Materia Militar 3er Parcial

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Carnicero de Milwaukee

Hugo Orlando Romero Rivera, Deymar Soto Medrano, Brandon Villarroel Villca y

Denise Gonzales Noza

Ingeniería Comercial, Escuela Militar de Ingeniería

Legislación Militar, D.D - DIH

CNL. DAEN. Rolando Rodríguez Ortiz

06 de junio de 2024
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Carnicero de Milwaukee

Introducción

Jeffrey Dahmer, también conocido como el "Caníbal de Milwaukee" o el "Monstruo de

Milwaukee", es uno de los asesinos en serie más notorios de la historia reciente de Estados

Unidos. Nacido el 21 de mayo de 1960, Dahmer perpetró una serie de crímenes horrendos entre

1978 y 1991, cuando finalmente fue arrestado. Sus crímenes no solo involucraron el asesinato de

al menos 17 hombres y adolescentes, sino también actos de necrofilia y canibalismo, lo que

conmocionó profundamente al público y a las autoridades.

Antecedentes, infancia y adolescencia

Dahmer nació el 21 de mayo de 1960 en Milwaukee, donde fue criado en el seno de una

familia de clase media. De niño, se caracterizó por ser muy vital y extrovertido, alguien a quien

le encantaban los animales y le gustaba jugar. Tras tres cambios de domicilio, se volvió una

persona retraída y de extremada timidez. Aunque le regalaron un perro al que quería con locura,

ello no frenó su proceso de aislamiento progresivo del mundo. Para impedir que fuera a más, su

padre le animaba a relacionarse con otros niños, casi forzándole a ello, ya que temía que el

pequeño Jeffrey pudiera desarrollar cierto complejo de inferioridad.

Hacia los diez años, el matrimonio de sus padres comenzó poco a poco a desmoronarse

no era extraño verlos discutir. Ya en la adolescencia, cuando sucedían este tipo de

acontecimientos, Jeff se iba de casa y se perdía por el bosque. Continuaba sintiendo gran pasión

por los animales, pero estaba más interesado en cómo eran por dentro. Comenzó a aficionarse a

recoger animales muertos que encontraba atropellados en la carretera; los metía en una bolsa de

basura y luego se los llevaba al patio trasero de su granja, donde los diseccionaba y deshuesaba.
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Su interés en la taxidermia y la disección de animales muertos fue un primer indicio de

sus inclinaciones macabras.

Dahmer estuvo marcada por el aislamiento social y el abuso de alcohol, lo que exacerbó

sus tendencias antisociales y su inclinación hacia fantasías violentas.

Una insana afición por el sexo violento

En plena época del desarrollo de su sexualidad, Jeffrey Dahmer se dedicaba a este tipo de

prácticas, estableciendo una asociación entre violencia y sexo que marcaron su conducta y

sus acciones posteriores. Sentía atracción por los hombres, fantaseaba que se acostaba con ellos

y luego los asesinaba. Este tipo de pensamientos obsesivos fueron, al final, lo único que le

causaba excitación sexual. Dahmer estaba atormentado por sus fantasías tan recurrentes de sexo

y muerte, de modo que, en un intento por olvidarlas, comenzó a beber. De igual forma, se

refugiaba en la bebida para escapar de las constantes peleas de sus padres.

En el instituto, fue un alumno educado con los profesores y divertido con sus

compañeros, por lo que se ganó la fama de payaso de clase. Sacaba buenas notas cuando se lo

proponía y hacía sus deberes si la asignatura le interesaba. No obstante, en los últimos años, se

fue desvinculando de sus estudios y perdió el interés por fomentar las relaciones sociales, tan

claves durante una época tan inestable como la adolescencia. Encontró el substituto perfecto en

sus fantasías sexuales, en las que se regodeaba cada vez más, hasta que llegó un punto en que ya

no le satisfacía únicamente pensar en ellas, sino que necesitaba llevarlas a cabo.

Asesinatos y crímenes

Fue justo después de acabar sus estudios secundarios cuando Jeffrey empezó a cometer

crímenes atroces.

