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COMISIÓN TÉCNICA DE ESTUDIOS
Y PROYECTOS LEGISLATIVOS. 10

Presidente: Lie. Jorge Carpizo MacGregor


Coordinador: Lie. Ignacio Carrillo Prieto
La Autonomía
Universitaria en
América Latina
mito y realidad

Jorge Mario García Laguardia

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


México 1977
Primera edición: 1977

DR © 1977, Universidad Nacional Autónoma de México


Ciudad Universitaria. México 20, D. F.
Dirección General de Publicaciones

Impreso y hecho en México


PREFACIO

El autor tiene relación con dos importantes universidades estatales


latinoamericanas de las que es graduado: la de San Carlos de Gua­
temala y la Nacional Autónoma de México. Desde hace varios años
está incorporado a la segunda de ellas, como miembro del Instituto
de Investigaciones Jurídicas, empeñado en estudios de historia polí­
tica y constitucional de América Latina.
Su residencia en la ciudad de México, le ha permitido integrarse
al equipo de trabajo de la Secretaría General de la Unión de Uni­
versidades de América Latina (UDUAL), institución en la que ha
podido familiarizarse con caudalosa y actualizada información de
las universidades de la región y escribir un libro publicado en
coedición UDUAL-UNAM, Legislación universitaria de América
Latina, que ha servido de punto de partida para el presente estudio.
Dentro de la profunda crisis a la que hoy se enfrentan las institu­
ciones de enseñanza superior del área, el tema de la autonomía
universitaria es el que despierta mayores controversias y necesita
de precisiones. El contenido de este libro, se orienta a formular un
marco para su estudio y sugerir planteamientos de una problemática
mayor que seguramente necesitará otros desarrollos.
La lista de gratitudes seria interminable, pues para acopiar docu­
mentación y formular juicios, hemos contado con la inestimable
ayuda —durante un largo periodo— de múltiples universitarios latino­
americanos de todos los países del área con quienes hemos entablado
una amable comunicación intelectual fortalecida con nuestra común
entrega al quehacer universitario. Sin embargo, seria injusto, sin
subestimar las otras aportaciones, dejar de mencionar algunos nom­
bres. El Dr. Efrén C. del Pozo, secretario general de la UDUAL,
quien con su estimulo permanente, su consejo oportuno, sus indi­
caciones técnicas avaladas por su amplia experiencia en las cuestiones
universitarias latinoamericanas, fortaleció el proyecto. El Dr. Héctor
Fix-Zamudio, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM, quien con su ya proverbial entusiasmo por las aventuras
6 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

intelectuales y su generoso apoyo ilimitado, autorizó la dedicación


a este ensayo. El licenciado Jorge Carpizo, presidente de la Comisión
Técnica de Estudios y Proyectos Legislativos de la UNAM, quien
tuvo la idea de que se realizara este estudio y nos distinguió con su
confianza al encargárnoslo y el licenciado Ignacio Carrillo Prieto,
coordinador de la Comisión, presente con su competencia y dili­
gencia en el curso de su desarrollo.
El trabajo fue esencialmente organizado en la excelente Heme­
roteca de la Unión de Universidades de América Latina, centro
documental de gran importancia sobre cuestiones universitarias. Inva­
luable fue la ayuda prestada por Elsa Ramírez —directora de ese
centro— cuya competencia en el manejo del mismo ha proyectado
a su personal, especialmente agradable por la permanente disposición
de servicio y colaboración.
La problemática general de las universidades de la región es muy
compleja y en muchos aspectos conflictiva. Creemos firmemente
que ignorar los problemas no es el camino para solucionarlos. Y que
los universitarios latinoamericanos, con firmeza, valentía y sentido
de autocrítica, debemos analizar nuestra situación, como única for­
ma de colaborar en la defensa de nuestras instituciones y servir
eficazmente a nuestros países.

Ciudad de México, primavera de 1976


EL MARCO

I. UNIVERSIDAD Y CONSTITUCIÓN

A. Las nuevas tendencias en el siglo xx. El constitucionalismo social.


Régimen universitario. B. Breve aproximación a los textos consti­
tucionales vigentes.

II. VARIACIONES SOBRE EL TEMA DE LA AUTONOMIA

A. Precisión conceptual. B. Estado y Universidad. C. Autonomía


territorial. D. Universidad privada y autonomía. E. Autonomía, coor­
dinación y planificación.

III. RELATIVIDAD DEL CONCEPTO. CONSIDERACIÓN FINAL


. .. ' .....................

<
I. UNIVERSIDAD Y CONSTITUCIÓN

A. Las nuevas tendencias en el siglo xx. El constitucionalismo social.


Régimen universitario

El proceso emancipador en América Latina significa a la vez que el


rompimiento de vínculos con España, el abandono de la teoría
del derecho divino de los reyes y la adopción de un nuevo régimen
político. El constitucionalismo liberal formula su programa en la
primera generación de la Independencia, malogrado por falta de
sustentación económica y se realiza, al menos formalmente, en la
segunda mitad del siglo xix, cuando una serie de textos reafirman
la decisión por los principios demoliberales enunciados en sus pri­
meros años. Tardíamente, en la región, se marcaba una etapa más
en la lucha del individuo contra el poder público en busca de
garantizar un mínimo de libertades.
En este siglo, después de la Primera Guerra Mundial, se produce
un desarrollo nuevo en el constitucionalismo. El Estado liberal,
cumplió una etapa importante en la lucha del hombre en busca de
garantizar un mínimo de garantías. Fijó una serie de libertades-
resistencia que establecieron alrededor del individuo una zona de
protección contra los abusos de autoridad. Pero los movimientos
sociales del siglo pasado y el crecimiento acelerado que se produce
en los primeros años del actual, obligan a replantear la propia
razón de ser del Estado, orientándose al reconocimiento de su cada
vez mayor intervención en la vida social. Junto al fortalecimiento
de las libertades individuales, se produce la institucionalización de
las libertades-participación, que obligan al Estado a intervenir en la
vida social y política en un sentido protector. Los derechos econó­
mico-sociales son aceptados y además de convertirse el Estado en
árbitro de las relaciones entre el capital y el trabajo, pretende
intervenir en la cultura y la familia, suprimiendo fuertes limita­
10 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

ciones a los clásicos derechos individuales en aras del bienestar


colectivo en una gran “tentativa de racionalización de la vida
pública”, al decir de Mirkine. Así, aparece una gran corriente desde
la primera guerra, que se acentúa después de la segunda, que tiende
a la constitucionalización de los derechos sociales, la extensión de la
democracia, ampliación de problemas tratados constitucionalmente
y tecnificación del aparato constitucional. Que se inicia, precisa­
mente, con un texto americano del área, la Constitución mexicana
de 1917, pero que adquiere resonancia universal con la promul­
gación de la alemana de Weimar en 1919. Dentro de esta tendencia
debe incluirse la española de 1931, que tanta influencia ejercería
en algunas áreas de América Latina.
A partir de principios de siglo, se produjo un cambio visible
en la región. Sobre la base de una transformación de su estructura
económica, advinieron esenciales mutaciones. En el aspecto social,
aparecimiento de nuevas clases, un incipiente proletariado urbano
y una ampliación realmente inusitada de la clase media, que produce
una movilidad vertical que sustituye el inmovilismo del periodo
anterior, en el que los sectores medios solamente constituían una
limitada capa que separaba a la élite dirigente decimonónica de
la masa popular desorganizada. En lo político, se produce un proceso
de transferencia del poder de la vieja aristocracia terrateniente a
la clase media y a la incipiente burguesía urbana, lo que obliga
a institucionalizar una política de intervencionismo de Estado, que
se fortalece en la crisis del 30. Una transformación demográfica
tipificada por un aumento significativo de la población, ampliación
de los servicios educativos y desarrollo cuantitativo y cualitativo de
la administración pública que genera una burocracia especializada
y en proceso de autonomía. Y finalmente, se inicia el surgimiento
de los movimientos políticos de corte socialista. El anarquismo traído
por los inmigrantes europeos, influyó mucho en la incipiente orga­
nización sindical y los primeros partidos marxistas se fundan en
la década del 20. En 1929, eran tan relativamente fuertes que
celebraron la primera Conferencia Comunista Latinoamericana en
Buenos Aires —la ciudad de más desarrollo industrial y de más
inmigración europea— con asistencia de 38 delegaciones.
Las nuevas orientaciones del constitucionalismo mundial son adop­
tadas, más que como producto de una lucha popular por obtenerlas,
como concesión de la clase media en ascenso en busca de ampliación
de sus bases de apoyo político y social:
Insistiendo en que la política económica de los últimos cincuenta
o sesenta años no había creado una “vida nacional plena” porque
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 11

había sido concebida en el vacío, los nuevos dirigentes de los sectores


medios prometieron no solamente el progreso económico, sino también
la democracia social. A las abstracciones políticas y morales por
las que sus dirigentes habían luchado durante el periodo de la
Independencia añadieron la exigencia de que se pusiera a disposición
de los electores que votaran sus plataformas una participación mayor
en los beneficios materiales y culturales que habían hecho posibles
la técnica del siglo xx. Insistían en que el económico fuera el principal
problema político y que se agregaran garantías sociales a las garantías
individuales.1

Y en la región, el constitucionalismo, básicamente se orientará


a recoger los derechos económico-sociales, la modificación del derecho
quiritario de la propiedad y la formulación de garantías constitu­
cionales contra los excesos del gobierno. 2
Del análisis de las constituciones, que a partir de 1920 se han
promulgado en la región, podemos inferir que el nuevo constitu­
cionalismo se ha orientado por las siguientes tendencias: preocupa­
ción por la racionalización del poder (una mejor técnica en su
formulación) ; cambio en la filosofía general (orientación hacia el
estado de bienestar que transforma al Estado en un agente activo
de cambio) ; recepción del derecho internacional (vinculado a cierto
nacionalismo); ampliación de la democracia y racionalización del
aparato político (extensión del sufragio, reconocimiento de partidos,
justicia electoral) ; ocaso del laicismo; inclusión de tratamiento de
aspectos económicos, de hacienda y administración; acogimiento
de sistemas de garantía que tratan de hacer eficaces las normas
constitucionales; semiparlamentarismo y preponderancia presiden­
cial como tendencias paralelas. Desde el centro de interés que
1 John Johnson, La transformación política de América Latina. Surgimiento de
los sectores medios. Estudio preliminar de Sergio Bagú. Buenos Aires, Librería
Hachette, 1961.
2 Sobre el constitucionalismo social ver los clásicos, Boris Mirkini-Guetzevich,
Modernas tendencias del derecho constitucional. Madrid: 1934; Carlos García Oviedo,
El constitucionalismo de posguerra. Sevilla, 1931. La literatura sobre el tema es
profusa. Entre otros, José Gascón y Marín, “La política social en el derecho consti­
tucional”. Información Jurídica, núm. 59, abril de 1958, pp. 3-28; César Enrique
Romero, “Esbozo histórico del estado y sus direcciones contemporáneas. Constitucio­
nalismo social”. Boletín de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba,
Argentina, año xrx, núms. 3 y 4, julio-diciembre de 1955, pp. 591-621; Sergio García
Ramírez, "Lo social en los sistemas jurídicos constitucional e internacional contem­
poráneos”. Boletín mexicano de derecho comparado, año I, núm. 1. Nueva serie,
enero-abril de 1968, pp. 119-162; Pablo Lucas Verdú, Estado liberal de derecho y
estado social de derecho. Salamanca: acta salmantina, 1955 y Lar cláusulas económico-
sociales en las constituciones de América, 2 vols. Buenos Aires, Academia de ciencias
económicas, editorial Losada, 1947-48.
12 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

hoy nos preocupa, se percibe una tendencia a ampliar el catálogo


de derechos individuales y la constitucionalización de los sociales.
En cuanto a los primeros se reconocen nuevos (asilo, prohibición
de discriminaciones, libre tránsito, prohibición de torturas), así
como declaración abierta de su enumeración. Y en cuanto a los
segundos, la tendencia se hace clara en la segunda posguerra, con
motivo de la democratización que se produce en la región y la
influencia de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre
de Naciones Unidas de 10 de diciembre de 1948, la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y la Carta Inter­
americana de Garantías Sociales del mismo año. Merece especial
mención el tratamiento distinto que se da a la propiedad que
de un privilegio se transforma en un derecho sujeto a fuertes
limitaciones en favor del interés social; acogiendo en este sentido,
algunos textos, disposiciones sobre reforma agraria, latifundios y,
en general, problemas de la tierra. Y la inclusión a nivel constitu­
cional de materias antes no contempladas, que representan típicas
reivindicaciones de clase media: educación, familia, seguridad social,
salud y asistencia e indigenismo. 3
Junto, pues, a los principios que orientaban tradicionalmente
el contenido de las constituciones, en busca de una mayor y defini­
tiva limitación de los gobernantes en favor de los gobernados —que
llevaron en un momento a un estado gendarme, espectador simple
del proceso social— aparecen otros, orientados, más bien a garantizar
al individuo frente a la “abstención estatal”, fijándole al poder
público una serie de obligaciones en campos que antes tenía vedados.
El intervencionismo estatal se hace evidente en muchos aspectos
y en orden a la cultura, se considera que el acceso a sus beneficios
es imperativo indispensable para el desarrollo de las nuevas socie­
dades. Así, en muchas constituciones aparecen disposiciones espe­
cíficas sobre derecho y deber de instrucción, educación laica y
obligatoria, escuelas especiales, ayuda a estudiantes, protección a mi­
norías, etcétera. Y la educación superior viene a ser acogida en algu­
nos textos con una doble significación: por una parte fijando su filo­
sofía general y la obligación del Estado de impulsarla y organizaría
y en algunos casos reconociendo la autonomía de las instituciones
3 José Miranda, Reformas y tendencias constitucionales recientes de la América
Latina, 1945-1956. México. Instituto de Derecho Comparado, UNAM, 1957; Ernesto
de la Torre Villar y Jorge Mario García Laguardia, Desarrollo constitucional de
Hispanoamérica. México, UNAM, 1976; y del último de los autores, Legislación
universitaria de América Latina. México, Secretaría General de la Unión de Univer­
sidades de América Latina, UNAM, 1973.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 13

universitarias a efecto de garantizar la pureza del servicio y pre­


servarlo de la inestabilidad política.
Ya en el siglo pasado, algunas instituciones universitarias habían
logrado cierta independencia del poder público. Chile (1879), Ar­
gentina con la Ley Avellaneda (1885), Uruguay (1885). Pero es
en Córdoba en 1918, donde se produce el movimiento renovador
de las instituciones universitarias que todavía tiene resonancias
actuales. El cambio social que hemos apuntado antes y que modifi­
caba ya el aire público total de la sociedad latinoamericana, chocó
con la arcaica estructura universitaria que se resistía a su modi­
ficación en manos de conservadoras generaciones académicas avejen­
tadas en el ejercicio abusivo del poder. Desde entonces, el principio
de la autonomía de los centros universitarios, quedará como un
principio de todos los programas revolucionarios impulsados en
mayor o menor medida por segmentos de las clases medias y después
del triunfo de éstos, aparecerá en algunos países, el reconocimiento
constitucional del régimen universitario y de la autonomía como
una de sus conquistas. 4
El antecedente más remoto de este reconocimiento lo hemos encon­
trado en la reforma constitucional que se produjo en Guatemala,
a la caída del dictador Manuel Estrada Cabrera, abogado que gobernó
ese país de 1898 a 1920, personaje central en la novela de Miguel
Ángel Asturias, El señor presidente. Con pulcra técnica recogió
el principio en el artículo 77, inciso 6:

La Universidad organizará y dirigirá la enseñanza profesional. Hará


sus Estatutos, nombrará a sus catedráticos y empleados y tendrá bajo
su dependencia los edificios que le pertenezcan. Gozará de persona­
lidad jurídica para adquirir bienes y administrarlos, así como sus
4 Sobre la reforma de Córdoba, la bibliografía es abundante y el tema despierta
permanente interés en la región. Ver Gabriel del Mazo, La reforma universitaria, ni
vols., compilación y notas de ... Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
1967; Luis Alberto Sánchez, La Universidad latinoamericana. Guatemala, Editorial
Universitaria, 1949; Julio V. González, La Universidad. Teoría y acción de la reforma.
Buenos Aires, Editorial Claridad, 1945; José Ingenieros, La Universidad del porvenir.
Barcelona, Librería Sintes, 1930; María Elena Rodríguez de Maggis, La reforma de
Córdoba. México. Colección Deslinde, UNAM, 1972; y Roberto Díaz Castillo, La
reforma universitaria de Córdoba. Guatemala, Editorial Universitaria, 1971. Posible­
mente las mejores publicaciones sobre el tema sigan siendo, A. Ciria y H. Sangui-
netti, Los reformistas. Buenos Aires, Jorge Alvarez, editor, 1968 y Federación Uni­
versitaria de Buenos Aires, La reforma universitaria. 1918-1958. Buenos Aires: 1959.
Un análisis penetrante del proceso general de la Universidad en Darcy Ribeiro, La
universidad latinoamericana. Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1971.
14 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

rentas; pero para enajenar los inmuebles se sujetará a las pres­


cripciones legales. 56

En Bolivia, desde la primera Convención Nacional de Estudiantes,


en 1928, se incluyó un rubro sobre Reforma constitucional, en el
que se propugnaba por el reconocimiento constitucional del control
de todo el sistema educativo por la universidad y el otorgamiento
a ese nivel de su autonomía. Y el año siguiente en la segunda
Convención, se formuló un Anteproyecto de Reforma Constitucional,
relativo a la autonomía. Desde ese momento se considera como
única vía adecuada para preservarla, su reconocimiento a nivel de
la norma fundamental: “Sólo los preceptos constitucionales podrán
evitar que la autonomía universitaria sea burlada”, decía el pre­
sidente de la primera convención estudiantil. En 1930, la Junta
de Gobierno —en el número 8 del Referéndum Nacional— incorporó
a la Constitución la sección del Régimen universitario, en la que
se inicia el reconocimiento de la autonomía que se afirma defini­
tivamente cuando en la constituyente de 1938 se aprobaron varios
artículos sobre el problema, que quedarán como constante en el
constitucionalismo boliviano.
En Ecuador, la autonomía adquiere jerarquía constitucional en el
texto de 1945 y en la Constitución del año siguiente “seguramente
para evitar que se cercenara por vía legislativa el principio” —al
decir de Risieri Frondizi— se le ratificó sin condición alguna y
se sostiene en la última del año 67, que fue archivada por el
actual régimen.

Creamos —afirma con razón, aunque con optimismo discutible, el


exrector de la Universidad Central, Luis Verdesoto Salgado— el dere­
cho Constitucional de la Autonomía Universitaria, como parte sustan­
tiva del Derecho Constitucional de la Cultura. La Universidad, gracias
a él, se hallaba lejos de los avatares de la política transitoria.
5 Dictamen de la comisión extraordinaria de reformas a la Constitución. Guatema­
la, Tipografía Nacional, 1921 y De la Torre Villar y García Laguardia, op. cit.,
passim. El artículo 100 de la Constitución uruguaya de 1918 apuntaba que “los diver­
sos servicios que constituyen el dominio industrial del Estado, la instrucción superior,
secundaria y primaria y la asistencia y la higiene pública, serán administradas por
Consejos Autónomos’’. Aldo Solari recuerda cómo la Universidad siguió “elevando
nombramientos y planes de estudio al poder ejecutivo, hasta que éste los devolvió
afirmando él la teoría de que la autonomía universitaria hacía innecesaria la ratifi­
cación y/o aprobación que se solicitaba”. “La Universidad en transición en una so­
ciedad estancada: el caso del Uruguay”, en Estudiantes y política en América Latina.
Caracas, Monte Avila Editores, 1968, p. 186.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 15

Un movimiento popular que derrocó en 1944 al dictador Jorge


Ubico en Guatemala, abrió el camino de nuevo al reconocimiento
constitucional de la autonomía. La Junta de Gobierno, en uno de
sus primeros decretos —el número 12— reconoció por vez primera
a la entonces llamada Universidad Nacional, con ese carácter, decreto
que aprobado por el cuerpo legislativo, fue elevado a disposición
constitucional en el artículo 84 de la Carta de 1945, que influiría
claramente en los otros países centroamericanos, que en diversas
fechas posteriores siguen la huella marcada.
Actualmente, se percibe en otras regiones un movimiento en la
misma dirección, persistente aunque aún sin futuro cierto.6 En
Colombia, el propio presidente de la República se lamentó que
la reforma de la constitución del año 68, atribuyera el nombra­
miento de los rectores al gobierno central, afirmó haber entregado
a los consejos directivos la selección del nombre de los rectores y
haberse limitado el gobierno a confirmar los nombres “devolviendo
esa parte esencial de la autonomía” y ofreció llevar al Congreso
una reforma constitucional “de transferencia de funciones” (discurso
de Misael Pastrana Borrero, de 5 de mayo de 1971). Y en México,
a finales del año 72, el presidente Luis Echeverría ofreció enviar
al Congreso de la Unión una iniciativa de ley para elevar a la
calidad de garantía constitucional el reconocimiento y respeto a
las universidades del país. El exrector Pablo González Casanova
de la Universidad Nacional Autónoma, en el clímax de un conflicto
que lo hizo renunciar, afirmó que: “El hecho de elevar a garantía
constitucional la autonomía universitaria, indica el deseo de darle
una jerarquía más alta, la más alta de nuestro derecho.” 7
Es precisamente éste el centro del problema. Se trata de elevar
a categoría constitucional el reconocimiento de los derechos univer­
sitarios, a efecto de mantenerlos fuera de los vaivenes de nuestra
accidentada historia, y preservar la independencia y jerarquía de
su ejercicio. Posición vinculada a la idea de la estructura jerárquica
y unitaria del orden jurídico, que no se considera como un sistema
de normas coordinadas a un mismo nivel, sino como una estructura
6 Héctor Félix Bravo, Bases constitucionales de la educación argentina. Un pro­
yecto de reforma. Buenos Aires, Editorial Paidos, 1972 y Samuel Syro Giraldo, "Bases
para una reforma de la Constitución con el fin de adoptar el régimen federal en
Colombia”. Universidad de Antioquia, núm. 188, vol. xlviii, julio-septiembre de
1937, pp. 209-217.
1 Mario de la Cueva afirma que en 1972, una comisión designada por el rector
de la UNAM, formuló un proyecto de constitucionalización de la autonomía universi­
taria, cue fue enviado al ejecutivo, “Una nueva Universidad. Pasión y razón de su
futuro”, Excelsior, 21 de agosto de 1973.
I<> JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

jerárquica de preceptos desarrollados en un proceso de creación y


aplicación, que viene desde la norma constitucional fundamental,
pasando por leyes ordinarias y reglamentos, hasta llegar a las senten­
cias judiciales y a los negocios jurídicos. Según esta concepción,
se distinguen las normas primarias o fundamentales, de las secun­
darias o derivadas, entendiendo el sistema jurídico como una pirá­
mide en cuya cúspide está la Constitución, que regula y determina
la suprema competencia del sistema jurídico, la suprema autoridad
del Estado. Así, la Constitución representa el nivel más alto del
sistema jurídico, “el derecho fundamental de la organización’’. La
rigidez de la norma fundamental garantiza la estabilidad formal
de los preceptos.8
En este sentido, se ha orientado también la Unión de Univer­
sidades de América Latina, que desde el Primer Congreso de Uni­
versidades Latinoamericanas, reunido en la ciudad de Guatemala, en
septiembre de 1949, apuntó en su acuerdo número tres que:

La legislación positiva, de la mayor parte de las universidades no


abarca una autonomía integral en sus aspectos docente, adminis­
trativo y económico, siendo indispensable que prescripciones consti­
tucionales en cada país, sean las que regulen su estructura para la
efectiva realización de sus altos fines —y resolvió que todas las uni­
versidades signatarias de la resolución deberían gestionar ante los
poderes públicos correspondientes—, que todos los puntos contenidos
en ella se consignen en su Constitución Política. 9

Y más’ tarde, en la resolución 5 de su V Asamblea general, sobre


Vigencia y defensa de la autonomía universitaria, se recomendó
8 En 1964 se privó a la Universidad de Santo Domingo del fuero, y el rector
afirmaba con optimismo encomiable que eso hubiera sido imposible que sucediera
"si en vez de estar contenido en una Ley adjetiva, el fuero hubiese estado consagrado
en la Constitución” y se preguntaba: “¿Quién puede afirmar que si la autonomía
continúa como Ley adjetiva no puede correr la misma suerte que el fuero?”, Discurso
del Rector de la UASD, en la Asamblea Constituyente (1966) sobre el fuero univer­
sitario, 26 de octubre de 1966. Y en la Declaración de principios aprobada por el
Primer Congreso Universitario Centroamericano. San Salvador, septiembre de 1948,
se insistía sobre el tema: “La Universidad debe conseguir una autonomía total, es
decir, una autonomía formal y material. La primera descansa en disposiciones cons­
titucionales o de máxima jerarquía legal, por medio de las cuales se perfilan las
líneas generales, pero a la vez, suficientemente concretas, de la Universidad y se le
otorga la facultad de autolegislarse.”
9 Primer Congreso de Universidades Latinoamericanas. Recomendaciones y reso­
luciones, octubre de 1949. Guatemala, Imprenta Universitaria, 1949, pp. 33 y ss. Ver
también Estatutos de la Unión de Universidades de América Latina y Carta de las
Universidades Latinoamericanas. México, Secretaría General de la UDUAL, 1974.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 17

como una medida para defenderla que “se eleve a precepto cons­
titucional el principio”.10

B. Breve aproximación a los textos constitucionales vigentes

El estudio de los textos constitucionales nos permite formular


una clara división entre aquellas constituciones que contienen dispo­
siciones expresas acerca del régimen universitario y las que sola­
mente hacen referencia al sistema educativo en general.

1. Tratamiento expreso de la enseñanza universitaria

En el primer grupo están las siguientes: a) Bolivia, de 2 de


febrero de 1967, suspendida en septiembre del mismo año por
un golpe de Estado y puesta de nuevo en vigor por otro pronun­
ciamiento en 1972 “en todo aquello que no se oponga al nuevo
gobierno”; b) Costa Rica, de 7 de noviembre de 1949; c) Ecuador,
de 6 de marzo de 1945; d) El Salvador, de 16 de enero de 1962;
e) Guatemala, de 6 de mayo de 1966; f) Honduras, de 3 de junio
de 1965; g) Nicaragua, de 14 de marzo de 1974; h) Panamá, de
11 de octubre de 1972; i) Paraguay, de 25 de agosto de 1967; j)
Uruguay, de 24 de agosto de 1966. El estudio de su articulado
nos permite formular un catálogo de enfoques que dichos textos
adoptan sobre la materia.

a) Declaración expresa y simple de la autonomía


Las de Bolivia (art. 185), Ecuador (art. 143) y Panamá (art.
97) se limitan a indicar que las universidades son autónomas. Las
de Guatemala (art. 99) y Honduras (art. 157) indican, además,
que la Universidad Nacional es “autónoma con personalidad jurí­
dica”. La del Paraguay hace un reconocimiento indirecto, al indicar
(art. 91) que la ley determinará el régimen de enseñanza así como
el alcance de la autonomía universitaria, y la del Uruguay (art.
85) un tratamiento sui generis al referirse a la integración de un
órgano de gobierno, el Consejo Directivo de la Universidad de la
República, el que ordena será designado por los órganos que la inte­
gran y los consejos de sus órganos serán electos por docentes, estu­
diantes y egresados.
10 Quinta Asamblea General de la Unión de Universidades de América Latina.
Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1967, pp. 131-133.
18 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

¿) Intentos de definición del concepto


Otro grupo de textos se embarcan en la empresa de precisar el
concepto de autonomía que reconocen. El Salvador (art. 204) pre­
cisa que la autonomía es en los aspectos “docente, administrativo
y económico”, y la de Nicaragua (art. 115) agrega que tiene “plena
capacidad jurídica” para adquirir derechos y obligaciones. La de
Panamá (art. 97) afirma que la autonomía significa personería
jurídica, patrimonio propio y derecho de administrarlo, además de
organizar sus estudios, designar y separar su personal. Costa Rica
(art. 84) se refiere a la independencia para el desempeño de sus
funciones y de plena capacidad jurídica para adquirir derechos y
contraer obligaciones y darse organización y gobierno propio. La
de Bolivia (art. 185) es la más explícita: libre administración de
recursos; nombramiento de sus rectores; personal docente y admi­
nistrativo; elaboración de estatutos; planes de estudio; presupuestos
anuales; aceptación de legados y donaciones y celebración de con­
tratos para realizar sus fines.

c) Integración de órganos de gobierno


La de Uruguay (art. 203) antes indicada y la de Guatemala
(art. 100) contiene directrices expresas sobre integración de órganos
de gobierno. Esta última señala que el órgano supremo, el Consejo
Superior, se integrará por el rector, los decanos de facultades, un
representante del colegio o colegios profesionales que corresponda
a cada facultad, un catedrático titular y un estudiante por cada
facultad.

d) Inspección del Estado


La de Nicaragua (art. 109) otorga al Estado la “supervisión
técnica” del régimen de enseñanza, inclusive el nivel superior; la
de Bolivia (art. 190) habla de “tuición” y la de Colombia (art.
41) de “suprema inspección y vigilancia”.
En estos dos últimos países estos preceptos han sido objeto de
permanente y viva discusión. En 1958, el II Congreso de Univer­
sidades, aprobó las llamadas Bases generales de la Universidad boli­
viana, en las que se trataba de delimitar el término:

La tuición del Estado sobre las Universidades tiene por objeto respetar,
sostener y dignificar la autonomía universitaria, defender a cada
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 19

Universidad de cualquier intervención y fortificar su economía me­


diante la concesión de recursos y subsidios.

Y en la reciente discusión sobre el Proyecto uniforme de ley


universitaria colombiana, el presidente de la Asociación Colombiana
de Universidades, Fernando Hinestrosa, mostró su preocupación
porque:
La responsabilidad política y administrativa de la inspección y vigi­
lancia la tiene el Estado, con atribuciones delimitadas: el Congreso
para señalar sus bases y el Gobierno para reglamentar y practicarla.
Esas funciones son indelegables, y además soberanas. No pueden subor­
dinarse a conceptos previos y favorables ni de particulares ni de esta­
blecimientos públicos; unos y otros pueden opinar, asesorar, pero
sin poder decisorio. Por ello inquietan la delegación de poderes
constitucionalmente propios e intransferibles y la posibilidad de dele­
gación discrecional de otros...

Por su parte el Consejo Académico de la Universidad Nacional,


el 7 de mayo de 1971, expidió un comunicado en que expresa:
Que el Consejo Académico no encuentra equitativo ni justo que
mientras se ejerce sobre la universidad oficial todo el peso de la
atribución constitucional, se soslaye simultáneamente la inspección
y vigilancia sobre la universidad privada que, paradójicamente, es la
que en resumidas cuentas resulta protegida por el concepto de auto­
nomía.

La de Guatemala (art. 99) atribuye a la Universidad Nacional,


la función de organizar, dirigir y desarrollar la enseñanza estatal
superior en la nación y la educación profesional universitaria y
la de Honduras que a la Nacional corresponde con “exclusividad”,
organizar dirigir y desarrollar la enseñanza superior y la educación
profesional. Estos preceptos han dado lugar a discusiones muy mati­
zadas con las universidades privadas, especialmente católicas de
reciente creación en estos países, ya que las nacionales han pretendido
mantener su control monopólico sobre la educación superior como
órganos descentralizados del Estado que prestan un servicio en su
nombre. En 1962 —vigente la anterior Constitución— en Nicaragua
se produjo un enfrentamiento muy fuerte entre la Universidad
Nacional y la Católica. En busca de solucionar el problema, la
última Constitución de Guatemala (art. 102) creó el Consejo de
Enseñanza Privada Superior, autorizado para ejercer vigilancia sobre
las universidades privadas y aprobar su organización, previo dictamen
20 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

de la Universidad Nacional, correspondiendo al poder ejecutivo,


aprobar los estatutos y autorizar su funcionamiento, y dio a la
Nacional, importante participación en su integración. Un híbrido
que fortaleció de hecho la posición de los centros no oficiales.

e) Patrimonio universitario
La disposición general del art. 143 de la Constitución del Ecuador
en el sentido de que se procurará la creación del patrimonio univer­
sitario a efecto de “garantizar la autonomía”, recoge el espíritu
de otras decisiones que presentan diversos grados en el tratamiento
del problema. La más desvaída es la declaración de Paraguay (art.
89) que se limita a indicar que el Estado sostendrá y fomentará
la enseñanza superior o universitaria. Bolivia (art. 187) indica
que las universidades públicas serán obligatoria y suficientemente
subvencionadas por el Estado con fondos nacionales, y Panamá
(arts. 97 y 98) que a la Universidad oficial se le reconoce patrimonio
propio y que para hacer efectiva la autonomía, se le dotará “de
lo indispensable”. Las constituciones centroamericanas son más explí­
citas: El Salvador (art. 204) afirma que además de contribuir a
asegurar y acrecentar el patrimonio universitario se consignarán
anualmente en el presupuesto las partidas correspondientes; otras,
fijan una asignación privativa presupuesta!: Nicaragua (art. 115)
del dos por ciento, Guatemala (art. 99) del dos y medio y Honduras
(art. 158) del tres por ciento. La de Costa Rica, es posiblemente
la más explícita en el problema: afirma (art. 85) que el Estado
dotará de patrimonio propio a la Universidad Nacional, que le
creará rentas necesarias y le asigna un 10% del presupuesto anual
de gastos del Ministerio de Educación, cantidad que se girará por
cuotas mensuales. Su formulación en este y otros aspectos, de gran
claridad, ha hecho considerar a un estudioso no latinoamericano,
a la Universidad de Costa Rica, como la que tiene “el más alto
grado de autonomía legal de todas las universidades del hemisferio
occidental” y que al mismo tiempo es representativa del “modelo
latinoamericano”.11

f) Libertad de cátedra

Cinco textos la reconocen expresamente. Las de Costa Rica (art.


11 George R. Waggoner, “La autonomía universitaria y la planificación nacional”,
en Autonomía, planificación, coordinación, innovaciones: perspectivas latinoamerica­
nas. Ana Herzfeld, Barbara y George Waggoner, editores. Kansas, Escuela de Artes
Liberales, Universidad de Kansas, 1972, p. 193.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 21

87), Ecuador (art. 143) y El Salvador (art. 202) llanamente. Las


otras con limitaciones: no contravenir el orden público y las buenas
costumbres, dice la de Nicaragua (art. 116) y una amplia puerta
abre a las que por razones de “orden público” establezca el Estatuto
Universitario, la de Panamá (art. 99).

g) Libertad de enseñanza y universidades privadas


Las de Bolivia (art. 177), Honduras (art. 86) y Costa Rica (art.
79) garantizan en términos generales la libertad de enseñanza,
aunque la primera indica que “bajo la tuición del Estado” y la
última que todos los centros privados estarán bajo “la inspección
estatal”.
Las promulgadas en los últimos años recogen declaraciones sobre
las universidades privadas. El Salvador (art. 200), obliga a una
reglamentación e inspección del Estado. Bolivia (art. 188) hace
una larga consideración que sorprende por la presencia muy limitada
y reciente de este tipo de instituciones en ese país, y Guatemala
(arts. 102 y 103) es la que con más detalle hace el tratamiento,
explicado por la orientación muy conservadora del texto y el surgi­
miento reciente de varias universidades privadas —laicas y confe­
sionales— que se han desarrollado en una encubierta competencia
con la importante Universidad Nacional. El Estado las reconoce y
propicia, les otorga personalidad jurídica y libertad para su actividad
académica y se obliga a que cuando sus medios lo permitan, les
podrá dar asistencia económica.
En el Ecuador, el expresidente Velasco, en julio del 46, dictó
el Decreto 1228 que autorizaba la fundación y funcionamiento de
universidades particulares, con el argumento de que era “necesario
extender a la juventud nuevas posibilidades para su formación
científica y académica” y el respeto a “la libertad de pensamiento”.
En octubre, la jerarquía católica logró una reforma al decreto,
obteniendo más libertad de acción y la asamblea constituyente se
encargó de fortalecer su posición. El artículo 171 de la Constitución
de 1946 dice:
Las Universidades, tanto oficiales como particulares, son autónomas.
Para la efectividad de esta autonomía, en las Universidades oficiales,
la ley propenderá a la creación del patrimonio universitario.

h) Otras disposiciones
También sobre otras materias el grupo de textos que analizamos
22 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

se manifiestan. Por ejemplo: 1. Monopolio y extensión de diplomas


académicos y títulos profesionales: Bolivia (art. 186), Guatemala
(art. 101), Honduras (art. 157), Nicaragua (arts. 113 y 114) y
Panamá (art. 93) ; 2. Obligación de orientarse al estudio de pro­
blemas nacionales: Ecuador (art. 143), Guatemala (art. 99), Hon­
duras (art. 157 y Panamá (art. 97) ; 3. Definición de un sistema
general universitario: Bolivia (art. 185) ; 4. Obligación de mantener
escuelas de capacitación popular: Bolivia (art. 189) ; 5. Formación
de docentes: Costa Rica (art. 86) ; 6. Régimen laboral: Ecuador
(art. 143) ; 7. Exoneración de impuestos para universidades: Gua­
temala (art. 103), Honduras (art. 158) y Nicaragua (art. 105) ;
8. Colegiación obligatoria: Guatemala (art. 105) y Honduras (art.
163) .

2. Tratamiento general del problema educativo


En las otras constituciones aunque no se hace un tratamiento
específico del régimen universitario, se legisla sobre el sistema edu­
cativo en general, y se incluyen disposiciones algunas veces sobre
libertad de enseñanza y de cátedra. Así: Argentina (arts. 14 y 67
inc. 16), Brasil (arts. 81, 168, 170, 171 y 172), Colombia (arts.
41, 120 inc. 12 y 39), Chile (art. 10) Haití (arts. 29, 166, 167 y
168), México (art. 3?), Puerto Rico (art. n, sección 5), República
Dominicana (arts. 9 y 16), Venezuela (arts. 55, 78, 79, 80 y 81).

II. VARIACIONES SOBRE EL TEMA DE LA AUTONOMÍA

A. Precisión conceptual

Como se ha afirmado en este trabajo, en América Latina se


produjeron antes y después de las guerras mundiales, cambios sustan­
ciales determinados por su vinculación al mercado internacional,
la urbanización, la industrialización en algunos países y, en general, la
modernización. La Universidad cargó con parte del precio que
hubo que pagar en este proceso y fuera de precedentes decimo­
nónicos que han sido señalados, en Argentina en el 18, se rehizo
su estructura a través de un planteamiento global de reforma. En
el centro del mismo y como conquista lograda estuvo su autonomía,
que cargada de fuerza emocional, dirige su reciente historia. Y que
esencialmente significó, frente al pasado inmediato, la radical sepa­
ración de la Universidad y el Estado.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 23

Como muchas otras ideas de curso corriente en los años recientes,


existe cierta anarquía en el uso del término, por lo que se hace
necesario delimitarlo. Creemos que su noción puede formularse
analizando la relación entre la Universidad —como grupo inter­
medio— con la sociedad global representada por el Estado. En la
independencia frente al gobierno central y en su capacidad de
autogobierno y administración está la clave de su formulación.
El desarrollo de la sociedad y el aumento de servicios que debe
prestar el gobierno, determina procesos de descentralización admi­
nistrativa para facilitar su atención. Esta descentralización puede
ser por servicio, por región o por colaboración. Algunas funciones
propias del Estado son atribuidas a órganos especiales a los que
se les otorga poderes específicos de gestión. Así, desde el punto
de vista jurídico, entes autónomos son aquellos órganos descen­
tralizados del Estado a quienes se les ha otorgado capacidad de
darse preceptos obligatorios. La Universidad es un típico órgano
de este tipo. Su autonomía consiste en la capacidad de formular su
propia legislación, designar sus autoridades, planificar su actividad
académica y disponer de sus fondos con plena libertad.12
Comprende diversos aspectos: autonomía de gobierno, facultad
de nombrar y remover sus propias autoridades fijando sus atri­
buciones, y los mecanismos de designación; autonomía académica,
potestad de nombrar y remover su personal académico según normas
libremente formuladas, reclutar personal docente, fijar sus planes
y programas de estudio e investigación, expedir títulos y certificados
así como revalidaciones; autonomía administrativa, atribución de
12 Existe una discusión en cuanto a los términos autonomía y autarquía. Manuel
Durán, La reforma universitaria en Bolivia (Oruro: editorial de la Universidad
Técnica, 1961) afirma que etimológicamente autarquía viene del griego y signifi­
ca “gobierno por sí mismo”; que autonomía, que también viene del griego significa
"dictarse sus propias normas” y autarcía, derivada de una palabra griega análoga
tiene un sentido económico: “bastarse a sí mismo”. El Diccionario de la Real
Academia define el término autarquía así: "Condición o calidad del ser que no
necesita de otro para su propia subsistencia o desarrollo; independencia económica
de un Estado. Autárquico: perteneciente o relativo a la autarquía económica.” Los
administrativistas han hecho una distinción según el grado de deseentalización. La
autarquía, desde el punto de vista técnico-jurídico significa la capacidad del ente
de administrarse a sí mismo, en tanto que autonomía comprende la capacidad de
darse normas. Biclsa afirma que “si autarquía supone administración propia por
delegación legal, autonomía implica necesariamente legislación propia”. En la legis­
lación argentina es usual encontrar equívocos en la terminología. Alberto Mendoza,
apunta que “la sociedad concede a la Universidad autonomía en diversos grados.
Autonomía es libre albedrío, mando propio, capacidad legislativa autónoma. Para
que sea real debe ir acompañada de autarquía que es financiación automática, in­
dependiente, libre de ocasionales y momentáneos sobresaltos”, Metodología del pla­
neamiento universitario. Managua, Universidad Nacional de Nicaragua, 1967, p. 19.
24 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

adoptar sistemas de gestión que considere adecuados y autonomía


financiera, que implica la libre disposición de su patrimonio.13
Aunque estrechamente vinculados, autonomía y libertad de cátedra
deben distinguirse, lo que a menudo no se hace. La libertad de
cátedra hace relación a la libertad del profesor de comunicar su
enseñanza —y quizás en un marco más amplio— los resultados a
que ha llegado por sus estudios y sus reflexiones —según la fórmula
de sir Héctor Hetherington— y no necesariamente está unida a la
autonomía, que implica relación entre la institución y el Estado.
Dicho en otra forma, pueden existir universidades —como las fran­
cesas— en las cuales no existe autonomía y, sin embargo, existe
una irrestricta libertad docente. En tanto que algunas universidades
autónomas nacionales, pueden limitar la libertad de cátedra —por
muchos medios directos e indirectos— por prejuicios políticos, y
algunos centros privados totalmente autónomos, pueden también
hacerlo por motivos semejantes. En todo caso es necesario indicar
que la libertad académica tiene su origen en el carácter propio
de la Universidad, y que debe ser preservada de limitaciones por
motivaciones dogmáticas, políticas o de intereses del poder público.
La Unión de Universidades de América Latina, ha formulado
algunas declaraciones, tratando de precisar el concepto, desde la
primera reunión de Guatemala en 1949, en la que se decidió su
creación.
13 Ver Declaración del Consejo de Rectores de la Universidad de Chile, de 22 de
septiembre de 1971; “Coordinación interinstitucional y de los sistemas de educación
superior’’, en Autonomía, Planificación, etcétera, op. cit., pp. 52-53 y Jorge Pinto
Mazal, La autonomía universitaria. Antología. México, UNAM, 1974, pp. 7-8. Raúl
Allard Neumann, habla de una “autonomía externa” que hace relación con grupos
o sectores fuera de la Universidad y la “interna” que hace relación a su organiza­
ción y estructura, como dos momentos de un solo concepto, “Bases fundamentales
de la reforma universitaria”, Misión de la Universidad en América Latina. Bruxelles,
Instituí International d’Études sur L’Éducation, 1973, pp. 29-54. La relación entre
autonomía financiera y patrimonio es motivo de una problemática especial; Héctor
Oquelí Colindres, llama la atención que el patrimonio no consiste en la simple
consignación anual presupuestaria para la Universidad sino la obligación estatal de
asegurar y acrecentar el patrimonio universitario, es decir otorgamiento de garantías
suficientes para que se logre “una situación de autarquía financiera, y que, por
tanto, se llegue a una situación de autosostenimiento”, Análisis de la Ley Orgánica
de la Universidad de El Salvador. San Salvador, tesis, 1974, p. 44. Es el arma final
que los gobiernos utilizan y la utilizan mucho y frecuentemente para presionar a
las instituciones. La Comisión para el Desarrollo y reforma universitarios de la Repú­
blica Dominicana denunció que al 31 de diciembre de 1970, el gobierno retenía
de los fondos previstos por las leyes números 281, 422 y 423 que gravan los viajes
al exterior, el consumo de cerveza, apuestas en el hipódromo y casinos, la suma
de R. D. $ 2.030,875.00, en tanto que la Universidad tuvo que recurrir a un préstamo
bancario para poder cubrir los salarios del personal, Por el desarrollo y la reforma
universitarios, vol. iv. Santo Domingo, UASD, Memoria 1970-71, pp. u y m.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 25

1. En el Acuerdo número 3 del Primer Congreso de Universidades


Latinoamericanas, se afirmó la necesidad de que la “Universidad
sea una institución con plena autonomía en lo docente, en lo admi­
nistrativo y en lo económico”. Y se puso el acento en la necesidad
de constitucionalizar su tratamiento y fortalecer su independencia
económica a través de ampliación de recursos y fijación de un
porcentaje de los presupuestos nacionales afirmando finalmente que
“de acuerdo con su autonomía . . . debe administrar libremente sus
recursos, poniéndolos al servicio directo de sus finalidades”.
En la Carta de las Universidades Latinoamericanas aprobada en
dicha reunión, con base en un proyecto de José Rólz Bennet —emi­
nente universitario recién desaparecido—, se insistía en la necesidad
de preservar “la autonomía integral de las Casas de Estudio como
medio de garantizar su función espiritual, su libertad científica,
administrativa y financiera y su desarrollo dinámico y creador”,
y todo un capítulo se dedicaba a los aspectos de su patrimonio,
considerados claves para su eficaz realización.14
2. En la Segunda Asamblea General de la Unión de Universidades
de América Latina, celebrada en Chile en noviembre y diciembre de
1953, se desarrollaron algunos conceptos. En la resolución novena
se apuntó que:
la autonomía de la Universidad es el derecho de esta Corporación
a dictar su propio régimen interno y a regular exclusivamente sobre
él; es el poder de la Universidad de organizarse y de administrarse
a sí misma. Dicha autonomía es consustancial a su propia existencia y
no a una merced que le sea otorgada —y debe ser asegurada— como
una de las garantías constitucionales.

