#1 - Cristina Pujadas - Elektrica

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I

No estaba preparada. O no me apetecía, simplemente. No lo tenía claro,


pero mis dudas habían hecho acto de presencia cuando Fer me había
propuesto lo de ir a vivir juntos. Suerte que no se le había ocurrido
declararse, rodilla en el suelo y anillo en la mano. Porqué entonces hubiera
sido dramático del todo. No tenía claro que había respondido exactamente.
Pero daba igual, se me había visto el plumero. Y lo peor es que yo también
me había dado cuenta de que no tenía para nada claro en qué dirección iba
esta relación. Llevábamos un año juntos. Bueno, de hecho un poco más, pero
no soy de las que memorizan fechas con demasiada facilidad. Una de mis
mejores amigas que es un cerebro para fechas y eventos, fue la que me
recordó que estábamos a punto de hacer un año. Bendita sea. Y afortunada yo
de que coincidía con el cumpleaños de un primo suyo al que solía ver dos
veces al año. Suerte tenía de ella, y de su prodigiosa memoria. Aria había
sido desde los seis años el cerebro del grupo. La más racional, la que siempre
colgaba doodles y localizaba todo tipo de actividades y eventos como si se
dedicara a eso. Aunque en realidad trabajaba de profesora de físicas en un
colegio trilingüe. Porqué por supuesto, hablaba cuatro idiomas a la
perfección. Es increíble. Simplemente. Aunque los horarios no son su fuerte.
Motivo por el cual en las bandidas, como se llama nuestro chat conjunto,
siempre le decíamos que quedábamos media hora antes de la realidad, solo
para asegurarnos de que llegase como máximo media hora tarde. Somos un
poco malas, las tres restantes.
El timbre de la puerta sonó finalmente y me levanté del sofá, con una
sonrisa en la cara. Nada mejor para un viernes noche que su compañía.
Especialmente un día como ese, en el que me sentía hecha un desastre. Y no
tenía claro ni dónde estaba ni a dónde iba. Ni con quién quería ir. Quizás esto
último era mi problema, realmente. Suspiré, anulando las malas vibraciones y
los malos rollos para cuando llegué a la puerta. Solo abrirla, sentí la energía
positiva de mis amigas llegar a mí en forma de risas. Llegaron las tres juntas,
así que supuse que Nora había hecho ruta con el coche, al salir del trabajo.
Melanie estaba estupenda, vestida de negro y con el maquillaje justo. No
sabía que nos íbamos de caza, pero quizás no me iría mal salir un rato. Nos
abrazamos entre risas, algo había pasado en el coche y no paraban de reírse.
-¿Te lo puedes creer? -me decía Melanie mientras dejaba su bolso en el
recibidor, ésta era casi como su segunda casa. -Y va y el tío del coche de al
lado nos pregunta dónde vamos esta noche, para vernos luego.
-¿Y tú qué le has dicho? -le pregunté con curiosidad, no del todo
sorprendida de algo así. Las tres eran preciosas y capaces de romper más de
un corazón. Aunque la verdad es que en los últimos años también habían roto
los nuestros más de una vez.
-Que somos chicas de fiesta privada. -contestó Aira empezando a reírse
sin poder parar, mientras dos pequeñas lágrimas asoman en sus ojos. Seguía
sin pillarlo. Pero todo llegaría, estaba segura.
-Y con lo de fiesta privada nos han tomado por prostitutas. -me dice
finalmente Nora, poniendo los ojos en blanco. -Así que ya nos ves paradas en
el semáforo y a Melanie no se le ocurre nada más que seguirles el juego.
-Vale, empiezo a pillarlo. -les contesté imaginándome a Nora, que suele
ser más tímida que el resto de nosotras, sentada al volante muriéndose de
vergüenza, con Melanie soltando vete a saber qué tonterías y Aria
muriéndose de risa en el asiento. Sonreí, sin poder evitarlo. Estaban como
cabras, y eran lo mejor que me había pasado. Mis padre me dejaron sola a los
diecinueve años. Se fueron a Londres por temas de trabajo y mi vida ya
estaba montada aquí, así que yo me quedé. Ellas han estado conmigo desde
los seis años. Nos conocimos por esas casualidades de la vida en un campus
de verano y desde entonces ya no nos pudieron separar. Aunque nos veíamos
al principio solo los veranos, cuando empezamos a ser más mayores esta
amistad se trasladó a todas las estaciones. Y desde la aparición del teléfono
móvil, se había convertido en servicio de socorro veinticuatro horas al día,
trescientos sesenta y cinco días al año, o trescientos sesenta y seis si era
bisiesto. Hoy era uno de esos días.
-Bueno, ¿Que ha pasado a todo esto? -me dijo Nora mientras se sentaba
en el sofá, soltando un suspiro y descalzandose dos preciosos zapatos de
tacón negros súper elegantes pero que debían de ser de los que duelen
horrores. Últimamente se la veía cansada, trabajaba en una tienda de moda y
con los cambios de temporada siempre tenía unas semanas durillas. Pero le
encantaba su trabajo, que ya es mucho. Al menos más que a mí el mío.
Aunque no podía quejarme por el tema horarios. Del sueldo era otra cosa.
-Fer hoy me ha dicho de empezar a vivir juntos. -les dije finalmente
soltando de golpe el aire, me había costado no escribirlo en nuestro chat, pero
quería hacerlo cara a cara. Para no acabar con trescientos treinta mensajes o
así, y un mareo descomunal.
- ¿Por qué no estás contenta? -me preguntó Aria sentándose a mi lado,
con mirada ilusionada, feliz. Ella siempre ha soñado con el hombre perfecto,
y aún sigue esperándolo. Es capaz de ser súper realista con nosotras, pero no
se aplica el cuento.
-Porqué Fer es un pañuelo de paso. -suelta Melanie haciendo una mueca.
Ella es así de bruta, y yo no puedo evitar ponerme a reír.
-Para ser de paso llevan más de un año. -le contesta Aria intentando
ponerse de parte de Fer. La verdad es que el chico es muy majo. Y si hiciera
una lista de las cosas que son importantes, yo creo que las cumpliría
prácticamente todas. A Aria le apasiona lo de hacer listas.
-No me lo había planteado así. -les dije finalmente, mordiéndome el
labio. -Sí que es verdad que quizás empecé con él a raíz de lo de Pau.
-Seamos realistas. -me dice Nora con mirada serena, me conoce
demasiado bien. Ella era como yo, saltando de lado a lado hasta que encontró
al hombre de su vida. El que cubría todos los requerimientos de su lista y
además, del que seguía babeando tras tres años de vivir juntos.
-Vale, de acuerdo. -dije finalmente, sintiéndome desarmada frente a ellas.
-Empecé con Fer porque estaba fatal por lo de Pau y me lo pasaba bien con
él.
-Llevaba tiempo detrás tuyo. -me dijo Nora con una sonrisa, recordando
tiempo atrás, seguramente de forma más imparcial que yo. -Y tú estabas
rozando la depre.
-Algo así. -le contesté entre dientes, aquella época de mi vida fue un
capítulo negro, lo que se dice negro. Y lo pasé fatal.
-Pero Fer es majo. -dice finalmente Aria, tras meditarlo un rato.
-Sí, supongo que por eso llevamos un año juntos. -le contesté finalmente
en un suspiro. -Me gusta estar con él, me lo paso bien. Creo que nunca hemos
discutido.
-Pero después de lo de Pau, necesitas más que eso para volver a vivir con
alguien. -añadió Melanie, como si ella fuera capaz de expresar en palabras
mis emociones, antes de que yo fuera capaz de hacerlo.
-¿Es posible que todo sea miedo? -les pregunté con una chispa de
esperanza.
-¿Tú cómo te sientes? -me preguntó Nora con una de sus miradas llenas
de empatía.
-Mal, porqué le he dado un buen corte. -le contesté y luego añadí, quizás
un poco a mi pesar. -Pero la verdad es que tampoco se si me veo con él toda
la vida. Me gusta y eso. ¿Pero es eso suficiente? Quiero decir, lo que sentía
por Pau era mucho más intenso, más fuerte. Y acabó liándose con una chica
de su oficina, así que para lo que me sirvió. Y ahora, no siento eso. Pero
quizás la relación es más segura. No sé cómo decirlo.
-Nunca has estado enamorada de él. -me dijo Melanie sentándose a mis
pies y cogiéndome de la mano, su contacto era reconfortante. -Todo depende
del tipo de relación que quieras en la vida.
-La seguridad es algo importante. -añadió Aira y tras unos segundos de
indecisión añadió. -Pero estar con alguien solo por eso, no se.
-No digo que sea fácil encontrarlo, pero existe mucho más que eso. -
añadió finalmente Nora, con una mirada llena de esperanza. -Yo tampoco lo
tenía claro. Las relaciones se desgastan, la emoción se pierde. Pero cuando
encuentras a alguien que es realmente para tí, es diferente. Se pasan fases, no
digo que siempre sea como el primer momento, pero sigue habiendo la
chispa, la emoción, el deseo, incluso años después.
-Amén. -dijo Melanie con una sonrisa. -Creo que ha llegado el momento
de brindar por ello.
-Aún no ha llegado la comida. -dijo Aria entre risas.
-Yo me apunto. -le dije a Melanie con una gran sonrisa, no es que
acostumbrara a emborracharme ni nada de eso, pero un poco de vino era un
buen aliado en momentos en los que necesitabas reír un rato.
El repartidor del restaurante japonés que había cerca de casa nos encontró
ya entre risas. El momento de confidencias ya había pasado. Comimos sushi
y casi nos salía arroz por las orejas. Decidimos salir un rato a un local que
había bastante cerca y que ponían música decente. Así no teníamos que coger
el coche, porqué después de la cena ninguna estaba para eso. Nos dejaron
pasar sin muchos problemas. No era un local de moda y estábamos a las
afueras, pero aún y así no habían muchas más opciones por allí, por lo que
solía haber bastante ambiente. Nos hicimos las reinas de la pista en un abrir y
cerrar de ojos. Nos gustaba hacer el burro, lo admito. Jamás me comportaba
así de alocada con el resto de mis amistades. Pero con ellas, volvía a los
quince años, a dar saltos en medio de la pista y a gritar a pleno pulmón si la
canción era merecedora de ello. Aunque ya hubiera cumplido los veintiséis.
Me importaba entre poco y menos, lo que pensara el resto de la gente de
nosotras. Nos lo pasábamos bien. Y era una forma de cargar las pilas para lo
que era la vida real.
-¿De dónde salen esos? -fue Melanie la que los vio, gratamente
sorprendida. Nora se rió de nosotras, mientras mirábamos a tres hombres que
habían llegado hasta la barra del bar, de forma para nada discreta. Realmente
no era difícil saber de quién hablaba Melanie. Eran enormes. Para empezar.
Altos y de anchas espaldas. Pude ver el perfil de uno de ellos, nariz
masculina cargada de personalidad, con dos pobladas cejas enmarcando un
rostro de revista de moda.
-¿De mis sueños? -dijo Aria con un suspiro enamoradizo y yo empecé a
reír. Estaban casi peor que yo. Que ya era decir. El hombre de la barra nos
miró con una sonrisa en la cara y ya nadie podría decir que no había valido la
pena salir de casa, solo por esa sonrisa. Yo seguía medio riéndome de mis
dos amigas, babeando como dos sabuesos, cuando el hombre que estaba de
espaldas se giró en nuestra dirección. Al menos no éramos las únicas
indiscretas. Sonreí, divertida. Su mirada me buscó y se la sostuve, con una
sonrisa en la cara. Era demasiado atractivo para ser real. Su expresión un
poco hosca le daba un punto de masculinidad que encendía rápido a
cualquiera. Y yo no estaba exenta de su magia. Su pelo era oscuro, igual que
su mirada. Con una sonrisa coqueta, le dí la espalda y me puse a bailar con
Nora, que era la única que seguía respirando con normalidad. Nora me cogió
y me hizo voltear, mientras bailábamos la una para la otra. Disfrutando del
ritmo, una canción de pop con matices latinos. No tardé en notar que Nora
miraba detrás de mí, con curiosidad. Me giré en la dirección de su mirada y
me encontré al hombre de ojos oscuros caminando en nuestra dirección, con
una sonrisa en la cara pero mirada más de depredador que de otra cosa. Pero
no de los babosos esos que a veces te podías encontrar en lugares de esos. Era
otro tipo. De los que te advierten en silencio que son peligrosos. Llegó hasta
mí, como si la gente se apartara de su camino de forma instintiva. Me miró,
ladeando la cabeza y me cogió de la cintura, mientras empezaba a bailar
conmigo. Mi piel se erizó por su contacto. Toda yo era demasiado consciente
de todo él. Sus ojos no se apartaron de los míos, mientras me empezaba a
voltear, me acercaba a él y luego me alejaba, como un experto bailarín. Mi
sangre y mi pulso se habían vuelto locos del todo. Sabía que me había
sonrojado por su aparición, por su contacto y por la forma en que nuestros
cuerpos se movían, casi de forma natural, el uno contra el otro. Vi de reojo a
mis amigas, partiéndose de la risa de mí, mientras el hombre me seguía
moviendo alrededor de la pista, y yo me dejaba hacer. No es que estuviera
acostumbrada a bailar con alguien así. Yo era de las de hacer más el tonto que
otra cosa. Pero la presión de sus manos sobre mi cintura, sobre mi cadera,
sobre mi mano, hacía que pareciese que hasta se me daba bien el tema,
mientras él me conducía sin dificultad. Sus ojos oscuros eran preciosos. Su
mirada era más dura que no alegre, pero su sonrisa era genuina, aunque no
generosa. No debía de ser de los que sonríen demasiado. Pero para eso estaba
yo, sonrisa de oreja a oreja. No tengo claro cuanto tiempo estuvimos así,
bailando más o menos abrazados según la música o el momento, pero pasaron
varias canciones, antes de que finalmente me apretara un poco contra su
cuerpo y mi sangre empezara a arder al sentir su cuerpo contra el mío, una
generosa erección buscándome.
- ¿Nos vamos a dar una vuelta? -me preguntó con voz suave, casi un
susurro, en la oreja.
-Tengo pareja. -le dije mientras le empujaba levemente para alejarlo de
mí, antes de que perdiera el control de aquello. No podía negar que aquello
era atracción en estado puro. Deseo. Pasión. Como jamás lo había sentido.
Pero estaba Fer.
-No soy celoso. -me dijo él, y eso enfrió mi sangre.
-Y yo no soy de esas. -le dije finalmente empujándolo con mayor énfasis.
Me miró con expresión enojada, pero no opuso resistencia, mientras yo lo
miraba con firmeza y algo de mi carácter, un poco temperamental, salía a la
superficie. Le dí la espalda y volví junto a mis amigas, que me miraban con
los ojos como platos. Me encogí de hombros y empecé a bailar con ellas.
Conseguí calmarme tras un largo rato, dejándome que la música me llenara,
mientras bailaba y me contoneaba con mis amigas, riéndonos las unas de las
otras. De tanto en tanto no podía evitar mirar en dirección de la barra, donde
el hombre de ojos oscuros se había instalado, solo. Nuestras miradas se
cruzaron varias veces a lo largo de la noche, pero ninguno de los dos hizo o
dijo nada más. Sus amigos se habían mezclado con la gente de la pista, pero
no se acercaron a nosotras. A las cinco de la madrugada dimos por terminada
la sesión, y nos fuimos entre risa. Nora cogió el coche y acercó al resto a sus
casas y yo me quedé en casa sola, sabiendo qué tenía que hacer exactamente
con Fer. Estaba agradecida al universo de que el hombre de ojos oscuros me
hubiera dado la respuesta que necesitaba. Yo quería mucho más de lo que
teníamos. Y mejor era acabar con aquello ahora, que no cuando todo se
hubiera complicado aún más. Me sentía un poco mala persona por todo
aquello. Pero sabía que era la única opción posible.

Me desperté de más mal humor de lo habitual, que ya era decir. Odié a mi


hermano Anthony por convencerme de salir anoche. No podía negar que
hacía tiempo, años quizás, que no hacíamos algo así. Pero después de más de
setecientos años, aquellas cosas se volvían monótonas, aburridas. Igual que
las mujeres. Suspiré mientras me frotaba la cabeza, sintiendo que la resaca
empezaba a hacer acto de presencia. Tampoco recordaba la última vez que
me había despertado con ese dolor de cabeza latiendo en mi sien, palpitando.
Dejé que mi mente vagara entre los recuerdos y volvieron a mí sus ojos, de
un color azul eléctrico, de los que me había quedado prácticamente
hipnotizado desde el primer momento. Maldito mi hermano. Y esa mujer.
Había ido más por obligación que otra cosa con dos de los míos y una vez
allí, en ese local perdido en ninguna parte, me encontré con esos ojos
mirándome con interés y una pizca de diversión. Mi hermano me había
advertido de que unas mujeres nos miraban, pero apenas sería capaz de
recordar a las otras. Había algo en esa mirada que me había atrapado, aunque
ella parecía ajena por completo a mis emociones. Me había dado la espalda,
como si el fuego de su mirada no fuera real, para bailar con una amiga suya.
Si quería guerra, la tendría. No lo dudé ni un segundo, mientras me alejaba de
mis hermanos, sorprendidos de mi comportamiento, y me acercaba a ella.
Pero cuando se giró y volvió a mirarme, me asaltó la duda. Había fuerza en
su expresión, pasión en su mirada y una alegría que parecía irradiar a su
alrededor que me hizo replantearme aquello. La cogí, sintiendo que su cuerpo
encajaba a la perfección en el mío. Pese a que era pequeña, tenía unas caderas
genuinamente femeninas y se podían intuir unos pechos generosos por el
escote de una sencilla camiseta de algodón. Mi sangre parecía nublada por
emociones que apenas recordaba. Deseo. Pasión. Lujuria. Empezamos a
bailar por la pista, ella me miraba sorprendida, una mezcla de deseo y
diversión en una sonrisa que era la más hermosa que recordaba en mi
existencia. Parecía un ángel luminoso en mi oscura y caótica vida. Y mi
cuerpo estaba ansioso de ella. Cómo no lo había estado en años. Quizás me
precipité, pero no podía controlar aquello de forma indefinida. La deseaba, y
casi dolía sólo de pensarlo. Era mía. Y esa emoción de posesión me instaba a
la vez que me asustaba, en similar proporción. ¿De qué iba todo aquello?
¿Desde cuando una humana me hacía reaccionar así? Nunca. Al menos desde
mi conversión. Y de eso hacía mucho tiempo. Eran otros tiempos. Las
relaciones entre hombres y mujeres se habían liberado, así que mi
proposición no fue tan descabellada, intento justificarme. Pero su negativa y
el hecho de que otro varón gozara de ella, me había sacado de quicio. La dejé
marchar, no es que tuviera muchas más opciones razonables, aunque un
instinto primitivo me había estado acechando toda la noche, para que me la
llevara, para que la convenciera con caricias y suaves palabras. Para hacerla
mía. Parecía enfermo. Y yo no era de esos. En otros siglos había disfrutado
del sexo, de las mujeres, con determinación. Con el tiempo empezaron a
aburrirme, no es que no tuviera algun encuentro casual de tanto en tanto, pero
era un esfuerzo que no solía merecer la pena, tanto buscarlas como
sacarmelas de encima. Quizás especialmente eso último. Me había ido
encerrando, con el paso de los años, a vivir durante la noche. A ser el
guerrero, el cazador, que debía ser. Quizás Thomas había tenido razón de que
necesitaba relajarme un poco. Divertirme. No puedo negar que el recuerdo de
su cuerpo junto al mío, había sido relajante. Y excitante a la vez. Pero me
había quedado peor que estaba. Ahora no solo me sentía como el salvaje que
era, con esa necesidad de cazar que últimamente estaban creciendo cada
noche, sino que además sentía otro tipo de tensión, que mucho tenían que ver
con aquella mujer, con ojos azules y cuerpo de curvas generosas. Esta noche
iría de caza, solo o acompañado, me daba igual. Pero necesitaba sacar esa
rabia, y esa ansiedad, que se había instalado dentro de mí.

Me levanté sintiéndome mucho menos segura de todo aquello que de


madrugada. Tenía un mensaje de Fer, un cariñoso buenos días, sin
recriminaciones por todo lo que había pasado ayer a la tarde. Suspiré, ¡Sería
tan fácil hacer ver que nada había pasado! Pero no estaría bien. Porqué no lo
vivíamos de la misma forma. Y eso sería injusto. Para los dos, pero sobretodo
para él. Me puse ropa cómoda, preparada para el drama que me estaba a
punto de caer encima, mientras esperaba que Fer viniera a casa después de
comer. Revisé mi armario, con alguna camisa y un par de pantalones suyos.
Su cajón, con ropa de estar por casa. Sin haberme dado cuenta ya había ido
entrando en mi refugio, poco a poco, a lo largo de los meses. Él vivía en un
piso a las afueras con dos amigos suyos de la facultad, desde que era un
estudiante. Mi piso nos daba una intimidad que en el suyo no existía. Aunque
eran muy majos. Me gustaba mi soledad. El timbre de la puerta sonó
finalmente. No tenía llaves. Esperaba no estar demasiado desastrada, después
de la noche que habíamos pasado con las bandidas. Me lo había pasado
fenomenal. Sentí una nueva fuerza, empujándome a hacer lo correcto,
mientras me acercaba a la puerta. Mis amigas.
Abrí la puerta y me encontré con Fer. Ojos verdes. Pelo castaño. Vestía
una camisa blanca y unos tejanos que se le ajustaban a la perfección. Se
cuidaba, le gustaba la vida sana, correr por la montaña y verdura ecológica.
Hasta en eso era perfecto. Le sonreí y él me miró, con su expresión tranquila,
pero con ciertas reservas.
-Ven aquí. -me dijo mientras entraba dentro del piso y me abrazaba,
cerrando la puerta a su espalda. Me dejé abrazar. ¡Se estaba tan bien allí
dentro! Tenía la espalda ancha de un deportista nato, algo que me había
atraído desde el principio. Tras unos segundos mágicos, se separó
ligeramente de mí y me besó con suavidad en los labios. Era una sensación
conocida. Familiar. Pero mi cuerpo no vibraba por su contacto. Y eso era una
realidad.
-Lo siento. -le dije finalmente mientras me separaba de él y haciendo una
mueca triste, añadí. -Pero con lo de ir a vivir juntos, me he agobiado mucho
en lo que tenemos, en donde vamos a estar en un futuro.
-Me precipité. -me dijo él, cogiendo mi rostro con su mano con infinito
cariño.- No pasa nada por darnos un poco más de tiempo.
-Fer, me gustas mucho y contigo me siento muy bien. -le dije, sin saber
cómo llegar al fondo de la cuestión.
-Te quiero Elena. -me dijo besándome con más intensidad y repondí a su
beso más por costumbre que por otra cosa. Mi corazón estaba frío. Como no
había estado nunca. Era como si todo lo que había en mí respecto a él se
hubiera enfriado completamente, de la noche a la mañana. Nos separamos.
Fer puso su frente contra la mía, respirando con agitación y yo me sentí como
una perfecta mentirosa. Le quería, a mi manera. Era, o al menos había sido,
una persona importante en mi vida.
-Fer, no puedo seguir con esto. -le dije finalmente, y él contuvo un
suspiro, de alguna forma había venido preparado para aquello. -Tú quieres
que vivamos juntos y en un año o dos me estarás hablando de casarnos, de
tener hijos. Y yo no estoy preparada para nada de eso.
-No quieres tener hijos.-me dijo Fer mirándome con incertidumbre,
intentando leer entre líneas, asimilar mis palabras.
-No. -le dije mirándolo con tristeza. -Quizás en algún momento de mi
vida cambien mis perspectivas, pero no está en mi proyecto vital ni a corto ni
a medio plazo, eso está claro.
-¿Porqué hablas ahora de hijos? -me dijo tras unos segundos meditando. -
Creo que tienes miedo de comprometerte, después de lo que te pasó. ¿Me
estás poniendo a prueba?
-No. -le dije haciendo una mueca divertida, Fer siempre ha sido un
amante de los niños y aunque no había salido el tema, sabía que él ansiaba
tener algún día una família, con varios pequeños cargados de mocos
correteando a su alrededor. -Vengo de una família que es como si fuera
virtual. Me gusta mi espacio, hacer las cosas a mi manera. Es verdad, tengo
miedo a vivir con alguien, a que me vuelvan a hacer daño. Pero odiaría ser yo
la que te hiciera daño también a ti, porque eres muy importante para mí. Y
podemos seguir con esto, un mes, un año, cinco años. Pero llegará un
momento en que yo seguiré estancada y tú habrás renunciado a cosas que
para tí son importantes. Por mi culpa. Y entonces me lo acabarás tirando en
cara.
-Tengo que ser yo el que decida a qué quiero renunciar, en ese caso. -me
contestó con mirada cargada de emociones, nublado. Ojalá yo pudiera sentir
por él la mitad de lo que él sentía por mí. Entonces quizás podríamos sacarlo
adelante. Pero aunque le quería, ya no había nada por lo que luchar dentro de
mí. La seguridad. El cariño. Pero no había pasión, deseo, emoción. Era un
corazón vacío.
-Tú no lo harás, así que la decisión es mía. -le dije con mirada dura,
mientras apretaba los labios, sintiéndo el dolor de él.
-¿Hay alguien más? -me preguntó con mirada dolida, mientras el recuerdo
de unos ojos oscuros, la emoción palpitando en mi corazón y la presión de
sus manos sobre mi cuerpo venían a mi mente. Un recuerdo. Pero no era
alguien.
-No. -le dije finalmente, con un suspiro agotado.
-De acuerdo. -me dijo finalmente, con determinación en su mirada. -
Vamos a dejarlo, pero supongo que podemos seguir viéndonos como amigos.
-Si tú estás bien con eso, sería perfecto. No quiero perderte. -le dije con
una pequeña sonrisa en la cara, y su mirada dura junto a su aspecto dolido, se
suavizó.
-Estoy bien con eso. -me dijo mientras cogía con suavidad mi mentón y
volvía a besarme con suavidad en la boca, como si disfrutara de ese último
contacto. -Creo que hoy es tarde de cine. ¿Te animas?
-¿Estás seguro? -le pregunté mirándolo con curiosidad, por la forma en
que se estaba tomando todo aquello.
-Esas cosas las hacen los amigos. Pero no pienso compartir mis
palomitas, eso solo lo hacía con mi novia. -me dijo guiñandome un ojo,
mientras se encogía de hombros.
-Nada de compartir palomitas. -le dije con una generosa sonrisa. -
Supongo que habré de vivir con ello.
-¿Has quedado luego con las bandidas? -me preguntó él mientras yo
desaparecía dentro de mi habitación para cambiar mi pantalón de chándal por
unos vaqueros, dispuesta a hacer tarde de cine, con palomitas individuales,
con un buen amigo.
-No. -le respondí a voz de grito desde mi habitación. -Pero igual me veo
el lunes con Melanie, que esta semana hace turno de mañana en el hotel.
Nos fuimos al centro comercial que había a tres paradas de metro de mi
casa, como muchas otras tardes de sábado o de domingo. Fer mantenía una
cierta distancia, y yo también. Habíamos sido amigos durante bastante tiempo
hasta que empezamos a pasar a amigos con derechos y finalmente a tener
algo parecido a una relación formal. Nos habíamos conocido en la
universidad, aunque él se había especializado en optometría clínica y
trabajaba en un hospital, mientras que yo había buscado la salida más rápida
y fácil, séase trabajar en tienda. Al menos no había ido a parar a un mal sitio,
la óptica tenía los básicos para trabajar correctamente, pero el trabajo de
vendedora era cansino. A veces pensaba en volver a empezar, mirar un
máster, tirar currículums en centros de salud o clínicas de oftalmología, pero
mi monótona rutina tenía sus cosas buenas. Como los horarios. Siempre
quedaba en la lista de cosas que hacer algún día. Quizás.
Sacamos entradas para una peli de acción, una buena forma de pasar el
rato, sin grandes historias de fondo. Buenos, malos. La chica guapa. Final
feliz. Era una buena forma de pasar el rato. De no pensar, de dejar que la
cabeza simplemente vagase, entre los estupendos efectos especiales y una
banda sonora aceptable.
-No ha estado mal. -me dijo Fer al salir del cine. -Te diría de ir a cenar,
pero quizás por hoy ya hemos cubierto el cupo, si no quieres que empiece a
intentar sobarte en breve.
-Casi que no. -le dije haciendo una mueca, divertida.
-En tal caso, nos hablamos. -me dijo él con mirada firme, alguna idea se
había anidado en su cabeza. -El jueves tarde tengo libre. Había pensado ir a
dar una vuelta por el centro y como es noche abierta de museos, igual me
animaba a ver la exposición de fotografía de la guerra civil que han puesto en
el Palacio.
-¿La que fue a ver mi jefe? -le pregunté con curiosidad, me había hablado
muy bien de la exposicion y me había picado la curiosidad. Supongo que en
algun momento se lo había dicho a Fer. Solíamos hablar de todo.
-Esa misma. -me dijo con una sonrisa divertida, al ver el dilema en mi
mirada.
-Solo exposición, nada de cena. -le dije haciendo una mueca, sintiéndo
que mi debilidad se apoderaba de mí.
-Por supuesto. -me dijo Fer con una sonrisa, y sin más, me dió un suave
beso en la mejilla y se marchó caminando. Se me hizo raro verle marchar, así.
Otro sábado cualquiera hubiéramos acabado tomando algo en alguno de los
locales del centro comercial y habríamos ido a casa, a dormir juntos. Hacía
un tiempo que muchos fines de semana Fer se instalaba en casa, mientras que
entre semana no solíamos vernos. Nos llamábamos, eso sí, cada noche.
Supuse que también tendría que eliminar esas llamadas de mi lista de rutinas.
Sabía que era lo correcto, mi corazón se había enfriado completamente
respecto a él, pero no podía evitar quererle, al mismo tiempo. Como a un
amigo. Solo que por mi experiencia, pasar de pareja a amigo era un
imposible. Aunque estaba dispuesta a intentarlo. Al menos le debía eso.
II

Abrí la óptica aguantando con dificultad el paraguas, para no quedar


completamente calada. Eso no era lluvia, parecía el diluvio universal. Y
evidentemente, no se me había ocurrido nada mejor para ponerme hoy que
sandalias y unos fabulosos pantalones acampanados que se habían empapado
de forma que la humedad me llegaba hasta casi las rodillas. Suspiré. Con un
poco de suerte no pillaría un resfriado. Conseguí abrir la persiana y haciendo
un esfuerzo la levanté. Envidiaba a los de la tienda de ropa, cuatro portales a
la derecha, que tenían un mando estupendo que hacía que se elevara como
por arte de magia. Suspiré de nuevo. Dejé el paraguas en la alfombrilla de la
entrada y me llegué hasta nuestro mostrador, donde encendí el servidor del
ordenador. Me puse una bata blanca y sonreí al ordenador cuando me daba
los buenos días. Me encantaba eso. Mis buenos días personales, al abrir mi
sesión. Sería una mañana tranquila, los días de lluvia la gente se solía
encerrar en casa y excepto los que necesitaban con urgencia una gafa que
estaba pendiente de entrega, no vendrían a molestarme. Miré la tormenta con
una sonrisa en la cara, sin estar debajo, se veía casi hermosa. Un rayo de
color blanquecino iluminó los cielos, opacos por las nubes. Era hermoso. A
su manera. Una vez estabas a cubierto, todo sea dicho. Me quedé revisando
mails y haciendo inventario. Algo de YouTube también. Solo entraron dos
clientes bajo aquel aguacero y la mañana se hizo larga, aburrida. Faltaban
apenas unos minutos para que el jefe viniera, aleluya. Se lo tenía bien
montado, venía todos los mediodías un par de horas, lo justo para coincidir
conmigo y con mi compañero del turno de tarde, un listillo un poco más
mayor que yo con el que no me acababa de llevar bien. Así siempre podíamos
ponerle al día de todo lo que pasaba y en caso de emergencia podía cubrirnos,
aunque no solíamos fallarle.
Un hombre se resguardó en nuestro portal. No llevaba paraguas y parecía
que saliera de la ducha. Empapado era poco. Tenía la espalda ancha y era
alto. Miraba en dirección al cielo, casi como si lo desafiara, mientras un
nuevo rayo azulado iluminaba la oscuridad de las calles, pese a que era
mediodía. Me solidaricé con él. Nada tenía que ver su espalda de nadador y
esa presencia tan masculina. Que va.
-Si quieres puedes quedártelo. - le dije tendiéndole un paraguas de
nuestro pequeño depósito de objetos olvidados y no reclamados en tiempo
inmemorial. Los paraguas eran un clásico. En esos momentos había tres. Se
giró lentamente, con un movimiento que parecía extrañamente controlado.
Sus ojos verdes se entornaron levemente, como buscando un recuerdo,
mientras yo levantaba un poco el paraguas. Si no se decidía rápido, se
quedaba sin. Y que siguiera jugando en los charcos bajo la gruesa lluvia.
-Gracias. -me dijo congiendo el paraguas, sin dejar de mirarme hasta que
finalmente pareció reconocerme. -Eres la chica de Logan.
-Pues no. -le contesté con una sonrisa divertida.
- ¿Qué haces aquí? -me preguntó mirando a mi alrededor.
-Generalmente trabajo, hoy la verdad es que me ha aburrido más que otra
cosa. -le contesté con una sonrisa, mientras podía sentir cierta curiosidad,
interés, en él.
- ¡Te he oído! -me dijo César que llegaba en esos momentos, medio
escondido tras un enorme paraguas a rayas. Su sonrisa era generosa, para
nada acorde con su falsa reprimenda.
-Sabes que se me da fatal mentir. -le dije a mi jefe con una sonrisa,
mientras con un gesto de cabeza me despedía del hombre de la puerta y
entraba con mi jefe dentro, para pasarle el parte. Y no perder puntos. El
hombre se quedó un rato allí, mirándonos desde la distancia, hasta que
decidió aventurarse de nuevo en las calles, a hacer frente a la lluvia. Pero al
menos esta vez llevaba un paraguas decente, me dije con una sonrisa
satisfecha. Buena obra del día realizada.
Me marché algo más tarde de lo habitual, no llegaba tarde a ningún sitio y
el único motivo para llegar a casa que me urgía era hundirme en una buena
bañera calentita y ponerme ropa acorde al día: un buen chándal y zapatillas
de pelos. Casi babeaba pensando en ropa seca. Dudaba entre ponerme a hacer
una tarde maratoniana de alguna de mis series favoritas, coger una novela
para el ebook o simplemente sentarme en el sofá con el mando de la tele en la
mano y vagar entre canales de tele-basura. Al final ninguna de aquellas
opciones resultó. Melanie estaba más aburrida que yo, así que se vino a casa
al salir del trabajo y nos pasamos la tarde charlando, recordando viejas
batallitas y simplemente disfrutando de nuestra mutua compañía. Necesitaba
esos momentos, esa compañía, de tanto en tanto, para no sentirme sola. Hacía
un mes que lo había dejado con Fer, y una semana de la última recaída. Fer
no forzaba la situación, pero un abrazo o caminar cogidos de la mano durante
unos minutos y las dudas volvían a mí. Se sentía algo familiar, natural.
Aunque no había chispa. Encontraba a faltar sus llamadas, aunque solía
enviarme algún mensaje de texto cada noche, con un buenas noches. Era una
tontería, pero necesitaba recibirlo antes de irme a dormir. No éramos nada,
pero él me seguía tratando como alguien especial. Y eso, era bonito. Casi
dolorosamente bonito. A veces desearía estar enamorada de él. Sentir por él
lo que había sentido por Pau. Porqué sabía que podía confiar en Fer.
Ciegamente. Pero no, mi rebelde corazón no tenía para nada intención de
hacer caso a mi coherencia. Así que aunque no tenía claro donde nos llevaría
aquello, seguíamos quedando entre bromas, cómo habíamos hecho en los
últimos meses. Sin besos, sin noches compartidas, sin compromisos. Pero
juntos, al fin y al cabo. La verdad es que no me ayudaba para nada su infinita
paciencia, su amor incondicional y su buen carácter. Con Pau había sido
infinitamente más duro, pero innegablemente más fácil. Cuando había
descubierto que me la estaba jugando con otra, las bandidas habían venido a
casa y habíamos hecho un plan de ataque a lo bestia. De esos que yo sola
jamás habría tenido el valor, pero con ellas a mi lado, era otro cantar.
Incluyendo cambiar la cerradura de casa, en la que llevábamos viviendo
juntos casi un año, maletas con sus cosas en el portal, el cable de su cargador
cortado con las tijeras de podar, junto alguna que otra pieza de su ropa
favorita. Malignas. Las bandidas podían sacar lo peor de mí. Y me
encantaban por ello. Bloqueamos su número de teléfono en mi smartphone y
fue del blanco al negro en poco más de seis horas. Pero fue duro. Mucho.
Porqué yo estaba loquita por él. Y aunque tenía claro que una infidelidad yo
no era capaz de perdonarla, el dolor se instaló en mí durante una buena
temporada. Hasta que Fer vino, como una brisa de aire fresco. Era más fácil
cabrearse que lo que tenía ahora con Pau. Siempre palabras suaves, sin
rencores. Bromas fáciles, complicidad y un compañero con el que hacer
cosas. Hasta me estaba planteando en mantener una relación de esas
esporádicas con él, pero sentía que era injusta con él. Él lo quería todo. Y yo
también. Solo que ese todo, era diferente para los dos.

La mañana se despertó soleada, después de la tormenta del día anterior


llegaba la calma. Sonreí al día al salir de casa, con mis auriculares puestos y
casi bailando mientras caminaba por las calles, ya despiertas. Nunca había
sido de las madrugadoras, así que entrar a las nueve y media de la mañana,
para abrir la tienda a las diez, era casi un premio. Abrí la pesada reja
mirándola con cierto odio. Era mi pequeña batalla épica matutina, pero
después de eso, no podía quejarme. Era un trabajo fácil, para nada estresante.
Mi mayor estrés eran algunos clientes indecisos, que podían estarse una hora
para elegir una montura o un filtro. La paciencia era una virtud. No de las
mías, pero una virtud al fin y al cabo. La mañana fue algo más movidita, pero
sin demasiado estrés. Teníamos un gabinete completo de optometría y tres
mesas en las que los clientes podían probarse y ver diferentes monturas, por
lo que con relativa facilidad podía atenter a dos o tres clientes de forma
simultánea. El problema era si un par de indecisos coincidían. Especialmente
si venían solos. Entonces era lo peor. Por qué aspiraban a que yo, una
completa desconocida, les asesorase sobre cuál les sentaba mejor o realzaba
su expresión. ¿En serio? Tenían un espejo delante, y dos ojos en su cara.
¿Qué pintaba yo en aquello? Me había sacado optometría, no un grado como
estilista. Normalmente no era tan ceniza, pero aquella mujer con pelo entre
rojo y lila cortado de forma desordenada, con sus sesenta años ya cumplidos
y el concepto sexy en su boca, me daba un poco de grima. Lo confieso.
Aunque ¿quién era yo para criticar? Quién sabe qué haría yo con sesenta
años. Pero esperaba no pasarme la mañana entera en una óptica, para pasar el
rato. Suspiré. Una sombra en el portal parecía ser mi salvación. Un cliente era
la excusa perfecta para alejarme de sus divagaciones con cierta elegancia.
Levanté la mirada y mi respiración se agitó. Sus ojos oscuros estaban
mirándome, no parecía del todo convencido, al verme allí. Le sonreí, era
imposible no hacerlo. Mejor eso que ponerme a babear. Porqué mi
sexagenaria cliente también estaba mirando al hombre allí plantado, con su
cuerpo ancho y su metro noventa, pelo revuelto y mirada intensa. Y quizás yo
no, pero ella, babeaba de lo lindo.
-Si me disculpas, Marisa. -le dije mientras ella pronunciaba un ruidito,
que supuse que era un sí, sin dejar de mirar al hombre. Y qué hombre, desde
luego. Era bien digno de mirar. Cuando se lo dijera a las bandidas, no se lo
creerían.
- ¿Busca algo en especial? -le pregunté con una sonrisa profesional,
aunque no podía evitar sentir cierta diversión, al ver su expresión. Una
mezcla de sorpresa y rabia. Ignoré a la segunda y me centré en la primera.
-A ti. -me dijo mientras ladeaba su cabeza y me miraba con intensidad,
haciendo que mil mariposas bailaran dentro de mí, mientras mi sonrisa se
volvía más amplia. Le miré, haciendo una pequeña mueca, intentando parecer
mínimamente inocente.
-Perfecto. ¿Trae algún paquete o albarán? -le dije poniendo una de mis
mejores miradas profesionales.
- ¿Paquete? ¿Albarán? No. -me dijo mirándome sin entender de qué le
estaba hablando y frunciendo el ceño, me miró con una pequeña sonrisa
divertida, sin querer entrar en mi juego. -Sabes quién soy.
-Lo lamento mucho, pero justo en este momento, no lo recuerdo. -le
contesté intentando mostrarme mínimamente seria, pero sus ojos parecían
brillar divertidos, bajo su apariencia irritada.
-Mientes. -me dijo finalmente, dando un paso en mi dirección y yo no
pude evitar dar un paso hacia atrás, para compensar la distancia que había
perdido. No me convenía para nada estar cerca de él. Él sonrió ante mi
reacción, una mirada satisfecha en sus ojos.
-Puede. -le dije con una sonrisa.
-Venía a devolverte esto. -me dijo entregándome un paraguas, y no pude
evitar hacer una mueca al recordar al hombre que había venido en plena
tormenta. Tenía que ser uno de los que habían ido al bar con él. Aunque
estaba claro que a ese no le había reconocido. No como el señor-no-soy-
celoso, cuyo recuerdo era bien preciado.
-Ya le dije que se lo podía quedar. -le contesté encogiéndome de hombros
y finalmente añadí. -Gracias en cualquier caso. Si me disculpas, tengo
trabajo.
-Quiero comprarme unas gafas de sol. -me dijo mirándome a los ojos, con
una mirada divertida mientras yo no podía evitar hacer una mueca, lo que
hizo que su sonrisa hiciera acto de presencia, para acompañar a esos ojos
oscuros que me tenían loca.
-Por supuesto. -le dije entornando los ojos, con mirada desconfiada,
mientras su sonrisa se extendía y alzaba una ceja desafiante. - ¿Tienes una
receta?
- ¿Receta? -me preguntó mirándome con curiosidad.
-De la graduación. -le dije remarcando las palabras, como si fuera lento
de cabeza, y me miró intensamente, una silenciosa advertencia de que dentro
de él había algo fuerte, poderoso, ansiando salir. Y no tenía claro que fuera el
sitio ni el momento apropiado. Para nada. -Está bien, si me acompañas.
Me siguió con pasos silenciosos y lo senté en mi gabinete. Su mirada era
curiosa, casi divertida, mientras yo cogía mi retinoscopio y abría el cajón de
las lentes de prueba. No me daría mucho trabajo después de todo, me dije al
ver como sus reflejos se neutralizaban al primer intento. Me acerqué un poco
a él, con mi taburete con ruedas, mientras él me observaba con interés.
Mucho. Sus ojos se quedaron fijos en mi boca. Sentí que me estaba
sonrojando.
- ¿Podrías mirar un momento a la luz? -le pregunté haciendo una mueca,
divertida. Alzó sus ojos de mis labios, para dejarlos reposar sobre mis ojos,
de forma perezosa.
-Podría. -me dijo finalmente, sin dejar de mirarme. Mi corazón palpitaba.
Le miré intentando aparentar enfadada y finalmente, con una sonrisa, empezó
a mirar a la luz, mientras yo tapaba y destapaba sus ojos, buscando algún
posible signo de estrabismo. Nada. Estaba estupendo. Visualmente, quiero
decir. Solo eso. Mi mirada se desvió solo durante una fracción de segundo a
su boca. Tenía unos labios carnosos. Sensuales. Se mordió levemente el labio
inferior y me subió un calor por todo el cuerpo casi al instante, mientras me
alejaba con mi taburete en dirección al ordenador para apuntar los datos en
una ficha. Escuché una risa baja, a mi espalda. La ignoré. Estaba demasiada
aturdida como para enfrentarme a él justo en ese momento.
-Voy a hacerte una ficha. ¿Nombre y apellidos?
-Logan Stel. -me contestó de forma automática.
-¿Fecha de nacimiento? -le pregunté y le miré cuando entre suaves risas
empezaba a toser. Mi mirada no era amistosa y me sonrió, divertido.
-Veinte de enero del ochenta -me contestó finalmente, mirándome con
expresión divertida.
-Ven, si quieres sentarte aquí, te traeré algunas monturas para que puedas
probarlas. El color del tinte del cristal se podría cambiar, si prefieres. -le dije
mientras lo dejaba sentado en la mesa de pruebas y me acercaba a Marisa,
que nos había estado mirando mientras hacía ver que se probaba diferentes
monturas, indecisa. -¿Quieres que te busque alguna otra montura, a ver si te
ayuda a decidir?
-No querida, estas dos son fabulosas. -me dijo finalmente. -Pero no
consigo decidirme. ¿Tú cuál elegirías?
Miré las dos monturas, con destellos dorados y brillantina. No eran para
nada mi estilo, pero a ella le pegaban, y mucho. Elegí una al azar, haciendo
un gesto afirmativo, como si estuviera convencida con la elección y ella me
sonrió. Volvió a ponérsela, a mirarse en el espejo de la mesa y me sonrió.
-Es perfecta. Siempre has tenido muy buen gusto. -me contestó mientras
miraba durante una fracción de segundo a Logan, sentado con aspecto
relajado donde lo había dejado. Marisa me guiñó un ojo, para nada
discretamente, mientras se acercaba a la caja para pagar. Miré a Logan, que
nos observaba claramente divertido, y suspiré. Guardé la montura con la
graduación actualizada de Marisa, para hacer la petición a fábrica y ella se
despidió, mirando a Logan con descaro. Le miré desde el mostrador y él me
sonrió, encogiéndose de hombros, como si eso de que las mujeres le miraban
era algo a lo que ya estaba acostumbrado. No me tendría que haber importado
lo más mínimo. Y si era realista, ese hombre estaba hecho para ser mirado.
Pero me fastidiaba que él disfrutara pasándomelo por la cara, a su manera.
- ¿Qué tipo de gafas de sol estás buscando? -le pregunté sentándome
frente a él, con la espalda bien recta y buscando una sonrisa, aunque me
sentía un poco rabiosilla.
-No sabes mentir. -me dijo con una sonrisa divertida, mientras se
incorporaba un poco en su silla y apoyaba sus brazos en la mesa, inclinando
su cuerpo en mi dirección. Demasiado cerca, demasiado tentador. Su voz
sonó melosa, como una sensual caricia cuando añadió. -Sorpréndeme.
Sus ojos negros me miraban con intensidad. El recuerdo de su cuerpo
junto al mío, aquella noche, volvió a mí. Creo que él también lo estaba
recordando, porque en esos momentos esa mesa, entre nosotros, sobraba. Le
sonreí.
-Creo que tengo algo perfecto. -le dije con una sonrisa divertida, mientras
me levantaba, alejándome de él y de su sensual influencia, para ir a buscar
varias monturas de prueba. Dejé la primera frente a él, una gafa estilo
vintage, con montura de pasta en color fucsia en forma de dos grandes
corazones. Brutal.
-No puedo decir que no me sorprenda. -me dijo él con una sonrisa
divertida, mirando la gafa en cuestión. -Pero buscaba algo ligeramente
diferente.
-Una gafa de chico malo. -le dije divertida, viendo la cara que había
puesto con mi primera propuesta, había valido la pena cogerla solo por verle
sonreir.- Es una pena, con éstas seguro que llamarías la atención.
-No lo dudo. -me dijo él con una sonrisa divertida, mirada intensa. -Mejor
miremos las de chico malo, entonces.
-Son mucho más aburridas. -le dije sonriendo de oreja a oreja, divertida
con todo aquello. Empecé a colocar varias monturas en tres filas diferentes.
Algunas más clásicas, tipo aviador con montura metalizada de esas que no
pasan nunca de moda, otras de pasta con ópticas grandes y finalmente unas
un poco más curvadas de corte claramente deportivo. -Vamos a ver, ¿alguna
preferencia?
Me miró con expresión divertida, mientras empezaba a probarse las gafas.
El muy condenado tenía de esos atractivos masculinos que cualquier cosa le
estaba como un guante. Creo que se divertía a mi costa, viendo mis muecas y
mi mirada lujuriosa, entre unas y otras monturas. Finalmente se decidió por
una gafa de pasta, oscura toda ella.
-Creo que es una gran decisión. -le dije finalmente, mirando como
acentuaba sus rasgos y lo hacía aún más irresistible. Me levanté y empecé a
prepararle la factura.
- ¿Has comido? - me preguntó, ligeramente apoyado sobre el mostrador.
¿Por qué siempre estaba tan condenadamente cerca? Me quedé embobada,
mirándolo. Sus ojos se volvieron turbios de deseo y su cuerpo empezó a
acercarse en mi dirección.
-Comeré después. -le dije desviando la mirada hacia la pantalla, mientras
aguantaba la respiración durante unos segundos, intentando recuperar la
cordura.
- ¿Después de trabajar? -me preguntó con curiosidad.
-Siempre traigo comida de casa. -le dije apretando los labios después. -
Salgo a las tres y media, los mediodías no suele haber mucho trabajo así que
suelo comer aquí en algún rato libre.
- ¿Sola? -me preguntó alzando una ceja, sorprendido.
-Conmigo misma me basto. -le dije haciendo una mueca y con una
sonrisa generosa añadí. -No es como que necesite que me den la comida a la
boca, a mi edad.
-Mejor no me hables de tu boca. -me dijo él haciendo una sutil mueca,
mientras me miraba con intensidad y mi cuerpo reaccionaba a su mirada
como una brasa en el fuego. -¿Puedo quedarme a hacerte compañía?
-No creo que sea buena idea. -le dije con una sonrisa divertida.
-Te paso a buscar a las tres y media, entonces. -me dijo con mirada
directa y gesto divertido.
-Eso tampoco es buena idea. -le dije riéndome, sin poder evitarlo. -
Además hoy he quedado.
- ¿Con tu pareja? -me contestó con mirada algo más dura, casi severa. Le
miré, sin poder evitar sonreír ante ese asomo de celos. ¿Con qué no eras
celoso, eh?
-No, con mi peluquero. -le dije en una sonrisa en la que asomó mi lengua,
descarada, divertida por cómo le estaba tomando el pelo. Se me erizó la piel
al ver la mirada en sus ojos. No tenía claro si era por qué no había quedado
con mi novio o por la visión fugaz de mi lengua, pero había algo contenido
en él a punto de saltar sobre mí. Literalmente. La tensión de su cuerpo, la
mirada cargada de deseo. Empezó a respirar con normalidad a los pocos
segundos, mientras yo sentía que me había escapado por los pelos.
-De acuerdo, mañana a las tres y media. -dijo mirándome con expresión
cargada de promesas mientras empezaba a recoger el cambio que le había
dejado en una pequeña bandeja junto al estuche con sus gafas nuevas.
-Sigue sin ser buena idea. -le dije mirándolo divertida, casi aceptando esa
proposición pese a que era una completa locura.
-Soy consciente de ello, creéme. -me dijo mientras me miraba con
atención, haciendo que volviera a ponerme nerviosa. -Pero me da igual.
-Espero que disfrutes las gafas. -le dije sin entrar en todo lo que sus
palabras dejaban abierto a la mente.
-Ya las he disfrutado. -me dijo con una sonrisa desde la entrada, mientras
sus ojos me miraban con fascinación y yo me sentía sonrojar de nuevo.
Sonrió. Esta vez fue una sonrisa real, relajada. -Hasta mañana.
-Elena. -le dije finalmente, mientras él seguía con su mirada fija en mí, en
una silenciosa pregunta que de alguna forma había sido capaz de entender.
Me agarré al mostrador, para no salir disparada en su dirección y tirarme a
sus brazos. Si quería pasión, allí tenía al ecocentro de la misma.
-Hasta mañana, Elena. -me dijo finalmente, en apenas un susurro, pero
que hacía vibrar mil emociones en mi interior.
-Hasta mañana, Logan. -le contesté, sintiendo que volvía a sonrojarme. Al
final habría tenido razón aquel tipo, y sí que era la chica de Logan. Después
de todo.

El chat de las bandidas me mantuvo despierta hasta las tantas. Melanie


volvía a estar de turno de noche, así que como estaba aburrida detrás del
mostrador de su glamouroso hotel, estuvimos dándole a los textos sobre
Logan y sus gafas de sol más de la cuenta. Suerte que no tenía que madrugar
demasiado. Era mi único consuelo.
Por la mañana, miré con cierto nerviosismo mi armario. ¿Qué se suponía
que tenía que ponerme? Me gustaría brillar, que él solo tuviera ojos para mí.
Pero además de ser una apuesta muy evidente, pánico me daba caer en sus
redes. Aunque ya no estaba con Fer y no me sentía como que le debiera nada
ya en esos momentos, al menos en lo que fidelidad se refiere, había algo en
Logan que me impresionaba. Demasiado. Quizás era por las emociones que
era capaz de despertar en mí, o por su aspecto un tanto siniestro. De chico
malo. Sonreí al recordarlo mirando mis gafas fucsias en forma de corazón.
Aunque pese a ser un chico malo tenía un sentido del humor aceptable, un
poco oscuro probablemente, como todo él. No quería liarme con él. Al menos
no hasta conocerle un poco. Porqué tenía la sensación de que me pasaría todo
lo contrario que con Fer. Me podía colgar de él en menos que canta un gallo.
Y a diferencia de Fer, Logan no tenía para nada pinta de ser un hombre del
que confiar, si quieres mantener tu corazón de una sola pieza. Si Fer era una
mala opción para mi futuro, Logan era una mala opción para mi presente. Ya
había sufrido lo mío con Pau. Pasaba de repetir algo así. Tenía la esperanza
de conocerle. Que de alguna manera él no fuera lo que aparentaba. Siempre
queriendo hacer que el chico malo encuentre el camino. Y que sea una
historia de amor de esas perfectas. Pero la realidad es que la gente es como
es. Y que no cambia. Puede disimular una temporada. Pero al final, el lobo es
lobo. El cabrón es cabrón. Y las tontas enamoradizas, seguimos teniendo la
mala costumbre de fantasear cuando caemos en las redes de uno de ellos. Me
decanté por unos tejanos desgastados, con una rotura a nivel de la rodilla
derecha y una camiseta ajustada con un fino estampado de flores rosas. Poco
escote y manga de tres cuarto. Algo informal. Me maquillé un poco más que
de costumbre, eso no puedo negarlo. Colores suaves, línea de ojos azul, para
remarcar el color de mis ojos y una aplicación de rímel correcta. Mínimo
colorete, mis mejillas ya solían encenderse por sí solas cuando él estaba
cerca, no hacía falta acentuar precisamente eso. Sonreí a mi reflejo.
Me pasé la mañana nerviosa, mientras el resto de las bandidas, las que se
habían levantado como personas normales, empezaban a escribirme al leer la
saca de mensajes que se habían encontrado a media mañana. A medida que
las horas pasaban, me sentía más nerviosa. Indecisa. César llegó a su hora, y
me ayudó estar con él durante esa horita que siempre compartíamos para
obligarme a pensar en algo que no fuera Logan. No es que me apeteciera
mucho revisar topógrafos de segunda mano, para meternos en la adaptación
de lentes de contacto especiales, pero mantenía mi mente un rato ocupada.
Logan llegó diez minutos antes, vestido con unos ajustados pantalones de
cuero negros de motero y una chaqueta a juego. Creo que esta vez no pude
evitar quedarme mirándolo embobada, durante unos segundos, con babeo
incluido. Fue su sonrisa la que me hizo reaccionar. Hice una mueca a modo
de respuesta, odiándome a mí misma por haber sido tan obvia. Pero hasta
César se lo quedó mirando durante un rato, mientras yo recogía mis cosas. Y
eso que a César los hombres no son lo que le van, pero no se ve a alguien
como Logan cada día. Aunque es de los que dan gusto de ver a cierta
distancia, porque no dejaba de tener ese aire peligroso, casi hostil. Excepto
cuando sonreía. Entonces el único instinto posible, al menos en mi humilde
persona, era el de babear. Generosamente.
-Hasta mañana César. -le dije desde la entrada, mientras él me despedía
con una sonrisa y un movimiento de mano, sin dejar de mirar a Logan y a mí
alternativamente. Mañana era posible que viviera un tercer grado. Era mi jefe,
pero también un especie de amigo. Más o menos. Caminé junto a Logan, en
silencio, hasta llegar a una moto de carretera aparcada en la acera, a pocos
metros de la óptica. Era negra, de esas que salen en las revistas, de las que yo
no tenía ningún tipo de conocimiento, ni interés, todo sea dicho. La miré con
gesto un poco intimidado, esa cosa era muy grande.
- ¿No te dará miedo ir en moto? -me dijo mirándome divertido, aunque
con un punto de preocupación en su voz.
-Mientras no tenga que llevarla yo, no hay problema. -le dije haciendo
una mueca, mientras cogía un casco integral de color negro que me tendía.
-Eso está hecho, entonces. -me dijo con una sonrisa divertida, alegría en
su mirada. Se acercó a mí y con suavidad empezó a pasar las correas de mi
casco por sus piezas de seguridad, con habilidad. Había sentido sus manos
rozar levemente mi cuello, mi barbilla. Y nunca hubiera pensado que
agradecería llevar un armatoste como aquel en la cabeza, para poder
disimular mi rubor. Sus ojos se quedaron presos durante unos segundos en los
míos, parecía que estaba a punto de decir algo pero finalmente se contuvo y
su mirada se volvió menos intensa. -He cogido una chaqueta, te irá grande,
pero al menos no pasarás frío.
-Gracias. -le dije mientras me ponía la chaqueta de cuero negro que me
tendía y notaba una extraña sensación al ponérmela. Grande no era la palabra.
Más bien enorme. Las manos no asomaban por las mangas, y más que
chaqueta parecía que llevara un vestido. Me miró divertido, mientras yo
levantaba las mangas de su chaqueta, entre risas. -Un poco grande sería una
forma suave de describir esto.
-Estás preciosa. -me dijo con una sonrisa, su mirada clavándose en la mía,
pese a las pantallas de los cascos. -Esa va a ser mi chaqueta favorita en una
larga temporada.
Se giró, tras mirarme con esos ojos oscuros, casi negros, que expresaban
tantas cosas a la vez. Con un gesto elegante se subió sobre la moto y la
incorporó, plegando el soporte. Encendió el motor y su rugir me impactó un
poco. Me miró, divertido, mientras hacía aparecer unos pequeños reposapiés
para el pasajero. ¿Cómo se suponía que tenía que subir yo allí? Le miré
indecisa, y había algo en su mirada, entre divertido y retador, que me obligó a
acercarme a ese monstruo de hierro. Gracias a los cielos que no se me había
ocurrido ponerme un vestido o una falda corta. Conseguí llegar a mi destino,
detrás de Logan, sin caerme por el camino. Dignidad al hacerlo, no mucha.
-Esto es más alto de lo que parece desde abajo. -le dije sin mucha
confianza en todo aquello, mientras intentaba agarrarme como podía a los
lados.
-Será más fácil si te coges a mí. -me dijo Logan inclinándose levemente a
un lado, para mirarme divertido mientras me hablaba. -Lo ideal es que
pongas el peso lo más cerca de mi cuerpo para que la moto tenga la máxima
estabilidad posible.
- ¿Lo dices en serio o solo quieres aprovecharte de la situación? -le dije
haciendo una mueca, aunque dudaba que él pudiera verlo, cubierta con el
casco.
-Lo digo en serio. -me dijo él tras una pequeña carcajada, aunque estaba
segura que había un poco de cada. No estaba en circunstancias como para
discutir. Pasé las manos por su cintura, inclinando parte de mi cuerpo hacia
adelante, sintiendo el calor de su cuerpo, oculta detrás de su ancha espalda.
Movió la moto hasta incorporarse a la carretera, y empezó a circular sin hacer
grandes temeridades, afortunadamente. Poco a poco nos alejamos de la
ciudad y empezó a recorrer una carretera de sinuosas curvas, oscilantes, como
si se tratara de un baile. El ruido del motor marcaba el ritmo de la carrera,
más intenso y más suave, alternándose a medida que hacíamos el ascenso.
Finalmente, tomó una desviación que nos dejaba en un gran mirador sobre la
ciudad. El sol estaba en lo alto y el mar de fondo brillaba con su reflejo. Me
sorprendió la vasta extensión de casas y calles a nuestros pies. Desde allí, a
poca distancia, pero desde la altitud de aquella pequeña montaña, todo
parecía lejano. Bajé de la moto, mientras Logan sacaba el soporte inclinando
la moto a continuación y se bajaba de ella, sin dificultad. Se sacó el casco y
me ayudó en mi pelea con las correas del mío, divertido por mi ineptitud. Los
guardó en el cofre de la moto y me cogió de la mano, para llevarme hasta un
viejo banco de madera a pocos metros. Nos sentamos allí, cogidos de la
mano, en silencio. Me sentía demasiado bien. Mil emociones burbujeando
peligrosamente. Piel con piel, nuestras manos. Había una calidez en su
contacto que me llegaba hasta la misma alma.
-No había estado nunca aquí. -le dije finalmente, disfrutando del
panorama.
-Es un lugar tranquilo donde pensar. De noche es espectacular, aunque
puede estar más frecuentado. -me dijo mirándome con una sonrisa divertida,
mientras yo me sonrojaba. Podía sospechar lo que buscaban en la intimidad
de un lugar como aquel, las parejas que venían con coche.
-Me lo puedo imaginar. -le contesté haciendo una mueca divertida, no
quería imaginármelo allí, entre aquellos coches, pero era hacer una apuesta
perdida. Emociones aparte.
-Tu jefe parece apreciarte. -me dijo con una sonrisa, como si quisiera leer
dentro de mi cabeza, con su penetrante mirada.
-Llevo cinco años con él, más le vale apreciarme un poco. -le dije
haciendo una mueca divertida. -El salario no es ninguna maravilla, pero tengo
jornada parcial con horario compactado y no he de madrugar. Todas las
tardes libres. Calidad de vida.
-Suena bien. -me dijo con una sonrisa, su mirada relajada.
- ¿A qué te dedicas? -le pregunté y su mirada se ensombreció durante una
fracción de segundo. Me miró y luego miró a la ciudad que se extendía a
nuestros pies, como si buscara una forma de organizar sus pensamientos.
-Estuve un tiempo en el ejército. -me dijo finalmente. -Pero ahora trabajo
para empresas privadas, con algunos compañeros.
- ¿El hombre del paraguas? -le pregunté con curiosidad, sorprendida con
aquello, estaba claro que la constitución para hacer algo así la tenía. Yo no
tenía nada contra policías y tal, pero no es que abundaran entre mis
conocidos.
-Si, Iker es uno de ellos. -me dijo haciendo un gesto afirmativo, con
expresión cariñosa al hablar de su amigo. -Espero que no fuera demasiado
grosero, el día que coincidisteis.
-Para nada, se le ve majo. -le dije haciendo un gesto afirmativo, mientras
él me miraba con interés. -También tiene esa pinta de chico malo y eso, pero
empapado como estaba, daba más pena que otra cosa.
-Tienes un buen corazón. -me dijo Logan con una sonrisa que hizo que
me derritiera, si cabe, aún más. Nuestras miradas se cruzaron, la mía
parcialmente nublada por todo lo que latía dentro de mí. Logan levantó
lentamente su mano libre, para acariciarme suavemente la cara. Sentí una
pequeña descarga de corriente y Logan retiró la mano, mirándome divertido.
-Tengo tendencia a pasar la corriente. -le dije con una sonrisa de oreja a
oreja, divertida.
-Desde el primer día pensé que tenías chispa, ya veo que no andaba mal
encaminado. -me contestó él con una sonrisa, mientras volvía a alzar su mano
y me acariciaba suavemente la cara, con delicadeza, sin corrientazos en esta
ocasión. Dejé que las emociones me inundaran, con su contacto. Mis ojos se
abrieron, cargados de deseo. Su mirada se quedó prendada en la mía y tras
unos segundos de dudas, la desvió hacia la ciudad, alejando sus caricias de
mí, pero sin dejar de mantener sujeta mi otra mano, con fuerza.
-Que gracioso que estamos hoy. -le dije mientras dejaba que mis dedos
rozaran con suavidad los suyos, contestando a su caricia, a mi manera.
-Una sorpresa para todos. -me contestó él ladeando un poco la cabeza,
con una sonrisa. - ¿Dónde vives?
-Cerca de la óptica. -le dije encogiéndome de hombros. -Es uno de los
motivos porqué empecé a trabajar allí.
- ¿Hace mucho que vives allí? -me preguntó con curiosidad, había un
interés en sus preguntas, que no acababa de ver claro.
-Toda mi vida. -le dije y algo en él parecía haberse relajado un poco. -La
casa es de mis padres, pero se fueron a vivir fuera por temas de trabajo y me
quedé yo sola con ella. Gracias a eso sobrevivo. Si tuviera que pagar un
alquiler y mantenerme, con mi sueldo sería complicado.
- ¿Vives sola? -me preguntó con una mirada oscura, penetrante, que hacía
ansiar salir corriendo y a la vez invitarle a casa. Me estaba volviendo un poco
bipolar.
-Sí. -le dije encogiéndome de hombros. -Y se está estupendamente.
-A mí también me gusta. -me dijo él con una sonrisa cómplice, mientras
parecía poco a poco más relajado, menos peligroso. -Aunque ahora hace años
que vivo con algunos de mis compañeros, por temas de trabajo. No nos
molestamos demasiado los unos a los otros, pero no es lo mismo.
-Mis amigas me toman por loca. -le dije con una sonrisa. -Alguna vez se
han instalado alguna temporada en casa, mientras hacían una mudanza, tenían
goteras o alguna cosa de esas. Me encanta tenerlas en casa, me siento
acompañada. Pero un tiempo. Necesito mi silencio de tanto en tanto.
Nos quedamos sin hablar, tras mis palabras, durante un rato. Había una
extraña conexión entre nosotros, como si nuestras manos enlazadas, nuestro
silencio, hablara por sí solo. No recordaba haberme sentido así, como una
colegiala, nerviosa, ansiosa, feliz, completa, en mi vida. Era como si todo
encajara a la perfección. Y eso significaba que mi corazón, a diferencia de mi
cabeza, se había colgado (pese a mis advertencias) de Logan. Si hubiera sido
el presuntuoso del día del bar, habría sido más fácil. Enviarlo a tomar viento,
o quizás pasar un buen rato y pasar página. Pero había algo profundo en
Logan. Algo que pese a su oscuridad, era hermoso. Brillante. Y mi corazón
parecía reconocerlo. El tacto de sus dedos, rozando con suavidad los míos,
era simplemente perfecto. Sentía mi corazón gozoso, mi cuerpo reaccionar de
forma instintiva a él, como si todo empezara a girar en torno a él. Y aquello
era peligroso. Porqué en tan solo un par de horas, sentía que ya se había
instalado en mi interior.
Pasamos un par de horas allí, hablando de cosas más o menos banales.
Música. Series. Restaurantes de moda. Y se sentía bien. No coincidíamos en
muchas cosas, pero se sentía bien simplemente compartirlas. Y era divertida
la cara de horror que ponía cuando yo le hablaba de museos o de novela
clásica, aunque supongo que peor sería la mía cuando me explicaba, con
ciertas reservas, algunas historias de su entrenamiento. Cuando marchamos,
antes de que el atardecer llegara a nosotros, me di cuenta de la facilidad con
la que habíamos estado, hablando y en silencio, por igual. En el camino hacia
la ciudad me abracé a él ya no tanto por mi miedo, totalmente racional por
ese vehículo de dos ruedas, sino por el simple placer de sentirle entre mis
brazos. Le guié hasta el portal de mi casa y allí me despedí de él. No se sacó
el casco, pero sí que bajó de la moto, para guardar mi casco y la chaqueta en
el cofre. Cogió una de mis manos, antes de subir de nuevo al monstruo
metálico. Nos quedamos así, con las manos enlazadas, mirándonos, sin decir
nada durante un tiempo. Finalmente él me apretó la mano, a modo de
despedida.
-¿Mañana a la misma hora? -me preguntó inclinando levemente la cabeza.
-Mañana he quedado con una amiga. -le dije haciendo una mueca y añadí
después lanzándome a la piscina. -¿Vamos a algún sitio a cenar el viernes?
-Trabajo. -me dijo él. -Pero podría pasar a buscarte el sábado por la
mañana si la noche no es demasiado mala.
-Me parece un buen plan. -le dije con una sonrisa generosa, mientras
sacaba mi teléfono móvil y tras preguntarle su número le hacía una perdida,
para que se quedara con mi contacto. -Cualquier cosa me dices.
-Perfecto. -me dijo él haciendo un gesto afirmativo mientras finalmente
volvía a enderezar la moto y se alejaba. Me quedé mirándole hasta que
desapareció de mi vista. Suspiré. Ya no había nada a hacer. Logan era un
imán y mi voluntad no era suficientemente fuerte como para resistirme a él.
Dejé un mensaje de voz a las bandidas, si tenía que explicarles todo lo que
habíamos estado haciendo, lo que nos habíamos dicho, la forma de
acariciarnos casi tímidamente las manos o cómo me sentía yo, acabaría con
una tendinitis del pulgar. Los comentarios fueron apareciendo mientras
cenaba, arrancándome alguna que otra sonrisa. Eran brutas. Y malignas. Las
mejores amigas del mundo.