Primer asesinato, desprotegido autoestopista:


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Cuando se graduó en el instituto, sus padres se divorciaron al poco tiempo: Lionel

Dahmer alquiló una habitación en un motel cercano y la madre se fue a Wisconsin con su hijo

menor, David, dejando a Jeff solo en casa. Aquel verano de 1978, cometió el primer asesinato.

Volvía a casa en su coche tras tomar unas cervezas en un bar y recogió a un joven autoestopista

llamado Steven Hicks.

Dahmer le invitó a su casa a beber cerveza y a fumar marihuana. Cuando Hicks dijo que

se tenía que ir, en un arrebato, Dahmer le golpeó en la cabeza con una mancuerna y luego lo

estranguló con ella. Presa del pánico, bajó el cadáver al sótano. Por la mañana, compró un

cuchillo de caza, le abrió el vientre y se masturbó sobre las vísceras. Después de eso, despedazó

el cuerpo, lo metió en bolsas de basura y las cargó en su coche. De camino a un basurero

cercano, fue interceptado por una patrulla de policía. La suerte quiso que no inspeccionaran el

contenido de las bolsas y únicamente le multasen por exceso de velocidad. Aterrado, volvió a

casa y metió las bolsas en una gran tubería de desagüe que había en el sótano. Cuando volvió

dos años después, cogió los huesos y los machacó con un gran mazo. A continuación, esparció

los restos por la maleza que rodeaba la casa. Las pulseras y reloj que llevaba la víctima fueron

arrojadas al río.

Tras este primer asesinato, estuvo dando tumbos por culpa de su adicción al

alcohol: intentó ir a la universidad, pero abandonó tras suspender todas sus asignaturas; se alistó

en el ejército, de donde también fue expulsado antes de tiempo. En un intento por enderezarse,

fue a vivir con su abuela a una localidad cercana a Milwaukee. Se convirtió en un hombre de fe,

dejó la bebida y pareció que puso fin a sus impulsos sexuales. Hasta que una tarde, estando en la

biblioteca, se le acercó un joven que le dejó una nota en la que le ofrecía favores sexuales en el

lavabo. Según parece, ese momento fue decisivo para despertar su apetito voraz por querer
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someter a otros hombres a su voluntad. Como sabía que aquello no era correcto, robó el maniquí

de una tienda, que utilizaba para masturbarse. Pero esto no apagaba su sed insaciable.

Segundo asesinato, encuentro mortal en un hotel

Tras nulos intentos por frenar sus pulsiones, una noche de 1986, en un bar de ambiente

gay, conoció a Steven Toumi, con quien fue a un hotel a practicar sexo. Ya en la

habitación, Dahmer le echó cuatro somníferos en la bebida para dejarlo inconsciente. Aunque

siempre dijo no recordar lo que ocurrió, cuando Jeff despertó, encontró el cadáver de Toumi con

la cabeza fuera de la cama, los brazos llenos de contusiones y varias costillas rotas.

Ante aquella escena, y sin perder la calma, se fue a comprar una gran maleta con ruedas,

volvió al hotel y metió el cuerpo en ella. Fue en taxi hasta el sótano de casa de su abuela, donde

poder descuartizarlo a gusto. El proceso fue casi idéntico al que realizó con su primera víctima,

aunque esta vez, deshuesó el cadáver y conservó el cráneo como recuerdo.

Descenso a los infiernos... más y más crímenes brutales

A partir de ese momento, Jeffrey Dahmer cedió finalmente ante sus impulsos: volvería

a frecuentar los clubs en busca de hombres para conquistarlos y descuartizarlos. Tras drogar y

estrangular a James Doxtator (enero de 1988), escondió el cuerpo de su víctima durante una

semana y cometió actos de necrofilia con él. Una vez el proceso de descomposición se aceleró y

el mal olor era evidente, lo descuartizó.

Con su cuarta víctima (Richard Guerrero), actuó siguiendo el mismo procedimiento.

