Historia Secreta de Mis Mejores Cancion
Historia Secreta de Mis Mejores Cancion
Historia Secreta de Mis Mejores Cancion
Portada
Sinopsis
Portadilla
Advertencia
ANATOMÍA SECRETA DE 60 CANCIONES
LINDA (1977)
Mi libertad
CHICAS (1979)
Creo en ti
Super Superman
MIGUEL (1980)
Te amaré
Morir de amor
Voy a ganar
Don Diablo
MADE IN SPAIN (1983)
La Chula
BANDIDO (1984)
Amante bandido
Sevilla
Horizonte de las estrellas
Abrir y cerrar
Lento
Fiesta siberiana
SALAMANDRA (1986)
Salamandra
Nena
Aire soy
Partisano
Amapola bésame
Cuando el tiempo quema
BOSÉ XXX (1987)
Como un lobo
Que no hay
Duende
LOS CHICOS NO LLORAN (1990)
Bambú
Si te cuentan que caí
Los chicos no lloran
BAJO EL SIGNO DE CAÍN (1993)
Te comería el corazón
Si tú no vuelves
Nada particular
Mayo
Bajo el signo de Caín
Sol forastero
LABERINTO (1995)
Tesoro
No encuentro un momento pa olvidar
¡Ay!
LABERINTO (REEDICIÓN 1996)
Este mundo va
LO MEJOR DE BOSÉ (1999)
No hay un corazón que valga la pena
Hacer por hacer
SERENO (2002)
Gulliver
Mirarte
El hijo del Capitán Trueno
Te digo amor
Morenamía
Sereno
VELVETINA (2005)
Ójala ojalá
Ella dijo no
La tropa del rey
Tu mano dirá
Paro el horizonte
CARDIO (2010)
Júrame
Cardio
El perro
Ayurvédico
Santo Veneno
Por ti
AMO (2014)
Encanto
Libre ya de amores
Amo
Solo sí
MTV UNPLUGGED (2016)
Estaré
Créditos
Gracias por adquirir este eBook
«Me temo que este libro va a romper muchas ilusiones. También historias
arraigadas desde hace tiempo. Lo siento. No es mi intención ni la de este
recopilatorio. Pero creo que, tras tantos años de licencia, llegó el momento de
descifrar los secretos escondidos, esos que he venido guardando en cada una de
estas 68 canciones. Entrad en el maravilloso mundo de mis laberintos, y
desvelad lo que nadie sabe. Pero solo si sois valientes».
A medida que Miguel Bosé nos desvela la intención de sus letras, irás
encontrando fotografías a todo color inéditas del autor, las portadas de sus discos
y códigos QR para escuchar las canciones. Sin duda, su obra más personal.
Cada canción de este libro lleva un código QR para escucharla a la vez
que lees.
ANATOMÍA SECRETA DE 60
CANCIONES
Me temo que este libro va a romper muchas ilusiones. También historias
arraigadas desde hace tiempo. Lo siento. No es mi intención ni la de este
recopilatorio. Pero creo que, tras tantos años de licencia, llegó el momento de
descifrar los secretos escondidos, esos que he venido guardando en cada una
de estas 60 canciones.
Siempre defendí que el valor emocional que disteis a cada una de ellas es el
que en verdad manda. El sentido y la interpretación que cada quien les dio.
Eso es lo que, a pesar de lo que hoy revele, debe prevalecer y permanecer con
vosotros por encima de todo. Prometédmelo. Eso es sagrado.
No vengo a aguar fiestas, vengo a dar claves.
Os propongo abordar este listado como un consultorio no todo obligatorio.
Si os apetece de pronto saber más, sobre tal o tal canción, atreveos y abrid la
lectura con su personal llave, la que ya tenéis. Será vuestra decisión y, por
tanto, no me haré responsable de las consecuencias. Si se rompen sueños o
caéis en decepción, no me echéis la culpa. Hubieseis podido perfectamente
saltar la página y quedaros como estabais. Eso sí… sin conocer la verdad.
Si no queréis romperle el corazón a los sueños y fantasías de aquellas
bandas sonoras de toda una vida, no deis el paso. No os sintáis cobardes,
seguro que habrá otro día. Si por el contrario no le teméis a los jarros de agua
fría, o si simplemente no sois gatos y morís de curiosidad, girad la página y
leed.
Entrad en el maravilloso mundo de mis laberintos, y desvelad lo que nadie
sabe. Pero solo si sois valientes.
LINDA
1977
Mi libertad
Mi libertad…
Me siento un poco un gran traidor
Qué enorme lío es el amor,
Mi libertad.
Mi libertad…
No sabes cuánto me arrepiento
De haberte puesto tantos cuernos,
Mi libertad.
Mi libertad…
Qué sabes tú si es un error
Caer de lleno en el amor,
Mi libertad.
Mi libertad…
Desde el momento en que me fui un claro día
Mi libertad, mi libertad…
Para poder mucho mejor vivir mi vida
Mi libertad…
Dieciséis años, conducir sin el carné
Mi libertad, mi libertad…
Hacer lo que te venga bien sin un porqué...
Mi libertad
El libro de El hijo del Capitán Trueno ponía punto final con la banda sonora
de esta canción, la primera que canté sobre el escenario de Esta noche… fiesta,
el 26 de abril de 1977. Con la última nota, dejé de ser Miguel y empecé a ser
Miguel Bosé para los restos. Es con ella con la que he querido arrancar este
viaje, por esta y otras muchas razones que enseguida explicaré.
“Mi libertad” fue el primer texto que escribí del álbum “LINDA”. En
absoluto el primero de mi vida. Una libre versión de un tema que amaba. Elegí
esta canción para liderar el repertorio, no solo por la tremenda admiración
que sentía por la obra del gran Claudio Baglioni, sino porque de algún modo
resumía las reivindicaciones que abanderaba mi generación.
El Generalísimo Franco había muerto un año y poco antes y España
abordaba la famosa Transición. Cerraba una prometedora carrera
cinematográfica en Roma y al llegar a Madrid tuve una regresión en el tiempo.
La recuerdo perfectamente. De estar a punto de arrancar en Italia una vida de
padre de familia y verme imbuido de manera prematura en responsabilidades
adultas, a caer de espaldas de lleno y otra vez en una adolescencia
inexplicable, la perdida, que la música recuperó, forzó, provocó y puso en su
lugar, reseteándome.
“Mi libertad” trata de esas pequeñas necesidades que mis coetáneos e
incluso más jóvenes teníamos urgencia en conquistar. Cosas muy sencillas,
básicas, inofensivas, pero que de algún modo pretendían significar la ruptura
con nuestros mayores, es decir, con la España rancia. Habla de la obsesión
que suponía aquella libertad, “… mi sola amiga cuando era un inocente…”, la
agazapada en los gestos más cotidianos, los de la escuela, los del ámbito
familiar.
Publicaba mi pasión por Raquel Welch que encontraba en el texto varios
momentos de confesión, como en el de “… libertad de los anuncios de jabones
para actrices…”, los de Lux, los que ella, mi diosa de caderas salvajes,
protagonizaba. Pasión como la que me despertaban en general las mujeres
pasando la treintena.
Aparece también aquel nostálgico “catorce en la quiniela”, un premio
multimillonario semanal, ligado a los aciertos en los partidos de fútbol, que
por entonces suponía una fortuna, y que para un joven como yo hubiese
significado la emancipación. Costumbres…
“Libertad... de los tacos, de los dedos con que hurgarme las narices…”, dos de
los tabúes que había que derribar de una vez por todas y para siempre. Hartos
estábamos de aquellas frases como, «niño, no te metas el dedo en la nariz
que te va a salir petróleo» o «te voy a lavar la boca con jabón como digas
palabrotas». Nos parecían, superada la barrera de los quince, dos
humillaciones insoportables que nos degradaban a la altura de renacuajo.
Todo lo ligado a la secular mala educación, al conservar las apariencias, al qué
dirán, eran demonios que había que desterrar. Impedían el progreso. Ser
modernos consistía en ser revolucionarios. Y mientras que los mayores se
lanzaban a las calles enarbolando pancartas en constantes y solapadas
manifestaciones, nosotros hacíamos las nuestras en cada metro cuadrado de
nuestras casas. No a la tradición, no a las formas, ese era nuestro lema para
poner fin a tanta hipocresía. Y si no se conseguía, no cabían quejas, no había
que ir muy lejos para dar con el culpable:
“Libertad te siento lejos y la culpa es solo mía…”. Punto.
Hacer todo aquello que no se hacía o estaba prohibido hacer era libertad,
era nuestra cruzada, nuestra meta.
Conducir sin el carné era libertad; tener actos espontáneos de los que
nunca más arrepentirse era libertad; leer una novela rosa, una de Corín
Tellado, era libertad; dejarse caer de lleno en el amor sin importar las
consecuencias era libertad; hacer lo que a uno le viniese bien sin un porqué
era libertad; la que, por ejemplo, sentían aquellas chicas que te amaban en la
escuela y que por fin lo hacían sin tapujos, compartiendo el corazón de la
aventura con sus amigas, cuando la picardía era el rubor de los inocentes,
cuando ir al “cine Oriente...” a solas, y después al caer la noche, entrelazar
abrazos con María sin tener que dar explicaciones, eso era libertad, nuestra
libertad, y empezábamos a respirarla.
La libertad de la que hablábamos, la que reivindicábamos, no era sino la
conquista de la normalidad, la de una existencia relajada. Aquella libertad era
lo contrario al pecado. Y era de una candidez alarmante, mansa y pacífica.
“Libertad de una mentira que no tiene solución…”. ¿Y por qué no la tenía?
Simplemente porque mentir dejó de acarrearnos culpa. Y porque, ¡qué coño!,
no había que buscarle los tres pies al gato. Así de determinados estábamos en
dejar atrás la historia, la de nuestros tarados padres, y empezar a vivir la
nuestra bajo nuestras reglas y con nuestras condiciones. Así que de inmediato
nos calzamos unos vaqueros Levi’s ajustados al máximo, unas deportivas
Victoria a ras de suelo, una camiseta blanca Fruit of the Loom de manga corta
remangada, y tal vez un paliacate mexicano de color rojo, atado al cuello o
emboscado en el bolsillo trasero del pantalón, y a la calle, a explorar a pulso
los nuevos aires de libertad.
Pero donde más queda patente la declaración de libertad es en el modo de
escribir el texto. En la época, las canciones estaban divididas en dos estrofas
máximo, tal vez un puente musical y un estribillo, siempre el mismo, que se
repetía hasta la saciedad. Este texto no seguía esas normas. Las estrofas eran
tres, todas ellas libres en su rima, los estribillos todos diferentes entre sí, no se
repetían, y el cierre abierto, trenzando respuestas de canto, algo muy osado
para aquellos tiempos. Además, el vocabulario usado obviaba las reglas del
buen decir, utilizando palabras y expresiones muy coloquiales, muy de la
calle, nada adecuadas a la escritura musical de los grandes ídolos del
momento, Raphael, Camilo Sesto o Julio Iglesias. Dejaba clara la intención de
romper moldes y de iniciar un nuevo estilo, uno moderno, audaz, espontáneo
y desenfadado, en el que los adolescentes pudiesen reconocerse,
identificarse.
“Mi libertad” se convirtió en el decálogo, en el himno de una nueva
generación, de la que el recién estrenado Miguel Bosé era su bandera.
Creo en ti
Sin cegarme ni ponerte exclamación
Como en el buen humor, creo en ti
Como creo que la unión hace la fuerza
Creo y soy para el mar y del mar,
Creo en ti.
Creo en ti
Y tu ausencia pasa a ser mi eternidad
Tu silencio mi paz
Tu recuerdo, mi motor
Y a pesar de todo creo en ti.
Creo en ti
Como el águila en sus alas al volar
Como en la libertad, creo y sé
Que mi mundo cabe todo en un bolsillo
Ámalo y por siempre hazme que
Crea en ti.
Creo en ti
Como el sol que cree en cada amanecer
Como en mi evolución
Como el miedo en el valor
Creo en ti, mi estrella, creo en ti.
Creo en ti
Y tu ausencia pasa a ser mi eternidad
Tu silencio mi paz
Tu recuerdo, mi motor
Y a pesar de todo creo en ti.
Creo en ti
Con el tema “Anna” del segundo álbum, mi carrera internacional se
disparó. Italia mi segunda patria, lideró aquel furor. Como resultado de ello, la
promoción se multiplicó por diez y los viajes fueron incesantes. Europa casi
entera tenía que ser atendida y entre concierto y concierto, enviados
especiales de las revistas musicales juveniles de Suecia, Alemania, Estados
Unidos, Canadá, Australia, y sobre todo Japón, demandaban todo tipo de
reportajes fotográficos y entrevistas de reserva para poder cubrir varios
números de sus publicaciones. Comía mal, dormía poco, y con esa
inmortalidad que a los muy jóvenes parecía blindarnos de todo, afronté todas
y cada una de las peticiones, siempre cargado de buen humor y sonrisas.
Resultado… caí enfermo de una virulenta hepatitis que me obligó a quedarme
en cama durante seis meses, seis largos y desesperantes meses. A las puertas
de grabar el álbum “CHICAS”, el que incluye este tema, “Creo en ti”, tuve que
suspender toda actividad y entrar en régimen estricto de comidas y descanso.
No quedaba otra.
Encamado, entre escucha diurna de óperas clásicas, dietas al vapor sin sal,
ataques de sueño repentinos y psicofonías nocturnas en las que perseguía
grabar voces de algún alma perdida o fantasma que transitase por la casa,
escribí las letras del disco.
“Creo en ti” es una oración. Pero no dirigida a Dios o a algún santo
milagroso que me curase de pronto la terrible enfermedad que durante
semanas no se movió de su cuenta de transaminasas —amenazando así la
cronicidad, algo que me mataba de miedo y que olía a fin de carrera—, no. Es
una oración dirigida a mi personal voluntad para superar los embates, a mi
fuerza y determinación, a mi capacidad de darle la vuelta a las cosas más
terribles al pensamiento positivo. Es simple, directa y eficaz, como toda
oración manda. Tiene sus guiños envueltos en una cierta lírica.
