Amado Nervo para Ninos

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Versos y prosa:

Amado Nervo para niños

ANA LAURA JIMÉNEZ GALLAND, 11 AÑOS, VERACRUZ

COLECCIÓN BIBLIOTECA INFANTIL


DIRECCIÓN GENERAL DE BIBLIOTECAS
SANTIAGO AMADOR SOLÍS, 10 AÑOS, NUEVO LEÓN

NELLY SCOTT CARRILLO, 11 AÑOS, COAHUILA


Versos y prosa:

Amado Nervo
para niños

CRISTIAN JOVANY CARRILLO GARCÍA, 12 AÑOS, NAYARIT


Edición conmemorativa
por el centenario luctuoso del deceso de Amado Nervo
Primera edición en Biblioteca Infantil: 2019

Producción:
Secretaría de Cultura
Dirección General de Bibliotecas

D. R. © 2019 de la presente edición


Secretaría de Cultura
Dirección General de Bibliotecas
Tolsá 6, Colonia Centro, C. P. 06040, Ciudad de México

Las características gráficas y tipográficas de esta edición son propiedad de la


Dirección General de Bibliotecas de la Secretaría de Cultura.

Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta
obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento
informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los
titulares de los derechos de la obra de Amado Nervo y/o de la Secretaría de Cultura/
Dirección General de Bibliotecas.

ISBN: 978-607-631-045-8

Edición no lucrativa para su distribución en las bibliotecas públicas de la Red Nacional.

Impreso y hecho en México.


JOSÉ SEBASTÍAN MIJANGOS GONZÁLEZ, 6 AÑOS, CHIAPAS
ERICK RAÚL CHÁVEZ FLORES, 9 AÑOS, HIDALGO
Índice
Presentación 7
Ya llegó abril 11
La campanita 15
Amor filial 17
Niñito, ven... 19
Los pescadores 23
El gran viaje 27
La bella del bosque durmiente 31
Alégrate 35
Dentro de ti está el secreto 39
El león que tenía dignidad 43
La gota de agua que no quería
perder su “individualidad” 49
De la corrección que debemos observar en
nuestra actitud para con los fantasmas 53
Fotografía espírita 61
La novia de Corinto 67
El ángel caído 73
Las varitas de la virtud 85
ISABELLA ERÉNDIRA CORTÉS GONZÁLEZ, 11 AÑOS, CAMPECHE

Los congelados 93
El final de un idilio 100
Sobre el escritor Amado Nervo 108
Identificación de imágenes 110
JOHANA MARICELA PARDO REYES, 11 AÑOS, HIDALGO
Presentación

Pudiendo ser rico preferí ser poeta, dijo alguna vez Amado Nervo,
el que siendo niño encontró en la naturaleza y en las historias que
le contaba su nana de origen indígena Juliana Topete y su abuela
Cecilia Núñez el gusto por las palabras y la pasión por lectura.
Amado Nervo nació el 27 de agosto de 1870 en Tepic Nayarit.

KEYLA DENISSE GARCÍA CASTILLO, 9 AÑOS, TAMAULIPAS


Fue una figura icónica del movimiento modernista, su lenguaje
poético supo expresar las más sutiles impresiones y emociones del
ser humano; la sencillez de sus versos alcanzó a dar a sus libros Ele-
vación y El estanque de los lotos un ánimo contemplativo y casi es-
piritual de gran hermosura.
La producción literaria de Amado Nervo es muy amplia; en
1896 publica su novela El bachiller, con la que inaugura toda su
obra literaria. Dos años después, los libros de poesía: Perlas negras
y Místicas revelan su talento poético. Paulatinamente aparecen
otros títulos representativos de su obra como: Poemas (1901), El
éxodo y las flores del camino (1902), Lira heroica (1902), Los jar-
dines interiores (1905), En voz baja (1909), Serenidad (1909),
Elevación (1917), Estanque de los lotos (1919), El arquero divino
(1919) y La amada inmóvil (1919).
En 1900 viaja a París como corresponsal del periódico El Im-
parcial, donde conoce a escritores
como Catulle Mendès, Jean Moréas,

7
ARIEL ROMÁN LOZANO RAMÍREZ, 10 AÑOS, COAHUILA DIANA PAMELA DEL VALLE REYES, 12 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO

8
Guillermo Valencia, Leopoldo Lugones, Oscar Wilde y Rubén Da-
río, con quien establece una entrañable amistad. Ahí también en-
cuentra el amor con Ana Cecilia Daillez, a quien inmortalizó en el
poema La amada inmóvil.
Amado Nervo fue miembro de la Academia Mexicana de la
Lengua (1919) y ocupó cargos diplomáticos en España, Argentina
y Uruguay, donde muere en el año de 1919.
En el centenario luctuoso del deceso del escritor nayarita, la Se-
cretaría de Cultura publica el libro Versos y Prosa: Amado Nervo
para niños, resultado del Concurso de Lectura y Dibujo Infantil,
con el propósito de acercar a las nuevas generaciones a la literatura
universal, así como incentivar su creatividad e imaginación por
medio de la creación de obras gráficas. La convocatoria tuvo un
gran impacto en niñas y niños de 5 a 12 años de todo el país y, de 9
mil 214 dibujos, fueron seleccionados 132 que forman parte de
este libro conmemorativo.
Nos alegramos pues, que la poesía de Amado Nervo nos asom-
bre, nos permita dialogar con nosotros mismos y nos haga com-
prender, no sólo con la razón, sino también el sentimiento. Así, el
poeta nos dice:
Alégrate si eres pequeño; alégrate si eres grande; alégrate si tienes
salud; alégrate si la has perdido; alégrate si eres rico; si eres pobre,
alégrate; alégrate si te aman; si amas, alégrate; alégrate siempre,
siempre, siempre.
FATIMA SÁNCHEZ SÁNCHEZ, 11 AÑOS, ESTADO DE MÉXICO

9
MARIANA ZOE JAIMES CICERO, 8 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO
Ya llegó abril

El ave canta en el boscaje,


la flor revienta en el pensil,
el campo estrena nuevo traje.
¡Ya llegó abril, ya llegó abril!

La luz, cuando amanece,


finge un jardín sin par;
la noche resplandece
como un inmenso altar.

La brisa lleva suave aroma


en su impalpable ala sutil;
llora en el bosque la paloma.
¡Ya llegó abril, ya llegó abril!

YESENIA DOMÍNGUEZ ÁLVAREZ, 12 AÑOS, TABASCO


Palpitan los renuevos
del prado en la extensión,
y brotan de los huevos
el ala y la canción.

11
JEREMI RAFAEL CALCANEO CORNEJO, 9 AÑOS, CAMPECHE

La luna baña el bosque oscuro


en palideces de marfil,
desde el azul diáfano y puro.
¡Ya llegó abril, ya llegó abril!

Las blancas mariposas


de alitas de azahar,
como almas de las rosas
revuelan sin cesar.

El chupamirto con donaire


bate su leve ala gentil,
como dorada flor del aire.
¡Ya llegó abril, ya llegó abril!

—Hay muchos astros en el cielo,


hay en la tierra flores mil;
salta cantando el arroyuelo,
XIMENA GRESS GONZÁLEZ, HIDALGO

12
VALENTINA PINEDA GAUME, 9 AÑOS, BAJA CALIFORNIA SUR ADAMARI DEL CARMEN PÉREZ LARA, 10 AÑOS, CAMPECHE

13
TANIA ROMO DELGADO, 8 AÑOS, ESTADO DE MÉXICO
JUAN PABLO SANDOVAL BAROJAS, 10 AÑOS, CAMPECHE
La campanita

¡Ya llegó abril, ya llegó abril!


Alegre como alondra madrugadora,
locuela como pluma que viene y va,
yo soy la campanita que da la hora:
¡din-dan, din-dan!

Yo soy la que te canta: “Duerme, chicuelo;


mi toque de oraciones te arrullará”.
Yo soy la que en las fiestas repica a vuelo,
¡din-dan, din-dan!

Yo soy la que te digo: “Niño, despierta,


despierta, que los libros te aguardan ya”,
el sol de la mañana dora tu puerta,
¡din-dan, din-dan!

Suspensa entre la tierra y el infinito,


yo sueño toda dicha, todo pesar;
yo soy quien a las almas a orar invito,
¡din-dan, din-dan!

MABEL BARRÓN
CHRISTIAN MUÑOZ,
SANTIAGO 8 AÑOS,
ZAMORA JESÚS, 7 AÑOS, ESTADO DE MÉXICO
DE HIDALGO
FRIDA SOPHIA LOZANO RUIZ, 7 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO
VALENTINA RAMÍREZ FLORES, 6 AÑOS, TLAXCALA
Amor filial

Yo adoro a mi madre querida,


yo adoro a mi padre también;
ninguno me quiere en la vida
como ellos me saben querer.

Si duermo, ellos velan mi sueño;


si lloro, están tristes los dos;
si río, su rostro es risueño;
mi risa es para ellos el sol.

Me enseñan los dos con inmensa


ternura a ser bueno y feliz.
Mi padre por mí lucha y piensa,
mi madre ora siempre por mí.
ABRIL BECERRA SÁNCHEZ, 10 AÑOS, ESTADO DE MÉXICO

17
ANDRÉS EDUARDO TALAMANTES MARRÓN, 11 AÑOS, BAJA CALIFORNIA SUR
DANNA PAOLA DÍAZ GARCÍA, 12 AÑOS, CHIAPAS
Niñito, ven...

Niñito, ven; puras y bellas


van las estrellas a salir.
Y cuando salen las estrellas,
¡los niños buenos, a dormir!

Niñito, ven; tras de la loma


la blanca luna va a asomar;
cuando la blanca luna asoma,
¡los niños buenos, a soñar!
KENDY VALENTINA DE LEÓN ARREAZOLA, 7 AÑOS, COAHUILA

19
AARÓN EVERARDO MARTÍN TABARES, 7 AÑOS, JALISCO

Niñito, ven; ya los ganados


entran mugiendo en el corral.
Cierra tus ojos fatigados
en el regazo maternal.

Niñito, ven; sueña en las rosas


que el viento agita en su vaivén;
sueña en las blancas mariposas...
¡Niñito, ven! ¡Niñito, ven!
VALERIA JIMENA ÁVALOS RODRÍGUEZ, 11 AÑOS, HIDALGO

20
SANDRA VANESSA VALENCIA PERALTA, 12 AÑOS, PUEBLA NUBIA PRECIOSA MÉNDEZ GUERRA, 12 AÑOS, NAYARIT

21
YASODARA PERALTA RODRÍGUEZ, 11 AÑOS, OAXACA
BRANDON YAEL SOTO REYES, 7 AÑOS, OAXACA
Los pescadores

—La mar está serena,


comienza a amanecer;
la pesca fue muy buena,
ya es tiempo de volver.

—Las olas vienen, las olas van,


cantando llegan, cantando irán...

—Ya brillan a lo lejos


las luces del hogar;
¡qué bellos sus reflejos
palpitan sobre el mar!

—Las olas vienen, las olas van,


cantando llegan, cantando irán...

—Hermanos marineros,
qué duro es navegar,
¡y cuántos compañeros
dejamos en el mar!
RAYMUNDO NICOLÁS PÉREZ SERRANO, 10 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO

23
RAÚL ENCALADA ÁLVAREZ, 5 AÑOS, VERACRUZ

—Las olas vienen, las olas van,


gimiendo llegan, gimiendo irán...

—La brisa que hoy empuja


cantando mi bajel,
¡quizá mañana ruja
y tumba nos dé en él!

—Las olas vienen, las olas van,


gimiendo llegan, gimiendo irán...

—Mas ¡quién en tales penas se pone a meditar!


¡Las redes están llenas, volvamos al hogar!

