El Avivamiento Que Cambio Un Pais
El Avivamiento Que Cambio Un Pais
El Avivamiento Que Cambio Un Pais
UN PAÍS
Dorothy Bullón
Si esto pasó una vez ¿Por qué no puede pasar otra vez en Perú, en Colombia, en Nicara-
gua o en cualquiera de nuestros países? Uno se pregunta ¿Qué efectos reales ha tenido el mo-
vimiento evangélico en Latinoamérica en estos últimos cien años? Es obvio que sí ha afectado
la sociedad pero ¿podría haber sido más? ¿Qué podemos aprender de Wesley y de los herma-
nos del siglo XVIII?
Después viene una descripción de los eventos del avivamiento mismo Hay un capítulo
muy importante sobre el sistema wesleyano de discipulado, seguido por dos capítulos sobre los
efectos del avivamiento a corto y a largo plazo. He tratado de escribir este librito en una forma
sencilla y vivida pero espero que el lector se sienta desafiado y comprometido. Varias veces he
tenido que alejarme de la computadora por el impacto sobre mí de lo que pasó en aquel en-
tonces. Para nosotros los nazarenos, es una oportunidad de mirar como Wesley planificó su
discipulado, un punto clave para el desarrollo de su movimiento Metodista.
También la historia narrada demuestra que si Wesley estuviera caminando entre noso-
tros ahora nos animará a poner mucho énfasis en los ministerios de compasión y responsabili-
dad social. Qué Dios nos hable a través de lo que Él pudo hacer para trasformar una nación,
despertando en ella su conciencia y devolviéndole su alma. Una nota más tengo que agradecer
a mi hijo Daniel por su ayuda en editar el manuscrito.
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Tabla de Contenido
Capitulo Página
1 La Inglaterra de Wesley 3
(Una breve descripción de Inglaterra antes del avivamiento)
Conclusiones 40
Bibliografía 42
2
Capítulo 1
La Inglaterra de Wesley
Corre el año 1730 y quiero que me acompañe en una visita a Londres, la histórica capi-
tal de la Gran Bretaña. En el aire brumoso de la madrugada vemos a la distancia las imponentes
torres de las iglesias pintorescas y azuladas. Cabalgamos un poco más cerca sobre caminos de
tierra pedregal. Es peligroso viajar a caballo o en carruaje en estos días porque continuamente
bandas de asaltantes atacan a viajeros robando y a veces hiriendo o matando a sus víctimas.
Todos los días se oyen de casos como este. Se dice que el Primer Ministro, el Sr. Walpole, co-
mentó el otro día a un amigo que aún en mediodía para salir a la calle hay que armarse como si
uno estuviera yendo a una batalla por el peligro que uno corre a manos de violentos asaltantes
(Bready 1935:171)
Al acercarnos a la ciudad nos encontramos con las grandiosas viviendas de la gente adi-
nerada, con jardines bellamente planificadas rodeando a las casas inmensas cada uno con sus
múltiples chimeneas cuyo humo danza hacia la neblina movido por la brisa madrugadora. Es
invierno; hay escarcha en el campo; el aliento de uno y de los caballos se visibiliza en vapor. Por
lo menos esta gente tiene calefacción, duerme placenteramente, abrigada, acurrucada en sus
cómodas camas.
Pasamos más cerca a la ciudad de Londres. ¿Ay qué es esto? Golpea en nuestras caras
un hedor putrefacto. Cada esquinilla, cada portón es un baño público. El olor a desagüe se
mezcla con el hedor de verduras podridas. Toda la basura es echada a las calles, incluyendo
pedacitos de carne ya malograda que el carnicero botó. El centro de la ciudad está sucio y es
un pozo de enfermedad.
Muchas de las calles tienen solamente tres metros de ancho. La mayoría de las vivien-
das son casuchas de un o dos cuartos hechos de madera simple, entechados con una capa de
brea. En las casas grandes abandonadas por los ricos habita mucha gente tugurizada conjun-
tamente con sus animales (Tuttle 1978:31-32)
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pedir la compra de productos franceses. Esta resultó ser un negocio jugoso para algunos y trajo
miseria y devastación social y moral a una buena parte de la población. Fortunas inmensas fue-
ron creadas en las fábricas de licor para algunos, mientras que los pobres adictos en miles de
sucias cantinas compraban su ‘copa de maldición’ por un penique. Tal es el caso de Judith Du-
four, que estranguló a su niño, lo desnudó, y botó el cadáver en un riachuelo, vendió la ropa
por un chelín y cuatro peniques, y se fue y gastó el dinero en aguardiente (Bready 1935:145-
150).
La mortalidad infantil en esta época fue espantosa. Las estadísticas londinenses de mor-
talidad infantil para la fecha, demuestran que de cada cuatro niños de cualquier clase social,
tres murieron antes de cumplir cinco años de edad. La Reina Ana Stuart quien reinó de 1702-
1714, tuvo 17 partos, pero solamente uno de sus niños no murió en la infancia, pero éste mu-
rió cuando tenía 11 años. Esto ilustra que la muerte estaba cerca aún en los palacios reales y
caminaba detrás de todo niño pobre como una verdadera sombra de verdugo (Bready 136:142-
145.) La madre de Juan Wesley, Susana, tuvo diecinueve partos de los cuales solamente diez
niños sobrevivieron la infancia (Tuttle 1978:38.) ¿Cuáles eran las razones? Se podría culpar a la
falta de higiene, a enfermedades contagiosas como el cólera, tifus, tifoidea, sarampión, la plaga
bubónica, entre otras. Malnutrición por extrema pobreza y alcoholismo eran muy comunes.
Según un magistrado de Londres más de cien mil personas en la ciudad vivieron solamente de
licor. ¿Qué chance de sobrevivir tenían los niños concebidos en estados de embriaguez, lacta-
dos por madres borrachas? (Bready 1935:146.)
Ya estamos en la tarde, hemos caminado por las calles tristes, desesperantes, hedion-
das de Londres. De repente nos topamos con gente corriendo en una misma dirección. ¿Qué
pasa? ¿Por qué tanta prisa? ¿Adónde están yendo? Bueno, ni modo, vamos a ir también con
ellos. Algo espectacular estará por ocurrir. Descubrimos que se van a Tyburn donde van a ahor-
car a 15 criminales. Centenares de personas han salido a las calles para ver el ‘show.’ En un ca-
rruaje están las víctimas, hombres, mujeres y niños, todas ya aturdidas por el aguardiente. Hay
muchas carretas llevando los barriles desde donde fluyen ríos de alcohol a las gargantas de los
espectadores, por un pequeño precio. Aquí hay un grupo de hombres borrachos peleando; allá
uno vomitando; un grupo de mujeres con sus bebes tirados al piso por la muchedumbre; Otro
grupo de niños harapientos y sucios, observando cuidadosamente qué pueden robar sin ser
observados. Estos son los niños de la calle hechos famosos por Carlos Dickens en su novela Oli-
ver Twist; El viaje por el camino de la cárcel de Newgate a Tyburn dura cuarenta y cinco minu-
tos. El ambiente es de carnaval, perros ladran, los ebrios cantan, a veces las víctimas pelean en
su carreta. Uno que otro se pone de pie para dar sus últimas palabras; Siempre entre el grupo
camina las mujeres siniestras, “las de la resurrección” quienes roban los cuerpos después del
ahorcamiento para venderlos a los cirujanos para sus disecciones (Bready 1935:127-128.)
¿Qué crímenes habían cometido estas personas? Algunos parecen ser niños todavía.
Juan Wesley Bready en su libro Inglaterra Antes y Después de Wesley dice lo siguiente “El có-
digo penal, junto a la administración legal, revela una capa delgada de cultura que enmascara-
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ba el salvajismo profundo del siglo XVIII” (Bready 135:126-127.) Robar del valor de más de un
chelín, robar un caballo o una oveja, extraer fruta del jardín de alguien, tomar un conejo en el
terreno de un rico, andar en los caminos con la cara ennegrecida, eran todos crímenes de niños
castigados por la muerte. Frecuentemente niños fueron ahorcados junto a los adultos.
Newgate y las demás prisiones en Inglaterra eran realmente sitios que demostraban la
inhumanidad de la época. Centenares de prisioneros vivían juntos sin cama, y sin más ropa que
sus propios harapos. Los carceleros no recibían sueldo, entonces recurrían a extorsiones, ro-
bos, y sobornos. Vendían aguardiente. Las mujeres eran maltratadas y muchas veces violadas.
Si las calles eran insalubres, las cárceles eran el infierno viviente, sin aire, sin agua, sin baños,
sin atención, sin comida, sin cosa alguna digna para un ser humano. Mucha gente murió allá
encadenada en una oscuridad de odio, salvajismo y bestialidad.
Muchos de los que comenzaron el viaje nunca llegaron. Sus cuerpos muertos fueron
tirados al mar. En intercambio por los esclavos, los ingleses traían el algodón que impulsó en
parte la revolución industrial. (Bready1935: 99-110.) El comercio de esclavos demuestra lo más
sórdido dentro del corazón humano, el deseo de hacerse rico a expensas de personas pobres y
extranjeras, quienes no podían defenderse.
