Hacer Teologia Pastoral en Clave Sinodal
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Cuestiones Teológicas | Medellín-Colombia
Cómo citar en APA: Bacher Martínez, Carolina (2022). Hacer teología pastoral en clave sinodal: aportes del enfoque investigación-acción participa-
tiva al método ver, juzgar y actuar. Cuestiones Teológicas, 49(111), 1-19. doi: http://doi.org/10.18566/cueteo.v49n111.a08
Fecha de recepción: 08.04.2022 / Fecha de aceptación: 06.05.2022
Doing pastoral theology in a synodal key. Contributions of the IAP approach to the method see-judge-act
Resumen
La teología pastoral tiene como desafío propio y vigente la articulación de la reflexión teológica con la acción
pastoral y con los procesos epocales. Si bien en América Latina se ha avanzado en esta perspectiva, aún hoy
subsisten desafíos metodológicos en este campo disciplinar. Por tal motivo, en la reconfiguración sinodal de la
Iglesia en general y de la teología en particular, el artículo fundamenta la recepción en el método ver, juzgar y
actuar del enfoque propuesto por Orlando Fals Borda, la investigación-acción participativa (IAP), y da cuenta
de algunas recepciones antecedentes. El método ver, juzgar y actuar recupera así la unidad entre el sujeto de
reflexión y el sujeto de acción, acorta las distancias entre la reflexión y la acción pastoral, y entre estas con la
reflexión teológica académica, y se configura como un método participativo en el que se subraya el diálogo
comunitario entre diversos sujetos eclesiales, entre ellos, los teólogos académicos.
1 Investigadora Pontifica Universidad Católica de Chile, Facultad de Teología, Centro Teológico Manuel Larraín. Doctora
en Teología y Licenciada en Teología Pastoral por la Universidad Católica Argentina. Profesora de Teología Pastoral en
otros centros de estudio e investigadora en diversos proyectos. Integrante del Comité Científico del Programa Teologanda.
Vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Teología (SAT/2019-2022). Correo electrónico: carobacher19@gmail.com
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Palabras clave
Teología pastoral; Método; Ver, juzgar y actuar; Interdisciplinariedad; Investigación-acción participativa; América
Latina; Teologías de la liberación; Sinodalidad; Confianza responsable.
Abstract
Pastoral theology has as its own and current challenge the articulation of theological reflection with pastoral
action and with epochal processes. Although in Latin America progress has been made in this perspective,
methodological challenges still remain in this disciplinary field. For this reason, within the framework of the
synodal reconfiguration of the Church in general and of theology in particular, the article bases reception on
the see-judge-act method of the approach proposed by Colombian researcher Orlando Fals Borda, Participatory
Action-Research (PAR), accounting for some background receptions. The see-judge-act method, thus, recovers
the unity between the subject of reflection and the subject of action, it shortens the distances between reflection
and pastoral action, and between these with academic theological reflection. Furthermore, it is configured as
a participatory method in which community dialogue between various ecclesial subjects, including academic
theologians, is highlighted.
Keywords
Pastoral theology; Method; See, Judge and Act; Interdisciplinarity; Participatory Action Research (PAR); Latin
America; Liberation Theologies; Synodality; Responsible trust.
Introducción
La teología pastoral tiene como desafío propio y vigente la articulación de la reflexión teológica con la
acción pastoral y con los procesos epocales. Al servicio de este desafío, se configuró interdisciplinarmente
con diversas modalidades. En América Latina, el método ver, juzgar y actuar mantiene su vigencia, y su
fundamentación y práctica se resignifica en la actualidad con nuevos diálogos entre disciplinas que tienen
como objeto profundizar en las articulaciones mencionadas. En este marco, nos preguntamos cómo se
reconfigura el tríptico ver, juzgar y actuar cuando asume los procedimientos y las técnicas utilizadas en la
investigación-acción participativa (IAP).
Esta reflexión, en un primer momento, precisa cómo se escindió en la práctica del tríptico ver, juzgar y
actuar el sujeto de reflexión y el sujeto de la acción pastoral; en un segundo momento, discierne el desafío
actual de concretar una teología pastoral en clave sinodal, destacando, además, la actitud requerida para
su ejercicio: la necesaria confianza responsable entre los diversos agentes pastorales; por último, precisa los
aportes que ofrece el enfoque IAP al ejercicio del tríptico ver, juzgar y actuar: la recuperación de la unidad
entre el sujeto de reflexión y el sujeto de acción; el acercamiento entre la reflexión y la acción pastoral, y
entre estas con la reflexión teológica académica; y la configuración de un tríptico que subraya la participación
y el diálogo comunitario entre diversos sujetos eclesiales, entre los que destacan los teólogos académicos.