En la doceava, se recomendó que: “Las Universidades, en uso


de su autonomía, confeccionen sus propios presupuestos y gocen de
amplia libertad en cuanto a la inversión, administración y dispo­
sición de sus bienes y rentas, sin perjuicio del control estatal que
pueda establecerse sobre ellas, de acuerdo con las leyes generales
del país” y que se las dotará de rentas propias. Y en la misma
novena se recomendó que dentro de la legislación positiva, la Uni­
versidad sea “reconocida como persona jurídica” y “administre y
disponga libremente de todos los bienes que le pertenecen suje­
tándose a sus propias normas”.15
14 Primer Congreso de Universidades Latinoamericanas. Recomendaciones y Reso­
luciones, octubre 1949. Guatemala, Imprenta Universisaria, 1949, pp. 33, 34, 37 y ss,
10 Acuerdos del Segundo Congreso Universitario y Primera Asamblea General de
26 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

3. En la Tercera Asamblea General de la Unión de Universidades


de América Latina, que se celebró en Buenos Aires en 1959, se
resolvió recomendar a las universidades:
Ajustar sus regímenes a las reglas establecidas en las conclusiones
9?, 11- y 12? de la II Asamblea reunida en Santiago de Chile, relativas
a la autonomía universitaria, sin perjuicio de los sistemas de coor­
dinación interuniversitaria y de acuerdo con el sistema educacional
del país.16

4. La Asociación Internacional de Universidades, resolvió formular


una declaración al respecto, y en su reunión de Nueva Delhi de
1962 comisionó a sir Héctor Hetherington, exrector y vicecanciller
de la Universidad de Glasgow, a efecto de que preparara un estudio
preliminar que tuvo agregados importantes de los miembros del
Consejo Administrativo a la Asociación.17 La discusión de estos
materiales en las reuniones de Cambridge en 1963, Moscú 1964 y
Tokio 1965, dio margen a la aprobación de una recomendación
de cinco puntos, que indica que las Universidades están en condi­
ciones de realizar mejor sus finalidades si tienen la posibilidad de
resolver libremente los siguientes puntos: a) cualesquiera que sean
las formalidades para los nombramientos, la Universidad deberá
tener el derecho de seleccionar su propio cuerpo de profesores,
administradores y autoridades; 5) la Universidad deberá respon­
sabilizarse de la selección de sus estudiantes; c) las universidades
deberán responsabilizarse de la formulación de los curricula para
cada grado y el establecimiento de los niveles académicos. En aquellos
países donde los grados y títulos para practicar una profesión estén
reglamentados por la ley, las universidades deberán participar de
manera efectiva en la formulación de los curricula y el estableci­
miento de los niveles académicos; d) cada universidad deberá tener
el derecho de tomar las decisiones finales sobre los programas de
investigación que se lleven a cabo en su seno; e) la Universidad
la Unión de Universidades Latinoamericanas, Santiago de Chile, 23 de noviembre al
4 de diciembre de 1953. Santiago, Editorial Universitaria, 1954, pp. 99 y ss.
16 Guia de la Tercera Asamblea General, UDUAL, Facultad de Ciencias Módicas,
Universidad de Buenos Aires, 20-27 septiembre de 1959. Buenos Aires, Imprenta
Universitaria, 1959, pp. 85 y ss.; UDUAL, Tercera Asamblea General. Resoluciones,
Acuerdos, Actas. Buenos Aires, Imprenta Universitaria, 1959, p. 51.
17 El documento base y sus agregados están publicados en University Autonomy.
Its Meaning Today. Paris, International Association of Universities, papers 7, 1965.
Dos latinoamericanos presentaron estudios: los doctores Nabor Carrillo, exrector de la
Universidad Nacional Autónoma de México y Risieri Frondizi, exrector de la Univer­
sidad Nacional de Buenos Aires. También existe versión en francés bajo el título:
L'autonomie universitaire. Sa signification aujord’hui.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 27

debe tener el derecho, dentro de amplios límites, de distribuir


sus recursos financieros, entre sus diversas actividades, es decir,
por ejemplo, espacio y equipo; capital e inversiones. Se sobrentiende
que, aunque la libertad es necesaria para el buen desenvolvimiento
de las funciones universitarias, tal autonomía demanda un sentido de
responsabilidad por parte de todos los sectores de la Universidad,
tales como personal administrativo, profesores y estudiantes.18
5. En reciente estudio de gran calidad, Risieri Frondizi, que
participó en la reunión de Tokio, considera necesario precisar el
concepto para el área latinoamericana en los siguientes términos:
a) implica el derecho de elegir y destituir a sus autoridades en la
forma que determinen sus estatutos; b) designar al personal docente
y administrativo y removerlo en las condiciones que fijen sus esta­
tutos; e) el régimen de selección de estudiantes, los planes de estudio
y las exigencias para obtener un diploma universitario, deben ser
también de competencia exclusiva de la Universidad; puede el
Estado fijar mínimo de exigencias para habilitar el título, pero
las universidades pueden superar ese mínimo; c) completa libertad
para programar y realizar las investigaciones científicas que considere
conveniente, y e) atención especial en el patrimonio, pues el pre­
supuesto universitario:
No es una cuestión de técnica financiera y administrativa, sino que
revela las grandes directivas de la universidad, sus preferencias por
la investigación o la docencia, por las humanidades o la ciencia y
otras importantes cuestiones que rebasan por completo el aspecto
financiero. Un ojo experto, puede evaluar la naturaleza, calidad y
orientación de una universidad con la simple lectura del presupuesto:
es la radiografía de la institución.19

De muy diversos flancos, el principio ha sufrido embates. El


más obvio y espectacular, ha partido de los gobiernos conservadores
de variados matices, que a través de sus cuerpos militares y poli­
ciacos han ocupado los recintos e impedido la gestión universitaria
y, en algunos casos, han llegado a la intervención y cierre. 20 Pero
18 Report of the Fourth General Conference of the International Association of
Universities, Tokyo, 31 august-6 September 1965. Paris: international association of
universities, 1966, pp. 73-109. Un comentario sobre la resolución en Pablo Latapí,
La autonomía universitaria. México, folleto de divulgación del Centro de Estudio»
Educativos, 1966, passim.
19 Risieri Frondizi, La Universidad en un mundo de tensiones. Misión de las uni­
versidades en América Latina. Buenos Aires, Paidós, 1971, pp. 277 y ss.
20 La sacralizacióri del concepto de orden público se expresó por el director de la
Policía de Bogotá, en estilo repetido por muchos altos funcionarios militares y de
28 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

también se ha visto cuestionado por grandes intereses económicos,


que han implementado grandes campañas de desprestigio en busca
de suprimir los centros universitarios entendidos como focos de
conciencia crítica y formación de excelencia técnica o contestatarios.
La autonomía, pues, se ve en peligro, no sólo por el ataque de la
fuerza pública, sino por grupos, partidos, intereses económicos extra­
ños que pretenden destruir o manipular las universidades. Y últi­
mamente también por cierta radicalización ideológica de grupos
estudiantiles, que niegan su razón de ser en busca de su destruc­
ción, 21 y otros grupos académicos —que tratando de defender o
lograr posiciones de poder o simplemente burocráticas dentro de
un abusivo asambleísmo— violan el régimen de legalidad y ponen en
peligro su institucionalidad.

B. Estado y Universidad

El objetivo central en la búsqueda de la autonomía y su recono­


cimiento a nivel constitucional, parece, pues, estar en lograr una
independencia de las universidades frente a los intereses fluctuantes
del gobierno central a efecto de lograr la realización de sus funciones
básicas de trasmisión del saber, búsqueda de la verdad e instancia
policía de la región: “ .. . los padres de familia son incapaces de educar a sus hijos;
los profesores, buscando los caminos de menor resistencia, realizan la más abominable
de las demagogias para hacerse a la simpatía de sus alumnos, enseñándoles desde sus
cátedras las más inopinadas y contradictorias teorías, mientras que los centros docentes
y las Universidades en particular, se han convertido, no en templos del saber, sino
en oscuros cenáculos de agitación y desorden.”
21 “Cuando se repiten las tesis de Gorz —escribió el rector Pablo González Casanova
(de la UNAM) — de que hay que destruir la Universidad, los monopolios están de
acuerdo para destruir las fuerzas de producción altamente calificadas que surgirían
de los centros de estudios superiores y para destruir los centros de crítica e inconfor­
midad”, Gastón García Cantil, Universidad y antiuniversidad. México, Cuadernos de
Joaquín Mortiz, 1973, p. 85. A propósito de esta idea es útil recordar las recientes
palabras de Marcuse, inspirador —a veces involuntario— de estas posiciones: “Conozco
perfectamente bien —afirmó dirigiéndose a los estudiantes— las críticas de ustedes a
la educación. Yo sé bastante bien cuántas de ellas son justificadas. Pero lo que bajo
ninguna circunstancia es justificado es el slogan ‘destruir la Universidad puesto que
es el pilar de la clase gobernante’. La Universidad es un pilar de la clase gobernante
y depende de ustedes hacer de ella algo diferente. Sin embargo, no se corta la rama
donde uno está sentado; es en la universidad, donde ustedes se hicieron radicales. En
otras palabras, la reconstrucción radical, no la destrucción de la Universidad, debiera
ser la tarea. La exigencia actual, especialmente para los radicales, debiese ser más, y no
menos educación... si quieren destruir las universidades, dejen ese trabajo a la
estructura de poder... no compitan con gente que puede hacerlo infinitamente
mejor..Una apreciación: el movimiento en una nueva era de represión. México,
UNAM, 1972, pp. 22-23.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 29

crítica, sin cortapisas. Pero la inserción de las universidades en el


proceso político y la estructura de poder, determinan una proble­
mática que trasciende su estricto marco legal. Alrededor de ellas
viven y actúan millares de personas en relación de autoridad y
obediencia; reclutan personal, garantizando niveles de subsistencia;
posibilitan participación política nacional a grupos minoritarios
muchas veces no reconocidos oficialmente y aun ilegalizados; pre­
paran cuadros dirigentes a través de la formación técnica y el
activismo estudiantil, y en algunos casos, incluso, sirven de refugio
a desencantados o agotados exlíderes políticos. 21 bls
Y por la inserción en ese contexto, la autonomía juega un papel
ambivalente. Se logró con ella la independencia de las universidades
frente al Estado, pero se inició así, una relación dialéctica que marcó
su colaboración o enfrentamiento. En la Argentina de Córdoba,
el movimiento de reforma estuvo íntimamente vinculado a la emer­
gencia de las clases medias y a su participación política global, y
representó un instrumento de modernización y oposición a las tra­
dicionales oligarquías agrarias del diez y nueve. 22 Pero en otros
21 bis Sobre estos aspectos la bibliografía ha sido extensa en los últimos años. Ver
especialmente Darcy Ribeiro, op. cit.; Paul Ricoeur, Perspectivas de la Universidad
contemporánea para 1980. México, UNAM, 1972; Aldo Solari, “Los movimientos
estudiantiles universitarios en América Latina”, Revista Mexicana de Sociología, vol.
29, núm. 4, 1967; Jorge Graciarena, “Clases medias y movimiento estudiantil. El refor-
mismo argentino: 1918-1966”, Revista Mexicana de Sociología, vol. 33, núm. 1, enero-
marzo de 1971, y Carlos Rama, Las universidades latinoamericanas en la actual época
de transición. México, UNAM, 1972. Una visión norteamericana de la politización
universitaria de la región entendida como un proceso patológico puede verse en
Seymour Lipset, “Students and Politics”, en Lipset & Wolin, The Berkeley Student
Revolt. Garden City, N. Y. 1965; John Harrison, “The Latin American University.
Present problems viewed trough the recent past”, en The Task of Universities in a
Changing World. Stephen D. Kertsesz, editor. Notre dame: university press, 1971 y
del mismo autor “The confrontation with the Political University”, The annals of
the american Academy of Political and Social Science. Philadelphia, march, 1961, pp.
74-79; y James F. Tiernery, “Higher education in Latin America in era of Change”,
en Universities Facing the Future, London, Evans Brothers 1972. El enfoque paterna­
lista y parcial, especialmente de Lipset, se mostró incompleto y su incomprensión de
los problemas estudiantiles se hizo evidente al mostrarse incompetente de predecir los
movimientos contestatarios de los países en desarrollo, incluso el de su propio país
que se gestó a su vista.
22 Los diversos actores que tratan de interpretar el movimiento reformista de
Córdoba coinciden en considerarlo como un típico movimiento clasemedista vinculado
a procesos de ascenso de estas capas en Argentina, como en otros países más tarde.
Naturalmente sus programas fueron casi siempre justificados y, en general, se orientaron
a constituir una romántica “república de estudiantes”, idea que rápidamente se vio
rebasada por los acontecimientos. En el propio Manifiesto Liminar, se defendían de
ser acusados de “insurrectos en nombre de un orden que no discutimos, pero que
nada tiene que hacer con nosotros”. Tratando de poner al día el decálogo de Córdoba,
Manuel Agustín Aguirre a partir del 71, ha insistido en el Ecuador en una Segunda
30 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

países, no tiene el mismo significado. En Venezuela, según apunta


Alberto Sánchez, hubo que limitar la autonomía en la universidad
para “contrarrestar el carácter tradicionalista y ‘reaccionario’ del
cuerpo docente preconstituido y abrir el campo a las autoridades
de tipo ‘progresista’ o democrático, de acuerdo con el régimen impe­
rante hasta 1948”. 23 En algunos procesos revolucionarios las uni­
versidades han jugado un papel conservador en uso de su autonomía.
Durante la revolución guatemalteca (1944-54), los grupos conser-
reforma que incluya función social, estudio de problemas nacionales, cogobierno
paritario, creación de cultura nacional, revolucionarismo, antimilitarismo y puertas
abiertas, "La ofensiva cultural del neoimperialismo norteamericano en la América
Latina y el Ecuador, y la segunda reforma universitaria”, Problemas del desarrollo,
año rv, núm. 14. México, mayo-julio de 1973, pp. 157-166. En Bolivia, el movimiento
reformista ha tenido una radicalización marxista desde sus orígenes. En la Convención
de Estudiantes de 1939, se afirma claramente que su movimiento aparece como “la
negación histórica del proceso reformista anterior.. . una subordinación de los pos­
tulados generales de la clase trabajadora, tanto en el orden nacional como en el
internacional. Luchar por la reforma es, pues, luchar por la justicia social. La reforma
se convierte así, en un aspecto definido por la lucha obrero-campesina por la inde­
pendencia económica y espiritual de la nación y por la emancipación social de los
trabajadores contra la feudal burguesía y el imperialismo.. .” En 1954, con esos
antecedentes, se produce el primer movimiento de "revolución universitaria” siendo
ocupados los centros y formados consejos paritarios con participación del movimiento
sindical que cuestionaba el tipo de educación superior. El Primer Congreso de Tra­
bajadores incluyó en su Programa de Principios "la nacionalización y democratización
de la enseñanza”, que propugnaba la centralización en manos del Estado de todos los
niveles educacionales inclusive el universitario y la promulgación de un Estatuto
Único para a universidad boliviana. Extinguido este proceso, durante el gobierno de
Juan José Torres, se produjo una nueva versión de la revolución universitaria, con
base en asambleas populares, voto universal para elegir autoridades, veto estudiantil
para resoluciones, milicias armadas universitarias, creación de Comités Constituyentes
Revolucionarios, movimiento que terminó a la caída de Torres. Pocos meses antes de
ese hecho, algunos dirigentes estudiantiles se manifestaban así: "Hemos creado mi­
licias armadas universitarias para la defensa de la autonomía y el proceso revolucio­
nario. Estudiantes que han recibido entrenamiento militar se encargan de impartirles
clases a los milicianos dentro de la propia Universidad” ... “el veto estudiantil nos
garantiza que no pueden ingresar a la Universidad elementos derechistas... estamos
representados en todas las organizaciones fabriles y los centros mineros... organiza­
mos grupos armados junto a la Central Obrera Departamental y llegamos a controlar
la ciudad (Oruro) ... en nuestra universidad hemos hecho una de las transformacio­
nes más profundas al incluir la participación obrera dentro del Consejo Supremo
—máximo organismo de la universidad— el que está integrado por nueve profesores,
nueve estudiantes y diecinueve trabajadores.. .” OCLAE, núm. 8, 1975. Este problema
de la revolución universitaria merece un estudio especial que rebasa el de este ensayo.
Ya Salvador Allende, en discurso memorable en la Universidad de Guadalajara en
México, llamaba la atención en el hecho de que la revolución no pasa por las uni­
versidades, lo que por otra parte Metternich señaló en 1819 en carta a von Gentz,
pero completando la argumentación con esta frase lapidaria: "Pero si el mal no es
extirpado, saldrá de ellas toda una generación de revolucionarios.”
23 Luis Alberto Sánchez, La universidad latinoamericana, op. cit., pp. 55 y 56 y
Foción Febres Cordero, Reforma universitaria. Caracas, Imprenta Universitaria, 1959,
pp. 59 y ss.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 31

vadores hicieron uso del activismo estudiantil y de los tradicionales


cuerpos docentes, para enfrentarse al proceso de reformas y además
formar los cuadros fascistas que después de 1954 han integrado,
hasta hoy, con diversos matices, variados gobiernos derechistas. Hans
Albert Steger ha hecho notar cómo México es el único país de
Latinoamérica en el que la revolución política precede a la revo­
lución universitaria y en el que a su turno ese movimiento político
es anterior a la revolución rusa y cómo en ese contexto las aspira­
ciones a la autonomía universitaria tengan “desde el comienzo un
carácter reaccionario y antirrevolucionario” traduciendo “el intento
de excluir a la Universidad del desarrollo revolucionario general de
la sociedad” donde un Estado progresista asumió la tarea de la
educación popular a través de una cruzada misionera laica. 24 Si
no se recuerda ya lo que ocurrió en México en la época de Lázaro
Cárdenas, convendría refrescar un poco la memoria. Atrincherados
en el principio de la autonomía universitaria y utilizando las formas
de gobierno “las fuerzas reaccionarias se apoderaron de la institución
para ejercer presión sobre el gobierno cardenista y tratar de frenar
así el proceso de transformaciones sociales que estaba promovien­
do...” 25

C. Una consideración aparte: la autonomía territorial

Una especie de autonomía territorial existió desde la Edad Media


en un arreglo tácito de no agresión entre las comunidades de estu­
diantes —ya desde entonces revoltosos y díscolos— y los habitantes
de las ciudades que preferían observarlos de lejos, segregados en
sus recintos “invulnerables”.
En la nueva formulación contemporánea del principio autonó­
mico, este elemento ha venido a ser uno de los más perturbadores.
En una confusión —a veces intencionada— se mezclan conceptos
relacionados y a veces contrapuestos: soberanía, autonomía, invio­
labilidad domiciliaria, fuero, extraterritorialidad ... En un prin­
cipio, la defensa del recinto se hacía en nombre de la búsqueda de
libertad para manifestaciones políticas contestatarias y ejercicio irres­
tricto de docencia libre. Pero últimamente, en algunos países, en
las ciudades universitarias se ha comprobado la actividad incontro-
24 Hanns-Albert Steger, El movimiento estudiantil revolucionario latinoamericano
entre las dos guerras mundiales. México, Colección Deslinde, UNAM, 1972, pp. 16
y ss.
25 Francisco López Cámara, Hacia una concepción dialéctica de la autonomía uni­
versitaria. México, Colección Deslinde, UNAM, 1974, pp. 7-8.
32 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

lada de delincuentes comunes —ladrones de vehículos y bienes mue­


bles, provocadores policiacos, traficantes de drogas, etcétera— frente
a los cuales, las autoridades universitarias se encuentran inermes,
lo que da una nueva dimensión al problema.
En algunas legislaciones se ha reconocido el principio. La Ley
de diciembre de 1961 en la República Dominicana declaró que
todos los terrenos y edificios utilizados y reservados para la Ciudad
Universitaria son propiedad de la Universidad, y en párrafo especial
de su artículo 2 indica que: “Se delimitará el recinto universitario
en el cual no podrá penetrar autoridad alguna sin permiso o sin
el asentimiento de la autoridad universitaria competente”, que más
tarde fue dejado sin vigor.26 En el Estatuto de 1966 se apunta
que “los recintos y muebles” de la Universidad son “inviolables”
y que su vigilancia y el mantenimiento del orden dentro de ellos
son de la competencia y responsabilidad de las autoridades univer­
sitarias, y que ninguna autoridad pública podrá penetrar en dichos
recintos, ni acceder a los muebles, sin la autorización del Consejo
Universitario (art. 108). Otro artículo (109) es aun más explícito
al indicar que todas las edificaciones, terrenos, fincas, vías y, en
general, bienes inmuebles, con sus anexidades y dependencias, así
como los lugares de su propiedad, o no, en los cuales se realicen,
de modo permanente u ocasional, actividades docentes, de inves­
tigación, administrativas, culturales, recreativas o de cualquier otro
carácter, y las residencias de profesores, investigadores, estudiantes
y empleados que sean propiedad o estén arrendados o usufructuados o
de cualquier forma destinados por la Universidad a esos fines, son
inviolables, no sólo por los particulares, sino también, y de manera
principal, por las autoridades públicas nacionales, provinciales, muni­
cipales o de otra clase, cualquiera que sea la fuente de donde se
originen sus poderes, facultades, atribuciones o derechos; dichas
autoridades no podrán penetrar en ellos, ni realizar su allanamiento,
a menos que sean requeridas por el Consejo Universitario. La
conservación del orden en los lugares antes indicados, cuya enun-
26 "Las autoridades universitarias han demostrado anteriormente que nunca con­
fundieron el Fuero con la extraterritorialidad. Que por iniciativa motivada o por
petición fundada de los poderes públicos se alzó su valladar para que funcionarios
judiciales realizaran indagaciones. Entienden que como institución humana el Fuero
Universitario es susceptible de perfeccionamiento y que debe cumplir ajustadamente
su misión sin dar indebido amparo a otros propósitos. Pero consideran que una peti­
ción no sustanciada ni concretamente motivada para la entrada de fuerzas policiales
jamás debió ser seguida inopinadamente por la supresión del fuero.” Comunicado del
Consejo Universitario sobre el Fuero Universitario (a propósito de la ocupación poli­
cial de Ciudad Universitaria) de 13 de junio de 1964.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 33

ciación no es limitativa, corresponde única y exclusivamente a las


autoridades universitarias.
En Venezuela, la discusión ha sido persistente, desde que la
Ley del año 58, declaró que “el recinto de las Universidades es
inviolable”; que su vigilancia y el “mantenimiento del orden” dentro
de él son competencia de sus autoridades y que no podrá ser allanado
sino para impedir la consumación de un delito o para cumplir
las decisiones de los tribunales. La definición de lo que es el “recinto”
y de cuál “orden” es el que debe protegerse así como la compe­
tencia de las autoridades universitarias, fueron la base de discusión.
En una interpretación discutida, se consideró que el mantenimiento
del orden público corresponde al Estado como una función inde­
legable y que el gobierno universitario estaba únicamente obligado
a mantener el orden académico en general, ya que de otra manera
debería estar autorizado para organizar fuerzas policiacas paraestata­
les. Y un intento de reglamentación quedó en proyecto por el temor
a tratamiento de asunto tan espinoso. 27 Una viva polémica condujo a
una sustancial modificación de toda la legislación —como apun­
tamos en otro lugar de este estudio— que alcanzó también este
aspecto. La comisión especial que estudió la crisis universitaria
—en el 69— indica que se ha llegado a la:
Desnaturalización del concepto de la autonomía universitaria, que,
bajo la la constante presión de minorías violentas y cargadas de ideo­
logías subversivas, ha llegado a ser confundido con la idea de Sobe­
ranía, para ser opuesta así, al propio Estado democrático —y que
en la reforma, entre otros puntos, debe— disiparse toda confusión
entre los conceptos de autonomía y de inviolabilidad del recinto
universitario, y la inaceptable pretensión de Soberanía frente al Estado
por parte de instituciones que precisamente, constituyen instrumentos
de realización de fines parciales en ese Estado.
21 “... se hace necesario examinar como cosa previa, si ‘la conservación de la paz
pública y la recta aplicación de las leyes en el territorio nacional’ (orden público),
que impone la Constitución de la República al Poder Nacional y en especial al Eje­
cutivo es o no delegable. Porque si no es delegable y tal fue la intención del legislador
en el artículo 6’ de la Ley de Universidades, la disposición seria contraria a la Cons­
titución Nacional y procedería su anulabilidad. Y, efectivamente, la doctrina y la
jurisprudencia más aceptadas están concordes en que la función de mantener el orden
público es privativa e indeclinable de parte del Estado y, por ende, no puede ser
delegada. Es posible, entonces, que el legislador, en la disposición comentada, se
refiriese exclusivamente al orden docente y académico, los únicos que están en
capacidad de establecer, mantener y garantizar las autoridades universitarias.” Virgilio
Torrealba Silva, Universidad y autonomía. Sentido, alcance e interpretación de la
autonomía universitaria. Caracas, Universidad Central, 1964, p. 21.
34 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

Y el presidente Rafael Caldera, a ese propósito apuntó que:


Deseamos una Universidad autónoma, pero no como una especie
de soberanía y extraterritorialidad adonde no lleguen las leyes o
las instituciones del Estado democrático, sino una Universidad, cuya
autonomía encaje dentro del ordenamiento jurídico fundamental que
tiene la república.

Y en el artículo 7° de la Nueva Ley de 1970 se mantuvo el prin­


cipio, pero se definió el concepto de “recinto”28 y se atribuyó
expresamente a las autoridades nacionales y locales la vigilancia de:
Las avenidas, calles y otros sitios abiertos al libre acceso y circu­
lación y la protección y seguridad de los edificios y construcciones
situadas dentro de las áreas donde funcionen las universidades, y
las demás medidas que fueren necesarias a los fines de salvaguardar
y garantizar el orden público y la seguridad de las personas y de
los bienes, aun cuando éstos formen parte del patrimonio de la
Universidad.

También en el fallido intento de reforma universitaria enca­


minado por el presidente Salvador Allende, en Chile, se consideraba
este problema. En el acto de entrega del Estatuto, afirmó que sería
decidido partidario “del respeto más absoluto a la autonomía uni­
versitaria y por cierto, a su inviolabilidad territorial” y en el mismo
acto, el rector, al recibir el documento, se congratulaba de que en
él se hubiera introducido “el concepto de autonomía territorial”. 29
Usual es la acusación de pretender constituir “un Estado dentro
de otro Estado”, derivada de la mixtificación a que nos hemos
28 Se entiende por recinto, el “espacio precisamente delimitado y previamente des­
tinado a la realización de funciones docentes, de investigación, académicas, de exten­
sión o administrativas, propias de la Institución”.
20 Informaciones y documentos universitarios, núm. 112. Santiago, Departamento
de Extensión Universitaria y Acción Social de la Universidad de Chile, 1971. El artículo
4’ decía: "La Universidad de Chile garantiza a todos sus miembros dentro de cada
una de sus estructuras y organismos, y a cualquiera dentro de su ámbito, la libre
expresión y coexistencia de las diversas ideologías y corrientes de pensamiento, sin
otra limitación que su ejercicio se sujete a normas de respeto mutuo. Para este
efecto, los recintos universitarios son inviolables y ninguna autoridad ajena a la
Corporación o sus representantes podrá ejercer sus atribuciones en ellos sin anuencia
de la autoridad universitaria que corresponda." La revista Anales de la Universidad de
Chile, presentó un cuestionario a un grupo de maestros sobre algunos aspectos de
esta reforma. En él, Fernando Castillo Velasco daba la siguiente justificación al prin­
cipio de la autonomía territorial: “El lenguaje de la Universidad y el de la policía
política no son idénticos. Se requiere, por tanto, una traducción. Se requiere, por
tanto, la mediación de las autoridades académicas. Y esto es lo que entendemos
por extraterritorialidad relativa.”
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 35

referido.30 Extraterritorialidad es un concepto de derecho inter­


nacional que hace relación a la aplicación de leyes a extranjeros
en casos especiales, en tanto que la inviolabilidad es un concepto
de derecho privado, que hace relación a derechos de las personas
jurídicas. El artículo 43 de la Constitución ecuatoriana de 1967 —hoy
sin vigencia— sitúa el problema: las universidades y las escuelas
politécnicas —dice— son autónomas y se rigen por la ley y estatutos
propios; para la efectividad de esta autonomía, la ley propendrá
a la creación del patrimonio universitario. Los recintos son invio­
lables, y no pueden ser allanados sino en los casos y términos en
que pueda serlo la morada de una persona. Su vigilancia y el
mantenimiento del orden interno son de competencia y de respon­
sabilidad de sus autoridades. Así que:
Se asimila inviolabilidad de los recintos universitarios “a la morada
de una persona”, es decir a su domicilio, al que no puede penetrarse
sino con la autorización del dueño de casa o de la autoridad del
establecimiento, como en el caso de las Universidades, o con orden
judicial de autoridad competente, al tratarse de un delito común.31
30 En el proyecto de ley ecuatoriana de 1970, se dice que: "La Universidad del
Ecuador tiene autonomía, entendida en su estricto y fecundo significado, que no es el
de soberanía ni extraterritorialidad”, Manuel Agustín Aguirre: “El proyecto de Ley de
educación superior, nueva Carta Negra de esclavitud universitaria.” Universidades,
revista de UDUAL, año x, núm. 42, octubre-diciembre de 1970, pp. 86-95. También
la reciente Ley Fundamental de la Universidad Boliviana, Decreto-Ley 12.972, en su
artículo 13 indica que "ninguna universidad posee, ni puede invocar privilegio de
extraterritorialidad y por ello, no puede pretender, en ningún caso, la interpretación o
aplicación del concepto de autonomía en oposición a la soberanía nacional y de todos
los atributos inherentes a ésta”.
31 Bayardo Tobar y Francisco Muñoz, “La autonomía universitaria y la ley de
educación superior de 1966”. Memorias del Primer Congreso Nacional de Universida­
des y escuelas politécnicas del Ecuador. Quito, mayo de 1973, p. 169; también José
María Vivar Castro, "Principios inmanentes de la Universidad ecuatoriana”, idem.
En el año 73, las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de México, soli­
citaron que se cumplieran órdenes de aprehensión contra personas denunciadas por
la propia Universidad, acusadas de cometer delitos comunes, lo que trajo como conse­
cuencia el ingreso de la policía a la ciudad universitaria. Este hecho —muy discutido—
determinó que varios distinguidos universitarios se pronunciaran sobre el tema:
"... autonomía, no es, en ningún caso, extraterritorialidad, y no lo es porque el pueblo
soberano se otorgó su Constitución, la que nos rige a todos ... y, por tanto, no existen
en México ínsulas donde no se aplica la Constitución. La Universidad no es un
Estado dentro del Estado. La Universidad no está al margen del orden legal creado
por la Constitución”. Jorge Carpizo MacGregor, “Argumentos, responsabilidad, acción.
Cómo defender la Universidad”, diario Excelsior, 18 de agosto de 1973. "El problema
de la autonomía ha sido muy discutido y se ha insistido en que autonomía no equivale
a extraterritorialidad. No es el caso, por ejemplo, de las embajadas que se encuentran
en locales sustraídos al orden jurídico del país, obedeciendo a un estatuto interna­
cional ... En relación al domicilio, hay que tomar en cuenta qué es lo que protege el
artículo 16 constitucional, a través de la orden de cateo. El artículo 16 establece que
36 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

El Consejo Ejecutivo de la Unión de Universidades de América


Latina, en 1966, acordó hacer suya la declaración de la Asociación
las autoridades policiacas sólo pueden penetrar en un domicilio particular, si tienen
en su poder una orden de cateo expedida por un juez, en la cual se diga qué personas
y qué objetos se van a buscar en un domicilio particular; esto, claro, cuando la
persona titular de ese domicilio se opone a la entrada de la policía; si la persona
accede o inclusive llama a la policía, no se le puede pedir a esta última que exhiba
orden de cateo. Si en un domicilio particular penetran ladrones y el jefe de la familia
llama a la policía para sacarlos, sería absurdo que después pidiese la orden de cateo,
que sólo es necesaria cuando el titular del propio domicilio se opone a la entrada
de la policía. Por otra parte, el domicilio de la Universidad no es un domicilio
privado porque la Universidad es una institución pública; pero independientemente
de cualquier otra consideración sobre si el artículo 16 también ampara el domicilio de
las instituciones públicas o solamente el de las personas privadas, en el presente
caso este problema está fuera del debate porque fueron las autoridades universitarias
las que pidieron esta intervención, no precisamente en la Ciudad Universitaria, sino
que se encontraran las personas contra las cuales se había expedido las órdenes de
aprehensión respectivas. Si la policía intervino y entró fue porque las autoridades
universitarias lo autorizaron." Entrevista. Habla el Dr. Fix-Zamudio. Los Universita­
rios, periódico mensual, UNAM, núm. 9, 31 agosto de 1973, p. 9. “Esta consagración,
santificación del concepto, ha llegado a hacer que se considere que la autonomía,
es una forma específica de soberanía y que, por tanto, la Universidad es un verdadero
Estado independiente, dentro del Estado mismo; que los estudiantes gozan y disfrutan
también del beneficio de la extraterritorialidad y que, en consecuencia, los recintos
universitarios son lugares sagrados, reductos inviolables y en definitiva, asilo de los
universitarios y —desgraciadamente muchas veces— asilo de fascinerosos. Así, pues,
para la mayoría, la autonomía significa soberanía y, más aún, soberanía absoluta,
inalienable e imprescriptible. La Universidad como soberana y autónoma —se afir­
ma— puede darse sus propias leyes, designar sus propias autoridades y vivir una
situación de autarquía, de autosuficiencia. En resumen —se pretende— que la Uni­
versidad como entidad soberana, vive y se desenvuelve enfrente del Estado, que
debe respetar su autonomía y con ello, de abstenerse de intervenir en cualquier
aspecto —positivo o negativo— de la vida y de la actuación de los universitarios ...
La Universidad no es soberana; no puede dictar sus propias leyes, sino que es el
Estado quien norma su estructura y su funcionamiento. La universidad es un orga­
nismo descentralizado y autónomo del Estado. La Universidad no tiene, en lo que se
refiere a sus bienes inmuebles, ningún derecho de extraterritorialidad y los hechos
—de una manera especial si revisten el carácter de delitos— que se ejecutan dentro
de los edificios universitarios, caen bajo la sanción de las leyes penales —y por tanto
de las autoridades represivas y judiciales—, como en el caso de cualquier otro orga­
nismo descentralizado.” Alfonso Noriega, “De la autonomía”. Los Universitarios,
núm. 9, 31 de agosto de 1973, p. 8. “Se viene jugando con una frase que dice que
‘la autonomía no es extraterritorialidad’. I.a aceptamos de una manera general, por
cuanto siempre hemos sostenido que el pueblo, en un acto de soberanía creó su
Constitución, a la que estamos sometidos todos, y en particular el rector y los poderes
públicos, los que para el pensamiento democrático son únicamente el conjunto de
funcionarios designados de conformidad con las normas constitucionales y legales para
cumplir la voluntad popular. Partiendo de estos principios definimos la autonomía
universitaria como ‘la potestad constitucional de la cultura de vivir y desarrollarse
libremente, sin más limitación que respetar el orden jurídico plasmado en la Carta
de Querétaro’. Pero justamente porque la autonomía significa una vida plenamente
libre dentro del orden constitucional, implica la potestad de exigir que la respeten
todos, incluidas sus autoridades, y el derecho de reclamar que los poderes públicos
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 37

Internacional de Universidades de Tokio, y por su parte agregó


que:
El complemento natural de la autonomía y su cabal ejercicio estriban
en el respeto al recinto universitario, que ha sido inviolable desde
hace siglos y que si ahora no lo es por dictado de la ley, sí lo es
por mandato de la historia y de la tradición, ya que constituye una
garantía para la dignidad de profesores y estudiantes en el libre
ejercicio de su vida universitaria. 32

D. Universidad privada y autonomía

En el siglo pasado, solamente existía una universidad privada:


la Pontificia Universidad Católica de Chile, fundada en 1880, sobre el
esquema de la de Lovaina, aprovechando el tránsito flexible hacia
el liberalismo en dicho país. Durante el presente siglo su número
aumentó vertiginosamente y la tendencia continúa. En 1970, de
un total de 272 universidades en América Latina, 159 eran oficiales
y 113 privadas, es decir, que el 42% de instituciones eran del
último carácter.33 Y en Argentina, su número, 23, había superado
a las oficiales, 15. En tanto los regímenes liberales mantuvieron
su pureza, el Estado ejerció el monopolio educacional y cerró la
puerta a las distintas órdenes religiosas, incluso, expulsando a los
cumplan puntualmente la Constitución, el orden jurídico y la libertad de la Casa de
la Cultura. Por lo tanto, la frase: 'autonomía no es extraterritorialidad', no quiere
decir que los universitarios tengamos que sometemos a las veleidades de funcionarios
que no saben cumplir sus deberes...” Mario de la Cueva, "La crisis de la Univer­
sidad. Ir al fondo del problema”. Excelsior, 14 de agosto de 1973; y el mismo maestro
de la Cueva, insistía sobre el tema: se “... piensa que es inadmisible la afirmación de
que la no territorialidad sólo puede aceptarse de una manera general porque supon­
dría una extraterritorialidad particular. Y así es en efecto, porque si la Constitución
dispone que el poder judicial es el único que puede autorizar la entrada de la policía
al domicilio de la cultura, resulta indudable que ante el poder ejecutivo disfruta
del fuero de la extraterritorialidad”. “Una nueva Universidad. Pasión y razón de su
futuro.” Excelsior, 21 de agosto de 1973.
32 Circular 6/6 de la Secretaria General de VDUAL, de 19 de agosto de 1966.
También la UDUAL, en la letra b) de la Resolución núm. 5 condenó los “allana­
mientos ilegales del recinto universitario” como atentados contra la autonomía.
Sin embargo —afirma Luis Manuel Peñalver— “si es cierto que la autonomía terri­
torial no aparece en la Ley, pervive en cierto grado, en la práctica, por influencias
afectivas, emocionales hacia la comunidad universitaria, en la misma forma en que
el estudiante y a veces el profesor universitario gozan de un fuero especial no definido
en la ley, pero presente y vivo muchas veces en los problemas que surgen entre auto­
ridades, jurisdicciones, y los miembros de la comunidad universitaria”. Autonomía,
planificación ..., op. cit., p. 7.
33 Información procesada en el Departamento de Estadística de la Secretaría Gene­
ral de la UDUAL.
38 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

clérigos del territorio nacional y prohibiendo el ejercicio del culto.


Pero paréntesis conservadores fueron aprovechados para rehacer su
magisterio. En México, la Revolución del 10, la lucha religiosa
y el socialismo formal educativo oficial, parecían haber terminado
con la enseñanza religiosa, pero con la tolerancia abierta en la
década del 40, la educación privada y católica adquirió un gran
desarrollo. En Argentina, la Ley Avellaneda fijó la tendencia laica
que fue respetada por la Ley peronista de 1946, que sin embargo,
abrió la puerta a la enseñanza religiosa en las escuelas públicas y
que permitió que fácilmente se estableciera en 1958 el régimen
de universidades privadas.
Inicialmente la motivación fundamental de su aparecimiento, fue
la reacción defensiva de la Iglesia católica contra el laicismo, inscrito
en los programas liberales triunfantes. Se trató de colocar de nuevo
a la teología como el centro unificador de la enseñanza y la inves­
tigación en una nueva perspectiva. Y por esto, los centros católicos
fueron y son los más importantes y numerosos de la región. Pero
más tarde, coadyuvan otras causas y se desarrollan centros privados,
aunque laicos.
A esta situación conlleva un desarrollo económico, aunque inci­
piente de la región, que hace surgir intereses privados importantes;
una explosión demográfica que provoca una demanda de educación
superior que el Estado está en imposibilidad de satisfacer en forma
total. Y un último ingrediente ideológico, de no menor impor­
tancia, que se preocupa por la actitud crítica de las comunidades
universitarias, especialmente en su sector estudiantil. Las univer­
sidades nacionales, después de la reforma de Córdoba, inscribieron
en su presencia, la participación política de los estudiantes, muchas
veces vinculada a las reivindicaciones de sectores extrauniversitarios
y en sus programas académicos el estudio de los problemas nacio­
nales y la crítica del orden establecido. Sectores de la iniciativa
privada y de la jerarquía de la Iglesia católica, cercanamente vincu­
lado a ellos, propician la fundación de nuevos centros en busca
de despolitizar a la población estudiantil, suprimir eventuales cen­
tros de peligrosidad y crear cuadros profesionales asépticos para
su servicio. 34
En general, estos centros privados carecen de autonomía en el
sentido que en este trabajo se indica. Característica especial es que
dependen de una institución extraña, la que fija sus objetivos, los
31 Ver Jorge Mario García Laguardia, "Régimen de las Universidades privadas”,
Legislación universitaria de América Latina. México, UNAM-UDUAL, 1973, pp.
187-203.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 39

dota de patrimonio y designa sus autoridades. 35 Sin embargo, con


respecto al gobierno nacional, muchas veces son más autónomas
que las nacionales, ya que el Estado les reconoce ese carácter y
muchas veces ejerce inadecuadamente su deber de supervisión del
sistema educativo.36 El Decreto 518 de Nicaragua, 37 afirma que
la Centroamericana —católica— es una “universidad autónoma”
que podrá fijar planes y programas, efectuar exámenes generales
de grado, “extender diplomas para fines de promoción académica
a fin de que las autoridades del Estado expidan el título académico y
profesional correspondiente”, afirmación que se reitera en el artículo
2 de sus Estatutos al considerarla “autónoma, privada y sin fines
lucrativos, creada a perpetuidad ...”
En los últimos años, la primigenia estructura rígida, especial­
mente dentro de las católicas, está en proceso de liberalización. Ya
con motivo de la preparación de la reunión de Kinshasha, varios
rectores y educadores católicos se reunieron en los Estados Unidos,
a efecto de preparar materiales de trabajo y en una Declaración,
reivindicaron libertad de investigación y autonomía real de las
universidades católicas frente a la autoridad —fuera laica o clerical—
y protestaron contra el “imperialismo teológico y filosófico”. 38
Y en febrero de 1967, se realizó un seminario de expertos sobre
la misión de la Universidad Católica en América Latina —en Buga,
Colombia— que produjo un documento de trascendental impor-
35 René Thery, apunta cómo, las católicas dependen de una autoridad eclesiástica
exterior y cómo esta subordinación es “más sensible cuando la Universidad está ca­
nónicamente instituida”. Indica cómo, la jerarquía tamiza los nombramientos de auto­
ridades, pero después deja mucha más libertad de la que se supone para su actuación,
y llama la atención en el hecho de que la autoridad exterior de la jerarquía es
aceptada voluntariamente: “... nosotros que vivimos, desde dentro, la vida de la Uni­
versidad Católica, no podemos alarmarnos de restricciones a la autonomía, que, al
menos en su principio, responden a nuestros anhelos profundos: una subordinación
que es deseada y amada, no es una heteronomía... emanciparnos de la Iglesia no
tiene sentido: sería convertinos en un cuerpo extraño, y por tanto, finalmente, esté­
ril”. L’autonomie des Universités Catholiques, Federation Internationales des Univer-
sites Catholiques, Monographies, 2. Louvain, imprimerie SINTAL, s. f., p. 32.
36 El Consejo Académico de la Universidad Nacional de Colombia, el 7 de mayo
de 1971 expidió un comunicado en el que se queja de que mientras sobre la Univer­
sidad Nacional se ejerce un control gubernamental muy fuerte "se soslaye simultá­
neamente la inspección y vigilancia sobre la universidad privada que, paradójicamente,
es la que en resumidas cuentas resulta protegida por el concepto de autonomía”.
37 Gaceta Oficial. Managua, 13 de agosto de 1960.
38 “The Idea of the Catholic University”, publicado por la Federación Internacio­
nal de Universidades Católicas, reúne el resultado de las discusiones.” Boletín del
Centro de documentación de las organizaciones católicas de enseñanza, núm. 14,
octubre de 1967, p. 8. Ver también Octavio Derisi, Naturaleza y vida de la Universidad.
Buenos Aires, EUDEBA, 1969 y André Delobelle, Die Katolische Universtat in Latein
amerike. Cuernavaca, México, CIDOC, 1968.
40 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

tancia cuyos puntos centrales son: búsqueda de diálogo con uni­


versidades estatales y confesionales no católicas, fuerte autocrítica
de su gestión, impulso de un cambio de la estructura de poder,
apertura a los sectores laicos y rechazo a la tradicional actitud
“defensiva”.
La búsqueda de autonomía está en el centro de las discusiones
y resoluciones:
Todo monarquismo —dice la resolución— sea estatal, eclesiástico o
de cualquier otro género, contradice el ser mismo de la Universidad.
Las autoridades universitarias han de representar verdaderamente las
células vivas a las que nos hemos referido, y por lo mismo, ser
elegidas por ellas. 39

Y concretamente sobre el tema se aprobaron dos resoluciones:


Libertad académica. Debe garantizarse la debida libertad académica
de investigación, de pensamiento y palabra, al hacer conocer humilde
y valientemente su manera de ver en el campo de su competencia.
Autonomía. Revisar la estructura de poder, dando participación
en el gobierno de la institución y en la elección de sus autoridades
a los profesores y estudiantes, en todos los niveles. Esta revisión ha
de llevar consigo la descentralización del poder. La autonomía es
un requisito indispensable para la libre investigación, por este motivo
es necesario defender celosamente la autonomía de la comunidad
universitaria frente a presiones estatales, a grupos políticos, empre­
sariales y a fundaciones. Esta autonomía, sobre todo en el aspecto
académico, ha de mantenerse también en las relaciones de las uni­
versidades con la jerarquía y los superiores religiosos. 40

El secretario del Departamento de Educación del CELAM, se


percataba —con razón— de la importancia de este evento:
... así como Córdoba, a partir de 1918, se volvió símbolo de la
reforma universitaria... así también Buga puede constituirse en
símbolo de la renovación de lo que la Iglesia busca con la Uni­
versidad Católica.