—Las olas vienen, las olas van,


cantando llegan, cantando irán...
MARCO ANTONIO REZA HUERTA, COAHUILA

24
EMANUEL CEFERINO GARCÍA, 11 AÑOS, OAXACA REYNA ISABEL TELLO BONILLA, 12 AÑOS, JALISCO DANNA CARIÑO MEJÍA, 8 AÑOS, ESTADO DE MÉXICO

25
ALEJANDRO JOSÉ CASARES VERA, 10 AÑOS, YUCATÁN
CÉSAR ALEJANDRO LUNA APARICIO, 12 AÑOS, SONORA
El gran viaje

¿Quién será, en un futuro no lejano,


el Cristóbal Colón de algún planeta?

¿Quién logrará, con máquina potente,


sondar el océano
del éter, y llevarnos de la mano
allí donde llegaron solamente
los osados ensueños del poeta?

¿Quién será en un futuro no lejano


el Cristóbal Colón de algún planeta?
JORGE ALEJANDRO PÉREZ ARJONA, CAMPECHE

27
MILLET MENDOZA GARCÍA, 10 AÑOS, MICHOACÁN

¿Y qué sabremos tras el viaje augusto?


¿Qué nos enseñaréis, humanidades
de otros orbes, que giran
en la divina noche silenciosa,
y que acaso hace siglos que nos miran?

Espíritus a quienes las edades


en su fluir robusto
mostraron ya la clave portentosa
de lo Bello y lo Justo,
¿cuál será la cosecha de verdades
que deis al hombre, tras el viaje augusto?

¿Con qué luz nueva escrutará el arcano?


¡Oh la esencial revelación completa
que fije nuevo molde al barro humano!

IVAN JULIAN SOLIS VARGAS, 12 AÑOS, AGUASCALIENTES


¿Quién será en un futuro no lejano
el Cristóbal Colón de algún planeta?

28
JANIA LILÍ LEÓN GONZÁLEZ, 11 AÑOS, JALISCO BRANDI ABYADÉ ZÚÑIGA MOSQUEDA, 11 AÑOS, GUANAJUATO

29
ISABELLA CASARES VERA, 5 AÑOS, YUCATÁN
La bella del bosque durmiente
AYESHA DAIANA VICTORIA OLVERA, 8 AÑOS, HIDALGO

—Decidme, noble anciana, por vuestra vida:


¿yace aquí la princesa que está dormida,
esperando ha dos siglos un caballero?
—La princesa de que hablan en tu conseja
¡soy yo...!, pero ¿no miras?, estoy muy vieja,
¡ya ninguno me busca y a nadie espero!

—Y yo que la procela de un mar de llanto


surqué... ¡Yo que he salvado montes y ríos
por vos! —¡Ay!, caballero, ¡qué desencanto!
...Mas no en balde por verme sufriste tanto:
tus cabellos son blancos, ¡como los míos!

SOPHIE I. CHÁVEZ BASTIDAS, 8 AÑOS, SINALOA

31
ADRIANA NICOLETTE ESCAJEDA REYES, 12 AÑOS, COAHUILA

Asómate al espejo de esta fontana,


oh, pobre caballero... ¡Tarde viniste!
Mas aún puedo amarte como una hermana,
posar en mi regazo tu frente cana
y entonar viejas coplas cuando estés triste...
AYESHA DAIANA VICTORIA OLVERA, 8 AÑOS, HIDALGO

32
LEONARDO YAZID SAUCEDO CASTAÑEDA, 11 AÑOS, COAHUILA BRIGITH CRUZ MARTÍNEZ, 12 AÑOS, CAMPECHE

33
ODISEO SAULO OSORIO GÓMEZ, 9 AÑOS, OAXACA
SEBASTIÁN VELÁZQUEZ CHACÓN, 9 AÑOS, TAMAULIPAS
Alégrate

Si eres pequeño, alégrate, porque tu pequeñez sirve de contraste a


otros en el universo; porque esa pequeñez constituye la razón esen-
cial de su grandeza; porque para ser ellos grandes han necesitado
que tú seas pequeño, como la montaña para culminar necesita al-
zarse entre las colinas, lomas y cerros.
Si eres grande, alégrate, porque lo Invisible se manifestó en ti de
manera más excelente; porque eres un éxito del Artista eterno.
Si eres sano, alégrate, porque en ti las fuerzas de la naturaleza
han llegado a la ponderación y a la armonía.
Si eres enfermo, alégrate, porque luchan en tu organismo fuer-
zas contrarias que acaso buscan una resultante de belleza; porque
en ti se ensaya ese divino alquimista que se llama el Dolor.
EVER MATÍAS MENDOZA ENRÍQUEZ, DURANGO

35
Si eres rico, alégrate, por toda la
fuerza que el Destino ha puesto en tus
manos, para que la derrames...

LUCIANA ESTRELLA INDA, 12 AÑOS, SONORA


Si eres pobre, alégrate, porque tus alas
serán más ligeras; porque la vida te sujeta-
rá menos; porque el Padre realizará en ti más directamente que en
el rico el amable prodigio periódico del pan cotidiano...
Alégrate si amas, porque eres más semejante a Dios que los
otros.
Alégrate si eres amado, porque hay en esto una predestinación
maravillosa.
Alégrate si eres pequeño; alégrate si eres grande; alégrate si tienes
salud; alégrate si la has perdido; alégrate si eres rico; si eres pobre,
alégrate; alégrate si te aman; si amas, alégrate; alégrate siempre,
siempre, siempre.
XIMENA FERNANDA FUENTES RODRÍGUEZ, 10 AÑOS, HIDALGO

36
NAHOMI CECILIA MORENO TAVIRA, 11 AÑOS, MORELOS

37
XIMENA FIMBRES SUÁREZ, 12 AÑOS, SONORA
AZUL ELIZABETH GARCÍA PEÑA, COAHUILA
Dentro de ti está el secreto

Busca dentro de ti la solución de todos los problemas, hasta de


aquellos que creas más exteriores y materiales.
Dentro de ti está siempre el secreto; dentro de ti están todos los
secretos. Aun para abrirte camino en la selva virgen, aun para le-
vantar un muro, aun para tender un puente, has de buscar antes en
ti, el secreto.
Dentro de ti hay tendidos ya todos los puentes.
Están cortadas dentro de ti las malezas y lianas que cierran los
caminos. Todas las arquitecturas ya están levantadas dentro de ti.
Pregunta al arquitecto escondido: él te dará sus fórmulas.
Antes de ir a buscar el hacha de más filo, la piqueta más dura, la
pala más resistente, entra en tu interior y pregunta...
ÁNGEL EDUARDO MARTÍNEZ ODILÓN, 11 AÑOS, SAN LUIS POTOSÍ

39
BRISSA ALEJANDRA SÁNCHEZ ROMERO, CHIHUAHUA

Y sabrás lo esencial de todos los problemas y se te enseñará la


mejor de todas las fórmulas y se te dará la más sólida de todas las
herramientas.
Y acertarás constantemente, pues que dentro de ti llevas la luz
misteriosa de todos los secretos.

40
KENDRA LORETTA DOMÍNGUEZ CRUZ, 9 AÑOS, CAMPECHE
DIEGO GONZÁLEZ PATIÑO, 6 AÑOS, CHIAPAS
ALAN YAEL VEGA ESQUIVEL, 12 AÑOS, AGUASCALIENTES
EL león que tenía dignidad

Los autores primitivos, guiados por apariencias engañosas, por


analogías vagas, atribuyeron a los animales cualidades y defectos
que están muy lejos de tener. La melena del león, su aspecto majes-
tuoso, les sugirió la idea de ofrecerle el cetro y la corona de los irra-
cionales, y lo hicieron rey, sin que él se diese cuenta de tamaña
dignidad ni pareciese importarle un ardite; y lo literaturizaron, y lo
esculpieron en mármoles, y lo fundieron en bronces, y lo grabaron
en los sellos reales, y estamparon su silueta en escudos, en bande-
ras, en estandartes y lo troquelaron con las monedas, a lo cual se
debe, por cierto, en España, que los cuartos se llamen “perros gor-
dos” y “perros chicos”, por una de esas ironías que suelen perpe-
tuarse.
Pero vinieron los naturalistas modernos y rectificaron desdeño-
samente la mayor parte de los conceptos legendarios que a las bes-
tias se refieren. El león, tan exaltado antes, fue deprimido con pa-
sión; ni era valiente, ni era tan fuerte como se creyó, ni merecía en
modo alguno el cetro.
Se le negó, pues, la majestad
real, que casi por derecho divino
creíasele otorgada, y quién esti-
mó que debía conferírsele al toro
(que jamás mostró miedo a nada
ni a nadie: que lo mismo embiste
DAFNE AILIN ARROYO LÓPEZ, ZACATECAS

a un hombre, a un paquidermo o

43
LUZ JIMENA SOLÍS RINCÓN, 12 AÑOS, GUANAJUATO

a una locomotora), quién pretendió que merecía la


realeza el elefante, que, tras de ser el más fuerte de to-
dos los animales, era el más inteligente y el más noble.
La verdad, en esto como en todas las cosas, a seme-
janza de la virtud, no estaba en los extremos, sino en
el medio: in medio stat veritas. El león no era, cierta-
mente, el más fuerte de los animales; pero poseía algo merecedor de
la realeza con que lo habían obsequiado los antiguos, algo que muchos
hombres, muchísimos, suelen no tener: la dignidad.
De ello ha dado pruebas en ocasiones muy diversas, y última-
mente yo he sabido un hecho que ha aumentado notablemente mi
estimación por el viejo rey, moviéndome, en mi humilde fuero, a
acatarlo de nuevo como a monarca.
Es el caso que, hará apenas seis meses, un grande de España, ca-
zador par devant l'eternel, de los más perseverantes y resueltos,
hizo un viaje al Atlas, con el ánimo decidido de matar algunos po-
CRISTOPHER OLÁN ESTRADA, 6 AÑOS, CAMPECHE

44
MARCEL ABIZAID NÚÑEZ, 11 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO ZAID ABDIEL CASTILLO GARCÍA, 11 AÑOS, OAXACA

45
KARLA ITZEL MORENO DE LA CRUZ, 11 AÑOS, HIDALGO

bres leones, que después, disecados, con las enormes fauces abier-
tas, serían ornato de su museo cinegético.
Una tarde, estando él, con algunos otros cazadores, en acecho
frente a una colina boscosa en la falda (donde había guaridas de
leones) y pelada en la cima, de pronto un espléndido ejemplar salió
de su refugio y ascendió hacia la pequeña eminencia. Apenas la
fiera había dado algunos pasos fuera de los árboles y matorrales,
cuando descubrió a los cazadores. Su olfato y su mirada avizora se
los mostraron en seguida.
Un sol... africano, naturalmente, iluminaba la escena.
El león pudo y “debió”, en cuatro saltos elásticos, vigorosos, po-
nerse a salvo de los magníficos fusiles de precisión, cuyos efectos
conocía, merced a la terrible experiencia acumulada por el genio de
la especie... Los cazadores esperaban esto, y apuntaban ya, tenien-
do en cuenta la movilidad de la bestia...
Pero entonces, con pasmo de todos, aconteció algo extraordina-
rio: el león, “que sabía que era visto” por tantos ojos de hombres,
¡tuvo vergüenza de huir! Un sentimiento estupendo de dignidad se
sobrepuso en él al pánico de la bala explosiva y certera, que no per-

46
dona, y pausada, majestuosamente, ascendió por la colina, volvien-
do a cada paso la cabeza para mirar a sus enemigos...
No quería, no, que lo viesen correr... Aquellos instantes supre-
mos ponían en su corazón, sin duda, un temblor formidable; la
muerte, a cada instante, lo amagaba..., mas él seguía ascendiendo
lenta, muy lentamente.
Cuando llegó a la cúspide, empezó a descender, con la misma
lentitud, hasta que juzgó que “ya no lo veían”, y entonces, enco-
giendo todo el resorte de sus músculos poderosos, dio un salto, dos
saltos... y se perdió en los declives de la parte opuesta de loma.
¡Quizá con un sentimiento inmenso de liberación!
La dignidad estaba a salvo: ya podía escapar.
Los cazadores, conmovidos ante aquella actitud tan clara, tan
bella, tan poco humana, no habían disparado. ¡El león obtuvo gra-
cia de la vida, merced a la sugestión de su maravillosa dignidad!
SARA ABIGAIL HERNÁNDEZ, 11 AÑOS, SAN LUIS POTOSÍ

