 0,3 % 3,2 %
Rupicapra rupicapra 9 2 3,1 % 6,5 %
Capra pyrenaica ,,, 234 13 80,3 % 41,9 %
1 1 0,3 % 3,2 %
Totales 291 31 100 100
Bibliografía:
Aranzadi y Barandiarán, 1928; J . M. de Barandiarán, 1934, 1946, 1953; I. Barandiarán,
1967, 1973; I. Barandiarán y Utrilla, 1975; Marsan, 1979.
223
El yacimiento fue descubierto en 1928 por J . M. de Barandiarán, el día 21 de junio y
excavado en sucesivas campañas en los años siguientes:
Durante las campañas de 1928 a 1935 se excavaron los 8 primeros sectores y parte del
9, hasta el nivel C inclusive. Los resultados fueron publicados en 1947b.
La campaña de 1936 abarcó los sectores 9 y 10, este último sólo hasta la mitad del ni-
vel F (3 m.). La publicación apareció en 1948.
El sector 11 fue excavado en 1954, alcanzando los 2,10 m. de profundidad. Fue publica-
do en 1955 y 1962. En 1955 se siguió profundizando también en el sector 11, llegando hasta
los 2,40 m. donde una formación estalagmítica les impidió continuar. La publicación es de
1960.
Estratigrafía:
— Nivel C: 80-120 cm.: tierra rojiza o amarilla y blanca jaspeada, compacta, a trechos,
pero en general negruzca y carbonosa. A 90 cm. había un hogar lleno de carbón, ceniza, hue-
sos, conchas y piedras ennegrecidas y apelmazadas.
— Nivel D: 120-220 cm. en la entrada, llegando en la zona 8 hasta los 350 cm., con un
espesor de 240 cm. Tierra oscura y carbonosa, con carbón apelmazado con caliza. Se inicia
con una faja oscura de poco espesor entre la capa superior blanquecina y la inferior amarillo-
rojiza. A los 2,25-2,35 es amarilla. En la zona 5, a 170 cm. de profundidad había un hogar cen-
tral de medio metro. Magdaleniense.
224
En el tramo 9 (campaña de 1936) las profundidades variaban en cada uno de
los niveles:
— Nivel D: 1,60-2,05: tierra floja oscura. 2,05-3,30: tierra negruzca. "Los materiales de
los niveles D se sitúan en el Magdaleniense".
— Nivel F: 3,95-4,70: tierra negruzca con huesos de animales y lapas de gran tamaño.
— Nivel G: 4,70-5,20: tierra amarillenta con Littorina obtusata y lapas. Una brecha de
huesos de animales junto a la pared. Magdaleniense.
En el tramo 10 la superficie estaba más baja y por tanto las profundidades son más al-
tas. Para el nivel E 2,45-2,70, de tierra amarillenta y pedregosa con abundante escombro es-
talagmítico, y para el nivel F 2,70 a 3 m., con tierra negruzca y abundantes huesos de ani-
males. "El material lítico hay que calificarlo como Magdaleniense, si bien algunas piezas ha-
lladas en la base recuerdan formas solutrenses y aun auriñacienses". (J. M. de Barandiarán
1948: 288-293).
1-2-3 7-8-9
A: 0- 15 0- 25
B: 15- 80 25-100
C: 80-120 100-130
D: 120-220 130-330
E: 225-270 330-380
F: 270-350 380-480
G: 350-400 480-520
I: 400-450 520-570
La zona gelivada y crioturbada inferior podría ser Wurmiense antiguo I o II. La capa
estalagmítica superior pre-eneolítlca podría ser Würm III. Opina, sin embargo, Altuna que en
Urtiaga no parecen existir niveles tan antiguos como para asignarlos al Würm I o II y que
puede aventurarse que el nivel crioturbado (I de J . M. de Barandiarán) pertenece probable-
mente al comienzo del Würm lllb, época fría y seca en la que se desarrolló la cultura Grave-
tiense. Es éste el único nivel de toda la Costa Cantábrica en que el reno supera al ciervo. Los
niveles G y F pertenecerían al interestadial de Lascaux, el nivel E al Dryas I y el D al Dryas
ll-lll. Moure, por su parte, considera al nivel E dentro del Dryas II, con fauna fría, siendo uno
de los primeros yacimientos magdalenienses con mlcrolitos "anunciadores del Aziliense".
225
general de Magdaleniense los niveles D, F y G, si bien ya señalaba que en el F había piezas
en su base que recordaban "formas solutrenses y aun auriñacienses". Sin embargo, la reali-
zación en 1964 de las gráficas acumulativas de la Industria lítica en colaboración con Son-
neville-Bordes le llevó a clasificar en el Magdaleniense Final (cargado ya desde la base de
elementos azilienses) la totalidad de los niveles fértiles de Urtiaga, desde el F hasta el C,
que sería ya propiamente Aziliense, influido, sin duda, por la autora francesa que vio los ma-
teriales de Urtiaga muy semejantes a los de Gare de la Couze, Magdaleniense Final.
La llegada de los resultados de C-14 vino, sin embargo, a plantear serias dudas sobre
la datación Magdaleniense Final del nivel F. En efecto, una muestra de huesos de la base del
nivel F arrojó en Groningen (GrN-5817) la edad 17.050 años a partir del presente (más me-
nos 140), lo que parecería confirmar las formas solutrenses de la base del nivel F de las que
habla J . M. de Barandiarán para el tramo 10. Climáticamente coincide con el interestado de
Lascaux, más templado, como parece indicar la fauna, menos fría que la del nivel E. En Las-
caux la base de su Magdaleniense se data en el 15.240 a . C , fecha que coincide totalmente
con la del nivel F de Urtiaga, el cual deberá clasificarse en un Solutrense Final o en un Mag-
daleniense Antiguo, tal como sugiere I. Barandiarán en 1973: 221.
Fortea, por su parte, (1973: 85) plantea el problema de la Identificación de las puntas
azilienses de la cueva de Urtiaga, señalando una posible confusión con microgravettes, debi-
da a lo excesivamente amplia que es la definición de la punta aziliense en la tipología Son-
neville-Bordes y Perrot: "en el Aziliense de Urtiaga se clasifican como puntas azilienses piezas
que en nuestra tipología lo serían dentro de las laminitas apuntadas con borde abatido rectilí-
neo y variantes". De este modo la punta aziliense se convierte en un elemento elástico, que
consideraremos o no como tal según la idea preconcebida que tengamos del nivel a estudiar.
Materiales:
Se hallan perfectamente clasificados y siglados en el Museo de San Telmo de San Se-
bastián. Contiene cada objeto indicación de tramo, nivel y profundidad, un sistema de sigla
distinto del que hemos visto en los yacimientos vizcaínos.
226
Lámina 92.—Urtiaga. Niveles F y E.
227
Clasificados conforme al sistema Laplace de 1964 obtenemos los siguientes tipos pri-
marios:
B1 7 13 DT4 — 4
B2 6 9 Gm3 1 —
B3 6 10 PD1 1 —
B4 1 3 PD4 5 10
B5 2 — PD6 — 1
B6 3 2 Bc1 3 3
B7 1 9 Bc2 — 1
G1 3 7 T1 1 —
G2 4 2 T2 — . 1
G3 2 8 T3 2 3
G7 1 3 D1 2 1
G8 — 1 D2 1 2
G9 5 3 D4 1 —
R.N. 13 27 R1 1 —
A1 1 — R2 3 —
A2 1 2 R5 1 —
LD1 2 2 L1 — 3
LD2 24 19 L2 5 5
DT1 — 1 P1 1 1
— El buril diedro domina a su vez al de truncadura en amboá niveles: nivel F: IBd: 22,5
IBt: 5; nivel E: IBr: 24,5 IBt: 8,4. El índice restringido marca un aumento progresivo del bu-
ril sobre truncadura y una disminución del diedro en el paso del nivel F al E: IBd: 72 (F) y
67.4 (E) IBt': 16 (F) y 23,2 (E).
— El Índice de perforador es estable y normal: IP: 2,7 (F) y 2,5 (E). El del Sustrato es
muy bajo en los dos niveles, aunque ligeramente más elevado en el F que en el E: IS: 16,2 (F)
y 11 (E).
La gráfica acumulativa (Lám. 93) resulta muy semejante para los dos niveles pero muy
distinta de las presentadas por Sonneville-Bordes en 1964. Esto es debido en su mayor parte
a la clasificación como microgravettes de puntas que en 1964 fueron consideradas como
azilienses.
228
Lámina 93.—Urtiaga. Industria lítica.
Industria ósea:
I. A z a g a y a s : 27.
VI. E s q u i r l a s apuntadas: 7.
VIII. V a r i l l a s : 5.
XII. Cuñas: 2.
XXI. A g u j a s : 1.
XXVI. C o l g a n t e s : 105.
XXX. " O b r a s d e arte": 5.
Total: 152 (fragmentos incluidos).
229
Hemos intentado también efectuar la estadística por Familias Tipológicas, excluyendo
del cómputo a los perforados. Los resultados son los siguientes:
I. Apuntados: azagayas: 36 %
frags. azagayas: 22 %
esquirlas apuntadas: 11 %
varillas: 11 %
II. Aplanados: 4,5 %
III. Dentados: 0 %
IV. Fragmentos con marcas y recortes: 13,5 %
(Sobre un total de 44 objetos).
Son, sin embargo, los ejemplares decorados los que pueden ofrecernos datos concre-
tos para conocer la personalidad cultural del nivel:
— Punta recta de sección triangular y base redondeada con motivo decorativo denta-
do. Prof. 3,25-3,35. Publicada en 1947: 696, fig. 26.12. I. Barandiarán recoge en 1973: 288 una
serie de temas dentados del arte mueble cantábrico semejantes al representado en este ejem-
plar de Urtiaga. En la zona francesa puede señalarse uno muy similar en el Magdaleniense II
de Laugerie Haute, también sobre punta doble de base redondeada aunque con los dientes
en la misma dirección (vid. Peyrony 1941: 17).
— Hay, sin embargo, un elemento discordante con una cronología Magdaleniense inicial
para el nivel F. Tenemos la cita de la existencia de un arpón en el nivel F. J . M. de Barandia-
230
rán (1947b: 681) afirma: "en la misma zona 6, a profundidad de 3,75-3,85, apareció un trocito
de arpón". En 1964 se cita sin embargo "una base de arpón" (1964: 167). La inseguridad se
acentúa al identificar este fragmento de arpón: es un extremo distal de sección circular y do-
ble hilera de dientes, precisamente el único que presenta esta doble fila de los 18 ejemplares
existentes en el yacimiento. I. Barandiarán, en su estudio sobre el Magdaleniense Final de Ur-
tiaga de 1965, sólo cataloga un ejemplar de doble hilera de dientes y lo incluye en el nivel D
y no en el F como se desprendería de la publicación de J . M. de Barandiarán (1965: 48-49).
No podemos encontrar una explicación a la presencia de un arpón de doble hilera de dientes
en un nivel datado por C-14 en el 15.000 a.c. Só!o es posible pensar que la fecha no es co-
rrecta o que el arpón ha caído a niveles inferiores gracias a su pequeño tamaño (2 cm.). Sin
embargo, su posición estratigráfica parece clara, ya que tenemos la noticia de que "en la
zona 6, a prof. de 3,75 m. comenzaba una brecha estalagmítica de lapas grandes de concha
gruesa, además de Littorina. Sin magurios" (J. M. de Barandiarán 1947b: 679).
No obstante, vista en su conjunto la tipología del instrumental óseo del nivel F, notamos
que encaja mejor en momentos antiguos del Magdaleniense. J . M. de Barandiarán (1947b:
681) había ya observado que "los objetos del tramo F revelan una industria menos evolucio-
nada que la del tramo D, pero no nos autorizan a considerarla como fundamentalmente dife-
rente de ella". I. Barandiarán (1973: 222) hace hincapié en la relativa ausencia de arpones en
el nivel F, en la presencia de una capa E casi estéril entre D y F y en la excesiva potencia
de todo un mismo estadio Magdaleniense Final, que, si consideramos como tal los niveles D,
E y F, alcanzaría los 2 m. de espesor.
Fauna:
231
Comenta Altuna (1972: 177) lo semejantes que son los espectros de los niveles D, E y
F, señalándose su única diferencia en el ciervo que alcanza su máximo en el F y su minimo
en el E. En otro lugar (p. 415) aproxima este último nivel a la parte inferior del Magdalenien-
se de Ermittia, caracterizándose por ser un período un poco más frío que el anterior (nivel F)
y situándose en los inicios del Würm IV o Dryas más antiguo. El ciervo y la cabra montes des-
cienden con respecto al F y aumenta en cambio el reno. Pueden ponerse en relación con los
niveles magdalenienses de Isturitz con caballo y reno como especies más importantes. Arlette
Leroi Gourhan lo relaciona con niveles del Magdaleniense Medio del Pendo y puede ser tam-
bién contemporáneo del nivel 3 de Otero (Mag. V) y del nivel 2 de Morín por la presencia de
reno. Parece que habrá que datar el nivel E en un Magdaleniense Medio o Superior inicial por
su posición estratigráfica y su fauna. Desgraciadamente sus materiales líticos y óseos no per-
miten una mayor precisión. En cuanto al nivel F, su fauna no demasiado fría confirma la da-
tación en el interestadial de Lascaux, si bien subsiste entre sus materiales el problema de la
presencia del arpón de doble hilera de dientes.
Bibliografía:
El río Urumea nace en Navarra en el puerto de Tardoa. Recorre un valle angosto y pro-
fundo que no se ensancha hasta llegar a Hernani, a 7 km. de su desembocadura. La cuenca
tiene 102 km. cuadrados de extensión y es muy pobre en afloraciones calizas (Altuna 1972:12).
232
Cueva de Aitzbitarte IV (Rentería):
Las primeras excavaciones fueron efectuadas en 1892 por el Conde de Lersundi. Más
tarde fue P. M. de Soraluce quien las continuó de 1896 a 1901 y se preocupó porque la cueva
fuera conocida y estudiada de un modo científico. Fruto de sus gestiones fueron las visitas de
Harlé en 1908 (quien estudió la fauna de la cueva) y de Obermaier y Bouyssonie en 1909,
quienes, comisionados por el Instituto de Paleontología Humana, proyectaron una excavación
en gran escala que no llegó a realizarse. En 1917 Breuil efectuó una visita a la cueva, encon-
trando un grabado sobre plaquita de arenisca que fue publicado en 1924.
Durante los años siguientes la cueva fue objeto de depredaciones por parte de distin-
tos visitantes hasta que en 1960 J . M. de Barandiarán emprendió su excavación sistemática.
Las campañas duraron de 1960 a 1964 y se resumen en una serie de publicaciones recientes.
Estratigrafía:
— Nivel I: entre —10 y —50 cm. Niveles c, d, e, f de 1960, I de 1961, la mayor parte del
I de 1962, II de 1963 y la y Ib de 1964. Aziliense.
— Nivel II: —50-70 cm.: g, h de 1961, II de 1961, 1962 y 1964, II de 1963. Magdalenien-
se Final.
— Nivel III: —70-90: i, j, k de 1960, III de 1961, III y seguramente IV de 1962, IV de 1963,
III de 1964. "Magdaleniense".
233
— Nivel IV: —90-130: I, m, n, o, p, q, r, s de 1960, IV, V, VI, VII de 1961, V, VI, VII, VIII de
1962, V, VI de 1963, IV de 1964. Solutrense III de Jordá en I, m, n y Solutrense II de Jordá
en o, p, q, r, s.
Estas profundidades generales presentadas por I. Barandiarán sólo concuerdan con las
de la campaña de 1964. Asi encontramos que el cuadro 1N de la campaña de 1961 presenta
su nivel III, Magdaleniense indeterminado, hasta los 105 cm. En su intento de aclarar la posi-
ción de los niveles, L. G. Straus realizó una reconstrucción que depositó en el Museo de San
Telmo. Guiado por los fósiles directores, determinó en cada uno de los cuadros las profundi-
dades comprendidas en los niveles solutrenses. Hemos tomado las Inmediatamente superiores
para intentar abarcar el momento inferior del Magdaleniense sin arpones. La posibilidad de
existencia de un Magdaleniense Inferior o Medio viene marcada por la presencia en la base
del nivel III, y a veces en su parte media, de enormes peñascos calizos caídos del techo. Co-
mo es un fenómeno general, conocido en muchas cuevas cantábricas y de la Dordoña, el
desprendimiento de bloques a fines del Magdaleniense lll-IV, la existencia de éstos en el nivel
III de Aitzbitarte llega a hacer sugerir a I. Barandiarán una posible subdivisión del nivel III: la
parte superior de encima de los bloques sería Magdaleniense V y la inferior un posible Mag-
daleniense III o IV (1967: 91). Este nivel inferior se define como carbonoso en el cuadro 1N
de la campaña de 1961 pero la separación de los materiales dentro del mismo nivel III puede
considerarse tarea casi imposible.
