Novena Maria Auxiliadora

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Del 15 de mayo al 23 de mayo

San Juan Bosco decía:

“Tengan mucha fe en Jesús Sacramentado y en María Auxiliadora y estén


persuadidos de que la Virgen no dejará de cumplir plenamente sus deseos,
si han de ser para la gloria de Dios y bien de sus almas. De lo contrario, les
concederá otras gracia iguales o mayores”.

1.- Rezar, durante nueve días seguidos a Maria Auxiliadora


2.- Acercarse los Santos Sacramentos de Confesión y Comunión.
3.- Hacer o prometer una limosna en favor de las obras de apostolado de la
Iglesia o de las obras salesianas.

“Quien es llamado al estado matrimonial encuentra en ese estado —con la


gracia de Dios— todo lo necesario para ser santo(a), para identificarse cada
día más con Jesucristo, y para llevar hacia el Señor a las personas con las
que convive”.

Rogamos con esta Novena, que nuestras oraciones ayuden a todos los
casados, así como a quienes se preparan para el matrimonio, a encontrar
sentido y estímulos para su vocación mediante el compromiso de la oración
diaria y la amistad con Dios, especialmente cuando se enfrenten a los
inevitables momentos de sufrimiento y dificultad. (S. Josemaría Escrivá)
Novena a Maria Auxiliadora

ORACIÓN INICIAL A MARÍA AUXILIADORA

Santísima Virgen María, Reina de todos los Santos y Madre mía,


acudo a Vos con amor y confianza, pues eres abogada de los
pecadores y Auxilio de los Cristianos.

Alcánzame, Señora mía, el perdón de mis culpas, un verdadero


dolor, luz y acierto para hacer una buena confesión de todas ellas,
conseguir la gracia de Dios, y con tu auxilio mi eterna salvación.
Por este fin te ofrezco los obsequios de esta novena que consagro
en tu honor. Recíbelos, mi buena Madre, y haz que logre la gracia
que me he propuesto pedirte en el curso de la novena. Pido la gracia
de ayudar a mis hermanos que viven el sacramento del matrimonio,
así como a quienes se preparan para el matrimonio, a fin de que
puedan encontrar sentido y estímulos para su vocación mediante el
compromiso de la oración diaria y la amistad con Dios, y en especial
pido por (petición de intersección)…………….. también te pido si me
conviene para el bien de mi alma te pido la gracia…………… (cada
uno pida la gracia que le conviene), y deseo, Señora mía, que en
todo se cumpla la voluntad de Dios; pero bien lo ves, mi buena
Madre, cuántas ansias y penas afligen mi corazón por la intensión
que presento en esta novena de oración, cuando te pido por (repetir
la petición de intersección)……………….; apresura pues tu auxilio a
todas las necesidades que te presento. Te lo pido por los méritos de
tus dolores, que padeciste al pie de la Cruz, cuando Jesús te
constituyó Madre y Auxilio de los Cristianos. Amén.
ORACIONES PARA CADA DÍA

DÍA PRIMERO: MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS


Una buena madre es siempre un verdadero tesoro para su familia.
Así María, es el manantial de gracias y bendiciones adonde acuden
todas las familias cristianas esparcidas en el mundo entero.
María es la estrella del mar, el consuelo de nuestro destierro, la luz
que nos guía hacia el cielo, nuestra alegría y nuestra esperanza. Ella
se muestra así, obteniéndonos sin cesar los socorros, tanto
espirituales, como temporales de los que tenemos necesidad.
Rezamos:
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria, con la Jaculatoria: “Sea alabado
y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo
Sacramento del Altar” (Tres veces)
Tres Salves con la Jaculatoria: “María Auxilio de los cristianos,
ruega por nosotros”.

