Libro Poniente V 5febcuajimalpa

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MEMORIAS DEL PONIENTE v:

HISTORIAS DE SUS PUEBLOS, BARRIOS Y COLONIAS

Noviembre de 2020
Memorias del poniente V: historias de sus pueblos, barrios y colonias. México, Univer-
sidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa, 2020. 412 p.: fot., tablas; 24 cm

Primera edición, 2020

ISBN: 978-607-28-1928-3
ISBN (colección): 978-607-28-1566-7

Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa


Rodolfo Suárez Molnar, Rector de Unidad
Álvaro Julio Peláez Cedrés, Secretario de Unidad

© 2020 Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa


Avenida Vasco de Quiroga 4871, col. Santa Fe Cuajimalpa de Morelos,
053348, Ciudad de México. Tel. 5814 6500 www.cua.uam.mx

Proyecto Historias Metropolitanas

Coordinación general:
Mario Barbosa Cruz

Coordinación operativa:
Enrique Ehecatl Omaña Mendoza

Coordinación de esta publicación:


Akuavi Adonon Viveros y Elizabeth Balladares Gómez

Talleristas y editores:

Akuavi Adonon Viveros


Elizabeth Balladares Gómez
Ámbar Espinosa de los Monteros Aguilera
Rodrigo Hernández Hinojosa
Daniel Hernández Núñez
Ehecatl Omaña Mendoza
Gerardo Romero Medrano
Lilia Sixtos Martínez
Sylvia Sosa Fuentes

Proyecto del Taller de Análisis Sociocultural (TASC) del Departamento de Humanidades


de la UAM Cuajimalpa. La edición de este volumen fue apoyada por la Rectoría de la
Unidad Cuajimalpa.
ÍNDICE

Presentación 7

HISTORIAS DE VIDA Y DE FAMILIAS


Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo
originario de San Jerónimo Aculco Lídice
María Teresa Figueroa Islas 15
Todo comenzó por un dulce. Viviendo la discapacidad
en la parte alta de la CDMX
Norma G. Ubaldo 45
Comida tradicional: con sus colores, olores y sabores
en la memoria de la sazón de una mujer cuajimalpense
Ángela Miranda Segura 63
Cuando esto sea lo de antes
David Rico Rocha 99
La historia de la colonia San José de los Cedros
y la venta de pulque de la familia
Sánchez Rivas. 1968-1998
Luis Alberto Sánchez Romero 135
ECOS DEL PASADO DE LOS PUEBLOS
Una historia fugaz. La del ejido del pueblo de San
Jerónimo Aculco, La Magdalena Contreras, 1923 a 1981
Manuel Martínez Salazar 167
El pueblo de Santa Lucía Chantepec, sus registros
eclesiásticos y fervor religioso
Gerardo Olvera-Flores 189
El Desierto de los Leones
Hermilo Pérez Romero 213

FERVOR Y FIESTAS
Devoción que perdura. Fiesta patronal del pueblo
de Santa Fe de los Altos
Alejandra Cid Martínez 229
Fe, cultura y tradición: fiesta patronal de San Isidro Labrador
Manuel Cruz Santiago y Oscar Cruz Santiago 251
Santo niño de Tlalolinco
Marcos Daniel Medina García 271
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice, patrimonio
de un pueblo originario
Rosario Moreno Rojas 291

PUEBLOS DE ANTES, PUEBLOS DE HOY


Santa Lucía Chantepec. Del entorno rural al entorno
urbano. Transformaciones de un pueblo en lucha
por conservar su esencia
Guillermo Carmona González 325
Vicisitudes en una travesía. El Kindergarten
José César Muciño Pérez 357
Entre memorias y muros de Chantepec
Nitzia Marisol Villa Hernández 389
Agradecimientos 409
PRESENTACIÓN

Hace cinco años, un grupo de personas vinculadas a la Universi-


dad Autónoma Metropolitana (unidad Cuajimalpa), comenzamos
a trabajar en la planeación de un proyecto de recuperación de his-
torias de las colonias, barrios y pueblos originarios del poniente
de la Ciudad de México. Recorrimos algunas de las calles del po-
niente, asistimos a reuniones y asambleas vecinales y volanteamos
en algunas de sus plazas para invitar a los pobladores a participar
en esta iniciativa. De esta manera fuimos construyendo redes con
las personas que tenían un interés por contar y compartir las múl-
tiples historias que han cobrado vida en esta parte de la ciudad.
El presente volumen de Memorias del Poniente, es la quinta pu-
blicación que recoge anualmente los textos de hombres y mujeres
que participan de este esfuerzo para preservar la memoria perso-
nal y colectiva de los lugares que habitan.
En los inicios del proyecto, pensamos que era importante co-
nocer la historia particular del poniente de la ciudad a través de la
voz de sus habitantes, y con ello, de sus propias preocupaciones,
enfoques y puntos de partida. Así, trabajamos en la conformación
de talleres, esperando que estos fueran lugares para la construc-
ción de las historias, y que facilitaran la reflexión colectiva de sus
integrantes en torno a la importancia de la memoria, el pasado,
la comunidad o las tradiciones. La experiencia adquirida en estos
años, nos ha exigido el cambio constante de la planeación de las
sesiones de los talleres, para estar acorde a los intereses de cada lu-
gar al que asistimos y a los intereses de las y los autores de estas
historias. Uno de los cambios más importantes que realizamos,
tuvo que ver con los objetivos mismos del proyecto, pues los parti-

7
8 Memorias del poniente V

cipantes nos llevaron a repensar la importancia de la memoria en


la construcción de la historia del poniente de la ciudad, y con ello,
la relevancia del testimonio y los archivos personales en el trabajo
de recuperación y escritura de estas narraciones.
Decía Eduardo Galeano que quizá, “la memoria es la única
inmortalidad digna de fe, […] esa suerte de inmortalidad, te per-
mite sentir que has sido una brisita de un viento que va a seguir
soplando cuando ya no estés”. Las mujeres y hombres que com-
parten sus historias en este volumen hablan de sus propias vidas
y la de los otros para dar a conocer las formas de la cotidianidad
en el pasado, para mostrar los cambios que ha sufrido el poniente en
pocos años, los orígenes de sitios importantes de este territorio o
sobre la participación y la experiencia en las tradiciones y fiestas
que se celebran aquí. Estas historias nos hablan de hechos y mo-
mentos particulares que han dado vida a esta parte de la Ciudad de
México. Quienes colaboramos en este proyecto, hemos escuchado
y aprendido constantemente de las historias que se comparten en
los talleres y en los textos. Estos relatos nos ayudan a reflexionar
sobre nuestras propias formas de habitar la ciudad, a repensar el
significado de múltiples temas, como el de la memoria, las tradi-
ciones, la vida cotidiana, el territorio, la escritura y la historia.

La experiencia de los talleres

El trabajo de organización de los talleres que sirvieron de prepara-


ción para este volumen en especial, se basó en las experiencias
pasadas y se benefició de las redes construidas en los cinco años
de trabajo anterior. Parte de la vinculación de la UAM Cuajimalpa
con su entorno cercano, había consistido en acercar lo más posible
este proyecto a la gente interesada y realizar los talleres de mane-
ra simultánea en distintas sedes. San Bartolo Ameyalco, San Ma-
teo Tlaltenango, Santa Lucía Chantepec, Santa Rosa Xochiac, San
Pedro Cuajimalpa, San Pablo Chimalpa, la Unidad Habitacional
Plateros, San Jerónimo Aculco Lídice, el Centro Ernesto Meneses
de la Universidad Iberoamericana, fueron algunos de los lugares
que recibieron la iniciativa de los talleres y ofrecieron locales con
todas las facilidades para su desarrollo.
Presentación 9

Para la convocatoria del 2019, establecimos un cambio en


la organización motivados por un gesto de necesaria reciproci-
dad. Pensamos en las instalaciones de la UAM Cuajimalpa como
sede anfitriona de los talleres de Memorias del Poniente V. Se ha-
bía manifestado ya suficiente interés y a finales de septiembre de
2019, dio inicio la primera sesión de los talleres en los que fue-
ron tomando forma escrita gran parte de los relatos que contiene
este volumen. En su mayoría, habitantes de pueblos del poniente
que ya habían participado en convocatorias anteriores, se dieron
cita durante ocho sábados en las aulas de la UAM Cuajimalpa. En
un ambiente de cordialidad y respeto, transcurrieron las sesiones
que conjuntaron a habitantes de la zona: Santa Lucía Chantepec,
San Jerónimo Aculco Lídice, el Pueblo de Santa Fe, la colonia Pue-
blo Nuevo Alto, San Pedro Cuajimalpa, San Bartolo Ameyalco.
Hombres y mujeres, jóvenes y mayores, junto con estudiantes
de servicio social, talleristas y profesores de la universidad, anima-
mos los intercambios. En ese momento y sin la “sana distancia” a
la que estamos obligados en estos tiempos de pandemia, pudimos
compartir abrazos y apretones de mano. Escuchamos con aten-
ción la receta de las tortitas de ahuautle mientras se nos hacía
agua la boca, comentamos las fotografías de archivos personales,
nos sorprendimos con la organización del trabajo comunitario en
el panteón de San Jerónimo Aculco, aprendimos sobre el bosque
de agua de Cuajimalpa, así descubrimos una ciudad distinta a par-
tir de anécdotas singulares. Cada sábado se integraban nuevos ele-
mentos que servirían para nutrir los relatos y con ello ampliar los
significados de una metrópoli que se esconde en las historias de
cada uno de los pueblos, barrios, colonias, familias y personajes,
unos contenidos dentro de las otras y sin las cuales, no se puede
armar la imagen completa de la ciudad.
Los talleres fueron un espacio en el que los recuerdos circu-
laron en huellas materializadas de mapas, fotografías, oficios, do-
cumentos de archivos familiares de testimonios y a partir de esas
huellas, se integraron una vez más, diferentes caras de la ciudad
y de la memoria urbana del poniente. En ese espacio singular se
compartieron los recuerdos de cada participante y se construyeron
las narrativas. En una suerte de sistema dinámico de organiza-
ción de la memoria en el que se pasa de la comunicación oral a la
10 Memorias del poniente V

comunicación escrita. Parafraseando una cita de Le Goff, ese paso


del lenguaje hablado al lenguaje escrito, representa una amplia-
ción de las capacidades de alcance de nuestra memoria, gracias
a ello, la memoria trasciende los límites físicos de nuestro cuerpo
para depositarse en otras memorias […] Sin duda, se trata de una
transmutación cuyo mecanismo y resultados no nos ha dejado in-
diferentes y desde el inicio, nos ha hecho reflexionar en la natura-
leza de ese proceso, en el papel de nuestro acompañamiento como
organizadores, talleristas, editores… vinculados a una universidad
pública como la UAM y nos ha comprometido con un particular
trabajo en la edición de los textos.

Nota sobre la edición

En las diferentes lecturas de los textos que aquí se presentan, se-


guimos el criterio principal de respetar las voces particulares de
las autoras y autores, sólo integrando elementos que ayudaran
–cuando fuera necesario–, a una mejor comprensión de los escri-
tos. Para esta revisión, mantuvimos una comunicación constante
con las y los autores, por lo que agradecemos su colaboración y
paciencia.
Asimismo, agradecemos la generosidad de las y los autores
para dar a conocer documentos e imágenes de archivos familiares
o comunitarios, que acompañan las diferentes historias que inte-
gran esta obra.

La propuesta de organización del volumen

Si bien las historias se pueden ir hilando de diferentes maneras,


proponemos un énfasis en cuatro ejes que no son excluyentes.
El acento de las cinco historias que componen el primer apar-
tado del volumen: Historias de vida y de familias, se encuentra en
las vivencias de personas o familias. Esas experiencias se recuer-
dan y se muestran a manera de homenajes de vida. El segundo
apartado: Ecos del pasado, se caracteriza por reconstrucciones his-
tóricas hechas a partir de documentos de archivo y fuentes histó-
Presentación 11

ricas de episodios relevantes de San Jerónimo Aculco Lídice, de


Santa Lucía Chantepec y del Desierto de los Leones, respectiva-
mente. Los autores consultaron archivos y fuentes documentales,
los trabajaron y se los apropiaron. Con ello presentan reconstruc-
ciones propias del pasado de sus lugares de origen.
En el tercer apartado: Fervor y fiestas, se abordan aspectos
de la cohesión comunitaria que pasa por elementos identitarios y
de organización con los que se constituye un patrimonio cultural
vivo de pueblos y barrios. El cuarto y último apartado: Pueblos de
antes, pueblos de hoy, agrupa los testimonios de la transformación,
de las marcas materiales que dejó el paso del tiempo en aveni-
das, casas, comercios y caminos; que aparecieron, desaparecieron,
cambiaron o perduran a pesar de la urbanización y la expansión
de la ciudad. Relatan la experiencia personal de esa transforma-
ción y expresan la nostalgia por los paisajes perdidos.
Esta organización en partes diferenciadas no deja de ser un
acto hasta cierto punto arbitrario. Se suspenden algunas reso-
nancias y se generan otras por la simple distribución de los textos.
Sin embargo, los diálogos entre textos de distintos apartados no
son insalvables. En ese sentido, hacemos una invitación para que
a partir de la lectura personal se encuentren las vinculaciones y
resonancias de las historias que más inspiren o signifiquen a cada
lectora, a cada lector.

Akuavi Adonon
Elizabeth Balladares
HISTORIAS DE VIDA
Y DE FAMILIAS
EXPERIENCIA DE VIDA DE AVECINDADAS
EN EL PUEBLO ORIGINARIO
DE SAN JERÓNIMO ACULCO LÍDICE

María Teresa Figueroa Islas1 2

RESUMEN

Hace unas décadas, familias enteras llegaron al pueblo de San Je-


rónimo Aculco Lídice y se integraron a las formas y actividades del
pueblo, sumándose a las existentes o creando nuevas tradiciones.
Esta historia trata de esos recuerdos en voz de algunas mujeres, y
es a partir de su mirada que podemos imaginar cómo era la vida
en el pueblo, cómo se disfrutaban sus fiestas, cómo se caminaba
en las calles y cómo se disfrutaba del río, de un lugar que ha cam-
biado con el paso de los años al ritmo del crecimiento de la ciudad
de la que forman parte.

***

1
Habitante de San Jerónimo Aculco Lídice, nativa de la colonia Guerrero, transcrip-
tor freelance, autora del capítulo “Las familias” en Teresa Mora, y otros. San Jerónimo
Aculco Lídice, testimonios, identidad y memoria colectiva de un pueblo originario de la
ciudad de México, en prensa. Ha participado en dos volúmenes de Memorias del ponien-
te: historias de sus pueblos, barrios y colonias, como coautora del texto “La vida en San
Jerónimo Aculco Lídice en la segunda mitad del siglo xix” (uam, 2018) y como autora del
texto “Danzas y plegarias de una `Bruja´ llamada Remedios” (uam, 2019).
2
La autora agradece la colaboración y disposición de los vecinos que fueron entre-
vistados a lo largo del 2015, así como la confianza brindada para hacer la transcripción
e interpretación apegada lo más posible a sus testimonios. Las entrevistas forman parte
de una investigación más amplia coordinada por la maestra Teresa Mora Vázquez de la
Dirección de Etnografía del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

15
16 Memorias del poniente V

INTRODUCCIÓN

En la comunidad del pueblo de San Jerónimo Aculco Lídice existe


una marcada diferencia entre los pobladores originarios y nativos,
por un lado, y por otro, los avecindados; sin embargo, las mujeres
avecindadas han tenido una mayor integración a la vida comuni-
taria. Es por ello que resulta importante conocer a qué obedece
esa mayor integración, y cuáles son sus intereses de género en una
comunidad de un pueblo originario, como es este caso.
El objetivo inicial de estas entrevistas, realizadas por la auto-
ra y Manuel Martínez Salazar, fue identificar las características de
un pueblo originario, según la visión y origen de los entrevistados,
las cuales se realizaron para ser consideradas en el proyecto “Tes-
timonios” dirigido por la maestra Teresa Mora Vázquez. Lo cual
quedó plasmado en la obra “San Jerónimo Aculco Lídice, testimo-
nios, identidad y memoria colectiva de un pueblo originario de la
ciudad de México”, en prensa.
A través de entrevistas con avecindadas de San Jerónimo
Aculco Lídice, podemos conocer cuál ha sido su experiencia de
vida al interior del pueblo, así como la visión que tienen respecto a
los descendientes de los originarios y los nativos de San Jerónimo.
Muchos de los avecindados llegaron al pueblo desde el centro
de la ciudad, algunos conocieron San Jerónimo cuando eran ni-
ños, siendo la natural belleza del lugar, la riqueza de la tierra para
dar flores y frutos de alta calidad, la calidez de sus habitantes, la
tranquilidad y la cercanía con la ciudad, lo que atrajo la atención
de estas personas. Inicialmente algunos llegaron a San Jerónimo a
comprar frutos, legumbres, plantas medicinales y hierbas de olor
para la semana; para pasear por sus calles sin pavimento y poder
observar cómo se desarrollaba la vida de la comunidad rural y,
finalmente, algunos tomarían la decisión de hacerse de un terreno
para vivir en el pueblo de manera apacible.
Algunos avecindados conocieron y llegaron a vivir al pueblo
de manera fortuita, algunos otros porque sus familiares se asenta-
ron en el lugar desde hace ya más de 80 años, de los que no cono-
cemos testimonios de por qué eligieron este lugar para vivir.
Los de mayor tiempo de residencia en el pueblo comentan
que han cultivado un vínculo de amistad y cordialidad con los ori-
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 17

ginarios y nativos por más de 55 años, relación que por lo general,


no ha presentado desavenencia alguna y, por el contrario, se ha
desarrollado la participación y la inclusión.
A continuación, se presenta el fruto de entrevistas realizadas
a algunas avecindadas, cada una de las cuales llegó a vivir a la co-
munidad de acuerdo a su particular historia.

Rosa María Vargas Gómez

Los padres de Rosa María, Celestino Vargas y Margarita Gómez,


compraron una casa en 1962 en parte de un terreno llamado Los
Canónigos, que la familia frecuentaba solo para pasear. Cuando
llegaron a San Jerónimo “era un hermoso pueblo y precisamente
mi papá buscaba un lugar por el sur de la ciudad, que le recordara
el lugar de donde nosotros éramos originarios”. La familia de Rosa
María era originaria de Tixtla, Guerrero, que es un pueblo de exu-
berante vegetación, de árboles frutales, y el lugar que más se ase-
mejaba a su pueblo en la ciudad fue San Jerónimo Aculco Lídice.
Su casa en San Jerónimo era una pequeña huerta compara-
da con las enormes huertas de los originarios. Recuerda como la
gente de otros lugares llegaban con bolsas a recolectar fruta de las
calles y de las mismas bardas, que eran bardas de árboles frutales.
San Jerónimo Aculco Lídice les parecía un lugar lejano, ya que
antes vivieron en la zona centro de la ciudad, cerca de la Escuela
Normal de Maestros y todo les quedaba próximo. La familia Var-
gas Gómez se integró fácilmente a la comunidad de San Jerónimo,
ya que compartían la sencillez y cordialidad propia de la gente
de pueblo. La avenida San Jerónimo, para esa época, era la única
vialidad pavimentada.
Su mamá era muy afable y pronto cultivó amistad con los
vecinos más cercanos. A su papá, don Celestino Vargas, le gustaba
hacer reuniones, por lo que muy al principio de su llegada a San
Jerónimo comenzaron a organizar las nueve posadas en casa de
distintas personas, donde se cantaba la letanía, se hacía una cami-
nata por las calles entre velas, cantos y silbatos, y no podía faltar
la tradicional piñata. Para concluir, la novena posada quedaba a
cargo de la familia Vargas Gómez donde, invariablemente y como
18 Memorias del poniente V

tradición, el día 24 de diciembre preparaban pozole estilo Guerre-


ro para todos los vecinos que quisieran acudir a las comilonas que
organizaban.
En un principio, su mamá era quien hacía la invitación a los
vecinos para que tomaran una de las ocho primeras posadas, pero
después ya tenía una agenda llena de solicitudes, hasta para el si-
guiente año. Las solicitudes abarcaban desde la Casa Popular, has-
ta Lomas Quebradas, todo el territorio de San Jerónimo Aculco
Lídice.
Fue una tradición que muchos disfrutaron y que se terminó
junto con el deceso de doña Margarita Gómez, quién también or-
ganizaba las pastorelas con los niños de San Jerónimo; ella misma
los preparaba y ensayaba los diálogos con ellos.
Las hermanas de Rosa María trataron de retomar las posa-
das, pero ya no fue igual. Sin embargo sí continuaron con las pas-
torelas, porque su hermana Yola formó parte del equipo que su
mamá coordinaba. Todos los niños de ese entonces participaron
de una u otra forma en éstas.
La relación entre la familia Vargas y la comunidad de San
Jerónimo siempre fue de cordialidad. Por ser ella y sus hermanas
cuatro maestras normalistas y tener un hermano que no era maes-
tro, su casa fue nombrada “La casa de las maestras”.
Con el paso del tiempo, algunas de las hermanas de Rosa
María salieron de San Jerónimo para formar sus propias familias,
pero la relación con la comunidad se conservó dado que, al inte-
rior de su propiedad, su papá construyó una capilla familiar donde
veneraban al Señor de la Caña y, de igual forma, los vecinos eran
invitados a festejarlo.
La última celebración de ese tipo sucedió el 26 de enero de
2018, para lo cual las hermanas Vargas Gómez invitaron a sus co-
nocidos y amistades a un acto religioso de despedida de la ima-
gen del Señor de la Caña. La despedida obedeció a que tenían el
compromiso de deshabitar el predio, pues ya debía ser entregado
a sus nuevos propietarios, quienes en lugar de conservar la casa
unifamiliar y la capilla, habrían de construir casas en condominio
para su venta.
Rosa María considera que San Jerónimo ha perdido en buena
parte la convivencia que había entre vecinos, por lo menos desde
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 19

la llegada de Luis Echeverría, que hizo que se perdiera una par-


te de la tranquilidad en el pueblo. Ella recuerda que, en 1970, al
día siguiente de que el ex presidente fuera candidato, llegaron en
procesión muchas familias de políticos que querían vivir cerca del
presidente, y la gente de San Jerónimo empezó a vender grandes
terrenos donde comenzaron las obras para los condominios hori-
zontales y con esto comenzó a aumentar la codicia de los desarro-
lladores inmobiliarios por los terrenos de San Jerónimo Aculco
Lídice.
“Se acabó la convivencia porque llegó gente desconocida con
otro criterio, otra forma de ver las cosas, a partir de ahí cambió
todo, fue una cosa triste porque a partir de ese momento se acaba-
ron las bardas de árboles frutales”. Rosa María recuerda solo algu-
nos apellidos de originarios y nativos de aquélla época: la familia
Camacho o Martínez, y algunas personas, como Tere Guevara; aún
conoce a muchas personas, pero no por sus nombres.
La tradición que conoce es la fiesta patronal. Reconoce que
es una tradición bonita, a pesar de que no participan de los fes-
tejos, pero sí de la celebración litúrgica, ya que, a su parecer, los
integrantes de la Comisión de Festejos no tuvieron la capacidad de
acercarse, de invitar a la celebración, y sólo se limitaban a pedir la
cooperación.
De la fiesta de San Jerónimo le gustaría que se conservaran
las correspondencias, las danzas, la procesión, las portadas y el
entusiasmo de la gente. Aunque a muchos no les agrada esta idea,
sobre todo a los nuevos avecindados que llegan a vivir cerca del
templo de San Jerónimo.
Rosa María platica sobre los cambios en la fisonomía del pue-
blo, principalmente del río, que hoy es la avenida Luis Cabrera.
Mientras cursaba su primer año en la Academia de San Carlos, sus
amigos tuvieron curiosidad de conocer el lugar donde ella vivía, y
como los sábados tenían solo dos clases, vinieron a conocerlo. Sus
amigos se fueron con buena cantidad de tejocotes y peras, el lugar
fue una novedad para ellos. Lo más importante de estas visitas, es
que en la Academia tenían la clase de Paisaje y sus amigos venían
a pintar los paisajes del pueblo: caminaban sobre la calle Porfirio
Díaz hasta llegar al río, donde se detenían a pintar.
20 Memorias del poniente V

Rosa María aún cuenta con una pintura de su colección, que


conformaba una serie de 20 cuadros de paisajes de San Jerónimo
que pintó en 1970, de los que conserva cuatro o cinco.
En este río pudo apreciar escenas de la vida cotidiana del pue-
blo, como las ocasiones en que “las señoras iban con su bola de
ropa a lavar al río”, pero no se dio la oportunidad de pintar esas
escenas de mujeres lavando ropa en el río entre aguas cristalinas,
algo que le hubiera encantado.
Desde el río, a la altura de Magnolia, había una curva don-
de se alcanzaba a ver la Escuela Superior de Guerra, que era un

Imagen 1. Rosa María Vargas Gómez con su óleo sobre


un Paisaje de la calle Porfirio Díaz y avenida San Jerónimo.
Acervo personal de la autora, julio 2015.
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 21

paisaje que disfrutaban mucho; o en la calle Porfirio Díaz existían


huertas hermosas de tejocotes y peras; ambos eran paisajes dignos
de plasmar en un óleo. Hasta la fecha no se conoce a alguien más
en el pueblo que se haya dedicado a pintar paisajes de San Jeróni-
mo y con tanto cariño.
Rosa María describe el río como: “un río muy natural, un río
virgen y de agua limpia […] todo eso se fue desapareciendo en los
años setenta, que entubaron el río y se acabó lo bonito, se acabó”.

Celia Arrevillaga Falcón

Celia conoció San Jerónimo cuando era muy pequeña, recuerda


que venían a visitar a su abuelita Celia Montero, quien había llega-
do a vivir al pueblo desde hacía mucho tiempo junto con su esposo.
Es tan grande su cariño al pueblo que ella misma ya se consi-
dera nativa, dado que desde niña quedó fascinada con la abundan-
te belleza que ha caracterizado a San Jerónimo, además de que ha
tenido convivencia con los originarios y nativos en distintos ámbi-
tos, desde su actividad como comerciante en una pequeña tienda
(propiedad de su abuelita), y por dar atención a algunos vecinos en
una lechería de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares
(CONASUPO); también por compartir la misa los domingos y en
festividades, donde se ha reforzado la cercanía con los parroquia-
nos. Con todos ha entablado buena amistad y se siente muy bien
integrada a la comunidad.
Ya considerándose nativa, comenta que lo que más le gustaba
de niña eran las huertas, los animales de corral y “los pajaritos a
media carretera, [que] era una preciosidad, los oías cantar, comer
y todo; además no había tanto tráfico en la carretera, hoy la ave-
nida San Jerónimo”, que era el único camino pavimentado, donde
el resto del territorio eran veredas, huertas y tierras de cultivo de
flores y frutos de los originarios y nativos, quienes las comerciaban
en San Ángel.
Todos los domingos salía con su familia a dar la vuelta y cono-
cer más lugares de San Jerónimo. “En las huertas nos metíamos a
robar fruta, flores, siempre andábamos ahí, inclusive una vez nos
corretearon los toros de aquí atrás y a mi hija le pegó un borrego”.
22 Memorias del poniente V

En esa época no había agua potable en las viviendas y por lo


tanto tenían que acarrear agua para satisfacer sus necesidades en
el hogar:

No teníamos agua adentro, en las esquinas de la calle había llaves de


agua y nosotros le ayudábamos a mi abuelita a acarrear su agua […]
nos bañábamos en “el huertito”, como decía mi abuelita. Poníamos
nuestra agua en una lata de esas grandes, con ladrillos y leña, ¡para
nosotros era un gusto bañarnos así! [Baño con jícara].

Cuando su abuelita llegó a habitar a San Jerónimo Aculco Lí-


dice, las viviendas ya contaban con luz eléctrica, no así el alumbra-
do público, ya que era escaso y su abuelita tenía que caminar en
penumbras desde la Unidad Independencia hasta las vías del tren,
donde está ubicada la que es actualmente la propiedad de Celia
que es conocida en San Jerónimo como “la manzana más grande”.
El lugar posee una superficie mediana pero que abarca una
manzana completa con forma de triángulo escaleno. A decir de
Celia, la propiedad era un terreno grande del cual le vendieron
una parte a su abuelita, porque después ya vino la regularización
para hacer la avenida San Jerónimo que dividió este terreno con
otra calle que pasa atrás de su casa actualmente. Comenta que al
momento en que las autoridades llevaron a cabo la regularización
de las calles, le preguntaron a su abuelita que si quería esa par-
te de calle que era de su propiedad, a lo que ella respondió: “No,
que se quede para el pueblo”. Cosa que ya no puede reclamarle a
su abuelita, y comenta con incredulidad: “¡Fíjate cómo quedamos,
como un ombligo! […] la conocen como la manzana, ahora es la
manzana roja ja, ja, ja, [pues] está recién pintada”.
Celia reconoce que lo que la motiva a vivir en este pueblo es
lo bonito, lo hermoso y lo tranquilo que es. Se considera feliz de
vivir en San Jerónimo y triste por no haber nacido exactamente en
esta prodigiosa tierra, parte de lo que la entristece también es la
división y discordia que se presenta al interior de las familias por
diferencias ideológicas e intereses personales y piensa que eso no
está bien porque “somos un mismo pueblo”.
En cuanto a las tradiciones, Celia disfruta de las fiestas donde
los santos son el ingrediente principal, siendo la fiesta de San Je-
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 23

rónimo la que más disfruta, ya que algunas comisiones de festejos


sí se lucen al realizar fiestas muy llamativas, a pesar de que ya no
son como antes, donde había bailables y números culturales que
se presentaban en torno a la fiesta. También disfruta mucho de los
castillos que “a veces son muy bonitos, a veces muy rascuachitos,3
pero siempre es muy bonito”; también le gusta acompañar a las
familias cuando hay un difunto, ya que ha hecho de las tradiciones
del pueblo algo propio.
En fin, Celia es una de las avecindadas más, si no es que la
más conocida por mucha gente en el pueblo de San Jerónimo
Aculco Lídice. Por parte de Celia son cinco generaciones las que
han permanecido en San Jerónimo, la generación más reciente es
la de sus nietos.

Josefina Garza viuda de Calzada

En el caso de Josefina Garza viuda de Calzada, quien nació en el


centro de la ciudad, recuerda que venía con sus padres a San Je-
rónimo. A ellos les gustaba comprar la fruta del pueblo por poseer
una calidad extraordinaria. Entre las frutas que compraban esta-
ban los tejocotes, las manzanas, “las peras más deliciosas que he
comido en mi vida, jugosas” y aguacates.
Ya casada llegó a vivir a San Jerónimo Aculco Lídice con su
esposo y una niña pequeña, que es la mayor de seis hijos, por lo
que, los cinco restantes son nativos de San Jerónimo.
Josefina recuerda que hacía largas caminatas con sus hijos
por las veredas y ella ya llevaba preparada una canasta que lle-
naban de tejocotes que encontraban tirados por kilos, dándose el
lujo de escoger los más bonitos: “Cosas tan bonitas, tantos paseos
caminando con mis hijos por todos lados, precioso, precioso; todo
eran huertas, no había casas, eran casitas […] había huertas her-
mosísimas, las que se fueron acabando con la urbanización”.
Recuerda cómo fue el proceso de construcción de su casa en
el pueblo, y recuerda que, para recolectar agua, tenían un aljibe, el
cual llenaban con una pipa de agua todas las semanas. Cuando la

3
Muy humildes, muy sencillos o muy poco vistosos.
24 Memorias del poniente V

familia llegó a San Jerónimo todavía eran tierras de cultivo, atrás


de su casa pasaba el arroyo de la Coyotera y daba vuelta saliendo
por un apantle que cruzaba la calle.
Al no tener agua potable en su vivienda, ni recursos económi-
cos, colocaron un poco de pasto, el cual regaban a través de una
bomba con agua del arroyo, y eso era su jardín; después de varios
años se secó el arroyo y comenzaron a tener el servicio de agua po-
table, aproximadamente en los años 60, de igual manera el servicio
de telefonía y luz.
Cuando ellos llegaron a San Jerónimo Aculco Lídice, tampo-
co estaba pavimentado, por lo tanto, en época de lluvias, se hacía
lodo, “tenías que ser valiente al manejar porque ¡si dejabas de ace-
lerar, ahí te quedabas!, era un poco atrevido, pero pues éramos jó-
venes”. Lo anterior la hace recordar una anécdota de esos tiempos:

Así que un día, muy simpático, junto al panteón no había nada, en


todas las manzanas, la de aquí, la de enfrente del panteón, para allá,
todo eran maizales, baldíos con zacate. Y un día venía yo de volada
para que no me fuera yo a atascar, ¡y que se me atraviesa una galli-
na! ¡y que la mato! Y entonces se me armó, me paré…
–Pues señora, le pago su gallina–. Llegamos a los $40.
–A ver, pues, dame mi gallina.
–¡Ah, no!, me quedo con ella.
–¡Ah!, pues no te la pago.
Me vine sin gallina, pero dije “¡no, qué abuso!”, pero sí me defendí.

La pavimentación de la calle de Presa se logró a través del


influyentismo del Secretario Gómez Huerta, quien compró una
enorme propiedad y pavimentó toda la calle hasta la puerta de su
casa, lo que benefició a muchos, porque ya podían circular por el
lugar sin riesgo de quedarse varados.
Josefina y su familia compraron su terreno con un ingeniero,
quien les ofreció que lo compraran entre ambas partes y ellos de
inmediato aceptaron porque les encantaba San Jerónimo, pero su
mamá puso el grito en el cielo al decirle que se iba a vivir al “fin del
mundo”. Tiempo después, hasta el fin del mundo llegaron a vivir
sus padres y sus hermanos con sus familias.
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 25

Los recuerdos que tiene Josefina acerca de la fiesta de San


Jerónimo, son las competencias que hacían, ya que éstas se lleva-
ban a cabo enfrente de lo que hoy es la acceso principal de su casa,
ubicada en la calle de Héroes de Padierna. En especial le impre-
sionaba mucho una de esas competencias donde enterraban una
gallina hasta el cuello, quedando solo su cabeza expuesta; a lo lejos
venía un jinete sobre su caballo a gran velocidad, al pasar cerca de
la gallina, tenía que desenterrarla, jalándola de la cabeza, siendo el
ave el gran premio.
Otro concurso era el del cochinito encebado, donde el anima-
lito era el objetivo de los concursantes, quienes esperaban a que el
cerdito fuera liberado y corrían todos al mismo tiempo tratando
de atrapar al cerdito, algo que resultaba complicado por estar el
animal embadurnado con manteca, y obvio, el que lo atrapaba se
lo llevaba como premio.
El palo encebado también resultaba una gran atracción y todo
un reto para los participantes, ya que en lo más alto del palo se en-
contraba un papelito que tenía escrito cual era el premio. Como
era de esperarse, muchos lo intentaban, pero pocos llegaban a la
cima.
Para Josefina es difícil decir cuál de las tres tradiciones era
la más bonita. Ella disfrutaba a su manera de la fiesta de San Je-
rónimo, porque confiesa que los toros, los cuetes, los buscapiés y
la pirotecnia le daban terror, y solo los veía desde su casa; no así
sus hijos y sobrinos, quienes eran acompañados a la verbena por
Ramona, que era una mujer muy alegre y los acompañaba a todos
lados. Al regresar de la feria, ya venían con su cargamento de pre-
mios, entre ellos alcancías de payasos y toros.
Ramona fue una persona muy importante para Josefina; fue
una empleada muy responsable al hacerse cargo de las labores do-
mésticas y de 22 niños, entre hijos y sobrinos. “Llevaba a todos a
la presa, ¡Cometían unas locuras! Y yo feliz, porque se los había
llevado. Hicieron muchas travesuras, pero felices, jugaban fútbol,
entonces era verdaderamente campo, un pueblo muy lindo”.
Josefina se integró muy bien a la comunidad de San Jerónimo
y considera que son gente buena, siempre con una sonrisa y dis-
puestos a ayudar. En reciprocidad, los habitantes de la comunidad
también se vieron beneficiados por ella, pues, durante un tiempo,
26 Memorias del poniente V

puso a disposición de sus vecinos su línea telefónica, así como su


habilidad para aplicar inyecciones. Es por ello que dice: “así que
yo tengo una experiencia preciosa en San Jerónimo”.
Comenta que la comunidad de San Jerónimo es muy linda,
gente muy buena, que se ayudan entre todos y se defienden, lo que
le da mucho gusto porque supieron defender su panteón. Como
cuando el ex presidente, Luis Echeverría Álvarez, dispuso de una
gran superficie para enterrar a uno de sus hijos. Quienes eran ave-
cindados desde mediados del siglo pasado, siendo los integrantes
del Comité Vecinal de San Jerónimo de 1999-2010, dialogaron con
el licenciado Echeverría, quien tuvo la sensibilidad y llegaron al
acuerdo de que retirara los restos de su hijo y regresar el espacio
para los originarios y nativos del pueblo.
La casa de Josefina se encuentra muy cerca del panteón, así
que cuando hay un difunto en el pueblo, la procesión pasa enfrente
de su fachada y detrás del féretro va todo San Jerónimo. Algunos
deudos llevan mariachi para despedir a su familiar, algo que Jose-
fina disfruta: “me encanta, me encanta. Bueno, yo salgo a oírlos”.
Respecto a la tradición de día de muertos opina que “es pre-
ciosa, todas las tumbas están arregladas con las flores y los ador-
nos más preciosos, porque la gente tiene mucha imaginación y le
pone a sus muertitos muchas cosas muy bonitas, colorido, es un
jardín verdaderamente”.
Algunas familias que aprecia mucho son los Martínez, los
Amaya, los Romero, los Guevara y los Alarcón; y recuerda que al-
gún integrante de la familia Alarcón trabajó con ella como jardi-
nero, quien se estaba todo el día arreglando sus plantas, después
comía para posteriormente recargarse sobre una palmera y ahí se
quedaba dormido: “¡pues claro!, comía con su pulque y ahí se que-
daba dormidito”.
También entabló relaciones de amistad con algunas nativas,
como Inés Ruiz, quien trabajó mucho tiempo con ella y de quien
fue su madrina de bodas con Ezequiel; tiene cuatro hijas muy lin-
das a las que quiere mucho: “la amistad perdura, realmente es ca-
riño, por lo menos yo pienso que el cariño nos une”.
A pesar de la avasalladora urbanización que devora la zona,
Josefina considera que San Jerónimo conserva muchos atributos
de pueblo, por lo que no se quiere ir: “les digo a mis hijos que me
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 27

quiero morir aquí… si Dios quiere me voy a quedar a vivir aquí


hasta el día en que me muera”.
Algo que le ha llamado siempre la atención son los panaderos
que pasan por las calles en un triciclo, y con un pitido, anuncian su
mercancía. De igual manera, la venta de plátanos al horno donde,
el carrito que lleva a cuestas el horno emite un silbido ensordece-
dor y que es remolcado por el señor de toda la vida, desde hace
cincuenta años. Otro personaje que le encanta ver es el señor del
fierro viejo “que es un muchacho que viene jalando su carreta, que
tiene unos hules y que por la avenida San Jerónimo baja con todo
su cargamento, ¡y cómo frena!, bueno, ¡me encanta!”.
Comenta que le gustaría que San Jerónimo continúe conser-
vando sus tradiciones y sus costumbres: “en San Jerónimo no hay
gente mala, yo creo que es una comunidad de gente buena, bue-
na… el sinvergüenza que ha entrado, pues es de otro lado, no es
de aquí”.
Los hijos tuvieron que dejar San Jerónimo por razones de tra-
bajo, pero les encanta el pueblo, por eso la visitan a menudo junto
con sus nietos. Toda la familia disfruta mucho San Jerónimo.

Rosina Patricia García Salinas

En el caso de Rosina, quién llegó a San Jerónimo proveniente de


la colonia Industrial, en la Ciudad de México, nos platica que ella
conoció San Jerónimo en 1980. Aproximadamente hace 40 años
su mamá vino a vivir aquí y posteriormente ella decidió hacer del
pueblo su residencia, porque le gustó la zona con mucha luz, lim-
pia y abierta, pero al mismo tiempo quería estar cerca de su madre.
Su casa está ubicada muy cerca del panteón de San Jerónimo
y con una sonrisa pícara dice: “son mis vecinos preferidos, porque
nada más hacen fiesta el uno y dos de noviembre ja, ja, ja”. A pesar
de que tal vez algunos dirán: “¡vivir junto al panteón, qué feo!”;
pero además los entierros son con música o mariachi que inter-
pretan la música que más le gustaba al difunto. Asimismo todos
los domingos se dan cita los familiares, los vecinos y amigos de los
moradores del camposanto para visitar, arreglar con flores y vela-
doras sus tumbas, la última morada de su ser querido.
28 Memorias del poniente V

Cuando Patricia llegó a vivir, el pueblo ya estaba completa-


mente urbanizado con todos los servicios de agua, luz, etcétera.
No obstante, le parece que San Jerónimo es una zona tan alejada
de las vías rápidas que sigue conservando ese sabor de provincia
por los negocios, las casas, la gente muy amable, y aún le parece un
lugar extraño, sobre todo porque está dentro de la ciudad.
También le gustan mucho las fiestas patronales, los cuetes so-
bre todo. Le gustan las fiestas, las comidas, todo lo que se hace en
torno a la festividad, sus tradiciones y sus paseos. Nos comenta
cómo mucha gente habla de tiempos antiguos, de cómo eran las
fiestas, de cómo –entre muchos– todavía son familia. Le gusta el
ambiente de amistad entre nativos y comunidades que se dan cita
en la fiesta patronal y opina que es una tradición que no se debe
perder.
A Patricia ya no le tocó la época en la que San Jerónimo era
una gran zona de huertas y cultivo de flores, sin embargo, al pasar
por algunos lugares de la zona ha escuchado el canto de los gallos:
“¡Ay, un gallo! A mí me gusta la naturaleza y oír un animal no es
común… perros, gatos, me llama mucho la atención y me siento
bien, todavía me siento humana”.
Lo que le llama la atención es cómo se da el vínculo amistoso
entre los originarios, pues ellos se conocen y se ayudan entre sí,
porque, de acuerdo a su experiencia, en otras zonas de la capital
“la gente es más fría, ya no se saludan, ya no se conocen, no saben
quién vive en la casa de quién, o sea, todo es más frío, más lejano”.
En San Jerónimo Aculco Lídice la situación de convivencia
vecinal para Patricia es distinta, dado que le resulta difícil saber
quiénes son sus vecinos, porque los nuevos avecindados viven, en
su mayoría, en privadas que limitan la comunicación y la convi-
vencia, así que ha convivido, sobretodo, con los padres de los ami-
gos de sus hijos.
Cuando hay elecciones electorales, le ha tocado ser parte de la
mesa de votación y se ha percatado de que los demás integrantes
se conocen y se llevan bien entre ellos, piensa que es porque ya
tienen más tiempo de conocerse.
De cualquier modo, a ella le encanta vivir en San Jerónimo,
pero no le agradan todos los cambios y obras en el entorno que
se llevan a cabo por las administraciones delegacionales: “No me
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 29

siento a gusto, me encerraron, así me siento, claustrofóbica”. Por


ejemplo: en las vías rápidas no hay pasos peatonales, así que tiene
que caminar mucho para llegar a los puentes y poder atravesar
una avenida; todo le parece más complicado pues se ha limitado
y disminuido la movilidad tradicional del pueblo, ya que actual-
mente la zona residencial ha ido aumentando y al no haber tien-
das cercanas, se tiene que desplazar caminando largos recorridos
y llevar consigo la compra en bolsas o cajas: “¡Ni siquiera puedes
pasar a gusto la calle, tienes que ingeniártelas, correr y con cuida-
do, porque además no te permiten pasar las personas que traen su
vehículo!”.
Sin embargo, no ha pensado en irse de San Jerónimo, es feliz
en el pueblo y no piensa salir de él.

María Elena de Icaza y Parra

María Elena conoció San Jerónimo desde niña, de esto hace apro-
ximadamente 60 años, cuando acompañaba a su mamá a comprar
raíz de tejocote, pues desde esa época ellas utilizaban la herbolaria
que se vendía en San Jerónimo.
Ella piensa que su destino era vivir en San Jerónimo, pues, de
alguna manera, vivió en lugares cercanos al pueblo, como en San
Francisco, que era bonito pero con escasas vías de comunicación;
y en San Ángel, que en contraste, se desarrollaba un entorno muy
agitado por tener colindancia con Televisa. Estas condiciones no
eran las óptimas para un matrimonio con niños pequeños, por lo
que al paso de los años, ya cansados del entorno, tomó la determi-
nación de salir a buscar un lugar digno para vivir y que cumpliera
con las expectativas de la familia, y llegó a San Jerónimo, donde
tienen residiendo más de 20 años.
En su momento, María Elena se dio a la tarea de buscar una
casa en el pueblo y visitó 80 propiedades diferentes en varias se-
manas. Eligió una casa con un jardín grande donde ella había pro-
yectado que, al crecer sus hijos, pudieran construir sus casas y
vivir con sus familias, pero sus hijos crecieron y tomaron otras
determinaciones.
30 Memorias del poniente V

Cuando llegó la familia a vivir a San Jerónimo Aculco Lídice,


el pueblo ya contaba con todos los servicios, pero lo que continúa
hasta la fecha es la poca accesibilidad a los comercios, no hay nin-
guno cerca.
Los originarios estaban acostumbrados a que todas sus ne-
cesidades las resolvían con sus huertas y sus criaderos, por lo que
contaban con su propia producción de frutas, vegetales y crianza
de animales para su propio consumo, lo que los hacía autosufi-
cientes.
Los originarios hacían largos recorridos a pie, caminaban
desde San Jerónimo hasta Santa Teresa, atravesaban caminando
la barranca de Texcalatlaco, por lo que seguramente no les preo-
cupaba tener que caminar esas distancias para obtener productos
de otros lugares.
Una vez que llegó María Elena con su familia a iniciar una
nueva vida en este pueblo, lo primero que consultó con los vecinos
fue sobre el lugar en que se encontraba la iglesia, a lo que recibió
una respuesta detallada y amable de su vecino Porfirio Martínez
González, quien, por ser ministro de la eucaristía, tuvo agrado de
que los avecindados estuvieran interesados en acudir al templo y
conocer a la comunidad parroquiana. La cercanía con la iglesia
facilitó la integración de María Elena con el resto del pueblo y le
sirvió de apoyo para un trabajo como “científica religiosa”, en el
que realizó investigación de la comunidad y de su iglesia.

Yo pienso que para querer algo hay que conocerlo y decidí conocer
San Jerónimo. […] En sí, yo me cambié a San Jerónimo porque vi
algo en los originarios: son celosos de su tierra, quiero decir, que la
aman. A mí me gusta vivir en San Jerónimo, porque eso garantiza
muchas cosas, la persona que ama sus raíces, sabe de dónde viene y
eso la va a sostener.

Coopera en el pueblo hasta donde le toca y respeta no inter-


viniendo en decisiones de los originarios. Entiende su papel como
avecindada y en general la han tratado bien en el pueblo.
Ella ha impartido clases en la parroquia de San Jerónimo des-
de hace algunos años, siendo el sacerdote Alberto Valencia quien
la puso en antecedentes de qué originarios y avecindados no se
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 31

llevaban bien entre ellos, diferencias que ella no encontró ya que


sus grupos están integrados por avecindados y originarios, donde
siempre se da una relación cordial y respetuosa por ambas partes.
Le gustaría que se fomentara el conocimiento de la historia
de San Jerónimo y que los jóvenes valoraran sus raíces, pues “un
pueblo sin raíces, es un pueblo sin memoria”.
A su consideración, San Jerónimo sigue siendo un pueblo,
dada la unidad cultural, que es un estilo de vida de originarios y
nativos. Esto se hace patente con el festejo de su santo patrono San
Jerónimo, que convoca a los diferentes pueblos de la demarcación
de La Magdalena Contreras y distingue a San Jerónimo Aculco
Lídice como pueblo.
Lo que para ella aún no es claro, es conocer las intenciones
que existen para tronar cuetes en diferentes acontecimientos de
San Jerónimo. Desde las visitas de la imagen del santo, que se ha-
cen a las casas de los nativos previas a la fiesta patronal; hacen el
recorrido de casa en casa entre cuetones y cánticos y durante la
misma fiesta del santo, donde se quema pirotecnia característica
de México; también para hacer de conocimiento del pueblo cuan-
do ha fallecido un originario y durante la procesión de acompaña-
miento al panteón. San Jerónimo Aculco Lídice conserva muchas
tradiciones propias de su calidad de pueblo.
María Elena conoce bien a los avecindados, nativos y origi-
narios y recuerda a algunos de ellos, con los que llevó muy buena
relación, como el señor Guadalupe Moreno, quien fue presidente
de la Comisión de Festejos por un largo período y quien le presentó
a varias personas. También recuerda a la familia Martínez y a la
familia Palomares. Por su actividad de enseñanza en la parroquia
de San Jerónimo, conoce a muchas personas.
De las tradiciones que más le gustan a María Elena es la fiesta
patronal, desde la procesión por la avenida San Jerónimo, donde
ella observa la fusión intercultural. Su familia y ella esperan el 30
de septiembre porque les gusta abrir la puerta y saludar a las per-
sonas, como lo hacen todos por la ruta que lleva el santo patrón
san Jerónimo.
Siempre ha sido invitada a la comida que hacen los origina-
rios y nativos después de la misa de la fiesta patronal, pero no ha
tenido la posibilidad de asistir.
32 Memorias del poniente V

Ella como tanatóloga ha apoyado a distintas familias origina-


rias, conformando equipos para sobrellevar el duelo, pero aclara:
“no me gusta mucho atender vecinos como tanatóloga, porque ¿de
qué me voy a hacer fama? –¡ahí viene la muertera!– ¿o de qué?,
entonces por eso me limito un poquito”.
También se ha relacionado con avecindados, pero ella no es
de mucha cercanía con las personas en general.
María Elena no sabe si su terreno tenía algún nombre ná-
huatl, pero considera que era una huerta, pues tuvo siete árboles
de tejocote que no pudo conservar porque estaban plagados. Ac-
tualmente tiene tres árboles de aguacate.
Cuando ella venía con su mamá, San Jerónimo eran puras
huertas y el producto de su cosecha lo comerciaban los habitantes
en la puerta de sus casas y en el mercado de San Ángel.
En San Jerónimo cortaban la flor durante la madrugada, por
lo que tenían que alumbrar su camino con faroles o antorchas, lo
que llamó la atención de quienes a lo lejos veían estas luces, por
lo que se les dio el mote de “brujos”. Además de las luces, los pobla-
dores continuaban con la práctica de la herbolaria.
Es feliz de vivir en San Jerónimo, pero últimamente se con-
sidera un poco agredida por el boom inmobiliario, que ha traído
como consecuencia muchos puentes para conectar con Santa Fe;
también todos los vecinos de San Jerónimo se sienten muy agre-
didos, en principio porque se perdieron muchos árboles y se per-
dieron dos fuentes de cantera que estaban colocadas en la glorieta
de Luis Cabrera. Por otra parte, comprende que es parte del creci-
miento de la ciudad. A pesar de todo esto, María Elena reconoce
que San Jerónimo Aculco Lídice sigue siendo muy bonito, pero
siente que ha perdido un poco el sabor de provincia por la urbani-
zación y nuevos avecindados que no respetan la cultura y un modo
de vida.
Disfruta del verdor de San Jerónimo, que es una zona de cap-
tación de agua por toda la vegetación que lo envuelve y por eso las
lluvias son abundantes
Por su parte, sí ha considerado irse de San Jerónimo, dados
todos estos cambios, además tomando en cuenta su edad y el in-
cremento de precios en los servicios, que a pesar de que ella cuenta
con un descuento de la tercera edad, es muy alto el costo de los
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 33

mismos. Pero no ha encontrado un lugar que la satisfaga, un lugar


como San Jerónimo Aculco Lídice.

Guadalupe Hortensia Hernández Valdez

Hortensia es nativa de San Jerónimo Aculco Lídice. Su papá era


de Michoacán y su mamá de Guadalajara, ellos llegaron a vivir al
pueblo en 1939 porque la abuelita paterna y sus tías ya vivían aquí,
a partir de la llegada de don Wilfrido para trabajar en la Escuela
Superior de Guerra, donde ingresó a las filas del ejército de mane-
ra inmediata.
La familia Hernández Valdez se integró muy bien a la comu-
nidad, eran personas sencillas. Se quedaron en San Jerónimo a
vivir para siempre, Hortensia y todos sus hermanos son nativos
del pueblo.
Cuando sus papás llegaron a San Jerónimo Aculco Lídice, no
había pavimento, ni servicio de luz, por lo que usaban lámparas de
petróleo, las cuales alumbraban escasamente.
Una vez que llegó la modernidad al pueblo, contrataron el
servicio de electricidad y tuvieron su radio, el cual disfrutaban
mucho, pues anteriormente iban a escuchar radio y ver televisión
con unas personas que cobraban por prestar los servicios, donde
recuerda haber visto “las luchas con el Santo, el box con el “ratón”
Macías. Aunque éramos chicos, nos gustaba”.
Los vecinos que ella recuerda de toda la vida, y con los que
hizo buenas amistades son los Heredia, Martínez, Guevara, Alar-
cón, Jiménez, Belmont, Castañeda, Romero, Camacho y con el
señor Guadalupe Moreno. La familia se asumió fácilmente como
parte de la comunidad.
Hay una anécdota conocida por muchos en San Jerónimo,
que ocurrió cuando Hortensia cursaba la primaria. En la escuela
Lídice se celebraba, en el mes de marzo, una fiesta donde se elegía
a la reina de la primavera. Las concursantes, además de ser agra-
ciadas y contar con la simpatía de los pobladores como futuras
reinas, debían promoverse para poder ser distinguidas como reina
de la primavera, para lo cual tenían que vender la mayor canti-
dad de boletos que equivaldrían a votos. Entonces Hortensia iba
34 Memorias del poniente V

a la delantera, ya que su papá trabajaba en la Escuela Superior de


Guerra y todos sus compañeros y conocidos le compraron boletos,
por lo tanto votaban por ella. La reina desfilaría acompañada de su
corte en un carro alegórico por el pueblo.
Previo al día de la coronación, Hortensia se encontraba muy
aventajada en votos y simpatía, por lo que se especulaba que ella
sería la ganadora del cetro y la corona, pero esto no fue así. Algu-
nos padres de familia, al darse cuenta de la baja votación de sus
hijas, comenzaron a argumentar que no era válido que Hortensia
fuera coronada y se organizaron para evitarlo, bajo el argumen-
to de que era nativa, pero hija de padres avecindados, por lo que
propusieron privilegiar la belleza natural de una nativa de más ge-
neraciones en San Jerónimo Aculco Lídice. Así, algunos padres de
familia, los menos, por las condiciones económicas, se dieron a la
tarea de comprar votos, de tal forma que a la hora de la coronación
y para el momento del desfile, Hortensia fue coronada como prin-
cesa, con lo que quedó muy contenta y satisfecha, pues ya contaba
con la gracia y simpatía que no compra el dinero.
Entre las participantes al concurso, estaban algunas niñas de
apellido López, así como Irma, Viviana, Soledad, Carmen Palo-
mares, Carolina Miranda; entre otras. El día del festejo, también
participaron niños de cuatro y cinco años, vestidos de animalitos
en el carro alegórico, y por supuesto, Hortensia Hernández entre
las princesas. De este festival, Hortensia conserva todavía una foto
que guarda con mucho celo y cariño.
De las huertas recuerda que predominaban las de frambuesa,
tejocote, pera, higo, brevas y manzanas.
Hortensia se casó con Javier Ruiz, hijo de nativos de San Je-
rónimo, pero él nació en la colonia Roma, donde fue dueño de una
florería que se ubicaba en El Parián, en la misma colonia, que es
un mercado muy grande.
Javier Ruiz ya tenía en la sangre el gusto y el cariño por la
floricultura pues sus papás, en su lugar de origen, siempre cultiva-
ron flores, por lo que, ya casado con Hortensia, pusieron su propia
florería en San Ángel. Ella siempre consideró que no era su fuerte,
pues no le satisfacía este oficio.
Cuando su esposo tenía que dejar el negocio en manos de
Hortensia, ella batallaba mucho porque no conocía tanto sobre el
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 35

Imagen 2. Carro alegórico de la Reina de la Primavera


con sus princesas y pajes. Una de las princesas es Hortensia
Hernández Valdez, situada en la parte superior derecha.
Acervo fotográfico de Hortensia Guadalupe Hernández Valdez, autor
desconocido, sin fecha.

cuidado de las flores, por lo que comenzó a preparar sándwiches y


tortas para vender en la misma florería; ya traía el gusanito de lo
que sería su siguiente negocio.
A Hortensia lo que le gustaba era la preparación de alimen-
tos, tarea que les enseñó su padre a ella y su hermano por ser los
mayores. Don Wilfrido los llevaba a la Escuela Superior de Guerra
para que lo ayudaran a pelar chícharos y escoger frijol, pues se
desempeñó como jefe de cocina hasta que se jubiló en los años 60.
Después de esto, decidió poner su carnicería, que funcionó duran-
te diez años, al menos en San Jerónimo Aculco Lídice.
Posteriormente, el esposo de Hortensia heredó una casa en
San Jerónimo y como a ella le gustaba preparar alimentos, por fin
36 Memorias del poniente V

pudo realizar su anhelo de poner un restaurante –ahora extinto–,


llamado El Vergel, que se ubicaba en la avenida San Jerónimo.
Este fue un lugar en el que se desarrollaron grandes eventos de la
comunidad, de la escuela y de asuntos religiosos.
Este restaurante fue reminiscencia del que fuera propiedad
de sus suegros, al interior del pueblo en la calle de Santiago, el cual
también fue muy famoso en San Jerónimo.
Hortensia se siente muy feliz de vivir en San Jerónimo, ya que
se respira un aire de tranquilidad y paz que pocos lugares poseen
en esta ciudad tan caótica e insegura: “aquí estamos en la gloria,
mientras Dios lo permita, aquí me quedo, aquí me entierran”.
Le parece que San Jerónimo tiene todavía mucho encanto,
pero añora cómo era antes, cuando “todo mundo te saludaba, todo
mundo se conocía, pero ahora ya no sabes quién es quién, rara vez
ves caritas conocidas”.
Tres de sus hijos tuvieron que salir de San Jerónimo por cues-
tiones de trabajo, pero sí añoran regresar al pueblo donde nacie-
ron. Una de sus hijas le comenta que tal vez algún día regrese a
San Jerónimo, pues ella vive con su familia en Estados Unidos y
extraña mucho el lugar.
De las tradiciones de San Jerónimo, a ella le gusta mucho la
fiesta y los festejos de semana santa; le encanta también acudir a
la iglesia porque considera que es un punto de reunión y conviven-
cia de originarios y nativos.
Desearía que San Jerónimo regresara a la unidad y la armo-
nía de antes.

María de Lourdes Pedroza de Jiménez Labora

Lourdes llegó acompañada de su familia hace 45 años, desde la


colonia Santa María. Les gustó San Jerónimo Aculco Lídice preci-
samente porque era un pueblo, y sin importar que las calles fueran
empedradas, siempre ha estado gustosa de participar con los ori-
ginarios y nativos.
Recuerda que cuando eran pequeños, ella y sus hermanos ve-
nían a las huertas de peras. Su papá era amigo del dueño de los te-
rrenos, de lo que actualmente es el parque El Batán. Después de las
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 37

visitas a este sitio llegaban a San Jerónimo, pero con el paso del tiem-
po, Lourdes perdió la brújula de qué lugar visitaban en esa época.
La familia de Hortensia visitaba a la familia Madrazo Pintado
desde el año de 1965 y, ya establecidos en San Jerónimo, miembros
de esta familia fueron sus compadres.
Llegaron a vivir a San Jerónimo en 1975, a la calle de Galea-
na, después de que las condiciones no eran propicias para cons-
truir su casa en la calle de Presa, donde compraron un terreno a la
familia Madrazo Pintado. Para ese entonces, San Jerónimo Aculco
Lídice ya contaba con todos los servicios.
Ya viviendo en Galeana, un día los visitó su cuñado y se enteró
que la persona que tenía en promesa de compra la casa contigua,
se había echado para atrás, por lo que el esposo de Lourdes le su-
girió que de inmediato vendiera su casa en el norte de la ciudad, lo
que se propuso, y tal fue su suerte que llegó a vivir a San Jerónimo
dos meses después que ellos.
Se mudó a San Jerónimo porque se enamoró del pueblo. Ella
podía caminar con toda seguridad porque conocía a todo mundo y
sus hijos se desarrollaron en un ambiente de compañerismo.
Lourdes es una mujer muy devota y tiene como dueño de su
casa al Sagrado Corazón de Jesús junto con la Santísima Virgen.
Siempre han estado muy contentos de vivir en San Jerónimo,
fue amor a primera vista. Les encantaba el entorno porque durante
las noches eran arrullados por el canto de los grillos y, por la tarde,
el canto de pájaros las hacía hermosas.
Le encanta San Jerónimo por estar en contacto con la natu-
raleza y la exuberante vegetación. Aunque en un principio algunos
originarios y nativos los veían mal, esto cambió con el tiempo dada
la bondad de los pobladores y pronto fueron aceptados, porque se
dieron cuenta que eran gente de bien.
Antes le gustaba más San Jerónimo pero en la actualidad se
siente feliz de vivir en el pueblo. En general fueron bien recibidos
en San Jerónimo Aculco Lídice, además de que ella tenía la expe-
riencia de haber residido en Tabasco y, desde entonces, compren-
día que al lugar donde fuera a vivir, era importante asumir los usos
y costumbres de cada sitio.
Por medio de la comunidad parroquial se pudo integrar me-
jor a la comunidad, por ello decidió que ella y su familia tenían que
38 Memorias del poniente V

integrarse a esta comunidad. Los lunes por las mañanas impartió


la catequesis, sin tener conocimiento de cómo impartir la clase a
los niños más traviesos que iban a la escuela por las tardes. Para
sus clases se inspiró en la catequesis que tomaban sus hijos en el
Altillo.
Considera que originarios y nativos siempre han luchado por
su pueblo “y desgraciadamente se ha dejado de reconocer porque
entró a San Jerónimo la codicia de que, como el presidente de Mé-
xico vivía aquí, entonces todo mundo tenía que vivir en San Jeróni-
mo”. Lo anterior dio pauta a que los originarios vendieran terrenos
enormes, dando paso a los condominios horizontales, y considera
que eso fue lo que irrumpió en la tranquilidad del pueblo.
Las familias de originarios y nativos que ella conoce son: los
Martínez, Remedios Ruiz, Marcelina Martínez Peña y a sus hijas.
De algunas personas sólo conoce el parentesco que existe con otras
familias, ya que, junto a Remedios Ruiz como ministro de la Euca-
ristía, llevaban comunión a los enfermos.
Actualmente en la parroquia convive con muchos grupos
dado que se organizan jornadas de jóvenes, cumpleaños del sacer-
dote y distintos festejos y convocatorias en torno a la iglesia. La
parroquia de San Jerónimo es el lugar donde ha conocido y con-
vivido con muchas personas, originarios, nativos y avecindados.
Al señor Ramón Martínez González, que era originario, lo
quiso mucho por la atención que tuvo siempre con ella:

Ramoncito pasaba y me tocaba: –Señora Lula, que tenga muy buen


día […] A Ramoncito yo lo regañé mucho [diciéndole]: –Ramoncito,
cuídese mucho y pórtese bien–, pero en ocasiones con llamadas de
atención por su dipsomanía, ya que era una lástima que tuviera ese
problema siendo tan buena persona.

La comunidad originaria y nativa merece todos los respetos


de María de Lourdes porque, a pesar de que algunas autoridades
les hayan faltado al respeto queriendo borrar su identidad, ella y
su familia han luchado por conservarla, defendiendo sus raíces.
Lourdes también recuerda algunos eventos que no son agra-
dables, como la ocasión en que un avecindado codicioso, a princi-
pios del siglo pasado, abusó de algunas familias de San Jerónimo.
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 39

Este señor se hizo pasar como licenciado y prometió grandes ga-


nancias por la venta de los terrenos de los originarios, que tenían a
bien poner sus escrituras en manos de un delincuente que sólo los
despojó y vendió en varias ocasiones un mismo terreno gracias a
la corrupción e impunidad, tal como lo hizo con el terreno donde
está ubicada la casa de María de Lourdes. “Hacía muchas tranzas,
vendiendo el mismo terreno a distintas personas, hasta que se en-
contró con la horma de su zapato y se legalizó esto”.
La construcción del segundo piso del periférico alteró la tran-
quilidad en el pueblo y se ha incrementado el tránsito vehicular
frente a su casa. También se modificó la disposición de calles y
su sentido, lo que ha complicado el desplazamiento, tanto dentro
como fuera de San Jerónimo.
De los usos y costumbres del pueblo, le encanta la fiesta pa-
tronal, pero le parece desconcertante que la fiesta de 2014 se utili-
zó con fines políticos, ya que al mismo tiempo que se realizaba la
misa en el templo de San Jerónimo se hacía proselitismo con fun-
cionarios de la delegación en la plaza cívica, sin respetar el culto.
De igual manera, entraron a la iglesia los funcionarios o can-
didatos de partidos políticos para hacer guardia a la imagen de
San Jerónimo y encabezaron la procesión, eso ha demeritado mu-
cho el festejo y la celebración. “Fue triste la asistencia [de estas
personas] a la solemnidad de San Jerónimo. De la feria, ni rastro
de lo que había sido, de lo que era el pueblo”. Esta intervención de
la delegación a través de sus empleados han reforzado la politiza-
ción de las tradiciones.
Para Lourdes, algunos promotores de esta intervención lo ha-
cen “por la codicia de las migajas que les dan, ¡están encantados!
[…] ojalá que las personas que se están dedicando al rescate de las
tradiciones, lo logren, porque ¡no se vale que acaben con esto!”.
Piensa que las autoridades tienen obligación de permitir que San
Jerónimo conserve la calidad de pueblo, porque hay raíces y por-
que es su derecho.
A sus hijos les encantaba asistir a la feria en la fiesta de San
Jerónimo, la mayor atracción para ellos cuando eran niños eran
los toritos y los castillos. En la actualidad acuden año tras año a
participar de los festejos.
40 Memorias del poniente V

Imagen 3. María de Lourdes Pedroza de Jiménez Labora


junto con su familia en las cercanías de su casa, saluda
el paso de la procesión principal de la fiesta de San Jerónimo
en 2015. Acervo de Manuel Martínez Salazar,
4 de octubre de 2015.

Otros festejos que le gustan a Lourdes son los bautizos, las


bodas y los XV años, porque “verdaderamente lo hacen en familia,
lo hacen en pueblo, con la gente que crecieron”. Considera que
los velorios son una tradición muy original y auténtica, ya que el
difunto es velado en su casa, “¡fue su casa, es de donde se debe
despedir!”.
Lourdes adoptó al pueblo con sus usos y costumbres, ya que
tiene más de 45 años viviendo en San Jerónimo Aculco Lídice, al
grado de hacer suyas las tradiciones: “Yo ya le dije a mi marido, ¡yo
ir a una funeraria, ni loca! […] ¡esta es mi casa, este es mi pueblo,
aquí viví y aquí me muero!”.
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 41

Esta actitud es diferente a la de algunos avecindados que lle-


garon a San Jerónimo desde colonias de clase media, ya que el
valor del suelo era muy bajo, lo que aprovecharon y compraron
algún terreno en conjunto con algunos de sus conocidos y familia-
res, ubicándose en la periferia del pueblo. Los integrantes de estas
familias eran, en su gran mayoría, gente adulta y con hijos adul-
tos, acostumbrados a la vida citadina, por lo que fue difícil que se
adaptaran a las tradiciones.
A algunos avecindados les parece molesta la quema de piro-
tecnia en velorios y fiestas, ¡han llegado a pensar que hay alguna
fábrica de cohetes en el pueblo! A pesar de haber residido en San
Jerónimo por varias décadas, no han desarrollado el espíritu de
identidad y cariño por el entorno; seguramente no les ha interesa-
do el concepto de pueblo y tampoco han sentido la necesidad de
interactuar con las familias originarias y nativas.
Pero también hay algunos avecindados que han buscado in-
tegrarse a la comunidad originaria, ya que algunos participan de
manera activa en las fiestas y conviven en reuniones privadas
de originarios y nativos. Generalmente son personas con mayor
preparación académica e intelectuales, quienes llegaron a vivir
muy jóvenes a San Jerónimo con el propósito de estar en contacto
con la naturaleza.

María Teresa Figueroa Islas

Mi experiencia en San Jerónimo Aculco Lídice me ha enseñado


que para amar este pueblo hay que vivirlo, sentirlo y además llevar
en la sangre el ingrediente de raíces indígenas; esta tierra prodi-
giosa me permitió penetrar en sus entrañas a través del respeto a
sus habitantes y tradiciones, y del conocimiento de sus orígenes e
historia.
De tiempo atrás sabía que existían zonas muy lejanas en la
ciudad, de las que había escuchado pero sólo cómo referencia en
una estación de radio, pero nunca imaginé la lejanía de esta zona
y tampoco pensé que en algún momento tendría la necesidad de
acercarme a ella. Recuerdo que en el año 2001, por alguna causa,
tuve que acudir a la Clínica 8 del IMSS que se ubica en eje 10 sur y
42 Memorias del poniente V

llegué sin problema, pero, al buscar la manera de regresar, me sen-


tí completamente desamparada. ¡Este lugar, era el fin del mundo! y
preferí no buscar más. Con un poco de incertidumbre regresé por
mi propio pie a la estación de metro más cercana.
Todavía San Jerónimo me parece que se encuentra un poco
en el fin de un mundo; un lugar que tengo la fortuna de disfrutar,
pues, aunque he vivido gran parte de mi vida entre muros y asfalto,
también he aprendido a estar más en contacto con la naturaleza y
este lugar me ha permitido conocer gente buena y noble, personas
que les gusta dar la mano de manera fraternal a quien lo necesita.
Originarios y nativos me recibieron con agrado, a quienes
aprecio de manera muy especial ya que mi esposo pertenece a una
familia de originarios y esto me permitió integrarme y llegar con
el pie derecho a la comunidad de San Jerónimo, pues los antepa-
sados de Manuel fueron personajes importantes y reconocidos en
el pueblo.
Los papás de mi esposo fueron ministros de la Eucaristía en
el templo de San Jerónimo, lugar en el que se encuentra una talla
en madera de la Virgen de Guadalupe, obra artística de Porfirio
Martínez González, originario de San Jerónimo.
Por mi parte, considero ser afortunada de haber llegado a San
Jerónimo al seno de una familia tradicional, donde la tradición no
compite con la preparación y buena educación de la familia nu-
clear, simplemente se acepta, se vive y se disfruta.
He de confesar que mi proceso de adaptación fue un tanto
difícil ya que yo nací en el Valle de México, en la zona centro, don-
de siempre viví y donde el clima es más bien templado, mientras
que San Jerónimo se encuentra a más de 2 400 metros de altitud,
haciéndolo esto un lugar extremadamente frío para mí, lo cual me
tomó por sorpresa cuando llegué a este lugar, al punto de llevarme
a recordar las palabras de mi bisabuela Alberta: “siento que el frío
me muerde”.
Por otra parte, en el centro de la ciudad, durante las noches
no se escucha mayor ruido en sus calles, de repente a lo lejos se
oyen alguna que otra ambulancia y sonidos de maquinaria. Mien-
tras que en San Jerónimo escuchas gallos, pero no como te lo re-
latan los libros de texto de la primaria, “que el gallo canta para
despertarte a las cinco de la mañana”. No, eso no es cierto, ¡el gallo
Experiencia de vida de avecindadas en el pueblo originario 43

canta cada hora durante toda la noche! Cada hora parecen ser las
cinco de la mañana para ellos, y si a esto le agregas que se espanten
por algún roedor que los acecha o cualquier amenaza… ¡Imagína-
te! En contraste, los grillos te arrullan y te relajan para tener un
espléndido descanso, logrando unas noches extraordinarias.
Además, por ser una zona boscosa, de pronto encuentras en
tu pijama o en tu cama cualquier clase de insecto, desde grillos,
hormigas y caras de niño. Lo que te quita un poco el sueño o ama-
neces con picaduras de araña o sólo Dios sabrá de qué especie
hayas sido víctima durante las horas de sueño. Y no entiendes ¿qué
haces en este lugar? También al estar rodeados de tanta vegeta-
ción, en época de calor, ¡abundan los alacranes!
Me tomó algunos meses aclimatarme y ahora disfruto de las
especies propias del bosque y del frío, que en realidad es muy rico
ya que enfría mi cuerpo pero de manera muy especial y distinta,
no he podido describir ese frío tan delicioso que se siente en San
Jerónimo.
De vez en cuando los gatos te despiertan a media noche, con
sus alaridos propios de su época de celo. En un principio no sabes
de qué se trata y que, en realidad, son unas batallas sin tregua, pero
poco a poco te habitúas a los sonidos de la naturaleza y aprendes a
amarlos y hasta extrañarlos cuando sales a otro lugar.
La fiesta de San Jerónimo resultó novedosa para mí, pues
nunca había presenciado una, desde los preparativos. Me llama la
atención la emoción y celo de los originarios y nativos por partici-
par en este evento tan importante para ellos.
Aparte de los rituales en el templo, la fiesta pagana es lo más
atractivo, se hace una verbena con feria y por la noche se lleva a
cabo la quema del castillo. Lo que resultó ser una sorpresa para
mí, fue la quema de las bombas, que son eso, ¡bombas!, que se
truenan previo al castillo. Lo impactante es que son unos artefac-
tos que te cimbran toda la humanidad.
El castillo es una especie de ilusión óptica que maravilla los
sentidos, pero de la misma forma es muy fugaz. Yo ya no presencié
las competencias, como la carrera de encostalados o del cerdito
encebado, de las que hablan originarios, nativos y avecindados.
Considero que las tradiciones se deben fomentar y evitar la
intromisión y politización de las festividades porque estos factores
44 Memorias del poniente V

son los que han hecho desmerecer la participación de los poblado-


res, dejando en manos de intereses políticos fiesta y comisiones.
Lo que sí alcancé a conocer fueron huertas muy disminuidas
de frambuesa, algunos árboles de tejocote, pera y ciruela, los que
ciertamente tienen un sabor especial. Yo no podría determinar si
es la tierra, el clima o no sé, lo que pienso es que ese sabor tan de-
licioso, a las cosechas, se los da el cariño y la dedicación con que
se cultivaron.
Hasta el momento no pienso irme de San Jerónimo, pues, a
pesar de la acelerada urbanización y la gentrificación amenazante,
el pueblo de San Jerónimo Aculco Lídice sigue siendo un lugar
maravilloso para vivir.

CONCLUSIÓN

En general, a través de estas historias de vida de las mujeres entre-


vistadas, se observa que las prácticas religiosas suelen ser el prin-
cipal factor de integración de las mujeres avecindadas a la comuni-
dad de este pueblo originario de la Ciudad de México. Dichas prác-
ticas tienen como escenario principal el templo del santo patrono
de la comunidad. Otro común denominador que se identificó a lo
largo de las entrevistas, es el gusto por las festividades del pueblo.
Ambos elementos, religiosos y festivos, han contribuido a la
integración de las mujeres avecindadas a partir de la generación
de lazos afectivos con los habitantes originarios y nativos, lo que
escasamente se presenta entre la población masculina.

ENTREVISTAS

Rosa María Vargas Gómez


Celia Arrevillaga Falcón
Josefina Garza viuda de Calzada
Rosina Patricia García Salinas
María Elena de Icaza y Parra
Guadalupe Hortensia Hernández Valdez
María de Lourdes Pedroza de Jiménez Labora
TODO COMENZÓ POR UN DULCE. VIVIENDO
LA DISCAPACIDAD EN LA PARTE ALTA DE LA CDMX

Norma G. Ubaldo1

Antes pensábamos en rehabilitar a las perso-


nas con discapacidad y ahora en preparar a la
sociedad para que todos podamos vivir en ella

Tomás Castillo
(Gerente de la Asociación Amica)2

RESUMEN

A través de la experiencia de Tomás, la autora relata la cotidia-


nidad de una familia que enfrenta la discapacidad de uno de sus
miembros en el pueblo de San Bartolo Ameyalco. Al tiempo que
nos devela sentimientos y estrategias de organización de la fami-
lia, nos acerca a la vida de San Bartolo. A lo largo de las páginas, se
descubre el tejido social solidario, el entorno del pueblo así como
la lucha por el agua, la condición de los servicios educativos y de
salud, las perspectivas de trabajo y el transporte. Se trata de un
1
G. se refiere a mi primer apellido, el que llevamos los hermanos. El que continúa es
el materno, el que llevan mis hijos. Desde hace algunos años, decidí abreviar el paterno
para realizar trámites no oficiales y utilizar el materno completo queriendo rescatar con
ello lo que para mí representa: el hogar, el entorno en que crecí rodeada de naturaleza,
de tradiciones, saberes e historias...
2
“Antes pensábamos en rehabilitar a las personas con discapacidad y ahora en pre-
parar a la sociedad para que todos podamos vivir en ella”, Eldiario.es, Cantabria. 24 de
Agosto de 2019. Consultado en https://www.eldiario.es/cantabria/sociedad/Entrevista-
Tomas_Castillo-AMICA-Discapacidad_0_934406792.html

45
46 Memorias del poniente V

emotivo testimonio con el que se logra sensibilizar al lector sobre


las limitaciones que implica vivir con alguna discapacidad.

***

Era una tarde cualquiera, como todos los días cuando acababan
las actividades diarias y los hijos estaban en paz, las vecinas salían
a la calle a platicar un rato. Alguien llevaba dulces y los compartió
con las demás, Cleme no pudo decir que no pues aún ahora siguen
siendo su debilidad. Alguna de las muchachas dijo algo muy gra-
cioso que le había ocurrido esa mañana y todas soltaron la carca-
jada. Pero Cleme al momento de tomar aire por tanta risa, sintió
que la golosina se le iba a la garganta y se quedaba ahí atorada im-
pidiendo que pudiera respirar bien. Intentando mantener la calma
comenzó a darse pequeños golpes en el pecho caminando algunos
pasos, pero no logró desechar el caramelo. Entonces abrió la boca
desesperada, tratando de jalar aire abanicándose con las manos,
intentando gritar a sus amigas que se estaba ahogando, pero no
podía emitir sonido alguno. Las demás tardaron en darse cuenta
de lo que le estaba pasando pero cuando lo hicieron ninguna supo
qué hacer, nerviosas, solamente acertaron a darle palmadas en la
espalda y a decirle que lo tomara con calma. Después de un rato,
que pareció eterno, y justo cuando comenzaba a ponerse morada
por la falta de oxígeno, Cleme tosió tan fuerte que expulsó violen-
tamente el dulce y comenzó a recuperarse poco a poco. Tenía siete
meses de embarazo.
Al noveno mes con un parto normal y sin complicaciones,
Cleme y Pedro tuvieron a su tercer hijo. Un niño que pesó al nacer
3.500 kilogramos y midió 45 centímetros. Al igual que había pasa-
do con sus hermanos, decidieron ponerle nombre hasta verlo: “a
ver de quién tiene cara”. Cuando lo vieron supieron que lo nom-
brarían Tomás por su gran parecido con el padre de Pedro.
Todo fue normal hasta que regresaron a casa y se dieron
cuenta que el niño tenía un poco de fiebre. Acostumbrados como
estaban a tratar con remedios caseros a sus demás hijos, hicieron
lo mismo con Tomás, pero al anochecer tuvieron que regresar de
emergencia al hospital pues el niño había comenzado a convul-
sionarse. Los estudios que le hicieron revelaron que el pequeño
Todo comenzó por un dulce 47

tenía una “lesión orgánica cerebral, deficiencia mental y epilepsia


tónico clónica generalizada”, también conocida como gran mal. Al
parecer la falta de oxígeno ocasionada por el dulce, había afectado
el cerebro del niño.
Los doctores le explicaron a la pareja que “la epilepsia es una
enfermedad crónica del sistema nervioso central, que se manifies-
ta en forma de crisis inesperadas y espontáneas, desencadenadas
por una actividad eléctrica excesiva de un grupo de neuronas muy
irritables”3 y que existen dos tipos fundamentales de crisis epilépti-
cas: las crisis generalizadas y las parciales o focales. En la primera,
la descarga epiléptica afecta a toda la superficie del cerebro; en
la segunda, comienza en una zona reducida de la superficie del
mismo. A su vez, las crisis generalizadas y parciales se dividen en
otras, muchas son imperceptibles de tan leves que son, otras cau-
san un tipo de ausencia en el que las personas permanecen in-
móviles y con el conocimiento perdido, la mirada fija… ésta dura
apenas unos segundos y la recuperación es muy rápida, como si
nada hubiera pasado.
Las crisis de Tomás indicaban que su epilepsia era generaliza-
da y tónico-clónica, la cual le ocasionaba pérdida del conocimien-
to y caída al suelo bruscamente, además de provocarle rigidez de
todo el cuerpo (tónica) y movimientos rítmicos de todo el cuerpo
(fase clónica). Siempre, al terminar la crisis estaba muy agotado y
tenía necesidad de dormir un poco.

La prevalencia de la discapacidad en México para 2014 es de 6%.


“Esto significa que 7.1 millones de habitantes del país no pueden o
tienen mucha dificultad para hacer alguna de las ocho actividades
evaluadas: caminar, subir o bajar usando sus piernas; ver (aunque
use lentes); mover o usar sus brazos o manos; aprender, recordar
o concentrarse; escuchar (aunque use aparato auditivo); bañarse,
vestirse o comer; hablar o comunicarse; y problemas emocionales
o mentales.4

3
Ápice, Asociación Andaluza de Epilepsia, “¿Qué es la epilepsia?”, consultado el 31
de enero de 2020. https://www.apiceepilepsia.org/que-es-la-epilepsia/que-es-la-epilepsia-
definicion/
4
César Reveles, “Ni te veo ni te cuento: las personas con discapacidad son ine-
xistentes para el gobierno mexicano”, en Animal Político, 6 de mayo de 2018. Consul
48 Memorias del poniente V

Y son estas personas quienes enfrentan múltiples obstáculos para


gozar “de todos los derechos que establece el orden jurídico mexicano,
sin distinción de origen étnico, nacional, género, edad, condición
social, económica o de salud, religión, opiniones, estado civil, pre-
ferencias sexuales, embarazo, identidad política, lengua, situación
migratoria o cualquier otra característica propia de la condición hu-
mana o que atente contra su dignidad”.5

Desde el nacimiento de Tomás, la familia tuvo que acostum-


brarse a dar al menor varias dosis del medicamento diariamen-
te. Acudían a citas regulares con los doctores; al principio fueron
cada semana, después cada mes pues tenían que llevar el control
de cómo reaccionaba el organismo del niño ante la medicación y la
fueron adaptando a su caso específico. Pero aún con el tratamien-
to, las convulsiones fueron recurrentes, “es que su tipo de epilepsia
es de control difícil”, les comentarían en alguna de aquellas visitas.
Los padres y hermanos aprendieron a reaccionar a cualquier
ruido inesperado: algún mueble que se moviera de manera brus-
ca, un golpe repentino, sonidos guturales incomprensibles… ante
eso la reacción de todos era gritarle al menor por su nombre: ¡To-
más!, mientras caminaban en dirección a donde habían escuchado
el sonido. Si contestaba regresaban a sus actividades, de no ser
así aceleraban el paso para tratar de evitar que si convulsionaba
se golpeara en la cabeza con la caída o que, con los movimientos
bruscos, se lastimara aún más.
El que una enfermedad tan importante se desarrollara como
consecuencia de la ingesta de un dulce, hizo que Clementina y Pe-
dro se cuestionaran sobre lo rápido y fácil que es perder la salud
e incluso la vida. Frases como “en un momentito se puede perder
todo”, “cuidado con los golpes por más pequeños que sean porque
luego resultan”, o “la vida no la tenemos comprada”, se volvieron
parte de las conversaciones diarias. Esta reflexión sobre la fragili-

tado en: https://www.animalpolitico.com/2018/05/ni-te-veo-ni-te-cuento-las-personas-con-


discapacidad-son-inexistentes-para-el-gobierno-mexicano/
5
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), La discapacidad en México,
datos al 2014, 2016, p. 22. Consultado en: coespo.qroo.gob.mx/Descargas/doc/DISCAPA-
CITADOS7ENADID%202014.pdf
Todo comenzó por un dulce 49

dad de la vida y la fatalidad afectaría, a partir de entonces, la esta-


bilidad emocional de todos los integrantes de la familia.
Los ruidos repentinos eran causa de alarma, pero también lo
eran los silencios prolongados que obligaban a verificar el porqué
de ellos. Si alguno de los niños salía a la tienda, por ejemplo, y
hacía más tiempo de lo que pensaban era prudente que se tardara,
era suficiente motivo para que se angustiaran y pensaran en to-
das las cosas malas que pudieran haber ocasionado el retraso. Era
imposible pensar que el retraso se explicara por haberse quedado
platicando con alguien o cualquier otro asunto que no fuera una
catástrofe. Ni qué decir cuando alguien contraía una infección y
se presentaba fiebre; acudir con el médico era el primer paso. Sin
embargo, el suplicio apenas comenzaba pues siempre quedaba la
duda de que se podía estar manejando una tos, pero que en reali-
dad se tratara de algo más grave y que el tiempo perdido podría ser
determinante. También podría ser que el diagnóstico fuera acerta-
do y realmente fuera gripe pero no tener los cuidados adecuados
o cualquier descuido podrían hacer que esta se complicara muchí-
simo más.
Cuando algún miembro de la familia recibía una llamada de
la casa materna, lo primero que hacía era preguntar cómo esta-
ban. Mientras se esperaba la respuesta se contenía la respiración,
los latidos del corazón se aceleraban, se producía un hueco en el
estómago, había sudor de manos y se echaba a andar la mente. Y
por las dudas se reflexionaba sobre cómo se podía actuar a partir
de ese momento en caso de resultar algún inconveniente. La res-
piración y todo lo demás poco a poco volvía a la normalidad ante
una respuesta favorable.
Como el castigo de Sísifo que nunca acaba, los días empeza-
ban desayunando todos. Según fuera el caso se dirigían a la escuela
o el trabajo, la distancia no les permitía comer juntos y regresar a
sus actividades, así es que se veían hasta la tarde-noche. El lapso
transcurrido entre la salida de casa y el regreso a la misma era mo-
tivo de estrés para quienes aguardaban en el domicilio; la monoto-
nía permitía saber bien el tiempo que se hacía de camino, si pasado
el mismo no se encontraban ya de vuelta se repasaban mentalmen-
te las posibles causas del retraso y se buscaba cómo atenderlas. Si
por el contrario, se volvía al hogar en los tiempos esperados, todo
50 Memorias del poniente V

ese tiempo pasaba en aparente calma y tranquilidad, y así hasta el


día siguiente en que se dirigían a la escuela o al trabajo.

En 2014, del mismo modo que en el caso de las causas de discapa-


cidad aunque casi sin diferencia entre ellos, los principales deto-
nantes de limitación en el país son las enfermedades (35.1%) y la
edad avanzada (35.0%), responsables de 7 de cada 10 limitaciones
reportadas. Les siguen otras causas (10.5%), que incluyen factores
ambientales y contextuales; mientras que la violencia fue reportada
como por apenas 0.7 de la población […] Los problemas originarios
durante el nacimiento (9.5%) y los accidentes (9.2%), tienen un peso
similar como factores detonantes de limitaciones entre la población
del país.6

LA DINÁMICA FAMILIAR CAMBIA AL TENER


UN INTEGRANTE CON DISCAPACIDAD

Desde que nació Tomás, la preocupación y el estrés pasaron a ser


parte de su vida y la de su familia. El estar continuamente pen-
dientes ante cualquier eventualidad y contar con disponibilidad
inmediata ante cualquier emergencia médica, se volvió normal.
Encontrarse siempre cerca de algún teléfono, verificar que
siempre tuviera pila o crédito y estar dispuestos a dejar todo pre-
parado, incluso para pasar la noche en el hospital, se volvieron
parte de la rutina diaria para los padres del niño y sus herma-
nos. Cuando en la familia un integrante tiene una discapacidad
permanente, cambia totalmente la dinámica: a partir de entonces
siempre tiene que haber alguien con tiempo y disposición para res-
ponder ante emergencias o dar apoyo para cubrir las necesidades
básicas y poder acudir a citas médicas. Regularmente son los pa-
dres los que se encargan de esto. Pero cuando alguno falta o ellos,
a su vez, desarrollan alguna incapacidad, ya sea por enfermedad o
la edad, la responsabilidad recae en los familiares más cercanos.
La llegada de un familiar con discapacidad suele ser inespe-
rada. Durante el proceso de asimilación se puede pasar por varias

6
INEGI, La discapacidad en México, p. 111.
Todo comenzó por un dulce 51

etapas que suelen ir de la negación, la culpa, el enojo y la frustra-


ción, pasando por una etapa de duelo y finalmente, la aceptación.
Dentro del núcleo familiar se tiene una preocupación cons-
tante ante el rechazo de la sociedad, de las instituciones, también
se desarrolla una conciencia de que son personas más vulnerables.
Es difícil escapar a la sobreprotección, el “mejor no salgas, no te
vayas a caer” muchas veces resulta ser la mejor opción.
El vivir en un poblado como San Bartolo Ameyalco para una
persona que padece alguna discapacidad también suele ser de gran
ayuda. La mayoría de la gente que habita ahí se conoce, mucha es
familia. Cuando surge alguna eventualidad siempre hay alguien
que conoce a los involucrados y presta ayuda directamente o corre
a avisar a alguien que pueda hacerlo; generando con esto relacio-
nes muy valiosas de comprensión y agradecimiento mutuo. Algo
de suma importancia pues la Organización Mundial de la Salud
(OMS) advierte que las tasas de discapacidad están creciendo, en-
tre otras cosas porque ha ido en aumento la expectativa de vida. Es
decir, vivimos más años pero esto a su vez conlleva el aumento de
enfermedades crónicas y alguna discapacidad.

EL PUEBLO DE SAN BARTOLO AMEYALCO

El Pueblo de San Bartolo Ameyalco es uno de los pueblos origina-


rios más antiguos de la CDMX. Se le da el nombre de San Bartolo
por ser San Bartolomé Apóstol su santo patrono y Ameyalco que
proviene del náhuatl ameyalli: brota el agua y el locativo co: lugar.
Se localiza al poniente de la Ciudad de México, en la alcaldía
Álvaro Obregón. Colinda al norte con la Delegación Cuajimalpa, al
sur con el Desierto de los Leones, al oeste con el Pueblo de Santa
Rosa Xochiac y al este con la colonia Villa Verdún. Lo primero que
sobresale en lo alto, al llegar al lugar, son sus verdes bosques donde
abundan oyameles, pinos, cedros y encinos. Algunos árboles fru-
tales como son el capulín, tejocote, ciruelo, higo, pera, manzana,
duraznos y los enormes nogales que se pueden encontrar en el
cerro, pero también es común verlos sembrados en las casas.
Por ser zona boscosa suelen encontrase todavía diversas aves,
conejos, algunas serpientes, zorros… es frecuente que los árbo-
52 Memorias del poniente V

Imagen 1. Glifo locativo de San Bartolo Ameyalco.

les frutales, los que se encuentran en las zonas más altas, sean
visitados por ardillas y cacomixtles que, al ser animales tímidos,
acostumbran ir en la noche o amaneciendo para alimentarse de
sus frutos.
Estando en la parte de abajo del camino principal que es la
avenida Desierto de los Leones, se puede apreciar la copa de los
árboles y el techo de algunas casas. Algunas todavía conservan te-
chos de teja o de lámina. Llueve regularmente y es habitual que
los cerros estén cubiertos de neblina al amanecer, por ello en la
zona prevalece el olor a tierra mojada durante la mayor parte del
tiempo. Esto y su tierra tan fértil, hicieron posible que durante
muchos años sus cerros fueran utilizados para la siembra: maíz,
haba, calabaza y frijol era lo que más se cosechaba. Aún ahora se
sigue sembrando, aunque no como antes, pues los terrenos en su
mayoría fueron vendidos u ocupados por las familias para cons-
truir sus viviendas.
La gente que vivió en San Bartolo Ameyalco a principios del
siglo xx, acostumbraba levantarse de madrugada para acudir a sus
Todo comenzó por un dulce 53

milpas y trabajar en ellas antes de que los inclementes rayos de sol


obstaculizaran su labor. Se dedicaban a la ganadería y a la agri-
cultura, además de la comercialización de la madera y el carbón
que ellos mismos elaboraban. La costumbre hacía que se desperta-
ran todos los días a la misma hora, aunque también se apoyaban
del canto de los gallos, de los pájaros e inclusive del rebuznar de
algunos burros que siempre se manifestaban puntuales cuando
comenzaba a amanecer. Los hábitos de despertarse temprano no
cambiaron a pesar del paso del tiempo y el cambio de las activi-
dades, pues los centros de estudio –actualmente se cuenta con dos
primarias, una secundaria y una escuela de estudios tecnológicos
gubernamentales y otras escuelas privadas– para quienes buscan
una educación superior, se encuentran en zonas que implican un
desplazamiento aproximado de una hora de camino o más; lo mis-
mo pasa con la mayoría de los trabajos.

El agua como identidad del pueblo

Ameyalco cuenta con un manantial u ojo de agua que surte a gran


parte de la población, a su lado se encuentran los lavaderos que ac-
tualmente están en desuso; no así los “lavaderos hincados”, nom-
bre con el que se conoce a los que se encuentran en otra parte del
pueblo y se caracterizan porque las personas lavan la ropa hinca-
das o de rodillas. Construidos en 1923, estos lavaderos se dividen
en dos grupos de 21 fregaderos, tienen la forma de dos serpien-
tes juntas y zigzagueantes, al centro de ellos corre el agua. Los
pobladores cuentan que antiguamente las mujeres nacidas ahí no
permitían el libre uso de estos lavaderos, pues era requisito para
poder usarlos ser nativas del pueblo o vivir ahí desde hacía mucho
tiempo. No importaba el orden en que llegaran a lavar, si alguien
era reconocida por la comunidad, tenía prioridad para usar el es-
pacio antes que otras.
Antiguamente, cada 24 de junio (día de San Juan), los pobla-
dores acostumbraban bañarse en el ojo de agua. Se creía que las
aguas eran bendecidas por San Juan Bautista y eso los mantendría
jóvenes. Especialmente las mujeres se lavaban el cabello ese día
pues tenían la creencia de que así tendrían una cabellera larga y
54 Memorias del poniente V

Imagen 2. Lavaderos hincados construidos en 1923.


Acervo personal de la autora, 24 de octubre de 2019.

saludable. Era tradición prender fogatas y pasar la noche junto al


río, al ser ese el día que marcaba el inicio de la temporada de llu-
vias se pedía para que el fuego ayudara a la tierra y a los hombres
a tener buenas cosechas.
El agua es la representación visual del pueblo de San Barto-
lo Ameyalco, como lo demuestra su glifo, es lo que caracteriza al
lugar. Representa un gran orgullo para sus habitantes contar con
un manantial natural, por eso no es de extrañar que la comunidad
se organice ante cualquier tipo de amenaza –ya sean solo rumores
Todo comenzó por un dulce 55

o hechos ciertos–, como el evento que tuvo lugar el 21 de mayo de


2014.
Ese día se trabajaba en la colocación de una tubería, abriendo
paso a la maquinaria que haría trabajos hidráulicos en la zona con
el supuesto propósito de dar agua potable a sus habitantes. Algunos
elementos policiacos resguardaban a los trabajadores pues había
muchas personas inconformes por dichas obras. Los pobladores al
sentir que no se cumplían los acuerdos establecidos para la distri-
bución del agua y ante la creencia de que se podría mezclar el agua
de su manantial con la del Sistema Cutzamala o, peor aún, que se
llevaría el líquido hacia otro lugar fuera del pueblo, convocaron a
reunión sonando las campanas de la iglesia para impedir el avan-
ce del trabajo. Todo esto provocó que los pobladores intentaran
bloquear el paso y se inició un enfrentamiento que condujo a la
retención de cuatro policías. Por la tarde, más de dos mil policías
cercaron al pueblo cerrando los caminos de acceso. Fueron horas
de mucha tensión en las que hubo fogatas en todos lados, las calles
estaban llenas de piedras y palos que fueron usadas como armas.
Tomás, armado con parte de esos palos y piedras, como mu-
chos de los habitantes del pueblo, estuvo ahí enfrentándose a los
policías, demostrando una mezcla entre valentía e imprudencia.
Se encontraba al frente siempre pues el despojo del agua de su
manantial no era para tomarse a la ligera. A punto estuvo de que
los guardias se lo llevaran preso pues, en un descuido, lo tomaron
de los brazos y lo comenzaron a jalar. De no haber sido por la
oportuna lluvia de piedras de los pobladores hacia los gendarmes
para que lo soltaran –que dicho sea de paso, por poco lo descala-
bran– la historia que ahora cuenta orgulloso de aquel día, sería
muy distinta.
56 Memorias del poniente V

VIVIR CON DISCAPACIDAD EN LA PERIFERIA


DE LA CIUDAD DE MÉXICO

La Educación

La persona con discapacidad no es su discapa-


cidad. No son discapacitados, es una persona
con discapacidad. El lenguaje es importante
porque determina la manera de ver el mundo,
de relacionarnos con ellas, de entenderlos.

Hay que integrarlos.


