Etnia Y Conflicto en El Sur Del Tolima, 1950-1980: November 1994

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ETNIA Y CONFLICTO EN EL SUR DEL TOLIMA, 1950-1980

Article · November 1994

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ETNIA Y CONFLICTO
EN EL SUR DEL TOLIMA,
1950 – 19801

César Augusto Velandia Jagua


José del Carmen Buitrago Parra

“  Señor… y qué van a hacer con los culpables?...”

INTRODUCCION

Este informe es el resultado de una preocupación, compartida por el Instituto Colombiano


de Antropología y la Universidad del Tolima, hacia uno de los hechos menos estudiados
en la historiografía colombiana; la historia de las minorías étnicas y, en particular, de las
comunidades indígenas situadas en el Sur del Tolima.

Problema poco trabajado, no sólo por las dificultades de orden logístico -- para usar un
eufemismo-- que aquejan la investigación social en Colombia sino, porque el hecho de la
superviviencia de sociedades indígenas pone en evidencia más de una situación
incómoda, por decir lo menos, en la historia de nuestra nacionalidad donde los indígenas
han aparecido siempre en una condición vergonzante. Una historia contradictoria que al
mismo tiempo que nos explica y justifica como sociedad dominante, los explica y justifica
a ellos como dominados, como minorías que deberán "integrarse" al embate de la
civilización y que por lo tanto están condenados a la desaparición. Sin embargo, y a
pesar de quinientos años de "invasión, genocidio y evangelización," como rezan sus
banderas, el hecho es que están ahí y que para ellos también sucedió la Historia.

El trabajo consistió en historizar el quehacer por la supervivencia de las comunidades


indígenas ubicadas en el territorio del Sur del Tolima durante tres décadas: de l950 a
l980. La escogencia del tema y su delimitación temporal se justificó en varias razones: En
primer lugar, el carácter "indígena" de estas comunidades está puesto en discusión con
muy diversos argumentos por distintos autores que, para ser más precisos, poco o muy

1
Informe de Investigación publicado en: MUSEOlógicas, Revista del Museo Antropológico, Vol.II, N° 2/3, 1994, pp. 5-90;
Universidad del Tolima, Ibagué, Colombia
* La Investigación fue financiada por el Instituto Colombiano de Antropología, ICAN y la Universidad del Tolima
1
tangencialmente se han ocupado de problematizar la presencia histórica de estas
comunidades. Los estudios en que éstas aparecen referidas, o son muy remotos y
estrictamente localizados (Rivet, P.; Reichel-Dolmatoff, G.; Tovar, H. Bejarano, J. etc.) o
tan contextuales temáticamente (Triana Antorveza, A.; Fajardo, D.; Henderson, J.: Santa,
E.: Guzmán, G.: etc.) que en concreto no han sido analizadas.

Unos y otros, antropólogos e historiadores, --en mor de su tema "macro": la violencia, la


economía cafetera, los bandoleros, etc.-- asumen sin entrar en mayores especificaciones
que se trata de supervivencia de los Pijaos, por ejemplo, o con reservas, pero también sin
mayores trámites, como comunidades aculturadas e integradas de manera marginal a las
condiciones del campesinado pobre. De modo que para el común de los historiadores --
que no se ocupan de indios-- el asunto es un tema para antropólogos; y para el común
de éstos, (nos referimos por supuesto a quienes aún abrigan las ilusiones de la
Prehistoria) no tiene mayor interés un tema tan desprovisto de aventura.

Un segundo aspecto para justificar nuestro proyecto consistió en que,


independientemente de la manera como se las considere, lo concreto es que dichas
comunidades están históricamente articuladas en una de las zonas de mayores conflictos
sociales del país, que por su tradición agrícola se inscriben de hecho en el complejo de
los problemas agrarios y por lo tanto, deducíamos que los indígenas se relacionaban de
alguna manera con las luchas o movimientos campesinos.

Ahora, si considerábamos que ésta región había sido una de las más castigadas por la
violencia, era obvio preguntarse de que manera fueron afectadas las comunidades y de
qué modo sus luchas específicas por la recuperación del "Gran Resguardo de Ortega y
Chaparral" se articularon con el epifenómeno de la violencia si la consideramos como un
producto de las contradicciones inherentes a la sociedad dominante, que
coyunturalmente enfatiza o modifica la violencia de su relación contradictoria con
aquellas.

En consecuencia, los propósitos del trabajo se definieron de la siguiente manera: a)


Describir la formación y proceso de las luchas indígenas en el contexto de los conflictos
agrarios regionales; b) Establecer una posible tipología de los movimientos indígenas del
Sur del Tolima y el modo de su articulación con otros movimientos, campesinos e
indígenas, de carácter nacional; y c) Un balance crítico del problema indígena actual y
de su posibles perspectivas.

La determinación del lapso de l950 a l980 obedeció a la necesidad de situar el problema


de la violencia en su relación con los indígenas, como recomendara Gonzalo Sánchez en
su balance de los estudios sobre el tema (Sánchez y Peñaranda, l986:30), criterio que
coincidía con el interés del entonces Director del ICAN, doctor Roberto Pineda Giraldo,
por impulsar las investigaciones regionales acerca de la cultura, para lo cual era
2
indispensable precisar una perspectiva contemporánea sobre las condiciones sociales y
políticas que la hacen posible.

Esta ubicación del tiempo, un tanto arbitraria al elaborar el proyecto, tenía implícito un
problema de orden metodológico, pues en principio no era posible otra forma de
temporización sino contextualizando el conflicto en el marco de unas coyunturas o
momentos puntuales que por su relevancia nacional permitiera determinar unos
referentes para situar el problema local y también buscar unos hechos condicionantes
que la sociedad dominante impondría a los procesos de las minorías étnicas.

Por ello, pretendimos en un comienzo tomar como puntos relevantes del fenómeno de la
violencia, el proceso del Frente Nacional desde sus antecedentes en el gobierno militar
hasta el término de la alternación bipartidista y sus consecuencias, en la década del
setenta.

Pero la investigación y el objeto mismo del trabajo acabaron por darnos los elementos de
otro punto de vista. Nos encontramos con el caso de que las coyunturas de la macro-
historia o historia nacional no coinciden necesariamente con las coyunturas de los
procesos regionales y que éstas comunidades por estar articuladas diferencialmente con
el sistema dominante de relaciones sociales, económicas, políticas y culturales y en
razón de su carácter de minoría étnica, habían desarrollado procesos relativamente
autónomos que debían ser vistos, por lo tanto, de manera diferencial.

Propusimos entonces un modelo del proceso que en lo esencial no tiene otra intención
que tratar de reflejar la estructura del proceso real. Y de acuerdo con los lapsos que
marcan tales coyunturas, definimos el modelo de nuestra explicación, de modo que a
cada uno de tres segmentos corresponde un capítulo que se titula de acuerdo con el
fenómeno histórico dominante en el mismo:

I. LOS AÑOS DE LA RESISTENCIA, 1948-1964


De los comienzos de la violencia, a la caída de la República Liberal y del asesinato de
Jorge Eliécer Gaitán, hasta la emigración de la comunidad de Yaguara a los Llanos del
Yarí.

II. LA PAZ BLANCA, 1964-1975


De la emigración de Yaguara al surgimiento de la organización política de las
comunidades agrupadas en el Cabildo Regional Indígena del Sur del Tolima.

III. LA LUCHA ORGANIZADA, 1975 - 1980


De la organización del Cabildo Regional Indígena del Tolima - CRIT, hasta la formación
de la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC.

3
La determinación de las coyunturas de 1948, 1964 y 1975 significan momentos en los
cuales el desarrollo de los hechos generó alternativas y modificaciones cualitativas de
notable incidencia en el progreso de las comunidades.

Con los propósitos y condiciones ya anotadas, es comprensible que la investigación


propiamente dicha tuviera más de una dificultad, sobre todo porque las fuentes de
documentación posibles eran muy diversas y porque en rigor no existen archivos, lo que
no es raro en un "país desmemoriado" como el nuestro, según lo llamara alguna vez
Lucas Caballero, Klim.

Cuando apenas empezábamos la investigación formal que conduciría a éste trabajo, un


indígena de Coyaima, al final de una reunión en la cual exponíamos nuestras intenciones
y durante la cual no atravesó palabra, nos espetó una pregunta que desde entonces
consideramos como tema para el epígrafe de nuestro informe: "Señor, ... y qué van a
hacer con los culpables?" Pregunta para la cual nos fue muy difícil, en esa circunstancia,
encontrar una respuesta satisfactoria. Sobre todo por las implicaciones que tenía para
nosotros, el hecho de asumir un complejo de problemas tan incisivos para sus
protagonistas, en su propia casa.

De la conversación subsiguiente quedó claro que no se nos había malinterpretado en el


sentido de que se hubiera confundido nuestra propuesta de investigación con alguna
pesquisa de carácter policíaco. No; por el contrario, estaba claro para nuestros
interlocutores que de lo que hablábamos era de la Historia y que los actores de la misma
estaban vivos y por lo tanto eran susceptibles de un reclamo sobre su responsabilidad en
los hechos que la configuraban.

Para nosotros, se hacía tangible un problema de método que apenas habíamos


presentido al esbozar el proyecto: Pretendíamos abordar la "historia caliente", como
dijera el señor Claude Levi-Strauss, de una sociedad que, no sólo no es la nuestra sino
con la cual, ésta se halla en una relación contradictoria: Aquella en la condición de una
"minoría étnica" y ésta como la "sociedad dominante".

Es decir, que al problema ya clásico en las Ciencias Sociales, patético en la Historia


como en ninguna otra, de la imposibilidad de la reconstrucción "objetiva" de los hechos
por cuanto el investigador está necesariamente condicionado por su situación social, se
añade el de que también se halla mediatizado por los pre-juicios y valoraciones de su
propia cultura.

Pero el problema es más complejo si la mirada que se extiende no cobija simplemente a


una sociedad "distinta" sino a una con respecto de la cual el investigador representa el
término polar de una antinomia irreductible: Civilización   Barbarie. Una contradición
que Maurice Godelier considera "... inherente al oficio de antropólogo, ya que éste se consagra al
4
estudio y reconstrucción mental de modos de vida y de sociedades que su propia sociedad transforma y
destruye y, en consecuencia, no puede evitar facilitar o discutir estas transformaciones, aceptar o denunciar
esta destrucción ..." (Godelier, l976:293).

Este planteamiento nos sacó de la simple constatación de tal hecho y nos llevó al terreno
del "qué hacer" y del "cómo hacer", es decir, a la reflexión propiamente metodológica,
entendida en su doble sentido: como procedimiento metódico (propedéutico) y como
conciencia del propio quehacer. Sin la pretensión de una profunda digresión teórica, era
necesario que nos planteáramos esta cuestión pues de ésto derivaba que pudiéramos
aproximar los problemas objeto del trabajo con cierto "nivel" de objetividad, o al menos
con la conciencia de que teníamos entre manos un asunto complicado.

Las circunstancias singulares de las comunidades indígenas en el Sur del Tolima y el


hecho de no encontrar referentes de éste tipo de trabajos que nos pudieran orientar
acerca del "cómo hacer", nos llevaron al punto de la supuesta colisión entre la
Antropología y la Historia, cuando se ha pretendido a aquella como la "ciencia de la
Barbarie" y a ésta como la "ciencia de la Civilización"; a aquella identificada con la "Pre-
historia" o con la descripción de los hechos de sociedades exóticas que tanto en el
pasado como en el presente están condenadas a la anomía por carecer de una tradición
escrita y a ésta con las virtualidades de la ciudad, el progreso y el deber ser de una
supuesta "verdadera sociedad"; es decir, el problema nos condujo a los terrenos de
confrontación de las incomodidades ideológicas que marcan la posibilidad de la
historiografía científica, porque obviamente el problema tiene un origen ideológico. Y, por
lo tanto, es un problema político.

En consecuencia, la salida tenía que ser política: asumiendo que hacíamos parte de la
contradicción y que por ello teníamos que adoptar un punto de vista so riesgo de quedar
"au dessus de la melée" cómodamente por fuera del conflicto. Máxime cuando, como ya
se habrá advertido, debíamos trabajar en estrecho contacto con las comunidades a
través de informantes directos y con información escrita cuyos redactores podrían ser
contrastados y cuando los personajes de esa historia podrían sentirse "acusados" por el
simple hecho de encontrarse ubicados por nuestras preguntas en los azares de unos
hechos que esperaban ya estuvieran olvidados. La información testimonial tiene esa
dificultad precisamente: que los informantes asumen el papel de testigos de unos hechos
que también incumben a otros. De otra parte, de muchos conflictos todavía se huele el
humo y algunos personajes que "deben viejas cuentas" aún se hallan administrando
"intereses del Estado".

Todo esto explica las reticencias y suspicacias de los posibles informantes; que de
alguna parte nos hubieran mandado decir que era mejor para nosotros que no
volviéramos por allí o que se nos respondiera sin opción de réplica que lo que
buscábamos era "información clasificada:"
5
De esta suerte, los supuestos linderos entre la Antropología y la Historia se
desvanecieron porque, en primer lugar, para historizar el quehacer de las comunidades
indígenas del Sur del Tolima, fue necesario recurrir a procedimientos poco ortodoxos en
la historiografía tradicional y decididamente prestados de la Antropología que, de otra
parte, ha prohijado en un nuevo campo disciplinario: la Etnohistoria; y, en segundo lugar,
porque para nosotros, las sociedades indígenas --tanto en el pasado como en el
presente-- están en la Historia, hacen la Historia. Lo primero nos indicó el "cómo hacer" y
lo segundo nos aclaró el punto de vista.

Mapa 1 - En el recuadro, Territorio del Gran Resguardo de Ortega y Chaparral

6
1. LOS AÑOS DE LA RESISTENCIA, 1948-1964

1.1 Antecedentes

La irrupción violenta de los conquistadores españoles a partir del decenio de los treinta
del siglo XVI en el escenario histórico de lo que hoy conocemos como el departamento
del Tolima, generó una prolongada resistencia de los grupos étnicos Pijao, Panche,
Coyaima y Natagaima, que dio como resultado su casi aniquilamiento y dominación en
menos de un siglo.

Durante el período de la Colonia, el Estado español impuso y estableció formas


institucionales de dominación, organización y explotación de las comunidades indígenas
que lograron subsistir, tales como la encomienda, la mita, el resguardo, las reducciones,
el mestizaje y la tributación entre otras.

En el siglo XIX, después de las guerras de Independencia el resguardo continuó siendo la


institución defensiva de las comunidades indígenas, que las protegió relativamente del
proceso de expropiación colonial. Pero con los cambios propios del período de transición
hacia el capitalismo dependiente, como lo fue la mayor parte del Siglo XIX y
especialmente con las Reformas Liberales, el resguardo formalmente quedó abolido.
Comenzó entonces un proceso de desintegración inducido por la imposición del sistema
hacendario señorial con medidas como la expropiación, el arrendamiento, los remates, la
compra, los lanzamientos, el encarcelamiento y la violencia directa. Factores que
tuvieron continuidad durante el Siglo XX, a pesar de la aprobación de la Ley 89 de l890
que tiende a defender aún hoy, a casi un siglo, legalmente al indígena. El resguardo de
Ortega y Chaparral en el Sur del Tolima, no escapó a los mecanismos de desintegración
anotados anteriormente.

Además de la lucha legal, que empezaba por reclamar el respeto a los derechos que
reconocía la Ley, la movilización indígena como respuesta defensiva a la política de
concentración de la tierra fue más patente durante los decenios del veinte y treinta del
siglo XX. Movilización que fue reforzada por la solidaridad de las Ligas Campesinas y del
embrionario movimiento obrero colombiano, y que logró neutralizar y contener
parcialmente en el Sur del departamento, la arremetida violenta de las principales familias
terratenientes como los Rocha, Alvira, Salamanca, Mosquera, Ruenes y Lozano. Dentro
del movimiento indígena surgieron luchadores de gran importancia como Manuel Quintín
Lame, José Gonzalo Sánchez, Eutiquio Timoté y Dimas Luna.

En estas circunstancias, y con similares tendencias se llegó a los años cuarenta en un


clima de tensión social agudizada por la culminación de los intentos reformistas de
desarrollo capitalista impulsados por la "República Liberal"; por la implantación de la
7
alternativa represiva del estado a los movimientos sociales, después de la renuncia del
presidente Alfonso López Pumarejo en el año de l945, y la emersión de una fuerza
popular anti-oligárquica acaudillada por el líder Liberal Jorge Eliécer Gaitán.

Desde finales de los años cuarenta y hasta comienzos de los años ochenta, el fenómeno
producido por la resistencia de las comunidades indígenas a los factores de disolución
agenciados por la sociedad dominante, que denominamos genéricamente como "el
conflicto indígena", se desplazó por diversos lugares del sur del departamento del Tolima:
Yaguara, jurisdicción del municipio de Chaparral; Guatavita-Túa, Vuelta del Río, Bocas
del Tetuán, Cucharo San Antonio, Espinalito y Aico, jurisdicción del municipio de Ortega;
Chenche Agua-Fría, Chenche Buenos Aires, Santa Marta El Palmar y Lomas de Hilarco,
jurisdicción del municipio de Coyaima; y, finalmente Tinajas y Tamirco, jurisdicción del
municipio de Natagaima.

Dentro de este territorio específico el conflicto no aconteció simultáneamente ni con la


misma intensidad en los diferentes lugares, sino que durante el transcurso de los
aproximadamente cuatro decenios enunciados, se fueron conformando epicentros que,
por los diversos factores inherentes a la violencia determinaron su desplazamiento y
modificación dentro de la región, propiciando cambios en la organización, el pensamiento
y las formas de lucha del movimiento indígena.

1.2 La "Guerra Grande" y el éxodo de Yaguara

Cuando, en consecuencia de "El Bogotazo", se generalizó la violencia a nivel nacional,


las luchas de resistencia de las comunidades indígenas combinaban diversas instancias
de apelación jurídica y de movilización, dirigidas a contrarrestar la agresión de los
terratenientes. El fondo del conflicto era la competencia por la tierra que para los
indígenas constituye la esencia no sólo de su supervivencia material sino de su
permanencia histórica como tales, pues sus valores culturales y los procesos de
reproducción social dependen de la forma como la usufructúan.