Con estos apoyos institucionales y el cambio de espíritu que


flota dentro de la Iglesia después del Concilio Vaticano II,41 se
30 La misión de la Universidad Católica en América Latina. Declaración del Semi­
nario de Buga, Colombia, 12-18 de febrero de 1967.
«o Universidad católica, hoy. Documentos del Seminario de Buga. Bogotá, Departa­
mento de Educación del CELAM, 1967.
41 “El gran mensaje del Concilio para muchos católicos formados en el dogmatismo
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 41

han producido importantes movimientos en algunas universidades


católicas de la región tratando de hacer efectivas estas resoluciones. 42
Y la Declaración de Buga, ha tenido diversas resonancias. Examinada
por la Congregación de Seminarios y Universidades —Roma, marzo
de 1967— aparecen ciertas precisiones de la jerarquía. Sobre la ini­
ciativa de creación afirma que:
Parecería que ... no pertenezca al Episcopado: lo cual sería inexacto.
Siendo consabido que las Universidades Católicas son por su natura­
leza de capital importancia para el logro del fin esencial de la Iglesia,
ellas no pueden ser sustraídas a la responsabilidad del episcopado.

Sobre descentralizar el poder con mayor participación de profe­


sores y alumnos, dice que es necesario un estudio de:
Las condiciones a las cuales hay que subordinar la concesión, a las
partes interesadas, del derecho de participar ya sea en la elección de
los varios cargos, ya sea en el ejercicio del poder ligado a los mismos,
en aquella medida que sea adecuada para garantizar la mejor marcha
de la Universidad. Ciertamente no es fácil llegar a la precisa concre-
tización de esta medida. 43

Y con respecto a las relaciones con la jerarquía señalaba:


y el autoritarismo conocidos (la censura, el secretismo, el régimen monárquico abso­
lutista, etcétera) fue que las críticas tradicionales al anacronismo eclesiástico ya no
surgían de los ‘enemigos’, sino del seno mismo de la ortodoxia. Más que los contenidos
concretos que se llegaron a revisar en cuanto a política educativa —aunque también
fueron importantes— lo que marcó un nuevo paso para los católicos educadores fue
el espíritu de revisión y libertad que abría el futuro a la esperanza de una verdadera
renovación.” Gabriel Cámara, “Innovaciones en escuelas católicas: el caso de Chihua­
hua, México”, Revista del Centro de estudios educativos, vol. i, núm. 4, octubre-
diciembre de 1971, p. 42.
42 Típica fue la conmoción de la de Valparaíso, en 1968, que inició el movimiento
regional y la de Guayaquil de 1972. Una importante publicación del Centro de
documentación de Cuernavaca, recoge material de primer orden sobre este proceso
reformista de la universidad privada. Valparaiso. Crisis de la universidad católica.
Junio-agosto de 1967. Cuernavaca, CIDOC, Dossier, núm. 8, 1968.
43 El temor a estas concesiones es evidente en autoridades universitarias: “La época
actual ha traído la participación activa de los estudiantes en la tarea universitaria,
y debemos felicitarnos de ello, porque encierra un bien inapreciable, con tal de que
sea mantenida dentro de los límites que impone la naturaleza misma de la labor
universitaria, bajo la ciencia y el gobierno de los maestros y autoridades de la casa.
Pero un desborde, que quiera atribuir a los alumnos participación decisiva o con
voto en el gobierno o conducción efectiva de la cátedra y más todavía de la Universidad
misma, conduciría a la desnaturalización de la propia vida universitaria y en ocasio­
nes a la caída del nivel académico y el caos de los estudiantes en esta vida.” Monseñor
Octavio Derisi, "Aporte de las Universidades Católicas al desarrollo de los pueblos de
América Latina”, La Universidad católica y el desarrollo. París, Federación Interna­
cional de Universidades Católicas, 1971, pp. 111-112.
42 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

Es éste un punto palpitante de actualidad, sobre todo en el aspecto


académico. No cabe duda que tal autonomía debe ser afirmada y sal­
vaguardada. Pero se trata de un problema de dimensiones especiales
en las relaciones con la Autoridad Eclesiástica. Se necesitará, pues, la
máxima serenidad y ponderación para realizar este estudio, a fin de
excluir la posibilidad de actos arbitrarios por ambas partes y asegurar
a la Autoridad Eclesiástica la efectiva dirección de la Universidad
Católica, sin obstaculizar no obstante las posibilidades de un diálogo
constructivo y de una verdadera colaboración de la Universidad
misma.

Esta cautela con que las autoridades se refieren al tema es cons­


tante. Los obispos reunidos en Medellin afirmaron que de acuerdo
con el Concilio:

Las Universidades Católicas han de esforzarse por integrar activamente


a sus profesores, alumnos y graduados en la comunidad universitaria,
suscitando su respectiva responsabilidad y participación en la vida
y quehacer universitario, en la medida en que las circunstancias con­
cretas lo aconsejan —lo que a criterio del arzobispo de Guayaquil—
tiende a crear el ambiente de corresponsabilidad, lo cual, en defini­
tiva, no es sino una forma de cogobierno.44

Y en este sentido, abusando un poco de las citas —esta vez nece­


sariamente— en el documento presentado a la Sagrada Congrega­
ción de Seminarios y Universidades por el Congreso Internacional
de Delegados de la Universidad Católica, en la reunión de Roma
de 1970 se afirma:

La autonomía de la Universidad Católica, hoy día es ser una Univer­


sidad al máximo sentido moderno de la palabra, con un fuerte com­
promiso y un interés por la excelencia académica. Para llevar a cabo
su enseñanza y sus funciones de investigación de manera efectiva, la
Universidad Católica debe tener una autonomía verdadera y libertad
académica, pero sin olvidar, que la libertad del investigador teológico,
a riesgo de una destrucción propia, básicamente descansa en los fun­
damentos de la revelación. Se sigue de esto que el Magisterio como
tal puede intervenir en una situación donde la verdad del mensaje
revelado sea puesto en duda.

+4 Bernardino Echeverría Ruiz, arzobispo de Guayaquil, "Las Universidades cató­


licas. Su historia. Su relación con los Papas y los Concilios. Su actualidad”. Universi­
dad, revista de la Universidad católica de Guayaquil, núrns. 10-11, 1970, p. 16.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 43

E. Autonomía, coordinación y planificación

En la Conferencia sobre Planeamiento de la Unión de Univer­


sidades de América Latina, del año 69, en Chile, el experto de
UNESCO, Jacques Torfs, fue especialmente drástico al denunciar
el academicismo, verbalismo e ineficiencia de la universidad lati­
noamericana. Para vincularse a los programas de desarrollo —afir­
mó— debe abandonarse “un privilegio que muchas Universidades
consideran sagrado y que es la autonomía”.45 Planteaba así un
punto central de la problemática actual de la Universidad. En uso
de su autonomía, muchos centros de estudios de la región, se han
marginado del proceso general de desarrollo, reduciéndose su papel
muchas veces a la producción de un “recambio” de cuadros para
un sistema al que verbalmente se rechaza, en un enfrentamiento
obligado —muchas veces con razón— con transitorios y conserva­
dores equipos de gobierno. Convertida en algunos países, en refu­
gio de políticos de izquierda que no encuentran posibilidad de
participación o expresión nacional, por la rigidez del sistema polí­
tico, o por desencantados o agotados exlíderes políticos, ha perdido
su vigor natural, enfrascada en estériles pequeñas batallas —muchas
veces de carácter burocrático subalterno— marginándose del real
proceso de cambio a que debiera estar vinculada en una situación
normal. 46
45 "La universidad promotora del cambio social”, en Primera Conferencia Latino­
americana sobre planeamiento universitario. Universidad de Concepción, Chile, sep­
tiembre 28-octubre 4, 1969. México, UDUAL, 1970, p. 182. En el trabajo insiste en la
afirmación: "El Plan Universitario, es obvio, no puede ser sino un elemento subsec­
torial de un Plan de Educación —y este mismo debe hacer parte de, y ser orientado,
por un Plan General de desarrollo Económico y Social. De cualquier ángulo que se
examine el problema, ya sea por sus objetivos, la matrícula, los recursos, un plan para
una Universidad no tiene sentido salvo que se encuentre totalmente integrado en un
conjunto de planes de jerarquía igual o superior... en otras palabras, no puede
existir ninguna autonomía universitaria en el campo de la planificación.”
46 "Esta estructura federativa, profesionalizada, rígida, autárquica, estancada, du-
plicativa, autocrática y burocrática tiene como atributos funcionales su extrema rigi­
dez, su tendencia al enquistamiento, su disfuncionalidad y su carácter elitista. La
función universitaria... depende frecuentemente de grupos que deben fidelidad
primero a las camarillas docentes internas, luego a círculos gremiales y, sólo muy
lejanamente a los reclamos de la sociedad nacional y sus requisitos de desarrollo . ..
muchas razones solemnemente invocadas en defensa del patrón académico ... apenas
disfrazan intereses inconfesables de cuerpos docentes únicamente empeñados en
defender sus empleos y preservar su área de poder y de prestigio.” Darcy Ribeiro,
op. cit., pp. 139-140. Aún más drástico o directo es Carlos Guzmán Bóckler: “...la
defensa de la autonomía se ha convertido, en el caso de los profesores y de las autori­
dades, en defensa de sus puestos; y en el caso de los estudiantes, en defensa de su
44 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

El abuso del principio de independencia se manifiesta en algu­


nos centros en verdaderas “autonomías concéntricas” de Facultades,
escuelas, cátedras . . . que producen una marginalización de las uni­
versidades del proceso de desarrollo nacional y una distracción de
importantes recursos en tareas menores. 47 Parece ser necesaria una
coordinación de todo el nivel de la educación superior alrededor
de un plan orgánico y de una vinculación de la tarea de las univer­
sidades dentro del sistema educativo nacional. Un subsistema de
educación superior bajo dirección universitaria que encuentre la
fórmula de integrarse al sistema nacional para participar en los
proyectos globales de desarrollo. Ante la crisis general de la región
se hace necesario formular una política nacional básica de educa­
ción superior manteniendo el principio de independencia:
Pueden y deben las universidades, bajo el amparo del estatuto legal
que las rige y sin menoscabar su autonomía, iniciar la discusión de
una política de educación superior estrechando vínculos de colabora­
ción con los distintos sectores públicos y privados que realizan acti­
vidades educativas del tercer nivel. El concepto de autonomía tradi­
cional, en boga durante la década del sesenta, ha sido rebasado por
los factores que hemos anotado y que ejercen acción deletérea so­
bre las universidades nacionales. La autonomía de cada universidad
debe ser sustituida por la autonomía de las universidades. Intentar
esfuerzos aislados para tratar de resolver crisis que parecieron peculia­
res de cada universidad es desafortunado, impráctico y dilatorio. El
concepto de autonomía tiene que armonizarse con el de coordinación
y cooperación educativa a nivel superior. 48
ascenso social. Ahora bien, todo esto se da en medio de una cantidad abundante
de acusaciones, recriminaciones, calumnias y un sin fin de cuestiones personales en
las que, so pretexto de conflictos ideológicos, se intenta proyectar en otros la mala
conciencia de cada cual.” “Universidad, nazificación y revolución”, en Colonialismo
y revolución. México, Siglo XXI Editores, 1975, p. 186.
47 Luis Manuel Peñalver, Por una reforma universitaria. Caracas, Cámara de Dipu­
tados, 1970. El mismo Peñalver en otro trabajo cita también una drástica afirmación
del educador brasileño Leites López: “... si se llegara a cerrar una de las grandes
universidades de un país de América Latina, el sistema económico social de ese país
no sufriría ninguna alteración; lo más que podría suceder sería la preocupación de
las familias por matricular sus hijos en otras universidades, el desplazamiento de un
cierto número de profesores que tendría que buscar nuevas posiciones en el país o
en el extranjero; pero el cierre de esa universidad, no detendría ningún proyecto de
interés económico o social para el país. La economía continuaría, como ha sucedido
en el pasado y sucede en el presente, dependiendo de la ciencia y la técnica extran­
jeras, que nuestros países compran o arriendan como si fuese una fatalidad inevitable.”
48 Planteamientos para una política nacional de educación superior, Consejo univer­
sitario de la Universidad de los Andes, mayo de 1973. Mérida, Venezuela, Talleres
Gráficos Universitarios, 1973, p. 4. La Comisión especial que estudió la crisis de 1969,
en Venezuela, apuntaba el divorcio entre la universidad y los planes nacionales con-
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 45

III. RELATIVIDAD DEL CONCEPTO. CONSIDERACIÓN FINAL

En la II Conferencia Latinoamericana de Difusión Cultural y


Extensión Universitaria, que se realizó en México en febrero de
1972, en varias emocionantes sesiones, paradójicamente, se enfren­
taron las delegaciones de Chile —todavía bajo la presidencia de
Allende— y Cuba, sobre el tema de la autonomía.
Domingo Piga, chileno, insistió en su ponencia, en los puntos de
vista del programa reformista de la universidad de Chile, recogidos
en el Estatuto que formuló el gobierno de la Unidad Popular.
Esta actitud —dijo— nueva de las universidades (reformadas, democrá­
ticas, nacionales, críticas, totalizadoras del saber, formadoras del hom­
bre y vanguardia de las transformaciones sociales) sólo puede des­
arrollarse y vivir, en la autonomía, sin intromisión de ningún poder,
ni político, ni religioso, ni militar. La autonomía universitaria garan­
tiza a todos sus miembros la libre expresión y la coexistencia de las
diversas ideologías y corrientes del pensamiento. De esta libertad,
esencia del espíritu universitario, emana esa Universidad crítica y al
servicio del proceso de cambios. Esta autonomía no sólo debe ser
académica y presupuestaria, sino que debe ejercerse dentro del con­
cepto de la extraterritorialidad que haga inviolable los recintos uni­
versitarios, para que así sea inviolable el pensamiento.40

José Antonio Portuondo, de Cuba, refutó al chileno, afirmando


que el concepto no era absoluto y que debía relacionarse con la
etapa histórica de cada país:
En la etapa prerrevolucionaria la autonomía universitaria proporciona
un baluarte para denunciar y combatir el régimen imperante, pero
una vez arrojada la burguesía del poder, o en trance de serlo, la
autonomía puede convertirse en instrumento de esa misma burguesía
en retirada que se atrinchera en ciertos recintos académicos para opo­
nerse al proceso revolucionario, incluso enarbolando consignas del
cébidos por el Estado, la hipertrofia de algunas escuelas y servicios, la falta de diver­
sificación en los planes de formación profesional y la distracción de recursos y seña­
laba que en la reforma ya necesaria, debería encontrarse una fórmula para disolver
la artificial oposición entre el Estado y las universidades nacionales, procurando la
creación de mecanismos que aseguren la integración de los planes de desarrollo e
inversión en las universidades, con los planes más generales de la nación venezolana.
George Waggoner, Luis Manuel Peñalver y Carlos Tünnermann, publican importantes
trabajos sobre el tema en Autonomía, planificación, coordinación..., op. cit., passim.
49 La difusión cultural y la extensión universitaria en el cambio social de América
Latina. II Conferencia Latinoamericana de Difusión Cultural y Extensión Universitaria.
México, UDUAL, 1972, p. 99.
46 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

más infantil izquierdismo. No puede pues, hablarse en términos gene­


rales y absolutos de la autonomía... la Revolución cambió radical­
mente el concepto, la estructura y hasta las funciones de la Universi­
dad ... se produce una profunda integración entre la Universidad y
el Gobierno Revolucionario, y como consecuencia, desaparece, por
innecesario, el viejo concepto de autonomía universitaria. 60

Posiblemente la conclusión general que podemos inferir de las


consideraciones hechas, es la de que las instituciones universitarias
están inscritas en América Latina dentro de la estructura general
de poder y sujetas a un proceso de gran dinamismo; que su régimen
legal y el concepto que de la autonomía universitaria se tenga, están
íntimamente vinculados a situaciones históricas reales y cambian­
tes, por lo que deben abandonarse actitudes abstractas y románticas,
que han mitificado negativamente su problemática; y que se hace
necesario encontrar fórmulas que permitan a los centros universi­
tarios, cooperar realmente en los planes globales de progreso social,
donde se formulen.
Posiblemente sea pertinente recordar aquí las ideas de un emi­
nente intelectual y universitario peruano recién desaparecido. Me
refiero a Augusto Salazar Bondy, quien con su habitual lucidez
afirmó:
... en el caso de países en los cuales la Universidad es un foco de
conciencia crítica ... debe ser enfatizada la autonomía al máximo__
en los cuales la autonomía puede ser una arma contrarrevolucionaria
hay que pensar en ... que pueda ser revisada en el sentido de que las
propias universidades autocontrolen las posibilidades de acción ... na­
die pone en duda —como antes se hizo a nombre de una supuesta
autonomía del saber— la necesidad de coordinar universidad y des­
arrollo ...50

50 ídem, pp. 113-118.


LOS DESARROLLOS NACIONALES

I. DESCENTRALIZACIÓN, ASAMBLEISMO, ELECTORALISMO

A. Colombia: tensión institucional. B. Costa Rica: ¿modelo regional?


C. Ecuador: legislación incumplida. D. Guatemala: isla acechada.
E. Honduras: preponderancia estudiantil. F. México: búsqueda de
estabilidad. G. Nicaragua: el peso de la dinastía. H. Venezuela:
autonomía “disciplinada”. I. República Dominicana: intervención,
asambleísmo y reforma

II. LOS EUFEMISMOS

A. Bolivia: enfrentamientos radicales. B. El Salvador: contradicción


insoluble. C. Haití: impuntual modelo napoleónico. D. Paraguay:
la búsqueda del despegue.
III. REFORMAS NO ORTODOXAS

A. Panamá: intervención discutida. B. Perú: militares revolucio­


narios

IV. EL FASCISMO

A. Argentina: de la reforma a la contrarreforma. B. Chile: almi­


rantes, generales, soldados. C. Uruguay: un paraíso al revés.

V. UNA TRADICIÓN EXTRAÑA: PUERTO RICO

VI. EL FIN DE LOS REFORMISTAS: CUBA


I. DESCENTRALIZACIÓN, ASAMBLEÍSMO, ELECTORALISMO

A. Colombia: tensión institucional

Desde 1909, el informe presidencial que analizaba un proyecto de


Ley Orgánica de la Universidad Nacional, defendía la autonomía,
entendida como independencia del gobierno, y vinculaba su con­
cepto a la teoría liberal “en oposición al conservatismo que tiende
a centralizar” las funciones públicas. Recogía el proyecto —que no
pasó en las Cámaras— una verdadera “república de profesores” vita­
licios con poder electoral. Y en el Plan que Uribe elaboró en marzo
de 1911 incluía en punto preferente —el tercero— la “autonomía de
la universidad y reforma general de la instrucción pública”.1
Pero los hombres del régimen se opusieron a la reforma, firme­
mente aferrados al artículo 20 constitucional, que atribuía al ejecu­
tivo el control y dirección de la educación nacional. En el 15 y el 21
se presentaron nuevos proyectos de ley, en los que se ponía el
acento en la reforma de métodos y el reclutamiento del profesorado,
pero aun así no pasaron.
Como en otras partes, el movimiento estudiantil cobra vida en
la decada del 20, y en el primer congreso reunido en Medellin
en el 22, se pidió la intervención estudiantil en el gobierno univer­
sitario. Cuando en 1924, el gobierno de Ospina contrató una mi­
sión alemana para formular un Proyecto de Ley Orgánica de
la Instrucción Pública, los estudiantes lograron que se incluyera la
idea de participación. En el proyecto, se concebía la Universidad
como establecimiento autónomo con personalidad jurídica, pero no
tuvo futuro. El hecho de que la jerarquía eclesiástica pugnara por­
que se incluyeran prohibiciones para enseñar doctrinas conside-
1 Uribe, muy moderno, casi precursor, respondía a los estudiantes: “. . . entre sus
filas (de los universitarios) se me verá batirme por el gobierno propio de la Univer­
sidad, por la modernización de sus estudios y por la legítima intervención que a los
alumnos corresponde en la orientación y disciplina del instituto.”
50 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

radas heterodoxas, hizo que el movimiento estudiantil cargara el


acento en su lucha de reforma, en la libertad de cátedra e investi­
gación —que se vuelve constante— y se opusiera vigorosamente al
artículo del proyecto, que decretaba remoción de profesores cuando
explicaran teorías “peligrosas”.
En el año 33 se inicia el cambio que lleva a la República liberal
y llega a la Cámara un veterano ya de la reforma —la personalidad
más importante del movimiento estudiantil— Germán Arciniegas,
quien presenta un Proyecto de Ley con una extensa e importante
exposición de motivos.2 Proponía una autonomía total (en su
aspecto académico, administrativo y financiero), aun cuando era
el momento del ascenso liberal que podía beneficiarse del control
de los claustros. Daba intervención a los tres estamentos de profe­
sores, estudiantes y graduados en el gobierno y únicamente se atem­
peraba su virtual independencia por el control del estado sobre el
otorgamiento de títulos.
Pero tampoco fue aceptada, por la oposición —esta vez— liberal.
López se opuso a la autonomía “ahora que somos gobierno” 3 y se
limitó fuertemente. A través del diputado García Prada, presenta­
ron los liberales un proyecto que llegó a ser la Ley 68 Orgánica de
la Universidad, de 7 de diciembre de 1935.4 El autor defendía
una “autonomía relativa” a través de la cual se lograra un “equi­
librio orgánico entre la ciudadanía que sostiene su existencia, el
gobierno nacional que la dirige, y el profesorado y los estudiantes
que la forman . ..” Garantizaba libertades académicas, autorizaba te­
nue participación de profesores y estudiantes eliminando a los gra­
duados, y atribuía al presidente la dirección de la política educa­
cional, quien presentaba terna al consejo para elegir rector. Una
especie de equilibrio entre una centralización política y una con­
trolada descentralización académica y administrativa.
La promulgación de la ley no fue consecuencia de la presión estu­
diantil 5 y diversos actos legislativos (Decretos 3708 de diciembre
2 Germán Arciniegas, La universidad colombiana. Bogotá, 1933.
3 Ver supra, pp. 45, relatividad histórica del término y argumentación de los libe­
rales colombianos de esa década. En carta del presidente López a López de Mesa, en
julio de 1935 decía: “Los liberales tenemos muchas razones para no propugnar por la
autonomía universitaria hoy que somos gobierno, a pesar de haberla pedido cuando
estábamos en la oposición. Ayer la requeríamos como un posible medio de conseguir
la reforma contra un gobierno que la rechazaba. Hoy ese medio es el Gobierno y la
autonomía debe venir como remate de la reforma..
4 Carlos García Prada, La Universidad Nacional de Colombia y su organización.

Bogotá, 1935.
5 Kenneth Walker, “A comparison of the University reform movements in Argentina
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 51

de 1950, 0063 de enero de 1953, 4708 y 0063) se orientaron a forta­


lecer el gobierno central en detrimento de la autoridad de los cen­
tros de estudio, modificando su forma de gobierno, reduciendo
periodos, sustituyendo procedimientos de sufragio, forma de nombra­
mientos, imponiendo calidades a candidatos, reduciendo representa­
ción. Y a partir de 1948, la discusión institucional a nivel nacional
volvió a poner en primer plano la lucha por la reforma, que aún
persiste.
En 1963, se promulgó la Ley 65 después de agitada vida uni­
versitaria, y la autonomía se limitó aún más, pues se le dio repre­
sentación en los consejos, a la curia y a las academias —elemento
persistente de perturbación— se desconoció la representación es­
tudiantil, se atribuyó al presidente la designación de autoridades y
la fuerza pública ha penetrado muchas veces a recintos universita­
rios. Posiblemente la crisis más importante se dio en 1971 y sus
secuelas aún se hacen sentir.
La Constitución no recoge el tratamiento del régimen universi­
tario. En general se garantiza la libertad de enseñanza, y se atribuye
al Estado la inspección y vigilancia de los institutos docentes públi­
cos y privados (art. 41), se garantiza la libertad de escoger profesión
u oficio y se autoriza control estatal del ejercicio profesional (art.
39) . Se atribuye al presidente reglamentar, dirigir e inspeccionar
la instrucción pública nacional (art. 120, inciso 12) y en las refor­
mas del año 68 se estableció que los rectores deberían ser nombrados
por el presidente o los gobernadores en el caso de las universidades
seccionales. 6
Llama la atención al analizar el sistema colombiano, la prolife­
ración de instituciones de enseñanza superior, la falta de un régimen
legal uniforme y centralizado y la anarquía del crecimiento de este
nivel. La legislación universitaria comprende preceptos constitu­
cionales; leyes orgánicas de universidades nacionales; ley general
para las seccionales oficiales, departamentales o municipales; dis­
posiciones para los entes privados y regulación de la Asociación
Colombiana de Universidades (ASCUN) y del Instituto Colom­
biano para el Fomento de la Educación Superior (ICFES).7
and Colombia”, Education and development: Latin America and the Caribbean, Edited
by Thomas J. La Belle. Los Angeles, 1972, pp. 63 y ss.
6 Samuel Syro Giraldo ha formulado unas bases para la reforma de la Constitución
Colombiana, en la que se le da jerarquía constitucional al tratamiento de la Uni­
versidad, se le concede autonomía y se fijan lincamientos sobre gobierno, investigación,
distribución de recursos y vinculación de las instituciones de educación superior con
el Estado, “Bases para una reforma de la Constitución ...”, loe. cit.
1 Estudios para el planeamiento de la educación superior. Recomendaciones de las
52 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

Todas las universidades se indentifican en su propósito de pres­


tar el servicio público de la educación superior. Se constituyen
como establecimientos públicos (las nacionales) o privados (las
no oficiales) que son reconocidos por el sistema jurídico vigente.
Las nacionales oficiales se rigen por la Constitución: leyes, regla­
mentos, acuerdos y ordenanzas, en tanto que se vinculan las no
oficiales, especialmente, a las disposiciones del derecho privado.
Las religiosas se acogen también al derecho canónico y a los con­
cordatos.
No existe a nivel constitucional una decisión sobre la autonomía
universitaria. Sin embargo, en distintas leyes ordinarias de apli­
cación limitada 8 se les reconoce. Y, por ejemplo, el Decreto 0277
de julio del 58, que estableció el régimen jurídico de las universi­
dades seccionales oficiales (departamentales o municipales), las
califica como “personas jurídicas autónomas”. En términos gene­
rales se puede afirmar que existe un tipo de autonomía en las
oficiales, limitada al manejo de su patrimonio y a “una cierta
capacidad de autodeterminación”, en tanto que las privadas tienen
mayor libertad de acción. El hecho de que en las nacionales el
nombramiento de sus rectores dependa del presidente de la Repú­
blica y de que exista un control fiscal total de parte de las contra­
lorias —cosa que no sucede en las privadas— ilustra más esta parte
de la cuestión. Carlos Medellin 9 ha elaborado un cuadro del régi­
men jurídico que nos parece muy iluminante.
Parece existir una tensión entre la comunidad universitaria re­
presentada por la Asociación Colombiana de Universidades y el
gobierno, representado por el Instituto Colombiano para el Fo-
misiones técnicas extranjeras, vol. xxni, t. II. Bogotá, 1962, passim-, Vicente Bejarano
Manrique y Octavio Méndez Ortiz, “Reseña histórica de las instituciones de educación
superior en Colombia”. Plan básico de la educación superior, vol. ix. Bogotá, 1968,
pp. 13-115, passim; George C. Feliz, Recomendaciones para el desarrollo de la edu­
cación superior en Colombia. Bogotá, mimeo., 1967; “Legislación educativa en Colom­
bia. Decretos, leyes, resoluciones, acuerdos”. Plan Básico de Educación superior, vol.
iv; Manual para la educación superior. Bogotá, ICFES, 1970.
8 "La Universidad Nacional de Colombia es un establecimiento público, de carácter
docente, autónomo y descentralizado, con personería jurídica, gobierno, patrimonio y
rentas propias”, art. If de la Ley 65 de 1965.
o Ver cuadro, p. y “Seminario sobre Administración Financiera y control de la
Universidad. Conclusiones y Recomendaciones. Septiembre 5 al 8 de 1973”, Mundo
Universitario, núm. 4, julio, agosto y septiembre de 1973, pp. 41-54. El Consejo
Académico de la Universidad Nacional el, 7 de mayo del 71, en un comunicado expre­
só que: “No encuentra equitativo ni justo que mientras se ejerce sobre la universidad
oficial todo el peso de la atribución constitucional, se soslaye simultáneamente la
inspección y vigilancia sobre la universidad privada que, paradójicamente, es la que en
resumidas cuentas resulta protegida por el concepto de autonomía.” El Espectador,
mayo 8 de 1971.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 53

mentó de la Educación Superior. La primera se fundó como un


establecimiento privado de servicio social y órgano de coordinación
orientado a poner orden en la anarquía del nivel superior educa­
tivo; por mandato estatutario, entre otros fines, se proponía salva­
guardar e incrementar la autonomía universitaria.10 El segundo
se creó en el 68 —sustituyendo al antiguo Fondo Universitario
Nacional— como órgano auxiliar del Ministerio de Educación Na­
cional, encargado de la atribución constitucional de inspección y
vigilancia de la educación superior y, además, autorizado para
otorgar asistencia técnica, económica y administrativa a las univer­
sidades, “dentro del respeto a su autonomía legal”.11
Esta tensión se ha hecho evidente a partir de la crisis de 1971.
En esa situación la Asamblea de Rectores acusó al ICFES, de haber
“relegado a segundo plano” a la asociación, de escatimarle fondos
que por la ley debía otorgarle y de mantener una rivalidad contra
ella suprimiéndole autoridad. El rector Hinestrosa, del externado,
se lamentó de lo que llamó “el propósito sostenido de guberna-
mentalización de la orientación y dirección universitaria”, y el
director Ejecutivo Carlos Medellin hizo énfasis en la situación
deficitaria de ASCUN por culpa del gobierno. En la instalación
del Consejo de Rectores en junio del 74, su presidente fue bien
claro al afirmar que:
... la verdad sea dicha, desde un comienzo el ICFES no ha visto con
buenos ojos la presencia de la Asociación en sus funciones y ha tra­
tado por todos los medios de evitarla e interferiría ... al extremo que
últimamente la cuestión ha ido a parar al terreno legal, con debate
sobre la interpretación de las cláusulas de las normas constitutivas
y estatutarias del ICFES y cuestionamiento de la legalidad del aporte
oficial a una entidad privada y de la competencia de la Universidad
para conceptuar autorizadamente sobre lo suyo. Cual si hubiera alguna
duda sobre el mandato de la ley, y el problema fuera de superposición
10 "Acta de fundación”, “Estatutos y personería de la Asociación Colombiana de
universidades”. Régimen legal universitario vigente. Bogotá, 1961; Augusto Franco
Arbelaez, Una experiencia nacional: la Asociación Colombiana de Universidades y el
planeamiento de la educación universitaria en Colombia. Una evaluación. Bogotá,
s. f. mimeo. Ha ratificado la norma de sus estatutos que le asigna el deber de "colabo­
rar con el Estado en todo lo relativo al progreso de la educación superior y aseso­
rarlo preservando la autonomía universitaria”. Declaración del Consejo Nacional de
Rectores de la Asociación Colombiana de Universidades, junio-julio de 1972.
11 Manual para la educación superior. Bogotá, ICFES, 1970; Carlos Medellin, “El
ICFES y ASCUN”, Mundo Universitario, núm. 5, octubre-noviembre y diciembre de
1973. Ver también “Declaraciones del Consejo Nacional de Rectores de la Asociación
Colombiana de Universidades. Carácter de la Asociación y relaciones con el ICFES”.
La Universidad colombiana y el proyecto de ley sobre reforma universitaria, op. cit.
54 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

de incisos y no de funciones, y la solución no dependiera de una de­


terminación política.12

El gobierno ha tratado de mantener un equilibrio difícil —que


con frecuencia ha sido roto espectacularmente—, ofreciendo un
grado mayor de independencia sin otorgarlo realmente. El ministro
de Educación presentó al Parlamento, el 29 de julio de 71, un
proyecto de ley general de 52 artículos, en el que se crea un Consejo
Nacional que sustituye al discutido ICFES, integra a profesores y
estudiantes en los órganos directivos y ordena a las privadas dar
participación a los mismos grupos en su dirección y en el artículo
21 afirma que las universidades gozarán de autonomía fijando su
contenido. Pero no ha logrado satisfacer a la comunidad univer­
sitaria, ni en su ala más moderada, que en general denunció el
proyecto como limitativo aún más de la autonomía y orientado a
la estatización del sistema. 13 El presidente Pastrana, suavizando la
norma constitucional del 68, atribuyó a los consejos directivos la se­
lección del nombre del rector, y el gobierno se ha “limitado a
confirmar ese nombre, devolviendo esa parte esencial de la auto­
nomía”, y ofreció llevar al Congreso una reforma constitucional
para realizar la transferencia de funciones.14 Y cuando se integra­
ron los órganos del ICFES, en los que no existe representación
estudiantil, el presidente que nombra dos representantes en el Con­
sejo, designó a un estudiante.
12 “Discurso del Dr. Fernando Hinestrosa, rector del Externado de Colombia y
presidente del Consejo Nacional de Rectores de la Asociación Colombiana de Univer­
sidades, al instalar el Consejo de Rectores, el día 26 de junio de 1974”, Mundo Uni­
versitario, núm. 7, abril, mayo y junio de 1974, pp. 9-15. Sin embargo, llama la
atención la cautela con que las autoridades universitarias y gubernamentales, por regla
general, se relacionan y tratan del tema. El Consejo de Rectores, por ejemplo, “celebra
la reiteración enfática del Gobierno Nacional de respetar la autonomía.. .”; pero al
referirse a la evaluación dice que: “El ejercicio de la autonomía universitaria y el
fomento de la autocrítica aconsejan organizar sistemáticamente la evaluación univer­
sitaria y tres fases”, la última de las cuales es nada menos que “la toma de decisiones
por la Junta Directiva del ICFES y el Ministerio de Educación”.
13 La Universidad colombiana y el proyecto de ley sobre reforma universitaria.
Posiciones, conceptos y criterios de la Asociación Colombiana de Universidades y de
varias universidades. Bogotá, Publicaciones de la Asociación Colombiana de Univer­
sidades, 1972.
ir Discurso del presidente Misael Pastrana Borrero, del 5 de mayo de 1971. Algunas
opiniones son más drásticas: “Carecen de autonomía (los Rectores) . Autónomo es
quien decide con libertad. Los rectores no son libres. El gobierno nombra los Rectores
de las universidades estatales; a él deben su primera lealtad. El ICFES controla los
programas en las universidades y les da el dinero; a éste deben su segunda lealtad.
Al final viene la lealtad que le deben a profesores y estudiantes ...” Alberto Men­
doza, “¿Hacia la autonomía de los rectores?”, El Espectador, 16 de mayo de 1971. Y
un rector de una universidad católica subraya una “legítima añoranza, en nada con-
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presenta, a la luz de la legislación.


AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 55

a presión para la implementación real de la autonomía es


x nte. El Consejo de Rectores ha criticado reiteradamente el
sistema vigente y pedido que se reforme, solicitando especialmente
otorgamiento a los consejos directivos (de oficiales seccionales) de
facultades para autodeterminación, modificación de la reforma cons­
titucional del 68, limitación de funciones de consejos superiores y,
en general, “reforma del ordenamiento universitario vigente” para
“consagrar la autonomía de la entidad .. . para que ella pueda de­
terminar no sólo su estructura de gobierno sino adoptar los pro­
gramas y planes que vea convenientes para el cumplimiento de su
misión universitaria . . .” 15 Los estudiantes han llegado muchas
veces al terreno de los hechos,16 y en el Ideario que formularon
varias universidades se acepta que de hecho la autonomía está muy
limitada, y solicitaron reformas del ordenamiento vigente para
“consagrar la autonomía”, y pidieron modificar los preceptos de
la reforma constitucional del 68 a fin de “asegurar la necesaria
autonomía”.17

B. Costa Rica: ¿un modelo regional?

El antecedente de los estudios superiores está en la Casa de En­


señanza de Santo Tomás, que el ayuntamiento de San José funda
en 1814 y que el gobierno central toma a su cuidado en 1824. Por
Decreto 11, de 3 de mayo de 1843, fue convertida en la Universidad
de Santo Tomás de Costa Rica inaugurada en abril de 1844. Se le
dotaba de “fondos y rentas de cualquier clase, que hasta ahora han
pertenecido a la expresada Casa de Santo Tomás y con la cuarta
parte del producto líquido del tabaco que se expenda en todas las
traria a los derechos y obligaciones del Estado. . . porque la universidad colombiana
anhela el reconocimiento oficial y expreso en la Carta, de su autonomía”. Alfonso
Borrero Cabal, S. J., “Guiones universitarios. Autonomía. Concepciones. Patología”.
Mundo Universitario, núm. 1, octubre, noviembre y diciembre de 1972, p. 24.
15 Declaraciones del Consejo Nacional de Rectores de la Asociación Colombiana de
Universidades, de 29 de abril de 1971 y de 9 de septiembre de 1972.
18 En el programa mínimo de los estudiantes colombianos, se pide “establecimiento
de un sistema democrático para la elección de autoridades universitarias en los esta­
blecimientos públicos y privados de educación superior. Este sistema debe contemplar
la participación de profesores y estudiantes en la conformación de organismos direc­
tivos”. “Extracto del programa mínimo de los estudiantes colombianos.” La univer­
sidad colombiana y el proyecto de ley..., op. cit., p. 90.
17 “La Universidad colombiana y el proyecto de ley sobre reforma universitaria.
Ideario. Síntesis de posiciones y criterios de la Asociación colombiana de universida­
des y de varias universidades”, en La Universidad colombiana y el proyecto de ley...,
op. cit., pp. 10-12.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 55

Pero la presión para la implementación real de la autonomía es


persistente. El Consejo de Rectores ha criticado reiteradamente el
sistema vigente y pedido que se reforme, solicitando especialmente
otorgamiento a los consejos directivos (de oficiales seccionales) de
facultades para autodeterminación, modificación de la reforma cons­
titucional del 68, limitación de funciones de consejos superiores y,
en general, “reforma del ordenamiento universitario vigente” para
“consagrar la autonomía de la entidad .. . para que ella pueda de­
terminar no sólo su estructura de gobierno sino adoptar los pro­
gramas y planes que vea convenientes para el cumplimiento de su
misión universitaria ...” 15 Los estudiantes han llegado muchas
veces al terreno de los hechos,16 y en el Ideario que formularon
varias universidades se acepta que de hecho la autonomía está muy
limitada, y solicitaron reformas del ordenamiento vigente para
“consagrar la autonomía”, y pidieron modificar los preceptos de
la reforma constitucional del 68 a fin de “asegurar la necesaria
autonomía”.17

B. Costa Rica: ¿un modelo regional?

El antecedente de los estudios superiores está en la Casa de En­


señanza. de Santo Tomás, que el ayuntamiento de San José funda
en 1814 y que el gobierno central toma a su cuidado en 1824. Por
Decreto 11, de 3 de mayo de 1843, fue convertida en la Universidad
de Santo Tomás de Costa Rica inaugurada en abril de 1844. Se le
dotaba de “fondos y rentas de cualquier clase, que hasta ahora han
pertenecido a la expresada Casa de Santo Tomás y con la cuarta
parte del producto líquido del tabaco que se expenda en todas las
traria a los derechos y obligaciones del Estado. . . porque la universidad colombiana
anhela el reconocimiento oficial y expreso en la Carta, de su autonomía”. Alfonso
Borrero Cabal, S. J., “Guiones universitarios. Autonomía. Concepciones. Patología”.
Mundo Universitario, núm. 1, octubre, noviembre y diciembre de 1972, p. 24.
15 Declaraciones del Consejo Nacional de Rectores de la Asociación Colombiana de
Universidades, de 29 de abril de 1971 y de 9 de septiembre de 1972.
10 En el programa mínimo de los estudiantes colombianos, se pide “establecimiento
de un sistema democrático para la elección de autoridades universitarias en los esta­
blecimientos públicos y privados de educación superior. Este sistema debe contemplar
la participación de profesores y estudiantes en la conformación de organismos direc­
tivos”. “Extracto del programa mínimo de los estudiantes colombianos.” La univer­
sidad colombiana y el proyecto de ley..., op. cit., p. 90.
17 "La Universidad colombiana y el proyecto de ley sobre reforma universitaria.
Ideario. Síntesis de posiciones y criterios de la Asociación colombiana de universida­
des y de varias universidades”, en La Universidad colombiana y el proyecto de ley...,
op. cit., pp. 10-12.
56 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

tercenas del Estado” (art. 2°), y los Estatutos dictados en el 43,


seguían la huella de los de la de San Ramón de León.
Sujeta a precaria vida transcurre el siglo xix. Se le declaró Pon­
tificia, por breve de mayo de 1853 del Papa Pío IX, lo que dio
intervención determinante a las autoridades eclesiásticas en su fun­
cionamiento afectando la libertad de enseñanza, lo que hizo renun­
ciar a uno de sus rectores, el guatemalteco Lorenzo Montúfar.18
La afirmación de los gobiernos liberales, sometió al tratamiento
usual a la institución. Una reforma de sus Estatutos, en 1868,
otorgó al poder ejecutivo la facultad de nombramiento de sus auto­
ridades; en 1874, una ley de julio declaró que mientras no hubiese
en la Universidad alumnos suficientemente preparados para los
estudios profesionales, no se conservarían más que las clases de De­
recho y creó el Instituto Nacional; y aunque una nueva, en 1883
la dejó formalmente sin efecto y devolvió a la Universidad sus bienes
y el derecho a reorganizarse, nunca tuvo eficacia.
Esta situación límite, concluyó con su clausura. El Decreto 77, de
20 de agosto de 1888, la resolvía: “mientras las condiciones sociales
del país no permitan la creación de una Universidad como elemento
corporativo con la organización que a sus funciones corresponde”.
Sus motivaciones eran explícitas en el documento:
1° Que la Universidad Nacional no tiene organizadas las facultades
que constituyen la vida propia de esta institución; 2*-’ Que las actuales
condiciones del país no son medio suficiente para organizar un centro
de investigaciones puramente científico; 3° Que los Estatutos y demás
disposiciones que rigen la Universidad Nacional no concuerdan con
los progresos de la ciencia ni con los medios de nuestra condición
social; 4? Que es indispensable la reforma de esas leyes y la creación
de los elementos necesarios para que los estudios superiores puedan
desarrollarse en toda su extensión; 5° Que la Escuela de Derecho,
única establecida hoy, reclama una organización completa capaz de
proporcionar todos los conocimientos que pide la naturaleza y función
especial de la ciencia jurídica.19

