Santiago Nasar y Cristo Bedoya
Santiago Nasar y Cristo Bedoya
Santiago Nasar y Cristo Bedoya
Ángel Esteban
Universidad de Granada
Fíjate: un hombre tiene madre, mujer y un chico. Una noche matan miste-
riosamente a la madre. Las investigaciones de la policía no llegan a ningún
resultado. Un tiempo después matan a la mujer; la misma cosa. Finalmen-
te matan al chico. El hombre está enloquecido, pues quiere a todos, sobre
todo al hijo. Desesperado, decide investigar los crímenes por su cuenta.
Con los habituales métodos inductivos, deductivos, analíticos, sintéticos,
etcétera, de esos genios de la novela policial, llega a la conclusión de que
el asesino deberá matarlo ahora a él. En el día y hora calculados, el hom-
bre va al lugar donde debe cometerse el cuarto asesinato y espera al ase-
sino. Pero el asesino no llega. Revisa sus deducciones: podría haber cal-
culado mal el lugar: no, el lugar está bien; podría haber calculado mal la
hora: no, la hora está bien. La conclusión es horrorosa: el asesino debe es-
tar ya en el lugar. En otras palabras: el asesino es él mismo, que ha come-
tido los otros crímenes en estado de inconsciencia. El detective y el asesi-
no son la misma persona (Sábato 1993, 131-132).
parte alta de la cruz, ya que las iniciales I.N.R.I. significan “Iesu Na-
zarenus Rex Iudeorum”. Jaime Concha en 1982 se acercaba a este
paralelismo: “entre Nasar y nazareno percibimos un eco que nos
comunica en profundidad con un paradigma, con el arquetipo del
sacrificio por antonomasia” (6). En ello han abundado más tarde Ruf-
finelli (1985, 281) y Penuel (1985, 758).
Por lo demás, ciertas expresiones en la novela corroboran este
paralelismo. Por ejemplo, unas cuantas que tienen que ver con las
comparaciones con sacrificios de animales. Jesucristo fue compara-
do a un “cordero llevado al matadero” o a una “oveja muda ante los
trasquiladores” (Isaías 53, 7) y es, a la vez, el “Cordero de Dios que
quita los pecados del mundo” (Juan 1, 29-30-35-36). Santiago Nasar
fue “destazado como un cerdo” (García Márquez 2003, 4); poco an-
tes, cuando Cristo Bedoya le da los datos sobre los animales sacrifi-
cados en la boda de la noche anterior, Santiago dice “Así será mi
matrimonio”: irónicamente, Santiago se une eternamente a la muer-
te, mediante un sacrificio, una hora más tarde, de la misma manera
que en el matrimonio de Ángela se sacrifican “cuarenta pavos”, “on-
ce cerdos” y “cuatro terneras”, los cuales, además, para mayor co-
incidencia, son puestos a asar “en la plaza pública” (18), lugar donde
Santiago será asesinado poco más tarde, ante la mirada de todo el
pueblo, del mismo modo que Jesucristo fue crucificado ante la vista
de todos los lugareños. Cuando el narrador explica el sitio de donde
los hermanos sacan los cuchillos para matar a Santiago, expone que
“en el fondo del patio, los gemelos tenían un criadero de cerdos, con
su piedra de sacrificios, y su mesa de destazar” (39). Ahora bien, el
pasaje más claro en el que esta comparación se lleva a efecto es
cuando los hermanos Vicario van a la carnicería a afilar los cuchillos
para matar a Santiago. Y es aquí donde el narrador panóptico, cons-
cientemente, provoca el comentario:
Victoria Guzmán necesitó casi veinte años para entender que un hombre
acostumbrado a matar animales inermes expresara de pronto semejante
horror. “¡Dios Santo –exclamó asustada–, de modo que todo aquello fue
una revelación!” (10).
NOTA:
1. La cursiva es mía. El adjetivo apostólico tiene un claro sentido irónico, porque
en esa casa, los que se reúnen, no tiene las mismas intenciones que los após-
toles cuando están juntos. Sin embargo, a su manera, María Alejandrina Cer-
vantes realiza un “apostolado” del cuerpo, y atrae a muchos a su regazo, para
unirlos en una “causa común” y, en cierto modo, reconfortante y salvífica.
BIBLIOGRAFÍA CITADA:
Barthes, Roland (1992), El grado cero de la escritura, México, Siglo XXI.
Boschetto, Sandra María (1986), “The Demythification of Matriarchy and the Image
of Women in Chronicle of a Death Foretold”, en Shaw, Bradley A. (ed.) (1986),
LOS NOMBRES QUE ANUNCIAN LA MUERTE 341