Así enunciado, el problema indígena, a pesar de tener sus condiciones y caracterología


específicas, no se puede desligar de la problemática general agraria dominante en la
región y por lo tanto es congruente la interpretación de Darío Fajardo cuando afirma que

"…en esta etapa característicamente se produce la denominada por Gilhodes revancha de los
grandes terratenientes contra el campesinado que se les había rebelado en los años procedentes; en
la violencia que se desata en el Sur del Tolima...” (1) – [Cfr. Notas y Citas Documentales, al final]

Medófilo Medina demuestra cómo en el Sur del Tolima el enfrentamiento entre


campesinos y peones por un lado y hacendados por otro, como también las
8
colonizaciones y las acciones represivas de los terratenientes coaligados con las
autoridades locales configuran una situación continuada durante los años cuarenta y de
la cual los indígenas de Natagaima y Coyaima no estuvieron exentos:

"... Por el mismo tiempo llegaban denuncias similares de otras localidades del Sur del Tolima
especialmente de Natagaima y Coyaima. En este municipio los latifundistas imponían impuestos
arbitrarios a los indígenas. Allí mismo y en aplicación de la llamada Ley de Vagancia y Ratería se
alejaba del lugar de su residencia a familias indígenas con el fin de facilitarle a los terratenientes la
usurpación de tierras de la comunidad... A mediados del mes de septiembre de l943 se encontraban
l50 trabajadores indígenas y campesinos detenidos en la cárcel de Coyaima como consecuencia de
las demandas entabladas contra ellos por los terratenientes..." (2)

Las poblaciones de Coyaima, Natagaima y Ortega [v. Mapa 2] han sido escenario de una
tradicional lucha por la tierra que ha tenido una particular influencia del Partido Comunista
(3) la cual se remonta al l° de Mayo de 193l en que…

"... las masas indígenas encabezadas por los comunistas fueron reprimidas con especial encono por
las autoridades... [que] atacaron una manifestación en Coyaima dejando numeroso saldo de
muertos, heridos y encarcelados...” (4)

Esa tradición de conflictos ha determinado que la población, de mayoría indígena, se


haya visto obligada a migrar de unas a otras localidades dentro de la región y
especialmente hacia el sur como un mecanismo de defensa que, en los años de l948 a
1953, cuando la violencia partidista asumió en forma más cruda, convirtió al Sur del
Tolima en el polo de resistencia campesina y particularmente a la localidad de Yaguara
en el epicentro de la resistencia indígena.

En el año de 1949, la tensión política de los partidos tradicionales adquirió un carácter


armado que afectó a las comunidades indígenas:

"... El antiguo defensor de la población indígena del Tolima, Quintín Lame, protestó ante el
gobernador Herrera porque grupos de blancos armados estaban aprovechando el desorden para
abusar de su pueblo..." (5). Pierre Gilhodes refiere que "... Por todo el país continuó la
expoliación de propiedad indígena. En 1949 los indios Troches del Sur del Tolima que pertenecían a
la región conocida como Tierradentro fueron atacados por vecinos blancos, y en 1950 fueron
obligados a vender sus tierras a un Efraín Bonilla. Estas tierras se conocieron posteriormente como
Marquetalia ..." (6); y James Henderson cita el caso de cuando "... La Policía y civiles
conservadores quemaron cincuenta casas en una zona rural cerca de Ortega a finales de 1950,
inaugurando extraoficialmente el empleo del fuego para destruir milares de estancias indígenas entre
Coyaima y Ortega ...” (7).

9
Mapa 2 – Escenario de las luchas indígenas por la tierra en el Sur del Tolima

10
El momento más álgido de ésta coyuntura lo encontramos caracterizado vivencialmente
en el recuerdo de un indígena de la comunidad de Yaguara que pesar de las tres
décadas transcurridas, conserva nítidas las imágenes de la tragedia:

"... Eso fue una guerra que hizo el Presidente Laureano Gómez ... eso fue en el año 50; ... antes de
esa guerra ... usted podía andar tranquilo por ahí por los pueblos [como] forastero, lo que hacían
era recibirlo bien los liberales y conservadores; ... Laureano Gómez formó la guerrilla ... se puso a
perseguir toda esa cacha de pobres y mató un poconón y los que no pudo matar se escaparon p'al
monte ... --Que vienen matando, vienen quemando, vienen matando hasta lo que no hay! ...
entonces el uno le dice al otro: --Y ahora qué vamos a hacer nosotros ? y el uno le dice al otro:
Usted es conservador ?. --Sí, yo soy conservador... [y el otro] -- Pero no ve que yo soy liberal?; ...
allá llegaron a una casa conservadora y ahí mataron chiquito y grande, el ejército ahí mató de todo ...
Pero, allá llegaron a otra casa que es bien liberal, bien roja, y los mataron a todos ... allí mataban a
cinco conservadores y allá mataban dos liberales ... y entonces eso no valía (la diferencia) ... eso
estaban matando era a los pobres.

Y entonces mucha gente se enmontó... pero allá nos llegaron a decir: --Usted es conservador o
liberal y no le vamos a hacer nada;... sino que de una vez, tome [un arma] y mate! Entonces la
gente se callaba... pero entonces el ejército los sacaba [a los civiles] a la "comisión " y el que no
quisiera ir para pelear con ellos, entonces lo mataban.

Y ya entonces salimos, y uno que otro por ahí, que habían animosos, se fueron a formar el
comunismo, Y dije yo:

- Pero nosotros dejarnos acabar así, íntegros... eso si es mucho; y yo si estoy bien pasado del
hambre pero, yo si no! aunque me toque, yo no me dejo acabar. Entonces, pasado del hambre,
como no topaba qué comer, yo no podía salir del pueblo ni a buscar trabajo... y entonces dije: -- Yo
no tengo sino este fisto, pero yo voy a salir a que me maten de una vez... yo prefiero morir peleando
y no entregarme.

Cogimos el monte... por Calarma, por ahí nos pudimos defender. Yo perdí la mitad de la familia ahí
[en Yaguara]... a las casitas [les] metieron candela, las quemaron; y un ganadito que había, eso
se lo llevaron ... no quedó sino la pura finca ... y los escombros fue lo que quedaron.

Entonces así fue que se formó la guerra... se van formando frentes y frentes... y se mete más
gente... gente que resulta mala... después de que era como una ovejita la gente resulta mala, porque
a usted le matan un hermano, una hermana y otro cualquier familiar y usted por mucho que no
sienta, a usted le adolece mucho y por muy bueno que sea, se daña; y entonces comienza a atacar
también.

11
Así fue que éste presidente mandó la guerra... por dejarse creer de los Estados Unidos, porque el
que lo mandó a hacer esa guerra fue los Estados Unidos... sí, fue el que lo mandó a armar guerra
contra la pobrecía... Lo que quería era dejar los puros millonarios colombianos y acabar con todos los
pobres... para que no quedara ni un pobre, ... podía ser liberal o conservador; ... esa era la Ley de
Estados Unidos.

Como el gobierno le estaba debiendo harta plata, entonces le dijo que tenían que hacer lo que
dijeran... tenían que hacerlo aquí en Colombia... y entonces rompió la guerra y de ahí para acá
quedó la guerrilla.

Antes de eso no había guerrillas... pero ya al tiempo [aparecieron] las guerrillas de "limpios" y de
comunistas; los "limpios" eran los liberales y los "comunes" eran los comunistas”...

Y yo les dije: --Estos cuáles serán? ... son grandes o son chiquitos?... o ésta gente qué será lo que
tiene?, ... ésta gente que será lo que piensa? ... pues [si,] yo no sé qué están pensando,
[entonces] yo no sé cuáles serán ellos... y a poco me topé una cuadrilla del partido liberal "limpio"
... que los persiguen porque son rojos, ... a ellos los "limpios" y también a los comunistas; ... y los
"limpios" están detrás del gobierno ... y entonces (dije) así sí estamos jodidos porque así no vamos a
ninguna parte porque ahoritica, nosotros no topamos refugio por parte del gobierno ni por parte de
ningún otro, porque todos son enemigos ...

Entonces yo digo que soy cualquier cosa, porque de una vez me sacan y me matan;... entonces es
mejor no creer en nada... Yo soy pobre y yo no sé las políticas porque yo no pude estudiar... yo no
puedo saber que será el comunismo... ni cuál será el partido liberal "limpio" ni el conservatismo,
porque yo no he sido estudiado;... y entonces un día me preguntaban...y bueno, -- Como no sabe
nada para qué lo ofendemos más... mejor dejarlo por ahí...

Y entonces él nos dio la libertad; él, Rojas Pinilla... entonces nos presentamos al gobierno... nosotros
pues, nos entregamos. Que por qué habíamos cogido p'al monte: ... y entonces le dijimos que como
las fuerzas armadas estaban persiguiendo a todos los campesinos, pues mucha gente cogió p'al
monte, no por hacerle mal al gobierno, sino por defendernos ... porque como ustedes mandaron a
matar hasta lo que no había ... y entonces dijo: --Pero, yo no fui, eso fue el presidente Laureano
Gómez, antes nosotros venimos a pedir la paz y para que no pase nada otra vez ... Esto fue lo que le
dijimos a un coronel de esos de Rojas Pinilla ..." (8)

El advenimiento del gobierno militar del General Gustavo Rojas Pinilla, el 13 de Junio de
1953, produjo un clima de distensión y expectativa con su propuesta de parar la guerra
civil no declarada y de amnistiar a los guerrilleros con la promesa de otorgarles términos
especiales para que retornaran a sus parcelas abandonadas. Este proceso no se cumplió

12
sin traumatismos y obviamente estuvo limitado por las condiciones de cada región.
Respecto de las comunidades indígenas, Henderson anota:

"... Pero no se alzaron voces en defensa de los indígenas de Ortega y Chaparral, cuyas propiedades
habían sido cercenadas por los blancos desde los primeros años de la violencia. Los indios sufrieron
más que ningún otro grupo tolimense el desorden incesante de los años 1950-1953, cuando los
blancos inescrupulosos, liberales y conservadores, a veces contrataban violentos para que los
explotaran. Sus casas fueron quemadas y su gente asesinada en Ortega, aún mientras el
gobernador Cuéllar Velandia aceptaba la entrega de Tiberio Borja en Rovira..." (9)

Preguntado el Gobernador, Coronel Cuéllar Velandia al respecto, manifestó que…

"…tales desmanes fueron obra de la policía departamental, de la famosa División Tolima; esos
individuos cometieron atropellos en el Yaguara ... y mi labor más dura fue eliminar 814 elementos de
esa policía antigua ... esa era una policía importada de elementos -- hay que decirlo con todo
carácter y toda franqueza --eran unos asesinos ... unos verdaderos pájaros ... de trayectoria delictiva
amparada por el gobierno conservador ... y entonces antes de que fueran a darme un contra-golpe --
pues eran casi el doble de los soldados que yo tenía en Ibagué -- procedí a neutralizarlos y luego
mediante la acción legal y con el apoyo del Teniente Coronel Ernesto Polanco Puyo ... fuimos
eliminando hasta el último oficial, el último sargento, el último cabo, el último policía ... de esa policía
mala ... vino luego la Policía Nacional ..." (9a).

La comunidad de Yaguara, ubicada al noreste de Chaparral, continuó resistiendo la


agresión policial y de los terratenientes, en particular por parte de las familias Salamanca
y Mosquera.

Ya desde finales del año 1949, los Salamanca con la ayuda de un piquete de la policía,
ejecutaron el lanzamiento sorpresivo de un grupo de comuneros, en un acto de agresión
más en consonancia con el espíritu de violencia generalizada que como vindicación de
sus intereses personales. Luis Emiro Valencia y Gloria Gaitán de Valencia describen los
acontecimientos posteriores a este hecho:

"...Después de este lanzamiento no vuelven a Yaguara SALAMANCA Y MOSQUERA (sic.), pero se


trazaban una línea a seguir, para aprovechar toda una situación de incertidumbre de esos tiempos,
para que los indios desaparezcan y con ellos todas sus riquezas. Esta vez los MOSQUERA se
salieron de la órbita de Yaguara y entregaron a la policía la Hacienda de "Providencia" cerca al
corregimiento del Limón, para así facilitar al gobierno la persecusión a los campesinos del Sur del
Tolima, y SALAMANCA se mueve en Ibagué y Bogotá en pos de conseguir la Alcaldía del Municipio
de Ortega, Tolima, para un señor CECILIO HERNANDEZ, quien desde esa posición movería toda la
persecusión contra Yaguara, ya que ésta queda a la mano, por colindar con Ortega por la parte del
sur.
13
...CECILIO HERNANDEZ, había sido una unidad de policía de Chaparral, por mucho tiempo y por
tanto de mucha confianza de ALVIRA Y MOSQUERA, mejor dicho es una hechura de ellos.

...Pero había un gran obstáculo para el éxito de las labores del señor CECILIO HERNANDEZ, al
posesionarse de la Alcaldía de Ortega, frente a la destrucción de Yaguara. Cuál era su obstáculo?
PERDOMO. Este cuando se estaba tramando tan siniestro plan, PERDOMO ya estaba enrolado con
todos los dirigentes campesinos del Sur del Tolima, organizando la autodefensa, ya no solo de los
indígenas de Yaguara sino del campesinado de toda una gran región porque los tiempos que se
acercaban eran muy oscuros ..." (sic.) (10).

La situación social en la comunidad de Yaguara se tornó más crítica cuando comenzó a


ser atacada por "... las comisiones de policía de baquianos enviados por la alcaldía de Ortega..." (11)
que mediante el robo, el saqueo y el incendio de las viviendas y de los cultivos, dejaron
convertida la comunidad en verdaderos escombros. Es así como hacia el mes de Agosto
de 1953, más de 100 hogares habían sido arrasados. Haciendo un balance económico
de pérdidas, en sólo 25 hogares alcanzó un total de $583.839, suma estimable como
muy alta para la época (12).

Bajo la consigna de "Paz, Justicia y Libertad", la mayoría de los comuneros de Yaguara


regresó a la parcialidad, la cual había quedado literalmente devastada.

Acogidos a la política de "Rehabilitación" del nuevo régimen, la comunidad después de


superar varios obstáculos logró la fundación y aprobación de la "Cooperativa
Agropecuaria Comunal de Yaguara" el 27 de Julio de 1955.

De nuevo los señores Salamanca y Mosquera desplegaron una serie de recursos de


apariencia legal contra la comunidad, tales como convenir contratos por intermedio de
terceros, solicitar la revisión de títulos, interferir el otorgamiento de créditos y el intento de
asesinato con el fin de obtener el despojo de los indígenas. A pesar de todo, la
comunidad logró sobrevivir. Emiro Valencia y Gloria Gaitán de Valencia en una de las
conclusiones de su trabajo, al respecto anotan:

"... Haber sido capaz los comuneros del Resguardo de Yaguara, superar el proceso del terror del
período de 1948 a 1953. Y volver a su tierra con el mismo cariño de ayer. De igual manera haber
atendido en medio de tanta miseria en quedaron, la revisión de los títulos impuesta por el señor
Salamanca en el año 1954 ante el gobierno de las Fuerzas Armadas. No se diga del acierto al
terminar la revisión de los títulos en 1954, haberle pedido el gobierno la organización en su
Resguardo de la "Cooperativa Comunal de Yaguara Limitada" hasta ponerla a funcionar y
conseguirle Personería Jurídica, anteponiéndose a todo sabotaje del Comerciante Antonio Cruz, los
Salamanca y Gerentes de las Sucursales de la Caja Agraria de Chaparral. No se diga del gran
14
cuidado que tuvieron al elaborar los Estatutos de la Cooperativa, de darle el principio mancomunado
de la autoridad del Cabildo dentro de la Cooperativa como su Consejo Administrativo…” (13).

El gobierno militar del Tolima aplicó un proyecto elaborado por el doctor Elías Sabogal
como Secretario del Gobierno y el Capitán Darío Suárez Pinzón como Secretario de
Agricultura y que luego de presentado y discutido en el Consejo de Administración del
Tolima, fue aprobado por el General Rojas Pinilla; el cual consistía, en palabras del Ex-
Gobernador Coronel Cuéllar Velandia "en un adelanto de la Reforma Agraria". Concebido como
recurso legal para condicionar la entrega de los grupos guerrilleros y su desmovilización
se hizo extensivo a las comunidades indígenas del Sur del Tolima.

"Se le entregaba [a cada familia indígena] de 12 a 15 fanegadas de terreno a título gratuito, se


les suministraban semillas y herramientas y un préstamo en dinero para su manutención mientras
recogían la primera cosecha ... la única condición, ya se tratara de guerrilleros o de indígenas, era
que cultivaran la tierra. En el caso de los guerrilleros debían entregar las armas. De lo contrario la
tierra debería ser devuelta al Estado. No al gobierno, pues de lo contrario los políticos comenzarían a
comprar los terrenos y a hacer obras sucias. Mi concepto es de que la tierra es para quien la trabaja
y no para el que la tiene, cosa que me valió que el Senador Luis Torres Quintero me acusara de
comunista, de que yo había recibido instrucciones de Antonio García, que yo estaba auspiciando el
asentamiento de los indígenas en propiedades que eran de particulares ..." (14)

Donde los programas de "Rehabilitación" del gobierno militar no lograron desmovilizar y


absorber la resistencia campesina e indígena, se recrudeció la violencia, ejercida ahora
por el ejército nacional en consecuencia de la política de "Pacificación". Muchos
indígenas del Sur del Tolima fueron tomados presos sobre todo en las veredas de
Ortega, Purificación, Natagaima y Coyaima y en algunos lugares se cometieron atroces
matanzas. Un viejo indígena de Coyaima recuerda:

"... de distintas partes trajeron gente... gente indígena porque en ese tiempo lo que había era más
indígenas que blancos. Estábamos desayunando onde mi tía, cuando subió por aquí un escuadrón
de ejército con toda esa gente y al rato empezó a traquiar el monte... era disparos... pura
ametralladora que tronaba. Al rato fuimos por allá y era el mismo ejército que estaba matando
montones de gente en el salto de Guaguarco ..."

... En después de esto, eso lo más que se demoraban eran ocho o quince días para principiar de
nuevo a matar ahí en el Salto. De puras vainas quedamos gentes vivas por aquí contando el cuento.
En la primera vez hicieron tres matanzas... eso fueron como trescientos y pico porque en después
yo fui por allá para un jueves santo y me jalé arriba en el filo onde lo aventaban y reparé en todo eso
y ahí estaban los muertos en los vallados comiéndoselos los animales... y en el remanso del chorro
... eso estaba… mejor dicho... llenito de huesos y cabezas ..."

15
... mejor dicho para que nos ponemos a contarlos a todos, no acabaríamos... porque ese salto sí que
cargó gente, oiga, cargó a lo perro... y allí en El Niple pasó la misma cosa, ese es otro salto feísimo
que hay y también aguantó gente cuando el ejército se llenó por esa tierra..." (sic.) (l5)

Y Pierre Gilhodes corrobora que:

"... en Abril de 1956, el ejército tomó por asalto la cordillera de Calarma, sede de las antiguas
comunidades indígenas de Ortega - Chaparral, y 400 campesinos fueron asesinados y sus casas y
campos destruidos..." (16)

La represión por parte del ejército en los últimos meses del gobierno militar de Rojas
Pinilla, alentó la retaliación de las bandas de "pájaros" que desencadenaron nuevamente
el terror, obligando a muchos indígenas a buscar refugio en la cordillera, dejando sus
tierras que fueron aprovechadas por personas ajenas a la región que venían desplazadas
de otras localidades y por los terratenientes. "... Cuando volvieron [los indígenas] eso no había
ni perros... el llano estaba todo quemado... y las cercas las habían corrido los terratenientes...” (17)

La iniciación del Frente Nacional el 7 de agosto de 1958, como producto del armisticio
pactado en Sitges y Benidorm por los dirigentes de los partidos en contienda, constituyó
una apertura fundamental a la paulatina recuperación del Bloque de poder. Con medidas
como el Plan de Rehabilitación, las amnistías, la Ley 19 del 25 de noviembre de 1958
que creó la Acción Comunal, la Ley 135 de 196l o Ley de Reforma Social Agraria y
posteriormente mediante las acciones cívico-militares, el Estado logró neutralizar y
absorber parte de la inconformidad social agraria, medidas todas encaminadas a quitarle
el piso de conflicto social a la guerra, que de paso le dotaban de una careta democrática.

Pero, al mismo tiempo desplegó una política represiva contra sectores sociales que
continuaban al margen del sistema, en franca resistencia al régimen, por medio de
diversos recursos militares que iban desde la violencia selectiva hasta la guerra de "tierra
arrasada", como la que desató contra las llamadas "Repúblicas Independientes". Sin
embargo, dentro de este contexto, sectores de las comunidades indígenas del Sur del
Tolima, continuaron el proceso de retorno a sus tierras.