Entretanto, dejó la casa de su abuela y se alquiló un piso en solitario, lo que aceleró el baño

de sangre. Esta espiral casi acaba a comienzos de 1989, cuando un chico de trece años al que

intentó seducir escapó de su apartamento y alertó a la policía. Por aquel hecho, cumplió diez

meses de condena por agresión sexual, pero no se descubrió su terrible secreto. Tres semanas
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después de salir de prisión, volvió a Milwaukee, donde comenzó una orgía de sangre que duraría

todo un año, hasta bien entrado 1990. A pesar de sus antecedentes, nadie le investigó por las

desapariciones de jóvenes que estaban ocurriendo en la ciudad, hasta un total de trece.

Jeffrey Dahmer sentía una necesidad imperiosa por mantener sexo con personas

cuya voluntad estuviera anulada. Para lograrlo, estando algunas de sus víctimas aún con vida,

les practicaba trepanaciones craneales con un taladro y luego les inyectaba un ácido suave en el

cerebro con ánimo de crear una especie de zombies a quienes poder controlar. Ante el fracaso de

sus experimentos, Jeff las remataba. En un último intento por controlarlos, empezó a comerse los

cuerpos, ya que confesó sentir que pasaban a ser una parte permanente de él. Aquello también le

producía placer sexual. Poco a poco los restos de cadáveres se fueron amontonando en su

apartamento, pero, a pesar de los malos olores que impregnaban el edificio, los vecinos no se

alertaron.

El descubrimiento del horror

No fue hasta julio de 1991 cuando fue detenido. Tracy Edwards, de treinta y un años,

lograba salir medio drogado y desnudo del piso de Dahmer, pero consiguió parar a una patrulla

que pasaba por allí. Cuando registraron el apartamento, descubrieron más de ochenta polaroids

que mostraban cuerpos en diferentes momentos de descuartizamiento, una cabeza en el

frigorífico y restos humanos en el congelador; además de un bidón de doscientos litros de

capacidad lleno de ácido que el caníbal utilizaba para deshacer los restos humanos.

Jeffrey Dahmer se declaró culpable, pero alegó locura. El estado de Wisconsin no

aplica la pena de muerte, de modo que, si se le declaraba mentalmente sano, pasaría el resto de

su vida en prisión; de lo contrario, lo haría en una institución para enfermos mentales.

Modus Operandi, selección de víctimas:


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Dahmer seleccionaba a sus víctimas entre hombres jóvenes y adolescentes, a menudo de

comunidades marginadas. Muchos de ellos eran afroamericanos, asiáticos o de origen latino.

Las víctimas eran generalmente abordadas en bares, centros comerciales o estaciones de

autobuses. Dahmer las atraía a su apartamento con promesas de dinero o alcohol a cambio de

fotografías.

El proceso judicial

La defensa sostenía que Dahmer padecía necrofilia (un padecimiento que también

sufría otro conocido asesino, Carl Tanzler), lo que lo eximía de ser legalmente responsable de

sus actos y, por ello, debía ser recluido en un psiquiátrico. Cuando fue el turno de la fiscalía, su

argumento fue que el acusado había practicado sexo con las víctimas estando estas vivas, aunque

inconscientes (utilizando siempre preservativo, para más señas); además de que mantenía control

sobre sus impulsos, puesto que cometía los crímenes únicamente donde se sentía lo

suficientemente seguro.

Tras la deliberación de un jurado formado por gente no experta, se concluyó que, para ser

diagnosticado como enfermo mental, Jeffrey Dahmer debía comportarse como tal todo el

tiempo, incluyendo cuando mataba, que es precisamente cuando se consideró que se mantenía en

sus cabales. Finalmente fue hallado culpable de quince asesinatos y condenado a quince

cadenas perpetuas, un total de 937 años de cárcel.

Conclusiones del Caso Jeffrey Dahmer

1. Fallas en el Sistema de Justicia y Vigilancia:

El caso de Jeffrey Dahmer destacó las serias deficiencias en la supervisión y seguimiento

de individuos con antecedentes criminales. A pesar de su historial, Dahmer pudo continuar con

sus crímenes durante años sin ser detectado.


