La Crisis Del Estado
La Crisis Del Estado
La Crisis Del Estado
POLÍTICA Y CULTURAL ENTRE LAS SOCIEDADES Y SUS TERRITORIOS- Héctor Adolfo Dupuy
Conceptualización teórica
La primera categoría que hemos considerado apropiada para este estudio es el concepto de
identidad: Según Melucci, la identidad es “un conjunto de prácticas sociales que: a) involucran
simultáneamente a cierto número de individuos o – en un nivel más complejo – de grupos; b)
exhiben características morfológicas similares en la contigüidad temporal y espacial; c)
implican un campo de relaciones sociales, así como también d) la capacidad de la gente
involucrada para conferir un sentido a lo que está haciendo o va a hacer”
Este concepto va a estar atado a la relación existente entre comunidades y la relación interna
de la misma, para saber con respecto a que aspectos se identifican o diferencian. Por otra
parte este concepto para algunos autores va a nacer como analogía al concepto de identidad
individual. Estas identidades colectivas según Stuart Hall se irán fragmentando y modificando
en la modernidad.
De acuerdo con los principios teóricos básicos de nuestro trabajo, dichas categorías serán
utilizadas para avanzar en el reconocimiento de una realidad política compleja e
interrelacionada, la cual se encuentra en crisis, siendo los valores establecidos para cada una
de las categorías algunos de los más vulnerados.
La crisis del Estado
Lo que se analizará será la crisis sufrida por parte del Estado-nación en la modernidad durante
la última etapa del Capitalismo. Por un lado, al analizar los diferentes casos de Estados
surgidos en la historia, es notorio como los Estados que consiguieron desarrollar una trama de
relaciones internas que las vinculen con el Estado consiguieron una mayor permanencia y
control. Sin embargo, ciertos elementos preminentes del Estado como:
El territorio que se erige como uno de los tres elementos constitutivos del Estado moderno A
pesar de la solidez que presentaba (o aparentaba) este tipo de unidad política durante el siglo
XIX y principios del XX, en las últimas décadas ha dado muestra de una crisis que alcanza sus
principios esenciales y fundacionales. El proceso de reestructuración económica del
capitalismo ha alcanzado de lleno en el sustento mismo del Estado a partir del fenómeno de la
mundialización y financiarización de la economía global, en detrimento de sus elementos
constitutivos: el conjunto de la población, alcanzada por las políticas de ajuste ultraliberales, el
territorio, sobre el cual el Estado ya no ejerce casi su soberanía, en beneficio de los grupos
trasnacionales.
“Los mecanismos del mercado tienden a sobrepasar cada vez más las soberanías de los
Estados-nación, aún de los más poderosos, aunque se siguen sirviendo de aquellas estructuras
estatales que no han sido erosionadas por el auge ultraliberal.
La crisis de la nación:
En trabajos anteriores también hemos abordado la dimensión del concepto de nación como
unidad cultural del mundo moderno. A pesar del esfuerzo realizado por presentar a la nación
como una configuración natural y atemporal, “primordial”, en la organización de los grupos
humanos, un enfoque más realista nos la presenta como una clara construcción colectiva, dada
en un momento histórico y apoyada en una serie de elementos fundamentales, ideados para
su difusión.
Sobre la nación también pesa un proceso de crisis, profundizado desde la segunda mitad del
siglo pasado, representado por la pérdida de la identidad nacional a partir del significado
aportado al concepto en poder, en primer lugar, de los nacionalismos extremos que desataron
genocidios fatales y fueron causa y excusa para el desarrollo de uno de los peores procesos
bélicos sufridos por la humanidad. Asimismo, muchas de las dictaduras militares de modelo
latinoamericano de los años ’60 y ’70 se manifestaron con apariencias nacionalistas de
derecha, parecidas a los fascismos europeos. Ya sobre fines del siglo XX, el surgimiento de
“nacionalismos étnicos” radicalizados. Minando así las imágenes nacionalistas.
Sin embargo, se puede considerar que los factores más erosivos para la figura moderna de la
nación provienen de los procesos de cambio social y político generados a partir de la ya
mencionada reestructuración económica internacional y su soporte ideológico “El surgimiento
de nuevas identidades colectivas derivadas de los procesos migratorios y la influencia ejercida
por los medios de comunicación y de información, así como las transformaciones económicas,
sociales y políticas recientes, han producido grandes cambios en las configuraciones culturales
tradicionales.
Dialéctica Estado-nación
Sin embargo, la crisis más pronunciada es la que puede constatarse en la base misma del
sistema político-cultural moderno, es decir en la relación dialéctica entre los dos componentes
de la fórmula, es decir, el Estado y la nación.
Si analizamos de una manera general las tendencias planteadas en cada elemento de la
fórmula, encontraremos que el Estado, tal como se había desarrollado a partir de los distintos
modelos político-económicos en la historia del capitalismo, ha sufrido una erosión
considerable en cuanto a su poder soberano.
