El Corán: ¿La Palabra de Dios?

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EL CORÁN:
¿LA PALABRA DE
DIOS?
Gabriel Nasser Campos

EL CORÁN:
¿LA PALABRA DE
DIOS?
2ª edición: noviembre de 2023
ISBN: 9798867923617
Copyright © 2023 Gabriel Nasser Campos
Edita: el autor

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el


ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin
autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción
total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático
Índice

PREFACIO 11

PRÓLOGO 13

1. ¿HAY RAZONES O EVIDENCIAS QUE AVALEN


QUE TODO EL CORÁN VIENE DE DIOS? 15

2. ¿AVALA LA FE QUE TODO EL CORÁN HA SIDO


REVELADO POR DIOS? 23

3. EL CRITERIO PARA EXAMINAR EL CORÁN 29

4. EL CORÁN Y EL INFIERNO 35

5. MAHOMA Y EL CORÁN 53

6. ¿MAHOMA EQUIPARABLE A DIOS? 67

7. LOS INCRÉDULOS O INFIELES 77

8. LOS INCRÉDULOS O INFIELES Y LAS BUENAS


OBRAS 87

9. EL PARAÍSO DEL CORÁN 97

10. EL CORÁN Y LA MUJER 103

11. CONTRADICCIONES EN EL CORÁN 123

EPÍLOGO 139

9
10
PREFACIO

Este libro es una nueva edición del que en su día titulamos


«Dios y el Corán de Mahoma». En esta ocasión hemos consi-
derado oportuno añadir un capítulo que abordase un tema tan
interesante como es la visión del Corán acerca de la mujer.
Además, se ha procurado mejorar la exposición de determina-
dos conceptos e ideas con el propósito de hacerlos más claros
y comprensibles.

11
12
PRÓLOGO

¿Es todo el Corán1 un libro revelado por Dios, tal como


aseguraba Mahoma, el profeta del islam? Dar una respuesta
fundamentada a esta controvertida pregunta va a ser la
finalidad primordial de este librito. Comenzaremos nuestra
tarea exponiendo en los dos primeros capítulos sendos
diálogos imaginarios 2 con un creyente musulmán defensor de
la divinidad de todas y cada una de las frases del Corán. En el
tercer capítulo, que es ciertamente el corazón de nuestro
texto, se formulará el criterio que va a permitir descubrir si el
Corán —y las Escrituras de las otras dos grandes religiones
___________________________
1 Todos los pasajes del Corán que aparecen en este trabajo —con una sola
excepción— pertenecen a la traducción de Julio Cortés (El Corán. Edición
preparada por Julio Cortés, 9.ª edición revisada, Barcelona, Herder, 2005).
Asimismo, se ha recurrido a varias de sus notas a pie de página, en tanto que
esclarecen de manera pertinente ciertos términos y expresiones coránicas. El
motivo que nos ha llevado a utilizar la traducción al español del Corán de J.
Cortés es el reconocimiento que esta ha recibido por parte de los medios
académicos especializados, incluidos los islámicos. Para una adecuada
comprensión del Corán, el lector deberá tener en cuenta que las suras (capítulos)
no siguen un orden temporal según su predicación por el profeta Mahoma,
sino que están ordenadas conforme al número de aleyas (versículos) que
contienen. Las suras más extensas están dispuestas al principio y las más cortas al
final.
2 Este recurso retórico del diálogo imaginario será también utilizado en otros
capítulos con el objeto de confrontar diferentes posturas con el creyente
musulmán, que está convencido de que todas y cada una de las frases del Corán
han venido de Dios.

13
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

monoteístas, esto es, el judaísmo y el cristianismo—


contienen declaraciones de las cuales podría afirmarse con
seguridad que no pudieron ser inspiradas o reveladas por
Dios. En los siguientes ocho capítulos pasaremos por el
tamiz de dicho criterio un número significativo de
aquellos pasajes coránicos que pueden ser considerados
cruciales para poder responder la pregunta que al principio se
formuló. La conclusión a la que se llegará probablemente
sorprenderá a muchos. El último capítulo versa por entero
sobre las contradicciones que parecen advertirse en el
Corán, aunque algunas de ellas ya habrán sido referidas con
anterioridad. La relevancia de las posibles contradicciones
del libro sagrado del islam estriba en que si realmente
existieran, entonces no podría afirmarse que todo el Corán
es divino, pues un texto imperfecto es incompatible con la
sabiduría de Dios. Aunque la contestación al interrogante
que motivó este trabajo se ofrece a lo largo de sus páginas,
en el epílogo se expondrán de manera sucinta las
conclusiones alcanzadas.

14
1.
¿HAY RAZONES O EVIDENCIAS QUE
AVALEN QUE TODO EL CORÁN
VIENE DE DIOS?

Si un creyente musulmán —que está firmemente


convencido de que todo el Corán fue una revelación divina
hecha a Mahoma— aceptara nuestra invitación para que
expusiera convincentes razones o evidencias que avalasen su
creencia, tal vez comience por decir algo como esto:
Hay una prueba muy clara de que todo el Corán fue
revelado por Dios a Mahoma. ¿Cuál es esta prueba? Aquellas
declaraciones coránicas que recitaba Mahoma en las que se
asegura que tal cosa es lo que en verdad ocurrió.
Pero entonces interrogaríamos así a dicho creyente
musulmán:
¿Y cómo saber que tales declaraciones de Mahoma
representan lo que realmente ocurrió?
Nuestro interlocutor nos ofrecería, quizás, esta respuesta:
Porque dichas recitaciones coránicas de nuestro profeta,
al ser divinas —pues son parte del libro divino que es el
Corán—, deben decir forzosamente la verdad.
Nosotros le contestaríamos:
Tu razonamiento se reduce a lo siguiente: Mahoma
predicó que todo el Corán venía de Dios, luego es verdad

15
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

que todo el Corán ha venido de Dios. Pero tal razonamiento


es una clara petición de principio, pues afirma de antemano
la verdad de precisamente aquello que había que probar. Lo
cual es, obviamente, una manera de no probar nada.
El creyente musulmán dándose cuenta rápidamente,
después de nuestra objeción, de que su argumentación ha
sido incorrecta, intentará ofrecer otra más convincente para
tratar de probar esta, según él, verdad: que Dios ha revelado a
Mahoma todo el Corán. Razonaría ahora de la siguiente
manera:
Todo el Corán es tan grandioso, perfecto e inimitable que
ningún ser humano ha podido inventarlo. Eso demuestra que
su autor ha sido Dios. Varios pasajes coránicos lo
confirman:

Si dudáis de lo que hemos revelado a Nuestro Siervo, traed una


sura semejante y, si es verdad lo que decís, llamad a vuestros
testigos en lugar de llamar a Dios. (C. 2,23).

Este Corán no puede haberlo inventado nadie fuera de Dios. (C.


10,37).

O dicen [los infieles]: «Él [Mahoma] lo ha inventado [el


Corán]». Di: «Si es verdad lo que decís, traed una sura semejante
y llamad [como testigo] a quien podáis, en lugar de llamar a
Dios». (C. 10,38).

Di: «Si los hombres y los genios se unieran para producir algo
semejante a este Corán, no podrían conseguirlo, aunque se
ayudaran mutuamente». (C. 17,88).

16
Gabriel Nasser Campos

O dicen: «¡Él [Mahoma] lo [el Corán] ha inventado!». ¡No, no


creen! Si es verdad lo que dicen ¡que traigan un relato
semejante! (C. 52,33-34).

En primer lugar, le diremos a nuestro interlocutor:


Utilizar estas frases del Corán para aseverar que todo él
viene de Dios —por el simple hecho de que ellas lo dicen—
es volver a cometer el mismo error que antes, pues muy bien
podría ser que las anteriores frases coránicas sean de
aquellas que no son divinas.
Una vez hecha esta aclaración, contestaríamos de esta
manera a su afirmación de que lo «grandioso, perfecto e
inimitable» que es todo el Corán demostraría que su autor
no pudo ser otro que Dios:
Una ingente cantidad de libros han sido escritos por los
hombres en todos los campos del conocimiento —filosofía,
matemáticas, ciencias naturales (astronomía, física, química,
biología...), medicina, psicología, sociología, historia, etc.—
¿Pueden compararse las mejores obras escritas por autores
humanos sobre tales materias con lo que dice el Corán
acerca de ellas? La única respuesta sensata que puede darse
es que el conocimiento que contienen estos libros humanos es
inmensamente superior a lo que sobre dichas materias puede
leerse en el Corán.
Nuestro creyente musulmán, de inmediato, declararía lo
siguiente:
En realidad, cuando decía que el Corán es un libro
grandioso, perfecto e inimitable no era por lo que en él se
dice sobre los campos del conocimiento que antes habéis

17
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

señalado, sino que, más bien, me refería a su incomparable


contenido religioso, así como también a su inigualable
belleza poética. Ciertamente, tanto en materia de religión
como en cuanto a estilo literario, el Corán carece de
parangón. Ningún otro libro lo supera en ambas cuestiones.
Ello prueba, como ya dije antes, que su origen no es
humano, sino divino.
Nosotros le diríamos:
Es indudable que los fieles de cada religión otorgan a
sus propios textos sagrados —en cuanto que son conside-
rados por aquellos como la auténtica y definitiva palabra
de Dios— un valor que no conceden a los del resto de las
religiones. Por ejemplo, para los judíos, la Torá es el libro
sagrado por antonomasia, sin paralelo con los libros
sagrados de las otras religiones, ya que creen que es la
revelación plenamente vigente de Dios hecha al pueblo de
Israel. Para los cristianos, sin embargo, la Escritura judía
debe interpretarse a la luz del Nuevo Testamento, pues este
ofrece, según ellos, nuevos mensajes divinos que fueron
enseñados por el Hijo de Dios, Jesucristo, con sus palabras
y actos. Como consecuencia, el Nuevo Testamento es para
los cristianos la palabra de Dios por excelencia. Por su
parte, Mahoma proclamaba que él era el sello de los
profetas y que la auténtica palabra de Dios se encuentra en
el Corán, y no en la Escritura de los judíos o en la de
los cristianos, pues estas habrían sido alteradas. Pero,
entonces, ante esta disputa existente entre los creyentes de
las tres principales religiones monoteístas, ¿cuál de las
consideradas Escrituras sagradas —la Torá judía, el Nuevo

18
Gabriel Nasser Campos

Testamento cristiano o el Corán musulmán— habría que


tomar como la palabra verdadera y definitiva de Dios, y
por ende, como el libro perfecto?
Respecto de la cuestión literaria, es muy discutible
afirmar que la belleza poética y expresiva del Corán no tiene
paralelo siquiera en las mejores obras poéticas y literarias
escritas por los hombres. Más bien, lo contrario se acercaría
más a la verdad. Lo mejor, en todo caso, que puede decirse
del Corán literariamente hablando es que posee deter-
minados pasajes —sobre todo, algunos de los que recitó
Mahoma en su primera etapa profética, la de La Meca—
que, al menos a nuestro parecer, brillan a una gran altura
poética.
Nuestro interlocutor podría, entonces, expresarse así:
Es cierto que los judíos y los cristianos consideran que
sus respectivos libros sagrados son, en cuanto al mero
contenido religioso, los más sublimes. Pero para los
musulmanes —y repito lo que manifesté antes— el Corán es
un libro incomparable, tanto por su prodigioso y cabal
contenido religioso, como por la inigualable belleza de su
estilo literario en lengua árabe, concebido para ser
recitado. Sin duda, es un libro perfecto que se sitúa más
allá de toda capacidad de invención humana. Su divinidad
no puede ser discutida.
Nosotros intervendríamos para decir esto:
No cabe duda de que la religión que cada uno profesa
determina el modo en el que contempla su Escritura, así
como las Escrituras de las otras religiones. Dices que el
Corán es un libro perfecto. ¿Significa esto que no puede

19
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

concebirse un Corán mejor que el que recitó Mahoma?


Nuestro interlocutor musulmán quizás responda:
Dios, el ser perfecto, no puede ser sino el autor de un
libro perfecto. Como el Corán —transmitido palabra a
palabra por el ángel Gabriel a Mahoma— es el libro de
Dios, necesariamente debe ser perfecto.
Sobre la supuesta perfección del libro sagrado del islam,
le objetaríamos en este punto de nuestra conversación lo
siguiente:
Si el Corán que recitó Mahoma fuera perfecto, entonces
no podría concebirse otro Corán que fuera mejor. Pero ¿es
esto cierto? En el Corán predicado por Mahoma parece
constatarse la existencia de no pocas aleyas que dicen cosas
claramente contradictorias o incompatibles con el ser de
Dios —por ejemplo, con sus atributos de justicia/equidad
perfecta y de misericordia y bondad inmensas 3 —. Tal
circunstancia nos permite pensar que si se reescribiera el
Corán, pero sin estos pasajes que son manifiestamente
irreconciliables con el ser de Dios, el Corán resultante sería
inmensamente mejor y mucho más grandioso que el recitado
por Mahoma. En definitiva, como el Corán es un libro
susceptible de ser mejorado —y, además, enormemente—,
no puede decirse de él que es un libro perfecto. Luego, Dios
no ha podido ser el autor de todo el texto del Corán que
conocemos.
No obstante todo lo que hemos expuesto, no sería extraño
___________________________
3 Aquí se esboza ya el criterio —cuya formulación plena se hará en el capítulo
3— que nos va a permitir identificar qué pasajes del Corán, y del resto de
Escrituras, no pueden considerarse divinos.

20
Gabriel Nasser Campos

que nuestro creyente musulmán acabara su intervención en


este primer diálogo con estas lacónicas palabras:
A pesar de vuestros esfuerzos, de todas las objeciones y
argumentos que habéis formulado, mi confianza en que todo
el Corán fue revelado por Dios a Mahoma sigue comple-
tamente incólume.

21
22
2.
¿AVALA LA FE QUE TODO EL CORÁN HA
SIDO REVELADO POR DIOS?

En el diálogo imaginario descrito en el capítulo anterior,


el creyente musulmán aceptó el reto de presentar sólidas
razones o evidencias que probasen su creencia de que todas
las frases del Corán procedían de Dios. A pesar de sus
intentos, nuestro interlocutor no logró ofrecer tales pruebas.
Pese a ello, él acabaría manifestando que permanecía intacta
su firme confianza de que todo el Corán fue una revelación
divina.
Desde luego que pueden concebirse otros diálogos
posibles con un creyente musulmán que defienda que todo el
texto del Corán es divino. Por ejemplo, una nueva
conversación, con un desarrollo distinto, podría comenzar por
nuestra parte del siguiente modo:
Supongamos, aunque sea como hipótesis, que cuando el
ángel Gabriel le iba revelando a Mahoma a lo largo de los
años la Escritura celestial, no obstante, por los motivos que
fueren, el profeta del islam recitó frases que no formaban
parte de dicha Escritura. Sin embargo, estas acabarían
siendo incorporadas al Corán que conocemos. Si ello
hubiera sido el caso, significaría que Dios es el autor de
únicamente la parte del Corán recitada por Mahoma que

23
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

coincide con la Escritura celestial, pero no el autor del


resto de las recitaciones coránicas del profeta del islam.
Nuestro interlocutor, asombrado por la anterior
conjetura, se apresuraría a decir:
Niego rotundamente que dicha posibilidad se hubiera
podido dar en la realidad.
Pero si nuevamente le preguntáramos: «¿Por qué crees
que todas las frases que aparecen en el Corán venían de
Dios?», lo que resulta muy poco probable es que ofrezca la
siguiente respuesta, a pesar de que la evidencia empírica
muestra que es bastante razonable:
Porque tal creencia es la que mis padres y el entorno
social y religioso me han inculcado desde mi más temprana
edad.
Más bien, nuestro creyente musulmán es posible que
respondiera a aquella pregunta —dando ahora un cierto giro
a la estrategia argumentativa que empleó en el anterior
diálogo— de una manera semejante a esta:
Porque poseo —y conmigo el resto de los creyentes—
una firme fe en que todas las frases coránicas que recitó
Mahoma provenían de Dios. Y esta fe que tenemos todos los
creyentes musulmanes nos asegura que no podemos estar
equivocados en nuestra creencia.
Y podría sustentar su postura añadiendo:
La fe que poseemos los creyentes musulmanes es un don
con el que Dios nos privilegia para que no dudemos de la
verdad de nuestro texto sagrado y nuestras creencias
religiosas. Por lo tanto, la fe que poseemos de que todas las
declaraciones del Corán son divinas es de por sí una

24
Gabriel Nasser Campos

prueba de la verdad de esta creencia.


Es decir, nuestro interlocutor musulmán nos dice que al
ser un don divino la fe en el enunciado «todas las frases
coránicas que recitó Mahoma provenían de Dios» (o «todas
las declaraciones del Corán son divinas»), tal fe es la prueba
de que dicho enunciado es verdadero. Ahora bien, nosotros
podríamos preguntarle:
¿Únicamente ha otorgado Dios la fe a los creyentes
musulmanes o la ha otorgado a todos los creyentes en un
Dios único, es decir, también a los monoteístas no
musulmanes, como, por ejemplo, a los judíos y a los
cristianos?
Nuestro interlocutor sabe muy bien que no puede negar la
evidencia de que los creyentes judíos y cristianos poseen —al
igual que los creyentes musulmanes— fe en la verdad de sus
respectivas Escrituras y creencias religiosas; pero no
aceptará, por razones obvias, que sea también un don de Dios
la fe4 que poseen en aquellas los judíos y los cristianos. Él
diría, entonces, algo similar a lo que sigue:
Solo es un don divino la fe que poseemos los musulmanes
en todo lo que dice el Corán y en el conjunto de las creencias
religiosas que abrazamos. Y ello es así porque únicamente
___________________________
4 El creyente musulmán no puede aceptar que venga también de Dios la fe
que los otros creyentes monoteístas poseen en sus propias Escrituras y creencias
religiosas, pues es plenamente consciente de que si así fuera se toparía con la
paradoja de que todas las religiones monoteístas serían a un tiempo verdaderas
y no verdaderas. Serían todas verdaderas en tanto en cuanto que la fe de sus
seguidores vendría de Dios, pero, por otra parte, no podrían ser todas
verdaderas por la incompatibilidad manifiesta de las creencias, o parte de
estas, de cada religión monoteísta con las creencias, o con parte de estas, de las
otras religiones monoteístas.

25
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

nosotros somos los auténticos creyentes.


Por nuestra parte, le replicaríamos:
¿Puedes fundamentar tu postura?
Él, incapaz de aportar razón o evidencia alguna que la
sostenga, únicamente podría declarar lo siguiente:
La fe que hemos recibido los creyentes musulmanes hace
que sintamos nuestras creencias religiosas como verdades
absolutamente evidentes, más incluso que lo que vemos con
los ojos, que lo que oímos con los oídos o que lo que tocamos
con las manos. Y este sentimiento de abrumadora verdad que
experimentamos es una prueba manifiesta de que nuestra fe
viene de Dios.
Sin embargo, esta clase de defensa que hace de sus
creencias religiosas el creyente musulmán es la misma que
llevan cabo los creyentes judíos y cristianos. Estos también
aseguran que su fe es divina y que esta hace que sus
creencias religiosas se les presenten como verdades
indubitables.
Pero, entonces, ¿cómo saber qué religión monoteísta es
verdadera, si resulta que los creyentes de cada uno de los tres
monoteísmos principales reclaman para sí el aval de una fe
otorgada por Dios? Dichos creyentes aseguran que sí lo
saben, pues, según dicen unos y otros, el sentimiento de
absoluta verdad que les proporciona su fe no puede
engañarles. Pero, repetimos, no es posible que sean ciertas
simultáneamente creencias religiosas que son claramente
incompatibles entre sí.
Todo lo dicho nos conduce, entre otros resultados, a estos
que nos interesan muy en particular: un primer resultado

26
Gabriel Nasser Campos

sería que la fe del creyente musulmán en el enunciado «todas


las frases coránicas que recitó Mahoma provenían de Dios»
no es por sí sola una garantía de su verdad. En todo caso, tal
fe es una prueba de que él cree que tal enunciado es
verdadero. Pero creer que algo es verdadero no significa que
ese algo sea efectivamente verdadero. Igualmente, la fe del
creyente judío en que todo lo que aparece en la Escritura de
su religión ha sido dictado o inspirado por Dios no prueba
que ello fuera así, sino que, más bien, es una evidencia de
que él cree que es así. A su vez, la fe del cristiano en que
todo el Nuevo Testamento ha sido dictado o inspirado por
Dios no es una prueba de ello fuera el caso, sino de que él
cree que así ocurrió.
Un segundo resultado, consecuencia del anterior, es que
la fe de los creyentes musulmanes no impide que sea posible,
incluso muy posible, la hipótesis que expusimos con
anterioridad de que Mahoma pudo recitar frases no divinas
que, aunque no forman parte de la Escritura celestial,
terminaron siendo incorporadas al Corán que todos
conocemos. Esto lo veremos claramente en las páginas que
siguen, una vez formulemos —y pongamos en práctica— en
toda su extensión el criterio, ya apuntado en el capítulo
anterior, que nos permitirá detectar aquellos pasajes de las
diferentes Escrituras y, por ende, del Corán, que no han
podido proceder de Dios.

27
28
3.
EL CRITERIO PARA EXAMINAR EL
CORÁN

Algunas aleyas del Corán argumentan tanto a favor de


una determinada doctrina religiosa como en contra de otra
que se le opone. Así, se exponen razones para defender la
que es la principal doctrina coránica, esto es, que Dios es
único; y también se exponen razones en contra de que
pueda haber otros dioses aparte de Dios. Por ejemplo, en
estos pasajes:

Di: «Si existieran [otras] deidades junto con Él, —como


afirman algunos— sin duda [aun] ellas tendrían que buscar un
camino a Aquel que está entronizado en Su omnipotencia». (C.
17,42)5.

Si hubiera habido en ellos [en los cielos y en la tierra]


dioses distintos de Dios, se habrían corrompido [los cielos y
la tierra, e. d., de una pluralidad de dioses se habría seguido el
__________________________
5 Muhammad Asad, autor de una traducción comentada del Corán —en
español, El mensaje del Qur’an—, en una nota a pie de página dice acerca de
este versículo (el cual hemos extraído de esta traducción), entre otras
cosas, lo siguiente: «Algunos comentaristas esta frase la entienden como:
“Si hubieran existido otras deidades aparte de Dios, intentarían despojarle
de todo, o parte de, Su poder, y al hacerlo crearían el caos en el universo”».

29
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

caos]. (C. 21,22).