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2. Importancia de la Atención a Indicadores Tempranos:

Dahmer mostró signos de comportamiento perturbador desde una edad temprana,

incluyendo crueldad hacia los animales y aislamiento social. Estos signos a menudo se pasan por

alto, pero pueden ser indicativos de futuros comportamientos violentos.

3. Vulnerabilidad de Comunidades Marginalizadas:

Dahmer a menudo seleccionaba a sus víctimas entre comunidades marginadas y

minoritarias. Esto subraya la necesidad de una mayor protección y recursos para estas

comunidades, que a menudo son más vulnerables a la violencia y la explotación.

4. Efecto Traumatizante en la Sociedad:

Los crímenes de Dahmer dejaron una profunda huella en las familias de las víctimas y en

la comunidad en general. La brutalidad de sus actos y la prolongada impunidad con la que operó

resaltan la necesidad de un enfoque más efectivo y preventivo en la lucha contra el crimen.

Recomendaciones

1. Mejora en la Supervisión y Monitoreo de Delincuentes:

Implementar sistemas más estrictos para la supervisión y monitoreo de individuos con

antecedentes criminales, especialmente aquellos con tendencias violentas o perturbadoras.

2. Intervención Temprana y Educación:

Desarrollar programas de intervención temprana que identifiquen y traten

comportamientos perturbadores en niños y adolescentes. La educación sobre salud mental y

recursos de apoyo deben ser accesibles para prevenir la escalada de conductas peligrosas.

3. Protección de Comunidades Vulnerables:


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Aumentar los recursos y las medidas de protección para comunidades marginadas. Esto

incluye programas de concienciación, líneas de ayuda y refugios seguros para aquellos en riesgo

de ser víctimas de violencia.

4. Capacitación de las Fuerzas del Orden y de los Servicios de Salud:

Capacitar a las fuerzas del orden y a los profesionales de la salud para reconocer señales

de alarma y comportamientos peligrosos, y actuar de manera adecuada. Esto incluye la

sensibilización sobre la importancia de tomar en serio los reportes de comportamiento

sospechoso.

5. Cooperación Internacional y Compartición de Información:

Fomentar la cooperación internacional y la compartición de información entre agencias

de seguridad y salud mental para identificar y monitorear a individuos que puedan representar

una amenaza.

6. Investigación y Política Informada:

Continuar la investigación sobre las causas y características de los comportamientos

criminales extremos como el de Dahmer. Las políticas de prevención y tratamiento deben estar

basadas en la evidencia y actualizadas según los hallazgos más recientes.

7. Apoyo a las Víctimas y sus Familias:

Establecer programas de apoyo y asesoramiento para las víctimas y sus familias. El

trauma causado por crímenes tan horrendos requiere atención y apoyo continuos para la

recuperación emocional y psicológica.

Implementar estas recomendaciones puede ayudar a prevenir futuros casos similares y a

proteger mejor a las comunidades de la violencia extrema. El caso de Jeffrey Dahmer sirve como
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un recordatorio sombrío de las consecuencias de no abordar adecuadamente los signos de

comportamiento perturbador y las deficiencias en la supervisión y protección social.

Derechos Humanos en la Institución Militar

Los profesionales militares son los pilares fundamentales de las fuerzas armadas de la

nación y en ellos se encuentra tres elementos vitales: organización, concepto del honor y

disciplina, es precisamente en estos valores en que se sustenta su profesión. Se requiere de los

tres elementos para contar con una estructura firme y sólida ya que no se puede concebir
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organización sin disciplina, ni disciplina sin honor, pues la carencia de algunas de ellos derivaría

la profesión militar. Estos valores conforman las bases de la profesión militar los cuales sirven a

los propósitos que constitucionalmente se les ha otorgado, por esto las cartas magnas no pueden

dejar ningún elemento al azar con respecto a las funciones que le corresponden a las Fuerzas

Armadas de la Nación. La profesión de militar tres armas: Ejército, Fuerza Aérea, Fuerza Naval

tienen como principal diferencia con el resto de las profesiones civiles que en la primera el

Estado le exige al individuo dar su vida si fuese necesario y este requerimiento exige además

desarrollar y cumplir una serie de códigos reglamentos internos de la propia profesión con

valores conductas y motivaciones que le faciliten cumplir con este requerimiento absoluto.