Katia D´Artigues7

Los doctores fueron claros con los padres de Tomás al dar su diag-
nóstico: al ir creciendo se evidenciarían los problemas del tipo de
discapacidad que traería consigo el accidente que tuvo antes
de nacer: “como le puede quedar paralítico, sin habla, no sabemos,
solo con el tiempo… Lo que sí es seguro es que no le va a servir
para la escuela”. Cuando tuvo la edad y haciendo Cleme un gran
esfuerzo, ya que era quien lo llevaba principalmente, Tomás pudo
acudir a la escuela hasta el segundo grado de primaria. En los años
setenta, las Escuelas de Educación Especial eran escasas, la más
cercana a la vivienda del niño se encontraba en Tacubaya a más de
hora y media de camino en transporte público. Con el paso de los
años y con dos hijos más pequeños demandantes de cuidados,
los padres tuvieron que tomar la difícil decisión de dar escuela a
un niño con discapacidad o atender a dos que no la tenían, deci-
dieron lo segundo.8

El 28% de niñas, niños y jóvenes con discapacidad entre 3 y 17 años no


asisten a la escuela.1

7
“Pensar en inclusión. Katia d’Artigues concientiza sobre la discapacidad en Cualtos”,
Kiosco informativo. Panorama de Los Altos, 23 de noviembre de 2017. Consultado en:
http://kioscoinformativo.com/pensar-en-inclusion-katia-dartigues-concientiza-sobre-la-
discapacidad-en-cualtos/
8
Twitter: Mexicanos Primero, @Mexicanos1o, 3 de diciembre de 2019.
Todo comenzó por un dulce 57

La salud

En San Bartolo Ameyalco se cuenta con atención primaria en el


Centro de Salud de la comunidad. Sin embargo, cuando una per-
sona con discapacidad necesita una atención de segundo nivel –si
se requiere de hospitalización o atención de urgencias– o de tercer
nivel –los hospitales de alta especialidad que atienden problemas
que requieren un mayor conocimiento o tecnología específica–, el
traslado suele ser muy complicado y costoso. El transporte pú-
blico no está debidamente diseñado para el traslado de personas
con alguna discapacidad motriz y aun moviéndose en transporte
privado, la lejanía aunada al tráfico de la ciudad, aumentan consi-
derablemente el tiempo y el costo del recorrido.
Las personas con discapacidad que viven en la periferia de
la Ciudad de México sufren de una doble discriminación: la que
determina su estado de salud y la que es ocasionada por vivir lejos
de los servicios básicos como son las instituciones de salud y las
instituciones educativas.

[…] información del censo de 2010, el 29% de las personas con disca-
pacidad en la entidad no eran derechohabientes a ningún servicio

Imagen 3. Visto al pasar. Pueblo de San Bartolo Ameyalco.


Acervo personal de la autora, 23 de enero de 2020.
58 Memorias del poniente V

de salud, por lo que las condiciones de vulnerabilidad en este seg-


mento son mayores en el entendido de que no se trata sólo de lo
relacionado con su discapacidad, sino de la carencia de servicios
integrales de salud.9

Es frecuente ver a padres acompañando a sus hijos con algu-


na discapacidad en el transporte público. Algunos uniformados y
con mochila, siempre a la misma hora en el recorrido de ida y de
vuelta, seguramente asisten al Centro de Atención Múltiple (CAM)
que está en las Águilas. Otros más llevan folders que indican que
asisten a citas médicas. Los pasajeros están acostumbrados a su
presencia pues la mayoría son integrantes de la comunidad, aun-
que nunca falta alguna mirada de reojo, preguntas de niños que
no entienden por qué gritan o se mueven “raro”. Los padres desa-
rrollan estrategias también para controlar la situación, si su hijo
empieza a golpear dentro del camión y grita, suelen tomar sus ma-
nos y prometerle una comida o su dulce favorito. Regularmente ya
van preparados con la promesa. La mayoría de las veces parecen
controlar la situación, cuando no lo logran se bajan del transporte
por voluntad propia antes de que se agrave la situación.

Al 13.7% de quienes tienen 18 años y más y viven con alguna dis-


capacidad, les ha sido negada la atención de la salud; al 8.3% se les
negó la atención en alguna oficina de gobierno; al 15.1% le fueron
negadas becas u otros programas sociales del gobierno; al 6.5% le
fue negada la oportunidad de seguir estudiado, y al 7.1% la posibili-
dad de trabajar o de obtener un ascenso.”10

9
Portal del Consejo para prevenir y eliminar la discriminación de la Ciudad de Mé-
xico (COPRED) Consultado el 27 de enero de 2020. http://data.copred.cdmx.gob.mx/por-
la-no-discriminacion/personas-con-discapacidad/
10
Gobierno de México, “30 % de personas con discapacidad afronta falta de oportu-
nidades para encontrar empleo: Encuesta Nacional de Discriminación, 2017 (ENADIS)”.
Consultado en: https://www.gob.mx/capacidadesyempleo/articulos/30-de-personas-con-
discapacidad-fue-discriminada-al-menos-una-vez-en-los-ultimos-5-anos-encuesta-
conapred?idiom=es
Todo comenzó por un dulce 59

El trabajo y el transporte

Dependiendo del tipo de discapacidad que padecen, el encontrar


empleo implica considerar varias cosas, desde tomar en cuenta el
traslado al centro de trabajo, si se requiere de acompañamiento o
no, hasta la flexibilidad que tenga el empleador para permitir la
medicación durante horas de trabajo y comprensión ante las sali-
das que pueden ser muy frecuentes para acudir a citas médicas o
ante cualquier indisposición.
Actualmente, alrededor de las seis de la mañana, es común ver
a un hombre de edad media que se desplaza solo en silla de ruedas
por San Bartolo para abordar el transporte público. Los choferes
ya lo conocen y saben la dinámica: se coloca en la puerta trasera
del microbús y pide ayuda a un par de hombres fuertes quienes lo
cargan y lo colocan en los asientos del fondo, posteriormente do-
blan su silla y la acomodan junto a él. Siendo habitante del pueblo
es persona conocida, pero no siempre es ayudado por las primeras
personas a quienes se los pide. Algunas al verlo se quitan del lugar
o se voltean, otras más que llevan prisa se desesperan y silban al
chofer cuando al querer bajar, el camión detiene su marcha más
de la cuenta. Siempre se baja en periférico, seguramente va a su
trabajo y abordará otro camión de la misma manera, quizás ahí
tomé un taxi, y así el costo sería mucho menor que si se trasladara
desde el centro del pueblo.

Entre este grupo de población, el 48.1% percibe que sus derechos


le son respetados poco o nada. El 31.1% declara que su principal
problema son calles, instalaciones y transporte inadecuado a sus
condiciones; el 30% afirma que enfrentan falta de oportunidades
para encontrar empleo; 21.5% considera que su principal problemá-
tica es la falta de cuidados, terapias y tratamientos; mientras que el
11.1% ha enfrentado discriminación por su apariencia.11

11
Gobierno de México, “30 % de personas con discapacidad…”
60 Memorias del poniente V

DE LO APRENDIDO…

Actualmente la comunidad apoya para que Tomás pueda desem-


peñarse en varios trabajos, siempre hay alguien que lo conoce y
solicita su ayuda, saben de su fortaleza física y buena disposición
para realizar casi cualquier trabajo que le pidan, eso le permite
cierta independencia económica y lo mantiene activo. Cleme, viu-
da, ya que cuenta con 88 años, aún es una persona autosuficiente
que está al pendiente de su hijo y lo sigue atendiendo. Tomás por
su parte, sabiendo de la fragilidad que tiene su madre, por la edad
y los problemas a los que se enfrenta ante esta situación, también
está al tanto de las necesidades de ambos y apoya en lo necesario.

Una de cada dos mujeres con discapacidad tiene 60 años o más;


y entre el total de adultos mayores con discapacidad del país, son
mujeres 6 de cada 10. Esta situación, relacionada con la mayor es-
peranza de vida de la población femenina, y por ende, su mayor
presencia en la tercera edad, ilustra que la discapacidad afecta sobre
todo a las mujeres y a las personas de edad.12

Vivir y convivir con una persona con discapacidad nos ha de-


mostrado que un porcentaje muy alto de familias que viven en la
comunidad tiene o han tenido al menos a un miembro de su fami-
lia con algún impedimento físico o mental, ya sea permanente o
pasajero. Saber eso nos enseña a sensibilizarnos como sociedad, a
estar al pendiente de los demás, ser empáticos y sensibles con per-
sonas a las que podríamos ayudar. Ellos a su vez, nos demuestran
que siempre tienen disposición y una actitud muy positiva hacia
nuevos aprendizajes, y nos enseñan siempre de lo que son capaces
y lo orgullosos que se sienten de hacer las cosas por sí mismos.
Actualmente en México, a inicios del 2020, las cifras que tene-
mos de personas que padecen alguna discapacidad no son exactas.
Según los especialistas en la materia esto se debe a la falta de coor-
dinación entre dependencias encargadas de levantar el registro. El
censo del INEGI, por ejemplo, se levanta cada 10 años y presenta
limitaciones estadísticas.

12
INEGI, La discapacidad en México, p. 23.
Todo comenzó por un dulce 61

Es muy probable también que en algunos hogares se esconda


a los familiares que tienen alguna discapacidad, ya sea para evitar
la burla, el acoso e incluso los llegan a ocultar por vergüenza.
Lo que nos muestran los datos estadísticos son básicamen-
te las limitaciones sociales y del entorno a las que se enfrentan
las personas con alguna discapacidad. Como sociedad tenemos
muy poca cultura sobre el tema, creemos que es algo que afecta
a muy pocos… a los “otros”. Sin embargo, la esperanza de vida
ha aumentado por lo que sería posible desarrollar algún tipo de
invalidez en los últimos días de nuestra existencia, adquirirla por
algún accidente, una enfermedad o que alguien en nuestro entor-
no cercano la padeciera. Conocer la discapacidad, normalizarla,
hablar de ella, nos puede proporcionar herramientas valiosas para
sensibilizarnos y con ello poder contribuir para frenar la indiferen-
cia y la discriminación a este sector tan vulnerable.

Imagen 4. Neblina. Acervo personal de la autora, enero 2020.


62 Memorias del poniente V

FUENTES

Sitios web

Ápice, Asociación Andaluza de Epilepsia, “¿Qué es la epilepsia?”, consul-


tado el 31 de enero de 2020. https://www.apiceepilepsia.org/que-es-la-
epilepsia/que-es-la-epilepsia-definicion/
Consejo para prevenir y eliminar la discriminación de la Ciudad de Mé-
xico (COPRED), Portal consultado el 27 de enero de 2020. http://data.
copred.cdmx.gob.mx/por-la-Sno-discriminacion/personas-con-disca-
pacidad/
Eldiario.es, Cantabria. 24 de Agosto de 2019. Consultado en https://www.
eldiario.es/cantabria/sociedad/Entrevista-Tomas_Castillo-AMICA-Dis-
capacidad_0_934406792.html
Encuesta Nacional de Discriminación, (ENADIS), 2017, consultado en:
https://www.gob.mx/capacidadesyempleo/articulos/30-de-personas-
con-discapacidad-fue-discriminada-al-menos-una-vez-en-los-ultimos-
5-anos-encuesta-conapred?idiom=es
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), La discapacidad
en México, datos de 2014 al 2016. Consultado en: coespo.qroo.gob.mx/
Descargas/doc/DISCAPACITADOS7ENADID%202014.pdf
“Pensar en inclusión. Katia d’Artigues concientiza sobre la discapacidad
en Cualtos”. Kiosco informativo. Panorama de Los Altos. 23 de noviem-
bre de 2017.
http://kioscoinformativo.com/pensar-en-inclusion-katia-dartigues-con-
cientiza-sobre-la-discapacidad-en-cualto
COMIDA TRADICIONAL: CON SUS COLORES,
OLORES Y SABORES EN LA MEMORIA DE LA SAZÓN
DE UNA MUJER CUAJIMALPENSE

Ángela Miranda Segura1

RESUMEN

A través de uno de los aspectos relevantes de la vida cotidiana: la


comida, la autora nos presenta una narrativa de degustación por
los sabores que han sido parte de su vida, en particular aquellos
que aprendió de su madre y su abuela; sabores que, además, dan
cuenta de la tradición culinaria de las poblaciones de Cuajimalpa,
Contadero y Tecamachalco. El recorrido no sólo nos permite co-
nocer recetas que bien se pueden poner en práctica, sino también
ingredientes que dan cuenta de la vida pasada de aquellas colonias
de la Ciudad de México, donde la producción agrícola y la relación
con la naturaleza circundante era estrecha.

***

Mi linda tierra de mi pueblo de Cuajimalpa, en donde el Sol se le-


vanta muy de mañana, como la orquídea que nace en tus praderas
dejando impregnado al viento con tu perfume la esencia y tu color
de buganvilia. Qué importa que tus tierras se acaben, que tus mai-
zales no luzcan más y tus campos floridos se hayan perdido, si tan
solo para morir un puñado de tierra necesitamos. Con alegría re-
cuerdo los momentos de felicidad, que en cada instante de mi vida
1
Nació en El Contadero y desde que se casó, hace más de 50 años, vive en San Pedro
Cuajimalpa. Es ama de casa y poeta. Se declara apasionada de la lectura, en especial si
se trata sobre la historia de su pueblo.

63
64 Memorias del poniente V

y con el amor que me cobijó, se fueron grabando en mi memoria,


lo que fuera una enseñanza de vida.
El poder entender el aprendizaje sin que te dieras cuenta ma-
dre, que en tu cocina de humo viví la enseñanza de aprender y
conocer la grandeza de nuestra madre tierra. Haciendo tu comida
tan sencilla y a la vez tan nutritiva, la dedicación de cuidar la sa-
zón y que con la nostalgia que me lleva volver a vivir, recordando
nuestra cocina donde nos acogía ese calor humano que sin impor-
tarnos el humo, alrededor de tu clecuilt2 y tú haciendo los tlestlales3
para hacer las tortillas. Nos sentábamos a comer, haciendo tú la
primera tortilla que era para mi papá, él protestando y diciendo
que primero me la dieras a mí, mi mamá respondía: –cómetela tú,
ya vienen mas tortillas, si no se te va a enfriar el plato; sin impor-
tarnos las circunstancias sentados, encogiendo los pies, alrededor
de en un mezontete,4 haciendo de mesa, usando bancos de madera
hechos por mi papá y por cuchara la tortilla. Qué tiempos aquellos
que no volveré a vivir pero que celosamente guardo en mi memo-
ria, que los recuerdo y aún muy presentes los tengo.
Para continuar con el proceso de la buena sazón y hablando
de mi abuelita Lupita quien transmitiera a mi mamá esa forma
culinaria, tengo que mencionar que las tierras de Cuajimalpa,
la mayor parte de su extensión, eran partes de labor y que los
hombres, algunos, eran campesinos; otros leñadores, quienes ta-
laban los árboles del monte para ser morillos, tablones, colotes y
tejamanil. El trabajo era variado, había tlachiqueros quienes tra-
bajaban el maguey para extraer el agua miel y así fermentar el
pulque, habiendo quienes opinaban que al pulque le faltaba “un
grado” para ser carne. El pulque, alimento principal de la mayoría
de la gente que habitaba este pueblo de Cuajimalpa, era alimento
principal para la mujer que había dado a luz, que para que tuviera
leche para amamantar a su bebe; bebida que se podía administrar
a los niños como alimento y las señoras mayores, para fortalecer
los pulmones.
Lo importante de este maguey que producía tan preciado lí-
quido como el agua miel, es que por la mañana, como se decía
2
Fogón a leña conformado por tres piedras y un comal.
3
Porción de masa para una tortilla.
4
Tronco seco de maguey.
Comida tradicional 65

“en ayunas”, era un eficaz medicamento para la gastritis, colitis


y diabetes, además de obtener el muy codiciado gusano de ma-
guey. Cuando terminaba de dar el agua miel aparecía el gusano de
maguey en la raíz, seña de que el maguey se secaba. El gusano
de maguey se asaba en el comal nada más con sal, se preparaba
una salsa en el molcajete y se comía del comal a la boca o con tor-
tilla salida del comal. ¡A dónde te fuiste a perder que siendo una
delicia al paladar, qué sabroso, tan preciado manjar!
Pero cuando el maguey se saltaba, le nacía un tronco muy
alto que se formaba y salía, del corazón del maguey, un fruto que
se llamaba kiote, que eran flores entre amarillas y blancas. El kio-
te, las flores, se tenían que cortar tiernas, no dejarlas florear, si se
dejaban días y ya floreaba, al comerlas se “engishaba” la boca, es
decir, que da comezón o arden la boca y la lengua.
Como es ya bien conocido el maguey tuvo gran auge alimen-
ticio y fue la riqueza de sobrevivencia de varias familias de Cuaji-
malpa. Como la riqueza de las historias de una mujer cuajimalpence,
dignas de pertenecer a un pasado que fue la gloria de la cocina de
Cuajimalpa. Esa mujer era: mi abuelita. La admiración que sentía
por ella fue de sorpresa al conocer su historia, la historia de su
infancia en su natal Contadero, que fue siempre su pueblo querido
y añorado. Mi abuelita, como cariñosamente la llamé, se ganó este
tributo por su carisma y toda mi admiración por su muy sabrosa
sazón que, sin recetas, ni básculas, ni medidas, sólo con la memo-
ria y sus manos, le bastaba para preparar tan deliciosas comidas
sazonadas con amor, junto a sus conocimientos en al arte de la
cocina: ¡era sensacional!
Continuando con la cocina de mi mamá, hablaré de ese deli-
cioso caldo de habas que ella preparaba; de las tostadas “glorias”,
que verdaderamente son una gloria al paladar, dignas de un buen
almuerzo con un rico café con piloncillo y canela. Estas habas son
una delicia, cada una con su sabor y su sazón.
Uno de los momentos mas felices que viví en mi casa fue el
que hubiera un gallinero donde, muy de madrugada, nos desper-
tara el canto del gallo y de donde yo era la encargada de abrir y
cerrar la puerta. En el gallinero, un cuarto digno de las gallinas,
solo se debía tener un gallo porque eran fuertes las peleas si había
más de dos. Pero sí recuerdo las peleas entre el guajolote y el gallo,
66 Memorias del poniente V

Flores de kiote capeadas


Ingredientes Procedimiento
• Racimos pequeños de kiote Cocción del kiote
• Huevo • Se escogen racimos pequeños de esta flor,
• Harina se cuecen en agua con sal.
• Tomate verde • Se sacan del agua después de que den un
• Ajo hervor y se dejan escurrir.
• Cebolla • Se capean con huevo batido apunto de
• Chile serrano turrón, primero se bate la clara después
• Aceite o manteca se integra la yema. Los kiotes se pasan
• Sal por harina y después por huevo batido.
• Por último, se fríen en aceite caliente.

Preparación de salsa
• Se hierve en agua el tomate verde. Una
vez listo, se muele con ajo y chile serrano.
• En una cazuela con aceite o manteca,
se agrega cebolla en rebanadas a que se
acitrone, una vez acitronada la cebolla
se agrega la salsa verde.
• Se le da el sazón y se le agrega sal, y agua
de la misma cocción de los tomates.
• Cuando empieza a hervir se agregan
los racimos de kiote capeados y se deja
hervir otros 5 o 10 minutos, cuando ya
están cocidos se apaga el fuego.

el guajolote haciendo corajes al ver a su guajolota corriendo tras


los pollos, se esponjaba con el moco enrojecido y soltaba de su
ronca garganta un fuerte graznido, y a paso ligero se incorporaba
a la milpa a donde ya se encontraban sus compañeros rascando la
tierra en busca de lombrices. En el gallinero se guardaban las ga-
llinas que escandalosamente cacaraqueaban avisando que iban a
poner su huevo, se perseguía la gallina hasta atraparla y se cubría
con un chiquihuite pesado esperando un rato para poder recoger
el huevo; huevos que se iban guardando para los guisos que pre-
Comida tradicional 67

Caldo de habas y tostadas “glorias”


Ingredientes Procedimiento
Para el caldo de habas: Caldo de habas:
• Medio kilo de habas • Se remoja medio kilo de habas limpias
• Nopales cocidos un día anterior.
• Hierbabuena rama de • Se pone al fuego una olla con aceite, se
• Cilantro rama de deja calentar, se agrega agua, se tapa
• Cebolla entera la olla, cuando comienza a hervir se
• Ajo cabeza de agregan las habas limpias y remojadas,
• Chile serrano se deja hervir.
• Tortillas • Se sazona con sal y se agrega una cebolla
• Aceite entera y media cabeza de ajo, se tapa la
• Sal olla. Si se requiere agua, se le pondrá
agua caliente, nunca fría, para que no
Para las tostadas “glorias”: ennegrezca el caldo y queden “güeritas”,
• Caldo de habas de un día como me decía mi mamá.
anterior • Cuando a este caldo le falta poco para
• Tortillas del día anterior que estén bien cocidas las habas, se
le agrega nopales cocidos y picados,
una rama de cilantro y una rama de
hierbabuena, se ratifica de sal.
• Se sirven bien calientes y se pica chile
serrano, que se pone en un platito para
que los comensales agreguen al gusto.

Tostadas “glorias”:
• En un comal se calienta tortilla del día
anterior a que se doren un poco.
• Agregar con una cuchara un poco
de caldo de habas del día anterior
de preferencia frío, que es cuando se
encuentra espeso.
• Dejar que la tortilla se acabe de dorar
con las habas.
68 Memorias del poniente V

Sopa de habas
Ingredientes Procedimiento
• Medio kilo de habas • Se deja remojando medio kilo de habas en agua
• Comino fría el día anterior.
• Jitomate • Moler jitomate con ajo, cebolla y cominos.
• Cebolla • Una olla al fuego con aceite, se deja calentar.
• Ajo Cuando está caliente el aceite se agrega este
• Cilantro jitomate o puré molido. Se deja que se sazone
• Aceite perfectamente. Se agrega agua y se deja hervir.
• Sal • Cuando ya hirvió bien, se agregan las habas
• Galletas para sopa limpias y remojadas del día anterior, se sazona
o pan frito con sal, se tapa la olla. Cuando empieza a espesar,
se le agrega agua caliente, media cebolla, tres o
cuatro ajos y una rama de cilantro.
• Se sirve con galletitas para sopa o cuadritos de
pan fritos en aceite, igual que las habas blancas,
pero cada una con su sabor y su sazón.

Habas enzapatadas
Ingredientes Procedimiento
• Medio kilo de habas • Se deja remojando medio kilo de
• Aceite habas en agua fría el día anterior.
• Dos cebollas medianas • Tostar las habas en el comal.
• Una cabeza de ajos • Limpiar de esa cáscara tostada y
• 100 gramos de chile guajillo refrescar en agua fría.
• 6 nopales • Colocar la olla al fuego con aceite, una
• Una rama de epazote vez quemado el aceite, se le agrega una
• Sal cebolla mediana, media cabeza de ajos
y agua.
• Una vez hirviendo esa agua se agregan
las habas tostadas y limpias, se dejan
hervir.
• Se desvenan 100 gramos de chile
guajillo remojado, se muele con un
trocito de cebolla y dos dientes de ajo.
Comida tradicional 69

• Se pican seis nopales y se ponen a


cocer con sal. Ya cocidos se escurren.
• Se revisa la olla de las habas, si le
falta agua se le pone agua caliente y
se rectifica de sal. Cuando están a
medio cocer se agrega: el chile guajillo
molido, la rama de epazote, los
nopales cocidos y picados, se sazona
de sal y se agrega agua caliente si lo
necesita, cuando ya están cocidas se
apaga el fuego.

Imagen 1. Diversos ingredientes utilizados por Ángela Miranda.


Acervo personal de la autora, 2019,
Cuajimalpa, Ciudad de México.

paraba mi mamá como los nopales en chile guajillo con charales y


papas, una comida exquisita por sus ingredientes y sobre todo por
el charal. Lo llamábamos nopales con charales.
70 Memorias del poniente V

Otro platillo muy famoso y sabroso es el Chilastle que se pre-


paraba con la semilla de los chiles secos como el chile pasilla, el
ancho y el mulato. Cuando se iban desvenando estos chiles, celo-
samente se guardaba esta pepita, la cantidad de pepita que se que-
ría moler era decisión de la mujer o mujeres que lo iban a moler,
mínimo tres personas. Como en el caso de mi mamá que era ella la
que quebraba la semilla en su faustoso metate; seguía mi hermana
Ester que la martajaba y finalmente la remolía perfectamente; mi
hermana Clara, decía mi mamá: –A ti te toca darle la última mo-
lida para que le des la sazón. A ella le tocaba moler aquella masa
con sus respectivos ingredientes que eran canela, cebolla, ajo, cla-
vo y pimienta. Una vez terminada de moler aquella masa tersa se
colocaba una cazuela de barro en el fuego, se le ponía manteca,
se agregaba aquel mole (color de almendra), se sazonaba perfec-
tamente, se le agregaba agua, se seguía moviendo; empezando a
hervir este mole, se iban colocando las papas ya cocidas, limpias
de pellejo y partidas en cuarterones; además agregándole rodajas de
queso blanco y vinagreras, que es una hoja ancha que nacía debajo
de los magueyes. Se sigue moviendo con una cuchara de madera.
Finalmente se le agregan los huevos enteros y si eran del gallinero
que había en mi casa, aquella comida era un verdadero manjar.
Que delicioso Chilastle.

Nopales con charales


Ingredientes Procedimiento
• Charales • A los charales se les quita la cabecita porque
• Chile guajillo amargan. Se ponen a remojar un poco en agua fría,
• Ajo se pasan por un colador y se dejan listos para la
• Cebolla preparación.
• Papas • El chile guajillo se desvena y en agua caliente
• Nopales
se dejaba hervir para que suavice. Se muelen
• Sal
posteriormente con ajo y cebolla. Se deja reservado
• Tomate
ese chile molido.
• Manteca o aceite
• Las papas se ponen a cocer quitándoles su pellejito,
se cortan en cuarterones y también se reservan.
Comida tradicional 71

• Los nopales se limpian de las espinas, se pican en


cuadros pequeños. Se cocen en agua con sal y una
cascarita de tomate. Ya cocidos se pasan por un
colador y se reservan.
• En una cazuela de barro se le pone manteca o aceite
al gusto, se agregan rebanadas de media cebolla a
que acitronen, se agregan los charales a la cebolla
acitronada, se incorpora bien a la cebolla, se agrega
el chile molido con ajo y cebolla, se sazona con sal
y se deja sazonar perfectamente agregando agua.
• Se deja hervir, probando que esté bien sazonado
y se integran los nopales picados y las papas en
cuarterones. Se mueve bien y se deja que se sazone
con el nopal y la papa, tomando su sabor y una vez
empezando a hervir la cazuela se integran seis u
ocho huevos separados uno de otros para que no se
peguen; cubriendo a los huevos el caldillo usando
una cuchara, para que se cuezan bien.
• Una vez cocidos se apaga el fuego y se tapa, se sirve
esta comida caliente.

Lo que era tan sabroso eran los frijoles negros. Un kilo de


frijol negro se dejaba remojar un día anterior después de limpiar-
los de basuras y de piedritas. Muy temprano se prendía el fogón o
clecuilt, se colocaba una olla de barro con agua; a parte, se ponía
a deshacer en un plato de barro un poco de tequesquite (similar al
bicarbonato o carbonato) ya disuelta esta piedrecita se le agregaba
esta agüita a la olla en donde se iban a cocer los frijoles. Una vez
hirviendo, se echaban los frijoles remojados escurridos y vueltos a
enjuagar, se dejaban destapados para que a la hora de hervir, con
la espuma que producía al hervir, no apagara el fuego y evitar que
la ceniza de la leña se extendiera: se tenía que vigilar este proceso
tan importante de poner a hervir los frijoles. Una vez retirada esta
espuma que se hacía en la olla, ya empiezan a cocerse los frijoles.
72 Memorias del poniente V

Se colocaba un buen brazuelo de leña para que no se apagara el


fuego, vigilando que no le faltara agua a la olla. Algo muy impor-
tante que tenía mi mamá era colocar una cazuela de agua sobre la
olla, para que cuando necesitara agregar agua a los frijoles, fuera
esa agua caliente la que se le ponía a la olla, y así no se hicieran
“paludos” como decía mi mamá.
Casi cocidos, en una cazuela o sartén pequeña, se le ponía
aceite o manteca, se le agregaban cebolla en rebanadas, una vez
acitronada la cebolla con la cuchara de madera se le agregaban fri-
joles a la cazuela, se machacaban muy bien y cuando estaban bien
“chinitos” o sea refritos, se regresaba a la olla poniéndole sal, una
rama de epazote y agua caliente si lo requerían. Estos frijoles, co-
cidos en esta forma le quedaban a mi mamá muy sabrosos. De esta
misma forma se cocían los frijoles bayos y los alverjones, lentejas,
cocidas igualmente con cuidado y tratando que al comer no se
quedara nada en el plato. A estos no les ponía epazote, pero sí una
cabeza de ajos. Lo más importante para mi mamá era la sazón y
que los frijoles le quedaran bien cocidos y güeritos: ¡que sazón de
señora! Heredada seguramente de su mamá.
Con toda claridad puedo contar algo de los muchos recuerdos
que vienen a mi memoria y decir que Cuajimalpa era un pueblo de
campesinos; para mí es muy importante mencionar que en Cua-
jimalpa, su mayor producción era: el maíz, el pulque y la tala del
monte; si se llegara a cortar un árbol (para el hombre que era leña-
dor y tuviera que hacerlo), simplemente era cortar los troncos que
tuviera de más el árbol, ya que los tercios de leña los vendían para
el abastecimiento de las cocinas de humo de Cuajimalpa. Como el
carbonero que vendía su carbón para el consumo de las cocinas
con anafres o esas cocinas elegantes que lucían un brasero con tres
o cuatro hornillas, donde también se guisaba la comida al calor
de aquellas brazas incandescentes, resguardando alguna brasa al
igual que en los clecuiles. Para buscar esa brasa sí era necesario a
media noche levantarse, ya fuera para preparar un té o calentar la
leche de algún bebe que tenía hambre. Entre los principales ali-
mentos estaban; el maíz, el pulque, los quelites y los hongos que
eran libres y silvestres y lucían en el monte. El sustento de algunas
familias no sólo era de labrar sus tierras, sus milpas, también se
encontraba en el monte, en los ríos.
Comida tradicional 73

Imagen 2. Diversos ingredientes vegetales utilizados


por Ángela Miranda. Acervo personal de la autora, 2019,
Cuajimalpa, Ciudad de México.

El campesino que labraba sus milpas esperaba el 19 de mar-


zo, día de San José, esperando que el santo hiciera el milagro de
que lloviera, entonces la tierra estaba húmeda y lista para sembrar
con semilla nueva que se llevaba a bendecir el 2 de febrero, día de
la Candelaria, junto con todas las semillas que se debían de sem-
brar en las milpas como el haba, el frijol, la semilla de la calabaza y
un buen chilacayote viejo se aventaba sobre los magueyes para que
solita la semilla germinara, enredándose a la mata del maíz o entre
los surcos. Si hiciera buen temporal y las lluvias seguían enrique-
ciendo la tierra cuajimalpence, ya por el mes de abril, empezaban
a brotar los quelites como: los quintoniles, los cenizos, los nabos,
las malvas, las lenguas de vaca, las vinagreras, sin dejar de lucir ese
hermoso trébol al que llamaban “chocoyol”. Los chichipines eran
una frutita pequeña en forma de guajito, muy amarillitos y dulces
que los niños comíamos, que pendían de una mata, cortábamos al
74 Memorias del poniente V

igual que los jaltomates, que solo eran unos pequeños tomatitos
negros y que también cortábamos para comérnoslos; eran dulces
y de sabor agradable.
Cuando el maíz empezaba a jilotear, junto a las matas, cre-
cían las habas, el frijol, el chilacayote y sobre todo los quelites:
las malvas muy tiernas y frescas, resguardadas debajo de los ma-
gueyes, igual que las lenguas de vaca. Mi mamá las cortaba sin
lastimar la raíz y en una olla de barro colocaba el tlecuil con agua,
cebolla, ajo, y una pizca de carbonato y sal, dejaba que hirviera la
olla, una vez hirviendo el agua echaba las malvas bien lavadas, las
dejaba hervir a fuego lento, tapadas con una cazuela y las dejaba
reposar. Las malvas además de ser una sopa, decía mi mamá, que
eran buenas para los riñones y para el estómago.

Salsa verde de molcajete


Se asaban los tomates con los chiles verdes, ajo y cebolla, se molían en
el molcajete; llamándose esta salsa la muy tradicional y sabrosa salsa
tatemada y con tortillas calientes eran de un placentero sabor.

Había variedad de quelites que se agregaban al chilastle, que


les daban un sabor selecto. Los quintoniles, los cenizos y los navos
se guisaban en diferentes formas, ya fueran sudados en el comal,
después de hacer tortillas, con cebolla, ajo, sal y una cucharada de
manteca, se tapaban con una cazuela y se comían con una salsa
verde de molcajete. Estos quelites de un sabor incomparable se
podían comer con una salsa de venas y con esta salsa se sirven
estos quelites cenizos, igual que los quelites llamados navos, un
quelite que algunas personas no consumen pero este quelite tiene
un cocimiento especial. Los quelites llamados quintoniles sudados
en el comal, como ya lo mencioné, son riquísimos, pero los quin-
toniles guisados con carne de puerco en salsa verde son exquisitos.
El quintonil sigue siendo el rey de la cocina cuando las amas de
casa lo hacen en tamales, los tamales de quintonil son algo verda-
deramente espectacular, su sabor es exquisito.
Bendita la tierra húmeda porque hacía florecer hasta las pie-
dras, como cuando los quelites brotaban, no había ser humano
que no los disfrutaba. Mientras el maíz terminaba de jilotear las
Comida tradicional 75

Quelites cenizos en salsa de venas


Ingredientes Procedimiento
• Quelites cenizos Quelites:
• Sal • Los quelites cenizos, después de cortarlos, se
• Bicarbonato lavan perfectamente y en una olla con agua, sal y
• Cebolla una pizca de carbonato se cocen. Una vez cocidos
• Tomate se vacían a un colador a que se escurran.
• Ajo • En una cazuela de barro se le pone manteca,
• Chile pasilla cebolla en rebanadas. Ya acitronada la cebolla, se
agregan los quelites, picados con un cuchillo, se
sazonan con sal.
• Una vez fríos, con la mano se forma una pelotica.

Salsa de venas:
• El tomate se hierve, se muele en el molcajete con
sal y ajo y unas cuantas venas de chile pasilla.

Quelites nabos en salsa verde


Ingredientes Procedimiento
• Quelite nabos Quelites:
• Sal • Lavar los quelites perfectamente.
• Bicarbonato • Se pone una olla al fuego, se le agrega agua, una
• Cebolla pizca de carbonato y sal, cuando hierve el agua se le
• Manteca agregan estos quelites a la olla. Deben quedar de un
• Tomates color verde, si quedan de un color amarillo amargan.
• Chiles verdes Se escurren.
• Ajo • Cuando ya están un poco fríos, en una tablita, se
• Cilantro pican con el cuchillo y se hace una bolita con las
manos.
• En una cazuelita de barro con manteca, se agrega
una cebolla finamente picada a que acitrone.
• Una vez acitronada la cebolla, se agregan los cenizos,
se sazona con sal, se impregna perfectamente de
manteca y ese sabor de cebolla, se revuelve bien para
que se integren los ingredientes.
76 Memorias del poniente V

Salsa verde
• Lo tomates y chiles verdes crudos, ajo y sal se muelen
en el molcajete. Después se agregan cilantro y cebolla
picados como guarnición.

Tamales de quintoniles
¡Venturosos los paladares que disfrutaron estos manjares!
Ingredientes Procedimiento
• 3 kilos de masa de maíz • La manteca se quema en un sartén y se
• 400 gramos de manteca agrega a la masa poniéndole al mismo
de cerdo tiempo sal.
• Un ramo grande de • Se amasa esta masa con la manteca.
quintoniles • Los quintoniles, lavados perfectamente y
• Hoja de maíz tierna cortados en una tablita, se vacían en la masa.
Debe ser un ramo grande de quintoniles, no
importa que al amasarla luzca más el quelite
porque al cocerse la masa va a sobresalir.
• Se hacen las bolitas de masa envueltas
en hoja de maíz tierna: al agarrar la hoja
se le quiebra la costilla (eso era lo que yo
escuchaba al preparar los tamales), se agarra
una bolita de masa y se va envolviendo
en aquella hoja, se le dan vueltas como si
vendaran aquellos sabrosos quintoniles.
• Se cuecen en una olla de barro, a esa olla
se le pone un asiento con totomoxtle (caña
seca que se guardaba en las cocinas para
estas ocasiones), se cuecen por una hora de
acuerdo al tamaño.
• Se sirven calientes, ya sea para la comida
o la merienda o para un rico desayuno. Si
están fríos se pueden calentar en el comal, a
que se tueste aquella hoja, que es otro toque
que agarra ese tamal de quintonil.
Comida tradicional 77

habas iban creciendo y entre los surcos iba brotando el chocoyol,


semilla que permanecía dormida porque sólo brotaba cuando te-
nía que nacer; ya que este trébol nacía solo, en los surcos. Era yo
a quien mandaban a cortarlo para el mole de olla, que le daba olor
y sabor, igual que el xoconostle, que le daba un buen sabor a los
platillos que lo requerían. Por eso, al perderse la siembra, con
las milpas también desaparecieron el xocoyol, que se extinguió y
sólo quedó en el recuerdo y en el paladar de quienes lo disfrutamos.
Quiero compartir sobre unos quelites muy especiales, que no
eran fáciles de encontrar en cualquier milpa: una mañana yendo
con mi mamá a juntar garapiñas al monte para hacer las tortillas
(esas garapiñas sólo se encontraban en el monte de don Felimón),
ya de regreso mi mamá vio sobre la vereda esos famosos quelites
llamados chibitos. Mi mamá se acercó a juntarlos, dejándome a
cuidar las garapiñas que llevábamos, cuando de pronto se acercó
un hombre a caballo y preguntando qué hacíamos mi mamá le
contestó:
–Sólo estoy cortando estos quelites.
–Está bien, contestó el señor, no’más no destruyan el maíz.

Mole de olla
Retazo con hueso, chile pasilla, ajo, cebolla, chocoyol, elote partido en
tres pedazos, un chilacayote tierno partido en cuarterones sin faltar
el epazote y la sal.

Llegando a mi casa, mi mamá los lavó muy bien, los dejó es-
currir y ya secos del agua, mirándome, me dijo: –Ahora sí vamos
a comer sabroso, vas a ver qué ricos los vamos a preparar–. Los
puso en una charolita con cebolla fileteada y jitomates en rodajas e
hizo jugo de limón con aceite y sal, este aderezo lo rocío sobre esta
deliciosa ensalada espolvoreada con queso blanco; después de ter-
minar de hacer las tortillas disfrutamos de esa deliciosa ensalada
de chibitos, en esta pequeña cocina de humo en donde me decía mi
mamá: –¡Atízale a la olla! (estar pendiente del fuego para que no se
apagara), mientras servía el mole de olla que mi mamá preparaba.
Fue en esta pequeña cocina de mi mamá que yo fui aprendiendo a
querer estar cada día, porque iba aprendiendo cómo se cocinaba,
78 Memorias del poniente V

aunque mi mamá me dijera que me fuera a jugar, que no tenía aún


edad para aprender: me convertí en el vigilante necio. Y fue así
como cada día que me integraba a la cocina me di cuenta que no
es la forma de guisar ni de comer, si no al plato que por sencillo o
vistoso que fuera, lo que le distinguía era el amor de aquella convi-
vencia, porque esa fue la enseñanza que me ataba a aquella cocina.
El maíz fue el grano más importante, tanto para el hombre
que le dedicaba la mayor parte de su tiempo, como para la mujer
al poner el nixtamal desde muy temprano que era lo mas común.
Poniendo el nixtamal en la tarde se media el cuartillo, medida que
equivalía a kilo y medio de maíz; si se ponía a tres cuartillos equi-
valía a cuatro y medio kilos de maíz, por lo tanto al poner el nix-
tamal se tenía que usar la cal necesaria para esa cantidad de maíz,
para que quedara una buena masa. En una olla de barro se vaciaba
el maíz ya limpio de tamo (polvo del olote que quedaba en el maíz
cuando se desgranaba), en un recipiente con agua se le ponía la
cantidad de cal que eran tres puños, se dejaba reposar, se le agrega-
ba agua, que era la que se agregaba al maíz, dejando en el asiento
de la olla el resto de la cal. Una vez amarillo el maíz, con la mano,
se integraba perfectamente con el agua de la cal, se agregaba más
agua, se colocaba al cleucuilt a que se cociera, cuidando que no
hirviera solo que estuviera bien caliente, a punto de hervir, dejan-
do unos minutos a que quedara el maíz amarillo; si se veía rojo se
dejaba un poco más en la lumbre y al tomar un grano de maíz y
que se sintiera blando ya estaba. El nixtamal era de toda atención
y cuidado, sin dejarlo hervir, requería más que atención el amor a
esos granos de maíz que eran el alimento principal del pueblo.

Champurrado
Se hacía con masa, agua y canela y se le agregaba chocolate, azúcar
y leche. Con una cuchara de madera se movía, cuidando que no se
pegara cuando empezaba a hervir. Se movía hasta que se deshiciera
el chocolate. Se servía en jarro o en taza.

Con esa masa, fruto bendito que nos alimentó, que ha sido
uno de los alimentos más consagrados para preparar las tortillas o
un buen atole hecho con esta masa. El atole era uno de los alimen-
Comida tradicional 79

tos que se le regalaba a la mujer que había dado a luz, habiendo


variedad de atoles hechos con masa, como el champurrado o como
el muy distinguido y sabroso atole de granito. También lo que se
usaba era hacer unas tortillas largas y con un palito de encino se
rayaba haciéndoles rombos, se le ponía sal y se hacía una tostada.
Esa tostada se le ofrecía nuevamente a la feliz mamá que tenía
bebé, con el champurrado o atole de granito, o en la comida con
un buen plato de caldo y un buen plato de fideos: cómo se premia-
ba a las mamás con estos ricos alimentos preparados con atención
y amor. El atole de granito, este delicioso atole, como devoción, se
hacía el 15 de agosto que era la bendición de las milpas. Esta fue
una de las tradiciones que han ido desapareciendo, que las mamás
prepararan este atole el 15 de agosto, se servía en platos de barros
con bolillos calientitos.

Granito
En una olla de barro se ponía a hervir agua con canela y los granitos de
elote y azúcar; se dejaba hervir hasta que el grano estuviera cocido.
Posteriormente, se deshacía y batía masa en agua y se agregaba a
este atole. Se podía hacer en cazuela de barro. También se podía
hacer agregando leche y mover hasta darle el espesor correcto.

***

A mis dos hermanas mayores nunca las vi con ambición de co-


cinar. Un día de tantos que mi mamá hacía la comida se puso a
platicar conmigo, entonces yo le pregunté por qué mi abuelita vi-
vía en Tecamachalco y nosotros en el Contadero, mi mamá me
respondió:

–No, mi mamá no es de Tecamachalco, mi mamá nació aquí en el


Contadero. Te contaré cómo fue que se fue para allá. Y comenzó a
narrarme, en pocas palabras, la historia de mi abuelita Lupita.
»Mi mamá nació un 12 de diciembre, a principios de siglo, 1907 o
más, no sé bien. Un día, estando subida en una escalera, mi mamá,
sin sospechar o presentir que esa fuera la forma en que se decidiera
su destino, mi papá Cruz Segura, en compañía de su papá, la vieron.
80 Memorias del poniente V

Apresurándose a tocar la puerta de su casa, salió a abrir el papá de


mi mamá y les preguntó que qué necesitaban, al papá de mi mamá
le sorprendió el motivo de la visita, que pidieran la mano de mi
mamá. La llamó y le dijo: –Estas personas vienen a pedir tu mano
¿los conoces? –Ella respondió que no.

Después de un incomodo silencio su papá le dijo: –Ni modo


hija, ya te codiciaron, tienes que casarte.
A los doce años la entregó en matrimonio dejando así su en-
trañable Contadero, su pueblo querido para irse a vivir a Tecama-
chalco. Conmovida hasta las lágrimas escuché la historia de mi
querida abuelita Lupita.

Quesadillas de huitlacoche o flor de calabaza


En una cazuela se pone manteca, se agrega cebolla y ajo finamente
picados, se agrega el huitlacoche picado, al gusto un chile serrano
picado, sin dejar de agregar epazote, se agrega sal y se retira del
fuego. La misma operación con la flor de calabaza. Se proceda a
hacer las quesadillas al calor del comal.

Cada día que llegaba me interesaba más participar en la co-


cina, sobre todo a la hora de preparar la comida, como cuando
guisaba alimentos que eran de la temporada, como el tarangoche
o huitlacoche como comúnmente se conoce (es un hongo negrus-
co que se forma en la mazorca). Hongo muy preciado, pues es un
ingrediente muy requerido para diferentes platillos, en la época en
que yo lo degusté era en quesadillas igual que las flores de calabaza
o chilacayote que son de un sabor exquisito.
Como el rico pipián, este plato es un guiso que se come en la
temporada de mayo-junio, después de que el chilacayote madura
ya no mantiene su sabor. Degustado en una mesa familiar se dis-
fruta mejor. O el revoltijo, que es un plato tradicional que se prepa-
ra en Navidad y en Semana Santa.
Comida tradicional 81

Pipián
Ingredientes Procedimiento
• Chilacayote tierno • El chilacayote tierno se corta después de lavarlo,
• Sal se pica en cuadritos pequeños y se pone a cocer
• Habas verdes en agua y sal, agregándole habas verdes para
• Chile pasilla que se cuezan junto con el chilacayote.
• Ajonjolí • Un chile pasilla es desvenado y asado muy
• Canela levemente. Una vez dorado se pone en agua
• Clavo caliente a que se remoje. El chile pasilla se
• Pimienta muele y se pone a parte.
• Ajo • En una sartén se pone ajonjolí, canela, clavo,
• Cebolla pimienta, ajo, cebolla y una tortilla, dorando
• Tortillas todo cuidando que no se quemen. Se procede a
• Espinazo y costilla moler y se reserva.
de cerdo • En una cazuela de barro se fríe la carne de cerdo
• Una o dos tablillas (de preferencia espinazo y costilla de puerco),
de chocolate acompañada de cebolla y ajos y se sazona con
sal. Se fríe perfectamente y cuando esté bien
dorada se le agrega agua hasta que tape a la
carne.
• Una vez secándose ese caldo y estando la carne
ya blandita, se le agregan las especias molidas
previamente y una o dos tablillas de chocolate
según el gusto, se sazona con sal.
• Cuando ya han hervido un poco las especies
con el chocolate y la carne se le agrega el chile
molido. Con una cuchara de madera se mezcla
perfectamente para que se integren las especias,
el chocolate y el chile molido, se ratifica la sazón
y se van agregando el chilacayote y las habas ya
cocidas con un poco del caldo en el que se coció
el chilacayote.
• Se integra suavemente con la cuchara de
madera, se deja hervir.
82 Memorias del poniente V

Revoltijo
Ingredientes Procedimiento
• Romeros • El ajonjolí con las especias se doran en una
• Sal sartén, se muelen y se reservan.
• Bicarbonato • El chile pasilla se desvena, en agua caliente
• Ajonjolí se remoja y de las misma forma desvenados y
• Chile pasilla asados, se muelen y se reservan.
• Cacahuate • Los romeros limpios de toda basura se lavan
• Tortilla dorada perfectamente. Se cocen en una olla con poca
• Ajo agua, sal y un puñito de carbonato. Una vez
• Cebolla hirviendo el agua se agregan los romeros, se
• Clavo integran al agua caliente, se mueven a que se
• Pimienta integre perfectamente. Se tapan no más de 10
• Pasitas minutos para que no se deshagan. Se sacan del
• Papas cambray fuego, se escurren en una coladera y ya fríos se
• Camarones hace una bolita con las manos, se prensa y en
• Nopales una tablita se pica, de la misma manera se van
• Manteca reservando.
• Dos o tres tablillas • Las papas de cambray se cocen con agua con
de chocolate sal. Ya cocidas se les tira el agua, se pelan y se
• Una pizca de anís reservan.
• A los camarones se le quintan los ojos, se lavan,
se escurren y se reservan también.
• Los nopales limpios y picados en cuadritos se
ponen a cocer con cebolla y sal, se cuelan y se
reservan.
• En una cazuela grande puesta a la lumbre se
le agrega manteca, posteriormente se procede
a freír las especias ya molidas, agregando el
chile pasilla molido y agua caliente, se sigue
moviendo, se le ponen dos o tres tablillas de
chocolate al gusto.
• Una vez empezando a hervir se agrega el romero
cocido y picado, los nopales cocidos y picados,
se agregan las papas y los camarones, se integra
todo perfectamente dejando que hierva.
Comida tradicional 83

Mi mamá tenía un anafre que utilizaba con carbón, donde


requería de mi ayuda soplándole al carbón con un aventador para
que no se apagara y en esas brazas asaba chiles poblanos que iba
envolviendo en una servilleta húmeda para después limpiarlos y
quitarles la semilla, rellenarlos con una rebanada de queso blanco
y pasarlos por harina y por huevo batido apunto de turrón. Des-
pués de haber freído uno por uno de esos chiles en la sartén, ponía
una cebolla en rebanadas a citronar agregándole jitomate molido
con ajo y cebolla, lo movía perfectamente a que se sazonara el cal-
dillo del jitomate, una vez sazonado le agregaba agua caliente que
podía ser fría también, dejándolo hervir, para después poder agre-
gar los chiles ya capeados. Se dejan hervir por 10 o 15 minutos, se
apaga el fuego. Estos chiles rellenos se sirven con arroz blanco y,
en una torta, el chile también es muy sabroso, tanto que no sólo se
puede comer uno si no otro más.

Salsa borracha
El chile pasilla desvenado, tostado y puesto a remojar unos cinco
minutos en agua caliente, se procede a molerlo en el molcajete con
ajo y sal, agregándole pulque en lugar de agua. Se sirve en el molcajete
donde se preparó, con una guarnición de aceitunas verdes, queso
despedazado con las yemas de los dedos y cebolla en rebanadas. Esta
salsa es especial para comer una rica barbacoa.

Podré decir de algunas otras comidas que en mi casa, con el


aprendizaje que cada día fui adquiriendo, se hacían como: algunos
platillos que requerían el ajo asado y la cebolla asada en el comal; o
como la carne de puerco o bisteces en chile pasilla. Para hacer los
bisteces: el chile pasilla se desvena, se asa un poquito en el comal
cuidando que no se queme, se asan dos o tres ajos con media ce-
bolla en rebanadas. El chile pasilla después de desvenarlo y asarlo
se pone a remojar en agua caliente, con esa misma agua en que se
hirvió el chile se muelen el ajo y cebolla asados. En una cazuela
se agrega manteca y cebolla rebanada, cuando la cebolla ya se cris-
talizó se le agregan los bisteces a que suelten su jugo, se les agrega
el chile pasilla molido con ajo y cebolla, se sazona con sal, se le
agrega agua y se dejan hervir. Ya cocido y sazonado el bistec, se
84 Memorias del poniente V

apaga el fuego y se sirve bien caliente con frijoles bayos. Si es con


carne de puerco es el mismo procedimiento solo hay que esperar
más porque la carne de puerco necesita más cocción.

Calabaza de castilla en dulce de piloncillo


En una cazuela un poco grande, se ponen dos litros de agua, cuatro
piloncillos, una raja grande de canela, tres pimientas gordas, cuatro
clavos de olor y la cáscara de una naranja. La calabaza se lava bien
y se le quitan las semillas, se parte en porciones regulares. En la
cazuela puesta al fuego y con la cantidad de agua y especias, se van
acomodando los trozos de la calabaza, como abrazando el piloncillo.
Se tapa, se cuece a fuego lento sin dejar la cazuela sola, se va bañando
con el jugo de la calabaza para que se integre el piloncillo.

Sin dejar pasar fechas importantes de celebración en Cuaji-


malpa, así como en el resto del país, el 2 de noviembre es día en
que se celebra en todo México una de sus más añejas tradicio-
nes: festejar a nuestros muertos. En esas fechas se preparaban: la
calabaza de castilla en dulce de piloncillo; los camotes que se com-
praban amarillos, blancos y morados; los chayotes con espina; el
dulce de tejocote; el arroz con leche para los niños; frijoles, salsa,
arroz y tortillas; café y pulque para los difuntos mayores. El dulce
de tejocote es muy tradicional en las ofrendas de día de muertos.
Los tejocotes se ponen a cocer en una olla con agua, cuando están
suaves se apaga el fuego sin dejar cocer mucho, se limpian del pe-
llejito y en una olla se ponen como dos litros de agua, medio kilo
de azúcar, una raja grande de canela, se deja hervir; cuando se im-
pregna el olor del azúcar y canela, se le agrega cáscara de naranja
al gusto, se agregan los tejocotes a que queden cocidos con ese rico
sabor de jarabe de azúcar y canela con la cascarita de naranja. Se
deja enfriar este dulce que, de preferencia, se prepara la víspera
para que el sabor esté bien concentrado. Los difuntos no pueden
comer, decía mi mamá, solo se llevan el aroma de lo que se les ofre-
ce, como el del incienso o el olor del cempasúchil.
Así, festejando y recordando lo que día a día aprendí, seguía
atenta a la comida y ávida de retener lo que de mi mamá y de
mis hermanas aprendía; a mi hermana Clara le gustaba también
Comida tradicional 85

la comida, a ella le tocaba guisar los domingos y me acercaba con


mucho cariño con ella, admirando como guisaba, que igual que
mi mamá lo hacía sin recetas, sólo preparaba la comida. Uno de
los platillos que le quedaban tan sabrosos era el almendrado, ella
y su buen gusto por la buena comida y segura de su sazón here-
dado; sin perder detalle alguno yo la observaba, el almendrado lo
guisaba con pollo, pero al preguntarle que si nada más con pollo
se debía hacer este guiso ella me contestó: –No, este almendrado se
guisa con carne de conejo o pollo, cualquiera queda sabroso, pero
sí te digo que con conejo es un sabor muy agradable. Este guiso se
sirve con un buen plato de arroz.

Almendrado
Ingredientes Procedimiento
• Chícharos • Se asa un kilo de jitomate en el comal.
• Hierbas de olor • Se asa la almendra en una sartén con un
• Laurel poco de aceite.
• Clavo • Se muele el jitomate asado, sin quitarle el
• Pimienta pellejo, con la almendra asada, el ajonjolí,
• Ajo el clavo, la pimienta, la cebolla y el ajo.
• Cebolla • El conejo, previamente cocido con ajo,
• Un cuarto de kilo de cebolla, dos o tres hojitas de laurel y
almendra hierbas de olor, se saca del caldo y éste se
• Un poquito de ajonjolí reserva.
• Tortilla tostada en aceite • En la lumbre se pone una cazuela con
• Un kilo de jitomate asado manteca, en la cazuela se agrega lo molido
• Medio bolillo frito en previamente y se sazona, se le agrega el
aceite caldo en el que se coció el conejo.
• Conejo o pollo • Se mueve y cuando la almendra empieza
a espesar se le agrega chícharo hervido y
escurrido y se sigue moviendo, agregándole
las piezas de conejo. Se deja hervir, cuando
ya haya pasado esto, se retira del fuego.

Para un kilo de arroz se necesita un cuarto de kilo de zana-


horia, medio de chícharos y tres papas crudas, aceite, caldo de
pollo, cinco jitomates (o medio kilo) y perejil. En un recipiente se
86 Memorias del poniente V

coloca el arroz, agregándole litro y medio de agua hirviendo, por


20 minutos se deja remojar, son muy importantes los 20 minutos
de remojo, de ese tiempo depende que quede un arroz entero. Pa-
sados los 20 minutos se lava dos o tres veces con agua fría a que
se le quite esa agua blanca que produce el remojo, el arroz se deja
escurrir en un colador. Se pone una cazuela al fuego, se le agrega
aceite y un poquito de manteca, se deja calentar, se agrega el arroz,
se deja freír, se mueve poco a poco para que no se quiebre; el ji-
tomate se muele con tres ajos y una cebolla, se reserva. Cuando
empieza a tomar punto dorado el arroz se le agrega un poquito
de cebolla picada finamente, cuando suelta ese olor de cebolla se
le agrega el jitomate molido con el ajo y la cebolla. Cuando el jito-
mate se integra bien se le agregan dos litros y medio de caldo de
pollo, se rectifica de sal y se agregan los chícharos, la zanahoria y
la papa también picada, con unas hojas de perejil. Se deja hervir,
cuando empieza a hervir se baja el fuego y se tapa para que se cosa
lentamente. Cuando comienza a secarse el arroz se le pone una
servilleta de tela húmeda y se vuelve a tapar teniendo cuidado que
se cueza, se apaga el fuego.
Este mismo procedimiento se emplea con en el arroz blanco,
sin dejar que tome ese color dorado. Se le agregan tres ajos a una
cebolla molida con agua que se vierte sobre el arroz, se integra per-
fectamente, se rectifica de sal. Se le agregan dos litros y medio de
caldo, luego la verdura y se deja hervir. Cuando empieza a hervir
se baja el fuego y se tapa. Este arroz blanco se acompaña muy bien
con el mole verde, es muy sabroso si se cocina con carne de res, de
preferencia chambarete o, en su lugar, piezas de pollo. Al apagar
el fuego, después de cocinar el mole verde, queda impregnado en
la cocina el aroma del mole verde, sabor especial para un paladar
exigente.

Mole verde
Ingredientes Procedimiento
• Tres hojas de lechuga, • Se muelen la lechuga, los tomates, el chile
de preferencia orejona verde, lo ajos, la cebolla, el comino, la canela,
la pimienta, el clavo de olor y el cilantro. Se
reserva.
Comida tradicional 87

• Cuatro tomates • En una cazuela puesta al fuego, se le pone


• Tres chiles verdes manteca, cuando la manteca se ha quemado
• Tres dientes de ajo se agrega lo molido, se sazona, se le pone sal.
• Media cebolla • Cuando comienza a hervir se le pone caldo de
• Dos pizcas de comino res o de pollo, se mueve cuidando que no se
• Canela pegue.
• Cuatro pimientas • Cuando ya empezó a hervir se le agrega poco
• Cuatro clavos de olor a poco el polvo de la pepita verde y se va
• Cilantro moviendo, hasta que se termine el polvo.
• Medio kilo de polvo de • Cuando comienza a espesar este delicioso
pepita de mole verde mole verde, se le agrega (si es necesario) más
• Res o pollo cocidos caldo, se mueve y cuando a hervido y suelta
(conservar el caldo) su grasita se apaga.
• Se sirve sobre las piezas de la res o del pollo.

Cáscaras de papa
Una sartén se pone al fuego, se le agrega aceite, una vez caliente se
agregan las cáscaras de papa, se les pone sal y se mueven volteándolas
a que se doren. Después de ponerle sal se agrega epazote picado,
unas cuantas venas de chile pasilla, una vez doraditas, se sacan de
la sartén. Con estas papas doraditas se pueden hacer quesadillas,
comerlas solas o en tacos.

En mi casa cada uno de los miembros participaba en la comi-


da, a mi papá le gustaba poner el café temprano, café con canela,
azúcar o piloncillo, hacer una salsa en el molcajete. A mi, en lo
personal, me enseñó que las cáscaras de las papas no se deben de
tirar, esas cascaritas de papa si las sabemos aprovechar y guisar,
nos damos cuenta que nunca más las vamos a volver a tirar. Como
los acociles que los pregoneros venían a vender y salíamos a com-
prar, los cuales se preparaban con cilantro picado y cebolla fina-
mente picada, sal y limón. También se podían comer en taco, como
los muy buscados gusanos de maguey que mi papá nos llegaba a
traer; a mi mamá no le gustaba que mi papá trajera esos gusanos
porque la forma de comerlos era asarlos vivos en el comal, pero
eran tan sabrosos que sin pensar en lo que ellos pasaban nosotros
88 Memorias del poniente V

nos deleitábamos con su sabroso sabor. Estos gusanos, en una tor-


tilla caliente o una salsa de molcajete, eran algo verdaderamente
sabrosísimo.
Así pasaban los días y el tiempo y mi abuelita Lupita que nos
visitaba muy pocas veces, pero cuando nos venía a visitar se que-
daba dos, tres días, hasta un mes. Yo disfrutaba mucho de aquellas
visitas que nos hacía mi abuelita y grande fue mi sorpresa, que me
llevé, cuando vi a mi abuelita diciéndole a mi papá:

–Me voy a quedar a vivir un tiempo con ustedes, pero no quiero vivir
con usted, me hace mi casa y vengo a vivir con mi hija.
–Sí, con mucho gusto le voy a hacer su casa –dijo mi papá.

Mi abuelito Cruz Segura ayudó a hacer tres piezas y una


cocina con un corredor que mi mamá llenó de bonitas macetas,
cuando estuvo terminada esa pequeña casa mi abuelita cumplió
lo prometido, creyendo yo que se quedaría para siempre con noso-
tros. Sólo se quedó un año, pero ese año fue el más grandioso de
mi vida. Dándonos una nueva sorpresa, diciéndonos que se iba a
vivir con su hermana, la señora Epigmenia Torres Castillo, quien
vivía sola pues era viuda, en una casa muy grande, pero nos dijo
ella: –Me voy a vivir con mi hermana porque le quiero comprar su
casa. Mi corazón salto de alegría, pues mi abuelita decide seguir
viviendo en Cuajimalpa, la tierra que la vio nacer.
Me alejé de la cocina de mi mamá y me fui a vivir con mi
abuelita sin ser invitada, mi mamá no me dejaba pero yo insistía y
terminaba al lado de mi abuelita. En esa gran casa que le compró
a su hermana disfruté de sus comidas y su sazón incomparables,
a ella le gustaba todo lo del campo y yo siempre acompañándola.
Temprano nos íbamos a juntar hongos, cómo disfrutábamos el ir
al monte, se sentaba en el ocochal y se quedaba mirando, querien-
do retener el momento. Ella siempre añoró su pueblo, su monte,
no lo decía pero yo lo adivinaba en sus ojos. Ya por la tarde regre-
sábamos con un canasto grande de una variedad de hongos, pero
los que más encontrábamos eran los resbalosos, las orejas y los
señoritas. Con los resbalosos y señoritas y algunos clavitos escobe-
tillas preparaba un rico caldo con cebolla acitronada y ajo; ponía
los hongos limpios a que se frieran perfectamente, agregaba agua
Comida tradicional 89

y una rama grande de epazote. Mientras se cocía este delicioso cal-


do, limpiaba las orejas, las lavaba muy bien y las molía en el meta-
te, eran difíciles de moler estas orejas en el metate, pero cuando ya
se lograba molerlas se le agregaba ajo y cebolla, se freía esta masa
de hongo en una cazuela con manteca y se freía hasta que se des-
pegara de la cazuela; con sal y rama de epazote picado, preparaba
unas buenas quesadillas con un café y un caldo de hongo: esta era
una cena de reyes. Lo mismo para las quesadillas de hongo de ma-
guey que era más difícil de moler y que era un verdadero esfuerzo
triturar. Se guisaban de la misma manera, con cebolla acitronada,
epazote y la masa del hongo molido; si las orejas de monte eran
alimento para reyes, qué se podría opinar de las orejas de hongo
de maguey, provenientes del maguey que tenía el sabor mismo al
gusano.
Mi abuelita era una persona a la que no le faltaba el dinero
y se daba estos grandes gustos en su cocina, como el comprar los
hongos que le ofrecía la señora Pachita. La señora Pachita, vecina
nuestra, que junto a su esposo don Juan Mendoza, vivían de lo
que el monte producía. Muy temprano por la mañana caminaba
al monte a juntar hongos, a su regreso ella vendía en una pequeña
canastita el producto del campo y de su trabajo. La señora Pachi-
ta le ofrecía a mi abuelita hongos muy, muy especiales, de una
pequeña bolsa de ixtle sacaba aquellos hongos regordetes y gran-
dotes: –Mire usted Lupita, estos hongos son difíciles de encontrar,
mi esposo nos lleva hasta el cerro más alto, camino al cerro de San
Miguel y pegadito al peñasco se encuentra este hongo. Mientras la
señora ofrecía su producto, escuchándolas me imaginaba al viento
acariciando a los árboles, mientras las hojas secas caían al suelo
haciendo su nido ocoshal. Convencida mi abuelita hacia el trato de
aquel gigantesco y hermoso hongo llamado galambo, pero antes
de terminar de hacer el trato mi abuelita se dirigía a mirar su ca-
nasta y preguntar por los hongos que llevaba:

–Traigo pambazos, resbalosos, chicles, duraznillos, chigarillos, mu-


lato de sombrilla, mulato amarillo, este hongo mulato se encuentra
camino al monte de Pachuquilla; escobetas, señoritas, estos hongos
son fáciles de encontrar en el monte del Cedral y en el monte del
Alemán; sólo camino a La Venta hasta llegar al Desierto y ahí se
90 Memorias del poniente V

encuentran los clavitos de hornera, se les llama así por que nacen
cerca de los hornos donde se hace el carbón; clavo de llano, orejas
azules que se dan en El Encino (a diferencia de las orejas blancas
que nacen en el suelo), orejas de marrano o palomas que guisadas
con carne de puerco en salsa verde eran de un exquisito sabor; como
las cornetas anaranjadas o amarillas, siendo de un sabor incompa-
rable; como las famosas pancitas que se encuentran por el mes de
octubre o los hongos de San Juan que se encuentran en el mes de junio,
ese hongo se producía en el campo como bolotas blancas en forma
de algodón, que guisados en carne de puerco con mole, o en salsa
verde, o en caldo de hongo, no perdían su delicioso sabor.

El sabor que cada hongo nos daba nunca se podrá olvidar.


Por siempre recordaré con respeto y cariño a la señora Pachita que
con orgullo salió a ofrecer el producto de su trabajo, tal vez ella y
su familia se privaban de estos manjares por ser esta su forma de
ganar un sustento.
Mi abuelita compró los hongos, llevándolos a la cocina y de-
jándolos en la mesa me miró y me dijo: –Tenemos que apurarnos
a preparar la cena con estos hongos para que cuando lleguen tu
abuelo y tu papá la cena esté lista–. Yo estaba contenta, al fin mi
abuelita me integraba a su cocina. Corrí a traer leña y agua limpia,
pregunté qué más podía hacer, mi mamá me dijo que me fuera a
jugar, a lo que mi abuelita le contestó: –No, déjala, tiene que empe-
zar a aprender. Me puso a separar y limpiar cada uno de los hon-
gos, apartando el más grande: el galambo, me dijo que lo picara
en cuadritos grandes, me sorprendió al ver que ese hongo grande y
café se tornaba en su interior de un azul turquesa. Se lavaron unas
hojas de maíz, se picó cebolla, ajo y epazote y unas venas de chile
pasilla y sal; esos ingredientes se fueron haciendo tamales que se
cocieron a fuego lento en el comal y con tortillas calientes aquella
comida fue un gran banquete. Los demás hongos se usaron para
preparar carne de puerco en salsa verde, otros en caldo y quesadi-
llas. Otro de los platillos que preparaba mi abuelita eran los huau-
zontles, tan deliciosos que chupaba hasta la ramita. Este platillo es
digno de las mejores mesas: ¡un banquete sensacional, como todo
lo que guisaba mi abuelita!
Comida tradicional 91

Huauzontles capeados en salsa de pasilla


Ingredientes Procedimiento
• Un kilo de • Se pone una olla con agua caliente y un puñito de
huauzontle carbonato. Una vez hirviendo se pone a cocer el kilo
• Queso fresco de los huazontles. Se tapa para que se cuezan bien,
• Huevo queden verdecitos y no amarguen.
• Harina • Ya cocidos se dejan enfriar poniéndolos en un colador.
• Sal • Ya fríos se hacen pequeños ramitos colocando una
• 200 gramos de rebanada gruesa de queso blanco y apretando para
chile pasilla que quede el queso dentro del ramito.
• Ajo • Se separan las claras de cuatro huevos y se baten a
• Cebolla punto de turrón. Después se integran las yemas.
• Los ramitos del huauzontle se pasan por harina y
por el huevo batido. Para finalizar se fríen en aceite
caliente.

Para la salsa:
• El chile pasilla es desvenado, asado y remojado en
agua caliente.
• Se muelen con ajo y cebolla. En una cazuela con
manteca se sofríe una cabeza de cebolla en rebanadas.
Acitronada ya la cebolla se agrega el chile molido y
se sazona perfectamente con sal, agregándole agua y
dejando hervir para ir integrando los huauzontles ya
capeados.
• Se deja hervir otros diez minutos y se apaga el fuego.

Mi abuelita, siendo de buen carácter, amable y emprende-


dora, en el año en que decidió vivir con nosotros fue uno de los
momentos más maravillosos de mi vida, como cuando participé
por primera vez en la preparación del mole que ella hacía. Aún
recuerdo acompañarla a La Merced a comprar los ingredientes;
cuando llegamos me retiré a un rincón de la cocina para no estor-
bar, mientras observaba. Me dio gusto cuando ella me indicó que
limpiara los cacahuates y la almendra que previamente remojó en
agua caliente; me dio también pasas para limpiar, mientras ella
92 Memorias del poniente V

limpiaba el ajonjolí, que después, en muy poca manteca, frió. Así


mismo, separado, frió el cacahuate, la avellana, las pasitas, tres
tortillas, dos bolillos, acitrón y galletas María, todo por separado.
Después hizo montoncitos de clavo, pimienta, canela, anís, una
cabeza de ajo y una cebolla por cada kilo de chile mulato. El chile
limpio y desvenado.
En un comal a fuego lento, tostando el chile sin que se que-
mara, lo iba apartando en un chiquihuite. Ya estando el chile, re-
pasaba todos los ingredientes y los ponía en una olla, finalmente
cuatro tablillas de chocolate por kilo de chile. Una vez puestos los
ingredientes en la olla y separados los chiles en otra, los llevaba a
moler al molino. Cuando llegaba, ponía papel estraza en la mesa
y vaciaba aquel polvo de mole para que no se le hicieran bolas y
quedara en polvo, mi trabajo ahí consistía en romper las bolitas
que se le formaban al polvo de mole, posteriormente lo guardaba
en una olla, listo para las grandes ocasiones.
Hablando de mole, recuerdo también aquel manchamantel
que era un mole al que se le agregaba pera, piña, manzana, duraz-
no y plátano, se servía con pollo y arroz. Su peculiar nombre se le
da por tradición, si se mancha el mantel mientras lo comes es un
buen manchamantel. Este platillo lo conocí una vez que pregunté
por qué hacían mole un día cualquiera, mi abuelita me comentó
que ese mole se hizo porque era jueves de corpus. Es un mole que
se hace una vez al año, en un día en el calendario.
Si bien mi abuelita destacaba por sus guisos, que serían para
platos principales, nunca podré olvidar sus deliciosos tamales de
ollita, atole de pinole y los buñuelos. Para estos últimos, se ponía a
hervir anís y una cáscara de tomate en medio litro de agua. Un kilo
de harina se cernía y, haciéndole un hoyo al centro, se le ponían
dos cucharadas de Royal, 100 gramos de mantequilla, 200 gramos
de azúcar y un huevo entero. Con el agua de anís se amasaba la
harina hasta tener una consistencia de masa, se batía hasta que
la harina se despegara de la mesa, se dejaba reposar. Ya reposada
la masa, se hacían pequeñas bolitas y con la ayuda de un rodillo se
extendía lo más delgado posible. En bastante aceite se van friendo.
Se sirven para la merienda con jarabe de piloncillo, éste se hace
con medio litro de agua, dos piloncillos, una raja de canela y un
Comida tradicional 93

poquito de anís; ya frío el jarabe se sirve al gusto, para que lo dis-


fruten los comensales. Qué agradable cena.
Para el pinole se usaba un cuartillo de maíz azul, se tostaba
en el comal poco a poco; hincadas en el suelo, en el metate bien
seco y limpio, se molía el maíz tostado. El ruido que hacía al mo-
lerse parecía una sonaja, yo no me despegaba de esa molienda que,
en cada vuelta que se le daba al metate con el metlapil, soltaba su
aroma que asemejaba café tostado. Mi abuelita me invitó a moler
enseñándome la técnica necesaria para no machucarme los dedos
e ir aprendiendo a usar el metate. Este maíz tostado se convertía
en un delicioso polvo molido con canela y azúcar que mi abuelita
me regalaba en puños para comérmelo, era un polvo riquísimo.
Aquel polvo convertido en atole era aún más delicioso. Mi abueli-
ta, temprano en la mañana, se levantaba a preparar ese rico atole
de pinole, poniendo a hervir agua con canela y azúcar. En un re-
cipiente aparte, colocaba el polvo de pinole y le agregaba poco a
poco agua con el fin de evitar los grumos, esta pequeña mezcla se
agregaba posteriormente al agua hirviendo y moviendo con una
cuchara de madera hasta dar la consistencia al atole, agregándole
piloncillo o chocolate, de ambas formas era delicioso.

***

Después de dos años en Cuajimalpa, su tierra natal y amada, de-


cide volver a Tecamachalco a continuar el trabajo en su tienda. Mi
abuelita se fue pero nos dejó sus enseñanzas, nos dejó su sazón y la
experiencia de una mujer sabia, nos dejó su ausencia pero también
los recuerdos tan bellos de ella en la cocina.
Visitábamos a mi abuelita en vacaciones y aprovechaba para
quedarme con ella en su casa y muy temprano la acompañaba a La
Merced para surtir su mercancía. Al llegar de La Merced nos aden-
trábamos en un lugar mágico como lo era la cocina de humo don-
de, si bien salían platillos deslumbrantes como sus moles y otros
guisos en los que mi abuelita era especialista, también saltaban en
un comal los chapulines, alimento que se degustaba con tortillas
calientes y una salsa verde. Un día, al regresar de sus compras,
casi siempre el camión nos dejaba en La Defensa, de ahí teníamos
que cruzar el camino, que un día existiera: minas, tierra árida y
94 Memorias del poniente V

algunos troncos de arena; por esperar a mi abuelita detuve el paso


y al darme cuenta que una cantidad enorme de hormigas cubrían
mis piernas me asusté. Mi abuelita, con la punta de su rebozo,
me ayudó a liberarme de aquel montón de hormigas cabezonas y
rojas, me dijo: –Vas a tener que usar el trote. Era caminar como
saltando, yo lo tenía que hacer si no quería que la hormigas me
volvieran a asustar.
Y de mi infancia con mi abuelita, en mi casa con mi mamá y
mis hermanas y las maravillosas recetas que pude aprender, pasé a
despedirme de esa vida para iniciar una nueva en donde desarrollé
los conocimientos adquiridos y pude adquirir nuevos, como el pan
de muerto, clásico para la ofrenda de día de muertos, receta que
me dio mi hermana Esther con la condición de que fuera yo quien
la practicara. El pan lleva un kilo de harina, diez huevos o cin-
co, 200 o 100 gramos de mantequilla, 100 gramos de manteca, un
cuarto de azúcar, dos cuartos de barra de levadura, media cucha-
rada de carbonato, dos cucharadas de Royal, una pizca de sal, dos
cucharadas de vainilla, agua hervida con hojas de naranjo y anís
y cáscaras de tomate para amasar la masa. En un poco de harina
se agrega la levadura con agua de la cáscara de tomate y se deja
reposar tres horas, ya pasado ese tiempo se forma una fuente con
la harina restante, se agregan las yemas, la mantequilla, manteca,
carbonato, sal, la vainilla, el azúcar, la levadura y se integra perfec-
tamente. Se deja reposar otras tres horas, se hace el pan al gusto.
Se lleva de maravilla con un chocolate bien caliente. Esta receta
de pan es cien por ciento artesanal, ha venido de generaciones, de
personas nacidas en este pueblo de Cuajimalpa y quienes han con-
servado esta bonita tradición, un pan especial para honrar la me-
moria de nuestros seres queridos y ofrecer en una bonita ofrenda
a nuestros muertos.
Otra de las recetas más interesantes que pude aprender en esta
etapa de mi vida son las tortitas de ahuautle. El ahuautle siempre
estuvo presente en algunas cocinas de Cuajimalpa, recordando su
sabor exquisito por quienes podían comer estas deliciosas tortitas,
como en la cocina de la señora Engracia García (nativa de Cuaji-
malpa) de quien aprendí a cocinar este platillo que con su sazón
eran muy sabrosas y de maravilloso sabor. El ahuautle, herencia
Comida tradicional 95

de nuestros antepasados, alimento que se ha perdido con el paso


del tiempo pero no en nuestra memoria.
Para las tortitas de ahuautle se necesita: chile pasilla desve-
nado y tostado, se pone a remojar en agua caliente; 200 gramos de
ahuautle, un huevo, ocho nopales picados en cuadritos y cocidos,
una rama de epazote, tres dientes de ajo, una cebolla mediana, ha-
rina (la necesaria) y aceite. Los chiles pasilla una vez remojados, se
muelen con los ajos y la mitad de la cebolla, se reservan. El ahuaut-
le se vacía en un traste extendido para limpiarlo de alguna basuri-
ta. En el metate limpio y seco se muele el ahuautle a que quede un
polvo, se vacía este polvo en un traste hondo, se le agrega el huevo
entero con un poco de harina a integrarse bien el huevo. Una vez
revuelto el ahuautle con el huevo y la harina, se hacen las tortitas
con la mano, se van friendo en el aceite y se reservan. En una ca-
zuela con aceite se agrega cebolla en arillos, se fríe a que cristalice
la cebolla, agregando el chile pasilla con muy poca sal, ya bien sa-
zonado se agrega un poco de agua para que no quede ni aguado ni
espeso. Cuando comienza a hervir se agregan los nopales picados,
cocidos y escurridos, se mueve integrando el sabor de la salsa con
el nopal y cuando empieza a hervir nuevamente se agrega la rama
de epazote y finalmente las tortitas, esto se deja hervir de diez a
quince minutos. Se sirven con arroz y frijoles.
La comida que se cocinaba en nuestras cocinas era fruto de
la naturaleza, pues, en cada casa, por pequeño que fuera el lugar,
siempre había una mata de nopal, una maceta con hierbabuena, la
manzanilla y el muy tradicional epazote: ajonjolí de todos los mo-
les. Casas donde en algún rincón destinado para la despensa había
frijoles, sopas, arroz, habas, avena, lentejas, alverjones y garbanzo;
chiles secos como guajillo, pasilla y cascabel sin faltar los muy sa-
brosos charales, los que se guisaban en diferentes platillos. Sin ol-
vidar las especias como: clavo, pimienta, comino, anís, canela, sal
y azúcar. Porque sin sal no hay sazón y sin azúcar no hay alegría.
Y en alguna vieja canasta que pendía de una viga se encontraban
los tomates, chiles verdes, ajos, cebolla, papa. Los jitomates lucían
en un trastero (mueblecito donde se acomodaban los platos y los
vasos), donde en la cima del trasterío lucían los jitomates sonroja-
dos, engalanados con una vistosa carpetita tejida con crochet.
96 Memorias del poniente V

Imagen 3. Abuelita Guadalupe Torres Castillo. Acervo personal


de la autora, 1955, Tecamachalco, Ciudad de México.

TECAMACHALCO
(Poema dedicado a la memoria de mi abuelita Lupita)

Quién tuviera pies


de seda para caminar
por tu sendero.
Comida tradicional 97

Pueblecito de paz y
quietud, ¿quién fuera?

Caminos que se marcaron


al trote del paso, veredas
que se pierden con el
paso del tiempo.

Vereditas que viven


en el pensamiento
como mariposas que
revolotean en torno al
Sol en busca del viento.

Quién viviera en ese


tiempo de vida para
contar lo que de lejos
se mira.

Que por las noches


nos invitó a ver
el amor que se
arrulla a la luz de la luna.

Y decir que
en la lejanía
no se borra la alegría
y que se mira aún esa mano
de niña que nos dice adiós.

Allá por la loma se


divisa la barranca que
te divide, dejando la
huella de un río dormido.

Que un día corrió


como niño que nos
invitó a escuchar
el canto del grillo.
CUANDO ESTO SEA LO DE ANTES

David Rico Rocha1

A las familias:
Almaraz Sánchez y Martínez Soto.

RESUMEN

La historia que narra el autor está basada en la vida de Agustina


Sánchez y Pancho Martínez, dos habitantes de Cuajimalpa. Ambos
cuentan su vida, los recuerdos de su infancia y de su juventud, ade-
más, cómo fue que se involucraron activamente en las costumbres
de su comunidad; ella en diversas celebraciones religiosas de la
parroquia y él en la representación de Judas durante la Semana
Santa. A lo largo del texto, también se señalan los cambios que
ha tenido el lugar: el aumento de la población y la construcción
de algunos sitios importantes, como el mercado y el edificio de la
delegación, hoy alcaldía.

***

1
Originario de San Pedro Cuajimalpa, joyero y comerciante de oficio, pasante de
sociología por la unam, cuentista aficionado, miembro de la RED Cultural Mexicanista,
desde 2016 está a cargo de un proyecto documental audio-visual sobre la Semana Santa
en Cuajimalpa.

99
100 Memorias del poniente V

INTRODUCCIÓN

El significado de Cuajimalpa refiere a un aserradero. Histórica-


mente este lugar fue cuna de personas dedicadas a las labores pro-
pias de la madera, a hacer y vender carbón, leña, vigas y morillos.
La relación de este pueblo con la ciudad de México ha sido desde
siempre de cercanía-distancia, lo cual ha contribuido innegable-
mente a la formación de una comunidad anclada a sus raíces, pero
que ha crecido vigilante de la ciudad, una ciudad que ha trastoca-
do la calma de lo que fuera un pequeño pueblo rural, convirtiéndo-
lo en este pueblo urbano que ahora es. Prueba de ello son los dos
fragmentos biográficos que este texto recopila, ambas personas,
Agustina y Pancho, Pancho y Agustina, son significativas para esta
comunidad, no sólo porque han vivido en carne propia ese ir y
venir a la ciudad, sino porque también a lo largo de sus vidas han
tenido presentes sus tradiciones, de las cuales son parte funda-
mental y nos dan cuenta de ello. Además, nos platican sobre los
cambios que presenciaron entre 1925 y 1975 en este lugar al sur
poniente de la Ciudad de México, y nosotros iremos sumando en el
camino algunos datos históricos.

AQUEL PUEBLO RURAL

Esta historia comienza en el año de 1925: un año significativo para


el ahora pueblo originario de San Pedro Cuajimalpa, el primer día
de enero fue nombrado el señor Martin Ramírez, como presiden-
te municipal, según consta en el expediente municipal, caja 214,
expediente 36, localizado en el Archivo Histórico de la Ciudad de
México. Algunos meses después llegó el Tiempo Santo, el cual co-
mienza con el carnaval, una celebración que seguramente ya se
realizaba en este pueblo. Fue entonces que una familia de Conta-
dero construyó la cruz de carnaval, quedando como padrino el se-
ñor Sotero Sánchez Terán quien se hizo cargo de ella durante unos
20 años. Actualmente podemos encontrar esta cruz en el panteón
El Calvario situado en la loma más alta de esta demarcación, está
pintada de verde y fue bajada y velada durante muchos años cada
sábado de carnaval, regresando a su lugar al día siguiente. Hoy,
Cuando esto sea lo de antes 101

debido a su deterioro, no es movida del sitio que ocupa y ha sido


remplazada por una nueva para los rituales propios.
Se puede leer en el libro La Ciudad de México2 que, en 1925, el
número de habitantes de esta creciente ciudad aún no superaba
el millón y estaba llena de construcciones coloniales y templos
católicos, muchos de ellos fueron construidos y modificados en
distintas etapas históricas. Lo mismo sucedió en Cuajimalpa, pues
fue en ese mismo año, 1925, que se terminó de erguir la torre sur
del campanario de la parroquia de San Pedro Apóstol, podemos
ver el año grabado en el arco superior de dicha torre. Las mujeres
que aquí vivían en su mayoría se dedicaban al hogar, que además
de las labores domésticas significaba ir al río a lavar, también a
moler el maíz y a hacer tortillas. Algunos de los hombres que aquí
vivían, estaban dedicados al pastoreo, otros eran carboneros, unos
más rajadores de leña; todos dedicados a la milpa y al ganado me-
nor, viendo el poco tránsito de la avenida Toluca, que cambió su
nombre por Camino Real a Toluca el 10 de noviembre de 1975.
Hoy a la altura de Cuajimalpa es la calle Arteaga y Salazar, donde
en ese 1925 se fundó la capilla de La Inmaculada Concepción
de Contadero, el 27 de Junio, según se lee en el libro Cuajimalpa
a través de cuatro lustros,3 así transcurrían en estas montañas los
años y las vidas de las personas, entre el trabajo duro del campo y
las fiestas religiosas.
Para entonces, el señor Sotero Sánchez Terán vivía en matri-
monio con la señora Nicolasa Romero Gutiérrez, juntos procrearon
seis hijos: Eusebio y Concepción (hijos de Nicolasa) y Agustina,
Felipe, Teresa y Bonifacio, de los cuales solamente viven Bonifacio
y Agustina. Sin embargo, por razones que más adelante en esta
historia se volverán evidentes, nos enfocaremos en la historia de
Agustina.
Agustina Sánchez Romero nació el 28 de mayo de 1926 y, has-
ta donde ella sabe, la partera que la trajo al mundo se llamaba
Celestina, que era su tía, “una señora ya muy grande que era la que

2
Claude Batallion y Helene Riviere D´Arc, La Ciudad de México, México: 1973.
3
Cuajimalpa a través de cuatro lustros, México: Delegación Cuajimalpa de Morelos,
1969.
102 Memorias del poniente V

atendía a las personas”.4 Otras parteras eran: Manuelita y Pola.


En ese pueblo rural no exista médico cercano, y Agustina nació en
casa de sus padres: “allá junto a la delegación viejita, en la avenida
Hidalgo, frente al jardín, donde está Pedro Infante, el museo”, ha-
ciendo alusión al Centro Cultural Nacional Pedro Infante, situado
justo frente a la parroquia de San Pedro. “Hernán Cortés dio a
Cuajimalpa el nombre de San Pedro”, lo que sugiere, según el his-
toriador José Mancebo Benfield, “que debió haber sido el primer
pueblo que se fundó después de la conquista”, según se puede leer
en el libro Cuidad de México. Crónica de sus delegaciones.5

Imagen 1. Al centro, la casa donde nació y pasó


su infancia Agustina Sánchez Romero, se puede ver
a la derecha el muro atrial. Acervo de la famila
Almaraz Sánchez, sin fecha, Cuajimalpa.

4
A lo largo del texto se citan las palabras que Agustina Sánchez Romero me conce-
dió en entrevistas el 18 de agosto de 2017, el 27 de mayo de 2019 y el 5 de junio de 2019.
5
Ciudad de México. Crónica de sus delegaciones, Secretaría de Educación/Gobierno
del Distrito Federal, México: 2007.
Cuando esto sea lo de antes 103

En esa casa céntrica pasó su infancia la niña Agustina. Era


céntrica porque, para 1929, la zona urbana de Cuajimalpa com-
prendía apenas unas trece cuadras, según se puede ver en un plano
de 1929,6 estas cuadras son las comprendidas entre lo que ahora
son las calles: México, Puebla, Lerdo (que aparece con el nombre
de Tamaulipas), José María Castorena (que aparece con el nombre de
Nuevo León), Guerrero, Coahuila (que aparece sin nombre), Juá-
rez, Oaxaca, hoy llamada Licenciado Castillo Ledon y Guillermo
Prieto, además se puede ver el terreno destinado para el panteón.
Agustina recuerda una infancia en que “la vida era muy po-
bre, triste, de hambre… aunque había mucho maíz, todo era ba-
rato, pero no alcanzaba”. San Pedro Cuajimalpa era un pequeño
pueblo de gente humilde; ella recuerda como vestían la mayoría de
las personas: “nomás su camisa y calzones de manta con un som-
brero de palma que costaba diez centavos; las mujeres vestían con
su blusita cerrada de cambaya y su mandil, todo hecho a mano,
después llegó la tela cabeza de indio un poquito más regular”.
A pesar de la situación económica, Sotero Sánchez nunca
perdió la fe. Prueba de ello es que representó durante la Semana
Santa el personaje de Jesús de Nazaret. Agustina lo reconoce en
una fotografía antigua, fechada el 19 de abril de 1930 y señalándo-
lo dice: “esta fotografía es vieja, este es mi papá que salió de Cristo,
son fotos viejas, ya todos son difuntos”.
En aquel pueblo rural, las personas seguían teniendo muchas
necesidades, las cuales eran resueltas muchas veces en colectivi-
dad. En 1933 unieron fuerzas y levantaron el muro perimetral del
panteón con mano de obra del pueblo.
También llegó el primer alumbrado eléctrico al Jardín Hidal-
go, construido en 1907. Recuerda Agustina que en las casas no
había luz, y que se alumbraban con velas. También recuerda que
“se usaban unas botellas de este tamaño [hace un ademán con las
manos], amarraban el cogote con un alambre y les metían una
mecha y petróleo, por eso las casas estaban negras, pero no eran
casas, eran jacalitos, por eso nos dormíamos temprano, ya a las

6
Archivo Histórico de la Ciudad de México (AHCDMX), Planoteca, Md. 5, Pl. 8, F.
92, Cl. 433.
104 Memorias del poniente V

siete no había nadie afuera, no había televisión, ni radio”. También


dice que la luz llegó a su casa un par de años después, en 1935.
Aun así, Agustina Sánchez (como es conocida en la comuni-
dad) cursó hasta el cuarto año de primaria, en la Ramón Mante-
rola “viejita”, fundada por la profesora Mireya Castro Camacho,
según se puede leer en La Relación de Vecinos de la Delegación
Cuajimalpa del 30 de septiembre de 1975.7
Entonces Sotero Sánchez trabajaba de albañil, el sueldo era
poco, Agustina dice: “no alcanzaba, pasamos pobreza, tal vez ham-
bre”. Aun así, Sotero construyó en 1935 la casa en que actualmente
vive la señora Agustina Sánchez en la calle Puebla; en ese mismo
año, el entonces delegado, Erasmo Reséndiz Sánchez (cuñado de
Nicolasa Sánchez), le ofreció a Sotero trabajar en el panteón civil
Dolores. Él aceptó, aunque tenía que caminar, pues no había trans-
porte, una caminata que el día de hoy con las vialidades existentes
suman unos 14 kilómetros.
Haber abandonado la escuela, trajo a la vida de Agustina un
cambio radical, comenzó a dedicarse a lo mismo que las demás
mujeres en el pueblo: a la casa, al río y a moler (la ropa era lavada
en el río conocido como “agua bendita”). A los ocho años trabajó
en una fonda muy cerca de donde ella vivía, frente a la iglesia. Ju-
gaba en el panteón que estaba en el atrio parroquial y así recuerda
esos días:

Ahí me fui a divertir, a jugar, había puro sepulcros de piedra; había


uno que tenía un tubo en medio y decían que salía una víbora, en
tiempo de mayo se llenaba de agua [el tubo] y había mucho quie-
braplato [ipomea batata, flor también conocida como manto de Ma-
ría]. Todo se veía color de rosa, rosa, precioso; ahí me iba a jugar,
arriba de los sepulcros y luego en la capilla de en medio, sólido,
sólido [solo, sin gente], jugaba con Erasto, con Camilo y el difunto
Bernabé. El pueblo era muy bonito, casitas de tejamanil, de teja, de
zacatón, casas de adobe.

7
AHCDMX, DDF, Caja 700, leg. 1.
Cuando esto sea lo de antes 105

Según se lee en Cuajimalpa de Morelos. Monografía,8 Erasmo


Reséndiz Sánchez fue delegado en el periodo 1935-1942; para el
11 de enero de 1937, el señor Tomás Martínez vivía en matrimonio
con Florentina Palacios, quien dio a luz a su quinto hijo, le pusie-
ron por nombre Francisco. Los hijos de aquel matrimonio fueron:
Jacinto, Guadalupe, Gabino, Carlos, Margarita y Francisco, quien
nació en lo que fuera la calle Oaxaca, en el mismo pueblo rural de
Cuajimalpa. Él dice: “la casa toda era de teja, adobe, piso de tierra,
el aplanado era de lodo, todo eso”.9
Francisco vivió su infancia cuando aquí todo era “muy tran-
quilo, todo era terracería, puras casas de teja, no había luz, no
había pavimento”. Su padre, el señor Tomás Martínez, era aserra-
dor, dedicado a recolectar y vender la leña, el brazuelo (ramas de
árboles), también hacía viga, cintas, polines y sacaba rajas de leña.
Francisco recuerda que dos o tres ocasiones lo acompañó cuando
era niño: “iba a cargar raja al Tianguillo, a las maromas, cuatro o
cinco de la mañana, estaba todo sólido por allá, todo oscuro”. A
esa hora ya estaba el señor Tomás Martínez cargando los animales
para ir de regreso (dos mulas y un burro); en su casa tenía su ban-
co y sus sierras, “utilizaba sus hachas, una trocera y la labradora”.
Después, vendía su leña en El chorrito, cerca de lo que ahora es la
estación Constituyentes, de la línea 7 del Sistema de Transporte
Colectivo Metro. Dicho trayecto lo realizaba a pie, pues no había
transporte.
Quizá la razón de que sus labores las realizaran de madru-
gada, obedecía a que para entonces la tala del monte estaba ya
prohibida, según se puede leer en un oficio del 14 de junio de 1927,
dirigido al regidor de Tacubaya, en el que se le autoriza para “pro-
ceder con el auxilio de cuatro gendarmes montados y equipados
que le facilitaran la detención y remisión, a la cárcel de los indivi-
duos que se sorprendan realizando la referida tala”.10
Seguramente las familias de Agustina y de Francisco se co-
nocieron. Pocas eran las familias y las casas en esos días y la vida

8
Cuajimalpa de Morelos. Monografía. Gobierno de la Ciudad de México, México:
1997.
9
En adelante, se citan las palabras que Francisco Martínez Palacio me concedió en
entrevistas el 5 y 19 de junio del 2019.
10
AHCDMX, Ayunt. GDF, Vol. 53, Exp. 14.
106 Memorias del poniente V

social giraba en torno a las festividades religiosas. Actualmente


son varias las festividades que se celebran, entre ellas: San Miguel,
Santo Niño de Tlalollinco y la Virgen de Guadalupe, además de tres
festividades de mayor importancia: el carnaval, la Semana Santa
y la festividad en honor al santo patrono San Pedro Apóstol, una
importancia que se ha construido a través de la transmisión fami-
liar de generación en generación. De su padre, la señora Agustina
adoptó la devoción por la cruz de carnaval, que desde entonces se
veneraba con una velación en su casa y una misa. De su hermano
Jacinto, Francisco conoció las labores de los fariseos de Semana
Santa. Dice Agustina que, en ese entonces, las personas vivían en
casas de adobe, con camitas de palo que costaban dos cincuenta,
porque entraba mucha madera de Huixquilucan y Zacamulpa, Es-
tado de México.
Agustina Sánchez en 1938, trabajó con el señor Benjamín
Vásquez, quien “además de tener su carnicería en lo que hoy es la
calle Ocampo, donde hay una tienda grande de telas [Parisina]”,
tenía una cocina en el Desierto de los Leones. Recuerda que allá
“las cocinas eran muy sencillas, solamente eran señoras que iban
a vender sus sopecitos”, por lo tanto, había que cruzar a pie aquel
bosque lleno de árboles de pino, oyamel, encino; ir descendiendo
por las veredas hacia el pueblo en medio de la vegetación que se
convierte en tepozanes, madroños, fresnos, sauces y álamos, todo
de exuberante verdor y belleza. Los bosques que Francisco y su pa-
dre cruzaban de madrugada para encontrar la leña necesaria para
vender y calentarse, eran los mismos bosques que Agustina reco-
rría de noche en aquella época cuando le tocaba “venir caminando
a las once de la noche por el Pipilero, la Venta y por la vía”, donde
todavía existe el camino viejo. Sus vidas también estaban unidas
por la necesidad de adentrarse en el bosque.
El Pipilero es un punto en el cual confluían las aguas para uso
de los habitantes de la ciudad. El 22 de julio de 1886 se autorizó
realizar el gasto de dos mil pesos “para cubrir el acueducto desde
el punto llamado El Pipilero y hasta Cuajimalpa, para que el agua
se conserve siempre limpia”.11

11
AHCDMX, GDF, Aguas, Vol. 1317, Exp. 858.
Cuando esto sea lo de antes 107

Hoy, y desde hace mucho tiempo, La Venta ha representa-


do una parada casi obligada en los cruces México-Toluca y Cuaji-
malpa-Desierto de los Leones. Lo que vemos ahora son locales de
comida típica: sopa de hongos, quesadillas, sopes, tacos, además
de jugos de naranja, flanes, pan casero y micheladas; es un paraje
para caminantes, ciclistas y deportistas, sobre todo los fines de se-
mana, cerca de lo que antes fuera la continuación del Camino Real
a Toluca, aquel camino que se vio favorecido en 1864 con la visita
del recién llegado Maximiliano de Habsburgo, quien en un paseo
por las provincias, pernoctó en Cuajimalpa el 29 de octubre y vio
el maltrecho camino que mandó mejorar.
Francisco Martínez Palacios solamente estudió hasta tercero
de primaria, aunque no terminó. La vida le dio la fortuna de con-
vivir con su abuelo materno Vicente Palacios, quien vivió ciento
cinco años. Dice que tendría como siete u ocho años cuando su
abuelo murió. Don Vicente era amigo del sacristán en turno de
nombre Fortino, que había sido revolucionario, “que hacía roga-
ciones cuando no quería llover y que era muy puntual para dar la
hora; a las cinco de la mañana, a las doce, a las tres y a las ocho”.
Francisco también recuerda que su abuelo “era el dueño de la ima-
gen de San Antonio de Padua. Él tenía un cuartito en su casa, lo
apreciaba mucho, tenía ahí sus veladoras, una repisa, y ahí tenía
la imagen”. Según el libro Cuajimalpa a través de cuatro lustros, di-
cha imagen “es originaria del Desierto de los Leones […] fue otor-
gada como obsequio a un vecino de Cuajimalpa de nombre Vicente
Palacios”.
La iglesia de San Antonio de Padua comenzó como una capi-
lla provisional, construida en casa del señor Palacios en 1940. La
primera piedra de la iglesia como la conocemos ahora, fue colo-
cada el 13 de junio de 1959, en un terreno donado por la señora
María Vázquez viuda de Martínez, el arquitecto fue Jacinto Ortiz,
y se edificó gracias a la voluntad de los vecinos. Curiosamente du-
rante la construcción de esta pequeña iglesia, ubicada en la calle
Guerrero, trabajó Francisco y él hizo los aplanados interiores.
Agustina recuerda que, por esos días, llegó una epidemia de
tifoidea, su hermano enfermó, entre otros tantos, dice:
108 Memorias del poniente V

Con la epidemia, salubridad mandó a rociar las casas con un líquido


para desinfectar, después llegó el consejo, una casa que estuvo junto
a la Pichardo [escuela primaria situada en El Contadero], vino una
doctora que se llamaba Lolita, y ya fue cuando trajeron vacunas y a
atender a los enfermos. Aquí no había doctores, había que ir a Tacu-
baya, con el doctor Medina y el doctor de la Vega, en la calle Martí.