Por otra parte, los distintos niveles de Aitzbitarte IV no tienen una distinción clara
desde un punto de vista geológico o de una sedimentología macroscópica, tal como hace no-
tar Altuna en 1972: 153 y 154. En efecto, si se toman las memorias de J . M. de Barandiarán se
encuentran descripciones similares para todoslos niveles del relleno. Así, en la campaña de
1963 se indica:
— Nivel V: tierra oscura con brecha ósea y grandes bloques. Una punta planoconvexa
de talla unifacial.
— Nivel VI: tierra arenosa, amarillenta en unos cuadros y oscura cementada con gran-
des bloques en otros.
La separación de los distintos niveles se hace difícil por estar estrechamente unidos los
subgrupos entre sí, por estar divididos los cuadros excavados en dos grupos que no entran
en contacto y por no poder reconocerse con seguridad todos los niveles en todos los cuadros.
Por esos motivos Altuna (1972: 154) opta por reunir en un sólo nivel magdaleniense los hue-
sos de los niveles de este período.
234
a atribuirlo al Magdaleniense, del que tan sólo nos es posible distinguir dos niveles corres-
pondientes a diferentes estratos del relleno: el 1.° rico en material litico, el 2.° comprende un
ajuar que en otros sitios del yacimiento está caracterizado por arpones cilindricos de una fila
de dientes" (Campaña de 1964).
Hemos computado todos los materiales líticos del almacén del Museo de San Telmo
que poseían profundidades entre 80 y 109 cm. y que habían sido separados, creemos que por
Straus, con la siguiente indicación: "—80 —109: sobre el Solutrense". En total son 131 piezas
entre las que no figura ningún ejemplar de las vitrinas.
B1 3 LD2 22
B2 6 PD1 1
B4 4 PD4 5
B5 3 DT4 4
B6 1 Bc1 2
B7 3 Bc2 5
B9 2 T3 3
G1 5 D1 5
G3 8 D2 3
G4 2 D3 2
G7 2 R1 1
G9 7 R2 5
R.N. 11 R4 1
A1 3 L1 9
A2 3 L2 9
LD1 3 Total: 143
— Predomonio del buril diedro sobre el de truncadura, si bien la diferencia entre am-
bos es mínima: IBd: 4,58, IBt: 3,05.
— Un índice medio normal para el perforador y el Sustrato: IP: 3,05, IS: 28,24.
La industria ósea del conjunto del nivel III no es demasiado significativa. Solamente
las azagayas de sección circular y monobisel de más de 1/3 son Importantes por su tipología
que lleva a pensar en un momento inferior del Magdaleniense. Son varios también los frag-
mentos de biseles en los que no es posible reconocer la sección de la azagaya a la que per-
235
Lámina 94.—Aitzbitarte IV. (Nivel III). (Industria ósea según I. Barandiarán)
teneclan. Las bramaderas son asimismo interesantes debido a su rara aparición en los ajuares
cantábricos.
En cuanto a las secciones, suelen ser muy irregulares y difícilmente clasificables. Hay
un claro predominio de la sección circular, seguida de la cuadrangular y aplanada que pre-
sentan porcentajes semejantes. La rectangular-aplanada está bien representada, siendo clasi-
ficada entre los dos grupos anteriores.
Los motivos decorativos son muy escasos. Se reducen a estrías horizontales y obli-
cuas izda.-dcha. sobre los biseles de las azagayas y a simples marcas sobre esquirlas óseas.
En una de ellas aparece representado un posible tectiforme formado por una forma cuadrada
incompleta con tres trazos cortos perpendiculares sobre uno de sus lados.
Fauna:
237
Final y ha agrupado ambos en un sólo nivel, haciedo un estudio de conjunto del mismo. Entre
los mamíferos hay un claro predominio del ciervo con un 59,9 % , el porcentaje más alto de to-
dos los niveles del yacimiento, seguido del sarrio que representa el 25,5 % . Están también
presentes, aunque en menores cantidades, el reno (0,5 %), la cabra (1,6 %), los grandes bó-
vidos (5,3%), el corzo (1,1 %) y el caballo (1,8%).
Entre los moluscos, se citan abundantes Patellas y pocas conchas de Llttorlna litorea,
L. obtusata, Mytllus, Tritón y Aporrhals pespelicanl. Este último está perforado para servir de
colgante, junto con una Llttorlna obtusata, una Turritella y un canino atrofiado de ciervo.
Bibliografía:
J . M. de Barandiarán, 1961e, 1963, 1964 y 1965a; J . Altuna, 1963, 1966 y 1972; I. Baran-
diarán, 1967, 1971c, 1973; Utrilla, 1976c; Marsan, 1979.
PROVINCIA DE NAVARRA
Bibliografía:
Berroberrla (Urdax):
Fue explorada en 1930 por Norbert Casteret, quien señaló la existencia de hogares in-
tactos, con sílex tallados, un alisador de hueso y fauna. En 1939 el Marqués de Loriana rea-
lizó excavaciones en una trinchera de 2 m. de espesor, detectando seis niveles arqueológicos.
En 1959 Maluquer de Motes reemprendió las excavaciones, las cuales fueron publicadas en
1965, junto con un croquis de los niveles de la trinchera de Loriana. En 1977 I. Barandiarán
comenzó nuevos trabajos en el yacimiento, cuyo avance se publicó en 1979.
Según este autor el nivel G , el primer nivel fértil del yacimiento, presentaba escasos
materiales de cronología insegura pero que "no repugna, a modo de hipótesis, una atribución
a un Magdaleniense Antiguo o Medio", coincidiendo con la supuesta datación de los grabados
de la próxima cueva de Alquerdi. Un nivel estéril, el F, separaba el nivel G del E, el primero de
los clasificados en un Magdaleniense Superior o Final.
Bibliografía:
238
Cueva de Abauntz (Arraiz):
Se halla situada en término de Arraiz, a orillas del arroyo Zaldazain, afluente del Ulza-
ma, dentro de la red hidrográfica del Ebro. Es una cueva pues de la vertiente mediterránea pe-
ro relativamente próxima al complejo de Zugarramurdi y Urdax, ya que se encuentra en las
estribaciones del Puerto de Veíate.
Estratigrafía:
Materiales:
Ultimada la memoria final de las excavaciones han sido entregados en su totalidad al
Museo de Pamplona. Cada pieza está siglada con indicación de cuadro, profundidad y n." de
orden. El nivel correspondiente debe consultarse en las hojas de Inventarío.
Industria lítica:
Se han recogido 334 piezas pertenecientes al nivel e. La mayor parte se halla trabajada
en sílex, aunque existen algunos ejemplares de calcita. No se ha hallado ningún resto de
cuarcita.
En conjunto, puede clasificarse el nivel "e" como una industria ampliamente laminar, con
predominio de piezas pequeñas y de tamaño medio. El análisis de los tipos primarios da los
siguientes resultados en el sistema Laplace (1968):
239
Buriles: Raspadores:
B1 7 G1 8
B2 15 G2 4
B3 6 G3 3
B4 9 G4 1
B5 2 G6 1
B6 5 G8 1
B7 7 G9 2
B9 4
Perforadores: Truncaduras:
Bd 17 T1 5
Bc2 6 T2 3
T3 5
Raederas: Puntas:
R1 3 P1 1
R2 1
R3 4
Escotaduras: Denticulados:
C1 1 D1 12
D2 7
D3 1
D7 1
Los índices por Grupos Tipológicos arrojan los siguientes resultados (Apéndice I):
IG 7,4
IB 14,6
IBd 7,7
IBt 2,9
IBdr 53
IBtr 20,4
IGA 0,2
r
IGA 4
GA 1,49
GP 50,2
IM 40,4 (números 79 a 90)
IP 5,38
IS 12,8 (números 65, 66, 74, 75, 77)
240
Nótese el predominio del índice de buril sobre el de raspador, muy escaso este último
por la ausencia de raspadores nucleiformes. Dentro de los buriles predomina el diedro sobre
el de truncadura, aunque éste alcanza un buen porcentaje en los índices restringidos de los
buriles. El índice de perforador es bastante alto para lo usual en los conjuntos magdalenien-
ses y el índice de Sustrato alcanza una representación moderada, no demasiado importante.
Entre los tipos particulares puede citarse la presencia de dos auténticos escalenos y
de otras hojitas de dorso de truncadura oblicua. Existen también ocho ejemplares de raclettes,
que suponen el 2,39 % del total de la industria. Dos raspadores sobre lámina auriñaciense y dos
láminas auriñacienses más confieren un carácter auriñacoide al yacimiento, a pesar de no exis-
tir apenas raspadores carenados.
En conjunto, la industria del nivel Magdaleniense Inferior de Abauntz poco tiene que
ver con el clásico Magdaleniense III de la provincia de Santander, tipo Altamira o Juyo, que
presenta una fecha de C-14 contemporánea. Los paralelos más próximos de esta industria se
encuentran en el propio País Vasco (Lumentxa E y F, Urtiaga E y F, Bolinkoba III), si bien es
preciso, antes de comparar sus índices, desmicrolitizar la industria de Abauntz para poder
compararla a excavaciones antiguas. En todos estos yacimientos el IB predomina sobre el IG;
son escasos los nucleitos-raspadores y el buril sobre truncadura alcanza una buena represen-
tación. Puede definirse así una facies del País Vasco para el Magdaleniense Inferior, muy dis-
tinta de la existente en Asturias o Santander (tipo Juyo) y muy semejante a la de yacimientos
contemporáneos de la Dordoña. En efecto, el paralelo más semejante a Abauntz de excava-
ción reciente se encuentra en el nivel IX del abrigo de Flageolet, con índices tipológicos idén-
ticos y una fecha de Carbono 14 contemporánea.
Industria ósea:
Arte mueble:
Como tal clasificamos una plaqueta de ocre rojo, muy duro, de 4 5 x 3 0 x 1 1 cm. Pre-
senta decoración en una de sus caras planas a base de haces de líneas en zig-zags, que
241
ocupan toda la superficie decorable. Paralelos, no muy exactos, se encuentran en una plaque-
ta de ocre del Magdaleniense Inferior de Altamira o en un disco de ocre de la cueva de La
Chora. Es posible que, como en el caso de La Chora, se utilizara para colorear crines, hilos
o tejidos.
Fauna:
Ha sido estudiada por Altuna (Memoria de la excavación), quien señala el carácter esta-
cional del yacimiento, que fue habitado sólo en la época templada del año. Entre las especies
predomina el sarrio, con presencia de caballo, cabra, ciervo, reno, bóvido, zorro y liebre. A
destacar la presencia de reno, única, hasta la fecha, en Navarra.
Bibliografía:
J . M. de Barandiarán, 1953.
Memoria final de la excavación en P. Utrilla, 1981 (en prensa).
VISION DE CONJUNTO
1. LA FAUNA:
Los restos faunísticos, aportados por la excavación de los yacimientos, pueden darnos
una idea aproximada de los tipos de animales que rodeaban al hombre paleolítico y que le
242
proporcionaban su medio de existencia. Las condiciones climáticas en que se hallen en la ac-
tualidad pueden aludir al tipo de habitat que poseyeron y al entorno vegetal y climático en
que vivieron. No obstante, todas las apreciaciones que se puedan hacer deberán ser acogidas
con muchas reservas por existir varios condicionantes muy significativos:
c. La selección de las especies cazadas por el hombre paleolítico. Es lógico que pre-
fiera un animal determinado como víctima, ya sea por su mayor aprovechamiento de carne,
ya por una mayor facilidad o especialización en su método de caza. Tal parece haber sido el
caso del ciervo que ha supuesto durante el Magdaleniense Inferior la especie más cazada en
cuanto al número de individuos y en cuanto a cantidad de carne proporcionada. Esto parece-
ría indicar un predominio masivo del ciervo durante el Magdaleniense Inferior Cantábrico. No
podríamos afirmar lo mismo si tuviéramos en cuenta las especies representadas en el arte pa-
rietal. En efecto, aquellos yacimientos que poseen este tipo de manifestaciones pocas veces
encuentran su correspondencia numérica entre especies cazadas y especies representadas.
Tal es el caso de la cueva de Ekain en cuyas representaciones parietales aparece el caballo
casi como animal exclusivo (33 ejemplares) y cuyo yacimiento ha proporcionado hasta la fe-
cha un sólo resto de caballo, junto a una gran abundancia de ciervo y cabra. Semejante po-
dría ser el caso de Tito Bustillo con un predominio del ciervo en los niveles de ocupación y
del reno en el arte parietal. El carácter de "santuario" de los conjuntos parietales o su posi-
ble carácter meramente simbólico podría explicar este fenómeno. De cualquier modo, si las
representaciones de caballos de Ekain tuvieran que interpretarse como "magia de caza" pa-
ra favorecer su captura tendremos que reconocer que dieron muy pocos resultados prácticos.
243
Bisonte: 455 kg.
Reno: 67 kg.
Ciervo: 53 kg.
Cabra pirenaica: 38 kg.
Sarrio: 15 kg.
Corzo: 16 kg.
Jabalí: de 50 a 60 kg.
Caballo: 178 kg.
(Madariaga 1974, comunicación personal).
Una vez hechas todas las salvedades sobre el riesgo de sacar demasiadas conclusio-
nes sobre los restos faunísticos, pasemos a considerar las principales especies que encontra-
mos en los niveles de ocupación del Magdaleniense Inferior Cantábrico.
Parece haber sido muy importante por la especial orografía de la Costa Cantábrica. Los
frecuentes desfiladeros abruptos favorecen inmejorablemente el desarrollo de la cabra que lle-
ga en ocasiones a fijar su habitat por encima del límite de las nieves, aprovechando el des-
hielo de las partes más altas y las praderas que tras él aparecen. Los machos suelen vivir a
todavía más altura que las hembras y las crías, por lo que son más raros entre los restos de
animales cazados por el hombre paleolítico. Cuatro son los yacimientos del Magdaleniense
Cantábrico en los que la cabra supera al ciervo en peso y número de individuos: en Asturias
la cueva de Collubil (Campurriondi), a 290 m. sobre el nivel del mar, en el alto valle del Sella,
sobre un desfiladero junto al cual corre el arroyo Colín. La cabra y el sarrio constituyen la
base fundamental de su fauna. En este sentido es Interesante destacar que la única manifes-
tación de arte mobiliar representa una cabeza de sarrio finamente grabada.
En Santander la cueva de Rascaño, a pocos metros sobre el río Miera, parece haber si-
do concebida como cazadero especializado de este animal. La zona, rodeada de altas mon-
tañas de pendiente muy violenta, pudo ser un habitat inmejorable para la cabra. El Miera en sus
tramos inferiores corre sobre valles relativamente abiertos hasta la zona de Liérganes, y es
pocos km. antes de Mirones cuando el valle se encajona profundamente y comienza el actual
territorio moracho, que continuará abrupto y escarpadas hasta alcanzar el Portillo de Lunada,
cuna de un glaciar en tiempos paleolíticos. La zona de Rascaño, aunque dentro de la alta
montaña, está justo en el límite en el que el Miera entra en campo abierto. También en el
arte mueble de esta cueva poseemos una bella representación de cabra sobre un bastón de
mando, aunque parece pertenecer a estadios finales del Magdaleniense.
244
Aitzbitarte IV Ermittia Urtiaga E Urtiaga F
La diferencia puede radicar en el distinto grado de escarpe del termo y la posible exis-
tencia de un habitat de bosque en Aitzbitarte IV que permitiría al sarrio convivir con el ciervo
y no a la cabra montes, la cual sólo se aventura en los bosques muy abiertos de las zonas al-
tas. Idéntico predominio del sarrio presenta la cueva de Abauntz situada en un cortado por el
que discurre el arroyo Zaldazain.
Por lo que respecta a las subespecies Altuna (1972: 409) ha Identificado los ejempla-
res cantábricos como pertenecientes a la Capra pyrenaica, con la doble curvatura de los
cuernos hacia atrás y hacia afuera, diferenciándose así de la cabra alpina (Capra ibex) que
ostenta una única curvatura hacia atrás. El arte parietal confirma asimismo la pertenencia de
sus cabras al tipo pirenaico.
En la Costa Cantábrica el ciervo es, sin lugar a dudas, el señor del bosque de clima tem-
plado. En Europa Central la abundancia de ciervo se toma como dato seguro de la existencia
de clima templado. Si aumenta el frío el ciervo emigra al Sur y el reno le sustituye; en cambio
en la Costa Cantábrica no se produjo así este proceso: es ya teoría tradicional mantenida por
Obermaier y Breuil que el ciervo no persistió en la Costa Cantábrica porque hubiera obtenido
allí su optimum climático, sino porque la emigración más al Sur le suponía el paso a la Me-
seta. Esta, con un típico, paisaje de tundra, clima muy frío y altitudes muy elevadas, era inac-
cesible para el ciervo. Quedó pues éste en el fondo de saco que supone la Costa Cantábrica
y tuvo que adaptarse a ella incluso en los períodos de máximo rigor climático del Würm IV.
De cualquier modo encontró en ella ambiente suficiente para su existencia (no olvidemos que
hoy día el ciervo se extiende por Polonia y Rusia y soporta temperaturas por debajo incluso
de —35° C , según datos de Hokr), a la vez que la humedad necesaria para obtener su habi-
tat adecuado.