Paseamos con Aria por el centro comercial, intentando encontrar algún


regalo para el cumpleaños de Nora. Siempre era la más complicada, porqué al
trabajar en el mundo de la moda siempre teníamos que buscarle ideas
originales. Nos decantamos al final por un gran marco en forma de corazón,
con múltiples espacios para poner fotografías. Teníamos una buena colección
de ella con Adrian, además de infinitas fotos de todas nosotras juntas. La idea
era hacer un collage con algunas de ellas. Esperaba que le gustara, porqué
aquello era un trasto enorme, o lo colgaba en una pared o ya podía estar
poniéndolo en una fogata de Sant Joan si quería seguir viviendo en su
diminuto piso. Aria me hizo un tercer grado en persona, aunque no fue muy
diferente al que ya me habían hecho el día anterior entre las tres. Se reía de
mí, aunque no podía negar que le sabía mal por Fer. Y a mí también. Si me
acordaba de ello. Con un poco de remordimientos, le envié un mensaje a Fer
para ver cómo iba. Nos mensajeamos durante un par de minutos, con
tonterías sobre el trabajo y cosas de esas. Nada personal. Nada
emocionalmente peligroso. Finalmente, me invitó a ir a una exposición de
pintura el viernes a la noche. Me pareció natural aceptar. Casi estaba
convencida que habíamos llegado a ese punto de buen rollo. Aunque la
mirada de Aria no parecía pensar lo mismo, mientras me hacía una mueca.
III

Me quedé parcialmente escondido, entre las sombras, en lo alto del


edificio. La luna estaba en cuarto menguante, pero las nubes ocultaban parte
de su luz. Mejor para todos. Había encontrado un rastro hacía un par de
horas. Tres dumas. Había estado tentado en dejarme caer sobre ellos, pero un
sexto sentido me hizo frenar mi instinto primario. La del guerrero que fui o
quizás la del cazador de demonios que ahora soy. Envié mi ubicación a mis
hermanos, mientras los seguía corriendo en silencio sobre los tejados, hasta
que se pararon. Me quedé allí poco más de media hora, simplemente
esperando. Los dumas no solían trabajar en grupo. Excepto si tenían un
objetivo. Alguien que hiciera que su propia repulsión de los unos por los
otros fuera menor que el odio hacia su objetivo en cuestión. Generalmente
uno de nosotros era capaz de generar dicha emoción. Pero estaba seguro de
que no me habían detectado. Esperaban a otra persona. O a otros dumas, me
dije sorprendido cuando otros dos llegaron a la fiesta.
Cinco dumas eran un riesgo excesivo, incluso para mí. Iker y Anthony
estarían al llegar. Les envié un texto, advirtiéndoles de la pequeña fiesta
privada que nos esperaba. Me quedé allí observando con curiosidad cómo se
quedaban quietos, medio ocultos entre sombras con su esencia vibrando con
suavidad, sin llegar a ser aún corpóreos. O al menos no completamente.
Invisibles para un ojo humano. Aunque parecía que de alguna forma pudieran
presentir el problema, nadie entraba en esa calle. Una pequeña avenida con
algunas farolas con las bombillas en mal estado. La mayoría mostraban una
tenue luz que apenas alumbraba en condiciones, aunque las más molestas
eran aquellas parpadeantes, cuya luz venía y marchaba sin un ritmo definido.
Solo para poner a alguien como yo, con poca paciencia, aún más de los
nervios. Especialmente con cinco demonios del silencio a unos quince metros
debajo de mí. Me tenían intrigado. Ese no era un comportamiento para nada
habitual. Y cualquier cosa que salga de lo habitual, suele ser sinónimo de que
nos vienen problemas. Gordos.
La última vez que se organizaron, hace tres siglos más o menos, perdimos
a la mitad de nuestros hermanos. Fue una guerra sanguinaria, medio
escondida entre las guerras que había habido entre humanos en aquella época,
la revolución francesa, las grandes guerras del norte y la guerra de
independencia de estados unidos fueron una buena tapadera. Pero entre todos
ellos, una guerra antigua, mucho más peligrosa y desconocida en la historia.
Nuestra guerra. Suspiré, recordando aquella época. No nos podíamos
enfrentar a algo como aquello, de nuevo. Éramos pocos, los suficientes para
controlar a los dumas que quedaban vagando durante las noches, pero si
volvían a organizarse, si volvían a reclutar de nuevo, las cosas podían
complicarse. Mucho. Y aquello me daba mal augurio. Cómo si presentiera
que algo estaba a punto de cambiar, de nuevo. Después de aquellos años de
cierta calma.
Dos humanos se acercaban. Una pareja, jóvenes. Qué harían los dumas
con ellos era un misterio. Si los intentaban poseer, reclutarlos, mi teoría del
caos tomaría fuerza. Si los mataban sin más, sería un patrón de conducta más
habitual. Aunque si esperaban algo diferente, quizás no llegarían a
materializarse. Simplemente les dejarían pasar. Sin mostrarse. En espera de
su objetivo. Sentí mi pulso acelerarse mientras observaba con atención todo
lo que me rodeaba. Había visto a los dumas atacar antes. Parte de mi misión
era velar por los humanos. Yo había sido uno de ellos, pero hacía tanto
tiempo que a veces lo olvidaba. De alguna forma era consciente de que aquel
momento era importante. Saber qué estaba pasando para que cinco dumas
cooperaran. Sin ser consciente de ellos, la pareja de humanos pasó entre los
primeros dos dumas, sin que estos les atacaran. Se acercaban a mi posición y
mi corazón latía demasiado rápido. Algo importante se me estaba escapando.
Podía sentirlo, y sin embargo, no estaba seguro de qué era. ¿Dónde se habían
metido Iker y Anthony? Hoy se estaban columpiando lo suyo. Unos cuantos
metros más adelante de la avenida, estaban los tres dumas restantes. Seguían
vibrando con suavidad, sin materializarse por completo. Tal vez les dejarían
pasar. Su risa llegó a mí. Como un golpe letal que hizo que tuviera que
apoyar las manos en el pequeño muro, para no perder el equilibrio, en mi
posición. Casi en el mismo momento, como si esa risa no solo hubiera
llegado a mí, pude sentir como los primeros dumas cambiaban de frecuencia.
Estaban a punto de mostrarse. Reclutarlos o matarlos. Me importaba un
comino cuál era su intención. Ni que fueran cinco. O dos cientos. Me lancé al
vacío. Caí con un golpe sordo sobre el asfalto. Una pequeña grieta se abrió en
el lugar del impacto, me incorporé y mi mirada se cruzó con la suya. Durante
el día podía parecer más o menos humano. Pero no durante la noche. No tenía
demasiado tiempo. Invoqué a mis alfanjes y una suave luz azul apareció en
mis manos, mientras tomaban forma. Lancé uno contra la puerta del edificio
más próximo, haciendo que la cerradura volara por los aires.
-Sácala de aquí. Meteros en el edificio. -les dije rompiendo el contacto
visual, mientras sentía que algo dentro de mí se desgarraba. ¿Qué había
pretendido después de todo? Ella era una humana. No podía jugar a ser
normal. Pero había deseado, por primera vez en mucho tiempo, sentirme
humano de nuevo. Y ella era la única razón para ello. Ya daba igual. Lo
único importante era alejarla de allí. Y aguantar el tiempo suficiente hasta
que llegara la caballería. Abrí los dedos de la mano y el alfanje volvió a
materializarse en ella, mientras la cerraba con fuerza al momento, tomando su
pomo con una familiaridad y una confianza debida a siglos de nuestra mutua
compañía. Lancé los dos alfanjes en dirección a los dos dumas frente a mí.
Mientras sentía que los tres que tenía a mi espalda empezaban a cambiar de
frecuencia. Escuché un grito, mitad gemido, a mi espalda. Elena. No podía
enfrentarme a eso ahora, era consciente de su repulsión a lo que estaba
presenciando, un duma no es precisamente un demonio demasiado apuesto y
el líquido negro que chorreaba por las heridas de mis dos pequeñas espadas
luminosas era viscoso y ciertamente asqueroso, para que negarlo. Pero
aquello era lo justo para cabrearlas un poco, no para dejarlas fuera de
combate. El chico la arrastró en dirección a la puerta que había destrozado,
con algo de sentido común, ayudándome a concentrarme en lo que me venía
encima. Llamé de nuevo a mis alfanjes, alzándolos a mis costados, preparado
para el combate.

Había caído de la nada. Un golpe sordo, duro. La tierra parecía haber


temblado levemente con el impacto. Un hombre levemente agachado se elevó
por completo después de aquello. Sus ojos oscuros se clavaron en los míos.
En mi alma. Logan. Había miedo en ellos. Casi desesperación. Y algo oscuro,
peligroso, que crecía por segundos, dejando en un segundo lugar al resto. Una
luz azul empezó a insinuarse en sus manos. Dos pequeñas espadas curvas con
suaves destellos azules habían aparecido de la nada. Logan lanzó una de ellas
en un movimiento demasiado controlado. No era la primera vez que hacía
aquello. El dolor de cabeza estaba empeorando por momentos. Una puerta se
abrió de golpe, con violencia. Señal de la fuerza con la que aquello había
impactado contra su cerradura. Sin piedad. Y con una precisión que hacía que
se me pusiera la piel de gallina.
-Sácala de aquí. Meteros en el edificio. -la voz de Logan parecía lejana,
fría. Y mi corazón estaba dolido. De alguna forma. Sentí mi cabeza empezar
a palpitar como si una migraña estuviera empezando del cero al cien en
milésimas de segundo. Puse mis manos en mis sienes, en un acto reflejo,
mientras miraba la espalda de Logan, que se había girado para enfrentar algo.
Pude ver la siluetas de dos criaturas aparecer algunos metros más adelante.
Caras sin rostro, con dos negras marcas de lo que debían ser dos ojos, con un
cuerpo cadavérico, piel sobre huesos sin apenas carne. Y sin embargo eran
fuertes, rápidos, silenciosos. Podía sentirlo. No pude evitar gemir de dolor,
mientras mi cabeza empezaba a latir de forma pulsátil. Fer tiró de mí,
alejándome de aquello. Apenas pude ver a Logan lanzar sus espadas contra
aquellas criaturas, mientras entrábamos en el edificio. Fer cerró la puerta
detrás de nosotros, mirando con ojos asustados la cerradura, totalmente
inutilizada.
-Arriba. -me dijo con voz autoritaria, mientras me estiraba para obligarme
a subir las escaleras. Le seguí, mientras toda yo parecía desdoblarse, como si
mi propio cuerpo no me respondiera por completo. Como si fuera un extraño.
Subimos tres pisos del edificio de oficinas hasta un rellano en el que me
quedé sentada, parcialmente en estado de shock. Fer miraba las escaleras,
pupilas dilatadas y estado de máxima tensión, mientras yo sentía un dolor
sordo a mi alrededor. Logan. Cayendo del cielo. Armas mágicas. Criaturas
fantasmales. ¿Cuándo me despertaría? Porqué aquello no podía ser real.
Seamos sinceros. Pero pasaban los minutos y seguía allí. Sin entender nada
de nada. Sentí cierta ansiedad dentro de mí. Si aquello era real, Logan podía
estar en peligro. Incluso muerto. Y eso tampoco era agradable de pensar. Para
nada. ¿Qué hora debía de ser? Esperaba que la alarma sonara pronto, porque
empezaba a sentir cierta angustia. Fer se puso frente a mí, mientras en las
escaleras aparecía una sombra. Silenciosa. Letal. Le reconocí. El hombre del
paraguas. Mi mente buscó, en medio de la niebla que se estaba empezando a
aclarar dentro de mí.
-¿Iker? -un susurro apenas, lo suficiente como para que Fer y el hombre
me miraran, con cierta sorpresa en los rostros de ambos. Iker miró a Fer y sin
prestarle más atención se acercó hasta mí, para ponerse de cuclillas a mi lado.
Por primera vez le miré de verdad. Llevaba ropa oscura, pero podía verse una
herida con bastante mal aspecto en su hombro derecho y por la forma en que
se le enganchaba la camiseta a ese nivel, estaba convencida de que había
perdido una buena cantidad de sangre. Sin embargo su mirada era divertida,
no parecía estar a punto de desmayarse allí en medio. Cosa, que para ser
sinceros, no descartaba que me pasara a mí en breve.
-Tienes la costumbre de aparecer siempre en el momento menos pensado.
-me dijo sin más, con una sonrisa. - ¿Te ayudo a levantarte?
-Creo que voy a vomitar. -le dije haciendo una mueca, mientras por
primera vez era consciente de que el dolor de cabeza había desaparecido.
-Por mí no te cortes. -me contestó él mientras me tendía una mano y yo se
la tomaba con demasiada confianza.
- ¿Quién eres? -le preguntó Fer mirándolo para nada confortable con su
presencia allí.
-Un hermano de Logan. -le contestó él mirándolo con curiosidad, por
primera vez. - ¿Y tú?
-Su… amigo. -dijo Fer con mirada desconfiada, sin tener claro que había
en todo aquello, pero sintiendo de alguna forma que aquel hombre era
peligroso. Y con razón.
- ¿Está bien Logan? -le pregunté, sintiendo un nudo en la barriga. Iker me
miró, con una expresión que no me acabó de dejar tranquila, pero intentó
suavizarla, mientras me miraba con curiosidad.
-Anthony lo ha llevado a casa. -me contestó, sin darme más información,
mientras me miraba con atención, antes de preguntarme. - ¿Podemos confiar
en vosotros?
- ¿Bajo pena de muerte? -le pregunté elevando el mentón orgulloso, una
vez había conseguido mantenerme de pie yo sola. Fer vino a mi lado y me
sujetó por la cintura. Iker lo miró con expresión hostil. Pero no dijo nada.
-No. -me dijo finalmente, con un suspiro cansado. -Pero existe la
posibilidad, por remota que sea, que fueran detrás de uno de vosotros dos. Lo
que significa que pasaremos la noche los tres juntos, solo por asegurarnos de
que no haya ningún otro incidente.
-Dime que bromeas. -le dije haciendo una mueca, mientras empezábamos
a bajar los escalones y sentía que mi estómago empezaba a recuperarse y
volvía a tomar el control de mi cuerpo.
-A veces, pero no en esta ocasión. -contestó Iker, sin girarse a mirarme.
-Elena esto es una locura, quizás deberíamos llamar a la policía. -me dijo
Fer, sin dejar de seguir a Iker por la escalera.
- ¿Y le decimos que unos cadáveres andantes nos persiguen pero que un
hombre con espadas luminosas ha aparecido caído del cielo? -le pregunté
haciendo una mueca. Una suave risa delante de nosotros me dijo que Iker lo
encontraba mucho más divertido que Fer. O que yo. No me molesté en
decirle nada. No tenía suficiente energía para enfrentarme a algo así.
-Dicho así no suena muy bien. -dijo entre dientes Fer, mirando la ancha
espalda de Iker con desconfianza. -¿De que los conoces?
-Me rescató de un resfriado seguro. -dijo Iker girándose en mi dirección y
guiñándome un ojo. Al menos alguien se lo estaba pasando bien con todo
aquello. Aunque supuse que si estaba de tan buen humor, al menos tenía que
significar que Logan no estaba demasiado mal. ¿No?
-Le dejé un paraguas un día que diluviaba. -le contesté, sin entrar en
detalles. ¿En serio teníamos que hablar de aquello ahora?
- ¿Y al otro? -me preguntó y me quedé durante unos segundos callada.
Iker no salió con alguna de sus ocurrencias, así que finalmente me ceñí a la
verdad.
-Lo conocí un día que salimos a tomar algo con las bandidas. -le dije
finalmente, recordando aquello como si fuera algo lejano. Como si lo que
había pasado aquella noche hiciera que todo el resto fuera algo que había
vivido en otra época. En otra vida.
-Cuando aún estábamos juntos. -dijo Fer en un susurro y aunque no podía
negarle lo evidente, el hecho de que fuera capaz de realizar un análisis como
aquel, después de aquello, no era menos que admirable. Lo que daría yo por
tener la mitad de esa capacidad suya, rigurosamente analítica y fría. No hacía
falta contestar a algo así. Total, no es que hubiera pasado nada criticable,
realmente. Aunque no podía negar que todo había cambiado. Y mientras
salíamos a la calle, el silencio y la oscuridad hicieron que mi piel se erizara.
No había rastro de lo que había pasado allí hacía unos minutos. O al menos
yo no era capaz de apreciarlo. Un rayo azul cruzó el cielo y Iker lo miró con
curiosidad, alzando una ceja, de forma desconfiada.
- ¿Podemos ir a mi casa? -le pregunté a Iker, sintiéndome parcialmente
estúpida por preguntar algo así. Como si le pidiera permiso.
-Logan ha sugerido justo eso. -me dijo Iker haciendo un gesto afirmativo
y mirando a Fer con expresión dura, añadió. -Tú también vienes.
-No pensaba dejar a Elena sola contigo. -le contestó él, mientras
caminaba a mi lado. Iker sonrió.
-Entonces estamos todos de acuerdo. -dijo Iker finalmente, mientras nos
hacía una pequeña reverencia, divertido. Caminamos un par de calles hasta
llegar a un Range Rover mal aparcado, de color negro, con los vidrios
tintados. Las luces se encendieron al aproximarnos y Iker se puso en el
volante, mientras Fer y yo nos sentábamos juntos detrás. Le di la dirección de
mi casa y me dediqué a mirar por la ventana las casas que ibamos pasando,
alejándonos de aquello. Tenía mil preguntas, pero no me sentía con energía
de hacerlas. Suponía que Iker no me respondería, pero no sabía si me
asustaba más que lo hiciera. ¿Quería saber que era todo aquello?
¿Entenderlo? ¿Quién era Logan? ¿Qué era? Sería más fácil simplemente darle
la espalda. Cerrar los ojos, hacer ver que no había pasado. Despertarme en mi
casa, en mi cama. Como cualquier otra mañana. Alejar a Logan de mi vida.
Cómo si nunca lo hubiera conocido. Aquello ya no era la historia de desear a
un chico malo. Pasión. Sueños robados. Era una pesadilla. Con malos de los
que ponen la piel de gallina. Pero primero necesitaba ver a Logan. Saber que
estaba bien. Y luego le pediría que desapareciese de mi vida. Intentaría
olvidar sus ojos negros. Su piel. Su risa. Era ridículo. Todo aquello no podía
ser real. Pero solo pensarlo, dolía. Más incluso que la mierda que había
vivido después de Pau. Sentí que alguien cogía mi mano y miré a Fer,
sentado a mi lado. Había enlazado sus dedos con los míos y me miraba con
cierta preocupación. Me sonrió, una sonrisa forzada, que pretendía
confortarme, a su manera. Le sonreí. Aunque no tenía claro si hubiera
preferido enfrentarme a todo aquello sola. ¿Cómo le explicas a tu reciente ex,
uno de los que había sido tu amigo desde hacía años, que estaba enamorada
de alguien al que apenas conocía? Mencionando después que el susodicho era
el ninja ese que había caído de los cielos con dos espadas mágicas brillantes,
para enfrentarse a lo que fuera que eran aquellas criaturas. Solo pensarlo me
hizo sonreír, por primera vez, de verdad. Parecía una mala broma del destino.
Aparcar en mi barrio no era algo fácil pero Iker parecía ser un hombre
afortunado. Tras bajar del coche, hizo un movimiento reflejo para proteger su
hombro herido y fui consciente de nuevo de aquello. Me había olvidado por
completo. Aunque suelo ser de las que se marea cuando ve sangre, así que
raro era que no hubiera estado pensando en eso. El ascensor se nos hizo
estrecho, con la corpulencia marcada de Iker. Fer se mantuvo cerca de mí,
casi de forma protectora. Iker no hizo ningún comentario al respecto.
Entramos en mi piso y me fuí directa al cuarto de baño, mientras Iker se
paseaba con curiosidad por el comedor, sin disimular lo más mínimo. Fer se
quedó junto a él, creo que vigilando. Aunque era casi ridículo, Iker podía
hacer con nosotros lo que le diera la gana. Fer estaba en forma, pero seamos
sinceros, Iker era un guerrero. Y en el sentido real de la palabra. Por mucho
que sintiera un estremecimiento ante aquella realidad. Cogí una toalla de
color teja y un neceser que me hacía de botiquín. Hice inventario: yodo,
gasas, alguna venda y esparadrapo; además de tiritas, un after-bite y
pegatinas de gelatina para las ampollas de los zapatos. Aunque estos últimos
no creo que le fuera muy útil a Iker, precisamente.
-Es todo lo que tengo. -le dije abriendo el neceser en la mesa del
comedor, mientras empezaba a sacarlo todo, bajo la atenta mirada de los dos
chicos.
-Todo un detalle. -dijo Iker con una sonrisa divertida, mientras Fer hacía
una mueca, creo que hasta un punto despectiva. -Es la segunda vez que me
ayudas, a este paso se va a convertir en una costumbre.
Con una sonrisa genuina, que lo hacía aparentar increíblemente atractivo,
se quitó la ajustada camisa, exponiendo un cuerpo que era propiamente un
delito. Todos y cada uno de sus músculos completamente desarrollados,
como si se tratara de un libro con dibujos de anatomía. Tenía un tatuaje en el
pectoral izquierdo que llamó mi atención, pero desvié la mirada de allí tan
rápido como pude. No estaba bien mirar así a alguien. Aunque no sentía esa
insana emoción que me invadía cuando la persona en cuestión era Logan, no
podía negar que era un cuerpo para admirar. Con detalle. Sonreí, hasta ver
tres marcas lineales sobre su hombro herido que no eran para nada el típico
corte superficial que podías ver en una herida. En una herida normal, quiero
decir. Creo que empecé a ponerme pálida, porqué Iker llegó a mi lado y me
cogió de la cintura cuando mis piernas estuvieron a punto de hacerme caer.
-Se marea con la sangre. -dijo Fer en un susurro, mientras su mente
intentaba analizar la velocidad con la que Iker había llegado hasta mí, desde
el otro extremo del comedor, para evitar que cayera al suelo.
-Hubiera sido bueno saberlo antes. -dijo Iker casi divertido, mientras me
sostenía con su brazo bueno.
-Menos broma. -le dije haciendo una mueca, mientras me sentía más floja
que si saliera de una sesión de una hora de sauna.
- ¿Dónde la dejo? -le preguntó Iker a Fer, como si no acabara de sentirse
cómodo con aquello, aunque había un punto de diversión en él, podía
sentirlo.
Fer caminó por el pasillo, mientras Iker le seguía, llevándome en
suspensión como si fuera peso pluma con un solo brazo, hasta mi habitación.
Iker me dejó en la cama con bastante cuidado y me miró casi divertido,
mientras mis ojos no podían evitar volver a mirar ese cuerpo masculino
perfecto, intentando evitar mirar su herida. Aunque su mero recuerdo hizo
que la niebla volviera a mí. Fer se acercó a mi cajonera y abrió su cajón. Aún
no había tenido el valor de sacar sus cosas. Aunque le había dicho que el día
que quisiera podía cogerlas. Creo que él prefería dejarlas allí un tiempo más.
Solo por si acaso. Cogió una camiseta de manga corta deportiva y se la tendió
a Iker.
-Si no vas a ir a un hospital, más vale que te limpies eso y te cubras. -le
dijo mientras salía de la habitación, Iker sonrió. Me miró con una sonrisa
fraternal, amistosa, y salió de la habitación cerrando la puerta. Ya podían
matarse esos dos, que yo no era capaz de moverme de allí. Dejé de
esforzarme en mantenerme despierta. Dejé que la niebla me envolviera y me
quedé entre desmayada y dormida en la cama. Qué más daba.

Sentí como una luz blanquecina me cruzaba de arriba a abajo, como si un


rayo me hubiera recorrido. Pero no había sentido dolor. Calidez. Un suave
escozor, como un hormigueo recorriendo todo mi cuerpo. Mi pelo. Mis
brazos. Mis dedos. Aspiré una bocanada de aire con fuerza, mientras me
incorporaba de forma brusca en la cama, quedándome sentada casi con
violencia. Mi habitación estaba levemente iluminada por la luz que se filtraba
por las cortinas. Debía de estar amaneciendo. Me levanté de la cama. Alguien
me había descalzado, supuse que Fer. Salí de la habitación y me encerré en el
baño. Me lavé la cara. Para tener en cuenta todo lo que había pasado ayer, no
tenía tan mal aspecto. ¿Por qué había sido real, no? Miré a mi alrededor,
buscando una respuesta. El neceser no estaba. Suspiré. Tenía pinta de que sí.
Apreté los labios con fuerza y salí con intención de llegar al comedor. A la
cocina. Un café con leche. No solucionaría mis problemas, pero igual me
ayudaba a calmar el dolor de cabeza. O no, pero me lo iba a tomar
igualmente.
-Tu amigo duerme. -me dijo Iker en un susurro, en el pasillo, dándome un
susto de muerte en el proceso. Hizo una mueca, creo que arrepentido de
haberme asustado. Me froté la frente, cansada. Al menos volvía a estar
cubierto su escultural pecho. Y debajo de la manga de la camiseta de Fer, se
veía un vendaje experto. Lo que me recordaba la realidad de lo de ayer.
-Necesito un café con leche. -le dije haciendo una mueca, mientras pasaba
por su lado bostezando, sin nada de glamour, todo sea dicho. Fer estaba
parcialmente estirado en el sofá, con aspecto cansado.
-Que sean dos. -me dijo Iker mientras me acompañaba a la cocina y se
sentaba en un taburete mientras yo empezaba a preparar la cafetera de
cápsulas como una autómata.
-¿Has dormido algo? -le pregunté casi por educación.
-No. -me contestó como si nada, aunque no parecía demasiado cansado.
Yo tenía mucho peor aspecto que él, eso estaba claro.
- ¿Sabes algo de Logan? -le pregunté casi de forma automática, sin poder
evitarlo. No debería estar tan preocupada por él, supongo.
-Están de camino. -me dijo él, elevando una ceja ante mi curiosidad, con
una expresión curiosa. -Anthony le trae para aquí.
- ¿Azúcar? -le pregunté intentando controlar los latidos de mi corazón,
que se habían acelerado con esa información, mientras Iker negaba con la
cabeza. Perdería puntos de malote si tomaba el café dulce, pero desde luego
yo necesitaba un buen chute, así que me puse dos cucharitas colmadas, sin
ningún tipo de remordimiento. Me senté frente a él, después de tenderle una
gran taza con un café con leche bastante aceptable.
- ¿Qué os lleváis vosotros dos? -me preguntó finalmente, mirándome con
curiosidad.
- ¿A qué te refieres? -le pregunté mirándolo por primera vez a los ojos,
intentando leer entre líneas. Hizo un gesto con la cabeza, como si una idea
que hubiera en ella no acabara de ser posible.
-Nada. Perdona la pregunta. No es asunto mío. -me dijo finalmente,
aunque había algo en él, como si estuviera confundido con todo aquello. Me
encogí de hombros, no era el único. Me sonrió ante nuestra silenciosa
conversación. De alguna forma, nos habíamos entendido.
- ¿Estás bien? -le dije tras estar un rato en silencio, con nuestros
respectivos pensamientos, mirando su hombro.
-Sin problemas. -me dijo haciendo un gesto afirmativo, mientras sacaba
de sus pantalones un teléfono de última generación y tras mirar un segundo la
pantalla, añadía. -Ya están aquí.
Se levantó y le seguí, con cierto nerviosismo. Tendría que estar asustada.
O al menos sentir curiosidad por todo aquello. Y la verdad es que lo único
que sentía era cierta ansiedad, por ver a Logan. Se suponía que estaba bien,
pero llámame incrédula. Lo que sea. Quería verle. Totalmente irracional,
cierto. Supongo que luego ya saldría todo el resto.
Iker abrió la puerta de mi casa, como si fuera ya suya. Ni me enfadé con
aquello, y eso que suelo ser bastante territorial en ese aspecto. Fer no tenía
llaves del piso, con aquello estaba dicho todo. Logan estaba frente a nosotros,
con su mirada oscura fija en mis ojos azules. Había fuerza en él y dignidad,
pese a que se sostenía con ayuda de un bastón y la ayuda de otro de sus
amigos. Aunque no me fijé mucho en él, reconocí su perfil con el hombre del
bar. Anthony. Diría.
-Muy buen aspecto no tiene. -le dije a Iker, haciendo una mueca, sin dejar
de mirar a Logan, que me miró con expresión divertida, pese a todo.
-Mis oídos están estupendamente. -me dijo mientras entraba dentro de
casa con cierta dificultad. Su mirada se dirigió al sofá, donde Fer seguía
durmiendo y levantó una ceja, sin añadir nada más.
-Sería mejor que se estirara. -me dijo Anthony mientras le ayudaba a
entrar y no me pasó desapercibido que él también cojeaba un poco. -Es terco
como una mula.
-Por aquí. -le dije de forma automática y me paré delante de la habitación
de invitados, la que había sido mi habitación siendo una niña. Abrí la puerta y
miré la cama, de metro ochenta, y luego me giré a mirar a Logan. Suspiré y
seguí adelante, hasta llegar a la puerta de mi habitación. -Estará más cómodo
aquí.
-Eso seguro. -dijo Anthony con un tono de voz divertido y Logan lo miró
con expresión enfadada. Dejó a Logan con cuidado en la cama y no pude
evitar notar su gesto de dolor, hasta que quedó instalado más o menos
confortablemente. Llevaba ropa oscura, como de costumbre, pero se intuía el
relieve de varios vendajes en su torso, en una de sus piernas y en ambos
brazos. Había pillado bastante. En resumen.
-Lo siento. -le dije cuando Anthony ya había salido de la habitación,
mirándolo mientras me sentaba a su lado, intentando no hacer movimientos
bruscos que pudieran mover el colchón de muelles.
- ¿Lo sientes? -me preguntó mirándome con expresión divertida, pese a
su aspecto bastante demacrado.
-Por lo que te ha pasado. -le dije finalmente haciendo una mueca. Me
sonrió, divertido.
-Llevo toda la noche pensando en cómo ibas a reaccionar y te juro que la
única opción que no me había planteado es que empezarías disculpándote. -
me dijo con una pequeña risa baja, contenida en parte para evitar que su tórax
hiciera algún movimiento brusco.
-Me gusta ser imprevisible. -le dije con una sonrisa y sus ojos se
iluminaron.
-Me lo creo. -me dijo finalmente con su mirada fija en la mía.
-Necesitas descansar. -le dije después de quedarme perdida en sus ojos,
durante unos segundos.
-Llevo descansando toda la noche. -me contestó. -Necesito hablar
contigo.
-Pues no se si yo me veo preparada para eso en concreto. -le dije haciendo
una mueca, mientras cerraba mis ojos de forma instintiva, mientras él
empezaba a reír con suavidad. Me lo encontré mirándome, con curiosidad.
Acercó su mano a la mía y me la tomó, con cuidado. Como si temiera que me
asustase con ello. Tenía los nudillos enrojecidos y algún hematoma. Esa
realidad me asustó más que otra cosa. Pero la calidez de sus dedos
compensaba esa sensación de repulsión. Logan cerró los ojos, se le veía
cansado.
- ¿Estás seguro de que no sería mejor llevarte a algún hospital? -le
pregunté mientras mi mente vagaba por su cuerpo, pensando en lo que podía
haber oculto.
-No sería una buena idea, créeme. -me dijo sin abrir los ojos, pude sentir
que se estaba relajando.
- ¿Necesitas algún tipo de medicina? -le pregunté tras unos segundos en
los que mi mente analizaba sus palabras, sin querer profundizar mucho en
ellas. Vale, nada de hospitales. ¿Sería realmente humano Logan? No
preguntes, Elena, no preguntes.
-Tiempo. -me dijo finalmente. -Aunque tu compañía ayuda.
-Hoy no trabajo así que estás de suerte. -le contesté, y una pequeña
sonrisa apareció en sus labios. Me quedé allí, a su lado, simplemente
acariciando su mano mientras su rostro poco a poco empezó a relajarse y
finalmente quedó profundamente dormido. Suspiré. No tenía claro lo que
había pasado esa noche, pero estaba claro que Logan había intentado
protegerme. Lo menos que podía hacer yo por él, era ayudarle a recuperarse.
No era como que estuviera colgada de él. Porqué estar por alguien es
interesarse por sus cosas y eso. Pero esto salía de cualquier escala de
enamoramiento. Era la pérdida completa del sentido común. Y un problema
en mayúsculas.
Salí de la habitación a hurtadillas, esperando que no se despertara. El
baño estaba cerrado y pude escuchar la ducha encendida. En la mesa del
comedor estaban Iker y Anthony, con el periódico abierto y un desayuno de
lo más completo preparado. Los miré, alzando una ceja, instalados como si
nada en mi casa.
-Estábamos muertos de hambre. -se disculpó Iker con una pequeña mueca
culpable.
- ¿Y Logan? -preguntó Anthony que no parecía especialmente arrepentido
de haber asaltado mi nevera y mis armarios.
-Durmiendo. -le contesté mientras me sentaba en una silla libre de la
mesa y robaba un trozo de pan tostado con mantequilla del plato de Iker, sin
compasión alguna. Anthony me daba un poco más de mal rollo. No tenía el
valor aún para quitarle comida del plato a él.
-Quizás sí que es una bruja, después de todo. -dijo Anthony mirándome
con curiosidad, mientras Iker se encogía de hombros. Ignoré su comentario,
sin estar segura de si era algo despectivo o no. La puerta del baño se abrió y
Fer apareció por el comedor cubierto únicamente por una toalla atada a la
cintura. Ninguno de los hombres le prestó la más mínima atención, hasta que
vino hasta mí y me puso un brazo sobre los hombros. Ambos lo miraron con
expresión enojada, como si aquello no le estuviera permitido, pero no dijeron
nada. Fer me miró, sin dejarse intimidar por todo aquello, aunque había en su
mirada una preocupación genuina.
-¿Estás mejor?
-Sí. -le dije haciendo un gesto afirmativo y forzando una sonrisa.
-¿Tu amigo está bien? -me preguntó finalmente, tras unos segundos de
cierta tensión.
-Creo que recibió bastante. -le dije finalmente haciendo una mueca,
intentando evitar la imagen de aquellas criaturas, pero sin conseguirlo.
-Solo Logan está tan loco como para meterse en medio de cinco dumas
solo. -dijo Iker haciendo un gesto negativo con la cabeza, como si lo criticara
sin reservas.
-Cualquier día conseguirá que lo maten. -dijo Anthony con un suspiro
cansado, como si aquello no le acabara de sorprender del todo.
-Todos hemos de morir un día. -le contestó Iker con una sonrisa en la
cara, como si aquella idea no fuera mala del todo.
-¿Qué era aquello? -preguntó Fer con mirada entera, aunque había un
pequeño temblor en sus manos. Anthony me miró, con curiosidad, como si
esperara que yo contestara a aquello.
-A mí no me mires. -le dije poniendo mis manos delante mío, como si
quisiera apartarle imaginariamente.
-¿Qué te ha explicado Logan? -me preguntó con mirada inteligente.
-Nada. -le contesté. -¿Es que nadie ha escuchado aquello de que la
curiosidad mató al gato?
-¿No quieres saber lo que pasó ayer? -me preguntó Fer con aspecto
sorprendido, como si aquello no se lo esperara.
- ¿Querer? No, desde luego. -le contesté haciendo una mueca. -Ya tengo
pesadillas sin recordarlo a penas, como para ponerles nombre. No tengo
problema en decir que soy una cobarde. Paso de todo eso.
- ¿Y de Logan? -preguntó Anthony con una pequeña sonrisa divertida en
la cara por mi reacción.
- ¿Qué de qué? -le respondí elevando el mentón, a la defensiva, orgullosa.
- ¿También pasas de él? -me preguntó Anthony, mientras Fer se tensaba a
mi lado, sin que a los dos amigos de Logan les pasara desapercibida su
reacción.
-¿No te han dicho antes que eres un cotilla? -le contesté sin responderle.
-No es asunto nuestro. -dijo Iker, intercediendo por primera vez en la
discusión.
-Sí que lo es en el momento en que se mete en la boca del lobo y por poco
muere por salvarles el culo. -le contestó él, pero sin dejar de mirarme a mí.
-Siento mucho lo que le ha pasado. -le dije a Anthony, con sinceridad en
mis palabras, y creo que eso le ayudó a relajarse un poco.
-Nadie tiene la culpa. -dijo finamente Iker, con un bostezo.
-Yo sí que quiero saber de qué va todo esto. -dijo Fer finalmente, mirando
a Iker.
-Tienes agallas. -le dijo Iker mirándolo con expresión tranquila. -Me caes
bien. Te daré un consejo. No la toques y gánate nuestra confianza.
-¿Porqué no puedo tocarla? -le contestó Fer, con mirada firme, aunque
había una sutil amenaza en las palabras de Iker. Igual que la había habido en
su mirada cuando se había acercado a mí y me había tocado sobre los
hombros.
-Es la chica de Logan. -dijo Iker, encogiéndose de hombros, como si con
aquello todo quedara dicho. Fer me miró, con una pizca de dolor en su
mirada.
-No estamos juntos, si es tu pregunta. -le dije a Fer haciendo una mueca,
pero no podía evitar sentir que sí que había algo entre nosotros,
especialmente después de las palabras de Anthony. Logan se había jugado la
vida porque la nuestra, la mía, estaba en peligro. -Voy a buscarte algo de
ropa.
Me alejé de todos ellos, con mis propios pensamientos. No me gustaba
pensar que hubieran cadáveres andantes por las calles, en plena noche. Ni me
gustaba pensar que el hombre del que me había enamorado tenía algún tipo
de poder o lo que fuera. Ni sospechar que tal vez no fuera ni humano. Pero
quizás por un instinto innato de supervivencia, aún me gustaba menos pensar
que me había mezclado en aquello no por casualidad. Por poco muere por
salvarles el culo. Las palabra de Anthony habían sido duras. Una ducha de
realidad. De las que no me gustan demasiado, vamos. Entré con cuidado en la
habitación, intentando no hacer ruido. Cogí ropa del cajón y me quedé
mirando a Logan, profundamente dormido en mi cama. Sentí una extraña
sensación de calma. Un deseo de protegerle, que era más fuerte que mi
sentido común. Dejé la ropa sobre la cajonera y me acerqué a la cama. Con
cuidado, me senté a su lado. Su respiración era pausada. Con mucha suavidad
le toqué la frente, bajando por su pómulo hasta llegar a su cuadrada
mandíbula. Mis ojos se quedaron presos de sus labios. Eran carnosos y se
veían suaves. Me acerqué lentamente, como si estuviera parcialmente
hipnotizada por ellos, mientras mi corazón latía nervioso, sabiendo que
aquello no estaba del todo bien. Posé mis labios sobre los de él, con infinita
suavidad. Apenas un roce. Suspiré. Cerré los ojos y volví a besarle. Sentí una
corriente circulando por mi cuerpo, ascendente, vibrante, cálida. Un
hormigueo que ansiaba salir de mí. Abrí los ojos con sorpresa cuando sentí
una mano cogiéndome con firmeza por la nuca, acercándome a él. Los ojos
oscuros de Logan me miraban con pasión, turbios. Nuestras bocas se
volvieron a encontrar, tentando la una a la otra. Logan hizo un pequeño
gemido mientras intentaba incorporarse un poco, cuando yo me intenté
separar de él. Su brazo volvió a apretarme contra él y empezó a morderme el
labio, con la mirada cargada de malas intenciones.
-Ni lo sueñes. -le dije en un susurro, con una sonrisa de oreja a oreja. -Se
suponía que estabas durmiendo.
-¿Y perderme la diversión? -me dijo él haciendo una mueca.
-Tienes que descansar. -le dije intentando mostrarme más o menos severa,
aunque la mayor parte de mi cuerpo no estaba muy de acuerdo con eso y
parecía más interesadas en la mirada cargada de pasión de Logan que en mis
propias palabras.
-Me encuentro mejor. -me dijo él haciendo un puchero, mientras sus ojos
miraban mi boca de nuevo.
-No es suficiente. -le dije con mirada severa. -Sólo había venido a buscar
ropa para Fer.
-Tenemos que hablar. -dijo finalmente, alejando su mirada de mi boca y
poniéndose más serio, de mal humor. -Todos.
Intentó incorporarse, y le ayudé. Me miró, como si no estuviera
acostumbrado a que le ayudaran, aunque había visto que había entrado con
Anthony y no parecía tan a disgusto en ese momento. Una vez de pie, cerró
los ojos y su mirada parecía sorprendida. Los volvió a abrir y me miró con
curiosidad. Abrí la puerta de la habitación y salimos al pasillo. Logan
caminaba con la ayuda del bastón, pero lo hacía con bastante dignidad. En el
comedor, sus dos compañeros lo miraron con expresión divertida y algo de
sorpresa. No se levantaron. Logan miró a Fer durante unos segundos, con
expresión dura y fría.
-Vístete. -ordenó él con tono autoritario y creo que había algo en su voz
que impactó a Fer. Me miró y yo le sonreí, como para intentar darle ánimos,
aunque quizás no fue del todo buena idea. Logan se irguió en toda su
estatura, pese a sus heridas. Había algo en él formidable. -Ahora.
Fer salió del comedor. Iker rió por lo bajo, divertido. Anthony sonreía de
oreja a oreja, mientras miraba a Logan.
-Te veo más espabilado. -le dijo Anthony mientras yo le ayudaba a
sentarse en la cabecera de la mesa y Logan aguantaba el dolor estoicamente.
Le tendió su plato, con restos de pan y embutido y Logan lo aceptó.
-¿Café? ¿Té? ¿Un ibuprofeno? -le dije con una sonrisa, y Logan me miró
poniendo los ojos en blanco, divertido.
-Un café estaría bien. -me dijo finalmente y cogiendo mi mano antes de
que marchara, me miró con fuego en su mirada. -¿Se han comportado?
-Creo que lo han intentado, al menos. -le dije con una sonrisa de oreja a
oreja, divertida.
-Cómo dos corderitos. -dijo Iker con una sonrisa divertida, mientras yo
me metía en la cocina, riéndome por lo bajo. Cuando salí con el café, Fer
estaba en el comedor, sentado en la otra punta de la mesa, al lado de Iker. Se
le veía nervioso. No era para menos. Y sin embargo, yo no recordaba
sentirme tan bien desde hacía años. Dejé el café enfrente de Logan y me senté
en la silla que quedaba vacía a su lado.
-Te han estado llamando. -me dijo Anthony con expresión divertida en la
cara, mientras Logan parecía un poco molesto con todo aquello. -Con
bastante insistencia.
-Haberme avisado. -les dije a todos, sin hablar para nadie en concreto,
mientras me levantaba y buscaba dentro de mi bolso, en el recibidor, mi
teléfono. Diez por ciento de batería. Treinta y seis mensajes. Cuatro llamadas
perdidas. Sí, definitivamente, me habían estado llamando. Fuí a buscar el
cargador a mi habitación y luego volví al comedor, mientras leía en diagonal
los mensajes de las bandidas. Mi silencio las había empezado a preocupar.
Eran como tres madres en algunas ocasiones. Enchufé el teléfono a la
corriente y empecé a contestar los mensajes, para decirles que estaba sana y
salva. En casa. Tres segundos después de enviarlos, el móvil empezó a vibrar
de nuevo. Suspiré, al ver el nombre de Melanie en la pantalla. Haciendo una
mueca, bajo la atenta mirada de los cuatro hombres, cogí la llamada.
-Ya puedes tener una buena excusa, y no me vale una mierda de polvo. -
me soltó de buenas a primeras.
-Buenos días también para tí. -le contesté haciendo una mueca, aunque
ella no pudiera verme. Logan me miraba con expresión dura, pero al menos el
resto parecían disimular y hacer ver que no escuchaban mi conversación, más
o menos.
-Hemos estado muy preocupadas. -dijo Melanie finalmente y aunque su
voz sonaba preocupada, parecía más tranquila ahora que estaba hablando
conmigo, aunque había una pizca de diversión en su voz cuando añadió. -Es
casi mediodía y no has dado señales de vida. ¿Qué ha hecho Fer para que te
olvides del resto del mundo?
-Bueno, la verdad es que la noche se complicó un poco. -le dije mirando a
Logan, que parecía más tenso que de costumbre. -Cuando volvíamos a casa
nos encontramos con Logan.
-¿Logan? -dijo Melanie casi gritando y me tuve que separar un poco el
teléfono de la oreja, para que no me reventara el tímpano, Logan sonrió
satisfecho con aquello, el ego masculino y esas cosas. -¿Y qué pasó? Dime
que has pasado una noche digna de darnos envidia. Cuéntamelo todo.
-Si no te importa, hablamos luego que lo tengo aquí delante. -le dije
sintiendo que me sonrojaba de los pies a la cabeza, mientras Logan sonreía
divertido con todo aquello. Melanie empezó a reír, diciéndome todo tipo de
improperios mientras yo me despedía de ella, ignorando sus comentarios
subidos de tono, y le colgaba finalmente. Hice una mueca.
-¿Melanie? -me preguntó Fer desde el otro extremo de la mesa y le hice
un gesto afirmativo con la cabeza, mientras él me miraba con expresión
parcialmente divertida aunque había un punto de resignación en su mirada.
Estaba segura que parte de la conversación había sido abierta para todos. Y
luego me preguntan porqué me gusta tener mi espacio, mi propio refugio.
Privacidad.
-Supongo que eres consciente de que no puedes hablar de lo de ayer con
nadie. -me dijo Anthony mientras se relajaba sobre el respaldo de su silla, con
expresión divertida.
-Tampoco tengo especial interés de acabar ingresada en un psiquiátrico. -
le dije entornando los ojos y pestañeando de forma intencionada, con una
sonrisa generosa en la cara. Iker empezó a reír por lo bajo.
-¿Vamos a saber qué pasó finalmente? -preguntó Fer mirando a Logan,
como si de alguna forma hubiera entendido que él era el líder de aquel grupo.
Algo que yo no tenía para nada claro, pero Fer era el observador. Yo no,
desde luego.
-¿Visteis a los dumas? -preguntó Logan mirándome a mí, pero de alguna
forma respondiendo a Fer.
-¿Las cosas cadavéricas esas? -le pregunté mirándole a sus ojos, había
calma en ellos, y de alguna forma era capaz de darme la fuerza necesaria para
hablar de aquello, aunque no podía evitar usar la ironía para defenderme de
forma inconsciente. -No, que va.
-Son demonios del silencio. -dijo Logan mirándome con una sonrisa
divertida, por la forma en que me negaba todo aquello, supongo que peor
sería si me pusiera a gritar como una histérica. -No suelen trabajar en grupo,
excepto que tengan un objetivo claro.
-¿Qué quieres decir? -dijo Fer mirando a Logan con desconfianza.
-Solo los he visto agruparse con dos objetivos. -dijo finalmente, mirando
a Fer con expresión dura, pero al menos sin hostilidad franca esta vez. -Para
intentar dar caza a uno de los nuestros o para intentar convertir a un humano
en uno de los suyos.
-Y nos decantamos más por la segunda teoría. -dijo Iker mirando a Fer
con cierta diversión. -Cuando empezaron a materializarse fue cuando Logan
decidió intervenir.
-¿Iban a por nosotros? -preguntó Fer con voz levemente cortada.
-A por tí, suponemos. -dijo Iker dándole una palmada en el hombro. -No
hay hembras entre sus filas.
-¿Qué sois vosotros? -le pregunto Fer a Iker tras unos segundos en los que
digería aquella información, con mirada cargada de dudas. A ninguno de los
dos nos había pasado inadvertido el concepto convertir a un humano en uno
de los suyos. Aunque para mí aquello fue como una ducha de agua fría. Al
hablar de humanos no se había incluido en ese mismo saco. Mierda. Me lo
veía venir. ¿No habían suficientes tíos en el mundo que me tenía que pillar de
lo que fuese Logan? Sentí que Logan dejaba su mano sobre la mía, encima de
la mesa. De alguna forma su contacto me reconfortaba. No le miré, no me
sentía con ánimos de hacerlo. Dejé mi mirada fija en nuestras manos. Me
sorprendió ver como parte de los hematomas habían desaparecido. Su mano
era grande, cubría la mía sin dificultad y aunque había una musculatura bien
definida en ella, su tacto era delicado, casi cuidadoso.
-Fuimos humanos, hace un tiempo. -dijo finamente Iker, con mirada
tranquila, como si buscara entre sus recuerdos. -Ahora somos cazadores de
demonios, guerreros.
-¿Qué os pasó? -dijo Fer, casi en un susurro. Creo que por primera vez, él
no estaba del todo convencido en querer saber su respuesta. Logan me
empezó a acariciar con suavidad los dedos, cómo habíamos hecho aquella
tarde en el mirador. Su tacto era relajante. Sentí un suave hormigueo entre
nosotros. Sonreí. No eran mariposas. Pero era hermoso. Aunque él ya no
fuera del todo humano. Al menos lo había sido. ¿A qué debían de referirse
con eso de hace un tiempo?
-Los dumas viven entre un plano físico y un plano espiritual. Tienen la
capacidad de detectar la vibración de los seres vivos. Eso les permite detectar
a humanos que sobresalen en el plano espiritual, los únicos que serían
capaces de sobrevivir a la transformación. -empezó Iker.
-Antiguamente cuando un duma detectaba a alguien así, intentaba
transformarlo. Pero en algunas ocasiones, incluso siendo un mero humano,
éste podía enfrentarse a él y derrotarlo. -dijo Anthony mientras cerraba los
ojos, recordando algo lejano, casi olvidado. -Un humano que ha sido capaz de
derrotar a un duma, si es llamado por un cazador de demonios, se convierte
en uno.
- ¿Así que vosotros derrotasteis siendo humanos a una criatura de esas? -
preguntó Fer, con mirada analítica, sin perder detalle.
-Sí. -dijo Iker, para añadir finalmente. -Por ese motivo desde hace un
tiempo suelen atacar en grupo, para asegurarse de que esa opción no sea
posible. Ellos aumentan, nosotros disminuimos.
-Si han ido a por tí, puede que vuelvan. -dijo Logan, mirando a Fer y
hablándole por primera vez de forma directa, con expresión menos dura. -Iker
y Anthony van a adiestrarte para que tengas alguna posibilidad la próxima
vez.
-Aún así eran cinco. -dijo Anthony como si pensara en voz alta. -
Demasiados para asegurarse una conversión. Sigo pensando que su objetivo
era un cazador.
-Empezaron a materializarse antes de saber que yo estaba cerca. -dijo
Logan haciendo un gesto negativo con la cabeza. -Aunque salga de su
comportamiento habitual, es un dato objetivo. Progresan lentamente, pero
han ido cambiando su forma de actuar con el tiempo. Quizás estamos ante un
nuevo cambio.
-En tal caso no pinta bien. -dijo Anthony con un suspiro cansado.
-¿A nadie se le ha ocurrido que quizás era a Elena a quién buscaban? -
preguntó Fer al cabo de un largo silencio, mirándo la mano de Logan sobre la
mía, con algo de reticencia.
-¿Porqué tendríamos que pensar algo así? -le preguntó Anthony alzando
una ceja, con diversión más que curiosidad, mientras la mirada de Logan se
oscurecía ante aquella sugerencia y yo no podía evitar ponerme recta como
un palo en mi silla. Todo aquello era realmente feo, y no es que quisiera que
salpicara a Fer. Pero pensar que yo había estado en medio de todo aquello por
mera casualidad era un poco menos malo que pensar que yo era de alguna
forma el objetivo, que era lo que insinuaba Fer. Porqué además Fer tenía esa
capacidad de analizar la información que podía ver pequeños defectos en
teorías, anticiparse a las situaciones. Lo conocía suficientemente bien como
para saber que si decía eso es que tenía su propia teoría. Y que tendría una
base más o menos coherente detrás. Por lo que aún me daba más mal rollo.
-Las casualidades no existen. -dijo finalmente. -Elena empieza a
relacionarse con un cazador y de repente nos intentan atacar cinco dumas.
Algo que no es habitual ni para ellos, por lo que entiendo. Acción y reacción.
- ¿Qué insinúas? -la mirada de Logan era dura, oscura. Había una tensión
contenida en él, mientras miraba a Fer de forma amenazante. Le cogí de la
mano, enlazando mis dedos a los suyos y de alguna forma le ayudó a
contenerse.
-Quizás Elena era un cebo. -dijo finalmente Fer, mirándome con
expresión lastimera, no le gustaba decirme algo así, pero era consciente que
callarlo podría ser más peligroso. -Y de hecho funcionó.
-Es imposible. -dijo Logan con mirada fría, dura. Aunque la tensión que
había en él me decía que había una cierta duda en él. Iker y Anthony miraron
a Fer y luego a Logan, alternativamente. Se recostaron sobre el respaldo de
las sillas, con expresión confundida.
-No puede negarse que es una teoría para considerar. -dijo Anthony
finalmente, con el gesto fruncido mientras me miraba, como si intentara
buscar algo en mí, mientras yo deseaba convertirme en una cosita pequeña,
invisible para todos ellos.
-¿Pero cómo podría un duma saber que es la chica de Logan? -dijo Iker
pensativo, ni se me ocurrió rebatir eso de la chica de Logan, y Fer tampoco
dijo nada al respecto. Quizás no estábamos juntos, pero hacía unos pocos
minutos nos habíamos besado y nuestras manos enlazadas hablaban de que
había algo. Desde luego yo no estaba de humor como para ponerle nombre a
eso, pero no podía tampoco negarlo. Incluso sabiendo que ya no era del todo
humano. Que cazaba demonios. Y toda esa paranoia friki. Supongo que yo
tampoco estaba muy bien de la cabeza, por tomarme todo aquello tan a la
ligera.
-No tengo ni idea cómo funciona vuestro mundo. -dijo Fer encogiéndose
de hombros, pero su expresión era firme. -Pero si es así, Elena seguiría
estando en peligro.
- ¿Puede ser que usen humanos durante el día como intermediarios o
espías? -preguntó Iker a nadie en concreto.
-Es poco probable. Tendrían que conseguir encontrar el cuartel y haber
seguido a Logan. -dijo Anthony contestando con un gesto negativo. -Es poco
probable.
-Me habría dado cuenta. -dijo Logan haciendo un gesto negativo con la
cabeza a sus compañeros.
- ¿Algo respecto a su olor? -dijo Fer haciendo una mueca, con
determinación en su mirada.
-No son perros, que yo sepa. -dijo Iker divertido por la sugerencia.
-Es aún menos probable. -dijo Logan frunciendo el ceño ante la
posibilidad.
-Pero no podemos negar que la secuencia temporal es coherente. -dijo
Anthony finalmente. -Ni el hecho de que estuviste a punto de palmarla,
metiéndote de lleno, aun sabiéndolo.
-Sabía que estabais de camino. -dijo Logan encogiéndose de hombros,
quitándole importancia. -Lo mejor será que llevéis al chico al cuartel, solo
por si resulta que yo tengo razón, después de todo.
- ¿Qué significa eso? -dijo Fer mirando a Logan, como si de alguna forma
supiera que su destino estaba en sus manos.
-Eres libre de hacer lo que quieras durante el día. -le dijo Logan con
mirada dura, serena, pero con una autoridad clara en sus palabras. -Durante la
noche te quedarás allí, hasta que seas capaz de defenderte. A partir de aquí,
allá tú y tu destino.
- ¿Y qué le pasará a Elena? -le preguntó Fer y le miré con cierto orgullo,
por la forma en que intentaba velar por mí, incluso con todo aquello. Y con la
mirada posesiva de Logan.
-Eso es cosa mía. -dijo Logan con mirada dura y fría, claramente
enfadado. Fer tuvo el sentido común de no contestarle. Hizo un gesto con la
cabeza y sus dos compañeros se levantaron, Fer los siguió, consciente de que
no tenía muchas más opciones. Le miré desde mi silla, dándole ánimos
mentalmente. Creo que los dos los necesitábamos.
-Solo se preocupa por mí. -le dije cuando la puerta se cerró finalmente. -
No tienes que ponerte así.
-Precisamente porqué se preocupa por tí, me pongo así. -me dijo
finalmente Logan, cerrando los ojos, cansado. Volvía a tener aspecto más
débil. Casi había olvidado sus heridas y el aspecto que tenía cuando había
llegado a casa.
-Creo que necesitas descansar. -le dije haciendo una mueca, sin entrar en
aquello. No estaba de humor para empezar una discusión. Ya teníamos
suficientes cosas de las que hablar como para sacar eso. Me levanté y le
ayudé a levantarse. Caminaba mucho mejor que aquella mañana, todo él
parecía recuperarse a una velocidad que no era para nada normal. Cazadores
de demonios. Se estiró en mi cama, sin dejar de mirarme. Me senté a su lado.
- ¿Por qué me has besado antes? -me preguntó tras un silencio
prolongado. Me sonrojé. ¿En serio ahora teníamos que hablar de eso?
- ¿No podemos hacer como que estabas dormido y no te has enterado? -le
dije con una sonrisa culpable, mientras él sonreía.
-No te gusta dar la cara, pero eres valiente. Es una combinación extraña. -
me dijo con una sonrisa divertida, mientras cogía un mechón de mi pelo y
tras moverlo entre sus dedos durante un rato, lo colocaba detrás de mi oreja.
-Mis padres se fueron a vivir a Londres cuando yo tenía diecinueve. Yo
no quería que se fuesen. Pero era lo que había. Mi única opción era decidir
qué quería hacer yo. Y decidí quedarme. -le dije finalmente, intentando
justificarme. -He aprendido que la vida te trae lo que quiere, no lo que tú
esperas de ella. Lo único por lo que vale la pena perder más de un minuto es
por las decisiones que realmente puedes tomar. Hay mil cosas a tu alrededor
que no dependen de tí. ¿Para qué perder el tiempo en ellas?
-Sigo sin saber por qué me has besado. -me dijo él con una sonrisa
divertida.
-¿Estaba pensando en la bella durmiente? -le contesté con mirada
inocente y una sonrisa generosa, tomándole el pelo en la medida de lo
posible. -Igual hasta te conviertes en príncipe.
-Elena… -su voz era un susurro, apenas una sutil amenaza que perdía
fuerza con su aspecto divertido.
-Vale, era una especie de experimento. -le dije finalmente, haciendo una
mueca. - Quería saber que sentía.
- ¿Qué sentías? ¿Al besarme? -me preguntó Logan con mirada divertida. -
¿Y cuál ha sido el resultado?
-No ha estado mal. -le dije haciendo cara de aburrimiento, como si todo
aquello no tuviera la más mínima importancia.
-No ha estado mal. -me dijo él frunciendo el ceño, entre irritado y
divertido.
-Exacto. -le contesté ganando seguridad en todo aquello.
-¿Y por qué querías saber que sentías? -me preguntó él, cargándose de
paciencia.
-La última vez que besé a un chico, sentí frío. -le dije, sin saber cómo
describirlo de otra forma, aunque me sentía bastante estúpida hablando de
aquello con él.
-La última vez que besaste a Fer. -me dijo él mientras entrecerraba los
ojos y su mirada oscura me miraba sin perder detalle. Me encogí de hombros.
Era la primera vez que usaba su nombre, y estaba claro que lo había usado
casi como si fuera un insulto y no un nombre propiamente. Se incorporó
lentamente y sus brazos me rodearon. Sin dejar de mirarme, se acercó a mí y
sus labios se posaron en los míos con suavidad. Sentí una descarga
instantánea por todo mi cuerpo. Todas mis terminaciones nerviosas despiertas
y ansiando más. Logan me apretó contra su cuerpo y su boca empezó a
abrirse sobre la mía. Mi cuerpo respondió sin que yo pudiera controlarlo, y se
abrió a él. Nuestra lenguas se encontraron a medio camino, tentativas, con
urgencia. El beso se profundizó y en algún momento Logan tiró de mí,
haciéndome rodar sobre su cuerpo, para quedar estirada en la cama, con parte
de su tórax sobre el mío, mientras nuestras bocas se buscaban con algo
parecido a la desesperación. Gemí, sin ser del todo consciente y Logan se
separó un poco de mí. Mi mirada estaba turbia, cargada de deseo. Su mirada
creo que era un reflejo de la mía, aunque había un punto de preocupación en
sus ojos. Cómo si temiera haber cruzado una línea que era peligrosa. Me
sonrió, después de quedarnos quietos, simplemente mirándonos, durante unos
segundos. Cada uno intentando normalizar la respuesta de su cuerpo.
-No creo que esto se pueda describir como frío. -me dijo con una sonrisa,
divertido.
-No, creo que no. -le dije haciendo una mueca, mientras pasaba mis
manos por su torso, ansiando tocarle, pero separando mis manos de él al notar
los vendajes. Lo que me hizo recordar que aún no habíamos hablado de eso. -
Gracias por salvarnos la vida, y eso.
-A disponer. -me dijo él con una sonrisa, mientras sus ojos volvían a
mirar mi boca y su mirada se oscurecía. -No quiero que vuelva a besarte.
-Lo dejamos hace poco más de un mes, pero Fer había sido uno de mis
mejores amigos antes de todo esto. No va a desaparecer sin más. -le dije
finalmente, mirándole a los ojos.
-¿Ya no estáis juntos? -su voz sonó a ronroneo, mientras finalmente
volvía a acercarse a mi boca y empezaba a besarme de nuevo, con firmeza y
pasión. Mi cuerpo respondió a él. Besaba de maravilla. Y sentía cosquillas
por todo mi cuerpo. Solo con un beso. Ni pensar lo que podría hacerme
sentir. Stop. Frené a mis pensamientos antes de que empezaran a imaginarse
muchas otras cosas. Suspiré. O gemí. Él se rió suavemente, era una risa
preciosa. Y en vez de hacerme sentir tímida, o incómoda, me hacía desearle
más. Como si fuera una risa que incitaba al propio deseo.
-Se supone que has de descansar. -le dije refunfuñando.
-Lo cierto es que cada vez me encuentro mejor. -me contestó con una
mirada cargada de deseo.
-En serio Logan. -le dije haciendo un puchero y él se separó finalmente
de mí, un poco a regañadientes. Le miré divertida mientras me ponía de lado,
para mirarle con más atención. -Va, háblame de vosotros.
-Es una mala forma de desviar mi atención. -me dijo él haciendo una
mueca, finalmente suspiró y mirando mis ojos azules con devoción, empezó a
hablar. -Anthony y yo fuimos reclutados por el mismo cazador. Aunque él es
un poco más joven que yo. A Iker lo encontré hace un par de siglos, quizás
por eso es el más sociable de los tres.
- ¿Un par de siglos? -mis ojos se dilataron ante aquella información y
Logan no pudo evitar reírse de mi aspecto.
-Década arriba, década abajo. -me dijo divertido. -Parte de la esencia
espiritual de los dumas que vamos derrotando entra a formar parte de
nosotros. Eso nos confiere entre otras cosas longevidad.
- ¿Y si no hubiera dumas? -le pregunté con curiosidad.
-Ya no tendría sentido que hubiera cazadores. -me dijo con una sonrisa
divertida.
-Cuando has dicho “entre otras cosas”, ¿a qué te refieres exactamente? -le
pregunté sin poder evitar que después de todo, la curiosidad empezara a
despertar en mí.
-Durante la noche nuestros sentidos, nuestra fuerza, todo aumenta
considerablemente. -me dijo él sin dejar de mirarme.
-¿Y las espadas de luz aquellas? -le pregunté finalmente, y él me sonrió.
-Esas vienen por la sangre del cazador. -me dijo con una sonrisa, como si
le explicara algo a un niño pequeño. -Una vez parte de la esencia de un duma
entra en un humano, éste enloquecería si no hubiera algo que fuera capaz de
equilibrarlo. La sangre de un cazador de demonios tiene ese poder además de
conservar algo de la magia de las antiguas místicas, que nos permite invocar
armas espectrales, mucho más dañinas para un demonio que una arma
clásica.
- ¿Quiénes son las antiguas místicas? -le pregunté con curiosidad, como si
Logan me estuviera contando un cuento, un libro o una película. No parecía
que todo aquello pudiera ser real.
-Eran mujeres mágicas, portadoras de poderes elementales. Tierra, fuego,
agua y aire. -me dijo Logan, mirándome con expresión tranquila, como si se
sintiera a gusto compartiendo todo eso conmigo. Supongo que no era algo
que soliera hablar con nadie, después de todo. -Una vez luché junto a una
portadora del poder del hielo. Era brutal. Magia en estado puro. Pero
precisamente por su gran poder, siempre eran el objetivo principal de los
demonios. Que sepamos se extinguieron hace algo más de cinco siglos y
desde entonces esta guerra poco a poco se va decantando a favor de los
dumas y otros engendros.
-¿Y no hay alguna forma de que hayan más? -le pregunté con curiosidad,
eso de que los dumas pudieran ganar no pintaba para nada bueno. Aunque si
llevaban cinco siglos así, no creo que el mundo que conocía se fuera a acabar
de hoy para mañana, pero aún sí, daba muy mal rollo.
-No se puede crear magia, así sin más. -me dijo él riéndose de mi
inocencia. Le hice una mueca.
-Si los cazadores os transformais después de matar un duma y que otro
cazador os inicie, ¿no podría pasar algo así con ellas? -le pregunté, tampoco
era tan descabellado todo aquello.
-Los guerreros somos hermanos de sangre, literalmente. Después de
derrotar a un duma siendo humano, beber la sangre de un cazador es la única
forma para equilibrar nuestro espíritu y allí empieza nuestra transformación.
Algunos mueren en el proceso, nunca hay garantías. Pero en los que salimos
adelante, esa sangre se mantiene viva en nosotros, para el resto de nuestra
existencia. -me contestó él, con una sonrisa en la cara viendo la mueca que yo
hacía ante esa imagen.
-¿Crees que era un proceso similar con las místicas? -le pregunté
entendiendo ahora que diera toda aquella guerra como finita, aún sin tener
fecha de entrega. Sin magia los cazadores no podían controlar completamente
aquella amenaza, por lo visto.
-Es de suponer, aunque sus secretos murieron con ellas. Es cierto que
eran humanas originariamente, igual que nosotros, pero su proceso de
transformación era mucho más complejo. No creo que cualquier mujer
pudiera convertirse en una mística, igual que pocos varones pueden
sobrevivir a un duma o a la propia transformación para convertirse en un
cazador. En cualquier caso, ahora ya no son más que antiguas leyendas. -me
dijo él con una sonrisa, mirándome con cariño.
- ¿Crees que venían a por Fer? -le pregunté y su mirada se ensombreció
un poco al escuchar su nombre.
-Estoy seguro. -me dijo finalmente, mientras empezaba a acariciar mi
mejilla con delicadeza.
- ¿Y si tiene razón y era una trampa? -le pregunté y sus ojos oscuros me
miraron con intensidad.
-Es casi imposible que sepan de mi actual identidad. Y aún menos
probable que pudieran sentir algo de mí en tí. Solo nos habíamos visto dos
veces. No me trago la teoría del olor o de los espías. Los dumas se guían por
vibraciones naturales, y esas no son transferibles de una persona a otra. -me
dijo finalmente, con mirada firme.
- ¿Pero? -le pregunté con una sonrisa tímida, mientras sus ojos me
miraban, como si quisiera aprenderse cada centímetro de mi rostro.
-Pero si existe una remota posibilidad de que corras peligro, tomaremos
medidas al respecto. -me dijo finalmente, en un suspiro.
- ¿A qué te refieres? -le dije alzando una ceja, de forma desconfiada.
-Las mismas condiciones que con el chico. -me dijo finalmente. -Durante
el día puedes retomar tu vida con normalidad. Pero tendrás toque de queda.
-No hablas en serio. -le dije abriendo los ojos como platos.
-Totalmente. -me dijo él con una sonrisa divertida.
- ¿No pretenderás tenerme encerrada cada noche en vuestro cuartel o lo
que sea? -le dije con mirada cargada de genuino terror.
-Y dejarle al chico fácil acceso a tí, ni de broma. -me dijo él con mirada
calculadora, demasiado brillante para mi gusto, como si casi disfrutara con
esto. -Puedes quedarte aquí. Con una condición.
- ¿Una condición? -le pregunté haciendo una mueca.
-Me quedo contigo. -me dijo finalmente, con sus ojos oscuros clavados en
los míos, con una intensidad que hacía que mi sangre ardiera de miedo y
deseo casi a la vez. -Solo en caso de que tengamos que patrullar los tres, te
quedarías en el cuartel. Es el sitio más seguro que conozco.
- ¿Lo dices en serio? -le pregunté, mientras él me miraba con diversión. -
¿Hasta cuándo?
-El tiempo es un concepto muy ambiguo. -me dijo él encogiéndose de
hombros. Teniendo en cuenta que él contaba las cosas década arriba, década
abajo, podía tomármelo con infinita paciencia. Se incorporó un poco y con
una sonrisa divertida por todo aquello, volvió a acercarse a mí. Frotó sus
labios contra los míos, solo para provocarme. Hice una mueca y le agarré con
fuerza, para acercarlo y poder besarlo en condiciones. Si tenía que aguantarlo
en casa durante una temporada, lo mínimo era que me alegrara un poco la
vida. Y desde luego, sus besos no me la alegraban, la iluminaban como un
faro de luz en plena tempestad. Nuestras lenguas empezaron a buscarse de
nuevo, ansiosas. Había un reconocimiento entre ellas esta vez, como si
aprendieran la una de la otra con rapidez. Demasiada rapidez. Logan empezó
a morderme con suavidad el labio inferior, mi cuerpo se arqueaba de forma
espontánea, buscando el contacto del suyo. El timbre de la puerta sonó. Con
insistencia.
Logan me sujetó con fuerza mientras intentaba levantarme y solo me dejó
ir, con un gruñido bajo, enfadado, cuando le lancé una mirada suplicante.
Corrí descalza hasta la puerta y miré por la mirilla, para encontrar a las
bandidas al otro lado de la puerta. Estaba metida en un buen lío. Abrí la
puerta y sin tener tiempo de decir nada, entraron como una estampida de
búfalos ansiosos. Cerré la puerta de golpe, escuchando algunos de sus
comentarios sin tener tiempo de advertirles si quiera.
-Venga cuenta, ¿Te lo has tirado? -era Melanie, botella de cava en mano,
mientras las otras se morían de la risa.
-Lo cierto es que llevamos más de una interrupción. -la voz divertida de
Logan, con su mirada oscura mirando a mis amigas, no tenía precio. Ni la
cara de ellas. Pálidas como el papel, mientras él las miraba apoyado sobre la
pared del pasillo, con los brazos cruzados sobre el pecho. Estaba fabuloso es
poco. Con ese punto de chico malo pero su expresión tranquila, con una pizca
de diversión en su mirada. No era la mirada oscura del cazador. Parecía
humano. Un humano que sobresalía de la media, pero poco más. Le sonreí,
poniendo los ojos en blanco. No se quien era peor, si él o mis amigas.
-Logan, te presento a las bandidas, las mejores amigas del mundo. -le dije
levantando las manos, para señalarlas a las tres. -Melanie, Aria y Nora.
Las chicas fueron salundándole con timidez, con un suave hola o
simplemente levantando la mano a medida que las nombraba, rojas como tres
tomates. Logan sonreía divertido con aquello. Me miró después de las
presentaciones y vino hasta mí, caminando como si estuviera totalmente
recuperado. Me cogió por la cintura y me besó delante de todas ellas, un beso
suave pero claramente posesivo.
-Voy a estirarme un rato. -me dijo y con un movimiento de cabeza se
marchó hacia mi habitación. En cuanto la puerta de la habitación se cerró,
Melanie empezó a reír por lo bajo y se desató la marabunta. Las cuatro
empezamos a reír como locas, sin poder evitarlo. Aria empezó a llorar de la
risa y a Nora le dió un ataque de tos.
-No se nos ha ocurrido que se hubiera quedado a pasar el día aquí. -dijo
Nora disculpándose entre risas que empezaban a ser más controladas,
mientras nos sentábamos en el sofá, apretujadas.
-Son casi las cinco de la tarde. -dijo Melanie como si aquello lo justificara
todo.
- ¿En serio? -le dije sorprendida. -Me muero de hambre, no he comido.
- ¿Y qué has estado haciendo todo el día para olvidarte de comer? -me
dijo Aria mientras empezaba a reírse descontrolada.
-Con uno así yo también me quedaría sin comer más contenta que nadie. -
dijo Melanie en un susurro y las tres empezamos a reír, mientras yo le daba
un golpe en el hombro.
-Creo que tengo alguna pizza en el congelador. -les dije con mirada
esperanzada.
-Que sean varias por qué después de tanto esfuerzo tu hombre también
tendrá hambre. -me contestó Nora guiñándome el ojo, entre risas. Puse los
ojos en blanco, mientras me sonrojaba ligeramente. Me refugié en la cocina,
mientras escuchaba a las bandidas de fondo reírse, seguramente a mi costa.
Calenté el horno y saqué las tres pizzas. Aria vino a ayudarme y en un
momento preparamos una ensalada con manzana y mozzarella, mientras las
pizzas empezaban a hacerse. En el comedor Nora y Melanie habían puesto la
mesa, con cinco platos. Las miré indecisa y ellas empezaron a reírse de
nuevo. Logan lo iba a flipar. Bueno, en su longeva existencia igual había
tenido alguna pareja con amigas igual de locas que las mías. Aunque era poco
probable. Sonreí, mientras abría la puerta de mi habitación. La cena podía ser
de lo más divertida.
IV