Frases como “creo que la unión hace la fuerza, creo y soy para el mar y del
mar…”, apelan a ese estado de paz y necesidad de sentirse UNO con el
TODO, para recabar fuerzas y saberme inquebrantable. “Y tu ausencia pasa a
ser mi eternidad, tu silencio mi paz, tu recuerdo, mi motor…”, o la inmensidad del
espacio interior en el que tanto solía adentrarme y aún sigo soliendo, para
recogerme y conectar con la esencia de los valores más puros. En aquella
época ya cumplía casi siete años de meditación. A los dieciséis empecé a
tomar clases nocturnas de yoga —no había más horario a disposición— y
recuerdo que supuso el descubrimiento de un mundo revolucionario que
habría de enraizar y potenciarse hasta los actuales días. Al igual que lo fue
entonces, hoy sigue siendo mi refugio más importante, el más fiable. “Creo en
ti, como el águila en sus alas al volar…”, el vuelo como desprendimiento del
cuerpo físico y de todo lo material, en la seguridad que en las alturas siente el
águila llevada y sujetada por sus alas que nunca le fallan y en las que no tiene
que pensar. Creer en mí, como en la libertad. De eso se trataba, de que nadie
te la da y que solo en uno está, si en verdad la deseas y crees a ciegas. Saber
que uno puede irse mañana mismo o al siguiente segundo, porque nada tiene
uno, porque todo lo que posee “… cabe todo en un bolsillo…”. Creer en sí
mismo y decretarlo cada mañana, renovándolo en cada amanecer, creer sin
dejar de creer, al igual que uno cree en su propia evolución, la que nos hace
caminar con entusiasmo, “… como el miedo en el valor…”, ese que teme al
coraje.
Tras muchos bocetos, muchas estrofas y tres veces más opciones de las
necesarias de estribillo escritos, recuerdo haber caído profundamente
dormido, preso del ansia y entre sudores.
Durante el sueño me vi como un águila, volando por encima del mar,
oteando montañas costeras y bosques frondosos que llegaban a ras de pique
de acantilados. En pleno vuelo podía oír los latidos de mi corazón y una fuerza
inmensa que controlaba mis alas.
Recuerdo no pesar. En el horizonte el alba rayaba. El sol amanecía y los
colores eran tibios y serenos. De pronto, una voz se oyó que me dijo: «Vas a
estar bien… tienes mucho camino por delante… solo ten paciencia y haz lo
que te mande el corazón… escucha solo a tu corazón». De repente un viento
muy fuerte se puso a soplar y empecé a caer en picado. No había pánico, solo
una sensación muy placentera y en el pecho algo comenzó a arderme con
mucha fuerza. Desperté. Repasé el sueño durante unos minutos, luego tomé
el lápiz y el cuaderno, y de un tirón el texto de la canción salió rodado, de un
tirón.
Hoy aún, en momentos difíciles, suelo traerla a mi cabeza y recitármela. Es
una oración que aún me funciona.
“Creo en ti, mi estrella, creo en ti…”.
“Creo en ti” es, junto con “Teorema”, “Morir de amor” y “Señor padre”, una
maravillosa habanera con texto dedicado a mi padre, la cuadriga de canciones
que escribí con música del gran José Luis Perales.
Super Superman
Super Superman
Don’t you understand we love you?
Super Superman
Don’t you know you are my hero?
Knock’em dead!
Superman!
Knock’em dead!
I’ll tell you how to hit the beat
Superman!
Super Superman
Can’t you see I am your first fan?
Teach me how to fight
I‘ll tell you how to dance
Zit all right?
Knock’em dead!
Superman!
Knock’em dead!
I’ll tell you how to hit the beat
Superman!
Come to ‘54
Pick me up before it’s midnight
Super Superman
How d’you feel among the young men?
Superdancing
Supermoving
Supertouching
Superloving
Come up to ‘54
You Superman!
Super Superman
Dudo mucho que de entre todos los millones de personas que en su
momento bailaron y cantaron esta canción a rabiar, alguno se enterase en
realidad de lo que estaba proclamando. Lo dudo. Me harté de intentar
explicarlo, pero nadie atendía…
El “Super Superman” de esta historia era mucho más que el Superman de
los cómics. Era él, sí, pero tenía más poderes, entre otros el de mezclarse con
la gente, el de bajar a bailar al mítico Estudio 54 de Nueva York, y sobre todo
el de ser gay. “Super Superman, how d’you feel among the young men?...”,
traducido en: Super Superman, ¿cómo te sientes entre los chicos jóvenes?, en
el Estudio 54, “Superdancing, Supermoving, Supertouching, Superloving…”,
Superbailando, Supermoviéndote, Supertocando, Superamando… Quizá el
hecho de que fuese cantada en inglés daba licencia al juego, o a no hacerse el
«entendido». En aquellos tiempos, cuando nos referíamos a alguien que era
gay, decíamos que tal o tal persona «entendía».
Super Superman
Todo el mundo aquí te quiere
Super Superman
Siempre vas a ser mi héroe
¡Pégale!
¡Superman!
¡Pégale!
¡Enséñame a dejarle K.O. Superman!
Super Superman
Nuestro mito, nuestro ejemplo
¿A qué gimnasio vas?
¿Dime cuál es tu secreto?
¡Pégale!
¡Superman!
¡Pégale!
¡Enséñame a dejarle K.O. Superman!
Vamos a bailar
Hay que divertirse un poco
Super Superman
Supermacho ¡ya eres nuestro!
Superbaila
Supertoca
Supermueve
Superama
¡Deja ya de volar
Hey Superman!
Mmmmmmm…
¿De verdad que no quedaba claro?
MIGUEL
1980
Te amaré
Te amaré, te amaré
Como no está permitido
Te amaré, te amaré
Como nunca se ha sabido
Porque así lo he decidido, te amaré.
Te amaré, te amaré
Porque fuiste algo importante
Te amaré, te amaré
Cuando ya no estés presente
Seguirás siendo costumbre y te amaré.
Te amaré, te amaré
A golpe de recuerdo
Te amaré, te amaré
Hasta el último momento
A pesar de todo siempre
Te amaré.
Te amaré
Nunca he vuelto a escribir ningún texto de amor a la vez tan sencillo y tan
poderoso. Y hoy, tras varios intentos tardíos por tratar de emularlo, soy
consciente con absoluta certeza de que jamás volveré a escribir nada igual o
que le llegue a la altura de la suela de sus zapatos. He podido hacer muchos
otros, con tonos diferentes, excepcionalmente bellos e inspirados, a su vez
insuperables en otros aspectos, llenos de poesía y de las emociones más
sublimes. Pero como este, no.
“Te amaré” es perfecto. Tiene la dosis exacta de todo lo que un poema de
amor ha de tener y lo tiene en toda su potencia. Repasando y preguntándome
el porqué de su eficacia, creo haber llegado a una respuesta convincente: hay
que tener veinte años para poder escribir algo semejante. A esa edad y en
aquellos tiempos, los veinte años aún conservaban mucha pureza y las
experiencias en el amor no habían tenido efectos devastadores. No aún. Es
un texto que carece de malicia, que rezuma candidez. Pero sobre todo está
escrito desde el corazón. Ahí, todavía hasta la fecha, habitan todas y cada una
de las palabras, los mismos sentimientos y deseos. Es una carta de amor que
tras sellarla puse en las alas del correo de los vientos, sin destinatario, para
que llegase a la mayor gente posible. Es un voto a pie de altar, una promesa
pasada, presente y futura. Es un juramento eterno.
Juro amarte con una paz inmensa, infinita. Como mis ojos alcanzan a ver el
infinito perderse en la Naturaleza. Y te amaré hasta el límite del dolor físico,
tal y como tú me enseñaste a hacerlo.
Juro amarte sin que nadie lo sepa, discretamente, en la más absoluta
clandestinidad si hiciera falta, amarte como no está escrito ni se conoce
forma, con el corazón en el altar de los juicios, porque ese es mi fin, mi
proyecto, y a él me entrego con devoción.
Juro amarte con todo, adorando el conjunto de tus imperfecciones y de tus
pequeños desastres, esos que te hacen sublime, adorable, los que de ti me
seducen. Y cuando me dejes o porque el tiempo se nos acabe, juro amarte.
Juro amarte y esperar a que en la noche te renueves y resuelvas en luna
llena para poder sentir todo lo que de ti en mí sigue y seguirá vivo, latiendo.
Juro amarte entonces. Juro amarte desde ayer hasta en el hoy del siempre.
Como decía, “Te amaré” es una promesa de amor eterno sin tiempo. Es un
pacto de entrega absoluta más allá del alma y del cuerpo. Es puro amor. Esta
carta que le escribí a nadie en concreto funciona con quien sea, exactamente
por esa razón, porque solo lleva el nombre del remitente en el dorso del
sobre, el mío, y no va dirigida a nadie en concreto. No lleva calle, ni ciudad ni
país, no exige datos de identidad. Es universal. Quien sea que en su momento
la recibiera, abriría esa carta y leería un mensaje que de inmediato le
perforaría el corazón y se instalaría en él para los restos. Y me consta que así
sigue siendo. Despierta las memorias. Desde hace ya más de cuarenta años la
gente sigue haciéndola suya, personalizándola y sintiéndola a su manera,
como por encargo o a demanda. Y cada vez que vuelva a leerla, volverá a
sentir lo que en el momento de cada lectura necesite sentir. De mes en mes,
de año en año y década tras década, se renueva con la fuerza del misterio de
la eterna juventud.
Se ha especulado mucho sobre a quién dediqué este poema. Que si a mi
primer amor, que si a aquella novia que me dejó a pie de altar, que si a un hijo
que nunca nació. La apuesta que más resonó, la de mi madre. Nada más lejos,
nada menos acertado. Pero en todas y cada una de esas teorías intuyo una
necesidad de personal fantasía que propongo no sea rota, porque de igual
modo podría ser válida.
¿La verdad? Esta canción la escribí para ti.
Morir de amor
Morir de amor
Que no morirse solo en desamor
Y no tener un nombre que decirle al viento.
Yo no sé muy bien
Qué es lo que está pasando
Tengo seco el corazón
Y es de haber llorado tanto.
No me quedan más
Que dos o tres recuerdos,
Una carta, alguna flor
Un adiós muy corto y un te quiero.
Morir de amor
Despacio y en silencio sin saber
Si todo lo que he dado te llegó a tiempo.
Morir de amor
Que no morirse solo en desamor
Y no tener un nombre que decirle al viento.
Morir de amor
No eran buenos tiempos para mi corazón, y recuerdo que no se me ocurrió
mejor idea que enfoscarme en largas y lánguidas horas de poesía, lo que
acabó por lacerarme más. También es cierto que tras haber saciado mi
lástima y terminando el texto de “Morir de amor”, pasé a otras cosas, a otros
estados más livianos. La escritura, ya se sabe, es una tremenda terapia y un
escape hacia otras realidades que siempre funciona, nunca decepciona.
Como os decía, no corrían buenos tiempos para mi corazón, que acababa
de dejar atrás, no sabía bien si con firme intención o por capricho y cobardía,
una historia de amor y danza en tierras de Manhattan. Algo tan deseado, tan
ansiado y tan querido, tan trabajado y calibrado durante tanto tiempo,
quedaba suspendido en el aire de Nueva York, y por mucho que mirase atrás,
el cuello no daba más de sí. Hui de aquel amor que pudo haber sido más,
mucho más, tal vez todo, y que voluntariamente dejé en la incógnita de
cuánto más. Al segundo de darle la espalda, bajo aquella incesante nieve, en
la cuesta de una calle de los alrededores lúgubres de Columbus, no sé si tomé
una buena decisión, pero me fui. Cada paso se plagaba de preguntas, todas
ellas con dos respuestas de igual peso. Una me daba la razón, me afirmaba y
daba alas, la otra me las quitaba y con ella, argumentos y fuerzas. El caso es
que mi corazón quedó hecho pedazos y yo con él. Volviendo a Madrid,
afronté la escritura de los textos del álbum “MIGUEL”, el de la portada
amarilla, vistiendo traje de luces, el de la consagración. Y la primera canción
que ataqué, por peso del alma y estado piltrafa, fue “Morir de amor”. Fue el
título lo que primero me resonó en mente y de ahí, tirando y tirando del
cordón, nació el resto.
“Morir de amor” es un poema romántico. Es una declaración de amor a
tormenta pasada y perdida, llena de preguntas. “¿Qué es morir de amor, morir
de amor por dentro?...”, no solo aparentemente, en lo que la gente pueda ver,
no, sino por dentro, en lo que nadie puede notar o percibir, ¿qué es eso, qué
se siente ahí? Bueno, las respuestas son tan sencillas como contundentes, “…
es quedarme sin tu luz, es perderte en un momento…”, como si de repente todo
se apagase, todo dejase de existir, nada brillase dentro de uno. Tú, mi amor,
mi faro, mi guía en la oscuridad, de pronto y en un momento dejas de brillar.
Es la muerte. Luego llega el arrepentimiento, “… cómo puedo yo decirte que lo
siento, que tu ausencia es mi dolor, que yo sin tu amor me muero…”. Pero ya es
demasiado tarde. Y es cierto que el arrepentimiento siempre llega tarde a
todo. Si a uno le diese tiempo a rectificar, el arrepentirse de algo
probablemente no existiría. Duele llegar tarde o no haber llegado a tiempo. Si
a eso le añadimos un “… tengo seco el corazón y es de haber llorado tanto…”, las
esperanzas de recuperarse a corto plazo son muy pocas. Solo queda agarrarse
a los contados recuerdos que a uno le quedan, “una carta”, tal vez la primera,
una importante por su significado, muy arrugada y desgastada por la lectura,
“alguna flor”, marchita y deshilachada, dentro de la carta, “un adiós muy
corto”, frío, en el umbral de la casa que compartimos, escurridizo, evitando
discursos largos, “y un te quiero”, el cuarto elemento, el que no se desgastará
nunca, el que resuene en la memoria y resuma lo que durante un tiempo sentí
por ti. La verdad resuelta en dos palabras y ocho letras eternas.
Voy a “morir de amor” por ti, “despacio y en silencio”, lejos de ti, de lo que
hemos sido o pudimos ser, “sin saber si todo lo que he dado te llegó a tiempo”,
pero seguro de lo que te contaron cada uno de los abrazos que te di, de las
historias encerradas en cada uno de mis besos en todas y cada una de las
noches que pasamos juntos, que te llegaron cargadas de amor, de eso sí que
estoy cierto. Voy a “morir de amor” por ti y contigo, lo que es muy diferente a
“que no morirse solo en desamor”, porque desamor jamás hubo, vive Dios que
aún puedo sentir mi amor vivo y latiendo como desde el primer día, aunque
ya no deba o no pueda o no quiera ser, “y no tener un nombre que decirle al
viento”, el tuyo, así como el mío, dos nombres en uno para alegrar la voz del
viento.
Voy a ganar
Se trataba de ganar la
medalla de oro en todas
las modalidades, de ser el
número uno en todo.
Estaba en dar los mejores conciertos con el mejor espectáculo, en vender
más discos que nadie entre los artistas de mi generación, en ganar todos los
premios habidos y por haber, en ser número uno constante en todas las listas
de éxitos de todos los mercados con cada uno de mis singles y en todos los
territorios. Ser un campeón, ser admirado, ser admirable, ser envidiado, ser
envidiable. No estaba dispuesto a aceptar nada menor, no me había metido
en esto para ser un segundón o menos. No estaba por la labor y no lo estuve.
Durante todos y cada uno de aquellos años me reté con la intención de ver y
de saber quién era y hasta dónde llegaban mis capacidades. Cumplí con mi
intención y propósito, y conseguí lo que en la canción “Voy a ganar”
anunciaba, ¡SER EL AS!