En este tiempo se estableció una gran compañía de acciones ‘La Compañía de los Mares
del Sur’ (The South Sea Company.) La especulación fue tan grande que la gente compró accio-
nes a como sea por el precio que fuere. Los dueños inflaban el valor de las acciones aumentan-
do sus mentiras como la que iban a intercambiar la roca de Gibraltar por minas de oro en Perú.
Una bola de nieve financiera comenzó a rodar. Vendían todo lo que podían para comprar ac-
ciones. Al principio de 1721 el valor de las acciones de la compañía fue quinientos millones de
libras, dos veces el valor de todas las casas y tierras de Gran Bretaña, pero al finalizar ese año
colapsó la gran burbuja de la Compañía de los Mares de Sur. Se había dado cuenta que el valor
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real no era más que polvo y ceniza. Fue la más dramática estafa que Gran Bretaña jamás haya
conocido. El colapso de esta torre de Babel financiera trajo abajo consigo a muchas personas
inocentes que se vieron envueltos en pobreza y perdieron todo por especular en la bolsa de
valores.
El estilo de vida del Primer Ministro, Sir Hugh Walpole, ejemplifica la corrupción política
que afectaba el país. Ambicioso, sensual, glotón y borracho, vivía en abierto adulterio. Los
asientos en el parlamento fueron comprados, transformando la democracia en un mito. La co-
rrupción y soborno, duplicidad y engaño eran los dientes y palancas de la maquinaria política.
El espíritu del siglo era uno de despiadado individualismo.
Una moda de la época fue la de jugar por dinero. El gobierno levantó sumas grandes de
dinero por medio de grandes loterías. Fue así, por ejemplo, que construyeron el famoso puen-
te Westminster sobre el río Támesis. Los clubes elegantes del Londres occidental donde fre-
cuentaban los aristócratas de la época, eran muchas veces nada más que casas de juego donde
grandes sumas de dinero pasaban de mano en mano. La sociedad parecía ser un enorme ca-
sino. Las cárceles para deudores descritas por Dickens, eran una realidad dolorosa.
La literatura popular siempre revela los valores de sus tiempos. Besant comenta sobre
la literatura del siglo en la siguiente forma “las groserías predominantes en el siglo XVIII, la
enorme indecencia y obscenidad de las canciones populares, de las conversaciones diarias, se
hacía sentir en toda la literatura; en dramas, poemas, ensayos y novelas.”(Citado en Bready
1935: 163.) Había avidez por lo pornográfico, y demás vulgaridades. Tan pronto que se abría un
teatro fue circuncidado por una aureola de prostíbulos.
La historia que se ha contado hasta ahora, y lo que hemos visto en nuestra breve visita
a Londres pinta un cuadro terrible de Inglaterra al principio del siglo XVIII. ¿No era un país pro-
testante? ¿No fue el país que vivió bajo un gobierno puritano de Oliver Cromwell en el siglo
XVII? ¿Qué estaba haciendo la iglesia? ¿Cómo pensaban los grandes filósofos de la época?
Cuando cayó el puritanismo y el rey Carlos II regresó a Inglaterra para ocupar el trono,
purgaron de la iglesia anglicana los que tenían una tendencia puritana y evangélica. Una quinta
parte de los ministros más serios y bíblicos fueron destituidos de sus púlpitos. Aunque seguían
sus ministerios no gozaban de la bendición del estado y muchas veces fueron severamente
perseguidos.
El siglo dieciocho es el siglo del umbral del movimiento filosófico de racionalismo y hu-
manismo. En este clima nació el deísmo que vio a Dios como distante de su creación. Pronun-
ciaron que la razón fría y lógica era mejor que exuberancia de expresión religiosa. Jesús fue re-
ducido a un líder ético, y la Biblia perdió su lugar como brújula para la vida. Debajo de la super-
ficie pulida del racionalismo deísta, los ríos de vida se estaban secando, y la iglesia degeneran-
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do en una institución que daba eco a pensamientos nuevos pero no afectaba en nada la moral
del país.
Además la Iglesia anglicana había caído en corrupción. Varios clérigos recibían dinero de
parroquias que nunca visitaban. Los de alto rango como los obispos vivían muy bien mientras
que el clérigo parroquial, especialmente en el campo, era a veces más pobre que su congrega-
ción. La iglesia no influenciaba en nada a la gente de las clases obreras y trabajadores. Daniel
Defoe, un autor del tiempo, dijo “Ninguna edad desde que la iglesia cristiana fue fundada fue
tan perdida como en nuestros tiempos, donde reina ateismo abierto, blasfemias y herejías”
(Tuttle 1978: 35).
Al concluir este capítulo tenemos que darnos cuenta que el momento que hemos pre-
senciado no promete mucho para el futuro de Inglaterra. Se ve un pueblo que ha perdido su
conciencia humana. La filosofía humanista deísta que eleva la razón fue presentada como la
solución, sin embargo, la conducta pública fue irracional. La iglesia vendió su rol profético por
un plato de lentejas, un vaso de ‘guaro’, un poco de algodón, un asiento en el parlamento o lo
que sea. El pueblo en esta época era sumamente individualista, e inhumano. ¿Cómo iba Ingla-
terra a encontrar de nuevo su alma? ¿Quién se encargará de despertar la conciencia nacional?
Dios levantó a un catedrático desilusionado y deprimido, purgó e iluminó su alma y lo convirtió
en el profeta que impactó y finalmente transformó la vida social de Gran Bretaña. Estamos ha-
bando del sacerdote anglicano Juan Wesley.
1. ¿Cuáles eran los factores que causaban tanta injusticia y desconcierto social en la cultura In-
glesa del siglo XVIII?
2. Revise rápidamente el capítulo y haga una lista de los problemas sociales descritos. ¿Cuáles
de estos problemas existen hoy en día en su país?
3. ¿Cuáles son las razones por el cual existen problemas sociales hoy en día en nuestros pue-
blos?
4. En la zona donde Ud. vive ¿Qué está haciendo su iglesia para atender a dichos problemas?
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Capítulo II
En este capítulo vamos a tratar de reconstruir unas escenas en la vida de estos tres jó-
venes. No se trata de cubrir todos los datos biográficos porque la historia se disfruta viviéndola.
Entonces visitaremos algunos momentos para tratar de saborear el contexto con el propósito
de entenderlo mejor.
La primera escena tiene que ver con Susana y Samuel los venerados padres de Juan y
Carlos. Ambos venían de familias puritanas y ambos habían tomado una decisión propia de re-
gresar a la Iglesia Anglicana. Samuel fue dado la pequeña parroquia de Epworth, un área pan-
tanosa inhabitada por gente hostil al establecimiento. El sueldo que recibía era muy pequeño
pero digno y con la ayuda de su práctica y disciplinada esposa Susana, Samuel formó su hogar
en el cual 10 niños jugaban, crecían y aprendían, otros nueve niños pequeños de los Wesley
descansaban en minúsculas tumbas en el cementerio al lado de la Iglesia.
Tanto era la hostilidad del pueblo que en 1705 quemaron el sembrío de lino del pastor
con el propósito de hacerle daño. Samuel fue arrestado por no pagar sus deudas, y pasó cuatro
meses en la cárcel (Tuttle: 40). A pesar de trabajar en una parroquia realmente difícil, Samuel
fue fiel en su pequeño distrito hasta la muerte.
Justamente un año antes del nacimiento de Juan podemos presenciar una escena que
demuestra la fortaleza de carácter de estos dos siervos de Dios. Susana era una mujer con
grandes dones de liderazgo, una madre que entrenaba, educaba y disciplinaba a sus hijos. Era
una mujer de espíritu independiente. Corría el último año del reinado de Guillermo de Orange,
un príncipe holandés protestante invitado por el parlamento a ocupar el trono. Los ingleses
estaban divididos en cuanto a la legitimidad de este rey. Varias personas creían que era un
usurpador.
Samuel creía firmemente que Dios ponía a los reyes y que tenían derechos divinos para
gobernar. Era entonces fiel a su rey. Susana simpatizaba a la causa jacobita y en su corazón no
creía que Guillermo era el rey legítimo. Un día en sus devociones Samuel le preguntó a su es-
posa, por qué no decía “amén” a la oración dada por él para el rey Guillermo. Susana respondió
que no creía que el príncipe de Orange era el verdadero rey. Entonces dijo Samuel “tú y yo te-
nemos que separarnos”. Samuel empacó sus cosas y se fue a Londres y quedó allá por el resto
del año. Afortunadamente, el príncipe de Orange murió y Susana y Samuel aceptaban que la
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reina Ana (de la familia Stuart) era el monarca legítima y se restableció el hogar. Como fruto de
esta reconciliación nació su octavo hijo Juan Benjamín Wesley (Mitchell 1981: 35-36.)
Han pasado 6 años. Es la noche del 9 de febrero 1709. La familia está durmiendo tran-
quilamente cuando de repente un grito irrumpe el silencio “! ¡Fuego, Fuego, Fuego!”. Susana
pasa de cuarto en cuarto despertando y recogiendo a sus hijos. Afuera, Samuel los junta, pero
de repente todos se dan cuenta que Juancito había quedado adentro.