Me desperté un poco resacosa. Creo que se nos fué un poco la mano ayer,
entre tanta risa y tantos nervios. Logan supo mantenerse a la altura. Seguía
teniendo ese punto un poco hosco, que desgraciadamente le daba un toque
misterioso y bastante sexy, a mi pesar. Más que nada porqué las bandidas se
había estado riendo a mi costa durante la cena, sacando trapos sucios de mi
pasado, ante la divertida mirada de Logan. Había sabido manejarlas con
demasiada facilidad. Casi me sentía como si me hubieran traicionado un
poco, lo ideal sería que le hubieran hecho un tercer grado a él. No a mí. Pero
desde luego yo era más accesible que Logan y si tenían que hurgar en
historias pasadas, casi mejor que se centraran en las mías. Porqué empezar a
hablar con ellas de la realidad de Logan era como para volverse loca.
Conmigo no había mucho problema, porqué al fin y al cabo yo ya estaba más
para allí que para aquí. Total, estaba colgada por alguien que no era ni
humano del todo. Y lo divertido del caso es que ni me importaba. No
habíamos cerrado las persianas, y me escondí durante un par de minutos
debajo de la almohada, para que el sol no empeorara mi ascendente dolor de
cabeza. Suspiré. Logan no estaba en la habitación, recordaba vagamente que
me había metido en la cama, aunque no estaba segura de si se había acostado
en mi habitación o no. Caí rendida. Tanto estrés la noche anterior, no me
había ayudado lo más mínimo. Su primera noche en mi casa y había acabado
medio comatosa, parcialmente bebida, con un aspecto más que deplorable,
durmiendo probablemente sola. Desde luego, yo tenía un máster de seducción
con aprobado justo. La culpa la tenían mis amigas. Siempre me liaban.
Sonreí. ¿Y lo bien que me lo había pasado? Olvidando por un rato todo lo
otro. Eso no tenía precio. Me levanté de la cama y me dirigí al baño. Entré,
sin pensarlo mucho. Quizá tendría que ser un poco más cuidadosa con esas
cosas. Especialmente cuando Logan ya me había dicho de su intención de
quedarse aquí. Pero no, no se me había ocurrido preguntar. Podría habérmelo
encontrado sentado en la taza del váter, no sé. Pero no, tenía que estar allí
totalmente desnudo, en mi ducha, con el agua corriendo por su cuerpo como
si le acariciara con una intimidad que no me importaría para nada tener.
Porqué ese cuerpo era para mirarlo, para soñar con él. Y con un poco de
suerte disfrutarlo. Aunque solo fuera un poquito. Sus ojos oscuros se clavaron
en los míos y su mirada no parecía para nada avergonzada, sinó más bien
divertida. Intensidad, pasión. El calor subió por mis mejillas mientras su
cuerpo reaccionaba ante mi insistente mirada, mostrándome todos sus
encantos en pleno esplendor. Tierra trágame. Fuego devórame. Pero haz algo
vamos. Porqué me estaba muriendo de vergüenza allí en medio, que pese a
ser muy bocas, solo he intimado en mi vida con dos personas y vamos, Logan
parecía realmente de otra especie. Bajé mi mirada, con cierta vergüenza, para
encontrarme una gran cantidad de vendajes en el suelo, empapados de un
líquido de color oscuro, reseco. Sangre. No era la opción más digna del
mundo, desde luego. Pero no es como que pudiera evitar aquello. Sentí que la
cabeza se me empezaba a nublar y perdí el conocimiento, allí en medio del
baño, como si tal cosa. Con el hombre de mis sueños completamente desnudo
frente a mí. Olé yo. Y luego mi padre seguía insistiendo en por qué no había
estudiado medicina, el muy guasón.
Cuando recuperé el conocimiento, me desperté en la cama de mi
habitación. Logan estaba a mi lado, parcialmente inclinado sobre mí, y me
miraba con expresión preocupada. Me sonrió, creo que aliviado y divertido a
la vez. Hice una mueca, antes de sonreírle. Todo parecía estar en su sitio, así
que al menos no me había dado ningún golpe demasiado horroroso.
-Que yo sepa, eres la primera mujer que se desmaya al verme desnudo. -
me dijo con una sonrisa divertida.
-Se supone que la graciosilla soy yo. -le contesté haciendo una mueca y
decidí defenderme. -Tengo un problema al ver sangre, desde pequeña. Suelo
desmayarme, casi por costumbre.
-Así que no tenía nada que ver conmigo. -me contestó él con mirada
oscura, demasiado sugerente.
-No te tengas en tanta estima abuelete. -le contesté con una sonrisa de
oreja a oreja, mientras intentaba incorporarme un poco. Error. La cabeza me
latió un poco y volví a tumbarme. Logan me miró con cierta preocupación.
- ¿Necesitas algo? -preguntó finalmente, esta vez con una voz sin tanto
fondo irónico. Aprendía rápido a devolvérmelas, el tío.
-Si te vistes quizás ayudaría un poco. -le contesté, sin poder evitar mirar
sus torso desnudo, demasiado cerca del mío. No quería mirar más abajo. Por
mi propio bien.
-Me habías dicho que no era nada respecto a mi desnudez. -me contestó
con una sonrisa traviesa, mientras se acercaba a mí y empezaba a besarme
con suavidad, haciendo que me estremeciera. Puse mis manos sobre su
espalda, mientras él se colocaba ligeramente sobre mí. Aún estaba
parcialmente mojado y yo, mareada y todo, no podía negar que tenía ganas de
darle algún que otro mordisquito. Suspiré deseosa. Logan se separó
ligeramente de mí, divertido. Sus ojos me miraban con diversión y
curiosidad.
-No creo que sea el mejor momento, te acabas de desmayar. -me dijo él
con una sonrisa.
-No me vengas ahora con eso. -le contesté haciendo una mueca y
poniendo morritos.
-Eso mismo te decía yo ayer. -me contestó él divertido.
-No te sostenías apenas. -le dije haciendo un gesto disconforme y añadí
mirándole. -¿Es normal esto?
-Solo cuando estoy cerca tuyo. -me dijo él con sonrisa divertida, mientras
acercaba su cuerpo a mí y notaba una notable erección. ¿Sería capullo?
-Me refería a las heridas. -le contesté empujándolo levemente para evitar
perder el hilo de la conversación pensando en esa parte concreta de su
anatomía masculina.
-Curamos rápido, aunque esta vez me ha sorprendido incluso a mí. -dijo
él finalmente, encogiéndose de hombros. -Por la heridas que tenía, calculaba
estar tres o cuatro días sin poder ir de caza.
-Ni siquiera te han quedado cicatrices. -le dije mientras me permitía el
lujo de tocar su hombro y su brazo. Sin evitar mirar su torso, intentando
especialmente no mirar allí abajo.
-La sangre del cazador tiene sus ventajas. -dijo Logan con una sonrisa,
mientras cerraba los ojos y yo seguía acariciándole, con suavidad. -Esto es
una tortura. Una dulce tortura.
-Me gusta tu piel. -le dije con una mirada divertida, viendo como su
rostro se tensaba ligeramente, mientras yo insistía en mi contacto, suave, sin
prisas. Me acerqué a él y empecé a morderle con suavidad el cuello. Un
pequeño gemido me confirmó que mi contacto no le dejaba para nada
indiferente. Aguantó apenas unos minutos, dejándome el control de la
situación, antes de colocarme debajo suyo con un movimiento un tanto
brusco.
-Quiero probar la tuya. -me dijo en un susurro sobre la oreja, mientras
empezaba a morderla con suavidad. Suspiré, divertida con su juego. Sus
manos empezaron a buscar mi piel, debajo de mi camisa. Un mordisco un
poco más intenso, sobre mi cuello, hizo que me arqueara. El timbre de la
puerta. Más insistente que nunca. -Voy a matar a alguien.
Logan se levantó de la cama de un salto, completamente desnudo. Le cogí
de la mano justo antes de que saliera de la habitación.
-Estás desnudo. -le dije entre risas, mientras me levantaba y empezaba a
caminar hacia la puerta, dejándolo en mi habitación, gruñiendo por lo bajo,
enfadado con esa nueva interrupción. La verdad es que yo me lo tomaba
mucho mejor, dentro de que la situación daba de sí. Usé la mirilla para
encontrarme con Anthony fuera, rodeado por varias maletas. ¿De qué iba
eso?
-Yo de ti no iría a la habitación, Logan está algo irritable. -le dije con una
sonrisa mientras abría la puerta y mirando las maletas le pregunté ladeando la
cabeza. -¿Te vas de viaje?
-No. -me dijo con una sonrisa divertida, mientras Logan aparecía a mi
lado, vestido solo con unos pantalones, el torso completamente descubierto. -
Te he traído lo que me pediste.
-Gracias hermano. -le dijo Logan y se cogieron de los antebrazos, de
forma familiar, su expresión era más neutra que cuando había sonado el
timbre. Era un exagerado.
-No estáis hablando en serio. -dije mirando las tres maletas y luego
mirándolos a los dos.
-Ya te dije que la condición de que te pudieras quedar aquí es que yo me
instalaba contigo. -me dijo Logan con mirada divertida, alzando una ceja.
-Esto es peor que una pesadilla. -le dije mirándole con expresión
enfadada. Mi intimidad. Mi casa. Y Logan instalándose así sin más. Que no
es que no me gustara la idea de tener a Logan en casa, a ratitos. Pero
compartir mi espacio. Eso era otra cosa. -¿Hacía falta traer la casa entera?
-Una maleta es de ropa. -dijo Anthony divertido, mientras entraba en el
piso. -Las otras dos están repletas de armas.
-¿Armas? -le dije poniendo los ojos como dos platos y sintiéndo que mi
corazón se encogía. Logan empezó a reír y se acercó a mí, cogiéndome por la
cintura.
-Bromea. -me dijo en un susurro sobre la oreja y mi humor empeoró
todavía más.
-¿Has recogido las vendas del baño? -le pregunté a Logan, ignorando a
Anthony y su sarcástico sentido del humor. Logan me hizo un gesto
afirmativo con la cabeza. -Voy a darme una ducha. Y cuando salga me da
igual lo que hagas con ello, pero no quiero ver las maletas.

Vacié el cajón con la ropa del chico y coloqué parte de la ropa que había
traído Anthony, mientras él me miraba divertido. El ruido de la ducha de
fondo me hacía pensar en Elena, desnuda allí dentro. Lo mío no era normal
para nada. Pero no me importaba. Ella había sido capaz de aceptar mi
realidad, mi mundo. Me había pasado aquella primera noche encerrado en
nuestra guarida pensando en cómo Elena afrontaría aquello. Su reacción me
había sorprendido. Y me sentía extraño. ¿Feliz? Sí, algo así.
-Te veo muy hogareño. -dijo finalmente, apoyado sobre el marco de la
puerta de la habitación de Elena.
- ¿Noto un punto de sarcasmo? - le contesté mientras le miraba con un
bostezo.
-Te has curado más rápido que de costumbre, te hubiera ido bien estar
unos días encamado para no tener tanta tendencia a meterte en problemas. -
me dijo Anthony con mirada dura y añadió finalmente, con un tono algo
preocupado. - ¿Hasta cuando vas a quedarte aquí?
-Hasta que tengamos claro que ella no corre peligro. -le contesté con
mirada firme.
-Te importa realmente. -me dijo Anthony, con mirada inteligente,
silenciosas preguntas en ella.
-Extrañamente, sí. -le dije sentándome a los pies de la cama. -Creo que
tengo un problema.
-En eso estamos de acuerdo. -me dijo con una sonrisa divertida.
-Joder Anthony, no me ayudes. -le contesté finalmente. -Antes he estado
a punto de morderla.
- ¿Morderla? -me preguntó Anthony con mirada curiosa y haciendo una
mueca, empecé a pensar en Elena dentro de la ducha y la respuesta fue
espontánea. Le mostré a Anthony mis pequeños colmillos asomando de
forma indiscreta.
-Realmente tienes un problema. -me dijo Anthony divertido, mientras yo
me sentía un poco confuso con todo aquello. Los colmillos formaban parte
del cazador. Una parte no muy útil, todo sea dicho. En situaciones de estrés,
especialmente en el calor de la batalla, solían mostrarse. Pero el resto del
tiempo se mantenían retraídos, perfectamente ocultos dentro de las encías,
como en un humano. Nada que ver con la imagen del cine de sanguinarios
vampiros. Es cierto que en el proceso de conversión a cazador debíamos
beber sangre de un cazador. Y que la forma usada habitualmente para
desgarrarse uno mismo la muñeca y darle de beber al humano moribundo
solía ser mediante los propios colmillos. Pero aparte de eso, no nos
alimentábamos de sangre, ni nada por el estilo. Pero de aquí a desear morder,
morder de verdad… era algo extraño incluso para mí. Todo aquello hacía que
me sintiera extraño con la forma en que mi cuerpo reaccionaba con Elena. Al
menos esa parte de mi cuerpo. Del resto era perfectamente consciente y lo
único que me preocupaba era cuando conseguiría su objetivo. Sin nuevas
interrupciones. Pero lo de los colmillos me tenía preocupado. Sabía que era
perfectamente capaz de controlar ese instinto, pero el hecho de tenerlo no era
normal.
- ¿Nunca te ha pasado? -le pregunté esperanzado, Anthony era más joven
que yo, pero él había sido más propenso a buscar mujeres. Al menos en los
últimos siglos.
-Nunca. -me dijo él con aspecto divertido. -Aunque no te negaré que
estoy convencido de que tu chica si se lo propone puede llegar a ser irritante.
Hace mucho que no buscabas una mujer, que no reclamabas a alguien con
quien estar un tiempo. Quizás sea por eso.
-Quizás. -le dije haciendo una mueca, para nada convencido con aquello.
-Se me hace extraño que sepa de nosotros. -me dijo Anthony finalmente,
mientras salíamos de la habitación y le acompañaba a la puerta del piso, sin
poder dejar de pensar en la ducha que se oía de fondo. Tentador.
-No pensaba que lo fuera a llevar tan bien. -le dije finalmente, con un
gesto afirmativo.
-Realmente no crees que esté en peligro. -me dijo Anthony con una
sonrisa divertida y añadió en un susurro. - ¿Crees que sabiendo todo lo
nuestro va a querer acostarse contigo después de todo?
-Eso espero. -le dije con mirada divertida, mientras Anthony reía por lo
bajo mientras marchaba del piso de Elena, con las maletas parcialmente
vacías. Excepto por los restos de ropa que el chico tenía en el piso. Saber que
no quedaba nada de él, o al menos nada de su ropa, tras vaciar cajones y un
par de piezas de hombre que había en el armario, me hacía sentir satisfecho.
Me quedé varios segundos frente a la puerta del baño, sin tener claro si entrar
y continuar en el punto que estábamos cuando mi hermano había venido. Era
tentador. Cerré los ojos, relajándome, cuando sentí mis colmillos emerger de
nuevo. Sería mejor que fuera a mirar que podía encontrar por la cocina.
Quizás debería decirle a Elena sobre mis colmillos, no fuera que entregados
el uno en el otro, los viera y se asustara. No tenía intención de morderla.
Ganas sí. Pero no haría algo así. Era una idea extraña, aberrante. Y sin
embargo, no podía evitar sentir una extraña excitación al pensar en ello.
Deseo. Del que te empalma rápido. El que se tendría que dar una ducha, de
agua bien fría, era yo. Y pronto.

Salí de la ducha con la cabeza un poco más clara. El olor a comida me


invadió de forma familiar y fui directa a la cocina. Logan estaba vestido,
desafortunadamente. Una camisa blanca cubría ese cuerpo perfecto que ya
empezaba a conocer de memoria y unos tejanos gastados le daban un punto
informal. Sexy. Aunque con ese cuerpo, cualquier cosa que se pusiera supuse
que le sentaría de maravilla. Me sonrió y me acerqué a mirar con interés el
origen de aquel olor. Una cazuela repleta de lo que parecía un estofado. Tube
dudas de si Anthony le había traído también la compra o aquello realmente
había salido de mi nevera. No es que yo no cocine. Soy un genio con el
horno, las hamburguesas, la pasta y las ensaladas exóticas. Una superviviente
nata. Mi mayor éxito culinario era la tortilla de patatas que me enseñó a
hacer de niña mi abuela, de cinco centímetros de grosor, con el centro jugoso
y el exterior dorado que daba el pego en cualquier fiesta. Pero de aquí a hacer
guisados propiamente, la verdad es que no. Logan me tendió la cuchara de
madera para que lo probara y tras bufar suavemente, me deleité con el gusto.
Quizás no estaría del todo mal tenerlo en casa una temporada, después de
todo, me dije con una sonrisa traviesa.
-Así que sabes cocinar. -le dije con una sonrisa divertida.
-He tenido tiempo para aprender. -me dijo él con una sonrisa generosa,
mientras apagaba el fuego y empezaba a rebuscar por los armarios de la
cocina, hasta encontrar los platos. Sirvió dos raciones generosas mientras yo
cogía vasos y cubiertos. Nos sentamos en el comedor, como si aquello fuera
normal. Como si realmente viviéramos juntos. Una parte de mí quería
morirse del susto. Y otra parte no estaba del todo disgustada con todo
aquello. Siempre he sido un poco bipolar, todo sea dicho. -Tus amigas son
simpáticas.
-No se puede negar que saben divertirse. -le dije con un brillo travieso,
recordando destellos de las conversaciones de la noche anterior. Ya ni la
vergüenza me podía, después de que sacaran varios de mis trapos sucios de
cuando éramos adolescentes. Logan me miró divertido, creo que recordando
algunas de esas anécdotas, precisamente.
- ¿Mañana trabajas? -me preguntó finalmente, después de una
conversación silenciosa de sonrisas divertidas ante vagos recuerdos. Los míos
especialmente vagos. Aunque al menos la resaca parecía haber desaparecido.
-Por desgracia. -le dije refunfuñando un poco. -He quedado con Aria para
comer, mañana trabaja solo unas horas.
- ¿Quieres que salgamos a hacer algo esta tarde? -Logan no parecía muy
convencido con aquello, y eso me hizo especialmente gracia. Tan autoritario
para otras cosas, mandón vulgarmente dicho, y era un desastre para un
coqueteo cualquiera.
- ¿Me estás invitando a salir? -le dije con una sonrisa divertida, mirada
pícara. No se sonrojó, pero alzó las cejas, a modo de advertencia silenciosa.
Pero era demasiado divertido entrar en el juego de provocarle un poco. Y a
mí me gustaba divertirme.
-No es la primera vez. -me dijo él finalmente. - ¿No es eso lo que se suele
hacer cuando no se trabaja?
-Pues sí. -le dije mirándolo divertida. -Aunque también hay formas de
divertirnos en casa.
-Ciertamente. -me dijo él mientras su mirada se enturbiaba levemente
ante mi sugerencia, para nada sutil. - ¿Alguna preferencia?
-Me gusta el cine. -le dije tras unos segundos de comérmelo con los ojos,
en los que podía sentir su tensión. Le sonreí y me levanté para dejar los platos
en la cocina, sin pasarme desapercibida su tensión y como me miraba con
ganas de cogerme y encerrarme en la habitación. Lo mío no era ser mala. Al
menos no mala del todo. Bueno, quizás sí un poco. Me estaba riendo por lo
bajo, por el aspecto rígido con el que había dejado a Logan en el comedor,
cuando su cuerpo me aprisionó contra el mármol de la cocina. Su cuerpo
enganchado a mi espalda y su boca buscando mi cuello, mientras yo me cogía
al mármol para controlar la presión de su cuerpo sobre el mío y las reacciones
que eso despertaba en mi propio cuerpo. Me sacó la camiseta y me giró, para
sentarme sobre el mármol, quedándome a su altura. Sus besos se
profundizaron y sus manos buscaron mi piel.
-El cine más tarde. -me dijo con voz ronca, mientras volvía a mi cuello.
Sentí una punzada en el cuello, un mordisco que se convertía en un chupetón
que me dejaría un buen moratón, mientras gemía de placer, deseando más.
Deseándolo a todo él. Sentí su cuerpo buscar el mío, pese a la ropa. Todo nos
sobraba en ese momento.
-Joder. -dijo Logan separándose de mí de forma brusca, como si algo
fuera realmente mal. Le miré sin entender nada. Colmillos. Dos colmillos.
Asomando como si nada. Y restos de algo rojizo en sus labios. Mis pupilas se
dilataron antes de que la niebla volviera a mí. Sangre. ¿Sería cabrón? Tanto
cazador de demonios y tanto misticismo para acabar siendo un chupasangres
sin más. Un maldito vampiro. Dándose el lote con mi yugular, repleta de
jugoso zumo A+. Y yo que pensaba que lo que le interesaba de mí era mi
mordaz ingenio, mi arrebatadora personalidad y para qué negarlo, un buen
polvo. Bendita inocencia. Supe que me había cogido antes de caer al suelo.
Antes de volver a perder el conocimiento por completo. Algo que empezaba a
ser molestamente frecuente, desde que él había aparecido en mi vida.
V

Me desperté en mi cama, como si nada hubiera pasado, pero los recuerdos


llegaron todos de golpe. Estaba sola. Así que no tuve prisa en levantarme.
Total. No tenía claro que discutir con un vampiro fuera una opción muy
inteligente por mi parte, pero era eso o intentar salir por la ventana. Siendo un
cuarto piso no era una opción tampoco muy buena, que digamos. Podía
intentar esconderme allí, de forma indefinida. Aunque empezaba a tener
muchas ganas de ir al lavabo. Y lo de hacerlo en un rincón de la habitación
tampoco me parecía una idea brillante. Además de que si no acababa muerta
en breve, luego me tocaría pasar el mocho. No, mejor ir al lavabo. Con los
riesgos que conllevaba salir de la habitación y todo. Me quedé escuchando
por la rendija de la puerta de mi habitación. Se podía oír la televisión de
fondo. Con un poco de suerte no me oiría. Me decidí y fui descalza hasta el
baño, cerrando el pestillo y sintiéndome a salvo al hacerlo. Primer paso,
mear. Una sensación de alivio pleno me invadió, ante algo tan insignificante.
Creo que solo el hecho de plantearme hacerlo en mi cuarto me hacía valorar
la comodidad (y la higiene) de usar un inodoro. Tiré de la cadena por instinto,
y luego me quedé paralizada. Desde luego, si lo que quería era pasar
desapercibida, eso no había sido muy inteligente. Esperé durante un par de
minutos, casi esperando que golpearan la puerta. O la tiraran abajo. Pero
como no parecía pasar ninguna de ambas cosas, decidí seguir con mi orden
de prioridades. Mi cuello. No tenía claro si aquello era buena idea, teniendo
en cuenta que el suelo del baño no era el lugar más adecuado para perder el
conocimiento, pero tenía la necesidad de verificar el estado de esa área
concreta de mi anatomía. Intentando no pensar en Logan. Y en sus colmillos.
Menudo zopenco mentiroso. Cogiendo aire con fuerza, llegué hasta el espejo.
Retiré mi pelo, que caía enredado por todos lados, para dejarlo expuesto. No
había ninguna marca, para mi sorpresa. Me toqué, sin sentir nada llamativo
en él. No dolía. No se veía ningún hematoma. Ni los dos agujeros punzantes
que yo estaba convencida que encontraría. ¿Lo había soñado? ¿Me estaba
volviendo loca? A ver, un poco loca no podía negar que ya estaba de base.
Pero tanto como para tener alucinaciones de esa magnitud, diría que no.
Supose que Logan había hecho algo para que se cerrara la herida. El beso de
un vampiro. Me estremecí. Pero al menos no me desmayé con el recuerdo.
Estaba orgullosa de mí misma. Y con esa energía que había encontrado al
contactar con mi yin, salí al pasillo en dirección al comedor, hecha una fiera.
- ¡Cómo vuelvas a tocarme, te juro que te mato! -rugí indignada mientras
usaba un cepillo de pelo a modo de porra amenazando al aire, seguramente
sin demasiado éxito. Pero era eso o el desatascador del baño, y aunque
ninguno de los dos eran realmente una gran arma ofensiva, al menos con el
cepillo no me sentía tan ridícula como con el otro.
-Somos prácticamente inmortales. -me dijo Iker, sentado en el sofá de mi
casa, cerveza en mano y mando de la televisión a su lado, con mirada
divertida. No me esperaba que Logan no estuviera en casa. Mira que
ridiculez. Miré a Iker. No sentía un odio tan profundo hacia él como hacia
Logan, en esos momentos. Aunque era lo suficientemente lista como para
saber que él tenía que ser lo mismo que Logan. Gran inteligencia la mía en
esa deducción, todo sea dicho. Alcé mi cepillo, mirándole con expresión
severa.
-Si me tocas, te arrepentirás. -le dije intentando mostrarme lo más dura
posible. El cabreo era real, al menos.
-Algo así me ha dicho Logan antes de marchar, hecho una fiera. -dijo Iker
con una sonrisa, mientras se encogía de hombros. No creo que se hubiera
tomado mi amenaza demasiado a pecho, siendo sincera, pero estaba
convencida de que la amenaza de Logan sí que era algo a considerar. - ¿Qué
le has hecho?
- ¿Qué qué le he hecho? -le contesté alucinando, mientras él me miraba
con cierta preocupación que parecía genuina y empecé a rugir mientras
caminaba dando vueltas por el comedor, totalmente enfadada -¿Qué qué le he
hecho? ¿En serio? ¡Será qué me ha hecho él!
-¿Logan? -me dijo Iker con mirada sorprendida y como si intentara
justificarlo añadió haciendo una pequeña mueca conciliadora -¿Ha sido
demasiado duro? Hacía siglos que no estaba con una mujer.
-Pues ya se puede ir buscando otra. -le dije con mirada dura, parándome
durante unos segundos de dar vueltas por todos lados para mirarle y alzar mi
cepillo en su dirección. Al menos no se rió de aquel gesto, pero parecía
preocupado.
-Sea lo que se lo que haya pasado, no puedes cerrarte así a él. -me dijo
Iker con mirada firme, preocupada. -Todos sabemos cuál es el final que nos
espera, pero seguimos luchando para alargar el tiempo que le queda a la
humanidad. Logan lleva ya demasiado tiempo en esta lucha. Sin algo que le
inste a seguir, cualquier día simplemente dejará de luchar.
-¿Y qué pinto yo en todo eso? -le dije con mirada dura, un poco hasta las
narices de sus luchas y guerras épicas. Zombis. Vampiros. Solo me faltaba
que el perro de la vecina del tercero, que siempre intentaba mearse en nuestro
portal, fuera en realidad un hombre lobo.
-Logan ha empezado a ser él de nuevo, desde que tu apareciste. -me dijo
Iker con mirada llena de esperanza. -Más humano. Más inestable
emocionalmente hablando, pero menos frío, menos apático. Vuelve a sentir.
-Lo que va a sentir es una puerta en su cara cómo intente volver a mi piso.
-le dije mostrándome dura, aunque sus palabras habían dejado algo dentro de
mi corazón. Que analizaría más tarde. A solas.
-Está oscureciendo. -me dijo Iker con un suspiro preocupado. -No puedes
quedarte sola, pero si quieres puedo avisarle que quizás esta noche sería
mejor que me quede yo si no queremos que corra más sangre.
-Vete a la mierda. -le dije ante su comentario, sintiendo que un escalofrío
recorría mi cuerpo ante sus palabras, mientras le daba la espalda y me
encerraba en mi habitación, dando un portazo como solía hacer a los catorce.
Solo que en vez de escuchar a mis padres chillando a continuación, se hizo un
silencio pesado, roto solo por la voz de fondo de un presentador de la
televisión. Mi vida era una pesadilla. Y lo peor de todo es que no tenía para
nada claro de cómo salir de todo aquello.

Estuve encerrado en el gimnasio durante toda la tarde. Anthony me miró


y no me dijo nada. Tuvo la sensibilidad de ocultar al chico de mí. No estoy
seguro de cómo hubiera reaccionado ante su presencia. Sentía una rabia
infinita y no podía canalizarla de ninguna manera, incluso después de horas
allí encerrado seguía notando mi cuerpo completamente despierto, sin fatiga
alguna. Me odiaba a mí mismo. Y me sentía vulnerable. Cosa que aún me
cabreaba más. ¿En qué momento había perdido el control de mí mismo? ¿En
qué maldito momento no había tenido otra cosa en mente que clavar mis
colmillos en ella y beber de su sangre? Estaba condenadamente enfermo. No
tenía claro si su mirada había sido de miedo. O de odio. Pero no podía
sacarme de la cabeza la expresión de sus ojos azules cuando me había visto,
al separarme de ella. Al conseguir recuperar la lucidez. Demasiado tarde.
Solo quería besarla, disfrutar juntos de ese tema pendiente que nos quedaba.
Pero se me había ido la cabeza. Esperaba poder centrarme mejor en el resto
de las cosas después de liberar esa tensión que había entre nosotros. No me
negaría que lo que sentía por ella no era solo deseo. Que desde luego, sí
sentía. Pero había mucho más que eso. Deseaba protegerla. Deseaba su
compañía. Ser el centro de sus miradas. De sus sonrisas. Era una realidad que
se me hacía extraña, como un recuerdo de un pasado tan lejano que apenas
era capaz de recordar con nitidez. Enamorado. Joder, Iker me lo había soltado
a la cara, el día que la había conocido. Él día que me había rechazado. Me
vino aquel recuerdo como si lo estuviera viviendo en ese momento. “La de
ojos azules es mía”, una sutil amenaza en mis palabras. Un gesto curioso en
la mirada de Anthony, mientras me sentaba en un taburete, sin dejar de
mirarla después de haberla sentido entre mis brazos, dejándose llevar como si
estuviera esperándome. A mí. Y a nadie más. Tenía pareja. Más le valía al
hombre no aparecer por allí. Porque si alguien le ponía una mano encima, no
tenía claro poder controlarme. Era mía. “Ahora resultará que Logan se nos
ha enamorado”, la voz de Iker, con un tono cargado de diversión e ironía fue
como un golpe en la cara. Yo no estaba enamorado. Para nada. Le gruñí,
mientras él y Anthony se alejaban entre risas para entrar dentro de la pista a
bailar con las mujeres que encontraran por el camino. Quizás para acabar en
casa de alguna de ellas. O en cualquier lugar. Eso era lo que yo había
pretendido. Había muchas mujeres allí. Pero no me interesaban. Hacía años,
que no me interesaban. Hasta esa noche. Y sentía una tensión creciente en mi
cuerpo. Que había ido a peor desde que la había conocido. Desde que la había
besado. Desde que había podido probar su piel. Y su sangre. Maldito fuera
yo. Porqué me sentía completamente perdido. Y sabía que aquello Elena no
me lo iba a perdonar fácilmente. Y lo que era peor, no estaba seguro de poder
evitar que aquello volviera a pasar. Tan seguro que me mostraba de mi
mismo durante los últimos siglos y una humana había conseguido nublar mi
mente como si fuera una Diosa. Iker me dejó un mensaje de voz en el
contestador. Lo escuché algo así como cinco veces. Y cada vez que lo hacía
una mezcla de rabia y de desesperación me invadía. Y los celos. ¿Desde
cuando yo era tan patológicamente celoso? Iker durmiendo en su casa.
Confiaba en él, podría mi vida en sus manos. Y sin embargo, me sentía
inquieto. Esa proximidad entre ellos me irritaba. Salí de caza. Era lo menos
malo que podía hacer. Porqué tener a Fer por mi territorio, sabiendo que él
había estado con Elena, me ponía de los nervios. Dejé que la noche me
envolviera, sintiendo mis sentidos agudizarse mientras la oscuridad florecía a
mi alrededor. Trepé por la fachada de una casa de ladrillos, ayudándome de
los pequeños sobresalientes, sin demasiada dificultad. Hoy me sentía
especialmente ligero. Ya en el tejado, dejé que mi mente vagara, buscando
alguna alteración en las vibraciones naturales de las cosas. Era algo que no
era capaz de hacer durante el día, pero sí durante la noche. Había tardado
varios siglos en perfeccionar esa sensibilidad, que nos permitía localizar
dumas incluso en su estado etéreo. Aunque sólo podíamos dañarlos si se
materializaban, muchas veces podía localizar algún duma solitario pero tras
pasarme la noche entera esperando, tenía que volver a casa con las manos
vacías. Suspiré, intentando concentrarme. Un pequeño zumbido. Dos. Tres.
Busqué un camino entre los tejados de la ciudad, en esa dirección. Había
algo, como una interferencia de fondo, que no era capaz de interpretar. Tras
seguir las vibraciones, llegué a un lugar que me era extrañamente conocido.
Mi corazón empezó a latir con más fuerza. Los dumas se habían agrupado.
Tres. Se desplazaban buscando algo, pero sin alcanzar a encontrarlo. Había
gente en la calle. Varios restaurantes y un par de locales de copas. Entre
varias tiendas cerradas. La óptica en la que trabajaba Elena. Empezaron a
moverse, como si finalmente hubieran encontrado algo. Las seguí, con un
sudor frío en el cuerpo. Solo quería asegurarme de que no se acercaban a ella.
A su casa. Pero la suerte y el sentido común no parecían estar de mi parte.
Envié un texto a Iker, para que estuviera alerta. No tenía para nada sentido.
Elena no podía ser su objetivo. Quería creer que habían sentido la presencia
de Iker. Que era eso lo que les guiaba en esa dirección. Pero era demasiada
coincidencia. Y ahora no solo tenía un problema para poder estar con Elena.
Tenía un problema para poder protegerla dignamente, sin estar con ella. Le
envié mi ubicación a Anthony y cuando los dumas empezaron a cambiar su
vibración, para materializarse, a tan solo unos metros de la casa de Elena, me
lancé al vacío invocando a mis alfanjes en el aire. Dos brillantes espadas
aparecieron en mis manos, su luz me sorprendió durante una fracción de
segundos. Había una intensidad en ellas que no era habitual. Pero no era el
momento de pensar en aquello. Caí detrás del duma que había empezado su
transformación. Hundí mi sable en un golpe descendente que cortó su torso
en profundidad, mientras con el movimiento de la inercia lanzaba el otro
alfanje en dirección al segundo duma más próximo. El impacto fue sobre su
abdomen y el arma se quedó allí clavada, mientras a su alrededor pequeños
destellos azules empezaban a surgir, iluminando al duma como si la energía
de la espada estuviera creando pequeñas corrientes dentro del duma. Estiré mi
mano diestra para separar el alfanje del torso del duma que tenía enfrente,
mientras con una patada alejaba el apestoso cuerpo de mi posición. Me quedé
quieto mirando lo que pasaba a mi alrededor, con cierta sorpresa esta vez. El
filo de la espada había quedado marcado por una fina línea azul, con el brillo
de la magia antigua. Los dumas heridos parecían incapacitados. Y eso era
sorprendente, porqué habitualmente, dan mucha más guerra que eso. Quiero
decir que un buen corte les daña, especialmente con nuestras armas
invocadas, pero solían seguir dando guerra hasta que conseguías decapitarlos
o perdían una parte importante de su esencia por sus heridas. Aquello no era
normal. Y no es que un poco de ayuda extra no fuera bienvenida, después de
todo. El tercer duma se lanzó contra mí y pude controlar su garra con el filo
de mi espada, mientras invocaba al otro alfanje, clavado en el segundo duma
que parecía paralizado en la distancia. Un solo duma y dos armas en mis
manos era una apuesta segura, que no tardé en ganar. Los otros dumas
empezaban a recuperarse de su estado de letargo, mientras el brillo poco a
poco desaparecía de sus cuerpos. Casi por experimentar el nuevo poder de
mis armas, lancé una a cada uno de los demonios, algo que no haría
habitualmente. Siempre mantenía una mano armada. Y sin embargo, el
resultado volvió a ser el mismo tras el impacto de la arma en ellos. Como si
mil pequeños rayos surgieran de ellos, iluminando su recorrido por el oscuro
decrépito cuerpo de los dumas. Anthony se dejó caer a mi lado, mirando a los
dumas con curiosidad. Su montante brillaba amenazadoramente, pero su
brillo era apenas un susurro, un murmullo, en comparación al de mis
pequeñas. Las llamé de nuevo, apareciendo de nuevo en mis manos.
- ¿De qué va esto? -me preguntó mirando a los dos dumas, paralizados,
mientras la luz brillante azul seguía latiendo en ellos y se apagaba poco a
poco, ante nuestra atenta mirada.
-No tengo ni idea. -le contesté, mientras con un movimiento de cabeza le
indicaba que se ocupara del duma que le quedaba más cerca mientras yo me
ocupaba del otro. Desaparecieron sin más.
-No parece que haya más en la zona. -me dijo tras hacer que su montante,
un enorme espadón que blandía a dos manos, desapareciera. Miré a mis
pequeños alfanjes, dos armas de filo curvo algo más cortas que una cimitarra,
con admiración y respeto. Mis pensamientos se cortaron al escuchar a
Anthony añadir. -No quiero ser alarmista, pero estamos frente a la casa de tu
chica.
-Dime algo que no sepa. -le dije haciendo una mueca, enojado. Le envié
un mensaje a Iker y entré cuando el portal empezó a vibrar. Iker nos esperaba
arriba, con la puerta abierta. Las luces de la casa estaban cerradas.
-Duerme. -me dijo Iker dejándonos pasar, quise ir a su habitación,
asegurarme de que estuviera bien, pero Iker me puso la mano en el pecho. -
No la despiertes. No sé qué ha pasado pero está muy cabreada contigo. Si te
encuentra espiándola no creo que ganes puntos, precisamente.
Le gruñí y creo que mi mirada era más la de un animal que no la mía
propia. Nadie me decía cómo tenía que tratarla. Iker se hizo a un lado y fui en
dirección al pasillo. Me quedé unos segundos frente a su puerta. Escuchando
su respiración regular. Tranquila. Abrí la puerta con cuidado y entré en su
habitación. Su pelo oscuro estaba revuelto. Estaba parcialmente abrazada a su
cojín y sentí un feroz deseo de que fuera mi cuerpo al que se abrazara entre
sueños. Me quedé allí unos minutos, contemplando fascinado su rítmica
respiración. Era preciosa. Finalmente me acerqué con cuidado hasta la cama,
para darle un suave beso en la frente. Suspiró, como si de alguna forma
pudiera sentir mi presencia. Deseaba despertarla. Besarla. Compensarla por lo
que le había hecho. Pero las palabras de Iker vinieron a mí. No así. De
aquella forma. Tenía que ser paciente. Tenía que conseguir que confiara en
mí de nuevo. Que me perdonara. Y tenía que conseguir controlar mis propias
reacciones cuando se trataba de ella. Salí de la habitación y me encontré a
mis dos hermanos en la cocina, con la luz encendida. Tres tazas sobre el
mármol. Algún tipo de infusión.
- ¿Me las enseñas? -me dijo Iker con mirada curiosa cuando llegué hasta
ellos mientras le daba un trago a la bebida caliente. Regaliz y té negro.
Suspiré y me concentré para invocar mis alfanjes, haciéndolas desaparecer
después de que las observaran con curiosidad.
- ¿Y dices que paralizan a los dumas? -le preguntaba con cierta
desconfianza Iker a Anthony. No podía culparle, yo ni de coña me hubiera
tragado eso sino lo hubiera vivido en primera persona. Igual que Anthony.
Un gesto afirmativo, pensativo.
- ¿Qué ha pasado hoy? -me preguntó Anthony finalmente, mirándome
con aspecto intrigado mientras añadía como pensando en voz alta - ¿Podría
ser que reaccionen a tus emociones? No recuerdo haberte visto así en siglos.
- ¿Así de qué? -le pregunté elevando una ceja, amenazante.
-Intenso. -me dijo él con una mirada oscura, pero con un deje de
diversión. -¿Qué te ha hecho exactamente la humana?
- ¿O qué le has hecho tú? -me dijo Iker con mirada curiosa. Algo en sus
palabras me llamó la atención. Había hablado con Elena, de alguna forma.
Me había advertido que ella estaba enfadada conmigo. Lo que significaba que
en algún momento ella había hablado con él. Me sentía derrotado, consciente
de que tenía que explicarles a mis hermanos todo aquello. Aunque no me
sentía precisamente orgulloso de ello.
- ¿Qué te ha dicho? -le pregunté con mirada ansiosa mientras Iker me
miraba con cierta preocupación.
-Que no quería que volvieras a tocarla. -me dijo finalmente, sin perder
detalle de cómo reaccionaba al escuchar aquello. -Y que si intentabas entrar
en su piso, te cerraría la puerta en la cara.
Me froté los ojos y el puente de la nariz. Tenía toda la razón del mundo
en comportarse así. Pero dolía. Suspiré agotado, finalmente.
-La he jodido. -dije finalmente haciendo una mueca. Los dos sonrieron
ante mi confesión.
-Algo así me he supuesto, le he dicho que llevabas muchos años sin tocar
una mujer, que igual se te había descontrolado un poco. -me dijo Iker
intentando mostrarse comprensivo.
-No me refería literalmente. -le contesté mientras miraba mi taza,
parcialmente vacía, como todas mis perspectivas. -La cosa se ha calentado. Y
la he mordido.
-No hablas en serio. ¿Has bebido de ella? -me dijo Anthony mirándome
mientras ponía su mano sobre mi hombro y yo suspiraba agotado y
humillado, mientras hacía un gesto afirmativo con la cabeza. Podía haberme
ahorrado esa confesión, pero Iker seguramente ya se había hecho una
composición de aquello por el aspecto de su cuello. Y Anthony ya sabía de
mis extrañas tendencias respecto a Elena. Mejor dejar las cosas claras.
-Es imposible, ella no tenía ninguna marca. -dijo Iker, totalmente
sorprendido con aquello. - ¿Lo habías hecho antes? ¿Es por eso por lo que
evitabas a las mujeres?
-No Iker, es la primera vez que se me va la cabeza así. -le dije haciendo
una mueca ante su extrema curiosidad por aquello, sintiéndome menos mal si
al menos no tenía el cuello lleno de cardenales. -No estaba con mujeres
porque las tenía aburridas. Pero Elena despierta todos mis sentidos. Incluso
algunos que están totalmente fuera de lugar.
- ¿Y si eso es lo que hace que tus armas se hayan vuelto así de poderosas?
-dijo Anthony mirándome con curiosidad. -Como si despertara la esencia más
primitiva del cazador.
-Beber de una mujer con la que quieres acostarte no llega siquiera al nivel
de primitivo. Es atroz por no decir que la mujer en cuestión se desmaya
cuando ve sangre. -le dije haciendo una mueca y Anthony me miró con
expresión solidaria, como si me intentara animar, a su manera.
- ¿Y si es su sangre? -dijo Iker mirándonos con las pupilas dilatadas y me
puse de pie de golpe con una mirada cargada de autoridad.
-Ni se te ocurra pensarlo siquiera. -le dije con dos tonos más roncos del
que era mi nivel habitual. La sola idea de que alguien bebiera de Elena sí que
despertaba los instintos más primitivos, no tanto del cazador, sino del hombre
que había en mí. El que tenía muy claro que Elena era suya. Y no tenía para
nada intención de compartirla.
-No digo que bebamos de ella. -dijo Iker poniendo cara de asco, lo que de
alguna forma aplacó un poco mi actitud protectora sobre ella. -Digo que
quizás su sangre ha tenido algún tipo de efecto sobre tí. Quizás por lo que
sientes por ella. No se, pero podría ser algo en lo que pensar. Digo yo que no
será casualidad.
-Especialmente si dos veces en una semana los dumas parecen ir a por
ella. -dijo Anthony mirándome con aspecto preocupado, mientras entornaba
ligeramente los ojos. Esa afirmación golpeó mis consciencia. Duramente. Si
los dumas iban a por ella, no habría sitio en el mundo entero donde pudiera
ocultarla. Una especie en extinción. Una idea cruzó por mi cabeza. Absurda.
La rechacé, casi al instante.
-Podemos llamar a Nicholas y a Quin. Organizarnos. En vez de ir de caza,
la caza vendrá a nosotros. -dijo Iker mirándome con expresión solemne. -No
va a pasarle nada, mientras podamos evitarlo.
-Gracias. -le dije enlazando mi antebrazo con el suyo, de forma ritual
entre hermanos. Anthony se acercó a nosotros y enlazando mi antebrazo libre
con el suyo, añadió:
-Intenta solucionarlo con ella, de alguna forma. Tenerte cerca del chico
no es la mejor de las ideas en estos momentos. Sería mejor que pudieras
instalarte aquí, patrullaríamos la zona a la noche. Pero estoy con Iker en que
de alguna forma, lo que sientes por ella no solo está afectando a tu sentido
común, algo que nunca ha sido uno de tus puntos fuertes, en cualquier caso.
El otro día sacaste adelante a cinco dumas tú solo. Y hoy tus espadas tienen
el poder de paralizar. No puede ser una coincidencia.
-Quizás deberíamos hablar con el viejo. -dijo Iker haciendo una mueca.
Hice un gesto afirmativo, muy a mi pesar mis hermanos tenían razón. Lo que
me estaba pasando no era normal. Ni la necesidad que sentía respecto a
Elena, aunque me negaba a ponerle nombre a aquello. Pero eso no significaba
que no hubiera pasado antes. A algún otro cazador. Y uno de los cazadores
más antiguos, tenía la extraña costumbre de documentarlo todo. Nadie
entendía como aquel medio niño había sido capaz de derrotar un duma. De
convertirse a cazador. Le llamábamos el viejo por su edad, aunque parecía un
chaval sin músculo siempre encerrado entre sus papeles. El más atípico de los
cazadores. Y el más pesado, sin lugar a dudas. Todos lo conocíamos y lo
evitábamos en la medida de lo posible. Pero si alguien podía tener alguna
respuesta. Era él. Por eso era una pieza clave en nuestra cultura. Aunque tenía
de cazador lo que yo de corderito.
-Contacta con Nicholas y Quin. Que vengan. -le dije a Iker finalmente. -
Yo hablaré con el viejo. Mañana.
- ¿Nos vamos entonces? -me preguntó Anthony.
-Vamos a asegurar el perímetro. -le dije con un gesto afirmativo. -Mañana
acompáñala al trabajo y quédate vigilando la zona hasta que te releve.
Cuando salga del trabajo hablaré con ella. No creo que corra peligro durante
el día, pero de momento no vamos a dejar nada al azar.

