Caso de La Cantuta.

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Alegatos de las representantes 103.

Además de coincidir con los alegatos de la Comisión respecto de la supuesta violación de los
artículos 3, 4, 5 y 7 de la Convención, las representantes agregaron que:

Las desapariciones forzadas y ejecuciones de las presuntas víctimas se presentan con el


objetivo de identificar, perseguir y eliminar a personas supuestamente vinculadas con Sendero
Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. El Estado habría violado el artículo 5.1
y 5.2 de la Convención al haber sometido a las presuntas víctimas a un trato cruel, inhumano y
degradante, durante su detención y con posterioridad a la misma. Asimismo, se deduce que los
tratos posteriores a la privación de su libertad fueron similares a los de su detención, y la falta
de investigaciones adecuadas y eficaces de los hechos con la debida diligencia no sólo se debió
a la negligencia y faltas de los operadores judiciales durante las investigaciones, sino también al
haberse puesto en marcha mecanismos diseñados para encubrir tanto a los ejecutores directos
como a los mentores de los hechos del presente caso.

Consideraciones de la Corte.

105. El artículo 3 “toda persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica”.

106. El artículo 4.1 de la Convención dispone que toda persona tiene derecho a que se respete
su vida. Dicho derecho estará protegido por la Ley, al momento de la concepción y nadie puede
ser privado de la vida arbitrariamente.

107. El artículo 5.1 y 5.2 de la Convención establece: 1. Toda persona tiene derecho a que se
respete su integridad física, psíquica y moral. 2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas
o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con
el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano.

108. El artículo 7 de la Convención dispone:

1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personal.

2. Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las condiciones
fijadas de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados partes o por las leyes
dictadas conforme a ellas.

3. Nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios.

4. Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su detención y
notificada, sin demora, del cargo o cargos formulados contra ella.

5. Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro
funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser
juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe
el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a garantías que aseguren su comparecencia en
el juicio.

6. Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal
competente, a fin de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o detención
y ordene su libertad si el arresto o la detención fueron ilegales.

a) Precisiones respecto de los artículos 4, 5 y 7 de la Convención


En primer lugar, en relación con el artículo 7 de la Convención, La Corte observa que la
privación de libertad de aquellas personas, por parte de agentes militares y del Grupo Colina,
fue un paso previo para su ejecución o desaparición. Las circunstancias de la privación de
libertad señalan claramente que no era una situación de flagrancia, pues fue reconocido que
las presuntas víctimas se encontraban en sus residencias cuando los efectivos militares
irrumpieron en forma violenta en horas de la madrugada y se los llevaron con base en una lista.
La utilización de listas en las que aparecían los nombres de personas por ser detenidas fue
identificada por la CVR como parte del modus operandi de agentes estatales para seleccionar a
las víctimas de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones Forzadas. Contrario al análisis
planteado por la Comisión y las representantes, resulta innecesario determinar si las presuntas
víctimas fueron informadas de los motivos de su detención y mucho menos definir si el acto de
detención fue irrazonable, imprevisible o carente de proporcionalidad. Evidentemente la
detención de dichas personas constituyó un acto de abuso de poder, no fue ordenada por
autoridad competente y el fin de la misma no era ponerlos a disposición de un juez u otro
funcionario autorizado por la ley para que decidiera acerca de la legalidad de la misma, sino
ejecutarlos o forzar su desaparición. Es decir, su detención fue de carácter manifiestamente
ilegal y arbitrario, contrario a los términos del artículo 7.1 y 7.2 de la Convención. En ese
sentido, la Corte ha entendido que de la obligación general de garantizar los derechos humanos
consagrados en la Convención, contenida en el artículo 1.1 de la misma, deriva la obligación de
investigar los casos de violaciones del derecho sustantivo que debe ser amparado, protegido o
garantizado. Así, en casos de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y otras graves
violaciones a los derechos humanos, el Tribunal ha considerado que la realización de una
investigación ex ofició, sin dilación, seria, imparcial y efectiva, es un elemento fundamental y
condicionante para la protección de ciertos derechos que se ven afectados o anulados por esas
situaciones, como los derechos a la libertad personal, integridad personal y vida. Esa obligación
de investigar adquiere una particular y determinante intensidad e importancia en casos de
crímenes contra la humanidad. En situaciones de privación de la libertad, como las del
presente caso, el habeas corpus representaba, dentro de las garantías judiciales indispensables,
el medio idóneo tanto para garantizar la libertad, controlar el respeto a la vida e integridad de
la persona, e impedir su desaparición o la indeterminación de su lugar de detención, como
para proteger al individuo contra la tortura u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Sin embargo, en el contexto generalizado señalado, los juzgados rechazaron las acciones, en
dos de las cuales se limitaron a aceptar las justificaciones o silencio de las autoridades
militares, que alegaban estado de emergencia o razones de “seguridad nacional” para no
brindar información. Al respecto, la Corte ha considerado que a pesar de haber sido tramitadas
y decididas, las acciones de habeas corpus no constituyeron una investigación seria e
independiente, por lo que la protección debida a través de las mismas resultó ilusoria. En este
sentido, las representantes alegaron que el Estado habría violado el artículo 7.6 de la
Convención en perjuicio tanto de las víctimas como de sus familiares.