47
MARÍA XIMENA GAMA DELGADO, 12 AÑOS, SONORA
La gota de agua que no quería
perder su "individualidad

Por la noche, en el verano, a partir de las doce pueden regarse los


tiestos.
Se supone que a las doce —y se supone mal— nadie pasará ya
bajo los balcones enmacetados de Madrid; pero si pasa, y ex abrup-
to un riego helado cae sobre su cabeza, ni tiene derecho a quejarse,
ni vale la pena, porque el agua, aun así, es bienvenida en pleno
agosto.
Las flores, “por su parte”, es indecible lo que gozan con ese riego
nocturno, cuya frescura se perpetúa, sobre todo en los balcones de
Luis, que miran al Poniente, hasta bien entrada la mañana.
El otro día, a las doce, sobre el pétalo aterciopelado de una rosa,
como sobre la tela de un estuche, radiaba aún una gruesa gota de
agua. Había pasado allí buena parte de la noche, fresca por excep-
ción, dejándose penetrar por la luna.
Un viento suave la balanceaba en su hamaca olorosa de seda.
Pero avanzaba la mañana. El dios trasponía ya el meridiano, y
una saeta de oro del arquero divino hirió en pleno corazón a la
gota, tocándola en chispa maravillosa.
DANIELA PERAZA URZAIZ, 10 AÑOS, YUCATÁN

Luis, que de antaño comprende el lenguaje del agua, como el


sultán Mahmoud comprendía el de los pájaros, oyó quejarse a la
gota, la cual decía entre suaves quejumbres:
—Tengo miedo, ¡ay!, tengo miedo. Siento que empiezo a evapo-
rarme... ¡Oh sol, no me beses, por Dios! Tus besos hacen un espan-

49
toso daño. Me penetran toda, me abrasan, me disgre-

ALEJANDRO VEGA CASTILLO, 11 AÑOS, AGUASCALIENTES


gan... Yo no quiero deshacerme, no quiero
volatilizarme... ¡No quiero perder mi individualidad!...
¿Entiendes, oh sol? No quiero perder mi individuali-
dad.
“Yo reflejo a mi modo la naturaleza. Soy un pequeño
ojo cristalino, muy abierto, que la ve, que la admira, desde este
nido de terciopelo, desde esta cuna suave y bienoliente. Llevo ya
muchas horas divinas de vida armoniosa. Durante buena parte de
la noche he reflejado la luna. He sido, ya una perla, un zafiro místi-
co, ya una turquesa celeste. Después, la bóveda se ha pintado de un
amarillo suave, y yo me he vuelto topacio. A poco el cielo se tiñó de
rosa, y he sido rubí. Ahora soy diamante. Y cuando las hojas del
rosal se miran en mi espejo para contemplar su traje nuevo, recién
cortado en punta, me convierto en esmeralda.
”No me beses, ¡oh sol! No sabes besar: haces mucho daño. No
eres como la luna. Ella sí que sabía besar blandamente: al fin, mu-
jer. Tú te pareces a un hombre sanguíneo, tosco y premioso.
VALERIA CHINCOYA REYES, DURANGO

50
BERNARDO ESTEBAN MÉNDEZ GUERRA, 12 AÑOS, NAYARIT

”¡Ay!, siento que me deshago, que me desvanezco, que me pier-


do...
”Sí, bien sé que me desvaneceré en la azul transparencia del aire;
que temblaré en esa como red de cristal del ambiente; que a través
de mí se verán los paisajes, se contemplarán las estrellas.
”Sí, comprendo que eso de la transparencia absoluta es una cosa
muy buena; que ser parte de la atmósfera húmeda es cosa muy
conveniente; que flotar, volar, es cosa muy apetecible. Comprendo
también que un poco de frío puede condensar mi humedad, y en-
tonces ser yo parte mínima de una nube de esas que he visto pasar
por la mañana y que parecen cuentos y milagros... Todo eso, sin
duda, es bueno. Pero yo dejaría de ser gota, de ser gotita diáfana y
temblona que soy: esta gotita acurrucada en el pétalo de una rosa,
¡y no quiero perder mi individualidad!
”¡Ay! ¡Ay!, que daño me haces..., ¡oh sol! Ya no me beses, ya no
me be... ses. Yo soy u... na gotita... de agua..., una lu... mi... no... sa
go... tita de agua... sobre un rosa..., sobre una ro...”.
Estas fueron las últimas palabras de la gotita
trémula que brillaba sobre el pétalo de una
rosa en el balcón de Luis.
El sol, brutal y sordo como la muerte, había
hecho su obra.
YAIZA EDITH RAMOS GUILLÉN, DURANGO

51
VALERIA MONTAÑO FUENTES, 10 AÑOS, HIDALGO

52
De la corrección que debemos observar en
nuestra actitud para con los fantasmas

Llegamos —dijo el profesor de psiquismo al abrir la clase— a uno


de los puntos más importantes de lo que pudiéramos llamar nues-
tro curso de misterio:
—¿Qué actitud debemos observar ante un fantasma?
Hace algún tiempo —siguió diciendo— las apariciones
eran de tal suerte excepcionales, que no valía la pena pensar en
ellas.
Las mujeres, ya se sabe, sufrían al verlas un ataque de ner-
vios. Los hombres echaban a correr... a menos que tuviesen un
valor a toda prueba.
OSCAR IVAN COLORADO ACOSTA, 12 AÑOS, HIDALGO

53
“Tiene más valor que el que le habla a un
muerto”, se decía.
Pero rarísima vez encontraban las muje-
res esta ocasión de desmayarse y los hom-
bres de huir. Los fantasmas venían poco a mez-
clarse a nuestra vida.
Las circunstancias, en los últimos años, han cam-
EZEQUIEL LAGUNA SÁNCHEZ, 12 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO

biado totalmente.
La humanidad —ciertas clases sociales, en especial— se
afina. Nuestros sentidos se aguzan. Hay ya resquicios entre la som-
bra, a través de los cuales adivinamos la cuarta dimensión...
La eventualidad de topar con un fantasma puede ocurrir a todo
el mundo. Conviene, por tanto, meditar nuestra actitud.
—Usted, Méndez —interrogó el profesor dirigiéndose a uno de
los alumnos—, ¿qué haría si viese un fantasma?
—¡Echar a correr, señor!
—Haría usted muy mal, Méndez. Cometería usted una imper-
donable falta de cortesía. ¿Pues qué (exclamó, animándose el profe-
sor), si un caballero, si un hombre cualquiera pretendiese hablar a
usted le volvería usted repentinamente la espalda?
—No, señor.
—Pues entonces ¿por qué adopta usted tal actitud con
el fantasma, Méndez?
—Un fantasma no es un hombre, señor profesor.
—Un fantasma es más que un hombre, señor Mén-
dez…
Pero continúo: cuando un fantasma se presenta, hay
que considerar desde luego esto: que ha hecho un indeci-

54
NERI NAIM ORDOÑEZ HERRERA, 11 AÑOS, HIDALGO

ble esfuerzo a fin de materializarse; que tal esfuerzo obedece a un


vivo deseo de pedir ayuda (o quizá de darla); que para lograr tal
ayuda el fantasma busca un hombre civilizado...
Ahora bien, imagine usted que este hombre civilizado echa a
correr... sin darse cuenta del esfuerzo enorme realizado por el fan-
tasma con el único objeto de hablarle...
¡Qué decepción!, ¡qué tristeza para el aparecido!, ¡qué concepto
se formará de usted, Méndez!
En Estados Unidos y en Inglaterra, en esos dos países que hemos
convenido en llamar civilizados, nadie comete con un fantasma
tamaña descortesía...
La buena crianza inglesa, sobre todo, procede en estos casos con
finuras y delicadezas poco comunes.
Un inglés, favorecido por la aparición de un fantasma (sí, señor
Méndez, no sonría usted: he dicho favorecido y he dicho la verdad;
una aparición es siempre una distinción. Los fantasmas no se apare-
cen a cualquier quidam, a cualquier Nobody of nowhere, como diría

55
ANDREA COLORADO ACOSTA, 10 AÑOS, HIDALGO

el mismo inglés). Un inglés favorecido por la aparición de un fantas-


ma —repito— se dirije a éste con gran comedimiento y le dice:
—¿Qué desea usted, gentleman?, ¿en qué puedo servirle?
Los fantasmas son muy sensibles a estas muestras de deferencia.
En general responden con exquisita finura; exponen brevemente
sus necesidades, o bien sus deseos, y desaparecen. No le quitan el
tiempo a nadie, porque comprenden su valor. En el otro lado de la
muerte, señor Méndez, también el time is money, pero no vil mo-
neda de 21 quilates o de diez dineros 20 granos, sino moneda de
perfeccionamiento y de amor...
Suele suceder, sin embargo —prosiguió el profesor después de
una pausa—, que el esfuerzo del fantasma no le basta para repro-
ducir la voz humana; más aún, que no es suficiente ni siquiera para
que la materialización dure mientras se conversa, y en pleno diálo-

56
go o en plena aparición el espectro se disuelve o desvanece. En este
caso, señor Campomanes, ¿cuál debe ser nuestra actitud?
—Ninguna, señor profesor, puesto que el muerto se ha ido.
—El muerto no se ha ido, señor Campomanes: el muerto está
allí, ¿entiende usted? Está allí. Sólo que ya no le vemos porque
no pudo llevar adelante su esfuerzo de condensación de la ma-
teria. En este caso, debemos seguir dirigiéndonos al sitio desde
donde se nos mostró y ofrecerle nuestros servicios. Podemos decir-
le, por ejemplo:
—Si ya no le es a usted dable materializarse, caballero (repito
que son muy sensibles a las buenas palabras), recurra usted a mi
RODRIGO ALBERTO AGUSTÍN AQUINO, 11 AÑOS, HIDALGO

57
TRISTÁN EFRÉN GARCÍA ÁVILA, DURANGO

58
mano: vea usted: cojo un lápiz, papel... Dícteme usted... Mueva
usted mi diestra.
Si ni aun esto pudiere hacer el fantasma, ofrezcámosle nuestro
futuro sueño.
—Esta noche, digámosle, cuando mi alma se desate de las liga-
duras carnales, me pongo a la disposición de usted para que se sirva
insinuarme lo que guste. Estoy por completo a sus órdenes.
He aquí, Méndez, he aquí, Campomanes, la actitud de todo
hombre correcto, ante un fantasma: actitud por alto extremo meri-
toria.
El hecho de que la muerte nos vuelva invisible a un amigo, a un
hermano, a un prójimo, no nos faculta para ser bruscos, despecti-
vos o ligeros. ¿Pues qué, un ciego, porque no nos ve, deja de salu-
darnos en cuanto se da cuenta de nuestra presencia? Y nosotros,
amigos míos, Méndez, Campomanes, Cajiga... ¿qué somos sino
unos pobres ciegos ante el Misterio?
Los muertos no son los ausentes, sino los invisibles, creo que
dijo Víctor Hugo. Seamos, pues, corteses para con ellos. Los ciegos
generalmente son corteses. ¡Seamos siquiera como los ciegos!
Y basta de clase por ahora, concluyó el profesor levantándose.
Nuestra próxima conferencia versará sobre la manera de distin-
guir a los fantasmas serios de los otros... porque, amigos míos: Ca-
jiga, Campomanes, Méndez, hay fantasmas y fantasmas...