Me desperté con la alarma de mi teléfono móbil, pero a diferencia de


otras veces, el olor a café me animó a salir de la cama en vez de esconderme
entre las sábanas hasta que sonara la segunda y tercera alarma que tenía
programadas para días perezosos. Lunes. Me vestí en la habitación, con unos
tejanos ajustados y una camiseta de manga corta. El tiempo estaba
empezando a cambiar, se acercaba el otoño, pero yo soy una amante del
verano, por lo que siempre tiendo a intentar aguantar con manga corta hasta
que un día me pelo de frío. Y como soy animal de costumbres, cada año
acabo con un resfriado considerable como premio. Me encerré en el lavabo a
peinarme y maquillarme un poco. No tenía claro quien estaba en la cocina.
Cruzaba los dedos porque fuera Fer. Aunque no me hacía ilusiones al
respecto. Iker era la apuesta más probable, aunque en el fondo deseaba que
fuera Logan. No es como que hubiera olvidado todo lo que había pasado. Lo
que me había hecho. Pero bien tenía derecho a chillarle un poco, digo yo. Y
como mínimo me debía una disculpa. Crucé los dedos. Que no fuera
Anthony. Ese conseguía sacarme de mis casillas con demasiada facilidad.
Estaba claro que no nos gustábamos mucho mutuamente, y ninguno de los
dos tenía especial interés en aparentar lo contrario. Sonreí. Al menos iba de
cara, y eso no le podía negar que me gustaba más que una falsa simpatía.
-Buenos días. -me dijo Iker mientras entraba en la cocina y me sentaba en
un taburete. Me tendió una taza de café con leche y un plato con tortitas que
me quedé mirando sorprendida. Por lo visto no solo era Logan el que parecía
a gusto en la cocina. -¿Has dormido bien?
-No puedo quejarme. -le contesté mientras enterraba mi cara en el café
con leche con un suspiro de felicidad. -Gracias por el desayuno.
- ¿Hacemos una tregua? -me dijo con una sonrisa, mientras me miraba
esperanzado. Sonreí. El tipo medía unos dos metros aunque era todo él tan
grande que no era su altura lo que más destacaba en él. Pelo oscuro, ojos
verdes y rasgos masculinos. Y sin embargo, no me inspiraba absolutamente
nada. Un poco de pena, viendo su papel de niñera y la forma en que le traté
anoche. Pero poco más.
-No estoy enfadada contigo. -le dije finalmente. -Me reservo el cabreo
para Logan.
-Ayer a la noche me explicó lo que pasó. -me dijo Iker, mirando su
comida como si no se atreviera a mirarme a la cara. Lancé un pequeño bufido
bajo. -Eso no es para nada habitual en nosotros. Y Logan jamás había hecho
algo así. Se que es él el que tiene que hablar contigo, pero no es muy dado a
pedir disculpas y creo que esto le supera un poco.
- ¿Pretendes hacer ver que no sois vampiros? -le dije haciendo una mueca
y él levantó la mirada de su plato y me miró con sorpresa.
-Por supuesto que no. -me dijo él casi divertido.
-Claro. -le dije yo haciendo una mueca, sin creer para nada en sus
palabras.
-Somos cazadores de demonios. -me dijo él haciendo una mueca. -
Podemos estar bajo el sol y comemos con total normalidad. Eso no sería muy
propio de un vampiro. ¿No?
-Tenéis colmillos, mordéis a la gente y bebéis sangre. -le dije alzando el
mentón desafiante. Ale, ya estaba todo dicho. Al menos Iker no parecía ni en
un arrebato pasional ni con un cabreo considerable. Quizás no había sido
mala opción hablar de esto con él.
-Tenemos colmillos. -admitió finalmente Iker. -Pero no mordemos a la
gente y solo bebemos sangre cuando nos convierten.
-Claro, dime que no has mordido nunca a nadie. -le dije con mirada
prepotente.
-No he mordido nunca a nadie. -me dijo él con mirada solemne, y
haciendo una mueca, añadió. -De hecho me parece un poco asqueroso.
-En eso estamos de acuerdo. -le dije con una pequeña sonrisa, quizás no
eran vampiros después de todo. Tenía la sensación de que Iker decía la
verdad. Total, ya con todo lo que me habían soltado tampoco tendría sentido
que ocultaran una minúcia en comparación al resto.
-Logan vendrá a buscarte a la salida del trabajo. -me dijo Iker tras unos
segundos en los que cada uno acababa su desayuno, en silencio.
-Fantástico. -le dije con cierto sarcasmo y él sonrió.
Me acompañó hasta la puerta del trabajo como un caballero. Me abrió la
reja de la tienda y con eso me alegró parte de la mañana. No es que yo tuviera
muchas ganas de trabajar precisamente. Sentía cierto nerviosismo al pensar
en Logan. En todo lo que había pasado. Y en lo que sentía por él. Era muy
complicado. La mañana al menos fue entretenida. Los clientes entraban y
salían, así que al menos no tuve tiempo de quedarme sola y autolamentarme
por todo el caos que había en mi vida. Envié un par de mensajes a las
bandidas, por pensar en algo diferente. Me preguntaron por Logan y evité
contestar a sus mensajes. Eran lo suficientemente listas como para saber que
mi silencio era feo, pero que necesitaba un tiempo para poder hablar de ello.
Logan llegó a su hora. Tejanos gastados y una sudadera deportiva. Su mirada
oscura, más fría que de costumbre. Me despedí de mi jefe y salí al exterior.
Nuestras miradas se cruzaron y ninguno de los dos dijo nada durante unos
segundos. Finalmente rompí el silencio.
-Estoy muy cabreada. -le dije con mirada dura, alzando el mentón. Él me
miró sin intimidarse lo más mínimo por mis palabras.
-Lo sé. -me contestó finalmente y añadió. -Lo siento mucho. Me gustaría
poder prometerte que no va a volver a pasar. Pero no sé si estoy en
condiciones de hacer algo así.
Sus ojos estaban fijos en los míos y había en su mirada determinación,
pero también tristeza. Señaló el paseo que había frente a nosotros y
empezamos a caminar uno al lado del otro, pero sin llegar a tocarnos.
Llegamos al parque del laberinto, un pequeño recinto de verdes matorrales
que simulaban el laberinto de Alicia en el país de las maravillas, coronado
por una bonita torre con vistas al mismo. Con una sonrisa tímida, me miró y
entramos en él. Pasear allí era relajante, lejos del tráfico y el ruido de la
ciudad. Un pequeño remanso de paz.
-Iker me ha dicho que no sois vampiros. -le dije finalmente, cansada de
ese vacío que había entre nosotros.
- ¿De dónde has sacado esa idea? De acuerdo, no me contestes. -me dijo
mientras hacía un gesto negativo con la cabeza, como si se censurara a sí
mismo por lo que había hecho.
- ¿Por qué lo hiciste? -le pregunté. No es que tuviera muchas ganas de
saber la respuesta, pero a ver, si te mola un hombre, mucho, y le da por beber
de tu sangre, lo mínimo es intentar entenderlo.
-No lo sé. -contestó con voz suave. -Un instinto más animal que otra cosa,
supongo que del cazador. Nunca me había pasado y no conozco a nadie que
haya experimentado algo así. Pero lo cierto es que nunca antes había sentido
lo que siento por ti.
- ¿Hambre? -le pregunté con una sonrisa mordaz y él me miró con gesto
triste, por lo que me arrepentí un poco de mi sentido mordaz de humor. Cómo
Logan se quedó en silencio, opté por acercarme un poco a él y tomarle de la
mano. Su contacto fue mágico. Como si toda mi piel respondiera a ese
reconocimiento y un calor suave, dulce, me envolvió. Logan me miró con
aspecto indeciso y supe que él había sentido lo mismo. Vale, en mi mundo
humano eso no era normal del todo, pero quizás en su mundo alternativo
tampoco. -Yo también lo he sentido.
-Elena. -me dijo él casi a modo de súplica, mientras se quedaba quieto y
me miraba con ojos cargados de mil emociones. Tiró suavemente de mí,
dándome la opción a evitarlo, pero no lo hice. Soy así de estúpida, vamos.
Me abrazó con cariño y sus labios buscaron los míos con suavidad. Nos
besamos, en medio del laberinto, perdidos pero encontrados. Suspiré cuando
sentí sus brazos rodearme y su cabeza aspirar el olor de mi pelo. -Tendremos
que ir poco a poco, hasta asegurarnos de que puedo controlarlo.
-Nada de jugar a mordisquitos. -le dije haciendo una mueca, escondida
entre sus brazos, y él rio con suavidad.
-Prometido. -me contestó él y tras unos segundos en los que sus brazos
me acariciaban suavemente, añadió. - ¿Te hice daño?
-No. -le contesté siendo sincera. Recordaba todo aquello como un juego
de los que calientan el ambiente, pero no había sentido ningún dolor. No
hubiera sido consciente de lo que había pasado si no hubiera visto sus
colmillos. Mi sangre. Alejé ese recuerdo de mi cabeza antes de que empezara
a desplomarme, de nuevo.
-Lo siento mucho. -volvió a decirme de nuevo, mientras seguía
acariciando mi espalda y me apretaba contra él con bastante fuerza.
-Eso ya lo has dicho antes. -le dije mientras me separaba un poco de él y
le miraba con una sonrisa. No me gusta eso de torturar a alguien, y estaba
claro que Logan llevaba el tema del mordisquito casi peor que yo. -Soy de las
que se enfada mucho pero me dura poco.
-Espero no darte motivos para enfadarte demasiado a menudo. -me dijo él
con una sonrisa tierna que derritió el resto de hielo que quedaba en mi
corazón. Masoquismo incluido, me gustaba mucho Logan.
-Más te vale. -le dije alzando un dedo de forma amenazadora y ese gesto
hizo que él se riera. - ¿Vamos a buscar la torre del laberinto?
-Me parece una idea tan buena como cualquier otra. -me dijo Logan con
una sonrisa divertida al ver mi entusiasmo. Llegamos a la torre cogidos de la
mano, entre risas. Nos sentamos en uno de los bancos con vistas al laberinto
y hablamos durante un buen rato. Cuando el sol empezó a descender, nos
besamos. Besos tiernos, de amor. De los que hace que el corazón ilumine tu
rostro y tu piel sienta un trémulo hormigueo de felicidad. Y no es que no
quisiéramos más. Ambos éramos conscientes que lo queríamos
absolutamente todo. Pero aquellos besos era una declaración silenciosa de lo
que había en nuestros corazones. Palabras que no teníamos ganas, o valor, de
pronunciar en voz alta. Pero que estaban allí. Amor. Algo más poderoso, más
fuerte, y mucho más vinculante que la pasión que había anidado dentro de
nosotros desde el primer momento que nos vimos. Suspiré feliz. Sabiendo
que mi vida había pasado de complicada a irremediablemente caótica. Pero
no me importaba.

- ¿Tienes que irte? -le dije haciendo un puchero mientras me estiraba en


la cama. Logan me miró con una sonrisa contenida y un brillo peligroso en
los ojos.
-Les he dicho a los chicos que haría ronda con ellos. -me dijo sin
acercarse a la cama. Llevábamos casi un mes viviendo juntos. Bueno, si a eso
se le podía decir vivir juntos. Logan patrullaba a las noches pero venía con el
amanecer para acostarse conmigo un par de horas, hasta que yo me levantaba
para ir a trabajar. Desayunábamos juntos y me acompañaba a la óptica. Lo
que hacía mientras yo estaba allí era un misterio. Suponía que iba a su cuartel
a descansar, pero tampoco quería indagar mucho sobre todo aquello. Bastante
tenía con saber lo que ya sabía. Información de sobras, vamos. Si yo no había
quedado con ninguna de mis amigas a la tarde, paseábamos juntos y
hacíamos cosas como una pareja normal. Incluso fuimos un día al cine. Al
resto de sus amigos hacía un tiempo que no los veía. Sabía que habían
llegado dos hermanos más al cuartel y Fer parecía contento con todo aquello,
dentro de los escuetos mensajes que me enviaba de tanto en tanto. Las
bandidas no sabían que Logan estaba instalado en casa, aunque creo que
Melanie sospechaba algo. Siempre ha sido muy despierta, la moza. Logan me
dejaba hacer lo que me diera la gana, algo que no estaba mal, después de
todo.
-No me has dado un besito de buenas noches. -le dije con mirada inocente
y él empezó a reír. Se acercó a la cama, mientras una sonrisa traviesa se
entreveía en mi cara. Se inclinó para darme un suave y casto beso en los
labios, pero tiré de él mientras empezaba a besarle de forma juguetona.
Intentó resistirse, una fracción de segundo. A la siguiente, estaba estirado
sobre mí, besándome con adoración mientras mis brazos aprisionaban su
cuerpo contra mí. Me encantaban sus besos. Me encantaba Logan, para que
negarlo. Incluso con todas sus historias. Vivir al momento. Tomar las
decisiones que dependen de ti. Esos eran mis lemas. Y ahora, justo en ese
momento, había una decisión que tenía muy claro que quería tomar. Le saqué
la camisa con asombrosa facilidad, dejando que mis manos se recrearan por
su musculosa espalda.
-Elena. -me dijo él con voz ronca mientras me miraba con una
advertencia en su expresión. Le sonreí, mientras me mordía el labio inferior y
haciendo un gesto de impotencia, se lanzó contra mi boca, para morderme él
ese labio. Gemí divertida con su juego. Me incorporé levemente para sacarme
la camisa del pijama, descubriendo mi torso y mis pechos. Logan me miró
aún indeciso, hasta que sus manos empezaron a tantear mi piel y encontró en
ella la motivación necesaria para dejar las dudas al margen. Era perfecto.
Conseguí deshacerme de sus pantalones y él hizo lo mismo con los míos.
Nuestros cuerpos parecían encajar como si estuvieran hechos el uno para el
otro. Ninguno de los dos tenía especialmente prisa, algo curioso teniendo en
cuenta que hacía tiempo que los dos ansiábamos aquello. Me sentía feliz.
Sonrisa de oreja a oreja. Sensaciones a flor de piel, con sus besos, con sus
caricias.
-¿Tienes un preservativo? -le pregunté con mirada pícara, más claras no
podía dejar mis malévolas intenciones.
-No. -me dijo sorprendido por mis palabras y añadió para tranquilizarme.
-Somos estériles.
-¿En serio? -le pregunté con curiosidad y me miró divertido.
-Te lo aseguro, pero quizás mejor hablemos de esto en otro momento. -
me dijo mientras empezaba a pulsar sobre mí, sin dejar de mirarme, mientras
poco a poco encontraba su espacio dentro de mí, haciéndome gemir en parte
por placer y en parte por dolor en el proceso.
-En otro momento. -le dije yo mientras empujaba mis caderas contra él y
él sonreía ante mi comportamiento y empezaba a moverse dentro de mí. Unas
pocas embestidas, las justas para hacerme enloquecer, hasta quedar quieto
sobre mí. Le miré. Tenía los ojos cerrados, parecía concentrado. No es que
me fuera a quejar. Pero me faltaba un buen trozo de recorrido. Con un
movimiento suave, sin separarse de mí, me colocó sobre él.
-Me da miedo no controlarlo. -me dijo con una pequeña mueca y pude ver
dos colmillos asomar presumidos en su boca, mientras él hacía una mueca. -
Así no te tengo tan accesible.
-Y me toca hacer todo el trabajo a mí. -le dije con mirada acusatoria, pero
claramente divertida, mientras él gemía al balancearme sobre él. Sonreí. No
estaba mal, después de todo, tener el control de la situación. Me incliné sobre
él y empecé a moverme primero lentamente y luego con el ritmo que mi
cuerpo, y su cuerpo, necesitaban. No tardamos mucho tiempo en dejarnos ir,
entre gemidos, el uno contra el otro. Fue explosivo. Nunca antes había
experimentado algo así. Me quedé estirada sobre él, sudada y agotada.
Mientras me daba suaves besos y me acariciaba la espalda, consiguió
alcanzar el nórdico y nos cubrió con él. Buscó a tientas el teléfono móvil en
la mesita de noche.
-Creo que vas a llegar tarde. -le dije con una risita traviesa, feliz del todo.
-Hoy se van a espabilar solos. -me contestó él, mirándome con esa ternura
que me hacía sentir en casa. -Ni mil dumas me sacarían en estos momentos
de tu cama.
-Te quiero. -las palabras salieron solas de mi boca y una vez dichas, no
pude evitar sonreír. Era un sentimiento hermoso. Peligroso. Doloroso. Pero a
estas alturas era consciente que no podía evitarlo. Ni negarlo.
-Y yo a ti Elena. -me dijo él con una mirada cargada de silenciosas
promesas. -Y yo a ti.
VI

Las bandidas habían venido a comer a casa. Logan se había marchado


poco antes de que ellas llegaran. Por lo visto había sido una noche movida
para sus compañeros, aunque en casa había sido un remanso de paz. Era la
primera noche que dormíamos juntos. De verdad. Y el sexo nos había
obligado a poner nombre a lo que había entre nosotros. Me sentía bien. Pese a
que el microondas había muerto a primera hora, cuando había intentado
calentar las tazas de leche del desayuno. Suerte de la cocina de gas. Sonreí,
mirando a mis amigas, que estaban recordando uno de nuestros muchos
veranos en la playa. Locuras de adolescentes. Sino fuera que seguíamos
haciéndolas. Sonreí.
-Ayer me acosté con Logan. -las miré con una sonrisa en la cara y
empezaron a bombardearme a preguntas entre risas.
-Melanie nos debe una cena. -dijo Aria con una sonrisa divertida y miré a
la susodicha que se sonrojó levemente y me contestó encogiéndose de
hombros.
-Aposté que te lo habías tirado el primer fin de semana. - y con una
sonrisa culpable añadió. -Que pasara todo el fin de semana aquí era
sospechoso.
-¿Y tú cómo estás? -me preguntó Nora, cogiéndome de la mano con una
sonrisa.
-Feliz. -le dije con una sonrisa generosa. -Me gusta mucho. Aunque todo
es un poco complicado.
-¿Porqué? -me dijo Aria mientras se sentaba en el sofá y me miraba con
curiosidad. Buena pregunta. Aria era condenadamente lista.
-Él trabaja de noches, coincidimos unas horas a la tarde pero poco más. -
le dije apretando los labios, consciente de mi media verdad.
-Suficiente. -dijo Melanie con una sonrisa y una mirada divertida. -¿Y no
nos vas a dar detalles? Porqué el chico tiene el aspecto de ser un portento.
Nos reímos ante su expresión mientras se abanicaba la cara con la mano.
Le lanzé un cojín del sofá a la cara pero lo atrapó al vuelo entre risas.
-No decepciona. -le contesté alzando el mentón, defendiendo a mi
hombre y nos pusimos a reír como cuatro tontas. No me gustaba guardar
secretos con ellas, pero compartirlos podía ponerlas en peligro. O que yo
acabara en una unidad de psiquiatría. Ninguna de las dos opciones era
prometedora. Salimos un rato para hacer un cine en el centro comercial.
Escogimos una comedia romántica, una apuesta segura para pasar el rato.
Redondeamos la tarde con un helado con chocolate caliente de cobertura. Eso
sí que era un sábado de los de verdad. Cuando salimos del centro comercial,
fui consciente por primera vez de que ya había anochecido. Hacía mucho
tiempo que no caminaba de noche. Desde el ataque. Me quedé un segundo
quieta, mirando la oscuridad que había a nuestro alrededor. Quizás debería
llamar a Logan. Era un pensamiento extraño para alguien que había sido
totalmente autónoma, y autosuficiente, desde los diecinueve. Pero mis
circunstancias habían cambiado. Y el mundo que me rodeaba también.
Bueno, quizás el mundo era el mismo, pero ahora yo era más consciente de la
mierda que había en él. Mis amigas me miraron, conscientes de mi extraño
comportamiento. Fruncí la nariz, casi a la defensiva.
-¿Sería patético si os dijera que me da miedo la oscuridad? -les pregunté y
Aria empezó a reír.
-Pues el sábado que viene tenemos nuestro Halloween particular. -recordó
Melanie con una sonrisa divertida. Lo tenía claro. Una costumbre que
teníamos desde los quince años y ahora por primera vez solo pensarlo me
daba un mal rollo considerable. No es que no me gustara la idea de decorar
calabazas, comer nuestra habitual parrillada nocturna y darme un atracón del
dulces. Era estar en nuestro viejo mirador, a plena noche. Sí. Ahora me daba
miedo la noche. Al menos no me desmallaba con la oscuridad, pero podía
ponerlo en mi lista de cosas raras de Elena.
- ¿Estás bien? -me dijo Nora, la más sensible de todas, mirándome con
atención. Como si por primera vez se estuviera planteado que mi comentario
no era una broma sin más, sino que había algo de verdad en ella.
- ¿Elena? -una voz masculina me salvó de confesar que sentía pánico en
salir a las callas parcialmente iluminadas por las viejas farolas. Porqué si lo
hacía, tendría que confesar que me habían atacado. Y empezar con aquello
corría el riesgo de empezar a soltarlo todo. Logan quizás me perdonaría. Pero
Anthony no parecía tan benévolo. Nos giramos las cuatro para ver un hombre
de unos treinta años pelirrojo, con ojos verdes y aspecto confiado. Se acercó a
nosotras con una sonrisa y mirada inteligente. Le miré con cierta
desconfianza. ¿Y quién era ese? -No nos han presentado, pero Logan me ha
hablado de ti. Soy Quin.
-Quin. -le dije reconociendo ese nombre, uno de los hermanos de Logan
que habían venido hacía un mes. Refuerzos, le había dicho yo entre burlas. Y
algo en la mirada de Logan me había advertido que no estaba muy
desencaminada. -Encantada. Qué casualidad.
-Sí. -me dijo él y supe por su expresión que no había nada de casual en su
presencia allí. ¿Ahora me seguían los cazadores? Eso era cosa de Logan,
estaba segura. - ¿Os acompaño?
-Pues no es mala idea. -dije haciendo una mueca un poco a mi pesar, tras
mirar la oscuridad del exterior una vez más y añadí. - ¿Está la noche
tranquila?
-Más que otras. -me contestó con una sonrisa mientras me guiñaba un ojo
divertido ante mi sutil pregunta. Melanie se presentó al cazador y empezamos
a caminar todos juntos. Dejamos al resto de las bandidas al llegar al coche de
Nora y se marcharon tras darnos largos abrazos. Cómo si no nos fuéramos a
ver en una eternidad. Era una de nuestras múltiples costumbres. Quin nos
miraba con expresión neutra pero una sonrisa en la cara. No se le veía mal
tipo. Tenía más aire de Iker, así que supuse que debía ser joven. Había
llegado a la conclusión de que con la edad se les agriaba el carácter. De hecho
Logan conmigo era muy tierno y eso, pero por lo que me explicaba Iker, no
era su modo habitual de comportarse con el resto del mundo. Caminamos un
rato en silencio.
- ¿De dónde eres? -le pregunté a Quin y me miró con aspecto
sorprendido.
-Irlanda. -me dijo con una sonrisa, con una mirada perdida en sus propios
recuerdos. Tenía tentaciones de preguntarle su edad, pero sabiendo que sería
un vejestorio considerable, consideré que quizás no era tener mucho tacto, así
de entrada. Un movimiento a poca distancia nuestra, alguien cayendo desde
la altura. Miré a Logan, alzarse como si nada y luego miré el edificio de
cuatro pisos detrás de él. Ignoró mi mirada y miró a Quin que parecía
levemente intimidado.
- ¿Hace cuánto que alguien me sigue? -le pregunté mientras me acercaba
a él con aspecto enfadado pero él parecía ignorarme. -Logan te estoy
hablando.
-En casa. -me dijo él finalmente, cogiéndome de la mano. -Luego
hablaremos Quin.
-Lo espero con ansias. -dijo Quin y supe que su tono era totalmente
irónico. No tenía claro por qué, pero le esperaba una buena bronca. Se
marchó en dirección contraria mientras nosotros empezamos a caminar en
dirección a casa. Cuando llegamos a un semáforo, me planté frente a Logan y
mirándole a los ojos, que aún se podían ver con destellos de enfado, me
acerqué a él y le besé. Respondió a mis besos rápidamente, devorando mi
boca con ansiedad. Me separé de él con una sonrisa.
- ¿Mejor? -le pregunté con una mirada divertida.
-Mucho mejor. -admitió él con una pequeña sonrisa mientras volvía a
tirar de mí y empezaba a besarme de nuevo, con suavidad pero
determinación.
- ¿Por qué te has enfadado con tu hermano? -le pregunté con una sonrisa.
Logan estaba acostumbrado a las emociones duras, pero no se resistía a una
sonrisa. O al menos a una de las mías.
-Por qué no tenía que haberse acercado a ti. -me dijo finalmente.
- ¿Para que yo no sospechara que me tienes vigilada? -le pregunté
haciendo una mueca y al menos no tuvo el valor de mentirme.
-Algo así. -me dijo y capturó mi boca antes de que yo empezara a
protestar. La verdad es que el sistema era efectivo. Porqué ya me había
olvidado de cualquier posible enfado cuando me liberó de la presión de sus
brazos y de su boca, tirando de mí para cruzar la calle. Caminamos por las
calles en silencio, hasta llegar al portal de casa. Creo que Logan miró algo en
algún lugar sobre los terrados y sospeché que habría otro de sus hermanos,
pero opté por no preguntar. Era la mejor opción si no querías saber una
respuesta.
-No te enfades con Quin. -le dije finalmente. -No era consciente que se
había hecho tarde y cuando vi que era de noche, creo que me estaba entrando
una crisis de pánico.
-¿Porqué? -me preguntó Logan mirándome con preocupación.
-La última vez que salí de noche, fue la del ataque. -le dije con mirada
cansada. -Y te aseguro que entre mis virtudes no está la valentía. Cuando
Quin llegó me quedé mucho más tranquila.
-Puede que él notara que tenías miedo a salir. -me dijo Logan con un
gesto afirmativo.
-Por lo que fue todo un caballero viniendo a mi rescate. -le dije
poniéndole ojitos.
-El único caballero que ha de venir a tu rescate, soy yo. -me dijo con una
mirada oscura cargada de pasión.
-Pues ahora que lo dices. -le dije con mirada traviesa. -Tengo un
microondas estropeado que necesitaría de un caballero de brillante armadura
para que lo arreglara.
Logan rió por lo bajo, mientras me arrastraba por mi casa en dirección a
mi habitación. El microondas tendría que esperar. Y no tenía intención de
quejarme, esta vez. Me desperté entrada la madrugada. Logan había
marchado a patrullar, dos noches seguidas en casa supongo que era pedir
demasiado. Ignoré mi propio pensamiento. Era yo la que quería mi casa. Mi
independencia. Bueno, podía hacer ver que seguía con aquello, pero lo cierto
es que quería a Logan instalado en casa. Recordé a Nora, la dulce Nora,
diciéndome que cuando era la persona adecuada, las cosas salían solas. O se
instalaban en casa solos, en mí caso. Sonreí. Me fuí a la cocina a hacerme una
infusión. Miré el microondas. Volví a conectarlo, con la esperanza de que
volviera a funcionar. Nada. Suspiré. Encendí el fuego para calentarme el agua
y hacerme una infusión de hierbas relajantes. Me sentía bien. Completa. Que
extraño era aquello. Sonreí. Esperé con paciencia a que el agua empezara a
hervir para verter las hierbas. Dos cucharitas rasas. Me senté en la silla con la
infusión mientras mi mente vagaba por todo lo que había pasado en mi vida
en el último mes. Era una locura. Bebí un trago de la infusión y sentí que me
relajaba casi al instante. Maravilloso efecto placebo. Volví a la cama,
lamentando acostarme sola. Quería sentir a Logan a mi lado, su cuerpo junto
al mío. Mañana. Sentí como la niebla llegaba a mí, poco a poco. Una luz azul
brillaba a mi alrededor, en mi mente. Y con esa sensación, me quedé
profundamente dormida.

Tras leer en diagonal los treinta mensajes de las bandidas, suspiré


agotada. Logan estaba en la ducha. Creo que había sido una mala noche,
aunque por mi propio bien, no habían restos de vendas ni sangre por ningun
lado. Yo no preguntaba. ¿Qué se acercaba el fin del mundo? Pues nada, a
disfrutar esa fantástica mañana de domingo. Cabe decir que siempre me
despertaba con un punto de ansiedad en el corazón, hasta encontrar a Logan
junto a mí en la cama. Tenía miedo de que un día no volviera. Así que estaba
decidida a disfrutar cada momento, como si pudiera ser el último. Porqué en
realidad, podía serlo. Pero como no podía cambiar aquello, mejor no
obsesionarme. Miré el despliegue de comida sobre la mesa y me sentí
orgullosa. Logan era un tragón. Salió del baño con ropa limpia y mirada
serena, tranquila. Mi corazón brillaba solo con verlo. Nos sentamos en el
comedor.
-El sábado que viene celebraremos Halloween con las bandidas. -le dije
haciendo una mueca para nada convencida. -Llevamos haciéndolo desde los
quince años, pero este año me da un poco de pereza.
- ¿Porqué? -me dijo Logan con una de esas miradas que le hacían tan
interesante.
-Se hará de noche. -le dije encogiendo los hombros. -Vamos a un mirador
que hay para hacer carne a la brasa. Hacemos un fuego y llevamos carne en
cantidad, dulces y bastante vino.
-No parece un mal plan. -me dijo Logan con una sonrisa.
-La verdad es que nos lo pasamos bien. -le dije finalmente. -Algunos años
hemos acabado durmiendo en los coches, es super incómodo pero repetimos
como tontas. Al menos ahora llevamos mantas.
-Sabes que vendré. -me dijo él con mirada solemne.
-Se supone que es solo de chicas. -le contesté y añadí al instante. -Pero si
no vienes, yo tampoco iré. Soy una cobarde. Una feliz cobarde, todo sea
dicho.
-No te preocupes, podéis hacer noche de chicas. Nosotros estaremos cerca
asegurando el perímetro. Pero cuidado con lo que dices, pienso tener el oído
en vuestras conversaciones. -me dijo con una sonrisa traviesa.
-Siempre pensando que no hacemos nada más que hablar de vosotros. -le
dije sacándole la lengua y él me miró con expresión divertida. Y yo empecé a
reír.

El miércoles me pasé toda la tarde con Nora. Fuimos de compras al


centro para tenerlo todo preparado para el sábado. Pelucas incluidas. Estar
con Nora era hasta cierto punto relajante. Era la menos intensa de nosotras.
Nuestro pilar en momentos de caos. Guardamos toda la comida en la nevera y
antes de que Nora se fuera, Logan llegó a casa. Saludó a Nora con un gesto
de cabeza y se acercó a mí para besarme con suavidad y delicadeza. Me hizo
sonrojar. Nora sonreía al vernos. La acompañé a la puerta y me dió un abrazo
de esos cálidos que hablaban de amistad incondicional. Cerré la puerta y fuí a
buscar a Logan a la cocina. Cenamos juntos mientras le explicaba todas
nuestras compras para el sábado y Logan parecía divertido con todo aquello.
Supongo que era algo diferente a sus rutinas habituales. Séase matar
demonios noche tras noche. Menudo aburrimiento de vida, en serio. Cuando
Logan se fue me puse un par de capítulos de una de mis series favoritas y
luego me fui a dormir, tranquila, sabiendo que Logan estaba por ahí fuera, en
algún lado.
El chat de las bandidas estuvo calentito toda la semana. Aria estaba
tonteando con un profesor nuevo que había ido a hacer una sustitución en su
colegio y entre eso y la preparación de nuestro Halloween no parábamos de
chatear hasta las tantas cada noche. Y finalmente llegó el sábado. Pasé toda la
mañana en casa con Logan, nos habíamos adaptado con demasiada facilidad
el uno al otro. Las bandidas nos encontraron en el sofá, viendo un capítulo de
una serie de súper héroes. Logan no podía evitar burlarse de muchas de las
escenas y me hacía reír. Un día totalmente hogareño, con zapatillas de esas de
pelo y pijama hasta después de comer. Logan se despidió de mí con un cálido
beso y me quedé con mis amigas, acabando de organizar las bolsas antes de
marchar.
-Logan te tiene bien pillada. -me dijo Melanie con una sonrisa, sentadas
ya en el coche de Nora.
-Totalmente. -le contesté haciendo una mueca. -Voy a confesaros una
cosa. Se ha medio instalado en casa.
-No lo dices en serio. -me dijo Aria abriendo los ojos como platos.
-Lo que oyes. -le dije apretando los labios divertida.
- ¿Y cómo ha ido eso? -me dijo Melanie con una sonrisa curiosa.
-Cómo nos cruzamos de horarios, es la manera para poder estar un rato
juntos por la mañana y por la tarde. -les dije haciendo morritos.
-Así que os veis cada día. -me dijo Aria con una sonrisa maliciosa. -No
quiero hacer comparaciones…
-Pero desde luego clama al cielo. -añadió Melanie entre risas. No pude
evitar hacer una mueca y encogerme de hombros ante esa realidad. Con Fer,
tras un año juntos, seguíamos viéndonos solo los fines de semana y me era
más que suficiente. Y con Logan, solo podía admitir que quería más.
Llegamos al parking y dejamos el coche. Había un paseo de unos diez
minutos hasta el mirador, pero cargadas con todas las bolsas, se nos hizo
largo. Melanie se peleó durante un rato con las ramas y el pad-fuego,
mientras el resto empezábamos a preparar la mesa, con mantel y velas dentro
de calabazas incluidas. Éramos super pro, después de tantos años. Cuando el
fuego empezó a arder en condiciones pusimos dos grandes rejillas con
butifarras y costillas entre ambas, para que empezaran a cocerse mientras la
puesta de sol nos envolvía con su magia. El mirador era especial. Estaba
envuelto de vegetación por todos lados y solo en una de sus caras había un
espacio abierto que daba a las montañas. Había un mostrador al final de la
explanada con los picos que nos quedaban enfrente dibujados, con los
diferentes nombres de aquellas montañas. Después de tantos años, seguíamos
sin ser capaces de reconocerlas. Estábamos solas, un año más. El vino
empezó a correr entre risas, mientras abrigadas con gruesos jerséis polares
empezaba a entrar el frío. Pusimos las sillas plegables alrededor del fuego,
mientras acabábamos de cocer una segunda braseada de carne.
- ¿Verdad o mentira? -dijo Melanie mientras colocaba una botella de vino
en el centro de nuestra improvisada mesa.
- ¿No se supone que hoy es el día de truco o trato? -dijo Aria entre risas.
-Yo prefiero un juego de beber. -le dijo Melanie entre risas.
-Yo si bebo más os aviso que nos quedamos a dormir aquí otro año más. -
dijo Nora mirando su vaso vacío de vino haciendo una mueca.
- ¿No era esa la idea? -le contesté yo entre risas. Nora nos miró y con
aspecto derrotado alzó el vaso vacío que Melanie rellenó de nuevo.
-Yo nunca nunca me lo he montado en este mirador. -dijo Nora alzando el
vaso de vino y mirándonos con aspecto travieso. Aria y yo nos miramos y
dimos un largo sorbo de nuestros vasos, mientras Melanie y Nora empezaban
a reír.
- ¿Pero no iba de verdad o mentira? -se quejó Aria tras beber de su vaso.
-Qué más da. -le contestó Melanie. -Lo importante es pasar un buen rato y
reír hasta que duelan las costillas.
-Brindo por eso. -le contesté alzando mi vaso y dándole otro sorbo.
-Creo que voy a lanzarme con Marcos. -dijo Aria tras un silencio. -
Necesito a alguien urgentemente.
- ¿Necesitas a alguien como compañía? ¿O necesitas a alguien como para
darte un revolcón? -le preguntó Melanie con mirada maliciosa.
-Un revolcón. -dijo Nora al instante. -Para compañía ya estamos nosotras.
Todas empezamos a reír mientras Aria se destornillaba de la risa. El
alcohol le subía muy rápido. Y hoy había bebido más de lo habitual, para ser
ella.
-Lo dice la que va cubierta. -le dijo Aria al instante entre risas.
-No soy la única. -le contestó ella y todas me miraron entre risas.
-Me importa un comino si os morís de envidia. -les contesté entre risas. -
Además, Logan se contiene bastante.
- ¿Qué quieres decir con eso? -me preguntó Melanie que las pescaba al
vuelo. A punto estuve de decirle que siempre era yo la que controlaba la
situación y que él se adaptaba a mi ritmo y mis necesidades, y no al revés.
Más que nada por no volver a morderme y beber de mi sangre, porque
siempre que intimábamos, que habían sido tres veces contadas y bien
registradas en mi corteza cerebral, sus colmillos surgían ansiosos por clavarse
en mí.
-Que no nos lo montamos a diario. -les dije entre risas, esperaba que
Logan no estubiera lo suficientemente cerca como para oír aquello.
-Cosa que por lo visto no te importaría. -dijo Aria entre risas y no pude
evitar ponerme a reír. No era capaz de negar lo innegable. Afortunadamente
el tema de conversación se volcó en Aria y en su posible caza, por lo que no
volvieron a remeter contra mi actual vida sexual. La cabeza empezó a latirme.
Demasiado vino. Quizás. Sentí una extraña corazonada y miré a mi alrededor,
como buscando algo. Todo parecía normal, pero había algo, podía sentirlo.
Dejé de prestar atención a la conversación durante los siguiente minutos,
absorta en todo lo que me rodeaba.
-Elena, ¿estás bien? -la voz de Aria a mi lado, me hizo volver a ellas.
-Tengo un extraño presentimiento. -le dije levantándome de la silla,
mirando la oscuridad que nos rodeaba. Mis amigas se quedaron en silencio,
roto por el ruido de un motor, que se acercaba. Las luces de dos faros nos
deslumbraron. Tardé unos segundos en reaccionar. El camino hasta el
mirador estaba prohibido para los vehículos, una gran cadena bloqueaba el
paso desde el aparcamiento hasta la zona de las barbacoas. Y sin embargo, un
coche grande había llegado hasta escasos metros de nosotras. Un movimiento
brusco de volante hizo que el vehículo derrapara. El conductor no apagó el
motor, pero bajó del coche. Con la oscuridad que le rodeaba no pude
identificarle, pero la voz de Iker llegó firme hasta mí, como un golpe de
realidad que no era para nada buena.
- ¡Al coche, rápido!
-Mierda. -fue mi única respuesta mientras sentía un dolor punzante en la
cabeza y mis amigas se habían agrupado a mi alrededor mirando a la sombra
frente a nosotras y al coche con algo de pánico. Intenté que el miedo no
pudiera conmigo, siendo consciente de que esa aparición solo podía significar
que todas nosotras estábamos en peligro. -¡Al coche!
- ¿Qué pasa? -preguntó Nora mirándome, sin acabar de entender lo que
estaba pasando. Normal, vamos. Si fuera ella la que chillara como una
histérica que me metiera en el coche de un desconocido de aquella manera, el
caso que le haría sería… ¿ninguno?
-Confiad en mí. -les dije sintiendo que mi piel empezaba a erizarse.
-No podemos dejar todo esto así. -dijo Aria mirando el fuego y todo
nuestro chiringuito. Perfecto. Tenía que salir su vena ordenada y pulcra. Justo
en ese momento. Casi esperaba que sacara una de sus listas con todos los “to
do” que hacer antes de marchar de allí. Creo que puse los ojos en blanco,
mientras frente a nosotros Iker materializaba en sus manos dos pequeñas
hachas. Algo que no pasó desapercibido a mis amigas, que se apretujaron aún
más las unas contra las otras. A mi alrededor. Si había pocas posibilidades de
que subieran al coche, ahora ya no quedaba ninguna. Al menos no empezaron
a chillar cuando el primer duma apareció a pocos metros de nosotras, con su
mirada fija en nuestra dirección. Iker había podido sentir que se estaba
materializando y antes incluso de que empezara a moverse, sus dos hachas lo
habían alcanzado. La primera había sido lanzada desde la posición en la que
estaba Iker, impactado en su cabeza en un golpe sordo y quedando clavada en
ella como si de una extraña cresta se tratara. La segunda hacha llegó en un
corte lateral en la que Iker desplegó parte de esa fuerza del cazador que no
tenía para nada características humanas. Un trazo perfectamente definido que
lo decapitó delante de nosotras. Sin piedad. Sin sombra de duda. Joder. Iker
me había parecido un poco más humano, no sé. El duma se convirtió en
polvo. Un chillido a mi lado, no tengo claro de quien de nosotras, me hizo ser
consciente de que no estaba sola. Varios destellos de luz a nuestro alrededor.
Uno de ellos más intenso que el resto, de un azul brillante, llamó mi atención.
Logan. Varias sombras empezaron a alzarse a nuestro alrededor, pero los
cazadores llegaron hasta nosotras, separándonos de su amenaza.
-¡Asegurar un perímetro! -rugió Logan sin mirarnos siquiera. Pude
reconocer entre las sombras a Anthony y a Quin. No conocía al otro cazador,
armado con dos espadas rectas que movía con maestría. Los cinco nos
rodearon y empezaron a enfrentar a los dumas que empezaban a
materializarse a nuestro alrededor. Eran muchos. No tenía tiempo de
contarlos, entre los que aparecían y desaparecían a manos de los cazadores,
además de que mi cabeza estaba parcialmente embotada posiblemente por el
caos que había a mi alrededor. Aria estaba temblando en brazos de Nora y
Melanie me tenía agarrada mientras sus ojos no perdían detalle de lo que
pasaba a nuestro alrededor. Era culpa mía que ellas estuvieran metidas en
esto. Si Fer tenía razón, todos aquellos dumas habían venido a por mí. Una
trampa para Logan, y para sus hermanos. Aguantaron estoicamente durante
más de veinte minutos. Mezcla de estocadas, armas volando en una u otra
dirección y volviendo de nuevo a las manos de sus dueños, en un infernal
combate. Las garras de los dumas eran largas y tenían una fuerza que no era
humana. Como todo en ellos. Menudo Halloween. Si sobrevivíamos a éste,
sería sin duda el que más recordaríamos de nuestra vida. Si lográbamos
sobrevivir. Algo que no tenía del todo claro. Eran demasiados. Podía sentirlo.
Era un combate parcialmente mudo, roto solo por los gritos de esfuerzo y de
dolor de los cazadores cuando eran heridos. Demonios del silencio. Cómo
algo tan sencillo como el silencio podía ser tan aterrador, era un misterio. No
gritaban, no gemían, eran totalmente inhumanos. Sentí un dolor punzante en
la cabeza y creo que habría caído al suelo si Melanie no me tuviera
firmemente cogida. Pude sentir al duma, apenas un metro frente a mí, antes
de que se materializara. Sus ojos negros se quedaron fijos en los míos y sentí
un reconocimiento en ellos. Si aún tenía alguna duda de que el objetivo de los
dumas era yo, desapareció en ese instante. Mi corazón se heló ante el duma,
mientras el miedo parecía mantenerme congelada cuando el duma alzó un
brazo, acabado en una garra que tenía un aspecto claramente amenazante.
Pude ver un movimiento y como una gran hacha se clavaba en el duma,
haciéndole rodar unos cuantos metros, alejándolo de nosotras. De mí. Quin.
Lo vi alzarse con gesto desafiante, su mirada fija apenas un segundo en la
mía, cuando dos dumas le abordaron. Pude sentir un escalofrío. De alguna
forma, él era consciente que aquel movimiento le expondría a ellos. Sin arma
para defenderse. Me quedé quieta mirando el túmulo de sombras en los que
se habían convertido él y los dos dumas. Movimientos forzados. Sentí como
Logan y Anthony intentaban llegar a él. Una de las espadas curvas de Logan
impactó en uno de los dumas sobre Quin, destellos de luz azul brillando sobre
el duma. Sentí un movimiento próximo a mí. La gran hacha de Quin había
desaparecido y el duma empezaba a levantarse. Líquido oscuro fluyendo de
él. Cómo si todo sucediera a cámara lenta, pude sentir todos los dumas que
aún nos rodeaban. Veinte. O tal vez alguno más. Sentí una presión en el
pecho. Quin había caído. ¿Cuánto tiempo tardarían en caer el resto? Logan.
Mis ojos se posaron en la sombra que se movía entre los dumas,
paralizándolos con sus espadas brillantes sin mostrar signos de fatiga, sin
darse un minuto para lamentar la pérdida de su hermano. Como si fuera un
instinto, di un paso en su dirección, ignorando al duma que se alzaba a escasa
distancia de mí. Logan había vuelto a invocar sus armas y había lanzado una
de ellas en dirección al duma que estaba a nuestro lado, dejándolo paralizado.
El destello azul se quedó clavado en mis pupilas. Levanté mi brazo derecho
en dirección al cielo y sentí un extraño calor dentro de mí. Un destello de luz
azul cruzó el cielo y finalmente llegó a mí, tras una descarga centelleante.
Sentí su energía llenarme. Hermosa. Poderosa. Mi cuerpo empezó a brillar
con una luz azul tenue mientras mi pelo empezó a moverse por una corriente
de aire inexistente. No sabía cómo gestionar aquello. Para nada. Pero tenía
que hacer algo. Dirigí mis brazos hacia adelante, intentando liberar esa
energía. Multitud de rayos azules salieron de mis manos, zigzagueando a
nuestro alrededor buscando de forma consciente las formas de los dumas. Eso
era más espectacular que una fiesta de fuegos artificiales y desde luego,
mucho más útil. Los dumas empezaron a brillar con pequeños destellos
azules, mientras mis rayos les recorrían dejándolos paralizados. Logan y el
resto de los cazadores me miraron una fracción de segundo, antes de centrar
su atención en los dumas paralizados a su alrededor. Fueron apenas cinco
minutos los que tardaron en acabar con ellos. Polvo al polvo. Cuando ya no
quedaba ningún duma a nuestro alrededor, sentí que mi cuerpo empezaba a
debilitarse. Logan llegó a mí antes de caer al suelo. Me cargó como si fuera
un niño pequeño, entre sus brazos. Su mirada oscura se veía preocupada, pero
había infinita delicadeza en la forma de sostenerme. Amor. El resto de los
cazadores se acercaron a nosotros. Mis amigas estaba justo detrás nuestro y
tenía un mérito inaudito que ninguna de ellas hubiera entrado en una crisis de
ansiedad o se hubieran desmayado. Tenían agallas. Anthony fue el primero
en llegar hasta nosotros. Miró a Logan y ante mi sorpresa, plantó una rodilla
en el suelo frente a nosotros. Iker y el otro cazador hicieron lo mismo. Logan
los miró, dolor en su mirada.
-Hemos perdido un hermano. -dijo con voz dura. -Pero hemos encontrado
a una hermana.
- ¿Qué hacemos con ellas? -dijo Anthony mientras se levantaba
lentamente, mirando a las bandidas. Logan me miró, como si esperara que yo
dijera algo, pero me sentía estúpidamente cansada.
-Llevadlas al cuartel, que el chico se ocupe de ellas. Nicholas conmigo. -
dijo Logan mientras se alejaba del resto llevándome con infinito cuidado,
entre sus brazos, apretada contra su pecho.
Me quedé dormida en el coche, entre los brazos de Logan. Desperté
cuando Logan me incorporó levemente en el asiento. Nuestro todo terreno
estaba parado detrás de otro que parecía similar, frente a una nave industrial.
Un puerta de metal se abrió y entramos dentro. Era un parking con suaves
luces de tonos fríos, con varios todoterrenos y varias motos de carretera. La
paredes estaban repletas de herramientas, por lo que parecía más un taller que
un garaje sin más. Fer apareció por una puerta lateral y la sorpresa enmarcó
su cara cuando vió a las bandidas salir del primer coche, con aspecto
aterrorizado. Su mirada me buscó, entre los brazos de Logan, y pareció más
tranquilo al verme.
-Ocúpate de ellas. -le dijo Logan con mirada firme mientras nos
alejábamos de allí, entrando por la pequeña puerta por la que había aparecido
Fer. Quería decirles a las bandidas que estaba bien. Que no tenían que tener
miedo. Pero no tenía fuerzas para hacerlo. Cruzamos un gran comedor con la
cocina abierta y entramos por un pasillo al que daban varias puertas. Logan
entró en una de las últimas puertas, una habitación grande, con un escritorio y
un gran armario. Había una puerta interna y supuse que era un acceso a un
baño. Logan me tendió sobre la cama. Su cama. Pude sentirlo, de alguna
forma. Me miró con ternura y preocupación.
- ¿Estás bien? -me preguntó finalmente, su mirada insegura.
-Me siento cansada. -le dije con dificultad, se acercó a mí y me besó la
frente. Sentí un destello dentro de mí. Cálido. -Siento mucho lo de Quin.
-Ha sido un buen hermano. Un buen guerrero. -dijo él con mirada triste,
dolida. -Éramos conscientes de que ninguno tenía muchas posibilidades de
salir adelante en esa emboscada.
-Iker intentó sacarnos de allí. -le dije mirándolo a los ojos.
-Reaccionamos demasiado tarde. -me dijo él cerrando los ojos, como si se
sintiera culpable.
-No es tu culpa. -le dije mientras haciendo un esfuerzo levantaba mi mano
y le acariciaba la cara con suavidad y él se quedaba quieto, dejando que mis
caricias calmaran su corazón.
-Ahora ya sabemos por qué iban detrás tuyo, después de todo. -me dijo
abriendo los ojos con una sonrisa forzada, triste.
- ¿Por qué tengo chispa? -le dije con una sonrisa tímida. Él sonrió ante mi
comentario y sus ojos brillaron por emociones intensas. Con suavidad tiré de
él y acerqué su boca a la mía. Un beso suave, apenas una carícia. Pero que
sabía a gloria. A paz. A casa.
-Te quiero Elena. -me dijo Logan con mirada firme. -Siempre estaré a tu
lado. Pase lo que pase.
-Lo sé. -le dije con una sonrisa, mi corazón radiante de felicidad, pese a
todo lo que había pasado. Lo que me había pasado.
-Descansa, mañana hablaremos de todo esto. -me dijo volviendo a
besarme en la frente, con ternura.
- ¿Y mis amigas? -le pregunté mientras empezaba a ponerme cómoda en
la cama.
-Fer está con ellas. No les pasará nada, pero tengo que pensar como llevar
todo esto. No te preocupes. - le sonreí porque era consciente que estaba
haciendo un esfuerzo por mí. Sabía que las bandidas estaban a salvo. Yo las
había metido en todo esto. Logan haría lo posible por solucionarlo. Cerré los
ojos, cansada. Logan se quedó conmigo, acariciándome con suavidad el
rostro, mientras me quedaba profundamente dormida.

Elena se quedó dormida, finalmente. Nada hacía pensar que fuera


diferente. Una mística. Mi corazón sangraba por dentro. Mientras yo no era
capaz de asimilar lo que significaba aquello. Los dumas lo habían sentido.
Era lo único que había conseguido tener sentido desde que la había conocido.
Una mística que estaba despertando. Lo habían podido sentir y habían
intentado acabar con esa amenaza. ¿Cuántas místicas habrían muerto antes de
alcanzar esa madurez? Lo que me hacía pensar que nada de lo que sabía sobre
ellas era del todo cierto. Ninguna maestra la había ayudado a despertar. No
había matado a un duma en el proceso. Y hubiera muerto de forma segura si
mi vida no se hubiera cruzado con la suya. Amantes. Incluso había llegado a
morderla. El poder de mis armas tenía su origen en ella. Su magia. La magia
del rayo, capaz de paralizar a sus enemigos. Necesitaba tiempo para asimilar
todo eso. Pero ahora tenía otros problemas encima. Entré en el comedor y me
encontré a las tres mujeres en el sofá, con Fer frente a ellas. Infusiones
calientes, esperaba que de algo que ayudara a calmar los nervios. Mis
hermanos estaban también allí, a cierta distancia. Me miraron y les hice un
gesto afirmativo con la cabeza. Elena estaba bien. Ya no era mi
responsabilidad. Era la de todos nosotros. Nuestra hermana. Fer me miró y
eso llamó la atención de las mujeres, que me miraron con expresión
parcialmente horrorizada. Tenía que darles la virtud de la duda. Ninguna se
había comportado como una loca histérica al menos. Y eso que eran todo
menos silenciosas. No pude evitar una sonrisa, al recordar el día que había
cenado con ellas. Había una lealtad entre ellas que de alguna manera me
recordaba a la relación que mantenía con mis hermanos. Suspiré al
acercarme. Aquello no me apetecía lo más mínimo. Fer se levantó y me dejó
su asiento, frente a las mujeres. Empezaba a entender como funcionábamos y
se estaba adaptando bien. No era un cazador. Pero tenía el espíritu de uno.
Quizás sobreviviría la transformación. Si sobrevivía a un duma.
- ¿Dónde está Elena? -fue una pregunta directa, con expresión firme, para
nada intimidada de Melanie. Era valiente. Fuerte.
-Está dormida, en mi habitación. -le contesté con mirada tranquila y
aunque suponía la respuesta, me vi obligado a preguntarles. - ¿Alguna vez
había hecho algo así?
- ¿Elena? -contestó Nora mirándome con aspecto desconfiado. -Ni de
coña.
-Lo que ha pasado hoy, no podéis hablar con nadie de ello. -les dije
posando mi mirada en ellas, una a una, lentamente.
- ¿De qué va todo esto? -me preguntó Melanie de nuevo. - ¿Qué pinta Fer
aquí? ¿Qué le ha pasado a Elena?
-Demonios. -le dije intentando pensar en sus preguntas y decidiendo qué
podía y que sería mejor ocultar. -Somos cazadores, hace algo más de un mes
intentaron atacar a Elena y a Fer. Desde entonces Fer está con nosotros,
entrenándose.
-Elena siempre había sido su objetivo. -me dijo Fer con expresión triste,
aunque al menos obvió un comentario tipo ya te lo había dicho.
-Es una mística. -le contesté yo con un gesto afirmativo, y cierta tristeza
contenida en mis propias palabras, añadiendo al instante. -Portadoras de
magia elemental, que complementan a los cazadores en nuestra lucha contra
los demonios.
- ¿Desde cuándo lo sabes? -preguntó Nora mirándome de forma analítica.
Eran duras, las tres. Y con Fer cerca parecía que me ponían a prueba.
-Desde esta noche. -admití sin más. -Ahora que ha despertado su poder,
su vida corre peligro. Lo de hoy no será un incidente aislado. Las místicas
son muy poderosas. Y son el principal objetivo de los dumas, porqué igual
que ha pasado hoy, su magia fácilmente puede decantar la balanza a nuestro
favor.
- ¿Podéis protegerla? -la voz de Aria, la más callada de las tres, hizo que
mis propios demonios vinieran a mí.
-Haremos todo lo que esté en nuestras manos. -les dije con voz solemne,
una promesa en mis palabras. -Ahora lo mejor sería que descansarais
también. Elena necesitará saber que cuenta con vosotras cuando despierte.
Que nuestro secreto no corre peligro.
-Elena ya sabe que siempre estaremos a su lado. -dijo Melanie alzando el
mentón. -Vuestro secreto no corre peligro. Pero no vamos a quedarnos de
brazos cruzados si hay algo que podamos hacer para ayudarla.
-De momento, lo único que podéis hacer es seguir con vuestras vidas. -le
dije con mirada firme y ella bajó lentamente su mentón alzado, ante mi
autoridad. -Fer, búscales una habitación libre.
Fer se levantó y las tres mujeres le siguieron. Al menos no estaba mal
tener el chico allí para mediar con ellas. No dejaban de conocerle hacía
tiempo y nos facilitaba gestionar algo así, para lo que no estábamos
especialmente preparados. Mis hermanos se acercaron a mí y se sentaron en
los sofás vacíos, con mirada preocupada. Nicholas me tendió una bebida
caliente que acepté sin preguntar. Fue Anthony el que rompió el silencio.
-Nada tiene que cambiar. -me dijo finalmente. -Humana o no, es tu chica.
-Es una mística. -le dije a Anthony, mirándole con dolor en mis ojos.
Habíamos pedido a Quin. Y había perdido a Elena. En parte.
-Nadie tiene porqué saberlo fuera de la familia. -dijo Nicholas mirándome
con firmeza.
-Está prohibido. -les dije mirándolos con expresión dura. Un cazador y
una mística. Leyes antiguas nos negaban ese derecho.
-Ya estáis juntos. -dijo Iker mirándome con determinación. -No veo por
qué una ley arcaica tenga que cambiarlo.
-Quin no dió su vida por ella porqué fuera una mística. -dijo Nicholas con
su mirada fija en la mía.
-Lo sé. -le dije y supe que todos ellos habrían muerto por Elena, por lo
que ella significaba para mí. De alguna forma, ellos lo sabían. Quizás por
nuestro vínculo de sangre. -Necesito tiempo. Ahora nuestra máxima prioridad
es protegerla. Y encontrar respuestas.
-Cuenta con nosotros. -me dijo Anthony cruzando su antebrazo con el
mío y los cuatro nos cogimos de los antebrazos haciendo un círculo casi
perfecto. Solo éramos cuatro, los restos de la que había sido una gran familia.
Pero era suficiente. Y ahora teníamos a Elena con nosotros. Al margen de mis
sentimientos, de mis emociones, ella era una mística. Y su poder podía ser
decisivo en nuestra eterna guerra. Tenía que intentar no perder la realidad de
lo que había sucedido, ser objetivo en aquello. Aunque mi deseo más
primario era simplemente esconderla del mundo. Y de todos los peligros que
sabía, le esperaban ahí fuera.
VII