CONSAGRACIÓN A MARÍA AUXILIADORA

¡Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre nuestra y Auxilio de


los Cristianos! Nosotros nos consagramos eternamente a tu santo
servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el
corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas
sus fuerzas; y te prometemos dirigir siempre nuestras acciones a la
mayor gloria de Dios y a la salvación de las almas.
Vos, pues, ¡Virgen Incomparable! que fuiste siempre la Auxiliadora
del pueblo cristiano; continúa ¡por piedad! siéndolo, especialmente
en estos días. Ilumina a los Obispos y Sacerdotes y tenlos siempre
unidos y obedientes al Papa, maestro infalible, cuida de una
manera especial a los jóvenes; promueve las vocaciones a la vida
consagrada y matrimonial, a fin de que se conserve el Reino de
Jesucristo entre nosotros, y se extienda hasta los últimos confines
de la tierra.
Asimismo, ¡gran Madre de Dios! te suplicamos por nosotros; que
nos enseñes a imitar tus virtudes, especialmente la modestia, la
humildad profunda y la ardiente caridad a fin de que, en lo posible,
con nuestra vida, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo,
representemos, en medio del mundo, a tu bendito hijo Jesús,
logremos que te conozcan y consigamos por este medio la
salvación de muchas almas.
(hacemos un silencio para meditar nuevamente la intención y
gracia que se pide con esta Novena)
María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.

DÍA SEGUNDO: HONRAR A MARÍA


Un buen hijo cuando se aproxima una fiesta de su madre, se
esfuerza en expresar de la mejor manera posible su amor filial, en
cumplir más exactamente sus deberes, y en evitar hasta la sombra
de cuánto podría disminuir el regocijo de ese día.
Lo mismo hemos de hacer nosotros; tratando de ser más pacientes,
más humildes, más caritativos practicando todas nuestras acciones,
con una intención en todo conforme a la unión de un hijo con su
madre.
Rezamos:
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria, con la Jaculatoria: “Sea alabado
y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo
Sacramento del Altar” (Tres veces)
Tres Salves con la Jaculatoria: “María Auxilio de los cristianos,
ruega por nosotros”.

CONSAGRACIÓN A MARÍA AUXILIADORA

¡Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre nuestra y Auxilio de


los Cristianos! Nosotros nos consagramos eternamente a tu santo
servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el
corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas
sus fuerzas; y te prometemos dirigir siempre nuestras acciones a la
mayor gloria de Dios y a la salvación de las almas.
Vos, pues, ¡Virgen Incomparable! que fuiste siempre la Auxiliadora
del pueblo cristiano; continúa ¡por piedad! siéndolo, especialmente
en estos días. Ilumina a los Obispos y Sacerdotes y tenlos siempre
unidos y obedientes al Papa, maestro infalible, cuida de una
manera especial a los jóvenes; promueve las vocaciones a la vida
consagrada y matrimonial, a fin de que se conserve el Reino de
Jesucristo entre nosotros, y se extienda hasta los últimos confines
de la tierra.
Asimismo, ¡gran Madre de Dios! te suplicamos por nosotros; que
nos enseñes a imitar tus virtudes, especialmente la modestia, la
humildad profunda y la ardiente caridad a fin de que, en lo posible,
con nuestra vida, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo,
representemos, en medio del mundo, a tu bendito hijo Jesús,
logremos que te conozcan y consigamos por este medio la
salvación de muchas almas.
(hacemos un silencio para meditar nuevamente la intención y
gracia que se pide con esta Novena)
María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.