La fuerza y el arrojo de mi genética tuvieron muchísimo que ver en el
acometido de aquella titánica empresa, era una fuerza que me venía dada por
pura Naturaleza. La carencia de miedo en el afrontar los retos me hacía sentir
casi inmortal. Pero lo más decisivo, lo determinante, fue el pacto que sellé
conmigo mismo. Ese que te pone en liza, en competencia con tus principios y
valores. Ese que no te permite fallar, que no te deja fallar, que no puede
fallarte. O de fallar, todo hubiese fallado. Ese fue el espíritu de “Voy a ganar”,
el que rezumaba de la letra y de sus arreglos épicos de Olimpiadas.
Pero el precio a pagar fue ALTÍSIMO…
Don Diablo
Aún en la actualidad, ir a
rueda de tal trabalenguas,
me resulta de enorme
dificultad.
MADE IN SPAIN
1983
La Chula
La historia de aquella
joven y bella criolla me
atrapó de principio a fin.
Y no me abandonó hasta que, tal y como la Chula me había mandado,
acabara transformada en canción. Su biografía era extensa y detallada. Sus
orígenes, al borde del mar, entre palmeras fronterizas y azules repletos de
vida en colores. El olor de las frutas maduras. La iniciación a la adivinación
entre las caracolas de su abuela. Y más tarde su adolescencia y el despertar
del deseo en los hombres. Los cortejos y los devaneos, sin un amor
destacable. Su vida entregada a la pureza y a su religión, una de antiguas
raíces africanas. La magia y los encantamientos. Su padre que muere, seguido
al poco tiempo por su madre. Huérfana de corazón quebrado. Sola con su
abuela que un día le lee su destino y sin susto ni pena, le cuenta que su vida
tendrá un final trágico, pero que debe aceptarlo. Su futuro está en el cielo, en
la eternidad. Será admirada y adorada por todos. Un hombre la ronda. La
quiere para sí. Ella se niega. Él no acepta su rechazo. Cuidado con ese
hombre. Una noche sueña que se convierte en luz y que remonta hasta las
alturas del firmamento. Después de aquello, silencio. Mucho pesar. Mucho
llanto. Su desaparición hoy aún es un misterio que estremece las carnes. La
Chula. Te echamos de menos…
Pretendí que la alegría no faltase y que nada le quitase ni belleza ni
resplandor a la leyenda del personaje. Este homenaje a “La Chula” quiso ser
un carnaval, un ritual festivo en el que los seres terrenales, los elementales,
los marinos y los santos más cercanos, jugasen roles de corrala, en una
pequeña obra con escenarios de un cuento desplegable. Todo debía ser
luminoso para que aquel pequeño ser de luz, que al final del cuento sube a los
cielos, culminase la historia apareciéndose en el centro de un altar lleno de
flores, frutas, peces y caracolas, brillante de nácar, alrededor del cual todos
los actores hiciesen parte de la coreografía del gran finale. El hecho de llevarla
musicalmente hacia el trópico se debía a que el origen y emplazamiento de la
historia tenía que ser respetados para que perfumase a verdad. El
divertimento de su lenguaje trabalenguado y sus santas exclamaciones le
añadieron la canela y el azúcar definitivos.
Pasión privada
Adorado enemigo
Huracán huracán abatido
Me perderé en un momento contigo
Por siempre…
Pasión privada
Adorado enemigo
Huracán huracán abatido
Me perderé en un momento contigo
Por siempre…
Había empezado la
verdadera autoría y
autoridad de un Miguel
Bosé que, por fin, daba el
salto en el vacío para
encontrar la horma de su
zapato.
No solo el planteamiento sonoro se revolucionó, también lo hizo el mundo
de la escritura. De ahí en adelante el lenguaje utilizado fue más
contemporáneo, el necesario para estar a la altura del estilo renovado, y
también de los tiempos. De inmediato supe que se habían abierto ante mí
veinticinco años más por delante, para disfrutar.
Una de las grandes aficiones que por aquellos años cultivaba era el arte
manga, más conocido como el cómic o dibujo anime japonés. Su estética me
fascinaba, y llevada por ella entré de pleno en la cultura nipona, con especial
atracción por el mundo samurái, la estética de su vestimenta, la gestualidad
de sus rituales. Adopté aquella exquisitez de pleno, que se vio reflejada en
todo lo que entró a ser parte de la nueva era Bosé.
La historia que cuenta le canción “Amante bandido” podría traducirse en
viñetas. Un ladrón de corazones que llega de noche, saltando de tejado en
tejado, como un ninja, y que entra por las ventanas para seducir a sus
víctimas. Es un samurái de amor, un Romeo Yakuza al más puro estilo del
manga erótico. Sus declaraciones apasionadas le hacen irresistible, enamora
porque muestra la debilidad de un guerrero dispuesto a abandonar la vida que
lleva para convertirse en un hombre, un ser humano de corazón malherido, y
dejar de ser una sombra, un fantasma con katana, para perderse y perder la
cabeza en un solo momento y para siempre, por amor. El romanticismo sobrio
y, en general, la escritura casi telegráfica y sintética de alguna manera
pretendía emular la concisión usada en los haikus, un tipo de poema de origen
japonés que se escribe en tan solo tres versos y que además de tener un gran
significado, también es de extrema intensidad debido a su concentrada
escritura.
La promesa de entrega de un personaje tan misterioso y canalla, salido de
lo más profundo de la oscuridad de la noche, vestido de negro, katana en
ristra, al que probablemente solo se le vean los ojos ligeramente sombreados
de kohl, al estilo de las películas de Bruce Lee, susurrándote muy cerca al oído
palabras irresistibles con tono grave, llevando tu imaginación hasta un oasis
prohibido por amor concebido para perderse en un momento contigo,
confesándote su amor de corazón malherido y sugiriéndote, es más,
ordenándote a no negarte a sus propuestas, hasta el límite de tu debilitada la
voluntad, me parecía llevar una carga erótica poderosísima, insoportable,
memorable.
Hilo de seda a hilo, midiendo al milímetro cada palabra para que fuese
exacta, como un hombre gusano que teje la pieza más exquisita de un kimono
con el que declararse a su amada, así bordé este poema, al atar deseos en
cinturas.
Sevilla
Tu paloma fui
Sevilla…
Cantaré
Y enloqueceré
Sentiré
Puñales de placer…
Abrir y cerrar
Volver a empezar
Mi existencia maldita
Es clavarme un dolor que palpita.
Mi mundo interior
Mi ser anterior
Con pasado perfecto
Insaciable y fugaz se agita.
Abrir y cerrar
Volver a empezar
Y no ser extranjero
Es querer respirar de nuevo.
“Abrir y cerrar
Volver a empezar
Y no ser extranjero
Es querer respirar de nuevo…”.
Baila el misterio para mí, señora. Me volvía loco ese mover de caderas, que
me conducía al éxtasis.
Lejos de esta historia comienza mi vida. Así fue. Lejos de ella, en las pausas,
volvía a tener una, aunque según creo recordar, llena de cosas fútiles, banales.
Pero sí sabía que más allá de ella había vida.
Elegí el francés por ser un
idioma galante y porque
su sonido siempre ha
estado ligado a lo erótico.
Mi educación francesa se
veía así glorificada y,
sobre todo, amortizada.
Noche a noche fui deshojando los pétalos de su encanto, deseando saber
qué me esperaba al final. Fui colmando cada rincón suyo con momentos
únicos, ciegos e inolvidables. Fue mutuo. Ella me inundó de ceguera y de
aromas nunca antes imaginados.
Su temperatura me abrasaba mientras que el amor se hacía sin descanso,
entre vapores densos, opiáceos, y desmayos continuos. Nos faltaba el aire.
Mi adorada “Obertura Mágica”, baila para mí el misterio una vez más, que
lejos de esta historia comienza mi vida…
Un día, no sé si fue sin pensarlo o habiéndolo pensado mucho, miré, como
todo lo que solimos hacer durante meses, miré muy lentamente la imposible
belleza desnuda de su cuerpo dormido, largo y tendido. Cerré la puerta de
aquel paraíso, bajé las escaleras y, saliendo a la calle, respiré por primera vez,
como desde hacía tiempo había olvidado respirar. Me fui, y lejos de aquella
historia, retomé mi vida.
Fiesta siberiana
Fiesta siberiana
Hielo de mañana
Óxido y vapor de ferrovía
Orden de Moscú sin poesía
Marcharía, marcharía.
Toca balalaika
Canto de una troika
Perfil de un oficial, ella lo amó
La guerra por la paz nunca acabó
No volvió, no volvió.
¡Baila!
Baila muchacho al ritmo una danza tártara
Gira en la rosa de tu sable y de tu túnica
Rompe el silencio melancólico de nómades
Gélida estepa para un éxodo de débiles
En el Reino de la Salamandra
Se murmura de un tal ruiseñor
Que devora semilla de hombre
Que sola se queda
Y se consume en pasión
Recibe la lanza
De su supremo señor.
En el Reino de la Salamandra
Se murmura de un tal ruiseñor
… que ha sido presa y está entre rejas por un hombre que ardía por ella y
con el que tenía cama dura, uno que se la comía, uno que la sedujo y le bebió
la sangre.
De ahí en adelante la historia prosigue, repitiéndose en bucle. Se propaga
de boca en boca. Viaja entre la gente, recorriendo laberintos de callejones
oscuros y barrios turbios, a lomos de una música sinuosa que repta, opiácea,
como la de algún burdel de las mil y una noches.
La historia de esta mujer, que alcanzó la cúspide de la fama, se vio caer a
los subfondos más bajos debido a su ninfomanía y a la adicción al semen de
hombre, elemento indispensable para conseguir mantener la voz que tan
aplaudida fue. O por lo menos así lo creyó. Acabó en prisión, lo perdió todo, y
entre rejas se refugió en prácticas lesbianas. Un admirador, tal vez un pasado
amante, la convence para que hable de su vida, que cuente sus secretos, y
dejar un testimonio que perdurase. Nunca supo que, décadas más tarde,
acabaría siendo protagonista del texto de una canción.
Nena
Nena
Luna serena
Todo es posible menos tú…
Nena
Ámbar y arena
Boca insaciable solo tú…
Nena
Luna serena
Todo es posible menos tú…
Nena
Ámbar y arena
Boca insaciable solo tú…
Esta es la canción de la
duda, y de lo que la duda
puede llegar a crear a
partir de lo inexistente,
que es, en definitiva, su
territorio de poder.
Hace creer que hay donde no hay, que algo crece donde nada existe ni
puede crecer. La duda que causa tedio. La duda que hace perder tiempo. La
duda que no lleva ni conduce a nada más que a mayor duda. La que todo lo
confunde. La que hace culpable al corazón, de lo que urde la cabeza, y
viceversa. Y si por desgracia se mete en asuntos de amor, va y te pierde.
Partisano
Padre, madre
Un abrazo volveré
Héroes, causas
De un poder absurdo
Guerra, odio
No he entendido bien por qué
Vivo, muerto
Por un mundo nuevo…
Bésame
Amapola bésame
Opio y celo acábame
Y no sientas piedad
Túrbame
Nuez moscada túrbame
Hazme esclavo, véndeme
Ajeno a mi voluntad
Clávate
Espinita clávate
En tus ojos puedo ver
Temor y ansiedad
Triste tu rubor
Colibrí de luz
Vida y muerte todo tú
Amaba y no supe que amé
Bésame
Amapola bésame
Opio y celo acábame
Y no sientas piedad
Clávate
Espinita ven, clávate
En tus ojos puedo ver
La pena…
Amapola bésame
Esta canción habla de la heroína. Trata de los estragos que causa así como
sus derivados, el opio y la morfina. Es un bolero que se baila ausente, sin
fuerzas y ajeno a uno mismo. Una bellísima melodía desmayada que nace de
la colaboración con Carlos G. Berlanga, una de tantas.
Mi generación, la de los cincuenta, fue duramente diezmada por esta
droga. Muchísimos amigos, gente brillante y única, cayó víctima de lo que en
la calle se conocía como «caballo». Se inyectaba en vena o se fumaba en
chinos. Daba igual cómo, acababa siendo letal, y en el proceso el físico se iba
lenta e inexorablemente deteriorando. La cabeza quedaba intacta. De ahí que
grandes creadores siguiesen activos sin ver su inspiración afectada. Es más, al
igual que con todas las sustancias, parecía potenciar su arte. Muy pocos,
contados, consiguieron salirse y a muy alto costo. Solo conozco a tres de
cientos de ellos. Todos cuentan que su consumo les llevaba a lugares de
inmensa placidez, ingrávidos, oníricos, en aras de un estado de total felicidad.
La amapola es la flor de la que se extraen muchos venenos. Con ella
comienza el baile.
Para poneros en contexto, la idea era crear un espacio sonoro denso,
pesado, forrado de terciopelo grana, y tupido de aire dulzón, el del olor del
opio. Un espacio que bien pudiese transportarnos a uno de los cabarets del
Tercer Reich, en el que una debutante Marlene Dietrich encanta a hombres
de todas las edades y clases sociales. Todo pesa como el plomo.
Entre los efluvios opiáceos comienza una seducción letal que acabará con
el protagonista y con su voluntad, lo primero en desaparecer tras diluirse el
pinchazo en las venas.
“Bésame
Amapola bésame
Opio y celo acábame
Y no sientas piedad”.
“Túrbame
Nuez moscada túrbame
Hazme esclavo, véndeme
Ajeno a mi voluntad”.
“Clávate
Espinita clávate
En tus ojos puedo ver
Temor y ansiedad”
“Triste tu rubor
Colibrí de luz
Vida y muerte todo tú
Amaba y no supe que amé”
“Clávate
Espinita ven, clávate
En tus ojos puedo ver
La pena…”
Caridad y destierro
Que tu pelo me buscará
Loco y ciego no te niego
Que a mi herida vida das
Me derramo sin temor
Caridad, mi amor
Duerme ya mi inflamable deseo…
Canta, cántame
Que una saeta me llora por dentro
Queja, quéjate
Pena, penita, mi flor de lamento
¡Cómo persigo tu caminar!
¡Cómo me dueles, hieres!
¡Ay, Caridad!
Caridad bonita
Por mi sangre hoy juraré
Veinte veces que te amo
Y esta vida que no es quítame.
En la luna hay un temblor…
Caridad, te vi
Ataviada de novia marchita…
Cuenta, cuéntame
Quién en tu noche bordada de perlas
Se aventurará
Ahora que muero no puedo ya verlas
¡Cómo persigo tu caminar!
¡Cómo me dueles, hieres!
¡Ay, Caridad!
“Canta, cántame
Que una saeta me llora por dentro
Queja, quéjate
Pena, penita, mi flor de lamento
¡Cómo persigo tu caminar!
¡Cómo me dueles, hieres!
