Cuentos
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Cuentos
La claridad del día comenzaba a disipar las tinieblas de una noche tibia y hermosa. Una paloma,
revoloteando y revoloteando, penetró en un pequeño y recoleto templo de la India. Todas las
paredes estaban adornadas de espejos y en ellos se reflejaba la imagen de una rosa que había
situada, como ofrenda, en el centro del altar. La paloma, tomando las imágenes por la rosa misma,
se abalanzó contra ellas, chocando violentamente una y otra vez contra las acristaladas paredes del
templo, hasta que, al final, su frágil cuerpo reventó y halló la muerte. Entonces, el cuerpo de la
paloma, todavía caliente, cayó justo sobre la rosa.
Había una mujer que, a fuerza de una actitud recta y perseverante, había obtenido grandes
logros espirituales. Aunque desposada, siempre hallaba tiempo para conectar con su Realidad
primordial. Desde niña, había lucido en las muñecas brazaletes de cristal. La vida se iba
consumiendo inexorablemente, como el rocío se derrite cuando brotan los primeros rayos del sol.
Ya no era joven, y las arrugas dejaban sus huellas indelebles en su rostro. ¿Acaso en todo encuentro
no está ya presente la separación? Un día, su amado esposo fue tocado por la dama de la muerte y
su cuerpo quedó tan frío como los cantos rodados del riachuelo en el que hacía sus abluciones.
Cuando el cadáver fue incinerado, la mujer se despojó de los brazaletes de cristal y se colocó unos
de oro. La gente del pueblo no pudo por menos que sorprenderse. ¿A qué venía ahora ese cambio?
¿Por qué en tan dolorosos momentos abandonaba los brazaletes de cristal y tomaba los de oro?
Algunas personas fueron hasta su casa y le preguntaron la razón de ese proceder. La mujer hizo
pasar a los visitantes. Parsimoniosamente, con la paz propia de aquel que comprende y acepta el
devenir de los acontecimientos, preparó un sabroso té especiado.
--¿Por qué os sorprendéis? Antes, mi marido era tan frágil como los brazaletes de cristal, pero
ahora él es fuerte y permanente como estos brazaletes de oro.
El águila y el escarabajo
Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo,
suplicándole que le salvara.
Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus
huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera
que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.
Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una
bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse
aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas
no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.
La cierva y la viña
Una cierva era perseguida por unos cazadores y se refugio bajo una viña. Pasaron cerca los
cazadores, y la cierva, creyéndose muy bien escondida, empezó a saborear las hojas de la viña que
la cubría. Viendo los cazadores que las hojas se movían, pensaron muy acertadamente, que allí
adentro había un animal oculto, y disparando sus flechas hirieron mortalmente a la cierva. Ésta,
viéndose morir, pronunció estas palabras:
Un ratón campesino tenía por amigo a otro de la corte, y lo invitó a que fuese a comer a la campiña.
Mas como sólo podía ofrecerle trigo y yerbajos, el ratón cortesano le dijo:
-- ¿ Sabes amigo, que llevas una vida de hormiga ? En cambio yo poseo bienes en abundancia. Ven
conmigo y a tu disposición los tendrás.
Partieron ambos para la corte. Mostró el ratón ciudadano a su amigo trigo y legumbres, higos y
queso, frutas y miel. Maravillado el ratón campesino, bendecía a su amigo de todo corazón y
renegaba de su mala suerte. Dispuestos ya a darse un festín, un hombre abrió de pronto la puerta.
Espantados por el ruido los dos ratones se lanzaron temerosos a los agujeros. Volvieron luego a
buscar higos secos, pero otra persona incursionó en el lugar, y al verla, los dos amigos se
precipitaron nuevamente en una rendija para esconderse. Entonces el ratón de los campos,
olvidándose de su hambre, suspiró y dijo al ratón cortesano:
-- Adiós amigo, veo que comes hasta hartarte y que estás muy satisfecho; pero es al precio de mil
peligros y constantes temores. Yo, en cambio, soy un pobrete y vivo mordisqueando la cebada y el
trigo, mas sin congojas ni temores hacia nadie.
El ratón y la rana
Un ratón de tierra se hizo amigo de una rana, para desgracia suya. La rana, obedeciendo a
desviadas intenciones de burla, ató la pata del ratón a su propia pata. Marcharon entonces primero
por tierra para comer trigo, luego se acercaron a la orilla del pantano. La rana, dando un salto
arrastró hasta el fondo al ratón, mientras que retozaba en el agua lanzando sus conocidos gritos. El
desdichado ratón, hinchado de agua, se ahogó, quedando a flote atado a la pata de la rana. Los vio
un milano que por ahí volaba y apresó al ratón con sus garras, arrastrando con él a la rana
encadenada, quien también sirvió de cena al milano.
El león y el asno
Se juntaron el león y el asno para cazar animales salvajes. El león utilizaba su fuerza y el asno las
coces de su pie. Una vez que acumularon cierto número de piezas, el león las dividió en tres partes
y le dijo al asno:
-- La primera me pertenece por ser el rey; la segunda también es mía por ser tu socio, y sobre la
tercera, mejor te vas largando si no quieres que te vaya como a las presas.
Vagaba cierto día un lobo por lugares solitarios, a la hora en que el sol se ponía en el horizonte. Y
viendo su sombra bellamente alargada exclamó:
-- ¿ Cómo me va a asustar el león con semejante talla que tengo ? ¡ Con treinta metros de largo,
bien fácil me será convertirme en rey de los animales !
Y mientras soñaba con su orgullo, un poderoso león le cayó encima y empezó a devorarlo. Entonces
el lobo, cambiando de opinión se dijo:
LA JIRAFA
Erase una vez una jirafa con dolor de muelas. La examinó un doctor y le dijo:"Sus muelas, señora
Jirafa, sufren de vértigo; si no las llevara tan altas, no sucedería nada"."Pero yo soy como soy, ¿qué
puedo hacer?",replicó la angustiada jirafa."No se preocupe usted, tengo la solución", la tranquilizó
el especialista: "Instalaré en su dentadura unos pequeños paracaídas, para que así ni dientes ni
muelas vuelvan a sufrir mal de altura".Así lo hizo aquel dentista tan imaginativoy la jirafa no volvió
a tener nuncadolor de muelas.
La hormiga comilona
RESULTA QUE la familia de Martina había ido a hacer picnic junto al río, y mientras los papás
descansaban, ella fue a dar una vueltita. Cuando volvió, le contó a Nahuel:
- Allá lejos, atrás del árbol, hay un cocodrilo enorme, con unos dientes largos como cuchillos.
- Martina, vos sabés que no hay que decir mentiras - le dijo la mamá.
- No te lo puedo mostrar, porque cuando se estaba lavando los dientes con una ramita, vino una
serpiente y se lo comió.
- No puedo, porque resulta que cuando la serpiente se estaba enroscando en un tronco, apareció
un gato hambriento y malo y se la comió.
- Entonces mostrame el gato que se comió a la serpiente que se comió al cocodrilo- dijo la mamá.
- Tampoco, porque resulta que el gato se acostó a dormir y apareció una lombriz y se lo comió. -
explicó Martina.
- Pero esto no puede ser - dijo la mamá haciéndose la desconfiada - Había un montón de animales y
bichos comiéndose unos a otros y yo no vi nada. ¿cómo un bicho chiquito como una hormiga puede
comerse una lombriz entera? Me parece que me contaste unas mentiritas.
- Sí, mostrame.
Y Martina le mostró una hormiga que había encontrado arriba de una piedra. La mamá se
rió y no le dijo más nada