DÍA TERCERO: EVITAR EL PECADO


Un devoto de María, debe ser un luchador contra el pecado. Una
muy buena forma de agradar a María, es no sólo procurar que
nuestra alma no se manche de pecados, sino cambiarlos por buenos
ejemplos y buenas palabras.
Guardémonos además de proferir insultos contra Dios, o contra los
hombres, imagen de Dios en la tierra. Pensemos que todo nuestro
cuerpo ha sido consagrado con el cuerpo de Nuestro Señor
Jesucristo, que hemos recibido en la Eucaristía.
Rezamos:
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria, con la Jaculatoria: “Sea alabado
y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo
Sacramento del Altar” (Tres veces)
Tres Salves con la Jaculatoria: “María Auxilio de los cristianos,
ruega por nosotros”.
CONSAGRACIÓN A MARÍA AUXILIADORA

¡Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre nuestra y Auxilio de


los Cristianos! Nosotros nos consagramos eternamente a tu santo
servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el
corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas
sus fuerzas; y te prometemos dirigir siempre nuestras acciones a la
mayor gloria de Dios y a la salvación de las almas.
Vos, pues, ¡Virgen Incomparable! que fuiste siempre la Auxiliadora
del pueblo cristiano; continúa ¡por piedad! siéndolo, especialmente
en estos días. Ilumina a los Obispos y Sacerdotes y tenlos siempre
unidos y obedientes al Papa, maestro infalible, cuida de una
manera especial a los jóvenes; promueve las vocaciones a la vida
consagrada y matrimonial, a fin de que se conserve el Reino de
Jesucristo entre nosotros, y se extienda hasta los últimos confines
de la tierra.
Asimismo, ¡gran Madre de Dios! te suplicamos por nosotros; que
nos enseñes a imitar tus virtudes, especialmente la modestia, la
humildad profunda y la ardiente caridad a fin de que, en lo posible,
con nuestra vida, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo,
representemos, en medio del mundo, a tu bendito hijo Jesús,
logremos que te conozcan y consigamos por este medio la
salvación de muchas almas.
(hacemos un silencio para meditar nuevamente la intención y
gracia que se pide con esta Novena)
María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.

DÍA CUARTO: LA CONFESIÓN FRECUENTE


El Sacramento de la Reconciliación, es una de las mayores gracias
de la misericordia divina. Jesús instituyó este sacramento como
medio de volver a adquirir la divina gracia con el derecho y
esperanza de “conquistar” el Paraíso.
La confesión no solamente tiene la virtud de hacer recobrar la gracia
de Dios, perdida por el pecado, sino también de aumentarla. Nuestra
buena Madre, nos ayuda a acercarnos a este sacramento, y nos
ayuda también a evitar el peligro próximo.
Rezamos:
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria, con la Jaculatoria: “Sea alabado
y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo
Sacramento del Altar” (Tres veces)
Tres Salves con la Jaculatoria: “María Auxilio de los cristianos,
ruega por nosotros”.

CONSAGRACIÓN A MARÍA AUXILIADORA

¡Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre nuestra y Auxilio de


los Cristianos! Nosotros nos consagramos eternamente a tu santo
servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el
corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas
sus fuerzas; y te prometemos dirigir siempre nuestras acciones a la
mayor gloria de Dios y a la salvación de las almas.
Vos, pues, ¡Virgen Incomparable! que fuiste siempre la Auxiliadora
del pueblo cristiano; continúa ¡por piedad! siéndolo, especialmente
en estos días. Ilumina a los Obispos y Sacerdotes y tenlos siempre
unidos y obedientes al Papa, maestro infalible, cuida de una
manera especial a los jóvenes; promueve las vocaciones a la vida
consagrada y matrimonial, a fin de que se conserve el Reino de
Jesucristo entre nosotros, y se extienda hasta los últimos confines
de la tierra.
Asimismo, ¡gran Madre de Dios! te suplicamos por nosotros; que
nos enseñes a imitar tus virtudes, especialmente la modestia, la
humildad profunda y la ardiente caridad a fin de que, en lo posible,
con nuestra vida, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo,
representemos, en medio del mundo, a tu bendito hijo Jesús,
logremos que te conozcan y consigamos por este medio la
salvación de muchas almas.
(hacemos un silencio para meditar nuevamente la intención y
gracia que se pide con esta Novena)
María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.
DÍA QUINTO: LA COMUNIÓN FRECUENTE
Después de haber amado a los hombres hasta el extremo, Jesús no
había quedado satisfecho y quiso realizar un milagro superior a
todos los milagros. En su sabiduría infinita ha encontrado la forma:
dársenos sin reservas con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
La Virgen María que conoce a fondo el Corazón de Jesús, tiene -
como su Hijo- el tierno deseo de ver a sus fieles devotos participar
con frecuencia del Banquete Eucarístico.
Rezamos:
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria, con la Jaculatoria: “Sea alabado
y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo
Sacramento del Altar” (Tres veces)
Tres Salves con la Jaculatoria: “María Auxilio de los cristianos,
ruega por nosotros”.