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Hacer teología pastoral en clave sinodal: aportes del enfoque investigación-acción participativa al método ver, juzgar y actuar
El tríptico ver, juzgar y actuar, en palabras de Brighenti (2015, p. 609), es más que un método: es
una pedagogía y una forma de ser Iglesia. El enfoque se originó en la práctica pastoral de la revisión de
vida realizada en la Juventud Obrera Católica (JOC), procedimiento que propiciaba un discernimiento
comunitario como punto de apoyo del compromiso cristiano.
En 1933, Cardjin articuló el procedimiento en tres momentos, asociando cada uno a tres verdades:
“una verdad de ‘fe o de destino’ (tesis; juzgar), una verdad ‘de experiencia o de los datos’ (antítesis: ver), y
una verdad ‘de pastoral, de método u organización’ (síntesis; hacer)” (Brighenti, 2015, p. 612). Se constata
que en esta oportunidad el autor comenzó con el marco teórico; sin embargo, los grupos locales en su
práctica siempre partían del ver. En 1950, en Petres el Laics et la rechistianisation de la Jeunesse Travailleuse,
apareció explícitamente el cambio del orden y la articulación de los momentos comenzó con el ver.
En la propuesta, el ver era el momento dedicado a la información para conocer la realidad, sobre todos
los problemas, de manera inductiva. Esto requería un procedimiento de conversación entre los jóvenes
obreros, que eran los sujetos que estaban involucrados en tal realidad. Esos datos eran constatados a través
de encuestas. Luego, se pasaba al momento del juzgar dichos datos, para que los jóvenes se cuestionaran
a sí mismos y aprendieran a realizar un juicio personal desde una doctrina segura. Era un momento
inductivo y deductivo de formación en el que se confrontaban los datos con el Evangelio y con lo quese
disernía como los planes de Dios, distinguiendo la verdad del error. Por último, se ubicaba el momento
de la acción, al que Cardijn le asignaba un rol educativo que complementaba otros trayectos formativos.
El lema del sacerdote era “hacer, organizar, pero siempre para formar”; se aprende a hacer, haciendo, se
educa, confiando responsabilidades. La acción se proponía “entre ellos, por ellos y para ellos”, coordinada
por operarios-jefes y con la animación del conjunto a cargo del sacerdote.
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En América Latina, el método de ver, juzgar y actuar tuvo una amplia recepción en las distintas
conferencias generales del episcopado latinoamericano, en la reflexión de las comunidades cristianas y en
la producción teológica con sello propio, como las diversas teologías de la liberación (Brighenti, 1994,
pp. 207-254).
Con este pasaje del ejercicio del tríptico de los grupos o las comunidades a la reflexión magisterial
y teológica, se produce un distanciamiento en la práctica del método entre el sujeto de la reflexión y el
sujeto de la acción pastoral. El ejercicio de la reflexión pastoral puede seguir realizándose, y se realiza, en
los grupos y las comunidades, pero emergen otros actores eclesiales que también la desarrollan, sin que
se perciba con claridad cómo se daría dicha articulación entre las diversas instancias de discernimiento.
Este proceso produjo diversos impactos en la práctica del método. En ambos casos, distanció el sujeto
reflexivo del sujeto de la acción pastoral y comportó nuevas configuraciones. En el caso del Magisterio, ya no
era la misma comunidad que reflexionaba desde ese movimiento metódico la que respondía prácticamente,
sino que la autoridad pastoral proponía a las comunidades el discernimiento realizado, para que el Pueblo
de Dios, incluidos los teólogos, recepcionara las enseñanzas del magisterio eclesial. En algunos casos, se
preveía que las iglesias locales realizaran aportes antecedentes a partir de los discernimientos comunitarios.
2 En opinión del autor, en Gaudium et spes se reconoce tanto un movimiento deductivo-inductivo como el ver, juzgar
y actuar. Según Midali (2000), este aspecto ha llevado a que distintos autores consideren que el método no está
suficientemente logrado. El método utilizado dificultó la aprobación de la constitución. Rápidamente, se constató la
novedad del enfoque para un documento conciliar (McGrath, 1966, p. 495). Al respecto, Scannone (1995, p. 26),
reconociendo que las articulaciones entre los distintos niveles de discursos a veces no están suficientemente explicitadas,
pondera que la articulación global del texto lo está de manera suficiente, considerando que es un texto del magisterio
cuya redacción ha sido colectiva. Y que, por otra parte, corresponde a los teólogos la fundamentación epistemológica
y metodológica. En la teología sistemática, siguen vigentes los debates sobre la validez del enfoque y del correlato
conceptual de los signos de los tiempos (Schickendantz, 2018, pp. 441-469).