En ese Cuajimalpa, todavía se hacía mucho carbón en el mon-


te de Chimalpa, era libre sacar la leña, las vidas seguían un tanto
alejadas de la Ciudad de México que seguía expandiéndose. Agusti-
na recuerda que “a pesar de eso, era muy bonito, pero muy pobre,
los más abuelitos, muy humildes y eso sí, su pulquito, pero no había
borrachos, era poca la gente”. En ese año de 1940, los habitantes
de Cuajimalpa comenzaron a salir en busca de trabajo, orillados
nuevamente por la necesidad, entre ellos iba Agustina Sánchez.
Tacubaya y Las Lomas, que se aprecian fraccionadas en un plano
de 1931,12 se convirtieron en centros de trabajo; para mujeres, en el
trabajo doméstico y para los hombres principalmente en la albañi-
lería. El día que Agustina Sánchez salió de su casa definitivamente,
en 1945, dice: “cuando me fastidié de que ya no aguantaba la vida
de aquí, yo ya me voy a trabajar, yo hacía mi quehacer, era la ma-
dre de los primos y de los hermanos, no sé qué es lo que quería mi
madre, ella me golpeaba mucho”. Entonces se fue a trabajar a una
casa de las Lomas y pasó a encargar una imagen de la virgen y dos
cazuelas, eso era todo lo que ella tenía de valor y las encargó con
una comadre: “tenía yo dos cazuelas y las voy a encargar, como ya
me iba yo, ahí las voy a encargar con mi comadre, la hermana de
Graciana, estaba yo chamaca y ya compraba trastes”.
Esté sería el inicio de un gusto que hasta el día de hoy perdu-
ra: comprar piezas de barro. Las primeras las compró con lo que
juntó al vender los huevos de una gallina y dice:

Ahora compro en Tepalcingo [Morelos], vengo cargando desde allá,


si voy al mercado y veo una cosita de tepalcate [barro], la compró; ya
es maña. Donde quiera que voy, traigo. ¿Para qué quiero tanto tras-
te? Ni los agarro porque me duran, como no hay quien los quiebre,

12
AHCDMX, Planoteca, Md. 7, Pl. 5, F. 98.
Cuando esto sea lo de antes 109

me duran mis trastes, ¿para qué quiero tanto traste? Es maña; hace
como 5 años [2013], en Semana Santa, contratamos una pesera [ca-
mioneta de transporte colectivo] para traerla llena de trastes del jar-
dín, macetas, cazuelas, ollas, el museo sigue, no se me quita la maña.

Agustina descubriría a través del barro una pasión que se ha


convertido, como bien dice, en un museo, ya que dentro de su do-
micilio, en el patio, a manera de jardín, podemos ver unas 300 ma-
cetas, todas en uso, con plantas de todo tipo, que dan a su casa un
aspecto fresco y amable, además tiene unos cuartos especialmente
destinados a almacenar no solamente artículos de barro de todos
los tamaños, como son: cazuelas, platos, jarras, tazas, incensarios,
calabazas, salseras, molcajetes, chochocoles (jarros con tres ore-
jas, para transportar agua y que se cargaba en la espalda) cafete-
ras, vaporeras de formas caprichosas, hilos de jarritos. Todo per-
fectamente acomodado, uno dentro de otro y éste, a su vez, dentro
de otro, colgados en las paredes, sobre las mesas, bajo las mesas,
dentro de botes o de cajas, centenares de piezas de barro que si-
guen creciendo año con año; además tiene aventadores de palma
(artesanías utilizadas para aventar aire para encender el carbón),
calabazos, bateas (baldes labrados de una sola pieza), cucharas de
madera y molinillos. Una colección que, en un conteo aproximado,
suma más de 1600 piezas, traídas de varios lugares: Chignahuapan,
Puebla; Tzintzunzan, Michoacan; La Marquesa, Tepalcingo, Tian-
gusitengo, etcétera. Cada salida significa una oportunidad para
traer un nuevo traste, una nueva curiosidad como ella les dice.
Durante su juventud, salir de su pueblo significaría para Agus-
tina que quedaban atrás las calles empedradas, los pilancones y ju-
gar en las tumbas del panteón. De esa época, ella recuerda a varios
vendedores, por ejemplo

Chucho que venía de Santa Fe que traía cargando su bote por las
calles y daba a dos centavos el barquillo o el otro señor que venía de
Santa Fe también, ése traía su aparato como mesa, traía su canas-
tote de churros y su guitarra, y gritaba “¡churros, churros, él que no
compra se condena”. Pedrito y su sombrero, ése traía su cajón en-
frente con tirantes, como de mochila, y que venía a vender chicles,
agujas, botones; aquí no había mercería.
110 Memorias del poniente V

Imagen 2. Así recuerda Agustina Sánchez Romero


algunas calles y los nombres de los vecinos que en ellas
vivían. Croquis elaborado por el autor, 2019.
Cuando esto sea lo de antes 111

DEPOSITARIOS DE TRADICIONES

Cuando Francisco era todavía un niño, Agustina ya tenía que salir


a buscar trabajo, como salieron muchos.13 Esto trajo consigo otra
forma de ver el mundo, pero no así la vida en su pueblo, las tradi-
ciones seguían vivas (recordemos que su padre fue el padrino de
la cruz verde de carnaval) y cuando Agustina empezó a trabajar,
quedó ella a cargo. Ella dice: “hacía yo mi gasto y él [su padre] se
hizo a un ladito”.
Aproximadamente en 1945, Francisco Martínez tenía ocho
años, su hermano mayor, Jacinto Martínez Palacios, que ya par-
ticipaba en el grupo de fariseos de Semana Santa, y que represen-
taba el personaje de Caifás, lo animó a salir dos años de Simón
Cirineo. Actualmente, ese personaje es representado todavía por
un niño, que durante el viacrucis litúrgico (que se realiza el vier-
nes santo a las 9 de la mañana), es subido al anda (base de madera
sobre la que se coloca alguna imagen para ser cargada), recordan-
do a aquel judío que fue obligado a ayudarle a Jesús de Nazaret
a cargar con la cruz. Esa sería la primera incursión de Francisco
(Pancho Martínez como le conoce la comunidad), en el grupo de
fariseos; después, salió un año de Arcángel Gabriel y lo abandonó
por algunos años.
La Semana Santa es sin duda la tradición más representativa
de la hoy alcaldía de Cuajimalpa. Para ese entonces todo era sen-
cillo y muchas de las actividades que ahora se llevan a cabo ya se
realizaban, por ejemplo: el personaje de Judas, las procesiones, las
representaciones escénicas, el agua bendita y la manzanilla, estas
dos últimas tienen gran relevancia en la vida de Agustina Sánchez.
Ella dice:

En lo de la manzanilla no participo, coopero; en mi niñez yo no veía


manzanilla, más antes era la pura agua bendita, antes aquí era patio
y encargaban sus botes, y aquí los adornaban. Yo creo que fue por el
cuarenta y cinco [1945] que hubo el grupo de manzanilla, Gregorio
López, mi sobrino Pancho, Serapio Flores, ahí fue donde empeza-

13
Emanuel Carballo, Testimonios Sobre Cuajimalpa, México: Delegación Política
Cuajimalpa de Morelos, 1985.
112 Memorias del poniente V

ron, entonces ya pidieron permiso para depositar aquí también la


manzanilla.

Actualmente, el Grupo de manzanilla y agua bendita está a


cargo de Juan Manuel y José de Jesús Sánchez Ramírez; las ac-
tividades, a grandes rasgos, son: el viernes santo, a las siete de la
mañana, el grupo de manzanilla sale de Cuajimalpa hacia Xochi-
milco; para cortar la manzanilla que previamente pagaron, llegan
al embarcadero y se trasladan en canoa hacia las chinampas donde
se realizara el corte, para después regresar con la manzanilla a
Cuajimalpa (unos 200 ramos). La manzanilla es llevada a la casa
de Agustina Sánchez que los espera con una comida que ella y su
familia preparan. El sábado santo, algunos vecinos se dirigen ha-
cia el manantial conocido como “agua bendita” (para muchos de
ellos es una tradición que ha pasado de generación en generación).
Dicho manantial está situado al poniente de la alcaldía, a unos tres
kilómetros que se recorren a pie. Ahí el señor Juan Manuel ya los
espera, desde la cuatro de la mañana, para ayudarles a llenar sus
botes que serán llevados en hombros a las cercanías de la casa de
Agustina Sánchez, donde se dedicarán a adornarlos. Mientras, es-
peran que el reloj dé las doce del día para salir en procesión, con la
imagen de San Juan Bautista y acompañados por los fariseos hacia
la parroquia de San Pedro. Permanecen allí en espera de la misa de
Gloria que se celebra a las diez de la noche, entonces la manzanilla
y el agua del manantial se bendicen y se regalan a la comunidad al
día siguiente, Domingo de Pascua. Agustina y su familia han reci-
bido la manzanilla ininterrumpidamente desde entonces.
Según se lee en Cuajimalpa de Morelos. Monografía, en 1947
fue nombrado delegado político en Cuajimalpa J. Ascensión Alma-
raz Espinoza. En esos días el servicio de agua potable no llegaba
a todos los domicilios, así que había por todo el pueblo, lo que
Agustina llama pilancones, que eran unas piletas de agua, en las
cuales había un flujo constante de agua y donde las personas acu-
dían a llenar sus botes, para acarrear el agua necesaria, y satisfacer
así la necesidad del vital líquido. Francisco recuerda esos mismos
pilancones:
Cuando esto sea lo de antes 113

Yo iba a dar agua a los animales en la Castorena, donde baja Ocam-


po, en la esquina estaba un pilancón y había otro en la Tamaulipas,
ahí se bañaban las muchachas el 24 de junio para que les creciera
el cabello, once o doce de la noche estaba el griterío, invitaban a
los tamales y al café. También, sobre la Castorena, había otro, allá
también hacían fiesta las mujeres y baile y todo, café y tamales, nada
más oíamos que estaban gritando, se bañaban en pura agua fría.

Estos pilancones ofrecieron para muchos habitantes la opor-


tunidad de lavar en sus casas, ya no en el río. “No había agua –dice
Agustina–, no había tubo de agua, el agua la traíamos de aquí del
pilancón donde venden la tela [avenida Juárez, esquina México],
otro pilancón estaba con el doctor Héctor, dónde están constru-
yendo los edificios [calle Ocampo], entonces como lavábamos, mi
mamá hacia el quehacer y la comida, y yo iba a traer el agua, eran
milpas”. Al igual que muchas otras, su casa tenía milpa. Ese año
Cuajimalpa recibiría a uno de sus más distinguidos visitantes, el
inmortal Pedro Infante, ya que aquí fueron las locaciones para las
grabaciones de la película “Los tres García” (Ismael Rodríguez,
1947), entre otras. Sara García, Abel Salazar, Marga López, pisa-
rían este pintoresco pueblo. “Estuvieron aquí dos semanas”, dice
Agustina Sánchez, que entonces tenía 21 años. Las grabaciones de
la antes mencionada película, se llevaron a cabo en distintos para-
jes del pueblo, aunque lo más recordado es la iglesia. Un primo de
Agustina, hijo de Salomón Sánchez, trabajó “en un aparato para
la voz”. Él fue su cómplice que le avisaba cuando llegaba Pedro
Infante, entonces ella salía de su casa con el pretexto de acarrear
el agua para la milpa.

“Iba yo con mis botes cuadrados, no con cubetitas, sino en carretilla


al jardín, ya estaba la hora del casamiento y yo me emocionaba, ya
venía yo, tiraba el agua entre los surcos y córrele por más agua y
otra pamba para venir. La gocé, pero una de palos que me dio mi
madre, no estaban todo el santo día […] Cuando filmaron lo de la
misa también lo vi, cuando la burra, también lo vi, ahí donde vive mi
compadre Concho todavía está la puerta y el techito [Calle México];
a Pedro lo vi en persona, iba yo y él venía por ahí en la esquina de la
iglesia, ahí me lo encontré con otro, iba un grupito como de cuatro
114 Memorias del poniente V

muchachas artistas voluntarias, no artistas de categoría, muy boni-


tas, si lo conocí en persona”.

Agustina aún se emociona cuando lo platica, se frota las ma-


nos y sonríe. A partir de ahí, Pedro infante se convertiría curio-
samente en un héroe local, pues además de las locaciones para
algunas de sus películas, construyó una casa cerca de lo que aho-
ra es la carretera México-Toluca; y actualmente en la explanada
principal de la alcaldía, podemos encontrar el antes mencionado
Centro Cultural Nacional Pedro Infante, que se inauguró el 1 de
marzo de 2015.
Lamentablemente Pancho Martínez quedaría huérfano de pa-
dre en 1950, entonces se dedicó a la leña y al pastoreo. Después al
igual que a muchos, la necesidad lo orilló a salir hacia la creciente
Ciudad de México, cuya población apenas superaba los tres millo-
nes de habitantes. Su primer trabajo de ayudante de albañilería,
fue en la construcción del Auditorio Nacional, (edificado el año
de 1951), cuando contaba apenas con quince años, recuerda: “ahí
llegué a pedir trabajo, entonces salió el maestro, y me dijo que yo
estaba muy chamaco”. Aun así, le dieron el trabajo, lo anotaron en
una lista y le entregaron su xundi (canasto), pico y pala. Recuer-
da que los trabajadores andaban con pantalón mocho, descalzos
y que pagaban a cinco pesos el metro cúbico, rascar y sacar la tie-
rra, no había máquinas. Duró unas semanas y con los que entró a
trabajar lo invitaron a otra obra, él por el miedo a no saber andar
en México (capital), se fue con ellos. Lo llevaron con un maestro
que se llamaba Luis Carrillo: “ese señor fue el que hizo la entrada
de Ciudad Universitaria, hizo la entrada número uno, la once y
la veinticinco, que está para el lado del oriente, estaban abriendo la
calle que ahora es Insurgentes”. A los 19 años (1956), Francisco ya
era oficial de obra.
En Cuajimalpa aún perduran algunas construcciones que
él realizó, por ejemplo, los locales comerciales ubicados en la es-
quina de Guillermo Prieto y la calle Hidalgo o los baños que se
encuentran dentro del deportivo Cacalote, en los límites con el Esta-
do de México. Francisco nunca dejó de recorrer las afueras de su
pueblo, de adentrarse al bosque, allá donde dice “no había casas,
donde había coyotes”, la fauna era muy variada: coyote, musaraña,
Cuando esto sea lo de antes 115

tlacuache, armadillo, conejo, ardilla, tuza, ratón, venado, cenzon-


tle, jilguero, gorrión y canario; y en los abrevaderos de agua: sala-
mandra, trucha, rana. Así recuerda Pancho aquella Cuajimalpa en
transformación:

Había un buen tanto de animales: coyotes, gato montés, conejos, tla-


cuaches, armadillos, había muchos animales. Aquí no había casas
enseguida dónde están los departamentos [Juárez y Castillo Ledón],
no había casas, era una milpa, para abajo, por el seguro [clínica 42
del IMSS], todo eso era milpa, donde está la secundaria [cerrada de
Juárez] eran milpas, después le hicieron campo deportivo, después
la secundaria.

Ese terreno fue comprado por el pueblo en 1953 para cons-


truir la secundaria número 19 “Dolores Ángela Castillo” y su fun-
dadora fue la Maestra María Dolores Castarrica.
En Cuajimalpa, aun “eran todo muchas milpas aquí donde
está la secundaria [número 19], eran puras milpas de ahí para
abajo puro terreno de siembra, se sembraba maíz, avena, frijol,
haba, calabaza, quelites; nomás el centro era donde había casas de
teja, era todo terracería, las banquetas ya eran cuando Ruiz Cor-
tines [presidente de la república, 1952-1958]”. El área conurbada
del entonces Distrito Federal continuaba creciendo, sin embargo,
la comunidad de Cuajimalpa vivía sus festividades a su manera
porque “era un pueblito, todo era con más respeto y amor a lo ca-
tólico, era ir a la iglesia”, dice Agustina.
La vida de Agustina Sánchez desde siempre ha sido en torno a
la iglesia. Participó en su juventud en distintos grupos:

Estuve en la iglesia sin cargo como por el 35 [1935], cuando se


hizo el grupo de la acción católica (muy bonito, ya murieron to-
das); cuando se inauguró este grupo, todos fuimos de blanco, bor-
daron una bandera muy bonita. En la asociación de Santa Teresita
del Niño Jesús daban pláticas para puras chamacas, allí también la
gocé bonito porque íbamos a ensayar al coro, yo no aprendí nada de
música, nada más íbamos a chivear [divertirse].
116 Memorias del poniente V

Entre sus anhelos de juventud, siempre estuvo el querer


aprender a tocar guitarra, cosa que nunca sucedió. Siguió parti-
cipando en la iglesia, le mandaron llamar cuando fundieron las
campanas, participó en la adoración nocturna unos treinta años.
Podemos encontrar en el texto de María Eugenia Almaraz, que
Agustina Sánchez participó entre 2008 y 2015 en el grupo de Fes-
tejos y Tradiciones, que se encarga de organizar las festividades de
San Pedro Apóstol (29 de junio), el carnaval, y lo referente al 12
de diciembre, día de la santísima Virgen de Guadalupe, a través de
la recolección de cooperaciones, la realización de kermeses, rifas,
y la organización de las visitas de San Pedro Peregrino. 14
“El río era bonito, ese zumbidero de los ocotes y el murmullo
del río y sus pájaros cantando”, así recuerda Agustina a Cuajimal-
pa, un Cuajimalpa en crecimiento, en el que Pancho Martínez se
dedicaba al atletismo, que practicaba recorriendo las afueras del
pueblo y al trabajo. Él corrió en una carrera atlética a los 18 años
(1955); Carlos Gutiérrez lo invitó a una carrera de relevos para
correr un 15 de septiembre, del Desierto de los Leones a Cuajimal-
pa. Le gustaba salir en las madrugadas a entrenar en el bosque,
entrando por Palo Solo, saliendo por Chimalpa. Sin embargo, la
bicicleta fue su verdadera pasión, una pasión que comenzaría en
1957, dice:

A los veinte años me gustó la bicicleta, yo corrí en la interzonas,


primero corrí en la carrera de la juventud mexicana que patrocinaba
Pedro; después de García Valseca […] anduve por varios rumbos:
Zitácuaro, Huamantla, Toluca, Cuernavaca, San Cristóbal, quedé en
segundo lugar en la interzonas, de aquí de Indios Verdes a Pachuca
y de regreso a Barrientos. Competían unos 200 hombres.

De Cuajimalpa corría en bicicleta con Honorio Sánchez, Bi-


liulfo Rocha, Luis Castillo y Leopoldo Cervantes, quien más ade-
lante se convertiría en su compadre. Su última carrera en bicicleta
fue el 11 de diciembre de 1965.

14
María Eugenia Almaraz Sánchez, “Fiestas patronales en Cuajimalpa en honor a
San Pedro Apóstol”, Memorias del Poniente. Historias de sus pueblos, barrios y colonias,
México: uam-Cuajimalpa, 2015, pp. 171-204.
Cuando esto sea lo de antes 117

Para 1957 Agustina tomó la decisión de contraer nupcias,


aunque el señor Sotero Sánchez y la señora Nicolasa Romero no
fueron a la boda de su hija porque estaban enojados. La ceremonia
civil se llevó a cabo el 3 de agosto de 1957, Agustina se casó con
Jorge Almaraz Gutiérrez, hijo de Irene Gutiérrez, la ceremonia re-
ligiosa fue el jueves 12 de diciembre del año de 1957, al medio día.
La misa fue solemne porque era el día de la Virgen de Guada-
lupe, convenció al señor cura, Rodolfo Ruíz Chaparro, que la casara
ese día y así fue. Para bien de esta historia, los padrinos fueron el
hermano de Pancho, Jacinto Martínez Palacios, y su esposa Ade-
laida García Castillo. Dice Agustina: “el casamiento fue sencillo,
hubo una cazuelita de mole, un desayunito nomas de chocolatito”.
Hagamos un paréntesis: Ruiz Chaparro, el cura que casó a
Agustina y Jorge, había tomado posesión de la parroquia de San
Pedro el 19 de agosto del 1956, permaneciendo en ese cargo hasta
el 1 de octubre de 1965. Actualmente, el padre Rodolfo es recorda-
do en la comunidad por haber formado un equipo de futbol católico
llamado Peñarol, además de eso, también modernizó el bautiste-
rio, organizó un campo deportivo (Cacalote) y dio continuidad a
la construcción de la casa cural, en cuya esquina próxima a “el
Jardín”, podemos leer una inscripción sobre lo que quizá fuera la
primera piedra que dice: 28 de octubre de 1955. Esta construcción
la realizó en los mismos terrenos que ratificara como propiedad de
la parroquia, en agosto de 1909, el entonces encargado de la pa-
rroquia, el señor presbítero Francisco P. Lira, mediante un oficio
proveniente de la Sagrada Mitra y ratificado por el entonces pre-
sidente de la república, don Porfirio Díaz. Sin embargo, el debate
respecto a ese terreno situado entre las calles Oaxaca y Juárez, co-
menzó el 10 de marzo del año de 1905, cuando el entonces Prefec-
to Político de Cuajimalpa, Juan C. Muñoz, solicitó la permuta de
este terreno por aquel donde se encontraba la Escuela número 1, y
en ese terreno se construyera la Escuela número 2, que no tenía te-
rreno propio. Esto en una carta dirigida a la Dirección General de
Instrucción Primaria, a través del ciudadano inspector, Arquitecto
Carlos Herrera. Ante la cual, la respuesta del 9 de junio de ese mis-
mo año fue negativa, ya que Obras Publicas, también quería ese
118 Memorias del poniente V

terreno. Terreno que, según un plano de 1929, tiene una superficie


de 3 456 metros cuadrados.15
El 9 de junio de 1909 nuevamente se retomó el tema del cita-
do terreno, haciendo mención que la construcción se podría dis-
tribuir en: jardín público, mercado público, entrada para curato y
escuela. Dos meses más tarde quedaría asentado ante la Secretaría
de Hacienda, que la utilización que se le daría, sería la de un jardín
y un mercado. Sin embargo, la decisión final fue emitida así:

El sr. Presidente de la República, [Porfirio Díaz] ha dispuesto que


en la fracción de terreno […] se designe para escuelas y continúe en
poder del Vicario fijo de Cuajimalpa; pero cuanto antes, procurará
Ud. mandar construir una barda [posiblemente también el atrio pa-
rroquial] que circunde las dichas fracciones de terreno que quedan
al servicio del culto.16

Expuesto lo anterior, retomemos pues las historias de Agus-


tina Sánchez y Pancho Martínez. Esas dos personas han sido tes-
tigos y parte de las transformaciones que han tenido lugar en este
pueblo, y que a través de sus recuerdos nos han invitado a imagi-
nar lo que sus ojos vieron.
Aquel año de 1957 terminaría, unos días después de la boda
de Agustina y Jorge; seguramente ese año también terminó con sus
posadas, que dice Agustina, “eran bonitas en Cuajimalpa”. Ade-
más, ella recuerda:

La posada grande de la iglesia, don Agapito Rosales, en la fuente


[Coahuila, esquina Juárez] levantaba unos sincolotes [estructura de
madera donde anteriormente se almacenaba el maíz] y arriba subía
costales de cacahuate y con chiquihuites [canastos hechos de palma
o caña], los aventaba; la mamá de Erasto también hacía posada, con
chiquihuite y su platote de barro [a manera de cuchara], los llenaba
y sus confites, ahora pura fruta y charritos, antes dulces, té de hojas
de naranjo y el de limón, que era el favorito.

15
AHCDMX, Planoteca. Md. 4, Pl. 6, F. 28, Cl. 401.
16
AHCDMX, GDF, Gob. Terrenos, Caja 14, Exp. 1291.
Cuando esto sea lo de antes 119

Así, año con año, el carnaval era seguido de su respectiva Se-


mana Santa. La madrina de la Cruz grande de carnaval, Agustina
Sánchez, continuaba con el cargo y llegada la Semana Santa de
1957, Pancho Martínez decidió regresar al grupo de fariseos. Re-
cuerda que solicitó el papel de Flavio:

Me animé, fui a pedir un diálogo y sí me dieron, me dieron el papel


de Flavio, allí duré tres años, de Flavio, el que habla con Pilatos, el
criado de Pilatos. Por cierto, ese año yo ya no participaba, me había
dado el director el diálogo de Nicodemo; pero se presentó el que te-
nía ese diálogo y a mí ya no me hizo caso y dejé de ir a los ensayos.

No olvidemos que Jacinto Martínez, su hermano mayor, lo


había invitado a la edad de ocho años a salir de Simón Cirineo en
el Viacrucis Litúrgico. Tampoco olvidemos que, en ese entonces,
Jacinto hacía el personaje de Caifás. Así recuerda Pancho Martínez
aquella noche cuando regreso a los fariseos:

Se alquilaban los trajes en [la calle de] Mesones, cobraban quince


pesos el alquiler, entonces me dice mi hermano: “vete por mi traje
a casa de mi compadre”, y ahí voy; como siete de la noche estaban
los fariseos ahí formados en su patio, un patio grande y empeza-
ron a murmurar: “¡Ya llegó! ¡Ya llegó!”; pregunté a su hija Graciela:
¿Dónde está tu papá? Ella respondió –ahí está arriba con el señor
Marciano–, que también era director; subí, la casa era de dos pisos,
ahí era donde ensayábamos, estaba junto al panteón, la calle se lla-
maba Ramírez.
Gabino López me dijo: ¡Qué bueno que viniste ¡Yo nada más vine
por el traje de su compadre. ¿Me hace favor de dármelo? Sí, pero
queríamos hablar contigo, porque el diálogo que tú tenías [Flavio]
el año pasado, el que lo tiene, no se lo aprende. Marciano Carrillo
era el que salía de Pilatos.

Francisco aceptó, con la única condición de que le prestaran


el vestuario que él quisiera, para representar el personaje.
Para 1958, el Delegado era J. Ascensión Almaraz Espinoza,
recordado como “chon” Almaraz, nombrado un año antes y cuya
administración concluyó en 1964, siendo éste, como veremos más
120 Memorias del poniente V

adelante, el período de mayor infraestructura para la Delegación


de Cuajimalpa.
Aquella era una Cuajimalpa impregnada de ese pensamiento
mágico que distingue a los pueblos indígenas a lo largo del país.
Prueba de ello es el sin número de leyendas que aún rondan el aire,
de las que Francisco recuerda:

En varias partes había dinero de antes, de la revolución, yo creo que


juntaban sus centavos porque no los querían gastar y los enterra-
ban. También había brujas […]. Allá en ese rumbo [Jesús del Monte]
había dinero por la hacienda vieja, que era convento y había un
agujero que dicen que era túnel, había muchos jaltomates y víboras.
Había mucha víbora, ahora tanta gente, ya queda una que otra.

Era el primer año de bodas de Agustina y Jorge, el cual dice


Agustina: “al principio fue un amor, de pobreza, a mí me gustaba
ahorrar y él empezaba a trabajar, yo tenía que ir al monte para
cargar troncos y hacer tortillas, mi papá me regalaba un costal de
maíz, cortábamos tepichis (unas cositas blancas que son de gusa-
no) y con huevo revuelto”.
En 1958 Agustina se embarazó, era una niña que se murió,
nació muerta la niña Margarita. Su padre y los vecinos de la calle
Castorena, donde vivió 35 años, le ayudaron, después vino la otra
niña, María Isabel. Entonces Jorge trabajaba en las minas de Las
Lomas, con don Matías Saldívar. Un día, cuando Isabel tenía dos
meses y medio, Agustina salió a buscar a Jorge porque no había
llegado en tres días y la niña estaba sudando y la destapó, entonces
comenzó a llorar, y llorar, y llorar y lamentablemente murió tam-
bién. Entonces vivían en la calle Nuevo León, hoy J. María Castore-
na. Había otro pilancón en la esquina con Ocampo y “en la esquina
donde está la ferretería [Veracruz esquina Castorena], ahí también
había un pilancón para los animales, ahí pasaba el caño de agua,
todo lo que es las ambulancias [Central de Emergencias]. Atrás de
todo eso, pasaba por la casa de la Castorena y pasaba a desembo-
car hasta los cedros [Castorena y Jesús del Monte]; destapado iba
el caño”. Según el acervo del Archivo Histórico de la Ciudad de
México, esta es la misma cañería que pretendía entubar el señor
A. E. Jones y que dicho trabajo le fue negado por ser considerado
Cuando esto sea lo de antes 121

costoso para la época.17 En dicho acervo, también encontramos


que esta agua es la que fuera concedida el 26 de enero de 1884, de-
bido a que el agua que corría hacia la ciudad, era ensuciada en este
punto y para evitarlo, decidieron “ceder una Merced de agua a los
vecinos de San Pedro Cuajimalpa a fin de que no se vean privados
del agua que es el elemento principal de vida”.18
A los veintitrés años, en 1959, Pancho Martínez comenzó
como Judas, porque el que la hacía de este personaje se emborra-
chó, y él le pidió al señor Gabino López salir de Judas el año si-
guiente (1960). El señor Gabino le dijo “si quieres salir, póntelo de
una vez, ahí está el traje”, habían desvestido al Judas y él se vistió.
El personaje de Judas dentro de la tradición de Semana San-
ta, es el encargado del orden, tanto en los ensayos, como en los
recorridos y en las actividades litúrgicas. Hay Judas y Espía, am-
bos visten de rojo, el primero usa túnica y una cabellera de ixtle,
el segundo usa pantalón, una capa y sombrero; los dos traen una
máscara de látex y chicote. En esos años, el Judas representaba el
personaje del apóstol Judas Iscariote durante las representaciones
escénicas, para ello, dejaba el chicote, se quitaba la máscara de
látex, hacia las actuaciones vestido de rojo y solamente con la ca-
bellera de ixtle, sobre aquel templete improvisado que año con año
construían los fariseos, con madera prestada por el pueblo.
Agustina Sánchez recuerda que:

Antes, en la feria, no había puestos; la feria ya tiene mucho, sí había


feria, pero era la pura rueda de caballitos, que la ponían en la mera
explanada, era grande la rueda, de madera, la empujaban los cha-
macos, no había luz, era con cilindro y una lámpara de petróleo. Los
puestos frente al jardín, Toñita y Julio González, dos puestos, uno de
aguas y otro de buñuelos. Eso era la feria. Muy chiquitas nuestras
fiestas, pero con mucha devoción.

También recuerda sus impresiones de infancia sobre la Sema-


na Santa diciendo: “como vivía enfrente, se veía muy bien desde el
cuarto donde nos quedábamos a dormir y estaba yo chille y chille;
17
“Del 26 de mayo de 1889”, AHCDMX, Aguas Foráneas, Desierto de los Leones,
Volumen 52, Expediente 49.
18
AHCDMX, GDF, Aguas, Vol. 1315, Exp. 684.
122 Memorias del poniente V

Imagen 3. Francisco Martínez Palacios hablando con


los guardias del Senedrín, durante las representaciones
escénicas del Jueves Santo. Atrio parroquial.
Acervo de la familia Martínez Soto, sin fecha.

porque pensaba que ya le habían atravesado sus manos [al per-


sonaje de Jesús]”. En esa época las representaciones de Semana
Santa se realizaban únicamente dentro del atrio parroquial, no te-
nemos el dato sobre en qué momento fue permitido realizar actos
religiosos públicamente, ya que todavía en 1912 estaba prohibido,
según se lee en la respuesta a una carta enviada por los vecinos
de Cuajimalpa, al gobernador del Distrito Federal, con fecha 24 de
enero de 1912, solicitando el permiso para “realizar una función
Cuando esto sea lo de antes 123

religiosa” los días 4 y 18 del mes de febrero de ese año, lo cual les
fue negado en un documento con fecha 26 de enero de ese año.
Esta negativa está fundamentada en el artículo 5° de la Ley del
14 de diciembre de 1874, que dice “Ningún acto religioso podrá
verificarse públicamente, si no es en el interior de los templos”,
explicando que los atrios son anexos exteriores de dichos templos.
La carta de solicitud está firmada por los vecinos: Eufemio Vás-
quez, Casimiro Ruiz, Rafael Martínez, José María Ruíz, Ladislao
Carrillo, Manuel Galicia, Delfino Vásquez, Petronilo Téllez, Yreneo
Loa, Teodoro Galicia, Ignacio Romero, Epifanio García, Francisco
García, Jesús Rocha, José Rocha, Maximino López, J. Muciño, Vic-
toriano García, Álvaro Soto, Aurelio Soto, Aurelio Lib, Francisco
Martínez, Cleofás Ortiz, Gabriel Ortiz, Álvaro Salinas, Silverio Pé-
rez, Margarito Carrillo, Marcos Ramírez, Amado Carbajal, G. Se-
gura, Modesto Galicia, entre otros no legibles.19
En 1960, eran cuatro los solicitantes para el personaje de
Judas: Gregorio Alarcón e Ignacio Castillo, los dos ya habían sa-
lido de Judas, Jesús Ortega y Pancho Martínez que querían salir.
Todo se definió por mayoría de votos y ganó Pancho Martínez por
dos votos. Además, Francisco recuerda que “ese año, por mitad de
fecha de Semana Santa, había unos treinta integrantes, y el señor
Gabino López anunció que no habría Semana Santa, por falta de
personal”. Aunque finalmente sí se llevó a cabo.
A los 25 años, Francisco Martínez cambió dos perros orejones
por una escopeta al hijo de Erasmo Reséndiz, después la vendió,
aunque desde antes ya manejaba armas, porque un señor de Jesús
del Monte le prestaba una escopeta cuata cuando tenía unos doce
o trece años. Francisco únicamente compraba la pólvora. Después
compró otra arma de un tiro en 30 pesos, pero él había querido
otra cuata. Un día andando por San Joaquín (Alcaldía Miguel Hi-
dalgo, CDMX), vio una en una tienda, pero era imposible comprar-
la, el precio quintuplicaba su salario. La que aún conserva, una
steven, la compró a un señor del Chamizal y la tiene registrada.
Pertenecía al club de cacería Las Águilas, que era un requisito para
poder poseer armas. Dice que “siendo presidente Gustavo Díaz Or-
daz, cerraron las armerías”.

19
AHCDMX, GDF, Cultos, Vol. 1380, Exp. 6.
124 Memorias del poniente V

Cuando se empezaba a construir Ciudad Satélite (planeada


en 1954 por los arquitectos, Mario Pani y José Luis Cuevas), ahí
trabajaba Pancho, y ya con el personaje de Judas ensayaba a la
hora de la comida; dice: “en cuestión de la preparación, hice el pro-
pósito de no quedar mal con el pueblo, ensayaba el dialogo sólo”.
Cuando Francisco le dio la noticia a su madre de que ese año
sería Judas, ella le dijo que él era un chamaco, que ese personaje
quedaba para una persona mayor. Y ella le hizo una única petición:
“cuando ya te vayan a colgar, vienes aquí, aquí te espero”. Llegado
el día, Francisco entró al cuarto. Su madre pendiente de que no
ingiriera bebidas alcohólicas, le pidió que se quitara la cabellera y
la máscara y que le soplara. Él le soplo y le dio un beso. Aún su voz
se quiebra al recordar a su madre. Después de una pausa, continúa
diciendo: “Me echó la bendición y me fui a la cuelga”. El Judas es
muy socorrido, dice, refiriéndose al alcohol, aunque él no tomaba
ni una gota.
La cuelga aún se realiza el sábado santo a las tres de la tarde.
La Familia Gutiérrez hace un atado con cuerdas y vigas en el cam-
panario norte, y de una polea cuelga el Judas y de otra el Espía,
para ser castigados con sus propios chicotes, mientras arrojan al-
gunas mercancías que “robaron” en los comercios. El robo es bajo
consentimiento de los comerciantes. Agustina Sánchez nos cuenta
otro valioso recuerdo: “antes para colgar a los Judas era en una
mora [árbol de este fruto], arrancaron esa mora, por el 34 [1934],
yo creo fue de ahí que empezaron a ver lo del campanario, la mora
estaba junto a la oficina”.
Nuevamente las vidas de Agustina y Pancho se entretejen, ya
que la procesión de la manzanilla que pernocta en el domicilio de
Agustina se lleva a cabo el sábado santo, y este es el “día del Judas”.
Es el día en que la comunidad se vuelca detrás de estos personajes,
y que comienza con la revolcada, en la cual los Judas y los Espías
dan marometas sobre un tapete humano hecho por los fariseos,
comenzando en el altar mayor de la parroquia y terminando en las
puertas del templo, después el robo y finalmente la cuelga. Todavía
se pueden ver grandes cantidades de personas que acompañan a
estos personajes el sábado santo.
Justamente es este el personaje que hizo que Pancho Martínez
sea recordado con admiración y respeto dentro de la comunidad.
Cuando esto sea lo de antes 125

Haber hecho a la par, el personaje de Judas Iscariote y el Judas


durante treinta años, en los cuales introdujo el chicote de cuero:

Cuando yo empecé a salir de Judas, como yo me juntaba con los pas-


tores, porque iba yo a traer leña, me enseñé a tejer los chicotes, ellos
hacían sus chicotes, uno que se llamaba Regino, él sabía hacer los
chicotes; el cuadrado y el redondo de corazón, lo hacía de lazo con
la pajuela de ixtle […] Ese señor [Regino] tronaba su chicote para
que no se acercara el gato o el coyote y se espantaran esos animales,
porque él cuidaba unos cien borregos y borregas, entonces yo ahí
me enseñé a hacer los chicotes tejidos, me enseñé porque ahora ya
ni me acuerdo.

El chicote es un látigo tejido, en la punta lleva una cinta de


cuero llamada “pajuela” y en el otro extremo, tiene un cabo de ma-
dera del cual se sujeta; con este chicote, el sábado santo los judas
y los espías flagelan las piernas de quien así lo solicite, en señal de
penitencia. En eso, Pancho Martínez infundía respeto y miedo, sus
chicotazos son memorables y las marcas dejadas, ahora son moti-
vo de orgullo para muchos. Siempre fue una persona de carácter
fuerte y eso lo reflejaba siendo Judas.20
El primer año, 1960, el chicote de Pancho fue de hilo de per-
siana. Ya después le vino la idea de hacerlo de correa (cuero), aún
lo tiene como recuerdo, lo hizo en esos años cuando trabajaba en
Satélite. Y dice “yo fui el que inventó el chicote tejido, yo, yo fui”.
Su chicote aún lo conserva junto a su túnica de los sábados, la
grande, la de panza (la túnica que portan los judas y los espías
es de una talla demasiado grande para lograr hacer, en medio de
esa holgura, una panza en la cual guardan dulces, agua para los
fariseos y el día sábado, en esa panza, guardan lo robado). Desa-
fortunadamente, aunque él y su familia guardaron las máscaras de
látex, el paso del tiempo hizo estragos en ellas, “las volvió chicles,
una bola”, lo mismo le sucedió a la cabellera, “se pudrió, se hizo
polvo”, dicha cabellera la mandaba a hacer en Santiago Yancuitlal-
pan, Estado de México.

20
Entrevista con Óscar López Aviña, 14 de julio de 2019.
126 Memorias del poniente V

ESTE PUEBLO URBANO

La vida para Agustina era igual que la de muchos, de pobreza, a


pesar de que en esos años el pueblo comenzaba a transformarse,
pero no así las condiciones, para las personas, que cambian a un
ritmo lento. “La vida fue triste, las mujeres no conocieron doc-
tores, dicen que nada más el hombre les apretaba la panza y ya,
nada de inyecciones, a lo macho”; a ella le dieron toloache para
parir, “medio iba con pobreza, me vi sin zapatos, me vi sin ropa y
a aguantar”. Entonces nació María Eugenia y a los dos años, nació
Verónica, después Andrea y Santa, en total seis mujeres, de las
cuales viven cuatro. Jorge no pudo comprender el no haber pro-
creado varón alguno, fue tal su enojo que en algún momento llegó
a golpear a Agustina, aun así, ella no lo dejó, y Jorge optó por irse,
y ella, como muchas otras mujeres, les dio estudios a sus hijas,
Agustina siempre quiso ser enfermera.
El ver a sus hijas en la escuela, la llenó de esperanzas, le gus-
taba verlas vestidas de escolares. Entonces comenzó con otro de
sus gustos, “mañas” dice ella: la fotografía. Compró su primera
cámara con Rodolfo, que tenía su estudio frente a la explanada,
comenzó por capturar los bailables, las salidas y lo referente a las
escuelas, para continuar con las celebraciones en la iglesia. Afor-
tunadamente, en algún momento, dejó de importarle que los foto-
grafiados fueran sus conocidos, la lente le hizo darse cuenta de que
“las niñas con sus vestidos blancos, se ven bien bonitas ¿a poco
no?”. Así comenzó una colección fotográfica que contiene fotogra-
fías de todo tipo, muchas de estas tomadas por ella: bodas, bau-
tizos, procesiones, salidas, pueblos, paisajes, escenas familiares,
escolares, comidas en la iglesia, bienvenidas o despedidas de varios
párrocos, Semana Santa, carnaval, San Pedro; en blanco y negro, a
color, de todos los formatos y tamaños. Una colección que, después
de un conteo aproximado, suman más de 20 000 fotografías, dis-
tribuidas en más de 200 álbumes, como fieles testigos visuales de
los distintos momentos por los que ha pasado ella como persona,
pero también ella, como parte de una comunidad en movimiento
y de un pueblo en constante cambio, captado todo a través de sus
cámaras fotográficas, de su sensibilidad y del cariño por su pueblo.
Cuando esto sea lo de antes 127

Mientras tanto, la ciudad continuaba en expansión y las trans-


formaciones en el pueblo seguían su curso. Agustina dice: –El mer-
cado comenzó en la Ocampo, en la casa de don Lázaro, comenzó
una señora que venía de Ocoyoacac (Estado de México) a vender
aguacates y ya después fue creciendo con gente de afuera; después,
Jesús Salinas vendía fruta, cinco o diez centavos los montones de
plátanos; Librado, que venía a vender plantas y semillas, también
dalias y gladiolas, no había mercado”.
Como ya vimos en algún momento, se pretendía construir el
mercado en las inmediaciones de la parroquia, lo cual no se llevó
a cabo. Después, según un plano de 1931, estaría ubicado en un
terreno de 692 metros cuadrados en la esquina de Juárez y Ve-
racruz. En dicho plano aparece un recuadro que dice: “local de
adobe con techo de tejamanil ocupado actualmente como salón
de clases –100 niños aproximadamente–”.21 Actualmente este es-
pacio funciona como el CENDI Cuajimalpa, dicho recuadro tam-
bién comprendía lo que hoy es un consultorio médico. Esta idea
de salón de clases y mercado se mantuvo hasta la planeación del
actual mercado Cuajimalpa, finalmente ubicado en un terreno en
la esquina de Veracruz y Ocampo.
El Arquitecto a cargo fue Gabriel Terrés, el contrato fue el
número 62051, firmado el 16 de enero de 1962. Originalmente se
tenía la fecha prevista de terminación de obra el día 31 de mayo
de 1962. Sin embargo, la fecha real de terminación de obra fue el
17 de julio de 1962. La entrega fue firmada en un documento por
el arquitecto Gabriel Terrés (Ced. Emp. No. 21299) y el jefe de la
oficina de edificios y monumentos, que era Francisco Domínguez.
Tal y como lo establece el contrato, el 4 de abril de 1963, la
tesorería del Distrito Federal otorgó el segundo y final pago por
la obra de construcción de un mercado y tianguis en Cuajimalpa
DF, por honorarios de proyección y dirección de obra $24 750.00.
de un total de $49 500.00. “El costo de las obras, material del
presente contrato, se estima en la cantidad de $1100 000.00 (un
millón cien mil pesos), los materiales fueron ministrados por el
Departamento de Distrito Federal”.

21
AHCDMX, Planoteca, Md. 7, Pl. 4, F. 218.
128 Memorias del poniente V

Como parte del equipo de trabajo para construir los 121 pues-
tos, están las siguientes personas y empresas: Recubrimientos y
granitos S.A. Manufacturas guardas S.A. Gloria M. viuda de Ca-
rranza, Ingeniería eléctrica aplicada S.A.ING. Javier Aguarrabere,
Manufacturas metálicas Zoreda S.A., Construcciones de aluminio
S.A., Instalaciones frigoríficas S.A, Gerplex de México S.A.22 En el
interior del mercado, junto a la entrada principal, está una placa
que establece que fue inaugurado el 3 de agosto de 1962, por el
entonces presidente, Adolfo López Mateos.
En la década de los 60, las transformaciones en Cuajimalpa
fueron radicales. En la administración de “Chón” Almaraz, inicia-
ron con la construcción del actual centro de salud, en 1960; des-
pués, en 1964, se construyó la Escuela Kalpilli (del náhuatl “casa
del niño”) en 4 000 metros cuadrados sobre la calle Oaxaca, la
misma calle donde vive Pancho Martínez, que dice: “esta calle ter-
minaba donde empieza la Kalpilli; había magueyes y un callejón.
Donde está la escuela, era de una señora que se llama Magdalena
Zumaya, su hija aún vive, de ahí todo era milpas para allá “.
En 1966, Francisco Martínez contrajo nupcias con Mireya
Soto, matrimonio del cual tuvieron tres hijos: Guadalupe, Bertha
y Francisco Martínez Soto. Ese mismo año se constituyó el puen-
te vehicular del Contadero. Para la construcción de la delegación
política, fue necesario reubicar algunos vecinos. Se demolió el an-
tiguo edificio municipal, situado en la calle Hidalgo, donde nació
Agustina, para ampliar la explanada y construir el edifico que ac-
tualmente es conocido como “el edificio del reloj”. La obra estuvo
a cargo de Edificaciones S.A., cuyo gerente general era Eduardo
Morillo Safa, y con fecha 2 de febrero de 1962, se firmó el contrato
número 62062, el cual específica la construcción de una delega-
ción política en la que se alojarán:

a) Las oficinas del delegado, registro civil, tesorería, junta de mejo-


ras, junta de reclutamiento, delegación de obras públicas y biblio-
teca.

22
AHCDMX, DDF, Cj. 643, Leg. 2.
Cuando esto sea lo de antes 129

Imagen 4. Especificaciones de construcción del mercado


Cuajimalpa, realizada por el autor y basada en la original
perteneciente al Archivo Histórico de la Ciudad de México.
130 Memorias del poniente V

b) Delegación y comandancia de policía, en la que se alojarán las


oficinas para agente del Ministerio Público, juez calificador, sección
médica, juzgado de paz, comandancia de policía y cárcel municipal,
c) construcción del kiosco, sanitarios públicos y asta bandera.23

De estas obras, algunas de ellas permanecen actualmente y


se llevaron a cabo en avenida México, avenida Juárez y Oaxaca, en
Cuajimalpa, Distrito Federal. El costo total fue de $106 250.00; el
pago de este importe se llevó a cabo en dos exhibiciones, siendo
la última el 15 de agosto de 1962. Actualmente en ese edificio se
encuentra la oficina del alcalde en turno.
Diez años después, se llevaría a cabo la segunda etapa de cons-
trucción: un núcleo de servicios socioculturales, que comprendía
oficinas de gobierno, un cine para mil personas, (existe el registro
de una solicitud hecha por el señor Fernando Zepeda para insta-
lar un cinematógrafo en la avenida Arteaga y Salazar en mayo de
1912), una Casa de Cultura, y una biblioteca para 150 lectores. La
extensión total de las construcciones son 3 947 metros cuadrados,
según el programa arquitectónico fechado en mayo de 1972.
Estas y otras transformaciones sucedieron en aquel pueblo de
Cuajimalpa. Fue igualmente necesario reubicar algunos vecinos
e incluso las calles Hidalgo y Ramírez se vieron afectadas. Estas
obras confirieron al pueblo un aspecto modernizado.
Agustina y Pancho presenciaron estos cambios, que comen-
zaban a dejar atrás aquel pueblo que ellos recorrían. Poco a poco,
las milpas comenzaron a ser reemplazadas por construcciones, la
mancha urbana siguió creciendo, comenzaron a llegar personas
que “no son de aquí” y el embate de la urbanización fue inevitable.
Este pueblo urbano dio paso a muchas transformaciones hacia el
último cuarto del siglo xx, que serían apenas el inicio de cambios
más drásticos en la cuestión de la densidad poblacional, acom-
pañado por la creciente construcción de fraccionamientos en las
inmediaciones de Cuajimalpa. Sin embargo, el cambio más impor-
tante se suscitó tras el sismo de 1985, que sacudió a la ciudad de
México. Debido a esto, Cuajimalpa se convirtió en un centro de de-
sarrollo emergente. Después, se establecieron grandes consorcios

23
AHCDMX, Mun. Tlalpan, Vol. 1393, Exp. 847.
Cuando esto sea lo de antes 131

comerciales, lo cual devino en el Programa Parcial de Desarrollo


Urbano de 1987, con el cual, entre 1992 y 1995, cambió el uso de
suelo de 19 colonias de esta alcaldía: Zentalaptl, ocho manzanas
de la cabecera, Bosques de las Lomas, Acopilco, 1° de Mayo, Vista
Hermosa, Loma del Padre, Agua Bendita, Maromas, Xalpa, San
Mateo y, desde luego, Santa Fe. Esto trajo consigo un sobrepobla-
miento, además la construcción que hasta el día de hoy continúa
de ciudad Santa Fe, que evidentemente exige recursos naturales,
así como infraestructura; muchas veces en perjuicio de los pueblos
circunvecinos, como lo es Cuajimalpa, donde cada vez se observan
más edificios residenciales. Actualmente, se llevan a cabo obras de
remodelación mayor en el panteón El Calvario, las cuales inclu-
yen: cambio y levantamiento de barda perimetral, piso en pasillos,
además de una nueva puerta principal. También, se trabaja en la
edificación de un nivel extra sobre el edificio Vicente Guerrero, en
el cual se sitúa la oficina de la Tesorería y el Registro Civil, cuya
finalidad será un comedor para empleados de la alcaldía. Otros
lugares que están teniendo remodelaciones, son la comandancia
de policía, en su fachada y en su interior (contrato CD05-19-02-
IROL-018), y el centro cultural también que está siendo remodela-
do en su totalidad.
A pesar de eso, los cambios culturales se han visto apenas
trastocados, prueba de ello es que las tradiciones se mantienen
vivas, desde luego a través del esfuerzo de la comunidad por man-
tener su identidad y la participación de las nuevas generaciones en
estas actividades colectivas.
Por cuestiones personales, la señora Agustina y su familia de-
jaron de estar a cargo de la cruz del carnaval en 2013, después de
72 años ininterrumpidos. Aunque eso de ninguna manera significa
deslindarse de las actividades del pueblo. Durante el año recibe
en su casa “al Niño de Tlalollinco, San Antonio de Padua, la Vir-
gen de Guadalupe, San Pedro, el Señor de la Cuevita, San José, la
Virgen María, los que me quieran traer, bien recibido”. También,
ocasionalmente, la familia Almaraz Sánchez es invitada para dar
alguna merienda para los fariseos, sin olvidar que doña Agustina
Sánchez Romero, aún participa en algunas actividades del Grupo
de Festejos y Tradiciones, acompañando a su hija María Eugenia,
y todavía, desde hace unos 43 años, acompaña las procesiones de
132 Memorias del poniente V

Domingo de Ramos, Domingo de Pascua, regando pétalos. Dice:


“hubo un padre que me decía, un papelito que tú tires cuando haya
una procesión, es una oración que le dedicas a Dios.” En esa labor
la acompaña alguna de sus nietas.
Mientras que Pancho Martínez recibe a los fariseos desde
hace unos doce años, algunos Judas han hecho visitas en su casa
el día Sábado Santo y muchos vecinos lo buscan para que les dé
chicotazos, aunque desde luego no lo hace. Además, él solicita una
misa para la imagen de Padre Jesús desde hace más de 60 años, que
se lleva a cabo el domingo anterior al Domingo de Ramos. Tam-
bién, el día Domingo de Pascua, sube al campanario norte de la
parroquia de San Pedro para tocar las campanas, durante la llega-
da de la procesión más larga de la comunidad que recorre unos 6.8
kilómetros aproximadamente.
Muchos datos quedarán en el tintero, junto a muchas más
anécdotas de nuestros personajes, ambos, Pancho y Agustina,
Agustina y Pancho, son un ejemplo de compromiso con su comu-
nidad, de constancia y, desde luego, de cariño por la tierra que los
vio nacer, e inspiración para nuevas generaciones que continuarán
con estas tradiciones durante muchos, muchos años, cuando esto
sea lo de antes.

AGRADECIMIENTOS

A: Diana Domínguez Moreno, Mario Gutiérrez Rocha, Humberto


y Juan Manuel Martínez Castelan, Ernesto García Romero. Por su
total apoyo.

FUENTES

Archivos

Archivo Histórico de la Ciudad de México (AHCDMX)


Cuando esto sea lo de antes 133

Libros

Almaraz Sánchez, María Eugenia. “Fiestas patronales en Cuajimalpa en


honor a San Pedro Apóstol”, Memorias del Poniente. Historias de sus
pueblos, barrios y colonias, México: uam-Cuajimalpa, 2015, pp. 171-204.
Batallion Claude y Helene Rivière D´Arc. La Ciudad de México, México:
1973.
Carballo, Emanuel. Testimonios Sobre Cuajimalpa, México: Delegación
Política Cuajimalpa de Morelos, 1985.
Ciudad de México. Crónica de sus delegaciones, Secretaría de Educación /
Gobierno del Distrito Federal, México: 2007.
Cuajimalpa de Morelos. Monografía. Gobierno de la Ciudad de México,
México: 1997.
Cuajimalpa a través de cuatro Lustros, Delegación Cuajimalpa de Morelos.
México, 1969.
Valenzuela Alfonso, Urbanistas y visionarios. La planeación de la Ciudad
de México, México: Miguel Ángel Porrúa, 2014.

Entrevistas

Agustina Sánchez Romero


Francisco Martínez Palacios
Oscar López Aviña
LA HISTORIA DE LA COLONIA SAN JOSÉ
DE LOS CEDROS Y LA VENTA DE PULQUE
DE LA FAMILIA SÁNCHEZ RIVAS. 1968-1998

Luis Alberto Sánchez Romero1

RESUMEN

El autor nos cuenta la historia del trabajo en su familia, una his-


toria que comienza con el esfuerzo y dedicación de sus abuelos,
quienes al establecerse en la colonia San José de los Cedros inicia-
ron un negocio de venta de paletas y pulque. Con estos productos
principalmente, no sólo formaron un negocio familiar con éxito,
también construyeron un espacio de convivencia y relación con
vecinos y visitantes hasta conformar una pulquería que llegó a ven-
der litros y litros del delicioso néctar. Esta historia permite cono-
cer a la familia del autor y acercarnos a una forma de convivencia
en esta colonia al poniente de la ciudad.

***

INTRODUCCIÓN

En este trabajo quiero mostrar la historia y las formas de convi-


vencia en la colonia San José de los Cedros, específicamente en
la zona llamada Santa Rita, en el periodo entre 1968 y 1998; cabe

1
Estudiante de la Licenciatura en Humanidades de la uam Cuajimalpa, interesado
en la historia de su familia, que se ha dedicado a la venta y comercio de pulque. Con esta
historia quiere transmitir los recuerdos de los habitantes de la colonia San José de los
Cedros, de la zona poniente de la Ciudad de México.

135
136 Memorias del poniente V

aclarar que estos dos lugares se encuentran ubicados en la Alcaldía


de Cuajimalpa de Morelos de la Ciudad de México.
Mi intención es narrar la historia de mis abuelos, sus nego-
cios y en especial la venta de pulque que se llevaban a cabo en la
colonia. Para ello es importante mencionar un lugar muy popular
de la zona que fue la pulquería de mi abuelo ya fallecido. Todos los
vecinos sabían de su existencia y muchos de ellos asistían a consu-
mir el famoso pulque.
Este relato es construido a partir de diversas fuentes direc-
tas: una serie de entrevistas a personas que estuvieron presentes
durante el periodo de transformación del barrio señalado. La in-
formación que obtuve proviene de distintas entrevistas principal-
mente a miembros de mi familia, amistades de mis abuelos y de
vecinos de la colonia, a quienes agradezco su colaboración para la
creación de esta historia del poniente de la ciudad.
Algo por lo que he decidido escribir este trabajo es por el in-
terés y curiosidad que siempre he tenido desde muy pequeño por
saber quiénes fueron mis abuelos. Yo no tuve la fortuna de co-
nocerlos, pero por todo lo que me cuentan mis familiares y veci-
nos sé que siempre fueron personas ejemplares, principalmente
mi abuelo es de quien más hacen mención. Lo recuerdan como
una gran persona, amistoso, dedicado y hombre de negocios. Por
las historias que vivieron y las cosas que hicieron me motivaron a
escribir esta historia.
Mi interés surge porque su presencia no ha dejado de existir y
hasta la actualidad, mis abuelos, siguen estando a diario en temas
de la conversación de la familia. Estas conversaciones siempre han
tratado de cómo mi abuelo siempre fue una persona muy trabaja-
dora, dedicado a su familia y siempre con un buen humor; igual
a mi abuela se le recuerda a diario por su dedicación a su familia,
además de su ternura y buen humor. Hoy aún, se conmemora una
ceremonia religiosa cada año en el día de su cumpleaños, recor-
dándolos con mucho cariño.
Hoy todos los vecinos, conocidos y familiares recuerdan a mis
abuelos con mucho cariño, principalmente por el comercio y la
venta del pulque, que fue por lo que las personas tuvieron contacto
con ellos.
La historia de la colonia San José de los Cedros 137

El relato lo he planteado en tres partes que me parece funda-


mental resaltar: la primera es la biografía de mi abuelo, me gusta-
ría dar a conocer su historia de vida, de cómo fue sobresaliendo de
ser un peón trabajador del campo a ser un comerciante y dueño
de una propiedad en la ciudad.
La segunda parte hablaré de cómo fue que empezó el negocio,
vendiendo paletas de hielo y pulque; saber cómo es que fue cre-
ciendo cada vez más de tal manera que comenzó vendiendo apro-
ximadamente 20 litros de pulque diarios y terminó con alrededor
de 250 a 300 litros en un solo día. También es importante hablar
en este segundo apartado sobre cuál era el proceso de producción
y de elaboración que se llevaba a cabo en el pulque. Mencionaré
lo que se vivió en la pulquería a través de los relatos recopilados
entre mis vecinos para poder entender cómo fue que la gente tenía
el gusto por comprar, consumir, asistir y pasar el tiempo en esta
pulquería.
En el tercer apartado mencionaré la relación del espacio con
el barrio, saber qué tipo de personas asistían a consumir pulque y
qué pensaba la gente de este lugar, cómo es que lo veían, si lo veían
como un lugar de vicio y perdición o como un lugar muy agradable
de distracción. Además, me gustaría relatar un poco sobre cómo
era la convivencia fuera de la pulquería y qué se vivía en la calle
por los niños, adolescentes y adultos que no asistían a la pulquería.
También es interesante mencionar las relaciones con la autoridad
que se llevaron a cabo, ya que la venta de pulque y las pulquerías
clandestinas eran ilegales y se podría llegar a clausurar el negocio.
Me gustaría relatar cómo se evadió a la autoridad teniendo regis-
tro de que nunca fue clausurado el negocio. Por último contaré del
negocio y de mis abuelos.

LA VIDA DE DON BETO

Filiberto Sánchez González nació el 21 de marzo de 1938 en el


municipio de Detiña, un municipio con mucha pobreza y pocos
habitantes, del Estado de México, perteneciente a Toluca. Curiosa-
mente, su nacimiento coincidió con la expropiación petrolera del
general Lázaro Cárdenas. Su padre fue Esteban Sánchez Colín y su
138 Memorias del poniente V

madre Eufemia González, dedicados al trabajo en el campo y tam-


bién a hacer lazos o zacates con el ixtle que sacaban del maguey.
Filiberto nació dentro de un matrimonio con seis hijos, de
bajos recursos. Al estar en una zona rural, había pocas escuelas
y estas eran privadas, por lo que no cualquiera podía asistir. La
lejanía y el dinero entraban en juego para poder estudiar, pues la
familia los tenía que sustentar. Mi abuelo fue un joven analfabeto
que trabajó en el campo –fue hasta los 18 años que aprendió a leer
haciendo el servicio militar– por lo tanto, su vida fue pesada, dedi-
cada a su subsistencia para tener el pan de cada día con mucho es-
fuerzo. El trabajo que llegó a realizar fue la siembra de maíz, entre
otros productos de campo que aprendió a cultivar con su familia.
Lo anterior lo pude saber gracias a las distintas entrevistas
realizadas a personas que lo conocieron y puedo justificar lo an-
terior con las palabras del hijo de mi abuelo, mi tío Félix, a quien
mi abuelo le contó la situación que vivió en su pueblo originario y
quien lo recuerda muy bien: “En el campo trabajando como peón
eran tratados como esclavos, no había oportunidad de tener una
buena vida, por eso mi padre llegó a la ciudad a buscar un mejor
futuro para su familia”.2
Fue durante el trabajo que mi abuelo conoció a su futura es-
posa, mi abuela, Julia Rivas Navarrete, y tras tener varios años de
conocerse siendo pareja tuvieron la noticia de que esperaban un
hijo. Mi abuelo, al saber que tendría una mayor responsabilidad y
que no tenía mucho que ofrecer, buscó alternativas para sacar ade-
lante a su familia, por lo que empezó a analizar diferentes oportu-
nidades de trabajo. Así, entró a trabajar en la pavimentación de las
carreteras federales de la ciudad y comenzó desde un puesto muy
bajo. Cabe mencionar que en esta época ya sabía leer.
Una vez instalado, su desempeño fue lo que lo hizo ir crecien-
do, pues las personas para quienes trabajaba vieron que hacía bien
su labor. Es en este momento cuando tiene lugar su llegada a la
zona del poniente en la delegación Cuajimalpa. En 1960 nace su
primer hijo, ya en Cuajimalpa, a quien llamaron Pascual Sánchez
Rivas y quien sería el único hijo que nacería en este lugar al que
llegaron a rentar una vivienda temporalmente.

2
Entrevista realizada a Félix Sánchez Rivas, hijo de mis abuelos, diciembre de 2019.
La historia de la colonia San José de los Cedros 139

Imagen 1. Foto de mis abuelos junto a su primer hijo, Pascual.


Acervo personal de Filiberto Sánchez, 1960.

La primera vez que mi abuelo estuvo en Cuajimalpa llegó a la


zona de Contadero, como ya he mencionado, por motivos de tra-
bajo. Estuvo dos meses trabajando solo sin mi abuela y juntando
sus primeros ahorros para poder traer a su familia a Cuajimalpa.
Una vez que juntó lo suficiente, consiguió rentar una vivienda por
la zona donde estaba una fábrica de hongos, donde actualmen-
te se encuentra el supermercado Chedraui. Llegó con su familia a
vivir ahí teniendo nada, como bien nos lo relatan sus hijos, “ellos
llegaron aquí prácticamente sólo con un petate y unos pequeños
trastes.”3 Podríamos decir que sólo trajeron lo necesario para po-
der vivir bien, por su situación económica.
3
Entrevista realizada a Martha Sánchez Rivas, hija de mis abuelos, diciembre de 2019.
140 Memorias del poniente V

Mi abuelo siguió dedicándose al trabajo de pavimentar carre-


teras, contando ya con un puesto importante como “sobrestante”
y de mayor bonanza económica tuvo la oportunidad de hacer un
ahorro de dinero. Pagar renta y mantener a su familia también era
algo complicado, por este motivo buscó hacerse de una propiedad.
Cuando juntó una cantidad suficiente decidió comprar un terreno
en la zona ubicada en San José, donde hoy se encuentra la iglesia
de Santa Rita. Una vez que terminó de pagar el terreno, gracias a
su trabajo en la carretera, construyó enseguida un pequeño cuarto
al cual inmediatamente llegó a vivir. Una vez ya establecidos en
Cuajimalpa y con una propiedad, mis abuelos tuvieron un segundo
hijo llamado Mauricio en 1962.
Mi abuelo se dedicaba a su trabajo y mi abuela a criar a sus
dos hijos. Mi abuelo no se conformó con el pequeño cuarto que
había hecho, pero poco a poco su economía y sus ahorros per-
mitieron que siguiera construyendo en el terreno de alrededor de
30 metros cuadrados. Poco después, en 1964, nació su tercer hijo
llamado Eusebio.

Últimos días de trabajo en las carreteras

Mi abuelo siguió trabajando como “sobrestante” en las carreteras,


era un puesto importante pues era el encargado y responsable de
que las obras se llevaran a cabo bien. Es relevante mencionar que
para mi abuelo no fue fácil llegar a este puesto, pero su desempeño
y dedicación fue fundamental: a pesar de no tener estudios pudo
obtener el puesto que alguien estudiado podía haber tenido. Una
vez que consiguió estabilidad y se encontraba a gusto con su tra-
bajo, le llegaron indicaciones para irse a trabajar a Ixtapa Zihua-
tanejo, algo con lo que él estaba de acuerdo, porque no tenía otra
opción, de lo contrario podría perder su trabajo. Mi abuela estaba
muy angustiada por la noticia porque sabía que ya no regresaría
o iba a irse por mucho tiempo, dejándola sola con sus hijos, por
este motivo le respondió a mi abuelo: “si tú te vas, mejor veme a
regresar con mi padre, ¿para qué fuiste por mí al pueblo si ahora
me vas a dejar sola?”.4
4
Entrevista realizada a Félix Sánchez Rivas, hijo de mis abuelos, diciembre de 2019.
La historia de la colonia San José de los Cedros 141

Al recibir estas palabras mi abuelo decidió no seguir con el


trabajo y tomó la decisión de abandonar su puesto; la euforia de
mi abuela se hizo notar –para mi gusto con mucha razón– y con
ella el cariño y el amor de pareja que existió. Por otro lado, en mi
abuelito se notó el compromiso y el cariño por seguir trabajando
para el futuro de su familia, para no dejar a mi abuela y seguir a su
lado. Para mi abuelo fue el momento de tomar una gran decisión,
pero al final decidió quedarse y seguir con su vida en Cuajimalpa,
pues ya tenía una propiedad y familia establecidas.
Es en este momento cuando decidió buscar otras opciones
para poder sobresalir, sacar adelante todo y seguir haciéndose de
más cosas, pues no pensaba regresar al pueblo con su familia. A
su pueblo natal sí iba, pero solamente como visita y en fechas fes-
tivas; no podía faltar en las fiestas navideñas y todas las del año,
acompañado de su esposa e hijos. La familia visitaba el pueblo
principalmente en vacaciones, cuando se iban varios días, ya que
era cuando sus hijos estaban de vacaciones en la escuela.
Fue así como mi abuelo decidió vender paletas de hielo en las
calles y después pulque en su casa. En estas fechas también nació
su hija Martha, quien fue la única mujer y la cuarta de sus hijos,
en el año de 1968.
Mi abuelo tuvo que buscar de dónde obtener magueyes para
obtener pulque, así encontró un lugar a diez minutos de su casa
donde plantaban magueyes para venderlos y producir pulque. Fue
aquí donde comenzó a elaborar pulque como se menciona en el
siguiente relato: “Mi papá comenzó comprando magueyes en la
zona donde hoy está el seguro de Jesús del Monte, podría decir que
comenzó vendiendo aproximadamente 20 litros diarios”.5
Con lo anterior me dio curiosidad por saber cómo fue que mi
abuelo tuvo la idea de vender pulque en una zona no rural, por ello
traté de llegar a la respuesta por medio de la entrevista, preguntan-
do cómo fue que surgió la idea de vender pulque, a lo cual su hijo
Filiberto me respondió muy seguro:

A mi papá nunca le podría faltar su vaso de pulque a la hora de la


comida, él desde niño estaba acostumbrando a tomarlo, cuando lle-

5
Entrevista realizada a Félix Sánchez Rivas, hijo de mis abuelos, noviembre de 2019.
142 Memorias del poniente V

gó a Cuajimalpa probó el pulque que aquí vendían, a lo cual él decía


que no le gustaba, estaba muy feo. Fue por eso por lo que decidió
venderlo, para que la gente probara el verdadero y delicioso sabor
del pulque que en su pueblo hacían.6

Claramente hay un gusto que quería transmitir a todo el ba-


rrio, pues siendo trabajador del campo conocía a la perfección el
proceso de elaboración del pulque y sabía cómo hacer un buen
pulque. La idea no fue mala, fue excelente y gracias a ello pudo
sacar adelante a su familia con su trabajo, además de la necesidad
que tenía por obtener los recursos necesarios para seguir constru-
yendo en su propiedad.

EL NEGOCIO COMIENZA

Mi abuelo no sólo se quedó con la venta del pulque, buscó otras al-
ternativas en el comercio y se dedicó a la venta de paletas de hielo.
Las compraba en la zona de Observatorio, conocida como La Amé-
rica, con un señor llamado Don Miguel y las revendía andando por
las calles y gritando su producto. En un principio, mi abuelo sólo
salía a vender los domingos, los demás días de la semana comenzó
a vender pulque. Habiendo establecido bien la venta de las paletas
decidió vender pulque los domingos, pues ya tenía a quien encar-
garle en negocio en lo que él salía a vender.
Mientras mi abuela vendía el pulque en la casa, el abuelo sa-
lía a vender paletas por las distintas zonas de la colonia San José,
como el deportivo Cacalote, el Tepetongo, los campos de futbol
donde hoy es Walmart y en los campos de beisbol donde hoy es el
campo de golf de La Navidad. Por este motivo fue conocido por
todos los vecinos.
Podría decir que el negocio de mis abuelos comenzó siendo
un expendio de pulque donde sólo se compraba el pulque para lle-
var, desde la puerta de la casa, y no había consumo alguno adentro,

6
Entrevista realizada a Filiberto Inocente Sánchez Rivas, hijo de mis abuelos, di-
ciembre de 2019.
La historia de la colonia San José de los Cedros 143

Imagen 2. Foto de mi abuelo preparando nieve y helado.


Acervo personal de Pascual Sánchez, 1985.

a excepción de familiares o amigos. La gente comenzó a probar el


pulque que hacía y fue totalmente un éxito en la zona.
Según la información recopilada, tengo entendido que el día
de mi abuelo comenzaba a las 6:30 de la mañana yendo a raspar los
pocos magueyes que comenzó comprando para la venta. Extraía el
aguamiel con el acocote y lo depositaba en cubetas para partir a
su casa. El trayecto que hacía era de alrededor de un kilómetro de
ida y vuelta al lugar donde compró sus primeros magueyes cuando
comenzó a vender pulque. Este lugar estaba en Jesús del Monte,
donde hoy se encuentra el Instituto Mexicano del Seguro Social
(IMSS), y el lugar estaba lleno de magueyes y terrenos que perte-
necían a un solo dueño, quien le vendía los magueyes a mi abuelo.
El aguamiel es el nombre del líquido que se obtiene del ma-
guey después de raspar y se extrae con un instrumento llamado
acocote, este líquido es muy dulce, por lo cual tiene que pasar por
un proceso para quitarle el dulzor y pueda ser pulque. Una vez
terminando de raspar el aguamiel, mi abuelo lo dejaba en barriles
de barro bien tapados, exponiéndolos al sol aproximadamente tres
días para que se llevara a cabo el proceso de fermentación y se
144 Memorias del poniente V

hiciera “pulque grueso”, este pulque no tiene nada de dulce y se


le llama así por tener un sabor muy fuerte. A este pulque grueso,
al momento de venderlo, se le agregaba aguamiel recién extraído
para poder crear un pulque que no fuera ni muy dulce ni muy
fuerte, este era el modo de preparar el pulque de mi abuelo, el que
siempre vendió y gustó a mucha gente.
El pulque que elaboraba mi abuelo comenzó a gustar mu-
cho a quienes lo probaban y poco a poco los vecinos, trabajadores,
adultos mayores e inclusive gente de la ciudad o distintas colonias
de la delegación Cuajimalpa, comenzaron a llegar para comprar el
pulque que vendía mi abuelo. A pesar de que en la zona existían
dos pulquerías más, no tenía competencia alguna y era la pulque-
ría más popular de la zona.
Bien, hasta ahora hemos hablado sobre la vida de mi abuelo, de
cómo pasó de ser un peón dedicado al campo a ser un comerciante
en la ciudad; la espera de su primer hijo nacido en Cuajimalpa; la
importancia de su trabajo en las carreteras como sobrestante; su
llegada de Toluca a Cuajimalpa y, finalmente, cómo se estableció
en la colonia San José y dio inicio al negocio del pulque. El negocio
comenzó en 1968 y fue creciendo, vendiendo cada vez más pulque;
cinco años después nació su último hijo, Filiberto –en 1973–, de
quien tengo el honor de ser hijo.
El negocio de las paletas en estos cinco años también fue cre-
ciendo y no sólo mi abuelo era el que vendía, sino que sus hijos
comenzaron a salir a vender paletas a las calles. Entre todos reco-
rrieron más calles y se obtuvieron más ganancias, con las cuales
compraron maquinaria para fabricar y hacer su propia mercancía
para ya no comprar y revender más; con esta adquisición también
comenzaron a vender nieve. Mi abuelo estaba al pendiente de los
dos negocios, producía tanto pulque como paletas y él era el encar-
gado de las ventas de los dos negocios. Como mi abuelo era quien
también atendía los negocios, mi abuelo no tenía otra ocupación
más que el comercio y su familia.
Mi abuelo al tener tanto éxito vendiendo pulque no tardó en
llenarse de clientes y para 1975 ya había comprado más magueyes,
pues los que tenía no le alcanzaban para abastecer a toda la gen-
te. Llegó el momento en que se adueñó de todos los magueyes de
Jesús del Monte, inclusive los que apenas se habían plantado llega-
La historia de la colonia San José de los Cedros 145

ron a ser de él. Fue tanto su éxito que vendía 300 litros diarios y ya
no tenía más pulque que producir, entonces lo que hizo fue rebajar
un poco el aguamiel con agua y azúcar, un truco que aprendió de
su pueblo y que no le quitaba el buen sabor a la bebida, pues no
podía hacer más. La intención de mi abuelo siempre fue que todos
alcanzaran pulque y que también tuviera una buena venta.
Cuando mi abuelo no tenía magueyes dando aguamiel, lo que
hacía era comprar pulque con un amigo suyo en la zona de San
Fernando, ubicada a 30 minutos de la casa de mi abuelo. Su amigo
lo traía desde el estado de Hidalgo y también era buen pulque, esto
sólo era en casos extremos, cuando había insuficiencia de agua-
miel.
Como había mencionado, en 1968 comenzó siendo un expendio
de pulque, pero a la vez que la gente probaba su pulque empezaba
a vender más. Esto hizo que su pequeño negocio se convirtiera
en una pulquería, pues permitió que la gente pasara a tomar pul-
que al patio de su casa, que más adelante modificó haciendo ban-
cas de madera y concreto para que asistiera más gente y estuviera
cómoda.
Se podría decir que era una pulquería clandestina, ya que no
se tenía el permiso de vender alcohol, por lo cual la venta tenía que
ser discreta ante las autoridades, aunque tarde o temprano se iban
a dar cuenta de la venta ilegal de pulque.
Las personas encargadas de revisar que no hubiera venta de
pulque eran llamados los “reglamentos”, personas que en un prin-
cipio llegaban a la casa de mi abuelo y amenazaban con llevarse el
pulque con todo y barriles, llegaban sorpresivamente a cualquier
hora. Gracias a la ayuda de un vecino pude rescatar un momento
que muestra la relación de mi abuelo con los reglamentos:

En una ocasión llegaron los reglamentos y se llevaron todo el pulque


que se estaba vendiendo, llevaron a don Beto al ministerio público,
pero a la mitad del camino los policías se portaron bien y lo regresa-
ron, pues solo era para espantarlo.7

7
Entrevista realizada a Pascual Sánchez Rivas, hijo mayor de mis abuelos, diciem-
bre de 2019.
146 Memorias del poniente V

Sin duda, después de este acontecimiento mi abuelo tuvo que


pensar las cosas y decidir entre dejar de vender pulque o llegar a
un acuerdo con los reglamentos. Fue entonces cuando llegaron al
acuerdo de una cuota semanal de 150 pesos y, desde luego, un ja-
rro de pulque que los reglamentos consumían en el lugar. Fue así
como finalmente se pudo llevar tranquila la venta del pulque. Digo
“tranquila” porque existía el temor de que llegaran los reglamentos
y no fueran los mismos con los que se tenía el acuerdo, y ocurriera
lo que ya había pasado, esta vez siendo en serio las cosas.
Efectivamente, siempre se tenía esa inesperada llegada de los
reglamentos a la pulquería junto con el miedo de perder todo el
pulque, pero mi abuelo tuvo el ingenio de hacer una especie de
fosa dentro de su recámara para esconder los barriles de pulque en
caso de que llegaran las autoridades. Fueron varias las situaciones
en las que tuvo que recurrir a ocultar todo el pulque como bien se
narra a continuación:

Cuando llegaban los reglamentos mi papá escondía todos los ba-


rriles en la cubierta que tenía en la recámara, después de que los
tapaba todavía ponía ropa encima para que no hubiera sospecha
alguna y solamente dejaba un pequeño jarro para que pensaran que
ese jarro era el único pulque que tenían.8

Para la familia, la visita de las autoridades dedicadas a la su-


pervisión de la venta prohibida de alcohol fue un problema y siem-
pre temían que se pudieran llevar la mercancía. Aunque una vez
sabiendo lo que se vivía y se vendía, bien puede ser comparada
con una pulquería grande de la ciudad de esos tiempos, a pesar
de no ser tan conocida. Mi abuelo no tenía el interés de crear una
pulquería con todas sus características como lo son los grandes
establecimientos, principalmente del centro de la ciudad; él pudo
haber vendido lo mismo que cualquier pulquería bien establecida
con permisos. Pienso que no hubiera sido mala idea tener los per-
misos para establecer una pulquería en regla, pero esto implicaría
otras cosas como pagar impuestos, que la pulquería ya no fuera
su casa y no hubiera respeto de los clientes. Pienso que tal vez mi

8
Entrevista realizada a Filiberto Sánchez Rivas, hijo de Filiberto, noviembre de 2019.
La historia de la colonia San José de los Cedros 147

abuelo lo tenía presente y no quería meterse a otras situaciones


que le generarían conflictos, sólo quería hacer una buena venta y
que fuera un tanto discreta ante las autoridades.
Como bien he mencionado, el negocio de mi abuelo se podría
catalogar como una pulquería clandestina al no tener los permi-
sos adecuados, por lo tanto, la puerta del zaguán tenía que estar
todo el tiempo cerrada, pero la gente ya sabía que se vendía pulque
y sólo tenía que tocar para que cualquier persona que estuviera
dentro le abriera. Curiosamente el ambiente era tranquilo dentro
de la pulquería, probablemente debido al carácter de mi abuelo.
Quienes lo recuerdan, lo describen como alguien de carácter fuerte
con las personas que lo requerían, no permitía consumir ningún
tipo de droga y en caso de que llegara a ver a alguien haciendo uso
de ellas, se dirigía a él y le pedía que se retirara por favor, “aquí no
puedes estar así” y de inmediato se sacaba a la persona a quien se
dirigía. Sabían que era alguien a quien se le debía respeto, ya que
era dueño de la casa, del pulque y encargado de la familia.
En la casa no solamente se vendía pulque, sino que también
se encontraba su familia, por lo que mi abuelo no podía permitir
que se viviera un ambiente pesado. Había ocasiones en las que mi
abuela invitaba algo de comer a las personas que se encontraban
consumiendo pulque, o también las personas llevaban su comida y
asistían sólo a la hora de la comida.
Mi abuelo no permitía que se llevaran a cabo actividades
como juegos o concursos entre los consumidores, él lo veía como
algo que podría tener severas consecuencias y llegar a ser conflic-
tivo. Él vivió una situación que lo llevó a pensar lo anteriormente
dicho:

Cuando mi papá permitió que la gente pasara a la casa a tomar su


pulque no faltaba la persona que comenzaba a jugar la rayuela, en
una ocasión jugando rayuela hubo problemas y llegaron a los gol-
pes por alguna discusión del juego. Desde esa ocasión mi papá ya
no permitió que se jugara ningún juego, sólo la gente debería ir a
consumir.9

9
Entrevista realizada a Filiberto Sánchez Rivas, hijo de mis abuelos, diciembre de 2019.
148 Memorias del poniente V

Claramente vemos que los juegos podían ser un problema en


este espacio, pero eso no significó que las ventas bajaran o que la
gente dejara de asistir.
Yo me pregunto, si no se hubiera ocasionado este pleito y los
juegos se hubieran llevado pacíficamente ¿mi abuelo hubiera per-
mitido que jugaran?, yo pienso que tampoco los habría dejado,
porque al estar jugando las personas gritan y apuestan. Podría
ocurrir que llegara la gente solamente a jugar, sin consumir pul-
que, por lo que el ambiente del lugar se modificaría, es lo que yo
podría decir.
En esta pulquería había un ambiente muy tranquilo, no pesa-
do ni mal visto por los vecinos, sino al contrario, se le veía como un
lugar para la distracción donde las personas iban principalmen-
te a platicar varias horas consumiendo pulque. Aunque también
había personas que daban por mal visto el lugar. Mis abuelos se
enteraban por sus amistades de esto, pues les contaban que había
personas que hablaban mal de la pulquería. Al vender alcohol lo
catalogaban como un lugar de vicio donde asistían personas para
perderse en la embriaguez.
A mi parecer, el ambiente sano que prevaleció en el negocio
de mi abuelo podría ser una de las cosas que influyeron en que
tuviera tanto éxito la venta y contara con la preferencia de la gente
para ir a consumir pulque ahí; además del buen sabor y las amis-
tades con mis abuelos.

Uno entraba a la pulquería y estaba muy tranquilo el ambiente, la


mayoría de las personas ya eran muy grandes, iban siempre con
sus sombreros, aunque no hacía calor, venían de muchos lados. Yo
cada que iba siempre conocía a personas nuevas o a las mismas de
siempre, generalmente siempre iba solo y me ponía a tomar con
la persona que estuviera. Siempre me ponía a hablar sobre de qué
lugar venía o a qué se dedicaba o dedicó. Las personas eran muy
agradables y respetuosas, pasaba alrededor de dos a cuatro horas,
iba cada tres días y me gustaba irme a distraer, más que nada irme
a relajar después de trabajar.10

10
Entrevista realizada a Martín, vecino de mis abuelos, noviembre de 2019.
La historia de la colonia San José de los Cedros 149

Al igual que la anterior descripción sobre lo que se vivía den-


tro de la pulquería, reuní distintos relatos personales donde puedo
extraer mucha información sobre cómo era la convivencia de mis
abuelos con las personas.
Había ocasiones en que la venta del pulque bajaba y mis
abuelos tenían que ver de qué manera recuperaban las ventas, esto
no era tan seguido, pero llegaba a suceder y ya tenían estrategias,
como la de vender comida cuando ocurriera esto. Esto ocurrió
principalmente cuando el negocio apenas comenzaba y no era tan
conocido el lugar ni el pulque que servían ahí.
Mientras la gente bebía en el patio de la casa de mis abuelos,
sus hijos se encargaban, a veces, de venderle comida a todos los que
asistían: en platos de barro les vendían pancita. Algo de lo que me
mencionan mis tíos es que por épocas del año mi abuelo regresaba
al pueblo a comprar borregos para hacerlos barbacoa y vender en
su casa; la venta de alimentos en su pulquería fue muy buena y
logró que llegara más gente a consumir barbacoa que pulque. Al
vender la carne, mis abuelos daban la prueba del pulque sin que la
gente se los pidiera y también me parece que fue algo que atrajo a
más gente a consumir pulque, dándoles pruebas hacían que gene-
raran gusto por él.
Además de comida también llegaba a vender miel, tenía pa-
nales llenos de abejas y de ahí la extraía para quien la pidiera, la
gente no necesariamente tenía que esperar a que se les ofreciera
la miel, sabían que les venderían cualquier cosa que produjeran,
sabían que a mi familia y abuelos les gustaban los negocios y lo
que podían vender lo vendían.
Mis tíos también se encargaban de despachar el pulque e in-
clusive ellos eran los encargados de vender pulques curados, pues
mis abuelos no tenían tanto gusto por éstos, pero también fue un
gran negocio y hacían curados de distintos sabores como tuna,
fresa, mango y avena; los sabores más comunes hasta hoy. Según
me cuentan mis tíos y vecinos, los curados estaban muy buenos.
Bien sabemos que, al ser una pulquería clandestina, estaba
abierta a todo público y lo importante era vender mucho, pero
gracias a la información recopilada de diferentes lugares puedo
saber quiénes eran las personas que asistían y cuál era su motivo
para asistir.
150 Memorias del poniente V

Comencemos por la gente que se dedicaba a las construccio-


nes, los albañiles o gente en obras. En la zona de Santa Rita de los
años setenta a noventa se llevaron a cabo varias obras como
los condominios cerca del deportivo Cacalote, también por el mó-
dulo de Ocote, lugares muy cerca de la pulquería. En su tiempo
después del trabajo asistían, tomaban el pulque y se retiraban.
Estas personas dedicadas a las construcciones eran de distintos
lugares y algunas de la zona de Cuajimalpa, personas que también
estaban acostumbradas al consumo del pulque en sus pueblos.
Algo curioso sobre los trabajadores es la manera en que ha-
cían una especie de trueque con mi abuelo, dando su herramienta
de trabajo como palas, martillos, desarmadores, cascos, botas o
picos, a cambio de pulque de cinco o diez litros aproximadamente.
Mis abuelos lo veían como un tipo de empeño y no decían que no,
al contrario, lo aceptaban porque sabían que las cosas tenían valor
y que los trabajadores regresarían a pagar. Aunque las cosas no las
ocuparan, las guardaban esperando a que el dueño pagara para
poder devolverle su herramienta.
Otro tipo de personas que asistían a la pulquería eran los veci-
nos que eran señores originarios de la colonia, y ellos eran quienes
más tiempo pasaban platicando unos con otros sobre su vida, su
niñez o las aventuras que tuvieron en ciertos lugares, y podrían
durar horas tomando pulque y platicando cómodamente con los
demás.
También asistía gente que trabajaba en la delegación. Des-
de Cuajimalpa centro venían hasta Santa Rita –aproximadamente
media hora de camino–. Para llegar tenían que pasar por muchos
lugares donde se vendía pulque y lo podían tomar, sin embargo,
iban específicamente con mi abuelo.
También asistían varios profesores de las distintas escuelas
que estaban alrededor, después de dar clase se iban a pasar el rato
embriagándose y al final se iban como podían. Como bien me
cuenta mi tía Martha, “la gente llegaba bien y salía mal, empeza-
ban muy tranquilos y cuando menos [esperabas], comenzaban a
cantar canciones rancheras”.

Venia mucha gente de traje, gente de la delegación, los maestros no


podían faltar después de dar clases en la secundaria, los jóvenes que
La historia de la colonia San José de los Cedros 151

venían de pueblos a trabajar, decían que este era el mejor pulque que
habían consumido.11

Algunas personas famosas llegaron a asistir y principalmen-


te personas dedicadas a los deportes, en especial del boxeo. De
hecho, mi tío Eusebio fue un gran boxeador que llegó a ser profe-
sional, él conoció a muchos peleadores muy famosos en sus mo-
mentos, como Lupe Pintor y Salvador Sánchez, quien inclusive fue
su compadre.
Como bien me platicó mi padre: “Con mi papá vino el famoso
boxeador Lupe Pintor, quien fue campeón mundial en el año 1979,
pues él era nuestro vecino y tenía buena relación con mi hermano
Chebo”. Aunque no asistía a la pulquería a consumir, sí asistía a
convivir con mis abuelos y tíos.
Algo curioso en este punto, es cómo se forman las amistades,
cómo una persona que llega a la pulquería puede platicar con cual-
quiera y hablarse de una manera como si los conociera de mucho
tiempo y puede ser la primera vez que los haya visto o conocido.
La mayoría de las personas que asistían a la pulquería eran
hombres adultos, pero eso no quiere decir que no asistieran muje-
res. Las mujeres sí iban a consumir pulque, especialmente cuando
estaban amamantando a sus hijos, ellas decían que tomar pulque
era muy bueno para que dieran mucha leche y no les faltara ali-
mento a sus hijos. La mayoría de estas mujeres solamente iba a
comprar pulque para llevar y lo tomaban en su casa, a excepción
de las mujeres que tenían buena relación con mis abuelitos quienes
incluso se quedaban platicando con ellos y no precisamente iban
porque estuvieran en su periodo de lactancia –se cree que tomar
pulque mientras estas amamantando a un hijo, el pulque hace que
des más leche y con más proteínas–, sino por el gusto de tomar
pulque y visitar a mis abuelos.
Los niños también asistían a diario, eran los encargados de
comprar pulque a sus padres o cualquier familiar que lo mandara
desde casa, salían corriendo con sus botellas de uno, dos o tres
litros, directo a comprar pulque. Mi abuelo no tenía problema al-

11
Entrevista realizada a Pascual Sánchez Rivas, hijo de mis abuelos, noviembre de
2019.
152 Memorias del poniente V

guno con la venta a niños, conocía a la mayoría de sus padres y es


por eso por lo que los niños llegaban a decir de quién eran hijos.
Aunque yo no tuve la oportunidad de conocer cómo estaba
distribuido el espacio de la pulquería, me han contado vecinos que
entrando a la casa se tenían bancas de madera donde las personas
se sentaban a consumir el pulque en un patio amplio (alrededor de
6 x 8 metros).
El patio estaba rodeado por una jardinera y en una parte de la
jardinera había una mesa de concreto donde había un jarro lleno
de pulque, desde ahí mi abuelo servía poco a poco a quien pidiera.
En la entrada de casa de mis abuelos estaba la mesa principal don-
de siempre estaba un barril de madera y era donde se despachaba
el pulque a la jarra. A la mitad del patio estaba un pequeño baño
especialmente para las personas que consumían.
Podemos ver un espacio muy bien aprovechado por la ventaja
que brindaba vender y consumir en el mismo lugar. Como he men-
cionado, quienes se encargaban de despachar eran mis abuelos y
cuando mi abuelo salía a vender paletas, mi abuela Julia era quien
servía y vendía.
Cuando mi abuelo llegaba de raspar, aproximadamente a las
7:30, ya comenzaba a llegar gente a consumir y él era quien des-
pachaba. Aproximadamente a las diez u once de la mañana salía a
las calles a vender paletas y mi abuela vendía el pulque. Regresaba
aproximadamente a las dos de la tarde y se quedaba a despachar el
pulque y a comer. Poco después volvía a las calles a vender paletas
y regresaba aproximadamente a las seis de la tarde; dejaba de ven-
der pulque aproximadamente a las 6:30 de la tarde.
El pulque era servido en jarros de barro, era la medida en que
servía el pulque, el litro de pulque en 1968 se vendía en ocho cen-
tavos. La medida del jarro era aproximadamente de 800 mililitros
y se vendía también en ocho centavos, como si fuera un litro, esto
es algo que me parece muy curioso.
Cuando el pulque lo pedían para llevar sí se daba exacta la
medida de litro, ya que llevaban sus garrafones o botellas de refres-
co con las medidas exactas. Además el pulque para llevar eran una
gran venta, había quienes preferían consumir en sus casas o para
algún evento hacían sus encargos y pedían en grandes cantidades,
como se menciona a continuación: “La gente también nos pedía
La historia de la colonia San José de los Cedros 153

encargos de pulque, por las distintas calles yo y mi hermano Euse-


bio salíamos a repartir y aproximadamente vendíamos de 60 a 80
litros diarios, fuera de la pulquería de mi papá”.12
Los hijos de mi abuelo también tenían participación vendien-
do pulque, los encargos no podían faltar y había ocasiones que sa-
lían a vender a las calles. La intención de los hijos era ayudar, pues
se daban cuenta de la situación que vivían sus padres, quienes te-
nían que mantener a seis hijos, pagarles lo necesario para asistir a
la escuela, mantenerlos alimentados y seguir construyendo en su
terreno, por lo que no tenían otra opción más que mantenerse en
el comercio.
El precio del pulque siempre ha sido muy barato en los luga-
res donde lo producen y más por la cantidad que te dan, mi abuelo
comenzó vendiendo el litro en cuatro centavos y terminó dándolo
en cuatro pesos en 1998. Claro que existieron las devaluaciones
del peso y en términos reales, el precio del pulque no subió mu-
cho. Podemos notar que el pulque siempre ha sido barato y podría-
mos pensar que a la gente le convenía pasarla bien con algo barato
como el pulque y no consumiendo cerveza y vino, que siempre ha
sido más caro, pero son bebidas catalogadas como “finas”.
Al igual, no podían faltar las personas de la colonia que prefe-
rirían más las cervezas o algunos vinos, que son muy pocas y sólo
iban a lugares específicos de la Ciudad de México. Por lo que me
cuentan, asistían a las llamadas cantinas y les servían diversos tra-
gos y allá compraban sus botellas, pues su gusto no era el pulque.

LA PULQUERÍA EN LA COLONIA
SAN JOSÉ DE LOS CEDROS

La venta de pulque de mi abuelo tuvo mucha influencia en la co-


lonia San José. La ubicación donde se encontraba la pulquería era
en la calle Ahuehuetes número 247, justo frente a la iglesia de San-
ta Rita, donde hay un crucero para automóviles de tres calles.
En los años setenta no había tanta carga vehicular como lo
hay ahora, cada media hora pasaba el camión, mejor conocido

12
Entrevista realizada a Félix Sánchez Rivas, hijo de mis abuelos, noviembre de 2019.
154 Memorias del poniente V

como guajolotero, que partía del municipio de Santiago Yancui-


tlalpan rumbo a Tacubaya y viceversa. Por lo tanto, había la
posibilidad de permanecer en las calles libres para diversas activi-
dades, principalmente los niños eran quienes más libres se sentían
jugando, no había la preocupación de ser arrollados por los autos.
Las calles estaban asistidas por niños jugando toda la mañana
y tarde, era su única manera de tener distracción o entretenimien-
to, justo afuera de la pulquería era el punto de reunión de los ni-
ños. Los padres les daban permiso de salir sin ningún problema
y no existía el miedo o la inseguridad para muchos, pues se vivía
en pobreza como se narra a continuación: “En la colonia San José
y especialmente en Santa Rita se vivía mucha pobreza, pero una
pobreza feliz, donde nadie tenía tele, ni celulares. No existía nada
para entretenerse más que inventando juegos en la calle”.13
A lo que quiero llegar con lo anterior es a hablar sobre la zona
donde se ubicó la pulquería y demostrar que era un espacio tran-
quilo, donde no había tanta población, pues eran más terrenos bal-
díos. Por ello es difícil de entender por qué asistían tantas personas
a consumir pulque, a menos que fuera porque éste tenía muy buen
sabor o por ser el único lugar donde vendían pulque.
Algo muy importante por mencionar de la colonia San José
es la construcción de la iglesia, que tiene como principal centro de
adoración la virgen de Santa Rita y que fue construida alrededor
de 1972 gracias a los terrenos donados por la familia Juárez, ori-
ginarios de Santa Rita. Esta iglesia fue la principal de mi colonia,
además de estar enfrente de la casa-pulquería de mis abuelos.
También, algo importante que debo mencionar es la partici-
pación de mi abuelo en la iglesia de Santa Rita, pues fue el en-
cargado de reunir dinero por toda la zona alrededor de la iglesia
para la celebración que se llevaba año con año. Se creó un comité
integrado por varias personas, quienes se encargarían de hacer los
preparativos de la fiesta de la iglesia de cada año. Las personas
que comenzaron fueron Enrique, Sebastián y Guadalupe (padre
del famoso boxeador Lupe Pintor). Hace falta mencionar a algu-
nas personas, de las cuales ya no pude obtener más información.

13
Entrevista realizada a Félix Sánchez Rivas, hijo de mis abuelos, diciembre de 2019.
La historia de la colonia San José de los Cedros 155

Mis abuelos tenían la llave de la iglesia para adornarla y hacer


servicio comunitario, la mayoría de los adornos y cosas adiciona-
les que no alcanzaba a cubrir el dinero reunido era otorgado del
bolsillo de mis abuelos, ellos eran muy apegados a la iglesia y cada
domingo no podían faltar a la misa y apoyar a lo que se necesitara.
Mis familiares y vecinos tienen el recuerdo de un cura en es-
pecial llamado Celerino, quien estuvo muchos años siendo el padre
principal. Lo recuerdan todos los vecinos por su gran contribución
y afecto con todos los habitantes durante los años setenta, pues él
fue quien apoyó a la construcción de la iglesia.
Una de las cosas que más me sorprendieron fue saber que el
cura trajo el cine a la colonia, él puso dinero de su bolsillo para
comprar un proyector y en los diversos salones de la parroquia re-
producía películas mexicanas como “El santo contra las momias”
o de personajes como La india María y capítulos de El chavo del
ocho.