Asimismo, tal como fuera explicitado más arriba, la nación sufre una profunda crisis en su
papel de configuración cultural representativa de la identidad de las comunidades. Como
consecuencia, la crisis se vuelve estructural para el carácter dialéctico del binomio. Allí es
donde se está produciendo una ruptura debido a que el Estado, debilitado en su carácter de
representación política de las comunidades, tiende a perder a su referente identitario cultural.
Por lo tanto, hay una crisis de falta de equilibrio entre el mercado y el Estado, ambos
necesarios mutuamente.
Algunas de ellas pueden ser las asociaciones supranacionales (como la Unión Europea) que, sin
hacer desaparecer la figura de los Estados nacionales, genera un sistema institucional que se
encuentra por encima de los mismos. Teniendo en cuenta que rol tomarían los Estados nación
dentro de estos entes, sabiendo también que hay territorios donde los Estados nación no han
tomado fuerza como es el caso de los países africanos.
Por último cabe destacar la aparición de nuevas formas estatales a partir de las políticas
internacionales desarrolladas por las potencias, en especial la que ha ejercido el poder
hegemónico durante las dos últimas décadas, Estados Unidos. Se trata de la instalación de
Estados que se encuentran ocupados militarmente por fuerzas multinacionales y que
funcionan con las características de los antiguos protectorados del sistema colonial.
La crisis identitaria que presentan los mismos presenta caracteres mucho más complejos que
los presentados sólo en el aspecto político institucional. Se trata de la esencia misma de su
identidad.
En este contexto, nos planteamos continuar con el abordaje de estas nuevas formas de
organización y reconocimiento territorial, entre las que contamos:
· La supervivencia de la nación y del Estado-nación, como una forma tradicional pero aún
válida, en especial por los lazos sociales construidos y por su vinculación al sistema mundo
capitalista.
· Los nuevos “nacionalismos étnicos”, surgidos como respuesta a las implosiones estatales de
la última década del siglo anterior, pero encerrados en una lógica de supuesto sentimiento
nacional, aunque defendiendo posiciones sociales y económicas enfrentadas.
· Clanes, pueblos, castas y otras formas “primordialistas”. La crisis del modelo nacional
produce el resurgimiento de antiguas formas de organización social como una manera de
sostener una identidad comunitaria indispensable
· Comunidades diaspóricas.
Fue durante el periodo de la guerra fría, donde emergieron dos grandes bloques, el eeuu y el
soviético, donde los Estados comenzaron a alinearse a uno u al otro, dejando asi las barreras
individuales de cada uno.
A fin de conservar su poder de policía para imponer la ley y el orden, los estados tuvieron que
buscar alianzas y ceder porciones crecientes de soberanía. Esto sobre todo se vio posterior a la
caída de la Unión soviética, donde los estados preferían perder totalmente su soberanía y
obedecer a bloques de mayor tamaño.
Uno de los principales problemas del Estado-nación, dentro del proceso de globalización, se
presenta en su potestad de recaudar impuestos y el control de esta facultad que constituyó los
primeros elementos de la institucionalización del poder. El deseo de atraer capitales
extranjeros hace difícil el control de los capitales nacionales, por la necesaria flexibilidad
financiera, los capitales son hoy en día, móviles y escasos. Un Estado no puede permitirse
aumentar sus impuestos más allá del nivel de países comparables sin provocar la fuga al
extranjero de los capitales. Esto significa, el empobrecimiento de los Estados-nación y su
incapacidad para financiar las prestaciones colectivas por medio del impuesto.
2. En segundo lugar tenemos que la industria tiene también una orientación mucho más global
en la actualidad que la que tenía antes.
Los Estados han debido aumentar el nivel de integración política con otros Estados –las redes
regionales como la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos.
Entrelazados con estas transformaciones políticas y legales están los cambios en el orden
militar mundial, producto de la “guerra global preventiva”. Las instituciones de seguridad
global y regional han cobrado mayor protagonismo conforme ha ido desarrollándose una
colectivización de la seguridad nacional. Pero no sólo se han hecho multinacionales las
instituciones de defensa. También ha cambiado el modo de fabricación del armamento. La
paradoja de la globalización de la violencia organizada es que la seguridad nacional hoy se está
convirtiendo en un asunto colectivo o multilateral.
Sin embargo, no podemos afirmar que exista una crisis total del Estado-nación, pues si bien
éste ha sufrido un declive, los nacionalismos, la independencia territorial y el deseo de
establecer, reconquistar o mantener la soberanía no parece haber desaparecido del todo.
estos procesos de la globalización ciertamente contribuyen a la percibida evaporación de la
autoridad estatal, pero el Estado no es eclipsado por el simple hecho de que sea más
dependiente del comercio [...] Los actores trasnacionales poderosos pueden tener un interés
en limitar la habilidad del Estado para reprimir sus propias actividades, pero ellos también
dependen de un Estado capaz de proteger sus beneficios, especialmente aquellos de
posesiones valiosas intangibles.