Señalemos por último que según Freeman (1971) es en el Magdaleniense III cuando el
hombre paleolítico comienza a especializarse en la caza del ciervo controlando sus matanzas.
Comentaremos más adelante esta opinión.
El corzo (Capreolus capreolus) está considerado como una de las especies paleolíti-
cas más sensibles a los cambios de temperatura y por tanto menos adaptadas. Habita en bos-
245
ques de hoja caduca dentro de un clima templado y húmedo, huyendo tanto de los fríos ex-
tremos como del calor. Coincide por tanto con el ciervo en el tipo de habitat y en el clima, es-
tando incluso más adaptado que este último al paisaje de bosque. En los yacimientos del Mag-
daleniense Inferior Cantábrico se halla medianamente representado: su porcentaje de número
de individuos supera el 5 % sólo en Juyo (niveles IV-VI) y Urtiaga (niveles E y F). Conoce-
mos también su existencia en menores cantidades en Balmori, Altamira, Aitzbitarte y Ermittia.
El uro (Bos primigenlus) es difícil de distinguir del Bison priscus por encontrarse en los
yacimientos sólo restos osteológicos comunes a ambos. En la Costa Cantábrica se trata por
lo general del bisonte, aunque la bibliografía lo confunda a menudo con el Bos. La denomina-
ción genérica de Gran Bóvido es por tanto la más adecuada cuando no puede determinarse la
especie con exactitud. El bisonte debe considerarse como especie fría mientras que el uro es
más indiferente y se encuentra en climas templados. Su tipo de habitat es también distinto:
mientras el bisonte es animal característico de la estepa, el uro habita el bosque abierto con
terrenos de gramíneas y pantanos.
El uro aparece reseñado en la bibliografía en todos los niveles de la cueva del Juyo,
alcanzando un porcentaje superior al 5 % en el grupo de niveles IV a VI. Altuna (1972: 49)
puntualiza sin embargo que debe clasificarse sólo como Gran Bóvido ya que los restos con-
servados no permiten su identificación específica con el Bos. Caso semejante puede ser el de
la Pasiega, en cuyo nivel Magdaleniense se habla de Bos sp
Debemos citar por último al alce (Alces alces) como especie de bosque y clima frío.
Este típico habitante de la taiga se halla citado en la cueva de Balmori (Vega del Sella 1930)
pero sin adscripción a un nivel determinado. Dudamos de su identificación correcta ya que
Vega del Sella lo cita como Cervus alces y Altuna lo Incluye dentro del Megaloceros megaloce-
ros, sin poder haber revisado el resto de cornamenta por hallarse extraviado. Creemos que
entre los cérvidos son distintos alclnos, megacerinos y cervinos pero ignoramos en cuál de
los tres grupos debe clasificarse.
246
cueva Chufin, Cabrera y Bernaldo de Quirós han encontrado una azagaya en marfil en el ho-
gar solutrense.
En la Costa Cantábrica sólo se poseía la cita de reno en Castillo, por lo que se supuso
que sólo aparecería en los inviernos cantábricos. Altuna sin embargo ha demostrado (1971
y 1972) que los renos habitaron en Cantabria de un modo estable y que además la mayor
parte de ellos fueron cazados en verano (1972: 407).
Para Freeman (1971: 431) la poca Importancia numérica del reno puede deberse a
la circunstancia de haber entrado en competencia ecológica con el sarrio, especie más adap-
tada a la topografía local por lo accidentado del terreno. Parece que el sarrio necesita la mis-
ma alimentación que el reno en las épocas difíciles (líquines y musgos), durante las cuales,
acuciado por el frío, bajaría de las montañas.
La cueva de Urtiaga presenta una cierta evolución en sus niveles inferiores: en el nivel
E aumentan caballo y reno con respecto al F, a la vez que disminuye el ciervo y la cabra mon-
tes. Altuna (1972: 415) sugiere por ello un recrudecimiento climático en Urtiaga E, que inter-
preta como el paso del Interestadial de Lascaux al Dryas Ib.
Aparece con frecuencia asociado al caballo, aumentando y disminuyendo con él. Sólo
en Altamira y Aitzbitarte el número de bisontes cazados supera el 5 % del total de la fauna.
Otros restos aparecieron en Cierro 4, Cueto de la Mina C y D, Lloseta I y II, Paloma 8, Río, Lu-
mentxa e y F, Santimamiñe VII, Ermittia y Urtiaga E y F, Los restos del Juyo también pudieron
pertenecer a bisontes.
El caballo (Equus caballus) es una especie euriterma, muy adaptable a los distintos ti-
pos de clima. En el Würm parecen existir dos subespecies: el Equus c. germanicus, muy fre-
cuente en el Würm II que aparece asociado a fauna fría (mamut, rinoceronte lanudo y reno)
y que habitó en régimen de estepa y de pradera y el Equus c. gallicus, asociado a veces con
animales como el antílope saiga y el espermófilo, típicos de estepas secas, con veranos cá-
lidos e inviernos secos. Persiste también si aumenta la humedad y la temperatura, hecho que
provoca el retroceso del saiga.
Altuna (1972: 416-417) comenta la pequeña cantidad de restos de caballos que se en-
cuentran en los yacimientos cantábricos. Da como justificación la configuración tortuosa de la
247
orografía cantábrica, la cual no puede compararse a las estepas del Sudoeste de Francia en
las que el caballo se convierte en animal predominante junto con el reno. Cuando aparece el
caballo en Cantabria, las especies de bosque, ciervo, corzo y jabalí, experimentan un retro-
ceso; significativo es el comportamiento en el nivel E de Urtiaga donde, ante un aumento del
caballo, se produce un descenso del ciervo y un incremento del reno. En Francia el caballo
llega a superar al reno en algunos yacimientos del Magdaleniense IV, como Isturitz (grupo 5)
y Saint Germain-la-Rivíere (terraza superior). En la Costa Cantábrica existe un solo yacimien-
to donde el caballo ha sido considerado como "abundante", precisamente el nivel C de Cueto
de la Mina, único que por su estratigrafía se ha datado tradicionalmente en el Magdaleniense
Medio. En Altamira y Juyo IV-VI puede superar el 5 % del total de la fauna del nivel, estando
atestiguado en cantidades menores en el resto de las cuevas del Magdaleniense Inferior can-
tábrico. Mención aparte merece la acumulación de osamentas de caballo formando brecha a
la entrada de la cueva de Hornos de la Peña. No ha podido ser datada en la estratigrafía ge-
neral del yacimiento por presentarse los niveles medianamente revueltos, pero no podemos de-
jar de relacionarla con la abundancia de caballos grabados en las paredes de la cueva. Es-
taríamos en presencia del caso inverso al presentado por la cueva de Ekain.
Varios carnívoros (pantera, lobo, zorro...) y algunos roedores (rata de agua, liebre,
topo...) se adaptan fácilmente a distintos tipos de habitat y de climas, hallándose bien ates-
tiguados todos ellos en los niveles del Magdaleniense Inferior Cantábrico. Unos como la rata
de agua (Arvícola terrestris) prefieren las márgenes de los ríos, otros como la liebre (Lepus
occidentalis) el campo abierto de matorral; el zorro (Vulpes vulpes) se ha especializado en
la caza en el bosque, mientras que el lobo (Canis lupus) prefiere en principio el campo abier-
to. Todos ellos sin embargo no dudan en aventurarse en terrenos que no constituyen su habitat
tradicional. Su significación ecológica aún no ha sido adecuadamente establecida.
5. Moluscos:
248
Balmori
Cierro 4
Collubil
Cova Rosa
C Mina C
C. Mina D
Cuevona
Fonfría
Lloseta I
Lloseta II
Paloma 6
Paloma 8
Río
Viesca
Altamira
Castillo
Juyo I-II
Juyo IV-VI
Juyo VII-VIII
Juyo IX-X
Pasiega
Rascaño
Atxurra
Bolinkoba
Lumentxa E
Lumentxa F
Santimamiñe VII
Aitzbitarte III
Ermittia
Urtiaga E
Urtiaga F
Abauntz E
249
plotación que ha ¡do seleccionando durante miles de años los ejemplares de mayor tamaño. En
el Magdaleniense el diámetro medio de la Patella es de 4,2 cm. (según tablas de Fischer
1923), pero la variedad Sautuolae, descrita por vez primera por este autor en la cueva de Alta-
mira, alcanza dimensiones mayores.
La Littorina littorea se halla en los niveles marinos a donde llega la acción del agua pul-
verizada, que, ocasionalmente con mareas vivas, pueden cubrirla. Su habitat se encuentra en
el límite de la tierra y el agua, generalmente sobre algas pardas. Su temperatura óptima de ac-
tividad vital es hoy día de 18° C, según datos de Hayes, y su área de dispersión actual abarca
desde la Laponia rusa y Noruega hasta Gibraltar, pasando por las Islas Británicas.
Las especies típicamente frías, Cyprina islándica y Pectén islandicus, no podemos consi-
derarlas con valor decisivo en la determinación de un momento climático frío ya que, en esca-
sos ejemplares, han podido ser arrastradas por las aguas o las corrientes marinas. Madariaga
(1964: 72) señala que en nuestros días y latitudes (costa de Oporto) se encuentran a veces
en las redes de pesca ejemplares de Cyprina islándica, arrastrados por las corrientes frías.
Más significativas como indicadoras de un momento templado pueden ser las ostras
(Ostrea edulis) que hoy día necesitan una temperatura de 15 a 18° C para encontrar su medio
ecológico adecuado También el mejillón (Mytilus edulis) necesita aguas de 10 a 20°, del mis-
mo modo que el Trochus monodonta que sustituye totalmente a la Littorina en niveles azi-
lienses.
Freeman (1971: 429) y González Echegaray (1973: 184) han puesto de relieve reciente-
mente que es en el Magdaleniense III cuando el hombre paleolítico se especializa en la caza
de un animal determinado (el ciervo en Cantabria) cuyas matanzas controla y para el que
adopta unas técnicas de caza cuidadosamente elaboradas. Esta economía pre-ganadera supo-
ne una especialización de diversos tipos:
250
1. Selección de una especie animal como presa constante de caza: el ciervo.
3. Selección de las partes del animal (patas y cabezas) que deberán ser llevadas al
campamento.
Con la especialización en la caza surgen, por vez primera en la Costa Cantábrica, las ba-
ses de aprovisionamiento: es necesario que el cazador viva durante amplias temporadas allí
donde son cazados los animales. Freeman (1971: 429) supone que la cueva del Juyo sería una
de estas bases con un propósito especial, basado ya en "operaciones de recolección, inten-
siva y enfocada, de ganado salvaje orientada a las reservas". La cueva de Rascaño constitui-
ría un lugar semejante especializado en la caza de la cabra.
Una vez seleccionado y cazado el animal, el hombre paleolítico procedía al primer des-
cuartizamiento in situ de la pieza, escogía algunas partes, como patas y cabezas, y las trans-
portaba al campamento general. Altuna ha observado esta selección en Morín y Delpech en
Flageolet. En el Juyo no se cita ninguna pelvis, una sola vértebra y 7 fragmentos de costilla,
junto a 18 mandíbulas y 14 metacarpianos. También en Saint Germaln-la-Riviére Peyrony su-
giere una reserva de carne ante el amontonamieto de miembros de équidos, bóvidos y cér-
vidos. Los cuartos de venado "parecían estar depositados bajo un abrigo de ramajes con vis-
tas a su conservación por el frío durante la estación invernal". (Blanchard, Peyrony y Vallois
1972: 42).
Las especies preferidas por los recolectores magdalenienses se caracterizan por una
gran supervivencia y por su resistencia a la desecación. La Patella resiste de 15 a 20 días a
cero grados de temperatura y la Littorina littorea alcanza los 23 días. Esta cualidad permite su
transporte hasta cuevas situadas a veces muy al interior y su conservación en las mismas du-
rante una temporada relativamente amplia.
2. LA FLORA.
Sólo la cueva de El Pendo ofrece algunos datos que pueden servirnos para averiguar
la flora del Magdaleniense cantábrico. Cuando esto se redacta, aun no ha aparecido el estudio
sobre esa estación de Mme. Leroi-Gourhan, pero poseemos dos referencias:
La primera, procedente de los diarios de Santaolalla, fue publicada en 1957 por San
Valero (1957: 54) en el contexto de la estratigrafía general de El Pendo. En un Protomagda-
2S1
leniense I con raclettes se citan "plantas compuestas de clima más seco, mayor proporción
de gramíneas, cariofiláceas y pino".
Estos datos deben tomarse, sin embargo, con todas las reservas, ya que el carácter ar-
queológico de los niveles de El Pendo no parece definido de un modo claro, en especial en
los tres primeros estadios del Magadaleniense.
Respecto al Magdaleniense IV sólo poseemos la cita de Corylus colurna en los dos ni-
veles superiores del Juyo. Este avellano de clima frío sería un indicio de la ambientación rei-
nante en la Costa Cantábrica durante esta etapa, sin que de ningún modo pueda por tanto
pensarse en la oscilación de Bólling.
Los análisis polínicos de la próxima cueva de Isturitz parecen concordar también con
estos datos: para el nivel 5 (Magdaleniense IV) se cita un 1,8 % de pólenes de árboles, de los
que sólo el 0,2 % son Pinus. Las frondosas son Corylus, Quercus, Salix, Alnus, Betula y Fagus.
Aumentan las Clcoriáceas y desaparecen los heléchos. La flora es pues, medianamente fría
coincidiendo con la fauna (Altuna 1972: 114-115).
3. EL CLIMA.
1. Sudoeste de Francia:
Forzosamente tendremos que volver a la zona clásica francesa para obtener datos re-
ferentes a la estructura geológica de las primeras etapas del Magdaleniense. Los estudios de
Laville (1964 y 1969), y los de F. Bordes en Laugerie Haute (1958), nos ofrecen unas ca-
racterísticas que podremos aplicar a la Costa Cantábrica:
2S2
— Capa I': Cuatro niveles arqueológicos marrón-rojizo terrosos con cantos. Reno muy
abundante, caballo (10%), ciervo, bóvido, cabra, saiga y roedores. Magdaleniense I, suave
y húmedo. Interestadio de Lascaux. Separado por estrato de tierra rojiza estéril con algunas
placas calcáreas caídas de la bóveda. " , -' '
— Capa I": Tres niveles arqueológicos. Reno predominante, Saiga tartárica muy abun-
dante, ciervo, raros Equus y Bos. Magdaleniense II, frío y poco húmedo: Dryas Ib.
— Capa I'": Dos niveles arqueológicos bastante espesos, terrosos y con más cantos.
Reno dominante, caballo (10%), ciervo, saiga menos abundante, Bison priscus y Bos primi-
genlus, cabra, sarrio, lobo, zorro, zorro polar. Magdaleniense III, muy frío y poco húmedo:
Dryas Ib.
Sin embargo, la simultánea caída de bloques sobre los depósitos del Magdaleniense
MI-IV ya debe ser interpretada como indicativa de un clima frío y húmedo: el fenómeno de
descompresión producido por la diminución de la densidad de carga de la roca provoca, sir-
viéndose de la red de diaclasas, caída de bloques mayores, debidos a la acción directa o
indirecta del hielo (Fernández Gutiérrez 1969: 10-12).
263
2. La Costa Cantábrica:
Una vez entrevista la secuencia climática del Sudoeste francés, debe intentarse su
adecuación a los escasos datos que sobre fauna y flora se poseen en la Costa Cantábrica.
Altuna (1972), González Echegaray (1973) y A Moure (1975) han realizado sus equi-
valencias, si bien en algunos momentos se produce un desfase entre ellos.
El Magdaleniense II, definido en Francia como "frío y poco húmedo", apenas puede ser
constatado en la Costa Cantábrica. Sólo el grupo III del Juyo (niveles IX al XI) podría ser
considerado tipológicamente como tal. Las especies faunísticas en él aparecidas no difieren
de los niveles del Magdaleniense III que se le superponen, estando únicamente representado
el ciervo.
Los niveles pertenecientes a esta época serían una serie de capas rojizas y arcillosas,
con más o menos industria, que se superponen de inmediato a los niveles del clásico Magda-
leniense III: la ya tradicional de Cueto de la Mina C, Lloseta I, Cierro 3, Juyo I y II, Urtiaga E,
Ermittia y quizá la parte inferior del nivel III de Aitzbitarte IV. Sólo estas dos últimas cuevas
presentan forma de hogares que denoten una habitación continuada; y en realidad, sólo Er-
mittia ofrece materiales que tipológicamente puedan encuadrarse en un Magdaleniense Medio.
254
lo compara con el nivel 1, 3 de Otero y 2 de Morín (ambos Magdaleniense V). De modo dis-
tinto opinan González Echegaray (1966) y Moure (1975), que colocan el nivel 3 de Otero en
la oscilación de Alleród. Morín 2 aparece clasificado en el Dryas II, junto al nivel E de Urtiaga,
precisamente donde Altuna coloca Urtiaga D.
La flora es también sintomática de un clima frío, si bien sólo contamos con el dato del
Corylus colurna, avellano de clima frío de la cueva del Juyo.