La comunidad de Yaguara logró subsistir, pero los factores tradicionales de la violencia, a


pesar de haber disminuido de una manera apreciable en su intensidad, continuaron
haciendo mella en la estructura socio-económica de la parcialidad, generando
modificaciones que en los años sesenta minimizaron su capacidad para manejar el
conflicto. Este empezó a desplazarse hacia otro epicentro.

La Cooperativa Agropecuaria Comunal se convirtió entonces en el baluarte más


importante de resistencia de la comunidad, pero ya desde el gobierno de la Junta Militar,
que sucedió a Rojas Pinilla, por el acoso de los terratenientes y de las autoridades
16
locales, presentaba agudos problemas económicos, por lo cual se vieron obligados a
dirigirse a la Junta Militar y al Ministerio de Agricultura, solicitando se les eximiera del
pago de los créditos adquiridos ante la Caja Agraria de Chaparral como producto del
"Socorro de Rehabilitación". En uno de los apartes del memorial dirigido a la Junta Militar
decían:

"... Ahora recientemente el actual Gerente de la Caja Agraria doctor Germán Alvira, dice que los
indios de Yaguara puedan pagar dichas deudas tenemos que demigrar a otro Departamento, porque
aquí nos van a embargar todas nuestras pocesiones del Resguardo Indígena es decir nuestras
tierras...
... Excelentícimos Generales: Pedimos se dignen en considerarnos dichas causas ya anotadas y nos
conseda la gracia de perdonarnos dichas deudas ..." (sic.) (18)

Su mayor amenaza en esos momentos, la constituyó el Gerente de la Caja Agraria de


Chaparral, del cual los indígenas se quejaron al Ministerio de Agricultura ya que…

"... según él no hay tal comunidad indígena; que eso ya no existe en Colombia. Ay que tengamos en
cuenta que sino desocupamos a las vuenas, que tenemos que desocupar a las malas, Que en el
nuevo Gobierno Civil no nos va a alcahuetear más ..." (sic.) (19).

Además de la crítica situación económica de la Cooperativa, a partir del año 1959 la


comunidad tuvo que enfrentar una fuerte tendencia de partidarios de distribuir la tierra en
parcelas, la eliminación del Cabildo y la no aprobación de nuevos préstamos a la
Cooperativa (20), con el obvio respaldo de los latifundistas y de las autoridades locales
(21), ante el temor de cierta influencia comunista (22).

Los problemas se agudizaron especialmente con la llegada de los "nuevos moradores"


(23), que por la diversidad de sus criterios e intereses acerca de las tierras se pueden
agrupar en cinco rangos:

1. Los ocupantes de hecho, también denominados "usurpadores" o "poseedores de


mala fé". Son personas extrañas a la comunidad, que aprovechando la situación de
violencia de los años cincuenta, ocuparon las tierras y viviendas de los comuneros que se
vieron obligados a abandonar, ante la persecución oficial-terrateniente. Se convirtieron
en el principal problema y nuevo factor de descomposición de la comunidad. En un
memorial dirigido por los cabildantes de la comunidad de Yaguara al Alcalde de
Chaparral manifestaban:

"... Ellos an sido estimulados por los enemigos de la comunidad para declaraciones falsas,
consentidores y ausiliares de planes terroristas contra los dirigentes de la Cooperativa, los

17
abanderados de la tala de bosques de las pocas recerbas florestales de la parcialidad indígena en
momentos que ya no an quedado sino los de recerba de aguas ..." (sic.)(24)

2. Los comuneros o nativos, que habiendo vendido sus derechos, regresaron o


permanecen dentro de la comunidad.

3. Los comuneros que con el pretexto de comprar mejoras, presionaban la parcelación


de las tierras.

4. Los poseedores de buena fé o familias amigas

"... que la mayor parte de estas bienen ciendo aliadas del grupo de los comuneros en todas sus
luchas en defensa de las tierras de la comunidad y por sus cerbicios prestados con tanta fraternidad
se les a dado posesión..." (sic.) (25).

5. Los comuneros o nativos que no han vendido sus derechos, porque consideran
que la tierra no debe ser un instrumento negociable. Continúa siendo el grupo más
numeroso e importante.

Esta nueva composición social generó una serie de contradicciones internas que propició
una nueva oleada de violencia, caracterizada por el cuatrerismo, el robo, el saqueo, la
impunidad oficial y el atentado personal. El cabildo reclamó al gobierno que acabara con
la impunidad, deteniendo y sancionando a los malhechores; además, que los auxiliares o
cómplices se comprometieran ante las autoridades a no volver a organizar cuadrillas (26).

Aún, en una actividad benevolente, el Cabildo les ofrecía la oportunidad de que se


reivindicaran ante la comunidad, con la condición de que abandonaran su vida delictiva
(27).

"... Para nosotros los campesinos e indígenas que vivimos en las tierras de los Departamentos con
Estado de sitio, nos permitimos manifestar que si en verdad el Gobierno ha hecho el máximo de
esfuerzo por reducir la delincuencia ya en los delitos de sangre y contra la propiedad y con referencia
en las zonas rurales, también hay que decir que toda vía resta mucho asesino e insendiario de 1949 -
1951 -1952 - y de 1953 sin llamarceles a la justicia a responder por tan sin números delitos...
... En el propio corregimiento o caserío de Olaya Herrera Tolima todavía se pasea por las calles en
peligroso malhechor en los tiempos de los años que ya indicamos. Ese individuo se llama Tiberio
Rada Capera.
... Desde 1949 en compañía del finado Pedro Rada padre de Tiberio principiaron la organización de
toda una vida ilícita. Primero principiaron por el robo de gallinas en la fracción de Yaguara después

18
de cerdos, ovejas, cabras, enseres de casa y cosina, luego ganado mayor, y ya en 1952 en grandes
insendiarios y acesinos en la región de Calarma y Yaguara.
... Nosotros pedimos en aras de la lucha contra la impunidad, que ya sea con un investigador
especial o de oficio en los Despachos Administrativos y Policivos donde abarque toda esta gran
comarca de Calarma Olaya Herrera y Yaguara la investigación de hechos punibles de carácter
masivo...
... Todas estas tres zonas enumeradas están alerta para ayudar a la investigación en todo cuanto se
nos exija hasta que la autoridad haya rendido todas las piesas procesales que la justicia exija ..."
(sic.) (28).

Sobre el mismo personaje, el Cabildo reclamó a la División de Asuntos Indígenas:

"... De igual manera investigue, porque habiendo voleta de cautura contra Tiberio Rada jefe de
cuadrilla de ladrones con residencia en Olaya Herrera, todavía esté muy campante en el
corregimiento, dizque esperando una situación como la de 1950 para volver a su vida delictiva en
compañía de algunos elementos que se han camuflado en Yaguara a pretexto de comuneros ..."
(sic.) (29).

Otro caso representativo, es el de Nicolás Chaguala Rodríguez a quien el Cabildo,


aunque le da la oportunidad de reivindicarse ante la comunidad, en uno de los apartes de
la carta que le dirige le recuerda que:

"... En 1955, usted era un elemento impulsivo en la cuadrilla de ladrones organizada y dirigida por
Agustín Hernández Reinoso. En el archivo de la comunidad reposan documentos que cuando
principiaron a faltar los hijos de Agustín Hernández, porque los tuvieron que asesinar como mal
hechores y el 18 de Julio de 1956 tuvieron que fusilar al padre de estos, o sea el jefe de la cuadrilla
Ud tomo la iniciativa para organizar la segunda cuadrilla de malhechores para luchar contra el
Cabildo y la Cooperativa, como tan claro lo demostró Ud y su familia, en el asalto del 20 de Julio de
1958 en la Escuela rural del mismo Yaguara y como tan claro lo reza la prueba sumaria que se
recogió en el proceso que huvo que adelantar contra Saltarín, Ud, sus hijos su yerno Bernabe
Vaquiro .."
... No se diga su conducta de ahi para aca, ahi tiene un hijo en la carcel como prueba de ello y otro
que anda huyendo a la justicia..." (sic.) (30).

La situación que se vivía era de incertidumbre y de zozobra, con mayor razón, cuando los
enemigos de la Cooperativa y del Cabildo intentaron la eliminación física de sus
miembros y de "…todo los indígenas que no han vendido sus derechos de tierras en comunidad..." (31)

Por todos estos factores, Jaime Antonio Perdomo, asesor y líder de la comunidad;
Agustín Palomino Yaguara, Presidente de la Cooperativa y Aniceto Palomino Yaguara,
presidente del Cabildo e integrante del Consejo de Aministración de la Cooperativa,
19
solicitaron a Gregorio Hernández de Alba, jefe de la División de Asuntos Indígenas, la
"ayuda para obtener terrenos de colonización en el Yarí" (32) en vista de que los Estatutos de la
Cooperativa contemplaban una "sección de colonización". Idea que fue inicialmente
sugerida por el alcalde militar de Chaparral Mayor Rodríguez Suárez, durante el régimen
del general Gustavo Rojas Pinilla (33). Hernández de Alba manifestó su colaboración
ante dicha solicitud, con el fin de buscarle una solución pacífica y legal al grave problema
de Yaguara.

La comunidad, durante los años de 1962 y 1963, continuó el proceso de deterioro socio-
económico, en el cual influyó decisivamente la presión de los terratenientes Salamanca y
Mosquera a través de mecanismos tales como el litigio de tierras, el bloqueo económico,
el apoyo a una fuerte corriente partidaria de las parcelaciones --amparada en la Acción
Comunal--, producto de las contradicciones generadas por la conformación de los nuevos
grupos o "Moradores". También, con el desarrollo de formas de violencia “bandidezca”,
las cuales eran manipuladas por los terratenientes, para perseguir violentamente a los
comuneros, especialmente en los diferentes momentos en que la comunidad dio
muestras de recuperación.

Para rematar, se agrega la posición oficial de reconocer la comunidad sólo como


"Resguardo parcelado" (34) y además, que, debería en esa forma buscar una
organización legal, distinta a las que contemplaba la Ley 89 de 1890, para poder recibir la
ayuda de los nuevos planes de Rehabilitación y de la Reforma Agraria.

Gregorio Hernández de Alba, en carta al Alcalde de Chaparral en uno de sus apartes


expone:

"...Según los documentos que posee esta División al parcelarse lamentablemente el Resguardo,
algunos de los descendientes de Indígenas que recibieron títulos por una parcela resolvieron
organizarse como comunidad civil .
... En consecuencia no debería elegirse un Cabildo de Indígenas, pero sí consideramos muy
importante el que los comuneros o dueños de derechos de tierras, se organicen de manera legal y
pacífica, lo cual urge para que puedan beneficiarse de los planes de mejoramiento y desarrollo en
que Incora, ésta División y el Ejército Nacional estamos empeñados..." (35)

Todos estos factores, más el problema agrario del momento, tanto a nivel nacional como
departamental, y la política oficial del gobierno del presidente Guillermo León Valencia,
de exterminio del bandolerismo político, y de los núcleos guerrilleros conocidos como
"Repúblicas Independientes", especialmente la de "Marquetalia", desató un clima de
tensión social que obligó a que el 2 de diciembre de 1964, varias familias comuneras de
Yaguara, no tuvieran más alternativa que iniciar el éxodo hacia los Llanos del Yarí.

20
Darío Fajardo precisa la situación de la siguiente forma: "Los Estatutos de la Cooperativa
preveían la adquisición de tierras para la comunidad, la contratación con el gobierno para
la colonización de baldíos, la apertura de caminos de penetración hacia tales baldíos y el
desplazamiento de familias hacia las tierras así adquiridas. Esta política presentada
como un logro de la comunidad no hizo sino proporcionar una válvula a la presión contra
sus tierras, proveyendo condiciones "legales" para su traslado a lugares inhóspitos como
la Nueva Yaguara, en el Caquetá..." (36)

Mapa 3 – De Yaguara I en el Tolima, a Yaguara II en los llanos del Yarí

21
Escolástico Ducuara, comunero de Yaguara, quién también fué Presidente de la
Cooperativa, y se salvó casualmente de un atentato personal (37), tuvo que emigrar con
su familia a los Llanos del Yarí, donde actualmente orienta la comunidad en su calidad de
Gobernador del Cabildo del Resguardo de Yaguara II.

En relación con la persecución llevada a cabo por los terratenientes, y sobre su migración
a Yaguara II, dice Ducuara:

"…Fue entonces cuando los mismos señores de antes, hicieron todas las intrigas posibles para que
acabara la colaboración, se fueron hasta el gobierno departamental y nos acusaron de subversivos y
de bandoleros y que por este motivo no se debía ayudar; lo lograron, se perdió y de nuevo
quedamos endeudados. El compañero Eugenio Colorado nos conectó con el Incora, Instituto que
hizo inversiones en la comunidad indígena de Yaguara, pero los interesados en desalojarnos y en no
dejarnos trabajar volvieron a llevar la violencia…” (38)

Después de describir los pormenores del viaje a los Llanos del Yarí, agrega: "…Nos
desplazamos del Tolima, y recordando la tierra de origen le han puesto a la colonización
el nombre de Yaguara II…” (39).

Para estos momentos, cuando ocurre la migración masiva a los Llanos del Yarí, el
epicentro del conflicto indígena del Sur del Tolima, ya se había trasladado a las
comunidades de Coyaima y Ortega.

2. LA PAZ BLANCA, l964-l975

2.l La segunda violencia

La política de pacificación del gobierno de Guillermo León Valencia, caracterizada


ejemplarmente mediante la acción militar contras las "Repúblicas Independientes",
determinó una situación difícil para las comunidades indígenas en el vasto e intrincado
territorio de la cordillera central, desde el Cauca al Tolima. Durante los últimos diez años
estas comunidades habían resentido una marcada influencia de los grupos guerrilleros
de tendencia comunista que persistieron en el proceso de resistencia después de la
liquidación de El Davis a finales de 1953, la cual se hacía posible gracias a la
configuración geográfica, a la casi absoluta ausencia del Estado y al hecho de que desde
los tiempos de José Gonzalo Sánchez el Partido Comunista tenía un notorio prestigio
entre ellas. Además, dos de los líderes más notables, Jacobo Prías Alape "Charro
Negro", y Ciro Trujillo Castaño eran de origen indígena; el primero provenía de "Las
comunidades indígenas de Natagaima" y el segundo era de un ancestro Paez, según
22
refiere Medófilo Medina en su trabajo sobre "La Resistencia Campesina en el Sur del
Tolima" (40)

A comienzos de 1964 el Ejército asumió la ofensiva contra Marquetalia dentro de los


términos del llamado Plan Laso, con la cual "…empiezan entonces los veinte años de la
segunda violencia…" según Pierre Gilhodes (41). Este Plan, destinado a eliminar las
zonas de influencia comunista (42) fué dirigido por los generales Gabriel Revéiz Pizarro y
Jaime Fajardo Pinzón con la asesoría norteamericana en novedosas tácticas de
contrainsurgencia que llevaron al Ministro de Guerra, General Alberto Ruiz Novoa a
explicar: "…El guerrillero es como el pez en el agua; hay que quitarle el agua. Esta es la tarea de la acción
cívico-militar y de la guerra psicológica…" (43).

En consecuencia con las nuevas maneras de la guerra, el General Fajardo Pinzón se


remitió al doctor Gregorio Hernández de Alba, Jefe de la División de Asuntos Indígenas,
el 16 de abril de 1954 para solicitarle "…su decidida colaboración para el mejoramiento de las
condiciones de vida de las poblaciones indígenas que habitan los Departamentos del Tolima y Cauca
[mediante] la elaboración de programas en coordinación con Incora [...] a fin de evitar que caigan
definitivamente bajo el adoctrinamiento comunista y se pierdan como ciudadanos de bien para la vida interna
de la Nación…". (44)

Dicha solicitud estaba enmarcada en los criterios de Ruiz Novoa acerca del manejo de la
guerra que, en palabras de Gonzalo Sánchez, estaba "…influido a su vez por las nuevas
concepciones del famoso Informe Lebret, en el cual el sacerdote y economista francés defiende la tesis de las
ventajas de las funciones civiles y socioeconómicas de los militares en países en vías de desarrollo…” (45)

Pero "quitarle el agua al pez" significaba eliminar, de manera por demás mecánica, unos
fundamentos sociales de la sedición que, generados por decenios de violencia, apenas si
podían paliar las acciones cívicas del ejército.

La preocupación del general Fajardo Pinzón la causaban "...11.500 descendientes de Pijaos


sobre los cuales tiene influencia el cabecilla Isauro Yosa (a. Lister), quien los dirige buscando por todos los
medios el ganarlos para la causa comunista en Marquetalia y 10.000 Paeces y Guanbiamos de la región de
Tierradentro, bajo el control doctrinario de Ciro Trujillo Castaño..." (46)

La solicitud del comandante del ejército, comedidamente respondida por Hernández de


Alba, y que motivó hasta una reunión formal de éste con personal técnico del Incora (47),
al parecer no tuvo ningún resultado práctico si consideramos el contenido de su oficio del
Secretario General del Ministerio de Defensa, Brigadier General Edmundo Rubiano
Groot, dirigido al Ministro de Gobierno, doctor Pedro Gómez Valderrama el 1 de Agosto
de 1966, dos años después de iniciadas las acciones del Plan Laso, en el que exponía el
"…problema de los indígenas en el área de Gaitania…"

23
El asunto fue motivado por la denuncia de varios indígenas ante el Ministerio de Gobierno
acerca de maltratos por parte del ejército a las comunidades de origen Paez situadas en
la parte superior del río Atá y en el Valle de Marquetalia, durante el proceso de ocupación
militar de la región. El documento, justificatorio de la actitud de las tropas frente a la
población civil, expone de manera minuciosa el estilo de la guerra adoptado como
estrategia contra las guerrillas y, a pesar de negarlo expresamente, deja en claro el
tratamiento dado a las comunidades indígenas.

"... La situación de los indígenas que habitaban el área de Gaitania, margen derecha del Río Atá, era de
franca colaboración, por consentimiento o por la fuerza, con las bandas comunistas que actuaban en esa
zona; colaboración que aún después de iniciadas las operaciones y dentro del proceso de persecución y
destrucción de las bandas, continúo a pesar de los llamamientos hechos por las autoridades militares para
que los indígenas negaran su concurso a los antisociales.

...La situación anterior determinó la necesidad de una evacuación general de la población civil del área
situada al norte del Río Atá, con el objeto de negar en forma definitiva la colaboración y apoyo a las bandas
armadas.

... La evacuación de la población civil se hizo inicialmente hacia el área urbana de Gaitania, donde se creó
una pequeña aldea para indígenas.

... Posteriormente se construyó una aldea en la región de SAN PEDRO, con habitaciones más higiénicas
comparadas con las que habitaban los indígenas, aldea que ha recibido atención preferencial del apoyo de la
Acción Cívico-Militar en todos sus aspectos. Los indígenas en estas condiciones permanecen protegidos por
la Fuerza Pública contra retaliaciones por parte de los bandoleros, a la vez que se les permite trabajar en sus
antiguas parcelas bajo control militar ..." (47)

Durante mucho tiempo y en diferentes tonos el ejército negó haber aplicado este tipo de
prácticas de la guerra o minimizó sus efectos bajo el eufemismo del "estado de sitio" y
justificó las evacuaciones de población civil y prácticas de guerra de "tierra arrasada",
como la quema de cultivos, para "quitarle el agua al pez", con las caritativas donaciones
de los mercados de la organización CARE y con la exposición de buenas intenciones, --
que nunca se cumplieron--, como "…adjudicar parcelas, suministrar créditos personales supervisados
a cada cabeza de familia y crear una escuela y un centro de salud…".