Dios no ha adoptado a ningún hijo, ni hay otro dios junto con Él.
Si no, cada dios se habría atribuido lo que hubiera creado y unos
habrían sido superiores a otros. (C. 23,91).

Puede decirse, entonces, que ciertos pasajes del


Corán respaldan de manera indudable que el razonamiento
lógico es también un camino apropiado para decidir incluso
cuál de estas dos doctrinas religiosas fundamentales, el
monoteísmo y el politeísmo, es la verdadera. Pues bien,
precisamente, es el camino del correcto razonar el que
nosotros queremos emprender con el fin de averiguar,
cuando menos, qué supuestas verdades religiosas no lo son
realmente.
Como ya sabemos, los creyentes judíos, cristianos y
musulmanes poseen una fe absoluta en la completa divinidad
de sus respectivas Escrituras. Sin embargo, en el Corán se
declara que las Escrituras que siguen los judíos y los
cristianos fueron alteradas, por lo que no serían fiel reflejo de
la palabra de Dios. Tal aseveración se enfrenta a la creencia
de judíos y cristianos de que sus respectivos libros sagrados
son la palabra última y definitiva de Dios.
Ante la circunstancia de que no pueden ser divinas
todas las declaraciones de las diferentes Escrituras, el
creyente en Dios —sea judío, cristiano o musulmán— haría
bien en preguntarse: ¿hay algún criterio que permita discernir
qué declaraciones de entre todas las que aparecen en las
Escrituras de las tres religiones monoteístas no proceden de

30
Gabriel Nasser Campos

Dios?
Consideramos —y esto se verá en seguida con
claridad— que no hay mejor punto de partida para dar
respuesta al anterior interrogante que Dios mismo, en
particular, aquello que Dios es. Resulta así primordial
empezar primero por contestar esta pregunta: ¿a quién nos
referimos cuando usamos la palabra «Dios»? La respuesta,
claro es, no puede ser otra que al ser más grande que pueda
pensarse. ¿Y cuál es este ser único? Aquel que aúna las
mayores perfecciones o atributos concebibles, esto es, el
ser que es todopoderoso, omnisciente, perfectamente
justo/equitativo, infinitamente misericordioso y bueno,
veraz… En efecto, y como decíamos, el ser tal que no es
posible pensar otro mayor es el que nombramos con la
palabra «Dios». De manera que quien pretendiera estar
hablando de Él, pero le sustrajera alguna de sus
perfecciones o atributos, ciertamente ya no estaría
refiriéndose a Dios.
Con estas ideas claras acerca de Dios, estamos ya en
disposición de responder a la cuestión que dejamos
pendiente, y que inquiría sobre la posibilidad de encontrar un
criterio que permita juzgar objetiva e imparcialmente qué
enunciados o pasajes de las diferentes Escrituras no
pueden ser divinos. Nosotros sostenemos que puede
establecerse un tal criterio, y que su fundamento no puede
encontrarse más que en el propio ser de Dios —esto es, en
su perfecta justicia/equidad, en su misericordia y bondad
infinitas, en su ilimitada sapiencia, etc.—. En efecto, son
justamente las perfecciones o atributos de Dios los que nos

31
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

conducen al criterio buscado —el cual bien puede llamarse


el «criterio del ser de Dios»—, y que podríamos formular
del siguiente modo:
Todas las declaraciones (afirmaciones, prescripciones,
exhortaciones, etc.) que aparezcan, si tal es el caso, en
las Escrituras de las tres religiones monoteístas —judaísmo,
cristianismo e islam—, y que claramente sean incompatibles
o contradictorias con el ser de Dios, habrán de juzgarse
como ajenas a Él, esto es, como no divinas.
Pero ¿por qué podemos estar seguros de que lo que ex-
presa tal criterio es cierto? Porque no es concebible que Dios
hubiera revelado o inspirado frases cuyos contenidos fueran
contrarios a Su ser, lo cual equivale a decir contrarios a Su
voluntad6 . Creer en las excelsas perfecciones o atributos del
Dios único —Su perfecta justicia/equidad, Su misericordia
y bondad infinitas, Su ilimitada sabiduría, etc.— conlleva
en buena lógica tener que rechazar que puedan ser
revelaciones o inspiraciones divinas todas aquellas
declaraciones que figuren en las distintas Escrituras que de
manera patente sean irreconciliables con dichas perfecciones
o atributos de Dios.
Como el Corán es una de tales Escrituras, también
podemos decir de este libro que, en caso de contener
declaraciones que claramente sean incompatibles o
contradictorias con el ser de Dios —esto es, con Su perfecta
justicia/equidad, Su misericordia y bondad infinitas, etc.—,
__________________________
6 Es indudable que la voluntad de Dios —que, entre otras cosas, decreta los
preceptos que los seres humanos deben observar— necesariamente tiene que
estar en absoluta armonía con Su ser.

32
Gabriel Nasser Campos

obligatoriamente habría que concluir que aquellas no


fueron revelaciones divinas.
Asimismo, un primer corolario que puede extraerse de
dicho criterio sería el siguiente:
Si se diera el caso de que en una Escritura figurasen dos
declaraciones mutuamente contradictorias, tal que una de
ellas —llamémosla A— es compatible con el ser de Dios,
pero no lo es la otra —llamemos a esta B—, entonces la
presencia en dicha Escritura de la declaración A supondría
de hecho una validación del dictamen del «criterio del ser de
Dios», esto es, que la declaración B no pudo ser una
revelación divina.
Un segundo corolario que también puede colegirse de
dicho criterio sería:
Si en una Escritura hubiera un determinado pasaje
que admitiera dos interpretaciones distintas, tal que una es
conciliable con el ser de Dios, mientras que de manera
patente no lo es la otra, únicamente podría sostenerse que
aquel pasaje es una revelación o inspiración divina si se
toma como la interpretación correcta del pasaje la que
resulta compatible con el ser de Dios.
Para finalizar, diremos que una cualidad bastante útil del
criterio que hemos formulado es que puede ser adoptado y
puesto en práctica por todo creyente en el Dios único, con
independencia de la religión que profese. Lo que se requiere
para asumir y utilizar tal criterio es simplemente tomar en
cuenta algo que muy bien puede y debe ser aceptado por todo
creyente monoteísta: que el intelecto es el magnífico don
con el que Dios ha privilegiado a los seres humanos para que

33
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

—haciendo uso de evidencias y siguiendo un correcto


razonar lógico— logren alcanzar las mayores y más amplias
verdades, también en materia de religión. En las páginas que
siguen nos dedicaremos precisamente a aplicar con razones
y buena lógica el «criterio del ser de Dios» a la Escritura del
islam.

34
4.
EL CORÁN Y EL INFIERNO

Dios, como sabemos, es poseedor, entre otros atributos,


de la perfecta justicia/equidad y de la misericordia y la
bondad inmensas. En esta misma línea, irían también
diversas frases del Corán como, por ejemplo, las siguientes:

Dios no hará ni el peso de un átomo de injusticia a nadie. (C.


4,40).

Tú eres la Suma Misericordia. (C. 7,151).

Tu Señor es el Indulgente, el Dueño de la Misericordia. (C.


18,58).

Dios perdona todos los pecados. Él es el Indulgente, el


Misericordioso. (C. 39,53).

Es el Bueno, el Misericordioso. (C. 52,28).

Tu Señor es inmensamente indulgente. (C. 53,32).

Él es el Indulgente, el Lleno de Amor. (C. 85,14).

Recordemos, a su vez, que el criterio que formulamos

35
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS

establecía que en caso de que hubiera una manifiesta


incompatibilidad o contradicción entre los contenidos de
determinados pasajes de cualquiera Escritura —sea la del
judaísmo, el cristianismo o el islam— y el ser de Dios, tal
cosa probaría que dichos pasajes no pudieron haber sido el
resultado de inspiraciones o revelaciones divinas. Así, si
en el Corán —que es la Escritura que nosotros estamos
examinando— encontramos afirmaciones, prescripciones,
exhortaciones, etc., que estén en claro conflicto con las
perfecciones o atributos de Dios, como, por ejemplo, con
su justicia/equidad perfecta y su misericordia y bondad
infinitas, dicho criterio nos autoriza a aseverar que tales
declaraciones coránicas no pudieron venir de Dios.
Pero ¿hay en el Corán declaraciones de las que pueda
decirse que son manifiestamente irreconciliables con el
ser de Dios? Es fácil advertir que lo son todas aquellas
que expresan que los incrédulos o infieles 7 —por el mero
hecho de serlo— serán retribuidos en la otra vida con un
castigo horrible y eterno. Antes de comentar la flagrante
contradicción con el ser de Dios que suponen tales pasajes 8
___________________________
7 Los incrédulos o infieles serían —según numerosas aleyas del Corán—
aquellos que no creen que Mahoma es el enviado de Dios, y por ende, no
creen en la religión que predicaba. Por el contrario, los creyentes serían
quienes creen tanto en lo primero como en lo segundo:
«Los creyentes son, en verdad, quienes creen en Dios y en Su Enviado».
(C. 24,62).
«Son creyentes únicamente los que creen en Dios y en Su Enviado, sin
abrigar ninguna duda, y combaten por Dios con su hacienda y sus personas.
¡Esos son los veraces!» (C. 49,15).
8 Dichos pasajes sobre el infierno —el fuego en terminología coránica—,
especialmente las escenas terroríficas descritas en algunos de ellos, previsiblemente
iban a generar en quienes las escuchaban o leían tanto un sentimiento de fuerte
inquietud y temor como un deseo de evitar tan horrendo destino. Fue

36
Gabriel Nasser Campos

coránicos, veamos una amplia muestra de ellos:

Las obras de aquellos de vosotros que apostaten de su fe y


mueran como infieles serán vanas en la vida de acá y en la otra.
Esos morarán en el Fuego eternamente. (C. 2,217).

Los que no creen […] morarán en el Fuego eternamente. (C.


2,257).

A quienes no crean, ni su hacienda ni sus hijos les servirán de


nada frente a Dios. Esos servirán de combustible para el Fuego.
(C. 3,10).

Si uno que no cree muere siendo infiel, aunque ofrezca como


precio de rescate la tierra llena de oro, no se le aceptará. Esos
tales tendrán un castigo doloroso y no encontrarán quienes les
auxilien. (C. 3,91).

¿Habéis dejado de creer después de haber creído? Pues


¡gustad el castigo por no haber creído! (C. 3,106).

Infundiremos el terror en los corazones de los que no crean, por


haber asociado a Dios algo a lo que Él no ha conferido autoridad.
Su morada será el Fuego. ¡Qué mala es la mansión de los
impíos¡ (C. 3,151).

___________________________
precisamente la amenaza de un castigo terrible y eterno uno de los dos
poderosos avisos de contenido ultraterreno —el otro sería la promesa de
un paraíso eterno— que Mahoma utilizaría de manera bastante reiterada y
sagaz para atraer a las gentes hacia su persona y su mensaje religioso. Sobre
la promesa del paraíso nos ocuparemos en el capítulo titulado «El paraíso
del Corán».

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EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Su morada [la de los infieles] será la gehena. (C. 3,197).

A quien, al contrario, desobedezca a Dios y a Su Enviado y


viole Sus leyes, Él le introducirá en el Fuego, eternamente.
Tendrá un castigo humillante. (C. 4,14).

A quienes no crean en Nuestros signos les arrojaremos a un


Fuego. Siempre que se les consuma la piel, se la repondremos,
para que gusten el castigo. (C. 4,56).

A quien se separe del Enviado después de habérsele


manifestado claramente la Dirección [e. d., el Corán] y siga un
camino diferente del de los creyentes, le abandonaremos en la
medida en que él abandone y le arrojaremos a la gehena. ¡Mal
fin...! (C. 4,115).

Pero quienes no crean y desmientan Nuestros signos morarán


en el fuego de la gehena. (C. 5,86).

Dios ha amenazado a los hipócritas [es decir, aquellos que dicen


que creen, no siendo así], las hipócritas y a los infieles con el
fuego de la gehena, en el que estarán eternamente. (C. 9,68).

En cuanto a quienes hayan sido infieles, se les dará a beber agua


muy caliente y sufrirán un castigo doloroso por no haber creído.
(C. 10,4).

A los infieles se les cortarán trajes de fuego y se les derramará


en la cabeza agua muy caliente, que les consumirá las entrañas

38
Gabriel Nasser Campos

y la piel; se emplearán en ellos focinos de hierro. Siempre que,


de atribulados, quieran salir de ella [la gehena] se les hará
volver: «¡Gustad el castigo del fuego de la gehena!». (C.
22,19-22).

Dios ha maldecido a los infieles y les ha preparado fuego de la


gehena, en el que estarán eternamente, para siempre. (C. 33,64-
65).

Los infieles, en cambio, sufrirán el fuego de la gehena.


Agonizarán sin acabar de morir y no se les aliviará su
castigo. Así retribuimos a todo desagradecido. (C. 35,36).

Esta es la gehena con que se os había amenazado. ¡Arded hoy


[en el día del Juicio] en ella por no haber creído! (C. 36,63-64).

Que han desmentido la Escritura [el Corán] y el mensaje


confiado a Nuestros enviados. ¡Van a ver, cuando, argolla al
cuello y encadenados, sean arrastrados al agua muy caliente y,
luego, sean atizados en el Fuego! […] ¡Entrad por las puertas de
la gehena, para estar en ella eternamente! (C. 40,70-72 y 76).

Pero quienes no crean y desmientan Nuestros signos morarán


en el fuego de la gehena. (C. 57,19).

A quien desobedezca a Dios y a Su Enviado le espera el fuego de


la gehena, en el que estará eternamente, para siempre. (C. 72,23).

Para los infieles hemos preparado cadenas, argollas y fuego de

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EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

gehena. (C. 76,4).

Los que no crean, tanto gente de la Escritura [judíos y cris-


tianos] como asociadores9 estarán, eternamente, en el fuego de la
gehena. Esos son lo peor de la creación. (C. 98,6).

De los anteriores pasajes coránicos se colige que


serán condenados a espantosos y eternos castigos quienes,
aunque crean en Dios y hagan el bien, no crean que
Mahoma sea un enviado divino. Pero en tal caso, ¿dónde
quedaría la misericordia y bondad infinitas de Dios, e
incluso su justicia/equidad perfecta? Parece evidente que el
autor de las frases coránicas que hablan sobre un castigo
eterno no advirtió que el contenido de estas suponía la
negación de tales atributos o perfecciones divinas. Tan
patente contradicción con el ser de Dios no deja lugar a
dudas de que tales declaraciones coránicas no pudieron en
modo alguno haber sido revelaciones divinas.
En este punto, no pocos apologistas del islam se
sentirán tentados a replicar que la justicia, atributo
inherente a Dios, le conduce a retribuir con penas tan
terribles a quienes se las merecen. Por supuesto, tal
respuesta les exige olvidarse por completo de la
misericordia y bondad sin límites de Dios. Es decir, le
sustraen a Dios estos dos últimos atributos con el fin de
intentar sostener que son revelaciones divinas los pasajes
coránicos que amenazan con castigos eternos a quienes no
creen que Mahoma sea el enviado de Dios. Pero ni siquiera el
___________________________
9 Los asociadores son aquellos que ponen junto a Dios otro(s) dios(es).

40
Gabriel Nasser Campos

olvido de la misericordia y bondad inmensas de Dios serviría


a las pretensiones de dichos apologistas musulmanes, pues
también la perfecta justicia/equidad de Dios habla en
contra de los castigos eternos. Esto el lector lo va a
entender enseguida fácilmente.
Comencemos por aclarar primero la noción de retribución
justa o equitativa. En general —y en esto todos parecen estar
de acuerdo—, puede decirse que consiste en dar a cada uno
lo que se merece. Pero ¿qué retribución se merece cada
cual? El sentido natural que poseen los seres humanos de lo
que es justo les lleva a pensar que la retribución merecida o
justa es aquella que guarda proporción o equivalencia con
los actos u obras realizadas. Si estas son buenas merecerán,
por tanto, una recompensa semejante o equivalente. Y si son
malas, un castigo semejante o equivalente. Que la justicia
humana debe guiarse por el principio de que la pena o
retribución justa que corresponde a una mala acción
realizada debe guardar proporción o equivalencia con esta
se establece también en el propio Corán:

Una mala acción será retribuida con una pena igual, pero
quien perdone y se reconcilie recibirá su recompensa de
Dios. (C. 42,40).

En esta frase coránica se explicita que el castigo justo


guardará, efectivamente, proporción o equivalencia con la
mala acción cometida. Lo cual significa que aquel nunca
debe superar a esta. No obstante, Dios recomienda incluso
el perdón y la reconciliación.

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EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Pero la justicia perfecta, que es propia de Dios y que


Él aplicará a los seres humanos en la existencia venidera,
¿se fundamenta también en la equidad? Si Dios dictamina
que la justicia humana debe basarse en la equidad —en
coincidencia con la concepción natural que poseen los seres
humanos de lo justo como lo equitativo—, lo lógico sería
esperar que la justicia divina se rija, a su vez, por tal criterio
de equidad. La única diferencia entre la justicia humana y
la justicia divina estará en que esta última es
perfectamente equitativa, algo que es muy difícilmente
alcanzable para la justicia que imparten los hombres.
Leemos en el Corán:

Dios no hará ni el peso de un átomo de injusticia a nadie. (C.


4,40).

Y quien presente una mala obra, será retribuido con solo una
pena semejante. (C. 6,160).

Quien obre mal no será retribuido [en la otra vida] sino con
una pena similar. (C. 40,40).

Se declara, ciertamente, en las anteriores aleyas del


Corán, y con nítida claridad, que quien haya obrado mal
será retribuido en la vida futura con una pena semejante o
similar. Por consiguiente, el sufrimiento o mal que un
individuo podría padecer en el más allá sería proporcionado o
equivalente al sufrimiento o mal que haya causado en la
vida de acá. El hombre, recordémoslo, es un ser finito, de

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Gabriel Nasser Campos

manera que el daño o mal que pueda cometer es


necesariamente finito, limitado. Esto supone que el castigo
divino será también finito, limitado. Creer, por tanto, que
Dios impondrá castigos horrendos y eternos es no haber
entendido que la esencia de Su justicia es la equidad, tal
como debe ser —según Él ha prescrito— la justicia
humana. Consecuentemente, todas las declaraciones
coránicas acerca de castigos ultraterrenos que sean
manifiestamente irreconciliables con una noción de justicia
divina entendida como perfecta equidad no pudieron haber
sido reveladas por Dios. Pero esto es precisamente lo que
ocurre con las frases del Corán que amenazan con eternos y
horrendos castigos.
A pesar de los razonamientos que hemos expuesto, es
posible que muchos creyentes musulmanes alberguen dudas
sobre la corrección de estos. Como nos dirigimos a todos
aquellos que estiman que el correcto uso del intelecto nos
provee de conclusiones ciertas, estimamos que quienes no
quedaron persuadidos por nuestro anterior discurso es
porque quizá piensen que a él se puede oponer algún
contraargumento que lo destruya. Pues bien, ahora nuestro
reto va a ser examinar con imparcialidad la fuerza del único
razonamiento que, al menos a priori, podría ser capaz de
desbaratar la posición que antes hemos defendido. Se trata del
argumento de la ofensa infinita a Dios. En efecto, algunos
eruditos o teólogos musulmanes podrían, tal vez, razonar del
siguiente modo:
No creer que Mahoma es el enviado de Dios y no
creer, por ende, en la religión del islam, es una ofensa

43
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

a la majestuosa dignidad del Señor. Al ser Dios infinito,


cualquier ofensa a Él es un mal infinito, luego, el castigo
justo —o, si se prefiere, equitativo— a un mal infinito no
puede ser otro que un castigo eterno.
¿Qué puede decirse del anterior razonamiento? En primer
lugar, que fueron teólogos cristianos quienes, para defender
determinadas doctrinas del cristianismo, ya en el pasado
idearon argumentos que tenían como base la supuesta
ofensa infinita a Dios 10 llevada a cabo por el hombre.
Como tal clase de formulaciones —utilizadas tanto por
teólogos cristianos como musulmanes— comparten algunas
suposiciones que son necesarias para llegar a la
conclusión pretendida, únicamente examinaremos estas.
Las premisas en cuestión que vamos, pues, a considerar
son las siguientes: a) que el ser humano es capaz de realizar
un mal infinito, aunque este solo sea de tipo moral; y b) que
la dignidad de Dios puede verse afectada por la acción del
hombre.
Lo que hay que dejar muy claro es que únicamente un ser
infinito podría poseer la capacidad de producir bienes
infinitos o males infinitos. Como solo hay un ser infinito,
Dios —entre cuyas perfecciones está la suma bondad—,
existe únicamente un ser que puede obrar bienes infinitos.
___________________________
10 Según escribió Anselmo de Canterbury en el siglo xi, la humanidad, por el
pecado de Adán y Eva, era culpable de haber cometido una ofensa infinita
contra Dios. Se precisaba, por tanto, una reparación por parte del hombre de
valor también infinito. De este modo, es como habría que explicar la muerte
de Cristo en la cruz, pues al ser él, a la vez, Dios y hombre, su sacrificio
satisfacía plenamente la deuda infinita que la humanidad había contraído con
Dios; quedando consecuentemente redimida la culpa infinita que arrastraba
desde los tiempos del Génesis.

44
Gabriel Nasser Campos

La existencia de Dios excluye, por tanto, que haya otro ser


infinito, el cual pudiera realizar males infinitos.
Por otro lado, el hombre, en tanto que ser finito,
carece de la capacidad de realizar tanto bienes como
males infinitos, por ende, tampoco está en su mano
realizar bienes o males morales infinitos. Además, Dios,
en tanto que ser infinito, es obvio que no puede verse
afectado por daño moral alguno que cualquier ser finito
pretendiera causarle. Por tanto, ni las palabras ni las
acciones de los seres humanos pueden afectar lo más
mínimo la dignidad de Dios. En este punto, viene bien
recordar este refrán popular bastante esclarecedor: «No
ofende quien quiere, sino quien puede». Así es, los
hombres, aun en el caso de que lo pretendieran, carecen de
poder para causar daño alguno a la dignidad de Dios. La
siguiente frase del Corán corrobora, a su vez, lo que
acabamos de decir:

Que no te entristezca ver a quienes se precipitan en la


incredulidad. No podrán causar ningún daño a Dios. (C. 3,176).

Más aún, los supuestos incrédulos o infieles no solo


no pueden provocar el más mínimo daño a la dignidad de
Dios, sino que ni siquiera pueden dañar a los creyentes en el
islam:

¡Creyentes! ¡Preocupaos de vosotros mismos! Quien se extravía


no puede dañaros, si estáis en la buena dirección. (C. 5,105).