59
SEBASTIÁN EMMANUEL SOLÍS MARTÍNEZ, 9 AÑOS, COAHUILA

60
Fotografía espírita

Los espíritus tienen coqueterías de mujer; cosa que yo no hubiera


creído si no me lo revelan ellos mismos, o mejor dicho, si no “reve-
la” esas coqueterías un buen fotógrafo, artista macabro que fija en
su cámara oscura fisonomías ultraterrestres.
Este digno hijo de Daguerre, seguro de que los espíritus, como
los microbios, pululan en todas partes, se dijo: “Hay que atrapar-
los”, y los atrapa por un medio muy sencillo.
Va usted a retratarse, lo coloca a usted frente a la cámara, y le dice:
—Evoque usted a algún espíritu.
Y usted evoca a su madre (conste que esta frase no es un insulto).
—Reconcentre usted su imaginación —añade el fotógrafo—
para que la imagen no se borre un punto. ¡A la una!, ¡a las dos!, ¡a
las tres!
Ya está usted retratado con todo y madre.
A los tres o cuatro días va usted por sus retratos, los observa: la
fisonomía de usted se destaca perfectamente y, aquí en-
tra lo maravilloso; sobre la cabeza de usted, en el lienzo
que sirve de fondo, hay unos trazos vagos esfumados
casi, se advierte un rostro; lo considera usted bien y
acaba por distinguir sus facciones.
—¿Son las de su madre?
—No —responde usted—, serán
las de la suya.
SCARLETT MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, 11 AÑOS, GUANAJUATO

61
DANNA FERNANDA VILLAVICENCIO PÉREZ, 10 AÑOS, BAJA CALIFORNIA SUR

—Las de la mía tampoco. Se trata de otro espíritu que andaba


por ahí. Apenas tuvo tiempo de alisarse el pelo para no salir con la
cabeza desgreñada. Si hubiera tenido tiempo, de seguro se pone
una flor en la cabeza y sonríe.
¿Evoca usted a su padre?
Pues resulta un caballero anciano con patillas luengas y ceño
fruncido.
No es tampoco el papá de usted, es otro espíritu a quien atrapó
el fotógrafo al pasar, en la cámara oscura.
En el lienzo del fondo de que he hablado, hay asimismo algunas
manchas: ésos son los espíritus que usted evocó; andaban lejos,

62
entretenidos, y no alcanzaron a salir, pero se adivina que son ellos;
para eso sirven las intuiciones del cariño...
Paga usted un peso por cada retrato y se va tan contento a su
casa, que si al fin y al cabo no salió su madre ni salió su padre, salie-
ron otros y lo mismo da; ¡qué sabe usted si aquel anciano de pati-
llas fue algún tío suyo, y si aquella buena señora que apenas se al-
canzó a rizar el pelo, es su suegra, la suegra a quien tuvo usted la
dicha de no conocer!
PAÚL ERNESTO ALVARADO GALVÁN, 12 AÑOS, BAJA CALIFORNIA SUR

63
La fotografía, por lo demás, es mala; las figuras se destacan de
un fondo oscuro con tonos amarillentos, pero hay que advertir que
esos tonos se deben a la luz de los nimbos que “usan” los espíritus.
Y hay que perdonar los otros defectos. ¿Qué, quería usted salir
bien, en fotografía bonita y con espíritus?
¡Vamos, no pida usted gollerías!
Mi hermanito en Allan Kardec no se preocupa mucho del arte;
no es ésa su misión. Artista sobrenatural, se limita a atrapar espíri-
tus. Hay que avisarles a éstos para que no los cojan en déshabillé.1
ROMINA ISABELLA QUEVEDO ANGULO, 10 AÑOS, SINALOA

1
Bata de dormir.

64
MONSERRAT ROBLES RUBIO, 12 AÑOS, SINALOA

65
SARAH MORALES LÓPEZ VERA, 12 AÑOS, SINALOA

66
La novia de Corinto

Había en Grecia, en Corinto, cierta familia compuesta del padre, la


madre y una hija de dieciocho años.
La hija murió. Pasaron los meses y habían transcurrido ya seis,
cuando un mancebo, amigo de los padres, fue a habitar por breves
días la casa de éstos.
Diósele una habitación relativamente separada de las otras, y
cierta noche llamó con discreción a su puerta una joven de rara
belleza.
El mancebo no la conocía; pero seducido por la hermosura de la
doncella, se guardó muy bien de hacerle impertinentes preguntas.
Un amor delicioso nació de aquella primera entrevista, un amor
en que el mancebo saboreaba no sé qué sensación extraña, de hon-
dura, de misterio, mezclados con un poco de angustia...
La joven le ofreció la sortija que llevaba en uno de sus marfile-
ños y largos dedos. Él la correspondió con otra...
Muchas cosas ingenuas y suaves brotaron de los labios de los
dos.
En la amada había un tenue
resplandor de melancolía y una
como seriedad prematura. DIANA CESEÑA AGUNDEZ, 11 AÑOS, BAJA CALIFORNIA SUR

En sus ternuras ponía ella no sé


qué de definitivo.
A veces parecía distraída, absor-
ta, y de una frialdad repentina.

67
ENYA SURÉ KOLEFF ÁVILA, 11 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO

En sus facciones, aun con el amor, alternaban serenidades mar-


móreas. Pasaron bastante tiempo juntos.
Ella consintió en compartir algunos manjares de que él gustaba.
Por fin se despidió, prometiendo volver la noche siguiente, y
fuese con cierto ritmo lento y augusto en el andar...

*
Pero alguien se había percatado, con infinito asombro, de su pre-
sencia en la habitación del huésped: este alguien era la nodriza de la
joven; nodriza que hacía seis meses había ido a enterrarla en el cer-
cano cementerio.

68
Conmovida hasta los huesos, echó a correr en busca de los pa-
dres y les reveló que su hija había vuelto a la vida.
—¡Yo la he visto! —exclamó.
Los padres de la muerta no quisieron dar crédito a la nodriza;
mas para tranquilizar a la pobre vieja, la madre prometió acompa-
ñarla a fin de ver la aparición.
Sólo que aún no amanecía. El mancebo, a cuya puerta se asoma-
ron de puntillas, parecía dormir.
Interrogado al día siguiente, confesó que, en efecto, había recibi-
do la visita de una joven, y mostró el anillo que ella le había dado
en cambio del suyo.
Este anillo fue reconocido por los padres. Era el mismo que la
muerta se había llevado en su dedo glacial. Con él la habían ente-
rrado hacía seis meses.
ANDREA BAUTISTA CORTÉS, 10 AÑOS, OAXACA

69
JESHUA MARTÍN ÁVALOS HERNÁNDEZ, 11 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO

—Seguramente —dijeron— el cadáver de nuestra hija ha sido


despojado por los ladrones.
Mas como ella había prometido volver a la siguiente noche, re-
solvieron aguardarla y presenciar la escena.
La joven volvió, en efecto... volvió con su extraño ambiente de
enigma...
El padre y la madre fueron prevenidos secretamente, y al acudir
reconocieron a su hija fenecida.
Ella, no obstante, permanecía fría ante sus caricias.
Más aún, les hizo reproches por haber ido a turbar su idilio.
—Me han sido concedidos —les dijo— tres días solamente para
pasarlos con el joven extranjero, en esta casa donde nací... Ahora
tendré que dirigirme al sitio que me está designado.
Dicho esto, cayó rígida, y su cuerpo quedó allí visible para todos.
Fue abierta la tumba de la doncella, y en medio del mayor des-
concierto de los espíritus... se la encontró vacía de cadáver; sólo la
sortija ofrecida al mancebo reposaba sobre el ataúd.

70
El cuerpo —dice la historia— fue trasladado como el de un
vampiro, y enterrado fuera de los muros de la ciudad, con toda
clase de ceremonias y sacrificios.

*
Esta narración es muy vieja y ha corrido de boca en boca entre gen-
tes de las cuales ya no queda ni el polvo.
La señora Croide la recogió, como una florecita de misterio, en
su libro The Night Side of Nature.
Confieso que a mí me deja un perfume de penetrante poesía en
el alma.
Vampirismo... ¡no! Suprimamos esta palabra fúnebremente agre-
siva, e inclinémonos ante el arcano, ante lo incomprensible de una
vida de doncella que no se sentía completa más allá de la tumba.
Pensemos con cierta íntima ternura en esa virgen que vino de las
riberas astrales a buscar a un hombre elegido y a cambiar con él el
anillo de bodas...
EMILIANO SÁNCHEZ, 12 AÑOS, GUANAJUATO

71
ZAHIR DÍAZ CAMPOS, 11 AÑOS, CHIHUAHUA

72
El ángel caído
Cuento de Navidad dedicado a mi
sobrina María de los Ángeles

Érase un ángel que, por retozar más de la cuenta sobre una nube
crepuscular teñida de violetas, perdió pie y cayó lastimosamente a
la Tierra.
Su mala suerte quiso que, en vez de dar sobre el fresco césped,
diese contra bronca piedra, de modo y manera que el cuitado se
estropeó un ala, el ala derecha, por más señas.
Allí quedó despatarrado, sangrando, y aunque daba voces de
socorro, como no es usual que en la Tierra se comprenda el idioma
de los ángeles, nadie acudía en su auxilio.
En esto acertó a pasar no lejos un niño que volvía de la escuela,
y aquí empezó la buena suerte del caído, porque como los niños sí
suelen comprender la lengua angélica (en el siglo XX mucho me-
nos, pero en fin), el chico allegóse al mísero, y sorprendi-
do primero y compadecido después, tendióle la mano y
le ayudó a levantarse.
Los ángeles no pesan, y la leve fuerza del niño
bastó y sobró para que aquél se pusiese en pie.
MAYA SUÁREZ MALDONADO, 6 AÑOS, ESTADO DE MÉXICO

73
DERECK HAZIEL MONTES DE OCA SALINAS, 12 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO

Su salvador ofrecióle el brazo y vióse entonces el más raro espec-


táculo: un niño conduciendo a un ángel por los senderos de este
mundo.
Cojeaba el ángel lastimosamente, ¡es claro! Acontecíale lo que
acontece a los que nunca andan descalzos: el menor guijarro le pin-
chaba de un modo atroz. Su aspecto era lamentable. Con el ala
rota, dolorosamente plegada, manchado de sangre y lodo el pluma-
je resplandeciente, el ángel estaba para dar compasión.
Cada paso le arrancaba un grito; los maravillosos pies de nieve
empezaban a sangrar también.
—No puedo más —dijo al niño.
Y, éste, que tenía su miaja de sentido práctico, respondióle:
—A ti (porque desde un principio se tutearon), a ti lo que te
falta es un par de zapatos. Vamos a casa, diré a mamá que te los
compre.
—¿Y qué es eso de zapatos? —preguntó el ángel.
—Pues mira —contestó el niño mostrándole los suyos—; algo
que yo rompo mucho y que me cuesta buenos regaños.

74
—¿Y yo he de ponerme eso tan feo...?
—Claro... ¡o no andas! Vamos a casa. Allí mamá te frotará con
árnica y te dará calzado.
—Pero si ya no me es posible andar... ¡cárgame!
—¿Podré contigo?
—¡Ya lo creo!
Y el niño alzó en vilo a su compañero, sentándolo en su hom-
bro, como lo hubiera hecho un diminuto San Cristóbal.
—¡Gracias! —suspiró el herido—; qué bien estoy así... ¿Verdad
que no peso?
—¡Es que yo tengo fuerzas! —respondió el niño con cierto or-
gullo y no queriendo confesar que su celeste fardo era más ligero
que uno de plumas.
YAMINA XIOMARA BRISEÑO MARTÍNEZ, 12 AÑOS, CAMPECHE

75
En esto se acercaban al lugar, y os aseguro que no era menos pe-
regrino ahora que antes el espectáculo de un niño que llevaba en
brazos a un ángel, al revés de lo que nos muestran las estampas.
Cuando llegaron a la casa, sólo unos cuantos chicuelos curiosos
les seguían. Los hombres, muy ocupados en sus negocios, las muje-
res que comadreaban en las plazuelas y al borde de las fuentes, no
se habían percatado de que pasaban un niño y un ángel. Sólo un
poeta que divagaba por aquellos contornos, asombrado, clavó en
ellos los ojos y sonriendo beatamente los siguió durante buen espa-
cio de tiempo con la mirada... Después se alejó pensativo...
Grande fue la piedad de la madre del niño, cuando éste le mos-
tró a su alirroto compañero.
JOSÉ ROBERTO MORVA RODRÍGUEZ, 12 AÑOS, JALISCO

76
—¡Pobrecillo! —exclamó la buena señora—; le dolerá mucho el
ala, ¿eh?
El ángel, al sentir que le hurgaban la herida, dejó oír un lamento
armonioso. Como nunca había conocido el dolor, era más sensible
a él que los mortales, forjados para la pena.
Pronto la caritativa dama le vendó el ala, a decir verdad, con
trabajo, porque era tan grande que no bastaban los trapos; y más
aliviado y lejos ya de las piedras del camino, el ángel pudo ponerse
en pie y enderezar su esbelta estatura.
Era maravilloso de belleza. Su piel translúcida parecía iluminada
por suave luz interior y sus ojos, de un hondo azul de incompara-
ble diafanidad, miraban de manera que cada mirada producía un
éxtasis.