En los últimos años una gran cantidad de países que han transitado de formas autoritarias de
gobierno, han manifestado su adhesión hacia la fórmula democrática como la mejor. El
problema que se presenta a la democracia moderna, es que la interconexión regional y global
desafía las formas nacionales tradicionales en que se resolvían las cuestiones clave de la
democracia. Esta cuestión obedece a la idea de interconexión del mundo, donde algunas de las
políticas del Estado-nación pueden afectar a otro, como puede ser el caso de la talade
bosques, la construcción de plantas nucleares en la frontera nacional, o variaciones en la tasa
de interés de algún país que puedan afectar a otro por la interconexión de las economías.
Las implicaciones de este hecho son considerables, no sólo para las categorías de consenso y
legitimidad, sino también para todas las ideas clave de la democracia: la naturaleza del cuerpo
político, el significado de la representación, la forma y el alcance adecuados de la participación
política y la relevancia del Estado-nación democrático, enfrentado a las relaciones y
restricciones del orden internacional, como garante de los derechos, las obligaciones y el
bienestar de los ciudadanos.
La existencia de organismos como el Banco mundial que en su idea era apoyar a los países en
desarrollo, terminaron minando ciertas democracias al responder a intereses particulares y
exigiendo ciertas concesiones a estos Estados en desarrollo que tal vez no los beneficiaron
pero si a los controladores de estas instituciones.
El tipo de globalización, llevado a cabo por el BM, el FMI, los Estados líderes, las empresas
trasnacionales y las élites políticas ha sido llamada por algunos autores como “globalización
desde arriba”, quienes critican que este tipo de globalización promete la prosperidad
económica, pero a la vez incrementa la polaridad entre ricos y pobres y que también retoma la
bandera democratizadora, una bandera que supuestamente da control a la población en
condiciones reales de su vida diaria, pero que, sin embargo, el resultado de esa “falsa
democratización” no es otra cosa más que la marginación y la pobreza; la bipolaridad a la que
está sometida el mundo en el sentido de que la radicalización desde arriba equivale a una
polarización entre regiones (norte frente a sur) y, por lo tanto, una masiva migración de los
países pobres a los ricos.
Frente a dicha postura, luego se propone una “democratización desde abajo” ésta resulta
mayormente legítima a los ojos de la población en general, pues demanda a través de las
comunidades sus derechos a la nutrición, el medio ambiente, la democratización local,
nacional, de las instituciones políticas trasnacionales y la pacificación en centros de conflicto.
Los actores que figuran en este tipo de globalización son sujetos sociales internacionales que
suelen llamarse de diferentes formas desde las organizaciones a favor del medio ambiente
Green Peace, Amnistía Internacional, movimientos feministas.
La transición hacia una sociedad de la información con una reducida mano de obra es la
tercera etapa de un gran cambio en los paradigmas económicos marcados por la transición
desde las fuentes renovables a las no renovables de energía y desde las fuentes biológicas de
poder a las mecánicas.
Poblaciones laborales completas, que habían gozado de cierta estabilidad y cierta fuerza
contractual, se hallaron sumergidas en situaciones de empleo cada vez más precarias. Las
redes computarizadas y las tecnologías de las comunicaciones propias de los sistemas de
producción actuales permiten controlar más extensamente el desempeño de los trabajadores
desde una locación central, remota.
Para Borja y Castells, hemos entrado en un nuevo tipo de sociedad que podría denominarse
como la sociedad de flujos. Una sociedad en la que la base material de todos los procesos está
hecha de flujos, en la que el poder y la riqueza están organizados en redes globales por los que
circulan flujos de información.
Para U. Beck, los problemas actuales de la sociedad del trabajo se encuentran en el marco de
una economía política de la inseguridad, la cual se caracteriza principalmente por cinco
puntos:
3. Esto está relacionado con el hecho de que la sociedad laboral se acerca a una crisis a medida
que las personas son sustituidas por tecnologías inteligentes. La creciente tasa de desempleo
no se puede seguir achacando a crisis económicas cíclicas, sino a los éxitos de un capitalismo
tecnológicamente avanzado.
4. La economía política de la inseguridad describe con ello un efecto dominó. Lo que antes se
complementaba y reforzaba de manera recíproca (pleno empleo, pensiones más seguras,
elevados ingresos fiscales, márgenes de maniobra de la política estatal) se ve ahora en
recíproco peligro.
5. Por su parte, las estrategias ortodoxas pasan a la defensiva. Los empresarios reclaman tener
la capacidad de despedir más fácilmente a sus trabajadores. La flexibilidad laboral significa
también que el Estado y la economía traspasan los riesgos a los individuos.
En este contexto de sociedad del riesgo, la posibilidad misma de llevar a cabo de forma exitosa
las políticas nacionales, de un país que actúa solo, es decir, en la prosecución de sus objetivos
económicos, se encuentra reducida. Las medidas monetarias y fiscales de los gobiernos
nacionales individuales suelen estar dominadas por los movimientos de los mercados
financieros internacionales. Este factor, combinado con la dependencia de los niveles de
empleo, inversión y rentas dentro de un país, de las decisiones de las compañías
multinacionales sobre la ubicación de sus plantas, sugiere que la capacidad de un gobierno
para implementar de forma efectiva estrategias macroeconómicas independientes está,
cuando menos, fuertemente limitada.
conclusión