Del 888 a 1940, sin Universidad, funcionó la Escuela de Derecho


—centro de los estudios superiores— y fueron creándose las de Far­
is De acuerdo con el Breve, la Universidad debía adecuar su enseñanza en todos los
ramos a las doctrinas de la fe y la moral cristiana; otorgaba facultad al obispo
para velar por “la conducta religiosa y moral de todos los que componen la misma
Universidad”; obligaba a los profesores y graduados a hacer “la profesión de la fe”
y proscribía libros prohibidos por la Iglesia.
i® El punto de vista liberal se expone claramente en el Mensaje del ministro de
Instrucción Pública Mauro Fernández, del año 1889: “Las Universidades en los países
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 57

macia (1897), Bellas Artes (1897), la Escuela Normal (1914) y la


Agronomía (1926) . Hasta que en 1940, por Decreto de 10 de agosto,
se creó la Universidad de Costa Rica como entidad “con indepen­
dencia para adquirir derechos y contraer obligaciones, así como para
darse su organización y gobierno propios”. Todas las escuelas pasa­
ron a ser parte de la misma y posteriormente se han creado nuevas.
En marzo de 1941 reinició su vida académica. 20
El movimiento por la reforma se gesta en la Facultad de Derecho,
como era natural, desde 1930, cuando se funda la asociación de
estudiantes, y se centra en la protesta contra la limitación de ma­
trícula. Pero se desborda el planteamiento de un cambio mayor,
buscando representación estudiantil y autonomía de la Universidad.
La campaña en favor de la autonomía, toma cuerpo con la presen­
cia en 1935 de la Misión Pedagógica Chilena que presidía Luis Gal­
damez, quien redactó un proyecto de ley que el gobierno hizo suyo
y que recogía los principios de Córdoba, pero que no se concretó
inmediatamente. 21
El artículo 84 de la Constitución de 1949 consagra la autonomía
de la Universidad de Costa Rica. Goza de independencia en sus
funciones, plena capacidad jurídica para adquirir derechos y contraer
obligaciones, facultad de autolegislación, integrar sus órganos de
gobierno, adoptar planes y programas, nombrar su personal, otorgar
grados académicos y títulos profesionales, disponer de su patrimonio,
y le asigna una suma no menor del 10% del presupuesto anual
de gastos del Ministerio de Educación, y expresa que la libertad de
cátedra es principio fundamental de la enseñanza universitaria (art.
87). Quizás —afirma George Waggoner— “sea la Universidad de
en donde se tiene el sentimiento exacto de los problemas de actualidad, de las cues­
tiones que hay que resolver, de los descubrimientos que han de intentarse y de los
vacíos que deben llenarse, o las Escuelas Superiores, allí donde la ciencia apenas
es un estudio profesional que no alcanza sino muy lentamente las generalizaciones", es
un camino para fundar la enseñanza superior, dice; pero afirma que en Costa
Rica “era preciso que la enseñanza superior entrase por una vía más concordante con
nuestras necesidades y con las condiciones de nuestro medio ambiente” y que era
necesario sustituir la “artificial” Universidad, por escuelas superiores, de tipo pura­
mente profesional, Derecho, Medicina e Ingeniería, cfr. Rafael Obregón Loria, Los
rectores de la Universidad de Santo Tomás de Costa Rica. Introducción de Rodrigo
Fació. San José de Costa Rica, 1955.
20 Universidad de Costa Rica. Planes de estudio y reglamentos internos de las
escuelas universitarias. San José de Costa Rica, Trejos Hermanos, 1955; Carlos María
Campos Jiménez, Las ciencias sociales en Costa Rica. Río de Janeiro, Centro Latino­
americano de Investigaciones en Ciencias Sociales, 1959.
21 Luis Galdámez, La universidad autónoma. San José de Costa Rica, 1935. Joaquín
García Monge afirmaba que en el proyecto se recogía “la misma aspiración por que
las generaciones de estudiantes venían luchando desde Córdoba y Lima y por las
que habían ido al sacrificio más recientemente, estudiantes cubanos”.
58 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

Costa Rica la institución que tiene el más alto grado de autonomía


legal de todas las universidades del hemisferio occidental; al mismo
tiempo, es representativa del modelo latinoamericano”.22 El Esta­
tuto Orgánico que desarrolla los principios constitucionales fue
publicado el 24 de mayo de 1956 en la Gaceta Oficial y ha sido
sujeto a múltiples reformas autorizadas por el Consejo Universitario.
Atribuye la dirección y gobierno de la institución a la Asamblea y
Consejo Universitarios y al rector, concediendo una representación
estudiantil en sus órganos del 25%. Reitera la obligación del subsi­
dio gubernamental y, en su artículo 118, establece ingresos adicio­
nales: impuesto sucesorio, porcentaje de patentes otorgadas por el
Colegio de Farmacéuticos, impuesto sobre pasajes aéreos, impuesto
de sello blanco del Código Fiscal, papel sellado universitario, etcé­
tera. 23

C. Ecuador: legislación incumplida

La Universidad ecuatoriana tiene sus antecendentes coloniales en


la Universidad de San Fulgencio, creada según bula papal de 20 de
agosto de 1586, la de San Gregorio Magno fundada por los jesuítas
en 1622, y la de Santo Tomás de Aquino que fue creada por los
dominicos en Quito en 1786 y que se mantiene hasta 1822, año en
que naufraga en las luchas por la independencia.
El Congreso de Cundinamarca, en marzo de 826, dispuso la crea­
ción de universidades centrales en los departamentos que constituían
la Gran Colombia y así surgió la Universidad Central de Ecuador, la
más importante hasta la fecha en el país. El aumento de institu­
ya George Waggoner, “La autonomía universitaria y la planificación nacional”, en
Autonomía, planificación..., op. cit., p. 193. Sobre el proceso constitucional ver
Marco Tulio Zeledón, “Historia constitucional de Costa Rica”, en Digesto constitu­
cional de Costa Rica. San José, Ediciones del Colegio de Abogados, 1946; Hernán
Peralta, Las constituciones de Costa Rica. Madrid, Instituto de Estudios Políticos,
1962; Óscar Aguilar Bulgarelli, La constitución de 1949. San José de Costa Rica, Edi­
torial Costa Rica, 1975.
23 Utilizamos la edición que contiene todas las reformas hasta el 31 de julio de
1971, Estatuto orgánico de la Universidad de Costa Rica. San José, publicaciones de la
Universidad, Serie Misceláneas, núm. 123, 1971. Sobre el patrimonio universitario,
debe verse: Ley Orgánica del Colegio de Farmacéuticos; Ley N<? 1690, que crea rentas
para el establecimiento y sostenimiento de la Escuela de Medicina; Ley N1? 17 que
reforma artículos de la Ley N? 362 de 26 de agosto de 1940; Ley W 2 de 9 de mayo
de 1941 sobre creación del impuesto sobre pasajes aéreos y su correspondiente regla­
mento; Ley de timbre universitario; Reglamento de Incorporaciones y Reconocimiento
de Estudios y Reglamento de Carrera Docente.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 59

ciones de educación superior ha sido constante desde el siglo pasado


y se acrecienta en los últimos años.
Desde 1925 la Universidad obtiene su autonomía en los aspectos
técnico y administrativo. 24 La Ley de Educación Superior de abril
de 1938, la reconoció expresamente, aunque limitada, porque daba
intervención al ministro de Educación, quien sancionaba sus Esta­
tutos, funcionaba como tribunal de apelación e, inclusive, integraba
el Consejo Universitario, y adquiere jerarquía constitucional en el
texto de 1945 que expresa que “las Universidades son autónomas,
conforme a la ley” y que para garantizar dicha autonomía, el Estado
“procurará la creación del patrimonio universitario” (art. 143). En
la Constitución del año siguiente, seguramente para evitar que se
cercenara por vía legislativa el principio básico de su autonomía, 25
se le ratificó sin condición alguna y se sostiene en la de 1967, que fue
archivada por el régimen militar que actualmente gobierna. 26
A nivel constitucional, las universidades privadas lograron su reco­
nocimiento también en el año 46. El 2 de julio de ese año, el expre­
sidente Velasco Ibarra dictó el Decreto 1228, que autorizaba su
fundación y funcionamiento, con el argumento de que era necesario
extender la libertad de enseñanza a los estudios superiores, para
ofrecer nuevas posibilidades de estudio. 27 En octubre, la jerarquía
católica logró una reforma al decreto, obteniendo más libertad de
24 Antes, desde el mismo 1918, se habla de reforma y se impulsa la formación de
la Federación de Estudiantes. El Decreto Legislativo de 30 de octubre de ese año,
otorga representación a los estudiantes en la Junta General de Profesores. Luis Ver-
desoto Salgado, La Universidad y la democracia. Quito, 1963; Oswaldo Hurtado,
"Visión histórica de la Universidad ecuatoriana”. Estudios sociales. Publicación de la
Corporación de Promoción Universitaria de Chile, núm. 4, noviembre de 1974, pp.
30-45.
25 "Comunicación del Dr. Risieri Frondizi al presidente de la Unión de Universi­
dades de América Latina, con fecha 23 de septiembre de 1963”, Anales de la Univer­
sidad Central de Ecuador, t. xcvn, núm. 352, mayo de 1969, p. 384.
26 Creamos, dice con razón aunque con un optimismo discutible un exrector de la
Central, “el Derecho Constitucional de la Autonomía Universitaria, como parte sus­
tantiva del Derecho Constitucional de la Cultura. La Universidad, gracias a él, se ha­
llaba lejos de los avalares de la política transitoria". Luis Verdesoto Salgado, “Comu­
nicación del rector interino de la Universidad Central al secretario general de la
Unión de Universidades de América Latina”. Anales de la Universidad Central del
Ecuador, t. xcvn, núm. 352, mayo de 1969, p. 387. Ver Ramiro Borja y Borja, Las
constituciones del Ecuador. Madrid, 1951 y “La educación y la nueva Constitución
Ecuatoriana de 1967”, Anales, t. xcv, núm. 350, 1967.
27 El presidente abundaba en esta idea en comunicación que envió al arzobispo
de Quito, con fecha 7 de octubre del 46: “Respetuoso el gobierno de la libertad de
pensamiento y convencido de que las iniciativas creadoras de personas honradas y
patriotas constituyen el principal factor de progreso, cumplió con el estricto deber
de autorizar, cuando tenía plenitud de poderes, el funcionamiento de universidades
particulares.”
60 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

acción, y la asamblea constituyente se encargó de fortalecer su posi­


ción. En el artículo 171 se apuntó que las universidades, “tanto
oficiales como particulares’’, eran autónomas.
En 1966, en mayo, se dictó una nueva Ley de Educación Superior,
que reguló la vida de las instituciones, con un apoyo significativo
de la comunidad universitaria, hasta el 22 de junio de 1970, cuando
el gobierno del mismo presidente Velasco Ibarra asumió poderes
dictatoriales y clausuró las universidades estatales de Quito, Guaya­
quil, Cuenca y Loja, reprimiendo a muchos de sus miembros. 28
Después de nueve meses de clausura se dicta una nueva Ley de
Educación Superior, Decreto Supremo N? 10-69, de 7 de enero
de 1971, que es la actualmente vigente. Un texto de 63 artículos y
7 disposiciones transitorias, en el que se refleja la tendencia guber­
namental de obtener mayor control sobre la educación superior y
limitar la autonomía de sus centros. 29
En su parte dogmática la Ley del 71 recoge las declaraciones de
la anterior y reconoce formalmente el principio al indicar que las
universidades y escuelas politécnicas son personas jurídicas autóno­
mas con plenas facultades para organizarse dentro de sus lincamien­
tos. Pero en disposiciones posteriores de carácter orgánico, se la limita
en aspectos esenciales respondiendo a una decisión clara en ese sen­
tido. En las discusiones de la ley y en documentos oficiales se habló
reiteradamente de que aunque no se trataba de suprimir la autono­
mía, sí de controlarla y encauzarla, de lograr una “autonomía dis­
ciplinada”. 30 Se considera la Universidad como una sola y se la pone
bajo la dirección de un Consejo Nacional de Educación Superior,
integrado por no universitarios, con amplísimas atribuciones: diri­
gir y planificar, aprobar estatutos, clausurar establecimientos, sus­
pender rectores y otras autoridades, fijar requisitos para creación de
nuevas universidades y distribuir las partidas globales del presupues­
to (arts. 5-14).31 Y otra serie de disposiciones se orientan encu­
biertamente al control buscado: prohíben realizar propaganda y
actividades de carácter político “partidista”; limitan participación
28 Información sobre este conflicto en “Documentos para la historia de la Univer­
sidad”, Anales de la Universidad Central del Ecuador, t. xcvu, núm. 352, mayo de
1969, pp. 383-447.
2» Registro Oficial, órgano del gobierno del Ecuador, jueves 7 de enero de 1971.
30 Manuel Agustín Aguirre, “El Proyecto de Ley de Educación Superior, Nueva
Carta Negra de Esclavitud Universitaria”, Universidades, revista de la Unión de Uni­
versidades de América Latina, año x, núm. 42, octubre-diciembre de 1970, pp. 86-95.
31 “Discurso del rector de la Universidad de Cuenca, doctor Carlos Cueva Tamariz,
el 12 de abril de 1971, al reabrirse la Universidad”, Anales de la Universidad de
Cuenca, t. xxvn, núms. 1-2, enero-junio, 1971, pp. 255 y ss. Ver también, José M.
Vivar Castro, Principios y tareas de la Universidad. Loja, 1971, pp. 16 y ss.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 61

estudiantil en los órganos de gobierno y fijan a sus asociaciones


exclusivamente fines académicos y deportivos las que “no podrán
propugnar tesis políticas partidistas o religiosas”; los estatutos de las
mismas deberán ser aprobados por el Consejo Nacional; se fijan
drásticas medidas disciplinarias y los presupuestos deberán ser apro­
bados también por el Consejo. El reconocimiento de los institutos
técnicos superiores de las fuerzas armadas con categoría universitaria,
ha sido también considerado como limitación de la autonomía. 32
Este cuerpo legal ha sido objeto de viva y prolongada discusión.
La Federación de Estudiantes, el 5 de enero de 1971, se apresuró
a declarar que “con la ley de Educación han desaparecido la auto­
nomía y el cogobierno” y el destituido rector de la Universidad
Central, Manuel Agustín Aguirre condenó la Ley como “inconsulta,
inoperante y anticonstitucional”. 33
Sustituido Velasco Ibarra por un gobierno militar, las Universi­
dades y Escuelas Politécnicas se apresuraron a solicitarle, se pusiera
en vigencia de nuevo la Ley de 1966 sin obtener respuesta. Esta
demanda se ha convertido en aglutinante para la comunidad uni­
versitaria, que se reunió en mayo de 1973 en el Primer Congreso
Nacional de Universidades y Escuelas Politécnicas, en el que se resol­
vió exigir el respeto a la Constitución de 1945 “que se dice en
vigencia”, ratificar el rechazo a la Ley de 1971 y demandar “por
unanimidad” la vigencia de la de 1966, declarando también que
todos sus actos se someterán a esta última. Y esta posición no signi­
fica solamente una posición verbal. De hecho se ha impedido la
implementación total de la ley, boicoteando la integración del Con­
sejo. 34
32 En una de las resoluciones del Primer Congreso de Universidades de mayo del 73,
se pidió la derogatoria de estas disposiciones por considerar que "esto significa no
sólo mixtificación de dos ramas de la actividad humana, civil y militar, absolutamente
distintas por su origen, tradición e historia, sino la invasión del propio campo univer­
sitario y la total negación de la autonomía de las Universidades”.
33 "Nueva Ley de Educación Superior promueve polémica en Ecuador”, Boletín
de IIEE, Bruselas, año m, núm. 1. Este aspecto fue subrayado por el nuevo rector:
“La Ley de Educación del 71, es inaceptable e inaplicable, porque vulnera principios
fundamentales garantizados por la misma Constitución de la República en actual
vigencia, como aquel de la gratuidad de la enseñanza o de la igualdad de los ciuda­
danos ante la ley...” Discurso inaugural del Dr. Estuardo Pazmiño Donoso, rector
de la Universidad Central del Ecuador, en el Primer Congreso Nacional de Universi­
dades y Escuelas Politécnicas del Ecuador, 1973.
34 “Cuando la dictadura nos convocó a los Rectores de las Universidades y Escuelas
Politécnicas para la formación del Consejo Superior previsto en la ley, pero atenta­
torio contra su autonomía, por su composición ajena a los institutos de educación
superior y por sus desmesuradas atribuciones, nos negamos unánimamente a concurrir
a la cita ministerial, afrontando con serena entereza, la posibilidad de una represalia
de la dictadura.” Discurso de inauguración de cursos de la Universidad de Cuenca, el
62 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

El JObÍMJ MililU, íitt JeepL Je requerimiento, L Uro


formular un nuevo proyecto que ha sido, inmediatamente después
de ser reconocido, rechazado por los rectores y representantes estu­
diantiles por considerar que “anula la autonomía individualizada
de las Universidades y Escuelas Politécnicas y tiende a supeditar el
funcionamiento de los institutos de Educación Superior a los obje­
tivos del plan de transformación del Gobierno”.35 Y a principios
de este año, sin sujetarse a la ley vigente, en una multitudinaria
asamblea se eligieron nuevas autoridades.

D. Guatemala: isla acechada

“Que se asiente un estudio a manera de Universidad en esta ciu­


dad de Santiago de Guatemala”, pedía el primer obispo al rey, en
carta de agosto de 1548. Gestión que culminó con la fundación de
la primera institución centroamericana autorizada por Real Cédula
de 31 de enero de 1676 que inició sus labores cuatro años después.
Por fin —afirma Juan Rodríguez Cabal— a los 128 años de haber
propuesto, el Ilustrísimo Marroquin al rey-emperador su acariciado
proyecto de erigir una especie de Universidad en Guatemala; a los
113 de haber este ilustre prelado otorgado su testamento a favor de
esta benéfica institución; a los 56 de haber abierto oficialmente el
colegio de Santo Tomás de Aquino sus patronos testamentarios, aun­
que pronto tuvieron que clausurarlo contra su voluntad; a los 30 años
de haber hecho su piadoso legado para esta obra el Correo Mayor don
Pedro Crespo Suárez, después de tantos viajes, papeleo, contrarieda­
des y oposiciones, de una manera mucho más intensa en los últimos
años, el rey don Carlos II expidió la real cédula fechada en Ma­
drid ...38

día 3 de abril de 1972, por el rector Carlos Cueva Tamariz, Anales de la Universidad
de Cuenca, t. xxix, núms. 1-2, enero-junio de 1972, p. 247. Ver también Informe del
secretariado general permanente del Consejo Nacional de Educación Superior de la
República del Ecuador, presentado a la Conferencia de Secretarios Generales y Direc­
tores de las Asociaciones Nacionales y Regionales de Universidades de América Latina,
UDUAL. San José de Costa Rica, noviembre-diciembre de 1972, mimeo.
35 “Comunicación enviada por los rectores y representantes estudiantiles al señor
secretario general de la Administración, sobre el proyecto de Ley de Educación Supe­
rior, Cuenca, 20 de julio de 1973”, Memorias del primer Congreso Nacional de Uni­
versidades y Escuelas Politécnicas del Ecuador, 16-19 de mayo de 1973. Quito, 1973
pp. 201-203.
36 Universidad de Guatemala', su origen, fundación, organización. Guatemala. Edi­
torial Universitaria, 1976, pp. 182-183. Sobre la primera etapa de la institución ver,
José Mata Gavidia, Fundación de la Universidad de Guatemala. 1548-1688. Guatemala,
Imprenta Universitaria, 1954; Ricardo Castañeda Paganini, Historia de la Real y
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 63

En 1681, el oidor Francisco de Sarassa y Arce, formuló sus consti­


tuciones, sobre la huella de las palafoxianas de la Universidad de
México, en el marco general del modelo salmantino, y en junio
de 1686 —coincidiendo en las primeras oposiciones— el Papa Ino­
cencio XI le confirió la calidad de Pontificia. 37
De acuerdo con las constituciones, la autoridad superior era el
rector a quien se le daban importantes atribuciones; se reconocía
el fuero universitario; la comunidad universitaria comprendía tres
órganos: el Claustro de Conciliarios que representaba todos sus esta­
mentos y a quien correspondía la elección de rector; el de Hacienda
a quien se atribuía vigilar el patrimonio universitario, y el Pleno,
constituido por todos los graduados y los bachilleres del de Conci­
liarios. Aunque sujeta al Patronato, la Universidad no dependía de
ninguna otra autoridad civil o eclesiástica. Los concursos para otor­
gar las cátedras eran obligatorios, y otorgaba con pompa especial los
grados de Licenciado, Maestro y Doctor, en ceremonial típicamente
salmantino. 38
A finales del siglo xvni se produjo en San Carlos un fuerte movi­
miento de reforma orientado por las ideas de la Ilustración de
acuerdo con el oficialmente impulsado por Carlos III en España.
La introducción de la física experimental con el uso de aparatos
modernos; una reorganización docente con nuevos métodos y planes;
ampliación del número de cátedras; cumplimiento de la Constitu­
ción 107 que permitía la libertad de cátedra y la enseñanza de doc­
trinas contrarias, fueron algunos de sus puntos esenciales, que cla-
Pontificia Universidad de San Carlos de Guatemala. Época colonial. Guatemala, Tipo­
grafía Nacional, 1947). También de Rodríguez Cabal, Primeras matriculas en la
Universidad de San Carlos de Guatemala, investigación manuscrita inédita, realizada
en archivos de Pamplona, España, que logramos rescatar, hace algunos años, de una
bodega abandonada en la Embajada de Guatemala en Madrid, donde estaba olvidada
por manos poco enteradas. Ültimamcnte el reciente trabajo de María Águeda Rodrí­
guez Cruz O. P., Historia de las Universidades Hispanoamericanas. Periodo hispánico.
Bogotá. Instituto Caro y Cuervo, 1973, 2 vols.
37 John Tate Lanning, Reales Cédulas de la Real y Pontificia Universidad de San
Carlos de Guatemala. Guatemala, Imprenta Universitaria, 1954. Constituciones de la
Real Universidad de San Carlos de Guatemala, Edición Príncipe, Madrid, por Julián
Paredes, impresor de libros, 1686, y 2* ed., impresa por la viuda de Sebastián de
Arévalo. Nueva Guatemala, año de 1783. Este año, con motivo de la celebración del
tricentenario de su fundación, se ha hecho una pulcra edición facsimilar, Estatutos y
Constituciones Reales de la Regia Universidad de San Carlos de Goathemala, Año de
1681. Guatemala, Editorial Universitaria, 1976, que incluye un importante manuscri­
to del Archivo universitario y la reimpresión que de las constituciones hizo la viuda
de Arévalo.
38 Ramón Salazar, Historia del desenvolvimiento intelectual de Guatemala, 2* ed.,
t. i. Guatemala, Editorial del Ministerio de Educación, 1951. Describe minuciosa y
pintorescamente las etapas de la graduación.
64 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

rificaron el aire académico y permitieron la penetración de las


nuevas ideas, que se transparentan en los tesarios, cada vez más
atrevidos mientras avanza el siglo xvm y principia el xix. Hans
Steger nos dice cómo la Universidad de Guatemala:
Se convirtió en el gran centro de esta clase de ilustración en América,
que —como documentan los temas de disertaciones y los planes de
estudios— estaba completamente a la par en las últimas actualidades
de las discusiones europeas, con un retardo que correspondía al tiem­
po que se necesitaba para transportar un libro de Europa a Amé­
rica. 39

La lucha entre conservadores y liberales en la gestación de la


república decimonónica, marca el destino de la institución. Sobre
la huella de la reorganización napoleónica, la primera generación
insurgente la suprime y la reorganiza —incluso copiando el nombre
francés— como Academia de Estudios, en 1832, vinculándola al pro­
grama del gobierno central de reforma educativa. Pero la restaura­
ción conservadora que se inicia en el 39, culmina en este aspecto
con la firma de un Concordato con la Santa Sede, y su reorganización
en 1855 como Pontificia Universidad de San Carlos de Borromeo,
39 “Perspectivas para la planeación de la enseñanza superior en Latinoamérica’’,
Latinoamérica, Anuario de Estudios Latinoamericanos, UNAM, Filosofía y Letras,
núm. 4, p. 30. El mismo Steger en otro trabajo posterior, Las universidades en el
desarrollo social de América Latina. México, Fondo de Cultura Económica, 1974,
p. 208, insiste en el tema, y afirma que a “John Tate Lanning le corresponde el
mérito de haber aclarado estas conexiones. Sus investigaciones fundamentales acerca
de México y Guatemala han abierto nuevas posibilidades para una investigación
científica de las universidades latinoamericanas, en la época colonial. Su obra The
Eighteenth Century Enlightenment in the University of San Carlos de Guatemala se
apoya en una serie de conocimientos obtenidos mediante investigaciones. Según
Lanning, esta Universidad, fundada en 1676, aparece como la universidad de la
‘americanidad’ por excelencia (Lanning no utiliza este concepto de americanidad)
ya que proporcionó a los talentos americanos fundamentos para actuar de acuerdo
con las exigencias de la época”. Además de ese trabajo, cuya traducción anuncia la
Universidad de San Carlos este año, Lanning ha escrito, Academic Culture in Gua­
temala. Itahca, Nueva York, 1940; The University in the Kingdom of Guatemala.
Itahca, Nueva York, 1955 y "La recepción en la América Española con especial
referencia a Guatemala, de la Ilustración del siglo xvm”, Anales de la Sociedad de
Geografía e Historia de Guatemala, año xxi, p. 198. Sobre este movimiento de refor­
ma, José Mata Gavidia, Panorama filosófico de la Universidad de San Carlos al final
del siglo XVIII. Guatemala, Editorial Universitaria, 1948 y Jorge Mario García La-
guardia, "Vida universitaria: la reforma”, en Orígenes de la democracia constitu­
cional en Centroamérica. San José de Costa Rica, Editorial Universitaria Centro­
americana, EDUCA, 1971, pp. 76 y ss. También de Mata Gavidia, “La Universidad
de San Carlos en el movimiento de Independencia”, Humanidades, núms. ni y iv,
revista de la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guate­
mala, septiembre de 1949.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 65

ordenando que se tuviera como base de su estructura legal las cons­


tituciones coloniales. Y cuando se produce el triunfo liberal en el
último tercio del siglo, de nuevo desaparece al sustituirse por la
Universidad Nacional de Guatemala, pulverizada en distintas facul­
tades, bajo fuerte control central.
La crisis del régimen liberal que deviene en dictaduras autori­
tarias marca la historia de la institución que se convierte en 1918 en
Universidad Estrada Cabrera —nombre del hombre fuerte de tur­
no—, con la paradoja de que técnicamente se concedía una cierta
autonomía, pues el rector era electo por “todos los profesionales en
votación directa” y en las atribuciones del Consejo Superior —que se
había restablecido— estaban determinar los planes de estudio, y
“formular reglamentos que han de desarrollar el pensamiento del
legislador” (arts. 3 y 6 de los Estatutos de 24 de diciembre de 1918).
Línea legal que se continúa a la caída del dictador al disolver la que
llevaba su nombre en 1924 40 y restablecerla en 1927 con el nombre
de Nacional de Guatemala. Precisamente el antecedente más re­
moto de reconocimiento constitucional —en la región— aparece en
este momento, cuando la constituyente de 1921 reforma el artículo
77 inciso 6, reconociendo con pulcra técnica la autonomía uni­
versitaria: 41 “La Universidad organizará y dirigirá la enseñanza
profesional. Hará sus Estatutos; nombrará a sus catedráticos y em­
pleados, y tendrá bajo su dependencia los edificios que le pertenez­
can. Gozará de personalidad jurídica para adquirir bienes y
administrarlos, así como sus rentas; pero para enajenar los inmuebles
se sujetará a las prescripciones legales”. Y en su Ley Orgánica de 31
de mayo de 1928, el principio se desarrolla al reconocerla como
“una entidad jurídica con autonomía suficiente dentro del organis­
mo del Estado” (art. 2°), atribuir a la Asamblea Universitaria la
elección del rector y al Consejo la facultad de dictar reglamentos,
formular proyectos de presupuesto y convertirlo en “poder guber­
nativo y administrativo y pedagógico de la Universidad” (art. 21).
Breve paréntesis democrático, porque un nuevo hombre fuerte —el
40 Como la supresión implicaba la dependencia del Ministerio de Educación y el
nombramiento de autoridades y personal, se produjo un movimiento de protesta,
que hizo cerrar la institución por varios meses y dio vida al movimiento de reforma.
Ver Carlos Martínez Durán, “Golpe mortal a la autonomía universitaria”, en Tiempo
y sustancia del estudiante eterno. Guatemala, Editorial Universitaria, 1956, pp. 56 y
ss. También “Una página de vergüenza nacional", Tiempos nuevos, año i, núm. i.
Guatemala, 28 de abril de 1924 y la colección de Studium, importante revista uni­
versitaria.
n Dictamen de la Comisión extraordinaria de reformas a la Constitución. Guate­
mala, Tipografía Nacional, 1921, y Ernesto de la Torre Villar y Jorge Mario García
Laguardia, Desarrollo constitucional de hispanoamérica. México, UNAM, 1976.
66 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

general Jorge Ubico— dicta una nueva ley, el Decreto 1710 de 14


de mayo de 1931, en el que suprime el artículo segundo de la
anterior que reconocía la autonomía y en el cuarto, explícitamente
apunta que “el gobierno de la Universidad está a cargo del Consejo
Superior, formado por el Rector y los Decanos de las respectivas
Facultades, y serán todos de nombramiento del Ejecutivo”, situación
que se mantiene durante los largos 14 años de su mandato. 42
En la gesta popular que provoca su caída, en 1944, se produce un
resurgir rampante del movimiento estudiantil43 que en su Ideario
incluye la restitución de la autonomía e importantes aspectos de la
reforma. 44 Y la Junta Revolucionaria se apresura —Decreto 12, de
9 de noviembre— a declarar que la Universidad, esta vez “Nacional
y de San Carlos”, era autónoma “en el cumplimiento de su misión
científica y cultural, y en el orden administrativo” y tenía persona­
lidad jurídica para desarrollar sus fines,45 decisión que ratificó en
<2 Una minuciosa descripción del proceso en Daniel Contreras, Vicisitudes de la
Universidad de Guatemala en la época republicana, separata de la revista Universidad
de San Carlos, núm. m, 1960, y Legislación universitaria en la época republicana,
manuscrito, cuya consulta agradecemos a su autor.
43 Está por escribirse todavía su historia. Sabemos que desde la Colonia se produjo
persistente participación estudiantil. En 1821 se conoce de interrupción de activi­
dades, y en el periodo conservador de conflictos importantes. A fines del xtx se
fundan la Sociedad el Derecho y la Juventud Médica. En 1901 se celebró en Guate­
mala el Primer Congreso Centroamericano de Estudiantes. En el movimiento contra
Estrada Cabrera, el Club de Estudiantes Unionistas tiene importante rol y sirve de
base a la creación de la Asociación de Estudiantes Universitarios, y cuando al supri­
mir la Universidad Estrada Cabrera se corta su autonomía, se producen protestas
organizadas. Pero no es sino hasta 1930, cuando se inicia un orgánico movimiento
de reforma sobre la huella de Córdoba llamado de Revolución Universitaria, en el
que aparecen los líderes de la emergente clase media que accederán al poder polí­
tico en los años posteriores, y que se detiene con la nueva dictadura del general
Ubico en el 31, para reaparecer en el 44. Héctor Humberto Samayoa Guevara, “El
bochinche estudiantil del 12 de noviembre de 1821. Episodios de la Independencia”.
Ensayos sobre la independencia de Centroamérica. Guatemala, Editorial del Minis­
terio de Educación, 1972; León Bilak, “Algaradas de otros tiempos. Los estudiantes,
Enfant terribles”. El Impartial. Guatemala, 21 de agosto de 1970; Carlos Martínez
Durán, op. cit.‘, Rodolfo Azmitia Jiménez, “Desarrollo del movimiento estudiantil
guatemalteco”. Universidad de San Carlos de Guatemala. Tricentenario, 1616-1976.
Guatemala, Editorial Universitaria, 1976, pp. 255 y ss.; Epaminondas Quintana,
La generación de 1920. Guatemala, Tipografía Nacional, 1971; Moisés Castro Mo­
rales y Jorge Morales, "El movimiento reformista en la Universidad de Guatemala”.
Studium, año vm, núms. 23 y 24, enero a junio de 1928.
44 Manuel Galich, "La juventud contra los déspotas”. Studium, época ni, núm. 1.
Guatemala, abril de 1945, p. 12. El mismo autor hace un fresco relato de la parti­
cipación universitaria en Del pánico al ataque. Guatemala, Tipografía Nacional,
1949. Datos también en Augusto Cazali, “25 años de autonomía universitaria”, sepa­
rata revista Alero, febrero de 1971, y Ricardo Estrada, "Evocación a los veinte años”.
XX aniversario de la Facultad de Humanidades. Su presencia en la cultura de Gua­
temala. Guatemala, Editorial Universitaria, 1965, pp. 37 y ss.
45 333 Decretos del Congreso de la República. Guatemala, Tipografía Nacional,
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 67

diciembre la asamblea legislativa. Y un presuroso cuerpo constitu­


yente que se orientó a formalizar el nuevo programa de gobierno en
el artículo 84 del texto que promulgó en 1945, constitucionalizó la
decisión y obligó al Estado a contribuir a asegurar y acrecentar el
patrimonio universitario y a consignar anualmente en el presupuesto
el subsidio universitario.46 Y en cumplimiento del mandato consti­
tucional, en mayo se promulgó la Ley Orgánica que desarrollaba
sus principios y que aún está vigente fuera de los vaivenes constitu­
cionales que reseñaremos.
Fijó este texto una tendencia, aún vigente a pesar de la filosofía
conservadora de los que lo sustituyeron. Así, en 1956 una nueva
constitución, producto de una “revolución anticomunista”, que en
términos de política general inicia una nueva corriente, en este
aspecto, sin embargo, no sólo mantiene el precepto de la anterior,
sino lo amplía en aspectos esenciales: le atribuye a la Universidad
con exclusividad, la función de organizar, dirigir y desarrollar la
enseñanza superior y la educación profesional, la dota de fondos con
una asignación privativa del 2% del presupuesto nacional y desarro­
lla aspectos de organización confiriéndoles mayor permanencia.47
Y finalmente, la Constitución vigente, de 1965 (arts. 99 al 105
del Capítulo de Garantías Sociales) reconoce a la Universidad Na­
cional como una institución autónoma con personalidad jurídica, le
atribuye —esta vez sin exclusividad— la facultad de dirigir, organizar
y desarrollar la enseñanza superior, fijar normas de integración del
Consejo Universitario al que atribuye su dirección general y amplía
su patrimonio al fijarle una asignación privativa no menos del dos y
medio por ciento del presupuesto, ampliable mediante rentas propias
que el Estado destine al efecto.48 Con su Ley Orgánica —que
1946. Una interpretación auténtica del proceso final es dada por uno de los prota­
gonistas, quien explica que el miembro civil de la junta, Jorge Toriello, influyó
en el secretario de Educación Jorge Luis Arriola y el subsecretario —quienes fueron
los redactores del proyecto— para precipitar la decisión. Carlos Leonidas Acevedo,
“Reforma universitaria en Guatemala: el proceso de la autonomía”. Universidad de
San Carlos. Anuario académico, ti época, núm. 5, 1974, pp. 21-36.
46 Ver Diario de sesiones de la comisión de los quince encargada de elaborar el
proyecto de Constitución de la República. Guatemala, Tipografía Nacional, 1953;
Diario de Sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente de 1945. Guatemala, Tipo­
grafía Nacional, 1951, y Clemente Marroquin Rojas, Crónicas del constituyente del
45. Guatemala, Imprenta la Hora Dominical, 1970. En su artículo 85, constituciona­
lizó "la libertad de criterio docente”. También Jorge Mario García Laguardia, La
revolución de octubre de 1944, 2“ ed. Guatemala, Talleres Municipales, 1974.
47 Los textos, con excepción de los dos últimos en "Digesto constitucional de Gua­
temala”, Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad
de San Carlos, 1949, y hasta el de 1956, en Luis Marinas Otero, Las constituciones de
Guatemala. Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1958.
48 Edmundo Vásquez Martínez, La Universidad y la Constitución. Guatemala, Edi-
68 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

sobrevivió a este vivo avatar constituyente—, la de Colegiación Obli­


gatoria para el Ejercicio de Profesiones Universitarias —también de
1947—, sus Estatutos y múltiples resoluciones del Consejo Superior
Universitario se constituye su marco legal. El rector, Consejo y un
cuerpo electoral —a quien se atribuye la designación de autorida­
des que se integra por los profesores titulares, representantes de co­
legios profesionales y estudiantes en igual proporción—, constituyen
sus órganos de gobierno principales. En una tensión permanente,
sujeta a altas y bajas, este régimen autónomo se ha mantenido hasta
el presente.

E. Honduras: preponderancia estudiantil

El antecedente inmediato de la Universidad de Honduras es la


sociedad Del Genio Emprendedor y del Buen Gusto, fundada por
estudiantes egresados de las escuelas de León, la que apoyada por
el gobierno a solicitud de la municipalidad de Tegucigalpa, se con­
vierte en Universidad con el nombre de Academia Literaria, en
virtud del Decreto Legislativo de 19 de marzo de 1846. El año
siguente se dicta —el 13 de septiembre— el decreto de su creación
y se instala solemnemente el 19 de septiembre.
Sus primeros Estatutos —de noviembre del 49— le reconocen cierta
autonomía. Se le atribuye “toda la independencia y libertad nece­
saria para mejorar, modificar o variar sus estatutos cuando lo juzgue
absolutamente necesario” (art. 6) aunque con aprobación del go­
bierno central; éste tiene “el patronato de la Academia, y en conse­
cuencia le dará toda la protección que necesite para su engrandeci­
miento y mejora; pero en ningún caso ni por pretexto alguno, puede
ni debe ingerirse en su administración económica, ni menos tocar
sus fondos, excepto en aquellos casos en que degenere de ser institu­
to” (art. 10) y establece que las elecciones de rector y vicerrector
“serán directas, y tienen voto activo en ellas el Rector y los Directo­
res, los catedráticos y todos los individuos graduados de la Academia
que estén presentes en el día que se practiquen” (art. 21) .49
torial Universitaria, 1966; “Pronunciamiento del Consejo Superior Universitario en
torno al Decreto núm. 1 722 del Congreso de la República”, Autonomía. Guatemala,
Editorial Universitaria; Manuel de Jesús Marroquin Castañeda, La autonomía de la
Universidad de San Carlos de Guatemala. Guatemala, 1972, tesis y Jorge Mario García
Laguardia, Política y Constitución en Guatemala, 1950-1976, Mss.
49 Esteban Guardiola Cubas, Historia de la Universidad de Honduras. Tegucigalpa,
Talleres Tipográficos Nacionales, 1952; La Universidad de Honduras, compilación
por Jorge Fidel Durón. Tegucigalpa, Talleres Tipográficos Nacionales, 1953; Ángel
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 69

Sobre el esquema colonial funciona en forma irregular hasta 1881


en que la revolución liberal triunfante formula el primer Código de
Instrucción Pública, que organiza el sistema educativo en tres niveles
y encarga el profesional a la Universidad, calcada en moldes napo­
leónicos, con fuerte control del gobierno central que suprime su
autonomía y facultades de Jurisprudencia y Ciencias Políticas, Me­
dicina y Ciencias.50 Nuevos códigos en 1906, 1923 con reformas en
el 46 en cuanto a la Universidad y de 1947, fijan un régimen seme­
jante, dependiente del Ministerio de Educación, aunque se crean
nuevas facultades y en el último se amplían sus actividades a la in­
vestigación y se crean cursos libres.
Por decreto constitucional de 15 de octubre de 1957, se reconoció
de nuevo la autonomía a la institución con un sentido moderno y,
en el texto aprobado en diciembre del mismo año, se le reconoció
constitucionalmente y otorgó una asignación privativa del 2% del
presupuesto. 51
Su régimen legal vigente se encuadra en la nueva Constitución de
1965 que recoge los lincamientos de la anterior y amplía la asigna­
ción al 3%. El artículo 157 la reconoce como una institución autó­
noma y le asigna “la exclusividad de organizar, dirigir y desarrollar
la enseñanza superior y la educación profesional” aunque indica que
Hernández, Problemas de la educación universitaria. Tegucigalpa, publicaciones del
Ministerio de Educación Pública, 1956, especialmente, primera parte "Algo de histo­
ria”, pp. 21-52; y Ernesto Alvarado García, “Antecedentes históricos y misión de la
Universidad de Honduras”, Revista del Archivo y Biblioteca de Honduras, t. xxvi,
núms. ni y iv, septiembre y octubre de 1947, pp. 112-124.
50 El pensamiento liberal se expresa a través de Ramón Rosa, autor de la ley
—exministro de Educación en Guatemala y secretario general del gobierno hondu­
reno—, quien al inaugurar la Universidad Central afirmaba: “Los gobiernos que
gobiernan menos, en materia de instrucción pública, son los que corresponden o
deben corresponder a las naciones más cultas, en que la ciencia es un negociado
de la sociedad que sólo requiere jurídicas garantías... Esta solución no cuadra
con el ideal de la ciencia, pero cuadra con las exigencias de lo practicable, y prepara
la realización del ideal. He aquí por qué el nuevo Código de Instrucción Pública
reglamenta extensamente, desde los estudios primarios hasta los estudios profesio­
nales, los rodea de garantías administrativas, de una intervención oficial constante
y eficaz, y establece estímulos y apremios de carácter gubernativo... el gobierno
tiene como principio descentralizar gradualmente la instrucción pública, y crearle
la mayor suma de elementos de existencia y sólido progreso, con el objeto de que el
fin científico de la sociedad se realice por medios propios, y en lo futuro, la ciencia
esté tan sólo bajo la garantía jurídica del Estado, y en ningún caso, bajo su depen­
dencia.” “Discurso de... en la apertura de la Universidad Central de Honduras,
el 26 de febrero de 1882”, en Oro de Honduras. Antología de Ramón Rosa, t. i.
Tegucigalpa, Talleres Tipográficos Aristón, 1948.
51 Luis Marinas Otero, Las constituciones de Honduras. Madrid, Ediciones Cultu­
ra Hispánica, 1962; y Óscar Flores, La Universidad, el Estado y la cultura. Teguci­
galpa, Tipolitografía Aristón, 1959.
70 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

“la ley y sus estatutos fijarán su organización, funcionamiento y


atribuciones” y que el Estado podrá “autorizar la fundación de uni­
versidades particulares” con dictamen de la nacional. En el 158 se
obliga el Estado a su sostenimiento, desarrollo y engrandecimiento,
fija el porcentaje presupuestal indicado y la exonera de toda clase
de impuestos. Sus principios son desarrollados en la Ley Orgánica del
15 de octubre de 1957, con modificaciones de 30 de abril de 1958,
donde muy detalladamente se delinea su estructura. En mayo de ese
año nuevas reformas concedieron el cogobierno paritario entre estu­
diantes por un lado y graduados y catedráticos por el otro. 52
Los dos principios esenciales reconocidos: capacidad de autolegis-
lación y monopolio de la educación superior tiene una eficacia
relativa. El hecho de que la Ley Orgánica es un cuerpo reglamenta­
rio muy detallado implica que su marco legal está ya dado por el
poder público y que su modificación requiere en última instancia
Ja participación de éste y en cuanto al segundo aspecto, de hecho, la
Universidad Nacional no tiene ninguna relación con los otros
centros de educación superior: Escuela Superior del Profesorado, de
Agricultura, de Servicio Social y de Enfermería. En la práctica
“ninguno de los dos mandatos opera”. 53 Los órganos de gobierno,
Claustro Pleno, Consejo Universitario y Juntas Directivas de Facul­
tades, integradas paritariamente, tienen atribuciones muy amplias
de orden administrativo, electoral y reglamentario, lo que hace difí­
cil su funcionamiento; las funciones del rector han sido muy limita­
das en favor de funcionarios administrativos menores, y el poder
real de decisión está en manos del estamento estudiantil, que con
unidad y disciplina hace uso de la proporción privilegiada que le
corresponde.