—Los zapatos, mamá, eso es lo que le hace falta. Mientras no tenga


zapatos, ni María ni yo (María era su hermana) podremo jugar con
él —dijo el niño.
Y esto era lo que le interesaba sobre todo: jugar con el ángel.
A María, que acababa de llegar también de la escuela, y que no
se hartaba de contemplar al visitante, lo que le interesaba más eran
las plumas; aquellas plumas gigantescas, nunca vistas, de ave del
Paraíso, de quetzal heráldico..., de quimera, que cubrían las alas del
ángel. Tanto, que no pudo contenerse, y acercándose al celeste he-
rido, sinuosa y zalamera, cuchicheóle estas palabras:
—Di, ¿te dolería que te arrancase yo una pluma? La deseo para
mi sombrero...

77
SANDRA CAROLINA SEPÚLVEDA VIDALES, 11 AÑOS, BAJA CALIFORNIA SUR

—Niña —exclamó la madre, indignada, aunque no compren-


día del todo aquel lenguaje.
Pero el ángel, con la más bella de sus sonrisas, le respondió exten-
diendo el ala sana:
—¿Cuál te gusta?
—Esta tornasolada...
—¡Pues tómala!
Y se la arrancó resuelto, con movimiento lleno de gracia, ex-
tendiéndola a su nueva amiga, quien se puso a contemplarla em-
belesada.
No hubo manera de que ningún calzado le viniese al ángel. Te-
nía el pie muy chico, y alargado en una forma deliciosamente aris-
tocrática, incapaz de adaptarse a las botas americanas (únicas que
había en el pueblo), las cuales le hacían un daño tremendo, de
suerte que claudicaba peor que descalzo.

78
La niña fue quien sugirió, al fin, la buena idea:
—Que le traigan —dijo— unas sandalias. Yo he visto a San Ra-
fael con ellas, en las estampas en que lo pintan de viaje, con el jo-
ven Tobías, y no parecen molestarle en lo más mínimo.
El ángel dijo que, en efecto, algunos de sus compañeros las usa-
ban para viajar por la Tierra; pero que eran de un material finísimo,
más rico que el oro, y estaban cuajadas de piedras preciosas. San
Crispín, el bueno de San Crispín, fabricábalas.
—Pues aquí —observó la niña— tendrás que contentarte con
unas menos lujosas, y déjate de santos si las encuentras.
CRISTIAN ROMERO PACHECO, 12 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO

79
FÁTIMA MONSERRATH RAMÍREZ ORTEGA, 12 AÑOS, COLIMA

*
Por fin el ángel, calzado con sus sandalias y bastante restablecido de
su mal, pudo ir y venir por toda la casa.
Era adorable escena verle jugar con los niños. Parecía un gran
pájaro azul, con algo de mujer y mucho de paloma, y hasta en lo
zurdo de su andar había gracia y señorío.
Podía ya mover el ala enferma, y abría y cerraba las dos con mo-
vimientos suaves y con un gran rumor de seda, abanicando a sus
amigos.
Cantaba de un modo admirable, y refería a sus dos oyentes his-
torias más bellas que todas las inventadas por los hijos de los hom-
bres.
No se enfadaba jamás. Sonreía casi siempre, y de cuando en
cuando se ponía triste.
Y su faz, que era muy bella cuando sonreía, era incomparable-

80
mente más bella cuando se ponía pensativa y melancólica, porque
adquiría una expresión nueva que jamás tuvieron los rostros de los
ángeles y que tuvo siempre la faz del Nazareno, a quien, según la
tradición, “nunca se le vio reír y sí se le vio muchas veces llorar”.
Esta expresión de tristeza augusta fue, quizá, lo único que se lle-
vó el ángel de su paso por la Tierra...

*
¿Cuántos días transcurrieron así? Los niños no hubieran podido
contarlos; la sociedad con los ángeles, la familiaridad con el Ensue-
ño, tienen el don de elevarnos a planos superiores, donde nos sus-
traemos a las leyes del tiempo.
El ángel, enteramente bueno ya, podía volar, y en sus juegos
maravillaba a los niños, lanzándose al espacio con una majestad
suprema; cortaba para ellos la fruta de los más altos árboles, y, a
veces, los cogía a los dos en sus brazos y volaba de esta suerte.
Tales vuelos, que constituían el deleite mayor para los chicos,
alarmaban profundamente a la madre.
—No vayáis a dejarlos caer por inadvertencia, señor Ángel —
gritábale la buena mujer—. Os confieso que no me gustan juegos
tan peligrosos...
Pero el ángel reía y reían los niños, y la madre acababa por reír
también, al ver la agilidad y la fuerza con que aquél los cogía en sus
brazos, y la dulzura infinita con que los depositaba sobre el césped
del jardín... ¡Se hubiera dicho que hacía su aprendizaje de Ángel
Custodio!

81
—Sois muy fuerte, señor Ángel —decía la madre, llena de pas-
mo. Y el ángel, con cierta inocente suficiencia infantil, respondía:
—Tan fuerte, que podría zafar de su órbita a una estrella.

*
Una tarde, los niños encontraron al ángel sentado en un poyo de
piedra, cerca del muro del huerto, en actitud de tristeza más honda
que cuando estaba enfermo.
—¿Qué tienes? —le preguntaron al unísono.
—Tengo —respondió— que ya estoy bueno; que no hay ya
pretexto para que permanezca con vosotros... ¡que me llaman de
allá arriba, y que es fuerza que me vaya!
—¿Qué te vayas? ¡Eso nunca! —replicó la niña.
—¿Y qué he de hacer si me llaman?...
—Pues no ir...
—¡Imposible!
Hubo una larga pausa llena de angustia. Los niños y el ángel
lloraban.
De pronto, la chica, más fértil en expedientes, como mujer, dijo:
—Hay un medio de que no nos separemos...
—¿Cuál? —preguntó el ángel, ansioso.
—Que nos lleves contigo.
—¡Muy bien! —afirmó el niño palmoteando.
Y con divino aturdimiento, los tres pusiéronse a bailar como
unos locos. Pasados, empero, estos transportes, la niña quedóse
pensativa, y murmuró:

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BÁRBARA ELIZABETH CRUZ CASTRO, 11 AÑOS, COLIMA

—Pero, ¿y nuestra madre?


—¡Eso es! —corroboró el ángel—, ¿y vuestra madre?
—Nuestra madre —sugirió el niño— no sabrá nada... Nos ire-
mos sin decírselo... y cuando esté triste, vendremos a consolarla.
—Mejor sería llevarla con nosotros —dijo la niña.
—¡Me parece bien! —afirmó el ángel—. Yo volveré por ella.
—¡Magnífico!
—¿Estáis, pues, resueltos?
—Resueltos estamos.
Caía la tarde fantásticamente, entre niágaras de oro.
El ángel cogió a los niños en sus brazos, y de un solo ímpetu se
lanzó con ellos al azul luminoso.
La madre en esto llegaba al jardín, y toda trémula violes alejarse.
El ángel, a pesar de la distancia, parecía crecer. Era tan diáfano,
que a través de sus alas se veía el Sol.
La madre, ante el milagroso espectáculo, no pudo ni gritar.
Quedóse alelada, viendo volar hacia las llamas del ocaso aquel gru-
po indecible, y cuando, más tarde, el ángel volvió al jardín por ella,
la buena mujer estaba aún en éxtasis.

83
BÁRBARA HUERTA VARGAS, ZACATECAS
Las varitas de la virtud
A Federico Gamboa

Cuando niño, vivía yo en un caserón desgarbado, sólido y viejo,


que era como la casa solariega de la familia.
¡Oh! mi caserón desgarbado, sólido y viejo, vendido después a
vil precio, a no sé qué advenedizos, que fueron a turbar el silencio-
so ir y venir de los queridos fantasmas.
En su patio lamoso, crecían bellos árboles del trópico, y en un
rincón, el viejo pozo de brocal agrietado y rechinante carril servía
de guarida a una tortuga, que desde el fondo y a través del tranqui-
lo cristal del agua, nos miraba, estirando, cuando nos asomábamos,
su cabeza de serpiente, como un dios asiático.
MILENA ISABELA KOLEFF ÁVILA, 12 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO

85
Moraban en esa casa, con mis padres y mis hermanos, mi abue-
lita materna, y una tía soltera, bella, apacible, retraída y mística,
que murió a poco, en flor, y a quien tendieron en la gran sala, en
un lecho blanco, nevado de azahares.
Esta mi tía, muy amada, soñó una noche que se le aparecía cier-
to caballero de fines del siglo XVIII. Llevaba media de seda blanca,
calzón y casaca bordados, espumosa corbata de encaje cayendo so-
bre la camisa de batista, y empolvada peluca.
Saludóla, con grave y gentil cortesía, y díjole que en un ángulo
del salón había enterrado un tesoro: un gran cofre de áureas pelu-
conas.
Mi tía, que soñaba poco en las cosas de este mundo, porque le
faltaba tiempo para soñar en las del cielo, despertóse preocupada,
sin embargo, de la vivacidad de su visión y la refirió a mis padres y
a mi abuela.
Esta última creía en los tesoros como toda la gente de su tiempo.
Había nacido en la época febril de las luchas por nuestra indepen-
dencia, en La Barca, donde su tío era Alcalde. Cuando el Padre Hi-
dalgo entró a la ciudad solemnemente, ella le contemplaba, según
nos contó muchas veces, “pegada a la capa de su tío el Alcalde”.
Más tarde, mucho más tarde, asistió a la jura del Emperador
Iturbide, y recordaba las luchas del pueblo por recoger las buenas
onzas de oro y de plata que para solemnizar el acontecimiento se le
arrojaban en grandes y cinceladas bandejas.
“In illo tempore”, los entierros eran cosa común y corriente.
Los españoles, perseguidos o no, reputaban como el mejor escon-
dite la tierra silenciosa, que sabe guardar todos los secretos... No

86
pasaba año sin que se cuchicheara de ésta o de aquella familia de la
ciudad, que había encontrado un herrumbroso cofre repleto de
onzas.
Y se daban detalles peregrinos:
La tierra defiende celosamente, a lo que parece, el bien que se le
ha confiado.
Cuando la barreta empieza a removerla, si ha dado justo en el
sitio donde yace el oro o la plata, óyese un estruendo, como de pa-
ladines armados de todas armas, que libran descomunal batalla.
Chocan las filosas espadas contra las firmes corazas, óyense con-
fusas voces que ponen espanto en el ánimo...
Los buscadores vacilan, tiemblan, y si no tienen el corazón blin-
dado contra el pánico, recubren el hoyo y se alejan.
Si continúan, invariablemente, a cierta profundidad, topan con
un esqueleto. Cuando aparece el esqueleto, el tesoro está cerca. Ello
se explica.
Quien enterraba su oro, mataba casi siempre al excavador del
pozo, a fin de que no contara del escondite. Nuestros abuelos sólo
tenían fe en el silencio de los muertos...
KARIME MARTÍNEZ VENEGAS, 12 AÑOS, OAXACA

87
ANDREA BAUTISTA CORTÉS, 10 AÑOS, OAXACA

A veces, estos muertos eran dos: según la magnitud del hoyo y,


por ende, del entierro.
Por fin, a unos cuantos pies más abajo, estaba el cofre... que ge-
neralmente costaba un trabajo endemoniado abrir y que pesaba
horriblemente.