Pero los estrategas militares jamás imaginaron las implicaciones que tendrían a la larga
las modificaciones introducidas. Con el tiempo y por razones más que obvias, una vez
que se hubo controlado la región y que se dispersó a los grupos alzados en armas, el
ejército, incapacitado para garantizar la "protección de la Fuerza Pública", optó por armar
a los indígenas y constituirlos en un grupo de autodefensa, según el criterio, expresado
24
por el entonces Coronel José Joaquín Matallana de que era "…necesario, casi indispensable
enseñar y aún obligar a la población civil a defenderse a sí misma…" (48). Veinte años después,
al tiempo de redactar este informe se escucha la noticia de la muerte de seis indígenas y
dos guerrilleros de las FARC en un encuentro armado en la región de San Pedro.

Al parecer el informe del señor Lebret también en esto, como en otras cosas, equivocó su
visión sobre Colombia. No solo un ejército no resuelve alguna condición socioeconómica
ni puede asumir funciones civiles sino que en lo concreto, las acciones Cívico-Militares, a
la manera del general Ruiz Novoa, lejos de cualificar a las comunidades indígenas en el
Sur del Tolima, las condicionaron a una penosa dependencia de la eventual caridad
gubernamental o de las entidades religiosas. En su carácter de grupos de autodefensa
en que, para "quitarle el agua al pez", los civiles quedaron cumpliendo funciones militares,
dichas comunidades fueron aisladas del proceso que en el Cauca y el Tolima llevó a la
formación de las más sólidas organizaciones indígenas en Colombia. Mientras para
éstas se abren perspectivas políticas y económicas, fundamentadas en la autogestión y
autonomía cultural, las comunidades de Gaitania sufren una deplorable situación.
Aislados de sus hermanos de origen, los Paeces del Sur, no pueden integrarse al
movimiento indígena organizado en el Tolima, a pesar de los varios intentos de una y otra
organizaciones por acercarlos mediante la adopción de fórmulas conciliatorias.

Veinte años después de aquella campaña de pacificación el balance es, por lo menos,
discutible: al parecer los indígenas de Gaitania se salvaron de caer "bajo el
adoctrinamiento comunista" y definitivamente se ganaron "como ciudadanos de bien para
la vida interna de la Nación", como quería el General Fajardo Pinzón, pero a la larga ni la
Nación, ni las acciones cívico-militares, ni la tutela del ejército, ni las obras de caridad,
han podido salvarlos del hambre, la tuberculosis y la ignorancia que irremediablemente
las consume.

Las acciones de la guerra contra Marquetalia y demás "Repúblicas Independientes"


pusieron finalmente la paz en el territorio del Sur del Tolima. Pero, como acabamos de
enunciar, una paz así lograda tiene siempre condiciones, máxime cuando se han
impuesto a una sociedad con las contradicciones históricas que implica su carácter de
minoría étnica. Así, los indígenas, a la manera del hombre-hicotea que inventara el
maestro Fals Borda, para explicar la supervivencia de las comunidades del Bajo
Magdalena (49), "desaparecieron" ante el embate de la difícil situación económica y
política. Algunos emigraron transitoriamente hacia otras regiones en busca de trabajo y
capearon el temporal como recolectores de café en el Quindío y Norte del Tolima, o de
algodón en las plantaciones de Codazzi y San Alberto.

Pero la mayor parte asumió los términos de la paz de la sociedad dominante como único
recurso para supervivir. Si bien, en el resto del Tolima las condiciones no eran iguales a
las que afectaban a las comunidades de Gaitania, de todas formas la paz impuesta, la
25
Paz Blanca, era la misma. Y consideramos que ninguno tan pertinente como éste
concepto de Robert Jaulin (50) para explicar ésta forma específica de dominación de una
sociedad sobre otra que es la forma característica del colonialismo y del etnocentrismo.
Lo singular aquí es que ese colonialismo se ejerce contra unas sociedades cuyos
contenidos culturales e históricos se suponen como constitutivos genéticos de la
sociedad dominante.

La "pacificación" consistió, por lo tanto, en la mediatización del conflicto puesto que los
factores del mismo no desaparecieron.

El conflicto, por el contrario, a la manera de un Proteo, se desplazó y se transformó. Y


como veremos adelante, cuando se lo creía eliminado, reapareció convertido en un
vigoroso movimiento organizado.

Como ya hemos expuesto, durante la década de los años cincuenta el conflicto indígena
tuvo su epicentro en Yaguara, es decir, que la manifestación política y social tuvo allí un
mayor énfasis mientras en otras zonas como Ortega y Coyaima, igualmente golpeadas
por la violencia, tuvo otra forma de expresión. Esta diferencia se debió esencialmente al
hecho de que en tanto Yaguara logró alguna forma de organización, como fue el caso de
la Cooperativa Agropecuaria Comunal y, al menos formalmente, conservó la figura
jurídica del Cabildo Indígena, en Ortega, Coyaima y Natagaima las comunidades no
pudieron ni presentar un frente común de resistencia ni aglutinar intereses comunes bajo
una dirección central.

Así, mientras Quintín Lame Chantre rompía sus lanzas jurídicas contra las
manipulaciones de terratenientes y autoridades locales en Ortega, en Coyaima y
Natagaima las familias de indígenas, controladas y supeditadas por los terratenientes
bajo distintas formas de explotación del trabajo y mediante el recurso del endeudamiento,
resistían individualmente sin mayores resultados, dada precisamente su incapacidad de
organización.

Por aquellos años los grandes y medianos propietarios dedicaban la tierra casi
exclusivamente a empresas ganaderas mediante el sistema de explotación extensiva.
Los indígenas, establecidos dentro de las enormes haciendas, en parcelas de una a diez
hectáreas, trabajaban como peones a jornal mientras supervivían con pequeñas huertas
de pan-coger, cercadas, en tanto que el resto de las haciendas permanecían como
"tierras en soltura", según la expresión local.

Con el tiempo, y como sugiere Gregorio Hernández de Alba (51) "…posiblemente inspirados
por Quintín Lame…", empezaron a reclamar derechos de propiedad sobre los predios
ocupados. Presumimos nosotros que el reconocimiento más o menos expreso, del fuero
histórico que vindicaban los indígenas, implicado en la política asumida a su respecto por
26
el gobierno del General Rojas Pinilla, y caracterizado en la inclusión de las comunidades
indígenas en los programas de "Rehabilitación" que contemplaba la compra por parte de
la Nación de predios en litigio para serles entregados (52), puso en discusión el derecho
alegado por los terratenientes y estimuló la pretensión de los indígenas en el sentido de
redimir las tierras perdidas y en cuya procura las instancias legales no habían producido
algún arreglo. Desde entonces se generalizó este procedimiento como solución expedita
para, como reclaman ahora los indígenas, "sanear" la tenencia de las tierras.

Gregorio Hernández de Alba refiere el caso --que nos sirve para ejemplarizar el
problema--, de cómo se formó la hacienda "El Triunfo":

"... desde 1835 comenzaron a repartirse o parcelarse los resguardos indígenas de Ortega, Chaparral
y Coyaima, entre las familias de indios existentes ... --(en cumplimiento de "... un decreto del Jefe
político del cantón del Espinal, General Joaquín Buenaventura, de fecha 19 de Enero de 1835,
fundándose éste a su vez en el Decreto de 9 de Abril de 1832, originario del Ejecutivo del estado
soberano del Tolima en virtud de la Ley de 6 de Marzo del mismo año sobre distribución de
resguardos de indígenas ..." (53) -- ya con la copia de la diligencia respectiva o título, por estancias
y cabuyadas de tierras, casi todos los nuevos propietarios de lotes delimitados, fueron vendiendo a
gentes extrañas a los grupos indígenas los derechos o parcelas y se formaron grandes haciendas.
Así por ejemplo, el caso de un señor Juan Bautista Barrios... compró parcelas a los indios, formando
la hacienda "El Triunfo" cuya extensión fue de nueve estancias sesenta y ocho y cuarto cabuyadas
de tierra, (54) o sea más o menos 2.006 hectáreas más 1.392 metros cuadrados, que luego agrandó
el señor Luis Vargas Reyes con compras a los indios: Saturnino Tique, Nepomuceno Timoté;
Domingo, Ezequiel, Trinidad y Sandalia Alape en 1864 y 69. Las muchas compras a los indios
hechas por Juan Bautista Barrios se sucedieron entre los años de 1861 y 1881, y eso siguió hasta los
primeros años de este siglo, de modo que casi toda la propiedad antigua de indígenas pasó a manos
de negociantes que constituyeron las grandes haciendas..." (55)

Las condiciones de irregularidad en que se realizaron las ventas y traspasos de tierras,


puesto que según la Ley de Marzo 6 de 1832 los indígenas no podían vender las tierras
adjudicadas sin el cumplimiento de términos restrictivos; el desconocimiento por parte de
éstos de los alcances e implicaciones de la misma Ley; el uso de distintos y aún
arbitrarios patrones de medición de las tierras; las manipulaciones de los administradores
públicos en favor de los terratenientes, etc.; determinaron una confusión tal, que obligó
con el tiempo, a buscar soluciones distintas a la reconstrucción legal de los predios.

La sanción de la Ley 81 de 1958 "sobre fomento agropecuario de las comunidades indígenas"


cambió en cierta medida la situación de los indígenas en el Sur del Tolima pues, si bien
fue propuesta como una solución a problemas derivados de la violencia en el Cauca y
sobre las condiciones de las comunidades organizadas en Resguardos, algunos de los

27
instrumentos creados incidieron de manera significativa, en especial, sobre las
comunidades de Coyaima, Ortega y Natagaima.

Por lo menos, modificó el tono de las relaciones de éstas con el Estado pues, en palabras
de Roque Roldán, era "…un ordenamiento que, aunque no abolía ni cambiaba fundamentalmente el
propósito de incorporar a los indígenas a las pautas de vida económica, social y cultural del resto de los
colombianos, si fijaba criterios nuevos, métodos menos coactivos para conseguirlo..." (56)

La organización de las secciones de Negocios Indígenas y de las Comisiones de


Asistencia, inició un proceso de descentralización que obviamente permitió ventilar los
problemas con más agilidad. En 1960, mediante el decreto 1634 del Ministerio de
Gobierno se trasladó a éste la sección de Asistencia Indígena de la División de Extensión
Agropecuaria del Ministerio de Agricultura con la categoría de División de Asuntos
Indígenas y se encargó de su jefatura el Antropólogo Gregorio Hernández de Alba quien
hasta entonces fungía como Jefe de la Sección de Resguardos Indígenas del Ministerio
de Agricultura.

Con los nuevos criterios sobre integración de las comunidades indígenas y con la tarea
proteccionista que le confirió el decreto 1634 a la dirección de la División, Hernández de
Alba asumió una gestión más bien paternalista que, a pesar de las objeciones que se
puedan hacer a tal tipo de administración, promovió la discusión de los problemas de las
comunidades ante sectores del Estado en los que, hasta entonces, no habían tenido
ningún recibo ni cuidado. En cumplimiento de lo mandado por el decreto 1634
Hernández de Alba abrió las oficinas regionales de asistencia y el 25 de febrero de 1961
se instaló la Comisión de Asistencia y protección Indígena del Tolima en la localidad de
Coyaima.

Esta oficina, que operó hasta finales de 1964, contribuyó a disminuir la tensión del
conflicto mediante una serie de acciones como la asistencia técnica de ingenieros y
prácticos agrícolas, mejoradoras del hogar y la asesoría de abogados que se encargaron
de ordenar algunos pleitos; todo lo cual, contrastado con los problemas generados por la
militarización del Sur del Tolima, produjo cierta confianza en una solución gubernamental,
como de manera un tanto ingenua lo expresaba el líder de la comunidad de Guatavita -
Túa, Belisario Tique Capera:

"... Hoy como los indígenas de dicha comunidad contamos es con el apoyo y abrigo es el de su
Señorio que nos ha sabido defender en nuestra comunidad con todas estas garantías que hemos
alcanzado por su Señorio que nos ha sabido defender de autoridades menores con que estos ricos
cuenta con ese apoyo. Pero hoy día hemos sido defendidos por mi gobierno del Doctor Gregorio
Hernández de Alba y la buena administración de justicia que hizo el Doctor Luis Trujillo aquí en el
Tolima en favor de nosotros los indígenas... Así mismo les damos miles de felicitaciones y
agradecimientos a mis Doctores y esperamos y le agradecemos gratuitamente en el alma de todos
28
nosotros los indígenas que el Doctor Hernández nos dé nuestra tierra libre y nos ordene o nos feche
el día de la entrega de nuestra tierra..." (sic.) (58).

Y la calificamos de ingenua pues se requirieron casi veinte años más en que los
indígenas de Guatavita-Túa debieron amenazar con invasiones, taponar carreteras, sufrir
encarcelamientos y pagar con muertos y heridos el reconocimiento de los fueros sobre
sus tierras.

No obstante, la actividad de la Comisión de Asistencia y Protección abrió algunas


expectativas para las comunidades, impulsó su proceso de identificación y, tal vez lo más
notable dejó en claro para las instancias del gobierno central cómo, no solo sí había un
conflicto real del cual no se podía responsabilizar a los indígenas, sino que los políticos
regionales, gamonales y administradores locales interferían, en su beneficio particular,
cualquier acción gubernamental encaminada a resolverlo.

Cuando la comisión fue retirada de Coyaima, a pesar de las protestas de las


comunidades, para los indígenas del Sur del Tolima quedó en claro que las mediaciones
legales y oficiosas frente al Estado no bastaban. Y hacia 1968 se inició el proceso de la
búsqueda de una organización política de las comunidades. Y uno de los escenarios fue
precisamente Coyaima no sólo porque las condiciones de las comunidades cercanas
eran más agudas sino porque la oficina de Asistencia y Protección indígena había
aglutinado un centro de discusión de los problemas.

El otro escenario fue Ortega. Población que desde los años veinte, aparecía en el mapa
de los conflictos campesinos particularmente vinculada con la actividad de Manuel
Quintín Lame en favor de los indígenas del Tolima, sus "hermanos de raza".

El descubrimiento que hizo Quintín Lame de la existencia de una legislación indigenista


que, a pesar de su espíritu etnocentrista contenía algunos criterios proteccionistas acerca
del derecho de los indígenas al usufructo de sus antiguas tierras, y algunas relativas
victorias como litigante, le llevaron a abandonar su idea original de construir una Nación
de Indios y de recurrir al alzamiento de éstos con el fin de lograrlo. Es posible que este
criterio acerca de las bondades de la lucha legal, propiciara su separación de José
Gonzalo Sánchez quien, desde las filas del naciente Partido Comunista, tenía una idea
distinta de la misma.

La beligerancia de Quintín Lame fue disminuyendo en la medida en que se generalizaban


las acciones violentas promovidas por los terratenientes contra los indígenas y en que
aumentaban las penurias de la edad. Sin embargo Lame mantuvo hasta su muerte en
1967 el convencimiento de que el cumplimiento de la Ley 89 de 1890 resolvería sus
problemas.

29
Si bien el ejercicio de Quintín Lame como litigante no les permitió a las comunidades
obtener muchas victorias en cuanto a la recuperación de sus tierras, si influyó
notablemente en el cuestionamiento de la validez de los títulos exhibidos por algunos
terratenientes al punto que numerosos predios pasaron a considerarse en condición de
litigio. El papel de Quintín Lame, quitándole cierta aureola chauvinista, se concreta en
que logró concientizar a los indígenas sobre la necesidad de reclamar sus fueros
históricos y de conservar sus rasgos étnicos y culturales para apoyar en ellos la
posibilidad de una acción mancomunada.

Esta actitud magisterial y la repercusión de sus viejas hazañas, terminaron por conferirle
al caudillo, que de hecho lo era, una actitud mesiánica que, lejos de permitirle aglutinar a
sus hermanos, lo fue separando de las dispersas comunidades. Después de su muerte
en el año 67, el conflicto entró en una etapa de receso hasta que, los vientos promisorios
de una Reforma Agraria, volvieron a agitar sus banderas.

2.2 Campesinos e indígenas

El año de 1970 tiene una particular importancia en la historia de los conflictos de las
minorías étnicas en Colombia. Fue el momento en que nació la Asociación Nacional de
Usuarios Campesinos -ANUC, auspiciada por la política que con respecto a la Reforma
Agraria había impulsado el Gobierno de Carlos Lleras Restrepo. Desde un principio
participaron activamente en su confirmación representantes de distintas comunidades
indígenas, motivados por la promesa liberal de vindicar las tierras usurpadas (58).

Las diferencias de conceptos acerca de la tierra y la disparidad cultural distanciaron


desde un comienzo la posibilidad de una política común para los indígenas y
campesinos, situación que hizo su primera crisis antes de cumplirse el primer año de la
ANUC precisamente por la posición asumida por su dirigencia que, en palabras de un
vocero indígena "…buscaba campesinar a los indígenas, desconociendo las características culturales que
habíamos empezado a reclamar…" (60).

Pero los indígenas recogieron la experiencia. Reunidos en una memorable asamblea


con la presencia de delegados de casi todas las comunidades del país, nació el 24 de
Febrero de 1971 en Toribío, el Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, que habría
de convertirse en los años siguientes en el modelo y mentor de otras organizaciones.

La organización gremial del campesinado, a pesar de las manipulaciones políticas, tuvo


una consecuencia inmediata: La generalización de los conflictos de tierras caracterizados
en la invasión de predios y en movilizaciones regionales dirigidas a respaldar una nueva
relación de fuerzas en el debate que se abría entre grandes y pequeños propietarios.
Este fenómeno, desigual según las regiones, coincidió desde 1971 con el Movimiento
30
Universitario que, hasta su declinación hacia 1974, y desde sus diferentes ópticas
políticas, intentó una vinculación por lo menos táctica, con aquel. También desde su
origen, el movimiento campesino buscó articularse operativamente con los sectores
urbanos en conflicto, pero como anota precisamente Salomón Kalmanovitz, el activismo
de la ANUC "…no tiene suficiente fuerza para consolidar muchas de ellas [se refiere a las
invasiones] porque no hay fuerzas urbanas importantes, [en 1972] en particular un desarrollado
movimiento obrero, que las apoye decisivamente..." (60)

La ruptura de la ANUC, o mejor el "paralelismo sindical" generado por la Convocatoria de


los "campesinos" ricos en 1973 en Armenia, puso de manifiesto cómo desde su origen se
articulaban en su seno dos posiciones opuestas. Una, la "patronal" que respaldaba la
gestión del gobierno en correspondencia con el planteamiento inicial que justificó la
creación de un ente con el fin de presionar el cumplimiento de la Reforma Agraria pero
que garantizara la permanencia de la mano de obra necesaria para el desarrollo
capitalista en el campo, y la otra, que aglutinaba la perspectiva "progresista" del
campesinado pobre, o que simplemente no estaba satisfecho con los alcances
reformadores de la política agraria. De tal suerte, la ANUC suponía de hecho el campo
de encuentro del conflicto agrario, dentro del cual los indígenas no llevaron ciertamente la
mejor parte. Alinderados en ambos bandos, iniciaron desde 1972 un proceso de
integración bajo las banderas de Unidad, Tierra y Cultura levantadas por el CRIC que,
frente a las contradicciones partidistas del campesinado, optó por una forma de
organización autónoma aunque sin separarse completamente de la organización gremial
campesina, enunciada políticamente en su primer programa (61).