CONSAGRACIÓN A MARÍA AUXILIADORA

¡Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre nuestra y Auxilio de


los Cristianos! Nosotros nos consagramos eternamente a tu santo
servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el
corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas
sus fuerzas; y te prometemos dirigir siempre nuestras acciones a la
mayor gloria de Dios y a la salvación de las almas.
Vos, pues, ¡Virgen Incomparable! que fuiste siempre la Auxiliadora
del pueblo cristiano; continúa ¡por piedad! siéndolo, especialmente
en estos días. Ilumina a los Obispos y Sacerdotes y tenlos siempre
unidos y obedientes al Papa, maestro infalible, cuida de una
manera especial a los jóvenes; promueve las vocaciones a la vida
consagrada y matrimonial, a fin de que se conserve el Reino de
Jesucristo entre nosotros, y se extienda hasta los últimos confines
de la tierra.
Asimismo, ¡gran Madre de Dios! te suplicamos por nosotros; que
nos enseñes a imitar tus virtudes, especialmente la modestia, la
humildad profunda y la ardiente caridad a fin de que, en lo posible,
con nuestra vida, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo,
representemos, en medio del mundo, a tu bendito hijo Jesús,
logremos que te conozcan y consigamos por este medio la
salvación de muchas almas.
(hacemos un silencio para meditar nuevamente la intención y
gracia que se pide con esta Novena)
María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.

DÍA SEXTO: LOS SACRAMENTOS


Jesucristo instituyó los sacramentos, no como recompensa de
nuestras virtudes, sino como medicina de nuestros males y medios
para crecer en la virtud.
No olvidemos que, si la frecuente comunión nos preserva de los
pecados mortales, no por eso nos hace impecables. Ella nos
purificará poco a poco de las faltas y nos dará fortaleza para evitar
muchos pecados mortales.
Rezamos:
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria, con la Jaculatoria: “Sea alabado
y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo
Sacramento del Altar” (Tres veces)
Tres Salves con la Jaculatoria: “María Auxilio de los cristianos,
ruega por nosotros”.

CONSAGRACIÓN A MARÍA AUXILIADORA

¡Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre nuestra y Auxilio de


los Cristianos! Nosotros nos consagramos eternamente a tu santo
servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el
corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas
sus fuerzas; y te prometemos dirigir siempre nuestras acciones a la
mayor gloria de Dios y a la salvación de las almas.
Vos, pues, ¡Virgen Incomparable! que fuiste siempre la Auxiliadora
del pueblo cristiano; continúa ¡por piedad! siéndolo, especialmente
en estos días. Ilumina a los Obispos y Sacerdotes y tenlos siempre
unidos y obedientes al Papa, maestro infalible, cuida de una
manera especial a los jóvenes; promueve las vocaciones a la vida
consagrada y matrimonial, a fin de que se conserve el Reino de
Jesucristo entre nosotros, y se extienda hasta los últimos confines
de la tierra.
Asimismo, ¡gran Madre de Dios! te suplicamos por nosotros; que
nos enseñes a imitar tus virtudes, especialmente la modestia, la
humildad profunda y la ardiente caridad a fin de que, en lo posible,
con nuestra vida, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo,
representemos, en medio del mundo, a tu bendito hijo Jesús,
logremos que te conozcan y consigamos por este medio la
salvación de muchas almas.
(hacemos un silencio para meditar nuevamente la intención y
gracia que se pide con esta Novena)
María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.