*
Existían dos procedimientos infalibles para hallar un tesoro. Y esto
también lo sabía mi abuela a maravilla: El primero, hablar al muerto.
Donde había un tesoro, había un alma en pena. Ello era ele-
mental.
No se ha sabido aún de fantasma ninguno que se resigne a dejar
ignorado un entierro.
En las noches enlunadas, rondan alrededor del sitio en que se
ennegrecen lentamente los viejos pesos de a ocho reales y las onzas
amarillentas con la efigie del rey Don Carlos IV.

88
Hay que aprovechar tales apariciones y si uno tiene el alma en
su almario, dirigirse derechamente al fantasma y hacerle la consa-
bida pregunta:
—De parte de Dios te pido que me digas si eres de esta vida o de
la otra.
A lo que generalmente el interfecto (imaginamos que se trata del
espíritu del excavador asesinado) responde:
—Soy de la otra.
Esto basta para “romper el hielo”.
El muerto entra en palique con vosotros, y os explica bien dón-
de está el dinero y cómo habrá de procederse para sacarlo.
Después, cumplida su misión, desaparece...
Pero no se va, no lo creáis, se queda acechando en no sé qué
pliegue de la sombra, a fin de ver si dais por fin con el tesoro. Si
dais con él, se marcha resueltamente a la eternidad. Si no, perma-
ROMUALDO CRUZ GUILLERMO, 10 AÑOS, OAXACA

89
nece allí, retenido por invisible grillete, hasta que el cofre sea desen-
terrado y a los restos humanos se dé cristiana sepultura.

*
El segundo procedimiento es el de las varitas mágicas; a él sugirió
mi abuela que se recurriese, en virtud de que el caballero de casa-
cón y peluca se limitó a una aparición en sueños...
Desgraciadamente, mi padre no creía en las varitas. Había naci-
do en la medianía del siglo diecinueve “o, por mejor decir, decimo-
nono” y entonces ya no se creía en las varitas.
Además, el caballero de marras había designado justamente un
sitio en que se asentaban los sillares de la pared madre de la casa.
Escarbar allí era exponerse a un derrumbamiento.
Mi abuela hizo, sin embargo, traer las varitas, a furto de mi pa-
dre, y, cosa estupenda, señalaron el mismo sitio designado por el
caballero de la peluca.
Cierto que señalaron también otros sitios; pero en aquél, coinci-
dieron con el fantasma...
Mi abuela estaba desolada.
¡Qué lástima que mi padre no creyera en las varitas mágicas de
madera de acebo con regatón de hierro, que se tallan en una rama
joven, en la noche del Viernes Santo!

*
¿Quién tuvo razón, mi abuela o mi padre?
Mi abuela tuvo razón: Las varitas mágicas dicen verdad. La cien-
cia, en esto, como en otras muchas cosas, ha venido a corroborar

90
las ingenuas ideas de nuestros antepasados y a probarnos una vez
más que el mito no es sino la envoltura luminosa, un poco fantásti-
ca, de la verdad.
Las varitas mágicas eran simplemente “varitas imantadas”, que
ahora están en pleno favor en Europa. Los ingenieros las usan para
descubrir manantiales, corrientes subterráneas, y, con especialidad,
“yacimientos de metal”...
Nunca marran2 estas varitas, cuando se sabe emplearlas. ¡Nunca
marran, abuelita mía, nunca marran!
KARLA ARACELY MEDINA ANTONIO, 10 AÑOS, OAXACA

2
Fallar.

91
VANESSA YAMILET HERNÁNDEZ GARCÍA, 8 AÑOS, OAXACA SAULO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, 9 AÑOS, OAXACA

92
Los congelados

Exclamó el joven sabio:


“¡La vida! ¡Y qué sabemos nosotros de lo que es la vida, amigo
mío!... ¿Usted ha visto, sin duda, funcionar esos populares aparatos
que se llaman ventiladores, y que se mueven en un perenne vértigo,
refrescando el ambiente caliginoso de los cafés? ¡Quién no los co-
noce! Trátase de dos simples hélices cruzadas, que por medio de un
sencillo mecanismo giran, agitando el aire. Para ponerlas en movi-
miento, basta meter la clavija (que está al cabo de un flexible metá-
lico envuelto en hilo de algodón) en el enchufe. El fluido corre a
través del flexible, y el aparato se echa a girar. Quita usted la clavija;
cesa el fluido de comunicar movimiento a la pequeña máquina; las
hélices se paran… y el aparato es como un cuerpo sin vida. Si lo
dejamos allí indefinidamente, acabará por orinecerse. Después,
VALERIA CAROLINA REYNOSA JIMÉNEZ, 11 AÑOS, COAHUILA

será inútil comunicarle nuevo fluido. Pero mientras esto no suceda,


cuantas veces se produzca el contacto de la clavija y el enchufe, el
pequeño organismo funcionará…
“Pues bien, amigo mío, la vida no es ya para la ciencia más que
algo semejante a ese fluido eléctrico, es decir, una de las fuerzas
constantes de la naturaleza. Por causas casi siempre conocidas, el
fluido, la bienhechora corriente vital se suspen-
de, y se para la máquina. Pero es posible, den-
tro de los modernos conocimientos, aplicarle
de nuevo la corriente y hacerla moverse otra
vez… Sólo que hasta hoy era preciso intentar

93
luego la resurrección, en vista de que el cuerpo humano se descom-
pone con más rapidez que la máquina de que hablamos, y una vez
descompuesto es imposible todo tanteo. Felizmente, los últimos
experimentos de Raoul Pictet, mi maestro muy querido, con el
cual trabajo ahora aquí mismo, abren posibilidades sin límites a
este respecto.
LOHANNEY JAEL VÁZQUEZ CORTÉS, 9 AÑOS, COAHUILA

“¿Quizá habrá leído usted los milagros que mi maestro ha podi-


do realizar con los peces? Imagínese usted una pecera que, por de-
terminados procedimientos, se va paulatinamente helando, prime-
ro, a cero grados; después a temperaturas de 20° y aun 30°. A los
primeros síntomas de frío los peces suspenden todo movimiento.
¡Luego, quedan presos en el hielo y acaban por morir!
“A esas temperaturas de 20° y 30°, el pez no es ya más que un
bibelot cristalizado, que se quiebra con suma facilidad, pudiéndose
reducirlo con los dedos a pequeños fragmentos…
“Pero, y aquí empieza lo maravilloso, después de un tiempo in-
definido, durante el cual naturalmente se ha tenido la precaución

94
de conservar la bajísima temperatura de la pecera, se deja a ésta
paulatinamente licuarse; el agua, con suma lentitud, va deshelán-
dose; vuelven los peces a flotar en ella y de pronto empiezan a mo-
verse y a nadar como si tal cosa, agitando sus aletas con el elegante
ritmo habitual…”.
El joven sabio hizo una pausa, durante la cual buscaba en mi fi-
sonomía el efecto de sus palabras.
—Pues bien —prosiguió después de algunos segundos—; ¿qué
diría usted si yo le asegurase que, tras muchos ensayos (con ranas,
que soportan temperaturas de 28°; con escolopendras, que la so-
portan de 50°; con caracoles, que las sufren hasta de 120°), qué di-
ría usted si yo le asegurase haber logrado con mamíferos, con cua-
drumanos de gran talla… con el complicado cuerpo del hombre
por fin, lo que mi maestro Pictet obtuvo con los peces?
JEANNETTE SAYURI CURIEL LÓPEZ, 9 AÑOS, OAXACA

95
BRAYAN ALBERTO ARREDONDO VALENZUELA, 9 AÑOS, COAHUILA

—¡Imposible!
—Se ha logrado, sí señor, y —añadió, acercándose a mi oído—
en un subterráneo especial al que puedo conducir a usted cuando
guste, yacen congelados en ataúdes diáfanos, que se hallan a tem-
peraturas terriblemente bajas, varios hombres, sí señor, varios hom-
bres que por su voluntad han querido dormir, dormir mucho tiem-
po, meses, años… para poner un paréntesis de hielo y de dulce y
sosegada inconsciencia entre su dolorosa vida de ayer y la vida de
mañana (que esperan superior a ésta), en una sociedad más sabia.
“Claro que han pagado muy caro tal paréntesis; pero como se
trata de ricos… Al cabo de cierto tiempo, el procedimiento se aba-
ratará, y entonces, hasta los más pobres podrán sustraerse cuanto
tiempo quieran a su calvario cotidiano. A la vejez y a la muerte.
“Entre estos congelados de ahora hay dos o tres que están allí
por pura curiosidad, porque imaginan que, cuando despierten, se
encontrarán en un mundo mejor… Para mí creo que se equivocan,

96
pero, en fin, allá ellos; y uno de los dormidos, el más peregrino de
todos, ha pagado por veinte años de inconsciencia. ¿A que no sabe
usted para qué? Pues para dar tiempo de que crezca una niña que
ahora tiene dos años, y con la cual ha jurado casarse…”
—Debe ser un yanqui…
—Ha acertado usted. Es de Denver (Colorado). De tal manera
que les ha cristalizado a todos el frío, que si les tocásemos podría-
mos quebrarles en no sé cuántos pedazos, como a los peces de ma-
rras; arrancarles una mano o un pie como si fuesen muñecos de
azúcar candi…
“Llegado el momento en que, según convenio particular con
cada uno, hay que deshelarlos, se les aplica idéntico procedimiento
ISOLDA MARIANY PUGA ÁVILA, 11 AÑOS, NAYARIT

97
JONATAN YMANOL GARCÍA ALBALDAÑO, 12 AÑOS, COAHUILA

al de los peces, y
una vez que el
agua ya licuada
adquiere la tempe-
ratura convenien-
te, cátalos dispuestos a vivir tonificados, alegres, como si
saliesen de un baño… Debo advertir a usted, sin embar-
go, que los hombres no se mueven así como así, nada
más porque se les licue y caliente el agua; hay que hacer-
les en seguida la respiración artificial, como a los faquires
que desentierran en la India al cabo de algunos días de ca-
talepsia provocada. Pero merced a las tracciones rítmicas de
la lengua, a los movimientos del pecho, de los brazos y demás, al-
gunos minutos después de licuarse el agua, ya andan nuestros suje-
tos por allí, vistiéndose, para asomarse de nuevo a la vida, de la que
quisieron escapar por determinado tiempo.
“¿Quiere usted ver las urnas con sus respectivos congelados?
Pues con venir mañana temprano a mi laboratorio, yo se los mos-
traré, a través de un cristal, naturalmente, porque el sitio en que se
hallan mantiénese a una temperatura tal, que se congelaría usted a
su vez en dos minutos…”.
¿Qué misterio solapadamente agresivo había en la sonrisa del
doctor al decir esto? No lo sé; pero es lo cierto que, aunque le pro-
metí volver al día siguiente, no me atreví a acudir a la cita… Qui-
zás temí una superchería, una soflama; quizá algo peor: que me
metiese a mí en una “pecera” de aquellas, y me mantuviese allí
congelado durante algunos años… Estos experimentadores son te-

98
rribles… ¡Yo tengo mujer, joven y bonita, de la cual aún no me
desilusiono del todo; hijos, dinero, buen estómago… No me va
mal en este mundo, y pienso dejar para los penosos días futuros el
procedimiento de la congelación!

ILIANA XIMENA MONTES PUGA, 9 AÑOS, COAHUILA

99
ÁNGELA IRIS RAMÍREZ SALVADOR, 11 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO

100
El final de un idilio

Aquella mañana, a la hora del recreo, el “prefecto de los chicos” se


acercó a mí y me dijo con voz seca, en la cual presentí no sé qué
catástrofes pavorosas:
—Suárez: el padre superior le llama a usted del otro colegio.
Póngase su cachucha y vamos.
Mientras buscaba la consabida prenda, hacía, con temor de adi-
vinar la verdad, mi examen de conciencia: cuando el padre supe-
rior me llamaba no era, sin duda, para hacerme alguna caricia; eso
me lo tenía bien sabido. Se trataba de una reprimenda y de un cas-
tigo; pero ¿por qué? Aún me faltaban cinco días sin dulce para
cumplir mi condena de quince, que me fue aplicada gracias a aque-
lla suela de zapato viejo que encontré en el campo y que, hecha
fragmentos, distribuí concienzudamente en todos los platos de car-
ne que, a la hora del refectorio, pasaron de mis manos a las de mis
compañeros; no concluía aún tres de los diez dictados que me fue-
ron impuestos por haber picado con el índice uno de los carrillos
de Iyarzábal, en el momento crítico en
que éste hacía un buche de agua, obli-
gándole a arrojar, en un cristalino chorro
horizontal, todo el líquido sobre la sotana
del prefecto. ¿Qué nuevo delito podía ha-
berme atraído las iras del padre superior?
JULIA MONSERRAT HERNÁNDEZ ALCÁNTAR, 11 AÑOS, AGUASCALIENTES

De pronto en mis cavilaciones se hizo la


luz: ¡Concha!, ¡se trataba de Concha! Y
me puse lívido.