Luego, si quienes no creen en el islam —o han dejado de

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EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

creer en él— no causan ningún daño a Dios ni tampoco a los


creyentes musulmanes, ¿acaso no resulta absurdo adjudicar a
los incrédulos o infieles un pecado tan inmensamente grande
que su retribución en la vida futura no puede ser otro que un
horrible castigo por toda la eternidad? Parece haber quedado
claro, por tanto, que las premisas indispensables, antes
expuestas, para sustentar el argumento de la ofensa infinita
a Dios son insostenibles, con lo que este argumento se
derrumba.
Por otra parte, aunque hay numerosas aleyas coránicas
que aseveran que la estancia de los condenados en el infierno
será eterna, sin embargo, hay dos pasajes del Corán en los
que, como dice J. Cortés en una nota a C. 6, 128, «se apunta
la posibilidad de que el castigo de los réprobos no sea eterno»:

Dirá [Dios]: «Tendréis el Fuego por morada, en el que estaréis


eternamente, a menos que Dios quiera otra cosa». (C. 6,128).

Los desgraciados estarán en el Fuego, gimiendo y bramando,


eternamente, mientras duren los cielos y la tierra, a menos que
tu Señor quiera otra cosa. (C. 106-107).

Igualmente, Muhammad Asad, en El mensaje del


Qur’an, dice en una nota a pie de página acerca de la frase
«Salvo que Dios decrete algo distinto» («A menos que tu
Señor quiera otra cosa» en la traducción de Julio Cortés) de
C. 6,128:

Algunos de los grandes teólogos musulmanes deducen de esto

46
Gabriel Nasser Campos

y de la frase similar que aparece en 11:107 (y también de varios


dichos bien autentificados del Profeta) que —a diferencia del
goce del paraíso, cuya duración es ilimitada— el sufrimiento de
los pecadores en la Otra Vida está limitado por la misericordia de
Dios.

Por su notable interés, exponemos también el «dicho


parabólico, bien autentificado, del Profeta», según dice
Muhammad Asad, descrito en una nota suya al versículo C.
40,12, en El mensaje del Qur’an:

[En el Día del Juicio,] los que merezcan el paraíso entrarán en el


paraíso, y los que merezcan el fuego, en el fuego. Entonces Dios,
el Excelso, dirá: «¡Sacad [del fuego] a todo aquel en cuyo corazón
había un grano de mostaza de fe [o, en algunas versiones, “de
bien”]!» Y entonces serán sacados de él, ennegrecidos ya, y serán
sumergidos en el Río de la Vida; y entonces renacerán [lit.,
‘brotarán’] como rebrota una planta al borde de un arroyo: ¿no
has visto cómo renace, amarilla y tierna?.

Hemos observado, si no una contradicción sí una fuerte


tensión entre las aleyas que afirman que los condenados al
infierno permanecerán en él eternamente y las aleyas C. 6,
128 y C. 11,107 que dejan la puerta abierta a que no haya
un tal castigo eterno. Lo mismo ocurre con el anterior
dicho del profeta Mahoma —el cual aboga claramente por
esta segunda perspectiva—, que entra en conflicto con las
aleyas que aseveran la eternidad de los castigos en la otra
vida. ¿Cómo se explican tales discrepancias? Nosotros

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EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

aventuramos que, tal vez, el profeta del islam vislumbró, al


menos en algunos momentos de su vida, que era muy
difícil, si no imposible, congraciar la idea de castigos
eternos con la existencia de un Dios del cual predicaba: «Él
mismo Se ha prescrito la misericordia», «Tu Señor es el
Indulgente, el Dueño de la Misericordia», «Él es la Suma
misericordia», «Es el Bueno, el Misericordioso», «Es el
Compasivo, el Misericordioso», etc. Antes vimos que
Muhammad Asad refería que: «Algunos de los grandes
teólogos musulmanes deducen […] que […] el sufrimiento
de los pecadores en la Otra Vida está limitado por la
misericordia de Dios». Esos teólogos musulmanes
coinciden en este punto con lo que ya dijeron, antes del
surgimiento del islam, algunas de las más relevantes
figuras del cristianismo de aquella época. Así, Orígenes y
Gregorio de Nisa, entre otros, defendieron algún tipo de
modalidad de la llamada doctrina de la apocatástasis o
retorno final a Dios de todos los seres humanos, así como
de los ángeles caídos. Esto significaba que la condena al
infierno de los no creyentes o réprobos no era eterna, sino
únicamente temporal.
También, Georges Minois, en su libro Historia de los
infiernos 11, dice:

Así pues, una corriente nada insignificante del pensamiento


cristiano ha tenido el convencimiento de que el fuego del infierno

_____________________
11 Minois, George, Historia de los infiernos, Paidós, Barcelona, 2005, pág.
134. (Título original: Histoire des enfers).

48
Gabriel Nasser Campos

era puramente alegórico y que los tormentos acabarían alguna


vez.

Podríamos, por otra parte, recordar lo que declara el Corán


respecto de los pecados:

Dios perdona todos los pecados. (C. 39,53).

Pero si Dios perdona, sea en un momento u otro, todo


pecado cometido, obviamente, Él no condenará a nadie a
llevar una existencia de tormentos eternos en el infierno.
No obstante, algún creyente musulmán nos podría replicar
con esta otra declaración del Corán:

Dios no perdona que se Le asocie. (C. 4,48 y C. 4,116).

En los casos en que se confrontan dos asertos coránicos


contradictorios entre sí —de manera que ambos no pueden
ser ciertos—, pero resulta que uno de ellos es compatible con
el ser de Dios mientras que no lo es el otro, es cuando resulta
iluminador tener en cuenta el primer corolario12 que
extrajimos del «criterio del ser de Dios». De acuerdo con este
el aserto coránico «Dios perdona todos los pecados» supone
un aval al dictamen que nos proporciona tal criterio respecto a
____________________________
12 Dicho corolario decía lo siguiente: «Si se diera el caso de que en una
Escritura figurasen dos declaraciones mutuamente contradictorias, tal que una de
ellas —llamémosla A— es compatible con el ser de Dios, pero no lo es la otra
—llamemos a esta B—, entonces la presencia en dicha Escritura de la
declaración A supondría de hecho una validación del dictamen del «criterio del
ser de Dios», esto es, que la declaración B no pudo ser una revelación
divina».

49
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

que la frase coránica «Dios no perdona que se Le asocie» no


pudo ser una revelación divina.
A pesar de todo lo dicho, aún puede haber apologistas
musulmanes de los castigos eternos que, quizás, no resistan
la tentación de responder a todos nuestros razonamientos de
la siguiente manera:
Los hombres no conocen todos los designios divinos, por
eso no saben por qué Dios retribuye a algunos con penas
eternas, pero Él sí lo sabe.
Para sustentar tal opinión exhibirían, presumiblemente,
entre otros, estos versículos del Corán:

Se os ha prescrito que combatáis, aunque os disguste.


Puede que os disguste algo que os conviene y améis algo que
no os conviene. Dios sabe, mientras que vosotros no sabéis. (C.
2,216).

¡Mirad cómo sois! Disputabais de lo que conocíais. ¿Vais a


disputar de lo que no conocéis? Dios sabe, mientras que
vosotros no sabéis. (C. 3,66).

¡No pongáis a Dios como objeto de vuestras comparaciones!


Dios sabe, mientras que vosotros no sabéis. (C. 16,74)

Tales valedores de los castigos eternos coránicos, al


escudarse en la frase «Dios sabe, mientras que vosotros no
sabéis» están defendiendo, al menos de manera implícita, que
los propósitos y actos de Dios pueden contrariar su propio
ser; en este caso, su justicia/equidad perfecta y su
misericordia y bondad infinitas. Pero tal cosa es imposible,

50
Gabriel Nasser Campos

pues supondría el absurdo de que los propósitos y actos de


Dios pueden contrariar Su propia voluntad, pues, como ya
señalamos en otro lugar, la voluntad y el ser de Dios no
pueden dejar de estar en absoluta armonía. En definitiva,
aunque Dios sabe una infinidad de cosas que el hombre no
sabe ni sabrá jamás, lo que sí sabemos con total certeza es
que Él no quiere que sus actos estén exentos siquiera sea de un
átomo de justicia/equidad, de un átomo de misericordia o de
un átomo de benevolencia.
Aparte de lo dicho, vamos a comprobar que tal expresión
—«Dios sabe, mientras que vosotros no sabéis»— no puede
emplearse para defender doctrina coránica alguna. La razón es
bastante simple, pues si sirviera para tal cometido, entonces
nada impediría a los seguidores del judaísmo y del
cristianismo utilizarla para defender sus respectivas doctrinas.
Nos encontraríamos así con el absurdo de doctrinas religiosas
contradictorias entre sí que serían sustentadas con el mismo
supuesto argumento, esto es, que «Dios sabe, mientras que
vosotros no sabéis». Por ejemplo, los cristianos podrían decir:
Dios es uno y trino. Vosotros no sabéis, pero Dios sí sabe.
O decir:
Jesucristo, el Hijo de Dios, ha muerto en la cruz para
salvar a los hombres. Vosotros no sabéis, pero Dios sí sabe.
O decir también:
Quienes tienen fe en que Jesucristo es el Hijo de Dios se
salvarán. Los demás serán combustible de la gehena. Vosotros
no sabéis, pero Dios sí sabe.
En definitiva, la frase «Dios sabe, mientras que vosotros no
sabéis» no sirve como aval de doctrina religiosa alguna.

51
52
5.
MAHOMA Y EL CORÁN

Aun después de nuestro anterior discurso, presumible-


mente, la gran mayoría de los apologistas musulmanes de
los castigos eternos ultraterrenos todavía seguirán creyendo
que las frases coránicas que amenazan con tales penas fueron
revelaciones divinas. Ante tal contumacia, nosotros les
requeriríamos a dar una respuesta clara a la siguiente
pregunta: ¿qué evidencias o razones tenéis para insistir en
que tal creencia es verdadera, cuando hemos constatado
que es del todo insostenible? Tal vez declaren algo
semejante a lo que nos decía nuestro interlocutor musulmán
en el diálogo del capítulo segundo:
Como poseemos una absoluta confianza en que todas
las frases del Corán han sido reveladas por Dios, si en
algunas de ellas se vierten amenazas de castigos eternos,
entonces, estas también son revelaciones divinas.
Es decir, consideran que su fe en que «todas las frases
del Corán son revelaciones divinas» es por sí misma una
evidencia de que lo que dice tal frase entrecomillada es
verdad. ¿Qué podemos decir al respecto? En primer lugar,
que, como también le dijimos a aquel interlocutor
musulmán, la mera fe en una declaración —o conjunto de
ellas— no es garantía de su verdad. En segundo lugar, que

53
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

todos los razonamientos expuestos en el capítulo


precedente no han sido otra cosa que, precisamente, una
prueba de que en el Corán hay frases que no han podido
proceder de Dios, verbigracia, las que amenazan con
castigos eternos en la otra vida.
Se nos ha contado —por parte de la tradición islámica—
que todas las frases recogidas en el Corán fueron recitadas
por Mahoma a la gente o dictadas por él a un escribiente.
Pero que Mahoma las recitara o dictara no significa que
todas ellas fueran palabras de Dios. Aunque el islam
asevera que la totalidad de las aleyas del Corán le fueron
trasmitidas a Mahoma por el ángel Gabriel, sin embargo, tal
cosa nunca ha sido probada.
Los apologistas musulmanes replicarán algo que nos
resulta conocido: que la prueba de que Mahoma decía la
verdad cuando aseguraba que todo el Corán es divino se
encuentra en las aleyas que declaran que él es «el Enviado
de Dios» y que Dios le ha revelado el Corán para que lo
recite a la gente. Al respecto, citarían aquellos apologistas
esta muestra de pasajes coránicos:

En verdad tú [Mahoma] recibes el Corán de Uno que es sabio,


omnisciente. (C. 27,6).

Te [a ti, Mahoma] hemos enviado con la Verdad como nuncio de


buenas nuevas y como monitor, y no tendrás que responder de los
condenados al fuego de la gehena. (C. 2,219).

Él [Dios] es Quien ha mandado a Su Enviado [Mahoma] con la


Dirección [el Corán] y con la religión verdadera [el islam],

54
Gabriel Nasser Campos

conforme a la verdad. Ciertamente, tú eres uno de los enviados.


(C. 2,252).

El Enviado cree en cuanto le ha sido revelado por su Señor, y


lo mismo los creyentes. (C. 2,285).

Dios ha agraciado a los creyentes al enviarles un Enviado


[Mahoma] salido de ellos, que les recita Sus aleyas, les
purifica y les enseña la Escritura [el Corán] y la Sabiduría.
Antes estaban evidentemente extraviados. (C. 3,164).

Y si te desmienten, también fueron desmentidos otros enviados


antes de ti, que vinieron con las pruebas claras, las
Escrituras y la Escritura luminosa [el Evangelio]. (C. 3,184).

¡Creyentes! Creed en Dios, en Su Enviado, en la Escritura que


ha revelado a Su Enviado y en la Escritura que había revelado
antes. Quien no cree en Dios, en Sus ángeles, en Sus
Escrituras, en Sus enviados y en el último Día, ese tal está
profundamente extraviado. (C. 4,136).

¡Hombres! Ha venido a vosotros el Enviado con la Verdad


que viene de vuestro Señor. Creed, pues, será mejor para
vosotros. (C. 4,170).

Estas son las aleyas de Dios, que te [a ti, Mahoma] recitamos para
que prevalezca sobre toda otra religión. ¡Dios basta como
testigo! (C. 48,28).

Vuestro paisano [Mahoma, paisano de los habitantes de La Meca]

55
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

no se extravía, ni se descarría. No habla por propio impulso. No


es [el Corán] sino una revelación que se ha hecho. Se la ha
enseñado el muy poderoso [el ángel Gabriel]. (C. 53, 2-5).

Aquellos abogados de la divinidad de las frases


coránicas que tratan de la existencia de castigos eternos,
concluirían diciendo lo siguiente:
La veracidad de Mahoma está, por lo tanto, fuera de
toda duda, pues Dios no elegiría como enviado suyo a
alguien cuya moralidad no fuera intachable y perfecta, lo
cual significa que no pecaba y, por ende, que tampoco
mentía.
Pese a todo lo que nos han expuesto, nosotros les
responderíamos —aparte de lo ya argumentado en
anteriores capítulos— que el propio Corán admite, por
sorprendente que pueda parecerles, la pecabilidad del
profeta del islam. Leamos estas frases que Dios dirige a
Mahoma:

¡Que Dios te perdone! (C. 9,43).

Pide [a Dios] perdón por tu pecado […]. (C. 40,55).

[…] y pide perdón por tu pecado […]. (C. 47,19).

Para perdonarte Dios tus primeros y últimos pecados (C. 48,2).

De manera que, si el profeta del islam podía


pecar —y tal cosa se reconoce en las anteriores frases
coránicas—, es indudable que también podía errar, no solo en
cuestiones

56
Gabriel Nasser Campos

mundanas, sino también en materia de religión. Los


argumentos que expusimos acerca de la imposibilidad de
que sean divinos los pasajes del Corán que aseveran la
existencia de castigos eternos ultraterrenos son, de por sí,
una prueba clara de que, en efecto, Mahoma se extravió
gravemente en este asunto.
En este instante, los apologistas musulmanes de los
castigos eternos, tal vez, nos retarían a que diéramos una
respuesta satisfactoria a esta pregunta:
¿Cómo habría sido posible que nuestro profeta
cometiera el grave error de recitar aleyas no divinas?
Al respecto, nosotros no podríamos más que conjeturar
una explicación. Quizás, la fuerte perturbación del ánimo
que, al parecer, afectaba en ocasiones a Mahoma cuando
oía una voz que él atribuía al ángel Gabriel le impedía
darse cuenta que esta voz no siempre era la del ángel. Así,
las intensas y turbadoras emociones experimentadas por
Mahoma en tales circunstancias provocarían que también
tomase como divinas esas frases que él creía escuchar —y
que suponía las pronunciaba el ángel Gabriel—, cuando en
realidad eran meras alucinaciones auditivas 13 .
Entre tales frases estarían, sin duda, las que tratan de
castigos eternos. Estas, como sabemos, no podían venir de
_____________________
13 Una sentencia conocida por todos, y cuya verdad nadie discute, es la que
dice: «La pasión nubla el entendimiento». Ciertamente, si determinadas vivencias
—incluso si son imaginarias— alteran notablemente el estado emocional de un
individuo, la facultad de este para juzgar correctamente la naturaleza de
aquellas vivencias puede, sin duda, quedar muy afectada. ¿Fue este el caso de
Mahoma? Como dijimos, es una conjetura posible. Otros han expresado
sospechas menos favorables para el profeta del islam.

57
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Dios, pues contradicen de manera flagrante Su perfecta


justicia/equidad y Su misericordia y bondad infinitas.
Ante nuestra postura de que no hay ninguna evidencia
que pruebe que todas las recitaciones coránicas de Mahoma
fueron revelaciones divinas, algunos creyentes musulmanes
podrían decir:
Tampoco nadie ha probado que sea falsa la frase «Todas
las recitaciones coránicas de Mahoma son revelaciones
divinas».
Nuestra contestación será, por supuesto, que todos los
pasajes coránicos que son manifiestamente irreconciliables
con el ser de Dios —esto es, que contradicen Sus perfecciones
o atributos—, no pudieron ser revelaciones divinas. Hemos
expuesto una clase de versículos del Corán —los que hablan
sobre castigos eternos— que, repetimos, suponen una
negación de la perfecta justicia/equidad y la misericordia y
bondad inmensas de Dios. De modo que sí se ha probado que
no es cierta la afirmación «Todas las recitaciones coránicas
de Mahoma son revelaciones divinas».
En este punto, probablemente, no serían pocos los
creyentes musulmanes que podrían insistir en decirnos:
A pesar de todo lo que habéis dicho, nosotros
manifestamos nuestro absoluto convencimiento de que
Mahoma decía la verdad cuando aseguraba que venían de
Dios —a través del ángel Gabriel— todas y cada una de las
frases del Corán. ¿Por qué no dudamos de ello? Porque
poseemos una confianza plena en el testimonio de nuestro
profeta. Y nuestra fe en él es la garantía indubitable de que
era verdad lo que afirmaba. Por tanto, vuestra argumenta-

58
Gabriel Nasser Campos

ción que dice probar que parte de lo que leemos en el Corán


no procede de Dios, por muy fundamentada y razonada que
esté, carece para nosotros de validez. Reiteramos, pues, esto:
la fe de los creyentes musulmanes en el aserto «Todas las
recitaciones coránicas de Mahoma son revelaciones divinas»
nos la ha otorgado Dios. Y como Dios no puede hacernos
creer lo que es falso, sino solo lo que es cierto, esto significa
que dicho aserto es verdadero.
El anterior discurso reivindica, una vez más, que la fe de
los musulmanes en un determinado aserto (o creencia) es una
prueba de la verdad de este. Y ello porque tal fe, aseveran, les
habría sido dada por Dios. Frente a esto, nosotros
plantearíamos la siguiente pregunta retórica: ¿acaso la
facultad de razonar no la ha otorgado Dios a todos los seres
humanos para discernir las afirmaciones verdaderas de las
que no lo son? Y recordaríamos los versículos del Corán
mencionados en el capítulo tercero —C. 17,42, C. 21,22 y C.
23,91—, los cuales 14, como entonces vimos, exponen razones
tanto para evidenciar la verdad de la creencia de que Dios es
uno como para criticar la creencia de que hay otros dioses
aparte de Dios. Dichos versículos parecen reconocer que la fe
en una doctrina o creencia dada —incluso, aunque sea la fe en
una doctrina o creencia fundamental del islam, tal como que
Dios es uno y no varios— debe poder ser respaldada con
_____________________
14 Reproduzcamos aquí dos de las tres aleyas citadas:
«Si hubiera habido en ellos [en los cielos y en la tierra] dioses distintos de Dios, se
habrían corrompido [los cielos y la tierra, e. d., de una pluralidad de dioses se habría
seguido el caos]». (C. 21,22).
«Dios no ha adoptado a ningún hijo, ni hay otro dios junto con Él. Si no, cada
dios se habría atribuido lo que hubiera creado y unos habrían sido superiores a
otros». (C. 23,91).

59
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

razonamientos apropiados. Pero ¿puede respaldarse con


acertadas razones la creencia en castigos eternos y horrendos
en la otra vida, o más bien hay firmes razones que evidencian
la imposibilidad de la verdad de tal creencia? La respuesta se
encuentra, otra vez, claro está, en el «criterio del ser de Dios».
Es decir, como Dios aúna las mayores perfecciones o atributos
que puedan concebirse —entre otros, la perfecta justicia/-
equidad y la misericordia y bondad infinitas—, Él no puede
haber revelado declaraciones que supongan, aunque sea de
manera implícita, la negación de Sus perfecciones o atributos.
De aquí hay que concluir necesariamente que no pueden ser
revelaciones divinas las declaraciones coránicas que
impliquen la negación de las perfecciones o atributos de Dios.
¿Entran dentro de esta clase de declaraciones las frases
coránicas acerca del infierno? En su momento, ya constatamos
que, efectivamente, así era. Por lo tanto, si las frases coránicas
que hablan de los castigos eternos no proceden de Dios, no
puede ser cierta la afirmación «Todas las recitaciones
coránicas de Mahoma son revelaciones divinas».
Después de lo que hasta aquí hemos dicho, algunos
defensores musulmanes de los castigos eternos nos pregun-
tarían, tal vez, con un cierto tono mordaz:
¿No creéis, entonces, en las declaraciones de los profetas
que son, según ellos aseguran, revelaciones divinas?
Nosotros les responderíamos:
Sí, si provienen de Dios, pero no, si no proceden de Él.
Ellos ahora nos interrogarían de esta forma:
¿Acaso no os basta con que los propios profetas
aseguren que sus palabras han sido reveladas o inspiradas

60
Gabriel Nasser Campos

por Dios?
Por nuestra parte, insistiríamos de nuevo en este razona-
miento:
Si tales palabras de los profetas entrañasen, por ejemplo,
la negación de la justicia/equidad perfecta y de la
misericordia y bondad inmensas de Dios, entonces, en tal
caso afirmamos categóricamente que aquellas no pudieron
ser revelaciones o inspiraciones divinas.
Los apologistas musulmanes del infierno eterno, tal vez,
querrían, como advertencia e intimidación, mencionarnos,
entre otras, estas frases coránicas:

Los infieles dicen: «¡No hagáis caso de este Corán!» […] A


los infieles les haremos gustar, sí, un severo castigo y les
retribuiremos, sí, con arreglo a sus peores obras. Esa es la
retribución de los enemigos de Dios: el Fuego, en el que
tendrán la Morada de la Eternidad, como retribución de haber
negado Nuestros signos. (C. 41,26-28).