El padre hizo mucho por el barrio, aquí nadie tenía televisor, quien
lo tuviera ¡era rico! Cuando el padre Celerino trajo el cine a la co-
munidad era totalmente algo innovador, solo cobraba un peso y pa-
sábamos horas viendo películas: El chavo del ocho o Capulina. El
padre permitió que muchas personas conocieran y gozaran de las
películas, no había casi oportunidad de ir a un cine de verdad, que
en ese entonces estaba en el centro de Cuajimalpa.14

El cura convivía mucho con la comunidad y realizaba mu-


chos concursos con los jóvenes y niños para que se alejaran de vi-
cios, salía con ellos a jugar al deportivo Cacalote. Fue el cura quien
se interesó por construir otra iglesia cerca de Santa Rita, que hoy
es conocida como la iglesia de Jesús del Monte. Hoy el padre se ha
retirado de su servicio, pero aún vive a la edad de 93 años.
Ya había mencionado que existían distintas obras en cons-
trucción: edificios o condominios, motivo por el cual mucha gente
venía desde muy lejos a trabajar, como fue el caso de mi abuelo
quien llegó de Toluca a Cuajimalpa por motivos de trabajo. Como
venía mucha gente de pueblos dedicados al campo no desconocían

14
Entrevista realizada a Félix Sánchez Rivas, hijo de mis abuelos, diciembre 12 de 2019.
156 Memorias del poniente V

el pulque y al igual que mi abuelo estaban acostumbrados a tomar-


lo desde muy pequeños, por lo tanto, este tipo de personas, ya sea
jóvenes, adultos o señores, iban a consumir y tomarse su pulque
de manera que fuera como alimento o complemento, en lugar de
tomarlo para emborracharse.
Considerar al pulque como alimento me parece una forma
adecuada de mencionar ya que en la hora de la comida mi abuelo,
en lugar de tomar agua o algún líquido para acompañar, tomaba
pulque como si fuera un alimento más de la mesa. No podía faltar
el pulque en la mesa a la hora de los alimentos. También estos tra-
bajadores veían al pulque como un alimento más, por este motivo
el ambiente fue tranquilo, pues ayudaba ver a la bebida como ali-
mento y no como embriagante.
Con lo anteriormente dicho, no se debe decir que no había
gente borracha tirada en el suelo o que no existieran personas que
realmente asistían al lugar a embriagarse, como bien lo narra un
vecino que vivió durante doce años enfrente de la pulquería: “Ha-
bía muchos borrachos tirados, pero siempre estaban afuera de la
pulquería, tu abuelo era una persona dura que no permitía que
dentro de su casa hicieran sus shows o que estuvieran jugando o
pasados de tomados”.15
Vemos que para mi abuelo más que su pulquería era su hogar,
quería que fuera como cualquier otro y también su intención era
que su familia se sintiera cómoda y segura; en su negocio también
tenía la intención de que sus clientes se sintieran a gusto y cómo-
dos para mejorar la venta; las personas estaban acostumbradas a
consumir el pulque sentados hasta terminarlo. También si las au-
toridades los veían tomando en las calles podrían ser acreedores a
una sanción y era mejor tomar el pulque al momento o en su casa.
Me cuentan muchos vecinos que muy cerca de la casa de mis
abuelos había otro lugar donde vendían pulque. Se encontraba en
una pequeña cerrada de la misma calle donde estaba la pulquería
de mi abuelo. Gracias a las entrevistas con mis vecinos puedo re-
calcar una vez más el ambiente tranquilo que se vivía en la casa

15
Entrevista realizada a Eusebio Sánchez Rivas, hijo de mis abuelos, diciembre 12
de 2019.
La historia de la colonia San José de los Cedros 157

de mis abuelos y también ver lo que opinaban de otras pulquerías


clandestinas.

La pulquería de tu abuelo estaba muy tranquilo el ambiente, en


cambio la pulquería de la señora Juliana se armaban muchos des-
madres, siempre salían hasta ya no poder más y seguido iban a los
golpes, ella sí permitía que hicieran lo que quieran las personas que
asistieran, era todo un relajo estar en esa pulquería y uno ya no po-
día tomar a gusto. Es por eso que prefería ir con tu abuelo, era todo
muy relajado y uno iba a lo que iba, solo a tomar pulque.16

Esta pulquería también clandestina se encontraba aproxima-


damente a 50 metros de la de mis abuelos, sin embargo, había otra
que estaba a no menos de 100 metros, de la cual se hablaba mucho
por los distintos juegos que se realizaban dentro. Era un lugar muy
conocido por ello, como bien se relata a continuación:

En esta pulquería era totalmente diferente a la de tus abuelos, la


gente solo iba apostar todo su dinero en los juegos que realizaban,
como la rayuela que es el juego más clásico que nunca podría faltar
en una pulquería. La baraja también era entretenida, pero no tan
divertida como el juego del bolillo o el tiro al arco donde con papel
de baño hacíamos bolitas que mojábamos con pulque y le atinába-
mos al centro del circulo que habíamos pintado en una tabla, cada
quien tenía un tiro y quien más se acercara al centro ganaba lo que
apostáramos.17

Como vemos, en la zona no era el único lugar donde se ven-


día pulque, pero no hay duda de que mis abuelos eran los que más
pulque vendían, lo he confirmado con vecinos de la zona. En los
otros dos lugares donde vendían pulque su principal atractivo eran
los juegos y las apuestas, además estos lugares eran considerados
como lugares de maldad, vicio, perdición y muy machistas.
Las pulquerías que realmente estaban en regla estaban hasta
la Ciudad de México, específicamente la más cercana era la pul-
16
Entrevista realizada a Martín, vecino de mis abuelos, noviembre de 2019.
17
Entrevista realizada a Juan Hernández, El petacas, vecino de mis abuelos, diciem-
bre 12 de 2019.
158 Memorias del poniente V

quería La Pirata, que se encuentra aún en Tacubaya. En Cuajimal-


pa todos los lugares donde vendían pulque desde los años sesenta
hasta los noventa siempre fueron clandestinos. Además de hacer su
propia producción, en la mayoría de los territorios había mague-
yes y siembra de maíz. Hasta nuestros días siguen siendo lugares
clandestinos, aunque ya no sean los mismos lugares en ubicación.

FINAL DEL NEGOCIO

El negocio era todo un éxito, para 1991 mi abuelo vendía alre-


dedor de 250 litros de pulque diariamente y los fines de semana
vendía más. Todos los vecinos y personas de la colonia conocían
a mi abuelo, ya que salía a vender y era conocido por la mayoría,
incluso ahora me preguntan por mi abuelo con la intención de vi-
sitarlo o de consumir pulque.
Mis abuelos se encontraban ya solos en el negocio, sus seis
hijos ya tenían sus propios hijos, cada uno tenía una profesión y
la ejercía: mi tío Pascual terminó la carrera de contador, a la que
se dedicó; mi tío Mauricio era mecánico, también trabajaba en
distintas obras y tuvo cuatro hijos; mi tío Félix también ejerció la
profesión de contador y tuvo tres hijos; mi tío Eusebio fue en un
principio boxeador profesional y después se dedicó al comercio,
teniendo 2 hijas. La única hija de mis abuelos, Martha, trabajó en
la SEP como secretaria y después fue comerciante, tuvo 2 hijos.
Por último, el hijo más chico de mis abuelos, Filiberto, en un prin-
cipio trabajó como mecánico y terminó en el comercio.
En 1993 falleció mi tío Mauricio a causa de un fuerte acci-
dente, el segundo hijo del matrimonio de mis abuelos fue de las
personas que más vivió y ayudó de cerca al negocio del comercio,
él supo lo que era ganarse la vida a base de trabajo y esfuerzo dedi-
cándose a varios empleos. No dejando el comercio, salía a vender
a las calles, también fue mecánico automotriz y fue impermeabi-
lizador.
Fue un dolor muy fuerte para la familia la muerte de mi tío
Mauricio, hoy aún lo recordamos con mucho cariño. Yo no pude
conocer a mi tío, pero tengo el recuerdo de lo que me cuentan
de él: la gran persona que fue como hijo y como hermano; sin duda
La historia de la colonia San José de los Cedros 159

es algo que no podemos dejar de lado pues fue una gran pérdida
que tuvo la familia. Hoy vivimos con su recuerdo y con la presen-
cia de su esposa Elvia y sus cuatro hijos: Mauricio, Rosaura, Dulce
y Araceli.
Mis abuelos muy dolidos tuvieron que seguir con el negocio
de vender pulque, pues no había otra manera de mantenerse. Fue-
ron años duros, pues a los dos años, en 1995, falleció mi abuela Ju-
lia a causa de un derrame cerebral. Fue muy repentina su partida
y muy dolorosa para la familia, ya que no tenía mucho que había
fallecido mi tío Mauricio. Fue muy sorpresiva y triste su muerte
por ser ella quien tuvo gran parte de responsabilidad en la crianza
de sus hijos y de siempre tenerlos bien, porque mi abuelo –por su
trabajo– tenía que estar en otras cosas, pero también veía por sus
propios hijos.
Mi abuela sin duda dejó un gran vacío en la familia, pues fue
quien más apoyó a mi abuelo en las decisiones de sus trabajos.
“Ella era a quien le gustaba ver a la familia unida, era la encargada
de alimentarlos y cuidarlos día con día”.18
Mi abuelo siguió dedicándose al negocio del pulque después
del fallecimiento de su esposa, pues era algo a lo que ya estaba
acostumbrando y le gustaba hacer. Sus seis hijos, ya todos casa-
dos, con hijos, se mantenían por sí solos. Mi abuelo ya no tenía
que preocuparse por ellos económicamente, ahora viva con mucha
alegría por sus nietos, pero siempre recordando a su esposa.
Mi abuelo falleció el 8 de mayo de 1998, no sabemos bien la
causa de su muerte, lo que me contó mi padre fue que un día “mi
papá se sintió mal del estómago y decidió ir al seguro, le mandaron
indicaciones de ir al hospital Gabriel Manera, yo lo acompañé en
el camión y de ahí dijeron que tenía que estar internado. Al otro
día nos dieron la noticia de su fallecimiento”.19
Aunque la partida de mi abuelo fue muy inesperada, asistió
demasiada gente a su velorio. No faltaron los vecinos, sus amigos,
familiares de su pueblo y sus compadres, todos estuvieron presen-
tes en su velorio y entierro, toda la colonia sabía que se había ido
alguien importante y muy querido.
18
Entrevista realizada a Delia Romero, nuera de mis abuelos, diciembre de 2019.
19
Entrevista realizada a Filiberto Sánchez Rivas, hijo de mis abuelos, diciembre 12
de 2019.
160 Memorias del poniente V

Mis tíos me han contado que desde la partida de mi tío Mau-


ricio mis abuelos se pusieron muy mal por la pérdida de su hijo y
eso es lo que provocó su fallecimiento, yéndose primero mi abuela
Julia y después mi abuelo por tristeza ante la pérdida de dos perso-
nas muy queridas. Cuando entraron a la casa de mi abuelo se per-
cataron que había varias botellas vacías de alcohol que mi abuelo
no estaba acostumbrado a tomar. En esas botellas vacías se notaba
su tristeza por el amor que le tenía a su hijo y su esposa.
Finalmente, todos mis tíos se reunieron y tomaron la decisión
de no seguir con el negocio del pulque. A mi padre (Filiberto, el
hijo más chico) le decían los clientes, que tenían mis abuelos, que
siguiera con el negocio. Mi padre no aceptó seguir con ese negocio,
pero sí con el negocio de helados y paletas. Él fue quien siguió con
el negocio de mi abuelo de vender paletas y helados en las calles,
con la misma carretilla de mi abuelo, los mismos instrumentos de
producción y es –hasta la fecha– que con mucho esfuerzo (junto
con mi madre, Delia) han sacado adelante a sus hijos (Hugo, Ale-
jandro y Luis Alberto). Con el seguimiento del comercio, a excep-
ción del pulque, puedo decir que el negocio sigue y ha sido gracias
a mis abuelos quienes heredaron las ideas y el saber para vender.
Cuando mi abuelo se fue se terminó la pulquería, se fueron
los clientes que ya estaban acostumbrados a venir a diario, sólo
quedaron como amistades con el resto de mi familia. Los restos de
mi abuelo hoy se encuentran en el panteón de Cuajimalpa donde
ya descansan junto a su esposa Julia y su hijo Mauricio, en la mis-
ma tumba.

REFLEXIÓN FINAL

Este trabajo lo realicé gracias a todos los vecinos de la colonia San


José y a mis familiares. Quedé muy impresionado con la historia
de mis abuelos, con lo que me contaron mis vecinos y la forma en
la que recuerdan la pulquería como un lugar en el que pasaban las
horas muy agradablemente.
Me hubiera gustado conocer a mis abuelos y saber más de su
vida, por ejemplo, su niñez ¿cómo fue que la vivieron?, si les gusta-
ba algún deporte o distracción por el estilo; la historia de cómo se
La historia de la colonia San José de los Cedros 161

Imagen 3. Fotos de la boda de plata de mis abuelos,


junto a todos sus hijos.
Acervo personal de Martha Sánchez, 1985.

conocieron mis abuelos queda también incompleta. Hay cosas que


ya no pude saber más. Aunque a mis abuelos les iba muy bien en
su negocio nunca dejaron de ir a visitar a su familia al pueblo de
Detiña, siempre esperaban la oportunidad y se iban unos cuantos
días. También hubiera sido interesante saber qué hacían en sus
visitas o cómo pasaban sus días libres.
Tantos recuerdos e historias contadas por mis vecinos y fami-
liares sólo me hacen pensar que mi abuelo fue una buena persona,
que siempre veía por el bienestar de la familia, alguien que ponía
orden y siempre le daba el lugar a mi abuela. Ella fue la encargada
de que sus hijos crecieran con un buen ejemplo, donde el trabajo
y la dedicación lo era todo. Afortunadamente mis abuelos vieron
casados a todos sus hijos y con hijos cada uno. Disfrutaron de la
compañía de sus nietos y eran muy felices con toda su familia que
habitaba en el mismo lote.
162 Memorias del poniente V

Mi familia continúa con el negocio, pero mis demás tíos tuvie-


ron estudios y hoy tienen un buen trabajo. Mi tía, Martha, también
se dedica al comercio, vendiendo fritura y botana en las prima-
rias. Me han contado que mi abuela en algunos días se dedicaba
a vender frituras y de ahí surgió la idea a su hija de vender estos
productos hoy en las escuelas.
Yo nací el 8 de agosto de 1998, lamentablemente no tuve la
fortuna de conocer a mis abuelos, pero mi abuelo sí supo que iba
a nacer. Cuando él falleció en mayo de 1998 mi madre tenía seis
meses de embarazo. A lo largo de mis 21 años siempre he escu-
chado que mencionan a mi abuelito, sobre las muchas cosas que
hacía y algunas de sus historias. Hoy yo duermo donde alguna vez
él durmió.
Mi padre, Filiberto, mejor conocido como Beto al igual que
mi abuelo, continuó con el negocio de paletas y helados dedicán-
dose a vender en distintas primarias a la hora del recreo en la coo-
perativa, junto a mi madre.
Mi nombre es Luis Alberto y también soy conocido como
Beto. Hoy tengo la fortuna de empezar un negocio de paletas en la
entrada de mi casa que tiene el nombre de Beto’s y cada que la gen-
te viene menciona a mi abuelo. Las palabras que más me dicen son
“ya era hora de poner un negocio de helados, tu abuelo siempre se
dedicó a esto y veo que así seguirá, te falta vender pulque”. A lo que
siempre les respondo que por eso lleva el nombre de Beto’s, por mi
abuelo, por mi padre y por mí.

Personajes

En este relato el personaje principal es Filiberto Sánchez Gonzá-


lez, don Beto, mi abuelo, fallecido en 1998.
También cuento con la presencia de todos sus hijos:

–Filiberto Sanchez Rivas (Mi padre)


–Félix Sánchez Rivas (Tío)
–Martha Sánchez Rivas (Tía)
–Pascual Sánchez Rivas (Tío)
–Eusebio Sánchez Rivas (Tío)
La historia de la colonia San José de los Cedros 163

Imagen 4. Foto de mi abuelo con mi padre el día de la boda


de mis padres a las afueras de la iglesia de la navidad.
Acervo personal de Filiberto Sánchez, 1995.

La presencia de vecinos, familiares y amigos:


–Delia Romero Alba (Mi madre)
–Ema Alba Olivo (Mi abuela materna)
–Martin (vecino)
–Georgina (vecina)

AGRADECIMIENTOS

Quisiera dedicar este trabajo a mis abuelos que hoy no están con
nosotros, a mis padres y familia que me apoyaron en todo momen-
164 Memorias del poniente V

to para poder lograr esta texto. Considero importante hacer men-


ción que esto es un logro obtenido por todos, incluyendo a mis
vecinos que con gusto me ayudaron pasando horas hablando có-
modamente, relatándome la historia de la colonia y de la pulquería
de mi abuelito. A mi abuelita materna, Ema, quien llegó a estar
presente en la pulquería y quien me ha confirmado lo que se vivía
dentro y cuánta gente asistía, además de haberme enseñado cómo
es el proceso de elaboración del pulque y, en general, el conoci-
miento sobre los magueyes, que sin duda fue una gran ayuda para
alimentar mi interés sobre el pulque. Agradezco la participación
de todos por compartir su interés por recuperar la historia de un
lugar importante del barrio de la colonia San José de los Cedros.

FUENTES

Entrevistas

Pascual Sánchez Rivas


Martha Sánchez Rivas
Félix Sánchez Rivas
Eusebio Sánchez Rivas
Filiberto Sánchez Rivas
Delia Romero Alba
Martin
Juan Hernández
ECOS DEL PASADO
DE LOS PUEBLOS
UNA HISTORIA FUGAZ: LA DEL EJIDO
DEL PUEBLO SAN JERÓNIMO ACULCO,
LA MAGDALENA CONTRERAS, 1923 A 1981

Manuel Martínez Salazar1

RESUMEN

A partir de varios documentos de archivo y otras huellas del pasa-


do, el autor detalla con puntualidad la corta historia de las tierras
ejidales de San Jerónimo Aculco Lídice. Haciendo un recorrido
por la conformación del pueblo y sus territorios, explica las diver-
sas etapas por las que las tierras fueron negociándose hasta desa-
parecer, terminando con una parte fundamental de la identidad y
sentimiento de arraigo que, hasta entonces, existían en la comu-
nidad.

***

1
El autor es Licenciado en Geografía y Maestro en Urbanismo por la unam. Le inte-
resa la transformación rural-urbana; ha centrado sus estudios en documentar y difundir
la historia del pueblo de San Jerónimo en la alcaldía Magdalena Contreras, Ciudad de
México. Es miembro de la asociación civil “Consejo Vecinal del Pueblo San Jerónimo
Aculco Lídice”, que da vida a la página web Pueblo San Jerónimo Aculco Lídice: Histo-
ria, memoria e imagen. Disponible en: http://pueblosanjeronimoaculcolidice.org. mx/.
Coautor y autor, respectivamente, de tres textos que han sido incluidos anteriormente
en esta colección (Memorias del poniente: historias de sus pueblos barrios y colonias): “La
vida en San Jerónimo Aculco Lídice en la segunda mitad del siglo xix” (uam, 2018),
“La virgen de Guadalupe de San Jerónimo Aculco Lídice. Historia de su creador” (uam,
2019) y “Vida familiar y costumbres en el pueblo San Jerónimo Aculco Lídice según
Chelo Martínez” (uam, 2019).

167
168 Memorias del poniente V

INTRODUCCIÓN

El Pueblo San Jerónimo Aculco, conocido oficialmente desde


1942 como San Jerónimo Lídice, que forma parte integrante del
área urbana de la Ciudad de México, en La Magdalena Contreras,
tuvo su ejido con una extensión territorial de 405.8 hectáreas que
duró muy poco, tan sólo 58 años.

ANTECEDENTES

La lucha armada por la restitución de tierras para los pueblos in-


dígenas encabezada por Emiliano Zapata encontró respaldo por
gran parte de los habitantes de los pueblos del Distrito Federal,
entre ellos una buena parte de los de San Jerónimo Aculco. A su
vez, Venustiano Carranza arrebató esa bandera política a Zapata
y promulga la Ley Agraria del 6 de enero 1915, la que sustenta las
peticiones de restitución de ejidos de los pueblos.
San Jerónimo Aculco estaba entre dichos pueblos, y justifi-
caba su demanda en el hecho de que las 155.10 hectáreas que lo
conformaban eran insuficientes para satisfacer las necesidades de
subsistencia de las familias campesinas, por lo que quedaba com-
prendido en el artículo 3º de dicha Ley. Al plantear la restitución de
sus tierras de ejido, el pueblo tenía las siguientes colindancias: al
norte y al este con los ranchos “La Providencia” y “San José”, que
junto con “El Batancito” sumaban una sola propiedad de 122.475
hectáreas. Al sur colindaba con el Rancho “Anzaldo” que tenía una
superficie de 565 hectáreas, al poniente sus linderos lo separaban
de los terrenos de la hacienda “La Cañada”, la que tenía una super-
ficie de 2,000 hectáreas.2
De esas tres grandes fincas que rodeaban a este pueblo la úni-
ca susceptible de ser afectada, para dotar de tierras a los de San
Jerónimo Aculco, era el Rancho de “Anzaldo”, ya que los ranchos
“La Providencia” – “San José” y “El Batancito” constituían una pe-
queña propiedad, por tanto, inafectable; en tanto, la hacienda “La

2
Archivo General Agrario (AGA), Pueblo San Jerónimo Aculco, expediente 23/920
fojas de la 1 a la 57.
Una historia fugaz: la del ejido del pueblo san jerónimo aculco 169

Cañada” estaba considerada para proveer las tierras que demanda-


ban los pueblos de La Magdalena Atlitic, San Bernabé Ocotepec, y
San Bartolo Ameyalco.3
La figura bajo la cual se dio respuesta a la demanda de los
“sin tierra” de San Jerónimo fue la dotación y no la restitución de
las tierras despojadas, como originalmente se planteó, ya que el
rancho “Anzaldo” era la única finca colindante que quedaba dis-
ponible para ser afectada, aunque no se tratara exactamente de las
tierras reclamadas.

LA FUGAZ EXISTENCIA

Algunos dirán que 58 años son muchos, pero no es así, para com-
prender la breve historia de este ejido, con relación a la del pue-
blo al que debe su origen, cabe compararlo con la información
que arrojan Interpretaciones de la Tira de la Peregrinación o Códice
Boturini, las que señalan que una parte de los mexicas se refu-
giaron en Aculco, al ser derrotados en Chapultepec, poco tiempo
después de haber encendido el fuego nuevo en 1299, es decir, hace
721 años. En comparación con ese largo conteo, el ejido de San Je-
rónimo sólo existió el equivalente a un 8.04 por ciento del total de
años que hay entre el momento que llegaron los mexicas a Aculco
y el año 2020.
Pero, por si el Códice Boturini no habla del Aculco que hoy
forma parte de La Magdalena Contreras, hay que tener en cuenta
que los asentamientos humanos de la zona, como los de Cuicuilco,
Copilco y Tizapán, todos ellos corresponden al periodo preclási-
co, que va del año 2,500 a.C. al 250 d.C., es decir, hasta el momento,
al menos tienen 1770 años de haber existido, el equivalente a 30.5
veces la existencia del ejido.
Otra comparación, con respecto a la historia del templo del
pueblo dedicado a San Jerónimo, se tiene noticia de su existencia
desde el año de 1543, desde entonces a la fecha han transcurrido
477 años, esto es 8.22 veces la edad que llegó a tener el ejido.

3
AGA, Pueblo San Jerónimo Aculco.
170 Memorias del poniente V

La última comparación, la fachada del mismo templo de San


Jerónimo elaborada por manos y arte evidentemente indígenas,
tiene escrito en español antiguo, justo arriba de su puerta, la leyen-
da allí escrita dice que “se terminó de construir en mayo de 1713”,
por lo que actualmente tiene 307 años, lo que equivale a un poco
más de 5.3 veces la duración que tuvo el ejido.
La corta existencia del ejido de San Jerónimo incluso es me-
nor a la esperanza de vida de los mexicanos que, de acuerdo al
INEGI, fue de 74 años para el año 2000, es decir, 16 años más que
los 58 que duró éste ejido.

LA INTEGRACIÓN DEL EJIDO DEL PUEBLO


SAN JERÓNIMO ACULCO

La superficie territorial de 405.8 hectáreas que llegó a sumar el


ejido se logró como producto de dos afectaciones que se hicieron
a grandes propiedades que se conformaron en el entorno de este
pueblo.
La primera de esas afectaciones ocurrió en 1923, se hizo en
contra del Rancho de Anzaldo, al que se le expropiaron 200.8 hec-
táreas y, la segunda, en 1938, de 205 hectáreas que le fueron expro-
piadas a la Hacienda de Copilco.
La fugaz existencia del ejido del pueblo San Jerónimo Aculco
comenzó en agosto de 1923 y terminó en 1981. En este último año
se extingue luego de que los propios ejidatarios insistieron mucho
en su demanda de que se les expropiaran las últimas 68.4 hectá-
reas y se les indemnizara por ellas.
Después de múltiples intentos los ejidatarios y avecindados
finalmente logran, en 1981, que el gobierno adquiriera esa superfi-
cie a los ejidatarios, para regularizarla a través de la venta a quie-
nes poseían cada uno de los lotes allí creados ilegalmente a lo largo
de los años. Se recurrió a la expropiación porque no sólo fue ilegal
la lotificación, también lo fue la venta y traspasos, así como su
ocupación urbana durante el tiempo en que la tierra estaba bajo
dominio de los ejidatarios.
De toda esa ocupación irregular resultó el asentamiento que
hoy, en la nomenclatura oficial, se denomina colonia San Jeróni-
Una historia fugaz: la del ejido del pueblo san jerónimo aculco

Imagen 1. El fundo legal y las tierras ejidales del Pueblo


San Jerónimo Aculco en 1938. Adaptación del Mapa No.6, dibujó Felipe Martínez Salazar, tomado de Martí-
nez Salazar, Manuel, Urbanización y uso del suelo. El caso de San Jerónimo Aculco
171

Lídice. Tesis unam, página 81, 1995.


172 Memorias del poniente V

mo Aculco, así como una pequeña porción de esas últimas 68.4


hectáreas que hoy forman parte de la colonia Jardines del Pedre-
gal, en la Alcaldía Álvaro Obregón.

DEMANDA DE TIERRAS

Cabe recordar que las tierras ejidales fueron gestionadas por los
propios campesinos habitantes del pueblo San Jerónimo Aculco,
con base en la Ley Agraria de 1915. Ese grupo hizo la petición con
el argumento de que las tierras cultivables que tenían en el fundo
legal del pueblo, todas ellas de propiedad privada y de riego, ya
no alcanzaban para solventar las necesidades de manutención de
quienes iban alcanzando la mayoría de edad y se constituían en
jefes de las nuevas familias.
Ellos demandaron que el gobierno le reintegrara al pueblo las
tierras que le hubieran sido despojadas para que fuesen cultivadas
y/o explotadas para labores agrícolas, pecuarias y forestales y, con
base en el producto de dicha explotación, se sostuvieran las fami-
lias carentes de tierra.
En un escrito del 26 de junio de 1922, los campesinos de San
Jerónimo Aculco son enfáticos al señalar que demandan tierras
para labor y no para otra cosa, así lo hacen porque rechazan de
manera anticipada se les pudieran dotar de tierras estériles.
Ellos indican textualmente: “Los terrenos de ‘La Cañada’, cer-
canos a nuestro pueblo son tepetatosos e inútiles para aprovecha-
mientos agrícolas, por lo que muy poco o nada podrían servirnos
si se nos dieran…”.4
En sus primeros escritos, los campesinos del pueblo San Jeró-
nimo Aculco justificaron la petición de tierras reclamando la resti-
tución de aquellas que el pueblo había perdido durante el proceso
de conformación de grandes haciendas y ranchos.
Los escritos señalados tomaban claramente, como funda-
mento, el primer considerando de la llamada Ley del 6 de enero
de 1915, que explícitamente señalaba que una de las causas más
generalizadas del descontento campesino es:

4
AGA, exp. 23.920, legajo 1, pág. 2.
Una historia fugaz: la del ejido del pueblo san jerónimo aculco 173

[…] el despojo de los terrenos de propiedad comunal o de reparti-


miento, que les habían sido concedidos por el Gobierno colonial
como medio de asegurar la existencia de la clase indígena, y que,
a pretexto de cumplir con la Ley de 25 de junio de 18565 y demás
disposiciones que ordenaron el fraccionamiento y reducción a pro-
piedad privada de aquellas tierras entre los vecinos del pueblo a que
pertenecían, quedaron en poder de unos cuantos especuladores […]6

CONTRADICCIÓN SOCIAL E ILEGALIDAD


EN EL ORIGEN DE UNA COLONIA

El que las tierras del ejido, no sólo de esas últimas 68.4 hectáreas
sobre las que se erigió la colonia San Jerónimo Aculco, hayan ter-
minado por ocuparse en usos urbanos, es contrario incluso al sen-
tido social de la creación del ejido, así como la petición particular
de tierras agrícolas para el sostenimiento económico de las nuevas
familias de San Jerónimo Aculco, ya que también es opuesta a una
demanda social generalizada en el país que motivó el levantamien-
to campesino como parte sustantiva de la Revolución Mexicana,
especialmente la lucha encabezada en el sur del país, incluyendo
el Distrito Federal, por Emiliano Zapata.
Irónicamente, desde el principio de la ilegal lotificación y ur-
banización del ejido la principal avenida de lo que hoy es la Colo-
nia San Jerónimo Aculco lleva por nombre Emiliano Zapata, por si
fuera poco, el sello que usará durante algunos años el Comisariado
Ejidal llevaba su imagen.
Estas contradicciones no son exclusivas del ejido del Pueblo
San Jerónimo Aculco, ya que eran hechos generalizados, tanto que
han sido objeto de diversos estudios, uno de los cuales lo publicó
A. Varley en 1985 en “Revista A” de la uam Azcapotzalco, en el nú-
mero de mayo-agosto, pero lo que sí es de resaltar es que el caso

5
Agregado mío: Esta ley es la “Ley de desamortización de las fincas rústicas y urba-
nas de las corporaciones civiles y religiosas de México” que expidió el presidente Ignacio
Comonfort, también se le conoce como “Ley Lerdo”, debido a que quien la concibió fue
el Secretario de Hacienda Sebastián Lerdo de Tejada.
6
“Ley Agraria del 6 de enero de 1915”, SEDATU: http://www.pa.gob.mx/publica/
rev_58/analisis/ley%20agraria%20del%206%20de%20enero%20de%201915.pdf.
174 Memorias del poniente V

del ejido de San Jerónimo Aculco haya sido abordado en dicho


estudio para demostrar que las supuestas intenciones de los ejida-
tarios para regularizar una zona urbana ilegal, ya que nunca tuvo
resolución presidencial, “[…]sirvieron más bien para estimular
más la ocupación ilegal de solares urbanos”.
Esta lotificación ilegal de las tierras ejidales comenzó cuan-
do apenas transcurría la segunda década de existencia del ejido,
ya que la investigación citada encontró que los ejidatarios habían
planteado la necesidad de una zona urbana en la década de 1940,
cuando, contradictoriamente, su petición original y expresa era la
restitución de sus tierras de ejido para que tuvieran terrenos de
cultivos quienes carecían de ella para el sostenimiento económico
de sus familias.
La ilegalidad en la ocupación con usos urbanos de un ejido
comienza cuando se trastoca el derecho agrario, el que tiene el
propósito de preservar el suelo para usos agrícolas, pecuarios y fo-
restales, pero también pasa porque hasta antes de 1992 las tierras
ejidales no podían ser objeto de compra venta o renta, sólo a partir
de la reforma de 1992 del artículo 27 constitucional adquiere lega-
lidad la venta.
La ilegalidad y la contradicción en el manejo de las tierras
ejidales del ejido de San Jerónimo la pone de relieve Varley. En su
investigación narra que en 1968 las autoridades agrarias realiza-
ron un estudio y encontraron que los ejidatarios ya tenían solares
urbanos que ocupaban 48 hectáreas, y habían vendido solares que
juntos sumaban 17 hectáreas, es decir, un poco más de un tercio
del total de la superficie que ocupaban con usos urbanos.
Ese estudio de las autoridades agrarias se realiza debido a
que en 1968 los ejidatarios retomaron su solicitud de que se les au-
torizará la constitución de una zona urbana, cuando en los hechos
ellos ya la habían conformado irregularmente, así lo confirman los
datos antes señalados, la declaratoria presidencial que buscaban,
era fundamental para regularizar los negocios inmobiliarios que
se hacían con terrenos inenajenables.
En esta petición de regularización de los terrenos insistían
no sólo los ejidatarios como vendedores, sino también confluían
los avecindados en su papel de compradores, así lo demuestra, por
ejemplo, un escrito de un grupo de compradores de lotes que el 16
Una historia fugaz: la del ejido del pueblo san jerónimo aculco 175

de octubre de 1978 se dirigen al presidente López Portillo, a quien


le expresan que le solicitan audiencia para exponerle: “[…] la ne-
cesidad de que expida usted, el Decreto Expropiatorio del Ejido
de San Jerónimo Aculco Lídice […] y asimismo afirmarle nuestro
propósito de colaboración para la regularización del asentamiento
de dicho núcleo”.7 Este grupo de avecindados tenía como domici-
lio el número 2 del Camino a Contreras, en el ejido.
El grupo de avecindados crecía constantemente merced a las
ambiciones de los ejidatarios, quienes, no conformes con abando-
nar su vida de campesinos y volver urbanas sus tierras rurales, se
obstinaban en hacer crecer el asentamiento irregular. Lo aconte-
cido a principios de 1970, es elocuente, los ejidatarios, reunidos
en Asamblea General “se repartieron más de mil lotes […] entre
ejidatarios, sus hijos y avecindados […]”,8 cuando para entonces
no había más de 100 ejidatarios.

¿POR QUÉ TUVO TAN CORTA VIDA EL EJIDO?

Para entender el por qué de la tan efímera vida del ejido del pueblo
San Jerónimo Aculco, es necesario hacer un análisis de la política
agraria seguida en la capital del país, pero, sin duda también debe
tenerse en cuenta la forma en que se compuso el grupo de ejida-
tarios, su procedencia, los intereses que los movieron, así como
lo que hicieron o dejaron de hacer con las tierras que les fueron
dotadas.
Originalmente el padrón de solicitantes de tierras ejidales se
componía de 193 mayores de 18 años, no obstante, los propieta-
rios del Rancho de Anzaldo logran la exclusión de 25, porque algu-
nos de ellos ya estaban muertos, otros eran forasteros, otros más
eran obreros y ya no dependían del campo para su manutención,
mientras que otra parte tenían suficiente superficie de tierra y ca-
pital como para no necesitar de más tierras de cultivo de las que
tenían en el fundo legal del pueblo.

7
AGA, exp. 272.2/32, legajo 15, foja 20.
8
Varley, A., “La zona urbano ejidal y la urbanización de la Ciudad de México”, en
Revista A, Volumen VI, No. 15, mayo-agosto (1985). p. 89.
176 Memorias del poniente V

Entre los 25 solicitantes que son eliminados del padrón de-


finitivo de ejidatarios se encontraban los siguientes, con la ob-
servación de que la mayoría de ellos fueron conocidas personas
originarias y avecindados del pueblo, con descendientes hasta la
actualidad: Anastacia Alarcón (viuda de Cortés), Perfecto Arellano,
María Contreras (viuda de González), Roberto Cortés, Manuel Es-
corcia, Alberto García, Melquiades García, Vicente García, Pablo
L. Guevara, Aurelio Gutiérrez, Ismael Heredia, Martina Miranda
(viuda de Alarcón), Amado Palomares, Margarito Palomares, Va-
lente Palomares, Ambrosia Sánchez (viuda de Pérez), Julián Ro-
mero, Pedro Reynoso, Lino Ruiz, Silvino Trejo, Guadalupe Velasco
(viuda de Velázquez), Jesús Velázquez y Juan Vértiz.9
Al eliminarse a esas 25 personas, el padrón de ejidatarios que
recibieron las tierras en 1923 se conformó entonces por 168 mayo-
res de edad, de los cuales 43 no eran originarios ni avecindados del
pueblo, lo que significa que una cuarta parte de los ejidatarios no
tenían ningún arraigo, ni identidad, ni sentido de pertenencia para
con el Pueblo San Jerónimo Aculco, ya que todos ellos todavía,
para 1927, no eran habitantes del pueblo, así lo revela el padrón
electoral levantado cuatro años después de haberse recibido la do-
tación de tierras ejidales.
Resulta importante tomar en cuenta el dato anterior, ya que
la falta de arraigo, de identidad y de sentido de pertenencia no
genera ningún compromiso moral, ni vinculación afectiva con la
comunidad y sus familias, ni con la tierra, lo cual influye de ma-
nera decisiva, al momento de analizar las propuestas de negocios
inmobiliarios, que no tardarían en presentarse a los ejidatarios por
parte de fraccionadores.
El tema no es menor, ya que al menos una cuarta parte de eji-
datarios poco o ninguna motivación afectiva tenían para conservar
o deshacerse del patrimonio de la colectividad del Pueblo de San
Jerónimo Aculco, cuyos representantes originalmente pidieron la
restitución de las tierras ejidales que les habían sido despojadas.
Por cierto, en el padrón de los 168 ejidatarios no se incluyó,
entre otros, a los siguientes originarios y vecinos del pueblo de
San Jerónimo Aculco de aquel entonces: Perfecto Romero, Darío

9
AGA, exp. 23/920.
Una historia fugaz: la del ejido del pueblo san jerónimo aculco 177

Heredia, Constantino Sánchez, Manuel Vértiz, Valentín Martínez,


Manuel Martínez Romero, Cecilio Ruiz, Marciano Romero, Fer-
mín Romero, Luis Vértiz, Felipe Heredia y Tomás Negrete, quienes
aparecían constantemente como firmantes entre los demandantes
de las tierras de ejido, además de estar presentes en la Asamblea
celebrada a las 8:00 hrs. del primero de agosto de 1923, durante la
cual la Comisión Nacional Agraria entrega las tierras dotadas a “…
los jefes de familia y varones solteros mayores de edad residentes
en este pueblo”.10
La falta de identidad, arraigo y de sentido de pertenencia,
para con el pueblo San Jerónimo Aculco, también se hace patente
en la falta de defensa de la tierra ante el proceso de expropiación
de 1946, en el que gustosos reciben su indemnización los 32 ejida-
tarios que tenían las 205 hectáreas expropiadas, mismas que ape-
nas y habían recibido en 1938, ello se explica en el hecho de que 22
de los 32 ejidatarios no estaban entre los habitantes del pueblo en
1927, pues no formaban parte del padrón electoral de dicho año.
Los diez vecinos que sí vivían en el pueblo en 1927, como ori-
ginarios y/o avecindados, que formaban parte de ese conjunto de
los 32 expropiados eran: Damaso Alarcón, Blas González, Zeferino
González, Eligio Palomares, Adolfo Mejía, Rómulo Palomares, Ge-
naro Apanco, Pablo Mejía, Francisco Pérez y Margarito Vázquez.

NEGOCIOS INMOBILIARIOS DE LOS EJIDATARIOS


ENTRE EXPROPIACIONES Y PERMUTAS

Se tienen las evidencias de que en la década de los cuarenta del


siglo pasado, antes de que el ejido cumpliera su XXV aniversario,
los miembros del ejido ya habían solicitado se les autorizase la
constitución de una zona urbano ejidal, la cual nunca se aprobó,
ya que en estricto sentido era innecesaria debido principalmente a
que si los ejidatarios eran originarios y vecinos del pueblo de San
Jerónimo, allí tenían su lugar de residencia y las tierras ejidales
eran contiguas a él, por lo que no requerían un gran desplazamien-
to para ir de sus casas a sus parcelas.

10
AGA, exp. 23/920, fojas 74-76.
178 Memorias del poniente V

Además de que la zona urbana ejidal socialmente era inne-


cesaria para el ejido de San Jerónimo, el artículo 176 del Código
Agrario de 1942 únicamente preveía autorizar un asentamiento ur-
bano existente para ejidos que carecían de fondo o fundo legal11 y
el del Pueblo San Jerónimo Aculco no era el caso, tanto que fueron
los habitantes del fondo legal quienes ante la incapacidad de exten-
der sus tierras de cultivo para que los jefes de las nuevas familias
tuviesen tierras de cultivo, es que recurren a que se le restituyan
las tierras de ejido que le correspondían por su calidad de pueblo.
Cabe retomar las palabras de Varley sobre lo que es la zona
urbano ejidal: “es un área dentro del ejido, que mediante resolu-
ción presidencial, está reservada como zona habitacional para los
propios ejidatarios”, para lo cual se crean solares o lotes urbanos,
y en caso de que haya solares excedentes, aquí está la clave para los
negocios irregulares de los ejidatarios, estos podrán ser vendidos
a los avecindados que vivan en el mismo asentamiento prestando
servicios que los ejidatarios demandan. Las zonas urbano ejidales
se crean en la legislación agraria de 1942 para los nuevos centros
de población que reciben dotación de tierras ejidales.
No obstante la condición social y legal adversa a la pretensión
de crear un área para la concentración de viviendas de los ejida-
tarios de San Jerónimo, en mayo de 1945 la Asamblea General de
Ejidatarios aprueba un proyecto de creación de zona urbano eji-
dal, dicho proyecto se plasmó en un croquis, en el que se define no
sólo la traza urbana y la lotificación, sino incluso la nomenclatura
de las calles.
“En las anotaciones del plano se registra que […] la creación
de 475 solares para vivienda, más seis para servicios públicos y
zona de reserva con una superficie promedio de 716.11 m2. Ese
conjunto de elementos sumaba un total de 68.61 hectáreas […]”12
superficie apenas 1 500 metros cuadrados menor a la que se expro-
pió en 1981, con la que concluyó la vida del ejido.

11
Varley, A., “La zona urbano ejidal y la urbanización de la Ciudad de México”, p. 71.
12
Manuel Martínez, Reestructuración urbana de antiguos asentamientos irregula-
res, el caso de la colonia San Jerónimo Aculco, La Magdalena Contreras, Distrito Federal,
México: unam, 2015, p. 50.
Una historia fugaz: la del ejido del pueblo san jerónimo aculco 179

Recuadro 1. Anotaciones del plano del proyecto


de la zona urbano ejidal aprobado por la Asamblea General
de Ejidatarios de 1945.

PROYECTO DE SUPERFICIES DE LA ZONA URBANA EJIDAL


(Según Resolución Presidencial de Fecha ____ de_____)

Proyección de espacios componentes


Superficie en m2
de la zona urbana ejidal
Manzanas 427,531.53
Vialidades 222,556.85
Reserva 36,018.50
Solares (lotes) 368,005.03
Solares destinados para servicios públicos 59,526.50
Superficie promedio de los solares 716.11
Superficie total de la zona urbana ejidal 586,106.88
Cantidad de solares:
481 (475 habitables) + (6 para servicios públicos y reservas)
CONFORME
Consejero del Departamento Agrario

_______________________________
ING. JESÚS MOLINA URQUIDEZ
Elaboración: Manuel Martínez Salazar. Fuente: Archivo General Agrario,
Ejido San Jerónimo Aculco, expediente 272.2/32, legajo 5.

En ese año de 1945 se realiza un censo de ejidatarios que per-


mite conocer que, en aquel entonces, el padrón constaba de 126
miembros con derechos certificados, de lo cual, lo más importante
por resaltar, es el hecho de que de todos ellos sólo 40 realmente
eran campesinos, mientras que la mayor parte, los 86 restantes,
manifestaban ser obreros, albañiles, comerciantes y personas de-
dicadas al hogar.13

13
AGA, exp. 271.71/1784, fojas 460-462.
180 Memorias del poniente V

Con este antecedente, en el que los ejidatarios muestran un


enorme entusiasmo por urbanizar el ejido y en el que menos de
un tercio viven de las labores del campo, es fácil entender que en
1950 se concrete su primer gran negocio inmobiliario, ya que en-
tregan terrenos del Pedregal de San Ángel, a cambio reciben 100
hectáreas de terrenos de propiedad privada en el predio Ocotepec,
de Tihuatlán, Veracruz.
Un año después, en 1951, los ejidatarios entregan un segundo
paquete de tierras del Pedregal de San Ángel y a cambio reciben
101.3 hectáreas de tierras privadas en el Rancho Lindavista, anti-
guo Las Tortugas, en el municipio de Metepec, estado de Hidalgo.

Recuadro 2. Evidencia de las permutas realizadas entre


el Ejido del Pueblo San Jerónimo Aculco y la sociedad
fraccionadora Jardines del Pedregal de San Ángel.

EXTRACTO DE PUBLICACIÓN GACETA OFICIAL


DEL DEPARTAMENTO DEL DISTRITO FEDERAL,
1º DE JULIO DE 1986, p. 25

f) Por Resolución Presidencial de 11 de enero de 1950, publicada en el
Diario Oficial de la Federación de 18 de enero de 1950, ejecutada el 19
de marzo de ese mismo año, se autoriza la Permuta de 41-20-10 Has. de
terrenos del Ejido, con “JARDINES DEL PEDREGAL DE SAN ÁNGEL”,
quien entregó a cambio 100-00-00 Has. de su propiedad, ubicada en el
municipio de Tihuatlán estado de Veracruz, operación que se realizó a
satisfacción de ambas partes.
g) Por Resolución Presidencia de25 de abril de 1951, publicada en el
Diario Oficial de la Federación de 14 de mayo de 1951, ejecutada el
día 22 de julio de ese mismo año, se autoriza la permuta de 83-52-
44 Has. de terrenos del Ejido, con “JARDINES DEL PEDREGAL DE
SAN ÁNGEL” quien entrega una superficie de 101-33-14 Has. de su
propiedad ubicadas en el estado de Hidalgo, que fueron recibidas
satisfactoriamente por los ejidatarios.

Transcripción: Manuel Martínez Salazar. Fuente: Archivo General Agrario.
Una historia fugaz: la del ejido del pueblo san jerónimo aculco 181

El negocio que en estas dos operaciones de permuta reali-


zaron los ejidatarios con la Fraccionadora Jardines del Pedregal
de San Ángel parecía muy bueno, entregaron 124.7 hectáreas de
tierras del pedregal y, a cambio, reciben 201.3 hectáreas de terre-
nos de propiedad privada, 100 en Veracruz, y el resto, 101.3, en el
estado de Hidalgo.
Los 45 ejidatarios que recibieron las tierras de propiedad pri-
vada en 1951, en calidad de permuta en el Estado de Hidalgo, tam-
bién fueron favorecidos con recursos económicos para trasladarse
hacia ellas, además de herramientas y equipo para trabajarlas.
No obstante lo anterior, cada uno de quienes se quedaron en
el ejido, también se beneficiaron con recursos económicos como
compensación por las tierras entregadas, adicionalmente, recibie-
ron una suma para construir infraestructura e introducir servicios
urbanos que les permitieran colonizar y conformar lo que hoy es
la colonia San Jerónimo Aculco, es decir, acabar con la actividad
agrícola, pecuaria y forestal, razón fundamental de todo ejido.
A quienes decidieron trasladarse al estado de Hidalgo se les
entregaron 2.18 hectáreas de tierras de humedad, 1.26 de terreno
pedregoso, 8.09 susceptibles de riego, 0.49 del casco de una ha-
cienda, 49.84 de monte laborable y 39.47 de temporal, lo que sumó
101.33 hectáreas. El análisis de dichas cifras muestra que, del total
de tierras que recibieron los ejidatarios a cambio de los terrenos
del pedregal de San Ángel, tan sólo 8 por ciento de ellas eran sus-
ceptibles de ser de regadío.
Esta ridícula superficie potencialmente productiva contrasta
enormemente con el hecho de que, en las tierras del fundo legal del
pueblo, prácticamente todos sus terrenos eran de riego. Ante ese
escenario, es perfectamente entendible que en los hechos los ejida-
tarios nunca se hayan ido a Veracruz e Hidalgo, especialmente los
que contaban con tierras en el pueblo, el resto, no eran campesinos
pues no dependían económicamente del cultivo de la tierra, por lo
que poco, o nada, les importó que con la permuta perdieran sus
derechos agrarios.14
Si bien, en 1950 y 1951 los ejidatarios recibieron tierras de
propiedad privada en los estados de Veracruz e Hidalgo, sus tie-

14
AGA, exp. 272.2/32, legajo 14, fojas 7-10.
182 Memorias del poniente V

rras ejidales se vieron menguadas notoriamente, ya que de poseer


todavía 196.73 hectáreas al final del año 1946, para finales de 1951
ya sólo tenían 72.03. En tanto que, de llegar a ser 168 ejidatarios
que recibieron las tierras en 1923; 126 en 1945, y para 1951 ya sólo
sumaban 94.
Para cuando ocurrieron las permutas con particulares los eji-
datarios ya sólo tenían 196.73 hectáreas de las 405.8 que en total
llegaron a recibir, es decir, se les habían sustraído 209.07 a través
de dos procesos expropiatorios, por los cuales fueron debidamente
indemnizados: el primero de ellos fue para dotar parte de los te-
rrenos necesarios para la construcción de la Presa de Anzaldo, y el
segundo para la construcción de una parte de la Ciudad Universi-
taria de la unam. Cabe señalar que el otorgamiento de indemnizacio-
nes implica la pérdida de derechos agrarios para los campesinos
que las reciben. Los indemnizados por la expropiación de Ciudad
Universitaria sumaron 32.15
No todos los ejidatarios indemnizados por expropiaciones y
permutas corrieron con igual suerte, si bien todos ellos pierden
sus derechos agrarios, no todos los pierden definitivamente, ya que
entre 1946 y 1951 se registran tres procesos de indemnización,16
en dichos sucesos se observa que doce ejidatarios readquieren sus
derechos agrarios después de haberlos perdido una primera vez,
para con ello recibir dos inmediaciones en tan sólo un lustro. Ellos
son: Dámaso Alarcón, J. Concepción Lima, Trinidad Escutia, Blas
González, Zeferino González, Fulgencio Martínez y luego su viuda
Juana Mendoza, Adolfo Mejía, Eligio Palomares, Rómulo Paloma-
res, Facundo Romero, Hilaria Cortés Viuda de Sánchez y Silvestre
Palomares. Mención especial merece el caso de Silvestre Paloma-
res, quien a través de su viuda será indemnizado al menos una vez
más, durante la expropiación de 1981, ya que para entonces él ya
había fallecido.

15
AGA, exp. 271.71/1784, legajo 3, fojas 71 a 74.
16
El primero por la expropiación, para formar parte de la Ciudad Universitaria, de
las 205 hectáreas que se habían obtenido por la ampliación del ejido, mientras que el
segundo y tercero debido a las permutas con la Fraccionadora Jardines del Pedregal de
San Ángel.
Una historia fugaz: la del ejido del pueblo san jerónimo aculco 183

LA ESTELA DE CONFLICTOS POR LAS PERMUTAS

Los dividendos obtenidos por los ejidatarios por las permutas


de tierras del ejido con la fraccionadora de Jardines del Pedregal de
San Ángel duraron algunas décadas más, ejemplo de ello se tiene
en el siguiente hecho: En febrero de 1978 la señora Aurora Orozco
viuda de Palomares, presidenta del Consejo de Vigilancia del Comi-
sariado Ejidal, denunció un reparto ilegal de $1 200 000.00 que en
abril de 1976 hicieron los presidentes, secretarios y tesoreros, pro-
pietarios y suplentes del Comisariado Ejidal entre los ejidatarios.
Los miembros del Comisariado Ejidal hicieron dicha distri-
bución argumentando que el dinero fue una “gratificación” del
Fraccionamiento Jardines del Pedregal de San Ángel S.A., ya que
habían recuperado, para esa inmobiliaria, una superficie de 14.8
hectáreas.
Esa era la superficie que tenía la manzana número 91 del pro-
yecto de zona urbano ejidal, la cual estaba en posesión la Secreta-
ría de Recursos Hidráulicos, así lo asentó la misma señora Aurora
Orozco, siendo secretaria del Comisariado Ejidal, el 1 de febrero
de 1973. Así lo hizo saber junto con los señores Felipe Cano y Cata-
rino Ortiz, el primero presidente y el segundo tesorero de esa mesa
directiva ejidal.
En dicho escrito le pidieron al Director de Tierras y Aguas del
Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización que intervinie-
ra, para que la Secretaría de Recursos Hidráulicos devolviera la
manzana número 91 que indebidamente tenía ocupada.17
No obstante, lo dicho en el escrito en 1978, la denunciante
encontró que la manzana número 91 era parte de las tierras que
el ejido había entregado en permuta en 1951. Esa inconformidad,
denuncia e investigación le trajo amenazas y un secuestro express
por parte de agentes que se identificaron, de acuerdo a lo relatado
por la señora Orozco, como agentes de la Dirección Federal de
Seguridad.18
Lo anterior lleva a concluir que si esa manzana número 91 ya
la habían recibido los fraccionadores de Jardines del Pedregal en

17
AGA, exp. 272.2/32, legajo 15, foja 6.
18
AGA, exp. 23/920, legajo 3, fojas de 109 a 113.
184 Memorias del poniente V

permuta, tres décadas atrás, ahora no tendrían por qué entregar


una gratificación a los ejidatarios, por lo que es altamente proba-
ble que tiempo después también se hicieron de una superficie extra
de 14.8 hectáreas de la zona urbano ejidal. Adicionalmente, los
terrenos con dicha superficie también quedaron incluidos en la ex-
propiación de 1981 para regularizarse como propiedad privada del
fraccionamiento residencial Jardines del Pedregal de San Ángel.
Ante los hechos anteriores es posible plantear, a manera de
hipótesis, que la gratificación oculta un negocio mayor, ya que en
1975 CORETT lanza un fallido decreto de expropiación de toda la
zona urbana ejidal para regularizarla, para la cual fijó una indem-
nización de $85 666 560.00, por lo que por la manzana número 91,
la fraccionadora Jardines del Pedregal de San Ángel debió haber
pagado $18 510 904.00, ya que ese era el valor comercial aproxi-
mado del momento, y no $1 200 000.00, que es lo que se repartie-
ron entre los ejidatarios.
Por otra parte, cabe preguntarse: ¿qué destino tuvieron los
terrenos que los ejidatarios recibieron en los estados de Veracruz e
Hidalgo? A decir de los ex comisarios ejidales, Juan González, Ge-
rardo Nápoles y Moisés Escutia, se desconoce la situación actual
de los terrenos que se recibieron en permuta, así lo manifestaron
en entrevistas que por separado se les realizó en el año 2015.
Ese desconocimiento de la suerte de los terrenos de Veracruz
e Hidalgo en gran parte obedece a que la mayor parte de los eji-
datarios que los recibieron decidieron regresar y quedarse en San
Jerónimo al poco tiempo de haberlas recibido. Desde entonces,
esas tierras, suponen los entrevistados, son aprovechadas por cam-
pesinos de esas regiones.
Lo que es un hecho es que en la actualidad los ejidatarios no
reciben producto alguno de dicha explotación, ya que aquellos las
explotan sin convenio de por medio.

EL PUNTO FINAL

La extinción del ejido del Pueblo San Jerónimo Aculco significó la


pérdida de las tierras por las que lucharon los originarios y ave-
cindados del pueblo, para continuar con sus prácticas agrícolas,
Una historia fugaz: la del ejido del pueblo san jerónimo aculco 185

al amparo de la Ley Agraria del 6 de enero de 1915. Aquellos que


hicieron las primeras gestiones buscaban que los nuevos jefes de
familia y quienes se iban incorporando a la población con mayo-
ría de edad, tuvieran tierras de cultivo, las cuales ya no podían
encontrar en el fundo legal del pueblo, más que por compra venta
o herencia.
Los documentos que marcaron ese punto final del ejido son,
en primer lugar, el decreto de expropiación de las últimas 68.4 de
las 405 hectáreas que llegó a tener el ejido, el cual se publicó el 27
de noviembre de 1980 en el Diario Oficial de la Federación. Casi
dos meses después, el 21 de enero de 1981 se ejecuta el decreto de
expropiación.19
Esas últimas 68.4 hectáreas se traducen en una estructura
urbana que para 1981 estaba conformada por 89 manzanas, en
cuya superficie se crearon irregularmente 1 084 lotes. Este fue el
universo de lotes a regularizar por haberse creado y lucrado con su
venta o renta de manera ilegal. Esta cifra de lotes, cabe abundar,
es más del doble de los 475 que originalmente había aprobado la
Asamblea General de Ejidatarios en 1945.
Dicha expropiación implicó el pago de una indemnización
por un monto de $5 477 108.00 a los 105 ejidatarios registrados en
el padrón reconocido en la asamblea de ejidatarios del 8 de junio
de 1980. Dicho monto no fue bien recibido por los ejidatarios, ya
que incluso interpusieron un juicio de amparo para buscar una
“indemnización más justa”.
Con la expropiación, los lotes dejaron de estar en poder de
ejidatarios, pasaron a manos de CORETT (Comisión de Regulari-
zación de la Tenencia de la Tierra) y de esta institución regulariza-
dos pasaron a través de la venta a ser propiedad de los colonos
que los habían obtenido a través de una previa operación ilegal
de compra-venta, por esa razón, en este trabajo, se considera que
esta expropiación es el acta de defunción del ejido, mientras
que la regularización constituye el acta de nacimiento de lo que
hoy se llama colonia San Jerónimo Aculco, lo que se refuerza con

19
Manuel Martínez, Reestructuración urbana de antiguos asentamientos irregula-
res, el caso de la colonia San Jerónimo Aculco, La Magdalena Contreras, Distrito Federal,
México: unam, 2015, p. 56.
186 Memorias del poniente V

el hecho de que tan solo eran 105 ejidatarios, mientras que fueron
1 084 los lotes o solares a regularizar.
Los ejidatarios, sin duda, se despacharon con la cuchara
grande, dado que nunca se autorizó la zona urbano ejidal, queda la
imagen de que el número de solares excedentes es más de diez ve-
ces la cantidad de solares necesarios para el total de los ejidatarios,
pues es evidente que entre 1 084 colonos había cuando mucho 105
ejidatarios, en el supuesto de que todos y cada uno de ellos se ha-
yan trasladado a vivir al asentamiento irregular del que surgiría la
colonia San Jerónimo Aculco. Con ello, se confirma una de las tesis
que se expone en la citada investigación de Varley: “[…] la zona
urbano ejidal ha servido de base para la mayoría de las enajena-
ciones ilegales de terrenos ejidales para las colonias populares”.20
Si bien desapareció el ejido con el último decreto expropia-
torio, entendido el ejido como el conjunto de “…tierras sujetas
a un régimen especial de propiedad social en la tenencia de la
tierra…,21 los ejidatarios aún siguen existiendo, ya que su organi-
zación aún no se disuelve debido a que se mantienen unidos por el
interés en los recursos económicos que no se han podido repartir
entre ellos, aunque cada vez es menor el número de ellos que ha-
bitan en la colonia San Jerónimo Aculco, ya que no son pocos los
que han vendido sus propiedades y han abandonado de la colonia,
con lo que alimentan la gentrificación, proceso mediante el cual
los pobladores originales son desplazados por nuevos habitantes
de mayor poder adquisitivo.22
Por último, cabe señalar, que el asentamiento irregular toda-
vía años después de la expropiación de 1981 era denominado, por
propios y extraños, “Ejidos de San Jerónimo”, fue hasta años más
tarde cuando se le dio su actual nombre “San Jerónimo Aculco”, lo
anterior se muestra con las declaraciones oficiales que hacen sus
vecinos, por ejemplo, en el libro de defunciones del Registro Civil
del 22 de septiembre de 1986, el acta 310, una persona nativa del
Pueblo de San Jerónimo declara su dirección como “Ejidos de San

20
Varley, A., “La zona urbano ejidal y la urbanización de la Ciudad de México”, p. 71.
21
Glosario de Términos Jurídico-Agrarios, Procuraduría Agraria, México 2008.
22
Un análisis detallado se expone en Manuel Martínez, Reestructuración urbana de
antiguos asentamientos irregulares, el caso de la colonia San Jerónimo Aculco, La Magda-
lena Contreras, Distrito Federal, México: unam, 2015.
Una historia fugaz: la del ejido del pueblo san jerónimo aculco 187

Jerónimo”, haciendo una diferencia entre su lugar de nacimiento


y el de su residencia.

FUENTES

Archivo

Archivo General Agrario (AGA).

Libros

Martínez, Manuel. Reestructuración urbana de antiguos asentamientos


irregulares, el caso de la colonia San Jerónimo Aculco, La Magdalena
Contreras, Distrito Federal, México: unam, 2015
Varley, A., “La zona urbano ejidal y la urbanización de la Ciudad de Méxi-
co, en Revista A, Volumen VI, No. 15, mayo-agosto (1985).

Sitio Web

Glosario de Términos Jurídico–Agrarios, Procuraduría Agraria, México,


2008.
Procuraduría Agraria, “Legislación preconstitucional de la Revolución
Mexicana (1915)”. Recuperado de: http://www.pa.gob.mx/publica/
rev_58/analisis/ley%20agraria%20del%206%20de%20enero%20de%20
1915.pdf
El Pueblo de Santa Lucía Chantepec,
sus registros eclesiásticos
y fervor religioso

Gerardo Olvera-Flores1

RESUMEN

El autor sigue la pista a Santa Lucía en la ruta de su veneración de


Europa a México. Explica cómo se le asignó su patronazgo a tres
pueblos, y se detiene en el caso de su lugar de origen en el poniente
de la ciudad: Santa Lucía Chantepec. La exploración de los regis-
tros eclesiásticos y la consulta exhaustiva del archivo parroquial
de Cuajimalpa, le permiten al autor reconstruir con gran detalle la
genealogía de las primeras familias que poblaron Chantepec y re-
lacionarlas con los actuales pobladores. A través de la reconstruc-
ción del árbol genealógico de su propia familia, Olvera documenta
un aspecto medular de las relaciones de parentesco en la historia
de su comunidad.

***

1. LA RUTA DE LUCÍA, LA JOYA DE SIRACUSA

El 13 de diciembre del año 304 Lucía, hija de Eutiquia y Lucio,


sufriendo la agonía del martirio, proclamaba en sus últimas pa-
labras tres profecías, según las Actas Latinas fueron: “la pronta
llegada de la paz para la Iglesia, la abdicación de los emperadores

1
Nativo, cronista y mayordomo del pueblo de Santa Lucía Chantepec.

189
190 Memorias del poniente V

Diocleciano y Maximino, y que ella sería a Siracusa lo que Águeda


a Catania”.2
Eran los primeros años del milenio y a los ojos de Lucía, Si-
racusa era su centro y su vida, rodeado del mar mediterráneo. En
el otro lado del mundo, había una tierra que esperaba que iniciara
esta, la ruta de Lucía, para que no solo fuera de Siracusa, sino que
fuera al mundo, lo que su Águeda a Catania.
La canonización de santa Lucía no fue establecida por la Igle-
sia hasta siglos después de su fallecimiento.3 El proceso de canoni-
zación comenzó en el siglo x, aunque hasta el siglo xvi se iniciaron
propiamente los actos de santificación, es decir, todos los santos
reconocidos por la Iglesia, como tal, antes de ese tiempo son san-
tos precongregación, a excepción de un centenar,4 justo en el mismo
siglo en que los europeos llegaran al continente americano (pro-
piamente a que los españoles llegaran a la península de Yucatán y
posteriormente a México-Tenochtitlan).
El fervor a Lucía se extendió por todo Europa durante todo el
medievo, principalmente en Francia, Italia y España, siendo este
último el enlace directo de Lucía y su llegada a México.
A la llegada de los españoles a nuestro territorio en 1519, pa-
sarían por el actual territorio de Quintana Roo, Yucatán, Tabasco,
Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Estado de México hasta llegar el 8 de
noviembre al actual cruce de República del Salvador y José María
Pino Suarez, en la antigua ciudad de México-Tenochtitlan, en el
encuentro de dos mundos.
A su arribo, también llegarían frailes de distintas congrega-
ciones religiosas destinados a propagar su evangelio y bautizar en
el nombre de la Iglesia católica.
El asentamiento sobre el lago estaba dividida en dos islotes,
México-Tlatelolco y México Tenochtitlan; en México-Tlatelolco
(Xaltilulco, su nombre correcto) era famoso su mercado y algunos
barrios importantes como Nonoalco, que hasta la fecha conserva
su nombre. Por lo que hace a México-Tenochtitlan estaba divido
en cuatro barrios: Moyotlan, Cuepopan, Atzacoalco y Zoquiapan
o Teopan.
2
Ana Gallo, Vidas de santos. Santa Lucía, Editorial RBA, España, 2015, p. 36.
3
Ana Gallo, Vidas de santos. p. 36.
4
Ana Gallo, Vidas de santos.
El Pueblo de Santa Lucía Chantepec 191

Al momento de la evangelización, ambas ciudades fueron


entronizadas con advocaciones, es decir, se les asignó un santo pa-
trono cristiano; los frailes franciscanos las bautizaron como San
Juan Tenochtitlan y Santiago Tlatelolco. Asimismo, los barrios de
San Juan Tenochtitlan también fueron evangelizados como: San
Juan Moyotlan, La Inmaculada Concepción de María Cuepopan,
San Sebastián Atzacoalco y San Pablo Zoquiapan. Fueron los
mismos frailes franciscanos que, comprometidos con la cristiani-
zación de las comunidades indígenas, construyeron dos iglesias
principales en cada ciudad, haciendo de iglesia cabecera para las
ermitas e iglesias que posteriormente se fundarían. En San Juan
Tenochtitlan se fundaría la iglesia de San José de los Naturales y
en Tlatelolco sería la misma iglesia del señor Santiago la que sería
su principal.
Para el tema de la ruta de Lucía, es necesario hablar de San-
tiago Tlatelolco. Si bien, es conocido que los franciscanos se en-
cargaron de cristianizar a las comunidades indígenas de TIatelolco
desde 1524, no sabemos si antes de este retorno, o a raíz de él,
se construyeron ocho ermitas alrededor de la iglesia principal de
Santiago, siguiendo al parecer, la antigua traza del centro ceremo-
nial indígena. De ellas, sólo una ha llegado hasta nuestros días, la
de Santa Ana Atenantitech, ahora convertida en parroquia de San-
ta Ana. Las otras, San Martín Atezcapan, Santa Catalina Cohuat-
lan, Los Reyes Capoltitlan, Santa Inés Huipantongo, San Antonio
Tepiton, Santa Cruz Azococolocan y Santa Lucía Telpochcaltitlan,
todas las cuales subsistieron hasta el siglo xviii, llevan largo tiem-
po de haber desaparecido.5
Se puede notar que las advocaciones de estas primitivas er-
mitas estén relacionadas con devociones muy populares en el bajo
medievo –Santa Catalina (¿mártir?), Santa Inés, Santa Lucía, San
Martín− y con ciertos temas religiosos muy íntimos de los prime-
ros franciscanos −Los Reyes y La Cruz−. Las primeras hay que
verlas bajo la luz de los contactos de los franciscanos con la religio-

5
Robert H. Barlow, [1947] “Las Ocho Ermitas de Santiago Tlatelolco” en Andrés
Lira González (comp.) Tlatelolco a través de los tiempos, IX, México, COLMEX/Academia
mexicana de la Historia/El Colegio Nacional, 2018, pp. 593-600.
192 Memorias del poniente V

sidad popular en España, mientras que las segundas podrían estar


relacionados con los ideales misioneros de los frailes en México.6
Esta es la primera referencia de un pueblo fundado con la
advocación de Lucía, es por ello que, centrándonos en una crono-
logía de la historia de la evangelización en México, Telpochcaltit-
lan es el primer pueblo de México que se funda con el nombre de
Lucía, debido a que fue un barrio que estaba cercano al centro de
la conquista de México y con ello de la evangelización. Del pueblo
de Santa Lucía Telpochcaltitlan se sabe que se extinguió a media-
dos del siglo xviii y que no queda traza del pueblo ni de su ermita,
lo único que queda de memorial es una calle que lleva el nombre
de la joya de Siracusa: Santa Lucía.
En las zonas colindantes con Tlatelolco quedan aún en la
actualidad algunas calles, plazas y barrios con nombres que nos
indican sus antiguos orígenes, por ejemplo la plaza de Santa Ana
(Santa Ana Atenantitech), el barrio de Tepito (San Francisco Tepi-
ton), la calle de Santa Lucía (Santa Lucia Telpochcaltitlan).7
Santa Lucía fue una santa que perteneció al santoral de los
franciscanos, denominado como martirologio de los primeros si-
glos de la Iglesia, tales como San Sebastián, San Lorenzo, y las tres
santas: Inés, Lucia y Catarina, que gozaban de un culto inmemo-
rial en Europa.8
La ruta de Lucía seguiría por la cuenca de México, pasando
por territorio tepaneca en el barrio de Tomatlán en Azcapotzalco,
emblemático barrio chintololo, ya que dentro de la demarcación
de los pueblos de Santa Lucía Tomatlán, San Miguel Amantla y
Santiago Ahuizotla, se encontraron basamentos arqueológicos
muy importantes dirigidos por el investigador Manuel Gamio.
Santa Lucía Tomatlán sigue siendo un pueblo vivo y pertenece a
los 25 pueblos originarios de la alcaldía Azcapotzalco.
Asimismo, la ruta de Lucía llegaría al poniente de la ciudad de
México, al pueblo prehispánico de Chantepec, donde se entroniza-

6
Francisco Morales, Santoral Franciscano en los barrios indígenas de la ciudad de
México. en Estudios de cultura Nahuatl. México, unam-iih, número 24, 1994, pp. 351-
385. Consultado en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/revistas/nahuatl/pdf/
ecn24/440.pdf
7
Francisco Morales, Santoral Franciscano.
8
Francisco Morales, Santoral Franciscano.
El Pueblo de Santa Lucía Chantepec 193

ría como santa patrona a Santa Lucía, virgen y mártir, para honor
y dicha de los que poblamos esta bendita tierra.
De esta manera, quedarían asentados los únicos tres pueblos
de la Ciudad de México con la advocación de Santa Lucía, virgen
y mártir, dos pueblos que aún conservan el fervor y veneración
a la joya de Siracusa, Santa Lucía, y un pueblo extinto que sólo
encuentra viveza en las páginas de la historia, pero que dejó como
recuerdo una calle que enmarca el nombre de Santa Lucía.
Posteriormente se fundarían algunos pueblos más en honor
a Lucía en el amplio territorio de México, como Santa Lucía del
Camino en Oaxaca, Santa Lucía Atioyan y Santa Lucía Cosama-
loapan en Puebla y la iglesia de Santa Lucía en Mérida, Yucatán,
pero serían fundados con posterioridad a los tres primeros pueblos
de la Ciudad de México. Es importante mencionar que ya a finales
del siglo xvi, por algún tiempo se veneró a Lucía de Siracusa en la
iglesia de la Inmaculada Concepción de María Cuepopan, desco-
nociéndose el porqué, aunque algunas crónicas enuncian que fue
por algunos litigios eclesiásticos entre la congregación religiosa de
los franciscanos y la naciente Arquidiócesis de México.

2. REGISTROS ECLESIÁSTICOS DEL PUEBLO


DE SANTA LUCÍA CHANTEPEC

Con la conquista de México, llegaría también la evangelización de


los pueblos y barrios originarios de la cuenca de México, así como
de todo el territorio conquistado. Se fundaron ermitas, iglesias y
catedrales, principalmente, por la orden religiosa de los francis-
canos y demás órdenes que llegaron con posterioridad. Como iba
avanzando la evangelización, fue necesaria la instauración formal
del catolicismo en México, trayendo aparejada una organización
ya establecida en Europa, que en esencia, es la Iglesia católica
como institución:

La primera diócesis en la Nueva España fue llamada la Carolense


y fundada antes de la diócesis de México en 1519 por el papa León
X. Fue trasladada de Yucatán a Tlaxcala y confirmada en 1525 por
Clemente VII. Sus límites se fijaron por Carlos I en una cédula dada
194 Memorias del poniente V

el 19 de septiembre de 1526. Tenía esta diócesis de latitud 100 leguas


y de ancho 70. Los primeros frailes en llegar fueron los francisca-
nos, entre ellos Tecto, Aora y Gante, en el año de 1523. En junio de
1524 les siguieron los primeros apóstoles que fundaron en la ciudad
de México la Custodia del Santo Evangelio. Dividieron el gran te-
rritorio nacional en cuatro cabeceras: México con aproximadamen-
te 80,000 habitantes, Tlaxcala con 20,000, Tetzcoco con 30,000 y
Huexotzingo con 20,000.9

Esto sería el inicio de la Arquidiócesis Primada de México;


posterior a la creación de las primeras cabeceras, conforme se es-
tablecieron más iglesias y los denominados pueblos coloniales, se
fueron creando más cabeceras de la diócesis, para poder tener un
dominio de todos los pueblos y barrios de la región. Centrándo-
nos principalmente en la zona poniente de la cuenca de la Ciudad
de México, podríamos enunciar tres cabeceras principales, donde
los pueblos menores se tenían que supeditar para poder realizar los
principales sacramentos como el bautismo, matrimonio, primera
comunión, confirmación y, cuando alguna persona fallecía, tenían
que dar aviso a su parroquia cabecera, pues ellos, así como im-
partían los sacramentos, también llevaban un registro en libros de
gobierno donde apuntaban, los nacimientos, matrimonios y de-
funciones de todos los pueblos que se encontraban en su jurisdic-
ción. Las principales cabeceras de la zona poniente fueron:

Santo Domingo Mixcoac, con sus pueblos:


Santo Tomás Actipan, San Juan Malinaltongo, Santa Cruz Atoyac,
Atepuzco, San Lorenzo Xochimanca, Candelaria Mixcoac, Sr. Del
Buen Despacho Tlacoquemecatl, Tecoyotitla.
San Jacinto Tenanitla, con sus pueblos:
San Ángel Tenanitla, Tlacopac, Tizapan, Chimalistac, Santa Ma-
ría Magdalena Atlitic, San Bernabé Ocotepec, San Jerónimo Aculco,
Tetelpan, San Nicolás Totolapan, San Bartolo Ameyalco, Santa Rosa
Xochiac.

9
Vetancurt, Agustín de. Teatro mexicano. Descripción breve de los sucesos ejemplares
históricos, políticos y religiosos del Nuevo Mundo Occidental de las Indias, 4 volúmenes.
México, Imprenta de I. Escalante y Cía., 1870-1871, página 8.
El Pueblo de Santa Lucía Chantepec 195

San Pedro Cuajimalpa (Cuahximalpan), con sus pueblos:


San Pablo Chimalpa, San Lorenzo Acopilco, San Mateo Tlalte-
nango, Santa Lucía Chantepec, La Venta, Tianguillo, Candelaria
Huecalco, Contadero, Jesús del Monte.

Posteriormente, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción


del pueblo de Santa Fe Acaxochitl o Acaxochiac, también fungió
como cabecera, pero fue a partir de la segunda mitad del siglo xix.
Como se ha precisado, en el caso del pueblo del cual es tema
el presente trabajo, es decir, el pueblo de Santa Lucía Chantepec,
estuvo supeditado a la cabecera de San Pedro Cuajimalpa, desde
el siglo xvi. En sus registros paroquiales, se apuntaron los datos
de recién nacidos bautizados, los matrimonios, así como las per-
sonas fallecidas, la causa de muerte y en donde fueron enterradas;
en casi todos los registros se enuncia que fueron enterrados en el
panteón de Santa Lucía, el cual estaba en el atrio de la parroquia.
Es necesario mencionar que los registros en los cuales se basa
el presente trabajo fueron tomados de los libros parroquiales del
pueblo de San Pedro Cuajimalpa, así mismo, es de señalar que,
hasta el siglo xviii, no se mencionan los apellidos de las personas,
solamente se dice su nombre y procedencia. Es a partir de 1750
donde se inicia a nombrar los apellidos de las personas, única-
mente los de apellido español, de los naturales solamente se dice
su nombre. Sin embargo, en los mismos libros parroquiales, en
el cuaderno de Tributarios, se nombran todas las personas de los
pueblos supeditados a Cuajimalpa, aún las personas con apellido
indígena, específicamente de idioma náhuatl.
En el presente trabajo se mencionarán datos esenciales de los
registros eclesiásticos del pueblo de Santa Lucía Chantepec, en un
lapso temporal comprendido de 1749 a 1849, donde podremos ver
esbozados los primeros apellidos de las familias más antiguas del
pueblo, así como sus lazos familiares y parentescos entre el pueblo
y, en un caso específico, el cambio de su apellido indígena a uno
castellanizado.
En los primeros registros eclesiásticos, específicamente en la
partida de bautismo y defunciones, se enuncian preponderante-
mente dos familias:
196 Memorias del poniente V

La familia de Bartolomé de Santiago con su esposa María


Gertrudis y la familia de la Cruz de Santillán, teniendo entre ellos
un nexo de padrinazgo, tal como se puede observar en la partida
de bautismo de Cipriana Francisca, hija de Bartolomé de Santiago
y María Gertrudis, donde sus padrinos fueron Marcos de la Cruz
de Santillán y María de los Ángeles. Durante casi toda la década de
1750 fueron los únicos apellidos que se aprecian. Es hasta el año
de 1758 en que llegaría a Santa Lucía Chantepec otra familia es-
pañola, se trataba de Matías Villavicencio y su esposa Juana María
Montes de Oca.
Posteriormente, se establecieron en nuestro pueblo otros es-
pañoles y mestizos, entre ellos se encontraba Matías Pérez, que
llegaría, según nos dicen los registros, al Batán de Hueyatla, en las
tierras bajas del pueblo. De igual manera lo harían Cipriano Anto-
nio Gonzales y Dominga Ramos.
Es hasta el año de 1770 cuando se asentaría otro grupo de es-
pañoles a radicar en Santa Lucía Chantepec, es el caso del español
Agustín Baeza y la natural, Jacinta Antonia, con su hija mestiza,
Matilde, siendo los padrinos de la niña, Marcelo Pérez y Francisca
Antonia Fernández, ambos españoles. Así mismo llegaría el señor
Simón de los Santos.
Es importante mencionar que el apellido Baeza sigue existen-
te entre las familias del pueblo. De la década de 1790 en adelante
ya se vislumbran algunos apellidos más en los registros, tales
como: Rivera, De la Rosa, Sánchez y Torres (de éste último, se
tiene la certeza que aún existe el apellido en el pueblo, de los otros
tres, es cierto que los tres apellidos son conocidos en el pueblo,
aunque se desconoce si los actuales son descendientes de aquellas
familias o llegaron con posterioridad); en este intento de recuperar
la memoria de las familias del pueblo, me entrevisté con algunos
integrantes de las tres familias. En el caso de la familia De la Rosa,
mencionaron que ellos habrían llegado en el siglo xx del pueblo
de Santa Rosa Xochiac; la familia Rivera desconoce el año de su
llegada a nuestro pueblo; y la familia Sánchez desconoce su pro-
cedencia. De esta manera es probable que, tanto el apellido Rivera
como Sánchez, sean ancestros de las familias existentes en el pue-
blo y de los que se tiene la certeza aún existentes en el pueblo desde
1700, serían Baeza y Torres.
El Pueblo de Santa Lucía Chantepec 197

Esto es por lo que hace a los apellidos españoles del siglo xviii
en nuestro pueblo, pero la población, en su mayoría, era indíge-
na y muchos de ellos conservaban su apellido en lengua náhuatl,
basándonos en los registros de tributarios de San Pedro Cuajimal-
pa. Podríamos mencionar que las principales personas y familias
indígenas, entre los años 1750 y principios del siglo xix, eran las
siguiente: Ambrosio Concepción y María Dolores Yanhuicalco,
Ciriaco Tiopanyxpan, Ciriaco Lorenzo Xolalpa, Dominga Ma-
ría, viuda de José Vicente Tsapotitla, José Ignacio e Ysidra María
Colostitla, Francisco Rosario y María de la Luz Tlalnepantla, José
Gervasio Hueitetitla, José Antonio y Josefa María Cruztitla,
José Victoriano y Juana Nepomuzena Tlatenco, Juan de Dios Tla-
pexco y María Prudencia, Lino Manuel Tlatizapan, Mateo Francis-
co y María Andrea Tlacpan, Sixto Nicolás Tlacpan.
En referencia a los denominados apellidos indígenas, he de
aseverar que en el México prehispánico no existieron los apelli-
dos, el apellido es una usanza netamente europea y a la llegada
de los españoles, fungieron como nombre familiar: el nombre del
patriarca o generalmente (como pasó con los habitantes del pue-
blo de Santa Lucía Chantepec) se tomó como apellido el lugar de
residencia, es decir, si una familia vivía en un paraje o un terreno
denominado de tal o cual manera, ocuparon dicho nombre como
apellido, para referirse más fácilmente a la familia.
Es curioso saber que los apellidos indígenas que se enuncian
en la lista de tributarios, corresponden con los nombres de los te-
rrenos cercanos al centro del pueblo, es decir, los tributarios que
se enlistan eran los indígenas principales de nuestro pueblo hacia
el siglo xviii y al optar por proporcionarles un apellido, se les dio el
nombre del terreno donde vivían.
Los apellidos indígenas estuvieron presentes en nuestro pue-
blo hasta principios de siglo xix. Es ahí donde se hizo la transición
a apellidos españoles en algunas familias y otras tantas, carecieron
de nombre familiar. El único caso que ha llegado a nuestros días,
que puede ser comprobable, es de una familia nativa indígena de
nuestro prehispánico pueblo que cambió su apellido, es el caso de
la familia Martínez, aún existente en nuestro pueblo.
En registros de tributarios, aparece el nombre de Ambrosio
Concepción Yanhuicalco y su esposa María Dolores como natu-
198 Memorias del poniente V

rales de Santa Lucía Chantepec, y es de mencionarse que ya no


vuelve a aparecer el apellido Yanhuicalco, pero sí concuerdan los
nombres en la partida de bautismo de fecha 12 de octubre de 1810,
perteneciente a José Jesús Romualdo Martínez, hijo legítimo de
Ambrosio Concepción y María Dolores. Es importante mencionar
que solo aparecen los nombres de los padres, sin mencionar ape-
llido, pero su hijo José Jesús Romualdo aparece ya con el apellido
Martínez. Esto podría llegar a ser una casualidad sin ligar a la an-
tigua familia Yanhuicalco, pero este ejemplo se concretiza al saber
que la familia Martínez históricamente se ha asentado en el predio
denominado Yanhuicalco. Al investigar el árbol genealógico de la
familia Martínez, concuerda el nombre de Jesús Martínez en dos
ocasiones y encuentra hilación de la siguiente manera: Ambrosio
Concepción Yanhuicalco y María Dolores, procrearon a José Je-
sús Romualdo Martínez quien se casó con María Petra; tuvieron a
Jesús Plácido Martínez (sin mencionar su segundo apellido), que
a su vez se casaría con María Nicolasa Gonzáles, de Santa Fe Aca-
xóchitl, los cuales procrearon a Rafael Martínez Gonzáles, casado
con María Ventura Velázquez Baeza (este apellido Baeza descendien-
te de los españoles llegados en el siglo xviii); dicho matrimonio
procreó seis hijos: Fermín Martínez Velázquez (difunto niño),
Gabriel Encarnación Martínez Velázquez (difunto niño), Camilo
Martínez Velázquez (soltero fallecido en 1968), Serapio Martínez
Velázquez casado con Josefina Quintanar, Francisca del Rosario
Martínez Velázquez, casada con Juan Francisco Flores (mis bis-
abuelos) y Albina Martínez Velázquez (fallecida en 1993 a la edad
de 100 años); la hija de esta última, Carlota Martínez Velázquez,
nacida en 1915, ha sido la última persona nativa, de la familia
Martínez, en habitar una pequeña casa de adobe con un arco de
cantera, esculpido por Fermín Velázquez, padre de María Ventura
Velázquez Baeza, casada con Rafael Martínez, que desde siglos se
ha señalado como la casa de “Los Martínez”, que se encuentra en
un terreno, divido en dos partes, en las partes bajas de donde era
el terreno, se denominaba “Techalapa” y la parte de arriba, donde
se encuentra la centenaria casa, en contra esquina de la parroquia
del pueblo, el terreno se denominaba “Yanhuicalco”, justo como se
apellidaban los ancestros indígenas de la familia Martínez. Siendo
El Pueblo de Santa Lucía Chantepec 199

la familia Martínez, la familia más antigua y la última familia indí-


gena autóctona del pueblo de Santa Lucía Chantepec.
De la toponimia de Yanhuicalco, se podría traducir como:
donde está la nueva casa o en la nueva casa; esto podría tener una
explicación lógica al irnos a la tradición oral de la historia del pue-
blo de Santa Lucía Chantepec, la cual nos dice que el pueblo se
fundó en la loma de enfrente de donde actualmente se encuentra el
pueblo y que al tener pugnas por territorio con el pueblo de Santa
Fe Acaxóchitl o Acaxochiac. Por defender su territorio tuvieron
que trasladarse a donde se encuentra el día de hoy, yéndonos a la
lógica histórica una de las primeras familias indígenas en mudarse
para defender su territorio sería la familia que se asentarían en el
terreno que los demás naturales del pueblo llamarían en su lengua:
donde está la nueva casa, Yanhuicalco.
De la familia Baeza se puede decir que el primer Baeza en el
pueblo fue el español Agustín Baeza, quien tuvo dos hijos de nom-
bre José Gabriel Baeza (quien se casó con Luciana María) y José
Mariano Baeza, casado con Anna de Santiago, hija de Bartolomé
de Santiago, de las primeras familias españolas en nuestro pueblo.
De estos dos matrimonios desciende toda la familia Baeza de San-
ta Lucía Chantepec.
La familia Torres es descendiente de españoles llegados en el
siglo xviii, para el año de 1805, Santiago Torres era el alcalde de
Santa Lucía Chantepec y del matrimonio que hizo con Ana Joaqui-
na, procrearon a dos hijos: José Antonio Torres y José María Torres
y de esas dos ramas desciende la familia Torres de nuestro pueblo.
Posterior al inicio de la guerra de independencia de México,
llegarían a Santa Lucía Chantepec varias familias. A continuación,
con base en los registros eclesiásticos de San Pedro Cuajimalpa,
se enumerarán los bautizos realizados en Santa Lucía, de 1812 a
1850 (únicamente se enunciarán extractos de los registros con los
datos más importantes y registros que contienen apellidos, para
efecto de hilar los parentescos, descendencia y compadrazgos en-
tre los habitantes de nuestro pueblo del siglo xix), así mismo, se
copiarán textualmente los nombres, con la usanza del tiempo y las
faltas de ortografía:
200 Memorias del poniente V

1812
13 de enero de 1812, se bautizó María Bibiana hija legítima de Cipriano
Antonio Gonzales y Dominga Ramos, españoles. (El apellido Gonzales
existe en el pueblo y, tomando en cuenta que se vuelve a retomar hacia
la década de 1840, podrían ser descendientes de los primeros González).
1815
4 de agosto de 1815, se bautizó José Miguel hijo legítimo de Matías
Villavicencio y Juana María Montes de Oca, españoles.
1818
9 de diciembre de 1818, se bautizó a José Leocadio hijo natural de
María Eusebia Flores india de Santa Lucía. (La familia Flores existe
en el pueblo, son descendientes del pueblo de Santa Rosa Xochiac,
pero con base en la tradición oral de aquel pueblo, del señor En-
rique Ramírez Flores nombraban los antiguos a la tía Eusebia de
Santa Lucía, por lo que hay un parentesco antiguo con la actual
familia Flores).
1820
1 de noviembre de 1820, se bautizó María Zenobia de los Santos hijo
legítimo de Diego Rivera y María Marina, indios de santa Lucía, sus
padrinos fueron Gerónimo Pérez y María de la Luz Ramírez, espa-
ñoles de este pueblo. (Sin tener la certeza, seguramente son ances-
tros de la actual familia Rivera).
1822
2 de febrero de 1822, se bautizó a José Ignacio Candelario, hijo le-
gítimo de José Manuel Cuevas y Anna de Santiago, siendo sus pa-
drinos Crispín Vázquez y María de la Luz Segura españoles de San
Pedro. (La familia Cuevas fue muy nombrada en el siglo xix, sin
saber el porqué de su extinción o emigración. Anna de Santiago,
descendiente de los primeros españoles en el pueblo, también extin-
to el apellido, haciendo la mención que se nombrarán dos personas
con el nombre de Anna de Santiago, siendo éstas entre sí, primas).
1823
27 de abril de 1823, se bautizó a José Anastacio Thoribio, hijo legíti-
mo de Felipe Maya y Maria Bicenta de Santa Lucía, fue su madrina
Ma Isidra viuda de Alexo Avila de San Mateo.
17 de octubre de 1823, se bautizó a José María Juventino Victor
Alexandro, hijo legítimo de José María Torres y María de la Cruz de
santa Lucía, sus padrinos fueron Cleofás Torres y su esposa María
El Pueblo de Santa Lucía Chantepec 201

Cleofás Laguna. (José María, hijo de José María Torres y nieto de


Santiago Torres, antiguo alcalde, del apellido de la madre se puede
decir que de la Cruz, es un apellido muy antiguo del siglo xviii).
1824
28 de agosto de 1824, se bautizó a Zeferino Agustín hijo legítimo de
Juan Lucas y María Jacinta indios de Santa Lucía, fue su madrina
Martina Paula Benita Baeza.
1825
11 de enero de 1825, se bautiza María Juliana Higinia hija legítima
de José Manuel Cuevas y Anna de Santiago, siendo sus padrinos
Crispín Vázquez y María de la Luz Segura españoles de Hueycalco.
24 de julio de 1825, se bautiza María Magdalena Cristina hija legítima
de José Mariano Baeza y Anna de Santiago, siendo sus padrinos José
del Espíritu Santo y su mujer María Romualda. (María Magdalena Cris-
tina, hija de José Mariano Baeza y Anna de Santiago, siendo sus respec-
tivos abuelos, José Gabriel Baeza y Cristóbal de Santiago, su bisabuelo
Agustín Baeza; a su vez, María Magdalena Cristina Baeza de Santiago
fue la madre de mi tatarabuela, María Ventura Velázquez Baeza).
1826
28 de junio de 1826, se bautizó Luciana María hija legítima de José
Lucas y María Agustina indios de Santa Lucía, siendo su madrina
María de la Cruz.
12 de octubre de 1826, se bautizó Jesús Plácido, hijo legítimo de
José Jesús Romualdo Martínez y María Petra indios de Santa Lu-
cía, siendo su padrino José María del Espíritu Santos del pueblo de
Santa Fe. (Jesús Placido Martínez, hijo de José Jesús Romualdo
Martínez, nieto de Ambrosio Concepción Yanhuicalco y María Do-
lores; así mismo, Jesús Placido Martínez, fue el padre de mi tatara-
buelo Rafael Martínez).
26 de diciembre de 1826, se bautizó José Espiridión Leandro hijo
legítimo de José Antonio Torres y María Dominga de Santa Lucía,
siendo sus padrino Andrés Esteban y María Guadalupe. (José Espi-
ridión Leandro Torres hijo de José Antonio Torres, nieto de Santiago
Torres antiguo alcalde).
1827
8 de abril de 1827, se bautizó José Andrés de Jesús, hijo de José
Manuel Cuevas y Anna de Santiago, sus padrinos fueron Crispín
Vázquez y María de la Luz Segura de San Pedro).
202 Memorias del poniente V

28 de abril de 1827, se bautizó José Jorge Inés hijo legítimo de Lu-


cas Cuevas y de María de la Concepción de Santa Lucía, siendo sus
padrinos Tomás de Santillán y María Manuela de Ixtapalapa (Lucas
Cuevas, fue hermano de quien se ha hecho referencia con el nombre
de José Manuel Cuevas, en registros anteriores).
5 de junio de 1827, se bautizó a José Quirino hijo legítimo de José
Mariano y María Josefa, sus padrinos fueron Lucas Cuevas y María
de la Concepción.
7 de junio de 1827, se bautizó a José Toribio hijo legítimo de José
Mariano Baeza y Anna de Santiago, sus padrinos fueron José del
Espíritu Santo y María Romualda, (José Toribio Baeza, hijo de Ma-
riano Baeza y nieto de José Gabriel Baeza. También fue hermano
de María Magdalena Cristina Baeza referida anteriormente. José
Toribio Baeza de Santiago llegaría a ser representante del pueblo a
finales del siglo xix).
1828
26 de febrero de 1828, se bautizó a María Modesta Nestora hija le-
gítima de José Manuel Cuevas y Anna de Santiago, su madrina fue
María Guadalupe Zárate de San Mateo.
11 de mayo de 1828, se bautizó José Antonio Máximo hijo de Vic-
toriano Sánchez y María Leonarda, sus padrinos fueron José Benito
y María Felipa Blas. (Sin tener la certeza, es muy probable que di-
chos Sánchez sean ancestros de la familia actual del pueblo).
6 de otubre de 1828, se bautizó María Bibiana Genara Francisca
hija legítima de José Lucas Cuevas y María de la Concepción, fueron
sus padrinos Tomás de Santillán y María Manuela de Ixtapalapa.
1829
25 de junio de 1829, se bautizó a Juana Lucía hija legítima de Maria-
no Baeza y Anna de Santiago, siendo sus padrinos Miguel Gerónimo
y María Guadalupe de San Mateo.
9 de agosto de 1829, se bautizó a María Justa hija legítima de
José Antonio Torres y María Dominga, siendo su padrino Andrés
Estevan.
21 de diciembre de 1829, se bautizó José Asencio de Jesús hijo
legítimo de José Manuel Cuevas y Anna de Santiago, siendo sus pa-
drinos Tomás de Santillán y María Manuela de Ixtapalapa.
El Pueblo de Santa Lucía Chantepec 203

1830
16 de junio de 1830, se bautizó a María Modesta hija legítima de
Cosme Damián y María Carmina, siendo sus padrinos Agustín
de la Rosa y mujer. (Agustín de la Rosa muy probablemente podría
ser ancestro de la actual familia de la Rosa).
1831
5 de febrero de 1831, se bautizó a Felipe de Jesús hijo legítimo de
Andrés Ignacio y María Martina, su padrino José Cruz García.
8 de marzo de 1831, se bautizó a Carlos Artemio hijo legítimo de
Juan Esteban y María Gregoria, sus padrinos fueron Lucas Cuevas
y María de la Concepción.
8 de mayo de 1831, se bautizó a Juan Vicente de los Ángeles hijo
legítimo de Lucas Cuevas y María de la Concepción, fueron sus pa-
drinos Tomás Santillán y su hija María Lucía de Ixtapalapa.
19 de Mayo de 1831, se bautizó a Pascuala Victoria Antonia hija
legítima de José Manuel Cuevas y Anna de Santiago, sin padrinos.
15 de agosto de 1831, se bautizó a María Donaciana hija legítima
de Mariano Baeza y Anna de Santiago, fueron sus padrinos José
Macario y su tía Dominga Salvadora de San Mateo.
1833
29 de mayo de 1833, se bautizó a María Germina Teodosia hija le-
gítima de Lucas Cuevas y María Concepción, fueron sus padrinos
Tomás Santiago y María Zedillo de Ixtapalapa.
17 de Noviembre de 1833, se bautizó a José Eugenio hijo legítimo
de José Mariano Baeza y Anna de Santiago, su madrina fue María
de la Concepción.
1834
7 de febrero de 1834, se bautizó Doroteo Teófilo hijo legítimo de José
Antonio Torres y María Dominga, su madrina fue Anna de Santiago.
14 de agosto de 1834, se bautizó a José Guadalupe hijo legítimo de
José Benito y María Josefa Benita indios de Santa Lucía, su padrino
fue José Ledesma de Santa Fe.
20 de octubre de 1834, se bautizó Pedro Alcántara hijo legítimo
de José Manuel Cuevas Anna de Santiago, sus padrinos fueron José
Librado Vázquez y María de la Luz Segura de San Pedro.
29 de noviembre de 1834, se bautizó María Antonia Andrea hija
legítima de José León Gonzáles y María Manuela, su padrino fue
204 Memorias del poniente V

José María Sánchez de la Cañada de Acopilco. (José León Gonzáles


ancestro de la actual familia Gonzáles).
1836
14 de febrero de 1836, se bautizó a José Valentín Hilario de Juan
hijo legítimo de Mariano Baeza y Anna de Santiago, sus padrinos
fueron José Benito y María Blas.
1837
16 de agosto de 1837, se bautizó a José Jacinto Hipólito hijo legíti-
mo de José Leocadio Flores y María Petra, sus padrinos fueron José
María Baeza y María Blasa. (José Jacinto Hipólito, hijo de José Leo-
cadio Flores y nieto de María Eusebia Flores, del pueblo de Santa
Rosa Xochiac, llegados al pueblo desde 1818).
5 de septiembre de 1837, se bautizó a José Pantaleón hijo legíti-
mo de José Julio Mejía y María Felicitas, sus padrinos fueron Pedro
Alejandro y María Mariana de San Mateo. (José Julio Mejía es el
ancestro más antiguo que se enuncie en los registros de la familia
Mejía, del matrimonio de José Pantaleón Mejía y Genoveva Baeza,
nombrada en los registros posteriores, desciende toda la familia Me-
jía de nuestro pueblo).
1838
23 de febrero de 1838, se bautizó a Severiana Antonia hija legítima
de José Manuel Cuevas y Anna de Santiago, sus padrinos fueron
José Ángel y María Mariana de San Mateo.
29 de mayo de 1838, se bautizó a María Felipa de Jesús hija legí-
tima de León Gonzáles y María Manuela, su padrino fue Bernabé
Fernández de San Bartolo Ameyalco.
25 de julio de 1838, se bautizó José Jerónimo Soto y María Petra
Candelaria, su padrino fue Antonio Nava. (Es la primera ocasión
en que se nombra a una persona de apellido Nava, la familia Nava
por tradición oral de la familia llegaría de Huixquilucan, para 1838
ya figuraba el apellido como padrino de un niño nacido en nuestro
pueblo).
5 de septiembre de 1838, se bautizó a María Rosalía hija legítima
de Juan Esteban y María Gregoria, su padrino fue León Gonzáles.
27 de septiembre de 1838, se bautizó José Felipe de Jesús Cos-
me Damián a los 21 años de edad acompañado de su padre Gabriel
Baeza y su hermana María Paulina, su padrino fue Atilano Antonio.
(Caso curioso que a la edad de 21 años se bautizara, hijo de Gabriel
El Pueblo de Santa Lucía Chantepec 205

Baeza, ineludiblemente hermano de María Paulina que lo acompa-


ña a su bautizo y de José Mariano Baeza referido como padre de
varios hijos bautizados).
12 de octubre de 1838, se bautizó José Pilar Urbano de Jesús, hijo
legítimo de Mariano Baeza y Anna de Santiago, sus padrinos fueron
Alejandro Antonio y María Gregoria.
1839
25 de junio de 1839, se bautizó a Juan José hijo legítimo de José Ma-
ría Nava y Juana Vázquez, su madrina fue María Ignacia de Huix-
quilucan. (Para este momento ya se había asentado la familia Nava
en Santa Lucía sin olvidar su nexo ancestral con su lugar de origen:
Huixquilucan, plasmado en su compadrazgo con María Ignacia).
12 de noviembre de 1839, se bautizó a José Rafael, hijo legítimo
de Jesús Martínez y María Nicolasa Gonzáles, sus padrinos fueron
José del Espíritu Santo y María. (José Rafael, hijo de Jesús Martí-
nez, nieto de José Jesús Romualdo Martínez, bisnieto de Ambrosio
Concepción Yanhuicalco y María Dolores. A su vez, José Rafael Mar-
tínez fue mi tatarabuelo).
24 de noviembre de 1839, se bautizó a María Clementa de la Cruz
hijo legítimo de José Leocadio Flores y María Petra, sus padrinos
fueron Geranio y María Cleofás.
1841
27 de enero de 1841, se bautizó a María Paula hijo legítimo de Sil-
vestre Baeza y María Dominga, sus padrinos fueron Felipe de Jesús
y María Agustina.
14 de febrero 1841, se bautizó Josefa Valentina hijo legítimo de
Antonio Atilano Ambrosia Concepción, sus padrinos fueron Benito
Gonzáles.
15 de febrero de 1841, se bautizó María Tacisistina hija legítima
de Manuel Cuevas y Anna de Santiago, su padrino fue Gabino An-
tonio.
2 de noviembre de 1841, se bautizó a José Narciso de Juan hijo
legítimo de José María Nava y Juana Vázquez, su madrina fue María
Anastasia Salina de San Bartolo. (De José Narciso Nava descendió
parte de la familia Nava en nuestro pueblo).
3 de diciembre 1841, se bautizó a María Genobeva hija legítima de
Bernabé Baeza y Mariela Josefa, sus padrinos Petro Baeza y María
206 Memorias del poniente V

Josefa. (Bernabé Baeza fue hijo de José Gabriel Baeza, su hija María
Genobeva casaría con Pantaleón Mejía).
19 de diciembre de 1841, se bautizó a María Gabina hija legítima
de José Manuel Cuevas y Anna de Santiago, sus padrinos fueron
José de Jesús y María Agustina.
27 de diciembre de 1841, se bautizó a María de la Encarnación
hija legítima de Mariano Baeza y Anna de Santiago, fueron sus pa-
drinos Agustín José y María Manuela.
30 de diciembre de 1841, se bautizó a María Castula hija legítima
de José Leocadio Flores y María Petra, sus padrinos fueron Miguel
Gerónimo y María Clefas.
1842
10 de abril de 1842, se bautizó a María Ventura hija legítima de
José Fermín Velázquez y María Cristina Baeza, sus padrinos fueron
José del Espíritu Santo y María Eugenia. (María Ventura Velásquez
Baeza, hija de María Cristina Baeza, nieta de José Mariano Baeza y
Anna de Santiago y bisnieta de José Gabriel Baeza y Bartolomé de
Santiago. María Ventura Velásquez Baeza se casó con Rafael Martí-
nez, a su vez María Ventura es mi tatarabuela).
18 de mayo de 1842, se bautizó a María Félix hija legítima de José
Sixto y María Jacoba, sus padrinos fueron José León Gonzáles y
María Andrea.
12 de julio de 1842, se bautizó a María Navora hija legítima de
José Julio Mejía y María Félix, su madrina fue Ignacia Josefa.
31 de julio de 1842, se bautizó a Julieta Ignacia hija legítima
de Silvestre Baeza y María Dominga, sus padrinos fueron Felipe de
Juan y María Agustina.
12 de septiembre de 1842, se bautizó a María Candelaria Juana
hija legítima de José Cecilio y María, sus padrinos fueron José Leo-
cadio Flores y María Petra.
17 de septiembre de 1842, se bautizó a José Cornelio hijo legítimo
de León Gonzáles y María Manuela, sus padrinos fueron Felipe de
Jesús y María Agustina.
1 de octubre de 1842, se bautizó a José Remigio de Juan hijo legí-
timo de José León Gonzales y María Manuela, sus padrinos fueron
Felipe de Jesús y María Agustina.
18 de diciembre de 1842, se bautizó a María Guadalupe hijo legíti-
mo de Felipe de Juan y María Agustina, sus padrino fue Julián Her-
El Pueblo de Santa Lucía Chantepec 207

nández de Ixtapalapa (El apellido Hernández existe en el pueblo, se


desconoce si son descendientes del padrino de éste registro).
1843
3 de agosto de 1843, se bautizó José Ángel hijo legítimo Manuel
Cuevas y Anna de Santiago, sus padrinos fueron Felipe de Jesús y
María Agustina.
29 de septiembre de 1843, se bautizó María Simona hija legítima
de José Leocadio Flores y María Petra, sus padrinos fueron Miguel
Gerónimo y María.
2 de octubre de 1843, se bautizó a Rosario Regina hija legítima
de Felipe de Jesús y María Agustina, su padrino Julián Hernández.
16 de octubre de 1843, se bautizó María Luciana hija legítima de
José María Nava y Juana Vázquez, su padrino fue Juan Gutiérrez del
Llano de Polacor.
21 de diciembre de 1843, se bautizó María Juliana hija legítima
de José Silvestre Baeza y María Dominga, su padrino fue Felipe Car-
mona. (Es la primera vez que se menciona el apellido Carmona exis-
tente en nuestro pueblo, hasta 1843 se menciona como padrino).
1844
1 de mayo de 1844, se bautizó a María Eulogia hija legítima de José
Fermín Velázquez y María Cristina Baeza, sus padrinos fueron An-
drés Avelino y María Eugenia.
1845
15 de abril de 1845, se bautizó a María Josefa hija legítima de José
Julián Mejía y María Felicitas, fueron sus padrinos Mariano Rosario
y María Polonia de Ixtapalapa.
5 de julio de 1845, se bautizó a Florentino de los Santos hijo le-
gítimo de Felipe Carmona y María Agustina, fueron sus padrinos
Tranquilino Sánchez y María Agustina de San Pedro. (Para 1845 ya
se encuentra asentado Felipe Carmona en nuestro pueblo con su
hijo Florentino de los Santos, de Felipe Carmona desciende toda la
familia Carmona de nuestro pueblo).
6 de septiembre de 1845, se bautizó José Anastasio de Jesús hijo
legítimo de Felipe Gonzales y María Teresa, sus padrinos fueron Pe-
dro Segura y Margarita Gutiérrez de San Pedro.
1846
2 de febrero de 1846, se bautizó Pedro Nolasco hijo legítimo de José
Leocadio Flores y María Petra, su madrina fue María Cleofás.
208 Memorias del poniente V

3 de Marzo de 1846, se bautizó José Emeterio hijo legítimo de José


Fermín Velásquez y María Cristina Baeza, sus padrinos fueron An-
drés Avelino y María Lorena.
1847
7 de mayo de 1847, se bautizó José Pioquinto hijo legítimo de José
Leocadio Flores y María Petra, su padrino fue Miguel Gerónimo.
9 de mayo de 1847, se bautizó María Margarita hija legítima de
León Gonzáles y María Manuela, su madrina fue María Agustina.
1848
19 de Febrero de 1848, se bautizó María Teodora Jerónima hija legí-
tima de José Julio Mejía y María Félix, sus padrinos fueron Avelino
y María Concepción.
15 de junio de 1848, se bautizó Antonio de Jesús hijo legítimo
de Bernabé Carmona y María Manuela, sus padrinos fueron Felipe
Carmona y María Agustina.
5 de septiembre de 1848, se bautizó José Serapio hijo de Toribio
Baeza y María Concepción, su padrino fue José Fermín Velásquez.
17 de enero de 1849, se bautizó José Antonio hijo legítimo de Sil-
vestre Baeza y María Dominga, sus padrinos fueron Vibiano de Je-
sús y María Gertrudis.