101
Han de saber ustedes que el otro colegio, designado así por to-
dos nosotros, era un internado de niñas, frontero a nuestro plantel,
fundado por el propio fundador de éste, y al cual íbamos frecuen-
temente los muchachos, ya en demanda de los auxilios de sor Pas-
cuala, enfermera habilísima, cuando estábamos ligeramente enfer-
mos, ya invitados para asistir a alguna representación teatral,
organizada para festejar a las superioras, ya a fin de presenciar los
exámenes y la distribución de premios.
La frecuencia con que unos y otras nos veíamos había enredado
tales y cuales idilios fugitivos e ingenuos, alimentados por carticas
pésimamente ortografiadas, que se cambiaban con zozobras indeci-
bles en la primera oportunidad, y cuyo inocente poema de anhelos
en flor, indefinidos e imprecisos, era para muchos el solaz de lentas
horas de tedio, distribuidas entre el aula, el recreo y las prácticas
religiosas, en aquellos dos colegios, plantados como dos enormes
colmenares en medio de una quieta y florida aldea de la provincia
mexicana.
BRENDA CECILIA VÁZQUEZ PÉREZ, 12 AÑOS, TLAXCALA

102
Yo no había querido ser menos que los demás. Pues que ellos
tenían novia y con ella se carteaban a maravilla, ¿por qué había de
resignarme a seguir poniendo pedacitos de suela vieja en los platos
de mis compañeros y a picarles los carrillos cuando hacían buches
de agua, condenándome así a no probar más el dulce en toda la
vida y a escribir dictados durante toda la eternidad? Y resuelto a
variar el curso de mi existencia, garrapateé una carta para Concha,
una colegiala más rubia que las mañanitas de mayo, y en cuyos ojos
verdes había ya todo lo insondable del mar. ¿Qué le dije? No lo re-
cuerdo, algo como un gorjeo de pajarillo travieso que empieza a
tender el ala al sol, traducido con la peor letra del mundo en la hoja
no muy pulcra de un cuaderno de escritura, hecha luego veinte mil
dobleces. Aproveché la primer coyuntura para hacer llegar a sus
manos la misiva, y la muchacha me premió a poco, en la capilla del
pueblo, donde oíamos internos e internas la misa de precepto, con
una mirada entre medrosa y sonriente, la mirada de una rapaza de
diez años, que interroga a un hombrecillo de doce acerca de todo
lo que hay de lejano, inmenso y vago en la atracción de los sexos...
Satisfecho de mi hazaña, aguardé la respuesta y, a decir verdad,
pocos días bastaron para amortiguar mis impresiones. En aquel
tiempo me interesaba más un nido de calandria que el nido de una
boca en flor, y la única manzana prohibida que me seducía era la
jugosa y enorme que rojeaba en la huerta, fuera del alcance de mis
manos. Faltaban algunos años para que la elegida de un momento
y yo nos buscásemos en los ojos de la quimera, y muchos éxtasis
para componer los primeros versos de amor.

103
II

A la zaga del prefecto, cabizbajo y tímido, atravesé la herbosa pla-


zuela que separaba del nuestro el otro colegio, en la cual, al buen
sol de la mañana, relampagueaban vidrios rotos y chinitas blancas
entre los céspedes lacios; y momentos después, con la cachucha
entre las manos, entraba al locutorio, donde el padre superior leía a
través de sus gruesos quevedos, cabalgantes sobre su enorme nariz
aguileña, no sé qué viejo infolio amarillento.
A una señal, el prefecto nos dejó solos, y volvió a pocos instantes
trayendo de la mano a mi novia, para salir enseguida de la pieza,
como obedeciendo en todo a una previa y tremenda consigna.
“¡Alea jacta est!”,3 hubiera yo dicho para mi coleto, si mi exiguo
latín de entonces me lo hubiese permitido. Y mis ojos desolados se
encontraron con los cristalinos de la muchacha, próximos a licuar-
se en llanto, y en ellos leyeron algo irreparable, algo peor mil y mil
veces que todos los ayunos de dulce y los dictados todos de los dó-
mines de la tierra. Estábamos perdidos, irremisiblemente perdidos.
Y en esto el verdugo no se había dignado mirarme; continuaba,
en medio de un silencio de muerte, escarbando con sus ojos de
miope y su nariz apericada, en las páginas del libro.
Al fin levantó la cabeza, y nosotros la inclinamos apercibidos a la
detonación...
—Conque usted, señor Suárez, y usted, señora Iriarte, son no-
vios...

3
La suerte está echada.

104
RODRIGO ALBERTO AGUSTÍN AQUINO, 11 AÑOS, OAXACA

Silencio mortal.
—¡Conque usted, señor Suárez, se permite dirigir a la señora
cartas de amor!
Nuevo silencio.
—Debo advertirle, en primer lugar, que querer se escribe con qu
y no cerer como usted ha puesto, y que no se anhela con hache an-
tes de la a sino después de la ene; y, en segundo lugar, que, puesto
que ustedes se quieren (con ce), he resuelto casarlos (con ce tam-
bién), ¿estamos?, y que los casaré hoy mismo.
¡Así, pues, la catástrofe era más espantosa aún de lo que yo me
había imaginado! Concha, que desde las primeras palabras del su-
perior hacía pucheros y ajaba nerviosamente el delantal, se echó a
llorar a toda orquesta, y yo no tardé en imitarla.
¡Casarme! ¡Casarnos! ¿Y qué iba a decir mi madre cuando lo su-
piera? ¡Casarme! Toda la lógica elemental de mi vida se me venía
abajo, y a la apurada muchacha debía de pasarle otro tanto, por-
que, entre hipo e hipo y lágrima y lágrima, se atrevió por fin a ex-
clamar:
—¡No, padre; no, padre; ya no lo vuelvo a hacer!
Y yo a coro:

105
DULCE MELINA SEPÚLVEDA MARTÍNEZ, 10 AÑOS, COAHUILA

—¡Ya no lo vuelvo a hacer!


Empero la cara enjuta del tenebroso justiciero no se conmovía; sus
ojos, a través de sus lentes, iban de una a la otra víctima, estoqueán-
donos sin piedad, y su voz avinagrada y sin inflexiones repetía:
—No tiene remedio, esto no puede arreglarse de otra manera,
los caso ahora mismo.
—Padre —supliqué yo en el colmo de la angustia—, le aseguro
que ya no lo vuelvo a hacer. ¿Qué va a decir mi mamá? ¿Qué van a
pensar en mi casa?
Y la muchacha, a grito herido:
—¡Yo no quiero casarme; yo no quiero casarme!
Por fin el superior pareció ablandarse.
—Está bien —dijo—; no los casaré...; pero con una condición...
Ambos reos callamos, con el alma en un hilo.
—Que recibirá cada uno de ustedes seis palmetazos. ¿Están us-
tedes conformes?
No, no estábamos conformes; pero la perspectiva del matrimo-
nio era tan aterradora, que los dos asentimos con un movimiento
de cabeza.
El padre tocó una campanilla de plata que estaba sobre la mesa...
—¡A ver!, sor Inés, la palmeta.

106
Sor Inés volvió a poco trayendo el terrible instrumento de expia-
ción: una enorme palmeta taladrada por cien pequeños agujeros,
que eran como otras tantas ventosas supliciatorias.
Luego, dirigiéndose imperativamente a “mi novia”, que seguía
llorando en silencio:
—Extienda usted la mano; a usted primero.
La niña iba a hacer lo que le ordenaba; pero yo me adelanté: el
Quijote que dormitaba en mi sangre, el viejo y resplandeciente
Quijote de la raza habíase alzado, poderoso, en su Rocinante blan-
co, con su pica desfacedora de entuertos y su santo grito de galan-
tería en los labios.
—Padre —dije con voz suplicante, pero firme—, ¡deme usted a
mí los doce!
El superior me miró algunos segundos, y yo, desafiando brava-
mente su mirada, repetí:
—Deme usted a mí los doce.
—No me opongo —replicó con voz glacial—; extienda la
mano...
En el silencio de la pieza resonaban secamente los palmetazos; la
niña no lloraba ya: me miraba, me miraba con sus inmensos ojos
verdes, en que había todo lo insondable del océano, y su mirada era
un premio superior a mi castigo.
Cuando salí a la plazuela, seguido del prefecto, en la rama ondu-
lante de un arbolillo dos pájaros se besaban ante la dulce alegría de
la mañana, y yo, indicándoselos a mi acompañante con mi diestra
atormentada, murmuré con despecho:
—¡Cómo a ésos no les pegan!

107
Sobre el escritor Amado Nervo

Nació en Tepic el 27 de agosto de 1870. Su padre se llamó Amado


Nervo y su madre Juanita Ordaz. Su nana Juliana y su abuelita Ce-
cilia le contaban fantásticos cuentos de países lejanos donde abun-
dan tesoros, hadas y duendes. Su casa era pequeña pero tenía un
gran patio con árboles tropicales y en un rincón se encontraba un
pozo donde habitaba su amiga la tortuga a quien Amado alimenta-
ba con cariño.
Tepic era una ciudad pequeña donde la catedral tenía una sola
torre. En el centro de la plaza los niños correteaban en el pasto ju-
gando a las alcanzadillas y a la “Gallina y el Coyote”. El aroma de
los naranjos en flor acompañaba sus juegos. Cuando un niño atra-
paba a otro decía: “Tengo la luna sobre mi cabeza” y el otro le con-
testaba: “La tengo sobre la mía”.
A Amado le causaba curiosidad el regreso de las golondrinas,
tanto como la llegada de los cirqueros a Tepic. Cuando el convite
(o circo) llegaba a la ciudad, los niños iban por las calles tras la co-
mitiva que invitaba a chicos y grandes a presenciar la maravilla de
magos, la gracia de las bailarinas, la destreza de los trapecistas.
Amado empezó a escribir versos desde niño. En cierta ocasión
una hermana de él encontró sus versos hechos a hurtadillas y los
leyó en el comedor a toda la familia reunida. El gusto lo había ad-
quirido de su madre que escribía versos también a hurtadillas. Su
hermano Luis destacó también en el gusto por la escritura.
Aquella vida de los Nervo se ensombreció con la muerte del pa-
dre en 1883, cuando Amado tenía trece años. Su madre decidió
entonces abandonar Tepic para educar a sus hijos en Michoacán.
Al preparase para el viaje Amado escribe:

108
Vestido de casimir,
y con zapatos de lona,
mañana voy a partir,
al Colegio de Jacona.

La obra de Amado Nervo es muy amplia. Escribió una gran canti-


dad de artículos periodísticos, crónicas, narraciones y novelas, ade-
más de poesía y cuento, algunos de ellos dedicados a los pequeños
lectores.*
ROMINA GARCÍA SÁNCHEZ , 10 AÑOS, OAXACA

*(Fragmentos de la presentación de Lourdes C. Pacheco en el libro El pequeño


Amado, Conaculta/ Gobierno del Estado de Nayarit, 1999).