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Hacer teología pastoral en clave sinodal: aportes del enfoque investigación-acción participativa al método ver, juzgar y actuar
En el caso de la teología pastoral académica, la distancia entre sujetos de discernimiento y sujetos de acción
se desdobla: la disciplina teológica tiene como interlocutor a la autoridad pastoral y a las comunidades. Al
mismo tiempo, la recepción teológica de un método de la vida pastoral supuso en la teología académica
supuso su fundamentación epistemológica. Para ello, se recurrió al diálogo interdisciplinario.
Este proceso explica por qué Midali (2000, pp. 283-338) reconoció que, si bien algunos autores
comprenden las teologías latinoamericanas de la liberación como teología pastoral, es más propio indicar
que estas asumen la pastoralidad como transversal y que, tomadas en conjunto, solo algunas reflexiones
pueden enmarcarse propiamente en tal área. Aún hoy carecemos de estudios que ponderen qué aportes de
las teologías latinoamericanas pueden enmarcarse con propiedad como teológico-pastorales.
Sí hay consenso en reconocer que las reflexiones de diversas teologías de la liberación han sentado
prácticas comunes y producido categorías significativas para el área en el continente (Sánchez et al., 2019).
Y que dichas prácticas teológicas asumieron mediaciones en diálogo interdisciplinar para formular su
método. Los autores coinciden en percibir que se plasmó una recepción creativa del ver, juzgar y actuar al
poner en diálogo este tríptico con aportes de las ciencias humanas y sociales (Scannone, 1990, pp. 19-20;
Libanio, 2020, p. 11).3
Al mismo tiempo, también se buscó acortar las distancias entre la reflexión pastoral del Pueblo de
Dios, que es una verdadera sabiduría teologal y teológica, y la reflexión teológica académica sosteniendo
la unidad del sujeto –un sujeto comunitario y colectivo– reconociendo la ruptura metodológica entre
estas reflexiones y la necesidad de un intercambio de saberes entre ellas (Scannone, 1990, p. 277). Para
que ese intercambio se realizara de manera académica, se requería un método racional y autocontrolado
de articulación (Scannone, 1987, p. 33).
3 Según Libanio (2010), para alcanzar una comprensión del pobre, la teología de la liberación asumió, en un primer
momento, la sociología dialéctica que le permitía explicar los componentes históricos de la situación de pobreza. Luego,
esta mediación se mostró insuficiente para analizar la pluralidad de tensiones sociales y profundizar en el catolicismo
popular, por lo que recurrió también a otras disciplinas. Desde el inicio, el enfoque de la pastoral popular le dio
prioridad al análisis histórico y cultural, sin despreciar el aporte estructural de las ciencias sociales (Scannone, 1990,
p. 43). Ya en el siglo XXI, para pensar el diálogo interreligioso y el fenómeno carismático, la teología de la liberación
recurrió también a la antropología cultural (Libanio, 2010, pp. 20-25).
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En los planteos metodológicos destaca, por lo general, el énfasis en la figura del teólogo, las
consideraciones sobre su lugar hermenéutico y su espiritualidad. Son relevantes en este punto las precisiones
aportadas por Costadoat (2018, pp. 20-33) sobre la conceptualización del intelectual orgánico que ha
desarrollado la teología de la liberación, la teología feminista y la teología india, y que implicó reconocer
al sujeto colectivo como sujeto reflexivo.
Giulio Girardi se preguntaba a finales del siglo XX si en la teología de la liberación el pueblo realmente
ha sido un sujeto o ha sido un simple postulado, y para tomar posición, distinguió dos etapas en la reflexión
teológica liberadora: a) una reflexión que es abordada desde el punto de vista de los sectores oprimidos y
que se puede comprender como participativa pero indirectamente, ya que los pobres inspiran la reflexión
pero no la producen; b) otra reflexión en la que la comunidad cristiana y, en primer lugar los pobres en ella,
se constituyen en protagonistas de la reflexión e investigación teológica, aunque cuenten con la asistencia
del teólogo profesional, pero sin que lleguen a ser sustituidos por él (Girardi, 1998).
Girardi refiere que un estudio de las prácticas teológicas de la liberación en América Latina relevaría si
se está dando ese lugar protagónico o no, y puntualiza que “en muchos lugares prevalece una concepción
espontaneísta o populista de la lectura popular de la Biblia y de la teología popular, que no llega a reconocer
la importancia de una metodología rigurosa y de una disciplina de trabajo para liberar las potencialidades
de los pobres”.
Esta precisión que realiza Girardi sirve como criterio para distinguir la reflexión teológico-pastoral
realizada por los teólogos profesionales en las comunidades y en diálogo con ellas para la elaboración de la
reflexión de aquella realizada por comunidades en las que están los teólogos en tanto facilitadores a través
de una disciplina rigurosa que habilita la comunicación académica (Costadoat, 2018, pp. 9-33).