Estos son los registros eclesiásticos de nuestro pueblo a lo


largo de varias décadas del siglo xix, donde cronológicamente se
nombraron a las familias que desde hace más de dos siglos habitan
nuestro pueblo y las que con posterioridad llegaron, tales como:
la familia Yanhuicalco posteriormente denominada Martínez, de
Santiago, de la Cruz Santillán, Baeza, Torres, de la Rosa, Rivera,
Sánchez, Cuevas, Flores, Mejía, Gonzáles, Nava y Carmona.

3. FERVOR RELIGIOSO

Históricamente en nuestro pueblo ha existido un intenso fervor re-


ligioso con los santos patrones entronizados en nuestra parroquia:
Santa Lucía virgen y mártir, señor San José y Sagrado Corazón de
Jesús.
Desde la evangelización de nuestro pueblo surgieron las ma-
yordomías, como un honor para los habitantes del pueblo para
El Pueblo de Santa Lucía Chantepec 209

salvaguardar la integridad de la iglesia y la conservación de sus


tradiciones y, con ello, un amor y un fervor religioso.
Santa Lucía es la santa patrona de las enfermedades de los
ojos y se tiene la creencia que la santa “castiga” si se incumple
con alguna fiesta patronal al no salir de mayordomo o una manda,
pero de igual manera santa Lucía, expresado por sus fieles, es muy
milagrosa.
Expondré dos casos en los cuales se ve tangible la idea ex-
puesta de anteriormente.

Milagro

La señora Inés Rosales Jiménez, esposa del mayordomo Bernardi-


no Flores Martínez, era fiel devota de Santa Lucía. Un problema de
salud desencadenó que le diera una embolia, paralizando la mitad
de su cuerpo y este desequilibrio de salud, propiciaría a que per-
diera la vista. Aunado a que no podía ver, empezaban las vísperas
de la fiesta patronal en honor a Santa Lucía y como es tradición,
empezaba a peregrinar por todo el pueblo con rosarios diarios. La
señora Inés en contra de la decisión de sus hijos, sin poder ver,
inició el peregrinar con los rosarios de la virgen, su vista iba de
mal en peor, en algún momento solo podía ver sombras, en ese
momento no podía ver nada. Días antes del 13 de diciembre, día de
Santa Lucía, una ráfaga de luz cundió su vista al salir del rosario
de su santa patrona, no dijo nada, llegó a su casa y se durmió. Al
otro día, al abrir los ojos, ¿cuál sería su sorpresa?, que su vista se
había recobrado, dicho por sus palabras, “gracias al favor recibido
por Santa Lucía, patrona de las enfermedades de los ojos”.10

Castigo

Era un día antes a la fiesta principal de nuestro pueblo, los ma-


yordomos ordenaban los puestos de la romería para tener seguri-

10
Información tomada de pláticas con la señora Inés Rosales Jiménez (+), y la fami-
lia Flores Rosales.
210 Memorias del poniente V

dad en las fiestas. La consigna era que quedaba categóricamente


prohibida la venta de alcohol; una señora, aún a sabiendas de esta
prohibición, colocó su puesto a unos pasos de la entrada de la igle-
sia, los mayordomos la conminaron a que quitara su puesto, ya
que estaba prohibido. Enérgicamente la señora se negó a quitarlo,
los mayordomos hicieron a un lado su puesto y lo quitaron; en un
momento iracundo la señora blasfemó, injurió e insulto a la fiesta,
a los mayordomos y principalmente a Santa Lucía, y se fue. Ese
mismo día, al rosar el reloj las 12 de la noche, en un mar de lágri-
mas y desesperada, llegó otra vez a la iglesia pidiendo le abrieran
la iglesia, le urgía pedirle perdón a la virgen, porque minutos an-
tes, a su hijo en una fiesta, le habían sacado un ojo.
Coincidencia o destino, castigo o milagro, se deja en la mesa
la discusión. Lo que es cierto, es que nuestro amado pueblo de
Santa Lucía sigue forjando su historia, sus tradiciones, esperando
que en cada fiesta, la imagen novohispana entronizada en el altar
de Santa Lucía, se le esbocen de rubor las mejillas, síntoma de
que la santa patrona está feliz por su fiesta y no habrá percances.
Niños, jóvenes, adultos, mayordomos, vecinos nativos, esperamos
con ansias los 13 de diciembre, el día del año que más esperamos,
día en que al unísono se unen para cantar, venerar y honrar a San-
ta Lucía, día para lucir las mejores ropas, día para que los vecinos
que ya emigraron, regresen como hijos pródigos a la fiesta del pue-
blo. Un pueblo que navega, que sobrevive de milagro, de un mila-
gro de Santa Lucía que, con su luz, alumbra de vida, esperanzas y
amor, un pueblo pequeño, sí, pero que se rinde a los pies de Lucía,
la joya de Siracusa. Que desde hace 486 años nos vigila desde el al-
tar a todos los nacidos en este pueblo, que no somos otra cosa que
fieles siervos suyos, para dicha, honor y gloria de este humilde pue-
blo, al poniente de la ciudad de México: Santa Lucía Chantepec.

FUENTES

Archivos

Archivo de la Parroquia de San Pedro Cuajimalpa


El Pueblo de Santa Lucía Chantepec 211

Libros

Barlow Robert H., [1947] “Las Ocho Ermitas de Santiago Tlatelolco” en


Andrés Lira González (comp.) Tlatelolco a través de los tiempos, IX,
México, COLMEX/Academia mexicana de la Historia/El Colegio Na-
cional, 2018 pp. 593-600.
Gallo Ana, Vidas de santos. Santa Lucía, Editorial RBA, España, 2015.
Morales Francisco, “Santoral Franciscano en los barrios indígenas de la
ciudad de México” en Estudios de cultura Nahuatl. México, unam-iih,
número 24, 1994, pp. 351-385. Consultado en: http://www.historicas.
unam.mx/publicaciones/revistas/nahuatl/pdf/ecn24/440.pdf
Vetancurt, Agustín de. Teatro mexicano. Descripción breve de los sucesos
ejemplares históricos, políticos y religiosos del Nuevo Mundo Occidental
de las Indias, 4 volúmenes, México, Imprenta de I. Escalante y Cía.,
1870-1871.
EL DESIERTO DE LOS LEONES

Hermilo Pérez Romero1

RESUMEN

En la década de los años 80 del siglo pasado, don Hermilo Pérez


participó en diferentes visitas al Parque Nacional del Desierto de
los Leones, al ser parte de diferentes agrupaciones comunitarias
que buscaban beneficios para esta zona de la ciudad. Esta historia
nos habla de la construcción y diferentes modificaciones que ha
tenido el convento del Desierto de los Leones, que se apoya en
fuentes históricas y en la notable experiencia con la que cuenta el
autor en el oficio de la construcción.

***

El convento del Desierto de los Leones es una obra del Carmen


Descalzo, una de las órdenes más antiguas del mundo que llega-
ron a la Nueva España −más concretamente a Veracruz− el 27 de
septiembre del año de 1585. Con la llegada de esta orden, las cosas
se modificaron notablemente pues los indígenas empezaron a con-
vertirse a la nueva doctrina y los religiosos empezaron a adquirir
posesiones. Otras órdenes religiosas como los agustinos y jesuitas,
se convirtieron en dueños de haciendas y bajo su auspicio se reali-

1
Originario de San Pablo Chimalpa y miembro del grupo Amistad, que se ha preo-
cupado por mantener vivas las tradiciones de su pueblo.

213
214 Memorias del poniente V

zaron construcciones en todo el territorio nacional a fines del siglo


xvii, mismas que devinieron en gloriosas expresiones. Los carme-
litas ofrecieron a la historia otro tipo de construcción, mucho más
acorde con la ética de su orden.
Las reglas carmelitas mandaban que en cada provincia en la
que se asentaran, existiera una Casa de Desierto, cuyo último fin
era cumplir con los preceptos de silencio inalterado, oración con-
tinúa, vigilia, constante mortificación, lejanía de los placeres y co-
munidades mundanas. Debían ser humildes para alcanzar a Dios.
El hoy llamado Desierto de los Leones, se encuentra encla-
vado en lo mejor y más verde de Cuajimalpa, fue en su día no un
parque recreativo ni un pulmón ecológico, sino la casa en la que
esta orden llevó a cabo su santa tarea, hace más de 400 años.
Cabe mencionar los acontecimientos surgidos en la fundación
del convento del Desierto de los Leones. Muchos problemas hubo
de enfrentar la construcción de este convento por la oposición de
grupos indígenas, debido a la propiedad del monte, así como
de las constantes negativas de don Pedro de Cortés; también por
la enorme lejanía que dificultaba el transporte y la extracción de
materiales, y la alteración del bosque para convertirlo en sendero.
El convento del Desierto de los Leones, desterrado hoy día de
monjes y prohibiciones, en el que todo mundo puede entrar, es el
tema principal de este escrito. Esta es la historia de la construc-
ción y la reconstrucción del convento, de la vida cotidiana y los
trabajos de los carmelitas; está escrito aquí con el simple propósito
de halagar al amante de la construcción que sigue en pie, de llamar
la atención de todos aquellos que quieren disfrutar a plenitud los
goces del Desierto y las ruinas del viejo convento carmelita.
Este conjunto está rodeado por grandes selvas de pinos, enci-
nos, cedros y ocotes, entre los cuales hay senderos largos y atrevi-
dos donde los monjes de antes vagaron en pacífica meditación y en
la que algunos indios vivían entre las ruinas de los viejos claustros.

El conjunto del Desierto de los Leones de Cuajimalpa, es de una ar-


quitectura excepcional, en el caso de la iglesia y la capilla merecen
retratarse por ser un sistema que proporcionó y alentó un modo de
permanencia. El lugar aún guarda ejemplos únicos inspirados en
la arquitectura europea, como es el caso de la puerta de acceso a la
El desierto de los leones 215

zona central del convento, clásica solución medieval que era aplica-
da a las ciudades y castillos que se cerraba al atardecer y se volvía a
abrir al amanecer; en nuestro caso el peregrino que llegaba después
de la hora del cierre podía dormir bajo la bóveda de acceso.
La vida eremítica en América Latina fue muy rara, en el Desier-
to aún quedan siete ermitas, de las cuales tres guardan el diseño
original de fray Andrés de San Miguel a base de un huerto, capi-
lla, cocina, baño y celda; todas se nutrían de agua potable gracias
a un acueducto abierto, que desde el convento les proveía del vital
líquido (recordemos que el insigne fray Andrés fue un experto en hi-
dráulica). Llama poderosamente la atención la solución en la ermita
de San José, el doble tiro de la chimenea para evitar que el humo
invada el espacio de celdas y capilla.
El conjunto o núcleo central del ex-convento, basado en los dise-
ños carmelitanos inspirados en la arquitectura monástica oriental,
ha sufrido muchos cambios pero aún se puede leer, arquitectónica-
mente hablando, la traza original de fray Andrés de San Miguel, que
se diferenció notablemente de la traza moderada recomendada por
el primer Virrey de México, De Mendoza, quien conociera y aplicara
en la Nueva España los principios establecidos por Alberti en su
obra Re Edificatoria, publicada en el año de 1450. La traza modera-
da fue utilizada por las órdenes mendicantes del siglo xvi: Francis-
canos, Dominicos y Agustinos.2

Fray Andrés de San Miguel, hermano lego de providencia de San


Alberto de México, vivió en la primera mitad del siglo xvii. Fue
arquitecto hidrólogo y matemático que dejó escritos una serie de
acuerdos que fueron calificados por investigadores. En estos docu-
mentos aportó datos cuantiosos y precisos que todos los visitantes
al Desierto de los Leones con insistencia solicitaron. Nuestro docto
amigo quien nos hace saber que por el año de 1604 los hermanos
carmelitas se decidieron a construir el primer convento, levantán-

2
Jaime Ortiz Lajous y Marco Aurelio Maza, El santo desierto de los leones. Cuajimal-
pa. La obra del Carmen Descalzo, México, 1993.
216 Memorias del poniente V

dolo desde los cimientos y fue llamado el Santo Desierto de Cuau-


hximalpa primera obra de Andrés de San Miguel.
A este lugar, se le conoció como la construcción Carmelita de
la orden son los Yermos o Desiertos, porque así lo disponían las
constituciones “ordenamos que en cada provincia haya una casa
de Desierto”. Desde el año de 1602, por gestiones de Fray Pedro de
la Encarnación, procurador de provincia, habían conseguido la
real cédula que sancionaba la erección del monasterio. El virrey
marqués de Monteclaros les hizo merced de todo el monte, que
Don Juan de Mendosa y Luna los puso en posesión por medio del
oidor Don Juan de Quezada el 16 de diciembre de 1604. Estaban
presentes Fray Juan de Jesús María, Fray Juan de la Asunción y
Fray Andrés de San Miguel. Dijeron la primera misa en una pobre
choza habilitada para capilla bajo la intensidad del frío el 25 de
enero de 1505, día de la conversión de San Pablo, quedando con
esto fundado el Santo Desierto.
Se tardaron un año en acarrear por el cerro los materiales de
construcción. Divulgada la noticia de la fundación, se presentaron
opositores como Don Pedro Cortés, marqués del Valle, alegando
la propiedad del lugar. Otros que también discutieron los dere-
chos en contra de los carmelitas, fueron los pueblos de indios de
Coyoacán, el pueblo de San Bartolomé, San Mateo Tlaltenango y
San Pedro Cuajimalpa, cuyos habitantes vivían de explotar made-
ras y carbón, así como los naturales de Tacubaya y Santa Fe, que
apacentaban sus rebaños en estos lugares. Los juicios fueron muy
largos, que terminaron por cansar a los carmelitas y se fueron del
lugar, y así recuperó su contraparte la posesión.
Hubo fenómenos naturales que impresionaron a los herma-
nos del convento, como cuando cayó granizo cuyo tamaño era de
un huevo de paloma. Otro momento, fue cuando un terremoto sa-
cudió el monasterio y desgajó parte del cerro.
El 23 de enero del año de 1606 el marqués de Montesclaros
colocó la primera piedra en medio del testero de la capilla mayor,
lo mismo que una caja de piedra que tenía dentro una cajita de
plomo en la que se guardaron monedas de oro y plata, y un perga-
mino en el que se estaban escritos los nombres del papa Clemente
VIII, del Rey Felipe III, del Arzobispo Fray García de Mendoza, del
El desierto de los leones 217

Virrey, del General de la religión, y del provincial fray Martín de la


Madre de Dios.
La iglesia fue construida de forma modesta y con cimientos
ligeros, como adelante se descubrió, su techumbre era de madera
y emplomada, como se desprende del libro de la Fundación, que
describe un incendio sufrido en el convento, cuyas llamas se ex-
tendieron a gran prisa. El mismo fray Andrés, recordando en sus
memorias las reformas realizadas en la fábrica bajo el gobierno
provisional de fray Tomás de San Vicente, mencionaba el sencillo
techo de madera que cubría la nave del templo.
Fray Agustin de la Madre de Dios mencionó que el edificio del
convento era muy pobre y moderado, las celdas muy pequeñas, los
tránsitos muy angostos, y las demás oficinas a su compás y mode-
lo, pero tan compuesto todo, que sus paredes desnudas parecían
estar mandando devoción.
Las diez ermitas que completaban el conjunto monasterio
eran las siguientes:

1a. La del Calvario, costeada por Alfonso Ramírez de Vargas.


2a. La de San Juan Bautista, fundada por Juan Saldívar.
3a. La de Oración del Huerto de nuestro salvador, fundada por el
capitán García de Cuadros.
4a. La de San Alberto, fundada por Francisco Hernández de la
Higuera. Esta ermita aún se conserva en buen estado y se
puede leer, en la clave del dintel de la puerta de ingreso, la
siguiente inscripción: “Nuestro padre San Alberto es patrón
y fundador Francisco Hernández De La Higuera, año 1610”.
5a. El de Santa Teresa de Jesús, fundada por Catalino Cabrera.
6a. La de Santa Magdalena, fundada por Luis Núñez Pérez.
7a. La de Santa Biviana, fundada por Martín López de Estrecho.
8a. La de la Soledad, fundada por el regidor Juan de Quezada.
También se encuentra en buen estado y es posible leer en su
dintel: “De esta ermita de la soledad son los patrones y fun-
dadores los señores oidor Juan Quezada de Figueroa y Doña
Isabel de Barsel, su mujer año 1609”.
9a. La del patriarca San José.
10a. La de San Juan de la Cruz, que al igual que la anterior no
estaba dotada.
218 Memorias del poniente V

Estas construcciones accesorias eran tan severas, como todo


el conjunto. Eran muy pequeñas para desterrar comodidades y
muy apartadas para obligar a la meditación. Las ermitas eran pe-
queñas, labradas a una misma traza, cuya fábrica no era más que
un oratorio, una celda, un jardín y cocinillas. Cada pieza de éstas
era tan estrecha, que era imposible admitir sino solo a un ermitaño.
El edificio principal sucumbió después de un centenar de años
a la inclemencia de los temblores, las lluvias y los incendios. Sobre
todo estos últimos, que los religiosos relataron visiblemente impre-
sionados, como aquél en que se les incendió el cuarto principal, la
librería y la panadería; hasta que dominaron el fuego, presentan-
do una imagen parecida al momento en que se apaga una vela al
impulso de un leve soplo, volviéndose de un velo blanco, similar
al que había pertenecido a Santa Teresa y que guardaban los mon-
jes en un relicario. Se relató otro incendio cuya culpa imputaron
las crónicas directamente al demonio, sobre la ermita de San Juan
Bautista, en el que se perdió entre las llamas un impresionante
cuadro de Cristo, en una columna tan llagada y tan maltrecha, que
hería los corazones, aún de los más divertidos.
Más destructores todavía fueron los temblores de tierra, como
el acontecido 16 de agosto de 1711, que rajó varias partes de las
paredes del monasterio. Ante la amenaza de verlo desplomarse,
los religiosos lo hicieron reconocer por un maestro de arquitectu-
ra, que descubrió aún más la necesidad de proceder de inmediato
a grandes reparaciones. A partir de esta revisión, fue necesario re-
forzar los fundamentos de todo el cuerpo principal que se encon-
traba al oriente y mantenía catorce celdas con refectorio, cocina y
otras piezas, que en lo bajo le correspondían. En la parte del edi-
ficio donde se encontraba la librería antigua, ropería, panadería,
fregadero y oficio humilde, también padecía la misma necesidad
de reparación y aun la librería novísima –situada hacia el norte–
estaba desplomada, de manera que era forzoso echar por tierra la
mitad del convento para reedificarlo, y lo restante de él, dentro de
pocos años necesitaría de la misma diligencia.
Y así se descubrió que, por último, se había de renovar todo,
lo mejor era no andar con remiendos y no por fabricarse a peda-
zos había de ser menor el gasto de éste. Al parecer estaba el padre
prior y el prelado inmediato, que era el padre fray Martín de la
El desierto de los leones 219

Asunción, y para asegurar sus conciencias y purgarse de cualquier


sospecha de arrojados, citaron al maestro de obras don Miguel de
Rivera, quién en Toluca y San Joaquín había trazado y gobernado
algunas fábricas de aquellos conventos, por lo cual a principios de
enero de 1722 vino de México a registrar todo el convento, hallan-
do según su arte ser necesario hacerlo todo nuevo, antes de que se
ocasionare alguna desgracia. Reconocióse después con evidencia
el peligro sospechado, cuando al derribar la iglesia se descubrie-
ron sus cimientos y estos al no estar profundos, eran sólo de piedra
y lodo, sin hallarse indicio alguno de haber tenido mezcla de cal,
las vigas de la hospedería estaban podridas de punta a punta y has-
ta el corazón de la madera, en el cuarto principal, algunas vigas en
las que se mantenían las celdas se fueron al suelo por sí mismas,
antes de llegarlas a desquiciar de las soleras, señales todas de poca
seguridad.
Las memorias de fray Andrés relatan las dificultades enor-
mes que tuvo para conseguir arena escasa y de muy mala calidad,
como había que hacer un nuevo edificio y eran conocidas las que-
jas de los priores por las diversas molestias que impedían, a los
frailes Carmelitas Descalzos, la práctica de sus ejercicios: como
la intensidad del frío que los hermanos poco robustos no sopor-
taban, así como el paso de los indios de las comarcas vecinas que
para abreviar camino cruzaban las huertas violando la clausura,
así como las visitas de viajeros y personajes importantes a quienes
no se les podía negar hospitalidad, pero en perjuicio de la actitud
contemplativa de los moradores. Finalmente, se decidieron levan-
tar el nuevo edificio en el mismo lugar, previa demolición de las
ruinas del otro y Castorena Urzúa y Coyeme Che publicaron en la
Gaceta de México en el número de febrero de 1722 la información
que hablaba de la inspección realizada por el maestro mayor de
fábricas. Se comenzó a construir el nuevo templo y claustros el día
8 en que el provincial Fray Pedro del Espíritu Santo, acompañado
de su comunidad, con la solemnidad acostumbrada, puso con va-
rias monedas de oro y plata la primera piedra del nuevo convento,
a tres cuadras distantes del antiguo, en el espacio ocupado por la
huerta ubicada al sur del primer monasterio, entre este y la ermita
de Santa Biviana, parece que por esto la iglesia antigua y sus de-
pendencias estaban un poco más al norte que la actual. Así, mien-
220 Memorias del poniente V

tras doce barreteros demolían las ruinas el 27 de enero de 1722,


se habían comenzado abrir las zanjas para la nueva cimentación;
fray Martín de la Asunción, ataviado con capa pluvial, encabezó la
procesión que trasladó al Santo Cristo del oratorio antiguo hasta el
cimiento del sagrario del altar mayor, donde bendijo la primera
el 9 de febrero como en el escorial, no se subieron las reliquias en el
cimiento sino en el altar mayor y en el campanario.
Para la traza se buscó al maestro albañil Miguel de Rivera,
quién había trabajado en las fábricas de San Joaquín y Toluca, bajo
su dirección se comenzó a cubrir los cimientos, pero no prosiguió
porque tenía en la ciudad de México obras pendientes y más remu-
nerativas. Se hizo cargo de la obra entonces, Manuel de Herrera
que no tardó en retirarse y por último ocupó el cargo José Antonio
de Roa, que había trabajado como sobrestante de los maestros an-
teriores, prosiguiendo hasta la conclusión del convento.

Adviértanse algunas diferencias entre los dos edificios, el antiguo


era de altos, mientras que el segundo edificio a imitación del de Bau-
tecas, es una sola planta como debían haber sido los de los primeros
ermitaños en el antiguo oriente, el nuevo esta cubierto de boveda de
cañón, mientras de que el primero lo estaba de tijera y emplomado,
la iglesia actual, finalmente tiene en el lado poniente una capilla de
planta trilobulada calificada por Antonio Bonet Correa, de marca-
da fractura italiana, que denota su procedencia deciochesca. Hasta
aquí el interesante texto del historiador Baés Macías.3

El rey Carlos IV expidió cedula el 21 de noviembre de 1796


concediendo permiso a los Carmelitas para trasladarse al segundo
Desierto cercano a Tenancingo ya que la iglesia quedó terminada
hasta 1801. Los frailes se llevaron los restos de su benefactor don
Melchor de Cuéllar, muerto en 1633 y que estaba enterrado aquí en
el Desierto de los Leones de Cuajimalpa.
Al correr de los años, viajeros ilustres visitaron el convento
del Desierto de los Leones y sus apuntes son muy útiles porque nos
van señalando los diferentes cambios que ha habido en el lugar, a
la vez que los puntos de vista de sus observaciones. A fines del siglo

3
Jaime Ortiz Lajous y Marco Aurelio Maza, El santo desierto de los leones.
El desierto de los leones 221

xviiiviajó a la Nueva España Gemelli Carrieri, quién fue a turbar


las meditaciones y duras penitencias de los Carmelitas y nos legó
estas impresiones.

Alrededor de la edificación del Convento, se construyó una enorme


barda, con un perímetro de siete leguas y una sola puerta, en la que
se podía leer la encantadora rima que decía

Quedó el paraíso desierto por causa de una mujer que a todos echó
a perder con su primer desconcierto, por eso con todo acierto hay
puerta de excomunión, que en esta jurisdicción a toda mujer destie-
rra y este paraíso encierra de un Elías la religión.

Recuerdo que por un camino empedrado de tres varas de


ancho se llegaba de la puerta hasta la portería, que nadie podía
transponer sin la licencia del prelado, pudiéndose admirar sobre
la pared un cuadro simbólico y terrorífico, en el que se veía, lue-
go entrando, a un carmelito que espeluznaba los cabellos, es una
imagen que representaba lo que había dentro del convento, de lo
que se practicaba. Este personaje se encontraba crucificado en un
madero, tenía un candado en la boca, y un silencio en los ojos, y
en el pecho se veía el corazón partido con un niño Jesús que en
él descansaba, y tierno se adormecía; en la mano derecha tenía el
fraile una cruda disciplina y en la izquierda una vela, para que
velara. Dos trompetas le tocaban al oído, dos desengaños forzo-
sos, uno era la muerte que le decía que se ha de acabar la vida, y
la otra un ángel que estaba llamando a juicio con una espantosa
voz. El candado en la boca significa aquel eterno silencio con que
ahí se vivía la disciplina, la continúa penitencia, y la venda en los
ojos, los sentidos en todo mortificados, pero el mundo a los pies la
desestima de todos sus delitos. Sólo el niño Jesús está en el alma,
él solo vive en el pecho, y para él sólo viven los que muertos están
a cualquier gusto en aquella soledad.
Pasada la portería se entraba a una arboleda, ofreciéndose a
la santa casa, en primer término, un jardín en que se miraban los
222 Memorias del poniente V

anagramas de Jesús y María formados de tomillo. En una ermita


adosada a la puerta, en el frontón había nuevamente una pintura
que representaba el monte Carmelo, con las cuevas de los ermita-
ños y el imprescindible San Elías con su espada y un libro en la
mano. En el interior de la ermita, una Santa María egipciaca, en
pintura y arrodillada a los pies de Cristo.
Al fondo del umbrío jardín, la fachada del monasterio, pene-
trando la portería, surgía otra figura de un carmelita de tamaño
natural, con un dedo en la boca para simbolizar el silencio. Otros
lienzos en la misma sala representaban a Jesús camino al calvario
y la crucifixión. Esta sala comunicaba al claustro, del que se dice
tenía bóveda de cañón y una chimenea, así como cuadros alusivos
a la pasión. Las esquinas de la iglesia estaban adornadas con reta-
blos tallados en madera pero sin dorar, con excepción del sagrario,
y a la izquierda del altar mayor se abrió un relicario que guardaba
preciosas reliquias, como la cabeza de un santo, huesos de márti-
res y cartas autógrafas de Santa Teresa. Finalmente en una horna-
cina, la estatua y el sepulcro de Melchor de Cuéllar.
Cuando se describe la sacristía humilde y aseada, recordamos
de inmediato, los párrafos del manuscrito de fray Andrés, cuando
se refería a los altares en general, “porque se nos prohíben las telas
y brocados, permítasenos lo templadamente religioso y honestos
con aseos”. Un realce que a los que lo ven, les parecía mejor que
telas y brocados.
Por una escalera se ascendía al piso superior, adornados sus
descansos, había cuadros de la virgen del Carmen y La Flagela-
ción. Un claustro orientado de norte a sur pintado al fresco, comu-
nicaba con la sala de profundis, la librería y el coro.
La descripción del conjunto resulta sugestiva, pero desde el
punto de vista arquitectónico, según comentarios del propio fray
Andrés, el conjunto semejaría un abigarrado aglutinamiento de
celdas y patios sin orden ni disposición, a causa de las continúas
modificaciones a que había estado sometido el edificio. Después de
algunos días resolvieron el provincial y los definidores en recoger
el claustro a la mayor estrechura que las nuevas leyes permitían.
Con esto se descompuso la traza y se mudaron y trocaron las ofi-
cinas y las hospederías. Posteriormente continuarían las modifica-
ciones al edificio del convento.
El desierto de los leones 223

Restaurar el edificio conventual y monumental del Desierto Car-


melitano de los Leones de Cuajimalpa significó un serio reto, ya
que el conjunto fue abandonado por muchos años, después de la
salida de los carmelitas en 1780.
Al ser abandonado, fue utilizado como refugio de los malean-
tes amantes de lo ajeno, es posible que fueran saqueadas impor-
tantes zonas de valor para utilizarlas o venderlas, como sus can-
teras y demás objetos, al grado que el claustro principal fue casi
destruido. Actualmente sólo quedan los huecos de los pinjantes
que señalan los arranques de los arcos y las bases de las columnas.
No obstante el continuo saqueo de todo lo que guardaba en
su interior el monumento conventual, por el abandono y con la
declaratoria del área del bosque como Parque Nacional el 27 de
noviembre de 1917 por decreto presidencial, el monumento co-
menzó a reutilizarse, al grado de que hace pocos años contaba
con gratos espacios jardinados, que eran delicia de sus visitantes,
ya que esta zona siempre ha sido predilecta por los habitantes del
área metropolitana de la ciudad, para disfrutar de la arquitectura
y naturaleza.
Algo de lo que más sorprende al visitante, es el ambiente del
lugar ante el rigor del invierno, que provocan una vegetación loza-
na y rica al ver. Uno puede encontrar una floresta en contraste con
el hielo, que aún permanece sin derretirse hasta medio día.
¿Quién no recuerda las visitas en la libertad del bosque,
cuando se lograba escapar del colegio o cuando se iban a pintar
venados?,4 sin embargo, como las flores del mal de Baudelaire, de-
trás de los increíbles pétalos de colores radiantes se avizoraba e
iniciaba la destrucción de tan importante monumento.
Por años no se atendieron problemas elementales de mante-
nimiento, como las humedades ascendientes en muros y descen-
dientes de las cubiertas que saturaron bóvedas, destruyendo los
aplanados y la pintura. Los murales, las instalaciones eléctricas e
hidráulicas, así como el estado de pavimentos y espacios en patios

4
Pintar venados. Así se solía decir para indicar que uno se iba de pinta, es decir, que
no asistía a la escuela.
224 Memorias del poniente V

interiores, eran testimonio de la falta de mantenimiento y cuidado


continuo, acción fundamental que hubiera garantizado la conser-
vación de una joya arquitectónica de esta magnitud.
El caso de la iglesia y la capilla merece relatarse, pues en es-
tas edificaciones se alentó un modo permanente y progresivo de
destrucción, ya que sin ningún conocimiento de la restauración,
se instaló en ellas un elemental sistema de calefacción a base de
gas butano, se pintaron de negro los vidrios de las ventanas y se
cerraba la capilla durante todos los días de la semana, a excepción
de las mañanas de sábados y domingos, que se abría por breves
horas. El resultado fue la creación de un invernadero de hongos
que encontraron el mejor medio para su reproducción: un alto ín-
dice de humedad, oscuridad y algunas veces el calor del sistema de
calefacción. Los hongos destruyeron los frescos de cornisas pechi-
nas y bóvedas del transepto y cúpula, por el alto índice de hume-
dades era imposible permanecer más de diez minutos dentro de
la capilla. La humedad y el frío se habían concentrado por años,
pero gracias al interés de la licenciada Margarita Peimber Sierra,
delegada por el departamento del Distrito Federal en Cuajimalpa,
se iniciaron los estudios para efectuar un diagnóstico del estado
del conjunto y después de jerarquizar los problemas, programaron
su restauración.
El reto inicial consistió en lograr un adecuado equilibrio en-
tre la restauración técnica y los valores estéticos del monumento,
ya que muchos de sus muros estaban investidos por la vegetación.
Es claro que nos encantan las ruinas, quizás perdura en nosotros
el espíritu romántico expresado por el inglés Ruskin a principios
del siglo pasado, en que pregonaba que no teníamos derecho de
tocar un monumento en ruinas, argumentando que era mejor de-
jarlo morir lentamente, antes que salvarlo.
En el Desierto de los Leones era necesario enfrentar la in-
troducción de nuevos aspectos visuales en la volumetría exterior
del monasterio, especialmente en bóvedas y torre, sustituyendo la
patina y el musgo por ladrillos nuevos, aquí había que recordar a
francés Eugène Viollet-le-Duc, gran enemigo del inglés, el cual pre-
gonaba que en los monumentos debíamos dejar impreso nuestra
época e intervenir mejorando las ideas espaciales y arquitectónicas
El desierto de los leones 225

de sus creadores, decía que era necesario mejorar los monumentos


como sus creadores jamás se imaginaron que llegarían a ser.

FUENTES

Libros

Ortiz Lajous, Jaime y Marco Aurelio Maza, El santo desierto de los leones.
Cuajimalpa. La obra del Carmen Descalzo, México, 1993.
FERVOR Y FIESTAS
DEVOCIÓN QUE PERDURA: FIESTA PATRONAL
DEL PUEBLO DE SANTA FE DE LOS ALTOS

Alejandra Cid Martínez1

Muchos años pasaron, cuando un día el indio


le gritó: “Tata Don Vasco, la tierrita mía, la que
me diste y donde yo vivía, para mí se acabó”

Gonzalo Chapela, la oración de Don Vasco2

RESUMEN

La vida cotidiana de los pueblos de la Ciudad de México se acom-


paña de múltiples prácticas que no pueden ignorar el impacto del
crecimiento de la ciudad. Así, la autora nos muestra cómo se fun-
dó el Hospital de Santa Fe de México en la época colonial y cómo
junto con él, se desarrolló la fe por la Vírgen de la Asunción entre
los lugareños. Tras importantes cambios administrativos y trans-
formaciones territoriales, Alejandra Cid relata cómo actualmente,
en el pueblo de Santa Fe de los Altos (Álvaro Obregón), se sigue
expresando el fervor por la Vírgen de la Asunción y la manera en
la que dicho fervor es vivido por los diferentes habitantes del pue-
blo, entre ellos: locatarios del mercado, conductores del transporte
1
Licenciada en Psicología Educativa por la Universidad Pedagógica Nacional y na-
tiva del pueblo de Santa Fe en la Ciudad de México. Para ella es de suma importancia
que las nuevas generaciones reconozcan y retomen las tradiciones de su comunidad y
así puedan sentirse orgullosos de pertenecer a ésta.
2
Gonzalo Chapela y Blanco, “La Oración de Don Vasco”, Revista ¡IDEAL!, s.n., (1938)
s.p. Consultado en http://gonzalochapela.wikidot.com/poesia el 17 de noviembre de 2019.

229
230 Memorias del poniente V

público y vecinos. Así, la devoción por la Virgen se manifiesta tam-


bién como devoción por el pueblo.

INTRODUCCIÓN

El pueblo de Santa Fe es uno de los pueblos de origen prehis-


pánico, situado al poniente de la Ciudad de México. Desde hace
algunos años, hacer referencia a Santa Fe es relacionar la imagen
de grandes corporativos empresariales y centros comerciales, así
como la concentración de zonas habitacionales de élite, sin embar-
go, el pueblo de Santa Fe es todo lo contrario.
Erigido por Vasco de Quiroga en 1532 como hospital, actual-
mente se ubica dentro de la Alcaldía Álvaro Obregón en la Ciudad
de México. Mientras que, el desarrollo inmobiliario Santa Fe o City
Santa Fe (como algunos lo llaman para poder diferenciarlos) fue
fundado en 1980 sobre los viejos tiraderos de basura entre Santa
Fe y San Pedro Cuajimalpa, que, durante años, se conoció como el
pueblo de pepenadores: La Viñita, dentro de la Alcaldía Cuajimal-
pa de Morelos.
Con la llegada de estos cambios, el pueblo de Santa Fe ha su-
frido una urbanización y modernización enorme, sin embargo, al
igual que muchos de nuestros pueblos y barrios originarios cuen-
ta con profundas raíces católicas que dan pauta a diversas festi-
vidades religiosas conservando algunas de sus tradiciones como
las fiestas patronales. Para el pueblo de Santa Fe, la tradición que
cuenta con mayor aprecio de sus lugareños es la que se realiza
anualmente en favor de la “Santísima Virgen de la Asunción”. Por
tanto, este trabajo tiene la intención de rescatar por medio de la
memoria oral de tres de sus habitantes, un poco de la historia del
pueblo de Santa Fe y una de sus tradiciones con mayor arraigo en
la comunidad.

SANTA FE DE LOS ALTOS: NACIMIENTO DE UNA FE

El pueblo de Santa Fe es uno de los pocos pueblos originarios que


aún intentan mantener sus costumbres y tradiciones. Su historia
Devoción que perdura: fiesta patronal del pueblo de santa fe de los altos 231

Imagen 1. Parroquia Asunción de María. Acervo personal


de la autora, noviembre del 2019, Santa Fe, Ciudad de México.

emerge de la época prehispánica en donde era conocido con el


nombre de Acaxóchitl (cañaverales en flor).3
Para el 2 de enero de 1530,4 Vasco de Quiroga llega a la Nueva
España nombrado “juez de comisión” por la reina Isabel de Portu-
gal, integrándose a la Segunda Real Audiencia, cuyos oidores, tenían
la misión de detener los abusos que cometían los españoles contra la
población indígena. En 1532, Sumamente anonadado por las injus-
ticias que se cometían contra los más necesitados, con sus propios
recursos adquiere una serie de terrenos en las lomas de Acaxóchitl,
ubicado a dos leguas al poniente de la Ciudad de México y cuyos
límites para ese entonces eran al norte, las Lomas de Tecamachalco,
3
Fernando Campo del Pozo, “Don Vasco de Quiroga promotor de la educación indí-
gena”, Revista Historia de la educación latinoamericana, n. 13, (2009), p. 78.
4
Diego Mundaca Machuca, “Vasco de Quiroga en Nueva España (1470-1565). Ras-
gos de una mentalidad utópica”, Tiempo y Espacio, n. 24, (2010), p. 5.
232 Memorias del poniente V

al sur, el Ajusco, al oriente, Tacubaya y al poniente, Cuajimalpa,5


fundando así la República Hospital de Santa Fe. Siendo este el pri-
mero de los tres pueblos-hospitales que estableciera en México.
Así, influido por las ideas utópicas de Tomás Moro, su princi-
pal objetivo era ofrecer a los desamparados un lugar donde pudie-
ran tener mejores condiciones de vida y evangelizarlos, tomando
en cuenta que, para entonces, el concepto de hospital se entendía
meramente como una institución de beneficencia que incluía pro-
tección, hospedaje, cultura, salud y religión.
Fue así como, el Hospital de Santa Fe de México, se organizó
a partir de normas que integraban toda una doctrina y prácticas de
orden pedagógico, social y económico, las cuales se encuentran en
el documento testamento llamado “Reglas y ordenanzas para el go-
bierno de los hospitales de Santa Fe de México y Michoacán”.6 Ahí,
se estipulaban las pautas a las que debían sujetarse los niños, niñas
y adultos, además de la forma de gobierno y todo lo relacionado a la
agricultura, los enfermos, las recreaciones y el manejo del tesoro co-
mún, todo lo anterior, a cargo de la autoridad del hospital: el rector.7
Santa Fe de los Altos o de México, llegó a tener aproximada-
mente 3 000 habitantes, principalmente: indígenas nahuas y oto-
mís. Su organización se basaba en el trabajo en común obligatorio
de seis horas, mismas que debían ser distribuidas en partes igua-
les. Los gastos del hospital tenían que ser sustentados por la comu-
nidad mientras el resto se distribuía entre los pobres; en cuanto a
vestimenta, los moradores usaban trajes iguales. En materia admi-
nistrativa, todos los regidores eran electos por la comunidad y no
se permitía la reelección, mientras que los fondos eran guardados
en una caja de tres llaves: una a cargo del rector, otra la tenía el
principal, y la tercera el regidor más antiguo. Por último, si alguien
llegaba a tener mala conducta se le echaba de la comunidad.8

5
Asociación de Vecinos de Santa Fe, “Santa Fe de México a Vasco de Quiroga”, 2ª
edición, México, 1975.
6
Miguel Ángel Fernández Delgado, “El origen de las ordenanzas para los Pueblos-
Hospitales de Santa Fe de México y Michoacán de Vasco de Quiroga”, ARS IURIS, Re-
vista del Instituto de Documentación e Investigación Jurídicas de la Facultad de Derecho
de la Universidad Panamericana, n. 16, (1996), p. 521.
7
Fernández Delgado, “El origen de las ordenanzas”.
8
Antonio Arriaga, “Vasco de Quiroga fundador de pueblos”, Estudios de Historia
Novohispana, vol. 1, n. 1, (1966) p. 6.
Devoción que perdura: fiesta patronal del pueblo de santa fe de los altos 233

Según Miguel Covarrubias Reyna, en su mayoría los pueblos

[…] Contaban con servicios como cocina comunitaria, casa de


cuna, casa para dar hospedaje a los viajeros, clínicas, escuelas, uni-
dades multifamiliares y, por supuesto, instalaciones religiosas. Du-
rante el transcurso de la Colonia, el pueblo se fue desarrollando en
torno a una iglesia con un extenso atrio y se componía de varios
edificios con funciones comunitarias y habitacionales, así como una
incipiente industria agrícola y mercantil.9

Desde aquí podemos notar que la Iglesia es uno de los edificios


que genera mayor sentimiento identitario para los santafesinos.
Con la muerte de Vasco de Quiroga, ocurrida el 14 de mar-
zo de 1565,10 vinieron muchos cambios a su territorio, hasta que-
dar reducido al pequeño pueblo que actualmente es. No obstante,
Santa Fe continuó teniendo presencia dentro de la historia. Hacia
1779, en las barrancas ubicadas al norte del pueblo, se comenzó la
construcción de la Fábrica Real de Pólvora que dio origen al actual
Campo Militar 1F.11 Las instalaciones fueron llevadas al poniente
de la ciudad, puesto que, durante esa época existían campos sin
urbanizar. Además, la zona se encontraba situada en un lugar con
abundante agua, lo que daba seguridad en la fabricación de pól-
vora en caso de que llegara a presentarse un incendio.12 Posterior-
mente, el 28 de septiembre de 1910, con motivo de la celebración
del Centenario de la Independencia, entre embajadores e invitados
especiales, Porfirio Díaz inauguró instalaciones nuevas.13
Por su posición geográfica, el pueblo de Santa Fe era un paso
obligado en la ruta entre las ciudades de México y Toluca, por lo
que era un lugar apropiado para el ejercicio del comercio. Sumado

9
Miguel Covarrubias Reyna, “Santa Fe. Utópico pueblo absorbido por la ciudad de
México”, Arqueología Mexicana, vol. 23, n. 134 (2015), p. 75.
10
María de Jesús Díaz Nava, “Santa Fe 1532-1950”, Santa Fe crónica de una comuni-
dad: Catalogo de Exposición, Ciudad de México: Universidad Iberoamericana, 2005, p. 15.
11
Nidia Angélica Curiel Zárate, “La real fábrica de pólvora de Santa Fe, 1779-1810”,
Casa del tiempo. vol. III, n. 35, (2010), p. 54.
12
Alejandro Cedillo Cano, “La Fábrica de Pólvora y explosivos en Santa Fe celebra
100 años de su apertura”, Crónica. 29 de agosto del 2010, Nacional.
13
María de Jesús Díaz Nava, “Santa Fe, su origen”, Santa Fe. Una Mirada hacia el
futuro. Desarrollo Urbano. Gobernanza y Administración Pública, Ciudad de México: Ins-
tituto Nacional de Administración Pública, 2018, p. 84.
234 Memorias del poniente V

al hecho de que también se encuentra ahí la fábrica de pólvora.


Por un lado, estas dos fronteras hicieron que, por ejemplo, Mi-
guel Hidalgo lo considerara dentro de sus planes en caso de nece-
sitar avanzar por la Ciudad de México. Por otra parte, los realistas
mantenían su control mediante vigilancia permanente, pero para
fortuna del pueblo, no se presenció ningún combate durante esta
época.14 Más tarde, a partir de las disposiciones de la Constitución
de Cádiz de 1812, en noviembre de 1813 se instala el primer ayun-
tamiento de Santa Fe siendo Francisco Ledesma su primer presi-
dente.15

Imagen 2. Ayuntamiento Constitucional de Santa Fe.


Dibujo realizado por Alejandra Cid basado en el mapa
con número de inventario 2556-OYB-725-A localizado
en la Mapoteca Orozco y Berra.

14
Díaz Nava, “Santa Fe 1532-1950”, p. 22.
15
Díaz Nava, “Santa Fe 1532-1950”, p. 23.
Devoción que perdura: fiesta patronal del pueblo de santa fe de los altos 235

Otro de los cambios al territorio santafesino sucede en 1856


con la implementación de la Ley Lerdo (una de las siete Leyes de
Reforma). Sobre esta ley, se estableció que las tierras que estaban
dedicadas al sostenimiento del culto pasaran a poder de las auto-
ridades civiles, quedando en posesión de la comunidad sólo las
destinadas a la agricultura como medio de sustento.16
Poco después, en 1862, según la delimitación para el Distri-
to Federal, Santa Fe era cabecera de la municipalidad del mismo
nombre, una de las cuatro de las que constaba el Partido de Tacu-
baya: Santa Fe, Tacubaya, Tacuba y Mixcoac.17
Mientras que 1899 traía consigo un nuevo cambio, pues, nue-
vamente, el Distrito Federal cambiaba su división política pasando
los partidos a prefecturas o distritos. A partir de ello, Santa Fe pasa
a ser parte de la municipalidad de Tacubaya.18
Para el año de 1900, dentro de la división política del Distrito
Federal, Santa Fe formaría parte de la municipalidad de la Ciudad
de México dentro del distrito de Tacubaya, conformada por: la Mu-
nicipalidad de Tacubaya, la de Mixcoac, Cuajimalpa y Santa Fe.19
Enseguida, en 1917, con la expedición de la Constitución vigente y
según su artículo 115, la municipalidad de la Ciudad de México se
consagra libre a nivel nacional. Finalmente, para 1928, con la re-
forma hecha al artículo 73 constitucional por el presidente Álvaro
Obregón, se establecen las nuevas bases de organización política
para el Distrito Federal, suprimiendo al municipio de la capital y
encargando su gobierno al presidente de la república.
Con estos acontecimientos en la Ciudad de México, la Villa
de Tacubaya, en cuya demarcación se encontraban las tierras del
actual centro urbano Santa Fe, pasó a formar parte del Distrito Fe-
deral. Así, el área actual de Santa Fe, en el siglo xix perteneció ad-
ministrativamente al municipio de Santa Fe y, en el siglo xx, formó

16
Díaz Nava, “Santa Fe, su origen”, p. 84.
17
Díaz Nava, “Santa Fe 1532-1950”, p. 24.
18
Díaz Nava, “Santa Fe 1532-1950”, p. 31.
19
Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (inafed), “Enci-
clopedia de los Municipios y Delegaciones de México: Distrito Federal”, http://www.ina-
fed.gob.mx/work/enciclopedia/EMM09DF/historia.html (Consultado el 13 de diciembre
del 2019)
236 Memorias del poniente V

parte de las delegaciones Cuajimalpa y San Ángel. De modo que,


en 1932, tomó la denominación de Delegación Álvaro Obregón.20
Las décadas de 1920 y 1930 transcurrieron en aparente calma.
A partir de 1940, con la industrialización que alcanzó la Ciudad de
México, algunas personas provenientes de otros estados como Mi-
choacán, Guerrero, Zacatecas, Hidalgo, Querétaro y el Estado de
México llegaron en busca de una mejora laboral y, en consecuen-
cia, en búsqueda de vivienda. Siendo Santa Fe una buena opción
para ellos, el pueblo comenzó a crecer hacia el oriente. En par-
ticular, el establecimiento de la colonia La Mexicana, cuya urbani-
zación fue apoyada por la empresa “Fundición La Mexicana”, para
asegurarse que sus trabajadores tuvieran dónde vivir, se compró
un terreno y se apoyó a los obreros para financiar la construcción
de viviendas.21 La expansión continuaría, luego, hacia el sur y el
poniente con las colonias Pueblo Nuevo y Bejero, entre otras.22
Entre 1930 y 1950, muchas hectáreas de la tierra de Santa Fe
se otorgaron en concesión para explotar canteras de tepetate, are-
na azul, grava y piedra, materiales que se utilizaron para formar y
construir las nuevas áreas urbanas de la Ciudad de México.23 Hacia
la primera mitad del siglo xx la actividad minera de materiales
para la construcción se intensificó, quedando un enorme banco de
extracción al poniente del pueblo que se convirtió en el basurero
de la Ciudad de México, el cual funcionó hasta 1980.
Para 1982, el entonces Departamento del Distrito Federal ini-
ció la compra de los terrenos, y la expropiación de otros, hasta
alcanzar un predio continuo de cerca de 850 hectáreas repartidas
entre las entonces delegaciones Álvaro Obregón y Cuajimalpa de
Morelos.24 Poco después, en 1987, el Departamento del Distrito Fe-
deral (ddf) y Servicios Metropolitanos (servimet), propusieron
el establecimiento de una Zona Especial de Desarrollo Controlado

20
Jefatura de Gobierno, “Programa parcial de desarrollo urbano de la “Zona de San-
ta Fe” para la delegación Álvaro Obregón y Cuajimalpa de Morelos” Gaceta Oficial del
Distrito Federal, 4 de mayo de 2012, n. 1344, p. 8.
21
Kenya Ramírez, “Santa Fe pasó de tiradero a joya urbana”, Excelsior, 20 de mayo
del 2012, Comunidad.
22
Díaz Nava, “Santa Fe, su origen”, p. 85.
23
Margarita Pérez Negrete, Santa Fe. Ciudad, espacio y globalización, Puebla: Univer-
sidad Iberoamericana, 2010, p. 37.
24
Jefatura de Gobierno, “Programa…”, p. 9.
Devoción que perdura: fiesta patronal del pueblo de santa fe de los altos 237

(zedec) con el fin de mejorar y rescatar de la zona.25 Como conse-


cuencia, en 1989 servimet determinó que el área se organizaría
en torno a los siguientes sectores: Centro de Ciudad, Cruz Manca,
La Fe, La Loma, La Mexicana, La Totolapa, Paseo de las Lomas,
Peña Blanca, Bosques de Santa Fe y Zona Escolar.26 Durante la
década de los 90, en 1991 se colocó la primera piedra del Centro
Comercial Santa Fe que en 1995 entraría en funciones atrayendo
a miles de inversionistas. Actualmente, alberga consorcios hote-
leros, corporativos empresariales y unidades educativas de alto
prestigio.
En suma, podemos darnos cuenta de cómo Santa Fe de los
Altos no resistió las presiones externas y poco a poco se disolvió,
quedando tan solo un pequeño asentamiento de la historia de
aquel pueblo fundado por Vasco de Quiroga. Su historia se res-
guarda dentro de la Parroquia de la Asunción, la Ermita (a la cual,
actualmente, no se tiene acceso) y dentro de la memoria de sus po-
bladores que se sienten orgullosos de pertenecer a este pueblo con
historia, quienes luchan por preservar un poco de sus tradiciones
aun cuando la modernización les haya alcanzado.

LA SANTA PATRONA

Uno de los procesos históricos que se dan con la conquista, es el


de la evangelización, esto mediante la predicación, enseñanza e
implantación de la fe católica entre los indios. Los primeros reli-
giosos en tener esta encomienda en los territorios de la Nueva Es-
paña fueron los Franciscanos, quienes se encargaron de difundir
el evangelio por estas tierras.27
Los franciscanos tenían ciertas preferencias devocionales,
mismas que se propagaron por los lugares a los que ellos llegaban
a evangelizar y donde levantaban iglesias y ermitas. Una de estas
preferencias es la que hace referencia a la Virgen María, pudiendo

25
Jefatura de Gobierno, “Programa…”, p. 10.
26
Díaz Nava, “Santa Fe, su origen”, p. 91.
27
María Teresa Jarquín Ortega, “Educación Franciscana” Red Universitaria de
Aprendizaje-unam, http://biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_17.htm
238 Memorias del poniente V

ser esta la razón por la cual la advocación mariana sea una de las
que predomina en los pueblos y barrios de la Ciudad de México.
Según Anna María Fernández, el culto a la Virgen católica
tiene sus orígenes en el culto a deidades femeninas arcaicas que,
con el triunfo del cristianismo, se trasformaron en advocaciones
marianas. Las antiguas diosas madres pasan a ser las vírgenes y es
durante el medievo europeo donde se origina la devoción a ellas.28
Ya tras el triunfo del cristianismo, la gran madre, en las sociedades
de oriente próximo y occidente contribuye a conformar la identi-
dad de la Virgen María.
De acuerdo con los Evangelios, la Virgen María aceptó ser la
madre de Dios hijo, fue asunta al cielo y coronada como reina del
cielo y de la tierra. Madre de Dios hijo toda vez que hija de Dios
padre; virgen, e iluminada por el Espíritu Santo. Es así que surgió
el culto, mismo que se basa en las referencias que se describen
dentro del Nuevo Testamento y en sus diversos evangelios.
Las advocaciones marianas, son intermediarias entre Dios y
la o las personas que soliciten su intercesión por alguna cuestión
concreta. Estas advocaciones son los diferentes títulos o nombres
dados según la Iglesia católica y según los diversos aspectos de su
relación con Cristo. Entre ellas se encuentran, por ejemplo: la de
la Natividad, de la Purificación y la de la Asunción. Aunque, princi-
palmente, las advocaciones que se cree eran “patrimonio exclusivo
de la orden franciscana son la de la Concepción y la Asunción”.29
Por ello, posiblemente, la iglesia principal del Pueblo de Santa Fe
de los Altos esté dedicada a la Virgen de la Asunción. Además, Vas-
co de Quiroga dispuso que en sus pueblos las fiestas religiosas que
debían ser celebradas fueran: la Exaltación de la Cruz, san Salva-
dor, la Asunción, san Miguel, entre otras.30 De ahí que, la mayoría
de las tradiciones del pueblo de Santa Fe sean de índole católico,

28
Anna María Fernández Poncela, “Nuestra señora de San Juan de los Lagos”, Imá-
genes, santuarios, creencias y vivencias: La religiosidad popular en México, s.l.: Fundación
Joaquín Díaz, 2017 p. 66. Disponible en: http://archivos.funjdiaz.net/digitales/fdezponce-
la/amfp2017_religiosidad_mexico.pdf
29
Francisco Morales, “Santoral Franciscano en los barrios indígenas de la Ciudad de
México”, Estudios de cultura Náhuatl, n. 24 (1994), p. 370.
30
Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, Don Vasco de Quiroga, legisla-
dor, hombre de la justicia y del derecho, Ciudad de México: Cámara de Diputados del H.
Congreso de la Unión, (2011), p. 97.
Devoción que perdura: fiesta patronal del pueblo de santa fe de los altos 239

siendo la principal de ellas la que rinde culto a la Asunción de Ma-


ría, santa Patrona del santuario principal.
Coloquialmente se entiende por patrono al santo o beato que
por una antigua tradición o por una legítima institución se celebra
como protector o intercesor ante Dios. Generalmente el patrono o
patrona, quien da nombre a una iglesia, congregación o comuni-
dad y a quién, según el calendario litúrgico, se le dedica un día en
específico para su celebración.31
La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María se cele-
bra en toda la Iglesia el 15 de agosto, definida por el Papa Pío XII
como dogma de fe el 1 de noviembre de 1950.32 Los dogmas maria-
nos son: maternidad divina, virginidad, santidad, inmaculada con-
cepción, y su asunción a los cielos en cuerpo y alma. El dogma de
la asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después
de su muerte, podría entenderse que una vez concluida su vida
terrenal, María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Las fiestas patronales, además de festejar al santo patrono
principal y agradecer por los favores recibidos, tienen un amplio
sentido identitario para las comunidades que las celebran. Los ri-
tos y los rituales sociales, entre los que podemos ubicar a los re-
ligiosos, cumplen una función social de integración, solidaridad
y cohesión social, toda vez que originan y reproducen significa-
dos culturales básicos que tienen que ver con su forma de ver el
mundo; una cosmovisión propia, su historia, memoria y tradición
cultural.33
En definitiva, la fiesta de la Virgen de la Asunción en el pue-
blo de Santa Fe asume un papel de suma importancia en cuanto al
arraigo y formación de identidad de los santafesinos; en aquel en-
31
No obstante, el significado de patrono tiene raíces etimológicas de la palabra “Pa-
trón” del latín patronus (patrono, protector, defensor, abogado, amparador), y de pater
(padre). En este caso se trata del patrono o santo protector titular de una iglesia. Ter-
mino que fue empleado por vez primera en un sentido cristiano, en los escritos de San
Ambrosio, obispo de Milán, abogado romano, gran orador y uno de los más ilustres
padres y doctores de la Iglesia Latina, quien aplicó a los santos el nombre y la realidad
jurídica del patrono. Véase, Arquidiócesis de Monterrey, “5 datos que tienes que saber
de las fiestas patronales”, Arquidiócesis de Monterrey https://www.arquidiocesismty.org/
arquimty/5-datos-que-tienes-que-saber-de-las-fiestas-patronales-2/.
32
Véase, Juan Pablo II, “Audiencia general. Miércoles 2 de julio de 2017”, Libreria
Editrice Vaticana, http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1997/docu-
ments/hf_jp-ii_aud_02071997.html (Consultado el 22 de noviembre de 2019)
33
Fernández Poncela, p. 76.
240 Memorias del poniente V

tonces, de los primeros indígenas evangelizados por “Tata Vasco”, y


actualmente, de los habitantes de las colonias que lo conforman. In-
cluso de los nuevos residentes que llegan a rentar habitaciones por
la cercanía que se tiene a los corporativos y algunas universidades.

LA FIESTA

Anualmente a finales del mes de julio se inicia la festividad, donde


una vez más los santafesinos celebraran con bombo y platillo a su
santa patrona. Desde la entrada de la calle Corregidora que lleva
a la parroquia, los comerciantes del Mercado Santa Fe comienzan
con los preparativos colocando en la entrada un arco de flores en
cuyo centro se lee: “Viva la Virgen de la Asunción”. Además, colo-
can guirnaldas de color azul y blanco dentro del mercado y por
toda la calle, adornos que hacen recordar a la población que la
fiesta patronal está a pocos días de festejarse.
El grupo parroquial Gregorio López, además de incitar a los
vecinos a adornar sus fachadas, calles y capillas, por medio de pós-
ters, invita a las niñas y señoritas con deseos de acompañar a la
Virgen de la Asunción en su peregrinar por las calles de Santa Fe.
El único requisito a cumplir es que se presenten en el atrio de la
iglesia a la hora acordada y que vistan de blanco.
Generalmente, los recorridos dan inicio la última semana del
mes de julio y, para lograr que la imagen alcance a visitar la ma-
yoría de las colonias que conforman al pueblo, este se divide por
zonas. Los recorridos dan inicio en la parroquia y continúan estra-
tégicamente de acuerdo con la zona que ese día será visitada. En
andas a hombros, los integrantes del Grupo Gregorio López llevan
a la Virgen peregrina que visita su pueblo, acompañada por una
valla de niñas y señoritas que alegremente entonan cánticos reli-
giosos y que, junto con los cohetes, son el aviso de que están cerca.
Al pasar por las calles, algunos de los vecinos se animan a
recibirlos y, a su paso, abren sus puertas y preparan un pequeño
altar que servirá de descanso. La mayoría de ellos ofrecen a las
personas que acompañan a la Virgen agua fresca, refresco, dulces,
bocadillos, sándwich y, ya llegada la noche, café, té, atole, galle-
tas y pan. La o las personas que la reciben hacen una pequeña
Devoción que perdura: fiesta patronal del pueblo de santa fe de los altos 241

Imagen 3. Virgen peregrina visitando los hogares durante


los recorridos. Acervo de la familia Cid Roldán,
agosto 2019, Santa Fe, Ciudad de México.

oración, cantan alguna alabanza, ofrecen unas cuantas plegarias o


agradecimientos, tocan o besan la imagen y se despiden; otros más
le obsequian flores.
Algunos recorridos son más arduos que otros debido a la
complejidad del clima, pues, generalmente los meses más lluviosos
en la Ciudad de México son los de julio y agosto. Aunado a esto,
también el hecho de que algunas de las calles de nuestro pueblo
están sumamente inclinadas y para subir se necesita un esfuerzo
físico extra. Sin embargo eso no es complicación para quienes,
con mucha fe, avanzan en su recorrido. Una vez finalizada la ruta
trazada, la última casa a visitar ese día será la que le dé posada a
la Virgen y donde se celebrará la misa para concluir el trayecto y
así, nuevamente, poder regresar a la parroquia. Al terminar cada
242 Memorias del poniente V

recorrido, los integrantes del grupo agradecen a quienes los acom-


pañaron y apoyaron, rezan una oración y se despiden acordando
la cita para el recorrido del próximo día. Así, los recorridos se van
dando hasta llegar a los días con más actividad.
Durante la fiesta, algunos otros de los grupos que participan
también organizan sus procesiones y misas; ejemplo de estos son:
el Grupo de Misioneras de la Caridad, acompañadas por enfermos
de la comunidad; el Frente Único de Pepenadores de Tlayacapa;
la Unión de Concesionarios de Transportación Colectiva Ruta 5
A.C, y, ya mencionados anteriormente, el Grupo de Locatarios del
Mercado de Santa Fe.
Aunado a esto, tres de las peregrinaciones con mayor parti-
cipación y que recorren la avenida Vasco de Quiroga casi en su
totalidad son las que realizan los concesionarios de la Ruta 5, el
grupo Gregorio López y los locatarios del mercado. Estos últimos
también llevan a cabo una bendición de locales, augurando con
esto bendiciones para su vida personal y para sus negocios. La
procesión de los locatarios suele distinguirse, pues en esta es don-
de hacen acto de presencia el grupo de danzantes Chinelos y, al
son de la música de banda la cual los acompaña durante todo el
recorrido, muestran su fervor y agradecimiento bailando sin parar
durante todo el trayecto.
Esta procesión es encabezada por una camioneta decorada
con globos y, en ocasiones, una niña es elegida para portar la indu-
mentaria de la Virgen de la Asunción y algunas flores. Le sigue la
Virgen en andas, a hombros de los locatarios que se van turnando
para cargarla, la cual va adornada con un arco repleto de flores y
en él resalta claramente el nombre “Mercado de Santa Fe”. Los
locatarios y las personas del pueblo que gusten unírseles peregri-
nan desde el mercado sobre la avenida Vasco de Quiroga hasta la
Unidad Belén y de ahí regresan nuevamente.
Generalmente, durante los cuatro o cinco días previos al quin-
ce de agosto, en el atrio de la iglesia se llevan a cabo varios even-
tos, entre ellos: la presentación de varios grupos musicales como
rondallas, bandas, danzantes y mariachis que invitan a bailar a los
presentes y concluyen su participación cantando Las Mañanitas.
Mientras tanto, el domingo anterior al día quince se lleva a cabo
la quema de pólvora en el atrio de la iglesia con castillos y toritos.
Devoción que perdura: fiesta patronal del pueblo de santa fe de los altos 243

El día catorce de agosto se lleva a cabo la dormición de la


Santísima Virgen. Durante la celebración, su imagen es acostada
sobre una mesa y rodeada de manzanas y rosas, esto, basándose
en una antigua narración que cuenta cómo los apóstoles colocaron
el cuerpo de la Virgen en el sepulcro y permanecieron en oración
durante tres días. Pero, dado que el apóstol Tomás no pudo estar
presente durante el tránsito de María, suplicó a Pedro que le per-
mitiera ver el rostro de la madre de Jesús por última vez y, al abrir
el sepulcro, emanó una fragancia con olor a manzana que se espar-
ció por todo Jerusalén y en lugar del cuerpo de María encontraron
rosas como signo de purificación.
Para la mañana del día quince, generalmente a las seis horas
del día, se entonan Las Mañanitas y se lleva a cabo la coronación
de la Virgen. Poco más tarde se celebra una misa solemne y, pos-
teriormente, la procesión por las calles de Santa Fe. Al llegar la
tarde, se realiza una comida en el atrio y por la noche se cierran
las festividades con una misa más.
Es importante resaltar que, cada año la celebración tiene
diversas modificaciones en su programación, fechas, grupos que
participan y el adorno de sus calles.

CLAXONAZOS DE FERVOR: UNA DE LAS MUCHAS


MUESTRAS DE AGRADECIMIENTO

–¡Ahí vienen!, ¡Ahí vienen!–


Desde Tacubaya, Bellavista, El Cuernito, la unidad Habitacio-
nal Belén y avenida Vasco de Quiroga, hasta el Centro Comercial
Santa Fe, suenan los cláxones de los microbuses que forman parte
de la Ruta 5 y que, con mucho entusiasmo, custodian en su día a la
santa patrona del pueblo.
Con dos meses de anticipación comienzan los preparativos en
donde los concesionarios de la ruta que diariamente recorre el cir-
cuito de Tacubaya a Santa Fe se alistan para recibir a la Virgen de
la Asunción y, de ese modo, reafirman su amor y agradecimiento
a los favores obtenidos durante el año y conservar la tradición que
lleva aproximadamente más de 50 años.
244 Memorias del poniente V

Algunos vecinos recuerdan que los primeros vehículos invo-


lucrados en la peregrinación fueron automóviles particulares de
cuatro puertas, los cuales eran blancos y tenían el logo de la ruta.
Posteriormente, alrededor de 1980 eran combis, después siguieron
los microbuses y, actualmente, los autobuses son los que conti-
núan con la tradición. El señor Jesús Coria, concesionario de la
Ruta 5, relata que él ha participado desde hace 30 años en dicha
peregrinación. Nos comenta que son dos principales motivaciones
que le hacen ser parte de esta, por un lado la devoción que le tiene
a la Virgen y, por otro, poder mantener viva la tradición que año
con año le han inculcado, puesto que su padre también fue chofer
de la ruta.
Todo da inicio con el escrito que la directiva de la Ruta envía
a los choferes, invitándoles a participar e inscribirse, para poder
tener el honor de llevar en su unidad la imagen de la Virgen y
encabezar la peregrinación de ese año. Cabe destacar que ningún
chofer o concesionario está obligado a participar, todos lo hacen
de forma voluntaria.
La forma en que se elige a quien llevará la imagen tiene que
ver con que se tenga el deseo de llevarla; sólo en caso de que hu-
biera más de dos personas que tuvieran dicha intención deberá
realizarse un sorteo. Anteriormente esto no era así, pues se elegía
al compañero que contara con la unidad más nueva.
Una vez contemplado esto, los choferes deben poner todo su
empeño y creatividad en el adorno de su unidad. Hay múltiples
formas en las que las adornan y año con año se esmeran mucho
más. Se pueden encontrar los que hacen uso de los colores azul y
blanco, alusivos a la festividad de la Asunción; otros más los arre-
glan con globos metálicos, rosas, arreglos florales, guirnaldas, lis-
tones y moños; el plus lo dan cuando algunos de ellos señalan el
nombre de su unidad o apodo, para poder ser reconocidos.
Respecto a los adornos, no pueden faltar otras imágenes re-
ligiosas que los acompañen en su recorrido, algunas de ellas son:
la Virgen de Guadalupe, la Virgen de Juquila, San Judas Tadeo y
algunos crucifijos, así como letreros de agradecimiento o pidien-
do bendiciones para la Ruta, todo esto para que su unidad sea la
más bonita y vistosa. En años anteriores, se hacía un concurso y
resultaba ganador el chofer de aquella unidad que se considerara
Devoción que perdura: fiesta patronal del pueblo de santa fe de los altos 245

la mejor adornada. Se le daba un regalo y, en ocasiones, el premio


consistía en la omisión de pago de su tarjeta durante medio año o
hasta un año completo.
El punto de reunión para los participantes es la base de Ta-
cubaya, ahí mismo comienza el recorrido. Con gran regocijo la
mayoría va tocando su claxon para llamar la atención de la gente,
sonido que solo se escucha dos veces al año: la primera en el mes
de agosto con la Virgen de la Asunción, cuyo recorrido se realiza
un domingo antes del día quince y generalmente se programa a las
trece horas. La segunda, en el mes de diciembre, cuando se cele-
bra a la Virgen de Guadalupe, sin embargo, esta peregrinación se
realiza por las noches.
Con el llamado de los cláxones y los cohetes, los vecinos
van saliendo de sus hogares y se forman a lo largo de la avenida.

Imagen 4. Microbús de la Ruta 5 adornado para participar


en la peregrinación de la Fiesta Patronal de la Virgen
de la Asunción. Acervo personal del señor Jesús Coria,
2019 Santa Fe, Ciudad de México.
246 Memorias del poniente V

La mayoría, sale con toda su familia, pero son los niños quienes
aguardan con grandes ansias puesto que, como tradición de la pe-
regrinación, al paso de los microbuses, los choferes con ayuda de
sus familias van obsequiando: dulces, juguetes, aventando confeti
y serpentinas y, unos que otros un poco más arriesgados, harina y
espuma. A pesar de ello la gente no se molesta, sino que lo toma
a juego y se ríe. Otros pocos se bajan de sus unidades y van obse-
quiando flores –ya sean rosas, claveles o girasoles– a las señoras o
adultas mayores: lo importante de ese día es compartir la alegría y
regresar un poco de las bendiciones que la Virgen les brinda.
La fiesta es de todos, en ella participan desde la directiva, los
concesionarios, los choferes, la familia, amigos y uno que otro
auto particular o camión que se quiera unir. Sin lugar a duda, tam-
bién el pueblo hace presencia durante el recorrido el cual termina
en la base del centro comercial Santa Fe, lugar donde se celebra
una misa en acción de gracias. Algunos toman la oportunidad para
confesarse y también se lleva a cabo la bendición de unidades, ésta
con la intención de que el año venidero les traiga “buenas cosas”
y no tengan accidentes.34 Al finalizar el ritual, no pueden faltar la
comida y la convivencia entre ellos.
No obstante, con el paso del tiempo y los cambios urbanís-
ticos descritos anteriormente, el tránsito vehicular se ha acrecen-
tado y por ello se dificulta un poco más realizar la peregrinación
porque se vuelve más tardado. Incluso, anteriormente, primero
hacían el recorrido y al terminar regresaban para que las unidades
fueran bendecidas en la calle Hidalgo, cosa que ya no se puede ha-
cer, pues, por la estrechez de la avenida, se detendría por un largo
tiempo el paso vehicular.
Otros de los cambios en la festividad que se han dado con el
paso del tiempo, que pudiera resultar un poco significativo, es que,
por ejemplo, por allá de los 70 las calles se podían apreciar repletas
de adornos, incluso los vecinos se organizaban con anterioridad
para elaborarlos ellos mismos. Actualmente es muy difícil ver las
calles adornadas, salvo algunas familias que intentan preservar la
tradición y adornan el pequeño tramo que les corresponde de ca-

34
Entrevista realizada a Jesús Coria Méndez por Alejandra Cid en noviembre de
2019.
Devoción que perdura: fiesta patronal del pueblo de santa fe de los altos 247

lle, su capilla; otros cuantos, generalmente adultos mayores que


residen en el pueblo desde hace más de 50 años, se limitan a ador-
nar sólo la fachada de su casa.
Algunos, asumen que ya se han perdido las costumbres y que
a los jóvenes “no les interesa retomarlas pues ven la fiesta como
simple pretexto para ir a divertirse a la feria y echar relajo, pues la
mayoría ya no tienen devoción ni respeto.”35
A pesar de todo, la participación de los habitantes siempre
está presente, esto impulsa su devoción y hace que continúen dan-
do vida a esta tradición.

CONCLUSIÓN

Sin lugar a duda, las tradiciones y costumbres se ven modificadas


con el paso del tiempo, esto, como resultado de las nuevas expe-
riencias y conocimientos de la sociedad, a causa de las necesidades
de adaptación a la modernización y por la influencia de otros gru-
pos sociales con los que cohabitan.
La evolución que ha traído consigo la Ciudad de México a
nuestro pueblo, ha llevado a que muchas de nuestras costumbres y
tradiciones tengan que ser modificadas para poder convivir con el
desarrollo de este pues, finalmente, estas ayudan a forjar lazos en-
tre la comunidad, estrechando relaciones entre sus grupos y dando
identidad a los mismos.
Es grato saber que día con día, algunos de estos grupos inten-
tan ganarle a la modernización que se ha dado de forma acelerada,
protegiendo de algún modo sus raíces culturales e invitando a los
más jóvenes y a los nuevos residentes del pueblo a sumarse a las
mismas, evitando así su desaparición total.
Creo firmemente que es buen momento para que, por medio
de proyectos de difusión como el que ofrece la Universidad Au-
tónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa, con Historias Metro-
politanas, los vecinos del pueblo de Santa Fe resguarden en sus
páginas un poco de la tradición oral y la memoria colectiva que

35
Entrevista realizada a Gabriela Roldán García por Alejandra Cid en noviembre de
2019.
248 Memorias del poniente V

dan forman a nuestro patrimonio inmaterial y, de esta manera,


ayuden a la reconstrucción del pasado que actualmente muy pocos
conocen.
El presente trabajo es solo un breve bosquejo de la fiesta pa-
tronal de mi querido pueblo con el afán de que las nuevas genera-
ciones se vean interesadas y atraídas por indagar en su historia y
que, así mismo, se sientan orgullosos de pertenecer a él.

FUENTES

Libros

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legislador, hombre de justicia y derecho. Ciudad de México: Cámara de
Diputados del H. Congreso de la Unión, 2011.
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una comunidad: Catálogo de exposición, de María de Jesús Díaz Nava,
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zález y Raúl Martínez Almazán, 77-108. Ciudad de México: Instituto
Nacional de Administración Pública, 2018.
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Revistas

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Campo del Pozo, Fernando. “Don Vasco de Quiroga promotor de la edu-


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Curiel Zárate, Nidia Angélica. “La real fábrica de pólvora de Santa Fe,
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Fernández Delgado, Miguel Ángel. “El origen de las ordenanzas para los
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gación Jurídicas de la Facultad de Derecho de la Universidad Panameri-
cana, nº 16 (1996): 521-595.
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Mundaca Machuca, Diego. “Vasco de Quiroga en Nueva España (1470-
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Periódicos

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Sitios web

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www.inafed.gob.mx/work/enciclopedia/EMM09DF/historia.html (últi-
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Jarquin Ortega, María Teresa. “Educación Franciscana”, Red Universi-
taria de Aprendizaje-unam, http://biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/
htm/articulos/sec_17.htm (último acceso: 22 de noviembre 2019)
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diences/1997/documents/hf_jp-ii_aud_02071997.html (último acceso:
22 de noviembre de 2019)

Folletos

Asociación de Vecinos de Santa Fe, Santa Fe de México a Vasco de Quiroga


[Folleto], 2ª Edición, 1975.

Archivos

Mapoteca Orozco y Berra

Entrevistas

Jesús Coria Méndez, chofer y concesionario de la Ruta 5, habitante del


Pueblo de Santa Fe.
Gabriela Roldán Martínez, ama de casa con 50 años de vivir en el Pueblo
de Santa Fe.
Juan Gabriel Cid Roldán, archivista con 50 años de vivir en el Pueblo de
Santa Fe.
FE, CULTURA Y TRADICIÓN
FIESTA PATRONAL DE SAN ISIDRO LABRADOR

Manuel Cruz Santiago1


Oscar Cruz Santiago2

Señor, Dios nuestro, que en la humildad y sen-


cillez de San Isidro Labrador, nos dejaste un
ejemplo de vida escondida en ti, con Cristo;
concédenos que el trabajo de cada día huma-
nice nuestro mundo y sea, al mismo tiempo,
plegaria de alabanza a tu nombre. Por nuestro
señor Jesucristo, tu hijo, que contigo vive y rei-
na en la unidad del espíritu santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.

Amén.
Oración a San Isidro Labrador.

RESUMEN

Las celebraciones en honor a San Isidro Labrador tienen una larga


tradición en la colonia Pueblo Nuevo Alto, y en años recientes han
recobrado un nuevo vigor gracias a la participación de los jóve-

1
Nació en la Ciudad de México, residente en la colonia Pueblo Nuevo Alto, Maestro
en Derecho Penal, presidente de la Comisión de Festejos de San Isidro Labrador, promo-
tor de la Cultura y rescate de las tradiciones, en la alcaldía de La Magdalena Contreras.
2
Nació en la Ciudad de México, residente en la colonia Pueblo Nuevo Alto, Licencia-
do en Administración Turística, tesorero de la Comisión de Festejos de San Isidro Labra-
dor, promotor del rescate de las tradiciones y preservación de la cultura en la alcaldía de
La Magdalena Contreras.

251
252 Memorias del poniente V

nes de esta comunidad que trabajan por recuperar estos festejos,


fortaleciendo las relaciones entre vecinos y con otros pueblos y
colonias de la Ciudad de México, añadiendo nuevos elementos a
los festejos de este santo. Los autores son al mismo tiempo, actores
principales de este esfuerzo de recuperación de tradiciones en La
Magdalena Contreras.

***

El propósito de este trabajo es narrar la historia de la fiesta patro-


nal en honor a San Isidro Labrador, que se festeja en la alcaldía de
La Magdalena Contreras, en la colonia Pueblo Nuevo Alto, Ciudad
de México. A través de la historia, relatos y documentos impresos,
buscamos dar a conocer a todo el mundo lo que pasa en nuestra
comunidad todos los días 15 del mes de mayo.
Como eje principal de la Comisión Eclesiástica y de Festejos
de la Capilla de San Isidro Labrador, buscamos preservar la tradi-
ción que por más de 90 años ha caracterizado a esta zona de la al-
caldía de La Magdalena Contreras, con un santo patrono dedicado
a la agricultura, inmerso en una zona que pasó de ser de cultivos a
una que ahora está en su totalidad urbanizada. Siempre basados
en los principios de la fe, cultura y tradición.

INTRODUCCIÓN

La alcaldía de La Magdalena Contreras está ubicada al sur del área


metropolitana de la Ciudad de México, con una altitud de 2 510
metros sobre el nivel del mar.
La Magdalena Contreras colinda al norte con la alcaldía Álva-
ro Obregón, al sur con la alcaldía Tlalpan y el Estado de Morelos,
al oeste con la alcaldía Álvaro Obregón y al este con la alcaldía
Tlalpan y Álvaro Obregón.
De las 16 alcaldías, la Magdalena Contreras ocupa el nove-
no lugar en extensión territorial, con una superficie de 7 458.43
hectáreas. El 82% es área de conservación ecológica y el 17.95 %
restante es área urbana.
Fe, cultura y tradición fiesta patronal de San Isidro Labrador 253

Dentro de la alcaldía se localiza la colonia Pueblo Nuevo Alto,


con alrededor de 6 500 habitantes, con una edad promedio de 31
años y una escolaridad promedio de 9 años cursados; la principal
actividad que se realiza en la colonia Pueblo Nuevo Alto es el co-
mercio.3
Es dentro de la colonia Pueblo Nuevo Alto donde nuestro re-
lato se centra y que a continuación describiremos. En la colonia se
encuentra edificada la capilla en honor a San Isidro Labrador, con
una construcción de aproximadamente 90 metros cuadrados. Es
una de las cinco capillas con las que cuenta la parroquia de Santa
María Magdalena dentro del cuarto decanato en la VI Vicaría, a la
que pertenece la Capilla de San Isidro Labrador.
En esta breve narración abordaremos los ejes centrales de
cómo festeja la comunidad a su santo patrono, San Isidro Labra-
dor; detalles como la preparación, recaudación e invitación a las
diferentes comunidades de las alcaldías, de La Magdalena Contre-
ras, Cuajimalpa, Álvaro Obregón, Tláhuac y Coyoacán.

1. 15 DE MAYO DÍA DE SAN ISIDRO LABRADOR

Antes de comenzar esta narración debemos saber que San Isidro


Labrador se festeja el día 15 de mayo. Es patrono de Madrid, Es-
paña, y de cientos de ciudades alrededor del mundo. Su culto se
extiende por Europa y especialmente en Alemania, América y Fili-
pinas. En el caso de nuestro país, San Isidro Labrador es venerado
en la mayoría de las comunidades que se dedican a la agricultura.

Por la tarde, sale en procesión por las calles de Madrid, es el mo-


mento más entrañable, en el que el santo recorre las calles del casco
antiguo de Madrid, los lugares por donde seguro tantas veces pasó
en vida y se reencuentra con su pueblo, el pueblo de Madrid que
espera ansioso verle pasar.4

3
“Demografía y Geografía”en La Magdalena Contreras, Alcaldía. https://mcontreras.
gob.mx/mi-alcaldia/demografia-geografia/
4
Real Muy Ilustre y Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid.
Recuperado el 15 de Noviembre de 2019, https://www.congregacionsanisidro.org
254 Memorias del poniente V

2. INICIO DE LA FESTIVIDAD

Dentro de esta narración, debemos resaltar la imagen de un per-


sonaje que marcó la vida de nuestra comunidad y quien es el fun-
dador de lo que hoy conocemos como la Fiesta Patronal de San
Isidro Labrador.
La Imagen de san Isidro llega a nuestra comunidad hace 92
años de la mano del señor don Félix Nava (que en paz descan-
se), quien era habitante de lo que hoy conocemos como la colonia
Pueblo Nuevo Alto, dedicado al campo que, en aquellos tiempos,
prevalecía en la región.
La tradición oral nos cuenta que en aquellos tiempos se tuvo
una larga sequía que afectaba las cosechas de los habitantes de la
zona. Un día don Félix Nava, acompañado de otros vecinos que
también se veían afectados por la sequía, tomaron un cuadro con
la imagen de San Isidro Labrador, lo adornaron y lo colocaron en
un anda, saliendo con ella a recorrer los cultivos de los habitantes
de la colonia y pidiendo que lloviera para que sus cosechas no se
vieran afectadas. Con la fe que la población de aquella época le
tenía a san Isidro, llovió y sus cosechas se salvaron.
Posteriormente, y tras el milagro recibido por el santo patro-
no de la agricultura, se decidió realizar la festividad año con año,
ya con más participación de los vecinos de la zona, así como de
los pueblos aledaños, los cuales venían a rendir culto al señor san
Isidro.
Fue tan grande la veneración hacía San Isidro Labrador, que
el señor Félix Nava acondicionó un pequeño cuarto de aproxima-
damente cuatro metros, con techo de lámina y unas ventanas que
daban a la calle, para que la gente que pasara por la calle apreciara
la imagen de san Isidro, la cual se encontraba ubicada a un cos-
tado de su casa, donde hasta el día de hoy prevalece la Capilla de
San Isidro Labrador.

2.1 Cronista de la magdalena contreras

En el libro de la autobiografía de Melesio Melitón García García,


quien fue cronista de La Magdalena Contreras, se hace una peque-
Fe, cultura y tradición fiesta patronal de San Isidro Labrador 255

ña remembranza de lo que era la festividad en honor a san Isidro,


en donde menciona lo siguiente: “(...) dicen que antes, cuando en
los pueblos de Contreras se sembraba, el día 15 de mayo se rea-
lizaba un rito de petición de lluvia”. Cuenta que los campesinos
se reunían en el pueblo de la Magdalena Atlitic, para realizar el
paseo de yuntas, adornaban con flores las carretas y las yuntas de
bueyes y hacían un recorrido por el pueblo. Los hombres llevaban
en sus hombros una imagen de San Isidro Labrador, mientras que
las muchachas obsequiaban panecillos de maíz. El recorrido lo ha-
cían de la iglesia de La Magdalena a la capilla de san Isidro, que
actualmente se encuentra en la colonia Pueblo Nuevo Alto.5

2.2 Don Eloy y la señora Silvia

Para la realización de esta narración, nos dimos a la tarea de bus-


car a personajes que han participado de alguna manera en la fiesta
patronal. Uno de ellos el señor Eloy Mendoza, quien nos relata,
con voz entrecortada, como vivió en su niñez y juventud la fiesta
de san Isidro, y comienza diciendo:

Cuando éramos pequeños y se acercaba la fiesta en honor a san Isi-


dro, adornábamos las yuntas con flores de papel o de campo, las
cuales recolectábamos dentro de la siembra. Los niños de la Escuela
Primaria, Alfredo E. Uruchurtu, participaban en la fiesta con baila-
bles que presentaban. Algunos nos vestíamos con la indumentaria
que caracterizaba a san Isidro y nos ponían en carretas que utiliza-
ban como carros alegóricos y hacíamos un recorrido por aquellas
calles, aun de tierra y algunas empedradas, donde iba la imagen de
san Isidro. Cuando crecí, recuerdo que ya llegaban a la festividad
gente a caballo que venían de los pueblos de San Nicolás, San Ber-
nabé, San Bartolo, y creo que también venia gente de Santa Rosa,
los cuales llegaban a la fiesta a bendecir a sus animales y pedir que
no faltara la lluvia para que sus cosechas fueran buenas. Los cohe-
tones no dejaban de sonar durante el día de fiesta, las carreras de
caballos y las suertes charras no faltaban en la fiesta. Frente a la

5
Autobiografía Melesio Melitón García García, editorial Los Reyes, 2001, México.
256 Memorias del poniente V

capilla, en lo que hoy es la calle de Guadalupe, se hacían las tradicio-


nales carreras de caballos, el famoso gallo tapado, el cual consistía
en enterrar un gallo en la tierra y salir corriendo con el caballo y
tratar de sacarlo de la tierra agachándose del caballo y sin caerse de
él. El tradicional palo ensebado hacía que la gente nos reuniéramos
entorno a él, esperando conseguir los regalos que se encontraban en
la parte alta del palo, no importaba que nos astilláramos las manos
[su cara se muestra feliz mientras lanza tremenda carcajada].6

La plática fluye, de tal manera, que se nos pasan las horas y


cuando vemos, ya es de noche. Pero antes de retirarnos, nos co-
menta con su rostro lleno de felicidad: “en la fiesta de San Isidro
Labrador conocí a la que hoy es mi esposa y la madre de mis hi-
jos”, y brevemente nos dice, “yo la vi afuera de la capilla, yo iba
montado en mi caballo y desde ahí le hablaba mientras ella cami-
naba frente a mi caballo, sin que yo obtuviera respuesta alguna,
pero ahí fue donde me dije: esta mujer será mi esposa, y veme
aquí, estoy con ella”.7
Al igual que don Eloy, la señora Silvia Iniesta (vecina de la
Calle Huayatla) nos cuenta cómo vivió en su infancia y adolescen-
cia la festividad, y también desde la perspectiva de su señor padre.
Comienza enseñándonos la única foto que se tiene registro de la
historia de la festividad de san Isidro en nuestra comunidad, en
donde se ve a seis hombres y cuatro mujeres parados a un costado
del anda, donde se encuentra el cuadro de la imagen de San Isidro
Labrador (que ya se mencionó al principio de esta narración y el
cual data, según la fotografía de la Señora Silvia Iniesta, de 1928).
Ella nos menciona que su papá fue parte fundamental en los
preparativos y organización de la fiesta de san Isidro, al igual que
don Eloy. La señora Silvia nos dice que los niños eran parte funda-
mental de la celebración, con sus bailables, como los vestían a la
usanza de san Isidro. Nos menciona que la primera imagen en ser
venerada era el cuadro del santo patrono. Ya después, nos llegó la
imagen, que es la que se encuentra en el altar, afuera de la capilla

6
Entrevista realizada el día 9 de Noviembre de 2019.
7
Don Eloy es un personaje muy participativo en la comunidad. Hasta el día de hoy
se le ve llegando temprano a misa todos los domingos, vestido de botas, chamarra de
cuero y sombrero.
Fe, cultura y tradición fiesta patronal de San Isidro Labrador 257

Imagen 1. Cartel alusivo a los 85 años de Fiesta Patronal.


En ella se puede observar a parte de los fundadores de la
festividad de San Isidro Labrador en el año 1928. Acervo de
la Comisión Eclesiástica y de Festejos de San Isidro Labrador.

que era pequeñísima en ese tiempo. Se encontraban los danzantes:


“había muchas danzas”, nos comenta mientras hace un gesto de
asombro al recordar que, ya después de muchos años, llegaban los
chinelos a la fiesta y “ahora, con ustedes como organizadores, ya
tenemos charros y caporales. La verdad es que ustedes han hecho
mucho por mantener viva nuestra tradición”. Mientras nos cuenta
esto, su voz se pone triste y nos dice:

Les agradezco mucho que hayan puesto la foto donde sale mi padre
en las lonas alusivas a la festividad de san Isidro. Al verla colgada
por las calles de la colonia, recordé cuando mi papá hacía lo mismo
que ustedes, organizar a los vecinos para recibir a los pueblos que
venían de lejos. Recuerdo que hubo muchas propuestas para hacer
258 Memorias del poniente V

la capilla más grande, hubo gente que donó terrenos para la cons-
trucción, pero por algún motivo no se realizó y se quedó ahí, en esa
casita que le hicieron al principio, la que tenía láminas y unas puer-
tas pequeñitas. Ya después, se consiguió la donación de una parte
más grande de esa casita que era de don Félix Nava y, pues ahora, ya
se encuentra más grande su capilla.

Finaliza su conversación diciéndonos: “ustedes son la nueva


generación que debe preservar esta hermosa tradición”.8

2.3. Antiguas comisiones de festejo

La fiesta patronal en honor a San Isidro Labrador comenzó en lo


que hoy se conoce como la colonia Pueblo Nuevo Alto, donde sus
habitantes se dedicaban a la agricultura. La mayoría de sus calles
llevan nombres de árboles frutales o nombres que se encuentra
en náhuatl. Hoy en día, esta colonia se encuentra cien por cien-
to urbanizada; lejos quedaron aquellos paisajes que nos cuenta la
gente, donde se veían las cosechas de maíz o frijol. Y dentro de esta
urbanización, quedó en el centro la capilla erigida a san Isidro,
patrono de la agricultura. Y que, a pesar de haber sido edificada en
el centro de las milpas, se transformó al paso de los años. En más
de 90 años de existencia han pasado por ella varias mayordomías
o comisiones de festejos, las cuales han contribuido a la preserva-
ción de la historia de nuestro santo patrono. Familias grandes que
han dedicado tiempo y amor a san Isidro, y los cuales merecen ser
reconocidas por tan loable labor.
Agradecemos a las familias:

o Cruz Santiago
o Aguilar Enríquez
o García Rosas
o Valdez Ramírez
o Valdez Negrete
8
La Señora Silvia Iniesta es originaria de la Colonia Pueblo Nuevo Alto, poseedora
de la única foto que se tiene donde se ve el primer festejo a San Isidro Labrador en nues-
tra comunidad.
Fe, cultura y tradición fiesta patronal de San Isidro Labrador 259

o Gonzáles Juárez
o González Romero
o Nieto Méndez
o Aguilar Peña
o Mérida
o Nava
o Iniesta
o Chavero González

Y quienes no se mencionan aquí, saben que han contribuido


con nuestra historia.