Les contestaríamos esto que debería resultarles ya una


evidencia innegable:
Alguien puede perfectamente creer en Dios y, a la vez,
no creer que todas las frases coránicas recitadas por
Mahoma fueran revelaciones divinas. Creer realmente en
Dios debe suponer creer en Sus perfecciones o atributos.
Por ello, el musulmán que se considera un auténtico
creyente en Dios tendría que desestimar las frases del
Corán que supongan claramente una negación de Sus
perfecciones o atributos.

61
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Aquellos apologistas de los castigos eternos,


insistiendo en su intento de intimidación, podrían, en este
momento, citarnos este pasaje del Corán:

Entonces, ¿es que creéis en parte de la Escritura y dejáis de creer


en otra parte? ¿Qué merecen quienes de vosotros tal hacen sino la
ignominia en la vida de acá y ser enviados al castigo más duro el
día de la Resurrección? Dios está atento a lo que hacéis. (C. 2,85).

Nuestros oponentes, además, nos plantearían, muy


posiblemente, esta pregunta retórica:
¿Pensáis que Dios iba a permitir que Mahoma, su
enviado, cambiara su mensaje, tergiversándolo?
Y añadirían:
La respuesta concluyente se encuentra en este pasaje del
Corán:

Si [Mahoma] Nos hubiera atribuido falsamente algunos dichos,


le habríamos tomado de la diestra; luego le habríamos
seccionado la aorta, y ninguno de vosotros habría podido
impedirlo. (C. 69,44-47).

Y, además, mencionarían las siguientes frases coránicas


como prueba, a su entender, de la inalterabilidad del Corán:

No hay quien pueda cambiar las palabras de Dios. (C. 6,34).

Nadie puede cambiar Sus palabras. (C. 6,115).

No cabe cambio en las palabras de Dios. (C 10,64).

62
Gabriel Nasser Campos

Somos Nosotros [Dios] Quienes hemos revelado la Amonestación


[el Corán] y somos Nosotros [Dios] sus custodios. (C. 15,9).

¿Qué diríamos al respecto? Antes de nada, manifestaríamos


lo asombroso que resulta lo expresado en los versículos 44-
47 de la sura 69 mencionados anteriormente, pues, según
estos, Dios declara que mataría de una forma extrema-
damente cruel al propio Mahoma si este le atribuyera frases
falsas. Los defensores de la divinidad de todas las frases que
figuran en el Corán podrían comentar sobre tales versículos
algo como lo siguiente:
Estos suponen una prueba contundente de que Mahoma
no se inventó ninguna de sus recitaciones coránicas. ¿Por
qué decimos esto? Porque si el profeta del islam se hubiera
inventado un solo versículo del Corán, Dios habría acabado
con su vida y, en efecto, lo hubiera hecho de una forma muy
cruel. Pero como Dios, obviamente, no lo mató, esto significa
que ninguna de las frases del Corán es invención humana,
sino que todas son revelaciones divinas.
Nosotros podríamos fácilmente darle la vuelta a su
razonamiento, replicando lo siguiente:
Al aplicar el «criterio del ser» de Dios a las frases que
recitó Mahoma sobre horribles y sempiternos castigos en el
infierno, probamos que estas en modo alguno pueden ser
divinas. Y, a pesar de ello, él no fue muerto por Dios; lo cual
hace imposible que C. 60,44-47 fuera una revelación divina.
Además, en el propio Corán se dice que las Escrituras 15
___________________________
15 No hay que olvidar que el Corán es, según él declara, la confirmación de la
Torá y el Evangelio:

63
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

anteriores —tanto la Torá como el Evangelio— han sido


alteradas. Que los judíos han cambiado su Escritura se
expresa, por ejemplo, en estas dos aleyas:

¿Cómo vais [vosotros musulmanes] a anhelar que os crean [los


judíos] si algunos de los que escuchaban la Palabra de Dios la
alteraron16 a sabiendas, después de haberla comprendido? (C.
2,75).

¡Ay de aquellos17 que escriben la Escritura con sus manos [que


alteran la Escritura] y luego dicen: «Esto viene de Dios
[…]». (C. 2,79).

Es decir, el Corán implícitamente reconoce, contradi-


ciéndose a sí mismo, que la Palabra de Dios puede ser
alterada, pues asevera que las Escrituras anteriores, que son
—según también dice el propio Corán— la Palabra de Dios,
han sido cambiadas. Entonces, es igualmente posible que lo
que se dice en el Corán no se corresponda —al menos, no
totalmente— con la Palabra de Dios. Lo cual hace aún más
sólida nuestra posición de que las frases coránicas que
amenazan con castigos eternos en la otra vida —tal como
defendimos en el capítulo cuatro— no fueron revelaciones
___________________________
«Él [Dios] te [a ti, Mahoma] ha revelado la Escritura con la Verdad, en
confirmación de los mensajes anteriores. Él ha revelado la Torá y el
Evangelio antes, como dirección para los hombres, y ha revelado el Criterio
[el Corán]». (C. 3,3-4).
16 En una nota a pie de página, J. Cortés dice lo siguiente: «Acusación contra
los judíos de haber alterado sus Escrituras […], de haber ocultado la Verdad
[…], la Torá […]».
17 Se estaría aquí refiriendo a los eruditos judíos o rabinos.

64
Gabriel Nasser Campos

divinas. Luego, como las palabras de Dios sí pueden ser


alteradas —y de hecho lo han sido— cuando los hombres las
expresan y ponen por escrito, tal cosa indica que la frase
coránica «No hay quien pueda cambiar las palabras de Dios»,
y similares, tampoco son revelaciones divinas. Todo lo dicho
confirma, a su vez, —como expresamos anteriormente— que
no vinieron de Dios las aleyas 44-4718 de la sura 69.
En este momento, algunos seguidores de las tres
principales religiones monoteístas desearían hacernos la
siguiente pregunta:
¿Por qué Dios permitiría que sus Escrituras fuesen
alteradas?
Como no puede ser de otro modo, contestaríamos que
nadie puede saberlo con certeza. Pero también diríamos que,
tal vez, Dios, al permitir tales cambios, haya pretendido
probar a los creyentes de las tres religiones monoteístas. Si tal
es el caso, a nosotros nos gusta conjeturar que Dios, entre otras
cosas, querría ver quiénes de entre los judíos, cristianos y
musulmanes llegarían a comprender, en toda su verdad, que Él
es perfectamente justo/equitativo e infinitamente miseri-
cordioso y bueno. Porque entonces también ellos sabrían que
no pudieron venir de Dios aquellas declaraciones de sus
respectivas Escrituras que fueran incompatibles con Su ser.
Por consiguiente, tales creyentes no se dejarían extraviar por
mandatos, prescripciones o exhortaciones que pudieran estar
presentes en sus Escrituras y que les exigieran un comporta-
_______________________
18 Tales aleyas decían: «Si [Mahoma] Nos hubiera atribuido falsamente
algunos dichos, le habríamos tomado de la diestra; luego le habríamos
seccionado la aorta, y ninguno de vosotros habría podido impedirlo».

65
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

miento que les alejase del correcto camino de la justicia/-


equidad, misericordia y bondad. Esos serían, ciertamente, los
más fieles a Dios, es decir, serían los creyentes cuya voluntad
más se asemejaría a la voluntad de Dios 19.

_________________________
19 En esta línea podría interpretarse que se encuentran, entre otras frases coránicas,
las siguientes (que más adelante volveremos a mencionar):
«[Dios] creó la muerte y la vida para probaros, para ver quién de vosotros es el
que mejor se porta». (C. 67,2).
«¡Rivalizad en buenas obras! Todos volveréis a Dios». (C 5,48).
«Dios ama a quienes hacen el bien». (C. 3,134) y (C. 5,93).
«¡Qué grata es la recompensa de los que obran bien!». (C. 3,136)
«Sed íntegros en la equidad […] No sigáis la pasión faltando a la justicia». (C.
4,135).
«Dios ama a los que observan la equidad». (C. 5,42) y (C. 49,9).
«Dios no deja de remunerar a quienes hacen el bien». (C. 11,115).
«¡Dios está, en verdad, con quienes hacen el bien!». (C. 29,69).

66
6.
¿MAHOMA EQUIPARABLE A DIOS?

En el Corán pueden leerse aleyas que exhortan a


obedecer, además de a Dios, a Mahoma; así como a no
desobedecer a Dios, ni tampoco a Mahoma. Se anuncia
también en algunas de ellas que quien así se comporte
—esto es, que obedece a uno y también a otro, y que no
desobedece a uno, ni tampoco a otro— le aguardará una
inmensa recompensa en la vida futura. En caso de no actuar
así, se advierte, lo que a tal individuo le cabe esperar es un
terrible e interminable castigo. Exponemos a continuación
una muestra de tales aleyas:

¡Y obedeced a Dios y al Enviado! Quizás, así, se os tenga


piedad. (C. 3,132).

Estas son las leyes de Dios. A quien obedezca a Dios y a Su


Enviado, Él le introducirá en jardines por cuyos bajos fluyen
arroyos, en los que estarán eternamente. ¡Este es el éxito
grandioso! (C. 4,13).

A quien, al contrario, desobedezca a Dios y a Su Enviado y


viole Sus leyes, Él le introducirá en un Fuego, eternamente.
Tendrá un castigo humillante. (C. 4,14).

67
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Es que se habían separado de Dios y de Su Enviado… Y


quien se separa de Dios y de Su Enviado… Dios castiga
severamente. (C. 8,13).

¿No saben que quien se opone a Dios y a Su Enviado


tendrá eternamente el Fuego de la gehena? ¿Qué enorme
deshonra…! (C. 9,63).

El día que, en el Fuego, se desencajen sus rostros de dolor,


dirán: «¡Ojalá hubiéramos obedecido a Dios! ¡Ojalá
hubiéramos obedecido al Enviado [Mahoma]!». (C. 33,66).

¡Creyentes! ¡Obedeced a Dios y obedeced al Enviado! ¡No


hagáis vanas vuestras obras! (C. 47,33).

Los que se oponen a Dios y a su Enviado estarán entre los más


viles. (C. 58,20).

A quien desobedezca a Dios y a Su Enviado le espera el


fuego de la gehena, en el que estará eternamente, para
siempre. (C. 72,23).

Se observa, en efecto, la equiparación de Mahoma con


Dios en un asunto tan trascendental como es que la
obediencia o desobediencia al profeta del islam tiene la
misma relevancia respecto al destino de la persona en la otra
vida que la obediencia o desobediencia a Dios. Es decir, no
basta con obedecer a Dios para lograr la dicha eterna, sino
que también es necesario obedecer a Mahoma. Asimismo,

68
Gabriel Nasser Campos

aquella clase de aleyas aseveran que desobedecer a Mahoma


supondrá también el mismo castigo que desobedecer a Dios,
esto es, morar eternamente en el infierno. Pero ¿es verosímil
que Dios revelara que Mahoma era equiparable a Él en una
materia tan trascendental?
Los creyentes musulmanes podrían, tal vez, alegar lo
siguiente:
Pero no fue Mahoma quien decidió que la conducta de
obedecerle o desobedecerle tendría la misma relevancia de
cara al destino ultraterreno que la conducta de obedecer o
desobedecer a Dios, sino que fue el propio Dios quien reveló
que —en lo referente a tal cuestión— nuestro profeta se
situaba a su mismo nivel.
Nosotros podríamos contestarles:
Si obedecer o desobedecer al profeta del islam conllevara
las mismas consecuencias en la vida futura que obedecer o
desobedecer a Dios, ¿qué destino ultraterreno les cabría
esperar a quienes cumplan o incumplan órdenes de Mahoma
que sean incompatibles con prescripciones establecidas por
Dios en el propio Corán? Si alguien cumple una orden de
Mahoma que es incompatible con un mandato de Dios, su
destino será, paradójicamente, según el Corán, tanto el
paraíso como el infierno. Y lo mismo si la incumple. ¿Cómo
puede ser posible tal sinsentido?
Los apologistas musulmanes de tan peculiar equiparación
de Mahoma con Dios, presumiblemente, replicarían del
siguiente modo:
No es posible que el profeta del islam ordenase actos que
fueran contrarios a la voluntad de Dios; de manera que

69
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

no hay motivos para que pudiera darse la tesitura que


vosotros habéis planteado.
Comprobemos si esto es o no cierto. Pero antes leamos
las siguientes frases del Corán:

Si alguien os agrediera, agredidle en la medida en que os


agredió, (C. 2,194).

[A los judíos] Les hemos prescrito en ella [la Torá]: «Vida por
vida, ojo por ojo, nariz por nariz, oreja por oreja, diente por
diente y la ley del talión por las heridas». Y si uno renuncia
a ello, le servirá de expiación. Quienes no decidan según lo
que Dios ha revelado, esos son los impíos. (C. 5,45).

Si castigáis, castigad de la misma manera que se os ha castigado.


Pero, si tenéis paciencia, es mejor para vosotros20. (C. 16,126).

Una mala acción será retribuida con una pena igual, pero quien
perdone y se reconcilie recibirá su recompensa de Dios. (C.
42,40).

En los anteriores pasajes del Corán, Dios prescribe cuál


debe ser la sanción justa (equitativa) a una agresión o mala
acción recibida: el castigo debe ser análogo o equivalente a
esta, aunque se aconseja la paciencia y el perdón.
Otras frases coránicas manifiestan igualmente que hay
_____________________________
20 Julio Cortés, en una nota a pie de página de su traducción del Corán, aclara
el significado de la segunda frase del versículo C. 16,126: «La ley del talión es
lícita, pero se recomienda el perdón». Esto mismo es lo que dice C. 42,40.

70
Gabriel Nasser Campos

que rechazar el mal con el bien:

[Quienes] repelen el mal con el bien, esos tendrán la Morada


Postrera. (C. 13,22).

Repele el mal con algo que sea mejor. (C. 23,96).

Recibirán doble remuneración por haber tenido paciencia.


Repelen el mal con el bien y dan limosna de lo que les
hemos proveído. (C. 28,54).

No es igual obrar bien y obrar mal. ¡Repele [el mal] con lo que
sea mejor y he aquí que aquel de quien te separe la enemistad
se convertirá en tu amigo ferviente! (C. 41,34).

Esperaríamos, por tanto, que el profeta del islam fuera el


primero de los musulmanes en cumplir tales prescripciones y
recomendaciones de Dios. Y más si tenemos en cuenta que
algunas de las aleyas que recitaba le describían como un
modelo para los creyentes, que no se extraviaba ni se
descarriaba:

En el Enviado de Dios tenéis, ciertamente, un bello modelo para


quien cuenta con Dios y con el último Día y que recuerda mucho a
Dios. (C. 33,21).

Vuestro paisano [Mahoma, paisano de los habitantes de La


Meca] no se extravía, ni se descarría. (C. 53,2).

Pero ¿actuó siempre Mahoma —en cuanto que era un

71
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

«bello modelo» para todos los creyentes musulmanes— de


un modo justo/equitativo e incluso paciente y perdonador,
tal como Dios le reveló que había que comportarse ante las
malas acciones de otros? ¿Demostró ser alguien que «no se
extravía, ni descarría»? La respuesta la encontramos tanto en
la sira (biografía de Mahoma) como en los hadices (relatos
de los dichos y hechos del Profeta). Leamos, por ejemplo,
un fragmento del libro ¿Con Jesús o con Mahoma?21, de
William E. Phipps, el cual ayudará a despejar nuestras dudas:

Después de describir la ejecución de dos mecanos prisioneros


de guerra que habían compuesto sátiras contra Mahoma,
Montgomery Watt22 comenta: «A lo largo de su carrera, Mahoma
fue especialmente sensible a los ataques intelectuales y literarios.
Eran para él un pecado imperdonable». Más tarde, después de su
conquista de La Meca, en gran parte incruenta, Mahoma ordenó
la matanza de algunas mujeres cuyas canciones le habían
irritado (Ishaq23, p. 551). Al cambiar insultos por muerte,
Mahoma estaba rebasando la limitación de igual castigo de la
ley mosaica. El mismo profeta que promulgó una amnistía para
sus anteriores enemigos de La Meca, se mostraba inconsecuente
en su trato con los poetas poco comprensivos con su
personalidad.

___________________________
21 William E. Phipps, ¿Con Jesús o con Mahoma?, Madrid, Acento Editorial,
2001, p. 128. Título original: Muhammad and Jesus, a Comparison of the
Prophets and Their Teachings.
22 Montgomery Watt, erudito en estudios islámicos, es autor del libro Muhammad.
23 Ibn Ishaq (704-767) —que era musulmán— escribió una de las primeras
biografías de Mahoma.

72
Gabriel Nasser Campos

Ibn Ishaq testimonia —como hemos leído anterior-


mente— el incumplimiento manifiesto por parte del
profeta del islam de lo que prescribe el Corán respecto a
cómo retribuir una agresión o una mala acción. En efecto,
Mahoma pareció olvidarse —si damos credibilidad a sus
biógrafos— que Dios le había revelado que la retribución no
debía ser mayor que el acto a castigar, aunque lo
aconsejable era la paciencia y el perdón. Mahoma, sin
embargo, tal y como hemos visto, incumplió flagrantemente
tales mandatos divinos con aquellos que profirieron ataques
verbales hacia su persona.
Leamos ahora algunas frases atribuidas a Mahoma,
recogidas en los hadices y consideradas como fidedignas
por la tradición islámica:

Se me ha ordenado luchar contra los pueblos hasta que ellos


testifiquen que nadie tiene derecho de ser adorado, sino Dios,
y que Mahoma es el profeta de Dios, y ofrezcan oraciones y den
limosna obligatoria. Si hacen todo eso, podrán salvar sus
vidas y sus pertenencias.

No está permitido derramar la sangre de un musulmán excepto


en uno de estos tres casos: el casado que comete adulterio, vida
por vida y el que deja su Din [la religión del islam] y rechaza la
comunidad.

A cualquiera que cambie su religión islámica, matadlo.

En el Corán, sin embargo, hay frases que parecen declarar


algo completamente distinto:

73
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

No cabe coacción en religión. (C. 2,256).

Si tu Señor hubiera querido, todos los habitantes de la tierra,


absolutamente todos, hubieran creído. Y ¿vas tú a forzar a los
hombres a que sean creyentes? (C. 10,99).

Hemos visto que —de acuerdo tanto a lo relatado por sus


biógrafos como a lo que narran algunos hadices— Mahoma
ordenó a los creyentes musulmanes actuar de un modo que
contravenía claros mandatos divinos expresados en el Corán.
Luego, sí sería posible que ocurriera —al menos, en
determinados asuntos, por cierto, nada banales— lo que
indicábamos anteriormente: que obedecer a Mahoma
suponga tener que desobedecer a Dios, y que obedecer a Dios
suponga tener que desobedecer a Mahoma. Entonces, de
alguien que infringió mandatos divinos básicos —que
realizó y ordenó actos contrarios a la voluntad de Dios24 —,
¿hay que creer que no se equivocaba cuando decía que le
había sido revelado que obedecer o desobedecer sus órdenes
—las de Mahoma— tendría las mismas consecuencias en la
otra vida que obedecer o desobedecer al propio Dios?
Por otro lado, ¿es creíble que Dios hubiera revelado a
Mahoma que él es «un bello modelo», que «no se extravía,
ni se descarría», cuando transgredió claramente mandatos
divinos fundamentales? ¿Es, pues, verosímil que tales
expresiones coránicas fueran revelaciones divinas, cuando
__________________________
24 Todo esto que aquí decimos estará bien fundamentado, claro está, en tanto
en cuanto los episodios de la vida de Mahoma que se narran y los relatos de los
hadices que transcribimos se correspondan con lo que realmente fue el caso.

74
Gabriel Nasser Campos

Mahoma había tenidos comportamientos manifiestamente


contrarios al ser de Dios, esto es, contrarios a Su justicia/-
equidad y a Su misericordia y bondad?
Nos referiremos, para finalizar, a algo que aparece en el
Corán y que muy probablemente causará asombro y perpleji-
dad en el lector. Hablamos de supuestas revelaciones divinas
que parecen convertir a Dios en una especie de asistente
personal o responsable doméstico del profeta del islam, pues
aquellas ordenan un tipo de protocolos de conducta que
deben seguir quienes pretendan tratar con Mahoma o sus
esposas. Como decimos, puede leerse en el Corán aleyas que
se ocupan de cuestiones tan banales como, por ejemplo, en
qué momento hay que entrar en las habitaciones de Mahoma,
cuándo y cómo hay que retirarse de ellas, de qué manera hay
que pedir las cosas a las esposas de Mahoma o cómo debe ser
el volumen de la voz de quienes pretendan hablar con él.
Véanse, si no, estos versículos coránicos:

¡Creyentes! No entréis en las habitaciones del Profeta a


menos que se os autorice a ello para una comida. No entréis
hasta que sea hora. Cuando se os llame, entrad y, cuando
hayáis comido, retiraos sin poneros a hablar como si fuerais
de la familia. Esto molestaría al Profeta y, por vosotros, le daría
vergüenza […] Cuando les pidáis [a las esposas del Profeta] un
objeto hacedlo desde detrás de una cortina. Es más decoroso
para vosotros y para ellas […]. (C. 33,53).

¡Creyentes! ¡No elevéis vuestra voz por encima de la del Profeta!


¡No le habléis en voz alta, como hacéis entre vosotros! Os

75
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

expondríais a hacer vanas vuestras obras sin daros cuenta.


Quienes en presencia del Enviado de Dios bajan la voz son
aquellos cuyos corazones ha probado Dios para disponerlos a
Su temor. Obtendrán perdón y magnífica recompensa. La
mayoría de los que te llaman desde fuera de las habitaciones
privadas no tienen entendimiento. Más les valdría esperar a que
tú salieras adonde ellos están […] (C. 49,2-5).