¡Ay, Caridad!”.
“Caridad bonita
Ve a su amada y la confunde con la Virgen.
Por mi sangre hoy juraré
Veinte veces que te amo
La necesidad de jurar, de hacer juramentos por amor, es una necesidad de
los amantes que sella un pacto. Siempre se hace con excesos. Él no solo jura
su amor una vez, sino veinte.
Y esta vida que no es quítame”.
La vida de uno, sin ser vivida también por el amante, no se entiende como
vida, y por tanto le pide que se la arrebate.
“En la luna hay un temblor…
Aquí de pronto empieza una visión que se anuncia como un presagio… y no
es bueno…
Caridad, te vi
Ataviada de novia marchita…”.
Ve a su amada vestida de novia, con todos los adornos y joyas que en
realidad pertenecen a la Virgen de la Caridad. En unos de sus atavíos más
conocidos, esta Virgen parece estar trajeada de novia. Sus encajes, imitando
pétalos, parecen marchitar, culpa del peso de sus traumas. La visión es
lúgubre… ve las nupcias de su amante con la Muerte. Es una forma de decirle
que la espera pronto en el más allá…
“Cuenta, cuéntame
Quién en tu noche bordada de perlas
Se aventurará
Ahora que muero no puedo ya verlas
¡Cómo persigo tu caminar!
¡Cómo me dueles, hieres!
¡Ay, Caridad!”.
Parece que
El miedo ha conquistado
Tus ojos negros
Profundos y templados
¿Qué va a ser de ti?
¿Qué va a ser de ti?
Panteras son
Vigilan mi destierro
Me he condenado
Y en ellos yo me encierro
¿Qué va a ser de mí?
¿Qué va a ser de mí?
Mi corazón
Salvaje y estepario
Lamió poemas
Caídos de tus labios
¿Qué va a ser de ti?
¿Qué va a ser de ti?
Tu pecho es
Tan cruel como bendito
Tu cuerpo, en fin
Babel y laberinto
¿Qué va a ser de mí?
¿Qué va a ser de mí?
Que no hay
Calidad humana que me pueda dañar
Intención pagana que no quiera probar
Que no hay…
Samurái
Corazón valiente de armadura carey
Vagabundo demente ebrio en luna maguey
Samurái…
¡Oh, mi libertad!
¿Qué impuesto mágico me ha de costar?
¡Oh, mi soledad!
Si bien irónico he de confesar
Que vivo y muero en tu nombre
Progreso en tu nombre…
Dejo que
El instinto alerta me conduzca al placer
Una puerta entreabierta pa’l que quiera saber
Dejo que…
¡Oh, mi libertad!
¿Qué impuesto mágico me ha de costar?
Y digo… ¡Oh, mi soledad!
Si bien irónico he de confesar
Que vivo y muero en tu nombre
Respiro en tu nombre…
¡Oh, mi libertad!
¿Qué impuesto mágico me ha de costar?
Y digo… ¡Oh, mi soledad!
Si bien irónico he de confesar
Que vivo y muero en tu nombre
Respiro en tu nombre…
Que no hay
El álbum “XXX” es un álbum parteaguas. Producido por Tony Mansfield,
líder del grupo de culto New Musik, propone un pop sofisticado y de sonido
claramente sajón. El repertorio, escogido al microscopio, se catapulta hacia el
futuro y abre un abanico de caminos que complementan a los dos anteriores
trabajos, ya en sí innovadores y rompedores, me refiero a “BANDIDO” y a
“SALAMANDRA”. Exiliados en el estudio The Ridge Farm, propiedad del
ingeniero de sonido Frank Andrews y de su hermano Billy, ubicado entre
Surrey y Sussex, al sur de Londres, Tony y yo pasamos cuatro meses delirando
e inventando entre partidas de snooker y pies de manzana con custard. Allí, en
la habitación de mi pequeño cottage, nacieron todos los textos de este
inmenso y meticuloso trabajo, uno que marcó a toda una generación de fans
que se hizo llamar, y que aún se autoproclama, Generación XXX.
“Que no hay” es, sin duda alguna, la exquisitez de este álbum. Viaja en una
cama de arreglos versados en el cool jazz, con sonidos pertenecientes al
mundo pop. Cada parte tiene su mundo sonoro, y está concebida como un
«humor aparte». Esa fue la intención.
Pasaba por un momento de mi vida muy delicado, uno de tantos. Mi
corazón, ocupado en una historia imposible que me desgastaba hasta
llevarme al borde de un precipicio abismal que se anunciaba catastrófico,
levantaba rumores malsanos. A pesar de lo apartado que estaba del mundo,
falsos amigos se preocupaban en hacerme llegar todas las maldades.
Era objeto del deseo de muchos, y de alguna manera, el ser y el hacerme
inalcanzable, el no entrar al trapo de sus envites, sacaba de quicio a sus
lenguas. Las especulaciones de todo tipo eran las consecuencias, un castigo
con el que un sector de la escoria humana pretendía hacer daño. Sí, me
refiero a ellos.
Todo esto, vivido en soledad, aislado y pese a lo muy inmune que era,
dejaba poso, hacía mella. Escribir fue un alivio, mi válvula de escape.
El texto empieza por una declaración casi axiomática, “… Que no hay
calidad humana que me pueda dañar...”. No era una advertencia, no una
constatación, era una sentencia. Daba igual a qué tipo de humanidad se
perteneciese, dejaba claro que ninguna de ellas podría herirme. Quedaba, así
pues, practicado el exorcismo, y fuera de toda “… intención pagana que no
quiera probar…”, de toda aquella malasangre que lanzaba rumores y bulos,
solo porque no podían tenerme, todos aquellos que jamás pudieron entrar a
hacer parte de mi mundo. Los mismos agriados de sangre que hoy están
fuera, derrochando venenos. Los infames. Les mandaba el mensaje de que
conocía perfectamente sus intenciones. Todo ello cantado, y esto es
importantísimo revelar, con voz andrógina, en tesitura alta volcando a falsete.
Cantada desde la misma descarada ambigüedad que ellos incendiaban con
acusaciones y sospechas.
Y de inmediato, como por encanto, vuelve a aparecer la figura del samurái,
la omnipresente en prácticamente todos mis trabajos. Aparece plantando
cara, sereno y noble defensor de los justos y nobles, de las damas y de los
infantes, de los oprimidos y atacados. Se planta en medio de una pausa, se
presenta con su “… corazón valiente de armadura carey…”, un corazón que no
teme a nada ni a nadie, protegido por un caparazón de una materia orgánica
de valor muy preciado, otorgada en ofrenda por un animal sagrado, habitante
de los mares más cálidos, la tortuga carey. Esta imagen traza una línea entre
ese corazón y el resto, de valor menor, en una sola toma de dosis de
autoestima.
“… Y en verdad os digo que soy lo que no veis, falso paraíso yo,
Contradicción, extraña invención, y al ser vulnerable me vuelvo
invencible…”.
Entra aquí la sentencia clave de este poema, “… Y en verdad os digo que soy
lo que no veis…”, que llega cargado de compasión y de desprecio. La necesidad
de hacer sentir al enemigo que está equivocado es una apuesta de riesgo a la
vez que un acto de crueldad. ¡Pero qué deleite! Comunicarle que de ti no sabe
NADA, aunque piense que TODO lo sabe, ya en sí es una victoria. Si
pensaron que mi naturaleza se asentaba en la perfección del paraíso, bueno…
es falso. Si creyeron que podrían derribar mi aparente integridad bien
orquestada, bien, entérense de que soy una absoluta contradicción. Soy una
rara avis a la que no se puede catalogar. Y, por ende, al estar lejos de lo que
sublimáis, quedo fuera del alcance de sus definiciones, las que ustedes
atacan, las que les crean el falso placer de disfrutar en el derribo de un ídolo.
De ellas me escapo. Esas que ven en el espejo, mi reflejo, no yo. Soy
invencible porque puedo curarme de todas y cada una de las heridas
infligidas. No soy un dios, soy hijo de Dios.
“¡Oh, mi libertad! ¿Qué impuesto mágico me ha de costar?...”. ¿Cuál es el
coste de mi libertad? De tener ese encanto prodigioso que todo humano está
dispuesto a pagar, yo lo pago.
“¡Oh, mi soledad! Si bien irónico he de confesar que vivo y muero en tu nombre,
progreso en tu nombre…”, va dedicado al bastión que suponía mi condición de
estar solo, del que tanta fortaleza extraía. La soledad, para muchos un temor,
fue siempre para mí un lugar de poder. Refugio y centro operativo, la he
buscado, incluso perseguido incansablemente. Lo sigo haciendo. Es mi
bálsamo en el que encuentro la serenidad necesaria y lúcida para poder
pausar, pensar, proyectar y planear. En definitiva, progresar. La soledad que
respiro.
En el siguiente paso confieso ser gobernado por mis instintos carnales, los
que no escondo, “dejo que el instinto alerta me conduzca al placer…”, y a los que
invito a curiosos y voyeurs a que espíen y descubran, por los resquicios y
pistas que voy dejando: “… una puerta entreabierta pa’l que quiera saber, dejo
que…”.
Vuelvo a insistir, ya que sois torpes e ignorantes… “Y en verdad os digo que
soy lo que no veis, duda y precipicio yo, sutilidad buscando mitad, un ser imposible
y por tanto excusable…”, nada más lejos de lo que lo que podáis imaginar, soy.
Nada más diferente a ello. Tan inseguro me considero, que puedo nadar
vacilante y salir ileso en el intento. Soy un compendio de pequeñas,
imperceptibles, inadvertidas piezas que solo buscan a alguien que las quiera y
las arme. Y por ser tan improbable, tan absurdamente inadmisible y carnal, se
me fue concedida la licencia de ser un hombre común.
Tabú de luna
Reina tú, cliché
Bienvenida fortuna
De un cowboy glasé.
Noches de melancolía
Esperando el día…
Va y se maquilla su melancolía
Haciéndose la que no ve, me espía
Y guiña un ojo y sé que es toda mía
¿Me la como o no?
¿Y tú?
¡Ho!... ¡Bambú!
¡Ho!... bam bam bam bambú
¡¡¡Aaaaaaaaaahhhhh!!!
Moriré por ti
Viviré lo queda de mí
Volaré hasta un punto que quiebra en deseo
Moriré por ti
Viviré lo queda de mí
Volaré hasta un punto que quiebra en deseo
Puedes tú
Puedo yo
¿Romper este silencio?
¿Quieres tú?
¿Quiero yo?
Despacio me voy…
Si te cuentan que caí
Este es otro de mis textos favoritos. No solo porque habla de desgarro
amoroso, tan difícil siempre de contar, sino porque vencer la barrera de lo
íntimo, y hablar de ello, supone un ejercicio siempre delicado de abordar. Las
heridas del desamor a nadie gusta compartirlas. Son parte de las vergüenzas
privadas. Mostrar debilidades o hacerlas públicas, estando ya tan lejos de los
tiempos del romanticismo, no está bien visto, desmerece. Y sin embargo,
todos vivimos estos embates y los padecemos. Es un patrimonio que tenemos
en común. Pero al parecer, todos queremos a los fuertes y descartamos a los
que se dejan quebrar. Quien más te quiera, te querrá sólido como la proa de
un rompehielos. De lo contrario…
Ahora que vuelvo a ella, siento que esta historia sigue doliendo.
En ella, el «yo» amante se abre en canal ante los ojos de su «tú» amada, se
desgrana y confiesa. El texto tiene forma de carta, pudiera ser una.
Las noticias vuelan de boca en boca, entre dimes y diretes, rumores. “Si te
cuentan que caí…”, si vienes a saber que me derrumbé, que tropecé. Una
imagen heroica del amante tocado de muerte, abatido por el desamor, un
hecho que en su momento se hizo público. “… besa al vuelo mi herida de
paloma…”, en nombre de lo que tuvimos, habla de mi dolor con respeto, de
manera pacífica y luego déjalo ir. “… que beso amando tu perfil, y en tu abrazo
deriva mi persona…”, que yo sigo conservando el mismo amor que te tuve,
sigue intacto, lo venero y beso, cada día, cada noche, y abrazado a ti, me
abandono en tu corriente, me dejo ir en tu recuerdo. “… ¿Dónde perdí el
corazón? Vive en tus ojos buscando calor...”. Esta misma pregunta será hecha
tres veces a lo largo de la canción, y a cada vez tendrá una respuesta en
progresión. En este caso, se cuenta que mi corazón está perdido en tus ojos.
Allí está a salvo, allí caliente acurrucado ante el fuego de tu chimenea.
“Si te cuentan que caí, pon tu boca de la mía siempre cerca, boca bálsamo de
olvido, que tu risa es como una voltereta...”. Si oyes decir que me vieron tocado,
que tu boca diga siempre lo mismo que la mía. Que nuestras versiones de la
historia sean idénticas, como cuando nos contábamos las cosas a nada de
distancia…
«La mía boca tan lejos de la tuya
Como igual de cerca la tuya boca de la mía
La exacta de un beso...».
Esa boca que tanta serenidad que me dio, que me sigue dando. De la que
salía una risa que me colmaba de alegría, revolcándome por el aire con mil
piruetas. Que se sepa que tu aliento es uno con el mío, por siempre. “…
¿Dónde perdí el corazón? Sueña sereno y se ha partido en dos…”, mi corazón está
tranquilo, ahora reposa, aunque partido.
Por ti soy capaz de todo, de morir aguantando hasta el fin del último hilo de
vida que me quede. Quiero volar alto, y encontrar ese momento suspendido
en la nada, en el que todo se desea, se parte y se transforma en deseo. Y
volver a desearte una y otra vez. “Moriré por ti, viviré lo queda de mí, volaré
hasta un punto que quiebra en deseo...”.
Es mi vida
No quiero cambiar
Los chicos no lloran
Solo pueden soñar
Es mi vida, ¡ha!
No quiero cambiar
Los chicos no lloran
Tienen que pelear
Es mi vida ¡ah!
Es mi vida ¡ah!
Es mi vida
No quiero cambiar
Los chicos no lloran
Solo pueden soñar
Es mi vida, ¡ha!
No quiero cambiar
Los chicos no lloran
Tienen que pelear
Es mi vida ¡ah!
Es mi vida ¡ah!
Es mi vida ¡ah!
Es mi vida ¡ah!
Y bailaremos, ¿eh?
Y bailaremos, ¿eh?
Y bailaremos, ¿eh?
Y bailaremos, bailaremos, bailaremos ¿eh?
Es mi vida
No quiero cambiar
(Veni, vidi, vinci)
Los chicos no lloran
Solo pueden soñar
Es mi vida, ¡ha!
No quiero cambiar
(Veni, vidi, vinci)
Los chicos no lloran
Tienen que pelear
Es mi vida
No quiero cambiar
(Veni, vidi, vinci)
Los chicos no lloran
Solo pueden soñar
Es mi vida, ¡ha!