F. México: búsqueda de estabilidad

Las iniciales gestiones de fray Juan de Zumárraga, fructificaron


en la real cédula de septiembre de 1551, que creó la Real y Ponti­
ficia Universidad de México, una de las más antiguas del continente,
52 “Art. I1? En los organismos que gobiernan la Universidad Nacional Autónoma
de Honduras, tendrán representación igualitaria los estudiantes por una parte, y los
profesionales catedráticos y no catedráticos por otra...” Enrique Flores Valeriano,
Roberto Herrera y Adolfo León Gómez, “Autonomía material dinámica”, Revista
de Derecho, órgano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNAH,
año v, núm. 5, 1974.
53 Plan de desarrollo. 1967-1972. Tegucigalpa, mimeo, 1966. También, Dictamen
del Consejo Universitario sobre el Proyecto de Plan de desarrollo. Tegucigalpa,
mimeo, 1967.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 71

que —como fue usual— funcionó con cátedras de Teología, Sagrada


Escritura, Leyes, Cánones, Artes, Retórica y Gramática. Su gobierno
se atribuyó al rector, consejeros —entre los que se nombraban estu­
diantes— y diputados que vigilaban su patrimonio. Incipiente go­
bierno propio y claridad en cuanto a la necesidad de su indepen­
dencia económica son antecedentes —comunes a la universidad
colonial latinoamericana— de su autonomía en sentido actual.54
Su régimen legal colonial influyó en otras instituciones del nuevo
mundo.
El proceso de la Independencia arrojó a la institución en el vaivén
republicano del xix, que se inicia con su denominación de Imperial
y Pontificia en el efímero paréntesis monárquico de Agustín de Itur-
bide y concluye con su definitiva extinción —paradójicamente— en
el segundo imperio de Maximiliano.
El punto de vista de los liberales era clara y muy drásticamente
expuesto por su mejor teórico, José María Luis Mora, quien consi­
deraba a la universidad perniciosa, inútil e irreformable:
Inútil, porque en ella nada se enseñaba, nada se aprendía... irre­
formable, porque toda reforma supone las bases del antiguo estable­
cimiento, y siendo las de la Universidad inútiles e inconducentes a su
objeto, era indispensable hacerlas desaparecer__ perniciosa porque
daría, como da, lugar a pérdida de tiempo ...

Y así principió su vía-crucis: 1) por ley 1265 de octubre de 1833,


el presidente Gómez Farías la suprime y establece una Dirección
General de Instrucción Pública para el Distrito y Territorios Fe­
derales, autorizada para otorgar los grados académicos; 2) en julio
del año siguiente, Antonio López de Santa Anna, revoca el decreto
de Gómez Farías, reabre la institución y —curiosamente— suprime
la obligación estudiantil de asistencia a clases; 3) de nuevo triun­
fantes los liberales, en septiembre del 57, Ignacio Comonfort la
suprime de nuevo —con base en el artículo ni del Plan de Ayuda—
ignorando el dictamen de una comisión que sólo recomendaba su
54 Sobre la Universidad mexicana la bibliografía es abundante. Ver Cristóbal
Plaza y Jaén, Crónica de la Real y Pontificia Universidad de México. México, UNAM,
1931; Alberto María Carreño, La Real y Pontificia Universidad de México. México,
UNAM, 1961; Julio Jiménez Rueda, Las Constituciones de la Antigua Universidad.
México, UNAM, 1951; y del mismo autor Historia Jurídica de la Universidad de Mé­
xico. México, UNAM, 1955; también Joaquín García Icazbalceta, "La Universidad”,
Obras. México, 1898, y John Tate Lanning, Academic culture..., op. cit., y del
mismo autor Reales Cédulas de la Real y Pontificia Universidad de México de 15S1
a 1816. México, UNAM, 1946. En el extenso libro de María Águeda Rodríguez Cruz,
Historia de las..., op. cit., se recoge abundante e importante información sobre esta
Universidad y muchas otras del área.
72 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

reforma y la suplicante defensa del rector; 4) el golpe de Estado


que lleva al poder a los conservadores, produce el Decreto de Félix
Zuluoaga de mayo de 58, que reabre la institución en plena guerra;
5) una tercera clausura es decretada por Benito Juárez en junio del
61; 6) es seguida de una nueva reinstalación por la regencia del im­
perio en 1862, finalmente, 7) en 1865 el emperador Maximiliano
la clausuró definitivamente al poner en vigor el Decreto del 57.5556
Así concluyó este avatar legislativo:
Suprimida por odio contra lo colonial; reinstalada por odio contra
quienes la suprimieron, ya no pudo escapar al toma y daca de los
partidos que, alternando en el gobierno, heredaban consignas y leal­
tades, frases hechas y éticas, que hacían cada vez más espeso el bosque
de las mutuas incomprensiones. 58

El periodo contemporáneo, se inicia con el proyecto que Justo


Sierra presentó en 1881 a la Cámara para crear la Universidad Na­
cional, el que se perdió en el papeleo parlamentario, para ser resca­
tada la idea en 1910, año en que se promulga la Ley de Creación de
mayo, en la que se le constituye como una institución de carácter
estatal aunque con libertad académica, una universidad “liberal y
nacional”, con sentido moderno. 57
Efímera vigencia —en el fragor de la guerra civil— tiene una ley
de abril de 1914, que le introducía pequeños cambios a la anterior
como designar canciller —como en las instituciones inglesas— en vez
de rector, porque en septiembre el presidente Carranza dicta una
breve ley de reformas a la del 10, que derogaba parte de su articu­
55 El espíritu de la medida se explica nítidamente en carta del emperador a su
ministro de educación: “En cuanto a los estudios superiores y profesionales, pienso
que, para cultivarlos ventajosamente, son precisas escuelas especiales; lo que en la
Edad Media se llamó Universidad, ha llegado a ser hoy una palabra sin sentido.”
56 Edmundo O’Gorman, “Justo Sierra y los orígenes de la Universidad de México
en 1910”, Filosofía y Letras, vol. xvm, núms. 33 y 34, enero-marzo y abril-junio de
1949.
57 En su inauguración Justo Sierra afirmaba: "¿Tenemos una historia? No. La
Universidad mexicana que nace hoy no tiene árbol genealógico; tiene raíces, sí; las
tiene en una imperiosa tendencia a organizarse ... Si no tiene antecesores, si no tiene
abuelos, nuestra Universidad tiene precursores: el gremio y claustro de la Real y
Pontificia Universidad de México no es para nosotros el antepasado, es el pasado...
Los fundadores de la Universidad de antaño decían: ‘La verdad está definida, ense­
ñada'; nosotros decimos a los universitarios de hoy: ‘La verdad se va definiendo,
buscadla’: Aquéllos decían: ‘Sois un grupo selecto encargado de imponer un ideal
religioso y político resumido en estas palabras: Dios y el Rey’. Nosotros decimos:
‘Sois un grupo de perpetua selección dentro de la substancia popular y tenéis enco­
mendada la realización de un ideal político y social que se resume así: democracia
y libertad’ ”, Discurso en el acto de la inauguración de la Universidad Nacional de
México, el 22 de septiembre de 1910.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 73

lado —entre el que se encontraba regulación sobre autoridades—


en tanto se elaboraba una nueva ley, que nunca se estudió, lo que
inicia un periodo de anarquía legal en este aspecto. En la Constitu­
ción de febrero de 1917, no se consideró el problema universitario
y el artículo 14 transitorio suprimió la Secretaría de Instrucción y
Bellas Artes de la que dependía la Universidad, a la que —después
de mucha discusión— se le concedió el carácter de Departamento
Administrativo con base en la Ley de Secretarías de Estado. Y en
este periodo poco estudiado, que se prolonga hasta 1928, se producen
varios intentos y proyectos de adoptar el principio de la autono­
mía 5859que se concreta en el año 29, como resultado de un conflicto
estudiantil motivado por oposición a exámenes parciales en la Fa­
cultad de Derecho y nuevo plan de estudios en la Preparatoria. El
movimiento estaba inscrito en el proceso político de la Revolución
y, especialmente, en la sucesión presidencial. El presidente Portes
Gil acusó a los estudiantes de ocultar finalidades políticas puesto
que reconocen “como directores a los señores Gómez Arias y Azuela,
prominentes líderes del partido oposicionista, quienes con toda habi­
lidad están abusando de la buena fe de los estudiantes para hacer
labor de agitación en contra del gobierno...”, lo que se acepta
como cierto por uno de los participantes: “... para nosotros, lo de
menos era lo que se discernía en el conflicto. Lo hicimos nuestro
simplemente porque implicaba una activísima manera de oposi­
ción.” 69 Lo cierto es que el problema de la autonomía solamente
aparece —desde el movimiento estudiantil— como una respuesta en
forma de objeciones al proyecto de ley sobre autonomía que el presi­
dente presentó a su consideración, y que sin tomar en cuenta las obje-
58 Digno de especial mención es el Proyecto de Ley de independencia de la Uni­
versidad Nacional de México, que influye mucho en leyes posteriores y cuyo artículo
primero es muy explícito: "Se decreta la independencia de la Universidad Nacional
de México; en consecuencia, no dependerá en lo sucesivo del Gobierno Federal que se
concretará a garantizar su autonomía y a ministrarle los fondos indispensables para
su subsistencia y desarrollo. En todo caso las enseñanzas que la Universidad imparta
serán laicas.” Citado por Alfonso de Maria y Campos, Estudio histórico-juridico de la
Universidad Nacional. 1881-1929. México, UNAM, 1975, p. 114, quien hace un cui­
dadoso análisis del periodo indicado.
59 Mauricio Magdaleno, Las palabras perdidas. México, Fondo de Cultura Econó­
mica, 1956, p. 91. En México, adquirió un sentido radicalmente opuesto al de Cór­
doba, en Argentina: “__ la autonomía se enarbola frente al régimen surgido de la
Revolución, que ha iniciado una política nacionalista y popular, mientras la Uni­
versidad se esfuerza por mantener una ideología liberal que refleja los intereses
de las clases sociales afectadas por las reformas revolucionarias...” En ambos casos
se advierte como “... son las corrientes políticas las que determinan la consagración
formal de la autonomía, sin negar, por supuesto, que éstas se entrecrucen con exi­
gencias estrictamente académicas.” Manuel Rodríguez Lapuente, La Universidad y
el Estado. México, UNAM, 1975, p. 10.
74 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

clones fue aprobada como ley en julio de 1929. Por primera vez se
definía a la Universidad como una “corporación pública autónoma
con plena personalidad jurídica”, se declaraba “compartido” su go­
bierno y se atribuía la elección del rector al Consejo Universitario
de una terna presentada por el ejecutivo, que tenía derecho de veto
sobre las resoluciones del Consejo. Esta autonomía limitada —además
por un carácter reglamentario muy detallado— era mucho más cla­
ramente definida en los considerandos de la ley que consideraba
indispensable que:
Aunque autónoma, la Universidad siga siendo una Universidad Na­
cional y por ende una institución del Estado, en el sentido de que ha
de responder a los ideales del Estado y contribuir dentro de su propia
naturaleza al perfeccionamiento y logro de los mismos (núm. 8)

que aunque debería mantenerse una relación entre Estado y Uni­


versidad, ésta:
En su carácter de autónoma tendrá que ir convirtiéndose, a medida
que el tiempo pase, en una institución privada, no debiendo, por lo
mismo, tener derecho para imponer su criterio en la calificación de
las instituciones libres y privadas que impartan enseñanzas semejan­
tes a las de la propia Universidad Nacional (núm. 12).

Y la desconfianza del gobierno frente a la nueva institución apare­


cía bastante clara en el último de los considerandos de la ley, que
apuntaba un especial tipo de control, porque:
Siendo responsabilidad del gobierno eminentemente revolucionario
de nuestro país, el encauzamiento de la ideología que se desenvuelva
por las clases intelectuales de México en la enseñanza universitaria,
la autonomía que hoy se instituye quedará bajo la vigilancia de la
opinión pública de la Revolución y de los órganos representativos del
Gobierno. 60

Una nueva Ley Orgánica se dictó en 1933. Sus orígenes se encuen­


tran en una desorganización administrativa en gran medida deter­
minada por la falta de recursos, los problemas para elegir nuevo
rector y un conflicto ideológico que surge con motivo de una reso­
lución del Congreso Nacional de Estudiantes que adoptaba el mar­
xismo como criterio oficial de la enseñanza universitaria que chocó
so Una excelente compilación de los textos y debates, que iluminan el proceso
legislativo en Eugenio Hurtado Márquez, La Universidad Autónoma. 1929-1944. Méxi­
co, UNAM, 1976.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 75

contra una corriente partidaria de la libertad de cátedra. El minis­


tro de Educación Bassols —que en el conflicto del 29 era director
de la Facultad de Derecho— denunciaba la “patente anarquía uni­
versitaria”, e indicaba que sólo quedaba el camino de la intervención
del gobierno central o la responsabilización de la comunidad uni­
versitaria a través de un régimen “de plena y absoluta autonomía”, 61
camino este que el gobierno prefería seguir. Esta vez la autonomía
se otorgaba en forma total, pues en la ley sólo se enumeraban los
órganos de gobierno y dejaba al Consejo establecer la forma de inte­
gración, funciones y designación; autorizaba para que se “organizara
libremente dentro de los lincamientos generales de la ley” (art. 2)
y fijaba un fondo de $ 10,000.00 (diez mil pesos) por una sola vez
para constituir su patrimonio, el que naturalmente resultó insufi­
ciente en poco tiempo y coadyuvó a su crisis posterior. 82
Tres estatutos se dictaron durante la vigencia de esta ley, que
se prolonga hasta 1944: el primero en 1934, que estableció un
sistema de academias parciales de cada año escolar que elegían
representantes a academias generales de escuela o facultad, las que
integraban el Consejo Universitario que designaba rector y autori­
dades unipersonales; las academias tenían un gobierno paritario de
estudiantes y profesores; el segundo, en 1936, que limitó las aca­
demias a las de facultad y que amplió la participación estudiantil
integrando el Consejo en forma paritaria y, el último, en 1938,
que mantuvo los mismos principios y trató de lograr mayor tecni-
ficación.
Esta ley rigió hasta diciembre de 1944, en que se dictó la que
actualmente está vigente83 y que también fue producto de otro
conflicto. Hasta este año se prolonga un periodo anárquico 84 que
61 En la discusión de la ley se transparenta la falta de confianza en la institución
y en la exposición de motivos se hacía una prevención muy dara: .. sólo que la
nueva etapa en que habrá de entrar la vida universitaria al expedirse la ley, revele
en forma indudable que un régimen de gobierno autónomo deja insatisfechas sin
remedio las apremiantes necesidades que en materia de educación tiene la Repú­
blica, será llegada la hora de que el país entero y el gobierno, ante la fuerza de los
hechos, ponga fin a una situación a todas luces indeseable.”
62 Un análisis de esta ley en Antonio Carrillo Flores, Angel Carbajal y Manuel
Sánchez Cuén, “Naturaleza jurídica de la Universidad Nacional de México”, Revista
General de Derecho y Jurisprudencia. México, t. v, núm. 2, abril-junio de 1934, pp.
195 y ss. Ver también, sobre este cuerpo legal y los otros del periodo Jorge Siegrist,
El sistema jurídico de la Universidad mexicana, 2 vols. México, s. e., 1954, tesis, y
del mismo autor, En defensa de la autonomía universitaria. Trayectoria histórico-
juridica de la Universidad mexicana. México, Editorial Jus, 1966.
63 Legislación de la Universidad Nacional Autónoma de México. México, Ediciones
Andrade, 1967, hojas sustituibles.
«4 “Las facultades omnímodas atribuidas al Consejo; la perenne inestabilidad de
los grupos estudiantiles, cuyos representantes no siempre fueron legitimados por un
76 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

hace crisis con motivo de la renuncia del rector Brito Foucher y


la imposibilidad de lograr consenso para nombramiento de susti­
tuto, lo que obliga al presidente Ávila Camacho a reunir una
junta de exrectores que nombran a Alfonso Caso como rector,
quien convoca a un Consejo Constituyente encargado de redactar
un proyecto de nueva ley. En ella se define a la Universidad como
“una corporación pública —organismo descentralizado del Estado-
dotada de plena capacidad jurídica”, una institución autónoma y
nacional. 85 La autonomía se considera desde distintos aspectos:
1) académico: dentro del cual se contempla la libertad de cátedra,
organización libre de estudios, atribución de otorgar validez a estu­
dios que se realicen en otros establecimientos, formulación libre
de planes y programas de investigación y designar libremente a su
personal académico; 2) gobierno: puede organizarse “como lo estime
mejor, dentro de los lincamientos generales” establecidos en la ley,
indicando en términos generales las autoridades, pero dejando liber­
tad para su integración, nombrar libremente sus autoridades y fun­
cionarios, formular normas que fijen la política global, y reglas
sobre personal académico y administrativo; 3) financiero: se le
faculta para formular su presupuesto, administrar libremente su
patrimonio —que es manejado por un Patronato específico— y revisar
su cuenta anual, obligándose el Estado a contribuir con un subsidio
procedimiento democrático de elección; las pugnas entre grupos de interés que se
adjudicaban la titularidad de las cátedras, la dirección de las escuelas, la influencia
misma sobre el Consejo, el asambleísmo, el fin, que tan mal ha probado cada vez
que se le establece como solución pretendidamente democrática de los problemas
comunitarios, trajeron el caos a la Universidad.” Diego Valadés, op. cit., p. 42. Un
interesante estudio sobre uno de los órganos, Jorge Pinto Mazal, El Consejo univer­
sitario. México, UNAM, 1973. “La Ley Orgánica fue una respuesta ante la parcia­
lidad política que subsistió hasta 1945; frente a la obcecación partidista y al arrebato
emocional. Esta ley es, sin duda, la creación educativa mejor lograda de la demo­
cracia burguesa mexicana, y en tanto no desaparezca el régimen social que preva­
lece, no será posible modificarla para una sociedad inexistente.” Gastón García
Cantó, “UNAM 75. A los amigos de la razón”, Excelsior, 16 de junio de 1975.
65 "Una segunda cuestión se ha hecho vital en este instante crucial de la Uni­
versidad, y es la recuperación de su esencia: la Ley Orgánica de 1929 decía en su
artículo segundo que la UNAM era ‘una corporación pública, autónoma, con plena
personalidad jurídica y sin más limitaciones que las señaladas en la Constitución’.
La Ley de 1933 perfeccionó las ideas de la autonomía y de la libertad al decir en su
artículo primero, que era ‘una corporación dotada de plena capacidad jurídica, que
tiene por fin impartir educación superior y extender con la mayor amplitud posible
los beneficios de la cultura’. En cambio, la Ley de 1944, redactada después de un
conflicto interno por funcionarios públicos incrustados en el profesorado y en la
rectoría, y que constituye la más alta traición a la cultura y a su casa, introdujo
la frase trágica según la cual la UNAM es un ‘órgano descentralizado del Estado’.
Desde entonces el poder público se siente el creador y el árbitro supremo de la casa
donde se forja y se enseña la cultura.” Mario de la Cueva, “Una nueva Universidad,
Pasión y razón de su futuro”, Excelsior, 21 de agosto de 1973.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 77

anual que fijará libremente, y la libera de rendir cuentas al eje­


cutivo. 66
Se establecen seis tipos de autoridades. El Consejo Universitario,
órgano legislativo que se integra por autoridades, profesores, alum­
nos y empleados. El rector, representante legal y máxima autoridad
ejecutiva. El Patronato, que administra el patrimonio y formula el
presupuesto controlando su ejercicio. Los directores de escuelas,
facultades e institutos. Los Consejos Técnicos de escuelas y facultades,
que se integran con profesores y estudiantes, como órganos de con­
sulta. La investigación se coordina por medio de dos consejos, el
de Humanidades y el de la Investigación Científica.
Mención aparte merece la Junta de Gobierno, a quien se atribuye
la facultad de nombrar todas las autoridades unipersonales —rector
y directores— y que tiene una función general de coordinación del
sistema universitario encargada de la resolución de los conflictos,
y que en última instancia conoce de las resoluciones vetadas por
el rector al Consejo. Es posiblemente la novedad más significativa
de la legislación vigente y a ella se atribuye la estabilidad que se
ha logrado:
... fue la mejor medida que se encontró para evitar las luchas
partidaristas en la elevación de las autoridades universitarias, que
propiciaron la corrupción y la violencia constantes y dieron ocasión
a la intromisión descarada de fuerzas ajenas a la Universidad. El
clima de inestabilidad y violencia internas, anteriores al 44, exigía
la erección de un poder neutro y arbitral que pudiera permanecer
a cubierto de los partidarismos electorales. 07

Henrique González Casanova abunda en el mismo sentido:


Así como para establecer un gobierno nacional se precisa la exis­
tencia de un poder que garantice su permanencia, para que haya
un gobierno universitario se requiere del poder universitario. La
actual Ley Orgánica ha dotado a la Universidad de los mecanismos
que aseguran la posibilidad de que ese poder se constituya. Lo ha
hecho sobre todo, eludiendo la elección directa de las autoridades
universitarias. Tratar de restablecer procedimientos que en la práctica69
69 Ver Diego Valadés, op. cit., pp. 43 y ss.; Miguel González Avelar, “La legislación
mexicana de enseñanza superior”, en Leoncio Lara Sáenz y Miguel González, Legis­
lación mexicana de enseñanza superior. México, UNAM, 1969; Jorge Pinto Mazal,
La autonomía..., op. cit., pp. 16 y ss., y Edgar Llinás, The issue of autonomy in
the national university of Mexico, with an analysis of the present state of the
concept of University Autonomy in Latin America. Tesis Columbia University, mss.
67 Luis Villoro, El regimen legal y la idea de la Universidad. México, UNAM,
1972, p. 10.
78 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

mostraron ser adversos al propósito de garantizar el poder universi­


tario —y con ello la estabilidad de su gobierno— sería renunciar a
una preciosa experiencia. El periodo de 1929 a 1944 fue de una gran
inestabilidad para la vida universitaria, no sólo como un reflejo de
la inestabilidad política del país, sino como un resultado del proce­
dimiento que se usaba para la designación de funcionarios, mediante
formas democráticas mal entendidas, que permitían la compraventa
de votos y hacían que la principal preocupación política de los uni­
versitarios fuera de carácter electoral. 68

G. Nicaragua: el peso de la dinastía


La intervención norteamericana durante este siglo limitó la par­
ticipación de la comunidad universitaria y mediatizó la institución
por muchos años. La lucha por la autonomía universitaria se inicia
en 1944, cuando un grupo de estudiantes, en su mayoría de derecho,
inician el movimiento. En 1946, se realiza el primer congreso
de exalumnos y se crea una comisión para realizar “la ambición de
crear la autonomía” y fundar las universidades populares, reivin­
dicaciones que Somoza, el padre, impidió. 69
El cierre de universidades centralizó en la centenaria de León,
la actividad, y un grupo de estudiantes y maestros formuló un
Proyecto de Ley Orgánica en diciembre de 1953, que fue presentado
al legislador en 1955 por uno de los cinco diputados de la oposición
y rechazado por la amplia mayoría gubernamental.70 Sin embargo,
68 La Universidad: presente y futuro. México, UNAM, 1972, p. 15. “La experiencia
histórica nos ha mostrado que antiguas formas de elección directa son francamente
inoperantes y altamente peligrosas para la vida académica. La estructura y procedi­
mientos que establece la Ley Orgánica, han mostrado durante 30 años su plena
validez para ir resolviendo los problemas cada vez más complejos de la Universidad,
en un plano estrictamente académico a partir de la decisión autónoma de los uni­
versitarios.” “Dictamen de las Comisiones de legislación universitaria y del trabajo
académico del Consejo Universitario”, Gaceta UNAM, 3^ época, vol. x, núm. 11,
9 de junio de 1975. Ver también sobre éste y otros asuntos, Jorge Carpizo, Algunas
reflexiones sobre la legislación de la UNAM. México, UNAM, 1975.
69 El aire público escolar lo recoge así un periodista local: “Los estudiantes care­
cían de lo que se ha dado en llamar sensibilidad social; se llevaban bien con sus
directivos y maestros; ignoraban la política de partido dentro de la Universidad.
Para ellos no existía el gobierno... desconocían las huelgas y deseaban salir con su
título bajo el brazo conquistado con las mejores calificaciones, para no ser piratas
en el ejercicio de la profesión.” Jerónimo Aguilar Cortés, “La Escuela de Derecho”,
El centroamericano. León, 5 de septiembre de 1971.
70 El criterio sostenido para oponerse al proyecto fue su pretendida inconstitu-
cionalidad, de acuerdo a los artículos 99 y 271 de la Constitución vigente entonces,
que atribuían al poder ejecutivo inspección técnica sobre el régimen de enseñanza
y determinaban servicios a cargo del Estado. Argumentaron los defensores del rechazo
que el último había sido tomado de la Constitución uruguaya, pero eliminando la
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 79

el intento se continuó y dos años más tarde el anteproyecto archi­


vado, sujeto a modificaciones, se presentó de nuevo con apoyo
de las autoridades universitarias, y con base en él, Somoza —uno de
los hijos— dictó el Decreto número 38 de 25 de marzo de 1958,
en el cual se le concedió a la Universidad Nacional, autonomía
“económica, administrativa y docente”.71
La presión continuó para lograr la constitucionalización del prin­
cipio con un inicial rechazo del gobierno. El propio presidente
afirmó que:
La autonomía universitaria no es principio democrático básico. En
varias naciones americanas no existe en la Constitución. Por eso no
creo necesario llevar este principio a la nuestra. Lo que pasa es que
nuestras constituciones, que solamente deberían proclamar princi­
pios básicos, están llenas de disposiciones casuísticas, que atan las
manos del Ejecutivo, el que no puede actuar en muchos casos.

Sin embargo, finalmente cedió, y la reforma constitucional con­


tenida en el Decreto 1189 de 5 de mayo de 1966, acogió la
demanda.72
La Constitución vigente de 14 de marzo de 1974 73 sujeta todo
el sistema de enseñanza a la supervisión técnica del Estado (art.
109), pero reconoce autonomía docente, económica y administrativa
para la universidad nacional, con plena capacidad jurídica para
adquirir derechos y contraer obligaciones, liberándola de obliga­
ciones impositivas; fija una asignación anual no menor del 2%
de los ingresos ordinarios fiscales que será entregada de acuerdo
con el presupuesto; ordena la promoción del patrimonio univer-
enseñanza profesional, lo que indicaba la voluntad del legislador constituyente de
no otorgar la autonomía universitaria.
ti Sobre este proceso, Carlos Tünnermann Bernheim, Breve reseña de la conquista
de la autonomía en Nicaragua. León, Editorial Universitaria, 1958; La enseñanza
superior en Nicaragua. 1959-60, Informe de la Secretaría de COSEC. Rotterdam,
s. e., s. f.; Jorge Eduardo Arellano, Historia de la Universidad de León. León, Edi­
torial Universitaria, 1974; y de Mariano Fiallos Gil, protagonista clave del movi­
miento, Los primeros pasos de la reforma universitaria en Nicaragua. León, Editorial
Hospicio, s. f., y Tres años de autonomía. León, Editorial Antorcha, 1961; el decreto,
en La Gaceta, Diario Oficial, núm. 73, año lxii, de 27 de marzo de 1958; aspectos:
históricos generales en José Montalbán, Vida universitaria de Nicaragua. Comple­
mento a los “Apuntes para la historia de la Universidad de León”. Managua, Talleres.
Nacionales, 1950.
72 La Gaceta, órgano oficial del gobierno, 3 de junio de 1966. Sobre este asunto,.
Carta del rector Mariano Fiallos Gil a los estudiantes y breve exposición al público-
nicaragüense. León, Editorial Universitaria, 1963 y 2% y autonomía constitucional.
Exposición de la Junta Universitaria al Congreso Nacional. León, Editorial Univer­
sitaria, 1965.
73 La Gaceta, Diario Oficial, 24 de abril de 1974, año lxxvii, núm. 89.
80 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

sitario y la fiscalización por el Tribunal de Cuentas de sus opera­


ciones (art. 115).
Esta norma, su Ley Orgánica del 58 y los Estatutos del año 63
constituyen su marco legal, en el que se reiteran las declaraciones
sobre autonomía. Sin embargo, la reglamentación estatutaria no
es tan diáfana como los principios enunciados. Los profesores se
reclutan por nombramiento temporal y no existe el concurso de
méritos. En los órganos de gobierno la representación estudiantil
existe en proporción muy limitada; aproximadamente es así: en
la Asamblea Universitaria, 14 (4.5%) ; en la Junta Universitaria,
1 (8%) ; en las Juntas Directivas de Facultad, 1 (14%) ; en el
Cuerpo Electoral que designa Rector y Vice-Rector, 7 (14%) ; en
las Asambleas Facultativas para elegir las autoridades de Junta
Directiva, 2 (24%) ; en caso de aumentar el número de profesores,
los porcentajes serán menores.

H. Venezuela: autonomía “disciplinada”


La vieja tradición colonial de autonomía de las universidades
venezolanas, 74 desaparecida en los avalares del periodo republicano,
se pone de nuevo en primer plano en 1936, cuando resuenan los
ecos de Córdoba. Se funda la Federación de Estudiantes de Vene­
zuela que inicia la lucha por la reforma, inscribiendo en su programa
—aunque sin llamarla por su nombre— la reivindicación autonó­
mica. 75 Persistente participación en esta línea hizo que durante
cuatro años se discutieran, elaboraran y presentaran a la Cámara
varios proyectos que no tuvieron fortuna, hasta que en 1940 el
ministro Arturo Uslar Pietri logró la promulgación de una nueva
ley de educación que modernizó la anterior del año 24, y en la
que, aunque no se reconoció la autonomía, permitió que las auto­
ridades principales fueran designadas por el Ministerio de Educación
de listas integradas por el Consejo Universitario. Efímera vigencia
tuvo esta disposición porque —bajo el gobierno de Medina— se
suprimió esta atribución y el gobierno central reasumió el derecho
a nombrar libremente las autoridades universitarias.
Bajo el nuevo régimen democrático después de 1945, se reinició
74 Francisco de Venanzi, Papel de las universidades nacionales autónomas. Caracas,
Imprenta Universitaria, 1963; tiene interesante información histórica.
75 Acuerdo de la Federación de estudiantes de Venezuela de 21 de enero de 1936.
En el llamado Programa de febrero del presidente López Contreras, se daba inicial
respuesta a las demandas estudiantiles y se ofrecía la reorganización de las Univer­
sidades en un nuevo sistema ‘‘que salvaguarde los intereses superiores del Estado y
asegure, al mismo tiempo, la autonomía de las Universidades, en lo concerniente
a su régimen interno”.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 81

el esfuerzo universitario por su régimen libre. El rector de la Central


nombró una comisión que presentó un proyecto de ley el año
siguiente, que se convirtió en El Estatuto Orgánico de las Univer­
sidades Nacionales. Su artículo 5 les otorgaba “personalidad jurídica
autónoma y patrimonio propio”, pero al decir del presidente de
la Comisión, el proyecto “fue podado en relación con la más impor­
tante aspiración”, porque el ejecutivo se reservó el derecho de
nombrar y remover libremente las autoridades superiores (art. 17)
y rebajó la cuota del presupuesto que se les asignaba obligatoria­
mente.
Una restauración conservadora determinó la intervención de la
Universidad en 1951 (Decreto 321, de 17 de octubre), la integración
de un Consejo de Reforma que la hizo efectiva y la promulgación de
una nueva Ley de Universidades en 1953, que formalizó la situación
de control por el gobierno central.70
La caída de Pérez Jiménez permitió la formulación de una nueva
ley, que sobre un proyecto de la Comisión Universitaria creada
por el Decreto número 17 de la Junta Revolucionaria de Gobierno,
se promulgó en diciembre de 1958. En ella se reconoció el carácter
público de las Universidades, que “adquirirán personalidad jurídica”
con la publicación del Decreto por el que se crean (art. 7), son
autónomas (art. 8), tienen personalidad jurídica y patrimonio pro­
pio (art. 10), además de autonomía económica a través de una
partida del Presupuesto Anual de la Nación cuyo monto global
no será menor del lLz% del total de rentas ordinarias que se
presupongan en dicha ley. Esta última disposición fue complemen­
tada con el traspaso a la Universidad Central de las edificaciones
y dependencias de la Ciudad Universitaria, con lo que “obtuvo
un cuantioso patrimonio”. 76 77
El tratamiento constitucional no es expreso para el régimen uni­
versitario. En la Constitución de 1936 —inciso 15 del artículo 32—
se apunta un inicial postulado para el sistema educativo, que en
el texto de 1947 —inspirado en aspectos esenciales por la Consti­
tución cubana de 1940— ocupa todo un capítulo sobre los derechos
y garantías de la educación (arts. 54, 56 y 59) . Y en la vigente
de 1961 —que sigue el modelo general de la del 47 aunque mejor
concebida—, entre los deberes incluye la educación, el trabajo y el
76 Sobre este proceso histórico ver Foción Febres Cordero, Reforma universitaria
y Autonomía universitaria, publicados por la Universidad Central en 1959.
77 Discurso del doctor Edgard Sanabria, presidente de la Junta de Gobierno, al
entregar el texto de la ley. Ver sobre la Ley de 1958, Autonomía universitaria. Cara­
cas, Imprenta Universitaria, 1959 y Virgilio Torrealba Silva, Universidad y autono­
mía ..., op. cit.
82 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

servicio militar. Dedica 5 artículos a la educación en general (arts.


55, 78, 79, 80 y 81) sin referencia específica a la Universidad.
La única referencia a la educación superior aparece en cuanto a
su financiamiento, al apuntar que la “impartida por los institutos
oficiales será gratuita en todos sus ciclos”, pero que “la ley podrá
establecer excepciones respecto de la enseñanza superior y especial,
cuando se trate de personas provistas de medios de fortuna” (art.
78, segunda parte).78
La Ley del 58 fue inspirada en las plataformas de Córdoba, y
formulada en enfrentamiento polémico contra el depuesto régimen
autoritario de Pérez Jiménez.79 Pero el cambio de clima del país
y de la región propició una nueva reforma. A finales del 68, de
la propia comunidad universitaria salieron los primeros intentos
de reforma. Varias autoridades académicas se refirieron al problema
y se abrió un proceso de opinión pública generalizada sobre el
tema. La Universidad Central solicitó a Darcy Ribeiro su opinión,
que se plasmó en un conjunto de proposiciones de reforma de gran
78 En la Exposición de motivos de las comisiones de la Cámara y el Senado, que
presentaron el Anteproyecto de Constitución se apunta: "En materia de educación,
que ha sido en los últimos decenios causa de tan aguda expresión polémica, se han
formulado preceptos claros y equilibrados que armonizan las principales concepcio­
nes en su verdadero contenido. El derecho a la educación se proclama en forma
categórica: se sustenta la obligación del Estado de asegurarla a todos sin más limita­
ciones que las que se deriven de la vocación y la aptitud; se reafirma la gratuidad
de la enseñanza oficial en todos sus ciclos, previendo solamente la posibilidad de
excepciones en la enseñanza superior y especial con respecto a personas evidente­
mente provistas de medios de fortuna: se trazan reglas y objetivos de la educación
nacional y se dispone el fomento de la cultura y la protección y conservación de
obras, objetos y monumentos de valor histórico o artístico, procurando que sirvan
al fomento de la educación. Al mismo tiempo, se establece la libertad de enseñanza
mediante el principio de que toda persona natural o jurídica podrá dedicarse libre­
mente a las ciencias o a las artes y fundar cátedras o establecimientos de educación
bajo la suprema inspección o vigilancia de las autoridades educacionales, dentro
de las normas legales. A este fin se precisa que la legislación educacional tendrá por
objeto el que la educación cumpla sus altos fines morales y cívicos, pedagógicos y
técnicos, desarrolle armónicamente a través de sus diversos ciclos la persona humana
y trate de formar ciudadanos aptos para el cumplimiento de las funciones que les
correspondan; asimismo, se determina que las autoridades ejercerán el control nece­
sario para garantizar la eficiencia educativa, la higiene, la moralidad y el orden
público y se conservan las previsiones de la Constitución de 1947 sobre la garantía
a los profesionales de la enseñanza de un régimen de trabajo y un nivel de vida
adecuado a su elevada misión y sobre la protección a la educación privada que se
imparta de acuerdo con los principios contenidos en ésta Constitución y las leyes.”
Constitución de 1961. Caracas, Imprenta Nacional, 1961, p. 117. Ver también para
el desarrollo histórico, Luis Mariñas Otero, Las constituciones de Venezuela. Madrid,
Ediciones Cultura Hispánica, 1960 y Ambrosio Oropeza, La nueva constitución vene­
zolana, 1961. Caracas, Imprenta Nacional, 1969.
78 Luis Manuel Peñalver, Por una reforma universitaria. Caracas, Cámara de Di­
putados, 1970.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 83

contenido.80 El sector estudiantil formuló un documento, La Uni­


versidad que queremos, y en general, la vida universitaria vene­
zolana se vio agitada, inmersa dentro del movimiento general orien­
tado hacia el cambio de las estructuras universitarias. 81
Pero la dinámica de los acontecimientos hizo que este esfuerzo
de la comunidad universitaria no se concretara, y se diera paso a
una reforma legislativa impulsada por el gobierno central, resultado
final de un enfrentamiento entre las universidades y el Estado.
El punto de vista del gobierno se expresó en el Informe de la
Comisión de la Cámara de Diputados que indicaba que se había
llegado a la “desnaturalización del concepto de la autonomía
universitaria, que, bajo la constante presión de minorías cargadas
de ideologías subversivas, ha llegado a ser confundido con la idea de
Soberanía, para ser opuesta sí, al propio Estado Democrático” y
presentaba un proyecto de ley sobre las siguientes líneas: disolución
de la artificial oposición entre Estado y universidades integrando
éstas a los programas nacionales de desarrollo, disipar confusión
entre autonomía y soberanía, reforma de mecanismos electorales
para suprimir clima de violencia política e implementación de meca­
nismos de control por parte del Estado para evitar hegemonía de
personalidades o grupos dentro de la comunidad. La Comisión
concluía que:
... el marco de autonomía que se ha tenido el cuidado de preservar
celosamente, con el propósito de garantizar el mejor éxito de esa
tarea renovadora, necesita paralelamente de un vigoroso estímulo
a la legalidad universitaria, para evitar que con el pretexto de reno­
vación, se acentúe más aún el deterioro de las Universidades y la
utilización de las mismas para fines parciales y mezquinos. 82
SO Darcy Ribeiro, La universidad necesaria. Mérida, Talleres Gráficos Universita­
rios, 1970; idem, Propuestas acerca de la renovación de la Universidad Central de
Venezuela. Caracas, Ediciones del Rectorado, Universidad Central, 1970, materiales
que sirvieron de base a su libro definitivo, La universidad latinoamericana, op. cit.
81 José Mendoza Angulo, Por la democracia universitaria. Mérida, Talleres Grá­
ficos Universitarios, 1970, especialmente el apéndice bibliográfico final.
82 “Informe de la Comisión Especial sobre reforma a la Ley de Universidades de
la Cámara de Diputados, noviembre de 1969”, Documentos, revista de información
política del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela,
núm. 42, julio-septiembre de 1970, pp. 350-354. Ver también “El ministro de Educa­
ción, comparece ante la Cámara de Diputados, sobre la crisis universitaria, el 29 de
octubre de 1969", idem, núm. 43, octubre-diciembre de 1970, pp. 253-262. Un docu­
mento oficial explicaba así la formulación de la nueva ley: “El clamor de renovación
era justo, pero circunstancias e intereses ajenos a los propiamente universitarios,
estaban interviniendo para desvirtuar aquellos propósitos. Lo de la renovación se
agravó por una crisis de autoridad y por un incontrolable desajuste presupuestario
que llevaron la situación universitaria a extremos lamentables ..Desarrollo de la.
educación en Venezuela. Caracas, Ministerio de Educación, 1971, pp. 34 y ss.
84 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

La nueva ley fue promulgada el 2 de septiembre de 1970 y


publicada en la Gaceta Oficial el 8 del mismo mes. De acuerdo
con ella, las universidades nacionales son consideradas como entes
públicos, descentralizados y autónomos, dotadas de poderes especí­
ficos. Estos poderes se engloban en el concepto general que se
especifica en su artículo 9°, y por el cual se les otorga: 1) autonomía
organizativa, en virtud de la cual podrán dictar sus normas internas;
2) autonomía académica para planificar, organizar y realizar los
programas de investigación, docentes y de extensión, que fueren
necesarios para el cumplimiento de sus fines; 3) administrativa para
elegir y nombrar sus autoridades y designar su personal docente,
de investigación y administrativo, y 4) económica y financiera para
organizar y administrar su patrimonio.
Sin embargo, se crea un nuevo organismo, el Consejo Nacional
de Universidades, que limita las anteriores terminantes disposi­
ciones. En su integración (art. 18) se da importante participación
a las universidades privadas, nacionales-experimentales y órganos de
gobierno en detrimento de las nacionales no experimentales. Es el
órgano encargado de asegurar el cumplimiento de la ley universi­
taria, de coordinar las relaciones entre las universidades y el sistema
educativo nacional, de armonizar los planes generales y planificar
su desarrollo de acuerdo con las necesidades del país, y en ese
concepto sus atribuciones son muy amplias: definir la orientación
del sistema universitario, recomendar modelos básicos de organi­
zación, coordinar labores nacionales, fijar requisitos para creación
y funcionamiento de las facultades, aprobar planes de cursos de
nivel superior, proponer al ejecutivo el monto anual del presupuesto
para las universidades y efectuar su distribución entre las nacionales,
velar por la correcta ejecución de los presupuestos, aplicar sanciones
a las autoridades universitarias, declarar a las universidades en
proceso de reorganización y nombrar autoridades interinas, convocar
elecciones y realizar evaluaciones. Además, tendrá un secretario per­
manente y una Oficina de Planificación, bajo la dirección de un
funcionario designado por el ejecutivo, y, además, éste podrá crear
universidades experimentales con el fin de “ensayar nuevas orienta­
ciones y estructuras en Educación Superior”.
La oposición a la ley se ha hecho sentir persistentemente.
El Consejo Universitario de la Universidad Central, con fecha 31
de diciembre de 1969, se opuso a la reforma sobre las siguientes
bases: 1) se pretende estrangular la autonomía “con el ejercicio
de un dominio ejecutivista que controle totalmente la vida de las
altas instituciones de enseñanza”, eliminando totalmente la auto­
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 85

nomía; 2) se intenta convertir el Consejo Nacional de Universidades


“en una superestructura que liquide la autonomía de la institución
universitaria, por medio de la fijación sin consulta de los presu­
puestos, el manejo e intervención de ellos y la fiscalía contra las
autoridades universitarias, es una medida que desborda los naturales
controles del Estado sobre los organismos autónomos que siempre
han sido ejercidos sobre las Universidades’’. El Consejo es convertido
en apéndice del ejecutivo y se incorporaron las llamadas universi­
dades experimentales con capacidad autonómica, como represen­
tantes del Ministerio de Educación; 3) la potestad de remover
autoridades electas, por los órganos ejecutivos del gobierno central,
viola principios de autonomía y democracia; 4) el Consejo fija
cupos de ingreso; 5) todo planeamiento universitario es arrebatado
a las universidades, y 6) la reforma se hizo sin consulta con la
comunidad universitaria.83 Más tarde la opinión se fortalece en
el mismo sentido. El Consejo Superior de la Federación de Aso­
ciaciones de Profesores Universitarios, culpó a la ley del “deterioro
de la situación universitaria” la que se hizo, afirmaron, “con fines
políticos” y el Consejo de la Universidad de los Andes pidió su
derogación para dejar sin efecto “todos aquellos artículos que vulne­
ran la autonomía”.84 Estamos conscientes, dijo el rector de la
Central, cuando se reabrió después de su ocupación por el gobierno,
de que “limita el contenido y la extensión de la autonomía uni­
versitaria”. 85