Ante estos sorprendentes pasajes del Corán no


podemos evitar preguntarnos: ¿es plausible que Dios
comunicase a Mahoma revelaciones sobre cuestiones tan
triviales como las anteriores? ¿Acaso no habría sido mucho
más lógico que hubiera sido el propio profeta del islam
quien ordenase aquellos protocolos de conducta, utilizando
para ello la gran autoridad que gozaba entre los suyos, sin
tener, por tanto, que escudarse tras la palabra de Dios? ¿O es
que, tal vez, Mahoma, además de recitar aquellas aleyas
para evitar que algunos le molestasen e incomodasen con
sus inadecuados comportamientos, también pretendía que
sirvieran para subrayar la inmensa relevancia de su propia
persona? Pues esta impresión podría fácilmente llevarse un
creyente musulmán ante recitaciones coránicas que
muestran al mismo Dios ocupándose de que no se perturbe e
importune al profeta del islam. Esta sospecha, no hace falta
decirlo, viene avalada por aquellas aleyas del Corán que
tácitamente decían que obedecer o desobedecer a Mahoma
estaba a la par con obedecer o desobedecer a Dios, al menos
en algo tan fundamental como es el destino que puede
esperar cada cual en la otra vida.

76
7.
LOS INCRÉDULOS O INFIELES

Como ya hemos visto, en el Corán se anuncia reiterada-


mente que los incrédulos o infieles serán retribuidos en la
vida futura con un castigo horrible e inacabable. Recordemos
algunos pasajes coránicos que hablan sobre este asunto:

Las obras de aquellos de vosotros que apostaten de su fe y


mueran como infieles serán vanas en la vida de acá y en la otra.
Esos morarán en el Fuego eternamente. (C. 2,217).

Esos [los que no creen] morarán en el Fuego eternamente. (C.


2,257).

Se dirá: «¡Entrad [infieles] por las puertas de la gehena, para


estar en ella eternamente!». (C. 39,72).

A quien desobedezca a Dios y a Su Enviado, le espera el fuego de


la gehena, en el que estará eternamente, para siempre. (C. 72,23).

Mahoma, al amenazar con castigos eternos a quienes no


creían que él fuera el enviado de Dios —ni tampoco creían,
por ende, en la religión que predicaba—, lo que pretendía era
declarar que los incrédulos o infieles, por el mero hecho de
serlo, eran gente malvada:

77
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Te hemos revelado, en verdad, signos claros y solo los perversos


pueden negarlos. (C. 2,99).

Si la gente de la Escritura [judíos y cristianos] creyera, les iría


mejor. Hay entre ellos creyentes, pero la mayoría son perversos.
(C. 3,110).

A quienes desmientan Nuestros signos, les alcanzará el castigo


por haber sido perversos. (C. 6,49).

Los seres peores, para Dios, son los sordomudos25, que no


razonan. (C. 8,22).

Los seres peores, para Dios, son los que habiendo sido infieles
en el pasado, se obstinan en su incredulidad. (C. 8,55).

Quienes, después de esto, no crean, esos son los perversos.


(C. 24,55).

Los que no crean, tanto gente de la Escritura [judíos y cristianos]


como asociadores, estarán, eternamente, en el fuego de la
gehena. Esos son lo peor de la creación. (C. 98,6).

Después de que el profeta del islam afirmase que Dios le


había revelado que los incrédulos o infieles eran «perversos»,
«los seres peores, para Dios», «lo peor de la creación» y que
«morarán en el Fuego eternamente», ¿qué otra cosa iba a
___________________________
25 Julio Cortés, en su edición en castellano del Corán, escribe la siguiente
nota acerca del sentido de este término: «O, metafóricamente, que padecen
sordomudez espiritual, e. d., los que, como si no hubieran oído la
predicación del profeta, permanecen mudos ante ella».

78
Gabriel Nasser Campos

predicar Mahoma respecto al tipo de relaciones que debían


mantener los creyentes musulmanes con los no musulmanes,
sino esto?:

¡Creyentes! No intiméis con nadie ajeno a vuestra comunidad.


(C. 3,118).

¡Creyentes! No toméis a los infieles como amigos, en lugar de


tomar a los creyentes. ¿Queréis dar a Dios un argumento
manifiesto en contra vuestra? (C. 4,144).

¡Creyentes! ¡No toméis como amigos a los judíos y a los


cristianos! (C. 5,51).

¡Creyentes! No toméis como amigos a vuestros padres y a


vuestros hermanos si prefieren la incredulidad a la fe.
Quienes de vosotros les consideran amigos, esos son los
impíos. (C. 9,23).

¡Y no os arriméis a los impíos, no sea que el Fuego os


alcance! No tenéis, fuera de Dios, amigos. (C. 11,113).

Pero al predicar Mahoma que quienes no creen en el


islam son «perversos», «los seres peores, para Dios», «lo
peor de la creación» y exhortar a los creyentes musulmanes
a no mantener amistad con ellos, ¿acaso no cabría esperar
que expresiones tan despectivas podrían suscitar en los
creyentes musulmanes fuertes sentimientos de rechazo y odio
hacia los no musulmanes? Y ¿no podrían estos sentimientos
inducir fácilmente en los creyentes musulmanes —o, al

79
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

menos, en parte de ellos— conductas de agresión y violencia


contra los no musulmanes, simplemente por no compartir su
religión? La respuesta se encuentra en la historia del islam,
desde sus mismos inicios hasta la actualidad.
Al mismo tiempo que Mahoma predicaba la total
denigración de quienes no creen que el islam sea la
verdadera religión, también predicaba frases que exaltaban
a los creyentes musulmanes. De estos afirmaba que eran
«la mejor comunidad humana», «lo mejor de la creación»
y que su retribución futura será el Paraíso:

Sois [vosotros, creyentes musulmanes] la mejor comunidad


humana que jamás se haya suscitado: ordenáis lo que está bien,
prohibís lo que está mal y creéis en Dios. (C. 3,110).

En cambio, los que crean [en Mahoma y su mensaje] y obren


bien, esos son lo mejor de la creación y tendrán como
retribución, junto a su Señor, los jardines del edén, por cuyos
bajos fluyen arroyos, en los que estarán eternamente, para
siempre. (C. 98,7-8).

Si los apologistas musulmanes trataran de justificar


con razones tanto las predicaciones coránicas de Mahoma
en extremo despectivas con los incrédulos o infieles como
las predicaciones tan enaltecedoras hacia los creyentes
musulmanes, presumiblemente, dirían algo como lo
siguiente:
Dios exhorta en el Corán a profesar el islam, pues
es la religión que Él ha puesto en todos los seres humanos,

80
Gabriel Nasser Campos

tal como declara esta aleya:

¡Profesa la Religión como hanif [monoteísta inquebrantable],


según la naturaleza primigenia que Dios ha puesto en los
hombres! No cabe alteración en la creación de Dios. Esa es la
religión verdadera. Pero la mayoría de los hombres no saben.
(C. 30,30).

Y es por ello que el islam es la religión hacia la cual


los hombres se inclinan de manera natural, como bien queda
expresado en un célebre hadiz:

[Dijo Mahoma]: «Todo niño nace en fitra26 y son sus padres


los que le hacen judío, cristiano o pagano». A lo cual uno de
sus compañeros replicó: «O musulmán». Y el profeta Mahoma
contestó: «No, pues el islam es la fitra».

Luego, si Dios —además de haber revelado a Mahoma


el islam— ha dispuesto en todos los seres humanos tal fe
innata, entonces, lo que Él espera de nosotros es que
profesemos, justamente, dicha religión. Así, no creer en el
islam es resistirse a la voluntad de Dios, y creer en el islam
es someterse a ella. No puede, por tanto, sorprender que el
Corán afirme que los incrédulos o infieles son «perversos»,
«los seres peores, para Dios», «lo peor de la creación» y
que «morarán en el fuego eternamente». Tampoco puede
extrañar que el Corán diga que los musulmanes —esto es,
___________________________
26 Fitra sería la inclinación espontánea del ser humano a tener fe en un
Dios único y a someterse a Su voluntad.

81
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

quienes profesan la religión del islam— son «la mejor


comunidad humana» y «lo mejor de la creación». Y que
tendrán «como retribución, junto a su Señor, los jardines del
edén […] en los que estarán eternamente, para siempre».
Al anterior discurso de aquellos apologistas del islam,
nosotros podríamos responder que aunque en C. 30,30 se
dice que Dios ha puesto en la naturaleza de los hombres una
disposición al monoteísmo, sin embargo, no dice que haya
puesto también una inclinación natural a creer que
Mahoma es su enviado y que hay que obedecerle —del
mismo modo que hay que obedecer a Dios—; ni dice que
poseamos una propensión innata a creer que todas las
recitaciones coránicas de Mahoma son revelaciones divinas.
Respecto del célebre hadiz antes mencionado, Mahoma
parece jugar también con la confusión entre la tendencia
natural a creer en un Dios único y la creencia en la religión
que él predicó, tal y como él la predicó. Pero no cabe
ninguna duda de que se puede ser perfectamente un
monoteísta estricto y, sin embargo, no creer que el islam
que predicó Mahoma sea la verdadera religión. Esta posición
parecería incluso estar avalada por algunos pasajes del
propio Corán:

Los creyentes [e. d., los musulmanes], los judíos, los cristianos,
los sabeos27 —quienes creen en Dios y en el último Día y obran
bien— esos tienen su recompensa junto a su Señor. No tienen que

____________________________
27 Julio Cortés, en su traducción al castellano del Corán, en una nota a pie de
página, nos cuenta que los sabeos eran «cierta comunidad religiosa de
monoteístas gnósticos».

82
Gabriel Nasser Campos

temer y no estarán tristes. (C. 2,62) y (C. 5,69) 28

¡Rivalizad [judíos, cristianos y musulmanes], pues, en buenas


obras! Todos vosotros volveréis a Dios. (C. 5,48).

Quienes dicen: «¡Nuestro Señor es Dios!» y se portan


correctamente no tienen que temer y no estarán tristes. Esos
tales morarán en el Jardín eternamente, como retribución a sus
obras. (C. 46,13-14).

Nuestros oponentes, los apologistas musulmanes, tal


vez se mostrarían un tanto confundidos ante nuestros
razonamientos, pero, sobre todo, contrariados con los
anteriores pasajes coránicos que les hemos expuesto como
apoyo de nuestra posición. Uno de ellos podría ahora
desmarcarse un tanto del discurso de sus compañeros y
decir esto:
Realmente, el Corán es un libro que predica la paz y
la tolerancia con quienes no creen en la religión de
Mahoma. Suscitar rencor y odio en el corazón de los
creyentes musulmanes hacia quienes no lo son, es algo
que incluso desaconseja nuestro libro sagrado.
Y como prueba de lo que acaba de decir nos citaría, entre
otras, estas frases coránicas:

No cabe coacción en religión. (C. 2,256).

Si tu Señor hubiera querido, todos los habitantes de la tierra,


___________________________
28 En la aleya C. 5,69 “los sabeos” aparece antes que “los cristianos”.

83
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

absolutamente todos, habrían creído. Y ¿vas tú [Mahoma] a forzar


a los hombres a que sean creyentes? (C. 10,99).

Llama al camino de tu Señor con sabiduría y buena exhortación.


Discute con ellos de la manera más conveniente. (C. 16,125).

No discutáis sino con buenos modales con la gente de la


Escritura, excepto con los que hayan obrado impíamente. Y
decid: «Creemos en lo que se nos ha revelado a nosotros y en lo
que se os ha revelado a vosotros. Nuestro Dios y vuestro Dios
es Uno. Y nos sometemos a Él». (C. 29,46).

Dios no os prohíbe que seáis buenos y equitativos con


quienes no han combatido contra vosotros por causa de la
religión, ni os han expulsado de vuestros hogares. Dios ama a
los que son equitativos. (C. 60,8).

[Di, Mahoma]: «Vosotros tenéis vuestra religión y yo la mía».


(C. 109,6).

Nuestra contestación a este cambio de rumbo discursivo


sería esta:
En el Corán, es cierto, hay aleyas, unas pocas, que
animan a los creyentes musulmanes a mostrarse tolerantes
con quienes no comparten su religión. Pero también contiene
aleyas, bastantes, que predisponen a la comunidad
musulmana a despreciar y rechazar a los que no creen en el
islam. Aunque lo más grave es que Mahoma —conforme a lo
que sobre él cuentan los hadices (relatos de los dichos

84
Gabriel Nasser Campos

y acciones del profeta) y la sira (biografía de Mahoma)29 —


ordenó hacer la guerra30 con el fin de imponer el islam.
Instigó también comportamientos extremadamente violentos y
absolutamente injustos31 contra quienes, por ejemplo, le
criticaban; y ordenó, además, matar a quienes abandonan el
islam32.
Seguiría nuestra intervención de este modo:
No se alejaría mucho de la verdad quien afirmara que el
conjunto de textos formado por el Corán y los hadices (con
la sira) legitima que los creyentes musulmanes puedan
comportarse tanto con tolerancia como con extrema into-
lerancia con aquellos que no creen en el islam. Parecería, en
efecto, que los textos fundamentales del islam permitieran a
los seguidores de esta religión elegir ser o bien tolerantes o
bien ser intolerantes con los no musulmanes 33.
Y concluiríamos diciendo:
___________________________
29 Dichos episodios de la vida de Mahoma han sido considerados fidedignos
por la tradición musulmana; al menos así lo ha hecho la inmensa mayoría de
eruditos y autoridades religiosas del islam. Es muy importante no olvidar que al
declarar el Corán que Mahoma es un «bello modelo» y que «no se extravía, ni
descarría», el islam considera que seguir su ejemplo es parte esencial de lo que
significa ser un buen musulmán.
30 Recordemos este hadiz, ya citado en el capítulo anterior: «Se me ha ordenado
luchar contra los pueblos hasta que ellos testifiquen que nadie tiene derecho de
ser adorado sino Dios, y que Mahoma es el profeta de Dios, y ofrezcan oraciones
y den limosna obligatoria. Si hacen todo eso podrán salvar sus vidas y sus
pertenencias».
31 Tal conducta de Mahoma —como comprobamos en el capítulo cuatro—
incumplía gravemente mandatos divinos expresados en el Corán.
32 Así, por ejemplo, en estos hadices que también mencionamos en el capítulo
anterior: «A cualquiera que cambie su religión islámica, matadlo». «No está
permitido derramar la sangre de un musulmán excepto en uno de estos tres casos:
[...] y el que deja su Din [la religión del islam] y rechaza la comunidad».
33 Aunque con los politeístas y los apóstatas del islam únicamente parece
caber la opción de la intolerancia más extrema.

85
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

El Corán, juntamente con el ejemplo y las palabras de


Mahoma, no podían sino arrastrar a la comunidad islámica
hacia una actitud esquizoide —en el sentido de predisponerla
a una cosa y a su contraria— respecto al trato con los no
musulmanes.
Pero retornando al asunto central de este capítulo, las
frases coránicas que declaran que los incrédulos o infieles,
por el mero hecho de serlo, son «perversos», «los seres
peores, para Dios», «lo peor de la creación» y que «morarán
en el Fuego eternamente», ¿fueron realmente revelaciones
divinas? Aunque nuestra respuesta la puede adivinar
fácilmente el lector, será en el próximo capítulo donde
pasaremos a exponerla.

86
8.
LOS INCRÉDULOS O INFIELES
Y LAS BUENAS OBRAS

Para ofrecer una respuesta lo mejor fundada posible a la


pregunta que planteamos al final del capítulo anterior, creemos
conveniente dar un cierto rodeo. Por ello, vamos primero a
examinar los pasajes coránicos que afirman que Dios invalidará
las obras —las buenas obras, se entiende— de quienes no
creen en el islam predicado por Mahoma. Veamos algunos de
tales pasajes:

Las obras de aquellos de vosotros que apostaten de su fe y


mueran como infieles serán vanas en la vida de acá y en la otra.
Esos morarán en el Fuego eternamente. (C. 2,217).

Vanas serán las obras de quien rechace la fe y en la otra vida


será de los que pierdan. (C. 5,5).

Vanas serán las obras de quienes desmintieron Nuestros signos


y la existencia de la otra vida. ¿Podrán ser retribuidos por otra
cosa que por lo que hicieron? (C. 7,147).

Los asociadores […], ¡qué vanas son sus obras! ¡Estarán en el


Fuego eternamente! (C. 9,17).

87
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

A ti y a los que te precedieron se os ha revelado: «Si asocias a


Dios otros dioses34, tus obras serán vanas y serás así, de los que
pierdan». (C. 39,65).

¡Ay de aquellos, en cambio, que no hayan creído! [Dios]


Invalidará sus obras. (C. 47,8).

¡Creyentes! ¡Obedeced a Dios y obedeced al Enviado! ¡No


hagáis vanas vuestras obras! (C. 47,33).

Según vimos, algunas de las recitaciones coránicas de


Mahoma decían que quienes no creen en el islam son
«perversos», «los seres peores, para Dios», «lo peor de la
creación» y que «morarán en el Fuego eternamente». No
puede extrañar, por tanto, que los pasajes del Corán antes
transcritos den a entender claramente —por sorprendente que
___________________________
34 Un correcto razonar no puede menos que dictar el firme rechazo a la
creencia de que junto a Dios hay otros dioses. Ahora bien, tomar como cierta
—debido a la mera ignorancia— una creencia que es falsa, tal como la
creencia politeísta, es algo que puede ser tachado de grave error del
entendimiento, pero no de constituir una perversidad. La parte de una
religión que trata de Dios (o de los dioses) no debe confundirse con su
componente moral, es decir, con los comportamientos que Dios (o los dioses)
prescribe a los seres humanos. ¿Cuándo el hecho de creer en una religión
politeísta dada podría ser calificado como un acto de maldad? Cuando tal
religión prescriba comportamientos injustos y faltos tanto de misericordia
como de bondad. Pero nada impide, al menos en principio, que una religión
politeísta pueda ordenar a sus seguidores que actúen correctamente. Asimismo,
no porque alguien crea en una religión monoteísta necesariamente actuará
con justicia/equidad, misericordia y bondad. El propio Mahoma era muy
consciente de esto, pues predicaba que el paraíso estaba destinado a
quienes «crean y obren bien». Lo cual significaba que no todos los
creyentes recibirían dicha recompensa. Los que obran mal, aunque crean,
quedarían excluidos de la misma. Otra cosa bien diferente es el hecho de que
algunas de las exhortaciones, prescripciones y órdenes expresadas por
Mahoma no fueran moralmente correctas.

88
Gabriel Nasser Campos

pueda parecernos— que Dios ignorará las buenas obras de


aquellos que no creen en la religión predicada por Mahoma.
Pero no solo están diciendo que los incrédulos o infieles que
hacen el bien se quedarán sin recompensa ultraterrena, sino
que —y esto es lo más pasmoso de todo— aseveran que
su destino será morar en el infierno por toda la eternidad.
Sin embargo, nadie que conozca el significado de
términos morales fundamentales como «bueno», «malo»,
«equitativo», «injusto», etc., podría calificar como
«malvado» a quien actuara con justicia/equidad e hiciera el
bien. Por el contrario, tal individuo sería merecedor de
recibir calificativos tales como «justo/equitativo» y
«bueno». Porque ser justo/equitativo y ser bueno tiene que
ver con un reiterado modo de comportarse con justicia/-
equidad y con bondad, y no, por ejemplo, con el hecho de
creer en tal o cual religión.
No obstante, y a pesar de los pasajes del Corán antes
citados, Mahoma también subrayó en numerosas recitacio-
nes coránicas la gran importancia que para Dios tenía el
hecho de que las personas hicieran el bien. Esto se observa
claramente, por ejemplo, en las frases del Corán que declaran
—como también se apuntó en la última nota a pie de
página— que únicamente los creyentes musulmanes que
obren bien tendrán el paraíso como recompensa:

En cuanto a quienes crean y obren bien, Él les remunerará


debidamente. (C. 3,57).

A quienes crean y obren bien, les introduciremos en jardines

89
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

por cuyos bajos fluyen arroyos, en los que estarán eternamente,


para siempre. (C. 4,57).

Dios ha prometido a quienes crean y obren bien perdón y una


magnífica recompensa. (C. 5,9).

Quienes crean y obren bien, serán bienaventurados y tendrán un


bello lugar de retorno. (C. 13,29).

Quienes crean y obren bien, obtendrán perdón y generoso


sustento. (C. 22,50).

Quienes crean y obren bien tendrán los jardines de la Morada


como alojamiento en premio a sus obras. (C. 32,19).

En cambio, los creyentes, varones o hembras, que obren bien


entrarán en el Jardín y serán proveídos en él sin medida. (C. 40,40).

Quienes crean y obren bien, recibirán una recompensa


ininterrumpida. (C. 41,8).

Resulta bastante clarificador en este punto leer el


siguiente pasaje de la carta de Santiago que figura en el
Nuevo Testamento cristiano:

¿Tú crees que Dios es uno? Haces bien. Mas también los
demonios creen y tiemblan. (Santiago 2,19).

Los demonios son demonios no porque no crean en Dios,


sino porque hacen el mal. El islam, según predica su profeta,

90
Gabriel Nasser Campos

es someterse a Dios. Pero ¿qué significa en verdad someterse


a Dios? No es el mero creer en su existencia, pues los
demonios creen en esta y, sin embargo, no se someten a Él.
Someterse a Dios no puede querer decir otra cosa que hacer
lo que Él quiere que hagamos. ¿Y qué quiere Dios que
hagamos? Siendo Dios el hacedor del bien —esto es, el
dueño de la perfecta justicia/equidad y de la misericordia y de
la bondad inmensas—, ciertamente, Él no puede sino querer
que los hombres actúen guiados por la justicia/equidad, la
misericordia y la bondad. Es por ello que Dios no puede
dejar de remunerar el bien. Las siguientes frases coránicas,
entre otras, podrían contemplarse como un apoyo de lo que
acabamos de decir:

Dios ama a quienes hacen el bien. (C. 3,134) y (C. 5,93).

¡Qué grata es la recompensa de los que obran bien! (C. 3,136)

Dios os ordena […] que cuando decidáis entre los hombres lo


hagáis con justicia. (C. 4,58).

Sed íntegros en la equidad […] No sigáis la pasión faltando a la


justicia. (C. 4,135).

¡Que el odio a una gente no os incite a obrar injustamente!


¡Sed justos! (C. 5,8).

Dios ama a los que observan la equidad. (C. 5,42) y (C. 49,9).

Di: «Mi Señor ordena la equidad». (C. 7,29).

91
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

No dejaremos de remunerar a quienes obren bien. (C. 7,170).

Para quienes obren bien, lo mejor y más […]. Esos morarán en


el Jardín eternamente. (C. 10,26).

Dios no deja de remunerar a quienes hacen el bien (C. 11,115).

¡Dios está, en verdad, con quienes hacen el bien! (C. 29,69).

Dios ama a los que son equitativos. (C. 60,8).

