La Caja de Pandora

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La Caja de Pandora Se dice que cierto día Zeus, padre de los dioses griegos que reinaba en el

Olimpo, mandó llamar a Hefesto, dios del fuego, hábil en forjar metales y fabricar armas y le
ordenó: - Es necesario que hagas una mujer. El herrero divino, feo, musculoso y tiznado, se
sobresaltó al oír la orden y exclamó: - ¡ Crear una mujer ! Pero, señor, eso es más difícil que
forjar una armadura o cincelar un escudo. Pero ante la insistencia del dios, obedeció. Regresó a
su fragua y con arcilla amasada con agua empezó a modelar la primera mujer. Con sus brazos
vigorosos la delineó empeñosamente hasta hacerla semejante a las bellísimas diosas. Cuando
estuvo lista, le dio por alma una chispa de fuego divino que ardía en los inmensos hornos.
Hefesto la embelleció con tales atractivos que los dioses, maravillados, la invitaron a su
asamblea. La diosa Atenea regaló a la mujer un cinturón de perlas y un hermoso vestido de
púrpura y piedras preciosas. La diosa Afrodita derramó sobre su cabeza las más encantadoras
virtudes femeninas en tanto que las Gracias, diligentes, le adornaban el pecho y los brazos con
joyas y guirnaldas de flores perfumadas. Complacido, Zeus quiso añadir a todos los dones el
suyo. Así que le dijo: - ¡ Oh, graciosa doncella ! Te doy el nombre de Pandora. Tu nombre
significa la mujer de todos los dones. Yo te regalo este cofre que llevarás contigo cuando bajes
a la Tierra. Cuídate de no abrirlo nunca por nada del mundo. Si lo hicieras los males se
esparcirían por toda la Tierra. Colmada de favores, la agraciada mujer descendió a la Tierra
sobre un magnífico carro tirado por caballos. Al poco tiempo la curiosidad empezó a inquietar
su pensamiento. ¿Qué contenía el precioso cofre? ¿Y si abriese un poquito la tapa y mirase con
precaución por la rendija para ver cómo eran los males?

Prescindiendo de las instrucciones recibidas Pandora levantó la tapa y, por la breve abertura,
salió un humo denso, negro, acre, que fluía en enormes espirales que invadían el mundo y
oscurecía el sol. Eran todas las enfermedades, todos los sufrimientos, todas las fealdades,
todos los vicios que afligen a la humanidad. En vano, Pandora trataba desesperadamente de
cerrar el cofre. Los males, rápidos, incontenibles y violentos se extendieron por todo el orbe.
Cuando el denso humo se esfumó, el cofre parecía vacío. Pandora miro el interior y vio un
gracioso pajarillo. Era la Esperanza, el único bien que les quedaba a los mortales para consuelo
de su desventura.

Texto instructivo.

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