4. EL HABITAT.
Los básicos estudios de Higgs y Vita-Finzi han llamado la atención sobre las "áreas de
recurso" del hombre paleolítico. Estos investigadores han realizado cálculos (1970), y para
un cazador a pie, la distancia rentable de explotación no debía rebasar los 5 kilómetros del
radio de acción de su campamento base. Ahora bien, el hombre magadaleniense pudo haber
cambiado su lugar de habitat o habilitado nuevas cuevas como "bases de aprovisionamiento",
si no demasiado cómodas para vivir, excelentemente situadas para cazar o recolectar. Surge
así la distinción de yacimientos de habitat constante, y yacimientos especializados, estaciona-
les, en la caza o recolección.
Los primeros requieren una serie de condiciones: un tamaño adecuado, una buena si-
tuación geográfica cerca de cursos de agua, una orientación de la boca a mediodía, una
iluminación correcta y buenas condiciones internas en cuanto a humedad y corrientes de aire.
En los segundos se busca únicamente su situación estratégica que permita obtener más
rápidamente los recursos buscados.
255
OI
PERIODO CARACTERIS- FRANCIA PERIODO FAUNA FLORA ESPAÑA PERIODO FAUNA FLORA
CLIMATICO TICAS CULTURAL CANT. CULTURAL
frío y poco húmedo L . Haute I" Mag. II saiga Juyo IX-XI Mag. II? ciervo
S. Germain Mag. II (aumento)
_ T muy frío y poco L . Haute V Mag. III reno Altamira Mag. III marfil coniferas
L/ryas 1 húmedo S. Germain-la caballo Castillo B Mag. III reno 56%
Ri viere Mag. III Balmori Mag. III alce (Pendo)
(terraza inf.) Juyo IV-VIII Mag. III ciervo
(parte sup.) Rascaño 4 Mag. III cabra
C. Mina D Mag. III Cyprina
Oscilación
de suave y húmedo La Garenne de Mag. IV aumento de ? ? ? ?
Bólling Saint Marcel evolucionado pinos
Esta clarificación primera presenta sin embargo dos problemas importantes: pueden
quedar por descubrir o por excavar yacimientos principales y, por otra parte, una misma cueva
ha podido servir a lo largo del Magdaleniense para muy distintas funciones. Tal sería el caso
de Altamira y Castillo que son a la vez (o mejor en sucesivos momentos) cuevas base de ha-
bitat y santuarios parietales. A pesar de todo ello y siempre a modo de ensayo, pasamos a
clasificar funcionalmente los yacimientos magdaienienses en torno a sus unidades fluviales.
1. CUENCA DEL NALON-NORA: Tuvo sin lugar a dudas una gran cueva base durante
el Magdaleniense: la Paloma. Todas las demás giran en torno a ella con carácter secundario:
Ancenia, Caldas, Sofoxó..., no pudiendo precisarse todavía la posible función de éstas por no
poseer una publicación de las mismas. En cuanto a Candamo parece claro su carácter de san-
tuario parietal durante el Magdaleniense, a lo que podría contribuir la posición primordial de
la Peña de Candamo en el valle de su nombre.
El grupo de Ardines parece tener un carácter de habitat estacional. Tito Bustillo pre-
senta un excelente ajuar pero en una débil estratigrafía. Pudo tener una habitación veraniega
con vistas a la recolección del marisco, aunque lo más posible es que los útiles allí encon-
trados pertenecieran a las gentes que pintaron el gran panel. Lloseta podría interpretarse co-
mo lugar especializado en la talla del sílex y la cuarcita, dada la abundancia de lascas de
desecho y la poca importancia de su industria ósea. La Viesca y el Río (si no se identifican
respectivamente con las dos cuevas anteriores) tendrían un carácter de yacimientos satélites.
La Cuevona, a pesar de sus grandes dimensiones, parece que no fue habitada como vivienda
constante, posiblemente por servir de cauce al río San Miguel en su desembocadura. La cue-
va de San Antonio, situada al otro lado del Sella, la dejamos en suspenso hasta que se efec-
túe en ella una adecuada excavación. Su caballo pintado no nos parece razón suficiente para
colocarla entre los santuarios parietales.
En líneas generales podemos asignar a la ría del Sella durante el Magdaleniense una
cueva base de habitación: Cova Rosa; un cazadero importante de ciervo, Cierro; varios saté-
lites especializados en la talla del sílex, Lloseta, o en la caza y recolección, Cuevona; y varios
santuarios parietales: Tito Bustillo, Les Pedroses y El Buxu. Collubil podría interpretarse como
base de aprovisionamiento de carne de cabra, aunque su distancia es quizá excesiva para po-
nerla en relación con la más cercana, Cova Rosa.
3. La CUENCA DEL CALABRES parece estar ocupada por un mismo tipo de gentes
que pasan de una cueva habitable importante (abrigo del Cueto de la Mina) a otra de la mis-
ma categoría (La Riera) y a la siguiente (Balmori). En un momento determinado del Magda-
leniense Superior se habitó también Bricia, dentro de la rotación de campamentos (tipo 5 de
habitat en el esquema de Bordes). Fonfría se interpreta como yacimiento satélite de alguno
de ellos, pudiendo estar especializado en la recolección del marisco, por ejemplo. Coberizas
y Juan de Covera se clasifican también como cuevas menores dependientes de ellas. La cue-
va de Las Herrerías parece ser la única que funcionaría como santuario parietal, y en este sen-
257
tido llama la atención que una zona tan rica en yacimientos magdalenienses no posea en sus
cercanías una cueva pintada o grabada importante.
En el Deva La Loja fue habitada quizá como taller, además de grabada, y en su área
habrá que incluir una serie de yacimientos magdalenienses que en la actualidad carecen de
excavación: la cueva de La Peña en Panes, el abrigo del Desfiladero de la Hermida (quizá
por su situación un cazadero de cabra) y los yacimientos de Peñamellera Baja, Pindal, Chu-
fin y la Franca podrían adscribirse a esta zona como santuarios parietales. De cualquier mo-
do la cueva base de habitat del Deva pareceque no se ha encontrado todavía.
6. El VALLE DE CAMARGO tiene también una gran cueva base de habitat: la caver-
na del Pendo. En su radio de acción se encontrarían Camargo y Cobalejos y, muy directamen-
te, Peñajorao, interpretada por Moure (1970) como "puesto de observación" de la cueva ba-
se. El Juyo aparece como claramente especializado en la caza del ciervo durante el Magda-
leniense III cantábrico. Es curioso que sea precisamente este período el que se encuentra más
confusamente representado en la cueva del Pendo. Pudo haber un cambio de habitat en esta
época pero las condiciones de humedad extrema del Juyo no parecen hacer de este yacimien-
to un lugar muy habitable. Hoy día el río interior que corre por la cueva se seca en los meses
de verano, lo que quizá sea indicio para atribuirle un habitat estacional (veraniego), siendo
testigos de su desocupación invernal los niveles rojizos que se van intercalando alternativa-
mente con los negros de ocupación. Ya Janssens y González Echegaray (1958) los interpre-
taron como testimonio de momentos de inundación (invernal). Nuestra Señora de Loreto pue-
de tratarse de una avanzadilla hacia la costa de los habitantes del valle de Camargo.
258
abandonadas como lugares de habitat, al mismo tiempo que aparecen en varias estratigra-
fías niveles rojizos no estériles en su totalidad. Ante este hecho tendremos que preguntarnos
Q'óno'e vivía la gente que pintaba los santuarios parietales supuestamente datados en un Mag-
daleniense IV. Quizá haya que aceptar la teoría del mejoramiento climático y suponer que en
estos momentos el habitat se efectuaría en campamentos al aire libre y que las cuevas serían
visitadas ocasionalmente para funciones muy concretas.
Claros yacimientos satélites de Rascaño serían la Bona, Rascaño Superior y Salitre, es-
te último en función de santuario parietal. La Fuente del Francés y Truchiro podrían Interpre-
tarse como yacimientos estacionales de aproximación a la costa.
10. La SIERRA DE AMBOTO presenta la cueva de Bolinkoba como el lugar más impor-
tante en cuanto a riqueza de materiales se refiere. No obstante la escasa potencia de su ni-
vel magdaleniense impide calificarla como lug-'.r de habitat permanente. Por otra parte, su
privilegiada situación sobre el desfiladero de Atxarte y el carácter de su fauna permiten in-
terpretarla como base especializada en la caza de la cabra. Se da además la circunstancia de
que es este animal el más representado en los objetos mobiliares (sobre compresores y aza-
gayas). Balzola y Silibranka se encuentran en su radio de acción y todo el conjunto podría
ser asimilado al grupo de Santimamiñe, en especial por el tipo peculiar de su instrumental
óseo.
11. La CUENCA DEL DEVA ofrece dos yacimientos igualmente importantes durante el
período magdaleniense. Nos referimos a Ermittia y Urtiaga, las cuales pueden tener la cate-
goría de lugares base de habitat. Ermittia sin embargo podría también clasificarse entre los
cazaderos de cabra, dado el dominio casi absoluto de este animal en sus niveles magda-
lenienses.
250
Ermittia Urtiaga
* :
cueva base de habitat
* :
yacimiento satélite estacional
C :
yacimiento especializado en la caza de una determinada especie
M :
posible establecimiento marisquero
T :
yacimiento especializado en la obtención de materia prima o en la talla
del sílex
P : santuario parietal
PROVINCIA D E SANTANDER
5. SAJA-PAS 7. MIERA
1 Altamira 14 Morín
2 Cuco 15 Rascaño
3 Linar 16 Bona
4 Carranceja 17 Salitre
5 Castillo 18 Fte. del I
6 Pasiega, Monedas y Chimeneas 19 Truchiro
7 Hornos de la Peña
8 ASON
CAMARGO 20 Valle
8 Pendo 21 Chora
9 Peñajorao 22 Otero
10 Cobalcjos 23 Cullalvera
11 Camargo 24 La Haza
12 Juyo 25 Covalanas
13 Loreto
261
PAIS VASCO
202
o menos estériles, que no denotan un habitat continuado en cueva. Es el caso de Cueto de la
Mina C, Riera, Cierro, Lloseta, Rascaño 3, Castillo, Urtiaga y quizá El Juyo y Aitzbitarte IV.
Su posición estratigráfica es clara: sobre un Magdaleniense III de tipo cantábrico y bajo un
Magdaleniense Superior, niveles ambos con una densa ocupación de hogares y abundante
instrumental lítico y óseo.
¿Dónde vivía la gente que habitó la Costa Cantábrica durante el Magdaleniense Medio?
Es este un tema que hemos tratado con mayor amplitud en otro momento (Utrilla 1979b) pero
de todas las posibilidades allí planteadas preferimos esta: /a población del Magdaleniense Me-
dio Cantábrico vivió al aire libre. Las causas de esta decisión pueden ser varias: miedo a los
desprendimientos de bloques que se sucedieron tras el Magdaleniense Inferior, dulcificación
del clima como consecuencia de la oscilación de Bólling (no atestiguada, por otra parte, en
la Costa Cantábrica hasta la fecha), adopción de algunas de las cuevas habitables como san-
tuarios parietales, etc.
5. LA CULTURA.
El arte parietal, la más importante de S'JS manifestaciones culturales, queda, sin embar-
go, excluido, debido a la inseguridad que todavía encierra su datación cronológica.
a) Industria lítica:
En el resumen primero de nuestra tesis doctoral (Utrilla 1976a) estudiamos con detalle
los distintos aspectos de la industria lítica y ósea del Magdaleniense (materia prima, sistemas
de talla, lugares de trabajo y tipos principales representados). En síntesis, puede afirmarse
que en el Magdaleniense se utiliza tanto el sílex como la cuarcita, si bien su empleo varía
según la materia prima existente en la zona o el tipo que se desea fabricar. De un modo ge-
neral, se suele utilizar el sílex en los primeros momentos de una cultura, adaptándose progre-
sivamente los tipos a la cuarcita a medida que transcurre el Magdaleniense y se domina la
técnica. No existen apenas buriles ni hojitas de dorso en cuarcita, ya sea por dificultades físicas
(el grano grueso de la cuarcita impide fabricar tipos pequeños y filos cortantes), ya sea por
263
Ser precisamente éstos los útiles más característicos del Magdaleniense. Asturias ofrece una
media de empleo de la cuarcita superior al 50 % en los útiles del Sustrato (raederas y den-
ticulados) y una importante representación en la familia de los raspadores. En Santander los
Índices disminuyen considerablemente para desaparecer de un modo total en el País Vasco.
Las cifras son las siguientes:
Mag. Medio
Asturias 1,08 25,4 2,7 53,3
Santander 0 2,3 0 25,8
País Vasco 0 0 0 0
Otras materias primas utilizadas han sido el cristal de roca, la ofita, el ocre y la cal-
cita, muy abundante en el Magdaleniense Beta del Castillo y en el nivel e de Abauntz.
Los útiles laminares predominan ampliamente en el País Vasco, mientras que en Astu-
rias y Santander se prefiere la lasca y el núcleo. Al mismo tiempo, en un mismo yacimiento,
se van abandonando las láminas en la fabricación de útiles para ser sustituidas por lascas,
siendo el caso del Juyo el ejemplo donde ha sido constatado este proceso.
Tipos principales:
Sin embargo, corremos el peligro de que los árboles no nos dejen ver el bosque y no
sepamos entresacar la personalidad del Magdaleniense Inicial cantábrico entre tal maraña de
gráficas y porcentajes. La pervivencia de técnicas tradicionales, el condicionamiento de la ma-
teria prima, la situación geográfica de los mismos yacimientos o la influencia (por fenóme-
nos de supervivencia y aculturación) de momentos culturales anteriores, da como resultado
una amplia variedad de gráficas, determinando que un nivel tenga más puntos de contacto con
los próximos a él geográficamente, que con otros de su mismo período cronológico pero que
se encuentren en áreas alejadas.
Tomemos como ejemplo el nivel Magdaleniense III de Bolinkoba: la presencia entre sus
materiales de 26 buriles de Noailles lo acercarán más a los niveles perigordienses del mismo
yacimiento, que, por ejemplo, a la cueva del Juyo.
Por ello, hemos Intentado simplificar la gráfica-media del Magdaleniense III en cada
una de las tres regiones geográficas, excluyendo para la fabricación de las mismas aquellos
yacimientos que nos parecen de muy dudosa atribución cultural, o que presentan sus mate-
riales claramente mezclados. No computamos, por tanto, Hornos de la Peña, Pasiega ni Ermittia,
admitiendo con muchas reservas otros como Río, Paloma, Loja, Lumentxa, Santimamiñe y Aitz-
bitarte IV. Respecto al Juyo, cuya veracidad estratigráfica no ponemos en duda, no lo hemos
valorado en el sistema Laplace por no haber podido revisar directamente sus materiales. Sí lo
264
hemos hecho, en cambio, en la clasificación por Sonneville-Bordes y Perrot, porque la ampli-
tud de los tipos permitía una gran aproximación en la interpretación de los datos ofrecidos
por la memoria de excavaciones.
Magdaleniense III:
Asturias Santander País Vasco
B1: 43- 7 = 50 • 1,6 19 = 19 2,05 42 5,4
B2: 101- 4 = 105 • 3,5 25 = 25 2,7 61 7,8
B3: 3 = 3 0,1 35 = 35 3,7 26 3,3
B4: 25- 2 = 27 0,9 4 = 4 0,4 26 3,3
B5: 64- 10 74 2,5 45 = 45 4,8 33 4.2
B6: 24 = 24 0,8 12 12 1,2 14 1,8
B7: 26- 1 = 27 0,9 5 = 5 0,5 34 4,3
B8: 2 = 2 0,06 2 2 0,2 1 0,1
B9: 11- 1 = 12 0,4 19 2,4
G1: 19- 8 = 27 0,9 8 = 8 0,8 26 3,3
G2: 15- 7 = 22 0,7 7- 7 = 8 0,8 23 2,9
G3: 95- 36 131 4,4 33- 4 = 37: 4 19 2,4
G4: 20- 12 = 32 1,08 3 0,38
G5: 2- 1 3 0,1 1 0,1
G6: 9- 2 = 11 0,3 3 3 0,3 1 0,1
G7: 29- 14 = 43 1,4 31- 1 = 32 3,4 8 1,03
G8: 14- 8 = 22 0,7 26 = 26 2,8 3 0,3
G9: 70- 44 = 114 3,8 59- 6 = 65 7,02 22 2,8
NR: 937-733 = 1070 36,2 328- 8 = 336 36,3 95 12,2
AV. 17- 9 = 26 0,8 8- 2 = 10 1,08 13 1,6
A2: 36- 10 = 46 1,5 9 = 9 0,9 21 2,7
LDV 31- 1 = 32 1,08 9 = 9 0,9 12 1,5
LD2: 157- 1 = 158 5,3 20 = 20 2,1 39 5,04
LD3: 1 = 1 0,1 1 0,1
LD5: 1 = 1 0,03
PD1: 10 = 10 0,3 1 = 1 0,1 1 0,1
PD2: 3 3 0,1 1 = 1 0,1 2 0,2
PD4: 50- 2 = 52 1,7 8 = 8 0,8 13 1,6
PD5: 3 = 3 0,1
DT1: 4 = 4 0,13 2 0,2
DT3: 6 = 6 0,2 1 0,1
DT4: 3 = 3 0,1 1 = 1 0,1 1 0,1
Gm2: 1 = 1 0,03
Gm3: 1 0,1
Gm4: 1 = 1 0,1
Bc1: 24- 3 = 27 0,9 33 = 33 3,5 21 2,7
Bc2: 4- 2 = 6 0,2 21 = 21 2,2 9 1.1
TV 1 0,1
T2: 5 = 5 0,1 3 = 3 0,3 14 1.8
T3: 8- 1 = 9 0,3 6 6 0,6 8 1,03
DV 36- 80 = 116 3,9 36- 5 = 41 4,4 29 3,7
D2: 41-795 = 236 8 22-77 = 33 3,5 13 1.6
D3: 6- 27 = 27 0,9 4 0,5
D4: 11- 37 = 48 1,6 1 0,1
RV 17- 53 = 70 2,3 2 = 2 0,2 16 2,06
R2: 32- 64 = 96 3,2 15- 7 = 22 2,3 23 2,9
R3: 4- 18 = 22 0,7 5- 2 = 7 0,7 4 0,5
R4: 1- 7 = 8 0,2 4- 1 = 5 0,5 4 0,5
R5: 1- 4 = 5 0,16 2 0,2
LV 51- 14 = 65 2,2 6 = 6 0,6 40 5,1
L2: 30- 15 = 45 1.5 21 = 21 2,2 23. 2,9
PV 2- 8 = 10 0,5 4 0,5
P2: 4- 6 = 10 0,5 2 = 2 0,2 3: 0,3
265.
