Lozada - González - S5 - TI5 - Salud Mental en México
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Introducción
Por otro lado, un trastorno mental es una alteración de tipo emocional, cognitivo y/o del
comportamiento, lo que dificulta a una persona a adaptarse a su entorno cultural y social,
creando un malestar subjetivo. Sus causas, en algunos casos, son desconocidas; aunque
puede haber personas con más predisposición genética que otras, asimismo los factores
ambientales pueden afectar de forma determinante en la aparición de trastornos mentales, por
lo que todos estamos expuestos a ello.
Cabe señalar que las enfermedades mentales se pueden tratar para lograr la recuperación o
permitir que la persona que la padece pueda tener una mejor calidad de vida. Sin embargo, los
servicios de salud mental (a nivel gubernamental), recae en los hospitales psiquiátricos, lo que
se traduce en una atención deficiente, baja accesibilidad, y en algunos casos, violaciones a los
derechos humanos de los pacientes. Esto hace que la salud mental siga siendo la mayor
demanda de salud insatisfecha.
Causas
Otros factores que pueden resultar en una mayor prevalencia, incidencia y magnitud de
problemas de salud mental son: la desintegración familiar, las carencias afectivas, la falta de
redes de soporte social, la proliferación de estilos de vida nocivos y entornos no saludables; por
ello es importante trabajar no solo con el paciente, sino también con su entorno familiar y
social.
Datos
De acuerdo con la Secretaria de Salud, se estima, que por lo menos una quinta parte de la
población mexicana padecen en el curso de su vida de algún trastorno mental: cuatro millones
de adultos presentan depresión; medio millón padece esquizofrenia, un millón de personas
tienen epilepsia y la demencia la padecen el diez por ciento de los mayores de 65 años; en una
tendencia creciente de estos padecimientos, en los próximos diez años la demanda de
servicios de salud mental en México constituirá una de las principales presiones para el sistema
de salud. (Citado en Sandoval, 2002)
Todos estos trastornos requieren de supervisión especializada médica, psicológica y
medicamentosa, lo que compromete fuertemente a los sistemas de salud pública de cualquier
país, no siendo México la excepción.
La salud mental como fenómeno complejo determinado por múltiples factores, repercute en la
incidencia de los trastornos mentales, pero también en el grado de conocimiento y estudio que
se tiene en el entorno social y económico del país.
Impactos médicos: de acuerdo con la Secretaria de Salud, entre las quince principales causas
de pérdida de vida saludable en México, se encuentran las enfermedades psiquiátricas
neurológicas; esto coloca a los trastornos mentales al mismo nivel que las enfermedades
físicas y ha contribuido al reconocimiento y documentación de la carga mundial de trastornos
depresivos, que es hoy la causa principal de los años de vida perdidos por discapacidad en
todo el mundo (Sandoval, 2002).
Como se mencionó con anterioridad, las encargadas de la salud mental han sido las
instituciones psiquiátricas, cuyas estrategias tradicionales “han incluido la reclusión de los
enfermos a espacios cerrados, bajo vigilancia médica y psiquiátrica, uso de medicamentos para
tratar de contrarrestar los efectos físicos en las personas que
padecen estas enfermedades”. Trayendo como como
consecuencia un internamiento casi de por vida (dependiendo la
enfermedad), condiciones deplorables de subsistencia de estos
hospitales por bajos presupuestos y la casi nula rehabilitación.
(Sandoval, 2002).
Por lo anterior, han surgido movimientos para tratar de reformar este tipo de sistemas. La
antipsiquiatría, desarrollada por David Cooper en su libro “La gramática de la vida” (The
Grammar of living), denuncia el ejercicio del poder con violencia y represión a nivel de las
instituciones destinadas a resolver las necesidades de los enfermos mentales. Los
planteamientos de la antipsiquiatría permearon el pensamiento de algunos sectores que
atendían la salud mental pública en Europa y Estados Unidos a principios de 1960,
denunciando el ejercicio del control del poder, del uso de la fuerza y la reclusión a través de la
legitimación que recibe el médico para controlar, excluir, finalmente apartar al enfermo de su
entorno social; se cuestiona quién y porqué razones se dice que un individuo esta “loco” y las
condiciones para su “cura”. Para Franco Basaglia (1961), el movimiento antipsiquiátrico
denuncia los extremos a que han llegado las condiciones de manicomios e instituciones
similares, y pugna por su definitiva erradicación. (Citado en Sandoval, 2002).
Sobre el cierre de los hospitales psiquiátricos: la Reforma a la Ley General de Salud fue con
el fin de incluir la atención de personas con padecimientos mentales a través de los
servicios de salud general y especializados de atención ambulatoria y hospitalaria que
tengan, como finalidad la prevención, el tratamiento de las enfermedades y la reintegración
social de las personas con padecimiento mental, siempre con base en criterios de atención
integral y humanitaria. La decisión fue porque, a través de la reforma al Sistema de Salud
Mental se pretende dar servicios más integrales, mediante el fomento de intervenciones
rehabilitadoras y trabajo comunitario, con la finalidad de disminuir al máximo
hospitalizaciones, reingresos y erradicar de manera definitiva estancias prolongadas de
hospitalización. (Sandoval, 2002).
Conclusión
Es fundamental entender la enfermedad mental como una parte de nuestra vida y una
circunstancia más de la persona, y no como un elemento que anula el resto de nuestras
capacidades. En México, existen iniciativas y reformas con el fin de mejorar el sistema de salud
mental, asimismo pretende involucrar a los usuarios, familias y otras partes interesadas en la
promoción, prevención, atención y rehabilitación de salud mental. Entre sus principales
fortalezas se encuentran los planteamientos para integrar la salud mental a la red de servicios
de salud en general, la protección de los derechos humanos de los pacientes y la protección
social de los trastornos mentales prioritarios.
Sin embargo todavía queda mucho por hacer, empezando por incrementar el presupuesto,
pues del asignado a la salud, solo el 2% es orientado a la salud mental, además su distribución
es inadecuada, ya que el 80% es destinado al mantenimiento de los hospitales. Por otro lado,
México carece de un programa específico para la niñez, lo que obstaculiza la detección y
atención temprana de los trastornos mentales, tampoco existe un programa destinado a los
problemas mentales de los adultos mayores; los hospitales psiquiátricos se encargan de la
atención de la salud mental, resultando los costos elevados y atención deficiente; el personal
especializado (psiquiatras, psicólogos, enfermeros) es reducido; los servicios que existen están
concentrados en las ciudades, lo cual dificulta el acceso a pobladores rurales e indígenas;
existe poco contacto entre el sector salud y otros sectores, por ejemplo: en actividades
relacionadas con la salud mental, sólo 5% de las escuelas cuentan con un psicólogo; también
son escasos los programas destinados a que las personas con discapacidad mental, puedan
integrarse a trabajos bien remunerados y con prestaciones sociales. (IESM-OMS, 2011)
Para finalizar, la insuficiencia de servicios, sumada a una falta de cultura de cuidado y
prevención de la salud mental por parte de la población, nos ha llevado a ser uno de los países
que presentan los niveles más bajos de “búsqueda de ayuda” por parte de quienes padecen
algún trastorno mental o de la personalidad.
Referencias.
Sandoval, J.M. (2002). Salud Mental en México. Servicio de investigación y análisis. División de
Política Social. Cámara de Diputados. LIX Legislatura. Dirección General de Bibliotecas. SIID.
Consultado el 2 de octubre de 2015. Disponible en:
http://www.salud.gob.mx/unidades/cdi/documentos/SaludMentalMexico.pdf