Por otra parte, se pueden reconocer prácticas de reflexión pastoral en las comunidades en las que
participan teólogos, pero que no llegan a formularse como teología académica. El interrogante abierto en
este artículo de Costadoat (2018) da cuenta de ello: ¿cómo se produce conocimiento nuevo en la relación
de los teólogos(as) con sus comunidades teológicas? Interrogante que da paso a la afirmación de que sobre
este punto hay pocos aportes formulados.
Por ello, a mi juicio, es posible afirmar que esta ponderación ilustra con propiedad un estado de la
cuestión general sobre el tema en la teología latinoamericana: la necesidad de articular la reflexión pastoral
con la teología académica, junto con la de articular la reflexión teológico-pastoral académica con la acción
pastoral y de ambas con el discernimiento y la acción histórica.
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Hacer teología pastoral en clave sinodal: aportes del enfoque investigación-acción participativa al método ver, juzgar y actuar
Desde la psicología social, Ferullo de Parajón (2006, p. 33) postula que la mayor novedad histórica
no radicaría solo en estos procesos sociales participativos, sino en la posibilidad de visibilizar, pensar y
producir saberes sobre la participación que fueron expresando diversos modos de concebirla y valorarla.
La participación se refiere a todo proceso de inclusión en actividades del ámbito comunitario, sean estas
políticas, culturales, religiosas, recreativas, laborales o educativas (Ferullo de Parajón, 2006, p. 50). Montero
(2004) la define como “un proceso organizado, colectivo, libre, incluyente, en el cual hay una variedad de
actores, de actividades y de grados de compromiso, que está orientado por valores y objetivos compartidos,
en cuya consecución se producen transformaciones comunitarias e individuales” (p. 109).
La recuperación del concepto de sinodalidad se inscribe en este proceso novedoso para focalizar, pensar
y elaborar una conceptualización sobre la participación eclesial. La puesta en práctica de la perspectiva
sinodal favorece la credibilidad de la Iglesia en un ambiente que posee un ethos participativo, en tanto
expresión participativa y dinámica del carácter comunional y peregrinante de la Iglesia (Galli y Spadaro,
2016, p. 28). Esta dimensión sinodal tiene como antecedente paradigmático al Concilio de Jerusalén
(Hch 15, 4-49). En él, se puso de manifiesto que las comunidades primitivas recurrían al discernimiento
comunitario ante los desafíos que les suscitaba la misión como expresión del misterio de comunión con
Cristo en el Espíritu (Sinodalidad, núm. 42). La vida sinodal de una Iglesia local constituye la puesta en
marcha de un proceso comunitario de discernimiento de los signos de los tiempos en la que ella está llamada
a anunciar el Evangelio, al mismo tiempo que propicia la conversión misionera que exige el anuncio en
tal contexto (Routhier, 2016, p. 261).
Ahora bien, esta participación en la vida y en la misión eclesial no solo expresa la dimensión comunitaria
de la Iglesia, sino que desarrolla la conciencia de lo que ella es. Presupone una comprensión de la Iglesia
como Pueblo de Dios y, al mismo tiempo, favorece que surja una Iglesia sujeto y de sujetos al convertirse
en un lugar de aprendizaje a través de la participación activa de todos (Routhier, 2016, p. 263). Se trata
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de comprender y vivir una Iglesia como Pueblo de Dios en su unidad y en su diversidad, en la circularidad
entre el sensus fidei y el discernimiento obrado en diversos niveles de realización (Sinodalidad, núm. 72).
La teología se ubica como un aporte específico en la trama sinodal al servicio de esta comunidad de
discernimiento. Los teólogos reflexionan teológicamente en el seno del nosotros, de una tradición y de un
lenguaje: en el nosotros del Pueblo de Dios y con el lenguaje eclesial de la fe (Galli, 2011, p. 16).