El "pacto de Chicoral" echó por tierra las ilusiones del programa democrático formulado
en el Primer Congreso de la ANUC en 1971, titulado con gran entusiasmo como el Primer
Mandato Campesino, y declinó los ímpetus reformistas que pusieron en tela de juicio la
gran propiedad territorial.

En esas condiciones la ANUC no solo enfrentaba la ausencia de una credibilidad en su


proyección programática, que estaba apoyada precisamente en la posibilidad de la
redistribución de la tierra, sino también una represión generalizada como consecuencia
de su reacción frente al fracaso de Chicoral; situación que la llevó a formalizar la ruptura
en su Tercer Congreso que se reunió en Sincelejo en septiembre de 1974.

La ANUC, línea Sincelejo, conservó la Secretaría Indígena Nacional como un recurso, no


solo para evitar que continuara la fragmentación de la organización campesina sino
porque precisamente requería el apoyo de los indígenas que para entonces hacía
mucho tiempo habían probado su capacidad combativa y de organización.

El Tercer Congreso campesino contó con la presencia de 400 indígenas (62) en


representación de distintas comunidades coordinadas por la Secretaría Indígena
31
Nacional y con una delegación del CRIC que, por consenso, presentaron una ponencia
en la cual se establecía la "Posición de los Indígenas en el Movimiento Campesino" (63).

En dicho documento, el primero de carácter político de alcance nacional, se definían


varios puntos de referencia de la condición general de los indígenas frente a los conflictos
sociales y la lucha por la tierra así como los criterios para su movilización.

Es necesario detenernos en algunos aspectos que son sintomáticos del conflicto y de la


perspectiva indígena frente al mismo. En primer lugar, el documento fija un concepto
sobre la tenencia de la tierra que se constituye en el fundamento de la noción, que los
indígenas tienen de sí mismos y de su relación con la sociedad dominante y que al
asumirlo marca los referentes de las contradicciones con el movimiento campesino.

"... Para nosotros los indígenas, la tierra no es solo el objeto de nuestro trabajo, la fuente de
los alimentos que consumimos, sino el centro de toda nuestra vida, la base de nuestra vida,
la base de nuestra organización social, el origen de nuestras tradiciones y costumbres..."

Y en consecuencia de tal concepto, se explica que las formas de la lucha por la tierra
estén inscritas en un concepto también diferente:

"... Al igual que los demás compañeros campesinos, estamos empeñados en la recuperación
de nuestras tierras […] esta recuperación adopta formas propias, tanto en la lucha misma
como en la utilización de la tierra recuperada...”

Y la conciencia de esta diferencia se concreta al considerar que...

"... Algunos sectores campesinos... pueden tener una concepción individualista de la tierra o
de la organización del trabajo, mientras que para nosotros las formas comunitarias no
significan una estructura nueva que hay que aprender pacientemente, sino un componente
básico de nuestro modo de vivir de siempre..."

Desde la formulación de este documento en 1974 quedó clara esta perspectiva política
de las comunidades indígenas que, reiterada desde los tiempos de José Gonzalo
Sánchez y Quintín Lame, no había tenido sin embargo, una formulación tan explícita. El
carácter intelectual de la misma no debe sorprender pues, de una parte, los indígenas lo
han logrado como resultado de su política de capacitación y educación; así, es ya
frecuente encontrarlos incluso en la Universidad; y de otra, es obvia la participación de
estudiosos de distintas disciplinas que han asumido un trabajo de apoyo a la gestión
colectiva de las comunidades, como asesores técnicos de la organización.

Independientemente del modo literario, encontramos el mismo concepto en diversos


casos consultados. Los indígenas hacen una taxativa diferencia respecto de los criterios
32
que ilustran el por qué de sus luchas. El elemento fundamental es la reconquista de la
tierra que, de manera unánime, consideran como suya independientemente del proceso
histórico que explica el cambio de dominio sobre la misma. Para ellos, los terratenientes
actuales usufructúan, como herederos directos de quienes expoliaron a sus antepasados,
derechos que no les corresponden. Pero, ésta noción se extiende al campesinado pobre
y a los colonos, lo cual dificulta, por lo menos, el diseño de una estrategia común frente a
la concentración de la propiedad de la tierra.

Este fue precisamente uno de los puntos de discusión ante las propuestas de la ANUC
que sostenía la necesidad de unificar los criterios políticos y de centralizar la dirigencia. A
esto se referían cuando la acusaban de intentar "…campesinar a los indígenas…". Si
bien en la introducción de la ponencia presentada al Tercer Congreso asumen que "…los
indígenas somos campesinos…", por considerar que "…nuestros enemigos como los del
resto del campesinado, son los terratenientes, los comerciantes, los usureros y todos los
aparatos del Estado y de la Iglesia Católica que están a su servicio…", en otra parte,
definen que "…al lado de estos rasgos comunes con toda la población campesina
tenemos otros más específicos…".

A pesar de lo mucho que pudiera unirlos en una acción común, los rasgos específicos
que los diferencian son tales que dicha unidad no es posible en razón de que la distinción
no se apoya en que puedan suscribir formalmente un similar memorial de agravios sino
que, con diferencia de grado, la contradicción que los enfrenta con el terrateniente es
la misma que con el campesino pobre: la forma de la posesión de la tierra. Este, el
campesino pobre, como también el colono, participa de la misma noción que el
terrateniente acerca de la utilidad y de las formas de tenencia de la tierra. Los principios
de la propiedad privada y de la máxima ganancia en que se apoya la sociedad
dominante, excluyen de hecho la situación que, por derecho histórico, reclaman los
indígenas, y que en alguna medida les reconocía la Ley 89 de 1890.

Y de esto tienen perfecta claridad cuando plantean que, "…estamos empeñados en la


recuperación de nuestras tierras…" pero que esta tarea de recuperación "…adopta
formas propias, tanto en la lucha misma como en la utilización de la tierra recuperada…".
Pensamos que es aquí donde se encuentra el punto crucial de todos los conflictos de las
minorías indígenas y donde, por lo tanto, se hallan también sus posibilidades de
superarlo.

El conflicto que plantean los indígenas desde 1492 no consiste en que pongan en tela de
juicio un derecho adquirido por la posesión legal de unos predios. Lo que contrastan en
realidad es el principio en que se apoya la legalidad que confiere tal tipo de derechos: la
propiedad privada que enajena de hecho, en beneficio exclusivo, individual, la posibilidad
del usufructo colectivo de un bien cualquiera, sobre la cual posibilidad descansa
precisamente la estructura de las sociedades indígenas.
33
Las acciones vindicativas de los indígenas sobre lo que consideran históricamente como
suyo, compulsan siempre al Estado de derecho que, por contradicción, necesariamente
los niega. Esto es lo que los hace tan "incómodos" a la hora de elaborar discursos
patrioteros para justificar los méritos de nuestra relación de dominio y para explicar su
condición de minoría superviviente

Este asunto nos lleva a un terreno de explicación, aunque un tanto impertinente en este
tipo de trabajo, obligado para comprender la situación particular en el Sur del Tolima.
Sobre todo porque uno de los propósitos era el de explorar la perspectiva política sobre la
cual se articulan las movilizaciones indígenas.

Las condiciones de ambigüedad en que se encuentran los habitantes de esa región,


indígenas para unos o campesinos para otros, según les convenga considerarlos, es el
producto de todas las manipulaciones legales acumuladas en quinientos años de
expoliación. Y aunque la decisión legal, de si son lo uno o lo otro, depende de las
investigaciones que puedan definir su carácter --que por cierto no se han iniciado--, el
hecho concreto es su presencia histórica allí. Y sobre la cual ellos reclaman tener
derecho.

Dicha condición de ambigüedad es también la de los demás pueblos indígenas en


Colombia que, como fantasmas de alguna pesadilla, tienen que, para poder supervivir,
demostrar su carácter de "indígenas" frente al Estado de derecho; lo cual se caracteriza
en que cualquier acción de tipo legal que pretendan, requiere dicho procedimiento previo.

2.3 El proceso hacia la organizacion

Los indígenas del Sur del Tolima estuvieron representados mediante comisiones
delegadas en el proceso de constitución de la ANUC, en cuyos debates hicieron las
primeras letras de la que más tarde sería su organización. Si bien estuvieron siempre
relacionados y asesorados por los dirigentes del movimiento indígena en el Cauca, no
lograron como estos allanar el camino hacia la misma sino hasta 1975, cuatro años
después de la conformación del CRIC. De particular importancia para su organización fue
la participación de varios delegados de las comunidades de Natagaima, Coyaima y
Ortega en la asamblea citada por el CRIC en el Resguardo La Susana del Municipio de
Tacueyó el 6 de septiembre de 1971, en la cual se formuló el programa definitivo, se
ratificó la estructura de la organización y, lo más significativo para nuestro caso, se
estableció una relación activa con las demás comunidades indígenas en Colombia,
encaminadas a extender el movimiento y prohijar donde fuese posible la formación de
otras organizaciones. De dicha asamblea trajeron los delegados una idea más

34
aproximada de las tareas que debían emprender para lograr construir un ente que
recogiera los intereses de las comunidades.

Después de varios intentos --fallidos unos, mejor logrados otros-- (64), se realizó el
Primer Encuentro Regional Indígena de los Pueblos de Ortega, Chaparral, Coyaima, y
Natagaima en el Resguardo de Chenche Agua Fría durante los días 28 y 29 de Julio de
1975 y se creó el Cabildo Regional Indígena del Sur del Tolima (65).

La importancia de este encuentro reside en que por primera vez los indígenas del Sur del
Tolima lograron constituir un aparato político que centralizara, independientemente de la
estructura de los cabildos, la capacidad de decisión de las comunidades y que unificara
criterios con el fin de establecer metas y propósitos comunes. Sin embargo en ese
momento no lograron desprenderse del concepto que identificaba el organismo de
dirección política con las instancias de dirección y organización internas de las
comunidades: el Cabildo.

3. LA LUCHA ORGANIZADA, 1975 -1980

Apenas tres meses después, el 12 de octubre, se llevó a cabo una Reunión "…en la
localidad indígena de Cucharo San Antonio [en la que participaron] 528 compañeros pertenecientes a
[las comunidades de] Ortega, Chaparral, Coyaima, Natagaima, Purificación, Ataco, Asociación
Departamental de Usuarios Campesinos, Acción Comunal Campesina Colombiana, Sindicato Agrario y
Delegación de obreros y estudiantes…" (66)

Aparte de "…hacer un análisis de la situación actual…" y de denunciar que "…estamos siendo


golpeados por los terratenientes, gamonales, politiqueros, clero y gobierno en general […] un hecho
importante de nuestra reunión fue nuestra decisión de crear nuestra organización a la cual hemos llamado LA
QUINTINIADA y que abarcará a toda la población indígena del Sur del Tolima... [con el fin de] reivindicar
todos nuestros derechos usurpados" (67).

Esta colisión de organizaciones es significativa no sólo de la obvia inexperiencia sino


también de la imprecisión y dispersión de criterios acerca del manejo político. Para el
año 1975, aunque ya el movimiento universitario iba de capa caída, es notoria la
participación de los distintos grupos de izquierda que tratan de ajustar el problema
indígena a su discurso coyuntural. LA QUINTINIADA, a pesar de su evocación poética,
se disolvió en el curso del siguiente año.

En el Segundo Encuentro Indígena del Sur del Tolima, realizado del 16 al 18 de


diciembre de 1976, en Rincón Velú, Natagaima, el Cabildo Regional Indígena del Sur del

35
Tolima logró formalizar algunos criterios fundamentales tanto para la organización como
para la prospección del trabajo político.

Se propuso "…fortalecer el trabajo en las comunidades; hacer más claridad en las bases sobre la
importancia de la organización, el por qué de la lucha, y qué se consigue con la lucha, como también
discusión de ideas para la búsqueda de la unidad. Se analizó además la importancia que tiene la
organización nacional indígena formando el Consejo Nacional para centralizar las luchas, en el cual deben
quedar representadas las comunidades más avanzadas nacionalmente..." y "... sostener la ley 89 de 1890,
que ampara todos nuestros derechos, como es la tierra dejada por los antepasados, la cultura, los trabajos
comunitarios y otras reivindicaciones que tenemos que recuperar, que no nos crean más menores de edad,
con el desconocimiento de esta ley los terratenientes han venido invadiendo las tierras y nos han arrinconado
a las serranías más estériles y áridas donde ya no se da ni la rabia...", (68) de los cuales propósitos es
identificable la asesoría de la dirigencia del CRIC, con sus banderas de Unidad, Tierra y
Cultura.

Sin embargo, los méritos de este Segundo Encuentro no fueron muy bien considerados
por la dirigencia de la comunidad Guatavita Túa de Ortega, que elevó una denuncia
formal ante las demás comunidades porque los organizadores "…prefabricaron el encuentro sin
que pudiéramos asistir nosotros los de Guatavita -- Ortega, en cambio si aceptaron la participación de
campesinos de bolsillo miembros de la ANUC de Ortega y Coyaima... sólo avisaron la víspera aprovechando
la precaria condición económica. Este enfrentamiento no está sirviendo sino para hacerle el juego a los
enemigos comunes…" (69).

Estas disensiones que, como ya dijimos, estaban implícitas en el proceso de


organización, muestran la forma como el movimiento se articulaba con otros sectores
políticos. De las consignas con que rematan los informes y las denuncias se deduce
fácilmente a unos y a otros. En ese momento la dirigencia del Cabildo Regional Indígena
del Sur del Tolima se encontraba bastante permeada por militantes del Movimiento
Obrero Independiente Revolucionario – MOIR, que hacían extensiva a los indígenas su
consigna de que "la tierra, es para quien la trabaja", situación no muy del agrado de la
militancia del Partido Comunista que, frente a aquellos, reclamaba los fueros ganados en
varias décadas con la resistencia campesina e indígena en el Sur del Tolima.

Las comunidades indígenas no estuvieron exentas de constituirse en escenario de las


contiendas, no siempre internas, de los grupos de izquierda que desde 1970 y al compás
de la agudización de los problemas agrarios, habían logrado extender su ámbito de
acción, inicialmente citadino y casi que estrictamente universitario, a las áreas rurales, a
las cuales trasladaron, de manera por demás mecánica, sus conflictos teóricos y sus
esquemas sobre el deber ser de una revolución hacia el socialismo.

36
Aparte de alguna constancia y de algunos mensajes de solidaridad en los cuales los
indígenas aparecen generalmente dentro de la categoría de "los demás sectores en
conflicto", la izquierda colombiana en sus distintas vertientes no ha producido un sólo
documento como resultado de un análisis sobre la condición singular de las comunidades
indígenas ni de su carácter como minoría étnica en contradicción con nuestra sociedad
dominante (70), razón por la cual todos los teóricos de la izquierda al formular las "líneas"
para la acción revolucionaria en el campo, siempre confundieron a los indígenas bajo la
etiqueta común del campesinado.

Esta situación la encontramos denunciada abiertamente por las comunidades


agremiadas en el CRIC, que en Septiembre de 1976 declaran como "…saboteadores de
las luchas populares…" a los militantes de un grupo político que intentó desarticular la
organización simplemente porque no controlaba la dirección del CRIC, ya que
desautorizaban cualquier otra alternativa de lucha o cualquier otro enfoque político:

"... es indispensable que denunciemos con vigor el absurdo sectarismo que por tanto tiempo ha
primado en la izquierda colombiana. Para muchos grupos políticos, en la práctica, el enemigo
principal no es el imperialismo, ni la oligarquía, sino los demás grupos rivales que les merecen el
despectivo calificativo de "Revisionistas" "Trostkistas", "Populistas", "Oportunistas " y otros
semejantes. Gran parte de los esfuerzos se sustraen a la lucha de clases para ser utilizados en esta
caricatura de lucha ideológica que constituyen las peleas de los grupos de izquierda […] no
vacilamos en calificar de saboteadores de las luchas populares a todos aquellos que enfilan baterías
principalmente contra las organizaciones que desarrollan un trabajo de base. Es indudable que
existen contradicciones entre los distintos enfoques políticos sobre el proceso revolucionario y que
éstas contradicciones no van a desaparecer porque buenamente resolvamos unirnos. Pero el
tratamiento de estas contradicciones debe estar de acuerdo con el desarrollo mismo del proceso
donde la práctica de cada organización, y la discusión honesta con las demás, va clarificando el
camino a seguir. No debemos permitir que una polémica agresiva y estéril frene el proceso de
cambio ni que las contradicciones entre la izquierda, se vuelvan más importantes que la lucha que
mantenemos con el enemigo..." (71)

Por supuesto que las disputas políticas no se limitaban a la confrontación empírica, de la


diversidad de los puntos de vista de la izquierda. Otros grupos, entroncados en los
partidos tradicionales y parcialmente desplazados por el activismo de izquierda
mantenían vigentes sus intereses y no perdían oportunidad para meter baza en el
conflicto, según denunciaban "…los compañeros de las comunidades de Cucharo - San Antonio, globo
común de Nicurgo y Guatavita- Túa...de algunas maniobras divisionistas de la dirección de la ANUC…" (72)
que por entonces se hallaba manejada por la “línea Armenia”; y de otra manera, porque
siempre mantuvieron el control electoral a través de los gamonales frente a los cuales,
particularmente el MOIR y la militancia local del Partido Comunista, sostenían un
combate singular por la distribución de los votos posibles.

37
En febrero de 1977 el Cabildo Regional Indígena del Sur del Tolima envió representantes
al Cuarto Congreso de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC, que se
reunió en la localidad de Tomala, en el departamento de Sucre en el cual "…la ANUC se
plantea más moderadamente como un camino hacia la conformación de un partido campesino, se apresta a
dejar su tradicional política abstencionista en las contiendas electorales y se hace a una plataforma
nacionalista de reforma…", y sobre los cuales lineamientos la ANUC inicia su proceso de
recuperación después de la represión de los años anteriores y de la división planteada
por la "línea Armenia", según concepto de Salomón Kalmanovitz (73). Sin embargo, el
balance que los indígenas hicieron del Cuarto Congreso no coincide con el que hicieron
sus dirigentes y que Kalmanovitz parece reflejar en su análisis. Por el contrario,
escuetamente acusan a la dirigencia del Congreso de haberlos conducido a una
encerrona:

"... Hace ya muchos meses el Comité Ejecutivo de la ANUC venía preparando su Cuarto Congreso.
Preparándolo con mucho cuidado para evitar que pasara lo del Tercero, donde según ellos mismos
comentan después, "Se les fue la mano" con la democracia a causa de lo cual les dijeron muchas
cosas desagradables y casi dan al traste con la maquinaria que tenían allí montada. Esta vez no
iban a correr ningún riesgo. No fue accidental la escogencia, como sede del evento, de un lejano
rincón de la Costa sin vías de comunicación, y donde los organizadores podían ejercer un control
absoluto. Para trasladarse de Magangué hasta Tomala había que viajar l4 horas en planchón, (sin
agua potable) luego caminar 7 a 8 horas más, de modo que no es de extrañar que varios
compañeros llegaron enfermos allá, y muchos más volvieron enfermos a sus sedes después del
Congreso. Las credenciales las manejaban también el ejecutivo a su amaño. A cada Asociación
Departamental, le habían dicho que podían llevar los l0 delegados oficiales y 20 más, pero para los
incondicionales no había ningún límite numérico, llegando hasta 200 y 300 como en el caso, de los
delegados del Caquetá ..." (sic.) (74).