Samuel Wesley obtuvo del Duque de Buckingham una beca para que Juan entrara al
colegio Charterhouse, uno de los más prestigiosos centros de preparación para ingresar a las
universidades de Oxford y Cambridge de aquel entonces. Así que cuando Juan tenía apenas
diez años acompañó a su papá en un viaje de cuatro días desde Epworth a Londres a caballo
por los caminos rústicos y peligrosos, descansando cada noche en las posadas provistas donde
escuchaba las palabras soeces y noticias alarmantes del hablar de un pueblo vulgar. Llegando a
Chaterhouse el pequeño se vestía los pantalones cortos, la casaca y capa de bayeta, convir-
tiéndose en colegial del prestigioso establecimiento.
Juan obtuvo allí una de las mejores educaciones posibles, y fue un buen alumno. Cuan-
do tenía unos días libres visitaba a su hermano mayor Samuel que vivía en Londres (Sowton sf:
11-12.) Cada día Juan se levantaba a las 5 de la mañana, hacía sus oraciones, corría tres veces
alrededor del jardín y tomaba su desayuno de pan y queso (Tuttle 1978: 52.)
Juan ingresó a Oxford donde fue un buen estudiante y se graduó en el año 1726. Un
año después fue a ayudar a su papá como cura de la otra iglesia de la parroquia en el pueblo de
Wroote cerca a Epworth. El pueblillo tenía trescientos habitantes, quienes no mostraban mu-
cho interés en las cosas espirituales. Juan pasó mucho rato sólo, pensando y leyendo. Es en es-
te período que uno puede percibir una búsqueda espiritual intensa. Juan leyó los místicos clási-
cos y comenzó a buscar a Dios por medio de experiencias místicas. Fue una etapa muy indivi-
dualista y solitaria y tal vez peligrosa y mórbida. Por dos años predicó a un pueblo que no le
entendió y sintió en su propia alma un hambre espiritual que no supo cómo satisfacer. Dicho-
samente la universidad lo llamó para enseñar y regresó a Oxford.
A su regreso descubrió que su hermano menor Carlos tenía un grupo de amigos quienes
fueron llamados ‘el Club de los Santos’ o ‘los metodistas’. Vamos a mirar a este grupo un poco
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más de cerca. Entre ellos se encuentran Juan y Carlos Wesley, Roberto Kirkham, William Mor-
gan, y más adelante, Jorge Whitefield. Se juntaban para orar, estudiar el Nuevo Testamento en
griego, y servir en la comunidad. Juan se incorporó a este grupo asumiendo el liderazgo. “Los
santos” vivían bajo disciplinas estrictas incluyendo ayunos prolongados, tiempos de oración, y
compartimiento de dinero y comida con los necesitados. Trabajaban intensamente entre los
pobres y encarcelados de Oxford. Morgan comenzó una escuela para hijos de los prisioneros.
Estaban buscando agradar a Dios y encontrase con Él, por medio de las buenas obras.
Pensaban que podían ser santos como muchos monjes antes de ellos por medio del servicio.
Pero las automortificaciones no les traían lo que buscaban. William Morgan murió y varias per-
sonas echaron la culpa al “Club de los Santos” quienes le habían involucrado en una suerte de
manía religiosa con ayunos largos que podrían haber provocado su muerte. Por 6 años los
hermanos seguían bajo disciplina férrea, esforzándose a cumplir tareas desagradables en el
nombre de Dios. Sin embargo, no encontraron el poder evangélico del nuevo nacimiento, el
énfasis era más en cumplir rituales externos. Tanto que Jorge y Juan se enfermaron también.
Jorge Whitefield en su enfermedad estaba desesperado para encontrar paz con Dios. Él,
como los otros hermanos del Club de los Santos, había tratado de mortificarse para agradar a
Dios pero no sintió que lograba con sus objetivos. Después de un tiempo de enfermedad Jorge
encontró lo que buscaba; en sus propias palabras “Que gozo, que gozo indecible, un gozo lleno
de gloria llenó mi alma y el peso del pecado fue levantado y un sentido real perdurable del
amor perdonador de Dios y la seguridad plena llenó mi alma desconsolable” (citado en Mitchell
1982:93.) Así es que Jorge recibió la luz un par de años antes que los hermanos Wesley.
Para nuestra próxima escena tenemos que trasladarnos al mar, a bordo un pequeño
barco de vela, “el Simmonds”, navegando hacía Georgia, una de las 13 colonias Británicas
pronto en convertirse en Los Estados Unidos. Viajar de Inglaterra a América en estos días no
era tan fácil, era cuestión de meses. El Sr. Ogilthorpe llevaba a Juan y Carlos Wesley más dos
hermanos del “club de los santos” como Misioneros de la Sociedad para la Propagación del
Evangelio. El fin de esta misión era atender las necesidades espirituales de los colonos y a la vez
llevar el evangelio a los indígenas americanos. Entre los pasajeros había 26 misioneros alema-
nes de la iglesia Morava y Juan pasó bastante tiempo del viaje dedicándose al aprendizaje del
alemán para poder conversar con ellos. Los hermanos Wesley no fueron populares en este via-
je. Trataron de imponer las reglas estrictas del Club de los Santos sobre los demás viajeros lo
cual no fue bien recibido.
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miedo y ellos respondían que no temían la muerte. Esto fue para Wesley un punto muy débil
por que a él le espantaba la idea de la muerte.
En mayo 1738, Carlos Wesley estaba en la cama bastante enfermo. Había visitado a la
Sociedad Morava en Fetters Lane, Londres, donde se amistó con Peter Bohler, un hermano
alemán, quien vino a visitarle y orar por él. El 17 de mayo comenzó a leer el comentario de Lu-
tero sobre Gálatas y como Juan Bunyan un siglo antes, fue muy impresionado por esa lectura.
El día siguiente tuvo una recaída de pleuresía. El 21 de mayo escuchó una voz que decía: “En el
nombre de Jesús de Nazaret, levántate y serás sanado de todas tus enfermedades”. Descubrió
que una hermana había dicho estas palabras porque sintió que Jesús le ordenaba decirlas. Las
palabras afectaron profundamente a Carlos quien abrió su Biblia y comenzó a leerla encon-
trando su paz con Dios.
El 24 de mayo, Juan Wesley abrió su Biblia en la mañana y leyó las palabras “no estás
lejos del Reino de Dios”. En la tarde fue a un servicio en la catedral de St. Paul donde sintió que
Dios estaba hablándole. En la noche con pocas ganas fue a la Sociedad Morava en la calle Al-
dersgate donde una persona estaba leyendo el prefacio del comentario de Lutero sobre Roma-
nos. En las palabras de Juan, “quince minutos antes de las nueve mientras que el orador estaba
describiendo el cambio que Dios obra en el corazón por medio de la fe en Cristo, sentí arder mi
corazón con un calor extraño. Sentí que confié en Cristo, solo Cristo, para la salvación: tuve se-
guridad que él había quitado mis pecados, aun los míos, y me había salvado de la ley del peca-
do y la muerte” (Obras de Wesley: 24 de mayo.1738.)
Así es que estos tres amigos encontraron su paz con Dios. Llegaron a ver que era nece-
sario recibir la justificación por la fe, antes de poder andar en santidad. Esto fue la manera que
Dios tocó y convirtió a las tres personas quienes serían pilares en la gran tarea de transforma-
ción que estaba por comenzar.
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PREGUNTAS PARA LA REFLEXION
1. ¿Por medio de qué experiencias fueron estos tres siervos, preparados por Dios para su gran
tarea futura?
2. Los miembros del ‘club de los santos’ trataron de vivir una vida de santidad ¿Tuvieron éxito?
¿Cuál era el impedimento?
3. Aunque los tres personajes mencionados en el capítulo eran graduados de Teología y misio-
neros en Georgia, tenían que convertirse. ¿Es posible que en nuestras iglesias haya personas
que saben mucho de Biblia pero no son creyentes? ¿Cómo podemos identificarlos?
Capítulo III
Este gran movimiento de Dios comenzó en la parte temprana del siglo XVIII y afectó
profundamente a iglesias en el Continente Europeo, en Gran Bretaña y en sus colonias en Amé-
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rica. Debemos observar aquí que comenzó en Europa y en las colonias americanas antes de la
conversión de Whitefield y los hermanos Wesley.
La Reforma Protestante tuvo un efecto profundo sobre Europa en el siglo XVI. Retando
a la Iglesia Católica, las iglesias protestantes ganaron su independencia. El énfasis de la Refor-
ma fue sobre la Justificación solo por la fe y la necesidad de depender en las Escrituras para su
fundamento. La Iglesia Luterana pasó mucho tiempo articulando una defensa ante el catolicis-
mo y el calvinismo. Como resultado muchos sermones eran muy académicos y apologéticos en
naturaleza.