La teología pastoral, como toda teología, está llamada a reconfigurarse en clave sinodal, prestando
un servicio específico a la sinodalidad eclesial a través del ministerio teológico que al mismo tiempo que
personal es comunitario y colegial. En tanto comunitario, los teólogos lo realizan junto al resto del Pueblo
fiel, en especial, de los pobres y sufrientes, y a los ministros ordenados (Sinodalidad, núm. 75); y en tanto
colegial, lo concretan en interrelación recíproca y fecunda entre los integrantes y las instituciones de la
comunidad teológica profesional y, en especial, con las nuevas generaciones. La tarea teológica resulta así de
la interacción, entre varios sujetos y diversos lugares teológicos (Schickendantz, 2018, p. 443). Sin embargo,
el mencionado intercambio de saberes teológicos es una exigencia intrínseca, una posibilidad real, una tarea
y ya una cierta realidad, pero su plena realización es escatológica (en la tensión del ya sí, pero todavía no),
algo semejante se puede decir de la plena unidad y comunión del sujeto de ambos. (Scannone, 1990, p. 277)
Tanto en las prácticas informales como en las formales, hay una mediación dialógica insustituible que
implica valor tanto en el hablar como en el escuchar. La conversación es un juego con normas estrictas:
Decir solo lo que se quiere decir, decirlo de forma tan precisa como se pueda; escuchar y respetar lo
que dice el otro, por diferente que sea a nuestro pensamiento; estar dispuesto a corregir o a defender las
opiniones propias si son debatidas por el otro participante en la conversación; estar dispuesto a debatir si
es necesario, a hacer frente si hace falta, a sufrir el necesario conflicto, a cambiar de opinión si la evidencia
lo aconseja. (Tracy, 1997, p. 37)
Para Routhier (2916, pp. 269-270), en los textos del Concilio Vaticano II, hay tres acciones que se
articulan entre sí para describir concretamente lo que es el diálogo: expresar la propia opinión, escuchar
y dejarse aconsejar. Y esta dinámica está propuesta para obispos, presbíteros y laicos. El diálogo que
estructura la relación entre Dios y la humanidad se convierte en el fundamento del diálogo de la Iglesia
con el mundo, con los demás cristianos, con personas de otras religiones, con no creyentes, con hombres
de buena voluntad y con la cultura expresada en diversas maneras. Si la Iglesia, en virtud de su misión, está
llamada a presentarse en el mundo como señal de fraternidad y de diálogo sincero, necesita que haya un
clima de respeto y concordia entre las distintas diversidades, y que esta se exprese en la práctica dialógica.
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Hacer teología pastoral en clave sinodal: aportes del enfoque investigación-acción participativa al método ver, juzgar y actuar
Dios que configura su misión (Galli, 2011, pp. 279-280). Se asume el concepto ampliado de pastoral,
que concierne a todo cristiano en tanto evangelizador, y se lo correlaciona con el de caridad pastoral, el
cual subraya la donación de sí mismo a partir del don de Dios. Juan Pablo II (2001) en el inicio del tercer
milenio proponía una espiritualidad de comunión que da ciertas actitudes pastorales:
Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para
acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un “don para mí”, además de ser un don para el hermano que lo
ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es saber “dar espacio” al hermano, llevando
mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos
asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias. (núm. 53)
Considero relevante prestar atención a la necesidad de superar la desconfianza y crecer en una confianza
pastoral responsable.
El ser humano cuenta con una confianza general que es pre-reflexiva, es decir, que se experimenta
desde la niñez sin ser tematizada y se vive día a día como un bien. Esta confianza consiste en un cierto
abandono al mundo, que nunca desaparece totalmente, ya que aceptamos confiar en la naturaleza, en las
personas y en las instituciones. Cuando las expectativas se ven frustradas, las personas pueden rechazar
cualquier confianza, optar por mantener una confianza ciega, también llamada ingenua, u optar por una
confianza como presunción hasta que tenga algunas razones para dudar. La duda se instala a partir de los
huecos de desconfianza que convocan a discernir. En dicho caso, se formulan preguntas y se responde, de
tal manera que las respuestas llevan a argumentar y hacerse responsable de la ponderación. La confianza
que surge luego del discernimiento puede indicarse como una confianza responsable del cuidado conjunto
de la propia vida y la de los demás (Pereda, 2009, pp. 43-55 y 282-283).
La confianza responsable no es solo un punto de partida para emprender una teología en clave sinodal,
sino que también puede ser fruto de este proceso de reflexión comunitaria, ya que el Espíritu inspira a esta
comunidad cristiana y suscita una comprensión nueva del otro: mueve a mirar al otro como Dios lo ve, a
esperar de él que sea fiel a lo mejor de sí y que asuma la tarea, anclado en el amor fundante de Dios Trino.
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¿Cómo pueden las teólogas y los teólogos formar parte de procesos de reflexión teológico-pastoral
sinodales, expresando y consolidando una confianza responsable ante los dones de todos los bautizados y
una respuesta al anhelo de participación epocal que permanece? Considero que la relectura del ver, juzgar
y actuar, desde el enfoque de la IAP, favorece una teología pastoral en clave sinodal.