I. República Dominicana: intervención, asambleísmo y reforma


Tarde se incorpora la República Dominicana, al movimiento
reformista. La intervención norteamericana (1916-1924) más preo-
83 “El Consejo Universitario de la Universidad Central de Venezuela, ante la re­
forma parcial a la Ley de Universidades”, Documentos, revista del Instituto de Es­
tudios Políticos de la U. C. de V., núm. 40, enero-marzo de 1970, pp. 352-358.
84 Pidió también revocar la resolución 7 del Consejo Nacional Provisorio e instalar
los organismos legítimos y además hizo un llamado a “unificar iniciativas, acuerdos
y proposiciones para consolidar un bloque en defensa de la Universidad y por el
rescate de su autonomía y derecho conculcados”. La Universidad de los Andes y
la evolución más reciente de la crisis universitaria, Declaración del Consejo Univer­
sitario de 29 de julio de 1971. Mérida, Talleres Gráficos Universitarios, 1971. Orlando
Gravina, profesor de derecho, afirmó que “el objetivo de la nueva ley es el control
de la Universidad por los partidos del status... se penetra la Universidad por
intermedio del secretario permanente y de la Oficina de Planificación del Sector
Universitario”. "Una reforma polémica. Personalidades opinan en relación a la re­
forma de la Ley de Universidades”, Universidad de Carabobo, edición extraordinaria,
año x, núm. 27, enero-diciembre de 1970.
85 José Rafael Neri, “Hacia una nueva universidad”, Cultura Universitaria, revista
de la U. C. de V., núm. 100, 1973, p. 14.
86 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

copada por otros asuntos, olvidó el tratamiento de la educación


superior y se limitó a autorizar el ejercicio profesional de sus nacio­
nales en el país. El largo régimen de Trujillo sometió la institución
al modelo despótico que representaba. Sin embargo, se producen
tímidos balbuceos, sobre la huella del reciente ejemplo mexicano.
En el 28, se funda la Asociación Nacional de Estudiantes, y en el
32 se le solicita, naturalmente sin fortuna, al dictador la autonomía
de la Universidad. Y el silencio continúa.86
En la última etapa de lucha contra el gobierno, reaparece la
reivindicación de la autonomía y el fuero, que se logran al ser
asesinado el presidente. La ley de autonomía —de 31 de diciembre
del 61— se promulga el 7 de enero siguiente, y la casa de estudios
toma el nombre de Universidad Autónoma de Santo Domingo,
tras de lo cual se suceden varios años de equilibrios y erratismo
—incluso la supresión del fuero— que concluyen en 1965, cuando
aprovechando la coyuntura del movimiento armado de abril, una
asamblea universitaria inicia el Movimiento Renovador Universi­
tario que culmina con la elección de nuevas autoridades en el 66
y la promulgación del nuevo Estatuto Orgánico de 28 de mayo
de ese año. La Constitución no recoge el régimen universitario.
En términos generales (arts. 16 y 9) se refiere a la libertad de
enseñanza, educación gratuita, analfabetismo y obligatoriedad del
nivel elemental.87
En el Estatuto se recogieron las decisiones por la reforma y entre
sus postulados se incluyó, en lugar preferente, la reafirmación
mediante los estatutos y reglamentos de la autonomía, el fuero y
la democracia en la Universidad.88 La define como “una institución
86 Emilio Rodríguez Demorizi, Cronología de la Real y Pontificia Universidad de
Santo Domingo, 1538-1970. Santo Domingo, Editora del Caribe, 1970 y “Datos histó­
ricos acerca de la Universidad Autónoma de Santo Domingo”, Catálogo general.
1970-1971. Santo Domingo, s. e., s. f.
87 Gaceta Oficial, de 29 de noviembre de 1966; Jorge Mario García Laguardia,
Legislación universitaria. .., op. cit., p. 47. La Universidad hizo gestión oficial
ante el cuerpo constituyente para su reconocimiento: “Recordad como en el mes de
junio del año 1964 la Universidad fuese privada injustamente de su fuero. Nadie
puede negar que esa infamia hubiese sido imposible de llevar a cabo, si en vez de
estar contenido en una Ley adjetiva, el fuero hubiese estado consagrado en la Cons­
titución ... ¿Quién puede afirmar que si la autonomía continúa como Ley adjetiva
no puede correr la misma suerte que el fuero?”, Discurso del Rector de UASD en la
Asamblea Constituyente sobre el Fuero Universitario, 26 de octubre de 1966.
88 Estatuto Orgánico de la Universidad de Santo Domingo. Santo Domingo, Im­
presos UASD, vol. cxxn, 1966; Tirso Mejía Ricart, “La Universidad Autónoma de
Santo Domingo y su reforma universitaria en el 1969”, Primera Conferencia Latino­
americana sobre planeamiento universitario. Universidad de Concepción, Chile, sep­
tiembre 28-octubre 4, de 1969. México, UDUAL, 1970, passim y Héctor Mejía Constanzo,
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 87

pública —organismo descentralizado del Estado— dotado de plena


capacidad jurídica” (art. 1) e insiste que sus actividades deben
estar guiadas por el criterio de “autonomía, que involucre el man­
tenimiento del fuero universitario y una completa independencia
en lo administrativo, lo educativo y lo económico” (art. 7, inc.
c.) Y reconoce expresa y ampliamente el fuero universitario y la
extraterritorialidad en declaraciones terminantes y poco usuales
(arts. 108 y 109). 89
Naturalmente, estas declaraciones formales no han impedido una
tensión, común al área, que ha implicado ocupaciones militares,
enfrentamientos, etcétera. Y además formulación de autocríticas que
han llevado a la presentación de un proyecto de reformas al Estatuto,
orientado a “reducir al mínimo el asambleísmo, el burocratismo,
el paralelismo de funciones y la improvisación de dirigentes que
tanto daño le están haciendo”. En ese proyecto se propone la supre­
sión del sistema de facultades, la adopción del régimen departa­
mental integrado en tres grandes sectores de conocimientos: Cien­
cias y Tecnología, Ciencias de la Salud y de Humanidades y Ciencias
Sociales; asimismo, se tiende a “fortalecer una infraestructura uni­
versitaria y la radicación de las decisiones académicas no en los
niveles políticos sino en los realmente técnicos”.90

II. LOS EUFEMISMOS

A. Bolivia: enfrentamientos radicales

El movimiento de Córdoba tuvo resonancias tardías en Bolivia


inmersa en un abatimiento de su vida académica. No existía movi­
miento estudiantil. Éste tuvo su inicio con motivo de la precaria
celebración del tricentenario de fundación de la Universidad de
Chiquisaca en 1924, limitada a una velada y una sesión especial.
Con este motivo, los estudiantes publicaron un Manifiesto en el
que declaraban su intención de superar el periodo crítico de la casa
“Consideraciones sobre reforma universitaria”, Por el desarrollo y la reforma uni­
versitaria, vol. iv. Santo Domingo, UASD, 1971, pp. 146 y 147.
89 Ver supra, el problema de la “autonomía territorial” y la extraterritorialidad.
90 Tirso Mejía Ricart, “Misión, reforma y crisis de la universidad latinoamerica­
na. El caso de la Universidad Autónoma de Santo Domingo”, Universidades, revista
de la Unión de Universidades de América Latina, núm. 56, año xiv, abril-junio de
1974, pp. 56-80. El trabajo es un resumen de las lecciones dictadas en el “Curso
intensivo sobre reforma universitaria y política docente” y en el curso de perfeccio­
namiento de profesores sobre “Dinámica de la enseñanza”, en agosto y noviembre
de 1973.
88 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

de estudios. Y un año después, con motivo de otro centenario, esta


vez de la fundación de la República, se produjo un auge en la
organización de los estudiantes y fue tomando cuerpo la idea de
la autonomía.
Sin embargo, fue a nivel de autoridades que se da el primer
paso concreto. A finales del 27, el rector de Chiquisaca planteó
ante el ministro de Educación la necesidad de la reforma univer­
sitaria “siendo —decía— su base angular la autonomía académica”.
Y envió un Proyecto de Ley sobre Autonomía Universitaria a las
Cámaras. 91
El esfuerzo fue continuado por los estudiantes, que reunieron
su Primera Convención Nacional en agosto de 1928 en la que se
fundó la Federación Universitaria y se aprobó un Programa de
Principios, que recogía en general la plataforma de Córdoba adere­
zada con tintes anarquistas.92 Era un programa ambicioso —un
refrito de liberalismo, socialismo y anarquismo— que incluía desde
recomendaciones sobre sistemas matemáticos de representación de
minorías (D’Hondt), hasta política internacional y religiosa. En
el aspecto educativo, en un rubro especial denominado “Reforma
Constitucional”, propugnaba por el control, por la Universidad de
todo el sistema educativo, su reconocimiento constitucional y el
otorgamiento de su autonomía. 93
Esta búsqueda por el reconocimiento constitucional, se continuó en
una Segunda Convención de estudiantes que se reunió en 1929
en Sucre, con la finalidad de formular una política universitaria
orientada hacia la realización de la autonomía y la reforma univer­
sitaria. Se aprobó un Anteproyecto de reforma constitucional relativo
91 En el punto 7’ de la Exposición de Motivos se intenta fundamentar la idea:
‘‘Que pesando en la conciencia nacional los perjuicios incalculables que ocasionan
a los intereses superiores de la enseñanza, los vaivenes de nuestra política interna,
sobre todo con el cambio frecuente de planes y profesores, el único remedio radical
estriba en la declaración de la Autonomía Escolar y Universitaria.” Contaba el Pro­
yecto de 15 capítulos, y en el primero se declaraba: “La autonomía y personería
jurídicas de las Universidades de Chiquisaca y La Paz.” En realidad formulaba una
idea muy limitada de la autonomía otorgando muy amplios poderes al gobierno
central y se perdió en el papeleo parlamentario sin que fuera examinada.
92 El lema fundamental del Programa era: “Sin dioses en el cielo ni amos en la
tierra.”
93 “Toda la educación debería ser entregada a la Universidad, erigida en orga­
nismo autónomo, constituida como poder especial del Estado ... el legislativo nacio­
nal intervendría en la constitución y funcionamiento del Poder Universitario así
concebido, garantizando las bases de su autonomía en una sección especial de la
Carta... la Universidad debería gozar, como los organismos comunales, de facul­
tades para recaudar y disponer de recursos económicos propios ... creándose entre
ambas entidades (Universidades y Ministerio de Instrucción) un vínculo más o
menos semejante al que liga al Ministerio de Gobierno con las Municipalidades.”
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 89

a la autonomía que desde ese momento se considera como única


vía adecuada para preservarla, su reconocimiento a nivel de la
norma fundamental. 9495 * Por esta época el ambiente era muy favo­
96
rable a la idea y se formularon varios proyectos con la misma orien­
tación. 93
Con el antecedente de disturbios estudiantiles —que no deter­
minaron el movimiento— se produjo un golpe militar en 1930.
Varios universitarios colaboraron en la junta, lo que favoreció el
reconocimiento de la autonomía que inicialmente fue hecho en
el artículo 23 del nuevo Estatuto de Gobierno de junio de ese
año.98 Basado en el mismo se dictó el de Educación Pública un
mes después, en el que se estableció la autonomía de la educación
pública “mientras una reforma constitucional” la “consolide defi­
nitivamente”. Parcialmente reglamentada se iniciaba el camino a
su reconocimiento definitivo. La reforma xiv se conoció pocos meses
después, y con el número 8 del Referéndum Nacional se incorporó
a la Constitución después de la sección 14, con el siguiente texto:
Del régimen universitario. Las universidades nombrarán sus rectores,
profesores y funcionarios, expidiendo sus títulos; podrán aceptar le­
gados y donaciones; administrar sus rentas propias; proyectarán su
presupuesto anual para someterlo a la consideración del Poder Legis­
lativo y podrán negociar empréstitos con garantía de sus rentas
y aprobación del Congreso, para realizar con autonomía sus fines y
sostener sus institutos y facultades.
94 José Antonio Arze, presidente de la Primera Convención y a quien se atribuye
la paternidad del proyecto era claro al indicar que la reforma constitucional “... es la
única vía de conseguir el sólido establecimiento de la autonomía. Yo creo que es
preferible esperar, a precipitar la realización de una cosa insegura. Sólo Jos preceptos
constitucionales podrán evitar que la autonomía universitaria sea burlada.” Creía
que se podrían intentar reformas al Estatuto de 1874, pero sin que esto indicara
una renuncia a la pretensión fundamental “que es el establecimiento de la auto­
nomía integral por la vía constitucional”. En el Anteproyecto se propone añadir
a la Constitución una sección del Régimen educacional, en el que se reconocería la
autonomía en general del “régimen educacional”. También la Convención presentó
al Congreso un Anteproyecto de Ley de Autonomía.
95 Varios de fuente estudiantil e incluso uno oficial, que por encargo del presi­
dente Siles, redactaron Corsino Rodríguez y Fernando Guachalla, nombre de este
último por el que se le conoce, pero que no satisfizo ningún interés y nunca fue
oficialmente conocido.
96 Art. 23. “Declárase la autonomía universitaria. La Universidad boliviana se
regirá por los Estatutos que someterá a la aprobación del Gobierno una comisión
especial designada al efecto, consultando la opinión de los distritos universitarios.
Se organizará de inmediato un Consejo Nacional de Educación para el régimen de
instrucción primaria y secundaria, de los institutos especiales y normales y la edu­
cación del indio. El pago del ramo de enseñanza se hará por la Tesorería del
Consejo de Educación mediante fondos que se le entregará con cargo de cuenta y
sujeción a las reglas de la Contraloría General.”
90 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

En forma indirecta, casi una perífrasis, su reconocimiento cons­


titucional se abre camino. Y se afirma definitivamente cuando en
la constituyente de 1938 se conocen varios proyectos sobre reforma al
capítulo de la enseñanza universitaria —uno de ellos del rector
de La Paz— que finalmente se aprobó así:
Art. 159. Las universidades públicas son autónomas e iguales en
jerarquía. La autonomía consiste en la libre administración de sus
recursos, el nombramiento de sus rectores, personal docente y admi­
nistrativo, la facción de sus estatutos y planes de estudio, la apro­
bación de sus presupuestos anuales, la aceptación de legados y dona­
ciones, la celebración de contratos y obligaciones para realizar sus
fines y sostener y perfeccionar sus institutos y facultades. Podrán
negociar empréstitos con garantía de sus bienes y recursos, previa
aprobación legislativa.
Otros artículos establecían privilegio en el otorgamiento de títulos
a las universidades públicas (art. 160) y fijaban obligación al Estado
para su financiamiento (art. 161). Todos quedarán como constante
en el constitucionalismo boliviano, pues las de 1945 y 1947 recogen
este articulado, hasta la Constitución vigente. 97
Ésta fue promulgada el 2 de febrero de 1967 y suspendida en
septiembre del mismo año por un golpe de Estado. Pero un nuevo
golpe militar, encabezado por Hugo Banzer, la puso de nuevo en
vigor en 1972 “en todo aquello que no se oponga al nuevo gobier­
no”. Seis artículos dedicó al régimen universitario (arts. 177, 185,
186, 187, 188, 189 y 190) . En el 185, hizo una formulación decla­
rativa de la autonomía estableciendo que las universidades públicas
“son autónomas e iguales en jerarquía” y que la autonomía “consiste
en la libre administración de recursos, el nombramiento de sus
rectores, personal docente y administrativo, la elaboración y apro­
bación de sus estatutos, planes de estudio y presupuestos anuales,
la aceptación de legados y donaciones y la celebración de contratos
para realizar sus fines y sostener y perfeccionar sus instituciones y
facultades”, y que aquéllas constituirán “en ejercicio de su auto­
nomía” la Universidad Boliviana que coordinará su actividad me­
diante un organismo central de acuerdo a un plan nacional de
desarrollo universitario. 98
87 El texto de las constituciones del país, hasta la de 1947, puede consultarse
en Ciro Félix Trigo, Las constituciones de Bolivia. Madrid, Instituto de Estudios
Políticos, 1958, passim. Ver también Manuel Fraga Iribarne, “La evolución política
y constitucional de Bolivia, 1826-1957”, Información jurídica, marzo-abril de 1957,
pp. 725-753; y Manuel Durán, La reforma universitaria en Bolivia. Oruro, Editorial
Universitaria, 1961, pp. 107 y ss.
98 Juan Carlos Pereira Pinto, “La constitución boliviana de 1967”, Lecciones y
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 91

Por Decreto-Ley N? 9873, de septiembre del 71, las universidades


fueron clausuradas y se creó la Comisión Nacional de Reforma
Universitaria, a la que se encomendaba hacer:
Un estudio evaluativo de la Universidad Boliviana, para su restruc­
turación integral, tomando en cuenta las necesidades técnicas, eco­
nómicas y sociales del país, los principios que informan los sistemas
de organización y enseñanza más modernos, así como el imperativo de
buscar la perfectibilidad moral y patriótica de las nuevas generaciones.

Presentó un proyecto de ley orgánica, que el 2 de junio del año


72 se transformó en Decreto-Ley N? 10,298, un desarrollado cuerpo
legal de 239 artículos llamada Ley Fundamental de la Universidad
Boliviana. Este documento puede servirnos de modelo para formular
una crítica a los intentos comunes en el área de reconocer formal­
mente la autonomía y negarla en la práctica a través de habilidosos
mecanismos formales. Una típica legislación semántica, en el sentido
que Lowenstein atribuye a los cuerpos constitucionales.
En dicho cuerpo legal se reconoce a la Universidad como una
persona de derecho público “que goza de autonomía, para su gestión
administrativa y académica”, ya que ésta debe ser entendida como
un medio “para la obtención de fines exclusivamente universitarios”
(art. 9) ; pero en su articulado se establecen una serie de limitaciones
que en la práctica la limitan en forma determinante. Aunque la
ley garantiza la libertad de expresión, agrega que ésta deberá utili­
zarse “dentro de un marco de rigor científico, siempre y cuando
no genere agitación política contraria a los intereses del Estado y
de la Nación”. Esta declaración vinculada al amplio capítulo desti­
nado al régimen disciplinario de autoridades, docentes, alumnos y
empleados colocan en una situación de inseguridad a la comunidad
universitaria, desde luego que no se fijan normas generales para
la calificación de las faltas disciplinarias, situación que se deja a la
discrecionalidad del poder público. Por otra lado, la creación del
Consejo Nacional de Educación Superior, como organismo central
encargado de dirigir, integrar, planificar, coordinar y supervisar la
enseñanza superior, es el elemento más significativamente pertur­
bador del nuevo texto. Este organismo está integrado por cinco
vocales que, como lo apunta la propia ley, no representan a ninguna
universidad en particular, sino al conjunto unitario de la Univer­
sidad Boliviana y, además, dependen directamente del presidente
Ensayos. Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1968, pp. 51-56 y
“L’Histoire constitutionelle Bolivienne”, Corpus constitutionnel. Recuel Universel
des constitutions en Vigueur. Leiden, E. J. Brill, 1972, pp. 691-733.
92 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

de la República, quien los designa para un periodo de cuatro años.


Es posible pensar en que la supresión formal de las universidades
particulares en favor de un ente abstracto —la Universidad Boli­
viana— integrándola a un sistema central sea una forma de limitar
su autonomía, sobre todo si la dirección general se deja en manos
de un organismo dependiente directamente del gobierno central.
En esta forma, la dirección general de las universidades pasa de
organismos designados de su propio seno al poder central, a través
de este órgano estatal. Al que por otra parte se le fortalece al
máximo con una serie de atribuciones que limitan aún más la auto­
nomía: planifica y regula la educación superior; dicta normas de
organización para aprobar planes de estudio, calendarios y requisitos
de admisión de alumnos; coordina actividad de las universidades
dentro de “la política educativa del supremo gobierno”; decreta
la clausura temporal de una o más facultades o de toda la Uni­
versidad afectada de alteración del orden o que desconozca la auto­
nomía o viole ley; interviene el Consejo Universitario o la Rectoría;
suspende temporalmente al rector, vicerrector o director general
administrativo, mientras se sustancia proceso universitario en su
contra; los infractores de la ley o de los promotores de desórdenes;
aprueba la creación y supresión de facultades, institutos o nuevas
especialidades; programa la investigación y aprueba obligatoria­
mente los proyectos universitarios; fija porcentajes de participación
de cada universidad pública y del Consejo Nacional en las rentas
globales otorgadas por el Estado; exige presentación de presupuestos
y los aprueba; reglamenta inversiones y adquisiciones de bienes;
dispone auditorías a cargo de empresas privadas; autoriza, ajusta,
redistribuye o suprime en su caso programas de gastos o inversiones
en los sectores administrativos o académicos de cualquier univer­
sidad en base a “índices de eficiencia financiera”, y obliga a presentar
semestralmente balances, inventarios y estados financieros para su
revisión. Y, finalmente, aunque en el articulado del texto se fijan
normas sobre la integración de los órganos de gobierno, elección
de autoridades y carrera docente, en su artículo 235 transitorio, se
ordena que para restablecer la Universidad Boliviana, los rectores,
vicerrectores, directores administrativos, decanos, directores de Ex­
tensión Universitaria y todo el personal docente serán designados por
el Consejo Nacional de Educación Superior (a su vez de designación
presidencial) “por esta única vez”. Esta disposición, de hecho hace
inaplicable la ley en su conjunto. 99
99 Ley Fundamental de la Universidad boliviana. La Paz, Editorial Universitaria
San Andrés, 1973, passim. Ver Agustín Sánchez, “La nueva Universidad Boliviana’’,
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 93

B. El Salvador: contradicción insoluble

La Universidad de El Salvador se funda el 16 de febrero de


1841 y en su decreto constitutivo se incluyen diluidos principios
autonómicos al fijar impuestos específicos y becas a estudiantes
pobres,100 e inicia sus actividades bajo control de la iglesia católica
y participación menor del gobierno central. Su inicial estructura
colonial da paso a la napoleónica al fundarse sucesivamente diversas
facultades: Derecho (1844), Medicina (1849), Farmacia (1850) e
Ingeniería (1864).101
En sus primeros años la vida universitaria, dentro de una insti­
tución modesta, es bastante limitada. Sin embargo, algunos inci­
dentes se suceden. Así, en 1845, se expulsa a siete estudiantes
acusados de librepensadores y en 1890 se cierra por primera vez
como consecuencia de un conflicto. No se recogen noticias sobre
el impacto de los acontecimientos de Córdoba, pero en 1917 ya
los estudiantes habían organizado importantes huelgas de protesta
contra el alza de tarifas de los tranvías. Y a nivel de autoridades,
el Rectorado, en 1924, presentó un programa que en alguna medida
recogía el programa reformista.
El 27 de mayo de 1927, el presidente Romero Bosque decretó
la autonomía, con lo que cumplía una condición que su ministro
de Educación le había fijado para aceptar el cargo,102 y así se
inicia el avatar de su existencia. Suprimida por Hernández Martínez,
Estudios Sociales, publicación de la Corporación de Promoción Universitaria de Chile,
núm. 4, noviembre 1974, pp. 8-29, donde se hace una defensa de la ley. Y en prensas
este estudio, llegó a nosotros una nueva Ley de la Universidad boliviana, el Decreto
núm. 12 972, cuyo contenido no modifica las consideraciones que aquí se hacen. En
su artículo 11 se indica que "el sistema de la Universidad boliviana goza de auto­
nomía integrada y de gestión que consiste en la potestad del conjunto para darse
sus propias normas, así como la facultad de organizar su propio gobierno con parti­
cipación docente y estudiantil, administrar y disponer de sus bienes, implementar su
estructura académica y administrativa, garantizar la libertad de cátedra ...” y en el
24 que “las universidades gozan de autonomía integrada dentro del Sistema Nacio­
nal”. El Consejo Nacional de Educación Superior y la Conferencia del Consejo, que
se integra por sus miembros y los rectores son las autoridades supremas.
100 Sobre la discusión de la fecha, ver Napoleón Rodríguez Ruiz, “Vida y pasión
de la Universidad”, en Discursos Universitarios. San Salvador, Editorial Universitaria,
1962, pp. 95-100 y Francisco Monterrey, Historia de El Salvador. San Salvador, Edi­
torial del Ministerio de Cultura, 1942.
101 Miguel Angel Duran, Historia de la Universidad de El Salvador, 1841-1930.
San Salvador, s. e., 1975. Guión histórico de la Universidad autónoma de El Salva­
dor. San Salvador, Editorial Ahora, 1949.
102 Jorge Arias Gómez, Historia de la reforma universitaria en El Salvador, mimeo.,
p. 4; Mario Flores Macal, “Historia de la Universidad de El Salvador”, Anuario de
Estudios Centroamericanos. Universidad de Costa Rica, 1976, pp. 107-135.
94 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

después del levantamiento campesino del 32, se restaura en el 33


y se amplía en el 36 al otorgarse el cogobierno. Y de nuevo des­
aparece en el 39, con motivo de la oposición estudiantil a la reforma
constitucional de ese año, que permitía la relección presidencial,
lo que provoca la ocupación de los recintos para obtenerse de nuevo
en 1944, a la caída del dictador.
Del 45 al 50, al reavivarse la vida política con el fin de la larga
dictadura de Hernández Martínez, el movimiento estudiantil toma
importancia, y con la presión de la comunidad universitaria se logra
el reconocimiento de la autonomía en la Constitución de 1950,
que marca un punto esencial en el constitucionalismo salvadoreño.
Su artículo 205 indica que “la Universidad de El Salvador es autó­
noma en los aspectos docente, administrativo y económico y deberá
prestar un servicio social” y que se regirá por estatutos enmarcados
dentro de una ley especial que fijará sus principios generales de
organización y funcionamiento; agrega que el Estado contribuirá
a “asegurar y acrecentar el patrimonio universitario” y consignará
anualmente en el presupuesto el subsidio correspondiente.103 De
acuerdo con él, en 1951 se promulgó la Ley Orgánica correspon­
diente. Y la Constitución vigente de 1962, que sustituyó a la del
50, no hace más que copiar textualmente la disposición indicada.104
Sin embargo, la Ley Orgánica sí fue sustituida, resultado final
de un largo periodo de inestabilidad universitaria calificada con
un enfrentamiento tenaz entre el gobierno y la Universidad, que
se inicia en 1963, año en el que se impulsa un movimiento de
reforma y se agudiza un proceso de politización dentro de la ins­
titución. 105 Enfrentamientos internos, especialmente dentro de un
pulverizado movimiento estudiantil,106 desembocaron en una disi-
103 Sobre esta disposición y su interpretación ver Romeo Fortín Magaña, “Auto­
nomía universitaria’’, estudio jurídico aprobado por el Consejo Superior Universitario
de la Universidad de El Salvador y, del mismo autor, "El pro y el contra de la
autonomía universitaria”, en Conferencias y discursos universitarios. San Salvador,
Editorial Universitaria, 1962, pp. 94-101 y 109-118. También Documentos históricos
de la Constitución política salvadoreña de 1950. Asamblea constituyente. San Salva­
dor, Imprenta Nacional, 1950-51.
104 Los textos de las diversas constituciones en Ricardo Gallardo, Las constituciones
de El Salvador. 2 vols. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1961. El texto de la
del 62 puede verse también en Marco Tulio Zeledón, Digesto constitucional centro­
americano. San Salvador, ODECA, 1962.
105 Libertad y cultura. En torno al debate universitario. Publicación del Consejo
Superior Universitario. San Salvador, Editorial Universitaria, 1964 y El Salvador.
1963-64. Comisión de estudio de información. Leiden, Holanda, Conferencia Inter­
nacional de Estudiantes, s. 1., s. f.; Plan quinquenal de la Universidad de El Salvador.
1965-1969. San Salvador, mirneo., 1965.
loo Mario Salazar Valiente, "Universidad ocupada y ultraizquierdismo (reflexiones
en torno a la experiencia de El Salvador) ”, Revista de la Universidad de México,
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 95

dencia institucional de la Facultad de Medicina contra las autori­


dades centrales, con motivo de una resolución sobre “cupo de in­
greso”, coyuntura en la que se hizo andar el proceso de intervención.
Los hechos se sucedieron en el mes de julio del año 72. La Corte
Suprema de Justicia acogió un recurso que se había presentado
el año anterior, demandando la inconstitucionalidad de las reformas
introducidas al Estatuto Orgánico de la Universidad por el Consejo
Universitario, relacionadas con el proceso electoral y en contra de
la legalidad de la elección de las autoridades universitarias. La
resolución del alto tribunal fue dictada el 18 de julio y se mantuvo
en secreto hasta el día siguiente, cuando el poder ejecutivo envió un
proyecto de ley a la Asamblea Legislativa, el que basado en la
sentencia de la Corte, decretaba la derogación de la Ley Orgánica
y la destitución de autoridades. Aprobado apresuradamente por
la Asamblea y publicado el mismo día en el Diario Oficial, fue la
justificación legal de la ocupación militar del campus en la capital
y otras ciudades y la captura de más de mil personas entre profesores,
estudiantes y empleados de los cuales, un grupo que encabezó el
rector, fue expatriado a Nicaragua.107
El Decreto 41 de la misma fecha de la intervención en uno de
sus considerandos indicaba la necesidad de “ .. . fijar y robustecer
en una nueva Ley Orgánica de la Universidad de El Salvador el
concepto de autonomía universitaria en el marco del orden insti­
tucional de la República” y en octubre se publicó la nueva ley.108
En su artículo 3° pretende una definición del concepto en cuatro
incisos e indica que consiste fundamentalmente en: a) el atributo
que tiene de poder estructurar sus unidades académicas, formular
sus planes y programas de estudio y nombrar el personal encargado
de la enseñanza, sin sujeción a aprobación extraña; b) en la facultad
reconocida a los organismos integrantes de la Universidad, para
nombrar, remover y sancionar a los funcionarios y al personal de
la corporación universitaria sin más limitaciones que las indicadas
por la ley; c) en la atribución que la Universidad tiene para dis-
vol. xxviii, núm. 1, septiembre de 1973, pp. 28-37, hace un sugestivo análisis de este
ángulo del asunto.
107 El caso de la Universidad de El Salvador. Informe del secretario general de la
Confederación Universitaria Centroamericana sobre la Universidad de El Salvador y
resoluciones del Comité Directivo. Guatemala, Editorial Universitaria, 1972; Julio
Waiselfisz, “Intervención y clausura de la Universidad de El Salvador”, Boletín Clacso,
núms. 15-16, año m, abril-septiembre de 1972; “La ocupación militar de la Universidad
de El Salvador. Entrevista con el Dr. Rafael Menjivar, rector en el exilio”, OCLAE,
año vi, núms. 71-72, noviembre-diciembre de 1972, pp. 4-10, y “Ejército contra Uni­
versidad en El Salvador”, idem, pp. 11-16.
ios Diario Oficial, núm. 193, t. 237, de 18 de octubre de 1972.
96 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

poner y administrar libremente los elementos de su patrimonio,


de conformidad con lo dispuesto en la Constitución política y en
su propio régimen jurídico. Hasta aquí no encontramos nada especial
o novedoso. Pero en el inciso d) indica que la autonomía consiste
también en la “potestad de darse sus propias normas dentro del
marco que le fija la presente ley, y en consonancia con el orden
jurídico de la República”, disposición que se vincula con la del
artículo 69 que indica que “el Poder Ejecutivo deberá aprobar los
Estatutos de la Universidad, o cualquiera reforma a los mismos”
siempre que no contraríen “los principios democráticos, las disposi­
ciones de la presente ley o de las demás leyes de la República, ni
la moral, las buenas costumbres o el orden público”. Es obvio, que
con esto se limita la facultad de autolegislación de la institución en
violación de la norma constitucional, y se sujeta su propia actividad
a controles discrecionales del gobierno central.
Otras disposiciones se orientan a limitar la autonomía. Así, el
artículo 5 dice que la enseñanza universitaria será “esencialmente
democrática” 109 y el siguiente aunque reconoce la libertad de cáte­
dra, expresamente lo hace “dentro de la filosofía que informa la
presente ley”, e indica que el derecho no “se opone al señalamiento
por los respectivos organismos, de normas pedagógicas y disposiciones
técnicas y administrativas encaminadas a la mejor prestación del
servicio docente”. La intención es clara.
En cuanto a los órganos de gobierno, la nueva ley establece un
equilibrio de poder. A la Asamblea General Universitaria se le
constituye como el órgano más importante con atribuciones norma­
tivas, electivas, administrativas y jurisdiccionales y el aumento del
número de sus miembros, ha dificultado lograr un consenso para
lograr acuerdos, incluso para reunirla.110 Al Consejo Superior se
le disminuyeron atribuciones así como al rector, especialmente para
nombrar personal de confianza: tesorero, auditor, directores de difu­
sión y publicidad. Para la aprobación del presupuesto se ha esta­
blecido un procedimiento complicado con intervención del Consejo
y la Asamblea y los Centros Regionales se han puesto bajo la direc­
ción del Consejo, lo que dificulta su administración.
La representación estudiantil fue limitada111 estableciendo un
109 La Constitución del 50 establecía que la educación del Estado sería laica dentro
de la tradición del constitucionalismo decimonónico. La del 62 sustituyó el término
por educación “democrática”, que ha suscitado persisitentes discusiones. Ver José
María Méndez y otros, El constitucionalismo y la vida institucional centroamericana.
San Salvador, Editorial Universitaria, 1965.
no Esto ha impedido, actualmente, elegir al nuevo rector.
111 La proporción de la representación es la siguiente: en la Asamblea General
I.A AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 97

procedimiento complicado de elección que además obliga a partici­


par a la totalidad del cuerpo docente y al ampliar la importancia
del sector profesional de graduados, limita aún más el poder estu­
diantil:
A través de la actual legislación es evidente el deseo de reducir al
mínimo la participación estudiantil en el cogobierno de la Universi­
dad. A partir de 1950, los funcionarios universitarios electos por la
Asamblea General Universitaria, habían sido postulados por los estu­
diantes, teniendo éstos sólo un tercio de representantes en dicho
organismo. La actual Ley Orgánica impide esta posibilidad.112

Y un último elemento: en el artículo 2° de la ley, se indica que en


cumplimiento del deber del Estado de fomentar la educación supe­
rior, podrá crear otras universidades o instituciones superiores esta­
tales o autorizar la creación de universidades privadas, lo que den­
tro del contexto general de dicho cuerpo legal puede entenderse
como una prevención ante eventuales disidencias de la nacional. El
rector nombrado después de la intervención, al ser reabierta la
Universidad, se lamentó de algunos de los aspectos señalados y cali­
ficó la filosofía del nuevo cuerpo, al señalar que las diferencias
entre la actual y la anterior del 51 “... denotan un esfuerzo del
legislador por introducir en aquellas disposiciones legales que im­
pidan los pretendidos abusos a que pudo haber dado lugar la
legislación anterior”.113

C. Haití: impuntual modelo napoleónico

El antecedente legal más antiguo de la Universidad de Haití es


el antitécnico Decreto de 4 de agosto de 1920, que organiza todos los
niveles de la educación con ese nombre. Pero no es sino hasta 1944,
que el presidente Elie Lescot, por decreto de diciembre funda la
Universitaria, 25% para estudiantes y el resto dividido en partes iguales para pro­
fesores y graduados; en el Consejo Superior, 24.24% para estudiantes y otro porcen­
taje igual para decanos, representantes de profesores y graduados y 3.3% al rector
miembro nato; en las Juntas Directivas de Facultad, 20% a estudiantes, 20% a gra­
duados, 40% a profesores y 20% para el decano.
112 Héctor Francisco Oquelí Colindres, Análisis de la Ley Orgánica de la Univer­
sidad de El Salvador. San Salvador, 1974, tesis en la que se hace un excelente estudio
global de dicho cuerpo.
113 Memoria y cuenta. 1973-1974, que ante la Honorable Asamblea General Uni­
versitaria presenta el rector Dr. Juan Alwood Paredes. San Salvador, Editorial Univer­
sitaria, 1974, p. 22.
98 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

Universidad Nacional,114 bajo el control de la Secretaría de Ins­


trucción Pública.
Una huelga estudiantil de matices políticos, provoca su reorgani­
zación, transformándola en Universidad del Estado por decreto del
presidente Duvalier, el padre, de fecha 16 de diciembre de 1960.
Las motivaciones de la ley son claras: con el objeto de lograr que
“Haití ocupe un lugar entre las naciones soberanas, preocupó a
nuestros gobernantes organizar a la Universidad en vista a la forma­
ción de élites y cuadros’’. Los lincamientos del cuerpo legal son ine­
quívocos: se constituye a la Universidad como “guardiana de la
bandera, reserva permanente e inagotable del país” que debe ser
regida por normas que le permitan “cumplir estos superiores fines:
la renovación de élites dirigentes y la perennidad del Estado”; debe
garantizarse la “paz y seguridad públicas ... normalizando la vida
estudiantil que debe ser esencialmente académica” y la institución
debe organizarse sobre nuevas bases “que impidan que se transforme
en hogar donde puedan desarrollarse las ideas subversivas del co­
munismo internacional”.115
En este contexto, el articulado de la ley estructura la institución
bajo el control de la Secretaría de Educación Nacional. El rector
y demás autoridades, funcionarios administrativos y docentes, son
nombrados directamente por el presidente de la República, con la
recomendación de su secretario de Educación. El ingreso de los
estudiantes está cuidadosamente vigilado, exigiendo a los aspirantes
certificados de buena conducta expedido por el decano del Tribunal
Civil y otro de policía, certificando que no pertenecen a ningún
grupo comunista o asociación sospechosa para el Estado. Y fija
fuertes sanciones disciplinarias, de fácil aplicación.116

D. Paraguay: la búsqueda del despegue


La Universidad Nacional de Asunción fue fundada en 1889. Se
organizó en virtud de la Ley N? 1.048 en el año 1929, sobre los
114 "Decret-Loi du 23 Décembre 1944, an 14éme de l’Independence”, Universite
D’Haiti. Bulletin Nc 1, juin 1950, pp. 11-14.
115 Decret creant l’Universite D’Etat. Hemeroteca UDUAL, mimeo.
U6“Bref historique de L’Universite D’Haiti”, en Bulletin de L’Universite D’Etat
D’Haiti. Port-au Prince, 1974; J. B. Romain, L’evolution universitaire en Haiti. Heme­
roteca UDUAL, mimeo-, George A. Dale, Education in the Republic of Haiti. Wash­
ington, U. S. Department of Health, Education and Welfare, gobernment printing
office, 1962; Haiti. Informe de la Comisión de estudio e información. 1962-1964, pre­
sentado a la XI Conferencia Internacional de Estudiantes, Nueva Zelandia. Hemero­
teca UDUAL, mimeo., s. L, Haiti. 1961-62. Rapport de la comission de recherches et
d'information de la conference internationale des étudiants. Leyden: s. f.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 99

principios de la reforma universitaria, pero fue intervenida más


tarde y varios intentos de reorganizarla fracasaron.117 Fue restruc-
turada en 1956 de acuerdo con la Ley N*? 356 del 2 de julio, que es
la actualmente vigente, con modificaciones no esenciales que se le
han introducido.118
La Constitución de 1967 indica que la “ley determinará el régi­
men de la enseñanza en todos sus grados así como el alcance de la
autonomía universitaria” (art. 91). La ley define a la Universidad
como una entidad autónoma de derecho público, con personería
jurídica (art. 1) y afirma que la autonomía no tendrá otras limita­
ciones que las expresamente establecidas en la ley (art. 6). Atribuye
al Consejo Superior Universitario —que se integra por el rector, los
decanos, un profesor por cada facultad, un estudiante y un no
docente— la facultad de dictar reglamentos generales. Sin embargo,
el rector es nombrado por el poder ejecutivo de una terna propuesta
por el Consejo (art. 7) y los decanos de las facultades son nombra­
dos por el rector (art. 17), lo que de hecho pone el gobierno de la
Universidad en manos del ejecutivo. Por otra parte, el ejecutivo
tiene autorización para intervenir la Univeridad Nacional —previa
autorización legislativa— en los casos en que se vean desnaturalizados
sus fines con motivo de violaciones graves o reiteradas de la ley y
cuando las autoridades universitarias no hayan podido restablecer
el normal funcionamiento de la institución, caso en el cual, el Mi­
nisterio de Educación y Cultos asume todas las facultades de los
organismos de gobierno, pudiendo delegarlas en un interventor. Al
Claustro de profesores se le fijan limitaciones (art. 46) y se prohíbe
expresamente toda actividad político-partidaria en los recintos de
la Universidad (art. 5).

III. REFORMAS NO ORTODOXAS

A. Panamá: intervención discutida

Fernando VI autorizó en 1749 la fundación de la Real y Pontificia


Universidad de San Javier, que constituye el antecedente más anti­
117 Enrique B. Bordenave, “La legislación paraguaya sobre educación de 1869 a
1946”, Estudios Paraguayos, revista de la Universidad Católica Nuestra Señora de la
Asunción, vol. 2, núm. 1, junio de 1974, pp. 67-107, y Natalicio González, "La refor­
ma universitaria y la cultura paraguaya”, La reforma universitaria, op. cit., t. ni,
pp. 339 y ss.
its Guia de la Universidad Nacional de Asunción. Asunción: s. e., 1969, donde se
incluye el texto completo de la ley.
100 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

guo de la educación superior en el país y que interrumpió sus acti­


vidades con la expulsión de los jesuítas.
En el xix, formando parte Panamá del Estado colombiano, en
sus primeros años de vida republicana, la enseñanza superior estuvo
a cargo del Colegio del Istmo, fundado en 1823, que se convirtió
en Universidad en 1841.
Y en el presente siglo se producen varios intentos antes de fun­
darse la Universidad Nacional. En 1907 se crea el Instituto Nacio­
nal, su germen. En el 17, el Congreso autorizó al ejecutivo para
que tratara de interesar a diversos gobiernos en la fundación de la
Universidad Panamericana, esfuerzos que quedaron en el vacío al
estallar la Primera Guerra Mundial. El siguiente inicia actividades
la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas, adscrita al Instituto
Nacional, de fructífera vida hasta el año 30, a la que le sigue la
Escuela libre de Derecho, de corta duración, el año 33, año en que
también se funda el Instituto Pedagógico y la Facultad de Farmacia.
Por Decreto N? 29, de 29 de mayo de 1935, el gobierno nacional
creó la Universidad de Panamá que se inauguró el 7 de octubre.119
Que aún continuó una azarosa existencia, porque por Decreto 647,
de 13 de agosto de 1943, basado en la Ley 122 de 9 de abril de ese
año, se le cambió el nombre de Nacional por el de Universidad
Interamericana, en un nuevo intento de crear una institución inter­
nacional de carácter regional. Pero tres meses después, como conse­
cuencia de una huelga de estudiantes que reclamaban la autonomía,
se dictó el estatuto transitorio para darle un status jurídico. En éste,
contenido en el Decreto 720, de 17 de noviembre del mismo año,
se le concedió a la institución cierta autonomía permitiendo limitada
participación al sector estudiantil y, sobre todo, al establecer que el
nombramiento de los profesores lo hiciera una junta administrativa
integrada por los decanos, el rector y representantes estudiantiles.
La Constitución de marzo del 46 reconoce la autonomía de la
Universidad, su personalidad jurídica, patrimonio propio y derecho
de administrarlo, otorgándole facultad para organizar sus estudios
y designar y separar su personal, ordenando orientar sus actividades
al estudio de los problemas nacionales y la difusión de la cultura
popular (art. 86). Reconoce la libertad de cátedra (art. 88) y obliga
al Estado a dotarla de lo indispensable para su instalación, funcio­
namiento y desarrollo para hacer efectiva su autonomía económica
119 “El camino de la Universidad hoy —decía el rector Dr. Octavio Méndez Pereira,
en el acto de su fundación— cuando ella es libre y autónoma no es el camino hacia
un privilegio social gratuito, sino una peregrinación azarosa por el sacrificio y el
estudio...”, Inauguración de la Universidad Nacional de Panamá, 7 de noviembre
■de 1935. Panamá, Imprenta Nacional, 1935.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 101

(art. 87).120 Y con base en ella se dictó la Ley 48 del mismo año,
llamada “regulatoria” de la autonomía, que fue adicionada con las
reformas contenidas en el Decreto-Ley N? 15 de 23 de marzo de
1963. Un Estatuto Universitario de septiembre de 1953 completó
su régimen legal.
Viva discusión sobre el resultado de la elección de rector, en
diciembre del año 68, culminó en un periodo de crisis interna, que
provocó la intervención del gobierno. La Junta Provisional, ordenó
el cierre de la Universidad el 14 de diciembre, emitiendo un comu­
nicado que asienta textualmente:
La Universidad de Panamá no puede ser puerta cerrada ni templo
inaccesible, sino parte positiva de la actividad pública. Pero una
constante sucesión de huelgas por los motivos más baladíes, una abun­
dancia de reuniones políticas que obligan a la suspensión frecuente
de clases; la existencia de grupos estudiantiles antagónicos que man­
tienen un clima inalterable de perturbación; la utilización de las
paredes de edificios costosos para el insulto procaz y el irrespeto a
las autoridades; la inexistencia de una auténtica preocupación cul­
tural; el carácter grosero y agresivamente tumultuario de actos que
deberían ser expresión de elevación académica; las presiones que ejer­
cen estudiantes sobre profesores mediante una campaña de denuestos,
amenazas y acusaciones; la gran cantidad de estudiantes profesionales
que llevan años de estar transitando de una facultad a otra sin deci­
dirse a seguir seriamente una carrera. En consecuencia, el Gobierno
Revolucionario se dispone a revisar la Ley 48 de 1946 y las Reformas
adoptadas mediante el Decreto-Ley N? 15 de 23 de marzo de 1963,
así como del Estatuto Universitario expedido el 3 de septiembre de
1953, vigente con reformas parciales adoptadas por el Consejo Gene­
ral Universitario en periodos diversos”.121

La Junta de Gobierno, nombró una de regentes, con la misión de


estudiar y formular los preceptos para una ley orgánica y un proyecto
de estatuto, la que presentó opinión sobre los 26 puntos de restruc­
turación que emitió la Junta de Gobierno. Los aspectos principales
llamados “Orientación de las Reformas” son: Elección de rector
sobre la “base exclusiva de sus mérito académicos, su solvencia mo­
ral y su capacidad para gobernar...”; selección de decanos de ter­
nas sometidas a la consideración de las Facultades por el rector. .. ;
120 Constituciones de la República de Panamá. Panamá, Sección de Investigación
Jurídica de la Universidad de Panamá, 1968.
121 Programa de desarrollo institucional. Documento de solicitud de préstamo pre­
sentado por el Gobierno de la República de Panamá al Banco Interamericano de
Desarrollo, septiembre de 1970, mimeo.
102 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

revisión de planes cada cinco años, sobre la base de urgencias y


necesidades nacionales previo estudio del Ministerio de Educación
“a fin de evitar la saturación de profesionales en ciertas áreas y la
escasez en otras .. cupo de ingreso con base en sistema de créditos
y exámenes de admisión; ciclo común a todas las facultades de estu­
dios generales; al perder dos veces la misma o dos asignaturas,
perderá el estudiante el derecho a continuar estudios .. . ; fijación
de sanciones “por actos de indisciplina, deterioro o mal uso de los
bienes universitarios, utilización de la Universidad con fines polí­
ticos y violación de las disposiciones reglamentarias ..reorgani­
zación del Consejo General Universitario en su composición con
representantes del Ministerio de Educación; Junta Administrativa
con representantes de profesores, estudiantes que hayan aprobado
tres años de carrera y buenas calificaciones, con representante del
Ministerio de Educación; cátedras por concursos de oposición; eva­
luación periódica de profesores; institutos de investigación aparte
de la docencia; énfasis en orientación técnica de forma que la Uni­
versidad “contribuya más eficazmente a los planes del gobierno Na­
cional” y control sobre ejercicio de la docencia.122
La misma Junta de Regentes presentó un proyecto de ley orgánica
que sirvió de base al Decreto de Gabinete N? 144 de 3 de junio de
1969, en virtud del cual la Universidad se reorganizó. En el mismo
se fijaron las líneas generales de su nueva organización, reconocién­
dola como Universidad oficial de la República, concediéndole auto­
nomía y legislando sobre la misma, sus fines, libertad de cátedra, es­
tructura del gobierno, profesores, estudiantes, patrimonio y servicio
civil interno, en 43 artículos. Y con fecha 16 de junio de 1970 se
sancionó el Estatuto de la Universidad de Panamá —también sobre
la base del proyecto de la junta de Regentes— que constituye su
marco legal.123
El artículo 2 del Decreto 144 concede autonomía a la Universidad.
Se le reconoce autonomía jurídica, patrimonio propio y derecho de
administración, otorgándole facultad para organizar sus estudios
y separar su personal en la forma que determine la ley, vale decir,
122 La supresión de la autonomía y la intervención militar de la Universidad de
Panamá. Reunión comisión prodefensa de la Autonomía de UDUAL. San José de
Costa Rica, 29 de marzo de 1969. Documentos, CSUCA, Secretaría Permanente, s. f„
mimeo.
123 Estatuto de la Universidad de Panamá. Panamá, Imprenta Universitaria, 1971.
Hasta dónde fue drástica la medida lo indica el hecho de que de 9 579 estudiantes
inscritos al momento de la intervención, se reinscribieron solamente 5 778. Documen­
tos oficiales indican que la baja se debió a la prohibición de ingreso a estudiantes
fracasados, considerados como tales aquellos que tenían un índice menor de 1.00.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 103

el estatuto. Define la autonomía como la capacidad que tiene la


Universidad para gobernarse a sí misma, cumplir sus funciones y
realizar sus fines por medio de autoridades competentes propias
y conformes a las normas que la rigen; pero afirma con énfasis, que
esto no implica exclusión de la potestad jurisdiccional del gobierno
nacional, por lo que profesores, estudiantes, funcionarios, empleados
y demás personas que se encuentren en el campus universitario o
en algunas de sus dependencias, están obligados a respetar y cumplir
la Constitución y las leyes de la República, así como también las
disposiciones del estatuto y los reglamentos (art. 4*? del Dto. 144).
Es una autonomía “controlada” la que aparece de la nueva le­
gislación. Aunque el artículo 5 del mismo Decreto 144, reconoce la
libertad de cátedra, la sujeta a la condición de que los catedráticos
se sujeten "... a los requisitos de objetividad científica y no utilicen
la cátedra para desarrollar propaganda de política partidista ni de
doctrinas contrarias al régimen democrático y republicano”. Y
abundando en esta dirección el artículo 6 del mismo cuerpo de ley,
es terminante al indicar que “se prohíbe toda actividad política par­
tidista y de proselitismo en los predios o dependencias de la Uni­
versidad”. Y aún más, en el Estatuto (art. 157, inc. ch), en la sección
sobre deberes y derechos de los profesores, se tiene como una obli­
gación de los mismos dictar sus clases “... dentro de la mayor ob­
jetividad académica y abstenerse, por tanto, de utilizar la cátedra
para realizar propaganda o actos de proselitismo en favor o en
contra de cualquier agrupación o movimiento político, sectario o
partidista”. Todo el capítulo x del Estatuto se refiere a la disciplina
estudiantil, y se orienta a mantener un sistema rígido y a evitar par­
ticipaciones no controladas por las autoridades (arts. 280 a 286) .
En los órganos de dirección se da una participación especial al go­
bierno nacional a través del Ministerio de Educación y la represen­
tación estudiantil está calificada por razones capacitarías.