3. NUESTRA HISTORIA

Después de haber leído la historia de san Isidro, su llegada a la co-


lonia Pueblo Nuevo Alto, los recuerdos de sus habitantes y lo que
se encuentra escrito en los libros, ahora nos toca narrarles nuestra
historia y comienza de la siguiente manera.
En el mes de mayo del año 2011, un grupo de jóvenes somos
electos por la comunidad para ser los organizadores de la fiesta
patronal de San Isidro Labrador, avalado por el párroco de San-
ta María Magdalena (a la cual pertenece la capilla de san Isidro),
concediéndonos el título de Comisión Eclesiástica y de Festejos de
la Capilla de San Isidro Labrador. Ya con el título, se dio a la tarea
de rescatar la festividad de san Isidro, una festividad que era de las
más grandes en nuestra alcaldía, pero que, por cuestiones de par-
ticipación de la comunidad, se comenzaba a perder. Llenos de ilu-
sión y con muchos ánimos, llegamos a proponer cosas innovadoras
que pretendíamos funcionaran y que con ello, la comunidad se
involucrara nuevamente con su capilla y su fiesta.
El primer paso fue la remodelación de la capilla, ya que se en-
contraba en obra negra y con muchos detalles por terminar. Para
poder llevar a cabo estas obras, fue necesario hacer rifas, kerme-
ses, etcétera, para poder recaudar fondos y con ello, poder realizar
las obras. Gracias al esfuerzo de cada uno de los integrantes de la
Comisión de Festejos (porque los primeros gastos de remodelación
fueron costeados por los integrantes, así como por la comunidad
260 Memorias del poniente V

de San Isidro Labrador) ya se han podido ver cambios significan-


tes en la capilla.

4. SEMBRANDO EL AMOR DE DÍOS EN NUESTROS


CORAZONES. 92 años de Fe, Cultura y Tradición

“San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol”, frase típica que
año con año se expresa en el marco del tradicional Paseo de la
Agricultura.
La devoción y el colorido que revisten las celebraciones en ho-
nor a San Isidro Labrador están a punto de llegar a su evento más
importante. Para conocer su tradición y vivir esta fiesta ancestral
que dedicaban los campesinos al santo patrón. El 15 de mayo, el
Paseo de la Agricultura será el motivo para que cientos de perso-
nas se acerquen a la capilla erigida en su nombre.
El paseo por la hoy colonia Pueblo Nuevo Alto, representa un
año de preparativos de la Comisión Eclesiástica y de Festejos de San
Isidro Labrador en conjunto con vecinos; se organiza un recorrido
lleno de color por las principales calles de la colonia, por las que

Imagen 2. Altar principal de la Capilla de San Isidro Labrador.


Acervo de la Comisión Eclesiástica y de Festejos
de San Isidro Labrador.
Fe, cultura y tradición fiesta patronal de San Isidro Labrador 261

desfilan chínelos, comparsas de caporales y correspondencias de co-


munidades hermanas, que al ritmo de la música de banda de viento,
nos acompañan a festejar a nuestro querido San Isidro Labrador.
El Paseo de la Agricultura representa un acto de fe y de víncu-
lo del hombre con la tierra a la que cuida y labra con entusiasmo.
Es un regalo a San Isidro Labrador, a quien se le pide suficiente
lluvia para los cultivos que llenarán de vida cada comunidad.

5. ORGANIZACIÓN DE LA COMISIÓN DE FESTEJOS

En la proximidad de la fiesta patronal, la Comisión Eclesiástica y


de Festejos de San Isidro Labrador comienza con los preparativos de
lo que se hará en la festividad. La primera actividad a realizar es
visitar a los vecinos, familiares y amigos y pedir su cooperación
para poder llevar a cabo la fiesta.
Dentro de estas visitas que se realizan a los domicilios, se les
hace la invitación a los familiares y amigos para que nos ayuden
a brindar el buen servicio que se tiene que dar a los visitantes y
comunidades hermanas.
Se les pide un favor muy especial a las madres de los inte-
grantes de la Comisión de Festejos para que hagan el servicio de
cocineras, pues por su experiencia, son las indicadas para preparar
los alimentos, desde el cocido del pollo, el mole y el arroz. Además
de prepararlos, tendrán que servirlos, por eso desde un principio
se les solicita su ayuda para que se calcule la cantidad de comida
que se ha de hacer y alcance para todos los asistentes e invitados.
Las cocineras, en conjunto con familiares, amigos y la Comisión
Eclesiástica y de Festejos de San Isidro Labrador, somos quien re-
cibimos y contamos lo que se tenga que repartir en la mesa para
cada invitado.

5.1. Los preparativos de la fiesta patronal

La fiesta de san Isidro Labrador es un intercambio de tradiciones.


Al llegar la fiesta patronal, se invita a cada Comisión de Festejos,
262 Memorias del poniente V

Fiscalía o Grupos de Festejos de cada comunidad, así como a las


comparsas de caporales, bandas de música y autoridades.
Meses antes de la celebración, se mandan a imprimir invita-
ciones con la imagen del santo patrono en donde se señala la fe-
cha, hora y lugar de encuentro, donde se recibirán los estandartes
para llevar a cabo la santa misa y el tradicional recorrido con la
imagen de san Isidro. A esto se le llama “recibimiento de corres-
pondencias” y requiere de la presencia del estandarte o imagen pe-
regrina; las comunidades invitadas inclinan sus estandartes frente
a la imagen de san Isidro, a manera de saludo, y nosotros, como
Comisión de Festejos, agradecemos su presencia.
Los viajes a provincia, en particular al estado de Oaxaca, para
la contratación de las bandas que amenizarán la festividad, se rea-
lizan en fines de semana, cuando la mayoría de los compañeros de
la Comisión de Festejos tenemos días libres, dejando a un lado la
rutina universitaria, así como la laboral. En estos días de prepa-
ración, también se llevan a cabo las respectivas compras de todos
los insumos que se utilizaran el día de la fiesta, mientras que por
las noches, días antes de la fiesta, se escuchan las escaleras colo-
cándose en los postes para que la gente suba a colgar el tradicional
plástico picado y con ello llenar de color las calles aledañas a la
capilla, para indicar que la fiesta se aproxima.
Se realiza la entrega de invitaciones a diferentes partes de la
ciudad, visitando a comunidades como Santa Lucia Chantepec en
Álvaro Obregón, Acopilco y San Pedro Cuajimalpa en Cuajimalpa,
Santa Catarina Yecahuitzotl en Tláhuac y Santa Ana Culhuacán
en Coyoacán, quienes año con año nos acompañan a venerar a
nuestro santo patrono, ya que con sus estandartes y bailes alegran
y llenan de colorido el recorrido.

5.2 Los sagrados alimentos en la fiesta patronal

La invitación a compartir los sagrados alimentos con los compa-


dres de pueblos hermanos, visitantes y vecinos de la comunidad,
es un rasgo que distingue a la mayoría de las fiestas patronales.
Los mayordomos o comisiones de festejos coordinan el trabajo de
muchas personas, quienes preparan y sirven alimentos; tradicio-
Fe, cultura y tradición fiesta patronal de San Isidro Labrador 263

nes de nuestros antepasados que en la actualidad prevalecen y que


hacen que –por medio de los alimentos– se compartan historias y
vivencias de otras fiestas patronales.
Todo comienza la noche anterior a la fiesta de san Isidro en la
casa mayordomal, donde se puede ver a nuestras familias lavando
las ollas de barro para la preparación del tradicional mole y arroz,
el cual se prepara el día domingo muy temprano, así como la colo-
cación de los adornos y lonas alusivas a la fiesta.
El olor a mole empieza a invadir la casa mayordomal en don-
de se dará de comer a todos los pueblos, correspondencias y visi-
tantes. Se puede ver mucho ajetreo ya que se instalan las mesas y
sillas, para darle la bienvenida a nuestros invitados. Los primeros
en llegar son las bandas de música de viento, ya que a ellos se
les brinda un desayuno después de haber tocado las tradicionales
mañanitas en la Capilla de san Isidro. Al terminar su desayuno las
bandas de viento que nos acompañan del Estado de Oaxaca, como
agradecimiento a los alimentos proporcionados, tocan algunas
melodías, así es como comienza a sonar el tradicional son “Flor de
Piña”, lo cual nos llena de alegría y es un preámbulo de que ya esta
por comenzar el tradicional recorrido.
Con las bandas de viento interpretando “Dios nunca muere”
se les ve entrar a la casa mayordomal y detrás de ellos a todas las
comunidades que nos acompañaron a festejar a nuestro santo pa-
trono, es señal de que ha llegado la hora de compartir los sagrados
alimentos.

6. FE, CULTURA Y TRADICIÓN. SOMOS SAN ISIDRO

En el marco de la fiesta patronal, se lleva a cabo un programa de


actividades en honor al santo patrón, el cual concluye en domingo,
y que tiene su principal día de celebración el 15 de mayo con las
tradicionales mañanitas, amenizadas por el mariachi y tríos, así
como las celebraciones eucarísticas oficiadas por el párroco. La
festividad en honor a San Isidro Labrador se lleva a cabo en eta-
pas, las cuales están enfocadas a rendir culto al santo patrón. Ésta
se lleva a cabo el fin de semana posterior al 15 de mayo, uniendo la
parte religiosa con la fiesta social.
264 Memorias del poniente V

Un día antes de la festividad, al interior de la capilla se ve a los


maestros floristas realizando hermosos arreglos florales que serán
colocados en la capilla, así como la elaborando la portada princi-
pal que está hecha de rosas, girasoles y orquídeas.
Todo comienza el sábado con los tradicionales partidos de
fútbol en el campo Francisco Villa, donde juega el equipo de San
Isidro Labrador, en un cuadrangular, con otros equipos de la alcal-
día. Mientras en la capilla se lleva a cabo la exhibición de bailes
regionales y modernos a cargo de diferentes academias de baile,
donde se promueve la cultura y las artes entre los jóvenes de la
demarcación, y se concluye con un baile popular que es ameniza-
do por grupos musicales de la alcaldía y grupos de renombre que
llegan a poner la alegría en la festividad.
El día domingo, desde muy temprano, se inician las activida-
des con las mañanitas en honor a San Isidro Labrador, las cuales
son interpretadas por las bandas de viento que llegan hasta la capi-
lla para anunciarle a la comunidad que es día de fiesta. Mientras la
banda toca sones alegres para la comunidad, un grupo de vecinos
reparte tamales y atole a los asistentes, quienes observan la actua-
ción de las bandas que vienen del estado de Oaxaca.
Por la calle de Nogal se escuchan los tambores y las trompetas
de la banda de música que animan el tradicional brinco de chinelo
y se ve llegar a la imagen de San Isidro Labrador, imagen peregrina
que estuvo en el hogar de la familia Torres, quienes son sus padri-
nos y quienes la llevan a su capilla a escuchar misa. Afuera de la
capilla se puede ya observar que empiezan a llegar las comisiones
de festejos invitadas, fiscalías y grupos de fiesta. Estas visitas son
reciprocas y su presencia es muy apreciada como una manera en
la que otras comunidades participan en nuestros festejos.
Al término de la santa misa, se da inicio al tradicional reco-
rrido de San Isidro Labrador. De la alcaldía de Tláhuac llegan Los
Auténticos Caporales del pueblo de Santa Catarina Yecahuízotl y,
de la alcaldía de Coyoacán, La Comparsa Los Palomitos, del pueblo de
Santa Ana Culhuacán, que se ven desfilar a lo ancho de las calles y
avenidas de la colonia Pueblo Nuevo Alto. Acompañados de música
de banda de viento, estos personajes surcan los paseos de la comuni-
dad con el único interés de divertir a los espectadores y de mantener
una tradición que los hace sentirse orgullosos de su procedencia.
Fe, cultura y tradición fiesta patronal de San Isidro Labrador 265

También hace su aparición, llena de alegría, diversión y bro-


mas, la Comparsa de Lobos de San Francisco de Asís y el colorido
ritmo de la Comparsa de Chinelos Nueva Imagen.
La vida en la comunidad de san Isidro se une en comunión
con la fiesta para generar diversión y componer ese sentido de per-
tenencia y orgullo tan arraigado en los originarios de esta colonia,
mismos que sienten la profunda huella histórica que ha dejado la
festividad en 92 años.
Las diferentes bandas de viento, como la Banda Imperial de
Huajuapan, Banda Puro Oaxaca, Banda Tierra de Tierras, Banda
Reyna de México, Banda Innovadora de Puebla, Banda Costa Si-
naloense, Banda Cautivadora del Pacifico, Banda La Chicoteada,

Imagen 3. Baile de la Comparsa de Los Auténticos Caporales


de Santa Catarina Yecahuízotl, Tláhuac, acompañados de
la Banda Imperial de Huajupan de León del Estado de Oaxaca,
frente a la Capilla de San Isidro Labrador. Acervo de la
Comisión Eclesiástica y de Festejos de San Isidro Labrador.
266 Memorias del poniente V

Banda La Escandalosa y la Banda Traición, se posicionan como


elemento clave para desarrollar armónicamente el recorrido en
honor al patrón San Isidro Labrador.
Afuera de la capilla de San Isidro Labrador y mientras el re-
corrido con los pueblos y correspondencias continúa por las calles
de la colonia, se presentan bailes folklóricos de diferentes estados de
nuestro hermoso país. Bailes de salón inundan el escenario, po-

Imagen 4. Integrantes de la Comisión Eclesiástica y de Festejos


de San Isidro Labrador, promotores y difusores de la historia
del santo patrono. Acervo de la Comisión Eclesiástica
y de Festejos de San Isidro Labrador.
Fe, cultura y tradición fiesta patronal de San Isidro Labrador 267

niendo a bailar a todo el público que se encuentra ahí reunido. Por


la noche del día domingo se lleva a cabo el tradicional baile popu-
lar, donde se puede ver aún familias completas bailando al ritmo
de cumbia o banda, bailes populares que son amenizados por gru-
pos de renombre como lo son: La Sonora Dinamita, Orquesta La
Típica, Mike Rodríguez Jr. NK8 la Sonora, Nayeli Miel y Cumbia,
Nery Pedraza Guaraperos de la Cumbia, Grupo Que Nota o Los
Cadetes de Linares, por mencionar algunas.

7. LA FERIA EN MI FIESTA PATRONAL

La comunidad de San Isidro Labrador se caracteriza por ser alegre


y nos gusta la fiesta, pues implica comida, baile y sana diversión.
Noches antes del día de la fiesta patronal se escuchan llegar
los juegos mecánicos, las camionetas de los panaderos y puestos
de romería, alistando todo para que al día siguiente todo se en-
cuentre listo.
El olor a pan de feria inunda las calles de la colonia Pueblo
Nuevo Alto, los gritos y sonrisas de los niños en los juegos mecáni-
cos nos anuncian que la fiesta de San Isidro Labrador a comenzado.
Román Aguilar (vecino):

A cambio de un tiempo grato, que incluye entretenimiento, la comu-


nidad y visitantes participan en juegos mecánicos, juegos de azar y
de destreza, ganando juguetes u otros objetos; degustan de alimen-
tos, manjares y golosinas, entre otros.
Cuando era niño, amaba la feria, ya que me alegraba ver como
llegaban los camiones cargados de los juegos mecánicos que se ins-
talaban en las calles de los alrededores de la capilla, así como en
el terreno donde hoy se encuentra la clínica del IMSS. Me pasaba
horas y horas jugando en las canicas, en los dardos con globos, en
el tiro al blanco, subiéndome a la rueda de la fortuna, al carrusel y
demás juegos mecánicos.9

9
Román Aguilar Juárez, nativo de la colonia Pueblo Nuevo Alto. Ex integrante de la
Comisión de Festejos de San Isidro Labrador y gran difusor de la fiesta patronal.
268 Memorias del poniente V

Maribel Martínez (Atracciones y Diversiones Martínez):

Como en todo, hay días buenos y otros malos, pero la gente no deja
de venir a las ferias, aunque, como la mayoría de los negocios, las
ventas no son las mismas de años atrás, pero nosotros seguimos
manteniendo un negocio que nos da para vivir decorosamente. Gra-
cias a Dios y a san Isidro, de este medio de subsistencia han surgido
personas buenas y con un gran futuro, son nuestros familiares y
mientras la gente nos siga socorriendo con su visita, nosotros se-
guiremos llevando nuestra música, luz y alegría por todos lados,
porque, para que una tradición se termine, quienes la ejercemos ten-
dríamos que doblar las manos, y quienes nos dedicamos a la feria
no lo vamos hacer.10

CONCLUSIÓN

Así es la fiesta del señor san Isidro, una tradición de compartir


que no se pierde. Las bandas llegan del estado de Oaxaca, Puebla
y del Estado de México, tocan frente a la capilla en honor al santo
patrón, la comunidad y visitantes llevan sus flores y sus presentes,
además de estar listo el colorido y marmotas de calenda.
Comunidad y Correspondencias hermanas de las alcaldías la
Magdalena Contreras, Cuajimalpa, Álvaro Obregón, Tláhuac y Co-
yoacán, celebramos juntos la fiesta.
Una fiesta que comenzó en medio de milpas y que con el trans-
curso de los años tuvo que irse adecuando a la modernidad. Hoy
en día la capilla de San Isidro Labrador se encuentra en medio de
una zona completamente urbanizada, pero no impide que gente
de los pueblos aledaños, donde aún se cosecha, visiten a nuestro
patrono el día de su fiesta para pedirle su intercesión y que mande
las lluvias.
Festividad que es organizada por un grupo, en su mayoría
de jóvenes, que se niegan a que la fiesta de San Isidro Labrador
desaparezca y por ello, año tras año, lo dan todo para que nuestros

10
Maribel Martínez es la feriera de la mayoría de las fiestas patronales en la alcaldía
de La Magdalena Contreras.
Fe, cultura y tradición fiesta patronal de San Isidro Labrador 269

visitantes se sientan cómodos. Estos jóvenes tienen que dividir su


tiempo entre trabajo, estudios y familia, lo que hace aún más im-
portante su colaboración.
Bajo el lema de Fe, cultura y tradición, seguimos trabajando
para darle a conocer al mundo entero que en la colonia Pueblo
Nuevo Alto, alcaldía de La Magdalena Contreras, en la Ciudad de
México, se festeja al patrón de la agricultura. Con la fe, la devo-
ción, el colorido y las notas musicales de las bandas de viento,
seguiremos cantando con mucho orgullo ¡Somos san Isidro!

AGRADECIMIENTOS A:

Todos los integrantes de la Comisión Eclesiástica y de Festejos de


La Capilla de San Isidro Labrador, los cuales mencionamos a con-
tinuación:

Mtro. Manuel Cruz Santiago.


Lic. Irais García Ugarte.
Lic. Oscar Cruz Santiago.
Lic. Margarita Valdez Ramírez.
Lic. Jessica Nayeli Cruz Santiago.
Miyaray González Juárez
José Fredy Cruz Santiago.
Josune González Juárez
Mauricio García Rosas
Diego Aguilar Enríquez
Claudia Nieto Méndez
Iván Romero González

A las familias de cada uno de los integrantes de esta Comi-


sión de Festejos, gracias por respaldarnos, brindarnos su apoyo y
en especial por seguir fomentando la fe y la tradición a san Isidro
Labrador.

¡SOMOS SAN ISIDRO!


270 Memorias del poniente V

FUENTES

Libros

Autobiografía Melesio Melitón García García, Edit. Los Reyes, México,


2001.

Sitios web

Página oficial de la Alcaldía de La Magdalena Contreras (2019). Recu-


perado el 29 de Septiembre de 2019 de https://mcontreras.gob.mx/mi-
alcaldia/demografia-geografia
Real Muy Ilustre y Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales
de Madrid. Recuperado el 15 de Noviembre de 2019 de https://www.
congregacionsanisidro.org

Entrevistas

Don Eloy Mendoza (Q.E.P.D)


Silvia Iniesta
Román Aguilar Juárez
Maribel Martínez

Acervo fotográfico

Comisión Eclesiástica y de Festejos de la Capilla de San Isidro Labrador


Silvia Iniesta
Manuel Cruz Santiago
Oscar Cruz Santiago
SANTO NIÑO DE TLALOLINCO

Marcos Daniel Medina García1

RESUMEN

Este relato nos cuenta la historia del Santo Niño de Tlalolinco


y el fuerte vínculo que la imagen tiene con San Pedro Cuajimal-
pa, pueblo ubicado al poniente de la Ciudad de México. Gracias
a distintos documentos antiguos y, especialmente a la memoria
de algunos vecinos, el autor rastrea la procedencia de la imagen
y el desarrollo de su tradicional celebración anual. Esta historia
también nos permite conocer el significado del vocablo náhuatl de
Tlalolinco, y nos da algunos indicios de las formas de organización
y convivencia que existen en San Pedro Cuajimalpa.

***

La veneración a la imagen del Niño Jesús es una tradición fuer-


temente arraigada en la cultura de los católicos mexicanos. Ésta
llegó a la Nueva España con los primeros frailes y misioneros de
Castilla. Desde entonces y hasta hoy, en muchas partes del país
existen múltiples y peculiares expresiones de esta práctica, siem-
pre suntuosa y colorida. San Pedro Cuajimalpa, un pequeño pue-
blo ubicado en el corazón de la frígida alcaldía de Cuajimalpa, al
poniente de la Ciudad de México, es uno de esos lugares que tienen
su propia manifestación de esta tradición. Ahí se vive la fe y devo-
ción al Santo Niño de Tlalolinco.

1
Vecino originario de San Pedro Cuajimalpa.

271
272 Memorias del poniente V

Esta es una representación del Niño Dios que mide aproxima-


damente 60 centímetros (Imagen 1). La imagen está de pie y viste
un traje color azul, bordado con detalles en dorado, que cubren
la mayor parte de su cuerpo. Sólo es visible su rostro, la mano
derecha y una base de madera que le sirve como soporte. Su cabe-
za, posiblemente de cerámica, tiene pequeñas corrugaciones que
simulan una abundante cabellera café, coronada con tres poten-
cias doradas. El color de su piel es claro, mientras que sus cejas
fueron perfiladas con un café oscuro. Los párpados se remataron
con abundantes pestañas negras que contrastan con sus rojizas
mejillas Su nariz, labios y orejas fueron cuidadosamente detalla-
dos para darle un elegante toque de realismo. En general, su rostro
apacible, transmite una serenidad que se complementa con la se-
ñal de bendición que anuncia su mano derecha.
Aunque el recuerdo de los recuerdos no alcanza para conocer
si hubo algún hecho o milagro tan singular que fundara el cariño
hacia el Santo Niño, puntualmente se le celebra cada enero una so-
lemne misa en la parroquia de San Pedro Apóstol, su casa y lugar
de resguardo. Con la memoria de algunos vecinos como brújula,
y un par de documentos añejos como base, en estas páginas se ex-
ploran ciertas interrogantes que envuelven el pasado de la imagen
y el abolengo de su apellido: Tlalolinco, palabra náhuatl que hoy
remite a un lugar inubicable de Cuajimalpa, pero al que muchos
afirman fue un predio, barrio o paraje que se encontraba en algún
punto de la avenida Tamaulipas (que va desde la calle José María
Castorena, cruza avenida Juárez y termina en la esquina con calle
Ocampo).
Así como espero que con estas líneas el lector pueda conocer
más sobre el Santo Niño, sobre el pueblo y sobre la comunidad
local, invariablemente de que esta sea religiosa o civil, así también
espero que aquí pueda encontrar motivos suficientes para acercar-
se a la gente mayor, a su inteligencia, a su sabia reflexión; espero
que aquí pueda encontrar razones de sobra para cuidar de ellos,
para respetar sus años.
Antes de concluir este breve preámbulo, me gustaría exten-
der mis más sinceros agradecimientos a María de Lourdes “Lulú”
Ruiz Soto, Víctor Rocha Hernández, José “Chato” Segura Montiel,
Victorino Romero García y Daniel Cordero García. Estas hojas se
Santo niño de Tlalolinco 273

Imagen 1. Santo Niño de Tlalolinco. Fotografía proporcionada


por José Genaro Pérez Vélez, octubre de 2019.

llenaron con la tinta de sus palabras, espero que la pluma haga


justicia a la sensibilidad de sus historias. También deseo extender
mi gratitud al licenciado Jesús González Jaramillo, cuyo apoyo y
trabajo antropológico fue un polo para seguir adelante; a Ernes-
to García Romero y Raúl Hernández Lara, por sus oportunas in-
terpretaciones lingüísticas; a José Genaro Pérez Vélez, cuyo ojo y
perspicacia para atesorar fotos permitió ilustrar algunos de estos
renglones; y al doctor Mario Barbosa Cruz, por su constante aten-
ción y correctivo consejo.

LA VIDA DEL SANTO NIÑO

Heredera de las historias de su familia, doña Ildefonsa Sánchez


Martínez fue una mujer originaria de San Pedro Cuajimalpa, naci-
da después de la primera mitad del siglo xix. Ella le contaba a su
nieta, Jeremías Pérez Reséndiz, que el Santo Niño de Tlalolinco no
era una imagen oriunda del pueblo. Con el tiempo, doña Jeremías
274 Memorias del poniente V

le transmitió esos recuerdos a su nieto, Daniel Cordero García,


quien es el que nos cuenta ese pasado,2 el más remoto hasta el que
la tradición oral nos puede llevar, sobre el Santo Niño en Cuajimal-
pa. Aquí empieza este relato, en un momento sin fecha resuelta,
aquí es donde inicia la historia de la querida imagen de Tlalolinco.
Muchos años antes de que doña Ildefonsa naciera, una vieja
carreta de madera llegó a Cuajimalpa con una terna de imágenes
religiosas: el Niño Dios, Nuestro Padre Jesús y la Virgen de los Do-
lores.3 Sin advertir su origen, las tres representaciones que estaban
a la venta, fueron adquiridas al precio de tres cuartillos de oro4
por los bisabuelos, o quizás tatarabuelos, de doña Ildefonsa. Ellos
tenían su casa en Tlalolinco, un lugar ubicado en la actual avenida
Tamaulipas, así que llevaron las imágenes ahí, donde les dedicaron
un lugar especial.
Desafortunadamente, un brote de cólera vino a cobrar la vida
de esta familia poco tiempo después,5 con lo cual, las tres repre-
sentaciones quedaran solas, desamparadas. Viendo su estado, al-
gunos vecinos de Cuajimalpa se organizaron para trasladarlas a
la parroquia de San Pedro Apóstol. Ante esta empresa, los vecinos
de Tlalolinco impidieron que se llevaran al Niño Dios, ahora cono-
cido como Santo Niño, dado su amparo e intercesión en favor de
mujeres embarazadas, niños y enfermos. Así que ahí se quedó, en
su morada de Tlalolinco. Pero no pudo permanecer mucho tiempo
2
Entrevista realizada a Daniel Cordero García (29 años, originario de San Pedro
Cuajimalpa) el 13 de octubre de 2019. Esta se presenta como una versión extendida de
la historia registrada por Jesús González Jaramillo. De las mayordomías a los Grupos Pa-
rroquiales. La organización del sistema festivo en San Pedro Cuajimalpa. Trabajo terminal
de licenciatura, uam Unidad Iztapalapa, México, 2012, pp. 83-84.
3
Estas dos últimas imágenes tienen una altura aproximada de 1.80 m. Hoy se en-
cuentran en la parroquia de San Pedro Apóstol, una en cada lado de la nave transversal
que precede al altar mayor.
4
El cuartillo es una unidad de medida medieval originaria de España, usada prin-
cipalmente para el comercio de granos (maíz, frijol, cacahuate, etcétera.). La medida se
hace de madera maciza, en forma de caja/cajón, cuya equivalencia dentro del sistema
métrico decimal va del kilo al kilo y medio. Daniel Cordero menciona que los cuartillos
del relato se llenaron con pequeños triángulos de oro, posiblemente llamados pichihui-
las (se desconoce más información sobre esta supuesta moneda). En el trabajo de Gon-
zález Jaramillo, el precio de compra que especificó Daniel Cordero fue de dos cuartillos
de oro. González Jaramillo, p. 83.
5
A falta de una fecha que sirva de referencia, puede pensarse en la pandemia de
cólera que afectó a México entre 1832 y 1851. Laura Margarita González, María de la C.
Casanova Moreno y Joaquín Pérez Labrador. “Cólera: historia y actualidad”. Revista de
Ciencias Médicas de Pinar del Río, 15 (4), 2011.
Santo niño de Tlalolinco 275

a la vista del pueblo. Poco después, por motivos inciertos, la ima-


gen se ocultó y su paradero quedó olvidado. Fue solo hasta el siglo
xx, en algún año inexacto de las primeras décadas, que la santa
imagen fue redescubierta.
Gracias al acercamiento que ha tenido con la gente mayor
del pueblo, y gracias a los testimonios de sus padres, doña María
de Lourdes Lulú Ruiz Soto nos cuenta que,6 probablemente, fue
la llegada de los zapatistas a Cuajimalpa7 lo que motivó a los an-
tiguos custodios del Santo Niño a ocultar la imagen. Quizás lo hi-
cieron por temor a que la robaran o destruyeran. Invariablemente
de las distintas versiones que se especulan sobre los motivos del
encubrimiento,8 doña Lulú parte de este hecho para contar otros
momentos importantes en la historia del Santo Niño. Ella es su
actual encargada9 y, los sucesos que nos comparte, son sucesos que
se mantienen muy presentes en la memoria colectiva del pueblo.
Fue un 17 de enero, de un año desconocido, el día en que los
ojos de la comunidad pudieron posarse nuevamente en la virtud
del Santo Niño. Don Crescenciano Gutiérrez10 fue la persona que
lo encontró en el predio de Tlalolinco, escondido en el tapanco
de una casa.11 Seguramente fue él quien bautizó la imagen con el
nombre de este lugar. Desde aquel enero, pasó un tiempo hasta que
decidió encomendar la imagen a alguien más: quizás por parentes-
co, o quizás por amistad, don Crescenciano cedió el cuidado del
Niño Jesús a don Felipe Segura y su esposa, doña Manuela.
Con la responsabilidad de la delicada imagen, la pareja de los
Segura inició la tradición de celebrarle una solemne misa anual en
6
Entrevista realizada a María de Lourdes Lulú Ruiz Soto (46 años, originaria de San
Pedro Cuajimalpa) el 14 de agosto de 2019.
7
A falta de una fecha que sirva de referencia, puede pensarse en los distintos comba-
tes que tuvieron zapatistas y carrancistas en Cuajimalpa entre 1915 y 1916. Alberto Val-
dés Inchausti. Cuajimalpa. México: Departamento del Distrito Federal, 1983, pp. 168-170.
8
Doña Lulú cuenta que la imagen también pudo haber sido escondida por los mis-
mos zapatistas, quienes la habrían robado de alguna capilla cercana y, tras su paso por
Cuajimalpa, la dejaron ahí, oculta. Sumado a esto, ella no descarta la posibilidad de que
el Santo Niño haya sido escondido como producto del conflicto Cristero.
9
Como encargada, debe cuidar, vestir y organizar la fiesta litúrgica anual del Santo
Niño de Tlalolinco.
10
Dependiendo del relato, puede escucharse el nombre de Crescencio en lugar de
Crescenciano.
11
El tapanco es un entarimado que se monta por debajo del techo, especialmente de
las casas con alturas pronunciadas, para tener un espacio más donde almacenar cosas o
para dormir.
276 Memorias del poniente V

la parroquia de San Pedro Apóstol, la parroquia del pueblo. Esta


fiesta litúrgica se realizaba el mismo día en el que el Santo Niño
se redescubrió, tanto para conmemorar el acontecimiento, como
para agradecer en comunidad los milagros y bendiciones que la
imagen brindaba a la gente del pueblo.
Rodolfo Ruiz Santillán fue un cuajimalpense campesino de
profesión, nacido en 1923, que convirtió un momento de crisis per-
sonal, en un momento de fe. Antes de los años cincuenta, el paisaje
de San Pedro, y los alrededores de Cuajimalpa, se veía decorado
con extensas milpas enverdecidas por las pencas de maguey (Ima-
gen 2). Es en este horizonte donde Rodolfo solía cultivar: algunas
veces en lo que hoy conocemos como calle Puebla, y otras más en
el paraje Almeya, hoy Ahuatenco. Él también acostumbraba pas-
torear su ganado en los llanos de Memetla, cruzando la carretera
México-Toluca. Pero en plena juventud, una grave neumonía mer-
mó su salud. Su vida pendía de una cirugía que auguraba resulta-
dos poco alentadores. Temeroso del futuro, Rodolfo se encomendó
fervorosamente al Santo Niño de Tlalolinco, rezó por su interce-
sión divina. Y sus oraciones fueron escuchadas. Rodolfo salió de
la operación, recuperó su salud y, de ahí en más, germinó en él un
profundo amor hacia esta imagen del Niño Dios.
Esta fidelidad que profesaba Rodolfo, no quedo exenta de tes-
tigos. El matrimonio de los Segura, que hasta 1940 no había teni-
do ningún hijo, encontró en Rodolfo a la persona indicada para
encomendarle la custodia y cuidado del Santo Niño. Así, en una
de las tantas tardes que corrieron en esa década, el matrimonio
se presentó en la casa del joven campesino. Rodolfo, honrado por
semejante propuesta, aceptó humildemente la responsabilidad. La
pareja le hizo especial hincapié en que continuara con la tradición
de la misa anual, la cual era como celebrar, más que su descubri-
miento, su cumpleaños.
Para el decenio de 1950, Rodolfo llevó al Santo Niño a resguar-
do de la parroquia del pueblo. Ahí se le instaló en el altar mayor,
en el nicho de San Pedro Apóstol. Pero no por esta acción, él dejó
de atenderle. Por el contrario, con el apoyo de algunos cuajimal-
penses, Rodolfo se encargó de organizar festividades y procesiones
que acompañaran las celebraciones litúrgicas del Niño de Tlalolin-
co. Estas muestras de devoción se realizaban puntualmente cada
Santo niño de Tlalolinco 277

Imagen 2. Panorámica de San Pedro Cuajimalpa.


Fotografía proporcionada por José Genaro Pérez Vélez, s.f.

enero, pero, a causa de algunos malentendidos con miembros de la


comunidad, las festividades se suspendieron años después.
Con la edad, don Rodolfo formó una pequeña familia que cre-
ció a su lado. En la Pascua de 1986, le dictó a su hija menor, Lulú,
una niña entonces de trece años, las obligaciones que él tenía con
la iglesia. Quería que ella se hiciera cargo de estos deberes el si-
guiente año, especialmente que se encargara del cuidado del Santo
Niño. Quizás esto solo fue una coincidencia, o quizás don Rodol-
fo ya presentía su futura ausencia, porque, para 1987, sus ojos se
cerraron a la luz de los días. Este hecho marcó profundamente a
Lulú, quien, desde entonces, y atendiendo la voluntad de su padre,
comenzó a velar particularmente por el cuidado y bienestar del
Niño Dios de Tlalolinco.
Doña Lulú se ha esforzado por aumentar la cercanía entre la
imagen y la gente, tanto dentro de la iglesia, como fuera de ella.
Así, por más de 30 años, el Santo Niño había permanecido junto
a la representación de San Pedro Apóstol: desde que don Rodolfo
le resguardo en la parroquia, hasta 2002. Fue En este año cuando
doña Lulú, motivada por el entonces sacerdote, don Pedro Pantoja
278 Memorias del poniente V

Mendoza, mando construir un pequeño nicho para que el Santo


Niño pudiera reubicarse cerca de la entrada de la parroquia, en la
lateral izquierda de la nave mayor. Es en este nicho, ornamentado
con una portada tallada con escenas bíblicas, donde hoy podemos
encontrar a la admirada representación del Niño Jesús.
Sumado a lo anterior, doña Lulú también se ha empeñado por
revivificar los festejos y procesiones que hace tiempo habían acom-
pañado las misas de la imagen. A partir de 2006, se comenzó a or-
ganizar un novenario donde, una semana antes del domingo más
cercano al 17 de enero, el Niño de Tlalolinco visitaba nueve casas
de los vecinos que lo invitaban a pasar la noche. Ahí se congregaba
la gente para compartir el pan y la oración. Pero tras varios eneros,
la duración del novenario fue insuficiente para atender todas las
invitaciones, así que éste se prolongó: de nueve días se pasó a doce,
y de doce a diecisiete, siendo para este año, diecinueve los días en
que la imagen fue recibida por diecinueve familias de San Pedro
Cuajimalpa y sus pueblos vecinos, como San Lorenzo Acopilco o
La Pila.12
En este peregrinaje anual, la última visita del Santo Niño
siempre se hace a la casa de su encargada, doña Lulú, quien, junto
a su familia, vecinos y amigos, lo aloja todo el sábado bajo su te-
cho. Al siguiente día, la imagen parte rumbo a la parroquia de San
Pedro Apóstol, acompañada de una colorida procesión que enca-
bezan los niños del catecismo. Con el ambiente musicalizado por
el son del mariachi, el Santo Niño de Tlalolinco llega al atrio de la
parroquia a las diez de la mañana. Ahí se le celebrará su solemne
misa anual, ahí se refrendará la fe de la comunidad.

RECUERDOS DEL NIÑO, RECUERDOS DE TLALOLINCO

Lo contado hasta ahora por Daniel y doña Lulú, es, apenas, una
pequeña narración que se va ampliando conforme resuenan las
muchas voces que guardan un recuerdo personal del Santo Niño
de Tlalolinco. A continuación acudimos a algunas de esas voces
12
Las visitas se ordenan conforme las familias así lo van solicitando. Para el día de la
entrevista con doña Lulú (14 de agosto), ya se tenía completa la lista de visitas del 2020,
2021 y se estaba iniciando la del 2022.
Santo niño de Tlalolinco 279

para tratar de dibujar el rostro y la geografía de ciertos personajes


y lugares que viven en los ayeres de la imagen. Así pues, hagamos
de las festividades que acompañan la celebración litúrgica del San-
to Niño, el hilo conductor de este diálogo.
Como leíamos antes, año con año se han ido sumando las
invitaciones que recibe el Niño de Tlalolinco para visitar a las fa-
milias del pueblo. En esta lista siempre creciente, don Victorino
Romero García es uno de sus invariables anfitriones. Su fe hacia
la imagen es añeja, ésta le fue inculcada por su madre, doña En-
gracia García, una mujer originaria de San Pedro Cuajimalpa. Don
Victorino nos cuenta:

Cuando mi hermano [Juan García Romero, Q.E.P.D.] y yo fuimos


niños, nos enfermamos de fiebre tifoidea en la misma fecha [apro-
ximadamente en 1952], teniendo yo 8 años y mi hermano 6, por tal
motivo mis papás estaban muy preocupados; en aquel tiempo solo
había un médico titulado aquí en Cuajimalpa, y venía de lunes a
viernes muy pocas horas durante esos días […] Nos pusimos muy
enfermos, pero yo estuve al borde de la muerte, por tal razón mi
mamá se encomendó mucho al Niño de Tlalolinco pidiéndole por
nuestra salud. Gracias a Dios y al médico que nos atendió, sanamos
de esa enfermedad tan peligrosa.13

Aquella intercesión en favor de sus pequeños, hizo que doña


Engracia guardara un profundo cariño hacia la imagen de Tlalo-
linco. Por eso, cada fin de semana ella le honraba en la parroquia
con un manojo de flores, y, cuando don Rodolfo comenzó con las
festividades que acompañaban su misa anual, doña Engracia fue
uno de sus apoyos económicos. Por todo esto, para don Victorino y
su familia es más que un gusto poder cobijar anualmente al Santo
Niño bajo su techo.
Pero así como podemos ver que anualmente se suman más
invitaciones, también podemos ver que anualmente se suma más
gente a las visitas y procesiones de la imagen. Don José “Chato” Se-
gura Montiel, uno de los fundadores del mercado de Cuajimalpa,

13
Fragmento transcrito de un texto proporcionado por Victorino Romero García (75
años, originaria de San Pedro Cuajimalpa) el 23 de agosto de 2019.
280 Memorias del poniente V

nos cuenta cómo fue que su reciente encuentro con el Santo Niño,
sirvió para que sus memorias familiares tomaran un nuevo color:

[El día de la visita] hubo [una pancarta con los nombres] de las per-
sonas que habían colaborado con el Niño de Tlalolinco, y entre ellos
estaba mi abuelo: Felipe Segura […] Por ella [por doña Lulú], me di
cuenta que mi abuelo anduvo con el Niño de Tlalolinco. [Antes de
eso] me decían que el Niño de Tlalolinco, pero yo no daba cuál era,
sino hasta que lo trajeron aquí [a la casa de doña Lulú].14

Valdría recordar que, en la historia del Santo Niño, se nos


cuenta que el matrimonio de don Felipe y doña Manuela no había
tenido hijos. De hecho, se habla de que esta fue la razón por la que
ellos habían encomendado el cuidado de la imagen a un joven Ro-
dolfo Ruiz. Don Chato nos explica mejor la situación:

Mi abuela era María del Carmen, era una señora de Santa Fe, ella era
mi abuela, nada más que esta señora [Manuela], en la Revolución, en
1910, llegó a Cuajimalpa y de Cuajimalpa se conquistó [a mi abuelo]
y dejo a mi abuela. Así fue el matrimonio segundo de mi abuelo, y de
ahí no procrearon ellos, [Manuela] ya era una señora grande.15

Con esta aclaración hecha, don Chato nos dice que descono-
cía de la labor de su abuelo, porque nunca fue cercano a él. Fuertes
fricciones que en su momento tuvo doña Manuela con Miguel Se-
gura, padre de don Chato, causaron la irreparable ruptura familiar.
A pesar de esto, don Chato no pudo más que sentirse conmovido
al conocer la relación que guardaba su abuelo con el Santo Niño
de Tlalolinco. Desde entonces, confiesa con gran sentimiento, él
asiste a la visita anual que la imagen hace a casa de doña Lulú.
Precisamente Víctor Rocha Hernández ha sido testigo del
creciente número de vecinos que se han ido sumando a las celebra-
ciones del Santo Niño, ya sea como anfitriones o como asistentes.
Víctor fue, por más de 25 años, sacristán, ceremoniero de litur-
gia y encargado de la oficina parroquial de San Pedro Apóstol. En
14
Entrevista realizada a José “Chato” Segura Montiel (87 años, originario de San
Pedro Cuajimalpa) el 2 de septiembre de 2019.
15
Entrevista realizada a José “Chato” Segura Montiel.
Santo niño de Tlalolinco 281

agosto de 2019 fue reasignado a otra iglesia de la ciudad, pero se


llevó consigo el testimonio del cariño que el pueblo guarda hacia
la imagen:

Antes [del 2006] hacíamos la celebración [del Santo Niño] en el tem-


plo, se ponía [la imagen] ahí, a un lado del altar […] Después, ya
cuando [la imagen] sale a su novenario, hacemos una procesión.
Entonces […] entraba la procesión al templo, con sus regalos, sus
globos, sus flores, los niños con papeles de colores, se invitaba a los
niños del catecismo y pues el templo estaba a reventar […] Personas
de setenta, ochenta, hasta noventa años están ahí, porque desde ni-
ños han tenido esa fe al Niño de Tlalolinco. Después, al ver que ya
era rebasada la capacidad del templo, se organizaron las misas so-
lemnes en el atrio, igual, de la misma manera: entronizando la ima-
gen [del Santo Niño] en el presbiterio […] Cada año va más gente y
más gente y más gente. La comunidad de Cuajimalpa se desborda
[…] totalmente de alegría […] Mucha gente se ha enganchado a la
parroquia [a partir de la celebración del Niño de Tlalolinco] porque
va descubriendo que hay otras festividades, otras actividades, que
hay otros procesos [Ellos dicen]: “por ahí fue mi puerta [por] don-
de yo pude conocer mi parroquia, mi comunidad, mi religión, mi
iglesia”.16

Pero no fue sólo a través de las celebraciones litúrgicas como


Víctor se hizo partícipe de la fe hacia la imagen de Tlalolinco. Su
vocación le permitió vivir los misterios del Santo Niño de primera
mano. Como sacristán de San Pedro, él atendía los menesteres del
templo, cuidaba de su patrimonio y se encargaba del cierre y la
apertura diaria de la iglesia. En varias ocasiones, cuando Víctor
ya había cerrado el portón de la parroquia, cuando ya no había
nadie más dentro de ella, le tocó escuchar el tintinar de la pequeña
campana que acompañaba al Santo Niño. En otras tantas, llegó a
encontrarse con los juguetes que la gente le regalaba a la imagen,
en lugares lejos de su nicho. Víctor afirma que comparte estas ex-
periencias, no como anécdotas mágicas o supersticiosas, sino más

16
Entrevista realizada a Víctor Rocha Hernández (30 años, originario de San Pedro
Cuajimalpa) el 15 de agosto de 2019.
282 Memorias del poniente V

bien como un testimonio personal que, espera, sirva para acrecen-


tar la fe hacia Dios:

De niño, oía que los sacristanes decían: “hay que ponerle un dulce
al [Santo] Niño [para que] en la noche, cuando salga, este contento
… un juguetito para que juegue” y la gente le viene a dejar juguetes,
dulces […] como si fuera un niño vivo, no nada más una imagen
[…] con la fe [la imagen] trasciende. Pero yo no lo creía, hasta el día
que me sucedió a mí, hasta ese día yo pude entender que hay cues-
tiones que pasan el entendimiento y sobrepasan lo que uno puede
pensar que son cuestiones de los abuelos. Ya hasta que uno lo ve,
entonces dice: “aquí hay algo que solo la fe lo explica” […] En ese
momento lo tomé como un regalo y lo sigo tomando como un rega-
lo, una oportunidad para no dudar, [una oportunidad de] ser más
sencillo de lo que a lo mejor uno a veces se resiste […] A raíz de ahí
[…] pasaron muchas cosas buenas en mi vida, en mi relación con la
parroquia, en el ámbito laboral […] fue una bendición totalmente,
y sigue siendo una bendición, y yo estoy muy agradecido […] Dije:
“[el Santo Niño] me dio un regalo, me dio la oportunidad de poderlo
experimentar sin que nadie me lo contara ya”.17

Sumado a este sensible testimonio de fe, Víctor también tuvo


oportunidad de conocer en profundidad el archivo parroquial.
Gracias a ello es cómo sabe que, con los registros (agendas, fo-
tografías, etcétera), se puede rastrear la celebración litúrgica del
Santo Niño de Tlalolinco, hasta veinticinco años en el pasado. De
igual forma nos asegura que el archivo parroquial no alcanza para
puntualizar la fecha en la que la imagen ingresó a la iglesia:

Nos hemos dado cuenta que en el archivo de la parroquia hay como


“saltos” o como “vacíos en el tiempo” […] en los que se pierde infor-
mación, porque [en] la parroquia, de 1946 para atrás […] no había
una formalidad en los documentos, en el archivo. Pero a partir de
que se conforma [San Pedro como] parroquia, empieza a haber una
formalidad, un orden más específico en el archivo […] Cada parro-
quia tiene un libro de providencias donde [se] va asentando todo lo

17
Entrevista realizada a Víctor Rocha Hernández.
Santo niño de Tlalolinco 283

sucedido en la parroquia. De ese tiempo, de los años treinta, cua-


renta [del siglo xx], no tenemos libros de providencias. En Chimalpa
[en la parroquia de San Pablo Apóstol] sí, porque como tenían una
fiscalía18 más «cerrada», si tienen providencias, pero nosotros aquí
no tenemos ninguna providencia que nos hable del Niño […] [San
Pedro Apóstol] fue erigida [como] parroquia hasta los años cuarenta
[del siglo xx], pero en una condición rural, semi rural […] El pá-
rroco de Cuajimalpa estaba en [la parroquia de] Santo Domingo de
Guzmán [en Mixcoac] […] entonces, algunos archivos se pudieron
haber perdido o están en Santo Domingo de Guzmán.19

Pese a las suposiciones del antiguo sacristán de San Pedro, la


oficina parroquial de Santo Domingo asegura que no conserva nin-
gún registro concerniente a Cuajimalpa.20 Así, aunque no se puede
conocer documentalmente la fecha precisa en la que don Rodolfo
llevó a resguardo de la parroquia al Santo Niño, Víctor nos asegura
que el archivo si nos permite conocer un poco más sobre el lugar
donde don Crescenciano encontró la imagen. Según sus palabras,
Tlalolinco fue un paraje de San Pedro Cuajimalpa:

Tlalolinco aparece […] en el archivo parroquial. En una revisión


que hubo [en un registro documental], dice: “una persona nacida
en Tlalolinco”. No decía “nacida en Cuajimalpa”, sino en las casitas
que pertenecían a ese lugar: “Tlalolinco” […] También tenemos una
lista de las aportaciones que, en ese tiempo, me imagino que es a
finales del siglo xvi, [Cuajimalpa] le hacía al gobierno de Coyoacán
[…] donde dice: “del pueblo de San Pedro Cuauhximalpan” y apare-
ce el nombre de los parajes: “paraje denominado tal” y [entre ellos]
aparece el nombre de “Tlalolinco”. Entonces uno entiende que es el
paraje, un paraje donde a lo mejor había tres o cuatro familias, pero
ya conformaban un espacio y era parte del pueblo de Cuajimalpa.21

18
La fiscalía es un cargo que se asume por miembros de la comunidad para velar por
el cuidado del templo. Aunque actualmente en la parroquia de San Pedro Apóstol ya no
hay fiscales, es un cargo que bien pudo haber existido hasta la década de 1950. González
Jaramillo, pp. 35, 43.
19
Entrevista realizada a Víctor Rocha Hernández.
20
Claudia Montesinos, encargada de la oficina parroquial de Santo Domingo de
Guzmán, proporcionó esta información en una llamada telefónica sostenida el 6 de sep-
tiembre de 2019.
21
Entrevista realizada a Víctor Rocha Hernández.
284 Memorias del poniente V

Esta “lista de aportaciones” que menciona Víctor, resulta par-


ticularmente interesante. No sólo estaríamos ante un archivo que
comprobaría documentalmente la existencia de Tlalolinco, sino
que también nos estaría hablando de que este fue un lugar con una
antigüedad que hunde sus raíces hasta la época colonial (1521-
1821). Desafortunadamente, fuera de la voz de Víctor, no ha sido
posible consultar la materialidad de este documento.
Pero detengámonos a pensar un momento en el significado
gramatical que tiene el nombre del lugar. Tlalolinco es una palabra
náhuatl que se compone de tres partes: tlalli, que significa tierra;
ollin, que significa movimiento; y el sufijo locativo co, que puede
referir a “lugar”, “en el lugar”, “en” o “sobre”. Así, para Ernesto
García Romero,22 la traducción de Tlalolinco sería “en el movi-
miento de la tierra”, mientras que, para Raúl Hernández Lara,23
la traducción sería “en el lugar donde se mueve la tierra”. Según
el diccionario de Fray Alonso de Molina, tlalolini puede traducir-
se como “temblar la tierra”.24 De tal forma, cualquiera de estas
interpretaciones lingüísticas nos hace pensar que Tlalolinco fue
un lugar donde la naturaleza causaba estragos sugestivos en sus
habitantes: posiblemente era un pasaje pantanoso, un sitio donde
se producían deslaves de tierra o, quizás, una zona de temblores
recurrentes.
Aunque estas traducciones nos ayudan a imaginar posibles
referencias del lugar, no bastan para encontrar registro de Tlalo-
linco en otros documentos coloniales, no como lo hace la “lista
de aportaciones” de la que nos contó Víctor. Por ejemplo, gracias
a la última transcripción paleográfica que se hizo del Códice de
Cuajimalpa,25 puede afirmarse que, este no guarda ninguna men-

22
Nahuatlato practicante de una variante que él identifica como nativa de Cuajimal-
pa, actualmente es el responsable del Centro Cultural Nacional Pedro Infante. Traduc-
ción proporcionada el 10 de septiembre de 2019.
23
Nahuatlato practicante de la variante de la huasteca hidalguense, actualmente es
profesor de esta lengua en la uam-c. Traducción proporcionada el 11 de septiembre de
2019.
24
Alonso de Molina. Vocabulario en lengua castellana y mexicana. Puebla: Talleres de
Imprenta, Encuadernación y Rayado “El Escritorio”, 1910, p. 355.
25
Raymundo César Martínez García. Estudio comparativo de un subgrupo de los
códices coloniales Techialoyan. Tesis de doctorad, unam, México, 2016, pp. 73-88. De
manera escueta puede decirse que el Códice de Cuajimalpa es un documento colonial,
posiblemente de la segunda mitad del siglo xvii o la primera del siglo xviii, que contiene
Santo niño de Tlalolinco 285

ción explícita del lugar. Considerando también la composición gra-


matical de Tlalolinco, puede decirse que el Códice tampoco nos
revela indicios del lugar por alguna descripción física.
Pese a las dificultades que plantea la documentación colonial
para conocer más sobre el lugar que da tan singular apellido a la
imagen, la documentación del siglo xx se vuelve más amigable.
Y es que encontramos que, en 1937, se tramitó, ante el Juzgado
de Paz de Cuajimalpa, una solicitud para certificar un contrato
de compra-venta precisamente por Tlalolinco. El pequeño docu-
mento nos ofrece una valiosa cantidad de información, por ello, a
continuación se reproduce íntegramente la primera foja:

Cuajimalpa, D.F. a los dieciséis días del mes de diciembre de mil no-
vecientos treinta y siete, presentes en esta oficina la señora Cenovia
Segura y Anastacio Báeza, la primera de 45 años de edad dedicada a
las labores de su hogar y con domicilio en la Av. Tamaulipas Núm. 4;
el segundo de 38 años de edad, campesino, y con domicilio en la 4/a
calle de Juárez, casas S/n, ambos originarios de esta Delegación y de
Nacionalidad mexicana; Manifestaron, que con fecha 30 del mes de
noviembre del presente año celebraron contrato de compra-venta
del terreno denominado “TLALOLINCO” ubicado en los límites de
esta Delegación y en la cantidad de $35.00.Cs. (TREINTA Y CINCO
PESOS) el cual tiene sus límites y colindancias siguientes: al norte
mide 30 mts 60 ctms más 15 mts 20 ctms más 5 mts 40 cmts y linda
con Trinidad Zumaya, al sur mide 39 mts y linda con Nicolás Orte-
ga, al oriente mide 19 mts y linda con la Av. Tamaulipas y al poniente
mide 19 mts y linda con barranca, teniendo una superficie aproxi-
mada de 866 mts ratificación que se hizo por ambas partes y ante los
testigos; que en este acto presentan por duplicado el contrato de que
se hace mención y en el cual piden al C, Juez que se certifique. 1.-
Que el pago de la cantidad de $35.00.Cs. valor de la operación que se
certifica, se hizo con anterioridad, 11.- Que entre los contratantes no
existe liga de parentesco según lo manifestaron, 111.- Que el núm.
de la boleta V-4013 es la que ampara el relacionado predio, y que en
su oportunidad y debidamente diligenciados los contratos de que se

pinturas y escritos en náhuatl en los que se leen supuestos hechos históricos del pueblo,
al igual que un censo de las tierras y linderos que lo conforman.
286 Memorias del poniente V

hace referencia les sean devueltos a los interesados. Este dijeron y


firmaron para constancia de recibo. - Doy fe. 26

El escrito concluye con el sello institucional del Juzgado de


Cuajimalpa, la firma de Cenovia Segura, la firma del juez Manuel
Gómez, la huella digital de Anastacio Báeza y la firma de Sixto
Reséndiz, quien firma por Anastacio Báeza. Gracias a la segunda
foja del expediente, podemos saber que esta solicitud, y todos sus
alcances, quedaron atendidos dos días después, el 18 de diciembre
de 1937, a través del Boletín Judicial.
Así pues, las negociaciones sostenidas entre doña Cenovia y
don Anastacio, nos permiten asegurar que Tlalolinco fue, efecti-
vamente, un terreno de Cuajimalpa ubicado en la avenida Tamau-
lipas. Aunque las referencias no nos alcanzan para situarlo en un
mapa actual,27 sí nos ayudan a darle un posible sentido al significa-
do en náhuatl de su nombre, en la solicitud se dice que Tlalolinco
colindaba con una barranca, considerando que Cuajimalpa es una
zona de alta humedad, quizás este terreno sí fue un lugar de desla-
ves constantes, un ”lugar donde se mueve la tierra”, especialmente
en las implacables temporadas de lluvia.
Aun cuando este par de fojas no nos permiten respaldar la
antigüedad de Tlalolinco hasta la época colonial, como según lo
cuenta la “lista de aportaciones” que guarda la parroquia de San
Pedro, sí nos permiten saber que Tlalolinco existía indudablemente
en la primera mitad del siglo xx. De este modo, podemos arriesgar-
nos a extender su veracidad unos años más, podemos aventurarnos
a especular que este fue ciertamente el mismo terreno donde tu-
vieron lugar las memorias de doña Ildefonsa, donde vivieron sus
antepasados, donde estaba aquel tapanco de madera que atesora-
ba al Santo Niño, aquel mítico lugar donde don Crescenciano se
encontró con la venerada imagen.

26
Certificación de contrato de compra-venta actualmente en el acervo del Archivo
General de la Nación: Fondo Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, sección
Siglo XX, serie Archivo Histórico, expediente 502607, caja 3011 (2 fojas).
27
Trinidad Zumaya y Nicolás Ortega son nombres que seguramente remiten a los pro-
pietarios de predios colindantes, estos no son datos suficientes para determinar el espacio
que ocupaba el terreno en los casi 600 metros que conforman la avenida Tamaulipas.
Como nota sugerente, al inicio de esta avenida, del lado de la calle Castorena, actualmente
se encuentra registrado un servicio de remolque vehicular llamado “Grúas Zumaya”.
Santo niño de Tlalolinco 287

MISTERIOS Y CERTEZAS, UN CAMINO


POR SEGUIR ANDANDO

Es curioso ver cómo las interrogantes que envuelven el pasado


de una devoción, nos remiten a lugares que parecen olvidados.
Y cómo, al acercarnos al misterio de estos lugares que parecen
olvidados, se refuerza la sinceridad de las voces que nos hablan
del pasado. En este recorrido por sucesos y documentos, pudimos
acércanos a los ecos de un rústico pueblo donde se venera la ima-
gen de un Niño Dios encontrada en un lugar llamado Tlalolinco.
Los recuerdos personales y familiares de Daniel Cordero y
doña Lulú Ruíz, nos llevaron al momento en el que esta veneración,
esta fe y devoción, germinó entre la gente de San Pedro Cuajimal-
pa. Pudimos conocer un poco más sobre los antiguos custodios del
Santo Niño de Tlalolinco, sobre sus miedos y sentimientos, sobre
las festividades que le organizaban a la imagen y la evolución que
estas han tenido a lo largo de los años.
Precisamente, usando estas celebraciones como hilo conduc-
tor, escuchamos algunos testimonios del amparo que emana de la
materialidad de la imagen. Don Victorino Romero nos compartió
los motivos por los que su madre, doña Engracia García, le inculcó
la fe al Santo Niño. Por su parte, don Chato Segura nos habló un
poco más sobre su abuelo, don Felipe Segura, quien fue el segundo
encargado de la imagen. Por último, Víctor Rocha, el antiguo sa-
cristán de la parroquia de San Pedro, nos compartió su testimonio
sobre la festividad litúrgica del Niño, y nos acercó por palabra al
archivo parroquial, especialmente a unos documentos concernien-
tes al lugar que fue morada y refugio de la imagen.
Tlalolinco es un lugar del que sólo perdura su título de abo-
lengo, un lugar que perdió la batalla contra la numeración urbana
y, con ello, perdió su geografía. Ya no hay voz que afirme cabal-
mente el espacio que ocupaba. Imposibilitados para consultar el
archivo parroquial, tratamos de acercarnos a este sitio por otros
medios. Acudimos a diferentes interpretaciones de la palabra que
lo nombra, para buscar indicios de él en el Códice de Cuajimalpa. Y
esto no tuvo éxito. Al final, fue una solicitud del siglo xx que pedía
certificar la venta de Tlalolinco, la que nos proporcionó una abun-
dante cantidad de información sobre este espacio.
288 Memorias del poniente V

Mientras más nos alejamos en el tiempo, más difícil se vuelve


precisar las fechas y los móviles que conformaron el pasado del
Santo Niño de Tlalolinco. Así, solo queda responder ciertas incóg-
nitas, con conjeturas y suposiciones. Por ejemplo, con las palabras
oídas y leídas hasta ahora, podemos estimar que don Crescenciano
se encontró con la imagen, entre 1916 y 1937, esto, después de que
los estragos del vendaval revolucionario impactaran en Cuajimal-
pa, pero antes de que doña Cenovia y don Anastacio negociaran
la venta de Tlalolinco. Y si doña Engracia comenzó a agradecer la
intercesión del Santo Niño presentándole flores en la parroquia a
partir de 1952, también podemos aventurarnos a suponer que don
Rodolfo resguardó la imagen en San Pedro, antes de ese año.
Esto es un comienzo más que una conclusión. La materia que
da cuerpo al Santo Niño aún espera el estudio que revele tenue-
mente su edad, su lugar de origen, porque toda historia apunta
a que ésta no es una imagen oriunda del pueblo. Tlalolinco tam-
bién espera por los documentos que permitan delimitar su espacio
físico, por las memorias que nos hablen de su topografía y anti-
güedad. El pasado del Santo Niño es, aún, una silueta difícil de
percibir entre la niebla del tiempo. Invariablemente de la historia
que se construya sobre la querida imagen del “lugar donde se mue-
ve la tierra”, será también una historia de San Pedro Cuajimalpa
y de su gente.

FUENTES

Archivo

Archivo General de la Nación, México. Fondo: Tribunal Superior de Jus-


ticia del Distrito Federal.

Libros

González Jaramillo, Jesús. De las mayordomías a los Grupos Parroquiales.


La organización del sistema festivo en San Pedro Cuajimalpa. Trabajo
terminal de licenciatura, uam Unidad Iztapalapa, México, 2012.
Santo niño de Tlalolinco 289

González, Laura Margarita, María de la C. Casanova Moreno y Joaquín


Pérez Labrador. “Cólera: historia y actualidad”. Revista de Ciencias Mé-
dicas de Pinar del Río, 15 (4), 2011.
Martínez García, Raymundo César. Estudio comparativo de un subgrupo
de los códices coloniales Techialoyan. Tesis de doctorado, unam, México,
2016.
Molina, Alonso de. Vocabulario en lengua castellana y mexicana. Puebla:
Talleres de Imprenta, Encuadernación y Rayado “El Escritorio”, 1910.
Solís Sánchez, Patricia y Ruben Gerardo Díaz Naranjo. El catolicismo
popular en Xochimilco: El caso de la mayordomía del Niño Pan. Tesis de
licenciatura. unam, México, 1995.
Valdés Inchausti, Alberto. Cuajimalpa. México: Departamento del Distrito
Federal, 1983.
EL PANTEÓN DE SAN JERÓNIMO ACULCO LÍDICE,
PATRIMONIO DE UN PUEBLO ORIGINARIO

Rosario Moreno Rojas1

RESUMEN

Como testimonio del patrimonio cultural de San Jerónimo Aculco


Lídice, el texto narra del panteón vecinal como un elemento ca-
racterístico del pueblo. Rosario Moreno inicia exponiendo el ori-
gen del panteón, las gestiones para conseguir el terreno y pagar su
precio. Continúa con todo lo que implican las festividades relacio-
nadas con el día de muertos. Explica cada uno de los elementos
que componen la ofrenda multi reconocida del panteón de San
Jerónimo, así como su significado, sin quedarse en las festivida-
des, la autora nos introduce a aspectos cotidianos como el acom-
pañamiento a los deudos de un fallecido o los objetos alusivos a
hechizos y encantamientos encontrados cerca o dentro de las tum-
bas. Da cuenta también, del marco normativo en torno al panteón
y las dificultades que enfrentan para afirmar la autonomía de su
gestión frente a la alcaldía, el texto transmite de manera emotiva,
un reconocimiento al compromiso y trabajo colaborativo que im-
plica mantener las tradiciones.

***

1
Contadora, Enfermera, Maestra en Rehabilitación Neurológica, casada con Cé-
sar Felipe Cortés León y madre de Melissa Cortés Moreno. Los tres originarios de San
Jerónimo Aculco Lídice, reconocido como Pueblo Originario, por el que tenemos un
profundo sentido de pertenencia y en el que colaboramos siempre en familia.

291
292 Memorias del poniente V

ANTECEDENTES

San Jerónimo Aculco Lídice es un pueblo originario, Aculco signi-


fica “en el lugar en el que tuerce el agua”. Si bien el nombre original
era San Jerónimo Aculco, se modificó por una decisión guberna-
mental, no consensuada con los pobladores y se le agregó Lídi-
ce, que era un pueblo de Checoslovaquia, actualmente República
Checa, al que destruyeron complemente por órdenes de Hitler, en
represalia por el asesinato del jerarca nazi Reinhard Heydrich. El
Führer molesto, ordenó buscar a los responsables y en venganza,
determinó exterminar una población entera, por lo que el 10 de ju-
nio de 1942 las fuerzas de seguridad alemanas cerraron los accesos
del pueblo, sacaron a los pobladores, a los hombres los fusilaron, a
las mujeres y niñas las enviaron al campo de concentración y el po-
blado fue destruido completamente. En algunos países nombraron
Lídice a ciertas regiones, y en México, en un acto político, también
se le agregó Lídice a San Jerónimo Aculco. En el año 2002, a 60
años de lo ocurrido, se develó el mural “Luz y Muerte”, de Ariosto
Otero, en la Plaza Cívica Lídice y anualmente se realiza un home-
naje al que asisten funcionarios de la República Checa en México.
El 3 de diciembre de 2016, en la Coordinación Nacional de
Antropología se emitió el dictamen cultural del Pueblo Originario
de San Jerónimo Aculco Lídice, que fue posible gracias al acuerdo
sostenido entre el Concejo Vecinal del Pueblo y el Instituto Na-
cional de Antropología e Historia (inah) a través de la Dirección
de Etnología y Antropología Social de la Coordinación Nacional de
Antropología.2 En octubre del año 2016, San Jerónimo Aculco Lídi-
ce, fue declarado como pueblo originario por el Instituto Electoral
del Distrito Federal, después de una consulta vecinal. El objetivo
de esta narración es abordar el tema del patrimonio que represen-
ta el panteón para la comunidad, fruto de la voluntad de los habi-
tantes que, en su momento, lograron a adquirirlo y que se conserva
actualmente gracias a los usos y costumbres.

2
Teresa Mora Vázquez, “Dictamen cultural del pueblo San Jerónimo Aculco Lídi-
ce, La Magdalena Contreras, Ciudad de México”, Pueblo San Jerónimo Aculco Lídice
en blog, http://pueblooriginariosjal.blogspot.com/2016/12/dictamen-cultural-pueblo-de-
san.html
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 293

Tres personas adultas mayores han compartido, narrado y ex-


plicado sus experiencias y con quienes he tenido la oportunidad
de colaborar integrándome a la Comisión que representan, nom-
brada por la comunidad. Ellos son la señora María de la Soledad
Moreno Romero, presidenta de la Comisión del Panteón de San
Jerónimo Aculco Lídice, quien de manera desinteresada vigila el
panteón, apoya a los deudos cuando algún integrante de la comu-
nidad fallece y requiere el apoyo. El señor José Guadalupe Moreno
Bustamante, voluntario, originario y nativo del pueblo quien se
ha preocupado por conservar las tradiciones donando su tiempo y
trabajo en la preservación de éstas. Y el señor Julio García Aceves
vocal de la Comisión, quien con dedicación y trabajo ha procura-
do mantener el panteón en las mejores condiciones aportando su
tiempo, trabajo y material para lo que se requiera reparar y noti-
ficando a las autoridades de las necesidades que se presentan día
a día.

1. ORIGEN

El panteón se ubica en Ferrocarril de Cuernavaca número 2851,


en la colonia San Jerónimo Lídice, en la alcaldía La Magdalena
Contreras, C.P. 10200. El primer panteón de este pueblo origina-
rio, estaba ubicado en el atrio de la parroquia, donde se venera a
San Jerónimo, actualmente todavía hay vestigios de que así fue.
Posteriormente, a los difuntos de la comunidad, se les enterraba
en el panteón del Barrio de San Francisco de la misma alcaldía.
En la década de los años 30, después de que Pascual Ortiz
Rubio fue presidente de México, los pobladores de San Jerónimo
Aculco Lídice, preocupados por no tener dónde sepultar a los di-
funtos de la comunidad, decidieron gestionar la compra de terre-
nos para el panteón. El señor José Guadalupe Moreno Bustaman-
te, posee copia de un documento (se muestra en la imagen 1) que
fue girado al C. Enrique Soto Mayor, firmado por el suscrito dele-
gado del Departamento del Distrito Federal, Estanislao Martínez,
con fecha 10 de mayo de 1938. En él se menciona que se iniciaron
las gestiones para adquirir en propiedad el terreno necesario para
el panteón. La Comisión encargada para tramitar lo conducente
Memorias del poniente V

Imagen 1. Fotografía del documento donde se expone la compra de los terrenos para el panteón de San
Jerónimo Aculco Lídice en 1938, a la derecha del mismo se agrega un croquis de la ubicación del panteón.
294

Acervo personal del señor José Guadalupe Moreno, febrero 2020.


El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 295

obtuvo del propietario del terreno, el C. Ingeniero y General Pas-


cual Ortiz Rubio, la venta de 16 000 metros cuadrados a razón de
diez centavos por metro cuadrado. Esto en demostración de afecto
y buena voluntad hacia el pueblo de San Jerónimo. El propietario
cedió gratuitamente una superficie de 12 000 metros cuadrados,
sin costo alguno, animado por el deseo de coadyuvar a la realiza-
ción de mejora de una obra de tanta importancia y necesidad.
Para cubrir el adeudo correspondiente, la Comisión nom-
brada por el pueblo y Estanislao Martínez −tomando en consi-
deración el número de jefes de casa, ciudadanos de ese lugar y
condiciones económicas de los mismos− estimó conveniente fijar
la cuota mínima de cinco pesos como cooperación para tal fin.
Suma que pedía cubrirse en abonos semanales de un peso a partir
del domingo 15 de mayo del mismo año. En la inteligencia que la
propia comisión, con aprobación de Estanislao, designaron como
colectores a los ciudadanos Manuel Romero, Luis Alarcón, Julián
Palomares y Melitón Rivera, quienes debían expedir el recibo co-
rrespondiente. La Comisión estuvo integrada por Benjamín Gar-
cía Cortés como presidente; Adolfo Mejía, secretario y Rómulo
Palomares, tesorero.

Nombres relevantes

La comunidad tiene presente que algunas personas han impactado


en la comunidad y opinan favorablemente de ellos. Tal es el caso
del señor Alejandro Ortiz, usuario del panteón y nativo de San Je-
rónimo, quien en la última asamblea celebrada el 5 de octubre de
2020, mencionó que el panteón debería llamarse San Gabriel, de-
bido a que el primer difunto sepultado en este panteón fue un niño
de con ese nombre. Pero también hay personas que han dejado
huella por su trabajo en favor de la comunidad, como los señores
Felipe Cortés Belmont, Ángel Montes y Fulgencio Martínez, éste
último primero sepultado en el Barrio San Francisco en la mis-
ma alcaldía y después, lo exhumaron para traerlo a este panteón.
También narran la historia del sacerdote Andrés Cassidy, de origen
estadounidense, quien en los años 60 realizó mucha labor social,
después se trasladó a Yucatán y regresó a San Jerónimo, encariña-
296 Memorias del poniente V

do con la comunidad y a quien, al fallecer, le fue prestado un lugar


por un usuario, sus restos reposan al interior de este panteón.

Histórico

Poco se ha escrito sobre este panteón, en la búsqueda de informa-


ción he encontrado que se menciona, en la página del Instituto
Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal, que hay
cinco panteones en La Magdalena Contreras.

Caracterización de la Delegación3

Nombre del Panteón No de integrantes por Comisión


San Nicolás I 1 presidente 5 miembros
San Nicolás II “San José” 1 presidente 2 miembros
San Bernabé 1 presidente 3 miembros
San Jerónimo 1 presidente 3 miembros
San Francisco 1 presidente 7 miembros

Sin embargo, sobre los integrantes de las comisiones, esto


solo es una referencia porque en San Jerónimo Aculco Lídice, en
los últimos años, se han integrado muchos más colaboradores in-
teresados en conservar los usos y costumbres con el fin de resguar-
dar este patrimonio del pueblo.

2. USOS Y COSTUMBRES

El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice es un panteón veci-


nal que se rige por usos y costumbres. En el año 2011, la señora
3
Instituto Nacional para el Federalismo y Desarrollo Municipal, “La Magdalena Con-
treras”, Enciclopedia de los municipios y delegaciones de México, http://www.inafed.
gob.mx/work/enciclopedia/EMM09DF/delegaciones/09008a.html. La información rela-
tiva al “No. de Integrantes por Comisión” del cementerio San Nicolás II “San José”, fue
proporcionada por mi.
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 297

María de la Soledad Moreno Romero fue electa como presidenta


de la Comisión del panteón, se ha encargado de estar pendien-
te de su cuidado, de las necesidades al interior y de las personas
que requieren apoyo cuando algún familiar muere. Ella nos expli-
ca que para nombrar al presidente de la Comisión se realiza una
asamblea. Una vez terminada la gestión del presidente en turno,
este tiene que convocar a los usuarios del panteón mediante car-
tulinas pegadas en los sitios más concurridos de la comunidad.
Esta asamblea se realiza al interior del panteón, los usuarios hacen
propuestas y a mano alzada eligen a quien los representará ante

Imagen 2. Comisión del Panteón de San Jerónimo Aculco Lídice.


De derecha a izquierda: el Párroco presbítero Manuel Sánchez Padilla,
la presidenta de la Comisión Soledad Moreno, vocal Rosario Moreno
(frente a señora Soledad), voluntario Fidel Martínez, niña voluntaria
Melissa Cortés, voluntario Jerónimo Granados, vocal Julio García,
vocal Jesús Martínez, voluntario Moisés Alarcón, vocal Juan Romero,
voluntario sin dato. Abajo: vocal Faustino Romero y señor Guadalupe
Moreno Bustamante.
Fotografía tomada por el señor Amador Osorio
Ocaña, 1 de noviembre de 2019.
298 Memorias del poniente V

las autoridades gubernamentales durante tres años. El trabajo de


María de la Soledad ha sido ampliamente reconocido por la comu-
nidad y al término de su gestión, fue elegida nuevamente por tres
años y, al término, los mismos usuarios pidieron continuara por
otro periodo similar.
Anteriormente no se le daba aviso a ninguna autoridad, sin
embargo, debido a que el 7 de noviembre de 2013 se creó una ins-
titución llamada Consejo de los Pueblos y Barrios del Distrito Fe-
deral, a ellos se notificó de su nombramiento. En el año 2017, se
hicieron presentes intereses políticos y económicos por los que un
grupo encabezado por un político, intentó quitarle a la señora su re-
presentación. Se celebraron tres asambleas extraordinarias por ello,
en donde la comunidad la respaldó y no pudieron quitarle su cargo.
Considerando los usos y costumbres relacionados al tema del
panteón, tenemos dos aspectos relevantes: uno es la festividad de
día de muertos y otro es lo que se vive día a día en este lugar.

3. FESTIVIDAD DEL DÍA DE MUERTOS

En el año 2003, la UNESCO distinguió a la festividad de Día de


Muertos como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad,
pues es una de las tradiciones prehispánicas más profundas, re-
presentativas y arraigadas de México, que se celebra en todo el
país y que busca preservar su fuerza y majestuosidad. La celebra-
ción tiene origen mesoamericano, pues se sabe que se adoraba a
la muerte por parte de mexicas, mayas, totonacas y que honra
a los fieles difuntos por la Iglesia Católica. Se tiene la convicción de
que las almas de los seres amados que han fallecido, regresan a la
tierra visitando el panteón y su casa, por lo que algunas personas
acostumbran abrir la puerta y dejarla un tiempo abierta para que
tengan libre acceso.

Para el arreglo del panteón

La Comisión elabora oficios dirigidos a la autoridad de la alcaldía,


solicitando con un mes de anticipación que limpien el panteón, po-
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 299

den el pasto, retiren la basura, pinten bardas y guarniciones. Estas


actividades se hacen con el apoyo gubernamental. Sin embargo,
cabe señalar que no siempre los apoyos son iguales por parte de
la autoridad, algunas administraciones son muy organizadas y cu-
bren la mayor parte de las peticiones, pero otras no han otorgado
el apoyo suficiente por lo que la Comisión del panteón se organiza
para darle mantenimiento al panteón, en lo que esté a su alcance.
Esto es lo que se conoce en los pueblos indígenas como tequio o
faena, María Teresa Romero Tovar menciona que incluye la repar-
tición de tareas o cargos.4 Así el señor Julio García Aceves, es una
persona comprometida, que busca redes de apoyo con las perso-
nas que él conoce; gracias a su don para relacionarse con la gente
ha logrado conseguir apoyos para las mejoras en el panteón. Él
pinta, arregla llaves, gestiona arreglo de rejas, pintado de bardas,
estacionamiento para el camión recolector de la basura junto al
contenedor, letreros de no estacionarse y cadenas para resguardar
estos lugares. También presta herramientas para que se pueda dar
el mantenimiento al panteón, todo esto lo realiza de manera desin-
teresada, como labor social, sin cobro por algún servicio, pues afir-
ma que en este lugar se encuentran varios familiares y este sentido
de pertenencia lo hace trabajar para que ellos estén en un lugar
tranquilo y cuidado. Además de que en todo momento ha buscado
que a la Comisión se le respete como autoridad tradicional.
Para pintar al interior del panteón se consideran los dos ac-
cesos, el principal es por la calle de Ferrocarril de Cuernavaca co-
nocido como la ciclopista y otro por la calle Presa, ambas entradas
se intersectan formando una cruz, estos pasillos tienen guarnición
por lo que como una forma de convivencia vecinal se convoca a
los usuarios a pintarlas, algunos llevan brochas, thinner (solvente
para rebajar la consistencia de la pintura), cubetas, botes o esco-
bas; esto es una muestra del sentido de pertenencia y colabora-
ción. Terminando de pintar conviven tomando un refresco, unos
tacos o unas tortas, el trabajo debe quedar cuando menos quince
días antes de la festividad.

4
María Teresa Romero Tovar, “Memoria y defensa de los panteones comunitarios
del Distrito Federal”, Nueva antropología, 23 (73), (2010), p. 19.
300 Memorias del poniente V

Cooperación en especie y donativos

Mientras tanto, a otros integrantes de la Comisión se asigna que


elaboren las cartulinas con invitaciones alusivas para que la co-
munidad apoye con su donativo en especie para la ofrenda. Así
cuando los usuarios preguntan qué pueden donar, se les sugiere
llevar papel picado, veladoras, fruta, flores, pan, etcétera. Acuden
a dejarlos los días 29, 30 y 31 de octubre, en el horario del panteón,
de 09:00 a 17:00 horas. Las aportaciones son en especie, no se pide
dinero porque en este panteón no se cobra ninguna cuota, ni por el
apoyo a sus trámites, lo único que se paga es el derecho que cobra
la autoridad gubernamental para inhumar o exhumar y se hace
en la Tesorería con su recibo correspondiente.
Otros miembros del grupo apoyan con colocar las cartulinas y
pegarlas en los principales lugares de la comunidad. Estos lugares
son: la panadería de San Jerónimo, la tienda del señor Joel, la tor-
tillería frente el jardín Aculco, la calle Magnolia esquina Ocotepec,
la tienda de la familia Palomares en Ocotepec, el panteón en sus
dos entradas (por Presa y por la ciclopista), la Parroquia y la Plaza
Cívica de San Jerónimo, la tienda de la señora Patricia en Morelos,
la lechería en Héroes de Padierna, en los postes de la ciclopista y la
Casa Popular, que es el principal deportivo en el pueblo.
Los usuarios han respondido siempre a la convocatoria, pues
año con año han aportado para la ofrenda y sus donativos en es-
pecie que dejan en manos de la presidenta de la Comisión, quien
los resguarda en la capilla para que el día 31 se inicie la puesta
de la ofrenda. Adicionalmente, se hace otro letrero que se coloca
en los mismos lugares, informando que habrá misa tradicional
para el día dos de noviembre a las 13:00 horas y que será presidida
por el Párroco en turno de San Jerónimo Aculco Lídice. A él se
le visita con un mes de anticipación y se solicita acudir a oficiar
como autoridad eclesiástica. La capilla se pinta, se lavan las corti-
nas y el piso, porque se prepara para la misa tradicional. Cuando
hay un difunto, si los usuarios lo solicitan, se abre, presentan al
difunto y sus familiares oran antes de darle el último adiós.
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 301

La mesa para ofrenda

Desde un mes antes, el señor José Guadalupe Moreno, con el apo-


yo de algunos usuarios, se encarga de hacer una mesa para poner
la ofrenda. Es un trabajo que requiere dedicación y que él realiza
en su casa, pues en ese lugar cuenta con su herramienta para po-
der armarla, ya que está elaborada de tablones de madera y triplay.
Requiere medidas específicas, pegar y clavar las partes necesarias.
Mide mínimo cuatro por tres metros y con una altura de apro-
ximadamente un metro y medio, que queda distribuida en siete
niveles que es lo acostumbrado en esta ofrenda.
Mientras tanto, se les solicita a las autoridades gubernamen-
tales colocar una lona que mida diez por diez metros para cubrir la
mesa y una parte de piso donde se colocará la ofrenda. La ofrenda
se pone en un lugar ubicado en el cruce de los dos pasillos que se
intersectan a mitad del panteón. Un pasillo corre de la entrada
principal hasta el final del panteón y el otro por la entrada de la
calle Presa hasta la capilla. Este espacio estuvo ocupado un tiem-
po por el difunto hijo del expresidente Luis Echeverría Álvarez, a
quien se le prestó el lugar y una vez que la familia decidió exhu-
marlo, quedó el espacio vacío y es utilizado para la ofrenda.
Una vez colocada la lona, se trae la mesa y comienza la orga-
nización para armar la ofrenda, porque la fiesta dura dos días: al
día primero de noviembre se le denomina Día de todos los santos,
las personas lo nombran como el día de los “difuntos chiquitos”,
es decir de los niños, algunos consideran que son los menores de
quince años; mientras que el día dos es Día de los fieles difuntos o
día de los fallecidos en edad adulta. La ofrenda se organiza en par-
tes de la siguiente manera: mesa, piso, portada de flores, catrinas,
juguetes y tumbas de cartón, calaveritas literarias, donaciones y
adornos de pasillos.

Mesa

El día 31 de octubre, se inicia con el montaje de la ofrenda o altar


de muertos, tratando de dejar avanzar lo más posible, pues se cree
que las almas llegan el día primero de noviembre a las 12:00 horas.
302 Memorias del poniente V

En la colocación, el interés es seguir conservando, en lo posible, la


tradición y su significado. Una vez colocada la mesa se forra con
un mantel blanco que significa pureza y alegría, encima del mantel
se coloca papel picado de colores combinados para que contraste.
A los lados se ponen faldones, igual de papel picado, para cubrir
cualquier hueco. El papel picado simboliza el aire y además le da
un toque de fiesta.
Esta ofrenda se coloca en siete niveles que representan todos
los pasos o fases por las que tiene que pasar el alma, de la persona
que murió, para llegar a su descanso. En la parte superior se colo-
ca la imagen de San Jerónimo, santo patrón de la comunidad y por
el que todos sienten una profunda veneración. En los siguientes
cinco niveles se colocan diferentes elementos, en cada escalón se
ponen veladoras cuya luz guiará el alma de los difuntos para que
sepan cómo llegar a la tierra y a su casa. Se adorna con floreros y
flores de cempasúchil, nombre náhuatl que significa veinte flores
y se asocia con el sol que es el que guía al alma. Otras flores cono-
cidas como nube, que por su tono blanco, simbolizan la pureza; el
terciopelo que florece de septiembre a diciembre; los claveles que
se usan en menor proporción y los crisantemos también conocidos
como flor de oro.
Se ponen platitos con sal para que el difunto no se corrompa
en el viaje de ida y vuelta; vasos con agua para quitarles la sed, que
simboliza la pureza para los que están en el purgatorio. Otro ele-
mento son las calaveritas de azúcar, amaranto, chocolate o barro
que representan los cráneos humanos.
Se cree que las pequeñas calaveritas son dedicadas a la Santí-
sima Trinidad, las medianas recuerdan que la muerte siempre está
presente y las grandes representan al Padre Eterno, Dios. Aunque
también hacen alusión a las creencias de las culturas mesoame-
ricanas, donde los cráneos de los prisioneros sacrificados los for-
maban en hilera para honrar a los dioses y este altar era llamado
zompantle, donde eran ensartados. Con la llegada de los españoles
el ritual fue cambiando y los cráneos humanos fueron sustituidos
por las calaveritas de azúcar que conocemos hoy en día. Las cala-
veritas de azúcar se fabrican con una técnica, precisamente traída
por los españoles, llamada alfeñique y que consiste en una especie
de caramelo a base de azúcar. Después se agregan detalles como
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 303

los anillos en los ojos o lentejuelas y se suele poner en la parte su-


perior el nombre de la persona que falleció o para quien está des-
tinada. También se pone una figura de barro de un izcuintle, que
es un perrito que ayudará al alma del difunto a cruzar el río que es
el último paso para llegar al Mictlán, es decir el inframundo para
los mexicas.
Del sexto al segundo nivel, se coloca la comida para deleitar
a los muertos que visitan la ofrenda como: arroz, pollo con mole,
camote y calabaza en dulce, café, atole, tamales, etcétera. Princi-
palmente los alimentos que en vida fueron los preferidos del difun-
to y se colocan tradicionalmente en cazuelitas, platones y jarritos
de barro. También para los adultos colocan cerveza, vino, mezcal,
pulque y cigarros para que los difuntos recuerden que vivieron con
alegría, mientras que para los niños colocan juguetes y dulces tí-
picos. No puede faltar el pan de muerto, otro símbolo que carac-
teriza esta celebración, sólo se consume en esta época del año. Su
origen es prehispánico, en la época de los sacrificios humanos, a la
llegada de los españoles rechazaron los rituales y evolucionó a uno
hecho de trigo en forma de corazón o de ánima, bañado en azúcar
roja que simbolizaba la sangre derramada, con forma de huesos
en la parte superior. Los panes ahora tienen figura de cráneo y los
huesos a los lados.
En todos los escalones del altar, se colocan chayotes cocidos
y fruta de temporada como naranjas, mandarinas, limas, limones
reales, tejocotes, jícamas, plátanos amarillos y morados. En el sex-
to escalón, se coloca la fotografía de usuarios que han sido sepul-
tados en este panteón. En ocasiones, si son varias fotografías, se
pone un caballete donde se colocan las fotos de más vecinos que
ya dejaron este mundo.

En el piso

Al pie del altar se coloca una cruz de pétalos de cempasúchil y en el


costado izquierdo, se pone un poco de flor de terciopelo simulando
su corazón. Al costado derecho de la mesa, mirándola de frente, se
coloca una cruz de madera con un rosario elaborado de tejocotes
o flores de cempasúchil. Todo el piso se cubre con un tapete de los
304 Memorias del poniente V

pétalos de las flores de cempasúchil, para darle mayor colorido. Al-


rededor de la ofrenda, cada 30 o 40 centímetros, se delimita el rec-
tángulo con veladoras que representan la luz, la fe y la esperanza,
además, son una guía para que los difuntos encuentren el regreso
al antiguo hogar. La cantidad de veladoras que se ponen depende
de las donaciones recibidas. En la parte de enfrente se forman dos
petates para que los muertos descansen y se colocan varios tape-
tes de color morado para que, en ellos, se pongan montoncitos de
diferentes frutas.
Los chilacayotes en forma de calavera no pueden faltar, del
chilacayote se saca la pulpa y se le hacen sus ojos en forma de
triángulo y su boca sonriente con huecos en los dientes, dentro
se coloca una vela que se enciende por la noche del día primero y
antiguamente, en el pueblo, se acostumbraba pedir calavera con
ellos. Estos son de los frutos tradicionales que se cosechaban por-
que salían solos. Los terrenos eran tan grandes que no había nece-
sidad de sembrarlos, pues en San Jerónimo Aculco la mayoría de
la comunidad se dedicaba a la agricultura.
Otro elemento es el copal o incienso, que se coloca en un pe-
queño bracero con carbón y que se quema para humear la ofren-
da. Se cree que es para limpiar el lugar de las “malas vibras” y los
malos espíritus, antes de que regresen a la tierra los seres queridos.
También se colocan utensilios que usaban nuestros antepasados
como metates o molcajetes y con sentido del humor, se colocan
calacas de cartón simulando hacer tortillas o salsa, mientras otras
simulan estar bailando o platicando.

La portada de flores

Para la realización de esta festividad se requiere que participen,


además de la Comisión, más personas quienes colaboran en la
compra de flores y en la elaboración de la portada conocida como
“enflorada”, para su posterior colocación. Para la portada, nos na-
rra el Señor José Guadalupe Moreno, se tiene un armazón que él
ha utilizado diferentes años y que ha arreglado en su taller. Este
armazón es de madera y está seccionado en tres partes: un tablero
que ocupa en la parte de arriba y dos laterales llamados “pilastras”,
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 305

que son columnas rectangulares y cuya función es sostener el ta-


blero, además de utilizarla para el adorno. Esta estructura necesita
estar acojinada y para ello se utiliza pasto seco. Se alinea y amarra
el pasto por secciones, con hilo cáñamo y alambre. De tal manera
que se puedan colocar las flores. Este trabajo se comienza desde
meses atrás.
El día 31 de octubre junto con la Comisión, se organizan varias
personas y acuden al Mercado de Jamaica a comprar flor de cem-
pasúchil, pinochos, crisantemos y nube para adornar la portada y
la ofrenda. Las estructuras se colocan sobre bancos, para apoyarse,
mientras que la flor se selecciona y separa. Se corta la flor de un
tamaño estándar para poder enflorar las pilastras, cada flor se va
colocando una a una mediante agujas. Se le dobla el tallo para fijar-
la y evitar que se salga al levantarla, se va siguiendo la forma de la
figura y utilizando el contraste de flores para resaltar el adorno, de
la misma manera se hace con el tablero, pero a este solo se le hace
un marco para que al centro se realice una frase alusiva a lo que se
está celebrando, como puede ser: “Descansen en paz”, “Feliz día de
muertos”, etcétera. Para el diseño se pide la opinión de los compa-
ñeros, cada uno hace sugerencias y en colaboración colocan la por-
tada al frente de la ofrenda entre varios voluntarios, pues adornada
pesa y mientras unos la sostienen, otros la fijan y amarran.
Esta actividad es otra de las que permiten la convivencia de
grupo, integrantes de la Comisión y vecinos se reúnen para realizar
estos trabajos, en donde se fomenta la convivencia social, el senti-
do de pertenencia, la solidaridad, responsabilidad y, sobre todo, el
trabajo altruista porque donan su tiempo, algunos compran mate-
riales para poder realizar la portada, como clavos, alambre y otros
llevan alimentos y refrescos, para convivir mientras trabajan.

Catrinas

Un elemento que no puede faltar y que se asocia con el día de


muertos es la famosa “catrina”, que fue creada por el caricaturista
José Guadalupe Posada en el porfiriato y que Diego Rivera repre-
sentó con un atuendo característico: su estola de plumas y su ropa
vistosa como la observamos actualmente. Se encuentra represen-
306 Memorias del poniente V

tada en grabados, en artesanías, joyería y trastes. En la festividad,


es común ver pasar niñas y adolescentes que acuden al panteón
disfrazadas de catrinas. En la ofrenda se colocan cuatro catrinas,
una a cada lado de la portada y las otras dos a cada lado de la
ofrenda. Por su tamaño, de aproximadamente dos metros, parece
que están resguardando la ofrenda.

Juguetes y tumbas de cartón

También se destina un espacio para colocar juguetes pequeños


como: carritos, camitas y sillitas, propios para que los niños que
regresan puedan jugar. Al lado de la portada, se colocan imágenes
de tumbas impresas en papel con frases chuscas como: “por fin
dejé de fumar”, “acá yace Juan García, cuando un día fue a ver si
había gas y sí había”, “les dije que me sentía mal”, “aquí descan-
sa Pancracio, buen padre, buen esposo, mal electricista casero”,
“aquí descansa Timoteo, 1930-1990, recuerdo de todos tus hijos
menos Juan que no dio nada”, es la parte con la que se toma con
humor y sarcasmo el tema de la muerte.

Calaveritas literarias

También se colocan calaveritas literarias escritas sobre papel de


colores. Los versos se crean para alguien, expresan sentimientos u
opiniones sobre algo particular que, quizá, no se podría expresar
de otra manera. Relatan de forma irreverente o simulando que a la
persona se la llevó la muerte o parca como también se le conoce.

Más donaciones

La señora Soledad Moreno menciona que ha sido muy gratifican-


te ver como la comunidad apoya y responde en este evento y nos
narra cómo, el señor Rafael Mendoza González(+), usuario del
panteón, le donó a ella cuatro catrinas de aproximadamente dos
metros de altura. El señor se dedicaba tiempo atrás a realizar los
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 307

tradicionales Judas para las festividades de Semana Santa y le hizo


la donación de dos catrinas en el año de 2014. La señora Soledad
buscó quién donara el vestido de las catrinas y la señora Beatriz
Callado, con el apoyo de su mamá, la señora Teresa Chávez, las
vistieron. Una de elegante catrina, con vestido negro y morado,
sombrero y una elegante estola que le ponen año con año; mien-
tras al catrín se le vistió con elegante traje negro y su sombrero.
Para el año 2017, le donó otras dos. La señora las ha cuidado y
han formado parte de esta exposición. Los visitantes se detienen a
observar la ofrenda, les causa admiración y comienza la sesión de
fotos para llevarse un recuerdo.
En la capilla se tienen ventanales. La señora Remedios Ruíz,
nativa de la comunidad, donó las cortinas, así como un mantel
para el altar. En la capilla hay un Cristo roto, que con el paso del
tiempo se fue deteriorando. Una familia, después de haber perdido
a un ser querido, decidió donar un Cristo en la cruz que, en el año
de 2019, fue bendecido por el padre Presbítero Manuel Sánchez y
se colocó en la ofrenda, para después resguardarse en la capilla.

En los pasillos

Los pasillos son adornados con tiras de papel picado, que previa-
mente la Comisión y un grupo de colaboradores realizaron. Para
ello se reúnen unos días antes, toman el hilo de cáñamo a lo largo y
lo amarran de punta a punta. Mientras tanto, se prepara una mez-
cla de resistol (pegamento) con agua y con una brocha se toma un
poco y, en una acción de pintado, se pasa la brocha sobre el papel
y luego se pega al hilo haciendo un doblez para que se pegue el pa-
pel, así se hacen las tiras y esperan un rato hasta que seca. Luego
se realizan dobleces aproximados de un metro para posteriormen-
te guardarlo en una caja y el día de la festividad colocarlo con la
ayuda colectiva. Se utiliza una escalera para subirlas y amarrarlas
en forma de zigzag por los dos pasillos, hasta llegar a la capilla.
308 Memorias del poniente V

La misa tradicional del día dos de noviembre

De igual manera, se adorna la capilla con tiras de papel picado, en


ella se coloca una lona y el día dos se prepara el altar con su mantel
limpio y sus cortinas lavadas. La tarea la realiza la señora Soledad
Moreno, debido a que este día celebran la misa tradicional a las
13:00 horas, colocan dos floreros con flores blancas, una jarra con
agua y sal, para la hora que llegue el Párroco a oficiar la misa, pre-
paran bocinas y micrófono y se colocan sillas para los asistentes.