Magdaleniense IV
Asturias Santander Pais Vasco
B1: 9- 1 = 10: 1,03 3 = 3: 0,9 16 : 5,4
B2: 60- 1 = 61: 6,4 12 = 12: 3,6 15 : 5,1
B3: 5 = 5: 0,5 9 = 9: 2,7 10 : 3,4
B4: 27 = 27: 2,8 3 = 3: 0,9 7 : 2,3
B5: 33 = 33: 3,4 15 = 15: 4,5 3: 1,02
B6: 7
= 7: 0,7 3
12
1,02
4,09
B7: 26 = 26: 2,7
B8: 1 = 1: 0,1 2 2: 0,6 2: 0,6
B9: 14 14: 1.4 =
G1: 10- 3 = 13: 1,3 9 = 9: 2,7 12 : 4,09
G2: 12- 3 15: 1,5 1 = T: 0,3 2 0,6
G3: 17-72 29: 3,04 19 = 19: 5,7 16 5,4
G4: 7- 7 = 8: 0,8 2 = 2: 0,6 2 0,6
G6: 6 = 6: 0,6 1 = 1: 0,3
G7: 2- 2 = 4: 0,4 5 = 5: 1,5 5 1,7
G8: 5- 7 = 6: 0,6 9 = 9: 2,7 1 0,3
G9: 10-33 = 43: 4,5 9- 3 = 12: 3,6 10 3,4
RN; 224-45 = 269: 28,2 71 = 71: 21,3 37 12,6
A1: 2 = 2: 0,2 2 = 2: 0,6 3 1,02
A2: 3- 7 = 4: 0,4 8 = 8: 2,4 5: 1,7
LD1: 17- 7 = 18: 1,8 10
38 = 10: 3,01
38: 11,4
5 1,7
41: 13,9
LD2: 90 = 90: 9,4 = 1: 0,3
PD1: 3 = 3: 0,3 7 = 7: 2,1
PD2: 3 = 3: 0,9
PD4: 20 = 20: 2,1 11 = 11: 3,3 15: 5,1
PD5: 1 1: 0,3
PD6: 1: 0,3
DT1: 1: 0,3
DT2: 2 = 2 0,6
DT4: 2 = 2 0,6 8 2,7
Bc1: 23- 7 = 24 2,5 7 = 7 2,1 5 1.7
Bc2: 7- 2 = 9 0,9 6 = 6 1,8 6 2,04
T2: 3 = 3 0,3 4 = 4 1,2 1 0,3
T3: 9 = 9 0,9 6 2,04
D1: 6- 7 = 7 0,7 1 = 1 0,3 6 2,04
D2: 5-38 = 43 4,5 8- 1 = 9 2,7 5 1.7
D3: 7 = 7 0,7 2 0,6
D4: 6 6 0,6 1 = 1 0,3
R1: 2- 7 9 0,9 1 = 1 0,3 1 0.3
R2: 11-78 29 3,04 7-11 = 18 5,4 5: 1,7
R3: 5 = 5 0,5
R4: 1 0,3
R5: 7 = 1 0,1
L1: 25-10 = 35 3,6 8 = 8 2,4 12 4,09
L2: 32- 5 — 37 3,8 18- 2 — 20 6,02 14 4,7
P1: 4- 1 = 5 0,5 1 0,3
P2: 5- 4 = 9 0,9
Magdaleniense III
B1 111 2,38 G1 61 1,31 RN 1501 32,3
B2 191 4,11 G2 53 1,14 A1 49 1,05
B3 64 1,37 G3 187 4,02 A2 76 1.63
B4 57 1,22 G4 35 0,75 LD1 53 1.14
B5 152 3,27 G5 3 0,08 LD2 217 4,66
B6 50 1.07 G6 15 0,33 LD3 2 0,04
B7 66 1.42 G7 83 1.78 LD5 1 0,02
B8 5 0.10 G8 51 1,09 PD1 12 0,25
B9 31 0.66 G9 201 4,32 PD2 6 0,12
266
PD4 73 1,57 T1 1 0,02 R3 33 0,71
DT1 6 0,12 T2 22 0,47 R4 17 0,36
DT3 7 0,15 T3 23 0,49 R5 7 0,15
DT4 5 0,10 D1 186 4 L1 111 2,38
Gm2 1 0,02 D2 282 6 L2 89 1,91
Gm3 1 0,02 D3 31 0,66 P1 14 0,30
Gm4 1 0,02 D4 49 1,05 P2 15 0,32
Bc1 81 1,74 R1 88 1,89
Bc2 36 0,77 R2 141 3,03 Total: 4647
Magdaleniense IV
B1 29: 1,83 G9 65 4,12 T2 8 0,50
B2 88: 5,58 RN 377 23,9 T3 15 0,95
B3 24: 1,52 A1 7 0,44 D1 14 0,88
B4 37: 2,34 A2 13 0,82 D2 57 3,61
B5 51: 3,23 LD1 33 2,09 D3 9 0,57
B6 10: 0,63 LD2 169 10,7 D4 7 0,44
B7 38: 2,40 PD1 11 0,69 R1 11 0,69
B8 1: 0,06 PD2 3 0,19 R2 52 3,29
B9 18: 1,14 PD4 46 2,91 R3 5 0,31
G1 34: 2,15 PD5 1 0,06 R4 1 0,06
G2 18: 1.14 PD6 1 0,06 R5 1 0,06
G3 64: 4,05 DT1 1 0,06 L1 55 3,48
G4 12: 0,76 DT2 2 0,12 L2 71 4,50
G6 7: 0,44 DT4 10 0,60 P1 6 0,38
G7 14: 0,88 Bc1 36 2,28 P2 9 0,57
G8 16: 1,01 Bc2 21 1,33
Total de objetos = 1577
Magdaleniense IV
— La Loja se ha incluido entre los mateteriales del Magdaleniense IV del área de San-
tander por creer que realmente se halló dentro de ella durante el Paleolítico Superior, sin que
deban afectarle, por tanto, las actuales divisiones administrativas.
— Los Abruptos Indiferenciados (A1 y A2 de Laplace) han sido excluidos del Sustrato
(al que pertenecen en el sistema Laplace) y computados entre los Abruptos Diferenciados,
ya que la mayoría de ellos son raclettes o pseudo-raclettes, y no creemos que éstas deban ser
consideradas como Sustrato al tratar del Magdaleniense Inicial.
— Los resultados del Magdaleniense IV deben acogerse con muchas reservas por no
267
aparecer este período bien definido tipológicamente. Los porcentajes que arriba se exponen
pertenecen en su mayor parte a los materiales de niveles rojizos que se superponían al clá-
sico Magdaleniense III cantábrico, y que subyacían, en varios casos, a otros del Magdalenien-
se Superior. La distinción es más estratigráfica que tipológica, ya que la cueva de Ermittia,
que contiene los más claros ejemplares representativos de un Magdaleniense IV clásico, pre-
senta sus materiales mezclados con los de un nivel Magdaleniense VI.
— Comparando entre sí los porcentajes de las distintas áreas del Magdaleniense Infe-
rior, notamos que Buriles y Abruptos van disminuyendo a medida que avanzamos hacia el
Oeste. Los tipos más característicos del Magdaleniense se van debilitando progresivamente
antes de llegar a la Región Asturiana. El Sustrato, por el contrario, representante de las viejas
tradiciones, alcanza en ella sus más altos porcentajes. En Santander, sin embargo, presenta
muy escasa proporción, compensada por el alto grado alcanzado por los Raspadores.
% % % % % % % %
n.° C. 15 s. 15 n.° c. 15 S. 15 n.° C. 15 s. 15 n.° c. 15 s. 15
Magd. III 727 15,6 23,1 2191 47,1 21,9 548 11,7 17,4 1063 22,8 33,7
Magd. IV 296 18,7 24,6 607 38,4 19,1 377 23,9 31,4 298 18,8 24,8
Si descendemos al nivel de Tipos Primarios, los más representados son los siguientes:
Buriles:
Magdaleniense III Magdaleniense IV
Asturias B2-B3: 3,6 B2-B3 6,9
B5: 2,5 B5 3,4
B4 2,8
B7 2,7
Santander B2-B3: 6,4 B2-B3 6,3
B5: 4,8 B5 4,5
País Vasco B 2 - B 3 : 11,2 B2-B3 6,3
B1: 5,4 B5 5,4
B5: 4,2 B7 4
2GR
Raspadores:
Magdaleniense III Magdaleniense IV
Asturias NR 36,2 NR: 28,2
G3 4,4 G3: 3
GP • 3 8 G9: 4,5
Santander NR : 36,3 NR: 21,3
G9 7 G9: 3,6
G3 4 G3: 5,7
G7 3,4
País Vasco NR : 12,2 NR: 12,6
G1 3,3 G3: 5,4
G2 2,9 G1: 4
G9 2,8 G9: 3,4
Abruptos:
Magdaleniense III Magdaleniense IV
Asturias LD2 5,3 LD2: 9,4
PD4 1,5 Bc1: 2,5
Santander Bc1 3,5 LD2: 11,4
Bc2 2,2 PD4: 3,3
LD2 2,1
País Vasco LD2 5 LD2: 13,9
Bc1 2,7 PD4: 5,1
DT4: 2,7
Sustrato:
Magdaleniense III Magdaleniense IV
Asturias D2 8 D2: 4,5
R2 3,2 L2: 3,8
L1 1,5 R2: 3
Santander D1 4,4 L2: 6
D2 3,5 R2: 5,4
R2 2,3
País Vasco L1 5,1 L2: 4,7
D1 3,7 L1: 4
R2 2,9
L2 2,9
La aplicación del sistema Sonneville-Bordes y Perrot sobre los Tipos Primarios de las
distintas áreas puede verse en el Apéndice I.
En la Lám. 95a recogemos las gráficas acumulativas de cada una de las tres áreas du-
rante el Magdaleniense Inferior: la mayor diferenciación, se obtiene por el distinto porcentaje
de los raspadores nucleiformes en el País Vasco, y por el aumento inverso de los buriles die-
dros, de truncadura y de Noailles, representados estos últimos por la masiva aportación de
Bolinkoba.
269
Lámina 95a.—El Magdaleniense Inferior en las tres áreas geográficas. Gráfica media.
270
MAG.
III
MAG.
IV
B R A S B R A S B R A S
M A G III
r
IG 18 IP G P ! G A l S IG I B IP G P IGA" IS IG IB IP GP IGA" IS
MAG. IV
IJurúna 96.
Magdaleniense IV
IG IB IBd IBt IP GP IGA r
IS
c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15 c. 15 s. 15
Asturias 40,5-15,7 17,9-25-4 10,8 2,7 2,4-3,9 14,9-21,2 39,3 18,4-26,1
Santander 39,7-22,9 9,5-12,2 7,4 3,5-4,5 21/-27.4 46,6 17,3-22,1
País Vasco 28,7-17,6 20,6-24,8 12,2 4,9 2,5-2,9 22,5-26 41 18,6-20,9
La comparación con los índices del Magdaleniense IV revela asimismo un aumento del
porcentaje de los buriles sobre truncadura, compensado por una disminución inversa de los
diedros. El índice restringido del raspador auriñaciense es moderado y constante en las tres
áreas durante el Magdaleniense IV. El grupo perigordiense aumenta notablemente respecto al
período anterior, tal como ocurre con la familia de los Abruptos en el sistema Laplace.
Los porcentajes medios del Magdaleniense Inferior y Medio cantábricos, según la lista
Sonneville-Bordes y Perrot, pueden verse en el Apéndice I, y su representación gráfica en la
Lám. 95b. Según ellas, se aprecia que las curvas resultantes son muy semejantes entre sí,
separándose ligeramente en el tipo 15 (raspador nucleiforme) que, como ya hemos observa-
do, es más abundante en la etapa inferior, y en el 85, marcado por un mayor porcentaje de
hojitas de dorso en el Magdaleniense Medio.
En el cuadro de índices medios del Magdaleniense Inferior y Medio por Grupos Tipoló-
gicos también se aprecian unos hechos que conviene destacar:
— Descenso poco importante del IG, condicionado por una disminución del raspador
nucleiforme en el Magdaleniense IV.
b) Industria ósea:
272
níense. Los índices son similares para todas las etapas y las distinciones son resultado de la
materia prima empleada, del área geográfica en que se sitúa la cueva o de la propia tradición
lítica del yacimiento. Por ejemplo el nivel Magdaleniense Inferior de Bolinkoba se parece más
al nivel perigordiense de la misma cueva que al yacimiento del Juyo, el cual pertenece a su
mismo momento cultural. Es por lo tanto la industria ósea la que diferencia, con sus "fósiles
directores" o con la abundancia de unos tipos determinados, las distintas etapas o facies, qui-
zá sincrónicas, del Magdaleniense.
Ahora bien, no todas las cuevas en todos sus niveles contienen una representación de
instrumental óseo suficiente para realizar una estadística. Son muchos los factores que influ-
yen desfavorablemente en su conservación: desde la naturaleza del terreno (tierras acidas)
hasta la humedad ambiental o la presencia de animales carnívoros o de plantas con raíces
profundas. Algunos niveles no conservan industria ósea abundante simplemente porque no la
tuvieron nunca, ya que la actividad principal, desarrollada en ese momento en el yacimiento,
podía no requerirla. Al contrario, se conocen yacimientos del Magdaleniense Inferior con una
importante representación: Castillo entregó 529 ejemplares en su nivel Beta, Paloma 218 en su
Magdaleniense Medio, Altamira 222, Cueto de la Mina 171 y Balmori 146. Gracias a ellos se
podrán fijar las líneas generales de la industria ósea del Magdaleniense Inferior Cantábrico.
La primera sorpresa que nos aporta el estudio de la industria ósea es que no existen
los tres grupos geográficos (Asturias, Santander y País Vasco) que se apreciaban en la In-
dustria lítica. La semejanza de los índices de los Grupos Tipológicos nos hace pensar por
vez primera que nos hallamos dentro de un mi:mo ambiente cultural:
La estadística por secciones revela también porcentajes semejantes para las tres áreas,
con la excepción de la sección triangular, especialmente típica de todos y cada uno de los
yacimientos del País Vasco.
273
Asturias Santander Pais Vasco
n.° % n.° % n.° %
201 39,6 231 31,4 33 31,7
Triangular 26 5,1 46 6,2 18 17,3
Cuadrangular ... 146 28,7 230 31,3 29 27,6
Aplanada 58 11,4 92 12,5 10 9,6
Fina-circular ... 20 3,9 95 12,9 5 4,8
Planoconvexa .. 56 11 40 5,4 9 8,6
A la vista de estos resultados, uno se pregunta por qué varía la industria lítica según
las áreas regionales pero no la industria ósea. Quizá la materia prima sea la explicación más
sencilla: el ciervo existe por igual en toda la Costa Cantábrica y el hombre magdaleniense
dispone de toda el asta necesaria para fabricar su instrumental óseo. Por otra parte parece
que la industria de hueso define y caracteriza la cultura magdaleniense en todas las áreas, y
por lo tanto el hombre pudo estar más apegado a seguir fielmente un patrón tipológico, con
la innovación técnica que conlleva, que con la industria lítica para la que sigue las tradicio-
nes de la región.
n.° % n." %
I 86 49,1 XIII 2 1,1
II 1 0,5 XVII 2 1,1
IV 6 3,4 XX 3 1,7
V 1 0,5 XXI 5 2,8
VI 10 5,7 XXVI 28 15,9
VII 2 1,1 XXX 11 6,2
VIII 14 7,9
IX 1 0,5 175 (Sin
X 2 1,1 fragmentos)
La estadística por secciones revela sin embargo nuevos elementos inestables. La sec-
ción triangular aumenta triplicando el porcentaje del Magdaleniense Inferior, mientras que la
sección cuadrada disminuye de un modo fulminante. La planoconvexa y la aplanada aumen-
tan por el ascenso de las varillas. La expresión gráfica de estos resultados puede verse en
la Lám. 97.