Me desperté sintiéndome bien. O no demasiado mal. Que ya era más de lo


esperable, si dejaba que los recuerdos de la noche anterior llegaran a mí.
Había dejado aquellas cosas fritas con un rayo de luz azul. Épico. Para una
película era ideal, pero para mi vida era otra mierda que añadir a la montaña
que crecía día tras día. Si pretendía una vida normal, cuando Logan había
aparecido no había tenido más remedio que asumir que no era lo que el
destino había elegido para mí. Pero lo que sentía por él hablaba por si solo.
Colmillos y mordisco perdonados incluso. ¿Qué más se puede pedir para
demostrar que aquello era amor verdadero? Si hasta se había instalado en mi
casa y me parecía una idea no tan mala, después de poco más de un mes
viviendo juntos. Pero ahora ya no era un problema de su mundo. Me había
convertido en mi propio problema. No es que quisiera que lo de Logan no
funcionara. Siendo un cazador de demonios y todo. Pero siempre había ese
vacío legal, esa posibilidad de huir de todo aquello si mi cerebro empezaba a
colapsarse. ¿Pero como me escapaba ahora? Vale, siempre tenía tendencia a
buscar una puerta trasera en las situaciones que me estresaban en la vida.
Quizás de ahí mi miedo al compromiso. A pensar en el mañana más que en el
hoy. Abrí los ojos y me encontré a Logan estirado a mi lado, con ropa
deportiva. Me miraba con media sonrisa, aspecto preocupado. Triste. No se
me da bien eso de llevar un duelo o acompañar alguien en una etapa como
aquella. Supuse que no era el primer hermano que perdía a lo largo de los
años, pero eso no lo tenía porqué hacer más fácil. El pelirrojo parecía
simpático, más calmado y menos cerrado. Joven. ¿Cuántos años tendría en
realidad? Cerré los ojos y me acerqué a Logan, para poner mi cabeza sobre su
pecho y acariciar la piel desnuda de su brazo. Sentí la energía fluir dentro de
mí. ¿Magia? O lo que fuera. Mejor no pensar mucho en aquello. Sentí la
presión de los labios de Logan sobre mi pelo y me giré para buscar sus labios.
Un beso suave. No quería presionarlo. Él no hizo el intento de intensificarlo y
no insistí.
- ¿Cómo estás? -le pregunté con mirada tranquila.
-Bien. -me dijo intentando sonreírme.
-Soy yo la que evade las preguntas directas y se escaquea de lo que no le
apetece hablar. -le dije haciendo una mueca mientras le besaba con suavidad
los labios y él suspiraba ante ese contacto.
-Estoy preocupado. -me dijo finalmente.
-No tengo idea porqué. -le contesté haciendo una mueca y él me sonrió.
-Tus amigas han ido con Iker y Fer a recoger lo del mirador. -me dijo él
después. -Lo han llevado bastante bien. Son fuertes. Igual que tú.
- ¿Qué les va a pasar? -le pregunté a Logan, frunciendo el ceño. Quería a
Logan, pero las bandidas eran tan importantes para mí como él.
-Nada. -me contestó. -Mientras guarden el secreto, nadie tiene porqué
saber que saben o qué han visto. Se que podemos confiar en ellas. Ellas harán
lo que sea por protegerte.
-Sabes leer a las personas con mucha facilidad. -le dije con una sonrisa.
-Son muchos años de experiencia. -me contestó él con una sonrisa,
fijando sus ojos en mi boca.
- ¿Y ahora qué? -le pregunté con curiosidad. Me miró con dudas en sus
ojos.
-Hay alguien en Londres que quizás pueda tener alguna respuesta de lo
que te ha pasado. -me dijo Logan aunque no parecía muy convencido con
aquello. -Aunque no tengo ganas de que otras famílias sepan de que existes.
A estas alturas no creo que nadie espere que una mística despierte.
-Si te preocupas por lo que diga tu gente, después de ver la fiesta que nos
organizaron ayer los dumas, creo que me voy a preocupar yo también. -le dije
con mirada interrogante.
-Elena, no sé cómo puede reaccionar mi mundo. No quiero que intenten
usarte, aunque es inevitable siendo lo que eres. -Logan cerró los ojos y me
abrazó con fuerza. -Por no decir que vas a estar siempre en el punto de mira
de los dumas. Me asusta no poder protegerte.
-Bueno, está claro que tenemos que buscar a alguien que me ayude a
controlar lo que sea esto. -le dije señalándome a mí misma mientras hacía una
mueca. -Igual así puedo ser útil y no es tan difícil asegurar que mantenga mi
bonita cabeza sobre mis hombros.
-Estamos de acuerdo en eso. -me dijo con una sonrisa Logan, mientras me
besaba en la frente. Esperó unos segundos antes de añadir. -Hay otra cosa.
Sobre las leyes antiguas.
- ¿Leyes de cazadores? -le pregunté con un mal presentimiento al ver su
expresión, mientras hacía un gesto afirmativo con la cabeza.
-Las relaciones entre cazadores y místicas están prohibidas. -me dijo
finalmente y pude sentir como un peso dentro de él se liberaba. Pero a mí me
caía como una ducha de agua fría.
-Espero que bromees. -le dije haciendo una mueca.
- ¿Tengo aspecto de estar bromeando? -me dijo él con voz dura y aspecto
un poco enfadado. Le miré alzando una ceja, retándolo. No dijo nada más.
Lentamente me incliné sobre él y empecé a besarle, Logan intentó ignorar
mis besos, no responder a ellos. Pero tardé apenas unos segundos en romper
sus barreras. Su boca se abrió a mí y no dudé ni un instante en profundizar mi
beso. Creo que después de lo que habíamos vivido la noche anterior, los dos
lo necesitábamos más que nunca. Prohibido y todo, me importaba un comino.
Logan respondió a mi cuerpo y a mis besos con la misma urgencia. Le saqué
la camiseta y empecé a morderle por el cuello y por el hombro, mientras él
presionaba su cintura contra la mía. Me tumbó debajo suyo en un movimiento
algo brusco y empezó a besarme con intensidad mientras podía sentir su
excitación frotándose contra mí. Se separó levemente de mí, cerrando los
ojos. Intentado calmar su excitación y yo me arqueé contra él. No tenía
intención de que aquello acabara allí.
-Elena. -me dijo cogiendo mis manos y poniéndolas sobre mi cabeza,
dejándome prisionera de su cuerpo. Sus colmillos volvían a asomar y su
mirada era vidriosa. -Te juro que te deseo como jamás he deseado a alguien.
Pero no puedo arriesgarme a hacerte daño. Las leyes están hechas para
protegeros. Teniéndote aquí, dispuesta debajo mío, no puedo evitar sentir una
necesidad primitiva de morderte, de beber de ti. Quizás por la magia que hay
en tu sangre. No lo sé. ¿Y si pierdo el control? ¿Y si te lastimo de verdad?
Podría incluso matarte, sin ser del todo consciente de ello. No puedo evitar
pensar que esa prohibición quizás tiene la finalidad de protegeros de la sed
del cazador.
-Hemos estado juntos antes. -le contesté mirándole, intentando no fijarme
en esos colmillos que asomaban ansiosos de clavarse en mí. -Nada ha
cambiado respecto a lo que hay entre nosotros.
-Contenido. -me dijo él repitiendo mis propias palabras, dichas entre
copas de vino junto al fuego con mis amigas. - ¿Y si no deseo contenerme?
¿Y si deseo hacerte el amor sin dejar simplemente que seas tú la que controle
la situación? Joder, por si no te has dado cuenta todo esto me cuesta. Cada
vez más.
-Te quiero, Logan. -le dije sin dejar de mirarle, con intensidad.
Necesitaba alejar sus miedos de él. Miedo por hacerme daño. Quizás era
estúpida en animarle a todo aquello, pero no podía evitar sentir lo que sentía.
Y soy de reflejo rápido. No suelo meditar mucho las cosas. Simplemente me
dejo llevar. Y dentro de toda aquella historia de demonios, cazadores y
místicas, lo único que tenía sentido era lo que sentía por Logan. No podía
perder aquello. Porqué entonces el resto no tendría sentido.
-Lo sé. -me dijo cerrando los ojos, apoyando su frente en la mía y
suavizando la presión de sus brazos sobre mis manos, que le abrazaron al
sentirse libres. -Necesito respuestas. Dame un tiempo.
-Todo el que necesites, siempre que no intentes alejarte de mí. -le
contesté.
-No tendría la fuerza suficiente para alejarme de ti, aunque lo intentase. -
me contestó en un susurro.
Nos quedamos abrazados en su habitación durante unos minutos y
finalmente Logan se levantó y me tendió la mano. No es que me apeteciera
mucho salir de allí, de la intimidad que nos daban esas paredes, pero tenía
que aceptar sus condiciones, aunque no estuviera muy de acuerdo con ellas.
A ver, la posible amenaza de mi vida era algo como para al menos tomarme
mínimamente en serio. El hecho de que Logan estuviera claramente
preocupado con eso tampoco era muy motivador. Porqué pese a que estuviera
prohibido, estaba casi convencida de que Logan se pasaría esa ley por el forro
si no pensara que se había hecho con la intención de proteger a las místicas.
A mí, vamos. Aunque eso de mística no me pegaba ni con cola. Parecía que
tenían que ser mujeres no sé, con algo de misterio y de glamour. No con el
pelo revuelto, ojeras en los ojos y ropa con olor a barbacoa. No, desde luego
no daba el pego para nada. Anthony estaba sentado en la mesa del comedor,
con el periódico abierto. Nos miró desde la distancia pero viendo la cara de
malhumor de ambos, supongo que prefirió quedarse callado. Ayudé a Logan
a preparar nuestros cafés con leche mientras él sacaba un par de bandejas con
embutido de la nevera y las dejaba junto a varias barras de pan en la mesa.
Varios cazadores con el hambre de Logan tenían que dar trabajo del grande al
que se ocupara de la cocina. Logan se sentó a la cabecera de la mesa y yo me
senté a su lado. Casi por costumbre. Quizás él hubiera preferido que me
sentara en la otra punta. Me daba igual. Le daría tiempo. Pero no espacio.
-No tienes muy buen aspecto. -me dijo Anthony con mirada dura y Logan
gruñó levemente desde la silla presidencial, pero no levantó la cabeza de su
bebida. Creo que eso divirtió un poco a Anthony.
- ¿Siempre eres tan amable de buena mañana? -le pregunté ladeando la
cabeza levemente.
-Tengo días mejores que otros. -me contestó Anthony con una sonrisa y
mirando a Logan añadió. - ¿Has decidido qué vamos a hacer?
-Tendremos que ir a ver al viejo. -dijo finalmente Logan sin parecer
demasiado contento con aquello. -Pero primero tenemos que dejar todos los
cabos sueltos de aquí cerrados.
-No creo que sea buena idea alojarnos en casa de otras familias. -dijo
Anthony con mirada inteligente.
-Ya lo había pensado. -le contestó Logan con un gesto afirmativo. -
Nicholas se encargará de buscarnos alojamiento. Iremos en coche, por el
canal. No quiero que nos sigan el rastro.
- ¿Llegaste a hablar con el viejo? -le preguntó Anthony con curiosidad y
la verdad es que yo también me moría por preguntar sobre el viejo, pero
Logan estaba en modo jefe-lleno-de-malaleche, así que supuse que no era el
mejor de los momentos. Supuse que era la persona de la que me había
hablado. Alguien que quizás, en el mejor de los casos, tuviera información
sobre las místicas. O sobre esa estúpida ley que negaba las relaciones entre
místicas y cazadores.
-Sí, pero no conseguí sacar nada en claro. -dijo él con voz cansada. -
Después de casi dos horas. Creo que estaba aburrido. O me tomaba el pelo.
-Cualquiera de las dos opciones es probable. -le dijo Anthony con una
sonrisa divertida. - ¿Voy a buscar sus cosas?
- ¿Mis cosas? -les pregunté y Anthony me miró como si se sorprendiera
de mi pregunta. Miré a Logan. Su mirada era oscura. Dura. Casi fría. La
verdad es que no era nuestro mejor día, eso estaba claro.
-Sí. -le contestó Logan y Anthony se levantó de la mesa, haciéndome una
ridícula reverencia por el camino, me contuve de levantar el dedo corazón de
mi mano derecha a modo de contestación, aunque las tentaciones las había
tenido. -Elena, te quedarás aquí con nosotros. Es el sitio más seguro y más
fácil de defender que tenemos.
-De acuerdo. -le dije con voz derrotada y Logan suavizó su expresión.
Anthony ya había desaparecido, afortunadamente. No quería que me viera en
modo sumiso.
- ¿Sin más? -me dijo Logan mirándome con media sonrisa contenida. -
Esperaba un poco de resistencia por tu parte, la verdad.
-Después de lo de ayer, soy un manso corderillo. -le dije haciendo una
mueca y él sonrió. Había bajado sus defensas, aunque solo fuera un poco.
Puse mi mano sobre la suya. -Pero me quedo en tu habitación, contigo.
-Elena. -un susurro, casi como si fuera una súplica. A punto estuve de
sucumbir a él. A su petición.
-Te necesito Logan. Esto va a volverme loca. -le dije mirando a mi
alrededor. -Mi vida. Lo que soy. Es demasiado para aceptarlo sola. Necesito
tenerte a mi lado. Acepto que no sea como ha sido hasta ahora. Que necesites
tiempo. Los dos lo necesitamos, creéme.
-No puede volver a ser como era hasta que tengamos la seguridad de que
no corres peligro. Y aun así hemos de tener en cuenta que podemos
enfrentarnos a otras familias por infringir las leyes. -me dijo él con mirada
fría. -Elena, estar juntos sin estarlo, nos va a hacer daño.
-O nos hará más fuertes. -le reté yo.
-Somos hermanos. -me dijo él remarcando esas palabras con un tono seco
que no me gustaba lo más mínimo.
-De acuerdo. -le contesté sin intimidarme y había un destello de rabia en
su mirada, pero dio por concluido el tema.
- ¿Hay alguna fórmula para que puedas ausentarte del trabajo un par de
semanas sin despertar sospechas? -me preguntó mientras se relajaba
levemente en su silla.
-Con quince días de antelación, tengo derecho a vacaciones. -le contesté a
Logan. -Mi jefe se pondrá hecho una furia pero ya buscaré alguna buena
excusa.
-Organizaremos el viaje para entonces. -dijo Logan finalmente, haciendo
un gesto afirmativo, cansado.
- ¿Dónde puedo darme una ducha? -le pregunté a Logan, con ganas de
salir de allí, en parte por el cabreo y en parte por qué quería llorar a pleno
pulmón y que nadie fuera testigo de mi momento de debilidad. Ni siquiera
tenía mi teléfono, para intentar enviar un texto de socorro a las bandidas.
Estaba sola. Del todo. Quizás Logan vió un atisbo de mis emociones en mi
rostro. No lo tengo claro. Su voz sin embargo me dió una pizca de esperanza.
-Hay un baño en nuestra habitación. -su mirada seguía siendo dura, pero
en sus ojos había un pequeño brillo de algo más. Tenía que agarrarme a eso.
Era consciente que Logan me quería. Y que todo aquello era una forma de
intentar protegerme. Una mierda de fórmula, todo sea dicho. Mejor muerta
feliz que vivir agonizando. Al menos había ganado una pequeña batalla. Y si
las místicas eran esas criaturas mágicas tan poderosas, digo yo que
encontraría alguna forma de hacerle reaccionar. Sonreí mientras entraba en el
baño. Nuestro baño. Acababa de tener una gran idea. Logan lo iba a flipar. En
vez de ducharme en medio de un mar de autolamentación, me duché
planeando mi siguiente golpe. Que no dijeran que las místicas no éramos
peleonas. Lo tenía claro ese cazador de pacotilla.

La ropa de Logan me estaba enorme, pero teniendo en cuenta que el resto


de los cazadores eran igual de corpulentos que él, y que no estaba dispuesta a
quedarme encerrada en la habitación esperando que volviera Anthony, hice lo
que pude con ello. Parecía salida de una película cómica. Había dado varias
vueltas a la cintura de los pantalones deportivos, además de tener que hacer
un improvisado dobladillo para no pisarlos. La sudadera me llegaba hasta la
mitad del muslo, como si fuera en parte un vestido. Al menos pude peinarme
con dignidad y poca cosa más, porqué obviamente Logan no tenía nada que
pudiera etiquetarse como maquillaje. ¿Sería Anthony lo suficientemente
sensible como para traer mi neceser? Lo dudaba. Tampoco es que mi aspecto
en esos momentos fuera fácilmente mejorable, para que mentirme. Mañana al
salir del trabajo pasaría por casa. Un secador y la plancha. Busqué en el
escritorio de Logan un papel y un bolígrafo. Descalza, me fui al comedor. Me
encontré con el otro cazador, sentado en el sofá con la televisión puesta. Me
miró con curiosidad y su sonrisa apareció de forma espontánea al verme con
esas pintas.
-No estoy en mi mejor momento. -le dije haciendo una mueca, sin poder
evitar una sonrisa a la vez. La verdad es que no me importaba mucho estar
hecha un desastre. - ¿Nicholas?
-El mismo. -me dijo mientras se levantaba con expresión divertida. - ¿Has
desayunado?
-Más o menos, pero no me importaría repetir de café con leche. -le dije
esperanzada, Nicholas rio por lo bajo y me señaló la mesa, mientras se
acercaba a la cocina. Eso de que la sirvieran a una, no estaba mal del todo. -
¿Tenéis ibuprofeno?
-No. -me contestó él. -Aunque es posible que los medicamentos que
tomabas antes no te funcionen de la misma forma, ahora.
- ¿Ahora que soy otra rarita más en el equipo? -le pregunté haciendo un
mohín y él se rió. Era una risa bonita, alegre. Un recuerdo vago de él
luchando con dos espadas en plena oscuridad. Parecían dos personas
completamente diferentes. Quizás incluso lo eran.
-Algo así. -me contestó mientras me tendía el café con leche y se sentaba
a mi lado. -Nunca había visto una mística, no puedo negar que fue
espectacular.
-Gracias. -le dije. Recuerdos fugaces volvían a mí. -Siento lo de Quin.
-Lo encontraré a faltar. -me dijo con aspecto cansado, triste. Lamenté
haberle traído ese recuerdo en concreto. Pero volvía a mí sin poder evitarlo.
-Me dijo que era de Irlanda. -le dije con una sonrisa cómplice. -Fui de
viaje de fin de curso en bachillerato y me lie con un pelirrojo.
-Espero que no fuera Quin. -me dijo haciendo una mueca, parcialmente
divertido por mi confesión.
-Que va, tenía unos dieciocho, mitad pecas y mitad granos. Pero era la
mar de simpático. Aunque puede ser que como no entendía la mitad de lo que
me decía me pareció más fácil tenerlo ocupado con algo que no fuera hablar.
-le dije haciendo un puchero y Nicholas empezó a reír.
-Quin estaría orgulloso de oír algo así. -me dijo él con mirada cómplice. -
Siempre decía que los pelirrojos tienen el doble de dificultad para ligar.
-Sería a los quince, porqué hecho y derecho como estaba, no creo yo que
pasara indiferente a la fecha. -Nicholas empezó a reír de nuevo y yo puse los
ojos en blanco.
- ¿Cómo conociste a Logan? -me preguntó con una sonrisa cómplice,
como si estuviera dispuesto a compartir confidencias.
-De fiesta. -le dije recordando aquello con cariño y una chispa de tristeza,
parecía tan lejano.
-No me lo creo. -me dijo él mirándome con aspecto sorprendido. -Jamás
he visto a Logan de fiesta.
-En serio. -le dije yo y empecé a reírme recordando aquello. -Supongo
que lo liaron Iker y Anthony. Yo estaba con mis amigas.
- ¿Las de ayer? -me preguntó con curiosidad y yo hice un gesto
afirmativo.
-Noche de chicas. -le dije. -Nos encantan las noches de chicas. Aunque
después de lo de ayer igual nos pasamos a las fiestas pijama. En fin. Una cosa
llevó a la otra y acabamos en un local que hay cerca de mi casa. Yo estaba
bastante rallada porque Fer me había dicho de ir a vivir juntos.
- ¿Fer? ¿El humano? -las pupilas de Nicholas se dilataron en estado de
completo shock. - ¿Logan lo sabe?
- ¿No has notado la gran calidez que hay entre ellos? -le dije con una
sonrisa de oreja a oreja y Nicholas empezó a toser entre risas.
-Lo que me he perdido. -dijo entre risas. -Pagaría por ver a Logan
capeando todo esto.
-Pues coge una butaca porqué esto va para largo. -le dije haciendo una
mueca.
-Así que conociste a Logan de fiesta. -me dijo él con una sonrisa divertida
mientras un brillo travieso asomaba en sus ojos. No debían de divertirse a
costa de Logan demasiado a menudo.
-Vino a bailar conmigo, luego me invitó a marcharnos de la fiesta y le
envié a la mierda, básicamente. Amor a primera vista. -sonreí mientras
Nicholas reía por lo bajo. Pude ver que su mirada se desplazaba ligeramente
hacia mi derecha y me giré para ver a Logan. Apoyado sobre el marco de la
puerta. Nicholas no parecía para nada divertido, ahora. -Te he cogido ropa,
aunque me va un poco grande.
Logan me miró alzando una ceja, mientras levantaba los brazos dejando
ver las varias dobleces que había tenido que hacer en las mangas para que
mis manos pudieran sobresalir. Inclinó un poco la cabeza, ante mi imagen y
una pequeña sonrisa curvó sus labios.
-Creo que estabais bastante divertidos. -me dijo mientras se acercaba a
mí, sin dejar de mirarme y se sentaba a mi lado.
-Le estaba explicando cómo nos conocimos. -le contesté con mirada
inocente y una sonrisa radiante en la cara, la ducha me había sentado de
maravilla.
-Algo así me había parecido. -me dijo él, con aspecto divertido, aunque
había una profundidad en su mirada que intimidaba un poco.
-Si quieres puedes contar tu versión. -le contesté encogiéndome de
hombros.
-Me gustaría escuchar la tuya. -me dijo finalmente, mientras se recostaba
en la silla y su mirada se desplazaba por primera vez hacia Nicholas.
-Sospecho que ahora no lo va a encontrar tan divertido. -le dije a Logan
haciendo un puchero. -Sabes que le intimidas.
-Puede. -dijo Logan encogiéndose de hombros mientras volvía a mirarme,
una expresión divertida en sus ojos.
-Estábamos en el punto en el que te dió calabazas en un local. -le dijo
Nicholas con mirada divertida solo parcialmente intimidada. Logan le miró
sin dejar su expresión parcialmente divertida.
- ¿No tienes nada más que hacer Nicholas? -le dijo casi con un ronroneo.
-Supongo que sí. -dijo Nicholas finalmente, con una sonrisa de punta a
punta, mientras se levantaba de la mesa y me hacía una pequeña reverencia
antes de marcharse.
- ¿Eso de las reverencias? -le dije a Logan haciendo una mueca.
-Eres una mística. -me contestó con mirada profunda, su expresión
divertida aún presente. Mucho mejor que la frialdad que había en su mirada a
primera hora. Con ese Logan aún me veía capaz de negociar.
-Esta mañana por poco le monto un pollo a Anthony pensando que era
otra forma de burlarse de mí. -le confesé haciendo una mueca.
-Lo sé. -me contestó él con mirada divertida.
-Tú no me haces ese tipo de reverencias. -le dije con mirada traviesa.
-¿Quieres que te las haga? -me preguntó con cierta diversión en sus ojos.
-Para nada. -le contesté haciendo una mueca. -¿Tenemos tele por cable?
-Sí. -me contestó.
-No está tan mal esto, después de todo. -le dije mirando su guarida con
una sonrisa.
-Estás preciosa. -me dijo con una sonrisa torcida.
-Fabulosa de la muerte. -le contesté con una sonrisa, aunque aquel
pequeño comentario, quizás dicho casi inconscientemente, me había alegrado
la tarde. Me levanté de la mesa, alejándome de Logan, con el buen rollo que
esos últimos dos minutos me habían dado. No quería que ahora lo
empeoráramos. Capturé el mando de la tele y puse una de esas series rosas
para adolescentes, esos cazadores iban a saber lo que significaba tener una
mujer en su territorio. Mística o no, pensaba volverlos un poco locos.
Especialmente a Logan.

Logan estuvo toda la noche rondando, así que me lo crucé durante el


desayuno. Si había tenido dudas de mi plan, quedaron anuladas al verle llegar
a esas horas. Sabía mis horarios mejor que yo. Así que aquella muestra
deliberada de evitarme solo había conseguido cabrearme un poco más,
aunque en vez de un enfrentamiento directo, me limité a una generosa sonrisa
y a mantener mis malévolas maquinaciones. Solo lamentaba no poder
compartir la jugada con las bandidas. Seguro que se les ocurriría la guinda a
mi plan.
Iker me acompañó al trabajo. Al menos no fue tan sinvergüenza como
para negar lo innegable. Logan había dado órdenes de tenerme vigilada las
veinticuatro horas del día y los cuatro cazadores hacían turnos. Lo que
significaba que Logan se iba a pasar algunos ratos simplemente
observándome desde la distancia. Era una tremenda estupidez, pero allá él.
Aún no había hablado con Fer en la guarida y sospechaba que los cazadores
tenían órdenes de mantenerlo lejos de mí. Aunque tarde o temprano
coincidiríamos. Al final habíamos acabado viviendo juntos, aunque no bajo
las circunstancias con las que toda aquella historia había empezado. Sonreí a
mi jefe cuando llegó y creo que algo en mi cara me delató.
-Necesito un favor. -se lo solté mientras colgaba el abrigo, empezaba a
refrescar. Se giró y me miró, con aspecto sorprendido. No soy gran actriz, así
que opté por usar las emociones que realmente habían dentro de mí, aunque
cambié el tapiz que las generaba, como si pintara sobre otro lienzo más
antiguo. -Fer y yo hemos hecho las paces. Llevámos como dos meses fatal
pero este fin de semana nos hemos reencontrado y necesitamos darnos una
oportunidad.
-¿Y el hombre que te ha venido a buscar estos días? -me preguntó con
curiosidad, Logan no pasaba para nada inadvertido, seamos sinceros.
-Un mero entretenimiento. -le dije haciendo una mueca, si Logan estaba
escuchando se le estarían poniendo los pelos de punta me dije divertida,
aunque no quise pensar mucho en ello para no perder la poca concentración
que tenía con el papel. -Necesito un par de semanas de vacaciones, pasar
tiempo con él, fuera de la ciudad. Reencontrarnos.
-Estamos fuera del periodo de vacaciones habitual. -me dijo él haciendo
un mohín. Con esa respuesta supe que tenía que meter la pata hasta el fondo
para que no me diera las vacaciones.
-Lo sé. -le dije poniendo cara de absoluta devoción. -Sabes que nunca te
fallo, siempre intento dar lo mejor de mí. Necesito esos días. Los
necesitamos. Fer siempre te ha caído bien.
-Es un buen chico. -me dijo finalmente, con un suspiro cansado. -¿Qué
días serían?
Le di las fechas que había hablado con Logan y tras varias quejas sin
demasiada fuerza, me dio su autorización. Me tocaría trabajar en verano. Si
seguía viva, claro está. No era un mal negocio. Además, quizás podría
aprovechar para ir a ver a mis padres esos días. Londres no era tan
infinitamente grande, después de todo. Y durante el día los dumas no se
mostraban, así que no parecía un mal plan. Acabé mi turno para encontrarme
a Anthony esperándome a pocos metros de la óptica, apoyado sobre una
farola con aspecto relajado. Cuanto tiempo llevaba allí era un misterio. Y en
este caso no sentía el más mínimo remordimiento.
-Hace una tarde preciosa para pasear. -le dije con una sonrisa generosa y
antes de que pudiera responder con algún comentario estúpido, añadí. -He de
pasar por casa. Gracias por todo lo que me trajiste, pero me falta el cargador
del móvil y cosas esenciales para mujeres, compresas, tampones, esas cosas,
ya me entiendes.
No me contestó. Un ruido, entre gemido y rugido, a modo de respuesta.
Le sonreí aún con más ganas, mientras empecé a caminar camino a casa,
seguida por uno de mis guardaespaldas. Solo me faltaba dar saltitos de
felicidad, porqué me sentía radiante. Por se mujer, más que por otra cosa. Y
mira que mi presente era más de color caqui que no de color de rosa, pero yo
soy de las que buscan y deciden su propio presente. A la mierda con el futuro.
Eso está muy lejos.
Saqué mi maleta de viaje y la abrí sobre mi cama. No podía negar que
Anthony había vaciado a conciencia parte de los cajones y del armario, pero
seamos realistas, una maleta de mujer hecha por un hombre. ¿Qué se podía
esperar? Tenía cientos de calcetines y no había ni una maldita media. Ropa
interior de sobras, solo esperaba que no se hubiera entretenido mucho
mirando mi repertorio de encaje. Seleccioné algunas prendas que para mí
eran especiales del armario. El secador, la plancha de pelo y la depiladora.
Cosas básicas, vamos. Un neceser cuya cremallera apenas cerraba con mil
productos de higiene y maquillaje. Al menos había cogido mi cepillo de
dientes. Dos pares de zapatos y dos pares de deportivas. ¿Anthony suponía
que podía vivir el resto del mes con un único par? Vamos, que daba lo mismo
si me iba de fiesta, al gimnasio o a trabajar. Sonreí. Revisé la nevera,
haciendo una bolsa con todo lo que estaba empezando y congelando el resto.
Saqué la bolsa de la basura. Que me fuera de casa no significaba que tuviera
que dejarla como si fuera una pocilga. Digo yo. Sentí una cierta nostalgia
mientras cerraba las ventanas, como si me fuera realmente para una
temporada larga. Eso si podía volver algún día. No podía evitarlo, así que no
valía la pena pensar en ello. Cerré con llave y Anthony bajó la maleta y la
bolsa de la basura sin que yo se lo pidiera siquiera. Al menos para esas cosas
era todo un caballero. Con sus salidas un punto borde y eso. Me paré en el
primer piso y escuché al chihuahua de la vieja Maria chillando como un loco.
Eso no lo encontraría a faltar. Piqué a su timbre, mientras Anthony me
miraba desde el ascensor con aspecto desconfiado. Ese hombre necesitaba
relajarse un poco. Maria abrió la puerta, era raro que no estuviera en casa,
enganchada a una de sus telenovelas. Envidiaba un poco su vida. Para que
negarlo.
-Elena, cielo, hace mucho que no nos cruzamos. -me dijo mientras cogía a
su Romeo en brazos, porqué tenía cierta tendencia a intentar montar una de
mis piernas. Bueno, una de las piernas de casi todos los vecinos, si era
realista. No es que yo fuera su preferida ni nada de eso. Era un chucho de
mentalidad abierta.
-He tenido un par de meses complicados. -le dije haciendo una mueca. -
Me peleé con Fer, ya sabe el chico que solía venir los fines de semana.
-Me lo había imaginado, hace tanto tiempo que no lo veo. ¿Estás bien
cielo? Parecía tan buen chico. -me dijo ella haciendo un gesto triste.
-Sí, de hecho acabamos de volver juntos y estoy feliz. -le dije con una
sonrisa de oreja a oreja. Pude ver de reojo como Anthony se tensaba en el
ascensor, su cara había tomado una tonalidad entre blanca y verde, pena no
tener una cámara oculta para grábarlo. -He decidido dar el paso y vamos a
intentar vivir juntos. De momento me voy a ir a su piso, pero aún no he hecho
el cambio de la mayor parte de correspondencia. ¿Podría usted recogerla?
Intentaré pasar cada semana a buscarla.
-Por supuesto Elena. -me dijo con una sonrisa radiante en su cara. -Yo
también fui joven hace un tiempo. Disfrútalo cielo. Y si necesitas cualquier
cosa ya sabes dónde encontrarme.
-Mil gracias Maria, de momento es algo temporal, pero creo que estoy
preparada para dar ese paso. -le dije mientras la abrazaba y Romeo me gruñía
por esa proximidad con su adorada ama. -Ya le diré a Fer que se pase algún
día a visitarla. Ya sabe que adora a Romeo.
-Tiene mano con los animales, tu chico. -me dijo guiñándome un ojo,
mientras me alejaba finalmente de allí.
Anthony no me dijo nada en el ascensor, pero su mirada parecía cargada
de dudas. Si él no preguntaba, yo no pensaba soltar prenda. Que sufriera en
silencio. Tenía el coche aparcado cerca de la óptica. Me hizo gracia que
pagara zona azul. Como cualquier persona vamos. Como el silencio en el
coche se hacía pesado encendí la radio y puse una emisora de música
romanticona, por lo que pude canturrear, para el horror de Anthony, muchas
de las que sonaron. Si tenía los oídos tan sensible como se suponía, le
dolerían durante un buen rato. Cuando bajamos del coche, Anthony me miró
por primera vez con aspecto algo divertido.
-Cantas de pena. -me dijo sin más.
-Algo así podría decirse de tu compañía. -le dije con una sonrisa
angelical, batiendo mis pestañas, finalmente repletas de una buena capa de
rímel. Anthony empezó a reír por lo bajo.
- ¿Sabe Logan lo que vas diciendo por ahí? -me preguntó mientras
entrábamos en el comedor. Iker y Fer estaban jugando a un juego de carreras
en la televisión.
-Es lo primero que se me ha ocurrido. Me dijo que consiguiera dos
semanas de vacaciones. -le dije encogiéndome de hombros. -Y las he
conseguido.
- ¿Cómo has conseguido que César te de fiesta en esta época? -me dijo
desde el sofá Fer, sin dejar de mirar la pantalla. Joder con el tío. ¿Después de
que le habían explicado que me había convertido en rayitos paralizantes tras
un ataque de la mierda de demonios esos y no tenía ni cinco minutos para
desengancharse de la pantallita para preguntarme cómo me encontraba? Pues
allá él.
-Le he dicho que hemos vuelto y que necesitábamos un rollito íntimo una
temporada. -le solté sin más mientras me iba a la cocina a poner mis cosas en
la nevera. Creo que lo que se escuchaba de fondo era una mezcla de tos y de
risas.
Finalmente había conseguido captar su atención. Fer se acercó a la bolsa
de la comida y me empezó a tender las cosas que se tenían que guardar en la
nevera, sin decir palabra. Pude ver a Iker y Anthony mirarnos de reojo desde
la mesa del comedor.
-Estás cabreada. -me dijo finalmente Fer, apoyándose en el mármol pero
dejando distancia entre nosotros. Si no estuvieran los otros dos, creo que me
hubiera abrazado. Aunque solo fuera como amigo. Me conocía lo suficiente
como para saber que un buen abrazo, en el momento adecuado, conseguía
aplacarme más que cien palabras y cincuenta promesas.
-Qué va, hasta le estoy encontrando el gustillo a esto. -le dije con una
falsa sonrisa. Sonidos de tambor de guerra creo que resonaban en sus orejas.
-Sabía que estabas bien, hablé con Logan. -me dijo finalmente, con
mirada calmada.
-Suerte de Logan entonces. -le contesté con sarcasmo mientras cogía una
taza cerca de él, rozándole de forma deliberada y viendo cómo se alejaba de
forma instintiva de mí. ¿En serio? Esperaba que fuera por lo de que echaba
rayos por las manos, porqué si era por algo que le hubiera dicho Logan,
conseguiría reventarle sus preciosos tímpanos con la que le iba a caer esa
noche. O mañana por la mañana, cuando se dignara a aparecer. Llené la taza
con agua y la guardé en el microondas. Cuando apreté el botón de inicio, una
chispa iluminó al aparato y un perfecto pluff, seguido del olor a quemado
hizo acto de presencia.
-Ale, a la mierda. Otro microondas menos. -le dije a los tres hombres que
habían acudido a mí para rescatarme del maligno ataque del microondas. -Al
que haga una sola broma lo dejo frito.
Salí de allí con la máxima dignidad posible. Me encerré en mi habitación
con un portazo. En la habitación de Logan. Un día. Le iba a dar un día. O una
noche. Si quería guerra, la encontraría.
Logan vino media hora después. Me miró tendida en la cama panza abajo,
con un libro entre las manos. Por pasar el rato. Se quedó quieto en la puerta
mirándome con gesto divertido. Le miré desde mi posición, con aspecto
desdeñoso.
- ¿Puedes enchufar el cargador de mi teléfono? -le pregunté con mirada
neutra. Logan se acercó a la cama, se sentó a mi lado y conectó el cargador a
la corriente.
-Me han explicado lo del microondas. -me dijo sin más, mirando mi
teléfono aún sin cargar. -Has pensado que también podía petar si lo
conectabas.
-Me costó una paga extra. -le dije encogiéndome de hombros, ansiaba
hablar con mis amigas, pero mejor tarde que no nunca. -Aunque creo que lo
mío son los microondas, hay quien dice que son nocivos para la salud, así que
en el fondo igual os estoy haciendo un favor.
-Me han dicho que ya has conseguido gestionar lo de las vacaciones. -me
dijo después, con esa mirada oscura que me hacía soñar, pero intenté no caer
en ella. Porqué era tentadora. - ¿Por qué el chico me evita? Más que de
costumbre, quiero decir.
-Supongo que tendrá que ver con el hecho de que le he dicho a mi jefe
que he vuelto con él. Que necesitábamos unas vacaciones para
reencontrarnos. César en el fondo es un romántico hasta la médula y no ha
podido negarse. -le dije con mirada inocente mientras su expresión se volvía
un punto más dura, por lo que añadí con una sonrisa. -Y a mi vecina del
primero, la del chihuahua, le he dicho que me iba a vivir con él, para que me
recoja el correo.
- ¿A nadie más? -me preguntó con mirada irritada, aunque había un punto
de diversión en él. Mejor.
-Anthony estaba delante cuando se lo he dicho a mi vecina, si te refieres a
los de aquí. Y se lo he dicho a Fer, para que si se encuentra con uno u otro no
me fastidie la historia. Iker también estaba. -le dije finalmente con una
sonrisa inocente.
-Por supuesto. -me dijo él alzando una ceja a modo acusatorio.
-Estoy aburrida. -le dije sentándome en la cama y sentí que su cuerpo se
tensaba. -No me has enseñado todo esto. Y no me atrevo a investigar. Vete a
saber lo que podría encontrar. ¿Tenéis una sala de disección de demonios o
algo así? Porque si es que sí, esa parte del tour casi que paso.
Logan me miró y una sonrisa apareció en su rostro. Suspiró divertido
mientras se ponía de pie y me abría la puerta. Salí al pasillo. La puerta de
Logan era la última de la derecha y había supuesto que las otras siete puertas
eran más habitaciones. Y había acertado de lleno, chica lista.
-Todas las habitaciones tienen su baño personal. -me dijo él abriendo la
puerta frente a la suya, que parecía vacía excepto por los muebles básicos. -
Ocho habitaciones en total.
-Más bien ocho celdas. -le dije haciendo una mueca, no había ventanas en
ninguna de ellas.
-Las paredes son de hormigón, cincuenta centímetros en las zonas
déviles. -me dijo él con mirada cargada de significado.
-Un búnker, vamos. -le dije haciendo una mueca.
-La puerta del garaje es de acero puro y la puerta que da al comedor es de
alta seguridad. Es posible que un duma consiguiera burlarla en el peor de los
casos, pero no permitiría la entrada de más de uno a la vez. -me dijo mientras
entrábamos en el comedor. No había sido consciente de que aquí tampoco
había ventanas porqué había unos enormes panales de luz led en el techo que
simulaban a la perfección luz natural. Sino fuera por la hora que era, no
hubiera caído en ese detalle. Había pensado que eran claraboyas. Pero
obviamente eso sería un acceso al interior de la guarida demasiado fácil. -Un
baño accesorio para el comedor y abajo tenemos el gimnasio.
Nos acercamos a una puerta de metal oscuro en la que no me había fijado
en todas las horas que llevaba allí. Desde luego como observadora no ganaría
muchos puntos. Bajamos unas empinadas escaleras hasta llegar a un espacio
cerrado con hormigón y metal por todos lados. La palabra gimnasio se
quedaba corta. Una pared estaba repleta de armas de todos tipos. Hachas,
espadas y cuchillos en una exposición que envidía daría a muchos museos.
Espalderas y varias barras en el techo. Anthony estaba colgado de una de
ellas con un solo brazo y nos miraba con curiosidad. Iker y Fer estaban
intercambiando golpes con unos bastones de madera mientras a cierta
distancia estaba Nicholas cruzando golpes en el aire con dos espadas.
Menudo espectáculo.
-Aquí es donde te refugias cuando te cabreas. -le dije con una sonrisa
irónica a Logan.
-O cuando huimos de Logan. -me dijo Nicholas con una sonrisa,
haciéndome una pequeña reverencia desde la distancia.
-Ignórale. -me dijo Logan con media sonrisa en sus labios. -Tenemos
aseos y duchas aquí.
-Y la lavadora. -dije con mirada iluminada de felicidad, por un momento
me veía frotando en la pica mis pantalones y me estaba saliendo un sarpullido
solo pensándolo. Logan rió.
-Tenemos una asistente que viene cinco horas cada mañana. -me dijo
guiñándome un ojo. -Salvar el mundo es suficientemente estresante como
para ponernos a hacer la colada y la plancha.
-Casi que podré vivir sin ventanas si no tengo que volver a planchar en
una temporada. -le dije vendiendo mi alma al diablo, Logan se rio de mí y no
pude evitar sentir que todos nos miraban desde la sala, mientras subíamos de
nuevo las escaleras.
-Solemos cenar pronto. -me dijo mientras se dirigía a la cocina. -Cada
uno hace lo que le apetece, pero muchas veces acabamos cenando todos
juntos. Hace familia.
-Eso está bien. -le dije acompañándolo.
-Si quieres que te compren algo especial, déjalo anotado en la nevera, la
asistenta se ocupa de las compras en general. -me dijo mientras me mostraba
una lista de la compra pintada con rotulador vileda sobre la puerta de la
nevera. Cerveza y pavo. En estos momentos casi me decantaba por lo
primero. Logan sacó un paquete de costillas enorme y los dejó sobre el
mármol. Sacó de la estantería un par de platos y puso pan rallado en uno,
mientras me tendía un par de huevos. Le miré y un destello de complicidad
nos envolvió. Como cuando estábamos en casa, compartiendo mi pequeña
cocina. Cocinando juntos. Cogí los huevos con una sonrisa y los rompí en el
margen del plato para batirlos a continuación con un tenedor. Rebozamos una
infinidad de carne. Como para comer un regimiento, vamos. Logan se ocupó
de las pinzas y el aceite, mientras yo rebozaba una costilla destrás de la otra.
Cuando habíamos acabado, avisó a sus compañeros que la cena estaría
servida en cinco minutos. Parecíamos mamá y papá llamando a lo niños a
comer a la mesa. Aquella imagen me hizo gracia. El Logan autoritario,
intimidatorio, preparando costillas de cabrito rebozadas para el resto de su
grupo. Siempre conseguía sorprenderme. Y eso me gustaba.
-¿Te apetece algo de entrante? -me preguntó mientras colocaba las dos
bandejas repletas de una montaña de carne en la mesa.
-¿Hay algo verde? -le dije mientras metía mi cabeza en la enorme nevera
de dos puertas. Encontré dos bolsas de ensalada que no estaban caducadas.
Más de lo que esperaba encontrar. Cogí tres manzanas y entre los dos las
pelamos y troceamos en un momento. -¿Maíz? ¿Atún?
Logan buscó por las estanterías, encontrando todo lo que le pedía sin
demasiada dificultad. Me lo tendió con una sonrisa. Nuestras manos se
rozaron y pude sentir su calidez. Nuestras miradas se cruzaron y esta vez no
había rechazo en él. Eso estaba bien. Acabé la ensalada justo cuando el resto
llegaban a la mesa, acabados de salir de una ducha rápida y con ropa limpia.
Logan se sentó en la cabecera y me miró con expresión tranquila. Me
senté a su lado. Anthony se sentó enfrente mío y miró al resto divertido.
-No muerdo. -les dije a los tres hombres que miraban las sillas sin tener
claro donde sentarse.
-Iker es para hoy. -dijo Logan con voz dura. Iker sonrió y se sentó a mi
lado, como si esa sutil advertencia de Logan le diera derecho a sentarse junto
a mí.
-Estoy de suerte. -me dijo guiñándome un ojo mientras se sentaba junto a
mí. Fer se sentó al lado de Iker y Nicholas junto a Anthony. De alguna
manera era como si nos hubieran asignado el pupitre del colegio. Logan y
Anthony empezaron a hablar entre ellos y los otros tres hicieron lo mismo.
Yo me quedé un poco al margen de todo, escuchando a unos y otros, pero sin
ganas de intervenir. Estaba cansada, aunque no era tarde. Disfruté de la cena.
Al menos tengo que admitir eso. Cuando volví a la habitación Logan me
acompañó. Desconectó el teléfono de la corriente y me lo tendió. Me sonrió
cuando vió mi cara de felicidad al conseguir encenderlo después de dos días
desconectada del mundo.
-Me voy a patrullar. -me dijo con una sonrisa gentil, hermosa. -Ha estado
bien.
-Sí. -le dije con una sonrisa, sintiendo la calidez de su mirada. - ¿Volverás
esta noche o huirás de mi otra vez?
-Elena. -me dijo alzando una ceja, amenazadora, de nuevo.
-Es una pregunta, por si me pongo en medio de la cama o si al menos
intento tener la sensibilidad de respetar un trozo para cuando vuelvas. -le dije
con una sonrisa generosa, parpadeando de forma inocente. -Si no vas a venir,
no merece la pena el esfuerzo.
-Sabes que si vengo, acabaremos enganchados en una tercera parte de la
cama. -me dijo con una sonrisa divertida, sabia.
-Es una posibilidad. -le contesté con mirada divertida. -Tú mismo.
Le dí la espalda y me cerré en el baño, con mi teléfono en mano. No
pensaba salir en un buen rato. Allá él. Empecé a chatear con las bandidas,
poniéndolas al día de mis últimas novedades, sin decir nada comprometedor
sobre los cazadores ni los demonios. Pasando de que alguien nos leyera el
chat y pensara que estábamos peor de lo que era en realidad. O nos encerrara
la secreta por terrorismo o la científica por bichos raros. No éramos tan
tontas. Tenía ganas de verlas. Y no me salía de los ovarios dejar de hacerlo.
Quedamos para cuando saliera del trabajo. Incluso Nora tenía intención de
salir del trabajo antes de hora, cosa que me hacía ver hasta qué punto estaban
preocupadas por mí. Era bueno tenerlas cerca. Un punto de apoyo. Un nexo
con mi antigua vida. Eso y seguir recetando gafas toda la mañana.
¿Trabajarían las místicas aguantando las quejas de los clientes que no se
adaptaban a los progresivos? Suspiré. Ya con el pijama, me marché al
comedor a buscar un vaso de leche caliente. Me encontré a Fer jugando con
Iker a la consola, a sus carreras de coches, para variar. Me senté en un sofá
junto a ellos un rato, creo que se llevaban bastante bien. Fer había cambiado
durante aquellos meses. Su mirada era más dura, supongo que el
descubrimiento de esa doble realidad también le había marcado a su manera.
Eso y el entrenamiento al que lo tenían sometido, su cuerpo había empezado
a muscularse. Siempre había sido atlético, pero ahora empezaba a ser no sé,
más hombre. Un poco más parecido a Logan, y al resto de sus hermanos.
- ¿No patrullas? -le pregunté a Iker cuando finalmente venció a Fer tras
un grito de satisfacción.
-Soy la reserva. -me dijo él con una sonrisa, como si por primera vez
fuera consciente que estaba en el comedor, con ellos.
- ¿La reserva? -le pregunté alzando una ceja con curiosidad.
-Desde que te has instalado Logan quiere que haya un cazador en el
cuartel por si hay cualquier eventualidad. -me dijo con mirada divertida.
-Y de paso se asegura de que no nos quedemos solos. -me dijo Fer con
una sonrisa torcida, un poco culpable.
-Eso también. -dijo Iker con una sonrisa divertida.
-Para no querer nada conmigo se toma muchas molestias. -murmuré por
lo bajo y Fer me miró con sorpresa.
- ¿De qué hablas? -me preguntó por primera vez con cierta curiosidad,
Iker no parecía demasiado cómodo con aquello, pero tampoco parecía
dispuesto a dejarnos solos.
-Mierdas de leyes de la época prehistórica. -le dije haciendo una mueca. -
Nada de rollos entre místicas y cazadores.
-Pero estás instalada en su habitación. -me dijo Fer sin acabar de
entenderlo.
-Él puede seguir sus leyes. Yo sigo las mías. -le dije alzando las cejas de
forma desafiante y Fer sonrió. Una sonrisa triste. Pero una sonrisa cómplice.
Quizás no debería estar hablando de esto con él. Hacía unos meses éramos
pareja. Incluso me había pedido de ir a vivir juntos. Y a mí no se me ocurría
nada más que decirle que estaba haciendo acoso y derribo a otro tipo. El tacto
no era uno de mis puntos fuertes. -Lo siento, sabes que no tengo filtro.
-Está bien. -me dijo él con una sonrisa forzada. -Lo nuestro estaba bien.
Ha sido, has sido, muy importante en mi vida. Lo sigues siendo. Pero no eras
para mí. No creo que sea una coincidencia que Logan te encontrara. Y que
seas una mística. Estabais predestinados.
- ¿Has estado fumando? -le dije abriendo los ojos como platos. ¿De qué
iba eso? Vale, estaba colgada por Logan. Y quizás él era un poco posesivo,
protector, conmigo. Pero eso de las relaciones cósmicas y la predestinación
quizás era un poco exagerado. Digo yo.
-Nosotros también pensamos eso. -dijo Iker finalmente, mirándome con
aspecto respetuoso. -Al margen de las leyes antiguas. Logan sabe que lo
apoyaremos.
- ¿Apoyarlo en qué exactamente? -le miré sin acabar de entenderlo.
-En mantener vuestra relación. -dijo Iker. -Eres una buena influencia para
Logan. Nadie fuera de la familia tiene porqué saber que eres una mística, o
que mantienes una relación no fraternal con él.
-No sabía que tenía que haber un consenso sobre quién se acuesta con
quien. -le dije a Iker con mirada desafiante.
-A mí no me mires. -dijo Iker con una sonrisa generosa. -Logan siempre
nos ha defendido en las relaciones que hayamos querido mantener con
humanas a lo largo de los años.
- ¿Y eso no es lo normal? -le dije mirándolo con aspecto sorprendido.
-Es más complicado que eso. -me dijo Iker con una sonrisa. -Existen una
leyes antiguas, de la prehistoria como dices tú. Entre las que está esa concreta
en que se prohíbe las relaciones entre cazadores y místicas. Son de una época
en la que existía un consejo de cazadores formado por los líderes de las
principales familias. Hace algunos siglos sufrimos una gran cantidad de bajas
y ese consejo dejó de existir. Cada familia se rige por las antiguas leyes pero
cada jefe de familia tiene sus propios criterios y su propia forma de
interpretar los múltiples vacíos que quedan entre ellas.
-Se intuye entre líneas que algunas familia deben de dar algo de grima. -le
dije haciendo una mueca.
-Pues sí. -me dijo él con una risa suave, despreocupada.
- ¿Has pedido que te devuelvan la libertad o algo así? -le pregunté a Fer,
con ganas de cambiar de tema. Demasiada información no me sentaba bien.
- ¿Libertad? -me dijo Fer con una sonrisa divertida. -Desde que te
convertiste en mística Logan me ofreció volver a mi vida.
- ¿Y entonces qué haces aquí? -le dije mirándole con aspecto sorprendido.
-Creo que se quería deshacer de mí, para que no estuviéramos juntos. -me
dijo Fer haciendo una mueca mientras Iker reía por lo bajo, creo que él estaba
completamente de acuerdo con Fer. -Pero joder Elena, esto es demasiado
grande como para dejarlo.
-O estás enfermo o estás loco. -le dije mirándolo con desconfianza. -
¿Sabes que no somos el bando vencedor, no?
-Algo así me han dicho. -me contestó con una sonrisa, tras mirar a Iker
con aspecto confiado. -Pero precisamente por eso se necesitan más cazadores.
- ¿Ya no te acuerdas de lo que era un duma? -le dije poniendo mirada
espantada, no podía ser cierto que Fer quisiera meterse en todo esto. Si fuera
yo estaría en una playa tropical disfrutando una piña colada por poco que
pudiera. En bikini. Y con el sol bronceándome la piel.
-Demasiado bien. -dijo Fer con mirada dura. Aunque claro para esas
miradas de tío chungo tenía buenos ejemplos cerca para aprenderla.
-Y que muchos que sobreviven a un duma la palman en el proceso de
transformación a cazador. -añadí mirándole con determinación. Con tener a
Logan jugándose el cuello cada noche ya tenía bastante. Quería a Fer, mucho,
aunque más como un amor fraternal, ese del que hablaba Iker y que no tenía
del todo claro qué significaba pero que sonaba bastante bien.
-Soy consciente de ello. -me dijo Fer. Había determinación en su mirada.
Estaba como una cabra, pero yo no era quién para decirle nada. Ya no. Los
miré y haciendo un gesto negativo dejé mi vaso sucio en el lavavajillas y me
fui a la habitación de Logan algo enfadada con todo lo que me rodeaba. Pese
a todo, conseguí dormirme sin demasiados problemas. Estaba cansada. Y
total, de todas las locuras que había vivido en los últimos días, aquella era un
poco más de pimienta al guiso. Pero yo al picante no le hacía un feo. Qué
remedio.
Logan vino de madrugada. Supuse que el amanecer debía estar
despuntando, así que me quedaban un par de horas en la cama aún. Era lo
bueno de empezar a trabajar tarde. Me quedé quieta, como si no hubiera
sentido su llegada. Que él se lo creyera o no, era su problema. Se fue al baño
y volvió al poco. Sonreí al sentir su peso sobre el colchón, pero no hice
ningún amago de ir a buscarle, como era mi costumbre. Logan se quedó
quieto en su lado de la cama durante un rato. No es que fuera una gran
victoria, después de todo, pero era más de lo que había conseguido ayer. Casi
me había vuelto a quedar dormida, cuando sentí su cuerpo adherirse al mío.
Su pecho en contacto con mi espalda, su brazo rodeándome para posarse en
mi vientre. Suspiró. Cansado, feliz, derrotado. La verdad es que no habría
podido definir aquel suspiro en cuestión. Pero su contacto se sentía bien. No
me moví, simplemente seguí respirando, notando como nuestra respiración
poco a poco se compenetraba. Logan aspiró el aire sobre mi cabello. No pude
evitar una sonrisa, aunque al darle la espalda supuse que él no sería
consciente de eso. Nos despertamos con la alarma de mi teléfono, nuestras
piernas enredadas pero en la misma exacta posición que cuando Logan se
había acosado. Puse mi brazo sobre el suyo y le presioné con suavidad. Un
suave abrazo, un silencioso agradecimiento. Me habían sentado muy bien
aquellas dos horas. A mí y a mi ego. Me levanté muy a mi pesar y me encerré
en el baño a arreglarme. Divina. Justo eso era lo que necesitaba ahora. Salí
del baño y Logan me miró con una sonrisa tranquila. Se le veía relajado. Que
para ser él, era casi un logro.
- ¿Cómo ha ido la ronda? -le pregunté mientras le miraba desde la
distancia. Estaba increíble. Despeinado, con una camiseta deportiva y
parcialmente cubierto por las finas sábanas. Me tenía la cabeza nublada, eso
estaba claro.
-Tranquila. -me contestó con una sonrisa mientras me miraba con cierto
descaro. -Desde lo de Halloween creo que hemos dejado la zona limpia. Por
un tiempo al menos.
-Me alegro. -le dije con sinceridad. -Voy a desayunar algo. Descansa.
Me marché sin darle mucha opción a decir nada más. Era eso o lanzarme
sobre él a darle un cálido beso de buenos días. Y si quería ganar la guerra, al
menos la nuestra, tenía que controlarme. Aunque no fuera lo más fácil del
mundo. Nicholas estaba en el comedor.
-Sant Nicholas. -le dije cuando me señaló un café con leche que había
sobre la mesa. - ¿Hoy te toca acercarme a ti?
-Quiero hacer un par de recados. -me dijo con una sonrisa mientras me
acercaba pan acabado de hornear untado con mantequilla. Más me valía
ponerme a hacer ejercicio o acabaría como una bola, con todos esos
comilones cerca.
- ¿Queda café? -dijo Logan mirando a Nicholas mientras él le señalaba
con la mano la cafetera.
-Ahora que me acuerdo. -le dije a Logan. -Esta tarde he quedado con las
bandidas, la idea era ir a casa de Nora pero puedo decirles que vengan aquí
para que no tenga que estar alguien de guardaespaldas toda la tarde.
-No sé si es muy buena idea. -me dijo Logan frunciendo el ceño.
-Sin problemas. -le dije con una sonrisa. -Ya lo habíamos organizado en
casa de Nora, era solo una idea.
-La última vez que quedasteis la fiesta se complicó un poco. -me dijo
Logan mientras se sentaba en frente de mí y me miraba con una de esas
miradas suyas intimidatorias.
-La verdad es que sí. -le dije haciendo una mueca. -Otra razón para
quedar aquí. Mínimo cincuenta centímetros de hormigón, ¿recuerdas?
-Eres una manipuladora. -me dijo mirándome con aspecto duro pero una
sonrisa torcida en la cara.
-Nunca lo he negado. -le dije con una sonrisa de oreja a oreja. Nicholas
rió por lo bajo y con ello se ganó una mirada furiosa de Logan. Cuando
quería podía ser encantador.
-De acuerdo. -dijo Logan. -Pero a las nueve las quiero a todas fuera. Nada
de fiesta pijama.
-Oído cocina. -le dije con una sonrisa angelical. -Aunque nunca hacemos
fiestas pijama entre semana.
Recogí mi plato y miré a Nicholas con expresión neutra. Se levantó casi
al instante, mirando de reojo a Logan.
-Te acompaño. -me dijo Logan levantándose de la mesa con aspecto un
poco enfadado.
- Pensaba que iba con Nicholas -le dije con mirada sorprendida.
-Cambio de planes. -me contestó con mirada dura, hasta un punto
autoritaria. Le sonreí, antes de soltársela.
-César está haciendo recuento y algunos días viene a primera hora. -
mentira cochina. -No creo que sea buena idea que nos vea juntos. Le dije que
lo nuestro había sido un rollito sin más y ahora que he vuelto con Fer perdería
credibilidad si nos ve juntos.
-Un rollito. -repitió mis palabras con lentitud, con un tono más grave del
que era suyo habitual. -Ahora que se supone que has vuelto con Fer.
-Eso quería decir. -le contesté con una sonrisa en la cara pero mirada
desafiante. Logan cogió aire lentamente, como para intentar calmarse,
mientras yo seguía mirándole con el aspecto más inocente posible. Aunque a
estas alturas creo que me conocía lo suficiente como para saber que yo solo
quería echar más leña al fuego. Y con un poco de suerte que tuviera un
arrebato y fuera consciente de que lo que él quería no era viable. Lo de se
mira y no se toca, vamos. Porqué yo quería mucho de lo de se toca, aunque lo
de se mira no me molestaba para nada. Porqué Logan era para mirarlo,
incluso estando enfadado, como en ese momento.
-Iros. -dijo finalmente, mirándome con un brillo rebelde. Esperaba que el
juego no se me fuera de las manos. Una vez en el coche, Nicholas empezó a
reír por lo bajo, tras mirarme durante unos segundos.
-Tan pequeñaja y tan peleona. -me dijo finalmente y yo sonreí satisfecha.
Lo de pequeñaja no es que fuera algo muy virtuoso, pero por la forma cómo
me lo había dicho, supuse que era algo parecido a un elogio.

Trabajar en la óptica era como vivir un mundo en paralelo. A ver, que ese
había sido mi mundo durante más años de los que debería admitir. Por
comodona, vamos. Pero después de ser la mujer rayo, vivir con cazadores de
demonios y estar en pie de guerra con mi supuesta alma gemela cósmica,
pasarme el día montando cristales y revisando la graduación de los abuelos
del barrio era como un… ¿En serio? Vacaciones. Eso sí que pintaba bien.
Aunque fuera en Londres, donde me esperaban días más grises y más
lluviosos que los de aquí. Tendría que hablar con mis padres. Porqué si por
una de esas casualidades del universo me los encontraba por allí y no les
había dicho que estaría en Londres, podía convertirse en el diluvio universal.
Mi madre era propensa a las lágrimas. Tenía que hablar con Logan. Aunque
me daba un poco de rabia eso de tener que hablar con él para todo. Era el jefe
de la familia. Mi nueva familia. Supongo que tenía que ir mentalizándome.
No estaba tan mal, después de todo. Llegaron a la hora, incluso Aria.
Preocupadas era poco, vamos. Anthony fue el encargado de pasarnos a
buscar. Melanie le lanzó una sonrisa radiante que él respondió con una
elevación de ceja creo que a punto de entrar en pánico. El resto reímos por lo
bajo, mientras entrábamos en el coche. Melanie los tenía muy bien puestos,
seamos sinceras. Ya les había informado que había conseguido que Logan
nos autorizase a quedarnos en el búnker, como yo había apodado a mi nuevo
hogar. Aria había traído dos bandejas de hojaldre con chocolate y Nora un
paquete para hacer chocolate a la taza. Ellas sí que sabían cómo sortear una
época de crisis. Nos apoderamos del sofá con todo el chocolate posible y
pusimos una de esas series clásicas de romances imposibles pero que
acababan con un final feliz. Ojalá el mío fuera de esos. Porqué en serio, lo
necesitaba. Aira habló de sus avances con el sustituto y Melanie simplemente
lanzaba obscenidades de tanto en tanto para hacernos reír. Era terapéutico.
Los cazadores fueron desfilando por el comedor a lo largo de la tarde, aunque
tan pronto nos veían solían desaparecer escaleras abajo. Logan no dió señales
de vida y no tenía claro si estaría abajo o simplemente no estaba en el búnker.
- ¿Y Logan? -preguntó Nora cuando ya se empezaba a hacer tarde.
- ¿Se esconde de nosotras? -preguntó Melanie con mirada traviesa,
claramente divertida.
-Es posible. -le contesté riendo. -Aunque también es posible que me evite
a mí.
-Él se lo pierde. -me dijo Nora con mirada divertida, cargada de algo que
no podía ser bueno. Me las quedé mirando, mientras ellas reían por lo bajo.
Sabían que Logan quería mantenerse a distancia de mí desde la fiesta de
Halloween. No hacía falta ser muy listas para saber qué se debía a mi radiante
aparición estelar como mística. Lo de la ley se lo había explicado en el coche.
Bajo la silenciosa mirada de Anthony. Super motivador explicar las penas de
una con ese al volante. En fin. Nada que no supiera, realmente. Así que esas
miradas cómplices, no tenían para nada buena pinta. Llamadme desconfiada.
-Sí. -dijo Aria con una sonrisa generosa. -Porqué te vemos muy estresada.
-Mucho. -dijo Melanie haciendo un gesto afirmativo con la cabeza.
-Te hemos reservado para mañana una sesión de dos horas de balneario,
con masaje de media hora incluido en el sitio más cool de la ciudad. -dijo
Nora sacando un paquete de su bolso y tendiéndomelo.
- ¡La madre! -les dije mirando el lujoso paquete y las fotografías que
había en el panfleto. Ambientado como antiguos baños termales, un spa de
lujo iluminado únicamente con la luz de suaves velas. Se me hacía la boca
agua solo de pensarlo. Y un masaje. Sí que estaba realmente contracturada,
ahora que lo decían.
-Es para dos personas. -dijo Melanie con un ronroneo peligroso. -
Nosotras ese día tenemos compromisos, pero siempre puedes pedirle a uno de
tu guardaespaldas que te acompañe.
Las miré entrecerrando los ojos, mientras ellas empezaban a reír. Eran lo
peor. Pero no podía negar que era una jugada magistral. A su lado yo era una
mera principiante.
-Sois las mejores. -les dije entre abrazos, poco antes de finalmente
despedirnos. Iker subió a preparar la cena y como estaba ociosa, me decanté
por ayudarle. Dejé con toda la mala intención posible el pack que me habían
regalado en la mesita que había frente a los sofás, encarada hacia la
televisión. Logan apareció acompañado por Anthony y Nicholas poco
después, acabado de salir de una ducha rápida de la sala de entrenamiento.
Logan se acercó a nosotros y miró dentro de la cazuela donde se cocía una
gran cantidad de espaguetis mientras Iker preparaba en una paella algo
parecido a un sofrito. Se les daba bien la cocina. En esos momentos yo estaba
con un refresco en mano, simplemente haciendo soporte moral.
- ¿Cómo ha ido? -me preguntó Logan mirándome solo de pasada,
mientras cogía una cerveza de la nevera.
-Súper bien, gracias. -le dije con una sonrisa. -Lo necesitaba.
-Me alegro. -dijo fijando finalmente sus ojos en los míos durante algo
más de una fracción de segundo. Nicholas se había sentado en el sofá y miró
con curiosidad el paquete. Hice como que no me daba cuenta de aquello.
- ¿Y esto? -dijo alzando el paquete al aire.
- ¡Mío! -dije a voz de grito, sonrisa radiante en la cara. -Las chicas me
han regalado un pack de balneario y masaje para mañana a la tarde, dos
entradas para que pueda venir quién le toque hacer de canguro.
Nicholas me miró alzando una ceja con aspecto preocupado mientras
dejaba la caja encima de la mesa como si aquello quemara al tacto. Fui hasta
allí para coger el paquete entre saltitos. Cuando me giré, la mirada de Logan
era oscura.
-No me mires así. -le dije con aspecto inocente. -El sitio es ideal. Y
realmente necesito relajarme un poco. Se lo han currado mucho.
-Conozco el sitio. -dijo Iker desde la cocina viendo mi preciado tesoro
desde la distancia. -Está ambientado en baños árabes, hay una zona de
piedras calientes para descansar, infusiones mantenidas por velas y el ruido
de las cascadas de agua de acompañamiento. El aforo está limitado y la
verdad es que es bastante íntimo.
- ¡Perfecto! -le dije a Iker. -Ya sabemos quién vendrá mañana.
-No. -dijo Logan con voz ronca, su mirada era dura pero había ese
destello de hambre que ya conocía perfectamente. Eran unas brujas y la
habían clavado. La vena del cuello le palpitaba a Logan.
-No creo que fuera muy adecuado. -dijo Iker con una sonrisa divertida,
mirando como Logan se me comía con los ojos. -Supongo que Logan tendrá
que asumir la guardia de mañana a la tarde.
-Eso sería una buena idea. -dijo Anthony con mirada divertida, desde una
de las sillas del comedor.
-La opción menos mala de todas. -dijo Nicholas con una sonrisa divertida.
-Iremos. -me dijo Logan mirándome con intensidad, mientras yo evitaba
ponerme allí en medio a dar saltitos de felicidad, aunque la mayoría de los
cazadores reían por lo bajo mientras ponía la mesa. No sé si a costa mía o de
Logan. O de los dos.