El proceso de radicalización de las luchas campesinas, derivado por una parte del obvio
progreso en la cualificación política de los cuadros directivos y de otra como reacción a la
creciente represión de los aparatos del Estado, se objetiva en la pretensión de crear
como conclusión del Cuarto Congreso de la ANUC una Organización Revolucionaria del
Pueblo, O.R.P., que si bien contribuyó a dirimir definitivamente las diferencias con la
"línea Armenia" y contra el reformismo del gobierno liberal, no propició la aglutinación de
las fuerzas que tanto requería la ANUC en ese momento. Por el contrario, las
organizaciones indígenas rompieron con la dirigencia de la "línea Sincelejo" y a partir de
allí van a reclamar la autonomía de su movimiento. Aunque sin desconocer la validez del
movimiento del campesinado pobre, sólo sostienen con éste una relación de solidaridad
táctica desde entonces.

38
El punto de discordia estuvo centrado en la discusión de una "plataforma" política del
movimiento que según los analistas de Unidad Indígena, era "…en realidad la plataforma
correspondiente a un partido político, pues gran parte de ella no tiene la menor relación con las luchas
campesinas, tal como se ha venido llevando a cabo en nuestro país…" (75).
Además la actitud agresiva de los delegatarios frente a la votación negativa de los
Comités Indígenas que en palabras del editorialista "…fue grande el resentimiento de todos por el
trato recibido y casi estalla nuestra ira cuando la barra recibió con el grito de abajo los indios la intervención
de un compañero…", lo llevó a concluir que después del Cuarto Congreso "…es difícil seguir
considerando a la ANUC como la representante de los intereses de los pobres del campo en Colombia y hay
que ir pensando en cómo se recomienza el trabajo de organización y movilización de las masas
campesinas…".

Estos hechos son significativos de alguna de las equivocaciones del radicalismo de


izquierda que en Colombia ha tenido lamentables resultados para el desarrollo de los
movimientos populares: Pretender que las masas respondan "objetivamente" en
consecuencia con las "condiciones subjetivas" determinadas por la dirigencia. Al parecer,
no es cierto que las condiciones objetivas y subjetivas de los movimientos sociales se
correspondan cualitativamente; al menos, no necesariamente. Incluso, a pesar de una
correcta interpretación (subjetiva) de las condiciones (objetivas) del movimiento social, la
dirigencia del mismo no puede pretender que las masas "hablen" un discurso para el
cual, o no están preparadas, o simplemente no están dispuestas a asumir. En el caso
que estudiamos, el hecho indica que la dirigencia hizo mal las cuentas. Los indígenas ni
estaban preparados para integrarse en el proyecto de un partido popular (no por los
riesgos, que de éstos están curados después de 450 años de genocidio), ni estaban de
acuerdo con la interpretación unilateral que la dirigencia había hecho de sus problemas.

Interpretación unilateral, no sólo porque se hubiera hecho sin su participación sino


porque, como es común en la generalidad de los "indigenistas", proyectaba sobre ellos
una perspectiva que en realidad los excluía al considerarlos, sin salvedades, como parte
integral del movimiento campesino, o a lo simple, como un sector popular más en
conflicto.

Pero, éste conflicto no era privativo de la relación entre el movimiento indígena y el


movimiento campesino. De hecho se reflejaba en las dificultades internas que la
dirigencia debía soslayar no sólo para conservar la unidad del mismo, sino para
incrementar cualitativa y cuantitativamente el movimiento. El problema político de fondo
no estaba generado por la participación activa de la izquierda. La discusión con estos
sectores políticos tenía un coro de fondo: las contiendas del bipartidismo tradicional en
beneficio, obviamente, de los terratenientes y medianos propietarios que no podían
aceptar el activismo de ningún contestatario de su control político en la región, contiendas
que tenían como escenario también el seno mismo de la organización.

39
La organización indígena tiene que luchar no sólo con sus contradictores históricos, los
usurpadores de sus tierras, que utilizan en su beneficio y contra aquella todos los
aparatos del Estado, sino también contra quienes desde adentro de la misma
contribuyen, sobre todo por su inconsciencia política y de su ser indígenas, a su
desarticulación y a perpetuar el control de los terratenientes sobre el manejo político de la
región.

Así, son numerosos los casos observables en los archivos judiciales en que los indígenas
demandan, generalmente por abuso de confianza, perjurio o testimonio falso, a miembros
de su misma comunidad, en los que la reclamación casi siempre aparece acompañada
de la denuncia de que el ofensor se halla al servicio de algún terrateniente o de algún
político regional; circunstancia que se agudiza significativamente en épocas de campaña
electoral.

Pero también la organización ha tenido que combatir contra muchos otros que han
asumido la noble misión de civilizarlos, evangelizarlos, culturizarlos, moralizarlos y
etcétera "buenas intenciones", que se apoyan siempre en un común denominador:
negarlos como indígenas para transformarlos en otra cosa. Así, durante varios años el
Cabildo Regional Indígena del Sur del Tolima tuvo que mediatizar la influencia de
distintas organizaciones religiosas particularmente protestantes, y de predicadores de
panaceas como los Hermanos Gregorianos; o apocalípticos como los Santísimos
Hermanos, y Redentoristas y Testigos de Jehová y Evangélicos, que durante los años de
la "guerra grande" y luego durante "la participación" de los años sesenta, y ante la
carencia precisamente de una organización que por lo menos frente a los problemas
hubiera podido racionalizar el genocidio, habían actuado como cataplasma curativa de las
dolencias de espíritu generadas por el conflicto.

Porque, obviamente, de las dolencias concretas de la comunidad no pudieron dar cuenta.


Por el contrario, a la larga se han convertido en un factor desarticulador de la necesaria
unidad que requiere la organización; acción que además ha contado si no con el apoyo
directo, por lo menos con el beneplácito de los organismos estatales, a pesar del
desagrado manifestado por el clero de la Iglesia Católica, que de otra parte, no tiene
mucho énfasis en el Sur del Tolima. Esto último no se debe solamente a que, como
sostienen Myriam Jimeno y Adolfo Triana "…se asiste al debilitamiento del papel de la Iglesia, en
buena parte por haber cumplido su labor de penetración ideológica y sujeción política…” (76) sino al
hecho de que quienes administran los Institutos que tienen que ver con los asuntos
indígenas, no abrigan mayores escrúpulos a la hora de evaluar los resultados de la
acción ideológica; no importa de qué evangelio se trata, siempre y cuando no ponga en
discusión la estructura que manejan mientras sí, por el contrario, contribuya a eliminar la
expresión política de los factores de conflicto en las comunidades.

40
En las comunidades del Sur del Tolima se dan unas condiciones particulares que
explican el por qué la clerecía católica no ha tenido el eco que si ha tenido en otras
regiones o en otras comunidades. Por una parte, el simplismo que ha caracterizado
ciertos estudios diagnósticos de supuesto rigor "antropológico", (77) las eliminó de la
categoría de indígenas, con lo cual quedaron por fuera del régimen de misiones y de
educación contratada con la Iglesia Católica; circunstancia que, unida a la incapacidad
económica de las comunidades para sostener a los párrocos regulares, dejó la región
desde los años sesenta en manos de las sectas protestantes. De otra parte, la práctica
litúrgica tradicional hasta aquella época y en especial la aplicación o cumplimiento de los
rituales sacramentales siempre chocaron con la noción cosmogónica indígena (que, entre
otras cosas, no ha merecido la atención de los antropólogos) produjo una notable
suspicacia hacia la práctica del culto católico. Según Franz Faust "…El bautismo católico está
considerando como una contra para evitar el robo del espíritu, razón por la cual se estima como el único
sacramento necesario de la Iglesia…" (78).

Sea por unos u otros factores, el hecho es que las Iglesias protestantes tienen sus reales
en el Sur del Tolima, de lo cual es ilustrativo el siguiente texto:

"...Este Cabildo de Indígenas de la Tribu de los Resguardos Nacionales de Ortega y de Chaparral,


Tolima; decendiente de la Tribu de Levi Ochocientos años, antes de venir Elmecias al mundo: Pueblo
de Ysrrael: Pueblo de Dios primeramente: protesta y rreprotesta Energicamente más de siete mil
veces, contra las Cectas Comunista, Marxistas, Atea y contra las Leyes, Decretos, Resoluciones,
Ordenanzas posteriores, Clandestinas o Inclandestinas, Inicuas, Absurdas y anti Cristianas: y
protesta Energicamente contra los grupos de Indigenas Comunistas de los sitios de Túa de la Vereda
Guatavita, Vuelta del rio Tetuán, de los Llanos de Yáguara y asi sucesivamente contra los grupos de
Indigenas comunistas de otros sitios de las más Veredas de los citados Resguardos, los que estan
unidos con personas Extrañas, particulares Desconocidas perjudicando los territorios de los
Resguardos por medio de imbaciones, violando la Ley 89 de 1890 y más Leyes Especiales de
Indigenas que la rrespaldan al Respecto Legalmente: Falsos rrepresentantes de la raza indigena,
Francisco Aroca palma jefe de los grupos de indígenas comunistas del sitio de Tua de la Vereda de
Guatavita: La filosofia Sabia Divina y Cristiana dice, dar a Dios lo que es de Dios, y al Cesar lo que es
del Cesar.

Decretese contra dichas uniones de grupos de imbasores perjudicadores del inmueble raíz de los
Resguardos, suspensión de nó seguir ni perjudicar los Resguardos con imbaciones de ninguna
naturaleza..."(sic.) (79).

Texto que calificaríamos de candoroso si no fuera por las implicaciones políticas que
subyacen y por las consecuencias que la actitud que refleja ha tenido durante las dos
últimas décadas en el proceso de unificación y organización política de las comunidades.

41
La familia Yaima Oyola, de la comunidad de Espinalito, vereda de Sortija en la
jurisdicción de Ortega, caracteriza plenamente una de las tendencias o formas de lucha
que de una u otra forma, organizada o no, promueven la restitución del Gran Resguardo
de Ortega y Chaparral. Desde la muerte de Manuel Quintín Lame, el 9 de Octubre de
1967, cuyos despojos mortales se encargaron de enterrar, los hermanos Yaima --Gabriel,
Damián y Manuel José-- asumieron a su manera la continuidad de la obra de Q. Lame.
Se convirtieron, especialmente Gabriel, en una especie de seguidores de su maestro, de
quien tomaron el aire mesiánico que éste había asumido en los últimos años y que
encuadraba consecuentemente en su actividad como militantes de una secta protestante.
Asumieron el papel de litigantes y memorialistas que con desigual fortuna ejerció Q.
Lame, y durante veinte años se han reclamado como "luchadores jurídicos" por la
defensa de "la sagrada ley 89 de 1890".

De Q. Lame heredaron también el estilo y la retórica al punto que algunos de sus


memoriales parecen calcados de los alegatos y sumarios de Lame que reposan en los
archivos judiciales de Ortega. Sin embargo, su activismo legalista apenas se limita al
envío de memoriales, petitorios y denuncias a las oficinas de los Institutos relacionados
con Asuntos Indígenas, que consisten en un galimatías de términos "jurídicos" y prédica
bíblica de ningún resultado práctico aparte de los efectos implícitos de orden político ya
anotados que, ingenuamente, sólo sirven para justificar a los terratenientes. Su discurso
sólo hace justicia a Quintín Lame en su convicción por la recuperación de las tierras del
Resguardo y por la Conservación de su identidad indígena.

A partir de la conformación del Cabildo Regional Indígena del Sur del Tolima, se
realizaron anualmente los siguientes encuentros. En 1977 el Tercer Encuentro en la
comunidad de Guatavita -Túa, municipio de Ortega; en 1978 el Cuarto Encuentro en la
comunidad de Santa Marta Palmar, municipio de Coyaima; y en 1979 el Quinto
Encuentro en la comunidad de El Cucharo-San Antonio, del municipio de Ortega. Esta
regularidad parlamentaria es indicativa de la afirmación de la organización sobre todo si
tenemos en cuenta las dificultades políticas de aquellos años en el campo colombiano
determinadas por la generalización e incremento de las guerrillas izquierdistas y
particularmente en el año 1979 por la aplicación del Estatuto de Seguridad y la aparición
de un proyecto del gobierno de Turbay Ayala para la puesta en marcha de un Estatuto
Nacional Indígena cuyo articulado, al desconocer la ley 89 de 1890 que a pesar de su
espíritu colonialista, reconoce el derecho histórico de los indígenas al usufructo de la
tierra y a la supervivencia y autonomía de sus formas de organización social y política,
pretendía incorporar a los indígenas definitivamente en las condiciones de explotación del
campesinado pobre. La militarización de los territorios indígenas, bajo el pretexto de que
las comunidades apoyaban a las guerrillas comunistas, dio las condiciones para la
reaparición en el Cauca, Córdoba y Sur del Tolima de la ominosa figura de los "pájaros".
Así, en pocos meses fueron asesinados notables dirigentes como Benjamín Dindicué,
Marcos Avirama y Avelino Ul en el Cauca y Armando Tique y Joaquín Timoté en el
42
Tolima, las cuales muertes radicalizaron la acción de las comunidades con la
consecuente represión de las instituciones armadas.

Así, en octubre de 1978 el Cabildo Regional denunciaba el violento desalojo de 45


familias pertenecientes a la comunidad de Tinajas en Natagaima:

"... El Cabildo Regional Indígena del Sur del Tolima denuncia a las demás comunidades indígenas de
Colombia, campesinos pobres y demás sectores populares, la violenta represión desatada contra
más de 45 familias de la comunidad por parte del ejército.

…El único delito que hemos cometido es el de recuperar parte de la tierra de la Hacienda Tinajas que
por espacio de más de treinta años estuvo abandonada. La Hacienda cuenta con una extensión de
más de 1.700 hectáreas en terreno plano y 3.000 en terreno de loma aptos para la ganadería.

... Durante cerca de un año construimos nuestras viviendas de bahareque y sembramos algunos
cultivos de pan-coger yuca, maíz, fríjol y llevamos nuestros animales de carga y aves de corral.
Sembramos además algunos lotes de caña y plátano. Rozamos algunos pedazos y los dejamos
listos para sembrar algunos productos para vender en el mercado y poder comprar aunque fuera sal.

…Nuestro gran deseo era poner a producir esa tierra que estuvo enmontada por años mientras
nosotros no teníamos ni un pedazo ni para sembrar el pan-coger...

... Pero como siempre en este país se persigue a los que queremos trabajar, el 20 de Septiembre, un
mes después de celebrado el encuentro campesino de FIRMES, llegaron 80 soldados del Batallón
Caicedo de Chaparral al mando de un Capitán y 45 policías mandados por un sargento. Al frente de
éste grupo de uniformados venía el alcalde de Natagaima Hernando Molina.

…El ejército y la policía alegando el "cumplimiento de la Ley", procedieron a desalojar las familias,
saqueando nuestras pertenencias, quemando nuestras viviendas y sacrificando cuanto animal se les
aparecía.

…Violentamente fuimos obligados a subirnos a camiones y las mujeres y los niños fueron
abandonados y posteriormente bajándolas a patadas en la carretera que conduce a Neiva. Los
hombres y algunos niños, fuimos llevados a las instalaciones de la tercera Brigada en Ibagué.

…En los calabozos de dicho batallón permanecieron incomunicados y algunos enfermos se les ha
negado la atención médica y a otros los alimentos..." (sic.) (80).

La aplicación del Estatuto de Seguridad dio como resultado un sonado juicio que tuvo
hasta repercusiones internacionales por la protesta de diferentes organizaciones

43
indigenistas, políticas y académicas que se declararon en contra del procedimiento de los
consejos verbales de guerra contra indígenas.

A finales del mes de Marzo de 1979 el Cabildo Regional envió sus delegados al Foro por
los Derechos Humanos convocado por las fuerzas progresistas y personalidades
democráticas y por el movimiento FIRMES de tendencia izquierdista que de esa manera
se manifestaron abiertamente contra el Estatuto de Seguridad, y en el cual expusieron el
problema de la militarización de los territorio indígenas (81).

A comienzos de 1980 se llevó a cabo una reunión de solidaridad de las Comunidades


Indígenas con el CRIC y el Cabildo Regional Indígena del Sur del Tolima en Bogotá y en
ella se acordó realizar un Primer Encuentro Nacional Indígena durante los días 8 a 12 de
octubre del mismo año en Lomas de Hilarco con el Cabildo Regional Indígena del Sur del
Tolima como anfitrión y con el CRIC como Coordinador Nacional (82). Asistieron
representantes de casi todas las comunidades organizadas regionalmente y se formó un
nuevo ente que centralizara las acciones antes dispersas en una Coordinadora Indígena
Nacional, de vigencia bastante efímera pues su función específica fue la de organizar el
Primer Congreso Indígena Nacional que se realizó del 24 al 28 de Febrero de 1982 y que
tuvo como conclusión culminante el nacimiento de la Organización Nacional Indígena de
Colombia, ONIC (83).

4. EPILOGO PARA UNA HISTORIA INCONCLUSA

4.1 Los últimos siete años, 1980 - 1987

La formación de un ente jurídico de carácter nacional que aglutinara la acción vindicativa


de las minorías étnicas indígenas en Colombia, ha implicado un hecho político de
relevante importancia para los movimientos agrarios en la presente década, no sólo
porque a partir de ese momento los indígenas tienen una presencia política definida, sino
porque frente a otros bloques de acción política oponen unos argumentos y una
plataforma unificada, todo lo cual les confiere una capacidad de negociación que antes
no tenían. Y en este proceso tuvo señalada participación el Cabildo Regional Indígena
del Sur del Tolima.

Con la recién adquirida experiencia en la organización de los encuentros precedentes y la


reunión preparatoria del Primer Congreso Nacional Indígena, en Lomas de Hilarco, la
dirección del Cabildo Regional, organizó al Primer Congreso Regional Indígena del
Tolima, del 10 al 14 de Enero de 1982 en Ortega, con la participación de todas las
44
comunidades agrupadas en los cuatro pueblos de Ortega, Coyaima, Chaparral y
Natagaima, en el curso del cual se nombró un Comité Ejecutivo que recogió la
representación equitativa de los mismos y el Cabildo Regional se transformó en el
CONSEJO REGIONAL INDIGENA DEL TOLIMA - CRIT:

El Primer Congreso aprobó como política de trabajo un Plan de cinco puntos:

1. Recuperación de las tierras de los Resguardos;


2. Impulso y consolidación de los Cabildos;
3. Desarrollo de los programas económicos comunitarios;
4. Impulso de los programas de educación y salud;
5. Exigir al Incora el pago de las mejoras de terratenientes y colonos para la entrega
saneada de los resguardos (84).

Programa que recoge en lo sustancial al mismo criterio que el enunciado por el CRIC en
el Cauca: Unidad, Tierra y Cultura; asumido por el CRIT en su divisa Unidad, Tierra,
Organización, Autonomía.