La investigación-acción participativa
La IAP se enmarca con propiedad en la sociología, si bien tiene correlatos en otras disciplinas. Según uno
de sus mayores exponentes, Orlando Fals Borda (2009):
Puede definirse como un método de estudio y acción que va al paso con una filosofía altruista de la vida
para obtener resultados útiles y confiables en el mejoramiento de situaciones colectivas, sobre todo para las
clases populares. Reclama que el investigador o la investigadora base sus observaciones en la convivencia
con las comunidades, de las que también obtiene conocimientos válidos. Es inter o multidisciplinaria y
aplicable en continuos que van de lo micro a lo macro de universos estudiados (de grupos a comunidades y
sociedades grandes), pero siempre sin perder el compromiso existencial con la filosofía de vida del cambio
que la caracteriza. (p. 320)
El enfoque IAP comporta tres características: la propiedad compartida de los proyectos de investigación, el
análisis de los problemas sociales basados en la comunidad y una orientación hacia la acción en la comunidad
(Kemmis y McTaggart, 2013, p. 363). Para Fals Borda (2009), “hacer investigación participativa es aceptar
que toda investigación sea interacción comunicante, en la que ocurre un proceso de diálogo de aprendizaje
mutuo y de mutua confianza entre el investigador y el investigado” (p. 308).
La IAP resignifica las técnicas utilizadas tanto en el trabajo cuantitativo como en el cualitativo de
las ciencias sociales, –como cuestionarios, entrevistas, observación participante, grupos focales, fuentes
documentales, etc.–, y las inscribe en un proceso espiralado, dialógico y participativo, que implica el
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Hacer teología pastoral en clave sinodal: aportes del enfoque investigación-acción participativa al método ver, juzgar y actuar
• La recuperación crítica de la historia para descubrir mediante la memoria colectiva elementos del pasado
que fueron eficaces para defender los intereses de las clases explotadas y que se perciben útiles para
la lucha y la concientización. Para ello, utiliza la tradición oral, entrevistas, testimonios de ancianos,
archivo-baúl familiar, narraciones populares, la personificación, etc.;
4 Entre las objeciones que se le indican al enfoque según refiere Moser (1978, pp. 252-254), la propuesta metódica
también tiene sus puntos débiles cuando, por ejemplo, el investigador colabora únicamente con cuadros intermedios
y no llega a pensar junto a las bases; o si se comporta como un militante político y responde a la estructura partidaria y
no al pueblo. En la misma línea, Ander-Egg (2003, pp. 51-53) previene de considerarlo el único instrumento válido de
investigación, así como suponer que con la aplicación del método se contrarrestan procesos políticos antidemocráticos;
por último, entender el método como una ciencia o teoría del conocimiento en sí.
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Otro aporte más reciente lo realiza Elizabeth Lazer Frazier (2012, pp. 234-243). Ella es una pastora y
teóloga de tradición bautista que trabajando en barrios empobrecidos se cuestionó cómo debía acompañar
a las personas en contexto de pobreza y violencia, dado que su servicio incluía el asesoramiento y el
cuidado, la educación y la administración. Desde ese contexto, hace un aporte en diálogo con la tradición
teológica hispana y latina, junto con el enfoque de la IAP. De la traición hispana propone como categoría
crítica el concepto de “lo cotidiano”, que se expresa en lo que la gente vive, hace y dice. Por otra parte,
considera que la IAP puede ofrecer algunos recursos. Asumiendo la propuesta de Fals Borda y Rahman,
subraya que la gente pasa de ser objeto de investigación a sujeto de la reflexión y de la transformación.
Y se interroga qué puede aportar este enfoque a la teología práctica. Concluye que una comunidad trae
sus cuestionamientos sobre las fuentes normativas para alcanzar nuevos significados. Las injusticias son
situaciones de crisis que piden nuevas respuestas y prácticas en la vida diaria. El camino de la reflexión
de la práctica puede implicar una variedad de métodos para producir “capas de reflexión” y ofrecer una
nueva sabiduría y acción. La autora lo ilustra con varios ejemplos, uno de ellos es el de la Comunidad
Latina Pentecostal Puente de Vida.
En relación con las técnicas, Lazer Frazier indica que la IAP implica el uso de entrevistas, historias de
vida, observación participante y teoría fundada. La autora afirma que cada uno de estos métodos tiene el
potencial de transformarnos en investigadores pastorales y teólogos prácticos. Por último, reflexiona que
la práctica de la IAP en las comunidades cristianas está a la espera, en última instancia, del Kairós de Dios
y del movimiento del Espíritu, y de cómo secundamos esta presencia con una investigación encarnada.
La IAP presenta actualidad en la región (Bacher Martínez, 2017; Bosch, 2016; Vélez Caro, 2014).6
Entre las propuestas académicas destacan dos grupos de investigación de la Facultad de Teología de la
5 Aunque las matrices teóricas son diversas, las recepciones teológico-prácticas relevadas dan cuenta de grandes similitudes
con el enfoque IAP.
6 Yves Carrier Caro ha recuperado una experiencia de reflexión-acción en Chile que relee como teología práctica de
investigación. Francisco Bosch continúa desarrollando este enfoque en el ámbito regional con el proyecto Bendita
Mezcla de Amerindia.