1345 375
A nivel de Tipo Primario pueden verse los resultados en el Apéndice II, en el que se cla-
sifican por áreas geográficas del Magdaleniense Inferior, más el total de los niveles corres-
pondientes al Magdaleniense Medio (Ermittia, Loja, Cueto de la Mina C, Rascaño 3 y Paloma
274
mag ni
•
mag iv
• •Be • •
grupo I
grupo II
grupo III
n.° % n.° %
I 20 29,4 2 1 5
3 4 20
4.1 2 10
4.2 1 5
4.4 3 15
4.6 1 5
5 6 30
6 1 5
9 1 5
n.° %
IV 4 5,8
VII . ... 21 30,8
VIII . ... 12 17,6
IX 1 1,4
XI-XIII 1 1,4
XXI 4 5,8
XXX 5 7,3
68
/».• %
49 47.1
Sección triangular 8 7.6
Sección cuadrangular .. 10 9,6
Sección aplanada 28 26,9
Sección planoconvexa .. 9 8,6
104
276
Grupo ti: Altamira, Castillo
n.' % n." %
191 45,9 1 7 3,6
2 5 2,6
3 4 2
4.1 ... 33 17,2
4.2 2 1
4.3 ... 36 18,8
4.4 ... 29 15,1
4.5 1 0,5
4.6 ... 17 8,9
5 ... 10 5,2
6 1 0,5
9.1 ... 19 9,9)
9.2 7 3,6
9.3 ... 10 5,21
10 ... 10 5,2
n.° %
IV 2 0,4
VII 68 16,3
VIII 42 10
IX 6 1,4
XI-XIII 24 5,7
XX 5 1,2
XXI 31 7,4
XXX 47 11,2
416
n.' %
Sección circular . 199 38,8
Sección triangular 35 6,8
Sección cuadrangular .. . 168 32,8
Sección aplanada 68 13,2
Sección planoconvexa .. 42 8,2
512
1 1 0,8
2 2 1,6
3 5 4,2
4.1 ... 22 18,4
4.2 1 0,8
4.3 ... 25 21
4.4 8 6,7
4.5 2 1.6
4.6 ... 12 10
5 ... 31 26
7 1 0,8
9.1 5 4,2
9.2 1 0,8
9.3 2 1,6
10 1 0.8
n." %
IV . 1 0,3
VII. 54 21
VIII 48 18,7
IX.. 2 0,7
XI-XIH 4 1,5
XX.. 2 0,7
XXI 18 7
XXX 8 3,1
256
n° %
Sección circular 163 35,2
Sección triangular 13 2,8
Sección cuadrangular ... 185 39,9
Sección aplanada 54 11,6
Sección planoconvexa ... 48 10,3
Contrastando los resultados de los tres grupos se advierten una serie de elementos
sensibles diferenciadores de cada uno de ellos:
El Grupo I, comparado con los dos restantes, presenta como Tipos Primarios más sen-
sibles el 3 (azagaya de base recortada) ( 2 0 % frente a 4,2 y 2 % ) , el 4.3 (azagaya monobi-
selada de sección cuadrada), ausente frente al 21 y 18,8 % , y el 5 (azagaya de doble bisel):
un 30 % frente a 5,2 del Grupo II. Estas variaciones deben admitirse, sin embargo, con reser-
vas por no poseer un adecuado número de objetos que de valor a la estadística.
Mayor interés tienen los Grupos Tipológicos sensibles: el IV, puntas largas: 5,8 frente
a 0,3 y 0,4 % , y el VII, puntas planas: 30,8 frente a 21 y 16,3 % .
Entre las secciones más fuertemente sensibles encontramos la cuadrada con un por-
centaje muy bajo: 9,6 frente a 39,9 y 32,8 y la aplanada que experimenta un aumento nota-
ble: 26,9 frente a 11,6 y 13,2. Por tanto, creemos que en efecto esta facies queda caracteriza-
da por la presencia abundante de puntas planas y puntas largas y por la casi total ausencia
de azagayas de sección cuadrada.
El Grupo II ofrece como tipos primarios sensibles el 5 (azagaya de doble bisel) que se
encuentra muy escasamente representado (5,2 frente a 26 y 30 %), el 9 (punta doble) que ob-
tiene un porcentaje relativamente alto (18,7 frente a 6,6 y 5 %) y el 10 (punta doble con apla-
namiento central) que aparece representado de un modo apreciable (5,2 frente a 0,8 y 0 res-
pectivamente).
Entre los Grupos Tipológicos se manifiestan como sensibles el VIII (varillas) con repre-
sentación escasa (10 % frente a 18,7 y 17,6 %), XI-XIII (útiles de trabajo) con un porcentaje
medio (5,7 frente a 1,5 y 1,4 %) y el XXX (obras de arte) con una representación notable
(11,2 frente a 3,1 y 7,3 % ) .
Las secciones se mantienen constantes respecto al Grupo III y con las variaciones que
señalamos anteriormente respecto al Grupo I.
Por tanto, los elementos que mandarían en la evolución de este Grupo habría que bus-
carlos entre las puntas dobles (tipos 9 y 10), los objetos de trabajo (XI-XIII) y las obras de
arte (XXX).
27H
El Grupo III presenta, respecto a los otros dos grupos, las diferencias ya reseñadas,
quedando fuertemente caracterizado por las azagayas de sección cuadrangular. Estas llegan a
sobrepasar Incluso a las de sección circular, las cuales se mantienen constantes en grandes
porcentajes a lo largo de todo el Magdaleniense: 39,9 % las de sección cuadrangular, frente
a 35,2 % las circulares. La triangular, por su parte, se ve considerablemente disminuida: 2,8 %
frente a 7,6 del Grupo I y 6,8 del II.
Salvo en el caso de la facies del País Vasco, no parece que la causa de esta diversi-
dad de grupos en la industria ósea sea geográfica. Nos inclinamos más a pensar en activida-
des distintas ejecutadas en el yacimiento que han llevado a una diversidad de ajuares. Tam-
bién puede existir un desfase cronológico, tal sería el caso del Grupo I, anterior al Grupo III
en la estratigrafía del Rascaño y Paloma y similar, en cierto modo, al Magdaleniense I francés.
El grupo II, presente en Altamira, Castillo y quizá Pasiega, no puede situarse en un momento
cronológico. Intuimos (Utrilla 1976a) que en Castillo hay, por lo menos, dos momentos crono-
lógicos en el interior de su Magdaleniense Beta pero ignoramos cual es anterior (el grupo II
o el III). Es posible, incluso, que en Castillo estén representados los tres grupos de la industria
ósea en sus casi dos metros de estratigrafía atribuida al Magdaleniense Inferior.
c) Arte mueble:
El arte mueble del Magdaleniense Inferior cantábrico ha sido objeto de estudio en los
últimos años por parte de algunos prehistoriadores españoles que han catalogado y sistema-
tizado los objetos mobiliares bajo muy variados aspectos. Señalemos los primeros estudios
de Jordá (1959b) sobre la decoración lineal del Magdaleniense III, los siguientes de Corchón
(1971a y 1974) sobre algunos objetos del arte mueble asturiano y, a otro nivel, la obra de
conjunto de I. Barandiarán (1973) sobre el arte mueble del Paleolítico cantábrico.
En términos generales, el arte mueble del Magdaleniense III se inscribe en el ciclo so-
lutreo-magdalenlense de Breuil, su fase 7 del esquema total. Esta se caracteriza por los graba-
dos de superficie estriada o de claroscuro y por el grabado de trazo múltiple derivado de él.
Para Jordá (1959b: 55) es evolución de la tendencia solutrense de crear un arte imaginativo
que produce un arte lineal y geométrico.
En este sentido, parece significativo el hecho de que de los seis ejemplos cantábricos
279
en que la bibliografía tradicional relaciona el arte parietal con el mueble, tan sólo los dos per-
tenecientes al Magdaleniense III puedan reconocerse como francamente válidos y similares:
las ciervas grabadas sobre omoplatos de Altamira y Castillo, y algunos tectiformes en forma
de choza representados sobre una azagaya de Altamira y en el arte parietal de Font de Gau-
me, Bernifal o Chimeneas.
3. La presencia de motivos curvilíneos sobre varillas, motivo propio también del Mag-
daleniense IV del Pirineo francés.
4. Los trazos de sombreado que rellenan algunas partes del interior del animal para
indicar su relieve: ciervas de trazo estriado.
a) Soporte
b) Técnicas
— Trazo simple ancho y profundo: es frecuente en los surcos longitudinales de las aza-
gayas de sección cuadrangular, así como en los trazos cortos perpendiculares. Aparece tam-
bién en algunos profundos grabados de varillas y en la mayor parte de las plaquetas de la
Paloma.
2«()
— Trazos múltiples aislados: se encuentran representados bajo dos formas principales:
en haces formando estrias (omoplatos de Altamira y Castillo y en biseles de algunas azaga-
yas de Castillo, Balmori y Cueto de la Mina D), o en trazos pareados: bisel de una azagaya de
Lumentxa F, fuste de la punta plana de Paloma 9, e t c . .
— Trazos múltiples asociados: se asocian pequeños trazos oblicuos a uno largo longitu-
dinal, o se suprime este último y se yuxtaponen sólo los trazos cortos seguidos de una especie
de técnica pseudoexcisa. Esta aparece bien representada en la bella azagaya de bisel en es-
piga del nivel 5 de Rascaño o en la conocida punta plana de Cova Rosa, perteneciente a un
nivel revuelto.
c) Temas
1. Motivos realistas: en la estadística general realizada por I. Barandiarán en la Costa
Cantábrica, el ciclo solutreo-magdaleniense apenas contiene un 27,7 % de los motivos realis-
tas, reservándose el 68 % para el Magdaleniense Superior-Final y Aziliense. En su calificación
de la "calidad estética" de los mismos, el Magdaleniense III ha obtenido sólo 5 puntos y el
Magdaleniense IV 6, frente a los 26 del Magdaleniense VI y los 8 del Magdaleniense V y del
Solutrense Final. No parece que nos encontremos en un período muy amigo de las represen-
taciones figurativas. Hay pocas, y éstas encontradas sólo en tres cuevas: Altamira, Castillo y
Paloma. Veamos ejemplos de los distintos temas:
a) Antropomorfos
El arte mueble cantábrico no se manifiesta muy partidario de este tipo de representa-
ciones, ya que en el conjunto de su arte mueble sólo los ejemplares de Torre, Valle y Morín
tienen categoría de tales, perteneciendo al Magdaleniense Superior-Final los dos primeros y
al gravetiense el tercero. Sin embargo, creemos que debe ser también calificado como antro-
pomorfo la figura representada sobre un compresor del nivel Magdaleniense III de Bolinkoba,
pieza que, aunque reproducida en la tesis de McCollough (1971), ha permanecido casi iné-
dita para la bibliografía española. (Utrilla 1976b).
Asimismo deberán ponerse en relación con este tipo de representaciones las dos figu-
ras exentas de falos, cuidadosamente talladas, del mismo nivel de Bolinkoba, el de Santima-
miñe y, posiblemente, el bastón de mando con estrangulamiento en su extremo del nivel C de
Cueto de la Mina.
b) Zcomorfos
1. Cérvidos: la cierva es el animal más representado en el ciclo solutreo-magdalenien-
se de la Costa Cantábrica con sus más bellos ejemplares en los omoplatos de trazo estriado
281
de Altamira, Castillo y Cierro. En otro lugar (Utrilla 1979d) hemos tratado con detalle el te-
ma de su posición estratigráfica.
3. Caballos: pueden calificarse como tales un ejemplar de Altamira grabado sobre omo-
plato con trazo estriado; el representado sobre varilla de sección rectangular de la cueva del
Juyo, descrito como caballo por su larga cola alzada y la ausencia de cuernos, y la serie de
cuatro caballos contenidos en una placa de piedra del Magdaleniense Medio de la Paloma.
6. Serpientes: Sólo podemos clasificar ciertamente como tales las dos grabadas sobre
una varilla de la cueva de Camargo (el llamado bastón de mando). Han sido interpretadas
como macho y hembra y puestas en relación con otros motivos semejantes de la cueva de
Placard (Almagro, 1973). Sin embargo, su posición estratigráfica en un contexto Magdale-
niense Inferior no ofrece demasiadas garantías.
También el tema de las serpientes es de difícil clasificación por prestarse a una gran
282
esquematización. En un sentido amplio todas las líneas sinuosas podrían ser Interpretadas
como serpentiformes. Una clasificación tipológica de los mismos puede verse en Corchón
(1973: 75).
283
En Bolinkoba, sobre azagaya de sección plana, interpretada como esquematizaron de
cabezas de cabra.
Puede ser de trazo múltiple o de trazo sencillo, de línea quebrada propiamente dicha
o de línea quebrada ondulante. Se asocia a todo tipo de secciones, aunque se prefieren las
aplanadas. Es motivo frecuente en costillas y esquirlas óseas (Altamira, Juyo, Balmori). Los
ejemplos recopilados son:
En Cueto de la Mina C, un zig-zag de triple línea ondulante sobre varilla de sección pla-
noconvexa.
d) La retícula
284
Lámina 98.—e) Motivo en aspa: 1 a 5 : Paloma, 6: Lloseta, 7: Cueto de la Mina, 8: Río,
9 y 10: Cierro, 11: Santimamiñe, 12: Lumentxa, 13: Bolinkoba.
b) Motivo en V : 1: Bolinkoba, 2: Santimamiñe, 3: Ciervo, 4: Ermittia, 5: Altamira.
c) Motivos arboriformes: 1: Paloma, 2: Balmori, 3: Río, 4: Altamira, 5: Juyo, 6: Urtiaga, 285
7: Cova Rosa, 8: Castillo, 9: Laugerie Haute.
Lámina 99.—El motivo en línea quebrada. 1: Urtiaga, 2: La Peña, 3: Juyo, (línea simple),
4: Balmori, 5: Rascaño (línea doble), 6: Cueto de la Mina, 7, 8 y 9: Altamira (línea triple),
10: Abauntz, 11: Parpalló (línea múltiple). (Números 2 y 5: sin precisión de nivel).
El mismo motivo se repite en otros ejemplares de Juyo (sobre varilla planoconvexa) y
Altamira.
En Urtiaga F, el tema es más simple y quizá responde a una concepción distinta: cons-
ta de un trazo longitudinal y cuatro oblicuos opuestos dos a dos cerca de los extremos. Re-
cuerda a otro semejante del Magdaleniense II de Laugerie Haute, si bien éste tiene los cua-
tro dientes en la misma dirección (Peyrony, 1938: 55).
Se define como tal el signo que posee una especie de tejado a doble vertiente y una
serie de trazos cortos que cuelgan o emergen, según la orientación, de alguno de los trazos
largos o que rellenan el espacio más o menos cerrado del interior.
Con este criterio hemos revisado todos los tectiformes del Magdaleniense Inicial can-
tábrico señalando los siguientes: 6 en Altamira, 3 en Balmori, 3 en Cierro, 3 en Juyo, 2 en Cas-
tillo, 2 en Lloseta, 2 en Rascaño, 1 en Urtiaga, 1 en Cova Rosa y 1 en Cueto de la Mina. Todos
ellos corresponden en líneas generales a tres tipos distintos:
Su significación tradicional, a partir de Breuil, como trampas de caza fue matizada por
Obermaier (1918: 162-169) quien sugirió, por comparación etnológica, que quizá sirvieran pa-
ra encerrar espíritus malignos (magia de protección).
287
Lámina 100.—a) Posibles representaciones de peces: 1: Rascaño, 2: Placard.
b) Rombo con trazo interior: 1: Ermittia, 2: Santimamiñe, 3: Bolinkova, 4: Museo
de Oviedo, 5 : Paloma.
2«8
I ti I
•iv \ r w - iF
13
Lámina 101.
a) El tectiformc tipo Altami-
ra (1) y Cierro (9).
Altamira: miras. 1, 6, 8, 15.
Balmori: 2, 10, 11.
Urtiaga: 3.
Cueto de la Mina: 4.
Juyo: 7, 14.
Castillo: 15, 17.
es. Cierro: 9.
Lloseta: 12, 13.
2«9
sección cuadrangular, 2 circular, 1 planoconvexa y 1 es un candil de ciervo. (Véase Utrilla,
1976d).