En 1984, del 18 al 22 de Julio, se realizó el Segundo Congreso Regional Indígena del


Tolima en la localidad de Coyaima. En el informe del Comité Ejecutivo al Congreso,
encontramos no sólo un balance de los trabajos ejecutados en cumplimiento del
programa propuesto en el Primer Congreso, sino una clara definición de la política a
seguir:

"... La realización de este Congreso es el esfuerzo de muchos hombres y de muchas organizaciones


que nos han dado su solidaridad moral o económica y en la acción. Debemos destacar al CRIC y la
ONIC por su constante y decidido respaldo.

…Los indígenas del Tolima estamos por la paz. No queremos que en nuestras comunidades se siga
derramando la sangre de los indígenas y que bajo el pretexto de la persecución a guerrillas se siga
militarizando a nuestras comunidades y ejecutando gentes inocentes; no queremos que los "pájaros"
intranquilicen más nuestros resguardos. Tampoco queremos que se nos impongan políticas o que
con la fuerza se venga a querer impedir la acción organizativa de masas. Somos los indígenas con
nuestros dirigentes quienes tenemos derecho a buscar el camino propio. Queremos entonces que
se nos deje ser nosotros mismos, que se nos respete el derecho a decidir sobre lo que es mejor para
nosotros. Es decir, queremos la paz pero no con hambre, no sin tierra, sin educación, sin salud y sin
cultura..." (85)

45
Bajo estos presupuestos el Segundo Congreso definió y aprobó como conclusión del
mismo un programa de l0 puntos:

1. Reconstituir y unificar los Cabildos indígenas del Tolima.


2. Recuperar las tierras pertenecientes a las comunidades.
3. Rescatar nuestra cultura por la unidad, la organización, la tierra y la autonomía.

4. Estudiar la legislación indígena para exigir su aplicación, haciendo válidas las


adjudicaciones de los cabildos y la titulación colectiva y no por familias.
5. Impulsar el trabajo comunal en las tierras recuperadas y en las organizaciones
económicas comunitarias.
6. Ejercer el control sobre los recursos naturales de nuestras comunidades
indígenas.
7. Adelantar un programa propio de salud y reclamar la aplicación de la resolución
10013 de 1981.
8. Desarrollar un plan autónomo de educación y exigir el cumplimiento del decreto
1142 de 1978.
9. Ejercer autonomía ante las entidades oficiales.
l0. Fortalecer el Movimiento Indígena Nacional con nuestro propio trabajo (86).

A partir de 1984, y estimulados por el balance favorable hecho en el Segundo Congreso,


los comuneros de las distintas parcialidades organizadas en el CRIT emprendieron una
serie de campañas para cumplir el programa propuesto; de las cuales fueron
significativos las encaminadas a la recuperación de tierras y de impulso de la
organización mediante la formación de nuevos cabildos. Tal vez el logro más importante
fue la recuperación de 1.200 Hs. del predio llamado de Paso Ancho, hecho que,
rememorado por un indígena, recapitula el proceso que han tenido que seguir todas las
comunidades:

"...Todo empezó por allá en el año de 1936. Esas gentes vivíamos en las "vegas" en donde había
cantidad de armadillos, ñeques, borugos y conejos. Son las tierras que hoy llamamos "Paso Ancho",
situadas en la vereda de "Chicuambe" en el municipio de Ortega, al Sur del Tolima, donde los
indígenas nos hemos organizado en Cabildos por medio del Consejo Regional Indígena del Sur del
Tolima.
…Eran tiempos del gobierno de Alfonso López Pumarejo; el que prometió Reforma Agraria, como
ahora, y que tampoco cumplió, el que hablaba de la revolución verde. Cuando eso, ya había
violencia y a nuestra comunidad llegó con Gentil Castro: Un arriero que se volvió politiquero y le
gustaron nuestras tierras: las de "Paso Ancho"; lo nombraron presidente del Concejo y con la policía
empezó a sacarnos de la tierra y obligó a la gente a subirse hasta
la loma, a las tierras malas.

46
…Hicieron subir a los Rivas, a los Viquens, a los Alcalis, Loaiza y Tapieros: todos indios. Recuerdo
que los Rivas escondieron los títulos y Cesáreo Gómez, quien se casó con una Rivas, le vendió un
lote y Gentil fue el primer invasor, llevaba hasta a las ancianas presas. En ese tiempo el abogado
Alcibiades Castellano hizo una historia de los títulos que venían desde los Alcalis, Viquens y Rivas.
…El segundo invasor fue Enrique Torres, éste le vendió a Gildardo Armel y éste a Augusto Ramírez
quien fue el más bravo e hizo que muchos se fueran por la represión. Entonces Abraham Loaiza
Tapiero empezó a luchar al lado de Quintín Lame para exigir que se hiciera escritura del resguardo.
Después vendieron las tierras a Jaime Uribe. Sin embargo, la gente continuó luchando, pero por
familias, y no consiguieron nada, hasta que compró Bernardo Lozano Bahamón, el que se dice actual
propietario, y contra quien hemos dado la lucha en forma más organizada.
…El 5 de Junio de 1984 hicimos la primera entrada y fuimos sacados por la polícia. El 5 de
diciembre entramos de nuevo para cultivar y defender las viviendas que ya teníamos allí, pero un
escuadrón de la policía al mando del capitán Martínez nos atacó violentamente destruyendo cinco
viviendas. La policía fué apoyada por el mayordomo Celestino Ortíz y varios pájaros a sueldo.
…A pesar de los atropellos no nos desanimamos y el 5 de abril de 1985 volvimos a entrar y nos
volvieron a sacar. Esperamos un tantico hasta el 5 de Junio ¡qué vuelta! nos volvimos a meter.
Mientras tanto nuestros dirigentes iban y venían a Bogotá, Ibagué, Coyaima y Ortega para presionar
al Incora, hasta que el 10 de Julio, Bernardo Lozano con los funcionarios del Incora nos llamaron
para entregarnos las llaves de la casa de la hacienda y recorrimos la finca por los costados oriente y
norte. Las 120 familias de la comunidad hemos tomado posesión definitiva de las 1.200 hectáreas,
para hacer valer nuestra Escritura No. 242 registrada en la Notaría del Guamo, Tolima..." (sic.) (87)

El fortalecimiento de la organización, caracterizado por la afiliación de nuevas


comunidades y por la concreción de acciones prácticas, así como por la generalización
de un espíritu comunitario expresado en la ejecución de obras de beneficio común
mediante el trabajo comunal o "mingueo", ha llevado a las comunidades del Sur del
Tolima a obtener cierta independencia respecto de otras organizaciones gremiales,
campesinas u obreras, con las cuales antaño tuvieron una relación de carácter más
seguidista que protagónico; y de la defensa pasiva de memoriales, denuncias y petitorios
y de las solicitudes de solidaridad que nunca obtuvieron como respuesta por parte de las
organizaciones gremiales algo más que algún condolido telegrama, pasaron a una
confrontación más activa de sus problemas.

De esta manera,

"... El 14 de Agosto (de 1985) el CRIT realizó una movilización de 300 indígenas en Ibagué y nos
tomamos las instalaciones de la Gobernación del Tolima para exigir atención a los problemas de las
comunidades indígenas del Sur del Tolima y el cese de la represión...”
... Ese día en la sala de juntas de la Gobernación, nos reunimos, ocho representantes del CRIT, con
el Gobernador del Departamento, Eduardo Alzate García, el Secretario de Salud departamental y
47
representantes de la Secretaría de Desarrollo, de Educación, Secretaría de Gobierno, dos
representantes del Incora y un representante de la Policía Nacional.
…Durante doce horas, estuvimos manifestando, para hacer saber a la opinión pública que no
estamos dispuestos a dejar que se nos sigan desconociendo nuestros derechos. La comisión
negociadora exigió la solución a ocho puntos:

l. Retiro inmediato de la comunidad Aico de los civiles armados, apoyados por los terratenientes
Felipe Lozano, Jerónima Yate y el Alcalde de Ortega Benjamín Donoso.
2. Destitución del Alcalde de Ortega.
3. Castigo para los responsables de los actos criminales ocurridos el 6 de Agosto de 1985.
4. Castigo para los asaltantes de la casa del Gobernador de la Comunidad de "Paso Ancho",
compañero Crispín Loaiza, hecho ocurrido el 6 de Agosto.
5. Solución a los actuales conflictos de tierra.
6. Reconocimiento del decreto 1142 de 1978 sobre Educación Indígena.
7. Agilización, por parte de la Procuraduría General de la nación, sobre la investigación al Juez penal
de Coyaima, Alberto Félix Beltrán, por violación a las leyes sobre indígenas.
8. Cese de la persecución a nuestros dirigentes y respeto a nuestra organización.

…Han pasado ya dos meses y los principales problemas como son los de tierras de los resguardos
de Aico, Lomas de Ilarco, y Agua Fría no ha tenido solución. Los pájaros a sueldo de Jerónima Yate
y Felipe Lozano continúan en la comunidad y los compañeros perdieron sus cultivos y no han podido
volver a sus parcelas. En Ilarco la terrateniente Hipólita Bautista e Israel Bautista Acosta, mantienen
cinco personas armadas y vienen aumentando el ganado para que acabe con los cultivos. En la
comunidad de Agua Fría el pleito con el señor Paz Ayala no ha sido resuelto. Además el Incora
pretende continuamente desconocer nuestros títulos estimulando con ésta actitud a los
terratenientes.
…Dos meses después de la movilización a Ibagué y de las promesas del Gobernador y entidades
oficiales la situación se agrava; nuestros dirigentes son amenazados, se siguen quemando nuestros
ranchos, la comunidad se encuentra amedrantada y las soluciones que nos prometieron no se ven
por ninguna parte..." (sic.) (88).

La ofensiva organizada motivó la reaparición de los "pájaros" pagados por los


terratenientes que en el lapso de Julio de 1985 a Agosto de 1986 quemaron doce casas y
agredieron a varios comuneros en las parcialidades de Guatavita-Túa, Aico y Lomas de
Hilarco (89).

El 19 de Septiembre de 1986, en confusos hechos ocurridos en el curso de un desalojo


ejecutado por la policía murió la indígena Doris Lozano, lo cual propició una airada
respuesta de las comunidades de Aico, Guatavita-Túa y Vuelta del Rio que realizaron un
cortejo fúnebre hacia Ortega el día 20 de Septiembre y siete días después, las 23
48
comunidades organizadas en el Consejo Regional iniciaron una marcha desde Coyaima
con la pretensión de llegar a Ibagué.

"...Porque ante el hambre y la miseria y la situación que vivimos, hemos exigido nuestros derechos
ante todas las entidades que tienen que ver con la tierra, la salud y la educación y solo hemos
encontrado promesas a través de los años.
…Porque al no aguantar más la miseria que vivimos, hemos entrado a ocupar parte del resguardo
que legalmente nos pertenece y la respuesta del gobierno ha sido proteger a los terratenientes y
darnos represión con gases lacrimógenos, cárcel y demás.
…Porque cuando muere un personaje de la política o de los negocios; la prensa y todos los medios
de comunicación, hacen gran escándalo; pero cuando muere uno de nosotros, asesinado por la
policía tenemos que enterrarlo a escondidas. No queremos morir en el silencio, queremos denunciar
a los asesinos para que estas muertes no se sigan presentando..."(90).

La manifestación fue detenida el día 28 en El Espinal por el ejército. Se formó una


comisión constituida por representantes del Gobierno Departamental, el Incora y la
Procuraduría que discutió con el Comité Ejecutivo del CRIT los términos del problema y
acordaron, entre otros puntos, asumir la investigación de los asesinatos y atropellos
ocurridos y "sanear" antes de un año la situación de los predios de Cofrarías en Guatavita
- Túa y el Salado en Aico (91).

A pesar de las dilaciones burocráticas y del franco incumplimiento de acuerdos que al


parecer sirvieron a los políticos de turno para superar el momento, los indígenas han
logrado mediante las acciones organizadas ser considerados dentro de los programas de
desarrollo regional elaborados por los institutos del Estado. Es el caso por ejemplo del
llamado "Plan Triángulo del Tolima" que implica el diseño de un distrito de riego
concebido como indispensable para el desarrollo agrícola de la región y que ha dado
lugar a polémicas acerca de la validez de los criterios que definen dichas políticas de
desarrollo.

Según el CRIT, en las condiciones en que se encuentra actualmente la tenencia de


dichas tierras, considerando el régimen de concentración de las mismas y el uso que se
hace de ellas, el "Plan Triángulo del Tolima" no favorecería el proceso y las opciones de
desarrollo de las comunidades indígenas. Para los comuneros del CRIT el "Plan
Triángulo del Tolima" sólo beneficiaría...

"...a los propietarios o poseedores de tierra, que en su mayoría son terratenientes, pues la población
campesina e indígena está reducida a pequeños minifundios de una o dos hectáreas por familia,
quedando el resto (más de las 3/4 partes) en manos de los grandes propietarios.

49
…A aquellos que cuentan con capital suficiente para invertir en maquinaria principalmente en tractor
y combinada, pues actualmente las cosechas se pierden por demora en la preparación del terreno y
por imposibilidad real de corte en cultivos como el sorgo y el arroz... ni siquiera en zonas como
Ortega en donde hay riego y grandes agricultores se consigue maquinaria arrendada para una
pequeña extensión de 20 o 50 hectáreas... por lo anterior, comunidades como Vuelta del Río,
Hilarco, Totarco y Tamirco, han perdido sus cosechas.
…A aquellos que cuentan con acceso al crédito agrario, lo que equivale a tener grandes patrimonios,
fiadores millonarios, palancas políticas, ser experto en dar comisiones, etc.
…A aquellos que están en capacidad de desarrollar su producción a costa de pagar bajos salarios y
de desconocer derechos a sus trabajadores, para poder así compensar los altos impuestos del sector
agrario sobre todo para la entrada al país de maquinaria e insumos.
…Cuando vemos las tierras áridas, la baja producción, la inseguridad en las lluvias, reconocemos
que el riego es una solución técnica para la agricultura en la zona. Sin embargo, estamos seguros
que sin una verdadera reforma agraria, el "Plan Triángulo" será un atentado más en la historia de
despojo y desconocimiento de nuestros derechos y que solamente servirá para imponer un modelo
de desarrollo capitalista en el Sur del Tolima que, como en el resto del país, generará migración,
miseria y no garantizará la atención de las más elementales necesidades de educación, salud,
vivienda y cultura..." (sic.) (92).

El Plan Nacional de Rehabilitación propuesto por la administración de Virgilio Barco abrió


grandes expectativas como siempre ocurre con los programas "bandera" de cada nuevo
gobierno pero, cumplida la mitad de la administración aún no se concretaba en ninguna
acción específica para el Sur del Tolima.

"... El Plan Nacional de Rehabilitación durante casi un año, se ha convertido en un programa que no
sale de las promesas. Las verdaderas transformaciones sociales, la erradicación de la pobreza
absoluta se aplazan cada día, a pesar de que el gobierno firma convenios y se compromete, ante la
presión de los sectores populares.
…El consejo de Rehabilitación Departamental no ha sido más que una pantalla de Democracia del
gobierno, en la cual se nos ha convidado para simular que se le daba participación a los sectores
populares. "

Respecto de la estructura y funcionamiento del Concejo Municipal de Rehabilitación, el


CRIT considera que se deben eliminar las manipulaciones de los políticos locales ya que
en su concepto éstos han frenado la posibilidad de aplicación del Plan y proponen que:

"...Su composición mayoritaria debe provenir de los sectores populares, quienes tendrán voz y voto
en las deliberaciones. Estos sectores populares en nuestro municipio expresan en Sindicatos, Juntas
de Acción Comunal, Cabildos, Comités de Vivienda, Cooperativas y otros; cada sector a través de
reuniones de su organización municipal, deberá elegir sus representantes.

50
…Las tareas de Rehabilitación en el municipio deben hacerse de acuerdo a planes o proyectos de
desarrollo que presente cada sector. El CRIT, para las comunidades indígenas presentará un plan
que contemple una acción integral en: tierras, asistencia técnica, créditos, etc., no creemos que
problemas de nuestro municipio se solucionen con una obrita aquí y otra allá; no queremos escuelas
sin maestros, centros de salud sin dotación y sin enfermeras, créditos a altos intereses y sin
asistencia técnica; queremos programas integrales que no descuiden los aspectos más importantes
del campo y del pueblo..." (sic.) (93).

La política de confrontación activa de los conflictos asumida por el CRIT produjo en muy
corto tiempo la apertura de varios frentes de lucha necesarios para enfocar
correctamente problemas que, dada su especificidad, requieren un tratamiento
especializado. Así, a diferencia de la situación en las décadas precedentes, cuando la
diversidad de los conflictos se afrontaban sobre el común denominador de "lo indígena",
en la cual los mismos indígenas no podían precisar las variables de su problemática,
ahora, no sólo ésta ha sido definida sino que a partir de ella están en capacidad de
formular programas y alternativas para su desarrollo. De una condición de física
supervivencia, cuando incluso tenían que demostrar que aún medraban por allí, las
comunidades indígenas del Sur del Tolima pasaron en menos de quince años a
plantearse como una alternativa social para el desarrollo de la región, mediante la
articulación de su organización en el complejo de relaciones políticas nacionales y por su
proyección de futuro, en medio de una coyuntura de crisis generalizada.

Este es el resumen que podríamos deducir de la culminación del Tercer Congreso


Regional Indígena del Tolima, realizado en Ortega, durante los días 2 a 6 de Diciembre
de 1987; en el cual participaron casi 4.000 personas, representantes de diversas
entidades populares nacionales y delegatarios activos de 27 comunidades afiliadas en el
Consejo Regional Indígena del Tolima, CRIT.

4.2 Balance y perspectivas

Hacer la cuenta final de un proceso que no ha terminado es necesariamente una


aproximación que deja por fuera algunos cabos sueltos. Por esto, advertidos de no poder
hacerlo, queremos, sin embargo, evaluar los hechos en algunos puntos que hemos
considerado relevantes a lo largo de este informe: la organización, la noción sobre la
autonomía y la cultura.

La organización que, necesariamente recoge las formas y esquemas de aparatos


gremiales ya experimentados tiene, no obstante, características particulares. Estas se
derivan de dos nociones básicas que los indígenas, sin mucha fundamentación teórica,
han asumido de una manera un tanto empírica: una, la noción de la estructura de una
51
sociedad comunitaria y otra, la noción del ejercicio democrático, ambas como condición
para la gestión de una sociedad igualitaria.

El Consejo Regional se apoya en un modelo de representatividad directa cuya máxima


instancia es el Congreso que consiste en la reunión de todas las comunidades, las cuales
están representadas en su organismo ejecutivo, el Cabildo.

Así, al Congreso asisten con voz y voto cinco cabildantes por cada comunidad que
conforman la junta directiva del Congreso y que es, con propiedad, El Consejo de todas
las comunidades. En este momento son 135 miembros que representan a 27
comunidades. A su vez, estos eligen un Comité Ejecutivo de 12 miembros permanentes,
cada uno de los cuales preside un comité encargado de la planeación, coordinación y
ejecución de cada programa.

Esta estructura le imprime a las comunidades indígenas un sentido antagónico con la


estructura de la sociedad dominante máxime cuando se apoya en dos conceptos que
fundamentan su carácter autogestionario y su pretensión de autonomía: la tenencia
colectiva de la tierra y el trabajo comunitario.

La autonomía, que también proponen y reclaman las demás organizaciones federadas en


la ONIC, es significativa de un doble problema político: El modo de las relaciones hacia
adentro y hacia afuera de las comunidades.

