Plan de Pastoral MARCO DOCTRINAL - BORRADOR
Plan de Pastoral MARCO DOCTRINAL - BORRADOR
Plan de Pastoral MARCO DOCTRINAL - BORRADOR
IGLESIA EN EL
MUNDO
PLAN DIOCESANO
DE PASTORAL
2024-2034
DIÓCESIS DE SOLOLÁ-CHIMALTENANGO
INTRODUCCIÓN
Al hacer una lectura de los signos de los tiempos con la mirada de ojos abiertos desde
la fe, nos apremia el caminar de la Iglesia que nos invita a través del presente pontificado a
caminar en unidad bajo la guía del Magisterio que no deja de actualizar el mandato de Dios
en bien de la humanidad para la vida plena en Jesús, nos dirá el documento de Aparecida.
Desde que se ha buscado revitalizar la misión evangelizadora de nuestra diócesis con
el segundo y último plan diocesano de pastoral han pasado ya cuatro años después de su
vigencia, sin embargo, la lectura que hace de la realidad y la parte criteriológica siguen
apremiándonos porque no hemos podido evidenciar una verdadera conversión pastoral y
misionera. Se unen a esta dificultad dos situaciones más: la pandemia que nos dejó varados
en el camino porque no supimos cómo asumirlo, y posterior a ello, la revisión nuevamente
de la realidad de la diócesis, que no terminamos de asentarla en nuestra visión pastoral.
Nos encontramos aquí, con este plan de la diócesis que se proyecta para los próximos
diez años, porque pretendemos replantear el caminar de la diócesis no sin la presencia e
inspiración del Espíritu quien, por Jesús y la Iglesia, «hace nuevas todas las cosas» (Ap 21,
5). Nos lo replanteamos desde las reflexiones en torno a la realidad de la Diócesis ya
realizadas en las asambleas parroquiales de pastoral; se unen también las últimas asambleas
diocesanas, especialmente la última; y, no son menos las reflexiones y conclusiones para la
etapa de la consulta diocesana para el Sínodo sobre la sinodalidad.
Entonces, ¿hacia dónde somos llamados a dirigir nuestros pasos? Análogamente lo
podemos comprender desde la experiencia del médico que, para curar las enfermedades de
sus pacientes, ha de actualizar sus conocimientos, de lo contrario, estos pueden morir ya que
las enfermedades y los virus mutan constantemente. Además, también aparecen nuevos, y
por ello, es necesario estar a la altura del reto que suponen para asumirlas y buscar una vida
plena para los hombres y mujeres. El médico es la Iglesia, es decir, todos y cada uno de
nosotros, las enfermedades son todas las debilidades religiosas y humanas que se han
expresado y que no asumimos como Iglesia; actualizar los conocimientos, finalmente, es
toda la expresión Magisterial del tiempo presente que nos marca el camino y que hemos de
conocer para caminar en sintonía.
Conociendo, por un lado, la realidad de nuestra diócesis y de los males que la aquejan,
y por otro, recurriendo a lo que la Iglesia nos invita a considerar, sobre todo a través del
movimiento sinodal, buscaremos proyectarnos como Pueblo de Dios, Iglesia en el mundo.
Esto, para no quedarnos a vivir nuestra religiosidad de manera intimista, a pretender conocer
a Dios y quedárnoslo solo para nosotros, sino para darlo a conocer al mundo que también
necesita de Dios, de su salvación y liberación, no solo después de esta vida, sino también
mientras peregrinamos por este mundo. Esto no sucederá, ciertamente, si pensamos que,
como conocedores de Dios y asiduos practicantes de los sacramentos, no vamos fuera, hacia
1 Cf. JUAN PABLO II,Homilía del Santo Padre Juan Pablo II. Celebración de la Palabra en el
Campo Marte (07-03-1983), disponible en https://www.vatican.va/content/john-paul-
ii/es/homilies/1983/documents/hf_jp-ii_hom_19830307_campo-di-marte.html [13-01-2023].
3 – Pueblo de Dios, Iglesia en el mundo
Objetivos específicos del plan
Describir el contexto actual de la diócesis evocando, por un lado, la realidad social,
política, económica, cultural y religiosa, y por otro, referir la respuesta con la cual la misma
diócesis se ha expresado pastoralmente ante dicha realidad.
Presentar los criterios del Magisterio actual con los cuales la Iglesia nos ilumina para
asumir diocesanamente la realidad de nuestra Iglesia particular.
Proponer líneas de acción para que, considerando la realidad diocesana y las luces del
Magisterio, seamos capares de responder a los desafíos actuales y seamos Iglesia en el
mundo.
Sobre el método, los mismos objetivos específicos nos lo dicen: ver, juzgar y actuar;
no es nuevo, pero ha demostrado su funcionalidad.