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Hacer teología pastoral en clave sinodal: aportes del enfoque investigación-acción participativa al método ver, juzgar y actuar
Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, Colombia) que han desarrollado un proyecto en red con la
Facultad EST (San Leopoldo, Brasil), en el horizonte de una convocatoria de la Iglesia Luterana Sueca.
El proyecto convocó a
Como resultado, se publicó un libro colectivo y algunos artículos. Cada una de las publicaciones
buscó ofrecer una fundamentación del enfoque metódico.
Vélez-Caro (2017, pp. 187-208) propone articular la IAP con el método teológico, destacando las
implicancias epistemológicas, éticas y políticas que conlleva la opción, al mismo tiempo que subraya
la dimensión hermenéutica creyente en todo el círculo hermenéutico. La autora, además, establece
vinculaciones con algunas teologías contextuales y con la teología de la acción. Por último, se refiere a las
posibilidades y las limitaciones del enfoque propuesto, e identifica la IAP con el primer momento metódico
del tríptico ver, juzgar y actuar.
Meza-Rueda et al. (2017, pp. 141-161) enmarcan, en un primer momento, la reflexión sobre el método
asumido en el contexto de la diversidad de métodos sociológicos y teológicos. En un segundo momento,
presenta algunas convergencias percibidas entre la IAP y las teologías de la liberación, para ilustrar luego
con la práctica realizada con la comunidad.
"En el libro colectivo editado por Rincón Andrade M. & A. Musskopf (2018), cada capítulo ofrece
algunas líneas de fundamentación teológica, según el área disciplinar involucrada. Destaca el trabajo de
Edgar A. López, quien vincula la IAP con la lectura contextual de la Biblia (López, 2018, pp. 21-51).
En primer lugar, la dimensión participativa constituye un eje transversal a los tres momentos de manera
directa. En este procedimiento, están involucrados los investigadores y las comunidades en tanto sujetos
activos que contribuyen a conocer, discernir y a transformar la realidad en la que están implicados (Ander-
Egg, 2003, pp. 32-33). Que el tríptico se reconfigure participativamente supone recuperar la articulación
del sujeto comunitario original de Joseph Cardijn. El rol que desempeñan las figuras cualificadas, los
teólogos y la autoridad pastoral, y su articulación puede concretarse con diversos modelos pastorales.
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En segundo lugar, la recepción del enfoque IAP implica una resignificación comunitaria de las técnicas
de investigación utilizadas en otros métodos: una reflexión teológico-pastoral que asuma en el ver, juzgar y
actuar la IAP realiza una reapropiación de las técnicas utilizadas, cuantitativas o cualitativas, y las inscribe en
un proceso espiralado de participación, diálogo y de transformación creyente al servicio de la evangelización.
Esto se realiza a través de un diseño de investigación teológico-pastoral colectivo con diversas instancias de
discernimiento que lo implican. En el primer momento, se requiere un reconocimiento o conformación
del mismo sujeto colectivo creyente que tendrá como tarea inicial enunciar el objeto de la investigación-
acción teológico-pastoral y desplegar un proceso de relevamiento de datos. El segundo momento implica
un análisis y discernimiento en diálogo con el Evangelio y la tradición para proponer-se actitudes y
acciones significativas, pertinentes y viables. Destacan el uso de técnicas cuantitativas (encuestas y sondeos)
y cualitativas (observación y entrevistas) discernidas en contexto de grupos de discusión y en prácticas
asamblearias. En tercer lugar, supone la puesta en práctica de las conversiones personales, comunitarias,
institucionales e históricas que, a su vez, constituye el nuevo punto de partida para otra reflexión teológico-
pastoral. El rol de los teólogos profesionales y de los referentes comunitarios se configura como facilitador
del proceso de reflexión y acción; propicia la participación de todos, entre los que se incluyen; les dan voz,
en especial, a aquellos que son dejados de lado; atienden al discernimiento, y ofrecen su aporte cualificado
en todas las instancias de la investigación. La comunicación pastoral se realiza para la comunidad, entre
comunidades y a otros interlocutores con diversos lenguajes.
Dos técnicas participativas y dialógicas se destacan en la IAP: las asambleas y los grupos de discusión.
Estos últimos se basan en la constitución de grupos asistidos por un coordinador que interviene en forma
no directiva para obtener, intercambiar y cotejar información. Las asambleas están constituidas por un
grupo numeroso de personas convocado para un propósito determinado en el proceso de IAP. Son útiles
en los momentos en los cuales el equipo animador realiza las devoluciones de los informes preliminares
para su discusión y también con ocasión de la devolución final. El registro de las asambleas se realiza a
través de actas consensuadas. Como experiencia de sinodalidad, estas prácticas están abiertas a la presencia
actuante del Espíritu que es agente de Koinonía, intercomunicación y diálogo (Rosolino, 2004, pp. 354).