No quiero cambiar
(Veni, vidi, vinci)
Es mi vida ¡ah!
Es mi vida ¡ah!
Es mi vida, mi vida, mi vida, mi vida, mi vida,
bailaremos, bailaremos ¿eh?
Es mi vida ¡ah!
Dulce anochecer
Que sin querer
Me pone entre la espada y la pared
Prisionero
Te espero hasta el amanecer
Dulce y cálido
Es el sudor
Que bebo de tu cuello mujer
Y ahora deja
Déjame por fin arder
Dulce y árido
Océano
Gótico el infierno que quemó
Las espinas
La gardenia de este amor
Arañando sentimientos
Bajo un cielo de traición
Odio a fuego lento
Te comería
Te comería el corazón
Si lo intento
Si lo intento sé
Que apostando pierdo lo que gané
Fuerte e inmenso
Cuesta y me cuesta decirte que
Que si me apuesto sé
Sé que te perderé
Apágame
Consúmeme
Y fúmame por última vez
Bien amarga
Dulce boca que besé
Si lo intento
Si lo intento sé
Que apostando pierdo lo que gané
Fuerte e inmenso
Cuesta y me cuesta decirte que
Que si me apuesto sé
Sé que te perderé
Fuerte e inmenso
Cuesta y me cuesta decirte que
Que si me apuesto sé
Sé que te perderé
Si tú no estás…
Te comería el corazón
La antropofagia es una práctica común en muchas etnias de varios
continentes, incluso hoy en la actualidad. Es, además, un ejercicio ancestral,
ligado a rituales que involucran a dioses y deidades. Se hacían sacrificios
humanos, acompañados de ingesta de órganos y partes del cuerpo. Se bebía
la sangre. Esto que parece tan brutal e impensable, nunca dejó de practicarse.
Hoy en día se sigue haciendo. Pero esto no es lo que nos compete, aunque sí
nos pone en contexto.
La derivación más común del canibalismo, la más tímida, la seguimos
encontrando en el acto sexual. Desnudos y entrelazados en la cama, los
amantes se comen a besos, se lamen los flujos y hacen por tragarse órganos y
partes del cuerpo, de la carne. Dependiendo de la intensidad, llegan más o
menos lejos. Pero es indudable que ahí se da una pequeña copia de rituales
mayores.
En este texto, esto es lo que nos vamos a encontrar. Asistimos a un acto
sexual de altísima pasión, rodado a semicámara lenta. El aire de la habitación
está enrarecido, probablemente por el encierre, el vaho de sudor y por el
humo de los cigarrillos.
El protagonista, bien podría ser Otello, un hombre celoso y tremendamente
posesivo. Yace tumbado en el lecho, y observa a su amada dormir a su lado.
Fuma un cigarrillo mientras contempla la belleza de su cuerpo desnudo. No
consigue conciliar el sueño. Dulce es la noche. Haber hecho el amor con ella
le hace de inmediato prisionero y le pone en una disyuntiva, contra la espada
y la pared. Encerrarse con ella para siempre y amarla sin descanso, o volver a
la vida. Espera a que amanezca, a que ella despierte.
“Dulce anochecer
Que sin querer
Me pone entre la espada y la pared
Prisionero
Te espero hasta el amanecer…”.
“Dulce y cálido
Es el sudor
Que bebo de tu cuello mujer
Y ahora deja
Déjame por fin arder…”.
“Dulce y árido
Océano
Gótico el infierno que quemó
Las espinas
La gardenia de este amor…”.
“Arañando sentimientos
Bajo un cielo de traición
Odio a fuego lento
Te comería
Te comería el corazón…”.
“Si lo intento
Si lo intento sé
Que apostando pierdo lo que gané
Fuerte e inmenso
Cuesta y me cuesta decirte que
Que si me apuesto sé
Sé que te perderé…”.
No hay como hacer el amor para generar las ganas de hacer más. Ahora es
él quien propone ser sacrificado. Le pide a su amada ser el último de sus
cigarrillos, ser encendido, inhalado y consumido, consumado. Tal vez si él
entrase en ella podría vivirla para siempre y no se necesitaría más. En cada
una de las tres estrofas anteriores, el adjetivo «dulce» abre el relato. Aquí, en
el cuarto, lo cierra. Está directamente ligado a lo femenino, a su sabor. Él le
pide ser acabado, para no tener que seguir soportando sus contradicciones,
su amor y desdén, su bien amarga y dulce boca que besó.
“Apágame
Consúmeme
Y fúmame por última vez
Bien amarga
Dulce boca que besé…”.
Por última vez arremete con sus intenciones, con su apuesta, a la que su
orgullo de hombre, el del macho alfa, no quiere renunciar. Y se lo repite a sí
mismo para que la firmeza de sus propósitos de paso le quede bien clara al
mundo y a la competencia.
“Si lo intento
Si lo intento sé
Que apostando pierdo lo que gané
Fuerte e inmenso
Cuesta y me cuesta decirte que
Que si me apuesto sé
Sé que te perderé
Fuerte e inmenso
Cuesta y me cuesta decirte que
Que si me apuesto sé
Sé que te perderé…”.
“Si tú no estás…”.
Nada existe…
Si tú no vuelves
Si tú no vuelves
Se secarán todos los mares
Y esperaré sin ti
Tapiado al fondo de algún recuerdo
Si tú no vuelves
Mi voluntad se hará pequeña
Me quedaré aquí
Junto a mi perro espiando horizontes
Si tú no vuelves
No quedarán más que desiertos
Y escucharé por si
Algún latido le queda a esta tierra
Si tú no vuelves
Ni habrá esperanza ni habrá nada
Caminaré sin ti
Con mi tristeza bebiendo lluvia
«Querido padre:
El mundo se me cae encima, y yo paso aleatoriamente por arrebatos
cercanos a la negación de mí mismo. Si pudiese, me condenaría al olvido.
La naturaleza, desde que no estás, se comporta de forma extraña. Suceden
eventos magnos, insólitos. Las ganas de hacer cosas, y toda mi energía
merman por segundos. Padre, solo me quedan fuerzas para esperar tu
regreso, junto a mi perro, único ser al que amo, no teniendo ya a otro.
Todo quedará reducido a un páramo, yermo y asolado. Entonces, solo
entonces, tiraré de mis últimas energías para escuchar en mi interior,
atento y callado, por ver si aún queda algún rastro de latido, una
imperceptible señal de vida. Aquella que cuando era niño olía a heno, a
verdes praderas. La que tan hondo respiraba mientras me abrazabas con
tanto cariño, padre. Esa era nuestra tierra bonita que se extendía a pérdida
de vista, infinita como el tiempo que creímos nos quedaba juntos por
delante.
Padre querido, ahora que ya no estás, quisiera que cada noche buscases
la estrella más brillante en el firmamento para comunicarnos a través de
ella lo que está pasando, cómo sigue la vida después de ti, sin ti. Esa estrella
será mi compañía, serás tú. Verás que las señales que te mande se
reflejarán en ella. Háblame, padre, que mi corazón te echa tanto de menos
que si no vuelves no sé qué me va a pasar, qué va a ser de mí. Háblame para
sentirme menos solo.
Sin ti, y hasta que regreses, no podré respirar, perderé la ilusión. Lloverá
mucho, te lo advierto, lloverá tristeza. Caminaré sin rumbo bajo la lluvia
bebiendo sus gotas, perdido. Padre, recuerda nuestra promesa, la de nunca
dejarnos y que la vida no ha querido cumplirme. Padre, aunque estés lejos,
sé que puedes verme, sé que me escuchas, eres mi estrella a la que
mandaré mi amor, cada noche, hasta que vuelvas. Sin ti la vida es otra cosa.
Te quiero mucho. No me olvides. Yo no lo hago. Tu hijo. Miguel.»
Nada particular
El tiempo… Aliados a él, nos dejamos llevar para que lo escrito suceda de la
forma más natural. Y a veces lo más natural es violento, caótico y degradable.
Pero así fue escrito, de ese puño y letra, y hemos de aceptarlo. El tiempo
enamora a uno, a ti y a mí, a cualquiera. Hemos de entenderlo. Al final de la
rabia, en su horizonte, más allá de sus incendios, del otro lado, están las
costas de lo ignorado, mitad perdón, mitad desconocido o nunca sabido. Las
del abandono, las de la sanación. A esos parajes hemos de llevar nuestros
recuerdos, todos bien doblados, pulcros y conservando su original olor,
guardados en una maleta…
En la oscuridad
Puedo oír tu voz
¿Qué herencia he de pagar?
¿Qué antiguo es el castigo?
Tú que eres Dios atrévete
Maldíceme con tu perdón
Líbrame Señor
Del miedo y del dolor
Y devuélveme la paz
Fin de cuenta atrás
Tu silencio es mi temor
Dios de Dios
Vivo sin saber de ti
Y bajo el signo de Caín
Si te profané
Confúndeme la fe
Si no te importa lo que soy
Libre déjame
Que quiero hablar con otro Dios
Dios de Dios
Vivo sin saber de ti
Y bajo el signo de Caín
Tu silencio es mi temor
Vivo sin saber de ti
Y bajo el signo de Caín
Tu silencio es mi temor…
Tu silencio…
Vivo sin saber…
Y bajo el signo de Caín
Vivo sin saber…
Bajo el signo de Caín
La búsqueda de un Dios es una empresa que ha tenido ocupada a la
humanidad desde el principio de los tiempos. No me refiero a los que la
historia oficial propone, sino a los reales, los verdaderos. Estamos hablando
de más de doscientos mil años.
La figura del Gran Arquitecto, Creador de Todas las Cosas, Fuente y Origen
del Todo, del que todos hacemos parte, desde el más pequeño quark hasta el
Universo Infinito, su búsqueda y la conexión con él, siguen siendo una
prioridad.
Esta canción, que da nombre al álbum homónimo, habla de eso. En su
portada aparece el hombre marcado en la frente por la uña de Dios, herrado
como hijo suyo, heredero de un destino del que no puede huir.
Creo en un Dios del que todo y todos hacemos parte, muy distinto del que
la religión nos propone. Habita en mí al igual que habita en todas las cosas, y
cuando siento la necesidad, me comunico con Él.
Esto es lo que cuento en este texto. Hablo sobre todo de mis dudas y de
mis temores en los momentos de necesidad en los que no consigo entablar
diálogo con Él. Esos momentos de vértigo y vacío que resultan eternos y fríos,
como jirones de oscuridad austera.
Comienzo pidiéndole a Dios que sea valiente, que perdone mis errores,
aunque haya de cargar con su maldición. Aquí, como el resto del texto, se da
una provocación directa que busca hacer salir a Dios de su madriguera. El
Dios en el que creo no castiga, no requiere que le temamos. Pero,
acostumbrado a hablarle, cuando desaparece, surgen dudas y temores,
aunque sé y me consta que tiene mucha tarea.
Hay recogimiento y hay una cierta mística, de la misma naturaleza que la
que los grandes santos relataron y sobre la que tanta literatura desbordaron,
pero dimensionada al común mortal.
Este diálogo resuena en el interior y se hace eco en las altas dimensiones,
las que remontan hasta la Fuente, que son en las que Dios es capaz de
escucharnos.
Estamos hablando de
espiritualidad en pura
esencia, la que
compromete y abre
nuestros siete chakras
físicos y sus cinco
superiores.
En el paisaje musical de fondo oímos sonidos que son respuestas,
emisiones y señales que se captan y que han de interpretarse no con palabras,
sino con otros tipos de códigos. Este relato es único en toda mi discografía.
Sol forastero
Puede ser
Puede ser tu nombre
El sonido que me hace recordar
Puede ser
Puede ser tu nombre
El abismo que me hace desvariar
Y pudo ser
Pudo ser tu nombre
Esa herida que no quiso curar
Piérdete en mí y no sentirás
Piérdete en mí…
Tesoro
Deseo infinito el que hay
Vuelvo a la orilla del paso que no quisimos dar
Aunque cambie de matiz
Aunque aguante un tanto más
Aunque tenga que inventar
No quieres entender que me hace daño esperar
Tesoro
El más infinito que hay
Vuelvo al final del camino que no debí tomar
Aunque jures prometer
Aunque sirva tropezar
Aunque tenga que callar
¿No puedes entender que no he sabido esperar?
Tatuaré
Me tatuaré tu nombre
En memoria de…
Tesoro
Deseo infinito el que hay
Vuelvo a la orilla del paso que no quisimos dar
Aunque cambie de matiz
Aunque aguante un tanto más
Aunque tenga que inventar
No quieres entender que me hace daño esperar
Tesoro
Al igual que tantos otros, este es un texto de amor canalla. No hay que ir a
buscar más allá. Del puro y duro, pero cantado y contado desde un personaje.
En este caso, y tal y como aparece en el vídeo correspondiente, estaríamos
hablando de una especie de James Bond. Un hombre que conquista
desplegando un arsenal de encantos irresistibles. Entre otros, su capacidad de
inventar nombres para cada mujer. En el caso de esta canción, su chica se
llama “Tesoro”.
Pero en verdad, el personaje del James Bond que encarno remonta su
inspiración a otro semejante, perteneciente a unas novelas policiacas eróticas
de la literatura francesa que se alquilaban clandestinamente en el Liceo
Francés de Madrid, colegio en el que estudié. A los de nuestra edad se les
estaba prohibida la lectura. No me acuerdo cómo conseguí tener acceso a
varias de ellas, pero el caso es que lo tuve. El protagonista de dichos relatos
era Jean Bruce, agente especial OSS 117. Un espía amante. Lo recuerdo como
si fuera ayer.
Sus palabras, dichas susurrantes al oído, al cercano calor de su respiración,
van cargadas de erotismo: “… puede ser tu nombre, el sonido que me hace
recordar…”, en tu nombre están guardados mis recuerdos, pronunciarlo
destapa mi memoria, probablemente una ardiente. “… el abismo que me hace
desvariar…”, pronunciarte es sinónimo de vértigo y de locura, y si cierro los
ojos, me pierdo. Estas son, sin lugar a duda, las palabras, el discurso que bien
podría haber hecho nuestro Bond conociendo el nivel de sus artes
fascinadoras, mitad mentira, mitad piropo. Tu nombre es la memoria de mi
todo. “… pudo ser tu nombre, esa herida que no quiso curar…”, tu nombre es algo
que duele, algo que no consigue cerrarse, no consigue pasar al olvido, nena.
¡Zas!, en pleno centro de la diana, ahí donde más duele y gusto da. Este
hombre definitivamente sabe cómo hacer malabares. “… piérdete en mí y no
sentirás…” son las palabras mágicas que le abren las puertas de la entrega
húmeda. Se lo repite, “… piérdete en mí…”, para ir disipando dudas mientras
acerca sus labios a la boca de ella, entregada, rendida.