[Dios] creó la muerte y la vida para probaros, para ver quién


de vosotros es el que mejor se porta. (C. 67,2).

Un apologista del islam podría, tal vez, replicar lo


siguiente:
Estáis malinterpretando el significado de tales frases
coránicas. Al contrario de lo que pensáis, no hablan del
conjunto de los seres humanos. De quienes realmente
hablan es de los creyentes musulmanes que «hacen el
bien», «obran bien», «observan la equidad», etc. Así, la
promesa del paraíso va dirigida únicamente a los creyentes
musulmanes y no a quienes no creen en el islam, aunque
obren bien y actúen con justicia.
Frente a su posición, nosotros podemos decirle:
Si tomáis esa como la interpretación correcta de las
frases coránicas que estamos considerando, entonces, de
entre las dos interpretaciones posibles —la que hace que
tales frases sean conciliables con el ser de Dios y la que
hace que no lo sean—, estáis eligiendo la segunda. Pero esta

92
Gabriel Nasser Campos

elección os conduce irremediablemente a un contraprodu-


cente resultado: que dichas frases coránicas no pudieron
haber sido revelaciones divinas 35.
Nos ayudará mucho a clarificar el status de las
declaraciones coránicas que afirman que son vanas las
buenas obras de quienes no creen en el islam citar de nuevo
—para un fin semejante al de entonces— estos pasajes del
Corán expuestos en el capítulo anterior:

Los creyentes [e. d., los musulmanes], los judíos, los cristianos,
los sabeos —quienes creen en Dios y en el último Día y obran
bien— esos tienen su recompensa junto a su Señor. No tienen
que temer y no estarán tristes. (C. 2,62) y (C. 5,69).

¡Rivalizad [judíos, cristianos y musulmanes], pues, en buenas


obras! Todos vosotros volveréis a Dios. (C. 5,48).

Quienes dicen: «¡Nuestro Señor es Dios!» y se portan correcta-


mente no tienen que temer y no estarán tristes. Esos tales
morarán en el Jardín eternamente, como retribución a sus obras.
(C. 46,13-14).

Los anteriores pasajes del Corán —que no son susceptibles


de recibir interpretaciones dispares— dicen de manera diáfana
____________________________
35 Esto decía, en efecto, el segundo de los corolarios que extrajimos del criterio:
«Si en una Escritura hubiera un determinado pasaje que admitiera dos
interpretaciones distintas, tal que una es conciliable con el ser de Dios, mientras
que de manera patente no lo es la otra, únicam ente podría sostenerse que
aquel pasaje es una revelación o inspiración divina si se toma como la
interpretación correcta del mismo la que resulta compatible con el ser de
Dios».

93
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

que quienes creen en Dios y hacen el bien, aunque no sean


creyentes musulmanes, tendrán también el paraíso como
morada eterna. Como aquel apologista del islam difícilmente
puede negar tal cosa, para evitar enfrentarse a tal evidencia,
acaso podría tratar de desviar nuestra atención diciendo lo que
sigue:
Los pasajes coránicos que acabáis de exponer dicen lo
que dicen, pero lo que de ellos no se colige es que quienes no
creen en el Dios único —por ejemplo, los que asocian a Dios
otros dioses— vayan a ser recompensados por Él en la vida
venidera, aunque se porten bien. Es decir, tales pasajes no
apoyan de ninguna manera vuestra posición de que Dios
recompensará a todos los que actúan con justicia/equidad y
bondad, pues, por ejemplo, los asociadores no están incluidos
en tal anunciada recompensa.
Nosotros le diríamos a dicho apologista musulmán:
Mucho podría debatirse sobre ello, y ya expusimos
comentarios esclarecedores sobre la cuestión en páginas
anteriores. Aunque en este momento lo que nos interesaba
mostrar era algo que es manifiesto y que tú mismo implí-
citamente acabas de reconocer, esto es, que hay pasajes del
Corán –como, p. ej., C. 2,62, C. 5,48, C. 5,69 y C. 46,13-14–
que están en patente contradicción con aquellas declaraciones
coránicas que afirman que son vanas las buenas obras de
quienes no creen en el islam predicado por Mahoma. Pero
Dios no pudo revelar frases coránicas cuyos contenidos
contradicen los de otras frases del Corán. Luego,
obligatoriamente hay que concluir que, al menos, unas u otras
de tales frases coránicas no fueron revelaciones divinas. Al

94
Gabriel Nasser Campos

respecto, el «criterio del ser de Dios» lo que nos dice es que


no pueden ser divinas las frases del Corán que aseveran que
son vanas las buenas obras de todos aquellos que no creen
en el islam de Mahoma, pues dichas frases son claramente
irreconciliables con la justicia/equidad, la bondad y la mise-
ricordia de Dios. Los pasajes del Corán arriba mencionados
refuerzan esta conclusión.
Asimismo –y ahora contestamos a la pregunta que
formulamos al final del anterior capítulo–, el «criterio del ser
de» Dios dictamina que tampoco han podido venir de Dios
las frases del Corán que de manera tácita declaran que
quienes se hayan comportado reiteradamente con justicia/-
equidad y bondad, pero no creen en la religión predicada por
Mahoma, son «perversos», «los seres peores, para Dios», «lo
peor de la creación» y que «morarán en el Fuego
eternamente».

95
96
9.
EL PARAÍSO DEL CORÁN

Mahoma perseveró a lo largo de su vida profética en


persuadir a la gente a convertirse a la religión del islam que
predicaba. Para ello, por un lado, reiteraba en muchas de sus
recitaciones coránicas que un castigo horrible y eterno
esperaría a quienes no creyeran que él fuera el enviado de
Dios ni que su religión fuera la verdadera. Por otro lado,
Mahoma también anunciaba una vida futura de eterno gozo
para «quienes hayan creído y obrado bien». Como de los
pasajes coránicos acerca del infierno ya hablamos en su
momento, nos referiremos ahora a la promesa del paraíso
—el jardín en terminología coránica— para quienes profesan
el islam. Los siguientes pasajes del Corán son una amplia
representación de lo que predicó Mahoma acerca de tan
magnífica recompensa36:
____________________________
36 Resulta muy interesante la lectura de algunas de estas aleyas, puesto
que nos descubre la peculiar visión que Mahoma predicó del paraíso. Este es
descrito como un lugar en el que, por toda la eternidad, los creyentes
serán provistos de bebida y comida deliciosa y abundante, donde podrán
disfrutar de toda clase de lujos y comodidades, y en el que no faltarán los
placeres carnales. Tanto la promesa de este singular paraíso hecha por
Mahoma a quienes crean que él es el enviado de Dios y que la religión que
predica es la verdadera como la amenaza de inacabables tormentos en el
infierno para aquellos que rechacen que él sea un profeta y rechacen su
religión, constituyeron los dos poderosos avisos de contenido ultraterreno
—repetimos en esto lo dicho en la nota 8— que el profeta del islam supo utilizar

97
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Pero quienes hayan creído y obrado bien, esos morarán en el


Jardín eternamente. (C. 2,82).

El creyente, varón o hembra, que obre bien, entrará en el Jardín


y no será tratado injustamente en lo más mínimo. (C. 4,124).

Dios ha comprado a los creyentes sus personas y su hacienda,


ofreciéndoles, a cambio, el Jardín. Combaten por Dios: matan o
les matan. (C. 9,111).

Para quienes obren bien, lo mejor y más. Ni el polvo ni la


humillación cubrirán sus rostros. Esos morarán en el Jardín
eternamente. (C. 10,26).

Pero quienes crean, obren bien y se muestren humildes para


con su Señor, esos morarán en el Jardín eternamente. (C. 11,23).

A quienes hayan creído y hecho el bien hemos de alojarles en el


Jardín, eternamente, en cámaras altas, a cuyos pies fluyen
arroyos. ¡Qué grata es la recompensa de los que obran bien,
que tienen paciencia y confían en su Señor! (C. 29,58-59).

Pero los que hayan temido a su Señor, serán conducidos en


grupos al Jardín. Hasta que, llegados a él, se abrirán sus puertas
____________________________
con sagacidad y persistencia para atraer hacia su persona y su proyecto religioso
a los que constituirían la futura comunidad musulmana. En otras palabras,
Mahoma comprendió claramente que tanto el anhelo de la gente por conseguir
la magnífica recompensa del paraíso como el ansia por soslayar el horrible
castigo del infierno eran dos motivaciones lo suficientemente intensas como
para poner en marcha un vigoroso movimiento religioso. De ahí la gran
abundancia de recitaciones coránicas predicadas por Mahoma que tratan sobre
estos dos destinos ultraterrenos.

98
Gabriel Nasser Campos

y sus guardianes les dirán: «¡Paz sobre vosotros! Fuisteis buenos.


¡Entrad, pues, en él, por toda la eternidad!». (C. 39,73).

«Los que creísteis en Nuestro signos y os sometisteis, ¡entrad en


el Jardín junto con vuestras esposas, para ser regocijados!» Se
harán circular entre ellos platos de oro y copas, que contendrán
todo lo que cada uno desee, deleite de los ojos. «Estaréis allí
eternamente. Este es el Jardín que habéis heredado como premio a
vuestras obras. Tenéis en él fruta abundante, de la que comeréis».
(C. 43,69-73).

Imagen del Jardín prometido a quienes temen a Dios: habrá en


él arroyos de agua incorruptible, arroyos de leche de gusto
inalterable, arroyos de vino, delicia de los bebedores, arroyos
de depurada miel. Tendrán en él toda clase de frutas y perdón de
su Señor […]. (C. 47,15).

Quienes temieron a Dios, en cambio, estarán en jardines y


delicia, disfrutando de lo que su Señor les dé. Su Señor les habrá
preservado del castigo del fuego de la gehena. «¡Comed y
bebed en paz! ¡Por lo que habéis hecho!» Reclinados en
lechos alineados. Y les daremos por esposas a huríes de grandes
ojos. Reuniremos con los creyentes a los descendientes que
les siguieron en la fe. No les menoscabaremos nada sus obras.
Cada uno será responsable de lo que haya cometido. Les
proveeremos de la fruta y de la carne que apetezcan. Allí se
pasarán unos a otros una copa cuyo contenido no incitará a
vaniloquio ni a pecado. Para servirles, circularán a su alrededor
muchachos como perlas ocultas. (C. 52,17-24).

99
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

[A los justos] Dios les preservará del mal de ese día y les
llenará de esplendor y alegría. Les retribuirá, por haber tenido
paciencia, con un Jardín y con vestiduras de seda. Reclinados allí
en sofás, estarán resguardados allí del calor y del frío excesivo.
Cerca de ellos, les cubrirán sus sombras; sus frutos podrán ser
cogidos muy fácilmente. Se harán circular entre ellos vasijas de
plata y copas de cristal, de un cristal de plata, de medidas
determinadas. Allí se les servirá una copa que contendrá una
mezcla de jengibre, tomada de una fuente de allí, que se llama
Salsabil. Y circularán entre ellos criados jóvenes de eterna
juventud. Viéndoles, se les creería perlas desparramadas.
Cuando se mira allá, no se ve sino delicia y suntuosidad.
Vestirán de verde satén y de brocado y llevarán brazaletes de
plata. Su Señor les servirá una bebida pura. (C. 76,11-21).

En las anteriores aleyas, para designar a los destinatarios


del paraíso se utilizan expresiones como «quienes hayan
creído y obrado bien», «los creyentes», los que «combaten por
Dios», «quienes temen a Dios», «los que creísteis en Nuestros
signos y os sometisteis» y otros términos similares. Ahora
bien, si tales expresiones coránicas se refieren únicamente a
los creyentes musulmanes, ¿qué ocurre con aquellos que creen
en Dios y hacen el bien pero no profesan la religión del islam?
¿Quedan excluidos del paraíso? Como vimos en el capítulo
precedente, en el Corán hay numerosas aleyas que no solo
niegan tal recompensa a quienes no crean en la religión del
islam —declarando vanas sus buenas obras—, sino que,
además, afirman que su destino será morar eternamente en el
infierno. No obstante, igualmente constatamos que unas pocas

100
Gabriel Nasser Campos

aleyas del Corán aseveran que también tendrán su sitio en el


paraíso.
Pero ¿por qué, muy presumiblemente, la inmensa
mayoría de los eruditos y autoridades religiosas musulmanas
negarían —a pesar de estas últimas aleyas— que el Corán
avale que el paraíso pueda ser también el destino de quienes
no creen en la religión del profeta del islam, aunque crean
en Dios y hagan el bien? Una de las razones que
previsiblemente alegarían para defender esta postura es que
hace posible mantener la coherencia entre las aleyas que
hablan de la promesa del paraíso y las aleyas que vaticinan
que el infierno será la morada de quienes no profesen el
islam, sean cuales sean sus obras 37.
Es fácil adivinar que otra de las razones que tendrán en
sus mentes aquellos eruditos y autoridades religiosas del islam
para negar que el Corán sostenga que para alcanzar el paraíso
es suficiente con creer en Dios y hacer el bien, sería que si
esto último fuera cierto, entonces el libro sagrado del islam
estaría socavando su propia relevancia, y por tanto, también la
de Mahoma, para la vida de los creyentes musulmanes. Por
____________________________
37 Sin embargo, aquellos eruditos y autoridades religiosas del islam no
pueden evitar que persista, como bien sabemos, una clara contradicción dentro del
propio Corán entre tales pasajes sobre el infierno y los pasajes que declaran que
quienes creen en Dios y hacen el bien — aunque profesen una religión distinta al
islam de Mahoma— tendrán también «su recompensa junto al Señor».
Recordemos estas aleyas ya citadas en otros lugares:
«Los creyentes [e. d., los musulmanes], los judíos, los cristianos, los sabeos
—quienes creen en Dios y en el último Día y obran bien— esos tienen su
recompensa junto a su Señor. No tienen que temer y no estarán tristes». (C. 2,62) y
(C. 5,69)
«Quienes dicen: “¡Nuestro Señor es Dios!” y se portan correctamente no tienen
que temer y no estarán tristes. Esos tales morarán en el Jardín eternamente, como
retribución a sus obras». (C. 46,13-14).

101
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

otro lado, si las aleyas coránicas que hablan del paraíso


realmente excluyen de él a quienes actúen con justicia/-
equidad, misericordia y bondad, pero no creen en el islam,
entonces aquellas serían manifiestamente irreconciliables con
el ser de Dios, en particular, con su perfecta justicia/equidad y
su misericordia y bondad infinitas. Al no pasar, por tanto,
dichas aleyas la criba del «criterio del ser de Dios»38, puede
afirmarse que ciertamente no pudieron ser revelaciones
divinas.

____________________________
38 Tal criterio dictaminaba lo siguiente: «Todas las declaraciones (afirmaciones,
prescripciones, exhortaciones, etc.) que aparezcan, si tal es el caso, en las
Escrituras de las tres religiones monoteístas —judaísmo, cristianismo e islam— y
que claramente sean incompatibles o contradictorias con el ser de Dios, habrán de
juzgarse como ajenas a Él, esto es, como no divinas».

102
10.
EL CORÁN Y LA MUJER

En esta ocasión imaginaremos un diálogo con dos


creyentes musulmanes para abordar la visión del Corán sobre
la mujer. A uno de ellos le podemos llamar reformista
igualitario, pues piensa que el hombre y la mujer son iguales
en esencia, lo que implica igualdad de derechos; defendiendo,
a su vez, la existencia de pasajes en el Corán que respaldan
tal postura. Al otro podemos llamarlo tradicionalista no
igualitario, ya que cree en la existencia de una cierta
desigualdad entre géneros –más allá de las diferencias físicas
y biológicas– que, según él, el propio Corán subraya. Nuestras
primeras palabras en esta conversación serían para recordarles
algo que en este librito hemos considerado fundamental:
Dios, como sabemos, es el ser más grande que pueda
pensarse, esto es, es el ser que posee las mayores perfec-
ciones o atributos concebibles; por ende, es el ser más
equitativo que pueda imaginarse. Asimismo, la voluntad de
Dios –que, entre otras cosas, decreta los preceptos que los
seres humanos deben observar– necesariamente tiene que
estar en absoluta armonía con Su ser. De ello se colige que
las declaraciones y prescripciones que Dios haya podido
inspirar o revelar de ningún modo habrían ido en contra de
la idea de equidad, sino que más bien habrían tratado

103
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

de promoverla al máximo. De manera que si advertimos en


alguna de las Escrituras la presencia de declaraciones o
prescripciones que supongan postergación, desconsideración
o discriminación de unos seres humanos respecto a otros
–por ejemplo, de las mujeres con respecto a los hombres–,
podemos estar seguros de que tales declaraciones o
prescripciones no han podido ser reveladas por Dios. Esto
es lo que dictaminaba «el criterio del ser de Dios», el cual
nos servía justamente para poder discernir aquellos pasajes
de las distintas Escrituras que no han podido ser inspirados
o revelados por Dios, por ser –si es que tal fuera el caso–
contradictorios o incongruentes con Su ser, esto es, con Su
perfecta justicia/equidad, Su infinita misericordia y bondad,
etc.
El musulmán reformista igualitario podría tomar la palabra
y decir esto:
En el Corán hay frases que declaran la equidad como un
bien ordenado por Dios:

[Dios] vela por la equidad. (C 3,18).

Dios ama a los que observan la equidad. (C. 5,42) y (C. 49,9).

Di: «Mi Señor ordena la equidad». (C. 7,29).

Dios ama a los que son equitativos. (C. 60,8).

Por lo tanto, las personas deben esforzarse para que su


conducta se rija por el principio de equidad; del mismo
modo que las normas que rigen las sociedades deberían

104
Gabriel Nasser Campos

establecer que todos, hombres y mujeres, reciban un trato


equitativo, pues Dios ha creado a hombres y mujeres iguales
en esencia. Quienes observan la equidad, es decir, la
igualdad, serán, sin duda, los agraciados por Él en la otra
vida.
Nosotros únicamente diríamos:
Coincidimos con lo que muy bien has dicho.
Sin embargo, el musulmán tradicionalista no igualitario
comenzaría a defender su posición hablando de esta forma:
A nuestro acompañante no musulmán, aunque sea
monoteísta, le diré que el autor del Corán, de todo el Corán,
es Dios. Es, por tanto, irrelevante si considera que las decla-
raciones o prescripciones coránicas son contradictorias
o incongruentes con el atributo de la perfecta equidad de
Dios. Es cierto que en el Corán hay declaraciones que abogan
por el principio de equidad y también hay prescripciones
que ordenan las prácticas a realizar. Las primeras tenemos
que aceptarlas y las segundas cumplirlas.
Entrando ya en materia, diré que, en contra de lo que
afirma mi correligionario, Dios ha dictaminado que entre
los hombres y las mujeres haya una diferencia de grado a
favor de los primeros. Esto se constata en la siguiente frase
coránica:

Ellas tienen derechos equivalentes a sus obligaciones, conforme


al uso, pero los hombres están un grado por encima de ellas. (C.
228).

Como los hombres gozan de una cierta preeminencia

105
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

sobre las mujeres, ellos deben tener la mayor autoridad


–aunque también la mayor responsabilidad– en la familia y
en la sociedad islámica.
El musulmán reformista igualitario rápidamente diría esto:
Algunos intérpretes del Corán han dicho que la aleya en
que se encuentra la frase «los hombres están un grado por
encima de ellas» –una aleya que trata sobre el divorcio–
permite interpretarla como refiriéndose a que los derechos y
responsabilidades del marido son algo mayores en caso de
divorcio, y no en el sentido de que hay una intrínseca
superioridad del hombre sobre la mujer. En todo caso, puede
comprenderse que dicha frase y la aleya en que aparece
fueran apropiadas para el contexto histórico, social y cultural
de la época de Mahoma.
El musulmán tradicionalista no igualitario le replicaría:
Pero la gran mayoría de los eruditos de la tradición
islámica no coinciden precisamente con lo que dicen «tus»
intérpretes del Corán. Además, ¿acaso no dice el Corán que
Dios ha dado una mayor preferencia a los hombres, de ahí
su autoridad sobre las mujeres? Véase este pasaje:

Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de


la preferencia que Dios ha dado a unos más que a otros y de
los bienes que gastan [en ellas]. (C 4,34).

Es precisamente por tal preferencia que en la misma


aleya se dice que los maridos tienen la potestad de golpear a
las esposas si temen que estas les puedan desobedecer:

¡Amonestad a aquellas de quienes temáis que se rebelen,

106
Gabriel Nasser Campos

dejadlas solas en el lecho, pegadles! Si os obedecen, no os


metáis más con ellas. (C 4,34).

Por supuesto, no hay ninguna frase del Corán que sugiera


que ellas puedan hacer algo similar con los maridos. En
definitiva, el contenido de esta aleya es una llamada a la
obediencia y la sumisión de la esposa a la autoridad del
marido.
El musulmán igualitario, por su parte, diría esto:
Se han formulado interpretaciones de la aleya que has
descrito que no coinciden con tu interpretación. Respecto al
primer fragmento, algunos eruditos argumentan que dicha
«preferencia» se refiere a la responsabilidad del hombre de
mantener económicamente a la familia y no a una supe-
rioridad que le sea inherente al hombre. Otros eruditos han
interpretado que tal «preferencia» se refiere a ciertas
ventajas físicas del hombre debidas a que posee una
biología diferente a la de la mujer. En fin, también hay
que contextualizar la susodicha aleya en la época y cultura
en que fue revelada, que era muy distinta de la actual.
Respecto al segundo fragmento, aunque en muchas
personas puede provocar perplejidad, también hay eruditos
que consideran que hay que entenderlo teniendo en cuenta el
ambiente social y cultural de la época en que vivió Mahoma.
La validez de tal pasaje coránico habría, por tanto, que
limitarla a la sociedad de aquel tiempo histórico tan diferente
del actual. En todo caso, está fuera de lugar hacer una lectura
descontextualizada de dicho fragmento. Por otra, parte, hay
hadices en los que el Profeta aboga claramente por un trato

107
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

igualitario y amable con las esposas:

Los mejores de entre vosotros son aquellos que son los mejores
con sus esposas.

Vosotros tenéis derechos sobre vuestras esposas y vuestras


esposas tienen derechos sobre vosotros. Tratad a vuestras
esposas con amor y gentileza.

Alimentadlas como os alimentáis a vosotros mismos, vestidlas


como os vestís vosotros mismos y no las regañéis ni las
golpeéis.

El más completo de los creyentes es el que tiene el mejor


carácter, y el mejor de vosotros es el que trata bien a sus mujeres.