DÍA SÉPTIMO: LA DEVOCIÓN A MARÍA Y LA BUENA MUERTE


La devoción a María es uno de los medios más seguros para
conseguir una buena muerte. María en aquella hora final consuela a
sus hijos: ella aligera su agonía y los libra de sus ansiedades; y en
fin, les obtiene también dulzuras sublimes.
“Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte” decimos y ella la que acude en esos momentos con
maternal solicitud para recibir entre sus manos el alma del
moribundo.
Rezamos:
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria, con la Jaculatoria: “Sea alabado
y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo
Sacramento del Altar” (Tres veces)
Tres Salves con la Jaculatoria: “María Auxilio de los cristianos,
ruega por nosotros”.

CONSAGRACIÓN A MARÍA AUXILIADORA

¡Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre nuestra y Auxilio de


los Cristianos! Nosotros nos consagramos eternamente a tu santo
servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el
corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas
sus fuerzas; y te prometemos dirigir siempre nuestras acciones a la
mayor gloria de Dios y a la salvación de las almas.
Vos, pues, ¡Virgen Incomparable! que fuiste siempre la Auxiliadora
del pueblo cristiano; continúa ¡por piedad! siéndolo, especialmente
en estos días. Ilumina a los Obispos y Sacerdotes y tenlos siempre
unidos y obedientes al Papa, maestro infalible, cuida de una
manera especial a los jóvenes; promueve las vocaciones a la vida
consagrada y matrimonial, a fin de que se conserve el Reino de
Jesucristo entre nosotros, y se extienda hasta los últimos confines
de la tierra.
Asimismo, ¡gran Madre de Dios! te suplicamos por nosotros; que
nos enseñes a imitar tus virtudes, especialmente la modestia, la
humildad profunda y la ardiente caridad a fin de que, en lo posible,
con nuestra vida, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo,
representemos, en medio del mundo, a tu bendito hijo Jesús,
logremos que te conozcan y consigamos por este medio la
salvación de muchas almas.
(hacemos un silencio para meditar nuevamente la intención y
gracia que se pide con esta Novena)
María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.

DÍA OCTAVO: MARÍA Y LOS AGONIZANTES


Estamos muy convencidos de que si la Iglesia llama a María
“Clemente, Piadosa y Dulce”, no es sin justo motivo. San Alfonso
decía a menudo: “honrando a María estoy seguro de ganar el
Paraíso”.
María es aquella a la que acude el moribundo a fin de hacer
llevadera su agonía y ella le hará sentir una dulce confianza.
Rezamos:
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria, con la Jaculatoria: “Sea alabado
y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo
Sacramento del Altar” (Tres veces)
Tres Salves con la Jaculatoria: “María Auxilio de los cristianos,
ruega por nosotros”.
CONSAGRACIÓN A MARÍA AUXILIADORA

¡Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre nuestra y Auxilio de


los Cristianos! Nosotros nos consagramos eternamente a tu santo
servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el
corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas
sus fuerzas; y te prometemos dirigir siempre nuestras acciones a la
mayor gloria de Dios y a la salvación de las almas.
Vos, pues, ¡Virgen Incomparable! que fuiste siempre la Auxiliadora
del pueblo cristiano; continúa ¡por piedad! siéndolo, especialmente
en estos días. Ilumina a los Obispos y Sacerdotes y tenlos siempre
unidos y obedientes al Papa, maestro infalible, cuida de una
manera especial a los jóvenes; promueve las vocaciones a la vida
consagrada y matrimonial, a fin de que se conserve el Reino de
Jesucristo entre nosotros, y se extienda hasta los últimos confines
de la tierra.
Asimismo, ¡gran Madre de Dios! te suplicamos por nosotros; que
nos enseñes a imitar tus virtudes, especialmente la modestia, la
humildad profunda y la ardiente caridad a fin de que, en lo posible,
con nuestra vida, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo,
representemos, en medio del mundo, a tu bendito hijo Jesús,
logremos que te conozcan y consigamos por este medio la
salvación de muchas almas.
(hacemos un silencio para meditar nuevamente la intención y
gracia que se pide con esta Novena)
María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.