1. Clasificaciones tradicionales
Si identificamos estos períodos con la numeración propuesta por Breuil en 1927 y co-
menzamos por los fósiles directores de las últimas etapas, obtendremos la siguiente equiva-
lencia aproximada:
Ante esta clasificación surge claramente una pregunta: ¿Vio Vega del Sella un nivel an-
terior al Magdaleniense III en Cueto de la Mina? Dejando aparte sus Magdalenienses E y D,
que pueden identificarse con facilidad con los períodos V y VI de Breuil, nos hallamos ante
las etapas C y B. La primera de ellas (C) equivaldría al nivel C de Cueto de la Mina como
parece indicar la abundancia de buriles y la presencia de la única azagaya de base ahorqui-
llada aparecida en la cueva. En cuanto al B parece que su identificación más correcta será
290
con el nivel D de Cueto de la Mina, el cual es definido en 1916: 45-46 como abundante en bu-
riles, con muchos raspadores que se confunden con los núcleos y con azagayas de un bisel
o dos y dibujos geométricos y estilizados. La cita de "serpentiformes" puede aludir a la pie-
za del nivel D de la figura 15.3 de Vega del Sella, pero también sería igualmente lógica su
identificación con la varilla del nivel C (Lám. XXXIV.4 de Vega del Sella) que es definida co-
mo "punzón con dibujo serpentiforme". Cabe pues la posibilidad de que subdividiera el nivel C
en dos tramos, lo cual no parece factible dada la clara diferenciación estratigráfica entre B
y C, o, por el contrario, lo hiciera con el D tal como señala en la memoria (1916: 46) "como
el nivel resultaba en algunos sitios de 70 centímetros de espesor procuré dividirlo en dos tra-
mos, pero el resultado fue idéntico en cuanto a las formas...".
No sabemos con certeza a qué nivel podía referirse Vega del Sella al hablar del Mag-
daleniense A. Lo sorprendente de la caracterización tipológica del nivel es que parece coinci-
dir con la industria ósea del nivel 5 de Rascaño: (Grupo I), el cual quedaba definido por los
Grupos Tipológicos correspondientes a las puntas largas y puntas planas ("azagayas gran-
des y aplanadas") y que a la vez presentaba una buena colección de instrumental óseo de
trabajo ("alisadores"). También era frecuente el grabado profundo y las azagayas monobl-
seladas, pero estas dos características son ya comunes en períodos posteriores.
Ahora bien, si Vega del Sella vio este momento cultural ¿por qué no aparece reflejado
en la publicación posterior de Cueto de la Mina? Quizá este nivel "pre-magdaleniense" III só-
lo se encontraba atestiguado en la Paloma (tal como parecen confirmar algunos ejemplares
de industria ósea). El Conde intentaría buscarlo en el tramo inferior del nivel D (Magdalenien-
se III) sin encontrarlo de un modo satisfactorio.
La clasificación propuesta por Obermaier (1925: 232) parece más tipológica que estra-
tigráfica en sus tres primeras etapas. No cita yacimientos donde queden atestiguadas cada una
de sus subetapas, y se le advierte quizá demasiado preocupado por conseguir seis períodos
que se ajusten a los modelos franceses (Breuil, 1912):
d) Etapa caracterizada por arpones de una hilera de dientes con protuberancia basal
o del tipo cantábrico, con orificio lateral.
f) Capa sin arpones. Los huesos trabajados degeneran rápidamente. Aparición fre-
cuente de pequeños raspadores circulares que anuncian la llegada del Epipaleolítico (Azi-
liense).
Aparece poco clara la determinación del nivel C: se le califica como "estrato" (lo que
no hace pensar precisamente en un nivel negro de hogares, sino con un matiz más geológico
que arqueológico), y se le caracteriza por los punzones grandes de sección circular, los cua-
les aparecen de un modo constante en todo el Magdaleniense. Parece lógico que la cueva
del Castillo haya sido el yacimiento base al que Obermaier ha referido todas sus estratigra-
fías. En este sentido es interesante señalar que divide el nivel Magdaleniense B en dos tra-
mos, tal como habíamos supuesto al revisar los materiales: el inferior quedaba caracterizado
por las azagayas de bisel central, desplazado hacia un extremo, y el superior por azagayas
de sección triangular y cuadrangular.
Los gruesos punzones de sección circular del estrato C, pueden identificarse con las
291
puntas dobles aparecidas en la capa arcillosa comprendida entre el Magdaleniense a y p
(contemporánea del Magdaleniense IV) y en el mismo nivel Magdaleniense a.
La posibilidad actual de revisar los materiales del Castillo puede aclarar en gran parte
la opinión de Obermaier. El hecho de que el tipo de azagaya de bisel central sea frecuente
en Castillo y Altamira y que aparezca asimismo atestiguado en Pasiega, Balmori y nivel II de
Laugerie Haute, nos lleva a pensar que no era tan hipotética la clasificación de Obermaier. Es-
tamos de acuerdo con Jordá en que no se ha diferenciado nunca estratigráficamente un nivel
inferior al Magdaleniense III típico de las azagayas de sección cuadrangular, y el existente en
Rascaño no se caracterizaba en modo alguno por el tipo de azagaya de aplanamiento central.
No obstante, venimos insistiendo en que posiblemente la enorme capa del Magdaleniense Infe-
rior del Castillo debía haber sido subdividida, tal como hace Obermaier en tipología de sus
industrias. Llama la atención, sin embargo, que todos los ejemplares de azagayas de bisel cen-
tral se han hallado en el área de acción de cuevas dependientes de Castillo: Altamira y Pasie-
ga, exceptuando el caso de Balmori, cuyos tres ejemplares pueden justificarse como una posi-
ble contaminación del nivel solutrense subyaciente, ya que Vega del Sella puntualiza el carác-
ter medianamente revuelto (¿por crioturbación?)de sus niveles. Cabe pensar pues, en una
manifestación local de cultura (Grupo II de Industria ósea) fuertemente influenciada por un
momento Solutrense Superior (Altamira) con el que se encuentra en íntima relación en su
industria lítica y ósea, y en sus conceptos artísticos.
2. La azagaya de sección circular no puede ser base para calificar un período, ya que
aparece en todos ellos.
3. La fase C, Magdaleniense IV, en todo caso quedaría caracterizado por las azaga-
yas de base ahorquillada.
5. No es cierto que la última fase del Magdaleniense no tenga arpones: los azilienses
derivan directamente de ella.
A su vez, propone González Echegaray las líneas generales que en su opinión carac-
terizan al Magdaleniense Inferior cantábrico (1960: 84-86):
202
2. Azagayas de sección triangular.
— En el inferior sólo por la sección circular, común por otra parte a todos los niveles.
En cuanto a la punta con bisel mayor de 1/3, la matiza como "carenada" señalando
ejemplares muy típicos en Aitzbitarte IV, Lumentxa, Bolinkoba y Ermittia.
En los capítulos anteriores hemos ido analizando todos los yacimientos del Magdale-
niense Inferior del área cantábrica y creemos haber podido distinguir tres áreas de industria
lítica, coincidentes en términos generales, con las tres provincias que ocupan. En la industria
ósea la distinción parece ser más cronológica que geográfica, pudiendo corresponder más a
un cambio de actividad que a una evolución cultural. Por ello se corre el peligro de dar una
idea falsa, o simplemente parcial, del Magdaleniense si nos fijamos sólo en un área determi-
nada. De la adecuada articulación de la totalidad de los datos aportados por los yacimientos
cantábricos se podrá obtener una idea aproximada de la personalidad del Magdaleniense In-
ferior cantábrico, idea que siempre se mantendrá en trance de revisión, en espera de nuevas
excavaciones.
203
a) Magdaleniense Cantábrico arcaico:
— Facies tipo Rascaño 5: se caracteriza por una industria ósea a base de puntas lar-
gas y puntas planas en los Grupos Tipológicos y por la azagaya de sección aplanada y mono-
bisel en espiga. Son frecuentes las agujas y los compresores-retocadores sobre esquir-
las óseas trabajadas. La actividad desarrollada no parece predominantemente relacionada con
la caza sino con el trabajo manual. Por tipología del instrumental óseo recuerdan los mate-
riales del más antiguo magdaleniense de la cueva de le Placard. Entre los yacimientos can-
tábricos podrían incluirse en este grupo los niveles inferiores de la Paloma y quizá los ma-
teriales de la cueva del Río. En el País Vasco el nivel F de la cueva de Lumentxa podría
adscribirse, con muchas reservas, a este momento arcaico del Magdaleniense, a juzgar por
sus azagayas de largo monobisel y rayado en espiga.
— Facies tipo Castillo B Inferior: se caracteriza por la punta doble de sección circular
y monobisel central desplazado al último tercio. Estas piezas, consideradas tradicionalmente
como herencia solutrense, se encuentran igualmente en algunos niveles magdalenienses: 7 en
a
Castillo, 3 en Altamira, 3 en Balmori (capa 3. ) y 1 en La Pasiega. Todos estos yacimientos
tienen en común la existencia de un nivel Solutrense Superior subyacente. Este dato supone
que debamos valorar la posibilidad de una crioturbación en la base del Magdaleniense, la cual
provocaría una contaminación con los materiales del Solutrense Final. Esta posibilidad podría
admitirse en Altamira o Pasiega cuyos niveles solutrenses y magdalenienses se encontraban
en íntimo contacto, pero no en Castillo, la cueva mejor representada, ya que Obermaier se-
ñala una capa estéril de separación entre Solutrense y Magdaleniense.
La existencia de estas dos facies en la industria ósea del Magdaleniense Arcaico, pre
III, plantea algunas cuestiones difíciles de resolver: entre ellas la más importante quizá sea su
origen, y por lo tanto, el origen del Magdaleniense Cantábrico. En el estado actual de nuestra
investigación no podemos teorizar sobre el origen auriñaciense, perigordiense o solutrense del
Magdaleniense Cantábrico porque apenas conocemos yacimientos de los dos primeros perío-
dos. Es además muy posible que el Magdaleniense llegue ya formado de Francia (el período
arcaico parece seguir bastante fielmente los modelos franceses) y evolucione separadamente
en la Costa Cantábrica a partir de la etapa III. Sin embargo debe destacarse un dato interesan-
te: los cuatro yacimientos incluidos en la facies de Rascaño 5 no contienen niveles solutrenses.
En todos ellos el Magdaleniense arcaico inaugura las estratigrafías y tenemos la impresión de
que son nuevas gentes, quizá venidas del Sudoeste de Francia, las que ocupan yacimientos
vírgenes, no ocupados por solutrenses. La semejanza de los tipos y de las secciones del ins-
trumental óseo de Rascaño o Lumentxa con los de algunas cuevas francesas (Placard, Ba-
degoule, Jean Blancs, Laugerie Haute), así como los motivos decorativos y la técnica con que
están realizados, es un argumento importante a tener en cuenta. Este magdaleniense inicial,
tipo Rascaño 5, arraiga con gran fuerza en loscuatro yacimientos entregando unas estratigra-
fías muy completas que perduran hasta la extinción del Magdaleniense. Basta observar los 10
niveles de Paloma, los 9 de Río-Lloseta, los 6 de Lumentxa o las cinco unidades culturales
del Rascaño. Parece a primera vista que estos magdalenienses, supuestamente Inmigrados, se
quedan en los yacimientos ocupados con una gran continuidad de habitat.
294
buceos del Magdaleniense fueran ensayados por los propios solutrenses que habitan en ellos,
los cuales no van a ser exterminados bruscamente de la Costa Cantábrica. Ellos mantienen su
Instrumental óseo (las azagayas de monobisel central desplazado) e incluso su arte mueble
(los omoplatos con cabezas de ciervas de cuello estriado) y poco a poco adoptarán de sus
nuevos vecinos magdalenienses algunos modelos hasta que se llegue en el Magdaleniense III
a la uniformización general del Magdaleniense Cantábrico.
Una segunda cuestión seria conocer la industria litica que se asocia a ambas facies. La
del grupo de Rascaño ha sido ya estudiada en su nivel 5 y, en nuestra opinión, se asemeja
bastante a la del Magdaleniense I de Laugerie Haute (no caracterizado por una presencia ma-
siva de raclettes). En cuanto a la del grupo de Castillo tendremos que lamentar la poco cui-
dada excavación que se realizó en este magnifico yacimiento, del que no se recogieron, por
ejemplo, hojitas de dorso. Sin embargo la industria lítica de Altamira demuestra una gran se-
mejanza en las gráficas de sus niveles solutrenses y magdaleniense, como ya demostrara
González Echegaray en 1971. Deberemos suponer que los solutrenses "magdalenizados" de
Altamira y Castillo siguieron fabricando el mismo instrumental lítico, aunque se eliminaron ya
por completo las puntas foliáceas que ya durante el Solutrense Superior estaban en vías de
extinción. Es muy posible que su función fuera realizada por las nuevas puntas de asta o sus
equivalentes en madera, cayendo las líticas totalmente en desuso.
— Facies tipo Juyo: se halla caracterizada en lo lítico por la presencia masiva del pe-
queño raspador nucleiforme, el cual presenta unos porcentajes que llegan a superar el 50 %
del instrumental lítico. En la industria ósea es característica la azagaya de base monobiselada,
sección cuadrada y decoración geométrica. Esta facies, la más claramente atestiguada en la
Costa Cantábrica, la encontramos en la cueva del Juyo (Grupos II y III), Rascaño 4, Cierro 4,
Cueto de la Mina D, Balmori, parte inferior del Magdaleniense de Riera, parte superior del
Magdaleniense B de Castillo, parte superior de Altamira (a la que muy posiblemente corres-
ponda la fecha de C-14), capas 8 y 9 de Lloseta.
— Facies del País Vasco: carece de la azagaya de sección cuadrada típica de la facies
anterior (existen secciones cuadradas pero sobre puntas lisas poco significativas) y los ras-
padores nucleiformes son menos abundantes (suponen tan sólo el 13,7% de la industria líti-
ca). No existe un fósil director característico de esta facies, pero son relativamente numerosas
las azagayas de sección triangular (con decoración en rombos con trazo interior y otros moti-
vos), las puntas de base recortada y las azagayas de sección circular con monobisel mayor
de 1/3, con rayado en estrías oblicuas. En la Industria lítica habrá que destacar el predo-
295
minio de los buriles sobre los raspadores (con una buena representación de buriles sobre torn-
eadura) y la laminariedad general de los tipos. Parece un Magdaleniense influido muy
directamente por el vecino Magdaleniense francés. Se inscribirían en esta facies Bolinkoba III,
Santimamiñe (materiales del rincón del perro), Urtiaga F superior, Lumentxa E, el nivel mag-
daleniense de Abauntz y quizá algún subnivel de Aitzbitarte IV. En Asturias los materiales de
la capa 8 y quizá parte de la 6, tienen más elementos comunes con esta facies del Pais Vasco
que con la del resto de la Costa Cantábrica. Existe sin embargo la posibilidad de que ambas
facies no sean contemporáneas y pertenezca ya esta última al Magdaleniense Medio Cantábri-
co, a pesar de que la antigua fecha de Abauntz (15.800 BP ± 350) confirma la contemporanei-
dad del Magdaleniense Inferior en Navarra con el cantábrico de Altamira y Juyo. (15.500 y
15.300 ± 700 respectivamente).
296
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— 1917.—"Avance al estudio del Paleolítico Superior en la región asturiana", Anales de la Asociación Española para
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— 1930.—Cuevas de la Riera y Balmori. Madrid.
VITA FINZI, C , HIGGS, E. S. 1970.—"Prehistoric Economy in the Mount Carmel Area of Palestine: Site catchment
analysis", Proceedings of the Prehistoric Society X X X V I , pp. 1-37.
303
APENDICE I
Industria lítica por yacimientos y general
17 2,85 2,85
3 0,5 3,35
2 0,33 3,68 4 1,20 4,21
4 0,67 4,35 4 1,20 5,41
9 1,51 5,86 7 2,11 7,52
4 0,67 6,53 2 0,60 8,12
1 0,30 8,42
1 0,16 6,69 5 1,51 9,93
23 3,85 10,54 13 3,92 13,85
2 0,33 10,87 3 0,90 14,75
2 0,60 15,35
2 0,33 11,2 7 2,11 17,46
164 27,5 38,7 121 36,44 53,90
1 0,16 38,86
12 2,01 40,87 2 0,60 54,50
2 0,33 41,20
2 0,33 41,53
16 2,68 44,21 3 0,90 55,40
1 0,16 44,37
1 0,16 44,53
16 2,68 47,21 8 2,41 57,81
13 2,18 49,39 10 3,01 60,82
9 1,51 50,9 5 1,51 62,33
2 0,60 62,93
2 0,33 51,23
5 0,83 52,06 5 1,51 64,44
6 1 53,06 1 0,30 64,74
5 0,83 53,89 2 0,60 65,34
5 0,83 54,72 9 2,71 68,05
1 0,16 54,88
1 0,16 55,04 2 0,60 68,65
3 0,5 55,54 5 1,51 70,16
10 1,67 57,21 4 1,20 71,36
16 2,68 59,89 6 1,81 73,17
1 0,16 60,05
2 0,33 60,38 1 0,3 73,47
1 0,16 60,54
1 0,16 60,7
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde 52 8,72 69,42 10 3,01 76,48
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 16 2,68 72,1 9 2,71 79,19
4 0,67 72,77 5 1,51 80,7
30 5,03 77,8 19 5,72 86,42
PALOMA Nivel 6 + Mag. Medio Nivel 8 + Mag. Inferior
1 0,3 86,72
32 5,36 83,16 13 3,92 90,64
2 0,6 91,24
2 0,6 91,84
1 0,3 92,14
1 0,3 92,14
79 13,25 96,41 15 4,52 96,66
3 0,5 96,91 4 1,20 97,86
4 0,67 97,58 2 0,6 98,46
1 0,16 97,74
10 1,67 99,41 2 0,6 99,06
2 0,33 99,74 3 0,9 99,96
3U6
CIERRO Nivel 3 Nivel 4
11 6,47 6,47
2 1,18 7,65
1 0,59 8,24
1 0,59 8,83
1 0,59 9,42
2 1,18 10,6
2 1,18 11,78
1 0,59 12,37
44 25,88 38,25
2 1,18 39,43
1 0,59 40,02
4 2,35 42,37
2 1,18 43,55
8 4,71 48,26
3 1,76 50,02
4 2,35 52,37
1 0,59 52,96
2 1,18 54,14
1 0,59 54,73
2 1,18 55,91
1 0,59 56,5
8 4,71 61,21
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde
5 2,94 64,15
66.—Pieza d; retoque continuo sobre los dos bordes.