La reacción a esta religión académica en naturaleza vino por medio de los líderes del
llamado movimiento pietista, en manos de hombres como Philip Spenner (1635-1705) y August
Herman Francke (1663-1727) Spener y Francke insistían en la necesidad de una conversión per-
sonal; en predicaciones relevantes para la vida diaria; en una concentración en cómo vivir la
vida cristiana en términos prácticos; la necesidad de involucrar al laicado; y el uso de grupos
pequeños de discipulado. Francke estableció la Universidad de Halle, un centro de traducción
de la Biblia, orfanatorios y colegios, y un seminario para entrenar predicadores evangélicos y
misioneros. Así es que podemos notar que el movimiento pietista puso el fundamento y prepa-
ró el camino para el Gran Avivamiento. Enfocó los ojos en la vida diaria del cristiano y su impac-
to en la sociedad aterrizando toda la teología altamente académica que había surgido después
de la Reforma.
Un grupo vinculado con la Universidad de Halle se llamaba los Moravos. Nicolás Van
Zinzendorf (1700-1760), ex-alumno de Halle, fundó una comunidad de corte pietista en Herrn-
hut, Alemania. Muchos de los que vivían allí eran los hermanos refugiados de Bohemia, los he-
rederos de Juan Hus, quienes sufrían persecución severa a manos de los Jesuitas. El 13 de agos-
to de 1727, mientras los hermanos de Herrnhut estaban en una reunión de reconciliación y
oración, Dios descendió sobre ellos en una manera extraordinaria.
Uno de ellos el Sr. Greenfield, dice de este momento “el Espíritu Santo vino sobre noso-
tros en esos días con grandes señales y maravillas... Desde este tiempo casi no pasa un día sin
ver a Dios obrar algo sobre manera poderosa entre nosotros. Nos posesionó un hambre grande
para la palabra de Dios hasta el punto que tuvimos que aumentar los cultos a tres por día... Ca-
da uno deseaba sobre todas las cosas que el Espíritu Santo pudiera tener control total. Amor
propio, voluntad propia y la desobediencia desaparecieron y una aluvión de gracia nos llevó
hacia el océano grande del amor divino” (citado en Davies: 1992).
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1769 habían mandado 226 misioneros. Fueron los misioneros moravos yendo a Georgia en el
barco que arrestaron la atención de Wesley por que no tenían miedo de morir. Fue por medio
de la ministración de Peter Bohler y las Sociedades Moravas de Fetters Lane y Aldersgate en
Londres que tanto Carlos como Juan Wesley reconocieron que no eran creyentes de verdad.
Ahora debemos cruzar el Atlántico para ver lo que Dios estaba haciendo allá. Corría el
año 1734 y en el pueblo de Northampton Massachusetts, Dios estaba usando a un ministro
llamado Jonathan Edwards. El pueblo estaba experimentando un gran movimiento de Dios. En
sus propias palabras, “La obra de conversión se llevó a cabo de una manera increíble, y aumen-
tó más y más; las almas llegaron a Cristo como manadas de ovejas... Esta es la obra de Dios... la
multiplicación de los santos, alteró gloriosamente al pueblo; hasta el punto que en la primave-
ra y verano de 1735 el pueblo parecía ser lleno de la presencia de Dios... Nuestras asambleas
públicas eran bellas; la congregación estaba viva al servicio de Dios... Nuestros jóvenes al en-
contrarse, pasaron tiempo hablando de la excelencia del amor de Cristo que murió por ellos...
Los de nosotros que éramos convertidos antes, recibimos nueva vida con una venida fresca y
extraordinaria del Espíritu de Dios” (Citado en Davies: 1992:75.)
En este mismo año de 1734 que vio tanta bendición en Massachussets, en la distante
Gran Bretaña se convirtió Jorge Whitefield quien en 1740 iba a visitar a las colonias para ser
usado por Dios para echar más fuego a este movimiento americano del Espíritu Santo. Cuando
se convirtió Whitefield, los hermanos Wesley estaban en Georgia haciendo la obra misionera.
Es en la persona de Whitefield que podemos ver el precursor del avivamiento inglés. Después
de su conversión, Jorge comenzó a predicar y Dios usó sus mensajes. Cada vez más personas
escucharon y aceptaron a Cristo. Whitefield organizó un culto diario de oración intercediendo
para que Dios obre más y más. A veces pasaron la noche entera orando. Whitefield tenía un
increíble don de predicación.
En 1738, los tres amigos del “Club de los Santos”, Carlos, Juan y Jorge de nuevo se jun-
taron. Cada uno había sido poderosamente transformado por la obra nueva de Dios en sus vi-
das. Hubo evidencias de un gran derramamiento del Espíritu Santo. Hubo mucha oración y co-
munión. Tal vez una fecha memorable era la reunión de año nuevo de enero 1739. El año que
realmente vio florecer al gran avivamiento en Gran Bretaña. Wesley cuenta en su diario “Alre-
dedor de las tres de la madrugada, mientras que estuvimos continuando en oración, el poder
de Dios descendió poderosamente sobre nosotros, hasta el punto que muchos gritaron por
profundo gozo, y muchos cayeron al suelo. Tan pronto que nos recuperamos un poco del sen-
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timiento de asombro ante la presencia de su Majestad. Comenzamos a decir en una sola voz
‘te alabamos o Dios: reconocemos que tú eres el Señor’” (Obras de Wesley, Vol II: 121-122). A
veces pasaron noches enteras en oración. Sentían muy cerca la presencia de Dios.
El año 1739 fue crucial para el avivamiento en Gran Bretaña. Whitefield comenzó a pre-
dicar al aire libre, ya que muchas iglesias le cerraron las puertas porque era demasiado entu-
siasta. Al ser invitados a predicar al aire libre, Juan y Carlos Wesley estaban muy temerosos al
principio. Eran sacerdotes de la Alta Iglesia anglicana de Inglaterra preparados en Oxford, y to-
do esto les parecía poco regular. Sin embargo siguieron el ejemplo de Whitefield y se dieron
cuenta que había mucha gente que estaba dispuesta a escuchar, y responder. Miles de perso-
nas comenzaron a aceptar a Cristo como su Salvador. De estos miles, muchos eran personas
pobres de la clase trabajadora para quienes la iglesia
establecida no estaba haciendo nada. Así es como el evangelio llegó a los mineros, a los traba-
jadores que se hundían bajo la influencia del agua ardiente, a la gente de los tugurios, y a los
campesinos. A la vez se observaron varias manifestaciones y especialmente con gente que es-
taba bajo convicción de pecado.
Whitefield visitó a Howell Harris y Daniel Rowlands para darles ánimo. Dios bendijo el
ministerio galés de estos dos hermanos quienes fundaron la iglesia Metodista Calvinista en Ga-
les. En 1739, también Dios movió las partes más remotas de Escocia donde hubo un avivamien-
to cerca de Inverness. A finales de 1739, Whitefield visitó a las colonias donde Dios derramó
de nuevo su Espíritu sobre las iglesias en Massachussets. Jonathan Edwards fue usado grande-
mente y escribió varios libros dejando un trabajo importante acerca de la teología de aviva-
miento.
Antes de examinar más al fondo lo que Dios hizo en Inglaterra debemos detenernos un
rato para examinar este avivamiento. Los teólogos de avivamiento siempre señalan que cada
avivamiento tiene sus patrones: oración intensa, predicación poderosa de la Palabra de Dios,
manifestaciones sobrenaturales y acompañamientos físicos; la conversión de números inusua-
les de gente, cambios sociales; un esfuerzo renovado en misiones; involucramiento del laicado
en el ministerio; y un sentido poco usual de la presencia de Dios entre su pueblo. (Bullón
1998:93-106). Todas estas señales se hicieron sentir en ese avivamiento.
Tanto Edwards como Wesley enseñaron que lo que realmente vale son los frutos del
Espíritu en la vida de una persona que está llena del Espíritu. Sin embargo, siempre cuando hay
un avivamiento evangélico existen manifestaciones físicas, demostrando que cuando Dios trata
con la persona trata con su ser entero. Ante una grandiosa experiencia con Dios el cuerpo o la
mente puede reaccionar en diferentes formas. La reacción no es lo importante. Wesley y Ed-
wards llamaron a las manifestaciones como tembladera, llanto, risa, o desmayos bajo convic-
ción de pecado, “acompañamientos físicos”. En ningún momento están incluidos en las listas
15
bíblicas de dones del Espíritu. Son las reacciones de las personas a un encuentro increíble con
Dios. Lo que cuenta es lo que Dios está haciendo en cada persona.
Uno de los resultados de los grandes avivamientos es que después que los creyentes
reciben nueva fuerza espiritual viene un momento sin precedentes de evangelismo y cosecha
entre los incrédulos. En unos tres, años en Northampton Massachussets, 50,000 de una pobla-
ción de 250,000 fueron convertidos (Dixon 1994:127.) Cuando Wesley murió en 1791 había via-
jado 250,000 millas predicado en 40,000 reuniones y vio 140,000 personas entrar en la mem-
bresía de la iglesia metodista. Asistieron miles de personas a muchas de las reuniones donde
Whitefield y Wesley predicaron en el aire libre.