La visita de los usuarios del panteón

Los días de muertos son días donde se conjuntan los colores, sabo-
res, olores y sonidos que nos traen recuerdos al corazón y también
al alma. Los familiares están al pendiente de su tumba durante todo
el año, sin embargo, hay un especial esmero en estos dos días. El día
2 de noviembre es el día de mayor afluencia, ellos limpian, ordenan,
adornan… pues hay quien cree que, si no acude, vendrá el muerto
y le jalará los pies. El sincretismo se percibe y todo se va transmi-
tiendo de generación en generación. Se ve desfilar a padres, madres,
esposas, adolescentes, niños, quienes participan en la festividad.
Cada familia expresa de muy diversa manera su amor al ser
que se ha ido. Hay quienes contratan mariachis por hora o por una,
dos o tres canciones y las interpretan junto a las tumbas que son
adornadas con cempasúchil, nube, gladiolas, crisantemos, aves de
paraíso, etcétera. Algunas familias deciden realizar la visita y lle-
var comida para convivir con la familia y comer lo que le gustaba
al difunto, ponerle un plato con su platillo favorito y la bebida que
le gustaba. Hasta hay familias que deciden llevar su parrilla para
hacer carne asada, poner música y bailar, pues hay fiesta en el cielo
y en la tierra. Otros no pueden evitar llorar al recordar al ser que se
ha ido pero se confortan con saber que por ese día está ahí, que ha
venido a visitarlos. Otros más elevan oraciones, rezan el rosario,
cantan canciones religiosas o ponen música, también contratan
marimbas o bandas y todos festejan por el regreso de las ánimas
de los difuntos.
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 309

Concursos

Algunas autoridades gubernamentales han realizado concursos de


ofrendas. Por ejemplo, en 2014 se realizó una convocatoria a los
panteones de los cuatro pueblos de la alcaldía La Magdalena Con-
treras y la ofrenda ganadora resultó ser la de San Jerónimo Aculco
Lídice. En 2015 volvió a concursar obteniendo un reconocimiento
por su exposición. Pero el mérito no sólo es de la Comisión, sino de
la comunidad, que en su cooperación y apoyo ha logrado aportar
para que el pueblo de San Jerónimo sea reconocido por su trabajo.
La señora Soledad Moreno, el señor José Guadalupe Moreno, el
señor Julio García Aceves y los voluntarios que se han unido, han
logrado realizar un trabajo excelente, del que ha quedado cons-
tancia como se muestra en los reconocimientos que les han sido
otorgados.
Esta celebración que se lleva cada año, es un reencuentro an-
cestral con los que se han ido. También es muy emotivo porque se
da un reencuentro con los usuarios originarios de la comunidad
que han tenido que migrar por muy diversas causas: el alto costo
de impuestos en la zona, el formar familia con personas de otros
lugares, etcétera. El encuentro se da entre ellos y los usuarios que
continúan viviendo en este lugar, así como entre los nativos del
pueblo y las personas que se consideran avecindados, porque lle-
garon al adquirir una propiedad o por haberse casado con alguien
originario o nativo, pero debido a su tiempo de residencia en el
pueblo, se consideran parte del mismo.
La Comisión busca conservar y rescatar la tradición, elabora
un programa de actividades que se pega en los lugares antes men-
cionados para que la comunidad se entere. Los tiempos actuales
han requerido modificar y adaptarse a nuevas demandas y se pro-
graman actividades como: cuenta cuentos; proyección de películas
como La llorona o Coco, que hacen alusión a la muerte; presenta-
ciones de ballet folclórico o actividades con los niños como “pinta
tu calaverita”, que son hojas impresas con imágenes a los que ellos
les ponen color.
310 Memorias del poniente V

Imagen 3. Fotografía de los reconocimientos otorgados


a la Comisión del panteón y al Panteón de San Jerónimo.
Acervo personal de la autora.
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 311

Recorrido

En esta actividad convoca la Comisión a reunirse en la Plaza Cí-


vica de San Jerónimo Aculco Lídice a las 18:00 horas. Una vez
allí reunidos inicia la procesión que parte de la parroquia, primer
panteón, con destino al panteón actual. Se invita principalmente
a los niños porque en el recorrido se pide calaverita, llevan chila-
cayotes en forma de calavera con una vela encendida. Al terminar
el recorrido, se entra al panteón y la presidenta de la Comisión les
da calaverita, es decir dulces, a los niños y a los adultos, mientras
continúa la música.
El horario habitual del panteón es de 9:00 a 17:00 horas, sin
embargo, en esta fecha se solicita autorización a la alcaldía para
que, los dos días, se pueda cerrar hasta las 20:00 horas y permitir
que los usuarios permanezcan por más tiempo y disfruten de la
fiesta. El día 2 de noviembre, alrededor de las 16:00 o 17:00 horas,
se recoge la ofrenda y se coloca toda la fruta, pan y calaveritas en
la parte frontal. Se invita a los usuarios a que tomen dos frutas

Imagen 4. Fotografía de la ofrenda en el panteón


de San Jerónimo Aculco Lídice. Acervo personal
de la autora, 2 de noviembre de 2019.
312 Memorias del poniente V

como calaverita para así poder compartir con el mayor número de


usuarios. El panteonero avisa a los asistentes que el panteón va a
cerrar tocando la campana que está en la intersección de los dos
pasillos y la gente comienza a retirarse, posteriormente se cierra.
Es así como se presenta la ofrenda para la comunidad que genera
el fortalecimiento de los lazos de amistad y unidad.

4. LO COTIDIANO

En caso de fallecimiento

Para la señora María de la Soledad Moreno, una de sus activida-


des primarias, es la atención a los familiares cuando fallece algún
ser querido. Ella recibe el llamado a apoyar para que el fallecido
pueda ser sepultado en el panteón, debido a que han pasado muy
diversas administraciones gubernamentales y no todas han tenido
la disposición de respetar el derecho de los originarios y nativos
del pueblo. Es por ello que muchas ocasiones le solicitan el apoyo
desde el primer momento. Ha acudido a los hospitales para orien-
tar a los familiares en cómo deben solicitar sus documentos y no
tener problemas legales. Los acompaña a la alcaldía con las hojas
de inspección de fosa, que les permite sepultar legalmente a su
familiar. También los asesora en cuanto a cómo deben realizarle
los trabajos de construcción al interior del panteón para no dejar
tierra, féretros, invadir tumbas o algún otro contratiempo.
Es costumbre sepultar a los difuntos con el apoyo de la comu-
nidad. Cuando un ser fallece, se avisa con un cohete, pues tiene un
significado religioso, es una expresión de alegría y fiesta, pero tam-
bién de purificación y esta tradición viene desde el siglo xvi, hay
personas que llegaron a vivir a este pueblo que no les gusta, pero
es un derecho y tradición. Después de haber sido velados una no-
che en su casa, los difuntos son trasladados al panteón, su última
morada, acompañado de los vecinos, familiares y amigos quienes
le llevan flores, coronas de flores, música de mariachis o banda y al
llegar al panteón, los que así lo deciden, pasan por la capilla y son
sepultados en medio de oraciones.
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 313

Preparación de fosa

Las fosas son preparadas por los propios familiares o bien contra-
tan a personas que se dedican a estos trabajos. A algunos todavía
les gusta apoyar excavando en la fosa, ayudando a descender el
ataúd, para posteriormente taparlo y adornar con flores y coronas.
Después, algunos acostumbran realizar una comida para los asis-
tentes y al finalizar el entierro se les hace la invitación de que los
esperan en su casa para compartir los alimentos. A los nueve días,
después del rezo de los rosarios, la familia regresa a colocar una
cruz en el sepulcro que previamente fue llevada a misa y bendeci-
da. En la cruz se pone un epitafio mencionando que es recuerdo
de los familiares.
Otra de las actividades de María de la Soledad Moreno, es ase-
sorar a los usuarios cuando quieren regularizar algún documento
de su fosa, se ha enfrentado a quejas, revueltas y litigios, con tal de
conservar nuestro panteón. Buscando nuevas formas de resolver la
problemática, se acuerdan mesas de trabajo con la autoridad para
poder dar solución, en la medida de lo posible, a las diferentes si-
tuaciones que puede presentar cada uno de los usuarios.

Las magias negra y blanca

Nos platica la señora Soledad que ella ha recibido diferentes que-


jas por eventos que se han registrado al interior del panteón, pues
muchas personas siguen creyendo en lo que llaman la magia negra.
Los panteoneros relatan que encuentran muy variados materiales.
Se han encontrado frascos con fotografías, chiles anchos secos, ve-
las negras, sal, listones rojos y negros y los hallazgos generalmente
suelen darse al pie de las tumbas o en el interior. Los que creen en
estos trabajos buscan el momento y espacio oportuno para realizar
sus “trabajos”, que previamente les prepararon los que llaman cu-
randeros, brujos, chamanes, pitonisas o adivinadores.
Cuando encuentran estos trabajos lo único que hacen los pan-
teoneros es tirarlo a la basura, cabe mencionar que ellos no saben
si funciona o no. Los que creyeron en el trabajo van y dejan lo que
314 Memorias del poniente V

les piden y en realidad requieren volver al lugar donde lo dejaron,


pero ante la incertidumbre de ser descubiertos, seguramente no
vuelven y se quedan creyendo que ahí está “sembrado” su trabajo,
pero desconocen que ya se tiró. Los cuidadores del panteón, em-
pleados de la alcaldía, tiran lo que se ve a simple vista, pues no se
dedican a abrir tumbas, porque está prohibido y podrían incurrir
en un delito. Hay personas que tienen la creencia de que lleván-
dose tierra del panteón pueden hacer algún mal o que también les
puede perjudicar en su hogar. Por eso si los niños toman algo del
panteón no se les permite llevárselo.
También existe lo que se llama magia blanca y se utiliza para
hacer el bien. Para que las personas tengan una mejora o no se
vean afectadas con las “malas vibras”, por ejemplo, cuando hay
un difunto arrancan una ramita del árbol de pirul y se la colocan
atrás de las orejas para evitar males. Otros objetos que se encuen-
tran son ramos, los cuales son preparados con hierbas aromáticas,
por personas dedicadas a esta actividad y que ven una fuente de
ingreso derivada de la necesidad emocional, sicológica, económica
o amorosa de la persona que las consulta. Las peticiones van desde
conseguir el amor del ser amado, alejar enemigos o no permitir
que se impregnen las malas vibras, estas personas prometen arre-
glar todo con un ritual.
En la actualidad, ha tenido un auge la devoción a la Santa
Muerte, por lo que también se han encontrado estatuillas, estam-
pas y, mientras unos la adoran, otros le temen y prefieren no tener
contacto con nada que tenga que ver con ella. Muchos lanzan sus
conjuros y después se lo dicen a la persona afectada con frases
como “te irá muy mal”, la persona llega a sugestionarse, al grado
de enfermar o decaer, la diferencia es el ser escéptico o creer con
fe en lo que se dijo o se recibió.
Los costos por estos trabajos varían, pero suelen ser caros
pues, principalmente, se utilizan cirios, veladoras, chivos, sangre
de animales como gallinas negras, etcétera. Una de las creencias
principales es el manejo de energía, que puede ser para bien o para
mal, dicen que hay energía positiva o energía negativa, pero los
chamanes, santeros, brujos o adivinos aprovechan que la gente
pone su fe en lo que se les indica, se van con la esperanza de que
será como ellos lo esperan.
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 315

Algo que llama la atención, es el valor que puede adquirir una


persona que tiene necesidad de un trabajo de este tipo, pues se
brincan la barda del cementerio a altas horas de la noche para rea-
lizar sus rituales y vencen cualquier miedo. También se habla del
tráfico de cráneos, huesos y restos de los cadáveres, sin embargo,
no se ha tenido una denuncia por tal motivo, son simples comen-
tarios que realiza la gente. Otra usuaria relata que sepultaron a
su familiar y que a los nueve días que regresó a dejar la cruz, en-
contró que había tierra suelta, al moverla vio que había un chivo
enterrado sobre la tumba en la que días antes habían depositado
a su familiar.
Por otra parte, también ha habido comentarios de que se sal-
tan por las noches los jóvenes para ingerir bebidas alcohólicas y
que es como un reto para ellos entrar al panteón y estar entre los
muertos. Cuidan de no ser sorprendidos, pero los usuarios se dan
cuenta y reportan a la Comisión que hay alguien en el panteón. Al-
gunos integrantes de la Comisión han acudido y han sorprendido
a personas en estado de ebriedad que se retiran ante la primera
petición.
También se han dado casos de compañías que solicitan se les
permita grabar al interior del panteón películas, documentales o
escenas, situación que se ha tratado de evitar por el gran respeto
que tiene la comunidad por sus seres queridos, aunque se ha sabi-
do que algunos si han logrado grabar, pero la Comisión ha girado
oficios a las autoridades solicitando no se permita pues es algo que
no está en discusión.

5. NORMATIVIDAD

En la actualidad el panteón es administrado por la alcaldía, pero


de acuerdo a los usos y costumbres, existe una Comisión que se
encarga de su vigilancia. Este panteón es considerado un panteón
vecinal tal como lo establece el Reglamento de Cementerios del
Distrito Federal, publicado en el Diario Oficial de la Federación
del 28 de diciembre de 1984. En el reglamento se reconocen dos
tipos generales de panteones: los civiles y los concesionados. Los
civiles se dividieron en: generales, históricos, delegacionales y ve-
316 Memorias del poniente V

cinales o comunitarios. El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice


es considerado un panteón vecinal.
El día 24 de diciembre de 1974 se publicó, en el Diario Oficial
de la Federación, la actualización de la Ley de Hacienda del enton-
ces Departamento del Distrito Federal. Esa actualización canceló
el régimen de perpetuidades debido a que se argumentó que había
un abandono importante y que los espacios para inhumar se esta-
ban agotando.5 Las perpetuidades emitidas antes de esta medida
no fueron afectadas.
El 6 de diciembre del año 2004, en la Gaceta Oficial del Distri-
to Federal, se publicó un acuerdo por el que se expidió el Programa
de Regularización de Títulos de Fosas a Perpetuidad en Cemente-
rios Públicos del Distrito Federal. Con él se buscó regularizar las
fosas otorgadas a perpetuidad, pero no consideró a los pueblos
originarios. El 7 de noviembre de 2013, se creó una institución lla-
mada Consejo de los Pueblos y Barrios del Distrito Federal, depen-
diente de la Secretaría de Cultura, publicado en la Gaceta Oficial
del Distrito Federal, posteriormente se publicó que pasaría a for-
mar parte de la Secretaría de Gobierno; sin embargo el 2 de enero
de 2019, se publicó en la Gaceta Oficial de la Ciudad de México
la derogación de este Consejo y posteriormente se creó la Secre-
taría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas
Residentes (SEPI).
A lo largo del tiempo han existido propuestas de modifica-
ción de los panteones, a manera de ejemplo, en el año de 2017, los
pueblos originarios tuvieron conocimiento de que un diputado de
la Asamblea Legislativa, presentó una iniciativa sobre la adminis-
tración de cementerios. Proponía que las autoridades tomaran el
control de los panteones y se utilizara la cremación principalmen-
te, para evitar saturación. Pero la organización ha impedido que
esto se lleve a cabo, realizaron una protesta que incluyó un ataúd,
al retirarse a sus casas, decidieron regresar con el ataúd por lo que
ingresaron en metro Allende, rumbo a la estación Taxqueña, enga-
ñando “[…] al policía de la estación [diciendo] que no tenían dine-
ro para llevar el ataúd por otro medio y que necesitaban enterrar

5
María Teresa Romero Tovar, “Antropología y pueblos originarios de la Ciudad de
México. Las primeras reflexiones”, Argumentos, 22(59), enero abril, (2009), pp. 45-65.
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 317

a un familiar; ante ello ‘el policía se condolió’ y los dejó ingresar”,6


pagando todos su boleto y hasta el del ataúd, pero no tardó en ha-
cerse viral en redes sociales la imagen de los hombres cargando el
ataúd, por lo que hasta el Director del Sistema de Transporte Co-
lectivo, salió a dar una explicación, mencionando que sería “algo
anecdótico que no se volvería a repetir, anecdótico para la ciudad
y para la historia del metro”, sin embargo es una clara expresión
de cómo los panteones tienen un gran interés en los pueblos y que
se resisten al cambio.
Para el 5 de febrero del año 2017, se publicó en la Gaceta Ofi-
cial de la Ciudad de México, la Constitución Política de la Ciudad
de México y, en el artículo 57, nos reconoce, garantiza y protege
los derechos colectivos e individuales de los pueblos originarios y
sus integrantes. El artículo 58, menciona que la Constitución reco-
noce que la Ciudad de México tiene una composición pluricultu-
ral, plurilingüe y pluriétnica y define a los pueblos de la siguiente
manera:

Los pueblos y barrios originarios son aquellos que descienden de


poblaciones asentadas en el territorio actual de la Ciudad de México
desde antes de la colonización y del establecimiento de las fronteras
actuales y que conservan sus propias instituciones sociales, econó-
micas, culturales y políticas, sistemas normativos propios, tradición
histórica, territorialidad y cosmovisión, o parte de ellas.7

Señala que la conciencia de su identidad colectiva e indivi-


dual, deberá ser criterio fundamental para determinar los sujetos
a los que se aplicarán las disposiciones en la materia. El artículo 59
expresa que los pueblos y barrios originarios y comunidades indí-
genas residentes tienen derecho a la libre determinación, así como
las formas de organización político administrativas, incluyendo
a las autoridades tradicionales y representantes de los pueblos y
barrios originarios, quienes serán elegidas de acuerdo con sus pro-

6
Notimex, “Usuarios con ataúd mintieron a policía para ingresar al Metro: Gaviño”,
El Universal, 10 de noviembre de 2017, Sección Metrópoli. Consultado en: https://www.
eluniversal.com.mx/metropoli/cdmx/usuarios-con-ataud-mintieron-policia-para-ingre-
sar-al-metro-gavino
7
Constitución Política de la Ciudad de México, artículo 58, punto 2, inciso a.
318 Memorias del poniente V

pios sistemas normativos y procedimientos y son reconocidos en


el ejercicio de sus funciones por las autoridades de la Ciudad de
México.
Actualmente, regresó la autonomía con la Ley de Pueblos
y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas residentes de la
Ciudad de México, publicada en la Gaceta Oficial de la Ciudad de
México del día 20 de diciembre de 2019, esta ley en su artículo 50
menciona:

1. Los pueblos y barrios tienen derecho a la operación, adminis-


tración y mantenimiento de los panteones ubicados dentro de su
territorio. Sus autoridades representativas convocarán asambleas
comunitarias en las que nombrarán a las personas encargadas de
los mismos.
2. Las autoridades de la Ciudad integrarán un padrón de éstos y se
respetará su autonomía y se garantizará el derecho de inclusión de
las personas de los pueblos y barrios.
3. Las autoridades representativas encargadas de la operación,
administración y mantenimiento de estos panteones deberán pre-
sentar un informe detallado a la comunidad y a sus instancias repre-
sentativas en el marco de su autonomía.8

En todo este movimiento, la señora Soledad Moreno ha te-


nido el respaldo, no sólo de su comunidad, sino también de pue-
blos hermanos, tal es el caso del pueblo originario de San Bernabé
Ocotepec. Se ha firmado un documento fechado el 4 de marzo de
2018, donde apoyan al pueblo hermano de San Jerónimo Aculco
Lídice. Ese documento obra en el archivo personal de la señora
Soledad y en él manifiestan que sólo el presidente saliente de una
Comisión puede convocar a asamblea, con el ánimo de proteger la
autonomía, está firmado por ocho de diez comisiones existentes en
este pueblo hermano.

8
Ley de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas residentes de la
Ciudad de México, artículo 50, panteones.
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 319

CONCLUSIÓN

Puedo afirmar que el tema del panteón ha sido una experiencia


personal satisfactoria que me ha permitido conocer la tradición,
interactuar con mis vecinos, pero también ha sido de lucha in-
cansable pues, desde que me acerqué a la señora Soledad More-
no, la he apoyado en lo que ha estado a mi alcance. En pedir se
respete su nombramiento como autoridad tradicional, porque no
sólo implica respeto a los usos y costumbres, sino el respeto a los
adultos mayores. En una comunidad, el amor a su panteón ha-
bla de la unidad de una comunidad y de sus valores. No ha sido
fácil, los políticos han utilizado los recursos públicos para poder
manejar a las comisiones, incluso hasta incluyéndolas en la nómi-
na delegacional, pagando favores políticos con un patrimonio de
la comunidad, utilizando la violencia física, verbal, sicológica y
a la comunidad. Hasta en redes sociales han atacado este traba-
jo noble, insisten en el tema porque saben que detrás hay mucho
escondido y que el acceso a la información pública ha sido una
limitante para poder poner orden al interior, sin embargo, vamos
en ese camino.
El trabajo de la señora Soledad, el señor Guadalupe Moreno
y el señor Julio García, me permitieron corroborar que aún exis-
ten personas desinteresadas que ofrecen el apoyo, que procuran el
bien común, en esta época es muy difícil verlo, pero sí existen. Me
han contagiado su espíritu altruista y al lado de mi esposo el señor
César Felipe Cortés y mi hija Melissa Cortes, hemos defendido este
bien patrimonial como voluntarios. Hemos corroborado excesivos
abusos, les hemos dado seguimiento y se han denunciado las irre-
gularidades, pero unidos hemos logrado permanecer algunos años
trabajando para bien de la comunidad.
La satisfacción queda cuando vemos a los usuarios arreglar
algún asunto pendiente o visitar la ofrenda y felicitarnos por el
trabajo. Mi deseo más firme es que algún día, podamos llegar a la
autonomía, lejos de intereses políticos y económicos. Agradezco
infinitamente a estas tres personas haberme permitido colaborar
con ellas y corroborar que existen liderazgos natos, que no requie-
ren de política ni de dinero, solo de buena voluntad. Por último
320 Memorias del poniente V

agradecer a la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Cua-


jimalpa, la oportunidad.

FUENTES

Entrevistas

María de la Soledad Moreno Romero


José Guadalupe Moreno Bustamante
Julio García Aceves

Hemerografía

Notimex, “Usuarios con ataúd mintieron a policía para ingresar al Metro:


Gaviño”, El Universal, 10 de noviembre de 2017, Sección Metrópoli.
Consultado en: https://www.eluniversal.com.mx/metropoli/cdmx/usua-
rios-con-ataud-mintieron-policia-para-ingresar-al-metro-gavino.
Romero Tovar, María Teresa, “Memoria y defensa de los panteones co-
munitarios del Distrito Federal”, Nueva antropología, 23(73), (2010),
pp. 9-33.
Romero Tovar, María Teresa, “Antropología y pueblos originarios de la
Ciudad de México. Las primeras reflexiones”, Argumentos, 22(59), ene-
ro abril, (2009), pp. 45-65.

Legislación

Constitución Política de la Ciudad de México


Ley de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas residen-
tes de la Ciudad de México

Sitios Web

Instituto Nacional para el Federalismo y Desarrollo Municipal, “La


Magdalena Contreras”, Enciclopedia de los municipios y delegacio-
El panteón de San Jerónimo Aculco Lídice 321

nes de México, http://www.inafed.gob.mx/work/enciclopedia/EMM09DF/


delegaciones/ 09008a.html.
Teresa Mora Vázquez, “Dictamen cultural del pueblo San Jerónimo Acul-
co Lídice, La Magdalena Contreras, Ciudad de México”, Pueblo San
Jerónimo Aculco Lídice en blog, http://pueblooriginariosjal.blogspot.
com/2016/12/dictamen-cultural-pueblo-de-san.html
PUEBLOS DE ANTES,
PUEBLOS DE HOY
SANTA LUCÍA CHANTEPEC. DEL ENTORNO
RURAL AL ENTORNO URBANO.
TRANSFORMACIONES DE UN PUEBLO EN LUCHA
POR CONSERVAR SU ESENCIA

Guillermo Carmona González1

RESUMEN

A través de sus recuerdos de infancia, Guillermo Carmona cuenta


la transformación del pueblo que lo vio nacer. Con amenas anéc-
dotas, don Guillermo ofrece una visita histórica por el pueblo de
Santa Lucía, a partir de los años 50. Describe el panteón, las ca-
sas de familiares y vecinos, las milpas y las flores de todos colores
como los recuerda, imágenes que transportan al lector a esos mo-
mentos. También relata cómo en sus juegos y recorridos de niño,
fue viviendo los cambios del paisaje. Cuenta cómo la llegada de
servicios y la construcción de infraestructura vial, entre otros, in-
fluyeron para urbanizar el lugar que hoy refiere como “un pequeño
núcleo formado por unas cuantas calles, su iglesia y escuelas…
inmerso en la gran mancha urbana”.

***

El pueblo de Santa Lucía Chantepec es un pueblo de origen


prehispánico, sus primeros pobladores fueron tepanecas y perte-
necieron al señorío de Azcapotzalco. En la lámina 21 del Códice
Quahximalpan está representada la fundación de Tlaxcali Xata

1
Originario del pueblo de Santa Lucía Chantepec, de ocupación médico veterinario
zootecnista, amante de la historia de México y de las novelas costumbristas mexicanas e
históricas del siglo xix y xx. Interesado en las pláticas de los adultos mayores nativos de
este pueblo, las cuales lo han enriquecido en el conocimiento del mismo.

325
326 Memorias del poniente V

Lociatzin (Barrio de Santa Lucía) en el año de 1534.2 En la época


colonial, en el año de 1562, le fue otorgada una Merced Real de
ocho caballerías de tierra firmada por el segundo virrey de la Nue-
va España, don Luis de Velasco. El pueblo se encuentra ubicado
al poniente de la Ciudad de México dentro de la Alcaldía Álvaro
Obregón.

1. IMÁGENES DEL PUEBLO DE SANTA LUCÍA


ENTRE LOS AÑOS 50 Y 60

Como en la mayoría de los pueblos en México, el eje principal es


su iglesia, la cual se encuentra ubicada en el centro del pueblo. En
un principio, fue la capilla del panteón ya que no había sacerdote
de planta, pues iba a dar misa el que pertenecía a la parroquia de
Santa Fe. A finales de los años 50, recuerdo que a los lados del atrio
de la iglesia se encontraba el panteón, el cual estaba delimitado en
todo al rededor por una barda de blocks de tepetate. En su parte
central había un pasillo y a ambos lados una hilera de cedros, en
el centro de la hilera de cedros del lado izquierdo, se encontraba
y todavía se encuentra una cruz atrial con el símbolo de la orden
de los Agustinos Descalzos de las Islas Filipinas en la parte central de
su base. Estos frailes Agustinos eran los mismos que habitaron el
Batán de Huellatla y que salieron en defensa de los naturales de
Santa Lucía Chantepec en el litigio con el pueblo de Santa Fe en
el siglo xviii.3
Recuerdo que en este panteón, entrando del lado derecho, se
enterraban a los adultos mayores del pueblo, así como en la mitad
de la parte izquierda pegada a la entrada del atrio, y a los niños en
la otra mitad pegada a la entrada del templo. Cada familia tenía
un lugar específico en donde enterraban a sus difuntos y era respe-
tado por todos. Recuerdo que en el centro de la parte derecha del
panteón existía un cedro muy grande el cual, a pesar de tener más
de 400 años, todavía tenía algunas ramas verdes.

2
Mariela Ovando, A orillas de la gran ciudad, breve historia del pueblo de Santa Lucía
Chantepec, su feligresía, mayordomos y fiesta patronal, México: tesis presentada en la
Escuela Nacional de Antropología, 2016, p. 24.
3
Acervo Personal del señor Guillermo Carmona González, Santa Lucía Chantepec.
Santa Lucía Chantepec 327

También recuerdo que las calles ubicadas alrededor de la


iglesia estaban empedradas, para que cuando la gente entrara al
templo y a la escuela primaria contigua, no llevaran lodo en los
pies en temporada de lluvias. Estas eran las calles de Comonfort,
Covarrubias, Guadalupe Victoria y Corregidora. En la calle de Co-
rregidora −llamada anteriormente Callejón de las Flores− que que-
daba al frente de la entrada al atrio de la iglesia, en contra esquina
con Guadalupe Victoria, se encuentra ubicada la que fue la antigua
escuela primaria Hermanos Galeana. Contigua a ella, formando
parte de la misma construcción, estaban la subdelegación y la cár-
cel que ahora forman parte del jardín de niños Mónaco.
Recuerdo que enfrente de la escuela estaba la casa del señor
Librado Torres. Esta era una casa muy antigua y fue ahí en donde
se instalalaron el primer molino para nixtamal de Santa Lucía y
una tienda. Más adelante, en el centro de la calle, había un pedes-
tal sobre el cual estaba el busto de don Miguel Hidalgo y Costilla,
era como una placita ya que se ampliaba la calle y a la orilla se
hacía un semicírculo en donde había lugar para sentarse a descan-
sar. Más adelante, pasando la escuela primaria hacia el poniente,
había un terreno baldío muy terregoso con magueyes al lado de la
calle en el cual salíamos a jugar. Era del señor Ladislao Alquici-
ra Carmona, quien posteriormente donó ese terreno para que ahí
se construyera la nueva escuela primaria Hermanos Galeana. En-
frente de la primaria se encontraba la casa de los señores Alfonso y
José Ávila. Por el mismo camino del lado derecho, se encontraban
los lavaderos públicos del pueblo. Recuerdo que se oían las risas
de las señoras cuando platicaban sus anécdotas, hasta mi casa que
estaba al final de la calle. Recuerdo a las señoras Felisa González,
Nieves González Arias y Rosa Martínez cuando estaban lavando.
Corregidora era una calle angosta como todas las del pueblo
y, para delimitar la calle a ambos lados, había un pretil de piedras
de río de una altura aproximada de un metro y medio para evitar
que al pasar las personas con sus animales, estos se subieran a
causar daño a los sembradíos, ya que en ese tiempo, en la mayor
parte del pueblo había milpas. Se sembraba maíz, frijol, habas,
calabaza y chícharo principalmente. Cada año también en esta
época, nacían entre las piedras unas flores que aún vemos en los
camellones de la Ciudad de México y que les nombraban maravi-
328 Memorias del poniente V

llas, se extendían mucho como arbustos entre los pretiles. Eran


muy bonitas, como cornetitas de muchos colores: blancas, lilas,
rosas, rojas, moradas, y algunas que les llamaban apastilladas por
tener muchos colores en una sola flor. Las muchachas las cortaban
y se las colgaban como aretes. Al final de la calle del lado izquierdo
aún se encuentran las casas que formaron parte del mesón de San-
ta Lucía, el cual funcionó durante la segunda mitad del siglo xix y
que pasaron a ser propiedad de los descendientes del señor Felipe
Carmona Burgos.
La primera era la casa del señor Florencio Carmona, la cual
tenía un solar a un metro abajo del nivel de la calle, muy bonito
con muchas flores y árboles frutales. Asimismo tenía varios cajo-
nes con colmenas para la producción de miel, recuerdo que oía-
mos seguido el ruido característico de los enjambres al salir de sus
cajones y corríamos a encerrarnos en las casas para que no nos
picaran las abejas. Al mismo tiempo, los familiares de estas per-
sonas empezaban a hacer ruido con botes de fierro que golpeaban
con un palo, decían que era para confundir a las abejas y evitar que
se fueran lejos. Normalmente se paraban en un árbol o en alguna
cornisa y una vez ahí, eran recogidas y las regresaban a su cajón.
Este señor Florencio vivía con una hija llamada Catalina Carmo-
na Nava y con un señor que era el pastor, éste era un señor alto
y corpulento que tenía amputada la pierna derecha de la rodilla
para abajo, además usaba una muleta y le faltaba un ojo. Él salía a
diario con las ovejas y los chivos, los cuales llevaba a pastorear al
campo por el rumbo del río. El señor se llamaba Lucio y además
era muy enojón, y al verlo nos daba miedo, nos regañaba cuando
a escondidas nos metíamos al solar a recoger alguna pelota que se
nos iba, cuando jugábamos en la calle o nos metíamos a robarnos
los duraznos y peras de la huerta.
La siguiente casa era la del tío Gabriel Carmona Alanís, una
construcción que a la fecha no ha sufrido una trasformación im-
portante; recuerdo que sus hijos la tenían como casa de campo y
fue en los años 60 que sus hijos que vivían en Mixcoac regresaron
a Santa Lucía, debido a que por las obras del periférico les tiraron
su vivienda. Cabe destacar que en el pórtico exterior de piedra de
esta casa, en el centro en la parte superior, existe también el signo
de los Agustinos. Es una casa grande de dos aguas, en desniveles,
Santa Lucía Chantepec 329

con su portal de teja, un acceso en el centro y a ambos lados de


este portal, colindando con el jardín había una bardita aproxima-
damente de metro y medio en donde se colocaban macetas con
flores, como malvones, geranios y rosas. Esta casa tiene una sala
comedor grande y recámaras, una de ellas enfrente, junto a la co-
cina. También tiene en la parte superior, como a cuatro metros de
altura y al final del pasillo, una puertita como de un metro de alto
por 80 cm de ancho, que es la entrada al tapanco (es el espacio
entre el techo plano hecho de madera o tejamanil sobre vigas de
madera y el techo sobre el cual se coloca la teja en desnivel). En
este espacio se guardaban cosas que ya no se usaban, como camas
viejas, botes de leche, herramientas de labranza, sillas de montar,
etcétera. Como ahora el cuarto de triques.
Más adelante se encuentra la casa del señor Julio Carmona y
Trinidad Carmona, en esta casa fue en donde nací. Tenía caracte-
rísticas de construcción similares a la anterior del señor Gabriel
Carmona, estas construcciones fueron hechas de mampostería de
piedra de río y lodo, de un espesor de 80 centímetros aproximada-
mente, y muros de adobe, a pesar de haber sufrido modificacio-
nes, todavía conserva sus muros originales. Recuerdo que enfrente
había un bordo, y en él, un fresno grande, en este fresno, como
a dos metros de altura de su base, en medio de donde salían las
ramas principales, se formaba un hueco, allí la abuelita (mamá
Jacobita) sembró una cactácea llamada nopalillo, principalmente
en semana santa daba unas flores de color rojo intenso y otras de
color blanco y amarillo, ¡muy bonitas! En los años 70, al ampliar la
calle, le cortaron algunas raíces y el fresno se secó. Contiguo a este
lugar había un jardincito en donde había varias plantas de higos y
brevas muy sabrosas, así como un gallinero.
Al final esta calle entroncaba con la llamada anteriormente ca-
mino a San Mateo Tlatenango, actualmente calle Ignacio Zarago-
za; asimismo con la calle llamada Antiguo Camino a Mixcoac, hoy
llamada Avenida Tamaulipas, la cual fue y sigue siendo, la calle
principal del pueblo, ya que lo atraviesa de oriente a poniente. So-
bre esa calle vivían antiguas familias entre las que recuerdo, de
oriente a poniente, eran primero la familia Osnaya, posteriormen-
te la familia Rodríguez, la familia Carmona Nava, la familia Al-
quicira, la familia García, la familia González Alquicira, la fami-
330 Memorias del poniente V

lia Ovando Baeza, la familia Martínez Flores, la familia Alquicira


Carmona, la familia Santana, la familia Colín, la familia Montes, la
familia Ávila Carmona, la familia González Ávila, la familia Mon-
tes Alquicira, la familia Hernández Rodríguez, la familia Rojas y al
final, la casa de campo del señor Daniel Macazaga.
Como ya habíamos comentado anteriormente, la calle Igna-
cio Zaragoza y la calle 18 de julio eran calles que nos llevaban al río
de Mixcoac y por las que los habitantes de Santa Lucía llevaban a
sus animales a pastar al monte, por donde subían con sus cosechas
en las bestias de carga y por las que algunas señoras les gustaba
bajar para ir a lavar al río. La zona del río era un lugar muy bonito
con sus aguas cristalinas y limpias, en las cuales a veces nos bañá-
bamos, en la orilla crecían tejocotes, duraznos, capulines y peras;
algunas veces nos sentábamos a la orilla sobre las piedras a con-
templar el paso del agua y a comer fruta, era muy reconfortante
pasar el tiempo ahí, aunque en tiempo de lluvias crecía bastan-
te y se oía a lo lejos como arrastraba piedras grandes y ramas de
árboles y todo lo que se encontraba a su paso. También algunos
pobladores que no habían tomado sus precauciones, al llegar una
tormenta se quedaban del otro lado del río, ya que no había algún
puente por donde pasar y tenían que esperar hasta que bajara la
corriente de agua. Esto sucedía también cuando los tlachiqueros
tenían que ir a raspar sus magueyes en las tardes, o los pastores
debían llevar sus animales a pastar a las lomas en lo que hoy es el
nuevo panteón jardín.
Del lado norte del pueblo había otros llanos que pertenecían
a Santa Fe, recuerdo que acompañaba a mi abuelito llamado Ge-
rónimo González a llevar a los animales a pastar a estos llanos
que colindaban con su morada. Su casa estaba a la orilla de una
barranca grande llamada la Cántela y los llanos se llamaban Tla-
payaco, el Barbecho, la Botica y el Hospital. En estos llanos había
bastante pastura para los animales y nunca hubo ningún incon-
veniente de los dueños de esos terrenos al llevar a los animales a
pastar ahí. Nos gustaba ir con mi abuelito, ya que jugamos subién-
donos en los árboles y juntando bellotas, que eran como esferas de
un color rosáceo muy bonito.
La loma del Hospital era la que estaba más cerca de los tirade-
ros de Santa Fe, separada solamente por una barranca. A la orilla
Santa Lucía Chantepec 331

del lado de los tiraderos había gran cantidad de encinos y a lo lejos


se veían unos guajolotes grandes y gordos, ¡pero cientos! subidos en
los árboles. Estos eran los zopilotes que se alimentaban de los des-
perdicios de comida que se encontraba en la basura o de animales
muertos y otros desechos por lo que no me gustaba ir hasta esta
loma ya que llegaba un olor muy desagradable. En la loma del
Hospital había mucho zacatón y decían que debido a eso había
mucho sincuate (víbora) y que algunas veces se le enredaban en
las patas a las vacas para tomarse la leche, algo que nunca vi pero
lo contaban los pastores.
También recuerdo que una vez, debido a un problema fa-
miliar, mi abuelito dejó a las vacas solas y cuando regresó ya no
estaban en donde las había dejado. Las buscó pero no las encon-
tró. Se fue a avisar al pueblo y mi papá, que en ese tiempo era el
subdelegado del pueblo, fue a ver por dónde se las habían llevado,
y siguió la ruta pasando por Santa Fe hasta la colonia América, por
el rumbo de Observatorio. Contaba mi papá que ahí había varios
establos de animales y que al llegar a uno de ellos, unas vacas al
verlo le mugieron al reconocerlo, ya que él frecuentaba la casa de
mi abuelito y conocía las señas particulares de las mismas. Co-
mentaba que le dijo a la señora que se encontraba cuidando las
vacas, que esas vacas eran robadas, que no las moviera de ahí por-
que si no se la iban a llevar detenida; al mismo tiempo se movió la
camisa y enseñó una pistola calibre 38 que llevaba. La señora se
espantó y no le quedó más remedio que obedecer. De ahí se fue a
Tacubaya y con algún vecino que venía a Santa Lucía en el camión
mandó decir que lo fueran a alcanzar para recoger a los animales
robados, que ya los había encontrado.
No se puede dejar de mencionar que en Santa Lucía existía
un terreno ubicado cerca del centro del pueblo, a espaldas de una
tienda llamada La Gloria, en el lado norte del pueblo, el cual se
ocupaba como campo de futbol, muy singular y muy famoso, ya
que estaba ubicado en la punta de una loma y le llamaban el “lomo
de burro” porque no era plano sino ligeramente ovalado. Era el
orgullo de los jóvenes deportistas de Santa Lucía, en donde cada
domingo se reunían para jugar contra equipos de otros pueblos,
como de Tacubaya. Entre algunos jugadores podemos mencionar
a los señores Mario González, Salvador González, Adrián Gonzá-
332 Memorias del poniente V

Imagen 1. Sacando el ganado para llevarlo a pastar al campo,


foto tomada sobre la calle de Corregidora, enfrente de la casa
del señor Trinidad Carmona. Acervo personal del señor
Guillermo Carmona, 1950.

lez, Javier Carmona, Salvador Hernández, Jesús Santana, Juan


González, Leopoldo González, Antonio Cortés Sabino Osnaya, en-
tre otros. Comenta el señor Luis Carmona Jiménez que le platicó
el señor Salvador González, que algunas veces, en sus años de ju-
ventud y antes de ser famoso, Javier Solís vino jugar con un equipo
de Tacubaya.
Este era el entorno de un pueblo apacible y tranquilo de los
años 50 y 60, con la mayoría de sus habitantes pobres, con caren-
cias de servicios, pero viviendo una vida muy tranquila sin presio-
nes de ningún tipo, y muy solidarios entre sí.

2. EL SUBDELEGADO, EL REPRESENTANTE
DEL PUEBLO

El subdelegado de Santa Lucía era un funcionario público nom-


brado por el delegado, en aquel tiempo, de la delegación Álvaro
Santa Lucía Chantepec 333

Imagen 2. Imagen del campo de futbol del pueblo


de Santa Lucía, conocido por todos como “lomo de Burro”,
tomada desde la avenida Tamaulipas. Acervo personal
del señor Guillermo Carmona, fotografía tomada
por el señor Daniel Macazaga en 1960.

Obregón (hoy alcaldía) a la que pertenecía, era también el repre-


sentante del pueblo. Entre los subdelegados mencionaremos al
señor Sabino Alquicira Ponce y el señor J. Trinidad Carmona Ra-
mírez, quién ocupó el cargo de subdelegado por 28 años hasta el
día primero de septiembre de 1965, año en que se jubiló. Poste-
riormente hubo otras personas como el señor Emilio Alquicira y el
señor Filemón Calva, ellos ocuparon el cargo de subdelegado muy
poco tiempo. Más adelante la figura de subdelegado desapareció
y se nombraron representantes vecinales, éstos eran elegidos por
consenso, pero al no tener una remuneración económica, su labor
dejó mucho que desear, ya que, o se dedicaban a su trabajo perso-
nal o a ser representantes del pueblo. A la larga, se convirtieron en
gente de apoyo al partido político del delegado en funciones en la
delegación Álvaro Obregón, hoy alcaldía.
Dentro de las funciones que realizaba un subdelegado se pue-
den distinguir las siguientes:
334 Memorias del poniente V

A.- Informar a la autoridad delegacional si los maestros asigna-


dos eran suficientes o era mayor la demanda, estar pendientes que
los maestros asistieran a dar clase al pueblo y que cumplieran con
el horario establecido, ya que muchos maestros llegaban el día mar-
tes y se regresaban el día jueves, dizque porque estaba muy lejos, a
pesar de que se les daba hospedaje y en algunos casos alimentos.
A continuación se transcribe un oficio4 en el que el subdelega-
do en Álvaro Obregón reporta la falta de maestros.

Trinidad Carmona Ramírez


Presidente de la jta. De Mej. Materiales
Del pueblo de Santa Lucía
Calle corregidora 10, Z.P. 19
Villa Obregón; D.F.

Villa Obregón, D.F., a 6 de octubre de 1966.

C.LIC. AGUSTIN YAÑEZ


MINISTRO DE EDUCACIÓN PÚBLICA
SECRETARIA DE EDUCACIÓN PÚBLICA
M E X I C O, D.F.

Con toda atención y respeto el suscrito en representación de la junta


de mejoras materiales del pueblo de Santa Lucía y vecinos del
mismo lugar se está permitiendo dirigirse a usted, rogándole tenga
a bien intervenir para que el próximo año lectivo de 1967, no falten
maestros para la escuela primaria “HERMANOS GALEANA”, pues
este año nos faltaron dos profesores y el próximo se necesitan 17
profesores, para que atiendan a 17 grupos que se formaron.
Sr. ministro, le anticipamos a usted las debidas gracias por la atención
que se sirva prestar a nuestra petición y, nos es grato reiterarle las
seguridades de mi atenta y distinguida consideración

EL PRESIDENTE DE LA JTA. DE MEJ.MAT.


J. TRINIDAD CARMONA RAMIREZ

4
El texto de éste y los documentos que se citan más adelante, se transcribieron tal
como aparecen el en documento original. Acervo personal, propiedad del señor Guiller-
mo Carmona González.
Santa Lucía Chantepec 335

B.- Organizar las fiestas patrias, para lo cual se nombraba un


comité de fiestas patrias. Dos meses antes se organizaban bailes
en el patio de la escuela para juntar fondos, asimismo se elegía
una reina de las fiestas patrias, la cual se encargaba de vender los
boletos que costaban un peso, con eso se juntaba para comprar
los vestidos de la reina, sus princesas, el pago de la orquesta para
el baile de coronación del día 15 de septiembre en la noche y el
arreglo del carro alegórico para el desfile por todo el pueblo del día
16 de septiembre.
C.- Reportar accidentes que se presentaran en el pueblo,
como personas que se desbarrancaban cuando salían a cortar leña
o a cuidar sus vacas. O reportar el robo de las mismas. También
debían reportar incidentes, como cuando los cadetes de la escuela
militar latina practicaban tiro al blanco por el rumbo del pueblo
de Tetelpa, como el que fue reportado en el siguiente oficio que se
transcribe:

SUB DELEGACION EN EL PUEBLO DE


SANTA LUCÍA, VILLA OBREGON, D.F.
OFICIO 149

ASUNTO: -Informando sobre un lesionado.

Villa Obregón, D.F., a 12 de noviembre de 1959.

C. LIC. FERNANDO GUTIERREZ ESQUIVEL


DELEGADO DEL DEPARTAMENTO, DEL D.F.
EN VILLA OBREGON, D.F.

Me permito comunicar a usted que el día de hoy como a las 9 horas,


resultó lesionado de una pierna El Señor Florentino Flores, el cual se
encontraba tomando sus alimentos en el patio de la casa Num. 46 de
la calle de Tamaulipas de este pueblo de Santa Lucía, la bala estamos
seguros que procedió de la Academia Militar Latino Americana
donde a esa hora precisamente estaban disparando y haciendo
grandes prácticas de tiro.
  La Sra. Rosa Martiínez, que tiene su domicilio en la calle 18 de
julio, también iba a resultar lesionada por los mismos disparos.
336 Memorias del poniente V

Me trasladé inmediatamente a la academia Militar Latino Americana y


hablé con el Sr. Director para que suspenda las prácticas de tiro para
evitar que resulten más lesionados.
  Estas prácticas de tiro las hacen constantemente poniendo en
peligro la vida de los habitantes de este lugar.
RESPETUOSAMENTE.
SUFRAGIO EFECTIVO. NO REELECCION
EL SUB-DELEGADO DEL DTO. DEL D.F.
J. TRINIDAD CARMONA RAMIREZ

D.- Conciliar con los vecinos cuando algunos de sus animales


se soltaban, salían de sus casas y causaban daño a las milpas de
sus vecinos, o algunas veces, animales que se escapaban de otros
pueblos y que afectaban a las milpas de los habitantes de Santa
Lucía. Si el dueño del animal no aparecía para reparar el daño en
determinado tiempo, se subastaba el animal al mejor postor entre
los pobladores para resarcir el daño que había causado el animal
y los costos de alimentación.
E.- Reportar cuantas minas de arena había en Santa Lucía
y si estaban registrados sus permisos de funcionamiento ante la
autoridad.
F.- Reportar quiénes eran las personas que vendían pulque en
Santa Lucía y si pagaban sus derechos por la venta.
G.- Reportar el número de comercios que había en Santa Lu-
cía y vigilar que no se vendieran bebidas alcohólicas en la vía pú-
blica.
H.- Convocar a la población para la creación de la junta de
mejoras materiales del pueblo de Santa Lucía, con el fin de mejo-
rar servicios como arreglo de calles, introducción de los servicios
de agua, luz eléctrica, teléfono, transporte público, etcétera.
I.- Conciliar cuando había disputas entre vecinos. Se transcri-
be una carta de agradecimiento de un vecino que vivía en la zona
de la presa de Santa Lucía, dando gracias por el arreglo de una
disputa entre vecinos.5
5
Archivo histórico del pueblo de Santa Lucía Chantepec, propiedad del señor Gui-
llermo Carmona González.
Santa Lucía Chantepec 337

Atento recado.
Sr. Trinidad Carmona.
Por medio de este umilde papel te damos las mas cordiales gracias por
tus atenciones que tuviste con nosotros en San Angel. Te avisamos que
ubo una tromsion entre Santiago y margarita y mi compadre Gabriel
en lo particular Santiago ba aseguir trabajando como siempre a su
mujer se la va a llevar a otro lado para evitar que le falte a margarita
y no solo a ella atodas las vecinas las ofende en cuanto te dise tu & %
Jesús Sánchez

J.- Coordinarse con los mayordomos para trámites ante la au-


toridad para la realización de las fiestas patronales y apoyar en las
faenas para el mejoramiento de la iglesia y el panteón, así como
estar al pendiente de que al sepultar a un difunto, las personas hu-
biesen pagado los derechos correspondientes ante la autoridad y
que lo hubiesen sepultado en el lugar correspondiente a la familia
del difunto en el panteón.
Considero que el subdelegado fue un personaje muy impor-
tante en el pueblo, ya que era el contacto entre la autoridad y los

Imagen 3. Nativos del pueblo de Santa Lucía en el año de 1950.


Acervo personal del señor Guillermo Carmona, 1950.

6
Acervo Personal del señor Guillermo Carmona González, Santa Lucía Chantepec.
338 Memorias del poniente V

habitantes del pueblo. El que estuviera atento en las necesidades


y problemas que se presentaban, daba mucha confianza y a la vez
seguridad.

3. PRIMERAS TRANSFORMACIONES

Aunque algunos acontecimientos que narraré en esta sección no


sucedieron propiamente en el pueblo de Santa Lucía, sí incidieron
en el inicio de un cambio.

Club de Golf Prados de la Montaña

A finales de los años 50 por el rumbo de San Mateo Tlaltenango,


colindante con Santa Lucía, se estableció un club de golf deno-
minado Prados de la Montaña. El acceso se encontraba en la par-
te poniente de Santa Lucía, cerca de un lugar conocido como El
Muñeco (ya que ahí había unas construcciones y en una torre de
concreto como de diez metros de altura, había una escultura de ce-
mento de un atleta lanzando un disco). Era muy grande, los cam-
pos muy bien cuidados y llegaba gente de gran poder económico.
Había una construcción con un restaurante y salón de fiestas, así
como un lugar para juegos de mesa. También recuerdo que había
una alberca al exterior, ubicada en la parte baja de la loma, y noso-
tros desde la parte de arriba de la loma veíamos a las personas cómo
nadaban y se aventaban clavados desde una plataforma. Todo esto
era muy novedoso para nosotros; era otra forma de vestir de las
personas, tan elegantes, con ropa deportiva y con tantos ayudan-
tes; se desplazaban en carritos de golf…
Recuerdo que algunas veces íbamos por la parte de abajo, por
donde corría el río y colindaba con el club de golf. Había muchos
árboles frutales; principalmente, peras, capulines y tejocotes. Ade-
más de ir por la fruta, íbamos por ahí porque seguido encontrá-
bamos pelotas de golf que se les extraviaban a los deportistas, las
utilizábamos para jugar o romperles la cubierta, ya que en medio
tenían hilos de plástico con el cual jugábamos. En la parte de arri-
ba del club, en el camino de acceso, se construyeron algunas casas
Santa Lucía Chantepec 339

como la de una familia de apellido Piña, a la cual llegamos a ir para


entregar leche. Algunas muchachas de Santa Lucía trabajaron en
el servicio doméstico en aquellas casas, como la señora Martina
Flores; otros habitantes de Santa Lucía trabajaron en el club de
golf en diferentes áreas. Años después, sin saberse el motivo, el
club fue abandonado, los campos se fueron llenando de maleza y
las construcciones se fueron degradando.
Saco la conclusión que este club de golf formó parte de un
proyecto de urbanización muy ambicioso de toda esta zona nor-
poniente de la Ciudad de México, ya que existe un plano de este
proyecto en el que ya está incluido este club de golf.7 Posiblemente
no se llevó a cabo debido a que estos terrenos estaban muy cerca
de los tiraderos de Santa Fe y la gente no iba a comprar un terreno
para vivir cerca esta zona con olores tan desagradables. El señor
Jesús Carmona recuerda que, en ese tiempo, algunas personas vi-
nieron a preguntar al pueblo de Santa Lucía por la ubicación de
unos terrenos que pretendían comprar o habían comprado en esa
parte, pero nada se supo sobre si ya había empezado la venta de los
mismos o había sido un fraude.8
Años más tarde, estos terrenos de Prados de la Montaña
formaron parte de un convenio que hubo entre empresas cons-
tructoras y el gobierno del Distrito Federal. Este último aportó
los terrenos para la construcción de desarrollos inmobiliarios y las
constructoras erigieron la vialidad denominada Puente de los Poe-
tas para conectar la zona de Santa Fe con el sur de la Ciudad de
México y actualmente, con la Supervia Poniente, esta a su vez con
la autopista de Cuernavaca.

Casa la Salle

La Casa la Salle se estableció también a finales de los años 50. Los


miembros de esta congregación religiosa adquirieron unos terre-
nos ubicados al oriente del pueblo de Santa Lucía. Viniendo de
Mixcoac del lado norte, colindante con terrenos del pueblo de San-

7
El documento se encuentra en el Acervo personal de Guillermo Carmona.
8
Entrevista al señor Jesús Carmona, noviembre de 2019.
340 Memorias del poniente V

ta Fe, y por el oriente, colindante con lo que hoy conocemos como


colonia García Marrero.
En un principio sólo ocuparon la parte poniente del predio
en donde establecieron un seminario con dormitorios, una capilla,
amplios jardines y espacios para actividades deportivas. Años más
tarde, se ampliaron a todo el terreno y acondicionaron canchas
para diversas actividades deportivas, convirtiéndose en el área de-
portiva de toda la comunidad de escuelas La Salle. También les
rentaban las canchas de futbol a equipos de la zona, para realizar
torneos y clases de tenis, entre otras actividades. En los últimos
años decayó la actividad en la zona de la casa y posteriormente
toda esta parte fue vendida, actualmente se están construyendo
edificios habitacionales en este lugar, quedando sólo los campos
deportivos de la Universidad La Salle.
Es importante comentar que los hermanos lasallistas apoya-
ron mucho a los niños y jóvenes del pueblo, dando clases de cate-
cismo y formando grupos de boy scouts y frecuentemente salían
los fines de semana de paseo a distintos lugares. Asimismo incenti-
varon la convivencia entre las familias con todas estas actividades,
de las cuales me hubiera gustado participar pero éstas se realiza-
ron mayormente en los años 80.

Rancho Los Migueles

Estuvo ubicado enfrente de la Casa la Salle y perteneció a una fami-


lia de apellido Lara. Tenían caballos, pensionados principalmente,
y los fines de semana venían personas a montar por las lomas del
pueblo. Entre ellos algunos artistas y políticos como el regente de
la ciudad de México Ernesto P. Uruchurtu. Estos señores primero
llegaron a Santa Lucía y adquirieron una propiedad enfrente de la
escuela Hermanos Galeana, la cual les vendió mi papá. Recuerdo
que eran tres hermanos, unas personas muy amables, eran el señor
Emilio Lara, que diario salía a montar temprano por el rumbo del
río; su hermano Miguel Lara y una hermana, la señorita Etelvina
Lara. Con el tiempo llegaron a ser personas muy apreciadas en el
pueblo. Mi primo, el señor Jorge Alquicira quien vivía enfrente de
su casa, comentaba que el señor Miguel Lara le platicó que él fue
Santa Lucía Chantepec 341

quien le enseñó a montar a Pedro Infante, así como a usar el traje


de charro tal como se debe de portar, y que actuó como doble de
Pedro en algunas películas, por lo que fueron buenos amigos de él
y de otros artistas famosos de esos años.

Casa Javier

Esta casa, estaba ubicada al poniente del pueblo más o menos a la


altura donde está ubicada actualmente la tienda Sams y que colinda
actualmente, con los terrenos de la uam Cuajimalpa. Era una casa
muy amplia con muchas habitaciones, ya que era una casa de reti-
ros espirituales, con una capilla y salones para conferencias y con
una vista muy bonita a la zona del Ajusco y de la ciudad. Yo la
conocí porque el padre de Santa Fe a veces no podía venir a los ofi-
cios religiosos a Santa Lucía y los padres de la Casa Javier venían a
celebrar misas y otras actividades religiosas. Siempre muy atentos,
el único problema era que tenían que ir por ellos y regresarlos.
Mi papá que tenía una camioneta Willis, era el que realizaba esta
labor. Entre los sacerdotes, recuerdo al padre Aguirre, era un espa-
ñol muy atento que estableció muy buena amistad con mi papá y él
le platicó sobre la Merced dada a los naturales de Santa Lucía que
poseía. El padre fue el que empezó la trascripción de los documen-
tos, ya que estaban escritos en un español antiguo muy rebuscado.
Había otro padre que se llamaba el padre Ortiz, los feligreses del
pueblo no querían que diera la misa porque era muy regañón y eso
no les gustaba a la gente, por lo que evitábamos lo más posible ir a
recogerlo a la Casa Javier.
Debido a que en esta zona en donde estaba ubicada la Casa
Javier era un banco de arena de mucho valor, se construyó una
derivación más abajo sobre esta loma, como está actualmente
para conectar a Santa Lucía con el pueblo de San Mateo Tlatenan-
go y con Cuajimalpa. Los padres vendieron y la casa fue demolida,
desconociéndose a qué lugar se fueron a establecer.
342 Memorias del poniente V

Minas de arena

Fue en estos años en que el auge de las minas de arena se hizo


muy notorio, aparecieron varios flancos, por lo que muchos de los
pobladores de Santa Lucía se integraron a la fuerza laboral de
las minas como choferes, maquinistas, ayudantes de mecánicos,
checadores, etcétera.

Servicios de transporte de pasajeros

La introducción del servicio de transporte de pasajeros se hizo pre-


sente en estos años por un servicio que venía de Tacubaya a Santa
Lucía. Era frecuente que los vecinos del pueblo se reunieran para
realizar faenas para arreglar el camino, ya que se hacían zanjas
y no podían transitar los camiones, más en temporada de lluvias
porque el camino era de terracería. Recuerdo que se realizaban
tres corridas a las seis de la mañana, a las doce del día y a las
nueve de la noche. Algunos familiares decían que si no llegaban
a tiempo a la terminal del camión en Tacubaya, tenían que tomar
un camión a Santa Fe y de ahí venirse caminando por las lomas
y barrancas para llegar a Santa Lucía y viceversa, si les ganaba el
camión en Santa Lucía. Hay que tomar en cuenta que a pesar de
que eran lugares muy solitarios, la gente podía caminar por estas
veredas de día o de noche con mucha confianza y seguridad. En
una de las entrevistas, comentaba el señor Alfonso Ávila que la se-
ñora Fidelina Ovando iba sola a traer el pan para su tienda a Santa
Fe, saliendo del pueblo a las tres de la mañana y que a las cinco ya
venía de regreso.9
Como consecuencia de estos acontecimientos el pueblo ya no
estuvo tan aislado y la gente empezó a salir a trabajar y a dedicarse
a otras actividades diferentes al campo.

9
Entrevista a los señores José Luis Ávila Carmona y Alfonso Ávila Carmona. Por el
grupo Santa Lucía Chantepec, el mes de mayo de 2018.
Santa Lucía Chantepec 343

4. EL INICIO DEL CAMBIO PROPIAMENTE DICHO,


CON LA INTRODUCCIÓN DE LOS SERVICIOS Y OTROS
ACONTECIMIENTOS

Fue a finales de los años 60 y principios de los 70 que se llevaron a


cabo una serie de acontecimientos que detonaron el cambio más
visible en Santa Lucía, ya que en este tiempo al haber mayor desa-
rrollo y comunicación, los pobladores empezaron a ver un cambio
en su forma de vida. Aquella vida tranquila −en donde era posible
oír las campanas que repicaban a misa en la parroquia de Santa
Fe, o escuchar cómo iba subiendo el tren de Cuernavaca por las
montañas, cómo en todo el pueblo se oía el cantar de la señorita
Luz Santana cuando cantaba canciones rancheras en el patio de su
casa−, se fue perdiendo paulatinamente. Los siguientes cambios
fueron los que considero más importantes.

Pavimentación de la avenida Tamaulipas

Fue a principios de los años 60 cuando se realizó la pavimentación


de esta avenida. Como habíamos comentado antes, es la calle que
atraviesa al pueblo de oriente a poniente. Se llevó a cabo desde la
salida del Olivar del Conde hasta Santa Lucía, teniendo una serie
de modificaciones en su trazo como la derivación en la parte de en-
frente de la casa de los descendientes del señor Marcos Carmona y
el relleno de la barranca que estaba ubicada en la parte oriente del
pueblo, en lo que hoy es la colonia García Marrero. La pavimenta-
ción de la avenida Tamaulipas provocó un crecimiento del comer-
cio del pueblo por la gran afluencia de visitantes y por ser camino
de paso hacia Toluca, ya que antes, la gente que venía del sur tenía
que ir hasta Tacubaya y subir por la avenida Constituyentes. Tam-
bién era la comunicación más cerca con Mixcoac y San Ángel.

Introducción de los servicios de agua, drenaje


y pavimentación de las calles del pueblo

Aunque en años anteriores el servicio de agua ya se había introdu-


cido en el pueblo, mediante la instalación de los hidrantes en varios
344 Memorias del poniente V

puntos, fue en los años 60 cuando se llevó a cabo la introducción


de la tubería para que el servicio fuera domiciliado. Con respec-
to a los servicios de drenaje, la mayoría de los pobladores hacían
sus necesidades fisiológicas en las milpas o terrenos adyacentes
a sus casas, posteriormente en letrinas y años más tarde, el drenaje
conducía las aguas negras hacia las barrancas cercanas, pidiendo
permiso a algunos vecinos para pasar su tubería. Aún en los años
80, la casa de mis familiares y la mía propia estaban conectadas
hacia la barranca. Con la introducción del drenaje en las calles fue
posible conectarse al drenaje público, una vez colocado el servicio
de agua y drenaje, se llevó a cabo la pavimentación de las calles
principales del pueblo, quedando solamente empedrados algunos
tramos de calles adyacentes a la iglesia, que aún se conservan.

Servicio de luz eléctrica y teléfono

Recuerdo que antes de que se introdujera el servicio de luz eléc-


trica en el pueblo, la gente se alumbraba con velas y quinqués de
petróleo. Más tarde, recuerdo que se utilizaron unas lámparas
de gas como las que se usan para acampar, usaban gasolina blanca
como combustible. Fue el día 17 de febrero del año de 1960 en que
la comisión encargada para la electrificación del pueblo de Santa
Lucía, encabezada por el señor Policarpo Alquicira, logró juntar la
cantidad de 30 000 pesos, cantidad que fue aceptada para iniciar
los trabajos. Con este presupuesto solamente se logró la electrifi-
cación de la mitad del pueblo, años más tarde se pudo ampliar a
su totalidad.10
Con respecto al servicio telefónico, comentaba mi papá que
en el año de 1900 hubo el servicio de teléfono en el pueblo, que el
aparato fue robado por los zapatistas y que fue denunciado por
el representante del pueblo, en ese tiempo el señor Sabino Alqui-
cira. No fue sino hasta estos años que se logró la introducción del
servicio telefónico en el pueblo.

10
Archivo histórico del Pueblo de Santa Lucía Chantepec, propiedad del señor Gui-
llermo Carmona González.
Santa Lucía Chantepec 345

Todos estos cambios que se fueron presentando impactaron


mucho en mí, ya que con la introducción de los servicios, teníamos
un mayor contacto con el exterior, se podía escuchar música en la
radio, conocer más de los acontecimientos de México y el mundo
por la televisión. Sólo una o dos familias en el pueblo tenían tele-
visión ya que era caro adquirir una, recuerdo que nos cobraban 20
centavos por ver la televisión, y que era frecuente que nos regaña-
ran en la casa por tardarnos más del tiempo permitido.

Servicios escolares

Cuando yo estaba en la primaria, mi papá junto con la directora,


la maestra Ruth García y posteriormente la maestra Elena Feisth,
tenían que ir casa por casa tratando de convencer a los papás para
que mandaran a sus hijos a la escuela. En ese tiempo, a los niños
los mandaban a trabajar a las milpas o a cuidar el ganado y pocos
eran los que iban a la escuela, y más en tiempo de cosecha era mu-
cho el ausentismo escolar. Este esfuerzo rindió frutos ya que años
después, la antigua escuela Hermanos Galeana ya era insuficien-
te por la gran cantidad de niños que demandaban ser inscritos y
se mandaron varios escritos a la Secretaría de Educación Pública
para que se construyera una nueva escuela primaria. Con el apo-
yo del señor subdelegado y de algunas madres de familia como la
señora Cristina Ledesma y la señora Blanca Cruz de Alquicira, el
programa nacional de construcción de escuelas llevó a cabo el pro-
yecto tomando en cuenta que ya se contaba con un predio donado
por el señor Ladislao Alquicira, vecino del pueblo. La escuela fue
inaugurada el día 8 de marzo de 1963, años más tarde el edificio
de la antigua escuela Hermanos Galeana se propuso para la ubica-
ción de un jardín de niños (Mónaco) y posteriormente, mediante
la junta de mejoras materiales con el apoyo de los habitantes del
pueblo, se compró un terreno anexo para ampliar dicho centro
escolar.
Al haber la mayoría de los servicios en el pueblo, la vida cam-
bió radicalmente, había más comodidades. Llegó mucha gente
nueva, al venderse algunos terrenos se construyeron nuevas casas
o se renovaron otras, y al haber transporte, era muy fácil ir a la
346 Memorias del poniente V

Ciudad de México, así como ir a la escuela secundaria a Mixcoac y


Tacubaya, principalmente, y más adelante a la universidad.

5. OTROS ACONTECIMIENTOS QUE INFLUYERON


DE FORMA DEFINITIVA EN ESTA TRANSFORMACIÓN

Probable construcción de un reclusorio y vialidades


para la conducción del agua proveniente de Cutzamala

A mediados de los años 60 se pretendía construir un reclusorio en


terrenos cuyos propietarios eran ejidatarios del pueblo San Mateo
Tlaltenango, colindante con la parte poniente del pueblo de Santa
Lucía. Los terrenos fueron adquiridos por el gobierno del Distri-
to Federal (en aquel tiempo) por lo cual se realizó una vialidad
para llegar, pero aunque el proyecto duró muchos años, nunca se
concretó. Años más tarde, se efectuaron otras vialidades al sur del
pueblo, como la construcción de la avenida San Isidro Alto Lerma,
por la cual se metió una tubería de gran tamaño para la conduc-
ción del agua. Se construyeron varios tanques de almacenamiento,
como el ubicado en la confluencia de la avenida Tamaulipas y Alto
Lerma, y otro sobre la avenida Tamaulipas a orillas de los campos
de la Universidad La Salle. Asimismo otra línea del acueducto Alto
Lerma atravesó las barrancas hasta el antiguo camino a Mixcoac,
en terrenos ubicados en la parte baja del pueblo de San Bartolo
Ameyalco, en donde se construyó otro tanque de almacenamiento.
Entre estos trayectos había plantas de bombeo y recuerdo que uno
de los vigilantes en alguna de estas plantas era el señor Ángel Flo-
res, el cual, a diario pasaba por mi casa en la tarde para estar en su
caseta de vigilante por el rumbo de Prados de la Montaña.

La construcción del nuevo Panteón Jardín

A finales de 1960 llegaron al pueblo dos señores, recuerdo que uno


de ellos era de estatura mediana y el otro chaparrito. Después supe
que eran unos corredores de bienes raíces que pretendían comprar
algunos terrenos ubicados en las lomas al sur de pueblo, pero no
Santa Lucía Chantepec 347

sabían a quién pertenecían. Esto desconcertó un poco a mi papá,


ya que debido a que el pueblo tenía mayor comunicación y ser-
vicios, algunos líderes pretendían apropiarse de los terrenos del
pueblo mediante invasiones de grupos de gente necesitada de vi-
vienda. Una vez que se supo cuáles eran los motivos de su interés
y los terrenos que pretendían comprar, se hizo una reunión con los
dueños de dichos predios y posteriormente con los corredores in-
mobiliarios para exponerles la situación en que se encontraban los
predios. Algunos no tenían escritura pública y solamente tenían
la posesión, otros tenían papeles y algunos tenían adeudos de pre-
dial de muchos años. Estos señores prometieron que si estaban los
dueños de dichos terrenos de acuerdo en vender, ellos se compro-
metían a arreglar todos esos inconvenientes. Así fue que aceptaron
la venta, solamente uno de esos terrenos no estaba en Santa Lucía,
sino era una propiedad ubicada en el pueblo vecino de San Mateo
Tlaltenango en Cuajimalpa y su dueña, aceptó también vender.
Los predios, sus propietarios y superficies, fueron los siguientes:

1.- Fracción de terreno denominado “EL TENDEDERO”, ubicado en


San Mateo Tlaltenango Cuajimalpa D.F. con superficie de 8,786.00
M2.propietario Carmen Gutiérrez Vda de Muciño.
2.- Fracción de terreno denominado “EL TENDEDERO”, UBICA-
DO EN Santa Lucía, Villa Álvaro Obregón, D.F., con una superficie
de 15,850.05 M2. Propietario, Pablo Martínez Sánchez.
3.- Fracción de terreno denominado “TLALZONCO”, ubicado en
Santa Lucía, Villa Álvaro Obregón, con una superficie de 35,788.04
M2.Propietario Felipe Carmona Ramírez.
4.- Fracción de terreno denominado “TEPOZCUAHUTLA”, ubi-
cado en Santa Lucía, Villa Álvaro Obregón, D.F. con superficie de
9,287.47M2.propitario José Gomora González.
5.- Fracción de terreno denominado” CLAYECAPAN”, ubicado en
Santa Lucía, Villa Álvaro Obregón D.F. con superficie de 8,344.45M2.
Propietaria Tomasa González Vda de García.
6.- Fracción de terreno denominado”TLAYECAMPA”, ubicado en
Santa Lucía, Villa Álvaro Obregón D.F., con superficie de 4,140.58
M2. Propietario Eusebio Baeza Méndez.
348 Memorias del poniente V

7.- Fraccion de terreno denominado”TLAYECAMPA”, ubicado


en Santa Lucía, Villa Álvaro Obregón, D.F., con una superficie de
5,776.73 M2.propietario Carmen Cortez Montesinos.
8.- Fracción de terreno denominado “TOTOMASQUITLA”, ubi-
cado en Santa Lucía, Villa Álvaro Obregón, D.F. con superficie de
12,876.56 M2.Propietario Jorge Alquicira.
9.- Fracción de terreno denominado”ACUAPANCO”, ubicado en
Santa Lucía, Villa Álvaro Obregón D.F. con superficie de 7,373.17
M2.Propietario Jorge Alquicira.
10.- Fracción de terreno denominado”ACUAPANCO”ubicado
en Santa Lucía, Villa Álvaro Obregón D.F. con superficie 7,110.58
M2.Propietario Arnulfo Martínez.
11.- Fracción de terreno denominado “RIO DE MIXCOAC, y
““OCATLA”, ubicado en Santa Lucía, Villa Álvaro Obregón D.F. con
superficie de 17,969.21 M2.Propietario Ángel Flores.
12.- Fracción de terreno denominado “OCOTLA”, ubicado en
Santa Lucía Villa Álvaro Obregón D: F., con superficie de 12,587.23
M2ropietario Antonio Carmona Rubín.
13.- Fracción de terreno denominado “OCOTLA”, ubicado en San-
ta Lucía, Villa Álvaro Obregón D.F., con superficie de 11,749.60 M2.
Propietario Jorge Alquicira.
14.- Fracción de terreno denominado”TECHOCATITLA”, ubicado
en Santa Lucía; Villa Álvaro Obregón D.F. con superficie de 9,265.74
M2.Propietario Antonio Santos Carmona.
15.- Fracción de terreno denominado “TLAYECAMPA”, ubicado
en Santa Lucía Villa Álvaro Obregón D.F., con superficie de 6,105.95
M2.Propietario Jacinto Cortez Vásquez.
16.- Fracción de terreno denominado “LOS REYES”, ubicado en
Santa Lucía Villa Álvaro Obregón, D.F., con superficie de 3,475.38
M2.Propietario Felipe Alquicira Carmona.
17.- Fracción de terreno denominado”ANCHALTITLA”, ubicado
en Santa Lucía, Villa Obregón, D.F., con superficie de 26,306.09 M2.
18.- Fracción de terreno denominado “Caltepanco”, ubicado en San-
ta Lucía Villa Álvaro Obregón, D.F., con superficie de 22,632.92 M2.
19.- Fracción de terreno denominado “TEZCALELATITLA”, ubi-
cado en Santa Lucía Villa Obregón D.F. con superficie de 3,633.05
M2.11

11
Documento del Acervo personal del señor Guillermo Carmona González.
Santa Lucía Chantepec 349

La operación de compraventa de los terrenos antes mencio-


nados se realizó en el año de 1972, la suma de las 19 fracciones dio
un total de 229 058.80 metros cuadrados. Cuenta el señor Jesús
Carmona González que se pagó el metro cuadrado en 25 pesos,
cantidad muy baja, pero pensando en los problemas que a futuro
se hubiesen presentado, la mejor opción fue vender. Una vez ini-
ciada la venta de las perpetuidades, el precio fue de 4 000 pesos
aproximadamente. También comenta el señor Jesús Carmona que
algunas personas que vendieron los terrenos, posteriormente com-
praron perpetuidades, que les dijeron a los administradores que
como ellos habían sido los que habían vendido, a ver si les hacían
algún descuento, y que les contestaron que no se podía y que “ne-
gocios son negocios”.12

Los reacomodos y el gran crecimiento urbano

Fue en los años 80 cuando hubo un gran crecimiento urbano, aun-


que en años anteriores ya se habían empezado a vender algunos
terrenos, como fue el caso de la primera colonia llamada Corpus
Christie, allá por los años 50. Este auge fue propiciado por la de-
manda de vivienda y aunado a la construcción de vialidades en la
zona de Tacubaya, lo que tuvo como consecuencia el desalojo de
familias de esa parte de la Ciudad de México.
Para solucionar esa presión social, las autoridades vieron a
Santa Lucía como el posible lugar para establecer dichas familias.
Ellos se encargaron de lotificar y autorizar dichos asentamientos,
así como de proveer los servicios necesarios, por lo que grandes
terrenos, la mayoría de labor, pasaron a ser de vivienda. Los re-
acomodos y otros asentamientos son resultado de ello, podemos
mencionar: Reacomodo Santa Lucía, La Araña, Tetlapan, Milpa
del Cedro, El Pirul, Seguaya, Balcones de Sehuaya, Miguel Gaona
Armenta, Manzanastitla, Cedro Chico, El Membrillo, Membrillo
2, La Martinica, Tepeaca, Acuilotla Tepopotla, Atlamaxac, Am-
pliación Corpus Christy, Progresista, El Rincón, García Marrero,
La Milagrosa Ave Real, Las Cuevitas, Mina los Coyotes, Lomas de

12
Entrevista al señor Jesús Carmona González. Noviembre de 2019.
350 Memorias del poniente V

Tarango, Canutillo y Estado de Hidalgo entre otros. Y últimamen-


te, unidades habitacionales como la Universal Infonavit y Sitatyr,
asimismo la ubicación de algunos de los empleados de las minas
de Santa Fe, como la colonia 19 de Mayo; y la reubicación de algu-
nos pepenadores en una unidad habitacional llamada El Cuervo,
y otros en un predio llamado El Corazón, ubicado a espaldas de la
iglesia de Santa Lucía.
Esta facilidad que dieron las autoridades para la urbaniza-
ción de estos terrenos, como en el caso del Panteón Jardín, fue
un mal necesario ya que debido a la gran cantidad de gente que
llegaba a establecerse en el pueblo ya no era posible sembrar las
milpas porque se robaban las cosechas, y al mismo tiempo existía
la presión que de un día para otro, los terrenos fueran invadidos.
Este temor de los nativos de Santa Lucía, aumentó cuando mucha
gente buscó terreno para construir su vivienda fuera del centro de
la Ciudad de México después de los sismos de 1985.

Proyecto Santa Fe

En años anteriores al proyecto Santa Fe, se tenía un plan de ur-


banización de la parte norte de las lomas colindantes al pueblo de
Santa Lucía −como ha sido mencionado anteriormente−, consi-
dero que se inició con la construcción del club de golf Prados de
la Montaña que sí se llevó a cabo. En el acervo personal, poseo los
documentos de un proyecto títulado: Proyecto de Lotificación de
los predios Schaltontal Hueyatla, El Barbecho y La Botica, agrupa-
dos en Prados de La Montaña, jurisducción de Cuahimalpa y Sabra
Fe D.F. Superficie total 1 169 505.00 M2.
Este proyecto de urbanización era muy ambicioso para la
venta de terrenos de tipo habitacional, con una área muy grande
para centro deportivo y de servicios.13 Se desconoce el motivo por
el cual no se llevó a cabo, pero se sabe que estos predios pertene-
cieron originalmente a la familia Ledesma y al señor Juan Roldan
y que fueron vendidos posteriormente, entre otras personas, al ge-
neral Roberto Fierro y a una persona de apellido Ahedo.

13
Acervo personal del señor Guillermo Carmona González.
Santa Lucía Chantepec 351

Posteriormente, todos estos terrenos y el club de golf fueron


adquiridos por un estadounidense, en el pueblo lo conocíamos
como el gringo (Mr. Hesse). Él construyó una casa en Prados de la
Montaña tipo palapa, con techo de zacatón que obtuvo de una de
estas lomas de su propiedad llamada El Hospital, en donde se daba
en abundancia. Recuerdo que este señor, el gringo, mandó hacer
unos departamentos cerca de su casa por Prados de la Montaña,
no les puso castillos, sólo tabiques, y además, obligaba a los alba-
ñiles a pegar los tabiques agarrando la mezcla con la mano no con
cuchara de albañil: era muy excéntrico. Algunas veces lo podíamos
encontrar en la iglesia o en alguna de las casas en donde se vendía
pulque, siempre protegido por un ayudante que se llamaba Jenaro,
el cual nunca lo perdía de vista.
En el año de 1987, inició el desarrollo del plan maestro para el
área de Santa Fe. La liberalización de la economía mexicana abrió
las puertas a la especulación en el mercado inmobiliario y para lle-
var a cabo este proyecto primero se tuvo que desalojar a los pepe-
nadores que habitaban los socavones que habían dejado las minas
de arena desde 1950, principalmente el de la mina Peña Blanca, así
como la explotación de un gran banco de arena que quedó entre
estos socavones que era el camino que iba de Tacubaya a Cuaji-
malpa. En contubernio, los mineros y el gobierno, permitieron la
explotación de esta franja y la desviación del camino antes mencio-
nado. Una vez realizado esto, se expropiaron los terrenos junto con
los anteriormente mencionados de las lomas colindantes a Santa
Lucía y se formó una empresa del gobierno llamada Servicios Me-
tropolitanos, de muy dudosa reputación y que llevó a cabo la venta
de estos terrenos, tanto para uso comercial como habitacional.14
Primero tenían que desalojar a los pepenadores así como a la
mayoría de los empleados de las minas que ahí habían vivido. Los
pepenadores estaban divididos en dos grupos: el primero denomi-
nado Unión de Pepenadores del Distrito Federal, liderado por el
señor José Flores Valdéz que tenía el apoyo del 60% de los pepena-
dores; el segundo, era el Frente Único de Pepenadores, dirigido por

14
María Moreno Carranco, Geografías en Construcción. El Megaproyecto de Santa
Fe en la Ciudad de México, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa,
2015, pp. 52-77.
352 Memorias del poniente V

el señor Pablo Téllez, quien se consideraba más accesible y menos


controlador y tenía el apoyo del 40% de los pepenadores.15
Como consecuencia de este proyecto se comenzó la reubica-
ción de los pepenadores de Santa Fe en el año de 1987, al abrirse
el tiradero de Prados de la Montaña −el cual estuvo funcionando
de 1987 a 1994−, vivieron en una unidad conocida como Tlayaca-
pa en donde se les construyeron casas, una iglesia y una escuela.
Al mismo tiempo, Miguel de la Madrid publicó un decreto en su
favor, el cual posteriormente sirvió como aval para que los pepe-
nadores se negaran a desalojar dicho lugar al momento de cerrar
el tiradero de Prados de la Montaña y Tlayacapa. El gobierno les
ofreció alternativas de vivienda en Tláhuac y Cerro de la Estrella,
en Iztapalapa, en donde los líderes recibieron concesiones en las
plantas de separación de basura del Bordo Poniente San Juan de
Aragón y Santa Catarina, pero algunos pepenadores se opusieron
a ser reubicados y otros se regresaron a Tlayacapa porque no les
gustó, además que los obligaban a pagar las viviendas.16
A finales de 1998, al no llegar a ningún acuerdo los pepena-
dores y el gobierno, se realizó un despliegue de 120 policías para
desalojarlos. Recuerdo que como consecuencia de este hecho, los
pepenadores se fortificaron junto a la puerta del acceso a Tlayaca-
pa por la avenida Tamaulipas. Se atrincheraron con bombas molo-
tov y tanques de gas para enfrentarse a los granaderos. Pero la par-
te oriente de esta unidad colindaba con una barranca que comu-
nicaba con una calle que daba acceso a la colonia 19 de Mayo, en
donde fueron reubicados algunos de los trabajadores de las minas
y ésta, a su vez, daba acceso a la avenida Tamaulipas, por lo que
les cayeron a los policías por la retaguardia. Resultó una batalla
campal muy fuerte.
Cabe destacar que este zafarrancho se suscitó como a las nue-
ve de la noche, hora en que algunos de los habitantes de Santa
Lucía regresaban del trabajo, como el señor Lorenzo Hernández,
que vivía contiguo a la entrada de Tlayacapa. El señor Lorenzo fue
confundido y detenido como miembro de los pepenadores, lo mis-
mo el señor Pedro de Jesús Torres Juárez, trabajador de la unam

15
Moreno, p. 126.
16
Moreno, p. 126.
Santa Lucía Chantepec 353

y el señor Margarito Garnica, empleado del IMSS, ambos vecinos


del pueblo que tuvieron la desgracia de llegar de sus trabajos y ba-
jarse del camión de pasajeros a estas horas. Fueron golpeados sal-
vajemente, el señor Margarito estuvo hospitalizado en calidad de
detenido y no solo eso, sino que fueron acusados de ser los líderes
de ese movimiento disidente de pepenadores; eso a pesar de que
presentaron comprobantes de su trabajo y justificaron la hora en
que habían salido de él.17 Recuerdo que la esposa del señor José de
Jesús Torres me pidió de favor que fuera como testigo que su esposo
era una gente de bien en Santa Lucía y que a esa hora llegaba a su
casa de su trabajo. Estuvieron como dos meses encerrados mien-
tras se aclaraba su situación jurídica. En esa trifulca, muchos de
los pepenadores que llegaron por la retaguardia a atacar a los gra-
naderos fueron perseguidos y corrieron a esconderse a las casas
vecinas colindantes, los granaderos se metieron a algunas de las
casas de esa parte de Santa Lucía, llamada Reacomodo Santa Lu-
cía, destruyendo puertas y ventanas.

6. CONSECUENCIAS QUE HAN DEJADO AL PUEBLO


TODOS ESTOS CAMBIOS Y TRANSFORMACIONES

Económicas

Como consecuencia de la urbanización y posteriormente la cons-


trucción de edificios y plazas comerciales en Santa Fe, el comercio
se vio favorecido en el pueblo, pues el personal que trabajaba en las
obras iba al pueblo a comprar alimentos y provisiones, ya que en la
zona no había donde proveerse de ellos. También hubo mucha de-
manda de mano de obra para las edificaciones. Más adelante, con
la construcción de la Universidad Iberoamericana, mucha gente de
Santa Lucía obtuvo trabajo en las distintas áreas administrativas
y de servicios. También hubo gran demanda de vivienda por parte
de trabajadores y profesores de la universidad, que empezaron a
buscar vivienda por vivir lejos. Estudiantes foráneos o extranjeros

17
Entrevista al señor Pedro de Jesús Torres Juarez, diciembre de 2019.
354 Memorias del poniente V

vieron a Santa Lucía como un buen lugar para vivir, por estar muy
cerca de la universidad y porque era muy económico el alquiler.
Al construirse el centro comercial Santa Fe y otras plazas co-
merciales, también empezaron a buscar vivienda, no sólo en Santa
Lucía sino en otros pueblos como Santa Fe, San Mateo Tlaltenan-
go, Santa Rosa y Cuajimalpa. Al mismo tiempo, al haber mucha
demanda de personal, principalmente en áreas de limpieza, en
restaurantes, como vendedores en las tiendas, como profesionis-
tas; varios jóvenes empezaron a conseguir trabajo en los distintos
corporativos empresariales que se establecieron. A los habitantes
del pueblo les fue muy fácil conseguir trabajo, y al continuar cons-
truyendo cada día más corporativos, se sigue requiriendo mucha
mano de obra de todo tipo.

Seguridad

Como consecuencia de la llegada de mucha gente, ya no se puede


andar con tranquilidad en el pueblo. Ha llegado gente nociva que
aprovecha que mucha gente camina, que sale de sus trabajos y se-
guido la asaltan, algunas veces hasta en sus automóviles.

Transporte y vialidad

Como consecuencia de que tanto en la mañana como en la tarde


circulan gran cantidad de automóviles por la avenida Tamaulipas,
el tráfico es muy caótico y los automovilistas se meten por las ca-
lles del pueblo para buscar una vía más rápida. Provocan grandes
embotellamientos, algunos cruzan por unas calles que vienen des-
de la avenida Centenario y llegan a Santa Lucía. A pesar de existir
ahora la vialidad de Puente de los Poetas, no es suficiente por la
gran cantidad de automóviles, se considera que son más de 100 000
automóviles los que a diario circulan por esta zona y cada día es
más caótico el tráfico debido a que cada día se construyen más
edificios y plazas comerciales, pero las vialidades son las mismas
de siempre.
Santa Lucía Chantepec 355

7. EL ÚLTIMO VESTIGIO RURAL DE SANTA LUCÍA

Se trata de la milpa del señor Emiliano Carmona, el cual se negó a


vender su terreno en el que todavía sembraba alfalfa y maíz, y te-
nía sus vacas de ordeña. Desgraciadamente falleció en 2018, pero
su noble labor continúa realizada por uno de sus hijos llamado
Gerardo Carmona, aunque no se sabe hasta cuándo, ya que su te-
rreno colinda por la parte poniente con una de las zonas de mayor
plusvalía en México y el gobierno de la Ciudad de México se niega
a seguirlo considerando como rural, a pesar de estar la evidencia a
la vista.

8. ¿CÓMO SE VE SANTA LUCÍA A FUTURO?

El pueblo que fue Santa Lucía, con el tiempo se ha convertido en


un pequeño núcleo formado por unas cuantas calles, su iglesia y
escuelas. Es lo que yo vislumbro de Santa Lucía a futuro. Al mismo
tiempo con la construcción de condominios habitacionales, auna-
do a que la nueva población que no está de acuerdo en compartir
los usos y costumbres, veo un pueblo con historia y tradición con
un entorno perdido e inmerso en la gran mancha urbana, del cual
recordamos con nostalgia los tiempos vividos.

FUENTES

Archivo consultado

Acervo Personal del señor Guillermo Carmona González, Santa Lucía


Chantepec.

Libros

Ovando Rivera Mariela, A orillas de la gran ciudad, breve Historia del Pue-
blo de Santa Lucía Chantepec, su Feligresía, Mayordomos y Fiesta Patro-
356 Memorias del poniente V

nal, México: tesis presentada en la Escuela Nacional de Antropología,


2016.
Moreno Carranco María, Geografías en construcción. El megaproyecto
de Santa Fe en la Ciudad de México, México: Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Cuajimalpa, 2015.

Entrevistas

Alfonso Ávila Carmona. Nativo del Pueblo de Santa Lucía, Comerciante.


José Ávila Carmona. Nativo del pueblo de Santa Lucía, carpintero.
Jesús Carmona González. Nativo del pueblo de Santa Lucía.
Jesús Santana. Residente del pueblo de Santa Lucía, empleado jubilado.
Luis Carmona Salgado. Nativo del pueblo de Santa Lucía, jubilado.
Luis Carmona Jiménez. Nativo del pueblo de Santa Lucía, técnico en re-
frigeración.
Pedro de Jesús torres. Residente del pueblo de Santa Lucía, empleado de
la unam.
VICISITUDES EN UNA TRAVESÍA, EL KINDERGARTEN

José César Muciño Pérez1

En la vida es más importante lo que somos que


donde estamos, pero el hecho de «estar» Nos
ayuda a «ser».

Carlos Padilla Esteban2

RESUMEN

En esta historia, el autor nos cuenta la sucesión de acontecimien-


tos que vivió, después de que sus abuelos maternos migraran a la
ciudad de México, se asentaran a vivir en el centro de barrio de Lo-
caxco y de que sus padres, posteriormente se mudaran a el centro
urbano de Cuajimalpa, lugares ubicados a la altura del kilómetro
20 ½, en ambos márgenes de la carretera federal México-Toluca.
El inicio de su etapa escolar en el kindergarten, le permitió interac-
tuar y crear un vínculo con estos lugares, también tener una pers-
pectiva de los cambios y transformaciones del paisaje natural y de
la estructura urbana de Cuajimalpa, fiel reflejo del crecimiento y
desarrollo de la zona sur poniente de la ciudad de México.

***

1
Nativo del barrio Locaxco, originario del pueblo de Cuajimalpa de Morelos. Oriun-
do de la Ciudad de México. Ingeniero Arquitecto egresado de la Escuela Superior de
Ingeniería y Arquitectura (E.S.I.A.), Unidad Profesional de Arquitectura Tecamachalco
(U.P.A.T.), Instituto Politécnico Nacional (I.P.N.)
2
Carlos Padilla Esteban, ¿Ser o estar? ¡Pon el alma! ¡Echa raíces!

357
358 Memorias del poniente V

INTRODUCCIÓN

El presente texto relata el proceso de crecimiento y desarrollo del


centro de barrio de Locaxco, de la carretera federal México-Tolu-
ca3 y del centro urbano de Cuajimalpa. Elementos de la estructura
urbana de la alcaldía Cuajimalpa de Morelos, en el contexto de
ordenamiento, planificación, valoración y apropiación territorial
de la Ciudad de México (CDMX).
Esta historia tiene la sublime misión y el firme propósito
de recuperar el vínculo que tuve con estos espacios territoriales de
Cuajimalpa, a partir de 1970.
Este discurso narrativo también pretende recuperar las vici-
situdes4 en una travesía,5 que viví para poder ir al kindergarten. Es
el relato de una experiencia vivencial en un periodo de acompaña-
miento existencial propio, por los lugares que vieron mi crecimien-
to. Fueron espacios donde mi familia y yo estuvimos insertos, lo
que no aparecía a simple vista, estaba allí incidiendo en nuestras
vidas, aun cuando parecía que nos pasaba desapercibido. La vida
nos hizo ser, estar, coincidir aquí. Por medio de este lenguaje escri-
to pretendo fijar la atención en la práctica recurrente de caminar.
Me permitió tener un acercamiento preliminar, un conocimiento
reciproco, presenciar y constatar el crecimiento y desarrollo urba-
nístico de estos lugares, que a la postre se convirtieron en mi zona
identitaria.
“El centro del barrio Locaxco” es el primer pasaje de esta
historia. En el apartado titulado “Aspectos socioeconómicos en el
centro del barrio Locaxco”, se habla de las necesidades y activi-
dades mediante las que mis abuelos se vincularon con el lugar,
que después sería el barrio Locaxco. Las mismas actividades y ne-
cesidades fueron las que obligaron a mis padres, en las décadas
treinta y cuarenta, y a mí en los sesenta, a establecer una relación
similar con el sitio. Se describe el proceso que siguió mi madre

3
La carretera federal México-Toluca es un entronque de la carretera internacional
15 o corredor carretero federal México-Nogales, urbano de la ciudad de México, subur-
bano de Cuajimalpa e interurbano entre las ciudades de México y Toluca.
4
Sucesión de cambios prósperos y adversos.
5
Tramo de la carretera federal México-Toluca que atraviesa el territorio de Cuaji-
malpa.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 359

para adquirir un lote de tierra y edificar en él. Se hace hincapié


en cómo la construcción de una vivienda transformó el ambiente
natural del lugar y cómo pasó a formar parte del ambiente cons-
truido del barrio y del pueblo de Cuajimalpa a partir de los cin-
cuenta. Se hace énfasis también en las nuevas formas de ocupa-
ción, organización, integración y relación con el territorio, en la
actual colonia Locaxco.
“La carretera México-Toluca” es el segundo pasaje de esta his-
toria y se secciona en dos apartados. En el subapartado “Aspectos
sociales y políticos” se mencionan las necesidades y actividades
que originaron su trazo y construcción. En los subapartados: “El
crucero del kilómetro 20 ½ de la carretera México-Toluca” y
“El equipamiento, el mobiliario y los servicios en la carretera Mé-
xico-Toluca”, se hace una descripción sucinta de los principales
cambios que sufrió la traza de caminos y puentes en este corre-
dor carretero. Se enuncia la evolución de su nomenclatura y los
antiguos caminos, rutas comerciales y corredores geográficos que
confluyen en ella. Se aborda la necesidad y actividad que generó la
construcción de su mobiliario urbano y la relación que tuve con él.
También se hace énfasis en el trayecto que mis padres y yo reco-
rrimos para ir en busca de una escuela para mí. Para finalizar este
pasaje se enmarca el acontecimiento personal que condicionó mi
vida escolar y mi propia existencia.
“El centro urbano de Cuajimalpa”6 es el pasaje final de esta
historia, está ordenado en tres subapartados. En “Aspectos socio-
políticos del centro urbano de Cuajimalpa” se precisa el origen
del ambiente construido. Se menciona el nombre y apellido que
adoptó este pueblo donde inicié mi instrucción escolar, a partir de
1970. Se describen los dos ambientes que conforman el territorio
de Cuajimalpa. Se identifica el rango o jerarquía urbana, los tipos de
zonificación, clasificación, diversificación y porcentajes de los usos
del suelo que había a finales del siglo xx. Se especifica el motivo
por el cual tuve que migrar y la evolución que tuvo el lugar donde
llegué a vivir. Se profundiza en el ambiente y equipamiento insti-
tucional, cultural y educativo que prevalecía en Cuajimalpa en los
6
Cuajimalpa es colonia, pueblo y alcaldía. Estos tres espacios se sobreponen en un
mismo territorio y comparten toponimia. La colonia y el pueblo se consideran espacios
territoriales y la alcaldía, espacio o territorio geográfico.
360 Memorias del poniente V

setentas. Y se conoce el lugar donde finalmente fui inscrito y el


aprendizaje que adquirí después en el lugar que visité.
En el subapartado titulado “Equipamiento y servicios urba-
nos en el centro urbano de Cuajimalpa”, se habla de la evolución
del equipamiento educativo y la educación en este lugar como uno
de los indicadores del nivel de desarrollo sociocultural del pueblo.
Se profundiza en la imagen y perfil urbano que tenía este sitio, se
describe como eran sus calles, el sistema y procedimiento cons-
tructivo, así como los materiales de sus construcciones, la den-
sidad de construcción, el coeficiente de ocupación del suelo que
existía en esa época, la plástica, la geometría, la escala urbana y
proporción de sus construcciones, la conformación del espacio do-
mestico interior, la identidad territorial que había en ese entonces.
También se hace énfasis en la fisonomía educativa, doméstica o
habitacional y comercial, como reflejo de la condición socioeco-
nómica que tenía Cuajimalpa en los setentas. Se hace un recorrido
por los nombres familiares que tenían en aquel tiempo los estan-
quillos, las tiendas de barrio y la nomenclatura urbana vial de sus
calles. Igualmente se habla del equipamiento y los servicios urba-
nos para la educación y la cultura como la biblioteca y el centro
cultural; de abasto como el mercado y la tienda CONASUPER de
la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO);
por último, la recreación y el esparcimiento, como los cines Cor-
tés, y Pedro Infante, así como el museo Pedro Infante, construído
en 2014.
Finalmente, en el subapartado “Aspectos socio-gastronómi-
cos y culinarios de Cuajimalpa de Morelos”. Menciono los cáli-
dos, confortables y aromáticos ambientes interiores, con calor de
hogar, de las casas de antaño. El mobiliario, los trastes y utensi-
lios empleados, en aquella época, para la preparación, cocción y
para el servicio de mesa. Además, se describe la comida hecha en
casa, preparada por mi madre. Se menciona el periodo en el que
cadenas comerciales de supermercados y franquicias nacionales
(tiendas de conveniencia) e internacionales, se introdujeron a Cua-
jimalpa, junto con las plazas comerciales y se menciona la impor-
tancia de los alimentos saludables y en donde han sido incluidos
actualmente.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 361

1. EL CENTRO DE BARRIO DE LOCAXCO

Aspectos socioeconómicos en el centro de barrio de Locaxco

Locaxco es el lugar donde mis abuelos se asentaron a vivir, a prin-


cipios del siglo xx. También donde mis padres forjaron su propia
relación con el ambiente que había a mediados de los años cin-
cuenta.
La relación que mis abuelos tuvieron con el barrio fue la mis-
ma que mis padres recibieron como herencia. La relación consistía
en una conducta todavía cordial, emotiva, armónica e íntima, de
amor al interactuar y relacionarse con el medio ambiente. Dicha
conducta heredada les permitió adquirir sentido y valor de su exis-
tencia, realizar sus prácticas, costumbres y tradiciones. También
adquirir sentido de pertenencia, arraigo, conciencia ambiental y
construir una identidad profundamente enraizada en el territorio.
Mis padres aún continuaron trabajando la tierra para subsistir.
Mi padre como agricultor y comerciante, mientras que mi madre
como empleada de los extintos laboratorios químicos Syntex, hoy
Hoffmann-La Roche. Ella, además, administraba un negocio de
arrendamiento de su propiedad.
En este tiempo el centro de barrio de Locaxco nos integra-
ba visualmente, nos vinculaba físicamente, identificaba e incluía
culturalmente, éramos como uno mismo. Las necesidades sociales
y actividades productivas de los habitantes de mi barrio eran di-
námicas y cambiantes, como la vida misma, estaban en constante
evolución y satisfacían nuestros propios intereses. Los propios po-
bladores de Locaxco, se encargaron de imaginar, proyectar y cons-
truir su propio lugar a semejanza de lo que hasta entonces había
sido ambiente natural y, así, satisfacer las demandas de sus propias
necesidades y actividades cotidianas. Las actividades espaciales de
los habitantes de mi barrio se fueron construyendo todos los días a
medida de sus propios recursos, posibilidades y capacidades.
A mediados de los años cuarenta la necesidad de buscar mejo-
res condiciones de vida hizo que mis abuelos tuvieran que migrar.
Esta migración influyó en mi madre Ana María Pérez Jaimes. Ella
comenzó a vincularse con los lugares de esta historia cuando se
asentó y alojó a vivir, provisionalmente, al margen del acotamiento
362 Memorias del poniente V

carretero federal México-Toluca. Con el tiempo ella adquirió me-


diante compra venta un lote de tierra, el cual se denominó, desde
entonces, predio Locaxco. Es decir, primero mantuvo una relación
con el ambiente natural de este lugar. Valoro los recursos naturales
como el microclima, el agua, el aire, el suelo firme. Para mi madre
los aspectos naturales del lote tuvieron un valor plus ultra respecto
al precio pactado. Fue un valor emotivo, basado en el esfuerzo,
trabajo y sacrificio que hizo para comprarlo. Esta valoración de
la tierra dio lugar al proceso de apropiación del territorio de Lo-
caxco; éste consistió en ejercer el uso, los derechos, la posesión o
tenencia y el dominio de la tierra que la propia compra le confirió
para hacer su vida cotidiana.
En la década de los sesentas Locaxco presentaba déficit de
equipamiento y servicios para la vivienda, el abasto, la educación y
la salud. El deseo de mi madre de tener un negocio propio la con-
dujo al modo de producción capitalista.7 Anticipándose a su tiempo
emprendió y ejerció una actividad microempresarial, logró hacer
su sueño realidad. Mi madre construyó viviendas en lo que antes
había sido la huerta de un rancho. De esta manera satisfizo la ne-
cesidad y la demanda social que había. Y al mismo tiempo, inter-
cambió y administró su bien inmueble: otorgó el servicio de arren-
damiento de vivienda a las familias. Actualmente la actividad ha
cambiado radicalmente y, por ende, la estructura familiar, hoy se
compone por géneros diversos de roomies (compañeros de cuarto).
La actividad que desempeñó mi madre transformó la natura-
leza autóctona del barrio, desde entonces forma parte del actual
suelo urbano de Cuajimalpa.
Uno de los momentos más estresantes que vivieron mis pa-
dres fue cuando se acercaba el periodo de matriculación preesco-
lar (1970-1971). En ese entonces el barrio manifestaba rasgos de
urbanización y mis padres deseos de inscribirme por primera vez
al colegio. Esta década también fue significativa para mi, debido
a que se acercaba el momento de ir a la escuela. A muy temprana
edad tuve que dejar los pantaloncillos cortos y acompañar a mis
padres a buscar un colegio donde inscribirme. Esta actividad me
relacionó con el barrio Locaxco.

