1 Unidad 3 El Alma

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FILOSOFÍA . USAL. CAMPUS PILAR. 2022 Prof. Lic.

Viviana Rosa Galdo

EL SER HUMANO
UNIDAD 3: El alma y su destino: dormición o vida en el infierno para Sócrates. Metempsicosis en Platón.
Alma sensible, animal y racional para Aristóteles. San Agustín y las facultades del alma. Santo Tomás la
forma del cuerpo, alma creada inmortal. Kant y la imposibilidad de conocer el alma, sin negar la
posibilidad de preguntarse por su inmortalidad.
SÓCRATES: Sócrates, como pudimos leer en su Apología, consideraba que o bien después de la muerte seguía una
dormición sin fin, o bien existía la posibilidad de habitar eternamente en el lugar de los muertos. En ninguno de los
dos casos lo consideraba algo indeseable.

“La muerte es una de estas dos cosas: o bien el que está muerto no es nada ni tiene sensación de nada, o bien, según
se dice, la muerte es precisamente una transformación, un cambio de morada para el alma de este lugar de aquí a otro
lugar.

Si es una ausencia de sensación y un sueño, como cuando se duerme sin soñar, la muerte sería una ganancia
maravillosa. Pues, si alguien, tomando la noche en la que ha dormido de tal manera que no ha visto nada en sueños y
comparando con esta noche las demás noches y días de su vida, tuviera que reflexionar y decir cuántos días y noches
ha vivido en su vida mejor y más agradablemente que esta noche, creo que no ya un hombre cualquiera, sino que
incluso el Gran Rey encontraría fácilmente contables estas noches comparándolas con los otros días y noches. Si, en
efecto, la muerte es algo así, digo que es una ganancia, pues la totalidad del tiempo no resulta ser más que una sola
noche.

Si, por otra parte, la muerte es como emigrar de aquí a otro lugar y es verdad, como se dice, que allí están todos los
que han muerto, ¿qué bien habría mayor que éste, jueces? Pues si, llegado uno al Hades (infierno, sin premios ni
castigo, el LUGAR de los muertos), libre ya de éstos que dicen que son jueces, va a encontrar a los verdaderos jueces,
los que se dice que hacen justicia allí: Minos, Radamanto, Éaco y Triptólemo, y a cuantos semidioses fueron justos en
sus vidas, ¿sería acaso malo el viaje? Además, ¿cuánto daría alguno de vosotros por estar junto a Orfeo, Museo,
Hesíodo y Homero? Yo estoy dispuesto a morir muchas veces, si esto es verdad, y sería un entretenimiento maravilloso,
sobre todo para mí, cuando me encuentre allí con Palamedes, con Ayante, el hijo de Telamón, y con algún otro de los
antiguos que haya muerto a causa de un juicio injusto, comparar mis sufrimientos con los de ellos; esto no sería
desagradable, según creo. Y lo más importante, pasar el tiempo examinando e investigando a los de allí, como ahora
a los de aquí, para ver quién de ellos es sabio, y quién cree serlo y no lo es. ¿Cuánto se daría, jueces, por examinar al
que llevó a Troya aquel gran ejército, o bien a Odiseo o a Sísifo o a otros infinitos hombres y mujeres que se podrían
citar? Dialogar allí con ellos, estar en su compañía y examinarlos sería el colmo de la felicidad. En todo caso, los de allí
no condenan a muerte por esto. Por otras razones son los de allí más felices que los de aquí, especialmente porque ya
el resto del tiempo son inmortales, si es verdad lo que se dice.

Es preciso que también vosotros, jueces, estéis llenos de esperanza con respecto a la muerte y tengáis en el ánimo esta
sola verdad, que no existe mal alguno para el hombre bueno, ni cuando vive ni después de muerto, y que los dioses no
se desentienden de sus dificultades.”

Alma inmortal, personal.