DÍA NOVENO: POR MARÍA A LA GLORIA


“Yo quiero, como una tierna Madre, estar presente a la muerte de
todos los que me hubiesen servido fielmente, para asistirlos y
consolarlos en aquella hora tremenda” decía María a Santa Brígida.
Entonces, honremos a la Santísima Virgen, y estaremos seguros de
que la muerte será dulce y como el preludio de una eternidad
bienaventurada, pasando de los brazos de María a la posesión de
Dios en el Paraíso.
Rezamos:
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria, con la Jaculatoria: “Sea alabado
y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo
Sacramento del Altar” (Tres veces)
Tres Salves con la Jaculatoria: “María Auxilio de los cristianos,
ruega por nosotros”.

CONSAGRACIÓN A MARÍA AUXILIADORA

¡Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre nuestra y Auxilio de


los Cristianos! Nosotros nos consagramos eternamente a tu santo
servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el
corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas
sus fuerzas; y te prometemos dirigir siempre nuestras acciones a la
mayor gloria de Dios y a la salvación de las almas.
Vos, pues, ¡Virgen Incomparable! que fuiste siempre la Auxiliadora
del pueblo cristiano; continúa ¡por piedad! siéndolo, especialmente
en estos días. Ilumina a los Obispos y Sacerdotes y tenlos siempre
unidos y obedientes al Papa, maestro infalible, cuida de una
manera especial a los jóvenes; promueve las vocaciones a la vida
consagrada y matrimonial, a fin de que se conserve el Reino de
Jesucristo entre nosotros, y se extienda hasta los últimos confines
de la tierra.
Asimismo, ¡gran Madre de Dios! te suplicamos por nosotros; que
nos enseñes a imitar tus virtudes, especialmente la modestia, la
humildad profunda y la ardiente caridad a fin de que, en lo posible,
con nuestra vida, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo,
representemos, en medio del mundo, a tu bendito hijo Jesús,
logremos que te conozcan y consigamos por este medio la
salvación de muchas almas.
(hacemos un silencio para meditar nuevamente la intención y
gracia que se pide con esta Novena)
María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.

Grupo de Oración Maria Reina de los Apóstoles


Iglesia San Jose
Lecturas adicionales
Finalizada la oración del día, durante esta Novena, se tienen lecturas adicionales,
que se leerán estos nueve días acogiéndolo profundamente con el corazón.

María en las bodas de Caná


María invita a una obediencia confiada. Cuando no hay vino: es ella quien lo realiza
con su mirada maternal y atenta a las necesidades de los niños, interviniendo con
prontitud.

Referencia Bíblica - Bodas de Caná - Gv 2, 1-11


Al tercer día se celebró una fiesta de bodas en Caná de Galilea y estaba presente la
madre de Jesús. Fue invitado a la boda también Jesús y sus discípulos. Cuando se
acabó el vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Y Jesús le respondió: «Mujer,
¿qué quieres de mí? Aún no ha llegado mi hora. Su madre dijo a los sirvientes: “Hagan
lo que les diga”. Y Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua”; y las llenaron hasta el
borde. “Ahora recojan un poco y llévenle al que dirige el banquete”. Y ellos lo llevaron.
Al probar el agua que se había convertido en vino, el que dirigía el banquete llamó al
novio y le dijo: «Todos ponen el buen vino en la mesa al principio y cuando ya se ha
bebido mucho, el menos bueno. Tú, en cambio, has dejado de lado el vino bueno
hasta ahora».