Derechos humanos en los cuarteles

Los informes han señalado rasgos de violencia, lo que hace presumir golpes por un

entrenamiento extremo y métodos inapropiados donde se pone en riesgo la vida.

La vigilancia de los derechos humanos en los cuarteles y centros de entrenamiento

militar en el país es un asunto que no ha logrado ser resuelto de manera positiva y la prueba más

clara está en el fallecimiento de soldados, suboficiales y oficiales, cuyas causas no son

esclarecidas de manera convincente.

La muerte de un subteniente ocurrida, hace algunos días, en la “Escuela de Cóndores de

Bolivia”, en Sanandita, es otro hecho que se suma a uno anterior cuando hace dos años y durante

el mismo período de entrenamiento falleció en el mismo recinto, otro subteniente cuando pasaba

la materia de combate cuerpo a cuerpo junto a otros oficiales, caso que no fue resuelto ni en la

justicia ordinaria ni en la militar.

Estos hechos deben motivar la preocupación de la cúpula de las autoridades militares y desde

luego de los organismos que tienen la obligación de vigilar el cumplimiento de los derechos
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humanos y de evitar la transgresión de los mismos. El Defensor del Pueblo ha hecho conocer su

“indignación” y preocupación por este nuevo hecho y anunció conformar una comisión que hará

seguimiento a las investigaciones sobre la muerte del subteniente.

Todos los anuncios sobre investigaciones, cuando se registran estos hechos lamentables que

enlutan a familias de bolivianos, dejan un tono de incredulidad porque mucha gente se pregunta,

qué haría pensar que las mismas cumplirán con su cometido hasta llegar a la verdad del caso, si

en anteriores oportunidades no se registraron avances y por el contrario terminaron en fracaso.

Las comisiones de investigación generalmente funcionan y cumplen su misión cuando sus

miembros tienen vocación y responsabilidad para asumir la labor que les ha sido asignada, pero

principalmente, cuando las autoridades que tienen que ver con estos asuntos, es decir las

militares concretamente, facilitan la investigación y no como hasta ahora que se cierran las

puertas, no se permite el acceso para lograr la información necesaria y además porque se deja

pasar el tiempo con dilaciones, en esa especie practicada en ocasiones cuando se busca cansar a

los investigadores.

Los informes iniciales establecidos por acción de los familiares siempre han señalado rasgos de

violencia en los cuerpos de estas víctimas, lo que hace presumir que murieron por golpes y

violencia que presuntamente proviene de un entrenamiento no sólo exigente sino extremo donde

la integridad física de los alumnos es supeditada a métodos inapropiados donde se pone en

riesgo la vida.

En muchas oportunidades las autoridades militares han sostenido que los derechos

humanos son respetados en los cuarteles y centros de entrenamiento y que se realiza una

vigilancia en este sentido respecto a las normas impartidas a los instructores militares, sin

embargo, la realidad no condice con el enunciado. No se cumple, por ejemplo, el


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funcionamiento de las anunciadas oficinas o representaciones de Derechos Humanos en los

cuarteles que se había aprobado como una medida para evitar excesos en el entrenamiento de los

alumnos y la vulneración de sus derechos.

El Comando General de las Fuerzas Armadas tiene la obligación de emitir un informe

pormenorizado sobre las causas del fallecimiento del subteniente en la Escuela de Cóndores,

pero al mismo tiempo, explicar a la ciudadanía sobre los métodos de entrenamiento a la par de

dar razones de la dilación de las investigaciones en casos anteriores.

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