11 6,47 70,62
12 7,06 77,68
15 8,82 86,5
9 5,29 91,79
3 1,76 93,55
10 5,88 99,43
307
COVA ROSA Capas 2 + 3 + 4
1. —Raspador simple , 4 1,93 1,93 14 4,94 4,94 8 3,27 3,27 2 2,38 2,38
2. —Raspador atipico 9 4,34 6,27 8 2,82 7,76 5 2,04 5,31 1 1,19 3,57
3. —Raspador doble 2 0,96 7,23 1 0,35 8,11 1 0,4 5,71
4. —Raspador ojival , 1 0,48 7,71
5. —Raspador sobre lámina retocada ... 2 0,70 8,81 1 0,4 6,11 1 1,19 4,76
8. —Raspador sobre lasca retocada 5 1,76 10,57 2 0,81 6,92
9. —Raspador circular 1 0,35 10,92
11. —Raspador carenado 4 1,93 9,64 7 2,47 13,39 4 1,63 8,55
12. —Raspador carenado atipico 2 0,70 14,09 1 0,4 8,95 1 1,19 5,95
13. —Raspador en hocico 3 1,44 11,08 2 0,70 14,79 2 0,81 9,76 1 1,19 7,14
14. —Raspador de hocico plano 2 0,96 12,04 1 0,35 15,14 7 2,86 12,62 1 1,19 8,33
15. —Raspador nucleiforme 51 24,63 36,67 58 20,49 35,63 51 20,9 33,52 28 33,33 41,66
17.—Raspador-buril 4 1,93 38,6 2 0,70 36,33 1 0,4 33,92 1 1,19 42,85
23. —Perforador 6 2,89 41,49 10 3,53 39,86 5 2,04 35,96 1 1,19 44,04
24. —Perforador atipico 2 0,70 40,56 3 1,22 37,18
25. —Perforador múltiple 1 0,48 41,97 1 0,35 40,91
27.—Buril diedro central 5 2,41 44,38 14 4,94 45,85 12 4,91 42,09 3 3,57 47,61
28.—Buril diedro ladeado , 3 1,44 45,82 8 2,82 48,67 9 3,68 45,77
30. —Buril de ángulo sobre rotura 3 1,44 47,26 9 3,18 51,85 11 4,5 50,27 1 1,19 48,8
31.—Buril diedro múltiple 1 0,35 52,2 1 1,19 49,99
34.—Buril sobre truncadura recta 2 0,81 51,08 1 1,19 51,18
38.—Buril sobre truncadura lateral 1 0,48 47,74 2 0,70 52,90 1 0,4 51,48
41.—Buril múltiple mixto 2 0,96 48,7 1 0,35 53,25 2 2,38 53,56
43.—Buril nucleiforme 3 1,06 54,31 3 4,22 52,7
51.—Microgravette 4 1,93 50,63 11 3,88 58,19 8 3,27 55,97 5 5,95 59,51
52. —Punta de Font Yves 2 0,96 51,59 1 1,19 60,7
53. Pieza gibosa de borde rebajado 1 0,48 52,07
56.—Punta de muesca perigordiense ... 1 0,35 58,54
60.—Pieza de truncadura recta 1 0,48 52,55 1 0,35 58,89
61. —Pieza de truncadura oblicua 3 l,0f 59,95 1 1,19 61,89
62.—Pieza de truncadura cóncava 1 0,48 53,63
65.—Pieza de retoque continuo sobre un
5 2,41 55,44 11 3,88 63,83 5 2,04 58,01 5 5,95 67,84
borde ,
66.—Pieza de retoque continuo sobre los
1 0,48 55,92 3 1,06 64,89 1 1,19 69,03
dos bordes ,
10 4,83 60,75 18 6,36 71,25 15 6,14 64,15 3 3,57 72,6
74.—Pieza con mues-a
28 13,52 74,27 23 8,12 79,37 24 9,83 73,98 6 7,14 79,74
75.—Pieza denticulada ,
17 8,21 82,48 25 8,83 88,2 21 8,6 82,58 3 3,57 83,31
77.—Raedera
84.—Hojita truncada 1 0,35 88,55
24 11,59 94,07 16 5,65 94,18 31 12,7 95,28 6 7,14 90,45
85.—Hojita de dorso
2 0,81 96,09 2 2,38 92,83
86.—Hojita de dorso truncada
3H8
LLOSETA Capa 4.» Capa 5.» Capa 6.» Capa 7.»
310
BALMORI C U E T O D E L A MINA
C D
311
LOJA RIO
24,56 50,81 40
14,91 9,83 12
14 6,5 8
0 1,6 2
23,8 40
4,38 1,6 2
34,2 29,5 36
14 3,2 4
Total 114 Total 61
ALTAMIRA CASTILLO
312
ALTAMIRA CASTILLO
1 0,17 7,83
4 3,92 8,82 45 8,05 15,88
2 1,96 10,78
20 3,57 19,45
5 4,9 15,68 18 3,22 22,67
15 14,7 30,38 174 31,12 53,79
13 2,32 56,11
6 1,07 57,18
2 0,35 57,53
2 0,35 57,88
24 4,29 62,17
4 3,92 34,3 15 2,68 64,85
1 0,17 65,02
9 8,82 43,12 10 1,78 66,8
10 9,8 52,92 17 3,04 69,84
313
JUYO: Grupo I y II (Grupo I) (Grupo II)
r v - v - v i VII-VIII (I) + VII (ID
3 0,71 10,9
22 5,22 16,12 8 5,47 20,53
43 10,21 26,33 17 11,64 32,17
4 0,95 27,28
2 1,36 33,53
86 20,42 47,7 8 5,47 39
1 0,23 47,93
1 0,23 48,16 1 0,68 39,68
1 0,68 40,36
7 1,66 49,82 3 2,05 42,41
4 0,95 50,77
55 13,06 63,83 15 10,27 52,68
9 2,13 65,96 3 2,05 54,73
28 6,65 72,61 8 5,47 60,2
2 0,47 73,08
1 0,23 73,31 1 0,68 60,88
2 1,36 62,24
2 0,47 73,78
1 0,68 62,92
1 0,23 74,01
1 0,23 74,24
3 0,71 74,95
1 0,23 75,18 1 0,68 63,6
1 0,23 75,41
65.—Pieza de retoque continuo sobre un borde 34 8,07 83,48 9 6,16 69,76
2 0,47 83,95
10 2,37 86,32 7 4,79 74,55
314
JUYO, Grupo III y PASIEGA (Juyo III)
IX-XI (I) + VIII (II) Pasiega
RASCAÑO 3 4 + 4b S
315
RASCAÑO 3 4 + 4b 5
SANTIMAMIÑE BOLINKOBA
31 fi
SANTIMAMIÑE BOLINKOBA
32,76 18,67
23,77 36,65
11,3 16,47
3,26 3,74
17,1 30,5
4,73 3,37
26,2 28,8
9,4 7,1
Total 274 267
ERMITTIA A I T Z B I T A R T E IV
Total Magdaleniense Nivel III
3 2,29 9,92
7 5,34 15,26
1 0,76 16,02
1 0,67 20,12
1 0,76 16,78
7 4,7 24,82 11 8,39 25,17
9 6,04 30,86 2 1,52 26,69
1 0,67 31,53
2 1,52 28,21
1 0,67 32,2 3 2,29 30,5
1 0,76 31,26
14 9,4 41,6 6 4,58 35,84
20 13,42 55,02
7 4,7 59,72
2 1,52 37,36
1 0,67 60,39
2 1,52 38,88
3 2,01 62,4 2 1,52 39,9
1 0,67 63,07
3 2,01 65,08
2 1,34 66,42 1 0,76 40,66
1 0,67 67,09
1 0,67 67,76
2 1,34 69,1 2 1,52 42,18
3 2,01 71,11 1 0,76 42,94
6 4,02 75,13 6 4,58 47,52
1 0,67 75,8
1 0,67 76,47
1 0,76 48,28
1 0,67 77,14
2 1,52 49,8
1 0,76 50,56
65.—tPieza de retoque continuo sobre un borde 4 2,68 79,82 17 12,97 63,53
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 1 0,67 80,49 1 0,76 64,29
2 1,34 81,83
3 2,29 66,58
3 2,29 68,37
7 5,34 74,21
79.—Triángulo 2 1,52 75,73
19 12,75 94,56 20 15,26 90,99
4 2,68 97,24 2 1,52 92,51
87.—Hojita de dorso denticulada 1 0,76 93,27
1 0,67 97,91
1 0,67 98,58
2 1,52 94,79
2 1,34 99,92
6 4,58 99,37
318
URTIAGA URTIAGA LUMENTXA
E F E + F
ABAUNTZ E N.«
319
ABAUNTZ E N.° %
1.—Raspador simple 115 4,02 4,02 105 6,84 6,84 28 3,93 3,9
2.—Raspador atipico 45 1,57 5,5 7 0,45 7,29 6 0,84 4,7
3.—Raspador doble 13 0,45 6 3 0,19 7,4 1 0,14 4,9
4. Raspador ojival 12 0,42 6,4 2 0,13 7,6 1 0,14 5
32U
M A G D A L E N I E N S E III ASTURIAS SANTANDER PAIS VASCO
321
M A G D A L E N I E N S E III ASTURIAS SANTANDER PAIS VASCO
2 0,07 90,8
1 0,03 90,9
138 4,83 95,8 52 3,38 97,08 30 4,21 92,9
12 0,42 96,2 5 0,32 97,4 7 0,92 93,8
11 0,38 96,6 2 0,13 97,5
1 0,03 96,6
26 0,91 97,5 9 1,26 95,1
62 2,17 99,72 33 2,14 99,67 33 4,64 99,7
322
M A G D A L E N I E N S E IV ASTURIAS SANTANDER PAIS VASCO
1 012 60,4
41.—Buril múltiple mixto 9 1,12 61,6 1 0,29 55 4 1,44 55,9
22 2,74 64,3 4 1,19 56,2 2 0,72 56,6
1 0,29 56,5
21 2,62 66,9 20 5,97 62,5 15 5,43 62
53. Pieza gibosa de borde rebajado
1 0,12 67 1 0,29 62,8 1 0,36 62,4
1 0,29 63,1
1 0,12 67,2 2 0,72 63,1
1 0,12 67,3 1 0,29 63,3
2 0,24 67,5 2 0,72 63,8
1 0,36 64,2
63.—'Pieza de truncadura convexa 1 0,12 67,6
1 0,12 67,8
53 6,61 74,4 21 6,26 69,6 23 8,33 72,5
66.—Pieza de retoque continuo sobre los dos bordes. 18 2,24 76,6 6 1,79 71,4 4 1,44 74
1 0,29 71,7
5 0,62 77,2. 1 0,29 72 4 1,44 75,4
75.—Pieza denticulada 33 4,11 81,3 8 2,38 74,4 4 1,44 76,8
1 0,29 74,6
39 4,86 86,2 20 5,97 80,6 7 2,53 79,4
78.—Raclette 2 0,59 81,2
79.—Triángulo 4 1,44 80,8
85 10,6 96,8 39 11,64 92,8 35 12,68 93,5
3 0,37 97,2 4 1,19 94 5 1,81 95,3
4 0,49 97,7 5 1,49 95,5 1 0,36 95,7
1 0,12 97,8 1 0,29 95,8 1 0,36 96
90.—Hojita Dufour 13 1,62 99,4 4 1,44 97,5
1 0,29 96,1
2 0,24 99,6 12 3,58 99,7 8 2,89 100
M A G . III M A G . IV
324
M A G . III M A G . IV
23,5 38,1 18
15,7 22,4 17,7 23,4
10,4 11,1
M 2,5
47,1 41,6
3,3 4,8 2,7 3,6
30 17,5 23,2
7,9 11,2 17,9 23,8
A P E N D I C E II
Industria ósea por yacimientos y general
325
Paloma Paloma Cierro
6 8 Med. Inf. 4
FRAGMENTOS
46 16 7 1 8
20 5 3 1 1
21 5 2 20
4 1 1
21 2 2 1 6
18 4 3
1 3
TOTAL 166 36 52 23 60
32fi
Rio Balmori Cueto de la Mina
(Oviedo + Madrid) C D
25.1. Recta
26. Varilla de base redondeada
26.1. De sección planoconvexa
26.2. De sección rectangular
27. Varilla de base en monobisel oblicuo
28. Varilla de base en doble bisel oblicuo ..
29. Varilla de base biselada
29.1. De sección planoconvexa
29.2. De sección rectangular o aplanada
30. Varilla decorada
31. Espátula
52. Bastón con una perforación 2
55. Aguja , 3
65. Diente colgante 1 4
80. Fragmento con grabados 2
80.1. Motivos decorativos 1
FRAGMENTOS
Sección circular 12 24 20 45
" triangular 3 5 1
" cuadrada 35 6 7
" gruesa ,
fina 3 1
" aplanada 9 12 18 23
" planoconvexa 2 4 9 27
T O T A L .. 42 146 93 171
327
ALTA. CAS. JUYO PAS.
FRAGMENTOS
Sección circular 48 51 23
" triangular 10 15 4
" cuadrada 29 66 42
" gruesa 4 8
" fina 17 36 5
" aplanada 13 46 7
" planoconvexa 9 18 5
" lenticular 2
32ft
S A N T I M A M I Ñ E VII BOLINKOBA III
FRAGMENTOS
Sección circular 6
" triangular 7
" cuadrada 8
" gruesa
" fina
" aplanada
" planoconvexa 1
" lenticular 2
Total 30 28
329
ERMITTIA URTIAGA AITZBITARTE
(Total Magd.) (nivel F) (nivel III)
FRAGMENTOS
Sección circular 7 7 5
" triangular 9 3 1
" cuadrada 1 *
" gruesa 3
" fina 8
" aplanada 8+ 4 5
" planoconvexa 8 5
" lenticular 4
" frag. arpón 4
Total 112 138 74
Asturias Saman. P. Vasco Mag. TV
(Ai. III) (Ai. IIT) (Ai. III) (Total)
331
Asturias Santón. P. Vasco Mag. IV
(M. III) ( A i . III) (M. III) (.Total)
332
INDICE
Págs.
PROLOGO 5
PRESENTACION 7
PRIMERA P A R T E : INTRODUCCION
3.—Dataciones Absolutas , 25
En Francia
En la España Cantábrica
En la España Mediterránea
SEGUNDA P A R T E : C A T A L O G O D E YACIMIENTOS
1.—'Provincia de Oviedo 27
Cmenca del Nalón-Nora 27
Cueva de la Ancenia
Cueva de Las Caldas
Cueva de Candamo
Cueva de La Paloma
Cueva de Sofoxó
Cuenca del Sella-San Miguel 43
Cueva del Cierro
Cueva de Collubil
Cova Rosa
La Cuevona
Cueva de La Lloseta
Cueva del Río
Cueva de San Antonio
Cueva de Tito Bustillo
Cueva de La Viesca
333
Cuenca del Calabres
Cueva de Balmori
Cueto de la Mina
Cueva de Fonfría
Cueva de Juan de Covera
Cueva de La Riera
Cueva de Coimbre
—Provincia de Santander
Cuenca del Saja-Besaya
Cueva de Altamira
Cueva de Peña Carranceja
Cueva de Hornos de la Peña
—Provincia de Vizcaya
Ría de Guernica
Cueva de Atxurra
Cueva de Lumentxa
Cueva de Santimamiñe
Sierra de Amboto
Cueva de Bolinkoba
Cueva de Sailleunta
Provincia de Guipúzcoa
Cuenca del Deva
Cueva de Ermittia
Cueva de Urtiaga
Cuenca del Urumea
Cueva de Aitzbitarte IV
—Provincia de Navarra
Cueva de Sorguiñen Leze
Cueva de Berroberría
Cueva de Abauntz
Págs.
3. — E l Clima 252
En el Sudoeste de Francia
En la Costa Cantábrica
4. — E l Habitat 255
BIBLIOGRAFIA 297
MONOGRAFIAS PUBLICADAS