Dos siglos después de la Reforma Protestante la iglesia en general ponía demasiado én-
fasis en doctrina correcta, dejando de lado un poco la conducta correcta. Dios quien ha escogi-
do la iglesia como su instrumento para revelarse a los los pueblos, se comenzó a inquietar. El
Santo León ruge de nuevo y surgieron los movimientos de piedad que buscaron enfatizar una
relación personal con Dios y la aplicación de la Biblia a la vida diaria. Fue a estos grupos en Ha-
lle, Herrnhut, Northampton (USA), Oxford, y Gales que Dios descendió. Los años treinta del si-
glo XVIII fueron años del mover de Dios. Durante el resto del siglo hubo como olas de aviva-
miento muchas veces en lugares específicos y aislados. Al finalizar el siglo después de la muerte
de Wesley, hubo otro gran avivamiento nacional.
1. Es interesante notar que este avivamiento no comenzó en Inglaterra. Como una reacción a la
frialdad doctrinal de la post-reforma, comenzó en el Continente Europeo y Estados Unidos y
por último llegó a las Islas Británicas ¿Cuáles fueron los antecedentes?
16
17
Capítulo IV
Todos admiten que el avivamiento que bendijo tanto a Inglaterra en el siglo XVIII tuvo
resultados muy profundos. Nos toca en este capítulo tratar de ver cuáles fueron los factores
que enraizaron este avivamiento.
Hemos mirado un poco de la vida de Carlos, Juan y Jorge, tres de los protagonistas. A
cada uno le fue dado un don especial. Jorge Whitefield tenía el don de predicador y evangelis-
ta. Pasó su vida predicando a multitudes tanto en la Gran Bretaña como en los Estados Unidos.
Carlos con su trasfondo académico de teólogo y un don de poeta extraordinario compuso cen-
tenares de los himnos más profundos que jamás se haya escrito. Cantando los himnos de Car-
los Wesley los hermanos podían aprender y expresar en adoración su teología. Pero era a Juan
que Dios había dado el don de organizador y administrador.
En este capítulo vamos a ver cuáles eran las estrategias que Juan y los demás hermanos
introdujeron para que este avivamiento sea uno de los movimientos de Dios que más ha afec-
tado a la Iglesia de Cristo. Si queremos ver una iglesia sana y madura debemos escucharle a
Juan Wesley y abstraer principios para nuestros días. Se ha dicho de América Latina que es el
continente más evangelizado del mundo y el que ha recibido menos discipulado.
Por seiscientos años la iglesia del Norte de África fue bastión de la fe cristiana produ-
ciendo cristianos gigantes como Orígenes de Alejandría y Agustín de Hipona. Sin embargo, nun-
ca tradujeron las Escrituras al idioma de pueblo, no supieron entonces discipular bien a los cris-
tianos y frente al ataque musulmán cayó enteramente. Hoy en día hay países en esta región
donde apenas hay unos cuantos cristianos. Turquía, el Asia Menor de Pablo, y Juan de Patmos y
de Policarpo, cayó en la misma forma. Lector latinoamericano, la historia advierte que una igle-
sia poco profunda puede desaparecer. Nos toca escuchar profundamente a Wesley y aprender
de sus experiencias.
18
Durante los 80 años antes del avivamiento surgieron en Inglaterra Sociedades, mayor-
mente anglicanas, compuestas de personas que se juntaron para tratar de vivir una vida más
santa. El “Club de los santos” de Oxford caería en esta categoría. Para ilustrar esta realidad, en
el año 1700 se reunían 40 Sociedades religiosas solamente en Londres (Snyder 1989: 187.) El
movimiento pietista de Halle y Herrnhut usaba Sociedades y Bandas para tener comunión en
grupos más pequeños. Entonces había en los movimientos más evangélicos esta inquietud de
reunirse en grupos homogéneos aparte de los servicios y sacramentos celebrados en la iglesia.
Wesley observó todo esto y lo incorporó en su sistema metódico de conservación del fruto del
avivamiento. Se crearon lo que llamamos hoy en día células.
Su sueño muy temprano en el avivamiento era organizar sociedades donde los nuevos
convertidos podían nutrirse en la Palabra y en la comunión el uno con el otro, hasta llegar a la
madurez cristiana. Wesley se dio cuenta del hecho que si el creyente no daba su vida totalmen-
te en consagración a Dios y en amor a su prójimo, su fe podría llegar a enfriarse y el peligro de
regresar al mundo era una realidad constante. Wesley dijo de la necesidad de conservar el fru-
to del evangelismo: “Estoy más convencido que nunca que predicar como un Apóstol sin juntar
los que han sido despertados, y sin entrenarles en los caminos de Dios, es nada más que en-
gendrar hijos para el diablo”. (Obras de Wesley: 25 de agosto 1763)
Vamos a describir en detalle el sistema que Wesley desarrolló para conservar el fruto
del avivamiento para ayudar a los nuevos convertidos a llegar a madurez en la vida cristiana. El
grupo más numeroso se llamaba la Sociedad. Wesley esperaba que cada miembro fuera los
domingos a la iglesia anglicana a asistir a los servicios y a participar en los sacramentos. Nunca
fue su intención crear una denominación aparte de la Iglesia Anglicana. Fue después de su
muerte que se constituyó formalmente la Iglesia Metodista.
Dentro de las Sociedades había personas que querían profundizar más su fe. Wesley
dividió estas personas en grupos pequeños y homogéneos para los hombres y las mujeres por
19
separado que se llamaron las “Bandas”. Las reglas de estas eran las siguientes; 1) Reunirse por
lo menos una vez por semana. 2) Venir puntualmente. 3) Comenzar con un canto u oración. 4)
Compartir el uno con el otro con franqueza acerca de los problemas y dificultades experimen-
tadas en su vida cristiana. 5) Nombrar un líder para dirigir la discusión. Las Bandas debían com-
ponerse de no menos de cinco personas y no más de diez. Desde dentro de las Bandas surgió
un grupo muy comprometido, cuyos miembros llegaron a ser los líderes con quienes Wesley
trató de mantener contacto personal. Estos fueron llamados las “Sociedad Selecta.”
Cabe mencionar dos grupos más, la “Sociedad para Nuevos Contactos” y la “Sociedad
para los Penitentes”. El primer grupo fue usado para evangelizar y el segundo para restaurar a
los que se habían caído y querían regresar a Dios. (Tuttle1978: 277-281.)
Wesley trataba de visitar a las Sociedades en forma personal. Y durante su larga vida
pasaba su tiempo a caballo yendo de lugar en lugar pastoreando en forma personal a los líde-
res de las Sociedades. Sin embargo, muy pronto surgió la necesidad de formar predicadores
laicos para predicar en las sociedades. Esto se hizo cada vez más agudo a la medida que la Igle-
sia Anglicana no recibía con buenos ojos a las personas convertidas en el avivamiento y tampo-
co eran iglesias muy evangélicas que podían nutrir espiritualmente a esta masa nueva de hijos
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de Dios. Wesley se dio cuenta que era necesario escoger cuidadosamente a un grupo de predi-
cadores laicos “los Jinetes Rústicos” mencionados por Stanley Sowton en su biografía de Wes-
ley.
Estos líderes laicos, que llegaron a ser setecientos en número, entrenados personal-
mente por Wesley, eran personas claves también en el crecimiento sano de la Iglesia Metodis-
ta. Wesley animaba a sus predicadores a leer la Biblia y libros acerca de la Biblia por cinco ho-
ras en cada veinticuatro. En 1746, Wesley dividió a Inglaterra en siete circuitos poniendo a uno
de sus predicadores laicos de confianza sobre cada división. El sacerdote de la Alta Iglesia An-
glicana, hijo del sacerdote de Epworth, supo poner en manos de laicos no ordenados el lideraz-
go del movimiento, así dando a muchas personas la oportunidad de encontrar y usar sus do-
nes, desatando una rica bendición. Tenemos que admirar a Wesley que pudo contextualizarse
a su momento dejando a un lado todo lo que le era muy apreciado en la liturgia anglicana para
poder alcanzar las verdades de la fe cristiana a las manos sedientas de las masas inglesas.
1. “América Latina es el continente más evangelizado y menos discipulado” ¿Está Ud. de acuer-
do con esta cita? Si es verdad ¿Qué efecto tiene sobre la iglesia la falta de discipulado?
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2. Wesley dijo que si no entrenamos a los nuevos convertidos en los caminos de Dios estamos
“engendrando hijos para el diablo”. ¿Está Ud. de acuerdo? ¿Tiene un grupo de consejeros
preparados para atender a los interesados que vienen a orar en el altar? ¿Qué programa de
discipulado tiene para atender a las personas que se convierten en su congregación?
3. Wesley dividió el grupo grande en pequeños grupos para su más amplia formación. ¿Debe-
mos tener un programa de células en nuestras iglesias para mejorar el proceso de discipulado?
4. ¿Cuál es el rol de las campañas masivas de evangelización? ¿Qué ventajas tiene este minis-
terio? ¿Qué debilidades conlleva?
5. Snyder dice que más personas se convirtieron en las clases que en las campañas. ¿Es cierto
que la conversión es un proceso? ¿Cuándo podemos estar seguros que una persona está real-
mente convertida?
