Ramon y Cajal

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Inés Cantador Toro.

Tan solo puedo imaginar cómo se sentía.


Un conjunto de poemas sobre la vida de Santiago Ramón y Cajal.

Ramón y Cajal, dos hombres,


un soldado y un médico,
un mártir y un hombre de ciencia,
otro genio maltratado,
otro gran hombre injustamente tocado
por los horrores de la guerra.
Tan solo puedo imaginarme cómo se sentía,
durante su nómada niñez;
Nosotros, errantes y vagabundos,
bien si nos asentamos o no en nuestra vejez;
Nosotros, viajeros, deambulamos juntos.
Seamos caminantes desconocidos para todos
excepto para nosotros mismos,
seamos nuestros propios hogares,
Pues, ¿que es el hogar, si no el primer lugar del que aprendes a huir,
y la seguridad que encuentras en tu vuelo?
Seamos, pues, nómadas, vagabundos y errantes,
viajeros, caminantes y exploradores.

Sus distópicos años de colegio,


“La letra con sangre entra,”
decían los frailes,
mientras el mundo se derrumbaba afuera.
Te lavas los dientes mientras tu reina se destierra,
parece tan estúpido hacerlo,
casi tanto como no hacerlo.

Durante sus años de médico en la guerra,


“Estoy cansado de vivir,” dijo un soldado malherido,
tumbado en su camilla en el hospital mientras cambiaba sus vendajes.
“Echarás de menos esto tras tu muerte,” le respondí.
“Algún día estarás muerto,
y lo echarás de menos;
el dolor, sentirte estúpido, sentirte inútil,
lo echarás de menos;
tus libros viejos, los hospitales sucios,
tus camaradas y el sudor,
sin importar cuanto lo odies ahora.”

Tratando de mantener una alta moral,


ayudando a quien pudiera,
pues no es la el individuo el que tiene la culpa de la guerra,
pero sí es quien la paga.
¿Sabes cuántas balas se disparan por persona en una batalla?
Se disparan cientos de miles de balas.
¿Sabes cuántas balas acaban atravesando un corazón enemigo?
Ni siquiera la mitad. Ni siquiera la mitad de la mitad.
Ni siquiera los propios soldados ven a sus enemigos como tales.
Los ven como personas.
Los humanos no quieren matarse entre ellos.
Aquellos déspotas que dirigen la guerra no han visto
una muñeca de trapo tirada en el suelo
de una villa quemada y arrasada.
Sí, la guerra era horrible,
pero esta era su hogar.
Su horrible, terrible hogar.

Su ansia de ayudar a las personas,


Llegando la primavera, un soldado una vez me dijo,
con dorada luz rozando su rostro a través de la ventana del hospital,
se podía ver que era la primera vez que realmente
sentía la calidez del sol,
“Estoy cansado de ser fuerte.”
“No lo seas, pues,” le respondí.
“Yo cuidaré de ti.”

En la dureza de su vida y los claros de sol entre la oscuridad,


Estos días no deseo la muerte
y es un sentimiento extraordinario,
¿Por qué no hablamos más sobre ello?
Lo increíble que son las nubes.
¡Míralas, brillando con luz coral!
¡Iridiscente!
¿Que tipo de estupidez nos hacen creer,
que el césped más verde está en la otra orilla?
Desde la otra orilla,
el césped de aquí también parece una esmeralda al sol.
“Y con el cambio de siglo,” dicen,
dónde están nuestras promesas de brillantes futuros y prosperidad?”
Tontos, tontos aquellos que lloran:
¿Habrá cánticos en los tiempos oscuros?
Si, los habrán;
sobre los tiempos oscuros cantarán.

Tras su fracaso, tras su triunfo,


“¿Eres feliz?”
No, no a menudo.
Pero puede ser que sea un idealista.
Pero si tengo curiosidad
Pero puede que no sea más que un iluso.
Y el mundo arde en brillantes llamas
Pero puede que tan solo sea un idiota.
Y yo no soy más que un niño,
y algún día agarraré el mundo
con mis pequeñas manos
incluso si quema a través de mi piel
Pero puede que simplemente sea un idealista.

Pues le debemos mucho a este hombre,


¡Debo ayudar, debo ayudar!
Ayudar a quien pueda ayudar,
ayudar con medicina, con ciencia.
Algún día tendré que morir,
y tendré que explicarle a Dios
que hice un buen trabajo.
Que hice lo que pude.
Con mente, con astucia,
lo venderé todo, lo arriesgaré todo,
pero debo ayudar.

Simplemente desearía que pudiera ver hasta dónde ha llegado.


Tan solo puedo imaginarme cómo se sentía,
durante su nómada niñez
y sus distópicos años de colegio.
Durante su tiempo como médico de guerra,
tratando de mantener una alta moral
y su ansia de ayudar a quien pudiera.
En la dureza de su vida
y los claros de sol entre la oscuridad,
tras su fracaso, tras su triunfo,
pues mucho le debemos a este hombre.

Ramón y Cajal, dos hombres,


un soldado y un médico,
un mártir y un hombre de ciencia,
otro genio maltratado,
otro gran hombre injustamente tocado
por los horrores de la guerra.

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