B. Perú: militares revolucionarios

La visita de Alfredo Palacios —de los reformistas de Córdoba— a


Lima, catalizó en 1919 un movimiento que se venía gestando desde
1907. Los estudiantes declararon una huelga general en demanda
de remoción de profesores, supresión de cursos de legislación ecle­
siástica, cátedras libres y participación estudiantil. Y la Ley de
Instrucción Pública de 1920 acogió algunas de sus demandas: dos
delegados al Consejo y cátedras libres que, sin embargo, fueron
104 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

anuladas en el estatuto de 23 de julio de 1928 que centralizó en el


Ministerio de Educación el gobierno universitario.
La década siguiente está calificada por un profundo malestar na­
cional que en gran medida es representado por el movimiento estu­
diantil cargado de una gran politización, con protagónica dirección
de Víctor Haya de la Torre. En el mismo año 20, en Cuzco, se
reunió un Congreso universitario que resolvió la fundación de las
universidades populares en busca de una vinculación de la Univer­
sidad con las capas populares, y en el 26 se formula ya una plata­
forma característica en la que el punto central era la conquista de
la autonomía y alrededor de ella, la participación estudiantil en el
gobierno, libertad de cátedra, renovación de métodos, voto de honor
de los estudiantes en la provisión de cátedras y socialización de la
cultura.124125
*
El propio presidente Leguía acogía parte de la reforma. No se
necesitan —decía— literatos, abogados ni filósofos sino economistas,
contadores, administradores “para que se pongan al servicio de la
patria ...” Y seis meses después de su caída, se produjo la restaura­
ción de la primera incipiente reforma, que se consagró en el Decre­
to-Ley de 11 de febrero de 1931, en el que se ganó el “cuarto”, es
decir, el derecho a elegir por cada tres profesores un cuarto dele­
gado estudiantil en los consejos directivos y el derecho de tachar
profesores. Se consagraba por vez primera la autonomía y se nom­
braba una comisión para implementar la reforma.129 Poca historia
tuvo este intento, porque dos años después, la agitación nacional
provocó una nueva intervención de los claustros para iniciar un
periodo de intervención militar conservadora.
El respiro democrático al triunfo de los aliados en la segunda
guerra, coloca de nuevo a la Universidad en estado de reforma y se
dicta la Ley de abril de 1946, que consagra el tercio de representación
estudiantil, pero dos años después se produce una nueva regresión,
que termina en abril de 1960, en que se reimplanta un sistema se­
mejante al de 1946. En la Ley 13 417, se reconsagran el derecho de
124 Sobre este proceso ver Enrique Cornejo Koster, “Crónica del movimiento estu­
diantil peruano”, La reforma universitaria. Lima: Universidad Nacional Mayor de
San Marcos, 1968, t. u, pp. 11-36.
125 Este Estatuto, "el más liberal a través de su historia” deja al “Claustro en li­
bertad amplia para organizarse académicamente. Es un documento de pocas disposi­
ciones, las necesarias para aclarar las relaciones entre la Universidad y el Estado,
para señalar las rentas con las que éste contribuye e indica las Facultades, Escuelas
e Institutos que la integran. Eso basta”. José Encinas, La reforma universitaria en la
Universidad peruana, prefacio al libro Historia de las universidades de Bolonia y
Padua. Santiago de Chile, Editorial Ercilla, 1935.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 105

representación estudiantil, el “derecho de tacha”, la asistencia libre,


la cátedra paralela y el bienestar estudiantil.128
Las características especiales del proceso de cambio que encaminan
los militares peruanos hace necesario formular un marco ideológico
de la estructura legal actual de la Universidad en el Perú. El go­
bierno militar afirma en sus documentos oficiales que pretende
una reforma estructural total del país. Considera que la clave de la
reforma consiste en entender al Perú como un país subdesarrollado
y dependiente, que tiene su raíz en profundos desequilibrios en su
sociedad, lo que determina que “la riqueza en sus múltiples ma­
nifestaciones se concentra en las manos de un grupo dominante
cuya propia existencia privilegiada, se basa en la marginación que
sufren vastos sectores de la sociedad”. Que el contenido del desarrollo
nacional consiste en la “cancelación de los desequilibrios estructu­
rales internos y de las relaciones de dependencia que, en conjunto,
han definido la naturaleza y la esencia del ordenamiento tradicional
de la sociedad peruana” y que se trata de transformar cualitativa­
mente el orden social tradicional.
El problema educacional, entonces, se coloca dentro o en la base
misma de los problemas más amplios del desarrollo nacional, de­
biéndolo afrontar dentro del marco general de las relaciones de cam­
bio del que forma parte. Así, el contenido final de cualquier política
educativa, dependerá de cual sea la política general del Estado. Por
esto “el sentido y las metas de todo proceso de reforma educativa
serán función de dos factores centrales, de naturaleza en rigor extra­
educacional: de un lado la política nacional de desarrollo y de otro,
la orientación política del Estado”.126 127 Se subraya muy especial­
mente la relación entre política y educación, aspecto que en la Ley
General de Educación, Decreto Ley N- 19 326, de 21 de marzo de
1972, es considerado con mucho mayor énfasis aún que en los estu­
dios preparatorios.
El estado de opinión favorable a un cambio en la estructura legal
126 “De 1911 a los tormentosos años de la reforma universitaria”, Boletin Informa­
tivo, Universidad Nacional de Ingeniería, vol. v, núms. 45-46, mayo-junio de 1965,
y “Sociedad y Universidad peruanas”, programa de desarrollo universitario del Con­
sejo Nacional de la Universidad Peruana, Cuadernos del Consejo, núm. 12, pp. 50-71.
127 Reforma de la educación peruana. Informe general. Lima, Comisión de Reforma
de la Educación, 1970, p. 14. Un buen resumen del informe puede consultarse en
Universidades, revista de la UDUAL, núm. 43, enero-marzo de 1971, pp. 36-59. Ver
también “La reforma educativa en el Perú”, Plana, servicio informativo de la Oficina
de Educación Iberoamericana, núm. 153, junio de 1971; María de los Angeles Gon­
zález Collado, “Reforma educativa en el Perú”, Revista del Centro de Estudios Edu­
cativos, vol. 1, núm. 1, primer trimestre de 1971, pp. 127-130, y La educación en
el Perú. 1966-1971. Lima, Ministerio de Educación, 1971.
106 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

de la Universidad se hizo sentir de muy diversas formas y esfuerzos


durante los años anteriores al gobierno militar revolucionario.128
La Ley 13 417 fue sustituida recién afirmado el régimen por la
17 437, Ley Orgánica de la Universidad Peruana, de 19 de febrero
de 1969. Dicho texto suprimía muchas de las consideradas conquistas
por la comunidad universitaria: participación estudiantil; autono­
mía, considerada como inviolabilidad del campus; libertad de cáte­
dra, de pensamiento y expresión y gratuidad de la enseñanza. La
oposición no se hizo esperar. En agosto de 71, la Federación de Es­
tudiantes publicó un manifiesto,129 en el que se manifestaba la disi­
dencia centrada en los siguientes aspectos: falta de representación
estudiantil en el gobierno universitario, supresión de la gratuidad
de la enseñanza, departamentalización, estudios generales, régimen
semestral, créditos, currículum flexible “anarquizante”, asistencia
obligatoria, sustracción de ciclos de enseñanza al pensum universita­
rio, libertades a universidades privadas.130 Y aun autoridades uni­
versitarias propiciaron, en una interpretación flexible, modificar el
sentido de la ley. El Consejo de la Universidad de Trujillo, pidió,
basándose en el artículo 15, inciso 1 que establece que “son atribu­
ciones del Consejo Nacional de la Universidad Peruana autorizar
procesos experimentales en una o más Universidades”, que se auto­
rizara a los alumnos organizados en centros de estudiantes para que
pudieran participar en el gobierno institucional.131
Este movimiento hizo rectificar al gobierno. El 30 de julio de
1971, en presencia simbólica en San Marcos, el presidente Velasco
Alvarado dijo que el gobierno reconocía “las limitaciones y fallas
de la Legislación Universitaria” y que estaba dispuesto a “superar­
las”; que en la nueva Ley de Educación, se normaría la educación
en las universidades, respetando el principio de la autonomía, la
128 Vid, La Universidad peruana: su realidad y su posible desarrollo. Lima, Ofi­
cina Nacional Interuniversitaria de Planificación, 1965; Informe sobre el estado de
la educación pública y Proyecto de Ley Orgánica de Educación. Con exposición
de motivos. Lima, Comisión Bicameral del Congreso del Perú, 1967.
129 ‘‘Pronunciamiento sobre el problema universitario de la Federación de Estu­
diantes del Perú. Lima, 8 de agosto de 1971”, Ultima Hora, 17 de agosto de 1971.
130 Sobre la discusión y contenido de esas leyes y otros aspectos de la reforma,
véase Alberto Escobar, ‘ El problema universitario o el vacío ideológico”, en Perú: Hoy,
José Matos Mar. et. al. México, Siglo XXI Editores, 1971, y “Las paradojas de la ley
universitaria peruana”, Aportes, núm. 15, enero de 1970. Aunque la nueva Ley Ge­
neral de Educación tiene una orientación completamente distinta desde el punto
de vista estructural a la antigua ley universitaria, sin embargo, algunos puntos de
disidencia persisten.
131 "Informe aprobado por el Consejo Ejecutivo, en sesión ordinaria del 2 de no­
viembre de 1971”, Boletín informativo de la Universidad de Trujillo, núm. 4, noviem­
bre de 1971.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 107

libertad de pensamiento, la misión crítica de que la institución debe


tener y la participación estudiantil en el gobierno universitario.132
En cuanto a la norma fundamental, el derecho peruano no ha
otorgado jerarquía constitucional al régimen universitario. La Cons­
titución vigente de 9 de abril de 1933.133 dedica cuatro artículos
—71, 75, 80 y 83— al sistema educativo garantizando la libertad de
cátedra expresamente y la tendencia a la gratuidad. El 3 de octubre
de 1968, el nuevo régimen dictó el Estatuto del Gobierno Revolu­
cionario, Decreto Ley N® 17 063, que junto con el manifiesto del
día anterior, fija sus propósitos, y en su artículo 5 afirma que actua­
rá conforme a las disposiciones del Estatuto y la Constitución “en
cuanto sean compatibles con los objetivos del gobierno revolucio­
nario”. 134
132 “Soy revolucionario y soy soldado. Quienes hoy gobernamos no somos marxistas.
Pero estamos haciendo una revolución. Y esto es lo que importa. En nuestro mundo
nadie puede aspirar a tener el monopolio de la verdad revolucionaria... Hemos
iniciado un proceso que debe conducir a cancelar todas las formas de dominación
interna y la tradicional subordinación del Perú a los intereses económicos foráneos.
Y no seguir las pautas de la literatura revolucionaria tradicional, en nada disminuye
la autenticidad de nuestra posición... Una revolución no se hace desde los cafetines,
ni a través de la estéril rencilla faccional que sólo puede favorecer a sus adversarios,
es decir a quienes siempre defendieron causas antipopulares. Queremos una Univer­
sidad que sea parte vital de la Nación Peruana, centro de investigación y de trabajo
que contribuya al verdadero conocimiento del Perú y sus problemas, que forme hom­
bres y mujeres capaces de construir el Perú en las fábricas, en el campo, en la
industria, en las cooperativas, en la siderúrgica, en la escuela, en las minas, en el
laboratorio, en el taller, y en la propia Universidad. El Perú necesita una Univer­
sidad de esfuerzo y de trabajo, donde la inquietud política, derecho irrenunciable
de quien quiere ser libre, jamás sea entendida como sinónimo de ese verbalismo
pueril detrás del cual se ocultan a menudo la ineficacia, la irresponsabilidad y el
escapismo... Por nuestra parte reconocemos las fallas de la Legislación Universitaria
que dimos nosotros mismos en un momento inicial del proceso revolucionario. Por
reconocerlo es que estamos dispuesto a superarlas ... Mantendremos el más amplio
respeto a la autonomía de la Universidad Peruana, a la libertad de pensamiento y la
misión crítica que la Universidad debe tener en el Perú. Y, consecuentemente, con
la orientación principista de nuestra revolución, que aspira a concretar en el Perú la
realidad de una democracia social de participación plena, la nueva Ley General
de Educación consagrará la participación del estudiantado en todos los niveles de la
vida universitaria”, “Discurso del presidente de la República en la Universidad de
San Marcos, el 30 de julio de 1971”, General Juan Velasco Alvarado. La revolución
peruana. Buenos Aires, EUDEBA, 1973, pp. 151-157.
133 F. Bonilla, La Constitución política del Perú, sancionada por el Congreso Cons­
tituyente de 1931 y promulgada el 9 de abril de 1933, con todas las leyes que modi­
fican y amplían, números 8237, 9166, 9178, 10334, 11874, 12391, 137.39, 15242 debi­
damente ordenadas y concordadas. Lima, Editorial Mercurio, 1969.
134 Domingo García Belaúnde, Aspectos recientes del constitucionalismo peruano.
1966-1973. Lima, Editorial Rocarme, 1973, pp. 4-7. Sobre el desarrollo histórico-cons-
titucional ver José Pareja Díaz Soldán, Las constituciones del Perú. Madrid, Edicio­
nes Cultura Hispánica, 1969, y Domingo García Belaúnde, El constitucionalismo pe­
ruano y sus problemas. Lima, Editorial AFSA, 1970,
108 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

La Ley General de Educación formula un sistema unitario de la


educación dentro del cual ésta es entendida como un proceso integral
que abarca acciones de centros educativos, comunitarios y de la
familia. Considera que es función del Estado planificar, dirigir y
promover el proceso educativo en todos los niveles y modalidades,
y desde este punto de vista, el trabajo de las universidades deberá
coordinarse, respetando el principio de autonomía, con la del gobier­
no central a través de su Ministerio de Educación. El título xin de
la ley se refiere a la Universidad peruana, integrada al sistema
nacional de educación.
Se rige por principios básicos de participación, estudio de la reali­
dad nacional, acción social sin fines de lucro, planificación de acuer­
do a necesidades sociales y necesidad de cambio. Reconocimiento
preferente tiene la libertad de cátedra “entendida como el derecho
a la creación y expresión de las ideas y a la investigación sin res­
tricciones” (art. 170, inc. e), y la autonomía, “que implica el derecho
a gobernarse, orientar sus estudios y actividades, elegir su personal
y administrar sus recursos con sujeción a las leyes de la República y
al régimen normativo universitario” (art. 170, inc. d). Los órganos
de gobierno serán: la Asamblea, el Consejo de Gobierno, y los
rectores.
La Universidad peruana se constituirá por el conjunto de institu­
ciones universitarias del país y por sus órganos de dirección y coordi­
nación integrados en un sistema autónomo, dentro del cual cada
institución “goza de autonomía normativa, académica, económica
y administrativa” (art. 171). Sus órganos de gobierno serán la Asam­
blea Nacional, el Consejo Representativo del Sistema, la Secretaría
General y el Consejo Consultivo Nacional. Y todas las acciones
ejecutivas sistemáticas realizadas por todos los órganos, serán coor­
dinados por el Ministerio de Educación, a través de un órgano
específico.
En la ley se dieron lincamientos generales. El proceso de imple-
mentación del nuevo sistema que representa una reforma de gran
calado, ha avocado a la comunidad universitaria y nacional a una
discusión muy viva, cuyos resultados aún no se conocen.135
La oposición a la ley se ha hecho sentir de muy diversas formas.
135 En el estudio y aplicación de la ley, se han producido documentos muy impor­
tantes, por ejemplo, Situación del sistema universitario peruano. Análisis preliminar.
Lima, programa de desarrollo universitario peruano, mimeo, 1972; en Cuadernos,
revista del Consejo de Rectores, existe abundante material al respecto. Especialmente
lúcido es el informe presentado por Darcy Ribeiro al Consejo Nacional de la Uni­
versidad Peruana, por su encargo, El sistema universitario peruano. Lima, mimeo.,
mayo de 1972.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 109

Los rectores de 26 universidades, reunidos en asamblea en diciem­


bre de 1970, formularon una declaración en la que manifestaron
“su pleno acuerdo” con los “grandes planteamientos y la orientación
fundamental” del proyecto de ley; pero se manifestaron en contra
de algunas partes del mismo, especialmente porque “limita y res­
tringe la autonomía universitaria al someterla a la jurisdicción de
organismos extrauniversitarios, y cercena la actividad de la Univer­
sidad al restringir su competencia por ejemplo en la formación del
profesorado” y “suprime la representación calificada en los organis­
mos directivos”.136 Se ha criticado el crecimiento abusivo del poder
del Consejo 137 y, en general, las críticas se orientan a señalar los
siguientes aspectos: traslado de la función de investigación a centros
extrauniversitarios; selección de alumnos supervisada por el gobierno
central; curricula impuestos, evaluaciones y supervisiones; dirección,
planificación, aprobación y modificación del estatuto por órganos
extraños; representación inadecuada en los órganos de gobierno;
136 “Pronunciamiento de la asamblea de Rectores en relación al proyecto general
de educación”. Cuadernos del Consejo, núm. 8, marzo de 1972, pp. 73-74.
137 Uno de los rectores, se quejaba de que la Ley 13 417, la primera del gobierno
militar, fue dictada con la finalidad de superar el estado de crisis de la Universidad
peruana: falta de principio de autoridad, desorganización académica y administra­
tiva, merma de valores éticos y morales... Por eso fue una ley “marcadamente cen­
tralista y orientada a transferir la autonomía de cada institución a un ente más
general, que representaría a la totalidad del sistema universitario. De esta concep­
ción, surge una nueva estructura de poder constituida por el Consepo Nacional
de la Universidad Peruana”. En principio, este Consejo tenía sólo fines de coordina­
ción, pero en la práctica, se ha convertido en "un centro de decisión que cada vez
acumula más poder burocrático-administrativo... formalmente surge como simple
mecanismo de coordinación, pero, poco después, las personas encargadas de cumplir
ciertos roles funcionales de asesoramiento técnico-administrativo, van acumulando
cierta incapacidad de decisión que entra en conflicto con su rol inicial de coordina­
ción del sistema”. Memoria del rector Dr. Humberto Espinoza Uriarte, Año 1971.
Universidad Federico Villareal, revista Villareal, 2* época, año i, núm. I, octubre-
noviembre-diciembre de 1971, pp. 147-148. También la Universidad de Huimanga
formuló una Declaración de 10 Principios que contiene su programa universitario,
en el que la autonomía tiene mucha importancia y se desarrolla ampliamente en el
punto número 2. En una nota agregada en su publicación la Universidad considera
que la ley derogada “ha recortado parte de esos derechos y el proyecto de Ley de
Educación pretende recortarlos aún más”, aunque no se declara en qué forma se pro­
duce esa limitación. “Principios de la Universidad”, Universidad, Órgano de la Uni­
versidad Nacional de San Cristóbal de Huimanga, año VIH, núm. 12. Ayacucho, Perú,
enero de 1971, pp. 4-5. Por su parte, los miembros del Consejo defienden su exis­
tencia por considerar que es una fórmula avanzada “la cual preserva la autonomía
universitaria, y permite al propio tiempo la vigilancia del cumplimiento de la legis­
lación universitaria y la promoción de la eficiencia de las Unversidades”. “Pronun­
ciamiento del Consejo Nacional de la Universidad Peruana sobre la reforma educa­
tiva”, Cuadernos del Consejo, diciembre de 1970, pp. 55-72.
110 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

despojo de seguridad para el profesorado y organización burocra-


tizada.138
Parece ser que amplios sectores universitarios se oponen al proceso
de cambio. Ribeiro, nos manifestaba —en entrevista que por Radio
Universidad de México, en 1974, le hiciéramos— que:

la mayor parte de los universitarios, los grupos —por decir ultristas que
allí son llamados pekineses (hay más de trescientas modalidades) —
están esperando que haya una revolución perfecta, aquella que ellos
tienen en el pecho, aquella revolución sin ningún defecto, que un día
será protagonizada por ellos. Pero en la medida en que ellos se deben
a aquella revolución de utopía, la revolución real que está siendo
realizada, no cuenta con su apoyo y frecuentemente cuenta con su opo­
sición. Lo que ocurre es una cosa muy peculiar, dado el hecho de que
en Perú fue promulgada la legislación más libre que yo conozco con
respecto a la Universidad. El gobierno militar promulgó una legisla­
ción que garantiza la autonomía total de la Universidad. El gobierno
no sólo no interviene en la instutución, sino que garantiza que los
profesores, los estudiantes y los administradores, formando tres cuer­
pos, dirijan autónomamente la Universidad. Sin embargo, esto no está
ayudando a que la institución se articule para actuar dentro del pro­
ceso revolucionario, en el sentido de profundizar en la reforma agra­
ria y llevar adelante la gran transformación social. Más bien, está
convulsionada por una disputa interna, discutiendo cuál sería aquella
revolución perfecta, naturalmente no esa que está ocurriendo real­
mente frente a ella.139

IV. EL FASCISMO

A. Argentina: de la reforma a la contrarreforma

La actual crisis de la Universidad argentina puede rastrearse en


la Ley N? 13031 de 1947 que sustituyó a la vieja Ley Avellaneda y
que rigió hasta la caída del peronismo, en 1955. Si inicia en esa
fecha una cada vez más aguda politización de la comunidad univer­
sitaria, que pone en entredicho el tradicional concepto de autonomía
y que produce enfrentamientos, sanciones, expulsiones, conflictos
generacionales y varias “diásporas” de diversos signo.140

138 "El proyecto de Ley General de Educación”, Cuadernos del Consejo, núm. 8,
marzo de 1972, pp. 10-17.
139 Jorge Mario García Laguardia, "Entrevista con Darcy Ribeiro”, Diario el Grá­
fico de Ciudad de Guatemala, 11 de noviembre de 1974.
140 “Durante los primeros gobiernos del peronismo (1946 a 1955), la autonomía
fue abatida como principio y de hecho. Necesidades políticas de Perón le llevaron
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 111

La tendencia que se plasma en la ley hoy vigente, tiene su origen


directo en la intervención de las universidades que decretó el presi­
dente general Juan Onganía, en junio de 1966, con el argumento
de la necesidad de eliminar el comunismo de las aulas. El nuevo
régimen legal que implemento —Leyes N? 17245 de las universidades
nacionales, N? 17778 de enseñanza universitaria privada y N*? 1617
de universidades provinciales— se orientaba a eliminar el gobierno
tripartito (de profesores, estudiantes y graduados), limitar la activi­
dad política dentro de los recintos y en gran medida a suprimir la
autonomía. El ministro de Educación al presentar el proyecto de
ley orgánica de las universidades nacionales, era suficientemente
explícito al explicar la inspiración de la reforma. Una de las grandes
y primeras preocupaciones de la “revolución argentina” fue —decía­
la de “restituir las universidades al cabal cumplimiento de sus fines,
haciendo cesar el estado de subversión interna que las desgarraba,
eliminando los factores que pretendían transformarlas en focos de
perturbación pública ...” Y al suprimir la representación tripar­
tita se buscaba restablecer —al decir del propio ministro— “... el
principio de la jerarquía académica, indisolublemente unido a la
función de gobierno”. La autonomía se veía limitada, fijando requi­
sito de aprobación por el ejecutivo de sus estatutos y su reforma, de
sus presupuestos, y más tenuemente en la indicación de que el
régimen disciplinario que se establezca, se haga extensivo a los
actos que puedan realizar los integrantes fuera del ámbito univer­
sitario “que afecten su orden y prestigio”.141
El presidente Lanusse preparó un proyecto de ley que nunca
pudo conocerse y al triunfo de Cámpora, se decretó una nueva
intervención que dio lugar a una nueva ley, la N” 20 654 de marzo
de 1974, producto de una negociación entre el Frente Justicialista de
Liberación —coalición peronista de gobierno— y la Unión Cívica
Radical. En este cuerpo legal se reconoce la autonomía universita­
ria, pero con limitaciones significativas. El ejecutivo puede nombrar
rectores “normalizadores” aunque en forma provisoria, pero con
funciones muy amplias.142 Se autoriza en casos especiales la inter-
a hacer de la Universidad una mera dependencia administrativa del aparato del
Estado. Aquel antecedente y este nuevo modo de pensar en 1973, reconciliaron a
peronistas y antiperonistas sobre esta ardua cuestión. Los viejos herederos de 1918
apenas insinuaron algunas reservas y prefirieron más regatear algunos cargos en la
conducción que discutir a fondo la validez o caducidad del principio de la autono­
mía universitaria.” Héctor Raúl Sandler, Universidad, comunidad social y estructura
de dominación. México, Colección Deslinde, UNAM, 1975, p. 14.
141 Leyes universitarias. Serie legislación educativa argentina. Buenos Aires, Talleres
Gráficos del Ministerio de Cultura, 1970.
142 Como funciones normalizadoras califica la ley, las propias de los rectores, más
112 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

vención de las universidades, atribución que ha sido ampliamente


utilizada. Reforma significativa es la exclusión de los graduados
en el gobierno, y la inclusión del personal no docente. La propor­
ción es del 60% para los profesores, 30% para los estudiantes y
10% para el personal no académico. Se prohíben las actividades
políticas y se exige de los profesores que no “alienten ideas contra­
rias al sistema democrático’’ y en los comicios se ordena el voto
personal, universal, obligatorio y secreto.
Pero la Junta Militar que presidía el general Jorge Videla —hoy
presidente— dictó con fuerza de la ley el Decreto 21 276 de 19 de
abril del presente año, que prácticamente deja sin efecto la ley
anterior. Aunque no la deroga totalmente, lo hace con 32 artículos
del total de 62, afectándola en sus dicisiones fundamentales.
Aunque la Junta las considera medidas de “emergencia” y transi­
torias, es evidente que fijan una política del régimen en cuanto a
la educación universitaria. Aunque mantiene el artículo que reco­
noce la autonomía en forma declarativa, se establece que el gobier­
no y la administración de las universidades serán ejercidos por el
Ministerio de Cultura y Educación y los rectores o presidentes y
decanos o directores designados por dicho ministro; que el ministro
ejercerá las atribuciones de las asambleas universitarias, dictará las
normas generales de política universitaria en materia académica y
establecerá normas presupuestarias y administrativas; que los rec­
tores o presidentes ejercerán las atribuciones de los rectores y con­
sejeros superiores; que los decanos o directores ejercerán las atribu­
ciones de los consejos directivos; y que el Ministerio resolverá las
situaciones no previstas en la ley, especialmente aquellas que afecten
la paz, el orden interno de las universidades y su funcionamiento
normal. Se prohíbe en los recintos toda actividad “que asuma formas
de adoctrinamiento, propaganda, proselitismo o agitación de carác­
ter político o gremial, docente, estudiantil y no docente”; los pre­
supuestos deberán ser elevados al poder ejecutivo con la opinión
del ministro; el Tribunal de Cuentas fiscalizará las inversiones y
las universidades deberán rendir cuenta trimestral de la ejecución
de su presupuesto; se faculta al ministro también para cesar al per­
sonal de conducción y se declara incompatible con el ejercicio de la
docencia, el ejercicio de todas aquellas actividades que “se aparten
del propósito y objetivos básicos fijados por el proceso de reorgani­
zación nacional”. Entre las normas derogadas aparece todo el capí-
las del Consejo Superior Universitario, para el caso de los rectores. En la Univer­
sidad de Buenos Aires, la más importante del país, se sucedieron hasta el último
golpe militar, varios rectores, hoy en el exilio casi todos.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 113

tulo del gobierno representativo y así se pone fin a la tradición que


se inició en la reforma de Córdoba en 1918. También se suprime
el régimen de concursos para la designación del personal académico
y la norma que declaraba incompatible el ejercicio de la docencia
con el desempeño de funciones en empresas multinacionales o ex­
tranjeras. Y se mantiene en vigencia la disposición que declaró en
comisión a todo el claustro de profesores.
La pequeña ley de 14 artículos habla por sí misma.

B. Chile: almirantes, generales, soldados

La Universidad de Chile se remonta a la fundación de la Real


Universidad de San Felipe, autorizada por Real Cédula de 28 de
febrero de 1738, y como en otras partes su estatuto estuvo vinculado
a las vicisitudes de la lucha republicana, que produjo una reforma to­
tal de la que surgió el Instituto Nacional que centralizó las labores
educacionales. Nueva etapa se inicia con la Ley Orgánica de la
Universidad de Chile —proyecto de don Andrés Bello— el 19 de no­
viembre de 1842, bajo la presidencia de Bulnes, que puso bajo su
dirección la Superintendencia de la Educación Nacional en sus tres
niveles, aunque en 1847 un nuevo decreto separó los estudios secun­
darios de los superiores. En 1879 se dictó un nuevo régimen legal
para la Universidad que dispuso una ampliación de centros y nueva
distribución y un principio de autonomía aparece, al atribuir la de­
signación del rector al presidente de la República, pero de una terna
presentada por el Claustro Pleno de profesores. Ya en este siglo,
en 1931, se promulgó el Decreto-Ley N*? 280, Estatuto Orgánico de
la Enseñanza Universitaria, que modernizó su estructura general, le
otorgó el control de la enseñanza superior y le reconoció persona­
lidad jurídica de derecho público autónomo, bajo la dirección del
rector y el Consejo Universitario.148
En 1967 se inició un movimiento —que surgido de la Universi­
dad Católica de Chile rápidamente se generalizó a todo el sistema-
orientado a democratizar el régimen interno y a modificar la estruc­
tura académica. La prolongada discusión y el proceso total estuvo
calificado por el debate sobre el problema del cogobierno alrededor
del cual giraron los otros y, finalmente, un Congreso Universitario
transitorio redactó un anteproyecto que fue aprobado por el gobierno
143 "La Universidad de Chile, Reseña histórica”, Universidades, Órgano de la
UDUAL, año n, núm. 5, julio-septiembre de 1961, pp. 109-129.
114 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

del presidente Allende, sin modificaciones, en una interesante con


cesión a la comunidad universitaria y promulgado como Nuevo
Estatuto Orgánico de la Universidad de Chile, el 5 de junio de
1971.144
El estatuto definía a la Universidad como una comunidad demo­
crática, creadora y crítica, que tiene como objetivo fundamental la
formación de una conciencia objetiva y crítica de la sociedad para
contribuir a conformar la voluntad de cambios, orientada prefe­
rentemente al estudio de los problemas nacionales y constituir un
sistema estatal unitario de funcionamiento descentralizado. Garan­
tizaba a sus miembros la libre expresión y coexistencia de diversas
ideologías y para ese efecto, declaraba que los recintos son invio­
lables y ninguna autoridad ajena a la corporación podría ejercer
sus atribuciones sin la anuencia de la autoridad universitaria. Un
establecimiento público, autónomo, con personalidad jurídica y pa­
trimonio público, a la que le correspondía establecer su gobierno
y orientación libremente, así como sus actividades académicas, ad­
ministración y distribución del presupuesto (arts, del 1 al 8). La
comunidad estaría integrada por funcionarios y estudiantes, quienes
participarán en el gobierno en la siguiente proporción: funciona­
rios académicos, 65%; funcionarios profesionales, técnicos, adminis­
trativos y de servicio, 10%; y estudiantes 25%. Sus autoridades
eran: claustro, consejos normativos, comités directivos, rectores, di­
rectores, secretario general.
El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que derrocó el
gobierno del presidente Allende, modificó totalmente este esquema.
Los militares fijaron su posición en el Acta de Constitución de la
Junta de Gobierno, Decreto-Ley N? 1, de ese mismo día, como
abanderados de una cruzada antimarxista y nacionalista “con el
patriótico compromiso de restaurar la chilenidad, la justicia y la
institucionalidad quebrantadas”.145 Esta posición es reafirmada en
144 "Nota introductoria a la recopilación de documentos de la Reforma Univer­
sitaria”, Anales de la Universidad de Chile, año cxxvt, núm. 146, abril-junio de
1968, pp. xi-xx; la revista dedicó varios números posteriores a la documentación
sobre el tema, de gran valor informativo y crítico. El Estatuto en Informaciones y
Documentos Universitarios, núm. 112. Santiago, Departamento de Extensión Univer­
sitaria y Acción Social de la Universidad de Chile, 1971, que incluye además los
discursos del presidente Allende, el rector subrogante y el ministro de Educación.
Sobre el proceso en general, ver Tomás Amedeo Vasconi e Inés Rcca, “Movimiento
estudiantil y crisis en la Universidad de Chile”, en Chile Hoy. México, Siglo XXI
Editores, 1970, pp. 345-384, y Carlos Huneeus Madge, La reforma en la Universidad
de Chile. Santiago, Corporación de Promoción Universitaria, marzo de 1973.
145 “Antecedentes histórico-jurídicos relacionados con el cambio de gobierno en
Chile”, Revista de Derecho, Jurisprudencia y Ciencias Sociales y Gaceta de los Tri-
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 115

distintos documentos oficiales y discursos posteriormente. En la De­


claración principios del gobierno chileno —marzo de 1974— sus
propósitos aún van más lejos:
Las Fuerzas Armadas y de orden no fijan plazo en su gestión de go­
bierno, porque la tarea de reconstruir moral, institucional y material­
mente al país, requiere de una acción profunda y prolongada. En
definitiva, resulta imperioso cambiar la mentalidad de los chilenos ...

Naturalmente, dentro de este esquema, la educación en general y la


universitaria en especial, han merecido atención preferente en el
nuevo régimen que a través de su ministro de Educación, contral­
mirante Hugo Castro Jiménez, a finales del 73 dictó unas Directivas
de gobierno para la educación, que orientan la nueva política edu­
cativa.
La acción en contra de las universidades fue pronta y eficaz. El
mismo día del golpe se inició la ocupación de varias sedes y muchas
autoridades, estudiantes y profesores fueron detenidos. El rector
Edgardo Bóeninger, de la Universidad de Chile, pretendió contro­
lar la situación buscando una negociación con los militares de la
junta, que mantuvieron una posición inflexible. El 24 de septiembre
se reunieron con el Consejo de Rectores y les notificaron que habían
resuelto reorganizar la Universidad y preparaban un decreto nom­
brando rectores-delegados. Bóeninger, pretendió todavía neutralizar
la medida y propuso que las autoridades univesitarias continuaran
al frente de las instituciones facilitando a los militares las medidas
depurativas; pero el 28 fueron citados de nuevo, para manifestarles
la decisión del gobierno militar de hacerse cargo directamente del
control de las universidades.
La implementación legal de esta política no se hizo esperar. El
1? de octubre se dictó el Decreto-Ley N? 50,146 sobre la base de con­
siderar “la necesidad de facilitar la unificación de criterio en la
dirección de la enseñanza superior”, para la mejor consecución de i
los postulados establecidos en el Acta de Constitución del nuevo
régimen y en un artículo único, se estableció que:
La Junta de Gobierno designará en su representación Rectores-De­
legados en cada una de las Universidades del país. Estos Rectores-Dele­
gados cumplirán las funciones y ejercerán todas las atribuciones
que corresponden a los Rectores de las Universidades de conformidad

bunales, Órgano de los Tribunales y del Colegio de Abogados de Chile, t. i.xx,


núms. 7-8, septiembre-octubre de 1973, pp. 276-277.
146 Boletín Oficial de la República de Chile, martes 2 de octubre de 1973.
116 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

con las normas legales vigentes y demás acuerdos o resoluciones uni­


versitarias dictados en su virtud.

El contralmirante Hugo Castro, ministro de Educación, en alocu­


ción pública del día siguiente, anunció el inicio de la restructuración
de la educación superior, afirmando que muchas sedes se habían
convertido en centro de adoctrinamiento marxista, que la comuni­
dad se había empeñado en una estéril y permanente lucha por el
poder que había producido una politización general y que:
La reconstrucción nacional no puede darse el lujo de permitir que la
vida universitaria se frustre en medio de la politiquería, la burocracia
y el desorden —y en una especial interpretación concluyó que-—: no se
trata de destruir la autonomía de las Universidades y de los autén­
ticos valores universitarios, sino, precisamente, afianzarlos a través
de la extirpación de quienes pretenden ampararse en esa autonomía
para desconocer la esencia y la función de la Universidad.

El 3 de octubre se dictó el Decreto N? 1300, 147 por el que se


nombran rectores para diversas universidades, y se dice que todos
y cada uno de los rectores-delegados designados tendrán las más
amplias atribuciones para que en un desempeño independiente
procedan a restructurar, designar autoridades unipersonales y for­
mar consejos, manejar los asuntos y funciones administrativas y
presupuestarias y formular políticas tendientes al cumplimiento de
las obligaciones emanadas del mismo. Para la emisión de este decre­
to, de un solo artículo, se tiene en consideración:
la necesidad de restructurar la orgánica y reorientar las atribuciones
y responsabilidades de las autoridades y organismos ejecutivos y ase­
sores en la Educación Superior, con el fin de que estos institutos
cumplan con la elevada e indispensable función educacional, dentro
del espíritu que anima al Supremo Gobierno de la Restauración
Nacional.