Los desposorios de José y María


Comenzamos hoy la celebración de la Novena a nuestra Madre, María Auxiliadora. Lo
iremos haciendo con todo el cariño del mundo porque ella es nuestra Madre del cielo
a quien queremos y de quien recibimos ayuda, consuelo y auxilio. De ella hablaremos
hoy y los próximos días. Intentaremos conocer mejor a María, para amarla más, a
través de los ojos de San José.

Entonces, como se indicó líneas arriba, estas lecturas adicionales, se leerán estos
nueve días acogiéndolo profundamente con el corazón, terminada la oración del día
durante nuestra Novena.

“Desposorios de María y José”, de su casamiento y circunstancias.

San José, hizo las veces de padre legal de Jesús en la tierra, y fue verdadero esposo
de María, Reina del universo y Señora de los Ángeles. José fue elegido por Dios Padre
como protector y custodio fiel de sus principales tesoros: de Jesús, su Hijo, y de María,
la esposa de José, y Madre virginal del Hijo de Dios. Y José y cumplió su oficio con
absoluta fidelidad. No es fácil describir cómo fueron los desposorios de José y María,
pues nos acercamos al gran misterio divino de la salvación de los hombres: la
Encarnación del Hijo de Dios. Dios se hace hombre para salvar a los hombres y para
que todos alcancemos a vivir eternamente con Él en el cielo. Y Dios elige el camino
normal para hacerlo realidad: un hombre y una mujer, una familia.
Dios se fija en María para que sea la Madre del Hijo de Dios, y la habla de su proyecto
a través de las palabras del arcángel san Gabriel. Éste la saluda con estas palabras y
la dice: “Dios te salve María, llena de gracia, el Señor está contigo”. Y añade,
levantándola el ánimo: “No temas María porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. María
entiende que Dios la ha elegido para ser la Madre del Hijo de Dios. Y María, sin
entender cómo sería posible este hecho, pues era virgen y deseaba serlo de por vida,
acepta la voluntad de Dios, se fía de Él y se pone en sus manos: “Aquí está la esclava
del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y, desde su disponibilidad, pregunta
confiada a Dios ¿Y cómo será eso pues no conozco varón? El ángel le responde: “El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35).

Dios se fija también en José y éste en sueños, mientras dormía, escucha también la
voz de Dios que le dice: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer,
porque la criatura que hay en ella es obra del Espíritu Santo”. “Dará a luz un hijo y tú
le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt
1,21). De esta forma José recibe la confirmación de estar llamado a vivir de modo
totalmente especial el camino del matrimonio.

Partimos de esta realidad, María, estaba predestinada para ser Madre de Dios,
aunque ella no lo sabía. Había crecido y ya era una joven mujer. Dios la prepara para
un matrimonio santo que custodiará su virginidad. El Hijo de Dios, Jesús, hecho
hombre, Mesías de Israel y Redentor del mundo, había de nacer y crecer en el seno
de una familia, la sagrada familia de Nazaret.

Como era costumbre, se concertó el matrimonio de María con José, el artesano de


Nazaret. Los Evangelios nos dan pocas noticias sobre el esposo de María. Sabemos
que pertenecía también a la casa de David, y que era un hombre justo, bueno (Mt
1,19), y cumplidor de la Ley del Señor. El evangelio de san Lucas, al presentar a María
como virgen, añade que estaba “desposada con un hombre llamado José, de la casa
de David” (Lc 1, 27).

El evangelio de San Lucas narra que cuando el Arcángel Gabriel le anuncia, de parte
de Dios, la concepción de un hijo, María responde: ¿Cómo se hará esto pues no
conozco varón? (Lc 1,34). Esta respuesta, cuando ya era la prometida de José de
Nazaret, muestra que María tenía la firme determinación de permanecer virgen. La
Tradición de la Iglesia explica esa firme determinación como fruto de una inspiración
especialísima del Espíritu Santo, que estaba preparando delicadamente a la que iba
a ser Madre de Dios. Ese mismo Espíritu la hizo encontrar al joven que sería su virginal
esposo, José.

