Novena Maria Auxiliadora
Novena Maria Auxiliadora
Novena Maria Auxiliadora
Rogamos con esta Novena, que nuestras oraciones ayuden a todos los
casados, así como a quienes se preparan para el matrimonio, a encontrar
sentido y estímulos para su vocación mediante el compromiso de la oración
diaria y la amistad con Dios, especialmente cuando se enfrenten a los
inevitables momentos de sufrimiento y dificultad. (S. Josemaría Escrivá)
Novena a Maria Auxiliadora
Entonces, como se indicó líneas arriba, estas lecturas adicionales, se leerán estos
nueve días acogiéndolo profundamente con el corazón, terminada la oración del día
durante nuestra Novena.
San José, hizo las veces de padre legal de Jesús en la tierra, y fue verdadero esposo
de María, Reina del universo y Señora de los Ángeles. José fue elegido por Dios Padre
como protector y custodio fiel de sus principales tesoros: de Jesús, su Hijo, y de María,
la esposa de José, y Madre virginal del Hijo de Dios. Y José y cumplió su oficio con
absoluta fidelidad. No es fácil describir cómo fueron los desposorios de José y María,
pues nos acercamos al gran misterio divino de la salvación de los hombres: la
Encarnación del Hijo de Dios. Dios se hace hombre para salvar a los hombres y para
que todos alcancemos a vivir eternamente con Él en el cielo. Y Dios elige el camino
normal para hacerlo realidad: un hombre y una mujer, una familia.
Dios se fija en María para que sea la Madre del Hijo de Dios, y la habla de su proyecto
a través de las palabras del arcángel san Gabriel. Éste la saluda con estas palabras y
la dice: “Dios te salve María, llena de gracia, el Señor está contigo”. Y añade,
levantándola el ánimo: “No temas María porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. María
entiende que Dios la ha elegido para ser la Madre del Hijo de Dios. Y María, sin
entender cómo sería posible este hecho, pues era virgen y deseaba serlo de por vida,
acepta la voluntad de Dios, se fía de Él y se pone en sus manos: “Aquí está la esclava
del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y, desde su disponibilidad, pregunta
confiada a Dios ¿Y cómo será eso pues no conozco varón? El ángel le responde: “El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35).
Dios se fija también en José y éste en sueños, mientras dormía, escucha también la
voz de Dios que le dice: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer,
porque la criatura que hay en ella es obra del Espíritu Santo”. “Dará a luz un hijo y tú
le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt
1,21). De esta forma José recibe la confirmación de estar llamado a vivir de modo
totalmente especial el camino del matrimonio.
Partimos de esta realidad, María, estaba predestinada para ser Madre de Dios,
aunque ella no lo sabía. Había crecido y ya era una joven mujer. Dios la prepara para
un matrimonio santo que custodiará su virginidad. El Hijo de Dios, Jesús, hecho
hombre, Mesías de Israel y Redentor del mundo, había de nacer y crecer en el seno
de una familia, la sagrada familia de Nazaret.
El evangelio de San Lucas narra que cuando el Arcángel Gabriel le anuncia, de parte
de Dios, la concepción de un hijo, María responde: ¿Cómo se hará esto pues no
conozco varón? (Lc 1,34). Esta respuesta, cuando ya era la prometida de José de
Nazaret, muestra que María tenía la firme determinación de permanecer virgen. La
Tradición de la Iglesia explica esa firme determinación como fruto de una inspiración
especialísima del Espíritu Santo, que estaba preparando delicadamente a la que iba
a ser Madre de Dios. Ese mismo Espíritu la hizo encontrar al joven que sería su virginal
esposo, José.
Es lógico pensar que antes de celebrarse los desposorios- María comunicó a José su
propósito de permanecer virgen. Y José, preparado por el Espíritu Santo, descubriría
a María su propósito de dedicarse en alma y cuerpo al Señor. Sus corazones se
llenaron de alegría y de una gran paz interior al abrirse mutuamente sus corazones y
sentimientos. Sus voluntades se unieron en una: cumplir la voluntad de Dios, ser
dóciles colaboradores del proyecto de Dios, lleno de amor, de salvar a todos los
hombres a través de Jesucristo, hecho hombre.
José y María, precisamente en vista de su contribución al misterio de la Encarnación
del Hijo de Dios, recibieron la gracia de vivir juntos el carisma de la virginidad y el don
del matrimonio. La comunión de amor virginal de María y José, aun constituyendo un
caso especialísimo, vinculado a la realización concreta del misterio de la Encarnación,
sin embargo, fue un verdadero matrimonio. Juan Así lo afirmó públicamente san Juan
Pablo II en una de sus catequesis marianas, en la audiencia del 21 de agosto de 1996.
Ciertamente todo es muy sobrenatural en esta escena de la vida de María y José y, al
mismo tiempo, es todo muy humano. Esa misma sencillez -tan propia de las cosas
divinas- explica las narraciones piadosas que pronto se formaron sobre los
desposorios de María y José, y que han quedado inmortalizadas en el arte y la
literatura.
Como San Jose y la Virgen Maria, su matrimonio podrá superar cualquier obstáculo
cuando elija tener una fe inquebrantable en Dios.