La Acción Disipa El Temor
La Acción Disipa El Temor
La Acción Disipa El Temor
La inacción produce duda y temor. La acción produce confianza y valentía. Si deseas conquistar el
temor, no permanezcas sentado en tu casa pensándolo. Sal de ahí y ponte en acción.
Hay un elemento poderoso en la acción. La mayoría de las veces cuando le tenemos miedo a algo,
resulta que a la hora misma de hacerlo, es menos temeroso de lo que nos habíamos imaginado.
De la misma manera, una de las cosas que más temor produce es la inacción.
Ese estado de indecisión, donde no sabemos si podemos hacer algo, si debemos hacerlo o no, es
una parálisis mental y psicológica que nos impedirá lograr muchas de las cosas que queremos
hacer en la vida.
Las personas que viven cuestionándolo todo, analizando cada ángulo, jugando ese jueguito
psicológico de «y qué si pasa esto… o qué si pasa lo otro…»son el tipo de personas que nunca
disfrutan de la vida.
No tienen tiempo de accionar, porque todo su tiempo lo utilizan en dudar, temer y cuestionar.
Tenemos que lograr entender que la mayoría de las cosas en la vida se consigue no por casualidad
o suerte, sino porque nos proponemos hacerlo. Esa es la clave: caminar hacia una meta. Sólo
podremos alcanzarla paso a paso. Y cuando menos lo pensemos, habremos llegado.
Los apóstoles de Jesús cruzaban el Mar de Galilea una noche después de un largo día de trabajo.
Pedro se encontraba en el mismo barco con todos los discípulos. Pedro era un hombre de acción,
le gustaba estar donde las cosas estaban sucediendo. Cuando pensamos en él tenemos el cuadro
de un hombre inteligente, brillante, lleno de energía y entusiasmo.
En aquella ocasión cuando Jesús se había quedado atrás y los discípulos habían tomado los remos
del barco para llegar a su próximo destino, el Maestro decidió alcanzarlos un poco después y como
no había otro barco disponible, se dispuso simplemente a caminar sobre el agua para llegar hasta
donde se encontraban sus discípulos.
Cuando lo ven de lejos, algunos de los que estaban en el barco se espantan. Obviamente, ¿quién
había visto a Jesús caminar sobre el agua? Era natural espantarse. De lejos, Jesús los invita a no
tener miedo y les dice: «¡Cálmense! Soy yo. No teman». A lo que Pedro respondió: «Señor, si eres
tú, mándame a que vaya hasta donde tú estás sobre el agua». Entonces Jesús le dijo: «ven» y
Pedro se bajó del barco y caminó sobre el agua en dirección a Jesús (Mateo 14:29).
En aquel instante, cualquiera de los discípulos pudo haber hecho lo que sólo Pedro hizo. Alguno de
los demás pudo haber pedido per miso como lo hizo Pedro para caminar sobre el agua junto con el
Señor. Pero ellos no lo hicieron. No sabemos si fue porque tenían tanto miedo o por cualquier otra
razón por la cual ellos no pensaron como Pedro. El caso es que en lugar de ser invadido de temor o
duda, Pedro vio una gran oportunidad. Eso es tener fe y visión. En lugar de permitir que el
momento le ganara o dejar que «el destino» lo dirigiera.
Pedro tomó control, tanto del momento como de su destino.
Seguramente, cuando el apóstol San Pedro sacó un pie del barco, los otros que estaban en la nave
debieron haber pensado que se había vuelto loco. No podían creer lo que sus ojos veían. Siendo el
grupo de amigos íntimos que eran, me atrevería a imaginar que hubo más de uno que vociferó su
«opinión» del porqué él no debía hacer eso.
Me puedo imaginar que todo el mundo tuvo su idea al respecto y posiblemente hubo quienes lo
habrán querido detener. Tomás, por ejemplo. Me puedo imaginar que escuchó a Pedro pedirle
permiso a Jesús para caminar sobre el agua y de repente pensó: «Bueno, realmente dudo que
Pedro lo vaya a lograr». Sólo podemos imaginarnos lo que ha de haber estado pensando Judas
Iscariote, pero lo que no me cabe duda es que todos tenían una opinión, porque lo que Pedro
había pedido hacer, se salía de lo «normal», de lo «aceptado». Se había atrevido a soñar más allá
de lo que jamás un hombre había soñado. Como resultado de su fe mezclada con la acción. Pedro
logró ser la única persona en la historia, después de Jesús, que caminó sobre el agua.