El texto evangélico que preside este apartado nos acerca y justifica a lo que
primordialmente ha de buscarse permanentemente en la vocación cristiana: un verdadero
encuentro con Cristo a través de la Palabra de Dios. No puede haber un verdadero encuentro
si no es en la contemplación, reflexión, discernimiento e interiorización de esta Palabra. Esto
es lo que advierte el papa Francisco cuando en Evangelii gaudium nos invita a redescubrir
constantemente el amor de Jesús para ser discípulos evangelizadores:
«La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido,
esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué
amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo
conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en
oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos» (EG 264).
De aquí surge la mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio. Se trata de
contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Para eso urge
recobrar un espíritu contemplativo al escudriñar los Evangelios, que nos permita redescubrir
cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva.
Se trata, por lo tanto, de contemplar toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus
9 – Pueblo de Dios, Iglesia en el mundo
gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su entrega total. Si
esto, por otro lado, no se cultiva, pronto se pierde el entusiasmo y se deja de estar seguro de
lo que transmite. El misionero empieza estar falto de fuerza y pasión en la pastoral
evangelizadora y termina buscándose a sí mismos imponiendo los criterios simplemente
humanos (cf. EG 264-266).
Decía en su momento el papa Benedicto XVI «No se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona,
que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (DCE 1). Un
verdadero encuentro con Cristo en la Palabra es lo que demarca el punto de inflexión de un
cristianismo estigmatizado, quizá, por la vivencia superficial de cumplirle a Dios y la Iglesia
por el solo deseo de salvar el alma sin buscar la vida plena en Jesús. Lejos de remitirnos a un
simple cumplimiento de normas y leyes en la vida cristiana, los hombres y mujeres de
nuestros pueblos tienen sed de vida y felicidad en Cristo porque no quieren andar en sombras
de muerte, no quieren ser presa de las ataduras del mal, sino libres, con la libertad de los hijos
de Dios (cf. DA 350).
Si acaso vemos en nuestras parroquias y comunidades diocesanas indiferentismo
religioso, objeta aún más el hecho de comulgar con la Palabra y la Eucaristía, sobre todo en
nuestras misas dominicales, y no promover y vivir la comunión fraterna y comunitaria. En el
marco de la realidad se expresaba claramente cómo muchos lugares de la diócesis las
espiritualidades, los grupos y movimientos viven enemistados, en discordia, aun siendo las
Iglesia u oratorios vecinos en el mismo caserío, aldea o parroquia. En la mayoría de los casos
los hermanos miembros de los mismas están de buena fe y siguiendo el consejo de los
pastores y dirigentes; hemos sido nosotros, dirigentes y pastores, quien bajo criterios
solamente humanos marcamos el rumbo, no siempre correcto, de nuestras comunidades. Por
eso nos preguntamos ¿estará Cristo allí? ¿Buscamos el encuentro personal y verdadero con
Cristo para nuestros pueblos vivan en comunión? Ser discípulo del Señor implica irse a vivir
con Él para ver en dónde vive. A partir de este discipulado ha de evitarse la tendencia a vivir
la vida de piedad solo cuando se está dentro de la Iglesia, mientras se celebran los
sacramentos, de lo contrario, habrá una continuidad en la separación entre la fe y la vida.
Es por eso que se nos pide asiduidad en el encuentro con la Palabra, porque de ella
proviene la vida plena, de ella descubre el ser humano el sentido de su existencia (cf. GS 22),
de ella conoce el amor de Dios por la humanidad (cf. 1 Jn 4, 8-10), de ella descubre su misión
en el mundo. Y porque no nos guiamos por palabras y criterios simplemente humanos es
necesario escudriñar la Palabra para que ninguno resulte «predicador vacío y superfluo de la
palabra de Dios que no la escucha en su interior, puesto que debe comunicar a los fieles que
Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con ustedes?
Vosotros me llaman "el Maestro" y "el Señor", y dicen bien, porque lo soy.
Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies,
ustedes también deben lavarse los pies unos a otros…
Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros.
Que, como yo los he amado, así se amen también ustedes los unos a los otros.
En esto conocerán todos que son discípulos míos:
si se tienen amor los unos a los otros» (Jn 13, 12-14. 34-35).
5
CELAM. Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias. Reflexiones y propuestas pastorales a
partir de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, noviembre de 2021, disponible en:
https://asambleaeclesial.lat/wp-content/uploads/2022/10/espanol.pdf [18 de junio de 2024].
A modo de conclusión podríamos decir que la Iglesia nos invita a generar esta pastoral
de conjunto en un ambiente de diálogo y discernimiento sinodal para ser y caminar en unidad.
El Espíritu es quien guía, sin embargo, también es indispensable la disponibilidad personal y
diocesana para promover un auténtico encuentro con Cristo, con la Palabra, a fin de generar
comunión y participación en la misión para la vida plena en Jesús.
6
Cf. FRANCISCO, El poder de la escucha. Catequesis sobre el discernimiento, Madrid 2023, 5-7. 26.