109
Identificación de imágenes

VANESSA MORALES SALAS, 10 AÑOS, SAN LUIS POTOSÍ


Abizaid Núñez, Marcel (11 años), Ciudad de México, pág. 47
Agustín Aquino, Rodrigo Alberto (11 años), Oaxaca, pág. 59, 107
Alvarado Galván, Paúl Ernesto (12 años), Baja California Sur, pág. 65
Amador Solís, Santiago (10 años), Nuevo León, pág. 4
Arredondo Valenzuela, Brayan Alberto (9 años), Coahuila, pág. 98
Arroyo López, Dafne Ailin, Zacatecas, pág. 45
Ávalos Hernández, Jeshua Martín (11 años), Ciudad de México, pág. 72
Ávalos Rodríguez, Valeria Jimena (11 años), Hidalgo, pág. 22
Bautista Cortés, Andrea (10 años), Oaxaca, pág. 71, 90
Becerra Sánchez, Abril (10 años), Estado de México, pág. 19
Briseño Martínez, Yamina Xiomara (12 años), Campeche, pág. 77
Calcaneo Cornejo, Jeremi Rafael (9 años), Campeche, pág. 14
Cariño Mejía, Danna (8 años), Estado de México, pág. 27
Carrillo García, Cristian Jovany (12 años), Nayarit, pág. 5
Casares Vera, Alejandro José (10 años), Yucatán, pág. 28
Casares Vera, Isabella (5 años), Yucatán, pág. 32
Castillo García, Zaid Abdiel (11 años), Oaxaca, pág. 47
Cazares Hernández, Lucero (10 años), Ciudad de México, pág. 113
Ceseña Agundez, Diana (11 años), Baja California Sur, pág. 69
Ceferino García, Emanuel (11 años), Oaxaca, pág. 27
Chávez Bastidas, Sophie I. (8 años), Sinaloa, pág. 33
Chávez Flores, Erick Raúl (9 años), Hidalgo, pág. 7
Chincoya Reyes, Valeria, Durango, pág. 52
Colorado Acosta, Oscar Ivan (12 años), Hidalgo, pág. 55
Colorado Acosta, Andrea (10 años), Hidalgo, pág. 58
Cortés González, Isabella Eréndira (11 años), Campeche, pág. 5
Cruz Castro, Bárbara Elizabeth (11 años), Colima, pág. 85
Cruz Guillermo, Romualdo (10 años), Oaxaca, pág. 91
Cruz Martínez, Brigith (12 años), Campeche, pág. 35
Curiel López, Jeannette Sayuri (9 años), Oaxaca, pág. 97
De León Arreazola, Kendy Valentina (11 años), Coahuila, pág. 21
Del Valle Reyes, Diana Pamela (12 años), Ciudad de México, pág. 10
Díaz Campos, Zahir (11 años), Chihuahua, pág. 74
Díaz García, Danna Paola (12 años), Chiapas, pág. 21
Domínguez Álvarez, Yesenia (12 años), Tabasco, pág. 13
Domínguez Cruz, Kendra Loretta (9 años), Campeche, pág. 43
Encalada Álvarez, Raúl (5 años), Veracruz, pág. 26
Escajeda Reyes, Adriana Nicolette (12 años), Coahuila, pág. 34
Estrella Inda, Luciana (12 años), Sonora, pág. 38
Fimbres Suárez, Ximena (12 años), Sonora, pág. 40
Fuentes Rodríguez, Ximena Fernanda (10 años), Hidalgo, pág. 38
Gama Delgado, María Ximena (12 años), Sonora, pág. 50
García Albaldaño, Jonatan Ymanol (12 años), Coahuila, pág. 100
García Ávila, Tristán Efrén, Durango, pág. 60
García Castillo, Keyla Denisse (9 años), Tamaulipas, pág. 9
García Peña, Azul Elizabeth, Coahuila, pág. 41
García Sánchez, Romina (10 años), Oaxaca, pág. 111
González Patiño, Diego (6 años), Chiapas, pág. 44
Gress González, Ximena, Hidalgo, pág. 14
ALBA GERALDINE TAPIA BARRETO, 12 AÑOS, ESTADO DE MÉXICO

Hernández, Sara Abigail (11 años), San Luis Potosí, pág. 49


Hernández Alcántar, Julia Monserrat (11 años), Aguascalientes, pág. 103
Hernández García, Vanessa Yamilet (8 años), Oaxaca, pág. 94
Huerta Vargas, Bárbara, Zacatecas, pág. 86
Jaimes Cicero, Mariana Zoe (8 años), Ciudad de México, pág. 12
Jiménez Galland, Ana Laura (11 años), Veracruz, pág. 3
Koleff Ávila, Enya Suré (11 años), Ciudad de México, pág. 70
Koleff Ávila, Milena Isabela (12 años), Ciudad de México, pág. 87
Laguna Sánchez, Ezequiel (12 años), Ciudad de México, pág. 56
León González, Jania Lilí (11 años), Jalisco, pág. 31
Lozada Ángeles, Arleth Itzayana (6 años), Ciudad de México, pág. 114
Lozano Ramírez, Ariel Román (10 años), Coahuila, pág. 10
Lozano Ruiz, Frida Sophia (7 años), Ciudad de México, pág. 18
Luna Aparicio, César Alejandro (12 años), Sonora, pág. 29
LUCERO CAZARES HERNÁNDEZ, 10 AÑOS, CIUDAD DE MÉXICO
Martín Tabares, Aarón Everardo (7 años), Jalisco, pág. 22
Martínez Hernández, Scarlett (11 años), Guanajuato, pág. 63
Martínez Odilón, Ángel Eduardo (11 años), San Luis Potosí, pág. 41
Martínez Venegas, Karime (12 años), Oaxaca, pág. 89
Medina Antonio, Karla Aracely (10 años), Oaxaca, pág. 93
Méndez García, Diana Karen (12 años), Oaxaca, pág. 113
Méndez Guerra, Bernardo Esteban (12 años), Nayarit, pág. 53
Méndez Guerra, Nubia Preciosa (12 años), Nayarit, pág. 23
Mendoza Enríquez, Ever Matías, Durango, pág. 37
Mendoza García, Millet (10 años), Michoacán, pág. 30
Mijangos González, José Sebastián (6 años), Chiapas, pág. 6
Montaño Fuentes, Valeria (10 años), Hidalgo, pág. 54
Montes de Oca Salinas, Dereck Haziel (12 años), Ciudad de México, pág. 76
Montes Puga, Lliana Ximena (9 años), Coahuila, pág. 101
Morales López Vera, Sarah (12 años), Sinaloa, pág. 68
Morales Salas, Vanessa (10 años), San Luis Potosí, pág. 112
Morva Rodríguez, José Roberto (12 años), Jalisco, pág. 78
Moreno de la Cruz, Karla Itzel (11 años), Hidalgo, pág. 48
Moreno Tavira, Nahomi Cecilia (11 años), Morelos, pág. 39
Olán Estrada, Cristopher (6 años), Campeche, pág. 46
Ordoñez Herrera, Neri Naim (11 años), Hidalgo, pág. 57
Osorio Gómez, Odiseo Saulo (9 años), Oaxaca, pág. 36
Pardo Reyes, Johana Maricela (11 años), Hidalgo, pág. 8
Peralta Rodríguez, Yasodara (11 años), Oaxaca, pág. 24
Peraza Urzaiz, Daniela (10 años), Yucatán, pág. 51
Pérez Arjona, Jorge Alejandro, Campeche, pág. 29
Pérez Lara, Adamari del Carmen (10 años), Campeche, pág. 15
Pérez Serrano, Raymundo Nicolás (10 años), Ciudad de México, pág. 25
Pineda Gaume, Valentina (9 años), Baja California Sur, pág. 15
Puga Ávila, Isolda Mariany (11 años), Nayarit, pág. 99
Quevedo Angulo, Romina Isabella (10 años), Sinaloa, pág. 66
Ramírez Flores, Valentina (6 años) Tlaxcala, pág. 19
Ramírez Ortega, Fátima Monserrath (12 años), Colima, pág. 82
Ramírez Salvador, Ángela Iris (11 años), Ciudad de México, pág. 102
Ramos Guillén, Yaiza Edith, Durango, pág. 53
Ramos Montes, Isabel (11 años), Aguascalientes, pág. 114
Reynosa Jiménez, Valeria Carolina (11 años), Coahuila, pág. 95
Reza Huerta, Marco Antonio, Coahuila, pág. 26
Robles Rubio, Monserrat (12 años), Sinaloa, pág. 67
Rodríguez Fernández, Saulo (9 años), Oaxaca, pág. 94
Romero Pacheco, Cristian (12 años), Ciudad de México, pág. 81
Romo Delgado, Tania (8 años), Estado de México, pág. 16
Sánchez, Emiliano (12 años), Guanajuato, pág. 73
Sánchez Romero, Brissa Alejandra, Chihuahua, pág. 42
Sánchez Sánchez, Fátima (11 años), Estado de México, pág. 11
Sandoval Barojas, Juan Pablo (10 años), Campeche, pág. 17
Saucedo Castañeda, Leonardo Yazid (11 años), Coahuila, pág. 35
Scott Carrillo, Nelly (11 años), Coahuila, pág. 2
Sepúlveda Martínez, Dulce Melina (10 años), Coahuila, pág. 108
Sepúlveda Vidales, Sandra Carolina (11 años), Baja California Sur, pág. 80
Solís Martínez, Sebastián Emmanuel (9 años), Coahuila, pág. 62
Solís Rincón, Luz Jimena (12 años), Guanajuato, pág. 46
Solís Vargas, Ivan Julian (12 años), Aguascalientes, pág. 30
Soto Reyes, Brandon Yael (7 años), Oaxaca, pág. 25
Suárez Maldonado, Maya (6 años), Estado de México, pág. 75
Talamantes Marrón, Andrés Eduardo (11 años), Baja California Sur, pág. 20
DIANA KAREN MÉNDEZ GARCÍA, 12 AÑOS, OAXACA

Tapia Barreto, Alba Geraldine (12 años), Estado de México, pág. 112
Tello Bonilla, Reyna Isabel (12 años), Jalisco, pág. 27
Valencia Peralta, Sandra Vanessa (12 años), Puebla, pág. 23
Vázquez Cortés, Lohanney Jael (9 años), Coahuila, pág. 96
Vázquez Pérez, Brenda Cecilia (12 años), Tlaxcala, pág. 104
Vega Castillo, Alejandro (11 años), Aguascalientes, pág. 52
Vega Esquivel, Alan Yael (12 años), Aguascalientes, pág. 45
Velázquez Chacón, Sebastián (9 años), Tamaulipas, pág. 37
Victoria Olvera, Ayesha Daiana (8 años), Hidalgo, págs. 33, 34
Villavicencio Pérez, Danna Fernanda (10 años), Baja California Sur, pág. 64
Zamora de Jesús, Christian Santiago (7 años), Estado de México, pág. 17
Zúñiga Mosqueda, Brandi Abyadé (11 años), Guanajuato, pág. 31
SECRETARÍA DE CULTURA

Alejandra Frausto Guerrero


Secretaria de Cultura
Natalia Toledo
Subsecretaria de Diversidad Cultural
y Fomento a la Lectura
Marina Núñez Bespalova
Secretaria de Desarrollo Cultural
Marx Arriaga Navarro
Director General de Bibliotecas

ISABEL RAMOS MONTES, 11 AÑOS, AGUASCALIENTES


Versos y prosa:
Amado Nervo para niños
Carolina Sosa Hurtado y César Correa Enríquez
Edición y coordinación
Jesús Figueroa Camargo
Diseño y formación
Ricardo Jiménez Acosta
Diseño de portada

César Correa Enríquez


Producción
Beatriz Palacios
Selección de textos

María Elena Islas Martínez


Rosario Susana Gamboa Cano
Hernán Ricardo Morales Del Castillo
Socorro Segura Rodríguez
Selección de dibujos

Los textos incluidos en este libro proceden de


Nervo, A. (1999). El pequeño Amado (Com. Pacheco. C. Lourdes).
Tepic, Nay.: CONACULTA
.

Versos y prosa: Amado Nervo para niños


se terminó de imprimir en los talleres de Impresora y Encuadernadora Progreso, S.A. de C.V. (IEPSA),
en octubre de 2019. La edición consta de cinco mil ejemplares.
ARLETH ITZAYANA LOZADA ÁNGELES, 6 AÑOS,
CIUDAD DE MÉXICO

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