El 29 de octubre se dicta el Decreto-Ley 111,148 que modifica el


estatuto de la Universidad de Chile, cuyos artículos se consideran
de carácter especial y regirán “hasta que se dicte una nueva legis­
lación para la Universidad de Chile”. De acuerdo con él, el rector
tendrá “todas las funciones y atribuciones que la legislación orgánica
147 Diario Oficial, 8 de octubre de 1973. Por el Decreto 1328 de 8 de octubre,
publicado en el Diario Oficial el 12 de noviembre, se nombran rectores de las Uni­
versidades Austral de Valdivia y del Norte, pendientes.
148 Idem, 8 de noviembre de 1973.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 117

de la Universidad de Chile y demás leyes, reglamentos y decretos de


cualquier naturaleza aplicable a ella, entregan a los claustros
universitarios, a las autoridades colegiadas y unipersonales de la Cor­
poración y a sus jefaturas de servicios” (art. 2, inc. 2) ; las de resolver
todas las cuestiones relativas a la situación del personal. . . decla­
rar que determinados cargos y funciones son de su exclusiva con­
fianza, la de suprimir o crear cargos de planta y de contrata ... la
de contratar y poner término en forma anticipada a contratos de
trabajo, de prestación de servicios y honorarios, suspender de sus
funciones al personal con o sin goce total o parcial de remunera­
ciones por tiempo indefinido. .. efectuar nombramientos sin suje­
ción a las reglamentaciones de concursos (art. 2, inc. 5) ; nombrar y
poner término anticipadamente al periodo legal por el cual fue
designado el secretario general (art. 2, inc. 6) ; la de potestad disci­
plinaria sobre estudiantes incluyendo las de aplicar sanciones de
amonestación, suspensión, cancelación de matrícula y expulsión (art.
2, inc. 7) ; y delegación de estas funciones (art. 3) . En el mismo
decreto, se disuelven ‘‘los claustros universitarios y demás cuerpos
colegiados que contempla el sistema de gobierno de la Universidad
de Chile” (art. 5) . Finalmente —se dice—, los cargos unipersonales
subsistirán “mientras el Rector-Delegado no decida suprimirlos”
(art. 5) y se le faculta para constituir comisiones que le asesoren en
el estudio de las reformas que deban hacerse al estatuto con el objeto
de fijar su estructura y sus regímenes definitivos de administración
y gobierno (art. 7).
Ese mismo día, las universidades católicas fueron incorporadas
al proceso de estatización. El Decreto-Ley 112 149 fija atribuciones
a los rectores delegados de las de Valparaíso y Chile, indicando que
“tendrán todas las facultades, atribuciones y deberes que las normas
legales y las disposiciones de los estatutos y reglamentos aplicables
a la respectiva Universidad le señalen” y, además, suprimir, disolver
y declarar en receso los cuerpos colegiados superiores existentes,
modificar su composición o sus acuerdos, asumir facultades de otras
autoridades colegiadas o unipersonales que existan o se creen en el
futuro . .. crear y suprimir cargos, destituir personal y autorida­
des . .. crear, modificar o suprimir unidades académicas, programas
y demás formas de trabajo de la respectiva Universidad. .. aprobar,
modificar y derogar las normas relativas al otorgamiento de títulos
o grados académicos y a planes y programas de estudio ... nombrar
y destituir al personal académico y administrativo ... dictar o mo­
149 Ibidem, 14 de noviembre de 1973.
118 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

dificar los estatutos, reglamentos y demás cuerpos normativos . . .


representar judicial o extrajudicialmente a las universidades . ..
(art. 1).
Esta prisa legislativa continúa. El Decreto 139 de 13 de noviembre
del 73,150 facultó a los rectores para poner término, discrecional­
mente, a los servicios del personal de su dependencia, cuando se con­
siderara necesario para los intereses superiores, el normal funciona­
miento de estos institutos de educación superior y la restructuración
de ellos (art. 1) ; los despedidos no tendrían derecho a ninguna
prestación. Además, expresamente se les otorgan las siguientes atri­
buciones: suprimir cuerpos colegiados existentes, modificar su com­
posición y asumir sus facultades; fijar atribuciones, destituir auto­
ridades unipersonales; dictar normas internas sobre títulos y grados
y planes de estudio; dictar o modificar los estatutos y reglamentos y
representar judicialmente a las instituciones.161
150 Ibidem, 21 de noviembre de 1973. Inicialmente era aplicable únicamente para
las Universidades de Concepción, Técnica Federico Santa María, Austral y del Norte;
por el Decreto 493, de 27 de mayo de 1974, se prorrogó su vigencia y se amplió su
aplicación a la Universidad de Chile y Técnica del Estado; y por Decreto 762, de
18 de noviembre de 1974, se declaró aplicable a todas las universidades del Estado
o reconocidas por éste.
151 Las normas son reiterativas. En los Decretos 781 de 5 de agosto de 1974 y 737
de 15 de julio de 1974, publicados en el Diario Oficial, de 20 de agosto y 4 de
septiembre de 1974, en que se aceptan renuncias y se nombran nuevos rectores-dele­
gados, se dice que los nombrados tendrán “las más amplias atribuciones para que
en su desempeño procedan a restructurar, designar autoridades unipersonales y
formas de consejo, manejar los asuntos y funciones administrativas y presupuestarias
y formular políticas tendientes al cumplimiento de las obligaciones emanadas del
presente decreto”. Los rectores hicieron amplio uso de estos poderes. El general
César Ruiz Danyau, rector-delegado de la Universidad de Chile, promulgó el Decre­
to 873, el 8 de octubre del 73, en el que estableció procedimientos de depuración;
el mismo rector, en su Decreto Número uno, ordenó nombramiento de fiscales en
todas las dependencias que investigarían “la existencia de problemas de convivencia
dentro de la Comunidad Universitaria derivados del sectarismo político, de la
prédica del ocio y la violencia y de la propia situación política que imperaba en
el resto del país” y fijaba una tabla muy amplia de infracciones. Muy revelador
es el procedimiento que fijó el vicerrector delegado de la Universidad de Chile en
Valparaíso, con fecha 13 de noviembre de 1973: "...se avisa a los académicos y
funcionarios no académicos de esta Sede, a quienes no se hubieren pagado sus remu­
neraciones correspondientes al mes de noviembre en curso hasta las 17 horas de
ayer lunes 12 de noviembre, que deben considerarse en la lista de eliminación de per­
sonal.” Sobre este proceso ver, Las universidades chilenas y la intervención militar.
Santiago, febrero de 1975, manuscrito; Alonso Calabrano, “En torno a las universi­
dades chilenas, no habrá olvido”, Cuadernos Americanos, 1974; Chile académico actual.
Selección de documentos chilenos que ilustran la situación de la educación bajo el
gobierno militar de la Junta militar. México, Centro de Documentación de la Facul­
tad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, 1975, manuscrito; OCLAE, núm. 8,
1975, passim, y Gastón García Cantú, Las universidades chilenas y el golpe de Estado.
México, Colección Deslinde, UNAM, 1974.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMERICA LATINA 119

Otras disposiciones abundan en la misma dirección. El Decreto-


Ley 553 expresa que el Ministerio de Educación entregará las nor­
mas sobre política de formación de profesores al Consejo de Recto­
res. El Decreto-Ley 403, disolvió el Consejo Nacional de Educación,
organismo coordinador de los niveles inferiores con las universi­
dades, trasladando sus funciones al ministro de Educación; aunque
establece que la coordinación de la educación superior corresponde
al Ministerio, señala que algunas universidades quedarán bajo la
tuición del Consejo de Rectores, el que queda constituido por los
militares nombrados y presidido —de conformidad con Decreto de
27 de diciembre de 1975— por el ministro de Educación. 152 La
libertad de cátedra se ve limitada. Un documento oficial, La edu­
cación en sus lineas generales de acción de gobierno, expresa que:
La educación no aceptará la participación de profesores que pro­
muevan la enseñanza de doctrinas nacionales o foráneas, como el
marxismo, que atenten contra el espíritu esencialmente libre y demo­
crático de la institucionalidad chilena. Tampoco se aceptará la infil­
tración de doctrinas políticas de cualquier partido a través de la edu­
cación pública o privada.

Y en la circular del mes de agosto de 1974 del general Nilo Floody,


se atribuyen al alto mando de instituciones militares funciones de
control disciplinario e ideológco sobre establecimentos educativos.153
Es obvia cierta anarquía legislativa que incluso ha sido percibida por
los rectores-delegados. El general Ruiz Danyau, en memorándum
a la Junta de Gobierno, de julio de 1974 afirmó que:
Se han dictado normas y leyes de tipo general, originadas en distintos
Ministerios, y que han afctado a las Universidades. Como consecuencia,
ha surgido una supuesta política universitaria inconexa, inorgánica,
indefinida y de la que no puede predecirse el fuuro.
152 Tradicionalmente el presidente del Consejo de rectores, era el rector de la
Universidad de Chile, la más importante del país.
153 Que incluso ha llegado al expurgo de libros. El delegado chileno tuvo que
defender en el Consejo Ejecutivo de UNESCO —sesión de París, septiembre de 1975—
reconociendo los hechos, la denuncia de separación de libros de bibliotecas y de
incineración de algunos. Un oficio al señor Roberto Fosch, jefe de la sección de Re­
gistro de la Biblioteca de la sede de Valparaíso de la Universidad de Chile, de
11 de marzo de 1975 decía: “Señor Jefe: me permito poner en su conocimiento que
con fecha 5 de marzo, el suscrito debió proceder al cumplimiento de lo dispuesto
en Oficio N1? 0160 del Coordinador Administrativo de la Sede, Dr. Eduardo Quevedo
Leiva, relacionado con la incineración de 60 libros pertenecientes a la Facultad de
Arte y Tecnología, dados de baja internamente, por su contenido político. Oficio
N? 163 de fecha 28 de enero del pte., del Secretario Suplente de la Facultad...”
120 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

Podría concluirse de todo lo hasta aquí expuesto, que la autono­


mía universitaria ha desaparecido totalmente, que:
La nueva legalidad consagra en definitiva un sistema expedido para
poner a la Universidad bajo la tuición directa de las Fuerzas Armadas:
la participación de la comunidad universitaria desaparece, los conflic­
tos se resuelven por la vía de la autoridad. La antigua institucionali-
dad desaparece y es remplazada por la discrecionalidad de los recto­
res delegados.154

154 Galo Gómez Oyarzún, Educación, ciencia y cultura en el Chile de hoy. Manus­
crito, en donde se hace un análisis global de la política cultural del régimen. Es
interesante llamar la atención hacia el uso libre que se hace del concepto de auto­
nomía. Uno de los rectores delegados de la Universidad de Chile, general Agustín
Rodríguez Pulgar, afirmó que en el gobierno del presidente Allende “había desapa­
recido la autonomía universitaria, puesto que las decisiones eran adoptadas como con­
secuencia de la presión ejercida por grupos políticos en defensa de consignas ajenas
a la misión académica propia de la Universidad”; Pablo Rodríguez —vocero del
régimen— a una pregunta sobre la compatibilidad entre autonomía y control mili­
tar, contestó “que la intervención militar es la mejor defensa de la autonomía, porque
al eliminar de la Universidad a los elementos no universitarios, le permite autodi-
rigirse, autocontrolarse y autodeterminarse ... o sea, le permite ser verdaderamente
autónoma”. Algunos universitarios, que continuaron en sus cargos, han tratado dé­
bilmente de manifestar reservas: Jorge Millas, a principios de este año —1976— criticó
el proyecto de “Universidad comprometida” del régimen de Allende que según él
exageró la acción política y extremó el procedimiento democrático —aunque aceptó
que la institución se defendió de esos excesos—, pero también criticó lo que llamó
“Universidad vigilada”, cercada “por un anillo de suspicacia y vigilancia que com­
prometen seriamente la autonomía”; y en marzo de 1974 cuando se discutió el pro­
grama del curso de Seguridad Nacional, que obligatoriamente se ha impuesto a los
centros educativos, incluso los universitarios, el acta de la sesión apunta que "el
carácter de obligatoriedad del Programa hizo que se viera la necesidad de velar por
que la autonomía universitaria no sea menoscabada”. El general Augusto Pinochet,
ha disipado todas las dudas, en su discurso de inauguración de cursos —marzo de
1976— en el que acusó a la "oposición marxista” de utilizar las universidades y
reafirmó “una política clara para las Universidades... es así como se reafirma
la vigencia de la legítima autonomía universitaria orientada a la obtención de sus
fines propios y específicos, a la vez que se subraya la necesaria congruencia que
dicho concepto debe encontrar con el bien común de la sociedad en general... el
pluralismo ideológico irrestricto y absoluto debe entenderse como definitivamente
abolido. Un sistema libertado tiene que aceptar un grado razonable de pluralismo
que sea el reflejo de las naturales diferencias que los seres humanos tienen en su
modo de apreciar la realidad. Por tanto, puede y debe adoptarse la coexistencia
de ideas. Pero de ahí se pasa a postular un pluralismo sin limitaciones, es decir, a
legitimar la difusión de cualquier doctrina o idea, y simplemente se destruye la uni­
dad esencial que constituye a la nación como tal, y se abren de par en par las puertas
a la infiltración totalitaria ... Chile llegó al borde del abismo de la tiranía comu­
nista, y es natural que el marxismo busque el amparo en la libertad académica
universitaria para rencontrar un lugar en la vida cívica y reiniciar desde ahí su
penetración proselitista ...” En este sentido pueden hacerse nuevas citas de autori­
dad: general Juan Nylor Wiber, de la Universidad Técnica Santa María —19/4/74—:
“Al igual que al comienzo del semestre pasado queda prohibida toda clase de acti­
vidad política, y en general toda actividad que se pueda interpretar como un ataque
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 121

C. Uruguay: un paraíso al revés

Hasta 1973, la Universidad de la República, la única del país, se


desenvolvía con el reconocimiento constitucional de su autonomía
que se logró en 1951 y fue respetada en reformas posteriores: el
Consejo Directivo —decía el artículo 203— “será designado por los
órganos que la integran y los consejos de sus órganos serán electos
por docentes, estudiantes y egresados”.155 Y la Ley Orgánica del
año 58, desarrolló estos principios de independencia y cogobierno.
Reconocía su personalidad jurídica como ente autónomo, la libertad
de cátedra para el personal docente y para todos los miembros de la
comunidad la más amplias libertad de opinión y crítica, incluso sobre
aquellos problemas que hayan sido objeto de pronunciamientos
expresos por las autoridades universitarias. Insiste que se desenvol­
verá con “la más amplia autonomía”. Fija como objetivos, la ense­
ñanza superior, el acrecentamiento y difusión de la cultura, el impul­
so de la investigación científica y actividad artística, el estudio de
los problemas nacionales y la defensa de valores morales y principios
de justicia, libertad, bienestar social, derechos humanos y forma
democrática republicana de gobierno. Los órganos de gobierno se
integran en forma representativa, organizando un sistema de gobier­
no tripartito con representantes de estudiantes, docentes y egre­
sados. 168
Pero a partir del año 68 el modelo institucional que esta Univer­
sidad representaba entra en crisis, paralelamente a la que se produce
a nivel nacional.187
a la posición nacionalista de la Honorable Junta de Gobierno.” Capitán de Navio
Guillermo González —9/5/74—: “Se les recuerda (a las Universidades) que no son
santuarios donde todo está permitido, es una autonomía. El hombre no es autónomo
en el sentido de que pueda hacer lo que quiera o lo que le plazca. Es libre, es
decir, puede y debe hacer lo que sus convicciones le ordenen, pero en el respeto
de los demás y dentro del interés común. Eso mismo se le pide a la Universidad. .
almirante Jorge Swett Madge de la Universidad Católica de Chile —9/5/74—: "...en
ningún caso estimo permitido transigir o entrar en arreglos acomodaticios con per­
sonas o institución alguna... tengo un profundo respeto por la autoridad y no
tengo miedo de ejercerla.”
155 Ver Héctor Gross Spiell, Las constituciones del Uruguay. Madrid, Ediciones
Cultura Hispánica, 1956; Antecedentes y textos constitucionales. Montevideo, Servicio
de Documentación Jurídica de la Universidad de la República; Alejandro Rovira,
La Constitución uruguaya de 1966. Montevideo, Ediciones de la Fundación de Cul­
tura Universitaria; Daniel Martins, La reforma constitucional de 1966. Montevideo,
Publicaciones de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.
IBS Ley orgánica de la Universidad de la República, promulgada por el Poder
Ejecutivo el 29 de octubre de 1958. Montevideo, Imprenta Rosgal, s. f.
157 "La suerte de la Universidad autónoma y crítica en una sociedad en crisis
122 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

En el año 73, el gobierno promulga una ley llamada de Educación


General en la que se establece el voto obligatorio y secreto para las
elecciones universitarias y su control por la Corte Electoral, orga­
nismo supremo a nivel nacional en la materia. Posiblemente se
pretendía obligar a la mayoría no participante, a manifestarse, con
la esperanza de que se inclinara la balanza de poder en contra de los
grupos opositores. Lo que no sucedió. Las elecciones del 12 de
septiembre —un día después del golpe militar en Chile— dieron un
amplio respaldo a la gestión universitaria: un 60% de los 25 000
egresados, el 85% de 4 000 docentes y el 90% de 25 000 estudiantes;
un mínimo 2% de voto en blanco pudo lograr la corriente conser­
vadora partidaria del gobierno.
Un mes más tarde, después de que la Corte Electoral declaró
la validez de las elecciones, un estudiante de Ingeniería murió en la
sala de proyecciones de la Facultad, al estallar una bomba de gran
poder. Al día siguiente, el gobierno emite el Decreto 921, que
declara la intervención de la Universidad de la República y encar­
ga su administración al Ministerio de Educación y Cultura. Apunta
como razón la muerte del estudiante que se ha producido “mientras
construía un artefacto explosivo’’; dice que en las diligencias indaga­
torias se constató la existencia de explosivos y material subversivo
en la Ciudad Universitaria. Que al proceder a una inspección se
constató: realización de actividades subversivas, utilización de las
instalaciones universitarias para “adoctrinamiento de la juventud
estudiantil en la ideología marxista” y “para la incitación a la lucha
armada”; que el interior de los locales presenta “un aspecto deplo­
rable, en lo que respecta al orden, seguridad, moral e higiene; las
paredes, están cubiertas de inscripciones lesivas para la nacionalidad,
las instituciones democráticas y los más elementales principios de
respeto a la persona humana”. Afirma que esta situación fue detec­
tada con anterioridad, en 1968, como consta en un “Informe Perti­
nente de las Inspecciones Generales del Ejército, Armada y Fuerza
Aérea” y, posteriormente, constatada en 1972 cuando fue puesta en
conocimiento de la Comisión de Constitución y Legislación del
Senado de la República.
aparece entre 1968 y 1972 signada por la lucha entre grupos revolucionarios (desin­
teresados de la Universidad como tal), las especulaciones político-partidarias de los
grupos de izquierda, la activa y sistemática represión policiaca y gubernamental.
Las autoridades universitarias, entre tanto, encerradas en el marco de esos antago­
nismos, deben moverse permanentemente en un plano de cuestionamiento interno,
de hostilidad externa y de inestabilidad institucional que desborda y alcanza a sus
niveles de funcionamiento académico y administrativo.” La represión de la Univer­
sidad uruguaya, trabajo presentado al Seminario sobre represión de la Universidad
Latinoamericana realizado en México, 1972, mimeo.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 123

Considera a las autoridades universitarias responsables de la muer­


te del estudiante por permitir la tenencia de explosivos, detonantes
e inflamables en locales de la institución y declara la intervención
de “la persona pública Universidad de la República”, atribuye al
Ministerio de Educación y Cultura su administracón y la facultad
de dictar normas “para asegurar la regularidad en la prestación de
los servicios de Enseñanza Superior”. Suspende todas las actividades
y dispone el arresto de los miembros del Consejo Directivo hasta
tanto se pronuncien los órganos jurisdiccionales competentes.158
Esta situación se mantiene hasta el presente. Y bajo ese amparo
legal, el Ministerio de Educación ha procedido a nombrar nuevas
autoridades, destituir y reclutar docentes, reorganizar administrati­
vamente la institución, modificar planes y programas de estudio,
reorientar programas de investigación, etcétera ...159

V. UNA TRADICIÓN EXTRAÑA: PUERTO RICO

Reciente es la Universidad. En 1900 se gesta al establecerse la


Escuela Normal y tres años después se integra a la fundada Univer­
sidad de Puerto Rico, que crece vertiginosamente durante los años
siguientes, mediatizada por su condición colonial:
En el aspecto de su organización administrativa requisitos de admi­
sión, exigencias académicas y esquema de promociones, sus Colegios y
Facultades forman parte del cuadro educativo de la enseñanza superior
norteamericana, perteneciendo la Universidad a las asociaciones profe­
sionales de los Estados Unidos... es, por tanto, la única universidad

158 “Decreto 921-973, Universidad de la República. Se dispone su intervención y se


comete su administración al Ministerio de Educación y Cultura”, Registro Nacional
de Leyes de la República Oriental del Uruguay, obra a cargo de la Dirección del
Diario Oficial del Uruguay, año 1973, segundo semestre. Montevideo, Imprenta Na­
cional, 1974, pp. 1482-1484.
159 Sobre la situación actual y el proceso de la intervención: Boletín Instituí
International D’Études sur L’education, años 1973-74-75-76, passim; Carlos M. Rama,
El derrumbe de las universidades latinoamericanas meridionales en 1973. México,
Colección Deslinde, UNAM, 1973; Conferencia de prensa de los Dres. Pablo Carlevaro
y Alberto Pérez Pérez. Buenos Aires, noviembre de 1973, mimeo.; La destrucción de
la Universidad y el futuro del país. Montevideo, agosto de 1975, anónimo, mimeo.;
La situación de la educación uruguaya, anónimo, septiembre de 1975, mimeo.; Ba­
lance de un año de intervención de la Universidad de la República. S. L„ s. e., s.
f.) ; semanario Marcha, 15 de noviembre de 1974; Declaración de EULA (Encuentro
Universitario Latinoamericano1) II sobre la situación de la Universidad del Uruguay,
marzo de 1976, mimeo., y el Informe sobre la intervención del Ministerio de Educa­
ción y Cultura publicado en los periódicos del Uruguay, el 24 de noviembre de
1973.
124 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

de lengua española cuyos títulos y diplomas poseen completa corres­


pondencia y validez en los Estados Unidos.100

Su régimen legal tiene fundamento en las disposiciones de la


Constitución del Estado Libre Asociado, que en su preámbulo fija
el “afán por la educación’’ como uno de los “factores determinantes
en nuestra vida colectiva’’, y artículo n de la sección 5, que indica
que: “Toda persona tiene derecho a una educación que propenda
al pleno desarrollo de su personalidad y al fortalecimiento del
respeto de los derechos del hombre y de las libertades funda­
mentales.” 160
161
La Ley Orgánica de la Universidad de Puerto Rico fue dictada
el 20 de enero de 1966 (Ley núm. 2) sobre las mismas líneas. En su
Exposición de Motivos apunta que “es propósito del Estado Libre
Asociado que toda la población apta para la educación universitaria
pueda recibir educación de la mejor calidad que seamos capaces de
producir, con el menor costo posible al estudiante”.162 Aunque en
su artículo 1° indica que tiene el propósito de “reafirmar y robus­
tecer su autonomía”,163 ésta no es reconocida en el sentido que nos­
otros la entendemos. Su gobierno es ejercido por una junta de
gobierno, que se denominará Consejo de Educación Superior, que
se integra por el ministro de Instrucción Pública y ocho personas
nombradas por el gobernador del Estado, con el consejo y consenti­
miento del Senado. Sus atribuciones son muy amplias, entre las más
importantes, la de aprobar las normas generales de funcionamiento,
160 Catálogo general. Cincuentenario, 1903-1953. San Juan de Puerto Rico, Uni­
versidad de Puerto Rico, 1953, pp. 17-18. G. Sellés Solá, Lecturas históricas de la
educación en Puerto Rico. San Juan de Puerto Rico, Bureau of Supplies, Printing
and Transportation, 1943.
161 La nueva Constitución de Puerto Rico. Informes a la Convención Constituyente.
San Juan, Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, 1954; Estatutos legales fun­
damentales de Puerto Rico. San Juan, Ediciones Edil, 1970; Carmelo Gorritz Santiago,
Reflexiones sobre el derecho constitucional de Puerto Rico. San Juan, Ediciones
Rumbos, 1960.
162 Organización de las oficinas centrales del sistema universitario. San Juan, Uni­
versidad de Puerto Rico, s. f. Incluye el texto de la ley.
163 Tratando de aplicar el espíritu de la ley "y dotar a la Universidad de la
autonomía fiscal necesaria, se fijó a la Universidad un porciento de las rentas anua­
les del Estado Libre Asociado”, Memorándum del Rector Jaime Benitez, a las
Comisiones de Hacienda y de Instrucción y Cultura del Senado, sobre enmienda a la
Ley universitaria sobre autonomía fiscal, 7 de abril de 1969, manuscrito. En la Expo­
sición de Motivos de la Ley N? 2 de 20 de enero de 1966, sobre asignación de
fondos para el año fiscal de 1967, se apunta que ‘‘constituye un elemento esencial
de ese propósito el ampliar la autonomía universitaria en su aspecto fiscal y aumentar
sus recursos, de tal manera que la excelencia de la educación universitaria y la
expansión de las oportunidades para ella, guarden una adecuada relación en orden
al crecimiento integral de la Universidad”, Hemeroteca de UDUAL, manuscrito.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 125

dictar reglamentos y nombrar al presidente de la Universidad, a los


rectores, a los directores de unidades, director de finanzas, otros
funcionarios auxiliares, aprobar el proyecto de presupuesto. El pre­
sidente —quien es director del Sistema Universitario—, somete al
Consejo el nombramiento de los rectores, directores de unidades y
director de finanzas. Una junta universitaria —integrada por el
presidente, rectores, directores, director de finanzas y tres funcio­
narios nominados por el presidente y un representante por cada
Senado Académico— tiene funciones asesoras. Los rectores nombran
a los decanos y directores de departamentos. Finalmente, existen
los Senados Académicos —foro oficial para la discusión de problemas
generales— que se integran por el rector, director, decanos, director
de la Biblioteca, y representantes elegidos por el claustro correspon­
diente entre los miembros que tengan permanencia. Los estudiantes
no tinen participación en el gobierno universitario, aunque se les
da una limitada ingerencia a través del Consejo de Estudiantes.164

VI. EL FIN DE LOS REFORMISTAS: CUBA

El movimiento estudiantil tomó cuerpo en 1923 bajo la dirección


de Julio Antonio Mella,165 y se concretó en la triple fórmula de
verdadera democracia universitaria, renovación académica y popula­
rización del saber. Influencia anarcosindicalista es evidente al cons­
tituirse la organización estudiantil como vanguardia de lucha popu­
lar en íntima vinculación con la clase obrera, que en 1933 encabeza
el derrocamiento del dictador Machado y se hace cargo del poder
imponiendo al profesor de Medicina Grau San Martín en la presi­
dencia. 166 Precisamente, en octubre de ese año —a petición de la
“La falta de democracia interna es una de las características principales del
modelo norteamericano invasor, el cual concentra todo el poder decisional en los
administradores. En el aspecto administrativo, la Universidad posee una estructura
piramidal y jerárquica, con una visión empresarial de la educación... la Ley
número i aprobada en 20 de enero de 1966, comporta tan sólo una reorganización
interna de la Universidad de Puerto Rico, pero en nada afecta una mayor autonomía
como cuestión real... otorga el nuevo estatuto una muy tímida participación al
cuerpo estudiantil incluyendo un menoscabado Consejo. Algo también se da al claustro
de profesores aunque casi todo en uno y otro caso se reduce a ser objeto de ‘con­
sulta’ que resulta profórmula.” Declaración General de la Federación de Universi­
tarios Pro-Independencia de Puerto Rico, Octavo Congreso.
165 Sobre Mella la bibliografía es abundante, sobre todo en los últimos años. Cfr.
Julio Antonio Mella, “Tres aspectos de la reforma universitaria”, La reforma uni­
versitaria. Ensayos..., op. cit., t. m, pp. 86 y ss.
166 Hanns-Albert Steger, “El movimiento estudiantil revolucionario latinoamericano
entre las dos guerras mundiales”, Eco, revista de la Cultura de Occidente, t. xi v,
núm. 2. Bogotá, diciembre de 1966.
126 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

comunidad universitaria- Grau firma el Decreto Ley 2 059 que


reconoce la autonomía, declaración que se reitera en la Ley Docente,
del año 38. Y en la Constitución de 1940, se le concedió rango cons­
titucional en el artículo 53 que asentó que: “La Universidad de
La Habana es autónoma y estará gobernada de acuerdo con sus
Estatutos y con la ley a que los mismos deben atemperarse” y que
el Estado contribuirá a crear el patrimonio universitario y a su
sostenimiento,167 estatuto legal que se mantiene hasta el triunfo
de la Revolución.168
Inmediatamente después, se produjo un vasto movimiento de
reforma que principió con la supresión de las universidades priva­
das. Por Ley de 11 de enero de 1959, se declararon extinguidas
todas las existentes, con excepción de las de La Habana, las Villas
y Oriente. Y también, se anularon los títulos, certificados, exámenes,
notas y comprobantes de estudios.169 Y el 23 de abril se suspendió
la vigencia del artículo iv de la Ley de 8 de enero de 1937, Ley
Docente, a efecto de “viabilizar la depuración universitaria”. 170
Preocupaba al nuevo régimen el hecho de que se mantenía un inte­
rés decimonónico por las carreras “literarias”, sin estar al día con
el desarrollo económico. La reforma, en esta etapa, se sujetó a la
demanda de técnicos que se necesitarían en los siguientes años y se
orientó a la funcional ización y academización en relación al orden
social. El informe de la comisión de reforma apuntaba que “. . . se
necesita un mayor número de técnicos y profesionales directamente
ligados a la producción, como los ingenieros, que de economistas,
abogados y expertos en otras ciencias sociales ..
Se integró una Junta Superior de Gobierno, electa por profesores
y estudiantes —cogobierno paritario— que se hizo cargo de la direc­
ción universitaria. Y en diciembre del 60, se dictó la Ley N? 916
que institucionalizaba la coordinación de las universidades y su
vinculación con el gobierno central, a través del Consejo Superior
de Universidades, dependencia directa del Ministerio de Educación.
1«7 Juan Clemente Zamora, Derecho constitucional de Cuba. Colección de docu­
mentos selectos para el estudio de la historia política de Cuba. La Habana, Editorial
Cultural, 1925; Ramón Infiesta Bages, Historia constitucional de Cuba. La Habana,
Editorial Selecta, 1942, y Enrique Hernández Corujo, Historia constitucional de
Cuba, 2 vols. La Habana, Compañía Editora de Libros y Folletos O’Reilly, núm.
304, 1960.
168 Universidad de La Habana. La Habana, s. e., 1966.
169 Proclamas y leyes del gobierno provisional de la Revolución, 1? al 31 de enero
de 1959. La Habana, Editorial Lex, 1960, pp. 36-40; Justo Nicola Romero, El régimen
de universidades y la Ley No. 11. Santiago de Cuba, Universidad de Oriente, 1959.
170 Leyes del gobierno provisional de la Revolución, 10 a 30 de abril de 1959. La
Habana, Editorial Lex, 1960, pp. 237 y ss.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 127

Más tarde, por Ley N? 1 110 se atribuyó al propio Ministerio, la


potestad de reglamentar el funcionamiento de las universidades.171
Mientras tanto, el Consejo Universitario en marzo del 59, creó
una Comisión Mixta —de seis estudiantes y seis profesores— para
estudiar las modificaciones que deberían hacerse a la Ley Docente
ya derogada. En un amplio documento se pronunció sobre el cogo­
bierno, régimen disciplinario, carrera docente con base en concursos,
departamentalización, extensión universitaria, carrera administrati­
va, patrimonio, organizaciones estudiantiles . . .,172 algunas faculta­
des se pronunciaron sobre el problema 173 e incluso se formularon
proyectos de estatutos, con base en las líneas de reforma enuncia­
das 174 que se perdieron en la dinámica del proceso.
El Consejo Superior de Universidades formuló con otra orienta­
ción las “Bases Fundamentales de la Reforma de la Enseñanza Supe­
rior”, que fueron publicadas en la Gaceta Oficial, el 10 de enero
de 1962. Sus principios fundamentales son los siguientes: 1) las
facultades son los órganos docentes superiores y comprenden, gene­
ralmente, varias escuelas; 2) el departamento —no la cátedra— es
la base de la estructura académica, integrado por disciplinas afines,
y aunque se adscribe a una facultad, puede prestar servicios a todo
el sistema; 3) la escuela y el departamento son los órganos académi­
cos fundamentales; las facultades se reducen a estructuras adminis­
trativas; 4) asistencia obligatoria de alumnos; 5) cupo en clases
teóricas y prácticas; 6) enseñanza activa y evaluación racional; 7) co­
misiones de docencia, extensión e integración; 8) desarrollo de la
investigación; 9) reclutamiento de personal docente a base de contra­
tos cortos de prueba; 10) acceso a docencia e investigación de los
extranjeros sin cortapisas; 11) amplio régimen de becas estudiantiles;
12) reglamentación de licenciatura y doctorado, para el que se exige
índice académico no menor de 85 puntos; 13) examen de ingreso y
control de carreras. Las normas fueron hechas con gran flexibilidad.
El Consejo era explícito:
171 “El Ministerio de Educación dictará el Reglamento de esta ley, así como
cuantas disposiciones complementarias estime convenientes para la mejor consecución
de sus fines."
172 Acuerdos de la Comisión Mixta para la reforma universitaria. La Habana,
Imprenta de la Universidad de La Habana, 1959, Passim.
173 La reforma universitaria en la Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público.
La Habana, González y Cía. Impresores, 1959.
174 Proyecto de Estatutos de la Universidad de La Habana. Comisión Mixta de
Reforma. La Habana, Imprenta de la Universidad de La Habana, 1960; Leyes y Esta­
tutos de la Universidad de Oriente. Santiago de Cuba, Universidad de Oriente, 1959,
que fueron promulgados el 25 de enero de 1960, con efímera vigencia.
128 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

... no ha establecido sus normas y recomendaciones como premisas


o criterios inmutables. La reforma universitaria no es una cristaliza­
ción permanente, no es una ley o un decreto, no es un orden estático.
Es una función dinámica, un proceso continuo de adaptaciones y
reajustes, que debe seguir muy de cerca al incesante flujo del progre­
so humano. La reforma ha de concebirse, pues, como un movimiento
que no se detiene jamás, como una actitud perpetua de renovación
y superación. Todos los planes y muchas de las demás regulaciones
señaladas en estas Bases, son de carácter provisional, y están llenos de
las limitaciones que las circunstancias del momento determinan.175

En este mismo sentido respondía, a consulta nuestra, un funcio­


nario de Casa de las Américas:
... no puedo complacerlo del todo en cuanto a legislación universita­
ria de aquí, porque no la hay en vigencia permanente. Me explico:
el dinamismo de este proceso revolucionario determina un ininterrum­
pido cambio. No hay estatismo, quietismo institucional. Desconoce­
mos el establishment. En ésta su edad vital, la Revolución no se
puede dar el lujo de estabilizarse en textos legales y reglamentarios
clasificados, del tipo “letra muerta’’. La vigencia de un texto hoy,
puede desaparecer mañana, para dejar el paso a algo superado. Esto
es así en todos los órdenes, como corresponde a una sociedad nueva,
en constante búsqueda creadora. Lo universitario no es ninguna
excepción.170

En todo caso, en cuanto al gobierno universitario, el proceso se


orientó a un control del ministerio respectivo, el que a través de
acuerdos administrativos (N? 5 109, de 25 de julio de 1963 y N? 0075
de 19 de enero de 1966) depositó el gobierno en el rector y vice­
rrectores designados por el ministro, y en los decanos, nombrados
por el rector. El presidente y secretario de la Federación de Estu­
diantes asistirán a las reuniones de Rectoría.
Del análisis de los documentos oficiales podríamos concluir que
los puntos programáticos de la enseñanza superior son los siguientes:
its La reforma de la enseñanza superior en Cuba. Consejo Superior de Univer­
sidades. Colección Documentos. La Habana, s. e., 1962, p. 22 y passim. Ver también
Rapport de la Republique de Cuba a la XII Reunión de la Conference Generale de
¡’UNESCO, 1962, La Havane, Ministere de l’education, 1963, Annee de l’organisation,
y La Habana, s. e., 1966; Cuba. El movimiento educativo. 1967. Informe a la
XXX Conferencia Internacional de Instrucción Pública Convocada por la OIE y
la UNESCO, Ginebra, julio de 1967. La Habana, Empresa Consolidada de Artes Grá­
ficas, 1967.
176 "Carta fechada en La Habana, abril 20 de 1972, de Manuel Galich a Jorge
Mario García Laguardia.” Jorge Mario García Laguardia, La revolución del 20 de
octubre de 1944, 2“ ed. Guatemala, Editorial Municipal, 1974.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 129

definición política hacia el socialismo a base de una formación


teórico-marxista; integración del trabajo y el estudio; 177 salario
estudiantil para ampliar ingresos y mejorar cuadros; planeamiento
riguroso de la matrícula orientada hacia carreras técnicas, en espe­
cial agrarias; encuadramiento colectivo de docentes y estudiantes;
universalización de la universidad; 178 fuerte centralismo y supresión
de la autonomía.
177 Este aspecto es reiteradamente subrayado en discursos y documentos oficiales.
Ver El principio de la combinación del estudio y del trabajo en la educación superior,
Ponencia de Cuba a la IX Conferencia de Ministros de Educación Superior de países
socialistas, La Habana, 1974; Juan Mier Febles, “Concepción marxista-leninista acerca
de la enseñanza politécnica y la combinación del estudio con el trabajo’’, OCLAE,
núm. 6, 1974, pp. 11-25; y “Discurso del Dr. Hermes Herrera, Rector de la Universi­
dad de La Habana, en el primer encuentro de Universidades Latinoamericanas en
solidaridad con la Universidad de Chile”. Bogotá, marzo de 1975: “En una concepción
unitaria de la educación, los niveles universitarios no pueden constituir una excepción
en la combinación sistemática de estudio y trabajo... la participación de los estu­
diantes ... se convierte un factor importante para el desarrollo a la vez que cons­
tituye una fuerza de trabajo que suple el éxodo hacia la metrópoli imperial de nor-
teamérica que se produjo en el 'robo de cerebros’ a que fue sometida la revolución
cubana, de sus técnicos y profesionales”, Desarrollo Indoamericano, núm. 28, abril de
1975, pp. 7-12.
178 Fidel Castro plantea así este asunto: "... un día la universidad se unlversali­
zará ... y cuando se universalice desaparecerá como tal universidad... no pueden
concebir que se universalice la enseñanza universitaria y que todo un pueblo un día
llegue al nivel de lo que llamamos enseñanzas universitarias... cuesta trabajo con­
ciliar la idea de una revolución con la idea de que para siempre, en el futuro, habrá
en el seno de esa sociedad una minoría poseedora de esos conocimientos técnicos y
Científicos y una mayoría desconocedora de los mismos ... no se concibe cómo puedan
resolverse los problemas del futuro si tales conocimientos no se unlversalizan; en
segundo lugar, no se concibe cómo puede llegar a hacerse realidad la sociedad comu­
nista sin la universalización de los conocimientos científicos y técnicos.” El Dr. Zoilo
Marinello, presidente del Consejo Científico del Ministerio de Salud Pública, dice
que: "La concepción de la universalización de los estudios universitarios como pers­
pectiva educacional... se basa sustancialmente entre otros, en cuatro argumentos
de gran alcance revolucionario... la ubicación correcta en la interpretación del
nivel de la docencia universitaria_ la creación de una masividad técnica capaz
de establecer el escalón para la preparación selectiva de científicos con un máximo
nivel ... la obligada superación que para esta docencia de nivel universitario cientos
de Centros en nuestro país tendrán que alcanzar... y como resultado de los ante­
riores, la creación de una calidad de inteligencia masiva popular que permita la
intelectualización de una conciencia comunista basada en el análisis y en el cono­
cimiento.” “Universalización de la Universidad”, OCLAE, núm. 30, junio 69, pp. 13-
16. Santiago Cardosa Arias, ha descrito los esfuerzos de los estudiantes de ingeniería
agronómica de la Universidad de las Villas para crear "la primera escuela de gana­
dería en las Montañas del Escambray ... y poner en práctica la idea de Fidel de
unlversalizar las universidades y establecerlas ahí donde se desarrollan los proyectos,
en las fábricas, en los centros de investigación”. “Lejos de los muros de la Uni­
versidad”, Gramma, 14 de noviembre de 1971, citado por Rolland G. Paulston, "La
educación rural en Cuba: una estrategia para el desarrollo revolucionario”, Problemas
del Desarrollo, año iv, núm. 13, noviembre de 1972-enero de 1973, p. 47. En este
sentido, más bien es un programa de Universidad abierta, el que se plantea; ver
130 JORGE MARIO GARCÍA LAGUARDIA

Algunos dirigentes han sido especialmente explícitos para expli­


car el cambio:
... el propio proceso revolucionario en la universidad ha rebasado
ampliamente ya, hoy por hoy, los marcos de la Reforma Universitaria.
O sea, que para nosotros, ésta es un paso vencido y que en estos
momentos lo que nos planteamos es una revolución en la concepción
de la enseñanza universitaria, que no pudo contemplarse en ningún
instante por los que promovieron la reforma ... nos enfrentamos a la
realidad de tener que ir a un proceso diferente, de universalización
de la enseñanza universitaria y de vinculación estrecha del estudiante
universitario con las tareas de la construcción socialista —y en cuanto
al cogobierno— al igual que la Reforma Universitaria, lo rebasamos
ya. Aquí no es necesario, y luchar por él sería absurdo. El gobierno
es el Gobierno Revolucionario, y es el gobierno de los estudiantes, de
los profesores... Y las tareas que traza la Revolución para la Uni­
versidad son las tareas a cumplir por todos. Existe una única direc­
ción donde están unificados los estudiantes, los profesores y todo
el mundo.179

El profesor José Antonio Portuondo abunda en esa dirección:


... la Revolución cambió radicalmente el concepto, la estructura y
hasta las funciones de la Universidad... ha dejado de ser orbe cerrado
del saber puro... para convertirse en un factor más en la produc­
ción, en la creación de una nueva sociedad y un hombre nuevo ...
de aquí surge el concepto de la universalización de la Universidad__
que implica la ruptura definitiva de los límites y fronteras académicas
hasta convertir en Universidad cada fábrica o granja, taller o mina
a donde profesores y alumnos van a aprender estudiando y contribu­
yendo a resolver científicamente los grandes problemas colectivos...
se produce una profunda integración entre la Universidad y el Gobier­
no Revolucionario y, como consecuencia, desaparece, por innecesario,
el viejo concepto de autonomía universitaria.180

Jorge Carpizo, “El Estatuto del Sistema Universidad Abierta de la UNAM”, Univer­
sidades, revista de UDUAL, año xu, núm. 49, julio-septiembre de 1972, y Jorge Mario
García Laguardia, “México: Universidad abierta”. Universidades, año xu, núm. 47,
enero-marzo de 1972. También “Sobre la universalización de la enseñanza universi­
taria”, Revista sobre Educación Superior, de la Universidad de La Habana, diciem­
bre de 1969.
179 “Entrevista con Julio César Palomino, secretario general de la Unión de Jó­
venes Comunistas y de la Federación Estudiantil Universitaria”, OCLAE, publicación
mensual de la Organización Estudiantil Latinoamericana, año iv, núm. 37, enero
de 1970.
ISO La difusión cultural y la extensión universitaria en el cambio social de América
Latina. II Conferencia Latinoamericana de Difusión Cultural y Extensión Universi­
taria. México, UDUAL, 1972, pp. 113-118. Portuondo fue especialmente drástico al
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN AMÉRICA LATINA 131

Y el propio Fidel Castro ha fijado la posición del régimen:


... vimos que lo que era la Reforma Universitaria que hicimos era la
que respondía a las demandas de una reforma universitaria dentro
de una sociedad burguesa. Eran viejas aspiraciones de la Universidad,
donde estaba la autonomía ...181

referirse a la idea de "universidad crítica”, que el delegado chileno (anterior al golpe


de los militares) propugnaba y que recogía la última ley universitaria del presidente
Allende. Sin referirse especialmente a la universidad, se amparó en la declaración
del Primer Congreso de Educación Cubana que afirmó que: “.. . desde las metrópolis
los aliados conscientes del imperialismo tratan de influir en los pueblos subdesarro­
llados y someterlos, al neocolonialismo cultural. .. rechazamos las pretensiones de la
maffia de intelectuales burgueses seudoizquierdizantes de convertirse en la conciencia
crítica de la sociedad. La conciencia crítica de la sociedad es el pueblo mismo y en
primer término, la clase obrera preparada por su experiencia histórica y por la ideo­
logía revolucionaria para comprender y juzgar con más lucidez que ningún otro
sector los actos de la Revolución”. OCLAE, núm. 55, julio de 1971, pp. 16-29, Decla­
ración del primer congreso Nacional de Educación y Cultura. La Habana, abril
de 1971.
181 Conversación con estudiantes de las Universidades del Norte de Chile y Técnica
del Estado, en el Estadio Sokol, Antofagasta, 12 de noviembre de 1971.
ÍNDICE

Prefacio............................................................................................................. 5

EL MARCO

I. Universidad, y Constitución................................................................ 9
A. Las nuevas tendencias en el siglo xx. El constitucionalismo
social. Régimen universitario................................................... 9
B. Breve aproximación a los textos constitucionales vigentes 17
1. Tratamiento expreso de la enseñanza universitaria . . 17
2. Tratamiento general del problema educativo ... 22
II. Variaciones sobre el tema de la autonomía....................................... 22
A. Precisión conceptual............................................................................. 22
B. Estado y Universidad............................................................................. 28
C. Una consideración aparte: la autonomía territorial ... 31
D. Universidad privada y autonomía.................................................... 37
E. Autonomía, coordinación y planificación....................................... 43

III. Relatividad del concepto. Consideración final................................. 45

LOS DESARROLLOS NACIONALES

I. Descentralización, asambleismo, electoralismo................................. 49


A. Colombia: tensión institucional......................................................... 49
B. Costa Rica: ¿un modelo regional?.................................................... 55
C. Ecuador: legislación incumplida.................................................... 58
D. Guatemala: isla acechada.................................................................62
E. Honduras: preponderancia estudiantil............................................. 68
F. México: búsqueda de estabilidad.................................................... 70
G. Nicaragua: el peso de la dinastía............................................ 78
H. Venezuela: autonomía “disciplinada”............................................. 80
I. República Dominicana: intervención, asambleísmo y re­
forma ................................................................................................. 85

II. Los eufemismos 87


A. Bolivia: enfrentamientos radicales.................................................... 87
B. El Salvador: contradicción insoluble............................................. 93
C. Haití: impuntual modelo napoleónico............................................. 97
D. Paraguay: la búsqueda del despegue............................................. 98

III. Reformas no ortodoxas............................................................................. 99


A. Panamá: intervención discutida.................................................... 99
B. Perú: militares revolucionarios........................................................ 103

IV. El fascismo..................................................................................................... 110


A. Argentina: de la reforma a la contrarreforma............................... 110
B. Chile: almirantes, generales, soldados............................................113
C. Uruguay: un paraíso al revés........................................................ 121

V. Una tradición extraña: Puerto Rico . ... . ... 123

VI. El fin de los reformistas: Cuba............................................................... 125


En la Imprenta Universitaria, bajo la
dirección de Beatriz de la Fuente, se
terminó la impresión de La autonomía
universitaria en América Latina: mito
y realidad, el día 16 de febrero de 1977.
Su composición se hizo en tipos Bas­
kerville 11:12, 10:11 y 8:9. La edición
consta de 2 000 ejemplares.

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