En cuanto a la violación del derecho a la vida, también reconocida por el Estado, los hechos del
caso fueron producto de una operación ejecutada en forma coordinada y encubierta por el
Grupo Colina, con el conocimiento y órdenes superiores de los servicios de inteligencia y del
mismo Presidente de la República de ese entonces. Por otro lado, el hallazgo de otros restos
humanos y el reconocimiento de objetos pertenecientes a algunas de las personas detenidas
encontrados en las fosas clandestinas, permitirían inferir que Armando Amaro Cóndor, Juan
Gabriel Mariños Figueroa, Robert Teodoro Espinoza y Heráclides Pablo Meza fueron también
privados de su vida. Sin perjuicio de ello, la Corte estima que, mientras no sea determinado el
paradero de esas personas, o debidamente localizados e identificados sus restos, el
tratamiento jurídico adecuado para la situación de esas cuatro personas es la de desaparición
forzada de personas, al igual que en los casos de Dora Oyague Fierro, Marcelino Rosales
Cárdenas, Felipe Flores Chipana y Hugo Muñoz Sánchez.

La Corte recuerda que la práctica sistemática de la desaparición forzada supone el


desconocimiento del deber de organizar el aparato del Estado para garantizar los derechos
reconocidos en la Convención, lo cual reproduce las condiciones de impunidad para que este
tipo de hechos vuelvan a repetirse; de ahí la importancia de que aquél adopte todas las
medidas necesarias para evitar dichos hechos, investigue y sancione a los responsables y,
además, informe a los familiares sobre el paradero del desaparecido y los indemnice en su
caso. Asimismo, el Tribunal ha considerado que la responsabilidad internacional del Estado se
ve agravada cuando la desaparición forma parte de un patrón sistemático o práctica aplicada o
tolerada por el Estado, por ser un delito contra la humanidad que implica un craso abandono
de los principios esenciales en que se fundamenta el sistema interamericano.

En razón de las consideraciones anteriores, y en los términos del allanamiento efectuado por
el Estado, corresponde declarar que éste es responsable por la detención ilegal y arbitraria, la
ejecución extrajudicial de Bertila Lozano Torres y Luis Enrique Ortiz Perea y la desaparición
forzada de Armando Richard Amaro Cóndor, Robert Edgar Teodoro Espinoza, Heráclides Pablo
Meza, Juan Gabriel Mariños Figueroa, Dora Oyague Fierro, Felipe Flores Chipana, Marcelino
Rosales Cárdenas y Hugo Muñoz Sánchez, así como los actos crueles, inhumanos o degradantes
cometidos en su contra, lo que constituye una violación de los artículos 4.1, 5.1 y 5.2 y 7 de la
Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los mismos. La
responsabilidad internacional del Estado se configura de manera agravada en razón del
contexto en que los hechos fueron perpetrados, analizado en el capítulo anterior, así como de
las faltas a las obligaciónes de protección e investigación señaladas en este capítulo.