Platón – Apología de Sócrates Cortesía de Nueva Acrópolis www.nueva-acropolis.es

PLATÓN: según Platón, como pudimos leer en el Mito de Er, hay un número limitado de almas las que después de la
muerte del cuerpo transmutan sucesivamente a otros cuerpos a medida que se van purificando (metempsicosis). En
el pensamiento platónico, por la influencia que tuvo en él su contacto con los pitagóricos, la reencarnación del alma
era consecuencia de un castigo recibido. La elección del tipo de vida que llevarían aquí en la tierra, les permitía
transmutar hasta vivir la vida del filósofo, después de la cual, podían aspirar al premio que implicaba compartir con
los dioses por mil años después de muertos. Cada alma tiene la posibilidad de elegir libremente la vida que va a vivir
y por ello la divinidad no tiene culpa de su destino, siendo el alma la que deberá hacerse cargo de las consecuencias
de la elección.
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Una vez elegido el destino, cruzan el río del olvido creyendo que empiezan de cero. Lo más importante será entonces
aprender cuál es el modo de vida más bienaventurado, provechoso; lo que conduce a elegir siempre y en todo
momento lo mejor.

Las almas por tanto son eternas pero en número limitado. Este pensamiento de origen órfico, conduce a una relación
accidental con el cuerpo, no hay unidad ya que el alma humana no se identifica con el cuerpo, marcando una distinción
entre el mundo sensible al que se asemeja el cuerpo y el mundo inteligible al que el alma es afín.

Entendía por otro lado, como relata en República, que los bienes que se desgranan de la JUSTICIA que debe infundirse
al Estado son la templanza, el valor y la prudencia. Por tanto considera, que siendo que el Estado está formado por
hombres, en ellos también se debían encontrar estas virtudes. Por esa razón considera que el alma humana puede
dividirse en tres partes, y según cuál de ellas domine, podrá determinarse de qué tipo de hombre se trata.

La parte Racional se ubica en la cabeza y es la que permite al hombre conocer la verdad, el hombre en el que domina
esta parte del alma es el filósofo. La parte colérica es la que se ubica en el pecho, es el hombre ambicioso, dominante,
en el que puede encenderse la ira, y los hombres en los que domina esta parte del alma son los valerosos y los que
conforman los ejércitos. La parte del alma que tiene sed de cosas buenas, de placer, que se ocupa de calmar los
apetitos básicos de supervivencia (hambre, sed, descanso, procreación), se ubica de la cintura para abajo, la llama
concupiscencia; y los hombres en los que esta parte del alma domina son los interesados.

Sócrates (…) de modo que el hombre justo no consienta en que ninguna parte de sí mismo haga nada que le
sea extraño, ni que los tres principios de su alma usurpen sus funciones respectivas, sino que establezca un
verdadero orden en su interior y que se regule a sí mismo, que se discipline, que llegue a ser amigo de sí mismo,
que armonice las tres partes de su alma absolutamente (…) y que a partir de ahí, en todo lo que emprenda, ya
trabaje para enriquecerse, ya cuide de su cuerpo, ya se ocupe de política, ya en sus relaciones privadas, juzgue
siempre y llame bella a toda acción que mantenga y contribuya a realizar ese estado de alma y que tenga por
sabiduría la ciencia que inspira esa acción, pero [que llame] injusta a la acción que siempre la pueda destruir,
e ignorancia, a la opinión que inspira esa acción. República, Libro IV, XVII

Entonces, ¿Qué es el hombre para Platón? Podemos decir que para Platón el hombre es el Alma.

En el MITO DEL CARRO ALADO se compara las almas con estos carros. Las almas de los dioses, dado que son conducidas
por dos caballos buenos y dóciles, ascienden sin problemas. La mente de los dioses se nutre contemplando lo bello, lo
sabio, lo bueno. Las almas de los hombres suben con dificultad ya que su carro está atado a dos caballos, uno bueno
y otro de mala constitución que resulta pesado e inclina y fatiga al auriga. Fatigosa y lucha suprema del alma, el auriga
que puede seguir a los dioses con su carro, va subiendo una cuesta y apenas puede contemplar las realidades
inmutables, ve algunas y otras no. Se genera un tumulto en el que pugnan por pasarse unas a otras, finalmente muchas
se van de allí sin haber contemplado al ser:

“el porqué de todo este empeño por divisar dónde está la llanura de la Verdad, se debe a que el pasto adecuado
para la mejor parte del alma es el que viene del prado que allí hay, y el que la naturaleza del ala, que hace
ligera al alma, de él se nutre.”

Las que no lograron contemplar nada caen a tierra sin alas y hacen uso de la opinión.