22
Capítulo V
Juan Wesley:
El Profeta de Inglaterra
El galés, el Sr. Lloyd George, Primer Ministro de la Gran Bretaña en 1922, dijo “Gales
debe más al movimiento inspirado por Juan Wesley, su profeta y líder, que cualquier otro mo-
vimiento de su historia. Este movimiento civilizó a su gente. Una revolución completa fue efec-
tuada en el país” (Citado en Bready pág. 181. Op. Cit). En el periódico The Times del 2 de no-
viembre 1928, otro Primer Ministro británico, el Sr. Stanley Baldwin, escribió “Se supone que
yo soy una persona muy ocupada, pero al lado de Wesley, estoy entre los desocupados... los
libros de historia del siglo XVIII que llenaron sus páginas con Napoleón y no tenían nada que
decir acerca de Wesley, ahora dan cuenta que no pueden explicar el siglo XIX hasta compren-
der a Wesley. Yo creo que es igualmente verdadero decir que no podemos entender América
del siglo XX sin comprender a Wesley” (Bready: Pág. 181).
La iglesia evangélica en este siglo ha crecido al galope en América Latina. Hemos tenido
algunos presidentes evangélicos. En algunos países numéricamente los evangélicos represen-
tan la quinta o hasta la cuarta parte de la población. En 100 años de crecimiento ¿hemos afec-
tado positivamente al desarrollo más equitativo de nuestros pueblos? ¿Hay menos corrupción
porque la iglesia evangélica es una influencia que frena el mal? ¿Cómo anda la vida ética del
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cristiano promedio de nuestras congregaciones? ¿Será que la mayoría vive su vida cristiana in-
tensamente el domingo y el resto de la semana vive como los demás? Si lo que dicen de Wes-
ley es verdad debemos pararnos en el camino y escucharle y aprender alguna lección para
nuestros tiempos antes que la iglesia evangélica de América Latina se secularice como la de Es-
tados Unidos y Europa perdiendo su influencia cada día más.
En primer lugar tenemos que mirar un poco más de cerca a este hombre Juan Wesley.
¿Cómo era? ¿Cuáles eran sus estrategias? ¿Cuál era su secreto? Wesley era un hombre delgado
y de baja estatura, con ojos azules y su propio pelo color castaño (ya que la mayoría en aquel
entonces llevaban pelucas). Se vestía siempre muy correctamente y sencillamente. Era tan
fuerte como el acero; podía resistir fatiga y estrés que hubiera matado a otro menos fuerte.
(Rattenbury 1928:40). En los primeros capítulos podíamos captar el retrato de una persona
analítica, intelectual, sincera, muy auto disciplinada y sensible a los demás. Al principio tenía un
temor mórbido de la muerte que desapareció en el momento de recibir la seguridad de su fe
en su conversión. Después de su conversión el amor de Dios comenzó a reflejarse a través de
este siervo práctico y cada vez más dulce pero siempre firme y sólido en sus principios.
Wesley nació en la familia de un clérigo pobre que le enseñó a usar sus recursos con
mucho cuidado. Era una persona con visión y con los dones de liderazgo para poder poner por
obra sus sueños. Tenían una sensibilidad hacia las personas necesitadas, y aun antes de su con-
versión en el “Club de los Santos” estaba visitando a las cárceles y cuidando a los pobres. Wes-
ley tenía el don de hacer amigos, de comunicar a sus amigos su visión y de entrenar líderes pa-
ra ayudarle en su tarea.
Dice que cuando predicaba siempre llevaba su sotana anglicana puesta y que por lo
menos al principio leía sus sermones. Parecía una estatua donde solamente los labios movían.
Pero era tan poderoso el ungimiento sobre sus sermones que aún así miles de personas acep-
taron a Cristo. Wesley predicó unos 500 sermones anuales por 50 años. Tenía la habilidad de
expresarse por escrito y publicó muchos panfletos y otras obras entre las cuales su diario y su
colección de sermones son clásicos de la literatura inglesa. Tenemos ante nosotros entonces,
un pequeño gigante, un hombre con un propósito bien definido; una persona que tenía una
relación muy íntima con su Dios: un cristiano lleno del Espíritu Santo; un amigo sincero y con-
fiable; un analista lógico pero visionario; un hombre autodenominado “hombre de un solo li-
bro”, la Biblia. Una persona que predicaba y vivía la regla de oro de Dios “Amar a Dios con todo
el ser y amar al prójimo como uno mismo”.
24
En el prefacio del primer Himnario Metodista publicado en 1739, Wesley escribió “El
evangelio de Cristo no conoce ninguna religión que no sea social, ninguna santidad que no sea
santidad social. Este mandato tenemos de Cristo, el que ama a Dios ama a su hermano tam-
bién”. Las implicancias sociales de doctrinas como la enseñanza de Wesley sobre el perfecto
amor son profundas especialmente cuando en las clases metodistas los principios bíblicos fue-
ron aplicados a las muchas dimensiones de la vida diaria. Miles de los más pobres dejaron de
tomar el agua ardiente degenerado y comenzaron a vivir mejor.
De todos los centros de aflicción este lado del infierno, poco, supongo excede o aun es
igual a Newgate (...) tan grande es la inmundicia y el hedor, miseria y maldad, que sacuda a
cualquiera que todavía tiene un chispazo de humanidad en su alma.
Soy su humilde siervo,
John Wesley
(Edwards1933: 149)
¿Cuándo fue la última vez que tú y yo visitamos a las cárceles atestadas de nuestras
ciudades? ¿Cuándo fue la última vez que escribimos una carta de protesta al período de circu-
lación mayor de nuestro país? El gran reformador de las cárceles, John Howard, un amigo ínti-
mo de Wesley dijo “Él me animó a seguir con todo vigor (...) pude ver en él lo que un hombre
sólo puede hacer” (citado en Mitchell 1981. Wesley apoyó la campaña de Howard oralmente y
por escrito.
25
febrero 1791
Muy apreciado Señor,
Sin no fuera que el Poder Divino te ha levantado para ser un Atanasio en contra del
mundo no puedo ver como puedes llevar a cabo tu empresa gloriosa en oponerse a esta
abominable vileza que es el escándalo de la religión de Inglaterra, y de la naturaleza humana.
Si Dios no te ha levantado para esta misma tarea serás destruido por hombres y demonios:
Pero si Dios está contigo, ¿quién puede oponerte? ¿Son todos ellos juntos más fuerte que
Dios? Oh, no desmayes en hacer el bien. Anda en el nombre de Dios y en su poder, hasta que
aun la esclavitud americana, lo más detestable que jamás vio el sol salir, desaparecerá por
completo. Que El que te ha guiado en esto y en todas las cosas desde tu
juventud continuara dándote las fuerzas en esto y en todas las cosas. Esta es la oración que-
rido señor de su siervo
Afectuosamente
Juan Wesley
(Edwards 1933: 122-123)
Una costumbre en aquel entonces era que el candidato a uno de los escaños del parla-
mento compraba los votos. Wesley denunciaba esta práctica aconsejando a los metodistas co-
mo deberían escoger con sabiduría a sus candidatos y no dejarse llevar por sobornos. Escribió
un panfleto sobre el asunto, lo cual fue vastamente distribuido en la nación. Sus consejos eran
tres:- 1) Votar sin recibir una donación y sin premios. 2) No hablar mal de la oposición y 3) Cui-
dar que su espíritu no se encienda en contra de los que votaron por el otro grupo. El resultado
de tal campaña en contra de un aspecto de la corrupción política es que los metodistas fueron
reconocidos como los votantes más incorruptibles en el país (Edwards 1933:159)
Wesley escribió muchas obras las cuales fueron producidas en forma barata. Wesley
escribió cerca de trescientos libros y panfletos en materias tan variadas como teología, historia,
lógica, ciencia y medicina. Publicó cantidades de panfletos expresando sus ideas clara y cándi-
damente. Durante su vida produjo y distribuyó más de veinte millones de ejemplares de sus
26
diferentes publicaciones con una ganancia de más de treinta mil libras esterlinas (una cantidad
asombrosa de dinero en aquel entonces). Donó enteramente su dinero a la obra del Señor. En
los últimos años su presupuesto personal era de cuarenta y siete libras por año. Viviendo fru-
galmente como era su costumbre podía dar de este fondo veinte libras a los pobres (Tuttle
1978:322.)
Para Wesley, los libros eran herramientas que Dios podía usar. Por esto necesitaba cir-
cular sus obras ampliamente. Para este fin llenaba las alforjas de los predicadores itinerantes
con libros y panfletos así distribuyéndolos por el país. Wesley era una persona sumamente
ocupada, sin embargo se detuvo para escribir sus ideas, las aplicaciones del evangelio para la
sociedad, y otras herramientas útiles, y los mandó como una avalancha sobre la sociedad bri-
tánica. Indudablemente estos escritos forman una parte muy importante en su comunicación
como profeta a la nación inglesa. Crearon mucha reacción generalmente adversa, pero en una
o dos generaciones fueron escuchados profundamente y en 100 años muchas de las denuncias
de Wesley fueron atendidas por lo menos en parte. ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos
a escribir buenos artículos a la prensa condenando algunos males que aquejan nuestros paí-
ses? ¿No será esto una buena oportunidad para despertar la conciencia de nuestros pueblos?
Mientras que el pueblo evangélico se calla somos cómplices.