b) El derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica de las personas desaparecidas

El argumento de la Comisión se centra en que, como consecuencia de la desaparición forzada


de las presuntas víctimas, estas personas “fueron excluidas del orden jurídico e institucional del
Estado peruano”, es decir, que los perpetradores de la desaparición “pretendieron crear un
‘limbo jurídico’, instrumentándolo a través de la negativa estatal de reconocer que estaban
bajo su custodia, por la imposibilidad de las víctimas de ejercer sus derechos y por el
desconocimiento de sus familiares de su paradero o situación”.

En este argumento nos tratan de explicar que el estado peruano tras dichas desapariciones
trato de excluir a las víctimas que desaparecieron negándoles ejercer sus derechos
correspondientes por el motivo de desinformación sobre los datos de la victima o de sus
familiares ,por lo que crearon un limbo jurídico lo cual significa crear un vacío legal sin embargo
un juez se encarga de resolver dicha incertidumbre jurídica aun cuando exista un vacío legal
debe poner en práctica y aplicar los principios generales del derecho, la doctrina y la
jurisprudencia dando una solución para poder llenar dicho vacío .

En el caso de la cantuta podemos analizar distintas violaciones de los derechos humanos como
lo son:

- Derecho a la vida: debido a la desaparición forzada y ejecución extrajudicial de las


victimas violo este derecho fundamental .La corte interamericana de derechos
humanos encontró que el estado de Perú era responsable por estas violaciones.
- Integridad personal: mediante los secuestros y asesinatos también violaron el derecho
a la integridad personal de las victimas ya que fueron privadas del su vida y a la libertad
sin un proceso judicial.
- Libertad personal: la libertad personal es derecho fundamental en un ser humano, sin
embargo es este caso la detención ilegal y arbitraria de las victimas también violaron su
derecho a la libertad personal, ya que no tuvieron accesibilidad a un proceso judicial
justo y trasparente.
- Garantías judiciales: La impunidad en la investigación y el no enjuiciamiento de los
principales responsables violó las garantías judiciales y la protección judicial que las
víctimas y sus familiares merecían.

Aparte de las victimas afectadas también sus familiares sufrieron daños ya que no pudieron
rendir homenaje a sus seres queridos ya que no había un paradero de los cuerpos
desaparecidos, incluso dichos familiares apoyaron en la búsqueda de las exhumaciones y a la
realización de estas mismas y algunos restos hallados de algunas víctimas fueron entregados en
cajas de cartones de leche por las autoridades. También recibieron amenazas mientras hacían
la búsqueda o cuando buscaban justicia, hasta recibieron comentarios ofensivos y degradantes
llegando a ser catalogados como terroristas. El Estado tiene la obligación de investigar, juzgar y
sancionar a los responsables, y de brindar una reparación integral a las víctimas.

El caso La Cantuta es un símbolo de la impunidad y violaciones a los derechos humanos que


caracterizaron el gobierno de Alberto Fujimori. La sentencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos ha llevado a la condena de algunos responsables y ha impulsado la
búsqueda de justicia y reparación para las víctimas y sus familiares. Sin embargo, la impunidad
persiste en algunos casos, lo que sigue siendo un desafío para la justicia y la protección de los
derechos humanos en Perú. Sin embargo a pesar de las denuncias e investigaciones, una ley de
amnistía de 1995 evitó el enjuiciamiento de los principales responsables. Sin embargo, en
2006, la Corte Interamericana de Derechos Humanos encontró al Estado de Perú responsable
por las violaciones a los derechos humanos cometidas en el caso La Cantuta. La sentencia
estableció que el Perú violó los derechos a la vida, integridad personal y libertad de las
víctimas, y ordenó reparaciones y costas al Estado.

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