Resumiendo podemos decir que el Alma es la causa del movimiento de lo inerte. El alma humana tiene la posibilidad
de participar de lo divino a través del conocimiento. El mundo de las Ideas es la realidad, lo que permanece, y está
fuera de este mundo sensible. El destino del hombre es habitar ese mundo que se alcanza a través de la filosofía o
ciencia de lo absoluto o la dialéctica y no a través del conocimiento de lo mudable y relativo que es la opinión.

Finaliza el relato del MITO DE ER diciendo:

“Y de ese modo, Glaucón, el cuento se salvó del olvido y no se perdió, y nosotros podremos salvarnos, si lo
creemos, y franquearemos felizmente el río Lete y no mancharemos nuestra alma. Si, pues, me creéis,
convencidos de que nuestra alma es inmortal y tan capaz de todos los bienes como de todos los males,
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seguiremos siempre la ruta que conduce a lo alto y practicaremos de todas formas la justicia y la sabiduría,
para que estemos en paz con nosotros mismos y con los dioses, no sólo mientras estemos aquí, sino cuando
nosotros hayamos alcanzado las recompensas debidas a la justicia, (…) y nosotros seremos felices aquí y en el
viaje de mil años que nosotros hemos descrito.”
EL MITO DEL CARRO ALADO (Fedro). EL MITO DE ER (LIBRO X, sección XIII ss, República)

ARISTÓTELES: Aristóteles entiende que el alma es inmortal, que es entera, que hay un alma para cada hombre ya que
como vimos anteriormente, el alma es la forma del hombre (cuerpo y alma, teoría hilemórfica). Dado que el alma
humana es la forma de hombre, es específica, es una entelequia

Aristóteles establece y afirma repetidas veces que el alma es esencia, forma específica (eîdos) y entidad
(ousía) del viviente. Sus ideas al respecto aparecen expresadas con concisión en las siguientes palabras:
«Queda expuesto, por tanto, de manera general, qué es el alma, a saber, la entidad definitoria, esto es, la
esencia de tal tipo de cuerpo» 13 (II I,412b9). Al ser forma específica del viviente, el alma constituye
también su fin inmanente y, por tanto, su actualización o entelequia: «luego el alma es necesariamente
entidad en cuanto forma específica de un cuerpo natural que en potencia tiene vida. Ahora bien, la entidad es
entelequia, luego el alma es entelequia de tal cuerpo» (ib. 412a20-23).

Un cuerpo natural puede o no tener vida, si tiene vida es una entidad compuesta que recibe una forma.

«entre los cuerpos naturales los hay que tienen vida y los hay que no la tienen (y solemos llamar vida a la
autoalimentación, al crecimiento y al envejecimiento). De donde resulta que todo cuerpo natural que participa
de la vida es entidad, pero entidad en el sentido de entidad compuesta. Y puesto que se trata de un cuerpo de
tal tipo —a saber, que tiene vida— no es posible que el cuerpo sea el alma» (ib. 412a12-17).

Con esto también afirma que si la materia tiene vida, necesariamente tiene alma. Sumando a esta afirmación el hecho
de que el alma es específica, considera que hay 3 tipos de almas las que enumera según sus potencias o facultades.

El alma vegetativa que se ocupa de la supervivencia (crecimiento, alimento, procreación) propia de las plantas. El alma
sensitiva o animal, que permite el movimiento de traslación y la percepción a través de los sentidos (además de
asumir las capacidades del alma vegetativa). El alma racional, propia del hombre, que le permite conocer y dominarse,
además de asumir lo propio del alma sensitiva y del alma vegetativa.

El hombre en su alma racional acumula las cinco facultades: vegetativa, sensitiva, locomotiva, intelectiva y volitiva.

En efecto: dado que, como ya hemos dicho, la entidad se entiende de tres maneras —bien como forma, bien
como materia, bien como el compuesto de ambas— y que, por lo demás, la materia es potencia mientras que
la forma es entelequia y puesto que, en fin, el compuesto de ambas es el ser animado, el cuerpo no constituye
la entelequia del alma, sino que, al contrario, ésta constituye la entelequia de un cuerpo. Precisamente por
esto están en lo cierto cuantos opinan que el alma ni se da sin un cuerpo ni es en sí misma un cuerpo. Cuerpo,
desde luego, no es, pero sí, algo del cuerpo, y de ahí que se dé en un cuerpo y, más precisamente, en un
determinado tipo de cuerpo: no como nuestros predecesores que la endosaban en un cuerpo sin preocuparse
de matizar en absoluto en qué cuerpo y de qué cualidad, a pesar de que ninguna observación muestra que
cualquier cosa al azar pueda recibir al azar cualquier cosa. Resulta ser así, además, por definición: pues en cada
caso la entelequia se produce en el sujeto que está en potencia y, por tanto, en la materia adecuada. Así
pues, de todo esto se deduce con evidencia que el alma es entelequia y forma de aquel sujeto que tiene la
posibilidad de convertirse en un ser de tal tipo.
Todas las citas de Aristóteles se extrajeron de ARISTÓTELES. Acerca del Alma. Biblioteca básica Gredos. Edición digital. Palkolibro.