Quizá usted ha soñado durante mucho tiempo con empezar una empresa nueva. Debería empezar
a dar pasos de acción hacia ese sueño. Primero, leyendo todo lo que exista sobre ese tipo de
empresa y luego, preguntándole a otras personas sus experiencias en abrir empresas.
Puede también diseñar el logotipo de su empresa. Todos estos son pasos que eliminarán el temor
de empezar algo nuevo.
Quizá haya pensado en aprender un nuevo idioma. Debería dar los primeros pasos hacia ese
sueño. Por lo menos, buscar un libro o un sistema de educación por audio o video con información
al respecto.
Si no tiene con qué comprar ese material, la acción de haber preguntado precios le da la meta de
saber cuánto necesita reunir para poderlo comprar. Esa ya es una acción positiva rumbo a romper
el temor de aprender ese nuevo idioma. Posiblemente haya deseado viajar a otro país y visitar
nuevas culturas y tener nuevas experiencias.
Necesita ir dando pasos hacía ese sueño. Por lo menos, pregunte sobre precios de boletos de
avión, busque información sobre la ciudad que quiere visitar y aprenda todo lo que pueda acerca
de su gente, sus costumbres y su idioma. Esas acciones comenzarán a romper el temor.
El pastor y escritor Robert Schuler dijo con mucha veracidad: «Es mejor hacer algo
imperfectamente, que hacer nada a la perfección».
Actuará Igual a Como Habla
Las palabras son muy importantes. Moldean nuestro pensamiento. Forjan nuestro criterio.
Edifican nuestro futuro. Es indispensable escoger bien las palabras que permitimos salir de nuestra
boca. Igualmente importante es escoger bien lo que permitimos entrar a nuestra cabeza y corazón
porque lo que entra ahí es lo que va a salir. «De la abundancia del corazón, habla la boca» (Mateo
12:34). Dice el proverbio: «Tal como piensa el hombre en su corazón, así es él» (Proverbios 23:7).
Es por eso que necesitamos tener cuidado de sólo permitir la entrada de cosas buenas a nuestra
mente y a nuestro corazón. No podemos permitir el acceso a pensamientos negativos, pesimistas
o destructivos, porque nuestros pensamientos producirán nuestras acciones. Nuestras acciones
forjarán nuestro futuro. Si siempre estamos hablando palabras negativas, tendremos resultados
negativos. Si siempre estamos pronosticando nuestra destrucción, es lo que vamos a conseguir. Si
siempre estamos prediciendo nuestra miseria y declarando nuestra mala fortuna, eso es
exactamente lo que vamos a conseguir. Conseguimos lo que decimos y lo que decimos es lo que
conseguimos.
Las palabras tienen una manera poderosa de poner en acción nuestra fe. Si nos escuchamos decir
algo, es más probable que nuestro sentido de fe sea activado. Por ejemplo, si me escucho decir:
«Soy un hombre de éxito… Sé que me irá bien el día de hoy», se activa el pensamiento positivo
porque me escuché decirlo. Mi mente, mi corazón, y mis emociones son más propensos a creer
que eso puede suceder porque me escucharon decirlo. Si las hago parte de mi vocabulario, esas
palabras activarán la fe y ésta las acciones.
Las palabras negativas, temerosas y llenas de duda, sólo refuerzan fuerzas pesimistas y oscuras. Si
ese es el estilo de nuestro vocabulario, ese será también el estilo de nuestra vida. Si nuestros oídos
siempre escuchan a nuestra boca decir palabras de pesimismo y duda, nuestra mente se
programará a vivir de la misma manera. Necesitamos pedirle a Dios que nos ayude a borrar los
pensamientos negativos de nuestra vida para que estos no se conviertan en palabras que
determinen el resultado de nuestro destino. Necesitamos adoptar un vocabulario de fe y
optimismo, y creer que las cosas nos van a salir bien y que nuestro futuro está lleno de esperanza.
Una de las formas más efectivas de destruir el temor en nuestras vidas es hablándonos en voz alta
para que nuestras palabras penetren las profundidades de nuestro ser y reprogramen el temor
que esté anidado en él. Nuestro ser interior escucha las palabras de reafirmación y de ánimo, y los
temores comienzan a perder fuerza. Cuando menos lo pensemos, los pensamientos de fe, de
victoria y de triunfo habrán ganado.
Repetir mil veces una frase o hablar en voz alta no es como algún tipo de mantra o pócima mágica.