El musulmán tradicionalista contestaría así al correligio-


nario reformista:
Has dicho en varias ocasiones que las aleyas coránicas
que he mencionado tendrían una validez restringida a la
época y sociedad en que fueron reveladas. Pero yo te
pregunto: ¿acaso el Corán dice que únicamente son válidas
para el tiempo histórico y la sociedad en que vivió Mahoma?
No, no lo dice. El Corán es la palabra de Dios, de manera
que si Él no ha declarado –sea explícita o implícitamente–
que dichos pasajes tienen una validez limitada al lugar y
tiempo específicos en que fueron revelados, entonces hay que
entender que su validez es universal y atemporal.
El interlocutor reformista podría responder así:
En el Corán figuran versículos abrogados por otros

108
Gabriel Nasser Campos

versículos. Todo parece indicar que una de las razones para


tal abrogación era que las normas tenían que adaptarse a las
circunstancias y necesidades cambiantes de la comunidad
musulmana de entonces. La anulación de ciertas prescripcio-
nes y su sustitución por otras conlleva el significado de que el
mensaje divino evoluciona o se adapta a las circunstancias de
una sociedad que cambia. Si en el lapso de veintidós años que
duró el proceso de revelación del Corán, determinadas
normas fueron canceladas y sustituidas por otras, es muy
lógico y comprensible que, después del transcurso de tantos
siglos desde aquel tiempo, en las sociedades actuales no
deban aplicarse las mismas normas que fueron prescritas
para una comunidad musulmana tan diferente de la nuestra.
El musulmán tradicionalista replicaría:
Si en el Corán algunos preceptos aparecen abrogados
por otros es porque así lo quiso Dios. Pero una vez revelados
los nuevos preceptos, estos son los que tienen en adelante
una vigencia eterna. Dicho esto, permitidme que siga
exponiendo mi visión sobre el tema de esta conversación. El
Corán también declara que el testimonio del hombre vale el
doble que el de una mujer, al menos en lo que respecta a
ciertos asuntos legales, pues las mujeres son más propensas
a distraerse o emocionarse en determinadas situaciones, lo
que podría llevar a equivocaciones o inexactitudes en su
testimonio. Quedémonos con este pasaje del Corán:

Llamad, para que sirvan de testigos, a dos de vuestros hombres;


si no los hay, elegid a un hombre y a dos mujeres de entre
quienes os plazcan como testigos, de tal modo que si una yerra,
la otra subsane su error. (C 2,282).

109
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Asimismo, el Corán establece que el hombre tiene


derecho al doble de herencia que la mujer. Se lee en estos
pasajes:

Dios os ordena lo siguiente en lo que toca a vuestros hijos: que


la porción del varón equivalga a la de dos hembras. (C 4,11).

Si un hombre muere sin dejar hijos […] Si tiene hermanos,


varones y hembras, a cada varón le corresponderá tanto como a
dos hembras juntas. (C 4,176).

En este punto, el musulmán tradicionalista se dirigirá expre-


samente a su correligionario con estas palabras:
Ya sé que tú dirás que los versículos coránicos sobre el
valor de los testimonios de hombres y mujeres, y sobre la
distribución de la herencia entre aquellos y estas, responden
a las circunstancias sociales y culturales específicas de la
época en que fueron revelados; que estaban destinados para
las gentes de aquellos tiempos, pero no para las actuales.
El musulmán igualitario confirmaría estas palabras con
prontitud:
Eso es justamente lo que yo pienso de dichos pasajes del
Corán.
Pero el musulmán no igualitario seguiría así:
Como manifesté antes, el Corán no dice que los versículos
de los que estamos hablando tienen una validez limitada a
la época histórica de su revelación. Por lo tanto, debe
entenderse que hoy en día son tan válidos como entonces.
Y continuaría su discurso de esta manera:
Aparte de todo lo dicho, también el Corán de manera

110
Gabriel Nasser Campos

expresa declara que el hombre musulmán puede casarse


con judías y cristianas, además de con las musulmanas:

Y [se os permite casaros con] las mujeres creyentes honestas y


las honestas del pueblo que, antes de vosotros, había recibido la
Escritura [e.d., las judías y las cristianas], […]. (C. 5,5).

Sin embargo, el Corán no da permiso a las mujeres


musulmanas para casarse con no musulmanes. De ahí
que nuestra religión, el islam, prohíba a las musulmanas
contraer matrimonio con no musulmanes. Relacionado en
cierto modo con ello, no quiero dejar de recordar que el
islam prescribe a las mujeres musulmanas que tienen que
cubrirse. El manto o velo que tiene que cubrir el cuerpo
de las creyentes musulmanas sirve para distinguirlas y
evitar así situaciones de acoso, pero dicha distinción
también tiene la utilidad de disuadir a los hombres no
musulmanes de que inicien relaciones con ellas:

¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los


creyentes que se cubran con el manto. Es lo mejor para que se las
distinga y no sean molestadas. (C 33,59).

Además, el Corán permite que el hombre pueda tener al


mismo tiempo hasta cuatro esposas, pero la mujer únicamente
puede estar casada con un hombre. Leamos la siguiente aleya:

Si teméis no ser equitativos con los huérfanos, entonces, casaos


con las mujeres que os gusten: dos, tres o cuatro. Pero, si teméis
no obrar con justicia, entonces con una sola o con vuestras

111
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

esclavas. Así, evitaréis mejor el obrar mal. (C 4,3).

Citaré por último estos dos pasajes coránicos también


muy significativos para la cuestión que nos ocupa:

Vuestras mujeres son campo labrado para vosotros. ¡Venid,


pues, a vuestro campo como queráis, haciendo preceder algo
para vosotros mismos! (C 2,223).

Te preguntan acerca de la menstruación. Di: «Es un mal.


¡Manteneos, pues, aparte de las mujeres durante la menstruación
y no os acerquéis a ellas hasta que se hayan purificado! Y cuando
se hayan purificado, id a ellas como Dios os ha ordenado». (C
2,222).

Dirigiéndose otra vez, intencionadamente, a su correli-


gionario igualitario, le podría decir:
Al igual que tú mencionaste varios dichos de Mahoma
sobre la mujer para respaldar tu posición, yo también citaré
un hadiz que ilustra bien mi posición:

Narrado por Abu Said Al-Judry. Un día durante la fiesta del fin
de ramadán, el Enviado de Dios, al pasar delante de las mujeres,
dijo:
– ¡Mujeres! Pagad el tributo, porque he visto que sois la mayoría
de los que arden en el fuego del infierno.
Ellas preguntaron:
– Enviado de Dios, ¿por qué razón?
Él respondió:
– Porque no paráis de maldecir y no sois justas con vuestros

112
Gabriel Nasser Campos

maridos. Aparte de vosotras, nunca he visto a nadie tan deficiente


en inteligencia y en religión, y que pueda hacer que se descarríe
un hombre sensato.
Las mujeres preguntaron:
– ¡Enviado de Dios! ¿En qué está nuestra deficiencia en religión
y en inteligencia?
Él dijo:
– El testimonio de la mujer, ¿no es equivalente a la mitad del de
un hombre?
Ellas contestaron:
– Sí, ciertamente.
– Pues bien, ahí está la falta de inteligencia. Además, cuando la
mujer tiene la menstruación, ¿no queda inhabilitada para el
rezo y el ayuno?
Ellas contestaron:
– Sí, ciertamente.
Él dijo:
– Pues ahí está la deficiencia en materia de religión.

Con todo lo dicho me parece haber mostrado que el


Corán no defiende una completa igualdad de hombres y
mujeres. Y si el Corán no aboga por una completa igualdad
de derechos y de trato legal entre hombres y mujeres es
porque así lo ha querido Dios. Como Él es el más sabio, tal
cosa es lo correcto y lo que más conviene a los seres
humanos.
El musulmán reformista igualitario, en su última participa-
ción en este diálogo, expresaría lo siguiente:
Hay versículos en el Corán en los que Dios aboga por
una equidad incondicional de todos los seres humanos, tal
como mostré en mi primera intervención. Eso significa que

113
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

hombres y mujeres son plenamente iguales en dignidad, lo


cual deberá traducirse en una igualdad de derechos. Y si
hay versículos coránicos susceptibles de ser interpretados
tanto en contra de tal igualdad como a favor de ella, la
interpretación correcta de tales versículos debe ser la que
resulta coherente con el valor supremo de la equidad, vale
decir de la igualdad.
Además, el Corán, sin duda, aboga por una igualdad
espiritual entre hombres y mujeres, que tiene sus conse-
cuencias en el destino que les cabe esperar en la otra vida.
Esto se observa en aleyas como las siguientes:

El creyente, varón o hembra, que obre bien, entrará en el Jardín


y no será tratado injustamente en lo más mínimo. (C.4,124).

Dios ha preparado perdón y magnífica recompensa para los


musulmanes y las musulmanas, los creyentes y las creyentes, los
devotos y las devotas, los sinceros y las sinceras, los pacientes y
las pacientes, los humildes y las humildes, los que y las que dan
limosna, los que y las que ayunan, los castos y las castas, los
que y las que recuerdan mucho a Dios. (C. 33,35).

Quien obre mal no será retribuido sino con una pena similar.
En cambio, los creyentes, varones o hembras, que obren bien
entrarán en el Jardín y serán proveídos en él sin medida. (C.
40,40).

Por su parte, el musulmán tradicionalista no igualitario


acabaría su participación en el diálogo con la siguiente
réplica a las últimas palabras del musulmán reformista:

114
Gabriel Nasser Campos

A pesar de estos tres últimos versículos coránicos que


has citado, tampoco existe la plena igualdad que proclamas
en cuanto respecta a la recompensa futura que aguarda a
todos los buenos musulmanes, hombres y mujeres. Esto
resulta evidente al considerar la promesa que el Corán
hace a los creyentes varones de que en la otra vida tendrán
esposas hermosas de grandes ojos. Leamos, por ejemplo,
estos versículos:

[En los Jardines de la Delicia] Tendrán a las de recatado mirar,


de grandes ojos, como huevos bien guardados. (C. 37,48-49).

Los que teman a Dios estarán, en cambio, en lugar seguro,


entre jardines y fuentes, vestidos de satén y de brocado, unos
enfrente de otros. Así será. Y les daremos por esposas a huríes
de grandes ojos. (C. 44,51-54).

Quienes temieron a Dios, en cambio, estarán en jardines y


delicia, disfrutando de lo que su Señor les dé. Su Señor les
habrá preservado del castigo del fuego de la gehena. «¡Comed
y bebed en paz! ¡Por lo que habéis hecho!» Reclinados en
lechos alineados. Y les daremos por esposas a huríes de
grandes ojos. (C 52,17-20).

[En los jardines de la Delicia] Habrá huríes de grandes ojos,


semejantes a perlas ocultas, como retribución a sus obras. (C.
56,22-24).

Sin embargo, no se habla en el Corán de una promesa


similar para las creyentes. A ellas no se les prometen esposos

115
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

hermosos que les acompañen en la otra vida.


En definitiva, me parece diáfano que el Corán sostiene
la existencia de cierta desigualdad entre el hombre y la
mujer. Y no solo en esta vida terrena, sino que, de algún
modo, también en la otra vida, pues, como hemos visto, la
recompensa que en ella recibirán el buen musulmán y la
buena musulmana no será exactamente la misma.
Por nuestra parte, y para cerrar esta conversación acerca
del Corán y la mujer, nosotros les diríamos a ambos interlocu-
tores musulmanes lo que sigue:
El debate que habéis tenido entre vosotros patentiza, por
un lado, que una parte de los pasajes coránicos mencionados
parecen dar a entender que, a ojos de Dios, los hombres y
las mujeres están en un plano de completa igualdad; muy en
particular las frases coránicas que hablan de la equidad
como principio e imperativo de conducta. Pero, por otro
lado, otros pasajes citados dan a entender que los hombres
gozan de un favor algo mayor por parte de Dios. A nuestro
parecer, la estrategia que ha empleado el musulmán
igualitario de apelar a la equidad como principio divino
supremo es bastante adecuada. Al contrario, la posición del
musulmán no igualitario de que hay aleyas coránicas que
defienden que entre hombres y mujeres existe un cierto
grado de desigualdad, merece por nuestra parte una severa
crítica. El fundamento de esta crítica ya la adelantamos en
nuestra intervención inicial, cuando subrayamos que el
«criterio del ser de Dios» hace posible examinar la divinidad
del Corán –y cualquiera otra Escritura– y discernir qué
declaraciones y prescripciones coránicas, si tal es el caso, no

116
Gabriel Nasser Campos

han podido venir de Dios.


Dirigiéndonos ahora solo al musulmán tradicionalista no
igualitario, le expresaríamos lo que sigue:
Sabemos que rechazaste, al menos implícitamente, en tu
primera intervención que el «criterio del ser de Dios»
pudiera servir para decidir si determinados pasajes
coránicos vinieron o no de Dios. Despachaste la cuestión
afirmando que como Dios es el autor de todo el texto del
Corán, entonces no cabía la posibilidad de que hubiera
pasajes no divinos en él. No obstante, sobre este respecto te
aconsejamos la lectura bien atenta de los dos primeros
capítulos 39 de este librito. Ello quizá te haga darte cuenta
de que tu postura adolece de una gran debilidad. En efecto,
te muestras totalmente seguro y convencido de que todo el
texto del Corán procede de Dios, pero tal posición
únicamente está sostenida por tu creencia de que tal cosa
es verdad. Sin embargo, como todos deberíamos saber y
tener muy en cuenta, creer que algo es el caso no significa
que ese algo sea el caso. En otras palabras, creer no es
saber. Y no puedes saber que todo el texto del Corán
procede de Dios porque nadie en los últimos catorce siglos
ha presentado razones o evidencias que demuestren o
prueben que Dios es precisamente el autor de todas y cada
una de las frases del Corán. Y no vale apelar a la fe, pues
como vimos en el segundo capítulo, la fe por sí misma está
incapacitada para ser una de esas razones o evidencias.
____________________
39 El título del primer capítulo era: «¿Hay razones o evidencias que avalen que
todo el Corán viene de Dios?», y el del segundo: «¿Avala la fe que todo el Corán
ha sido revelado por Dios?».

117
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Consideramos, por tanto, que está más que justificada la


postura de que la supuesta divinidad de todo el Corán puede
ser examinada utilizando el «criterio del ser de Dios». ¿Por
qué podemos estar seguros de la validez de este criterio?
Porque es inconcebible que Dios hubiera inspirado o revelado
frases cuyos contenidos fueran contradictorios con Su ser 40, y
por ende, contrarios a Su voluntad. Señalemos, una vez más,
que la voluntad de Dios –que, entre otras cosas, decreta los
preceptos que los seres humanos deben observar– necesaria-
mente tiene que estar en absoluta armonía con Su ser.
En este punto les recordaríamos a ambos interlocutores lo
que decía el «criterio del ser de Dios» y los dos corolarios 41
derivados de él. Luego seguiríamos de este modo:
Para el tema que hemos estado tratando –el Corán y la
mujer– hay que fijarse muy especialmente, claro está, en la
_______________________
40 Como ya ha sido dicho varias veces, Dios es el ser más grande que pueda ser
pensado, lo cual significa que es el ser que posee las mayores perfecciones o
atributos, esto es, los atributos de la omnipotencia, la omnisciencia, la perfecta
justicia/equidad, la infinita misericordia y bondad, la absoluta veracidad, etc.
41 El «criterio del ser de Dios» decía: «Todas las declaraciones (afirmaciones,
prescripciones, exhortaciones, etc.) que aparezcan, si tal es el caso, en las Escrituras
de las tres religiones monoteístas —judaísmo, cristianismo e islam —, y que
claramente sean incompatibles o contradictorias con el ser de Dios, habrán de
juzgarse como ajenas a Él, esto es, como no divinas».
El primer corolario afirmaba: «Si se diera el caso de que en una Escritura
figurasen dos declaraciones mutuamente contradictorias, tal que una de ellas
—llamémosla A— es compatible con el ser de Dios, pero no lo es la otra
—llamemos a esta B—, entonces la presencia en dicha Escritura de la
declaración A supondría de hecho una validación del dictamen del «criterio del
ser de Dios», esto es, que la declaración B no pudo ser una revelación divina».
El segundo corolario expresaba esto: «Si en una Escritura hubiera un
determinado pasaje que admitiera dos interpretaciones distintas, tal que una
es conciliable con el ser de Dios, mientras que de manera patente no lo es la
otra, únicamente podría sostenerse que aquel pasaje es una revelación o
inspiración divina si se toma como la interpretación correcta del pasaje la
que resulta compatible con el ser de Dios».

118
Gabriel Nasser Campos

perfecta equidad de Dios. Este atributo implica que Dios es el


impulsor y el hacedor de la equidad. Lo cual significa que es
Su voluntad que los seres humanos nos esforcemos –como en
su momento bien dijo el musulmán igualitario– para que
nuestra conductas individuales y también nuestras normas y
prácticas sociales se rijan por el principio de equidad.
Dirigiéndonos precisamente al musulmán igualitario, le
diríamos esto:
Aunque hay pasajes del Corán que decretan la equidad
como principio de conducta, sin embargo, no es posible obviar
que determinadas declaraciones y prescripciones coránicas
resultan ser incompatibles con tal principio de equidad. Tú
dices que ciertas normas estaban pensadas únicamente para
que rigieran en la comunidad musulmana de la época de
Mahoma, pero que ya no son válidas para el mundo actual.
No obstante, y como dijo tu correligionario tradicionalista, en
ninguna parte del Corán se dice que tales prescripciones han
sido abrogadas y sustituidas por otras realmente coherentes
con el principio de equidad.
Dirigiéndonos ahora a los dos interlocutores musulmanes,
les expondríamos:
Respecto a las declaraciones coránicas sobre las mujeres
que tienen todo el aspecto de ser contradictorias con el
atributo de equidad de Dios –y por ende, con Su voluntad
de que impere la equidad entre los seres humanos–, en
principio, mientras sean interpretadas según lo establecido
por la tradición islámica, la aplicación del «criterio del ser de
Dios» no puede más que dictaminar que esas declaraciones
no pudieron ser revelaciones divinas. Entre otras, estas:

119
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

[…] los hombres están un grado por encima de ellas [las


mujeres]. (C 2,228).

Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la


preferencia que Dios ha dado a unos más que a otros […]. (C
4,34).

Te preguntan acerca de la menstruación. Di: «Es un mal.


¡Manteneos, pues, aparte de las mujeres durante la
menstruación y no os acerquéis a ellas hasta que se hayan
purificado! Y cuando se hayan purificado, id a ellas como
Dios os ha ordenado». (C 2,222). 42

En relación a la existencia de prescripciones coránicas


que son incompatibles con el principio de equidad, hay que
concluir, como nos señala el primero de los corolarios
derivados del «criterio del ser de Dios», que aquellas
prescripciones no pudieron haber sido reveladas por Dios,
mientras que sí lo pudo ser el principio de equidad. Además,
la lógica y el sentido común nos indican que las normas
concretas no pueden ni contradecir ni abrogar los principios
en los que tales normas deben estar basadas. Por ejemplo,
las siguientes normas y prescripciones coránicas que
quiebran el principio de equidad, con toda probabilidad
no fueron reveladas por Dios:

Llamad, para que sirvan de testigos, a dos de vuestros hombres;


_______________________
42 Este versículo contiene tanto una declaración moral como una prescripción,
ambas no divinas, en cuanto que atentan, como se ha dicho, contra el atributo de
Dios de la equidad.

120
Gabriel Nasser Campos

si no los hay, elegid a un hombre y a dos mujeres de entre


quienes os plazcan como testigos, de tal modo que si una yerra,
la otra subsane su error. (C 2,282).

Dios os ordena lo siguiente en lo que toca a vuestros hijos: que


la porción del varón equivalga a la de dos hembras. (C 4,11).

Si un hombre muere sin dejar hijos […] Si tiene hermanos,


varones y hembras, a cada varón le corresponderá tanto como a
dos hembras juntas. (C 4,176).

Si teméis no ser equitativos con los huérfanos, entonces, casaos


con las mujeres que os gusten: dos, tres o cuatro. Pero, si teméis
no obrar con justicia, entonces con una sola o con vuestras
esclavas. Así, evitaréis mejor el obrar mal. (C 4,3).

¡Amonestad a aquellas de quienes temáis que se rebelen,


dejadlas solas en el lecho, pegadles! (C 4,34).

En todo caso, respecto a aquellas declaraciones y


prescripciones coránicas sobre la mujer que reciben una
interpretación dispar por parte de diferentes exégetas
musulmanes, puede acudirse al segundo de los corolarios
derivados del «criterio del ser de Dios» para dilucidar si
pudieron ser revelaciones divinas. Ciertamente, si se interpre-
tan en el sentido de que el hombre no está por encima de la
mujer –que es la postura que defendía el musulmán reformista
igualitario–, entonces sería posible sostener que aquellas
declaraciones y prescripciones pudieron ser revelaciones
divinas. Si la interpretación que se toma como correcta

121
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

es la contraria –es decir, la que propugnaba el musulmán


tradicionalista no igualitario–, entonces no cabría defender
que hubieran sido revelaciones divinas.

122
11.
CONTRADICCIONES EN EL CORÁN

En el Corán puede leerse lo siguiente:

¿No meditan en el Corán? Si hubiera sido de otro que de Dios,


habrían encontrado en él numerosas contradicciones. (C. 4,82).

La primera frase de esta aleya parece ser una incitación


a examinar el Corán y a reflexionar sobre él43 . La oración
que le sigue pretende declarar que el Corán carece de
contradicciones; lo cual, supuestamente, avalaría que todo él
es obra de Dios. Una cosa es cierta, que el hecho de que en
un texto aparezcan contradicciones es evidencia de que
contiene errores. Si tal cosa ocurre en el Corán significaría
que, cuando menos, no todo él vendría de Dios.
Pero ¿es cierto que, tal como afirma la anterior aleya,
no hay contradicciones en el Corán? En lo que sigue
—además de recordar algunas contradicciones entre
diferentes pasajes coránicos que ya hemos puesto de
manifiesto en anteriores capítulos—, mencionaremos algu-
nas otras contradicciones que no pueden pasar desapercibidas
a quienes lean el Corán con pertinente imparcialidad, esto
es, sin dejarse llevar ni por la pasión religiosa islámica ni
______________________
43 Nuestro librito es precisamente el resultado de un empeño en tal sentido.