“Tesoro, deseo infinito el que hay, vuelvo a la orilla del paso que no quisimos
dar…”, ese que en el pasado no nos atrevimos a dar, probablemente el de
comprometernos, el de tomarnos lo nuestro más en serio, Tesoro, mi adorado
Tesoro. Da la sensación de que en los sucesivos encuentros, en los anteriores,
nuestro hombre fue yendo de poco a poco a más. Ha sabido dosificar la
intensidad de su apuesta. Es un canalla, lo sabe, y ella también. Pero ¡qué
canalla! Seguramente el siguiente paso sea el de la pedida de mano. Ella lo
intuye, se ofusca, y percibimos que esté dispuesta a acceder a todo lo que él
vaya a pedirle. “… no quieres entender que me hace daño esperar…”, es como
llamar a la urgencia de la calentura por otro nombre.
“Amaré solo y en tu nombre todo aquello que se dejó de amar…”, con esta frase
nuestro agente secreto da la puntilla. Equivalente a decirle a su Tesoro que en
su nombre creará una fundación para que todo aquello que sea huérfano de
amor, sea amado. Amado con un capital de activo amor de bitcoins TESORO,
una promesa de ocurrente y brillante creatividad. Lo que ella no detecta en
esa promesa es que él se está dando licencia abierta para amar a todas las
mujeres que le plazca, pero que, siempre y cuando amadas, en el nombre de
su Tesoro, el acto será lícito y no habrá posible futura causa. ¿Que no se
entendió? Lo dijo y fue explícito. Se siente… Y ahonda sobre el tema, le da
literatura para que nadie pueda echárselo en cara, “… y pasaré noches con tu
nombre, noches sin fin, noches que atar…”, que es como anunciar que se dará a
mil otras mujeres noches apasionadas que atar a la cama, pero siempre en su
nombre, el de su Tesoro. Aunque “Tesoro” bien pudiera ser el nombre de
todas y de cada una de ellas. Definitivamente es el tipo de chico capaz de
volver loca a cualquiera. Lo tiene todo. Es atractivo, chulesco, galante, aseado,
depredador, tierno, mentiroso, adorable, con labia, con labio, caliente, sexy,
desordenado, incansable, tormentoso, infantil, inolvidable… Un perfecto
filibustero, un canalla, un buen chico malo. Mi hombre, que dirían ellas.
“Tesoro, el más infinito que hay…”, mi amor eterno, mi tiempo, tú, mi Tesoro.
No me extraña que ella haya perdido la cabeza. Tantos adjetivos, tantos
nombres…
“Tatuaré
Me tatuaré tu nombre
En memoria de…”.
Más allá de aquella historia no tuve claro de cuánto más había, de qué me
quedaba por vivir. Mi día a día continuaba, el trabajo era interminable, todo
crecía como la espuma, todo florecía y prometía ser inagotable. Cuando no
pensaba con el corazón me sentía el hombre más poderoso de la Tierra. Pero
ese tiempo no duraba. Y entonces… la ganas de huir era incontenibles. Me
enamoré perdidamente.
¡Ay!
Hoy huele a miedo y en cambio no oigo ni un
perro aullar
Y tú
Sientes la alerta en las calles y el aire se tensa
¡ay!
Y ¡ay!
Pesa el silencio que otorga cuando habla el
acero
Y ¡ay!
¡Ay! ¡Ay!
Hoy que la sangre se afila los odios se van a
armar
¡Ay!
Hoy como ayer vuelve el miedo y enseña sus
dientes y tú
Y tú
Tú y mil costumbres ya hartas las voces
levantaréis y ¡ay!
¡Ay! ¡Ay!
Marchan serenos los hombres que quieren vivir
en paz
Me primavero y me otoño
Me estío y me invierno
Me adapto con serenidad
Este mundo va
Este mundo va
Este mundo va….
Este mundo va
El tiempo es imparable. Sigue su camino, inexorable, y con él lo arrastra
todo, nosotros inclusive. En la cotidianidad, en la vida de pareja, o en el jardín
de la casa, lo apreciamos de forma casi imperceptible. El hábito no resalta los
grandes cambios, se centra en lo más pequeño. De pronto, la pintura del
marco de una ventana, la que se pintó hace años, levemente se escama. Ese
detalle se convierte en un accidente terrible que rompe con la estabilidad de
tanto tiempo. Ese diminuto rizo parece despegarse de la madera como la ola
que precede a un tsunami. El espejo deja de reflejar lo de siempre, para
apuntar a lo de golpe. Se convierte en un despreciable chivato. Te cuenta a la
cara las nuevas arrugas que, a partir del pasado martes, resulta que se están
propagando como si fueran plaga. Los nuevos brotes del magnolio, como los
de los rosales, se cuentan por decenas entrando la primavera, aunque no
despunten aún lo suficiente. ¿Dónde estuve yo para no reparar en todo esto?
¿En qué estaba distraído?
Percibimos las cosas de manera diferente cuando hay costumbre que
cuando no la hay. Aceptamos los cambios más fácilmente si estamos
entrenados a ellos que si se dan cada muerte de papa. A menudo, sería
conveniente avisar a nuestras parejas, por carta o correo, de las intenciones
de cambiar cosas o de cambiarnos. Incluso pedir permiso por ello.
Evitaríamos así cualquier sobresalto que corra el riesgo de romper la tan
cómoda monotonía, la que acaba con el amor, incluso con la amistad. Los
entusiasmos, por tanto, son cuestionables.
La convivencia aletarga y favorece las miopías. Dejas de ver bien lo que
solías ver a la perfección. Tomar decisiones se convierte en una empresa
titánica, que más vale no compartir, o de lo contrario se cae en la burocracia
del Ministerio de las Ofensas, del que, una vez empapelado, no hay Dios que
te libere. Y mucho menos que te disculpe.
Prometer, ese verbo que tan a la ligera se solía poner sobre la mesa, como
quien amenaza con un póker, pasa a ser parte de la interminable lista de los
deportes de riesgo que, a partir de cierto punto, uno ya no quiere hacer en
pareja. Respiramos con cuidado, no sea que nos robemos el aire y al salir de
casa para ir a dar un paseo, tendremos que tener sumo cuidado de entonar
justamente nuestro «hasta luego», no fuese a ser malentendido por un
«adiós para siempre», lo que desataría un drama de tamaña envergadura. Tan
importantes fueron en pasado las palabras como hoy los tonos.
Todo esto sucede mientras que el tiempo va. Y lo hace sin licencia por
parte de nadie. Está en su naturaleza, y su deber es el de ir. Bienaventurado,
pues, quien se le suba a la grupa, y ay de aquel que no alcance a hacerlo.
Según va yendo, va agarrando velocidad e inercia. Va a la velocidad de la luz,
del rayo, y luego a la del pensamiento, que es infinitamente mayor. No darse
cuenta de que no queda más remedio que ponerse a la par de su carrera es de
necios. Y lo es de insensatos, el no reconocer que, de la mano de otro, el
vértigo se comparte y el aturdimiento resulta menor. En pareja, solidarios y
compartiendo, el paso del tiempo es mucho más amable, menos traumático.
Es un tema que no debe ser despreciado o te lleva por delante, porque lo
queramos o no, este mundo va…
Los que nunca hemos rechazado el progreso, la evolución y transformación
de las cosas, entendemos lo necesaria que es la integración de estos aspectos.
Sobre todo, el que sucedan de forma natural y no forzada, como pasa con las
estaciones. Adaptarse a los cambios no es morir con cada uno de ellos. Es
renacer a lo siguiente. Y lo siguiente suele tener raíces en lo ya testado. Es la
suma de la quintaesencia de lo sucedido, más los cimientos de lo clásico, más
la empírica, más lo visionario. Crecer es crucial, pero debemos entender bien
su proceso para integrarlo a medida de cada uno. A cambio, se requieren
oportunidades para corresponder justamente al orgullo ajeno y al amor
propio.
“Este mundo va” cuenta todo ese proceso, el de lo ineludible, lo insalvable, y
de cómo sobreponerse a ello. De cómo repartir la carga entre dos para que
sea más ligera. Habla de amor maduro, de complicidad. Habla de cómo el
tiempo no cambia las cosas, las transforma, escondiendo en ello un potencial
de belleza que puede maravillar, nunca agredir. La fascinación, la sorpresa, se
reciben, pues, como regalos, no desagravios. Está en la actitud el poder
percibir la fuerza de cada cosa de dos maneras distintas. La una sería la
buena. La otra debería de ser la mejor.
LO MEJOR DE BOSÉ
1999
No hay un corazón que valga la
pena
El temor a que los errores se repitan, relación tras relación, queda vivo. El
escepticismo del que uno se arma cuando alguien nuevo hace sonar la
campana es un blindaje que, a priori, aparta de un manotazo cualquier
intención de volver a tropezar. Esto se transmite y frena a la gente. Se suda y
con ello marcas tus confines, las fronteras de tu territorio. Las potenciales
intrusiones quedan advertidas. En las señales olfativas van implícitas tus
condiciones, como cláusulas de un contrato. Aun así…
Quisiera añadir a todo esto, alguna palabra más, “… qualche parola di più…”,
porque en lo que se propone aquí arriba, no existe ni el más mínimo atisbo de
realidad, que es esta…
La noche de promesas
Que propones descubrir
Puede ser tan indecente
Que me apuesto lo que no voy a cumplir
No cumplir
La noche de mi vida
Será perra para un loco
Y sabrá si hay que seguirme
O dejarme volar solo
¡No!
Perdido
Salvado
No salvado
Y grito herido ¡no!
Un no que estalla en mil pedazos
Un no que cae en el olvido
Inútil, pequeño y perdido
Y grito herido ¡no!
Tan fuerte y tan desesperado
Tan grande solitario y vencido
Inútil, pequeño y perdido
Y grito herido ¡no!
Un no que estalla en mil pedazos
Un no que cae en el olvido
Inútil, pequeño y perdido
Y grito herido ¡no!
Gulliver
Quien canta su historia es el último hombre vivo que queda sobre la Tierra.
Es noche eterna. El sol se apagó. Su luz no llega. Probablemente, una densa
capa de nubes tóxicas impida que lo haga. Hace muchos, muchos años atrás,
hubo una guerra nuclear planetaria que arrasó con la vida en todas sus
formas. Mientras busca rastros de un sol que le devuelva algo de esperanza,
se cuestiona qué hubiese podido salvar de entre todo lo perdido.
Posiblemente nada. El Hombre quiso ser Dios, quiso emular a Gulliver para
sentirse todopoderoso, por encima de la Creación, y fracasó. Confundió
estatura con grandeza. Se creyó omnipotente, con derecho sobre todas las
especies, y causó el fin de la Tierra, su única casa.
Grita con todas sus fuerzas, con toda su rabia, tocado por una soledad
devastadora, claustrofóbica. Desgarra su voz con un no que, apenas sale de
su garganta, se desintegra. Ni tiene efecto, ni cura, ni calma ni sana. Se
pulveriza en la nada más inmediata, cayendo a sus pies. Un grito que no viaja,
que nadie oye, que queda sin respuesta. Está solo. Es un grito desesperado, de
médula derrotada, de naturaleza vana, sin efecto ni consecuencia.
Vemos como nuestro hombre deambula por los páramos de un planeta sin
vida, arrasado y quemado. Sentimos que está al borde la locura, una que
jamás será escuchada por nadie, por nadie atendida. Y mientras se aleja, se va
haciendo cada vez más pequeño, más diminuto. Él paga por el resto de sus
congéneres. Será el único penitente. Vivirá en soledad por el resto de la
eternidad. Se castigará al hombre con la inmortalidad, para que sufra las
consecuencias de sus actos. Es una especie de Charlton Heston de la original
película de El planeta de los simios.
Esta imagen apocalíptica es la que el Hombre lleva décadas rondando.
Podría darse en cualquier momento, dejar de ser una visión. Cruzar la línea
depende tan solo de un pequeño botón rojo.
Mirarte
Tirar p’alante
Hasta que el corazón aguante
Sin que me importe nada ni nadie
Y hasta que pueda
Solo quiero amarte.
Apasionarte
Apasionadamente atarte a mi cintura
No obedecerte, crucificarte y luego mirarte
Mirarte y mirarte, solo mirarte
No hartarme de mirarte
Hasta cansarme, hasta cansarte
Mirarte, solo mirarte.
Solo mirarte…
Mirarte
“Mirarte” fue una sorpresa de canción. Nunca elegida para ser sencillo, fue,
sin embargo, detectada por la gente y elevada hasta los primeros puestos del
ranking de las canciones de mi carrera. Así, sin permiso ni previo aviso.
El texto es tórrido, está cargado de sensualidad, incluso de sexualidad
explícita. Habla de lo más insaciable, que es el rapto de la mirada, la que todo
engulle, mastica y come. Aquí la mirada ejerce su poder de sinestesia, y le
roba funciones al gusto, al paladar y también al tacto. Se propone como un
sentido múltiple que abarca varios de ellos, hurtándoles sus capacidades para
trasladarlas todas a una sola, la vista, en este caso la mirada.
Mirar no está prohibido, es más, no agrede. Puede que incomode, pero es
un ejercicio lícito.
El amante, aquí en este caso, establece primero sus intenciones, su
determinación en la relación que no es otra sino la de solo querer amar,
cueste lo que cueste y hasta que el corazón aguante, resista, tenga fuerzas…
“Tirar p’alante
Hasta que el corazón aguante
Sin que me importe nada ni nadie
Y hasta que pueda
Solo quiero amarte…”.
“Apasionarte
Apasionadamente atarte a mi cintura
No obedecerte, crucificarte y luego mirarte
Mirarte y mirarte, solo mirarte
No hartarme de mirarte
Hasta cansarme, hasta cansarte
Mirarte, solo mirarte…”.
“Solo mirarte…”.
El hijo del Capitán Trueno
En el océano me pierdo
Veo el océano y no sé
Tan increíblemente inmenso
Tan respetable
Que no navegaré
No navegaré
No lo navegaré…
En el océano me pierdo
Veo el océano y no sé
Tan increíblemente grande y tan inmenso
Tan respetable
Que no navegaré
En el océano me pierdo
Veo el océano y no sé
Tan increíblemente grande y tan inmenso
Tan respetable
Que no navegaré
No navegaré
No lo navegaré
No lo navegaré
No lo navegaré…
No sé, no sé, no sé
Cuánto sabes de mí
Pero dejo que me puedas y permito que me
lleves
Poco importa lo que hagas de mí
No sé, no sé, no sé
Qué es lo que quieres de mí
Me cuestionas, me estremeces, que me arrastres
o me eleves
Lo importante es lo que hagas de mí
De mí…
Suave, sereno…
No sé, no sé, no sé
Cuánto sabes de mí
Pero dejo que me puedas y permito que me
lleves
Poco importa lo que hagas de mí
No sé, no sé, no sé
Qué es lo que quieres de mí
Me cuestionas, me estremeces, que me arrastres
o me eleves
Lo importante es lo que hagas de mí
Morenamía
Voy a contarte hasta diez
Uno es el sol que te alumbra
Dos tus piernas que mandan
Somos tres en tu cama, tres…
Morenamía
Y el cuarto viene después
Cinco tus continentes
Seis las medias faenas
De mis medios calientes
Sigo contando ahorita…
Morenamía
Siete son los pecados cometidos
Suman ocho conmigo
Nueve los que te cobro
Más de diez he sentido…
Morenamía
Si esto no es felicidad
Que baje Dios y lo vea
Y aunque no se lo crea
¡Esto es gloria!