Algunos historiadores opinan que el gran movimiento evangélico en Gran Bretaña afec-
tó tan profundamente que un baño de sangre al estilo de Francia fue evitado. Otros piensan
que de todas maneras Inglaterra iba a tomar un camino propio. Sea cual fuera la verdad, los
cambios en Inglaterra después del avivamiento evangélico del siglo XVIII fueron radicales. Mu-
chos de los cambios tomaron su tiempo en ser desarrollados y en muchos casos les tocó a los
hijos de Wesley, a los de la segunda generación, ver los frutos.
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En suma, Dios preparó y usó a su siervo Juan Wesley después del derramamiento de su
Espíritu en el avivamiento de los años 1739-40, para diseñar un efectivo sistema de discipulado
para conservar el fruto de esa cosecha enorme del gentío marginado inglés. Dios le ayudó a
percibir que a través de las páginas de la Biblia corre un mensaje que Dios es santo y que busca
santificar a su pueblo. La santidad consiste en amar a Dios con todo nuestro ser y al prójimo
como a uno mismo. Esta obra efectuada por medio del Espíritu Santo trasforma radicalmente
vidas. Wesley también vio la necesidad de levantar su voz como los profetas del siglo 8 antes
de Cristo, para denunciar los males de la sociedad. Aseguró que sus opiniones fueran escucha-
das distribuyendo sus ideas ampliamente. Esta combinación de un grupo grande de personas
cuyas vidas habían sido cambiadas y, las denuncias de Wesley y sus seguidores despertaron la
conciencia de la nación inglesa.
La prensa, que tanto se opuso a Wesley poco a poco tuvo que darse cuenta de su valor.
Después de su muerte en 1791, The Gentleman’s Magazine (La Revista del Caballero), Cuya
pluma en otro momento había criticado a Wesley y su movimiento por ser entusiastas y faná-
ticos, publicó el siguiente artículo.
Cualquiera que fuera las opiniones acerca de su inspiración es imposible negarle el mé-
rito de haber hecho infinito bien a las clases bajas de la sociedad... Por medio de los es-
fuerzos humanizantes de Wesley y su hermano Carlos, un sentido de decencia en mora-
les y religión fueron introducidos entre las clases más bajas de la humanidad, los igno-
rantes fueron instruidos y los desgraciados aliviados y los abandonados reclamados.
Tuvo que enfrentarse con gran oposición de muchos de los clérigos y tratamiento incor-
tés de muchos magistrados, quienes frecuentemente rehusaron castigar a una turba
violenta que venían para insultarle o abusarle. Él era uno de los pocos caracteres quie-
nes sobrevivieron enemistad y prejuicios, y recibió en sus últimos años toda marca de
estimación de cada denominación.
Los sentimientos políticos de hombres grandes son importantes para el estado. Juan
Wesley apoyaba siempre la monarquía y todos sus seguidores en América fueron fir-
memente leales (...) Su influencia personal fue tal vez mayor que cualquier hombre par-
ticular de la nación. Toda la ganancia de sus trabajos literarios (...) (y era una suma in-
mensa) fue donada a propósitos caritativos. En vez de ser un ornamento de la literatu-
ra fue una bendición a sus prójimos; en vez de ser genio de su era, fue el siervo de Dios
(...) Su historia, si es que alguien se ocupa de escribirla, será importante en cada aspec-
to, como el fundador de la secta más numerosa en el Reinado, como hombre, como es-
critor, tiene que ser considerado como uno de los caracteres más extraordinarios que
esta o cualquier otro era haya producido.
(Gentleman’s Magazine 1791 Vol. LXI pp. 282-284 citado en Edwards 1933:195-196)
28
PREGUNTAS PARA LA REFLEXION
1. En el prefacio al primer Himnario Metodista Wesley habla de “santidad social” ¿Qué entien-
de Ud. por dicho concepto?
2. Mientras que la iglesia se calle ante los problemas sociales somos cómplices. ¿Cuál debe ser
la responsabilidad de la iglesia para denunciar los males de la sociedad? ¿Cómo podemos ha-
cerlo en el contexto en que vivimos?
3. Dicen que Wesley y sus amigos despertaron la conciencia de su nación. A veces vemos solo
corrupción en los diversos sectores de la sociedad que nos rodea. ¿Está el pueblo latinoameri-
cano en peligro de adormecer su conciencia? Si es así ¿qué estrategias podemos desarrollar
para despertarla?
29
Capítulo VI
En la última parte del siglo XVIII Inglaterra cambió de ser una sociedad rural a un país
pionero en la revolución industrial. Las ciudades, especialmente las de los condados del norte
como Lancashire y Yorkshire comenzaron a crecer enormemente con la expansión de las fábri-
cas. Hubo bastante migración del campo a la ciudad. Esto trajo su propia secuela social, una
nueva pobreza y nuevos explotados tales como las mujeres y los niños que trabajaban horas
largas al lado de los hombres en las fábricas y las minas.
Entre 1857-58 se vio lo que Davies llama “el tercer gran despertamiento evangélico”,
cuando se registra un millón de personas convertidas, en Gran Bretaña solamente. Entonces
podemos observar una serie de avivamientos evangélicos que surgieron en olas uno tras otro.
Cada uno construía sobre la base evangélica firme que habían puesto los hermanos Wesley y
Whitefield
(Davies 1992:127-169).
En este momento de cambios, vamos a observar los resultados a largo plazo del aviva-
miento y del ministerio de Wesley. Vamos a ver como algunos de sus hijos espirituales con su
conciencia despertada devolvieron algo del alma quebrantada a la nación inglesa.
Volvemos a ver el joven Wilberforce, a quien el anciano Wesley había mandado su carta
animándole a seguir con su campaña hacia la abolición de la esclavitud. Hijo de una familia pu-
diente, Wilberforce entró al Parlamento muy joven habiendo gastado nueve mil libras en la
promoción de votos a su favor. Al llegar al gobierno se hizo muy amigo de William Pitt quien
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fue uno de los Primeros Ministros más eficientes y jóvenes de la historia de la Gran Bretaña.
Muy pronto Wilberforce se convirtió, y tan radical era el cambio que sintió un llamado de Dios
para dedicar su vida para la causa de los esclavos. ¿Por qué es que los evangélicos sentían tan
fuertemente la necesidad de tomar la causa de los esclavos? Ellos reconocieron que ante los
ojos de Dios el color de la piel y la nación de procedencia no hacían ninguna diferencia. Los
africanos eran personas hechas en la imagen de Dios, merecedores de un trato amoroso y
digno.
Muy pronto Wilberforce se juntó con un grupo de laicos evangélicos, todos de la clase
alta de la sociedad británica quienes se reunían en una casa en el barrio de Clapham, en las
afueras sureñas de Londres. Por esta razón la historia les ha llamado “la Secta de Clapham”. En
realidad fue compuesto de laicos quienes convencidos de las verdades de la Biblia querían ha-
cer todo lo posible para aliviar el sufrimiento en la sociedad incluyendo la causa de la abolición
de la esclavitud. Este grupo representa un modelo increíble dado que varios de ellos eran polí-
ticos y tenían en sus manos la posibilidad de efectuar cambios estructurales.
Cada uno se dio cuenta de que los laicos tenían una vocación de Dios. Se vieron a sí
mismos como mayordomos de la empresa divina y pusieron sus posesiones y su tiempo a la
disposición del Dios de justicia. Según Bready “Este grupo cristiano, a pesar de lo pequeño que
era, tal vez logró más para impregnar en la sociedad británica... los ideales cristianos de servi-
cio y bondad” ( Bready 1938:304.)
Así que Wilberforce apoyado por sus amigos dedicó su vida entera a la causa de los es-
clavos. Como resultado de sus persistentes participaciones en el Parlamento, el gobierno britá-
nico promulgó la ley prohibiendo el tráfico en esclavos en 1807, y el Acto de Emancipación libe-
rando los esclavos en las plantaciones británicas, en 1834. Después de una campaña de veinte
años Wilberforce ganó una batalla en contra de los dueños de barcos, y de los esclavos, quie-
nes con esto perdieron un jugoso negocio personal. La abolición de la esclavitud fue una victo-
ria sin precedentes para un movimiento evangélico. El 31 de julio de 1834, los esclavos caribe-
ños se sentaron en las capillas para esperar la media noche en oración. Al toque de la doceava
campanada se levantaron con júbilo para celebrar su liberación. “En uno de los hechos más
humanos y desinteresados en toda la historia de las naciones, el pueblo británico a través de su
gobierno, gozosamente pagó la suma de veinte millones de libras esterlinas a los dueños de los
esclavos en el Caribe para asegurar la libertad de los esclavos británicos” (Bready 1938:333). El
historiador Trevellan describió la abolición de la esclavitud como “uno de los eventos transfor-
madores en la historia del Mundo” (Bready op.cit 331.)
“La Secta de Clapham” representaba algo totalmente nuevo, una fraternidad de laicos
talentosos y bastante ricos que dedicaron su tiempo, dones y riqueza a las cosas del Reino de
Dios. Este grupo llegó a ser el punto céntrico que enervó varios de los cambios sociales que ve-
nían como herencia de Gran Avivamiento del siglo XVIII.