123
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

por la pasión contraria al islam. Se trata de no negar lo que


es manifiesto, aunque tampoco de afirmar lo que no hay.
Vamos a referirnos, en primer lugar, a un par de versículos
coránicos que tratan de la cuestión, aparentemente banal, de
dar una limosna para tener una conversación con el profeta
Mahoma. Dicen así:

¡Creyentes! Cuando queráis tener una conversación a solas con


el Enviado, hacedla preceder de una limosna. Es mejor para
vosotros y más puro. Si no podéis… Dios es indulgente,
misericordioso. (C. 58,12).

¿Os arredra hacer preceder vuestra conversación a solas de


limosnas? Si no lo hacéis y Dios se aplaca con vosotros, ¡haced
la azalá44, dad el azaque45 y obedeced a Dios y a su Enviado! Dios
está bien informado de lo que hacéis. (C. 58,13).

Reproducimos a continuación, por lo clarificador que re-


sulta, un extenso comentario sobre las dos aleyas anteriores
que Tor Andrae expone en su libro Mahoma46:

No se contentó [Mahoma] con mandar, como exigen, en general,


los buenos modos, que nadie entrase en su casa sin antes haber
pedido permiso; intentó probablemente, para disminuir la afluencia
de los solicitantes inoportunos, fijar para el acceso a su persona una

___________________________
44 La azalá —como dice el glosario que figura en la traducción del Corán de J.
Cortés— es la oración institucional, obligatoria.
45 El azaque —como precisa también dicho glosario— es el impuesto-limosna
legal sobre los bienes, diferente de la limosna espontánea.
46 Tor Andrae, Mahoma. Madrid, Alianza Editorial, 1966, p. 96.

124
Gabriel Nasser Campos

cierta donación, en forma de una limosna voluntaria para la caja


general. La correspondiente decisión y la inmediata revocación
de la orden pertenecen a las cosas más extrañas del Corán.
Encuéntranse en la azora 58,13: «Creyentes, si queréis hablar
con el Apóstol, dad una limosna antes de vuestra conversación.
Esto es lo mejor y lo más justo para vosotros. Pero si no tenéis
nada, Alá es de cierto indulgente y misericordioso». A lo cual
sigue inmediatamente: «¿Os produce pesar que tengáis que dar
una limosna para nuestra conversación? Pues si no queréis
hacerlo, Alá os ha perdonado (esta desobediencia); pero haced la
oración, dad el interés a los pobres y obedeced a Alá y a su
Apóstol». Es, como vemos, una retirada vergonzosa. Quién
puede dar semejante salto mortal, sin dañar a su fama, necesita
manifiestamente estar muy bien considerado entre sus creyentes.
Los comentadores árabes refieren que este precepto solo estuvo
en vigor una hora o —lo que suena más verosímil— diez días.
Los pobres no tenían nada que dar, los ricos no querían dar nada
y todos lo omitieron, por ende, para solicitar una conversación
con el Profeta.

En efecto, en la primera de las aleyas citadas se dice


que para tener una conversación a solas con Mahoma hay
que precederla de una limosna. Por el contrario, en la
segunda se dice —o se da a entender— que no resulta
necesario donar una limosna para conversar con él. Vamos a
examinar estos pasajes del Corán mediante el «criterio del
ser de Dios», aunque en esta ocasión tendremos en cuenta el
atributo de la omnisciencia. Dios, por este atributo, tenía que
saber que prescribir una limosna para hablar en privado con

125
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Mahoma recibiría el rechazo general de los creyentes


musulmanes. A su vez, es impensable que Dios se recti-
ficara a sí mismo —sea al cabo de una hora o de diez
días— debido a tal rechazo, pues ello supondría algo tan
absurdo como que la omnisciencia de Dios erró al no
saber algo que necesariamente tenía que saber. Pero todo
este asunto se explica fácilmente si se atribuye a Mahoma
—como el propio Tor Andrae supone— la exclusiva autoría
de estas dos aleyas. El hombre, al contrario que Dios, es un
ser que yerra, y por cierto, como todos sabemos, con harta
frecuencia.
¿Deben los creyentes musulmanes tener a los cristianos
como amigos o, por el contrario, deben rechazar su amistad?
En el siguiente versículo, se defiende lo primero:

Encontrarás, ciertamente, que los más hostiles a los creyentes [los


musulmanes] son los judíos y los asociadores, y encontrarás,
ciertamente, que los más amigos de los creyentes son los que
dicen: «Somos cristianos». Es que hay entre ellos sacerdotes y
monjes y no son altivos. (C. 5,82).

Sin embargo, de manera contradictoria, en este otro


versículo se prescribe lo segundo:

¡Creyentes! ¡No toméis como amigos a los judíos y a los


cristianos! Son amigos unos de otros. Quien de vosotros trabe
amistad con ellos, se hace uno de ellos. Dios no guía al pueblo
impío. (C. 5,51).

Hablemos ahora de ciertos pasajes del Corán que exhor-

126
Gabriel Nasser Campos

tan a los creyentes musulmanes a no actuar con violencia, ni


siquiera contra quienes se hayan comportado mal con ellos.
Más aún, les animan a perdonar incluso a quienes no creen:

[Los creyentes musulmanes que] repelen el mal con el bien,


esos tendrán la Morada Postrera. (C. 13,22).

Repele el mal con algo que sea mejor. (C. 23,96).

Recibirán doble remuneración por haber tenido paciencia.


Repelen el mal con el bien. (C. 28,54).

No es igual obrar bien y obrar mal. ¡Repele [el mal] con lo que
sea mejor y he aquí que aquel de quien te separe la enemistad
se convertirá en tu amigo ferviente! (C. 41,34).

Di a los creyentes que perdonen a quienes no esperan los días


de Dios [el Juicio Final], instituidos para retribuir a la gente
según sus méritos. (C. 45,14).

En abierta contradicción con los anteriores pasajes, Ma-


homa, en una época posterior, recitó otros en los que des-
aparecen el pacifismo y la tolerancia. En su lugar, se exhorta
y ordena a los creyentes musulmanes a ir a la guerra contra
quienes no creen en el islam:

Se os ha prescrito que combatáis [contra los infieles], aunque


os disguste. (C. 2,216).

No dejéis de perseguir a esa gente [los asociadores]. (C. 4,104).

127
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Infundiré el terror en los corazones de quienes no crean.


¡Cortadles el cuello, pegadles en cada dedo! (C. 8,12).

Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los


asociadores dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles!
¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! Pero si se
arrepienten, hacen la azalá y dan el azaque, entonces ¡dejadles
en paz! Dios es indulgente, misericordioso. (C. 9,5).

¡Combatid contra quienes [los judíos y los cristianos],


habiendo recibido la Escritura no creen en Dios ni en el
último Día, ni prohíben lo que Dios y Su Enviado han
prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que,
humillados, paguen el tributo directamente. (C. 9,29).

¡Id a la guerra, tanto si os es fácil como si os es difícil! ¡Luchad


por Dios con vuestra hacienda y vuestras personas! (C. 9,41).

¡Profeta!¡Combate contra los infieles y los hipócritas y sé duro


con ellos! (C. 9,73).

¡Creyentes! ¡Combatid contra los infieles que tengáis cerca!


¡Que os encuentren duros! ¡Sabed que Dios está con los que
Le temen! (C. 9,123).

Muchos comentaristas del Corán, no obstante, dirán que


este libro declara lícitas únicamente las guerras defensivas,
pero no las guerras ofensivas. Aun en el caso de que esta
interpretación fuera cierta, sigue siendo manifiesta la
incongruencia de estas aleyas bélicas con las anteriores

128
Gabriel Nasser Campos

aleyas pacifistas y tolerantes. Con todo, interpretar que la


totalidad de los pasajes coránicos que ordenan combatir a
los infieles se refieren a guerras defensivas choca con el
contenido de un conocido dicho47 de Mahoma —el cual
citamos ya en otro lugar—, que dice:

Se me ha ordenado luchar contra los pueblos hasta que ellos


testifiquen que nadie tiene derecho de ser adorado sino Dios, y
que Mahoma es el profeta de Dios, y ofrezcan oraciones y den
limosna obligatoria. Si hacen todo eso, podrán salvar sus vidas y
sus pertenencias.

Además, sostener que el Corán declara lícitas


únicamente las guerras defensivas es algo que no armoniza
demasiado con las numerosas guerras de conquista a gran
escala que emprendió la comunidad musulmana, no mucho
tiempo después de la muerte del profeta del islam. Parece
evidente que los creyentes musulmanes del pasado, incluso
los muy cercanos al tiempo de Mahoma, no interpretaron
que el Corán desautorizara las guerras ofensivas.
Con respecto a las bebidas alcohólicas, Mahoma fue
cambiando su predicación desde una aprobación inicial a su
completa prohibición. En la primera época o época de la
Meca, el profeta del islam anunció esta revelación:

De los frutos de las palmeras y de las vides obtenéis una


___________________________
47 Los dichos y las acciones del profeta —recogidos en los hadices—, como
sabemos, tienen una gran relevancia en el islam, entre otras cosas, porque los
creyentes musulmanes, según se declara en el Corán, deben obedecer a Mahoma y
tomarlo como modelo a imitar.

129
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

bebida embriagadora y un bello sustento. (C. 16,67).

Un tiempo después, ya en Medina, recitó lo siguiente:

Te preguntan acerca del vino y del maysir48. Di: «Ambos


encierran pecado grave y ventajas para los hombres, pero su
pecado es mayor que su utilidad». (C. 2,219).

Su última predicación sobre esta materia, también en


Medina, fue:

El Demonio quiere solo crear hostilidad y odio entre vosotros


valiéndose del vino y del maysir, e impediros que recordéis a
Dios y hagáis la azalá. ¿Os abstendréis, pues? (C. 5,91).

¿No dicen cosas contradictorias estos pasajes coránicos


que hemos confrontado? Los exégetas musulmanes dirán
que el mismo Corán resuelve estas, según ellos, aparentes
contradicciones. Para sostener tal posición, toman como
base las siguientes aleyas:

Si abrogamos una aleya o provocamos su olvido, aportamos


otra mejor o semejante. ¿No sabes que Dios es omnipotente?
(C. 2,106).

Dios abroga o confirma lo que quiere. Él tiene la Escritura


Matriz. (C. 13,39).

Cuando sustituimos una aleya por otra —Dios sabe bien lo que
________________________
48 El maysir era un tipo de juego de azar árabe preislámico.

130
Gabriel Nasser Campos

que revela— dicen: «¡Eres solo un falsario!» Pero la mayoría


de ellos no sabe. (C. 16,101).

Apoyándose en las tres aleyas anteriores, aquellos


intérpretes musulmanes alegarán que, ante mandatos
coránicos diferentes sobre una misma materia, el último
mandato predicado por Mahoma sustituiría a los más
antiguos. También defenderán dichos comentaristas que las
aleyas con mandatos abrogados eran los que convenían a la
comunidad musulmana en el momento y la circunstancia
concretos en que fueron reveladas, pero, posteriormente, al
cambiar la situación de los musulmanes, debieron ser
sustituidas por otras aleyas que contenían mandatos ahora
ya definitivos.
Ahora bien, incluso si se concediera que tal teoría de
la abrogación es capaz de soslayar las contradicciones que
parecen observarse entre determinadas aleyas que
contienen mandatos o preceptos, sin embargo, dicha teoría
no puede resolver la existencia de otra clase de
contradicciones del Corán que nada tienen que ver con
mandatos o prescripciones. Nos referimos a declaraciones
coránicas que hacen afirmaciones dispares acerca de
determinadas materia, contradiciéndose entre ellas. Es
precisamente de estas contradicciones de las que nos vamos
a ocupar en lo que sigue.
¿Quiénes se salvarán?49 Hay aleyas que declaran que
quienes creen en Dios y hacen el bien (o se portan correcta-
mente) «tienen su recompensa junto a su Señor» y «morarán
_____________________________
49 Aquí se va a insistir en algo que ya fue comentado en el capítulo 8.

131
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

en el Jardín eternamente». Se hacen referencias explícitas a


los creyentes musulmanes, a los judíos y a los cristianos
(también a los sabeos 50 ):

Los creyentes [e. d., los musulmanes], los judíos, los cristianos,
los sabeos —quienes creen en Dios y en el último Día y obran
bien— esos tienen su recompensa junto a su Señor. No tienen
que temer y no estarán tristes. (C. 2,62) y (C. 5,69)

Quienes dicen: «¡Nuestro Señor es Dios!» y se portan correc-


tamente no tienen que temer y no estarán tristes. Esos tales
morarán en el Jardín eternamente, como retribución a sus obras.
(C. 46,13-14).

No obstante, en otras aleyas se afirma algo completa-


mente diferente:

Si alguien [ya musulmán] desea una religión diferente del islam


[e. d., que apostata], no se le aceptará [esa religión] y en la otra
vida será de los que pierdan. (C. 3,85).

A quien, al contrario, desobedezca a Dios y a Su Enviado


[Mahoma] y viole Sus leyes, Él le introducirá en el Fuego,
eternamente. Tendrá un castigo humillante. (C. 4,14).

¡Creyentes! ¡Obedeced a Dios y obedeced al Enviado! ¡No hagáis


vanas vuestras obras! (C. 47,33).
_____________________________
50 Como dijimos en otro lugar, parece ser que los sabeos eran una comunidad de
monoteístas gnósticos.

132
Gabriel Nasser Campos

Quien no cree en Dios y en su Enviado... Hemos preparado para


los infieles fuego de gehena. (C. 48,13).

A quien desobedezca a Dios y a Su Enviado le espera el fuego


de la gehena, en el que estará eternamente, para siempre. (C.
72,23).

Es decir, el primer grupo de aleyas expresa con claridad


que los que creen en Dios y hacen el bien —que «obran
bien», que «se portan correctamente»—, tendrán «su
recompensa junto a su Señor» y «morarán en el Jardín
eternamente», incluso si no son creyentes musulmanes.
Sin embargo, el segundo grupo de aleyas dice que a quienes
no creen en la religión del islam predicada por Mahoma
«les espera el fuego de la gehena». Salvar una contradicción
tan flagrante entre unos pasajes y otros del Corán parece
ser una tarea muy difícil, si no imposible.
En relación al derecho que cada cual tiene de elegir la
propia religión, leemos en el Corán:

No cabe coacción en religión. (C. 2,256).

A pesar de ello, en otro versículo —mencionado ya


más arriba— se rechaza de manera categórica que alguien
que es musulmán pueda cambiar de religión:

Si alguien [ya musulmán] desea una religión diferente del


islam, no se le aceptará [esa religión] y en la otra vida será de
los que pierdan. (C. 3,85).

133
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Es decir, encontramos, por un lado, una declaración del


Corán a favor de la libertad religiosa, pero, por otro lado,
también en el Corán observamos que se niega tajantemente
al musulmán la libertad de cambiar de religión. Es patente
que en una materia tan fundamental como es la libertad de
elegir la propia religión, el Corán se contradice gravemente.
¿Es el hombre libre de elegir actuar de un modo u otro y
de escoger así cuál religión creer y, como consecuencia,
decidir su destino ultraterreno, o, por el contrario, está tanto
su existencia presente como futura decretada por Dios? En
algunas aleyas se da a entender que es Dios quien determina
ambas, entre otras, en estas:

Da lo mismo que adviertas o no a los infieles: no creen. Dios


ha sellado sus corazones y oídos; una venda cubre sus ojos y
tendrán un castigo terrible. (C. 2,6-7).

Quienes desmienten Nuestros signos son sordos, mudos, en


tinieblas. Dios extravía a quien Él quiere, y a quien Él quiere lo
pone en una vía recta. (C. 6,39).

Dios abre al islam el pecho de aquel a quien Él quiere dirigir. Y


estrecha y oprime el pecho de aquel a quien Él quiere extraviar
[...]. (C. 6,125).

Di: «Solo podrá ocurrirnos lo que Dios nos haya predestinado».


(C. 9,51).

Di: «No tengo poder para dañarme ni para aprovecharme sino lo


que Dios quiera». (C. 10,49).

134
Gabriel Nasser Campos

Aquellos contra quienes se ha cumplido la sentencia de tu Señor


no creerán, aunque reciban todos los signos, hasta que vean el
castigo doloroso. (C. 10,96-97).

Y aquel a quien Dios extravía no podrá encontrar quien le


dirija. (C. 13,33).

No ocurre ninguna desgracia, ni a la tierra ni a vosotros


mismos, que no esté en una Escritura [la Escritura de la
predestinación] antes de que la ocasionemos. Es cosa fácil para
Dios. (C. 57,22).

Pero vosotros no lo querréis [el Corán], a menos que quiera


Dios. (C. 81,29).

Sin embargo, contradiciendo a las que acabamos de citar,


hay otras aleyas que sugieren con claridad que es el propio
ser humano quien decide tanto su vida de acá como su
destino en el más allá. Por ejemplo:

Di: «¡Hombres! Os ha venido, de vuestro Señor, la Verdad Quien


sigue la vía recta, la sigue, en realidad, en provecho propio. Y
quien se extravía, se extravía, en realidad, en detrimento propio.
Yo no soy vuestro protector». (C. 10,108).

Cada uno recibirá conforme a sus obras. (C. 39,70).

A los que no hayan creído se les gritará: «El aborrecimiento que


Dios os tiene es mayor que el aborrecimiento que os tenéis a
vosotros mismos, por cuanto, invitados a creer, no creísteis». (C.
40,10).

135
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

Quien obra bien, lo hace en su propio provecho. Y quien obra


mal, lo hace en detrimento propio. (C. 41, 46).

Cada uno será responsable de lo que haya cometido. (C. 74,38).

En el Corán, por tanto, hay pasajes que sostienen la


realidad de la libertad humana y pasajes que la niegan.
Con relación a los pecados y el perdón de estos, una
aleya del Corán afirma que Dios los perdona todos:

Di: «¡Siervos Míos que habéis prevaricado en detrimento


propio51 ! ¡No desesperéis de la misericordia de Dios! Dios
perdona todos los pecados. Él es el Indulgente, el Misericor-
dioso». (C. 39,53).

Pero en otras aleyas, en manifiesta contradicción con la


anterior, se dice que Dios no perdona el pecado de
asociación, es decir, asociar a Dios otro/s ser/es:

Dios no perdona que se Le asocie. Pero perdona lo menos grave


a quien Él quiere. Quien asocia a Dios comete un pecado
gravísimo. (C. 4,48).

Dios no perdona que se Le asocie. Pero perdona lo menos grave


a quien Él quiere. Quien asocia a Dios está profundamente
extraviado. (C. 4,116).

Algunas frases coránicas dan a entender con claridad que


___________________
51 Julio Cortés en una nota a pie de página aclara: «Los apóstatas del islam».

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Gabriel Nasser Campos

el profeta del islam podía pecar 52. Leamos estas frases dichas
por Dios y dirigidas a Mahoma:

¡Qué Dios te perdone! (C. 9,43).

Pide [a Dios] perdón por tu pecado […]. (C. 40,55).

[…] y pide perdón por tu pecado […]. (C. 47,19).

Para perdonarte Dios tus primeros y últimos pecados […]. (C.


48,2).

En patente contraste con las frases precedentes se


encuentra esta otra:

Vuestro paisano [Mahoma] no se extravía, ni se descarría. (C.


53,2).

Acabamos de ver algunas de las contradicciones


explícitas que pueden observarse en el Corán. No obstante,
hay otras que son más bien implícitas. Entre estas, hay que
recordar, por ejemplo, las que se dan entre las declaraciones
coránicas que afirman que nadie puede cambiar las palabras
de Dios y las que dicen que tanto la Torá como el Evangelio
—que son, según también dice el Corán, las palabras de
Dios— han sido alteradas, de las cuales hablamos con cierta
extensión en el capítulo «Mahoma y el Corán». También
entrarían dentro de esta clase de contradicciones implícitas las
___________________________
52 Esto fue comentado en el capítulo 5.

137
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

las que se dan entre, por ejemplo, las declaraciones que dic-
tan la equidad como un principio a seguir y aquellas otras
declaraciones y normas coránicas que postergan a la mujer
con respecto al hombre, tal como vimos en el capítulo «El
Corán y la mujer».
Aparte de las contradicciones entre diferentes aleyas
—las que hasta ahora hemos visto en este capítulo— y las
que se dan entre determinadas declaraciones coránicas y el
ser de Dios —que hemos estado subrayando a lo largo de este
librito—, hay un tercer tipo de contradicciones en que incurre
el Corán. Nos estamos refiriendo a aquellas aseveraciones
coránicas que están en patente conflicto con la realidad y los
hechos del mundo. Aquí mencionaremos este caso tan
llamativo:

No hay animal en la tierra, ni ave que vuele con sus alas, que no
constituyan comunidades como vosotros. (C. 6,38).

La anterior frase coránica pretende proclamar la siguiente


verdad general: que los animales de todas las especies forman
comunidades. Ocurre, sin embargo, que la etología (ciencia
del comportamiento animal) ha refutado tal afirmación, pues
es bien conocido que hay animales que llevan vidas solitarias
y no constituyen comunidades. Es obvio que el autor de
aquella frase del Corán, que obviamente no pudo ser Dios,
carecía –algo por otra parte muy comprensible– de un
conocimiento competente del comportamiento de las
diferentes especies de animales.

138
EPÍLOGO

La tarea primordial de este librito era, tal como


manifestamos en su introducción, dar una respuesta bien
fundada al siguiente interrogante: ¿Es todo el Corán un
libro revelado por Dios, tal como aseguraba Mahoma, el
profeta del islam? Después de examinar un conjunto de
pasajes coránicos mediante el, denominado por nosotros,
«criterio del ser de Dios» —el cual fue formulado para
ayudarnos a realizar aquella tarea— llegamos a la sólida
conclusión de que no todo el Corán ha podido venir de
Dios. Igualmente, la efectiva constatación de que en el
Corán hay contradicciones también nos indica que no todo
él procede de Dios. Ha sido, por tanto, probado a través de
dos vías diferentes que el Corán contiene abundantes aleyas
—de gran trascendencia la mayoría de ellas— que no pueden
ser divinas. Esto significa, obviamente, que estas en modo
alguno pertenecen al Corán de Dios o Corán celestial.
No queremos dejar de decir que tanto detrás de la for-
mulación y aplicación del «criterio del ser de Dios» como de
la identificación de las declaraciones contradictorias del
Corán se encuentra el don que Dios ha otorgado a los seres
humanos para averiguar la verdad, esto es, el intelecto. Por
ello, si en esta breve obra hemos usado de manera correcta el

139
EL CORÁN: ¿LA PALABRA DE DIOS?

entendimiento y la lógica, no debe extrañar que pueda


decirse que, en último término, es el propio Dios quien
realmente está detrás de la conclusión alcanzada de que no
todo el texto del Corán es divino.

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