Y por mi parte pongo el arte
Lo que me das, dámelo y dalo bien
Un poco así, un poco ¿a quién?
¡Uf!... ¡CAFÉ!
Morenamía
“Morenamía” es posiblemente la canción con más alta carga erótica de
todo mi repertorio. Diría incluso más. En varios momentos roza lo porno. Es
porno. La sensualidad que desprende alcanza muchos grados Celsius, casi
tantos como los que alcanza la lava en el corazón de un volcán. Es muy
caliente, arde.
Pero, además, deja mucho espacio a las interpretaciones, lo que la
convierte en un arma húmeda, con la que desvariar y mojarse.
“Morenamía” tiene musa inspiradora con nombre, apellido, dirección y
número de teléfono. Por razones obvias no desvelaré sus datos. Hoy en día
está felizmente casada, tiene familia y una reputación impecable que no
puede ser mancillada bajo ningún pretexto. Aunque tampoco pasaría nada.
Nos blinda la confianza discreta que entre su matrimonio y yo tenemos, más
allá de las correrías pasadas.
“Morenamía” es la historia de una aventura, mitad real, mitad novelada,
cuyos personajes fueron directos protagonistas y culpables de este relato
húmedo que fluye entre el dato y la elucubración. En realidad, ¿fue o no fue lo
que se cuenta? ¿Pudo haber sido o fue mucho más? La verdad, que hace
parte de esta historia, permite ser manipulada, aunque aquí y en este caso la
verdad es una con la fantasía.
“Morenamía” arranca con un decálogo que sustituye a un querer cantarle
las cuarenta a la protagonista. Entre sus diez verdades, la primera, el sol, que
se encendía sobre ella y parecía otorgarle toda su luz, su atención. La
segunda, las piernas de aquella mujer, las que caminaban por encima de las
circunstancias, mandando, como las botas de Nancy Sinatra. La tercera habla
de los tríos en cama que se celestineaban. Luego aparecen los siete pecados
capitales, todos ellos y por orden, convenientemente bien pecados y
públicamente confesados, a los que añado tres más. Uno de ellos soy yo, el
pecador mismo, que este caso es quien se prostituye y cobra. El pago por
pecar es el noveno de los pecados, los que, una vez entrados en faena, se
multiplican hasta perder la cuenta. Esto habla de las tremendas delicias
físicas de aquellas aventuras, en general.
He tocado fondo
Y digo hondo y profundo
En las razones movedizas del qué ser
He pisado la cima
De gloria como victoria
Y así me pase, paso a paso seguiré
Sereno… Sereno…
Sereno… Sereno…
Ánima y miseria
Abiertamente salvaje
Inmune más o menos a por qué salvar
De un naufragio antiguo
De un destino hecho vida
Se hará mi imperio contra viento y voluntad
Sereno… Sereno…
Sereno… Sereno…
Sereno… Sereno…
Sereno… Sereno…
He tocado fondo
Y digo hondo y profundo
En las razones movedizas del qué ser
Y he pisado la cima
De gloria como victoria
Y así me pase, paso a paso seguiré…
Sereno
Esta canción da título al álbum. Fue un autorretrato de la época, de lo que
era, de lo que pretendía y de las experiencias de vida vividas hasta el
momento. Aún saboreaba las dulzuras del tour “GIRADOS” del 2000 con
Ana Torroja, me reajustaba de un terrible accidente de coche de dos años
antes, y, junto con mi corte de fieles piratas, volvía a las andanzas salvajes de
la nocturnidad, las que de hecho nunca abandoné del todo, ni siquiera
estando encorsetado y encamado, y con dos vértebras aplastadas. La vida
seguía siendo intensa y no quería desperdiciar ni un solo momento.
Para abordar el personaje que cuenta la historia de esta canción, pedí
prestado el cuerpo de Hamlet, príncipe de Dinamarca y su más célebre frase,
«ser o no ser, esa es la cuestión». “Sereno” es una especie de anagrama parcial
de ella.
Se revela el juego de palabras…
SERENO… SERÉ NO… SERÉ NO… NO SERÉ… SERÉ NO… SERENO. De
esto trata el tema. En esto se basa la idea del texto.
Habla el príncipe Hamlet. En pleno proceso de mutar su dolor en ira,
cuenta que ha bajado hasta la hondura más recóndita de los infiernos, los del
inframundo del temible Hades, allá donde las dudas pierden al hombre. Que,
además, ha culminado la cima más alta de la gloria del Olimpo, coronándose
invencible. Así que, ya sea lo que el destino tenga listo para él, nada le
impedirá seguir adelante, con la misma inalterable determinación.
“Ánima y miseria
Abiertamente salvaje
Inmune más o menos a por qué salvar
De un naufragio antiguo
De un destino hecho vida
Se hará mi imperio contra viento y voluntad…”.
Recogí los restos del naufragio con el alma hecha jirones, y a partir de la
miseria que me sofocaba por dentro me reconstruí. Aquel espíritu indómito
hizo de rabia corazón. Pegué cuatro patadas en el fondo del lodo, me impulsé
con fuerza y salí a la superficie, a nada de ahogarme. Miré al cielo bien de
frente y le dije que preparase las escaleras, que hacia arriba iba. Y así lo hice.
Ahí donde las cosas se acaban, se paran en seco y no siguen. Pierden su
inercia y no hay modo de volverlas a arrancar. Se podría, pero costaría un
chingo hacerlo. Ahí donde no empiezan, ahí en ese exacto punto de
resistencia, es donde más duelen. Frustran. Estas leyes de dinámica, simples y
axiomáticas, lo rigen casi todo. Este fue un modo de explicarme, de visualizar
y poder entender la voluntad de las cosas, que no ha de ser ni forzada ni
cambiada. Déjalas ir.
“Príncipe sereno
De serenísimo encanto
Sin tu mitad canalla nunca seré rey
Y moriré callando
O perderé la memoria
Que lo mentido bien feliz mentido está…”.
… SERENO.
VELVETINA
2005
Ójala ojalá
Ojalá ojalá
Que la pace sia pradva
Vive love, Liebe, l’amour, ljubav
Da tu voz, da tu mano ya
Ojalá ojalá
Che la paz soit infinita
Per tutta la minha vida
Di tu voz de qué mano está
Da tu voz ya
Tu voz que non quiere matar
Da tu voz ya
Che esa voz ya non debe callar
Da tu voz ya
Tu voice que non vuole che amar
Da tu voz ya
Ojalá ojalá
Che la vida sea justa
Forever in nossa vida
En tu voz, en tu mano está
Da tu voz ya
Tu voz que non debe callar
Da tu voz ya
De una vez, pero dala ya
Da tu voz ya
Tu voz che non quiere matar
Da tu voz ya
Da tu voz ya
Da tu voz ya
Da tu voz ya
Da tu voz ya
“DA TU VOZ YA
TU VOZ QUE NO DEBE CALLAR
TU VOZ QUE NO QUIERE MATAR
TU VOZ QUE NO QUIERE SINO AMAR
DE UNA VEZ PERO DALA YA…”
Dada su enfermedad
Causa de algún tormento
Si aún vive es solo porque
La muerte es compasión
La muerte es caridad
La muerte es todo amor
Que más allá de una razón
Siente aún pasión por él
Dada tu enfermedad
Causa de algún tormento
Si aún vives es solo porque
La muerte es compasión
La muerte es caridad
La muerte es todo amor
Que más allá de una razón
Siente aún pasión por ti
Corre, alerta
La tropa del rey acampa ya
Calla, tiembla
Esconde la voz, apágala
Mala hierba
Maldita ramera, ojalá
Lluevan cuervos
Miserias y penas en tu hogar
Duerme y sueña
Que es solo una más, es otra más
Caen estrellas
Terribles y bellas, Dios dirá…
Da sol
Da paciencia
Águame en tierra
Entiérrame ya
No soy
Sola no puedo ser
Dirá
Tu mano dirá
Da luz
Día a día a día
Di tú
O tu mano dirá
Da sol
Da paciencia
Agua
Tu mano dirá
Da sol
Da paciencia
Entierra y águame
Y águame ya
Día
Vida a vida a vida
Diré
Que tu mano da sol
Será
Sea lo que sea
Sea
Y así será…
Tu mano dirá
El álbum “VELVETINA”, junto con el de “BANDIDO”, “SALAMANDRA”,
“BAJO EL SIGNO DE CAÍN”, “SERENO” y “CARDIO”, es de los más
inspirados y creativos de mi carrera. Pero este es especial entre los más
especiales.
El tándem creado con Antonio Cortés, para mí uno de los
músicos/compositores/productores más brillantes del panorama europeo, dio
luz a un trabajo que se salía de toda convención. Durante aquel mano a mano
en «La Cuadra» de Somosaguas, fabricamos un material exquisito, audaz e
inspiradísimo. Uno de mis contados trabajos que vuelvo a escuchar con
sorpresa, y al que regreso siempre. Fue una gran apuesta, distinta a las
anteriores, apasionada y obsesiva. Dormíamos poco y la retroalimentación era
incesante. Cada uno de los temas fue construido como un LEGO pieza a
pieza, con meticulosidad y rigor. Con paciencia. Un trabajo de oficio, puntada
a puntada, como el de un sastre, calado a calado, como el de la fina
marquetería. Antonio y yo nos fusionamos de tal manera que nos hicimos
siameses. Su dirección en las interpretaciones del canto, en su expresión,
estuvo a la altura del mejor cine. Hecho mucho de menos aquellos días,
meses.
La historia de “Tu mano dirá” es la historia de una semilla. La cuenta la
semilla, con su voz diminuta.
Escribirla fue todo un reto. Para empezar, tuve que imaginar el timbre de su
voz, elegir su octava, con la que más tarde acordar la garganta. Seguidamente
traté de escucharla y de traducir su discurso. Descubrí que las semillas, al
igual que los Seres Elementales, solo emiten ruiditos, casi inaudibles para el
oído humano, a menos que te acerques mucho y le prestes alerta. Son voces
suaves que cautivan, de un efecto apaciguador. Es un lenguaje de
onomatopeyas, muy básico. En su idioma, lo que se pronuncia, se crea y
aparece ante los ojos. No todos los vocablos existen, al menos no tantos
como en nuestras lenguas. Así que, no quedaba más que, de entrada, sacar
del diccionario once doceavas partes de todas las palabras. Me tardó un siglo
cribarlas.
La semilla reposa en el cuenco de mi mano. Tiembla y cautiva mi atención.
Vibra como aquellos frijoles habitados que tanto fascinan. Entiendo que
quiere comunicar algo. De pronto habla y consigo escuchar su pequeña voz.
Me está pidiendo sol, que le otorgue paciencia, que la riegue y que la ponga
bajo tierra. Como cualquier semilla sabe que, de no cumplir con esos pasos,
nunca podrá llegar a ser lo que la Naturaleza quiere de ella.
Ella sola no puede hacer lo que se le requiere. No tiene ni medios ni
herramientas. Entiendo que si yo no la planto, no le doy agua, sol, y presto
cuidados, ella nunca llegará a ser nada. Me traslada la responsabilidad de
poder cumplir con su tarea. Su destino está en mi mano. En mi mano la
decisión entre ser o no ser. Mi mano dirá.
La conexión que siento es muy poderosa. A través de la semilla, sintonizo
con la Naturaleza, conecto con frecuencias vibratorias muy altas. Es como un
portal de acceso al Universo entero. Voy y la planto…
En el gesto de introducirla en tierra, y como por arte de magia, el milagro
sucede ante mis ojos. Se me es permitido acceder al futuro. Como si fuera en
un time lapse que un fuerte viento desata, la semilla brota, crece, toma altura,
tira de tronco, se expande, se abre en paraguas por encima de mi cabeza y,
estación tras estación, va creando un mini sistema ecológico con abundancia
de vida. Hojas, ramas, frutos, flores, otras semillas, nidos, huecos en su
madera, madrigueras entre sus raíces, hábitat de diferentes especies de
pájaros, insectos, larvas, pequeños y medianos mamíferos… todo un universo
creado a partir de un pequeño gesto, el de empujar con un dedo la semilla
bajo tierra. Ese simple espacio de tiempo, el de un impulso por corazonada,
creó una inmensa diferencia. Creó vida que trajo y atrajo infinitas otras vidas.
Habla el árbol y reconoce que mi apuesta, cuando nadie daba nada por
aquella semilla, ha sido determinante.
A la sombra tibia del árbol estoy sentado. Me hago testigo de la proeza, del
potencial nuclear de tan pequeño cuerpo, seco y encerrado en su fina
cáscara, una semilla. Si cada uno de nosotros tuviésemos el compromiso, la
iniciativa de plantar una semilla de cuando en cuando, ¿qué sería del
planeta?, ¿qué cantidad de belleza llegaríamos a crear? Algo diminuto, que un
día atrás en el tiempo temblaba de trémula vida, hoy es un mundo, rebosante
de paz y de sabiduría, un árbol.
Guardo en mí la memoria de lo hecho, de lo visto y vivido. A la sombra del
árbol, conecto con el Todo.
Mi mano es el aliento, es el sol, es la tierra, es el agua y es el aire que dan
vida. YO SOY VIDA. Soy cocreador por las facultades que el Gran Arquitecto
del Universo me concedió. ¿No es una belleza?
Como conclusión, desde su aguda y fina voz, la semilla me agradece
haberla escuchado y ayudado. Me cuenta que, así como sucedió con ella, en
todo y en adelante, será lo que mi mano quiera que sea. Que en mi mano está
el poder de dar vida.
Que así sea.
Paro el horizonte
Donde estoy
No cabe más que un necio
Desesperadamente estoy
Pídeme amor y pídemelo fuerte
Pídelo
Paro el horizonte
Alzo la cabeza
Lanzo la mirada
Busco referencia
Tomo no más aire
Del que necesito
Tardo en devolverlo
Todo en un suspiro
Abro la mirada
Guardo el horizonte
Cierro mi cabeza…
Donde estoy
Amor es como un sueño
Amor, es como hacerse Dios
Donde vivo
Alcanzo siempre a verte
Créeme…
Fue un amor cercano, plagado de abrazos más que de besos. Era vital olerse
y respirarse. No tanto comerse. Su poder, su adictivo, estaba en la piel, y de
ella, de ese inmenso y vasto órgano, vasto como el océano, se colgaron las
dependencias. La de pedir más…
“Donde estoy
No cabe más que un necio
Desesperadamente estoy
Pídeme amor y pídemelo fuerte…
Pídelo…”.