Logan no vino a la cama esa noche, pero no se lo tuve en cuenta. Por la


mañana Fer estaba en la cocina con Anthony. Desayuné con ellos y me
acercaron al trabajo. Había cogido una bolsa con la ropa para el balneario: un
neceser y un bikini negro discreto pero que me hacía sentir fabulosa.
Esperaba que Logan pensara lo mismo. Le había dejado una nota en la mesita
de noche, diciéndole la hora de la reserva y que tenía que llevar únicamente
un bañador. Aunque si fuera por mí ya podía ir sin nada. Mejor no, no quería
que el resto del mundo pudiera mirarlo de la misma forma que yo.
Estuve nerviosa toda la mañana, para que negarlo. Había informado a las
bandidas que al final Logan vendría conmigo al balneario y sus ánimos casi
me creaban nerviosismo esta vez. Esto era una cita de las buenas. Vale que la
había conseguido a través de mis hadas madrinas y un poco de manipulación
por mi parte, pero era una cita. Logan y yo. En un balneario, con escasa luz.
Suspiré. Después de despedirme de César, salí al exterior. Logan estaba en
una esquina cercana, con su moto de carretera aparcada a su lado. Estaba
increíble. Pantalones de cuero ajustados y su chaqueta, que resaltaba su
amplia espalda. Sexy era poco. Me acerqué a él, su mirada parecía divertida.
Empezábamos bien. Casi esperaba tenerlo de morros todo el día. Cuando
llegué a él me tendió el casco.
-Me la has jugado. -me dijo finalmente, con mirada divertida.
-No exageres. -le dije con una sonrisa de oreja a oreja, mirada llena de
felicidad que difícilmente era disimulable. -Vamos a un lugar público. Un
ambiente relajado, un punto romántico, no lo negaré. Pero no es como que
vayamos a pasar una noche a una suite de un hotel de lujo.
-No, aquí va a haber menos ropa. -me dijo él mirándome con expresión
intensa, de esas que hacían que me recorriera un calambre por toda la
espalda, mientras me daba la chaqueta que me había dejado la primera vez
que habíamos quedado.
-Me has visto con mucha menos. -le contesté mirándole con expresión
firme, aunque la sonrisa en mi cara supongo que le restaba poder a mis
palabras. -No es para tanto.
Mi segunda vez sobre un vehículo a dos ruedas fue un poco menos
patético que la primera. Ayudaba el hecho de que no perdí oportunidad de
abrazarme a él, por lo que el balneario podía pasar a un segundo plano. Podía
quedarme allí toda la tarde y ya habría valido la pena.
Aparcamos frente al balneario. Era una zona de moda, de esas que había
en el casco antiguo y que aparcar era como un milagro. Porqué por no haber,
no habían ni parkings de pago. La moto era una opción muy inteligente,
seamos realistas. Y muy gustosa, me dije mientras bajaba de la moto, después
de esos treinta minutos abrazada a la espalda de Logan. La tarde empezaba
bien. Saqué el paquete de la reserva y se la mostré a la mujer sentada detrás
de una antigua mesa de madera. Lámparas de araña con vidrios de colores.
Los sofás repletos de cojines con tonalidades doradas. Todo parecía ya
exótico. Y sensual. Para ser un mero recibidor. Hierro forjado y madera
oscura. Texturas suaves. Nos pusieron dos pulseras y a continuación dos
chicas nos acompañaron hasta nuestros respectivos vestuarios. Logan me
miró antes de entrar en el espacio de los hombres, con una expresión estoica.
No pude evitar reírme de él ya dentro de mi vestuario, mientras una chica me
mostraba dónde estaban los baños y las duchas, tras asignarme una taquilla
personal y darme un albornoz blanco con olor a especias. Me cambié y salí
por la puerta trasera en dirección a los baños. Logan me esperaba ya,
envuelto en un albornoz blanco y unos patucos negros idénticos a los míos.
Le sonreí y su aspecto sombrío se iluminó levemente. Bajamos por unas
escaleras iluminadas por pequeñas velas en los extremos de los peldaños.
Logan me cogió de la cintura, creo que a estas alturas mi gran equilibrio no le
había pasado desapercibido. No me quejé con su contacto, aunque tampoco
me recree en él. Cuando llegamos abajo había otra pareja esperándonos junto
a un empleado vestido en negro que nos empezó a hacer un recorrido
alrededor del circuito, explicándonos las características de cada piscina.
Había una parcialmente cerrada con vidrios con múltiples cascadas de agua,
otras reguladas a varias temperaturas y una de agua salada. Arcos de piedra a
su alrededor, áreas de descanso con grandes plataformas de piedra caliente y
múltiples fuegos con preciosas teteras sobre ellas. El sitio era precioso. Y el
ambiente era cálido. Íntimo había dicho Iker. Ciertamente.
-¿Por dónde empezamos? -le dije a Logan mirándole feliz, desbordada
por la magia del lugar. Logan me miró con una sonrisa. Parecía más relajado.
-Por las duchas. -me contestó y le hice una mueca mientras nos
acercamos a una de las áreas donde grandes alcachofas te regaban
suavemente, como si fueran regadoras. Me saqué el albornoz y lo dejé
colgado en uno de los ganchos, para meterme después debajo de una de las
duchas. Logan se quedó quieto mirándome, durante unos segundos. Le
sonreí, y esta vez no era una mirada lujuriosa, que podría. Me gustaba estar
allí, con él. Como si aceptara que aquello era algo inevitable, se sacó su
albornoz y se acercó a la ducha que había al lado de la mía. Le miré
fascinada. Su cuerpo era el sueño de cualquier mujer, fuerte y proporcionado.
Pero no era solo eso. Había mucho más. Me gustaba él. Le sonreí divertida y
su expresión hizo ese gesto que mi mente ya había memorizado, una sutil
pregunta a través de una suave elevación de esa ceja de pelo oscuro.
-Estaba pensando en la primera vez que te vi en la ducha. -le dije
sintiendo que me sonrojaba levemente y una gran sonrisa apareció en su
rostro.
-Por poco no llego a tiempo de cogerte. -me dijo finalmente sin dejar de
mirarme.
-Has de ser muy rápido. -le dije haciendo una mueca, recordando aquel
día.
-Cuando algo me interesa. -me dijo él finalmente, mientras me miraba
con cariño. -¿Empezamos por la caliente?
-Esa me va a gustar. -le dije con mirada cómplice.
Suspiré gustosa cuando el agua caliente empezó a rodearme. Mis
músculos parecían relajarse con ese contacto, mientras me engullía con
suavidad. Busqué un rincón tranquilo en la piscina y me senté en el banco de
piedra dejando que el calor me rodeara. Era fabuloso. Logan no tardó en
reunirse conmigo, tiró con suavidad de mi brazo y mi cabeza quedó recostada
sobre su hombro, mientras su brazo me rodeaba con seguridad. Suspiré de
placer y cerré los ojos. Era el paraíso. Tras unos minutos allí, en silencio,
Logan me acarició la espalda con suavidad.
-¿Eso es un ronroneo? -me preguntó divertido escuchando un suspiro
relajado que se había fugado por mi boca en algún momento.
-Lo que sea. -le dije abriendo los ojos y mirándole con aspecto
embobado, el calor estaba dejando frito mi sistema nervioso pero me sentía
como si flotara en una nube de algodón. Y tener a Logan allí. Eso no tenía
precio, aun estando en punto muerto.
-Creo que ha llegado el momento de pasar a las de agua fría. -me dijo con
una sonrisa, mirando mi aspecto relajado.
-Vamos. -le dije con un suspiro. -Pero ésta la hemos de repetir.
Había dos piscinas de agua fría. Una era algo más grande y había dos
mujeres dentro hablando, divertidas, aunque mantenían el tono de voz bajo de
rigor. La otra era pequeña. Y estaba vacía. En una esquina había un pequeño
surtidor repleto de hielo. Entramos en la que era más grande y el contraste
revivió a todas mis terminaciones nerviosas de forma casi violenta. Mi cara
debía de hablar por sí sola, porqué Logan reía por lo bajo. Cuando conseguí
adaptarme a aquella temperatura, la verdad es que no se estaba tan mal. Era
refrescante. Revigorizante. A su manera. Logan sumergió la cabeza y le miré
como si estuviera parcialmente loco. Tras unos minutos, le imité. Pese a la
sensación de tener mil agujas pinchando todo mi cuerpo cabelludo, no podía
negar que se estaba bien. Salimos de la piscina de agua fría y Logan entró sin
reparos en la piscina pequeña de agua fría. Me daba un poco de mala espina.
Cuando bajé el primer escalón supe que no andaba equivocada. ¡Eso no era
agua, era un glaciar! Logan me miró divertido, con una expresión retadora en
su mirada.
-Ni loca. -le dije subiendo ese escalón de agua salida de un manantial de
alta montaña en plena madrugada.
-Todo está en tu cabeza. -me dijo con una sonrisa. -Si quieres, puedes.
-Tienes razón. -le contesté con una sonrisa. -Es que no quiero.
-Venga Elena. -me dijo desde la piscina con un ronroneo seductor.
-Eso es chantaje. -le dije con una mueca.
-Mejor que no hablemos de chantaje. -me contestó él desde la piscina con
una sonrisa divertida. Vale, en eso tenía razón. Cogí aire y me acerqué al
borde de la piscina. Hice un par de inspiraciones y empecé a bajar los
escalones casi corriendo, no fuera que me arrepintiera y volviera a la
seguridad del pasillo. Logan estiró de mí cuando ya casi había decidido
renunciar a ese desesperado intento de entrar en esa piscina para masocas. Mi
cuerpo chocó contra el suyo y sus brazos rodearon mi espalda mientras mis
piernas se enroscaban a su cintura de forma automática. El contacto de su
cuerpo con el mío, con apenas ropa, hizo que una descarga de calor me
invadiera de forma automática. Abrí los ojos, que había cerrado en algún
momento durante la bajada y me encontré a Logan mirándome con
fascinación. Mis ojos se quedaron clavados en los suyos.
-No era tan horrible. -me dijo tras unos segundos en los que solo podía
sentirle a él, junto a mí. Amor en su mirada. En la presión de sus brazos sobre
mi cuerpo. En su piel junto a la mía. Y luego un frío que dolía, rodeándome.
-Me estoy congelando. -le dije haciendo una mueca y él me sonrió,
acercándome a la escalera por donde salí pitando, incluso aunque hacer eso
implicara separarme de él. Me cogió de la mano y me llevó a la piscina
repleta de cascadas de agua y chorros para masajear la mayor parte del
cuerpo. Casi tiritaba para entonces, pero el agua cálida volvió a envolverme y
aquella sensación desapareció, ante la sonrisa divertida de Logan. No
hablamos, mientras íbamos cambiando de zonas en la piscina, porque el ruido
era bastante fuerte, pero poco a poco los músculos se iban relajando.
- ¿Vamos a beber algo? -le pregunté al cabo de un rato y él me hizo un
gesto afirmativo.
Nos sentamos en una gran grada de piedra caliente. Cerca había una
pareja estirada, susurrando palabras a la oreja el uno del otro. Me pregunté si
Logan podría escucharlos. Nos servimos dos pequeños vasos de plástico con
la infusión caliente y nos quedamos sentados el uno al lado del otro,
simplemente observando nuestro alrededor. El sitio tenía algo de mágico. Las
piscinas, la ambientación, podría acostumbrarme a eso rápido.
-Creo que es la primera vez en mi vida que voy a un sitio así. -me dijo
tras los primeros sorbos, creo que divertido. La infusión estaba un punto
demasiado dulce para mi gusto, pero era muy aromática.
-Yo también. -le contesté con una sonrisa, inclinando la cabeza en su
dirección y nos quedamos allí quietos, mirándonos, durante un rato. No sé
qué hubiera acabado pasando si no hubiera venido una mujer del personal
para avisarnos que nuestro masaje ya estaba preparado. Logan no parecía
muy convencido con aquello y no pude evitar sonreír al ver su expresión. Le
cogí de la mano, como él había hecho conmigo poco antes. Nos acompañaron
por un ascensor interior hasta el segundo piso. Allí la mujer nos acompañó a
una sala donde había dos camillas de masaje, en medio de una decoración
floral suave, olores relajantes y mucha madera oscura iluminada por dos
luces cubiertas por cristales de suaves colores. Había un hombre y una mujer,
vestidos en negro, al lado de las camillas. Logan me miró una fracción de
segundo, con expresión hosca, mientras me estiraba con suavidad hacia él y
cambiaba mi trayectoria para ir a la camilla junto a la masajista, mientras él
se acercaba al hombre. Creo que reí por lo bajo, y juraría que pude oír un
suave gruñido a modo de respuesta. Incluso para un masaje Logan no dejaría
que un hombre me pusiera las manos encima. Para que luego no dijeran que
era todo un caballero. Me divertía pensar en Logan, siendo masajeado por un
hombre, pero la diversión duró menos de un minuto. Cuando esa santa
empezó a presionar sobre mis pies dejé de pensar. Eso era el cielo. Tenía que
serlo. En algún momento nuestro tiempo acabó y mi masajista me ayudó a
levantarme de la camilla. Logan me esperaba con aspecto de mal humor, pero
al ver mi expresión zen, suavizó su rostro. Me cogió de la cintura y volvimos
con el ascensor al piso de abajo. Una vez allí, me guio hasta una zona
tranquila y me abrazó. Nos quedamos allí abrazados durante un rato. No
necesitaba más, era perfecto.
-Nos queda la piscina de sal. -me dijo con suavidad.
-Vamos. -le dije recuperando parte de mi capacidad cognitiva.
El agua era cálida pero más densa. Era difícil de definir, pero se sentía
bien. Había un par de parejas hablando y buscamos una esquina tranquila
donde quedarnos un rato. Logan me miró divertido.
- ¿Me pregunto con quién habrá venido Iker a un sitio así? -me dijo con
mirada pícara.
-Con Anthony seguro que no. -le contesté haciendo una mueca y Logan
rió por lo bajo. -Me gusta cuando te ríes.
-Me gusta que me hagas reír. -me contestó él acercándose a mí y
cogiéndome por la cintura. Su mirada se volvió más solemne, más seria. -Te
quiero Elena.
-Y yo a ti, Logan. -le dije volcando todo lo que había dentro de mí en mis
palabras y creo que de alguna manera llegó hasta él.
-Sabes que sigo pensando lo mismo. -me dijo después, con mirada firme,
pero las emociones a flor de piel.
-Y sabes que pienso que es un error. -le contesté finalmente. -No voy a
apartarme de tí, aunque intentaré respetarte.
-Espero que el viaje a Londres valga la pena. -me dijo Logan tras mirarme
con intensidad. -Porqué yo tampoco quiero apartarme de ti, pero hay
demasiadas cosas en juego en estos momentos.
-Más le vale al viejo ser útil. -le dije a Logan y él me miró divertido.
-Eso espero. -me contestó Logan mirando mis labios durante unos
segundos, antes de sonreír y separarse ligeramente de mí. Le sonreí aunque
sentía una pequeña decepción en mi pecho. Un beso. Solo un beso. Pero era
consciente que después del primero vendrían otros. Muchos. Porqué los dos
lo deseábamos. Solo que Logan tenía esa estúpida idea de tener que acatar
esas leyes antiguas, además del miedo de no contenerse y hacerme daño de
alguna forma. Diez días no eran tantos. Unas suaves campanas anunciaban el
cambio de turno. Salimos de la piscina de la mano y seguimos así hasta los
vestuarios. Cuando llegamos a casa me metí directa en la cama, sin cenar ni
nada. Logan me dió un suave beso en la frente antes de marchar a patrullar y
creo que le dije algo entre sueños. O tal vez no.
VIII

Había hablado con las bandidas a diario a través de mensajes y por


extraño que pareciera, me sentía bastante tranquila. Aunque una nueva idea
había ido creciendo en mi cabeza a lo largo de la semana y finalmente, tras
sus muestras de apoyo, había decidido llevarla a cabo. Logan no estaría muy
conforme, posiblemente. O tal vez sí y me alabara por mi iniciativa. Poco
probable, pero no imposible. Había quedado con las chicas que se pasarían
un rato por mi prisión particular el domingo después de comer, pero eso me
dejaba una infinidad de horas del sábado y toda la mañana del domingo para
compadecerme. O hacer algo. Después de desayunar con Logan y Anthony,
me volví a la habitación a cambiar mi pijama por unos ajustados leggins
deportivos y una camiseta sin tirantes, cruzada por la espalda. Ropa para
sudar. Mis deportivas de color lila destacaban sobre los pantalones negros,
pero no me importaba mucho dar el cante. Aunque fuera oculta en un burka,
estaba segura de que iba a hacer sensación en breve. Caminé decidida hacia el
comedor. Nicholas me miró con expresión analítica.
- ¿Sales? -me preguntó.
-No, voy un rato abajo. -le dije con una sonrisa inocente sin poder evitar
morirme de la risa por dentro al ver su mirada de pánico. Mis predicciones no
eran incorrectas del todo, por lo visto. Bajé las escaleras de muy buen humor.
Era la primera vez que bajaba sola. La segunda que acudía allí. Había algo en
esa estancia que estaba cargada de testosterona masculina. Quizás la
exhibición de armas no ayudaba a darle un toque femenino, no podía negarse.
Me acerqué a Iker y a Fer, que estaban compartiendo golpes con un bastón de
madera.
-Me apunto. -les dije mirándolos con una sonrisa y los dos me miraron
frunciendo el ceño. De Iker me lo esperaba, pero de Fer no tanto. A ver, que
él había nacido en el siglo veintiuno. Viendo que me ignoraban, empecé a
recorrer la sala a mi ritmo, mirando todo lo que me rodeaba. Anthony bajaba
con Logan en ese momento. Ninguno de los dos parecía especialmente
contento con mi presencia allí. Anthony me ignoró y se fue hacia las
espalderas, mientras Logan se acercaba a mí con mirada furiosa.
- ¿Qué haces aquí? -me preguntó inclinando levemente la cabeza.
-He venido a ver hombres. -le dije haciendo una mueca y viendo una
pizca de rabia en sus ojos me acerqué a él y le di un golpe en el brazo
mientras añadía. -En serio Logan, he venido a entrenarme. ¿No me ves las
pintas?
-Demasiado las veo. -me dijo dándole un lento repaso a mis piernas con
aspecto para nada contento.
-Tierra llamando a Logan. -le dije haciendo una mueca. -Mira, si Fer
puede entrenarse, digo yo que algo puedo aprender yo.
-Eres una mística. -me dijo Logan mirándome como si me hubiera vuelto
loca. -Las místicas hacen magia, no pelean.
-Mira, las místicas puede que no, pero te aseguro que yo, como Elena,
pienso pelear si es necesario. -le dije alzando el mentón.
-Te desmayas cuando ves sangre. -me dijo mientras su mirada empezaba
a divertirse a mi costa.
-Mejor que sea cuando vea la suya que no la mía. -le dije haciendo una
mueca por ese golpe bajo. -Además, los dumas no sangran.
-Eso no es del todo cierto. -me dijo mientras su mirada se suavizaba un
poco, aunque seguía algo enfadado.
-O me enseñáis vosotros o me busco un profesor particular de defensa
personal o lo que sea en un gimnasio. -le contesté y su mirada se volvió un
punto más dura. Aguanté estoicamente, hasta que suspiró derrotado.
-Anthony. -dijo Logan sin dejar de mirarme y aquello me cayó como un
cubo de agua fría y Logan sonrió creo que consciente de ello. -Entrena a
Elena a dos armas cortas.
-No tengo claro que sea muy buena idea. -dijo Anthony mirándome con
expresión insegura.
-Yo tampoco. -le contestó él haciendo una mueca, mientras se alejaba de
nosotros y subía escaleras arriba. Su entrenamiento posiblemente sería el más
corto de la historia.
-Lo llevas claro. -dijo Iker entre risas mirando a Anthony.
-Estoy delante. -le dije a Iker y añadí con una sonrisa generosa. -Igual
hasta os sorprendo.
-No es tanto por tí. -me dijo Iker. -Pero me gustará ver la cara de Logan si
subes con algún cardenal. ¿Anthony, porque crees que no se ha quedado?
-Para no arrancarme la cabeza si le hago daño. -dijo Anthony haciendo
una mueca, mirando las puerta de metal sobre las escaleras, como si temiera
que se abriera de nuevo.
-Bueno, pues entonces enséñame sin hacerme daño, no ha de ser tan
complicado. No pretendo convertirme en un ninja, tampoco. -le dije
acercándome a él y dándole unos golpecitos suaves sobre la espalda, a modo
de ánimos. Con un suspiro derrotado, Anthony fue a buscar cuatro pequeñas
espadas de madera, perdidas en un rincón. Me tendió dos de ellas y luego me
miró, alzando las suyas. Imité su movimiento y había en sus ojos una
expresión insegura. Desde luego, era la primera vez que entrenaba a alguien
al que no quería apalizar, podía sentirlo.
Levantó una de las espadas y la dirigió hacia mi lateral derecho, con un
movimiento firme pero lento. Di un salto hacia atrás.
-Esto va a ser realmente complicado. -me dijo mirándome.
-No hay alumnos malos, solo malos maestros. -le dije con una sonrisa
divertida, volviendo a alzar las espadas de juguete. Casi empezaba a
divertirme. Poco a poco empezó a enseñarme a mover las espadas de madera,
usando a veces a Iker en sus demostraciones. Había hecho jazz durante toda
mi adolescencia y mi coordinación en el movimiento no era mala del toda,
aunque tenía que interiorizar poco a poco todo aquello. Habíamos pasado un
par de horas cuando empecé a pillarle el truco. Anthony dirigía movimientos
hacia mí y yo me limitaba a intentar contrarrestarlos. A ver, era consciente de
que se estaba moderando conmigo. Los movimientos no eran para nada
fuertes, y tampoco rápidos. Pero aún y así yo me lo estaba pasando en grande.
Tic-tac. Izquierda, izquierda, derecha, derecha. Un paso atrás. Uno lateral.
Tica-tac, tic-tac. Anthony parecía concentrado en lo nuestro, después de las
miradas de desesperación que me había lanzado al principio. Cuando
llevábamos algo más de tres horas, tenía problemas para mantener las
espadas alzadas. Mis brazos se declararon en mi contra y finalmente
suspendimos el entrenamiento.
-Tienes que fortalecerlos. -me dijo mirándome con cierto respeto. -Las
barras fijas van bien para trabajar todo el torso además de los brazos.
-Lo tendré en cuenta. -le dije mirando el palo horizontal que había cerca
del techo. Aunque para poder trabajar mi torso, primero tendría que encontrar
una escalera para llegar allí arriba. Me fui a la habitación de Logan a darme
una ducha. No había señales de él por ningún lado, pero empezaba a
acostumbrarme a que apareciera y desapareciera a su antojo. Como todo el
mundo. Menos yo. Vamos. Al menos la mañana me había pasado volando.
No me veía pasando la tarde abajo, porque tenía finos calambres en mis
brazos, lo que significaba que lo iba a flipar con las agujetas. Siesta, tele y
sofá. Al final no sería un sábado tan malo, después de todo.

Comimos todos juntos, como una gran família. El chico se había ido a
casa de sus padres y tengo de admitir que quitarmelo un rato de encima era
un alivio. Se estaba adaptando con demasiada facilidad a nosotros y pensar en
una eternidad con él cerca, me hacía volver irritable. Especialmente si estaba
cerca Elena. O la miraba. Lo que fuera. Sabía que podía confiar en Anthony
para entrenar a Elena, o lo que hubieran estado haciendo abajo durante media
mañana. Se la veía contenta, y eso ya había hecho que la angustia valiera la
pena. Supongo que ella también necesitaba canalizar su energía y el deporte
era la mejor vía. Podía entenderla. Aunque de allí a pretender que la
entrenáramos para luchar era pasar de cero a cien. Muy propio de ella,
realmente. Pensar en ella junto a un humano enseñándole lucha cuerpo a
cuerpo, enfundada en esos pantalones que parecían una segunda piel, era
peor. Sabía que Anthony tendría cuidado, pero era el único al que ella aún
tenía un poco de respeto. Hubiera hecho lo que le hubiera dado la gana con
Iker y con Nicholas. Y conmigo, seamos sinceros. Sonreí al verle levantar
con dificultad la garrafa de agua. Iker en seguida la ayudó sin que ella se lo
pidiera. Era así de orgullosa. No pensaba darle tregua con aquello, era la
forma más rápida de quitarle aquella idea de la cabeza. Al menos mañana
tendría a sus amigas para entretenerse un rato y nos dejaría un poco más
tranquilos. Porque pensaba vetar al resto el acceso a nuestra sala y
conociéndola, eso haría que se quedaran arriba. Tras la comida se disculpó y
se fue a descansar un rato. Cogí un café solo que me tendía Nicholas,
mientras teníamos una sobremesa como las de antes. Aunque la ausencia de
Quin se notaba. Mucho. Podría haber sido peor. Siempre he mirado hacia
adelante. Pero no puedo evitar recordar a todos los hermanos que hemos ido
perdiendo con los años. Los más ancianos, pero también muchos jóvenes. Es
una mierda de vida. Anthony se sentó a mi lado y me miró con una de esas
expresiones que reserva cuando quiere decir algo pero no sabe si es oportuno.
Elevé el mentón mientras mis ojos se quedaban fijos en los suyos. Hizo una
sutil mueca. Anthony no solía tener dudas. Lo que me hacía suponer que
fuera lo que fuera, tenía que ver con Elena.
-Suéltalo. -le dije finalmente.
-No se puede negar que tiene determinación. -me dijo valorando cómo
continuar mientras mi mirada dura no perdía detalle. -Su equilibrio no está
mal, pero el resto es pésimo.
- ¿No creerás realmente que vamos a dejarla luchar algún día, verdad? -le
pregunté con gesto interrogativo.
-No. -dijo Anthony con una sonrisa divertida por primera vez. -Pero no
puede negarse que somos pocos. Quizás no es del todo mala idea que al
menos sea capaz de usar una arma.
-No me gusta la idea. -le dije con expresión seria.
-Ni a mí ser yo quien tenga que instruirle. -me contestó él con una mueca.
-Pero después de un rato, tengo que admitir que tiene un instinto o algo para
anticiparse a los movimientos.
- ¿Qué quieres decir? -le pregunté sin acabar de comprender.
-Al principio no me había dado cuenta, porque era absolutamente
patética, con todos mis respetos. -admitió Anthony con aspecto cansado. -
Pero a medida que ha empezado a trabajar los movimientos, tengo la
sensación de que es capaz de predecir la trayectoria del golpe. No creo que
eso pueda ser muy útil a nivel ofensivo, pero si no me equivoco, podría llegar
a ser potable a nivel defensivo sin demasiado esfuerzo. Si consigue ganar
algo de fuerza.
- ¿Esa capacidad de anticiparse crees que tiene que ver con lo de ser una
mística? -le pregunté con curiosidad.
-No tengo ni idea. -me dijo tras unos segundos de guardar silencio. -Pero
no es normal. Supongo que tiene que tener relación.
- ¿Se lo has dicho? -le pregunté tras meditar su respuesta.
-Para nada. -me dijo Anthony con una sonrisa. Le hice un gesto
afirmativo, mientras me levantaba de la mesa. Tendría que pensar en todo
aquello. Mañana.

La mañana del domingo me desperté cargada de buena vibraciones. Los


calambres de los brazos habían desaparecido después de una noche de sueño
reparador. Junto a Logan. Siempre venía a primera hora de la mañana, pero al
ser domingo habíamos alargado el momento de levantarnos todo lo posible.
Casi era ridícula esa costumbre suya de estirarse en su lado de la cama
durante unos minutos, o unos segundos, y finalmente ceder al impulso de
buscar mi cuerpo y acabar durmiendo abrazados. En una tercera parte de la
cama, como él había predicho. Pero al margen de eso, no había pasado nada
más. Casi por desgracia. La paciencia no era una de mis virtudes, aunque le
hubiera prometido a Logan que tendría. Contaba los días para viajar a
Londres. Esperaba con un poco de suerte tener alguna respuesta. Sobre lo de
ser mística en primer lugar. Pero también sobre lo nuestro.
Las bandidas llegaron para hacer el café. Los cazadores desaparecieron
como por arte de magia tras su llegada y nos dieron cierta intimidad. Aunque
sospechaba que lo hacían básicamente para no aguantarnos. Allá ellos. Nos
sentamos en el sofá con nuestros cotilleos habituales. Ellas me pusieron al día
de lo que pasaba en el mundo exterior y yo les hablé de las novedades de mi
retiro espiritual. Me hicieron un tercer grado con todo lo del spa, aunque ya
mucho les había contado por mensajes. A ver, siendo sinceras no es que
hubiera mucho por contar. Pero revivir la cara de Logan cuando vio al
masajista o como me abrazó, un poco a traición, en la piscina de agua helada,
estaba bien. Además, les debía a ellas todo aquello. Se merecían escuchar la
historia tantas veces como quisieran, al menos. Iker abrió la puerta del sótano
dando un tremendo portazo.
-Iker por poco me da un infarto. -le dije haciendo una mueca, mientras
Aria empezaba a reír a carcajadas y Melanie la seguía. En serio, es que
cuando nos juntábamos hasta un golpe que nos sobresaltaba nos hacía entrar
la risa. Y ya se sabe que es contagiosa. Nora y yo no pudimos evitar seguirlas
mientras Iker nos miraba como si fuéramos el demonio.
-Joder. -dijo mientras sacaba el teléfono de sus pantalones y usaba el
marcador rápido. Eso solo podía significar. A. Logan. B. Anthony. Teniendo
en cuenta que nos miraba como si fuéramos un problema con mayúsculas,
cosa que no puedo negar que no fuéramos realmente, lo más probable es que
fuera la opción A. Porqué siempre que Elena, séase yo, daba problemas,
Logan parecía ser el único de tomar medidas para solucionarlos. -Logan,
tenemos un problema.
-Más bien cuatro. -le dije con una sonrisa divertida desde el sofá,
mientras las otras me reían la gracia. Me miró con aspecto enfadado, algo no
demasiado propio en Iker. Dejé de sonreír, quizás por un sexto sentido.
Quizás simplemente porque aún conservaba un mínimo sentido común. Les
hice un signo a las chicas para que guardaran silencio mientras Iker empezaba
a hablar con Logan, sin dejar de mirarnos.
-Ron Duncan te ha estado llamando, por lo visto están de paso y querían
reunirse contigo. ¿Y a mí que me cuentas? Me ha dicho que llegarán al
cuartel en cinco minutos. ¿Por qué crees que te llamo? Que sea imaginativo.
Claro. -Iker nos miró durante unos segundos y finalmente añadió. -De
acuerdo, algo se me ocurrirá.
- ¿Estás bien Iker? -le pregunté acercándome a él.
-No. -me dijo haciendo una mueca, mirándome primero a mí y luego a
mis amigas. -Tenemos un problema.
-Algo así nos ha parecido. -dijo Melanie con aspecto divertido y se ganó
una mirada dura de Iker. Podía tener mal genio si se lo proponía, por lo visto.
-Viene el jefe de una familia con la que ni queréis ni queremos tener
mucho que ver. -nos dijo mirándonos de forma intimidatoria. -No pueden
saber lo de Elena.
-Eso está hecho. -le dijo Aria con mirada valiente.
-Vale. -dijo Iker frotándose los ojos y luego el ondulado cabello castaño. -
Somos cuatro cazadores, sois cuatro mujeres. Parejas, novias o prostitutas, lo
que queráis. Pero sed sumisas. Y no os lo toméis como algo personal.
- ¿Sumisas? -la voz de Melanie parecía a punto de darle un ataque de risa
de esos buenos.
-Al menos podemos intentarlo. -dijo Nora apretando los labios divertida.
-No bromeo. -dijo Iker mirándome con expresión dura, fría.
-Creo que esto va en serio. -les dije a mis amigas mientras sentía un sudor
frío por la espalda.
- ¿Y si nos escondemos? -dijo Aria mirando a Iker.
- ¿Donde? -le contestó abriendo los brazos al espacio que lo rodeaba. -Y
lo que es más importante, si os encuentran entonces, ¿cómo justificamos que
os tenemos escondidas?
-Vale, lo pillo. -dijo Melanie bufando ligeramente.
-Poned la televisión, o algo. -dijo Iker finalmente, mientras el teléfono
volvía a vibrar en su mano. Encendí la televisión y puse un DVD de una serie
de esas románticas, avanzando uno de los capítulos de en medio, como si
lleváramos allí un buen rato. Iker me hizo un gesto afirmativo mientras abría
la puerta que comunicaba con el parking.
-Ya deben estar aquí. -dijo Aria en un susurro. Le hice un gesto negativo
con la cabeza. Nada de hablar en susurros. Como había dicho Iker, mejor dar
la cara para que no pareciese que ocultábamos algo. O a alguien. A mí. Al
menos la serie la habíamos visto todas varias veces, así que nos era fácil
seguir el hilo pese a que estábamos bastante nerviosa.
La puerta se volvió a abrir y entraron tres hombres, seguidos de Iker. Los
miramos. Supongo que eso era algo inevitable, aunque lo hiciéramos desde la
distancia y siendo nosotras, de forma bastante discreta. La palabra que los
definiría era oscuros. No solo por su ropa o su expresión, había algo en ellos
que parecía carente de alma. Parecían mercenarios de esos que siempre
acaban en el lado de los malos, siempre vendiéndose al mejor postor, sin
valores ni emociones en la transacción. Nos miraron con más intensidad de la
que sería correcta, un punto de desconfianza y un punto de maltratador. Y se
suponía que los cazadores eran los buenos de la película. Aunque claro, si los
malos son unos demonios harapientos, con garras en vez de manos y con
cuerpo cadavérico tipo peli mala de zombis, supongo que no dejaban el listón
muy alto para el equipo contrario. En comparación a ellos Logan y los suyos
parecían caballeros de brillante armadura y exquisitos modales.
-Nuestras chicas. Es domingo. -dijo Iker encogiéndose de hombros,
desviando su atención hacia su persona. - ¿Queréis tomar algo?
-Cerveza, bien fría. -dijo uno de ellos que por su tono de voz y la forma
en que los otros dos lo rodeaban, tenía que ser el líder. Diría, vamos. Porque
estaba en modo sumiso y centré mi atención en la pantalla de la televisión,
como el resto de mis amigas, porque el gracias y el por favor el capullo se lo
había dejado en casa.
-Logan estará a punto de llegar. -le dijo Iker con voz neutra, tranquila.
-Si va a tardar me llevaré un rato a una de las chicas. -dijo el hombre
desde la distancia y las cuatro nos tensamos sin poder evitarlo. Al menos les
dábamos la espalda, más o menos. Esperaba que nuestra reacción,
simultánea, no le hubiera llamado la atención.
-No las compartimos. -dijo Iker con voz dura, pero manteniendo un tono
suave. Estaba claro que no quería enfrentarse a él. Y no me extrañaba. Tres
contra uno no era una pelea especialmente equilibrada. Sin embargo, había
una sutil amenaza en sus palabras, más bien como una advertencia. Iker había
sido bastante claro. El ruido de una silla al moverse. El hombre apareció a
nuestro lado y nos empezó a mirar como si fuéramos animales. Porque a un
objeto no se le mira con esa expresión turbia, asquerosa. Creo que sería la
expresión que yo reservaría si viera a una serpiente. Porque me dan un asco
que tira para atrás.
- ¿Cuál es la tuya? -le preguntó el hombre a Iker, que se acercó a nosotras
con mirada oscura y se sentó en el reposabrazos del sofá individual donde
estaba Melanie.
-Tienen nombres. -le dijo Iker sin intimidarse, mientras pasaba el brazo
alrededor de los hombros de Melanie, la que parecía sinceramente agradecida
por ese contacto. Porqué el baboso que teníamos en frente no era como los
sobones que ya sabíamos manejar de un bar de copas. Se podía sentir. Y no
éramos tontas.
-Nunca he visto a Logan con una mujer. -añadió luego el hombre, con una
sonrisa divertida, como si todo aquello fuera un juego. -Déjame adivinar.
¿Tú?
-No. -dijo Nora mientras el hombre la señalaba, tras mirarla de forma
desagradable. Parecía mentira que Melanie fuera capaz de morderse la
lengua. Quizás por eso Iker se había sentado con ella. Nora era capaz de
aguantar el temporal. Lo peor que podía hacer Aria era entrar en un estado de
crisis y que le diera o por la risa tonta o por el llanto fácil. Aunque dada la
situación era más probable que fuera lo segundo. Y no sería quien para
criticarla.
- ¿Quién entonces? -le preguntó el hombre a Iker, que me miró e hizo un
gesto afirmativo, como si me autorizara a contestar. Joder, ¿No podía dejar al
tío ese frito con uno de mis magistrales rayos? Porque era tentador.
-Yo. -contesté y el hombre me miró con curiosidad mal sana. Dejé que
me observara, intentando mostrarme sumisa. Aunque no era una de las
palabras más habituales en mi vocabulario, así que cuando me miró a los
ojos, le aguanté la mirada sin demasiado esfuerzo, algo que supongo que no
estaba habituado. Ajo y agua.
-Bonitos ojos, pero un cuerpo sin demasiadas curvas. -dijo encogiéndose
de hombros. -Aunque hay algo en ella que da ganas de adiestrarla, no puedo
negarlo.
-No creo que hayas venido a hablar de mujeres. -dijo Iker intentando
llamar su atención, mientras yo me mordía la lengua por no contestarle. Y era
un esfuerzo considerable.
- ¿Cómo te llamas? -me dijo mientras se acercaba a mí, con mirada
viciosa. Si no fuera un cazador, si Iker no nos hubiera advertido de él, te juro
que le clavaba la rodilla en sus mismísimas partes en ese mismo momento.
La puerta de acceso del parking se abrió y apareció la caballería. Brillantes
armaduras no llevaban, pero era lo mismo. Mis ojos se cruzaron una fracción
de segundo con los de Logan. Los otros dos visitantes, que se habían quedado
sentados en la mesa, se levantaron con su llegada.
-Aléjate de ella Ron. -las palabras de Logan resonaron como truenos. Eso
era una voz potente, a la que difícilmente puede uno ignorar. El hombre se
alejó de mí y mi sensación de arcadas empezó a disminuir un poco. Volvía a
poder respirar.
-Ya te he dicho que son nuestras chicas. -dijo Iker desde el sofá, con el
cuerpo de Melanie bien rodeado con su amplio abrazo. -Y que no las
compartimos.
-Solo tenía curiosidad. -dijo el hombre mientras se alejaba de nosotras y
se dirigía a Logan con gesto amigable.
-Mi casa. Mi familia. Mis normas. -le dijo Logan con mirada dura. Sus
palabras eran pétreas.
-Tienes razón. -dijo Ron mientras se sentaba en la mesa, con sus dos
hombres a la espalda. -He venido a hablar de trabajo, no de placer, después
de todo.
-Nicholas, acompañalas dentro. -dijo Logan con voz fría, mientras
Nicholas se acercaba a nosotras. Nora lo miró durante un segundo y le cogió
de la mano, como si estuviera habituada a aquello. Dejamos atrás el salón, y
las conversaciones que tenían allí los hombres, como buenas mujeres
sumisas. Teníamos todas el corazón latiendo a mil por hora. Nos encerramos
en la habitación de Logan, intentando no hacer ruido. Tardaron casi una hora
en volver a dar señales de vida. Logan entró en la habitación y nos miró a las
cuatro, instaladas sobre la cama con un ipad y mirada un punto asustada. Sus
ojos se encontraron con los míos y su expresión se suavizó un poco.
-Hoy os quedaréis a dormir aquí. Es más seguro. -dijo finalmente.
- ¡Fiesta pijama! -dijo Melanie lanzando un cojín al aire y nos dió la risa
tonta a todas. Logan nos miró como si estuviéramos locas de atar, pero había
una pequeña sonrisa en su cara. Me levanté de la cama y me acerqué a él,
mientras mis amigas habían empezado una guerra de cojines.
- ¿Ha ido bien? -le pregunté.
-Bastante. -me contestó tras unos segundos de mirarme. -He conseguido
no matarlo, que ya es mucho.
-Vaya, eso está bien. -le dije haciendo un gesto afirmativo, divertida.
-Sí, es otra de esas leyes nuestras. No matarás a otro cazador. -me dijo
imitando mi movimiento de cabeza afirmativo.
-Alguien tendría que revisar esas leyes. -le dije haciendo una mueca. -O
hacer annexos para excepciones.
-Sí, a veces se tienen que hacer algunas excepciones. -me dijo con una
sonrisa, mientras sus brazos rodeaban mi cintura y tiraba de mí en su
dirección. Me dejé arrastrar, para encontrarme con su boca, suave, sobre la
mía. Mitad carícia, mitad beso. En cualquier caso, me gustaban esas
excepciones. Mucho. -Pasadlo bien. Anthony se quedará esta noche dentro, el
resto haremos un perímetro de seguridad.
-Dile a Anthony que se lo tome con paciencia. -le dije con una sonrisa.
-Creo que me odia un poco por dejarle aquí hoy. -me contestó Logan con
una sonrisa traviesa.
-Ves con cuidado. Ese tipo me ha dado mala espina. -le dije finalmente,
mientras me ponía de puntillas y le daba un suave beso en los labios, inocente
y casto como el suyo. Hizo un gesto afirmativo y tras mirar por última vez a
mis amigas, se fue de nuestra habitación. Me tiré sobre la cama, mientras mis
amigas empezaban a decir mil tonterías sobre aquellos besos robados. Sabía
que Logan debía de estar escuchándonos y me moría de vergüenza. Pero me
sentía feliz. Pese a Ron Duncan.

Por la mañana nuestra guarida, el búnker, parecía una casa de locos.


Habíamos dormido apenas cuatro horas, pero estábamos de subidón. Nos
apoderamos de la mayor parte de baños y luego de la cocina. Iker y Nicholas
se unieron a nosotras durante el desayuno, Logan se encerró en su habitación,
finalmente libre de todas nosotras y Anthony salió a dar una vuelta. Tanto
reggaetón a la noche creo que le había creado un cortocircuito, o algo. Nos
habíamos reído muchos. Hacía tiempo que no hacíamos una noche en casa
todas juntas y la verdad es que después de aquella, estaba segura de que
intentaríamos repetirlo en no mucho tiempo. Las cosas buenas siempre
apetecen. Que fueran mentalizándose los cazadores. Salimos acompañadas de
Iker, supuse que sería mi guardaespaldas esa mañana. Acompañamos a Nora
y a Aria a sus trabajos y luego los tres nos sentamos un rato en una cafetería a
pasar el rato. Melanie estaba en turno de tarde esa semana y a mí me quedaba
un rato para tener que abrir la óptica. Después del segundo café con leche, al
margen de la cafeína, el cansancio empezó a hacer acto de presencia. Melanie
se fue a su casa, bajo la promesa de que volvería a estirarse a dormir, la muy
traidora. Iker me acompañó hasta la óptica y abrió la pesada verja para mí.
Solo por eso valía la pena lo de tener un cazador pendiente de mí las
veinticuatro horas del día. Entró dentro conmigo, y se paseó alrededor de las
gafas deportivas con curiosidad, mientras yo abría los ordenadores.
-Por ser tu, te haré descuento familiar. -le dije con una sonrisa desde la
distancia.
- ¿A Logan le hiciste descuento? -me miró con expresión divertida.
-Ni loca. -le contesté divertida. -Ayer volvió a besarme.
-Supongo que eso es bueno. -me dijo con una sonrisa ladeada aunque
había dudas en su expresión. Estaba claro que Iker no estaba para nada
acostumbrado a conversaciones femeninas. Y se sentía un poco incómodo.
No pude evitar sonreír divertida.
-Ni idea. -le contesté con una sonrisa. -Tanto viene como va. Te seré
sincera que me gusta mucho, pero no soy de las personas más pacientes del
mundo.
- ¿Qué quieres decir? -me preguntó con aspecto por primera vez
preocupado.
-Nada. -le contesté. -Que hay momentos en los que no me importaría
darle una colleja.
-Puedes intentarlo. -me contestó él y había una mirada divertida en su
cara.
-Claro, pero primero te aviso para que disfrutes con él espectáculo. -Le
contesté yo de forma cínica.
-Eso sería todo un detalle. -me contestó él divertido.
-Hombres. -dije yo con un suspiro cansado. - ¿Cómo está Fer a todo esto?
-Bien. -me contestó sin acabar de estar cómodo con él cambio de tema. -
Tiene buen fondo. Veremos.
- ¿Si la palma por el camino? -le contesté alzando las cejas de forma
enojada. Se encogió de hombros y me miró con expresión seria.
-Él al menos sabe en lo que se está metiendo. -dijo finalmente. -Nosotros
nos lo encontramos sin más.
-Sigo sin estar de acuerdo con todo esto. -le dije con expresión dura.
- ¿Aún sientes algo por él? -me preguntó Iker con expresión inteligente,
preocupada.
-Pues claro. -le dije haciendo una mueca. -Es uno de mis mejores amigos.
-Al margen de que te acostabas con él. -me dijo de forma acusatoria.
-Cómo que tú no te has acostado nunca con nadie. -le dije alzando el
mentón. -Vamos, que lo de casta y pura hasta la sepultura, lo dejamos para
las de tu época.
-Elena no te lo tomes así. -dijo finalmente Iker con aspecto derrotado,
mientras se acercaba a mí. -Es solo que a veces me pongo en la piel de
Logan. No puedo acabar de entender lo que hay entre vosotros, pero sé que
hace un esfuerzo enorme por tolerar al chico. Y lo hace por ti.
-Y yo hago un esfuerzo enorme aguantando sus cambios de humor. -le
contesté yo retándolo.
-Lo sé. -dijo Iker con un suspiro, quedando frente a mí. -Ten paciencia.
Todo esto es nuevo. Extraño. Para todos nosotros.
-Lo sé Iker. Gracias. -le dije con una sonrisa, no quería descargar toda mi
ira y mi inseguridad en él. Le sonreí y me lancé a sus brazos para darle un
abrazo mientras él abría los ojos como platos ante mi contacto. Tras unos
segundos se relajó y pasó mis brazos alrededor de mi espalda.
-Una imagen de lo más tierna. -dijo una voz fría a pocos metros de
nosotros. Iker hizo un movimiento lento, separándose de mí y colocándome
detrás de él. Era capaz de reconocer esa voz, que hacía que mi sangre se
helara en mis venas. Ron. Volvía a estar acompañado de dos de sus hombres.
-Pensaba que ya estarías de camino a vuestro territorio. -le dijo Iker sin
más, ignorando su comentario.
-Queríamos despedirnos antes de la joven de ojos azules. -dijo Ron con
un ronroneo y añadió mirándome con ese aspecto baboso. -No esperábamos
encontrarla en compañía. Pensaba que te gustaba el poder, Logan al menos es
un jefe de familia. ¿Pero éste? A penas es un cachorro. ¿Acaso Logan no es
lo suficiente hombre como para complacerte?
-Al menos es lo suficientemente hombre como para no ir a todos lados
con dos cachorros. -le contesté saliendo de detrás de Iker, con una mirada
desafiante y una sonrisa generosa. Su mirada se volvió oscura mientras me
miraba. Sumisa. Ah, sí. Se suponía que era sumisa. Bueno, pues esa mañana
no me sentía para nada así. Era mi territorio. Mi tienda. Mi trabajo. Mi vida.
Dio un paso en mi dirección. Iker se ladeó ligeramente. -Ni se os ocurra.
Había una tensión en el ambiente que no pareció asustar a una pareja de
ancianos del barrio que decidió que era el mejor momento de ir a renovar sus
gafas. Fabuloso. Puse mi mejor mirada profesional mientras sentaba al
hombre en mi gabinete y le acercaba a la mujer una silla para que se quedara
lo más cerca posible nuestro y lo más lejos de toda aquella testosterona
suelta. Empecé a hacer mi trabajo, sonrisa en la cara y voz dulce, mientras
ignoraba al resto. Ya se cansarían. Esperaba. Había acabado con la
actualización de la graduación del Sr. Andreu y estaba empezando con la de
su amada esposa, mientras me explicaban que estaban a punto de celebrar su
aniversario de bodas y que vendría toda la familia para la fiesta. Era como un
confesionario, aquello.
-Fuera de aquí. -la voz de Logan sonó con fuerza, mientras entraba en la
tienda y ponía una mano en la espalda de cada uno de los cachorros de Ron.
Había algo en ese contacto que hacía que el rostro de los dos cazadores
pareciera claramente intimidado.
-Solo habíamos venido a despedirnos. -dijo Ron mirando a Logan con
mirada divertida, pese al aspecto de sus hombres. -Pero nos hemos
encontrado con algo no esperado. Y creo que es nuestro deber advertirte.
- ¿De qué estás hablando? -dijo Logan sin mostrar ningún tipo de
emoción.
-Tu cachorro se lo hace con tu puta. -le dijo con mirada divertida, malicia
en su expresión. -Los hemos visto. Dicho esto, nos retiramos. Sabes que
puedes contar con nosotros.
La mira de Logan era inexpresiva, soltó a los dos cazadores mientras
finalmente se retiraban. Ron Duncan me lanzó una mirada oscura desde la
distancia, divertida. Logan esperó a que salieran para mirar a Iker con una
expresión dura, todo su cuerpo rígido. Iker miró a Logan y le aguantó la
mirada, con expresión tranquila, hasta que Logan empezó a respirar con algo
más de normalidad.
-Siéntense aquí. -les dije a la pareja de ancianos mientras sacaba el primer
cajón que tenía a mano de gafas y las dejaba frente a ellos, para entretenerlos
con algo. -Miren estas monturas y ahora vengo para ver qué tipo es el que
más les gusta.
Les sonreí mientras miraba a Logan por el rabillo de ojo y finalmente me
acerqué a ellos.
- ¿Cómo ha sabido ese pirado que estaría aquí? -les dije a los dos,
poniendo mis brazos sobre mi pecho con aspecto enojado.
- ¿Por qué dice que estáis juntos? -me contestó Logan con mirada fría, sin
contestarme.
- ¿En serio? -le dije haciendo una mueca. - ¿Por qué es un capullo? ¿Por
qué quiere que desconfíes de los tuyos? Creía que eras un poco más listo que
eso, vamos.
-Elena me estaba abrazando. -dijo Iker finalmente, con un suspiro
cansado. -Después de animarla por la paciencia que tiene que tener contigo.
-Eso es cierto. -añadí yo con una sonrisa y finalmente miré a Logan con
gesto desafiante. -Que tengas un problema de autocontrol porque te niegas a
ti mismo lo que realmente quieres, no significa que yo no pueda exteriorizar
mis emociones ni mis frustraciones por el camino. Eso es lo que hacemos las
mujeres.
-Asegúrate de que Ron se larga. -dijo Logan finalmente, sin dejar de
mirarme. Iker salió de la óptica sin decir nada más, resignado. Logan añadió
mirándome enfadado. -Un problema de autocontrol.
-Pues sí. -le contesté yo con mirada altanera, mientras pasaba a ignorarle
y me volvía con mi pareja de abuelos, que no parecían para nada muy
convencidos con las monturas de pasta de estridentes colores que les había
dejado delante. Normal, vamos. Les sonreí y continué atendiéndolos con total
profesionalidad, al menos esta vez. Logan me miró desde la distancia y
finalmente marchó de la óptica, sin decirme nada más. Aunque de alguna
forma podía saber que seguía cerca.
César llegó un poco más tarde de lo habitual y poco tiempo me dio para
estar con él. Me despedí con un abrazo y salí a la calle feliz al sentirme libre.
Logan me esperaba en una esquina, con su moto. Me acerqué a él y me tendió
el casco y la chaqueta, sin mediar palabra. Con esas estábamos. Suspiré y me
agarré a su cuerpo sin ningún tipo de reparo. Que se aguantara. En casa
desapareció hacia la sala de entrenamiento y me dejó en el comedor con gesto
enfadado. Nicholas me miró desde el sofá, con expresión interrogante.
-Creo que le ha de bajar la regla. -le contesté a su silenciosa pregunta.
Una sonrisa fugaz asomó a su cara, mientras aparecía Anthony con ropa
deportiva. -Pues va a ser buena idea y todo. Bajo en cinco minutos.
La expresión de Anthony no era precisamente de felicidad, pero al menos
no se negó rotundamente. Tras vestirme y calzarme para sudar un rato, bajé
las escaleras tarareando una canción. Logan me miró desde las barras. Sin
dejar de mirarme con expresión cabreada, siguió elevándose en la barra como
si nada. Uno, dos, tres. Podían intuirse sus músculos tensándose debajo de la
camiseta y no podía evitar sentir una corriente que me empujaba en su
dirección. Pero me negué a ella. Rompí ese contacto visual, con todo el poder
que había en él, para ir con Anthony. Me miró con expresión agotada. No era
el más motivador de los profesores, seamos realistas. Le sonreí de oreja a
oreja y eso empeoró su expresión. Me tendió mis palos de madera y con
suavidad empezó a lanzarme ataques. Apenas habíamos cruzado los primeros
golpes que escuché un ruido sordo. Me giré a mirar a Logan, que se había
dejado caer de las barras y empezaba a subir las escaleras, marchándose del
gimnasio.
-Estás de suerte. -le dije a Anthony con mirada maliciosa. -Hoy tampoco
rodará tu cabeza.
-Veo que estás de buen humor. -me dijo con expresión dura.
-Qué va. -le dije finalmente. -Ron Duncan ha venido a la óptica esta
mañana.
-No lo sabía. -dijo Anthony con expresión preocupada mientras miraba
fugazmente a la puerta por la que había desaparecido Logan.
-Y hemos vuelto a discutir con Logan. -le dije tras parar uno de sus
movimientos.
-No sé por qué me lo había imaginado. -me dijo él con un tono sarcástico.
-Pero al mal tiempo, buena cara. -le dije moviéndome para esquivar otro
de sus movimientos.
-Vamos a probar algo diferente. -me dijo Anthony tras cruzar unos
cuantos golpes. -Intenta atacar tú.
- ¿Quieres decir? -le pregunté mirándole con cierta inseguridad y él rio
por lo bajo.
- ¿Crees que puedes hacerme daño? -me dijo divertido. -Imagínate que
soy Ron Duncan. Al menos disfrutarás intentando alcanzarme.
-No me lo digas dos veces. -le dije haciendo una mueca maliciosa
mientras empezaba a mover los palos en su dirección.
-Tienes dos posibilidades. -me dijo Anthony contrarrestando mis
movimientos sin dificultad. -O intentas ser más rápida o aumentas la fuerza.
Las armas cortas, de poco peso, están hechas para buscar la velocidad. Las
armas pesadas son más lentas, pero causan más daño en un solo impacto.
-Intentaremos lo de la velocidad. -le contesté con una mueca mientras
empezaba a sudar, lanzando ataques uno tras otro que Anthony paraba sin
dificultad pese a usar un solo bastón. Era un poco frustrante. Pero
desestresante. Muy desestresante.
-Eres bastante patética. -me dijo tras un rato en el que me esforzaba
bastante. Lancé un pequeño gruñido y continué golpeándole. -No entiendo
que encuentra Logan en tí.
-Yo tampoco. -le dije sin dejar de moverme a su alrededor.
-Eres más el tipo de Ron, realmente. -me dijo tras unos segundos en los
que seguía intentando alcanzarlo sin conseguirlo. -Seguro que te gusta algo
rápido y sin demasiado sentido.
-Vete a la mierda. -le dije a Anthony empezando a enfadarme. Golpeé con
más fuerza y una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Anthony. Creo que
ese era su objetivo. Creo.
-Logan te hubiera dejado tirada sino hubieras sido una mística. -me dijo
mientras yo empezaba a golpearle con rabia, el ruido de los palos resonando
mientras mis piernas se movían sin yo ser apenas consciente de ellas y
Anthony seguía dominando cada golpe sin esforzarse. - Lo de la ley entre
cazadores y místicas no existe. No sabe cómo apartarte ahora.
-Eres un cabrón. -le dije mientras le golpeaba con las dos armas a la vez y
él colocaba su palo de madera en el centro, bloqueando las dos espadas de
madera con un único movimiento. Me quedé mirándolo con rabia, mientras
intentaba aumentar la presión de mis armas cruzadas sobre la suya. Sus ojos
buscaron los míos.
-No le importas. -me dijo en un susurro, con su mirada oscura clavada en
mis ojos. Sentí algo crecer dentro de mí. Rabia, tristeza. Quizás
desesperación. Y miedo. Porque aunque sentía que lo que había entre Logan
y yo era real, solo era una sensación. Su rechazo era doloroso. Y las palabras
de Anthony se clavaban dentro de mí, con veneno en ellas.
-No. -le dije sintiendo que algo surgía dentro de mí, de forma violenta,
mientras mis ojos se clavaban en los suyos con un poder que era mío, pero
aún me era desconocido. Una onda de energía azul salió de mí y su onda de
expansión arrastró a Anthony y a todo lo que me rodeaba sin excepciones.
Anthony voló por los aires, para caer a unos siete metros de distancia, tras dar
un par de vueltas por el suelo. Las armas de las paredes cayeron de forma
violenta al suelo, saltando de sus soportes, con un ruido casi ensordecedor.
Una suave luz azulada brillando en su superficie metálica.
- ¡Elena! -un grito roto me hizo despertar de algo parecido a un trance.
Logan apareció por la puerta de la escalera y antes de que fuera capaz de
decir o hacer nada, llegó hasta mí con expresión llena de angustia, a una
velocidad que no era para nada humana. Sentí que me envolvía entre sus
brazos casi con violencia, y solo entonces parecía relajar su ansiedad. - ¿Estás
bien?
-Lo siento, lo siento, lo siento. -dije casi hipando por una sensación de
miedo que me había envuelto mientras las lágrimas empezaban a caerme por
las mejillas. -Anthony. Dime que está bien.
Logan me miró sin entender que quería decir y por primera vez miró a la
sala. Anthony estaba tumbado boca arriba, se le veía respirar con dificultad.
Se sentó con dificultad en el suelo, mientras tosía y reía casi al mismo
tiempo.
- ¿Qué ha pasado? -le dijo a Anthony sin dejar de apretarme contra su
cuerpo. Su calidez era lo único que me ayudaba a mantenerme entera.
-Es capaz de conectar con su magia cuando se cabrea. -le contestó
Anthony mirándome con una sonrisa torcida, divertido. -Pero sería mejor que
aclares con ella lo que sientes antes de que nos deje a alguno frito.
- ¿Has sido tú? -me dijo mirándome Logan divertido por primera vez.
-Puede. -le dije haciendo una mueca, un poco avergonzada.
-La he provocado. -dijo Anthony mientras se levantaba finalmente con
una sonrisa claramente divertida.
- ¿Qué has hecho? -le dijo Logan mirándole con expresión confundida,
más que otra cosa. Al menos yo empezaba a estar más tranquila, viendo que
no le había hecho daño real a Anthony.
-Le he dicho que pasabas de ella. -le contestó Anthony con mirada
prepotente. -Y estaría bien que os dierais un buen revolcón porqué empezáis
a ponernos nerviosos al resto. Te prefería colgado de una humana que con esa
rabia contenida. La estás cagando hermano. La necesitas y ella te necesita a
ti.
-Existen leyes. -dijo Logan mirando a Anthony con dureza, pero sin dejar
de apretarme contra su cuerpo. Había una batalla en su interior. Podía
sentirlo.
-Y existe el sentido común. -dijo Anthony con voz llena de burla mientras
miraba a su alrededor con aspecto divertido ante lo que había sucedido. -En
cualquier caso, quizás estaría bien que entrenaras con ella. Progresa rápido.
Anthony me hizo una pequeña reverencia, con aspecto divertido y se
alejó de nosotros. Nos quedamos quietos allí, abrazados en silencio, hasta que
sonreí al ver el caos que había creado a mi alrededor.
-No pienso recogerlo. -le dije haciendo una mueca. Logan rio por lo bajo.
- ¿Rebelde hasta en esto? -me dijo mientras se apartaba de mí y empezaba
a caminar alrededor de la sala, mirando los destrozos que había hecho.
-Anthony ha admitido que ha sido culpa de él, que me había provocado. -
le dije haciendo un puchero, mirando las armas tiradas por el suelo de forma
anárquica. Logan encontró los bastones de madera y me lanzó dos que cogí
con más o menos dificultad. Siguió buscando hasta encontrar con más,
idénticos a los míos. Me miró con expresión divertida, con cierta inseguridad.
- ¿Tú también quieres salir volando por los aires? -le dije con una sonrisa
divertida mientras alzaba mis espadas de madera como me había enseñado
Anthony.
-Puedes intentarlo. -me dijo con una sonrisa divertida, mientras se
acercaba a mí con pasos cortos, movimientos controlados. Empezamos a
caminar de lado, uno frente al otro. Logan lanzó un primer ataque. Lento y
controlado. Sonreí mientras lo paraba y alcé una ceja casi a modo de burla.
Intenté contraatacar. Logan lo paró sin dificultad, pero sonrió. Dos estocadas.
Dos paradas. Los palos empezaron a cruzarse con mayor rapidez. El ruido de
sus choques empezaba a crear su propia música, mientras nos movíamos uno
alrededor del otro. Buscando espacios libres. Logan empezó a relajarse
mientras yo empezaba a disfrutar con ello. No tengo claro cuánto tiempo
llevábamos allí, cuando Logan volvió a hablar.
- ¿Así que tienes dudas de lo nuestro? -me preguntó al cabo de un rato.
-Eres tú el que tienes dudas. -le contesté mientras volvía a intentar
alcanzarle con un golpe que quedaba a medio camino con su parada.
-Yo no tengo ninguna duda de lo que siento por ti. -dijo finalmente, sin
dejar de contrarrestar mis golpes, que empezaban a volverse más firmes, más
seguros.
-Pues no lo parece. -le dije mientras daba un pequeño salto hacia atrás,
alejándome de su ataque de forma instintiva. Empezamos a caminar en
círculos, sin perder el control de los movimientos del otro.
-Ya lo hemos hablado. -me dijo mientras intentaba alcanzarme pero
conseguía evitarlo desplazándome hacia un lado y él no pudo evitar sonreír
divertido por mi movimiento.
-Parece más una excusa. -le dije mientras contraatacaba con cierta rabia y
él me evitaba haciendo un movimiento similar al que yo había hecho. Casi
como si fuera una sutil burla.
- ¿Qué necesitas para creerme? -me dijo tras cruzar unos cuantos golpes.
Intentaba ser rápida. Estaba claro que por fuerza no podría romper su parada.
Aunque me sentía bastante orgullosa de cómo me defendía por haber hecho
solo un par de sesiones con Anthony. Igual sí que era un buen profesor
después de todo.
-Sabes lo que necesito. -le dije tras intentar un golpe que desvió sin
dificultad. Me miró, un destello oscuro en sus pupilas. Aguanté su mirada.
Lanzó un ataque y cuando lo paré se volteó, haciendo a continuación un
movimiento seco que hizo que las armas de mis manos saltaran por los aires.
Hice una mueca, desarmada. Casi parecía que no se me daba mal del todo.
Aunque supongo que aún estaba muy verde. Logan se acercó a mí, sin dejar
de mirarme y soltó sus espadas de madera al suelo, para finalmente agarrarme
con fuerza por la cadera y apretarme contra él mientras su boca buscaba la
mía de forma autoritaria. Gemí al notar su lengua buscar la mía, enredándose
dentro de mí sin permiso. Me cogió de las nalgas y me alzó. Crucé mis
piernas anclándome a su cintura, mientras caminaba conmigo a cuestas hasta
llegar a una mesa que usaban para afilar armas. Con un movimiento brusco,
tiró al suelo lo que quedaba en su superficie, antes de colocarme sobre ella.
Un poco más de desorden no se notaría demasiado, realmente. Empezó a
morderme la oreja, mientras me apretaba contra él y sentía la tensión de su
cuerpo buscándome. Nos sobraba la ropa. Estiré la camiseta de Logan y se
dejó hacer. No tardó en hacer lo mismo con la mía, mordiendo mi cuello y mi
hombro por el camino.
-Eres mía. -me dijo en un susurro ronco en la oreja justo antes de empezar
a morderla mientras con un suave movimiento liberaba mis pechos. Gemí por
su contacto. Empecé a pelearme con sus pantalones, que cayeron al suelo sin
demasiada dificultad. Logan me levanto y me arrancó mis leggins sin
demasiados miramientos. Sus ojos se clavaron en los míos mientras acercaba
su cuerpo al mío y le sentía dentro de mí con algo de violencia. Me mordí el
labio, mientras él empezaba a moverse. Podía morir en ese momento que ya
habría valido la pena todas mis presentes desgracias. Mis gemidos le hicieron
sonreír prepotente, mientras empezaba a acelerar el ritmo, haciendo que toda
yo respondiera a él de forma automática. Se acercó a mí movido por algo que
era incontrolable, mientras sus movimientos se hacían más rápidos y más
intensos, los dos nublados por nuestras propias emociones. Sentí su mordisco
en el cuello, como si se anclara a mí justo antes de que los dos hiciéramos un
último gemido liberador. Dios santo. Me abracé a Logan con fuerza, sin dejar
que se retirara. Lo quería así. Junto a mí. Nuestros cuerpos mezclados, uno
solo. Era simplemente perfecto.
-Te quiero. -le dije en un susurro.
- ¿Te he hecho daño? -me preguntó sin alejarse de mí, mientras me
acariciaba la espalda con cuidado.
-Para nada. -le contesté con una risa vergonzosa, recordando los gemidos
que me había arrancado en el proceso. Cogió una pieza de ropa que había
quedado sobre la mesa para limpiar mi cuello. No quise pensar en aquello. La
expresión de Logan no era la que esperaba encontrar. Se le veía preocupado.
Sus ojos buscaron los míos. Cogí su nuca con ambas manos y lo acerqué a
mí, para besarle. Logan gimió con suavidad mientras podía notar que su
cuerpo volvía a reaccionar a mi contacto. ¿En serio? Sonreí divertida,
mientras empezaba a buscarle con todo mi cuerpo y él intentaba contenerse.
De nuevo. ¿Me había mordido? No estaba del todo segura, pero por su
reacción era algo más que probable. Fui a buscar su cuello y apreté mi boca
contra él para hacerle un chupetón de esos que le quedaría marcado para unos
cuantos días y cuando me separé de él, añadí con una sonrisa. -Estamos en
paz.
Me miró con expresión vidriosa, pasión contenida en su mirada, hasta que
algo en él cedió y se abalanzó contra mi cuerpo, empezando a moverse de
nuevo, soltándose de mí y recuperando el control de todo aquello. Su
amenaza de que era dominante no era para nada vaga. Pasado el primer
asalto, lujuria y pasión descontrolada, jugó con mis sentidos sin piedad. Su
tacto, su sabor, su olor, envolviéndome. Casi le supliqué pero su mirada era
firme, una sonrisa cargada de vanidad ante mis reacciones. Suspiré agotada
contra él, mientras bebía de mí, después de llevarme al cielo. Separó sus
labios finalmente de mi cuello y me besó sobre la herida, mientras me
acariciaba con suavidad. Le sonreí. Su mirada era oscura, pero había
satisfacción en él. Supe que había una mezcla de emociones en él. Algunas
primitivas, otras más humanas. Él no podía separarlas, porqué ambas
formaban parte de él.
-Te quiero Elena. -me dijo abrazándome, sin dejar de acariciarme. -No
puedo evitar ser lo que soy.
-Ni yo. -le dije con una sonrisa, mientras le rodeaba con los brazos. -Está
bien así.
- ¿Incluso bebiendo de ti? -me dijo finalmente, con voz dura.
-Incluso con esto. -le dije besándole el cuello con suavidad y luego añadí
con una sonrisa. -Excepto cuando me da por desmayarme, creo que tiene su
punto de morbo.
-Definitivamente estás mal de la cabeza. -me dijo con un ronroneo, pero
su voz parecía menos dura consigo mismo.
-Es posible. -le dije haciendo una mueca mientras me separaba
ligeramente de él y le sonreía. -Al fin y al cabo lanzo rayos por las manos,
¿Qué puede esperarse de alguien así?
-Eso es verdad. -me dijo haciendo una mueca. Nos dimos un suave beso. -
Voy a buscarte ropa. Espérame en las duchas.
Logan tardó poco en llegar con mi pijama a cuestas y unirse a mí en las
duchas de la sala. Me sentía feliz. Completa. Y su mirada hablaba de que
pese a todo, su sentimiento de culpa era menor que su aura de felicidad. Algo
era algo. Arriba no había nadie. Nos pusimos a preparar la cena cuando
llegaron los cuatro en bloque. Sospechaba que Logan les debía de haber
enviado un mensaje o algo conforme podían volver al búnker. Eso o tenían
un sexto sentido. Lo de compartir piso era una historia. Especialmente si
empezábamos a tener una vida de pareja un poco más activa. Sin pensar que
mi ex-novio estaba poniendo el mantel a la mesa. Nuestra mesa.
-Siento lo de antes, Anthony. -le dije finalmente, mientras poníamos la
mesa juntos.
-Sin problemas. -me contestó con una sonrisa mirando de reojo a Logan y
luego mirándome con intensidad, con una silenciosa pregunta. Se acercó a mí
y me giró levemente la cara, para mirar mi cuello en el que aún tenía varias
marcas de los colmillos de Logan. No intenté disimularlo. Me encogí de
hombros. Si aquello tenía que formar parte de lo que había entre nosotros,
podía asumirlo. Ahora sí. Más o menos. -Eres fuerte. Una digna compañera y
una leal hermana.
- ¿Es cierto que has enviado a Anthony a la otra punta de la sala? -dijo
Nicholas mientras se sentaba en su sitio habitual.
-Pues podría ser. -dije haciendo una mueca mientras él picaba en la mesa
como si se tratara de un tambor a modo de celebración.
-Tiene mal genio cuando se lo propone. -dijo Fer desde su silla con gesto
divertido. Logan vino a mi lado y me rodeó la cintura. Miró a Fer desde la
distancia y él hizo una mueca. Le dí un suave codazo a Logan, por su gesto
posesivo y cargado de doble intención. Me miró con expresión dura. Le
sonreí y me puse de puntillas, para besarle con suavidad. Me rodeó sin
importarle que todos nos miraran, más o menos divertidos. Los ruidos de Iker
haciendo como si tuviera arcadas se ganó una mirada aireada de Logan, tras
lo que Iker se limitó a mirar la mesa con gesto sumiso. Sonreí mientras me
sentaba a la mesa, a su lado.
-Ya puedes volver a respirar. -le dije dándole un suave codazo. Iker alzó
la mirada y me miró con expresión divertida.
-Creo que todos podemos volver a respirar, de hecho. -dijo finalmente
mientras Logan lanzaba una gruñido bajo contenido. -Llevaba unos días
bastante rabioso, espero que lo hayas dejado agotado.
Logan se tensó levemente a mi lado y le puse una mano sobre la pierna
mientras con una sonrisa inocente miraba a Iker. Sentí la energía llegar a mí.
Casi de forma natural. Dirigí mi mano hacia su plato y una descarga se volcó
en él. Iker dio un salto para alejarse de aquello, tirando la silla por el suelo
por el camino.
-Espero que te guste la carne muy hecha. -le dije con mirada inocente
mientras su plato mostraba una carne parcialmente calcinada, después de mi
descarga. Sin decir nada más, empecé a comer mientras Logan y Anthony
reían por lo bajo. Los ojos de Fer parecían salir de sus órbitas y Nicholas
parecía también sorprendido.
-Joder con nuestra hermanita. -dijo Iker acercándose a su plato y
cogiéndolo con desconfianza. Se lo llevó a la cocina, dónde tiró el contenido
directo a la basura y volvió a servirse de la paella, como si nada, para volver a
sentarse a mi lado. -Realmente estáis hechos el uno para el otro.
-Aunque mejor será que no se sepa fuera de la familia. -dijo Anthony con
una sonrisa divertida.
-En Londres nada de esto ha de saberse. -dijo Logan finalmente, con voz
algo resignada.
-Tarde o temprano se sabrá que ha despertado una mística. -dijo
finalmente Nicholas.
-Rolan sabe que sois pareja. -dijo Anthony. -Y es de los que le encantaría
tener un trofeo como ese en su familia.
-Hoy se ha encontrado a Iker abrazado a Elena. -dijo Logan, Nicholas
empezó a toser tras atragantarse con un trozo de carne con esa información
mientras miraba a Iker que se encogió de hombros. -Podemos decir que era
una tapadera.
-En realidad lo era. -dijo Iker con una sonrisa divertida.
- ¿Y tú qué hacías abrazando a la chica de Logan? -le dijo Anthony con
voz crítica, alzando una ceja.
-Estábamos de confesiones. -les dije a todos con una sonrisa divertida,
mientras Logan buscaba mi mano debajo de la mesa y enlazaba sus dedos con
los míos. -A veces los seres humanos necesitamos el contacto físico. Un
abrazo y esas cosas.
-No será por contacto. -dijo Iker en voz baja, haciendo reír a todos
mientras Logan volvía a gruñir por lo bajo.
-Hay los que son realmente valientes. -le dije a Iker haciendo una mueca
mientras él empezaba a reír bajo mi amenaza. Acabamos de cenar entre
bromas. Se sentía casi bien. Normal. Por una vez. Incluso con Fer allí. Mi
teléfono sonó en la mesita de la televisión, donde lo tenía conectado a la
corriente. Me levanté y dudé antes de desconectarlo. Logan vino y tras sacar
el cable me lo tendió con una sonrisa. En la pantalla salía el número de mi
madre. Hice una mueca antes de aceptar la llamada entrante.
-Hola mamá. -dije mientras hacía una mueca y Logan me miraba
divertido. Escuché durante unos segundos lo que me decía, hasta que me
preguntó por cómo me iba todo. Uf. ¿Por dónde empezar? ¿Qué esconder?
Suspiré y cerré los ojos. -Bien, estoy bien. ¿Quién te ha dicho eso? Sí claro,
como no. Fer está como siempre. Si claro, muy contento.
Miré a Logan, que me miraba desde el sofá junto a Anthony con aspecto
indefinido, mientras Fer sentado en el otro extremo me miraba con expresión
preocupada. Dejé que hablara durante un rato y desvié mi conversación hacia
ella y mi padre, para que no siguieran atosigándome. Cuando colgué, fue Fer
el primero en hablar.
- ¿No se lo has dicho? -me dijo casi de forma acusatoria.
- ¿Qué lo dejamos? Pues claro que sí que se lo dije. -gruñí mientras me
sentaba en el reposabrazos al lado de Logan y él me pasaba un brazo
alrededor, relajándose al hacerlo. -Pero resulta que una de mis vecinas habló
con el gestor de la comunidad y éste contactó con mis padres por un
presupuesto que hay que aprobar para la renovación de la fachada. En
resumen, que mis padres piensan que hemos vuelto y me he mudado
temporalmente a tu piso.
-Eso es el karma. -dijo Anthony con mirada divertida, mientras levantaba
una copa con algún licor en mi dirección.
-Siempre tan gracioso. -le contesté.
-No es una mala tapadera. -dijo Nicholas tras unos segundos. -No me
refiero solo para sus padres. Fer no es un cazador. Su historia viene de antes
de que nos conociera, de que se convirtiera en una mística.
-Y justifica el hecho de que sepa lo nuestro y esté con nosotros. -dijo
Anthony con mirada inteligente.
-No me gusta la idea. -dijo Logan mirando a Fer y éste aguantó más o
menos dignamente la presión.
-Logan, tengo claro que Elena está contigo. -le dijo finalmente. -Igual que
las chicas, quiero lo mejor para ella, estoy de vuestro lado, no en vuestra
contra. Si puedo ayudar, lo haré. Si no confías en mí, confía en ella.
-Lo pensaré. -dijo Logan tras meditarlo unos segundos, después de eso se
levantó y estiró de mí, en dirección a las habitaciones. No me quejé con
aquello. Para ser Logan, empezaba a ser más o menos razonable.
IX