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Hasta este punto en la historia solamente los adinerados podían recibir una buena edu-
cación. Existían algunas escuelas en los pueblos pero el nivel de educación era tremendamente
básico. Viendo el problema de los niños trabajadores de las minas y fábricas que estaban ocu-
pados desde el alba hasta el anochecer seis días a la semana y solamente tenían domingo co-
mo un día libre, Hannah Ball en 1769 y más luego Roberto Raikes en 1780 abrieron escuelas
dominicales donde juntaron estos niños para enseñarles buenos modales y como escribir y leer
usando la Biblia como libro de texto.
Para 1786 doscientos mil niños estaban asistiendo a estas escuelas dominicales. Aun-
que esto representaba un esfuerzo informal educativo fue un intento de brindar a esta niñez
explotada una oportunidad de educarse. El rey Jorge III dijo “es mi deseo que cada niño pobre
en mis dominios debe ser enseñado a leer la Biblia”. (Bready 1938:355) Esta expresión del Rey
demuestra que las escuelas dominicales eran ya notorias por la importante labor que hacían.
Otra etapa hacia la educación para todos fue la fundación de las escuelas para niños
haraposos (the Ragged Schools) y las escuelas en las fábricas (the Factory Schools) para los ni-
ños menores de 13, cuyos padres estaban trabajando en las fábricas y textileros. Por fin, el go-
bierno promulgó en 1870, el Acta de Educación que prometió oportunidades educativas para
todos. Otra vez más los evangélicos fueron protagonistas en la promoción del derecho de tener
una educación para toda clase social.
Hemos observado que las cárceles eran realmente pequeños infiernos. Le tocaría a otro
amigo de Wesley, John Howard dedicar su vida a la causa del prisionero. Howard era un caba-
llero, un pequeño hacendado a quien por su posición social todos tenían respeto. Visitaba las
cárceles extensivamente observando y tomando datos. En su vida viajó cincuenta mil millas
inspeccionando prisiones en la Gran Bretaña y Europa. Gastó treinta mil libras de sus propios
fondos para realizar esta labor. En ocasiones se encerraba en las terribles prisiones para poder
entender que tenían que sufrir los pobres prisioneros. Cuando había terminado su diagnóstico
no perdió tiempo en divulgar sus conclusiones y en promover la gran necesidad de reforma de
ese sistema cruel y corrupto. Howard es el padre de toda reforma carcelaria. Como resultado
de su infatigable labor varias nuevas cárceles fueron construidas y el gobierno vio la necesidad
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de reformar el Código Penal. Con esta reforma se esperaba que el número de prisioneros
inocentes condenados disminuyera.
Antes del avivamiento del siglo XVIII los protestantes hicieron muy poco para evangeli-
zar el resto del mundo. Comenzando con los Moravos los hijos del avivamiento formaron un
gran movimiento misionero a los países no evangelizados. Wesley declaró que “el mundo era
su parroquia”. Dentro de unos años de nacer la Iglesia Metodista estaban mandando misione-
ros a las colonias americanas, y al Caribe. En 1792, Guillermo Carey fue a la India con la Socie-
dad Bautista de Misiones. Luego todo un movimiento de centenares de misioneros apoyados
por las nuevas sociedades salió a muchos de los países del mundo. Estos misioneros cometie-
ron errores pero también representaban lo más noble del corazón humano en el nombre de
Jesús, fundaron hospitales donde no había doctores, trabajaron con huérfanos y viudas; Esta-
blecieron escuelas, colegios y universidades, impartieron formación agrícola, y levantaron el
estatus de las mujeres. Misioneros cristianos han tratado de vivir un evangelio de amor entre
los pueblos que nunca supieron de Dios ni de su hijo Jesús. Centenares de los misioneros de las
primeras generaciones murieron por las enfermedades infecciosas tropicales, o por tubercu-
losis, mientras que otros vivieron largos años en situaciones muy difíciles.
Tenemos que hablar de uno más de los hijos gigantes de Wesley. Shaftesbury nació en
un hogar aristócrata y pagano. Fue una sirvienta que le enseño los caminos de Dios. Un día
mientras que estudiaba en Harrow, un colegio para los hijos de la aristocracia, Shaftesbury vio
pasar un cortejo fúnebre de una familia pobre. De repente, los que llevaban el ataúd cayeron
por debilidad física y el cuerpo cayó rodando el piso. Esta escena fue impresa indeleblemente
en la mente de este joven que decidió dedicar su vida para ayudar a los pobres.
Shaftesbury concentró sus esfuerzos en la necesidad de mejorar la legislación para los
que trabajaban largas horas en los textilleros y minas. Shaftesbury era también miembro de “la
Secta de Clapham” quienes le brindaron su apoyo. Dedicó su larga vida en el gobierno discu-
tiendo acerca de las condiciones inhumanas y la necesidad de legislar para aliviar este proble-
ma. Durante su vida, con mucho trabajo a través de varios actos de parlamento, él pudo lograr
mejoras en las condiciones del trabajador en las fábricas. Dedicó su vida, sus talentos y su dine-
ro a cumplir su voto de dar dignidad al obrero industrial.
Como corolario de la obra de Shaftesbury, los obreros reconocieron sus deberes y de-
rechos dando lugar a los comienzos del movimiento sindicalista, en cuyas filas militaban mu-
chos metodistas. El historiador francés Halévy dijo del origen del movimiento laborista sindica-
lista en Inglaterra:
La mayoría de los líderes del gran movimiento sindicalista que surgió en Inglaterra
unos años después de 1815, pertenecía a las sectas no conformistas. Muchas veces
eran predicadores locales. Sus ancestros espirituales eran los fundadores del metodis-
mo. En la tarea vasta e reorganización social que es uno de las características dominan-
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tes de Inglaterra en el siglo XIX, será difícil sobreestimar el rol jugado por el avivamien-
to wesleyano. (Citado en Rattenbury 1928:213)
En suma, las actividades sociales de Wesley y de sus seguidores tuvieron, como hemos
visto, consecuencias políticas. Al comunicar al pueblo la realidad de un Dios que ama a todos,
Wesley despertó la conciencia del pueblo. El énfasis de Wesley sobre el amor al prójimo es cen-
tral a todo lo que enseñó, y un amor inactivo no era lo que Wesley tenía en mente. Un rasgo
vital de la santidad y el amor perfecto tiene que ser el servicio social.
1. Haga una lista de los problemas sociales más agobiantes de la sociedad donde Ud. vive. Si
Juan Wesley fuera Ud. ¿Qué haría él para aliviar los efectos de estos problemas?
2. ¿Es posible que la iglesia puede influir para realizar cambios estructurales en nuestros paí-
ses? ¿Qué lecciones podemos aprender del pasado?
3. Wilberforce y Shaftesbury no se aliñaron con los partidos políticos de turno. Ellos escogieron
causas a defender o cambiar. Dieron sus vidas para trabajar políticamente para cambiar insti-
tuciones como La esclavitud o la injusticia laboral ¿No será esto un camino para hermanos la-
tinoamericanos que quieren participar en le política? ¿No estamos perdiendo nuestro tiempo
entrando en los partidos políticos de nuestros países donde el partido no nos permite libertad?
Los evangélicos dentro y afuera del congreso puede hacer mucho siguiendo la línea de Wilber-
foce y sus amigos de Clapham poniendo todo su esfuerzo sobre ciertas grandes necesidades de
nuestra sociedad y logrando cambios estructurales por este medio.
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Conclusiones
En muchos aspectos Inglaterra antes de Wesley parece mucho a lo que vivimos en Amé-
rica Latina con nuestros niños de la calle, cárceles congestionadas, violencia callejera, alcoho-
lismo, inmoralidad, corrupción política. Entre otros aspectos. El
primer capítulo huele a Lima o Bogotá, o Tegucigalpa.
Grupos pequeños donde la gente descubre las verdades bíblicas bajo la guianza del Es-
píritu Santo podrían ser, según la experiencia wesleyana, mucho más efectivo que gastar plata
y esfuerzo en una gran campaña con un predicador famoso. Posiblemente estamos cometien-
do un error grande en América Latina. En las grandas campañas evangelísticas la gente expresa
interés e inquietud religiosa; pero donde no hay un sistema cuidadoso de discipulado, ¿no será
igual que ayudar a una señora a dar a luz y luego tirar el bebé en el piso para que se muera con
su cerebro vaciado? Wesley dijo, que si no hay un buen sistema de discipulado estamos man-
dando la gente a Satanás.
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Me inquietan los tremendos cambios que tuvieron lugar. Indudablemente cuando mi-
les de personas cambian su estilo de vida tiene que cambiar en algo el país. Sin embargo, algo
tan grandioso como la abolición de la esclavitud y el pago de veinte millones de libras de parte
del gobierno a los dueños de esclavos para adquirir su liberación es un cambio estructural y
político efectuado por un movimiento evangélico. Se me ocurre que la fértil pluma de Wesley
tenía mucho que ver. Él usaba toda oportunidad para escribir sobre los asuntos de su día desde
un punto de vista evangélico y cristiano sin pelos en la lengua, y buscó las formas más eficaces
de divulgar sus pensamientos.
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