“Paro el horizonte
Alzo la cabeza
Lanzo la mirada
Busco referencia
Tomo no más aire
Del que necesito
Tardo en devolverlo
Todo en un suspiro
Abro la mirada
Guardo el horizonte
Cierro mi cabeza…”.
Recuerdo aquella corta época como muy cercana al cielo. Fue un paraíso.
Sentía estar tan cerca de Dios que tomé una breve licencia para suplantarle.
Me aislé y no paré de crear, de inventar. Aquel paréntesis frente al mar,
amagado entre pinos costeros y genistas deslizándose por rocallas a pique de
acantilado, fue un éxtasis. Creí haberme encontrado y haber encontrado mi
lugar. Ese lugar era Córcega.
“Donde estoy
Amor es como un sueño
Amor, es como hacerse Dios
Donde vivo
Alcanzo siempre a verte
Créeme…”.
Aunque si hay voluntad, y no solo política, las cosas, los cambios, las
diferencias, se dan. El problema es que no la hay.
Cuando se requiere, los gobiernos y los Estados, a los que el ciudadano les
importa una mierda, dan pequeñas señales de puntual eficacia. ¿Es posible?
Lo es, aunque solo sea en apariencia y apunte a algún interés concreto. Pero
se da. Se puede.
Consejos preventivos ante las que puedan ser algunas tomas de decisión
precipitadas. Evaluar la situación primero y después resolver. Y nunca vender
la piel del oso antes de haberlo matado, o también conocido como
pragmatismo:
“A, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por,
según, sin, so, sobre, tras…”.
Pero lo más importante, más allá de los aprendizajes, más allá de las
experiencias de vida, de la buena herencia genética y de la sabiduría, es el
saber aplicar lo entendido, lo adquirido. Para eso, hijos míos, tirad del sentido
común, el que nace del corazón, el que resuena en la razón, y está por encima
de ella. El único sentido que no se tuerce, que nada tuerce. Si no, ¿de qué os
servirán los pies, que sin rumbo os guíen?:
“… ¡Y dice que!…”.
Ayurvédico y no más…
Ayurvédico y no más…
Ayurvédico
Durante el tiempo que duró la grabación de “CARDIO”, a lo largo de la gira
“CARDIOTOUR”, y como prefacio saludable a la llegada de mis hijos, retomé
mis prácticas ayurvédicas. Dieta vegetariana, infusiones de hierbas y especias,
nasias, yoga, meditaciones, largas sesiones de masaje abhyanga, equilibrio de
doshas… También los ayunos. Todo esto fue crucial para restablecer las
energías dilapidadas durante el proyecto “PAPITO”. Todo ello era parte de un
reseteo.
La presencia de esta ciencia ancestral, la Ayurvédica, no podía faltar en el
álbum. Estaba demasiado presente en mi vida cotidiana como para obviarla.
Lo invadía todo. El aire que se respiraba en las zonas habitadas y en el estudio
iba cargado de incienso de esencias de maderas y líquenes. Todo olía a
especias y el ritual de comidas era lento y largo. Las meditaciones aportaban
paz y descanso. El cuerpo, tratado con aceites esenciales tibios o calientes, se
sentía beneficiado y lo agradecía.
“Ayurvédico” es un homenaje al Ayurveda, la Ciencia y Sabiduría de la Vida,
cuya práctica tiene más de cinco mil años. Una práctica holística que todo
cuida y sana: el cuerpo, la mente y el espíritu.
La frase «somos lo que comemos» se evidencia en esta canción y en su
texto. Asistimos a una clase de cocina ayurvédica.
El tema comienza con unas pequeñas percusiones, que se entrecruzan y
suceden hasta el final, multiplicándose y acentuándose, emulando las
acciones de corte, picado y triturado de los alimentos. Sus cadencias van a
ilustrar los movimientos de remover y hacer girar los guisos en olla, o el
tiempo largo y necesario de maceración para que el perfume de las especias
cale en las texturas de los alimentos a condimentar. Pero… ¿qué es esta
receta?
Esta receta, que no es la misma que la preparada para el Dalai, pero
semejante, es la que uno debe personalizar para tener buena vida. Esto se
traduce en gozar de excelente salud física y emocional.
Macerar es sinónimo de darle tiempo a las cosas. Macerar los ingredientes
significa dejar que los componentes de una receta interactúen para que haya
trasvase de sabores en sus texturas, que la química se haga.
Los rituales que se llevan a cabo en la cocina, tienen pasos precisos y hay
que ejecutarlos todos. No puede saltarse ninguno. Las recetas se cumplen
solo si se ejecutan con precisión y esmero. Tres elementos son claves:
respeto, paciencia y amor. Sin mencionar la calidad de las materias primas, sin
las cuales es obvio que ninguna receta puede llegar a su punto óptimo.
Las personas que te rodean en la vida serían esas materias primas, los
elementos de tu personal receta. Las emociones vendrían a ser las especias.
Todo ello bien mezclado, reposado y cocinado puede darte un buen plato de
vida. Es recomendable que la cocción sea hecha a fuego lento. Los
ingredientes, como los buenos amigos, responden mejor a largo plazo. Ciertos
otros, en cambio, necesitan ser diluidos en el caldo. A veces, por desgracia, no
nos damos cuenta de alguno que viene en mal estado, podrido incluso. Se nos
cuela. Le pasa hasta a los mejores chefs. Entonces más vale interrumpir el
guiso, tirarlo y empezar de nuevo. No nos angustiemos si el plato no está listo
a tiempo. Se pide excusa al cliente y punto. Más vale comer bien y tarde que a
tiempo y mal.
Si se ingiere un plato en mal estado, lo mejor es vomitar enseguida.
De la misma manera entiendo mi vida. Así pues, esta canción no es solo
una receta. Es un sistema, una actitud de vida.
Santo Veneno
Habla ella. Declara que lo que tienen le gusta mucho y que le gusta así y
como lo tienen. Se la escucha forzada, como si quisiera complacerle ante la
gente. Inmediatamente y a contrapié, entra él doblando su discurso. Se les
oye falsos, mal acordados. Hay mucha sumisión en el discurso. Mucha
esclavitud. Mucha dependencia. Mucha adicción. Los juegos de palabras
incomodan y los maltratos se piden a voces. Hablan de su amor como de una
enfermedad, la de ambos. Están enganchados y lo saben. No lo reconocen.
“Santo Veneno” es la
esencia tóxica, causa de la
adicción de las parejas
que se maltratan.
Él no sabe cómo parar y ella cómo cortar. Una realidad asoladora.
Devastadora.
Por ti
Si mi amor es grande
Si mi amor es fuerte
Si de inmenso lo es así
Por ti
Si mi amor es libre
Si mi amor es fiero
Infinitamente lo es
Por ti
Y abriremos puertas
Abriremos más…
Si te echase en falta
Le ataría a un quiero
La distancia entre tu amor
Y mi morir
Te faltase algo
Yo sería ese algo
Lo que no haga yo por ti
Por ti
Y abriremos puertas
Abriremos más
Mientras haya fuerza
Mientras haya fe
En ti
Si se le ofende
El amor va y se defiende
Y pone el mundo a sus pies
Como la lava
Lo arrasa todo, apaga
Por donde vino se fue
El amor corre
La sangre y te recorre
Y te abandona al dolor
Revive sombras
Y nada a él sobrevive
No deja rastro ni olor
El amor teje
Sus hilos con el hambre
Que brillan como la miel
Y en el alambre
Y veneno de su baba
Dejas el alma y la piel
El amor vive
Escondido en la memoria
Donde el amor es piedad
Por cuanto mata
El amor después decide
Cuanto te quita o te da
“Será que con los años me hecho inmune a casi todos los pecados
Normal me dé pereza ir al infierno si entro y salgo a diario de él
Tal vez a estas alturas ya no exista a las alturas de lo amado
Y sigo aquí sentado a pie de un por si acaso un puede un pueda que…”.
Volar quería. Muchas ganas de volar como solía. Pero con el añadido de
muchos años de lastre podados de un solo tajo y de golpe. No podía dar
crédito. Más tarde habría de pensar y de hartarme a reír, en el temor a dar
aquel paso, el de cortar. No dejaba de dar vueltas a lo mucho que fue
pospuesto, lo que pudrió mucho lo poco bonito que alcanzaba a recordar.
¡Con lo fácil que resultó! Ahora tocaba retomar riendas, y llegar hasta el cielo
para pisar sus altares y en ellos resucitar. La vida había vuelto, y era más bella
de cómo la recordaba.
Y preguntarme…
Solo sí
Hace tiempo que estoy aquí
Hace mucho estoy solo sí
Respirando a pesar de ti
Hace siglos que sigo aquí
Hace tiempo estoy solo sí
Aleteando frenético
Sobrevivo a pesar de ti
Hace mucho que sigo aquí
Hace un río de lágrimas
Y en las culpas más íntimas
El amor se me va…
Y no sé si conviene
Hacer del corazón
Un refugio sincero, ¿sí o no?
Y ya puestos, si te he de ser sincero
He de confesarte
Esperaba algo nuevo
Un no sé qué
Solo sí
Hace tiempo que estoy aquí
Hace mucho estoy solo sí
Respirando a pesar de ti
Hace siglos que sigo aquí
Hace tiempo estoy solo sí
Aleteando frenético
Sobrevivo a pesar de ti
Aisladas de los afectos, las palabras del pasado regresan con fuerza, y las
promesas de entonces se tornan en traiciones. Todo se hace hueco, vano…
“Solo sí
Hace tiempo que estoy aquí
Hace mucho estoy solo sí
Respirando a pesar de ti
Hace siglos que sigo aquí
Hace tiempo estoy solo sí
Aleteando frenético
Sobrevivo a pesar de ti
Hace mucho que sigo aquí
Hace un río de lágrimas
Y en las culpas más íntimas
El amor se me va…”.
“Y no sé si conviene
Hacer del corazón
Un refugio sincero, ¿sí o no?
Y ya puestos, si te he de ser sincero
He de confesarte
Esperaba algo nuevo
Un no sé qué…”.
Tan diminuto
Y en minuto
Pasas de pez
A quién sabe qué
Se hace el milagro
Y en un instante
Dejo de ser
Te echo de menos
Tanto que podría morir
Y sé que tú también
Lo que atan genes se hace eterno
Lo que ate amor se hace ley
Y puedes cambiar
Y puede huir
Negarme y negar
Mentirte y mentir
Tú eres quien parte la parte de mí
Que nunca pensé se fuese a partir
Y mira tus manos
Y mira tus pies
Y mira tus ojos y dime quién ves
Ahí donde estuve
Estoy y estaré
En tu corazón siempre ahí estaré
Estaré…
“Tan diminuto
Y en minuto
Pasas de pez
A quién sabe qué
Se hace el milagro”.
“… Y puedes cambiar
Y puede huir
Negarme y negar
Mentirte y mentir
Tú eres quien parte la parte de mí
Que nunca pensé se fuese a partir
Y mira tus manos
Y mira tus pies
Y mira tus ojos y dime quién ves…”.
“Estaré” es un legado, es un pacto, un testamento. Es el Mapa del Tesoro.
Guarda las coordenadas precisas con las que poder localizar al Amor de un
padre por sus hijos. Gracias a la vida.
Portadas de los álbumes Miguel, Linda, Chicas, Made in Spain y Bandido cedidas por cortesía de
Sony Music Entertainment España, S. L.
Portadas de los álbumes Salamandra, XXX, Los chicos no lloran, Bajo el signo de Caín, Laberinto, Lo
mejor de Bosé, Sereno, Velvetina, Cardio, Amo y MTV Unplugged cortesía de Warner Music Spain.
Fotografías de interior: © Marisa Ares: fotografías de la canción Super Superman (la de cuerpo
entero y la del fondo de barras de color), fotografías de la canción Te amaré (primer plano de
Miguel Bosé y la fotografía de las dos lámparas), fotografías de la canción Morir de amor y
fotografías de la canción Abrir y cerrar; © Francis Montesinos: ilustración de la canción Amante
bandido; © Carlos Somontes: fotografía de la canción Amapola bésame, de la canción Como un
lobo, fotografías de la canción Que no hay, fotografía de la canción de Duende, de la canción Si te
cuentan que caí, de la canción Te comería el corazón, de la canción Si tú no vuelves, de la canción
Nada particular, fotografías de la canción Mayo, fotografía de la canción Bajo el signo de Caín,
fotografía de la canción Sol forastero (la del cactus), de la canción No encuentro un momento pa
olvidar, de la canción ¡Ay!, fotografías de la canción No hay un corazón que valga la pena, fotografía
de la canción Gulliver y de Mirarte; © Angelo Deligio / MONDADORI PORTFOLIO /Album:
fotografía de la canción Mi libertad (la del libro), fotografías de la canción Creo en ti, de la canción
Voy a ganar, fotografías de la canción Don Diablo, fotografía de la canción Horizonte de las
estrellas, de la canción Tesoro y de la canción Este mundo va; © Gianluigi Sosio / AGE: fotografía de
la canción Voy a ganar (con camiseta de topos); © Domingo J. Casas / Album: fotografía de la
canción La Chula; © Luciano Viti/Getty Images: fotografía de la canción Fiesta siberiana; ©
Alejandro Cabrera: fotografía de la canción Sevilla y Nena; © Alejandro Cabrera / Album:
fotografía de la canción Salamandra; © Marka/Eps/ Age: fotografía de la canción Aire soy; © Carlo
Silvestro / AGE: fotografía de la canción Cuando el tiempo quema; © sfgp / Album: fotografía de la
canción Los chicos no lloran; © Fin Costello/Redferns / Getty Images: fotografía de la canción Sol
forastero (micro en mano); © Europa Press / ContactoPhoto: fotografía de la canción El hijo del
Capitán Trueno (americana blanca); © Gorka Postigo: fotografía de la canción Morenamía; ©
Olycom - Look/Look Press / Avalon/Photoshot / AGE: fotografía de la canción Sereno; © Gloria
Rodriguez / Contour/ Getty Images: fotografía de la canción Hacer por hacer; © Vittoriano
Rastelli/Getty Images: fotografía de la canción Ojalá ojalá; © Quim Llenas/Getty Images:
fotografía de la canción Ella dijo no y de la canción La tropa del rey; © MG/EFE: fotografía de la
canción Paro el horizonte; © Isaac Morell: fotografía de la canción Cardio y de la canción Santo
Veneno; © Jennifer Pochat: fotografía de la canción El hijo del Capitán Trueno (contraluz),
fotografía de la canción Tu mano dirá, fotografía de la canción El perro, fotografía de la canción
Encanto, fotografía de la canción Libre ya de amores, fotografía de la canción Amo y Solo sí; ©
Andrea Santolaya: fotografía de la canción Estaré.
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lectores hagan al departamento editorial por correo electrónico: sugerencias@espasa.es