SAN AGUSTÍN. Todo cuanto nace y perece se forma según las esencias (o ideas ejemplares) presentes en Dios desde
siempre: las ubica en el Verbo, que es la segunda persona de la Santísima Trinidad, de naturaleza divina. Esta “doctrina
ejemplarista” (lo creado responde a esas ideas ejemplares) pasó a la Edad Media.

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UNO NEOPLATONISMO (desde Proclo acepta la


DIFUSIVO diversidad como medio de conocimiento)
EMANA Las perfecciones del Uno (nous) se
SE emanan hacia la Inteligencia (Logos) que
INTELIGENCIA
PROPAGA les de forma y se propagan al mundo
DE POR SÍ recibiendo un alma que a su vez participa
del Alma del Mundo (Psyqué).

Por contemplación y en diversos grados de


ALMA DEL abstracción puede pasarse, elevarse de
MUNDO nivel en nivel hasta participar
completamente del Uno.
DIVERSIDAD

San Agustín fundamenta sus dichos en la Sma. Trinidad, encontrando diferentes analogías triádicas. Al Dios de la
eternidad se lo encuentra en la obra de su creación, la que se manifiesta en número, peso y medida (unidad, forma,
orden). Esto es en la física, la lógica y en la ética. Las distintas facultades del alma son otras tantas imágenes de Dios
Trino: Ser, conocimiento, querer; memoria, entendimiento, voluntad. De estas últimas, la primera trinidad prepara
para la segunda. S. A. invita a reflexionar en ellas diciendo que el hombre tiene el ser, el conocer y el querer: “Porque
yo soy, conozco y quiero. Soy conociendo y queriendo; conozco que soy y que quiero; quiero ser y conocer.” (a
diferencia de Dios que ES el ser (Padre), conocer (Hijo) y querer (Espíritu Santo)).

Comprender, recordar y amar son tres actos y una esencia, tres relaciones distintas en una misma sustancia. Lo que
diferencia al hombre de Dios es que el hombre recuerda, ama y entiende mediante sus facultades, pero no es ni su
memoria, ni su entendimiento, ni su voluntad, sino que posee esas tres cosas. (Dios en sí mismo es la memoria
(Padre), el entendimiento (Hijo) y la voluntad (Espíritu Santo))

Dios creó el mundo de la nada (ex nihilo), por un acto de su libre voluntad. Por esto S.A. afirma la total dependencia
del mundo respecto de Dios: todas las cosas deben su ser a Dios.

Las rationes seminales (o logoi spermaticoi de los estoicos) son potencias invisibles, creadas por Dios en el principio,
desarrollándose en los objetos de diversas especies mediante su despliegue temporal (desarrollo en la historia según
un plan divino). La cumbre de la creación material es el hombre que consta de un cuerpo y un alma inmortal: “un
alma en posesión de un cuerpo no constituye dos personas, sino un solo hombre”.

Todos los seres participan del ser, pero no de la misma manera. Hay distintos grados de participación.

El alma humana, creada por Dios, es un principio inmaterial y eterno porque además de recibir el principio de la vida
(al igual que el alma de los animales) es capaz de conocer verdades eternas (sabiduría como iluminación) por lo que,
en este punto la distingue del alma de los animales que no es eterna.

La ética de San Agustín propone alcanzar la felicidad que solo puede encontrarse en Dios; ni siquiera la virtud puede
constituir en sí misma la felicidad. La ética de S.A. es una ética del amor, es la voluntad lo que lleva al hombre hacia
Dios: amando a Dios y al prójimo.