Lo hacemos para activar la fe en nosotros. La fe es poderosa en el ser humano. Jesucristo dijo: «Al
que CREE… todo es posible» (Marcos 9:23). Si podemos creer algo, lo podremos obtener.
Si dudamos, lo que obtendremos será duda. Obtendremos lo que decimos, por eso es muy
importante tener cuidado con lo que sale de nuestros labios. Digamos palabras llenas de fe, de
optimismo y de cosas positivas. Haga las cosas aunque tenga miedo.
En un momento de gran angustia, vemos a Jesús en el Huerto de Getsemaní orando toda la noche.
Está teniendo una gran lucha. Sabe que la única manera de traer redención a la humanidad es
siguiendo el plan que el Padre le encargó de entregarse como sacrificio perfecto, en pago por
todos los pecados del mundo. Sin embargo, siendo hombre mismo. Jesús sabía que lo que le
esperaba sería extremadamente difícil.
Su naturaleza divina no sufrió, sino su naturaleza humana. Jesús entendía que estar colgado en la
Cruz del Calvario sería uno de los dolores más intensos y horribles que, como humano, tendría que
experimentar.
No sé si en este relato, en el Huerto de Getsemaní, fue una de esas ocasiones, pero pudo haber
sido. Lo que sí sabemos es que fue un momento de tanta intensidad que Jesús sudó gotas de
sangre. Transpirar sangre es una condición de estrés tan extremo que se abren los poros y se
derrama sangre en lugar de sudor. Jesús, en el Getsemaní, estaba sufriendo como nadie se puede
imaginar.
Al hablar con su Padre Celestial le dice: «Padre, si es posible, que pase de mí esta copa; más no se
haga mi voluntad sino la tuya» (Mateo 26:39) y en efecto estaba diciendo: «Si existiera cualquier
otra manera de comprar la salvación de la humanidad, sería bueno. Pero si esta es la única manera
de lograrlo, no quiero que se haga mi voluntad. Quiero que Tú hagas Tu voluntad. Estoy dispuesto
a sufrir este martirio, este sacrificio, este dolor con tal de cumplir Tu voluntad eterna».
Eso es hacer las cosas con valentía, decisión, fe y valor. Así es como debemos hacerlo nosotros
también. No puedo estar seguro de que en esa precisa ocasión Jesús sintiera «temor», pero sí
puedo asegurar que su ejemplo de darle cara a uno de los momentos más difíciles de su vida y
enfrentarlo con valor y entrega es una más de las muchas razones por las cuales Él es uno de mis
más grandes héroes en la vida.
Ese ejemplo me ha servido de mucho en mis momentos de sufrimiento y debilidad. Su ejemplo me
ha ayudado a saber que yo también, a pesar de ser humano, puedo enfrentarme a los momentos
más duros y salir adelante victorioso. Su ejemplo me ayuda a tener fuerza para hacer las cosas que
tengo que hacer a pesar de tener miedo, duda o temor. Su ejemplo de ir a esa cruz cruel me ayuda
a saber que nunca he pasado por una prueba tan grande como la que sostuvo él y sin embargo,
llevó su cruz con dignidad al Calvario y entregó todo por amor a la humanidad. ¡Qué gran ejemplo
a seguir!
En la vida nos encontraremos en muchas situaciones donde no tendremos otra opción que salir
adelante. Tendremos que hacer ciertas cosas a pesar de tener miedo. Tendremos que actuar con
fe y valor a pesar de lo difícil de ciertas situaciones, haciendo nuestro mayor esfuerzo de no
prestarle atención a nuestros temores. Es parte de la decisión de vivir. ¡Hágalo… aunque tenga
miedo!
5. ¿Qué decisiones puedo empezar a tomar para disipar estos temores y alcanzar mis sueños?
6. ¿Qué tipo de palabras son parte de mi vocabulario? ¿Están mis palabras llenas de fe y
optimismo?
9. Piense en frases optimistas que pueda pronunciar en voz alta para disipar sus temores y
comience a hacerlo.
Oración.
“Señor, ayúdame a enfrentar mis compromisos y a vencer todo temor, inseguridad e intimidación.
Quita de mi toda parálisis mental y psicológica y ayúdame a actuar en pos de mis sueños. Cambia
mi forma de hablar; haz que mi vocabulario esté siempre lleno de fe, optimismo y palabras
positivas. Llévate todo pensamiento pesimista que quiera invadir mi mente y todo sentimiento
negativo que quiera llegar a mi corazón. Gracias porque me has prometido que sí creo, todo me
será posible”.
Extracto del libro “Dile Adiós a Tus Temores”