Me despedí de las bandidas a través de nuestro chat. Sabía que querían


venir a despedirse, pero los cazadores me pasaron a buscar a la óptica, con
sus todoterrenos con los cristales tintados y mi maleta de mano ya
empaquetada dentro. Logan tenía prisa de llegar a Londres. Y yo también. No
tenía claro que sabría y que no el viejo, pero eso de ir chamuscando las cosas
daba un poco de mal rollo. Esa semana había conseguido dejar frita la
tostadora y una estufa eléctrica. Iker me había prohibido con firmeza
acercarme a la televisión y a la consola, no fuera que le petara sus juguetitos.
Al menos mi don no parecía interaccionar con las baterías o los objetos de
pilas. En la óptica cada vez que tenía que encender un ordenador, tardaba un
par de minutos en relajarme antes de encontrar el valor para darle al
botoncito. Aunque le aconsejé a César que hiciera una copia de seguridad de
todo lo del disco duro, solo por si acaso. Si lo había hecho o no, ya no era
cosa mía, pero al menos me sentiría menos mal si le fundía el sistema y los
registros de todos nuestros clientes. ¿No podía haberme tocado algo un poco
más compatible con la vida moderna? Pero no, la chica rayo. La chica funde
plomos. Mis poderes serían súper útiles para anular un sistema eléctrico de
seguridad, seguramente. Pena que los dumas no fuera precisamente criaturas
modernas. Para nada. Bueno, casi mejor que siguieran en ese rollo de vagar
medio corpóreas medio etéreas, que no organizadas dentro de guaridas
protegidas con altos y complejos sistemas de protección. Visto así mejor esas
cosas primitivas, casi salvajes, cuyo recuerdo no me molaba para nada. Pero
que mi cabeza evocaba de tanto en tanto, como para obligarme a no relajarme
del todo. Se suponía que ahora también todo aquello era mi guerra, mi lucha.
Aunque a mí me parecía ciencia ficción. Vale, que sí, que de tanto en tanto
mi poder venía a mí. Y casi podía sentirlo. Incluso alguna vez podía
controlarlo. Para torturar un poco a los cazadores, que se divertían
básicamente a mi costa. Y yo de ellos.
Tenía su chispa el tema, no solo mi propia persona, eso de que el gran
sabio viviera en Londres. Aún no me había decidido si avisar a mis padres o
no de que estaría allí unos días. No era suficientemente grande el mundo que
las dos agujas del pajar tenían que estar juntas. Con la cantidad de sitios que
ansiaba descubrir y me tocaba ir a una ciudad que ya me había pateado un
sinfín de veces. Y para empeorarlo, justo en la mejor época del año, la que
me permitiría lucir como grandes complementos mi chubasquero azul y unas
botas de goretex viejas pero funcionales. ¿No podía el viejo vivir no sé, en
una isla caribeña por poner un ejemplo? Aunque al menos esta vez me
escaparía del avión. No es que me diera miedo volar, pero cada vez me daba
más miedo estar cerca de aparatos eléctricos, no era plan que les dejase frito
el sistema de navegación o algo así. Porqué entonces ni por mística ni nada
salvaba mi cabeza. A la que tenía en gran estima. Logan estaba un poco
paranoico en que no nos siguieran. Creo que Rolan y sus chicos no habían
marchado aún de la ciudad y su creciente interés en mi persona y en su
familia, le ponían un poco nervioso. No habíamos hablado de ello, pero tengo
orejas y había conseguido escuchar alguna conversación de los cazadores. A
ninguno les gustaba aquella familia. Pero supongo que se toleraban unos a
otros. Como yo con mi prima Mathilda, a la que detestaba especialmente,
pero no dejaba de ser mi prima. Eso y las reglas de no matarse los unos a los
otros. Porqué Logan parecía bastante formal respecto a lo de seguir las
normas. Aunque hubiera decidido, finalmente, relajarse un poco respecto a lo
de las místicas y los cazadores. Ya más no podía pedir. Bueno, no me
importaría no ser una criatura mágica, teóricamente extinta, en busca de su
historia y de su futuro. No saber nada de demonios ni guerras que se
remontaban al principio de los tiempos. Vamos, tener una vida normalita. Del
montón. Hicimos la primera parada en Narbona, después de varias horas de
coche. Me había pasado el viaje mirando el paisaje por la ventana. Logan
conducía y Nicholas hacía de copiloto. Yo me había visto desterrada al
asiento trasero, pero había cabeceado un poco por el camino. La noche
anterior no había dormido para nada bien. Estaba bastante nerviosa con todo
aquello. Anthony conducía el otro todoterreno, detrás de nosotros, llevando a
Iker y Fer con ellos. No tenía claro que su trayecto hubiera sido más ameno, o
menos silencioso, que el nuestro. Los cazadores eran buena gente, pero el
sentido del humor no era precisamente uno de sus puntos fuertes. Ni las
largas conversaciones. Esto tampoco. Hice una mueca al ver que Nicholas
parecía mínimamente vivo, después de tantas horas de tediosos silencio.
- ¿Iremos al Horreum? -preguntó casi con un tono ilusionado.
-No. -contestó Logan, la alegría de la huerta.
- ¿Qué es el Horreum? -pregunté yo mirando hacia adelante. Logan me
miró durante unos segundos a través del retrovisor, para volver a centrarse
después en la conducción. No parecía especialmente interesado en empezar
una conversación, pero al menos me contestó.
-Un laberinto subterráneo. -dijo finalmente. -Una parte está explotada
como monumento romano antiguo, creo que está abierta al público como si
fuera un museo.
- ¿Y la otra? -le pregunté con una sonrisa divertida, mientras su mirada
volvía a buscar la mía y una pequeña sonrisa curvaba sus labios. Empezaba a
saber descubrir lo que no decía.
-Viven unos amigos. -dijo finalmente. -Pero no venimos a socializar.
-No fuera que nos lo pasáramos bien en el viaje. -dije en apenas un
susurro y Nicholas se rió por lo bajo.
-Te recuerdo que si estamos en todo esto, es por ti. -me dijo Logan con
mirada divertida aunque su expresión era dura.
-Sí, lo recuerdo, el misterio de la lanza rayos. -dije haciendo una mueca.
-Te veo de buen humor. -dijo entre risas Nicholas, que se ganó una de
esas miradas amenazantes de Logan.
-Como para no estarlo. -le dije con un suspiro. -Al menos tengo ganas de
cruzar el Canal de la Mancha, siempre he ido a Londres en avión, eso de ir en
tren me parece ciencia ficción.
-A mí me lo pareció cuando lo edificaron. -me contestó Nicholas. -Es la
vía más difícil de rastrear para acceder allí.
-¿Por qué pararemos en Narbona si hay una familia de cazadores allí? -les
pregunté con curiosidad. Sabía que haríamos noche allí pero no me había
planteado hasta ese momento porqué habían elegido esa ciudad. No sería para
hacer turismo o disfrutar de su playas, de eso estaba segura.
-Estaremos más protegidos en una población con cazadores. -me contestó
Logan. -No saldremos a patrullar y en el peor de los casos si nos localizan,
creo que podemos confiar en ellos. Más o menos.
-Sonaba bien hasta el más o menos. -le contesté con aspecto preocupado.
-Preferiría que no supieran nada de ti. -me dijo y añadió tras unos
segundos. -Ni de nosotros.
-Estaría bien saber qué hemos de decir todos, más que nada por qué no
haya seis versiones diferentes. Solo es una sugerencia, pero recuerdo una vez
cuando teníamos quince que nos fuimos con las bandidas a espiar a unos
chicos y nos pilló el guarda de seguridad del recinto. A las cuatro nos dio por
hablar a la vez. Aria había ido a buscar a su hermano, Melanie le soltó que su
abuelo vivía en ese complejo residencial y Nora le dijo que íbamos a una
fiesta.
- ¿Qué dijiste tú? -me preguntó Nicholas desde el sofá con una sonrisa
divertida.
-Qué se me había escapado el perro dentro. -le contesté haciendo una
mueca y su sonrisa se amplió. -No salió para nada bien. Y creo que con una
sola excusa, tal vez hubiera sido creíble.
-Intentaremos evitar las preguntas. Tú y el chico sois pareja, solo por si
acabas mostrándote. Mejor una mala tapadera que ninguna. -dijo Logan
finalmente sin mirarme. No le gustaba para nada todo aquello, pero era
suficientemente inteligente, y juicioso, como para escuchar a sus hermanos.
Sonreí, aunque no pudiera verme. -Tenemos dos apartamentos reservados en
las afueras, una zona tranquila donde pasar desapercibidos, con parking
privado.
-Por mi está bien. -dije finalmente, aunque sabía que lo que le dijera no
haría cambiar para nada sus decisiones en ese tema concreto.
Llegamos a última hora de la tarde, después de tres horas largas de
circulación bastante pesada. No dejaba de ser viernes y las carreteras estaban
bastante cargadas de gente que se iba de fin de semana. A pasarlo bien, no
como nosotros. Pringados.
Llegamos a los apartamentos blancos y dejamos el coche en un pequeño
parking cubierto, tras identificarnos. Anthony habló con el chico de recepción
y volvió con las llaves de los dos apartamentos. No me esperaba grandes
lujos, pero el sitio estaba bien. Era una gran habitación, más que un
apartamento propiamente, pero tenía un separador de la zona de dormitorio
de lo que sería la sala de estar en la que un par de muebles de cocina y una
vitrocerámica harían su función. El baño estaba limpio y se veía nuevo. Una
cama supletoria hacía de sofá. Logan dejó nuestras maletas al lado de la
pared, mientras Fer entraba con nosotros para nada convencido de todo
aquello. La situación era bastante ridícula, para qué negarlo. Pero mejor hacer
como si fuera normal, para que todos estuviéramos lo más cómodos posible.
Escuché a Logan gruñir levemente. Vale, cómodos, lo que se decía cómodos,
no tenía para nada pinta. Me senté en el sofá y me apoderé del mando de la
tele. Mi francés no es que fuera muy bueno, pero algo se entendía. Encontré
una serie de esas de policías con muchos tiros y poco diálogo. Era la mejor de
las opciones posibles. Fer se sentó a mi lado, dejando un espacio generoso
entre ambos. Era para reírse un buen rato. Vale que Logan daba bastante
miedo. De hecho no era ni humano. Visto así, supongo que era normal que
Fer fuera con tanto cuidado.
- ¿Cómo ha ido vuestro viaje? -le pregunté mientras Logan entraba en el
baño a darse una ducha.
-Los he pasado peores. -me dijo con una sonrisa tímida, aunque se le veía
divertido. -Iker vivió aquí un tiempo y me ha estado explicando de la ciudad.
Creo que si algún día tengo ocasión, me gustaría venir a visitarla.
-Quizás a la vuelta. -le dije haciendo una mueca, esperanzada. Me miró
con una sonrisa franca.
-Quizás. -me contestó y supe que pretendía animarme. Nos miramos a los
ojos y empezamos a reír. En menuda mierda nos habíamos metido.
-Se ve que hay una familia de cazadores más o menos majos por aquí. -le
dije después de secarme un par de lágrimas de la crisis de risa que me había
entrado.
-Peor que los Duncan no serán. -me dijo Fer con una mueca.
-Eso es poner el listón muy alto. -le dije entre risas. -Pedazo baboso.
-Sí, pero no olvides que es un cazador. Su fuerza es el doble que la
nuestra y de noche ni te cuento. -me dijo él y luego me miró con curiosidad. -
¿O has cambiado desde que eres una mística?
- ¿Yo? -le contesté intrigada. -Para nada. Bueno, que yo sepa. A las noche
duermo, ¿sabes? Y con lo de lanzar rayos creo que mi cupo de genialidades
ya queda cubierto.
-Hubiera pagado por ver como lanzaste a Anthony por los aires. -confesó
con una sonrisa divertida.
-Siempre podemos intentar repetirlo y te traes la cámara. -le dije con
mirada maliciosa.
-Me niego, no me atrevo a arriesgarme a que la dejes frita. -me dijo él a la
defensiva, entre risas. Se sentía bien volver a compartir eso.
-Sois todos unos paranoicos. -le dije arrugando la nariz, mientras Logan
aparecía cubierto únicamente por una toalla atada a la cintura. Nuestras
miradas se cruzaron y me pareció que estaba bien con aquello. Que para ser
Logan era algo así como un increíble. Después de sus múltiples ataques de
celos y tal. Le sonreí, sin poder evitar mirarle con más interés del adecuado,
teniendo en cuenta que no estábamos solos.
-No sé por qué. -me dijo Fer con una sonrisa, después de que Logan
hubiera desaparecido para vestirse en la parte que hacía de habitación.
Nos reunimos en la habitación de Anthony para cenar, tras trasladar
nuestra mesa y nuestras sillas hasta allí. Iker había preparado pasta y habían
abierto una botella de vino. Cosa rara. Cenamos en un ambiente relajado. Nos
acostamos pronto. Logan se estiró conmigo en la cama de matrimonio,
mientras Fer se quedaba en la cama supletoria que hacía de sofá. Anthony y
Nicholas salieron a esconderse entre las sombras, en el terrado del edificio,
para asegurar la zona. No patrullarían, pero vigilarían que nuestro sueños
fueran tranquilos. Pensaba que me costaría dormir, pero después del
agotamiento del viaje y la mala noche que había pasado, perdí la conciencia
en escasos minutos. Sentir el contacto del cuerpo de Logan a mi lado, me
ayudaba a relajarme.
Partimos a primera hora. Iker quería llegar hasta Calais para cruzar el
Canal de la Mancha antes de que oscureciera. Eso suponía unas nueve horas
más de coche, así que supuse que paradas las mínimas. Menudo divertimento.
Me senté esta vez de copiloto, dejando a Nicholas detrás para que dormitara
un rato, después de hacer guardia durante toda la noche. Pese a que Logan se
veía tenso, tras varios esfuerzos por mi parte, empezamos a mantener una
conversación más o menos digna. Logan había estado en Francia en épocas
que habían sido complicadas. Tras cierta dificultad, conseguí hurgar un poco
y que me explicara de sus vivencias allí. Era como tener un profe de historia
de los buenos, de los que te hacen sentir que estás dentro, y su voz tenía el
tono justo. Conseguía hacerme imaginar cómo debía de ser haber vivido
aquello. Ya por aquel entonces Logan era un cazador, pero aún así se había
visto involucrado de forma indirecta en lo que pasaba a su alrededor. Me lo
imaginé con ropa de época y le pregunté por ella. Había usado incluso peluca,
en otros tiempos. No pude evitar reír y poco a poco, ambos nos fuimos
relajando. Olvidando un poco nuestro viaje. Nuestros interrogantes. Y
disfrutando de nuestra mutua compañía. El momento. Eso estaba mucho
mejor. Hicimos tan solo dos paradas, pero todos se veían un poco nerviosos,
como atentos a todo lo que les rodeaba. Tenía mis dudas de si existía un
peligro del que no me habían advertido, para no hacerme entrar en un estado
de pánico que me descontrolara, posiblemente. Y como yo tampoco estaba
del todo convencida de controlarme, preferí no preguntar. Total, lo que
tuviera que ser sería.
Tras esa locura de horas de carretera, llegamos al famoso túnel. Sonreí,
aunque durante el trayecto no tuve la sensación de estar cruzando por debajo
del mar. Dentro del coche podía ver las paredes del tren y aunque era todo
curioso, pasados los primeros cinco minutos la emoción había desaparecido.
Logan me miraba a veces divertido, a veces preocupado. Pese al horror de
viaje, no me hubiera importado alargarlo un poco más. No tenía claro cómo
acabaría todo aquello. La paciencia no era una de mis virtudes. Y lo de acotar
órdenes, o leyes, me traía sin cuidado. Sabía que debería sentirme
emocionada por descubrir más de lo mío. Especialmente ahora, que sentía día
a día que algo dentro de mí crecía, con más fuerza. Pero lo que realmente
quería era mi vida. Con Logan, de acuerdo. No tenía intención de renunciar a
él. Pero eso de ser una mística ya era la gota que colmaba el vaso. Y me daba
más que palo. Pánico. Había estado bien el día del ataque, no podía negarlo.
Ojalá hubiera podido hacer algo antes. Sentí una cierta tristeza al pensar en
nuestro hermano caído. Aunque lo había conocido poco, parecía majo. Pensar
que yo era algo así como una arma de destrucción masiva era para que me
diera uno de mis míticos desmayos. Y ahí estaba yo, de camino a buscar a un
viejo cazador buscando respuestas. Yupi.
-Haremos noche en las afueras de Londres. -dijo Logan casi hablando
para sí mismo. -Mañana iremos a ver al viejo, a primera hora.
- ¿No estará cansado después de patrullar? -le pregunté a Logan.
-El viejo no patrulla. -me dijo mirándome con una sonrisa. -Podría decirse
que es atípico, para ser un cazador.
-Es una rata de biblioteca. -dijo Nicholas añadiéndose a la conversación.
-Y por eso precisamente venimos a verle. -dijo Logan con una sonrisa
mientras nos miraba a los dos. -Solo espero que el viaje valga la pena y que
tenga algún tipo de información.
-No sabes si realmente sabe algo de las místicas. -le dije tras mirarle
divertida, Logan no quería admitir aquello, pero era una posibilidad.
-Las místicas solían ser un grupo un poco cerrado, sus secretos quedaban
entre ellas. -dijo finalmente con mirada profunda, un poco sumido en sus
propios pensamientos. -Pero lleva registrando historias de cazadores desde
antes de que me convirtieran. Ya entonces era alguien atípico. Quizás haya
habido casos como el nuestro antes.
-Crees que nos puede dar un indulto o lo que sea para estar juntos. -le dije
con una mirada divertida.
-Antiguamente había un consejo, con los jefes de las diferentes familias.
El viejo formaba parte de él. Quizás es el único que queda vivo de los de
aquella época, es posible que no llegara ni a participar en todo aquello. Tras
los últimos alzamientos nuestro número cayó en picado, por lo que el consejo
se disolvió. Quedaron las leyes antiguas y cada familia pasó a
autogestionarse. -me explicó Logan.
- ¿Un cazador que no lucha? -le pregunté sorprendida.
-Atípico. -dijo Nicholas repitiendo la palabra con la que Logan lo había
descrito antes.
-Pero sabio. -añadió él mirando a Nicholas divertido. -Si alguien sabe
algo de las místicas, o de algún cazador que haya estado emparejado con una
de ellas, incluso fuera de la ley, ha de ser él.
- ¿Vamos a explicarle todo? -le pregunté a Logan con curiosidad.
-Aún no lo tengo claro. -me contestó él con un suspiro cansado. -Hablé
con él al poco de conocerte, mis armas tienen mayor poder desde entonces.
Ridícula la ironía, pero son capaces de crear algo parecido a electricidad,
paralizando a los dumas. Creo que empezó después de beber por primera vez
de tu sangre, aunque esa parte la omití al hablar con él.
- ¿Y qué te dijo? -le pregunté claramente interesante.
-Tras dos horas de divagaciones sobre la magia antigua de las místicas y
como su magia era la fuente del poder para invocar a nuestras armas,
conseguí colgar el teléfono. No entendí ni la mitad de las cosas que me dijo. -
me dijo Logan haciendo una mueca.
-Entiendo. -le dije a Logan, sin entenderlo realmente. - ¿Sabe que vamos?
-No. -dijo Logan.
-Super. -le contesté haciendo yo una mueca, esta vez. Nos quedamos en
silencio mientras sacábamos los coches de nuestro vagón y empezábamos a
circular en plena negra noche. Logan no parecía cansado, pese a las horas de
conducir. No era del todo humano. Ni yo tampoco. Aunque a veces me
olvidaba de todo eso. No sé si de forma consciente o no. Volvimos a dormir
en unos aparthotel, con la misma distribución que el día anterior. Apenas tuve
tiempo de mirar nuestro apartamento, antes de caer profundamente dormida
en mi cama, tras comer pasta una vez más. Más por necesidad que no por
hambre.
Me desperté sola. Ni Logan ni Fer estaban en la habitación y eso era raro.
La luz empezaba a colarse por la ventana que daba a la zona de día, un
comedor con una pequeña cocina algo anticuada. Me encerré en el baño y me
relajé bajo la calidez del agua corriente. Poco a poco mi cuerpo fue
despertando y pasé al agua fría para acabar de despejarme. Salí de la ducha
como nueva, con energía renovada. Me vestí y me maquillé. Necesitaba
sentirme bien, si teníamos que ver al más viejo de los cazadores. Estaba
nerviosa, seamos sinceros. Cuando salí del baño, me encontré a Logan
sentado en la mesa, con dos cafés con leche y una bandeja con croissants. Su
mirada estaba cargada de emociones. Me acerqué a él, lentamente, mientras
sus ojos parecían comerme en silencio. Me gustaba sentir que despertaba esas
emociones en él.
-Es posible que sea nuestro último rato tranquilo, a solas, en unos días. -
me dijo finalmente, como si aceptar eso también le costara a él. Algo era
algo. Me senté sobre él y le pasé los brazos por el cuello, mientras me
acercaba lentamente a él y empezaba a besarle. Su cuerpo respondió al mío.
Nuestro beso se alargó una eternidad, mientras los cafés se atemperaban.
Nuestras emociones impregnadas en él. Esperanza y miedo. Deseo.
Determinación y culpa. Una mezcla de todo lo que sentíamos, de todo lo que
nos rodeaba. Nos separamos finalmente, cabeza contra cabeza. Se sentía bien
su contacto, su proximidad. -Esto se me va a hacer muy duro.
-Lo dice el que no quería nada conmigo por ser una mística. -le dije con
un punto de ironía mientras le sonreía divertida.
-Dile al chico que vigile que hace o deja de hacer. -me dijo con media
sonrisa. -Por lo visto soy un poco celoso.
- ¿Un poco? -le dije yo sin poder evitar empezar a reírme con esa
descripción. Logan hizo una mueca enfadada mientras se apoderaba con
autoridad de mi boca, callando mis risas de forma prepotente. Desayunamos
juntos, con una sensación de intimidad que era bonita. Preciosa. Tener que
renunciar a eso me daba mil patadas, pero era consciente que Logan estaba
rompiendo sus propias reglas para hacer que lo nuestro tuviera alguna
posibilidad. No podía forzar más aún la cosa. Salimos de nuestra habitación
para ir a buscar al resto. Dejamos nuestras cosas en el apartamento, así que
supuse que Logan no tenía intención de que nos quedáramos con la familia
del viejo. Creo que era un poco desconfiado, ya por norma. Reconocí con
facilidad la gran avenida por la que circulábamos, sintiéndome un poco
culpable por no haber avisado a mis padres. Seguía sin acabar de decidirme
con todo aquello. Había decidido que tomaría una decisión una vez
hubiéramos visto al viejo. Si marchábamos esa misma tarde de vuelta a casa,
sería más un problema que otra cosa haber hablado con ellos. Paramos
delante de un edificio de cuatro pisos, cerca del museo Marítimo. Pude sentir
el olor de fondo del agua del Támesis, casi como un recordatorio de dónde
estaba, una vez más. El cielo estaba gris pero al menos no llovía, aunque el
propio aire era húmedo. Londres nos daba a su manera su bienvenida. Alcé
mi capucha azul sobre mi pelo, escondiéndome de lo que podía convertirse la
melena encrespada de un león salvaje con tanta humedad. El edificio no tenía
nada llamativo. Pared de ladrillos con ventanas perfectamente alineadas de
color blanco. Tres escalones nos llevaron hasta la puerta de entrada. Un único
timbre. Fer se colocó a mi lado, mientras Logan nos miraba a todos, como
recordándonos nuestro lugar en aquella historia, en una silenciosa
advertencia. Dejé de respirar cuando finalmente apretó ese pequeño botón
blanco. Sentí un impulso, casi incontrolable, de largarme de allí corriendo.
Quizás Fer lo sintió, porqué me pasó el brazo por la cintura y me apretó un
poco contra él. Incluso para eso él era más fuerte que yo, seamos realistas. Yo
tenía de mística mucho, pero de valor muy poco. Cada uno lo suyo. La puerta
se abrió. Un hombre vestido con pantalones de traje, una camisa de un color
gris suave y una corbata negra nos vino a abrir. Sus ojos eran azules y había
una extraña inteligencia en ellos. Miró a Logan y luego poco a poco su
mirada fue recorriendo cada uno de nuestros rostros, como si nos analizara en
cuestión de segundos. Sonrió finalmente, ladeando levemente la cabeza,
mientras se dirigía a Logan.
-Hace tiempo que no venías de visita. -le dijo finalmente mientras se
hacía a un lado, dejándonos pasar. -Avisaré a John.
Me escondí tanto como pude dentro de mi capucha, como si pudiera
esconderme de él. Cerró la puerta tras nuestra entrada y nos acompañó, tras
cruzar un enorme recibidor con multitud de pinturas antiguas y muebles que
parecían salir de un anticuario, hasta una gran sala de estar. Una vez allí cerró
la puerta y nos quedamos los siete solos. Retiré mi capucha para empaparme
de todo lo que había allí dentro. Joder. El sitio parecía sacado de un museo.
Varios sofás que parecían de época, de esos con tapicerías en las que no te
atreverías a poner los zapatos sin sentir que estabas haciendo un mal mayor,
entre pequeñas mesas de madera con relieves trabajados, lámparas de araña
con cristales de múltiples colores, estanterías con libros que olían a viejo y un
piano de cola en uno de los extremos de la sala. Sentí mis pasos amortiguados
por una preciosa alfombra con colores otoñales, sintiéndome casi culpable
por dejar mis pequeñas pisadas sobre ella.
-Este tío tiene pasta. -le dije a Fer en un susurro, mientras los cazadores
parecían mucho más tranquilos que nosotros. Logan y Anthony se habían
acercado a la ventana mientras Iker y Nicholas estaban cerca de la estantería,
creo que mirando algunos libros que posiblemente eran de su época. Con eso
estaba todo dicho.
-Lo que tiene es años. -me dijo Fer con una sonrisa, mientras cogía mi
mano y nos sentábamos en uno de los sillones.
-Lo que tienen de bonitos, no lo tienen de cómodos. -le dije haciendo una
mueca, Logan me miró desde la distancia con una pequeña sonrisa.
-No creo que estén pensados para hacer una siesta. -me concedió Fer
haciendo también una pequeña mueca. Todos nos giramos hacia una puerta
doble de madera blanca que se abría en esos momentos. Logan y Anthony se
acercaron a ella, para quedar en un primer plano de forma casi inconsciente.
Fer y yo nos quedamos en el sofá, mirando en aquella dirección con
curiosidad. Un chico de unos quince años, con tejanos gastados y una
camiseta de Queen con el logo de “We will rock you” estampada en ella,
entró en la sala. Miró a Logan y a Anthony con expresión más aburrida que
otra cosa, y su mirada se desplazó casi de forma automática hasta mí. Una
sonrisa ancha apareció en su cara, claramente divertido. Ignorando al resto, se
acercó a mí, abriéndose paso entre Logan y Anthony, como si no le
impresionaran lo más mínimo. Mi mirada se desplazó del chico a Logan de
forma instintiva. Había cierto nerviosismo en él, pero no parecía enfadado. O
no mucho al menos. Mi mirada volvió al chico, que se había plantado frente a
mí.
-Hace tiempo que te espero, Elektrika. -me dijo con una sonrisa divertida
al ver mi sorpresa. -Sospeché algo cuando el jefe Stel me llamó, pero no
estaba del todo seguro.
- ¿Me esperabas? -le pregunté yo sorprendida.
-Desde hace algo así como cinco siglos. -me dijo como si pensara en
aquello, recuperando la información de algún rincón perdido de su cabeza. -
Pero no he perdido el tiempo, te lo prometo. Lo tengo todo más o menos
preparado.
- ¿Preparado? -le pregunté con algo de pánico en los ojos.
-Para el alzamiento, ya sabes. -me dijo con una sonrisa torcida que aún le
hacía parecer más joven y luego haciendo una mueca al ver mi expresión,
similar a la que haría viendo una vaca volando, añadió. -O no sabes. No,
supongo que no. Vale, no eres futuro. Eso puede ser un problema. ¿Pasado?
- ¿De qué estás hablando? -dijo Logan acercándose a nosotros, seguido
por Anthony.
- ¿Qué hace un humano aquí, a todo esto? -dijo el chico mirando a Logan
y Anthony, mientras su cabeza parecía pensar en varias cosas a la vez. ¿Ese
era el viejo?
-Es su pareja. -dijo Logan con voz fría y el chico empezó a reírse, como si
aquello fuera un chiste de esos buenos de verdad. Casi me pongo a reír con
él, por lo de los nervios y la risa tonta. Creo que Logan me miró con
expresión asesina, al ver mi generosa sonrisa y como intentaba controlar mi
propia risa. Fer nos miraba a todos como si estuviéramos locos del todo. Algo
que a ver, no era descartable.
-Perdón. -dijo finalmente, frotándose los ojos con su antebrazo. -Eso no
ha sido muy educado, supongo.
-No. -dijo Anthony con su tono de voz duro y seco, casi me alegraba de
no ser yo su destinatario, después de tantas pullas compartidas.
-No me lo tengas en cuenta. -me dijo el chico guiñándome un ojo y pude
sentir como Logan lanzaba un pequeño gruñido bajo y el chico sonreía
abiertamente. -Está bien, supongo que tendremos que empezar por el
principio. ¿Puedes acompañarnos, Logan?
-Será un placer. -dijo él con voz dura y una mirada enfadada, mientras el
chico me cogía de la mano para ayudarme a levantar y a continuación me
cogía de la cintura para acompañarme. Miré a Fer casi a modo de súplica,
mientras él se encogía de hombros desde el sofá. Traidor. Salimos por la
puerta blanca doble a un gran pasillo, con multitud de cuadros colgados en
sus laterales. Tras recorrer un largo camino, se paró frente a un cuadro. Me
quedé presa de él. Mierda. En mayúsculas, más bien. Una mujer con mi
misma cara me miraba desde el centro de un oscuro retrato, con pequeños
rayos rodeándola. Creo que dejé de respirar durante un rato, impresionada
con aquello. Logan estaba cerca de mí. Nuestras miradas se cruzaron y creo
que él también estaba impresionado con aquello. Los dos centramos nuestra
mirada en el chico, que seguía contemplando el cuadro sin prisa. Tras un
tiempo que me pareció eterno, se volvió hacia nosotros.
- ¿Impresionados? -nos dijo con un punto de burla, antes de añadir. -Lo
pintó mi madre. Ella era una mística también. Su poder era la luz y su marca
el futuro.
- ¿Una mística? -mi voz sonó casi como un susurro, mientras él me
miraba con una sonrisa triste, creo que por el recuerdo de su madre. Si
estaban extintas suponía que su madre ya no estaba con él hacía tiempo.
-Es una larga historia. -dijo con una sonrisa. -Es la hora de almorzar,
vamos a sentarnos en mi sala.
Se separó de mí y con una sonrisa nos acompañó hasta una de las puertas
que se abrían al pasillo. Entramos en una sala más pequeña, con grandes
ventanales y una pequeña mesa redonda con cuatro sillas de madera antiguas.
Había una tetera en ella y una bandeja con pastas. Creo que todo aquello era
de plata. Aunque no soy una experta. Se sentó en un extremo y nos mostró las
sillas frente a él. Logan retiró una silla y me miró. Me senté en la silla y luego
él la acomodó justo a nivel de la mesa. Se sentó a mi lado y miró al chico
esperando respuestas, pero él le ignoró y empezó a servir el té, acercándonos
las pastas como si todo aquello fuera una visita de rutina y no estuviéramos
en fase caos en esos momentos. Al menos Logan y yo.
-Creo que no me he presentado. -dijo ladeando la cabeza después de
tragar algo así como tres napolitanas y dos croissants de chocolate. -Me llamo
John Smith. Muy original, la verdad. Mi padre era un cazador, mi madre una
mística.
-Eso no es posible. -dijo Logan impresionado con aquello, aunque no
mucho más que yo. ¿No se suponía que eran estériles? Miré a Logan creo que
con un punto de pánico, pero su mirada estaba fija en John. Él no parecía para
nada intimidado con todo aquello, y teniendo en cuenta la expresión de
Logan, no podía evitar admirarle por ello. Sabía que si aquel chaval era
realmente el viejo, algo que a estas alturas estaba casi convencida, era más
mayor que Logan. Aunque no lo parecía para nada. Atípico. Empezaba a
entender la forma en que Logan había intentado describirlo.
-Pues claro que es posible. -dijo él riéndose por lo bajo. - ¿Con cuantas
místicas te has acostado hasta ahora? Que no podamos engendrar en humanas
no significa que no podamos tener descendencia.
-Si eso fuera cierto, lo sabríamos. -dijo él con mirada dura, sin dejarse
caer en las palabras del chico, que lo miraba divertido.
-Lo sabíamos. -dijo él haciendo una mueca. -Éramos un verdadero
equipo, hasta que el deseo de poder nos corrompió. Y las místicas son el eje
de nuestro poder. ¿Cómo despertaste a Elektrika?
- ¿Qué quieres decir? -le dijo Logan con mirada dura, sus ojos oscuros
parcialmente entrecerrados.
-Sexo y sangre. -le contestó John con mirada dura, casi fría, algo que para
ser él era extraño. Parecía un adolescente de esos que siempre está de buen
humor y de repente había algo en él que era poderoso. Podía sentirlo. -
Muchas familias optaron por empezar a violar y morder a mujeres, para
intentar aumentar el número de místicas en sus filas.
- ¿De qué estás hablando? -le dijo Logan intentando normalizar su
respiración.
- ¿Qué sientes por Elektrika? -le dijo él con mirada dura, analítica.
-Eso es algo entre nosotros. -le contestó Logan con mirada dura.
-Te equivocas. -le contestó, dejando su mirada fría de lado y volviendo a
sonreír divertido. -Eso es la clave de todo.
- ¿Qué quieres decir? -le dije a John mientras colocaba mi mano sobre la
rodilla de Logan, sintiendo su tensión ansiando salir.
- ¿Presente? -me dijo mirándome con curiosidad y haciendo un
movimiento afirmativo, como si se respondiera a sí mismo. -Bueno, supongo
que será útil.
-John. -la voz de Logan era dura, había una sutil amenaza en ella. El
chico le miró con una sonrisa divertida.
-Tienes muy mal gusto. -me dijo haciendo una mueca John y añadió con
una sonrisa. -Pero los hay de peores, supongo. De acuerdo, empecemos por el
principio. Místicas y cazadores venimos de un mismo origen. Un ángel, una
criatura divina, una esencia del bien, llamadla como queráis. Llegó a nuestro
mundo para luchar contra el mal, contra los demonios que en él empezaban a
despertar. Nuestra criatura de luz se enamoró de un humano, un cazador de
demonios. Engendraron varios hijos que procrearon y crearon un linaje. Las
primeras generaciones poseían dones de su madre, los varones fuerza y
velocidad, las mujeres magia celestial. Pero a medida que la sangre de aquella
criatura celestial se diluía, ese poder quedaba latente y necesitaba ser
despertado.
-El ritual del cazador. -dijo Logan con mirada inteligente, mientras yo
hacía mi propio esfuerzo para seguir todo aquello.
-Exacto. -dijo John haciendo un gesto afirmativo. -Solo aquellos que
vienen de ese linaje son capaces de sobrellevar el cambio.
- ¿Y las místicas? -le pregunté a John mientras Logan bajaba su mano
para cerrarse sobre la mía, ante mi tono de voz casi ahogado.
-Es un proceso más complejo. -dijo con una pequeña mueca, mientras me
miraba y luego miraba a Logan con una sonrisa. -La sangre y el sexo
consolidan su poder, pero es el amor el que las despierta. Igual que en la
primera generación de nuestro linaje. Un cazador y una criatura luminosa.
-Nuestras leyes niegan la relación entre un cazador y una mística. -dijo
Logan sin admitir nada de lo que estaba sugiriendo John.
-Pasado, presente y futuro. -dijo John con un suspiro, como si recordara
algo de nuevo. -No es fácil que un cazador ame, ya por definición. No somos
las criaturas más amigables de la tierra, por no decir que nuestro objetivo
vital es matar. Así que empezó una época oscura. Muchas familias
empezaron a facilitar conductas para nada caballerosas, para intentar crear
místicas. Olvidando lo esencial. Las místicas se rebelaron contra ellos.
- ¿Contra los cazadores? -dijo Logan con mirada intrigada.
-Nadie les dio más valor que el de sus propios poderes. Eran únicamente
mujeres, al fin y al cabo. -dijo John con una sonrisa divertida, mirada vidriosa
como si recordara un tiempo antiguo. -Varias familias de cazadores violaron
a hermanas, primas o incluso madres. Cuanto más próximo fuera el
parentesco era más posible que hubiera suficiente sangre antigua para
despertarlas.
-Eso es horroroso. -dije yo con clara repulsión.
-Y es cierto. -dijo John con mirada triste. -Las místicas, junto las familias
que las apoyaban hicieron un levantamiento. Entre eso y el alzamiento de tres
demonios mayores, nuestro número pasó a ser ínfimo.
-Nos condenaron. -dijo Logan con voz dura.
-Os condenasteis solitos. -le contesté yo haciendo una mueca enfadada. -
Te juro que como alguien le ponga un dedo a una sola mujer de mi familia lo
dejo frito. Incluso a mi prima bizca a la que odio día sí y día también.
-No justifico lo que hicieron. -me dijo Logan haciendo una mueca. -Pero
ahora estamos en una situación bastante complicada.
-Futuro. -dijo John con una sonrisa. -Todas las míticas tienen una marca.
Algo que la mayoría de los cazadores desconocía. O desconoce. Mi madre
estaba marcada con el futuro. Podía ver cosas que estaban por venir. Sabía lo
que significaría para nuestro mundo su alzamiento. Ocultar sus secretos.
Prohibir las relaciones entre cazadores y místicas. Evitar el abuso sobre otras
mujeres por parte de las familias más ambiciosas y con menos escrúpulos.
-Ella me dibujó. -dije con un hilo de voz.
-La primera mística de la nueva era. -me dijo John con una sonrisa. -
Mujeres fuertes, capaces de desafiar a los hombres y crear un nuevo legado.
Van a venir tiempos difíciles. Necesitaremos, más que nunca, estar unidos.
Una única familia.
- ¿Tiempos difíciles? -dijo Logan con mirada preocupada.
-Mi madre vio dos demonios mayores despertando. -dijo con un gesto
afirmativo. -En el último alzamiento, todo lo que perdimos fue a costa de tres
de ellos. Y que sólo viera dos, no significa que no haya más.
-Eso puede ser un condenado problema. -dijo Logan con expresión dura,
pero valiente. Le miré y su mirada era firme. Estaba preparado para luchar.
Yo no, para nada. Ya se podían despertar unas cuantas místicas más, de esas
mujeres fuertes y capaces de enfrentarse al mundo. Que no se desmayasen al
ver sangre y que no desearan más que nada en el mundo, esconderse debajo
de una manta en el sofá de su casa con un chocolate caliente, haciendo como
si todo aquello no fuera con ellas.
-Sin lugar a dudas. -dijo John con una sonrisa. -Pero estamos volviendo a
nuestros orígenes. A la fuente de nuestro poder. ¿Recuerdas cuando me
llamaste?
-Cómo olvidarlo. -dijo Logan haciendo una mueca.
-Tus armas. -dijo John con una mirada. -No son las misma que eran.
Vuestra unión es vuestra fuerza. Y vendrán más. Tenéis que volver a crear los
vínculos con las familias. Con las que estén preparadas para avanzar.
-Crees que se ha de volver a formar el consejo. -dijo Logan con mirada
firme, aunque aquello no le apetecía demasiado, lo tenía claro.
-Para nada. -dijo John tras un bostezo. -He estado toda la noche en la red.
Sospecha de las familias con más de diez miembros, suelen ser grupos que
entrenan a humanos y los dejan frente a un duma cuando físicamente tienen
alguna opción de acabar con él. A veces incluso lo dejan lo suficientemente
herido como para que las posibilidades de su victoria aumenten. Aunque
muchos mueran con la transición, alguno sale adelante para engordar sus
filas.
-Conozco algunos de esos. -dijo Logan haciendo un gesto afirmativo, con
aspecto descontento.
- ¿Cuántas familias quedamos? -dijo John con mirada perdida -Cincuenta,
tal vez. Tengo los registros, pero con algunas hace siglos que no he tenido
ningún contacto, puede que ya no existan. El consejo era un instrumento útil
cuando éramos muchos. Jefes de familias grandes, con pequeños ejércitos de
cazadores. Era otro mundo. Pero ahora disponemos de tecnología, que nos
puede facilitar mucho las cosas.
- ¿Tecnología? -pregunté con curiosidad.
-Sí, puede permitir que nos reunamos de forma virtual, sin
desplazamientos. Que nos coordinemos con facilidad. Que detectemos donde
empieza una avanzadilla antes de que nos arrollen a su paso. Pero nos hemos
de organizar bien. Y ha de haber un único líder.
- ¿Tú? -preguntó Logan con mirada directa, no parecía del todo contento
con aquello, pero podía sentir que se lo estaba planteando. John lo miró con
aspecto confundido y empezó a reír.
- ¿En serio? -le dijo él entre risas. - ¿Me ves como un líder capaz de unir a
las familias? Ni de coña. Logan, ella te ha elegido. Eres tú el que ha de
conseguir unirnos, con su ayuda, por supuesto. Ya eres un jefe de familia
bastante respetado. Podría haber sido mucho peor.
-Gracias, supongo. -dijo Logan frunciendo el ceño, para nada convencido
con todo aquello. -Pero no veo cómo podemos conseguir algo así.
-Empieza por tu propia familia y después busca a tus amigos. El
alzamiento no tardará en llegar. Muchos que tengan dudas acabarán
aceptando tu liderazgo ante eso. Otros opondrán resistencia y deberás
enfrentarte a ellos. -dijo John con voz sabia, mirada penetrante. -Ella tiene
que acompañarte en ese camino. Demostrar un nuevo comienzo. Una nueva
era. Las místicas que despierten la necesitaran a su lado. Tienes la marca del
presente, te ayudará a saber que has de hacer a cada paso. Dónde ir. Qué
hacer. Como un instinto natural para avanzarte a las cosas que pasan o van a
pasar. Escúchala.
-Anthony la ha estado entrenando. -dijo Logan mientras yo meditaba en
esas palabras, sin tener para nada claro mi supuesto papel en aquello. -Me
dijo que tenía la capacidad de anticiparse a sus movimientos.
-Presente. -dijo John con una sonrisa, haciendo un gesto afirmativo y con
mirada respetuosa. -Me cuesta imaginarme a Anthony entrenando a una
mujer.
-Y a él. -le dije haciendo una mueca y añadí con una sonrisa traviesa,
porque John me había caído bien, sentía una especie de conexión con él,
quizás por su madre, ni idea -Lo lancé por los aires.
- ¿Cómo? -dijo John con aspecto sorprendido.
-No lo sé. Algo de mi poder de mística. -le dije encogiéndome de
hombros y él empezó a reír aplaudiéndome divertido.
-Bueno Logan. ¿Estás preparado para aceptar tu vínculo con Elektrika y
la responsabilidad que eso conlleva? -le dijo John con mirada desafiante.
-Me llamo Elena. -dije poniendo los ojos en blanco, sabía que John
llevaba toda la vida llamándome así y difícilmente podría cambiarlo a esas
alturas. Pero que no fuera por no intentarlo.
-Elena es mi responsabilidad y voy a protegerla. Si para ello tengo que
reunir al resto de familias, lo haré. -dijo Logan mirando a John, que hizo un
gesto afirmativo. John le tendió a Logan su antebrazo, y él lo tomó,
cruzándolo con el suyo. John acercó la muñeca de Logan a su boca y sus
colmillos salieron para clavarse en ella, sorprendiendo a Logan. Y a mí.
Joder. Al menos estaba sentada. Esta vez.