Libre arbitrio: La voluntad es libre, y como tal, sujeto de obligación moral. La voluntad es libre de apartarse del Bien
inmutable y adherirse a bienes mutables (en esto se diferencia de Sócrates y Platón para quienes si el hombre conoce
el bien, necesariamente va a inclinarse por él), tomando como objeto suyo o los bienes del alma o los bienes del
cuerpo. Al mismo tiempo la mente tiene que reconocer la verdad, siendo la búsqueda de Dios, implantada por Dios
mismo en el hombre, querida por Él mismo. Por ello todos los hombres son conscientes en cierta medida de normas
y leyes morales, porque las leyes eternas de la moralidad están impresas en el corazón del hombre.

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No obstante la relación del hombre finito a Dios infinito, implica un abismo que el primero solo puede franquear con
la ayuda de la gracia: la gracia es necesaria incluso para empezar a desear amar a Dios.

Hay premios y castigos después de la muerte. La causa del mal moral no es el Creador, sino la voluntad creada que se
aleja del Bien inmutable. El mal entonces es la tendencia a hacer aquello que conduce al no-ser, a dejar de ser. El mal
moral es una privación del recto orden en la voluntad creada. El alma creada para cada hombre, es inmortal, y según
la vida moral que haya llevado será salvada para la vida eterna en el Paraíso, o bien, será castigada con la condenación
eterna en el infierno, alejada por siempre de Dios que es su felicidad.
SIMEONE Marta Cristina. La concepción del alma en san Agustín.
Frederick COPLESTON “Historia de la Filosofía. De San Agustín a Escoto. Volumen II

SANTO TOMÁS DE AQUINO. Solo en el contexto de la revelación divina es posible efectuar un correcto razonamiento
acerca del hombre y el mundo. De todos modos hay verdades a las que se puede llegar a través de la razón natural.
Por ejemplo: “Dios existe, Dios es uno y otras semejantes”; por lo que no utilizar la potencia de la razón es abdicar a
una exigencia primordial y natural del hombre. El hombre, de naturaleza racional, es capaz de conocer.

El hombre y el mundo disfrutan de una relativa autonomía sobre la que debe reflexionarse con el uso de la pura razón,
poniendo en juego todo el potencial cognoscitivo para responder a la vocación originaria de conocer y dominar el
mundo. Para Santo Tomás, el saber teológico no sustituye el saber filosófico; ni la fe sustituye a la razón, porque la
fuente de la verdad es sólo una: Dios. Distingue entre la revelación y los datos de la razón, o sea entre las esferas
sobrenatural y natural, entre fe y razón, sin dejar de manifestar que el hombre tiene un fin sobrenatural

Considera que el hombre es una unión sustancial del alma con el cuerpo. En esta teoría hilemórfica, la individuación
(diferenciación de los particulares) no la da la forma sino la materia signada (Juan o Pedro). Por tanto, la esencia
hombre, como los demás entes materiales es el compuesto de materia y forma. Se aleja del pensamiento dualista
(alma-cuerpo como dos formas sustanciales) propias del platonismo y San Agustín. Por otro lado se aleja también del
pensamiento de Aristóteles que según la interpretación de Averroes (por medio de quien llega el pensamiento
aristotélico a Santo Tomás) enseñaba un intelecto agente único para todos los hombres. El alma intelectiva o humana
incluye dentro de sí al alma vegetativa y la sensitiva. El alma humana, cubre como en Aristóteles la actividad del
cuerpo, vegetativa, sensitiva, apetitiva, locomotiva. Pero “lo propio” es que en el alma intelectual hay dos
potencias: inteligencia y voluntad, que persisten incluso después de disuelto el cuerpo. Santo Tomás apoya la idea
creacionista: Dios crea un alma para cada persona.

El hombre es entonces un complejo de cuerpo y alma, pero si bien el alma es el acto 1° del cuerpo en potencia (lo
que conforma un compuesto de materia y forma: hombre), ese alma tiene en potencia un “acto de ser” que le es
dado en la creación, porque ella no es su propio acto, sino una forma espiritual que a su vez recibe el ser.

Durante la vida terrena el INTELECTO conoce el Bien y el Mal de cosas y acciones que no son Dios y la voluntad LIBRE
puede quererlas o no. El LIBRE ARBITRIO (libertad humana exclusivamente) es la raíz del mal (= San Agustín), definida
como carencia de Bien.