Hacia adentro, para lograr la afirmación de su diferencia con las estructuras y formas
sociales, económicas, políticas y culturales de la sociedad dominante; y hacia afuera para
establecer la prudente distancia en que, sin eliminar su articulación histórica, la sociedad
dominante les permita asumirse como minoría étnica. En otras palabras, la noción de la
autonomía supone el reconocimiento de la diversidad, en que de hecho se construye la
sociedad colombiana. Y este es un problema que la acción política de las comunidades
indígenas está lejos de resolver, pues no depende únicamente de la situación de
enfrentamiento de su condición étnica con la sociedad dominante, en la medida que ésta
no se reconoce a sí misma como una sociedad compuesta con el resultado de la
articulación histórica de diversas formas culturales.

Por lo tanto, este reclamo del reconocimiento de su gestión autónoma, implica un


problema eminentemente político para la organización indígena. De allí que el CRIT
enfatice las acciones encaminadas a recuperar de entre los "restos y pedazos" (Levi-
Strauss) de la antigua cultura, los elementos que podrían apoyar su pretensión.

En las conclusiones de la Comisión de Cultura y Autonomía del Tercer Congreso


Regional encontramos una declaración que no solo supone una objetivación de su
presente sino el enunciado de lo que ya empezaron a hacer para el futuro:
52
"... La cultura es la base de la unidad considerando que en ella se fundamenta una
organización fuerte. La conciencia en la lucha parte de la historia y de la cultura en
común...

Recuperar nuestra historia y nuestra cultura críticamente, no significa negar otras


formas de vida y otras culturas, ni tampoco vivir como en el pasado...

Sin nuestra cultura, no podemos reclamar nuestros derechos propios, nuestras tierras,
nuestra medicina, nuestras creencias, nuestra autonomía..."

"Si tratamos de volvernos blancos, no seremos ni blancos ni indios...”


Quintín Lame Chantre

53
Notas y Citas Documentales

1. FAJARDO, Darío
“La   Violencia,   1954-1964.   Su   desarrollo   y   su   impacto”,   Once ensayos sobre la Violencia; Fondo
CEREC, Bogotá, 1985, p.277.

2. MEDINA, Medófilo
“La  Resistencia  Campesina  en  el  Sur  del  Tolima”,  Pasado y Presente de la Violencia en Colombia;
Fondo Editorial CEREC, Bogotá, 1986, p.243.

3. MEDINA, Medófilo
Op. cit., p.240

4. COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE COLOMBIA.


Treinta años de lucha del Partido Comunista de Colombia; Editorial La Pulga, Medellín, 1973,
p.160.

5. HENDERSON, James
Cuando Colombia se Desangró. Un estudio de la Violencia en metrópoli y provincia; El Áncora
Editores, Bogotá, 1984, p.160.

6. GILHODES, Pierre
Las Luchas Agrarias en Colombia. Ediciones El Tigre de Papel, Bogotá, s/f, p.53

7. HENDERSON, James
Op.cit. p.186

8. Entrevista con Jeremías Luna; Yaguara II, Junio 21 de 1988

9. HENDERSON, James
Op.cit. p.186
9a. Entrevista con el Coronel ® César Augusto Cuéllar Velandia; Bogotá, Agosto 5 de 1988.

10. VALENCIA, Luis Emiro y GAITÁN DE VALENCIA, Gloria


La parcialidad Indígena de Yaguara; Bogotá, 1961, pp. 20,21

11. Ibídem, p.21

12. Ibídem, pp. 22,23

13. Ibídem, p.30


54
14. Entrevista con el Coronel ® César Augusto Cuéllar Velandia; Bogotá, Agosto 5 de 1988

15. Unidad Indígena, Consejo Regional Indígena del Cauca – CRIC; Bogotá, Agosto 5 de 1988

16. GILHODES, Pierre


Op. cit., p.63. También en Tribuna; Ibagué, Noviembre 26 de 1958, p. 1: Citado por Darío Fajardo,
Violencia y Desarrollo; Ediciones Suramérica, Bogotá, 1979, pp. 117,118.

17. Entrevistas con Escolástico Ducuara: Yagura I, Chaparral, Septiembre 26 de 1987 y Yaguara II, Llanos
del Yarí, Junio 21 de 1988.

18. Memorial dirigido por socios de la Cooperativa Agropecuaria Comunal de Yaguara a la Junta Militar;
Enero 29 de 1958, Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de Gobierno,
Bogotá.

19. Memorial dirigido por socios de la Cooperativa al Ministerio de Agricultura; Febrero 6 de 1958, p.1, Archivo
División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá.

20. Memorial dirigido por socios de la Cooperativa al Ministerio de Agricultura; Febrero 6 de 1958, p.1, Archivo
División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá.

21. Correspondencia entre funcionarios de Chaparral y la Sección de Indígenas del Ministerio de Agricultura;
desde Mayo 20 a Julio 30 de 1959, Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima,
Ministerio de Gobierno, Bogotá

22. Memorandum (sic.) de Gregorio Hernández de Alba, Jefe de la División de Asuntos Indígenas al
Ministerio de agricultura; Enero 11 de 1969, p. 2, Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección
Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá

23. Memoriales enviados por el Cabildo de Yaguara al Alcalde de Chaparral; Septiembre 26 de 1960 y
Octubre 4 de 1961; Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de Gobierno,
Bogotá.

24. Memorial dirigido por el Cabildo de Yaguara al Alcalde de Chaparral; Septiembre 26 de 1960, p.3;
Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá

25. Memorial dirigido por el Cabildo de Yaguara al Alcalde de Chaparral; Id. id., p.2.

26. Memorial enviado por el Cabildo de Yaguara al Alcalde de Chaparral; Octubre 4 de 1961, p.2; Archivo
División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá

55
27. Memorial Resolución enviado por el Cabildo de Yaguara al ex Comunero Nicolás Chagualo Rodríguez;
Julio 20 de 1961, p.3; Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de
Gobierno, Bogotá.

28. Carta abierta del Cabildo de Yaguara; Abril 9 de 1961, pp. 1,2; Archivo División de Asuntos Indígenas,
Sección Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá

29. Memorial dirigido por el Cabildo de Yaguara al Alcalde de Chaparral; Octubre 4 de 1961, pp.1, 2; Archivo
División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá

30. Memorial Resolución enviado por el Cabildo de Yaguara al ex Comunero Nicolás Chagualo Rodríguez;
Julio 20 de 1961, pp.2, 3; Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de
Gobierno, Bogotá.

31. Memorial dirigido por el representante de la Cooperativa y del Cabildo de Yaguara al Jefe de la
Superintendencia de Cooperativas; Julio 13 de 1961, p. 1; Archivo División de Asuntos Indígenas,
Sección Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá.
También, en carta del Jefe de la División de Cooperativas al Secretario General del Ministerio de
Gobierno; Julio 24 de 1961, p.1; Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio
de Gobierno, Bogotá.

32. Carta de Gregorio Hernández de Alba al Alcalde de Chaparral; Julio 25 de 1961, p.1; Archivo División de
Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá.

33. PERDOMO, Jaime Antonio. Breve Historia de Yaguara II, Julio 25 de 1978. Manuscrito inédito, Archivo
personal de Escolástico Ducuara, Gobernador del Cabildo de Yaguara II, Llanos del Yarí.

34. Proyecto Yaguara; 1963, p.3; Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de
Gobierno, Bogotá.

35. Carta de Gregorio Hernández de Alba al Alcalde de Chaparral; Agosto 25 de 1964; Archivo División de
Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá.

36. FAJARDO, Darío


“Las   luchas   indígenas   por   la   tierra   en   el   Sur   del   Tolima   durante   el   siglo   XX”.   Indigenismo y
Aniquilamiento de Indígenas en Colombia. Ediciones CIEC, Bogotá, 1981, pp. 124, 125.

37. Entrevista con Escolástico Ducuara; Yaguara II, Llanos del Yarí, Junio 20 de 1988.

38. El Colombiano; Medellín, Diciembre 12 de 1961

56
39. El Colombiano; Medellín, Diciembre 12 de 1961, p.2.

40. MEDINA, Medófilo


Op. Cit. P.262.

41. GILHODES, Pierre


El ejército colombiano analiza la violencia. Pasado y Presente de la Violencia en Colombia, Fondo
Editorial CEREC, Bogotá, 1986, p.315.

42. Ibídem, p.315

43. Ibídem.

44. Oficio N° 14.477 de Abril 16 de 1964, dirigido por el Mayor General Jaime Fajardo Pinzón, Comandante
del Ejército a. Gregorio Hernández de Alba; Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima,
Ministerio de Gobierno, Bogotá.

45. SÁNCHEZ, Gonzalo y MEERTENS, Donny


Bandoleros, Gamonales y Campesinos; El Áncora Editores, Bogotá, 1964, p.232.

46. Ibídem.

47. Oficio N° 02754 de Agosto 1° de 1966, dirigido por El Brigadier General Edmundo Rubiano Groot,
Secretario General Del Ministerio de Defensa (con membrete del Ministerio de Guerra) al doctor
Pedro Gómez Valderrama, Ministro de Gobierno; Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección
Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá.

48. El Cronista, Ibagué, viernes 17 de Enero de 1974, p.3; entrevista concedida por el Coronel José Joaquín
Matallana al periodista Waldo Carmona Fitzgerald.

49. FALS BORDA, Orlando


Historia Doble de la Costa: Mompox y Loba; Tomo I, Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1979

50. JAULIN, Robert


La Paz Blanca. Introducción al etnocidio; Editorial Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1973;
Cfr. Introducción.

51. Informe de Comisión al Tolima; Diciembre 12 de 1958; rendido al Ministro de Agricultura doctor Augusto
Espinosa Valderrama por Gregorio Hernández de Alba, Jefe de la Sección de Resguardos Indígenas
del Ministerio de Agricultura; Archivo de la División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio
de Gobierno, Bogotá.
57
52. Este argumento como solución a un caso concreto lo encontramos por primera vez en un oficio remitido
por el Teniente Coronel César Augusto Cuéllar Velandia, gobernador del Tolima, al Brigadier General
Rafael Calderón Reyes, Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, en el cual propone
[respecto del predio de Yaguara]: "...quizá la solución sería la de que el Gobierno Nacional comprara
el aludido terreno y lo parcelara, a título de ventas, entre los Comuneros, especialmente entre
quienes tengan ocupaciones o posesiones en él. Sería, a la vez, la manera de extirpar las tendencias
comunistas que agitadores profesionales propalan entre campesinos ignorantes e ingenuos a
quienes se les hace creer que ese predio es de ellos y que les ha sido usurpado por capitalistas
audaces..." Oficio No 159, 26 de Enero de 1955, Gobernación del Tolima, foliado No. 052, Archivo de
la División de Asuntos Indígenas del Ministerio de Gobierno, Sección Tolima; Bogotá.

53. Estudio del Problema de Indígenas de Ortega; Informe rendido al Gobierno del Tolima por el señor
Pedro Labrador Rivera, Ibagué, 1953, impreso. Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección
Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá.

54. Ibídem, 1 cabuya = 62 metros; 1 cabuyada = 62 metros cuadrados; 1 estancia = 220 Hectáreas,

55. HERNÁNDEZ DE ALBA, Gregorio


Informe de Comisión al Tolima; p. 3

56. ROLDÁN ORTEGA, Roque


Fuero Indígena. Disposiciones legales del orden nacional, departamental y comisarial.
Jurisprudencia y conceptos; DIGIDEC, División de Asuntos Indígenas, Bogotá, 1983, p.21.

57. Carta (manuscrita) enviada por Belisario Tique Capera a Gregorio Hernández de Alba em Octubre 27 de
1961; Archivo División de Asuntos Indígenas, Sección Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá.

58. Unidad Indígena; CRIC, Bogotá, Año 1, N° 1, p.2; Enero de 1975

59. Unidad Indígena; ONIC; Bogotá, Edición Especial, p. 4, Febrero de 1986.

60. KALMANOVITZ, Salomón


“Desarrollo capitalista en el campo”, Colombia Hoy; Mario Arrubla y otros; Editorial Siglo XXI,
Bogotá, 1982, p.314.

61. Unidad Indígena; ONIC; Bogotá, Edición Especial, p. 6, Febrero de 1986.

62. Ibídem, p.4

58
63. “Posición de los indígenas en el movimiento campesino”; Ponencia presentada por la Secretaría
Indígena de la ANUC y por el Consejo Regional Indígena del Cauca al Tercer Congreso Nacional
Campesino, Bogotá, Agosto 31 de 1974; impreso.

64. Reunión en Coyaima, Julio 8 de 1974 / Primer Encuentro Regional Indigenista – Ortega 12,13 de 1974;
Unidad Indígena, Año 1, N° 1, Enero de 1975; Unidad Indígena, Año 2, N° 10, Enero de 1976.

65. La Organización CRIT, Cartilla de difusión, p.4, 1987, impreso

66. Unidad Indígena; CRIC, Año 2, N° 10, p.10, Enero de 1976.

67. Ibídem.

68. Unidad Indígena, Año 2, N° 19, p.18, Febrero de 1977

69. Ibídem, p.9.

70. Con la excepción del Partido Comunista, que desde 1931 reconoció “su completa libertad y […]
autodeterminación de sus propios gobiernos”; Cfr. Medófilo Medina, Historia del partido comunista
de Colombia; Editorial CEIS, Bogotá, 1980, Tomo I, p.218.

71. Unidad Indígena; CRIC, Año 2, N° 16, p.2, Noviembre de 1976

72. Unidad Indígena; CRIC, Año 3, N° 26, p.11, Noviembre de 1977

73. KALMANOVITZ, Salomón


Op. Cit. P.315

74. Unidad Indígena; CRIC, Año 3, N°20, p.2, Marzo de 1977

75. Ibídem.

76. JIMENO, Myriam y TRIANA A., Adolfo


Estado y Minorías Étnicas en Colombia; Ed. Cuadernos del Jaguar, FUNCOL, p.81, Bogotá, 1985.

77. De los cuales tiene la palma el de Alberto Mendoza Morales: Comunidad de Guatavita – Tuá. Plan de
desarrollo; Ministerio de Gobierno, DIGIDEC, Bogotá, 1972.

78. FAUST, Franz Xaver


El Sistema Médico entre los Coyaimas y Natagaimas; Klaus Renner Verlag, Hohenchaftlarn,
1986, p.13
59
79. Carta dirigida al doctor Alfonso López Michelsen en abril 24 de 1976, por Gabriel Yaima, Secretario del
Cabildo de la Comunidad de Espinalito, Ortega; Archivo de la División de Asuntos Indígenas, Sección
Tolima, Ministerio de Gobierno, Bogotá.

80. Unidad Indígena, CRIC; Año V, N° 35, p.4, Mayo de 1979.

81. Revista Alternativa; Números 203, 204 y 205, Marzo de 1979, Bogotá.

82. Unidad Indígena, CRIC; Año VIII, N° 55, p.2 y ss. Marzo de 1982.

83. Unidad Indígena, ONIC; Edición Especial, 10 Años; Febrero de 1986.

84. Segundo Congreso Consejo Indígena del Tolima; Ponencia y Conclusiones, Coyaima, Tolima, Julio 18
a 20 de 1984, p.12; impreso por Escipión Editores, Bogotá, Agosto de 1985.

85. Ibídem, p.19.

86. Ibídem, Cfr. Contracarátula.

87. Unidad Indígena, ONIC, N° 74, p.12, Agosto de 1985; Paso Ancho, un triunfo de las luchas del CRIT

88. Unidad Indígena, ONIC, N° 75, p.5, Noviembre de 1985, Bogotá; Dos meses después de la toma de la
Gobernación, CRIT.

89. Unidad Indígena, ONIC, Año XI, N° 77, p.5, Mayo de 1986, Bogotá.

90. Unidad Indígena, ONIC, Año XI, N° 80, p.4, Diciembre de 1986, Bogotá.

91. Ibídem.

92. Unidad Indígena, ONIC, Año XII, N° 81, p.5, Febrero de 1987, Bogotá.

93. Unidad Indígena, ONIC, Año XII, N° 83, p.11, Agosto de 1987, Bogotá; El CRIT frente al PNR.

60
BIBLIOGRAFIA

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COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE COLOMBIA


1973 Treinta Años de Lucha del Partido Comunista de Colombia; Editorial La Pulga, Medellín.

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DIAZ POLANCO, Héctor


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1985 Estado y Minorías Etnicas en Colombia; Ed. FUNCOL - Cuadernos del Jaguar, Bogotá.

61
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1953 Estudio del Problema de Indígenas de Ortega. Informe rendido al gobierno del Tolima; Ibagué,.
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1973 Las luchas del Indio que Bajó de la Montaña al Valle de la "Civilización"; Selección, arreglo y
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1983 Bandoleros, Gamonales y Campesinos; El caso de la Violencia en Colombia; El Ancora
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1986 Pasado y Presente de la Violencia en Colombia; Fondo Editorial CEREC, Bogotá.

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l975 La Cuestión Indígena en Colombia; Editor Publicaciones La Rosca, Bogotá.

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1987 Grupos Etnicos, Derecho y Cultura; Editor FUNCOL, Cuadernos del Jaguar, Bogotá.

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196l La Parcialidad Indígena de Yaguara; Estudio Jurídico, económico, social y de orden público,
Impreso en la Editorial América Libre, Bogotá.

62
ENTREVISTAS

EDELMIRA PALOMINO CALEÑO, Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Regional Indígena del Tolima,
CRIT; Coyaima, Octubre de 1988.

PRIMITIVO PRADA CHANGO, Comunero de la Parcialidad Indígena de Aico, Tolima, Octubre de 1988.

MARIANO PRADA, Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Regional Indígena del Tolima, CRIT;
Coyaima, Octubre de 1988.

ESCOLASTICO DUCUARA, Gobernador del Cabildo del Resguardo Indígena de Yaguara II; Septiembre de
1987, Yaguara I, Tolima; Junio de 1988, Yaguara II, LLanos del Yarí.

JEREMÍAS LUNA, Comunero del Resguardo Indígena de Yaguara II, Llanos del Yarí, Junio de 1988.

OLINDA DUCUARA LUNA, Enfermera del Resguardo Indígena de Yaguara II, Llanos del Yarí, Junio de 1988.

ORLANDO HURTADO, Maestro del Resguardo Indígena de Yaguara II, Llanos del Yarí, Junio de 1988.

CÉSAR AUGUSTO CUÉLLAR VELANDIA, Coronel; Ex-Gobernador del Tolima, Bogotá, Agosto de 1988.

ARCHIVOS

ALCALDIA MUNICIPAL DE COYAIMA, Tolima


ALCALDIA MUNICIPAL DE ORTEGA, Tolima
DIVISIÓN DE ASUNTOS INDIGENAS, Ministerio de Gobierno, Bogotá
INCORA Sección Resguardos Indígenas. Bogotá
TRIBUNAL SUPERIOR DE IBAGUE, Tolima
JUZGADO PRIMERO MUNICIPAL DE ORTEGA, Tolima
JUZGADO PRIMERO CIVIL MUNICIPAL DE PURIFICACION, Tolima
JUZGADO SEGUNDO PROMISCUO MUNICIPAL DE ORTEGA,Tolima

PERIODICOS

Tribuna, Ibagué
El Tiempo, Bogotá
El Cronista, Ibagué
Tribuna Roja, Bogotá
Voz Proletaria, Bogotá
63
Unidad Indígena, Bogotá
El Colombiano, Medellín
Diario de Colombia, Bogotá

REVISTAS

Alternativa, Bogotá
Revista del Ejército, Bogotá
Revista de la Policía Nacional, Bogotá

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