Es lógico pensar que antes de celebrarse los desposorios- María comunicó a José su
propósito de permanecer virgen. Y José, preparado por el Espíritu Santo, descubriría
a María su propósito de dedicarse en alma y cuerpo al Señor. Sus corazones se
llenaron de alegría y de una gran paz interior al abrirse mutuamente sus corazones y
sentimientos. Sus voluntades se unieron en una: cumplir la voluntad de Dios, ser
dóciles colaboradores del proyecto de Dios, lleno de amor, de salvar a todos los
hombres a través de Jesucristo, hecho hombre.
José y María, precisamente en vista de su contribución al misterio de la Encarnación
del Hijo de Dios, recibieron la gracia de vivir juntos el carisma de la virginidad y el don
del matrimonio. La comunión de amor virginal de María y José, aun constituyendo un
caso especialísimo, vinculado a la realización concreta del misterio de la Encarnación,
sin embargo, fue un verdadero matrimonio. Juan Así lo afirmó públicamente san Juan
Pablo II en una de sus catequesis marianas, en la audiencia del 21 de agosto de 1996.
Ciertamente todo es muy sobrenatural en esta escena de la vida de María y José y, al
mismo tiempo, es todo muy humano. Esa misma sencillez -tan propia de las cosas
divinas- explica las narraciones piadosas que pronto se formaron sobre los
desposorios de María y José, y que han quedado inmortalizadas en el arte y la
literatura.

El lugar de los desposorios seguramente fue en Nazaret. Cuando la familia de María


llegó a un acuerdo con la de José, se celebrarían los esponsales, que en la Ley
mosaica tenían la misma fuerza que el matrimonio. Pasado algún tiempo, el esposo
debía conducir a la novia a su propia casa. Parece que en este espacio de tiempo tuvo
lugar la Anunciación del ángel a María. En el momento de la Anunciación, parece que
María se encuentra en la situación de esposa prometida. La realización concreta del
misterio de la Encarnación exigía un nacimiento virginal que pusiese de relieve la
filiación divina y, al mismo tiempo, una familia que pudiese asegurar el desarrollo
normal de la personalidad del Niño.

El episodio de los desposorios con José reviste gran importancia en la vida de la


Virgen María. José era de la estirpe real de David y, en virtud de su matrimonio con
María, transferirá al hijo de la Virgen -Hijo de Dios- el título legal de hijo de David,
cumpliendo así las profecías. A José, noble de sangre y más noble aún de espíritu, la
Iglesia le aplica el elogio que la Sabiduría divina había hecho de Moisés: “fue amado
de Dios y de los hombres y su memoria es bendecida” (Sir 45, 1). María sólo sabe que
el Señor ha querido desposarla con José, un varón justo que la quiere y la protege.
José sólo sabe que el Señor desea que sea el custodio de María y del niño al nacer.
Mientras tanto, el pueblo de Israel ignora la existencia de esta pareja de recién
casados. José aparece siempre callado. María siempre discreta. Y Dios se complace
en ellos por su santidad y comportamiento ejemplar, y los ángeles se admiran desde
el cielo cantando alegres: “Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en
nombre del Señor, hosanna en el cielo”.

Como San Jose y la Virgen Maria, su matrimonio podrá superar cualquier obstáculo
cuando elija tener una fe inquebrantable en Dios.

La Virgen María es la gracia viva e intercesora que se da en el matrimonio y en


la familia, donde ella no se cansa de pedirle a su Hijo que no les falte el vino
del amor, y el amor es Dios. Es el comienzo de la verdadera edificación del núcleo
familiar desde los corazones de un hombre y de una mujer unidos para elegir
siempre la justicia, el amor, la verdad y la vida.

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