El hombre posee un “habitus natural” - para captar los principios del conocimiento - Para comprender los principios
que guían a las buenas acciones. Por eso puede actuar o no en consecuencia. Si no actúa en consecuencia se aleja
deliberadamente infringiendo las leyes universales que la razón le da a conocer y Dios le revela.

La Razón es el criterio que sirve al hombre de guía y regla de sus acciones.

En el orden de las virtudes, al igual que Aristóteles, coloca las intelectuales sobre las morales pero agrega las
teologales: fe, esperanza y caridad. La felicidad suprema consiste en conocer (como Aristóteles) pero este
conocimiento es alcanzado por el alma después de la muerte del cuerpo, estado en que podrá contemplar a Dios
directamente. La voluntad, al igual que para Aristóteles tiene una función rectora de las conductas y pasiones para
que pueda vivir una vida virtuosa, no desenfrenada. Dios crea al hombre libre para que libremente lo elija. Por ello es
Dios el origen y fin del actuar humano.

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Al igual que para San Agustín el alma, una vez muerto el cuerpo, lo sobrevive y tendrá premio o castigo según haya
vivido.
GIOVANNI REALE y DARÍO ANTISERI. Historia del pensamiento Filosófico Científico. Antigüedad y Edad Media. Tomo I, Barcelona, Herder, 21992-1995.

IMMANUEL KANT. FENÓMENOS. NOÚMENOS

Los fenómenos, se definen como los objetos que son dados a la sensibilidad. Nada se puede establecer con respecto
a objetos de una intuición que no sea sensible («noúmenos », objetos de una intuición intelectual).

El noúmeno NO es objeto de nuestra intuición sensible, por tanto, es el concepto de un límite de nuestro
conocimiento.

La razón es una facultad que se aplica a dar unidad a los conocimientos del entendimiento. No se aplica a los objetos
mismos, sino a los conceptos y juicios del entendimiento, para procurarles unidad sistemática.

La unidad de los múltiples conocimientos del entendimiento, producida por la razón, es una unidad colectiva: todos
esos conocimientos quedan abarcados por esa unidad, sin que ninguno pierda su especificidad. También en este caso,
la unidad de lo múltiple se logra integrando todo lo múltiple en un concepto que lo abarque: los conceptos de la
unidad racional colectiva se llaman IDEAS DE LA RAZÓN. Como la razón tiene solo tres maneras de producir su unidad
(según las tres especies de silogismos registradas por la lógica:)1, habrá tres conceptos racionales puros que
suministren (o impongan) esa unidad colectiva.

Estas IDEAS a las que llega la razón son tres: ALMA, MUNDO, DIOS.

En la naturaleza misma de la razón, y en su exigencia de totalidad incondicionada de las condiciones para todo lo que
es condicionado, se encuentra el origen de aquellas ideas que formaban los temas de la metafísica dogmática. Pero
de esos conceptos de alma, de Dios, de mundo, no se puede extraer conocimiento valedero; porque son solo
expresiones de la estructura de la razón, y de sus exigencias.

La «apariencia ilusoria transcendental» consiste en «que la necesidad subjetiva de cierta conexión de nuestros
conceptos, conveniente para el entendimiento, es tenida por una necesidad objetiva de la determinación de las cosas
en sí mismas». Por esa equivocación fundamental, surge una doctrina racional del alma; surge una cosmología
racional y surge finalmente una teología racional basada en un concepto de Dios que no es más que la expresión de
los requisitos subjetivos de la razón en su silogismo disyuntivo, sin que podamos saber si ese concepto corresponde
o no a algún ente divina efectivamente existente.

A través del desarrollo de la Dialéctica trascendental, Kant demuestra que todos los esfuerzos por resolver mediante
la razón pura los grandes enigmas de la metafísica -aquellas doctrinas del alma inmortal, de la constitución última
monádica de la naturaleza y del universo, del Primer Motor inmóvil- desembocaban solo en ilusiones de
conocimiento, y no en conocimiento verdadero. Esto no quiere decir que haya que renunciar a plantearse esas
cuestiones metafísicas: qué es el alma, si acaso está destinada a perecer con el cuerpo; cuál es la naturaleza última y
fundamental del universo; si hay un Dios creador y lector del universo. Es imposible dejar de hacerse esas preguntas;
pero es imposible responderlas con la razón teórica sola (pura). Pero aquellas ideas que la razón genera por sí misma
tienen una función propia, que Kant llama «función regulativa». Consiste en mantener despierta la conciencia de que
cualesquiera sean los resultados que alcancemos en los conocimientos de objetos parciales, ninguno de ellos puede
sustituir al conocimiento del objeto total, pensado en la idea.