Por último, la investigación se abre a la conversión personal, comunitaria, eclesial y social a partir
de la reflexividad de las propias prácticas, conceptualizaciones, imaginarios y emociones (Pilario, 2016,
pp. 99-100). El punto de llegada de la reflexión es la toma de decisión por parte de los sujetos pastorales
(personales, comunitarios e institucionales) y su realización.
La práctica pastoral del tríptico en América Latina incluyó la celebración y la evaluación. La evaluación
confronta las acciones realizadas a posterioridad del proceso de reflexión con aquellas que se habían
propuesto antes. Cabe mencionar que el método de la revisión de vida ya incluía el clima de oración
durante el encuentro de discernimiento (Floristán, 2003, p. 385).
La práctica del tríptico en diálogo con los procedimientos de la IAP colabora a concretar una teología
pastoral en América Latina que perciba sinodalmente la realidad, en especial, los signos de los tiempos
emergentes, como desafío a su experiencia y compromiso comunitarios. El servicio teológico académico
realiza una opción por constituir ese proceso de discernimiento desde un no saber común, insertándose como
un perfil cualificado para realizar triangulaciones. Cada integrante aporta sus vivencias y sus conocimientos,
su sabiduría creyente específica, en distintos momentos del proceso espiralado de descripción, análisis-
interpretación, discernimiento, proyección, celebración, acción, comunicación y evaluación; establece
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Hacer teología pastoral en clave sinodal: aportes del enfoque investigación-acción participativa al método ver, juzgar y actuar
aquellas que corresponden a todos y decide cada uno según las diversas escalas de responsabilidad en el
ámbito personal, grupal, comunitario, diocesano, regional, universal.
El teólogo pastoralista, además, concreta una comunicación teológica académica, que está llamada
a referir a una autoría compartida. Lo hace confrontando lo reflexionado con el estado de la cuestión
disciplinar, que puede significar un aporte bajo dos modalidades: en algunos casos, puede modificar
la agenda temática, mientras en otros brindar un lenguaje simbólico-sapiencial a la conceptualización
teológico-pastoral; además, la síntesis alcanzada por la comunidad puede realizar un aporte sobre los
procesos a través de los cuales se transita una conversión pastoral; por último, también puede poner en
evidencia los obstáculos u omisiones.
A modo de conclusión
El anhelo de participación epocal fue asumido en el método de las ciencias sociales y humanas y, en parte,
en la reflexión teológica, al comprender que los teólogos y las teólogas están convocados a ser académicos
insertos y orgánicos. De esta manera, la teología pastoral se reconfiguró como respuesta a este signo, y se
abrió a dar más de sí con este giro inculturado en ese emergente contemporáneo.
Estas prácticas comparten los frutos identificados del encuentro entre el teólogo profesional y la
sabiduría teologal del Pueblo de Dios, que puede darse a través de diversas mediaciones. Todas requieren
ahondar en la connaturalidad afectiva abierta a un saber más primario, originario y cotidiano (más cercano
a las fuentes espirituales), que les recuerda a los teólogos qué es lo fundamental (humano y cristiano) gracias
a su sentido de realidad; le ofrece, además, un testimonio continuo sobre lo que en la fe es irreductible a
la razón, una hermenéutica específica del Pueblo de Dios y en él, de los pobres y excluidos, que incluye
el horizonte inculturado y la relevancia práctica, pastoral e histórica. De esta manera, le permite ampliar
sus interrogantes y percibir nuevas líneas de reflexión, y categorías que el teólogo profesional reflexiona
críticamente para aportar sus contribuciones específicas, las que el Pueblo de Dios también discernirá
desde su sentido de fe (Scannone, 1990, pp. 275-276).
Ahora bien, cuando estos aportes se dan en una práctica teológica mediada por la IAP, además,
constituye una reflexión teológica que conjuga el sujeto de discernimiento con el sujeto de acción, y
favorece los procesos de conversión pastoral de ambos y de la formulación teológica en sí. Al mismo tiempo
que articula la acción reflexiva con la acción transformadora, y concreta modelos teológico-pastorales que
subrayan su misión profética.
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Los teólogos pueden comunicar los diversos aportes a la comunidad académica según una reflexión
crítica y controlada, e indicar, de algún modo, la autoría compartida. De esta manera, una investigación
participativa, dialógica y transformativa acorta las distancias entre los sujetos de deliberación y acción,
y los tiempos entre las deliberaciones y las acciones. Cobra relevancia en épocas y lugares de rápidas
transformaciones sociales y eclesiales, como es la vida contemporánea en las grandes urbes latinoamericanas.7
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7 También hay que considerar las dificultades académicas y pastorales para la implementación de este enfoque (Bacher
Martínez, 2017, p. 327).
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