7
Explotación de los recursos, en este caso, naturales.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 363

Aquí adquirí identidad cultural, es decir, forjé mi propia con-


ducta, actitud para interactuar y relacionarme con este lugar, así
como tomar conciencia y desarrollar apego, arraigo, respeto y
amor por mi entorno.
Inicialmente caminamos por la prolongación de la avenida
Juárez, vialidad principal secundaria que cruza el territorio del
centro de barrio de Locaxco con la intención de buscar un kinder-
garten en el centro de barrio de locaxco.
En 1970, no era común que los niños de mi barrio asistiéra-
mos al kindergarten (jardín de niños o de la infancia) y menos rea-
lizar los tres años que ahora son obligatorios. Nosotros carecíamos
de atención y derechos, prácticamente no figurábamos en socie-
dad. Los padres de algunos de mis compañeritos decían: para qué
ir a la escuela si había milpas donde jugar. En ese tiempo, para
nuestros padres y para nosotros los niños, las milpas y las calles
eran espacios indistintos, pues ambos se confundían. Me acuerdo
que para evitar que jugáramos en el patio e hiciéramos rompedero
de vidrios con la pelota, los padres nos decían: “váyanse a la milpa,
para que jueguen a sus anchas”. Era entonces cuando aprovechá-
bamos para salirnos a la calle y viceversa.
El centro de barrio de Locaxco fue desincorporado del uso
agrícola durante la década de los setentas. En ese tiempo no había
en el barrio planteles educativos. A partir de los ochentas, el barrio
se incorporó paulatinamente al actual subcentro urbano o Zona
Especial de Desarrollo Controlado (ZEDEC) Santa Fe, donde se
ubica el centro financiero, conocido como ciudad Santa Fe, Santa
Fe City. Igualmente se han ido incorporando colonias aledañas,
como El Contadero, Lomas de Vista Hermosa y Bosques de las
Lomas. Colonia donde se ubican varios rascacielos como La Torre
Altus (“El alfiler), el conjunto corporativo Torre Arcos Bosques I
(“El pantalón”) y las Torres Arcos Bosques II, conocidas como las
“torres gemelas de Cuajimalpa”. Visualmente, estos edificios per-
tenecen a la línea del cielo, panorama urbano, horizonte artificial
o silueta urbana, también llamado Sky Line, del desarrollo lineal
de la ciudad Santa Fe. Zona que ha contribuido fuertemente a la
expansión reciente del área metropolitana de la ciudad de México,
particularmente a partir de los ochentas.
364 Memorias del poniente V

Las actividades productivas en la zona de Santa Fe se trasla-


daron del sector primario a los sectores secundario y terciario de
la producción. Es decir, los yacimientos de extracción minera
de Santa Fe se convirtieron en tiraderos y posteriormente, en dis-
trito financiero.

El crucero del kilómetro 20 ½ de la carretera


federal México-Toluca

Al no encontrar un kindergarten en el centro de barrio de Locaxco,


mis padres decidieron continuar la búsqueda en el centro urbano
de Cuajimalpa, para lo cual realizamos el cruce a la altura del ki-
lómetro 20 ½,8 tratando de salvar la envestida vehicular. Continua-
mos por la avenida Juárez, que era de dos sentidos, es decir, era
entrada principal y una de las salidas del pueblo de Cuajimalpa.
En aquel entonces el crucero era muy peligroso, ya que a falta
de aforo vehicular y obras de construcción, los autos circulaban a
mayor velocidad. Para los habitantes de Locaxco y barrios circun-
vecinos cruzar esta intersección significaba arriesgar la vida, pero
era habitual, algo a lo que estábamos acostumbrados. A lo largo del
tiempo, la carretera ha sido la puerta que me ha permitido com-
prender el entorno en el que he estaba inmerso. El cual ha forjado
mi personalidad, y ha sido testigo fiel de múltiples experiencias,
creencias, vivencias y valores que han condicionado mi vida, mi
modo de ver la realidad, entender el mundo, en el que vivo y actuar
en función de ello.
A principios de la década de los setentas, estos espacios se
interconectaron a ras de superficie pues, para esta fecha, no exis-
tía puente peatonal. Fue entonces cuando oíamos el impacto que
producía un accidente. El morbo nos hacía correr y olvidarnos de
las canicas, el trompo y hasta del balero. El crucero de este tramo

8
El crucero del kilómetro 20 ½, es el punto donde el eje longitudinal de la carretera
federal México-Toluca intersecta ortogonal o perpendicularmente al eje transversal de la
avenida Benito Juárez y su prolongación, forma un espacio común. Esta forma geomé-
trica del espacio se repite a lo largo de la carretera federal México-Toluca. Este crucero
es puerta de acceso principal del centro urbano de la colonia Cuajimalpa, del pueblo, de
la alcaldía Cuajimalpa y del Centro de Barrio de Locaxco.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 365

carretero fue un escenario dantesco de muerte y horror, no hacía


falta ir al cine para ver toda clase de drama, tragedia, espantos y
acción. En este lugar aconteció, entre muchos otros, un trágico
accidente que marcó mi vida para siempre. Le sucedió a una enfer-
mera cuando al bajar del camión, procedente de Tacubaya, cruzó la
carretera con sus bolsas, llenas de víveres, provisiones y alimentos.
Estos salieron volando por los aires junto con sus pulcros zapatos
blancos, al igual que su inmaculada cofia, cuando un vehículo la
impactó. El conductor desprovisto de escrúpulos y valores se dio
a la fuga. El recuerdo del estrepitoso estruendo ocasionado por el
impacto y el sonoro rodamiento de las latas en la carpeta asfáltica
de esta carretera me provoca escalofrió en la piel y hace que se me
ponga “chinita”.
En ese tiempo los accidentes eran mortales. La incidencia se
incrementaba debido a que los servicios de asistencia médica y de
protección civil tardaban en venir, pues no teníamos estación
de bomberos en Cuajimalpa, tampoco central de urgencias médi-
cas y, menos aún, ambulancias. Recuerdo que la Cruz Verde era la
ambulancia que procedía de Tacubaya para levantar a los valientes
que habían intentado cruzar fallidamente la carretera.

El Equipamiento, el mobiliario y los Servicios


en la carretera Federal México-Toluca

A principios de los setentas se construyó un puente peatonal en


la intersección vial del kilómetro 20 ½, de la carretera federal
México-Toluca, para subsanar la necesidad y actividad social de
interconexión, movilidad, conectividad y desplazamiento, entre el
centro urbano de Cuajimalpa y el centro de barrio de Locaxco,
respectivamente.
Inicialmente el puente cumplió la función de mirador de ac-
cidentes carreteros más que de paso peatonal elevado. Recuerdo
que los primeros peatones ascendíamos el puente para apreciar
desde lo alto los accidentes, más que para cruzarlo. La tradición
obligaba a cruzar a ras de superficie pues me parecía más diverti-
do y emocionante sentir la adrenalina, cuando a lo lejos se veían
venir los vehículos a gran velocidad, antes que subir dicho puente.
366 Memorias del poniente V

La verdad es que la altura y la movilidad estructural nos imponía,


pues era algo novedoso, a lo que no estábamos acostumbrados.
El crucero también tuvo tintes de civilidad y de nobleza pues,
ante la falta de velatorios en Cuajimalpa y al protocolo de tradi-
ciones, usos y costumbres, se velaba el difunto en su propia casa.
Recuerdo que el flujo vehicular de este corredor carretero, que a
principios del siglo xx dividió físicamente el territorio de Cuaji-
malpa, se detenía abrupta e intempestivamente, hacia alto total
y atestiguaba, con sentida reverencia la marcha lenta y solidaria
de acompañamiento que en mi barrio hacíamos a los cortejos fú-
nebres.
El acompañamiento del último andar de los difuntos, antes
de participar en sus propias honras, exequias o pompas fúnebres
en la parroquia del pueblo y cruzar el umbral de la última morada
para el descanso eterno, es un hecho que me remite, invariable-
mente, a la ilusión óptica de la mirada retrospectiva: el cortejo fú-
nebre no era quien cruzaba la carretera, sino la carretera era quien
cruzaba lo que antes había sido ambiente natural. Un espejismo
que reflejó una realidad que se vivió en otro tiempo. Me parecía
que el crucero vial recobraba su vocación inicial primigenia.
Actualmente los constantes andares entre Locaxco y Cuaji-
malpa me han permitido “Ser” de estas dos colonias y conocer el
emblemático puente peatonal elevado del crucero del kilómetro 20
1 / 2 con el que se intercomunican estas dos colonias y el puente
insignia de alcantarillado del centro urbano de Cuajimalpa.
“El Ser y el Estar” en estas dos colonias divididas físicamente
por la carretera federal México-Toluca, me ha permitido percibir
sus diferencias, es decir la diversidad social, política, económica,
cultural y comercial que se vive en cada una de ellas, así como la
disparidad de los servicios de infraestructura pública y, en general,
de la forma de vida. De igual manera, he sido testigo de la migra-
ción interna o pendular de la población flotante,9 de la movilidad
social local y del último andar de los difuntos. A su vez, he podido
tomar conciencia tanto de la vida como de la muerte.

9
Población que reside provisionalmente en un lugar geográfico diferente al que ha-
bitualmente habita para realizar una actividad y que busca acomodo y alojamiento en
sus inmediaciones.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 367

El tramo carretero continuó siendo un peligroso crucero ve-


hicular hasta que, en los años noventa, se instalaron vallas diviso-
rias de concreto en el eje longitudinal y central de este corredor. El
puente peatonal también me permitió visibilizar, a mi paso, el eje
oriente-poniente de la alcaldía Cuajimalpa. Actualmente, a través
de un puente vehicular elevado, construido a principios del siglo
xxi que en desnivel cruza el kilómetro 20 + 200 de esta carretera,
se intercomunican la Ciudad Santa Fe y el centro urbano de Cua-
jimalpa, no sin antes atravesar el lugar donde nací. El puente pea-
tonal yace erguido como huella o marca de la sociedad de aquel
tiempo.

2. LA CARRETERA FEDERAL MÉXICO-TOLUCA

Aspectos sociales y políticos en la carretera


federal México-Toluca

Los sistemas y regímenes político-administrativos de épocas pa-


sadas tradujeron las actividades productivas, tanto económicas
como comerciales, en políticas públicas. Al respecto, María Mo-
reno Barranco, doctora en arquitectura y urbanismo, menciona
que el diseño urbano y la arquitectura son, en gran medida, el re-
sultado de políticas implementadas por el Estado.10 Estas activi-
dades originaron el trazo y construcción de un dinámico sistema
de infraestructura carretera en constante evolución en la Sierra de
las Cruces, para interconectar las ciudades de México y Toluca. La
construcción tuvo un impacto regional, con un radio de influencia
lineal, que sigue repercutiendo y replicándose, en cada uno de los
espacios del territorio de Cuajimalpa. La infraestructura carretera
que cruza Cuajimalpa, le permitió ser y existir como un pueblo de
montaña, enclavado en las faldas de la región serrana conocida
como Las Cruces. Esta vialidad se constituyó como el pasaje fun-
damental de crecimiento y desarrollo del territorio de Cuajimalpa.

10
María Moreno Carranco, Geografías en construcción: el megaproyecto de Santa fe
en la ciudad de México, México, uam, 2015, 280 pp.
368 Memorias del poniente V

A principios del siglo xx el eje longitudinal noreste-sureste de


la carretera federal México-Toluca11 dividió físicamente el territo-
rio de Cuajimalpa en dos, lo cual propicio innumerables cruces
viales a lo largo de su extensión: al noroeste quedó ubicado el cen-
tro urbano de Cuajimalpa y al sureste se ubicó el centro de barrio
de Locaxco.
La imagen 1 muestra el estado actual de la intersección vial
del kilómetro 20 ½ de la carretera federal México-Toluca. En pri-
mer plano, la carretera y el puente peatonal en dirección a Toluca;
en segundo plano, las montañas artificiales de los conjuntos resi-
denciales Be Grand y Stampa. Al fondo se muestran las montañas
naturales de la Sierra de las Cruces, en el lado izquierdo se ubica la
colonia Locaxco y en el derecho, el centro urbano de Cuajimalpa.
El sistema carretero condicionó la vida y la forma de vivir de
la población de Cuajimalpa. Locaxco no fue la excepción. Reper-
cutió también mi entorno social que acentuó y, a veces, agravó la
toma de decisiones, recuerdo que, en los ochentas, cuando me en-
contraba cursando la vocacional nadie quería desplazarse a Cuaji-
malpa, por lo retirado. En aquellos días la carretera era el entorno
más próximo a mi barrio, vio mi crecimiento y en ocasiones me

Imagen 1. Paisaje natural y panorama urbano de Cuajimalpa.


Acervo personal de José César Muciño Pérez, subcentro
urbano de Cuajimalpa, 4 de febrero de 2020.

11
Vía regional interurbana entre México y Toluca. Es una de las principales vías del
altiplano o meseta central de nuestro país y cruza el territorio de Cuajimalpa, por lo que
se constituye también en su vialidad primaria.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 369

tocó presenciar el suyo, parecía que crecíamos juntos. La voluntad


de mi padre era, que al igual que mis hermanos mayores, también
yo pudiera adquirir una formación cívico-militar, en una academia
militarizada. Mientras el deseo de mi madre era que yo pudiera ir
al kindergarten.
La primera vez que crucé la carretera federal México-Toluca,
tenía yo apenas cuatro años y medio de edad. Desde entonces esta-
blecí una relación recíprocamente condicionada con este lugar. Al
principio fue armónica, equilibrada y de acompañamiento cons-
tante. Predominaba la armonía, la paz y la tranquilidad, en el me-
dio ambiente. El vínculo con el lugar se fortaleció con el paso del
tiempo y me llevó a conocer el proceso de crecimiento y desarrollo
territorial del pueblo de Cuajimalpa.
En aquel entonces en Locaxco y barrios aledaños solo había
milpas y más milpas. El pueblo de Cuajimalpa carecía del plantel
que mi padre estaba buscando para mí. Estas vicisitudes nos hi-
cieron salir de estos espacios que a mis padres habían dado senti-
do de pertenencia, arraigo e identidad territorial, para buscar un
territorio urbanísticamente consolidado. Después de cruzar a la
altura del kilómetro 20 ½,12 de la carretera federal México-Toluca,
mis padres y yo nos dirigimos a el centro urbano de Cuajimalpa y
al no encontrar la escuela que mi padre deseaba para mí, partimos
hacia la colonia Tacubaya.
Nos dispusimos a realizar un recorrido por un tramo de esta
carretera en dirección a la ciudad de México. Fue la travesía que
permitió a mis padres continuar con la búsqueda de un plantel para
que yo pudiera estudiar. A la altura del kilómetro 13 tomamos la
desviación hacia la avenida de los Constituyentes,13 posteriormente
tomamos la avenida Observatorio,14 hasta llegar a Tacubaya,15 lu-
gar donde se ubicaba la Academia Militarizada México. Realizar la
12
La colonia Cuajimalpa se ubica entre el kilómetro 19 1/2 y 21 de esta carretera.
13
Anteriormente esta avenida llevó el nombre de Madereros, por los recursos ma-
derables que bajaban de los bosques de Cuajimalpa y de la Sierra de las Cruces, para
abastecer a Tacubaya y la ciudad de México en la construcción de canoas, molinos de
aceite, harina de trigo y batanes.
14
La avenida Observatorio llevó antiguamente el nombre de avenida de los Molinos
puesto que ahí se ubicaban molinos de aceite de oliva y de trigo.
15
Frontera ancestral y territorio limítrofe entre la zona lacustre del valle de México
y el inicio de tierra firme, lugar donde prácticamente inicia el ascenso a la sierra de las
Cruces.
370 Memorias del poniente V

circuncisión, era uno de los requisitos para el registro del ingreso


a un internado o medio internado, estas peculiaridades diluyeron
la posibilidad de cursar estudios en la militarizada de Tacubaya.
Sin embargo, esta enriquecedora experiencia me permitió cono-
cer, por primera vez, esta colonia.
Regresamos a Cuajimalpa por la avenida Jalisco,16 hasta reto-
mar la carretera. Un indicador de que habíamos llegado al territorio
de Cuajimalpa es el tramo de 18 + 500 kilómetros de carretera que
cruzan su territorio. Se ubica entre los kilómetros 14 y 32 +500.
La gasolinera que se ubica en el kilómetro 14 es el referente que
estamos en el territorio de Cuajimalpa.
Tras concluir mis estudios, la interacción con la carretera fe-
deral México-Toluca ha continuado, es inherente e implícita a mi
existencia. Me ha permitido constatar, que su nomenclatura ha te-
nido una evolución diacrónica, ha adoptado el nombre del lugar
por donde cruza: A principios del siglo xx se conoció como Prolon-
gación Paseo de la Reforma.
La construcción de la autopista México-Toluca, trajo consigo
que este nombre se asignara al segmento comprendido entre el
kilómetro 13 y el doble paso a desnivel, llamado Puerta Santa Fe.
El desarrollo del megaproyecto de Santa Fe, contribuyo a que el
tramo entre Puerta Santa Fe y el corazón financiero de Santa Fe
se conociera como Boulevard Reforma-Santa Fe. Al tramo com-
prendido entre el corazón de este subcentro urbano y financiero,
y el kilómetro 21 + 500 (tramo ubicado entre las colonias El Yaqui
y El Contadero) se denominará Boulevard-Reforma Poniente, ésta
es la nueva referencia en turno para ubicar el emplazamiento del
pueblo de Cuajimalpa. La constante relación con la carretera me
ha indicado que el tramo comprendido entre los kilómetros 14 y
32 + 500 está adscrito al territorio de la alcaldía Cuajimalpa y el
comprendido entre los kilómetros 14 y 24 corresponde al pueblo
de Cuajimalpa.
El gusto por mi profesión y el amor por mi territorio me han
conducido por el campo del estudio, el conocimiento y el apren-
dizaje. Me ha ayudado a entender que, la planificación territorial

16
Avenida llamada anteriormente Juárez e inicialmente nombrada calle Real de la
Villa de Tacubaya.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 371

de la ciudad de México tuvo el propósito de unir regiones por


lo que el ordenamiento fue lineal. Se realizó en función de las con-
diciones geográficas de cada región y de acuerdo con las posibili-
dades de uso y potencial de aprovechamiento o explotación de sus
respectivos recursos naturales locales. La planificación territorial
en Cuajimalpa quedó supeditada a la clasificación de usos del sue-
lo y zonificación de la ciudad de México. El programa general de
desarrollo urbano de esta ciudad clasifica su territorio en área
de desarrollo urbano y de conservación ecológica mediante una
zonificación primaria.
El gobierno local de Cuajimalpa, a través de su programa de
desarrollo urbano y mediante la zonificación secundaria de su res-
pectivo territorio controla y fomenta, a placer, el aprovechamiento
de uso del suelo, la infraestructura y el equipamiento urbano, para
satisfacer las necesidades que, a corto plazo, tengan mayor deman-
da. Esta “flamante” estrategia ha incrementado, en las últimas dos
décadas del siglo xxi, la densidad urbana (densidad de población e
intensidad de construcción).17
La carretera federal México-Toluca es fiel reflejo del modo de
producción capitalista.18 El crecimiento y desarrollo territorial
de la ciudad de México es una paradoja centenaria, ambigua y de-
magógica que no ha logrado consolidar una planeación integral
en las zonas que colindan con el Estado de México. En 1976 la
Ley General de Asentamientos Humanos (LGAH), integró aspectos
ambientales en la planeación del territorio mediante los Ecopla-
nes.19 Es decir, intentó conjuntar en un mismo proyecto la pla-
neación urbana con la planeación ambiental.20 Esta carretera es
zona limítrofe entre las ciudades de México y Toluca, por lo que
17
Términos utilizados para referirse al número de habitantes por kilómetro cua-
drado y al número máximo total de metros cuadrados que se permiten construir en un
predio, respectivamente.
18
Es un proceso que, en este caso, correspondió a la explotación y sobre explotación
de los recursos naturales.
19
La Dirección General de Ecología Urbana (DGEU) de la Secretaria de Asentamien-
tos Humanos y Obras Públicas (SAHOP) incluyó un aspecto ambiental en la planeación
urbana. A esta inclusión se le conoció como ECOPLANES y fueron un antecedente di-
recto del ordenamiento ecológico en México.
20
Confrontar. José M. Paruelo, et. al., eds., Ordenamiento territorial rural. Conceptos,
métodos y experiencias, Universidad de Buenos Aires / Ministerios de Agricultura, Gana-
dería y Pesca / Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultu-
ra, Buenos Aires: 2014.
372 Memorias del poniente V

diversas instituciones se “echan la bolita” para omitir y desaten-


derse de estos impactos, ambiental y urbano. La Secretaria de
Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) actualmente
coordina el ordenamiento ecológico general del territorio nacio-
nal, mediante el Programa de Ordenamiento Ecológico Territorial
(POET). Y la Secretaria de Desarrollo Social (SEDESOL), atiende
la ordenación de asentamientos humanos en el territorio a través
del Programa Estatal de Ordenamiento del Territorio (PEOT).21 Es
decir, estas dependencias gubernamentales compiten entre sí ya
que sus respectivos programas responden a lógicas sectoriales di-
ferentes. Para este tipo de zonas limítrofes, entre dos entidades, la
Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección del Ambiente
(LGEEPA),22 otorga facultades a la (SEMARNAT) para implemen-
tar programas de ordenamiento ecológico del territorio a nivel re-
gional (OER).
Mientras que las autoridades de las alcaldías de la Ciudad de
México tienen la facultad de expedir los programas de Ordena-
miento Ecológico Local (OEL)23 y realizar un supuesto diagnóstico
territorial. Además de regular los usos del suelo para este tipo de
zonas que se encuentran fuera de los centros de población, consi-
derando las leyes locales en materia ambiental.
El programa general de desarrollo urbano de la ciudad de Mé-
xico pretende desincorporar de este corredor carretero federal
México-Toluca, un tramo de carretera, entre los kilómetros 14 y
24. Este programa, en acuerdo con las autoridades de la alcaldía
Cuajimalpa y apoyado en su programa Delegacional de Desarrollo
Urbano,24 proyectan clasificarlo como subcentro urbano de equi-
pamiento y servicios, para beneficiar, no solamente al subcentro
urbano Santa Fe, al centro urbano de Cuajimalpa y a otros subcen-
tros urbanos como Vista Hermosa, así como al estado de México,
sino también, a toda el área de integración metropolitana (Ciudad

21
Paruelo, José M., et. al., eds., Ordenamiento territorial rural. Conceptos, métodos y
experiencias, pp. 279-280.
22
Paruelo, José M., et. al., eds., Ordenamiento territorial rural. Conceptos, métodos y
experiencias, pp. 279-280.
23
Paruelo, José M., et. al., eds., Ordenamiento territorial rural. Conceptos, métodos y
experiencias, pp. 279-280.
24
Programa subordinado al Plan Nacional de Desarrollo (1995-2000) y al Programa
Nacional de Desarrollo Urbano (1995-2000)
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 373

de México, Cuernavaca y el Estado de México), por lo que se están


tolerando diversos usos de suelo en esta carretera, como habitacio-
nal y de uso mixto, es decir, habitacional con equipamiento y servi-
cios. Y ha delimitado un espacio de diez kilómetros como polígono
del área de actuación con potencial de desarrollo.
Dichas decisiones políticas han influenciado el territorio de
Cuajimalpa (ambiente natural) y lo ha transformado en ambien-
te construido. Principalmente mediante la aplicación mañosa de
las reglamentaciones, como el caso de la aplicación de la Norma
10, contenida en las Normas Generales de Ordenación Territorial
de la Ciudad de México, que establece la altura máxima permitida de
construcción en vialidades primarias en función de la superficie
de los predios. Actualmente, como parte de la estrategia de apro-
vechamiento y reforzamiento de la función del corredor carrete-
ro México-Toluca, el Programa Parcial de Desarrollo Urbano de
Cuajimalpa, proyecta definir este tramo de diez kilómetros con el
nombre de Boulevard Reforma - Poniente. La clasificación del uso
del suelo y zonificación del ordenamiento territorial contenido en
el Programa General de la Ley de Desarrollo Urbano de la Ciudad
de México ha delimitado este subcentro urbano como “área de ac-
tuación con potencial de desarrollo”.
Anteriormente, la carretera estaba bordeada de montañas
naturales, actualmente, está conformada por una silueta de mon-
tañas artificiales como: la agencia funeraria de la compañía Ga-
yosso, Lomas Memorial. La funeraria se ubica en el kilómetro
diecisiete, entre muros tipo cortina de agua y capillas abovedadas,
como por arte de magia, aparece y desaparece el difunto con todo
y caja, a través de un inteligente y sofisticado sistema automati-
zado de puertas corredizas de primer mundo que se retraen en el
piso y que, mediante un sistema neumático de montacargas, eleva
el féretro hasta la capilla ardiente, mientras uno se encuentra en el
proceso conciliatorio del sueño.
Otras montañas de concreto que forman el panorama urba-
no de Ciudad Santa Fe son los conjuntos habitacionales verticales
Be Grand residencial Contadero y Be Grand residencial Lomas,
ubicado en Lomas de Vista Hermosa, en el kilómetro 16 1/2 de
la carretera México-Toluca, Stampa Residencial Contadero, We
Santa Fe, Up Santa Fe, En – Joy, ubicado en avenida Castorena,
374 Memorias del poniente V

Marsala, Joy Bosques, Desarrollo Bosques y Agwa. Cabe destacar


que en Stampa Residencial Contadero, se construirán tres de ocho
torres de departamentos que atraerán más habitantes de los que
actualmente tiene esta colonia.25 Los cuerpos arquitectónicos de
estos complejos residenciales están formados por torres de depar-
tamentos clasificados como AAA, (clasificación internacional Leed
Oro), es decir, cumplen con estándares mundiales de calidad, dise-
ño arquitectónico y equipamiento.26

3. EL CENTRO URBANO DE CUAJIMALPA

Aspectos sociopolíticos del centro urbano de Cuajimalpa

En los años setenta el gobierno federal aún no implementaba pro-


gramas de asistencia social y educativos para los niños. El Institu-
to Nacional de Protección a la Infancia (INPI), perteneciente a la
Secretaria de Asistencia Pública y al Departamento de Salubridad
apenas había creado el servicio para el cuidado infantil de madres
trabajadoras.
En los setentas, las familias del barrio Locaxco eran nume-
rosas. Omitían llevar a sus hijos al kindergarten por cuestiones
económicas. La desaprobación por la instrucción preescolarizada
aumento en 1968 con la creación del Instituto Mexicano de Asis-
tencia a la Niñez (IMAN). Este instituto fue antecesor del Instituto
Mexicano para la Infancia y la Familia (IMPI).
Orientó su atención a niños y niñas huérfanos, abandonados,
con alguna discapacidad o cierta enfermedad, razón por la cual
pocos padres querían llevar al kindergarten a sus hijos.
La sociedad de aquellos días continuaba impactando el am-
biente natural para iniciar la construcción de planteles educativos

25
González Alvarado, Rocío, “Saturan Cuajimalpa con rascacielos de 45 pisos”, en
La Jornada, 4 de junio de 2017, Sección Capital.
26
Las características que indican estándares mundiales son, por ejemplo la ubica-
ción en un distrito financiero, contar con un sistema central de control y monitoreo, te-
ner entrepisos con alturas entre 2.50 y 3.0 metros, disponer de gran cantidad de cajones
de estacionamiento, tener espacios de oficinas con más de 600 m2, ofrecer puntos de
seguridad, contar con elevadores para el servicio y para los condóminos por separado y
tener certificación ambiental y de sustentabilidad.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 375

públicos y privados. Como el Colegio Franco-Inglés, construido en


1975 en la loma de Casa Vieja de la antigua hacienda de Jesús del
Monte, en Lomas de Vista Hermosa, perteneciente al pueblo de
Cuajimalpa. Proceso similar siguieron todos los planteles educa-
tivos y demás géneros de edificios que actualmente coexisten en
Cuajimalpa. Proceso que continúa replicándose todos los días, por
lo que cotidianamente se rehace.
La decisión de mi madre se impuso sobre los deseos de mi
padre. Fue así que cursé la instrucción preescolar en “El Jardín
de Niños INPI Cuajimalpa”, inmueble educativo donde fui inscri-
to. En esta escuela adquirí una actitud y una conducta para in-
teractuar y relacionarme con el ambiente construido del pueblo
de Cuajimalpa. La imagen 2 muestra al niño José César Muciño
Pérez en la parte posterior derecha de la educadora, bailando con
su compañerita en el salón semi-descubierto de usos múltiples del
jardín de niños.
Un buen día “El Jardín de Niños INPI Cuajimalpa” organizó
una excursión. Nos ofrecía la posibilidad de salir del pueblo. Esta
excursión se convirtió en una visita al “Centro de Convivencia In-
fantil Benito Juárez”, un parque educativo ubicado en la primera
sección del bosque urbano de Chapultepec, del entonces Distrito
Federal, hoy ciudad de México. La temática se enfocaba a la ins-
trucción vial mediante un circuito infantil para triciclos y coches
de pedales a escala. El circuito contenía todo lo que no había en
el barrio Locaxco, ni en la carretera México-Toluca, tampoco en el
centro urbano de Cuajimalpa. Por ejemplo: circuitos viales dise-
ñados y bien planificados; señalización o balizamiento; señalética;
nomenclatura urbana vial y domiciliaria; puentes peatonales, vehi-
culares, elevados y deprimidos; semáforos; policías que dirigían el
tránsito y flujo vehicular; “cebras” o pasos peatonales.
Mi relación infantil con el bosque de Chapultepec fue una de
las primeras vivencias que recuerdo fuera del centro de barrio Lo-
caxco27 y del centro urbano de Cuajimalpa. Actualmente el servicio
de guardería y estancia infantil, conocido como Centro de Desa-
rrollo Infantil CENDI, está supeditado a la Coordinación Sectorial

27
La construcción del espacio se concibe personal, familiar, grupal e institucional-
mente.
376 Memorias del poniente V

Imagen 2. Mis primeros pasos de baile en el kindergarten.


Acervo personal de José César Muciño Pérez, Jardín de niños
INPI Cuajimalpa, 2 de febrero de 1972.

de Educación Inicial y Preescolar, la cual depende de la dirección


General de Operación de Servicios Educativos del gobierno de la
Ciudad de México. Este servicio está subsidiado por el Sistema
Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia DIF.
La influencia antropogénica28 en la sierra de las Cruces propi-
cio la creación de ambientes construidos o humanizados al margen
del sistema carretero México-Toluca. Estos ambientes construidos
se consolidaron tras la constitución de su asiento fundacional, po-
blamiento inicial y diversas formas de crecimiento. Se les llama,
actualmente, pueblos y barrios originarios. Así como colonias que
tienen nombre y algunas veces, hasta apellido. A inicios de los años
setenta una nueva influencia político-administrativa lo renombró

28
Impacto del hombre sobre el medio ambiente.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 377

Cuajimalpa de Morelos. Este es un territorio privilegiado y provi-


dencial, con plusvalía de alta densidad y comparte actualmente su
nomenclatura con la colonia, el pueblo y la alcaldía. El rankin de
ordenamiento territorial de Cuajimalpa quedó conformado por un
ambiente natural29 y uno construido, humanizado o urbanizado.30
En 1973, cuando yo apenas tenía la edad de siete años, el in-
esperado y sensible fallecimiento de mi padre trajo consigo el co-
mienzo de una nueva vida. Me tuve que desplazar del centro de
barrio de Locaxco a el centro urbano de Cuajimalpa. El puente31
de la avenida José María Castorena se convirtió en el referente de
mi nuevo domicilio. Este se ubicó entre la avenida Juárez y la ave-
nida Nuevo león, hoy avenida Castorena, que junto con la avenida
Veracruz, conforman las principales vías secundarias del pueblo
de Cuajimalpa. La imagen 3 muestra el estado que guardaba la ba-
rranca de avenida Nuevo León, hoy avenida José María Castorena,
a finales de los sesentas y principios de los setentas, fecha en que
llegué a vivir al centro urbano de Cuajimalpa. Inicialmente este
lugar fue un cauce natural de agua y hasta 1970 fue barranca de
agua residual. A partir de entonces se restringió por las aguas na-
cionales y fue considerado como zona federal en suelo urbano, con
zonificación área verde de valor ambiental público y privado,
donde sólo se permiten actividades de bajo impacto ambiental,

29
Conforme al Programa General de Desarrollo Urbano de 1987, publicado en la
Gaceta Oficial del entonces Distrito Federal, hoy ciudad de México, el 10 de abril de
1997, la zonificación primaria de los usos del suelo de Cuajimalpa quedó conformada en
ambiente natural y construido. El ambiente natural o áreas comunitarias de conserva-
ción ecológica y biodiversidad, hoy es conocido como suelo de conservación ecológica
de la Ciudad de México, representó el 80% de la superficie total del territorio de Cuaji-
malpa.
30
El ambiente construido o área de desarrollo urbano representó el 20% de la su-
perficie total del territorio de Cuajimalpa. Este se subclasificó de la siguiente manera:
el 8.7% fueron usos mixtos (comerciales y oficinas); el 6.4% fue habitacional; el 3.1% se
destinó a áreas verdes y espacios abiertos y el 1.8% a equipamiento urbano. El progra-
ma parcial de desarrollo urbano de Cuajimalpa realizó una clasificación o zonificación
secundaria, la cual incluyó zonas forestales, agrícolas y pecuarias, además de poblados
rurales, así como asentamientos con programas parciales de desarrollo urbano que in-
corporaron algunos barrios y algunos asentamientos rurales nuevos.
31
Origen etimológico que proviene de la palabra árabe “al qantara”, deriva en alcan-
tarilla, significa “puente”. Es una cubierta o losa plana de concreto armado superficial-
mente y sirve de superficie de rodamiento e interiormente es una atarjea, forma parte de
la infraestructura del sistema de alcantarillado del pueblo de Cuajimalpa.
378 Memorias del poniente V

Imagen 3. Red de drenaje y alcantarillado de barranca de avenida


Nuevo león, hoy avenida Castorena, construida en los años 1968
y 1969, por el delegado del departamento central del Distrito
Federal en Cuajimalpa, licenciado Mario Ruiz Moreno, en su
periodo de gobierno 1964-1970, con tubo de 2.70 metros de largo por
1.53 metros de diámetro. Fue supervisada por don Venancio Segura
Carrillo, secretario de obras de la delegación, quien aparece arriba del
tubo. Acervo personal de José César Muciño Pérez.

saneamiento y restauración.32 Actualmente, la avenida Castore-


na pretende ser el corredor urbano de Cuajimalpa, ahí se ubican
la zona bancaria, la zona comercial y los viveros “Aburto, Areka,
Arahuakaria, Arquitectura del paisaje-construcción y diseño de
jardines y Sani-jardín”.

32
Asamblea Legislativa del Distrito Federal III Legislatura, “Decreto por el que se
reforman, adicionan y derogan las normas generales de ordenación, para formar parte
de la Ley de Desarrollo Urbano y del Programa General de Desarrollo Urbano del Dis-
trito Federal”, Gaceta Oficial del Distrito Federal, 8 de abril de 2005, Procuraduría Am-
biental y del Ordenamiento Territorial, http://www.paot.org.mx/centro/normas_a/2015/
GODF_2005_04_08_NORMAS.pdf.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 379

El equipamiento y los Servicios en el centro


urbano de Cuajimalpa

En los años setenta y ochenta, la población de Cuajimalpa tuvo


nuevas necesidades y actividades sociales urbanas, por lo que el
pueblo tuvo una nueva etapa constructiva. La sociedad de aquel
tiempo tuvo que influenciar, impactar y alterar el medio natural,
para construir en él planteles educativos. La construcción de cen-
tros educativos me permitió a mí y a otras generaciones obtener
una educación. Esta infraestructura educativa se convirtió, des-
de entonces, en uno de los indicadores del nivel de desarrollo de
Cuajimalpa. A principios de la década de los setentas del siglo xx
Cuajimalpa tenía todavía un perfil de pueblo, la traza angosta e
irregular en algunas de sus calles, producto de la falta de alinea-
miento de sus antiguas construcciones, favorecía un ambiente ín-
timo, con callejuelas solitarias, donde todos nos conocíamos y nos
mirábamos con confianza.
El reflejo de la condición socioeconómica de la población
de Cuajimalpa era muy notorio en esta década. Se manifestaba
generalmente a través del tipo de edificación y sistema construc-
tivo empleado en la construcción de vivienda. Recuerdo que era
un paisaje enmarcado por las reminiscencias de una arquitectura
rústica, adintelada, autoconstrucciones hechas a la medida de las
propias necesidades y posibilidades de sus futuros ocupantes. Se
hacían con madera aserrada, propia de la región, fachadas ata-
viadas y revestidas con acabados aparentes de adobe. Para dichos
años, el edificio del arquitecto Jacinto Ortiz Vázquez, la casa del
arquitecto Antonio Flores Valdés y las torres de los campanarios
de la parroquia de San Pedro y San Pablo, eran la arquitectura civil
privada y religiosa que despuntaba en el centro urbano de Cuaji-
malpa, respectivamente.
La vivienda doméstica o habitacional era desplantada nor-
malmente en un nivel, máximo dos. Era el género de edificio que
predominaba en aquel entonces. La densidad de construcción y
el Coeficiente de Ocupación del Suelo (COS) correspondió a uno
o dos niveles construidos en la superficie total del predio. Es de-
cir, la escala o proporción de estas construcciones, la plástica y el
380 Memorias del poniente V

espacio, coexistían en perfecta armonía con el paisaje natural y


cultural del pueblo de Cuajimalpa. Actualmente este coeficiente ha
sido substituido, mañosamente, por el Coeficiente de Utilización
del Suelo (CUS). Éste permite un sinfín de niveles construidos en
la misma superficie del predio, construcciones supeditadas a terre-
nos de gran superficie, con frente a vialidades principales o colin-
dantes con el Estado de México.
En los setentas y ochentas, los extensos lotes baldíos que se
ubicaban al margen de la carretera federal México-Toluca, nadie
los quería. Los niños jugábamos ahí o se instalaban vulcanizado-
ras o carpas para circos itinerantes. Recuerdo que en mi infancia y
adolescencia, estos grandes espacios estaban destinados a la agri-
cultura de autoconsumo, eran maizales bordeados por magueyales
y cuando era temporada de levantar la cosecha, inocente e inte-
lectualmente, nos apropiábamos de ellos para jugar e ir de día de
campo.
A inicios de los setentas imperaban las casas de tabicón, te-
chadas con lamina de asbesto-cemento. Otra característica de las
viviendas era el desplante de tabique rojo y las cubiertas con losa de
concreto armado. Fue un indicador más del nivel socioeconómico
de la población de aquel entonces. Invariablemente las techum-
bres estaban estructuradas a dos aguas con morillos de madera,
sin aserrar, cubiertas con térmicas tejas de barro. Las menudas
calles y callejones eran fieles testigos mudos del saludo entre veci-
nos, al despuntar el alba y del ensordecedor murmullo de su gente,
al caer la tarde. Sus espacios interiores estaban sabiamente distri-
buidos y delimitados con arrimos medianeros. Fueron paramentos
verticales, donde se adosaron fogones de leña como el que estaba
en el patio de mi casa. Le llamábamos la cocinita, la usábamos
para casos especiales.
En esa época las personas, los oficios, las actividades y los
territorios tenían significado e identidad propia. Identificábamos
perfectamente por nombre y apellido, al médico, al arquitecto, al
licenciado, al cura, a la partera, a la solterona, al borrachín, al de-
portista, al huesero y hasta el sobador del pueblo. Los estanqui-
llos, misceláneas y tienditas de barrio se llamaban igual que sus
respectivos y propios dueños. Como la tienda de abarrotes “La Yo-
landa”, la dulcería de Horacio Reséndiz Segura, la taquería Rome-
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 381

ro o la ferretería Prado, hoy llamada Perfiles y Aceros Cuajimalpa.


Los negocios también tomaron el nombre de la arteria vial donde
se ubicaron, como la farmacia Juárez o la tintorería Nuevo León,
establecimiento que aún conserva su nombre, a pesar de que la
avenida actualmente se llama Ingeniero José María Castorena.
Posteriormente los establecimientos adoptaron el nombre de la
colonia como colegio Vista Hermosa o agencia automotriz Ford
Lomas. En la actualidad, muchos de ellos, están adoptando el de
Santa Fe. Este factor propició que la población iniciara un proceso
de desvinculación de su territorio.
En 1971 el mercado público de Cuajimalpa también estaba
en proceso de crecimiento. Apenas nueve años antes se había in-
augurado y su lado sur contaba con un anexo al aire libre. Los
comerciantes cubrían sus puestos semifijos con lonas y plásticos
para mitigar el sol y atajarse de la lluvia. Se postraban en el piso
donde extendían otras mantas y otros plásticos para que, a la bue-
na de dios, pudieran persignarse tras realizar la primera venta del
día. Con el devenir del tiempo, mis pantaloncillos cortos se hicie-
ron largos. En 1980 la tierra se convirtió en suelo, dejo de tener
un valor emotivo y sentimental. Se transformó en mercancía con
un valor, un costo económico y un precio en el mercado. Los giros
comerciales también tomaron el nombre del pueblo, como la Eléc-
trica Cuajimalpa.
En la época en la que cursé el kindergarten, el pueblo era
chico, carecía de supermercados donde comprar. Fue hasta la se-
gunda mitad de los setentas que, en la esquina que hoy forma el
Corredor Cultural Cuajimalpa y la privada Ramírez, a un lado del
centro cultural Cuajimalpa, se ubicó, la tienda CONASUPER que
perteneció a la Compañía Nacional de Subsistencias Populares
(CONASUPO).
La CONASUPO era un supermercado donde nos abastecía-
mos de víveres, alimentos e insumos básicos de primera necesi-
dad. Recuerdo que al principio no tenía gente, era el súper más
grande y novedoso que mis ojos habían visto en el centro urbano
de Cuajimalpa. No saber lo que vendían y si me iba alcanzar para
pagar generó en mí tal incertidumbre, que tuve que pensar dos
veces antes de entrar. Fue el primer super que se construyó en Cua-
jimalpa. Viene a mi memoria la primera vez que personalmente
382 Memorias del poniente V

tuve la oportunidad de conducir un carrito y cargar una canastilla.


Entrar al super se convirtió en un relajante espacio donde curio-
sear y pasar el rato. Su construcción no tuvo el mínimo impacto
ambiental pues se realizó en un sensible desnivel natural de tierra
que permitió que su techumbre quedara casi a nivel de banqueta.
El sitio de la COSASUPO es, actualmente, una nave de manteni-
miento automotriz donde se reparan motos y patrullas de la actual
Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana de la Ciudad de
México, asignadas a esta alcaldía.
En los setentas el centro urbano de Cuajimalpa carecía de
este tipo de tiendas. Los aboneros, que en aquel tiempo existían en
mi barrio, hacían llegar a algunos vecinos prendas hasta la puerta
y la comodidad de su hogar. El escaparate de ropa era la sala, la
cocina y hasta la recámara. También se acudía a tiendas especia-
lizadas en el ramo como Almacenes García, en la sucursal de Ta-
cubaya. Recuerdo que el sanatorio del médico del pueblo Héctor
Frappé, estaba ubicado en un extenso predio arbolado de la calle
Ocampo, entre las avenidas México y Veracruz, en el centro urba-
no de Cuajimalpa. A finales del año 2019, su demolición dio paso a
la construcción de “Cuidado con el perro”, una tienda de ropa para
dama y caballero. Los nombres de los negocios de antaño reafir-
maban y en algunas ocasiones forjaban la relación, el carácter, los
valores y hasta el lenguaje identitario de la población.
El cine Cortés se ubicaba atrás del edificio delegacional, era
de tercera categoría, catalogado en el mundo de la farándula y el
espectáculo como “piojito”. A mediados de los setentas teníamos
que bajar nuestra banca de madera para sentarnos. Había una
cooperativa en su interior donde comprábamos nuestra torta de
jamón y un refresco contenido en botella de vidrio, para ver pe-
lículas, como El jinete sin cabeza o La leyenda del charro negro.
Posteriormente se conoció como el Salón Cortés, fue un espacio
de usos múltiples. En el kinder nos llevaron a ver un espectáculo
de títeres y marionetas, también de teatro guiñol. Posteriormente
fue salón de fiestas, tardeadas, tocadas y albergó a la Confedera-
ción de Ligas de Fútbol de Cuajimalpa. Lugar donde se hacían jun-
tas entre árbitros y futbolistas. Actualmente funge como estacio-
namiento y pensión durante las veinticuatro horas del día.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 383

En los ochentas los agravados afanes políticos, una vez más,


se sobrepusieron al interés de preservar el fundo urbano de Cuaji-
malpa. En el lugar que ocuparon las esculturales fuentes de agua
que ornamentaron los espacios públicos, se ubicó el contrastante
cine Pedro Infante y tras su demolición se construyó el museo Pe-
dro Infante. Por esas fechas, de la noche a la mañana, sin consulta
alguna, amaneció cercada con lámina metálica tipo Pintro, el área
verde donde se construyó este museo. Los materiales prefabrica-
dos permitieron que en poco tiempo se desplantara, se construyera
y se concluyera, como si nada hubiera pasado y sin dejar rastro
alguno. La arquitectura modernista de estilo funcionalista, cono-
cida como shoebox style o caja de zapatos, confrontó y contrastó la
arquitectura religiosa de principios del siglo xvii que se encuentra
frente a él. Este tipo de edificios están divididos por el flaman-
te corredor cultural de Cuajimalpa, el cual oferta una diversidad
“fritanguera y garnachera”, la cual no deja de ser parte de nuestra
cultura del maíz.

Aspectos socio-gastronómicos y culinarios en el


centro urbano de Cuajimalpa de Morelos

En los setentas, algunas cocinas de las casas del barrio Locaxco y


centro urbano de Cuajimalpa existían fogones de carbón, de leña
y en el mejor de los casos, estufas de petróleo. Aquí se disponía
también el comedor. Este útil y decorativo mobiliario fue parte
esencial de las cocinas de antaño. Recuerdo que un inquilino de
mi madre se proveía de combustible en la “petroleria” de avenida
Juárez, antes del puente (atarjea). También en la ubicada en ave-
nida Veracruz, antes del puente vehicular de la colonia Contadero.
Estos fogones favorecieron la percepción subjetiva percep-
ción y delirante creencia de los cálidos y fabulosos ambientes con
calor de hogar. Actualmente son piezas museísticas de colección.
Fueron acogedores y confortables ambientes de integración fami-
liar que quedaron humeados y tiznados de hollín e impregnados
de olores y sabores de alimentos que alguna vez nos hicieron llorar,
tras cumplir su largo proceso de elaboración artesanal, realizado
384 Memorias del poniente V

en amplias cazuelas y ollas de barro, que sirvieron muchas veces,


para realizar el tradicional baño maría.
Recuerdo que mi madre, en su época, era una artista en la co-
cina. Se lucía cocinando variados platillos que desbordaban olores,
sabores y colores para los más exigentes paladares. Ella preparaba
el conejo adobado y horneado, el tradicional pozole rojo con pollo
y codillo de cerdo para dar sabor. Cocinaba una deliciosa calaba-
za en tacha con su respectivo anís y clavo de olor. Un suculento
mole rojo con pollo, acompañado de un esponjado arroz rojo con
chícharo, papa y zanahoria o el exquisito mole de olla, elaborado
con chile guajillo, xoconoxtle, zanahoria, papa, chayote, calabaza,
epazote, cazuelitas de masa de maíz, para espesar el caldo además
de ejote, elote, chambarete y tuétano, para chuparse los dedos.
Particularmente recuerdo el rico y delicioso caldo de frijo-
les negros condimentado con unas ramitas de epazote morado y
acompañado de queso panela o queso doble crema, según el gusto.
Además, recuerdo a mi madre como confeccionaba artesanalmen-
te las tortillas de maíz nixtamalizado, es decir con masa. Los sopes
pellizcados sofritos con manteca de cerdo, una cama de frijoles
refritos con harina de maíz, longaniza, lechuga, crema, queso ra-
llado y salsa de tomate con chile verde martajado, como aderezo.
Evocar estos recuerdos me remite irremediablemente a aque-
llos tiempos, en que los sentidos corporales se agudizaban al uní-
sono, en un estricto orden. Era inevitable “lamerse los bigotes” con
el doblemente rico café negro batido con molinillo que preparaba
mi madre o el candente y tradicional jarro de café negro de olla
que acompañaba la capirotada33 que ella misma preparaba. Era
un deleite ver el delicado hilo de vapor humeante que desprendían
ambas bebidas, condimentadas con especies y endulzantes, como
la tradicional rajita de canela y el piloncillo de azúcar, el cual es
industrializado con forma de tejolote.34 Fue un escenario culinario
donde una y otra vez sumergí y remojé durante el desayuno o la
merienda, los bolillos recién horneados que, en la tienda de mi
barrio, vendía la tía Adela. Decía mi madre Ana María que cuando
hacia hambre, estos alimentos le sabían a gloria.

33
Postre típico mexicano que tradicionalmente se consume en la cuaresma.
34
Forma de mano o pilón de piedra usada para moler especias en el molcajete.
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 385

A finales de los setentas y principios de los ochentas, cadenas


comerciales de supermercados y franquicias nacionales (tiendas
de conveniencia) e internacionales35 influenciaron el ambiente na-
tural del centro urbano de Cuajimalpa y lo transformaron en am-
biente construido urbanizado. Estos establecimientos cambiaron
la forma de vida que hasta entonces teníamos quienes vivíamos
en Cuajimalpa. Algunos repercutieron en la alimentación y otros en
el modo de alimentarnos. Parte de su estrategia comercial fue ubi-
carse en vialidades principales del centro urbano de Cuajimalpa.
La mayoría adoptó el nombre de Cuajimalpa, como queriendo
regresarnos la identidad perdida. En los últimos tiempos, la sa-
lud pública ha ampliado la definición de ambiente construido y
ha incluido los alimentos saludables, como parte del desarrollo
económico sostenible, en favor del crecimiento inteligente de la
población.

CONCLUSIÓN

Esta historia tuvo el sublime propósito de abordar el proceso de


construcción social en Cuajimalpa. La secuencia temporal de este
relato se movió entre 1970 y 2020, un periodo de acompañamien-
to existencial propio. La narrativa de este relato quedó enmarca-
da en el contexto histórico de procesos socioterritoriales que se
han dado en la ciudad de México, en diferentes temporalidades,
como la transculturización y el mestizaje, el ordenamiento y la
planificación territorial regional, la valoración y la apropiación
del espacio geográfico. Considero que estos procesos rompieron
la relación simbiótica de subsistencia que inicialmente el hombre
mesoamericano mantuvo con su propio medio natural. Detonaron
el crecimiento y desarrollo territorial, así como el demográfico en
la Ciudad de México.

35
Almacenes Aurrera, Vips, Blockbuster Video, Gigante (hoy la Comer), Sumesa
(hoy Superama), Sanborns, McDonald’s, Suburbia, Sam´s Club, Oxxo, Office Depot,
Burger King, Office Max, Starbucks, Home Depot, Domino´s Pizza, Benedetti´s Pizza,
Little Caesars Pizza, Grupo Comercial Chedraui. Y hasta la misma empresa creada por
el coronel Sanders, llegaron junto con las plazas comerciales a Cuajimalpa.
386 Memorias del poniente V

La construcción social en Cuajimalpa quedó supeditada a un


ordenamiento y planificación regional que giró en torno al trazo
longitudinal de la carretera México-Toluca, su desarrollo fue para-
lelo y lineal. Condicionó la forma de vivir de sus propios poblado-
res. El territorio de Cuajimalpa carece de un proyecto integral de
planificación urbana y ecológica, sostenible y autosustentable, que
prevea el impacto ambiental y regule las actividades socioeconó-
micas que se desarrollan. Me pareció relevante abordar el proceso
de crecimiento y desarrollo en Cuajimalpa bajo el aspecto social o
sistema socioecológico, un concepto que se introdujo en los seten-
tas, el cual reunió a la sociedad y el medio ambiente que habita.
La introducción de este concepto propició la creación de la Ley
de Desarrollo Urbano de la Ciudad de México, instituida en 1975.
También propició la creación del Programa Delegacional de De-
sarrollo Urbano de Cuajimalpa y los primeros Planes Parciales de
Cuajimalpa, creados en los ochentas, cuya antecesora es la Zona
Especial de Desarrollo Controlado (ZEDEC) Santa Fe.
A lo largo de mi existencia me ha tocado ver los procesos de
construcción social de Cuajimalpa, de desvinculación socioespa-
cial, a través de la carga fiscal, la venta individual y en serie de
lotes. También la emigración individual y el éxodo discreto, hacia
el Estado de México. Así como el proceso de deconstrucción y el de
integración de Cuajimalpa al mundo globalizado. Considero que
hasta los ochenta la tierra en Cuajimalpa tenía un valor emotivo
y emocional, marcaba territorialidad, producía lo necesario para
vivir, su apropiación todavía era por herencia.
A partir de los ochenta, la tierra se convirtió en suelo, es una
mercancía mas que tiene un costo de producción y un precio en
el mercado, produce riqueza, por lo que tiene un valor mercantil.
Los grandes inversionistas y desarrolladores inmobiliarios, nacio-
nales y extranjeros, se han apropiado del territorio de Cuajimalpa
a través del engaño y el convencimiento de la población, la cual ha
decidido por necesidad o ignorancia vender sus lotes de tierra de
forma masiva. La venta de terrenos ubicados a pie de carretera, en
ocasiones se realiza mediante acuerdo de dos o más propietarios
para alcanzar un supuesto valor agregado de compra - venta en el
mercado. La venta masiva permite fusionar los lotes. Es el recurso
que tienen los inversionistas para beneficiarse con la aplicación de
Vicisitudes en una travesía, el kindergarten 387

la Norma 10, contenida en las Normas Generales de Ordenación


Territorial de la Ciudad de México. Ésta establece la altura máxi-
ma permitida de construcción en vialidades primarias en función
de la superficie de los predios, es decir, permite incrementar la
intensidad de uso del suelo y la densidad de construcción: entre
más grande sea el terreno, más grande el edificio y más grande el
impacto ambiental y la ganancia de capital.
El impacto ambiental que ha generado la apropiación del sue-
lo de conservación en Cuajimalpa se incrementó en el año 2000,
cuando se concluyó la primera fase de Ciudad Santa Fe y desde
entonces se ha venido intensificando. Cuajimalpa juega actual-
mente un papel preponderante en el proceso de transformación
demográfica y urbanística de la Ciudad de México. La ciudad se
ha transformado de urbe o ciudad central a metrópoli, megalópo-
lis, ciudad lineal, ciudad inteligente. La Ciudad de México y sus
ciudades gemelas, Toluca y Cuernavaca, conforman el área de in-
tegración metropolitana, del altiplano o meseta central de nuestro
país. Para lo cual cada una de estas ciudades está incorporando
nuevas actividades productivas en sus respectivos territorios para
alcanzar la modernidad y mediante la conurbación, fortalecerse
para adquirir el rango de ciudad global.
La lucha interna entre ciudades gemelas para establecer rela-
ción con grandes ciudades del mundo provoca la disputa del aero-
puerto y las conexiones aéreas. Del sistema de transporte, como el
tren interurbano Toluca-ciudad de México. Del sistema de teleco-
municaciones. De la sede de eventos internacionales, como Miss
México 2019, evento de belleza celebrado en 2019, en el ex-conven-
to Desierto de los Leones, o El gran Premio de México Formula 1,
también los partidos de la Liga de Nacional de Futbol Americano
de los Estados Unidos de Norte America (NFL), en México. Así
mismo, estas ciudades compiten para establecer centros financie-
ros o de negocios que alberguen empresas de nivel internacional,
como santa Fe.
Actualmente la dinámica de la actividad humana en la al-
caldía Cuajimalpa ha transformado abruptamente sus espacios.
Aquellos lugares en los jugaba de niño y que me dieron identidad,
ahora son conjuntos corporativos, habitacionales residenciales,
educativos, financieros y comerciales, que satisfacen sus propias
388 Memorias del poniente V

necesidades y la de centros y subcentros urbanos de equipamiento


y servicios satelitales.
El sueño de ir al kindergarten y tener un equipamiento cultu-
ral y educativo de vivienda, abasto, comercio, recreación y espar-
cimiento en Cuajimalpa, se convirtió en pesadilla y paradoja de la
noche a la mañana. Este relato, me trajo gratos recuerdos que, por
sí solos, eran letra muerta que no tenían vida, pero que mediante
el despliegue de la memoria contenida y contados de viva voz, ad-
quirieron una vida nueva que perdurará por siempre.

FUENTES

Libros

Carranco Moreno, María, Geografías en construcción: el megaproyecto de


Santa Fe en la Ciudad de México, México: Universidad Autónoma Me-
tropolitana, 2015.
Paruelo, José M., et. al. eds., Ordenamiento territorial rural. Conceptos,
métodos y experiencias, Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires /
Ministerios de Agricultura, Ganadería y Pesca / Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, 2014.

Hemerográficas

González Alvarado, Rocío, “Saturan Cuajimalpa con rascacielos de 45 pi-


sos”, La Jornada, 4 de junio de 2017, Sección Capital.

Sitio Web

Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial, Gobierno de la


Ciudad de México, http://www.paot.org.mx/
ENTRE MEMORIAS Y MUROS DE CHANTEPEC

Nitzia Marisol Villa Hernández1

RESUMEN

Entre memorias y muros de Chantepec es un texto en que la au-


tora nos lleva a un viaje en el tiempo a través de las edificaciones
de Santa Lucía Chantepec, específicamente de las casas. Con más de
un siglo de construcción, las casas de las familias Alquicira Rodrí-
guez o Flores Martínez, representan la memoria de los cambios
arquitectónicos y de materiales de construcción que, al mismo
tiempo, anuncian los cambios sociales y el paso de una sociedad
agrícola a una sociedad urbana. En una frase, la autora nos re-
cuerda la relevancia de la arquitectura del lugar: “Las casas son
el legado material y al mismo tiempo la memoria tanto familiar
como del pueblo”.

***

INTRODUCCIÓN

Nuestra ciudad siempre está en continuos cambios, su panorama


actual no es el mismo si lo comparamos con décadas atrás. Esto se

1
Nativa de Santa Lucía Chantepec. Egresada de la licenciatura en Historia de la Facultad
de Estudios Superiores Acatlán, unam. Cursó el diplomado “Curaduría: un discurso en mo-
vimiento”, en la Academia de San Carlos (fad-unam). Tomó el diplomado de “Restauración
artística” en el Centro Conservación. Fue tallerista del Centro de Artesanías Independencia
y del Centro de Seguridad Social Contreras del IMSS. Ganadora del Segundo Concurso de
Memorias del Poniente. Historias de sus pueblos, barrios y colonias (2016) de la uam con el
relato “La fiesta patronal de Santa Lucía Xantepec: historia y tradición de un pueblo”.

389
390 Memorias del poniente V

ve en su infraestructura, como obra pública y construcciones, mu-


chas de reciente creación, otras que han prevalecido por mucho
tiempo. Algunas con demasiada importancia al ser consideradas
monumentos históricos, otras simplemente pasan desapercibidas
a pesar de encerrar miles de historias. La zona poniente es un claro
ejemplo de estas transformaciones las cuales han venido experi-
mentando nuestros pueblos originarios.
Razón por la cual decidí escribir acerca del panorama actual
de Santa Lucía Chantepec, enfocándome en las antiguas casas que
aún quedan. Con este trabajo se pretende reflexionar sobre la re-
percusión que tuvieron aquellos cambios en la comunidad. Sobre
el pasado que aun converge con el presente a través de los cimien-
tos de aquellas viviendas y las memorias de sus habitantes.
Casas que han resistido no solo a grandes temblores, también
a inclemencias del tiempo como la nevada en el año 1969, pero más
aún a esta modernidad neoliberal que cada vez nos consume más.
Todas ellas son, al final de cuentas, el patrimonio tangible del
pueblo de Santa Lucía Chantepec y he aquí la importancia de pre-
servar y difundir una minúscula parte de mi comunidad, esperan-
do que sea de utilidad para su estudio, difusión y para las nuevas
generaciones. Para ello recurrí a algunos libros, pero principal-
mente a entrevistas, fotografías, recuerdos y vivencias personales.
El presente trabajo se compone de tres apartados que men-
cionaré a continuación.
En el primer apartado, titulado, “Nuestro hogar”, muestro a
Santa Lucía Chantepec como un gran hogar para todos los habi-
tantes que ha tenido a lo largo de su historia, desde una connota-
ción mesoamericana. Por ello fue necesario analizar la toponimia
de origen prehispánica que da nombre a nuestra comunidad. Asi-
mismo, menciono algunos acontecimientos importantes que han
marcado el devenir de este pueblo. Con ayuda de información bi-
bliográfica y de consulta electrónica, pude realizar esta primera
parte.
En el siguiente apartado, “De cemento y adobe”, relato la ima-
gen urbana que tiene el pueblo actualmente. Me enfocaré en las
diferentes construcciones que existen e hice hincapié en las anti-
guas. Asimismo, menciono cómo va ligada la organización social
con los cambios arquitectónicos. Todo ello reflejado en estos espa-
Entre memorias y muros de Chantepec 391

Imagen 1. Casa. Acervo personal de Guillermo Carmona,


década de los 50 del siglo xx.

cios donde al final las viviendas son parte importante, al gestarse


ahí el núcleo familiar y, por lo tanto, son los cimientos de la socie-
dad que por naturaleza es cambiante.
Por último, en “Historias de hogar”, elegí tres casas de cons-
trucción antigua que fueron descritas. Dejo ver relatos de historias
que se gestaron dentro de cada una de ellas. Debo mencionar que
la mayoría de estos inmuebles son patrimonio familiar que han
pasado de generación en generación por lo que los vínculos que
hay con cada vivienda son más fuertes. Las casas son el legado
material y al mismo tiempo la memoria tanto familiar como del
pueblo. Para ello, fue necesario realizar entrevistas, así como tener
a la vista fotografías y planos.

NUESTRO HOGAR

Al poniente de la Ciudad de México, en la parte alta de la alcaldía


Álvaro Obregón se encuentra Santa Lucía, uno de los pueblos ori-
ginarios de esta gran metrópoli.
392 Memorias del poniente V

Este pueblo es tan longevo que delata su existencia al con-


servar su apellido: Chantepec, heredado de la época prehispánica.
Palabra de origen náhuatl, se dice que significa “la casa sobre el
cerro”, sin embargo para nuestros antepasados hay otro vocablo
para referirse a casa, calli. Esta palabra hacía referencia a una
construcción física, sin importar el tamaño, la forma, los mate-
riales, la cultura y el estatus social de quien la habitaba. La casa
fue el equivalente del cosmos, los cuatro muros de la construcción
representaban los postes, los rumbos y, en una visión actual, los
cuatro puntos cardinales más el centro.
Cuando se terminaba de construir una casa se hacía una ce-
remonia en el fogón que representaba el centro. La ceremonia
consistía en prender por primera vez fuego que era llamado “fue-
go nuevo”, éste simbolizaba la creación del mundo y con ello, el
tiempo. Desde ese momento, el lugar se dedicaría al dios del fuego:
Huehueteotl y, por ende, se hacía el lugar más sagrado de la casa.
Con la presencia de este elemento, la casa se convertiría en hogar,
chantli: “[...] implica por fuerza la presencia del fuego al interior
del recinto habitable. Este brinda calor físico, pero también —y
más importante aún— vincula emotivamente a las personas que
se reúnen a su alrededor ayudando a forjar lazos e identidades”.2
Chantli es la parte intangible de lo material, es lo que le da vida
a calli, llámese esencia, corazón o alma.
Asimismo, los cerros son prominencias de tierra, son formas
que, según los antiguos, se debían a una gran serpiente que se
arrastraba por la tierra, como menciona Alfredo López Austin.3 Es-
tos seres custodian el agua en su interior, también resguardan otro
tesoro, la vida que nace de ellos: árboles, plantas, semillas y fau-
na. Los cerros, por su naturaleza, fueron considerados sagrados,
conectaban el inframundo con el cielo. Algunos mitos de creación
mencionan que los primeros hombres surgen de los cerros y cue-
vas. Así como el maíz descubierto, según un mito, por Quetzalcóatl
en las profundidades de la protuberancia, alimento básico hasta
nuestros días, que contribuyó al desarrollo de la agricultura y de la
civilización. Del tepetl copiaron las formas de las pirámides.
2
Alberto Peralta, Cultura Gastronómica en la Mesoamérica prehispánica, México:
Siglo XXI/Universidad Anáhuac, 2018, p. 53.
3
Alfredo López Austin, Tamoanchan y Tlalocan, México: FCE, 2011.
Entre memorias y muros de Chantepec 393

Por todo ello, nuestra comunidad lleva un nombre con una


simbología cósmica que va más allá de sus dos componentes: casa
y cerro. Chantepec esconde una gran riqueza cultural de nuestros
ancestros que es la propia esencia del pasado. Si se analiza nues-
tra toponimia, en comparación con alguna otra que se parece a la
composición gramatical de la nuestra, por ejemplo: Chapultepec,
que significa “en el cerro de los Chapulines (chapollin=chapulín
+ tepetl=cerro + -co=en)”.4 Nos daríamos cuenta que Chantepec
podría ser “en el cerro del hogar”. Nombre que coincide con su
localización geográfica al encontrarse en una zona montañosa per-
teneciente a la Sierra de las Cruces, por la cual se puede pensar que
lleva ese nombre. De igual forma armoniza con su historia.
En un tiempo pasado al nuestro, Chantepec sirvió de hogar a
grupos étnicos como: acolhuas, tepanecas y coyoacanences, quie-
nes finalmente le otorgaron este preciado nombre. Con la llegada
de los españoles el lugar adquiere el nombre de barrio de Santa
Lucía Chantepec y es fundado en 1532 por Marcial Mazatzin (ca-
cique de Coyoacán), pero su reconocimiento legal fue hasta 1562.
El centro del pueblo originalmente se encontraba en Tepeaca,
pero por conflictos que tuvo con el pueblo de Santa Fé Acaxochitl
se cambió a la ubicación actual. Su extensión original fue reducida
de manera paulatina a lo que hoy conocemos. Entre las colonias
actuales que conformaron nuestro pueblo están: 19 de mayo, Te-
popotla, Miguel Gaona Armenta, Cedro Chico, Corpus Christy, La
Araña, Estado de Hidalgo, Garcimarrero, Cehuayo, Tepeaca, Coli-
nas del Sur y Lomas de Tarango. En toda esta extensión había una
gran riqueza natural de flora, fauna, ríos y una impresionante vista
panorámica que ofrecía el lugar. A pesar de todo ello la población
que se mantuvo fue poca, pues el pueblo fue creado como un lugar
de paso entre Coyoacán y Toluca. Fue hasta mediados del siglo
xix cuando varias familias decidieron establecerse y, hasta nues-
tros días, habitan sus descendientes.
Parte de la infraestructura que hoy tenemos se debe al pasado
de nuestro pueblo. Por ejemplo, los trazos de las calles que rodean
a la iglesia se establecieron desde sus comienzos. A principios de

4
Alberto Peralta de Legarreta, “Glosario”, Objetario de la Ciudad de México. http://
www.alberto-peralta.com/objetariocdmex/glosario.html
394 Memorias del poniente V

los años 40 del siglo xx, el aspecto actual del Callejón de las flores,
hoy calle Corregidora, comenzó a divisarse cuando se estableció la
subdelegación y la escuela, así como de algunas casas distancia-
das. Para los años 50 ya se dejaba ver la avenida Tamaulipas, antes
camino real a Mixcoac. Pero el cambio total de este pueblo fue
en la década de los años 90 cuando los tiraderos de Santa Fe pa-
saron a ser importantes escuelas privadas, corporativos y centros
comerciales. Todo ello afectó a nuestra comunidad en cuestión de
vialidad, escasez de agua y, una vez más, Chantepec se convirtió en
hogar, pero ahora de habitantes de aquellos basureros que vivían
en casas de cartón. Ellos fueron re-ubicados en grandes terrenos
de donde nacieron re-acomodos y nuevas colonias.
A pesar de todos los cambios sufridos Santa Lucía nos trasla-
da a su pasado al caminar por sus calles empedradas que rodean
la iglesia. Ésta fue construida en 1629 y guarda entre su atrio a
nuestros difuntos, pues en algún momento fue el camposanto. Sin
duda otros tesoros que guarda nuestra comunidad son sus casas
antiguas que han quedado como testimonios de otros tiempos.
Cada una, entre sus muros, resguarda historias de sus habitantes y
nos invitan a imaginar aquella vida de nuestros ancestros.

DE CEMENTO Y ADOBE

Santa Lucía fue un pueblo que por mucho tiempo estuvo aislado
de la ciudad. Pero hoy forma parte de ella, convive con grandes
edificios modernos a su alrededor como otras comunidades de la
zona. El pueblo se distingue con facilidad al existir un contraste
total en su arquitectura popular. Casas que honran a la clase media
citadina, así como a las formas, a los tamaños e, inclusive, al color
a pesar de que desde hace unos años predomina el amarillo ocre
y la terracota entre los muros de las fachadas. La decisión de los
colores la tomó la delegación, actual alcaldía, como parte de un
programa de mejoramiento urbano. Sin embargo, al adentrarnos
en cada una de ellas, encontramos distintas tonalidades en cada
decoración y en el uso de plantas que se encuentran en coloridas
macetas.
Entre memorias y muros de Chantepec 395

Nuestra comunidad, ahora como pueblo urbano, ha deja-


do en el recuerdo aquel espacio lleno de vegetación y lo ha conver-
tido en viviendas. Muchas de estas construcciones son modificadas
constantemente por el crecimiento familiar. Ante esta circunstan-
cia o por una mala planeación constructiva, muchas casas parecen
verdaderos laberintos.
Otras viviendas fueron construidas de manera independiente
en amplios terrenos familiares que forman conjuntos habitaciona-
les. Este mismo fenómeno sucede con los re-acomodos, solo que
estos terrenos son más amplios, por lo tanto hay mayor cantidad
de casas y sus moradores no pertenecen a la misma familia. Pocas
casas son independientes, es decir, que habita solo una familia en
particular, la mayoría de estas son amplias. Algunas, en un princi-
pio, se construyeron como casas de descanso o de campo debido
a la tranquilidad que proporcionaba el lugar, pero poco a poco sus
habitantes decidieron establecerse de una forma permanente en
ellas.
Por la cercanía que hay con Santa Fe, se han construido uni-
dades residenciales como Las Buganvilias y Los Ailes. Actualmen-

Imagen 2. Casas antiguas en el camino a Mixcoac hoy Avenida


Tamaulipas. Acervo personal de Guillermo Carmona, sin fecha.
396 Memorias del poniente V

te está en proceso de construcción otra, la cual originó molestia


entre los habitantes, porque rompía con la tradición del pueblo,
así como la insuficiente infraestructura para este tipo de proyecto
y la reducción sustancial de las áreas verdes con que contaba la
región.
Con toda esta variedad arquitectónica, Santa Lucía aún cuen-
ta con algunas construcciones que nos remiten al pasado. Cada
muro manifiesta la construcción más auténtica y original de San-
ta Lucía Chantepec, la llamada arquitectura vernácula. Casas que
para muchos no tienen valor, en realidad son un legado, han sido
protagonistas de la historia del pueblo. Si ellas pudieran hablar
nos podrían contar un sin fin de historias de sus moradores y ha-
bitantes de la comunidad como: costumbres familiares, tradicio-
nes del pueblo, episodios históricos, sabores de alimentos frescos,
aromas de las plantas, el ulular de los búhos que rompía con el
silencio o la oscuridad absoluta de la noche. No obstante, como se-
res inertes solo nos pueden comunicar a través de la avería que el
tiempo ha puesto en ellas, así como sus materiales y la composi-
ción arquitectónica que cada una tiene.
Aquellas construcciones se caracterizan por ser de ladrillo de
adobe, elemento que fue de gran importancia, ya que era elaborado
por los habitantes del pueblo, puesto que el recurso más importan-
te de su preparación fue la tierra, la cual tenía las características
idóneas para su uso, pues era arenosa y al mismo tiempo contenía
arcilla. Ésta se mezclaba, utilizando los pies, con estiércol y agua,
posteriormente se colocaba en moldes. Otro material que también
fue muy común para la construcción de viviendas fue el tepetate
que era fácil de conseguir dentro de las cuevas de la zona, como
lo mencionó la señora Carmen Flores.5 La piedra extraída del río
también fue uno de los componentes para la construcción. Se deja-
ba ver en algunos dinteles de las casas, pero principalmente servía
para cercar algunos terrenos y colocarlas en los patios.
Otra particularidad que encontramos en estas construcciones
son sus anchos muros y sus techos altos que, en general, eran de
una sola pendiente aunque también existían techos a dos aguas. En
el exterior de algunos techados se podía apreciar el color terracota

5
Entrevista realizada a Carmen Flores por Nitzia Villa el 21 de noviembre del 2019.
Entre memorias y muros de Chantepec 397

de las tejas. Otros eran hechos de tejamanil o zacatón, en la mayo-


ría de los casos se combinaban los materiales. Aproximadamente
entre las década de los años 30 y 40, algunas viviendas sufren un
primer cambio pues estos materiales fueron desplazados por ladri-
llo y vigas. El resultado fueron techos parecidos a los europeos o a
las construcciones religiosas como monasterios o conjuntos con-
ventuales; la gente del pueblo afirma que son bóvedas catalanas.
Sin embargo, los techos de Santa Lucía no tienen curvaturas, de
manera que sería más preciso decir que se trata de techos de te-
rrado planos con ligeras inclinaciones o pendientes que descansan
sobre una viguería de madera.
Esto sin duda fue el comienzo de la modernizacón en nuestro
pueblo, quizá rezagado por la lejanía que había con la ciudad y por
los estragos que dejó la revolución en el pueblo. La gente, anterior
a estos años, no se pudo reponer económicamente de la pobreza
que invadió a la comunidad y por ello era difícil hacer cambios o
mantenimientos a las viviendas. Todas las casas por lo regular te-
nían un portal que era sostenido por gruesos castillos y eran ador-

Imagen 3. Terrado con viguería, Nitzia Villa,


2019, Santa Lucía Chantepec.
398 Memorias del poniente V

nados con una gran variedad de plantas. Adentro se encontraban


las habitaciones. En ocasiones era una sola, amplia, donde espera-
ban petates para ser utilizados por sus moradores después de un
arduo día de trabajo. También contaban con una cocina de humo y
ésta aún era el elemento más importante de la casa, puesto que en
la cocina se encontraba el fogón llamado tlecuil, una herencia pre-
hispánica y que era la causa de la unión familiar, el corazón del ho-
gar como mencioné anteriormente. Algunas casas tenían tapancos
ubicados en la parte superior de una habitación, eran parecidos a
un piso solo que más pequeño en todas sus dimensiones y servían
de almacén o bodega.
Otro componente de aquellas casas fueron los establos y
corrales donde guardaban a sus animales como pollos, gallinas,
guajolotes, vacas y mulas. La mayoría de estas viviendas se constru-
yeron en amplios terrenos y servían para sembrar por lo general:
maíz, frijol, papa6 o bien algunos árboles frutales, plantas, nopales
o inclusive magueyes.
Algunos elementos inexistentes dentro de las casas eran el
baño y lavaderos. Aún, a principios de la década de los años 30 del
siglo pasado, la gente acostumbraba ir al río a bañarse. Tampoco
había instalación eléctrica, la gente se alumbró con lámparas de
petróleo por mucho tiempo. Fue hasta los años 50 cuando este re-
curso llegó a la comunidad. La subdelegación fue el primer inmue-
ble con luz eléctrica de donde los vecinos se conectaban, a pesar de
las grandes distancias.
En la segunda mitad del siglo xx, la modernidad alcanzó a
Santa Lucía, nacería una nueva era para nuestro pueblo. No solo
se divisaban techos con viguería, también las paredes fueron recu-
biertas por nuevos materiales, ajenos a la región y de tipo indus-
trial como es el cemento, concreto y ladrillo. La mayoría de las
casas fueron demolidas y en su lugar se construyeron nuevas con
estos materiales.
Este nuevo perfil de construcciones respondió a nuevos cam-
bios a todos los niveles sociales. De ser una sociedad agrícola
pasaría a ser una sociedad pre-capitalista. El pueblo paulatina-
mente formaría parte del entorno urbano. Los recursos naturales

6
Entrevista realizada a Cruz Baeza por Nitzia Villa el 9 de enero del 2020.
Entre memorias y muros de Chantepec 399

que proveían todo, inclusive los materiales de construcción, fue-


ron desplazados. Ello promovió la apertura de un mercado con
nuevas opciones.
La dinámica del núcleo familiar se transformó, los terrenos
se empezaron a vender para construir más casas. Esto indica un
fenómeno migratorio que dio como resultado el aumento de la po-
blación. Los que aun conservaban espacios de siembra siguieron
con las actividades del campo. Algunos hombres junto con los hi-
jos varones pasarían a ser empleados de otras actividades fuera
del pueblo, como el señor Cruz Baeza quien trabaja en la calle de
Bolívar, en el Centro Histórico, no obstante en esos años aún era
complicado trasladarse a esa zona. Otros empezaron a abrir pe-
queños negocios adjuntos a sus casas; de estos primeros negocios
que se recuerdan fueron el molino y la miscelánea La Gloria. El
primero ubicado en calle Corregidora esquina Ignacio Zaragoza,
el segundo en avenida Tamaulipas.
Por otra parte, las mujeres seguían con actividades de la casa
y el cuidado de animales domésticos como pollos y gallinas que
aún tenían, pero en menor cantidad. Ya no debían trasladarse al
río a lavar, esto pasaría al anecdotario del pueblo. En cada casa se
construirían baños con calentadores de leña y aunque existieron
lavaderos comunitarios, en lo que hoy es el Centro Social, muchas
familias decidieron colocar uno en sus viviendas. De igual forma
algunos elementos que componían las viviendas fueron desapare-
ciendo. El tlecuil fue sustituido por la estufa y el centro familiar
pasaría a ser la estancia gracias a la llegada de las primeras televi-
siones a nuestra comunidad, en la década de los años 60 del siglo
xx; estos aparatos, en un primer momento, tuvieron la función
de unir a la comunidad, sin embargo, por una módica cantidad,
podían disfrutar de algún programa televisivo en algunas de las
escasas viviendas donde poseían una, como la casa de la familia
Ovando.7
Sin duda esta nueva arquitectura tuvo un impacto social que
generó poco a poco una nueva dinámica en la comunidad del pue-
blo. Santa Lucía es un ejemplo de que las viviendas no sólo van li-

7
Estos recuerdos aparecieron en algunas de las entrevistas y charlas compartidas
con las personas mayores del pueblo de Santa Lucía.
400 Memorias del poniente V

gadas al núcleo familiar sino también a la vida cotidiana, a las


clases sociales, a la región, a la economía y sobre todo crean lazos
de identidad. Aquellas casas del pasado enclavadas en el presente
son las que dan la imagen de pueblo y muchos de sus habitantes
siguen recordando lo vivido en ellas, bien vale la pena conocer al-
gunos de estos relatos.

HISTORIAS DE HOGAR

A lo largo del siglo xx, Santa Lucía tuvo transformaciones que per-
mitieron gestar lo que hoy es nuestro pueblo. Por ser un lugar si-
tuado dentro de la ciudad muchos habitantes ajenos a él se quedan
maravillados al producirles una sensación pueblerina, para otros
es simplemente una colonia más. Con todo ello, para los habitan-
tes propios del lugar, Santa Lucía es una comunidad con muchas
historias que confirman ser un pueblo. Muchos de ellos relatan
que la primera mitad del siglo xx se divisaba el lugar demasiado
tranquilo, donde abundaba el silencio y entre los ruidos que se
escuchaban estaba el de las mulas arrastrando vigas. Era un lugar
con una vista impresionante en donde no existía ningún obstáculo
para ver los edificios que se encontraban en el centro de la ciu-
dad. Una zona espaciada donde los niños podían correr libremente
pues carecía de viviendas.
Con base en entrevistas que he realizado puedo calcular que,
entre las décadas de los años 40 y 50, existían aproximadamente
alrededor de 50 casas. Entre estas estaban la de la familia Rivera,
la de José Rodríguez y Ángela Sánchez, Gabriel Carmona, Julio
Carmona, Petronilo Nava, Jesús Ávila, la de la familia Oznaya, la
casa de la señora Ángela Cortés, la de los Rosales que pasó a ser de
Trinidad García, la de los Ovando, así como la de Joaquina Torres,
Daniel de la Garza, Guadalupe Carmona y familia Hernández. La
mayoría de estas fueron desapareciendo y, en su lugar, ahora hay
construcciones de viviendas más modernas o bien negocios.
Sin embargo, hay aproximadamente ocho casas de construc-
ción antigua que tienen una antigüedad mayor a un siglo. Algunas
de ellas probablemente tengan fragmentos de estructura o paredones de
más tiempo. Una de estas casas es la de los hermanos Alquicira Ro-
Entre memorias y muros de Chantepec 401

dríguez, construida en un extenso terreno que iba de Avenida Ta-


maulipas a la calle de La Paz, en la colonia Corpus Christy. Esta
vivienda se encuentra del lado de la avenida, es de tepetate con
adobe y recubierta de argamasa, dejando ver entre sus gruesos
muros aquel pasado lejano a nosotros. Tenía un portal y una co-
cina con su tlecuil donde cocían las tortillas, todas hechas a mano
y preparaban los demás alimentos. En ese mismo lugar tenían un
entrepaño de madera donde guardaban algunos trastes y despen-
sa. Asimismo, una mesa donde los nueve hermanos se sentaban
para comer y al mismo tiempo, convivir. El techo de la cocina y
del resto de la casa era de tejamanil con teja y posteriormente fue
cambiado por ladrillo rojo y vigas. Aquel tlecuil fue cambiado por
un anafre, donde se utilizaba leña y, posteriormente, por una estu-
fa de petróleo, actualmente tienen estufa eléctrica.
La casa de los Alquiricia Rodríguez, también contaba con
cuatro habitaciones donde dormía la familia así como un patio
lleno de plantas en el espacio sobrante donde ahora hay casas. Es
difícil imaginar que existía una gran milpa donde la familia cose-
chó por mucho tiempo chícharo, maíz y frijol para luego venderlo
en Tacubaya. Isabel Alquicira recuerda que también se encontraba
un corral donde guardaban muchos animales, como borregos, va-
cas, chivos y caballos. Muy cerca de ese se encontraba otro para
las gallinas, gallos, patos y guajolotes. También había un chiquero
para los puercos.8
Esta vivienda es fácil de ubicar, un pequeño espacio de ella se
convirtió en una tienda de abarrotes que se abrió hace 60 años y
que desde hace 27 años se cambió a papelería “Las quince letras”.
El nombre de la tienda, tan peculiar, ha servido como referencia
del lugar, inclusive hay personas que creen que la calle se llama así.
Anteriormente a estos dos negocios, la familia Alquiricia tuvo, en
la misma casa, un negocio de venta de pulque, un negocio muy po-
pular en la zona. Santa Lucía fue un pueblo famoso por la produc-
ción de esta bebida, tanto que fue apodada la ciudad del pulque.
Muchas familias lo llevaban a vender a Tacubaya o a Mixcoac. El
padre de los hermanos Alquicira raspaba los magueyes en terrenos
que tenía y lo vendía en Santa Fé, en el Olivar del Conde y en su

8
Entrevista realizada a Isabel Alquicira por Nitzia Villa el 28 de noviembre del 2019.
402 Memorias del poniente V

propia casa. En ese patio tan especial, pues todo estaba cubierto
de piedras de río, además había un árbol de capulín, de manera
que los clientes solían decir: “Vamos a los capulines”. El pulque
se colocaba en un gran tinajal y al entrar por una gran puerta de
madera maciza, los clientes se sentaban en unas bancas para delei-
tarse con el sabor natural de la bebida.
Esta casa fue testigo de risas, llantos, diversión y pláticas de
los clientes que compraban el pulque. Desgraciadamente, este se
acabó en el pueblo por las empresas cerveceras. Debo mencionar
que la leyenda que inventaron estas compañías acerca de la fer-
mentación del pulque con excremento no funcionó en el pueblo,
por lo que decidieron ponerle fin al consumo derramando esta
grandiosa bebida entre los patios de las casas donde lo vendían,
con el fin de que la gente empezará a tomar cerveza.
Esta vivienda se encontró en riesgo de ser reducida en los
años 50 por la ampliación de la avenida, pero al final no fue afecta-
da. Sin embargo, un hogar cercano a ésta no corrió con la misma
suerte. Fue la casa de la familia Flores Martínez. Ésta sufrió una
reducción para dar pie a esta vialidad.
La casa de la familia Flores Martínez, inicialmente pertene-
ció a Toribio Baeza, posteriormente a la señora Lucía García y a
su hermano Francisco, quien era ciego, ambos pertenecían a la
colonia Moctezuma. Originalmente la casa contaba con tres ha-
bitaciones y una cocina. Fue conocida como la casa de Tepepan
por ubicarse en el sitio que lleva ese nombre y por ser la única del
lugar en aquellos tiempos. Al momento de ser comprada por los
hermanos García uno de los cuartos se convirtió en un pequeño
negocio con un giro de abarrotería. También incluyeron un corral
al lado de esa habitación. La casa es de adobe, tepetate y piedra.
Actualmente está recubierta de argamasa.
“La casa de la familia Flores Martínez fue rentada por mis
bisabuelos: Francisco Flores y Francisca Martínez y comprada por
su hijo Ángel Flores en los años 30. De ahí en adelante empezarían
las modificaciones. Su techo, que fue de tejamanil con teja, fue
cambiado por ladrillo rojo y vigas”.9 Dichas vigas, contaba Cande-
laria Flores, fueron traídas de las ruinas de una hacienda cercana

9
Entrevista realizada a Carmen Flores el 21 de noviembre del 2019.
Entre memorias y muros de Chantepec 403

Imagen 4. Plano de la Casa de Tepepan. Acervo personal


de Rosa María Guzmán, 13 de marzo de 1861.

al Desierto de los Leones. El corral pasó a estar enfrente de la casa


en un pequeño terreno. En el antiguo corral estaría una habitación
donde dormía la familia, así como otra que desplazo a la abarro-
tería.
La habitación que antiguamente fue la tienda, por su parte,
ha sufrido dos incendios, uno en los años 60 y otro en el 2006. El
primero fue en una navidad cuando los integrantes más pequeños
de la familia jugaban cerca de un pino natural que había sido ador-
nado con velas. Uno de los niños, entre el juego, testereó una de
las velas y provocó que se incendiara el lugar. El segundo incendio
fue por la mala decisión de dejar un cirio mal puesto encima de
un televisor.
404 Memorias del poniente V

El espacio donde hoy se encuentra la cocina, formaba parte


del portal. En él se guardaban algunos animales, además fue el
lugar perfecto para que mi bisabuela diera a luz a mi abuela Mar-
garita y a su hermano Bernardo Flores. Posteriormente, también
ahí nacerían integrantes de la generación siguiente, entre ellos mi
padre Jesús Villa. En los años 70 se decidió cerrar el portal y con-
vertirlo en la sala y el comedor. Mientras que en el pequeño corral
se construiría el baño y una habitación. Actualmente, se conserva
un pequeño corral, del último caballo que se tuvo, sin ningún uso.
Este hogar como muchos otros, aproximadamente en los años
30, acogió por temporadas a los arrieros que, cansados de caminar
larga horas, llegaban a este lugar. Se les proporcionaban alimentos
y hospedaje al igual que a sus animales para poder continuar al día
siguiente con su recorrido a Toluca. En la década de los 60, en la
casa Flores Martínez, se vendían dulces como los toficos, las coca-
das y los caramelos Tomy para que los niños se deleitaran con los
sabores mientras disfrutaban, en la casa de enfrente del señor Ma-
rio González, el programa televisivo: “Estrellas infantiles”.10 Tam-
bién vendían refrescos cuando había partidos de fútbol llanero
en el famoso Lomo de burro que se encontraba muy cerca de ahí, en
donde hoy se encuentran máquinas viejas para construcción.
La familia Flores Martínez, en un principio, vivió en la casa
de mi tatarabuela Ventura. Esta vivienda para ese momento ya era
una construcción antigua. Contaba con cinco habitaciones y, cu-
riosamente, con un temazcal que se usaba ocasionalmente para
bañarse, pues preferían ir al río. También servía para bañar, con
algunas hierbas, a las señoras recién paridas. En una de las habi-
taciones había un pretil en donde estaban tres cruces grandes. La
cocina tenía su tlecuil y su techo era de zacatón con tejamanil.11 El
día de muertos, en este lugar se ponía una ofrenda sobre pencas de
maguey. Una de las habitaciones, que aún existe, tiene en su entra-
da un arco de medio punto con una cruz labrada al centro. Hace
poco tiempo se convirtió en ventanal. Debo mencionar que existe
otra vivienda, en Santa Lucía, que sobre el dintel de su fachada

10
Entrevista realizada a Rosa María Guzmán por Nitzia Villa el 12 de diciembre del
2019.
11
Entrevista realizada a Carmen Flores el 21 de noviembre del 2019.
Entre memorias y muros de Chantepec 405

también tiene un símbolo religioso, una cruz sobre un corazón que


representa el sagrado corazón.
La casa de mi tatarabuela también contaba con un jardín
donde había duraznos, peras, nueces y nopales. De repente la gen-
te hurtaba alguna de estas frutas. La casa se encuentra todavía en
un extenso terreno, el cual ha tenido un papel importante en las
fiestas religiosas del pueblo, pues en la década de los años 80 y 90
sirvió para colocar los juegos mecánicos de las ferias. Actualmen-
te, es ocupado para la quema de castillos. En años recientes se
rentó el terreno para improvisar una escuela llamada José María
Tapia Freyding.
Al no existir parques cercanos a la zona, la señora Alvina daba
permiso a los niños de jugar en el columpio que tenía en el patio.
De manera que el patio fungió como espacio de recreación de la
década de los 70 a los 90. Actualmente, la casa cuenta con una res-
baladilla y con un columpio, únicamente para la familia del lugar.
Sin embargo, nuestra comunidad sigue careciendo de este tipo de
lugares, lo más cercano es el parque La Mexicana.

A MODO DE CONCLUSIÓN

México es un crisol de historias, muchas de ellas escritas, algunas


trasmitidas a través de la memoria oral, otras reflejadas en tra-
diciones y costumbres. Objetos y construcciones son una riqueza
invaluable al ser testigos vivos de tiempos pasados. Nos cuentan
historias, objetos detenidos en el tiempo, son parte fundamental
del patrimonio de nuestras comunidades.
Las historias de hogar son un ejemplo vivo del transitar del
tiempo. Casas que conviven a diario con nuestro presente, nos dan
un ligero panorama de lo que fue nuestro pueblo. Lo más intere-
sante es escuchar las voces de sus habitantes, de aquellas vivencias
que guardan cada uno. La vida de cada una de estas personas tran-
sita entre el ayer y el hoy de Santa Lucía Chantepec. Estos mo-
radores nos muestran un pedacito del pasado al entrar y salir de
estos muros de tierra. Muros que guardan quizá objetos de aquel
tiempo.
406 Memorias del poniente V

Estas piezas por si solas tienen una historia que radica en su


creación, la época en que fueron hechas, los materiales, sus crea-
dores, el impacto social que tuvieron y hasta su deterioro. Todo
ello se complementa con lo que cada objeto puede reflejar del pa-
sado, es decir podemos divisar a través de ellos la vida cotidiana
de la sociedad de alguna época, los recursos que existían de manu-
factura y económicos, su cultura, religión, entre otras cosas más.
En ocasiones este tipo de piezas pasan desapercibidas por
la sociedad actual. En el caso de construcciones antiguas que si-
guen vivas, muchas veces se nos olvida la gran riqueza que cada
una guarda. Aunque hay casos contrarios, pues muchos de los
monumentos históricos, mencionados en la historia oficial, son
resguardados; otros tantos que no se encuentran dentro de esta
clasificación, son legados al olvido. Como ejemplo claro, están las
construcciones del pueblo de Santa Lucía Chantepec, el tiempo
les ha otorgado un carácter histórico de suma importancia que se
hace invisible ante los ojos de los individuos.
Este patrimonio muchas veces es transgredido por los tiem-
pos modernos, cuyas construcciones reflejan la poca o nula planea-
ción de las ciudades actuales que entierran gran parte de nuestra
historia bajo sus cimientos. En todo el territorio tenemos muchos
casos, como una tienda que se puso cerca del sitio arquológico de
Teotihuacán. En el caso particular de Santa Lucía hay unidades
habitacionales cercanas que están devorando a esta comunidad
y a colonias cercanas. Entre estas unidades habitacionales están:
Cumbres de Santa Fé, Puerta Santa Lucía o Residencial Botanik.
Esta urbe moderna desdibuja las paredes y a sus moradores,
reduciendo la vida comunitaria para sellarla en pequeños espacios
donde los individuos recrean el universo individual de las socieda-
des modernas. Mucha de la memoria la resguardan los ancianos
que habitan esos espacios a través de sus costumbres y estilo de
vida. De manera que impiden que estas moradas sean destruidas
por completo y conserven parte de la esencia de la traza original
revelada en paredes, techos y portales. Son ellos, los moradores,
los encargados de dar un gran valor a sus viviendas, sintiéndose
orgullosos de vivir entre muros del pasado que albergan miles de
historias. Este esfuerzo resulta insuficiente siendo las nuevas gene-
raciones poco conscientes del valor real de este tesoro, encamina-
Entre memorias y muros de Chantepec 407

dos en un mundo globalizado que les dicta hasta el mínimo detalle


en sus vidas.
Estos inmuebles, dignos de ser protagonistas de nuestro pa-
sado, nos muestran en el presente los recursos de manufactura
que nos proporcionaba este noble lugar. Hoy en día, aquellos lu-
gares llenos de vegetación donde obtenían estos materiales se han
convertido en espacios grises de concreto. Nuestros antepasados
jamás imaginaron que muchos de sus terrenos de siembra pasa-
rían a ser parte de las vialidades donde en lugar de pasar caballos
o mulas pasarían automóviles. A esto se suma la escasez de agua,
la disminución casi total de las áreas verdes, la delincuencia y la
venta de drogas. El paisaje pueblerino ha cambiado de manera
sustancial, son estas casas que nos recuerdan que Santa Lucía fue
una comunidad rural que como pueblo hoy en día agoniza. Muros
deteriorados, pero con raíces firmes que se hunden en el origen de
nuestra comunidad.
A pesar de su nombre oficial “pueblo de Santa Lucía Chante-
pec”, ya no reúne las características propias de provincia. Pese a
que existen tradiciones ancestrales y familias que han estado casi
desde sus orígenes, la mayoría de la población ya no es la origina-
ria. Tampoco es el espacio que era. Solo quedan memorias y muros
como rastros de aquel pasado.

FUENTES

Libros

López Austin Alfredo, Tamoanchan y Tlalocan, México, FCE, 2011.


Peralta de Legarreta Alberto, Cultura gastronómica en la Mesoamérica pre-
hispánica, México: Siglo XXI / Universidad Anáhuac, 2018.

Sitios web

Peralta de Legarreta Alberto, “Glosario”, Objetario de la Ciudad de Méxi-


co. http://www.alberto-peralta.com/objetariocdmex/glosario.html. (28
de noviembre del 2019)
408 Memorias del poniente V

Entrevistas

Carmen Flores Martínez


Cruz Baeza
Isabel Alquicira Rodríguez
Rosa María Guzmán Flores

Fotografías

Guillermo Carmona González


Nitzia Marisol Villa Hernández
Plano del acervo personal de Rosa María Guzmán Flores
AGRADECIMIENTOS

El equipo de Historias Metropolitanas agradece a las siguientes


personas e instituciones por su apoyo a nuestras actividades
y a la publicación de este libro.

Universidad Autónoma Metropolitana, Rectoría General


Dr. Eduardo Abel Peñalosa Castro, Rector General
Dr. José Antonio de los Reyes Heredia, Secretario General Lic.
Sandra Licona Morales, Directora de Comunicación Social
Lic. Laura Genis, Secretaria particular del Rector General

Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa


Dr. Rodolfo Suárez Molnar, Rector de Unidad
Dr. Álvaro Julio Peláez Cedrés, Secretario de Unidad
Dra. Violeta Aréchiga Córdoba, Jefa
del Departamento de Humanidades
Lic. Cuauhtémoc Hernández Guerrero Lic. Jesús
Armando Barajas García Mtro. Luis Márquez Borbolla
Mtro. Carlos Francisco Gallardo Sánchez
Lic. Diego Eaton Gil Mtro. Luis Hernández Huerta Lic. Martha
Seceña Villanueva Lic. Mónica Muñoz Zárate
Lic. Armando Barajas
Lic. Angélica Chávez Arellano

409
410 Memorias del poniente V

UAM Radio 94.1

Lic. Sandra Fernández Alanís, Responsable del Programa


Universitario de Producción Radiofónica
Lic. Aarón Jiménez Rodríguez,
Jefe del Departamento de Producción
Lic. Miguel Ángel Carretero, Departamento de producción
A los demás integrantes del Departamento
de Producción de la estación.
Memorias del poniente V:
Historias de sus pueblos, barrios y colonias
Se imprimió en noviembre de 2020.
La edición e impresión estuvo a cargo de
SM Servicios Gráficos.
José Sánchez Trujillo 69, col. San Álvaro,
C.P. 11320, deleg. Azcapotzalco, CDMX.
Tel.: 5341 7480

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