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Silogismo categórico «Premisas: primera TODOS, segunda ALGUNOS de los pertenecientes a la primera. Conclusión parcial: ej.
Todos los seres vivos tienen alma. Algunos seres vivos tienen alma racional. Conclusión: Algunas almas son racionales».
Silogismo hipotético «proposiciones condicionales que dependen unas de otras para alcanzar una conclusión: ej. Todo se
destruye en el Apeiron. En el Apeiron todo se origina. Conclusión: todo se destruye en lo mismo que se origina.». Silogismo
disyuntivo «proposiciones en las que hay dos opciones anulándose mutuamente y que permiten llegar a un conclusión: ej. La
piedra de imán se mueve porque tiene alma o la piedra de imán se mueve por magnetismo. La piedra de imán no tiene alma.
Conclusión: Entonces la piedra de imán se mueve por magnetismo»
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Esto significa, por ejemplo, que todos los conocimientos de las ciencias han de entenderse como conocimientos
parciales e incompletos de un único mundo, aunque este sea inaccesible como tal para el conocimiento. Esos
conocimientos parciales (las ciencias particulares) serán, pues, compatibles entre sí (pues se refieren a un mundo
único) y podrán integrarse, al menos idealmente, en sistemas de complejidad creciente. Esto es lo que la razón exige
mediante su idea de mundo. De igual modo, aquella idea de Dios como suma de toda realidad nos obliga a considerar
siempre como defectuosa e incompleta cualquier suma parcial de realidades que encontremos o que logremos
efectuar entre los objetos de nuestro conocimiento. Al considerar incompletas las realidades efectivamente
conocidas, evitamos ponerlas en el lugar de lo absoluto, y a la vez recibimos el estímulo, o el mandato, de progresar
infinitamente en la determinación de lo real (ya que cada determinación parcial se revelará como incompleta, al
compararla con el Ente realísimo).

Si bien la razón no puede afirmar nada positivo acerca de lo que está fuera de ese mundo de la experiencia, ya el
mero fracaso de la razón en la metafísica da testimonio acerca de esa otra dimensión no empírica en la que el ingreso
nos está vedado, de manera que el entendimiento tiene que reconocer aquí su límite. Por eso dice Kant en otro texto,
que la función de la razón es también «rechazar las pretensiones del entendimiento, cuando este (por haber podido
establecer a priori las condiciones de la posibilidad de todas las cosas que él puede conocer)[pretende] haber
encerrado dentro de estos límites (el entendimiento humano) la posibilidad de todas las cosas en general»." La
razón viene a ser así una especie de guardiana de lo absoluto, que impide que ese lugar de lo absoluto sea usurpado
por conocimientos o por ideologías que pretenden erigirse en doctrinas metafísicas, sin tener los fundamentos para
ello.

En el mundo moral (mores en lt. costumbres), la felicidad de los seres racionales es proporcional a sus merecimientos
morales. El mundo moral en el que la felicidad es proporcional a los merecimientos solo es concebible para la razón
pura si se lo considera como obra de esa inteligencia que reúna en si la suma felicidad y la voluntad moralmente
perfecta. Solo en un mundo moral creado y regido por un Creador sabio y bueno, puede encontrarse un sistema
racional que unifique moralidad y felicidad.

No tenemos conocimiento de este Dios, pero tampoco tenemos una mera opinión acerca de su existencia (pues esa
existencia es exigida por la razón moral), sino que tenemos una creencia (o fe). La fe moral tiene un fundamento
firme en la necesidad incondicionada del mandato moral. A su vez, la fe en la existencia de Dios y en la vida futura
del alma es condición para que sea comprensible la unidad de los fines, regida por el mandato moral.

Las condiciones que no deben dejar de ser cumplidas, en la búsqueda de la felicidad son el cumplimiento del deber y
la conservación de la dignidad.
IMMANUEL KANT. Crítica de la razón pura. Colihue, Bs. As., 2007. Original: Kritik der reinen Vvernunft. Introducción de Mario Caimi.

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