Que John hubiera clavado sus colmillos en mi vena, como si tal cosa, me
dejó parcialmente en estado de shock, por todo lo que eso implicaba. Joder,
me había metido en un buen lío. Y la culpable de todo acababa de soltar un
suspiro que me hizo volver a otra realidad, y no únicamente a lo que me
estaba por caer encima. Sangre. Desde luego como mística no sé, pero como
guerrera no tenía mucha salida. Me solté del agarre de John para coger a
Elena entre mis brazos antes de que se escurriera de la silla, como si fuera
gelatina, y acabara en el suelo. Tendría que empezar a recordar su aversión a
la sangre. Especialmente si se suponía que tenía que vincular a otras familias
a mi sangre. A la sangre de Elena. Mis hermanos habían tenido razón desde
el principio, poco a poco las piezas empezaban a encajar. Miré a John, que
me miraba por primera vez con gesto sorprendido y casi diría preocupado.
Elena estaba inconsciente entre mis brazos, su cabeza reposando en mi pecho.
-¿Está bien? -me preguntó con un hilo de voz. Casi era divertido ver su
preocupación, genuina. Era un buen tipo. Con todo.
-Se desmaya al ver sangre. -le dije con una sonrisa divertida mientras sus
pupilas se dilataban ante esa información.
-No lo dices en serio. -me dijo mirándome con desconfianza, como si
estuviera burlándome de él.
-Ya la ves. -le dije haciendo una mueca, divertido. John ahora formaba
parte de mi familia. Tardaría un tiempo en confiar en él, pero su vinculación
conmigo era la más firme promesa de su compromiso conmigo, y con mi
actual causa. Que fuera él quien lo hubiera organizado todo era otro tema.
Creo. Aún no lo tenía del todo claro. Su cerebro trabajaba en varias
dimensiones en paralelo, desde que le conocía. Quizás por ser hijo de sus
padres. Quizás simplemente había nacido superdotado, sin más.
-Ven. -dijo levantándose y caminamos por el pasillo hasta llegar a una
puerta tras la que encontramos una gran habitación decorada con muebles de
otra época. Recuerdos de mi pasado. Fugaces. -Lo siento mucho, no tenía ni
idea de eso.
-No te lo tendrá en cuenta. -le dije mientras dejaba a Elena con cuidado
en la cama, parecía un ángel en un profundo sueño. Era preciosa. Creo que
John pudo detectar parte de mis emociones en mi mirada, una sonrisa que no
era prepotente, sino dichosa, apareció en su cara. Se sentó en un sofá a pocos
metros de la cama, mientras yo me sentaba junto a Elena, para velar su sueño
y su despertar.
- ¿Cómo lo hacéis, entonces? -me dijo después de un rato, con aspecto
divertido, intrigado.
- ¿Hacer el qué, exactamente? -le pregunté alzando una ceja, a modo
interrogativo.
-Vuestro vínculo implica sangre, no solo sexo. -me dijo él haciendo una
mueca. Me quedé durante unos segundos pensando, antes de contestar. No es
que me gustara hablar de aquello en concreto con nadie, no me sentía
orgulloso de ello, incluso sabiendo ahora que era algo natural en el despertar
de una mística. Mentalmente aún no estaba del todo preparado para admitir el
placer que sentía al hacerlo. Me seguía pareciendo algo poco natural. Pero no
podía controlarlo.
-La primera vez la mordí sin ser apenas consciente, cuando me di cuenta
me separé de ella, parcialmente horrorizado. -le dije recordando su mirada de
pánico y odio cuando me vio con su sangre sobre mi boca. -Pasó a odiarme
una buena temporada, casi tanto como yo a mí mismo.
-Es algo natural. -me dijo John mirándome como si yo fuera un niño
pequeño al que su padre le explica una lección vital de algo duro pero
inevitable, como la propia muerte. -Ella estaba enamorada de ti y eso hacía
que su sangre te llamara.
-Jodido chupasangre, creo que fue como ella me llamó después de eso de
lo enamorada que estaba de mí en esos momentos. -le contesté con una
mueca, mirando después a Elena, dejando que las emociones que ella
despertaba en mí acudieran. -Es irracional. Creo que empezamos a asumirlo,
pero el hecho de que Elena se desmaye al ver sangre no ayuda especialmente.
Para nada.
-Puedo imaginármelo. -me dijo con una sonrisa divertida. -Su sangre y el
poder que contiene sólo es capaz de despertar en ti, desde el momento en que
tú también la amas. Por eso sospeché que te habías vinculado a ella cuando
me llamaste preguntando sobre el origen de nuestras armas invocadas.
Supuse que tarde o temprano ella mostraría su poder, si habías bebido de ella,
bien debías haberte acostado también.
- ¿Y ahora qué? -le dije mirándole y sintiéndome extrañamente tranquilo.
John podía ser muy pesado, cuando se lo proponía, pero no podía negar que
era un aliado muy poderoso. Y ahora formaban parte de mi familia. Tenía que
irme mentalizando en eso.
-Pues a esperar que se despierte la bella durmiente, supongo. -dijo él con
una sonrisa divertida. -Y a ver cómo lo lleva el resto. Nos vienen tiempos
difíciles.
X

Me desperté en una cama con dosel de fina gasa blanca. A mi lado estaba
sentado Logan, mirándome con aspecto divertido. Había un sofá al lado de la
mesita de noche, donde John me miraba con gesto culpable. Hice una mueca
mientras intentaba incorporarme, Logan me ayudó mientras la cabeza aún me
daba vueltas. Me besó con suavidad la frente, ignorando que John estaba
frente a nosotros. Antes de hablar, me quedé parcialmente abrazada, sobre su
pecho. Mi corazón parecía relajarse con la proximidad del suyo.
-Lo siento. -me dijo John desde la silla, con aspecto compungido.
-No pasa nada. -le dije haciendo una mueca, con aspecto divertido. -Creo
que esta semana aún no había perdido el conocimiento, estaba bajando mi
media.
- ¿Estás bien? -me dijo Logan mientras yo me acercaba para sentarme a
su lado, con las piernas colgando, sin soltarme de su abrazo.
-Sí. Aunque ayudaría un poco que dejarais de morder todo lo que pilláis
por el camino, para variar. -le contesté haciendo una mueca y él sonrió
divertido. Miré a John con curiosidad - ¿A qué venía eso?
-Un pacto de sangre. -dijo John haciendo una mueca. -Tu sangre corre por
Logan. Ahora vuestra sangre corre por mí. Mis hermanos beberán de mí, para
reafirmar ese pacto.
-El cazador que te despierta te da de beber de su sangre. -me dijo Logan
mientras yo hacía un gesto afirmativo. -Eso hace que te conviertas en su
discípulo, su hijo, su protegido, como quieras llamarlo. Algunas familias
descienden de un mismo cazador, de forma que esa autoridad no puede ser
discutida. Otras como la nuestra, están formadas por varias líneas de un
cazador antiguo. Mi autoridad sobre Anthony y Nicholas es por hermandad o
por amistad como quieras llamarlo, pero no por sangre. De hecho Anthony
podría haber creado su propia familia, si hubiera deseado, junto a Nicholas
que es su discípulo. Cuando tu creador muere, tienes la capacidad de elegir.
Ahora John tiene ese vínculo conmigo.
-¿Por qué lo has hecho? -le pregunté a John con curiosidad.
-Creo en vosotros. -nos dijo con una sonrisa. -Creo en el amor. Y en el
poder que hay en él. Lo que va a venir, va a ser complicado. Hemos de estar
unidos. Unidos de verdad. Y esta es la mejor manera de que Logan sea
consciente de que puede confiar en mí.
-Yo confío en tí. -le dije tras hacer una mueca divertida, John parecía casi
un niño y sin embargo había una madurez en él que hablaba de su larga vida.
El viejo. Había cierto sarcasmo en aquello.
-Súper. -me dijo y añadió con una sonrisa traviesa. -Pero tienes prohibido
entrar en el sótano, tenemos todo un sistema informático bastante completo,
está preparado para asumir alguna descarga eléctrica externa, pero desde
dentro no hay manera de poder bloquear tu poder.
-Así que ahora juegas a los ordenadores. -le dijo Logan con mirada
divertida.
-Hago mucho más que eso, jefe. -le dijo con una sonrisa divertida. -
Después de la comida si quieres te lo enseño. Voy a reunir a los míos.
- ¿Cuántos sois? -le pregunté con curiosidad.
-Tres. -dijo John tras hacer una mueca. -Contándome a mí. Pero son casi
tan viejos como yo, y eso tiene su peso en oro.
Logan me ayudó a levantarme y empezamos a caminar en dirección a la
sala donde estaban el resto. Les habían traído varias bandejas con comida,
aunque todos estaban de pie, hablando en pequeños grupos. Pude ver al
hombre que nos había abierto la puerta hablar con Anthony, junto a otro
hombre que no reconocí. Todos ellos eran increíblemente apuestos. Fer
estaba junto a Iker y Nicholas, su mirada parecía un poco tensa, cuando me
miró parcialmente sostenida por Logan, y yo le sonreí para confortarle. Me
encontraba bien, pero no podía negar que un poco de contacto nunca sobraba.
¿Qué quizás hacía un poco de cuento? Puede. Pero a ver, después de jugar a
darse mordisquitos, bien podía tomarme esa licencia, ¿no? Además, el viejo
ya sabía nuestra historia.
-A todo esto. -le dijo John mirando a Logan con curiosidad, tras
percatarse de la silenciosa conversación que habíamos mantenido Fer y yo. -
¿Quién es él?
-Un grano en el culo. -dijo Logan haciendo una mueca, pero con una
pequeña sonrisa mientras yo le empujaba intentando defender a Fer que se
había puesto levemente pálido, aunque aguantaba su gesto pese a todo. -Un
amigo de Elena.
-Su pareja. -dijo Fer alzando el mentón mientra John elevaba una ceja
entre divertido y confuso.
-Ex-pareja. -dijo Logan con mirada dura y fría, sin piedad alguna en él. -
Les atacaron un grupo de dumas y decidí interferir. Sabe lo nuestro. Al
principio pensamos que era un ataque contra él, que tenía potencial de ser un
cazador, así que nos lo llevamos a casa para enseñarle a defenderse.
- ¿Y ahora? -le preguntó John a Logan, bajo la atenta mirada de los
hermanos de Logan, sorprendidos de que diera toda aquella información.
-Quiere ayudar. No tiene mal fondo. Era una tapadera. -dijo Logan tras un
bostezo.
- ¿Querías que se hiciera pasar por su pareja, para desviar la atención de
tu persona? -le preguntó John con curiosidad y una gran sonrisa.
-Algo así. La idea no fue mia. -dijo Logan haciendo una mueca, no
demasiado convencido con todo aquello.
- ¿No te has planteado qué serías capaz de arrancarle la cabeza por los
celos? -le preguntó John con una sonrisa claramente divertida.
-Era una posibilidad. -contestó Logan encogiéndose de hombros mientras
yo hacía una mueca y Fer mantenía una tonalidad blanquecina para nada
favorecedora.
-Elektrika, te presento a Tim y a Jason, mis hermanos. -me dijo mientras
los dos hombres se acercaron a mí, con una mirada inteligente, exenta de
sorpresa. Ambos me hicieron una reverencia formal, bajo la mirada atenta de
Logan. -Anthony, Iker y Nicholas, somos ahora hermanos vuestros. Nuestra
familia se ha unido a la vuestra. La magia del cazador, y de su mística, corre
por mis venas. Hemos de cambiar el mundo. Nuestro mundo. Se acerca un
nuevo alzamiento. Pero le haremos frente, como una única familia.
La mirada de mis supuestos hermanos era todo un poema. Especialmente
Anthony, que parecía mirar a John y a Logan alternativamente, sin tener para
nada claro si creer aquello o no.
-No mires. -me dijo Logan mientras me acercaba a él, abrazándome para
que mi cara quedara enterrada en su pecho. Vi como John alzaba sus brazos y
sus dos hermanos caminaban hacia él con una sonrisa en la cara, para nada
sorprendidos con todo aquello. Cogieron una muñeca cada uno y miraron a
Logan, haciendo un gesto de cabeza que tenía cierta solemnidad. Cerré los
ojos, quedándome atrapada entre los brazos de Logan mientras suponía había
más intercambios de fluidos. Puaj. ¿No podían darse un apretón de manos?
La voz de Logan me hizo volver a escuchar lo que me rodeaba, sin dejar que
me perdiera en mis propios pensamientos. -Iker.
Sin dejar de apretarme contra él, uno de sus brazos se alejó de mi cuerpo
y sentí la presencia de alguien aproximarse. Supuse que era Iker, incándole el
diente a Logan. Todo eso me lo pensaba cobrar en especias esa noche. Lo de
ser mística no pintaba mal del todo. Pero esos jueguecitos de los cazadores y
sus lazos de sangre serían mucho más bucólicos si fuera teóricos, y no tan
verídicos.
- ¿Qué se supone que significa todo esto? -dijo Anthony acercándose a
nosotros y finalmente salí de mi calentito escondite para mirarle.
-La sangre de Elena despierta en mí con su magia. -dijo Logan
finalmente, con mirada calmada. -Y por lo que John sabe, mi sangre puede
despertar en vosotros, como en un iniciado. No voy a pedirte que bebas de
mí, Anthony. Eres mi hermano. Mi igual.
-Esa debería ser mi elección. -le dijo Anthony con mirada dura. -En mi
corazón no hay dudas de que somos una única familia, siempre lo hemos
sido. Y siempre lo seremos. Aunque a veces eres un poco estúpido.
-Necesito alguien que sepa ponerme en mi sitio, cuando sea necesario. -le
dijo Logan con mirada dura, pero una sonrisa divertida ante las palabras de
Anthony.
-Para eso ya tienes a tu chica. -le dijo Anthony con una mirada divertida.
-Cuenta conmigo. Con nosotros. Hagámoslo.
Anthony alzó una mano y Logan se la cogió en el aire. Anthony la volteó
ligeramente, para dejar expuesta la zona donde hundir sus colmillos, que ya
asomaban, con mayor facilidad. Me miró durante unos segundos, con aspecto
divertido. Hice una mueca y volví a esconderme con los ojos cerrados, en el
pecho de Logan. Era todo un detalle por parte de Anthony, porque estaba tan
emocionada con todo aquello que me había olvidado de la sangre que podía
aparecer ante mis ojos. Y casi que no hacía falta desmayarme en medio de
todos esos hombres, como una tierna flor en medio del desierto. Una mujer
fuerte. Llena de poder. Lo teníamos crudo si se suponía que yo tenía que
decantar de alguna forma la balanza en la eterna guerra entre el bien y el mal.
Pero no era el momento de cortarles el rollo. Hasta una insensible friki como
yo, podía entender que aquello que había pasado era importante. Al menos
para ellos. Anthony llamó a Nicholas y supuse que con aquello acababa su
macabro ritual. Supuse que ellos no debían ser sensibles a pillar una hepatitis
o algo chungo de eso, teniendo en cuenta que eran centenarios. Tantas
campañas publicitarias sobre enfermedades de transmisión sexual, en el
póntelo-pónselo y en la importancia de evitar la jeringuilla del vecino para
acabar rodeada de unos chupasangres sin demasiadas manías, por decirlo de
alguna manera. Mi família.
-Creo que sería más cómodo para todos que os instalarais aquí. -dijo John
al poco rato, mientras yo ya me había separado del posesivo abrazo de Logan
y los miraba sin encontrar pruebas del delito que me hicieran volver a quedar
frita durante un ratito.
-Tenemos una sala de entrenamientos completa. -dijo Jasón con una
sonrisa amigable.
-Y algunos juguetes. -añadió Tim. -La mayoría son prototipos, pero
pueden ser realmente útiles.
- ¿De qué hablas? -le preguntó Anthony con mirada desconfiada.
-Sensores de vibraciones y cosas de esas. -dijo John con una mirada
divertida al ver la sorpresa en el rostro de la mayor parte de los presentes. La
mía no es que hubiera cambiado mucho. -Hemos estado diseñando prototipos
de cascos para enfrentar a las sombras. Nuestra armas dependen de la magia,
pero nunca está de más una ayuda extra.
-Una sala repleta de ordenadores y prototipos de cascos con sensores de
vibraciones. -dijo Logan con mirada divertida. -Ya decía yo que en el último
siglo has estado más callado que de costumbre.
-No hay más libros para estudiar. -dijo John con una mirada divertida,
pareciendo realmente un chico de poco más de quince años, de nuevo. -Algo
tenía que hacer para pasar el tiempo.
- ¿Por qué lo de matar dumas? -le dijo Anthony con mirada divertida y un
poco de sarcasmo en sus palabras. Supuse que John no solía combatir. Su
constitución era delgada, pero no tenía muy claro si subestimarlo era algo
inteligente.
- ¿Y dejar a Tim y Jason sin diversión? -dijo John con una sonrisa, para
nada ofendido.
-Su misión era sobrevivir. -dijo Jasón con una sonrisa, mientras ponía una
mano sobre el hombre de John, con una familiaridad que me hizo pensar que
aquellos dos llevaban juntos muchos siglos. -Encontrar a la mística que
despertaría tras varios siglos de silencio.
-Y guiaros para crear un nuevo linaje. -añadió Tim con una sonrisa, como
si se sintiera feliz de que ese día ya hubiera llegado. -Ha habido épocas que
no ha sido fácil tenerlo encerrado en casa.
- ¡Eh! No hace falta sacar los trapos sucios. -dijo John haciendo una
mueca, con una sonrisa en la cara. Esa familiaridad me recordó la de nuestra
propia familia. John era su líder, pero había amistad entre ellos. Complicidad.
Como verdaderos hermanos.
-Vamos por pasos. -dijo Logan con mirada divertida. - ¿Hay más familias
en Londres actualmente?
-Los Williams. -dijo Jasón con gesto afirmativo. -Ocho en total, aunque
son bastante jóvenes. Nos evitan un poco, pero no puedo criticarles.
-Son los que velan realmente por la ciudad. -dijo Tim con un gesto
afirmativo. -Creo que nos consideran unos marginados académicos, o algo
así.
- ¿Ese no es el pensamiento colectivo? -dijo Iker con una sonrisa
maliciosa. Creo que si no hubiera habido lo de los vínculos de sangre esos
hacía un momento, un comentario así no hubiera sido tomado como una
broma.
-Vamos de caza juntos esta noche y mañana me cuentas. -le contestó Tim
con aspecto orgulloso y una sonrisa prepotente en la cara. - ¿Cuántos siglos
dices que tienes?
-Desde luego, parecéis hermanos realmente. -dije haciendo una mueca,
recordando las tarde de canguro con tres chicos que siempre estaban
discutiendo a ver quién meaba más lejos. Cosas de machos, supongo.
Brillante idea cuando no se les ocurrió hacer la prueba, en medio del pasillo,
mientras yo calentaba la cena. Odiosos mocosos. Los dos me miraron con
una sonrisa, para nada incómodos.
-Premio. -dijo Logan. -Vosotros dos a buscar nuestras cosas. Nos
instalaremos aquí al menos esta semana mientras nos organizamos.
- ¿Os quedaréis en Londres? -dijo Jason con mirada esperanzada.
-Al menos unos días. -le contestó Logan.
-Yo tengo dos semanas de vacaciones, luego tengo que volver que
trabajo. -dije haciendo una mueca.
- ¿Trabajas? -me preguntó John con aspecto sorprendido.
-Pues sí, ya sabes, dos manos, una boca. -le contesté sin poder evitar un
tono irónico, algunos de los cazadores reían por lo bajo a mí alrededor.
-Espero que Logan sepa qué hacer con ellas. -dijo Tim con una mirada
divertida, un poco insolente. Logan no parecía para nada enfadado con aquel
comentario.
-Otro listo. -dije con un suspiro cansado, mirando el techo de la sala y
clamando paciencia a los cielo. -Te advierto que en esto de ser mística soy
nueva, pero en lo de pillar un buen cabreo tengo un máster. Y si me enfado,
no me controlo. Pregúntale a Anthony sinó.
-Me lanzó varios metros por el aire. -dijo él con una sonrisa divertida. -
Aunque quizás sería buena idea que Tim pasara a entrenarla para el combate.
- ¿De qué estás hablando? -dijo Tim abriendo los ojos como platos y
dando un paso hacia atrás.
-No es mala idea del todo. -dijo Logan con una sonrisa mientras añadía
con mirada dura y expresión fría. -Pero si le haces un solo rasguño,
responderás ante mí.
-No lucho contra mujeres. -dijo Tim mirándolos como si se hubieran
vuelto locos.
-Pues mala suerte, porqué yo disfruto dando palizas a los hombres que no
saben callar según que comentarios. -le contesté alzando el mentón. A ver,
que era consciente que en el tema del combate era un cero a la izquierda, pero
Tim no tenía por qué saberlo y el sabor dulce del pánico en su cara no tenía
precio. Sonreí y Logan me cogió por la cintura, aproximándome más a su
cuerpo. Creo que estaba divertido. No tenía claro si realmente tenía intención
de que Tim me entrenara o no. Pero me había dado la opción de burlarme un
poco de él. Y eso estaba bien.
-Iker y Tim, largo. -dijo Logan finalmente, con una sonrisa en la cara.
-Va a ser fácil. -dijo John, colocándose al lado de Logan, al poco de salir
los dos cazadores. - ¿Quieres que solicite una entrevista con el jefe de los
William?
- ¿Crees que se unirán a la causa? -le preguntó Logan con mirada
tranquila.
-Es posible. Si no se unen al menos la apoyaran, son buena gente. -dijo
John con gesto afirmativo. -En Cardiff hay una familia pequeña que hace lo
que puede, pero van bastante desbordados. Los que se han instalado en
Manchester creo que no son de fiar. Bastante radicales, rallando el fanatismo
sanguinario.
-Conozco algunas familias así. -dijo Logan sin poder olvidar la sombra de
Rolan y su aparición en su territorio, demasiado reciente.
-Más al norte tenemos buena relación con los Fergusson instalados en
Cork y con los MacBean de Inverness. En Dublín hay dos familias, pero son
muy jóvenes y apenas he tenido contacto con ellos. -añadió John pensando en
voz alta. -Provienen del viejo Gordon que murió en el último alzamiento.
-Lo conocí, era un buen tipo. -dijo Anthony añadiéndose a la
conversación.
-Ya veo que os vais a poner a recordar batallitas como los viejos. -les dije
con mirada angelical.
-Cómo que tú no lo haces con tus amigas. -contraatacó Logan con una
sonrisa mientras yo hacía una mueca. Tocada y hundida. -Quizás estaría bien
que miráramos lo últimos registros que tengas y los pongamos en comun con
los nuestros, John. Si ha de haber un nuevo alzamiento estaría bien advertir al
resto.
- ¿Un nuevo alzamiento? -dijo Nicholas acercándose a nosotros, dejando
a Fer solo en el sofá, con mirada preocupada.
-Así es. -dijo John. -Es una antigua profecía de una mística.
-No estamos en condiciones de pasar por aquello otra vez. -dijo Anthony
con mirada firme, sin mostrar miedo pero sin perder la realidad de la cabeza.
- ¿Cuántos dumas nos atacaron aquella noche? -fue la respuesta de Logan
a su afirmación. -Perdimos a Quin, uno de los nuestros. Pero la realidad es
que deberíamos haber muerto todos, esa noche.
- ¿Os atacaron? -preguntó John con mirada sorprendida, cuando su rostro
se volvía serio sí que parecía mucho más anciano, más sabio, de lo que su
cuerpo aparentaba. - ¿Qué pasó?
-Elena. -dijo Nicholas con media sonrisa y todos me miraron a mí de
nuevo.
-Descubrimos que era una mística. -le contesté a John haciendo una
mueca.
- ¿Eran muchos? -dijo John pensando en voz alta y al ver el gesto
afirmativo del resto, añadió. -Eso no me gusta. ¿Fue cuando atacaron también
al chico?
-No, aquello fue una avanzadilla. Cinco dumas. -dijo Logan sin darle más
importancia. -Lo otro se plateó como una masacre. Por lo menos habría
treinta de ellos.
-Eso significa que de alguna forma son capaces de sentirla. -dijo John con
mirada analítica. -Eso no puede ser bueno.
-Desde el incidente hemos estado muy tranquilos. -dijo Nicholas.
-No me extraña, debisteis dejar la zona limpia. -dijo John. -Londres no es
para nada una área bien controlada. Será mejor que doblemos la vigilancia a
la noche y hablemos pronto con los William para coordinarnos.
-Dame un par de días para pensar cómo gestionar esto. -le contestó Logan
con un gesto afirmativo.
-Eres consciente que no puede mantener a Elena al margen de esto,
¿verdad? -le dijo John haciendo una mueca.
-Lo sé. -le contestó Logan mientras su mirada se quedaba fija en la mía y
sentía un algo dentro de mí, como si pudiera sentir de alguna forma su miedo.
-Pero no tengo claro de que quiera que los cazadores tengan la información al
completo.
- ¿Qué información? -dijo Anthony alzando una ceja.
-Qué las místicas se despiertan al enamorarse de un cazador. -dijo John
sin reparos. -Y que su magia, y nuestra magia, está forjada en un ritual de
sexo y sangre.
- ¿No hay formas de explicarlo con un poco más de tacto? -le pregunté yo
arrugando la nariz.
- ¿Por eso sentías ese instinto de morderla desde el principio? -le
preguntó Anthony y Logan hizo un gesto afirmativo. -Y su sangre despertó
tus alfanjes. Había una conexión en eso, era algo que no podía ser de otra
manera.
-Y el amor de Logan activó la magia de Elektrika. -dijo John con una
sonrisa mientras Logan no parecía demasiado cómodo de que el resto hablara
de sus sentimientos de aquella forma. Sonreí parcialmente divertida y creo
que él pudo sentirlo, porqué me miró entre divertido y enfadado. Mi sonrisa
se ensanchó y su mirada parecía resignada. Supongo que decirme que me
quería era una cosa. Pero que el mundo entero fuera consciente de la
profundidad de sus sentimientos, podía ser un poco incómodo.
-Súper bonito, vamos. -dijo yo haciendo una mueca. - ¿Dónde está la
cocina?
-Tenemos cocinero. -dijo John con una sonrisa.
-Eso no está mal. -le dije con una sonrisa claramente complacida. - ¿Y
que se supone que hago yo de mientras habláis de vuestras batallitas?
-Podrías entrenarte. -dijo John con una sonrisa maliciosa.
-Antes me voy de compras. -le dije haciendo un mueca. -O a ver a mis
padres.
- ¿Crees que eso es buena idea? -dijo Fer desde el sofá.
- ¿Lo de ir de compras o lo de mis padres? -le pregunté con mirada
desafiante.
- ¿Las dos cosas? -me dijo Fer mientras se levantaba del sofá y se
acercaba a nosotros haciendo una mueca.
-Es probable. -dije con un suspiro cansado, Fer me conocía demasiado
bien. Tenía razón de que en esos momentos sería capaz de fundirme la mitad
de mi mensualidad en cualquier cosa, solo por calmar el estrés que crecía
dentro de mí. Pero tenía ganas de ver a mis padres. Todo aquello de ser una
mística era un lastre. Y no tenía muy claro hasta qué punto mi vida podía
verse comprometida. Mi antigua vida. La sorpresa de John al saber que
trabajaba. Cómo si aquello fuera parcialmente incompatible con lo de ser
cazador, o lo de ser mística. -Pero tengo ganas de ver a mis padres. Con todo
esto no sé cuándo volveré a estar con ellos. No es que quiera despedirme.
-Pero quieres pasar tiempo con ellos. -dijo Fer con un suspiro casi
vencido, mirando a Logan.
-Hazlo, no sabemos qué responsabilidades tendremos mañana. -dijo
Logan mirándome con expresión tranquila. -Es posible que tengamos que
reunirnos con los William. Pero Jason te acompañará. Y si puedes, saca a
pasear a Fer.
-Siempre tan atento. -dijo Fer con una mueca, pero sin mostrarse enojado.
-Venid antes de que oscurezca. -dijo Logan mirando a Jason con
expresión firme y éste hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Logan me miró
y me acerqué a él, me cogió de la cintura y me rodeó con sus brazos. -Tendré
el teléfono encima, por si hay cualquier cosa.
-Me llevo un guardaespaldas y vendremos pronto. -le dije haciendo una
mueca. -Estate tranquilo.
Su mirada era todo menos tranquila, así que me puse de puntillas para
darle un suave beso en sus labios, que creo que lo tranquilizó un poco.
Aunque no parecía contento con lo de que me fuera de la seguridad de esas
paredes. De la seguridad de tenerme a su lado.
Jason siguió mis indicaciones mientras se mantenía en silencio al volante.
Fer se había sentado detrás y yo miraba las calles de Londres, reconociendo
algunas parcialmente. Aparcamos en una parking del centro, cerca de la casa
de mis padres. Quizás debería haber llamado para avisarles. No solían salir
fuera los fines de semana, pero era la ley de Murphy que justo fuera en plan
sorpresa y no estuvieran. Pensaba en aquello, seguida de Fer y Jason, cuando
llamé al interfono de su piso. La voz de mi madre sonó en un inglés perfecto,
preguntándome quien era.
- ¡Sorpresa! -dije al aire con una sonrisa divertida mientras mi madre
lanzaba un pequeño chillido y la puerta de entrada se abría. Sonreí mientras
me dirigía al ascensor seguida por mis dos guardaespaldas. La mirada seria
de Jason, tan diferente a la expresión casi jovial que había mostrado en su
casa, me hizo sentir como si realmente estubiera en una misión real. Al
menos el resto hacían como que no les importaba pasar el tiempo conmigo.
Incluso Anthony era un poco más expresivo. -Relájate Jason. A Anthony
también le da mil patadas quedarse a mi cargo, si te sirve de consuelo.
-Puedo imaginármelo. -me dijo él con mirada seria pero una chispa de
diversión en su mirada quizás era algo del carácter inglés que les venía de
serie.
-Una noche se quedó a cargo nuestro mientras montábamos una fiesta
pijama con unas amigas. -le dije haciendo una mueca divertida, recordando la
música reggaetón y todo el jaleo que montamos. Y la resaca. Sonreí y como
si pudiera ver en mis propios recuerdos, una pequeña sonrisa se formó en su
cara. Parecía un poco menos tenso. Algo era algo.
Cuando la puerta del ascensor se abrió, mi madre me esperaba en el
descansillo con una sonrisa en la cara y un gran abrazo. Desde que vivía en
Londres sus curvas se estaban acentuando, supongo que por la comida
rebozada que zampaban a diario. O por los pasteles. Algunos de ellos eran
también mi perdición.
-Elena, Fer. -nos dijo mientras pasaba a abrazarnos del uno al otro. -
Cómo me alegro de veros. ¡Menuda sorpresa!
-Mamá, te presento a Jason, un amigo. -le dije a mi madre cuando su
mirada se fijó en él. Qué pensó mi madre al ver aquel tiarrón de metro
noventa, anchas espaldas y aspecto de hombre que ha visto a mundo, fue todo
un misterio. Entramos en el piso y mi padre vino a saludarnos mientras mi
madre nos invitaba a comer, con total naturalidad. Jason se mantuvo un poco
al margen de todo aquello, pero sin llegar a ser descortés.
-Tenía ganas de veros. -le dije a mi madre, sintiéndome cansada de todo
lo que me había pasado en los últimos días.
-Bueno, ¿cuándo es la boda? -dijo mi padre con mirada traviesa,
mirándonos por encima de sus gafas. Fer se quedó quieto, mirándome con las
pupilas dilatadas, mientras Jason inclinaba levemente la cabeza, mirándome
con aspecto analítico.
- ¿En serio? -le dije a mi padre mirándole mientras hacía una mueca.
-Hace meses que no vienes. -dijo mi padre sin intimidarse. -Y aparecéis
los dos de la nada. Sabemos que estáis viviendo juntos.
-Eso no puede negarse. -dijo Fer mirándome con una sonrisa divertida
mientras yo le miraba con ganas de asesinarlo y Jason nos miraba a unos y
otros sin acabar de saber si tomárselo a broma o si debía salir a protegerme
como era su deber para con Logan. Cazadores.
-No hemos llegado a ese punto. -le dije a mi padre, sin poder evitar mirar
a Fer para que me siguiera el juego y no me lo pusiera aún más difícil. -Y
vivimos en un piso compartido, no es como que vivamos juntos como pareja.
-Perdona el malentendido, Elena. -dijo mi madre intentando hacer de
intermediaria, mientras mi padre me miraba dándome su opinión de todo esto
sin palabras.
-No pasa nada. -les dije con un suspiro ignorando la sutil crítica presente
en la expresión de mi padre con todo aquello de que viviera en pecado.
Tiempos modernos. Padres clásicos. Gajes del oficio.
-¿Eres de aquí Jason? -le preguntó mi madre para intentar cambiar de
tema y desviar la atención de nosotros.
-Nací en un pueblo cerca de Bristol. -dijo él finalmente, sin demasiado
interés de entrar en la conversación.
-¿De que os conocéis? -preguntó mi padre mirando a Jason con interés,
tenía ese aura de cazador que hacía que destacara.
-Somos de la família. -dijo él encogiéndose de hombros mientras yo
empezaba a sonrojarme. May day.
-No sabía que tuvieras família en Londres. -le dijo mi madre a Fer con
una sonrisa, y él le devolvió una de esas hermosas expresiones suyas neutras.
Fer no tenía, para nada, família en Londres. -¿Cómo estan las chicas?
-Bien, vinieron al búnker el fin de semana pasado. -le dije de forma
automática. Pero mi padre había captado la única palabra que no era
necesaria en la que fijara su atención.
-¿Búnker? -preguntó mirándome con curiosidad.
-Ya sabes que tengo un sentido del humor un poco cínico. -le dije
haciendo una mueca. -Es como llamo al piso.
-Un nombre bastante acertado. -dijo Jason participando por primera vez
de forma activa en la conversación, con lo que podría ser una sonrisa y
supuse que había estado alguna vez en casa de Logan.
-Ni que lo digas. -añadió Fer haciendo una mueca y Jason sonrió ante su
expresión.
-¿Dónde estáis alojados? Sabes que podéis venir a casa, si queréis. -me
dijo mi madre mientras nos sentábamos ya a la mesa a comer sopa y carne
empanada.
-Estamos en casa de John, un amigo. -dije sintiéndo que volvía a estar
sobre arenas movedizas.
-De la família. -dijo Jason mirándome como si quisiera darme ánimos a
su manera.
-Quizás podríamos hacer algo un día todos juntos. -dijo mi madre
mirando a Fer, cómo si la idea de conocer a sus parientes ingleses fuera
estupenda. Y a mí que me parta un rayo. Bueno, no literal, no sea que la
monte gorda en casa de mis padres.
-Eso estaría genial. -le contestó Fer y añadió al momento, antes de que yo
lo estrangulara ya de forma irremediable. -Aunque estos días están muy
liados con temas de trabajo, creo que sería mejor dejarlo para la próxima vez.
-Lo que veáis. -le dijo mi madre con una sonrisa, rendida bajo el influjo
de la simpatía de Fer. Los tenía conquistados. Traidor.
Pese al tercer grado y las mentiras que fuimos acumulando a lo largo de
la comida, estuvo bien. Nos fuimos de allí tras la promesa de que
volveríamos antes de que nos marcháramos. Ojalá pudiera cumplir esa
promesa. Pero tenía esa extraña sensación, ese presentimiento, de que no los
volvería a ver en tiempo. Mucho tiempo. Y eso que yo no era una mística del
futuro. Lo que aún me daba más mala espina.
XI

Llegamos antes de que anocheciera, como se nos había dicho. Mansos


corderitos. Logan no estaba en edificio. No pude evitar hacer un puchero al
saberlo. Estar allí encerrada era la antítesis de la diversión. Al menos aquí
había ventanas. Ya era una mejora respecto a mi residencia habitual. Me
quedé en uno de los salones tirada en el sofá, con un libro y el móvil a mano.
Aria parecía casi más aburrida que yo, que ya era decir. Nos estuvimos
escribiendo mensajes sin demasiada profundidad, más por hacernos compañía
que otra cosa. Quería explicarles todo lo de aquí, lo del viejo (que no parecía
para nada tan viejo) y lo de los pactos de sangre. Eso de ser la estrella del
árbol de Navidad de los cazadores, lo que implicaba que la caída podía ser
espectacular. Me sentía un poco ansiosa con todo aquello. Eso de que te usen
como centro de una nueva generación de cazadores, de los que no conocía la
existencia hacía unas semanas, así como que confiaran casi ciegamente en
mis poderes, era un poquito demasiado estresante. Si ya me sentía agobiada
cuando un cliente se quejaba de una mala adaptación de un progresivo,
imaginarme liderando la guerra entre el bien y el mal era como un… ¡sálvese
quien pueda! ¿En serio? Lo tenía chungo la humanidad. Pero bueno, si ya era
una guerra perdida antes de que mi magia despertara, supongo que tampoco
me podría culpar la historia cuando la perdiéramos del todo, vamos. No era
bueno aburrirme. Mis pensamientos se volvían demasiado profundos,
demasiado dramáticos, y eso no era mi estilo. Me levanté tras hacer una
mueca, alejando mis visiones catastrofistas en la medida de lo posible. En
algún lugar tenía que haber una sala para entrenar. Con un poco de suerte
aquí habrían llegado las máquinas de fitness. Algo normalito, para quemar
unas cuantas calorías y ya puestos parte de la frustración y el estrés que caía
sobre mis hombros con eso de ser una mística. Me encontré una mujer
vestida con uniforme, una de las tantas que andaban por la casa limpiando,
cocinando y haciendo que aquello pareciera más un castillo señorial de la
época antigua que no un edificio de ladrillo en un sitio cualquiera de una
ciudad cualquiera. Conseguí entenderme con ella con facilidad y con una
sonrisa cálida, algo no demasiado habitual entre los británicos que había
conocido en mis viajes previos, me acompañó a un gran gimnasio. Olé John y
olé los suyos. Había máquinas de todo tipo, cintas, elípticas, bicicletas
estáticas y varios juegos de pesas. Además de un montón de armas en
mostradores que parecían más de coleccionista que otra cosa. Parecían. A
estas alturas ya no me daban gato por liebre. Jason y Fer estaban en una área
de entrenamiento, cruzando espadas de madera. Yo aburrida de la muerte y
ellos aquí jugando como dos niños.
-Ya podíais avisar. -les dije mientras me acercaba a ellos. Fer me sonreía
abiertamente, pero Jason no las tenía todas con el hecho de que hubiera
entrado en ese espacio. Hombres y su testosterona. -Vale, ¿donde consigo un
par de esas?
-En esa estantería. -me dijo Fer con una sonrisa mientras Jason seguía con
mirada analítica y aspecto preocupado.
-Venga, dos contra uno. No puedes negarte. -le dije a Jason tras conseguir
dos espadas parecidas a las que había usado con Anthony.
-Poder, lo que es poder, puedo. -dijo él mirándome con una sonrisa
torcida.
- ¡Venga ya! -le dije haciendo una mueca. -Estoy al borde de una ataque
de aburrimiento máximo.
-Es lo que pasa cuando Logan desaparece muchas horas. -dijo Fer con
una sonrisa divertida en la cara, viendo el duelo de miradas entre Jason y yo.
-No me pinches Fer que con mis padres y tus bromitas me has puesto de
los nervios. -le dije con mirada asesina mientras me colocaba en una lateral
de Jason preparada para atacar desde otro ángulo diferente. No esperé a que
Jason diera su autorización porqué era consciente que podía esperar sentada.
Me esquivó sin dificultad. Fer se añadió con una sonrisa, creo que divertido
con aquello. Quién nos viera se reiría en grande con aquellos dos paletos,
intentando alcanzar a un guerrero de verdad. La palabra era intentar. Porqué
lo que se dice alcanzar, ni una sola vez, ninguno de los dos. Tres espadas
contra dos. Qué triste. Logan nos encontró así, enzarzados en un supuesto
combate que parecía más una coreografía televisiva que otra cosa. Se quedó
una rato mirándonos, con una sonrisa en la boca, tras ver la incomodidad y la
mueca de Jason al verse en aquella situación. Cuando empezaron a aparecer
el resto de los cazadores, di mi participación en aquello por concluida.
Saberme inútil no implicaba que el resto tuvieran que ser conscientes.
Aunque no lo parezca demasiado a menudo, tengo un límite de umbral de
vergüenza. Y ese era uno de esos momentos. Cómo lo fue el día que acabé
arrastrando una braga por la pernera de mis tejanos en medio del instituto.
Nunca más he usado un pantalón dos días seguidos. Solo por si acaso.
Nos sirvieron la cena como si aquello fuera un restaurante de lujo. Iker,
Nicholas y Tim habían ido a cubrir un perímetro de seguridad, pero el resto
cenamos en un ambiente bastante relajado. Casi familiar. Era extraño cómo
podía sentirme a gusto entre prácticamente desconocidos.
- ¿Cómo ha ido con tu familia? -me preguntó John desviando el tema de
conversación.
-Bien. -le dije encogiéndome de hombros.
-Su padre le ha preguntado para cuando es la boda. -dijo Jason tras coger
un trozo de pan y untarlo en la salsa de la carne, como si aquello fuera una
aportación sin más en todo aquello. Traidor.
-Ya veo por qué te llevas tan bien con Anthony. -le dije haciendo una
mueca y mirando en dirección de ambos, sentados codo con codo. Habían
estado hablando de sus cosas durante la cena y era innegable que había un
entendimiento entre ellos que hablaba de un pasado común. Seguramente
habían luchado juntos en algún momento de su vida. Era más probable eso,
que no tomándose unas cañas, para ser realistas.
- ¿Casarte? -me preguntó Logan alzando una ceja interrogante.
-Se supone que he vuelto y vivo con Fer. -le dije haciendo una mueca y la
expresión de Logan se endureció mientras pequeñas risas divertidas corrían
por la mesa. Supuse que Fer debía de estar intentando ocultarse debajo del
mantel.
-Entiendo. -me dijo con mirada un poco enojada.
-A mí no me mires. -le dije a la defensiva y añadí con mirada traviesa,
para retarlo más que para otra cosa -La próxima vez ven conmigo y te los
presento.
- ¿Lo harías? -me dijo con mirada firme, interrogante.
-Pues claro, mientras no te pongas en plan criatura salida del plano astral
cazador de demonios eres bastante presentable. -le dije sin acabar de creerme
mis propias palabras. -Lo más probable es que no les gustes mucho, seamos
sinceros.
- ¿Por qué no voy a gustarles? -me dijo Logan con el ceño fruncido,
mientras Anthony contenía la risa por lo bajo y John intentaba disimular su
diversión detrás de una copa de vino.
-No es que no vayas a gustarles. -dije haciendo una mueca, a ver como
salía yo de aquel enredo en el que me había metido yo solita. -Tienes un
punto siniestro, peligroso. Será por eso de que te dedicas a matar demonios,
digo yo. Por no decir que una conversación contigo implica mentir hasta en
los tiempos verbales. Y mi padre huele las mentiras.
-Pues hoy se habrá divertido. -añadió Jason para poner más leña al fuego.
Le miré con una de esas miradas asesinas que reservaba para los momentos
más solemnes.
-No veo por qué ha de desprestigiarse a alguien como Logan. -dijo John
con una sonrisa divertida y supe antes de que continuara que iba a hacer que
las cosas empeoraran aún más. -Total, por decirles que están con el líder de
una secta de cazadores de demonios, que bebe de tu sangre para fortalecer su
linaje y que tiene algo más de siete siglos de edad, no veo porqué tenga que
desagradarles. Es una lucha épica.
-Visto así. -dijo Logan haciendo una mueca, aunque no parecía
demasiado divertido con aquello.
-Eres un gran partido. -le dije con una sonrisa mientras le daba un suave y
casto beso en la mejilla, no parecía muy confortado con aquello.
Acabamos la cena y Logan me arrastró hacia nuestra habitación. No es
que me importara, precisamente. Tenerlo un rato para mí sola, aunque solo
fuera para poder hablar de lo que habíamos hecho realmente durante el día,
sin el resto de los cazadores haciendo sus propias aportaciones, era casi un
lujo. Aunque por lo visto Logan no tenía muchas intención de hablar,
precisamente. Algo que tampoco me sabía, para nada, mal.
Desnudos y revueltos ya en la cama, Logan me empezó a acariciar la
espalda. Se sentía especialmente bien. Descansar sobre su pecho era uno de
mis mayores caprichos en esos momentos.
-Siento haberte metido en todo esto. -me dijo finalmente, como si decirlo
en voz alta le liberara de un gran peso.
- ¿En qué exactamente? -le pregunté poniendo mi barbilla sobre su pecho,
para poder mirarle.
-En nuestra guerra. En nuestro mundo. -me dijo con un suspiro, sin dejar
de mirarme. -Tenías una vida normal y no solo te he arrastrado a mi mundo.
Te he atado a él. Sin saberlo.
- ¿Lo dices por lo de ser mística? -le dije con mirada seria. Seamos
realistas, todo eso no me molaba para nada. Pero no era como que pudiera
culparle por todo eso. Él no sabía lo que estaba haciendo. Y yo no podía
negar que quería estar con él. Incluso con la carga que me había caído por el
camino.
-Si yo no hubiera aparecido en tu vida, jamás habrías despertado. -me dijo
finalmente, con dificultad.
-Las cosas pasan porqué han de pasar. -le dije tras unos segundos
meditando sus palabras, la verdad que había en ellas. -Fíjate en la madre de
John, predijo mi despertar hace siglos. Supongo que era el destino.
-No me gusta. -me dijo finalmente con un suspiro cansado. -No quiero
que corras peligro.
-En eso estamos completamente de acuerdo. -le dije con una sonrisa,
haciendo un gesto afirmativo y dejó de mirarme para separarme de él,
incorporándose de forma brusca de la cama. Casi al instante un ruido
metálico sonó en la habitación. Casi por instinto miré en dirección a nuestra
ventana. Una placa metálica, a modo de persiana, había cubierto lo que hace
unos minutos era una ventana absolutamente normal que nos permitía ver la
luna en cuarto creciente. Pasos por el pasillo, casi a la carrera. Me cubrí con
la sábana mientras Logan salía al exterior, completamente desnudo. Jason
llegó a nuestra puerta casi al poco de que Logan la abriera.
-Nos atacan. -dijo con mirada serena, voz neutra. Logan hizo un gesto
afirmativo con la cabeza, sin mostrarse para nada ansioso con ello.
-¿Cuántos?
-Han empezado a materializarse alrededor de una decena, pero las
vibraciones van aumentando, puede que su número se multiplique en cuestión
de minutos. -dijo Jason sin mostrar emoción alguna, mientras yo quería
esconderme debajo de las sábanas.
-¿Dónde está el resto?
-John y Anthony han ido a buscar sensores, hemos quedado aquí, estarán
al llegar. -dijo Jason mientras se escuchaban de nuevo pasos corriendo por el
pasillo. Para que los cazadores corrieran, eso pintaba realmente mal. Logan
entró en la habitación para vestirse mientras el resto llegaban.
-John, contacta con la otra familia, necesitamos más cazadores. -dijo
Logan cubriendo su pecho con un chaleco de tejido oscuro pero que parecía
sospechosamente rígido. Una armadura.
-Eso ya está hecho. -le dijo John con una sonrisa suficiente.
-Nuestras armas paralizan a los dumas. -dijo Jason tocándose la oreja y
sospeché que tenía algún tipo de pinganillo en ella. Logan no pareció
sorprendido de que usara un artilugio de esos.
-La sangre de la mística. -dijo Anthony con un gesto afirmativo, había
visto los alfanjes de Logan y entendía lo que eso significaba. -Eso puede
darnos una oportunidad.
-Buscan a Elektrika. -dijo John mirando a Logan con miles de palabras
silenciosas pronunciadas. -La casa es segura.
-Pero si son muchos no podremos contenerlos. -añadió Jason mientras
cogía un casco que le tendía John y Logan se colocaba otro. Podría parecer el
casco de una moto. Más o menos. Pequeñas luces aparecieron en lo que se
suponía era una pantalla.
-Jason, ves a reforzar el perímetro exterior, me uniré a vosotros en cinco
minutos. -dijo Logan mientras miraba a su alrededor y la pantalla dibujaba
pequeños puntos rojos de diferentes intensidades en todas direcciones. No
pintaba para nada bien. No quería saber lo que esos puntos rojos significaban.
Porque estaba casi segura de lo que eran. -John necesitamos un sitio elevado,
en el que haya la máxima dificultad posible de acceso.
-El terrado. -dijo sin dudarlo.
-Elena vístete. -me dijo Logan mientras me tiraba un chaleco como el
suyo, antes de salir de nuestra habitación seguido por John y Anthony y se
quedaban en el pasillo dándome un mínimo de intimidad. -Confío en
vosotros. Cubrirla.
-Eso está hecho. -le dijo John con voz firme mientras yo salía vestida
únicamente con unos tejanos, el chaleco que me había tirado Logan y unas
deportivas. Si la palmaba, lo haría sin ropa interior ni calcetines. Eso se llama
clase. Logan se lanzó contra mí y me apretó contra su pecho con fuerza,
estampando en mi boca un beso posesivo.
-Haz lo que tengas que hacer. -me dijo con mirada cargada de intensidad.
-Pero ni se te ocurra salir herida de ésta.
-Lo mismo digo, jefe. -le dije haciendo una mueca justo antes de que se
alejara de nosotros con prisa. Mierda, esto iba en serio. Miré a John y a
Anhony, que me miraban con aspecto tranquilo.
-Para herirte, primero tienen que pasar sobre nosotros. -me dijo Anthony
y casi había un tono de confianza, de ánimos, en sus palabras. Los seguí,
escuchando suaves murmullos que salían de sus cascos, la voz de Logan, su
tono firme y autoritario, entre ellos.
-Intenta no desmayarte, eso podría llegar a ser un problema. -me dijo
John haciendo una mueca mientras empezábamos a subir por una escaleras y
llegábamos a una puerta metálica de seguridad, con un teclado numérico a su
lado.
-Intenta que no te hagan sangrar. -le dije retándolo a llevarme la contraria.
Rio por lo bajo, mientras introducía un código y la puerta se abría. Anthony
saltó hacia el terrado, con su espada a dos manos iluminada con un brillo azul
que ya me era familiar. Le siguió John tras invocar un gran bastón con dos
filos en sus extremos.
-Adiós a eso de las damas primero. -dije a nadie en concreto, mientras
salía al exterior y la puerta se cerraba detrás mío. No tenía para nada claro
que aquello fuera muy inteligente por mi parte. Pero Logan me necesitaba.
Ya lo había hecho otra vez. Solo esperaba ser capaz de hacerlo de nuevo.
Si esperaba que el tejado estuviera desierto y fuera un sitio seguro, adiós
a mi fantasía. Me quedé completamente quieta, aturdida, viendo de nuevo
aquellas criaturas de aspecto tétrico y carne pútrida frente a mí. Su órbitas
parecían vacías, pero sentía que me miraban. Mi piel se erizó, como si un
reconocimiento instintivo me advirtiera de ellas. No es que hiciera falta, pero
no estaba de más, supongo. Anthony había hecho desaparecer a dos dumas en
el tiempo en que mis ojos se adaptaban a la oscuridad, su espada ondeando el
aire y atravesando sus cuerpos huesudos haciendo que su carne quedara
iluminada por una suave luz azul que desprendía pequeños destellos radiales.
Elektrika. Más me valía ponerme las pilas. Miré a John, parecía salido de una
de esas películas asiáticas volteando su bastón en el aire, mientras hacía
saltos que no eran para nada humanos. Como si se moviera en una danza
invisible antes de clavar su filo sobre uno u otro dumas. Creo que cayeron
siete en total. Aunque mi capacidad cerebral para pensar en esos momentos
no era óptica. Por decirlo de alguna manera.
-Despejado. -dijo Anthony mientras John se acercaba a mí con mirada
tranquila.
-¿Qué está pasando abajo? -le pregunté mientras me acercaba un poco a
uno de los salientes y podía ver pequeños destellos de luz azul en diferentes
puntos, pero sin ser capaz de definirlos.
-Son muchos. -dijo Anthony como si pudiera definirlos desde esa
distancia. -Joder.
-De momento están aguantando bien. Pronto la fiesta será aquí arriba. -
dijo John mientras inclinaba ligeramente la cabeza, viendo algo invisible a
mis ojos. Me estiró para alejarme de la barandilla y me acercó a la puerta por
la que habíamos salido. -La espalda cerca de la pared.
-Soy el cebo. -dije haciendo una mueca, al ver como varias sombras
empezaban a intuir alrededor nuestro.
-Abajo está peor. -dijo Anthony colocándose a un par de metros de John y
preparándose para una nueva oleada de sombras.
-Intenta invocar a tu poder. -me dijo John mientras empezaba a mover su
bastón alrededor suyo como si fuera un juguete. Claro, como que era tan
fácil, vamos.

Tenía que admitir que el juguete de John estaba bien. Una vez te
acostumbrabas a él. Era capaz de detectar las vibraciones de los dumas antes
de que se materializasen, de forma que no tenías que ir sondeando de forma
constante a tu alrededor y podías centrarte en los que ya estaban en el plano
físico. A los que podías intentar eliminar mientras otros puntos amarillos
aumentaban de intensidad hasta convertirse en puntos rojos, ya presentes en
el plano físico. Cómo había conseguido desarrollar una tecnología así, era un
misterio. Pero no podía negarle su utilidad. Lamentaba haberme burlado de
aquello al principio. Más por la costumbre de provocarle, especialmente
después de uno de sus magistrales discursos teórico-científico del que había
desconectado a los pocos minutos. En condiciones normales, no hubiera
tenido ninguna duda de que no salíamos de ésta. Los puntos calientes
aumentaban de forma descontrolada. No valía la pena contarlos.
Cuando salí al exterior una pequeña chispa de esperanza podía verse en la
silenciosa lucha que se había empezado a desarrollar allí. Iker y Nicholas
habían sido pareja de armas durante mucho tiempo y sabían luchar juntos ya
de forma casi instintiva. Tim estaba en el otro lateral del edificio, conteniendo
con sus dos cimitarras a tres dumas al mismo tiempo. No tengo claro si eso
hubiera sido posible en otras condiciones. Pero John tenía razón, una vez
más. La sangre de Elena, su magia, se había vuelto viva en sus armas
invocadas. Fina luz azul en su filo y su capacidad de paralizar a los dumas,
aunque fuera durante unos segundos, nos daba una oportunidad en lo que de
otra forma habría sido una masacre segura. Jason me miró y le hice un signos
afirmativo para que fuera a apoyar a su compañero de lucha natural. Eso a mí
me dejaba solo, pero aunque sospechaba que John tenía que ser un luchador
mucho más apto de lo que se suponía, jamás hubiera dejado a Elena con tan
poca cobertura. Anthony era la opción obvia. Mi vida había estado en sus
manos más de una vez y nunca me había fallado. Era la única persona con la
que sería capaz de dejar a Elena en una circunstancia así. Porqué aunque
deseaba estar junto a ella en el tejado, ésta era ahora mi familia y el lugar de
su líder era en la primera línea de combate, donde más riesgo de sufrir bajas
podíamos tener. Íbamos a tener, posiblemente. Todos éramos conscientes de
ello. Solo esperaba que Elena pudiera estar lo suficientemente lejos, lo
suficientemente protegida. Era la única baja que no estaba dispuesto a
aceptar. Aunque para ello mi vida se perdiera en esas calles. Mis alfanjes
respondieron a mi llamada y entré en combate en una área caliente, donde los
puntos amarillos empezaban a intensificar su color. Siete. Ocho. Esto era una
locura. Mis alfanjes se movían casi sin que yo fuera consciente de ello. Una
mirada fugaz hacia el tejado me dio la tranquilidad de ver que John y
Anthony ya habían asegurado el perímetro, aunque puntos amarillos
empezaban a dibujarse de nuevo en él. Me centré de nuevo en la calle, en los
dumas que poco a poco tomaban consistencia a mi alrededor. Sentí un dolor
intenso en la pierna cuando uno de ellos me alcanzó, pero al menos no fue lo
suficientemente profundo como para que perdiera la estabilidad. O la
capacidad de mantenerme en pie.
-Logan no aguantaremos. -la voz de Nicholas era serena, partida entre su
agitada respiración.
-Un poco más, van a venir refuerzos. -le dije con voz cargada de
confianza mientras conseguía rotar sobre mí mismo y decapitar a un duma
que a punto estuvo de alcanzarme por la espalda. Era consciente de que si la
otra familia no venía pronto o Elena volvía a explotar en miles de mágicos
rayos, lo teníamos complicado. Por no decir imposible.
Seguimos manteniendo nuestras posiciones, con dificultad. Jason y Tim
eran jodidamente buenos. Tendrían por lo menos cinco siglos, que no es
poco, pero su forma de luchar era sorprendente. Solo esperaba que John
estuviera a la altura, porque en el tejado volvía a haber multitud de puntos
luminosos. Muchos incluso para Anthony. Con su mandoble revienta cráneos
paralizante incluida.
- ¿Pero a quien coño habéis cabreado? -soltó un cazador que apareció
saltando de un barco que se había aproximado por el río a toda velocidad,
mientras entraba en combate a pocos metros de mí.
-Solemos hacer amigos allí donde vamos. -le dije lanzando uno de mis
alfanjes a un duma que acababa de materializarse a su lado sin que él fuera
del todo consciente de ello. El cazador se quedó mirando mi brillante arma
clavada en el pecho del duma, mientras éste parecía congelado en el tiempo.
La magia de Elena irradiando de mi espada sobre la carne putrefacta de la
criatura. Dudó apenas unos segundos y con una hacha a dos manos lo
decapitó mientras yo reclamaba de nuevo mi arma invocada junto a mí.
- ¿Y eso? -me preguntó mirándome con curiosidad en esa pequeña
fracción de tiempo que habíamos ganado de calma al entrar en combate el
resto de los cazadores de su familia.
-Una larga historia que tendré el placer de explicarte si salimos con vida
de ésta. -le dije mientras volvía a entrar en el combate y añadía a los recién
llegados. -Cubrir los espacios libres. Su objetivo es el tejado.
-Hacedlo. -dijo el cazador que había llegado a mi lado a voz de grito. Sus
armas vinculadas no eran nada en comparación a las nuestras, pero sabían
usarlas. Era una familia joven, la mayoría de las caras me eran desconocidas,
pero luchaban dignamente y no podía negarse el esfuerzo que estaban
realizando.
- ¿Cómo vais por arriba? -pregunté tras lanzar mi alfanje contra un duma
que a punto estuvo de llegar hasta uno de aquellos jóvenes cazadores. Una
fracción de segundo de reconocimiento en su mirada antes de rematar la
faena que le había dejado en bandeja. No había tiempo para gratitud. Un
chillido de rabia en el otro extremo me hizo ser consciente que ya había la
primera baja. Mierda.
-Controlado. -me dijo la voz firme y segura de Anthony. Al menos me
quedaba eso.
-Aguantad. -dije con voz firme mientras Jason y Tim ampliaban su área
para aproximarse a la pareja del cazador caído y darle soporte. -Quiero tres
grupos, los jóvenes de soporte, nosotros en primera línea.
Iker y Nicholas se avanzaron en su posición para dejar a los cazadores
más jóvenes y peor armados cubriendo su espalda mientras ellos asumían el
grueso de la avanzadilla. De forma natural, Jason y Tim hicieron lo mismo
mientras el jefe de familia y yo hacíamos lo propio en la zona central. Se
esforzaba, pero era consciente que ni mi flanco ni mi espalda estaban
asegurados con aquellos jóvenes cazadores. Una mierda en resumen. Aunque
mejor eso que nada.
- ¡Iker! -el grito de Nicholas me hizo buscar su posición y sentir la rabia
surgir dentro de mí al ver como un duma había alcanzado a Iker y su garra le
atravesaba por completo desde la espalda. Bloqueé un ataque, intentando
liberar alguna de mis espadas para lanzarla en aquella dirección, antes de que
mi hermano, mi amigo, mi hijo, se convirtiera en polvo. El brillo de un filo
metálico cruzó el aire y la cabeza del duma que tenía a Iker se desprendió del
resto de su cuerpo. El cuerpo de Iker cayó al suelo, a los pies del chico. Fer.
Nicholas llegó hasta él y supe que poco más podíamos hacer por él. Al menos
aún no estaba muerto. Me centré en la lucha que había a mi alrededor. En
aquellos escasos segundos uno de los jóvenes de mi grupo había caído. Polvo
al polvo.
-Mételo en la casa. -la voz de Nicholas era firme, dura. No perdió más
tiempo en aquello y continuó su propia lucha, en parte por nuestra sagrada
obligación y en parte por pura supervivencia. Como todos.
-Empiezan los fuegos artificiales. -la voz de John parecía alegre, mientras
nuestras armas empezaban a palpitar y su luz tomaba mayor intensidad si
cabe.
- ¿Qué está pasando? -me dijo mi provisional compañero de armas,
viendo como los dumas parecían dudar por momentos, mientras nuestras
armas destellaban, como si sintieran el poder de Elena aumentar por
momentos.
- ¿Has visto alguna vez la magia de una mística? -le dije con mirada
cargada de significado mientras los primeros rayos empezaban a iluminar el
negro cielo de Londres. No necesitó responderme, sus negras pupilas
dilatadas, entre incredulidad y esperanza en ellas. Una lluvia de rayos azul
brillantes empezó a caer a nuestro alrededor. Los que impactaban en un duma
parecían explotar y dirigirse zigzagueantes, a otros dumas próximos. -
Acabemos el trabajo.
Los filos de mis alfanjes empezaron a recorrer la carne podrida de
aquellos dumas, iluminados con el resplandor de la magia de Elena,
dejándolos temporalmente paralizados. Los jóvenes tardaron escasos
segundos en seguirnos los pasos, pese a su desconcierto. Aquello quizás no
era una lucha heroica. Ni justa. Pero ellos no parecían tenerlo en cuenta
cuando su número nos superaba de forma exponencial y habían hecho caer a
varios de los nuestros. Poco a poco las luces que iluminaban los cuerpos
parpadeantes de los dumas fueran disminuyendo, hasta que quedamos en
completa oscuridad.
-Tim, Nicholas, asegurad la zona. -les dije y me hicieron un gesto
afirmativo. -Recoge a tus hombres dentro. Jason, ocúpate de los heridos.
- ¿Crees que van a venir más? -me preguntó el jefe de familia mirándome
con un respeto que supongo a esas alturas me había ganado. O se habían
ganado mis alfanjes, más que yo mismo.
-Nunca des una batalla por concluida. -le dije con mirada serena. -Aunque
muchos más no pueden quedar en esta zona.
Hizo un gesto afirmativo mientras se acercaba a ayudar a algunos de sus
hombres heridos. La puerta del edificio estaba abierta. Entré en él para
encontrarme a Fer junto a Iker. Su piel había tomado un color grisáceo. Iker
estaba tendido, con varias compresas apretadas a ambos lados de su cuerpo.
Aún no estaba fuera de peligro. Y los dos lo sabíamos. Mis colmillos
crecieron mientras me desgarraba la muñeca y me acercaba a mi hermano.
-Sigue luchando. -le dije más como una orden que otra cosa, mientras
acercaba mi muñeca a su boca y él bebía de mí. Había perdido mucha sangre.
Jason llegó con varias bolsas de sangre.
-Humana. -me dijo con gesto interrogante. -Para casos extremos puede
ser de ayuda.
-Hazlo. -le dije con un gesto afirmativo. Lo que fuera. Miré al chico
sentado junto a él, parcialmente apoyado sobre la pared. Había tenido agallas.
Ni siquiera me había planteado que saliera al exterior en medio de aquel caos.
-Bebe.
Había duda en su mirada. Sabía mejor que nadie que no tenía otra opción.
Y también que no existía certeza alguna de que saliera adelante. Que
soportara el cambio. Mi mirada no se suavizó y finalmente bajó levemente la
cabeza, en un signos de sumisión. Le acerqué mi muñeca y bebió de ella.
Esperaba que saliera adelante. Aunque en más de una ocasión mis celos
hubieran deseado que desapareciera, sin más. Había intentado salvar a Iker,
arriesgando su propia vida. Era el instinto de ayudar a un hermano. Podría ser
un buen cazador.
-Logan, tenemos un problema. -la voz de Anthony me despertó del trance
en que un flujo de pensamientos me invadía viendo a los heridos, pensando
en los que habían caído fuera.
-Elena. -mi voz fue apenas un susurro, pero toda mi sangre se congeló por
una fracción de segundo mientras mi cuerpo se tensaba de forma
anticipatoria. Corrí en dirección a las escaleras ignorándolo todo a mi paso.
-Exacto. -dijo John en un susurro respetuoso, dentro de mi cabeza.
- ¿Qué ha pasado? -les dije mientras subía los escalones de tres en tres,
llegando en apenas un susurro hasta el último piso.
-Esto. -dijo Anthony mirándome mientras salía como si me persiguiera el
diablo, por la puerta del terrado. Me quedé quieto. Elena estaba a un par de
metros de altura del suelo, con los ojos abiertos de un azul brillante que era la
esencia pura de la magia que poseían nuestra armas vinculadas. A su
alrededor había una esfera de electricidad que producía pequeños destellos de
forma aleatoria.
- ¿Elena? -le dije buscando un resquicio de ella en aquella esfera de
magia en estado puro. Sus ojos no me buscaron. Parecían mirar en dirección
al infinito. Su mente estaba lejos. Muy lejos. - ¿Hace cuánto que está así?
-Desde que ha empezado a invocar los rayos. -dijo Anthony y mientras yo
me acercaba, añadió. -Yo de ti no haría eso.
-Joder. -le dije mientras la esfera eléctrica me lanzaba una descarga al
acercarme a ella y me lanzaba a un par de metros de distancia.
-Por eso. -me dijo Anthony haciendo una mueca. Supuse que no era el
único que había intentado sacarla de allí dentro, despertarla o lo que fuera.
Miré a John, con pánico en mi corazón.
- ¿Ideas? -le dije con expresión dura, intentando no dejar que mi miedo se
apoderase de mí por completo.
-Ninguna más. -me dijo él finalmente, haciendo una mueca. -Tenía la
esperanza de que te reconociera a ti.
-Joder, tu madre era una mística. Algo habrá que podamos hacer. -le dije
con cierta rabia, pero no me contestó. La energía recorría el cuerpo de Elena
con pequeñas ondulaciones, como si se tratara de las delicadas caricias de un
amante. Recordé ese cuerpo entre mis brazos, cómo complementaba al mío.
Sentí algo dentro de mí. Elena permanecía allí, con la mirada perdida. Y sin
embargo. Había algo. De alguna forma podía sentirlo. La miré con atención,
dando un paso en su dirección. Su boca buscando la mía. Su sonrisa. Esa
forma de sonreírme que tenía, cuando estaba llevándome la contraria o
intentando burlarse de mí. Sentí de nuevo esa sensación de reconocimiento.
Elena entre mis brazos. Aquella primera vez que habíamos bailado en un
local perdido en ninguna parte. La forma en que todo parecía encajar cuando
ella estaba entre mis brazos. En cómo conseguí arruinar ese precioso
momento. Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Elena. Busqué entre
mis recuerdos. Nuestro primer beso. La ansiedad que me había creado desear
su sangre de aquella forma, de haberla mordido. Su enfado. Su indiferencia.
El miedo a perderla. Porqué desde el principio, de alguna forma poco
racional, había sentido que ella era mía. Y yo era suyo. No habría sido capaz
de alejarme de ella. Incluso cuando ya había despertado como mística.
Aunque lo había intentado. Pero ni la determinación del cazador era capaz de
aquello. La amaba. Y ese sentimiento nos conectaba. Pude sentirlo. Llegué
hasta ella antes de que golpeara contra el suelo, cuando su magia desaparecía
a su alrededor. Sonreí mientras la apretaba contra mi pecho con infinito amor.
Desmayada de nuevo entre mis brazos, casi ya como si aquello se hubiera
convertido en una costumbre. Sentí una dicha extraña dentro de mí. Elena
había vuelto y podía sentir que estaba bien. Necesitaba descansar, como
todos. Sabía que todo aquello solo había empezado, pero no podía evitar
sentir una cierta emoción de victoria mientras los primeros rayos de sol
iluminaban el lejano horizonte.
Querid@s lector@s,

Tenía ganas de escribir un libro con el que pasar un buen rato. Mujeres fuertes y
poderosas pero del montón a la vez, como todas nosotras ;) Los libros de la Saga Cazadores
Oscuros serán independientes aunque iremos encontrando los personajes que ya conocemos
de este primer volumen en los próximos. Espero que os enganche. Mil gracias a Marta
Sarmiento, la súper ilustradora de portada por todo su esfuerzo (e ilusión) en este
proyecto… ya se sabe que lo bueno se hace esperar. Txipi-style forever ;)

Si no los habéis leído todavía, os hago una cuña publicitaria con otros títulos que tenéis
disponibles. ;p

La historia de los cinco hermanos mitad demonio y mitad ángeles que encuentran, a
veces sin buscarlo, a su pareja en la Saga Ángeles Caídos (Luz, Adam, Dan, Ricard y
Sonia) y la Saga Lobos de Dóen en los que iremos descubriendo las historias de varios
personajes alrededor de la vida de Amanda, una estudiante de veterinaria que durante las
prácticas de verano conocerá a Lucas, un atractivo pero temperamental veterinario que vive
en un pueblo perdido a los pies de las montañas (La Chica Lobo, El Cazador Cazado y Una
Loba Solitaria).

En breve sacaré el primer volumen de una nueva saga, Duales. Su protagonista, Sophie,
empezará la universidad lo más lejos posible de su casa para alejarse del mundo en el que
creció, marginada por escuchar una voz desde niña dentro de su cabeza por la que fue
medicada durante años sin conseguir acallarla del todo. Con el único soporte de su família
y aún alejándose de ellos, decide empezar de cero en un ambiente que no la acose por el
hecho de ser diferente. Allí hará por primera vez amigas y descubrirá mucho sobre lo que
significa el amor, la atracción, la lealtad y el sacrificio.

También encontraréis las dos primeras entregas de la Trilogía Instintos (El despertar del
Lobo y el Ascenso del Vampiro), la historia de Atlantic una chica humana que intenta
encontrar su lugar en un mundo donde hombres-lobo y vampiros viven integrados en la
sociedad, con sus rencillas, y una cierta supremacía sobre la raza humana y el primer
volumen de la Trilogía Pueblos Perdidos (La Hija Maldita) ambientada en un mundo
dominado por tres razas antiguas con magia en el que descubriremos la historia de Aina,
una joven dorada maldita cuyo pasado y su futuro parecen enlazarse mientras descubre el
misterio de su nacimiento y la profecía que la condena a que perder a su ser amado si se
entrega a él. Rodeada por antiguos y nuevos amigos, emprenderá una larga búsqueda junto
a un joven explorador por el que su corazón suspira.

Y finalmente, mencionar la Trilogía Juvenil Al Otro Lado. Sombras y Dragones (El


Encuentro, Susurros y Runas), una serie juvenil romántica fantástica escrita hace años y
que finalmente ha visto la luz; Gabriela es una chica reservada que durante las noches vive
aterrada en un mundo de sombras y cenizas que es demasiado real para ser unas meras
pesadillas. Encerrada en su mundo, las sombras empiezan a materializarse en el mundo real
al poco de conocer a Niloy un chico que igual que ella, ha estado entre sueños en el mundo
de las sombras desde pequeño. Ante este choque frontal entre sus dos mundos, necesitarán
toda la ayuda posible para hacerles frente, magia incluida.

Feliz lectura.

Cristina
01/2019

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